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traste con las geografías del positivismo, se sustentan sobre las filosofías
idealistas del sujeto. Tras las geografías vinculadas a la región, al paisaje y
a los lugares, laten las filosofías de corte idealista e irracionalista, que do-
minan en el pensamiento occidental en el primer tercio del siglo actual.
(1867-1958) y O. (1872-1959).
El paisaje que se introduce en la geografía de principios de siglo es un
concepto cultural y responde a una consideración cultural del entorno, a
una percepción cultural del mismo. De perfil idealista, es un concepto que
se imbrica bien con las filosofías existenciales y vitalistas. Se vincula a la
percepción individual y social. En la simbiosis sociedad y medio, el paisaje
descubre la personalidad del grupo social ( Hard, 1969).
En las relaciones Hombre-Medio, el paisaje identifica el componente
cultural. Los alemanes distinguen, por ello, entre un paisaje originario, el
Urlandschaft, o paisaje original, de carácter natural, o Naturlandschaft, y un
paisaje cultural, producto de la dialéctica entre pueblo y territorio, de ca-
rácter histórico, el Kulturlandschaft. En éste trasciende la singularidad his-
tórica del grupo humano que ocupa el espacio regional.
La geografía del paisaje se perfiló como el estudio de los componentes
fisonómicos que diferencian cada unidad de la superficie terrestre, entendi-
dos como el fruto de un proceso histórico de transformación, protagonizado
por la comunidad regional a lo largo del tiempo. El paisaje se identifica con
el resultado de las relaciones Hombre-Medio y se manifiesta como la expre-
sión visual y sintética de la región, que sintetiza la realidad geográfica.
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1960).
La región-paisaje se vincula con el mundo de la percepción y con la
afirmación de la entidad regional como individualidad. Una concepción
como disciplina comprensiva -frente a la analítica- del complejo objeto
geográfico, que se propone «comprenderlo en su complejidad y describirlo
como tal» (Baulig, paisajes son contemplados como complejos
fisonómicos, que se proyectan como una armónica individualidad. El pai-
saje se identifica con la región, y es considerado la expresión visual de ésta.
Los postulados sustanciales del enfoque paisajístico se incorporaron a la geo-
grafía moderna: el paisaje pasa a ser el objeto de la geografía.
La idea de una geografía al margen de la razón científica, entendida
como arte y como relato, como género literario, se difunde y es compartida
por un amplio conjunto de geógrafos en Alemania y fuera de ella. Con so-
bresalientes representantes en Europa, sobre todo en la geografía francesa,
como H. Baulig Max Sorre Gourou. P. George
y J. Beaujeu-Garnier, que pertenecen a una generación posterior, comparten
esta concepción de la geografía, así como el geógrafo portugués O. Ribeiro.
cunstancias que hacen de esta orientación una ecología cultural. Así lo plan-
teaban distintos geógrafos de la primera mitad del siglo XX .
El enfoque ecológico aparece tanto entre los geógrafos alemanes, como
en los anglosajones y franceses. Aparecía, incluso, como una forma de aco-
tar el campo geográfico frente a las disciplinas físicas y sociales competi-
doras (Barrows, 1923). Un enfoque que distingue la obra de M. Sorre, en
Francia, desde la perspectiva preferente de «todos los elementos del medio
geográfico y [de] todas las respuestas del organismo» (Sorre, 1971). Enfo-
que que él mismo ubica en el ámbito de la ecología humana, subtítulo de
su obra fundamental.
La geografía del paisaje y, en general, la geografía regionalista en la que
se inscribe, se distinguen por su interés definido por las singularidades te-
rrestres, regionales, y su proceso histórico de formación. Renuncian a la
pretensión de establecer generalizaciones y formular leyes geográficas. Des-
tacan, precisamente, su disconformidad con estos objetivos mantenidos por
los geógrafos de orientación positivista, cuya concepción de la geografía se
atrinchera en la relación medio sociedad. Abordan esta relación desde una
perspectiva causal y directa: evaluar las influencias del medio geográfico
-físico- sobre la sociedad y el individuo.
La divergencia de objetivos tiene que ver con una concepción filosó-
fica. Relegan la práctica científica a un segundo término y postulan, o
bien una ciencia distinta, o bien un conocimiento comprensivo más rela-
cionado con el arte que con la práctica científica. El regionalismo geo-
gráfico y la geografía cultural comparten este alejamiento de los presu-
puestos de la ciencia.
1974).
Las dificultades objetivas que el trabajo empírico ofrece quedaban re-
legadas, en cuanto a la reflexión epistemológica, al ámbito de la subjetivi-
dad, a la capacidad del sujeto, al reducirse los problemas de conocimiento
-sobre todo los metodológicos- a una cuestión de actitud y aptitud, a una
sensibilidad o intuición, que para algunos prestigiosos geógrafos significa-
ba la identificación del método geográfico con un arte. El arte sólo tiene dos
vías, o la del genio o la del academicismo. El primero no se enseña; el se-
gundo conduce a la rutina.
1954).
Consideraban que lo que define una región es la homogeneidad de ca-
racteres, aunque resaltaban que «la región es algo más que homogeneidad,
que posee una cualidad de cohesión», que es lo que le distingue del simple
concepto de área o porción limitada de la superficie terrestre. El método re-
gional consistiría en «la observación y medida de los fenómenos específi-
cos, de acuerdo con el criterio utilizado, y la búsqueda de relaciones entre
tales fenómenos», como un procedimiento «para descubrir orden en el es-
pacio terrestre». Los geógrafos regionalistas americanos se esforzaron por
establecer criterios precisos en la determinación del espacio regional, aun-
que eran conscientes de que no existían criterios uniformes y aceptados res-
pecto de qué atributos definen una región.
La búsqueda de un método regional preciso llevó a destacar los fe-
nómenos de cohesión y homogeneidad y la perspectiva abierta, en cuanto
a aceptar que pueden existir muy diversos patrones de análisis para el es-
tudio regional. Se trataba, para estos geógrafos, de seleccionar criterios
significativos en relación con el objetivo del estudio. El método regional
se orientó hacia el examen de las diferencias en la superficie terrestre, de
patrones de organización similares y de la búsqueda de interrelación en-
tre distintas áreas.
El método regional se dirigía hacia el descubrimiento de «caracteres
existentes, de procesos y secuencias» y hacia la generalización de las rela-
ciones existentes entre esas áreas. La búsqueda de los caracteres que dan
identidad y hacen de la región un espacio único; los factores de cohesión;
la dimensión histórica y la consideración de los distintos elementos físicos
formaron parte del método regional, sometido siempre a la coherencia en-
tre los criterios aplicados y los objetivos de la investigación.
La necesidad de definir el marco regional supuso, en la geografía re-
gionalista americana, más sensible a las críticas positivistas que realzaban
las deficiencias metodológicas y teóricas del concepto regional, una mayor
apertura de éste y una mayor elaboración del método regional. La conside-
ración de que el espacio regional depende de los propios criterios de traba-
jo significaba negar a la región realidad objetiva y hacer de la región un
simple instrumento intelectual.
Suponía el reconocimiento de que pueden establecerse regiones di-
versas, de acuerdo con el objetivo de la investigación. Y que tales regio-
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