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Las filosofías del sujeto, de carácter idealista -neokantismo, fenome-

nología, existencialismo, vitalismo- han sustentado orientaciones de gran


arraigo en la geografía moderna. Por una parte, en la primera mitad del si-
glo XX, en que se define una concepción de la geografía que, para muchos
geógrafos, aparece como la expresión más acabada de la disciplina. Es la
conocida, por ello, como geografía clásica, o época clásica de la geografía.
Se identifica con las geografías regionalistas y del paisaje, que dominan el
panorama geográfico hasta mediados de este siglo.
La crisis de las geografías analíticas ha supuesto, a partir de 1970, la
eclosión de nuevas propuestas que reivindican fundamentos epistemológi-
cos similares y que destacan el papel del sujeto como centro de la cons-
trucción geográfica. El posmodernismo le ha dado una nueva dimensión en
cuanto a enfoques y campos de interés. Lo femenino, los símbolos espacia-
les, los textos, su lectura y decodificación, las representaciones subjetivas
del entorno, los lugares, el espacio vivido, el mundo de la experiencia indi-
vidual, se han convertido en ejes del trabajo geográfico.
Son las denominadas geografías humanísticas y geografías posmoder-
nas. Proponen como objeto de la geografía los lugares, los espacios con-
cretos, asociados a la experiencia particular, a las sensaciones y valores
de los individuos. Han recuperado las filosofías de la subjetividad surgi-
das en los inicios del siglo XX y a finales del XIX, como referente episte-
mológico.
Han elaborado sus postulados bajo las perspectivas del posmodernis-
mo. Han contribuido a la definición de éste y han reivindicado la tradición
clásica, es decir regional y del paisaje, como propia. Con ello enlazan con la
importante etapa de la moderna geografía vigente en la primera mitad de
este siglo XX . Configuran, en consecuencia, dos grandes etapas del desarro-
llo de la geografía moderna.
La tradición de la geografía como disciplina del lugar constituye uno
de los puntales de la historia de la geografía moderna. Por estas tradiciones
transita una buena parte de nuestros conceptos e imágenes geográficas, de
nuestras ideas, de nuestras concepciones y valores. En oposición o en con-
284 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

traste con las geografías del positivismo, se sustentan sobre las filosofías
idealistas del sujeto. Tras las geografías vinculadas a la región, al paisaje y
a los lugares, laten las filosofías de corte idealista e irracionalista, que do-
minan en el pensamiento occidental en el primer tercio del siglo actual.

1. El regionalismo geográfico: regiones y paisajes

La primera mitad del siglo XX se desarrolla bajo el dominio de las geo-


grafías «regionales» y del «paisaje». Configuran un período que, para mu-
chos geógrafos, se identifica como una etapa ejemplar, clásica, de la Geo-
grafía moderna. Constituyen una propuesta geográfica que se elabora a
partir de la tradición fundadora de la geografía. Comparten, en inicio, las
mismas concepciones básicas sobre el objeto y objetivos de la geografía.
Evoluciona, más tarde, hacia un proyecto geográfico específico, sustentado
en la crítica formal de la orientación de la geografía positivista.
Mantienen el objeto de estudio o campo de la geografía pero cambian de fi-
nalidad.
El objetivo original era establecer una disciplina científica con el fin
de formular las leyes generales que regulan las influencias del medio so-
bre el hombre. La tenía esa finalidad. Por ello se deno-
minó geografía general, porque presentaba un enfoque generalista. Abor-
daba establecer las reglas generales de la influencia del medio sobre el
hombre. Se preocupaba por lo universal. Distingue la primera etapa de la
geografía moderna.
Este objetivo inicial es modificado, de forma progresiva. Se propone la
consideración de las influencias del medio sobre el hombre en un marco
geográfico definido. Se sustituye el interés por lo general por la atención a
lo localizado. Este marco es la región geográfica, es decir, la región natural.
La geografía regional se constituye en alternativa, de acuerdo con el enfo-
que regionalista. La geografía regional sucede a la geografía general. Los geó-
grafos franceses, bajo la batuta de Vidal de la Blache, convierten la región
-ten sí misma- en el objeto preferente de la geografía.
Este giro epistemológico en la geografía se sustenta en la aceptación
de las premisas ascendentes de las filosofías idealistas del primer tercio del
siglo XX. El cambio, en las concepciones geográficas prevalecientes no se
encierran en el campo geográfico. Se inserta en la creciente presencia de
una cultura que reivindica el individuo, su circunstancia, la existencia
como clave del conocimiento, la singularidad de lo humano y por tanto de
lo social.
La geografía del hombre, la geografía humana, tal y como la entienden
los geógrafos del inicio del siglo XX , lo que estudia «es el medio en el que
se desenvuelve la vida humana. Primero lo describe; después lo analiza y,
finalmente, intenta explicarlo».
Sin pretensiones de generalizaciones, restringe la explicación al medio
geográfico delimitado. Es en el que los geógrafos consideran que se mani-
fiestan, de forma directa, las influencias del medio. Se trata de la región, se-
LA FUNDACIÓN DE LA GEOGRAFÍA 285

gún la común y aceptada concepción de la región geográfica que se ha im-


puesto en el último cuarto del siglo XIX . Como resumía Demangeon al res-
pecto, el objetivo era «estudiar en una región, geográficamente definida, las
relaciones entre la Naturaleza y el Hombre».

1.1. DE LA GEOGRAFÍA GENERAL A LA REGIONAL: EL EDIFICIO GEOGRAFICO

El objeto de la geografía era, en la propia tradición geográfica, la re-


gión, la región natural. Bien entendido que, a pesar del equívoco propio del
término, natural no se refiere aquí a sin presencia humana, sino al carác-
ter básico que los componentes naturales tienen en su definición. La deter-
minación de la región es, ante todo, un hecho de geografía física. Desde esta
perspectiva, la geografía estaba pertrechada para ese proceso de acota-
miento conceptual.
La geografía regionalista tiene en los geógrafos franceses sus más sig-
nificativos representantes, en la medida en que son ellos los que proponen
la reorientación desde una geografía general, de leyes, a una geografía re-
gional, de singularidades. Los geógrafos alemanes aportaron la sistematiza-
ción y ordenación de la geografía, bajo estos nuevos presupuestos. Le die-
ron un fundamento filosófico, en orden a justificar el giro epistemológico.
Al mismo tiempo proporcionaban una estructura a la disciplina, basada en
la nueva concepción. Se establecían, de forma razonada, las relaciones en-
tre geografía general y regional.
La propuesta de Hettner supone una aportación esencial, fruto de un
esfuerzo dilatado en el tiempo. Constituye un cuerpo doctrinal que per-
mite articular los dos planos -regional y general- en un esquema rela-
cionado en el que se invierten las categorías positivistas, sin, aparente-
mente, renunciar a las bases científicas, y que ha sido el fundamento de
la organización de la geografía universitaria, durante decenios, en el sis-
tema docente.
Los conocimientos generales, vinculados a las disciplinas sistemáticas,
se transforman en el fundamento de la pirámide del conocimiento geográ-
fico, en cuanto herramientas de trabajo y, por consiguiente, como instancia
propedéutica en la formación del geógrafo. La geografía general es el so-
porte formativo que capacita para el trabajo superior, es decir, para el es-
tudio regional. Tiene, por tanto, un carácter propedéutico, subordinado. La
geografía regional corona una estructura metodológica que arranca del aná-
lisis sistemático, para llegar al conocimiento sintético.
La geografía alemana, como la francesa, se orientaron hacia la elabo-
ración de monografías regionales, que en la escuela germana coinciden, en
mayor medida, con monografías sobre países. La geografía regional se con-
cebía como «coronación de nuestra ciencia». La geografía general, los «da-
tos de la geografía general, adquieren su verdadera realidad en la geografía
regional». Es la concepción regionalista que impera en la primera mitad del
siglo XX y sobre la que se fundamenta la geografía europea y una parte sus-
tantiva de la americana de este período.
La conciencia permanente de que la Geografía se desenvuelve en te-
rrenos fronterizos, cuando no ajenos, ha estimulado, desde el origen de la
Geografía moderna, una doble tendencia. Por un lado matizar y distinguir
esa presencia de la geografía en las parcelas fronteras -sean geología, bo-
tánica, demografía, economía, sociología, entre otras-. Por otro, buscar un
nicho propio. Y, en consecuencia, delimitar no sólo un terreno bien acota-
do y deslindado respecto de los fronterizos, sino una dimensión específica
a la disciplina, de tal modo que ésta quedara liberada de su servidumbre
original, como un cóctel de conocimientos ajenos.
Ésa es la pretensión lúcida y brillante de Mackinder; ésa es la dirección
que manifiestan Vidal de la Blache y sus discípulos; y es el eje de la sistema-
tización de Hettner. El primero se esfuerza en separar el estudio geográfico
del análisis sectorial de las distintas disciplinas físicas. Los geógrafos france-
ses hacen hincapié en la adscripción de la geografía al lugar, a la localidad.
Hettner configura un cuerpo orgánico, sistemático, que parece respon-
der a esas preocupaciones. La propuesta tiene el significado de sacrificar los
flecos geográficos en aras de conservar y defender un núcleo disciplinario
no controvertido. Se trataba de reducir la geografía a la geografía regional,
por cuanto se consideraba que la región constituía un objeto específico que
ninguna otra disciplina podía disputarle a la geografía.
La geografía regionalista del siglo XX se nutre de dos corrientes: la re-
gional de la diferenciación espacial y la regional del paisaje. Una y otra
comparten la valoración de la región geográfica como el objeto de la geo-
grafía. Ambas participan de la misma idea de la primacía del estudio re-
gional sobre el general y se manifiestan en contra de los presupuestos po-
sitivistas. El desarrollo posterior identificará y confundirá ambas corrientes
y la geografía regional aparece como la disciplina de la diferenciación es-
pacial y del paisaje. Sin embargo, tienen presupuestos y enfoques distintos,
y poseen una tradición cultural diferente.

La concepción regionalista de base idealista neokantiana hace de la


geografía una disciplina de la diferenciación espacial. Hettner lo denominó
organización del espacio. Convierte a la región, como segmento del espacio
terrestre, en el núcleo de la investigación geográfica. Dio forma orgánica a
la geografía como disciplina articulando los conocimientos sectoriales, de
carácter analítico, según la nomenclatura regionalista, con la
nal, núcleo metodológico de la geografía. Desde esta perspectiva aparece
como la formulación dominante y hegemónica, que fue compartida por la
generalidad de la comunidad geográfica.
Como disciplina corológica de la superficie terrestre, la geografía, se-
gún Hettner, considera el conjunto de los fenómenos que componen dicha
superficie. Fenómenos inorgánicos y orgánicos, incluido el hombre. La
perspectiva geográfica proviene de sus correspondientes combinaciones lo-
cales, convertidas en los objetos de la geografía.
LA FUNDACIÓN DE LA GEOGRAFÍA 287

Las geografías regionalistas incorporaron el concepto de paisaje, conver-


tido en objeto geográfico, hasta llegar a identificar paisaje y región. Sin em-
bargo, la propuesta del paisaje como objeto de la geografía tiene un desarro-
llo independiente, en relación con una profunda corriente cultural de ámbito
germánico. El paisaje no es un descubrimiento de los geógrafos ni un objeto
elaborado por éstos. El paisaje de que habla Humboldt y al que se refiere Vi-
dal de la Blache tiene el carácter de fisonomía física y no se corresponde con
el concepto que prevalece con posterioridad en la geografía (Buttimer, 1980).
El paisaje llega de la mano de artistas, escritores, filósofos e histo-
riadores, en el marco de una filosofía que no todos los geógrafos com-
parten. La reticencia de A. Hettner respecto de este concepto es ilustrati-
va de la desconfianza en el campo geográfico hacia el paisaje como obje-
to de la geografía.

(1867-1958) y O. (1872-1959).
El paisaje que se introduce en la geografía de principios de siglo es un
concepto cultural y responde a una consideración cultural del entorno, a
una percepción cultural del mismo. De perfil idealista, es un concepto que
se imbrica bien con las filosofías existenciales y vitalistas. Se vincula a la
percepción individual y social. En la simbiosis sociedad y medio, el paisaje
descubre la personalidad del grupo social ( Hard, 1969).
En las relaciones Hombre-Medio, el paisaje identifica el componente
cultural. Los alemanes distinguen, por ello, entre un paisaje originario, el
Urlandschaft, o paisaje original, de carácter natural, o Naturlandschaft, y un
paisaje cultural, producto de la dialéctica entre pueblo y territorio, de ca-
rácter histórico, el Kulturlandschaft. En éste trasciende la singularidad his-
tórica del grupo humano que ocupa el espacio regional.
La geografía del paisaje se perfiló como el estudio de los componentes
fisonómicos que diferencian cada unidad de la superficie terrestre, entendi-
dos como el fruto de un proceso histórico de transformación, protagonizado
por la comunidad regional a lo largo del tiempo. El paisaje se identifica con
el resultado de las relaciones Hombre-Medio y se manifiesta como la expre-
sión visual y sintética de la región, que sintetiza la realidad geográfica.
288 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

En el marco de una concepción compartida de la región geográfica


como una unidad determinada por los factores físicos introdujeron la di-
mensión histórica. Identificaron la región no tanto por sus rasgos naturales
como por el producto visual que resulta de la interacción naturaleza-socie-
dad en la profundidad histórica de la región, es decir, por el paisaje.
El paisaje, comprendido como producto cultural, aparece como un ele-
mento histórico, fruto de una secuencia temporal, en la que cada grupo o
comunidad se vincula al medio a través de formas específicas de adapta-
ción. El foco de atención de la Geografía del paisaje se desplaza hacia la ac-
tuación humana sobre el pavés geográfico, en la medida en que hace el pai-
saje, lo transforma.

1960).
La región-paisaje se vincula con el mundo de la percepción y con la
afirmación de la entidad regional como individualidad. Una concepción
como disciplina comprensiva -frente a la analítica- del complejo objeto
geográfico, que se propone «comprenderlo en su complejidad y describirlo
como tal» (Baulig, paisajes son contemplados como complejos
fisonómicos, que se proyectan como una armónica individualidad. El pai-
saje se identifica con la región, y es considerado la expresión visual de ésta.
Los postulados sustanciales del enfoque paisajístico se incorporaron a la geo-
grafía moderna: el paisaje pasa a ser el objeto de la geografía.
La idea de una geografía al margen de la razón científica, entendida
como arte y como relato, como género literario, se difunde y es compartida
por un amplio conjunto de geógrafos en Alemania y fuera de ella. Con so-
bresalientes representantes en Europa, sobre todo en la geografía francesa,
como H. Baulig Max Sorre Gourou. P. George
y J. Beaujeu-Garnier, que pertenecen a una generación posterior, comparten
esta concepción de la geografía, así como el geógrafo portugués O. Ribeiro.

La última y superior finalidad del trabajo del geógrafo y de la Geogra-


fía quedaba enunciada, se trataba de describir esa individualidad: «Ya se
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1.3. PERSONALIDAD REGIONAL Y PAISAJE

De acuerdo con estos postulados, la geografía del paisaje se orientó ha-


cia los estudios regionales, pero también hacia un tipo de geografía cultu-
ral o humana. Es una geografía de carácter historicista, que busca descu-
brir la génesis de los paisajes, como producto de un proceso de adaptación
de los grupos sociales o comunidades a su medio, de acuerdo con sus ca-
racterísticas culturales, étnicas o sociales. No ponen en entredicho ni nie-
gan el valor fundamental del medio geográfico, en cuanto medio físico.
Comparten la idea generalizada en los inicios de la geografía moderna de
que «toda geografía es... geografía física» (Sauer, 1931).
290 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

cunstancias que hacen de esta orientación una ecología cultural. Así lo plan-
teaban distintos geógrafos de la primera mitad del siglo XX .
El enfoque ecológico aparece tanto entre los geógrafos alemanes, como
en los anglosajones y franceses. Aparecía, incluso, como una forma de aco-
tar el campo geográfico frente a las disciplinas físicas y sociales competi-
doras (Barrows, 1923). Un enfoque que distingue la obra de M. Sorre, en
Francia, desde la perspectiva preferente de «todos los elementos del medio
geográfico y [de] todas las respuestas del organismo» (Sorre, 1971). Enfo-
que que él mismo ubica en el ámbito de la ecología humana, subtítulo de
su obra fundamental.
La geografía del paisaje y, en general, la geografía regionalista en la que
se inscribe, se distinguen por su interés definido por las singularidades te-
rrestres, regionales, y su proceso histórico de formación. Renuncian a la
pretensión de establecer generalizaciones y formular leyes geográficas. Des-
tacan, precisamente, su disconformidad con estos objetivos mantenidos por
los geógrafos de orientación positivista, cuya concepción de la geografía se
atrinchera en la relación medio sociedad. Abordan esta relación desde una
perspectiva causal y directa: evaluar las influencias del medio geográfico
-físico- sobre la sociedad y el individuo.
La divergencia de objetivos tiene que ver con una concepción filosó-
fica. Relegan la práctica científica a un segundo término y postulan, o
bien una ciencia distinta, o bien un conocimiento comprensivo más rela-
cionado con el arte que con la práctica científica. El regionalismo geo-
gráfico y la geografía cultural comparten este alejamiento de los presu-
puestos de la ciencia.

2. La geografía regionalista: la síntesis regional


Regionalismo y paisaje confluyen en la Geografía regional que domi-
na el desarrollo histórico de la disciplina hasta el decenio de 1940. Sub-
siste, varias décadas más tarde, con desigual importancia según países y
escuelas. La geografía es reconocida, a ambos lados del Atlántico, como
una disciplina singularizada, a caballo de ciencias físicas y sociales. Una
disciplina que no aborda cuestiones de orden general, que ha renunciado
a buscar leyes.
Lo proclamaba Le Lannou en la inmediata posguerra: «Nadie piense,
en adelante, en someter la actividad humana a las leyes de una ciencia sis-
temática» (Le Lannou, 1949). Lo había apuntado con anterioridad R. Harts-
home, al señalar que el cometido de la geografía, «más que el elaborar le-
yes» es «estudiar casos individuales» (Hartshorne, 1939). Lo remachaba
J. Broek, descubriendo el trasfondo filosófico idealista kantiano de su pen-
samiento: «en geografía como en la historia, la búsqueda de leyes no es el
objetivo final» (Broek, 1959). Una disciplina singular de los espacios singu-
lares, las regiones. La región y el denominado «método regional» constitui-
rían el fundamento de la Geografía. El punto de vista y el método diferen-
ciaban a la geografía (James, 1966).
La geografía regional suponía, además de un objeto -la región-, que
los geógrafos valoraron como propio y exclusivo, un método, el método re-
gional. Método que estaba en relación con el carácter del objeto. El objeto
regional se percibía como una entidad compleja: resultaba de la confluen-
cia y de la combinación de elementos dispares, físicos y humanos. La na-
turaleza compleja de la región es un lugar común y una constante entre los
geógrafos regionalistas. Es habitual, por su parte, hacer hincapié en esta
circunstancia.
Comprender este fenómeno complejo y la combinación en que se basa-
ba planteaba una doble exigencia. Por un lado, obligaba al estudio de cada
uno de estos múltiples integrantes del complejo regional, procedentes de dis-
ciplinas muy dispares. Por otro, imponía una adecuada metodología que hi-
ciera posible descubrir el engarce entre los distintos factores integrantes. Se
trataba de identificar la combinación específica, fundamento del paisaje y
personalidad de la región. Había que establecer los vínculos entre estos fac-
tores básicos y los elementos formales de la apariencia regional, el paisaje.
El objetivo era descubrir y definir la personalidad regional, su singu-
laridad, fundada en la específica combinación de los distintos integrantes
del paisaje. Era la vía para definir los límites del espacio regional, es decir,
de su singularidad geográfica, logro atribuido a la correcta aplicación del
método sintético, la síntesis regional, culminación del estudio del geógrafo.
El método que facultaba para acceder a este final se decanta desde
las primeras obras y aparece ya enunciado en la de A. Demangeon. Cuan-
do A. Demangeon -y antes que él J. Brunhes- esquematiza el método
regional, es decir, la síntesis regional, nos presenta una secuencia temá-
tica. En una observación atenta de esa secuencia sintética en los estudios
regionales no es difícil advertir que el discurso se dispone como una se-
cuencia equivalente a la de análisis, entendido éste como lo hacen los re-
gionalistas, como la diferenciación de los distintos elementos o compo-
nentes del espacio regional.
Responde a una concepción admitida y reconocida. Una secuencia
«magistral», según la opinión de algunos geógrafos, que se proyectaba en la
exposición final, que seguía de forma fiel la secuencia enunciada. Así lo re-
saltaba y definía Manuel de Terán, ya en la década de 1980, al prologar uno
de estos estudios regionales: «apartados que, con una tradición ya magis-
292 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

Un geógrafo italiano, M. Ortolani, lo sintetizaba de forma equivalente


a la de Terán, casi en los mismo términos. De acuerdo con esta concepción,
la estructura de la monografía regional está establecida en sus componen-
tes básicos. Se partía del «cuadro físico como teatro de una agrupación hu-
mana singular; ocupación del espacio por la obra del hombre; organización
regional». Una estructura cuyo desarrollo se define también en todos los
términos y orden expositivo. «En la exposición de los aspectos físicos se
debe resaltar la ubicación geográfica de la región, su tamaño, su relieve, los
suelos, el clima, las aguas continentales, la cobertura vegetal natural. Habrá
que reconstruir idealmente el estado originario de la región.»
Se trata de la exposición básica de la escena geográfica. Responde a
una concepción caracterizada, de naturaleza geométrica, cuya continuación
está determinada. «Tras haber ilustrado los aspectos naturales, se aborda-
rán las cuestiones de geografía humana: los cambios numéricos de la po-
blación y los movimientos migratorios; la densidad demográfica; la distri-
bución de los habitantes; la forma de los asentamientos rurales y urbanos;
la actividad económica -estructura agraria e industrial- y los géneros de
vida consiguientes; las condiciones sociales... para afrontar, a modo de con-
clusión, algunos problemas finales: la articulación interna de la región en
espacios menores; el reconocimiento del tipo o tipos de paisaje dominantes;
la comparación con otras regiones» (Ortolani, 1962). El resultado es lo que
se denomina síntesis regional.
La estructura (expositiva) común de estas síntesis, sobre todo las de
área y países, estructura que los geógrafos regionalistas identifican como
método regional, se caracteriza por esta secuencia espiral. Una primera
parte aborda sucesivamente los diversos enunciados que componen el
medio físico y humano. Lo hacen con un tratamiento propio de la geo-
grafía general. La segunda desglosa los diversos espacios o unidades re-
gionales -o comarcales-, a cada uno de los cuales se le aplica un tra-
tamiento similar.
lato regional no escapa a una exposición que parece condenada a reprodu-
cir una secuencia de tipo general y que convierte, paradójicamente, a la re-
gión en una yuxtaposición de elementos sistemáticos.
En su forma más caricaturesca, corresponde con la que los franceses
han denominado à tiroirs, porque los distintos componentes sistemáticos
del análisis se suceden sin ningún vínculo interno, como simples capítu-
los de geografía general (Ortega Valcárcel, La región no es un pro-
ducto del análisis regional, es un a priori que se rellena con conocimientos
generales. No se ha resuelto el dilema de la relación conocimientos genera-
les y construcción regional; se les ha encerrado en límites predefinidos.
Escribir geografía regional se hace complicado: «habría que reconocer
que escribir bien geografía regional resulta una tarea difícil» (Paterson,
En relación, sin duda, con las dificultades que la geografía regional
presentaba, y presenta, desde el punto de vista de su metodología. El uso tra-
dicional no resolvió esa contradicción. La contradicción no tiene solución en
el planteamiento habitual de la geografía regional. Ésta parece condenada a
disolverse en la geografía general o a repetirse, es decir a la redundancia del
análisis local (o comarcal) o regional -si se trata de países-. Son proble-
mas intrínsecos de la metodología de la Geografía Regional.

1974).
Las dificultades objetivas que el trabajo empírico ofrece quedaban re-
legadas, en cuanto a la reflexión epistemológica, al ámbito de la subjetivi-
dad, a la capacidad del sujeto, al reducirse los problemas de conocimiento
-sobre todo los metodológicos- a una cuestión de actitud y aptitud, a una
sensibilidad o intuición, que para algunos prestigiosos geógrafos significa-
ba la identificación del método geográfico con un arte. El arte sólo tiene dos
vías, o la del genio o la del academicismo. El primero no se enseña; el se-
gundo conduce a la rutina.

Estos problemas tienen que ver con el carácter de la descripción re-


gional, reducida a su forma verbal, incompatible con un discurso lógico
(Paterson, Lo apuntaba este geógrafo americano, denunciando, en
cierta manera, el quiebro metodológico que esa contradicción descubre.
Contradicción que se evidenciaba, en mayor medida, en los autores euro-
peos y que consiste en un discurso regional como una narración dual. Una
parte general y una parte regional.
295

Las contradicciones del método regional, entre análisis y síntesis, las


derivadas de la confusión entre método y simple estructura narrativa, y
las que surgen de la necesidad de superar el esquema general, aparecen des-
1940 1948).

1954).
Consideraban que lo que define una región es la homogeneidad de ca-
racteres, aunque resaltaban que «la región es algo más que homogeneidad,
que posee una cualidad de cohesión», que es lo que le distingue del simple
concepto de área o porción limitada de la superficie terrestre. El método re-
gional consistiría en «la observación y medida de los fenómenos específi-
cos, de acuerdo con el criterio utilizado, y la búsqueda de relaciones entre
tales fenómenos», como un procedimiento «para descubrir orden en el es-
pacio terrestre». Los geógrafos regionalistas americanos se esforzaron por
establecer criterios precisos en la determinación del espacio regional, aun-
que eran conscientes de que no existían criterios uniformes y aceptados res-
pecto de qué atributos definen una región.
La búsqueda de un método regional preciso llevó a destacar los fe-
nómenos de cohesión y homogeneidad y la perspectiva abierta, en cuanto
a aceptar que pueden existir muy diversos patrones de análisis para el es-
tudio regional. Se trataba, para estos geógrafos, de seleccionar criterios
significativos en relación con el objetivo del estudio. El método regional
se orientó hacia el examen de las diferencias en la superficie terrestre, de
patrones de organización similares y de la búsqueda de interrelación en-
tre distintas áreas.
El método regional se dirigía hacia el descubrimiento de «caracteres
existentes, de procesos y secuencias» y hacia la generalización de las rela-
ciones existentes entre esas áreas. La búsqueda de los caracteres que dan
identidad y hacen de la región un espacio único; los factores de cohesión;
la dimensión histórica y la consideración de los distintos elementos físicos
formaron parte del método regional, sometido siempre a la coherencia en-
tre los criterios aplicados y los objetivos de la investigación.
La necesidad de definir el marco regional supuso, en la geografía re-
gionalista americana, más sensible a las críticas positivistas que realzaban
las deficiencias metodológicas y teóricas del concepto regional, una mayor
apertura de éste y una mayor elaboración del método regional. La conside-
ración de que el espacio regional depende de los propios criterios de traba-
jo significaba negar a la región realidad objetiva y hacer de la región un
simple instrumento intelectual.
Suponía el reconocimiento de que pueden establecerse regiones di-
versas, de acuerdo con el objetivo de la investigación. Y que tales regio-
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298 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

Desmontaba los mitos habituales del regionalismo. Constituía un


análisis crítico de los postulados de Hettner sobre la geografía. Los ta-
chaba de «ideas acientíficas, por no decir anticientíficas». Resaltaba que
se sustentaban sobre «el argumento típicamente romántico de la singula-
ridad». Atacaba la concepción «holística» subyacente. Denunciaba «la fal-
sa pretensión de una función integradora específica de la geografía», así
como «la apelación a la intuición y al espíritu artístico del investigador
en lugar de la sobria objetividad de los métodos científicos normales»
(Schaeffer, 1952).
La segunda mitad del siglo XX contempla la quiebra del modelo re-
gionalista sostenido sobre la región-paisaje. Supone la puesta en cuestión
de la región geográfica y del método regional. La primera queda reducida
a lo puramente físico, como territorio, significativamente denominada re-
gión banal. Al método, en el mejor de los casos, se le reconoce como «un
método admirablemente adaptado a la geografía histórica europea ante-
rior a la Revolución Industrial o a las limitadas áreas del mundo actual
cuyas economías dependen de una agricultura campesina y del autocon-
sumo local en la mayor parte de las necesidades materiales de la vida»;
pero «inaplicable a un país que haya experimentado la revolución indus-
trial» (Wrigley, 1965).
Las denominadas geografías surgen a partir de los años
setenta de este siglo XX , con antecedentes en el decenio anterior. Todas ellas
comparten, como pone de manifiesto la denominación, el componente sub-
jetivo, humano. Se define frente a la pretensión objetiva, natural y neutra,
de las geografías del neopositivismo. De hecho, aparecen como
una reacción frente a las geografías analíticas. Se afirman ante su dominio,
su hegemonía, su exclusividad. Muestran la reacción de una parte de los geó-
grafos, que no se reduce al campo epistemológico, sino que afecta también
a la estructura de la comunidad geográfica.
Lo destacaba uno de los más notorios representantes de estas nuevas
geografías, al describir y situar las condiciones en que se desenvolvieron los
geógrafos que no compartían los postulados analíticos. Yi Fu Tuan resalta
el apoyo de aquellos colegas que, con una formación filosófica, «les permi-
tió resistir, racionalmente, las doctrinas de que la ciencia positivista mono-
poliza el sentido y significado del discurso humano».
Es patente que la postura humanística aparece como una forma de re-
sistencia al positivismo y sus planteamientos en la geografía. Surgen, ade-
más, en el contexto de crisis del racionalismo moderno. Aparecen como una
crítica a las filosofías e ideologías analíticas y se presentaban como una al-
ternativa desde la subjetividad y la experiencia. Constituyen las primeras
manifestaciones de la crisis de la modernidad. A partir del decenio de 1980,
los postulados humanísticos se confunden e identifican con los posmoder-
nos. Las geografías humanísticas se transforman en geografías posmodernas.
Unas y otras comparten la puesta en cuestión de la racionalidad.

La actitud crítica de estos geógrafos frente al positivismo lógico se


refiere a la imposición racionalista, lo que denominan el «mito de la ra-
cionalidad». Y se dirige a sus derivaciones sociales e ideológicas, que
afectan tanto al lenguaje como al «estilo del compromiso de los geógra-
fos en la resolución de los problemas». Las presunciones ideológicas ad-
heridas al discurso analítico, cuyo perfil tecnocrático es objeto de de-
nuncia, constituyen el objeto de esta crítica. Una reacción frente a lo que
consideran el dogmatismo excluyente que ha llevado a «renegar de todo
lo que de metafísico o de idealista conlleva, y conlleva coherentemente,
la mejor tradición geográfica moderna», identificada con «horizontes
epistemológicos que conceden a la idealidad un lugar destacado» (Ortega
Reaccionan frente a la imagen idealizada de un mundo de justicia y
equidad asociado a la planificación de base científica, de bienestar genera-
lizada y de igualdad de oportunidades, de armónico desarrollo y de equili-
brio social. Era la imagen que transmitía el racionalismo tecnocrático ana-
lítico. Una imagen que contrastaba con la realidad inmediata de la sociedad
300 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA
302 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA
Amalgaman un conjunto heterogéneo de propuestas. Comprenden las
geografías de los espacios vividos, espacios de la subjetividad, absolutamen-
te cerrados sobre sí mismos. Engloban las geografías de la percepción y del
sentimiento estético, que enlazan con los viejos planteamientos de la geo-
grafía de los viajeros y del paisaje. Un proceso en el que también se incluye
la recuperación del medio. Se produce a través de la percepción subjetiva del
mismo, por la apreciación personal, por la sensibilidad ante sus valores.
Son aspectos que no eran habituales en la acepción primigenia de me-
dio, menos subjetiva que la que proponen las nuevas geografías del sujeto.
Es una recuperación del espacio del sujeto, y con él de una tradición geo-
gráfica de relación entre el Hombre y el Medio. Pero es una tradición re-
novada y transformada que se adapta a la nueva sensibilidad del final del
siglo XX.

El vínculo con la tradición regional tiene un alto componente simbóli-


co e ideológico. Proporciona a las geografías humanísticas una referencia
de indudable resonancia y prestigio en el campo geográfico y cultural. Les
distingue respecto de la iconoclasia analítica. Afirma la tradición geográfi-
ca frente al exclusivismo neopositivista. Afirma la continuidad frente a la
ruptura. Se dotan de una respetable tradición.
Las geografías humanísticas representan un esfuerzo de recuperación
del legado geográfico. Tienen voluntad de puente sobre la ruptura neoposi-
tivista. Se descubre a Vidal de la Blache (Buttimer, 1980). Y en esa valora-
ción hay que destacar la aportación sustancial de nuevos centros de interés,
de nuevos objetos o nuevas perspectivas de análisis de los viejos objetos. Al
margen de que se haga, en ocasiones, desde una nostalgia del pasado, que
descubre una ideología conservadora.
Se mitifican los paisajes y lugares de las comunidades campesinas, en
proceso de transformación y desaparición. La incidencia modernizadora
de los cambios derivados de la industrialización e incorporación a la mo-
derna sociedad de consumo aparece como un proceso negativo. Se contra-
pone la armónica perfección de los lugares propios de la Irlanda campesi-
na, en proceso de descomposición por la penetración de los elementos de
cambio del mundo industrial, a los desalmados suburbia americanos. Pers-
pectivas que descubren el trasfondo ideológico que puede aflorar en los
planteamientos humanísticos y en los conceptos de paisaje y lugar que ma-
nejan (Buttimer, 1979).
La reacción de Buttimer entronca perfectamente con la tradición con-
servadora, cultural, ruralista, localista, que distingue, desde el siglo XVIII , el
comportamiento de determinados segmentos de la sociedad. De forma es-
pecial los que corresponden con los grupos sociales vinculados al antiguo
régimen precapitalista. En unos casos, por intereses directos. En otros, por
el bies ideológico-cultural, como la iglesia católica. Una corriente con no-
tables representantes intelectuales, desde R. Malthus y F. Le Play.
304 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA
LA FUNDACIÓN DE LA GEOGRAFÍA 305
sensibles, en las geografías humanísticas, a los presupuestos filosóficos, que
sus antecesores de comienzos de siglo. La característica de las modernas geo-
grafías de la subjetividad es el carácter explícito y la reivindicación directa
de los presupuestos de carácter filosófico sobre los que se construyen o pre-
tenden construir las nuevas geografías.
El marco filosófico y epistemológico de todas estas corrientes hu-
manísticas y posmodernas en la geografía es el idealismo. Todas com-
parten el rechazo de la racionalidad, y en muchos casos se vinculan con
las corrientes fenomenológicas. Reivindican de forma directa la tradición
irracionalista o idealista de la geografía, identificada con «la mejor tra-
dición geográfica moderna», precisamente por lo que conllevaba de «me-
tafísico o de idealista» (Ortega Cantero, 1987). Este autor destaca cómo
esa tradición geográfica moderna, calificada como la mejor, se identifica
con «horizontes epistemológicos que conceden a la idealidad un lugar
destacado».

5. Idealismo, fenomenología y geografías


El entorno filosófico en el que se mueven las geografías de la subjeti-
vidad es variado. Desde el idealismo directo que se reivindica en algunos
autores, a la fenomenología y la filosofía existencial. La recuperación inte-
lectual de autores como E. Husserl, Dilthey y E. Bergson es significativa.
Las elaboraciones teóricas modernas de autores como Foucault, Lyotard,
Derrida, Deleuze, completan el marco de referencia filosófica sobre el que
se apoyan las propuestas de las geografías humanísticas y constituyen el
fundamento directo de los enfoques posmodernistas. No hay discontinuidad
entre unas y otras.
El espacio aparece como un imaginario compartido socialmente
(Bailly, 1985). Que emparienta, en los propios geógrafos, con un enfoque
idealista de la geografía, que enfatiza la dimensión histórica y la conside-
ración de la actividad humana como «reflejo de las ideas». En síntesis, «las
actividades humanas y los productos visibles de las mismas se producen
como simples reflejos de ideas» (Guelke, 1985). El idealismo proporciona el
fundamento más extendido de estas corrientes. Interpretación que no es aje-
na al común denominador de las corrientes humanísticas: la crítica a la ra-
cionalidad.
La denuncia del primado de la razón y de la ciencia, como conceptos
equivalentes, y del patrón científico y racional como rasero de validez del co-
nocimiento constituyen un rasgo destacado de esta revisión idealista, dentro
de la geografía moderna. Se critica la pretensión excluyente del conocimien-
to racional o científico: «La ciencia es la razón; lo que queda fuera de ella es
el mundo de las tinieblas, el universo de la sinrazón. Todo lo que no se atie-
ne -y en dominio del conocimiento geográfico -pasado y presente -no es
poco- a los estrictos dictados de ese canon científico viene a ser considera-
do aproximadamente indigno y espúreo» (Ortega Cantero, 1987). Lo que con-
duce a la reivindicación del sujeto y con él de la experiencia personal.
La fenomenología ha sido una de las que han tenido mayor éxito y
resonancia. Tuan afirma la «base fenomenológica» de la ciencia geográfi-
ca, en la medida en que considera que ésta deriva de la existencia de una
«conciencia geográfica».La base fenomenológica puede ser aplicada para
describir y valorar el desarrollo de la geografía, en cuanto existe una geo-
grafía que posee este fundamento filosófico, tanto fenomenológico como
existencial.
El argumento que sustenta esta referencia filosófica y epistemológica
es, en definitiva, para el conjunto de las ciencias sociales, y en particular la
Geografía humana, el que trata de individuos y que como tales individuos
son seres únicos. En consecuencia, no es posible establecer conocimientos
generales sobre ellos, ni relaciones entre los distintos componentes de la so-
ciedad. Destacan, asimismo, la complejidad de los hechos sociales. Dos ar-
gumentos antiguos: el de la complejidad del objeto, complejidad constituti-
va que impide fragmentarla, y el de la singularidad o carácter único del ob-
jeto geográfico.
Las geografías humanísticas han introducido nuevos enfoques y han
desarrollado nuevos centros de interés vinculados con la crítica a las in-
suficiencias de las geografías analíticas y con las exigencias conceptuales
propias. Geografías del lugar, de los lugares, como espacios de la viven-
cia individual y colectiva, como espacios vividos. Espacios vinculados a la
existencia de cada individuo, a sus experiencias particulares, a su relación
particular con el entorno, a la percepción que del mismo tiene. El compor-
tamiento humano se vincula, no a la racionalidad abstracta sino a la par-
ticular percepción vivencial del sujeto. Se relaciona con las imágenes que
con dicha experiencia construye, fundamento de los particulares «mapas»
mentales que cada individuo transporta como guías, con los que sustituye
el mapa geográfico objetivo.
Las geografías de la percepción han sido uno de los más notables de-
sarrollos surgidos de las filosofías del sujeto, en la medida en que se rela-
cionan percepción y comportamiento espacial y en que las configuraciones
espaciales aparecen condicionadas por el conocimiento particular que el su-
jeto tiene, verdadero o erróneo, del entorno en que actúa.
Las geografías humanísticas introducen y desarrollan nuevas aproxi-
maciones que, en el marco de viejos y renovados esquemas, de la geografía
regional y del paisaje, abren las expectativas geográficas contemporáneas.
La búsqueda de las dimensiones simbólicas del espacio, la indagación so-
bre las particularidades de los lugares, la relación entre espacio y sujeto.
Como consecuencia, el interés por la definición de espacios específicos.
Espacios de la mujer, del marginado, de las minorías, con sus rasgos
culturales específicos, han dado forma a estas geografías interesadas por la
identidad. El espacio vivido, los signos de identidad personal y subjetiva con
los lugares, la sensibilidad ante el entorno conocido, incluso la receptividad
social para los entornos lejanos y exóticos, han estimulado el renacimiento
de una geografía regional remodelada.
LA FUNDACIÓN DE LA GEOGRAFÍA 307

Las formulaciones más recientes de estas geografías del sujeto se sus-


tentan en los postulados y enfoques del posmodernismo. Se presentan como
las geografías posmodernas.

5.2. EL POSMODERNISMO HUMANÍSTICO: LAS GEOGRAFIAS POSMODERNAS

El posmodernismo ha significado, para las geografías del sujeto, una


oportunidad. La cultura posmoderna se alimenta en gran medida de los pos-
tulados filosóficos que sostienen la trama humanística. El eclecticismo es un
recurso compartido. La reacción antirracionalista también. La referencia al
individuo, a las vivencias y emociones personales, a la particular interpreta-
ción del entorno, a la contemplación de éste como un simple texto, suscep-
tible de múltiples lecturas y relecturas, constituyen puntos comunes.
La geografía de los múltiples puntos de vista, del espacio como una po-
liédrica realidad, abordable desde los más variados enfoques, aparece como
un posible desarrollo de la disciplina, en el presente y para el futuro, al
modo como Soja lo esboza en su trabajo sobre Los Ángeles (Soja, 1996). La
geografía se abre a otras perspectivas y análisis; se inclina sobre las di-
mensiones imaginarias, sobre el análisis de los textos, sobre la propia es-
critura, sobre los símbolos y los espacios simbólicos. El Thirdspace «como
una vía radicalmente distinta de contemplar, interpretar e intervenir para
cambiar el entorno espacial de la vida humana» (Soja, 1996).
La consideración del espacio como un texto, como un conjunto de sig-
nos, términos, palabras, símbolos, que aparecen tanto en el entorno físico
como en las representaciones que acompañan al mismo, mapas, documen-
tos, lenguaje, literatura, entre otros (Rose, 1981). La geografía como una
disciplina que desmonta los espacios del lenguaje y el lenguaje del espacio,
sensible a los «sitios y las lenguas».
Se reivindica nuevos prismas de análisis, y se propugna una nueva es-
critura de la historia «usando la raza, la clase, el sexo y la etnia, como ca-
tegorías de análisis». Se abre a una dispersa y poliédrica consideración del
espacio, de acuerdo con puntos de vista, con sensibilidades específicas. Des-
de los postulados del posmodernismo se contempla la nueva dimensión del
espacio a abordar, el «tercer espacio». Un espacio fragmentado, el espacio
de la diferencia, de las minorías, de la mujer y de los sexos, de los chica-
nos, de la negritud, en el caso de las geografías americanas.

Nuevos enfoques, nuevas vías de indagar el espacio a través de sus sig-


nos, que puede ser decodificado, comprendido como un texto que puede ser
leído. El discurso geográfico se convierte en materia de interpretación des-
de la perspectiva del lenguaje, como un texto más. Son contemplados como
308 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA

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