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El desempleo tecnológico en el tiempo. En búsqueda de aportes en el marco


del COVID-19.

Technical Report · May 2021

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Fernando Ariel Manzano


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El desempleo tecnológico en el tiempo. En búsqueda de aportes en el marco del
COVID-19.

Fernando Ariel Manzano1

Existe una paradójica relación de larga data entre el desarrollo tecnológico y el empleo.
(Levy y Murnane, 2017).
En momentos del surgimiento de la economía política, David Ricardo (1772-1823) –uno
de los máximos representantes del pensamiento económico clásico2–, respecto al
complejo vínculo mencionado anteriormente, escribía: “estoy convencido que la
sustitución del trabajo humano por la maquinaria es, a menudo, muy perjudicial a los
intereses de la clase trabajadora...” y puede “convertir en superflua a la población y
deteriorar la condición del trabajador” (1817, p. 289). En el mismo sentido, Marx (1867)
anuncio que paulatinamente el trabajo humano sería reemplazado por máquinas3,
generando salarios de subsistencia para la mano de obra (Marx, 1906; González-Páramo,
2017).
La primera Revolución Industrial provoco una gran expulsión de obreros en Gran Bretaña
y otros países de la Europa en proceso de industrialización. El desenlace de esta mano de
obra desocupada generada, fue la migración hacia América y Oceanía (Gordon, 2012).
Cuando aún no habían cesado los efectos de la primera Revolución Industrial, en el último
cuarto del siglo XX se produjo la segunda. Esta extendió el proceso de producción en
masa, permitiendo reducir los costos y tiempos de trabajo (Samanes Echeverría y
Martínez Clares, 2018). Teniendo entre sus correlatos la introducción de la jornada
laboral de cinco días, incentivando el aumento de nuevos empleos en servicios vinculados

1
Licenciado en Economía (UBA), Licenciado en Sociología (UBA) y Doctor en Demografía (UNC).
Investigador Adjunto CONICET. fernando14979@hotmail.com;
https://www.researchgate.net/profile/Fernando_Ariel_Manzano; https://orcid.org/0000-0002-1513-4891
2
El pensamiento clásico considera que la mejor forma de asignar los recursos -incluso el empleo, debido a
la posibilidad de sustitución perfecta entre capital y trabajo-, es través del mercado libre, alejada de
cualquier intervención del Estado. Para esta corriente económica, un incremento de la mecanización de la
producción, disminuye los precios de los productos, generando un mayor bienestar general a largo plazo
(Heijs y Arenas Díaz, 2020).
3
La fabricación de una máquina demanda menos empleo que el que reemplazaría para que sea de utilidad
al capitalismo (Marx, 1972). De esta manera, según Marx, el avance tecnológico permitiría mantener en
mínimo los costos salariales (Heijs y Arenas Díaz, 2020).

1
al tiempo libre (Escudero Nahón, 2018). Cabe destacar que se incrementó la demanda de
trabajadores no calificados–“ganadores”–, mientras que se sustituyeron los empleos más
calificados–“perdedores” –.
Conforme se fue afirmando el mercado de trabajo moderno, surge el reconocimiento del
desempleo involuntario y de carácter social. En contraposición al desempleo voluntario
considerado por la teoría económica ortodoxa4 (Beveridge, 1930; Webb y Webb, 1909).
La instauración del taylorismo y fordismo como base de la cadena de montaje, genero el
reemplazo de los trabajadores por maquinas, en consecuencia, se produjo un incremento
en la productividad en la industria norteamericana, en simultaneo con un gran aumento
del desempleo (Arranz, 2017; Rifkin, 2004; Salazar, 2011).
Tras la crisis del crack de 1929, la medición de los desocupados o a quien considerar
desocupado cobro otra relevancia, habiendo sido estas cuestiones hasta entonces
escasamente planteadas (Desrosières, 1996; Daniel, 2011). En este contexto, Keynes en
1930, acuño el concepto de "desempleo tecnológico5" (Keynes, 1963), para dar cuenta de
la consecuencia del proceso de automatización en el mercado de trabajo (González-
Páramo, 2017). Este concepto da cuenta de la discrepancia entre las nuevas habilidades
que demandan los sectores innovadores emergentes, y los conocimientos que poseen los
trabajadores expulsados, asociados a maquinas que pasaron a ser obsoletas (Freeman y
Soete, 1987; Heijs y Arenas Díaz 2020; Bustamante García, 2018).

4
Según la teoría económica neoliberal, el cambio tecnológico toma parte en el proceso de auto-ajuste,
donde el desempleo tecnológico sería una excepción a corto plazo en forma de desempleo friccional.
Destacándose esta teoría por no disponer hasta la actualidad, de una explicación profunda respecto al
problema del desempleo (Vivarelli, 2007; Asenjo, 1992).
5
En relación al desempleo masivo y permanente asociado al mal funcionamiento del mercado de trabajo
(Cabrales, 2011; Márquez, 2005), Keynes sostuvo que no es un problema de oferta –como considera el
pensamiento económico neoliberal–, sino de demanda, por lo que no puede ser resuelto mediante un ajuste
salarial en el mercado de trabajo (Heijs y Arenas Díaz, 2020). Siendo necesario la acción del Estado para
su solución (Salazar, 2011). En palabras de Keynes, se generará desempleo tecnológico “…debido a que
nuestro descubrimiento de los medios para economizar el uso del factor trabajo [está] sobrepasando el ritmo
con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible” (Keynes, 1986, p. 330). Dado
que el proceso de innovación es continuo, un retraso en la compensación podría generar desempleo
estructural permanente (Piva y Vivarelli, 2017).

2
A finales de los años cincuenta del siglo XX, comenzó la Tercer Revolución Industrial6,
esta implico la introducción gradual de los ordenadores permitiendo la automatización y
digitalización de toda una serie de procesos productivos realizados de forma manual en
tiempos pasados (Samanes y Martínez Clares, 2018; Martínez, 2018).
En el mercado laboral, esta revolución demando competencias profesionales mano de
obra de alto nivel educativo –“ganadores”–, y sustituyo puestos de trabajo que requerían
mediana habilidad –“perdedores”–. En tanto, los trabajadores que realizaban tareas
manuales no rutinarias –de bajos salarios–, no se vieron afectados en gran medida
(Acemoglu, 2002; Hermann et al., 2016).
A partir de la última década del siglo XX, se dio inicio a la Cuarta Revolución Industrial.
A diferencia de las tres revoluciones anteriores, no se define por la emergencia de una
tecnología disruptiva específica, sino por la convergencia de varias tecnologías digitales,
físicas y biológicas exponenciales7, como la inteligencia artificial, la robótica avanzada,
la manufactura por impresión 3D, el transporte autónomo, el cloud computing, los
sensores de recogida de datos, el big data, el internet de las cosas, la nanotecnología o la
computación cuántica. (González-Páramo, 2016; Escudero Nahón, 2018; Coleman,
2017).
En los años venideros, la disrupción tecnológica y su interacción con otras variables
socioeconómicas, geopolíticas y demográficas, pueden generar una gran convulsión en el
mercado laboral. Junto a las tasas de desempleo previstas, el cambio tecnológico no es
neutral en la composición del empleo. Sus efectos son sesgados en función de la demanda
de calificaciones, debido a que una tecnología determinada se complementa en diferente
medida con los distintos tipos de habilidades –no siempre es en relación al trabajo

6
No obstante, cabe destacar la existencia de un abordaje contrario a estas narrativas tecno-revolucionarias,
que critican las imágenes convencionales de las revoluciones industriales asociadas a ciertas innovaciones
singulares, como causas determinantes de las revoluciones. Por ejemplo, la maquina a vapor en la primera
revolución industrial, el circuito integrado en la tercera. Desde esta perspectiva contraria a la concepción
tradicional de la tecnología, se rechaza las acotaciones temporales asignadas a cada revolución industriales,
y se destacan las múltiples innovaciones técnicas en diferentes ámbitos a lo largo del tiempo (Arencibia
Pardo, 2020)
7
En este contexto, surge el concepto de Industria 4.0 que busca integrar las respuestas de los países
desarrollados a la Cuarta revolución. Este concepto se basa en el carácter más ubicuo y móvil del internet,
lo que permitiría la difusión de sistemas ciber-físicos. Estos permiten la modelización digital de los procesos
de producción, que se auto controlan mediante el intercambio de datos generados en el propio proceso de
fabricación (Schwab, 2016; CEPAL, 2019).

3
realizado por la mano de obra con mayor nivel educativo o mejor calificada–. En este
contexto, se destacan las dificultades para cubrir ciertos puestos de trabajo en la próxima
década, cuyas competencias se desconocen a la fecha - principales cambios: nuevas tareas
de trabajo que demandarán nuevas competencias, transformación de ocupaciones
conocidas que requieran la evolución de competencias, y desaparición de tareas laborales
que traerá la obsolescencia de determinadas competencias (Loshkareva et al., 2018)-.
Asimismo, el impacto de la tecnología acortará la vigencia de las competencias de los
trabajadores, que necesitarán actualizarlas a lo largo de toda la vida (Randstad, 2018;
Lladós i Masllorens, 2019; Samanes Echeverría y Martínez Clares, 2018).
El impacto de la Revolución 4.0 según los autores pesimistas, será de altas tasas de
desempleo, mientras que los optimistas sostienen que los trabajadores desplazados
encontrarán nuevos puestos de trabajo. Desde una posición intermedia, basada en lo
ocurrido a lo largo de la historia, afirman que los puestos destruidos, serán reemplazados
por otros nuevos con diferentes tipos de actividades, desarrolladas por distintos perfiles
profesionales y posiblemente en otros lugares (Dans, 2017; González-Páramo, 2017;
Lasalle, 2018).
Varios estudios, destacan la constitución de un mercado de trabajo dual, dividido entre
quienes sepan domar a las máquinas y quienes realicen trabajos tan poco cualificados que
no salga rentable sustituirlos por dichas máquinas – también trabajos que exigen estudios
de nivel intermedio reemplazados por trabajos de baja calidad–. En medio, el espacio
social destinado a la desaparición progresiva de la clase media de calificación intermedia
producto del progreso tecnológico. Presentándose cierta analogía con la situación de los
machine-breakers del siglo XVIII cuyo alto nivel de cualificación no evitaba una
mecanización de sus tareas (Ford, 2015; Dorn,2016; Heijs y Arenas Díaz, 2020).

A modo de síntesis…

El miedo al desempleo tecnológico es un fenómeno que ha existido desde hace varios


siglos y que se agudiza en épocas de cambios tecnológicos radicales. Siendo estos
periodos de transición de shock tecnológico –de corto y mediano plazo– donde las
economías deben soportar altas tasas de desempleo (Mokyr et al., 2015; Minian y
Martínez Monroy, 2018).
A partir de la industrialización y a lo largo de las sucesivas revoluciones industriales, que
han permitido incorporar mejores maquinas (Andrés y Doménech, 2018), se ha llevado

4
adelante una lucha constante contra el desempleo8, siendo paradójicamente, uno de los
hechos que la teoría económica convencional tiene más dificultades en asimilar y
explicar9 (Asenjo,1992).
Las evidencias empíricas sobre el impacto del cambio tecnológico en el nivel de empleo
son abundantes, pero los resultados difieren significativamente debido, entre otras cosas,
al periodo de estudio, los países analizados, el nivel de análisis –macroeconómico,
regional, sectorial o microeconómico–, y la diversidad de las variables e indicadores
utilizados para medir el cambio tecnológico (Frey y Osborne, 2013; Levy y Murnane,
2004)
En los años sesenta del siglo XX se expresó el temor por un escenario extremo – la
Singularidad Tecnológica–, en donde las máquinas inteligentes se harían cada vez más
potentes, llegando a superar al ser humano y expulsando del mercado de trabajo (Harari,
2017). En la actualidad, en el marco de la cuarta revolución industrial, la posibilidad de
que se esté ante un cambio tecnológico radical en la demanda de empleo10 volvió a activar
las alarmas del miedo al desempleo tecnológico11 (Brynjolfsson y McAfee, 2011; MGI,
2017; Frey y Osborne, 2013; Chui et al., 2016; Jäger et al., 2016).
Las nuevas tecnologías del futuro –industria 4.0– y su potencial nivel
de automatización12, podrían disminuir la importancia del costo laboral en la producción
industrial. En consecuencia, la producción que se realiza en países de salarios bajos podría

8
Los trabajos realizados –teóricos o basados en evidencias empíricas–, señalan además del problema del
incremento de la sustitución de los trabajadores por maquinas, el aumento de la concentración del ingreso
y de la dependencia externa (Wionczek, 1986). Según Pissarides (2017), el progreso técnico genera una
dinámica sesgada del empleo y de los salarios, siendo aquel la principal causa del aumento de la desigualdad
que se ha producido en muchas economías avanzadas.
9
Diferentes escuelas de pensamiento económico tratan de brindar respuesta al efecto de la innovación en
el empleo, tales como los neoclásicos, la teoría keynesiana, las ideas evolucionistas -representadas por
Schumpeter y Christopher Freeman-, entre otras (Heijs y Arenas Díaz, 2020).
10
El nivel de inquietud social respecto a las consecuencias de esta revolución, ha llegado al punto de
considerarla como “el fin del empleo” o “el fin del trabajo” (Lladós i Masllorens, 2019; Ayuso, 2016).
11
Actualmente, la fuerza laboral se encuentra fragmentada, con una oferta de trabajo amplia y altos niveles
de desempleo en comparación con los años de postguerra –donde el poder de los sindicatos era lo
suficientemente alto para negociar un incremento de los salarios–. Lo que conlleva a una pérdida del poder
de negociación por parte de los sindicatos en el contexto del desempleo actual (Vivarelli, 2012).
12
Avent (2016), plantea un escenario de aceleración de la productividad en el que las nuevas tecnologías
serán tremendamente disruptivas y crearán nuevos, pero no en cantidad suficiente para absorber toda la
mano de obra disponible, lo que conduciría a una situación de desempleo tecnológico masivo.

5
regresar a los países más avanzados, acaparando estos últimos todo el aumento de la
productividad generado por el cambio tecnológico (McKinsey, 2017; Frey y Osborne
2017). Siendo necesario la generación de políticas –en particular en los países en
desarrollo– en el marco de sus condiciones económicas y sociales particulares, que
contribuyan a mitigar el desempleo tecnológico. Por ejemplo, mediante la gestión de
formación de mano de obra en las nuevas competencias, coadyuvando en su adaptación
a la nueva estructura laboral y brindando protección social a los trabajadores en la medida
que lo requiere una economía vertiginosamente cambiante (Salinas, 2001 Minian y
Martínez Monroy, 2018; Ramió Matas, 2018; Galindo Caldés, 2019). Así como también
seria enriquecedor avanzar en el debate sobre la renta básica, ante un mercado laboral
cada vez más polarizado, debido al desempleo y la desigualdad de origen tecnológico.

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