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*** w83 15/10 págs. 27-29 La bebida...

¿concuerda usted con el punto de


vista bíblico? ***
La bebida... ¿concuerda usted con el punto de vista bíblico?

ÉL ERA un cristiano bautizado. Cuando lo interrogaron los ancianos de su


congregación, quienes estaban preocupados por la cantidad de bebidas
alcohólicas que consumía, él admitió que se había tomado unas cuantas cervezas
y unos cuantos tragos de whisky. “Pero yo no estaba borracho”, dijo él.
A este joven le parecía que con tal de que uno no se emborrache, no importa
cuánto uno beba. ¿Está usted de acuerdo con esta opinión? Es triste decirlo, pero
los informes muestran que tal modo de pensar existe entre algunos del pueblo de
Dios. Pero ¿está de acuerdo con las Escrituras dicho modo de pensar? ¿Qué es
exactamente lo que dice la Biblia respecto a las bebidas alcohólicas?
Las bebidas alcohólicas ciertamente figuran entre los muchos dones que
hemos recibido de nuestro Creador, Jehová Dios. De hecho, la Biblia dice que
Dios da el vino que “regocija el corazón del hombre mortal”; que el vino “regocija a
Dios y a hombres”; que pone el corazón de “humor alegre” (Salmo 104:15; Jueces
9:13; Ester 1:10). Un abastecimiento de vino, simbolizado por la “vid”, se usa en
las Escrituras para denotar la prosperidad y seguridad. (Miqueas 4:4; Zacarías
3:10.)
Pero se puede usar un don o abusar de él. La Biblia contiene muchas
advertencias respecto al abuso de las bebidas alcohólicas.
El beber inmoderadamente
¿Qué hay de la opinión de que ‘con tal que uno no se emborrache, no importa
cuánto uno beba’? La Biblia ciertamente condena la borrachera, pues nos dice que
los borrachos “no heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9, 10). Pero ¿se nos
da advertencia únicamente respecto a la borrachera? ¿Qué hay en cuanto al
beber mucho sin realmente emborracharse?
En 1 Timoteo 3:2, 3, se nos dice no solo que el superintendente debe evitar
‘pendencias de la borrachera’, sino que también debe ser “moderado en los
hábitos”. Esto se refiere a todo hábito. No obstante, la palabra griega que se vierte
“moderado en los hábitos” (nephalion) literalmente significa “sobrio, templado; que
se abstiene del vino, sea por completo o por lo menos de usarlo
inmoderadamente”. [Las bastardillas son nuestras.] (Thayer’s Greek-English
Lexicon of the New Testament.)
Al enumerar los requisitos para los siervos ministeriales, o diáconos, Pablo dice
más adelante que no deben ser “dados a mucho vino [“no beber demasiado vino”,
Today’s English Version; deben ser “moderados en el uso del vino”, Levoratti-
Trusso]”. (1 Timoteo 3:8.)
Sí, el cristiano tiene que ser ejemplar como persona que acostumbra ejercer
moderación en el uso de las bebidas alcohólicas, si ha de ser recomendado para
servir de superintendente o siervo ministerial, o si ha de continuar sirviendo en
dicha capacidad. Hace varios años, en cierto país latinoamericano, una recepción
de bodas duró hasta el amanecer y se consumieron bebidas alcohólicas toda la
noche. ¡El resultado fue que el entero cuerpo de ancianos de una congregación y
los siervos ministeriales perdieron el privilegio de desempeñar sus
responsabilidades respectivas!
Pero ¿se requiere la moderación solo de los superintendentes y siervos
ministeriales? De ninguna manera, pues en Tito 2:2 se aconseja a los hombres de
edad avanzada que sean “moderados en los hábitos”. A las mujeres de la
congregación se les da un consejo parecido, pues se les dice que sean “serias, no
calumniadoras, moderadas en los hábitos” (1 Timoteo 3:11). Además, a las
mujeres de edad avanzada se les dice que sean “reverentes en su
comportamiento, no calumniadoras, ni esclavizadas a mucho vino”. (Tito 2:3.)
Queda claro, entonces, que los cristianos deben tener cuidado de evitar no solo
la borrachera —que es el resultado final del excederse en el consumo de bebidas
alcohólicas— sino también el uso inmoderado del alcohol.
¿En qué consiste el uso moderado?
No se puede recomendar un límite fijo para todos, puesto que factores
individuales, como el estado general de la salud y el peso de la persona, pueden
determinar el efecto del alcohol en el sistema. No obstante, hay varios factores
que se deben tener presentes al determinar lo que constituye la moderación.
El primero es: ¡guárdese de buscar pretextos! Es muy fácil llegar a la
conclusión de que cierto consejo que no nos guste aplica a otras personas y no a
nosotros mismos. ¡Pero si todos pensaran así el consejo no aplicaría a nadie!
Además, considere cuánto alcohol su cuerpo puede tolerar sin que usted corra
peligro alguno. El adulto de término medio (que pese 70 kilos) puede metabolizar
aproximadamente 13 mililitros de alcohol por hora (aproximadamente 30 mililitros
de alcohol de 80 grados o 100 mililitros de vino de mesa). Cuando se sobrepasa
esta cantidad, aumenta el nivel de alcohol en la sangre. Generalmente solo se
requieren dos bebidas de término medio para que dentro de unos cuantos minutos
el nivel de alcohol en la sangre del adulto de término medio alcance 0,05 por 100,
lo cual, en la mayor parte de las personas, interfiere con la capacidad de conducir
un automóvil.
Un tercer factor que se debe considerar es el parecer de otros cristianos. En
Romanos 14:21 se nos dice: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer
cosa alguna por la cual tu hermano tropiece”. Por eso, para determinar si usted
bebe moderadamente o no, pregúntese: Por lo general, ¿bebo más que otras
personas? ¿Ha causado preocupación a otros —a miembros de mi familia o a
hermanos o hermanas cristianos— la cantidad de bebidas alcohólicas que
consumo? ¿Tengo yo la reputación de poder tolerar mucho licor, lo cual da a
entender que bebo mucho? Aunque usted tal vez diga: ‘Pero yo tolero el alcohol
más que otras personas’, ¿no muestran las palabras de Pablo que debe
interesarnos el parecer de nuestros hermanos? Recuerde las palabras de Jesús
que se encuentran en Lucas 17:1, a saber: “Es inevitable que vengan causas de
tropiezo. Sin embargo, ¡ay de aquel por medio de quien vienen!”
Claro, debe notarse que ninguno de nosotros tiene el derecho de imponer su
conciencia en otros. Debemos evitar el volvernos indebidamente criticones de la
cantidad de alcohol que otros consumen. El apóstol Pablo dijo: “Tú no tienes
derecho a criticar a tu hermano ni a menospreciarlo. Recuerda que cada uno de
nosotros tendrá que comparecer personalmente ante el tribunal de Cristo”.
(Romanos 14:10, La Biblia al Día.)
Otro factor que se debe considerar es éste: ¿Por qué bebo? ¿Lo hago
simplemente para relajarme, para saciar la sed o para realzar el sabor del
alimento? ¿O lo hago para suprimir las preocupaciones, la ansiedad, la frustración,
para cobrar valor, o para escapar de la realidad? Respecto a lo último, un
especialista en sicoterapia, el Dr. Stanley Gitlow, declara: “Vivimos en una
sociedad en la que, si hay problemas, uno se toma un trago; si uno se siente
incómodo, recurre a la magia de cierta sustancia química. Nadie dice: ‘Mira, tolera
la tensión y aprende a encararte a ella’”. ¿Qué debería ayudar al cristiano a
enfrentarse a las inquietudes de la vida? ¿”La magia de cierta sustancia química”,
o su relación con Dios? (Salmo 4:8.)
¿Debe abstenerse a veces?
¡Sí! En el caso del alcohólico, es importante que se abstenga por completo del
alcohol para que el deseo de excederse no se apodere de él. Esto nos recuerda
las palabras de Jesús que se hallan en Marcos 9:43: “Si en cualquier tiempo tu
mano te hace tropezar, córtala; mejor te es entrar manco en la vida que con dos
manos irte al Gehena [que significa destrucción]”. Por lo tanto, si el consumir
bebidas alcohólicas le ha causado problemas a usted, ¿por qué no ‘cortarlo’?
Después de todo, ¡’mejor le es entrar en la vida’! Cierto anciano cristiano, que es
director de un programa de rehabilitación de alcohólicos, se expresó como sigue:
“El abstenerse totalmente del alcohol no es un precio demasiado alto para obtener
la vida en el Nuevo Orden de Dios”.
Pero el abstenerse no es algo que deben hacer solamente los alcohólicos;
todos nos encontramos en situaciones en las que a veces sería bueno que nos
abstuviéramos del alcohol. En el Israel antiguo a los sacerdotes y levitas que
servían en el tabernáculo o templo se les prohibía consumir bebidas alcohólicas de
clase alguna, so pena de muerte (Levítico 10:8, 9; Ezequiel 44:21). A los reyes
también se les aconsejaba que no bebieran vino ni licor embriagante al celebrar
servicios religiosos. ¿Por qué no? “Para que uno no beba y se olvide de lo que
está decretado y pervierta la causa de cualquiera de los hijos de la aflicción.”
(Proverbios 31:4, 5.)
¿Qué hay de hoy? Bueno, ¿se sentiría usted tranquilo si supiera que el piloto
del avión en el que usted viaja ha estado consumiendo bebidas alcohólicas?
¡Claro que no! Vidas están envueltas en el asunto. Por lo tanto, el cristiano no
debería consumir bebidas alcohólicas antes de conducir un automóvil. Pero sería
aun menos apropiado que el cristiano consumiera bebidas alcohólicas antes de
participar, o al estar participando, en actividades sagradas relacionadas con el
ministerio del campo, el asistir a las reuniones y el dar consejo bíblico y dirección a
otras personas. ¿Por qué sería inapropiado? En este caso, ¡la vida eterna está
implicada!
Por lo tanto, ¿concuerda usted con el punto de vista bíblico respecto al
consumo de bebidas alcohólicas? O concuerda con éste, o no. Está en juego la
vida de usted como también la de otras personas que tal vez tropiecen debido a
hábitos inconsiderados relacionados con la bebida. Sobre todo, queremos que
nuestra vida agrade a nuestro Dios, Jehová. Sí, las bebidas alcohólicas son un
don de Dios... ¡cuando se usan con moderación! Pero si es mejor para usted
personalmente abstenerse, entonces ciertamente debe hacerlo. Recuerde: ¡’mejor
le es entrar en la vida’!
Pero ¿qué pueden hacer los ancianos de la congregación para ayudar a
compañeros cristianos que se exceden en el uso de las bebidas alcohólicas? Y
qué hay del alcohólico... ¿qué se puede hacer para ayudarle a él o a ella? Para las
contestaciones a éstas y otras preguntas, considere el artículo “Problemas con la
bebida... ¿qué pueden hacer los ancianos?”, que apareció en La Atalaya del 15 de
agosto de 1983.
[Nota a pie de página]
Una bebida equivale a aproximadamente 45 mililitros de alcohol de 80 grados,
120 mililitros de vino de mesa o 360 mililitros de cerveza.
[Fotografía en la página 29]
Los tres contienen la misma cantidad de alcohol

Preguntas de los lectores

▪ ¿Consideran los testigos de Jehová que el alcoholismo sea una


enfermedad?
Muchas personas dicen que la adicción a la bebida es una enfermedad, de
acuerdo con una definición general de esa palabra. Entre dichas personas figuran
investigadores, médicos y personas que ayudan a los alcohólicos, pues muchas
de ellas usan términos como “enfermedad”, “mal” o “padecimiento” al describir o
definir el alcoholismo. Por ejemplo, la revista Science Digest de mayo de 1984
declara:
“El alcoholismo es una enfermedad para la cual aún se está buscando una
explicación. En un tiempo se consideraba como solo un trastorno de la mente,
pero ahora se cree que tiene componentes genéticos y bioquímicos también [...]
Hallazgos recientes dan apoyo a pruebas anteriores provenientes de Suecia de
que muchas veces el abuso de las bebidas alcohólicas ‘circula’ en las familias”.—
Página 16.
Sin embargo, hay razón para cautela respecto a considerar el alcoholismo
como una enfermedad. Ciertos alcohólicos, y otras personas, han tendido a
excusar su adicción a la bebida o el beber en exceso al afirmar que realmente no
pueden controlarlo, debido a que es una enfermedad. A otras personas les parece
que si el alcohólico tiene una predisposición biológica al problema, o si hay algún
defecto en la reacción bioquímica de su cuerpo al alcohol, entonces al individuo no
se le puede considerar reprensible en sentido moral.
No obstante, a los cristianos les interesa principalmente el punto de vista que
Dios tiene de los asuntos. El punto de vista de él es justo, equilibrado y
permanente, en contraste con las opiniones médicas y sicológicas que pueden
llegar a estar en boga por un tiempo, solo para ser modificadas o abandonadas
después. La Palabra perfecta de Jehová condena francamente la borrachera, y la
incluye entre las cosas que pueden impedir que uno entre en el Reino de Dios
(Gálatas 5:19-21). En Romanos 13:12, 13 se da el siguiente consejo: “La noche
está muy avanzada; el día se ha acercado. Por lo tanto, quitémonos las obras que
pertenecen a la oscuridad y vistámonos las armas de la luz. Como de día
andemos decentemente, no en diversiones estrepitosas y borracheras, no en coito
ilícito y conducta relajada, no en contienda y celos”. Aunque en ciertos casos
existiera una predisposición biológica que llevara a algunos a opinar que se trata
de un problema médico o una enfermedad, los cristianos reconocen los aspectos
morales de ello.
El apóstol Pedro escribió lo siguiente a los cristianos: “Porque basta el tiempo
que ha pasado para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones
cuando procedían en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino,
diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales. Porque ustedes no
continúan corriendo con ellos en este derrotero al mismo bajo sumidero de
disolución, están perplejos y siguen hablando injuriosamente de ustedes” (1 Pedro
4:3, 4). Pedro mismo era imperfecto y comprendía la condición humana. Sin
embargo, no dijo que todos los cristianos se habían apartado de los excesos con
vino excepto los que tenían cierta predisposición genética o biológica a problemas
relacionados con la bebida. De hecho, el apóstol Pablo dijo que algunos cristianos
habían sido antes fornicadores, ladrones, borrachos y practicantes de extorsión.
Pero, prescindiendo de lo que los había conducido a tales problemas morales,
ellos podían cambiar, y lo hicieron. Pablo dijo: ‘Ustedes han sido lavados, han sido
declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de
nuestro Dios’. (1 Corintios 6:9-11.)
Por eso, sea que el alcoholismo se califique de enfermedad o no, nosotros
tenemos que adherirnos a la norma elevada y buena que establece la Palabra de
Dios. Cualquiera que se haya enviciado con la bebida —sea por falta de dominio
de sí, influencia étnica o familiar, o hasta debido a una rareza biológica— debe
hacer esfuerzos por dejar el vicio, quizás valiéndose de la ayuda de alguien que
comprenda el problema. (Véase ¡Despertad! del 22 de noviembre de 1982,
páginas 4-12.) Así puede “vivir el resto de su tiempo en la carne, ya no para los
deseos de los hombres, sino para la voluntad de Dios”. (1 Pedro 4:2.)

*** g83 22/3 págs. 16-21 Un alcohólico en la familia... ¿qué se puede hacer?
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Un alcohólico en la familia... ¿qué se puede hacer?

DESPUÉS de haber pasado toda la noche bebiendo, con paso vacilante logra a
duras penas llegar a casa y cae desmayado en el piso de la sala. Su esposa se
siente herida y disgustada. No obstante, haciendo grandes esfuerzos, lo levanta,
lo cambia de ropa y lo acuesta en la cama. Su esposo es alcohólico.
Al día siguiente él promete que esto no volverá a ocurrir. A veces él no
recuerda nada de lo que pasó la noche anterior. ¡Pero ella lo recuerda! ‘No me
atrevo mencionarle nada sobre la situación’, dice ella para sí, pues teme que, si lo
hiciera, él se enfadaría mucho y comenzaría a beber de nuevo. Puesto que él no
está en condiciones de ir al trabajo, ella llama al jefe para dar excusas por él.
Ella no pierde la esperanza de que él beba menos. En efecto, trata
desesperadamente de controlar el hábito de beber de su esposo. De modo que
esconde el licor o se deshace de éste.
Ella limita sus actividades sociales, pues se siente avergonzada por el hábito
de beber de su esposo. Y no participa en actividades sociales sin la compañía de
él, por temor de que él se enoje y beba aún más.
Y sin embargo, a pesar de todo eso, ¡él sigue bebiendo! ¿Por qué? ¿No está
haciendo ella todo cuanto puede por ayudarle? En realidad, sin darse cuenta de
ello, ella ha contribuido a que el recobro de su esposo sea más difícil. El no es el
único que necesita ayuda... ¡ella también la necesita!
¿Describe lo anterior a alguna familia que usted conozca, quizás hasta la
propia familia de usted? Si así es, puede que se pregunte: ‘¿Por qué se dice que
la esposa tal vez necesite ayuda también?’.
Repercusiones en la familia
El alcoholismo tiene enormes repercusiones emocionales en toda la familia. La
esposa, por ejemplo, a menudo es un reflejo exacto del alcohólico.
Por ejemplo, un síntoma común del alcoholismo es la negación de que se tiene
problemas con la bebida. No obstante, a menudo los demás miembros de la
familia también niegan que haya algún problema, quizás debido a que temen a la
deshonra. De modo que si su cónyuge tiene problemas con la bebida, ¿se halla
usted dando “explicaciones” cada vez que él (o ella) se emborracha?
Eso no es todo. A medida que sus esfuerzos por controlar el hábito de beber de
su cónyuge fracasan repetidamente, tal vez dentro de usted se están
desarrollando sentimientos de inquietud e insuficiencia. O peor aún... ¿se están
desarrollando en usted el rencor y la amargura? “Muchas veces deseaba que
estuviera muerto”, confesó una esposa desesperada.
Por eso, no es de extrañar que usted experimente sentimientos y emociones
negativos semejantes a los del alcohólico... inquietud, temor, cólera, culpa,
nerviosismo, decepción, tensión, autoestima de tipo inferior. Sí, a menudo la
esposa necesita ayuda también.
¿Qué hay de los hijos? El pensar en las duraderas cicatrices emocionales que
pudieran recibir es desgarrador. Note lo que dijeron a ¡Despertad! algunos hijos de
alcohólicos.
“Yo siempre estaba estorbando. En cierta ocasión, cuando yo tenía como
nueve años de edad, mamá había estado bebiendo, y ella y papá se enfrascaron
en una acalorada discusión. Mamá comenzó a caminar hacia fuera. Me puse
histérico y, agarrándola de la falda, le supliqué que no se fuera.”
“Todo el mundo lo sabía. Puedo recordar las veces que caminaba hacia la
escuela y oía a los muchachos riéndose y gritando: ‘¡Tu papá es un borrachín!’.”
“Desarrollé un complejo de inferioridad. Me culpaba a mí mismo.”
“Todavía tengo un sentido de inseguridad grande, dudo de mi aptitud, hablo en
desprecio de mí mismo, me disgusto conmigo mismo.”
Es fácil comprender por qué tales niños pueden llegar a ser nerviosos,
introvertidos y poco conversadores. Muchas veces reprimen y desmienten la
cólera, el temor, la decepción y la soledad. De lo contrario, la situación
simplemente sería demasiado dolorosa. Sí, puede que los hijos también necesiten
ayuda.
Por consiguiente, usted —como miembro de la familia— tal vez necesite ayuda
para: 1) conservar su propia salud emocional; y, 2) aprender la mejor manera de
considerar el problema con el alcohólico.
Entérese de los hechos
Comience por medio de informarse sobre el alcoholismo. Puede conseguir
algunos datos útiles en la biblioteca de la localidad o un centro de información
sobre el alcoholismo. Al hablar con otras personas que hayan afrontado un
problema similar quizás aprenda algunas sugerencias prácticas en cuanto a qué
hacer.
Puede que el asunto que más le preocupe sea: ‘¿Qué puedo hacer para ayudar
al alcohólico?’. Pero antes de que pueda ayudar al alcohólico, tal vez usted
necesite ayuda para recobrarse de sus propios sentimientos y emociones
negativos. De modo que primero aprenda cómo le ha afectado a usted el
alcoholismo. De otro modo, ¡probablemente usted no pueda llegar al corazón del
alcohólico!
Luego aprenda la mejor manera de abordar al alcohólico. Puede que usted
inicialmente haya reaccionado como la esposa descrita al principio. Pero a
menudo tales esfuerzos contribuyen al empeoramiento de la condición del
alcohólico, más bien que al recobro. ¿Por qué? Porque impiden que el alcohólico
vea la realidad de su situación. Este se oculta tras un enorme muro de negación.
Así que el escudarlo de las consecuencias de su hábito de beber generalmente
contribuye a que siga negando el problema y continúe bebiendo.
Cómo encaminar al alcohólico adonde reciba ayuda
Aunque no se puede obligar al alcohólico a ir en busca de algún tratamiento, se
puede despertar en él el deseo de buscar ayuda. ¿Pero cómo?
Esencialmente hay dos maneras de abordar el problema: 1) permítale
experimentar las consecuencias de su hábito de beber; y, 2) confróntelo
directamente con los hechos respecto a su hábito de beber. Hasta en su peor
momento, el alcohólico puede aceptar parte de la realidad, ¡si se le presenta de
modo admisible!
Sin embargo, antes que consideremos cada una de estas maneras de abordar
el problema, he aquí una advertencia: Una intervención de esa clase requiere que
uno esté informado sobre el alcoholismo y tenga la fortaleza emocional necesaria
para poner en práctica ese conocimiento.
Ahora bien, ¿qué significa dejar que el alcohólico sienta las consecuencias de
su hábito de beber? No significa castigarlo, pero sí es preciso que se obre con
firmeza. A modo de ilustración, hagamos referencia a la esposa descrita al
principio. Note lo que recomendó en una entrevista para ¡Despertad! la Dra.
Winnie Sprenkle, directora de la sección de asesoramiento de un centro para el
tratamiento del alcoholismo (el cual ha tenido éxito).
¿Qué pudo haber hecho ella cuando su esposo cayó desmayado en el piso?
“En general, es muy importante que la familia no oculte el problema de modo que
el alcohólico no sepa lo que haya pasado. Así que, si él cae desmayado en el piso
y a la mañana siguiente despierta en la cama con su pijama, nunca sabrá lo que
sucedió.” Por lo tanto, dependiendo de las circunstancias, ella pudo haberlo
dejado dormir allí mismo. La mañana siguiente, cuando él despertara y se hallara
en el piso, se vería ante la realidad de su situación.
Cuando él no puede recordar cómo se comportó el día anterior, ¿qué pudiera
hacer ella? “Ser franca con él, pero sin mostrarse enojada. ‘Esto fue lo que
sucedió anoche y así me afectó.’” Aunque él se enfurezca, ella lo está ayudando
así a comprender que tal comportamiento no se ve en las familias sanas.
¿Qué hay en cuanto a que ella se aísle? “Me parece que lo más importante es
que la familia simplemente se ocupe de los asuntos del diario vivir del modo más
saludable que pueda. El alcohólico se confronta cada vez más con el gran
contraste que hay entre él y el resto de la familia. Muchas veces eso resulta en
que finalmente diga: ‘Pues, ¡tengo un problema y necesito buscar ayuda!’.” Por
ejemplo, si ella participa en actividades sociales sin la compañía de él, pudiera
darle a conocer bondadosamente que quisiera que él pudiera acompañarla, pero
que su problema con la bebida lo impide.
¿Qué hay en cuanto a la segunda manera de abordar el problema... la
confrontación? En I’ll Quit Tomorrow (Dejaré de hacerlo mañana), Vernon E.
Johnson recomienda lo siguiente:
Los que confrontan al alcohólico deben ser las personas más importantes en la
vida de él. Con la ayuda de un consejero capacitado, cada una hace una lista en la
que describe con lujo de detalles el comportamiento del alcohólico. Se fija una
fecha y una hora en que es probable que el alcohólico esté sobrio. Entonces, de
manera que refleje el profundo interés de ellas, cada una lee en voz alta su lista.
Aunque es posible que al principio el alcohólico se ponga a la defensiva, ellas
continúan con firmeza. La meta es lograr que el alcohólico acepte suficientes
hechos de la realidad de modo que se dé cuenta de que necesita buscar ayuda.
¿Dónde se puede hallar ayuda?
Algunos miembros de familia, junto con el alcohólico, acuden por ayuda a un
centro para el tratamiento del alcoholismo, donde la familia también puede
matricularse en un programa de terapia. ¿Cómo puede ayudar esto? Hasta ese
momento, los miembros de la familia tal vez hayan reprimido recuerdos y
sentimientos dolorosos. Al no estar al corriente de sus propios sentimientos, se les
hace difícil comprender los del alcohólico. De modo que a menudo las metas
fundamentales de la terapia son: reconocer y admitir los sentimientos de uno
mismo (para sobreponerse a los sentimientos negativos, primero hay que
encararse a ellos); comprender los sentimientos de la otra persona y cómo la
afectan emocionalmente las acciones de uno, y poner en práctica tal perspicacia
con el fin de aprender a comportarse mejor.
‘Pero ¿qué hay si el alcohólico rehúsa buscar ayuda?’, pregunta usted. Sea
que el alcohólico lo haga o no, puede que usted necesite ayuda para encararse a
sus propios sentimientos negativos y sobreponerse a ellos. En busca de tal ayuda,
algunas familias han recurrido a grupos de la localidad compuestos de parientes
de personas alcohólicas. Esos grupos tratan de suministrar comprensión y
perspicacia con relación a los problemas que surgen al vivir con un alcohólico.
Claro, esos grupos no existen en todas partes del mundo. Otras personas, al darse
cuenta de la necesidad emocional que tienen de recibir ayuda, acuden a otra
fuente.
“El conocer la verdad de la Biblia es lo que me ayuda a arreglármelas”, dice
Ann, quien por 30 años ha vivido con su cónyuge alcohólico e incrédulo. Como
testigo de Jehová, ella estudia la Biblia con regularidad y se esfuerza por ponerla
en práctica en su propia situación. Aunque esto no elimina sus problemas, sí la
ayuda a estar alegre a pesar de ellos. Y eso puede ayudarle a usted también.
¿Cómo?
En primer lugar, el poner en práctica los principios bíblicos puede ayudarle a
sobreponerse a los sentimientos y emociones negativos, y contribuir así a que
usted esté más alegre a pesar de su situación. No obstante, el hacer esto requiere
fe firme en que Dios cumplirá lo que ha prometido (Hebreos 11:1, 6). Considere
algunos ejemplos.
Inquietud: ¿Afronta usted problemas económicos debido al hábito de beber de
su amado (o amada), y se preocupa extremadamente tocante a cómo pasarlas
con lo que tiene? “Dejen de inquietarse”, aconseja Jesús en cuanto a las cosas
indispensables para la vida. “Su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas
estas cosas” y puede mantener (y lo hará) a los que hacen de Su adoración el
asunto primordial en la vida (Mateo 6:25-34). Jesús entonces da una sugerencia
muy práctica para vencer la inquietud... vivir un día a la vez. ¿Por qué añadirle las
inquietudes de mañana al día de hoy? Además, como lo expresó cierto docto
bíblico: “El futuro de la realidad rara vez es tan malo como el futuro de nuestros
temores”.
Sin embargo, el solo saber las palabras de Jesús no aliviará la inquietud. Hay
que ponerlas en práctica, y es entonces cuando entra en el cuadro la verdadera fe.
Tanto la aptitud de Dios para mantener a sus siervos como Su promesa de hacerlo
son confiables. La única cuestión es: ¿Estamos nosotros absolutamente seguros
de que, mientras nos esforcemos diligentemente por hacer nuestra parte, Dios
hará la suya?
Sentimiento de culpabilidad: ¿Le han hecho sentir culpable los sentimientos y
actitudes negativos? Es cierto que usted tiene defectos y Dios no tolera las
actitudes incorrectas. Pero la Biblia nos asegura afectuosamente: “Si confesamos
nuestros pecados [a Dios], él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados”
(1 Juan 1:9; Proverbios 28:13). ¿Hay realmente algún motivo para creer que Dios
no hará eso en su caso, con tal que usted haga su parte? Dios actuará tal como
ha prometido. Pero usted no va a sentirse mejor a menos que crea firmemente en
ello.
El estudio de la Palabra de Dios también puede ponerlo en vías de recibir la
ayuda del espíritu santo de Dios. Y ese espíritu puede adornarle con cualidades
positivas, como ‘amor, gozo, paz, benignidad, apacibilidad y gobierno de uno
mismo’ (Gálatas 5:22, 23). ¡Qué ayuda poderosa para sobreponerse a los
sentimientos negativos! No obstante, usted tiene que ’seguir pidiendo’ a Dios Su
espíritu (Lucas 11:5-13). Y en esto de nuevo se requiere fe firme. Como dijo Jesús:
“Todas las cosas que oran y piden tengan fe de que pueden darse por recibidas, y
las tendrán”. (Marcos 11:24.)
¿Quisiera usted saber cómo adquirir esa clase de fe? Los testigos de Jehová le
ayudarán con mucho gusto. Quizás hasta descubra que entre ellos hay personas
que han aguantado los mismos problemas que usted y, por lo tanto, pudieran darle
ayuda comprensiva basada en las Escrituras. Tenga presente que el expresarse
tiende a aminorar los sentimientos negativos. Así que puede ser una gran ayuda
considerar francamente sus sentimientos con alguien que comprenda su situación.
Si usted ya se asocia con los testigos de Jehová y necesita ayuda para
fortalecer su fe, ¿por qué no pide ayuda a un superintendente cristiano? Estos
hombres devotos ayudan “de buena voluntad” y “con verdaderas ganas” a sus
compañeros cristianos en todo lo que puedan. (1 Pedro 5:1-3.)

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