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Qué Pasa en Perú Agotamiento Del Modelo Crisis Política y Las Perspectivas Del Gobierno de Castillo. Victor Artavia
Qué Pasa en Perú Agotamiento Del Modelo Crisis Política y Las Perspectivas Del Gobierno de Castillo. Victor Artavia
Victor Artavia
http://www.izquierdaweb.com
3 agosto, 2021
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En el último lustro, cuatro de sus presidentes –electos democráticamente o
nombrados por el Congreso- no terminaron su gestión, producto de la feroz pugna
inter-burguesa y los escándalos de corrupción. En este sentido, podemos hablar de
que el país adolece de una “crisis orgánica”, término acuñado por Gramsci para dar
cuenta de situaciones de este tipo.
Con el presente artículo haremos un repaso de las causas que conllevaron a esta
situación, así como de las principales determinaciones de la coyuntura actual y las
perspectivas del nuevo gobierno de Pedro Castillo.
Pero el modelo diseñado por los militares mostró síntomas de desgaste en los
años ochenta y dio paso a una crisis política, la cual se combinó con la insurgencia
de Sendero Luminoso y los graves problemas de hiperinflación. En este contexto,
en 1990 Alberto Fujimori resultó electo presidente, transformándose en la carta de
la burguesía para darle una salida autoritaria a la crisis e implementar el
neoliberalismo en el Perú durante los próximos diez años, en lo que se conocería
como la “década infame”.
A partir de entonces, el “fujimorismo” tuvo vía libre para aplicar “mano dura” en
medio de la crisis, lo cual se tradujo en una sistemática violación de los derechos
humanos y democráticos más elementales, todo justificado bajo la premisa de la
seguridad nacional contrainsurgente. Tras la caída de su gobierno se instauró una
Comisión de la Verdad y Reconciliación, la cual estableció que, durante los años
ochenta y noventa, en Perú se produjeron 69.280 muertes y desapariciones, de las
cuales un 75% correspondió aquechua-parlantes y, de éstos, un 90% eran
campesinos.[1]
Por otra parte, Fujimori convocó a una Asamblea Constituyente para normar la
implementación del modelo neoliberal en el país, lo cual se consumó en 1993 con
la promulgación de la nueva constitución que, entre sus medidas principales,
prohibió la participación del Estado en actividades productivas, privatizó las
empresas estatales y priorizó la atracción de inversión privada como motor de la
economía, además de permitir la reelección presidencial. Por esta vía se impuso
una visión neoliberal sustentada en gobiernos tecnocráticos y en la “racionalidad
individualista”, un elemento ideológico que alentó la precarización laboral y la
desprotección social.[2]
Durante gran parte de sus gobiernos, Fujimori contó el con el apoyo del
imperialismo estadounidense y, por tanto, gozó del favor de los organismos
financieros, aspecto que le permitió estabilizar la economía por la afluencia de
préstamos en condiciones favorables, en tanto continuara con la implementación
de las medidas de libre mercado. En este marco, Fujimori desarrolló un esquema
mafioso de corrupción vinculado a la privatización de las empresas estatales en
beneficio de las corporaciones transnacionales, por medio del cual se privatizaron
–total o parcialmente- 187 empresas por un monto de 7.542 millones de dólares,
operativo que le reportó enormes dividendos al círculo fujimorista.
Pero, a pesar de que Fujimori aplicó al dedillo los lineamientos neoliberales del
Consenso de Washington, su gestión autoritaria y corrupta se tornó en un elemento
de inestabilidad política, por lo cual perdió el favor de la burguesía y el
imperialismo. Debido a esto, tras su cuestionada segunda reelección en el año
2000, se filtraron los videos de Montesinos sobornando a figuras de oposición a
nombre del gobierno; esto desató la crisis final del gobierno de Fujimori, el cual
huyó a Japón a finales de ese mismo año (posteriormente fue capturado en Chile
en 2005 y extraditado a Perú en 2007, desde entonces está en prisión y fue
condenado por crímenes de lesa humanidad).
Hasta este momento, las facciones burguesas desarrollaron sus pugnas en las
alturas sin ninguna respuesta desde abajo, pero la situación varió tras el
nombramiento en la presidencia de Manuel Merino, un diputado de la oposición
que llegó al parlamento con el pírrico apoyo de cinco mil votos. Esto evidenció el
estado moribundo de la institucionalidad del país y, particularmente, desnudó el
funcionamiento mafioso del Congreso, cuyas bancadas parlamentarias actúan
como carteles que protegen sus negocios particulares en total desconexión con la
realidad de las enormes mayorías del país, inmersas en una de las peores crisis
económicas –agravada por la pandemia- de las últimas décadas.[6]
Castillo es un “outsider” con relación al establishment político del país, pues nunca
figuró como militante de algún partido, salvo una episódica postulación a la
alcaldía de Aguía por “Perú Posible”. A pesar de eso, su historia de vida sintonizó
con las amplias masas desposeídas del país, las cuales se identificaron con un
humilde maestro de escuela que, durante los últimos veinte años, trabajó en una
comunidad rural con menos de 400 habitantes. Asimismo, Castillo logró renombre
como dirigente sindical magisterial en la huelga de 2017, donde fue electo como
presidente del comité de lucha de las bases regionales del Sindicato Único de
Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP) y, posteriormente, nombrado
Secretario General de la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del
Perú(FENATEP).
Para estas elecciones se postuló con “Perú Libre” (PL), partido de izquierda
fundado y dirigido por Vladimiro Cerró, un neurocirujano formado en Cuba. La
plataforma programática que presentó en la campaña combinó reivindicaciones
reformistas con otras nacionalistas progresivas (inspiradas en los casos de Bolivia
y Ecuador), pero en ningún sentido sostuvo alguna postura anticapitalista. Uno de
sus ejes es impulsar la “Economía Popular de Mercado”, una forma elegante para
denominar una serie de medidas para fomentar el mercado interno y contrarrestar
las medidas neoliberales implementadas en las últimas décadas, pero que no
apuntan a transformar la estructura productiva del país y, peor aún, donde no se
jerarquiza combatir la precarización laboral.
Pero la consigna más radical que levantó fue su compromiso para convocar a una
Asamblea Constituyente para derogar la constitución de Fujimori y aprobar una
nueva carta magna por fuera de la lógica neoliberal; esto genera temor entre las
élites burguesas peruanas, pues abre el portillo para desarmar el régimen
instaurado desde 1993 e incorporar muchas reivindicaciones de los sectores
explotados y oprimidos.
Por otra parte, Castillo tiene posturas regresivas o conservadoras. Por ejemplo,
defiende el “extractivismo sostenible”, por lo que no es descartable que fomente la
expansión de la frontera extractivista; asimismo, tiene una postura ultra-
conservadora con relación al aborto, el matrimonio igualitario y los derechos de las
personas trans.
En suma, su ideario de gobierno pasa por renegociar los términos con el capital
transnacional concentrado en la industria extractivista, estableciendo impuestos
progresivos sobre sus ganancias para mejorar los servicios públicos esenciales –
salud y educación- y fomentar el mercado interno, pero no contempla
reconvertir/diversificar la estructura productiva del país para romper con la
dependencia en la exportación de comitities, piedra angular del modelo neoliberal
desde la era Fujimori y del sometimiento del país al capital imperialista. Junto con
esto, Castillo no jerarquiza combatir la precarización laboral que aqueja a millones
de trabajadores y trabajadoras peruanas, un rasgo común al de otras corrientes
nacionalistas burguesas recientes que, aunque incorporan reivindicaciones de
sectores populares, denotan un comportamiento distante con respecto a las
problemáticas obreras.[10]
Lo anterior denota la debilidad con que inicia el gobierno de Castillo que, además
de afrontar ataques desde la oposición de derecha, presenta fisuras internas entre
el ala pro-Cerrón y los sectores más moderados, tensión que puede profundizarse
por los constantes repliegues que denota Castillo con su plan de gobierno.
Por eso, para salir de la crisis orgánica que atraviesa Perú, es necesario que la
clase trabajadora, en unidad con los sectores populares, luchen por la convocatoria
inmediata a una Asamblea Constituyente libre y soberana, donde se discuta un
nuevo modelo de país sobre bases anticapitalistas y socialistas, atendiendo las
necesidades de la clase trabajadora (en particular la juventud precarizada), las
mujeres, los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. Además, es
fundamental incluir como un eje la perspectiva ecologista, pues la industria
extractivista sobre la que se sustenta la economía del país, contrae enormes
problemas de contaminación y destrucción de la naturaleza.
[7] Mariana Álvarez Orellana, «Perú en situación crítica: siguen las protestas contra
el golpe de Merino», en https://rebelion.org/peru-en-situacion-critica-siguen-las-
protestas-contra-el-golpe-de-merino/ (Consultada el 01 de agosto de 2021).
[8]Eduardo Giordano, «Pedro Castillo regenera el mapa político peruano»,
en https://rebelion.org/pedro-castillo-regenera-el-mapa-politico-peruano/
(Consultada el 02 de agosto de 2021).