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Mira la herida para no olvidarla

Eunice Odio
Mira la herida para no olvidarla
-Antología-

Eunice Odio

2016
Eunice Odio
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Para conocer a la gran Eunice Odio

Por Adriano Corrales Arias*

… El poema no es un conjunto de ideas y palabras


sino un orden substancial.
Eunice Odio

Biografía a modo de introducción

Eunice Odio detestaba las biografías en tanto intromisión


en su intimidad. Para ella lo verdaderamente importante
en un poeta era su poesía. Sin embargo, para quienes no
conocen su intensa y agitada vida, es necesario efectuar
ciertos prolegómenos existenciales para intentar la ubica-
ción de su obra en las coordenadas espacios temporales
que le correspondió vivir. En ese sentido solicito permiso
y disculpas anticipadas a la poeta. Eunice declaraba haber
nacido en 1922 en San José, Costa Rica. Pero la doctora
Alicia Miranda Hevia investigó la inscripción de su na-
cimiento y afirma que nació el 18 de octubre de 1919. Sus
apellidos eran Odio Infante y no Odio Boix y Grave Peral-
ta como afirmaba ella (Von Mayer, 1996: 61). Estudió en el
Colegio Superior de Señoritas y desde entonces se interesó
por el esoterismo (su familia paterna tuvo mucho que ver

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en la fundación de la Sociedad Teosófica de Costa Rica:


uno de sus miembros donó el terreno para la construcción
del edifico que la albergaría). Cuando Eunice contaba con
unos 16 años tuvo una cercana relación con el poeta teóso-
fo Roberto Brenes Mesén.

El 28 de mayo de 1939 contrae nupcias con Enrique Coto


Monge. El matrimonio fracasa dos años y medio después,
pero le permite ponerse en contacto con la fabulosa bi-
blioteca de la familia de su marido. Al inicio de los años
cuarenta se leen sus primeros poemas por la radio bajo el
seudónimo de Catalina Mariel. De 1945 a 1947 comienza
a publicar en el Repertorio Americano, célebre revista que
editaba el escritor Joaquín García Monge, y en el periódico
La Tribuna. También colabora en el periódico Mujer y Ho-
gar. En 1947 gana el premio centroamericano 15 de setiem-
bre de Guatemala con el poemario Los elementos terrestres,
el cual se edita en ese país. Viaja a recoger el premio y
ofrece recitales e imparte charlas y conferencias. Se queda
a vivir allí.

En 1948 opta por la ciudadanía guatemalteca. Labora


en el Ministerio de Educación. Efectúa varios viajes por
Centroamérica y Panamá. Permanece en Guatemala hasta
1954. En ese lapso escribe El tránsito de fuego. En 1953 se
publica en Argentina Zona en territorio del alba, texto que
fue seleccionado para representar a Centroamérica en la

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colección Brigadas Líricas y que agrupa sus poemas más


tempranos.
En 1955 se va a residir a México hasta su muerte en 1974,
con excepción de dos años y medio que vive en Estados
Unidos, específicamente en Nueva York, de 1959 a 1962.
En 1956 sufre dos grandes pérdidas: fallece su padre, don
Aniceto Odio, y su amiga entrañable, la narradora y ensa-
yista Yolanda Oreamuno, quien expira en sus brazos lue-
go de haberla atendido en su penosa enfermedad.
En 1957 envía Tránsito de fuego para participar en el Cer-
tamen de Cultura en El Salvador. Los organizadores no
retiran el envío a tiempo y no es considerado para la pre-
miación. No obstante, por su mérito indiscutible, se le
concedió, fuera de concurso, el equivalente a la mitad del
segundo premio y su publicación.
Adopta la ciudadanía mexicana en 1962. Trabaja en pe-
riodismo cultural y crítica de arte; hace traducciones del
inglés y publica dos cuentos: Había una vez un hombre y El
rastro de la mariposa (1966), además de ensayos, reseñas y
narraciones en revistas especializadas de arte y literatu-
ra. En 1963 declara su rechazo a la política socialista en
Cuba mediante artículos como Fidel Castro: viejo bailador
de la danza soviética; Cuba, drama y mito; Lo que quiere Moscú
y defiende Sartre, lo que le acarrea la animadversión de la
intelectualidad mexicana de izquierda y serios obstáculos

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a su labor. Desde 1964 hasta su muerte colabora con la re-


vista Zona Franca, que dirigía el escritor venezolano Juan
Liscano.
En 1967 ingresa a la Orden Rosacruz donde alcanza el 2º.
Grado Superior del Templo, a finales de 1968. En 1972 pu-
blica En defensa del castellano. Fallece en México D.F. el 23
de marzo de 1974 en la más absoluta soledad.

Su poesía
Hoy ya nadie discute que El tránsito de fuego sea el mejor
libro de la poeta y uno de los mayores logros de la lírica
americana del siglo XX. Obviamente sus dos anteriores –
Los elementos terrestres y Zona en territorio del alba– son im-
portantes elaboraciones poéticas, si se toma en considera-
ción la juventud de Eunice en el momento de escribirlos.
Especialmente Los elementos terrestres anticipa esa gran
aventura creadora que es El tránsito de fuego, pues allí se in-
cuban el argumento y la estructura de este. Las imágenes
insólitas y la metaforización arriesgada, a veces, se desli-
zan por un surrealismo propio y sugerente, premonitorio
de la amplitud de registros de El Tránsito. Incluso la versi-
ficación será la misma: endecasílabos y alejandrinos con-
jugados con versos libres eludiendo rimas y asonancias.

Los elementos terrestres es un canto a la incesante búsqueda


del amado que siempre retorna, pero para alejarse nue-

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vamente. La presencia bíblica es patente, al igual que la


presencia de los clásicos grecolatinos, lo que nos indica la
sólida formación literaria de Eunice a temprana edad –re-
cordemos que este libro lo escribió cuando contaba con 23
o 24 años–. Se respira un erotismo delicado y un ansia de
posesión ecuménica. La sublimación de la maternidad en
la creación poética potenciará, de alguna manera, la sin-
fonía y potente cantata de El Tránsito de fuego. Este libro
es un hito en la poesía americana que algunos, como Juan
Liscano, han comparado con El paraíso perdido. Su formato
dramático y polifónico, que recuerda en mucho la tragedia
griega con sus personajes y el coro, está repleto de historia,
mitología, antropología, magia, esoterismo y metafísica.
Es el intento de poetizar la génesis poética, o la empresa
creativa del poeta, en un mundo que al final lo excluye.
El poeta (Ión) se crea a sí mismo al decirse, mientras crea
a los demás con el verbo. De ese modo, el creador es un
proyecto de sí mismo en su propia poesía. Dicho de otra
manera, la poesía es el potens que posibilita la parición
del poeta a través de la palabra. Dialéctica y dialogía de
la creación.

El tránsito de fuego es la lucha denodada del creador por


arrebatarle el Fuego, no ya a los dioses, sino a sí mismo,
invocándose desde su nacimiento, para entregarlo a los
demás. Ese fuego/palabra es la emanación primordial
que hace posibles la comunidad y el mundo. La palabra

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es un objeto, una tecnología diríamos hoy, que objetiviza


la realidad en tanto la poetiza. A través de la palabra
somos, nos posibilitamos. Sin la palabra dejaremos de
ser. Desaparecemos. Por ello la muerte es la ausencia de
palabras: el silencio, el vacío.

El legado de Eunice Amor

Claro está que el mayor legado de un poeta, o artista, es


su obra. Pero esa obra se produce y se construye desde
una posición estética y ética, desde una visión de mun-
do; desde un conocimiento a fondo del oficio y sus par-
ticularidades de producción. En esa perspectiva, la bús-
queda interior y solitaria de Eunice por el arduo camino
de la poesía, nos deja infinitas enseñanzas. La principal
es su acendrada postura ética respecto de la creación
artística.

Esa postura ética, que se profundiza en sus últimos diez


años de vida en la soledad de su apartamento de paredes
amarillas en la calle Neva del D.F, en México, nos sugiere
y propone que, para llegar a concebirse como poeta, pri-
mero se debe ser humano, y un buen ser humano. Escu-
chemos su palabra:

“Se puede decir que lo único que quiero en este mundo,


es realizarme humanamente, para lograr realizarme en
la poesía tal como la entiendo” (Liscano: 1975: 87-88).

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Dicho con otras palabras: el poeta solamente puede rea-


lizarse imbuido en la humanidad, sabiéndose prójimo de
todos los hombres y padeciendo sus fracasos y sus dolores
más profundos, así como sus triunfos y sus días felices.

“El poeta anda buscando a Dios y sólo lo encuentra en el


fondo de todos los hombres. Y sólo es poeta cuando sabe
lo de todos los hombres posibles; y lo sabe sólo cuando los
ama inmensa y apasionadamente. ‘El amor es el perfecto
conocimiento’ creo que así dijo Da Vinci. Pero no puede
amarlos desde lejos” (Ibíd.: 84).

La poeta tenía muy clara su misión como creadora y da-


dora de vida a través de la palabra. Por eso insiste en la
humildad que ha de tener el poeta ante la egolatría mun-
dana, o la búsqueda de un Nirvana personal que aísla al
creador de su sociedad.

“Los poetas tenemos que ser más humildes y sacrificar


eso; detenernos menos en nosotros y mirar atentamente
todo lo que nos circunda… Si el Nirvana está en el cami-
no de la poesía, el poeta lo halla sin buscarlo” (Ibíd.:90).

Para contagiarnos de humanidad debemos estar atentos,


vigilantes. Convertirnos en un combatiente cotidiano aler-
ta ante las cosas visibles e invisibles. En un guerrero de la
luz. Solamente así podremos sintonizar la “Gran Balada”
del mundo. Y eso exactamente fue Eunice: una guerrera

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de amor como su Miguel Arcángel, personaje tutelar de El


tránsito de fuego y del último tramo de su vida. Más aún:
una vidente que, como William Blake, podía percibir el
cosmos desde su ventana, la otra luz de su lámpara, el re-
nacer de la vida en las legumbres y verduras conservadas
en su refrigeradora.
Y todo ello con mucho amor, con apasionado amor por
los hombres. Por eso sin saberlo, o tal vez teniendo plena
conciencia de ello, trocó su apellido en su contrario como
bien lo saben los gnósticos o los herméticos: Eunice Amor.

Colofón
Eunice Odio es la gran poeta de Costa Rica en el siglo
XX. (Creo que con Max Jiménez y Jorge Debravo, nues-
tros otros grandes creadores del siglo, era la persona más
“agraciada”, poéticamente hablando, que hemos tenido).
Y una de las más importantes voces de Centroamérica y
del continente. Tal vez por ello hubo de cargar en vida con
la indiferencia y la insidia de la sociedad de su tiempo, es-
pecialmente la costarricense que la excluyó, prácticamen-
te, de su memoria hasta años recientes.
Por supuesto Eunice no era una mujer fácil. Su fuerte per-
sonalidad y su carácter, templado en una colectividad ma-
chista y patriarcal donde el asedio masculino –debido a
su belleza física, a su talento natural y a su agudo nivel

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intelectual– era consuetudinario, la convirtieron en una


mujer contestataria siempre a la defensiva, custodiándose
de lo vulgar, lo intrascendente y lo refractario a la poesía.
Se dice que su vocabulario cotidiano a veces era podero-
samente soez e insoportablemente descalificador y desfa-
chatado. No era para menos, el mundo la arrinconaba y
debía defenderse con todas las armas a su alcance.

Por lo demás, sus opiniones políticas no siempre fueron


del agrado de la mayoría. Algunas eran francamente reac-
cionarias y costaría bastante estar de acuerdo con ellas. Sin
embargo, la honestidad y la franqueza puestas en las mis-
mas, le otorgan un rasgo originalísimo que muchas veces
aciertan en términos de diagnóstico y profecía, aunque no
las compartamos. Su esencialismo metafísico y su idealis-
mo filosófico la llevaron a tomar posiciones ideológicas
contracorriente. Pero eso no le resta ningún valor a su poe-
sía ni a su producción ensayística, narrativa y epistolar;
al contrario, habla muy bien de su insobornable valentía
intelectual.

Por todo lo anteriormente esbozado se torna imperioso


profundizar en el estudio de su obra poética, obra que aún
se lee poco en Costa Rica y Centroamérica, y es casi des-
conocida en el resto del continente. Eunice Odio es una
voz singular e imprescindible en el mosaico literario la-
tinoamericano, una voz que sugiere caminos y que bien

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Revista de poesía Exilio

nos puede conducir a otros espacios de la palabra con su


potencia cósmica y su sed de infinito. Su poesía continúa
entre nosotros como insólito paraíso a visitar y como tes-
timonio de intuición primordial y de entrega lúcida a sus
imágenes y transfiguraciones.

Bibliografía consultada
Esquivel, Mario (Presentación notas y selección). Eunice Odio en
Guatemala. Instituto del Libro, Ministerio de Cultura, Ju-
ventud y Deportes, San José, 1983.

Liscano, Juan (Compilador). Eunice Odio. Antología. Rescate de


un gran poeta. Monte Ávila Editores, C.A., Caracas, 1975.

Von Mayer, Pegyy (Editora). Eunice Odio. Obras completas. Edi-


torial de la Universidad de Costa Rica y Editorial de la Uni-
versidad Nacional, San José, 1996.

***

*Adriano Corrales Arias (Costa Rica, 1958). Ha publicado, entre


otros, los siguientes libros: Tranvía Negro (Poesía, 1995 y1999);
Los ojos del Antifaz (Novela, 1999; 2001; 2007); La suerte del Anda-
riego (Poesía, 1999); Hacha Encendida (Poesía, 2000); Profesión u
Oficio (Poesía, 2002); Caza del Poeta (Poesía, 2004); El jabalí de la
media luna (Cuento, 2005); Balalaika en clave de son (Novela, 2006);
San José varia (Poesía, 2009); Samsara (Poesía, 2012). Es profesor
e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica donde

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dirigió la revista Fronteras y el Encuentro Internacional de Es-


critores. Ha sido antologador de poesía y narrativa costarricen-
se y centroamericana y ha participado en múltiples festivales y
encuentros de escritores nacionales e internacionales. También
escribe teatro y colabora con varias publicaciones nacionales y
latinoamericanas.

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Del libro Los elementos terrestres.


Premio Centroamericano “15 de Septiembre”, 1947

A Jorge

Poema primero

Posesión en el sueño

Ven
Amado

Te probaré con alegría.


Tú soñarás conmigo esta noche.

Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.

Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.

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Revista de poesía Exilio

Antes que yo se te abrirá mi cuerpo


como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo,

Tu cintura en que el día parpadea


llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,

Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

fue descubierto apenas, otro niño,


y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.

Ven
te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche,


y anudarán aromas caídos nuestras bocas.

Te poblaré de alondras y semanas


eternamente oscuras y desnudas.

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Revista de poesía Exilio

Poema segundo

Ausencia de amor

Amado
en cuyo cuerpo yo reposo,

cómo será tu sueño


cuando yo te he buscado sin hallarte.

Oh,
Amado mío, dulcísimo
como alusión de nardo
entre aromas morenos y distantes,

Cómo será tu pecho cuando te amo.

Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo


y tu voz,
un manojo de lámparas.

Amado,
hoy te he buscado
por entre mi ciudad

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

y tu ciudad extraña,
donde los edificios
no se alegran al sol,
como frutales conchas
y celestes cabañas.

Y andaba yo
con un crepúsculo enredado entre la lengua,

Con aire de laguna


y ropa de peligro.

Me vio desde su torre


un auriga de jaspe,

yo te andaba buscando
por entre el verde olor de sus caballos,

Por entre las matronas


con pañales y pájaros;

Y pensando en tu boca
reposaban mis ojos,
como palomas diurnas
entre hierbas amargas.

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Revista de poesía Exilio

Y te buscaba entonces
por las inmediaciones de mi cuerpo.

Tú me podías llegar
desde el suceso cálido.

II

Amado
Hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,

Junto a alquerías errantes


guardadas por el campo
y de agitado pasto vencidas y entornadas.

Y de pronto llegaste,
huésped de mi alegría,
y me poblé de islas
con tu brillante dádiva.

Desde la brisa fresca llegaste


como un niño con un pañuelo blanco

y la noche voló de sueño entre las ramas,


junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Amado,
en cuyo cuerpo yo reposo
y en cuyos brazos desemboca mi alma,

Cómo será no hallarte en la distancia,


y llegar a tu cuerpo como los alimentos
reanudados al calor de la gracia
necesaria y perdida.

Estar donde no estoy más que de paso,


no estar donde tu aliento me contiene
y me desgarra
como una piedra el alma.

Cómo será tener,


de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
congregado y solo.

Amado
Hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad y tu ciudad extraña
y no te he hallado.

Cómo será buscarte en la distancia.

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Poema tercero

Consumación

Tus brazos
como blancos animales nocturnos
afluyen donde mi alma suavemente golpea.

A mi lado,
como un piano de plata profunda
parpadea tu voz,
sencilla como el mar cuando está solo
y organiza naufragios de peces y de vino
para la próxima estación del agua.

Luego,
mi amor bajo tu voz resbala,

Mi sexo como el mundo


diluvia y tiene pájaros,

Y me estallan al pecho palomas y desnudos.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Y ya dentro de ti
yo no puedo encontrarme,
cayendo en el camino de mi cuerpo,

Con sumergida y tierna


vocación de espesura,

Con derrumbado aliento


y forma última.

Tú me conduces a mi cuerpo,
y llego,
extiendo el vientre
y su humedad vastísima,
donde crecen benignos pesebres y azucenas
y un animal pequeño,
doliente y transitivo.

II

Ah,
si yo siquiera te encontrara un día
plácidamente al borde de mi muerte,
soliviantando con tu amor mi oído
por donde corra el agua
y no retoñe...

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Si yo siquiera te encontrara un día


al borde de esta falda
tan cerca de morir, y tan celeste
que me quede de pronto con la tarde.

Ah,
Camarada,

Cómo te amo a veces


por tu nombre de hombre

Y por mi cuello en que reposa tu alma.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Poema cuarto

Canción del esposo a su amada

Asomada a mi pecho
Tatuada en él como la edad
Y el daño.

Como una suave grey de colinas


cuyo rumbo retorna con el alba,

Habla mi amada
con su amor que tiene
apenas pecho diurno y voz descalza.

A mi sombra
se bordearon de pulpa sus caderas.

Por mí arrea con sus pechos


el ganado del alba,

Y la tarde a su paso se quebranta,


como de junco herido
y laurel entornado.

Párpados transitados
de nieve y mediodía,

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Revista de poesía Exilio

Pozo donde mi boca


desmedida resbala
como torrente de paloma
y sal humedecida.

-Sobre los muslos te pusieron


racimos de ira y vocación de besos.

Yo haré que de tus muslos


bajen manojos de agua,
y entrecortada espuma,
y rebaños secretos.

Ven,
Amada.

Los árboles
todos tienen tu cándida estatura,
y tu párpado caído,
y tu gesto mojado,

Edificio de alondras
habitado de climas
donde legisla el sol
sobre viñedos de oro.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

A tu sombra
me encontrarán los pájaros salvajes.

Tu voz de aire caído


entre cuatro azucenas,
desfilará en mi oído
como acude la tarde.

Ven,
te probaré con alegría,
tú soñaras conmigo
esta noche.

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Poema quinto

Esterilidad
El hombre
nacido de mujer,
corto de días y harto de sinsabores;
que sale como una flor, y es cortado,
y huye como la sombra, y no permanece.
Job – 14, 1 y 2

Tal como flor que sale


y es cortada,

Con la piel por donde huye


la risa de los niños,

Y llena hasta los muslos


de tristeza;
así es nuestra hermana
en cuyo umbral
naufraga el cuerpo de uso eterno.

Golpe de viento nuevo


inexperto en aromas,
y sin rubor azul ya despreciada sombra,
escombro de oro en sueños por las ramas.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Carne en que tropezara de costado


la gracia del alumbramiento,

Fácil como los signos en reposo


por donde llega de la mano el niño;

Asomada al arrimo,
con media flor y apenas
medio rostro

Y con el vientre en que tembló


una piedra.

Con un desfiladero en cada pecho,


sola,
venas arriba por los ojos,

Sola
como el primer hombre cuando descubrió
la primera sonrisa
y se volvió,
de pronto,
con todo el cuerpo
a flor de fabuloso labio estremecido,
más solo que antes,
cuando no tenía sonrisa cotidiana
que dividir en dos pedazos triunfales;

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Revista de poesía Exilio

cuando no pensaba en el otro


y descendía junto a su piel profunda,
roto entre los sonidos venideros
como pájaro en proyecto por los árboles:
júbilo de vacío jubiloso.

Como huella que cae


clara y sin cuerpo
y no levanta hoja
que al volver por el suelo,
alta de días,
instale al humus su unidad primera,

Así es nuestra hermana.

Secreto cauce
quieto,
agua sin ruido.

“Nacida de mujer,
corta de días, y harta de sinsabores;
que sale como una flor, y es cortada,
y huye como la sombra, y no permanece.”

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Poema sexto

Creación

Proposiciones de Prometeo

Y la tierra estaba desordenada y vacía,


y las tinieblas estaban sobre la haz
del abismo, y el espíritu de Dios empollaba
sobre la haz de las aguas.
El Génesis, 1-2

Altas proposiciones de lo estéril


por cuyo rastro voy sangrando a media altura
y buscándome,
palpándome,
por detrás de la rosa edificada,
sobre lo que no tiene orilla ni regreso
y es, como lo descubierto recobrado
que acaba el que me siga y me revele.

Me apoyo en ti,
clima desenterrado de lo estéril
para fundar el aire de la gracia y el asombro;
y el metaloide aciago y desmentido,

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Revista de poesía Exilio

primero en rama llega,


y luego en flor el metaloide oscuro,
y en fruto de sabor martirizado,
baja junto a la lengua enajenada,
pasa de mano en mano hasta la altura.

Porque no es lo posible lo seguro


sino lo que inseguro se doblega,
lo que hay que abrir y sojuzgar por dentro,
y es como polvo en cantidad de sombra.

Porque el fruto no es puerto


sin rumbo entre las aguas,
sino estación secreta de la carne;
íntima paz de cotidiana guerra
donde reposa el vientre silvestre y revestido
de accidentes geológicos y espesos.

Y la alegría purísima,
la honda gracia presente y madurada,
que rebota hasta el fondo de la sangre,
que hace correr y madrugar en pájaros,
y equivocarse de pecho y ponerse,
como ciertas flores,
un corazón de pana en la mañana.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

La alegría de caer en inocencia de sí mismo


y disfrutarse junto a otras criaturas
en el descubrimiento de su nombre,
madrugando de pecho para arriba
donde los alimentos perseveran
perdidos para el cielo.

II
Y será como el árbol plantado
junto a arroyos de aguas,
que da su fruto en su tiempo,
y su hija no cae; y todo lo que
hace, prosperará.
Salmo 1-3

Al borde estoy de herirme y escucharme


ahora que le propongo al polvo una ecuación
para el deslizamiento de la garganta,

Ahora que inauguro mi regreso


junto a mi pequeñez iluminada,

Ahora que me busco revelada


y transida en otros nombres,

Cuando por mí descienden y se agrupan


anchas temperaturas matinales,

Y hay gran fiesta cerval en los caminos.

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Revista de poesía Exilio

III

Pasa mi corazón
con su pastosa identidad doliente.

Mi aliento transitivo que enarbolo


y el niño cuyos pasos me prolongan.

Pero la sangre está ya en marcha,


repercute,
hacia un país recóndito y anclado,
entre pesados hierros con nombre de muchacho,
y extensos materiales fuera del pulso mío.

La sangre está ya en marcha


hacia una parte mía donde llego de pronto,
y me conoce el pecho en que tropiezo,
y mis extensas, pálidas, boreales coronarias.

El cuerpo es ya contagio de azucena,


estación de la rama y su eficacia;
palacio solitario en cuya orilla
crece el suelo y afluye entre rebaños
y entre sueños secretos y pacíficos.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

IV

Puede pasar mi pecho errante,


mi instantáneo cabello
y mi atroz rapidez que no me alcanza,

Pero se ha vuelto inaugural


mi peso de habitante recobrado

Y aires de nacimiento me convocan,

¡Ah, feliz muchedumbre de huesos en reposo!

Refluyen a mi forma y se congregan


los elementos suaves y terrestres
y la pulpa negada y transcurrida.

Los pájaros me cambian


a traslados mayores del sonido,

Y la tierra a empujones de llanura.

Al borde estoy de herirme y escucharme


ahora que me lleno de retoños y párpados tranquilos,

Cuando tengo costumbre de nacer


donde bajan los huesos temporales,

f 39
Revista de poesía Exilio

Cuando me llamo para mí, callada,


y alguien que no soy yo ya me recuerda,

Sollozante y sangrando a media altura,


sobre lo detenido
descubierto
y recobrado.

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Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Poema séptimo

Germinación

INTRODUCCIÓN
I

Oh don,
oh don de sí, tu pelo
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.

Yo podría cantar una canción


para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa

Yo podría traer al corazón recuerdos


como uñas cayéndose del alma.

Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

Pero está al pie del surco tu desnudo


en traje de profundidad;

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Revista de poesía Exilio

Piensa en tu edad el mar y palidecen


delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pensando más el cielo en menos aire
mar con solo las olas y sin agua.

Y tú a la orilla del paisaje tiemblas


ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,

Crepúsculo manchado de violines,


compañero fugaz de mi costado.

II

Alguien pasa rozándome las venas


y se abre el surco entre la flor y el labio.

Es que llega la noche


en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuaga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.

Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,

42 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

quietud de sumergidos resplandores,


la noche es de aire y tallo oscurecido.

PRELUDIOS

Óyeme esta canción que en mí te nombra


carne para la fruta necesaria.

Cuando la soledad
bajo tu nombre oída y apretada,
Cuando yo era como niño enterrado
a quien llaman por su nombre pasado,
y responde, y no se oye en sí mismo;

Y mi mano en el fondo,
confundida,
tenía ya atisbo, llave, forma mía,

Y se sentía más arriba del pecho y el abrazo


como corona alegre y consumada.

Tú me llamabas a tu nombre,
y vine,
con clara identidad de nacimientos,
con la veraz acostumbrada gracia
con que sueñan su honor las catedrales.

f 43
Revista de poesía Exilio

Tú eres ya de día junto a la noche.


Ya soy contigo el día,
y en virtud de la ausencia en que me evoco
miro cómo mi forma me comparte,
cómo respiro en pelo y a mansalva,
por dentro de mi voz y no a lo largo.

EPÍGRAFE

Tu mano en que desdoblan ruiseñores


su pálido desnudo,
su ancho pecho de musgo coronado,
es mano que abre al viento reclinado
claro jazmín entre la sien oscura.

Sí, deshojada el agua entre la frente,


labra pequeña placidez de lirio
y entre los dedos gajos de violines.

II

Tiende el oído y óyeme esta canción


que es como semilla de estaciones.

Que es como la casa de verano


donde me crece de la mano un niño,

44 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

y el alma da empujones a la orilla,


y es como piel el alma –no se siente.

Entraremos de pronto en el verano como árboles


vegetalmente abiertos de oídos y de polvo,

porque todo refluye hacia el arribo,


asciende el vientre a capital de fruto
y el aire hacia ecuación de golondrina.

¡Brotes sacramentales de la hierba,


oh, dádivas subiendo de la entraña,
suma de transitados alimentos!
Y a la altura del pecho y la labranza
semilla de silencio y luz desierta.

Todo regresa hasta su forma exacta.


La vida retoma su ambición pequeña
de ser, del todo, vegetal profundo,
recóndito edificio y luz abierta.

ACORDE FINAL

Al borde de alegres segadores tiembla el agua,


y ofrece para el orden del labio complacido
dulce rumbo crecido de preñadas mañanas,
y agraria transparencia, dulcemente encendida.

f 45
Revista de poesía Exilio

El trigo coronado de apretada espesura,


retiene el desbordado color con que le ordenan
-vecino de la carne- colmarse en primavera.

El ganado decrece tiernamente en lo oscuro


donde dilata el suelo su asombrosa corriente,
y la abeja termina su tránsito de nieve,
y su majada oculta sobre tímidos jaspes.

Y tú, amado,
que pones rumbo fijo al arado
que circuye la tarde y apresura la rosa

Dónde tienes el pecho frondoso de raíces


dónde la sien desnuda sin regazo ni término.

Sobre los pastos suaves, cándidos mayorales


habilitan la uva en que se aloje el vino,
y congregan el clima en que crezca su aroma
y reparta en la lengua manojos de alegría.

Así el verano atiende su reciente hermosura


y sobre el viento solo distribuye sus pájaros.

Así el nácar esparce su quietud y deleite


y su color silvestre reanuda y apacienta.

46 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

¡Oh dádivas,
Oh dones terrestres,
Oh suaves alimentos;

Sólo agotar la siembra con el pecho,

Sólo desembocar al gozo y detenerse

Oh piel,

Oh ceniza colmada y balbuciente!

f 47
Revista de poesía Exilio

Poema octavo

Pregunté a las mujeres del campo


por el hombre;

Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.

-¿Mujer
has visto tú a mi Amado,

Has visto al huésped mío,


al Camarada hermoso?

Su carne que el verano


golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro náufrago


como los litorales.

¿Lo conoces?

48 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Puede pasar de pronto


con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el Camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno


su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia


como el mar.

¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?

II

Yo lo busco.

Él es mi Camarada;

Junto a su mano dejan


su olor las golondrinas

f 49
Revista de poesía Exilio

Y una ola de mineral oculto


lo recorre.

Queréis hallarlo conmigo

¡Oh, mujeres de vientre madurado


en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!

¡Oh, doncellas alegres


en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo


por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,

50 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

cuando las manos de Dios vienen rodando


como suaves árboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas


y enramadas.

Queréis buscarlo conmigo,


y exaltarlo.
A Él, al Hombre,

Al que camina en parte


con mi alma,

Al del muslo entornado


cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.

f 51
Revista de poesía Exilio

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre


que comparto en el seno de mi madre

Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del día transitorio


cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos


como semilla de éxtasis,

Que le lleve mi cuerpo


reclinado entre palomas,

Y que llene su boca


de sol y mediodía

Oh niños,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

52 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas


se detengan

Así sea.

f 53
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

De Territorio del alba


y otros poemas (1946-1954)

Declinaciones del monólogo

Estoy sola,
muy sola,
entre mi cintura y mi vestido,
sola entre mi voz entera,
con una carga de ángeles menudos
como esas caricias
que se desploman solas en los dedos.
Entre mi pelo, a la deriva,
un remero azul,
confundido,
busca un niño de arena.
Sosteniendo sus tribus de olores
con un hilo pálido,
contra un perfil de rosa,
en el rincón más quieto de mis párpados
trece peregrinos se agolpan.

f 55
Revista de poesía Exilio

II

Arqueándome ligeramente
sobre mi corazón de piedra en flor
para verlo,
para calzarme sus arterias y mi voz
en un momento dado
en que alguien venga,
y me llame...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
Bajo,
desciendo mucho más,
¿quién me encontrará?
Me calzo mis arterias

56 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

(qué gran prisa tengo),


me calzo mis arterias y mi voz,
me pongo mi corazón de piedra en flor,
para que en un momento dado
alguien venga,
y me llame,
y no esté yo
ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo,
y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.

Marzo, 1946
San José, Costa Rica

f 57
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

De Pasto de sueños
(1963-1971)

ARGOS DEL DÍA OCULTO

A Rodolfo Sanabria

Toma su edad del mar,


su juventud del vuelo,
que siempre fue del día duradero.

Toma por esposa a la sal


y su frontera en flor de donde el viento.

Antes vivió y habló


(dijo el aire en cenizas
y fue una flor del largo de la tarde).

Antes vivió y habló


donde plantan su tienda las abejas;
junto al cerezo que era de día en sus entrañas
cuando afuera, en el mundo,
Sinfinela dormía y parecía un suceso de plata.

f 59
Revista de poesía Exilio

II

Ahora ve el rumor de una escarpada fuente,


Argos sin sombra con desnudo de árbol;
cedro de suelo y despaciosa frente;
la vellosa corteza derramada sobre la faz de las aguas,

Cedro cuyos otoños,


vuelven multiplicados por la arena;
cuyo sonido aumenta
al dar las seis la primavera

y al escuchar al pájaro que relata su infancia


(eso es lo que relatan
cuando cantan los pájaros
y también que hubo “un hombre
cuyo nombre fue escrito sobre el agua”;

y que un inocente se perdió


y no lo han encontrado
y es buscado -para mirarlo-,
por los huéspedes de la tormenta).

60 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

III

Argos, Argos, escucha:


He venido a saber,
a preguntar de árbol a árbol entre los dioses.
Te pregunto por el amor, porque he dormido bajo tus ojos;
pregunto por el rumor del cuerpo abierto;
pregunto tras la puerta velada de par en par;
pregunto delante de ella en presencia mía.

IV

Cuando miras
¿ves la hora que vino y la hora que llega?
Una hora, ¿es todas las horas en el día secreto?
Una hora es millones de hombres
floridos
y dormidos
y jugando bajo las estrellas.

Tú,
¿ves la hora de la flor paciendo bajo los olmos?
¿Y la del ángel en los pliegues del joven?
¿Y, simultáneamente,
la del mendigo que vino
de un planeta sin fondo

f 61
Revista de poesía Exilio

y al llegar llegó ardiendo sin solución de continuidad;


(y también los testigos quedaron en llamas,
tornaron su alma al fuego),
y fue un asunto de la eternidad?

¿Ves la hora que se fue sin tocarme la lengua,


ni la mar,
ni el abril que vendrá
conmigo reflejada entre sus ondas,
entre tus ojos,

incendiados espejos de abril en orden de batalla


esa hora que es la misma,
/que a otro cortó de cuajo y oscureció?
Argos, Argos, escúchame.

Escúchenme tus ojos donde jamás se pone el sol, ni el aire


y amanece largamente sin fin sobre los álamos,
¿qué hay detrás de tu mirada múltiple,
de ese pozo de cristal
que gira en la tierra del hombre?
¿Del otro lado de los panes que en multitud
acarician la tierra,
y nos entregan, atados de pies y manos a la vida?
¿Detrás de la mariposa que una noche,
por buscar el fuego indestructible

62 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

halló la forma de tus brazos;


y más allá de una calabaza cuya múltiple flor,
se abrió en el Templo de Salomón

A Jehová,

Señor de los Ejércitos?

He aquí que Algo de La Luz me ha puesto sitio


y tú sabes Su Nombre. Dame un indicio.
Dime, Argos, Maestro, Espía de la Luz,
cómo ponerlo en el dominio de mi palabra,
cómo darle la sílaba deslumbrada.

VI

Todo lo sabes tú,


viviente en el tiempo total y original
tan solo discernido,
en la región donde el Arcángel siega
/los rayos de Su Planta

y está rodeado por Su espada Estelar;

f 63
Revista de poesía Exilio

donde el tiempo reposa -una burbuja de aire


amurallada por el fondo del mar;

donde el tiempo, despojado de sí, enajenado,


se detiene
a ser memoria de la eternidad;
y si le preguntaran cómo está no sabría;
sería como un niño dilatado
que solamente es iluminado.

Argos, aquí, entrelazada al viento, a ti,


mezclada con el sol y la distancia
te interrogo:

¿qué hay más allá del cielo que vendrá,


confundido entre las aguas y los ciervos;

del cielo que ya vino una mañana

que habitaron aquellos


-muy pocos-
que lo miraron?

Argos, Argos, responde.


Iníciame en la ruta porque vas
en actitud de tierra prodigiosa.

64 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Voy a tenderme sobre tu corazón,


es decir, voy a tenderme
sobre una fresca rama vertiginosa;
sobre tus largas piernas,
sobre tu cara,
fuerte como el costado de una batalla.

Voy a rodearte con palabras que vinieron de los montes,


a conjurarte.
Sea propicio el Oráculo.

f 65
Revista de poesía Exilio

Este es el bosque

A Alfonso Chase

Este es el bosque
y aquí, un momento,
mi corazón espía…
Van y vienen
los descendientes de los árboles
-escondidos animales geométricos.
Se meten en sus cóncavas materias
-sienes aéreas,
largos fantasmas de alas sumergidas.
Se despliegan,
gravitan contra la sombra,
ciertas partes ascendentes,
del poderoso y habitante oxígeno.
Este es el bosque desprendido
y aquí, en esta forma de sed
pongo mi corazón a descansar,
a desandar,
un pensamiento de hojas que fue mío.
Aquí, sobre la tempestuosa apariencia
de una campana lanzada por la hierba.
Este es el bosque
y aquí mi corazón, desanudándose,

66 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

sólo es un ruido,
una alegría que se desvió por dentro,
y se perdió incesantemente,
y no puede encontrarse,
o siquiera parecerse a sí misma.
Aquí mi corazón
-este es el bosque-
reposa celebrando su partida.
Se va, irá pronto en camino,
como después, como antes,
como si “siempre irse” fuera su pronombre.
Parte hacia ayer,
hacia el día de un año que nadie vio crecer
porque se devoró,
porque comió de su propia substancia.
Va hoy, fue antes,
irá siempre en camino
abandonando páramos,
espinas,
huesos activos;
la posada que parecía del tamaño del mundo,
y sólo era
un espejo flamígero.
Se va, se irá, siempre se ha ido,
abandonando calles invencibles,
meses deshabitados,

f 67
Revista de poesía Exilio

casas cerradas por el tiempo verde.


Se irá, se fue,
haciendo compañía
a todo aquello que contiene el aire
de fronteras difusas,
y espumas prolongadas hasta el canto;
haciendo compañía
a todo lo que vive
llevado por el espacio.
Y abandonado por los frutos del mar, del sol, del viento;
por lo que da la Tierra
girando sobre su éxtasis;
por lo que no se dijo jamás eternamente
que negaba la atmósfera.
Vamos, levántate,
es hora de partir.
¿A dónde vamos, compañero sin nada al sol?
Vamos a la sagrada forma
que no duerme jamás;
al atareado aroma solitario, a la sangre
que solo sale al viento por un golpe,
desgatando lo que toca en su tránsito.
Vamos al gran torrente que imagina
lo que palpamos
y no vemos,
cegados por su tacto iluminado

68 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

y su anegado resplandor.
Vamos al sitio de la sien, al pasar de los huesos
perfectos, despoblados, desollados.
Vamos a nuestros días en secreto;
a nuestra piel que ocultamente pasa por manos
atmosféricas,
por tactos elevados a potencia.
Tengo frío. Tenemos.
No debimos salir a ser mirados
y tenidos por suyos;
y desgajados,
y partidos
como el árbol que somos,
que nos sueña.
Caminemos.
Entremos
a no salir jamás,
a cumplir con nuestra obligación de latir,
de sollozar,
de morir
en la sola compañía
del último de nuestros huesos
que oyó llamar a la Tierra

2 de agosto de 1966
México

f 69
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Del libro El tránsito de fuego


(Primera edición, Ministerio de Cultura, San Salvador, 1957)

Este libro es un hito en la poesía americana que algunos,


como Juan Liscano, han comparado con El paraíso
perdido. Su formato dramático y polifónico, que recuerda
en mucho la tragedia griega con sus personajes y el
coro, está repleto de historia, mitología, antropología,
magia, esoterismo y metafísica. Es el intento de poetizar
la génesis poética, o la empresa creativa del poeta, en un
mundo que al final lo excluye. El poeta (Ión) se crea a sí
mismo al decirse, mientras crea a los demás con el verbo.
De ese modo, el creador es un proyecto de sí mismo en su
propia poesía. Dicho de otra manera, la poesía es el potens
que posibilita la parición del poeta a través de la palabra.
Dialéctica de la creación.

El tránsito de fuego es la lucha denodada del creador por


arrebatarle el Fuego, no ya a los dioses, sino a sí mismo,
invocándose desde su nacimiento, para entregarlo a los
demás. Ese fuego/palabra es la emanación primordial
que hace posibles la comunidad y el mundo. La palabra
es un objeto, una tecnología diríamos hoy, que objetiviza
la realidad en tanto la poetiza. A través de la palabra

f 71
Revista de poesía Exilio

somos, nos posibilitamos. Sin la palabra dejaremos de


ser. Desaparecemos. Por ello la muerte es la ausencia de
palabras: el silencio, el vacío.

Adriano Corrales Arias

NOTA de Ediciones Exilio:


Debido a su extensión, ya que El tránsito de fuego es un poema que
ocupa cerca de 400 páginas, dividido en cuatro partes, en la presente
antología citamos solo algunos apartes y no omitimos los nombres
de los personajes que hablan para ubicar un poco más al público
lector. Todos los fragmentos elegidos (señalados su corte con tres
asteriscos) tienen su peso poético propio, prescindiendo de los
diálogos que le anteceden o que le siguen, y esperamos que quienes
se sientan tocados por la obra de esta gran poeta costarricense,
tengan la fortuna de recurrir a la versión completa de este poema,
único en América Latina.

72 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

I PARTE
De Síntesis del primer desterrado

III

¡Silencio!

Toda cosa resúmase:

Modere su espesura el agua leve


y su figura el vino;

la nieve sea la edad de la blancura,


y serénese el álamo encendido de rama en rama pura.

Toda cosa conténgase y retorne a sonido la alegría.

¡Silencio!

El polvo clama, celeste y oprimido por la luz,


íntimo y despuntando, su ámbito cercado por el alba.

Polvo es en silencio de primeros sonidos.

Lo grande sueñe en piedra


y lo pequeño, claramente yaciendo en sílabas de alondra.

f 73
Revista de poesía Exilio

Corra el tiempo soplando hacia su última presencia


duradera,

porque el aprisionado,

apoyado en inciertas vastedades,


en invisibles pozos de tormenta,

mas poderosamente armado de sueño y tenebrosa


levadura,
recogiendo su voz y su presencia ingénita,
con el aire, sin pie que lo encamine,
ha pasado por un Ojo de Dios.

Está presente.

74 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

De Fábula de la abeja

LA EXPANSIÓN

Yo estaría ya entornada
si antes hubieras dicho El Nombre
cuya primera sílaba es mi cuerpo,
con cuya duración me dilato eternamente fija,
quieto mi centro, velozmente inmóvil.

Entra,

para que yo te abra la puerta de la tierra.

f 75
Revista de poesía Exilio

II PARTE

De Proyecto de mí mismo

ION

Yo no he venido a disfrutar lo hecho,


sino a fundar desconocidos frutos.

El espacio habitado por la espina,


por los nombres del alba,

el ámbito nupcial de la simiente,


no han menester mi brazo;

mi amor es necesario para instalar,


en donde nada había,
una casa encendida, un álamo viviente.

Y en él, que está acechando


para que no lo apague la palabra,
he de construir los frutos…

En él, causa y recinto


de lo que todavía no se halla.

***

76 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

DÉDALO

Un día, bajo el suelo de Dios nació lo oscuro,


lo sin partes de amor, lo sin memoria.

Lo llevó Dios al fondo de su mano, y dijo que era bueno.

Después, antes del tiempo,


(antes de que acabara de crecer el relámpago),
parpadeó un Ojo eterno;

La atmosférica mano trazó un signo,


selló sus vastos límites y dijo:

su espuma es el silencio.

Sólo ha de sojuzgarlo
aquel cuya palabra es un acto amoroso,
un movimiento en llamas.

Lo he clausurado.
He guardado su cifra bajo losas de fuego.

¡Ay de aquel que lo abra si su aliento,


no es la medida exacta de las cosas!

¡Ay de aquel que lo abra si no es el implacable,

f 77
Revista de poesía Exilio

el fuerte,

el señalado!

Fácil es el acceso a la morada;


pero salir de la luciente casa es tanto como hallarme

a mí,

que a muchos años de la frente me encuentro,


cuando estoy en mi espalda.

¡Ay de aquel que vague por mi mano sin hallar la salida!


¡Más le valdría no hallar calor,
ni salto, ni paz de nacimiento!

Me llamará y no he de responderle.

Querrá buscarse en Mí,


y no habrá de encontrarme.
¡Ay de aquel que penetre lo sellado,
y no halle jamás la tenebrosa puerta!

Su figura será soplo desordenado,


desorbitada carne dividida.

78 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

¡Bendito el combatiente, irguiéndose


en su fuerza dolorosa!

¡Bendito el penetrante cuya fuerza es del día,


cuya ciencia es la ciencia de la rosa!

Él es roca que no esperó humedad y fue florida;


actitudes de ala, vagas cadencias de oro la vistieron,
musgos le aligeraron la substancia,
designios del verano la eligieron.

Después de penetrar y combatir,


sólo él hallará la salida;

a sangre y fuego traspasará la quieta levadura,


hará el viaje de ida y regreso a las cosas.

Sólo por él la desolada puerta tendrá una larga llave,


una llave construida de abismos implacables,
de murmurantes rayos;

llave de la extensión y de la espiga,

incontenible,

murmurante llave.

f 79
Revista de poesía Exilio

Llave para pasar, de la corteza,


al fondo del íntimo follaje,

del follaje a sus cielos interiores,


sólo alumbrados por la faz del agua,
sólo tocados por mi gran silencio.

Ahí estará en la vasta cerradura,

oída por el aire,


desmesurado y húmedo su espacio;

y sólo ha de encontrarla el elegido,


el que ha de ser testigo de lo nunca escuchado.

***

80 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

DÉDALO

¿Y si te invade a ti sin enunciarse?


Qué fácil le sería robarte lo que guardas,
y entrar con pie de lana en las palabras,
y borrarme los muros uno a uno,
y con ellos tu memoria de mí con que me abres,
para entrar y salir de ti a las cosas.

***

f 81
Revista de poesía Exilio

ION

Solo en tu compañía.

Eso eres tú, ausencia de mi cuerpo.


Si no estoy a tu lado, ¿quién guardará la entrada?
¿Y quién, si no es tu dueño, ha de guardarla?

Y soy más que tu dueño.

Tú eres la voluntad que tengo de que seas.

Eres mi criatura, soy tu padre tonal.


Soy tu hijo,
tu indicio,

la forma de tu aire.

Soy tu entraña extendida,


la parte de tu sien que resplandece.

Estás conmigo, aquí,


muy lejos ya de aquel lugar
donde te comenzaron mis palabras;
íbamos caminando paso a paso,
y en ese transcurrir sin evasiones,

hemos llegado al momento de partir.

***

82 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

III PARTE

De Proyecto de los frutos

GUNE

Ahora desearíamos, si fueras tan benigno,


que fundaras, para todos nosotros, una bestia.

ANDROS

Una bestia de cuerpo incontenible,


un animal que sea suave por dentro,
tanto como la órbita del árbol en su sombra;

y por fuera inflexible;


bien parido en todos los extremos,
las patas de marfil curvo y estrecho,

la voz larga,

que alcance sin quebranto agrícolas estrellas;


montes y labradores óiganla en lo alto

por la tarde

nuestra.

f 83
Revista de poesía Exilio

GUNE

Un animal perpetuo que no haya sido visto,


y que haga rudo pacto con la hierba.

***

84 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Soy yo que te poseo con dolor,


soy yo que te aniquilo,
mis meandros que te arrasan;

y tú, con tu tortuosa cadencia contenida,


que es la medida tuya y de tu imagen,

eres el poseído,
el invadido que ahora borraré,

que al polvo tornaré,

para que aprenda de donde viene,


sin haber llegado,

la voz con que lo llamo;

desde dónde por dentro de sus miembros

lo abrazo y lo vigilo cuando cree que está solo,

cuando cree que el pronombre que le di,


es apenas la sombra del nombre que no alcanzo.

***

f 85
Revista de poesía Exilio

ION

Acerca bien tu oído


porque voy a decirte, en secreto,
el ignorado nombre, el inaudito,

donde serás vacío jubiloso.

***

86 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

VII

ION

Ahora ha llegado el momento de que me sobrevengas,


para de nuevo nacerte y vulnerarte en mi nombre
y en el nombre del cuerpo sagrado que te nombro.

Padre,

abuelo,

hijo de mi tamaño melancólico,

ah, viejo hermoso y fértil, te recuerdo,


tu mano recorrida por el campo,
tu piel de curvo azúcar olvidado,
tu ira de suave, resumido golpe.

Y me asomo a tu frente.

Hecha de la materia que yo amo,


era estación del gozo,

y distaba de mí lo que los brazos.

f 87
Revista de poesía Exilio

Y tu ojo presidiendo el color y navegando


junto a los infantiles aromas preferidos,
como cuando a la par del viento tus manadas
cabían y pastaban asidas a tu huella.

Ahora ha llegado el momento de que me sobrevengas


y por tus huesos insondables camino
hacia el primer sonido de mi cuerpo.

Padre,

cómo te recuerdo cayendo sonrosado de tu muerte.

Padre,

abuelo,

hijo de mi tamaño melancólico,

oh niño en tierra, en propiedad caído.

Yo era tu olor, tu paso venidero,


y el trino presintiéndote el oído.

Estaba ahí cerca, a tu lado,


al lado de tus piernas, a la par de tu vientre,
pensándote los miembros encendidos,

88 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

más allá de tu pie sobreviviéndote,


cuando mi pie era, apenas, un claro de tu aliento,
y te veía viajar por la tarde entre rebaños
y entre árboles secretos y floridos.

Cómo no inaugurarte ahora que acudes a la lengua


y eres un fruto recobrado;
ahora que viajo por tus cosas desnudas y atisbo,
con tu párpado nuevo,
(mi párpado abrasado que es tu cambio),
tu benigno color humedecido,
tu impartida simiente,
tu médula brotando en cada sal,
tu cal en todo nuevo movimiento.

Cómo no inaugurarte con tu habitual pasión,


largos los dulces nervios de manzana,
y por escudo un nardo sin fronteras.

Lo mismo hubieras sido pastor que dirigiera


la marcha de los árboles,

o cavador del agua,

o labrador provisto de polvo y de follaje;

f 89
Revista de poesía Exilio

siempre recordaríamos tu brazo


y su extensión inexplorable
a la hora de los alimentos,

a la hora de la duda infantil que te acogía


y terminaba entre tus brazos.

Siempre recordaría tu mano


en que reposas al fin de tanta tregua,
y después de heredarme el aire en guerra,
el agua en llanto, y el labio vigilante
en recuerdo del pan vasto y sonoro.

Aun te hallo a distintas alturas


con el cabello atravesado a un monte
y ahogado de profundas mariposas maternas.

Después de muerto echaste a andar por mi meñique


aún desconocido,

y sigilosamente armado con tu sangre triunfal,


ardiente y dividido por la luz,

alzaste y repetiste en él,

-en mi meñique-

90 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

tu suelo venerable.

Y estás aquí, oh heroico defensor de mi sonrisa,


vigilante pastor de vena en vena,
conmemorándote,
dotándome de vértebras orales
y de menudas causas espaciales.

Ayer noche

(tal vez no era de noche,


tal vez era que había pasado el cielo),

nos besamos como niños que se besan por dentro.

Todo sucede al cabo de tu especie


y una gota de sangre me retiene en ti,

que eres yo mismo

sin mi gracia.

***

f 91
Revista de poesía Exilio

ION

Dédalo,
ve a la ciudad,

y si hoy es de día en todas partes,


busca a la mujer y dile que es verdad,

particípale,

afírmale que he hallado su figura,


y tocado hasta el fondo de la especie.

Que nunca nos habíamos encontrado

el padre, el hijo,
-y yo que soy el hijo de mí mismo,
y el padre de mi padre-

porque sin duda oscureció un momento


en el camino de mi cuerpo;

porque sin duda me quedé olvidando,

detenido
en una arteria de esas que desnuda la muerte,
y que la tierra hostiga, dispersa y arrebata;

92 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

pero dile que he vuelto balbuciente,


de lo disperso con que me olvidaba,

y que todas las partes de su amor


lo reanudan y juntan para siempre

a él,

desasida forma de mis brazos,

memoria de la sangre
que en mí y en ti se anima recordando;

a él,

desalentado principio de tu frente,


duración de mi rostro,

oculta permanencia del ojo

que la muerte ha derramado.

f 93
Revista de poesía Exilio

DÉDALO

¿Dónde la encontraré?

ION

A veces no está en su corazón,


ni en el cercano signo de su sexo;

mas siempre está en su vientre.

***

94 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Por la calle va un hombre.

Tiene esqueleto de ir, él solo, tiernamente,


a su primer recuerdo;

y yo lo sé, y sólo él, yo y sus membranas,


-hasta donde llegara a morir yo lo sabría-.

Y he aquí una flor. Se mueve y permanece


en su circulación;

quién pudiera nombrarla y ahí, a donde fluye


desatarla en su fluir,

-todas sus partes libres


entrando por el aire, sin nada hacia el perfume,
¡qué diurna transparencia mutilada!

…¿Qué estoy diciendo? ¿Por qué me evado?

¿Con qué palabra tutelar me ausento, apago mi cuerpo,


me despido del labio, más llama que sonrisa?

f 95
Revista de poesía Exilio

Aquí, aquí estoy. El arremolinado cuerpo en pie,


en su lugar el verbo doloroso,
en su sitio los miembros de mi alma. No irse nunca,
nunca.

Venga a mí la profunda claridad de los huesos,


acúdame, de cuajo, una lágrima lenta que me llore.
Señor, ¡Señor! ¡Yo muero de quererme!

Y es que soy ese hombre que va con su caballo,


y la mujer de trenzas matutinas,
el estiércol, el cauce de la espiga;

yo soy su nombre y puedo contenerlos.

Pero ellos, Señor, son cada uno,

y todos juntos

en el alba de todos se iluminan,


juntos pierden el mundo y lo recobran.

Y yo, Señor,
y yo soy todos ellos

y estoy solo.

96 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Hoy no aguanto su peso.

Tal vez mañana…

Por hoy, alíviame, Señor.

Un hombre soñoliento pasó junto a mi boca


y lo detuve. Nadie sabía
dónde nos encontrábamos, él y yo,
parecidos a todo lo que amamos.

Le pregunté:
¿yo me devoro? ¿O tú me devorabas?

¿Quién de nosotros es el que es el otro?


¿Quién se llamaba en mí,
y respiraba tomado de mis venas?

El hombre alzó sus labios primordiales,


me abrazó el corazón con una sílaba,
y entornándose todo,
después entró a llorar a mi memoria;

Y ahí ha quedado, asumiendo el vacío


de todo lo llorado,

ahí me dura todo cuando lloro.

f 97
Revista de poesía Exilio

De rostro en rostro voy caminando


y ese aliento de todos que palpo para siempre,
no sé si me ilumina o me combate.

Yendo de un ojo a otro,


¿habré perdido yo los ojos míos?

Siendo huésped de todos los cuerpos


que transcurren afuera,
¿habré dejado el cuerpo de uso eterno
en otro cuyo aliento me acompaña?

No, estoy atado, atrozmente anudado al rostro mío


en esta oscuridad de tanto rostro
que pasa por mi cuerpo.

Su oscuridad me asalta,
¿cómo la miraré si no es la mía?

Me pongo el corazón junto al sollozo


y el ojo tibio al paso de mi alma;

me voy adentro de todo lo que pasa viviendo,


y de lo que viviendo no transcurre.

Traspongo el alto umbral con decidido amor,


con paso lento;

98 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

me divido, en tantas líneas como formas suyas


se encarcelan en mí,

y me duele hasta el hueso el pensamiento.

Tengo miedo.

Es preciso salir, es decir, es preciso


nacerme nuevamente,
tocarme el paladar por vez primera,
y descubrir mis brazos viendo que están ahí,
que ellos son yo mismo, descubriéndome;
que yo soy mi presencia, y ellos,
los cuerpos y las cosas,
son cada uno de ellos sin mí.

No es cierto, no, es imposible que Ion,


el miserable, el dueño de las cosas,
sea la espalda de Arkhos, la sonrisa de Marzo,
el espejo de Carmen;

y a la vez su propia sonrisa, su pie, su espalda inmensa.


Tanto miembro disperso me pesa y me dilata.

¡Mujer! ¡Sorda!

¡Pietra!

f 99
Revista de poesía Exilio

Ven con el hombre, acércate, dime:

¿Quién de nosotros tres soy yo?

¿Por qué anoche mi cuerpo se llenaba


con ruidos amorosos de tu cuerpo,
y estaba enamorado con tu amor?

¿Por qué besabas con besos de mi boca?

Enmudeces. No sabes con qué voz responder.

Tú, Dendro,

criatura en quien espero,

responde:

Ayer, cuando en tu pecho oí decir:


hoy vendrá el agua, hoy caerá sobre el prado
y afirmará la tierra,

¿estaba tu alegría donde estamos,


o estaba yo en la entraña donde vives,
en la rama que alzas, en la raíz que escondes?

¡Dime!

***

100 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

XII

ARKHOS

Si pudiera, esa lenta congoja que te arrastra,


se volvería a mí, como un rostro a otro rostro,

y a mí me sitiaría

ION

Tú no puedes vivirme.
No puedes agonizarme a mí, con tu agonía.

Sólo yo,
solo,
puedo vivirme y desvivirme.

¿Qué quiero?

Encontrar para el pecho una forma


de no tropezar tanto;

y para la mirada un cuarto verde


al que lleguemos a paso de lobo,

f 101
Revista de poesía Exilio

sin que sepan que hemos estado ahí


nuestros abrazos y nuestras ilusiones.

No estar en mí en el momento en que paso por mi alma,


y me son conocidas mis arterias,

tanto tiempo acarreadas y cantadas.


Ser desierto. Eso quiero.

Deshabitarme el cuerpo,
tener vacía la lengua, desalojar la espalda,
echar a dentelladas la arteria que me sigue.

***

102 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

¿Tiendes a descender?
Mi alma, como tú, tiende a caer.
Incorpórate, piedra mía entrañable,
levántate
y yo me levantaré.

***

f 103
Revista de poesía Exilio

ARKHOS

Eres como el agua. A veces, un niño pálido


la recoge con las manos,

otras, su corriente se exalta y multiplica.

Ahora sonríes. Tu sonrisa es el pétalo que falta a la


amapola,
plata en cabello de la primavera.
¿Hacia dónde vuelves tu corazón?

***

104 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ARKHOS

Nada veo.

ION

Donde no hay nada, búscalo. En un sonido que era


largo como la luz,
y a la mitad de sí cayó por tierra;
en la rosa que estaba para ser
fruto para el olor y fue para los labios,
en lo vacío búscalo.
Mi memoria le toca las partes de su planta
recóndita y vacía.

***

f 105
Revista de poesía Exilio

ION

Al verlos tan oscuros y serenos


abandoné el dominio de la luz
y fui a vivir con ellos en la sombra atormentada.

Éramos la viviente sombra en llamas,


cada día consumida y renovada.

Era pecado querer lo que no estaba en su carne.


No quise levantar lo que no había en su ánimo.

Y fue la luz dejada atrás.


Más allá de los muros no pasó el mediodía…

Pero secretamente anduve entre rayos extinguidos


y yo era rayo vivo, viva ráfaga.

Y mientras esperaba, apagado mi cuerpo,


a que un día me pidieran
la luz que entre los huesos me asistía,
vigilante recóndita,
forma del esplendor,
la luz, que era su luz, en reposo,
guardada, sin cuerpo manifiesto pero viva y presente,
sin su velocidad y sin su acento,
pero en mí mismo entera y custodiada,

106 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

un día, digo, un día cuya órbita midió


el tiempo en secreto,
los habitantes puros despertaron,
arrojaron su sombra,
y ascendieron por el vasto territorio del alba
diciendo:

Bueno sería saltar más allá de la frente.


Enajenémonos,
perdamos el recuerdo,
la espalda, el paladar.

Neguemos nuestros huesos pretéritos,


nuestras dolientes piedras sosegadas.
Salgamos.
Llévanos a rastrear el aire.
Justo es que conozcamos ya los frutos de la mañana.

***

f 107
Revista de poesía Exilio

ION

Mucho antes de enfrentarme a la tarea,


tengo un miedo infranqueable que nada podría traspasar.

Como si fuera cierto que es del cuerpo,


me recorre.

Se me confunde el pecho con lo negro,


se me eriza la sangre, se levanta,

mi corazón es ácido y espeso.


No lo remonta nada, nadie.

Estoy sin mí, me busco por el alma.

Paso sin conocerla, sin mirarme.

Sólo soy una gota de carne dolorosa


que se levanta y anda.

Porque hay que andar,


levantarse como una herida al viento,
presintiendo que tal vez no ha llegado la hora
de tenderse a callar,
a morir;

108 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

de que hay otra cosa, de que aún queda una,


una sola esperando su nombre para nacer;
y que vas a llegar,
vas a tocar por fin su ribera para salvarte,
y llegas,
instalas su figura en el vacío,
y su existencia empieza,
su sonido va de boca en boca
aumentado y salvado para siempre.

Después, tengo miedo de no volver a temer jamás.


Alégrate, Thauma, hermano mío. Antes nada temías.
Temes porque creces.
Cuanto más grande seas, mayor será tu miedo
infranqueable.

***

f 109
Revista de poesía Exilio

ION

¿Has visto al hombre irse de sí mismo?


¿No estar en sí, no conocer su boca,
ser un desconocido en su garganta?
¿Lo has visto sólo atento a la embriaguez?

He visto al hombre estar en su desbordamiento,


y ser apenas fe y renunciación.

Así, en las fronteras de lo transfigurado


el que siempre vigila se derrama,
sale gozoso de su duración,
no persiste, no devora su huella.
Al pie de los nombres secretos,
apenas llega un hálito de sí, que lo recuerda;
se queda solo incorporado al éxtasis,
dando tregua al espacio,
permaneciendo fijo en el deleite.

Y el que era activo,


el que empañaba hombres, cielos, años,
se torna en sonreída integridad;
y empieza su criatura traspasada
a ser
la increada,
trasoída,
quieta balada de la eternidad.
***

110 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

TIARA

Comeremos y beberemos en el alma.


Para la gran alegría hemos venido
y estamos, estaremos todos juntos;
y el júbilo hecho de alrededor
profundo y húmedo,
el júbilo, hecho próximo
beberá entre nosotros.

***

f 111
Revista de poesía Exilio

TIARA

Amiga soy. Ya nunca más amante.


Él me destruía. Su pecho era una oscura casa
donde mi entraña andaba oscuramente,
y donde oscuramente se perdía.

A veces parecía que dejaría su sombra abandonada,


que con una materia ardiente
quería edificarme un aposento en la mitad del día;
un aposento al fondo de mi amor,
donde él se habitara y me habitara.

A veces parecía que yendo en mí


iba en pos de sí mismo;
pero en verdad, él iba por mi alma.

Y me era necesario lanzarme a rescatarla frente a frente,


palmo a palmo muriendo
y regresando sola y malherida.

-Y siempre regresabas.

Pero un día tuve miedo de no volver jamás.


De quedarme allá en él, mi aliento en su garganta,
y en su acento mi voz caída y mutilada.

***

112 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

OM

Quisiera desprenderme de mí,


romper con la profunda unidad de mis huesos,
desarraigar mis sienes de su limpio aposento,
sacar a mi criatura del claustro en que la lloro.

***

f 113
Revista de poesía Exilio

OM

Vivo en mí demasiado. Soy un río hacia adentro,


subterránea su piel y quebradiza;
un río cuyo lecho sin fondo fuera su propia carne,
y su carne su sombra sin orillas.
Un clausurado río donde nada se asoma,
ni crece, ni persiste.

***

114 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Tiara es humilde como piedra de alero


cuyo rastro queda al final de una golondrina.
Como lo que anudan entre el polvo y la harina,
así es nuestra hermana.
Residencia, espesura y voluntad de llama,
apretada capital de dulzura,
vence el color y vence potencias de amargura;
y al arremolinarse su poder en la rama,
busca el suelo por tránsitos de sombra,
y así da su esplendor, y así se inclina.

***

f 115
Revista de poesía Exilio

ION

Soy tú, aquel, nosotros,


soy un pronombre desencadenado,
pluránimo,
desnudo;
soy una gran palabra múltiple
a cuyo paso cede lo innombrable.
Soy el otro,
el mismo,
lo que viene llorando del vacío,
a encontrar la gran alegría de su cuerpo,
lo que heredó del fuego el ala,
lo que anda en sonidos por el cielo.

***

116 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

¿Y si yo te prestara la palabra
con que todo se alumbra y manifiesta,
la que nada aprisiona
y todo lo devuelve a su móvil materia?

Dame, señor, dame por un momento


la grávida palabra que no calla,
la que desencadena los miembros de mi alma;
dámela para ir a mis entrañas,
para pasar al fondo de mi sombra.
Ahora que soy disperso y doloroso,
junta la carne mía en su ámbito oscuro.
Estoy en mí, aprehendido, torturada mi especie,
sin saber cuál será la palabra que me mueva.

***

f 117
Revista de poesía Exilio

ION

Si todo te lo he dado, si te he poblado el mundo


poniendo en él tu casa, y en tu casa sonidos,
las formas amorosas
(nombre de niño, lámpara, la clave de los trigos,
su imagen populosa;
la unalba levadura que mientras duermes tú,
dilucida sus partes en silencio),
si todo te lo he dado,
cómo negarte a ti la simultánea entraña,
donde tienen origen los signos hominales,
y soplan y se entregan los objetos terrestres,
para rodearte a ti y transfigurarte.

Sí, a ti he de alzar desde tu derribado enigma;


levántate, sé unívoco de todo,
ven de ti a ti mismo,
enarbola tus verbos auxiliares,
pon de pie, mientras lloras,
decúbitos vocablos,
dile que venga al verbo sustantivo.

Aguardamos,
aguardo
como un niño cuya sílaba primera,
está en alto esperando tu palabra.
***

118 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

HOMBRE 2º

Si rebaños de silbos caminantes,


tuercen mi aliento y doran sus señales,
si una onda de abejas recorre mis sentidos,
si respira mi espíritu,
si alumno de la llama,
clamo al viento y el viento me acompaña;
si me llamo a mí mismo y acudo entero,
móvil y conmovido a mi llamado,
no es que solloce
-no piensen, no, que está llorando el hombre-
es que se alzan mis labios,
es que mi voz me toca
con el candor primero de su boca.

ION

¡Silencio!
Todo calle.
Conténgase la flor al entrar en su tallo,
aquiétese el creciente rumor de la azucena,
todo sea un oído cardial y primordial,
como allá en un silencio de primeras estrellas.

El hombre está llorando.


***

f 119
Revista de poesía Exilio

HOMBRE 2º

Hay días en que ante una palabra


se detiene el pecho del hombre,
tropieza y se devuelve
a su más escondida presencia,
y el alma se interrumpe
hasta la última ráfaga del alma.
Y por esto no diré la palabra.
Ahora que poseo su color de exterminio,
ahora que su cifra desgarrada me empaña el corazón,
ahora que su fuerza me oprime los sentidos,
no puedo pronunciarla.

***

120 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Escuchen, nuevamente sean todos un oído,


como allá en un silencio de primeras estrellas:
Un día cuyo sordo vacío no llenaron los climas,
ni las abras, ni el tiempo;
un día cuya inerte materia no ascendió,
no penetró al espacio
donde Dios y el color cardan Su huella,
la ciudad y los hombres, porque así lo quisieron
-pastores de la ira- conocieron el ronco deleite,
la hominal alegría de matar entre escombros,
de acechar lo que ha sido grano a grano soñado,
de abatir lo que ha sido poco a poco encendido,
con vísceras, con líquidos, con golpes de creadores.
Y ahora ha encanecido lo fragante,
los hombres han hollado lo venido del sueño,
y derramado en la ciudad al ángel;
esta criatura estaba en la ciudad
y conforme a sus obras no fue reconocida;
templado era el rumor de su figura,
murada flor, nublada flor al sol su soledad.

***

f 121
Revista de poesía Exilio

ION

Es un ángel inválido, es un hombre;


pero no un hombre entero sino roto en pedazos;
medio hombre a quien la ira devanó tajo a tajo,
grande en heridas, poco en esperanza,
torpe para inventar amorosos pronombres,
para elegir el día de su amor y el campo de la espiga.
Restituyamos, pues, al hombre
la otra mitad arrebatada,
que sea un descendiente del amor
como lo es de la ira.
Pongamos en su boca el mediodía,
y sobre nuestros cuerpos levantemos
y gocemos al ángel.
Y tú, vete a tu casa,
si es que aún queda un madero,
si es que aún permanecen junto al soto perdido,
una hierba, una abeja que te den su simiente

***

122 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Nuestro signo es contrario a la muerte.


Nuestro oficio es colmarte de abundancia,
descubrirte el secreto del maíz, del olivo,
decirte en qué red constelada
vendrá la tutelar cosecha de la ola;
destronar al vacío,
enderezar lo amargo y contrahecho,
poner donde se oscurecía la tierra una amapola.

***

f 123
Revista de poesía Exilio

DÉDALO

El cielo no descansa, no reposa lo verde,


ni se tiende a dormir el oro, ni se calla,
por el contrario, va mostrando a lo eterno
su angélica envoltura,
en señal de que toma su parte de agonía.

***

124 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Yo quiero descansar, pero no de mi cuerpo transitivo.


Yo quiero descansar deseando sólo un pan,
un árbol para verlo,
un algo que me abrigue y me contenga.
Estoy cansado de contenerme yo en mi espíritu,
de ser yo, la evidencia
de todo lo que pasa y no se acaba.

Anda mi sombra humana rodeándome los hombros,


por fin, Dédalo mío ella se me incorpora.

***

f 125
Revista de poesía Exilio

ION

Yo sólo quiero el pan de todos,


aquel que da la harina poniéndose purísima y muy baja,
sin trono ni esplendor entre los hombres.
Yo quiero el pan que a nadie le haga falta.

***

126 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Después de mí,
cuando sea mi cabeza una raída flor desanimada,
en ti estarás guardando mi morada;
tu presencia sin término,
será presencia viva en que no acabo.
En ella me estaré sobreviviendo.

***

f 127
Revista de poesía Exilio

LA MADRE

Tu padre ausente… ellos trabajando


en los trigales… hay que cortar el trigo y quebrantarlo…
Te han mirado mis ojos nuevamente…
Mi voz se ha detenido clara y sola en tu oído
hoy Dios ha estado alegre en Sus contornos
hoy destronó Su espalda de relámpago
Ya no te irás
¡el hijo ha vuelto!
ha regresado para siempre…
Mi niño… hijo mío recóndito… el que amo…
En quien mi voz se cumple,
en quien hallan mis brazos su hermosura…
Detrás de cuánta sombra nos dejaste…
algo te llevó lejos, tan allá de tu alma,
tan más allá de mí,
que apenas a tu ausencia me acercaba…
¿Qué ibas a buscar? Hubieras dicho una palabra
y todo te habría sido dado.

***

128 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Yo gritaré y mi grito será cortado por los pájaros.


Yo gritaré y un oído caudal me escuchará,
donde quiera que el aire esté escuchando.
Yo gritaré y el polvo bajará para oírme.
Yo, el Señor, el dueño de las cosas,
gritaré sin consuelo, el rostro desterrado,
desolado el camino de mi cuerpo.

***

f 129
Revista de poesía Exilio

ION

Se han adelantado tus pechos al verano,


han quedado prendidos en los ramos,
no se ven, madre,
no se ven
de tan altos.
Cuando bajas,
baja entera la sal a su potencia;
cuando asciendes,
va de tu mano el cielo,
y una resaca de alas se escucha incontenible,
una marea de trigo se levanta.
Los cálidos metales corporales
en ti no se aniquilan;
los líquidos sagrados no se apagan,
qué inextinguible eres, qué repentina y alta tu garganta.
¡Ah, señora!
Por ti pasan en flor las golondrinas,
por ti amanece el suelo de mis venas
guardado y defendido;
de ti me viene el limpio transitar por caminos
en que se alegra el hombre y no tropieza;
de ti me viene la actitud de ala.
Pastas en mi sonrisa,
madre,
andas.

130 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Quién te hallara,
quién te viera
construida de materia deleitosa
y en ti no se alegrara;
esparce tu semblante, madre,
tiéndelo al frente de la rosa;
para que yo te vea como allá en mi niñez,
tu cara, un rayo manso, una luz apartada,
posándose en los vasos humildes de la casa,
en el húmedo padre que tenía vastos los brazos
y el entrecejo borrascoso;
en mi rizo de ayer que ha sido convocado
y ha traído su presencia de oro.
El semblante esparcido de mi madre
tocando con su tacto iluminado
un juguete caído,
el alimento victorioso y puro
que impartía su mano inagotable.
Tú que recibes todas las cosas,
que siempre estás abierta
para que todo en ti se guarde,
recíbeme,
guárdame entre tus cosas más amadas.
Permite
que tu vientre me haga sombra.
Hazme un pan, madre,

f 131
Revista de poesía Exilio

hazme un salto,
reanúdame un juguete prenatal.

***

132 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

LA MADRE

Viene mi hijo y yo lo guardaré.


Hijo mío,
has pasado por todos los caminos
y está tu vestidura muy rota,
muy raída tu camisa.
Voy a darte vestidos que te abriguen
y vistan de hermosura;
que esté mi hijo en ellos más hermoso que el prado,
que se detiene en su verdor,
que se pone de pie para mirarlo.

***

f 133
Revista de poesía Exilio

ION

La sombra de mi padre
era la sombra de un torrente
con musgos a la orilla;

frescos rayos guardaban su figura,


árboles la seguían.

Su acento era el rumor


de cien láminas de oro
tocadas por el fuego.

Cuando callaba
hasta su alrededor se sosegaba.

Nunca su cuerpo interrumpió


el paso de la luz que me alumbraba.

Nunca hubo más móvil transparencia


que su interna mirada,
ni más puro aposento.

Porque se detenía cerca de la pradera


creían que reposaba;
y era que se miraba y sonreía.

134 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Su intromirada era
entrañable calor en movimiento.

Era mi padre huésped de sí mismo,


guardián de su edificio,
aprendiz de su alma.

La mano con que daba nunca se contenía;


era una fuerza, un paso del verano.
Pero este que dices que es su hermano,
este que no camina por su frente,
-de cierta carne inmóvil-
¿qué tiene de común con mi padre?
¿Qué primordial palabra los acecha o los une?

***

f 135
Revista de poesía Exilio

ION

¡Ahí te veo, inerte opacidad!


Tu cuerpo apaga, veja, contraría
la voluntad del sol que nos alienta.

¡Vete imagen vacía!


Distancia entre la espina y la manzana.

¡Vete, suelo y figura


de lo que ido es, y nunca vino!
¡Ve a preguntar si nacerás mañana!
No interrumpas
el cielo que me alumbra.

***

136 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

Hazte de día, madre,


hazte de la materia que te aguarda,
búscala.
Vendrá un día en que pase tu párpado a otro párpado,
a otro cielo,
tu ojo a otra distancia iluminada;
y en tu cuerpo de allá hemos de vernos,
tomados de las manos y del alma.
Ahora estás nublada, madre mía,
toda en ti te debates,
y arrasada combates a tu sangre,
y ganas la partida,
y te pierdes ganando.

***

f 137
Revista de poesía Exilio

DÉDALO

No sé de mí cuando estás en silencio…


no me encuentro… di una palabra…
Di la que escarnecida perdió su mansedumbre
primordial,
di la que al ir de boca en boca no consiguió ser clara,
antes bien, extravió su claridad
y quiere ser salvada.
Ion, amigo mío,
yo no quiero una palabra oral
como esas con que juegan los niños
y que se manifiestan reídas y escuchadas.
Yo te suplico una:
sorda,
caída,
maldita.
Basta que digas una en ti,
basta que en ti la entrañes sin decirla;
basta que en ti la abras,
y yo, que soy quien soy, sabré escucharla.
No me veo sin oírte.

***

138 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

ION

¡Cuánto hacía que mi amor no la encontraba!


¡Ah, ciudad, mi ciudad!
Los muros que te pulsan, tu atareado rumor,
cuántas veces me rozaron el sueño.
¿Será verdad que hoy te regocijas porque vuelve
quien nunca estuvo ausente?
¿Crees, en verdad, que pudo irse, íntegro,
de ti, lo que era tuyo?
Yo te traía desde lo más lejano
y estabas ahí mismo, en mi garganta,
con tus torres, tu piel y tu caballo;
aquel caballo con la testa diurna
y el corazón al viento
que inauguramos juntos en el alba;
aquella piel, tu piel,
primera descendiente de la nube,
continuación clarísima del árbol.

***

f 139
Revista de poesía Exilio

HYBRIS

Hace mucho aprendí


en qué parte del cuerpo duele el alma.
Sé por dónde penetra el grito al pensamiento,
en qué sitio de ti,
confundidos,
sin saber
dónde empiezan los brazos y termina una lágrima,
se juntan a llorar,
llevados por mi mano,
palabras, pensamientos y sentidos.
¡Qué cándido sería si te matara!
¡Un día me miré y perdí la inocencia!

***

140 e
Mira la herida para no olvidarla - Eunice Odio

Contenido

Para conocer a la gran Eunice Odio 7

Los elementos terrestres 19


Poema primero: Posesión en el sueño 19
Poema segundo: Ausencia de amor 22
Poema tercero: Consumación 26
Poema cuarto: Canción de su esposo a su amada 29
Poema quinto: Esterilidad 32
Poema sexto: Creación 35
Poema séptimo: Germinación 41
Poema octavo 48

Territorio del alba y otros poemas 55


Declinaciones del monólogo 55

Pasto de sueños 59
Argos del día oculto 59
Este es el bosque 66

El tránsito de fuego 71

f 143

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