Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
G. Mazzini
Tercera Estrategia
Hace unos años asistí a la celebración de los noventa años de vida de un amigo
muy allegado. Acudieron sus hijos con sus cónyuges, nietos, bisnietos y amigos de
la familia. Todos lo veneraban y atendían con una mezcla de cariño y respeto y él a
su vez prodigaba bendiciones y afecto. Durante la reunión se ventiló la forma como
formó su hogar, a punta de esfuerzo, madrugadas, trabajo nocturno y sacrificios de
toda índole, dirección firme y buen ejemplo. Los compromisos financieros fueron
cumplidos con honor y la coherencia y el respeto por los demás habían sido la
práctica constante. Días después meditaba en el secreto de la cohesión de las
familias y encontré puntos concordantes que se convierten en la base de unión y
estabilidad. Algunos expertos sugieren que los buenos hogares se forman cuando
existe respeto y admiración entre el hombre y la mujer, y por supuesto, atracción o
química. Si no existe respeto y admiración es mejor que no se tome la decisión de
organizar un hogar ya que tarde o temprano uno de los dos se sentirá desanimado
y con deseos de terminar la relación o de armar otra relación paralela para
compensar su insatisfacción. Si esta situación se da, genera conflictos a veces
insuperables que pueden perjudicar no sólo al cónyuge sino también a los hijos y a
los seres cercanos. Siempre será importante analizar si existe respeto y admiración
entre la pareja que se está formando, de lo contrario valdrá la pena seguir buscando
una relación con otra persona donde se reciba y ofrezca respeto, admiración y
atracción.
La buena crianza de los hijos inicia desde antes de la concepción. Es clave que los
hijos vengan con el beneplácito de ambos padres y que exista un acuerdo mutuo en
su responsabilidad para sacarlos adelante. Los hijos que se gestan y se crían con
el afecto y el cuidado adecuados y con una buena comunicación, crecen confiados
y alegres. A esto se denomina el apego seguro (Bowlby, 1985).
El apego seguro se caracteriza, porque la relación principal del niño con su cuidador
o cuidadores está llena de cuidado, afecto y comunicación amorosa. Cuando crece
y durante toda su vida va a prodigar afecto a los demás y lo más importante, cuidará
a sus hijos con el mismo amor y afecto, porque las actitudes recibidas en la crianza
luego se replican con los hijos y así sucesivamente.
También existe el apego inseguro (Bowlby, 1985) generado por dos circunstancias:
soledad o maltrato. El apego inseguro por soledad se da cuando el niño crece solo
y su cuidador no le dedica tiempo, no le habla, ni le prodiga afecto y cuidado,
entonces el niño crece indiferente al entorno y las personas, no se alegra por su
llegada, ni se entristece por su partida, crece desconfiado y se vuelve calculador. Si
llega a ser jefe difícilmente reconocerá el esfuerzo de sus colaboradores y si recibe
una alabanza creerá que lo hacen por interés. El apego inseguro por maltrato es
mucho más dañino, se puede dar por maltrato físico, verbal o psicológico. Trae
dolor, sufrimiento, amargura y desesperanza. Este apego inseguro enseña al niño
que el éxito en la vida se logra maltratando a otros y entonces aprende a conjugar
el verbo maltratar en todos los tiempos y podrá convertir su entorno en un conflicto
eterno. Es muy probable que también críe a sus hijos mediante maltrato; sólo la
reflexión y el tratamiento psicológico o espiritual pueden modificar esta conducta, ya
que al ser desarrollada en los primeros cinco años queda muy marcada en el
inconsciente.
Las parejas que son conscientes de la importancia del afecto en la crianza de los
hijos pueden ayudar mucho a la sociedad para acabar con uno de los flagelos más
grandes: la violencia. Sería importante que estos mensajes llegaran a todos los
padres y madres potenciales, a las madres comunitarias y a todos aquellos que
gestan o cuidan niños. Ya es hora de que desterremos la violencia y la cambiemos
por afecto, buen trato, cuidado, comunicación abierta y cooperación.
Es bueno que los niños vean a sus padres leyendo, hablando y practicando las
virtudes, haciendo ejercicio físico y deportes o escuchando buena música. Los
hábitos se desarrollan a través del ejemplo y la práctica. No puedo esperar que mi
hijo sea lector si yo no leo, ni esperar a que mi hijo no consuma drogas o licores si
en su presencia fumo cigarrillos o consumo licores, si llego a la casa ebrio, dando
escándalos y pronunciando palabras soeces.
A los chicos les gusta ejercer liderazgo y sentirse importantes. A menudo lo hacen
invitando a sus compañeros a la casa, ya sea a realizar labores escolares, a ensayar
actividades culturales o simplemente a pasar un rato. En ese sentido es importante
apoyarlos, recibir con agrado a sus compañeros, atenderlos y recibir su
cooperación, esto les da seguridad y seguramente el reconocimiento y aprecio de
los compañeros, lo cual es muy importante en esta edad y en general en todo
momento.
Cuando los hijos escogen profesión podemos ayudarles a que lo hagan partiendo
de sus gustos, fortalezas y sobre todo de su vocación. Explicar los roles,
responsabilidades y formas de ejercer las profesiones ayudan a aclarar las diversas
posibilidades. Démosles libertad pero aclaremos que no puede pasarse la vida
empezando carreras y dejándolas por la mitad para buscar otras. Si ya iniciaron una
con el apoyo de los padres, deben terminarla y luego sí por su cuenta realizar la que
creen es la más conveniente.
En mis tiempos bastaba con adquirir una carrera universitaria para encontrar
trabajo. Hoy es más difícil debido a la baja dinámica de la economía del país.
Entonces, los muchachos compiten mejor si poseen formación académica alta, es
decir, si tienen especialización, maestría o doctorado, si hablan otro idioma o si son
certificados en herramientas tecnológicas de la información y la comunicación. Por
eso es importante que los apoyemos en la medida de las circunstancias a realizar
estudios adicionales que mejoren su competitividad.