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Cuatro de cada 10 argentinos son pobres. Seis de cada diez adolescentes son
pobres.
Una lectura superficial nos llevaría a distinguir que hay un sector, la otra mitad de la
población, que no es pobre. Lo que lleva a preguntarnos , ¿qué pasó?, ¿Cómo pasó? Y
finalmente, ¿por qué pasó?
Mirando para otro lado, se permiten seguir sus vidas, ignorando las miserias que los
rodean, donde cada vez con más frecuencia, se cruzan sus vidas con una mano tendida
pidiendo ayuda
El futuro de esa sociedad con tales índices de pobreza y de miseria es muy oscuro. Y
evitar caer en el abismo es muy difícil.
Es difícil porque la inversión de los términos nos permitirá entender qué es lo que pasa
realmente en lo profundo de esa sociedad en crisis. No se trata de una sociedad pobre, sino de
una pobre sociedad.
Una sociedad con la conciencia adormecida como denunció Eduardo Mallea hace
más de 80 años, una sociedad anómica indisciplinada y rebelde cómo describió Carlos
Nimo hace 60 años. Una sociedad víctima de cuentacuentos políticos, que usaron la
fantasía de un relato imaginario, durante los últimos 80 años, para ocultar su
incapacidad para conducir o directamente su naturaleza ventajera y aprovechadora de
las delicias del poder.
Ese ánimo adormecido, esa sensibilidad apocada, ese ejercicio constante de mirar al
costado y de no meterse, es él que permite el crecimiento, como una hierba mala, de
pretenciosos amorales que se encaraman al poder y siguen cavando el pozo en que nos
hundimos.
Frente a ellos sólo queda repetir gritando a voz en cuello aquel llamado de Mallea
cuando clamaba convocando a los argentinos insomnes, argentino sin sueño, a cambiar,
a levantarse, a emprender la fenomenal tarea de salvar a la República y rescatarla del
fango en el que hoy yace postrada.
BUENOS AIRES
Abril de 2021