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Una pobre sociedad

Hugo Oscar Ambrosi

Ese ánimo adormecido, esa sensibilidad apocada, ese


ejercicio constante de mirar al costado y de no meterse, es él que
permite el crecimiento, como una hierba mala, de pretenciosos
amorales que se encaraman al poder y siguen cavando el pozo en
que nos hundimos

Se difundieron los datos del nivel de la pobreza en la Argentina, en el segundo semestre


del año 2020.

Cuatro de cada 10 argentinos son pobres. Seis de cada diez adolescentes son
pobres.

Cuando la pobreza se extiende hasta los niveles mencionados, en profundidad, ¿qué


es lo que está pasando?

Una lectura superficial nos llevaría a distinguir que hay un sector, la otra mitad de la
población, que no es pobre. Lo que lleva a preguntarnos , ¿qué pasó?, ¿Cómo pasó? Y
finalmente, ¿por qué pasó?

Al buscar respuestas para esos interrogantes vamos tomando conciencia que no


estamos frente a una sociedad pobre, sino que es un caso patético de pobre sociedad.

Cuando la exclusión discrimina un número tan grande de personas, el eje del


razonamiento deja de ser cómo estimularlos, cómo compensar las desventajas de haber nacido
pobre, y toma cuerpo la fuerte convicción que la raíz del mal no está en la naturaleza
empobrecida de las víctimas sino en las múltiples formas del egoísmo mezquino que
señorean en el ánimo de los que se apoltronan en su zona de confort.

Mirando para otro lado, se permiten seguir sus vidas, ignorando las miserias que los
rodean, donde cada vez con más frecuencia, se cruzan sus vidas con una mano tendida
pidiendo ayuda

Entonces el pensamiento que surge y, a veces la palabra acompaña, es un reclamo al


gobierno, por la condición del miserable que duerme en la calle, y que le provoca incomodidad
al viandante que es interceptado por su demanda de ayuda.

El futuro de esa sociedad con tales índices de pobreza y de miseria es muy oscuro. Y
evitar caer en el abismo es muy difícil.

Es difícil porque la inversión de los términos nos permitirá entender qué es lo que pasa
realmente en lo profundo de esa sociedad en crisis. No se trata de una sociedad pobre, sino de
una pobre sociedad.
Una sociedad con la conciencia adormecida como denunció Eduardo Mallea hace
más de 80 años, una sociedad anómica indisciplinada y rebelde cómo describió Carlos
Nimo hace 60 años. Una sociedad víctima de cuentacuentos políticos, que usaron la
fantasía de un relato imaginario, durante los últimos 80 años, para ocultar su
incapacidad para conducir o directamente su naturaleza ventajera y aprovechadora de
las delicias del poder.

Ese ánimo adormecido, esa sensibilidad apocada, ese ejercicio constante de mirar al
costado y de no meterse, es él que permite el crecimiento, como una hierba mala, de
pretenciosos amorales que se encaraman al poder y siguen cavando el pozo en que nos
hundimos.

Frente a ellos sólo queda repetir gritando a voz en cuello aquel llamado de Mallea
cuando clamaba convocando a los argentinos insomnes, argentino sin sueño, a cambiar,
a levantarse, a emprender la fenomenal tarea de salvar a la República y rescatarla del
fango en el que hoy yace postrada.

Practicando esa virtud de la unión, de la fraternidad, de la generosidad y el


desprendimiento. Abandonando esa desdichada tara de la viveza qué tan caro nos ha costado.

Si somos capaces de darnos la mano, si somos capaces de volver a abrazarnos,


si tenemos la humildad de ponernos a tirar del carro todos juntos, podremos caminar
hacia un futuro más digno de nuestra historia, que reciba a nuestros hijos y nietos con
las ilusiones que merecen tener en la vida.

BUENOS AIRES

Abril de 2021

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