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CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD

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Expediente 1494-2016

APELACIÓN DE SENTENCIA DE AMPARO

EXPEDIENTE 1494-2016

CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Guatemala, seis de febrero de dos mil

diecisiete.

En apelación y con sus antecedentes, se examina la sentencia de

diecinueve de octubre de dos mil quince, dictada por la Corte Suprema de

Justicia, Cámara de Amparo y Antejuicio, en la acción constitucional de amparo

promovida por el Estado de Guatemala, quien delegó su representación en la

abogada de la Procuraduría General de la Nación, María Luisa Durán Marín,

contra la Sala Segunda de la Corte de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social.

El postulante actuó con el auxilio de la abogada mencionada. Es ponente en el

presente caso el Magistrado Vocal III, Bonerge Amilcar Mejía Orellana, quien

expresa el parecer de este Tribunal.

ANTECEDENTES

I. EL AMPARO

A) Interposición y autoridad: presentado el veinte de febrero de dos mil quince,

en la Corte Suprema de Justicia, Cámara de Amparo y Antejuicio. B) Acto

reclamado: sentencia de diez de noviembre de dos mil catorce, dictada por la

Sala Segunda de la Corte de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social, que

confirmó la de dieciocho de diciembre de dos mil trece, emitida por el Juzgado

Segundo de Trabajo y Previsión Social del departamento de Guatemala, que

declaró con lugar el juicio ordinario laboral promovido por Eliseo Cortéz Monzón

contra el Estado de Guatemala, entidad nominadora Ministerio de la Defensa

Nacional y como consecuencia, le ordenó otorgarle al demandante pensión por


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invalidez. C) Violaciones que se denuncian: al derecho de defensa y a los

principios jurídicos de legalidad y al debido proceso. D) Hechos que motivan el

amparo: de lo expuesto por el postulante se resume: D.1) Producción del acto

reclamado: a) en el Juzgado Segundo de Trabajo y Previsión Social del

departamento de Guatemala, Eliseo Cortéz Monzón promovió juicio ordinario

laboral en su contra y del Ministerio de la Defensa Nacional, como entidad

nominadora, reclamando pensión por invalidez conforme al Régimen Especial de

Clases Pasivas para Discapacitados del Estado en Orden Militar, debido a que

fue dado de baja por “tener lesiones en la columna, trauma cerrado de abdomen

y trastorno adaptativo no especificado”, lo que le provocaba constantemente dolor

en la cintura y piernas, padecimientos que fueron consecuencia de haber

participado, en su calidad de “Soldado de Segunda Clase”, en el curso “Otonca,

en el cual lo utilizaron como títere para realizar demostración a los demás

soldados, acerca de cómo torturar a los guerrilleros, y que, entre las clases de

tortura se encontraba el Choper que consistía en amarrar las manos y piernas en

el aire, luego se paraban y brincaban encima de él, lo amarraban de los dedos

pulgares, subiendo con una cuerda y lo dejaban colgado media hora, mientras

daban la explicación; también realizaron el palo indio, haciéndole cruzar las

piernas, luego se sentaban y se paraban en sus piernas (...) después de dicha

tortura lo obligaban a correr y a hacer ejercicio”; b) contestó la demanda en

sentido negativo e interpuso la excepción perentoria de cosa juzgada, en virtud

de que el actor, previo a demandar, solicitó al Ministerio la pensión referida,

petición que fue denegada por medio de la resolución ciento diecinueve – dos mil

siete (119-2007), proferida el trece de diciembre de dos mil siete, debido a que se

cuantificó su discapacidad en cero por ciento; el peticionante interpuso


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reposición, recurso que fue declarado sin lugar, decisión que fue cuestionada en

un proceso contencioso administrativo y la Sala Quinta del Tribunal de lo

Contencioso Administrativo, por medio de la sentencia de veintitrés de

septiembre de dos mil nueve, desestimó el planteamiento; c) el Juez Segundo de

Trabajo y Previsión Social, en sentencia de dieciocho de diciembre de dos mil

trece, acogió la pretensión y como consecuencia, le otorgó cobertura por

invalidez a partir del veintidós de marzo de dos mil siete, declarando que el

beneficio no podría ser menor de dos mil quetzales y d) apeló y, la Sala Segunda

de la Corte de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social, por medio de la

sentencia de diez de noviembre de dos mil catorce –acto reclamado-, confirmó la

decisión de primer grado. D.2) Agravios que se reprochan al acto

reclamado: denuncia el postulante que la autoridad impugnada le provocó

agravio porque: a) debió declarar con lugar la excepción perentoria de cosa

juzgada, porque por medio de la sentencia proferida por la Sala Quinta del

Tribunal de lo Contencioso Administrativo, probó que el reclamo que hizo valer el

actor en la jurisdicción ordinaria –derecho a percibir una pensión por invalidez-,

había sido objeto de pronunciamiento judicial previo, proceso en el que no

acreditó su incapacidad y b) no tomó en consideración que la evaluación médica

que se le practicó al interesado, no cumplió con el procedimiento establecido en

los Artículos 3º, 7º, 13 y 14 de la Ley del Régimen Especial de Clases Pasivas

para Discapacitados en el Orden Militar. D.3) Pretensión: solicitó que se le

otorgue amparo, como consecuencia, se suspenda en definitiva la resolución que

constituye el acto reclamado. E) Uso de recursos: ninguno. F) Casos de

procedencia: invocó los contenidos en las literales a), d) y h) del Artículo 10 de

la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad. G) Leyes que se


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consideran violadas: citó los Artículos 4º y 12 de la Constitución Política de la

República de Guatemala; 3º, 7º y 14 y 14 bis de la Ley de Régimen Especial de

Clases Pasivas para Discapacitados del Estado en el Orden Militar.

II. TRÁMITE DEL AMPARO

A) Amparo provisional: no se otorgó. B) Terceros interesados: a) Ministerio de

la Defensa Nacional y b) Eliseo Cortéz Monzón. C) Remisión de antecedentes:

copia certificada de: a) sentencia dictada en el juicio ordinario laboral 01154-

2009-0192, proferida por el Juzgado Segundo de Trabajo y Previsión Social del

departamento de Guatemala y b) sentencia emitida en el expediente 01154-2009-

0192, recurso 02, por la Sala Segunda de la Corte de Apelaciones de Trabajo y

Previsión Social; ambos fallos fueron incorporados al proceso de amparo. D)

Prueba: se relevó el período probatorio. E) Sentencia de primer grado: la Corte

Suprema de Justicia, Cámara de Amparo y Antejuicio, consideró: “(…) Este

Tribunal constitucional considera necesario hacer alusión a lo dispuesto por el

artículo 100 de la Constitución Política de la República de Guatemala, que

reconoce y garantiza el derecho a la seguridad social para beneficio de los

habitantes de la Nación, dentro de ese contexto se encuentra la ‘previsión social’,

que tiene como finalidad beneficiar a los afiliados de esos programas, por el

acaecimiento de riesgos sociales y situaciones que privan a aquellos que tienen

capacidad de laborar y, a quienes dependen de ellos a una adecuada

subsistencia. Estos riesgos de carácter social se encuentran contemplados y

cubiertos en el artículo 4 de la Ley de Régimen Especial de Clases Pasivas para

Discapacitados del Estado en el Orden Militar (Decreto número 45-2001 del

Congreso de la República de Guatemala), entre ellos podemos mencionar: para

las personas con discapacidad (pensión por invalidez), y para los beneficiarios
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del pensionado (pensiones por orfandad, viudez y para los hijos mayores de edad

incapacitados). Esta Cámara del estudio de los antecedes establece que lo

denunciado por el Estado de Guatemala carece de veracidad, porque el acto

reclamado se encuentra debidamente fundamentado al haberse determinado que

la Sala Segunda de la Corte de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social,

analizó todos los agravios expuestos por el postulante en contra de la sentencia

emitida por el Tribunal de primera instancia; ya que efectuó un análisis integral de

la excepción perentoria de cosa juzgada instada por el demandado y de los

medios de prueba aportados al proceso, entre ellos la sentencia emitida por la

Sala Quinta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de fecha veintitrés de

septiembre de dos mil nueve, al haber señalado que no existía cosa juzgada, ya

que no puede calificarse de esa forma la resolución dictada por un órgano

jurisdiccional que no es competente para resolver una solicitud de pensión por

invalidez, pues como lo estableció la juez de primera instancia, los asuntos de

seguridad social, son competencia exclusiva de los tribunales de trabajo y

previsión social. Este criterio es avalado por esta Cámara y se ve reforzado con

los principios que inspiran al derecho laboral guatemalteco y lo dispuesto en el

artículo 17 de la Ley de lo contencioso Administrativo que determina ‘Los

recursos administrativos de revocatoria y reposición serán los únicos medios de

impugnación ordinarios en toda la administración pública centralizada y

descentralizada o autónoma. Se exceptúan aquellos casos en que la

impugnación de una resolución debe conocerla un Tribunal de Trabajo y

Previsión Social’... Asimismo, es procedente señalar que entre los derechos que

la acción constitucional de amparo se encuentra el debido proceso, el cual tiene

la característica de ser también una garantía de otros derechos; sin embargo, no


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se puede alegar desprotección cuando la indefensión ha sido provocada por

acciones y omisiones del propio actor. Es pertinente señalar que el demandado

no objetó la competencia del tribunal de primer grado al momento de ser

notificado de la demanda conforme lo dispuesto por el artículo 309 del Código de

Trabajo, ya que obra en las constancias procesales que el Estado de Guatemala

se opuso a la pretensión del demandante al contestar la demanda en sentido

negativo e interponer la excepción perentoria de cosa juzgada y que además

obtuvo la correspondiente resolución, la cual fue confirmada en segunda

instancia, en atención a las pruebas aportadas por los jueces procesales, lo cual

provocó que su pretensión no haya sido acogida en las instancias ordinarias,

aspectos que ahora se pretenden denunciar como violatorios en la jurisdicción

constitucional. Por lo anteriormente referido la presente acción de amparo no

puede prosperar pues en la justicia ordinaria se observó debidamente la ley y el

hecho de que lo resuelto sea desfavorable a una de las partes, no implica

violación a derechos fundamentales. Doctrina legal: la Corte de

constitucionalidad se ha pronunciado respecto a la competencia de los tribunales

de trabajo en los asuntos de previsión social de la forma siguiente: i) expediente

1446-2006 en sentencia del veintisiete de febrero de dos mil ocho señaló

‘Reconociendo que en nuestro sistema jurídico, la materia relativa a la previsión

social está íntimamente ligada a la de trabajo, al punto que ambas materias se

rigen por los mismos principios, sus preceptos generales están contenidos en un

mismo cuerpo normativo –Código de Trabajo- y las discusiones que sobre ellas

surjan las conocen los mismo (sic) órganos jurisdiccionales, debemos reconocer

que la disposición legal antes trascrita entra en conflicto con la regulación

prevista en el artículo 17 de la Ley de lo Contencioso Administrativo, conforme al


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cual se exceptúa la procedencia de los recursos de revocatoria y reposición

regulados por dicha ley de la materia que deban conocer los tribunales de trabajo

y previsión social, por consiguiente, debe tenerse también por excluida la

aplicación de las regulaciones del proceso contencioso administrativo en esa

misma materia –en especial sus casos de procedencia-, por cuanto que este

medio de defensa requiere sin discusión como presupuesto esencial de su

procedencia, que se hayan sustanciado aquellos medios de impugnación, ya que

sobre ellos es que opera como controlador, de manera que, si está impedida la

procedencia de los de los recursos que deben anteceder al proceso contencioso

administrativo, tampoco puede aceptarse la procedencia de este último’; ii)

sentencia del quince de julio de dos mil nueve emitida en expediente 1171-2009;

iii) fallo del treinta de mayo de dos mil trece emitido en el expediente 3387-2012.

No obstante la notoria improcedencia de la acción constitucional instada, no se

condena en costas ni se impone multa a la abogada patrocinante debido a que se

defienden los intereses de la nación…” Y resolvió: “… Deniega el amparo

solicitado por el Estado de Guatemala, en contra de la Sala Segunda de la corte

de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social. II) No se condena en costas al

postulante ni se impone multa a la abogada patrocinante por la razón

considerada…”

III. APELACIÓN

El Estado de Guatemala, postulante, ratificó los argumentos que expuso al

promover la acción constitucional.

IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA PÚBLICA

A) El amparista reiteró los motivos de apelación que expresó al impugnar la

sentencia de amparo. Solicitó que se revoque el fallo de primer grado. B) El


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Ministerio de la Defensa Nacional, tercero interesado, expresó: a) el

demandante fue evaluado, conforme lo establecido en la Ley del Régimen

Especial de Clases Pasivas para Discapacitados del Estado en el Orden Militar,

por la Junta Médica Evaluadora del Centró Médico Militar, conformada por

profesionales de medicina interna, medicina física y rehabilitación, traumatología

y ortopedia; b) la Junta referida al examinarlo utilizó parámetros aprobados por la

Organización Mundial de la Salud para la evaluación y determinación de los

distintos grados de discapacidad global, habiendo calificado al actor en “Clase I,

Discapacidad Nula”; por lo que decidió que era improcedente acceder a la

pensión; c) el actor interpuso reposición, recurso que fue declarado sin lugar por

improcedente; d) el demandante planteó proceso contencioso administrativo, y la

Sala Quinta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, por medio de la

sentencia de veintinueve de septiembre de dos mil nueve, emitida en el

expediente mil once – dos mil ocho – veintitrés (1011-2008-23), declaró sin lugar

el proceso y consideró que no se probó la discapacidad aducida; e)

posteriormente, promovió juicio ordinario laboral e hizo valer los mismos

argumentos en los que basó su petición al promover el proceso contencioso, por

lo que el ahora amparista planteó la excepción perentoria de demanda

defectuosa, medio de defensa que fue declarado sin lugar por las autoridades

judiciales, quienes declararon procedente la pretensión del actor con base en el

dictamen de experto realizado por un médico del Instituto Nacional de Ciencias

Forenses que no fue proferido conforme la Ley del Régimen Especial de Clases

Pasivas para Discapacitados en el Orden Militar, puesto que no fue realizado por

la Junta Médica Evaluadora. Solicitó que se declare con lugar la apelación, se

revoque la sentencia de primer grado y, como consecuencia, se otorgue la


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protección constitucional.

CONSIDERANDO

-I-

A) Los conflictos que surgen como consecuencia del ejercicio de derechos de

seguridad social, luego de agotada la vía administrativa, corresponde someterlos

a los Tribunales de Trabajo y Previsión Social, por ser estos los legalmente

facultados para determinar la procedencia o no de la pretensión.

B) No es procedente que el accionante pretenda sustentar el amparo, con base

en el argumento de que en la jurisdicción ordinaria el juez no realizó

procedimientos que han sido dispuestos, conforme a una norma específica, para

trámites administrativos, puesto que el proceso ordinario que tramita el juez

privativo de trabajo, tiene determinadas fases procesales que le son propias, por

medio de las cuales dilucida la controversia que ha sido sometida a su

conocimiento conforme las facultades que legalmente le han sido atribuidas.

- II -

En el presente caso, el Estado de Guatemala acude en amparo contra la

Sala Segunda de la Corte de Apelaciones de Trabajo y Previsión Social, y señala

como lesiva de sus derechos, la sentencia de diez de noviembre de dos mil

catorce, que confirmó la emitida por el Juzgado Segundo de Trabajo y Previsión

Social del departamento de Guatemala, que declaró con lugar el juicio ordinario

laboral promovido en su contra y del Ministerio de la Defensa Nacional por Eliseo

Cortéz Monzón y como consecuencia, le ordenó otorgar al demandante pensión

por invalidez, no menor a dos mil quetzales, a partir del veintidós de marzo de

dos mil siete.

Los agravios denunciados por el accionante se expusieron en el apartado


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de “Antecedentes” de esta sentencia.

- III -

Inicialmente, es necesario analizar el argumento del amparista en el que

basó la excepción perentoria de cosa juzgada, referente a que, el interesado

antes de acudir ante los tribunales de la jurisdicción privativa de trabajo y

previsión social, promovió su solicitud ante la Sala Quinta del Tribunal de lo

Contencioso Administrativo, al respecto esta Corte es del criterio que según la ley

de la materia, la vía contenciosa administrativa no es la adecuada para ventilar

acciones que pretendan un derecho de previsión social, como se sostuvo en la

sentencia de esta Corte de quince de julio de dos mil nueve, dentro del

expediente 1171-2009, porque de conformidad con los Artículos 17, 17 bis y 19

de la Ley de lo Contencioso Administrativo, así como el 283 del Código de

Trabajo, la pretensión debió ejercitarse ante los Tribunales de Trabajo y Previsión

Social, siendo los entes jurisdiccionales competentes para conocer del asunto.

Atendiendo a lo expuesto, la competencia en el presente caso

correspondía con exclusividad a los Tribunales de Trabajo y Previsión Social, por

lo que no era idóneo que el interesado acudiera al Tribunal de lo Contencioso

Administrativo y, por ende, no puede estimarse que haya sido juzgada la

pretensión de aquel conforme a las normas aplicable al caso concreto, por

exceder la función jurisdiccional del ente juzgador mencionado; en tal virtud, se

desvanece el agravio relativo a que hubo cosa juzgada respecto de la pretensión

que el interesado ejerció en el antecedente del presente caso. Por lo anterior, se

considera que la Sala cuestionada, no provocó agravio al confirmar la decisión

del Juez de primer grado, que declaró improcedente la excepción perentoria

promovida por el amparista.


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En cuanto al agravio denunciado por el postulante, respecto de que la Sala

no tomó en cuenta que la evaluación médica que se practicó al interesado, no

cumplió con el procedimiento establecido en los Artículos 3º, 7º, 13 y 14 de la Ley

del Régimen Especial de Clases Pasivas para Discapacitados en el Orden Militar,

es meritorio indicar que los requisitos contenidos en las normas relacionadas,

constituyen parte del proceso administrativo que necesariamente deben ser

cumplidos en el procedimiento contemplado para discutir en esa vía lo relativo al

derecho del interesado a percibir una pensión por invalidez, los cuales según

indicó el Ministerio de la Defensa Nacional en el alegato que presentó en esta

Corte para evacuar la vista señalada en esta instancia, fueron debidamente

cumplidos, siendo como consecuencia improcedente que aquel pretenda que en

la jurisdicción ordinaria se realizara el trámite establecido en la Ley referida para

dilucidar judicialmente la controversia que derivó de su negativa de acceder a la

pensión que solicitó el actor, por cuanto que el proceso ordinario tiene

establecido legalmente sus propias etapas procesales, las que fueron agotadas

por el Juez de Trabajo y Previsión Social, autoridad que luego de establecer con

base en los dictámenes del experto, Médico y Cirujano, Diplomado en Medicina

Legal, Consultor Privado en Ciencias Forenses, Carlos Enrique Grajeda Alonzo,

ofrecido por el actor, el cual fue conteste con el emitido por el Perito del Instituto

Nacional de Ciencias Forenses nombrado por el Juez, que Eliseo Cortéz Monzón

padece de un grado de invalidez que sustenta su derecho a gozar de la pensión

que solicitó, decisión que fue confirmada por la autoridad cuestionada, según se

establece de los pronunciamientos judiciales que fueron remitidos al Tribunal de

Amparo y que están incorporados a la acción –folios ocho al veintidós-. Lo

anterior configura, la potestad de juzgar que poseen los jueces ordinarios


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conforme lo establecido en los Artículos 203 y 211 de la Constitución Política de

la República de la República de Guatemala y el hecho de que lo decidido no sea

coincidente con los intereses del solicitante, no implica que se hayan vulnerado

derechos fundamentales.

Por las razones expuestas el amparo debe denegarse, por lo que

habiéndose resuelto en el mismo sentido en primera instancia, es procedente

confirmar el fallo venido en grado, por las razones aquí expuestas.

-- IV --

En la Constitución Política de la República está preceptuado que el Estado

debe garantizar y proteger la integridad y la seguridad de la persona [Artículos 2 y

3] y, guardando íntima relación con ello, se proscribe que cualquiera de sus

habitantes sea sometido a condiciones que de algún modo menoscaben su

dignidad [Artículo 4°].

Los principios constitucionales aludidos empalman armónicamente con el

contenido de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en la cual está

preceptuado que toda persona tiene derecho a que se respete su integridad

física, psíquica y moral; así como que, por ende, nadie debe ser sometido a

torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes [Artículo 5,

numerales 1 y 2]. Esto último figura establecido del mismo modo en el Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos [Artículo 7].

El mandato prohibitivo en el cual convergen el Artículo 4° constitucional y

las disposiciones internacionales citadas, ha sido objeto de desarrollo normativo

especializado. Verbigracia, en la Convención Interamericana para Prevenir y

Sancionar la Tortura, los Estados partes se obligaron a prevenir y a sancionar la

tortura [Artículo 1], entendida esta como “todo acto realizado intencionalmente
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por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con

fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal,

como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá

también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a

anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental,

aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.” [Artículo 2]. Asimismo, en la

Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o

Degradantes, todos los Estados Parte se comprometieron a tomar medidas

legislativas, administrativas, judiciales o de otra índole eficaces para impedir

actos de tortura en sus territorios [Artículo 2, numeral 1]; definiéndolos, en

términos semejantes a los plasmados en la Convención continental mencionada

al inicio de este párrafo, como aquellos en los cuales “se inflija

intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos

o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una

confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha

cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier

razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o

sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el

ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o

aquiescencia.” [Artículo 1].

En aplicación de las Convenciones citadas, la Corte Interamericana de

Derechos Humanos ha puesto de relieve en su jurisprudencia que la tortura y las

penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes se encuentran estrictamente

prohibidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, con carácter

de norma inderogable o ius cogens; aún en circunstancias extremas, tales como


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guerra, amenaza de guerra, lucha contra el terrorismo y cualesquiera otros

delitos, estado de sitio o de emergencia, conmoción o conflicto interior,

suspensión de garantías constitucionales, inestabilidad política interna u otras

emergencias o calamidades públicas [Casos Fleury y otros contra Haití, Espinoza

Gonzáles contra Perú y Quispialaya Vilcapoma contra Perú, entre otros;

sentencias de veintitrés de noviembre de dos mil once, veinte de noviembre de

dos mil catorce y veintitrés de noviembre de dos mil quince, respectivamente]. En

ese sentido, ha admitido expresamente [Caso Cantoral Benavides contra Perú;

sentencia de dieciocho de agosto de dos mil] que su criterio es consistente con el

de la Corte Europea de Derechos Humanos, que ha afirmado que la prohibición

referida no puede ceder ni siquiera en el caso de un peligro público que amenace

a la vida de la nación.

El Tribunal Interamericano referido ha subrayado la especial importancia,

de dimensión universal, que entraña la consolidación de canales institucionales

que aseguren la prevención y la erradicación de comportamientos lesivos de esa

índole: “… conductas que se considera afectan valores o bienes trascendentales

de la comunidad internacional, y hacen necesaria la activación de medios,

instrumentos y mecanismos nacionales e internacionales para la persecución

efectiva de tales conductas y la sanción de sus autores, con el fin de prevenirlas y

evitar que queden en la impunidad. Es así como, ante la gravedad de

determinados delitos, las normas de derecho internacional consuetudinario y

convencional establecen el deber de juzgar a sus responsables…” [Caso Goiburú

y otros contra Paraguay; sentencia de veintidós de septiembre de dos mil seis].

Lo anterior está regulado en la Ley del Mecanismo Nacional de Prevención

de la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes


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(Decreto 40-2010 del Congreso de la República); en su considerando segundo se

estableció “Que la prohibición de la tortura es una norma imperativa de derecho

internacional que forma parte del ius cogens, y que la Constitución Política de la

República de Guatemala, en su artículo 46 establece el principio general de que

en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones aceptados y

ratificados por Guatemala tienen preeminencia sobre el derecho interno.”. En

consonancia con esa estimación, en el cuerpo legal bajo alusión se prevé como

obligación del Estado: “Promover, en el marco de la implementación de sus

políticas públicas, la prevención y erradicación de la tortura y los tratos o penas

crueles, inhumanos o degradantes.” [Artículo 16, literal a]. En definitiva, se trata

de actos que riñen de manera frontal con el sistema de valores superiores que

subyace, no sólo al ordenamiento jurídico y político guatemalteco, sino al

Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

A la luz de lo expuesto en párrafos precedentes de este apartado

considerativo y en congruencia con la trascendental misión de la defensa del

orden constitucional que le está encomendada en la Carta Magna –que implica la

responsabilidad de tutelar eficazmente los principios y derechos fundamentales

que inspiran y justifican dicho orden–, es deber ineludible de esta Corte advertir

que obra en las constancias procesales del presente amparo [Folios ocho a once

de la pieza de primera instancia] la sentencia de dieciocho de diciembre de dos

mil trece, dictada por el Juzgado Segundo de Trabajo y Previsión Social del

departamento de Guatemala, dentro del juicio ordinario laboral promovido por

Eliseo Cortéz Monzón –ahora tercero interesado– contra el Estado de

Guatemala, en cuyo contenido se resumieron los hechos en los que se fundó la

demanda en los términos siguientes, reseñados en los resultandos de este fallo:


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“(…) Expuso el actor, que es un ex soldado del Ejército de Guatemala, que

cuando se encontraba prestando su servicio como soldado de segunda clases

(sic) estuvo en entrenamiento del curso de Otonca, en el cual lo utilizaron como

títere para realizar demostración a los demás soldados, acerca de cómo torturar a

los guerrilleros, y que, entre las clases de tortura, se encontraba ‘El Choper’ que

consistía en amarrar las manos y piernas en el aire, luego se paraban y

brincaban encima de él, lo amarraban de los dedos pulgares, subiendo con una

cuerda y lo dejaban colgando media hora, mientras daban la explicación; también

realizaron el ‘Palo indio’, haciéndole cruzar las piernas, luego se sentaban y se

paraban en sus piernas; dicho curso duró un mes. De igual manera argumentó,

que después de dichas torturas, lo obligaban a correr y a hacer ejercicio…”.

Los acontecimientos narrados por el entonces demandante, según fueron

recogidos por el juez laboral individualizado en su fallo, permiten inferir la posible

comisión de actos contra la integridad física y moral de aquel, que podrían ser

constitutivos de tortura y/o tratos crueles, inhumanos y degradantes, según lo

regulado en los Artículos: 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y

Sancionar la Tortura; 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas

Crueles, Inhumanos o Degradantes; 4, literales a y b, de la Ley del Mecanismo

Nacional de Prevención de la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos

o Degradantes y 201 Bis del Código Penal. Esto, a su vez, redundaría en

vulneración de lo normado en los Artículos: 3 y 4 de la Constitución Política de la

República; 5, numerales 1 y 2, de la Convención Americana sobre Derechos

Humanos; 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 1 de la

Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura y 2 de la

Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o


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Degradantes.

En caso de ser corroborado que los actos en cuestión se produjeron,

acarrearía para sus autores consecuencias administrativas, civiles y penales, por

lo que es menester certificar lo conducente al Ministerio Público y a la Oficina

Nacional de Prevención de la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos

o Degradantes, para que con observancia del principio de presunción de

inocencia y las garantías del debido proceso [Artículos 12 y 14 constitucionales]

realicen las averiguaciones, acciones o gestiones que sean pertinentes, dentro

del ámbito de sus atribuciones fijado en las leyes aplicables, a fin de esclarecer

objetiva y fundadamente lo ocurrido y, en su caso, deducir conforme a Derecho

las responsabilidades personales o institucionales que correspondan, así como

disponer las medidas de reparación idóneas.

La determinación que aquí se asume se encuentra en sintonía con la

Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, en la cual está

previsto que cuando exista razón fundada para creer que se ha cometido un acto

de tortura, los Estados partes garantizarán que sus respectivas autoridades

procederán de oficio y de inmediato a realizar una investigación sobre el caso

[Artículo 8]. En la misma línea, también, que la Declaración sobre la Protección

de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,

Inhumanos o Degradantes, según la cual siempre que haya motivos razonables

para creer que se han cometido actos de tortura o tratos o penas crueles,

inhumanos o degradantes, las autoridades competentes del Estado procederán

de oficio y con presteza a una investigación imparcial [Artículo 9]. Si la

investigación arroja fundamento suficiente, los supuestos responsables deberán

ser sometidos a procedimientos penales, disciplinarios u otros que sean


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adecuados de conformidad con la normativa aplicable [Artículo 10].

Las previsiones citadas obedecen al grado severo de afectación que

representan para la dignidad humana, como matriz esencial de los derechos

fundamentales, las vejaciones físicas y/o psicológicas a las que remiten los

conceptos de tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes. Tales

comportamientos resultan particularmente intolerables en el marco del Estado

Constitucional y Democrático de Derecho, por lo que los distintos estamentos que

conforman los aparatos estatales comprometidos con ese modelo deben

contribuir decidida y oficiosamente, desde la esfera competencial que atañe a

cada cual, a su prevención, erradicación y sanción.

La Corte Interamericana de los Derechos Humanos ha asentado que ante

ese tipo de situaciones deviene imperativa la realización de una investigación ex

officio, sin dilación, seria, imparcial y efectiva, por todos los medios legales

disponibles y orientada a la determinación de la verdad y, eventualmente, a la

persecución, captura, enjuiciamiento y eventual sanción de los responsables

intelectuales y materiales, en especial cuando están o puedan estar involucrados

agentes estatales [Casos Omar Humberto Maldonado Vargas y otros contra Chile

y Quispialaya Vilcapoma contra Perú; sentencias de dos de septiembre y

veintitrés de noviembre, ambas de dos mil quince, respectivamente]; esto, en

todo caso en que existan indicios de que puedan haber acaecido actos de tortura

o tratos crueles, inhumanos o degradantes, aun cuando estos no hayan sido

denunciados ante las autoridades competentes por la propia víctima [Casos

Vélez Loor contra Panamá y Espinoza Gonzáles contra Perú; sentencias de

veintitrés de noviembre de dos mil diez y veinte de noviembre de dos mil catorce,

respectivamente].
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De no atender las entidades públicas indicadas lo considerado y lo

ordenado en este pronunciamiento, no únicamente el proceder de los

funcionarios responsables encuadraría en lo previsto en los Artículos 78 de la Ley

de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad y 420 del Código Penal,

sino que ello haría incurrir al Estado de Guatemala en inobservancia de los

deberes que le asigna la Ley Fundamental en su Artículo 2 y en incumplimiento

de obligaciones y estándares internacionales sobre la materia.

Por último, dado que se hace alusión a acciones supuestamente

cometidas durante el entrenamiento de soldados nacionales, es oportuno traer a

colación la postura sostenida por este Tribunal con relación a los alcances e

implicaciones de lo preceptuado en el Artículo 219 constitucional, que prevé la

existencia de tribunales militares: “… El espíritu de la norma constitucional que

establece la jurisdicción militar es el de atribuir al conocimiento de la justicia penal

militar, de los delitos cometidos por integrantes del Ejército en servicio activo o en

relación con el mismo servicio. Dicha atribución comprende fundamentalmente el

conocimiento y juzgamiento de los delitos militares en los que se afecte un bien

jurídico militar, siendo éste el principal fundamento de la excepcionalidad de la

jurisdicción penal militar…” [Sentencias de tres de marzo de mil novecientos

noventa y siete, nueve de agosto de dos mil doce y seis de agosto de dos mil

trece; dictadas en los expedientes acumulados 31-96 y 1155-96, 1824-2012 y

3496-2012, respectivamente]. De esa cuenta, lo que determina la competencia

del fuero militar no es solamente la condición subjetiva de servicio activo en el

Ejército nacional de los posibles involucrados en los hechos, sino la índole militar

del bien jurídico que se considere afectado.

El presente caso versa sobre la posible comisión de violaciones a


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derechos humanos, por lo que se trata de bienes jurídicos tutelados que

trascienden la esfera castrense e incluso nacional, como se explicó antes. Por

tanto, la investigación y, en su caso, juzgamiento y sanción de los responsables

corresponde al fuero común. Esto sin perjuicio de que, como resultado de las

conclusiones a las que se arribe en este último, las autoridades militares puedan

adoptar, complementariamente, las medidas administrativas o disciplinarias que

sean procedentes.

Las apreciaciones anteriores son contestes con la tendencia

jurisprudencial de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el

particular. Este Tribunal supranacional ha sostenido que “en un Estado

democrático de derecho la jurisdicción penal militar ha de tener un alcance

restrictivo y excepcional y estar encaminada a la protección de intereses jurídicos

especiales, vinculados a las funciones propias de las fuerzas armadas” [Casos

Durand y Ugarte, Cruz Sánchez y otros y Quispialaya Vilcapoma, todos contra

Perú; sentencias de dieciséis de agosto de dos mil, diecisiete de abril de dos mil

quince y veintitrés de noviembre de dos mil quince, respectivamente]. De ahí que

haya concluido que “en el fuero militar sólo se debe juzgar a militares activos por

la comisión de delitos o faltas que por su propia naturaleza atenten contra bienes

jurídicos propios del orden castrense” [Casos Castillo Petruzzi y otros,

Comunidad Campesina de Santa Bárbara y Quispialaya Vilcapoma, todos contra

Perú; sentencias de treinta de mayo de mil novecientos noventa y nueve, uno de

septiembre de dos mil quince y veintitrés de noviembre de dos mil quince,

respectivamente] y que, en definitiva, “la jurisdicción penal militar no es el fuero

competente para investigar y, en su caso, juzgar y sancionar a los autores de

violaciones de derechos humanos sino que el procesamiento de los responsables


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corresponde siempre a la justicia ordinaria o común.” [Casos Radilla Pacheco

contra Estados Unidos Mexicanos, Comunidad Campesina de Santa Bárbara

contra Perú y Quispialaya Vilcapoma contra Perú; sentencias de veintitrés de

noviembre de dos mil nueve, uno de septiembre de dos mil quince y veintitrés de

noviembre de dos mil quince, respectivamente]; máxima que aplica “aún en el

caso de delitos en que el imputado sea miembro de las fuerzas armadas y no sea

un civil el sujeto pasivo del delito o titular del bien jurídico protegido (…) todas las

vulneraciones de derechos humanos deben ser conocidas en la jurisdicción

ordinaria, lo cual incluye las cometidas por militares contra militares” [Caso

Quispialaya Vilcapoma contra Perú; sentencia de veintitrés de noviembre de dos

mil quince].

En tal virtud, resulta procedente que el Ministerio Público y la Oficina

Nacional de Prevención de la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos

o Degradantes, con observancia del principio de presunción de inocencia y las

garantías del debido proceso [Artículos 12 y 14 constitucionales] realicen las

averiguaciones, acciones o gestiones que sean pertinentes, dentro del ámbito de

sus atribuciones fijado en las leyes aplicables, a fin de que: i. se esclarezca

objetiva y fundadamente si en el presente caso ha acaecido la comisión de actos

contra la integridad física y moral de Eliseo Cortéz Monzón, que sean

constitutivos de tortura y/o tratos crueles, inhumanos y degradantes, según lo

regulado en los Artículos 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y

Sancionar la Tortura; 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas

Crueles, Inhumanos o Degradantes; 4, literales a y b, de la Ley del Mecanismo

Nacional de Prevención de la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos

o Degradantes y 201 Bis del Código Penal y ii. en su caso, se deduzcan


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conforme a Derecho las responsabilidades personales o institucionales que

correspondan, así como sean dispuestas las medidas de reparación idóneas.

LEYES APLICABLES

Artículos citados y 265, 268, 272 literal c), de la Constitución Política de la

República de Guatemala; 1º, 5º, 6º, 8º, 49, 50, 60, 61, 62, 63, 64, 149, 163 literal

c), 179 y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad;

35, 36, 46 del Acuerdo 1-2013 de la Corte de Constitucionalidad.

POR TANTO

La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes

citadas, resuelve: I. Por haber cesado a la presente fecha en sus cargos los

Licenciados Juan Carlos Medina Salas y Ricardo Alvarado Sandoval, y por

ausencia temporal del Magistrado Bonerge Amilcar Mejía Orellana, se integra

este Tribunal con los Magistrados José Mynor Par Usen, María Cristina

Fernández García y María de los Angeles Araujo Bohr, respectivamente, para

conocer y resolver el presente asunto. II. Sin lugar el recurso de apelación

interpuesto por el Estado de Guatemala, postulante, como consecuencia, se

confirma la sentencia apelada. III. Se certifica lo conducente al Ministerio

Público y a la Oficina Nacional de Prevención de la Tortura y otros Tratos o

Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, a efecto de que, con observancia del

principio de presunción de inocencia y las garantías del debido proceso, realicen

las averiguaciones, acciones o gestiones que sean pertinentes, dentro del ámbito

de sus atribuciones fijado en las leyes aplicables, a fin de que: i. se esclarezca

objetiva y fundadamente si en el presente caso ha acaecido la comisión de actos

contra la integridad física y moral de Eliseo Cortéz Monzón, que sean

constitutivos de tortura y/o tratos crueles, inhumanos y degradantes, según lo


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regulado en los Artículos 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y

Sancionar la Tortura; 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas

Crueles, Inhumanos o Degradantes; 4, literales a y b, de la Ley del Mecanismo

Nacional de Prevención de la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos

o Degradantes y 201 Bis del Código Penal y ii. en su caso, se deduzcan

conforme a Derecho las responsabilidades personales o institucionales que

correspondan, así como sean dispuestas las medidas de reparación idóneas. IV.

Notifíquese y con certificación de lo resuelto, devuélvanse los antecedentes.

NEFTALY ALDANA HERRERA


PRESIDENTE

JOSE FRANCISCO DE MATA VELA DINA JOSEFINA OCHOA ESCRIBÁ


MAGISTRADO MAGISTRADA

JOSE MAYNOR PAR USEN GLORIA PATRICIA PORRAS ESCOBAR


MAGISTRADO MAGISTRADA

MARIA DE LOS ANGELES ARAUJO BORH DE MENDEZ MARIA CRISTINA FERNANDEZ GARCÍA
MAGISTRADA MAGISTRADA

MARTÍN RAMÓN GUZMÁN HERNÁNDEZ


SECRETARIO GENERAL

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