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Diplomado virtual en Pastoral Juvenil

Módulo 1: Las juventudes y sus contextos


Semana 1: Caracterización de los jóvenes

Aspectos de la cultura juvenil actual: Juventud trashumante 1


Jesús María Aguirre, S.J 2

Mirada sobre una generación líquida


Averiguar dónde está la juventud venezolana, cuál es su situación, y avizorar su futuro se ha
convertido en una tarea, que en los actuales momentos de rapidización es titánica, y a lo más
se puede trabajar desde aproximaciones y conjeturas en marcha. No se trata solamente de las
dificultades de visibilización y localización de los individuos, sino de los cambios en los mapas
de referencia poblacional. ¿Cómo se pueden ofrecer mediciones sociales precisas sobre la
juventud en una década en que se han movido de lugar, forzada o libremente, unos cinco
millones de personas, con la particularidad de que gran parte de ellas pertenece a la población
juvenil? Esto pudiera explicar, por ejemplo, que en el año 2015 INE y Naciones Unidas
proyectaran una población de 30 millones y para 2020 haya una discrepancia de cuatro
millones entre las dos fuentes (OVM-UCAB, 2019: 15).
Pero ¿por qué utilizar la palabra trashumante en lugar de nómada para referir a este fenómeno
de movilidad, que está marcando tan profundamente a esta generación?
A menudo, más metafórica que conceptualmente, se ha utilizado la palabra nomadismo para
describir la fluidez de la cultura juvenil en tiempos de la modernidad líquida globalizada
(Marafioti 1996; Bauman 2002). La última exposición de la UCAB el año 2019: “Nómadas” ha
adjudicado también esa característica a la exposición de jóvenes artistas, para mostrar la
movilidad y fugacidad de las expresiones culturales en general y a las novedades plásticas de la
juventud en particular.
Sin embargo, en este ensayo, preferimos utilizar la palabra “trashumante” para referirnos sobre
todo a la característica del desplazamiento de pobladores jóvenes a zonas de productividad
1
Extracto del libro ¿Y LA JUVENTUD HOY?: Juventud trashumante y nomadismo cultural en Venezuela. Abediciones, Caracas,
2020, pp. 7-19.
2
Licenciado en Filosofía (1966), Teología (1972) y Comunicación Social (1976); Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad
Central de Venezuela (1998); Profesor Titular de la Escuela de Comunicación Social, de la Maestría de Comunicación Social y del
Doctorado en Educación de la UCAB. Fue director del Centro de Comunicación Social Jesús María Pellín y del Centro Gumilla.
Cofundador de la Revista Comunicación y exdirector de la Revista SIC. Premio Nacional de Investigación en Ciencias de la
Comunicación, “Osvaldo Capriles” (Caracas, 2014).
cambiante dentro y fuera del país, adjudicando la de “nómada” a la dimensión cultural de las
nuevas generaciones.
Recuérdese que tradicionalmente, durante casi todo el siglo XX, Venezuela fue un receptor de
emigración. Este nuevo fenómeno en nuestro país, se diferencia de los otros movimientos
anteriores de flujos juveniles hacia el exterior por motivos de estudios, por traslados de los
profesionales de las empresas multinacionales, por viajes de aventura y turismo u otras
dinámicas similares de los jóvenes en esta etapa vital de transición a la adultez. Ahora a las
condiciones evolutivas del ciclo vital se añade el shock del país y la variación de las
percepciones internas y externas, derivadas de la migración. Los jóvenes no son solamente
producto de su autopercepción sino de la heteropercepción que los acompaña dentro del país y
cada vez más también fuera:
“Los términos en los que se habla de los venezolanos en el exterior son variados y obedecen a
la situación que atraviesan en los diferentes países. En algunos países se contabiliza solamente
el número de venezolanos solicitantes de protección internacional, o con el estatuto de
refugiado; en otros se les observa como migrantes económicos; en otros no se incluyen las
cifras de los que se encuentran en situación irregular o están en tránsito; y, por último,
contabilizar a aquellos que cuentan con doble nacionalidad es una tarea que muchas
estadísticas no han tenido en cuenta en el momento de hablar del colectivo venezolano. Es por
esto que las cifras varían sensiblemente” (…) mantienen un elemento común para todos y es la
sensación de vivir en el exilio y forzados por una ideología política que ha expulsado a su propia
gente (Koechling y Eguren, 2018: 333).
En segundo lugar hago dos advertencias metodológicas para facilitar la comprensión del
siguiente ensayo. No es una investigación primaria, sino secundaria, que parte de estudios
preexistentes nacionales e internacionales y ofrece algunas hipótesis o conjeturas para cubrir
los vacíos de datos o default de investigaciones, sobre todo en el área sociocultural. Por otra
parte, trata de explorar la incidencia de los cambios sociotécnicos, TIC y Redes Sociales en el
comportamiento cotidiano de los jóvenes en esta nueva situación.
La primera parte considerará los cambios en las condiciones de vida de los jóvenes en estos
últimos veinte años de trashumancia, la segunda, las pautas conductuales vinculadas a la
incorporación de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación con los rasgos del
nomadismo cultural, y en la tercera parte se reflexionará sobre las principales características y
retos de las identidades virtuales en la cibercultura. Por fin, se anexan algunos materiales de
apoyo como infografías y cuestionarios para facilitar la reflexión e investigación en los grupos
de trabajo.

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PRIMERA PARTE: JUVENTUD TRASHUMANTE
Delimitación sociocultural del ciclo juvenil y problemas metodológicos
La delimitación del ciclo juvenil, que no deja de ser una construcción social, la haremos siguiendo
los parámetros fijados por la encuesta INJUVE (ENCOVI 2013), es decir considerando el tramo de
edad entre los 15 y 25 años. Cuando los tramos de edad varíen según la fuente de los estudios
venezolanos (INES, DELFOS, CECODAP, GIS-XXI, CENTRO GUMILLA…) o internacionales (PNUD,
CEPAL, NIELSEN, FUNDACIÓN SANTA MARÍA,
FUNDACIÓN TELEFÓNICA, UE) advertiremos
expresamente.
Describiremos rasgos de una generación
juvenil que ha vivenciado el país en arco
temporal de veinte años, entre el 2000 y el
2020 bajo el régimen político estereotipado
como chavista, aunque ha tenido dos
presidencias, la de Hugo Chávez y Nicolás
Maduro.
Teniendo en cuenta que la juventud es un
ciclo cambiante y que quienes eran jóvenes
en el año 2000 y cumplieron 15 años tienen
ahora ya 35 y más años, es recomendable
precisar en el lenguaje las diferentes
etapas. Cuando hoy estamos hablando de
jóvenes mileniales estamos refiriéndonos ya
a una generación de ayer, o al menos de
quienes todavía no sufrieron el periodo del
primer régimen de Maduro con cambios drásticos de la situación socioeconómica y política del
país. Por otra parte los ciclos generacionales, basados en la edad biológica, y las modas
culturales marcadas por estilos de vida no coinciden necesariamente y pueden ser asincrónicas
según los sectores. Un ejemplo típico es el de la modernización según los estratos y
subculturas. Es decir que hay que saber leer los datos con retrovisor y saber establecer las
comparaciones pertinentes.
Sociológicamente, como señala Bourdieu (2000) la juventud no representa una unidad social,
fuera del ciclo formación-trabajo-vivienda. Como veremos más adelante, los estudios de
mercado basados en marcas que enfatizan los rasgos homogéneos consumo, tienden a
minimizar estas variables o reducirlas a la capacidad adquisitiva y símbolos de
productos/marcas.

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En las encuestas clásicas de campo se juega con la suposición de que los individuos
muestreados y entrevistados tienen una residencia relativamente estable y una identidad
fijada. Pero, si a los cambios demográficos previsibles añadimos los trasvases poblacionales,
debidos a la migración forzada, los márgenes de error aumentan significativamente. En el
nuevo contexto venezolano habría que colocar un chip a cada ciudadano joven para situarlo,
contactarlo y aplicarle un cuestionario en línea, evitando las excepciones de los
indocumentados, de las múltiples nacionalidades y otras particularidades de un mundo
globalizado.
Por otra parte en estos veinte años de innovación digital en América Latina, Venezuela ha
bajado vertiginosamente de los primeros puestos del ranking a los últimos, cuyas consecuencias
nefastas para la población juvenil tanto en la fase de educación como de iniciación laboral, no
están ni identificadas, ni analizadas todavía convenientemente.
Habida cuenta, pues, de las dificultades metodológicas con las que se encuentran las
investigaciones, cuyas referencias vamos a utilizar, y jugando con las estimaciones y conjeturas
de los expertos en temas de juventud, al menos intentaremos describir las tendencias que se
mantienen en un cuadro a mediano plazo. Hechas estas aclaratorias vamos a aventurarnos a
responder a la pregunta: “¿dónde está la juventud de hoy?”.
Condiciones económicas, políticas y sociales del ciclo generacional
En términos socioeconómicos, como plantea Enrique Gil Calvo, la juventud es el tiempo que
deben esperar los individuos en el marco del ciclo vital antes de situarse en la estructura
productiva (Gil Calvo: 1985). Esta duración es variable al compás del ciclo económico y de las
condiciones sociales heterogéneas para la incorporación al mercado de trabajo. Por eso, como
advierte Bourdieu, es engañoso hablar de la juventud en forma genérica, como si todos los
jóvenes de ambos sexos y clases sociales distintas, situados en el campo o la ciudad,
compartieran una homogeneidad generacional en términos de condiciones y estilos de vida.
Esto no niega el hecho de que haya contextos compartidos desde el punto de vista económico,
político y cultural, que marcan a las diversas generaciones juveniles en plazos de unos 25 años,
según los historiadores.
De ahí que comencemos por esbozar los datos referidos a las condiciones más pertinentes para
ubicar a los jóvenes en el mapa social, atendiendo a la edad y a las marcas de socialización de
transición de espera, eminentemente formativa y pre-ocupacional.
Demografía y rasgos del contexto económico político.
Dados los cambios demográficos ocurridos en el país -afirmaba el informe ENJUVE- hoy
contamos con casi 8 millones de personas comprendidas entre 15 y 29 (ENJUVE 2013, UCAB).

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Estas transformaciones planteaban un escenario demográfico favorable para impulsar procesos
de desarrollo, en vista que tiende a ser más alta la proporción de población en edad de trabajar
mientras que la dependencia demográfica se hace menor. En esta coyuntura favorable,
denominada en la literatura como el bono demográfico, la población joven había alcanzado
mayor visibilidad.
https://revistasic.gumilla.org/2016/juventud-bono-demografico-y-pobreza/
La última encuesta disponible de ENCOVI, cuyos datos parciales han sido dados a conocer en el
Foro sobre problemas migratorios en el marco de la FLOC entre el27 y 28 de noviembre de
2019, afirma que este bono demográfico queda afectado y reducido por el derrame de una
emigración forzada al exterior por razones principalmente económicas (OVM-UCAB, 2019).
Téngase en cuenta que gran parte de esta población trashumante pertenece a población activa
y de ella una porción significativa está en el segmento aún juvenil. Tres de cada cinco
emigrantes recientes en el 2018 son jóvenes de 15 a 29 años, según la misma fuente.
El contexto en que desenvuelve la vida juvenil está caracterizado por la contracción económica,
hiperinflación, crecimiento de la pobreza, escasez de alimentos, deterioro y caos de los
servicios públicos y, en suma, una sensación del fracaso del régimen vigente, incapaz de
responder a las demandas insatisfechas.
En todos los ámbitos se percibe una pérdida de institucionalidad democrática con aguda
confrontación política, pérdida en la claridad de las normas, arbitrariedad en la aplicación de las
mismas e inseguridad generalizada. De más está decir que esta erosión se da en un clima en
que, según datos de ENCOVI, los jóvenes se ven afectados directa o indirectamente por los
problemas de las drogas y alcohol (43 %), inseguridad (36 %) y violencia (26 %).
Desde hace dos décadas se repiten estas percepciones que reflejan tanto el problema de la
drogadicción como la crónica de una historia anunciada de violencia juvenil, que constituyen la
principal causa de muerte entre los jóvenes (Rico y Ríos, 2004).
Todos estos factores acumulados nos han llevado a una crisis humanitaria, que se manifiesta en
la migración forzada, ya que la búsqueda de trabajo y seguridad son las razones impulsoras
para dejar el país entre 3 de cada 4 migrantes recientes.
Contexto educativo de escolares y universitarios
Entre 2015 y 2017 el acceso a la educación entre la población de 3 a 24 años, en promedio,
descendió de 78% a 71%. Esto significa que poco más de 9,3 millones de niños y jóvenes en ese
rango de edad asisten a clases.
Seis de cada 10 jóvenes entre 18 y 24 años no acceden a la educación superior. Esto implica un
aumento de 10% versus el año 2016.

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Cuatro de cada 10 niños y adolescentes entre 3 y 17 años (38%) dejan de asistir a clases por
distintas causas, incluyendo problemas de transporte, apagones o falta de alimentación.
Asimismo, hay un tercio de la población de 15 a 19 años desescolarizada (900 mil), concentrada
principalmente en el quintil más pobre, a quien no le llegó la acción gubernamental con
programas de reinserción escolar, o mediante programas de transferencias directas donde las
familias asumieran el compromiso de velar
por la permanencia de los jóvenes en el
sistema educativo. El 80 % de esos
adolescentes desescolarizados aspira volver a
la escuela pero no hay una oferta adecuada
de oportunidades para reincorporarlos.
Cerca de 1,3 millones de jóvenes de 20 a 29
años no se gradúan de bachiller, quiere decir
que no logran completar esa escolaridad
mínima que podría protegerles de los riesgos de caer en situación de pobreza. Aún más precaria
es la condición de 670 mil jóvenes de 15 a 29 años, cuyo logro educativo apenas alcanza a
completar la educación primaria o menos.
Este panorama descrito en los informes de INJUVE y CECODAP se ha ensombrecido
dramáticamente en estos dos últimos años por la salida de numerosos docentes del sistema
educativo, la baja de la matrícula en primaria y secundaria, y el ausentismo generalizado de
docentes y alumnos por razones de aumento de costo del transporte, la falta de recursos
alimenticios e insumos escolares y las numerosas fallas eléctricas.
A falta de datos más precisos, como muestra basta leer el informe de Fe y Alegría, una de las
organizaciones más sólidas en el sistema educativo del país con una población escolar próxima
a los 100 mil alumnos, y extraer algunos datos significativos.
En primer lugar, motivado a los bajos salarios que devengan los profesores han desertado de
las aulas de clase 25% de los maestros (1775 de los 9.019 maestros);
En segundo lugar, la inasistencia de los alumnos a las aulas de clase es de 60%, por razones
de falta de transporte, alimentos, entre otras; por lo menos 9.000 estudiantes han sido
separados de sus padres, pues estos abandonan el país en busca de mejores oportunidades.
Las implicaciones sobre la calidad educativa con el deterioro académico, el aumento de
conductas disfuncionales y otras consecuencias, son evidentes, aunque difíciles de
cuantificar.
https://elestimulo.com/fe-y-alegria-25-de-los-maestros-han-desertado-de-las-aulas/

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Una visión más ampliada del derrumbe del sistema de educación superior la podemos
encontrar en el informe de PROVEA, donde se constata una situación similar, aunque como
advierten, la falta de datos públicos es patética: “En este sector que es el que más creció en
matricula en los últimos años se empieza a constatar un decrecimiento importante en cuanto a
matrícula estudiantil como en el plantel docente”.
Especialmente los estudiantes de las universidades autónomas han sido las más afectadas por
el recorte en el otorgamiento de presupuestos, con la consecuencia del deterioro de la
docencia y la investigación y, en general, de los servicios del bienestar estudiantil del pasado.
Ello ha redundado en la deserción académica de las universidades autónomas y en el
desplazamiento al área de la economía informal.
https://www.derechos.org.ve/actualidad/informe-anual-crisis-educativa-se-generaliza-y-
profundiza-de-manera-preocupante
Sin embargo, a contrapelo, la matrícula de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza
Armada ha ido subiendo en sentido inverso y para el año 2017 superaba la matrícula de 110 mil
estudiantes (http://www.unefa.edu.ve/portal/).
Aunque las cifras del gobierno, no son muy confiables, aun ajustándolas hacia abajo, nos
revelan una diferencia muy significativa, ya que en el año escolar 2018-2019 se comenzó con
una matrícula de 7 millones 644 mil 865 estudiantes en todo el país, de los cuales 6 millones
442 mil 292 estudiantes se incorporaron en las escuelas públicas y un millón 202 mil 573
estudiantes en los colegios privados. A ello se añade la migración de estudiantes de las escuelas
privadas a las públicas por los costos de la matrícula.
Los estudiantes de los colegios y universidades privadas no dejan de ser, en términos de
transmisión cultural, unos parques temáticos, que si bien tienen gran resonancia en las Redes
Sociales por algunos liderazgos visibles provenientes de sus filas, no permean las bases sociales
de las mayorías bloqueadas comunicacionalmente en los grandes medios y contrarrestadas por
las operaciones estatales en las redes (AUSJAL, 2011).
Empleo, desempleo e inserción laboral
La tasa de desempleo abierto se incrementó de 7,4% en 2016 a 9% en 2017. Esto significa que
poco más de 220 mil personas se quedaron sin trabajo en ese periodo anual.
Contando el porcentaje de personas que trabajan durante menos de 15 horas a la semana o
ganan menos del salario mínimo aun trabajando las 40 horas semanales de ley, el desempleo
en Venezuela alcanza al 15,3% de la población.
Casi 4 de cada 10 venezolanos (37,5%) trabajan por cuenta propia. 44% de los trabajadores lo
hace sin ningún tipo de contrato o beneficio laboral. Sólo 39% de los trabajadores tiene un
empleo fijo.

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Sólo 38% de los trabajadores está afiliado al Seguro Social, lo que ayuda a inferir que por lo
menos 40% de la población podría estar en el sector informal de la economía.
En este marco general en el que se inserta la población juvenil activa el informe del EFIP ubica
la tasa de desempleo juvenil en un 23 %, pero hay considerar que con la alta inflación aun los
empleados en el economía formal ven sus ingresos pulverizados por la alta inflación.
http://www.efipobservatorio.org.ve/2018/12/24/encovi-desempleo-juvenil-es-mas-del-doble-
de-la-tasa-promedio-de-toda-la-poblacion/
Transición precaria al mundo laboral
En la Venezuela actual la iniciación laboral sigue siendo temprana para un gran sector de la
juventud, particularmente de estratos menos aventajados socialmente. De 5,2 millones de
jóvenes con alguna experiencia de trabajo, se tiene que uno de cada cuatro comenzó su
trayectoria laboral antes de los 15 años y casi la mitad antes de los 18 años, pero en el estrato
más pobre esa relación se eleva a cuatro de cada cinco. La incorporación al trabajo no siempre
se da como una actividad única o tiene lugar cuando se concluye la etapa de formación. Esas
transiciones no siempre son lineales.
Es así que poco más de uno de cada diez jóvenes venezolanos se mantienen trabajando y
estudiando en forma simultánea, 35 % solamente trabaja, mientras que el 23 % se encuentra
fuera del sistema educativo y del mercado laboral y, por tanto, se encuentra en una situación
de vulnerabilidad frente a otros riesgos que comprometen su desarrollo. Aunque vale destacar
que la no incorporación al sistema educativo y al empleo no necesariamente es señal de
desinterés por insertarse en la sociedad.
La mayoría de jóvenes en esa condición de doble exclusión son mujeres (70 %) quienes
frecuentemente están dedicadas al trabajo doméstico no remunerado y a las tareas de cuidado,
pero por otra parte se encuentran aquéllos que están buscando empleo y quienes tienen
alguna discapacidad. En promedio, 52 de cada 100 jóvenes están trabajando o buscando
empleo, esa relación es de 65 de cada 100 entre los hombres y 38 de cada 100 entre las
mujeres. La participación en la actividad económica es aún más intensa (70 %) entre quienes
completaron pocos años de instrucción, porque pertenecen a hogares pobres que requieren de
los aportes de su trabajo precario.
Movimiento migratorio y movilidad laboral
En los últimos cincos años han emigrado 1.500.000 venezolanos. Según la directora de los
estudios ENCOVI, “el 80 % de la emigración reciente de Venezuela ha salido entre los años 2017
y 2018”. Eso corresponde a 700.000 venezolanos emigrantes. Los principales destinos fueron
Colombia, Perú y Chile (…). “Eso significa un cambio importante en los destinos de la
emigración, porque tradicionalmente los destinos principales fueron Estados Unidos y España.

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En este momento han quedado rezagados como receptores de la población migrante que se
está dirigiendo a países de América Latina”.
Si ampliamos el arco laboral al periodo del régimen imperante las cifras ascienden hasta los 4
millones y siguen creciendo, porque los regresos son numéricamente insignificantes. Sea en
una instancia más próxima y directa de núcleo familiar o en segunda línea de consanguinidad la
mayoría de los venezolanos tienen algún pariente que ha emigrado, y casi toda la población
tiene conocimiento de alguna persona que se ha movilizado por razones sobre todo
económicas.
Otro fenómeno derivado de la crisis económica con la reducción de las oportunidades por el
cierre de las empresas, especialmente privadas, y de la búsqueda de mejores oportunidades, es
la movilidad laboral con desplazamientos frecuentes del interior a Caracas y núcleos poblados,
de una empresa a otra más competitiva o de un empleo a otro.
A los movimientos ligados antes a las exigencias de cambio por razones de estudio, debido a lo
localización de los centros de aprendizaje, se suman los desplazamientos por razones laborales.
A falta de empleo en un puesto estable abunda la transitoriedad espacial de lugares y sectorial
de ramas de producción.
Según la encuesta Nielsen los Millennials son casi 2 veces más propensos a dejar un trabajo
después de dos años, y 1.5 después de cinco años, y muestran la mitad de la probabilidad de
permanecer en el mismo después de 10 años, en comparación con los encuestados de la
Generación X y Baby Boomers.
En este sentido cabe hablar de una gran población juvenil flotante, marcada por una fluidez
atípica, producto de la modernidad líquida, pero pronunciada en el caso venezolano por el
derrumbe económico y la correspondiente migración forzada.
Transición prematura a las responsabilidades maternas y paternas
Las inequidades en la estructura de oportunidades condicionan esa transición prematura a la
adultez entre los jóvenes de sectores sociales menos aventajados quienes, ante la precariedad
de las condiciones socio-económicas en sus hogares y la falta de proyectos de vida alternativos
a la maternidad/paternidad, inician tempranamente su vida sexual, sin la protección necesaria
para evitar embarazos no planeados. Casi un millón de mujeres jóvenes han reportado que han
tenido al menos un embarazo no planeado, cuya ocurrencia se produjo antes de los dieciocho
años en 38 % de los casos y antes de los veinte años en 64 %. A los dieciocho años la mitad de
las mujeres pertenecientes al estrato más pobre ya son madres, pero si pertenecen al quintil
más rico el riesgo de esa transición reproductiva se posterga hasta después de los veintiún años
(ENCOVI, 2015).

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Respuestas públicas insuficientes
Se han registrado cambios institucionales y normativos, como la creación del Instituto Nacional
de la Juventud (2002), la promulgación de la Ley del Poder Popular para la Juventud (aprobada
en el 2002 y reformada en el 2009) y, la creación del Ministerio para la Juventud (2011), sin
lograr una articulación efectiva de las intervenciones desde el sector público; por el contrario,
hay una gran fragmentación y descoordinación de la gestión para atender las demandas de las
personas jóvenes.
Este hecho de alguna manera fue reconocido por el Gobierno nacional cuando formuló
la Misión Jóvenes de la Patria a mediados del año 2013, sin embargo, a la fecha, no se conoce
un informe que ofrezca un balance de la inversión social realizada y del impacto que ha tenido
en la solución de las principales problemáticas que enfrenta la juventud venezolana (Rodríguez,
R. Yencsi 2018). Últimamente operaciones como “Chamba juvenil” de carácter ocasional y con
fuerte connotación política han tratado de aliviar la presión ocupacional, pero desconocemos
su impacto.
Por fin, es presumible que con falta de músculo económico del gobierno en las circunstancias
actuales, los planes se conviertan en documentos de intenciones, máxime si no cuentan con la
participación de otros actores sociales.

Preguntas generadoras para la reflexión


¿Cómo han afectado los cambios de la estructura social del país en el comportamiento juvenil?
(condiciones económicas, políticas y socioculturales). Algunos aspectos:
1. Pobreza económica y empleo
2. Educación y capacitación
3. Participación institucional y política
4. Consumo cultural y Redes Sociales

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