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RICARDO MÉNDEZ
;í w A R IE L G E O G R A F ÍA y FERNANDO MOLINERO
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
✓ Introducción a la Geografía
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regional del mundo

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PRÓLOGO

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* K )L5j \
C- i La antigua colección *Elcano», dedicada a ¡a Geografía, ha sufrido una
■•- i notable transformación desde hace dos años. Nos parece plausible expre­
sarlo precisamente ahora, cuando han aparecido ya varias obras que res*
ponden, en distintos aspectos, a los nuevos objetivos de la colección. Entre
I ellas, la que tengo en esta ocasión el honor de presentar, Con lo dicho, que­
remos señalar que el cambio de título —actualmente «Ariel Geografía»—
va acompañado de unas modificaciones en la concepción de la coteccióñ.
Aun cuando seguimos manteniendo obras que han adquirido un buen
prestigio entre el público interesado por la Geografía, en dos sentidos se
ha orientado la modificación que hemos apuntado: por una parte diversi­
ficar las traducciones, en un intento de incorporar a la bibliografía espa­
ñola la producción de unas escuelas, o grupos geográficos en la actualidad
\ muy desarrollados, como es el caso de los anglosajones, o bien publica­
ciones relevantes de otros geógrafos poco conocidos en nuestro país; por
otra parte, potenciar la producción original española, teniendo en cuenta
la positiva evolución que la Geografía ha presentado, en este caso, en los
últimos quinquenios.
De acuerdo con el primer sentido señalado, hace unos pocos meses he­
mos publicado la traducción de tos geógrafos polacos M. Potrykowski y
Z. Taylor Geografía Uel transporte. Se trata de un trabajo poco conocido
en España —e incluso nos atreveríamos a decir en numerosos países de
Europa occidental—, en razón de su idioma, y que, sin embargo, consti­
tuye una destacada novedad, por sus enfoques y contenidos; por otra
1* edición: noviembre 1984 parte, el libro se refiere a una rama geográfica insuficientemente cultivada
hasta el momento presente, a pesar de la trascendencia, dentro del mundo
©1984: Ricardo Méndez y Fernando Molinero actual, del tema tratado. Creemos que el esfuerzo que la Editorial ha efec­
tuado —y a pesar de ciertas dificultades de traducción y adaptación que
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo:
hemos procurado resolver en la forma que nos ha parecido más correcta,
c I9S4: Editorial Ariel, S. A. sin pretender haber acertado en todos los casos— se verá compensado por
* Córcega, 270 - 08008 Barcelona el servicio que la obra prestara al público español e iberoamericano.
Dentro de la segunda línea —la de potenciar la producción de obras ori­
ISBN: M-3M-344I-5
*
ginales de geógrafos españoles— se publicó, el pasado año, el volumen I
1 de la Introducción a la Teoría de la Geografía. Ahora, el presente libro
Depósito legal: B. 35.053 -1984 continúa dentro de esta misma línea. Ocurra que la Geografía española ha
presentado un notable desarrollo en varios sentidos ^profesorado, grupos
Impreso en España de trabajo, publicaciones—, desde mediados del séptimo decenio, hará unos
Nir.junz partf de esta publicación, incluido el düeiSo ¿ t la cubierta, jmede ser Tepnxtváda, almacenada o
veinte años. También se ha acrecentado notablemente la diversidad infor­
iransmmda en maoere algvcu ni pox r.ingiin medio, j * «¡ca eléctiíco, químico, mecánico, óptiro, de grabadla 0 de mativa y metodológica y la de los temas estudiados. Parece que elto debía
fotocopia, sia pennúu previo del ertttm. haberse reflejado en un aumento de tratados y manuales originalmente
españoles, hecho que ciertamente no se ha producido* El mercado sigue
• <r ofreciendo, por completo o casi por completo, traducciones de obras extran­
jeras, en particular de autores franceses.
ó ESPACIOS Y SOCIEDADES PRÓLOGO 7

A pesar de la calidad de un buen número de las obras últim am ente alu­ Ricardo Méndez y Femando Molinero, actualmente profesores en la Uni­
didas — claridad expositiva, escogido material gráfico y bibliográfico— estas versidad Complutense de Madrid y en la Universidad de Valladolid, respec­
publicaciones suden presentar, para el lector español e hispanoamericano, tivamente, se formaron en el octavo dece?iiot en aquella fase de pleno desa­
varios defectos inherentes a su origen. E ste hecho está claro si tenemos rrollo de la Geografía española a que antes hem os aludido. Durante un
en cuenta, tos ejemplos que ellas aducen, nunca o casi nunca correspondien­ buen número de años han explicado la Geografía regional del m undo o Geo­
tes a nuestras áreas, ¡a bibliografía citada e incluso la misma terminología, grafía Universal, con ¡o que la aplicación de nuevos conceptos y la búsqueda
todo ello de gran importancia respecto a la correcta formación del estu­ de originales exposiciones didácticas cuenta ya, en su caso, con una larga
diante o simplem ente en lo que respecta a una conveniente orientación y contrastada experiencia.
del lector interesado. Por otra p a n e, ciertos hechos subrayados por los ■ El hilo conductor de su presentación de países van a ser los caracteres
autores foráneos apenas tienen representación, o carecen de ella por com­ socioeconómicos que presentan las distintas partes del mundo. Economis<
pletof en nuestros países. La falta de referencias a las realidades propias, tas y sociólogos debaten estos problemas desde el sexto decenio y existen
tas carencias de análisis de nuestros entornos, el vacío estadístico y car­ ya unos resultados convincentes, en el camjfo de la Geografía, desde me­
tográfico, el silencio respecto a la producción española e iberoamericana diados de la década siguiente (véase, en esta m ism a colección, ¡as obras
pueden llegar a constituir graves déficits. En ocasiones, con curiosas reper- de Fierre George y de Y ves Lacoste Panorama del m undo actual y Geogra­
cusiones, como ocurre en ciertas obras propias, en ¡as que se cita a lejanos fía del subdcsarrolJo).
autores> a veces de difícil, e incluso prácticamente imposible, consulta y Ahora, expresada esta problemática desde España por tos profesores
se silencia en absoluto, o casi, los más cercanos. Méndez y Molinero y con una experiencia colectiva y personal de los con­
ceptos y métodos aplicados y utilizados, la obra presenta un notable y p ío *
* * * vedoso valor para el público español e iberoamericano, No se traía tan
sólo de la existencia de utias determinadas innovaciones sino también, como
Una excepción a la carencia de manuales o tratados geográficos origi­ antes señalábamos, de tas ventajas inherentes a ser la expresión de unas
nales de autores españoles lo constituye la Geografía universal o regional, concretas necesidades y unas ciertas demandas culturales y científicas.
la que pretende m ostrar la diversidad de la superficie terrestre a través Lo que pudiéramos Itamar el debate teórico, que va a justificar este
de parcelas singulares, de países o estados políticos. Es la que se llamó hilo conductor «desarrollo-subdesarrollo» que se mantendrá a lo largo de
significativamente Geografía «descriptiva», en el sentido de que intentaba toda la publicación, se efectúa en la primera parte del libro. En la segunda,
mostrar las características de dichas áreas a través de unas descripciones, se estudia las características geográficas •—físicas y especialmente socio­
así corno la Historia lo hacía a través de unas narraciones. económicas, como es lógico— de las áreas desarrolladas, presentando unos
Las necesidades de la enseñanza especialmente han motivado la apari­ ceñidos y valiosos análisis monográficos de tos casos de Europa occidental,
ción, en nuestro país, de varias obras origínales. Con frecuencia, el carác­ Unión Soviética, Japón, Estados Unidos y Australia-Nueva Zelanda. En la
ter descriptivo era predominante; en un buen núm ero, exclusivo. Sólo es­ tercera parte, tras una exposición también de conjunto de las áreas sub-
capaban a estas características algunas publicaciones que, desde mediados desarrolladas, se analiza las peculiaridades de China, Asia meridional, Asia
de siglo, pretendían m ostrar unas conexiones entre el medio físico y las sudoccidental y países africanos; no puede extrañar, claro está, que den­
realizaciones humanas, de acuerdo con la renovación conceptual de la Geo­ tro de esta parte sean considerados con especial interés los países ibero*
grafía propia del prim er tercio de nuestra centuria. americanos.
De esta forma, la claridad form al y de fondo aumentaba notablemente Creo que esta publicación representará una notable aportación a un avance
respecto al monótono e invertebrado cuadro — con frecuencia, repetimos, de tos estudios corográficos, tan antiguos como la misma Geografía, en
puramente descriptivo— de las obras anteriores. Claridad que se confor­ nuestros lares; se entiende dentro de la escala escogida, es decir, la m un­
maba ya a partir de una ordenación temática de los materiales que se iban dial Y ello tanto por la metodología y enfoques utilizados como por la
presentando —aunque a veces desembocando en presentaciones rígidas y acertada selección que de Ja abundante información se ha realizado. Pienso
carentes de personalidad— y que alcanzaba una mayor profundidad cuando también que, por todo ello, el presente libro constituirá una buena co n tri
se conseguía mostrar unas relaciones explicativas. bución a la renovación de esta colección Ariel Geografía, dentro de los
Desde el sexto decenio, algunos geógrafos españoles se plantearon el objetivos que la Editorial y nosotros mism os nos hemos propuesto, tal
proble'tna de una presentación de países que respondiese a unos conjuntos como hemos indicado en los primeros párrafos de estas páginas preliminares.
significativos y que no aludiesen puramente a la pertenencia a un deter­
minado continente. Se inicia así una cierta teorización en los estudios de J . ViiA V alentí
Geografía regional, a esta escala universal, que va a m ostrar una indudable O c tu b re 19&4
fecundidad. Un prim er paso se dará tras el reconocimiento de unas rela­
ciones de los distintos países con ¡as zonas climáticas correspondientes, tal
como hemos señalado en nuestra Introducción a la Teoría de la Geografía
de esta misma colección (véase especialmente capítulo 10). Que yo sepa,
unas explicaciones ancladas claramente en estos presupuestos no se darán
en la universidad española —y tan sólo en algunos casos— hasta finales del
sexto decenio.
«Doble es ciertam ente la Geografías una Genera),
otra Especial. Aquélla considera la Tierra en conjun­
to explicando sus varías partes y sus características
generales; ésta, por su parte, la Especial, observando
INTRODUCCIÓN*
las reglas generales vuelve a estudiar la situación de
cada una de las regiones, ta división, los límites y otras
cosas dignas de conocimiento. Pero los que hasta el
momento escribieron sobre h Geografía lo hicieron E n tre ¡os o b jetivo s de la G eografía, uno esencial es dar sen tid o al
detalladam ente sólo acerca de la Especial y desarro­ espacio en que vivim os, desde el m arco local, m ás inm ed iato, hasta el
llaron poco lo perteneciente a la General, descuidan­ co n texto m undial, cada vez m ás pró xim o e interdependiente. E n ese es-
do y omitiendo muchas cosas necesarias, de modo fu erzo , las visiones de co n ju n to han pecado con frecuencia de excesivo
que los jóvenes, m ientras aprendían lo especial de d escrip tivism o , fa lta s precisa m en te de ese «sentido», d e ese argum ento
esta disciplina, ignoraban en su m ayor parte sus fun­ integrador que racionalizase la sim p le acum ulación de d atos diversos
dam entos, y a la misma Geografía apenas se le podía
aplicar el calificativo de ciencia.» v d ispersos, co n trib u yen d o asi a m a n ten e r una im agen de la disciplina,
d en tro del cuerpo social, fre cu e n tem en te identificada con fo rm a s de co­
(B. V a r e x ío , 1650) nocim iento precientífico*
E n este c o n te x to , resulte significativo q u e, siendo una m ateria de estu ­
dio o m n ip resen te en todos los niveles de enseñanza, desde la E.G.B. a la
*La ciencia es el descubrimiento de conexiones U niversidad, la Geografía Regional del M undo conozca hoy «h cierto
entre los hechos. En la conexión, el hecho desaparece desprestigio en tre los profesionales y en el co n ju n to d e la sociedad.
como puro hecho y se transform a en miembro de un A potenciar esta contradicción co n trib u ye la escasa bibliografía d ispo­
sentido. Entonces se le entiende. El sentido es la m a­
nible en español, que, adem ás, m a n tien e en general un carácter enciclo­
teria inteligible.»
(J. O r t e g a y G a s s e t ) pédico, desarrollando un catálogo d e países en el q u e, de form a reitera­
t i v a s e yu xta p o n e ¡a descripción d e su m edio físico, población y activi­
dades económ icas, co m plem entada a veces con una división regional.
La p resen te obra intenta ofrecer una visión d iferen te, no sólo preo­
cupada por actualizar los contenidos y la in fo rm a ció n , sino, ante todo,
por incorporar algunas de las novedades m etodológicas desarrolladas en
las ú ltim a s décadas al servicio d e una explicación geográfica integrada
de! espacio m u n d ia l Ju n to a ello, tam bién se ha p restado particular
atención al tra ta m ien to de algunos d e ¡os hechos m ás relevantes que ca­
racterizan n uestra realidad presente, a m enudo relegados en ¡os estudios
p reced en tes.
Con esto s o b je tiv o s, el estu d io se estru ctu ra en tres unidades. La p ri­
m era in ten ta ¡levar a cabo una consideración general sobre el m arco
teórico, es decir, sobre los su p u esto s básicos que fu n d a m e n ta n el aná­
lisis posterior, partiendo de la evolución de la disciplina para llegar a
d e fin ir los criterio s en ¡os que se apoya la división regional adoptada.
S e ha rechazado la división tradicional por co n tin en tes y países en aras
del esta b lecim ien to de grandes c o n ju n to s regionales con clara persona­
lidad geográfica. Las dos restantes se dedican a analizar las estru ctu ra s
y la dinám ica espacial d e cada uno d e ellos, integrándolos en dos á m ­
b ito s de caracteres o p u esto s y evolución divergenter com o son el m u n d o
del desarrollo y del subdesarrolto, cuya trascendencia actual parece fuera
de toda duda. La búsqueda de una identidad propia para los sucesivos
c o n ju n to s regionales, el estab lecim ien to de un hilo co n d u c to r que des-
10 ESPACIOS Y SOCIEDADES

tacase los elem entos esenciales en cada caso, ha sido siem pre un objetivo
esencia!. Esto justifica la utilización de esquemas no reiterativos en el
tratamiento de los capítulos, sino, por el contrario, la selección de aque­
llos aspectos que, en nuestra opinión, m ejor ayudan a explicar las estruc*
lures espaciales básicas de cada conjunto a la escala que aquí se emplea,
lo que dota al texto de una tram a argumenial, discutible como es lógico, PRIMERA PARTE
pero manifiesta.
Este trabajo podrá ser calificado por algunos como de divulgación.
Sin duda lo es, si por divulgación se entiende la recopilación y actualiza­ GEOGRAFÍA D ESCRIPTIV A — GEOGRAFIA REGIONAL
ción de contenidos, sintetizando informaciones de procedencia m uy di­
versa, al servicio de una explicación geográfica integrada del espacio
mundial. E ste carácter no sólo no nos parece un dem érito, sino, por el
co7iirariot un difícil objetivo a conseguir. E l rápido y desigual desarrollo
de las ciencias ha ido abriendo un vacío creciente entre la energía inte­
lectual dedicada a la concepción de nuevas ideas y m étodos de investí-
gación, y la empleada en su difusión, con lo que se ha establecido una
disociación progresiva entre ambas. E n nuestro país, esa situación es
evidente en ío que se refiere a la Geografía. La labor de investigación
realizada desde ios departam entos universitarios no guarda relación con
la vtsceto que de la disciplina sigue manteniendo el conjunto de la socie­
dad. S: para una amplia mayoría de los españoles la Geografía sigue
ofreciendo un tipo de conocim iento m eram ente descriptivo, m emorístico
y aburrido, empeñada en hacernos aprender nombres o cifras perfecta­
mente inútiles y, por ello, resulta claramente marginada, m ucho se debe­
rá a la escasa labor de los geógrafos, poco atentos a ofrecer una visión
coherente y crítica sobre la organización del espacio>de los espacios, en
que todos vivimos.
Racionalizar ese espacio, marcar las coordenadas básicas en que se
mueve su apropiación, explotación y organización en las distintas regio­
nes del m undo, es objetivo m ás que suficiente para esta obra.
r

C a p it u l o I

LOS FACTORES DE ORGANIZACIÓN TERRITORIAL


A ESCALA PLANETARIA Y LA DIVISION REGIONAL DEL MUNDO

1. I n t r o d u c c i ó n

El proceso del conocimiento hum ano está basado en ct empleo de


abstracciones, entre las que la noción de «región» viene a ser una de las
usadas tradiciunalm cnte con mayor frecuencia en geografía.
Su consideración obligada en una obra que pretende analizar la
organización y el dinamismo internos de espacios regionales a una es­
cala determ inada, se enfrenta a dos dificultades iniciales que es preciso
m encionar. En prim er lugar, una simple aproximación superficial a la
literatura geográfica sobre el tema nos sitúa en presencia de un con­
cepto complejo y frecuentem ente ambiguo, em pleado para describir rea­
lidades muy diversas y que, además, ha estado som etido a profundos
cambios en relación con la evolución seguida por el pensam iento geográ­
fico en su conjunto, que también ha hecho variar la metodología empica­
da en su análisis. Un segundo aspecto relacionado con el anterior es la
peculiar valoración de los estudios regionales dentro de la disciplina
y a lo largo del tiempo: si durante décadas constituyeron el eje central
y la esencia misma de los estudios geográficos, hasta el punto de poderse
hablar de una identificación entre ambos, en el ultim o cuarto de siglo
han conocido un innegable retroceso, que en ocasiones se traduce en un
rechazo explícito por parte de geógrafos insertos en las nuevas corrien­
tes de renovación.teórica. La confusión que, aún hoy, se establece en
ocasiones entre la «geografía regional» y la «geografía tradicional», que
llega a desbordar el ám bito teórico incorporándose a las estrategias cor­
porativas dentro de la com unidad científica, sigue suscitando posiciones
encontradas.
Por contra, y frente a la relativa crisis de las o bras regionales en
geografía, se ha producido en los últim os años una revitalización de su
interés para el conjunto social y, consecuentem ente, en la dem anda de
este tipo de obras, que ha pasado a ser cubierta en buena parte por
otras ciencias sociales como la economía o la sociología, que han incor­
porado la dimensión espacial en época relativam ente reciente. Fenóme­
nos como la constitución del E stado de las Autonomías, la evolución
hacia la «Europa de las regiones» o el im pacto generado hoy por el
desarrollo de organismos supranacionales como la Comunidad Económi­
ca Europea, plantean a la Geografía el reto de afro n tar de forma nueva
14 ESPACIOS Y SOCIEDADES ceücrafl* d e s c r ip t iv a - geografía regional 15

interrogantes que han. estado presentes d u ran te buena parte de su evo­ con escasas variaciones y que justifica la secular identificación —al m e­
lución.
nos hasta la aparición de la obra de Ratzel— entre los calificativos de
En estas circunstancias, y antes de abordar el análisis de cada una descriptivo y político aplicados a los estudios geográficos (Méndez,
de las entidades regionales definidas, parece necesario trazar una breve R.-Molinero, F., 1984).
evolución de los estudios regionales en geografía —particularm ente de Incluso aquellas obras que abarcan territorios más reducidos que
los vinculados a la geografía universal— que justifique su situación p re ­ el del Estado emplean con frecuencia criterios de identificación y dife­
sente, así como los criterios de delimitación y e! tratam iento adoptados renciación político-adminisLratívos (condados, ducados, o b ispalías...},
en nuestro caso.
bien actuales o pasados, lo que introduce en nuestra disciplina el con­
Aplicando aquí las palabras de Harvey, «es claro que cualquier análisis cepto de regiones históricas, en estrecha vinculación con el de regiones
es estéril a menos que tenga un objetivo. É ste puede no estar claram ente políticas. Se concibe asi la región como una construcción un el tiempo,
explicitado, estar im plícito y basta estar muy borroso. Pero sin una no* enraizada en la conciencia colectiva, con lo que se apuntalan las tenden­
eióii de lo que estudiar, no puede haber geografía ni, por cierto, cono­ cias historicistas en los estudios geográficos.
cimiento alguno... Por lo tanto, no podemos proceder sin tener un objeto, En cualquier caso, es significativa la fidelidad de los geógrafos a los
y definirlo se traduce, aun transitoriam ente, en adoptar una posición filo­ marcos territoriales establecidos con criterios ajenos, lim itando su labor
sófica especifica con respecto a la propia geografía» (Harvey, D., 1983, a describir aquellos elementos que los sigularizan, lo que pone de ma­
29; véase la cita bibliográfica com pleta al final del texto). nifiesto la falta de concepciones alternativas en la definición de los
«objetos geográficos». La aún hoy frecuente identificación popular de
nuestra disciplina como una «guía» más o menos detallada sobre las
2. E v o l u c ió n del co n cepto y los e s t u d io s r e g io n a l e s ex G e o g r a f ía características paisajísticas, económicas, demográficas, etc., de los países
del mundo, parece hundir sus raíces en ese pasado remoto, y manifiesta
a) La tradición corográfica anterior a nuestro siglo las fuertes inercias que han atenazado su evolución teórica, plasmadas
también en su decreciente valoración social.
Desde la Antigüedad, una parte im portante de los estudios considera­ El prim er avance significativo en la definición de región desde pers^
dos geográficos se orientó a la descripción de lugares y países, próximos pectivas geográficas se producirá en la segunda m itad del siglo xix, coin­
o remotos, dentro de una tradición secular que arraiga en !a concepción cidiendo con el desarrollo científico de la propia disciplina y su institu-
de la disciplina como «descripción de la Tierra». cionalización académica (Capel, H., 1981, 83 y sigs.).
Este conjunto de relatos agrupados bajo el calificativo de corográficos La fuerte influencia de las ciencias naturales desde Humboldt, que
se contrapone desde sus orígenes a la geografía matemático-astronómica, apunta hacia una redefinición de la geografía como estudio de las
que considera la T ierra como un astro y se interesa sobre todo por intcrrelaciones hombre-medio, ju n to al deseo de afirm ar el carácter cien­
establecer los principios generales que sirven como base al levantamien­ tífico y a la vez específico de los estudios geográficos, se plasman eri la
to cartográfico. La heterogeneidad de sus contenidos iniciales, en donde búsqueda de criterios de regionalización diferentes á los históricos o a
lo mítico y lo histórico se entrem ezclan con la descripción de las cos- la artificialidad de los políticos, que presenten adem ás un mayor valor
' tum bres, los rasgos étnicos, la organización política ó la localización de didáctico.
accidentes fisíográficos, se irá concretando con el paso del tiempo, en De esle modo, surge y se desarrolla la noción de región natural, en
particular desde el Renacimiento, m om ento en que conoce también un coherencia con la prim acía que el determ inism o am biental im perante
fuerte auge en relación con los descubrim ientos y exploraciones de nue­ otorga al medio como factor de organización espacial y base explicativa,
vas tierras. De este modo, y una vez, más, las descripciones geográficas en últim o term ino, de la Historia.
que salen a la luz narrando viajes o sintetizando las informaciones dis­ Si en un prim er momento las divisiones realizadas consideran tan
ponibles de m ercaderes, m ilitares y exploradores, m uestran, m ás allá de sólo uno de los elementos de ésLe medio como clave diferenciadora (por
su valor meramente inform ativo o de cualquier preocupación científica, ejem plo, las cuencas hidrográficas), el concepto irá adquiriendo progre­
un claro sentido utilitario en relación con los objetivos comerciales o de sivamente \in a mayor com plejidad al incorporar nuevos componentes
conquista de determ inadas potencias europeas, lo que justifica al pro­ (biogeográfícos, geológicos, clim áticos...), hasta perm itir la identificación
pio tiempo el interés que despiertan. de espacios integrados en los que se supone que las condiciones ecoló­
El ám bito de análisis preferente en estas obras suele tom ar como base gicas determ inan las formas de vida y ocupación de los grupos humanos
las fronteras políticas, en p articu lar desde el surgim iento de los Esta­ que los habitan. En palabras de Ratzel, «el territorio, siem pre el mismo
dos modernos, con lo que la geografía descriptiva se convierte progresi­ y siem pre situado en el mismo lugar del espacio, sirve de soporte rígido
vam ente en una geografía de países, agrupados p o r lo común en conti­ a los hum ores, a las volubles aspiraciones de los hom bres, y cuando se
nentes, característica que ha pervivido en lo esencial hasta la actualidad les ocurre olvidar este sustrato les hace sentir su autoridad y los recucr-
16 ESPACT0S Y SOCIEDADES GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA - GEOGRAFIA REGIONAL 17

da, m ediante serias advertencias, que toda ía vida del Estado tiene sus m ente coincidentes, el aspecto m ás relevante desde nuestra perspectiva
raíces en la tierra. Regula los destinos de los pueblos con ciega brutali­ lo constituye la decantación, a lo;,largo de tres décadas, de un esquema
dad. Un pueblo tiene que vivir sobre el territo rio que le ha tocado en conceptual y metodológico de matiz claram ente idiogcálico que ha llegado
suerte, tiene que m orir en él, tiene que so p o rtar su ley» (Ratzel, F., a convertirse en clásico, cualquiera que sea la escala de análisis conside­
18S8-99, 12). rada.
En los análisis a escala m undial cobrarán particular auge las divisio­ La región geográfica, concepto diferente al de región natural que gene'”
nes climáticas, bien de base zonal como las realizadas por H erbertson raím ente se aplica a un territorio de tam año inferior al del Estado, se
a principios de siglo, bien utilizando otros criterios como, p o r ejemplo, define ahora como espacio singular y único en cuanto supone una asocia­
los de Penck, que relacionando tem p eratu ras y precipitaciones llega a ción”particular de elem entos físicos y hum anos, que h a sido modelado
distinguir tres grandes tipos de regiones en el globo: las húmedas, las históricam ente, y cuya plasmación m aterial es un paisaje determ inado^
nivales y las áridas. De este modo, se singularizan una serie de conjuntos E sta singularidad del hecho regional exigirá, en consecuencia, un tra ­
territoriales que superan el ám bito estatal (el Asia monzónica, los «países tam iento individualizado en cada caso, no siendo aplicables p ara su com­
tropicales», la Europa m editerránea, la América andina*..), en donde el prensión .leyes o principios de carácter general en razón de que sim pli­
clima, o cualquier otro factor tom ado como base, otorga una homogenei­ fican abusivam ente una realidad extraordinariam ente com pleja y diversa.
dad cuya im portancia se m arca tanto en el paisaje como en las formas En este sentido, el geógrafo deberá realizar una labor de síntesis Al
de organización tradicionales. adentrarse en su estudio, profundizando de m odo especial en las rela­
Si la división del mundo en zonas clim áticas o cualquier o tro tipo de ciones que se establecen entre los grupos hum anos que la habitan y su me-
regiones naturales supone un indudable avance en tanto los criterios dio, y destacando los rasgos originales, lo que exige recu rrir a conoci­
escogidos tienen ya un valor explicativo e intentan plasm ar las interrela- m ientos procedentes de disciplinas muy diversas.
ciones existentes entre hechos físicos y hum anos (ViLá Valentí, J., 1983, Los m éritos indudables que contienen algunos de estos trabajos re­
257), su significación y valor operativo resultan bastante escasos. En gionales, que Vilá Valentí identifica con la «habilidad especial» y la «nota­
un m undo en que la evolución tecnológica y económica resulta cada vez ble sensibilidad subjetiva de matización» por p arte de sus autores (Vilá,
m ás rápida, los grandes contrastes existentes no parecen vincularse tan­ J., 1983, 248), reflejan con bastante claridad la peculiar concepción de
to a las peculiares condiciones n atu rales como a la diferente capacidad una labor geográfica entendida m ás como un arte que como una ciencia
de las sociedades para dom inar y organizar su territorio en relación con en sentido estricto.
los valores e intereses dom inantes en cada m om ento y las fuerzas m a­ Aun cuando no sea el ám bito m undial la escala analítica más utilizada,
teriales disponibles. La reivindicación de la región como espacio hum a­ la cristalización metodológica y la revalorización de los estudios regio­
nizado, con límites y dinamism o no coincidentes con los de orden fisiográ- nales tendrán una evidente repercusión en las obras sobre geografía
fico, exigirá, pues, una reorientación de los estudios regionales en geo* universal que se publican a p artir de esos años.
grafía. Aunque teóricam ente se integran den tro de la «nueva» geografía re­
gional, puesto que consideran espacios delim itados e integrados de ca­
racterísticas com plejas, en la práctica apenas se observan modificaciones
b) La cristalización de la geografía regional de im portancia respecto al tratam iento dado hasta entonces. La tradi­
cional división del m undo en continentes y países, com binada en ocasio­
El rechazo del determ inism o positivista que alcanza a la geografía nes con la inclusión de algunas regiones naturales com o ám bitos in ter­
desde finales de la segunda década de nuestro siglo se constituirá en el medios, continúa plenam ente vigente, pese a que las fronteras políticas
vehículo esencial de esa renovación, comenzando entonces lo que ha rom pen con frecuencia unidades espaciales que desde el punto de vista
dado en llam arse la etapa «clásica» o regíonalista. geográfico están dotadas de cohesión. La resistencia al cam bio y la per-
Ante la negación de la unidad metodológica de las ciencias y la con­ vivencia de fuertes inercias en este sentido resulta claram ente visible en
traposición tjue ahora se impone en tre ciencias físicas y hum anas o socia­ la bibliografía existente en castellano sobre el tem a: desde la ya clásica
les, llega a peligrar la propia identidad de la Geografía como disciplina Geografía Universal dirigida por Vidal de la Blache y Gallois, que co­
especifica y única, a caballo en tre am bos tipos de saberes. E n estas cir­ menzó a traducirse en 1928, hasta las posteriores de Terán (1952), o las
cunstancias, su definición como m ateria que estudia la diferenciación de dirigidas por Vilá Valentí (1971) .y Casas Torres (1979) —y sin considerar
áreas en la superficie terrestre, es decir, las regiones, adem ás de otorgarle las num erosas enciclopedias de tem ática sim ilar—, el m antenim iento de
un objeto propio de análisis, le asegura su supervivencia científica y aca­ verdaderos «catálogos» de países, en los que se intenta destacar lo es­
démica (Capel, H., 1981, 338). pecífico u original de cada caso, resu lta una constante.
Sin e n tra r en consideraciones respecto a las diferentes escuelas que Junto a la generalización de esta m ateria en los diversos niveles de
desarrollan en esos años los estudios regionales sobre supuestos no to tal­ enseñanza, la principal aportación en estos años se relaciona con la
18 ESPACrOS Y SOCIEDADES CBOGKAtÍA UtSCKU'TiVA - GíiOÜKAriA RliGlONAI. 19

sistem atización en el m étodo de análisis em pleado p ara caracterizar cada que «en geografía, como en cualquier o tra ciencia, existe una continua
uno de los países, que yuxtapone desde ahora una serie de apartados interacción entre lógica, teoría y hechos (descripción). Ninguna puede
sucesivos sin apenas modificaciones según el esquema: estar separada de tas demás. Debido a su inseparabilidad, es absurdo
m antener que una de las tres, en este caso la descripción, sea "más
— Medio físico geográfica” que las demás. Las tres son geografía. El problem a en geo­
— Historia y población grafía, como en cualquier o tra ciencia, reside en tra ta r de encontrar la
— Actividades económicas forma más económica de ordenar nuestra percepción de los hechos. En
— División regional esta continua búsqueda de la eficiencia hay que preguntarse: ¿dónde está
el cuello de botella? Sin duda, hay que contestar que está en la cons­
Si bien este orden im puesto en el tratam iento de la inform ación pudo trucción de teorías» (Bunge, W., 1962, 8).
haber tenido en determ inado m om ento alguna significación implícita, La región habrá de explicarse, pues, a p artir de los principios gene­
su repetición mecánica posterior y la consiguiente ausencia de la preten­ rales enunciados por las disciplinas sistem áticas, ío que desplaza el
dida visión sintética se constituyeron prontam ente en reflejo de las con­ interés prioritario hacia la consideración de los procesos y estructuras
tradicciones existentes en tre teoría y praxis geográfica. espaciales comunes a varias de ellas, en tanto los aspectos peculiares de
Las críticas a esta form a de hacer geografía que surgen desde distin­ cada entidad regional se interpretan ahora como anomalías que deben
tos puntos a p a rtir de mediados de siglo vendrán a señalar, ju n to al justificarse incorporando nuevas variables no incluidas en los modelos
carácter excesivamente analítico del estudio «por ficheros», la falta de globales. La distinción entre espacios individuales y únicos, propuesta
criterios específicos en Ja delimitación regional y el sentido excepciona- por el mismo Bunge, sustenta una reorientación de la geografía regional,
lista que impone la enum eración de países, frente a la búsqueda de tanto en los objetivos como en la metodología a aplicar: la región se
principios explicativos de carácter general. En este sentido, la geografía define como una combinación individualizada, pero com parable a las
universal jugará un papel activo en la progresiva identificación del con­ demás, de elementos físicos y hum anos que se resum e en una estru ctu ­
junto de la Geografía como disciplina exclusivamente escolar y acadé­ ra, estando som etida a procesos comunes que formalizan su organiza­
mica, descriptiva, m em oristica y con un cierto tinte enciclopédico, poco ción interna en cada momento. Desde esta nueva perspectiva, pueden
interesada por los problem as reales de la sociedad y de notable pobreza entenderse posiciones que en apariencia resultan contradictorias como
epistemológica, calificativos que aplica Lacoste a lo que denomina «la la de Smith, al afirm ar que *Ia geografía regional continúa con perfecta
geografía de los profesores» (Lacoste, Y., 1977). salud, aunque no suceda lo propio con la mayoría de textos escritos bajo
tal epígrafe» (Smith, D. M., 1980, 39).
Dentro de este ám bito, la aportación m ás destacada que se realiza
c) La renovación de tos estudios regionales desde mediados de siglo en esos años se relaciona con la ampliación del propio concepto de re­
gión tal y como se entiende por la geografía. Si hasta entonces su identi­
La profunda renovación teórica y metodológica que ha conocido la ficación espacial se basaba ,en la existencia de una cierta uniform idad,
Geografía en su conjunto durante los trein ta últim os años no podía dejar bien en sus rasgos físicos o hum anos, ahora se incorporan nuevos cri-
de reflejarse en los esLudios regionales. De este modo, la aparición y de­ terios.lPor influencia de la economía regional, pasa a un prim er plano la
sarrollo de la llam ada geografía analítica o teorético-cuantitativa en los existencia de interrelaciones (económicas, sociales, inform ativas...) que
años cincuenta supondrá un cucstionam iento inm ediato, tanto del concep­ vinculan los distintos com ponentes de un territorio o diversos territorios
to de región im perante h asta ese momento, como de su práctica concre­ entre sí, generando una red de flujos a p a rtir de la cual se formaliza una
ta en los trabajos em píricos de los geógrafos. determ inada estructura espacial!} Cabrá hablar, por tanto, de región
La redefinición del objeto geográfico, y la prioridad ahora otorgada cuando la unidad o cohesión funcional entre elementos y espacios hete­
a la búsqueda de principios explicativos generales sobre la organización rogéneos sustituya la existencia de uniform idad (Juillard, E., 1962).
del espacio supondrán un cambio inicial en la valoración del análisis En este sentido, junto¿Tlas regiones homogéneas o formales, definidas
regiqpal, que deja de constituir un fin en sí miátno para convertirse en como espacios continuos, delim itados y diferenciados respecto a su
complemento de lá geografía sistem ática o general. Ya desde la obra pione­ entorno por la posesión de ciertos rasgos específicos que le otorgan una
ra de Schaefer, la geografía regional se justifica en cuanto sirve como fuen­ personalidad plasm ada en form as concretas de organización territorial,
te de inform ación (base p ara la elaboración de hipótesis) y ám bito de se definen ahora las regiones funcionales o polarizadas?j
experim entación o verificación de las leyes y modelos elaborados por Aun cuando am bos términos no son estrictam ente sinónimos, pode­
la geografía teórica. mos definirlas aquí como aquellas en que existen uno o varios polos
Esta nueva visión de1 papel que juegan los aspectos descriptivos den­ o nodos que concentran la población y las actividades, actuando pues
tro de la disciplina es claram ente form ulada por Bunge, considerando como centros dom inantes, en tanto el resto del territorio es funcional­
20 ESPACIOS Y SOCIEDADES GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA • GEOGRAFÍA REGIONAL 21
mente dependiente, actuando como abastecedor de factores productivos ficos a p artir del articulo ya clásico de Ackerman (Ackerman, E., 1963),
(fuerza de trabajo, alim entos, m aterias prim as y energía, capitales). Las En su preocupación por integrar los contenidos de las diversas cien­
relaciones de intercam bio desigual que genera esta diferenciación de cias m ediante el establecim iento una lógica com ún a todas ellas, la
funciones en el espacio se establecen a lo largo de unas redes de teoría sistém ica está perm itiendo la decantación de un am plio conjunto
transporte y comunicación de inform aciones igualmente jerarquizadas, de conceptos, técnicas analíticas y de un lenguaje norm alizado que, ade­
generándose las máximas densidades de flujos (m ateriales e inm ateria­ más de contribuir a superar el creciente aislam iento entre las ciencias
les) en las áreas próxim as a los centros principales, y disminuyendo (lo que Ortega denom inó la «miseria del especialismo»: el saber cada
desde aquí con la distancia. vez m ás de cada vez menos), ha estim ulado un desarrollo teórico parale­
Así pues, las regiones polarizadas son, por definición, heterogéneas, lo en diversos cam pos de investigación al favorecer las transferencias
aunque dotadas de una cohesión funcional que perm ite delim itar con una interdisciplinarias. Para Von Bertalanffy, «representa un am plio punto
■ cierta aproximación su ám bito territorial, en tanto áreas de influencia de vista que trasciende grandem ente los problem as y los requerim ientos
respecto a unos centros dom inantes, generalm ente urbanos, que las tecnológicos, una reorientación que se ha hecho necesaria en la ciencia
organizan. en general, en toda la gama de disciplinas que va de la física y la biolo­
La evolución de las obras dedicadas a la geografía universal en estos gía a las ciencias sociales y del com portam iento, y h asta la filosofía. Con
últim os años es tan sólo parcialm ente coherente con los supuestos teó­ distintos grados de éxito y de exactitud, interviene en varios dominios
ricos aquí apuntados. y anuncia una nueva visión del mundo que tendrá repercusiones conside­
Dentro de la búsqueda de divisiones regionales más pertinentes desde rables» (Von Bertalanffy, L., 1981, VIII-1X).
una perspectiva geográfica exigente, el progresivo desplazamiento de la Su reciente aplicación a la geografía regional, aun cuando todavía
geografía hacia posiciones m ás próxim as a o tras ciencias sociales queda resulte incipiente y con escaso desarrollo em pírico, puede contribuir
aqiií reflejado en la prioridad que ahora se otorga a criterios socioeco­ a obtener una nueva visión del hecho regional que integre muchos de
nómicos como base de diferenciación. El proceso es observable ya desde Jos elementos considerados ya con anterioridad, pero dentro de nuevas
los años sesenta, pero se consolida en ia últim a década, cuando las lla­ categorías teóricas. Como apunta Dauphiné, «asimilando la región a un
madas corrientes críticas o radicales, en su preocupación por aspectos sistem a, el geógrafo posee un m arco teórico formal, lo que perm ite la
como las relaciones sociales que subvacen en las formas espaciales, los creación de una ciencia de las regiones» (Dauphiné, A., 1979, 30), al tiem­
fenómenos de dominación, o las profundas desigualdades en la distri­ po que favorece la colaboración con otras disciplinas científicas interesa­
bución de ios niveles de bienestar, insisten en la particular incidencia das hoy también en estos temas.
del desarrollo o de los sistem as político-económicos im perantes en la Una definición de la región como sistem a espacial integrado, abierto
actual división del mundo. y en equilibrio dinám ico exige precisar en la m edida de lo posible sus
Obras como las de Blij (1971 y 1974), o Jackson y H udm an (1982), características:
constituyen un enFoque nuevo que puede calificarse como de verdadera
«geografía regional del mundo». La identificación en ellas de conjuntos 1," Toda región supone un territorio delimitado y continuo, de exten­
territoriales de ám bito generalm ente superior al del Estado, justificados sión variable, caracterizado por una peculiar combinación de ele­
a p artir de criterios objetivos, y la búsqueda en cada caso de una expli­ mentos físicos y humanos dotados de ciertos atribuios (tamaño,
cación a bus rasgos esenciales a p artir de los modelos elaborados p o r la forma..,), que le otorgan una personalidad propia y diferenciada. En
propia geografía, contrasta con la pervivencia de «geografías descripti­ este sentido, y junto a los atributos puramente materiales, hay que
vas» tradicionales, remozadas form alm ente en ocasiones pero sin varia­ señalar la existencia frecuente de una comunidad cultural, de un
ciones significativas en los supuestos que las fundam entan, generando sentimiento colectivo de pertenencia, que vincula a los hombres
entre si y con el territorio que habitan.
con ello un panoram a bibliográfico actual relativam ente confuso. En 2 El espacio regional aparece dotado de cohesión, estructurado, por
España, la única de características sim ilares, aunque con dimensiones y la existencia de estrechas interrelacíones entre los elementos y terri­
objetivos m ás amplios, es la dirigida por Lluch (1981-1984). torios que la componen, de las que derivan su propia espeeiali2ación
* . funcional y jerarquización, que definen el estado del sistema en
cada momento. Esta compleja red de interconexiones puede refle­
d) Geografía sistém ica y análisis regional: jarse en una matriz de datos similar a la propuesta por Berry
la región como sistem a espacial integrado (fig. 1.1.), disponiendo en las filas las características o funciones,
y en las columnas las diferentes unidades espaciales (Berry, B. J. L.,
1964).
Una de las aportaciones recientes que m ayor interés y posibilidades
Según la imagen propuesta por Brunct, en cada lugar del espado
de desarrollo en un futuro inm ediato parece suscitar, ha sido la incorpo­ regional existe una estructura vertical definida por las relaciones
ración de la Teoría General de Sistem as al ám bito de los estudios geográ­ entre sus características físicas, demográficas, económicas, socia-
ESPACIOS Y SOCIEDADES GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA - GEOGRAFÍA REGIO CCAL 23

les, etc. A su vez, entre Los distintos lugares que componen una cohesión. Según esto, cualquier punto del espacio podrá insertarse
región existen relaciones más o menos intensas que definen su es­ en regiones diversas según la escala que se considere; c) grado de
tructura horizontal. La región se configura por la articulación de cohesión interna o de homogeneidad tenderá a evolucionar en razón
ambos tipos de estructuras: «rcgíonalizar consiste en encontrar, inversa al tamaño de la región, aunque manteniendo los supuestos
sobre la base de las estructuras verticales, un vinculo entre luga­ básicos anteriores.
res, o un orden en el conjunto de relaciones horizontales» (Du-
Esto supone la posibilidad de dividir cualquier región en subsis­
molard, P., 1975, 94).
T.a región es un sistema abierto, es decir, vinculado en mayor o temas territoriales de menores dimensiones, interdependicntcs en­
menor medida a un entorno a través de flujos constantes de en* tre sí pero con características y dinamismo propios.
tradas y salidas (inputs-outputs) que influyen sobre su organiza­ Desde esta perspectiva, un estudio tan global como el que corres­
ción interna. Esto supone una permanente relación con el exterior, ponde a esta obra podrá marcar, tan sólo, unas claves interpreta­
bien en forma de movimientos de mercancías, inversiones de ca­ tivas generales que sirvan de coniexto para análisis ?nás pormeno­
pital, migraciones de población, transmisión de informaciones, etc., rizados, manteniendo el mismo esquema metodológico.
en la que unas regiones juegan un papel dominante, en tanto otras 7.a Cada región se diferencia de las restantes por la existencia de
actúan como espacios dependientes, perjudicados por la existencia discontinuidades que generalmente adoptan la forma de áreas de
de un sistema de intercambios desigual. transición o indeterminación. De este modo, en cada una de ellas
En otros términos, puede apuntarse como hipótesis interpretativa se identificarán unos espacios centrales o «corazón» regional, en
que la división del trabajo es una de las claves esenciales de la donde se presentan con nitidez los rasgos que la personalizan, y
diferenciación a cualquier escala: toda región es un espacio con unos márgenes en donde se van desdibujando progresivamente has*
funcionalidad definida dentro de un contexto más amplio, en rela­ ta llegar a confundirse con los de las regiones circundantes, tal
ción con los recursos productivos de que disponga y su grado de como muestra la fig. 1.2.
accesibilidad respecto a otras áreas (posición geográfica, infraes­ La frecuente necesidad de dibujar fronteras regionales precisas y
tructuras físicas y técnicas..,). de carácter üneal obliga a introducir una cierta artificial ida d en
El carácter de sistema abierto justifica que la región no alcance la delimitación. En estos casos, las fronteras políticas resultan de
nunca la estabilidad, apareciendo por el contrario en constante cierta utilidad por su papel limitador del movimiento e intercam­
evolución. Es, por tanto, un complejo espacial construido en el bio, facilitando con ello una mayor diferenciación.
tiempo —a lo largo de la Historia— en relación con el propio de- En cualquier caso, lodo inlento de delimitación regional incorpo­
sarrollo de la sociedad que lo sustenta, de sus fuerzas productivas rará obligatoriamente un componente subjetivo e intuitivo relacú>
y de las relaciones de producción imperantes. nado con los presupuestos teóricos de que se parte y el grado de
Las transformaciones que se producen en el interior de cada región conocimiento sobre la realidad que se analiza, pues ambos condi­
no afectan por igual ni con la misma rapidez a todos sus elementos cionan la selección de variables y umbrales significativos. Cuanto
(¡a distribución del poblamiento es, por ejemplo, más duradera que más amplios resulten los conjuntos regionales a delimitar, mayor
la de los cultivos o las industrias, aun sin llegar a la lenta evolución será este componente ante las crecientes deficiencias en la infor­
de las condiciones ecológicas), siendo también discontinuas en el mación disponible.
tiempo, pues a periodos de relativa estabilidad Ies suceden otros
de cambios acelerados y profundos. Esto complica extraordina­
riamente el análisis y obliga a incorporar con frecuencia aspectos La revisión teórica de los esludios regionales implica necesariam ente
históricos en los estudios geográficos. una paralela transform ación metodológica que supere la mera yuxta­
El grado de organización interna o de entropía varía notablemen­ posición de elementos físicos y hum anos. Desde las afirmaciones pre­
te de unas regiones a otras. En las áreas desarrolladas, donde la cedentes, la consideración de cualquier aspecto sólo cobra verdadero
circulación es relativamente fluida y los intercambios son inten­ significado en relación con su funcionalidad dentro del sistem a espacial
sos, los espacios regionales están fuertemente especializados y en que se integra, es decir, únicam ente a p a rtir de un contexto global
jerarquizados. Por el contrario, uno de los rasgos geográficos ma¿ cabe situar el lugar y la im portancia otorgadas a cada variable.
destacados de las áreas subdesarrolladas es el bajo nivel de inte­
gración espacial derivado del dualismo económico que contrapone En cada región, pues, habrá de darse prioridad al análisis de sus
amplios territorios dominados aún por economías agrarias orien­ estructuras básicas o dom inantes, las que justifican lo esencial de su
tadas a la auto&ubsistencia, con áreas puntuales ocupadas por acti­ organización y dinamism o, dejando en un segundo plano aquellas otras
vidades que se destinan en gran parte a la exportación. Este hecho, subsidiarias que cuentan con m enor valor explicativo. Asi, por ejemplo,
unido a la menor capacidad técnico-económica, puede justificar que m ientras en regiones como E uropa los procesos de industrialización y
en estas últimas Jos factores físicos, étnicos, etc., se constituyan urbanización son el m otor esencial de las transform aciones acaecidas
aún ocasionalmente en criterios de regionalización significativos. en el último siglo y de las estru ctu ras espaciales vigentes hoy, en otras
I-a región es una realidad observable a diferentes escalas, en cuan­ como África, las herencias vinculadas al modelo colonial de explotación
to áreas organizadas por los grupos humanos y dotadas de cierta junio al papel ejercido por un m edio tropical contrastado que impone
GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA • GEOGRAFÍA REGIOKAL 25

aún su rigor sobre unas sociedades con escasa capacidad tecnológica,


económ ica y organizativa, pasan a o cupar un lugar preem inente.
La geografía regional del m undo se define así como un estudio de
carácter em inentem ente selectivo y sintético, frente a las pretensiones
REGION X de exhaustividad que han caracterizado buena parte de las geografías
UNIDADES ESPACIALES descriptivas at uso.
ATRIBUTOS
Aun cuando en el m om ento presente una utilización estricta del aná­
h h h ¡n lisis sistémico aplicado a la geografía regional del m undo no resulta aún
h posible ante la persistencia de problem as teóricos y de inform ación no
resueltos, el empleo de algunos de sus conceptos básicos como hipótesis
h interpretativas de carácter general y la insistencia sobre las interrela-
ciones espaciales frente a la simple descripción analítica puede ofrecer
'3
una alternativa coherente dentro de la necesaria revisión crítica a la que
se enfrentan los estudios regionales en la actualidad.
Como ha señalado Harvey, «el análisis de sistem as nos provee de
un cómodo método para exam inar problem as geográficos. Pero para
utilizar estos cálculos necesitamos conceptos geográficos que nos perm i­
tan hallar una interpretación para este cálculo en un contexto geográfico»
(Harvey, D., 1983, 466), Sólo los resultados de nuevas investigaciones em­
¡n píricas realizadas desde estos planteam ientos perm itirán avanzar en el
camino iniciado, elim inando las falsas analogías y desarrollando una ver­
Fig. 1.1. Matriz geográfica de datos, según Berry. dadera teoría regional.

3. La d iv is ió n r e g io n a l d e l m u n d o y l o s c r it e r i o s d e d e l im it a c ió n

Cualquier división regional im plica el establecim iento de unos crite­


rios significativos en relación con la escala de análisis utilizada, puesto
que en cada caso la im portancia relativa de unos y otros resulta variable.
Junto a las evidentes lim itaciones en lo que se refiere a la profundi­
□ Areas centrales dad y com plejidad del análisis a realizar que impone la m agnitud de
Areas marginales
los espacios aquí considerados, es preciso ten er presente que ésta tam ­
de interpenetración bién influye sobre la determ inación de los factores básicos que otorgan
personalidad propia a los conjuntos regionales. E n este sentido, hemos
considerado como condicionantes esenciales de la actual división regio­
nal del mundo:

— el nivel de desarrollo de cada sociedad


— el sistem a politicoeconóm ico im perante
— la herencia histórieo-cultural
%
— las características del medio físico
Fíg. 1.2. Delimitación de los espacios regionales.

a) Incidencia del nivel de desarrollo

Partiendo de la consideración del espacio regional como producto


esencialm ente hum ano, un prim er factor que diferencia el com porta­
m iento de unas sociedades respecto a otras en lo que se refiere a la uti­
lización del espacio que ocupa, es su nivel de desarrollo.
26 ESPACIOS Y SOCIEDADES GEOGRAFIA DESCRIPTIVA-GEOGRAFÍA REGIONAL 27

Aun cuando el propio concepto de desarrollo resulta notablem ente poderes públicos juegan un papel subsidiario de im portancia variable
complejo y controvertido, tal como habrá ocasión de com probar en el según países), la sujeción al m ecanismo de com petencia en el mercado
siguiente capítulo, vinculándose prioritariam enle desde nuestra perspec­ y la consiguiente conversión del espacio en mercancía, en el segundo
tiva con la noción de bienestar social, no puede dudarse que en su origen el Estado se constituye en agente prioritario, y la planificación en meca­
tiene una connotación esencialm ente económica. E n este sentido, la con­ nismo que formaliza los objetivos sectoriales y regionales a desarrollar
sideración del nivel de desarrollo resulta de interés geográfico pues­ junto a los medios que es preciso poner en juego para alcanzarlos.
to que influye, en p rim er térm ino, sobre Ja m ayor o menor capacidad Combinando este criterio con el anterior, se obtiene una división
de inversión y adquisición de tecnología a aplicar en la puesta en explo­ inicial del mundo en cuatro grandes conjuntos espaciales:
tación del territorio, y en la superación de los condicionamientos im pues­
tos por el medio.
Al propio tiempo, se relaciona directam ente con el tipo de actividades N IV EL DE DESARROLLO
dominantes, cada una de elJas som etidas a principios específicos de loca­
lización, con la im portancia que alcanzan las desigualdades internas tan­ Áreas subdcsarrolladas
Á re a s d e s a r r o l l a d a s
to en lo social como en lo espacial, y con el grado de integración logra­ c a p ita lis ta s capitalistas
do entre los diferentes elem entos del territorio. Por último, el concepto SISTEMA
de desarrollo aparece vinculado al tipo de relaciones que la región man­ POLITICO­
ECONOMICO A rc a s d e s a r r o l l a d a s Á re as s u b d s s a r r o lla d a s
tiene con el exterior en el seno de la división del trabajo y del sistem a c o n p la n ific a c ió n
c o n p la n ific a c ió n
de intercambios. c e n tr a liz a d a c e n tr a liz a d a
Desde esta perspectiva, y aun cuando los térm inos resulten bastante
ambiguos, una división inicial del mundo se establece entre las áreas
desarrolladas y subdesarrolladas, contrapuestas no sólo desde el punto
de vista cuantitativo (niveles de renta, de producción, de consum o...),
sino sobre todo por presentar estru ctu ras espaciales contrapuestas. c) La herencia histérico-cultural

Todo territorio, salvo los de reciente ocupación, presenta una compo­


b) La dualidad de sistem as político-económicos nente histórica en su organización actual, es decir, se ha constituido a
p artir de estructuras espaciales previas surgidas en relación con unas
Las características internas que presenta cualquier región son un condiciones socioeconómicas diferentes de las actuales. Algunas de estas
exponente de los objetivos, valores y contradicciones de la sociedad herencias, cuya evolución sigue ritm os muy diversos según los casos,
que vive en ella, si bien la heterogeneidad inherente a todo conjunto pueden haber perdido su funcionalidad prim itiva e incluso en tra r en
social obliga a m atizar esta añrm ación inicial. De este modo, podrá afir­ contradicción con el contexto actual, pero se m antienen por inercia y
m arse la existencia de personas, clases y entidades con distinta capaci­ exigen una consideración diacrónica de los procesos que las generaron.
dad de intervenir en el territorio, e incluso con intereses contrapuestos, Al propio tiempo, algunas regiones se definen tam bién como espacios
por lo que éste reflejará en cada m om ento aquellos que resulten domi­ culturalm entc homogéneos, en donde una com unidad de tradiciones, mo­
nantes. dos de vida, lengua, etc., cristalizados históricam ente, se vincula a m o
Ahora bien, la com petencia por el espacio que se establece entre los délos sim ilares de organización.
diferentes agentes públicos y privados queda condicionada por el sis­ Aun cuando el concepto de cultura y su aplicación en geografía han
tema politicoeconóm ico vigente en cada país, que además de fijar los sido muy discutidos, puede aceptarse inicialm ente la definición de Cía-
mecanismos de asignación del suelo, establece el m arco legal en el que val, para quien «hablar de cultura es referirse a la vez a las representa­
deben desarrollar sus estrategias, condicionando con ello una determ i­ ciones, conocimientos, actitudes, preferencias, valores y todo lo que per­
n ad a relación de fuerzas. Cada’ sistem a tendrá, p o r tanto, su propia ló­ m ite comunicarlas, com partirlas y difundirlas» (Claval, P., 1981, 244).
gica espacial. Desde esta perspectiva, la cultura supone una herencia com ún que otor­
Aun cuando en el m undo actual existe una amplia variedad de m o­ ga cierta cohesión al grupo que la ostenta, al tiempo que supone una
delos organizativos, todos ellos gravitan en torno a los dos sistem as determ inada form a de pensar el espacio: la geometrización de las for­
esenciales definidos desde el p rim er tercio de nuestro siglo; el sistem a mas urbanas o del espacio rural que preside buena parte de la coloniza­
capitalista o de econom ía de m ercado, frente al sistem a de planificación ción norteam ericana, la estru ctu ra caótica de la ciudad islámica, etc., re-
centralizada. Si el prim ero de ellos se caracteriza por la coexistencia fletan una concepción dom inante que ha dejado una profunda huella
de un gran núm ero de agentes espaciales, en su mayoría privados (los sobre el paisaje actual.
28 ESPACIOS Y SOCIEDADES GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA - GEOGRAFÍA JtEGIONAT, 29

No obstante, la influencia de los fenómenos histórico-culturales resul­ do la delimitación de diez conjuntos regionales de tam año muy diverso
ta muy diversa según las regiones, siendo máxim a allí donde —como en la superficie del globo, cada uno de los cuales presenta una cohesión
en el Viejo Mundo— ha tenido lugar d u ran te siglos una lenta evolución interna o unos rasgos de uniform idad considerados suficientes para
en los sistem as de creencias y valores colectivos que han perm itido el distinguirlo de los espacios circundantes y otorgarle una identidad geo­
desarrollo de «iconografías regionales» (De Blij, H. J., 1974, 7). A su vez, gráfica específica.
no todo espacio en que se inserta una com unidad cultural puede califi­ Los rasgos esenciales que definen cada una de estas regiones tal como
carse de región; p ara ello es preciso que la cohesión y la funcionalidad aparecen delim itadas en la fig. 1.3, los que fundam entan sus estructuras
internas, basadas principalm ente en el establecim iento de flujos econó­ espaciales básicas y su funcionalidad en el contexto internacional, pueden
micos, sean suficientes. sistem atizarse tal como se hace a continuación.

d) Ei desigual vaíor de ¡os condicionam ientos ecológicos Europa

Aun cuando la evolución tecnológica y económica, particularm ente Se define inicíalm ente como una de las regiones más humanizadas del
desde la Revolución Industrial, ha reducido la influencia ejercida en globo, con un poblam iento antiguo y denso que ha sustituido en buena
otro tiempo por el medio físico, salvo en sociedades de desarrollo muy medida los_ paisajes naturales por o tros.culturales. Cuna de la Revolu­
incipiente, no puede negarse que las condiciones naturales siguen desenv ción Industrial, ocupó en los últim os siglos un lugar preem inente en
penando un cierto papel como factor de diferenciación interna en los el concierto internacional, actuando como m etrópoli dominante dentro
espacios regionales. del sistem a colonial y foco difusor en lo referente a modelos de orga­
En prim er lugar, como fuente de recursos, las aptitudes que presen­ nización espacial. En el ultim o siglo, a los contrastes internos generados
ten suelo y subsuelo, ju n to a las m ás o menos favorables condiciones por el desigual impacto de los procesos de industrialización y crecim ien­
clim áticas, generarán potencialidades d istintas de p articu lar incidencia to económico, se ha sumado la división eñ dos bloques, cada uno de los
sobre el desarrollo de las actividades agrarias y extractivas, e indirecta­ cuales se estructura hoy de modo diferente, en relación a su sistema
m ente sobre las relaciones industriales. De este modo, la evolución con­ político-económico.
tem poránea hacía una economía ab ierta y altam ente com petitiva, base
de la creciente especialización productiva a escala nacional e internacio­
nal, tiende a vincular en ocasiones el tipo de actividad dominante con Unión Soviética
un entorno ecológico que favorezca su elevada rentabilidad.
Por o tra parte, como posible obstáculo a los asentam ientos o al des­ Con unos 22 millones de kilóm etros cuadrados de extensión, su pri­
plazamiento de personas y bienes, el medio lim ita los espacios que pue­ m er rasgo distintivo se relaciona con la escala de actuación que imponen
den ser ocupados de forma estable y en condiciones de viabilidad eco­ las grandes dimensiones. De este modo, la distancia actúa lim itando los
nómica por los grupos humanos, dados los recursos tecnológicos actual­ contactos interregionales, en tan to el cinturón m ontañoso meridional
m ente disponibles. Por ello, sigue estando vigente la distinción entre y los hielos árticos han favorecido un cierto aislam iento exterior. Pero
el «ecúmenc» o espacio ocupado y transform ado por el hom bre, y el junto a las dificultades que impone un medio físíco contrastado en el que
«anecúmene», identificado con las áreas afectadas p o r condiciones extre­ los rasgos extrem os son frecuentes (frío, aridez, continentalidad...), el
mas de frío, aridez, calor y hum edad, o altitud. elemento que m ejor define la región es el hecho de haber sido el prim er
Finalmente, las infraestructuras físicas del territorio (topografía, país en in stau rar un sistem a de economía planificada. Los nuevos ob­
clima, red hidrográfica...) generan una d istinta accesibilidad y facilidades jetivos, plasm ados en form as espaciales tam bién nuevas, se han aplicado
para el intercam bio, tanto interior com o exterior, al actu ar directam en­ en el contexto de un rápido proceso de industrialización y colonización
te sobre los costes de desplazam iento o transferencia, lo que ha condi­ de los territorio^ orientales, que han transform ado por completo en
cionado a leí largo de los siglos el desarrollo de economias abiertas o ce­ poco más de medio siglo el modelo territorial preexistente.
rradas, con los modelos espaciales inherentes en cada caso.

China
c) Personalidad geográfica de las unidades regionales delimitadas
Tomando como base el secular dualism o existente en tre las densam en­
La combinación de estos criterios esenciales, ju n to con otros subsi­ te pobladas llanuras aluviales del este, vinculadas a la agriculiura inten­
diarios que serán mencionados en los diferentes capítulos, ha perm iti­ siva de regadío, y los desiertos interiores sólo poblados po r algunos gru-
r
GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA • GEOGRAFÍ A RLüIÜNAL 31

pos nómadas, este país de antigua y floreciente civilización se ha visto


tam bién profundam ente transform ado a p artir de la revolución desarro­
llada en los años cuarenta. Si en un principio el modelo político y de
organización propuesto tuvo grandes semejanzas con e! soviético» Ja
separación ulterior permiLió el desarrollo de estructuras originales que
otorgan al E stado m ás poblado del mundo una evidente personalidad en
el contexto mundial.

Japón

Región de menores dimensiones entre todas las establecidas, y con


elevadas densidades de población, se constituye en la única altam ente
industrializada de toda Asia, lo que justifica su individualización. En
este caso, el modelo industrializador presenta rasgos originales como
pueden ser su tardío comienzo (con la Revolución Meijí, en 1868), la
fuerte concentración em presarial desde sus inicios y, sobre todo, la
dependencia exterior, tanto en lo que se refiere al aprovisionam iento de

Flg. 2.3. División regional de! m undo.


m aterias prim as y energía para este archipiélago volcánico de escasos
f recursos, como a la captación de mercados, lo que justifica la aglomera­
ción de personas y actividades en el litoral. En estas franjas costeras es
* donde han surgido algunas de las áreas urbanas más congestionadas y
i> dinámicas del globo, que convierten hoy a Japón en potencia económica
de prim er orden.
i
I Asía meridional
I Delimitadas po r el cinturón m ontañoso más elevado del planeta, y
í m arcadas po r la influencia dei clima monzónico, este conjunto de pe­
nínsulas y archipiélagos presenta, más allá de su innegable diversidad
} étnica y cultural, una serie de rasgos en com ún entre los que la fuerte
presión demográfica sobre los recursos y el dualismo heredado de ía
i
colonización im puesta por los europeos el siglo pasado se com binan para
* generar un m arcado subdesarrollo. Zona de conflicto por la convergencia
de las áreas de influencia respectiva de tres grandes potencias (EEUU,
1 URSS, China), acentuado por sus propias contradicciones internas, ha
conocido en las décadas posteriores a la descolonización diversos proce­
í sos revolucionarios que han increm entado las actuales diferencias entre
t Estados, si bien su incidencia espacial resulta aún limitada.

i
Asia sudoccidental
3
I Insertos en el cinturón árido que se extiende del Sahara al Gobi sin
solución de continuidad, este conjunto de países —que incluso podría
3| haberse prolongado incluyendo el norte de África— presenta una notable
homogeneidad relacionada con los modos de vida tradicionales vincula-
>
it
ESPACIOS Y SOCIEDADES CliUCKAI-Ú ÜHSCRlPliVA - GEOGRAFÍA KEÍUONAL 33
32

dos a ese medio (agricultura sedentaria de oasis, nom adism o pastoril, a un intenso m eslizaje, una fuerte concentración de los medios de pro­
ciudades com erciales...) y, en particular, con Ja influencia del Islam. En ducción, particularm ente la tierra, y la consiguiente jerarquización de
un ám bito Fuertemente apegado a estru ctu ras tradicionales, el incre­ la pirám ide social; este hecho, unido a factores secundarios como pueda
m ento rápido y reciente de los ingresos vinculados a la extracción de ser la falta de carbón, dificultaron gravem ente la asim ilación de la pri­
petróleo ha actuado como elemento detonante, favoreciendo un creci­ m era oleada industrializadora. Incorporada de este modo a las áreas de
m iento económico no acom pañado en la m ism a m edida por transfor* capitalism o dependiente, abastecedoras de m aterias básicas, presenta un
maciones en lo social, lo que ha contribuido a acentuar los contrastes statu s diferenciado con ciertos rasgos originales como puedan ser la
espaciales internos- Dentro de este m undo árabe, el Estado de Israel elevada tasa de urbanización, la reciente industrialización de algunos
aparece como elemento alóctono, sobreim puesto y en perm anente con- países vinculada a la nueva división internacional del trabajo, o la
flicto con su entorno. persistencia del conflicto vinculado a las estructuras de propiedad y ex­
plotación de la tierra. Las profundas variaciones im puestas por el medio
Africa entre las regiones tropicales, las tem pladas, las andinas, etc., no hacen
sino aum entar esa com plejidad, apoyada asimismo en la distinta posi­
Si desde el punto de vista ecológico puede definirse con propiedad ción y tam año de los Estados en el contexto continental.
como «continente cálido», con una organización esencialmente zonal
vinculada a las imposiciones de un medio tropical opresivo y contrasta­
do, los efectos de la colonización im puesta desde el siglo pasado, con Australia y Nueva Zelanda
form as de organización espacial que responden directam ente a los inte­
reses de Jas m etrópolis, y el m arcado subdesarrollo actual, que alcanza Con unas condiciones naturales muy diferentes, estos dos países m an­
aquí niveles extremos, se com binan para definir claram ente este conjun­ tuvieron hasta época bastante reciente los rasgos característicos de un
to regional, en particular jos territorios situados al su r del Sahara. Mul­ territorio colonial, abastecedores de m aterias prim as, cuyos únicos ras­
titud de aspectos que van desde el trazado de las fronteras estatales a la gos de individualidad fueron lo exiguo y tardío del poblam iento europeo,
oposición entre las regiones costeras e interiores, las elevadas tasas de­ junto al escaso volumen de intercam bios im puesto por las grandes dis­
mográficas, el dualismo económico, etc., cobran pleno significado en tancias.
este contexto. A p a rtir de esta situación, ambos países han evolucionado con ra­
pidez hacia su conversión en potencias industriales desde el final de la
Segunda G uerra M undial, pero m anteniendo form as de ocupación muy
América del Norte
extensivas, fuertes restricciones a la inmigración y densidades muy bajas
Partiendo de un modelo colonizador muy distinto al del resto del con­ que contrastan con la superpoblación que registran los cercanos archi­
tinente, que supuso una ocupación y explotación efectiva del territorio piélagos del Sudeste asiático.
por los colonos europeos paralela al exterm inio de la población autóc­
tona, la rápida asimilación de la Revolución Industrial apoyada en la
abundancia de recursos propios y la progresiva expansión de su área BIBLIOGRAFÍA BASICA
de influencia, han convertido a la región en prim era potencia económica,
con una funcionalidad claram ente dom inante en el sistem a de relacio­
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34 FSPACIOS Y SOCIEDADES

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ESTRUCTURAS ESPACIALES EN AREAS DESARROLLADAS

>
Capítulo TI

CONCEPTO Y CARACTERIZACIÓN DEL DESARROLLO

1. LA CONSTATACION DE I.AS DESIGUALDADES INTURXACIONA1.HR

Si aún en 1967 Kleeble pudo afirm ar que «cualquier examen de la


literatura geográfica profesional de los últim os años reveía una evidente
y notable falta de interés entre los geógrafos por el estudio del fenómeno
del desarrollo económico» (Keeble, D. E., 1971, 131), no puede dudarse
que la situación se ha modificado profundam ente en el transcurso de
unos pocos años.’Apoyándose principalm ente en la aparición de las ten­
dencias radicales dentro de la disciplina, el tema de las desigualdades
espaciales existentes en la distribución de los niveles de bienestar ha
adquirido* carta de naturaleza entre los analizados por la geografía hu­
mana.
La práctica totalidad de las obras publicadas sobre el tema del desa­
rrollo en el ám bito mundial coinciden en señalar la existencia de profun­
dos contrastes económicos y sociales entre los países y regiones, utilizando
generalm ente como base analítica una serie de valores estadísticos que
han pasado a convertirse en indicadores com únm ente aceptados. Al pro*
pió tiem po, en una consideración diaurónica del fenóm eno, parece tam­
bién evidente que «se han ahondado las distancias en tre la masa de quie­
nes viven para sobrevivir y las sociedades beneficiarias de la totalidad
de las sucesivas revoluciones técnicas y del sistem a de concentración de
los recursos» (George, P., 1983, 8).
Dada la visión esencialmente económica que suele presidir la consi­
deración del desarrollo, buena parte de los datos que se m anejan hacen
referencia a los niveles de producción, ingresos o renta, siendo el pro­
ducto nacional bru to de cada país y sus valores de renta «per cáplta»
los que han conocido un uso más frecuente.
De este modo, si se com para el potencial económico respectivo toman^
do como base ef PNB de los 174 E stados para ios que se dispuso de in­
form ación en 1980, resulta particularm ente significativo el bocho de que
sólo cuatro de ellos (Estados Unidos, Unión Soviética, Japón y la Repú­
blica Federal Alemana) se repartan la m itad de toda la producción mun­
dial, cifra que se eleva a las dos terceras partes si tam bién se incluyen
Francia, el Reino Unido e Italia. Su situación resulta particularm ente
privilegiada si consideram os que, por contra, los siete países citados ape­
nas llegan a representar el 19 H de la población que habita actualm ente
el planeta. La curva de concentración de Lorenz correspondiente a la
ESPACIOS Y SOCIEDADES

fig. 2.1, no hace sino confirm ar de modo gráfico esta desigualdad al re­
presentar los porcentajes acum ulativos de la producción m undial que
suponen los países del m undo clasificados por orden decreciente de p ar­
ticipación (cuadro IL1). El notable alejam iento entre la curva de d istri­
bución real y la diagonal de equitíistribución m arca el nivel de desigual­
dad actualm ente existente en este aspecto.
C u a d ro II. 1
Concentración de la producción mundial en 198G
Pyis.cs ($é) P.N.B. acum ulativo (9fr)

5 67,5
10 80,2
20 91.7
30 96,5
40 9S.4
50 99,2 P AI S E S ( %>
60 99,5
70 99.7 Fig. 2.1. Concentración deJ P.N.B. mundial en 1980.
«0 99,8
90 99,9
IDO 10C.0 PAISES

Fu ew c' Atlas Banco M undial 1981.


h

La incorporación de ¡a variable demográfica, que perm ite obtener los 40


valores medios de renta por persona, apenas supone ninguna modifica­
ción sustantiva en este sentido, destacando tan sólo el elevado núm ero
ce países en los que el ingreso medio no alcanza siquiera el equivalente \

a la mitad deí prom edio m undial (80 sobre un total de 135 E stados con­
siderados), frente a un grupo muy restringido de apenas 17 países, al que
se incorporan las grandes potencias y algunos de los «países del petró­
leo», que rebasan con creces los diez mil dólares de renta (fig. 2.2). Si es­
tas diferencias ya son de p o r sí significativas, hay que considerar que en
realidad se ven notablem ente acrecentadas si se tienen en cuenta los
grandes contrastes sociales o regionales existentes en el interior de los
países.
Partiendo de la constatación de las desigualdades globales que hoy
se regisLran en ei m undo, los geógrafos se han interesado particularm ente
po r la desagregación espacial de los datos al objeto de poder delim itar 7f>
grandes conjuntos homogéneos desde la perspectiva de su potencial eco­
nómico, empleando para ello m étodos y escalas m uy diversos.
1 Así, por ejem plo, tom ando como base la distribución del consum o de
energía entre las diez unidades regionales delim itadas p o r nosotros, se
ponen ya de manifiesto los contrastes esenciales existentes (cuadro 1.2).
Así, por ejemplo, América del Norte, E uropa y la URSS, que apenas re­
presentan el 22 % de la población m undial, se reparten el 73,7 % de la O a ?o
n -h
¡2 m
.
i*
, .
tb T 5
n
53

u 2n4 sr

PN.B. POR HABITANTE IM2 fritar
energía consumida, m ientras en el extrem o opuesto África y Asia (excep­
to Japón), con dos terceras partes de los habitantes del planeta, apenas Fig. 2.2. Distribución 4c; P.N.B. per capita entre Iva pai->c.> del m unca
si consiguen reunir el 15,3 % del gasto energético total. cu 1982.
0 ESPACtOS Y SOCIEDADES

OüADKO I I .2

C o n s u m o d e e n e r g í a e n 1980

Regiones Mi íes d e T.E.C. ?ó total 4» pobiaviúii

A m iirica d e l N o rte 2.614.864 30,8 5,6


E u rn p a 2.157.517 25.4 10,6
U n ió n S o w s tic a 1.435.697 17,5 5,9
C h in a 565.468 6,7 21.8
A sia M eridional 428.330 5,1 30,4
I b e r o a m é r ic a 423.757 5,0 82
Jap ó n 408.003 4.8 2,6
Á fric a 176.911 2,1 10,9
A sia Sudoccidental 120.558 1.4 3,5
O c c a n ia 98.895 U 0.5
M UKDO 8.480.000 100,0 100,0

Futntz: O.S'.C. S ialisücal Yearbook. 198*.

No obstante, la mayoría de estudios publicados hasta el presente ha


qonsioeraco la distribución por países como el método más eficaz para
aproxim arse en mayor medida a las desigualdades, existentes y poder di­
b u ja r algunos grandes conjuntos homogéneos. Mapas como el de la figu­
ra 2.3, que representa la distribución de la renta «per cápita» en 1982,
han pasado a ser habituales en estudios de muy diversa índole, perm itien­
do contraponer las disponibilidades económicas con que cuentan las po­
blaciones de los países situados en N orteam érica, Europa o la «Ausjra-
lasia desarrollada» (Australia, Nueva Zelanda, Japón), frente a las bolsas
cíe -miseria dominantes en los «hormigueros» del Asia meridional o el
Africa central, al tiempo que tam bién m ostraban la existencia de otras
áreas caracterizadas por el predom inio de valores interm edios, y que por
ello han ofrecido tradicionalm ente mayores dificultades en cuanto a su
tipificación (países del cono sur latinoam ericano, México, Sudáfrica...}.
El frecuente paralelismo e n trí estas distribuciones y las correspon­
dientes a otros indicadores relativos a los niveles de asistencia y bienes­
ta r social de la población (alim entación, educación, sanidad...), ha ser­
vido de apoyo a la sim plista división del m undo en países desarrollados
y subdesarrollados, acom pañados en ocasiones por los que se califican
como «en vías de desarrollo», a p a rtir del establecim iento de um brales
divisorios considerados significativos. No obstante, y puesto que la corre­
lación no es nunca perfecta, el em pleo de u nas u otras variables por
parte de los diferentes autores y organism os oficíales en ía caracteriza­
ción del problema introduce siem pre un sesgo valorativo vinculado a una
concepción diversa del desarrollo que se relaciona con los supuestos
ideológicos de los que se parta.
Esta evidente lim itación justifica los num erosos intentos realizados
para integrar ambos tipos de variables con objeto de lograr una aproxi­
mación más satisfactoria a la realidad. El medio más habitual ha con­
sistido en la elaboración de índices sintéticos en los que, mediante téc­
nicas estadísticas m ás o menos sofisticadas, se combinan varios indica-
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 43
42 ESPACIOS Y SOCIEDADES

rrollo como «producto de la interacción de una m ultitud de variables,


dores en busca de un valor num érico final que acierte a expresar la si­
tanto económicas como sociales», consideran un total de diecisiete indi­
tuación relativa de cada país en el contexto internacional.
Uno de los prim eros y m ás conocidos es, sin duda, el elaborado por cadores, coincidentes en su m ayoría con los propuestos a tal fin por el
Berry en 1960, tom ando como base un total de 43 variables agrupadas en UNRISD (United Nations Research Institute for Social Developmcnt) en
ocho epígrafes: tran sp o n e , energía, rendim ientos agrícolas, comunicacio- 1970 (M cGranahan, D. V. y otros, 1970).
nes, PNB, comercio, dem ografía y otros (Berry, B. J. L*, 3960, 78-81), lo Con objeto de reducir las distintas unidades de medida em pleadas a
que otorga una clara prioridad a los a sp e a o s relacionados con el nivel una común, aplican a la m atriz de datos el sistem a de normalización de
tecnológico de los países, frente a la escasa atención que parecen m ere­ variables consistente en establecer un valor estándard {número i) al
cerle los indicadores referentes al nivel de servicios de que dispone la po­ relacionar cada una de las cifras nacionales con el promedio mundial
blación. Aplicando a la m atriz global obtenida el análisis de componentes correspondiente m ediante la fórm ula
principales, y tras com probar el alto grado de correlación existente entre
ia mayor parte de las variables consideradas, estableció una «escala tec­ x—X
nológica» por países y grupos de países en la que las puntuaciones infe­
riores se correspondían con los niveles de desarrollo más elevados y vi­ <?n
ceversa, tal como refleja el cuadro II.3.
siendo x el valor que toma la variable en cada país, X el prom edio m un­
C u a d r o I I .3 dial y a*,, su desviación típica.
La suma de todos estos valores, dividida entre el núm ero de indica­
E s c a la te c n o ló g ic a d e B e r r y dores considerados, perm ite establecer un índice medio de desarrollo
G rupo de paUcs Ir.d>ce de desarrollo
para cada país, a p a rtir del cual resulta posible clasificarlos de m ayor a
m enor en función de sus supuestos niveles de bienestar (cuadro II-4).
E u r o p a , A m é ric a d e l N o r t e y A u s t r a l a s i a .............................. 173,8 Destaca la semejanza de sus resultados con los obtenidos previam ente
Bloque s o v i é t i c o ........................................................................... ......................... 202,1 por Colé (1981) o el propio Berry, que aplican técnicas estadísticas bas­
América del S u r ........................................................................... ......................... 3C5¿ tante más com plejas, pero, en cualquier caso, los problem as de defini­
America C entral . ................................................ ......................... 342,3
ción y, sobre todo, explicación de los fenómenos del desarrollo y subde-
N orte úz A f r ic a ............................................................................................................34S.2 sarrollo perm anecen intactos.
A sia (sin J a p ó n ) ................................................................................... ............................ 354,0
África su b sah arian a fsir» S u d á f r ic a ) ......................................... 3S8.7

Fuente: i). M. Smith, )9g0, 333. 2. La e x p lic a c ió n de la s d e s ig u a ld a d e s : lo s c o n c e p to s de d e s a rro llo


y su bd esa rro llo
Ahora bien, el aspecto más interesante del estudio de Berry desde
nuestra perspectiva no es tanto el m étodo analítico empleado, cuanto a) Las teorías neoclásicas y el modelo cíe crecimiento lineal
las conclusiones que, a p a rtir de un tratam iento estadístico aparentem en­
te inocuo, llegó a deducir. De este modo, Berry destacó lo inadecuado de Cualquier aproximación, po r superficial que resulte, al análisis de los
considerar a los países desarrollados y subdesarrollados como realidades fenómenos del desarrollo y subdesarrollo pone en evidencia la ambigüe­
contrapuestas, señalando en cambio la existencia de un continuo, es..de­ dad que caracteriza ei empleo de am bas nociones, pues, si bien es cierto
cir, de una escala de países en la que las disponibilidades..económicas que una mayoría de trabajos parece identificarlos explícitamente o táci­
disminuyen y las condiciones de vida em peoran desde aquellos que ocu­ tam ente con la existencia de unas condiciones socioeconómicas concre­
pan los prim eros lugares de la clasificación y hacia los que ocupan los tas, reflejadas m ediante los indicadores ya mencionados, la interpreta­
últimos* Negó tam bién la existencia de correlación significativa entré ción dista mucho de ser unívoca, poniendo de relieve, entre otras cosas,
los fúveles dé desarrollo y el sistem a político o la influencia del colonia­ el indudable sustrato ideológico que subyace frecuentem ente en las fo r­
lismo, concediendo en cambio una m ayor significación a la situación d e l mulaciones científicas.
país dentro de las zonas tem pladas o tropicales, afirmaciones todas que La propia variedad terminológica al definir las desigualdades existen­
han sido objeto de una am plia polémica posteriorm ente. tes ejemplifica, más allá de lo puram ente anecdótico, las profundas dife­
En nuestro país, el estudio más reciente en esta linca es el realizado rencias tanto en la explicación del origen como en la definición de sus
por Piris y Gamir (1982). Intentando tam bién superar los análisis que, al rasgos esenciales. De este modo, la dualidad en tre países desarrollados
prim ar la im portancia de las variables económicas «excluyen cualquier y subdesarrollados ha sido suavizada e, incluso., desdibujada, con la gene­
tipo de valoración social y am biental de los países», y definiendo el desa­ ralización de otros calificativos aplicados a este últim o conjunto, tales
ESTRUCTURAS ESPACÍALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 45

Cuadro 11,4 como los de países menos desarrollados, en desarrollo, de desarrollo ta r­


dío, nuevos, etc., divulgados hoy po r los organism os internacionales de­
pendientes de la ONU o el Banco Mundial en sus docum entos oficiales.
D is tr ib u c ió n d e lo s n iv e le s d t b ie n e s ta r e n tr e lo s p a ís e s d e l m u n d o
Junto a los posibles reparos m ostrados frente al empleo de térm inos
que algunos consideran peyorativos, su difusión parece relacionarse con
PAIS E S ORDENADOS SEGÜN SU IN D ICE 7
una determ inada visión del problem a que tam bién es coherente con el
propio uso de criterios estadísticos como base del análisis y la diferen­
ciación internacional.
1 E.Uadus Unidos l.ó! 44 S u rin am 0.14 87 In d ia -0 3 3 En efecto, nociones como la de «países en desarrollo» u otras sim ilares
2 Bélgica 1.57 45 C osta Rica 0,13 8S Rep. Malgache — 0,54 inducen a aceptar dos principios que no son en absoluto evidentes: que
3 lio.anda $.50 46 L íbano 0,12 89 Indonesia — 035 las actuales diferencias entre unos países y otros son de orden esencial­
4 Suecia 1.44 47 Libia 0,04 90 P akistán -0 3 6
0.04 91 G abón — 036
m ente cuantitativo (algunos «tienen m ás que otros» y, por tanto, se les
5 D inam arca 1¿2 4* P anam á
6 R. D. Alemana 1.41 49 A lbania 0,02 92 C am erún -0 3 9 considera más avanzados), así como la existencia de un proceso conti­
? C anadá 1.41 50 G uayana 0,01 93 S udán — 0,61 nuo y universal de desarrollo dentro del cual las condiciones de partida
8 R. F. Alemana 1,35 51 R cp. Sudaf. 0,01 94 Kenya - 0 ,6 1 en cada caso y la distinta rapidez evolutiva justificarían los contrastes
9 Suiza 1,29 52 B rasil — 0,01 95 Benim — 0,61
— 0,05 — 0,61
observados.
10 Japón 1,29 53 Egipto 96 C am puchea
H Reino Unido 1,21 S4 C olom bia — 0,08 97 Senegal - 0 ,6 3 Esta interpretación está vinculada en lo esencial con las teorías eco-
12 Francia 5,16 55 Rep. Dom in. — 0,09 98 Congo - 0 ,6 3 nóm icas de corte neoclásico, que vienen a identificar el desarrollo con
13 Checoslovaquia 1.15 56 Paraguay - 0 ,1 0 99 C osta Marfil - 0 ,6 3 un proceso lineal y de carácter unívoco seguido p o r todos los países, en
',14 N oruega 1,14 57 M alasia — 0,12 100 Som alia — 0,64
101 M ozam bique — 0.64
el que se parle de una larga etapa inicial de estancam iento o crecim iento
J5 K uw ait 1.10 53 Sri-Lanka - 0 ,1 2
16 Finíandia 1.07 59 Perú — 0,13 102 G am bia — 0,65 muy lento, som etido adem ás a im portantes fluctuaciones. Siem pre que
17 Islandia 1,05 60 Méjico — 0,13 103 Uganda — 0,66 se den las condiciones m ínim as necesarias, se producirá en una segunda
18 A ustralia 1.04 61 El S alv ad o r - 0 ,1 5 104 Zam bia - 0 .6 7 etapa la aceleración en el ritm o de increm ento de la producción y la renta,
19 H ungría 1.03 62 China - 0 ,2 0 105 B ostw ana — 0.67
que tenderá a rem itir de nuevo cuando se alcanzan niveles superiores, tal
20 A ustria 0,97 63 Ira k — 0.21 106 N igeria — 0.68
21 Polonia 0.96 64 E cu ad o r — 021 107 Liberia — 0,68 como representa el gráfico de la fig. 2.4.
22 N. Zelanda 0.84 65 N icaragua — 021 108 Laos — 0.69
23 Italia 0.81 66 Irán - 0 ,2 2 109 S ierra Leona — 0.69
24 Buigaria 0,80 67 T u rq u ía — 022 110 M alawi — 0,69
25 Israel 0,73 6S S iria — 026 111 G hana — 0,70
26 URSS 0,66 69 Túnez — 026 112 Togo — 0,72 D ESA RRO LLO
27 Rum ania 0.63 70 Jo rd an ia -0 2 9 113 Zaire - 0 .7 5
23 E m irat. Árabes 0.61 71 G uinea Ec. — 029 114 Alto Volta — 0.77
29 Grecia 038 72 H o n d u ras — 034 115 T anzania — 0.77
33 E spaña 0,56 73 Argelia -0 3 4 116 R u an d a — 0,78
31 Corea N urtc 0,54 74 T h ailandia -0 3 5 117 M alí — 0,81
32 Irlan d a 0,53 75 Bolivia -0 3 5 118 Chad — 0.81
33 Yugoslavia 0,50 76 G u atem ala — 036 119 B u ru n d i — 0,81
34 Cuba 0,50 77 A rabia S. -0 3 8 120 G uinea — 0,83
35 Argentina 0,46 78 F ilipinas — 038 121 Y em en — 0,85
36 Chipre 0,42 79 Angola -0 3 9 122 M au ritan ia - 0 ,8 6
37 Uruguay 0,41 80 V ietnam - 0 ,4 1 123 E tiopia 0,88
38 tiuayana "Fr. 0,39 81 Z im habw e — 0.44 124 Rep. Ctíntro-
39 Venezuela 0,31 '8 2 B irm an ia — 0,47 a ftic a n a — 0,89
40 P ortugal 0,29 83 G uinea B issau — 0,50 125 N iger — 0,91
41 Chile i 022 84 Y em en Dem. -0 3 1 126 B angla Desh — 0,93
42 Mongolia 0,16 85 H aití — 031 127 A fghanistán - 1 .0 7
43 Corea deí S u r 0.15 86 M arruecos — 0,52 128 N epal -U 9

Fuente: C. Piris - A, C w n ir 1932, 62.


46 ESPACIOS Y SOCIEDADES 47
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS

Según estor lodos los países habrán estado subdesarrollados en un tanto hum ano como monetario, la existencia de determ inados recursos, en
determ inado período "histórico, encontrándose en la actualidad e n lin pun­ particular el carbón como fuente energética básica, un aum ento de la
to m ás o menos avanzado de la curva evolutiva en función de su dinamis­ inversión en infraestructuras y de la productividad agraria que posibi­
mo interno, al que corresponderán unas condiciones económico-sociales litó la aparición de im portantes excedentes (tanto en alim entos como
específicas. Así pues, la noción de subdesarrollo vendrá a ser esencial­ en mano de obra) y, por últim o, unas profundas transform aciones cultu­
m ente com parativa, identificable con los calificativos de pobreza, atraso rales, sociales e institucionales que perm itieron rem over los obstáculos
o inferioridad respecto a otros, cualquiera que sea el ám bito espacial
al desarrollo del capitalism o industrial.
considerado. Por últim o, la conclusión lógica que parece inferirse del . A p artir de aquí, se desarrollaría durante una o dos décadas la fase
modelo apunta la hipótesis de una fu tu ra convergencia o superación «es­ del «impulso inicial» en sentido estricto, caracterizada por:
pontánea» de las contradicciones presentes en el momento en que los
países «más desarrollados» reduzcan sus tasas de crecimiento, en tanto — Una expansión de las fuerzas tendentes al progreso económico que
los restantes lleguen a situarse en Ja fase de expansión acelerada. llegan a hacerse dominantes, junto a una rápida mejora tecnológi­
Samuelson ha descrito con claridad esta particular visión de las de­ ca que promueve un rápido avance en ciertas actividades junto ai
sigualdades internacionales al afirm ar que« una nación subdesarrollada es surgimiento de otras.
simplemente aquella cuya renta real por habitante es baja en relación — Un aumento de la inversión productiva por encima del 10 % de la
a ia renta por cabeza en naciones como Canadá, EE.UU., Gran Gretaña y renta nacional.
la E uropa occidental en general. Se considera nación subdesarrollada — El trasvase de población agraria hacia la industria, particularmente
en sectores como los textiles de algodón o la siderurgia, lo que su­
aquella capaz de m ejorar notablem ente su nivel de renta. Por supuesto, pone un incremento de la productividad global y de la riqueza ge­
toco país está subdesarrollado en el sentido de que no es aún perfecto nerada,
y, por tanto, es susceptible de m ejorar aún más; e incluso los países lla­ — El desarrollo de un marco político, social e institucional dominado
mados avanzados estuvieron en o tro tiem po subdesarrollados según por la nueva burgesía capitalista relacionada con los negocios in­
nuestra definición, y fueron desarrollándose paulatinam ente» (Samuel­ dustriales, que favorece e impulsa un crecíir.iento autosostenido.
son, P. A., 1968, 873-875}.
El modelo teórico más difundido hasta el presente sobre las etapas La evolución posterior hacia la «madurez»» vino a suponer la difusión
de crecimiento económico que, desde esta perspectiva, han seguido y del crecimiento y de las m ejoras tecnológicas al conjunto de las activida­
siguen los países del m undo es el elaborado por Rostow (Rostow, W. W., des productivas durante tres o cuatro décadas, en tanto la «sociedad del
1965). Formulado inicialm ente en 1960 y desarrollado con posterioridad, consumo en masa» presentará como rasgos propios la conversión del
intenta aislar los factores estratégicos del crecim iento en ios dos últimos sector de servicios en dom inante dentro de la estructura económica, ju n ­
siglos al objeto de poder convertir el análisis de la historia económica to a la creciente im portancia de las industrias productoras de bienes de
contem poránea gn un «campo de com plejidad organizada». equipo y consumo duradero respecto a los de prim era necesidad.
Según Rostow,:1a evolución registrada puede interpretarse como parte Partiendo de este modelo, Rostow consideró la posibilidad de inter­
de un proceso lineal, en el que existe un punto inicial común desde el p retar la evolución económica presente y pasada de cada país a la luz
que los países actualm ente m ás desarrollados han recorrido una serie de «una nueva teoría dinám ica de la producción», analizando algunos
de etapas sucesivas que pueden sintetizarse en las cinco que recoge la casos concretos y com probando que la duración de las distintas fases
figura 2.5. . tendía a reducirse cuanto m ás tardío fue el despegue, lo que en cierto
Resumiendo los rasgos fundam entales en cada una de ellas, las socie­ modo apoyaba la hipótesis de la convergencia.
dades trad icio n ales—im perantes en todo el mundo hasta el siglo x v m —
vendrían definidas, dentro de su diversidad, por el predominio de una
economía agraria de autosubsistencia y b aja productividad ante la insu­ b) La necesaria distinción entre crecimiento y desarrollo
ficiente capacidad tecnológica, una estru ctu ra sociopolítica estática y
fuertem ente jerarquizada, y una evidente escasez de inversiones produc- Más allá de las críticas específicas hechas a la teoría de Rostow, des­
rí\? s teñto la riqueza aparecía fuertem ente concentrada y vinculada tacando sus limitaciones teóricas o los dudosos resultados obtenidos en
a la tierra.
su contrastación empírica, durante los últim os años se han ido acum u­
La superación de esta situación, que define como fase de despegue o lando una serie de objeciones graves al conjunto de análisis teóricos o
impulso inicial («take-off»), vexigió una serie de condiciones previas que sobre áreas concretas hechos desde es ios postulados. E n buena medida,
sólo se dieron en regiones y países concretos, lo que generó un desarrollo esta revisión ha sido el fruto de lo que Dadzie ha denom inado las «déca­
espacialmente selectivo. E ntre estas condiciones, promovidas endógena das de la decepción» (Dadzie, K. K. S., 1980, 10). ante la evolución que
o exógenamente, pueden destacarse el increm ento del capital disponible., han seguido la mayoría de países supuestam ente en desarrollo, y su pro*
48 ESPACIOS Y SOCIEDADES

gresivo distanciam iento respecto a los industrializados, pese a la crisis


que estos padecen desde 1973, NIVEL DE DESARROLLO
Ante todo, es necesario precisar el valor real de unos indicadores esta­ é>
dísticos a los que se otorga en ocasiones un carácter definitorio de la
realidad que están lejos de poseen Por una parte, la propia definición de
las unidades espaciales de análisis resulta inadecuada en cuanto que el
Estado es un agregado de personas y territorios generalm ente contrasta­
dos, con 3o que las cifras que se m anejan suponen una generalización
abusiva que oculta los aspectos distributivos, tanto en el plano social
como regional. Según destacaba el «Inform e sobre la situación social en
el mundo en 1974» publicado p o r la ONU( «en m uchos países las espe­
ranzas (que u n día se concibieron) están dando lugar a una frustración
cada vez mayor, pues los frutos del desarrollo parecen tener inevitable­
mente otro destino: las em presas comerciales, las m inorías selectas, ad­
m inistrativos o políticas, los extranjeros, las zonas urbanas, o determ ina­
dos grupos regionales, étnicos o religiosos» (Casas, J. M., 1975-76, 131).
Al propio íiempo, su fiabilidad resulta lim itada, especialm ente en aque­
llos países que cuentan con un aparato estadístico y de contabilidad nacio­
nal deficiente, por !o que sus datos vienen a ser con frecuencia simples > • TfEMPO
estimaciones indirectas, som etidas además al tipo de cambio vigente en­
cada momento. A su vez, las cifras de producción o renta que se manejan
sólo incluyen aquellos biene"s y servicios que alcanzan un valor moneta­ Fig. 2.5. Etapas de crecimiento económico, según Rostow.
rio en el mercado, excluyendo todas las actividades vinculadas al auto-
consumo, que en algunos países pueden ser dom inantes. Por últim o, Ja
propia selección de los indicadores introduce un sesgo desde el momento
que presupone una particular concepción del desarrollo, en tanto se
excluyen sistem áticam ente algunos aspectos im portantes del bienestar
humano que no pueden cuantificarse.
Tal como señala Sm ith, «unos indicadores numéricos de desarrollo
y su manipulación m ediante técnicas m odernas sofisticadas pueden ser-
vir sim plem ente para confundir y oscurecer y no para revelar, espe­
cialmente si se basan en un concepto lim itado del desarrollo determ ina­
do por los datos disponibles. Es posible que la realidad de la experien­
cia vital del hom bre esté representada de un modo muy poco adecuado
y que tengan que buscarse explicaciones exteriores a la m atriz de datos
de la cual se derivan ios indicadores (Smith, D. M., 1980, 329).
En suma, las estadísticas usadas habitualm entc pueden reflejar al­
gunos de los efectos generados por el desarrollo, en particular sobre
los niveles de consumo de la población, pero en modo alguno lo de­
finen, ni mucho menos lo explican. Su empleo resulta útil como me­
dio para reajiiar una prim era aproximación al problem a de la desigual­
dad desde una perspectiva geográfica, pero en ningún caso se justi­
fica como un fin en si mismo. Se hace necesario, en cambio, precisar
en mayor medida los conceptos de crecim iento y desarrollo, frecuente­
mente identificados, con objeto de evitar algunas de las confusiones
que suelen rodear su tratam iento.
Tal como hemos señalado, la m ayoría de análisis sobre el tema
tratan los procesos de crecim iento económico y las desigualdades a o Fig. 2.6. Proceros de crecimiento acumulativo.
e s p a c io s y so c ie d a d e s ESTRUCTURAS ESPACTAl.P* ARCAS DESARROLLADAS 51
50

tuales entre unos países y otros m idiendo su respectiva capacidad pro­ hipótesis no verificables apoyadas en un sistem a de valores que no
ductiva, niveles de ingresos, de consumo, etc. Su repetida identificación suele hacerse explícito) en las ciencias sociales, ocultando o tergiversan­
con la noción genérica de desarrollo no resulta en absoluto evidente, do dimensiones significativas de la realidad (Furtado, C„ 1975, 14).
sino que se relaciona, consciente o inconscientem ente, con un determ i­
nado modelo de desarrollo, de m atiz fuertem ente productivista y que
ha sido el dom inante en las últim as décadas dentro de los países in­ c) La dialéctica desarrollo-subdesarrolto
dustrializados, en el que la cantidad ha prim ado sobre la calidad, la
eficiencia sobre la equidad, y la concentración respecto de la distribu­ Los procesos de desarrollo, tal como acaban de definirse, se m ues­
ción equilibrada. Es este modelo concreto, hecho «a costa de ia N atu­ tran como fenómenos esencialm ente dinám icos e inierdependientes.
raleza y del medio am biente en cuanto a los límites físicos, a costa En cuanto al prim ero de estos aspectos, los contrastes actuales no
Jel Tercer Mundo en cuanto a los lím ites políticos y finalm ente tam bién sólo se justifican a p artir del desigual reparto en cantidad y calidad de
de la vida externa de cada uno de nosotros a costa de ia vida interior» los recursos naturales, hum anos y de capital real, la eficiencia produc­
(Sampedro, J. í... 1982, 8), el que ha entrado en crisis profunda desde tiva, la adecuación dei m arco institucional o cualesquiera otros ele­
hace una década. mentos estáticos, sino que resultan ante todo de un proce&CL.dé .carác­
Ahora bien, la existencia de posibles conflictos entre el crecim ien­ ter acumulativo desarrollado en el tiempo v que ha afectado de modo
to económico y el bienestar social ya fue planteada por Alishan hace particular a cada territorio.
quince años y ha sidu profundizada desde entonces (Mishan, E. J., 1971). Las teorías sobre desarrollo desigual elaboradas a p artir de la obra
En este sentido, frente al carácter lineal y cuantificable del crecimien­ pionera de Myrdal coinciden en afirm ar que, una vez que el creci­
to, el desarrollo se presenta como concepto m ultidimensional, a ia vez miento iniciado en una determ inada región supera cierto um bral, la
cuantitativo y cualitativo, que incorpora al análisis los principios de generación de plusvalías y la acumulación de ventajas com petitivas
equilibrio en ía distribución, autonom ía en las decisiones, calidad favorecen una progresiva concentración (particularm ente de las acti­
de vida, capacidad creativa, etc. Es significativo el sencillo ejemplo que vidades m ás dinámicas) en detrim ento del entorno. El proceso sólo se
a este respecto proponen D utry y Lam bert: «Se com prende que es ina? detendrá en el m om ento en que aparezcan fuertes deseconomias exter­
ceptable juzgar el desarrollo de un niño refiriéndose únicam ente a la nas vinculadas a la propia aglomeración, o ante la prioridad otorgada
longitud de sus piernas, el núm ero de sus dientes o la cantidad de ali­ a una política territorial con objetivos reequilibradores por parte de
m ento que ingiere diariam ente. Es un poco esto lo que se hace a pro­ Jos poderes públicos. El m ecanismo que induce la aglomeración, de ca­
pósito ce la sociedad, hablando únicam ente de crecimiento» (Dutry, G.; rácter circular y efectos m ultiplicadores, fue representado gráfica­
l-ambert. O., 1980, 59). mente por Pred en 1966 m ediante el diagram a de flujos de la fig. 2.6.
Desarrollo y subdesarrollo deben, pues, considerarse ante todo como ' De este modo, las ventajas económicas unidas a las mayores tasas
procesos en los que se formalizan progresivam ente unas estructuras de innovación que suelen acom pañarlas tienden a reforzar la polari­
económicas, sociales y espaciales determ inadas. Las diferencias no son zación, cualquiera que sea la escala que se considere, pudiendo distin­
por tanto m eram ente cuantitativas sino que afectan a todas sus form as guirse en consecuencia unas actividades m otrices, con especial capa­
de organización. Tampoco puede aceptarse ía existencia de un proceso cidad de arrastre o atracción, y otras com plem entarias que surgen por
común y único de desarrollo en el que las áreas que com únmente se inducción de un medio favorable.
identifican como subdesarrolladas se supongan apegadas a estructuras Este proceso de crecim iento iniciado en Inglaterra a finales del
tradicionales apenas m odificadas en el transcurso del tiempo. Por el siglo xvrri y difundido posteriorm ente a otros países del entorno ade­
contrario, las transform aciones que han tenido lugar en ellas durante más de América del Norte y Japón, supuso el comienzo de una reorga­
el últim o medio siglo pueden considerarse tan intensas al menos como nización espacial, tanto a escala m undial como en el interior de los
las que han afectado al m undo desarrollado, si bien en sentido radi­ Estados. Así, frente a unas pocas regiones en rápida expansión, en las
calm ente divergente y plagadas de contradicciones internas. Situacio­ que se concentró tanto el poder económico, como el político o el m i­
nes-nuevas como pueden ser la explosión demográfica, la inserción de litar, las restantes pasaron a o sten tar una situación de dependencia a
actividades «modernas» orientadas a la exportación, el paro y el éxo­ medida que la m ejora .del tran sp o rte iba incorporándolas a la econo­
do rural masivos, o ía concentración urbana bastan para dem ostrarlo. mía de intercam bio, especializándose en la exportación de recursos
En este sentido cabe in terp retar la crítica hecha por Furtadó a la naturales sin elaborar o productos scmiclaborados. La im portación
literatu ra existente sobre d esarro llo / en concreto aquella quo presu­ de m anufacturas y la vinculación tecnológica que se establecen .como
pone que la evolución seguida por los países que encabezaron en su contrapartidas generaron una situación real de intercam bio claram ente
día la revolución industrial puede unlversalizarse, al considerarla uno desfavorable, que contribuyó decisivam ente a ahondar las distancias.
de tos m ejores ejem plos del papel que juegan los mitos (conjunto de En estas últim as áreas se formalizó progresivam ente lo que N urske
ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESl'AClALliS HN AREAS DESARROLLADAS 53
52

denomina el «círculo vicioso de la pobreza», es decir, un conjunto de m iento a p artir del centro (efectos «spread» de Myrdal), y en la que
tuerzas interactuantes que tienden a. m antener o reforzar las graves las grandes em presas transnacionales juegan un papel esencial, ha ge­
carencias actuales, con un carácter igualm ente acumulativo (fig. 2.7). nerado una creciente com plejidad reflejada en fenómenos como la in­
• Se dibuja, pues, un sistem a internacional de relaciones contradicto­ dustrialización de algunos países dependientes o la crisis de ciertos
rio, fruto directo de la división del trab ajo y del proceso colonial. Un sectores fabriles en las potencias tradicionales, pero m anteniendo en
número elevado de regiones tienen como funcionalidad especifica el lo esencial Jos mecanismos reguladores.
abastecim iento de factores productivos (m aterias prim as y energía, ali­ El hecho de que esta concepción se haya ido abriendo camino pro­
mentos, capitales, incluso fuerza de trabajo), en tanto o tras concen­ gresivamente, ha perm itido m ostrar las contradicciones inherentes a
tran las actividades más productivas ju n to a las de gestión y control, las soluciones voluntaristas que, desde la declaración Trum an en 194R
la innovación tecnológica y los LJujos de inform ación, estableciéndose y durante las dos décadas siguientes, ponian el acento en la necesidad
entre ambas una relación de intercam bio desigual que ha m antenido y de una ayuda a los países subdesarrollados por parte de los países
reforzado las desigualdades. ricos (Pearson, L. B., 1969), frente a lo que, a p a rtir de la Sexta Asam­
La intensificación de estos vínculos de interdependencia que auto­ blea Especial de las Naciones Unidas celebrada en 1974 comenzó a
res como Prebisch o Amin esquem atizaran en los modelos centro-perife­ denom inarse un «nuevo orden económico internacional». Desde esta
ria, significan la existencia de unos núcleos innovadores y con capacidad perspectiva, cualquier cambio significativo de la situación presente se
de dirección, en cuyo beneficio se realiza lo esencial de la acumula­ liga indisolublemente a una profunda modificación de la estructura
ción de riqueza, frente a otros dependientes, que incluso m antienen un económica internacional, es decir, del modelo de relaciones im peran­
control limitado sobre sus recursos y decisiones. te entre los distintos elementos que componen el sistema. El contraste
' La remodelación de este sistem a que está teniendo lugar en las en tre estas posiciones, tachadas por m uchos de utópicas, y la realidad
últimas décadas, relacionada con los procesos de difusión del creci- actual limitada a tím idos program as de ayuda que, entre 1976 y 1980
representaron alrededor de 60.000 millones de dólares anuales, es de­
cir, menos del 0,5% respecto al PNB global de los países industriali­
zados, es uno de los problem as esenciales a que nos enfrentam os en
un futuro inmediato.
En resum en, desarrollo y subdesarrollo son las dos caras de un
mismo proceso general que se constituye en uno de los elementos de
diferenciación geográfica a escala m undial más relevantes en el mo­
m ento presente.

3. E l m o d e l o d e o r g a n i z a c i ó n t e r r i t o r i a l e n l a s Ar e a s d e s a r r o l l a d a s

El movimiento expansivo iniciado con la Revolución Industrial en


diversas regiones del globo y m antenido con pequeñas oscilaciones
coyunturales hasta mediados de la pasada década, perm ite identifi­
carlas en sus características esenciales y en lo que respecta a su po­
sición dentro del sistem a de relaciones internacionales como áreas
desarrolladas, sin que ello excluya la existencia de contrastes significa­
tivos en su interior.
Desde una perspectiva geográfica, interesa particularm ente destacar
que en ese proceso se han ido decantando una serie de estructuras
espaciales que perm iten hoy su identificación. Si el territorio se con­
cibe como plasmación m aterial y tangible de las relaciones de pro­
ducción y las contradicciones existentes en el seno de una sociedad,
es fácil deducir que el proceso de industrialización y crecim iento eco­
nómico que ha tenido aquí lugar, al m odificar estas condiciones, ha
Fig. 2.7» C írculo vicioso d« la pobreza según Labret. supuesto paralelam ente una reorganización espacial, visible por lo ge­
54 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 55
neral en sus elementos morfológicos, pero enraizada sobre todo en sus
estructuras funcional y social. total, valor que actualm ente se encuentra detenido o, incluso, en li­
Aunque las peculiaridades propias de cada país o región son innega­ gera regresión ante el avance espectacular de las actividades de ser­
bles, relacionadas con su tem prana o tardía incorporación al proceso, vicios y el progresivo increm ento en la relación capital-trabajo que
el sistema im perante (capitalista o de planificación centralizada), las genera la creciente autom atización de los procesos productivos; pese
condiciones naturales o la específica herencia cultural, puede afirm ar­ a ello, sigue aportando un volumen considerable de la re n ta y de las
se —a! menos como hipótesis a verificar— la existencia de ciertos ras­ exportaciones globales.
gos comunes que perm iten definir un modelo de organización terri­ Su desarrollo ha supuesto, desde el pasado siglo, la creación de
torial. nuevos espacios —los industriales— que obedecen a leves ce localiza­
ción y organización interna específicas, y que en la actualidad tienden
a situarse con preferencia en los grandes centros urbanos, los puertos
a) Una acumulación de m edios productivos y los nudos principales en las redes de tran sp o rte y comunicación, en
tanto buena parte de las áreas tradicionales de yacimientos han co­
Las regiones desarrolladas han conocido un increm ento constante nocido una perdida de atracción que obliga en ocasiones a su recon­
y rápido, pese a la existencia de algunas coyunturas recesivas, en. los versión. AI propio tiempo, la aparición de estos espacios ha modificado
niveles de bienestar de la población, reflejado en las disponibilidades la relación de fuerzas preexistente, trasladando los centros de gravedad
de bienes y servicios de que disfruta la mayoría de ella. Esta m ejora se demográficos y económicos, y condicionando en gran medida los ac­
evidencia al analizar las series estadísticas correspondientes, si bien tuales desequilibrios regionales.
hay que tener presente que en ellas se produce una cierta sobreestim a­
ción del crecimiento real: la progresiva ampliación de los intercam bios En las fases de industrialización más avanzada, se ha evolucionado
que ha acompañado el proceso ha hecho que actividades antes orientadas desde una distribución relativam ente dispersa de los centros fabriles
al autoconsum o se destinen ahora al m ercado, contabilizándose así en a una concentración cada vez m ayor de ios mismos (paralela a la con­
los cálculos sobre la producción o la renta obtenidas. centración del capital y los m edios.de producción). La difusión postea
Este proceso de expansión, basado en una explotación intensiva de rior tiende a producir la aparición de ejes industriales hasta llegar en
sus propios recursos naturales y humanos, ju n to al dominio de buena ocasiones a constituir una verdadera red, en la que cada núcleo se
parte de los recursos no renovables localizados en las áreas subdesarro- especializa en determ inadas actividades y tiene un determ inado rango
üadas, ha perm itido la acum ulación de una gran cantidad de medios dentro de la estructura jerárquica del sistema.
de producción e infraestructuras. Además de m arcar las diferencias El proceso de concentración técnica y económica ha supuesto el
actuales, la acumulación registrada actúa como agente m ultiplicador del surgimiento de factorías cada vez mayores, que realizan una produc­
crecimiento económico favoreciendo la pervivencia de las desigualdades ción en gran escala, ju n to con la progresiva sustitución —dentro de
en un futuro próximo. los sistem as capitalistas— de la pequeña em presa fam iliar por la
No obstante, tam bién puede hablarse de contrapartidas, reflejadas gran Sociedad, cuyo exponente máximo vienen a ser las em presas trans­
en costes económicos y sociales a veces elevados. Junto al desarraigo nacionales.
de amplios grupos de población debido a la migración forzosa de la Surgidas en su mayor parte desde el final de la Segunda Guerra
fuerza de trabajo hacia las áreas dinám icas, hay que considerar tam ­ Mundial y difundidas a la m ayor parte de sectores fabriles, están muy
bién el deterioro cíel medio am biente y la calidad de vida, sobre todo concentradas en lo referente a su origen y, consecuentem ente, al do­
en las grandes aglomeraciones, tal como ponen de manifiesto la mul­ micilio de su sede central. Así, en tre las cien m ás im portantes por sus
titud de publicaciones, reuniones de lodo género y movimientos ciuda­ cifras de ventas en 1981, un total de 93 se repartían entre tan sólo
danos que en los últim os años expresan una creciente insatisfacción, nueve países de Europa y América del N orte, adem ás de Japón, lal como
exigiendo la revisión del modelo de crecim iento seguido hasta el pre* m uestra el cuadro 11.5.
sente-
Su creciente expansión ha favorecido una reorganización del mapa
industrial del mundo, que tiende a reflejar en muchos de sus rasgos
las características de los espacios organizados po r estas grandes fir­
b) Papal esencied de ¡a industria y de los espacios industriales en ¡a
mas: los centros de decisión y las actividades tecnológicamente más
reorganización territorial'
avanzadas, de mayor rentabilidad, se reservan a los países desarrollados,
El sector secundario supone en estos países niveles de empleo que con especial concentración en sus principales aglom eraciones urbanas,
se sitúan, por lo general, entre el 30 y el 40% de la población activa en tanto se produce una relativa dispersión de aquellas actividades pro­
ductivas de m enor rango.
ESTRUCTURAS ¿SrACÍALES EN ÁREAS UfcSARROU.ADAS 57
56 ESPACIOS y SOCIEDADES

Por último, al igual que se apuntaba en el caso de la industria, el


CVAÜRO II.5 crecim iento urbano se ha visto, acom pañado por la form ación de ver­
Ortgeji de tas 100 mayores empresas industriales daderos sistem as integrados en los que el dinam ism o de cada ciudad,
por sus cifras de ventas en 1981 e incluso buena parte de sus características internas, se relacionan con
su rango en la jerarquía nacional y su especiaíización funcional. En
País empresas palabras de Webb, se ha dado el paso desde Ja «sociedad urbana ais­
lada», en donde cada ciudad se relacionaba casi exclusivamente con las
E stados Unidos 4$
10
áreas rurales circundantes, a la «sociedad urbana integrada», siendo
R tp ú b iica Federal Alem ana
Japón 10 la progresiva m ejora y densificación de la red de transportes uno de los
Francia 8 vehículos fundam entales en la consolidación del proceso.
Reino Unido 6
Italia 3
Canadá 2
Suiza 2 d) La desagrarizüciún y progresiva urbanización deí m undo rural
Países B ajos 2
Reino U nido/Países B ajos 2 El retroceso constante de las actividades agrarias en relación con
su m enor productividad, y su inserción en una economía com petitiva
Fucfuei ■>Fortune*, 3-V-82.
en donde la producción se orienta ya en su casi totalidad al mercado
y no al m antenim iento de la familia cam pesina, ha supuesto un aban­
dono generalizado de las áreas rurales.
Unido a esto, la agricultura ha conocido una m utación técnico-eco-
c) Una ¡mensa urbanización
nómica que la aleja por completo de los sistem as tradicionales de cul­
tivo. La intensa capitalización que ha tenido lugar con objeto de m e­
Correlativamente al crecim iento de la industria y los servicios, el
jo ra r su rentabilidad y perm itir unos niveles de vida no excesivamen­
fenómeno geográfico más im portante sin duda ha sido la progresiva
te alejados de los urbanos se refleja en la mecanización^ puesta en
y casi total urbanización de estas sociedades, tanto porque la mayoría
regadío, m ejora del abonado, selección de semillas y especies, empleo
de su población vive hoy en ciudades, como porque la economía y las
masivo de productos químicos, etc., Jo que ha increm entado notable­
formas de vida y cultura urbanas se han difundido y hecho dominantes
m ente la dependencia de la industria que provee de estos elementos
en la práctica totalidad del territorio.
o transform a una parte creciente de la producción, integrando ambos
El éxodo rural por un lado, y el propio crecim iento vegetativo por
sectores.
otro (resultado del rejuvenecim iento previo de su población) justifican
la fuerte expansión registrada, que ha hecho crecer el núm ero de ciu­ La progresiva especiaíización de cultivos y el desarrollo ganadero se
dades y sus dimensiones hasta desdibujar en muchos casos el concepto relacionan con la evolución de ía dem anda hacía bienes de mayor ca­
tradicional de «ciudad», contrapuesto al del «campo» circundante. En Ía lidad y con las condiciones de los precios en el m ercado nacional o in­
actualidad, el desarrollo de aglomeraciones urbanas, tanto en formá ternacional, generando cambios relativam ente rápidos en el paisaje agra­
de áreas m etropolitanas (con un centro o m etrópoli dominante) como de rio. Una paralela evolución hacia unidades de explotación cada vez
conurbaciones (desarrollo paralelo de diversas ciudades que llegan a mayores, bien sea m ediante reform as agrarias (casi exclusivamente
form ar una mancha continua), no perm ite precisar con claridad estos en los países socialistas), Ja prom oción de cooperativas o el sim ple arren­
limites, pues numerosas personas que viven a varias decenas de ki­ dam iento de las tierras dejadas por los em igrantes, ponen de manifiesto
lómetros de un centro urbano, se desplazan diariam ente a trab a jar en la necesidad im periosa de adaptarse a Jas condiciones de una econo­
él, aunque los núcleos en los que residen puedan m antener liña m or­ mía industrializada para subsistir. El proceso ha llevado, en algunos
fología escitcialmenie rural. Esto ha hecho incorporar la noción de países, a la aparición de lo que se ha denom inado «una agricultura sin
espacio periurbano. como una nueva realidad a considerar por íos geó­ agricultores», dadas las form as de producción plenam ente tecnificadas
grafos de estos países, e industrializadas que predom inan y el bajísim o núm ero de personas
El crecimiento urbano, con los contrastes sociales y de usos que que aún trabajan en el sector con exclusividad.
supone, ha generado una creciente heterogeneidad interna, tanto en lo Pero junto a esta dependencia que se relaciona con su papel de
referente a ía distribución de actividades (financieras, industriales, resi­ abastecedor en m aterias primas, alim entos, fuerza de trabajo y capi­
denciales, etc.) como de clases sociales, si bien las diferencias a este tales (a través del ahorro desviado por el sistem a financiero hacia las
respecto según los sistem as politico económicos vigentes han generado regiones más prósperas) otorgado a las áreas rurales, su vinculación
respuestas diversas. a la ciudad se m anifiesta tam bién en la aparición de o tra serie de mo­
58 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRl.’CTUKAS ESPACIALES EX ÁKEAS DESA3R.ÜLLAUAS 59

dificaciones bastante recientes como pueden ser los movimientos pen­ miento cuando se alcanzan densidades elevadas y, sobre todo, la cre­
dulares de trabajadores, el consiguiente increm ento de la llamada agri­ ciente intervención de los poderes públicos presionados por los mo­
cultura a tiempo parcial, y la litig a c ió n de algunos espacios para resi­ vimientos sociales en la m ejora de las condiciones de vida, han susci­
dencias secundarias, lo que ju n to a un cam bio fisionómico supone la tado diversas actuaciones en m ateria de planeam iento regional y urba­
incorporación del suelo rústico a los mecanismos de apropiación y uso no que sin aten ta r contra las bases fundam entales del sistem a han su­
característicos de las ciudades. puesto paliativos a la desigualdad espacial. De ahi que, aun siendo
evidentes y sentidos por la población de las diferentes regiones, los
contrastes no son tan acusados como los del mundo suhdesarrollado,
e) Cambios en las distribuciones y éi com portam iento demográfico de marcado por un fuerte dualism o en lo económico, lo social y lo es­
la pobioción pacia!.
Pese a que todos estos rasgos no dejan de ser muy genéricos, sir­
La distribución actual de la población, adem ás de seguir vinculada ven como contexto general en el que pueden insertarse desde ahora
en parte a la influencia ejercida p o r ciertos obstáculos naturales como tos análisis regionales que vamos a realizar. Com probar hasta qué
e! clima o el relieve en algunas regiones, depende prioritariam ente del punto las realidades concretas se explican a la luz de los modelos
reparto existente de las actividades económicas, h asta el punto de que teóricos, es objetivo para una geografía que intente ir m ás allá de la
las densidades dem ográficas se corresponden casi perfectam ente con las casuística y racionalizar el espacio en que vivimos.
industriales y urbanas.
Por otra parte, su crecim iento se ha reducido en el transcurso del
último medio siglo hasta llegar en muchos casos al estancam iento, con *
el consiguiente envejecimiento de su pirám ide demográfica que tiende
a adquirir la característica form a de hucha. Se encuentran, pues, en BIBLIOGRAFÍA BASICA
la fase más avanzada del modelo de transición demográfica, sin qué
se observen signos que tiendan a m odificar las tendencias actuales Amin, S. (1973): Le développem ent in é g a i P arís, M inuiL
en un futuro próximo. Bairoch, Y. (1973): E l Tercer M undo en la encrucijada. M adrid, Alianza.
En lo referente a su estru c tu ra por actividad, el trasvase iniciado B rookfield, H. C. (1975) In terd cp en d en t developm ent. London, M ethuen.
en el siglo pasado desde las actividades prim arias hacia las industria­ Colé, J. P. (1981): 1 he developm cnt gap. London, J. Wiley.
F u rtad o , C. (1975): El desarrollo económ ico: un m ito . México, Siglo X X I.
les, se ha trasladado posteriorm ente hacia las de servicios. De este Gcorgc, P. (1983): Geografía de las desigualdades. B arcelona, 0¡kos-Tau.
modo, lo característico en esias llam adas «sociedades del bienestar» es K ceble, D. E. (1S71): M odelos de d esarro llo económ ico. En La G eografía y los m o ­
la inversión de la relación existente hace apenas un siglo, con una re­ delos socioeconóm icos. M adrid, Í.E.A.L., pp. 129*210.
ducción de los empleos directam ente productivos —com pensada con Lacoste, Y. <1978): Geografía del subdesarrollo. B arcelona, Ariel.
creces por el aum ento de la productividad— y una atención preferente M ishan, E. J. (1971): Costes del desarrollo económ ico. B arcelona. Oikos-Tau.
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m unista. México, F.C.E.
S m ith, D. M‘. (1980): Geografía hum ana. B arcelona, Oikos-Tau.
f) Formación de espacios polarizados y establecimiento de políticas
territoriales

Un crecim iento de la m anufactura y del terciario superior tan con-


* centrado como acaba de señalarse ha conllevado un proceso de pola­
rización espacial en que las tasas de increm ento en los efectivos se
lim itan a un núm ero relativam ente reducido de áreas, en profundo
contraste con su entorno. Las economías externas y de aglomeración
están en La base de estos procesos, tanto en las economías capitalis­
tas como —en m enor m edida— en las planificadas, donde la búsqueda
de un crecim iento rápido ha postergado con frecuencia los objetivos de
equilibrio regional.
En cualquier caso, la aparición de procesos difusores del creci-
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 61

con la acción de grupos hum anos en el tiempo, plasm ada en form as


peculiares de organización de su espacio.
Si algún rasgo físico hay que d éstacar en la configuración de Europa,
éste puede ser la profunda influencia que ejerce el océano en buena
p arte de la región, ju n to a la notable fragm entación territorial en pe­
queñas unidades m orfoestructurales que ha prom ovido su frecuente
calificación como verdadero «mosaico» geográfico. Pese a su tradicional
C a p ítu lo III
consideración como uno de los cinco continentes poblados del globo,
E uropa aparece en cualquier m apa como un conjunto más o menos
EUROPA: INTEGRACIÓN Y CONTRASTES EN LA CUNA
DE LA INDUSTRIALIZACIÓN triangular de penínsulas, archipiélagos y m ares interiores en el extre­
mo occidental de Eurasia, que justifican una am plia fachada oceánica
p ara la casi totalidad de países (cuadro I I I .1).
I. La in d iv id u a liz a c ió n d e l e sp a c io eu ro p eo

C u ad ro III.1
Si las fronteras políticas de los E stados resultan b astante precisas,
aunque históricam ente cam biantes, no ocu rre lo mismo con las que Et carácter marítimo de Europa
delimitan las diez unidades o conjuntos regionales que nosotros hemos -

diferenciado. Por este motivo, los lím ites de E uropa no se prestan a un % Islas y p en ín su ­
Superficie Penínsulas Islas las en superficie
consenso generalizado, particularm ente p o r lo que se refiere a sus m ár­ Continente (mili. km J) (mili. k m J) (mili, km 2) total
genes meridional y oriental, exigiendo en consecuencia una breve jus­
tificación del criterio adoptado. E u ro p a 9,97 2,70 0,75 34,6*
Asia 44,18 7,94 2,70 *■' 24,0
Por un lado, algunos autores consideran que el M editerráneo es, A m érica def N orte 24,10 2,04 4,11 25,6
m ás que una línea de separación, un vínculo de unión entre todos los A m érica del S u r 17,87 0,05 0,15 1.1
países ribereños de la cuenca que, a p a rtir de unas condiciones eco­ África 29,82 ___ 0,62 2,1
lógicas similares, han desarrollado unos modos de vida tradicionales A ustralia 8,90 0,42 1,30 19,3
claram ente em parentados, que exigen un tratam ien to conjunto. Sin * Sin Rusia europea, 4,94 mili, km 2 y 69,8 % respectivamente.
negar esta realidad, e incluso los vínculos históricos que ligan ambas
orillas, una visión de la realidad actual como la que aquí pretendem os Fuente: Mellor, R. E. H. - Sm ith, E. A., 1979.
no puede ignorar los contrastes evidentes hoy, tanto en lo que se re­
fiere al nivel de desarrollo como a la diversa tradición cultural y su
materialización espacial, razones que juzgam os suficientes p ara lle­ Además de facilitar el desarrollo de actividades específicas ligadas
var a cabo un análisis separado. al m ar y una p ro n ta relación con o tras regiones del m undo, la escasez
Mayor tradición aún, sobre todo en lo que respecta a las representa­ de barreras m ontañosas opuestas a la penetración del viento oceánico
ciones cartográficas, tiene el lím ite de los Urales como divisoria entre ha favorecido tam bién una suavización climática en buena p a rte del
los mundos europeo y asiático. Aceptando su significado histórico con­ territorio, apoyo indudable a la ocupación hum ana.
creto, cuando en el siglo x v n venía a suponer el límite oriental del Im ­ Precisam ente es la antigüedad de ese poblam iento, la densidad alcan­
perio ruso, su vigencia actual resulta prácticam ente nula. Si desde el zada en la ocupación, y el extraordinario desarrollo de las civilizacio­
p un to de vista físico esta b a rre ra de escasa altitu d no impide que la nes aquí asentadas, lo que justifica la intensa hum anización del espa­
distribución de las regiones naturales se organice perpendicularm ente cio, con amplio predom inio de los paisajes «culturales», y el evidente
a su dirección, mucho menos significado tiene aún desde una perspecti­ peso de los factores históricos en la justificación de ciertas realidades
va política o de organización territorial: el E stado soviético es hoy actuales. Más allá de cualquier etnocentrism o, es tam bién evidente que
una entidad político-espacial indudable, que en un rápido e intenso E uropa ha jugado un papel de p rim er orden en el devenir de la H u­
movimiento colonizador ha incorporado buena p a rte de sus regiones m anidad durante los últim os siglos. Foco originario y desde el que se
orientales al proceso de industrialización y transform aciones en todos difundieron modelos económicos y pautas culturales que alcanzaron su
los órdenes que h an presidido su evolución reciente, sin que el Urai máxima expresión con la Revolución Industrial, E uropa se inserta hoy
represente hoy más que una sim ple unidad fisiográfica dentro del país. en el contexto m undial dentro de las regiones con estru ctu ras asimi­
En resum en, tanto la personalidad de E uropa como la de la Unión lables al modelo característico del desarrollo, si bien su posición domi­
Soviética se vinculan directam ente con su geografía hum ana, es decir, nante ha declinado en favor de las dos superpotencias actuales, que
62 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES E \ ‘ ÁREAS DESARROLLADAS 63

organizan hoy sus respectivas esferas de influencia a costa de la divi­ alcanzó su cénit a finales del siglo xix, basada en el poderío económico
sión del ám bito europeo en bloques. y m ilitar de las potencias europeas, y que supuso la' im portación de
Pero todo lo an terior no impide que la diversidad interna presida recursos foráneos en grandes cantidades, ju n to a la a p ertu ra de nuevos
m uchas de las realidades europeas. Si la fragm entación del relieve fa­ mercados p ara las m anufacturas y la exportación de excedentes de
voreció históricam ente la separación de los grupos humanos, la em er­ capital. Así, en 1914 se estimó en 44.000 millones de dólares el capital
sión de los Estados actuales ha consolidado las diferencias que el desi­ europeo exportado, del que tres cu artas p artes correspondían al Rei­
gual desarrollo y la ya hitada oposición de bloques no ha hecho sino no Unido (42 %), Francia (20 °/o) y Alemania (13 %), y que generó unos
reforzar. El surgim iento de la «idea europea» como superadora de al­ intereses medios del 5,4 °/b anual.
gunas de estas contradicciones ha tenido aún efectos m ateriales b as­ Paralelamente, el proceso reforzó los contrastes internos existen­
tante limitados, pero es sin duda una de las realidades o, m ejor, de tes hasta entonces, en relación con su incorporación más o menos ta r­
los proyectos con mayor interés para el futuro de quienes vivimos en día. El m ovimiento industrializador se inició en Inglaterra d u ran te la
este rincón del planeta segunda m itad del siglo x v i i i , afectando en las décadas siguientes a
una serie de países del entorno inm ediato (Alemania, Bélgica, Francia...)
y a Estados Unidos, con pequeñas variaciones respecto al modelo in­
II. C o n d ic io n a n te s en la o rg a n iz a c ió n del e sp a c io eu ro p eo glés (m ayor dependencia de la financiación bancaria y de la ayuda
estatal). De este modo, a m ediados del siglo xix era ya una realidad
J. La desigualdad respecto a la industrialización y el crecimiento palpable la división de Europa en dos, la del caballo de vapor y ía del
económico caballo de tiro (Braudel, F., 1969, 328).
A p a rtir de ese momento, la evolución seguida por ambos grupos
Si habitualm ente las obras de geografía regional suelen considerar de países ha presentado claras diferencias, que condicionan en buena
que las condiciones im puestas p or el medio físico son un prim er elemen­ medida la jerarquización y funcionalidad actuales del sistem a te rrito ­
to de diferenciación, exigiendo u n tratam iento previo, en Europa la ocu­ rial europeo. Antes de considerar esas diferencias, puede ser de inte­
pación a lo largo de la H istoria p o r los diferentes grupos sociales es rés pro cu rar una explicación inicial de la desigual capacidad p a ra asi­
el factor que otorga una personalidad más acusada a sus diversos te­ m ilar la industrialización m ostrada por ios países europeos.
rritorios. En esencia, la incorporación de los países de E uropa noroccidental
En este sentido, un condicionante esencial de las realidades actuales
al proceso de cambio se relacionó con la existencia de una serie de tran s­
ha sido el proceso de transform aciones en todos los órdenes iniciado
formaciones previas, económicas, sociales e institucionales, iniciadas ya
hace aproxim adam ente dos siglos y que conocemos como Revolución desde el siglo xvn, y que cim entaron el posterior desarrollo fabril. En
Industrial. Desde una perspectiva estrictam ente geográfica, ha genera­
prim er lugar, tuvo lugar una expansión económica que posibilitó una
do dos tipos de consecuencias esenciales. La prim era y más im portante
creciente acumulación de capital. Dado el carácter esencialmente agra­
ha sido la inserción de E uropa dentro de las áreas desarrolladas, con
rio de las sociedades europeas del m om ento, fueron las m ejores en este
el surgimiento de una nueva lógica espacial —la del capitalismo indus­
trial— que responde al nuevo modo de producción y a las relaciones ám bito —que suelen conocerse como «revolución agrícola»— las que
sociales que le son inherentes. Como afirm a Kemp, «hace unos 200 mayor im portancia alcanzaron (Bairoch, P., 1973, 39-54), perm itiendo por
años, alterando los modos de vida conocidos hasta entonces, se ini­ medio de la m ejora del utillaje la sustitución del barbecho p o r la ro­
ciaba una revolución trascendental en la historia del género hum ano tación de cultivos, la difusión de nuevas plantas (patata, m aíz...) y ra­
que significó u n avance hacia el desarrollo de la hum anidad tal como zas seleccionadas, junto a una serie de reform as estructurales que
la conocemos hoy. Una transform ación estructural que, vista en pers­ supusieron la práctica desaparición de la propiedad señorial en favor
pectiva, había estado gestándose d uran te siglos, e inclinaba la balanza de una explotación directa de la tierra, u n aum ento de los excedentes.
de la actividad productiva agrícola a la industrial, y abría un sinlín La expansión del comercio y de la artesanía, vinculada en parte al in­
de posibilidades al crecim iento de la productividad hum ana. Este pro­ crem ento de la dem anda que tra jo consigo la m ejora general del nivel
ceso, descrito en prim era instancia como industrialización, iniciaba los de vida, actuaron com plem entariam ente como factores de impulsión.
tipos de trabajo y estilos de vida que distinguen al m undo m oderno De modo paralelo e interrelacionado, el siglo xviii tam bién conoció
del antiguo, a los países avanzados de los retrasados» (Kemp, T., 19.81, en los países más avanzados de E uropa la ru p tu ra del llamado «ciclo
21). Al ser Europa cuna de esta revolución, se convirtió en región domi­ demográfico primitivo», vigente hasta esa fecha y caracterizado po r al­
nante y foco innovador a escala m undial hasta el prim er cuarto del si­ tas tasas de natalidad y m ortalidad, con crisis cíclicas vinculadas a
glo xx, difundiendo nuevos modelos de organización en el mundo. Des­ períodos de guerras, epidemias y ham bres, en favor de un crecim ien­
taca en este sentido la im plantación de los imperios coloniales, que to progresivo y constante debido a ía disminución de la mortalidad,
ESPACIOS V SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 65
64

que perm itió una rápida am pliación del capital hum ano disponible y En este contexto económico y demográfico, apoyado po r las dife­
una mayor estabilidad en las perspectivas de la economía. rentes revoluciones burguesas que sacudieron E uropa desde 1789, pu­
Según las estimaciones de que se dispone, la población europea ape­ dieron aplicarse las sucesivas mejoras tecnológicas surgidas desde fina­
nas había logrado triplicarse desde comienzos de n u estra era y hasta les del x v i i i en la in d u stria .textil y de hilaturas. Las inversiones nece­
1700, con fases regresivas debidas a m o rtalid ad catastrófica tan m ar­ sarias p ara aplicar las nuevas técnicas, que posibilitaban una elevación
cadas como las de los siglos vi-vil (caída del Im perio rom ano de occi­ de la productividad y la aparición de actividades nuevas, sólo se rea­
dente y sucesivas oleadas invasoras), el XIV («peste negra» llegada a E u­ lizaron cuando los em presarios consideraron que existían expectativas
ropa en 1347), o el período 1600-1740 (Guerra de los T reinta Años, Fron­ de beneficio suficientes p ara justificarlas; en este sentido, el cam bio
da, pervivencia de epidem ias y posible enfriam iento climático que re­ tecnológico puede considerarse una resp u esta a las condiciones del
dujo los rendim ientos agrícolas). A p a rtir de esa fecha, y sobre todo m ercado.
desde mediados de siglo, el crecim iento se aceleró de modo visible, D entro de estas m ejoras tecnológicas, hay que hacer especial m en­
bastando ya poco m ás de una centuria para duplicar los efectivos, en ción, por su p articu lar incidencia geográfica, de la «revolución del
tanto la población m undial sólo creció un 60 % en esa centuria (de 750 transporte» que acom pañó las prim eras etapas industrializadoras. Uno
millones en 1750 a 1,200 millones en 1850). E n los países m ás afectados, de los rasgos esenciales de las sociedades preindustriales era su inmo­
el increm ento fue aún mayor, y así, p or ejemplo, en Inglaterra y Gales vilidad, dom inadas p or u n a economía prácticam ente cerrada en la que
la población pasó de 6 a 18 millones en esos m ism os años, superando la mayor p arte de los escasos intercam bios existentes se lim itaban
los 30 millones en 1900 (cuadro III.2). al ám bito local o com arcal, sin apenas integración de los m ercados
a escala regional y m ucho menos nacional. Las escasas m ejoras en este
sentido realizadas en el siglo xviii se habían, concentrado en la cons­
C uadro I I I . 2 trucción de canales o en el acondicionam iento de la red de carreteras,
pero sólo la aparición del ferrocarril con la a p ertu ra de la línea Man-
Evolución estimada de la población europea hasta nuestro siglo chester-Liverpool en 1830, y la posterior aplicación del vapor a la n a­
Población (millones habs.) vegación, perm itieron la expansión de las relaciones capitalistas al
Año
a b a ra ta r sustancialm ente la circulación de los factores productivos (ma­
1 30 terias prim as, energía, trab ajo , capitales) y de los productos m anufac­
600 16 turados. Ju n to a su im pacto directo sobre fenóm enos tales como los
1000 30
60
m ovim ientos m igratorios masivos o la especiaíización productiva re­
1350
1400 35 gional, los ferrocarriles generaron otros efectos m ultiplicadores al im­
1650 87 p ulsar el empleo y la dem anda en sectores industriales tan im portantes
1700 96 como la siderurgia, la construcción de m aquinaria y m aterial de tra n s­
1750 118
170
porte, los textiles, etc., adem ás del carbón.
1820
1850 210 La conjunción de todos estos elem entos en los países del noroeste
1900 305 europeo d urante la p rim era m itad del xix les perm itió ad en trarse deci­
didam ente en un cam ino de industrialización rápida, acom pañado de
Fuente: M. R einhardt - A. Armengaud, 1966; W. D. B orric, 1970. una profunda reorganización territorial como adaptación a las nuevas
condiciones im perantes, en la fábrica y ciudad se constituyeron en
elem entos clave dentro de un contexto general de crecim iento sostenido,
Ante una natalidad estabilizada en torno a u n 30-35 °/oo anual, la
aunque con ritm os diferentes según circunstancias de lugar y tiempo.
clave del cambio demográfico hay que relacionarla con el retroceso
•El desarrollo fabril, en el .plano geográfico, vino a suponer una cre­
de la m ortalidad posibilitado por el au m en to de las subsistencias que
ciente concentración: frente a los talleres artesanales generalm ente dis­
redujo la incidencia de los períodos críticos, la dism inución de conflic­
persos debido al predom inio de la em presa fam iliar, del tra b ajo m uchas
tos bélicos &e carácter devastador, y la desaparición de la peste bubó­
veces a domicilio y dependiente de u n em presario-com erciante (deno­
nica, a los que ya en el siglo xix se su m aría la rápida m ejora de la
m inado «putting-out system» por los ingleses, o «Verlagssystem» p o r los
medicina, particularm ente de la epidemiología (descubrim iento de la p ri­
alem anes), y de unas fuentes de energía (viento, agua...) b astante ubi­
m era vacuna antivariólica p o r Je n n er en 1789). De este modo, las tasas
cuas, se im pone ahora la factoría, cada vez de m ayor tam año y con una lo­
de crecim iento natural de los países noroccidentales alcanzaron po r vez
calización altam ente selectiva que tiende a p rim a r la proxim idad a las
prim era de modo estable el I % anual, e incluso cifras superiores, en
fuentes de recursos, en particular el carbón, o r en su defecto, los
tanto los m editerráneos y danubianos tard arían prácticam ente un si­
p u erto s y ejes ferroviarios p o r donde éstos pueden recibirse a m enor
glo en iniciar este proceso.
66
ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 67

coste. Por su parte, la nueva ciudad industrial unirá, al rápido aum ento Las diferencias establecidas, pues, en el siglo xix se han m antenido
en superficie y población, una creciente segregación en el uso del y reforzado con el paso del tiempo en virtud de los procesos de creci­
suelo. En resum en, el espacio de las sociedades del capitalism o indus­ miento acum ulativo, adaptándose a las cam biantes coyunturas y al
trial europeo se m uestra progresivam ente heterogéneo, segregado y desarrollo tecnológico h asta conform ar una estru ctu ra funcional que
complejo. define claram ente a Europa como región nodal, por encima de las fron­
Por su parte, la E uropa m ed iterrán ea y balcánica quedó m arginada teras políticas e, incluso, de la división en bloques. En este sentido,
del proceso al no cum plir las condiciones requeridas en la prim era los intentos de potenciar procesos de industrialización acelerada lleva­
m itad del siglo xix., Este conjunto de Estados, de predominio agrario y * dos a cabo en países balcánicos como Bulgaria, Rum ania o Yugoslavia
fuerte arraigo de sus e stru ctu ra s tradicionales, quedó así convertido en tras el establecim iento de los regímenes actuales, no han sido tampoco
«periferia inmediata», dentro de la naciente división internacional del capaces de salvar la distancia que les separaba de los países «centrales»
trabajo. Junto a la exportación de alimentos y m aterias prim as m ine­ del propio bloque, en particular la RDA y Checoslovaquia.
rales con destino a la E u ro p a industrial, se convirtieron en espacio
de confrontación en el que las distintas potencias pugnaban p o r es­
tablecer sus áreas de influencia; la accidentada evolución política de 2 . El contraste de sistemas político-económicos: las dos Europas
la península balcánica en el siglo pasado y prim era m itad del presente,
con frecuentes conflictos bélicos y cambios de fronteras, refleja con Hasta el estallido de la II G uerra Mundial, Europa m antenía unas
particular claridad la presión ejercida por los imperios circundantes. estructuras espaciales acordes con la lógica del capitalismo industrial,
En estos países, el comienzo de la industrialización se retrasó al en donde a la propiedad esencialmente privada de los recursos produc­
menos hasta los um brales de nuestro siglo, cuando ya existían en el tivos se sum aba el sistema de competencia en el m ercado como regu­
panoram a internacional una serie de potencias hegemónicas, lo que lador básico de las actuaciones llevadas a cabo por múltiples agentes.
condicionó un modelo evolutivo de características y efectos claram ente Los contrastes en tre países según su nivel de desarrollo industrial no
diferentes del anterior. La m ayoría de industrias que com enzaron a rom pían la hom ogeneidad existente desde este punto de vista, sólo ma­
surgir no se orientaron tanto a form ar un verdadero sistem a econó­ tizada por la pervivencia de regiones apegadas aún en buena p a rte a
mico nacional, como a com pletar el sistem a internacional, dando prio­ una economía de autosubsistencia, y dotadas por ello de una lógica es­
ridad a sectores como la p rim era transform ación de m aterias prim as pacial propia.
con destino a la exportación o la producción de bienes de consumo antes El térm ino del conflicto bélico trajo consigo la emergencia defini­
im portados (sustitución de im portaciones), en tanto escaseaban las de tiva de las dos superpotencias actuales y, con ello, la división de Europa
bienes de equipo. en áreas dependientes de cada una de ellas, con sistemas políticos y
Estas actividades conocieron desde sus orígenes una im portante p ar­ económicos enfrentados.
ticipación exterior, tanto en lo referente al origen de los capitales como El surgim iento del llamado «telón de acero» supuso, en el plano geo­
de la tecnología. En muchos casos, fueron filiales de las grandes em ­ gráfico, la aparición en la E uropa del Este de una nueva forma de con­
presas industriales o entidades financieras radicadas en los países cen­ cebir y gestionar el espacio, ligada al modelo de planificación centrali­
trales, que tam bién pasaron a controlar una p arte im portante de la zada en que el Estado se erige en agente organizador esencial, contro­
actividad extractiva, bancaria o vinculada a los ferrocarriles. El carác­ lando los resortes que perm iten m odelar el territorio, y sustituyendo
ter exógeno que en gran m edida revistió aquí el «despegue» industrial, a la anterior m ultiplicidad de centros decisorios. La instauración de
no basado en reform as previas de las estructuras socioeconómicas, los nuevos regímenes, operada progresivam ente entre 1945 y 1948, afron­
acentuó su grado de concentración espacial y los consecuentes desequi­ tó, ju n to a la reconstrucción de unos países devastados por la guerra,
librios regionales, tan to por la profunda crisis de un m undo ru ra l una reform a en profundidad de las estru ctu ras vigentes como paso in­
apenas evolucionado traducida en un éxodo masivo, como por las difi­ dispensable p ara la construcción del socialismo. Esto se tradujo, en
cultades a que se enfrentó la difusión espacial de las innovaciones, prim er lugar, en una rápida socialización de los medios productivos
lináitadas por lo general a unos cuantos enclaves. Por último, el pro­ fundamentales, con la nacionalización de sectores clave como la industria,
teccionismo necesario para posibilitar el surgim iento de em presas fa­ la minería, la banca o el transporte, ju n to a u n a serie de reform as
briles frente a la com petencia exterior, trasvasado a la agricultura al agrarias. Al mismo tiempo, las estrategias de desarrollo m arcadas se
objeto de asegurar unas ren tas m ínim as y con ello una dem anda p ara fijaron como objetivo prim ordial la industrialización acelerada, con
los productos m anufacturados, favoreció un cierto m inifundism o indus­ prioridad a ios sectores pesados y fuerte m atiz autárquico, ju n to a la
trial y una escasa m odernización de las estructuras productivas, ju n to progresiva desaparición de las desigualdades sociales y espaciales, m a­
al desarrollo de regímenes de com petencia im perfecta (monopolios, oli- terializadas sobre todo en la dicotomía campo-ciudad.
gopolios) en ciertas actividades. El medio de llevar a cabo estas transform aciones ha sido, desde
68 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 69

1949-1950, ia planificación centralizada a im itación de la im puesta en sectores básicos, a la creación de em presas públicas o la planificación
la URSS 20 años antes. En cada país existe una Oficina o Comisión indicativa, no puede dudarse de la creciente incidencia que estas ac­
Estatal de Planificación encargada de recoger inform ación sobre la si­ tuaciones han tenido sobre los niveles de bienestar que hoy disfru ta la
tuación existente, tratarla y red a c ta r en consecuencia unos planes, población, la estructuración de las áreas urbanas, los desequilibrios re­
generalm ente quinquenales, en los que se fijan unos objetivos a cum ­ gionales, etc., habida cuenta de las num erosas deficiencias im putables
plir y los medios que es preciso poner a su disposición p ara alcanzar­ a la estricta lógica económica. En este sentido, la m itad norte de la
los. De este modo, el Plan, de base esencialm ente económica, condi­ región europea presenta en la actualidad lo que po d ría calificarse de
ciona todos los aspectos básicos vinculados a la organización del te rri­ «capitalismo atenuado», habida cuenta de la fuerte intervención pú­
torio, desde el destino sectorial y regional de las inversiones a los pre­ blica en las decisiones que afectan a su espacio. ¡/
cios de los productos agrícolas e industriales, la creación de empleos,
la construcción de viviendas e infraestructu ras, etc. (Kaser, M.; Zielins-
ky, J. G., 1971), 3. Hacia la integración supranacional: la Comunidad Económica
A medida que el crecim iento económico aum enta la complejidad y Europea
las interrelaciones entre los diferentes sectores económicos y territorios
de un país, la centralización de decisiones tiende a provocar una hiper­ La historia contem poránea de E uropa es una buena m uestra de
trofia burocrática que redunda en u n a excesiva rigidez del sistema. Este los problem as que la fragm entación política en una treintena de Es­
hecho, unido a ía m uerte de Stalin, generó desde mediados de los 50 una tados acarrea, tanto por lo que se refiere al reducido tam año de los
progresiva descentralización y diversificación de los modelos planifica­ distintos mercados, como a los conflictos bélicos vinculados al desarro­
dores para adaptarlos a las necesidades y peculiaridades nacionales llo de sentim ientos nacionalistas o la im posibilidad de com petir con
(Wilczynski, J., 1974). Comenzada en la RDA y Polonia, fue seguida en las grandes potencias de nuestro tiempo, que cuentan con una población,
mayor o m enor medida por los restan tes países con excepción de Al­ un territorio y unos recursos potenciales m uy superiores.
bania, fiel al sistem a de estricta centralización, lo que le llevó a aban­ Ju n to a precedentes históricos m ás o menos rem otos como el «Zoll-
donar el COMECON en 1961. verein» o unión aduanera entre los estados germ ánicos en 1818, el p ri­
Sin duda hay que destacar la original vía yugoslava al socialismo, m er intento de integración económica en la E u ro p a de posguerra tuvo
iniciada ya en 1948 tras la ru p tu ra con la URSS, y concretada en 1950 lugar en 1948 con la creación de la Organización E uropea de Coope­
al prom ulgarse la ley que institucionalizó la autogestión obrera, por ración Económica (luego OCDEX que intentó fijar un program a com ún
la que las em presas pasaban a ser adm inistradas por los trabajadores de actuación, adem ás de canalizar las ayudas del Plan Marshall, con­
autónom am ente, dentro de las directrices generales m arcadas por el tribuyendo a reactivar un comercio intraeuropeo que ese año todavía
Plan. Al tiempo, la perm isividad respecto a la propiedad privada era se situaba un 27 % p or debajo del existente antes de la guerra.
también mayor, estableciéndose tan sólo unos um brales máximos de Paralelam ente surgieron las prim eras uniones regionales constituidas
10 hectáreas en el caso de las explotaciones agrarias (que hoy suponen p or los países nórdicos (Suecia, Noruega, D inam arca e Islandia) tras la
el 80 °/o de las tierras cultivadas) y de 5 trabajadores en las restantes Conferencia de Copenhague de 1947, y por el Benelux. Ambas acordaron
actividades. Finalmente, y ju n to a la descentralización de las decisiones, un proceso de integración progresiva con el fin de llegar a la form ación
se otorgó un cierto papel al m ercado en la asignación de los recursos de m ercados comunes que perm itiesen su p erar las reducidas dimensio­
y las localizaciones, así como una m ayor ap ertu ra al exterior, que in­ nes de sus respectivos m ercados nacionales. Pero el precedente inm e­
cluye la autorización de inversiones extranjeras. De este modo, la situa­ diato de la situación actual se sitúa en 1950, cuando Francia propuso
ción actual es bastante heterogénea, tan to entre los diferentes países la creación de un m ercado único p ara el carbón y el acero que elimi­
europeos, cómo respecto a la URSS, siendo tam bién diverso el grado de nase las ya viejas tensiones en la fro ntera franco-alem ana p o r los re­
desarrollo alcanzado por la propiedad socialista según los casos. cursos de la Lorena o el Sarre, y diese mayores posibilidades de ex­
Respecto a la E uropa occidental, uno de los rasgos jmás significati­ pansión a estos sectores básicos de la economía. T ras la renuncia bri­
vos de su évolución en las últim as cuatro décadas es la progresiva par­ tánica, la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del
ticipación de los poderes públicos como agentes de organización terri­ Acero (CECA) en 1951, incorporó un total de 6 m iem bros: Francia, Ita­
torial. Con un carácter generalm ente asistencial que busca corregir lia, la RFA y el Benelux. Los éxitos obtenidos fueron inm ediatos y la
algunos de los desequilibrios y costes sociales derivados de la lógica del CECA, que en esos años concentraba alrededor del 30 % de la produc­
mercado, o suplantar a la iniciativa privada en actividades poco ren­ ción mundial de hulla y acero, conoció un a notable expansión en sus
tables o que exigen grandes inversiones, su im portancia es variable actividades, particularm ente en el espacio com prendido entre Charleroi,
según países, y en relación con la orientación de los gobiernos que se Nancy, Estrasburgo y Dortm und, al elim inarse toda restricción en los
han sucedido a lo largo del tiempo. Desde la nacionalización de ciertos intercam bios y homogeneizarse las condiciones de producción y venta.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 71
70

Es evidente que el éxito de la CECA impulsó la idea de una unión a) Creciente especiaíización regional de la actividad agraria. — Par­
económica en E uropa occidental, materializada en el Tratado de Roma tiendo de una cierta especiaíización previa en cada uno de los Estados
firm ado en marzo de 1957 p o r los mismos 6 países, que dio origen a la basada en las desiguales condiciones del m edio físico, la formación de un
Comunidad Económica Europea (CEE), am pliada con posterioridad al m ercado único ha increm entado la com petencia y las posibilidades de
Reino Unido, Irlanda, Dinamarca (desde el 1 de enero de 1973) y Grecia producción en grandes volúmenes. De este modo, y con el fin de aprove­
(desde el 1 de enero de 1981). char las respectivas ventajas com parativas, las regiones septentriona­
El objetivo de la Comunidad fue, desde sus orígenes, la formación les de la CEE han centrado lo esencial de su actividad en la ganadería,
de una entidad supranacional en los terrenos económico y —aunque que :en países como Dinam arca llega a suponer más del 90 % del valor
con mayores reticencias— político, capaz de hacer frente al desafío plan­ final de la producción agraria, en tanto los países m editerráneos m an­
teado por las actuales superpotencias y de recuperar un cierto protago­ tienen una base esencialmente agrícola.
nismo para la m altrecha Europa. Según el artículo 2.° del Tratado, el Al tiempo, desde la entrada en vigor de la Política Agraria Común,
fin prim ordial de la integración era «promover un desarrollo armónico se ha m antenido un fuerte proteccionism o a la producción interna con
de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una ex­ objeto de asegurar unos niveles de vida elevados a los aericultores.
pansión continua y equilibrada, una elevación acelerada del nivel de vida, Para ello se fijan precios de m antenim iento bastante elevados y sub­
y unas relaciones más estrechas entre los Estados miembros». Para su venciones para la exportación de los excedentes con cargo al Fondo
consecución, el proceso a seguir incluía tres aspectos esenciales, fijados Europeo de Orientación y G arantía Agraria (FEOGA), que han perm itido
asimismo en el artículo 3.° del Tratado: m antener actividades con problem as de superávits crónicos, y explo­
taciones poco competitivas internacionalm ente (cereales, azúcar, vino,
— Eliminar las barreras arancelarias y restricciones cuantitativas al lácteos...). Su influencia, en cambio, ha sido escasa por lo que respecta
comercio interior, fijando al tiempo una tarifa exterior común igual a la reform a de las estructuras agrarias, perviviendo una pequeña ex­
al promedio de las existentes el 1 de enero de 1957 en los países plotación fam iliar inferior a 20 hectáreas que en 1978 aún representaba
signatarios, para lo que se establecía un periodo transitorio de 12 el 77 % de. las existentes, repartiéndose un 29 % de la superficie cul­
años que amortiguase sus efectos, y que en la práctica se redujo a tivada.-
10 solamente.
— Promover la libre circulación de los factores productivos, tanto b) Concentración industrial y expansión de las empresas m ultina­
mercancías como personas, empresas y capitales, sin ningún tipo de
cionales. — La libre circulación de em presas y capitales establecida en
cortapisas.
— Coordinar las diferentes políticas económicas nacionales, además de los artículos 52 y 58 del T ratado de Roma ha incentivado los procesos
establecer otras comunes, entre las que cobró particular importan­ de concentración financiera y técnica característicos de la industria
cia la política agraria instaurada desde el Plan Mansholt. contem poránea, al objeto de beneficiarse de las economías de escala.
La Comunidad ha supuesto un magnífico negocio para las grandes em­
La puesta en m archa de estas" actuaciones exigió la creación de un presas europeas que encontraron vía libre p ara am pliar sus anteriores
aparato institucional com puesto por una serie de organismos de ca­ mercados, así como para las em presas norteam ericanas o japonesas ins­
rácter ejecutivo o consultivo, encargados de fijar desde las medidas le­ taladas en alguno de los países m iem bros, particularm ente el Reino
gislativas por las que ha de regirse la CEE, hasta las de orden financiero Unido. Con ello, la integración ha supuesto la crisis para m uchas peque­
o asistencial (Némc, J. y C., 1974). Resultado de todo ello es la existen­ ñas em presas poco competitivas, sobre todo en los países periféricos,
cia hoy de una entidad político-espacial que sobre poco más de 1,6 mi­ ju n to a un cierto cambio en la distribución espacial, que hoy tiende
llones de kilómetros cuadrados reúne 273 millones de personas en 1982, a p rim ar los nudos de tran spo rte y las grandes m etrópolis, que cuentan
lo que representa el 56 % del total europeo, con una densidad media con las mayores tasas de innovación y los medios esenciales para fa­
de 165 h a b s./k m 2 y u n producto interior cifrado en 240 billones de cilitar una rápida y frecuente com unicación e n tre las filiales y la sede
pesetas, lo que sumado a un volumen de intercambios comerciales pró- central de estas corporaciones.
xirrfer al 40% de la cifra m undial, la configura como tercera potencia De form a com plem entaria, y en el seno de la CECA, se ha prom o­
económica internacional. vido la formación de complejos industriales integrados de carácter su­
Su consolidación a lo largo de casi tres décadas ha generado im­ pranacional, que com binan los recursos procedentes de diversos paí­
portantes efectos sobre la organización territorial de los países que la ses, perm itiendo sup erar así los conflictos anteriores en determ inadas
componen, vivo reflejo del im pacto que determ inadas decisiones de raíz regiones centroeuropeas, particularm ente las situadas entre la frontera
política suponen en el espacio (Méndez, R.; Molinero, F., 1984). En un franco-belga, la Lorena, el S arre y el Ruhr.
esfuerzo de sistematización, pueden quedar resumidos en cinco fun­
damentales. c) Movimientos migratorios interestatales. — Inm ersa en el princi-
72 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 73

pió anterior de eliminación de b a rre ra s internas, la libertad al movi­ m iem bros y el apoyo financiero a determ inadas actuaciones en las re­
m iento de personas lograda en 1968 favoreció desde el principio un giones pobres, bien en forma de estím ulos a las em presas, o m ejoran­
im portante flujo m igratorio desde Italia hacia los restantes países de do las infraestructuras y servicios públicos (Comunidad Europea, 1983b).
la Comunidad, que llegó a suponer casi 4 millones en los m om entos En 1975 se crearon a tal efecto el Comité de Política Regional y el Fon­
culminantes, superando con m ucho cualquier o tra procedencia. Del do Europeo de Desarrollo Regional, que es el encargado de otorgar
mismo modo, las políticas restrictivas y de repatriación iniciadas en la m ayor parte de las subvenciones a este tipo de proyectos y se finan­
1974 han afectado menos a este colectivo que a los originarios de paí­ cia con cuotas fijas de todos los m iem bros. Si entre 1975 y 1980 Italia
ses extracom unitarios, generando así m enores presiones sobre el actual (39,1 %), el Reino Unido (24,7%) y Francia (17,3%) se distribuyeron
m ercado de trab ajo italiano. Pese a todo, la población com unitaria que en conjunto más del 80 % de las ayudas otorgadas, la entrada de Gre­
vive actualm ente en otros E stados m iem bros sólo supone ya el 1,6 % cia ha acentuado la orientación hacia las regiones m editerráneas, con
del total. el 61 % de las inversiones realizadas entre 1975 y 1982.
Pese a todo, los fondos destinados han sido m odestos (4 % del pre­
d) Reorganización de la red de transporte. — Además de suponer supuesto global de la CEE) y los resultados discretos, no orientados tan­
el 6,5 °/o del PIB de la Com unidad y em plear cerca de 6 millones de to a elim inar las diferencias regionales —lo que conduciría a alterar
trabajadores, los tran sp o rtes son un elemento clave para la vertebra- los fundam entos del propio sistema que las ha generado— como a me­
ción efectiva del espacio europeo, p o r lo que su reorganización fue jo ra r las condiciones de vida en las áreas más desfavorecidas, con un
contem plada como objetivo a cu b rir desde los prim eros momentos. Las carácter claram ente asistencial.
principales deficiencias se relacionaban con la heterogénea reglam en­
tación según países, y la falta o el deterioro de ciertos ejes en territo­ Por lo que respecta a la E uropa oriental, los procesos de integra­
rios antes marginales y ahora centrales dentro del nuevo ám bito es­ ción desarrollados desde el final de la guerra tienen como exponente
pacial, generador de estrangulam ientos en el tráfico interno. Lo reali­ máximo el Consejo de Ayuda Económica M utua (COMECON o CAEM),
zado hasta el presente ha consistido, sobre todo, en homogeneizar las fundado en 1949 y constituido hoy por la URSS, Bulgaria, Checoslova­
reglamentaciones y tarifas de tra n sp o rte existentes, incidiendo menos en quia, Hungría, Polonia, Rumania y la RDA, adem ás de Mongolia, Cuba
la construcción de nuevas in fraestru ctu ras. No obstante, en tre 1958 y y Vietnam.
1982, el sector obtuvo préstam os del Banco Europeo de Inversiones, el Surgido como respuesta al Plan Marshall, se planteó como objetivo
Fondo Europeo de Desarrollo Regional y el «Nuevo In stru m en to Comu­ básico desde su origen facilitar el estrecham iento de relaciones eco­
nitario» por valor de 4.500 millones de ECU (unidad m onetaria europea, nómicas entre la URSS y las dem ocracias populares, favoreciendo asi­
sin circulación real, que equivalía a 128 pesetas en octubre de 1983), mismo la cooperación en los esfuerzos de industrialización acom eti­
financiando actuaciones como la realización de ciertos tram os en las dos en esos años. H asta 1959 su entidad fue muy escasa ante la clara
autopistas París-Metz-Sarrebrück, París-Bruselas, Amberes-Breda, Bur- prioridad otorgada a las posiciones autárquicas en cada uno de los
deos-Poitiers, la que atraviesa Calabria desde el m ar Jónico al Tirreno, Estados, lim itándose a coordinar algunos aspectos del reducido comer­
las carreteras Patras-Olimpia y Salónica-Serres, junto a num erosas carre­ cio interestatal; desde esa fecha, con la aprobación de sus estatutos,
teras agrícolas para facilitar la m otorización del sector. En otros ám ­ se ha increm entado notablem ente la cooperación económica y científico-
bitos, pueden citarse los aero p u ertos de Birm ingham y M anchester, el técnica, el volumen de intercam bios e, incluso, una cierta división del
tram o ferroviario Atenas-Salónica, la m ejora de algunos puertos en el trab ajo entre sus m iem bros. No obstante, su incidencia espacial puede
sur de Francia, Grecia, Irlanda, G roenlandia, etc. (Comunidad E uro­ calificarse de m odesta ante la existencia de im portantes limitaciones en
pea, 1983a, 7). su funcionam iento que la diferencia claram ente de la CEE: principio
de soberanía nacional, por el que se exige unanim idad en la tom a de
e) Política de ayuda regional — Un últim o exponente del im pacto decisiones, acuerdos no vinculantes, problem as de convertibilidad m o­
espacial de la CEE nos lo ofrece su política regional, prom ovida ante netaria, etc. Además, la existencia de discontinuidad física entre algu­
los escasos éxitos de las iniciativas nacionales, los problem as que estas nos de sus m iem bros y los fuertes contrastes en lo referente a su ni­
desigualdades podían a c a rre a r a su funcionam iento, y la tendencia a su vel económico, han dificultado tam bién su funcionam iento.
exageración derivada de la propia integración económica (Seers, D.; Pueden citarse, no obstante, algunas realizaciones como el desarrollo
Vaitsos, C., 1980). de complejos industriales supranacionales entre los que cabe citar los
Reconocida como objetivo a cu b rir, aunque vagamente, en el T ratado siderúrgicos de E isenhüttenstadt, Calbe y U nterw ellw nborn en la RDA,
de Roma, no alcanzó carta de naturaleza hasta el comienzo de los años que asocian el lignito de Sajonia, el coque de Silesia y el m ineral de
70, tras la prim era ampliación, teniendo como principios básicos de hierro de Ucrania, o el de Bitterfeld, cerca de Leipzig, que ha utilizado
actuación la coordinación de las políticas regionales de los Estados la bauxita húngara y el lignito propio para potenciar la in d ustria del
74 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 75

aluminio. Finalmente, y con carácter complem entario, puede citarse tes erosivos y su cratonización, se vieron completados p o r una intensa
tam bién el Banco Internacional de Inversiones, fundado en 1970 y del fracturación, efecto de orogenias posteriores, que acabaron por hun­
que form an parte los mismos países, destinado a financiar proyectos de dir unos bloques —identificados hoy con la plataform a continental del
inversión en los que estén interesados varios de ellos. Hasta el pre­ m ar del Norte y del de Irlanda— en tanto otros eran reelevados, dando
sente, su labor ha estado dom inada por actuaciones vinculadas al sec­ origen a las actuales cordilleras. El resultado de la tectónica de frac-
to r energético, como el gasoducto de Orenburg entre los Urales y Che­ tura es su identificación actual como relieve de estilo germánico,
coslovaquia, o la línea de conducción eléctrica establecida entre Ucra­ en el que dom ina am pliam ente el roquedo cristalino y m etam órfico
nia y Hungría (Banco E xterior de España, 1980, 62). modelado en form as planas o suavem ente alom adas (superficies de
erosión), en las que se encaja la red hidrográfica. La excepción son los
Alpes Escandinavos, que deben sus form as m ás agrestes a los im por­
4. La variedad de regiones naturales tantes retoques glaciares que han aguzado sus crestas y ensanchado
sus valles que, aprovechando por lo general las líneas de debilidad, aca­
La consideración de la influencia ejercida po r el medio físico en la ban en su m argen occidental en forma de fiordos, resultado de su
organización general del espacio europeo es un buen exponente del invasión por el m ar tras la últim a glaciación. Por el este, en cambio,
papel que juega la escala en todo análisis geográfico. Si en ám bitos se desciende gradualm ente hacia el Báltico y Carelia, fragm entos h u n ­
más reducidos —desde el local al nacional— las condiciones ecoló­ didos del antiguo escudo precám brico, afectados asim ism o por p ro ­
gicas son, sin duda, un elem ento relevante en la diferenciación espa­ fundas huellas glaciares, particularm ente visibles en los arcos de co­
cial, en un análisis global de la actual realidad de Europa sólo puede linas m orrénicas que patentizan las fases de retroceso del antiguo in-
asignársele un papel secundario. Aquí, la m oderación que preside casi landsis cuaternario, los lagos de b arrera, y el predom inio de sedim entos
todos sus rasgos se combina con el elevado desarrollo técnico-económico groseros de textura arenosa, que dan origen a suelos poco fértiles.
alcanzado por las sociedades europeas y sus altas densidades, para Rasgos b astante similares presenta el conjunto de pequeños m aci­
lim itar sus efectos. No obstante, su huella -sigue presente, sobre todo, zos que, desde la Meseta española y hasta Checoslovaquia, constituyen
en la gran variedad de dom inios que se yuxtaponen dentro de un el exponente m ás visible del ya mencionado «mosaico» europeo. Corres­
espacio relativam ente pequeño, cuyos efectos son apreciadles tanto ponden a fragm entos de la antigua cordillera herciniana, surgida a fi­
en la diversidad paisajística como en las form as de vida y actividad nales del Paleozoico al sur de la anterior, y som etida más tarde a los
tradicionales, o en la actual especiaíización productiva de las distintas mismos procesos de arrasam iento, cratonización y posterior fracturación,
regiones. como resultado de los esfuerzos a que estuvo expuesta en la últim a oro­
Un p rim er elemento de diferenciación es el que introducen el re­ génesis. También aquí los horsts o fragm entos levantados se identifi­
lieve y la litología. En este sentido, Europa puede dividirse a grandes can con las áreas m ontañosas actuales, delim itadas p o r grandes líneas
rasgos en cuatro conjuntos fisiográficos que de norte a sur corres­ de falla que individualizan una serie de cuencas hundidas y tapizadas
ponden a Jas cordilleras norocci den tales, en el frente atlántico, las por sedim entos posteriores que hoy generan el dominio de las form as
llanuras centrales que desde Francia se am plían progresivamente en tabulares o monoclinales, al tiempo que han servido tradicionalm ente
dirección a la Unión Soviética, el conjunto de pequeños macizos y cuen­ de asiento a las actividades agrícolas (Duero y Tajo-Guadiana en Es­
cas interiores que se sitúan al sur de éstas y, finalmente, las cordi­ paña, París y Saona en Francia, fosa del Rhin en Alemania, Bohemia en
lleras meridionales extendidas desde G ibraltar hasta Anatolia, for­ Checoslovaquia...). Dentro de los bloques elevados, la variedad de for­
mando el conjunto m ontañoso de m ayor entidad. Esta disposición ge­ mas es relativam ente amplia, pudiendo diferenciarse, según Birot, los
neral se relaciona estrecham ente con las grandes unidades tectónicas macizos de la zona interna, más próxim os a las cordilleras alpinas y
del continente, y condiciona asim ism o unos dominios litológicos con­ sometidos por tanto a una m ayor com presión, con escarpes de falla más
trastados, de gran interés po r su influencia directa sobre las posibili­ acusados, abundancia de m ateriales cristalinos que dan lugar a relieves
dades de desarrollo de Jas actividades agrarias y extractivas (fig. 3.1). de estilo germánico (Macizo Galaico, Sistem a Central español, Macizo
Dejando de lado el caso de Islandia, que corresponde a un frag­ Central francés, Macizo Armoricano, Vosgos, Selva Negra, Cuadrilátero
m ento emergido de la dorsal atlántica, dominio por tanto de los ma­ de Bohemia...), o sajónico si están recubiertos por una película sedi­
teriales eruptivos, las cordilleras que desde Escandinavia, y ocupando m entaria (Sistem a Ibérico...), frente a los de la zona externa, de topo­
asimismo parte de Gran B retaña e Irlanda, lim itan de form a discon­ grafía más suave y mayor im portancia de las rocas sedim entarias y
tinua el frente noroccidental europeo, son fragm entos de la antigua m etam órficas (Macizo Esquistoso-Renano, Ardenas, H arz...), que origi­
cordillera caledoniana em ergida en la prim era m itad del Paleozoico por nan una relativa abundancia de relieves apalachenses (Birot, P, 1970,
compresión entre los escudos canadiense-groenlandés y báltico (o fe- 141).
noscandio-ruso). El posterior aplanam iento desencadenado por los agen­ E ntre las cordilleras del frente atlántico y éstas, se extiende una
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 77

Cordilleras llanura de forma triangular, progresivam ente abierta hacia el este, iden­
caledortianas
Macizos
tificada con un fragm ento de las cordilleras paleozoicas tam bién hun­
hgrcinianos dido en la últim a orogénesis y tapizado p or una espesa cobertera se­
Cuencas dim entaria depositada subhorizontalm ente, cuya fisonomía actual ha
sedimentarias sido profundam ente m arcada por las dos últim as glaciaciones del Cua­
hercinianas
{llanuras y mesetas) ternario, que en su máximo avance llegaron hasta el límite con los m a­
Cordilleras cizos hercinianos aproxim adam ente. Dentro de la general horizontalidad
alpinas
dom inante, traducida en una costa baja y arenosa, es precisam ente la
Uanuras
subalpinas herencia glaciar la que justifica la alternancia de pequeñas elevaciones
de apenas un centenar de m etros, identificadas con las antiguas m o rre­
nas frontales, entre las que destacan las Colinas Bálticas, profundam en­
te disecadas por la erosión fluvial, con áreas deprim idas y frecuente­
m ente mal drenadas, con suelos arenosos de escasos rendim ientos.'
Aunque tam bién existen aquí lagos de b arrera, si bien menos num erosos
que en el escudo báltico, los principales efectos de las glaciaciones en
la ocupación del territo rio se orientan en otro sentido: de una parte,
hay que citar los antiguos cauces glaciares o «urstrom thaler», de di­
rección este-oeste, excavados p o r los ríos cuando el inlandsis septentrio­
nal ocultaba la actual costa del m ar del N orte y Báltico, abandonados
parcialm ente cuando los ríos —m edíante cap tu ra s— readaptaron su
trazado a la situación actual, y aprovechados hoy p o r la densa red de
Fig, 3.1. G randes unidades morfoestructurales europeas.
canales que cubre la región; de otra, la m argen m eridional de la llanura
aparece recubierta por suelos de loess, de textura fina y elevado poten­
cial agronómico, que corresponden a los m ateriales depositados por los
glaciares en su m argen externa, y que tradicionalm ente han favorecido
CLIMAS OCEANICOS el asentam iento de población en contraste con las áreas más septen­
trionales. —
| :: í ^ Subtipo noruego
El último conjunto m orfoestructural corresponde a las cordilleras
CLIMAS TTTMffl Subtipo bretón
surgidas en la orogénesis alpina, a m ediados del Cenozoico, como re­
OCEANICOS sultado de la com presión ejercida por el escudo africano sobre el
CUMAS CONTINENTALES eurasiático, y que form an un frente continuo a lo largo de las costas
^— Subtipo báitico m editerráneas, si bien las bifurcaciones y form as arqueadas resultan
—- j Subtipo danubiano frecuentes, dibujando los límites de las m icroplacas aquí existentes.
— ■” ! Subtipo lorenés El dominio de los m ateriales sedim entarios, principalm ente calcá­
reos, depositados en la geosinclinal de Tethys, ju n to al carácter de cor­
dilleras jóvenes de plegamiento, justifica su m ayor altitu d (hasta 4.807
CLIMAS MEDITERRANEOS
m etros en el Mont Blanc) y com plejidad, si bien a este respecto cabe
Subtipo portugués distinguir las cadenas de estilo jurásico, de e stru c tu ra sencilla y es­
Subtipo helénico caso vigor por corresponder a la m argen externa del geosinclinal, de
las propiam ente alpinas. En estas últim as, la e stru ctu ra interna suele
esta r dom inada por una zona axial 'cristalina de m ayor o m enor desarro­
CLIMA ARTICO llo según los casos y cum bres más elevadas, bord eada por o tras sedi­
| | CLIMA DE MONTANA m entarias (prealpinas) de m enor altitud aunque m ayor com plejidad
topográfica, que en tran en brusco contacto con llanuras subalpinas
M E D IT ef i RA N B O s m arginales originadas p o r la descom presión p o sterio r a la em ersión de
las propias cordilleras, traducida en el hundim iento de algunos frag­
Fig, 3.2. Distribución de regímenes climáticos en Europa
m entos (Guadalquivir, Ebro, Aquitania, Ródano, Po, Panonia, Moldavia-
{según Viers) Valaquia...), y p or las que circulan algunos de los grandes ríos del
78 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 79

continente. Finalmente, los retoques glaciares han sido muy intensos en pluviom étrico im perante en la E uropa oriental, aunque esporádicam ente
las áreas de mayor altitud, y particularm ente en los Alpes, contribu­ pueda afectar al resto. D urante el invierno, el rápido enfriam ento de la
yendo a ab rir vías naturales de penetración a través de los amplios superficie terre stre se tran sm ite a las capas bajas de la atm ósfera
valles en artesa, que han lim itado considerablem ente los obstáculos generando subsidencia y, p or tanto, un predom inio del tiempo estable
impuestos por estas b arreras naturales al desplazamiento y la comu­ pero muy frío, sólo roto p o r la penetración circunstancial de alguna
nicación entre sus márgenes. borrasca procedente del Atlántico; en verano, el recalentam iento con­
Pero tanta o mayor im portancia que las form as de relieve, tienen tinental invierte la situación barom étrica, facilitando los movimientos
hoy las características climáticas en la diferenciación del espacio euro­ convectivos, y, por consiguiente, las precipitaciones.
peo. El p rim er rasgo a destacar, com ún a la mayor p arte de la región, Finalmente, las b arreras m ontañosas ejercen un doble efecto clim á­
es la moderación térm ica, resultado de la acción com binada de la la­ tico: adem ás de generar un descenso térm ico y un increm ento de hum e­
titud y la influencia oceánica ya mencionada. Situada entre los 36° dad a m edida que se asciende, traducidos en un escalonam iento climá­
y 70° N., E uropa queda inm ersa, salvo en su extrem o septentrional, den­ tico, su orientación respecto a los vientos dom inantes genera un m ar­
tro de la banda de latitudes medias caracterizada por un balance cado contraste entre las vertientes occidentales, a barlovento, m ucho
térmico equilibrado con dominio de los promedios anuales entre 10-15°, más húm edas, y las orientales, a sotavento, afectadas p o r fenómenos
y una alternancia en ia influencia que ejercen las m asas de aire polar de foehn. Esta disim etría resulta particularm ente m anifiesta en las
y tropical, traducida en un evidente contraste estacional. Al propio cordilleras del frente noroccidental (Alpes Escandinavos, Macizo Ga-
tiempo, sus costas occidentales se ven bañadas por la corriente cálida de laico-Cordillera C antábrica...) y en los Alpes.
la Deriva N oratlántica, prolongación septentrional de la del Golfo, En consecuencia, E uropa aparece dom inada p o r tres grandes áreas
cuyos efectos se hacen sentir en una elevación de la tem peratura del climáticas (fig. 3.2). La p rim era se identifica con el clima oceánico
■s aire en contacto con ella, que perm ite unos valores térm icos en invierno de costa occidental im p erante en toda la vertiente atlántica, desde No­
hasta 11 ° superiores a los de la costa norteam ericana, adem ás de faci­ ruega al litoral gallego, y caracterizado por tem p eratu ras suaves todo
litar la evaporación y elevar la carga de vapor en las masas de aire el año, con am plitud térm ica escasa (inferior a 15°), precipitaciones
oceánicas que luego penetran en Europa. La escasez de barreras oro- abundantes y bien repartidas, sin estación seca (cociente estacional en­
gráficas elevadas que obstaculicen el avance de estos vientos cargados tre 1*2), y escasa insolación (1.000-1.500 horas de sol/año). D entro de
de humedad, sum ada a las reducidas dimensiones del continente y lo estos rasgos de conjunto; los m atices regionales se relacionan con el
recortado de sus costas, difunden la influencia del océano, limitando descenso térmico inherente al aum ento de latitud, la mayor abundancia
los rasgos de continentalidad a las regiones más orientales o a aquellas de lluvias allí donde existe efecto orográfico com plem entario, y una
cuencas hundidas y protegidas p o r m asas m ontañosas. progresiva degradación hacia el interior (cuadro I II .3). Los contrastes
En la justificación de los contrastes climáticos regionales tienen ma­ existentes e n tre Thorsavn, Bergen, B rest y B urdeos perm iten p recisar
yor im portancia, en cambio, el efecto ejercido por los centros de acción esas variaciones, al tiem po que Brem en y Oporto m arcan con clari­
y el del propio relieve. Dentro de la zona de circulación del oeste, E u­ dad la transición hacia los dominios continental y m editerráneo res­
ropa se ve afectada por la influencia de dos centros dinámicos perm a­ pectivamente. E stas condiciones favorecieron el desarrollo de una den­
nentes y sometidos al balanceo estacional, situados sobre el Atlántico sa cobertura vegetal identificada con el bosque caducifolio (hayas, ro­
norte: la depresión de Islandia y el anticiclón de Azores. La prim era bles, castaños...) como form ación «climax». No obstante, la intensa
se identifica con una da. las perturbaciones del frente polar, que afecta deforestación sufrida a lo largo de la H istoria ha reducido drástica­
esencialmente durante el invierno, periodo en que se desplaza hacia m ente las superficies boscosas, hoy lim itadas de modo casi exclusivo
el sur y se ve reforzada térm icam ente, originando la mayoría de las a las vertientes m ontañosas y m uy afectadas p or la repoblación, que
precipitaciones que se producen, sobre todo en la vertiente atlántica, h a introducido especies foráneas (pinos, eucaliptos...), al tiem po que
mientras, se debilita en el verano, desplazándose asimismo hacia el am pliaba la superficie ocupada po r las landas (m ato rral de brezos, he-
norte y afectando sólo de modo regular a Islandia, Escandinavia y los lechos, tojos...) y p rad eras subseriales. El régim en de precipitaciones
sectores septentrionales de las _Islas Británicas. Por su parte, el anti­ y la horizontalidad topográfica im perante en la llanura centroeuro-
ciclón d e Azores se integra dentro del cinturón subtropical de altas pea han perm itido asim ism o un caudal b astan te regular y una escasa
presiones, originando tiem po estable y tem peraturas relativam ente ele­ velocidad a los ríos que atraviesan esta región, favoreciendo su na-
vadas cuando en verano se sitúa so"bre Europa, en tanto su influencia vegabilidad, factor de gran im portancia en el proceso industrializador
queda circunscrita al área m editerránea d u rante el invierno. como medio de tra n sp o rte b arato p a ra m ercancías voluminosas. En
Junto a estos dos centros dinámicos, tam bién hay que reseñar el Escandinavia y el N oroeste español, las mayores pendientes im piden
efecto ejercido por el centro térm ico eurasiático que se ínstala sobre este uso, favoreciendo como co n trap artid a el aprovecham iento hidro­
el interior del continente, regulando en particular el régimen termo- eléctrico.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 81
9

Al alejarnos de la costa atlántica en dirección hacia el este, las am ­


plitudes térm icas estacionales van elevándose paulatinam ente ante el
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*^3 ^d- rápido descenso de los valores invernales, al tiem po que se reducen
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las precipitaciones y, sobre todo, tienden a producirse en los meses
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c e de verano (cociente estacional inferior a uno), lo que nos introduce en
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el dominio del clima continental húm edo, que ya anuncia los rasgos
extrem os característicos del territorio de la URSS. Si en la región del
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•r; y •-H ^ irí o o o o o " o irT sC oo r í O ÍN ^ m etría que introducen los Alpes Escandinavos, en C entroeuropa las
o ¿3 transiciones son muy suaves, pudiendo señalarse la línea del Elba como
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límite aproxim ado con el anterior. Ju n to al descenso térm ico latitudinal,
que contrapone los valores medios de Estocolm o ( 6,6°) a los de Hanno-
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ver (8,9°) o Viena (9,8°), lo más destacado es el descenso de precipitacio­
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yu ^D nes y la acentuación de los contrastes estacionales en dirección a los
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Balcanes (Bucarest), y en las cuencas interiores cerradas (Praga). Las
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o m ism as transiciones se observan en las form aciones vegetales: si en
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Suecia y Finlandia dom ina el bosque boreal de coniferas, m ejor adapta­
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** tí do a las bajas tem p eratu ras y el breve período vegetativo aquí existen­
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te, en Centroeuropa el bosque oceánico va degradándose progresiva­
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m ente hacia el interior, para d ar paso en Panonia a la estepa de gra­
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u míneas, si bien en am bos casos la acción hum ana ha alterado profun­
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**) 2
¡5 dam ente los paisajes naturales.
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*■. -h in ce o_ <N os sü esc o\ o\ lo c» o \ ov \0 r ^ 1) H En la m argen m eridional del continente, al s u r de las cordilleras
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neo, que ocupa una am plia banda latitudinal en tre los 30° y 45° N., que
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tem peraturas m ás elevadas que origina la latitud, adem ás de la pro­
tección orográfica y el carácter de m ar interior cálido que presenta el
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£ .2 f ^ H i O t O O N ^ O f í i H <N* N C\ Ov ^ c M editerráneo, el rasgo más destacado es la creciente sequedad, p a rti­
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5 3 ¿ M I ! O
> 8 cularm ente en el verano, que ju n to a la m ayor irregularidad interanual
'*■* 1! anuncian ya la proxim idad a las regiones saharianas. D entro de estas
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'O coordenadas, pueden tam bién señalarse las mayores precipitaciones que
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rt S < c registran las vertientes a barlovento (Lisboa, Nápoles) frente a las
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^ O Obift in o ,^ o o av ov in ^ w n oo u1»io uy de sotavento (Atenas, Almería), y la degradación continental que apa­
»o 'C a O'" ^ r> t^ c y T r n r ^ - ^ í'r ^ in ^ f f O in f N
815
II
rece en las cuencas interiores, sobre todo si están relativam ente ais­
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ladas p o r b a rrera s m ontañosas (Madrid, Milán). Como en los casos
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O anteriores, el dominio del bosque esclerófilo (encina, alcornoques...)
V)
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5^ adaptado a la aridez estival ha sido muy afectado p or la tala y el car­
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■*.r-Ni_—2 Z 2 : ?00Z' u<s L. boneo abusivos, dando hoy paso al predom inio de las form aciones ar­
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Vi bustivas de tipo garriga (coscoja, retam a...) sobre suelos calcáreos,
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?¿ e incluso la mal llam ada estepa m editerránea (tomillo, esparto) en las
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> _ c ¿» /5 c áreas m ás secas o de peores suelos, ju n to a la repoblación con conife­
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sa erosión que registran. Son precisam ente la gran cantidad de aportes
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terrígenos de los ríos m editerráneos, ju n to a sus fuertes pendientes y
los profundos estiajes que conoce su caudal, las causas que impiden
su utilización como vías navegables salvo en tram os reducidos de las
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 83
ESPACIOS Y SOCIEDADES
82
A comienzos de n uestra era, y desde las prim eras fases en la ocupa­
arterias principales, vinculando su aprovecham iento exclusivo a la ción del continente, las orillas del M editerráneo fueron el centro neurál­
construcción de embalses p ara riego y producción hidroeléctrica, si
gico de Europa, con más de la m itad de la población total, encuadrada
bien con costes infraéstructurales m uy superiores a los de la vertien­
dentro de las fron teras del Im perio romano, y una rápid a disminución
te atlántica (estaciones de bom beo para com pensar la estacionalidad
en la intensidad del poblam iento al au m en tar la distancia al mismo.
de caudales, presas adap tadas a resistir la elevada carga sólida en sus­
Si hasta el siglo xvi los países m editerráneos lograron m antener hasta
pensión y las bruscas crecidas, etc.). cierto punto su papel hegemónico, es indudable que a p a rtir del siguiente
Jun to a estos tres grandes dominios ecológicos, baste señalar la
las mayores densidades de población, ju n to a los centros de poder polí­
existencia de una pequeña fra n ja de clima ártico en el n o rte de Es-
tico y económico, se trasladaron en dirección al m a r del Norte, ocupando
candinavia y las Spitzberg (G randfjorden), caracterizado por ía inexis­
Inglaterra, Francia o los Países Bajos el lugar ostentado en siglos ante­
tencia de verano térm ico v el dom inio de la tundra sobre un subsuelo
riores por el Im perio bizantino, las Repúblicas italianas, los Estados pon­
perm anentem ente helado, adem ás del escalonam iento altitudinal que
tificios o el Im perio español. El comienzo de la Revolución Industrial
desde el punto de vista bioclim ático caracteriza todas las grandes co r­
en el siglo x v i i i no hizo sino reforzar este movimiento, incorporando
dilleras, y que podemos englobar genéricam ente como climas de mon­
posteriorm ente a Alemania al grupo de potencias dom inantes tras su
taña (Zugspitze). unificación. Si en el últim o medio siglo la prim acía demográfica de estos
La combinación de todos estos rasgos sobre las diversas regiones
de Europa h a provocado una gran heterogeneidad en las condiciones países ha ido cediendo ante la tendencia al estancam iento que registran
los que ya han cubierto su transición demográfica, no ocurre lo mismo
de partida sobre las que han actuado los diferentes grupos hum anos,
ayudando, en consecuencia, a com p ren der m ejor su actual estru ctu ra­ en lo referente a su hegemonía económica, política e, incluso, cultural,
lo que les perm ite constituirse en verdadero «corazón» de Europa, aquel
ción territorial. en que los rasgos de identificación regional alcanzan su m ejor expresión.
Las diferencias en tre este núcleo central, cuyo vértice teórico podría
III. E u ro p a , re g ió n p o la riz a d a : re la c io n e s c e n tro -p e rife ria situarse aproxim adam ente en el canal de la Mancha, y los espacios peri­
féricos en los que disminuye la intensidad en la ocupación del suelo y el
1. El progresivo desplazamiento del centro de gravedad europeo potencial económico, justifican la asimilación de la e stru ctu ra espacial
> europea a la del conocido modelo de Von Thünen, al menos en lo que a
Pese a los innegables rasgos de hom ogeneidad que posee Europa, no sus rasaos formales se refiere," con una evidente correlación distancia-den-
V
puede negarse tam poco que la región h a sido y continúa siendo un espa­ sidad, aunque esta afirmación exija ciertas matizaciones.
cio de contrastes, cualquiera que sea la escala que se considere. No obs­
tante, en el transcurso del tiem po, el equilibrio se ha m ostrado perm a­
nentem ente inestable, con un desplazam iento lento pero constante del 2. Europa, un espacio de contrastes
centro de gravedad demográfico y económico, que puede rastrearse a
lo largo de los siglos. Un b u e n indicador de ese proceso pueden ser las Aun cuando las fronteras políticas, las desiguales condiciones n a tu ra ­
estimaciones hechas p o r Jo rd á n respecto al peso demográfico relativo de les y la peculiar herencia histórica introducen ciertas irregularidades a
las diferentes áreas europeas desde comienzos de n uestra era y h asta la tener presentes en un análisis más porm enorizado, las estructu ras orga­
actualidad, que recoge el cuadro III.4. nizativas esenciales de E uropa pueden explicarse a p a rtir de su consi­
deración como región nodal o polarizada.
C u ad ro III.4
Según esta hipótesis interpretativa, existirán en cada país, y en el
conjunto del territorio europeo, unas áreas centrales («core area») en
las que se concentra u n a elevada proporción de su capacidad productiva,
E uropa E u ro p a E uropa Europa
Europa centra] oriental Total población, innovaciones y funciones de rango superior, con altas tasas de
Año su r norocei dental n o rte
%
urbanización y una densa red de comunicaciones, rodeadas po r unos es­
1 11 10 100 pacios periféricos que Selwyn caracteriza señalando el lim itado control
i 55 23
12 18 100
600 45 23 1 sobre el uso de los propios recursos, la escasez de innovaciones locales,
1 12 15 100
1000 47 25 las débiles relaciones internas y, por contra, la existencia de im portantes
5 15 18 100
1750 26 36
31 ' 4 19 23 100 relaciones asim étricas con las áreas centrales (Selwyn, P., 1981). La m e­
1900 23
4 18 23 100 n or densidad de ocupación, la dependencia exterior, o unos desequilibrios
1950 24 31
4 19 26 100
1977 23 28 internos —sociales yfregionales— más acentuados pueden se r rasgos com­
plem entarios.
F u e n t e : T . G . J o r d á n . 1976.
84 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 85

La verificación de estos supuestos en el caso europeo puede realizarse b arse cómo, incluso a escala nacional, las densidades m ás elevadas, que
en dos planos sucesivos: de una parte, analizando la posición relativa de duplican con creces la m edia europea, corresponden a cuatro países que
cada país o región en lo referente a la distribución y dinam ism o demo­ delim itan el vértice central ya citado (Países Bajos, Bélgica, RFA y Reino
gráficos, nivel de bienestar social, potencial económico, etc. (estructura Unido), con una segunda aureola entre 100-200 h a b s./k m 2 form ada por
estática); de otra, considerando la red de flujos que se establecen entre otros contiguos, en tanto los valores inferiores al prom edio se sitúan
ellos, tanto de personas como de m ercancías, capitales, tecnología o in­ todos ellos en la periferia, tanto m eridional (países m editerráneos, salvo
formación (estru ctura dinámica). Italia), como oriental (países balcánicos), occidental (Irlanda, Islandia)
y, sobre todo, septentrional (países nórdicos), en donde el gradiente den-
a) Las desigualdades en el reparto de los efectivos demográficos. — sim étrico es más acusado.
Con una población estim ada de 489 millones de habitantes a mediados Si el análisis se hace obviando las fronteras nacionales (figura 3.4), los
de 1983 y una superficie inferior a los 5 millones de kilóm etros cuadrados, resultados son aún m ás precisos y significativos. Se dem uestra ante todo
Europa continúa siendo u n a de las áreas m ás densam ente pobladas del la existencia actual de un foco densam ente poblado en el noroeste, que
globo, pues sus 99 h a b s./k m 2 casi triplican la densidad media mundial puede enm arcarse en el cuadrilátero Londres-París-Colonia-Amsterdam,
(34,4 h abs./km 2), y sólo son superados p o r las regiones del Extremo dentro del cual se agrupan unos 150 millones de personas, con densidad
Oriente asiático. media superior a los 200 h abs./km 2 y un elevado nivel de urbanización.
No obstante, los contrastes internos reducen considerablem ente la
significación real de ese prom edio estadístico. Analizando los datos del
cuadro XII.5 y su plasmación cartográfica en la figura 3.3, puede compro-

HABITANTES / km2

Más de 100

Menos de 25

H A B IT A N T E S I k m 2

> 400 50-100


200-400 5 3 25* °
100-200 Z J <25 x" = 99 h/km2

Fig. 3.3. Densidades de población en 1983.

Fig. 3.4. Densidades de población.


86 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 87

Desde aquí el poblarniento denso se prolonga por dos ejes o corredores, pida densificación y la form ación de im portantes aglomeraciones urba-
uno en sentido m eridiano desde la Alemania renana, p o r Alsacia, Lorena _rías. Ya sea el eje hullero que desde la frontera franco-belga recorre el
y el Míttelland suizo, hasta el valle del Po (eje Manchester-Milán), y el continente de oeste a este hasta Silesia, ya la densa red de vías fluviales
otro hacia el este, desde Renania-Westfalia, e incorporando Turingia y encabezadas p or el Rhin y com plem entadas p o r sistem as paralelos de
Sajorna, ya en la RDA, la Silesia polaca y la cuenca de Bohemia checa. autopistas y ferrocarriles, e incluso los suelos de loess que posibilitan la
A p a rtir de estos ejes, y cualquiera que sea la dirección en que nos des­ obtención de elevados rendim ientos agrícolas, es indudable la existencia
placemos, las densidades disminuyen progresivamente, apareciendo tan de condiciones potenciales favorables al crecim iento en los ejes antes
sólo áreas dispersas en donde vuelven a elevarse (Lowlands escoceses y citados, que se han visto reforzadas po r la aparición de efectos m ultipli­
Midlands ingleses, litoral español y portugués, costa m editerránea fran­ cadores vinculados a las economías de aglomeración.
cesa, Alezzogiorno italiano...), adem ás de algunas grandes ciudades ais­ Los procesos de integración que ha conocido E uropa occidental en
ladas, generalm ente identificadas con las capitales políticas de los diver­ el últim o cuarto de sislo
k_a> han contribuido tam bién a reforzar la cfectivi-
sos Estados. La ocupación llega a ser mínima, inferior a los 20 h abs./km 2, dad y vigencia del modelo, increm entando la centraiidad ejercida por
en la mitad norte de la Península Escandinava c Islandia, además de las ciudades como Bruselas, convertida hoy en «placa giratoria» y verdadera
áreas m ontañosas v el interior de la Península Ibérica. capital de las Comunidades Europeas.
C u ad ro III .5 b) Las desigualdades en el dinam ism o demográfico. — Dentro de la
D e n s i d a d e s da p o b l a c i ó n e n los e s t a d o s e u r o p e o s tendencia general hacia el estancam iento demográfico que ha hecho re­
troceder el peso relativo de la población europea en el transcurso del
siglo, tam bién pueden observarse com portam ientos diversos en relación
Más de 200 h a b ita n te s /k m 2 De 50 a 100 íia h iia n te s /k m ! con el distinto nivel de evolución alcanzado p o r cada país.
Desde finales del siglo xix en los países centrales, y con posterioridad
Países B ajos Francia
Bélgica A lbania en la periferia, se han ido imponiendo en las sociedades europeas actitu­
R. F. Alem ana R um ania des m althusianas relacionadas con la m ejora del nivel de vida, una cre­
R eino Unido A ustria ciente urbanización, la ampliación de los niveles educativos y el consi­
P ortugal guiente aum ento en los costes de form ación del niño, la creciente preocu­
De 100 a 200 h a b ita n te s /k m 2 Y ugoslavia
B ulgaria pación por el bienestar y una divulgación de los m étodos anticonceptivos.
Ita lia E spaña Todo ello ha perm itido reducir la tasa m edia de natalidad al 14 %o re­
Suiza G recia gistrada en 1981, lo que equivale a la m itad de la cifra mundial. La dis­
R. D. A lem ana tin ta antigüedad del proceso explica la diferencia que aún separa los
L uxem burgo M enos de 50 h a b ita n te s /k m 2
C hcchoslovaquia valores registrados p or la RFA, los países escandinavos o alpinos —los
D inam arca Irla n d a m ínimos existentes en el m undo actual— de los correspondientes a la
H u n g ría Suecia región balcánica y 1a Península Ibérica, tal como refleja la figura 3.5. La
Polonia F inlandia ligera reactivación registrada d u ran te el últim o lustro en alguno de los
N oruega
Islan d ia
países más afectados por la recesión demográfica como Francia o la RDA,
no ha sido suficiente para a lte ra r sustancialm ente el modelo.
Fuente: Population Refcrcncc B ureau, 1983. Por su parte, el descenso de la m ortalidad iniciado en el siglo x v i i i
ha perm itido alcanzar prácticam ente los límites fisiológicos, con un p ro ­
Aunque determ inadas condiciones del medio físico como los climas medio del 10 %o que se distribuye de modo inverso al anterior, ya que las
crios de Escandinavia o las dificultades im puestas p o r las áreas m onta­ tasas máximas pertenecen ahora a los países centrales, afectados p or un
ñosas pueden explicar los principales vacíos demográficos, es evidente que 'i fuerte envejecimiento de su población' No obstante, los valores resultan
lo esencial de la distribución se relaciona con los efectos diferenciales de ya demasiado próximos para ser significativos, p o r lo que tiene m ayor in­
la industrialización. Si «todavía en la época de M althus y de Ricardo la terés el análisis de la m ortalidad infantil, m uy vinculada al nivel de
tierra era y seguía siendo el factor dom inante que en último extremo asistencia sanitaria y de bienestar social (fig. 3.6), en donde los contrastes
ponía límites al desarrollo de la población y determ inaba la distribución en tre los países más avanzados, con tasas incluso inferiores a las de m or­
de la producción» (Cipolla, C. M., 1976, 122), en la actualidad son las áreas talidad general, y los de la E uropa oriental, que ocupan aún el extrem o
que mayores facilidades ofrecieron al asentam iento de las fábricas y re­ opuesto, son acusados.
gistraron un m ayor volumen de inversiones las que, a través de un saldo En consecuencia, las actuales tasas (Je increm ento demográfico (figu­
m igratorio ampliam ente positivo d urante decenios, han conocido una rá ­ ra 3.7) nos presentan una Europa central, que se prolonga en sentido
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 89

m eridiano hacia Escandinavia, Suiza-Austria, e Italia, que ha alcanzado


desde hace algo m ás de una década el crecim iento cero, e incluso se ve
afectada en determ inados años por saldos negativos, rodeada p or un
cinturón periférico casi continuo, desde Islandia e Irlanda, pasando por
la Península Ibérica, h asta los países balcánicos y Polonia, en los que la
natalidad aún se está reduciendo con cierta rapidez, pero sin alcanzar
cifras tan bajas como las anteriores, lo que unido a sus m enores tasas
de envejecimiento y m ortalidad les perm ite m an ten er un cierto dinam is­
mo demográfico cifrado, según los casos, entre el 0,5 °/o y el 1,5 % anual.
Esta situación tiene un reñcjo directo en la estru ctu ra por edades y las
consiguientes pirám ides de población: frente a los países en que la pobla­
ción con menos de 15 años continúa superando la c u arta parte del total
(Albania, España, Irlanda, Islandia, Polonia, Portugal y Rum ania), están
aquellos cuya proporción no alcanza al 20 % (Austria, las dos Alemanias,
Bélgica, Luxemburgo, Suecia y Suiza), equiparándose prácticam ente al
grupo de población que rebasa los 65 años. Los contrastes derivados de
esta situación afectan muy directam ente las condiciones de v'ida de la
población, incidiendo tanto sobre el m ercado de trabajo, como sobre los
niveles asistenciales y de servicios exigidos, el volumen de rentas que
se destina a las pensiones de jubilación, e incluso en lo referente a la
m ovilidad espacial y el com portam iento político.
Caso anómalo y diferenciado es el de Albania, que m antiene en el pla­
Fig. 3.5. Tasa de natalidad. Fig. 3.6. Tasa de mortalidad infantil. no demográfico unos com portam ientos más próximos a los del Tercer
Mundo que a los de su entorno, con un increm ento anual del 2 % que
viene a suponer la tendencia a duplicar su población en poco más de
30 años.

c) Condiciones socioeconómicas y bienestar social. — Si un análisis


superficial de la población europea en lo referente a su distribución espa­
cial y dinam ism o interno basta para poner de manifiesto la pervivencia
de im portantes contrastes, algo sim ilar ocurre si se consideran las condi­
ciones m ateriales que rigen la vida de estas sociedades.
Es indudable que en el contexto internacional los niveles de bienestar
alcanzados hoy por las sociedades europeas pueden calificarse de eleva­
dos, tanto por lo que se refiere al acceso a determ inados bienes vinculado
al alto nivel medio de renta, como a la dotación de servicios asistencia*
les, en gran parte públicos, con que cuentan. Los gobiernos han jugado
en esta m ateria un papel crecientem ente activo, responsabilizándose de
u n núm ero progresivam ente m ayor de actividades, desde las vinculadas
a la sanidad o la educación, a las que se relacionan con la defensa del
m edio am biente, la prom oción de viviendas, etc., al objeto de hacerlas
accesibles a capas cada vez más amplias de la población y reducir las
tensiones generadas p o r los mecanismos económicos.
Uno de los pocos intentos realizados h asta el presente p ara m edir los
contrastes en los niveles medios de bienestar que d isfrutan las diferentes
regiones de Europa, fue el de Sant, que analizó la distribución a esta
escala del PNB por persona a comienzos de los años setenta, con los re-

Fig. 3.7. Crecimiento vegetativo.


90 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 91

sultados que m uestra la figura 3.8 (Sant, M. E. C., 1974). Si bien el propio cia, con excepción de algunos focos puntuales secundarios. En la mayoría
au to r señalaba que los datos m anejados no eran estrictam ente com para­ de países, además, la distribución m antenía la esencia del modelo gene­
bles, dados los desiguales criterios sobre la contabilidad nacional que ral, pues las regiones más pobres venían a corresponderse con las más
m antienen las economías planificadas respecto de las capitalistas, la apro­ alejadas del «corazón» europeo: el norte de Escandinavia y Gran B reta­
ximación perm itió corroborar, una vez más, la asociación de las mayores ña, el noroeste de Irlanda, el sur de España, Portugal e Italia, las fronte­
rentas con el área situada entre los estrechos daneses y el canal de la ras orientales de Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia o Rumania, etc.
Mancha, junto a una reducción generalizada en razón inversa a la distan- Pese al interés de estos resultados, su validez queda lim itada p o r
incluir tan sólo las rentas personales como m edida del bienestar. En
este aspecto, hay que record ar que la elección de cualquier indicador
introduce un sesgo en las conclusiones alcanzadas, por lo que resulta
deseable la com paración entre diversas variables al objeto de obtener una
visión sintética más próxima a la realidad. Con este fin, se ha elaborado
un índice de bienestar para cada uno de los Estados europeos que com ­
bina un total de 10 variables referidas en unos casos a la capacidad de
consumo, y en otros al nivel alcanzado en la provisión de servicios p ú ­
blicos. Los valores correspondientes, recogidos en el cuadro III. 6, res­
ponden en concreto a los siguientes indicadores:

1. PNB por habitante en 1980 (dólares)


2. Consumo de acero por habitante en 1979 (kg)
3. Consumo de energía p o r habitante en 1979 (miles TEC)
4. Valor de las exportaciones por habitante en 1979 (dólares)
5. Consumo fertilizantes nitrogenados por habitante en 1978 (kg)
6. Teléfonos por mil habitantes en 1978
7. Vehículos de turism o p o r mil habitantes en 1978
8. Consumo papel de periódico por mil habitantes en 1978 (kg)
9. Población por cama de hospital en 1978
10 . Estudiantes de tercer grado p o r mil habitantes en 1978
\(
Utilizando el método de normalización de variables explicado en el
capítulo segundo, en el que para cada una de ellas se refieren los valores
nacionales a los del prom edio europeo correspondiente según la expresión

x, — X
Z = ------------

donde x¡ es el valor correspondiente a cada país, X el valor medio en


Europa, y la desviación típica, se ha establecido un índice sintético
de bienestar según el cual pueden clasificarse los 25 países europeos con­
siderados con referencia a 1a situación media del continente, que se iden­
tificaría con el valor cero.
Pese a la sencillez de la técnica empleada, la no ponderación de los
indicadores, y el carácter m eram ente descriptivo que presenta este tipo
de análisis, es de destacar la sim ilitud de resultados con análisis ante­
riores (Piris, C.-Gamir, A., 1982; Ilbery, B. W., 1981, 131-146), el evidente
Fig. 3.8. Producto nacional bruto per capita en Europa occidental, 1974. contraste que se aprecia en tre los países del Benelux, la RFA, Suiza y los
(según M .E.C. Saut)
países nórdicos respecto de la orla periférica afectada en todos los casos
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94 E S P A C I O S Y SOCIEDADES E S T R U C T U R A S ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 95

por valores inferiores al prom edio y, consecuentemente, la acusada corre­ rep arto en el in terio r de las fronteras estatales, tanto en el plano social
lación que se observa respecto de las características demográficas (figu­ como reeional.
k_>
ra 3.9). Los desequilibrios regionales son un fenómeno generalizado en nuestro
continente, vinculados principalm ente al desigual efecto de la industria­
d) Los desequilibrios regionales y la política territorial. — A los con­ lización sobre las distintas áreas en razón de sus respectivas ventajas
trastes existentes en la distribución de los recursos económicos y el bie­ com parativas. En virtud de los efectos acum ulativos, estas diferencias
nestar social en los países europeos, hay que añadir los vinculados a su se han acentuado, al menos en el transcurso del últim o siglo, concentran­
do la m ayor p a rte de las plusvalías generadas en las áreas m ás dinám i­
cas, frente a la desinversión que tiene lugar en otras, que ven así em igrar
su capital hum ano y sus recursos económicos.
Los prim eros análisis sobre las disparidades regionales en los países
europeos surgieron en los años cincuenta, realizados p o r la División de
Investigación y Planeam iento de la Comisión Económica para Europa
creada en el seno de la ONU. En el informe publicado en 1955 y referido
a la situación existente a comienzos de esa década estableció una serie
de conclusiones, de entre las que pueden citarse tres de particu lar inte­
rés geográfico:

— Las disparidades regionales de renta resultaban mayores en los paí­


ses más pobres que en los más ricos, afectando con particular gra­
vedad a las regiones aún densamente pobladas.
— La tendencia regional hacia rentas bajas se asociaba-con una elevada
participación del sector agrario en la producción y el empleo to­
tales.
— Por el contrario, se observaba una tendencia creciente a la concen­
tración espacial de la renta en todos los países analizados, incluidos
los socialistas, si bien la menor importancia de los desequilibrios
en los más avanzados permitía suponer que éstos son un fenómeno
temporal en el proceso de industrialización que tiende a desapare­
cer con el tiempo, incluso a falta de políticas regionales específicas.

E n esta m ism a línea hay que situ ar los resultados extraídos p o r Wil-
liam son de su análisis sobre la desigualdad según niveles de desarrollo
en 24 países (Williamson, J. G.f 1965), al destacar que los máximos con­
trastes correspondían a los niveles medios, reduciéndose en los superio­
res, especialmente en países pequeños que ofrecen facilidades a la difu­
sión. Sin e n trar ahora en el debate sobre la posible convergencia o diver­
gencia regional en los procesos de crecim iento económico, la pervivencia
de estas situaciones en la E uropa actual parece fuera de toda duda.
E n térm inos generales, las regiones afectadas po r problem as más gra­
ves desde la perspectiva social y económica pueden encuadrarse en tres
(INDICE “ 2") tipos básicos./En p rim e r lugar están las áreas rurales dependientes aún
_ — | - 0 ,1 a - 0 ,4 9
en gran m edida de unas actividades agrarias no suficientemente m oder­
vi -0 ,5 a -0,99
nizadas, lo que conlleva bajos ingresos y deficientes infraestructuras, a
las que se sum an con frecuencia las lacras del p aro y del subem pleo allí
£ -1
donde pervive el dom inio de la gran p ro p ie d a d /S i el Mezzogiorno, Sici­
lia, el Algarve portugués, o E xtrem adura y Andalucía son las regiones
Fig. 3.9. Niveles de bienestar social en 1981 m ás significativas en este sentido, no hay que olvidar las dificultades a
que se enfrentan el Suroeste francés, la m ayor p a rte de Irlan da o Gre-
96 E S P A C I O S Y SOCIEDADES
E S T R U C T U R A S E SP A C IA LES EN ÁREAS DESARROLLADAS 97

cia, las llanuras de Pom erania y M asuria, las regiones del Sudeste yugos­ C u ad ro II 1.7
lavo (Macedonia, Servia, Kossovo), etc.
Un segundo tipo lo constituyen las antiguas regiones industriales es­ Importancia de los desequilibrios interregionales de renta
pecializadas en actividades como el textil,\la siderurgia y la extracción en diversos países europeos (1979)
hullera, o ía construcción naval, que al h ab er diversificado escasam ente
D esviación Coeficiente de
su producción se han visto gravem ente afectadas por la crisis de estos Países típ ica (:r) v aria ció n (Cv) *
sectores y la profunda reconversión llevada a cabo en los últim os años.
Una estructu ra industrial envejecida, elevado grado de deterioro am bien­ 1. Reino Unido 8,09 9
2. F ran cia 15,97 18
tal y altas tasas de paro afectan hoy a regiones de tan ta tradición m anu­
3. R. F. Alem ana 19,10 20
facturera como Gales, el Yorkshire, el S arre, la Lorena y los Vosgos, el 4. E sp añ a 22,84 23
eje Sambre-Mosa belga, Asturias, etc. 5. Bélgica 24,37 24
Finalmente, algunas regiones fronterizas han visto frenadas sus posi­ 6. Ita lia 25,00 26
bilidades de expansión ante la lim itación a los intercam bios que suponen ff
las barreras arancelarias o cualquier otro tipo de restricción en este sen­ * Cv- ~ X 100
tido. Si en algunos casos como el de la fro n tera luso-española la situación X
se rem onta en el tiempo, en otros se relaciona con los cambios de fron­
F u en te: EÜROSTAT, 1983; B anco de B ilbao, 1982, y elab o ració n p ro p ia .
teras derivados de la II G uerra Mundial, tal como ocurre en la Sajonia
alemana, hoy partida en dos, o con las regiones orientales polacas. un potencial productivo superior al objeto de acelerar el increm ento de
■ Aunque estos rasgos sean aplicables a la práctica totalidad de países, las m agnitudes macroeconómicas, promoviéndose tan sólo algunos cen­
ía incidencia de los desequilibrios interregionales es muy variable según tros industriales en regiones atrasadas de carácter rural y agrario. Por
ios casos, habiéndose agudizado con la crisis iniciada hace una década. su parte, en la E uropa occidental los poderes públicos han recurrido
La falta de información suficiente respecto a los países m iem bros del esencialm ente a:
COMECON lim ita la posibilidad de llegar a conclusiones globales (Smith,
D. M., 1979), pero por lo que respecta a la E uropa occidental los datos — Ofrecer incentivos financieros (préstamos, subvenciones, desgrava-
disponibles parecen confirmar la relativa m oderación de estos contrastes ciones fiscales...) a las empresas que se instalan en los polos o áreas
en la mayoría de países centrales, frente a su agravam iento en los peri­ que se desean promocionar.
féricos. En estos últim os, la dualidad que aún se establece entre unas — Mejorar la red de infraestructuras existente al objeto de atraer
pocas áreas incorporadas al proceso industrializador frente a la pervi- también la inversión privada, ya sea en el plano del transporte, los
vencia de otras esencialmente rurales poco evolucionadas y con proble­ abastecimientos, la producción de suelo industrial, etc.
— Implantar empresas públicas con capacidad de arrastre, capaces de
mas estructurales continúa siendo uno de sus rasgos geográficos carac­ generar efectos multiplicadores sobre el conjunto de la actividad
terísticos. Tomando en consideración los niveles regionales de renta per económica.
cápita para 1979 en seis países representativos de situaciones diversas,
y calculando las desviaciones existentes en cada caso respecto al prom e­ Tanto las actuaciones llevadas a cabo por los propios Estados, como
dio nacional m ediante su desviación típica y coeficiente de variación las integradas dentro de la CEE, han alcanzado tan sólo unos resultados
correspondiente, los resultados obtenidos (cuadro III.7) parecen confir­ que pueden calificarse de modestos.
marlo.
El surgim iento de políticas regionales tendentes a paliar los efectos
desequilibradbres del crecim iento económico tuvo lugar en el Reino Uni­ 3. Las relaciones centro-periferia y la integración del espacio europeo
do al finalizar la II G uerra Mundial, difundiéndose en el decenio siguien­
te a la m ayqría de Estados. Si inicialm ente sus objetivos se centraro n en Las diferencias existentes en el seno de Europa entre los territorios
la superación de la antítesis ciudad-campo que las aglomeraciones urba- que la componen se plasm an tam bién en la generación de una serie de
no-industriales contem poráneas habían exacerbado, el m arco se ha ido flujos asim étricos, que en esencia suponen:
am pliando hasta incorporar, en algunos casos, una visión integral de la
ordenación del territorio. — Desplazamiento de la fuerza de trabajo y productos agrícolas desde
E n los países del este, el sistem a planificador ofrece amplias posibi­ las regiones periféricas hacia los países noroccidentales.
lidades de distribuir las inversiones con el fin de prom over la igualdad, — Movimientos de capital y tecnología en forma de inversiones, paten­
si bien en la práctica se han visto lim itadas p o r consideraciones de efi­ tes o instalación directa de empresas multinacionales en los países
cacia que aconsejaban la concentración de esfuerzos en las regiones con periféricos, junto a movimientos turísticos en el mismo sentido,
particularmente hacia el litoral mediterráneo.
98 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 99

El progresivo aum ento en la intensidad de estos movimientos ha con­ mentó, la segunda m itad del siglo conoció un desplazam iento de la «cres­
tribuido decisivamente a in teg rar el espacio europeo, particularm ente ta de la ola» m igratoria en dirección hacia la E uropa central y nórdica
tras el surgim iento de los organism os de integración supranacionales hoy primero, y hacia los Balcanes y M editerráneo después, a medida que
existentes, reforzando con ello los procesos de desarrollo desigual. En aum entaba el potencial fabril del centro y comenzaba a reducirse su saldo
este sentido, puede afirm arse que el aum ento de la interdependencia ha vegetativo. Por otra parte, de los 50 millones de em igrantes estimados,
favorecido en los Estados periféricos la difusión de los afectos positivos más de la m itad se dirigieron a los E stados Unidos (28 millones), siguién­
generados p or el crecimiento, pero a costa de elevar tam bién la sujeción dole ya muy de lejos otros países situados p o r lo general en zonas tem ­
respecto a las políticas de inmigración y empleo de los países centrales, pladas o subtropicales (Canadá, Argentina, Brasil,..). E sta oleada m igra­
las estrategias espaciales de las em presas multinacionales, las fluctuacio­ toria se vio frenada por el estallido de la I G uerra Mundial y el posterior
nes m onetarias, etc. En palabras de Seers: «¿Se beneficiaría un país de comienzo de las restricciones a la inmigración en los países am ericanos
la periferia pequeño, relativam ente poco industrializado, de pertenecer (desde las «Quota Acts» de EE.UU. en 1921), generalizadas tras la depre­
a un sistema en el cual el centro está constituido por naciones técnica­ sión de 1929. Con ello se inauguró una etapa que perdura hasta la actua­
m ente más avanzadas? Puede que sí, en el sentido estricto de que es lidad, dom inada por los movimientos intraeuropeos, que son los de m ayor
probable que su renta sea m ás elevada de lo que sería de no pertenecer interés desde nuestra perspectiva.
al mismo, pero obtiene esta ventaja a costa de una dependencia estruc­ Desde el final de la I Guerra Mundial y h asta la consolidación de las
tural; la proxim idad ofrece peligros de dominación cultural, m ilitar y democracias populares, la Europa central y oriental conoció un periodo
económica» (Seers, D., 1981, XXIV). Esta dependencia se hace aún más de tensiones y conflictos particularm ente grave, que entre otros efectos
evidente en períodos de crisis como el actual, o ante cambios políticos trajo consigo el desplazamiento forzoso de amplias masas de población.
que generan incertidum brc en los inversores y turistas potenciales de Estos movimientos, explicados por la represión ejercida contra distintas
minorías étnicas o los reajustes fronterizos al térm ino de la II G uerra
los países centrales.
Mundial, afectaron a unos 30 millones de europeos, en particular a la
a) El carácter de los movim ientos migratorios intra-europeos.— De­ población de origen germano asentada en los países orientales (Polonia,
jando por ahora de lado la exportación de productos agrarios, que será Bohemia y Prusia oriental sobre todo), que en núm ero aproximado de
objeto de análisis posterior, los movimientos m igratorios suponen uno 18 millones hubo de desplazarse al oeste de la línea Oder-Neisse, insta­
de los fenómenos geográficos que m ejor m aterializan las relaciones que lándose principalm ente en la RFA y provocando un drástico reajuste
demográfico y social en todos ellos. Otros grupos afectados fueron los
estamos considerando.
La movilidad espacial de la población es una constante en la historia polacos, trasladados junto con sus fronteras nacionales también hacia el
de Europa, tal como pone de relieve la complejidad étnica actual, y se oeste, los judíos huidos o expulsados de los territorios alemanes y, en
acentuó decisivamente tras la Revolución Industrial. No obstante, a lo m enor cuantía, los eslovacos, checos, turcos, bielorrusos, servios, ru m a­
nos, fineses, etc.
largo del tiempo se han producido im portantes variaciones tanto en lo
referente a las regiones de origen, como a la intensidad o las direccio­ Pero las migraciones que mayor relación guardan con la estru ctu ra
nes predom inantes. espacial de Europa en la actualidad corresponden al desplazamiento de
D urante todo el siglo xix y h asta 1914, las migraciones intercontinen­ trabajadores que desde el sur del continente, e incluso desde el Magreb
tales en dirección a las posesiones de U ltram ar constituyeron, ju n to al o los países de la Commonwealth, comenzó a cobrar im portancia a p a rtir
éxodo rural interno, el m ovim iento esencial. Si la expansión europea de los años 50 (Salt, J.-Clout, H. D., edits., 1976). El traslado de gentes
desde el siglo xvi supuso el comienzo de estos desplazamientos hacia el más allá de sus fronteras y con destino a las regiones industriales que
continente americano, su im portancia cuantitativa fue muy lim itada en presentaban una rápida expansión de sus ofertas de trabajo, comenzó ya
los tres prim eros siglos y así, p o r ejemplo, a mediados del XVII sólo vi­ a finales del siglo pasado; así, p o r ejemplo, entre 1880 y 1914 alrededor
vían en los dominios coloniales (españoles, portugueses, franceses e in­ de un millón de personas se desplazó a Alemania —principalm ente al
gleses) alrededor de medio millón de blancos, incluidos los allí nacidos R uhr y Sajonia— procedentes de los territo rio s orientales, e¿i particular
de pa'dres europeos. Por contra, en el periodo 1846-1939, que supone el de Polonia, que contribuyó con unos 600.000 trabajadores a su expansión
cénit de las migraciones u ltram arin as desencadenadas po r los efectos industrial (Mellor, R. E. H., 1975, 117). No obstante, el fenómeno se ge­
de la coetánea expansión demográfica y la crisis agraria europeas, se cal­ neralizó y adquirió carta de naturaleza? entre 1957 y 1974/aproxim ada­
mente, coincidiendo con una coyuntura 1 económica fuertem ente expan­
cula en casi 50 millones el núm ero de salidas producidas.
siva en la Europa noroccídental, unida a su acusado estancam iento de­
Junto al fuerte increm ento num érico, son tam bién de d estacar las
novedades respecto a los lugares de origen y destino de esos contingen­ mográfico y a la reincorporación de la RFA al m ercado de trabajo tras
la posguerra, calculándose en unos 14 millones el núm ero total de inm i­
tes. Si a mediados del xix la em igración británica seguía siendo am plia­
grantes llegados en esos años.
m ente dominante,r con un 60 % del volumen registrado
**w h asta ese mo-
100 E S P A C I O S Y SOCIEDADES E S T R U C T U R A S E SP A C IA LE S EN ÁREAS DESARROLLADAS 101

Dentro del predom inio ostentado por los países meridionales, el factor origen, contribuyendo con ello a invertir el sentido de los flujos dom i­
distancia y, secundariam ente, la pervivencia de antiguas relaciones colo­ nan tes en las dos décadas anteriores, y a agudizar consecuentem ente los
niales tuvieron una gran influencia sobre el volumen y la dirección adop­ problem as de paro en el m undo m editerráneo, que vio cerrada una de
tados en cada caso. Como refleja el cuadro III. 8, m ientras en la RFA, por sus tradicionales válvulas de escape a sus deficientes estru ctu ras econó­
ejemplo, la inmigración siguió procediendo en lo esencial de sus fronte­ micas.
ras orientales (Turquía, Yugoslavia, Grecia), en Francia dom inaron los
portugueses, españoles, m arroquíes y argelinos, frente al predominio casi C u ad ro III.9
exclusivo de los irlandeses en el Reino Unido o de los italianos en Suiza; Evolución de la entrada de trabajadores en diversos países europeos
estos últimos fueron el contingente más num eroso, sobre todo en los (19654975)
prim eros años, beneficiándose de la libertad de movimientos en el inte­
rior de la CEE (W erner, H., 1976, 65-85). N úm ero de e n trad as

País receptor 1965 1970 1973 1975


C u ad ro I I I .8
Distribución de la inmigración según país de origen en 1975 R. F. Alem ana 488.300 713.900 450.000 62.000
F rancia 152.100 174.200 132.100 25.600
Países de origen {miles de personas) P aíses B ajos 30.500 37.600 22.000 18.000

Yugos- F uente: D. Seers y otros, 1981.


País receptor Grecia Irlanda Italia Portugal España T urquía ¡avia Magreb
b) Las multinacionales y el turismo en la periferia europea. — La ex­
Bélgica 6 90 4 34 10 3 35
R. F. Alemana 196 1 292 68 125 543 416 27 portación de alim entos y fuerza de trabajo desde los países de la p eri­
F ran cia 5 1 230 475 265 25 50 460 feria europea se ha visto co n trarrestad a por el trasvase, en sentido opues­
Países B ajos 1 — 9 3 8 23 8 13 to, de tecnología y capitales, ju n to a los desplazam ientos estacionales de
Suecia 1 ---- 3 1 2 4 23 1
población vinculados al ocio y esparcim iento de grupos sociales cada vez
Suiza ----- ----- 281 4 72 16 24 ----

R eino Unido 3 452 57 4 16 2 4 2 m ás amplios con elevado nivel de vida.


No es posible considerar aquí en detalle el papel otorgado a Europa
Fuente: D. Seers y otros, 1981. dentro del proceso de creciente internacionalización del capital que ha
conocido la economía m undial en las últim as décadas, representado ante
En lo referente a su carácter y composición, baste señalar que frente todo por el «desembarco» de las em presas norteam ericanas que tuvo
a la emigración ultram arina, generalm ente definitiva, aquí se trató en lugar tras la creación de la CEE, y que, ya en 1967, perm itió afirm ar a
muchos casos de movimientos tem porales que afectaban a trabajadores Servan-Schreiber: «la tercera potencia industrial del m undo, después de
sin familia, de escasa cualificación profesional, que vinieron a ocupar los Estados Unidos y de la URSS, podría ser m uy bien, den tro de 15 años,
aquellas actividades más penosas y peor rem uneradas en los países de no ya Europa, sino la industria am ericana en E uropa. Ya en la actuali­
destino, en particular las industriales, m ineras o vinculadas a la cons­ dad, a los 10 años del M ercado Común, la organización de este m ercado
trucción, en tanto las m ujeres lo hacían prioritariam ente en los servi­ europeo es esencialm ente americana» (Servan-Schreiber, J.-J. 1968). Una
cios. Su incidencia sobre los m ercados de trabajo fue particularm ente década después, estas previsiones parecían confirm arse si tenemos en
acusada en algunos países de pequeñas dimensiones como Luxemburgo cuenta que entre 1966 y 1976 el valor de las inversiones norteam ericanas
o Suiza, donde llegaron a suponer casi la quinta parte de la población en E uropa pasó de 16.000 millones de dólares a cerca de 55.000 millones,
total, y más .de un tercio de los activos. y las ventas de 40.000 a algo más de 200.000, suponiendo un ritm o de
Desde finales de 1973 los efectos de la crisis se hicieron sentir de for­ increm ento b a stan te superior al del PNB de E stados Unidos o la CEE en
ma inmediata, pro 4 uciéndose una brusca reducción de las entradas en esos años. El cuadro III. 10 m u estra la p a rtic u la r im portancia de estas
los países receptores, tal como ejemplifica el cuadro 111,9 para tres de los em presas filiales en determ inados países de la Com unidad (Reino Unido,
m ás significativos en el decenio anterior. É sta se vio acom pañada por Benelux), además de Suiza, donde sus ventas llegan a re p re se n ta r entre
diversas actuaciones tendentes a la repatriación, a menudo selectiva, de 1a cu arta y la q u in ta parte del PNB respectivo, reduciéndose su partici­
buena parte de los trabajadores extranjeros, iniciadas en la RFA y Suiza pación relativa en las economías de los países periféricos, que parecen
en 1975, y seguidas luego p or los dem ás Estados, otorgándose incluso h a b e r m ostrado u n m enor atractivo a estas inversiones. E n definitiva,
subvenciones para facilitar el proceso. Así, p or ejemplo, desde 1977 en E u ro p a ha ido adquiriendo un a creciente dependencia en el interior del
Francia se ofrecieron diez mil francos a aquellos trabajadores sin empleo sistem a de relaciones económicas internacionales, que no puede sepa­
y dependientes de la asistencia pública que regresasen a sus países de rarse de las que se establecen entre los países que la constituyen.
1 02 E S P A C I O S Y SOCIEDADES E S T R U C T U R A S E SP A C IA LES EN ÁREAS DESARROLLADAS 10 3

Remitiéndonos a este últim o aspecto, el proceso de concentración fi­ — Apoyo financiero y fiscal por parte de los gobiernos de estos países,
nanciera es apreciable, tanto en el caso de las em presas privadas como deseosos de atraer inversiones exteriores con el fin de paliar el
públicas, en toda Europa, paralelo a una concentración técnica que ha déficit de recursos propios, junto a la promoción de suelo indus­
trial barato en polos, áreas industriales, etc., o el establecimiento
de zonas francas.
C u ad ro III.10
La penetración de estas em presas en los países periféricos alcanzó
Ventas de las empresas filiales con capital norteamericano
su máximo en los años de fuerte expansión económica y así, p o r ejemplo,
mayoritario en Europa (1975)
en España las inversiones realizadas en tre 1959 y 1975 alcanzaron los
Miles m illones de dólares 800.000 millones de pesetas, procedentes en un 80 % de E stados Unidos
y la CEE, y concentradas principalm ente en sectores de alta tecnología
País T otal de venias v entas en PXB como la química, el autom óvil o la electrónica, donde las ventas de estas
empresas superaron el 70 % de las totales del sector (Pérez Lloret, J.,
Suiza 13,7 253
Bélgica-Luxem burgo 13,2 20,6
1978, 10).
Reino U nido 45,9 20,1 La crisis presente tam bién ha repercutido en este ámbito, frenando
Países B ajos 14,2 173 en parte el proceso anterior. Si algunos consideraron el final de los m o­
R. F. A lem ana 38,1 9.0 vimientos m igratorios hacia los centros u rb an o s y regiones industriales
Italia 14,5 8,4
Francia 26.1 7,8 de la Europa noroccidental como el punto de p artid a p ara una nueva
Suecia 4,0 5,8 era en la que se increm entaría el trasvase de actividades productivas h a­
E sp añ a 4,9 4,9 cia los países con excedentes en fuerza de trabajo, las tendencias obser­
CEE 155,8 11,5 vadas no parecen a p u n ta r en esa dirección. E n ello colaboran tan to el
TOTAL EUROPA OCCIDENTAL 186,5 10,7 desempleo actual, que presiona en co n tra de los posibles traslados, como
la evolución tecnológica, que tiende a reducir la atracción ejercida por
Fuente; ^Economía Industrial», n.° 171, 1978, 67. la mano de obra, como, sobre todo, la creciente com petitividad de ciertos
países del Tercer Mundo con niveles salariales muy bajos y rendim ientos
elevados, que en cierto m odo están suplantando la atracción que p ara el
desplazado una parte creciente de la producción hacia grandes factorías, capital pudieron suponer algunos países de la periferia europea en déca­
que pueden obtener economías de escala. Como era lógico suponer, el das pasadas.
proceso alcanza su m ejor exponente en los países más desarrollados, Fenómeno com plem entario, aunque poco tratad o por lo general en
hasta el punto de que dos terceras p artes de las em presas industriales los estudios geográficos, los m ovim ientos turísticos en E uropa han alcan­
europeas con mayores ventas en 1981 tenían su origen en el Reino Unido, zado una notable im portancia en las últim as dos décadas, tanto p o r los
la RFA o Francia, en tanto otro 25 % lo hacía en Italia, Suiza, Suecia, los volúmenes de población que afectan, como por el impacto económico y
Países Bajos o Bélgica. am biental que suponen. Aun cuando su origen sea más o menos rem oto,
Las sedes centrales de m uchas de estas em presas, ju n to con las filia­ afectando a las m inorías privilegiadas, su interés geográfico se vincula
les de las norteam ericanas o japonesas, radican m ayoritariam ente en las esencialmente al carácter masivo adoptado en fecha reciente, y p articu ­
grandes urbes del «corazón» europeo (Londres, París, Colonia, Bruselas, larm ente en E uropa occidental. La m ejora general del nivel de vida y del
Frankfurt) que reúnen así un poder de decisión creciente. Parte im por­ transporte, especialm ente con la difusión del autom óvil privado, ju n to
tante de ellas se ha instalado en el últim o cuarto de siglo en países como al aum ento de los períodos vacacionales, la anticipación en la edad de
España, Italia, Grecia, Irlanda, etc., con un carácter m arcadam ente se­ jubilación, el deterioro de la calidad de vida en las áreas urbano-indus­
lectivo y en relación a la existencia de diversas ventajas potenciales como triales y el desarrollo de una «ideología clorofila», en la que el paisaje
puedanA*. ser: natural, el sol o la playa, se convierten en nuevos objetos de consum o
promocionados p o r una intensa publicidad, se han combinado p a ra im ­
— Mercados en expansión y protegidos por importantes barreras aran­ pulsar estos m ovimientos. De este modo, si en 1960 fueron 45 millones
celarias. los turistas censados en los países de E uropa occidental, en 1970 esa cifra
— Mano de obra relativamente abundante, con bajos salarios y cierto
nivel técnico, además de escasa capacidad reivindicativa. se elevó a 92 millones, llegando a los 112 en 1976.
— Existencia de determinados recursos naturales exportables o esca­ Según m uestra el cuadro I I I .11, las condiciones naturales y los bajos
sos obstáculos a la instalación de industrias altamente contami­ precios relativos de los países m editerráneos se com binaron p ara cons­
nantes. titu ir su litoral en el área de m ayor atracción turística, particularm ente
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 105
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en España, Italia y Francia, en tanto el atractivo secundario de las áreas
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-* _ ^ r r ^ ^ L O t^ 'O a N O N i-* de m ontaña justifica la situación de países como Suiza y Austria. La rela­
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— ción ingresos-gastos debidos al turism o m uestra el amplio saldo favora­
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ble para los países meridionales, que ha contribuido a equilibrar su ba­
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lanza de pagos com pensando los déficits comerciales, al tiempo que su­
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te CNrfhN
ponía tam bién u n a notable elevación en la oferta de empleos, perm a­
£ *3 CC N *-‘ n C O i T ) ^ f v .( M ^ nentes o estacionales, para actividades como la hostelería, los servicios o
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n vC ^ o q a \f N N C c « o ^ )
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V- ~ la construcción, y una elevación general del nivel de vida en esas áreas.
fS. No obstante, estos indudables beneficios han tenido tam bién su con­
trapartida. En el pasivo, los países receptores deben contabilizar, ju n to
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%^ a la frecuente degradación ecológica y am biental sufrida p o r aquellos
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sectores de ocupación más intensa, el increm ento sufrido en la relación
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o O n ^ r í oC in [n o »a' de dependencia, m anifestado en aspectos muy diversos, que van desde
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O el control ejercido p o r los «tour-operators» internacionales, que presio­
nan sobre las agencias y sectores hoteleros del M editerráneo, hasta la
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oo oo r r oo^ o in >© o k<n m fragilidad de unas economías muy sensibles a las bruscas fluctuaciones
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tu ^y políticas. Así, por ejemplo, los efectos de la crisis iniciada en 1973 y
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las sucesivas elevaciones en el precio de los carb u ran tes frenaron drás­
Cu ticam ente una expansión que en el decenio an terio r se producía a un
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O ritm o del 13 % anual; si bien se ha logrado su p erar el oscuro panoram a
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or-i rO un ^ que se auguraba en los prim eros m om entos, es evidente que el sector no
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ha logrado despejar las incertidum bres sobre la evolución futura, habida
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O u cuenta además de la creciente com petencia que pueden plantear los paí­
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ses de la otra orilla del M editerráneo, con precios b astan te inferiores en
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Por lo que respecta a la E uropa oriental, los desplazam ientos turísti­
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V) H cos m ás allá de las fronteras propias son de m enor im portancia y, sobre
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s: todo, mucho más recientes, si se exceptúa el caso de Yugoslavia, que ya
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+é en 1975 recibió un total de 20,6 millones de visitantes extranjeros, al
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fOrs tiem po que un 20 °/ó de su población pasaba tam bién sus vacaciones en
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)o el exterior, principalm ente en Italia o Grecia {Ilbery, B. W., 1981, 175).
V) UJ En los últim os años, los intentos realizados para desviar una p a rte de
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i-3 ü los flujos turísticos tradicionales hacia estos países han logrado un au ­
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<3 m iento se ha polarizado en torno a la costa adriática, de Dubrovnic a
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Albania, y del m ar Negro, en donde han surgido diversos complejos hote­
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> leros con objeto de cu b rir esta dem anda en expansión.
UJ 1•--.
v. En resum en, el análisis realizado, que podría com pletarse con la in­
corporación de otros aspectos no tratados, parece o to rg ar un alto grado
¿5
C3 de fiabilidad a la hipótesis planteada inicialm ente: E uropa, pese a las
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o a ru p tu ra s que introducen las fronteras estatales y, sobre todo, la división
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’c a d en bloques con sistem as político-económicos diferenciados, m uestra una
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t t £ f e < Oí Q t í V_aD O. - &wo* k. les. Una estru ctu ra tan m arcada difícilm ente puede achacarse al azar,
10 6 ESPACIOS Y SOCIEDADES

indicando en cambio la existencia de una cierta lógica espacial. Como ha


señalado Harvey, la dinám ica de la acum ulación exige unas determ inadas
estructuras espaciales, siendo de p articu lar im portancia a estos efectos
las relaciones de producción e intercam bio que se establecen entre el
centro y la periferia (Harvey, D., 1975, 13). Con todos los matices que
queram os incorporar, el modelo territorial europeo ejemplifica bastante
bien estas condiciones.

IV. L o c a l iz a c ió n y estructura de las Ar e a s in d u s t r ia l e s y urbanas

Desde hace aproxim adam ente dos siglos, un elevado contingente de


población europea ha abandonado el medio rural como lugar de resi­
dencia y el cultivo de la tierra como form a de actividad para dirigirse
hacia las ciudades, en donde las factorías industriales y los servicios han
generado un rápido desarrollo de la economía urbana. Los espacios in­
dustriales y urbanos han adquirido así un papel hegemónico en la orga­
nización y funcionamiento de estas sociedades, particularm ente en los
países centrales, que exige considerar, tanto los principios que explican
su desigual distribución, como su dinam ism o y organización internos. Al
propio tiempo, y teniendo en cuenta que la actual crisis por la que a tra ­
viesa Europa es, en buena medida, crisis industrial y de las grandes me­
trópolis en que se basó el crecim iento durante el período precedente,
tam bién parece necesario señalar el origen de estos procesos, que están
comenzando a transform ar de m anera profunda la organización territo ­
rial de la región.

1. La lógica del espacio industrial europeo

Con una participación que se sitúa por lo general entre un 30-40 °/o
de la población activa y del PIB nacionales, el sector secundario, y dentro
de él la industria m anufacturera, continúa siendo un elemento econó­ 1 . Lancashire 15. Rotterdam 29. Krruna - G állivara 43. País v asco
2. Yorkshire 16. Fosa del Rhin 30. Kirkenes 44. Madrid
mico y socialmente fundam ental en todos los países europeos. Al tiempo, 3. Lowiands (Escocia) 17. Berlín 31. Ploesti 45. Fós
se trata de una actividad m arcadam ente selectiva desde el punto de vista 4. Midtands 18. Hamburgo 32. B acáu 46. Zelzate (Bélgica)
espacial, que tiende a concentrarse puntualm ente en ciertas áreas, favo­ 5. G ales tfei Sur 19. Paris-El Havre 33. Ijmuiden 47. R avenscray (Escocia)
6. Newcastle-Tyneside 20. Valle del Po 34. ¿rem en 48. Lackenby
reciendo con ello la aparición de desequilibrios territoriales. 7. Gran Londres 21. Góteborg 35. D unquerque 49. Scunthorpe
La actual distribución de los espacios fabriles, tanto a escala europea 6. Ruhr 22. Bergslagen 36. Valencia 50. Port Taibol
9, Silesia 23. C uenca de) Donetz 37. Piombmo 51. Llauwern
como en el interior de cada Estado, es buena m uestra de ello. Según 10. Bohemia 24. Jura*Mittetand 36. Nápoles 52- Avilés
refleja el mapa adjunto, la m ayor densidad industrial, particularm ente 11 . Saloma 25. 8arceiona 39. G énova 63. Groninga
por lo que se refiere a los sectores pesados, se localiza en tom o el canal 12. Hannover - Brunswick 26. A.M. Moscú 40- Bari-Tartento 54. Lacq
13. Lorena-Sarre 27. Leningrado 4 !. Lulea 55. Aberdeen
de la Mancha, con centro en un polígono cuyos vértices aproxim ados son 14. Sambre-Mosa 28. KrivowRog 42. Mo-i-Rana
Birm ingham -París-Frankfurt-Dortm und-Rotterdam . A p a rtir de aquí, las
Localizados junto a depósitos d e carbón
áreas industriales se prolongan hacia el sur siguiendo el eje renano o
lotaringio (Alsacia-Lorena, Neckar, Selva Negra, M ittelland suizo) hasta No localizados junto a carbón

el valle del Po, y hacia el este (Turingia, Sajonia, Bohemia) hasta la Alta A Hierro
Silesia. Envolviendo este área central y en una prim era corona aparecen * Petróleo

otra serie de espacios industriales dispersos, pero de notable peso espe- A Siderurgia costera

Fig. 3.10. Principales áreas industriales europeas.


108 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 109

cífico, entre los que pueden citarse los Lowlands escoceses, el surco Róda- ju n to al proceso de concentración financiera y técnica de las em presas
no-Saona, el triángulo nororiental español, el Bergslagen sueco, Moldavia- industriales al objeto de beneficiarse de las economías de escala, suponen
Valaquia en Rumania, o el norte de Yugoslavia, en tanto los niveles de un cambio en los modelos de localización que altera el anterior equili­
industrialización disminuyen rápidam ente a p a rtir de aq u í y hacia las brio europeo. A m edida que el factor distancia pierde su influencia deter­
regiones marginales, donde tan sólo aparecen enclaves aislados, muchas m inante y las em presas aum entan sus interrelaciones, pasan a un prim er
veces identificados con las capitales políticas u otras grandes ciudades plano las economías externas de aglomeración. Si el agrupam iento de
(Dublín, Madrid, Lisboa, Varsovia, Atenas, Salónica, Sofía...). las fábricas en cualquier punto del espacio conlleva beneficios a corto
Estos contrastes no son en absoluto aleatorios, sino que responden a plazo (reducción de los desplazamientos interem presariales, desarrollo
la acción combinada de una serie de factores, tanto económicos como de servicios e infraestructuras com unes...), su instalación en las grandes
extraeconómicos, superpuestos a lo largo del tiempo y que han determ i­ aglomeraciones urbanas trae consigo ventajas específicas como la proxi­
nado el com portam iento espacial de los em presarios, públicos y privados. m idad a los centros de decisión financiera o política, la existencia de un
La evolución tecnológica y del contexto económico ha modificado el peso mercado laboral amplio, cualificado y diversificado, junto a un fácil acce­
relativo de las fuerzas de atracción o repulsión en cada momento histó­ so a la información y las innovaciones; si a todo ello se le añade la alta
rico, de lo que resulta un m apa industrial particularm ente complejo y una valoración social de las m etrópolis, consideradas como espacios de m enor
desigual resistencia ante los em bates de la crisis actual. riesgo al contar con un «clima industrial» favorable, y la política asisten-
Si la etapa preindustrial estuvo m arcada por la dispersión espacial y cial desarrollada frecuentem ente por los poderes públicos con objeto de
la diversificación productiva, con talleres de reducido tam año distribui­ paliar algunos de los costes sociales generados, es fácil entender la cre­
dos de form a bastante homogénea, siendo de destacar únicam ente ciertos ciente polarización registrada en la práctica totalidad de países, junto a
agrupamientos junto a los cursos fluviales, los puertos o los principales la identificación entre los procesos de industrialización y urbanización
mercados de consumo, la prim era Revolución Industrial supuso una pro­ (Derot, F. y otros, 1975). El constante aum ento de las im portaciones, so­
gresiva concentración, tanto de trabajo y capital en factorías cada vez bre todo energéticas, tam bién potenció el desarrollo industrial de los
mayores, como en el plano geográfico/ Con una fuerte dependencia del puertos europeos, en particular los situados en el m ar del Norte, con
carbón como base energética y unos m edios de transporte poco desarro­ actividades vinculadas a la prim era transform ación de estos recursos.
llados aún, que determ inaban altos costes en el desplazamiento de m er­ Por último, las grandes cuencas m ineras, y en particular las hulleras,
cancías, la distancia lim itaba de form a evidente las posibilidades de loca­ comenzaron a conocer un progresivo decaim iento de su actividad, con
lización, otorgando clara prioridad a tres tipos de asentam ientos: una im portante reconversión de su estructura tradicional, a excepción de
aquellas en que tuvo lugar una diversificación de actividades productivas,
— Las industrias de base, que utilizaban grandes volúmenes de mate­ pues aquí las externalidades generadas les han perm itido m antener un
rias primas o energía (con alto índice material según la teoría de cierto dinamismo.
Weber), aparecían situadas próximas a los yacimientos de recursos En el últim o decenio, la recesión iniciada con la crisis energética y
(minerales, forestales, agrícolas, pesqueros), particularmente junto am pliada después en relación con la revolución tecnológica y la nueva
a los de carbón, que se convirtieron en las regiones fabriles por división internacional del trabajo, está afectando de modo particular­
excelencia.
— Las industrias ligeras, productoras de bienes de consumo para la m ente grave a aquellas regiones especializadas en sectores sometidos a
población, se situaban junto a los mercados, es decir, en las ciuda­ intensa reconversión (siderurgia, astilleros, textiles...), junto a las indus­
des o regiones densamente pobladas en razón de su capitalidad po­ trias de bienes de consumo radicadas en las grandes ciudades del conti­
lítico-administrativa, el previo desarrollo del comercio, las finanzas, nente, ante el estancam iento de la dem anda y la creciente competencia
la producción agraria, etc. exterior; no obstante, en estas últim as el proceso se ve paliado por la
— En último término, los nudos ferroviarios y los puertos, particular- expansión de los sectores de alta tecnología (electrónica e inform ática,
menté dotados para el intercambio y la redistribución de productos, quím ica ligera, industrias aeronáuticas y de arm am ento...), hacia los
asentaban factorías de ambos tipos, como máximo exponente de la que se orienta cada vez más la especiaíización productiva de los países
» progresiva expansión alcanzada por la integración territorial. desarrollados.
%

Es éste el m om ento en que surgen por E uropa tanto los «países ne­ En los países de Europa oriental, el modelo de planificación centra­
gros» como el su r de Gales, el Ruhr, el Sarre, las regiones de Lille-Rou- lizada introduce ciertas peculiaridades en las pautas de localización in­
baix o de Lieja, etc., como los barrios proletarios y los cinturones indus­ dustrial. En prim er lugar, es destacable la im portancia que siguen m an­
triales en la periferia de la mayoría de grandes ciudades. teniendo los recursos naturales y los m ercados como factores de atrac­
Desde comienzos de siglo, la m ejora del transporte que representan ción, en coherencia con el clásico modelo de Weber. La prioridad otorgada
los vehículos automóviles y el avión, el desarrollo de fuentes energéticas a la industria pesada justifica que una buena parte de la potencia fabril
más fácilmente movilizables como los hidrocarburos y la electricidad, se sitúe junto a los yacimientos de m aterias prim as y combustibles, al
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN' ÁREAS DESARROLLADAS 111
1 10 ESPACIOS Y SOCIEDADES

objeto de m inim izar los costes de transporte, en tanto la producción de cinianos, está jalonado por grandes concentraciones de industria pesada:
bienes de consumo suele concentrarse en las principales ciudades. No norte de Francia (Lille-Roubaix-Tourcoing), valles del Sam bre y Mosa en
obstante, en ocasiones se ha procurado reu n ir ambos tipos de produc­ Bélgica (Mons-Charleroi-Namur-Lieja), Limburgo holandés, cuencas del
ción m ediante la formación de com plejos industriales integrados verti­ R uhr y Sarre en la RFA, Sajonia en la RDA, Bohemia checa y Silesia
calmente, en donde se desarrollan todas las fases del ciclo productivo polaca, junto a otras marginales como las de Asturias o Eslavonia. En
(Hamilton, F. E. I., 1971, 329). Por su parte, los puertos tienen aquí m enor todas ellas, la siderurgia se constituyó en actividad m otriz a p a rtir de
im portancia industrial, habida cuenta del m enor volumen de intercam ­ la im portación del mineral de hierro, bien procedente de los yacimien­
bios con el exterior que estos países registran con respecto a los occi­ tos europeos, que presentan en este sentido una localización general­
dentales. m ente periférica, desde Kiruna-Gállívara o el Bergslagen en Suecia, hasta
Pero junto a los objetivos de estricta rentabilidad económica, la pla­ Lorena, Vizcaya, Sajonia y el propio cuadrilátero de Bohemia (en donde
nificación tam bién ha pretendido cubrir otros de índole social y territo­ tam bién surgieron áreas industriales de características similares), o desde
rial, m aterializados en el deseo de superar los desequilibrios regionales o tras regiones extraeuropeas. Secundariam ente, los yacimientos de ligni­
anteriores. Aunque la búsqueda de un crecim iento acelerado ha limitado to tam bién han justificado ciertos procesos de industrialización como el
bastante las realizaciones en este sentido, |deben señalarse los esfuerzos del distrito de Halle, en la RDA, o el de Colonia, empleado como m ateria
hechos para lograr un m ayor equilibrio entre población regional y em­ prim a para ciertas industrias quím icas o, sobre todo, como fuente ener­
pleo industrial, promoviendo la creación de complejos industriales en gética para la producción de electricidad.
regiones atrasadas a p a rtir de la explotación de los recursos y la fuerza i La cuenca del R uhr alem ana es un buen ejem plo de este tipo de gran­
de trabajo locales, procesos favorecidos por el modelo autárquico de des complejos industriales. Situada dentro del «land» de Renania-Westfa-
desarrollo im perante; así, por ejemplo, los de Kosice en Eslovaquia, Mis- lia, en el borde septentrional del Macizo Esquistoso-Renano, conoció el
kolc en Hungría, Nowa H uta, etc. De este modo, y pese a las indudables inicio de un intenso movimiento expansivo desde 1837, fecha en que co­
desigualdades que subsisten, es posible apreciar ya algunos resultados menzó la explotación de unos yacim ientos de hulla en el valle del Ruhr,
significativos, como los que Misztal y Kaczorowsky recogen para Polonia, afluente del Rhin, cuya producción se destinó en principio a potenciar
que entre 1945 y 1976 vio reducirse sensiblem ente el grado de concen­ actividades que contaban ya con una cierta tradición regional como la
tración espacial del empleo industrial, lim itándose el crecim iento en Si­
lesia y la región de Varsovia en favor de los territorios septentrionales y
orientales, según m uestra la curva de concentración de Lorenz que recoge
la figura 3.11 (Misztal, S.-Kaczorovsky, W., 1980).

2. Los principales tipas de áreas industriales en Europa

La larga evolución apuntada justifica una amplia variedad actual de


áreas industriales que, no obstante, intentarem os reducir a las más sig­
nificativas por su tradición o dinamismo actual.
Un prim er tipo es el representado por las áreas de base extractiva, en
donde la directa vinculación a un determ inado recurso justifica una clara
especiaíización en aquellas actividades orientadas hacia su transform a­
ción, particularm ente si se tra ta de m aterias voluminosas, perecederas,
o que pierden buena parte de su peso en este proceso. Aun cuando mu­
chas industrias de estas características aparecen disem inadas (papeleras,
azucareras, conserveras...), son sin duda las grandes cuencas hulleras,
asiento tradicional de la m etalurgia pesada, quienes m ejor tipifican este
modelo de organización industrial.
Fuente de energía básica en la Revolución Industrial, el carbón dio
origen a algunas de las regiones fabriles m ás im portantes por sus dimen­
siones y peso económico del continente. De este modo, el surco hullero
que desde Gran Bretaña (Yorkshire, Midlands, Gales) y hacia el este
recorre Europa siguiendo el contacto entre la llanura y los macizos her- Fig. 3.11. Evolución en d grado de concentración
de la industria en Polonia.
1 12 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 113

producción de aceros de calidad en Solingen-Remscheid, o la industria dades derivadas en puertos como Aberdeen (Escocia) o Emden (RFA).
textil de Krefeld, M ónchengladbach y W uppertal. La posterior ampliación La explotación de los yacimientos de gas en Groninga, Lacq, Lodi o Mis-
del área extractiva hacia el norte, unida a su magnífica dotación en in­ kolc, justifica igualmente la aparición de com plejos monoespecializados
fraestructuras de transporte, tanto fluvial como terrestre, favoreció el en áreas de economía esencialm ente agraria.
desarrollo de la siderurgia y la quím ica de base, junto a otras industrias Los complejos de base portuaria suponen un segundo tipo de área in­
derivadas, hasta convertirse en el «corazón» industrial alemán desde dustrial, particularm ente relevante en la Europa noroccidental. La nece­
comienzos de siglo, sede de una buena parte de las grandes empresas sidad de im portar grandes cantidades de m aterias prim as y energía por
del país (Krupp en Essen, Thyssen en Mulheim, Hoechst en Dortmund, vía m arítim a ha convertido a los principales puertos del continente en
Jacob Maver en Bochum, M annesman en Rem scheid...). puntos de ru p tu ra de carga, donde es preciso realizar el trasbordo de esas
De este modo, se ha constituido una conurbación que reúne hoy más mercancías, favoreciendo con ello la instalación en sus proxim idades de
de 10 millones de habitantes, en la que a p artir de una industria pesada factorías que realizan su prim era transform ación, adem ás de aquellas
hoy localizada en el norte (Oberhausen, Gelsenkirchen, Rheinhausen), se otras ligadas directam ente al m ar como los astilleros o la industria con­
han desarrollado otras de segunda transform ación y mayor dinamismo, servera, junto a los equipam ientos comerciales.
desde la m aquinaria o la electrónica, a la fabricación de automóviles, El resultado ha sido la aparición de com plejos industriales integra­
ju n to a un fuerte increm ento del comercio y los servicios en ciudades dos, de im portancia creciente a lo largo del siglo dentro del panoram a
como Düsseldorf, Essen o D ortm und. Por su parte, Duisburgo actúa como industrial europeo, entre los que el de R otterdam resulta, sin duda, uno
puerto de la conurbación, especializado en industrias petroquím icas. La. de los más representativos. Situado en la desem bocadura del Rhin y el
elevada congestión y contam inación derivadas, que obligó a establecer Mosa, e inm erso en el eje meridional de la conurbación del Randstad,
planes restrictivos desde los años 60 tendentes a descentralizar activida­ ha sido calificado en ocasiones como «puerta de Europa», lo que le llevó
des hacia el valle del Lippe (Hall, Pv 1965), junto a las actuales dificulta­ a ocupar desde 1961 el prim er puesto m undial por volumen de m ercancías
des de los sectores pesados, han obligado a realizar im portantes esfuer­ desem barcadas, de las que dos terceras partes corresponden a hidrocar­
zos de reestructuración, desde la concentración en 1968 de todas las buros. Apoyado en ese intensó movimiento, se ha consolidado en los
em presas mineras en la Ruhrkohle A.G., hasta la progresiva -diversifica­ últim os decenios como un centro fabril de prim era m agnitud en el que,
ción productiva, orientada sobre todo hacia los sectores de tecnología junto a industrias derivadas del petróleo, se han desarrollado los secto­
más avanzada dentro de la tradición regional m etalúrgica y química, aun­ res m etalúrgico y de m aquinaria relacionados en gran m edida con la cons­
que el saldo ha supuesto una im portante pérdida de empleos. trucción naval, adem ás de otra serie de actividades ligeras que fabrican
La fuerte competencia a que se enfrentaron los productos siderúrgicos bienes de consumo para la población del área, generando con ello una
europeos en los mercados m undiales desde los años 60 determ inó, junto
a una progresiva especiaíización en aceros especiales y laminados finos,
de mayor valor añadido, la evolución hacia tam años de planta cada vez
mayores, desarrollándose una integración de los procesos productivos a
fin de obtener economías de escala. Además de favorecer una creciente
intervención estatal en el sector (B ritish Steel Co., Italsider, Salzgitter,
Ensidesa, N orbottens...), el consiguiente aum ento y diversificación de los
abastecimientos de m aterias prim as han em pujado a buena parte de
estas siderurgias integrales hacia em plazam ientos litorales (Ijm uiden,
Port Talbot, Dunkerque, Avilés, Bari-Tarento...), con abandono de sus
localizaciones tradicionales en el interior. La crisis de las regiones hulle­
ras con escasa diversificación productiva, agudizada en ocasiones por el
agotamiento de sus recursos, ha sido la consecuencia inevitable.
Aunque Europa es fuertem ente deficitaria en hidrocarburos, la exis­
tencia de algunos yacimientos explotables ha determ inado la aparición
de centros industriales que, o bien los utilizan como m ateria prim a para
determ inadas em presas quím icas (plásticos, caucho, fibras sintéticas...),
o bien como fuente de energía a través de su conversión en termoelectri-
cidad o como combustible. Si Ploesti y Pitesti, en la Valaquia rum ana,
son los de mayor tradición, la explotación petrolífera en el m ar del Norte
desde 1974 ha potenciado igualmente la aparición de refinerías y activi­ Fig. 3.12. Integración sectorial de la indutria en Rotterdam.
114 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 115

serie de ligazones interindustriales que aparecen esquematizadas en la C uadro I I I . 12


figura 3.12.
Como ocurre en todo el m ar del N orte, donde la costa es baja y are­ Tasas de población urbana en Europa (°/o)
nosa, sólo apta para buques de pequeño calado, el puerto de R otterdam
se prolonga a lo largo de un estuario de 35 km jalonado de industrias, Bélgica 95 E spaña 64
Países Bajos 88 B ulgaria 62
particularm ente en su orilla izquierda. Los precios del suelo y las res­ Islandia 88 Finlandia 62
tricciones im puestas a las industrias más contam inantes explican su dis­ R. F. de Alemania 85 Polonia 58
tribución interna: las industrias con mayor consumo de espacio y menos Dinam arca 84 Suiza 58
volumen de empleo por hectárea (refinerías, petroquím icas...) se sitúan Suecia 83 Irlan d a 55
Francia 78 A ustria 54
en el tram o del estuario, para dar paso progresivam ente a los astilleros, Reino Unido 77 H ungría 53
industrias mecánicas, de bienes de consumo, etc., ai acercarse a la ciudad. R. D. de Alemania 76 R um ania 49
Características bastante sim ilares aparecen en otros grandes puertos Italia 69 N oruega 44
del Atlántico (Amberes, El Havre, Hamburgo, Londres, Bremen, Bil­ Luxemburgo 68 Yugoslavia 39
Checoslovaquia 67 Albania 34
bao...) y del M editerráneo (Marsella, Génova, Barcelona, El Pireo...), Grecia 65 Portugal 31
e incluso se prolongan hacia el interior del continente por la red de ca­
nales y ríos navegables que recorren la llanura centroeuropea, entre los EUROPA 69
que destaca el Rhin, navegable hasta Basilea y principal arteria de trá ­
F u e n t e : P o p u la tio n R e feren ce B u re a u , 1983.
fico fluvial en el mundo, ju n to al San Lorenzo (Duisburgo, Colonia,
Mannheim, E strasburgo...).
Muy distintas son las características que presentan las áreas de in­ de producción, consumo, intercam bio y gestión, explica también las di­
dustria dispersa, a veces de larga tradición, y que han alcanzado una ferencias entre países que se observan en el cuadro 111.12, reducidas en
im portancia creciente durante las últim as décadas en determ inadas re­ lo esencial a los contrastes centro-periferia ya descritos.
giones. Desde las ciudades del sur de Suecia (Malmó, Goteborg), a la Pero el im pacto de la industrialización supuso la aparición de muy
Selva Negra o Baviera en la R.F.A., el M ittelland suizo (Ginebra-Zurich) pocas ciudades de nueva planta. Por el contrario, Europa contaba ya
o la «Tercera Italia», en el nordeste del país, aparece una industria espa­ con una larga tradición urbana que se refleja hoy en la superposición
cialmente difusa, dedicada por lo general a actividades de tecnología de elementos surgidos en épocas diversas y más o menos remodelados,
avanzada (electrónica, mecánica de precisión, quím ica ligera...), que em­ que confieren al modelo de ciudad europea una notable diversidad. La
plea como inputs productos sem ielaborados, y que se beneficia de una im portante herencia urbana exige, pues, una breve referencia histórica
mano de obra cualificada, unas buenas comunicaciones con otras áreas que facilite la comprensión de las realidades actuales.
industriales y, en ocasiones, de una abundante hidroelectricidad. Su dina­ Según Lichtenberger, pueden distinguirse en Europa hasta 4 modelos
mismo actual parece convertirlas, hasta cierto punto, en alternativa a las de ciudades a lo largo de su historia: la ciudad medieval, la ciudad de la
grandes concentraciones del periodo precedente. nobleza, creación del Estado absolutista, la ciudad industrial y la nueva
Pero sin duda las áreas industriales que han llegado a alcanzar un ciudad del Estado del bienestar y del sistem a socialista (Lichtenberger, E.,
mayor peso específico dentro de E uropa son las vinculadas a los centros 1970). Aun partiendo de criterios diferentes, esta clasificación se asem eja
urbanos, caracterizadas por la diversificación productiva dentro del pre- bastante a la planteada por Lefebvre, que distingue en relación con las
■dominio de las actividades destinadas a satisfacer la dem anda de la po­ diferentes condiciones socioeconómicas que se han sucedido en el tiem­
blación en bienes de consumo o finales. Su indudable dependencia del po, un modelo de ciudad política surgido en la Antigüedad, una ciudad
propio fenómeno urbano exige tra ta r previam ente la evolución y estruc­ comercial, y una ciudad industrial, evolucionándose actualm ente en los
tu ra actual de la ciudad europea, dentro de las cuales adquiere su verda­ países más avanzados hacia la constitución de una verdadera «sociedad
dero significado. urbana» (Lefebvre, H., 1972).
* En Europa, el surgim iento de lo que podemos identificar como ciu­
3. La urbanización del espacio europeo y los modelos históricos de ciudad
dad política, vinculada al desarrollo de la agricultura sedentaria, el au­
Europa es hoy, en el contexto m undial, una región altam ente urbani­ mento de los excedentes, la aparición del intercam bio y una incipiente
zada, con casi tres cuartas partes de su población residiendo en ciudades. división del trabajo, junto a una progresiva estratificación social, puede
La estrecha dependencia de la Revolución Industrial que, junto a un rem ontarse al tercer milenio antes de nuestra era, comenzando p o r el
rápido aum ento en el núm ero y tam año de los centros urbanos, supuso M editerráneo oriental (Creta) y difundiéndose progresivam ente al resto
un increm ento de su com plejidad funcional, convirtiéndose en centros del continente. Su prim er im pulso expansivo tuvo lugar con el desarrollo
de las «polis» griegas desde el siglo v m a. de C., alcanzando su máxima
116 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 11 7

expresión con el Im perio Romano, periodo en que se fundan un buen bién acarreó un rápido crecim iento de sus capitales políticas (Londres,
número de ciudades, bien como emplazam ientos m ilitares y fronterizos, París, N ápoles...). Al tiempo, se incorporaron nuevos elementos morfo­
colonias agrícolas, centros adm inistrativos, etc. (Pounds, N. J. G., 1969). lógicos a la ciudad, destacando la preocupación p o r una ordenación más
Con su desaparición, se produjo un agudo retroceso de la urbanización regular del plano que impuso el racionalism o, junto a la «cultura de la
hacia sociedades agrarias cerradas y con intercam bios limitados, base fachada» característica del Barroco, con grandes avenidas que conducían
del régimen feudal im perante. Tan sólo algunas sedes episcopales, guar­ hacia los palacios o edificios públicos, am pliando así las perspectivas
niciones m ilitares o puertos del M editerráneo m antuvieron una cierta urbanas. En cualquier caso, la tasa de urbanización continuó siendo muy
heterogeneidad social y funcional que posibilita su identificación como baja: en 1600, sólo 4 de los 85 m illones de europeos vivían en núcleos
verdaderos núcleos urbanos. con m ás de 15.000 habitantes, lo que apenas suponía un 5 % del total
A partir del siglo x i i , la evolución hacia el «consumo agrario indirec­ (Jordán, T. G., 1973, 316).
to» (Schlicher van Bath, B. H., 1974, 37-40), con la reactivación del inter­ Resultado de este proceso m ultisecular es la formalización de una es­
cambio y la división del trabajo, trajo consigo un florecimiento urbano tru c tu ra característica de la ciudad preindustrial europea que, salvando
que alcanzó particular im portancia en este territorio. Puede hablarse, ciertas anomalías (como la de las ciudades islám icas del mediodía espa­
pues, de un «movimiento sociocultural y económico que tuvo raíces co­ ñol, por ejemplo), es aplicable a las diversas realidades nacionales. Con
munes» dentro de una gran variedad de form as y que «fue el preludio unas dimensiones que, salvo en el caso de unas pocas capitales, resultan
de la revolución industrial del siglo xix y creó sus supuestos» (Cipol- bastante reducidas ante las limitaciones que imponen los transportes y
la, C. M., 1976, 152-155). Este resurgim iento supuso la reactivación de los abastecim ientos, junto a la existencia de una cerca o m uralla que
una parte de las antiguas ciudades, junto a la fundación de otras —sobre obedece a fines defensivos, fiscales o sanitarios, las ciudades se organizan
todo en las áreas más septentrionales— ligadas siempre al desarrollo del en torno a un centro que reúne los elementos de poder y m ayor valor sim­
comercio y la artesanía, por lo que su localización preferente fueron las bólico, en cuyas proxim idades suelen residir las clases dom inantes. A par­
encrucijadas de comunicaciones o la costa, aprovechando por lo general tir de aquí, se extiende una tram a generalm ente com pleja en la que, junto
emplazamientos defensivos. Como rasgos m ás significativos, pueden citar­ a una red de calles escasam ente organizada, herencia del periodo medie­
se los siguientes: val (salvo en caso aislados como el de las bastidas francesas), se sobreim-
ponen a veces los trazados regulares surgidos desde el Renacimiento. Una
— En el plano económico, ya no son centros parasitarios, sino que relativa abundancia de plázas, que suelen rem ontar su origen a los m er­
una parte im portante de la riqueza consumida se genera en su in­ cados bajomedievales o a la búsqueda de perspectivas con el Barroco, y
terior. una limitación en altu ra de los edificios que perm ite m antener cierta
— La heterogeneidad social es tam bién más acusada, con la aparición
regularidad fisionómica, com pletan las características externas. Por lo
y desarrollo de una burguesía urbana ligada al comercio y las finan­
zas que acaba desplazando a los restantes grupos en el control del que se refiere a la estru ctu ra socioespacial, dadas las reducidas dim ensio­
poder municipal. nes urbanas y la escasa movilidad social, los diferentes grupos coexisten
— Gozan, en su mayoría, de un estatuto jurídico propio como medida sin que resulte fácil diferenciar unidades espaciales homogéneas. Según
de protección frente a los señores feudales. recoge el modelo propuesto p o r Kohl ya en 1841, en las áreas centrales
— Suelen constar, frecuentemente, de un recinto fortificado que se re­ la diferenciación se produce tanto en sentido vertical como horizontal:
llena progresivamente, en cuyo centro, y por lo general en tom o a m ientras la planta b aja suele destinarse a establecim ientos comerciales,
una plaza, se reúnen las instituciones que simbolizan los poderes de servicios, o talleres, el prim er piso («principal») es residencia de los
existentes en la urbe: ayuntam iento, mercado, iglesia o catedral, y grupos de mayor ren ta, en tanto los superiores, hasta las buhardillas,
casa de los gremios.
suponen un progresivo descenso en la escala social. En dirección a la
periferia de la ciudad, se registra idéntica dism inución de statu s por
No obstante, tanto su núm ero como el tam año resultaba realm ente p arte de los residentes, que se hace m áxima en los arrabales y suburbios
exiguo, pudiendo estim arse que hacia 1400 sólo un 2-3 % de la población anexionados, lo que perm ite hablar de una estru ctu ra abovedada (Berry,
europea era* urbana. La ciudad medieval europea era, pues, un verda­ B. J. L., 1975, 187-188).
dero enclave, asiento de una sociedad y una economía dinámicas que con­
trastaban con las del campo circundante, siendo las m urallas el límite
físico de separación entre ambos. 4. Los efectos de la industrialización: el desarrollo metropolitano
Desde el siglo xvi y hasta comienzos del xix, la evolución registrada
alteró alguno de esos rasgos. Junto a un progresivo desplazamiento del \ El comienzo de la industrialización generó, como una de sus prim eras
fenómeno urbanizador hacia el norte, la m ayoría de ciudades perdió su consecuencias, un crecim iento urbano explosivo que vino a desequilibrar
status jurídico en favor de los nuevos Estados centralistas, lo que tam ­ ¡la an terio r relación de fuerzas entre la ciudad y el campo. Así, por ejem-
11 8 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 119

pío, entre 1801 y 1911, las áreas urbanas inglesas concentraron el 94 °/o negativos y dirigir el crecim iento de la ciudad. También en este caso, las
del aum ento demográfico registrado en el país debido a un éxodo rural diferencias entre los sistem as vigentes en la E uropa occidental y oriental
masivo, que posteriorm ente se vio com plem entado por el propio creci­ perm ite hablar hoy de dos modelos urbanos, si no contrapuestos, sí pro­
miento vegetativo de una población inm igrante, en su mayoría joven, que gresivamente distanciados.
le perm itió m antener altas tasas de natalidad pese a que sus niveles de La estructura actual de las ciudades en Europa occidental se estable­
fertilidad fueran inferiores a los rurales. ce generalm ente en tom o a su centro histórico. Identificado con la ciudad
La progresiva concentración de las fábricas y actividades de servi­ preindustrial, se define ante todo como área de contrastes en donde, junto
cios, el desarrollo del transporte, la m ejora de los abastecim ientos, el a pervivencias del pasado que m antienen el recuerdo de lo que la ciudad
incremento demográfico general..., son todos factores que contribuyeron fue, se superpone una rcmodelación vinculada a la intensa presión sobre
a generar una expansión urbana sin precedentes, m antenida prácticam en­ el suelo que genera la propia centralidad urbana. Un prim er elemento
te hasta la actualidad. Todo ello acarreó tam bién profundas transform a­ heredado es el emplazamiento, m uchas veces defensivo, que en unos casos
ciones internas en las ciudades preexistentes, tanto en los aspectos m or­ se relaciona con un prom ontorio elevado (Atenas, Praga, Budapest...), en
fológicos, como funcionales o sociales; la industria, en este sentido, «rom­ otros con la m argen interna de un m eandro (Berna, Toledo...), una isla
pió» la ciudad comercial para adaptarla a las nuevas necesidades e inte­ (París, Estocolm o...), un puerto protegido (Lisboa, Londres, Oslo...), etc.
reses, generando con ello un nuevo modelo urbano vísente aún en mu- En ocasiones, la pervivencia del recinto fortificado refuerza este carácter,
chos de sus rasgos. al tiem po que se convierte en serio obstáculo a los desplazamientos in­
En las prim eras fases de expansión, las ciudades industriales conocie­ ternos, por lo que frecuentem ente han sido derribados, dando lugar a
ron una fuerte densificación de sus recintos, traducido en un aum ento amplias avenidas (Viena, Berlín, Colonia...). Una tram a viaria compleja
de la altura de sus edificios, construcción de viviendas en interiores, sub­ y fragm entada, poco adaptada por lo común a las necesidades del tráfico
división de las existentes, etc., que condujo con frecuencia al hacinamien­ rodado, constituye otro legado del pasado que se suma a toda una serie
to. La posterior eliminación de los límites físicos o jurídicos a la expan­ de elementos arquitectónicos, desde los vinculados a las clases dominan­
sión, y la m ejora del transporte público, facilitaron una rápida ampliación tes de otrora (palacios, iglesias, edificios públicos...), a los diferentes ti­
de los perím etros urbanos en «mancha de aceite», surgiendo nuevos ba­ pos de edificaciones conservadas, m onum entos públicos, etc.
rrios en coexistencia con las áreas industriales, ferroviarias y de almace­ El desarrollo de ciertas actividades necesitadas de accesibilidad como
namiento en la periferia urbana. Estas últim as son un buen reflejo del son las del terciario de decisión o algunas comerciales, y una oferta de
profundo cambio funcional que registran en ese momento las ciudades: suelo inelástica, han promovido una fuerte revalorización de los solares,
la incorporación de la actividad productiva las convirtió en motores esen­ con la consiguiente remodelación. Aunque su intensidad sea variable se­
ciales de la economía nacional, progresivam ente especializadas e interre- gún las ciudades, pueden considerarse rasgos comunes la progresiva ter-
lacionadas entre sí hasta llegar a configurar verdaderos sistemas urbanos ciarización en detrim ento de la función residencial, con un aum ento en
integrados. En el plano social, el increm ento de los contrastes que acarreó las densidades de edificación y tráfico en las proxim idades del área de
el surgimiento de la burguesía industrial y del proletariado como grupos negocios, frente al deterioro de otros sectores afectados de marginalidad.
consolidados, se m aterializó en una creciente segregación espacial, con La apertura de grandes vías, la neutralización a la circulación de auto­
separación efectiva según barrios. A m edida que se fueron deteriorando móviles, o la descentralización de oficinas y sedes financieras hacia la
las condiciones de habitabilidad en el recinto histórico, se inició el tras­ periferia urbana, sólo han logrado paliar en parte estos efectos.
lado de la burguesía y las clases medias hacia determ inados sectores pe­ En tom o a este centro se dispone un área de difícil caracterización,
riféricos, lo que rompió el anterior modelo distributivo, sobre todo en el que en dirección a la periferia ve escalonarse una serie de espacios, pre­
Reino Unido, m ientras en el continente los movimientos centrífugos serán ferentem ente residenciales, con rasgos diversos. Si la distinta antigüedad
más tardíos. de los edificios en relación con su distancia al centro ocasiona múltiples
Junto a todos estos cambios, la ciudad industrial del siglo X I X en variaciones morfológicas (altura de los edificios, m ateriales, tipo de m an­
Europa, reflejo del liberalism o económico, conllevó una serie de costes zana.,.) y en la edad media de los residentes, la com plem entariedad e
sociales, particularm ente graves en lo que se refiere a las condiciones de incom patibilidad entre usos del suelo tiende a originar diferencias socio-
vida de las clases trabajadoras, reflejadas en la pervivencia de altas tasas funcionales según sectores. De este modo, los precios del suelo y dé los
de m ortalidad o una elevada conflictividad social, junto al surgimiento inmuebles favorecen una com partim entación de la ciudad en unidades
de los prim eros análisis críticos sobre la misma. contrastadas, donde la distinta «calidad» del espacio se identifica con la
La evolución en el últim o medio siglo ha supuesto, junto a una cons­ diferente categoría social: la oposición oeste-este en Londres o París,
tante expansión. del tejido urbano hasta llegar a configurar realidades norte-sur en M adrid, etc., no son sino ejem plos de un fenómeno general.
espaciales nuevas como son las metrópolis, una creciente intervención de P ara aum entar la variedad existente, al modelo de crecim iento horizontal
los poderes públicos tendente a co n trarresta r algunos de estos efectos de raíz anglosajona, basado en viviendas unifam iliares alineadas, con ba-
12 0 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 121

jas densidades, se le contrapone el desarrollado en la mayor p arte del con­ demás, originándose en este sentido una progresiva especiaíización funcio­
tinente, mucho más concentrado y con predom inio de bloques en altura, nal de cada uno respecto del conjunto; el R uhr alem án (10 millones de
que perm ite agrupar los servicios a costa de unas mayores densidades. Las habitantes), el R andstad holandés (5 millones), Manchester-Liverpool (3,8
áreas de infravivienda, particularm ente significativas en las grandes ciu­ millones) o Franckfurt-Mainz-W iesbaden (3 millones), representan asim is­
dades de los países m eridionales como resultado de la inexistencia de mo ejemplos significativos.
oferta privada suficiente para un sector de demanda no solvente, la es­
casa capacidad prom otora del poder público y lo acelerado del creci­
m iento urbano en las últim as décadas, suponen un elemento adicional a 5. La intervención pública en la construcción de las nuevas realidades
considerar. urbanas
Por lo que respecta a la industria, su im plantación ha evolucionado
notablem ente desde el siglo pasado. Si en las prim eras etapas las fábricas Si la reglam entación sobre la distribución y funcionam iento de deter­
y talleres se dispersaban po r el tejido urbano, con pequeñas concentra­ m inadas actividades o la construcción de viviendas oficiales cuentan con
ciones puntuales, la instalación del ferrocarril fijó buena parte de los una cierta tradición en las ciudades de Europa occidental, la evolución
establecim ientos en el entorno de las estaciones, dando así origen a los en el últim o siglo ha exigido una actuación más directa y enérgica de los
prim eros cinturones fabriles y obreros. Las crecientes necesidades de poderes públicos tendente a lim itar las tensiones sociales generadas, pa­
espacio por parte de las em presas, las restricciones im puestas por el liar los déficits infraestructurales, o rien tar el crecim iento, o prom over
poder público a la localización en áreas centrales ante las extem alidades la descongestión de las grandes metrópolis. En la im plem entación de estas
negativas generadas, el encarecim iento del suelo, o la progresiva am plia­ políticas, cuya eficacia ha sido muy variable según países, los organism os
ción de los mercados, se han com plem entado para favorecer un traslado públicos han orientado su actuación en tres direcciones principales:
general hacia la periferia urbana y los núcleos del entorno, con prioridad
a los ejes de transporte rápidos y los polígonos creados a tal efecto. La
— Desarrollo de unas norm as de planeamiento en las que se m arcan
difusión de las mayores tasas de crecim iento industrial a distancias cada las coordenadas generales de la evolución futura, fijándose asimis­
vez mayores del núcleo central ha favorecido decididam ente la formación mo el soporte económico necesario p ara su puesta en práctica.
de aglomeraciones urbanas. — Control y zonificación de los usos del suelo en el interior de la
La aparición de estas nuevas realidades, fenómeno particularm ente ciudad.
generalizado en las sociedades capitalistas avanzadas durante nuestro — Política asistencial orientada a la gestión de ios servicios públicos
siglo, no supone tan sólo un cambio cuantitativo, de escala, sino tam bién y determ inadas prestaciones sociales, en el m arco de «welfare state».
cualitativo: «lo que distingue esta nueva form a de las anteriores no es
sólo su dimensión (que es consecuencia de su estructura interna), sino Dentro de esta área, el Reino Unido es, sin duda, el país que cuenta
la difusión de las actividades y funciones en el espacio y la interpenetra­ con una mayor tradición planificadora en el ám bito urbano. Ya desde
ción de dichas actividades según una dinám ica independiente de la con­ comienzos de siglo, y ante la particular gravedad que aquí alcanzaron
tigüidad geográfica» (Castells, M., 1979, 28). Si bien es indiscutible el papel los efectos de la prim era Revolución Industrial en las ciudades, se ini­
jugado por el desarrollo tecnológico en su consolidación, las razones ciaron program as para suprim ir los barrios degradados y construir vi­
esenciales hay que buscarlas en la creciente im portancia de las economías viendas baratas («Housing Acts» de 1919 y 1924), hasta el punto de que,
externas como fuente de beneficio para las em presas industriales o de a mediados de los años 30, las construcciones municipales o subvencio­
servicios a medida que se fueron liberando de las servidum bres impues­ nadas p o r el Estado representaban el 50 % de las levantadas desde la
tas por la localización de los recursos, la m ano de obra, el m ercado, etc. I G uerra Mundial. Tam bién en esos años, y ante las dimensiones alcan­
En últim o térm ino, no son sino exponentes de la concentración de ios zadas por Londres, prim era m etrópoli del continente, surgieron las pri­
medios productivos y de gestión característica del período actual. m eras propuestas orientadas a encauzar su expansión, m aterializadas
En Europa cabe distinguir dos tipos básicos. De un. lado, las áreas en el Inform e Barlow (1940), cuyas recom endaciones básicas fueron apli­
m etropolitanas, constituidas a p a rtir de un centro afectado por un rápido cadas en el «County of London Plan» o Pian Abercrombie, aprobado en
crecimiento, que genera la aparición en su entorno de una corona de nú­ 1943, y que guió la evolución en las décadas posteriores. Concibiendo el
cleos satélites funcionalm ente dependientes (ciudades-dormitorio, áreas Gran Londres m ediante una serie de anillos concéntricos, los objetivos
industriales o de servicios...); los ejem plos de París (8,4 millones de habi­ del plan se orientaron a descongestionar las áreas centrales, favoreciendo
tantes en 1980), Londres (7,5 millones), Milán (4 millones) o M adrid (4 mi­ el traslado de industrias y población, prom over un «cinturón verde» pro­
llones) son claros exponentes de este m odelo de crecimiento. Un segundo tector de unos 8 km de profundidad para fren ar la expansión ininterrum ­
tipo corresponde a las conurbaciones, form adas por el crecim iento para, pida de la ciudad, y traslad ar lo esencial del crecim iento hacia un anillo
lelo de varios núcleos urbanos entre los que ninguno prim a sobre los externo constituido por ciudades satélites, preexistentes o creadas a tal
122 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALOS EN ÁREAS DESARROLLADAS 123

efecto, en un radio de unos 70-100 km. Para lograrlo, se reforzaron los o el crecim iento de Estocolmo ejemplifican el grado de control público
mecanismos de control sobre el suelo y la edificación («Town and Coun- que se ha alcanzado sobre la actuación de los agentes privados.
try Planning Acts» de 1943 y 1944), m ediante la exigencia de perm isos de Pero donde esta intervención llega a sus mayores cotas actuales es,
construcción y la gestión directa p o r el sector público del 50 % de las sin duda, en los países del este. Con la instauración de los nuevos regíme­
viviendas construidas. nes y de los planes quinquenales a finales de los años cuarenta, se inicia­
ron una serie de transform aciones en profundidad que tam bién han afec­
En este marco general, merece especial atención al «plan sobre nue­ tado a sus espacios urbanos. Su im portancia resulta indudable si se tiene
vas ciudades» («new towns») desarrollado desde 1946 y exportado al con­ en cuenta que el pretendido proceso de crecimiento industrial acelerado
tinente en fechas posteriores. Inspiradas en las propuestas de E. H oward había de basarse en una expansión paralela del número y tamaño de las
sobre el modelo de ciudad-jardín (Letchworth, 1903; Welwyn Garden City, ciudades que hasta esos años, y con excepción de las capitales políticas,
1920), las 8 ciudades nuevas concebidas inicialmente (Stevenage, Hemel sólo alcanzaban cierta entidad en regiones como Sajonia, Bohemia y
Hempstead, Hatfield, Welwyn, Harlow, Basildon, Bracknell, Crawley), si­ Silesia.
tuadas a 30-60 km de Londres, presentan una estructura interna muy Si en los prim eros m om entos el objetivo prioritario fue la reconstruc­
similar. Planificadas como ciudades de un tam año limitado que perm i­ ción de las ciudades destruidas total o parcialm ente p o r la guerra, bien
tiera hum anizar la vida de sus habitantes (máximo inicial de 50.000 habi­ manteniendo la fidelidad al pasado como Varsovia, bien llevando a cabo
tantes, ampliado posteriorm ente), pretenden ser tam bién com unidades una profunda remodelación del centro histórico, con apertura de grandes
autosuficientes y equilibradas en la relación existente entre población, vías y plazas, renovación del parque inmobiliario, construcción de edifi­
empleos y dotación de servicios, a fin de evitar los movimientos pendula­ cios públicos representativos, etc., como en Berlín oriental, las actuacio­
res masivos. El espacio está aquí estrictam ente zonificado desde el punto nes principales se iniciarán el decenio siguiente. Desde entonces y hasta
de vista funcional, con una clara separación entre las áreas industriales el presente, lo realizado ha sido fruto de la dialéctica entre objetivos
y residenciales, así como entre los espacios peatonales y los reservados al teóricos y necesidades inm ediatas, que ha condicionado la praxis espe­
tráfico automovilístico./ Al tiempo, y dentro de las áreas de residencia, cífica en cada país, si bien dentro de unas coordenadas comunes.
existe un marcado predom inio de las viviendas individuales, lo que ori­ Partiendo de la socialización del suelo, de buena parte de los inm ue­
gina densidades muy bajas (100-150 habs./ha. en promedio), agrupadas en bles urbanos, y de la sujeción a las directrices generales em anadas del
unidades vecinales que suelen disponerse en torno a un centro cívico- planeamiento, que sustituye así los mecanismos del mercado en la asig­
comercial en el que se localizan los servicios principales. nación de usos al suelo, el urbanism o se concibe como instrum ento para
Si bien su éxito inicial fue indudable, justificando que a mediados de cubrir necesidades colectivas y, al tiempo, como palanca de transform a­
los 70 las 22 «new towns» construidas superasen ya los 1,2 millones de ción de la sociedad. Por ello, desde los comienzos se intentaron superar
habitantes, ocupando un total de 250.000 nuevas viviendas (Berry, B. J. L., las principales lacras que se achacan a las ciudades industriales del capi­
1975, 202), tam bién se han señalado algunas limitaciones, particularm en­ talismo surgidas en Europa occidental. Para ello, los objetivos se cifraron
te en lo referente al fracaso de la pretendida heterogeneidad social en en elim inar la antítesis ciudad-campo derivada de la división espacial del
detrim ento de los grupos con m enor renta, una cierta monotonía y falta trabajo, conseguir una estru ctu ra urbana m ás homogénea e igualitaria,
de «ambiente urbano», y una discutible capacidad para descongestionar eliminando la segregación espacial derivada de los contrastes de clase
unas m etrópolis que siguieron creciendo (Cubillo, L., 1974, 27-40). Por y el problem a de la vivienda como form a de explotación adicional de la
ello, la evolución registrada se ha orientado a sustituir estas simples clase trabajadora, y lograr asim ism o un m ayor equilibrio funcional, dis­
ciudades satélites por centros de crecim iento de tam año mayor (200.000- tribuyendo equilibradam ente los equipam ientos y procurando aproxim ar
400.000 habitantes), dentro de planes regionales de desarrollo. Las nuevas los lugares de residencia a los de trabajo y ocio.
ciudades surgidas en la Europa nórdica (Tapióla, Albertslund), el Zuider- El prim ero de estos principios es, sin duda, el que menores éxitos ha
zee holandés (Lelystad) o Francia (Evry, Cergy-Pontoise, M ame la Vallée, cosechado en su materialización, de modo sim ilar a como se analizará
Melun-Senart), han m antenido la esencia del modelo, elevando general­ en el caso de la Unión Soviética. La necesidad de concentrar esfuerzos
mente Jas densidades medias, pero su papel es mucho más puntual en la para acelerar el crecim iento económicó, particularm ente en el caso de
ordenación territorial. la industria pesada, junto a la fuerte centralización adm inistrativa en las
La preocupación por la ordenación urbana y el equilibrio territorial respectivas capitales políticas, han favorecido el m antenim iento de im­
se difundieron pronto a los países del continente, particularm ente a los portantes desequilibrios en la jerarquización de los sistem as urbanos, y
de su m itad norte, con m ayor peso de los gobiernos de corte socialista o el crecimiento de grandes ciudades como Budapest, con 2,2 millones de
socialdemócrata, habiendo alcanzado elevadas cotas de eficacia en algu­ habitantes en 1977, equivalentes al 20 % de la población húngara, Var­
nos de ellos, entre los que destacan particularm ente los casos de Suecia sovia (2,1 millones y 6 % respectivam ente), B ucarest (2 millones y 9 %
o los Países Bajos, en donde ejem plos como el de la «Randstad Holland» del total), Praga (1,2 millones y 8 %), Berlín oriental (1,1 millones y
124 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRL'CTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 125

7 %) o Sofía (1 millón y 11 %). Las actuaciones en este terreno se han cim iento económico han supuesto desde entonces una drástica modifi­
limitado a la construcción de algunas ciudades nuevas, bien para descon­ cación de ese panoram a, tanto por lo que se refiere a la im portancia
gestionar algunas de estas m etrópolis, revitalizar ciertas regiones poco relativa de la actividad agraria en la producción y el empleo totales, como
desarrolladas, o acom pañando la creación de nuevos complejos industría­ por los cambios morfológicos, funcionales y sociales que han tenido
les. Los ejemplos de Nowe Tíchy, Stalowa Wola o Nowa H uta en Polonia, lugar en el m undo rural.
Dunajvaros en Hungría, Titograd en Yugoslavia, o Dimitrovgrad en Bul­ En prim er lugar, una parte más o menos relevante, según los casos,
garia, se inteeran en este contexto. del espacio rural europeo ha cam biado su uso, generalizándose una cierta
Los avances logrados en los otros dos aspectos son bastante más sig­ reducción del terrazgo agrícola en favor de otros usos alternativos que
nificativos. La búsqueda de una mayor igualdad en las condiciones de com prenden desde la reforestación o la creación de nuevas infraestruc­
vida para los habitantes urbanos se ha vinculado a la estructuración del turas, a viviendas, industria dispersa, etc., hecho particularm ente im por­
espacio en base a unidades de vecindario. Con unas dimensiones de 6.000- tante en las áreas próxim as a los grandes centros urbanos.
12.000 residentes, y agrupadas en distritos, cada unidad se organiza en A la pérdida de terrenos de labor, principalm ente en espacios margi­
torno a un área central de servicios com unitarios (educativos, sanitarios, nales o periurbanos, le ha acom pañado un retroceso muy superior de la
comerciales, de esparcim iento), generalm ente en el sector más accesible. población activa agraria, con im portantes volúmenes m igratorios en di­
Constituidas por edificaciones en altura, y con amplias zonas libres que rección a las áreas urbano-industriales, bien sean del propio país o de
perm iten m antener densidades medias ante el carácter de propiedad otros. De este modo, en 1982 sólo el 16 % de los activos europeos seguía
social que tiene el suelo, presentan hoy una composición social bastante ocupado en el sector prim ario, lo que venía a suponer una tercera parte
homogénea, favorecida por la política de alquileres bajos, si bien la per- del prom edio m undial en ese año, y de éstos una parte creciente lo hacía
vivencia de un m ercado libre y los sistem as cooperativistas actualm ente tan sólo a tiempo parcial. La distribución por países que refleja el cua­
en desarrollo contribuyen a m antener una cierta diferenciación (Gold- dro I I I .13 sirve para poner de manifiesto, una vez más, los im portantes
zamt, E., 1979). contrastes internos, que en esta ocasión hay que relacionar con el nivel
Los mayores problem as de integración se plantean respecto a las áreas de desarrollo económico y la antigüedad del proceso industrializado^
industriales, si bien partiendo de realidades diversas. En aquellas ciuda­ con las dificultades im puestas en cada caso por las condiciones ecológi­
des con tradición fabril, la utilización de las instalaciones productivas cas que reducen el terrazgo agrícola a menos del 10 % de la superficie
existentes ha limitado en gran medida la búsqueda de distribuciones más total en países como Noruega (2,4 %), Suecia (6,7 %), Finlandia (8,1 °/o)
equilibradas, por lo que las características actuales resultan muy simi­ o Suiza (9,3 %), y con el grado de autarquía económica m antenido por
lares a las de cualquier país occidental. Por su parte, la dificultad para cada país, que tiende a favorecer un retroceso más lento de estos efecti­
insertar actividades básicas altam ente contam inantes en el tejido urbano vos en las economías planificadas.
ha obligado a m antenerlas en la periferia, a m enudo separadas por un
cinturón verde de protección, con los consiguientes desplazamientos dia­ C uadro 111.13
rios residencia-trabajo, que tam bién resultan inevitables en las grandes
ciudades. Con todo, se ha procurado un reparto más equilibrado de las Población activa agraria europea en 1982
fábricas entre los distintos sectores de la ciudad al objeto de no concen­
Países por debajo del prom edio Países que superan el prom edio
tra r las extem alidades negativas que se generan en detrim ento exclusivo
de ciertos sectores residenciales, si bien en este aspecto la diversidad de Reino Unido 2% España 17%
situaciones actualm ente observable es muy amplia. Bélgica 3% Irlanda 19%
Suecia 6% Hungría 22%
R, F. de Alemania 6% Portugal 27%
Países Bajos 6% Polonia 30%
V. Los ESPACIOS RURALES Y LAS ACTIVIDADES AGRARIAS Suiza 7% Bulgaria 34%
* Dinamarca 8% Grecia 38%
1. La transformación del m undo rural europeo: procesos generales Noruega 8% Yugoslavia 39%
Francia 8% Rumania 48%
R. D. de Alemania 10% Albania 61 %
Hasta el siglo x v i i i , los asentam ientos rurales como forma de pobla- Checoslovaquia 11 %
miento y la agricultura como actividad eran am pliam ente dom inantes en Austria 11 %
Europa, con unas características regionales bien definidas que se habían Finlandia 11 % EUROPA: 16%
ido decantando a lo largo de una lenta y prolongada evolución en el Islandia 12%
Italia 14%
tiempo, partiendo de unas determ inadas condiciones ecológicas. Las pro­
fundas transform aciones vinculadas al proceso de industrialización y cre­ Fuente: PopuSation Refercnce Bureau, 1982.
126 E SPA C IO S Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 127

Esta regresión de los efectivos agrarios ha desencadenado en las re­ En prim er lugar, hay que m encionar el predom inio generalizado de la
giones más afectadas la crisis de muchos antiguos centros de servicios agricultura de subsistencia relacionada con la escasez de excedentes y las
que han visto restringida su demanda, al tiempo que conocían una cre­ dificultades para el transporte a grandes distancias, tanto por sus altos
ciente competencia por parte de las grandes ciudades vinculada a la me­ costes como p o r el carácter perecedero de m uchos productos. Así, por
jora del transporte. El resultado ha sido un éxodo de comerciantes, arte­ ejemplo, Bairoch ha calculado que aún hacia 1830, los costes de trans­
sanos, trabajadores de los servicios, etc., que ha favorecido una ruraliza- po rtar el trigo se doblaban a los 400-500 kilóm etros p o r vía terrestre y a
ción creciente de los núcleos pequeños y una cierta concentración en los 1.200 por vía m arítim a (Bairoch, P., 1973, 76). E sta últim a considera­
los mayores, reforzando así su jerarquización. ción justifica que, pese a lo anterior, algunos países o regiones bien comu­
Pese a la pérdida de efectivos humanos, las innovaciones introducidas nicadas por m ar como Inglaterra o los Países Bajos iniciasen ya desde
en las explotaciones, tanto p o r lo que se refiere a los cambios de culti­ el siglo x v i i un progresivo abandono de la cerealicultura, compensado
vos. mayor especiaíización, tecnificación de las labores, etc., han perm i­ mediante un aum ento de las im portaciones procedentes de Polonia (a
tido un rápido aum ento de la productividad, necesaria en una actividad través del Báltico y los estrechos daneses) o Ucrania (desde el m ar Ne­
orientada ya plenam ente al mercado, e incluso una elevación de la pro­ gro), que vieron así reforzadas sus oligarquías terratenientes. Un segundo
ducción obtenida en cifras absolutas, con aparición de excedentes. Es tipo de áreas con una cierta especiaíización productiva eran las del en­
significativo, po r ejemplo, que en el Reino Unido una población campe­ torno de las grandes ciudades, en donde la distribución de usos del suelo
sina que sólo representa el 2 % de sus activos, produzca el 55 % de los parece guardar estrecha relación con el modelo descrito por Von Thünen
alimentos consum idos en el país (Minshull, G. N., 1978). a comienzos del xix, existiendo una evidente relación entre distancia e
La situación se invierte, en cambio, en la periferia de las grandes ciu­ intensidad de ocupación; de este modo, tienden a form arse aureolas más
dades europeas, som etidas a una progresiva «invasión» urbana, que ade­ o menos concéntricas en torno al m ercado, sólo deform adas por la exis­
más de generar frecuentem ente un increm ento de los efectivos poblacio- tencia de ejes de transporte rápido como, p o r ejemplo, un río navegable.
nales, se traduce en la aparición de formas específicas y peculiares de Dentro del policultivo inherente al autoconsum o, en Europa se evi­
utilización de un suelo incorporado ya a los .mecanismos de producción dencia un claro dominio de los cereales como base de la alimentación,
espacial característicos de las sociedades urbanas. con la consiguiente dependencia respecto a las fluctuaciones de su pro­
Un último tipo de cam bios, menos visibles por lo común, ha afectado ducción. Aunque el cereal básico variase o presentase asociaciones con
a los sistemas de explotación y propiedad de la tierra, aquejados de ina­ plantas diversas según las condiciones clim áticas regionales, ésta es, sin
daptación funcional respecto a las actuales formas de producción y causa duda, una de las pervivencias más notables a lo largo del tiempo, junto
de graves tensiones sociales en algunas regiones europeas. En este caso, al papel subsidiario de una ganadería que proporcionaba, sobre todo,
la diversidad de actuaciones llevadas a cabo impide extraer generaliza­ fuerza de tiro, estiércol y un com plemento alim entario.
ciones y obliga a un análisis más pormenorizado.
En cuanto a las técnicas de cultivo aplicadas a los suelos europeos,
Todos estos procesos globales han tenido lugar sobre un sustrato re­
su evolución fue bastante lim itada desde la revolución neolítica y hasta
gional diferenciado, en donde las peculiares condiciones naturales e iner­
la ya señalada del siglo x v i i i , m anteniéndose en consecuencia una baja
cias históricas han originado respuestas diversas, traducidas en la notable
productividad que en el caso de los cereales puede cifrarse en una rela­
variedad y com plejidad de los paisajes agrarios en la Europa de hoy.
ción sim iente/cosecha de 1:3 o 1:4 a lo sumo. Además de lim itar el in­
crem ento demográfico, vinculado siem pre a la expansión de la superficie
cultivada como la ocurrida en la Edad Media y en los siglos x v t -x v i i con
2. Las regiones agrarias en la Europa preindustrial la roturación de tierras al este del Elba o en las regiones bálticas, im­
pidió una m ejora significativa en los niveles de vida para la mayoría de
Desdé la introducción de la agricultura sedentaria en Europa, hecho la población, agravada por los fuertes contrastes existentes en la d istri­
que probablem ente tuvo lugar entre el 6500 (M editerráneo oriental) y el bución de la tierra.
2000 a.^de C. (Irlanda y Escandinavia), esta actividad se convirtió en la Pero de tanto o m ayor significado que esos rasgos comunes son los
base dé la subsistencia para la práctica totalidad de estas sociedades, contrastes regionales derivados de la peculiar evolución habida en las
determ inando sus modos de vida y sus posibilidades de desarrollo. sociedades europeas, relacionada con su nivel tecnológico, adaptación al
Desde estas fechas, y prácticam ente hasta la industrialización de cada medio y estru ctu ra de clases característica. Siguiendo a Jordán, pueden
uno de los países europeos, los espacios agrarios han conocido una evo­ distinguirse tres grandes áreas, identificadas con las regiones de pastoreo
lución bastante sim ilar, con una serie de rasgos estructurales omnipre­ nómada del norte de Escandinavia y, sobre todo, con las regiones cerea­
sentes que constituyen una herencia de un cierto peso aún en la actua­ listas centroeuropcas y el mundo m editerráneo, distribuidas según reco­
lidad.
ge la fig. 3.13 a (Jordán, T. G., 1973, 209-232).
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 129

a) El pastoreo nómada en la Península escandinava. — En el vértice


G anadería nómada
septentrional de Europa, área de condiciones clim áticas extrem as que
No ex p lo tab le determ inan su evidente m arginalidad desde el punto de vista agrario, la
ag ríco lam en te
región de Laponia, extendida desde Noruega hasta la Unión Soviética, ha
Agricultura cerealista conocido durante siglos el dominio casi exclusivo de un sistem a ganadero
y explotaciones mixtas
muy extensivo que ha condicionado las form as de vida y ocupación do­
Viticultura especializada
no m editerránea
m inantes.
E sta actividad, vinculada a un grupo étnico específico, se caracteriza
Agricultura m editerránea por el desplazamiento estacional de rebaños de renos en sentido m eri­
diano, entre la tundra y el bosque de coniferas, motivado por la escasez
y pobreza de los pastos, lo que conllevaba asim ism o el traslado del hábi­
ta t durante la prim avera y el otoño. Aun cuando el espacio afectado y
las bajas densidades de población sustentadas lim itan notablem ente la
im portancia de esta región en el panoram a agrario europeo, es evidente
que supone un claro reflejo de la adaptación llevada a cabo ante u n me­
dio francam ente hostil, contribuyendo adem ás a otorgar una acusada
personalidad al territo rio hasta el m om ento presente.

b) La agricultura cerealista centroeuropea. — Desde el sur de Escan­


dinavia y hasta el lím ite de las cordilleras alpinas meridionales, se ex­
tiende un vasto conjunto de llanuras y m esetas ocupadas, al menos desde
época medieval, por los cultivos cerealistas, que suponían el fundam ento
de la economía agraria, en tanto la cabaña ganadera, más im portante
que en el mundo m editerráneo, servía como com plemento eficaz dentro
de la lógica inherente al principio de autosubsistencia.
G anacJeria tra sh u m a n te Según las condiciones térm icas y de hum edad, el cereal de invierno
ex ten siv a
dom inante podía ser el trigo —desde las Islas B ritánicas y Francia hasta
Fv7 No ex p lo tab le ag ríco lam en te los Balcanes— o el centeno —en las regiones m ás septentrionales—, acom­
Iv .v

G anadería vacuna intensiva


pañado generalmente p o r otros cultivos secundarios entre los que la
para lácteos avena y el centeno como cereales de verano destinados al consumo gana­
G anadería para carne
dero o humano, las leguminosas, y el lino como fibra textil ocupaban un
I y explotaciones cerealistas lugar destacado. La rotación trienal (cereal de invierno-cereal de prim a­
'/ss \ Supervivencia de explotaciones vera-barbecho), generalizada en Europa central, daba paso el sistem a de
U2- mixtas diversificadas año y vez en las regiones más secas como el sur de Francia, donde no
Cultivos hortícolas es posible el cereal de verano, y en las más frías como Escandinavia o las
y especializados tierras altas británicas, donde el intenso frío impide cultivar hasta bien
Agricultura m editerránea entrada la primavera.
de secano Al propio tiempo, en las regiones noroccidentales próximas al m ar del
Monocultivo cerealista N orte y al Báltico, el predom inio de la cerealicultura se veía atenúado
por la disminución del terrazgo agrícola y su sustitución por pastos y
eriales m ejor adaptados para el m antenim iento de una ganadería vacuna
y, secundariam ente, porcina, plenam ente integrada con las actividades
agrícolas hasta configurar un sistema agrario mixto.
A las diferencias existentes en lo referente a los aspectos productivos,
le correspondía una diversidad de paisajes que, esquem áticam ente, puede
reducirse a la conocida oposición entre los campos abiertos y cercados.
Fig. 3.13. a y b. Distribución de las regiones agrarias en Europa El sistem a de openfield o de campos abiertos aparece ya en la época
Fuente: T.G. Jordán, 1973. carolingia, asociado a las fértiles áreas cerealistas y con altas densidades
a. Regiones agrarias en la Europa preindustrial.
b. Regiones agrarias en la Europa actual.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 131
130 ESPACIOS Y SOCIEDADES

del sur de Alemania, desde donde parece haberse difundido inicialmente c) La agricultura mediterránea. — Como resultado de la heterogenei­
por las mesetas com prendidas entre el Elba y el Sena, para extenderse dad que manifiestan el medio físico y la evolución h istó rico -cu ltu ral, el
ya a partir del siglo x m hacia el este, acom pañando la colonización ger­ mundo rural m editerráneo se ha m ostrado a lo largo de los siglos como
mánica, e incluso hasta las llanuras orientales inglesas, trasplantado por un espacio particularm ente com plejo y contrastado, en el que la oposi-
la nobleza anglonorm anda. Los rasgos morfológicos son aquí muy acusa­ ción secano-regadío, vertientes-llanuras y latifundio-minifundio definen
dos, con un terrazgo agrícola bien definido y libre de cercas, dividido en lo esencial de su personalidad.
hojas de cultivo homogéneas y continuas, parcelas generalmente alar­ La clásica trilogía cereal-viñedo-olivar, am pliam ente dom inante en las
gadas y estrechas (longueros), y un hábitat agrupado que suele em pla­ áreas de secano, impone al paisaje agrícola algunos de sus rasgos esen­
zarse en el centro de ese espacio, rodeado por pequeños huertos que ayu­ ciales, suponiendo una inteligente adaptación a las circunstancias, tanto
dan a diversificar la alim entación de la familia campesina. Esta fisono­ climáticas (los cultivos arbustivos son los que m ejor pueden afro n tar la
mía tiene una justificación esencialm ente funcional, en relación con la sequedad estival) como topográficas, además de perm itir un escalona-
existencia de determ inados usos comunales: la fijación de cultivos a rea­ miento en las cosechas. M ientras en las grandes llanuras, desde Castilla
lizar en cada uno de los sectores en que se fragm enta el terrazgo perm ite a Tesalia o Macedonia, dominan los campos abiertos cerealistas con sis­
establecer las fechas en que se recogen las cosechas, quedando libre des­ tema de año y vez, las vertientes, a veces abancaladas, se ven ocupadas
pués el terreno para apacentar el ganado, tanto en las rastrojeras como por la arboricultura, desde el viñedo o el olivar a diversos frutales como
en la hoja dejada en barbecho, aspecto de particular im portancia cuando el almendro, el algarrobo o la higuera. Las regiones más húm edas y de
escasea el terreno disponible para este fin. La perm uta circular que se m ejores suelos conocen un sistem a de explotación más intensivo en el
realiza cada año perm ite, además, m antener en equilibrio unos suelos que se superponen, sobre las m ism as parcelas, las hileras de árboles, los
• escasamente abonados, pero fuerza una atomización parcelaria, agravada cultivos herbáceos y las leguminosas. Esta «coltura promiscua», particu­
cuando los longueros se fragm entan progresivam ente por herencia. larm ente desarrollada en la m itad norte de Italia, desde Toscana a la
En las regiones próxim as al Atlántico, desde Galicia a Escandinavia, Emilia-Romagna, exige una fuerte inversión de trabajo para extraer su
domina en cambio el sistem a de campos cercados o bocage, que algunos máximo rendim iento a pequeñas explotaciones, muchas veces arrenda­
identifican con las áreas en que se procedió a una roturación individual das, y supone la máxima expresión del policultivo de autosubsistencia.
de los bosques, y que conocerá una progresiva expansión durante la Edad Un últim o rasgo del secano m editerráneo viene a ser la escasez gene­
Moderna. Aquí las tierras de labor y los prados, mucho más extendidos ralizada de pastos, que limita el desarrollo ganadero a las especies ovina
ante un clima de m ayor hum edad, aparecen cercados con madera, piedra o caprina frente a la vacuna, favoreciendo adem ás una trashum ancia es­
o seto vivo según los casos, presentando al tiempo una forma compacta tacional de los rebaños. Las únicas áreas donde la ganadería alcanza a
e irregular, y apareciendo a m enudo entremezclados con las áreas incul­ ocupar una significación p rioritaria son, además de las m ontañas, las del
tas de landa o bosque. Un h áb itat disperso en granjas o pequeñas al­ suroeste de la Península Ibérica, en donde los m ontados del Alemtejo y
deas y una densa red de caminos rurales completan una morfología per­ las dehesas salm antinas y extrem eñas suponen un sistem a de explotación
fectamente diferenciada de la anterior, que se corresponde con una muy extensivo, ligado estrecham ente a la gran propiedad, en que el enci­
economía agraria mucho más orientada hacia la ganadería. La supresión n ar o alcornocal adehesado, el cereal (frecuentem ente cultivado al ter­
de toda servidum bre comunal y el acusado individualismo subyacente cio) y los pastos se reparten el suelo.
justifican su expansión desde el siglo xvn, a medida que aum enta la
participación de la burguesía urbana en la com pra de tierras y crece la En las pequeñas llanuras irrigadas que con carácter discontinuo apa­
especiaíización ganadera. La cerca tiene, en este sentido, una funcionali­ recen en tom o al M editerráneo, desde el litoral valenciano-murciano al
dad múltiple: defiende las tierras del ganado ajeno, delim ita la propiedad de Macedonia, la situación es totalm ente diferente. Junto al im portante
y facilita una concentración de las parcelas dispersas del openfield en aum ento de la productividad que perm ite la existencia de agua durante
unidades mayores, asociada con frecuencia a una paralela concentración el verano, las huertas conocen una gran variedad de plantas cultivadas,
de la 'propiedad. El movimiento de las «enclosures» desarrollado en In­ desde la trilogía del secano a diversos frutales, productos hortícolas e,
glaterra desde el siglo XIV, y con más intensidad desde el xvi, ejemplifica incluso, plantas tropicales posibilitadas por la elevada integral térm ica.
bien el proceso y supuso, ju n to a la sustitución del cultivo cerealista por El m inifundism o y las altas densidades de población suelen acom pañarse
los prados y la ganadería (para producción de lana, carne y cuero), la aquí por un poblam iento disperso que contrasta con el habitual del se­
dispersión del hábitat, una im portante reducción de la población activa cano, generalm ente concentrado y con cierta predilección por las zonas
agraria y una apropiación p o r parte de los terratenientes de las tierras de contacto, donde resulta posible desarrollar una economía mixta, y por
incultas o comunales, am pliando así sus propiedades y desintegrando el emplazamientos defensivos relacionados con la dilatada y agitada historia
anterior sistem a comunal de campos abiertos. de estas regiones.
13 2 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 133

3. Los nuevos espacios agrarios europeos C u a d ro I I I . 14

Distribución de la superficie agrícola en los países del noroeste europeo (1980)


a) La evolución de los sistemas de cultivo: hacia una agricultura in­
dustrializada.— Pese a las pervivencias estructurales vinculadas a este M iles d e h e c tá re a s
pasado, la evolución general hacia la agricultura de mercado en todos los
U so del suelo D in a m a rc a R. F. A. P. B a jo s I r la n d a R ein o U nido
países europeos ha supuesto una progresiva capitalización de las explo­
taciones, con una m ejora en las técnicas de cultivo que comprenden Trigo 139 1.668 142 47 1.441
desde la motorización y mecanización, hasta el empleo creciente de pro­ O tros cereales 1.677 3.542 82 358 2.497
ductos químicos, la expansión del regadío, la selección de semillas y ra­ F o rrajes 529 1.157 182 ---- 1.999
Pastos perm anentes 252 4.754 1.160 4.600 11.907
zas, etc. Igualmente, ha tenido lugar una progresiva especiaíización pro­ Cultivos perm anentes 14 179 36 72
3
ductiva relacionada con las condiciones naturales de cada territorio, su O tros cultivos 294 948 426 692 1.004
accesibilidad y la evolución de los mercados, que perm ite elevar los ren­
T otal 2.905 12.248 2.027 5.700 18.920
dimientos por persona y hectárea, si bien a costa de un paralelo aumento
de la dependencia, tanto ecológica como económica. Según la denomi­ F u e n t e : EU R O STA T, 19S3, y e la b o ra c ió n p ro p ia .
nada «ley de Engel», la proporción de gasto en alimentación disminuye
con el aumento de la renta, y asimismo cam bia el tipo de productos Pese al predom inio absoluto que sigue teniendo la pequeña y m ediana
consumidos, lo que ha supuesto en Europa un progresivo increm ento en explotación fam iliar (el 79 % de las existentes en 1980 contaba con 5-50
aquellos de mayor calidad como la carne, los lácteos, las hortalizas y hectáreas, repartiéndose el 64 % de la tierra), el amplio desarrollo alcan­
frutas, en detrim ento de los anteriorm ente básicos como los cereales o zado por el cooperativism o desde el siglo pasado, tanto en los aspectos
las legumbres. productivos como, particularm ente, en la comercialización, perm ite paliar
La conocida diversidad climática y edáfica en Europa, unida al distinto algunas de estas deficiencias estructurales. El resultado es hoy un sector
grado de adaptación a estas transform aciones, genera una amplia varie­ plenam ente modernizado, que con u n 8 % de la población activa del
dad de situaciones regionales, según m uestra la fig. 3.13b, en las que in­ país aún aporta al PIB un 6 % del valor añadido total, lo que supone una
tentarem os destacar los cambios más significativos que se han registrado. productividad sólo superada en la CEE por los Países Bajos.
Las áreas próximas al océano, ju n to a buena parte de las regiones al­ Los pólders holandeses son, precisam ente, otro de los ejem plos ilus­
pinas, han acentuado su tradicional vocación ganadera, orientándose trativos más citados a este respecto. Terrenos ganados al m ar m ediante
principalmente en la actualidad hacia la producción de leche y derivados la construcción de diques que se apoyan en los cordones litorales de arena
con destino a los mercados urbanos circundantes. Con un terrazgo amplia­ (Gay, F.-Wagret, P., 1970, 14-20), han conocido una constante ampliación
mente dominado por los pastos, las forrajeras y los cereales-pienso (vid. desde el siglo x m , llegando a rep resen tar una superficie aproxim ada de
cuadro III.14), se ha evolucionado hacia un tipo de explotación muy 750.000 hectáreas, equivalente a una tercera parte del territo rio nacional,
capitalizada en la que la estabulación, la selección de razas y una intensa y aún hoy se encuentran en pleno desarrollo con las actuaciones en el
mecanización que ha reducido drásticam ente el nivel de empleo, perm iten Zuiderzee y el proyectado plan sobre el delta del Rhin, del Mosa y del
alcanzar los niveles de renta más altos dentro de las regiones agrarias Escalda. La conversión en suelo agrícola de estas áreas ha exigido un
europeas, plenamente com parables a los obtenidos en otros sectores pro­ largo y laborioso proceso, im pulsado p o r la fuerte presión demográfica
ductivos. sobre el territorio, en el que a la desecación realizada m ediante el em­
El caso danés puede resultar bastante expresivo de la evolución re­ pleo de molinos de viento o, más recientem ente, bom bas hidráulicas, le
gistrada (Gilbank, G., 1974). Partiendo de las difíciles condiciones que ha seguido la rectificación y bonificación intensiva del suelo para hacerlo
para el desarrollo agrícola presentaba la península de Jutlandia, con cultivable, culm inando con su distribución entre los colonos y puesta en
abundancia de suelos arenosos de origen glaciar muy poco fértiles, junto explotación.
a tuberas *y pantanos en las áreas deprim idas, desde el siglo pasado se Si en los prim eros siglos el rep arto se hizo m ediante la entrega de
ha llevado a cabo un proceso de desecación, drenaje y bonificación que lotes pequeños e irregulares destinados al policultivo, en tanto los nú­
h a permitido incorporar más de 700.000 hectáreas al terrazgo explotable, cleos poblados se alineaban sobre los diques como m edida de protección,
lo que representa cerca de la cuarta parte del total actual. Una progre­ la evolución en el últim o siglo ha conducido a explotaciones regulares
siva dedicación hacia los cereales-pienso (57,7 % de la superficie culti­ y de tam año creciente, que incorporan la granja en su interior prom o­
vada), complementada con las plantas forrajeras (18,2 %) y los pastizales viendo así un háb itat disperso. La especiaíización ganadera es ya casi
(8,7 %), ha perm itido el desarrollo de una cabaña vacuna y, secundaria­ total (m ás de cuatro millones de cabezas de vacuno, principalm ente de
mente, porcina, que hoy representa más del 90 % sobre el valor final de raza frisona), traducida en el paisaje por un claro dominio de los pasti­
la producción agraria y del 25 % de las exportaciones nacionales. zales (60 °/o de las superficies agrícolas) y de los cultivos destinados a
134 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 135

su alimentación en form a de piensos. La única excepción im portante se regional ha sido diversa. El trigo sigue cubriendo extensas áreas, ocupan­
sitúa en el W estland, núcleo central del área de pólders rodeado por el do aún más del 30 % de las tierras sem bradas anualm ente en todos estos
anillo urbano del Randstad, en el que se ha desarrollado una horticultura países. No obstante, el descenso relativo que registra su consumo, limi­
intensiva sobre poco más de cien mil hectáreas, cuyos mercados de venta tado al m ercado nacional, ha ocasionado una progresiva reducción de la
desbordan las fronteras nacionales para extenderse a las grandes aglo­ superficie triguera en beneficio de otros cereales secundarios destinados
meraciones del entorno, desde Suecia al Reino Unido o la RFA. La dedi­ al consumo ganadero (centeno, maíz, cebada...), oleaginosas como el gi­
cación de unas 15.000 hectáreas al cultivo de flores, parcialm ente en in­ rasol, e incluso cultivos industriales como la rem olacha azucarera o las
vernadero, es buena m uestra del carácter especulativo y plenam ente forrajeras allí donde ha sido posible introducir el regadío. La ru p tu ra
industrializado de esta actividad, que contribuye decisivamente a lograr de los sistem as mixtos tradicionales, con la reducción del barbecho, ha
una balanza agraria positiva para el país, junto a una participación cer­ acarreado una paralela regresión de la ganadería ovina a excepción de
cana al 8 °ó de la producción final agraria de la CEE que contrasta con algunas áreas m arginales de m ontaña.
el 2 °o de las tierras cultivadas que representa. Muy distinta ha sido, en cambio, la evolución del viñedo, en rápida ex­
Hacia el interior del continente, esta monoespecialización ganadera pansión al abrirse los mercados exteriores, posibilitando así la aparición
casi total va dando paso al predom inio de los sistemas mixtos. Si bien de grandes extensiones cubiertas de vides, desde el Bajo Duero portu­
es cierto que ha tenido lugar un increm ento generalizado en el papel que gués, la Mancha o la Rioja españolas, y el Langucdoc francés, hasta el
se otorga a la actividad pecuaria, coincidente con la elevación en el con­ golfo de Corinto, alcanzando en conjunto cerca de dos terceras partes
sumo de estos productos y la posibilidad de realizar una im portación de la cosecha m undial. Por su parte, el olivar m antiene una superficie
masiva de otros alim entos, la explotación tiene aquí un carácter más prácticam ente constante ante el estancam iento que registra su demanda,
extensivo, su orientación básica es la producción de carne, y aún coexiste pese a lo cual los paisajes alomados recorridos por hileras de olivos
con una amplia variedad de cultivos. Así, en todas aquellas llanuras don­ siguen caracterizando resiones como la Alta Andalucía, la Riviera o la
de el calor y una cierta sequedad hacen posible la m aduración del grano, costa del Adriático.
se ha mantenido, e inclusa acentuado, la especiaíización cerealista aun­ Pero frente a una agricultura de secano que aún m antiene buena
que eliminando prácticam ente el barbecho, la tram a parcelaria y las su­ p arte de sus rasgos anteriores y que ha expulsado en las últim as décadas
jeciones comunales im perantes en el antiguo sistema de openfield. Su un voluminoso contingente campesino hacia las áreas urbanas, los rega­
rotación con determ inadas plantas industriales como la remolacha en las díos intensivos se han m ostrado como espacios dinámicos y en expansión,
regiones septentrionales m ás húm edas y frías (desde East Anglia o las capaces de m antener un poblam iento denso. La ampliación posibilitada
cuencas de París y del Duero, a la llanura germano-polaca), o el maíz y por la m ejora de las infraestructuras tecnológicas (embalses, red de ca­
el girasol en las más soleadas del su r (Aquitania, Lombardía, Panonia, nalizaciones, etc.), se ha acom pañado por una rápida evolución hacia una
Moldavia, Valaquia...), junto a una intensa mecanización, ha perm itido agricultura especulativa totalm ente orientada al m ercado, en buena parte
m ejorar su productividad a costa de un intenso éxodo rural, si bien su exterior, y de altos rendim ientos, capaces de com pensar con creces el
competitividad exterior continúa siendo bastante escasa, exigiendo un ele­ minifundismo im perante. El consiguiente abandono de aquellos cultivos
vado proteccionismo. Las com arcas de especiaíización vitícola (Burdeos, no competitivos en este ám bito internacional se ha contrarrestado con
Champagne, Rhin, Valais...), identificadas tam bién con veranos secos y, la rápida expansión de los más dem andados, desde los frutales, particu­
particularm ente, con vertientes orientadas hacia el sur, vienen a subra­ larm ente los cítricos, a las hortalizas, el arroz, el algodón, etc. Si bien es
yar el complejo mosaico agrario que supone hoy la Europa central, y la cierto que el desarrollo de tales actividades ha generado im portantes
creciente división del trabajo que ha conllevado la expansión de la agri­ efectos m ultiplicadores al potenciar directam ente el comercio, la indus­
cultura de mercado, especialm ente en el interior de la Comunidad Eco­ tria de transform ación y el transporte, la agricultura m editerránea se
nómica Europea. ha situado en una creciente posición de dependencia con respecto a la
Por lo que respecta a las regiones mediterráneas, la industrialización Europa noroccidental, agravada p o r no tratarse de productos de prim era
y urbanización que ha tenido lugar a lo largo del siglo se ha traducido necesidad, lo que. la hace ,muy sensible a las fluctuaciones coyunturales
también en una ru p tu ra de sus rasgos tradicionales, hoy sólo conserva­ o a la com petencia de otros países de la cuenca. *
dos parcialmente en algunas áreas atrasadas del interior de estas penín­ Finalmente, en Laponia ha pervivido la explotación ganadera extensi­
sulas. La progresiva especiaíización de cultivos im pulsada por la com er­ va, si bien adaptada a las condiciones técnico-económicas actuales. El no­
cialización ha hecho retroceder la diversidad anterior, acentuando al madismo sufrió un revés inicial con el establecim iento de la frontera
mismo tiempo algunos de los contrastes característicos del agro m edite­ entre Suecia y Noruega en 1852, habiendo desaparecido hoy totalm ente,
rráneo secularm ente. sustituido por un régimen trashum ante que no conlleva el traslado del
Dentro de las áreas dé secano, la trilogía clásica m antiene su preem i­ hábitat. Los gobiernos de ambos Estados han intervenido tam bién para
nencia, si bien la evolución de los diversos cultivos v su distribución m ejorar las infraestructuras asistenciales, la integración regional con el
136 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 137

resto del territorio y facilitar la comercialización de la producción. El C u a d ro 111.15


resultado ha sido la creación de grandes explotaciones, parcialm ente tec- Distribución de las explotaciones agrarias con más de una hectárea
nificadas, que ocupan un volumen de población bastante reducido ante en la C.E.E. (1980)
la constante emigración, tanto a las cercanas m inas de m ineral de hierro - *

existentes en Kiruna-Gállivara, como hacia la costa o las ciudades del sur. H e c tá re a s


■ N ú m e ro to ta l
1 a 5 5 a 10 10 a 20 20 a 50 M ás d e 50 (m iles)

b) La inadaptación de tas estructuras agrarias y los modelos de re­ Explotaciones (°'G)


forma. — Si las tensiones sociales derivadas del desigual reparto de la
Bélgica 28,5 19,9 26,7 21,0 4,2 91
tierra son una de las constantes de la historia europea, el intento de mo­ D inam arca 17,7 26,6 34,8 10,2 116
114
dernizar el sector p ara adaptarlo a las form as de producción vigentes R. F. de Alemania 32,3 18,7 22,7 22,3 3,9 797
ha hecho cada vez más patentes las deficiencias estructurales heredadas. Grecia 70.9 20,6 6,5 17 0,2 732
Por ello, desde el final de la Segunda G uerra Mundial se hizo inevitable Francia 20,6 14,5 21,1 30,4 13,3 1.135
Irlan d a 14,9 16,7 30,0 29,8 8,7 225
una creciente intervención estatal orientada a superar los problem as más Italia 68,5 17,2 8.4 4,2 1,7 2.192
acuciantes, pero su intensidad, objetivos y medios utilizados hasta el Luxem burgo 19,4 10,9 14,5 38,5 16,8 5
presente han sido muy diversos. En una visión m eram ente aproxim ativa Países B ajos 24,0 20,2 28,9 23,9 2,9 129
y simplista, pueden contraponerse las actuaciones llevadas a cabo en los Reino Unido 11,8 12,5 16,0 27,1 32,7 249
países de Europa occidental, tendentes sobre todo a im pulsar una me-
Superficie (%)
jóra tecnológica y de las infraestructuras básicas (electrificación, carre­
teras, drenaje de áreas pantanosas..,), acom pañada a veces por una po­ Bélgica 4,8 9,4 24,9 40,2 20,8 89.062
lítica de colonización, respecto a las de la Europa oriental, en donde los D inam arca U 5,2 15,4 43,0 35,2 2.904
R. F. de Alemania . - '5,4 8,9 21,6 43,9 20,1 12.172
nuevos regímenes otorgaron prioridad a la reform a en profundidad de los Grecia 38,9 30,0 18,3 9,7 3.1 3.125
sistem as de propiedad, si bien su aplicación ha resultado bastante de­ F rancia 2,1 4,2 12,3 38,0 43,3 28.845
sigual. Irla n d a 1,9 5,6 19,3 40,4 32,9 5.068
Italia 21,6 15,8 15,3 16,8 30,5 16.271
Sin olvidar la existencia de grandes explotaciones capitalistas como Luxem burgo 1,9 2,9 7,8 47,6 39,8 130
los «chateaux» bordeleses, las granjas ganaderas de Oldemburgo, los arro ­ Países B ajos 44 9,5 26,7 44,9 14,9 2.013
zales del Piamonte-Lombardía, o los monocultivos cerealistas de la cuen­ Reino Unido 0,5 1,3 3,4 13,0 81,8 17.123
ca parisina, los países occidentales continúan m anteniendo un amplio F u e n t e : E U R O STA T, 1983.
predom inio de la explotación fam iliar, de dimensiones generalm ente re­
ducidas, según dem uestran las cifras del cuadro 111.15 correspondientes
a los países de la Comunidad en 1980. A excepción del Reino Unido, donde Junto al lento proceso de concentración «espontánea» que se ha de­
el abandono casi total de la actividad agraria facilitó una rápida concen­ rivado del éxodo rural, o el avance de las cooperativas, la m ayoría de
tración que ha supuesto el derribo de buena parte de las cercas levanta­ gobiernos ha procurado favorecer el m ism o m ovim iento a través de ac­
das en siglos anteriores y disfuncionales hoy, hasta crear grandes unida­ tuaciones diversas. Al establecim iento de ren tas vitalicias y pensiones
des compactas dedicadas a pastizales o al monocultivo cerealista en las para los agricultores de m ayor edad que dejan sus tierras, complemen­
regiones orientales, los restantes países presentan un tam año medio de tadas con subvenciones a aquellos otros más jóvenes que las arriendan
explotación inferior a las 30 hectáreas, que en el caso de los dos países para am pliar su explotación (RFA, Países Bajos, Suecia, Austria, Fran­
m editerráneos se reducen hasta los propios de verdaderos m inifundios. cia...), hay que añadir la existencia de agencias estatales en los casos de
E sta pervivencia genera una evidente contradicción entre las considera­ Francia («Sociétés d ’Aménagement Foncier et d'E tablissem ent Rural») y
ciones estrictam ente económicas que abogan por em presas mayores, ca­ Suecia (Comités Agrícolas de Condado) con capacidad p ara com prar tie­
paces de rentabilizar las economías de escala y las posibilidades tecnoló­ rras en venta con el fin de crear una reserva que luego puede cederse a
gicas actuales, frente a la ideología im perante, respetuosa del principio explotaciones vecinas p ara increm entar su tam año. La concentración p ar­
de propiedad privada y líbre em presa, junto a los valores que se atrib u ­ celaria, que a m ediados de los años cincuenta se estim ó necesaria para
yen al pequeño cam pesinado, y es una de las claves explicativas del fuer­ un 50 % de las tierras en Alemania o España, y hasta un 60 % en Portu­
te proteccionism o agrario vigente aún en estos países, que en 1980 con­ gal (Clouth, H. D., 1976, 163), ha perm itido tam bién su p erar la excesiva
sumió, por ejemplo, el 74 % del presupuesto de la CEE a través de las fragm entación derivada del sistem a de openfield y de la partición por
subvenciones otorgadas p o r el FEOGA. herencia, principalm ente en los países ligados a la tradición del Derecho
138 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 139

Romano, pero su incidencia ha sido muy desigual según países, sin afectar guerras apenas habían supuesto m ejoras puntuales y la ampliación del
tampoco la distribución de la propiedad. m inifundio como resultado del reparto de tierras en pequeños lotes, de
La situación resulta particularm ente grave en el área m editerránea, modo que en 1940 las explotaciones inferiores a 5 hectáreas representa­
donde la oposición latifundio-minifundio, de origen generalm ente m edie­ ban el 85 % de las existentes en H ungría, el 65 % en Polonia, o el 62 %
val, se vio en gran m edida reforzada durante el pasado siglo cuando la en Bulgaria (Ilbery, B. W., 1981, 172).
burguesía sustituyó parcialm ente a la nobleza o al clero como ostenta­ A p artir de 1944 se inició la ocupación de tierras por los campesinos,
dora de la propiedad (Revolución liberal portuguesa de 1820, D esam orti­ creándose en cada país un fondo nacional agrario en el que se incluían
zación española...). De este modo, ha pervivido la tradicional imagen del las antiguas propiedades pertenecientes a extranjeros, emigrados, crim i­
latifundio explotado por colonos o jornaleros de m anera extensiva, con nales de guerra y grandes propietarios que rebasaban un tam año perm i­
escasa capitalización y una evidente subutilización del potencial agrario, tido (entre 15 y 20 hectáreas en Polonia a 120 en Hungría). Una vez lega­
generador de un paro y subem pleo crónicos en las regiones m eridionales lizada la expropiación, se procedió a su redistribución, bien en forma
de estos países, Así, p o r ejem plo, en 1968, las explotaciones por encima individual o colectiva. Pero el proceso de socialización sólo comenzó a
de las 100 hectáreas, que sólo representaban el 0,5 % de las existentes cobrar verdadera im portancia desde comienzos de la década siguiente,
en Portugal, se repartían el 45 % de la superficie agrícola (Holland, S., concentrándose el esfuerzo principal en desarrollar las form as de explo­
1981, 175), y el últim o censo agrario español arrojaba un 48 % de la tierra tación cooperativas, desde las más simples inicialmente a las m ás com­
cultivada para las explotaciones con más de 200 hectáreas, que únicam en­ plejas en fases posteriores. De este modo, hoy coexisten tipos muy diver­
te suponían el 1,5 % de las censadas. Las transform aciones recientes en sos, desde las que sólo suponen la realización en común de ciertas faenas
este ámbito han supuesto, sobre todo, una evolución hacia el neolatifun- durante el año, en tanto la cosecha se recoge individualmente, a las que
dio, es decir hacia la m odernización de las técnicas productivas, con suponen la socialización de los medios productivos (tierra, m aquinaria y
aum ento de las inversiones y la modernización, tendencia al m onoculti­ trabajo), con retribución según la aportación realizada por cada m iem ­
vo, generalmente poco intensivo, y elevación de los rendim ientos por p er­ bro, o, incluso, a las que llevan a térm ino la colectivización, rem unerán­
sona a costa de un paralelo increm ento de las tensiones sociales ante la dose tan sólo la cantidad y calidad del trabajo realizado; aunque son
reducción del empleo asalariado. estas últim as las que m ayor transform ación han supuesto en la fisonomía
Junto a la reform a agraria llevada a cabo en Grecia (1923) tras la agraria y los sistem as de cultivo (concentración de explotaciones, ru p tu ­
disgregación del Im perio otom ano, y el fallido intento portugués conse­ ra de la tram a parcelaria, mecanización intensiva...), su desarrollo ha
cuente a la «revolución de los claveles», el único proceso de cierta enti­ sido hasta el presente bastante inferior al alcanzado en la Unión So­
dad desarrollado para modificar esta situación ha sido el italiano. Ante la viética.
bipolarización en el reparto de la tierra, identificada en parte con la secu­ La evolución registrada p o r los diferentes procesos nacionales de re­
lar oposición norte-sur, el país había sido testigo de profundos conflictos form a agraria ha sido diversa en función de la herencia histórica y las
que la ley de reform a prom ulgada en 1950 intentó superar. La expropia­ peculiaridades inherentes a cada caso, por lo que la im portancia actual
ción y redistribución de fincas mal explotadas superiores a 300 hectá­ de la propiedad socialista presenta im portantes contrastes, desde países
reas perm itió rep artir unas 600.000 hectáreas entre 113.000 familias cam­ como Bulgaria, la RDA o Hungría, donde representa más del 90 % de la
pesinas, creando unidades com pactas con vivienda en su interior, lo que superficie cultivada, a los casos de Polonia o Yugoslavia, donde apenas
unido a la m ejora de las infraestructuras hizo posible elevar la produc­ alcanza un 15 % (Le Coz, J., 1976, 65-105). En el caso búlgaro, u n predo­
tividad media. No obstante, su lim itación regional (sólo afectó al 23 % minio de la pequeña propiedad y una secular tradición com unitaria hizo
del territorio, principalm ente en el Mezzogiomo e islas) y el pequeño que ya desde 1919 surgiesen cooperativas de consumo, am pliadas al plano
tam año de las explotaciones surgidas (4-5 hectáreas en regadío y 8-25 en de la producción en 1939. La reform a agraria de 1946 sólo vino a reacti­
secano) no han perm itido frenar el éxodo ru ral masivo, ni ad ap tar la var el proceso, consolidado definitivam ente en 1956 hasta el punto de
estructura agraria a las necesidades del presente, con lo que en 1962 el reducir la participación de la propiedad privada al 0,7 % del total. En
15 % de las propiedades asignadas habían sido ya abandonadas. la RDA, la creación de una Asociación de Ayuda Mutua Campesina en
En Europa oriental, la situación existente al finalizar la últim a guerra 1946 perm itió agrupar las tierras y demás medios de producción confis­
europea era muy diversa, con países en donde el neolatifundism o seguía cados a antiguos nazis y grandes terratenientes, facilitando desde 1952
m anteniendo plena vigencia, en form a de grandes monocultivos cerealis­ su conversión en cooperativas, que hoy com prenden el 85 % de las tierras
tas de exportación (Polonia, Hungría, n o rte de Yugoslavia...), frente a (Stanis, V., 1978, 102-116).
otros con una estru ctu ra m ás equilibrada (RDA, Checoslovaquia), o con Por contra, en Polonia la resistencia a la socialización ha sido m ani­
una pequeña propiedad cam pesina am pliam ente extendida tras la desapa­ fiesta. Si la reform a de posguerra supuso el reparto de los latifundios
rición de la dominación turca (Balcanes). Los tímidos intentos de refor­ señoriales entre más de un millón de campesinos, los intentos de pro­
m a planteados por los nuevos Estados nacionales en el período de entre- mover el cooperativism o desde 1950 se zanjaron con un fracaso que obli-
*
140 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 141
<
gó a retroceder en la línea m arcada desde 1956. Actualmente, el 86 % de Al aum entar la distancia al núcleo central, el área de «commuters» y ^
la tierra de labor pertenece a pequeños propietarios, limitándose los es­ de actividades descentralizadas va dando paso progresivam ente a las se­
fuerzos en favor del asociacionismo a los Círculos agrarios, que actúan gundas residencias como form a de ocupación del suelo. |
como estaciones de m aquinaria, centros de apoyo técnico y redistribuido­ Aunque las actividades de ocio y esparcim iento no son ninguna nove­
dad en las áreas rurales europeas, sí lo es su generalización a amplias «
res de las subvenciones oficiales a la agricultura. El proceso yugoslavo
ha sido bastante sim ilar, generándose un agudo contraste entre la propie­ capas de la población. El fenómeno de la segunda residencia dejó de ser ^
dad privada, que reúne hoy el 85 % de la tierra y el 95 % de la población patrim onio de m inorías privilegiadas desde los años cincuenta, para al­
agraria, frente a sólo tres cuartas partes de la producción y una cuarta canzar carta de naturaleza en el decenio siguiente. Su rápida expansión i
parte de la m aquinaria, respecto a las cooperativas o «zadruga», de ex­ puede explicarse por la convergencia de factores diversos, desde una me­
tensión cinco veces superior en promedio, con un nivel de capitalización jo ra general del nivel de vida que perm ite diversificar el gasto, a la re ­
y productividad bastante más elevado, que perm ite obtener ya casi la ducción de la semana laboral, la difusión del automóvil o la aparición de f
m itad de los bienes agrarios comercializados. la ideología «clorofila», que apoyada en el deterioro del medio am biente
urbano ha convertido los espacios naturales en m ercancía crecientemen- ü
te apreciada, generadora de im portantes plusvalías. De este modo, ya en
4
4. La urbanización del medio rural 1970 se estimó el total de residencias secundarias en los países europeos
en unos tres millones, si bien las cifras eran sólo indicativas ante las
Las transform aciones apuntadas hasta ahora han insistido en los as­ graves deficiencias de la inform ación estadística en este terreno (Cop-
pectos que se refieren a las actividades agrarias, pero el proceso que ha pock, J. T., 1977, 5). Junto a países como Francia (1.232.000 residencias
tenido lugar en las últim as décadas es mucho más amplio y profundo. en 1968), la RFA o Suecia, pioneros en este movimiento, tam bién hay que
El «campo» en toda E uropa se ha visto sometido a una progresiva inva­ señalar su existencia en otros de la E uropa oriental como Checoslova­
sión desde las ciudades, que modifica las formas de mediatización y de­ quia, que en ese año contaba con unas 156.000 viviendas para este uso
pendencia anteriores (Juillard, E., 1973, 5). El fenómeno resulta particu­ (Gardavsky, V., 1977, 64). Estudios posteriores parecen dem ostrar, no
larm ente intenso en el entorno de las grandes ciudades, convertido hoy obstante, que fue la década siguiente la de m ayor expansión, particular­
en lugar de residencia para un núm ero creciente de personas que se tras­ m ente en los países incorporados tardíam ente al proceso. Así, por ejem­
ladan diariam ente a la ciudad, en área de explotación agraria intensiva plo, en España y según el Censo de Vivienda, su núm ero pasó de 796.185
(cinturones lecheros y hortícolas) vinculada estrecham ente al mercado en 1970 a 1.898.602 en 1981 (Del Canto, C., 1983, 89).
urbano, en espacio de descongestión industrial, o bien de ocio y esparci­ Si bien la existencia de un entorno físico agradable actúa como indu­
miento, hasta llegar a diluirse los habituales contrastes entre los modos dable factor de atracción, la accesibilidad (buenas comunicaciones, dis- *
de vida y ocupación en uno y otro medio (tipo de empleo, densidad, hete­ tancia) y las estrategias de promoción desarrolladas por los agentes inmo- ^
rogeneidad social, movilidad espacial...). biliarios parecen ser, a la postre, los justificantes esenciales de su distri­
De este modo, se llega a la existencia de un continuo o, más bien, de bución. La expansión de chalets y apartam entos para fines de sem ana y |
una interpenetración entre lo urbano y lo rural, que perm ite hablar con vacaciones tiende a privilegiar ciertos ejes de comunicación, con una .
cierta propiedad de espacios rurubarnos o de urbanización difusa (Bauer, progresiva difusión hacia la periferia, llegándose en ocasiones a distan- *
G.-Roux, J. M., 1976), en los que la persistencia fisionómica en los nú­ cias superiores a los cien kilóm etros. La antigüedad del fenómeno, la ^
cleos se acompaña de profundos cam bios funcionales y sociales, que la calidad de las comunicaciones y el tam año urbano, ayudan a explicar la
crisis actual de las m etrópolis parece hab er acelerado. escala espacial alcanzada en cada caso.
La instalación de personas procedentes de la ciudad en el medio rural Más allá de la controversia sobre los efectos am bientales y económicos
circundante adquirió verdadera im portancia en las dos últim as décadas, que la segunda residencia ejerce allí donde se asienta, lo que parece evi­
vinculada al aum ento en la tasa de m otorización y la degradación en la dente es su papel como factor activo de desintegración de la com unidad
calidad de vida que se registra en las ciudades «concentradas». La gene­ rural, contribuyendo a acelerar la urbanización de estas sociedades, tanto
ralización del automóvil privado y la m ejora de los ferrocarriles subur­ en lo que se refiere a la actividad (construcción, servicios, com ercio...),
banos en particular han potenciado el proceso hasta hacer de la rururba- como a las actitudes, com portam ientos y valores.
nización uno de los fenómenos m ás representativos de lo que se ha dado En los últim os años parece acusarse una detención, e incluso un mo-
en llam ar sociedades post-industriales. El paralelo desarrollo de la agri­ ■^^ififctnento regresivo, en países de gran tradición como Francia, que está
cultura a tiempo parcial, que ya a comienzos de los años setenta afectaba, ^ á b a ^ n d o con la euforia precedente. Las causas económicas (créditos ca­
según estimaciones, a un 15-30 % de las explotaciones agrarias según ros, ^elevación de *os precios energéticos...) y fiscales parecen aliarse con
países (Clout, H. D., 1970), ha contribuido a potenciar los movimientos r u^a progresiva conversión en residencia principal de estas viviendas, e
pendulares diarios en el entorno de todas las grandes ciudades europeas. ^ipclus© Io n un posible cam bio de m entalidad en los países que iniciaron ^ £ * 6 ^
■*“7 / O*

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ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 143
142 E S P A C IO S Y SOCIEDADES
turas socioespaciales vigentes en los últim os decenios. La posible reor­
este tipo de ocupación hace ya m ás de treinta años. De cualquier forma, ganización y am pliación de la Comunidad Europea, la intensa reconver­
ía urbanización del espacio rural, la expansión de lo que Pahl denominó sión industrial exigida p o r la nueva división del trabajo y la revolución
«partes del campo m entalm ente urbanizadas, pero físicamente rurales», técnica que vivimos, el establecim iento de altas tasas de paro estructu­
no deja de crecer. ral que hoy afecta ya a 19 m illones de personas en Europa occidental, o
los problem as existentes en las econom ías planificadas p ara proseguir el
ritm o de crecim iento de los últim os 30 años, así parecen señalarlo. Una
VI. C o n c l u s ió n : d iv is ió n y c r is is d e l e s p a c io eu ro peo nueva geografía de Europa se está gestando, sin que aún sea posible
vislum brar las nuevas realidades en form ación, aunque lo seguro es que
Como resum en del análisis realizado, pueden establecerse algunas con­ ya no serán iguales a las anteriores. En su construcción, los diversos
sideraciones finales sobre el papel actual de Europa en el contexto inter­ condicionamientos que aquí hem os ido analizando en las diferentes re­
nacional y su grado de cohesión interna. giones del continente, y la capacidad que los europeos tengamos para
Si bien algunos de los rasgos de unidad apuntados como justificación elaborar un nuevo proyecto de Europa, serán las claves esenciales.
del tratam iento conjunto que aquí hacemos parecen evidenciarse al p ar­
ticularizar los diversos aspectos de la realidad europea, no cabe duda
tampoco de las brechas abiertas en el espacio y las sociedades de nuestra
BIBLIOGRAFÍA BASICA
región. En efecto, la identidad que otorgan la antigüedad y densidad de
un poblamiento que ha hum anizado la práctica totalidad del territorio,
el vasto desarrollo cultural y económico, su carácter de centro difusor B calth, A. (1977): Western Europe. A systematic geography. B ath, Pitm an Press.
y dominante desde el siglo xvi, etc., se plasm a aún hoy en m ultitud de Cipolla, C. M. (1976): Historia económica de la Europa preindustrial. M adrid, Re­
hechos, que van desde los elevados niveles de bienestar de que goza una vista de Occidente.
D erruau, M. (1972): Europa . B arcelona, Labor, 2.* edic.
mayoría de su población, a las im portantes herencias que acum ulan sus Diem, A. (1979): Western Europe. A geographical analysis. New York, John Wiley.
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Pero, con ser cierta, esta visión de la realidad europea presente no Press.
Jo rd án , T. G. (1973): The european culture atea. New Y ork, H arper In tern atio n al.
deja de ser engañosa. Además de los fuertes contrastes sociales, secto­ M ellor, R. E. H. (1975): Eastern Europe. A geography oj the COMECON countries.
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económico contem poráneo, y que fragm entan su realidad actual, Europa M ellor, R. E. H.; Sm ith, E. A. (1979): Europe: a geographical survey of the conti-
ha perdido en buena m edida la función dom inante que ostentó hasta co­ nent. London, M acMillan Press.
MinshuII, G. N. (1978): The New Europe. An economic geography of the E.E.C. Lon­
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siglo pasado, em ergentes aún en períodos de crisis como el actual, se Rorrms, P. (1979): L'Europe et les régions. B ruxelles, F. N athan.
Seers, D. y o tro s (1981): La Europa subdesarrollada. Estudios sobre las relaciones
le ha sumado la contraposición de bloques, que distorsiona las posibili­
centro-periferia. M adrid, Blume.
dades de integración efectiva del conjunto, generando dos realidades que Seers, D.; Vaitsos, C., edits. (1980): Integración y desarrollo desigual La experiencia
hasta cierto punto se dan la espalda y perm iten hablar hoy de dos con­ de la C.E.E. M adrid, Banco E x terio r de E spaña,
cepciones, dos form as de gestión y dos modelos de organización espacial T urnock, D. (1977): Eastern Europe. London, Daw son.
claram ente diferenciados. El grado de apertu ra exterior de la economía,
las estructuras agrarias, los contrastes regionales o la fisonomía urba­
na son otras tantas realidades que exigen ya un tratam iento separado.
En los últimos tiem pos m enudean los diagnósticos sobre la decadencia
de Europa, tanto económica como política, ante los efectos aquí provo­
cados por la crisis estructural de la economía m undial, la creciente de­
pendencia tecnológica e, incluso, cultural, la conversión en escenario de
la confrontación que llevan a cabo las superpotencias, o los peligros de
ruptura que parecen acechar los procesos de integración ensayados en
coyunturas más favorables, y que alejan día a día el viejo sueño de la
unidad europea. De cualquier modo, lo que sí parece evidente es que
estam os actualm ente inm ersos en un proceso de cambio en profundidad
que está transform ando las bases sobre las que se asentaban las estruc­
estru ctu ra s e s p a c ia l e s en áreas desa rro lla d as 145

m iento han tenido siem pre, y aún continúan teniendo, una notable Im­
portancia.
E sta inm ensa superficie aparece aún escasam ente hum anizada. Si
los 272 millones de habitantes censados en 1983 sitúan al país en la
tercera posición m undial en cuanto a población absoluta, sólo por de­
trás de China y la India, su valoración relativa es muy inferior, suponien­
C a p ít u l o IV do tan sólo una densidad m edia de doce habitantes p o r kilóm etro cua­
drado, que apenas representa la octava p arte del prom edio europeo,
LA UNIÓN SOVIÉTICA: ORGANIZACIÓN TERRITORIAL y que aún es preciso m atizar considerando que las tres cuartas partes
EN UN SISTEMA DE PLANIFICACIÓN CENTRALIZADA del territorio cuentan con menos de un habitante por kilóm etro cua­
drado. E sta situación, en flagrante contraste con la abundancia de sus
recursos, genera una escasa presión sobre el suelo y el predom inio de
form as de explotación extensivas, obligando tam bién a establecer prio­
I. U n id a d y d iv e r s id a d d e l e s p a c io s o v ié t ic o
ridades en su utilización.
Más allá de la relación superficie-población-recursos, una segunda
Frente a las antiguas divisiones continentales que repartían su te rri­ clave interpretativa se relaciona con el carácter de potencia industrial
torio entre un sector occidental asim ilado a Europa y otro situado al este que hoy ostenta la Unión Soviética en el plano internacional, dentro de
de los Urales que se incorporaba al m undo asiático, la Unión Soviética una estricta ortodoxia de planificación económica centralizada desde
presenta hoy una indiscutible unidad y personalidad geográficas que exi­ 1928. Pese al retraso con que inició su despegue fabril, asim ilable al
gen, un tratam iento específico como conjunto espacial diferenciado. de los países m editerráneos europeos, la celeridad con que éste se ha
Las grandes dimensiones y el escaso grado de poblam iento que laá llevado a cabo le ha perm itido alcanzar en 1981 un nivel de produc­
acom paña se constituyen en un prim er elem ento de identificación. Con ción que equivale a m ultiplicar por veintidós el existente en 1940, y por
una superficie de 22,4 millones de kilóm etros cuadrados, equivalentes al ciento setenta y seis el de 1913, cifras espectaculares que encierran
16 °/o de las tierras emergidas, la URSS es hoy una unidad político-geo­ una clara distinción interna entre los sectores básicos, claram ente prio­
gráfica de dimensiones continentales, que duplica con creces el tam año ritarios en los objetivos planificadores, frente a las industrias de bie­
de cualquier otro Estado, representando igualm ente m ás de cuatro veces nes de consumo (cuadro IV .l). En cualquier caso, la rápida asimila­
la extensión de Europa o cuarenta y cinco veces la de España. ción de los com portam ientos inherentes al proceso de industrializa­
Junto al gigantismo de los fenóm enos geográficos, que exigen una es­ ción (crecim iento urbano, éxodo rural, descenso de las tasas demográ­
cala de análisis inhabitual en nuestro ám bito, las dimensiones señaladas ficas, aum ento de la productividad agraria y especiaíización de culti­
pueden ser objeto de valoraciones contradictorias. Si, por u n lado, per­ vos...), perm ite integrar buena p arte de sus actuales estructuras espa­
m iten contar con una gran abundancia y variedad de recursos naturales, ciales dentro de las que caracterizan a las áreas desarrolladas.
hasta el punto de suponer hoy m ás de un tercio de las reservas mundiales
en m adera (65 %), m ineral de hierro (50 %), manganeso (37 %), gas natu­
ral (36 %) y potasio (33 °/o), ju n to a cifras tam bién significativas en mine­
rales tan im portantes como la p lata (31% ), el magnesio (23%), oro C uadro I V .l

(16 %), platino (15 %), petróleo (14 %), níquel y plomo (12 %), o tungste­
Indicadores del crecimiento económico en ía U.R.S.S.
no (10 °/o), tam bién es cierto que las grandes distancias a reco rrer se (números índices)
constituyen en obstáculo serio al desplazam iento y los intercam bios. Los"
diez mil kilóm etros existentes entre los m ares Báltico y de Ojotsk, o los 1940 1960 1981
m ás de cuatro mil que separan el Ártico del Turquestán, han exigido
enorm es gastos en infraestructuras para hacer posible una comunicación P.N.B. 1 4,2 14,0
rápida entre las regiones, pero, aún hoy, las limitaciones resultan eviden­ Producción in d u strial 1 5,2 22,0
— Bienes de equipo 1 6,6 30,0
tes, sobre todo en lo que respecta a los territorios orientales. Puede afir­ — Bienes de consum o 1 3,2 11,0
m arse, po r tanto, que se tra ta de un sistem a espacial menos integrado Producción ag raria 1 1,6 2,4
que el europeo, en el que la distancia favorece u n relativo aislam iento M ercancías tra n sp o rta d a s 1 3,8 12,8
interior, que viene a sum arse al secular aislam iento exterior apoyado en Productividad p o r tra b a ja d o r 1 4,0 11.1
Ingresos reales p er cápita 1 2J5 6,0
el cinturón m ontañoso periférico y la «banquise» del Ártico para hacer
de la Unión Soviética un país en el que los fenómenos de autoabasteci- Fuente: «La U.R.S.S. en cifras para 1981*.
146 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES b \ ARLAS DESARROLLADAS 147
No obstante, en un ám bito tan am plio es fácil suponer que los con­
tra ste s regionales deben ser im p o rtan tes. E n este caso, la dicotom ía rasgo m ás sobresaliente es, sin duda, el predom inio de las superficies
esencial signe identificándose con la contraposición e n tre el oeste y tab u lares de escasa altitu d desde la fro n te ra europea y h asta el Lena,
el este, pudiendo m aterializarse en un sim ple dato: la P lataform a ru sa reflejado en el hecho de que dos tercios del te rrito rio no alcancen los
o R usia europea, identificada con las regiones al oeste de los U rales, 200 m etros p o r encim a del nivel del m ar.
concentra aún cerca de Las tre s c u a rta s p artes de la población total Un segundo rasgo peculiar es la disposición que ad optan estas uní*
sobre apenas una cu arta p arte del territo rio , lo que ju stifica una den­ da des de relieve con excepción de los Urales, extendidos en sentido
sidad m edia ocho veces su p erio r a la de las regiones orientales. m eridiano y en una longitud de dos mil kilóm etros, todas las cordille­
Esta situación hered ad a del pasado en tra en contradicción con la ras de cierta im portancia se localizan en la p eriferia form ando un cin­
de los recursos n atu rales, m ás ab u n d an tes en el este, lo que ha forzado tu ró n p rácticam en te continuo desde C rim ea y el Cáucaso hasta el
una aceleración del proceso colonizador en n u estro siglo, tendente a estrecho de B ering. Además de a c tu a r como fro n tera n atu ral respecto a
ocu p ar de m anera efectiva los territo rio s que el im perio de los zares ios estados asiáticos lim ítrofes, este cordón m ontañoso ha favorecido
sólo conquistó m ilitarm en te y dom inó políticam ente, pero sin apenas un aislam iento exterior que se com pleta con ios m ás de diez mil ki­
llevar a cabo una ocupación real. E ste m ovim iento contem poráneo, que lóm etros de costa esterilizada p o r los hielos ártico s d u ran te al m enos
ha desplazado con rapidez los cen tro s de gravedad dem ográfico y eco­ nueve m eses p o r año.
nóm ico, resulta claram en te d istin to de los ocu rrid o s an terio rm en te en La horizontalidad im perante se relaciona con la antigüedad de la
o tro s países del m undo p o r su vinculación esencial a la in d u stria y las m ayor p a rte de las unidades que hoy constituyen el te rrito rio de la
ciudades, fren te al c a rá c te r ag rario que presidió los restan tes. Al m is­ URSS, antiguos escudos precám bricos (P lataform a rusa, Angara) o cor­
m o tiem po, ¡as lim itaciones im puestas p o r las difíciles condiciones del d illeras paleozoicas surgidas en la orogenia h erciniana (Urales-Nueva
m edio, ju n to al deseo de lograr una salida al m ar, ju stifican su orien- Zem bla, S iberia occidental, D epresión aralo-caspiana, Diagonal m o n ta­
tación claram ente axial, con gran d esarrollo en sentido longitudinal que ñosa), intensam ente arrasad as y frac tu ra d a s. Los m ovim ientos orogé-
sigue la fam osa línea del T ransíberiano, y escasa p rofundidad hacia sus nicos p o sterio res y la intensa com presión resu ltan te volvieron a acti­
m árgenes. var esta red de fallas produciendo la elevación de unos bloques, re ju ­
Y es precisam ente la im portancia que aq u í tiene el m edio en la venecidos a h o ra com o cordilleras de fra c tu ra constituidas en su m a­
explicación del poblam iento, el ú ltim o elem ento de identificación que yor p arte p o r m ateriales cristalinos y m etam órficos, ju n to al hundi­
m erece se r destacado. El dom inio generalizado de los clim as fríos vin­ m iento de o tro s que se convierten en cuencas de sedim entación ta ­
culados inicialm ente a la la titu d (un tercio del te rrito rio se sitú a al pizadas p o r los depósitos m ás recientes, co ntinentales o m arinos, de­
n o rte del paralelo 60° N.) y reforzados p o r la continentalidad, sum ado positados subhorizontalm ente.
a la existencia de una fu erte aridez en el extrem o m eridional del país, Los únicos fragm entos no incluidos en esta evolución son las
de extensas áreas pantan o sas, o del c in tu ró n m ontañoso periférico, im­ cordilleras del E xtrem o O riente y las que p o r el sur prolongan el cin­
ponen fu ertes restricciones al asen tam ien to de grupos de población es­ turón m ontañoso del M editerráneo europeo, desde los C árpatos orien ­
tables en bu en a p a rte de la URSS, que sólo factores de estrategia eco­
tales hasta Pam ir. Las p rim eras com enzaron a su rg ir en el Mesozoico
nóm ica o m ilitar pueden ju stific a r. En sum a, m ien tras la actu al orga­ com o resu ltad o de la com presión e n tre las placas E u rasiática y del
nización del espacio europeo con lab a con u n a im p o rtan te herencia his­
Pacífico, que dio origen al rosario de fosas in teg rad as en el «cinturón
tórica, en ta n to los factores físicos resu ltab an secundarios a la hora
de fuego» que m arca el lím ite occidental de este océano* El co n ju n to de
de explicar las e stru c tu ra s vigentes, aquí la relación se invierte, si
cordilleras perioceánicas que aq u í aparecen se ha configurado al irse
bien som etiéndose am bos factores al papel p rio rita rio de la planificación
adosándose u n as a o tra s sucesivam ente, siendo la península de K am ­
in stau rad a hace ya m ás de m edio siglo.
chatka, la isla d e Sajalín y el archipiélago de las K uriles sus últim os
exponentes, som etidos a intensa actividad sísm ica y volcánica. P or lo
que resp ecta a las cordilleras m eridionales, form an p arte del cin tu ró n
II. Lo^ CONDICIONAM IENTOS IM PU ESTO S PO R EL MHÜIO VÍSICG
mesógeo em ergido en el Cenozoico, desde G ib raltar y h asta Insulindia,
como resu ltad o dé la colisión e ra re África, A rabia y la In d ia con el
I. I.a m a g n itu d d e las u n id a d e s m o r f o e s tr u c tu r a le s
continente curasiático; su juventud, c a rá c te r de cordilleras plegadas
con predom inio de m ateriales sedim entarios, com plejidad estru ctu ral
Con un dom inio generalizado de las grandes llanuras y m esetas, el
y gran a ltitu d (p o r encim a de ios cinco rnil m etro s en el Cáucaso y
relieve juega un m odesto papel com o fa c to r de diferenciación regional.
de los siete m il en Pam ir), las diferencian con claridad, así com o a las
En efecto, ju n io a !a m onotonía y las grandes dim ensiones de las uni­
llanuras subalpinas que las flanquean (Georgia, A zerbayán...).
dades, m edidas generalm ente en m illones de kilóm etros cuadrados, el
Como consecuencia de esta evolución, en el territo rio de la Unión
148 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACÍALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 149

Soviética pueden individualizarse ocho grandes conjuntos m orfoestruc- racterizadas p o r su topografía m onótona. El único accidente de im ­
turales (fig. 4.1): portancia, adem ás de la cadena B yrranga, que c ierra p o r el n o rte la
península de T aim ir y es el ú ltim o eslabón del e je m ontañoso Urales-
D epresión aralo-caspiana Nueva Zem bla, es la depresión del Lena, fragm ento hundido y ab ierto
— L lanuras v m esetas
( S ibería cen tral
Síberia occidental
tan sólo al Á rtico, que alberga en su in te rio r la región de Y akutia,
fam osa por su co n tin en talid ad extrem a, aprcciabie en el rigor inusual
P lataform a ru sa de sus condiciones clim áticas.
Una últim a u n id ad de topografía calm a es la D ep resió n aralo-ca spia­
U rales na, denom inada así p o r englobar en su seno dos de los m ayores lagos

Í E xtrem o O riente
Diagonal m ontañosa
T ranscaucasia
del m undo, el C aspio y el Aral, vestigios de un antiguo m ar en fase de
desecación y h acia los que drena la p obre red hidrográfica de esta
cuenca endorreica, en la que sólo se contabilizan dos cursos p erm a­
nentes, los del Amu-Daria y el Syr-Daria. S ituada al s u r de la m eseta
La P la ta fo rm a o Tabla rusa, id entificada con la región al oeste del paleozoica de Kazak, que rep resen ta un u m b ral de separación con
Ural, se corresponde con un zócalo precám b rico cratonizado, arrasad o Siberia occidental sólo hendido p o r el valle cicgo del T urgai, co rres­
y fractu rad o sucesivas veces que» en conjunto, conoció u n m ovim iento ponde a una cu b eta sed im en taria com pleja (B irot, P.f 1970, 130), en la
de subsidencia tras la ú ltim a orogénesis, convirtiéndose en una llanura que altern an las m esetas rocosas y las grandes extensiones de arena, don-
sedim entaria reco rrid a p o r una serie de grandes ríos en tre los que des­ de un clim a árid o ju stifica el m odelado eólico característico (b arjan es,
taca la red del Volga. No ob stan te, en su in te rio r aparecen algunos h am ad as...), así com o la ab u ndancia de costras salinas en superficie.
h o rsts de escasa a ltitu d (V olinia-Ucrania, V aldai, Kola), que adem ás de E n este m edio hostil, sólo los conos de deyección recu b ierto s de loess
a c tu a r com o divisoria de aguas destacan p o r los im p o rtan tes recursos que jalo n an el piedem onte sudoriental, y las terrazas aluviales de ios
m inerales asociados a su litologia y el aprovecham iento hidroeléctrico, dos grandes ríos ya citados, han podido fija r u n poblam iento estable.
reforzados en la m itad sep ten trio n al p o r la abundancia de lagos de ba­ D entro de las áreas m ontañosas, el Ural es la única alineación que
rrera y arcos m orrénicos relacionados con las últim as glaciaciones. in terru m p e la suavidad de form as d om inante en el in te ro r de la URSS.
La llanura de S íberia o c c id e n ta l es de una sim plicidad m orfoestruc- De escasa altitu d , prin cip alm en te en su secto r central, que c o n tra sta
tu ral aún m ayor. E ste cu ad rilátero delim itado p o r el Ártico, los Urales, con u n a longitud su p e rio r a los 2.000 k ilóm etros, p resen ta un relieve de
el Yenisey y el um bral de Kazak, con m ás de tre s m illones y m edio de estilo apalachense, con sucesión de crestas y valles d e dirección m eri­
kilóm etros cuadrados, co rresponde a u n bloque paleozoico hundido pos­ diana, debido a la erosión diferencial ejercid a sobre m ateriales m eta­
teriorm ente y convertido en cuenca de sedim entación m arina desde el m órficos y cristalinos de desigual resistencia. SÍ sus dim ensiones no
Mesozoica y hasta época b a sta n te reciente, lo que deriva en una hori­ alcanzan a o to rg arle el papel de divisoria continental que trad icio n al­
zontalidad casi perfecta, sin que los desniveles m áxim os lleguen a su­ m ente se le ha asignado, la gran ab u n d an cia de yacim ientos m inerales
p e ra r los 150 m etro s d e altitu d . R eco rrid a p o r la red fluvial del Obi- en explotación sí que le otorga una posición m uy destacada en el actual
Irtysch, el deshielo prim averal iniciado en los sectores de cabecera, m ap a económ ico del país com o p rim era región m inero-industrial.
m ás m eridionales, origina grandes inundaciones favorecidas p o r la pla- Tal com o m u e stra la fig. 4.1, el p rin cip al co n ju n to de tie rra s altas
n itu d , haciendo la región p rácticam en te in tra n sita b le d u ran te varios es el que» p o r el s u r y el este, sep ara él te rrito rio soviético del d e sus
m eses (rasp u titsa) y dificultando en g ran m edida el poblam iento, que vecinos asiáticos, llegando h asta el lito ral del Pacífico. Aunque no exis­
sólo las grandes reservas de h id ro carb u ro s vinculados a los depósitos ta solución de continuidad, su diverso origen y evolución ju stific a una
m arinos está, im pulsando en las dos últim as décadas a base de enclaves diferenciación in tern a. E n tre P am ir y el B aikaí se extiende la Diagonal
aislados a lo largo de los ejes de com unicación fluviales. m o n ta fw sa , denom inación genérica que encubre la existencia de una
El valle disim étrico de] Y enisei supone el lím ite con una región algo serie de cordilleras hercinianas in ten sam en te rejuvenecidas h a sta al­
m ás com pleja, S ib e r ia c e n tr a l , co n ju n to de m esetas cu artead as p o r una canzar altitu d es su p erio res a ios 5.000 m etro s (Tian-Shan, Altai, S ayan...),
serie de depresiones en cuyo fondo circulan los principales ríos de la con cu m b res aguzadas p o r el glaciarism o, y separadas e n tre sí p o r
región (Tunguska, Angara, Lena, V iliui...). Se tr a ta de u n fragm ento fosas tectónicas com o la del propio lago B aikaí o la de Z ungaria, tra d i­
del antiguo continente de Angara, in ten sam en te fractu rad o , m etam or- cional pasillo de com unicación y ru ta obligada de las caravanas en tre
fizado y basculado hacia el este, que aflora en el flanco occidental de C hina y el T u rq u están a través del d esierto de Gobi. A p a rtir del arco
la región (m eseta de A nabar), en ta n to h a sido recu b ierto p o r sedim en­ form ado p o r las co rd illeras de Y abíonoi, Stanovoi y V erjoyansk, se
tos subhorizontales y p o r m ateriales volcánicos en el resto , lo que da e n tra en u n área de form ación m ás recien te, que m antiene en com ún con
origen a una sucesión de superficies a 600*800 m etro s de altitu d , ca* la a n te rio r su c a rá c te r de lím ite n atu ral, sus posibilidades de aprovecha-
ESTRUCTURAS LSl’AClALUS E X ARCAS DESARROLLABAS 151

m iento hidroeléctrico y las lim itaciones que im pone el asentam iento


hum ano, pero diverge en su m en o r altitu d y, sobre todo, el p redom inio
de m ateriales sedim entarios plegados y m ateriales volcánicos. F inal­
m ente, la T ra n sc a u c a sia se identifica com o región en que a la com pleji­
dad e stru c tu ra l típ ica de un relieve alpino se superpone u n a notable
variedad étnica. Desde el C áucaso, cuya ju v en tu d viene atestiguada p o r
la existencia de gran d es a p arato s volcánicos perfectam en te conservados
com o los de E lb ru z (5.642 m etro s) o K azbek (5.0S3 m etros), al nudo de
Armenia, donde se funden Jos dos arcos alpinos que se b ifurcan en los
Balcanes, el accidentado reJieve ha propiciado su secular papel de re ­
fugio para pueblos m uy diversos, alcanzándose las m áxim as densidades
en las depresiones de Georgia y A zerbayán, surgidas com o resu ltad o
de la distensión post-alpina.
Pero si la delim itación y caracterización de estos grandes co n ju n to s
[ | );] Areas montañosas m o rfo estru ctu rales ofrece ya referencias significativas p ara in te rp re ta r
[ ] Januras y tn«s«:as» algunos de los rasgos que caracterizan la p o sterio r ocupación y u tili­
zación p o r los grupos hum anos, «los clim as y las form as de su suelo y
»iaatorT.a rusa -3. S to r a central S. Urales 7. Diagonal montañosa de su vegetación influyen, en m ayor grado que sus e stru c tu ra s y su
2. 5i!*ia occ úeita' 4. Oep**siói Bralo-caspiana S. Extern: Orierae B Transrausasia relieve, en la delim itación de sus regiones n atu rales que, m uy a m e­
nudo, son realm en te zonas naturales» (George, P., 1967, 7).
Fife. 4.1. G randes co n ju n to s m críoestruciuralcs.

2. Las d ifíc ile s c o n d ic io n e s c lim á tic a s y lo s g r a n d e s d o m in io s e c o ló g ic o s

Con una varied ad relativ am en te escasa si se com p ara con o tra s


regiones de extensión incluso m enor, los clim as que im peran en la Unión
Soviética tienen u n g ran significado geográfico p o r los caracteres ex­
trem os y la acusada zonalidad que los preside, factores de p rim e r o r­
den en las orientaciones y lim ites im puestos a la colonización en gran
escala, p a rtic u la rm e n te en la m itad o rien tal de su territo rio . Sin des­
p reciar o tro s aspectos como la aridez, sin duda es el frío su principal
rasgo distintivo, con la m itad del país cu b ierta p o r el hielo d u ra n te
u n período m ínim o de seis m eses al añ o y te m p e ra tu ra s extrem as, in­
feriores en algunos lugares a — 50°, sólo alcanzadas en ciertas estacio­
nes de la A ntártida. El frío afecta d irectam en te los m odos de vida y las
form as de actividad de la población: se reducen d rásticam en te las su ­
perficies agrícolas aprovechables, la m ayor p a rte de los p u erto s quedan
tem p o ralm en te inutilizados, se elevan los cosles de construcción y m an­
tenim iento de in fra e stru c tu ra s o viviendas, se dificultan las com unicacio­
nes in terio res en los períodos de deshielo, etc.
E l facto r clave p ara explicar b u en a p a rte de los rasgos clim áticos
de la URSS es su c o n tin e n ta lid a d . Las grandes dim ensiones y el p erfil
poco reco rtad o del continente eurasiático, u nido a la existencia de u n
cierre m ontañoso periférico que lim ita fu ertem en te la p en etració n de
viento p ro ced en te del océano, a excepción del Á rtico, ju stific a n la ine­
xistencia de cu alq u ier tipo de suavización térm ica y la escasa h u m ed ad
q u e caracteriza a las regiones in terio res. E l hecho de e sta r circundado
Fig. 4.2. D om ñiK » eculógiios üe la URSS. p o r m ares frío s (banquise del Á rtico y co rrien te de O yashiho en la
152 ESPACIOS Y SOCIEDADES LSTRU ClCRAS ESPACIALES EM ÁREAS DESARROLLADAS 153

m argen del Pacífico), no hace sino re d u c ir aún m ás su posible inci­ pacidad higrom ctrica del aire, el suelo ap arece cubierto d u ran te nue­
dencia clim ática, en c o n traste con los efectos generados p o r la Deriva ve m eses al año p o r u n a capa no m uy espesa de hielo que, a diferencia
n o ratlán tica en la m argen occidental del continente* E stas condiciones de lo que o cu rre en las regiones m ás m eridionales, apenas llega a fun*
favorecen la ap arició n de un cen tro de acción térm ico con vértice en dirsc d u ran te el verano debido al escaso ascenso térm ico (las isoter­
Asia C entral que en invierno, debido al fu erte enfriam iento de la su­ m as de julio no alcanzan los 10° en ningún punto). E l resultado es u n
perficie y del aire que está en contacto con ella, adquiere c a rá c te r an- subsuelo p erm an en tem en te helado a pocos cen tím etro s de la superfi­
ticiclónico, m ientras en verano, tra s un rápido calentam iento, se tran s­ cie, que im pide cualquier desarrollo edáfico y vegetal, lim itando la pe­
forma. en depresión, con la form ación de una extensa área convectiva netración de las raíces y originando el encharcam icnto en esta época
en la que el aire e stá som etido a m ovim ientos de ascenso. La estabili­ (fenóm enos de «perm afrost»). Una p obre vegetación de m usgos y li­
d ad del tiem po invernal, p articu larm en te grande en tre los U rales y qúenes, que altern a con tu rb e ra s y sectores de roca al descubierto, y
las cordilleras peripacíficas, ju n to al predom inio de las precipitaciones que sólo hacia el su r, allí donde el deshielo es m ás intenso, conoce la
estivales, se ligan d irectam en te a este hecho, acentuando los co n trastes aparición de algunas especies arbustivas, viene a caracterizar el pai­
estacionales. saje de estas regiones inhóspitas, las cuales constituyen verdaderos de­
La gran im p o rtan cia de los cen tro s térm icos se contrapone con el siertos hum anos.
c a rácter m arginal q u e p resen tan aquí los dinám icos, situados sobre los Al su r de la iso term a 10° correspondiente al mes de ju lio se en tra
océanos A tlántico y Pacífico, p o r lo que su radio de acción se lim ita en el dom inio de los c lim a s c o n tin e n ta le s de latitu d es m edias, im pe'
a las regiones periféricas. De este m odo, las b o rrascas del fren te polar ran tes en casi todo el territo rio . La fu erte am p litu d térm ica anual, las
(Islandia y A leutianas) b a rre n d u ra n te el invierno y los equinoccios el escasas precipitaciones anuales caídas esencialm ente en el verano, lo
secipr cen tral de la P lataform a ru sa y el lito ral del m ar de O jotsk, ori­ que origina u n cociente estacional (relación en tre precipitaciones de
ginando precipitaciones generalm ente de nieve, en tan to el anticiclón invierno y de verano) siem pre in ferio r a uno, y el som etim iento a la
subtropical de Azores llega a afectar, d u ran te el verano, el extrem o actuación de los cen tro s de acción térm ico s son características gene­
sudoccidental del país h asta la región aralo-caspiana, agravando la se­ rales, pero pueden establecerse claras diferencias tan to desde el cen tro
quedad ya considerable en el resto del año, pero apenas pueden ci­ hacia la periferia, como de n o rte a sur.
tarse o tro s efectos significativos. Los rasgos m ás extrem os se alcanzan en S iberia cen tral y las cor­
Ju n to con la co n tin en taíid ad , la la titu d se constituye, p o r tanto, en dilleras lim ítrofes del E xtrem o O riente, donde ciudades com o V e rjo
el elem ento de m ayor valor explicativo en la determ inación de los tipos yansk, O im ekon o Y akutsk se d isp u tan el dudoso h o n o r de ser el
clim áticos aquí existentes. Con do s te rc e ra s p a rte s de su te rrito rio por «polo frío» del m undo. Aquí los p rom edios térm icos de enero se sitú an
encim a del paralelo de P arís, F ra n k fu rt o Praga, e incluso tre s m illo­ p o r debajo de los — 40°, lo que unido al b ru sco recalentam iento esti­
nes de kilóm etros cuadrados m ás allá del círculo polar ártico, el pre­ val (las te m p e ra tu ra s m edias ascienden m ás de 30° e n tre m arzo y mayo),
dom inio de los balances de rad iació n negativos y, consiguientem ente, origen de rápidos deshielos, trae consigo am p litu d es térm icas anuales
de las tem p eratu ras b ajas, es general. Si e n invierno el efecto del con­ p o r encim a de los 60", cifra desconocida en cu alq u ier otro lugar del
tin en te incurva las isoterm as, cerran d o los valores m ínim os en to m o globo. Unas precipitaciones de apenas 200 m ilím etros anuales y caidas
a S iberia central, que p resen ta en esta época tem p eratu ras m uy infe­ casi exclusivam ente en el verano, cuando las p érd id as por evaporación
rio res a las de la costa á rtic a , d u ra n te el verano las lineas siguen con son m ás intensas, com pletan unos rasgos clim áticos d e g ran dureza, que
b a sta n te fidelidad el trazado de los paralelos; este fenóm eno resu lta se van suavizando en dirección a los lito rales báltico v del Pacífico. De
de p a rtic u la r im p o rtan cia ecológica, pues son las te m p e ra tu ra s del este m odo, la am p litu d va descendiendo h a sta los 25v que reg istran las
verano, tras un invierno muy frío en to d as las regiones, las que con­ repúblicas bálticas debido al m enor rig o r invernal, en tan to las precipi­
dicionan la duración del período vegetativo, ju stifican d o con ello una taciones ascienden h a sta los 600 m ilím etros, e incluso m ás en la costa
disposición de los gran d es dom inios biogeográficos en bandas latitu d i­ o rien tal an te el efecto orográfico que im ponen las b a rre ra s m ontañosas,
nales sólo in te rru m p id a s p o r algunos relieves m ontañosos que in tro d u ­ elevándose asim ism o el cociente estacional a n te el m ayor peso de las
cen un escalonam ento altitu d in a l equivalente al a n te rio r (B erg, L, $., nevadas invernales originadas p o r el paso de las b o rrascas ligadas al
1950), tal com o índica la fig. 4.2. fren te polar. Los datos recogidos en el cu ad ro IV,2, referen tes a esta­
E l extrem o n o rte, b o rd ean d o la co sta del Á rtico y am pliándose ha­ ciones situ ad as en to rn o al paralelo 55° N. reflejan n ítid am en te esa
cia el este h a sta alcanzar u n a extensión to tal su p e rio r a los dos m illo­ transición.
nes d e kilóm etros cuadrados, es el dom inio de la tundra. El clim a Pero desde el p u n to de vista ecológico, m ay o r relevancia que las di­
aq u í está presidido p o r el frío p erm an en te: con te m p e ra tu ra s inverna­ ferencias term opluviom étricas centro-periferia tienen los co n trastes té r­
les que oscilan en to m o a — 20° en el lito ral d u ra n te el mes de enero, micos estivales e n tre el n o rte y el su r, vinculados estrictam en te a la
sum ad as a unas escasas precipitaciones de nieve dada la reducida ca­ latitu d . De este m odo, en tre las isoterm as 10*-20° del m es de julio, apa-
ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 155
154

larde, el girasol h an sustituido casi p o r com pleto las especies origi­


CUAUK.0 IV\2 narias.
D escendiendo en latitu d , y u n a vez atrav esad o el paralelo 48°, se
Evolución da las características climáticas en el interior de la Unión Soviética
e n tra en el dom inio de Jos c lim a s á rid o s , donde las precipitaciones ge­
Pctro- neralm ente inferiores a los 100 m ilím etros (dom inio an tid cló n ico seroi-
Msiiik Mo*cti Kazan Svcrdlovsk Om*k Irkutsk pavlosk
p erm anente, b a rre ra orográfica del Cáueaso-Asla M enor) y tem p eratu ­
5M2' 55*45' 55*?' 5cr4S' 34°36' 53'IV 5W ras m edias estivales próxim as a los 30° se sum an p ara ju stific a r la
—14.6 -1 9 ,2 —20,8
aparición de un verdadero d esierto en to rn o al Aral y Caspio* donde tan
T em p eratu ra m ínim a - 7 ,5 —9.9 —13,2
T em p eratu ra m áxim a 18,1 19,0 15.4 17,8 1M 17.9 13,0 sólo algunas m anchas de esLepa xerófila, form ada p o r p lan tas de p o rte
A m plitud térm ica 25,6 28,9 32,6 32.4 38,0 38,7 21,5 rastrero ad ap tad as a la sequedad y el frío invernal, ju n to con especies
P recipitación an u al 606 575 435 462 325 458 906 halófilas capaces de re sistir la fu erte salinidad de suelos del lipo solo-
Cociente pluvioniétrico 0,44 0.49 0,35 0.27 0,17 0,13 0,99
netz o solontchak, llegan a fo rm ar una co b ertera m uy discontinua,
en co n traste con la exuberancia de ios oasis dispuestos linealm ente en
rece una am plia b an d a de casi siete m illones de kilóm etros cuadrados el reborde m ontañoso.
cubierta p o r la taiga o bosque boreal de coniferas, allí donde el pe­ El clim a subtropical m editerráneo de C rim ea, el m ás húm edo de
riodo vegetativo es suficientem ente largo (70-110 días) p ara, unido a Georgia (p o r la b a rre ra orográfica del Cáucaso que fuerza el ascenso
una hum edad suficiente, p e rm itir el desarrollo de especies foresta­ de las m asas de aire), y eí escalonam iento clim ático y biogeográfico ca­
les. La m ayor resistencia al frío y un ap arato rad icu lar de gran desa­ racterístico s de todas las grandes cordilleras, com pletan esta visión
rrollo lateral y escasa penetració n p a ra evitar el hielo que perm anece general de los condicionam ientos im puestos p o r el m edio. Ahora bien,
en profundidad, le otorgan m ayor capacidad de com petencia que al su incidencia ha variado con el paso del tiem po en relación con la
bosque caducifolio oceánico, sólo rep resen tad o en la P lataform a ru sa evolución tecnológica y, so b re todo, con las estru c tu ra s político-sociales
y, en m enor m edida, ju n to a las orillas del Amur, pero inexistente allí y económ icas, que han alterad o p ro fu n d am en te los objetivos y los
donde se extrem an los rigores clim áticos. I-a taiga es un bosque denso, m étodos de actuación en lo concerniente a la organización espacial.
pero con una notable pobreza de especies (abetos, abedules, alerces,
pinos, ced ro s...), lo que ha favorecido su explotación económ ica, al
tiem po que dificultaba trad icio n alm en te los desplazam ientos en su in­ III. E l m o d e lo te rrito ria l a c o m ie n z o s de sig lo
terior, configurándose incluso com o á re a de refugio en determ inados
m om entos históricos. Desde el p u n to de vista geográfico, uno de los rasgos que m ejo r iden­
El clima frío, que d ificulta la descom posición de los resto s vege­ tifica a la U nión Soviética es la p ro fu n d a tran sfo rm ació n que h a tenido
tales, ju n to a la ab u ndancia de rocas silíceas sobre las que se asientan lugar en las últim as décadas de su m odelo de organización territo rial
y las propias acículas caídas, favorecen que bajo la taiga se desarrollen vigente d u ra n te siglos. E ste cam bio que afecta las e stru c tu ra s espaciales
unos sucios m uy ácidos, los podsoles, de color grisáceo y escasa capaci­ básicas del país h a sido rápido e intenso. Com enzado a finales del siglo
dad agrícola, factor com plem entario que ha frenado la colonización pasado con la industrialización, se reafirm ó y aceleró a p a rtir de 1917,
de estas tierras. E n resum en, p o r su g ran extensión superficial y p o r si bien alteran d o su rum bo, su sten tán d o se en tre s pilares fundam entales:
los condicionam ientos que im puso d u ran te siglos sobre las form as de la socialización de Jos m edios de producción, la planificación c e n tra ­
vida y actividad, puede decirse q u e la taiga es el dom inio ecológico lizada de la actividad económ ica y un crecim iento fabril m asivo y ace­
que personaliza en m ayor m edida al territo rio soviético. lerado. La plena com prensión de la m agnitud alcanzada por esta reo r­
Ai su r de la isoterm a 20° el calor estival y la intensa evaporación ganización socioeconóm ica y te rrito ria l exige co n sid erar el p an o ram a
reducen fuertem ente la h u m ed ad e im piden la existencia de especies que ofrecía en estos ám bitos el vasto im perio de los zares al produ-
forestales, su stitu id as a h o ra p o r o tras herbáceas de m ucho m enor p o rte , cirse el cam bio de siglo.
y que C aracterizan otro dom inio bien definido, el de la e step a . E n una
banda que supera los tre s m illones de kilóm etros cuadrados, extendida
desde Ucrania al K azajstán, las estepas de gram íneas, cuyo paisaje a b ie r­
to co n trasta con el an terio r, fueron d u ran te siglos el paso obligado 1. Un v a s to i m p e r io d e b a s e a graria
de las sucesivas oleadas invasoras procedentes del este. D esarrollada
sobre unos suelos de color oscuro, los chernosem s, de buena textura, AI com enzar el siglo xx, R usia se configuraba com o u n E stad o de
escasa acidez y considerable riqueza en n u trien tes, se constituyó pron­ dim ensiones colosales, regido p o r una m o n arq u ía au to crática q u e sólo
tam en te en región agrícola p o r excelencia, en donde el cereal y, m ás (ras la Revolución de 1905 in te n ta ría tra n sfo rm a rse en constitucional,
156 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTITRAS ESPACIALES EN ARLAS DUSARKOLLADAS 157

v que en sus rasgos esenciales co n tin u ab a apegada a form as de organi­ m ográfico prim itivo, en el que las a lta s tasas de n atalid ad y m ortalidad,
zación y una econom ía ag raria tradicionales. ju n to a las crisis cíclicas, eran los rasg o s im p eran tes; el ligero descenso
Con un territo rio sim ilar al actual, en el que adem ás se incluían de estas últim as iniciado en las regiones occidentales a finales de siglo
Finlandia (desde 1809) y bu en a p a rte de Polonia (desde 1515), el im pe­ p erm itió un increm ento algo m ás ráp id o de la población, que de 74
rio se e stru c tu ra b a a p a rtir de una m etrópoli o c e n tro dom inante si­ m illones en 1860, pasó a 90 m illones en 1875, 128 en 1897, y 159 en 1913.
tuado en el oeste, en to rn o a la región de Moscú —cuna del pueblo ru so Aun así, en este ú ltim o año la n a ta lid a d se situ ab a en u n 46°/w y Ia
y desde donde inició su expansión en el siglo xvi— y los territo rio s m o rtalid ad en un 29 96o (m ortalidad in fan til de 273 %o), frente a países
del Báltico, fren te a unos vastos dom inios que pueden calificarse de europeos evolucionados com o Suecia, donde las cifras coetáneas eran
coloniales, en donde la población eslava e ra u n a exigua m inoría, y que de 25 %o y 15 % g, e incluso con los m ed iterrán eo s como E spaña, que
m antenía unos escasos con tacto s con la A dm inistración central. en 1910 tenía tasas del 34 %o y 24 respectivam ente.
T anto el nivel de p o b l a m i e m o com o los recursos potenciales exis­ Un com portam iento dem ográfico tan arcaizan te se corresp o n d ía con
ten tes presen tab an co n trastes m uy acusados. La tu n d ra y los desiertos un claro predom inio del poblam iento ru ra l y la eco n o m ía a graria tra ­
de Asia cen tral eran vacíos dem ográficos casi absolutos, pero tam bién d ic io n a l , que aún en 1913 seguía ocupando el 75 % de la población ac­
la taiga v las estepas ap arecían sólo p arcialm en te ro tu ra d a s en sus tiva, fren te a un 9 % en el secto r secu n d ario y el 16 % re sta n te en el
sectores occidentales, con lo que la ocupación efectiva q u ed ab a así li­ com ercio y los servicios, adem ás de su p o n e r la casi to talid ad de las
m itada a tres focos separados p o r extensas áreas p rácticam ente des­ reducidas exportaciones.
habitadas. Según Lyashenko, los poco m ás de 100 m illones de h ectáreas cul­
La prim era de estas regiones, la m ás poblada y dinám ica de todas, tivadas hacia 1875, equivalentes tan sólo al 5 % de la superficie del país
con tres cu artas p artes de los 100 m illones de h ab itan tes existentes en e identificadas con las regiones pobladas, ap arecían ocupadas en u n
1881, se localizaba en tre los 50° y 60° de latitu d , con lím ite occidental 64 % p o r los cereales panificables (centeno en el n o rte y trigo en el
en el B áltico y las fro n te ra s europeas, en tan to p o r el este apenas se su r, prolongando la d istrib u ció n c a ra c te rístic a de la agricu ltu ra prein-
desbordaban los U rales. P artien d o del secto r c en tral de la Plataform a, d u stria l europea). Por su p arte, el barbecho aún suponía u n 33 % del
en el contacto e n tre el bosque y la estepa, la colonización ru sa fue ocu­ terrazgo, reflejando la escasa in ten sid ad de unos sistem as de cultivo
pando los espacios circu n d an tes, si bien los obstáculos naturales, las que en las regiones cen trales y sectores poblados de la estepa estab an
bajas densidades, el escaso d esarrollo de los tra n sp o rte s y la pervi- presididos p o r la rotación trienal, en ta n to se llegaba al cultivo itine­
vencia de la servidum bre h asta 1861 lim itaro n su expansión. ra n te , con largos b arb ech o s y com binado con u n a ganadería ovina,
Un segundo foco poblado era el de T ranscaucasia. E n tre la cordi­ en las regiones m eridionales m ás secas (P ortal, R., 1976, 12*13). En
llera del Cáucaso y A rm enia se extiende u n á rea m ontañosa de estru c­ e ste sentido, el ráp id o increm ento de las exportaciones cerealistas en
tu ra com pleja y difícil acceso, que d u ra n te siglos s im ó com o refugio la segunda m itad del siglo se hizo a co sta de nuevas ro tu racio n es en
a num erosos pueblos que h u ían de las estepas an te el em puje invasor las estepas de U crania, sin apenas m e jo ra r la productividad m edia ni
procedente del este. La protección ofrecida p o r el relieve perm itió m o dernizar las explotaciones.
el asentam iento de h a sta 40 etn ias d istin tas, d esarro llan d o u n a econo­ M ás allá de los lím ites n atu rales, es evidente que la e stru c tu ra ag ra­
m ía m ixla —agrícola en los valles y ganadera en las v ertien tes—, con ria jugó en ello u n im p o rta n te papel. H a sta 1861, el dom inio de ía tie rra
unas densidades su p erio res a las h ab itu ales en espacios de alta m on­ siguió concentrado casi exclusivam ente en u n a aristo cracia te rra te ­
taña (Thorez, P., 1983). niente m uy reducida, en ta n to la m ay o ría del cam pesinado seguía ads­
Finalm ente, m ás allá del d esierto aralo-caspiano, y en el piedem onte crito al estatu to de siervo, con la consiguiente generalización del sistem a
de las cordilleras del Asia cen tral, se en co n trab a el foco del T urquestán. de explotación indirecta, el predom inio de la autosubsistencia (salvo
Aquí, y siguiendo la línea de oasis que aprovecha los m anantiales su r­ en ciertos m onocultivos trigueros d e U crania), u n a escasa capitalización,
gidos al pie de" los sectores m ontañosos m e jo r irrigados, se establecie­ y un o s rendim ientos p o r superficie y p o r p erso n a bajos. La abolición
ron una serie de pueblos (kazakos, uzbekos, kirguises...), p osteriorm en­ de la servidum bre en ese año afectó a unos 47 m illones de personas*
te islam izado^ y con m uy escasos con tacto s con la m etrópoli, dedicados —casi dos tercios de la población to ta l— obligando a p la n te a r u n tím ido
a u n a agricultura intensiva de regadío que aprovechaba las condicio­ in ten to de refo rm a ag raria. EL re p a rto de algunos latifundios tra s in­
nes del m edio, a la que se su m ab a el trad icio n al com ercio de c ara­ dem nizar a sus p ro p ietario s con cargo a los fondos públicos, condu­
vanas que d u ra n te siglos tuvo com o paso obligado e sta región, desde jo a la form ación de explotaciones colectivas a n te el intento de revita-
China y a través de Zungaria, hacia el Caspio y E uropa, lizar la antigua in stitu ció n de los «m ir», en los que, existiendo u n a red is­
E sta escasa población, que en 1900 apenas proporcionaba u n a den­ trib u ció n periódica de la tie rra en pequeños lotes fam iliares (nadie!)
sidad m edia de 6 h a h s./k m 2, m antuvo h asta el ú ltim o tercio del pasado y ciertas sujeciones en cuanto a tip o s y períodos de cultivo, el tra b a jo
siglo u n com portam iento plen am en te identificable con u n régim en de­ y los beneficios tenían u n c a rá e le r individual (privatización total desde
158 üSPACTOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES KN ÁREAS DESARROLLADAS 159
1906, creándose un gran n ú m ero de m inifundios). No ob stan te, en 1914
El r e tr a s o el p r o c e so m d u s tr ia liz c d o r fren te a la p u jan te reali­
esta reform a sólo h ab ía afectad o al 10 % de las tie rra s y, p o r tam o,
dad de la E u ro p a no7'occidentaí en esos años, no puede ach acarse aquí
sólo el desarrollo de la colonización en S iberia o el éxodo hacia los
a la falta de recu rso s n atu rales o hum anos suficientes, ni a la inexis­
nuevos centros in d u striales y u rb an o s desde com ienzos de siglo p u d o
tencia de capitales. Si bien es cierto , com o señala Baykov (1954), que
p aliar en p arte la creciente p resión sobre el suelo de un cam pesinado
con unos niveles de vida m edios m uy bajos. la localización sep arad a de las riq u ezas n atu rales (carbón del Donetz,
hierro del U ral...) dificultó su utilización c o n ju n ta h asta la instalación
E n este contexto, es fácil co m p ren d er la escasa relevancia de los
del ferrocarril, ju stifican d o que aún en 1890 se im portase de In g laterra
c e ñ ir o s u rban os, que apenas reunían el 13 % de la población existente
la c u a rta p a rte del carb ó n consum ido, las claves esenciales parecen
en 1897, con sólo dos ciudades, San P etersburgo y Moscú, en to m o al
m illón ¿e h ab itan tes, y tre s m ás p o r encim a de los 200.000 (O dessa, Riga a p u n ta r en o tra s direcciones, tales como:
y Kiev), siendo sólo o tras 39 las que su p erab an los 50.000 habitantes, — La marginación de Rusia respecto a las principales corrientes co­
pese al éxodo ru ra l que desencadenó la liberación de los siervos y que merciales, lo que limitó la acumulación de capital casi exclusiva­
perm itió pasar de 3,5 m illones de población urbana en 1851 a los 8,2 mente a la tierra, escasamente movilizabie.
millones de 1867 (Quilici, V., 1978). — La pervivencia de un latifundism o con acusados ras gos feudales, que
D urante siglos, y p rácticam en te h a s ta e l ú ltim o tercio del pasado, concentraba la riqueza en pocas manos, no interesadas en invertir
las escasas ciudades lim itaron sus funciones a las de centros adm inis­ en otros sectores productivos»
trativos y religiosos, guarniciones m ilitares y m ercados com arcales o — El iento desarrollo del m ercado de consumo ante los bajos niveles
regionales, adem ás d e serv ir com o residencia a u n a p a rte de las clases de vida del campesinado.
acom odadas, incorporando sólo tra s esa fecha y en form a p u n tu al las
funciones estrictam en te productivas. En consecuencia, su e stru c tu ra Aníe e sta situación, el im pulso in d u strializad o r surgido en los* años
interna m antuvo una cie rta sim plicidad, gravitando en torno a un 80 tuvo que vincularse a la incorporación del capital exterior y a una
área central o «gorod» (ciudad) que se corresp o n d ía con el recinto extensa prom oción p o r p arte del E stado, ju n to al im p o rtan te papel
fortificado («krem lin») en el q u e se situ ab an los cen tro s de decisión ju g ad o p o r el fe rro c a rril en la c o n sta n te lucha co n tra la distancia. Las
y poder (palacios, basílicas, edificios públicos.,.), ju n to a barrios adya­ inversiones e x tra n je ra s habían sido a tra íd a s tradicionalm ente p o r las
centes habitados p rincipalm ente p o r nobles, eclesiásticos, m ercaderes abun d an tes riquezas n atu rales del país, p articu larm en te el m ineral de
y funcionarios de rango su p erio r. R odeando este espacio dom inante, en hierro, pero progresivam ente com enzaron a in teresarse p o r los sectores
donde la obligación de c o n stru ir en p ied ra se constituía en freno a m an u factu rero s a m edida que crecía la dem anda in tern a y, sobre todo,
cualquier in ten to de m ezcla social, se disponian u n a serie de arrab ales tras el establecim iento del aran cel p ro teccio n ista de 1891, con lo que
o «posad» (burgo), co n stru id o s generalm ente en m adera (aún en 1900 en 1900 se contabilizaban ya en R usia 269 sociedades e x tra n je ra s d e o ri­
representaba el 56 % del p arq u e inm obiliario) y residencia de a rte sa ­ gen francés, belga, inglés y alem án, in stalad as en su totalidad después
nos, pequeños com erciantes, agricultores, funcionarios subalternos, etc. de 1888 (Portal, R., 1976, 60). A su vez, el gobierno prom ulgó una serie
Sólo en las grandes ciudades com o M oscú o San P etersburgo la es­ de m edidas de apoyo fiscal a estas inversiones, al tiem po que se con­
tru c tu ra se hacía m ás com pleja (Quilici, V., 1978; Georgc, P., 1967, 457- v ertía en u n im p o rta n te co m p rad o r p a ra los sectores m etalúrgico, de
479), in co rp o ran d o tam bién los n acientes b a rrio s fabriles y obreros lo­ construcción naval o textil an te su s crecientes necesidades arm am en tis­
calizados en el en to rn o de los scctorcs ferroviarios. tas, el deseo d e c re a r u n a flo ta m o derna y la prom oción de las in fraes­
tru c tu ra s ferroviarias- Una vez m ás, es preciso re s a lta r la im portancia
del ferro carril en e sta s fases iniciales: adem ás de p e rm itir una efectiva
2. U n lim ita d o d e s a rr o llo in d u s tr ia l integración de los m ercados regionales y g en erar u n volum en de em ­
pleos directos que en 1880 se estim aban ya en 190.000, el tendido ferro­
Al com enzar el últim o c u a rto del siglo xix, R usia apenas había inicia-* viario en ráp id a expansión (de 10.000 k iló m etro s en 1870 a m ás de 50.000
do aún su industrialización. E n el p an o ram a esencialm ente ru ra l y agra­ a com ienzos de n u e stro siglo), ju n to a la .m a q u in a ria y el m aterial de
rio que acaba de exponerse, seguían dom inando las form as de produc­ tra n sp o rte se convirtieron en u n cap itu lo esencial en la dem anda
ción artesanales, con una d isp ersió n generalizada de pequeños talleres deJ se c to r m etalúrgico.
que subvenían las necesidades básicas de la población, y tan sólo al­ E l d esarro llo in d u strial se m aterializó en un ráp id o aum ento del em ­
gunas m an u factu ras m o d ern as concentradas casi exclusivam ente en las pleo, que de 1,4 m illones de tra b a ja d o re s en 1887 pasó a 3 millcTnes
ciudades del oeste, desde V arsovia o Lodz, en las provincias del Vís­ en í 900, y exi una im p o rtan te m odificación en el re p a rto espacial d e la
tula, a M oscú o los p u e rto s del B áltico (S an P etersburgo, Riga, T allin...), producción. La tradicional m etalurgia p esad a vinculada a lus yacim ien­
ju n to a la tradicional m etalu rg ia del Ural. tos de los U rales, dispersa e n tre un gran n ú m ero de pequeños cen tro s
y que seguía em pleando la m ad era com o com bustible, dejó p aso a Ja
USPA& OS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES HN ÁREAS DBSARROLLADAS 161
160

p rim acía á e l D onbass, que tra s la a p e rtu ra de la línea fé rre a en tre dei país, desde la fo rm a d e concebir el E stad o y las relaciones sociales,
la cuenca hullera del D onetz y los yacim ientos d e m ineral d e h ie rro de a la m anera de org an izar el espacio. La creación de la Unión de R epú­
Krivoí-Rog, e n 1885, se c o n v i r t i ó en la p rim e ra región fab ril del país, blicas Socialistas Soviéticas como u n nuevo E stad o federal constituido
tran sfo rm an d o la im agen agrícola d e U crania. por 15 R epúblicas q u e corresponden en esencia a los principales gru­
La extracción p etro lífera en B akú, a o rillas del Caspio, que en 1901 pos nacionales, adem ás d e o tra s 20 R epúblicas au tó n o m as en su in te­
llegó a rep resen tar La m itad de la p ro ducción m undial, generó u n auge rio r p ara los grupos étnicos de m en o r im portancia, inició u n cam ino
industrial sim ilar. La te rc e ra área en consolidarse fue la región central, de reform as, en tre las que aquí van a señalarse ta n sólo las de m a­
en to m o a Moscú, beneficiándose dei c a rá c te r rad io cén trico adoptado y o r significado geográfico.
p o r la re d de ferro carriles, con u n pred o m in io en este caso de in d u strias
ligeras diversas, o rien tad as a sa tisfa c e r la dem an d a del m ercado in terio r
(sustitución de im portaciones). 1. La socializació n d e lo s m e d io s p r o d u c tiv o s y la p lan ifica ció n
En resum en, al com enzar el siglo xx R usia se en contraba iniciando cen tra liza d a
su desarrollo in d u strial, con u n a s tasas de crecim iento b a sta n te altas,
si bien com parativam ente con o tro s países de E u ro p a occidental o con Según el artícu lo 10 de la actual C onstitución d e la URSS, su sistem a
E stados Unidos su d esarro llo e ra a ú n m uy lim itado, com o m u e stra n los económ ico está basado en la p ro p ied ad socialista de Jos m edios de p ro ­
datos del cuadro IV.3. ducción b ajo la fo rm a de propiedad estatal, La abolición de la propiedad
privada y las e s tru c tu ra s cap italistas an terio res fue uno de los principios
básicos de la revolución, y su aplicación se puso en p ráctica desde los
C uadro IV .3 p rim eros m om entos, si bien ha estado so m etid a p o sterio rm en te a di­
versas vicisitudes.
Nivel de producción en carbón y acero
alcanzado por diversos países en 1898 E n tre 1917 y 1921, d u ran te el periodo de g u e rra civil subsiguiente
al estallido revolucionario y la intervención exterior, se in stau ró el
P roducción Producción llam ado c o m u n is m o de. g u erra , in ten tán d o se u n a ráp id a colectivización
País p cero /h a b itan tc (kg} carb ó n /h ab ilan te (fcg)
de la econom ía con la expropiación de todos los m edios de producción
R eino U nido 214,6 5.105,6 y distribución (tie rra s, fábricas, com ercios, tra n sp o rte s...), la aboli­
E stados Unidos 160,5 2.660,0 ción de los m ercados y la nacionalización de los Bancos, creándose u n
B é lg iu 147,4 3.341,5 Consejo Suprem o de Econom ía N acional encargado de su gestión. No
Alem ania 132,7 2355,4 obstante, su efectividad p ráctica fue lim itad a an te el escaso control
F rancia 64,9 830.5
R usia 17,0 95,0 e jercid o p o r el gobierno c en tral sobre el te rrito rio en esos m om entos
de conflicto bélico, la resistencia del cam pesinado a la confiscación
y la incapacidad g esto ra de los organism os creados im provisadam ente,
Fuente: J. P. Colé. 1969.
lo que p ro d u jo u n retro ceso de la producción global, obligando con
ello a d a r u n paso a trá s en el proceso iniciado, in stau rán d o se en 1921 u n a
Con ello se define progresivam ente u n d u a lis m o económ ico y espa­ nueva política económ ica (N E P). E sto supuso, en esencia, la im plantación
cial en tre unos cuantos centros situados en el oeste y que concentran tra n sito ria d e u n sistem a de econom ía m ixta en el q u e el E stado m an ­
las actividades nuevas, ju n to a los grupos sociales em ergentes (prote- tuvo la p ropiedad de los secto res básicos (in d u stria pesada, tra n sp o r­
tariad o u rb an o y b u rg u esía in d u strial), fren te a la pervivencia de unas te, energía, crédito, com ercio exterior), adm itiendo la propiedad privada
estru c tu ra s casi inm utables en la m ayor p a rte del te rrito rio . E ste d u a ­ en los restan tes, p articu larm en te en la ag ricu ltu ra. E n el cam po, se
lism o; u n id o ra u n a crecien te dependencia exterior, acom pañan, pues, devolvieron las tie rra s que n o su p e rab a n u n u m b ra l su p erficial m áxim o
estas p rim eras fases de lo que puede identificarse com o «revolución (sólo el 3 % p erm anecieron socializadas), se su stituyó la req u isa de las
in d u strial rusa», preludio y germ en d e las que ten d rán lugar pocos años cosechas p o r un im puesto, y se liberalizó el com ercio de granos.
después. U na vez recu p erad o en 1928 el nivel p ro d u ctiv o d e 1913, y cuando
el E stad o sólo co n tro lab a el 45 % de la R enta N acional, se dio el im ­
pulso definitivo hacia la socialización , que ha conducido a la situación
IV. U n p ro ceso de tra n sfo rm a c ió n a c e le ra d a p re sen te en que coexisten tre s form as de propiedad: la estatal, q u e re ­
p re sen ta el 78 % dei cap ital total, com prendiendo la m ayor p a rte de
Con la Revolución de o c tu b re d e 1917 se inician una serie de cam ­ los recursos produciivos (suelo, subsuelo, in d u strias, m edios de tra n s­
bios bruscos y profundos que afectan todos los aspectos de la vida p o rte , construcción, b an co s...), la cooperativa, que con u n 4 % del total
162 ESPACIOS y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES F.K ¿K U 4S DESARROLLADAS 163

afecta principalm ente al secto r ag rario (koljoses) y artesanal, y la p ro ­ agrarios existentes. A su vez, al estab lecer la distribución de las inversio­
piedad privada, con el 18% re sta n te , que incluye las ren tas del trab ajo , nes, tanto en sectores productivos com o en servicios sociales o tra n sp o r­
el ahorro, los bienes de uso y consum o, una vivienda y, en los koljoses, tes, con los consiguientes em pleos generados, condiciona directam ente
una parcela de tie rra ju n to al u tillaje y ganado com plem entario (B rand, fenóm enos geográficos tan relevantes com o el desigual crecim iento regio­
ÍX, 19S3, 42). E n consecuencia, el E stado se configura como agente fun­ nal y urbano, los m ovim ientos m igratorios, etc., haciendo tam bién posi­
dam ental en lo que atañe a la organización del espacio, con una capa­ ble la realización de grandes o b ra s iiifraeslru ctu rales que exigen inver­
cidad m uy superior a la de los agentes privados, diferencia esencial siones m uy cuantiosas. La construcción de cen trales hidroeléctricas como
con los sistem as cap italistas (Clavaí, P., 1980, 247-283). las de B ratsk, en el Angara. K uibychev o Volgogrado, en el Volga, la
Tam bién desde 1928 q uedó in sta u ra d o el sistem a de planificación eco­ plantación de árboles en las estepas p ara re d u c ir la erosión, la ro tu ració n
nóm ica cen tra liza d a que h a regido la vida del país d u ran te m ás de m edio de inm ensas superficies en unos pocos años, o ta puesta en regadío de
siglo, tra s la previa creación de la G osplan (C om isión E statal d e Planifi­ extensas áreas en el d esierto aralo-caspiano, el tendido del nuevo ferro ­
cación) en 1920, encargada de su elaboración y control. carril tran sib erian o ai no rte del ya existente, la red de oleoductos y gaso­
Los planes básicos tienen una duración quinquenal, existiendo p o r en­ ductos tendida sobre miles de kilóm etros, etc., son ejem plos suficiente­
cim a otros decenales (desde 1979) en los que se fijan las grandes líneas m ente expresivos.
del desarrollo a largo plazo, y o tro s anuales de reaju ste, en relación con Finalm ente, la prim acía del E stado como agente organizador y su
la coyuntura económ ica. Los planes quinquenales, de c a rácter im pera­ actuación sobre un territo rio con escasas herencias en la m ayoría de
tivo, son lo5 encargados de fija r los objetivos básicos, tan to sectoriales ocasiones, ha p erm itid o una elevada coherencia en las actuaciones en tre
com o regionales, en lo que concierne a producción, em pleo y d istrib u ­ objetivos teóricos y realizaciones m ateriales. En este sentido, puede afir­
ción de la m ano de obra, inversiones a realizar, etc. E stos objetivos son m arse que la planificación ha sido el m ecanism o institucional básico p ara
de carácter global, afectando a todas las áreas productivas, y se m arca­ la transform ación de las e stru c tu ra s espaciales vigentes en 1917 hacia
ron desde sus com ienzos la m eta esencial de in d u strializar el país y lo­ form as en m uchos casos originales.
g ra r un desarrollo progresivo de la p ropiedad socialista, dando p rioridad
a la industria pesada con b ase en los recursos propios y a la reinversión
de las plusvalías, en d etrim en to de la agricultura, la producción de bienes 2. E l c r e c im ie n to in d u str ia / y ia u rb a n iza ció n
de consum o y la ráp id a m e jo ra del nivel de vida.
Si hasta 1955 ia planificación estuvo caracterizada p o r una rígida Una de las co nstantes en los escritos de Lenin es el papel esencial
centralización, que llegaba a fijar objetivos detallados en diferentes es­ que otorgaba a la industrialización y electrificación de Rusia com o m edio
calones jerárq u ico s h asta llegar al de la em presa, desde esa fecha se para sald ar la distancia que la sep arab a de las potencias de O ccidente y
inició una liberalizacióu forzada p o r la creciente com plejidad de la eco­ m ejo rar el nivel de vida de la población, al tiem po que como arm a p a ra
nom ía nacional y en el m arco de la desestalinización. Uno de los efectos acabar con todo vestigio feudal, p erm itien d o el desarrollo de u n a am plía
de m ayor interés geográfico fue la sustitución de los grandes m inisterios base p ro letaria que debía salvaguardar y cim en tar los logros de la revo­
federales, encargados de llevar a cabo u n a política esencialm ente secto­ lución, en el cam ino hacia la fu tu ra sociedad com unista.
rial, p o r 104 sovnarjoses o consejos regionales, que integraban los diver­ A la industrialización se han su p ed itad o la m ayor parte de los recu r­
sos sectores en m arcos espacialm ente delim itados, lo que venía a suponer sos disponibles, haciendo posibles u n as ta sa s d e c r e c im ie n to sin prece­
un «triunfo del p rincipio territo rial» (B rand, D., 1983, 47). Su desapari­ dentes, de m odo p articu lar en los p rim ero s planes, que sitú an hoy al
ción en 1965 y la reap arició n de los m inisterios, au n q u e d en tro de unas país com o segunda potencia in d u strial en el m undo, con u n a p articip a­
coordenadas de m ayor flexibilidad y contando ahora con una división en ción en el em pleo equivalente al 39% de la población activa en 1981,
18 regiones económ icas p a ra la aplicación del plan, ha reavivado una fren te al 20 % del secto r agrario y el 41 % de los servicios. Los datos del
polém ica a b ierta aún hoy e n tre centralización o regionalización de las cuadro IV.l evidenciaban ya el c a rá c te r selectivo de este proceso, pola­
decisiones (Mellor, R. E. H., 1982, 38-44). T am bién en las dos últim as dé­ rizado inicialm ente en los sectores básicos y la producción de bienes de
cadas, los planes h an otorgado m ayor atención a la agricu ltu ra y la in­ equipo concebidos como fundam ento de u n a verdadera independencia
d u stria ligera con el fin de re c u p e ra r el re tra so acum ulado, pero las económ ica y p latafo rm a para el desarrollo p o ste rio r de las re sta n te s acti­
distancias actuales siguen siendo evidentes. vidades. El cuadro IV.4, p o r su p arte, p erm ite o b te n e r una im agen m ás
A hora bien, si el sistem a de planificación resu lta de indudable interés porm enorizada de la evolución reciente, destacando la progresiva orien ­
económ ico, tam bién genera im p o rtan tes efectos geográficos que justifi­ tación hacia la m etalurgia de tran sfo rm ació n y la quím ica, frente a un
can su tratam ien to . Al definir las producciones a conseguir en cada sec­ aum en to ya m ás m oderado de la sid eru rg ia o la producción energética,
to r y sus precios, ha o rien tad o decisivam ente las actividades industriales en tan to se m antiene con stan te el dinam ism o en el sector de m ateriales
o los tipos de cultivos dom inantes, que caracterizan los diversos paisajes de construcción an te la fuerte dem anda de viviendas.
164 ESPACIOS Y SOCIEDADES

C u a d r o IV .4

Evolución sectorial de la producción industrial entre 1940 y 19S1


(números índices)
Sector 1940 1965 1961

E nergía eléctrica 1 12 34
C om bustibles 1 5 10
S iderurgia 1 7 13
Q uím ica y p etro q u ím ica 1 15 61
T ransfo rm ad o s m etálicos 1 16 77
M adera y papel 1 4 7
M alcríalas de co n stru cció n l 18 42
Cerám ica y vidrio 1 11 40
In d u stria ligera 1 3 7
A lim entación 1 3 7 % INCREMENTO
T otal 1 8 22 ■ Más de 50
á::H=iS 34-50
Fuente; *La URSS cu cifra» p a ra J.9SW,
l i l i l í 23-33
15-22
Menos de 15
' De este m odo, la distancia que m edia e n tre las tasas de increm ento
reg istrad as p o r los sectores de bienes de producción (grupo A) y de
Fig. 4.3. T asas de crecim iento industrial por Repúblicas (1940-1981).
bienes de consum o (grupo B), se red u jo de m odo n o table a p a rtir del
IX Plan quinquenal, tendiendo a d esap arecer en la actualidad, tal como
m u estra el cu ad ro IV.5, si bien hay que a ñ a d ir que el grupo A continúa
rep resen tan d o el 75 % de la producción in d u strial total.

C uadro 1V.5
Tasas anuales de crecim iento industrial en la URSS {%)

1951-55 1956-60 1961-65 1966-70 1971-75 1976*80

G ru p o A 15X) 14,0 9,6 *j6 7,1 4,9


G ru p o B 13.0 9,0 6,3 63 5.1
R e la c ió n A /B 1,15 1,56 1,52 1,04 1.12 0,96

F w n í t : D. B rand. i m , SS.

E l desarrollo de la producción m a n u fa c tu re ra ha estado m uy p o r en­


cim a del correspondiente al volum en de m ercancías tran sp o rtad as (vid.
cu ad ro TV.I), lo q u e evidencia q u e el proceso ha consolidado la fo rm a­
ción de grandes com plejos in d u striales relativ am en te autosuficientes ante
los costes im puestos p o r la distancia, favoreciendo asim ism o a algunas
de las regiones p eriféricas m enos d esarro llad as d en tro de la política de
reequilibrio territo rial, aunque aún se esté m uy lejos de alcanzar ese
objetivo (figura 4.3). 0.76 a 1,00
T an intenso com o el crecim iento in d u stria l h a sido el registrado p o r 0,51 a 0,?S
las ciu d a d e s , que de re p re se n ta r el 18 % de la población existente en Menos ce 0,51

Fig. 4.4. Coeficientes regionales de especiaüzacióa in d u c ía ) .


166 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 167

1913, lo que equivale a. 28 m illones de p ersonas, pasaro n a suponer el Por o tra p arte, un increm ento m edio su p erio r a dos m illones de nue­
49 % en 1960, y llegan en 1981 ai 63 % del total, equivalente a 168 m illo­ vos h ab itan tes p o r año, unido a las destrucciones ocasionadas p o r la
nes, es decir, seis veces m ás que la cifra inicial. C ontinuando con las ú ltim a gran g u erra y al deterioro del p arq u e inm obiliario existente, ha
estim aciones cuantitativas, en 1981 existían ya 22 ciudades m illonadas, obligado a c o n stru ir cerca de dos m illones de viviendas anuales en los
encabezadas p o r Moscú, que con 8,3 m illones de h ab itan tes en la aglome­ ú ltim os 40 anos, condicionante esencial al que h a debido en fren tarse la
ración se constituía en u n a de las m ayores del m undo, desbordando los construcción de la nueva ciudad socialista p revista p o r los planificado­
tím idos intentos realizados p ara co n tro lar su crecim iento, en tan to otras res. La sim plificación del diseño u rb an o , la m onotonía que im pone el
200 rebasaban los 100.000 h ab itan tes. Como afirm a Quiiici, «pese al orden predom inio de los prefabricados, o los reducidos tam años de las vivien­
socialista alcanzado p o r la Unión Soviética, el desarrollo de sus estru c­ das han sido sus efectos m ás evidentes.
tu ra s u rb an as no se lib ra de los condicionam ientos que im ponen los p ro ­ De la com binación de am bos procesos se ha derivado una ráp id a m o­
cesos de concentración y acum ulación de capitales en determ inados polos dernización de los c o m p o r ta m ie n to s d e m o g rá fic o s (cuadro IV.7) h asta los
fundam entales del desarrollo» (üuilici, V., 1978, 11). niveles actuales en que parece h ab erse producido una estabilización e,
Este m ovim iento de c a rá cter m asivo es resu ltad o directo del éxodo incluso, una ligera recuperación de las tasas m otivada, directa o indirec­
ru ral ligado a la m ejo ra de la productividad agraria y la creación de em ­ tam ente, p o r el inicio de un proceso de envejecim iento. Pese a todo, no
pleos, principalm ente en 1a in d u stria y la adm inistración, d en tro de estos resu lta com parable al que se reg istra en el noroeste de E uropa, ap are­
centros urbanos. A unque en cifras absolutas ha afectado principalm ente ciendo m uy co n trastad o según regiones, desde un m ínim o en Asia cen tral
a las ciudades preexistentes en las regiones occidentales, las m ayores y T ranscaucasia, a los máxim os en las repúblicas bálticas.
tasas de aum ento se reg istran en el este, donde han surgido u n buen
núm ero de ciudades de nueva p lan ta, sin apenas historia, desde los U ra­
les y siguiendo el eje del T ransiberiano (L istengurt, F. M., 1974), de las
que son buena m u estra las que recoge el cu ad ro IV.6. No obstante, los C uadro IV.7
crecim ientos m ás espectaculares corresponden a centros de m enos ta­
m año surgidos ju n to a depósitos m inerales com o K araganda, Novokuz- Evolución del com portam iento demográfica en la URSS
(J9I3-J98J)
netsk, K em erovo, M agnitogorsk, etc., o centrales hidroeléctricas como
Angars y B ratsk (H arris, C. D., 1972, 282). MiHones Tasa de Tasa de
Año de h abitantes n atalid a d (Mu) m ortalidad (ífo)

C u a d ro IV , 6 1913 159,2 45,5 29,1


1940 194,1 31.2 18,0
Crecimiento de los principales centros urbanos qI este de los Urales 1950 178,5 26.7 9,7
1960 212,0 24,9 7,1
Miles de h abitantes 1970 241,7 17,4 S.2
I0?1 266.6 18,7 10,3
Ciudad 1917 1939 1969 1931
Fuente; «La URSS e n cifras para 1981».
Sverdlovsk 78 423 KXU 1-252
Cheliabinsk 47 273 871 1.066
Omsk 80 289 826 1.061
N ovosibirsk 70 404 1.098 1.356
Tashkent 257 550 1.354 1.901
Alma-Ata 35 222 684 1.001 E sta evolución se h a visto p ro fu n d am en te alterad a p o r el im pacto de
las diversas crisis bélicas que h a conocido la URSS en n uestro siglo. Si
F uente: J . P. Colé, 1969. y «La URSS en cifras p a ra 1981*. la I G uerra M undial y la g u erra civil (1914-22) hicieron que h asta 1930 no
se recuperase el volum en cíemográfico alcanzado en 1913, ia últim a con­
flagración causó 17 m illones de m u erto s, ju n to a o tro s 10 m illones de
La centralización ad m in istrativ a h a potenciado un p a rtic u la r creci­ nacim ientos no producidos, lo que a ú n hoy resu lta visible en las profun­
m iento en las capitales de las 15 repúblicas federadas, ju n to a las regio­ das m uescas que p resen ta la p irám id e de población. La especia] inciden­
nales, provinciales y de repúblicas autónom as, que adem ás actúan como cia sobre la población m asculina, reflejada aún en la existencia de 114
cen tro s de servicios, h a sta re p re s e n ta r hoy el 80 % de las ciudades que m u jeres p o r cada 100 hom bres, favoreció u n a rápida incorporación de
superan los 250.000 habitantes, registrán d o se fenóm enos de m acrocefalia la m u je r al tra b a jo , suponiendo p rácticam en te el 50 % de la población
b astan te acusados (Leizerovicft, E. E,, 1974, 25-27). activa total en el m om ento presente.
ESTRUCTLRAS ESPACTALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 169
168 ESPACIOS Y SOCIEDADES

nes diversas. Las consideraciones económ icas están, sin duda, en un p ri­
3. E l m o v im ie n to c o lo n iza d o r: la ^ con qu ista d e l este»
m e r plano an te el d esequilibrio población-recursos existente, ya que las
reservas más im p o rta n te s se localizan en las regiones orientales, y las
En la perspectiva espacial, uno de los fenóm enos m ás relevantes acon­
necesidades de nuevas ocupaciones p a ra la m ano de obra ag raria exce­
tecidos d u ran te el p resente siglo en la URSS h a sido el proceso de colo­
dente. Pero ju n to a éstas, tam bién juegan los factores estratégicos: si ya
nización, que h a supuesto la ocupación y puesta en explotación de una
en los años 40 el avance alem án h a sta S talingrado (actual Volgogrado)
p arte de los te rrito rio s orientales, con el consiguiente traslad o del centro
supuso u n trasvase de hom b res y fábricas hacia el este, im pulsando deci-
de gravedad dem ográfico, que al com enzar la pasada década Colé situ ab a
didam ente el desarrollo de los U rales, las tensiones fro n terizas con China,
en el m eridiano 50° E., en el valle del Volga, en tan to el geom étrico se
el conflicto de A fghanistán, o la pro x im id ad a E stad o s Unidos en el A rti­
encuentra en el valle del Obi (80° E.). E l proceso guarda ciertos rasgos
co y B ering obligan a una ocupación efectivo de algunas áreas extrem as
en com ún con el ocurrido an terio rm en te en America del N orte, siendo
del país.
elem entos distintivos, adem ás de su retraso , el sentido divergente y el
c arácter esencialm ente urbano-industrial que lo ha presidido. En el avance del fren te pionero, que cum ple los rasgos c a ra c te rísti­
cos de todo proceso de difusión espacial, pueden señalarse tres etapas
La escasa im portancia del avance h acia el este d u ran te el siglo pasado
o m om entos esenciales. Si el p rim ero co rresp o n d e al ya m encionado
puede achacarse tan to a las b a ja s densidades de población como, sobre
todo, a la pervivencia de la servidum bre que im pedía el libre desplaza­ traslad o hacia los U rales de fábricas que ya no volvieron a desm ontarse
al acab ar la guerra, el segundo supuso la ocupación del K azajstán y su r
m iento a la m ayoría; incluso tr a s su abolición, el gobierno estableció
de S iberia occidental en la década siguiente; en este últim o caso, se
diversas trab as an te la p resión de los terraten ien tes que tem ían ver va­
ciarse sus tierras. La inexistencia de apoyo oficial agravaba las dificulta­ tra tó de una colonización agrícola de los sectores m eridionales, con
des económ icas para un am plio secto r de población indigente derivadas ro tu ració n de 41 m illones de h ectáreas e n tre 1954-1960 dedicadas al m o­
de una em igración tan lejana, pero quizá fuese la inexistencia de m edios nocultivo triguero, m ien tras en las proxim idades del T ransiberiano se
d esarrollaba una explotación in d u strial d e los ab u n d an tes recu rso s m ine­
de tra n sp o n e rápidos el freno esencial h a sta n u estro siglo.
Sí aún en 1897 la población to tal de S iberia apenas su p erab a los 7 mi­ rales existentes, con cen tro en K araganda y el K usbass o cuenca de
llones de habitantes, ia inauguración det ferro carril T ransiberiano en t K uznetsk. La tercera etap a, y últim a h a sta el m om ento, supuso la incor­
1902, siguiendo una línea directa h a sta V ladivostok que atravesaba te rri­ poración de la B aikalia en los años sesenta, observándose una cierta
detención desde en tonces an te el deseo de consolidar previam ente Ja
torio chino, com pletada poco después con o tro recorrido m ás sep ten trio ­
nal a p a rtir de Tchita, que seguía el valle del A m ur, ju n to a la coetánea ocupación y explotación de los te rrito rio s m ás próxim os.
inauguración del T ransaraliano en 1906, cam biaron ráp id am en te la situ a­
ción. E l eje del T ransiberiano en concreto, tendido a lo largo de 5.000 ki­
lóm etros, del Ural al Pacífico, se constituyó en vehículo esencial de la V. O r g a n iz a c ió n actual del t e r r it o r io en la U n ió n S o v ié t ic a

colonización, retlejo de la política expansionista rusa en E xtrem o O riente


a la búsqueda de p u erto s libres de hielo, y elave de la industrialización 1. Los e sp a cio s in d u str ia le s c o m o e le m e n to cla ve
del país al d esarro llar los intercam bios de productos.
Según algunos autores, las deportaciones ju g aro n un papel com ple­ a) L os ¡ a d o r e s d e lo ca liza ción y la n oción d e c o m p l e j o i n d u s t r i a l —
m entario en las p rim eras fases de la colonización siberiana. Se ha calcu­ Si algo ha cam biado to talm en te en la URSS d u ra n te el ú ltim o m edio si­
lado que entre 1823 y 1898 fueron d ep o rtad as a S iberia unas 700.000 p er­ glo, es el pan o ram a in d u strial. El intenso crecim iento reg istrad o ha
sonas lo que, unido a los m iem bros de sus fam ilias que les siguieron, a rro ­ supuesto una difusión rá p id a de las fáb ricas en el territo rio , facto r clave
ja u n a cifra total de unas 900.000 p ersonas (P ortal, R.( 1976, 95). Para en el establecim iento de u n nuevo equilibrio intcrregional. D entro d e las
B runet, la im portancia del Gulag en este ám bito parece h a b e r sido m áxi­ directrices m arcad as p o r los sucesivos planes, la orientación que se ha
m a en los años 1947-48, m om ento p a ra el que las estim aciones llegan a dado a las nuevas inversiones es resu ltad o d e la dialéctica co n stan te
la cifra de 15 m illones de forzados o «zek», encargados m uchas veces e n tre criterio s de e stric ta ren tab ilid ad , favorecedores de la concentración
del tendido 'de in fra e stru c tu ra s de tra n sp o rte (ferro carril del N orte en tre espacial de iniciativas y m edios productivos, fren te a los derivados de
K otlas y V orkuta, canales Báltico-BIanco y Volga-Don, ferro carril Temir- consideraciones sociales o regionales, ten d en tes a hom ogeneizar pro g resi­
tau-H aljash...) y en tra b a jo s pesados (canteras, a p e rtu ra de m inas, cons­ vam ente la distribución d el em pleo y la producción, superando u n a de
trucción de grandes p re s a s ...), generalm ente en áreas con u n m edio hostil las contradicciones achacadas h ab itu alm en te al m odelo de industrializa­
ción capitalista.
(B runet, R .f 1981, 218-220).
La su stitu ció n de la em p resa privada, cuya actuación e stá guiada p o r
Pero si la creación de ciertas in fra e stru c tu ra s básicas fue condición
la búsq u ed a de un beneficio a corto plazo, p o r el objetivo estatal de ele­
necesaria para llevar a cabo la colonización, su realización p ráctica ha
v ar la producción global, se constituye en un p rim e r m ecanism o correc­
resultado, sobre todo, de una decisión política im pulsada p o r m otivacio­
170 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALAS LN ÁREAS DESARROLLADAS 171

tor. La planificación a largo plazo y la posibilidad de p rim a r la ren tab i­ de trab ajo y m ercado de consum o) regional. E ste últim o aspecto tam bién
lidad social de u n a inversión respecto a su sim ple valor económ ico, sue­ condiciona su organización espacial concreta, pudiendo distinguirse aq u e­
le a considerarse m ecanism os com plem entarios. P artiendo de estos su­ llos com plejos instalados en regiones densam ente ocupadas, en las que
puestos básicos, H am ilton ha destacado la existencia de algunos p rin ci­ se desarrollan todas las fases productivas, de Jos que se sitú an en regío-
p io s d e localiza ción específicos, que generan m odelos distributivos que ne de reciente colonización y aún poco pobladas, que exigen el tra s \rase
difieren en algunos aspectos de los vigentes en las econom ías de m ercado de una p arte al m enos de los p ro d u cto s sem ielaborados hacia o tras áreas
(H am ilton. F. E. I., 1971, 326-333). con suficiente capacidad de consum o.
Ante la p rio rid ad otorgada a la in d u stria p esad a y los elevados costes Finalm ente, au n q u e sean los m ás num erosos, no todos los com plejos
de tran sferen cia que im ponen las largas distan cias a reco rrer, el facto r existentes dependen en form a d irecta de la proxim idad a un yacim iento
básico es aquí, sin duda, la localización de los recu rso s n atu rales, y en de m aterias prim as. Por este m otivo, puede hacerse u n a división en tre
este sentido buena p arte de los espacios in d u striales surgidos en las los com plejos de base extractiva, dom inados p o r la in d u stria pesada y
últim as décadas, jalonando m uchas veces el avance de la colonización, escasam ente diversificados, de los de b ase u rb an a, con m ayor variedad
se h an ido disponiendo ju n to a los yacim ientos de m aterias prim as y de actividades p o r cuanto no existe u n fa c to r originario ta n específico,
energía. La atracción p rio rita ria que el m ercad o ejerce sobre las indus­ y generalm ente dom inados p o r las in d u strias ligeras.
trias que fabrican bienes de consum o directo p a ra la población justifican Desde los años seten ta se ha generalizado Ja noción de c o m p l e jo te -
su im plantación en las grandes ciudades y, en consecuencia, la vigencia rrito ria l d e p r o d u c c ió n d en tro de la planificación soviética, com o con­
del análisis w eberiano que liga la orientación espacial de las em presas ju n to de em presas industriales, in fra e stru c tu ra s de tra n sp o rte e in fraes­
con su índice de m aterias prim as. tru c tu ra s sociales (servicios colectivos, viviendas...) a escala regional, que
Un segundo principio aplicado p o r los planificadores ha sido la bú s­ aparece com o u n id ad básica p ara la organización del territo rio , p a rtic u ­
queda de un equilibrio interregional a p a rtir de la relación en tre pobla­ larm ente en lo que hace referencia a la p u esta en explotación de los re­
ción total y em pleo in d u strial, evitando las desigualdades excesivas y las cursos disponibles en las regiones que se en cu en tran en fase de coloni­
consiguientes m igraciones m asivas de población. La puesta en explotación zación. P ara m e jo ra r su gestión y solventar los problem as b u ro crático s
de todos los recursos regionales disponibles y u n a cierta p rio rid ad en las ligados a la dependencia de las actividades in d u striales existentes de
inversiones a las áreas con excedentes de cam pesinos han actu ad o en diversos m inisterios, en 1979 se creó un m inisterio específico p ara Sibe­
esta línea, pero el deseo de crecim iento ráp id o se h a convertido de nuevo ria central y E xtrem o O riente, que es el p rim e r organism o territo rial
en una grave lim itación. Finalm ente, se ha p ro cu rad o una cierta disper­ de im portancia desde 1965.
sión de las fábricas p o r razones de seguridad y defensa nacionales, p a r­
ticularm ente en ciertos sectores clasificados com o estratégicos (arm a­ b) L os c o n tr a s te s regio n ales en ía d istr ib u c ió n d e la in du stria. — La
m ento, aeronáutica, in fo rm ática..,), si bien los dalos disponibles ai res­ industrialización m asiva y ráp id a de 1a URSS ha trasto cad o la a n te rio r
pecto son m uy escasos. distribución de sus espacios fabriles, con un progresivo desplazam iento
E l m odelo básico de localización y organización in d u strial se estru c­ en favor de las regiones orientales, m ovido tan to p o r el deseo de o cu p ar
tu ra a p a rtir de los com bináis o c o m p l e j o s in d u stria le s , definidos como efectivam ente todo el te rrito rio , com o p o r la necesidad de p o n er en ex­
grandes concentraciones de em p resas in teg rad as v ertical u horizontal- plotación las ab u n d an tes riquezas m inerales allí existentes, solventando
m ente, que responden a las necesidades de solidaridad técnica, econom ías el a n te rio r desequilibrio espacial e n tre población y recursos; el aleja­
de escala y reducción en costes de tra n sp o rte derivada de la proxim idad. m iento de las fro n te ra s occidentales, potencialm ente m ás vulnerables, ha
Su funcionam iento está regido p o r una o varias in d u strias m otrices, podido ser un acicate com plem entario en algunos casos.
m uchas veces dedicadas a la p rim e ra tran sfo rm ació n de determ inados El resu ltad o es un m apa in d u strial m ás equilibrado que el existente
recursos, a p a rtir de las cuales se generan ínterrelaciones técnico-eco­ a comienzos de siglo, en las p rim eras fases de crecim iento, p ero en el
nóm icas con o tra s em presas com plem entarias que utilizan sus productos q u e siguen existiendo desequilibrios im p o rtan tes. E n p rim e r lugar, los
como in p u ts p a ra d e sa rro lla r su pro p ia actividad, o que abastecen a las contrastes oeste-este, aunque atenuados, se m antienen, con un claro pre-
an terio res en ciertos elem entos, com prendiendo en conjunto los diversos dom inio d e las regiones situ ad as e n tre las fro n teras de E u ro p a y los
estadios de la producción, desde la extracción de la m ateria p rim a a la U rales, que con u n 22 % de la superficie y un 70 % de la población, con­
m anufactura. Los principios de interdependencia, jerarquización y espe- centran el 74 % de la producción in d u strial. A escala de región econó­
cialización son, pues, in h eren tes a todo com plejo in d u strial, caracteriza­ m ica, los coeficientes de especiaíización calculados a p a rtir de las cifras
do p o r u n a verd ad era red de vínculos en tre las em presas y núcleos que respectivas de población y producción m a n u fa c tu re ra en 1970 respecto
lo com ponen. a los totales nacionales, se carto g rafían en la figura 4.4, evidenciando la
E l tam año de ¡os com bináis v aría en función de la m ayor o m en o r concentración de las regiones con especiaíización fabril en el cu ad ran te
abundancia de recursos disponibles y la densidad de población (fuerza noroccidenlal, fren te al c a rá c te r agrario de los territo rio s m eridionales,
172 ESPACIOS Y SOCIEDADES

Fig. 4 .6. Principales complejos industriales de Ia U RSS.


Menos de 2.6

fig.. 4.5. Di>aribiKÍ6n reaior.a! de la producción industrial.

En concreto, las regiones de T ranscaucasia, K azajstán y Asia central,


con un 18,6 % de la población to tal, sólo reúnen el 7,8 % del v alo r to ta l
producido p o r la in d u stria, m ien tras las de Moscú, N oroeste y Donetz-
D nieper suponen el 24,7 % y el 37,7 % respectivam ente. La com paración
de este m apa con el de la figura 4.5, que rep resen ta el peso re a l de cada
región a) co n sid erar su ap o rtació n a Ja producción total de la URSS,
p erm ite com probar, asim ism o, la orientación esencialm ente m anufactu­
rera que h a presidido la colonización del este en sus etap as m ás recien­
tes, si bien la p articipación q u e supone, cifrad a en un 3 % p a ra S iberia
cen tral y u n 3,1 % p ara E xtrem o O riente, es aú n m odesta.
Ju n to a estos co n trastes globales, hay que d e sta c a r el desigual com ­
p ortam iento locacionat según sectores de actividad, que da origen a los
dos grandes tipos de regiones in d u striales existentes en la Unión Sovié­
tica, las de b ase extractiva y las d e base u rb an a, frente a la escasa im­
portancia de las vinculadas a p u erto s y vías navegables (figura 4,6).
Las regiones in d u stria le s d e b a s e e x tr a c tiv a e stá n constituidas p o r
com bináis surgidos en la proxim idad de algún recurso (m ineral, hídrico,
forestal), p o r lo que p resen tan u n claro predom inio de Ja in d u stria de
174 ESPACIOS Y SOCIEDADES

base, una tlivcrsificacíón generalm ente escasa, y un peso creciente desde


eí U ral y liacia el Pacífico. Un p rim e r tipo, de im portancia básica en el
proceso de desarrollo soviético, es el co n stitu id o p o r las regiones de es-
pecialización siderom etalúrgica. La in d u stria siderúrgica fue el m o to r
principal en las p rim eras fases de ía industrialización, hasta lo g rar el
p rim e r puesto m undial desde 1971, desbancando a los E stad o s Unidos,
con u n a producción cifrada en 149 m illones de toneladas de acero en
1981, equivalentes a la q u in ta p arte del total m undial. Los com plejos
siderúrgicos aparecen vinculados a los principales yacim ientos hulleros
o de m ineral de h ierro (figuras 4.7 y 4.8), siendo en cam bio m uy escasos
los litorales, debido al aprovisionam iento y m ercado in tern o s que dom i­
n an esta actividad. E n ellos, y a p a rtir de grandes p lan tas integrales, han
surgido toda una serie de in d u strias derivadas que fabrican bienes de
equipo diversos (desde m aq u in aría y equipos p ara la extracción, m aqui­
n aría agrícola y m ateria! de tran sp o rte, m o to res...), e incluso bienes de
consum o finales en los com plejos situados al oeste (electrodom ésticos,
vehículos autom óviles...).
E n orden de im portancia, la principal región siderúrgica continúa
siendo la del D onbass-U crania, con un 3ó °/c del acero soviético, que se
eleva al 42 % si se le sum a el com binat de Novo-Lipetsk, próxim o al m i­
neral de K ursk, y uno de los que em plean tecnología m ás avanzada
(B rand, D., 1983, 93). La antigüedad de la explotación y la fu erte especia-
lización productiva convierten al D onbass en un típico «paisaje negro»,
con grandes com plejos situados tan to en la cuenca hullera (D onetsk,
M akeevka, Lugansk), com o ju n to al m ineral de h ierro (Krivoi*Rog), las
centrales hidroeléctricas del D niéper y Don (D niepropetrovsk, Rostov),
o el litoral de Azov (Jdanov), originando en conjunto u n área habitada
hoy p o r m ás de 10 m illones de personas, lo que justifica la aparición pos­
terio r de o tras actividades com o la quím ica inorgánica o los tran sfo r­
m ados m etálicos.
La segunda gran región siderom etalúrgica es el U ral. Aquí la base
tradicional fueron los ab u n d an tes yacim ientos de m ineral de h ierro que
desde los años tre in ta se vieron revalorizados con la llegada del carbón
de K uznetsk y, m ás tard e, de V orkuta, e, incluso, el Tunguska. El im­
pulso colonizador se vio definitivam ente consolidado con la II G uerra
M undial, perm itiendo el desarrollo de algunos de los m ayores com binats -
de la URSS com o los de M agnitogorsk, C heliabinsk o Sverdlovsk, que
asocian Jas in d u strias de p rim era transform ación a las de bienes de
equipo, justificando que a esta ú ltim a ciudad se la conociese com o «fá­
b rica de fábricas que fabrican fábricas» (Sanz, J. M., 1979, 289). La ex­
trao rd in aria ab u ndancia de todo tipo de riquezas m inerales, que explican
su posición com o principal región m in era del país, ha favorecido una
g ran diversificación de la in d u stria pesada hacía sectores com o ei alu­
m inio (Ufa, Serov), el cobre (C heliabinsk, Ü rcm burg) o la quím ica. E n
consecuencia, la región del U ral reú n e hoy algo m ás de 16 m illones de
h ab itan tes sobre el 3 % del territo rio , incluyendo una serie de grandes
centros u rb an o s en am bas vertientes.
Una tercera región basada inicialm ente en sus grandes yacim ientos »
ESTRUCTURAS ESPACIALES JEN ÁREAS DESARROLLADAS 177

hulleros, es ia del K uzbass o cuenca d e K uznetsk, en el s u r de S iberia


occidental. El im pulso inicial de la activ id ad ex tractiv a tuvo lugar en Jos
años trein ta, exportándose el carbón h acia los U rales a n te las b ajas den­
sidades de población existentes aú n , p e ro ya en los años cincuenta, y
coincidiendo con el m om ento de m áxim o desarrollo colonizador que p er­
m itió la paralela ocupación de Jas m esetas de Ka*ak, se invirtió el sentido
de eslos m ovim ientos, com enzando la im p o rtació n de m ineral de h ierro
desde la Diagonal m ontañosa y el K azajstán. El resu ltad o h a sido u n a
ráp id a expansión de co m b in áis com o los de N ovokuznetsk, N ovosibirsk
y G urievsk, m enos diversificados aú n que los precedentes, que rep resen ­
tan el 10 % del acero producido en el pais, adem ás de c o n ta r con otras
in d u strias m etalúrgicas vinculadas a la ab u n d an cia de m inerales no fé­
rricos, e in d u strias quím icas. S um ada la cuenca de K araeanda, al oeste
(K araganda-T ernirtau), la cifra se eleva al 15 %.

Fig. 4.8. Distribución de Jas materia* primas minerales,


Al este del K uzbass, los inm ensos recu rso s existentes, sobre todo en
carbón (cuencas del T unguska y Lena), perm anecen p rácticam en te inex-
plotados ante lo s graves obstáculos clim áticos que lim itan su extracción
a cu atro o cinco m eses p o r año y, so b re todo, las grandes distancias a

(basado en R.li.H. Mellor, J982)


los potenciales m ercados consum idores, habiendo originado h asta el p re­
sente el desarrollo in d u strial en algunos cen tro s aislados. Los com binats
especializados en la in d u stria del alum inio, que aprovechan los yacim ien­
tos de bauxita y la energía hid ro eléctrica de las gran d es centrales sibe­
rian as (K rasn o iarsk , B ratsk, Irk u tsk ...), el com plejo papelero de B ratsk,
el de cobre y níquel de N orilsk, el quím ico de K om som olsk, etc., son
o tro s tan to s ejem plos de esta localización a base de enclaves aislados.
Los com plejos textiles y quím icos de U zbekistán (T ashkent, D ushanbe,
F ergana...), basados en su p ro p ia ag ric u ltu ra de regadío (algodón), cen­
trales hidroeléctricas en el reborde m ontañoso y yacim ientos de gas n a­
tural, ofrecen un p an o ram a b astan te sim ilar.
O tro tipo de regiones in d u striales de b ase ex tractiv a son las vincula­
das a los yacim ientos de h id ro carb u ro s, origen de una in d u stria p e tro ­
quím ica y o tro s sectores derivados (desde quím ica inorgánica a plásti­
cos, caucho, o fibras sintéticas). Si d u ra n te casi m edio siglo ios yacim ien­
tos de Bakú-Groznyi co n cen traro n la producción, desde los años cincuen­
ta las crecientes necesidades de la in d u s tria y la creación de u n a extensa
re d de oleoductos que hoy reb asan los 70.000 km de longitud, p erm itie­
ro n tra sv a sa r el c e n tro de gravedad h acia la región Volga-Kama (Segun­
do B akú), que de 10 m illones de to n elad as en 1950 p asó a p ro d u c ir 173
en 1965. Desde com ienzos de los anos seten ta ha tenido lugar un despla­
zam iento sim ilar h acia S iberia occidental (T ercer B akú), con centro p rin ­
cipal en Sam otlov, que de 12 m illones de toneladas en 1968, pasó a 116
en 1974, y alred ed o r de 300 en la actu alid ad , lo que equivale a casi la
m ita d d e la producción to ta l soviética, la p rim e ra del m u ndo en im p o r­
tancia. La interconexión de la red de oleoductos y gasoductos q u e enla­
zan Irk u tsk y el T ercer B akú con la zo n a dei C aspio y los países de E u ro ­
p a (O leoducto de la A m istad hacia los países del COMECON, gasoducto
hacia E u ro p a occidental) se producen en la región dei Volga, potenciando
u n especial desarrollo de núcleos com o K uibychev o Volgogrado; la exis-
ESPACÍOS Y SOCIEDADES I-STRUCTCRAS ESPACIALES EN ¿REAS DF.S4RRQM.ADAS 179

tencia d e im p o rtan tes recu rso s en sal potásica, azufre (a p a rtir de p iri­ C u a d r o IV .8
tas) o fosforita en esta m arg en occidental de los U rales, no ha hccho sino
Tasas demográficas en las repúblicas soviéticas en 1978
reforzar la especiaíización quím ica, la de m ás rápido crecim iento en las
últim as décadas a escala nacional. NaUiTitUid Mortalidad Crecimiento natural
Un tipo d iferen te de región in d u strial es el que se desarrolla asociado República <*•> ífc»}
estrecham ente a la existencia de grandes c e n tro s u rban os. Ju n to a la
1. T adyikistán 37,5 8,3 292
m ayor diversificación p ro d u ctiv a y el predom inio de in d u strias ligeras, Z. U zbekistán 33,9 a,9 27,0
su rasgo m ás destacado es la concentración que p resen tan en la m itad 3. T u rkm enistán 34,4 8,0 26,4
occidental del te rrito rio , la de m ayor tradición fabril. U tilizando recursos 4. K irgiiizistán 30,4 8,1 22.3
energéticos muy variados, desde la energía hidroeléctrica de K ola y las 5. Azerbayán 24,y 6.7 18,2
6. K azajstán 24.4 7.4 17.0
centrales del Volga-Don-Dníeper, a la ten n o electricid ad extraída a p a rtir
de la hulla del D onbass, el lignito de la región cen tral o el fuel llegado
7. Armenia 22,2 5,5 16,1
8. M oldavia 20,1 9.8 10,3
p o r los oleoductos, su m áxim a expansión h a tenido lugar en el últim o 9. Georgia 17,7 a.o 9.7
cu arto de siglo, tra s el cam bio en las orientaciones de la planificación y IÜ. B ieloriusia 15.9 9.1 6,8
U. Rusia 15,9 103 5,6
la m ayor im portancia o to rg ad a a los bienes de consum o. 12. L ituania 15,3 10,0 5.3
La m ás im p o rtan te del país, con casi un 20 % de la producción total, 13. Ucrania 14.7 10,7 4,0
es la Región cen tral o de M oscú, en la que al am plio m ercado de consum o 14. E stonia 14.9 12.2 2,7
y trab ajo hay que añ ad ir las ventajas de la accesibilidad que conlleva la 15. Leionia 13.6 12,4 1.2
e stru c tu ra de la red de com unicaciones, los im p o rtan tes yacim ientos de URSS U2 9,7 8.5
lignito, y su c a rá c te r de cen tro innovador, p ara ju stificar el desarrollo
que ha tenido lugar. Desde la p ro p ia capital, y continuándose en un gran
núm ero de ciudades próxim as que form an su región m etropolitana, se 2. H acia la c o n s tr u c c ió n d e la n u eva c iu d a d so cia lista
desarrollan todo tip o de actividades, desde la siderurgia (C herepovetsk),
h asta la in d u stria autom ovilística (M oscú, T ogliattigrad), textil (Ivanovo, El intenso desarrollo in d u strial ha convertido las ciudades en la base
Yaroslav, K alinin), quím ica, construcciones m ecánicas y, p articu larm en ­ del poblam iento actual, con unos 175 m illones de personas viviendo en
te, las íabricaciones de tecnología m ás avanzada, con alto valor añadido cerca de 6.000 núcleos considerados u rb an o s en 19SL Pese a los deseos
(m aterial eléctrico y electrónico, m ecánica de precisión, laboratorios far­ y declaraciones respecto a la p rio rid a d otorgada a las ciudades pequeñas
m acéuticos, etc.). Las re sta n te s capitales de las R epúblicas occidentales, y m edias com o freno a una excesiva polarización espacial, las grandes
desde Leningrado a Kicv o M insk, son otros tantos centros industriales urbes han conocido u n ex trao rd in ario crecim iento, pasando de 2 en
de carácter sim ilar y d esarro llo relacionado con el volum en de pobla­ 1926, y 3 en 1939, a 22 en 1981, las que reb asan el m illón de habitantes,
ción en su á re a de influencia. h asta se r en co n ju n to el 21,7 % de la población u rb an a total del país.
E sta d istrib u ció n de las á re a s industriales, con su progresiva difusión E ste crecim iento co n trasta con los objetivos desurbanizadores p ro ­
siguiendo an te todo el eje del T ransiberiano, explica el paralelo despla­ clam ados en ios años posteriores a la revolución. E l deseo de arm o n izar
zam iento del c e n tro d e g r a v e d a d dem ográfico y económico. E n la actu a­ las relaciones e n tre los cen tro s u rb an o s y su reglón, suprim iendo la an­
lidad, cerca de 200 m illones de h ab itan tes se localizan en el in te rio r de un títe s is c iu d a d -c a m p o y conciliando el m undo cam pesino con el p ro leta­
triángulo im aginario cuyos vértices aproxim ados p o d rían se r L eningra­ rio, se concibió inicialm ente com o altern ativ a a las relaciones de dom ina­
do, O dessa e Irk u tsk , con densidades superiores p o r kilóm etro cu adrado ción-dependencia inherentes a los espacios u rb an o s y ru rales respectiva­
en los .sectores m ás occidentales (M oldavia, U crania, B ielorrusia, Región m ente en las sociedades cap italistas, derivadas históricam ente de la
central), q u e prolongan los niveles característicos de C entroeuropa, y u n a división social del trab ajo , y asim ilables al antagonism o d e clases. E sta
progresiva dism inución h acia el este. Los focos tradicionales de Trans- idea enlazaba con to d a una trad ició n iniciada con las concepciones c ríti­
caucasia y Asia cen tral co n tin ú an siendo áreas con u n a densa ocupación cas de los p rim ero s socialistas utópicos (F ourier, O w en...) resp ecto a la
en relación con las altas tasas de crecim iento vegclalivo, casi tercerm un- ciudad in d u strial del xix, y consolidada en el propio M anifiesto Comu­
dístas (cu ad ro IV.8) y una escasa em igración, lo que, unido a su escaso nista, donde M arx y Engels afirm aban: burguesía ha som etido al
desarrollo in d u strial, e stá generando crecientes problem as de desigual­ cam po al dom inio de Ja ciudad». E n o b ras como «La cuestión ag raria y
dad en d etrim en to de las regiones m eridionales del país. los críticos de Marx» (1907), Lenin insistió en la necesidad de su p e ra r
ese antagonism o, viendo en las posibilidades que la energía eléctrica
ofrecía para d escen tralizar la in d u stria, la herram ien ta esencial p a ra
lograrlo.
m ESPACIOS Y SOCIEDADES GSTRUCTURAS ESPACIALES EV .(REAS DLSAKROLLADAS 181

La descongestión de las gran d es ciudades m ediante pequeños núcleos vicios indispensables. D ispuestos a lo largo de las grandes a rte ria s de
satélites auíosuficientes com o en el proyecto elaborado p a ra Moscú en tráfico, y d en tro de tra m a s generalm ente regulares, los bloques de vi­
1919, y la construcción de algunas ciudades lineales como M agnitogorsk, viendas tienden a p re s e n ta r una cierta uniform idad, tanto m orfológica
S talinerado o K uznctsk, donde el acercam iento en tre las form as u rb an as como en lo referen te a su tam año o a las densidades urbanas, coexistien­
y el cam po se conseguía m ediante la organización del plano en ejes p a ra ­ do en ocasiones con á re a s de in d u stria ligera poco contam inante. La or­
lelos y funcionalm ente especializados (residenciales, in d u striales...), b o r­ ganización en células funcionalm ente com pletas y socialm ente indiferen-
deados p o r fran jas verdes y reco rrid o s p o r ejes de tra n sp o rte s longitu­ ciadas, que perm iten red u cir los desplazam ientos diarios en el in terio r de
dinales, fueron una p rim e ra resp u esta en la búsq u ed a de nuevas form as la ciudad, es, pues, el elem ento que dom ina la e stru c tu ra u rbana.
de asentam iento. C onsecuentem ente, las ciudades soviéticas p resentan una notable sim ­
Desde 1932, al finalizar el 1 Plan quinquenal, la p rioridad otorgada a plicidad y hom ogeneidad en su organización, si bjen cabe d istin g u ir a
los objetivos productivistas se ha trad u cid o en una revisión de la política este respecto dos tipos básicos. El p rim ero está constituido p o r las ciu­
u rb an ística precedente. El m ayor cam bia se observa en los nuevos crite­ dades existentes ya com o tales en 1917, localizadas en el oeste ruso, Asia
rios que regirán la p retendida elim inación de los co n trastes ciudad-cam po, c en tral y T ranscaucasia, caracterizadas p o r co n ten er un centro histórico
elaborados p o r el Pleno del C om ité C entral del PCXJS en 1931. E l objetivo que conserva ciertos elem entos h ered ad o s del pasado. Pese a la intensa
no es ya la descentralización u rb an a, sino la industrialización y m ejora rem odelación su frid a, aspectos tan característico s com o el em plazam ien­
de Los equipam ientos en las áreas ru rale s, que p erm itan igualar su cali­ to defensivo en un prom ontorio elevado o en la m argen de un río, Ja
dad de vida con Ja existente en las ciudades, ju n to a un desarrollo de tram a viaria o d eterm in ad as edificaciones, ju n to al recinto fortificado
las com unicaciones que facilite, incluso, la integración de una p a rte de del krem lin, son o tro s tan to s vestigios históricos que justifican la pervi­
la población ru ral en el m ercado de tra b a jo urbano. El resu ltad o de esta vencia de sus funciones sim bólicas y rep resen tativ as. La ap e rtu ra de
concepción, acorde con un ráp id o crecim iento de la in d u stria pesada y grandes plazas y la su stitu ció n de edificios son los cam bios m ás visibles
m antenida en su esencia h a sta la actualidad, ha sido u n a fuerte concen­ que han tenido lugar en las últim as décadas, pero de m ayor im portancia
tración en grandes núcleos u rb an o s y la proliferación de los m ovim ien­ es su progresiva terciarización, co n cen tran d o las funciones político-ad­
to s pendulares de tra b a ja d o re s en el en to rn o de las grandes ciudades, m inistrativas y los servicios p ara el co n ju n to de la población, desde los
que en el caso de Moscú afectan d iariam en te a m ás de un m illón de grandes alm acenes y las tiendas especializadas, a Jos cen tro s educativos,
personas, desplazadas desde las ciu d ad es satélites de su región u rbana, cu ltu rales y de esparcim iento, los edificios públicos, etc., siendo tam bién
en u n radio que alcanza los 50 kilóm etros. el nudo central de la red de tra n sp o rte s colectivos. E n su en to rn o ap are­
En lo que se reñere a la e s tr u c tu r a in te rn a , los objetivos de hom o­ cen los m icrodistritos, constituidos p o r edificaciones generalm ente re­
geneidad socio-funcional y pro x im id ad en tre las áreas de residencia, tra ­ cientes, aunque en algunas de estas ciudades h istó ricas perviven sectores
b ajo y ocio, han guiado la actuación de los planificadores, utilizando al sin rem odelar. Una vez abandonado el sistem a de superbloques o casas-
efecto las posibilidades que ofrece el control social del suelo y de la com una («kvartal») de grandes dim ensiones (1.000-1.500 h ab itan tes) y
producción inm obiliaria p a ra conseguir u n nuevo m odelo de ciudad, «na­ concebidos en su día com o base de la vida com unitaria, la m ayoría de
cional en la form a, socialista en el contenido» (M ellor, R. E. H., 1982, 81). los d istrito s u rb an o s aparecen hoy con stitu id o s p o r bloques de cinco a
La característica esencial es la división de la ciudad en unidades je­ nueve plantas, con am plios espacios libres que p erm iten m an ten er unas
rarquizadas espacial y funcionalm ente, desde el d istrito u rbano al micro- densidades relativam ente bajas, e n tre 200 y 400 h ab ita n te s p o r hectárea.
d istrito y la colonia. La u n id ad de vecindario o m icro d istrito («m icrora- La m ayoría de ciudades se asocia a u n com plejo in d u strial, del qu e las
yon») es la base de e sta estru ctu ració n . Form ulado inicialm ente en el in d u strias pesadas suelen em plazarse en la p eriferia, generalm ente sepa­
proyecto p ara S talingrado, se co rresp o n d e con u n espacio concebido y rad as p o r un cin tu ró n verde, en tan to las q u e generan m enores externa-
realizado u n itariam ente, cuyo tam añ o oscila p o r lo general en tre 12.000 lidades negativas se p reten d en in s e rta r en co n tacto con los espacios resi­
y 18.000 h ab itan tes, y que se organiza en to m o a u n á rea central de denciales, aisladas a Jo sum o p o r pequeñas cuñas verdes de protección.
m áxim a accesibilidad, en donde se co n cen tran los servicios y equipa­ Un segundo tipo de ciudades es el corresp o n d ien te a todas aquellas
m ientos colectivos p a ra esa com unidad, q u e adem ás generan u n cierto surgidas en las ú ltim as décadas p o r el ráp id o desarrollo de núcleos ru ra ­
volum en de em pleos. Ju n to a las oficinas adm in istrativ as, ios com ercios les afectados p o r el m ovim iento in d u strializad o r o, incluso, co n stru id as
y los servicios cu ltu rales, se h a in te n ta d o refo rzar los equipam ientos de nueva p lan ta en las regiones o rien tales recientem ente colonizadas,
com unitarios favorecedores de u n a incorporación de la m u je r al trab ajo , desde K onsom olsk o K araganda en 1928, a M agnitogorsk en 1929, N orilsk
si bico todo ello con las lim itaciones im puestas p o r la p rioridad otorgada en 1935, etc. R espondiendo p o r com pleto al nuevo m odelo de ciudad so­
a la inversión de recursos en sectores productivos. viética, concebida u n itariam en te com o co n ju n to integrado, aparecen
En to rn o a ese espacio se disponen las áreas residenciales, subdividi- constituidas p o r m icro d istrito s y espacios in d u striales, en ta n to falla
das a su vez en colonias de 1.500-2.000 p erso n as, que cuentan con Jos ser­ el centro h istórico de c a rá c te r m onum ental y representativo, lo que redu­
m ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ¿REAS DESARRÜLLAPAS 183

ce aún m ás la dependencia y los desplazam ientos e n tre sectores u rb an o s tie rra s en las R epúblicas b álticas afectadas p o r el glaciarism o. E n con­
inherentes a la p ro p ia noción de centralidad. junto, todas estas actuaciones h an p e rm itid a elevar su extensión h asta
Pero si lo conseguido es ya claro exponente de las nuevas form as de los 220 m illones d e hectáreas, lo que aún supone tan sólo un 10% del
concebir, gestionar y p ro d u c ir el espacio u rb an o en la Unión Soviética, territo rio , a las que hay que añ ad ir o tro s 285 m illones catalogados com o
no pueden ignorarse tam poco algunas de las lim ita c io n e s que han acom ­ de p rad eras y pastos.
pañado el proceso de urbanización. La m ás repetida, sin duda, se rela­ El facto r lim itativo básico p a ra 3a expansión han sido, ju n to a las
ciona con las necesidades m asivas de viviendas y los escasos recu rso s bajas densidades de población, los o bstáculos interpuestos p o r el m edio
otorgados al efecto h a sta com ienzos de los años sesenta, trad u cid a en físico, que influyen m uy d irectam en te tam bién en la d istrib u ció n de las
la sim plificación del p laneam iento u rbano y la estandarización de la cons­ áreas cultivadas. Según Colé y G erm án, c u a tro son los factores cuya in­
trucción a base de p refab ricad o s que hoy rep resen tan el 70 °/o del p arq u e cidencia explica ei m apa actual de superficies agrícolas: las tem p eratu ­
inm obiliario, generadores de una cie rta m onotonía u rb an a, a la que hay ras dem asiado bajas, las precipitaciones dem asiado escasas, las pendien­
que sum ar un tam año y calidad de viviendas calificado aún de insuficien­ tes dem asiado fu ertes y los suelos dem asiado pobres (Colé, J. P.-Ger-
te; en cualquier caso, n o debe olvidarse que éste es el precio pagado m an, F. C., 1970).
como co n trap artid a a la p ráctica elim inación de la ínfravivienda com o La te m p e ra tu ra influye so b re las posibilidades de cultivo a trav és de
elem ento urbano. Un segundo aspecto se relaciona con la existencia de la integral térm ica anual y, so b re todo, de! n ú m ero d e días al año en que
ciertas diferencias sociales en tre las áreas u rb an as, principalm ente en se supera el u m b ral m ínim o que posibilita el crecim iento vegetativo. En
las grandes ciudades, donde b a rrio s periféricos de viviendas unifam ília- consecuencia, las regiones con m enos de 120 días p o r año con tem p era­
res de calidad («dachas») y cierto s sectores próxim os ai centro perm ane­ tu ra su p erio r a 5o serán prácticam en te inutiiizables a este finr y rep re­
cen asim ilados a una m inoría dirigente. sentan casi dos te rc e ra s p artes del te rrito rio , especialm ente en dirección
al este. Con valores ligeram ente superiores, la gam a de cultivos resu lta
m uy lim itada (centeno, p atata, lino), m ien tras que sólo cuando el periodo
3. Una agricu ltu ra p o s te r g a d a vegetativo su p era los 150 días, son posibles p lantas m ás term ófiias, dis­
p uestas latitu d in alm en te, desde trigo, maíz o girasol en la estepa, h asta
F ren te a un crecim iento de la producción y los espacios in d u striales algodón o té, que sólo aparecen al s u r del paralelo 45°.
V urbanos ta n rápido, el secto r agrario y el m undo ru ral ofrecen u n a Por su p arte, las precipitaciones influyen p o r su can tid ad y, sobre
realidad m ucho m ás m odesta, que acom paña su m arginación y progresi­ todo, p o r su eficacia, teniendo en cu en ta que se producen en ios m eses
vo retroceso en el contexto económ ico nacional, y que se plasm a en indi­ de calor. La elevación térm ica y de la evaporación hacia el s u r originan
cadores m uy diversos. SÍ la reducción de la población activa ag raria al un balance hídrico negativo p o r debajo del paralelo 50°, al que hay que
20% del total en 1981 es un fenóm eno com ún al co n ju n to de países in­ añ ad ir m ayor irreg u larid ad in teran u al, tam bién creciente hacia el este.
dustrializados, m ayor significación tiene el hecho de que en tre 1913 y Las regiones m ontañosas p eriféricas, en donde las Fuertes pendientes
esta ú ltim a fecha la producción obten id a apenas se haya m ultiplicado p o r generan u n increm ento de la erosión, con suelos delgados y p o b res salvo
cinco, cifra m uy in ferio r a la de cu alq u ier o tro secto r y que aún se reduce en los fondos de valle, y dificultades p ara la m ecanización, adem ás de
si tenem os en cuenta que la superficie cultivada se duplicó d u ra n te esos un descenso térm ico altitu d in al, resu ltan tam bién áreas m ás ap tas p ara
años. El escaso papel que aún juega una ganadería sólo d esarrollada con los pastizales que como tie rra s de labor. Finalm ente, la gran extensión
cierta intensidad desde los años 50, e incluso la dependencia de im p o r­ que alcanzan los suelos con escasa capacidad agrícola, bien sean los afec­
taciones, prin cip alm en te de cereales, que se viene repitiendo desde la tados p o r el p erm afro st en las regiones á rticas, los podsoles ácidos que
pasada década an te el aum en to d el consum o y las fuertes oscilaciones su sten tan la taiga, o ios esqueléticos y salinos de las áreas desérticas,
de las cosechas, pueden incluirse en este pan o ram a general. lim ita las posibilidades de rendim ientos suficientes a u n a fra n ja cen tral
Pese a que la evolución haya sido aq u í m ucho m ás lenta e incom pleta, en la que los ch em o sem s o suelos negros de la estepa, desde U crania h as­
en relación con el papel otorgado a la ag ricu ltu ra —al m enos h a sta hace ta el Altai, constituyen las regiones de trad icio n al vocación agrícola.
un cu arto de siglo— com o generadora de alim entos b arato s y plusvalías Según m u estra la figura 4.9, estas condiciones desfavorables pu ed en
que se rein v ertían esencialm ente en la in d u stria, algunas de las tra n sfo r­ d arse aisladas o en com binación según regiones, observándose que el por­
m aciones p ro d u cid as han sido im p o rtan tes y revisten un indudable in te­ cen taje de tie rra cultivada resp ecto al to ta l varia en razón inversa a la
rés geográfico. intensidad y el n ú m ero de facto res restrictiv o s existentes en cad a área.
Un p rim er d ato a co n sid erar es la exp a n sió n d e l te rra zg o c u ltiv a d o , E n resum en, las m ejo res condiciones p a ra el desarrollo de la agricultura
resu ltad o d e la colonización llevada a cabo en el K azajstán y s u r de Si­ se identifican tam b ién ap ro xim adam ente con el triángulo L en in g rad o
b eria occidental desde 1954, la p u esta en regadío de regiones árid as en el O dessa-Irkutsk, degradándose progresivam ente hacia su periferia, en don­
bajo Volga, el A zerbayán y la D epresión aralo-caspiana, y el dren aje de de la p u esta en cultivo en tra ñ a costes elevados y crecientes. S in duda
r
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 185

u n o de los frenos p ara la expansión del proceso colonizador en u n inm e­


diato fu tu ro rad ica en este hecho, u n a vez ocupadas las regiones que
ofrecían m enores obstáculos.
E n el in te rio r del espacio cultivado h a tenido lu g ar una progresiva
esp ecia íiza ció n y diferenciación en los usos del suelo, ta n to en sentido
norte-sur, com o oestc-cstc. Aunque los cereales con tin ú an siendo el cu lti­
vo dom inante, su participación se h a ido reduciendo desde 1913, en que
ocupaban casi el. 90 % del terrazgo, h a sta ap en as un 60 % en la actuali­
dad, cifra que parece estacionaria en la ú ltim a década. M ientras en la
m itad sep ten trio n al de la Plataform a ru sa el tradicional dom inio del
centeno h a desaparecido ante su progresiva sustitución p o r fo rra je ra s y
la creciente im p o rtan cia de la ganadería vacuna (115 m illones de cabczas
en 1981), reflejada adem ás en el increm ento de los prados y del cultivo
de la cebada com o cereal-pienso, en la m itad s u r se han reforzado el do­
m inio del trigo com o cereal panificable, con unos 60 m illones de hectá­
reas ocupadas, y del girasol. A este c o n tra ste latitu d in al se le sum a o tro

(basado en J.P . Cote - F.C. G erm án, 1970)


Fig. 4.9. Superficies cultivadas en la U R S b.
longitudinal, e n tre una econom ía a g ra ria m ucho m ás intensiva y diver­
sificada en el oeste, fren te al c a rá c te r extensivo y el dom inio del m ono­
cultivo cerealista al este del Volga. Así, a la econom ía m ixta agrícola-
ganadera que p resid e las áreas situ ad as ai n o rte y noroeste de Moscú,
hay que su m ar la creciente im portancia alcanzada en U crania y M oldavia
p o r una serie de cultivos in d u striales com o la rem olacha y el girasol,
ju n to al m aíz y el viñedo, desplazando los cultivos trigueros hacia regio­
nes m ás secas y diversificando la producción. La in ten sa especiaíización
en el cultivo del té, algodón y arro z que p resen tan los regadíos del Asia
central, los cultivos m editerráneos de C rim ea, o la orientación hacia los
cítricos, el té y el viñedo de las rep ú b licas caucásicas, com pletan el pano­
ra m a agrario, ju n to al desarrollo de explotaciones h o rto fru tíco las en las
áreas p eriurbanas.
Pero si la am pliación del espacio ag rario y su especiaíización suponen
cam bios de im p o rtan cia respecto a la situación p reced en te, m ás d rá s ti­
cos han sido los que afectan a las e stru c tu ra s de p ro p ied ad y al tip o d e
ex p lo ta cio n es. Ju n to al inicio de la planificación, 1928 supuso un fu erte
im pulso en el proceso de socialización de la tie rra , m ovido ta n to p o r
objetivos políticos y sociales (avance hacia el nuevo m odelo de sociedad,
desaparición de los kulaks o p ro p ietario s m edios...), com o p o r razones
económ icas ligadas al deseo de a u m e n ta r la p ro d u ctiv id ad creando u n i­
dades m ayores, capaces de o b ten er econom ías de escala.
Con el fin de lograrlo, se decretó la integración obligatoria de todos
los cam pesinos en cooperativas de p ro d u cció n o koljoses, al tiem po que
se potenciaba la creación de g ran jas estatales o sovj oses, y de estaciones
de m aq u in aria y tra c to re s (MTS), com o vehículo de la m odernización
técnica d u ra n te u n período tra n sito rio q u e finalizó en 1958.
Los koljoses son hoy el tipo de explotación a g ra ria m ás num eroso,
con cerca de 26.000 rep artid o s en tre 94 m illones de h ectáreas cultivadas
(cu ad ro IV.9). A unque ju ríd icam en te la tie rra p erten ece al E stad o , que
la cede en u su fru cto perm an en te y g ra tu ito a los koljosianos, éstos tie­
nen cie rta autonom ía p ara d esarro llar su actividad, d en tro siem pre de
ISó ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 187

las directrices del Plan. La división del tra b a jo en brigadas «de área la creación de gran d es unidades de explotación que rom pen p o r com ple­
agrícola» o territo riales, y b rig ad as «tecnológicas» de especialistas, ju n to to con la e stru c tu ra ju ríd ica y la tram a p arcelaria an terio res, alterando
a u n sistem a de rem uneración basado exclusivam ente en el tra b a jo ap o r­ los paisajes ag rario s hacia u n a m ay o r m onotonía, p ro p iciad a tam b ién
tad o y los resu ltad o s obtenidos —si bien existe u n m ínim o garantizado p o r la especiaíización regional. Paralelam ente, el nuevo sistem a ha favo­
p o r el Estado— suponen un grado de colectivización m ayor que el ca­ recido una concentración del h á b ita t en relación con el desarrollo de u n a
racterístico de ]a -mayoría de cooperativas en E u ro p a oriental, donde los actividad organizada colectivam ente y el deseo d e m ejo rar el nivel de
vestigios de la p ro p ied ad p riv ad a suelen se r m ayores. Aquí, esos resto s servicios e n los núcleos ru rales, pese al fracaso de las agrociudades p ro ­
se lim itan a la existencia de pequeñas parcelas de propiedad individual m ovidas a m ediados de siglo; en cualquier caso, la tendencia hacia cen­
cercanas a la vivienda y cuyo tam año no puede exceder de 0,5 hectáreas; tro s de población cad a vez m ayores parece se r u n hecho. P o r últim o, la
aunque en co n ju n to sólo re p re se n ta n el 3 % de la superficie cultivada, intensa capitalización que h a tenido lugar desde hace al m enos tre s dé~
ap o rtan ya u n 20 °/o de la producción final ag raria dado su c a rácter in­ cadas, m ás fácil en el seno d e estas grandes explotaciones, h a creado
tensivo, siendo especialm ente destacable su papel en las sectores horto- tam bién unas nuevas condiciones técnicas que generan los efeclos carac­
frulícola v eanadero.
M w
terísticos de to d a á re a desarrollada: increm ento rápido de ia productivi­
dad p o r persona, progresivo desarrollo ganadero y de los cultivos indus­
triales, excedentes de fuerza de tra b a jo y éxodo ru ra l... La realización de
C u a d r o IV .9 grandes o b ras in fraestru ctu rales p o r p a rte del E stado com o la irrigación
de extensas zonas á rid as o la plantación de fra n ja s boscosas com o freno
Indicadores básicos en la caracterización de koljoses
y sovjoses en 1981
a la erosión, pueden incluirse e n tre las transform aciones que h an venido
a a lte ra r p ro fu n d am en te la fisonom ía del m undo agrario, integrado de
Koljoses Sovjoses m odo paulatino en la form alización del nuevo m odelo territo rial.

N úm ero to tal (m iles) 25,9 21,6


N úm ero de rra b a ía d o re s (m iles) 13.000 11.600 C o n c l u s ió n : e l b alan ce de u n p r o c e s o
Superficie cultivada {miles h a) 93.700 110.700
Superficie m edia cultivada (h a) 3.617,8 5.125,0
Cabezas d e ganado vacuno (m iles) 48.000 40.600 Más allá de los juicios ap rio rístico s q u e con frecuencia se hacen so b re
N úm ero de co sech ad o ras (m iles) 305 m este país, enm arcados en ía confrontación este-oeste, la realid ad soviéti­
N úm ero de tra c to re s (m iles) 1.066 1.200
ca es m otivo de controversia actu al e n tre los an alistas m ás rigurosos al
Fwem'e: «La. URSS en tiíras para 1981*.
v alo rar los resu ltad o s obtenidos en la construcción de la nueva sociedad
socialista, casi siete décadas después de la Revolución. De lo que no cabe
duda, es de que la URSS es hoy un país m uy d istin to a la R usia zarista
Los sovjoses, p o r su p a rte , son explotaciones dirigidas p o r el E stado de com ienzos de siglo y con una clara personalidad dentro de las áreas
en las que los tra b a ja d o re s son sim ples asalariados, con unas condicio­ d esarrolladas del globo. La aplicación de nuevas form as de gestión y nue­
nes sim ilares a las que p u ed en en co n trarse en la in d u stria. Instalados vos criterio s a la ordenación te rrito ria l, acordes con la nueva sociedad
básicam ente en las zonas orientales de reciente colonización, allí donde y el crecim iento económ ico prom ovidos desde el p o d er público, h a p e r­
no existía an terio rm en te ninguna o tra form a de explotación (aunque m itido la superación de algunas de las deficiencias estru ctu rales h ered a­
tam bién pueden co n v ertirse aquellos koljoses que lo soliciten), alcanzan das, sí bien las directrices h a n sufrido diversas alteraciones a lo largo
su m áxim a expresión en K azajstán, donde reú n en m ás del 90 % de la del tiem po, debiendo tam bién ad ecu arse en ocasiones a las realidades
tie rra labrada, S iberia occidental y U zbekistán, en tan to son m in o rita­ concretas.
rios en las regiones con m ayor trad ició n ag raria com o U crania, donde Desde u n a p ersp ectiv a esencialm ente geográfica, el proceso seguido
sólo rep re se n ta n u n 20 Unas m ayores dim ensiones, que su p eran en h a supuesto, en esencia, la ocupación efectiva de u n a buena p a rte del
prom édio las 17.000 hectáreas, de las que alred ed o r de 5.000 son tie rra s de te rrito rio en u n esfuerzo colonizador m uy destacable si se tienen en cuen­
lab o r, u n a m ás in ten sa m ecanización y especiaíización productiva, y un ta los lim itados recu rso s hum anos, al tiem po que la socialización de los
crecim iento con stan te en su núm ero, h a sta re p re s e n ta r hoy u n 54 % del m edios p roductivos y la sujeción a las d irectrices planificadoras h an con­
espacio agrario total, son o tro s tan to s rasgos de identificación respecto trib u id o a g en erar u n a nuevas realidades u rb an as y ru rales, todo ello
a los koljoses. d en tro de unas coordenadas m arcad as p o r la ráp id a industrialización y
P ero m ás allá de los aspectos organizativos, el verdadero interés geo­ la equiparación con las e stru c tu ra s características de las á re a s d esarro ­
gráfico de ésta refo rm a a g ra ria rydica en los efectos generados sobre Jas lladas,
form as de concebir y o rd e n a r este espacio. Un p rim er resu ltad o ha sido Pero si las realizaciones son indudables, la situación actu al no d eja
m ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EK ÁREAS DESARROLLADAS 189

de p lan tear problem as. La progresiva dism inución en el ritm o de creci­ Howe, Ci. M. (1983): T h e Soviet Union. A geagrnphicat siu d y. London, M acD onald
and Evans, 2.* odie.
m iento económ ico parece ya hoy indudable, alejándose progresivam ente
Lcnin, V. I, (1974): E l desarrollo del capitalism o en Rusia, B arcelona, Ariel.
de las previsiones establecidas en los sucesivos planes quinquenales. De L istengurt, F. M. y o íro s (1974): Problem as urbanos en ta U.R.S.S. y China. B ar­
este m odo, si en los años cincuenta la tasa anual de crecim iento del PNB celona, Los Libros de Ja F rontera.
se situó en un 10 %, en el decenio siguiente dism inuyó al 7 %, haciéndolo M athiesoü, R. S. (1975): T h e Soviet Union: an cconom ic geograpliy. L ondon, I reine-
m ann E ducational.
al 5,1 % en el IX Plan (1971-75), y ai 3,6 % en el X Plan (1976-80). Las
M aurel, M, C. (1980): La cam pagne collectivisét, Sociéíé e.i espace rural en Russtc.
causas de este retro ceso hay que b u scarlas en factores diversos, m ás P arís, A nthropos.
allá de las im putables a la ¡¿imple ley de rendim ientos decrecientes: des­ M ellor, R. E. H. (19S2): T he S o viet Union and its geographicat prabíem s. London,
de una desfavorable co yuntura agrícola en los últim os años, a los p ro ­ Mac M illan Press.
M intz, A. A. (1975): T he geography o f th e U .S.S.R. An in tro d u c lo ry survey. M oscú,
blem as que plantea Ja centralización b u ro crática en una econom ía cada N ovosti Press.
vez m ás com pleja, el cada vez más escaso crecim iento de la o ferta de Pokshisevsky, V. (1974): G eography o f the S o viet Unian. Moscú, Progreso,
trab ajo , o el lim itado aum ento de la productividad, m otivos todos de con­ Quilici, V. (1973): Ciudad rusa y ciudad soviética, B arcelona, G. Gili.
troversia actual den tro del propio país. San*. J. M. (1979): La U.R.S.S. El m edio y los hom bres. R ecursos n atu rales y pla­
nificación. Divisiones regionales. E n J. M. C asas y cois., G€ 0gm fia D escriptiva.
Esto h a reducido progresivam ente las inversiones destinadas a ía M adrid, E.M.E.S.A., vol. I, pp. 247-300.
transform ación del territo rio , aplazando algunos de los proyectos m ás
am biciosos en este sentido com o el trasv ase de diversos ríos siberianos
para la puesta en regadío de am plios sectores de la D epresión aralo-cas-
piaña, aprovechando así unos ingentes recu rso s hídricos que hoy se p ier­
den en el Ártico, la creación de m ares interiores al este de los U rales, etc.
Lá relativa m arginación de la planificación te rrito ria l tra s el experim ento
fallido de los sovnarjoses, la pervivencia de fu ertes desequilibrios regio­
nales m anifiestos en los co n trastes norte-sur y oeste-este, o la rápida
concentración u rbana, son o tro s tan to s m otivos que cuestionan hoy la
construcción de u n nuevo espacio p a ra la nueva sociedad que se p reten ­
de. Como ya señalaba P ierre George en 1962, «pasaron aquellos tiem pos
en que los observadores políticos ex tran jero s se preg u n tab an acerca de
si la URSS sostendría o no su econom ía de tipo socialista, acerca de si
podría b o rra r el te rrib le retraso que, desde 1927, acusaba respecto de las
naciones capitalistas y acerca de si no sería m ás que u n coloso de pies
de b arro que podría d e rru m b arse en cu alq u ier momento?» (George, P.,
1967, 542). El reto actu al rad ica en co m p ro b ar si una vez alcanzado el
alto nivel de desarrollo que hoy presen ta, es capaz de c o n stru ir tam bién
un espacio que sea plenam ente coherente con la consolidación de la fu tu ­
ra sociedad com unista propugnada p o r los teóricos de la Revolución de
octubre.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

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Ccurge, F. (1967): G tv zra fía de Id U.R.S.S. M adrid, T aurus.
EKTRUCTURAS ESPACÍALES ÁREAS D E SA RR OL L A D AS 191

das de O ccidente, c iniciar así su «despegue» económ ico en form a au tó ­


nom a. El crecim iento registrado en los últim os tre in ta años y, sobre todo,
en el período 1953-1973, ha sido p articu larm en te intenso y m uy su p erio r
al de cualquier otro país in d u strial (cuadro V .l), lo que le h a perm itido
convertirse desde finales de los años sesenta en la tercera potencia eco­
nóm ica m undial p o r el volum en de su PNB, su consum o de energía o el
C a p ít u l o V volum en de intercam bios exteriores, a p esar de su reducido tam año y la
grave escasez de recu rso s n atu rales propios, lo que ha obligado a u n a
EL PECULIAR MODELO DE DESARROLLO JAPONÉS am plia vinculación con el exterior, que si en o tro tiem po adoptó la fo r­
Y SU IMPRONTA ESPACIAL m a de expansión colonial, hoy se dirige hacia la ap ertu ra de nuevos m er­
cados y fuentes de aprovisionam iento.

I. L ;\ 1ÜLNT1DAD DLL J a ^ N EN SU CONTEXTO ESPACIAL .

C u a d r o V .l
El archipiélago jap o n és rep resen ta el conjunto regional de m enores
dim ensiones en tre los diez delim itados, pues sus 372.000 km 2 rep artid o s Crecimiento económico en Japón 1953-1973
en tre varios m iles de islas, de las que cu atro (H onshu, H okkaido, Shíkoku
Tasa anual Evolución Tasa anual Incremento
y K yushu) reúnen el 97 % del to tal, vienen a su p o n er u n a extensión su ­ crecimiento del em pleo crecim iento productividad
perficial in ferio r a las tre s cu a rta s p artes de E spaña, y h asta 60 veces Países PNB (*b> <*) in d u stria l (?*) (*>
m enor a la que acaba de analizarse en el capítulo precedente.
Japón 9,7 1,4 12,5 8.3
Las razones que justifican su individualización hay que buscarlas, 6,0 4,7
R. F. de Alem ania 5,7 0.5
pues, en la evidente originalidad que este pequeño país introduce en el Francia 5,4 0,5 6,4 . 4.9
contexto en que se sitúa, lo que im pide su identificación con ningún otro Italia 5,4 -0 3 6,8 5.6
territo rio del E xtrem o O riente asiático. La p rim era de estas razones es, E stados Unidos 3,7 1,6 3.6 2.2
Reino Unido 2,9 0.4 2,9 22
sin duda, su c a rácter de potencia in d u strial, incorporada a este proceso
URSS 7,3 2,0 10,3 5,5
en el últim o tercio del siglo pasado tr a s la restau ració n im perial de 1868
conocida com o Revolución Meijí, que supuso una b ru sca ru p tu ra con Fuente: E . M aciejeu-ski, 1977; A. Doltho. 1975.
las estru c tu ra s feudales im perantes en el período Tokugaw a (1615-1867),
y que h a perm itido a su población alcanzar unos niveles de re n ta y unas
dotaciones asisrenciales m uy superiores a las que p resen tan los países Asimilados a este proceso de crecim iento acelerado, han tenido lugar
de su entorno. La m ejo ra de las condiciones económ icas ha estado acom ­ una serie de cam bios profundos que h an m odificado los equilibrios in­
pañada p o r u n a reducción de las tasas dem ográficas, que hoy justifican ternos en u n país m uy apegado p o r o lra p arte a sus tradiciones c u ltu ra ­
un crecim iento m oderado, in fe rio r al 1 % anual desde hace una década, les y con u n a e stru c tu ra social fu ertem en te jerarq u izad a, lo que h a gene­
en co n traste tam bién evidente con la explosión dem ográfica de Corea o rado u n a in terp en etració n y conflicto actuales en tre la tradición y la
el S udeste asiático, si bien ya no con China. Un intenso desarrollo u rb a ­ m odernidad, que p erm iten h a b la r de u n a «versión japonesa» del d e sa rro ­
no, fru to de la concentración espacial de efectivos in h eren te a la p ro p ia llo, a la que incorporan aspectos que no pueden d e ja r de so rp ren d er a los
concentración económ ica, que culm ina con la form ación de la llam ada ojos europeos, p ero que en el fondo no in tro d u cen sino u n a m ayor riq u e­
«megatópolis» jap o n esa, la aglom eración u rb an a de m ayores dim ensiones za de m atices d en tro de los m odelos teóricos de c a rácter general que aquí
existente hoy en el m undo, y u n rápido aum ento de las ex tem alid ad es m anejam os.
negativas que son concom itantes con u n crecim iento incontrolado (haci­ Pero no todo es original en Japón, pues no debe olvidarse la existen­
nam iento u rb an o , contam inación in d u strial de los litorales, progresiva cia de u n a serie de rasgos com unes a todos los países asiáticos que desde
«invasión» de las llan u ras irrig ad as.,.), desarrollado en un m arco presi* Corea a Indochina se ven bañados p o r el Pacífico. El clim a m onzúnico
dido por los principios liberales en el que la planificación te rrito ria l ha que dom ina la m ayor p a rte de su territo rio , generador de co n trastes es­
tenido escasa incidencia, com pletan u n panoram a de conjunto identifi- tacionales y rasgos a veces extrem os, ju n to a u n relieve vigoroso y afec­
cable en lo esencial con los rasgos in h eren tes a las áreas desarrolladas. tado p o r el dinam ism o in h eren te a todo b orde com presivo de placa, es
Pero d en tro de éstas, tam bién Japón suele se r considerado com o ele­ el p rim ero de ellos. Una fu erte densidad dem ográfica, que genera una
m ento original p artien d o del hecho de b a b e r sido el único país de pobla­ intensa presión sobre el suelo y los recursos, lo identifica igualm ente con
ción no vinculada a E uropa capaz de in co rp o rar las innovaciones Jlega- los «horm igueros» hum anos de esta m argen asiática, llegándose a alean-
192 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 193

zar aquí la m ás a lta relación e n tre población y espacios cultivados del volcánicas (m setas de lava, conos volcánicos de los que u n a trein ten a
m undo. Como resultado de am bos condicionam ientos, el tradicional dom i­ se m an tienen en actividad, depresiones co rresp o n d ien tes a calderas, a
nio del arrozal regado com o b ase d e la econom ía y u n a ocupación m uy veces ocupadas p o r lagos...), adem ás de p re s e n ta r u n a cierta com plejidad
selectiva del territo rio , en la que a la concentración en las llan u ras se en la disposición de las alineaciones m ontañosas, que alcanza su m ejo r
contrapone el abandono casi absoluto de las áreas m ontañosas, com ple­ expresión en las tre s áreas de confluencia o nudos de H okkaido cen tral,
tan la identificación de un país m uy volcado hacia el m ar, y que en cierto C hubu y K yushu, afectados p o r la m áxim a actividad volcánica.
m odo da la espalda a sus regiones interiores. Sin llegarse a altitu d es dem asiado d estacad as (el F uji culm ina a 3.776
Japón es, pues, un buen exponente de h a sta qué p unto el espacio es, m etros), no puede d esd eñ arse el nivel m edio que las preside, con m ás
más allá de las bases n atu rale s con que cuenta, reflejo de una sociedad, de 500 cim as p o r encim a de los 2.000 m etro s. L¿l proxim idad de estas
una econom ía y unas e stru c tu ra s políticas, tran sfo rm án d o se cuando aqué­ áreas m ontañosas a la costa, ju n to a las fu ertes precipitaciones y la
llas lo hacen y plasm ando con clarid ad las contradicciones que puedan abundancia de m ateriales de escasa consistencia (flysch, cenizas volcá­
p resen tar. P or ello, tam b ién en este caso se rehuye la sim ple descripción n icas...), han p o tenciado una violenta erosión lineal llevada a cabo p o r
form al, p a ra in te n ta r re fe rir co n stan tem en te las estru c tu ra s espaciales río s y to rren tes, que se encajan p ro fu n d am en te en las vertientes, gene­
hoy existentes a los procesos sociales en que, com o to d a construcción ran d o a su vez im p o rtan tes acum ulaciones de sedim entos en sus tram os
hum ana, se fundam entan. Aun siendo conscientes de no p o d e r evitar p o r finales, que dan origen a gTandes conos de deyección, ocupados desde
com pleto la visión eurocéntrica de la realid ad japonesa, m uy apegada a antiguo com o tie rra s de labor.
las anom alías que p re sen ta respecto al m odelo de desarrollo occidental, F ren te a estas condiciones dom inantes, las llan u ras suponen en con­
el análisis preten d e d esb o rd ar ese estrecho m arco p ara in co rp o rar el ju n to una superficie escasa, ocupando apenas 60.000 km 2 (16 % del te rri­
conjunto de elem entos que p u ed a a y u d ar a com prender la lógica global torio) las áreas que p re sen ta n pendientes inferiores a 3o. Pesé a ello, su
del espacio japonés. im portancia es evidente com o espacios ocupados secularm ente p o r la
población y la rizicu ltu ra irrigada, que fue tradicionalm ente la base de
la econom ía. A excepción de contadas cuencas in tram o n tan as, resu ltad o
II. E l su bstra to y l o s c o n d ic io n a m ie n t o s d el d e s a r r o l l o ja p o n é s
de la intensa fractu ració n del relieve, todas estas llan u ras aparecen en
el litoral, alcanzando su m áxim o d esarrollo en el se c to r c en tral de Hon-
1. Un m e d io natural in h ó sp ito shu, al este de la depresión tectónica colm atada p o r depósitos terciario s
dislocados y m ateriales volcánicos conocida com o Fosa Magna (N iigata,
C ualquiera que sea la im p o rtan cia que otorguem os al m edio físico Sendai, K antó). E n tre todas destaca la de K antó, que con 7.000 k m 2 y
com o condicionante de la actuación hum ana, los rasgos im p eran tes en en brusco contacto p o r el oeste con los Alpes japoneses, el secto r m ás
la m ayor p a rte del te rrito rio jap o n és sólo pueden calificarse de poco hos­ elevado del país, es la m ás extensa, actu an d o al tiem po com o vértice
pitalarios, sin que sea posible a trib u irle s u n papel im pulsor directo en de interconexión prácticam en te e q u id istan te e n tre los dos extrem os del
el proceso de crecim iento económ ico desencadenado hace poco m ás de territo rio , lo que ha favorecido indudablem ente la función de capitalidad
u n siglo. ejercid a p o r Tokyo, en un país m uy frag m en tad o y con problem as de
Si atendem os a las características de su r e lie v e , el archipiélago jap o ­ articulación e integración territo rial.
nés se define como u n área esencialm ente m ontañosa, con u n 72 % de su Si las condiciones del relieve co n trap o n en las m o n tañ as a las llanu­
territo rio caracterizado p o r pen d ien tes su p erio res a 8o, que hab itu alm en ­ ras, estableciendo u n a dicotom ía en las condiciones de ocupación del
te se integran bajo esa denom inación, en tan to las llanuras resultan es­ te rrito rio de gran significado en un p a ís ta n d en sam ente poblado com o
casas, fragm entadas, y generalm ente periféricas. Según a p u n ta B erque, Japón, las c a r a c te r ís tic a s c lim á tic a s n o le van a la zaga en cuanto al esta­
«la m ontaña dom ina los p aisajes japoneses. E n ningún p u n to del te rri­ blecim iento de diferencias regionales en el uso del suelo. Con un te n >
to rio está ausente del horizonte, incluso en la m ás am plia llan u ra, la de to rio que se extiende 3.000 kiló m etro s de n o rte a su r, desde los 45° 30' a
K antó, donde se e n cu en tra Tokyo» (B erque, A., 1976, 16). E n este predo­ los 29® 30' N, (incluyendo las Ryu-Kyu alcanza los 24° N.), la m ayor p a rte
m inio de las fo rm as a b ru p ta s coinciden los facto res tectónicos y erosi­ de su superficie se in teg ra aú n en el extrem o sep ten trio n al del Asia m on-
vos. Japón se sitúa en el lím ite com presivo e n tre dos placas, la E urasiá- zónica, con valores term opluviom étricos que prolongan en gran m edida
tica y la del Pacífico, incorporándose al c in tu ró n de fosas y arcos insula­ los rasgos propios del m undo tropical, p ero su situación en la m argen
res afectados por u n a in te n sa sism icidad y u n vulcanism o activo que o rien tal de la m ás im p o rta n te m asa co n tin en tal del globo, así com o el
señalan la su b d u e d ó n de esta ú ltim a b a jo el continente, y q u e no son accidentado relieve que p resen ta, vienen a m atizar y c o n tra sta r sus ca­
sino cordilleras perioceánícas en proceso de form ación. Como resultado, racterísticas. E n este sentido, el archipiélago japonés se sitú a en una
el relieve es ex trao rd in ariam en te joven, surgido desde el Mesozoico y zona d e confluencia y en fren tam ien to e n tre diversas m asas de a ire (con­
aún en plena em ersión, con predom inio de m ateriales eruptivos y form as tinentales y m arítim as, tropicales y p o la re s) y cen tro s de acción (dlná-
194 ESPACIOS Y SOCIEDADES
liSTRUCTtíRAS ESPACIALES TV ¿REAS DESARROLLADAS 195
m icos sobre el Pacífico y térm ico sobre E urasia), som etidos al balanceo
estacional, que generan cierta com plejidad e im portantes variaciones en tiene ya esbozada la gam a clim ática esencial, e n la que c o n tra sta n el
clima su b tro p ical de rasgos m onzónicos d o m inante en la m itad m eridio­
ios tipos de tiem po a lo largo del año. A su vez, la confluencia de co rrien ­
nal del país, de inviernos fríos y precipitaciones m uy diversas según
tes oceánicas, identificadas con la cálida del K uroshio que, procedente
la exposición a barlovento o sotavento, con veranos cálidos y iluvio*
de latitu d es ecuatoriales (Filipinas-Taiw án) recorre las costas orientales
sos, que fue tradicionalm ente la base del arrozal regado desde su a p a ­
de K yushu, Shikoku y H onshu h asta la latitu d de Tokyo, con un rainal
rición en las llan u ras costeras a p a rtir del siglo i n a, de C., frente al
secundario (T sushim a) p o r las costas occidentales, frente a la corriente
clim a im perante en H okkaido y Tohoku, de inviernos largos y fríos,
fría de Üyashio, que tra n sp o rta aguas desde el círculo polar bañando las
costas orientales de H okkaido y Tohoku (región n o rte de H onshu), con­
tribuye a am pliar ios co n trastes regionales y justificar unas condiciones
m ás extrem as de las que cabría esp erar en u n te rrito rio situado en lati­
tudes m edias y tan influido p o r la acción del océano (figura 5.1).
Las variaciones estacionales de las condiciones clim áticas se esta­
blecen, pues, tanto en sentido latitudinal com o en tre la co sta del m ar
del Japón, en fren tad a a E urasia, y la del Pacifico. D urante el invierno,
las islas se sitú an e n tre el anticiclón siberiano centrado sobre el con­
tinente y la depresión del fren te polar, sim ilar a la de Islandia, que
aparece sobre las A leutianas. El resultado es el predom inio de vientos
fríos y secos p rocedentes del noroeste, que al atrav esar el m ar deí
Japón y circu lar so b re la co rrien te cálida de Tsushim a, elevan notable­
m ente su carga de vapor, originando intensas nevadas en las regiones
occidentales del país, desde T ohoku a H okuriku y Chugoku (véase figu­
ra 5.5), llegándose a re g istra r m ás de 200 m ilim etros en el mes de ene­
ro, m ientras en la m argen oriental el aire polar m arítim o de O jotsk
origina un tiem po frío p ero m ás seco, y sólo en la costa m eridional,
protegida p o r la latitu d y las b a rre ra s m ontañosas, hay una cierta sua-
vización térm ica, aunque sin reb asar nunca en exceso los 0o de p ro ­
medio en enero. P o r co n tra, al llegar el verano el recalentam iento del
continente cu iasiático origina una depresión térm ica en los bajos nive­
les de la atm ósfera, en tan to el anticiclón de las H awaii envía en esa
dirección vientos cálidos y húm edos de com ponente su r que elevan
rápidam ente las te m p e ra tu ra s (la m itad su r del país su p era los 25°
de prom edio) ocasiona u n periodo de lluvias intensas en la costa pa­
cífica, que suele acom pañarse p o r ia llegada de tifones en las regiones
del su ro este a com ienzos del otoño, en tan to H okkaido se ve afectado
periódicam ente p o r las bo rrascas del fren te polar, y las costas occi­
dentales son las que conocen u n clim a m ás seco.
E n consecuencia, el clim a japonés p resenta com o peculiaridades m ás
llam ativas su alto grado de hum edad, con la p ráctica totalidad del país
por encima* de los m il m ilím etros anuales y sin se r raro s los lugares
que superan el doble de esa cifra, y una am p litu d térm ica elevada (20o-
28°) si se considera que ningún p unto del territo rio está a m ás de 100
kilóm etros de la costa. E l co n traste con los rasgos clim áticos existentes
en la m argen occidental d e E u rasia, señalada p o r C órdoba O rdóñez y
ejem plificada en el c u ad ro V.2, pone de m anifiesto la im p o rtan te di­
sim etría existente (C órdoba, J., 1979, I I r 234).
Si a estas diferencias térm icas y pluviom ét ricas reseñadas se su m a
el escalona m iento altitu d in al que introducen las áreas m ontañosas, se
Fig. 5.1. Condiciones climáticas en Japún.
196 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁRF.AS DESARROLLADAS 197

C uadro V.2 lencia en sus rasgos, tra d u c id a en u n alto índicc de riesgos naturales.
Su situación en u n área inestable de la corteza genera u n a gran
Condiciones clim áticas en Japón y margen occidental de Eurasia ab u ndancia de fenóm enos sísm icos —con epicentro superficial en el
Temperatura media í«C) Precipitación propio archipiélago y de foco p rofundo cu an to m ás h acia el oeste—
Ciudad latitud Enero Agosto total (mm) a los que se asocian frecuentem ente los m arem otos, A unque los sism os
de c a rácter catastró fico s u d e n esp aciarse en periodos de varios años
W akkanai (H okkaido) 45° 28' - 4 .2 19.2 1.102 o décadas, los de poca intensidad resu ltan casi constantes y así, p o r
M ilán 45" 28' 6,1 24,9 803
ejem plo, en la b ah ía de Tokyo la tie rra tiem bla en prom edio m ás de
S apporo (H okkaido) 43“ W -5 3 217 1.136 5.000 veces por año (Pezcu-M assabuau, J., 1977, 18). Del m ism o origen
S antiago de C om postela 42” 52' 7,6 21.7 1343 es la tre in te n a de volcanes activos cuyos efectos no suelen se r ta n
devastadores, aunque ocasionalm ente producen la d estrucción de in­
A kita (Tohoku) 30“ 45' -U 24,3 1.789
V alencia 39n 2 ^ 24,5 419 fraestru ctu ras, arrozales, e incluso núcleos de población.
m
Las violencias clim áticas no p u ed en calificarse de m enores. Al
Tokyo (K antó) 35c 45' 3,7 26,7 1.562 paso anual de los tifones p o r las regiones suroccidentales, que en tre
T ánger 33" SO* 13,0 23,0 897 1945 y 1961, p o r ejem plo, se co b raro n 20.000 vidas y d estruyeron m ás
K agoshim a (K yushu) 3 f 36' 6,6 26,9 2258 de 300.000 viviendas, adem ás de a rra s a r los cam pos de labor, hay que
M an ak ec h 31’ 40' 113 29,0 240 añ ad ir las intensas lluvias m onzónicas, las nevadas de la costa occiden­
tal y su p o sterio r fusión, causa de frecu en tes inundaciones, adem ás
fu e n te : J. Córdoba, 1979. de otros fenóm enos p u ntuales pero de cierta frecuencia en un clim a
ta n co n trastad o (sequías prolongadas en eí nordeste, heladas ta rd ía s...),
con veranos suaves, que im pide el cultivo del arro z en m uchas áreas de p a rtic u la r incidencia agronóm ica. Pero, con ser im p o rtan tes, no son
y explica el retraso con que se llevó a cabo su colonización. estos fenóm enos espectaculares au n q u e esporádicos las lim itaciones
Apoyadas en estos condicionam ientos, la distribución de las f o r m a ­ m ás graves p ara el poblam iento y la explotación agrícola que fundam entó
cio n es veg etales y los r e g ím e n e s flu via les tam bién p resen tan ciertas d u ran te siglos la econom ía del país. Las b ajas te m p e ra tu ra s invernales
peculiaridades. De la p rim era, b a ste destacar la g ran extensión de la han tenido m ayor incidencia en este ám b ito im pidiendo el cultivo
superficie forestal, que con u n 67 % del to ta l nacional, cu b re la casi del arro z en algunos sectores de H okkaido, com binarlo con otros se­
totalidad de las vertientes m ontañosas, incorporando desde el bosque cundarios en buena p a rte del te rrito rio japonés, o ex ten d er el área
boreal de coniferas en H okkaido y áreas m ás elevadas de T ohoku, del té y la m o rera al n o rte del paralelo 40°; p o r su p arte, las fu ertes
al bosque tem plado caducifolio en la península de O shim a (H okkaido) pendientes y la densa vegetación que cu b re las v ertien tes m ontañosas
y m itad n o rte de H onshu, allí donde el prom edio térm ico anual supe­ han dificultado su ocupación agrícola, realizada sólo en un 10 % de su
ra los 6^, llegándose al bosque su b tro p ical perennifolio en las regiones superficie y a co sta de ingentes tra b a jo s de dcforeslación y abancala-
m eridionales, si bien la in ten sa repoblación llevada a cabo en las últi­ m iento.
mas décadas (alrededor de 0,5 m illones de h ectáreas p o r año), está Se ha llegado a relacio n ar en ocasiones la psicología del pueblo ja ­
alterando las form aciones clim ácicas en beneficio de las coniferas, p ar­ ponés, p articu larm en te su ya tópico tesón y laboriosidad, con esta
ticularm ente el pino silvestre, de ren tab ilid ad económ ica m ás inm ediata. necesidad de reconstrucción en «una o b ra nunca acab ad a y siem pre
El papel com plem entario pero indispensable jugado d en tro de la eco­ am enazada por los elem entos» (Pezeu-M assabuau, J., 1977, 20), M ás allá
nom ía tradicional, y el alto v alo r sim bólico que el pueblo japonés de cualquier determ inism o, parece ind u d ab le que su actual nivel de
otorga a l bosque, se relacionan estrech am en te con esta situación. P or desarrollo y b ie n e sta r h a debido alcanzarse sup eran d o e im poniéndose
lo que respecta a los cursos fluviales, la ab u n d an cia de su nú m ero con­ a un m edio frecuentem ente adverso. T am poco cabe ig n o rar que la h is­
tra s ta con su escaso d esarrollo longitudinal, siendo sus caracteres de tó rica dicotom ía e n tre las regiones del su ro este y del nordeste, p las­
m ayor incidencia en la ocupación del espacio p o r el hom bre las fu ertes m ada en las densidades de población y la in ten sid ad de explotación, ha
pendientes longitudinales que, u nidas al ab u n d an te caudal (m áxim o en tenido u n a base inicialm ente ecológica.
otoño p ara la v ertien te del Pacífico, o en p rim av era p a ra la del m ar
deí Japón), provocan una intejisa erosión en los tram o s m edio y alto,
con sedim entación en form a d e gran d es conos de d erru b io s en las áreas 2. Un d e n s o p o b la m ie n to
costeras.
R esum iendo algunas de las ideas expuestas, pu ed e afirm arse que las Pero las dificultades que intro d u ce el m edio sólo co b ran su verda-
condiciones n atu rales del te rrito rio jap o n és p resen tan u n a cierta vio- ero significado al co n sid erar la in ten sid ad del poblam iento. Con 119,2
ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 199
19S ESPACIOS Y SOCIEDADES

japonés exigían m enos una extensión en el espacio que una intensifica­


millones de h ab itan tes en 1983, cifra que le sitú a en el séptim o lugar
ción de las inversiones» (B erque, A., 1980, 153).
entre los países del m undo p o r su volum en de población (frente al pues­
Pero si el escaso desarrollo del arrozal en las áreas de m ontaña li­
to 56>‘ que ocupa p o r su superficie), Jap ó n p resen ta una d e n s id a d m e­ m itó siem pre su poblam iento, el fu erte éxodo ru ra l h acia las ciudades
dia de 320 h ab s./k m 2, la m ás alta con m ucho en tre los diez conjuntos costeras desencadenado, sobre todo, en los años cincuenta, que supuso
regionales, y u n a de las m ás elevadas tam bién a escala estatal. No obs- una pérdida de población en el 44 % de las unidades territo riales en tre
Lantc, la verdadera dim ensión de esta concentración dem ográfica sólo 1960 y 1977, h a con trib u id o a ex acerb ar los desequilibrios tradicionales.
se alcanza sí se tiene en cu en ta que la casi to talidad de la población Como co n trap artid a, la congestión u rb an a y la elevación del nivel de
se localiza en los poco m ás ¿ c 80.000 kilóm etros de llanuras con que vida han potenciado una revalorización de (a m on tañ a com o espacio
cuenta el archipiélago, lo que eleva la densidad real p o r encim a de los de ocio y esparcim iento p a ra la población, alteran d o con ello su an­
1.400 habs./km -, y h asta 2.160 en relación at terrazgo cultivado, reduci­ terio r funcionalidad. La necesidad actu al de p ro teg er las v ertientes
do a unos 5,5 m illones de h ectáreas equivalentes tan sólo al 15 °/o del contra la erosión y regular el caudal de los ríos en evitación de cre­
territorio. En estas condiciones, el problem a c e la superpoblación se cidas, ha potenciado la actuación rep o b lad o ra del E stado, que se con­
configura como uno de los condicionantes básicos del modelo de desa­ vierte así en un elem ento coadyuvante.
rrollo japonés, m aterializado hoy en una fu erte presión sobre el espacio Las altas densidades son una co n stan te de la h isto ria japonesa, agu­
y un carácter m uy intensivo de las form as de explotación, ju n to al es­ dizada tra s el c a m b io d em o g rá fico que trajo consigo la Revolución Mei-
fuerzo realizado p o r am p liar la superficie utilizable m ediante la con­ jí, en el últim o tercio del siglo x t x . D u ran te la era Tokugawa, y pese
q u ista de lagunas, áreas pantanosas, e incluso la creación de pólders a la escasa fiabilidad de Jos datos disponibles, las estim aciones señalan
industriales en las principales bahías. Como ha señalado D erruau, «la que la cifra de población conoció un crecim iento lento y con altibajos,
concentración dem ográfica dom ina la geografía del Japón» (D erruau, M., desde unos 18 m illones al finalizar el siglo X V I, h asta los 26-27 m illones
1973, 14). a m ediados del xix, en relación con la pervivencia del ciclo dem ográ­
Una de las p arad o jas m ás llam ativas a este respecto radica en el fico prim itivo y la existencia de p rácticas restrictiv as (aborto, in fan ti­
co n traste que ofrecen las áreas llanas, en donde la congestión y la cidio) que ponen en evidencia la presión sobre los recursos existente
com petencia de usos (agrícolas, urbanos, in d u striales...) es la dom i­ ya en esas fechas. AI propio tiem po, tam bién ap arecían consolidados
nante, fren te a las v ertien tes m ontañosas que perm anecen prácticam en­ los con trastes vigentes aún hoy en lo que se refiere a la densidad de
te deshabitadas, sin que la p rofunda evolución del últim o siglo haya población en tre las regiones al suroeste del m eridiano 137° E. —las de
supuesto cam bios de im p o rtan cia en esa relación. El aparente divorcio más antigua y densa ocupación, asiento tradicional de la agricultura
en tre llanuras y m ontañas no puede explicarse p o r una incapacidad téc­ intensiva— y las del nordeste, de clim a m ás frío y colonización rnás
nica de la sociedad jap o n esa p a ra ab an calar las vertientes y extender tardía.
el terrazgo, exigiendo en consecuencia una in terp retació n algo m ás Con la restau ració n Meijí, el lento pero progresivo descenso de las
com pleja. E n p rim e r lugar, hay que te n e r en cuenta el papel com ple­ tasas de m ortalidad p erm itió su p e ra r el 0,5 % de crecim iento anual,
m entario e indispensable jugado p o r el bosque dentro de la econom ía llegándose a d uplicar esa cifra en la ú ltim a década del siglor según re­
tradicional, pues la m adera tuvo siem pre una utilización am plia y di­ fleja el cuadro V.3, lo que increm entó aún m ás el problem a de la su­
versa, tan to como m aterial de construcción, com bustible o abono o r­ perpoblación, paliado sólo parcialm ente con la colonización de H okkaido
gánico, lo que ha obligado incluso a im portaciones procedentes en su desde 1868, y la expansión colonial en el Pacífico h asta 1945.
día de las colonias (Corea, T aiw án...) y hoy de diversos países del Sud­ La d erro ta en la g u erra supuso la rep atriació n de unos 6 m illones
este asiático. Un segundo facto r explicativo de la perm anencia del bos­ de soldados y colonos, ju n to a la p erd id a de 295.000 km 2 ocupados en
que se relaciona con la escasez de pastos n atu rales, que sólo ocupan el m edio siglo an terio r, lo que generó un increm ento del 16,6 % en la
el 1,2 % del territo rio , en consonancia con algunos otros países del población del archipiélago en tre 1945 y 1950 que acentuó los problem as
Asia moiizonica (In d o n esia 5,2 % , C orea 0,2 %, B irm ania 0,5 %), pero anteriores. E n esas circunstancias, el gobierno, presionado tam bién p o r
E stados Unidos, puso en p ráctica u n a p o lític a d e m o g rá fic a claram ente
con trastando con o tro s países m ontañosos situados tam bién en la zona
kntm atalista, enraizada en las tradiciones del país pero opuesta a la
tem plada como es el caso de Suiza (40 % de pastos y 25 % de bosques).
del periodo prebélico, que contó desde sus inicios con u n indudable
E n una civilización basada en eí arrozal com o respuesta a las fu ertes
eco en tre la población, afectad a tam bién en sus com portam ientos p o r
densidades, la explotación gan ad era de las m ontañas sólo alcanzó a te ­
procesos tales com o la urbanización y el aum en to del nivel de vida,
ner una im p o rtan cia m arginal, p o r lo que aú n en 1950 Japón se situ a­
a evolución hacia la fam ilia nuclear, el re tra so en la edad del m a tri­
ba en Jos últim os lugares del m undo en cuanto al núm ero de cabezas monio, etc. De este m odo, si la ley de 1948 en un p rim er m om ento
de ganado p o r h a b ita n te y kilóm etro cuadrado: «lo que h a protegido
perm itió el ab o rto y la esterilización com o m edios esenciales de con-
el bosque, es que el funcionam iento y desarrollo del sistem a agrícola
200 ESPACIOS Y SOCIliDAUES

C uadro V i

Crecimiento de la población japonesa 1875-1980

Tasa quinquenal Tasa quinquenal


Periodo crecimiento (W) Periodo crecimiento (5¿)

I876-1SS0 3,77 1931-1935 7,45


ISÉMSSó 4,54 1936*1940 3,87
1886-1S90 4,15 1941-1945 0.30
1896-1900 5,51 1946-1950 16,59
1901-1905 6,32 1951-1955 7,09

MHlones habitantes
1906-1910 5,50 1956-1960 4,69
19ÍM915 7¿5 1961-1965 5,20
1916-1920 6,09 1966-1970 5,50
1921-1925 6,74 1971-1975 6,77
19264930 7,89 1976-1980 4,29

F u em et J¡. H. K o m h au ser, 19S2.

trol, las actuaciones p o sterio res se h an o rien tad o p rio ritariam en te ha-
. cía la prom oción de o tra s p rácticas anticonceptivas (M uram atsu, M.,
■1932, 387-389). Artos
Como resultado directo, se p ro d u jo una d rástica reducción de la
natalidad en apenas quince años, p asando de su p o n er un 30,7 %o en
1940, y h asta un 34,5 %q en 1947 (nacim ientos diferidos p o r la guerra),
al 28,3?óo en 1950 y 17,3^» en 1960, con un ritm o destacable p ara u n a
población joven, estabilizándose en la década siguiente (18,7 96o en 1970),
e iniciando un nuevo retro ceso en los últim os años, tra s la crisis de
1973, h asta el 13 °/oo actu al (fig. 5 2 ) . Pese a ese ráp id o descenso, el pa­

Tasss de natalidad y mortalidad


ralelo retroceso de la tasa de m ortalidad, acorde con la elevación del
nivel de vida y las m ejoras san itarias (del 16,3 960 en 1940 al 7,8 %o en
1960), perm itió m an ten er un crecim iento m oderado d u ran te todos esos
años, que sólo desde 1974 ha com enzado a reducirse de m anera signi­
ficativa h a sta el 0,7 % actual. E sto le h a p erm itid o convertirse en el
único E stado asiático de u n a cierta en tid ad que h a com pletado ya la
transición dem ográfica, al tiem po que p resen ta una e stru c tu ra p o r
edades m enos envejecida aún que la existente en las restan tes áreas
desarrolladas (cuadro V.4), y con u n a proporción de p ersonas en edad
potcncialm ente activa superior.
Una tím ida ocupación de algunas v ertien tes m ontañosas, principal­
m ente en las proxim idades d e Tokyo, Osaka, O kayam a y K agoshim a, re­
lacionada con el inicio de u n program a d e desarrollo ganadero desde Añi>s
raediados.de siglo, adem ás de u n a cie rta em igración dirigida principal­
Fig. S.2. Evolución de la población y del crecimiento vegetativo <n Japón.
m ente a América (B rasil, E stad o s U nidos...) y cifrad a en unas 300.000
personas, h an supuesto resp u estas accesorias al reto dem ográfico.
E n conclusión, los rasgos dem ográficos de Japón, vinculados esen­
cialm ente a las altas densidades que desde hace siglos soporta un a r­
chipiélago de escasas superficies h ab itab les y lim itados recursos, dis­
tinguen con claridad su proceso d e desarrollo del seguido p o r socie­
dades como la norteam ericana, au stra lia n a o soviética. Pese a las difi-
ESTRUCTURAS ESPACIALAS EN ¿REAS DESARROLLADAS 203
202 ESPACIOS Y SOCIEDADES

C uadro V.4 dom inios o «han», en los que cad a u n o de ellos ejercía una au to rid ad
absoluta, instalado en la ciudadela de su capital respectiva, al tiem po
Estructura, por edades de ía población en tas áreas desarrolladas que se m antenía una rígida estratificació n de la sociedad en gu errero s
o «sam urais», cam pesinos, artesan o s y m ercaderes, sin ninguna movi­
M enos de ¡5 a Tíos Dc 15 a 65 años Más de 65 aíios
(%) íc«) (<*) lidad interestam en tal.
Con el h u n d im ien to del sistem a feudal en 1868, nuevas dinastías
MUXDO 34 60 6
Japún 23 68 9
entroncadas p arcialm en te con las an terio res vinieron a o cu p ar su
Amcrica del N orte 23 66 11 puesto, vinculándose ah o ra p rio ritariam en te al p oder financiero, in­
E u ro p a 22 65 13 d ustrial, inm obiliario o com ercial. Ya desde finales del siglo xix, y
Unión Soviética 25 65 10 apoyándose en la expansión económ ica que supuso el proceso arm a­
A us:ra!asia 26 64 10
m entista iniciado en esos años, ju n to a la ayuda d irecta p o r p arte
Resto del in u n d o 33 53 4
del gobierno, com enzaron a d esarro llarse una serie d e grandes grupos
F u fm e : Populntkiíi Rcfcrcnce Burcau.. 198? financieros o *zaib a tsu » , cuyo control sobre la econom ía y la vida p o ­
lítica del pais no dejó dc in crem en tarse en el tran scu rso de los años.
H asta la II G uerra M undial, su organización se b asab a en clanes fam i­
cultades iniciales que suponía la elevada presión sobre el territo rio , ha
liares (M itsui, M itsubishi, Yasuda, Sum itom o, K aw asaki, F u rukaw a...)
sabido superarlas y convertir, incluso, a su población en uno de los
que poseían la m ayoría de acciones de u n holding, sociedad que a su
m otores del crecim iento. P or un lado, su abundancia ha supuesto un
vez controlaba, directa o indirectam ente, un g ran núm ero de em presas
am plio potencial de m ercada, ju n to a unos excedentes de m ano de obra
pertenecientes a diversos sectores de actividad, p ero con base general­
que han presionado a la b aja sobre los salarios y, consecuentem ente,
m ente en la banca.
sobre los costes de producción em presariales, aum entando la compe-
Las presiones de E stados Unidos al térm ino de la g u e rra condujeron
titividad de ia in d u stria japonesa. Al tiem po, la reducción del creci­
a la aprobación de una ley antim onopolio en 1947 con objeto de su p ri­
m iento dem ográfico tra s la II G uerra M undial ha perm itido que las
m ir estos grandes tru sts , pero la g u erra de Corea evidenció la necesi­
tasas anuales de crecim iento económ ico fuesen m uy p o r delante, ha­
dad de p o ten ciar de nuevo la industrialización jap o n esa, elim inándose
ciendo posibles unos alto s niveles de reinversión, ju n to al aum ento de
las restricciones en 1950 y recuperándose con rapidez las estru c tu ra s
la capacidad adquisitiva de la población. Finalm ente, una tasa de de­
organizativas an terio res, si bien los antiguos «zaibatsu» p erdieron en
pendencia muy b aja, en relación con la elevada proporción de adultos,
buena p a rte su c a rá c te r fam iliar p a ra co n v ertirse en grandes co rp o ra­
ha lim itado las necesidades asistenciales y elevado la o ferta de trab ajo ,
ciones que dom inan la m ayoría dc sectores básicos, en donde im ponen
factor m uy im p o rtan te d en tro de la coyuntura expansiva vivida p o r
una e stru ctu ra oligopólica. Como c o n tra p a rtid a , perviven un gran n ú ­
la econom ía japonesa desde 1950, si bien la dism inución en el ritm o de
m ero de pequeñas em presas, m uchas veces su b co n tratad as p o r las
increm ento reg istrad a desde 1973 ha introducido una creciente presión
grandes, que dan origen a un m arcado dualism o, ta n to en lo referen te
sobre el m ercado de trab ajo , tendiendo a au m e n ta r el paro.
a salarios com o a niveles dc productividad. La obtención de elevadas
econom ías de escala y la penetración en ios m ercados exteriores h an
acom pañado este proceso, reflejado parcialm ente en el hecho de que
3. Una fu e rte c o n cen tra c ió n d el p o d e r p o lític o y e co n ó m ico
en tre las 100 m ayores em presas in d u striales del m undo p o r su cifra
de ventas en 1982, un to tal de once sean japonesas (cuadro V,5), si
Desde los com ienzos dc la industrialización, tan to el p oder econó­
bien el grado d e concentración real es m ucho m ayor p o r las frecuentes
mico como el político han p resen tad o u n a fu erte tendencia a la c o n ­
interdependencias que las vinculan. Así, p o r ejem plo, en el secto r
centración, aspecto éste de p a rtic u la r incidencia, tan to p o r lo que
de construcción aero n áu tica dos grupos reúnen el 100 % de la p roduc­
respecta a las peculiaridades del crecim iento económ ico registrado,
ción final, m ien tras en la fabricación de autom óviles cinco de ellos
com o a sus efectos sobre la organización actu al del territo rio .
representan el 84 % , trece em presas navales se re p a rte n el 96 % del
D entro de la e s tru c tu ra social del país, las grandes fam ilias h an
tonelaje construido, etc. (M acicjew ski, E., 1977, 94-95),
conservado secularm ente su poder, si bien bajo form as diversas en
.■ La capacidad de intervención d irecta sobre el te rrito rio de estas
relación con las cam biantes condiciones históricas. D urante los dos si­
glandes sociedades es, en consecuencia, m uy grande, p ero no le va a la
glos y m edio en que se m antuvo la hegem onía del «shogun» Tokugaw a
zaga su influencia so b re las actuaciones llevadas a cabo en este sentido
instalado en E do (actual Tokyo), fren te a la casa im perial en Kyoto, por tos poderes públicos.
los «daimyo» o señores feudales controlaron de form a absoluta las
. T ras la restau ració n dc 1868, uno de los cam bios esenciales que se
d istintas esferas del p o d er, desde el gobierno im perial al ejército o la
in tro d u jero n fue la su stitu ció n de la a n te rio r fragm entación territo rial
propiedad de la tierra, estableciendo u n a estricta división del país en
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 205
204 ESPACIOS Y SOCIEDADES

C uadro V.5 a la prom oción del crecim iento económ ico acelerado, elim inando al­
gunos de los d esaju stes existentes que, com o las fu ertes deseconom ías
Principales em presas industriales en Japón según cifra de ventas en 1982 externas derivadas de la congestión en la m egalópolis del Pacífico (To-
kyo-K itakyushu), fren ab an las expectativas de desarrollo. De este m odo,
Ventas
Puesto mundial Empresa Sector (mili, dóls.) Empleados y ta l como refleja la ílg. 5.3, el Plan, concebido d en tro de una visión
global del te rrito rio nacional, se p lanteó la necesidad de g en erar u n as
25 N issan M otor Autom óvil 16.465 101.045 estru c tu ra s te rrito ria le s de m ayor escala, concebidas p a ra lograr la
27 H itach i E lectrónica 16.262 154.525 m áxim a fluidez del espacio y una fu e rte polarización de la actividad
33 T oyota M otor Automóvil 15.647 51.034
39 M atsh u sh ita E le c tr. E lectró n ica 14.862 121.254
41 N ippon Steel S iderurgia 14.424 73.946
46 M itsubishi H eavy Ind. Automóvil 13.219 95J70
52 Id em itsu K osan P etróleo 12348 7.682
62 T oshiba E lectrónica 10.153 103,000
SO H o n d a M otor A utomóvil 8.254 42.415
S9 M aruzcn Oil Petróleo 7365 4.061
92 N ippon K okan M etalurgia 7.167 37.821

Fuente: «Fortune>, 23 agosto 1983.

im puesta p o r el sistem a feudal p o r u n a centralización ad m in istrativ a


b ajo el estricto control del gobierno cen tral, que dividió al país en 46
p refectu ras o «ken», in stalan d o oficialm ente la capital en Tokio. Desde
ese m om ento, la in te rv e n c ió n e s ta ta l sobre la actividad económ ica ad­
quirió gran im portancia, sustituyendo en las p rim eras etap as la es­
casez de iniciativas privadas, tan to m ediante la creación de bancos y
em presas in d u stríales financiadas a p a rtir de créd ito s exteriores y del
im puesto so b re la tie rra , com o p o r su im p o rtan te papel consum idor de
productos m anufacturados, p articu larm en te en relación con la c a rre ra
arm am en tista iniciada desde finales de siglo, De esta m anera, y pese
a la privatización de una p a rte im p o rtan te de sus em presas en 1880,
el E stado m antuvo u n a intervención de c a rá c te r asistencial, que se vio
com plem entada tra s la II G u erra M undial con el establecim iento de una
planificación indicativa iniciada con el Plan de R econstrucción Econó­
mica (1948-1952), y co ntinuada p o sterio rm en te.
Del m ism o m odo, los esfuerzos de recuperación tr a s la d e rro ta m ili­
ta r de 1945 in tro d u jero n la exigencia de llevar a cabo u n a o rd en a ció n
te rr ito ria l com o com plem ento de la intervención económ ica, iniciada con
el establecim iento de planes p a ra zonas especiales y regiones atrasad as
desde 1951, y com pletada con los Planes de O rdenación de 1962 y 1969.
Sí en las prim eras actuaciones la p rio rid ad se otorgó a la construcción
de em balses con fines agrícolas e in d u stríales (extensión del regadío
e hidroelectricidad), el Plan de 1962 estableció ya las «nuevas zonas es­
peciales de ordenación in d u strial» y ciudades in d u strial es, localizadas
principalm ente en el lito ral del Pacífico, a l o b jeto de descongestio­
n a r las gran d es aglom eraciones, al tiem po que se definían tam bién unas
«zonas de desarrollo» en H okkaido, Tohoku, S hikoku y su r de K yushu,
las reglones m ás atra sa d a s del país.
Pero fue el Pian de Í969 el que m e jo r vino a re fle ja r el objetivo Fig. 5.3. Pian de ordenación territorial d e 1969*
de c o n stru ir unas nuevas e s tru c tu ra s espaciales, ten d en tes a n te todo (Fuente: A . B erque, 1976, 104)
206 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRi:CTUR4.S ESPACIALES EN ÁRF.AS DESARROLLADAS 207

y la población a lo largo de un eje longitudinal que, con cen tro en nalidades negativas generadas p o r la híperconcentración en los espa-
ía m egalópolis, se extendiese hacia el n o rte y hacia el sur, basado en u n a cios urbanos.
re d axial de tra n sp o rte s rápidos, una m ejo ra de las telecom unicaciones, Ju n to al papel esencial y directo jugado por am bos agentes, no debe
y la creación de nuevos centros in d u stríales gigantes en sus extrem os; desdeñarse tam poco la influencia ejercida por la fu erte estru ctu ració n
vertical im p eran te tradicionalm ente en la sociedad japonesa, ju n to al
— T om akom ai (H okkaido) alto grado de cohesión nacional que, sin elim inar los conflictos de clase,
— M utsu-O gawara y Akita-Wan (Tohoku) ha posibilitado de hecho una am plia solidaridad de los trab ajad o res
— Suo-Nada y S hibushi (K yushu) con la em presa, reflejad a en una escasa conflicüvidad laboral, u n a alta
productividad, un increm ento salarial m oderado en relación con las
Si ei planeam iento global dio ya p rio rid ad a ios objetivos de creci­ tasas dc crecim iento alcanzadas, etc. Por ello, se justifica plenam ente
m iento económ ico acelerado del conjunto fren te a la prom oción dc los la opinión de S a u tte r cuando afirm a que el m odelo de crecim iento
recursos internos p ara lograr u n m ayor equilibrio regional, o tra serie japonés no es im itable sino a condición de re p e tir el sistem a social
de actuaciones gubernam entales han sido aún m ás explícitas en el apoyo en que se in serta (S a u tte r, C., 1973) y que ha posibilitado la obtención
a esta orientación ten d en te a p rim a r ia eficiencia sobre la equidad. de elevadas plusvalías em presariales con destino a la reinversión. El
Así, p o r ejem plo, la equiparación de tarifas eléctricas en todo el te rrito ­ fuerte aum ento dc las tensiones sociales producido desde el decenio
rio favoreció su envío hacia las grandes ciudades y puertos, ab ortan do pasado está en estre c h a relación con la actual revisión de estos supues­
una distribución m ás equilibrada de ciertas actividades industriales, tos, ante la profunda crisis que el éxodo ru ral y la urbanización m asiva,
considerada m enos ren tab le a c o rto plazo. Igualm ente, las inversiones el consum ism o, las contradicciones de clase, etc., están produciendo en
públicas realizadas d en tro de los planes económ icos han dado clara m uchas de estas heren cias cu ltu rales. Si bien es cierto que el nuevo
p rioridad a las in fraestru ctu ras del tran sp o rte, y p articu larm en te a las Plan de 1977 p lan tea la necesaria corrección de algunas orientaciones
que conectan las áreas m ás densas y dinám icas, como las autopistas o precedentes potenciando un m ayor equilibrio regional, los resultados
el tren de gran velocidad («Shinkansen») cuyo p rim e r tram o se inaugu­ alcanzados h asta el m om ento no son apenas significativos.
ró e n tre Tokyo y O saka en 1964, p a ra am pliarse posterio rm en te hasta
H akata (Fukuoka), con un to tal de 1.069 km , fren te a aquellos equipa­
m ientos colectivos que no g eneran directam en te u n increm ento de la 4. U va p o sició n cen tra l en el á rea d e í Pacífico
producción. De este m odo, el Libro Blanco publicado en 1974 sobre
la calidad de vida en Jap ó n , p uso de m anifiesto que en tre 1960*74 el Un últim o elem ento que ha co n trib u id o a re a firm a r algunas de las
increm ento anual de los equipam ientos relacionados con el bienestar peculiaridades del proceso que h a tenido lugar en Japón se relaciona
fue sólo u n a tercera p arte del reg istrad o p o r el PNB, con tasas p articu ­ con su situación y los propios efectos derivados de 3a insularidad. E sta
larm ente b a ja s en ám bitos com o la salud o las am enidades, lo que últim a ha actu ad o en un sentido co n trap u esto según el m om ento his­
pone de m anifiesto u n evidente desequilibrio. E n este sentido, la po­ tórico;
lítica e sta ta l parece h a b e r disociado la in d u stria de la ciudad, dando
p rioridad al fom ento d e la p rim era sobre la creación de un m arco — Los 200 kilómetros que separan las costas japonesas del sector con­
de vida adecuado en la segunda, lo que lia derivado en elevados costes tinental más próximo facilitaron el aislamiento económico y cultu­
sociales. ral del país durante la era Tokugawa, periodo en que se configura­
La coincidencia en lo esencial con los intereses del gran capital, ron algunos de los rasgos esenciales de la sociedad japonesa, parti­
cularmente su cohesión interna, dentro de un sistema de estricta
cuya estrech a vinculación a las e stru c tu ra s del p o d er político resu lta
codificación social y espacial, tanto en los aspectos formales como
ser, p o r o tra p arte, m anifiesta, h a sido prácticam en te total: la g ran funcionales.
em presa, la m etrópoli y el p u e rto se h a n convertido así en los tres — Por el contrario, la gran longitud de la fachada litoral, cifrada en
vértices esenciales so b re los q u e gravita to d a la organización te rrito ria l 1 km./22,9 kmJ de superficie, ha favorecido las relaciones exteriores
de estos últim os años, E n tre am bos tipos de agentes —públicos y p ri­ a través de los numerosos puertos existentes, una vez que, tra s ia
vados— han co n stru id o una nueva realid ad espacial, u n a nueva geo­ Revolución Meijí, los responsables políticos impulsaron la apertura
grafía de Japón, m ás acorde con las exigencias del crecim iento en las hacia el exterior, contando también con la coetánea mejora dei
m agnitudes m acroeconúm icas y con las e stru c tu ra s del capitalism o m o­ transporte. De este modo, tanto el poblamiento como lo esencial de
nopolista. E n consecuencia, el balance te rrito ria l opone hoy al desarrollo la actividad económica presentan en la actualidad un marcado ca­
de la actividad económ ica y la indudable m ejora en los niveles de rácter periférico, señalando la crccicntc dependencia respecto al
sistema de intercambios internacionales.
vida com o p a rtid a s esenciales del activo, un pasivo cifrado en cre­
cientes contradicciones sectoriales y regionales, ju n to a elevadas exter- E ste progresivo aum ento de los flujos que vinculan al país con su
20S ESPACIOS Y SOCIEDADES KSTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁKüAS DESARROLLARAS 209

entorno, constituido en facto r clave de la vitalidad actual, h a revalo- de la población activa, seguia dedicada al cultivo de la tie rra en lotes
rizado tam b ién la posición de Japón en el contexto en que se sitúa. generalm ente inferiores a u n a hectárea, tra b a ja n d o en su m ayor p a rte
Desde ía perspectiva europea, esta posición ha sido calificada rep eti­ p a ra los señores feudales y la am plia casta g u errera e im productiva,
dam ente de excéntrica, m uy alejad a de las ru ta s tradicionales de in­ cifrada en unos 400.000 individuos, a quienes estaban obligados a en­
tercam bio seguidas p o r los países dc n u e stro continente, y este aleja­ tre g a r una p a rte d c la cosecha, adem ás de o tro s servicios com plem en­
m iento se ha considerado, incluso, com o una de las causas básicas de tarios. E n el in te rio r de cada «han», so b re todo en las regiones p eri­
la no colonización eu ropea d u ra n te el siglo pasado (B airoch, P., 1973, féricas, dom inaba am p liam en te la au ta rq u ía , sin ap en as intercam bios
135). Pero esta .supuesta tn arg in alid ad ha dejado de ser tal ante el des­ ni especiaíización, al tiem po que estab an restringidos los m ovim ientos
plazam iento de los centros de p oder que ha tenido lugar en n u estro de personas y capitales, im pidiendo con ello la creación de un verda­
siglo. P or el co n trario , Jap ó n se configura hoy, en cierto m odo, com o dero m ercado nacional. Sólo Osaka y Edo, con un cierto desarrollo de
«vértice» del Pacífico, ocupando una posición central respecto a las la artesan ía y el com ercio, in co rp o rab an u n as incipientes relaciones
principales potencias m undiales —E stados U nidos, Unión Soviética, cap italistas y un á re a de influencia m ayor, si bien m anteniendo un p re­
incluso China y A ustralia— lo que, adem ás de realzar su valor geoes- dom inio casi to tal d e las em presas fam iliares y las form as dc p ro d u c­
tratégico, ha favorecido el d esarro llo de un volum en de intercam bios ción artesanales. De este m odo, en un contexto típ icam en te p rein d u strial
creciente con estos países en los últim os años, que en 1982 rep resen tó organizado a base de co m p artim en to s estancos, el nivel del PNB per
el 34,8 % dc las exportaciones y el 37,5 % de las im portaciones globales. cápita en 1870 se ha estim ado en u n 25 % del existente por esas fechas
El desbloqueo de sus relaciones con la URSS y China en los últim os en el R eino U nido, apenas un tercio del de E stados U nidos, e incluso
años le ha perm itido adem ás in iciar la firm a de una serie de convenios un 30 % inferior al de R usia (M addison, A., 1971, 10). Con todo, Edo,
para la explotación co n ju n ta de los ab u n d an tes recursos n atu rales de residencia del «shogun», contaba en 1780 con 1,3-1,4 m illones de h ab i­
estos dos países. Al p ropio tiem po, su h in terlan d económ ico tam b ién tantes, siendo p ro b ab lem en te en esa fecha la m ayor ciudad del m undo,
se extiende hoy —com o p o r o tro lado viene o curriendo desde com ienzos en tan to Kyoto y O saka tam bién reb asab an el m edio m illón
de siglo— por los países del Asia m eridional y o riental, convertidos Las concesiones com erciales logradas p o r las potencias occidentales
en m ercados de venta y, sobre todo, en fuente de recursos m inerales m ediante el uso de la fu erza, y la b ru sca a p e rtu ra de la econom ía jap o n e­
p ara la in d u stria nipona. sa al exterior, generaron u n a fu erte inflación, el au m en to de los precios
del arro z y un retro ceso de la artesan ía an te la com petencia exterior,
desem bocando en u n a crisis del régim en, alen tad a incluso p o r los
III. E l proceso de c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o
grandes «daymios» del su r, cuya econom ía m ás p ró sp era les hacía as­
p ira r a una m ayor a p e rtu ra del m ercado interior.
1. La R ev o lu ció n M e ijí y e l im p u ls o inicial p a r a el d e sa rro llo
Los cam bios acaecidos desde 1868 su p u siero n una im p o rtan te ru p tu ra
con el pasado, elim inando m uchas de las tra b a s que se oponían al cre­
El proceso de crecim iento económ ico que ha tenido lu g ar en Japón
h a sido objeto de una p a rtic u la r atención por p a rte de econom istas cim iento y sen tan d o las bases del «despegue» económ ico. Un p rim e r
tipo de re fo r m a s fueron de o rden institucional. Ju n to a la supresión
e historiadores, que en b astan tes ocasiones h an intentado verificar aquí
las distintas etapas del proceso diagnosticado p o r R ostow , y en o tra s de la división estam en tal, se elim inaron todos los privilegios de los
se han interesado p o r las posibilidades de ex trap o lar al m undo subde- feudos (m onopolios, fijación del cam pesino a la tie rra ...) y las tra b a s
sarroltado actual un m odelo de crecim iento caracterizad o p o r su in­ a la libre circulación de los factores productivos, estableciéndose la
dependencia respecto a O ccidente y la especial rapidez con que se ha propiedad privada de la tie rra sin restricciones a su com praventa.
producido. C ualquiera que sea su orientación, existe un acuerdo general E sto, unido a la m e jo ra del tra n sp o rte em p ren d id a p o r el E stad o m edian­
en considerar al proceso de transform aciones políticas, económ icas, te la construcción de los prim eros ferro carriles (TokyO'Yokohama en
sociales y espaciales que se inauguró en 1868, conocido com o Revolución 1872 y Kobe-Osaka en 1874), hicieron posible la definitiva integración
Meijí, comp punto de p a rtid a o m om en to en que tiene lu g ar el inv del m ercado nacional.
pulso in id a í que alcanzará su m áxim a expresión a p a rtir de 1950 y hasta O tro aspecto en el que la prom oción esta ta l ad q u irió un m arcado
la crisis energética ab ierta en 1973. protagonism o se relacionó con el establecim iento de la educación
AI com enzar el últim o tercio del siglo xix, Ja p ó n continuaba apega­ p rim aria obligatoria y la in troducción de la tecnología occidental, ju n to
do a unas estru c tu ra s económ icas y soeiocspaciales p rácticam en te in a un elevado volum en de inversiones d irectas que p o sib ilitaro n la crea­
m utables en los dos siglos an terio res, y b a sta n te alejado de los p ro ­ ción de em presas p úblicas en d istin to s sectores, desde la banca o la
gresos que el capitalism o in d u strial estab a alcanzando en E u ro p a o in d u stria, a la m inería o el com ercio. El progresivo tra sp a so de m uchas
E stados Unidos. Una am plia m ayoría, estim ad a en tres cu a rta s p artes de esas em presas al se c to r privado desde 1880 no elim inó el control
E SPA C IO S Y SOCIEDADES E STRUCTURA S ESPACIALES VX ÁREAS DESARROLLADAS 211
210

estatal de algunos sectores básicos vinculados a la industria arm am en­ ción de Hokkaido. Una intensa difusión del fenómeno urbano, con cifras
tista y la producción de energía. de residentes cu ciudades que de 3 millones en 1868 se elevaron a 7
Finalmente, si en un prim er m om ento la forzada apertura de los millones en 1900 y 24 en 1930, ju n io a unos contrastes regionales en
mercados japoneses al exterior perturbó el norm al desarrollo de al­ aumento, tanto en tre el suroeste y el nordeste como entre la costa y
gunas actividades, la llegada de tecnología y bienes de equipo favore­ el interior o entre los litorales del m ar del Japón y Pacilico, fueron
ció una rápida m ejora de la productividad, apoyada en la pronta con­ los resultados más significativos en el plano geográfico. En resum en,
centración em presarial y los bajos salarios, activándose las exportacio­ al iniciarse la II G uerra Mundial, Japón era ya una potencia equipara­
nes que desde 1SS0 y h asta 1937 crecieron con más rapidez que en ble a la mayor parle de las occidentales, habiendo saldado el atraso
cualquier otro país del m undo. En este aspecto, el papel hegemónico inicial, con una estructura sectorial bastante m oderna y un área de in­
alcanzado en Extrem o Oriente tras las victorias sobre China (1394) fluencia propia, si bien afectada por un dualismo interno económico
y Rusia (1905), impulsó decididam ente la expansión económica, hacien­ y espacial creciente.
do posible la creación de un imperio colonial (Oktnawa en 1874, Kuri­
les en 1875, Taiwán en 1895, su r de Sajalín y Corea en 1910...)» del que
además de mercados para sus m anufacturas y yacimientos de m aterias 2. La aceleración del crecim iento y el «milagro» japonés
prim as, Japón obtuvo un alivio de su presión demográfica.
La combinación de todos estos factores favorables, dentro del con­ T-os electos de la guerra, tanto po r la desviación del esfuerzo hacia
texto estructural esbozado en el epígrafe anterior, perm itió una rápida fines militares, como por las destrucciones ocasionadas por los bom­
expayisión de la actividad económ ica, con un ritm o superior al de los bardeos masivos, eí posterior pago de indemnizaciones, la desarticula­
principales países industriales del momento, recuperando así buena ción de los zaibatsu y la repatriación de seis millones de personas desde
parte del retraso con que inició su industrialización. Fue precisam ente las antiguas colonias, supusieron un fuerte retroceso de la actividad
el sector industrial el de más rápido crecim iento (5,7 % anual entre económica, no volviéndose a recuperar los anteriores niveles del PNB
1865 y 1940), particularm ente desde comienzos de nuestro siglo, cuando hasta 1954. Desde esa fecha y hasta la actualidad, con el breve paréntesis
la T G uerra Mundial obligó a su stitu ir parte de las importaciones e, in­ de 1973-74, Japón ha conocido un crecim iento económico sin precedentes,
cluso, perm itió introducirse en m ercados exclusivamente británicos acompañado por una rápida y profunda transform ación de sus estruc­
hasta entonces como India o China, De este modo, si en 1868-72 sólo turas productivas que ha hecho frecuente el tópico del «milagro» ja p o
el 1,9 % de las exportaciones japonesas lo constituían productos m anu­ nés para aludir a los espectaculares resultados obtenidos.
facturados, esta cifra ascendió ya al 31,1 % en 1903-1907, y alcanzó el Particularm ente entre 1953 y 1973, las tasas anuales de crecim iento
58 en 1938, frente al predom inio de las im portaciones constituidas del PNB en térm inos reales se situaron en un 9,7 muy por encima
por m aterias prim as y alim entos. El crecim iento supuso tam bién una de cualquier otro país de la OCDE, y rebasando con creces todas las
modificación progresiva de la estru ctu ra sectorial del empleo y la previsiones establecidas en los sucesivos planes dc desarrollo. El
producción, pasando al p rim er plano las industrias pesadas y de bienes fuerte aum ento de los precios energéticos en 1973 supuso una brusca
de equipo, muy concentradas financiera y espacialmcnte, en tanto re­ detención del crecim iento en un país tan dependiente del exterior en
trocedía la textil, que, con centro en Osaka, fue la pionera durante este sentido, e incluso m enudearon los diagnósticos sobre el previsi­
las fases iniciales del desarrollo industrial. ble final del modelo de expansión «a la japonesa» (Maciejewski, E,,
La única disonancia significativa en ese panoram a lo ofrecía la 1977). No obstante, uno de los aspectos m ás sorprendentes y significa­
agricultura. La pervivencia de grandes contrastes en la propiedad de la tivos del último decenio ha sido 3a rápida recuperación iniciada desde
tierra, los impuestos que gravitaban sobre las pequeñas explotaciones, 1975 que, si bien no ha logrado restablecer las tasas anteriores, se si­
los bajos precios del arroz, la pervivencia del arrendam iento que en túa muy por encima de las actualm ente vigentes en EEUU o los países
1914 aún representaba el 46 % de la tierra, etc-, supusieron un escaso de la CEE (cuadro V.6). Esto le perm ite m antener un elevado volu­
aum ento de la producción, en tanto el núm ero de campesinos perm a­ men de actividad, con tasas de paro situadas en el 2,6 % al finalizar
necía ^prácticam ente estable, caracterizado por unos niveles de vida 1982 (1,2% en 1973) y una creciente penetración en los m ercados
bastante bajos. Los únicos elem entos positivos en ese contexto fueron mundiales*
la progresiva selección de semillas, eí aum ento en el uso de fertilizantes Como consecuencia, Japón se reafirm a como la tercera potencia
y una expansión del área cultivada cifrada en un 30% entre 1880 y económica mundial, con casi el 10% de la producción total para una
1915 (Nakamura, J. L, 1967, 26-48). En este sentido, el sector agrícola población y una superficie equivalentes tan sólo al 2,6 % y 0,3 % res-
cargó con buena parte del coste generado por la modernización. pectivamente, siendo asimismo eí tercer país exportador, el cuarto con­
La progresiva expansión de la econom ía capitalista supuso una re - sum idor dc energía y, en definitiva, uno dc los principales centros
modelación del espacio hum anizado y su ampliación, tras la coloni?^- decisorios en la escena internacional.
212 ESPACIOS Y SOCIEDADES ÜSIRUCTURAS ESPACIALES EN 4 RT-AS DESARROLLADAS 213

C uadro v ,6 tido los datos del cuadro V-8 correspondientes a 1981 resultan bas­
Crecimiento del PNB en el últim o decenio tante expresivos del rápido aum ento de la dependencia exterior que
ha conllevado la industrialización. Sin duda la am enaza que esto su­
Tasas anuales de incremento O ) pone para el aparato productivo, particularm ente evidente desde 1973,
ha sido una de las causas principales del esfuerzo tecnológico reciente,
1964-1973 1973-1975 1975-1S79 1979-J9S1 1973-1981
orientado en parte a lim itar esa vulnerabilidad*
M undo 6.0 07 4,7 u 3,0
CEE 4$ 0,5 3,6 0,5 2,0 C uadro V.8
E stad o s Unidos 4,1 -0 3 4,3 1.0 2,2
Jap ó n 10.7 0,7 5,1 3,8 3,7 Dependencia de las importaciones
en algunos de los principales
F uente: F. Scotri. 1984. recursos minerales _____
% im portaciones

El desarrollo industrial ha sido el m oior esencial de ese creci­ B auxita 100,0


miento, con lasas b astan te superiores al prom edio de la actividad eco­ N íquel 100,0
nómica global, lo que elevó la participación del sector secundario en P etró leo 99,8
M ineral de h ie rro 99,7
el empleo y la producción desde el 25 % en 1950, al 34 % en 1980. La C obre 96,5
recuperación de íos últim os años tam bién aquí resulta espectacular en C arbón 83,4
com paración a los países antes mencionados, según m uestra el cua­ Plom o 78,4
dro V.7. Zinc 61,0
Fuenle: M inistry of Foreign Affairs of Jap an . 1983.

C u a d r o V .7 Algunas de las claves del milagro japonés están presentes desde las
fases iniciales del desarrollo y ya han sido consideradas anteriorm en­
Dinamismo industrial 1976-1981
te, pero en la evolución de los últim os trein ta años pueden destacarse
Tasa de crecimiento anual Tasa de crecimiento algunos factores en particular. El prim er dato a señalar son las altas
de producción industrial {% ) de los bienes de equipo (9í) tasas de inversión productiva, muy po r encim a de cualquier o tra po­
tencia capitalista (cuadro V.9), basadas inicialm ente eñ la m oderación
Ja p ó n 5,6 10,0
C EE 1,3 1,6 salarial (existencia de fuertes excedentes de fuerza de trabajo ru ral que
E stad o s U nidas 3,1 3,7 fueron trasvasados a las ciudades) y la escasa conflictividad laboral,
con las consiguientes plusvalías em presariales; una tradicional lim ita­
F u e n te : Eam pcan Management Foruin, 1983. ción del consumo fam iliar que ha favorecido el ahorro, y la labor del
E stado inviniendo en infraestructuras de apoyo a la producción, pueden
considerarse factores com plem entarios. Resultan particularm ente des­
La contribución hecha por las distintas ram as de actividad m anu­ tacados los esfuerzos eu investigación de nuevas tecnologías, que sitúan
facturera h a sido m uy desigual, con un esfuerzo de renovación y desa­ hoy a Japón de m anera indiscutible en las posiciones de cabeza, com­
rrollo particularm ente significativo en las industrias pesadas, químicas pitiendo directam ente con los Estados Uoidos, tal como evidencian
y mecánicas, de m anera especial en la fabricación de bienes de equi­ los gastos realizados en ese ám bito, el núm ero de investigadores con
po, frente a un retroceso relativo de ia industria ligera. E n Los últim os que cuenta, o el volumen dc patentes registradas.
años, el crecim iento registrado p o r sectores de alta tecnología (cons­ El resultado ha sido un increm ento de la productividad que si entre
trucción mecánica y eléctrica, electrónica e inform ática, vehículos auto- 1960-1973 creció a un ritm o del 8,5 % anual, desde 1974 a 1982 lo ha
móviles, mecánica dc precisión...) h a sido particularm ente grande, con­ hecho al 3,4 %, cifra no obstante muy superior a la dc E stados Uni­
tribuyendo a m odernizar definitivam ente la estru c tu ra industrial japo­ dos (0,4 %), la RFA (2,3 %), el Reino Unido (1,6 %), etc. La m ejora de
nesa, que se configura hoy como u n elem ento im pulsor de prim er orden la com petitividad para los productos japoneses en los m ercados in­
con vistas a los próxim os años. ternacionales y su creciente penetración en los m ismos son sus con­
Uno de los aspectos que m ayor interés ha suscitado en este proceso secuencias más destacadas, que han am pliado la integración de la
es que apenas se ha basado en recursos naturales propios, tan to por economía japonesa en el sistema m undial de relaciones.
su escasez como p o r sus m ayores costes de extracción, y en este sen- De este modo, el com ercio exterior de Japón genera hoy una densa
214 ESl’A C Iü S Y SOClEDADiiS
LSTRUCTTRAS ESPACTAl.FS EV ARFAS DESARROLLADAS 215

C uadro V.9
IV . E r. ESPA CIO DEL C R E C IM IE N T O : CONCENTRACIÓN DEL CAPITAL
Factores del incremento de ¡a productividad en Jupón Y AGLOM ERACIÓN

Gastos ele 1. La distribución de la poblaciónt reflejo de los desequilibrios


investigación Patentes
Inversiones Días huelga y Ucsarro'ta Investigador. registradas regionales
capital en anual/mil en PS’B pur JüÜ.000 jiyr ÍÜU.000
Países PIB {19?&*80> asalariados 19.50 habitamos habitantes
La historia del poblam iento de Japón supuso ía progresiva ocupa­
Japón 31.6 10 2.1 361 32.6 ción de las islas a p artir del continente, comenzando por Kyushu (si­
E siados Unidos 19,0 275 2J 280 16,2 glo v a. de C.) y continuando hacia las regiones septentrionales m edíanle
R. F, de Alem ania 22,4 2 2.1 181 15,9 la expulsión de otros pueblos como los ainos. Consecuentemente, desde
Francia 21,5 98 Ú 133 ]5 ¿ las prim eras fases se estableció una contraposición entre las regiones
Reino U nico 17,9 577 2,1 142 92
E spaña 19,2 1.418 0,3 22 4£ del suroeste, más densas, allí donde las condiciones clim áticas hacen
posibles dos cosechas al año, y las del nordeste, más frías y ocupadas
f u e n t e ; E u ro p e a n M anagem ent F o ru m , 19S3. en fecha más tardía, si bien a lo largo dc los siglos el centro de gra­
vedad fue desplazándose en esa dirección.
red de flujos espaciales disim étricos, en los que predominan clara­ El proceso de industrialización contem poráneo ha generalizado los
mente las exportaciones de m anufacturas (83,8 % del total en 1982), movimientos centrípetos desde las áreas rurales a las urbanas, y desde
frente a ¡a im portación dc hidrocarburos y otros minerales (58,9 % del las regiones m arginales hacia Jas que se sitúan en el centro del país,
total en esa fecha). En cuanto a las áreas con las que m antiene unas concentrando unos efectivos cada vez m ás im portantes en un eje litoral
relaciones más estrechas, sin duda son los países asiáticos —su hin- que se extiende desde la llanura de K antó a Kitakyushu (67,3 millones
terland natural— y N orteam érica los que, con un 63 % de las exporta­ de habitantes en 1981), siguiendo las costas del Pacífico y del m ar
ciones y hasta un 73 °/o de las im portaciones, se sitúan a la cabeza Interior, en una longitud próxima a los mil kilóm etros pero sin apenas
(cuadro V.10). Japón vende an te todo productos industriales, general­ penetrar en las regiones m ontañosas interiores. A p artir de este área
mente de alto valor añadido, tanto a otros países desarrollados (E sta­ central, donde se sitúa la principal aglomeración urbana (megalópolis
dos Unidos es el p rim er com prador, la RFA el tercero, el Reino Uni­ de Tokaido-Sanyodó), y form ando una especie de semicírculo que se
do el quinto), como a los del entorno más próximo (Corea de! Sur, extiende tanto hacia el norte (Tohoku, H okkaido) y el sur (Shikoku,
Hong Kong, Arabia Saudí...)., en tan to sus im portaciones presentan una Kyushu), como hacia el m ar del Japón (H okuriku, Chugoku), las den­
clara dicotomía: predom inio dc la com pra de crudos del golfo Pérsico sidades de ocupación decrecen progresivam ente con la distancia.
o Sudeste asiático (Indonesia, Brunei), además de carbón y diversos mi­ En un análisis de las densidades por regiones y prefecturas en 1981,
nerales (Australia, Corea...), frente a la im portación de artículos indus­ cuyos resultados se recogen en el cuadro V .ll y la fig. 5.4, pueden
triales y alim entos desde E stados Unidos, quedando Europa occidental precisarse en mayor medida algunos de estos rasgos. Pese a la escasa
relegada a un segundo plano.

C uadro V.10
C u a u jío V.ll

Comercio exterior de Japón por conjuntos regionales en J982 Distribución regional de la población japonesa en 19SÍ

tb total Población 1981 % población Densidad


Región (miles habitantes) total {habitantes/km’)
Región Exportaciones importaciones
1. H okkaido 5.607 4,76 67,1
1. Asia m eridional 23,25 22,88 2. Tohoku 9.612 8,15 143,7
2 .4 Asia suroccidem al * 11,46 28,43 3. K antó 35.265 29,91 1.088.4
3 .1 América del N o rte 28,23 21.69 4. H okuriku 5,437 4,67 216.9
4. América L aiina 6,54 4,75 5. T osan 4.874 4,13 169,8
5. E u ro p a 15,96 7,82 6. Tokai 11.437 9,70 611,6
6. A ustralia y Nueva Zelanda 4,23 6,26 7. Kinki 19.642 16,67 719,5
7. Africa 4,99 2,83 8. Chugoku 7.624 6,46 239,0
8. China 2,53 4,06 9. S hikoku 4.175 3,54 222,1
9. Unión Soviética 2,81 1,28 10. K yushu 14.162 12.01 319.7
Fuente: JETRO. JQS3, y elaboración propia. Fuente: -Japan Sfalistica! Yearbnok I9í2i*.
216 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS LSl^AClALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 217

pormenorización que ofrece la escala regional, es ya significativa la fectura de Osaka con 4.562 habs./km 2, frente a valores relativam ente
concentración que registran las regiones de Kantó, Kinki y Tokai (56,3 % bajos, al menos para este país, en las áreas m ás extrem as y alejadas
de la población), con densidades medias extraordinariam ente elevadas, del centro neurálgico, desde las prefecturas de Akita e Iwate, en el
frente a Tohoku y Hokkaido, que siguen m anteniendo valores inferio­ norte dc Tohoku, o toda la isla septentrional, hasta la de Kochi. en la
res a la m itad y la cuarta p arte respectivam ente del promedio nacio­ costa sur —más alejada— de Shikoku, o Shimane, en el noroeste de
nal. Los contrastes se agudizan al analizar unidades espaciales más Chugoku.
pequeñas, destacando a este respecto los 5.398 habs./km 2 que registra Esta distribución se h a configurado en relación con im portantes
la prefectura dc Tokyo, ju n io a ios niveles tam bién muy elevados de las m ovim ientos m igratorios interregionales, que constituyen uno de los
que le rodean (Kanagawa 2.924, Saitam a, 1.452, Chiba 940), o la pre- fenómenos geográficos m ás relevantes de la reciente historia japonesa,
registrándose pérdidas de población en tres cuartas parles de las pre­
fecturas del país desde 1950, principalm ente las situadas en las regio­
nes periféricas, frente al extraordinario crecim iento de unas pocas.
Aun cuando en la últim a década estas migraciones interiores se han
reducido, sin alcanzar ya los 8,3 m illones de personas desplazadas que
se registraron en 1970 (Trew artha, G.f 1978, 241) ante La progresiva dis­
minución de los efectivos rurales y el m enor crecim iento industrial,
la situación se m antiene estable en sus rasgos esenciales, siendo de
destacar la difusión del crecim iento al entorno de las grandes aglo­
meraciones (prefecturas de Ibarachi, Tochigi, Gumraa, Mié, Nara, Ka-
gawa, H iroshim a...), que de ser áreas de em igración hasta finales de
los años sesenta, han pasado a convertirse hoy en las de m ayor cre­
cimiento, contrastando con la progresiva dism inución de las densi­
dades en el interior de las m etrópolis saturadas.
Además de d ib u jar con bastante precisión los contrastes regionales
más acusados en la actualidad, el reparto de la población tam bién pa­
tentiza, pues, las diferencias que separan a las áreas urbano-industria­
les, constituidas en el exponente territorial del crecim iento económico,
de las agrario-rurales.

2. Los espacios del crecim iento: ¡a congestión en las aglom eraciones


urbanas

Como en el resto de las áreas desarrolladas, la industrialización ha


llevado consigo la urbanización, vinculando indisolublem ente ambos
tipos de espacios. Tanto en un caso como en el otro, la rapidez con
que han crecido, particularm ente en las tres últim as décadas, es su
rasgo esencial junto a su concentración en el litoral del Pacifico, hacien­
do surgir lo que Berque denom ina un «fren te de crecim ien to », en con-
traste con un post*país abastecedor de factores productivos, organi­
zado en función de sus necesidades y, por tanto, dominado (Berque, A.,
1976, 135). Según corresponde a una potencia industrial, el peso espe­
cífico que aquí tienen los espacios fabriles es indudable, organizando
en buena medida los restantes elem entos integrantes deí territorio
nacional.
La tradicional dependencia de los abastecim ientos exteriores se ha
reforzado con el paso del tiempo ante ¡a im portancia creciente alcan­
Fig. S.4, Denudad dc población en 1981. zada por aquellos sectores industriales como la siderom etalurgia o la
218 ESPA CIOS Y SOCIEDADES

química más vinculados a esas im portaciones, junto al actual predom i­


nio de los hidrocarburos como base de la producción energética (del
38,0% del total en 1960, a! 70,2% en 1981), frente al lim itado papel
dc la hidroelectricidad (del 50,6 % en 1960, ai 5,8 % en 1981). Su resulta­
do lia sido una concentración casi exclusiva de las industrias de base
(siderurgia, aluminio, petroquím ica...) y de buena parte de aquellas
otras derivadas o com plem entarias (m aquinaria, vehículos, equipos in­
dustriales...) en los puertos, debido a su condición como puntos dc
ruptura de carga, organizando grandes complejos industriales integra­
dos en la proximidad de los principales centros urbanos —a veces
en form a de pólders que van ocupando progresivam ente el fondo de
las respectivas bahías —al objeto de m axim izar las economías de aglo­
meración para las em presas. Así, por ejemplo, es significativo consi­
derar que más del 75 % del acero japonés se obtiene en siderurgias li­
torales de carácter integral, frente a sólo un 10 H en Estados Unidos.
La creación de grandes m ercados de consum o ha atraído, indirecta­
mente, la instalación de industrias ligeras productoras de bienes para
la población, que junto a las específicam ente ligadas al m ar (astille­
ros, conserveras...) han venido a reforzar el proceso anterior, incre­
m entando los efectos m ultiplicadores.
La distribución por prefecturas del empleo industrial en 1980, re­
cogida en la íigura 5.5, ju n to con el agrupam iento regional hecho en el
cuadro V.I2, ofrecen una imagen bastante nítida de los grandes contras­
tes que caracterizan el reparto de este tip o 'd e espacio.

C uadro V.12

D is tr ib u c ió n r e g io n a l de la industria ja p o n e s a en 1980

íii empíeo industrial Coeficiente de


Repiones \m c*pcciati2¿c¡ón

1. H okkaido 2,16 0,45


2. Tohoku 5,79 0,7 i
3. K antó 32.17 1.08
4. H okuriku 5.35 1.15
5. Tosan 5,50 U3
6 Tokai 13,63 1,41
7. Kinfci 18,94 1,14
8. Chugoku 6,50 1,01
9. S hikoku 2,98 0.84
10. K yushu 6.98 0.58

JAPON 100,00 1,00

Fuentn: «Japan Svástica! i'carhook 1982».

Las regiones de Kantó, Tokai y Kinkí que, sin solución de conti­


nuidad, com prenden el sector central de ía costa pacífica de Ilonshu,
reúnen en conjunto dos terceras partes del empleo total y una pro-

Fig. 5.5. Distribución «spacial de U industria en 1980.


220 ESPA CIO S Y SOCIEDADES ESTR U CTU RA S ESPACIALES LN ÁREAS DESARROLLADAS 221

porción algo superior de la producción, contraponiéndose, una vez más, 3a fig. 5.6, es particularm ente expresiva de esa contraposición centro-
tanto a Hokkaido y Shikoku que presentan los niveles más bajos periferia, m ostrando tam bién con nitidez la existencia del eje litoral
de industrialización, como a las propias regiones situadas en la margen en dirección hacia el sur, frente a la ru p tu ra mucho m ás brusca que
occidental de Ilonshu. La concentración es máxima en tres áreas, que tiene lugar al norte de la llanura de Kantó.
coinciden también con Las principales aglomeraciones urbanas exiS' Tal como ya se ha apuntado, la rápida urbanización que ha carac­
tentes. E ntre Kcihin (Tokyo-Yokohama), Hanshin (Osaka-Kobe-Kyolo) terizado la urbanización reciente del archipiélago japonés es inse­
y Chukyo (Nagoya), denominación que reciben las tres principales áreas parable del auge industrial, ju n to a la progresiva im portancia alcan­
que se ¿agloban en la megalópolis japonesa, reúnen hoy más del 50% zada por el terciario de decisión y de servicios. Por ello, aun cuando
del empelo m anufacturero, si bien esta cifra resultaba aún mayor hace
unos años, alcanzando hasta un 61,1 % en 1935 (Okuda, Y., 1980, 131). La
aparente disminución de la concentración industrial que parece deducirse
no ha supuesto, en realidad, un verdadero retroceso de la polarización
espacial existente hace medio siglo, sino tan sólo la aparición de mó-
vimientos difusores que acom pañan las etapas avanzadas de la indus­
trialización, desde los centros m ás congestionados hacia su periferia in­
mediata, siguiendo los grandes ejes de tráfico y ampliando de ese modo
la dimensión de los espacios fabriles, pero m anteniendo e incluso acen­
tuando su desigual reparto. Las industrias mecánicas y de alta tecno­
logía, menos dependientes de los abastecim ientos en m aterias prim as
y con escasas exigencias en .mano de obra, han sido las más afecta­
das por este proceso de difusión desde las grandes ciudades y hacia
distancias cada vez mayores. Paralelam ente, desde los años sesenta
han ido surgiendo una serie de grandes zonas industriales en los inters­
ticios existentes entre las m ayores aglomeraciones (Kawasaki, Mizus-
hima, Yokkaichi, W akayam a...), al estilo de los «combinats» soviéticos,
con grandes factorías dedicadas principalm ente a la obtención de ener-
gía (centrales termoeléctricas) y a la prim era transform ación de ma­
terias prim as voluminosas (petroquím ica, siderurgia. .), necesitadas
de grandes superficies a precios reducidos y con graves problemas de
contaminación am biental. E3 proceso seguido en la región de Tokyo, con
la progresiva expansión de las factorías siguiendo am bas márgenes de
la bahía en dirección a Chiba y Yokohama, supone el m ejor ejemplo,
por sus dimensiones, de lo ocurrido (Pezeu-Massabuau, J., 1975, 216-218),
Pese a la pérdida de im portancia relativa que registra la conurba­
ción de Hanshin en los últim os años debido a la pervivencia de una
industria tradicional de menores dimensiones, nivel tecnológico y pro­
ductividad, especialmente en el sector textil, el proceso seguido tiende
a dibujar cada vez con mayor precisión un eje industrial denso y continuo
en el centro del litoral oriental, con vértice en la rpegalópolis, y una
progresiva disminución de las densidades hacia la periferia, donde tan
sólo destacan algunos centros aislados (Kure, Hiroshim a, Shimonoseki,
Fukuoka, Oita, Sapporo, M uraran, N iigata...); el proceso de degrada­
ción, que presenta un gradiente m ás acusado en dirección norte, alcanza
su máxima expresión en los dos extrem os del país, donde las activi­
dades prim arias siguen m anteniendo un elevado nivel de empleo (18,4 %
en Shikoku, 17,5 % en Kyushu, 14,7 % en Hokkaido). La distribución de
los cocientes de cspecializacíón industrial p o r prefecturas, recogidos en Fig. 5.6. Especiaíización industrial.
222 E S P A C IO S Y SOCIEDADES E STR U C TU R A S ESPACIALES EN ÁRLAS DESARROLLADAS 223

la m ayoría de ciudad.cs tiene aquí un origen bastante rem oto, su fiso­ la imagen de su megalópolis, cuyo valor simbólico respecto a los pro ­
nom ía actual es, en lo esencial, fruto de procesos contem poráneos. cesos contem poráneos que vive el país resulta indudable.
Si desde comienzos de siglo la población japonesa se ha m ultipli­ La escala que presentan los fenómenos urbanos en este país, con
cado por 2,7 veces, el núm ero de centros urbanos, definidos adm inis­ la tendencia generalizada a las grandes dimensiones, se m anifiesta
trativam ente como aquello* con un mínimo de 30.000 habitantes y un hasta en los aspectos que en principio debieran actuar en sentido
centro comercial im portante («shi»), lü ha hecho más de 14 veces, pa­ contrario* Así, po r ejem plo, las nuevas ciudades construidas desde los
sando de suponer tan sólo 49 a 644 (fronte a sólo 131 en España). Para­ años sesenta en torno a las principales m etrópolis (Senri, Tama, Su-
lelamente, la tasa media de urbanización ha crecido desde el 15 % al kuba...) para favorecer su descongestión, y pretendidam ente sim ilares
78 %, en relación con un éxodo rural particularm ente acusado desde al modelo de «new towns* anglosajonas, se planificaron para volúme­
mediados de siglo y un im portante excedente natural vinculado a la nes de población previstos de hasta 400.000 habitantes, elevadas densi­
evidente juventud dc la población urbana. Mayor aún ha sido el ritm o dades y graves dependencias funcionales respecto al núcleo central,
de expansión dc las grandes ciudades, pasándose de 2 núcleos por en­ lo que las asem eja más a verdaderas ciudades-dorm itorio, no frenando
cima del medio millón de habitantes en 1895 (Tokyo y Osaka), a 6 en en absoluto los masivos movimientos pendulares de trabajadores que
1950 y 19 en 1980, con un volumen total dc población en este últim o son otro de ios rasgos característicos de la urbanización nipona actual
año dc 4L8 millones, equivalente al 46,8% de los residentes urbanos (Takahasi, N., 1980, 110).
en el país. Pero dentro de esta valoración general del fenómeno u r­ La rápida expansión de las ciudades, la densa ocupación del suelo,
bano, el hecho esencial a destacar es, sin duda, la formación de grandes y el escaso papel ejercido por ei planeam iento urbano, generan una
aglomeraciones que integran funcional y espacialmente diversas ciuda­ estructura extraordinariam ente com pleja y hasta confusa, donde la
des, destacando en particular ía organizada en torno a la capital y mezeia de usos, estilos arquitectónicos e, incluso, grupos sociales, se
denominada Keihin, que engloba en la actualidad tres núcleos millo­ convierte en característica generalizada. En las grandes ciudades, des­
narios como Tokvo, con 11,5 millones de habitantes, Yokohama con tacan con claridad los elevados inm uebles del CBD, uno de los m ejores
2,6 millones, y Kawasaki con 1,1, adem ás de una constelación de ciuda­ exponentes físicos del crecim iento económico de las últim as décadas y
des satélites, hasta sum ar en total cerca de 28 millones de personas de- la penetración cultural norteam ericana, dom inando sobre un con­
sobre una superficie que en el total de las cuatro prefecturas afectadas junto heterogéneo, pero en el que siguen siendo mayoría las edifica­
(Tokyo, Saitam a, Chiba, Kanagawa) apenas rebasa los 10.000 km2. En ciones de escasa altu ra (1-2 plantas) y carácter unifam iliar, en relación
un plano secundario, pero con unas cifras tam bién muy elevadas, hay con la herencia cultural autóctona y el riesgo sísmico, lo que obliga a
que mencionar las conurbaciones de Keihin, por encima ya de los que la ciudad se extienda en sentido horizontal, agravando los pro­
10 millones de habitantes, y de Kitakyushu-Fukuoka, con unos 4 millo­ blemas derivados de la falta de espacio y-la com petencia dc usos en
nes, adem ás del área m etropolitana de Nagoya, en torno a los 3 m i­ las llanuras costeras. No obstante, la rápida revalorización de los so­
llones. lares en los años recientes y la m ejora en las técnicas de edificación
La distribución regional de los centros urbanos se calca sobre las ya han promovido un progresivo desarrollo de la construcción en altura
analizadas de la población y la industria, tanto por lo que se refiere dentro de las «banlieues» periféricas, lo que está transform ando con
al núm ero como al tam año que presentan. Una vez más, lo esencial de rapidez la tradicional fisonomía urbana japonesa, haciéndola tam bién
los espacios urbanos gravita sobre el eje que desde Tokyo a Kobe (To- más contrastada.
kaido), y con una densidad algo inferior desde aquí a KLtakyushu (San- Respecto al espacio social, se ha destacado repetidas veces la escasa
yodo), supone un continuo urbano sin apenas rupturas que, como ya se nitidez que aquí reviste la distribución de los diversos grupos socioeco­
h.a señalado, suele conocerse como Megalópolis japonesa, en el sentido nómicos, hecho que para Berque se justifica por factores como el retraso
dado originariam ente al térm ino por Gottmann, como «conurbación do e n .cl desarrollo capitalista, la escasa diversidad morfológica de la ar­
conurbaciones», de gran extensión y volumen demográfico, junto a una quitectura tradicional del país, dentro de la ya conocida sobriedad
intensa actividad y un fjapel recto r en la vida del país. Los flujos in­ v^v*e? ^ a -ÍaPonesaJ' ° m arcados contrastes y la reducida mo­
ternos- entre los núcleos que la integran aparecen servidos por una vilidad social, que reducía la necesidad de m arcar las distancias m e­
densa red de transportes (desde el «Shinkansen» o tren de gran velo­ diante una efectiva segregación espacial (Berque, A., 1976, 185); en cual­
cidad, a las autopistas, carreteras, etc.) y telecomunicaciones que ase­ quier caso, el proceso tiende a ad q u irir una im portancia creciente, en
guran la fluidez del espacio y la difusión de las economías externas particular por lo que se refiere a los barrios periféricos surgidos en
a todo el conjunto, si bien en el últim o decenio, una vez alcanzada la os últimos años, al tiem po que se acentúa tam bién la separación entre
fase de saturación, las casas de crecim iento se han reducido drástica­ Jas áreas de residencia, trabajo y ocio.
m ente en beneficio de otros centros periféricos y dc tamaño medio. m’ estí*® circunstancias, lus costes sociates promovidos por el creci-
En gran medida, la imagen dinám ica y expansiva dei Japón actual es lento urbano han tenido que ser forzosam ente elevados, generando
224 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E STR U C TL R A S ESPACÍALES ÜN ¿ R E A S DESARROLLADAS 225

fricciones cada vez mayores en un país en el que m ás de 60 millones cíos y llenos, la evolución reciente ha acentuado los rasgos, exagerando
de personas viven en áreas que rebasan los 4.000 h abs./km 2. La creciente las desigualdades. Ahora bien, el retroceso dc la población rural no ha
atención prestada por los poderes públicos a estas lacras del creci­ afectado por igual a todas las regiones, estableciéndose hoy im portantes
miento ante el progresivo m alestar social, se ha dirigido a im poner res­ diferencias respecto a la proporción que representa en cada caso, así
tricciones en la emisión de vertidos contam inantes a las em presas in­ como respecto a los volúmenes de em pleo agrario. La distribución espa­
dustriales, m ejo rar las in fraestru ctu ras dc transporte, prom over la cial de los coeficientes de especiaíización agraria obtenidos en 1980 (figu­
construcción de algunas ciudades satélites... Por contra, los daños p ro ­ ra 5.7) ofrece una imagen que es prácticam ente el negativo de la figura
ducidos a la pesca de bajura, la especulación inm obiliaria, la destruc­ anterior: las prefecturas especializadas en esa actividad se sitúan en
ción paisajística en bahías como las de Osaka y Tokyo para la construc­ am bos extremos del país (Chugoku, Shikoku» Kyushu). con ia única ex-
ción de pólders industriales (más de 3.000 hectáreas h asta 1975), etc.,
no han sido frenados dc modo suficiente ante la escasez de medios le­
gales y financieros utilizados, en espacios que registran los máximos
niveles de producción industrial por kilóm etro cuadrado en el mundo.
La tardía preocupación por los equipam ientos sociales o la escasez
de zonas verdes (1,2 m etros cuadrados por persona en Tokyo, 1,4 me­
tros en Osaka, 2,7 m etros p ara el conjunto de ciudades), son deficien­
cias adicionales, pero cada vez m ás sentidas por la m ayoría de la
población.

3. E í retroceso del m undo rural y la econom ía agraria

Es indudable que las áreas ru rales y la agricultura han pasado en


la actualidad a un segundo plano en el análisis de la realidad japonesa
como resultado de los cambios antedichos: apenas uno de cada cuatro
japoneses sigue residiendo hay en núcleos con menos de 30.000 habi­
tantes, y sólo uno de cada diez trabajadores se em plea en el sector
agrario, frente a ocho al desencadenarse la Revolución Meijf, y cuatro
aún en 1955, aportando menos del 5 % al PNB global. Al mismo tiem ­
po, el grado de autoabastecim icnto alim entario se h a reducido desde
un 90% en 1960, a poco m ás de dos terceras partes en el momento
actual (37 % p ara los cereales), en tanto el terrazgo agrícola lo hacía
desde 6,4 millones de hectáreas en 1965 a tan sólo 5,5 millones en 1977,
con una pérdida situada en torno a un 2 % anuaL
Los fuertes descensos de población en las áreas agrícolas han sido
paralelos a los registrados en los sectores m ontañosos dei suroeste, que
hasta los años cincuenta de nuestro siglo m antuvieron una economía
basada en la explotación de la m adera; tam bién las escasas regiones
hulleras del país, localizadas principalm ente en Kyushu, han conocido
una fuerte regresión, dism inuyendo el volumen de empleos a la décima
parte de lps existentes hace un cuarto de siglo an te la prioridad otorgada
p or la política oñeial a las im portaciones y al consumo de hidrocar­
buros.
La conversión de los espacios rurales en áreas de emigración es un
fenómeno que han conocido todos los países desarrollados, pero aquí
destacan el retraso con que se inició y la intensidad que ha presidido
los últim os 25 anos. De este modo, si en el Japón uno de los rasgos
esenciales del poblam iento fue siem pre el contraste en tre espacios va­
Fig. 5.7. Especialización agraria.
226 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
ESTRU CTU RA S ESPACIALES EN AREAS DESARROLLABAS 227

ccpción dc Hokkaido debido a su clima más frío que reduce las posibi­
la aparición de excedentes en relación con el aum ento dc productividad,
lidades de desarrollar: una agricultura intensiva, en contraste con las
frente al retroceso de otros cultivos som etidos a Jas fluctuaciones del
áreas centrales donde los valores disminuyen drásticam ente en relación
mercado y la com petencia exterior. El proceso es particularm ente signi­
inversa a la distancia respectiva a las grandes aglomeraciones urbanas.
ficativo en !os casos del trigo y la soja, im portados hoy en grandes canti­
Con todo, los esfuerzos realizados desde 1945 para transform ar los
dades desde E stados Unidos, En consecuencia, los arrozales regados
fundamentos de la agricultura japonesa, eliminando algunas de sus dis­
siguen cubriendo el 57 % del suelo agrícola, en tanto los secanos se redu­
funcionalidades, no pueden ignorarse, aunque sus resultados y valoración
cen al 23 El 20 % restante se reparte de modo equitativo en tre la h o rti’
sean diversos. Un prim er cambio de im portancia es el que afectó a unas
cultura y los frutales, extendidos con rapidez en los últim os años en los
estructuras agrarias en las que hasta 1945 el 7,5 % de los propietarios
espacios periurbanos, y las praderas o cultivos forrajeros dom inantes en
poseían la mitad del terrazgo cultivado, con casi un 70 % de arrendata­
las vertientes m ontañosas, particularm ente en Hokkaido, y tam bién en
rios sometidos a unas difíciles condiciones de existencia que la Revolu­ expansión.
ción Meijí apenas mejoró. Eí retom o al medio rural ocasionado por el
De esta form a, los paisajes agrarios continúan sometidos a im portan­
final de la guerra, que elevó el porcentaje de población en núcleos con
tes variaciones en sentido latitudinal. Las regiones del suroeste m antienen
menos de 30.000 habitantes desde el 58 % en 1944 al 71 % en 1945 (Kom-
casi intacta su fisonomía, dom inada po r las pequeñas parcelas de los
hauser, D. H., 1982, 48), sólo contribuyó a agravar la situación, forzando
arrozales que form an m inúsculas cuadrículas delim itadas por caminos
la intervención gubernam ental, impulsada también por los ocupantes
o canales y monopolizan los m ejores suelos, entremezclándose algunos
norteam ericanos. I.a ley de reform a agraria prom ulgada en 1946 redistri­
cultivos arbustivos tradicionales como el té o la morera, junto a otros
buyó una tercera p arte de la tierra, confiscándola a los terratenientes
de expansión reciente como los agrios. Al norte de Kantó, la proporción
abseníistas, junto a aquellas o tras que rebasaban las 4 hectáreas en Hok­
del arrozal va dism inuyendo en beneficio del secano cerealista, al tiem po
kaido y 1 hectárea en el resto del país; también puso un lím ite al tam año
que desaparece la posibilidad de una segunda cosecha, alcanzándose la
de las explotaciones trabajadas directam ente por sus propietarios, ci­
máxima variedad en Hokkaido, donde su casi total desaparición en la
frándolo en 3 hectáreas (12 en Hokkaido). El resultado más relevante
m itad oriental se com pensa con el desarrollo de praderas, cultivos forra­
fue el aum ento en el núm ero de propietarios, que de suponer el 31 % de
los campesinos en 1941, pasaron al 62 % en 1950, en tanto las tierras jeros y maíz destinados al consum o de una cabaña vacuna en aum ento,
junto a algunos frutales como eí manzano; estos usos del suelo se apoyan
arrendadas se reducían al 10 % de las cultivadas. Pese a todo, en la ac­
en un sistema colonizador mucho m ás reciente y claram ente distinto al
tualidad perviven deficiencias que hacen difícil una plena modernización
del resto del país, con explotaciones y parcelas de tam año superior (la
de las explotaciones, siendo la más grave su tamaño medio, cifrado aún
explotación-tipo es de 5 hectáreas), form as generalm ente regulares y
en poco más de una hectárea, a lo que se añade la elevada fragm entación hábitat disperso en granjas,
parcelaria, que otorga al paisaje del arrozal su tradicional fisonomía de
El éxodo masivo, la penetración dc la cultura y los modos de vida ur­
mosaico compuesto por m ultitud de minúsculas piezas.
banos, la progresiva conversión en espacios de ocio, etc., han contribuido
Como solución alternativa, el esfuerzo se ha orientado hacía la in ten ­
a desarticular las com unidades rurales, cuya célula es el «buraku», en­
sificación de ¡os cultivos , hasta lograr hoy los niveles medios de produc­
cargado de reglam entar y ordenar tradicionalrnente el uso del agua, je ra r­
tividad más altos del mundo, pues una hectárea de terreno perm ite ali­
quizando al tiempo la sociedad cam pesina. En el transcurso, pues, de una
m entar en prom edio una veintena dc personas. El proceso ha sido rá­
generación, el m undo rural ha conocido una transform ación casi tan in­
pido y se ha basado en una fuerte elevación dc! consumo de abonos, pla­
tensa como la registrada en las áreas urbano-industriales, pero de senti­
guicidas, anticriptogám icos, incorporación de m otocultores, etc., inte­ do Y significación claram ente divergentes.
grando cada vez m ás la producción agricola con la industrial. Esta inten­
sa capitalización se ha visto favorecida por el auge adquirido por la figu­
ra dei obrero-campesino, que hoy representa el 90 % de la población ac­
C o n c lu s ió n ; a c t iv id a d e c o n ó m ic a y o r g a n iz a c ió n del e s p a c io ja p o n é s
tiva en el sector, si bien como contrapartida se ha producido un descenso
e n 'la tasa de explotación, aum entando los barbechos en detrim ento de
Dentro de las áreas desarrolladas, Japón tiene una indudable perso­
un segundo cultivo com plem entario al arroz.
nalidad, que no sólo se vincula, con su peculiar modelo de crecim iento
A este respecto, la evolución que en los últim os años han experim en­
económico acelerado, sino que incorpora determ inados rasgos esenciales
tado los diferentes cultivos ha sido muy desigual, en relación con los
vinculados en parte a ese proceso, aunque con raíces m uchas veces m ás
cambios en ios modelos de consumo y la política agraria del gobierno.
profundas. La referencia a un m edio contrastado y violento en muchos
La perm anencia de unos precios garantizados bastante altos para el arroz,
® sus rasgos, a las altísim as densidades de población o a la tradicional
que sigue siendo el cultivo básico para el 90 % de los agricultores, no sólo
perconcéntración de! poblam iento en las llanuras irrigadas del litoral
le ha perm itido m antener su secular hegemonía, sino que ha provocado
sulta forzosa a !a hora de esbozar una panorám ica general de la geu-
228 E SPA C IO S V SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 229

grafía japonesa, pero las estru ctu ras esenciales dc la realidad actual pa­ D elvert, J. (1975): Le Japón. P arís, C.D.U.
recen. vincularse en mayor m edida a la dependencia que se ha estable­ D erruau, M. (1973): El Japón. B arcelona, Ariel.
H all, R. B. {1976}: Japan: industrial penver o f Asia. Kcw Y ork, V an N o stra a Rein-
cido entre Ja organización global del territo rio y la racional distribución hold Co.j 2.* edic.
de los espacios productivos, dentro de una lógica económica estricta K o m h au ser, D. H. (1932): Japan: geographtcaí backgrouná ¡o itrban industrial de-
tendente a maximizar los beneficios em presariales a corto plazo. velopment. London, Longm an.
En el caso japones puede, por tanto, afirm arse que «es la lógica del M aciejew ski, E. (1977); Le Jap ó n . M aturité et vulnerabilité d 'u n c ex p elien te éco-
nom ique origínale, P arís, Motes et É tu d e s D ocum cniaires, núm s. 4.380-4.383.
aparato productivo lo que tiende a reorganizar alrededor de sus exigen­ Pezeu-M assabuau, J. (1973): Géngraphie du Japón, P arís, P.U.F., 2.* ndic.
cias específicas al conjunto del sistem a urbano. Más aún, lo que dirige pezeu-M assabuau, J. y o tro s (1977): Le Japón. P arís. Larotjssc.
ia organización del espacio al nivel más general es la organización del Robinson, H. (1976): M onsnon Asia„ P lym oulh, Me D onald an d Evans, 3 / eiiic.
proceso de producción tom ado en el conjunto dc sus operaciones» (Cas- Varios (1980); Spécial Japón. L'Espace Géographiqtte, ÍX, n,d 2.
tells, M., 1975, 152). El esfuerzo de desarrollo tecnológico, el aum ento dc
la productividad y la penetración en los mercados exteriores como res­
puesta a la crisis y, en general, a la tendencia que se registra a la baja en
las tasas dc beneficios em presariales, son estrategias estrecham ente uni­
das a la paralela aglomeración espacial de los establecim ientos produc­
tivos y de la población, en relación con su mayor rentabilidad a corto
plazo y contando con que el E stado se encarga de sufragar una p arte de
los costes económicos y sociales derivados. La aglomeración es, pues, la
..forma espacial de la acum ulación, el modo de maximizar las economías
'externas que han alim entado el proceso de crecim iento acelerado japo­
nés y, por tanto, indisociable de la industria y la ciudad, conformando
con ello un modelo territo rial característico, subordinado en sus rasgos
esenciales al logro de la m ayor eficacia productiva. El espacio japonés
resulta, en esta perspectiva, un buen ejem plo de una ordenación coheren­
te con la lógica del capital monopolista, en donde el crecimiento del
conjunto ba ido de la m ano con los procesos de desarrollo desigual, tan­
to a escala interregional como intrarregional, que los agentes espaciales,
tanto privados como públicos, han promovido.
Lograr una m ayor arm onización entre el aum ento de los indicadores
económicos globales y la calidad de vida de la población, reduciendo los
fuertes costes sociales, desigualdad áe trato y atentados ecológicos per­
petrados en años anteriores, aum entando como contrapartida los equi­
pamientos no directam ente productivos pero esenciales en cualquier me­
jo ra del bienestar social es, sin duda, uno de los principales retos para
el futuro inmediato del Japón. La fuerte dependencia del exterior consti­
tuye, por su parte, una de las inccrtidum bres perm anentes.

BIBLIOGRAFIA BASICA

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n as 227*266,
E S T R tX T V R A S ESPACIALAS F S ÁREAS DESARROLLADAS 231

boli 73. hoy los vicios y virtudes de un sistem a que encuentra aquí su
máximo valedor y exponente.
Pero las semejanzas entre am bos países desbordan las simples cifras
económicas o los efectos derivados de las grandes dimensiones y la escasa
presión sobre los recursos, para incorporar otros aspectos igualmente
significativos. De modo sim ilar a lo ocurrido en Australia y Nueva Zelan­
C a p ít u l o VI da, aunque en fecha, bastante anterior, los territorios norteam ericanos
fueron dominios coloniales de las potencias europeas (Inglaterra, F ran­
EL ESPACIO DEL CAPITALISMO NORTEAMERICANO cia y España), basando lo esencial de su dinam ism o en la inmigración
procedente del otro lado del Atlántico, tanto dc E uropa como, secundaria­
mente, de África. Desde los puertos, y d u ra rte cuatro siglos, tuvo lugar
un proceso de colonización en dirección al oeste que supuso desplazar
I. A m é r i c a n n t N 'o r t e , um e s p a c i o d o m i n a n t e el frente pionero más de cuatro mil kilóm etros, expulsando a las pobla­
ciones asentadas y ocupando de m anera efectiva una serie de regiones
América del N orte, denom inada tam bién en ocasiones América anglo­ naturales dispuestas en sentido perpendicular a la dirección del avance,
sajona en relación con el poblam iento y la cultura dom inantes en con­ que han favorecido la diversidad y com plem entarietíad de las actividades
traste con Iberoam érica, se extiende desde la frontera del río Grande productivas im plantadas en cada una de ellas.
hasta las proxim idades del Polo N orte, com prendiendo una superficie 1 Al tiempo,*-Ja sociedad norteam ericana se m uestra hoy plenamente u r­
total de 19,3 millones de kilóm etros cuadrados repartidos casi por m itad banizada e inserta en la denom inada fase post-industrial de desarrollo,
entre Canadá (9.976.000 km2) y Estados Unidos (9.363.000 km 2), dos de concomitante con la expansión del capitalism o m onopolista. Pese a ocu­
los países m ás grandes del mundo y que se sitúan hoy en lugares de pri­ par apenas el 1,5% del suelo, las ciudades reúnen hoy a tres cuartas
vilegio por lo que se reñere a su potencial económico, o a los niveles de parles de la población norteam ericana, en tanto las áreas rurales han
renta y bienestar de que disfruta la m ayoría óe su población. La fron­ sido también profundam ente transform adas por el propio impacto de la
tera norteamericano-m exicana es, pues, más que un simple lím ite políti­ urbanización, que alcanza así mayor significación cualitativa que cuanti­
co, una divisoria entre las áreas desarrolladas y subdesarrolladas que tativa. La formación de grandes aglomeraciones (conocidas como «Stan­
se acusa en una brusca transición, adem ás de un límite entre dos cultu­ dard M etropolitan Areas» por la Oficina del Censo en Estados Unidos),
ras y dos modelos de colonización históricam ente contrastados. puntos focales de la vida norteam ericana, centros rectores donde se ges­
De este modo, los 259 millones de habitantes estim ados en 1983, equi­ tan las decisiones políticas y económicas, y máximo exponente de las
valentes al 5,7 % del total m undial, presentan unos rasgos de conjunto contradicciones de esta sociedad, es, por tanto, un elem ento esencial en
plenam ente identificables con los del mundo desarrollado. Afectada por cualquier análisis sobre su realidad actual. El dominio que un pequeño
un progresivo estancam iento demográfico que reduce su natalidad al número de grandes corporaciones ejerce sobre una parte creciente de la
16 %o y su crecim iento vegetativo anual al 7 con una esperanza media economía nacional y la paralela concentración del potencial productivo
de vida cifrada en 75 años, una práctica inexistencia del analfabetism o en unas cuantas áreas, m aterializan los procesos de centralización finan­
y los mayores niveles de PNB per cápita (más de 12.000 dólares) entre c ie ra y de decisiones, junto a la concentración espacial característica de
los grandes conjuntos regionales del globo, adem ás dc valores tam bién esta lase de desarrollo. La progresiva terciarización de la población a o
muy elevados en lo referente a dotaciones asistenciales, América del tiva, frente al estancam iento del porcentaje ocupado en el sector m anu­
Norte na configura como la prim era potencia económica del panoram a facturero, es un últim o rasgo distintivo; la m ejora de la productividad
internacional y centro rector de uno dc los dos bíoques político-militares industrial, el desarrollo de las actividades de intercam bio y transporte
que dividen nuestro mundo. Finalm ente, su carácter dom inante se reafir* <}uc exige la creciente especiaíización productiva, la dem anda cada vez
m a al considerar que aq u í se genera el 27 % de la producción m undial mayor de servicios en sustitución de la de bienes, etc., son factores expli­
globa^y se'consum e el 31 % de la energía, lo que equivale a decir que cativos del fenómeno (cuadro V I.l).
esta región m antiene un nivel de actividad que exige utilizar una parte ^ Pero junto a los rasgos comunes, tam bién es notoria la existencia de
im portante de los recursos disponibles, tanto en eí interior como en el im portantes contrastes entre ambos países, siendo el prim ero de cUos la
exterior, para lo que sus em presas han llevado a cabo una creciente posición latitudinal, que impone severas restricciones a la ocupación de
penetración en buena p arte de las regiones de] globo. En consecuencia, una buena parte del territorio canadiense, particularm ente por lo que se
Estados Unidos y Canadá se constituyen hoy en ejemplo paradigm ático refiere a las regiones del Gran Norte. Mayores diferencias se observan aún
del modelo de desarrollo capitalista que ha presidido su evolución en el en cuanto al peso específico de cada Estado, tanto en el plano demográ­
últim o siglo y medio; el prim ero de ambos Estados, en particular, sim- fico, como económico. Si Estados Unidos cuenta con 234,2 millones de
232 E SPA C IO S Y SUCIEDADES E S T R IX T U R A S ESPACTA I.FS F.N ARLAS DESARROLLADAS 233

Cl'AíXR0 V I.1 analizado en Europa se repite aquí, incluso con rasgos m ás acusados,
Efíructura de la población activa norteamericana en 19S0 ante la escasa entidad real de la frontera como obstáculo a estos despla­
zamientos.
Empleo 1950 ((«6» PNB :980 (%>) Pero si ía distancia que separa a ambos países es un hecho de Eran
EsUdc» Ln.Jos CanodA Estados Lnidos Canadá significación geográfica, no le van a la zaga las desigualdades existentes
Ac'.mcUul
en el reparto regional y el disfrute personal del bienestar alcanzado por
SüLior p rim ario 3,6 5,4 2,8 4,3 ambas sociedades en su conjunto, particularm ente p o r lo que se refiere
In d u strias ex tractivas a Estados Unidos, donde los estudios sobre las «bolsas de pobreza» aún
v m a n u factu reras 23,2 21,6 26,8 28,3
1,2 2,7 3.4
patentes han dejado de valorarse como m eram ente anecdóticos o dem a­
eas. electricid ad 1,4
Construcción v a b ra s públicas 6,2 i ,8 4.7 5,8 gógicos, para constituirse en una im portante línea de investigación para
Comercio 20,3 ' 17,2 16.9 ü .l la mayoría dc ciencias sociales en los últim os años. Si la gran extensión
Finanzas M 3,7 20.2 HJ.6 latitudinal, el carácter com pacto de! continente o el proceso colonizador
T ransportes v com unicaciones 5.2 7.3 65 8.0
33,-5 19.4 23,5
justifican los contrastes en los modos de ocupación entre el norte y el
O tros servicios 51,7
sur, o entre las regiones interiores *y litorales, los electos del proceso
100,0 100,0 100.0 100,0 industrializado^ en coherencia con la lógica del sistem a, no han hecho
sino acentuar la concentración de efectivos en ciertas áreas debido a sus
O O E . L a b o u r fv r v e s<ati$tíc$, 1932: OIT, A n u e n o de tuadisticas d e l tra b a jo , 1981;
OCOE. N a tio n a l accemtfs o¡ O CD E c o u a tr ie s }9 5 J-I¡S0f *952. ventajas com parativas desde la perspectiva de la rentabilidad em presa­
rial, agravando así los desequilibrios interrcgicnales. La historia de este
proceso, los efectos generados y sus perspectivas de futuro ante la rees­
habitantes, lo que le supone una densidad de 24,5 habs./km 3, Canadá tructuración del modelo territorial precedente que se apunta en la actua­
reúne tan sólo 24,9 millones —prácticam ente el equivalente a la pobla- lidad, son temas esenciales para un análisis inicial de la geografía nor­
ción del estado de California— con una densidad de tan sólo 2,5 habs./ teamericana.
kir.\ mucho más homogénea adem ás desde el punto de vista étni­
co, frente a la heterogeneidad que introducen en Estados Unidos las
m inorías negra, iberoam ericana, m editerránea o asiática, que represen­ II. Los FU N D A M EN TO S DHL DESARROLLO Y LA D IFER EN C IA C IÓ N REGIONA L
tan en conjunto casi la quinta p arte del censo total. Similares desigual­ en N o r t e a m é r ic a
dades se aprecian respecto al potencial económico: con un PNB cifrado
en 2,95 billones de dólares en 1981, los E stados Unidos son, con mucho, 1. El proceso colonizador y las etapas del poblam iento
el país más poderoso en el contexto económico internacional, represen­
tando por sí solo ei 24,3 % de la producción obtenida en el m undo en La presencia hum ana en N orteam érica parece rem ontarse al menos
1981, para un volumen de población equivalente únicamente al 5,1 %, en unos veinte mil años, con una ocupación que a través del estrecho de
tanto Canadá cuenta apenas con la décim a p arte de esa cifra (276.220 Bering, y en dirección al sur, fue afectando las diferentes regiones desde
millones de dólares), ocupando el noveno lugar por países, con el 2,3 % Alaska a la costa del golfo de México; Las densidades de población debie­
de ia producción mundial (España ocupaba el undécimo, con el 1,8 %). ron m antenerse muy bajas, estim ándose entre un millón y un millón y
Finalmente, el papel ejercido en el m undo y el tipo de relaciones m an­ medio el núm ero dc habitantes al finalizar el siglo xv, si bien las condi­
tenidas con el exterior tam bién suponen evidentes distancias. Frente al ciones del medio, traducidas en las form as de actividad dominantes en
carácter hcgemónico ostentado por EE.UU. desde comienzos de siglo, con cada caso, establecían notables diferencias, desde las áreas agrícolas de
un área dé influencia política, m ilitar y económica que abarca más de la la costa oriental, a la caza en las llanuras interiores m ás secas, o la pesca
m itad del planeta, Canadá mantuvo d u ran te mucho m ás tiem po su status en buena parte de los sectores litorales, sobre todo del Pacífico (De
colonia^ visible aún parcialm ente en la dependencia m últiple respecto a Blij, H. J„ 1974, 103).
su poderoso vecino, así como en las características de su comercio exte­ . P urante los siglos xvi y xvn, el asentam iento en las prim eras colonias
rior, en el que los cereales y las m aterias prim as industriales siguen ocu­ instaladas por los europeos en la costa atlántica introdujo una prim era
pando un lugar destacado. Esto le configura como una periferia inm edia­ wisíón del territorio en áreas de influencia bastante bien delimitadas,
ta dal capitalism o estadounidense, beneficiándose de los flujos financie­ pues m ientras los españoles dominaban un vasto te rrito rio que por eí
ros, tecnológicos o turísticos procedentes del sur, lo que unido a sus ur. y desde Florida a California, prolongaba el im perio mexicano, los
inmensos recursos y su bajísim a presión demográfica perm ite que su ranceses ocuparon Quebec y Louisiana, en tanto los colonos británicos,
población disfrute de unos elevados niveles tíe renta y bienestar, si bien s numerosos, se establecieron en los sectores centrales de la costa (a
a costa de un alto grado de dependencia. El modelo de relaciones ya P artir de la fundación de Virginia en 1607), desde la desem bocadura del
ESPA CIO S Y SOCifcUADES ESTRUCTURAS ESPACIALAS UN ÁRFAS DESARROLLADAS 235

San Lorenzo hasta Georgia, im plantando incluso algunos ¿sentam ientos divergencia en el rum bo seguido por ambos países, que consolidan enton­
al norte de los Grandes Laens, cerca dc la bahía de íludson? ces buena parte de los rasgos que definen su presente.
Durante e l >.v¿io x v i i z , la constante pugna entre las potencias europeas La historia de los E stados Unidos en la pasada centuria estuvo presi­
supuso una modificación en el rep arto territorial americano, sobre todo dida po r dos fenómenos esenciales, la Revolución Industrial desencade­
iras d T ratado dc París (1763), p o r el que Francia ccdió a los ingleses nada en la prim era m itad del siglo, coetáneam ente con la Europa noroc-
sus derechos sobre el terriiorio de Canadá y los situados a lc s te del Mis- cidental, y la expansión continua hacia las costas del Pacífico y de! golfo
sissippi, m ientras España cedía Florida a cambio de Louisiana. El p ro ­ de México, que perm itió integrar definitivamente, el territorio nacional
cese culminó en 1776, cuando las trece colonias británicas de la costa al acabar el siglo^amplianrio su superficie desde los 2,3 millones de ki­
este (New H¿;inpshire, M assaehusctts, Rhodc Isiand, Connecticut., New lómetros cuadrados de 1790, a los 7,7 millones en 1950, y ios 9,4 millones
York, New Jersey, Pennsylvania, Üelaware, Marvland, Virginia, Carolina en la actualidad, al convertirse en Estados de la Unión los territorios de
del Xorte, Carolina del Sur y Georgia) rechazaron la sujeción a la m etró­ Alaska y las Hawaii (figura 6.1).: Una parle im portante de esa expansión
poli, iniciando una guerra que acabó en 1783 con la independencia de se hizo por com pra (en 1803 la Lousiana a Francia, en 1S19 ia península
los Estados Unidos dc América, en tanto las colonias al norie del San de Florida a España, en 1867 Alaska a Rusia), anexión o conquista, tanto
Lorenzo decidían perm anecer vinculadas a l a corona británica como a costa de México corno de las diferentes tribus autóctonas que fueron
dominio del Canaca, y, por e l sur, España m antenía sus posesiones desde exterminadas o confinadas en reservas localizadas, esencialmente en las
Florida (recuperada en 1783) hasta California. ■ regiones áridas del Medio Oeste, desde Dakota y Montana, hasta Arizona
En el momento de la independencia estadounidense, tanto la sociedad y Nuevo México" (W atson, J. VV\, 1979, 20-48).
como la geografía norteam ericana distaban mucho de ser tal como hoy .Eí impulso cfeíinitivo que perm itió desbordar los Apalaches y su pic-
las conocemos. Tanto en Canadá como en EE.UU., los asentam ientos eu­ deinonte occidental, desplazando el frente pionero hacia las llanuras cen­
ropeos se lim itaban a una fran ja relativam ente estrecha desde el valle trales y abriendo inm ensas posibilidades al desarrollo agrario del país
¿el San Lorenzo y siguiendo la ilanura litoral hacia el sur, con tan sólo tuvo lugar tras la G uerra de Secesión (1S61-1S65), apoyado er. la expan­
algunas tím idas penetraciones hacia el interior siguiendo el curso de sión de los tendidos ferroviarios, al tiempo que se desarrollaban también
algunos ríos, pero m anteniendo ios Apalaches como frontera natural, de manera autónom a otros focos secundarios de poblam iento en la costa
rr.ás allá de la cual las densidades se reducían notablem ente y el predo­ del Pacífico, desde Seattle a California, alentados po r el descubrim iento
minio de las poblaciones am erindias se m antenía casi intacto. de oro a mediados de siglo, y escasam ente conectados con el resto del
Los 4,5 millones de habitantes existentes en 1790 (3,9 millones en los país ante el grave obstáculo im puesto por las cordilleras y desiertos oc­
Estados Unidos 5r unos 600.000 en los dominios canadienses), unidos al cidentales. La ocupación de las llanuras centrales se hizo m ediante la
millón aproximado de am erindios que poblaban las regiones interiores, venta de tierras por parte del gobierno a precios muy bajos a los colonos,
suponían una densidad media inferior a 0,5 habs./km 2. Los colonos euro­ que se instalaron así de m anera efectiva en el territorio en un típico
peos constituían una sociedad esencialm ente agraria, con un claro p re­ proceso de «colonización de poblamiento», muy distinto a la «coloniza­
dominio de los pequeños propietarios que cultivaban reducidos lotes de ción de explotación» que se llevó a cabo en Iberoam érica, basada en el
tierra cuya producción se destinaba prioritariam ente a la propia subsis­ control de la población autóctona, utilizada como fuerza de trabajo esen­
tencia, asentados en pequeños núcleos relativam ente próximos e interco- cial por una minoría europea, y el rep arto dc grandes encomiendas...
nectados, ju n to a una minoría de com erciantes y banqueros, generalmen­ La colonización de estas regiones tom ó como modelo el sistema «town-
te británicos, que m antenía los contactos con la metrópoli,. La única ex­ ship* («Homestead Act» dc 1862) en el que, apoyándose en Ja horizonta­
cepción a esle tipo de organización social y económica eran los Estados lidad del propio terreno, este se dividía en cuadriculas regulares, con
del Sur, desde Virginia a Georgia, donde desde el siglo an terio r se había secciones de una milla de lado, cada una de las cuales se subdividía en
establecido el predominio de la economía de plantación basada en una cuatro lotes de 64,6 hectáreas, que constituía la explotación-lipo, si bien
abundante mano de obra im portada desde Africa, y que por estas fechas I a medida que se fue avanzando hacia regiones más secas el tam año se
se cifraba en unas 800.000 personas, suponiendo alrededor de una quinta | amplió hasta representar una sección com pleta (260 ha) e incluso enás.
parte*de la población total del país. Aquí la gran propiedad y una agri­ i r Q Ppblaniiento disperso y muy laxo, basado en granjas instaladas en el
cultura orientada esencialmente a la exportación, inicialm ente del tabaco ! interior de las explotaciones, y una red viaria ortogonal, en cuyos nudos
y más tarde del algodón, generaban una estructura social mucho más de interconexión surgían algunos pequeños centros de servicios, com ple­
jerarquizada y unas densidades inferiores a las existentes en los territo ­ taban un modelo de organización territorial de gran sencillez, que prom o­
rios al norte de Maryland, dando lugar a una dicotomía que se iría pro­ vió el desarrollo de una clase m edia cam pesina, cuyo papel en los inicios
fundizando con los años y, particularm ente, tras el inicio de la indus­ de la industrialización fue decisivo,
trialización, _^El impulso que hizo posible esta ocupación provino de una inm igra­
La evolución seguida durante el siglo XIX supondrá una progresiva ción masiva, cifrada en m ás de 40 millones de personas desde comienzos
ESTRUCTURAS ESPACIALAS t N ÁREAS DESARROLLADAS 237

del siglo xix y hasta la I G uerra M undial, que unida al dinam ism o dem o­
gráfico dc una población joven perm itió elevar los efectivos del país des­
de menos de 4 millones en la fecha de la independencia, h asta 23 a m e­
diados de siglo y 76 al finalizar la centuria, con una tasa m edia anual
de crecim iento cifrada en un 2,7 % (cuadro VI.2). Si en las prim eras
etapas los colonos británicos e irlandeses, junto a los esclavos africanos,
constituyeron la práctica totalidad de las llegadas, desde la segunda mi­
tad del xix, a m edida que la «revolución demográfica» se extendía por
Europa, el predom inio pasó a los procedentes de los países m editerrá­
neos y balcánicos., am pliando con ello la variedad étnica, que los redu­
cidos contingentes asiáticos y ia inmigración iberoam ericana de los últi­
mos tiempos ha com pletado. No obstante, ia im plantación de una políti­
ca restrictiva tras la I G uerra Mundial y, sobre todo, la Depresión del
veintinueve, con el establecim iento de cuotas anuales, ha ido reduciendo
su participación en el crecim iento global hasta cifras poco im portantes
en la actualidad.

C uadro V I.2

Evolución de la pobtación en Estados Unidos y Canadá


ESTADOS UNIDOS CANADA

Población Población
Año (mili, h a b s ) Año (mili h ab s)

1790 3.929
1820 9,638
1850 23,192 1851 2.435
1850 50.156 1881 4.325
1900 75,995 1901 3.371
1920 105,711 1921 8,787
1940 131,669 1941 11.537
1960 179,323 1961 18.235
1981 229,807 1981 24,235

Fuente: flanco E xterior de E sp¿2a, 1983.

Cí-a ocupación del territorio canadiense se realizó siguiendo unos pasos-


pimilares^ si bien el retraso con que se produjo y los escasos contingentes
inm igratorios fueron sus rasgos originales. Al com enzar el siglo xix, la
población total apenas alcanzaba los 600.000 habitantes, instalados a lo
largo del San Lorenzo y h asta Tcrranova, con una econom ía basada en
la agricultura dc subsistencia y la comercialización de algunas m aterias
primas, en particular las pieles, tanto en el Quebcc francófono, como en
las Provincias M arítim as'o en O ntario, de predom inio anglosajón. El
único rasgo original lo constituyó la organización del sistem a agrícola
Fig. 6 .1. Proceso dc expansión territorial en Canadá y Estado* Unidos. conocido como «rang», predom inante en las áreas de colonización fran~
<^sa, en donde el terrazgo dispuesto a lo largo del valle se organizó m e­
diante lotes alargados y uniform es de unas 20 ha,, perpendiculares al rio
238 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURA.? ESPACIALES EN AREAS D ESA RBO LA DA S

que constituía la vía esencial dc comunicación, y con un h áb itat alineado por la ampliación del área ocupada y el traslado del centro de gravedad,
a lo laryo de los ejes dc com unicación, que ha pervivido en gran parte como por la modificación que cj descenso en el coste ds desplazamiento
hasta, nuestros días. o transferencia supuso en la funcionalidad y el peso específico ce cada
El prim ar impulso significativo para ocupar las llanuras centrales, región. Según el esquem a utilizado por Taaffe para Estados Unidos,
correspondientes a las actuales provincias dc Alberta, Saskatchcw an y pueden distinguirse cuatro etapas esenciales (Taaffe, E. J., 1973).
M anitoba (denom inadas genéricam ente AI-SAMA), sólo se produjo en la En una prim era fase, que denom ina «ora del transporte local», el
prim era m itad del siglo xix, acentuándose con la instalación dc los fe­ escaso desarrollo de esLas infraestructuras y, por consiguiente, el rápi-
rrocarriles,'lo que, unido a un aum ento en el ritm o inm igratorio desde do aum ento de ios costes con la distancia, impedía la especiaíización
la m etrópoli que redujo la población francófona al carácter de minoría regional; cada puerto organizaba en su entorno un pequeño h i n t e r l ü n d ,
y la am erindia a poco m ás del 1 9j, le perm itió alcanzar 3,5 millones de con densidades de ocupación decrecientes hacia la periferia, de dimen­
habitantes en 1857 y 5,4 millones en 1901. En cualquier caso, al crearse siones variables en relación con las facilidades dc penetración hacia el
la Confederación de Canadá en 1867, el país continuaba m anteniendo interior o el dinam ism o desarrollados por sus com erciaircs y hanqu¡>
al 80 H de su población en el medio rural y basaba el 50 % de su PNB en
el sector prim ario, centrando sus exportaciones casi exclusivamente en
Iüs m aterias prim as (madera, cereales, pieles, potasa...), en contraste con
lo que ocurría a! o tro lado de la frontera. Las dificultades clim áticas y las
bajas densidades de población frenaron la expansión hacia el Gran Norte,
que sólo tras et descubrim iento dc oro en el Yukon registró algún movi­
miento en este sentido.
Tar.to en uno como en otro país, pues, el avance de la colonización
sólo se completó con la instalación de los ferrocarriles transcontirienla*
.i23, el prim ero de ios cuales quedó inaugurado en 1869, al unirse en Pro-
montory Point el tendido ce la «Union Pacific» procedente de la costa
este a través de N'ebraska, con el de la «Central Pacific», procedente de
San Francisco. En 1883 se inauguraron otras dos líneas, una al sur, desde
Los Ángeles a Nueva Orleans, y otra al norte, entre Portland y los Gran­
des Lagos (Chicago), en tanto el «Canadian Pacific», hasta Vancouver, lo
hizo en JS35. En este sentido, ios transportes jugaron un papel esencial
en el proceso de poblamiento, m arcando sus etapas y facilitando la pro­
gresiva integración y especiaíización regional.

2. La red de transportes y la integración territorial en N orteam érica

El movimiento hacia el oeste que presidió parte im portante de ia vida


norteam ericana durante decenios no fue, en esencia, sino un proceso de
difusión espacial, tanto de la población como de las innovaciones y de
las relaciones capitalistas en su conjunto, cuyas fases esenciales han sido
• modelizadas por Johnston tal como recoge la figura 6.2 (Johnston, R. J,f
1982, 71), extrapolando en cierto modo las ideas expuestas por Taaffe,
Morrill v Gouíd sobre la evolución teórica de una red de transportes
(Taaffe, E, J., Gauthier, H. L,, 1973, 43).
'El proceso tuvo su origen-en una serie de centros impulsores, iden­
tificados con los principales puertos de la costa atlántica, y se difundió
a lo largo de unos ejes que inicialm ente se identificaron con los ríos
navegables, para ceder luego su prim acía a los ferrocarriles, alterando Hg. 6.2. Modelo de desarrollo del pabUrntauo eji jn a ¿j?a ds
profundam ente en su transcurso el modelo territo rial anterior, tanto Tamaño conlinema? a partir de los puertos issgárt Jolinsion. R .J.. 1982)
AIM
242 rSl'A C lC S ’l ÜUC3LUAÜLS ESTRrCTURAS ESPACIAME EN ÁREAS DESARROLLADAS 243

rus, actuando como punto de interconexión con la m etrópoli, y con es­ Luis —que en 1850 era aún la principal ciudad al oeste del Mississlppi—
casas relaciones entre ellos. u Cincinnati, perdían SU anterior primacía.'
Una segunda fase, idcntiíicada con la dc desarrollo del transporte a Pero el cambio de m ayor relevancia geográfica lo supuso la plena
p artir dc Jos ejes fluviales, se inició en 1825 con la inauguración del incorporación del territorio norteam ericano a la economía de ínter-
canal dsl Erie, que perm itió enlazar los Grandes Lagos con el río Ilud- cambio, potenciando con ello la especiaíización regional, la producción
son y Nueva York, potenciando ¿e este moco el desarrollo de este en gran escala, y configurando u n sistem a espacial integrado que se
puerto frente a sus com petidores al expandir notablem ente su hinier- organizaba jerárquicam ente a p a rtir de los centros urbanos. Hasta la
iund. Una red secundaria fue, a este respecto, la del Mississippi-Ohio, llegada del ferrocarril, sólo la ganadería extensiva cel Medio Oeste,
con vértice en Nueva Orleans, ya utilizada anteriorm ente, pero que co­ organizada en grandes ranchos, m antenía su viabilidad económica a
bró verdadera im portancia ahora, perm itiendo eJ rápido crecim iento base de ocupar enorm es extensiones de terreno y desplazar las cabe^
cíe una serie de ciudades interiores emplazadas en sus orillas como San zas de ganado incluso varios miles de kilóm etros hasta los mercados
Luis, Cincinnati o Piltsburgh. En conjunto, esto supuso la incorporación de consumo. Ahora, la apertura de las nuevas rutas fue seguida inm e­
de.’ sector oriental de las grandes llanuras (Ohio, Indiana, K entucky...) diatam ente por la instalación de colonos que desplazaron la frontera
a la economía de intercam bio, con tierras fértiles y abundantes que cada vez más hacia el oeste, incorporando una agricultura extensiva,
pronto se especializaron en la producción de granos, forzando a los tem pranam ente mecanizada, y orientada desde sus orígenes a la com er­
granjeros de Nueva Inglaterra a especializarse a su vez en produccio­ cialización prácticam ente total de las cosechas, sin rém oras de estruc­
nes más intensivas o cuyo coste a larga distancia resultase aún prohi­ turas heredadas.. El im pulso llegó incluso a dejarse sentir en la agricul­
bitivo (horticultura, lácteo*...), tura de California, enlazada ya a ios grandes m ercados consumidores
Al com enzar ia segunda m itad del siglo se asiste al inicio de la «era de la otra costa gracias a Ja reducción de las tarifas ferroviarias, impul­
del dominio ferroviario*, m arcada por una rápida expansión del ten­ sando extraordinariam ente con ello los cultivos hortofrutícolas, particu­
dido, que si en 1S30 se lim itaba a 37 kilóm etros, veinte años después larm ente los cítricos, junto al paralelo desarrollo de la explotación fores­
alcanzaba ya 14.432, para rebasar los 60.000 en 1869, año de intercone­ tal en los Estados de W ashington y Oregón, de la m inería en las Rocosas,
xión de red transcontinental, y llegar a 385.000 en 1510; en pocos años, etcétera. En resum en, si desde la época colonial y hasta entonces los
el ferrocarril monopolizó casi todas las formas ce transporte, tan­ ílujos dominantes ,se habían organizado en sentido norte-sur, siguiendo
to de m ercancías como de pasajeros, y lo mismo a corta que a larga la costa atlántica o la red del M issíssippi, desde esta época, la ampliación
distancia, en detrim ento de caminos y canales. Su expansión hacia el de la escala territo rial y el predom inio de la organización general en sen­
oeste se aceleró tras la guerra civil, form ando una densa red en "la tido oeste-este modificaron profundam ente las estructuras espaciales
m itad oriental del país, que dism inuía rápidam ente al alcanzar las Ro­ del país,
cosas, y enlazaba con la costa del Pacífico m ediante tres ejes paralelos Desde los años veinte de nuestro siglo, ía progresiva sustitución del
que .potenciaron el desarrollo de sus estaciones term inales (figura 6.3).’ ferrocarril p o r la carretera, sobre todo en el tráfico de pasajeros y para
El auge ferroviarw supuso una profunda alteración del modelo te­ cortas distancias, y la constante m ejora tecnológica en este campo, per­
rritorial.'A nte todo,{perm itió am pliar extraordinariam ente las áreas de mitieron el paso a la «era del transporte en competencia» que, al aum en­
influencia de las ciudades orientales e increm entar el volumen de inter­ tar la fluidez del espacio y reducir progresivam ente los costes dc despla­
cambios, potenciando de m anera directa el fenómeno urbano e indus­ zamiento, ha conocido un increm ento progresivo de la concentración, al
trial registrado en esas fechas en la costa nordeste, donde ya a comien­ ampliar las áreas de influencia urbana y convertir las economías de aglo­
zos de n u estro siglo se dibujaba una densa red de núcleos en rápida meración en el principal factor de atracción em presarial, según parecen
expansión y un cinturón m anufacturero de forma aproxim adam ente rec­ apuntar los diversos estudios realizados sobre la evolución de las áreas
tangular, cuyos vértices podrían situarse en Milwaukee, Boston, Wash­ Metropolitanas estadounidenses en los años sesenta (Mosclev, M. J., 1977L'
ington y San Luis, que engloban ciudades tan im portantes como Nue­ 152-154).
va vYork, Chicago, Detroit, Filadelfia, Cleveland, Pittsburgh, Buffalo,
etcétera. Si en. 1800 un buen núm ero de puertos del Atlántico seguían
m anteniendo una im portancia y dim ensión similares, un siglo después 3. La distribución de ¿as grandes regiones naturales y su significado
la com petencia había acentuado la jerarquización, con Nueva York a geoeconómico
la cabeza de unu gran aglomeración extendida desde Boston a Balti­
more. Secundariam ente, en los principales nudos de la red ferroviaria El proceso de poblam iento que acaba de describirse estuvo parcial­
se expandieron can rapidez ciudades como Denver o Chicago, conver­ mente condicionado desde sus inicios po r las características de un medio
tida en segundo centro financiero e industrial del país, organizando físico heterogéneo que, adem ás de lim itar y orientar el avance, estable­
vastos espacios regionales de escasa densidad, en tan to otros como San ciendo. en algunas áreas graves obstáculos a la penetración, introdujo
244 ESPACIOS Y SOCltDAÜES

posibilidades diversas en su explotación, aspecto éste que ha incidido di-


rsctam e.ue sobre la especiaíización regional, las densidades de pobla­
ción, etc., exigiendo por tanto un breve com entario respecto a la distri­
bución dc lus grandes conjuntos naturales y su reflejo actual en la or­
ganización del territorio.
Dentro dc este bloque continental de form a c u a d ra n g la r y perfil com ­
pacto, 1as unidades de relieve .suponen el elem ento fundam ental qyc sir­
ve de. base a la definición y delim itación de las regiones naturales. Con
un predominio de ia orientación m eridiana, lós'grandes conjuntos estruc­
turales se organizan en tom o al Escudo canadiense o laurcntino, bloque
precámbicu que ocupa el cuadrante nororientai, con centro en la bahía
ce Hudson, que alcanza por su flanco su r los Grandes Lagos y por el oeste
el río Mackcnzie, Rodeando este sector, que representa el «núcleo» ori­
ginario de N orteam érica, aparece un cinturón constituido por terrenos
paleozoicos dispuestos diagonalm ente desde el Ártico al golfo de México,
en cuyo interior contrastan hoy las am plias llanuras, dominantes sobre
todo en E stados Unidos, con la cordillera de los Apalaches y sus prolon­
gaciones occidentales; El conjunto queda cerrado ai oeste por una amplia
franja montañosa, que desde Alaska se prolonga de forma continua en
dirección al istmo centroam ericano, incorporando los relieves m ás abrup­
tos y complejos, responsables del tradicional aislamiento que ha afectado
a la fachada del Pacífico.
La configuración presente es resultado de una larga evolución geoíó -
gica, cuyos eslabones básicos perm iten com prender la diversidad actual.
El desplazamiento del continente laurentino o escudo canadiense-groen­
landés durante el Paleozoico, y la com presión a que se vio som etido en
la aproximación a otros bloques em ergidos hasta constituir finalmente
la Pangea, originaron la em ersión de una am plia banda m ontañosa en
sus márgenes, desde ios Apalaches y hacia el oeste, posteriorm ente a rra­
sado por ia acción prolongada de los agentes erosivos. La individualiza­
ción continental que supuso la ap ertu ra del Atlántico Norte durante el
Mesozoico, inició un movimiento divergente en su flanco oriental, con­
trarrestado p o r la com presión a que se vio som etico su frente occidental
contra la placa del Pacífico. El resultado fue la em ersión de una serie
de cordilleras perioceánicas adosadas, desde el eje que forman los mon­
tes Brooks, Mackenzie y las Rocosas hacia el oeste, que aún constituyen
un área dinámica dc la corteza afectada por sismicidad, particularm ente
en su sector suroccidental (falla de San Andrés), ai tiempo que se fractu­
raban intensam ente los sectores orientales más antiguos, individualizán­
dose una serie de unidades según su com portam iento ante los esfuerzos
tectónicas. £1 glaciarismo cuaternario, que en diversos episodios llegó a
recubrir algo más de la m itad septentrional del territorio, supuso un
últim o elemento de im portancia en la evolución geomorfológica nortea­
mericana (figura 6.4), ^
Como consecuencia de este proceso, América del N orte queda dividida
hoy en cinco grandes conjuntos m orfóésfructurales, que al propio tiem­
po orientan la distribución de unos dominios biocltmáticos en los que,
junto a la disposición m eridiana del relieve, son la latitud, 2a continenta- Hg. 6.4. Unidades de relieve en América d d Norte.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 247

li<iad y las corrientes oceánicas (cálidas del Golfo y Kuroshio, frías, del
Labrador y California), Jos factores determ inantes, favoreciendo una gran
variedad —desde climas árticos a subtropicales áridos— y una clara disi*
m etría de las fachadas costeras (figura 6,5). La conjunción dc todos estos
elementos perm ite dibu jar con bastante precisión las regiones naturales,
cuyos rasgos básicos se resum en de form a esquem ática en el cuadro VI.3,
El Escudo canadiense constituye un típico zócalo precám brico de casi
cinco millones de kilóm etros cuadrados, que se continúa en la Tierra de
Baffin y Groenlandia, en el que afloran los m ateriales cristalinos y meta-
mórficos que constituyen el fondo de antiguos geosinclinales, con u:i re­
lieve tabular basculado hacia su centro hasta quedar sumergido cu Ja
bahía de Iludson, y presentando un frente abrupto hacia la periferia, que
en su día supuso un cierto obstáculo a la penetración, junto a la exis­
tencia de escarpes de falla visibles hoy en fenómenos tan espectaculares
como las famosas cataratas del Niágara. La morfología actual aparece pro ­
fundam ente retocada por la erosión glaciar, generadora de m ultitud dc
lagos por sobreexcavación, depósitos m orrcnicos, etc.
Si los sectores más septentrionales aparecen dom inados p o r la tundra
ártica vinculada al perm afrost, la m ayor parte de su superficie se ve afec­
tada por un clima continental bastante extrem o y de rasgos subárticos,
en el que el efecto de los centros de acción térm icos estacionales se co­
rresponde con una fuerte oscilación de las tem peraturas (m ás de 50a en
el Territorio del N oroeste) y cierta escasez de precipitaciones, esencial­
m ente estivales, de modo sim ilar al caso siberiano. También aquí, las
grandes superficies ocupadas por el denso bosque boreal de coniferas
(más del 50 % del territo rio ) se constituye en uno de Jos rasgos más ca­
racterísticos de identificación nacional, acom pañando al bosque m ixto o
laurentino que aparece como form ación de transición en el valle de este
río y los Grandes Lagos, hasta Tcrranova.
Espacio inhóspito p ara los asentam ientos agrícolas debido a los rigo­
res climáticos, que justifican las bajísim as densidades de población exis­
tentes, el Escudo laurentino constituye, en cambio, un pilar esencial en
la economía canadiense, tanto por la abundancia de minerales explota­
bles que aquí se encuentran (hierro, níquel, plomo, uranio, cobre, zinc,
oro...), como por los recursos forestales e hidroeléctricos con que cuen­
ta, aprovechados sólo parcialm ente en sus áreas margínales más próxi­
Desierto h'o mas a los m ercados de consum o y los puertos. En el caso de m inerales
como el hierro, su localización próxima al cinturón m anufacturero esta­
Tundra
dounidense ha favorecido su exportación masiva por vía fluvial, que aun
B o s q u e c e co n ife ra s así resulta hoy insuficiente para cu b rir su dem anda, obligando a impor-
G o sq u e ca tfuclsffo
lacioncs desde países m ás alejados como Venezuela, Brasil e, incluso, el
Africa occidental.
Pradera La Llanura atlántica constituye una estrecha franja sedim entaria ex­
,*V* Estepa y d<?s¡erti> tendida latitudinalm ente desde New Brunsw ick hasta Florida y la costa
del golfo de México (45° a 25° N, aproxim adam ente) donde, sin solución
de continuidad, entra en contacto con las grandes llanuras centrales o del
Mississippi. E sta pequeña unidad conoce, denlro de una notable abundan*
F ia . 6 . 5 . F o r n u i t i u r i c s v e g e ta le s d e A m é r i c a d ? l N o r t e , cia de precipilaciones, ur.a rápida alteración de sus condiciones térmicas.
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necida en bloque a p a rtir de una serie ds arandes lineas dc falla tras
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zación británica. Al propio tiempo, su estructura disim étrica ocasiona
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un contacto brusco en tre el secto r crísíalino oriental con la llanura a t­
Regiones

lántica m ediante un escarpe de falla («Fall I.ine»), que ha facilitado la


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73 los típicos «paisajes negros», y se desarrollaron algunos centros indus­


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triales de especiaíización siderom etalúrgica como Pittsburgh (Pennsyl-
NjtL» 0O« £ 3 fi« * S S S •£1 «ri 5 i 5 e l g ^ á **s-¡ y vania), aunque esta región sólo suponga hóy el 20 H de tas reservas esti­
m adas (figura 6.6). También en el su r de la cordillera se localizan los
»
5 únicos yacim ientos de bauxita norteam ericanos con una cierta entidad,
ri <j
r t *3
lo que obliga a cu b rir el 93 % de las necesidades estadounidenses en este
y
J5 m ineral, hoy esencial, acudiendo a im portaciones (Jamaica, Australia,

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•o u1;
Surinam ), al igual que en el caso del manganeso (98 ?o), cobalto (97
*ÍJ56 3 £yy crom o (92 %), níquel (77 % ), etc.
tí.
*5 Las abundantes y bien repartidas precipitaciones, siem pre superiores
3
U
y. u «i
y
c. a los mil m ilímetros, hacen posib'e una densa cobertera forestal, mucho
tí < á 5
m ejor conservada que en las áreas circundantes, dominada por una gran
<N in
í *
h ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS

! i variedad de especies caduci folias, sin que la reducida altitud posibilite


un escalonamiento dem asiado significativo salvo en sectores muy con­
H cretos, coronados por coniferas, pero favoreciendo en cualquier caso el
<i desarrollo dc una economía com plem entaria a la de las llanuras.
Una cuarta región corresponde a las Llanuras centrales. Situadas en-
j tre los Apalaches y el Escudo de un lado, y las Cordilleras occidentales
| de otro, las grandes llanuras centrales norteam ericanas adoptan una for-
¡ í \ m a triangular, desde Canadá y ensanchándose progresivam ente hacia el
;! j golfo ce México, dom inadas por un relieve de forrnas piarías, aunque ,i-
j geram ente basculado desde sus sectores noroecidentales, donde se supe­
I < ran los 500 m etros de altitud, hacia el sureste, donde se sum ergen suave­
m ente bajo las aguas ¿el Golfo, originando una plataform a continental
H bastante amplia.
M

Fig. 6.6. LitOiOgta y recursos minerales e» América del Norte.


Fragm ento continental paleozoico hundido por efecto dc la tectónica
de fractura, se convirtió en una gran cuenca de colmatación, recubierta
II hoy por paquetes sedim entarios de gran espesor que engloban ce.sde
i depósitos paleozoicos a cuaternarios, alterados tan sólo por algunos
f i horsts como el que representan los montes Ozark y W achita, y recorrida
i- ¡ j por la red del Mississippi-Missouri cue la vertebra, desembocando en
uno de los mayores deltas existentes en el mundo. El abundante caudal
\é y la escasa pendiente han favorecido su navegabilidad, de particular im­
portancia en el transporte de productos agrícolas y m aterias prim as in­
M dustriales, convirtiendo hoy a la red del Mississippi en la más im portante
i! i de Estados Unidos en cuanto al volumen de m ercancías transportadas,
superando ya con creces a la red organizada en torno al San Lorenzo y
\ I los Grandes Lagos (cuadro VI.4 y figura 6.7).
i' I
ii C uadro V I.4

M Evolución dei tráfico fluvial en Estados Unidos

H 1960

Millones
1577

Millones
t I im/milla to:al sm/tmlla «t tetat

f‘ Costa A tlántica 28.600 12.93 30.400 8.25


Costa del Golfo 16.900 7,67 37.600 10.21
r Costa del Pacíñco 6.000 2,72 12.800 3.47
Rio M ississippi 69.300 31.46 196.900 41
► G randes Lagus 99.5X 45,17 90.700 24,62
i- {■ 220.300 100,00 363.^00 100,íKt

I* Fuente: »Stat¡s‘ical Abstraer oí lint United States. 1975».

*i
Al mismo tiem po, los sedim entos que tapizan estas llanuras contienen
I’
también im portantes recursos naturales, tan to en hidrocarburos (sedi­
m entación m arina paleozoica y cenozoica), como en carbón (sedim enta­
ción paleozoica). Los yacim ientos de hidrocarburos form an un cinturón

i
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN' ÁKliAS DESARROLLADAS 253

casi continuo desde Alberta y Saskatchewan, en Canadá (que en 1950 fue


el undécimo productor mundial), hasta la plataform a continental del
golfo de México, afectando los estados de Wyoming, Illinois, Colorado,
Kansas, Nuevo México y Oklahoma, con Texas y Louisiana como principa­
les productores en la actualidad (43 % del total), m ientras los yacimien­
tos de Pcnnsylvania (que en 1913 suponían el 75% de la producción
total) y California resultan excéntricos, pero de gran interés económico
por su proxim idad a los principales centros consum idores. Respecto a
los hulleros, form an tam bién una banda desde el piedem onte de las Ro-
cosas, que hoy representa las mayores reservas, hasta los Apalaches, que
aún supone la principal cuenca en función de su proxim idad a los gran­
des centros siderúrgicos, si bien con tendencia a decrecer.
Las condiciones clim áticas vienen presididas por la continentalidad,

Fig. 6.7. Vías navegables y gTandcs puerios en Estados U n id o s.


cuyos rasgas extrem os se ven acentuados por la facilidad dc avance a las
m asas de aire polares y tropicales de carácter continental que trae con­
sigo la disposición m eridiana á tl relieve, traducida en frecuentes olas dc
frío y calor, que alejan extraordinariam ente los valores térm icos máxi­

(F u e n te : F.. Soppcha y o íro s. 1983}


mos y mínimos registrados en el año. Las diferencias latitudinales a este
respecto justifican que m ientras los sectores m ás septentrionales, de
inviernos muy fríos y veranos templados, están ocupados por el bosque
de coniferas que no hace sino prolongar las form aciones dom inantes en
ei Escudo canadiense, al su r del paralelo 52°, con tem peraturas estivales
superiores a los 20u de prom edio y m ayor ETP, se entre en el dominio
de la pradera herbácea dom inada po r las gram íneas en un 95 %, sim ilar
a la estepa rusa, y favorable como aquélla a la explotación agrícola sobre
suelos generalmente fértiles y bien drenados, que ha eliminado casi por
completo la vegetación originaria. Por su parte, la disminución de las
precipitaciones estivales que se registra al aum entar la distancia al At­
lántico (menos de 500 m ilím etros anuales al oeste del m eridiano 100°),
se traduce en el paso hacia especies herbáceas de rasgos xerófilos cada
vez más acusados, con aparición incluso de plantas espinosas que prelu­
dian la aridez del piedem onte oriental de las Rocosas y las cuencas intra-
m ontanas, y que han forzado sistem as de explotación muy extensivos
(«dry farming»), artífices de la personalidad tradicional de este Medio
Oeste.
Las Cordilleras occidentales constituyen la últim a unidad a conside­
rar: Desde el estrecho de Bering y h asta la Sierra M adre mexicana, todo
el oeste de Canadá y Estados Unidos aparece constituido por un conjunto
particularm ente com plejo de tierras altas, surgido en Ja com presión con
la placa del Pacífico y generador de una evidente disim etría continental.
Su progresivo ensancham iento hacia el sur se acom paña de una creciente
complicación estructural, con una serie dc cuencas interiores cerradas
que individualizan ejes montañosos dc características diversas.
La alineación oriental, surgida desde finales del Mesozoico, se inicia
en los m ontes Brooks y Mackenzie para alcanzar su pleno desarrollo en
las Rocosas, cordillera de gran entidad, con cum bres por encima de los
4.300 m etros, erosionada y rejuvenecida con posterioridad a p artir de una
c
L0í> serie de fallas visibles hoy en el trazado ortogonal que presenta la red
254 "¿ S F A C IO S Y S O C IE D A D E S fcS lK U C lL R A S bSPA C JA L fcS E N AREAS D E SA R R O L L A D A S 255

rluvia!. La relativa abundancia dc precipitaciones que asegura el efecto además por la corriente cálida dei Kuroshio que suaviza térm icam ente
orográfico perm ite el desarrollo de un bosque de coim eras en las zonas el clima y evita los hielos, se sum an las posibilidades agrícolas dc los sec­
altas y particularm ente a barlovento, con una rápida degradación ai dis­ tores meridionales, am pliadas con la irrigación ¿el Gran Valle de Cali­
m inuir la altitud. Su significado en el proceso de organización espacial fornia a p a rtir de los ríos que nacen en Sierra Nevada, para justificar la
Llevado a cabo por el hom bre h a sido contradictorio, pues si de una parte tem prana instalación de focos poblados que se beneficiaron notablem ente
ha constituido el principa; obstáculo a Ja comunicación interior, la abun­ de la integración con el resto del territorio. Desde la IT Guerra Mundial,
dancia de menas explotables en los sedimentos paleozoicos y en el roque­ algunos de ellos, en especial California, han pasado a convertirse en las
do cristalino y inctam órfico que la constituye, convierte hoy a las Roco­ áreas más dinám icas dcl territo rio norteam ericano, reflejando el progre­
sas en la prim era región mineralógica dc Estados Unidos, con recursos sivo desplazamiento dcl centro de gravedad m undial desde el Atlántico
muy variados, desde uranio a esquistos bitum inosos, hierro, cobre, plo­ al Pacífico. Los yacim ientos petrolíferos calííornianos y la hidroelectri-
mo, carbón, etc. cidad obtenida en Cascadas-Sierra Nevada no han hecho sino am pliar la
Al oeste de esta prim era alineación, el relieve se resuelve en un ro­ gama de recursos disponibles.
sario ríe depresiones, desde la del Yukon en Alaska —la única abierta al En resumen, la am plitud y diversidad que presenta el territorio nor­
océano— a la de Columhia Británica en Canadá, las m esetas de Columbia teamericano ha favorecido la abundancia y variedad de recursos n atu ra­
y Colorado y, sobre todo, la Gran Cuenca, de hasta mil kilóm etros dc les disponibles (cuadro VI.5). El contraste con las bajas densidades de
anchura entre sus márgenes oriental y occidental, en torno al Gran Lago población ha resultado sin duda uno de los factores impulsores del desa­
Salado («Grcat Salt Lake»), testigo del endorreism o que las afecta. Con rrollo, perm itiendo tam bién un cierto despilfarro en su uso, tanto po r
altitudes que suelen rebasar los 1.500 metros,, pero cerradas a toda in­ lo que se refiere al carácter muy extensivo de una buena parte de la
fluencia externa por las grandes barreras m ontañosas que las circundan, explotación agrícola, con escasas inversiones, como a la intensa polución
estos bloques fracturados y hundidos, individualizados p o r algunos horsts de las principales arterias fluviales, o la ocupación indiscrim inada de
y macizos volcánicos que actúan como interfluvios, se ven afectados por tierras fértiles por usos urbanos e industriales, que elim inan anualm ente
un clima fuertem ente continentalizado y con una aridez que acentúa sus entre 0,8 v 1,2 millones de hectáreas (Jaekson, R. H.-Hudman, L. E., 1982,
rasgos a medida que se avanza hacia latitudes más cálidas, originando 178).
verdaderos desiertos que han reducido el escaso poblam iento actual a
ciertos enclaves en la red de comunicaciones, destacando en este sentido
Salt Lake City, Phoenix, Las Vegas o Spokane. La localización de recur­ C uadro VL5
sos m inerales en el contacto con tos batolitos graníticos tíe las Rocosas, Importancia de ios recursos minerales en América del S erie
no impide que estas cuencas sean, ju n to con el extremo septentrional del
continente, las regiones más inhóspitas y deshabitadas. % producción m undial
Finalmente, en contacto ya con el litoral del Pacífico, aparece otra
Canadá EE.UU. Total Canadá EF-.U'J. Tot.il
serie de cordilleras m ás recientes, desde los m ontes McKinley en Alaska
(con 6.187 metros corno punto culm inante), continuándose hacia el sur Uranio 16,0 38,1 54,1 ¿inc 17,i 5,9 23,0
por las Cadenas Cosieras, que a p artir de la frontera en tre ambos países Gas natural 4.5 36,8 41,4 liiu la 0,9 20,3 21,2
vuelven a bifurcarse (Cascadas-Sierra Nevada en el interior y Cadena Níquel 28,4 1,S 30,2 P lata 10,0 V 19.3
Cobre 9,1 14,9 24,0 Petróleo 2,3 16,3 19,1
Costera al oeste), aislando o tras dos fosas tectónicas correspondientes en Plomo 8,2 15,5 23,7 H ierro 7,4 ID,7 18,1
este caso a la depresión Seatile-W ülamette (Vancouver-PortlanU) y al
Gran Valle de California, separadas p o r macizos volcánicos que, ju n to a Fuertu: «Imggcs <íconomiques du m am te,
la elevada sismicidad, nos recuerda la inestabilidad tectónica de la re­
gión, inm ersa en el «cinturón de fuego» peripacífico. El escalonamicnto
biodim ático de las vertientes m ontañosas, con precipitaciones que supe­ 4- La econom ía norteam ericana: del ^despegue» al «nuevo estado
ran los 3.000 m ilím etros en las fachadas a barlovento que se oponen a industrial »’
los vientos del oeste, posibilita el desarrollo de un denso bosque de coni­
feras (cedro rojo, abeto Dougías, sequoia...), dc porte espectacular en : _La conjunción de recursos naturales y humanos, junto a otra serie
algunos casos, que contrasta con la aridez del Gran Valle dc California de condiciones sociales e institucionales, hicieron posible una tem prana
y con la vegetación arbustiva m editerránea (chaparral), característica del y rápida incorporación de E stados Unidos al proceso de industrialización
litoral dc ese Estado en las proxim idades de la frontera mexicana. y crecimiento económico, hasLa lograr convertirse en prim era potencia
Junio a las facilidades para la navegación y las actividades pesqueras mundial, cuyo im pacto geográfico desborda am pliam ente las fronteras de
que ofrece la costa de Alaska y Canadá, formada por fiordos y afectada su propio territorio para contribuir de modo decisivo a estru ctu rar el
256 KS1UC1ÜS Y SOCIEDADES ESTRVCTVRAS ESPACIALES ES: ÁREAS yESARROM ADAS 257

actual sistem a de relaciones internacionales. En Canadá, el fenómeno Si hasta 1840 Ja industria textil ocupó un rugar hegemónico, el desa­
industrializado- es mucho m ás tardío y de connotaciones diferentes, asi­ rrollo de los ferrocarriles, la siderurgia y la fabricación de m aquinaria
m ilándose en "bastantes aspectos al que habrá ocasión de analizar en el a p a rtir de esa fecha perm itieron diversificar la producción, p ara ser más
caso australiano, Lauto por las fechas, como p o r la im portante partici­ tarde la construcción naval, el m aterial eléctrico, eí automóvil y la quí*
pación exLerior. prim eram ente británica y luego norteam ericana, o la mica los sectores que tom arían el relevo, desencadenando fuertes efec­
vinculación inicial a sus recursos naturales (industrias alim entarias, p a ­ tos m ultiplicadores sobre el conjunto de la actividad económica al tr a ­
peleras, prim era transform ación de m inerales...), seguida dc una poste­ tarse de sectores con gran capacidad de *arrastre». Al mismo tiempo, si
rio r diversificacíón orientada prioritariam ente hacia sectores de tecnolo­ ya desde sus inicios la actividad m anufacturera tendió a localizarse entre
gía avanzada (químicas, m aterial eléctrico, automóviles...)'; los G randes Lagos, el San Lorenzo y los puertos del Atlántico, la victoria
D urante el período colonial, Gran B retaña procuró lim itar eí desarro­ de la Unión en la G uerra de Secesión impulsó definitivam ente el contras­
llo de las actividades m anufactureras en sus dominios norteam ericanos te con los territorios dcl Sur, promoviendo la emigración dc un número
y m antener con ello ia tradicional división del trabajo. Para ello, desde im portante de los antiguos esclavos hacia las ciudades de este «cinturón
mediados del siglo x v u se creó toco un cuerpo legislativo de inspiración m anufacturero», donde pasaron a engrosar las filas del proletariado, al
m ereantilista p ara regular el comercio colonial, imponiendo desde 1663 tiem po que se generalizaban las relaciones capitalistas en todo el país y
unos derechos aduaneros muy elevados a los productos im portados por se prom ovía la especiaíización regional, ral como ya se ha analizado.
las colonias am ericanas que no procediesen dc la m etrópoli o fuesen Apoyada en este movim iento industrializado^ la economía norteam e­
transportados en barcos extranjeros, y prohibiendo tam bién 3a exporta­ ricana ba conocido un proceso de rápida expansión, afectada tan sólo por
ción de sus productos (tabaco, algodón, azúcar, índigo) a terceros países crisis cíclicas como la de 1929, cuyos resultados en lo que afccta a la evo­
(Niveau, M., 1974, 67). E sta dependencia comercial, unida a ia financiera, lución del PNB y su distribución po r habitante se niuestian en el cua­
supuso un im portante freno a la industrialización, que sólo tras la inde­ dro VI.5. Este crecim iento ha ido acom pañado de una protunda trans­
pendencia comenzó ¿.'superarse. formación en la estructura sectorial de la población activa, enn un agudo
Desde comienzos del siglo xix, E stados Untaos se incorporó a la Revo­ retroceso de los empleos en el sector agrario, que de representar aún
lución Industrial desencadenada en Europa, iniciando un crecim iento más de la m itad del total a mediados de stgJo pasado, redujeron su parti­
progresivam ente acelerado que contó con una serie de condicionamientos cipación al 13 % en 1950 y apenas al 3 % en ía actualidad, frente a una
favorables, Rn prim er lugar, la estru ctu ra social im perante, con una am ­ cuarta parte de trabajadores en la industria, y un am plio predom inio
plia base de pequeños propietarios agrícolas con capacidad de com pra e, del sector terciario, característico de toda sociedad postindustrial.
incluso, dc inversión en las nuevas actividades., y sin las rem oras insti­ El crecim iento de las m agnitudes macroeconóm ícas vino acom pañado
tucionales heredadas en algunos países dcl Viejo Continente, actuó como por una profunda transform ación de las estructuras capitalistas, que, a
soporte del proceso, a excepción de los Estados del Sur, Al tiem po, el su vez, im pulsaron acum ulativam ente el proceso. El fenómeno más sig­
rápido aum ento de la dem anda de m aterias prim as industriales como el nificativo ha sido, sin duda, la progresiva concentración em presarial re­
algodón, y de alimentos que originó la industrialización británica, favo­ gistrada desde la segunda m itad del pasado siglo, dentro de la más pura
reció una intensificación de lo* intercam bios comerciales y la acum ula­ ortodoxia dcl sistema, con objeto de beneficiarse de las economías de
ción de im portantes excedentes de capital líquido en manos de una b u r­ escala que proporciona la ampiiLud del propio m ercado norteam ericano.
guesía m ercantil y financiera, pronto interesada en la im plantación dc Este proceso dc concentración se produjo tanto en sentido horizontal '
unas industrias cuyas expectativas ante la progresiva am pliación dcl como vertical, acentuándose en los períodos de crisis coyuntura! (déca­
territorio, los recursos y la población disponibles, no hacían sino mejo­ das de 1870 y 1890), que acabaron con m uchas pequeñas em presas. De
rar^ E n este sentido, la integración creciente dcl mercado nacional posi­ este modo, en 1902 unos 300 tru sts dom inaban m ás de 5.000 estableci­
bilitada por la navegación a vapor y el tendido de los ferrocarriles tran s­ mientos comerciales e industriales (Banco E xterior de España, 1983, 32),
continentales jugó un papel esencial, posibilitando tem pranam ente la ampliándose el fenómeno en fechas posteriores, acom pañado además por
obtención de economías de escala en la producción, acom pañadas p o r una una creciente diversificación productiva, hasta alcanzar en la actualidad
intenia concentración económica en grandes trusts, que perm itieron ele­ unas dimensiones que evitan todo com entario m ás allá de las simples
var la tasa dc inversión globaljFinalm ente,^pese a los im portantes con­ cifras recogidas en el cuadro VI.6.
tingentes inm igratorios, ia relativa escasez y "carestía de la mano de obra M ientras la em presa individual continúa siendo am pliam ente domi­
que presidió Jas prim eras fases industrializadoras, impulsó las m ejoras nante en el sector agrario (95 % del núm ero total y 64 % del volumen
tecnológicas tendentes a elevar la productividad, haciendo rentable la de negocios) y los servicios (82 y 26 % respectivam ente), disminuye al
pronta incorporación de innovaciones, algunas de ellas autóctonas, sien­ 47,7 % en la industria m anufacturera que es, en cambio, el sector donde
do la principal de todas la im plantación dcl trabajo en cadena y la pro­ el peso de las Sociedades Anónimas (45,7 y 98,8 %) es mayor. La concen­
ducción en serie desde comienzos dc nuestro siglo. tración resulta aún más evidente si se considera que en un país que es
25S LSP A C lüS V SOCISDADF.S F-STRUCTUl&S ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS 259

Cu'DRn V1.6 lauda, Luxemburgo e Islandia), el de todos los países iberoam ericanos
Evolución dei PNB en Esiatlns Unidos !S69-!9$0 salvo Brasil y México, el de cualquier país africano, etc, Al igual que en el
Japón, el modelo dcl «nuevo estado industrial» dom inado por las grandes
PMR {miles m il'oncs trfotare* *n pirm iedío) corporaciones que dibujó G albraiíh, alcanza aquí su m ejor expresión
Añoá iloViVcrs, en prom edio) PNB p e r c¿p¡ta
(Galbraith. J. K., 1950). Según este mismo autor, la actuación guberna­
\m -:m 7,40 17G mental ha impulsado, en cierto modo, el proceso, apoyando en ocas lores
1S7P-1S83 11,20 205 la penetración exterior de estas em presas o destinándolas una parte esen­
1889-1395 3.U 8 204 cial de sus contratos de com pra: así, por ejem plo, en 1976, el D eparta­
1856-1900 15.8S 216
22.64 280
mento de Defensa suscribió el 69 C/o de sus contraeos de com pra con 100
:5Dí-J90S
15Cívl9IO 31.10 350 de las grandes em presas del país. La célebre y repetida frase de que *lo
1911-1313 3$ .68 39$ que es bueno para la General M otors, es bueno para los Estados Unidos»,
1916 1S2Í) 72,12 692 no hace sino reflejar esta frecuente identificación.
Í921W25 $1,32 724
La economía estadounidense aparece así dominada por la gran em ­
J 926-1530 96.48 802
1931-1935 65.34 520 presa, generalm ente m ultinacional, que sustenta tam bién su situación
1956-1940 89.56 688 hegemónica en el m undo y ha generado nuevas estrategias de localización
19¿l*1945 179.20 1.308 al tratarse de firm as que cuentan con más ¿e un establecim iento y sirven
1946-1950 247,74 1.687
2.254
mercados muy am plios a p a rtir de una sede central, que actúa como
1951-1955 360.26
1956-1960 -59.00 2.631 centro rector del que em anan las decisiones principales, y una red de
1961-1965 597.64 3.155 filiales que cubren en ocasiones una parte im portante del mundo. Como
1966-1970 863.08 4.303 señala Caves, «para entender la im portancia económica de la m oderna
1971-1975 1.314,66 6.240
2.166,42 9.875
empresa gigante, adem ás del control de su propio m ercado hay que anali­
1976.1930.
zar las actividades em prendidas fuera del mismo a través de la diversi­
Fuente: Urálcü S tates D epartm ent of Corr.mcrci?, W 2. ficación, integración vertical y multinacionaÜzación» (Caves, R-, 1977).

hoy la prim era potencia industria) del mundo, casi la m itad de la pro­
ducción está concentrada en tan sólo 200 em presas, cuyas dimensiones 5. La c o n v e r s i ó n de E stados U nidos en p o t e n c i a h e g e n w n i c G
resultan a veces gigantescas, con cifras de ventas superiores al PNB glo­ y su s in te re se s g eo e slra té g ic o s
bal de algunos países eu ro p eo s.E n concreto, de las 100 mayores empre-
Si ya desde los años veinte de nuestro siglo E stados Unidos se con­
virtió en la prim era potencia económica del globo, su posición hegemó­
C cadro V I.7 nica en el panoram a internacional se logrará plenam ente tras la II O uerra
Estructura empresarial en Estados Unidos Mundial, estableciendo una serie de estrategias espaciales que han posi­
bilitado asentar esa posición, acentuar la im portancia de las decisiones
Porccntaj* resp erto al total que aquí se toman sobre la evolución de otras áreas del planeta, y con­
Un si;lo V arios Sw ituiades cretar crcá rá cte r disim étrico de ios flujos que articulan las diversas es-
p opíeíario p ro p ietarios anónim as tructl!£as espaciales derivadas.
En una simple aproximación al tem a, pueden destacarse dos indica-
N úm ero total dc em p resas 7$,01 7,54 14,45 Ores particularm ente expresivos de esta situación, como son las inver­
V olum en de n eg o d ü 9,05 3,86 87,08
Beneficio n eto 20,40 4,08 75,51
siones directas realizadas por em presas estadounidenses en ci exterior,
Jlí?".*nstalación de bases m ilitares junto al establecim iento de tratados
Ftifi■ Banco E'lccjur dc F-pnña, IS&á. e^esta índole con num erosos países que m ultiplican su presencia en Jos
.cinco continentes. ' - • ""
tnd^Ü/*^Ue en Estñdos Unidos suponía el 30 % de la producción
por s u s cifras d e ventas en 1982, 43 eran e s t a d o u n i d e n s e s
su s in d u s tria le s
192fiS ^ ^ Irmn^ t:)' y consiguió elevar esa cifra hasta el 42,2 % entre
(y o tras 3 canadienses), situándose 2 de ellas entre las 10 prim eras. La J controlando adem ás en gran parte los mercados de algunos
Exxon, que con sus 97.173 miíiones ce dólares en ventas es l a m ayor e m ­ •.ÍL- . ^ ctOS básicos como el trigo, el maíz, el cobre, el plomo, los fosfa-
p r e s a m undial, s u p e r ó en e s a fecha el PNB ¿e nueve países d e Ja E u r o p a (®anco E xterior de E spaña, 1953, 33), sólo a p artir del período
occidental (Austria, Dinamarca, Noiuega, Finlandia, Grecia, Portugal, Ir- n reguerras el país comenzó a ser exportador neto dc capitales, en
260 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN .ÍTIFAS DES ARR OT.T.ATIAS 261
un proccbo de expansión constante que* se aceleró espectacularm ente al
térm ino dc la II Guerra Mundial, conviniendo al dólar en la base del de ía guerra actual, pueden establecerse h asta tres cinturones sucesivos
sistem a m onetario internacional. El desplazamiento dc capital desde la en tom o al «heartland» o corazón de Euras:a, identificado con el territo­
producción interior para la exportación hacia ia captación direcia de los rio de la URSS (Méndez, R.-Molinero, F., 1984); la prim era línea rodea
mercados exteriores es así una constante dc les últim os cuarenta años, ias costas propias, desde Terranova al Caribe {Puerro Rico, Trinidad,
de tal modo que el 8S % dc :as em presas con una cifra de negocios supe­ Guantánamo-..), el canal de Panam á y Alaska; la segunda com prende un
rior a mil millones ds dólares tiene al menos una unidad de producción conjunlo de bases en los archipiélagos del Atlántico (Islandia, Azores,
en e) extranjero (Soppelsa, E.-Laehmann, M. G.-Frayssé, O., 19S3, 64). E u­ Bermudas, Cabo V erde...), Pacifico central (Aleutianas, Guam, Hawaii,
ropa occidental, Canadá y A:nérica Latina son las trss áreas que conceb­ Tahití) e índico (Diego García), que suponen el m antenim iento de la an ti­
irán lo esencial de es;as inversiones (cuadro VI.7). con un Í54 % de! total, gua estrategia británica de una red insular dc bases en torno a Europa
sí bien merece destacarse que el peso relativo de la prim era creció ex­ (CoutaU'Bégarie, H., 1984, 65); ia tercera se sitúa en, o tren te a las cosías
traordinariam ente Iras la form ación dc la CEE, retrocediendo por contra opuestas, desde Europa occidental y el Mediterráneo., a Turquía, Arabia
la participación del Tercer Mundo, que hoy sólo representa ia cuarta Saudí, Paquistán, Tíangla Dcsh, Tailandia, A ustralia, Filipinas, Tauván,
Okinawa o Corea de) Sur.
p arte del total,
Junto a las repercusiones geopolíticas de esta intervención, los flujos
económicos generados no le van tam poco a la zaga, siendo suficiente des-
C u a d r o V 1 .8
lacar en ese aspecto que las exportaciones de m aterial bélico ascendieron
desde 1-500 millones de dólares en 1970 a m ás de 9,300 millones en 1981,
I n v e r s i o n e s e x t e r ic r e s d ir e c t a s d e EE.ULK e n tr e 1950 y I9&0 con una tasa anual de increm ento cifrada en un 18 muy superior a )o
del conjunto de las exportaciones. Como ha señalado Wat¿on, el papel de
M r.onos do dólares
Estados Unidos en el m undo form a parte esencial de su geografía, y ya
Serctorss A rca; sea bajo el argum ento dc la «defensa del mundo libre» (W atsen, J. W.,
Total Petróleo luiusTria Otro* Hüryjva CamO-i Ib c ro a m íu c a Otros
1982/338), o en su consideración de potencia im perialista, le que no cabe
Añss de ningún modo es ignorarlo.
1950 11.788 3.390 3.SM 4.567 1.733 3.379 4.577 \.m
1960 31.865 L0.S10 11.051 10.004 6.691 11.179 8,366 5.6 29
1970 75.480 19.754 31.049 24.677 25.255 21.015 12.961 16.249 III, L O S ESPA CIO S P R Q U L 'C IIV O S Y 1.A PRO FU N D A IN TEG RA CIÓ N
19S0 213,468 46.920 Rv,0ó3 77.4B5 95.686 44.640 B.27.T 34.8ó7 DEL ¿ ü S T r \ U T E R R IT O R IA L

Fjfi-nítf.• R aneo E x im o r de E¡>pu.'i,a, ]SÍH.


1. Los espacios agrarios en N orteam érica: una agricultura
sin campesinos
Pero el actual poderío estadounidense no se basa tan sólo en la capa­
cidad económica de sus em presas. Ha sido la simbiosis entre aspectos El sector agrario norteam ericano sorprende con una aparente co n tra­
económicos, políticos y m ilitares la que le ha conducido hasta la posición dicción. inicial: con u n a participación del 3 % en el P1B conjunto de 1981
de liderazgo que hoy ocupa dentro del llamado m ando o hemisferio Y una proporción sim ilar dc la población activa total, que representa en
occidental, convirtiéndole tam bién en centro difusor de modelos, tanto t ifras absolutas apenas 3,S m illones de trabajadores (fren te a 2,2 millones
culturales, como de com portam iento o espacíales. Uno de los aspectos* en España), estos dos países ocupan posiciones destacadas por lo que
de m ayor relevancia en este sentido es la progresiva configuración de un Re refiere a ciéítos productos agrarios básicos como el trigo (18f8 % de
m odelo espacial de base m ilita r que, con vórtice en Estados Unidos, al­ Pr(^ ucción y 62,2 % de las exportaciones m undiales en 1980), la soja
canza hoy dimensiones Internacionales. y 90 % respectivam ente), el maíz, los agrios, o las cabezas de ganado
oovíno y porcino.(cuadro V I.8).
A las necesidades estratégicas de defensa que exigen los nuevos me­
dios técnicos dc que dispone la actual industria arm am entista, se lian stas simples cifras nos sitúan ya en presencia de una agricultura
unido en su diseño los deseos de consolidar su posición hegemónica y T *fiS C0t3S ^ .P ro d u c tiv id a d , vinculadas a una intensa capitalización
de rodear al territorio soviético de un cinturón de países con !os que se t aC^ n> C *nm ets* plenam ente en los circuitos económicos, que
m antienen tratados m ilitares (OTAN, SEATO, ANZUS...), y una serie de . 10 frecuentes los apelativos de nügrieuhuru sin cam pesinos» o
bases dispuestas tanto en los océanos como en los continentes eurasia- do cftU| especulativa» para referirse a un sector plenam ente integra-
tico, africano y australiano. De este modo, y siguiendo hasta cierto punto tra s cV a^ v*dad industrial. Este hecho, unido a la abundancia de tie-
las antiguas ideas dc M ackinder y Spykman adaptadas a los supuestos Cn COn unas condiciones ecológicas favorables, sobre todo
os Unidos, y a la existencia d e amplios m ercados dc consumo,,
262 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E S T R U C . L'RAH E S P A C IA L E S E X ÁREAS DESAI<I<<JLLAUAS 263

CUADRO V I.9 medios de varios miles de hectáreas. E 1 desarrollo industrial y la fuerte


/í?7;wri!aiw;Í£i Jü ü/gí¿r¡ü5 protfuccíontfs agJ'cJMGS elevación de los costes laborales vinculada a la m ejora en el nivel de
/irtrreamericsHGS «»i /9SÚ vida, im pulsaron una intensa mecanización, forzando a su vez un au­
mento constante cu el tam año dc las explotaciones para hacerlas
Troquelo ‘■•i mutulu P rc íu c io imui rentables, posibilitado por el intenso évodo ru ra l que ha ido elimi*
nando una buena p arte de. las de carácter marginal. De este modo, el
Soja 57,1 Cebada 10,6
1Ü,I
número ríe explotaciones ha dism inuido a la m itad desee 1950, pasando
Maíz 47,6 Cabezas h ü v itu
Aüfios 26.7 Caberos porcino 9,5 en Estados Unidos de 5.300,000 en esa fecha a 2.703.000 er la actualidad,
Aven?. 22,1 Rem olacha azu carera 8,1 por 300.000 en Canadá, en tanto e- parque de tractores crecía has la
Trigo Cacahuete 3,7 representar más de 800 por cada í.COO agricultores frente a 105 en
Algodón 11.i Caña de azúcar 5,2 Europa y 10 en ci prom edio m undial para 1979 (Oaliégue, A.. 1984, 28}.
Fuente: « lm iges ¿cvnon.Ui.je?. du m onde, 1¥5’ -
No obstante, subsisten aún im portantes contrastes en el tam año de
las explotaciones y en su distribución espacial, siendo particularm ente
representativa a este respecto la situación estadounidense, donde un
que en algunos casos desbordan las fronteras nacionales (exportación 31°/o de las existentes obtienen et 8 6 0ó dc la renta agraria. Por su
dcl 25 % de ia producción global, particularm ente en cereales-pienso, tri­ parte, el tamaño medio según regiones, recogido en la fig. 6 .8 , también
go, soja y algodón), justifican les sorprendentes resultados obtenidos que, está sometido a desigualdades evidentes, tendiendo a ser inversam ente
sin evitar un retroceso relativo constante en el conjunto de la actividad proporcional a la densidad de población y al volumen annaL de preci­
económica, perm iten ejem plificar en ella el modelo de agricultura capi­ pitaciones, lo que equivale a un aum ento regular de este a oeste hasta
talista de nuestros días. En el plano geográfico, dos son los aspectos más alcanzar su nivel máximo en las áreas m ás secas y despobladas de' país,
significativos, reflejo de la lógica inherente a este tipo dc espacios pro­ con un promedio am pliam ente superior a las 400 hectáreas (Dakota del
ductivos orientados hacia una maximización de la rentabilidad a p artir Norte y Sur, Montana, Wyoming, Colorado, Nuevo México, Arizona y
Nevada).
de una reducción de los costes de producción: el predom inio de las gran­
des explotaciones mecanizadas, y la especiaíización regional de los culti­ Si todos estos rasgos se conjugan para alejar al agricultor norteam e­
vos, con la formación de grandes «cinturones agrícolas». ricano dc la tradicional imagen del cam pesino apegado a la tierra,
Frente a las estructuras agrarias del Viejo Mundo, donde una larga aproximándole en cambio a la dc un verdadero em presario agrario, la
historia abocó a una progresiva densificación de la población agraria, penetración que hoy se observa por parte de las grandes em presas ca­
a un proceso de división de las explotaciones con su consiguiente inten­ pitalistas en el sector contribuye a com pletar el panoram a esbozado.
sificación., y a un reparto m uchas veces desequilibrado de la tierra, Aunque el fenómeno es ya antiguo, ha adquirido una dimensión nueva
América del NorLe ha conocido un poblamiento relativam ente reciente desde los años sesenta, p articu lan n en ts en E stados Unidos, donde en
y dc características tm.13- distintas, con una ocupación de vastísimos 1980 se contabilizaron cerca de 30.0UÜ Sociedades Anónimas vinculadas
espacios semivacíos de los que se expulsó a la pohlación indígena, a estas actividades, de las que unas 5.000 se incluían entro las de gran­
unas densidades siem pre bajas, y un reparto de la tierra relativam ente- des dimensiones, con un volumen de ventas siem pre superior al medio
igualitario y en explotaciones bastante grandes, trabajadas directam ente millón de dólares {Dorel, G., 1984, 41). E n cuanto a su organización,
(salvo las plantaciones), que han conocido una concentración progre­ suelen integrarse por lo común en grandes firm as nacionales que con­
siva a lo largo del tiempo. Por ello, las dimensiones medias d e 'la trolan determ inados sectores agro-industriaies, concretam ente los de
explotación, con 182 hectáreas en Estados Unidos y 186 en Canadá, mayor rentabilidad, muy relacionados con el increm ento ds ia dem anda
representan un p rim er rasgo de identificación visible en la fisonomía que se registra en ciertos alim entos de calidad (frutas y legumbres,
de Los paisajes agrarios, pero de incidencia igualmente notable en las nortaíuas, viro, carne de vacuno y lácteos, caña de azúcar...). Si la
x-struciuras sociales y en los altísim os niveles de productividad im­ orientación de sus producciones resulta, pues, altam ente selectiva, lo
perantes. mismo puede decirse de su localización, que adquiere particular im-
Hl predom inio evidente de las unidades de tamaño medio o grande portancia en regiones como California, donde se apoya en una m ano
hunde sus raíces en los orígenes mismos de la colonización, desde la ? ? I a f u n d a n te y barata procedente eu su mayor parce dc 3a subreex-
im plantación del sistem a «rang» en las márgenes dcl San Lorenzo, lOftfw? *n,Ti'Sractán clandestina desde México, cifrada anualmente entre
a las granjas de Nueva Inglaterra, y particularm ente tras la ocupación % x ^ ^O.ODO personas (Jones, R. C., 1982, 77), o Florida, donde e!
de las praderas centrales m ediante el sistem a «township», la instala­ euómeno es m ás reciente.
ción de plantaciones en el Sur, o la creación de ranchos ganaderos en d e l^ ° tak*e geográfico posee tam bién ia distribución de los usos
las regiones áridas del Oeste {Ulah, Wyommg, M ontana...), con pro­ suelo agrarios. Excluyendo las regiones septentrionales y occiden-
ESTRU CTU RA S ESPA CIA LES GN AREAS DESARROLLADAS 26S

tales de Canadá, ocupadas por !a tundra o el bosque burea!, y dc


algunos sectores áridos o m ontañosos de Estados Unidos (la superficie
agrícola supone el 7 % y e] 50 % de cada país respectivam ente), el resto
del territorio, desde ALSAMA-San Lorenzo a la frontera mexicana y la
costa del Golfo, aparece organizado en grandes áreas especializadas en
las que, a p artir de las ventajas com parativas que establecen las con­
diciones dcl medio y la proxim idad a los m ercados, se distribuyen
las diferentes actividades agrarias, con una amplia representación del
monocultivo en cada una de eJlas. No obstante, esta clásica organiza­
ción en c i n t u r o n e s a g r í c o l a s homogéneos, generadores de intensos flu­
jos de mercancías hacia los diferentes mercados nacionales e inter­
nacionales , y dispuestos dc norte a sur y desde la costa hacia el inte­
rior, con predom inio de sistem as extensivos dcl tipo «drv íarming», ha
evolucionado en los últim os tiem pos, tanto por una progresiva diversi­
HECTAREAS ficación de Jas producciones que lim ita los riesgos ecológicos y eco­
53 Más Cfi 400 nómicos inherentes al monocultivo, como por una intensificación y
adaptación progresiva a la evolución de la dem anda de alimentos, aun*
fTfTI- De '0 0 a ¿00
que sin alterar las señas de identificación esenciales (fig. 6.9).
| v | Menos de ICC El prim ero de ellos es el cinturón lechero («dairy b elu ), extendido
desde ei estuario dcl San Lorenzo, a la región de los G randes Lagos y
Fig. 6.3. Tamaño medio de las explotadoras agrarias en 1982. Nueva Inglaterra, que constituye el área con un sistem a de explotación
tradicionalmente más intensivo. A p artir de un clima húmedo y de
tem peraturas estivales relativam ente bajas, y teniendo en cuenta que
aquí se localizan los principales mercados urbanos de am bos países,, se
ha desarrollado una m arcada especiaíización ganadera orientada a Ja
producción de lácteos y derivados, con un policultivo en el que se
entremezclan cereales-pienso, forrajeras y pastos, que en los últim os
tiempos han conocido una notable expansión en detrim ento del por­
centaje de tierras arables. La m ism a presión de la dem anda ha perm i­
tido el m antenim iento dc cinturones hortícolas periurbanos de carácter
muy intensivo, pese a la com petencia creciente de las regiones m eridio­
nales. £1 área Vancouver-Portland, en la costa del Pacífico y con un
típico clima tem plado oceánico, constituye una región de im portancia
secundaria debido a su aislam iento relativo y un m ercado propio mucho
roas limitado.
Al sur de este prim er cinturón, allí donde m anteniendo una humedad
estival suficiente se increm enta la integral térm ica y la insolación anual,
aparece el cinturón maicero («corn belt») extendido desde Iowa y Mis­
souri a Ohio, en el Medio Oeste, con un pequeño apéndice en el sector
s seco de la margen canadiense dc los Grandes Lagos, en torno a
b r°nto y Ottawa. Las favorables condiciones clim áticas, unidas a los
^ cnos suelos, perm iten obtener elevados rendim ientos y unos niveles
E3 Trigo y otros cecales
hab*6'0!? a®ra r*a ^ue se cuentan entre los más elevados dc ambos países,
E 3 No agrícola quer ° * extenc*ido desde los años cincuenta el cultivo de la soja,
a Ganadería extensiva Con ^ c°m parte el terrazgo agrícola casi en condiciones dc igualdad
^ Regadío exiBnsiv»
la elnhrtCU^ V° Pr *nL*Pa^ em pleándose am bos prioritariam ente para
Y v lacíón de piensos cue perm iten alim entar una cabaña bovina
cma destinada a la producción de carne, adem ás de exportar en
Fig. 6.9. Usos del suelo aerario.
ESTRU CTU RA S ESPA CIA LES EN ¿R E A S DESARROLLABAS 267
ESPA C IO S V SOCIEDADES

sivas que sitúan a ese E stado a la cabeza del país en cuanto a ren ta
proporción muy elevada. Hacia ei sureste (Kentucky, Tennessee, ii»i agraria total.
nía Occidental), a estos coa cultivos se les une u m pioporcion ci En resumen, ía evolución reciente de los espacios agrarios norteam e­
cíente ce cereales secundarios hasta oírecsr un típico ejenipjO ricanos no es sino el reflejo de la adaptación a las cambiantes condi­
tema mixto agrícola-ganadero, que alcanza las vertientes occi eiua ciones técnico-económicas que registra ei sector, incidiendo directam en­
do los Apalaches. te sobre la viabilidad de unas explotaciones que orientan toda su pro­
Al oeste de estíos dos cinturones, y form ando un sciriicírcu o en ducción a la venta en amplios mercados dc creciente competí ti vi dad*
franca regresión superficial desde Alberta y Saskatcfcewan, hasta Kan- L a ' modificación en el tipo de cultivos relacionaría con los> cambios
sas, Oklahoma v el norte de Texas, que tiene como lim ite occident en los modelos de consum o alim entario, la defensa contra los riesgos
cJ m eridiano ICC0, se extiende el cinturón triguero (*\vheat belt»), e” de erosión y degradación eciáfica que conllevaba el monocultivo exten­
áreas de clima más seco v tem peraturas más contrastadas, que im pusie­ sivo, o el progresivo aum ento en el tam año de las unidades productivas,
ren tradicionalm ente una explotación de carácter extensivo y l a r g o bar­ responden a ese esfuerzo de adecuación que ha alterado profunda­
becho, con escasas inversiones en abonado, e intensam ente mecanizada mente los paisajes agrarios en eí curso de apenas tres décadas, redu­
(«dry íarming»), Al monocultivo sobre inm ensas superficies, que abar­ ciendo la entidad de los tradicionales cinturones, vigentes desde hace
caba desde los cereales de prim avera dom inantes en el sectoi sep en más de un siglo, y evidenciando la elasticidad y capacidad de respuesta
trkmal, a los de invierno en los Estados meridionales m as calidos, peí- dc unos em presarios agrarios guiados por criterios dc estricta ver.tabi-
tnttiendo escalonar las cosechas, Le ha ido sustituyendo una progresiva íidad y escasamente apegados a cualquier tipo de inercia.
¿¡versificación de los paisajes agrícolas, tanto por la rotación del trigo
cor. el girasol, como por la extensión del regadío m ediante per oí ación,
2. La estructura y el dinam ism o del sistem a indtisiria.1; ¿hacia
cuc ha. Permitido introducir cultivos como la remolacha. la dispersión de las actividades productivas?
Ei cuarto cinturón característico de la agricultura estadounidense
correspondía al algodonero {«cotton bek»), afincado en los TE stad°* ■ En un sistem a económico en donde el principio de libre empresa
del viejo Sur, desde Texas y Louisiana, hasta Carolina del Norte, en y de «laissez-faire» han dominado lo esencial de la actividad producti-
el que iun.to a este vestigio de las antiguas plantaciones esclavistas . va, Ja distribución y el dinam ism o de ¡es espacios industriales estuvie­
de algodón y tabaco, se sum aba la existencia de areas hortofruticoias ron caracterizados durante casi siglo y medio por Ja progresiva con­
junco a 'a cosía atlántica. Es éste, sin duda, el que mayores trans or centración en un fragm ento reducido del territorio, la jsrarquización
maciones ha conocido en los últim os decenios, pues al ret*o<~eso y especiaíización crecientes de los centros fabriles que perm itieron
algodón que provocan el desgaste del suelo y la competencia, tan o consolidar un sistem a industrial progresivam ente integrado, y una cre­
exterior como interior (California), se ha sumado^ la posibilidad de im­ ciente vinculación exterior en form a de sum inistros básicos en energía
y j materias prim as, cada vez más necesarios ante el ritmo de expan­
plantar otros cultivos m ás rentables como la soja, el cacahuete o
cereales-pienso en las regiones interiores, acom pañando a u n evidente sió n registrado y la frecuente tendencia a conservar los recursos pro­
pios, bien por causas económicas (mayores costes) o estratégica:;.
desarrollo ganadero, en tanto la costa deL Golfo y Florida han C(?n
.-‘■..Tal como se apuntó en un epígrafe a n te rio r/la c o n c e n t r a c i ó n espa-
ciclo una rápida expansión de la horticultura y de una sene de cu itao s
■ctal en gran escala de los electivos industriales™ el inseparable desa-
subtropicales cor. alta dem anda como los cítricos, la cana de azl‘
brollo de.m etrópolis m ultiluncionales en la región situada entre ios
o el arroz, cultivados generalm ente en grandes explotaciones cap
Grandes Lagos y ei litoral atlántico, tuvo su origen en el desarro-lo
.istas.
isma. . , de Ja red ferroviaria y rápido increm ento demográfico que siguieron
• Casi la m itad occidental del territorio estadounidense a..la .Guerra de Secesión. Si desde los inicios del proceso indusm aliza-
una últim a unidad homogénea, dom inada por los pastos ex en* ;proxímidad a determ inados recursos, de particular im portancia
, sobre tierras bastante áridas que continúan sirviendo como sopo ^■^.^L caso de] ■carbón, Ía existencia de una,base poblacíonal abundante
‘una cabaña ganadera bovina y ovina destinada a la ^producción e J ^ . n-*órma dc mercado consum idor y ce trabajo, o la elevada accesibilidad
ne, cr. tanto el terrazgo agrícola se reduce a pequeñas franjas re °‘ |¿ ? ue Caractcriza a I°s principales nudos de la red de transportes fueron
ju n to a ios ríos y m anantiales que tienen como cabecera los sec a^í?Je^ _ ^ ^ a to ^ c Í ó n _ ^ iic ia le s para la ^implantación de las fabrí-
m ontañosos próxim os. Las m ejoras tecnológicas y un volumen elev Progresivamente las economías deriva cías de la propU m glom era-
de inversiones, tanto públicas com o privadas, han pcim itido su exp
^ i ¿ n ,'COn^0^ c*e c to s.acum ulativos de carácter circular que se generan,
sión constante, que alcanza el máximo desarrollo en el Gran a ^ •9?üPar el prim er plano. El predom inio creciente de las gran-
California, principal área h ortofrutícola y vitícoia dcl país, tn efn *nTÍ5aí5» W e "tendían' a-localizar sus Vedes sociales y, ccn fre-
el clim a calido, los bajos costes salariales y las reducidas ta n *l(s cía, su principal centro productivo en cs'as aglomeraciones del
tran sp o rte han perm itido el desarrollo de grandes explotaciones un
i

26S L S i’ACIÜS Y SOCIEDADES

nordeste ce E stados Unidos, prolongadas m uchas veces de form a si­


m étrica al o tro lado tíe la frontera pare beneficiarse dei trato fiscal
otorgado p o r las autoridades canadienses, sólo consolidó y reforzó el
proceso, ampliando las ventajas iniciales en beneficio de estas regio­
nes (Pred, A. R., 1973, 45-47). La dependencia caca vez m ayor de las im­
portaciones tam bién contribuyó a refo rzar ei papel de los puertos como
puntes de ru p tu ra de carga y asiento, p o r tanto, dc una serie de in­
dustrias básicas.
De este modo, a mediados de los años sesenta una fuerte desigualdad
ei; el reparto de la producción y el empleo m anufactureros eran la
característica geográfica principal. En Estados Unidos, según el censo
de 1967, sólo siete estados (New York, California, Ohio, Illinois, Penn-
sylvania, Michigan y New Jersey) reunían más de la m itad dcl empleo
(51,09 fl/c) y d é l a producción industrial (52,81%) globales, m ientras en
el extremo opuesto un total de once estados localizados en las regiones
centrales del país, además de Alaska y Hawaii, apenas suponían en
conjunto el 1 H del valor obtenido. Según m uestra la fig. 6.10, la prin­
cipal región Fabril seguía siendo, con mucho, el «cinturón m anufactu­
rero» del N ordeste, con densidades de empleo en el sector muy supe­
riores al prom edio, disminuyendo éstas de form a regular con la dis­
tancia hasta ser prácticam ente nulas en torno a las Rocosas, y surgir
algunos centros secundarios en la costa del Pacifico, principalm ente Fifi. 6.10. Densidad industrial en EE.U U ., 1967
en California.
La hegemonía de] «cinturón m anufacturero» se gestó en la segunda
mitad del pasado siglo, alcanzando su punto culm inante a comienzos
del presente, momento en que llegó a reu n ir casi las tres cuartas partes
cel empleo y la producción totales, para retroceder posteriorm ente a
medida que se iniciaba la difusión hacia el entorno inm ediato y, sobre
toco, en eí Estado ce California. En su interioróla distribución de los dis­
tintos tipos de industria fue configurando progresivam ente una m arcada
especiaíización territorial, aspecto de gran im portancia en la estru ctu ra­
ción de un espacio particularm ente denso, integrado y complejo. Por
un lado, la diversificación productiva se convirtió en ía principal ca­
racterística de los cstacos orientales (New York, M assachusetts, New
Jersey, Pennsylvania...), donde los sectores más tradicionales como el
textil o la confección, herencia dc la prim era Revolución Industrial y
afectados por deficiencias estructurales im portantes, coexistían con
los de tecnología más avanzada vinculados a su carácter de principal
legión innovadora del país. Por su parte, entre los Apalaches y ía orilla
m eridional de los Grandes Lagos (Michigan, Wlsconsin, Illinois, India­
na, Ohio) dominó desde el principio la especiaíización siderom etalúrgica,
tam o en actividades básicas de prim era transform ación, como en in­
dustrias derivadas, ante la proxim idad de los yacimientos hulleros lo­
calizados en la vertiente occidental ce los Apalaches y del m ineral de
hierro procedente del Escudo canadiense y transportado por vía flu­
vial, generando con ello un denso tráfico en direcciones contrapuestas Manos de 1 -n
que se com pletaba con el de hidrocarburos, trigo y oíros productos mi­
nerales. El desarrollo de com plejos industriales integrados, con efectos
fig. 6 .I I. Evolución de la producción i n d u l t ó , 1967-J977.

i
270 E SPA C IO S y .SOCILDADÍIS

sim ilares a los ya analizados en otras regiones, potenció en particular C uadro V I. 10


la expansión de sectores como la m aquinaria, los automóviles o los
r'ñ n s tc m a d o s meLalicos, y el rápido crecim iento de ciudades como E v o l u c ió n regU m al de ia p r o d u c c i ó n in d u s tr ia l cu H s ia d o s U n id os
Chicago, Detroit, Cleveland, Buffalo, etc. Producción Producción Crecimiento Fvitl-.ji'iin
Frente a esta región, convertida en el centro industrial por excelen­ industrial lite/ industria. i y77 J9&70S/7 :1?l copleo
cia, las restantes m antenían un carácter de periferias, destacando tan pi) (• ¡0 = .) Hów? 11
sólo tom o excepción el caso de California, con un 9 del empleo y la
N ordeste 7,24 ; íí ,03 - n ,G
producción. Aquí la variedad dc recursos, sobre todo energéticos (hi- A dám ico e rn tra l 21,86 t“ ,65 í,SÚ —17,0
croelectricidad y perróleo), la existencia dc un m ercado en crecim ien­ C entral nordeste 23,63 2? ,35 2.14 —3,4
to y muy alejado de los restantes, y el particular im pulso que le otor­ Central noroeste 6,4(1 5.94 ■>
- + 7,5
gó la II G uerra M undial al traslad ar al Pacífico uno de los teatros dc A tlántico sur 11,19 12 2,47 ^-32,8
Centra] sudeste 5.24 6.19 2,64 + 21,6
operaciones más im portantes, perm itieron la creación de un amplia Central suroeste 6.34 ZS>\ 3 14 + 33,1
base fabril en la que junto a la producción de bienes de consumo para M ontaña i.73 2.33 3 01 - 46.3
la población, surgieron pronro otros dc alta tccrología y elevados efectos Pacífico H.33 12.18 2.40 10.0
m ultiplicadores como la aeronáutica, la electrónica o la construcción KSTADOS UNIDOS lOO.tt + 1,4
ICC.C3 2,23
naval, muy vinculados desde el principio a las actividades bélicas. .Otros
centros industriales con carácter de verdaderos enclaves se localizaban Fuente: US Burcau of the Cunsus,
en el noroeste (Seattle-Portland) y la costa del golfo de México (muy
dependiente de la petroquím ica y sus derivados), alcanzándose los ni­ Este proceso se enm arca dentro de una estricta lógica relacionada
veles mínimos dc empleo fabril en las llanuras centrales y sectores con la evolución de los com portam ientos em presariales en m ateria
m ontañosos occidentales, orientados aún casi de form a exclusiva hacia de localización, particularm ente desde el inicio de la crisis económica.
las actividades agrarias y extractivas, en una clara relación de de­ En prim er lugar, la saturación de las infraestructuras, la escasez y altos
pendencia."
precios cel suelo, y las deseconoinías generadas en las áreas más con­
Desde* los años sesenta, el mapa industrial de E stados Unidos ha gestionadas dcl país ha im pulsado un movimiento de difusión hacia
conocido profundas m utaciones que parecen cuestionar hoy la hege­ la periferia que sigue las líneas básicas ya señaladas en los modelos
monía de las regiones m anufactureras tradicionales ante el im portante teóricos al respecto. Al propio tiempo, el peso creciente de las grandes
trasvase de efectivos realizado en favor de algunas áreas periféricas empresas, abastecedoras del m ercado nacional en su conjunto y que
durante los últimos veinte años, inviniendo hasta cierto punto las ten­ suelen contar con más de una factoría, ha supuesto la incorporación
dencias polarizadoras anteriores, en un amplio proceso de difusión. de nuevas estrategias adaptadas a la escala territorial que afectan sus
Entre 1967 y 1977, m ientras lodos los Estados del «cinturón manufac­ decisiones. Apoyándose en la creciente fluidez de un espacio en el
turero» conocían una evidente pérdida de empleos en el sector, cifrada que los costes de transporte resultan cada vez menos im portantes,
hasta en un 24 % en el caso de New York, un segundo conjunto cono­ sobre todo para aquellas actividades que utilizan como inputs pro­
cido como «creciente periférico» y que se extiende en form a de se­ ductos semielaborados dc alto valor por unidad dc peso o volumen, y
micírculo aproximado desde el noroeste a California, Texas y Florida, en el deseo de controlar ios diferentes mercados regionales, muchas
increm entó en 700.000 su cifra de trabajadores industriales, destacando empresas han im plantado sus factorías en regiones con expectativas
particularm ente las tasas alcanzadas en estados como Nevada (87,7 %), e crecimiento, aunque m anteniendo por lo general la sede central en
Nuevo México (66,3 %), Idaho (61 %) o Utah (43,2 %), que partían de a guna de las m etrópolis dei Nordeste o, en su caso, de la costa eali-
cifras muy exiguas. La evolución de la producción, reflejada en la fi­ orntana, dentro de un proceso dc «deslocalización» o dispersión de
gura 6.11, m uestra un resultado sim ilar, contraponiendo el crecimien­ de a,ctlv^ a^ productiva que potencia indirectam ente la tercia rización
to registrado en los estados del S ur y Oeste, que m ultiplicaron más las grandes -ciudades. Aspectos como los bajos niveles salariales
cíe tres veces el valor añadido industrial, con el m ucho m ás modesto S u 3 escasa C0nflictividad Jaboral que caracterizan a los E stados dcl
registrado en el Nordeste y sector central de la costa atlántica (cua­
dro VI.9). La oposición actual entre el «cinturón de sol» («sun belt»)
a r * ^aS ^avora^ cs condiciones del entorno tísico, la proxim idad
simnl re‘rursos com o en el caso del petróleo dc la costa del Golfo, o el
y el «cinturón de nieve» («snow belt») supone así un elemento esencial efica ^ s.ec? ^ fragm entar la fuerza de trabajo lim itando con ello la
en el dinam ism o reciente del sistem a industrial estadounidense, y su *!a ^;*vínc*,cativa, parecen haber jugado un im portante papel en
resultado inm ediato ha sido una m oderada reducción en el grado de
concentración espacial del empleo y la producción vigente hasta hace A h^1 (BaÍ,iy' A’ S -’ t9S4' 3>*
rial del^t eSt° n ° s ‘3n ‘^ ca desaparición de la división t^rrito-
apenas unas décadas (ti? 6.12). -. . 1abajo, de la especiaíización productiva regional o de las re­
E S P A C I O S Y SOCIF.T>«\DF..S E S T R tK iL J tA S ESPA CIA LES EK ÁKI-AS TvFSARRO LLA'JAS 273

lacones centro-periferia, como un diagnóstico apresurado pudiera de­ versible, se trata, en consecuencia, de una intensa reconversión indus­
rivar dsl análisis anterior. La modificación profunda que afecta ai trial, con los consiguientes efectos sociales reflejados cu unas tasas de
mapa industrial de E stados Unidos, como la que alccta al conjunto paro en las regiones centrales (7-12% en 1950) superiores al promedio
mundial en la actualidad, supone una nueva división del trab ajo y unas nacional, que se* contrapone al dom inio creciente ejercido por New
nuevas relaciones de intercam bio desigual tendentes a com batir la York, Chicago o Los Angeles sobre el conjunto de la actividad in­
reducción en Jas tasas dc beneficio em presarial: frente a la an terio r di­ dustrial.
cotomía entre industria y agricultura, se perfila ahora o tra no menos E ntre ambos tipos de regiones industriales, la de los Grandes Lagos
im portante enrre industria.? «de punta», que emplean tecnología avan­ m antiene una mayor vinculación con sus rasgos tradicionales, siendo
zada, exigen fuertes inversiones en capital fijo y obtienen los máximos también la que presenta hoy unos mayores coeficientes de especiaíización
niveles dc productividad, e industrias «tradicionales», con una rela­ industrial, con una densa red de núcleos fabriles entrelazados por vía
ción capital/em pico inferior y menores rendim ientos. De este modo, fluvial y terrestre tanto con el litoral atlántico como con el sureste
el «cinturón m anufacturero# y California, que es ya el prim er E stado de Canadá, orientados p rioritariam ente hacia las actividades m etalúr­
en cuanto a empleo y producto industrial, se especializan de modo gicas de base (Pittsburgh, Cíavy, Youngstown...) y, sobre toco, de trans­
creciente en sectores ce alta tecnología (electrónica, inform ática, in­ formación (Detroit, Chicago, Milwaukee, Cleveland, Buffalo,..).
dustria aeroespacial, química ligera, mecánica de precisión...), de los En resum en, el espacio industrial estadounidense se reorganiza.,
qee concentran m ás dcl 60 0í¡ del empleo total en 1979 (Crerneans, J. E, pero el desbordam iento desde el centro a ia periferia que se observa
y otros, 1984, 43), traspasando hacía su periferia inm ediata, en la que en los últim os tiem pos ha sido acom pañado por un increm ento d e las
también se incluye Canadá, aquellos otros más vinculados a los recursos relaciones de dependencia que relativiza notablem ente la supuesta ten­
naturales (petroquím ica, siderurgia, alim entación...) o con mayores dencia a la homogeneízación progresiva ¿et territorio. La política fe­
necesidades en mano de obra! Más que de un proceso de deterioro irre- deral en este ám bito, orientada a m ejorar las infraestructuras y ofrecer
algunos incentivos financieros y fiscales a las em presas que se insta­
lasen en los condados más deprim idos, ha supuesto una ayuda adicio­
na! al movimiento em prendido por la iniciativa privada.
/ L a situación en Canadá ha experim entado una evolución mucho
menor en lo que respecta a los aspectos distributivos. A lo largo de
un proceso que se inició con Ja I G uerra Mundial y' se consolidó con
la de 1939-45 (cuadro V I.10), la distribución de los efectivos ha m ante­
nido sin apenas variaciones de im portancia unos profundos desequili­
brios regionales Aún hoy,.m ás de un tercio de la población y la m itad
del empleo industrial continúan concentrados en O ntario, ju n to a otro
30 % en Quebec, prolongando de este modo el «cinturón m anufactu­
rero» estadounidense en la orilla septentrional de los G randes Lagos y
a lo largo del San Lorenzo, form alizando así un eje casi continuo desde
Quebec, por M ontreal, Toronto y H am ilton, hasta W indsor. La im por­
tancia que aquí reviste el capital exterior, esencialm ente de Estados
Unidos, que aún controla m ás de la tercera p arte de las em presas,
principalmente en los sectores m ás dinám icos como el automóvil y el
caucho, la petroquím ica y la quím ica dc base, la electrónica, etc... junto
a las bajas densidades del país, justifican la escasa movilidad espa­
cial de la industria': Sólo en los últim os años, la provincia de Alberta
«a comenzado a conocer un cierto auge industrializador vinculado a sus
abundantes recursos naturales, pero aún en 1980 el 51,5 % de las nue­
vas inversiones de capital y am pliaciones realizadas en el país tuvie­
ron a Ontario y Quebec como destinatarias, quedando en un tercer
ugar Ja Columbia B ritánica, que debido a su relativo aislam iento h a
Estactos (%)
Mantenido una evolución hasta cierto punto autónom a. Dentro de la
región industria] del sureste, sólo cabe reseñar com o dato significativo
Fig. 6.12. Concentración espacial de la producción en EE.UU. a e*istencia, tam bién, de una cierta especiaíización regional de la pro-
274 ESPA C IO S Y SOCIEDADES

ducción, pues m ientras en O ntario domina la industria pesada (side­


rurgia, alum inio...) y algunos "sectores derivados, ío ra o -la ..m aquinaria
o el automóvil, en Quebec siguen m anteniendo una alta participación
algunas industrias ligeras tradicionales como et textil, con m enores
niveles de inversión por puesto de trabajo y mayor participación del
capital nacional.

C uadro V I .11

Evolución dei sector iminufcctursro en Canadá 1910-1919

Año Múmcro em pleos V alor ¿(Udidu ínúllor.cs dc dólares)

1920 598.£93 1.621,273


1929 6o6.53l 1.75SÍ57
IS39 658.114 1.531.352
1949 1.171.207 5.530366
1959 1.257.509 10.154,277
1969 1.675332 20.133,593
1974 1.785.977 35 C84,752
1979 1.873.900 60.210,004

F uente: M inísier of Supply an d Services Cañada, I9SI.

3. A m érica del N orte , espacio de contrastes

Las desigualdades observadas en la distribución de las actividades


productivas inciden directam ente sobre el distinto grado de pobla­
miento regional y las condiciones de vida que caracterizan a la pobla­
ción norteam ericana. Una prim era manifestación de que nos hallam os
ante un espacio contrastado lo ofrece el reparto de los efectivos de­
mográficos.
Tanto en Canadá como en Estados Unidos, el área de máximas
densidades se localiza en las proxim idades de la costa atlántica y los
Grandes Lagos, dism inuyendo de form a bastante regular en relación
con Ja distancia, si bien el gradiente es más acusado en dirección al
norte y noroeste, donde los niveles de ocupación se reducen h asta los
110,3 habs./km* de Alaska, los 0,04 del Yukon y los 0,01 de los Territorios
del Noroeste. De este m odo, en el interior del triángulo Quebec-Chicago-'
Washington, que apenas representa el 5 % de la superficie regional, vi­
ven hoy cerca de 90 millones de p ^ so n a s, con densidades generalm en­
te superiores a los 100 habs./km V \La existencia de algunas concentra­
ciones periféricas en Florida, Texas y, sobre todo, ei^Pacífico (California
y W ashington), com pletan el modelo de distribución1 (fig. 6.13). El aná­
lisis por separado de am bos países ofrece un panoTama tam bién simi­
lar: si en EEUU los trece. Estados más poblados, con el 24,7% de la
superficie nacional, reúnen en 1980 el 59,9% de la población total, en
Canadá las provincias de O ntario y Quebec, que representan idéntica
proporción xerritoriai, s e r e p a r ten el 62,5% de los efectivos demo­ Fig. 6.13. Densidades de población en América del Norte, 1980.
gráficos.7 . . .. ...,r
E SPA C IO S Y SOCIEDADES HSTRÍJCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 277
276

' Las dificultades im puestas por el clima son, indudablem ente, un pido desarrollo de otras m etrópolis como Los Angeles (7,1 millones de
factor esencial p ara explicar Los principales vacíos que se observan, desde habitantes), Chicago (7 millones), San Francisco (3,3 millones). Dallas
Alaska y el n o rte de Canadá, h asta M ontana o Wyoming, pero en el (2,7-‘millones) o H ouston (2,6 millones), sólo ha sido capaz de m oderar.
res lo del territo rio la estrecha correlación, con los niveles de industria­ La crisis actual de las m etrópolis norteam ericanas, que Castclls identi­
lización y urbanización alcanzados parece fuera de toda discusión, sin fica como crisis de algunos equipam ientos urbanos fundam entales
que los m ovim ientos m igratorios que en la últim a década acom pañan como la vivienda, la asistencia pública o los transportes, de las finan­
La difusión de las fábricas, tan to hacia Columbia Británica y A lberta en zas locales, del empleo, y de la tradicional segregación étnica y socio-
el caso canadiense, como hacia los Estados deL Sur o California, hayan espacial, reflejada en fenómenos como la difusión de las m anufacturas
sido capaces aún de invertir la anterior relación dc fuerzas. Aunque y los servicios, el desarrollo de la rururbanización, el increm ento de las
las cifras absolutas sean aquí menos espectaculares, Canadá es un luchas urbanas y de la delincuencia, etc. (Castclls, M., 1978, 207), no
buen exponente de esa concentración de efectivos que se registra en parece afectar esta situación, pues la descentralización productiva y
favor de los grandes centros urbanos, localizados adem ás en porciones de la población no ha supuesto una descentralización equiparable dc
exiguas del territorio: las nueve ciudades principales que desde Quebec las decisiones.
hasta W indsor se emplazan en las riberas del San Lorenzo contaban No obstante, m ayor im portancia aún que la distribución dc la po-
en 1980 con cerca de 9 millones de habitantes, equivalentes al 38 % blación o los centros urbanos reviste el reparto de la riqueza y el
de la población canadiense, cifra que se elevaba hasta el 50 % al sum ar bienestar entre regiones, grupos sociales y étnicos en esta «sociedad de
tan sólo otros cuatro centros más (Vancouver, Winnipeg, Edm onton y la abundancia» que personaliza América del N orte. A este respecto, el
Calgary); al tiempo, tam bién es reseñable que casi tres cuartas partes m ayor núm ero de estudios existentes y el carácter dom inante que
de ios habitantes del país viven a menos de 300 kilóm etros de la frontera presenta la economía de Estados Unidos justifican su consideración par­
meridional. ticular. Tomando como base el estudio realizado p o r Sm ith sobre la
Pero sin duda es la M egalópolis del nordeste de Estados Unidos la distribución del bienestar social en ese país a comienzos de los años
que m ejor ejem plifica esta imbricación. Ei térm ino «megalópolis», defi­ setenta (Smith, D. M., 1973), en ei que establece un indicador general
nido por G ottm ann en 1961, hace referencia a un conjunto de centros del bienestar social m ediante el sistem a de norm alización de varia­
urbanos entrelazados, con escasas soluciones de continuidad, que se bles ya descrito en los capítulos segundo y tercero, pueden com probarse
extiende desde Boston a W ashington englobando varias áreas m etropo­ las desigualdades más significativas al respecto. En concreto, Smith
litanas. Constituye el caso m ás representativo del modelo territorial aplicó como criterios para su definición una serie de indicadores agru­
fuertem ente polarizado que ha acom pañado el crecim iento económico pados en seis epígrafes básicos (Smith, D. M., 1980, 413):
durante el últim o siglo, generador de una gran aglomeración espacial
de población, actividad y riqueza, ju n to a intensos movimientos in ter­ I. Renta, riqueza y empleo.
nos y externos, tanto de m ercancías como de personas, inform ación, II. Medio am biente vital (vivienda, barrio...).
capitales y decisiones, que estru ctu ran un verdadero subsistem a urba­ - III. Salud física y mental.
no afectado d u ran te décadas por un extraordinario dinamismo. .IV. Educación.
La Megalópolis estadounidense se constituye en la p rim era región V. Orden o desorganización social (grado de integración familiar,
urbana del m undo ju n to con la del sur del Japón (Tokaido), englo­ ~ * delincuencia...).
bando una serie de áreas organizadas en to m o a m etrópolis m illonarias, VI. Pertenencia social (participación, segregación...).
desde Boston (2,9 millones de habitantes) a New York (m ás de 11 mi­
llones), Filadelfia (4,8 millones), Baltim ore (2,2 millones) y W ashington El grado de correlación entre los diversos indicadores y de cada uno
(3,0 millones), que agrupan en conjunto casi 50 millones de personas de ellos respecto al índice medio de bienestar es el recogido en el cua­
a lo largo de un eje paralelo a La costa de apenas 650 kilóm etros de dro VL12, en donde utilizando el coeficiente de Pearson (r) se pudo
longitud, ju n to a la cu arta p arte de la producción m anufacturera y un dem ostrar el alto nivel d& correlación positiva entre todos ellos con
tercio d^ los intercam bios com erciales. Pese a las pérdidas de población excepción del «orden social*, apuntalando al propio tiempo la ínter-
que registran la m ayoría de estas aglomeraciones en los últim os años pretación del bienestar social como fenómeno m ui ti dimensional.
(figura 6.14 a) y al cambio de tendencia en los desplazamientos norte- :. Los resultados globales alcanzados, recogidos en la fig. 6.14b, mues­
su r que tiene lugar desde los años sesenta, la Megalópolis continúa tran una clara dicotom ía en sentido norte-sur, con los valores positi­
_ siendo el cen tro de gravedad del país y. de una p arte del m undo, p arti­ vos .(superiores al prom edio) m ás altos en algunos E stados del «cintu*
cularm ente p o r lo que se refiere a la concentración de los centros de *P?.J?aí1^ ac.*u rero * y de la costa occidental, en contraste con las con­
poder político y financiero, así como de investigación e innovación, diciones im perantes en la m itad m eridional, identificada con el área
repartidos en buena p arte en tre New York y Washington, que e[ rá­ particularm ente los E stados del «viejo Sur» o antiguo
Fig. 6.U. íCoa(.)

I ‘É
i '*
l í
Vabiss

cic las principales áre«\ m cuopolilanas (S.M .S.A .) en liMndos Unidos,


Pí>5 nv^s

aic-ps
negy v^s
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regionales en Esiados U n id o s
W05 OC too

[ .E O e O a 60
i

y o tro s. iy#3)
j— De *5C a -1
*
¡ y / ] De -100 a -51
I I ros de -i 00

b . Nivel de bienes:*: social p o r E$:ado:>

(F ucm c: ü. Soppeka
a, l> y e. D esigualdades
(F ucm ?; D .M . S m ith , J9«0)

Fig. 6.14

demográfica
. Evolución

Más de 1,50
__ _ 1.2S-1.5C

|T! !|1 1,01-1.25

f~ ~~| 0,76-í,0C

[ 2 3 °'si °'7i
□ Mflnos efe 0.51

C- Población negra c h^pana en I980.


Cocllc:cn:e de esperirtlinricn.
2S0 ESPACIOS Y SÜCIHL'AÜES nSTR U C TU R A S ESPA CIA LES FN ÁREAS UHSAKKOLLADAS 281

C u a d r o V I.12 poderes públicos al objeto de paliar estas desigualdades sólo pueden


calificarse de escasas, aunque algunas de ellas tengan un c a r á c L e r pione­
C o r r e la c ió n e n t r e los in d ic a d o r e s e s ta ta le s de b ie n e s t a r s o c ia l
ro como es el caso de la labor desarrollada por la «Tennessee Val ley
y c o n lo s v a lo r e s m e d i o s n a cio n a les
Authority» en los años treinta, dentro dcl «Natioiial Planning Board»
indicadora i U US IV V VI s creado en 1933 con el ü n de desarrollar una planificación integral de la
cuenca dc ese río con vistas at aprovecham iento dc sus recursos.
I R enta, riqueza, empaco 1,00 Si las medidas de carácter social iniciadas en esos años con el «New
li . M sdío am b ien te 0.91 1.00
0.76
Dcal» como respuesta a la Gran Depresión y tendentes a asegurar unos
iri. S tlu d 0.35 IjOO
IV. Educación 0,82 0.85 0.85 1,0-3 determ inados niveles asistcneiales a toda la población no son com para­
V. Orden social - 0,3.0 — 0,24 — 0,20 - 0 .1 2 1.00 bles, por lo general, a las llevadas a cabo en E uropa, las dc índole
Vi. P crterfíncia social 0,67 0,67 0.75 0,79 0,11 1,00 estrictam ente territorial son, asim ism o, de escasa entidad, poniendo
0.92 0,05 0,87 1.00
de manifiesto una evidente desconexión entre el desarrollo de la teoría
B ienestar social global (S) 0.88 0.90 0,53
llevada a cabo por los científicos y la práctica concreta de los políti­
Fj«r?rv; D. M. Rrr.ilh. I«V F?. cos, inspirada en principios liberales opuestos al intervencionism o (Fried-
mann, J.; Weaver, C., 1981).

*■cinturón algodonero», desde Carolina dcl Norte y dcl Sur, a Georgia,


Alabama, Mississippi y Louisiana, acom pañados por Tennessee, en la 4. E l mosaico urbano norteam ericano
vertiente suroccidental de los Apalaches.
Resulta de gran interés com probar que los Estados con niveles in­ . Es evidente que América del N orte constituye hoy una región am ­
feriores de bienestar social se corresponden en esencia con Jos que pliamente urbanizada, con tres cuartas partes de su población resi­
mayores contrastes internos presentaban en cuanto a distribución de diendo en núcleos censados como tales y una práctica generalización
la renta según el estudio realizado por Williamson unos años antes de los valores y com portam ientos urbanos al conjunto de la saciedad.
(WiUiamson, J. G., 1965), lo que supone que una parte im portante de Las dimensiones alcanzadas por el proceso urbanizador , iiidisolublemen'
la población residente en ellos contará con unas condiciones de vida te unidas a la industrialización y al crecim iento económico regisirados,
reales muy por debajo de las que indica el prom edio estadístico. Final­ lian desbordado en num erosas ocasiones el estrecho concepto de ciudad
mente, también se observa una significativa correlación negativa entre por el de área m etropolitana (denom inadas «Standard M etropolitan
los niveles de bienestar y la proporción correspondiente de población Statistical Areas» por la Oficina del Censo de EEUU), y éste por el de
negra y de origen hispano (fig. 6.14c), que en total sum an ya 41 mi­ región urbana, cuyo m ejor exponente es la Megalópolis del nordeste.
llones de personas, Esto pone en evidencia el carácter de minorías Pese a ¡a indudable crisis m etropolitana registrada desde el pasado
marginadas que am bas ostentan, cuya expresión más flagrante son decenio, particularm ente en el «snow belt», la concentración y centra­
sin duda los ghettos urbanos. La segregación étnica y racial se superpo­ lización de efectivos y poder en las grandes ciudades que caracterizó
ne, pues, a la socioprofesional y espacial en el esfuerzo por delim itar el desarrollo del capitalism o industrial en su fase m onopolista y en
las actuales bolsas de pobreza que aún existen en el país más rico del ambos países, no parece haber cedido en lo esencial, suponiendo tan
globo, afectadas por unos niveles de ingresos y asistenciales deficien­ solo una ampliación de la escala a que se producen los fenómenos y
tes. En 1981, en E stados Unidos 31,8 millones de personas fueron con­ una cierta descentralización productiva (Johnston, R. J., 1982, 144).
siderada s oficialmente por debajo del «um bral dc pobreza», lo que En la formalización de esos espacios urbanos, cualquiera que sea
supone el 14 % dc la población total del país, dc los que casi el 60% su tamaño, hay que contabilizar una serie de fuerzas o factores condi­
eran de raza negra. Como señala el propio Sm ith, «hay detrás de todo cionantes que ayudan a in terp retar su actual estructura interna. Por un
esto un sistem a económico que perm ite asignar grandes recursos a la lado, en el plano socio-institucional, la escasa intervención dcl poder
exploración espacial y a los arm am entos sofisticados, m ientras que publico como agente activo en la construcción de Ja ciudad, lim itada
niega la satisfacción de las necesidades básicas de asistencia médica, ® yna política de vivienda y renovación urbana puntual y de carácter
educación y em pleo a millones de personas porque la economía no sistencial, con la consiguiente hegemonía de los agentes privados, ha
puede proporcionarles un trab ajo adecuadam ente remunerado» (Smith, «invertido el mecanismo de los precios en e! m ercado del suelo c in-
D. M.f m 0 t 450), re m ll4ir*0 en ^ ^ sPos^ vo esencial p ara su asignación entre los dife-
Es evidente que la actual oposición entre las regiones del norte y bilirf^iUfOS c*ases sociales- De este modo, aspectos como la accesi-
del su r apareció desde los inicios dcl asentam iento europeo y se fue ciona ’ i CümP*cynentar*edad o incom patibilidad dc usos, etc., condi-
profundizando con el tiempo. Las actuaciones llevadas a cabo por los an el asentam iento de funciones y grupos sociales, generando una
282 e s p a c io s v s o c in n A n ts E S lR L C T r R A S ESPACIALES F.K ÁREAS DESARROLLADAS 283

m arcada especiaíización o bonificación espacial resultado de ía com­ (Administración, finanzas, grandes almacenes, lugares de ocio y es­
petencia. F u segundo lugar, las condiciones técnico-económicas, rela­ parcimiento, sedes sociales de grandes em presas-..), se traduce en unos
cionadas en particular con la m ejora dcl transporte y la difusión del precios muy elevados para los solares, la progresiva expulsión de los
automóvil privado, ju n to a ios altos niveles de renta, han perm itido usos residenciales y un crecim iento en altura que aquí alcanza sus ex­
la liberación de las antiguas servidum bres espaciales, sustituyendo e! políenles m ejores y más conocidos, con la isla de M anhanan como pro ­
modelo decimonónico dc «ciudad hongo» ligado a), ferrocarril, por el totipo. Los intensos movimientos pendulares que generan problem as de
ac-ii-al dc «ciudad dispersa», extendida sobre grandes superficies y des­ congestión diurna en contraste con el sem iabandono durante la noche,
bordando sobre su entorno inm ediato en forma de extensas franjas marcan uno dc los efectos más visibles ocasionados por la centralidad.
rururbanas de hasta IDO kilóm etros de radio, en las que se producen Un segundo elem ento de im portancia muchas veces decreciente ante
intensos movimientos diarios de carácter pendular entre las áreas de el impulso arrollador_xle ias actividades terciarias, lo constituyen los
residencia, trabajo y ocio (los «daily urban systems» o sistem as urbanos espacios industriales.Mgn la ciudad norteam ericana surgida dc ía p ri­
diarios dc Berry). De este modo, cuam o más reciente es eí crecim iento m era Revolución Industrial, las fábricas se asentaban frecuen tornen te
de ):na ciudad, m enor resulta su densidad de población (Berry, B. J. L., en las proxim idades del ferrocarril, particularm ente en torno a las es­
1975, 74J. Los crecientes problem as de polución, congestión o delincuen­ taciones, y una parte de esos inm uebles se han m antenido en el interior
cia que registran las ciudades centrales han im pulsado extraordinaria­ de las ciudades actuales, sirviendo como asiento, por lo general, a em­
mente este movimiento en los últim os tiempos, eri beneficio dc los presas de tam año pequeño o medio, a veces marginales, que exigen
cinturones rururbanos, las ciudades pecucñas e, incluso, algunas áreas pocos inputs en energía o m aterias prim as y utilizan el espacio de
ruraíes. form a relativam ente intensiva (talleres de confección, im prentas, talle­
Finalmente, hay que tener en cuenta la intensa movilidad espacial de res mecánicos...), m ientras en otras ocasiones han sido objeto de re­
Id población norteam ericana, que según Packard cam bia en promedio modelación.. La m ayor parte de la industria, no obstante, ha conocido
unas 14 voces de residencia a lo largo ce su vida, particularm ente en un desplazamiento hacia los espacios suburbanos, particularm ente la
los grupos dc status superior. El desplazamiento ce población se pro­ dc mayor entidad y necesidades de suelo., en cuya explicación se com­
duce ya mucho menos en tre el cam po y ía ciudad que en el interior binan los precios más bajos de los solares, la vinculación a m ercados
ce las propias urbes y refleja, según McClelland, el particular modo de que desbordan am pliam ente el ám bito urbano y la m ejora del trans-
vida norteam ericano en ei cue una elevada movilidad social se acom ­ porte, reduciendo sus costes. La disposición axial en torno a Jos ejes
paña por un cambio ce vivienda y de barrio como medio de m arcar principales de transporte es su característica habitual, con aparición
el nuevo status social adquirido y m aterializar un nuevo estilo de vida de «parques industriales» en donde se produce una concentración
er¿ consonancia con el nuevo vecindario. Esto otorga un particular di­ de fábricas con objeto de beneficiarse de la proxim idad m utua, como
nam ism o a los procesos de invasión-sucesión que m odifican con cierta los estudiados por Soppelsa a lo largo de ía ca rretera 128, en la región
rapidez la fisonomía de ciertos barrio s y, sobre todo, su contenido social. de Boston (Soppelsa, J., 1976).
La ciudad norteam ericana se configura, pues, en expresión de Park, Respecto a los espacios residenciales, y dentro de la zonifica-
en un verdadero mosaico de «pequeños mundos que se tocan, aunque ción estricta que preside la estructura urbana, la organización a p artir
sin interpenetrarse» (Park, R. E., 1952). de com unidades homogéneas y relativam ente aisladas, con estilos
Según Ghiglia d'H auteserre, [Tas grandes aglomeraciones urbanas se coherentes de vida, es la norm a general. Los contrastes esenciales se
estru ctu ran a p a rtir de una serio de nodos que aglutinan las actividades establecen en tre las áreas centrales y periféricas, pero en sentido inverso
económicas (tanto productivas como de gestión e intercam bio), conec­ al que caracterizó tradicionalm cnte a las ciudades europeas: los espa­
tados por una densa red de comunicaciones, y rodeados p o r extensas cios próximos al centro urbano, catalogados a veces como «zona de
áreas residenciales caracterizadas esencialmente por J a segregación, transición», no afectados directam ente por la terciarización, con in­
tam o en relación con la distancia como con la dirección \Ghiglia d'Hau- muebles progresivam ente envejecidos que coexisten en ocasiones con
tcscn-c, A.-M., 1984, 39). ^ antiguos edificios industriales, y un escaso o nulo valor simbólica,
';La prim era de estas áreas de actividad, particularm ente im portante tienden a ser progresivam ente abandonados por sus residentes habi­
en la m etrópoli m oderna, es el centro de negocios o CBD (Central Bu­ tuales, siendo ocupados por grupos de menor renta, cuyo exponente
siness District). Emplazado generalm ente en un espacio con buenas con­ más extrem o son los ghettos, que suman la segregación racial o étnica
diciones de accesibilidad relacionadas con el trazado de la red vía- a la m eram ente económica. El fenómeno se repite invariablem ente en
ría, ha conocido una expansión directam ente relacionada con el r a n g o todas las grandes ciudades y así, por ejemplo, un estudio sobre los
luncional de cada ciudad. E n él, la elevada dem anda de suelo por niveles de ren ta en las principales aglomeraciones de E stados Unidos
parte dc actividades m uy necesitadas de esa accesibilidad, de la posi­ en 1979, ofreció los resultados del cuadro V IJ3 , que patentizan las di­
bilidad de contactos im erpersonales o del valor simbólico que conlleva ferencias vigentes e n tre las áreas centrales y los espacios suburbanos.

K
284 ESPA C IO S Y SOCIEDADES EST R U C TU R A S ESPA CIA LES EN ÁRÍ*AS DESARROLLADAS 285

C u a d ro VI.13 el presente ningún organism o gubernam ental en Canadá o Estados


Unidos haya ejecutado una verdadera política u rb an a que altere ese
Kiveies dú renta per capita en las S'ASA dc Estados Unidos en 1979
modelo, pues sólo pueden citarse en tal sentido intervenciones puntua­
Dól ar es les que no alteran la esencia ni la vigencia de los principios liberales.
Si en 1937, y dentro de la labor asistencial que inauguró el «New Dual»,
A re l rr,etr*jpo]ilanü R em a jred'la Cen'.ru Periferia
el «National Resources Committee» elaboró un inform e sobre las ciu­
K’ltw Y ork 10.289 14.625 25.722
dades de Estados Unidos en donde se afirm aba que «las mayores desi^
Les Ángeles 20.730 18.742 21.$91 gualdades dc renta y de riqueza se encuentran en el*s*ei1<5 de la comu­
Chicago 23,*26 17.467 27.029 nidad urbana» y que «en conjunto, ha habido más negligencia con res­
n ia d e h ia 21.707 15.240 24.551 pecto a nuestras ciudades que en ninguna otra área de n uestra exis­
D etro it 24.442 1/ 26.791
San F rancisco 24.040
tencia nacional» (Berry, B. J. L., 1975, 62-63), la situación no parece
19.469 24.997
haber variado sustancialm cntc en lo que a solución de estos problem as
F u tn te : E . Soppcísa y o tro s. 1983. se refiere.
P a r a le la m e n te , el a n á lis is a d is tin ta s e s c a la s g e o g rá fic a s p e r m ite p o ­
n e r u n a v e z m á s d e m a n i f i e s t o lo s p e l i g r o s c e « f a la c ia e c o ló g ic a » , e s
La progresiva revalorización de algunos de estos sectores próximos d e c i r , la a p l i c a c i ó n i n d i s c r i m i n a d a a l c o n j u n t o d e la p o b l a c i ó n d e lo s
al CBD que se observa en los últim os años, traducida en la rem odela­ v a l o r e s p r o m e d i o o b s e r v a d o s e n u n i d a d e s a m p l i a s , q u e c o n l le v a t o d o
ción y la aparición de bloques de pisos o apartam entos de alta renta, e s t u d i o e n á m b i t o s t a n a m p l i o s c o m o e l q u e a q u í s e r e a l iz a .
no ha sido capaz aún de Transformar la imagen m ulticolor y hasta
cierto punto m arginal que ofrecen los diferentes #china town», los barrios
negros, puertorriqueños, chícanos, italianos, etc., que aquí existen. C o n c l u s ió n : u n e s p a c io contrastado pa ra una SOCIEDAD PLURAL
AI abandonar el área central de la ciudad, el statu s social de los
habitantes tiende a increm entarse con la distancia, particularm ente América del N orte es hoy la prim era región del m undo si atendem os
en determ inados sectores y a favor de entornos naturales agradables. a su potencial económico, ía que detrae en su beneficio un mayor vo­
Extendiéndose sin solución de continuidad por los espacios suburbanos lumen de recursos procedentes de otras áreas y genera la mayor can­
y rururbanos circundantes, se generaliza un hábitat de b aja densidad tidad de riqueza, cifrada hoy en m ás de una cuarta parte dc la pro­
en el que predom ina la vivienda unifam iliar, sólo alterado por la apa' ducción m undial. I-a hegemonía político-militar de EEUU como líder ín-
rición de subcentros comerciales y dc servicios en algunos nudos de discutido de unos de los bloques en conflicto y su capacidad de influen­
comunicaciones. Las condiciones del em plazamiento y la calidad de la cia en el ám bito internacional tam bién parecen fuera de toda duda,
vivienda suelen asociarse estrecham ente con el nivel económico de los Pero m ás allá de las consideraciones estrictam ente económicas o po­
residentes: «los integrantes de un statu s elevado eligen zonas espe­ líticas, el análisis de las realidades espaciales, de su geografía, per­
cialmente atractivas: con arbolado, próxim as al agua, lejos del hum o m ite m atizar y profundizar estos elem entos iniciales. E n este sentido,
y de las fábricas, y en las periferias más alejad as'p ero accesibles. Los los evidentes contrastes que se establecen entre un país y otro, y den­
vecindarios de un status medio tratan de m antenerse tan próximos tro dc cada uno en tre el este y el oeste, las regiones centrales o los
como sea posible a los anteriores. Para los de status más bajo quedan extrem os septentrional y m eridional, tienen una evidente im portancia
las áreas menos apreciadas, adyacentes a las zonas industriales, que m ás allá de todo «geograíismo» o utilización m ecanicista de argum en­
irradian del centro de la ciudad a Jo largo de líneas férreas y ríos, tos espaciales, pues reflejan algunas de las condiciones en que se ha
con índices muy altos de polución, v viviendas viejas y deterioradas» producido el desarrollo de estas sociedades y sus contradicciones ac­
(Berry, B. J. L.p 1975, 92-93). • tuales.
En resum en, la ciu d ad norteam ericana se m uestra tam bién como A lo la r g o d e u n c a r a c t e r í s t i c o p r o c e s o d e c o l o n i z a c i ó n d e p o b la -
esp a cia de co n tra stes en el que un rápido crecim iento físico y dcl po­ m i e n t o q u e c o n s o l i d ó l a h e g e m o n í a d c la p o b l a c i ó n d e o r i g e n e u r o p e o
tencial productivo se ha acom pañado por una heterogeneidad creciente e n d e tr im e n to d e la s m in o r ía s in d íg e n a y a f r ic a n a , fu n c io n a lm e n te d is ­
en Jas condiciones de vida de sus residentes. Los criterios socio-econó­ t i n t a s y e s p a c i a l m c n t e s e p a r a d a s , s e f u e i n t e g r a n d o p r o g r e s i v a m e n t e el
micos, los étnico-raciales y las edades medias de los residentes suelen t e r r i t o r i o a p a r t i r d c u n o s c e n tr o s o rg a n iz a d o re s s itu a d o s e n la c o s ta
asociarse con la diferente «calidad dcl espacio» que habitan (accesibi­ a tlá n tic a , c u y a s fu n c io n e s d e d o m in a c ió n se r e f o r z a r o n d e m a n e r a
lidad, dotaciones asistenciales y equipam ientos, deterioro am biental...) p a r a l e l a . El r e s u l t a d o a c t u a l e s u n a e v i d e n t e d e s i g u a l d a d t a n t o e n l a s
y con el reparto de las externalidades positivas y negativas que genera d e n s id a d e s d e o c u p a c ió n c o m o e n el tip o d e a c tiv id a d e s , la im p o r ta n ­
a ciudad, facilitando la definición de áreas homogéneas, sin que hasta c i a d e l a u r b a n i z a c i ó n , lo s n i v e l e s d e r e n t a y b i e n e s t a r , e t c ., e n L re u n
286 ESPACIOS Y SüCLfcDADES E S T R IC IU U A S ESPACIALES UX ÁREAS DESARROLLADAS 2S7

área central identificada con ei valle laurentino, los Grandes Lagos y nía del sistem a de precios en el mercado reducen :a intervención dc
c) nordeste atlántico, respecto a su periferia. £1 proceso ele difusión, los poderes públicos cr. ia consecución del «welfare State», los bajos
particularm ente intenso en E stados Unidos durante los últimos veinte niveles de renta inciden muy directam ente sobre las posibilidades de
años, tiende a modificar estas relaciones en beneficio las costas recibir adecuada asistencia sanitaria, educativa, etc., en mayor m edida
occidental y del Golfo, muy dinámicas, pero m anteniendo ias diferen­ que en otras áreas desarrolladas. No es extraño, por tanto, que la
cias esenciales tanto respecto al uurle de Canadá, prácticam ente desha­ m ortalidad infantil de EEUU se sitúe en el 11,4% para 1983, cifra que
bitado, como con las áreas agrícolas» ganaderas y extractivas de las resulta baja en el contexto mundial, pero aún bastante superior a la
llanuras centrales, o con los E stados cel sureste. En cualquier caso, de Canadá (10,4 y otros países altam ente industrializados como Sue­
el sistem a territorial ce ambos países m uestra un alto grado de inte- cia (7,0 ?óo), Japón (7,1% ), Suiza (9,1 cú.), Francia ( 9 ,6 ^ ) , Australia
fijación, especiaíización y jerarquización. dentro de la nodalidad que (10,0*w) c incluso España (10.3 ?«); igual ocurre coi: aspectos como el
¡o caracteriza, sin que la frontera tenga a estos efectos ninguna re­ número de personas por médico, que en 1580 era dc 520 (y 550 en Ca­
levancia. nadá), frente a 490 en Suecia, 450 en la RFA, 410 cr. Suiza o 280 en la
Un segundo elemento a destacar se relaciona con el esfuerzo rea­ URSS. En ambos casos, los valores globales encubren además la exis­
lizado para elevar ’a rentabilidad y com pctitividad dc las distintas tencia de m inorías alejadas aún de unos niveles asistenciales en conso­
actividades productivas, reflejado tanto en la tendencia a la concen­ nancia con las posibilidades económicas de que disfruta el conjunto
tración en grandes unidades —ya sean explotaciones agrarias, em presas de la sociedad, agrupadas por lo general en determ inados espacios a
industriales o entidades financieras— como en el alto nivel de inver­ los que otorgan una personalidad definida. La .sociedad norteam ericana
sión e innovación que registran. Ambos procesos han supuesto una refleja, pues, sus logros y sus contradicciones, es decir, su imagen, en
constante evolución en las estrategias de localización o en los usos del el territorio sobre el que vive, así corno en el modelo de relaciones
suelo dominantes en cada región. Pese a que algunos analistas seña­ internacionales que organiza.
len ciertas deficiencias por lo que se refiere aí despilfarro de recursos,
el deterioro ¿el medio am biente, el peligro que conlleva la concentra­
ción de centrales term onucleares en la proximidad de los centros de
consumo, etc., es indudable que los criterios de eficacia y rentabilidad
BIBLIOGRAFÍA BASICA
guían la organización general del espacio económico norteam ericano.
Un tercer aspecto significativo lo constituye ei carácter em inente­
mente urbano de esta sociedad, con 16 ciudades por encima de los dos Banco E xterior dc E spaña (1983): La economía de Norteamérica. M adrid, B.E.E.
millones de habitantes y una im portancia real muy superior a la que Birdsall, S. Florín.. J, \Y. (19SS.): Regional iandscapss o f the United S ta te s a*id
Cañada. New Y ork, J. Wiley, 2.4 edic.
reflejan las simples cifras oficiales. El desarrollo del modelo de «ciu­ BriRgs, K. (1975); A xeograpkiail noieb ook of S c r t h America (Camila üjhi U.S.A,).
dad extensa», afectada por im portantes movimientos centrífugos en di­ London, Univ. of London Press.
rección a las áreas suburbanas y rururbanas colabora en este pioceso. Esiall, R. C. (1972): A m o d s n t ueoxraphy of the United S a n es. London, Penguin
Books Ltd.
La detención del crecim iento que registran hoy muchas de las grandes
Hamelin. L. E. (1968): l e Cunada. Parí.-;, P.l'.F .
m etrópolis está poniendo en evidencia que para llevar una vida urbana O nston, R. J. (1982). The umericatt urban sxstem : a geof’rapkicGi p e rspeciive Lun-
(trabajo, modos de vida...) ya no es preciso vivir en lo que entende­ aon, Longman.
mos por ciudad, que fenómenos como la polución, la congestión o el P a lír^ ’ V Ccugraphy of am ar ¡can citie s. Nc\v Y ork, Oxford Univ. Press.
increm ento de la delincuencia tienden a desprestigiar. Se asiste, pues, t»* n».T N o n h America, A geography of Cañada and the United S ta •
al surgimiento dc un nuevo modelo de asentam iento que parece inva­ P..IW * Üxfürd Univ' P ress* 6." edic.
iJ ' Canuda. P arís, M asson.
lidar definitivam ente la tradicional dicotomía campo-ciudad, al que la !v* P* (1973>: The geography o f social w cllb cin g in t h t United States, New
generalización del automóvil, la movilidad social y los altos niveles de io rk , McGraw-Hill.
vida 1lacen viable. S o n i^ í^ ' í!2 $ ]í: L>économ ie des E ta ts Unis. P a .ís, M a.«on. 2 ‘ -dic,
--Pero junto a esta imagen de riqueza y dinamismo, América del S o n S eh í' Í: t u ^ Unidos. B arcelona, A n d . 1975.
- 2 /« d . L achm ann’ M - G : 1‘i-aysse, O. (1953): Les U tats Unis. P arís, Sircy,
Norte, particularm ente E stados Unidos, ofrece otra perspectiva muy
distinta que com plem enta la anterior. En un país de abundantes recur­ W atson' J VV' r ? Clr l &€-0$raP k y o f Ihe Ibtitéd States. London, Longrr.an,
sos, con un PNB per cápita de 12.820 dólares en 1981, la pobreza si­ • -y “A*- i he United States: habirstion o f hope. Lor.dcn, Longm an.
gue siendo una realidad, asociada espacialmente con los Estados deí
Sur y las áreas centrales de las ciudades, así como vinculada social*
m ente con las m inorías étnicas y raciales del país. Considerando que
aquí la )iberlad de em presa, el triunfo del individualismo y la hegemo­
ESTRU CTU RA S ESPACIALES E N ÁREAS DESARROLLADAS 2S9

estadísticas internacionales acentúan su carácter de enclave dentro dcl


contexto en que se localizan (cuadro VIL1). Con un nivel de renta por
habitante que cuadruplica en el caso de Australia, y casi triplica en el
de Nueva Zelanda, el prom edio m undial, ambos países se sitúan en po­
siciones de privilegio por lo que respecta a la capacidad de consumo
de la población, frente a la pobreza asfixiante dc Indochina. El rápido
C a p ítu lo VII descenso de la población activa agraria hasla niveles inferiores al 10 %
del total, la paralela concentración urbana, que adquiere rasgos de
AUSTRALIA Y NUEVA ZELANDA: DE TERRITORIOS COLONIALES verdadera m acrocefalia si se considera que sólo cuatro ciudades en
A PAÍSES DESARROLLADOS cada país reúnen ya la m itad de la población total, y una m oderniza­
ción de los com portam ientos dem ográficos que se resuelve en una tasa
anual dc crecim iento vegetativo inferior al 1 acom pañan de m anera
I. L O S E L E M E N T O S I)E ID EN TIFICA CIÓ N ' coherente las simples cifras económicas.

E n tre los océanos Pacífico c Indico, y prolongando hacia el sureste


los archipiélagos de Insulindia, aparece un conjunto de islas de dimen­ C uadro V I I .i
siones y características m uy dispares, agrupadas tradicionalm ente bajo
Características socioeconómicas de Australia y Nueva Zelanda
la denom inación conjunta de Oceanía. Dentro de esta unidad, a la que en et contexto mundial
se ha considerado el quinto continente poblado del globo, Australia y
Nueva Zelanda se p resentan como Estados claram ente diferenciados del A ustralia Nueva Z eim da Mundo
resto (Nueva Guinea, Polinesia, Melanesia, M icronesia), tanto por los
rasgos que presenta su medio natural, como, sobre todo, por las for­ Superficie (m iles km*') 7.686,8 268,7 ■ 135.449,7
Población 19S3 (m iles h ab itan te s) 15.300 .3.200 4.677.000
m as de ocupación derivadas dei asentam iento hum ano, lo que justifica Densidad 1983 (h a b ita n te s/k m J> 2,0 11.9 34.5
un análisis individualizado. P N B /h ab itan te 1981 (d ó lares) 11.190 7.580 2.754
Con casi ocho millones de kilóm etros cuadrados, de los que más Consum o en erg ía /h a b ita n te 1980 (kg) 6.032 3.453 1.925
de siete y medio corresponden a Australia, estos dos países del Pacífico Tasa n atalid ad 1983 (#0 16 16 29
T asa m o rtalid ad 1983 W 7 g U
sudoccidental representan cerca del 6 % de las tierras em ergidas, en T asa m o rtalid ad in fan til 1983 (#») 10 12 84
las que sólo viven alrededor de 18,5 millones de personas en 1983, Tasa de dependencia 1983 53,8 61.3 66,7
cifra equivalente al 0,4 % de la población m undial. El vacío hum ano Tasa de urbanización Í983 (%) *6 83 39
que representa una densidad media de 2,3 h ab s./k m 2, en contraste con Población ag raria 1982 (%) 6 10 46
los «hormigueros» hum anos del Sudeste asiático es, pues, u n p rim er Fuente: Population Rcfcrencc B urcau 1983 y OKU.
elemento de identificación.
Pero si la laxitud del poblam iento resulta un rasgo diferencial, m a­
yor significado tienen aún el origen, condiciones de vida y niveles de Esta breve descripción estadística parece identificar a Australia y
bienestar que caracterizan a esa población. En p rim er lugar, la casi Nueva Zelanda com o ejemplos caraclcristico s.d e países inm ersos en
totalidad de los h ab itan tes actuales son de origen europeo, en su m a­ el mundo desarrollado, cuyo único rasgo dc originalidad podría ser
yoría británicos, tras el descubrim iento, conquista y colonización rea­ ei secular aislam iento que les ha caracterizado h asta época reciente.
lizados en los dos últim os siglos, que además de diezm ar gravem ente E ste aislam iento se justifica inicialm ente por su situación en medio
a la población aborigen —grupos australoides y m aoríes respectiva­ del océano m ás vasto dcl globo: en un radio de 8.000 kilóm etros desde
m ente— im plantaron una política inm igratoria restrictiva, sólo abierta Wellington, la capital de Nueva Zelanda, sólo aparecen Australia, la
a personas dc raza blanca. Su carácter de colonias dentro del im perio A ntártida y los archipiélagos del Sudeste de Asia, m ientras que desde
británico, convertidas en dominios integrados en la Commonwealth Cam berra esta área se am plía tan sólo para incorporar la península dc
desde principios de siglo, justifica el predom inio casi absoluto de los Indochina, la costa oriental de China y el extremo sur del Japón; la
colonos procedentes de la m etrópoli, que sólo tras la II G uerra Mun­ distancia respecto a o tras áreas desarrolladas resulta aún mayor, con
dial ha comenzado a ceder, ante Las llegadas procedentes de otros paí­ m ás de 10.000 km a la costa califom iana y de 15.000 a la antigua m e­
ses europeos que suponen ya la m itad de las producidas en los últim os trópoli. Respecto al entorno inm ediato, el periodo colonial no favore­
trein ta años. ció las relaciones con otros dominios de economía también exportadora
Los indicadores socioeconómicos m anejados habitualm ente en las de m aterias prim as hacia Europa; sólo la amenaza japonesa durante la
290 HSPA CIOS Y SOCIEDADES ESTRU CTU RA S ESPA CIA LES EK ¿R E A S DESARROLLADAS
291

II Guerra Mundial actuó como revulsivo en ese aspecto para australia­ corta historia, escasa adem ás en acontecim ientos destacados. El tardío
nos y neozelandeses, que comenzaron a valorar en mayor m edida las descubrim iento y ocupación por los europeos, que produjeron una brus­
consecuencias geopolíticas de su situación y las necesarias relaciones ca solución de continuidad con el pasado al im plantar nuevas estructu­
con los países próximos. ras acordes con sus intereses y justificativas dcl devenir recicnie, se
Pero la realidad dista de ser tan sencilla. El carácter de países de- vio acompañado po r un lento proceso de colonización, que sólo a m e­
sarrollados concuerda mal con unas estructuras económicas en donde diados del siglo pasado conoció un impulso definitivo. En este sentido,
Jas m aterias prim as, desde la lana, al trigo o los minerales, siguen do­ la historia reciente de estos dos países puede subdividirse en tre s pe­
m inando am pliam ente las exportaciones, frente a la im portación de ríodos esenciales: el prim ero, q u e calificarem os como de descubri­
bienes de equipo y productos m anufacturados, lo que evidencia que miento y conquista, se inicia con las prim eras exploraciones llevadas
aún perviven rasgos heredados del sistem a colonial precedente. Estos a cabo por navegantes holandeses a comienzos del xvn y culm ina con
rasgos no se reflejan tan sólo en Ja balanza comercial o el carácter ex­ la consolidación definitiva del asentam iento europeo, que en A ustralia
tensivo que m antienen la ocupación y explotación del territorio, sino se vincula al descubrim iento de oro en JB5L y en Nueva Zelanda a ese
que trascienden a aspectos geográficos tan significativos como el ca­ mismo fenómeno diez años después, unido al fina] de las guerras mao-
rácter esencialm ente litoral del poblamiento o la relativa desorgani­ ries en 1868; el segundo periodo representa la consolidación definitiva
zación de la red de transportes interiores, particularm ente m anifiesta de unas estructuras típicam ente coloniales, que sitúan a am bos como
en el caso de Australia debido a sus dimensiones. El dualismo espacial territorios política y económ icam ente dependientes dentro del sistem a
subyacente pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de m atizar y mundial de intercam bios; a p a rtir de los años veinte, se inicia en Aus­
explicar los modelos de organización que caracterizan a las áreas desa­ tralia un proceso de industrialización, acelerado tras el final de la
rrolladas, aportando elementos para la discusión del propio concepto II Guerra Mundial, que altera hasta cierto punto su status tradicional
de desarrollo. y propicia un rápido crecim iento económico, desarrollado tam bién en
Si todas éstas consideraciones justifican la individualización de lo Nueva Zelanda aunque en fecha m ás tardía y con resultados m ás mo­
destos,
que algunos han dado en llam ar la «Australasia desarrollada», así como
el tratam iento que se le otorga, existe un elemento adicional que no
puede ser ignorado. La relativa proximidad y sim ilitud entre los dos
países, capaz de explicar su análisis conjunto en una escala como la í. E l difícil com ienzo de la im plantación europea
aquí empleada, no oculta ía existencia de im portantes diferencias. Los
dos mil kilóm etros que m edian entre Gamberra y Wellington separan 4 ' La evolución contem poránea de ambos países está regida, en gran
dos territorios con características tísicas totalm ente contrapuestas: si medida, por las relaciones de dependencia m antenidas respecto al exte­
Australia se define como un continente cálido y seco, de relieve senil rior, de donde han procedido buena parte de los flujos de capital y po­
dominado por superficies horizontales monótonas, Nueva Zelanda entra blación que han servido para poner en explotación el suelo. La diversa
plenamente dentro dc la zona de climas templado-húmedos, con al­ funcionalidad ostentada po r am bos a lo largo del tiempo con respecto
tas precipitaciones y densa vegetación, en un país caracterizado por a la metrópoli dom inante —el Reino Unido de form a exclusiva hasta
lo ab ru p to de su morfología y el carácter reciente dc unas cordilleras la II Guerra M undial, al que se unen los E stados Unidos e, incluso,
integradas en el «cinturón de fuego» del Pacífico. Japón, desde los años cincuenta— justifica las fluctuaciones cíclicas re­
Por esta razón, su estudio perm ite com probar cómo, a p a rtir de gistradas en ambos inpuls, y su inmediato efecto sobre las estructuras
un medio contrastado, el asentam iento de los europeos y la im planta­ económico-espaciales. En este contexto, el interés que ofrecieron a
ción de un modelo de organización colonial ha generado estructuras Europa^ambos territorios fue bastante escaso hasta hace poco m ás
económicas y *espaciales bastante similares, sólo alteradas y diversifi­ y de ahí lo exiguo del poblam iento. -
cadas parcialm ente en el últim o medio siglo de. rápido crecimiento. > Aunque va en 1606 los holandeses costearon los sectores occidental
1 La im portancia de la intervención hum ana en la configuración del r jJ'^P teütrionaí del continente australiano, y en 1642 Abel Tasm an logró
territorio, p o r encima de los condicionamientos físicos, se hace así 1 3Í\ 3 ^ asm an^ y Nueva Zelanda, la enorm e distancia existente,
evidente. •~ ' ' £aIifl0HC0^ *a a r^ ez los -territorios descubiertos inicialm ente y la
íia i t e r e s com ercial an te la inexistencia de oro y especias,- des-
?bnsr0a ,a ateríc^ n de los europeos hacia otras tierras más ricas y
II. D e s a rro llo , c o lo n ia lis m o y v e i'E K d é k c i x Sfty- 32 S aS. com° *as am ericanas, con expectativas de beneficio inmedia-
. cuando la independencia de Estados Unidos obligó al go-
Australia y Nueva Zelanda son dos d e los territorios in c o r p o r a d o s ° ingtés a buscar una colonia penitenciaria que sustituyese a Vir-
más recientem ente al sistem a de relaciones internacionales, con una —... . * los ojos se volvieron hacia la costa sudoricntal de Australia,
•i
292 ESPACIOS Y SOCJFDA.DES
E STRU CTU RA S ESPACIALES EN ARLAS DLSAKR OÍ.LADAS 293

descubierta e incorporada a la corona britanica por Cook en 1770. Dc tamiciito a p a rtir de esa fecha, creando centros de población en Welling-
este modo, en 1788 se fundó la prim era colonia penitenciaria en Fort ton, New Plymouth, Nelson, Otago y Canterbury, ju n to a la ocupación
Jackson, actual Sydney, a la que siguieron oirás en Tasmania, Perth y de tierras por com pra o usurpación, desencadenó dos guerras sucesi­
Adelaida, sólo abolidas definitivam ente cu 1868, con un saldo global de vas con los m aoríes (1842-46 y 1860-68) que, adem ás de diezmar unos
unos 160.000 deportados. contingentes aborígenes estim ados en más dc 250.000 individuos en 1769
Estos contingentes, a los que com enzaron a sum arse pequeños gru­ hasta reducirlos hasta unos 42.000 en 1896, frenaron tem poralm ente
pos de colonos libres («settlers») desde 1793, se encontraron con una la inmigración. Desde el prim er momento, los escasos efectivos pobla-
población aborigen cuyo núm ero se estim a en unas 300.000 personas, cionalcs, concentrados en la Isla N orte, y el ejem plo australiano, se
relativam ente dispersa en ei territorio, que m antenía unas form as de combinaron para potenciar una especiaíización en ganadería ovina,
vida nómada y una tecnología muy rudim entaria. Los conflictos arm a­ convirtiendo la lana en la exportación básica hacia la m etrópoli, junto
dos, las enferm edades im portadas y la desarticulación de las estructuras con los cereales.
tradicionales generaron un rápido increm ento dc la m ortalidad, hasta La consolidación definitiva del asentam iento europeo y su incorpo­
reducir sus efectivos a menos de una tercera parte, al tiempo que se les ración a los circuitos comerciales sólo tendrá lugar desde" mediados de
confinaba progresivam ente en los sectores desérticos del interior y del siglo. El descubrim iento dc oro en las proxim idades de M elbourne y
norte, desapareciendo por com pleto en Tasm ania desde 1876. algunos puntos de Nueva Gales del Sur en 1851 provocó un aflujo
Por su parte, la población europea que se fue asentando en diversos masivo de inm igrantes, que en sólo un decenio perm itieron triplicar la
núcleos del litoral {Sydney en 1788, H obart en 1803, Brisbane en 1824, población australiana, elevándola por encima del millón dc habitantes
Pertb en 1829, M elbourne en 1835, Adelaida en 1836...), sin apenas con­ (de 405.000 en 1850 a 1.145,600 en 1860), al tiempo que se generaba una
tacto entre ellos ni profundización hacia el interior, desarrolló inicial­ riqueza que facilitó la posterior instalación de una parte de esa pobla­
m ente una actividad agraria orientada a la autosubsistencia que muy ción como colonos, una vez agotados los yacim ientos principales. Los
pronto evolucionó hacia una especiaíización ganadera, tras la im porta­ primeros procesos de reform a agraria desencadenados a p artir de 1861
ción de ovejas m erinas y la penetración en la cuenca del Murray-Dariing. por los efectos indirectos de esta colonización masiva, redujeron el pa­
De este modo, en 1840 se contaban ya alrededor de 5.000 ganaderos, pel hegemónxco ostentado hasta entonces por los ganaderos, al perm itir
con m ás de un millón de cabezas, que en su mayoría carecían del de­ que cada colono pudiera com prar un lote de 16-30 hectáreas dentro de
recho de tránsito por las tierras en que se habían establecido, por lo las tierras de la Corona, con la obligación de establecerse en el. El
que ei calificativo de «squatrers» (usurpadores) acabó por generalizar­ desarrollo de la m inería y la cerealicultura en los sectores meridionales
se para referirse a ellos (Huetz de Lemps, A., 1970). H asta mediados y las vertientes occidentales de la cordillera Divisoria, potenciados por
de siglo, ios squatters, algunos de los cuales poseían rebaños inmensos él tendido dc la prim era línea férrea desde la costa y hacia la cubeta del
que llegaban a las 100.000 cabezas, fueron los verdaderos dueños del Murray-Dariing en 1878, contribuyeron a diversificar la economía, am ­
país, imponiendo ya a las colonias su característica «economía extra- pliar la superficie explotada y extender el poblamiento, formalizando una
vertida», orientada hacia la exportación dc productos ganaderos, que ocupación que se com pletará con la proclam ación de la «Commonwealth
se com pletaba en el nordeste dc Quccnsland con el establecim iento „ Australia» en 1901, cuando la población se acercaba ya a los 4 mi­
de plantaciones de algodón y caña de azúcar adaptadas al clima litoral llones de habitantes.
de alisio, si bien Limitadas por la escasez de fuerza de trabajo ante la Hn Nueva Zelanda, el proceso fue algo más tardío. Los yacimientos *
negativa a aceptar poblaciones de color.
El poblam iento d e N ueva Zelanda fue aún m ás tardío debido a su ¿Un/a¿i°S descu^ ert01í en en el extrem o m eridional del territorio,
n 1861, supusieron la llegada de 60.000 buscadores que im pulsaron el
mayor alejam iento y la efectiva resistencia de la población maorí, de esarrollo agrario de la Isla Sur y el rápido crecim iento de ciudades
origen polinesio, llegada al archipiélago en sucesivas oleadas hasta el
° ^kristehurch, desplazando con elío el centro de grave-
siglo xiv. En estas condiciones, hacia 1830 el núm ero de europeos asen­
tados se reducíp a unos pocos miles, agrupados en contados enclaves PAai' , Que se refícj ° en el traslado de la capital a Wellington,
‘ forrd ° e n . 1^ ’ ^inaI de Ia segunda guerra m aori en 1868 y la re-
comerciales del litoral dc la isla Norte, ju n to a algunos asentam ientos
meH’3 a^rarj a Pr °nuitgada en favor de las explotaciones pequeñas y
balleneros emplazados en el estrecho de Cook, y pequeños grupos de ias m ediante concesiones de tierra por el E stado a cambio de una
m isioneros que se habían adentrado p ara poder en trar en. contacto
ción ^ renta' Perm itieron la definitiva estabilización de una pobla-
con la población aborigen. La anexión como colonia británica en 1840,
en ^m ed iatam en te antes dc su conversión en dominio
otorgando Ja capitalidad a Aúckland, fue resultado de la competencia
anglo-francesa por el dominio de Jas ru tas m arítim as en este sector dcl ya sól i 5 CommomveaJth ' se elevaba a 936.000 habitantes, dc los que
Pacífico, y no de una efectiva ocupación previa. nio se°i 0/° eran ,r naon"es' agrupados casi exclusivamente en el extre-
El establecim iento de la prim era Compañía Neozelandesa de Asen- Reinn^n m *enlras rc*to procedía en su práctica totalidad del
ó nido, lo que ha perm itido identificar a Nueva Zelanda como
*
294 ESPA C IO S Y SOCIEDADES

ESTRU CTU RA S ESPA CIA LES E N ÁREAS DESARROLLADAS


el m ás británico de los países de la actual Commomvealth, incluida la 295
propia m etrópoli. De este modo, si en 1853 la cabaña ovina apenas llegaba lia y Nueva Zelanda, al tiem po que posibilitaban ui\a diversificación
al m edio millón de cabezas, en 1881 alcanzaba ya los 13 millones, m ul­ de sus exportaciones, incorporando 3a carne y los lácteos. De este
tiplicando por 50 veces el valor de las exportaciones en ese lapso de modo, la cabaña pecuaria logró alcanzar los 106 millones de cabezas en
tiempo (Cum berland, K. B.; Whitelaw, J. S., 1970, 34). Australia y los 20 en Nueva Zelanda hacia 1895, consolidando definitiva­
mente la especiaíización productiva de am bas.
No obstante, el carácter extensivo de esa actividad y sus escasa s
2. La sobreimposiciÓYi de unas estructuras coloniales necesidades en m ano de obra, la pro n ta introducción de m ejoras tec­
nológicas en el sector agrario, ju p n to a la expansión de los empleos ter­
Desde mediados del siglo xrx y hasta el final de la I Guerra Mundial, ciarios en las grandes ciudades p ortuarias, favorecieron un rápido in­
ambos territorios conocieron un largo periodo de expansión que asentó cremento de la urbanización, particularm ente en Australia, que en
definitivam ente unas estructuras económico-espaciales de carácter co­ 1891 contaba ya con cerca de dos tercios dc su población viviendo
lonial, identificándoles con lo que algunos han denominado países se- en ciudades, cifra que, por ejemplo* sólo alcanzó Estados Unidos en
m iperiléricüs (Logan, M. L, 1983, 102). La expansión de las fuerzas pro­ 1920.
ductivas que trajo consigo la Revolución Industrial y que posibilitó la La expansión económ ica y la consolidación política coincidieron con
creación de un sistem a económico mundial integrado, que gravitaba un cambio de actitu d respecto a la inm igración, estableciendo controles
sobre la Europa noroccidental y estaba basado en ios principios de di­ más estrictos y m anteniendo el bloqueo respecto a las poblaciones
visión del trabajo y libre cambio, incorporó a las colonias de Australasia asiáticas m ediante unos derechos de entrad a m uy elevados, lo que,
como abastecedoras de alim entos y m aterias prim as, desencadenando unido a una política social avanzada, particularm ente tem prana en el
un proceso de colonización tendente a poner en explotación sus recur­ caso neozelandés, perm itió elevar los niveles de re n ta y bienestar h asta
sos bajo la dirección de la m etrópoli. cotas muy destacadas en el contexto internacional del momento*
No obstante, el m odelo d e ocupación que tuvo lugar, a semejanza p

de lo ocurrido en América del Norte y frente a o tras áreas del Tercer


Mundo, puede caracterizarse como colonización de poblamiento. Aquí 3. E l reciente proceso de industrialización
los europeos, an te la escasez de poblaciones autóctonas y su parcial
exterminio, llevaron a cabo un asentam iento efectivo en el territorio,
Un elemento im portante en el proceso de desarrollo de am bos países»
desarrollando una actividad agrícola y ganadera orientada esencial­ particularm ente de Australia, h a sido el cam bio registrado en la n atu ­
m ente a la exportación (cereales, lana, pieles, cuero..., más tarde carne raleza de su dependencia a lo largo del tiem po. Si durante décadas
y productos lácteos), de carácter extensivo y adaptada a la existencia su función prim ordial y casi exclusiva fue ía de abastecer de productos
de vastas p raderas en la zona tem plada o subtropical. Una intensa me­ básicos al m ercado europeo, la desintegración dei im perio británico,
canización incentivada por las bajas densidades, una red de trans­ el surgimiento de u n a política nacionalista y la pi'ogresiva influencia
portes organizada en función de los puertos de em barque, y un fuerte de Estados Unidos en el Pacífico contribuyeron a producir un giro en
desarrollo dc las actividades m ercantiles y financieras en estos centros su política económica. Los gobiernos respectivos iniciaron una políti­
urbanos que polarizaban buena parte de los efectivos demográficos
ca de prom oción industrial que cobró todo su significado cuando las
com pletaba el panoram a de unas economías relativam ente prósperas, dos guerras m undiales cortaron el sum inistro de bienes m anufactura­
aunque frágiles, muy dependientes de los precios internacionales para dos desde el exterior, y la crisis de 1929 im pulsó un creciente protec­
sus -productos de exportación. En este sentido, se sucedieron ciclos cionismo en el panoram a económico internacional.
expansivos como el que desencadenó la «fiebre del oro», en el que
Los orígenes de la in dustria australiana pueden rem ontarse al últi*
el aum ento de la dem anda exterior y de la entrada de capitales se «JO tercio del pasado siglo. E n tre 1860 y 1880, la población activa en
correspondía con una reactivación económica, una expansión territorial « sector m anufacturero pasó de 18,000 a 150.000 trabajadores, y su par-
^ un aum ento de la inmigración, frente a otros recesivos (1890, 1930, VjCípación en el PÍB del 5 al 11 % , coincidiendo con un gran esfuerzo
1973), en los que disminuyó la tasa de crecim iento, aum entó el paro y
’ de las infraestructuras; técnicas y el increm ento de su po-
se lim itaron las entradas de nuevos trabajadores.
de m ercado ligado a la intensa inmigración, además dei aum ento
D entro de estas coordenadas, la m ejora del tran sp o rte a larga dis­
■*£a»Vri^ UCZa ^ u c consigo el descubrim iento de oro en el decenio
tancia y la progresiva reducción de tarifas, la ap ertu ra de Suez
1879 y el surgim iento de los procesos de congelación en el decenio I., 1983, 104). Pese a ello,-al com enzar el siglo la
siguiente, perm itieron reducir en gran m edida los inconvenientes im­ seguía siendo una actividad m inoritaria, vinculada casi ex-
puestos por la distancia al desarrollo de los intercam bios con Ausfra: S sustitución de im portaciones y concentrada en las
^ S o b á l d c*u.^ad es portuarias, sin capacidad p ara cubrir la dem anda
de bienes, lo que m antenía u n alto grado dc dependencia exte-
LSTK UCTU KAS i-SÍ'A C iA LüS LN ÁKIiAS DLSAKKOLLADAS 297

296 E S P A C IO S Y SOCIEDADES
C uadro VII.3
rior. Si el aislam iento con respecto a o tras áreas industrializadas y lo Evolución sectorial de la producción industrial en Australia 1912-1960
exiguo dcl m ercado interior, tanto de consumo como de trabajo, fueron
% Producción
siem pre factores lim itativos, la escasa integración dcl espacio nacional
(el prim er ferrocarril transcontinental data de 1917) se constituyó en Scctor 1912 1532 1952 im
problem a esencial, ju n to al escaso interés entre quienes ostentaban
el poder económico en cam biar una orientación productiva que les re­ Q uím ica 2,0 7.1 6,2 8.7
M etalurgia 223 20 .S 40.3 40.9
portaba grandes beneficios. Textil 13,9 6.2 5,5 5,2
El problem a de abastecim iento generado por la I Gran G uerra im­ A lim entación 21,3 25,9 13.8 12 5
pulsó una intervención m ás directa por p arte dcl gobierno australiano, Papel 7,8 8,6 6,7 7,2
que en 1921 reforzó el proteccionism o vigente desde comienzos de si­ O tros 32,2 31,7 27.5 25.5
glo, favoreciendo con ello un cierto desarrollo en esos años, frenado F uente: «Ycarbook o f A ustralia 19S2*.
por la crisis de 1929 y vinculado en gran p arte a capitales británicos.
Pero ct impulso definitivo lo proporcionará la II G uerra Mundial que,
además de reactivar los problem as anteriores, obligó a la instalación En N ueva Zelanda, el proceso induslrializador ha revestido caracteres
de una serie de industrias básicas como la siderurgia, la construcción más modestos, al acentuarse los problem as de distancia y exigüidad
naval o la aeronáutica, vinculadas a la fabricación de arm am ento, que del m ercado interior, sin contar como contrapartida con unos recursos
hubieron de ser reconvertidas posteriorm ente. I.a m ejora generaliza­ minerales tan abundantes como Australia si se exceptúa la energía
da de las infraestructuras de tran sp o rte y una política inm igratoria hidroeléctrica y, h asta cierto punto, el carbón. Si en los años ochenta
menos restrictiva en los años posteriores a la guerra, unidas a la abun­ del pasado siglo el desarrollo agrario y el crecim iento demográfico pro­
dancia de recursos natu rales con que cuenta el continente, atrajeron movieron una incipiente industrialización en Christchurch y Dunedin
las inversiones de capital exterior, principalm ente ahora de Estados orientada a la producción de bienes de consumo y m aquinaria agrícola,
Unidos y Japón, generando en los años cincuenta el rápido crecim iento el inicio de las exportaciones de carne congelada hacia Gran B retaña
que m uestra el cuadro VII.2. en 1882 supuso la aparición en apenas diez años de 21 m ataderos frigo­
ríficos, localizados en las term inales del ferrocarril por donde llegaban
las reses, y próximos a los puertos de em barque. E sta actividad, que
C uadro V11.2 tam bién favoreció la expansión de otras com plem entarias (conserveras,
lácteas...) o destinadas a la transform ación de subproductos, otorgó a la
Evolución del empleo industrial en Australia 1912-1960 industria neozelandesa una fuerte especiaíización en el sector agroali-
Año Miles de fábricas Miles de empleos mentario, sólo diversificada posteriorm ente de form a lenta y progresiva
por la aparición dc otros sectores que tam bién aprovechan los recursos
1912 14,5 312 naturales existentes (madera, alum inio...), y de industrias de alta tec­
1922 13,0 379 nología que sirven una dem anda creciente, lo que justifica su localización
1932 21,7 337
esencialmente urbana.
1942 27,0 725
1952 45,8 978 ' En resumen, estos dos países no se identifican fácilmente con el mo­
1960 . - 56,7 1.132 delo habitual de industrialización-desarrollo. El contraste entre los ele­
vados niveles de vida y la pervivencia de estructuras económico-espaciales
Fuente: vYearbook oí Australia 1982*.
Heredadas de la colonización, pone de manifiesto el papel tradicional-
m ente dependiente que han jugado dentro del sistem a capitalista m un­
dial, lo que no ha im pedido un rápido aum ento de las rentas a una pobla­
. A1 tiempo, el increm ento cuantitativo en los efectivos industriales, ción escasa, que ha desarrollado una explotación extensiva de unos
que desde mediados dc esa década lograron rep resen tar cerca de un recursos abundantes destinados a satisfacer la dem anda alim entaria o
30 % del PIB (Linge, G, J. R., 1978/ 467), se vio acom pañado por una rá­ industrial de otros países. La contrapartida recibida h a sido, el capital
pida evolución en lo referente a la especiaíización secto rial,'co n una y la fuerza de trab ajo necesarios p ara la colonización del territorio y
im portante expansión de los sectores m etalúrgico y químico, que pre­ su propia expansión. En este sentido, cabe justificar la afirmación de
sentan una relación capital-trabajo m ás alta y una productividad supe­ Logan cuando señala que estos países han sido capaces «de utilizar sus
rior, en detrim ento de sectores tradicionales ligados a la producción relaciones de dependencia para escapar del subdesarrollo» (Logan, M. I.,
1983, 104).
de bienes de consum o esenciales, como el textil o la alimentación
(cuadro VIL3).
298 E SPA C IO S Y SOCIEDADES
ESTRU CTURAS ESPACIALES EN' ÁREAS DESARROLLADAS 299
La industrialización del últim o medio siglo, ligada esencialmente a
la sustitución de im portaciones y muy dependiente de los recursos pro­ de características sim ilares, el australiano ha sido intensam ente erosio­
pios, 110 ha eliminado el carácter de países exportadores de m aterias nado en el transcurso de su evolución hasta d ejar su relieve convertido
prim as que ambos continúan ofreciendo, aunque con m ayor diversifica­ en una serie de plataform as poco accidentadas y a distinta altura, aflo­
ción que antaño. Así, por ejemplo, si aún en 1952 la lana representaba rando directam ente en la m itad occidental, m ientras en el sector central
el 47 % dc las exportaciones australianas, cifra que se elevaba al 66 °/o aparece hundido y recubíerto po r espesas capas sedim entarias deposita­
al sumarle las partidas correspondientes al trigo, la carne y la harina, das, subhorizontalm ente desde el Mesozoico. Por su parte, el geosinclinal
en 1981 los cuatro productos principales sólo reunían el 37 % del valor que le contorneaba por el este fue plegado a finales del Paleozoico, ori­
Lotal de las m ercancías expedidas, pasando ahora el carbón al prim er ginando una serie de cordilleras yuxtapuestas, posteriorm ente desm an­
lugar, ante la fuerte dem anda de la industria japonesa. Por su parte, teladas, y que volvieron a rejuvenecerse en el Cenozoico, a p artir de una
el 75 % de las im portaciones dc ese año seguían correspondiendo a pro­ serie de grandes fallas acom pañadas por algunos fenómenos volcánicos,
ductos m anufacturados, destacando en p articu lar la m aquinaria y los aunque de escasa entidad.
bienes de equipo con el 37 % del total. El resultado de esta evolución es un relieve monótono, con sólo
En la actualidad, la industria de ambos países se enfrenta a un grave 210 m etros de altitud media, en el que la cum bre m ás elevada, el m onte
problem a de com petitividad, incluso respecto a otros próximos del Su­ Kosciusko en el extrem o sudoriental del país, alcanza únicam ente los
deste asiático, ante la actual reorganización en la división internacional 2.225 m etros dc altitud. Australia es, ante todo, una tierra dc bajas m ese­
del trabajo, que vuelve a plantear su funcionalidad en un futuro inme­ tas, reflejo de su estabilidad tectónica, siendo asimismo el único conti­
diato ante la com petencia creciente de países próximos del Sudeste asiá­ nente sin vulcanismo activo en la actualidad y el menos afectado por el
tico (Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong, Singapur...) en la conquista glaciarismo cuaternario, junto con África, con la sola excepción de Tas-
de los mercados de esa región. manía. Dentro de estos rasgos de conjunto, pueden diferenciarse tres
grandes unidades m orfoestructurales dispuestas en bandas paralelas
(figura 7.1):
4. Un m arco natural contrastado
— Mesetas o plataform as occidentales.
La sim ilitud en los procesos de organización territorial puestos en — Llanuras centrales.
práctica desde la instalación de los europeos hace apenas dos siglos, no — Cordillera o Divisoria australiana oriental.
puede ignorar las profundas divergencias m orfoestructurales y biocli-
m áticas sobre las que se asientan y que facilitan una clara individuali­ Las m esetas occidentales corresponden a una serie de fragm entos
zación de ambos territorios. del zócalo precám brico en los que afloran los m ateriales cristalinos
y metamórficos que encierran im portantes yacim ientos m etalíferos y es­
a) Los contrastes del relieve. — Si Australia es un continente casi rec­ tán recubiertos frecuentem ente por costras ferruginosas, con unas al­
tangular de contornos rectilíneos, constituido esencialmente por un zó­ titudes medias en tre 200*600 m etros que sólo se rompen ante la exis­
calo arrasado y fracturado que origina un notorio predominio de las tencia de algunos horsts y afloram ientos de cuarcitas que por erosión
formas planas, Nueva Zelanda se nos m uestra como un archipiélago diferencial dan origen a una serie de pequeños macizos m ontañosos
form ado por tres islas, la del Norte, la dcl Sur y la de Stew art, que se que en ningún caso superan los 1*500 m etros de altitud (Arnhem, Kim-
alarga 1.500 kilóm etros en sentido latitudinal, con costas recortadas y berley, Hamerley, Macdonnell, Musgrave...), E ntre ellos aparecen otro s
relieves abruptos, surgidos en época reciente y afectados aún por un sectores más deprim idos y recubiertos parcialm ente por depósitos con­
intenso dinam ism o que se refleja en la pervivencia de un vulcanismo tinentales, que hacia el interior son dc carácter cólico, dando origen al
activo y una elevada sismicidad. característico paisaje de dunas y barjanes que personaliza los desiertos
El territorio australiano es uno de los más antiguos y estables del de Gibson y Victoria. E1 contacto de este bloque con los que le rodean
globo, no afectado por procesos orogénicos desde finales del Paleozoico. muy diverso, pues m ientras hacia el interior se hunde por lo general
Corresponde en su m ayor parte a un escudo precám brico, que se pro­ suavemente bajo los depósitos continentales, en las márgenes septen­
longa por el m ar de A iafura y Nueva Guinea, incorporado inicialmente trional y occidemal existen grandes escarpes de falla, que en la región
al antiguo continente de Gondwana, que comenzó su individualización e'/Perth tienen su m ejor exponente en la falla DarLing, con un salto
hace unos 160 millones de años al separarse de las costas orientales afri­ cercano a .los =12.000 m etros de desnivel (Guilcher. A., 1969, 17), ap ro ­
canas tras la ap ertu ra del rift del índico, para com pletarla hace 55 millo­ vechado hidroeléctricam ente.
nes de años con la separación de la Antártida, desplazándose a p artir Ranuras centrales' com prenden un gran conjunto situado a me-
de entonces hacia el norte (Davies, J. L., 1983, 196). Como otros escudos jj m etro s-d e altitud sobre el m ar, que se extiende en tre el
50 o de Carpentaria y la Gran Bahía Australiana, y que, debido a la
300 E SPA C IO S Y SOCIEDADES ESTRU CTU RA S ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 301

existencia de algunos h o rsts como el de los m ontes Flinders, aparece como el Ruapehu o el Nogaurohe, m ientras en la Isla Sur están afec­
subdividido en una se n e de cuencas individualizadas, entre las que tados po r un intenso glaciarism o traducido en el aguzamiento de las
destacan p o r su extensión la Gran Cuencia A rtesiana y la del Mu­ crestas, la abundancia dc lagos y valles en artesa, e incluso la existencia
rray-Dariing. Aquí la topografía relacionada con una sedimentación de fiordos en su extrem o suroccidcntal. Las condiciones clim áticas ac­
prácticam ente continua desde el Jurásico es de una horizontalidad aún tuales justifican aquí la persistencia de nieves perpetuas po r encim a
m ayor, sólo alterada por algunos afloram ientos de rocas subyacentes. de los 2*200 m etros de altitud, con lenguas de hielo bien alim entadas
Si las regiones occidentales eran el dominio de las costas ferruginosas, que alcanzan los 28 kilóm etros de longitud en el glaciar de Tasman.
aquí abundan las silíceas, cuyo desm antelam iento es el origen de las
acumulaciones de guijarros que caracterizan el desierto de Simpson, b) La contraposición de dom inios bioclim dticos . — Pero si la di­
en eí entorno del lago Eyre, que actúa como vértice de una extensa versidad es el rasgo esencial que define las grandes lineas del relieve
área endorreica, situado once m etros por debajo del nivel marino. dc ambos países, otro tanto ocurre en lo que respecta a sus regiones
Finalmente, la Cordillera australiana se localiza en el extrem o orien­ clim áticas , dominios biogeográficos y regímenes fluviales.
tal del conlinente, extendida tres mil kilóm etros desde la península El calor y la aridez, característicos dcl clima australiano, con pro-
de York a Tasmania, que es un horst desgajado del conjunto y separado
po r el actual estrecho de Bass. Es ésta Ja única región m ontañosa de
cierta entidad, lo que justifica el apelativo frecuente de Gran Cordi­
llera Divisoria (vGreat Dividing Range»), título evidentem ente excesivo
pero que m anifiesta bien su singularidad dentro del país. E stá for­
m ada por una serie de fragm entos hercinianos constituidos esencial­
m ente por pizarras y areniscas, reelevados en el Terciario y que ofre­
cen un paisaje de cum bres planas como corresponde a antiguas super­
ficies de erosión, que sólo en el extrem o sudoriental —los llamados
Alpes Australianos— llegan a constituir un relieve verdaderam ente
abrupto, con cimas en torno a los 2.000 m etros, afectadas ya por algu­
nos fenómenos glaciares, y vertientes pronunciadas en donde se enca­
jan profundam ente los ríos que vierten sus aguas al Pacífico. Pero
si como cordillera no rebasa unas dimensiones m odestas, el papel ju ­
gado en la ocupación y organización del territorio australiano por los
europeos ha resultado fundam ental, pues la disim etría bioclimática
que establecen sirvió para fijar el poblam iento en la fran ja costera
oriental, frente al vacío característico de sus márgenes occidentales.
La fisonomía de N ueva Zelanda resulta, en cambio, muy accidenta­
da, con un predominio- casi absoluto de los sectores m ontañosos dis­
puestos dc suroeste a nordeste y levantados en sucesivas fases oro-
génicas, desde el Mesozoico y h asta el Pleistoceno (fig. 7.1). Este archi­
piélago, situado al suroeste de la fosa de Tonga-Kermadec, correspon­
de al fragm ento austral del rosario de islas que acom paña las fosas
oceánicas surgidas en el borde compresivo en tre las placas Indoaustra-
liana y Pacífica, presentando un relieve com plejo como corresponde a
su juventud y a la intensidad de los esfuerzos soportados.
Un5prim er rasgo diferencial lo establece la altitud, m uy superior
a la de las cordilleras australianas, que alcanza su máximo exponente
en los Alpes del Sur, donde el m onte Cook culm ina a 3.764 m etros. Pero
de mayor significado es la com plejidad m orfoestructural, con una se­
rie de m ateriales sedim entarios de edad y composición diversas, ple­
gados y fallados intensam ente, que en la Isla N orte se ven recu­
biertos en gran p arte por m ateriales eruptivos miopliocenos que forman
una m eseta en la región central de la que em ergen conos aún activos
fig . 7.1. a, b y c. Condiciones nacuraleb en Australia y Nueva Zelanda.
ESTRU CTU RA S ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 303
302 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
son buena m uestra. Por su parte, en el extrem o sur, las borrascas del
medios térm icos que oscilan entre 15° y 29,5°, y la m itad del territo rio frente polar en su avance hacia ei norte durante los meses invernales
p or debajo de los 350 m ilím etros de precipitación, anual, se justifican (junio-agosto) llegan a afectar estas regiones ju n to con Tasm ania, que
esencialmente en razón dc su latitud. Situada entre los 10° 41' y 43° 39' S., también registran una mayor am plitud térm ica ante la presencia de
prácticam ente en las antípodas del desierto dcl Sallara, y recorrida masas de aire polar durante periodos prolongados. El clima subtropical
en su centro por el trópico de Capricornio, A ustralia aparece inm ersa m editerráneo en la región suroccidental, en torno a P erth f y el sub­
en su m ayor par,te dentro del cinturón de altas presiones subtropicales tropical húm edo, de tipo chino, en la otra m argen, coincidiendo con
que dom inan aquí buena parte del ano, originando la estabilización a t­ las. regiones m ás pobladas (Sidncy, Melbourne), son su consecuencia,
mosférica y una escasez generalizada de precipitaciones, rasgos típicos mientras en la Gran Bahía Australiana, m ejor protegida ante los vien­
de climas tropicales áridos como los dc Alice Springs, en el centro del tos del oeste, las precipitaciones dism inuyen ostensiblem ente, tal como
país, o William Creek (cuadro V1I.4). La continentalidad, por su parte, se com prueba en Eucla.
explica la m enor sequedad de estos desiertos (vértice seco en el lago A la latitud y continentalidad hay que añadir un tercer factor esen­
Eyre, con 100-120 m ilím etros anuales) p o r com paración con los del cial representado por la Divisoria australiana, que actúa como b arrera
hemisferio norte, así como el aum ento de la am plitud térm ica y el des­ climática, favoreciendo un im portante aum ento de las lluvias en las
censo de las lluvias, fundam entalm ente estivales, desde la periferia y vertientes orientales expuestas al alisio, frente a 1a sequedad que pre­
hacia el interior. El hecho de que dos terceras partes del territorio sean side las occidentales, derivada del efecto- de som bra pluviom étrica. El
regiones arreicas o endorreicas, sin desagüe al m ar, se vincula estre­ clima litoral de alisio, cálido y muy húm edo, característico dc Jas ciuda­
cham ente a la gran extensión de esos dominios áridos y al carácter des costeras de Queensland como Brisbane o Townsville, contrasta
divagante de los cursos fluviales, ante la escasa pendiente de su perfil fuertemente con el de la Gran Cuencia Artesiana o la depresión Mur-
longitudinal. ray-Darling, de la que Bourke es un buen ejem plo. Ei resultado final
es una distribución concéntrica de las precipitaciones y la oscilación
térmica anual, de particular incidencia ecológica, en tanto las tem pera­
C u a d r o V I 1 .4
turas disminuyen progresivam ente hacia el su r (fig. 7.1).
T ip o s c l im á tic o s en A u s tr a li a y N u e v a Z e la n d a Los climas que presenta Nueva Zelanda están dominados por una
lógica muy diferente. Con una posición latitudinal enm arcada por los
Temperatura Precipi­ paralelos 34° 23' y 47° 17' S.f y en un territorio en el que ningún punto
media anual Amplitud Mes más Mes más tación Cociente
Estación (“C! térmica cálido frío total (mm) estac. llega a alejarse m ás de 150 kilóm etros de la costa, la influencia oceánica
y el paso sucesivo de las borrascas del frente polar procedentes del oeste
Alice S p rin ts (24° S) 21,0 18,0 29,0 11,0 282 0,29 se conjugan p ara ocasionar un predom inio generalizado de los climas
W illiam C reek (28’ 5 5 'S ) 20,8 7,0 28.5 11,5 121 0,52 templado-oceánicos, con tem peraturas m edias que oscilan entre 9° y 15°,
D arw in (12*26' S) 27.6 4.1 29.2 25.1 1.563 0,01
W yndham (16” S) 29,5 7,5 31,0 24,5 722 0,01 una escasa oscilación térm ica, y unas precipitaciones abundantes y bien
P erth (31J 56' S) 18.1 10.8 23,9 13,1 m 15,00 repartidas, sin que pueda hablarse de meses sccos. Si las diferencias de
Sidney (34" S) 17,3 10.5 22,0 11,5 1.217 1,16 latitud afectan los valores térm icos anuales, la influencia del relieve ori~
M elbourne (38* S) 14.3 10,5 20,0 9,5 648 0,97 gina, junto al escalonam íento altitudina!, una im portante disim etría plu-
Eucla (32* S) 17,5 9,5 213 12,0 257 2,t0
B risbane (27C2 6 'S ) 20,4 . to.i 25,1 10,0 1.093 0,29 viométrica, con valores más elevados en las fachadas a barlovento, que
Tow nsville (19° 15' S) 23,9 8,2 27,4 19,2 1.334 0,07 legan a superar los 5.000 m ilím etros en la vertiente occidental de los
B uurke (30*05'S) - 20,5 18,D 29,0 11.0 333 0,66 Ipes del Sur, frente a niveles diez veces inferiores en la llanura de Can-
A u ck h n d (36- 47' S) 15.0 8,0 19,0 11,0 1250 1,60 erbury, al este, afectada periódicam ente por fenómenos de foehn.
Invercargill <46* 2 5 '5 ) 9.5 8,7 13,5 4.8 I.U63 0,89
C hristchurch (43*29'S) 11,4 11,7 16,7 5.0 633 1,01 El m edio biogeográfica de am bos países refleja fielmente esos con-
rastes climáticos. Junto a la existencia de especies endémicas relaciona-
as con el aislam iento continental ya com entado, la característica esen-
Sólo en los extrem os septentrional y m eridional, en virtud del ba­ **1 de la vegetación australiana es la escasez de bosques densos, que
lanceo estacional de los centros de acción, se conocen lluvias superio­ tan su área de expansión a ciertos sectores de la franja costera orien-
res. En el norte, principalm ente en la T ierra de Arnhem y la península ~ J ^ venientes de ía Cordillera Divisoria. M ientras en la m itad norte
de York, el descenso latitudinal de la convergencia intertropical duran­ g a r a t a de un bosque tropical higróñlo con especies variadas (arces,
te el verano genera intensas precipitaciones, aum entadas periódica­ íiei v ies'- cec*ros •)' junto a un espeso sotobosque de lianas, epífitas y
mente por la llegada de ciclones tropicales como el que arrasó la ciu­ su s? * ark ° resc^nl:cs> sur dc Brisbane y hasta Tasmania, éste se ve
dad dc Darwin en la Navidad de 1974. El resultado es un característico, » Htuido por el bosque dc eucaliptos, am pliam ente dom inante en el con-
clima tropical de dos estaciones, del que la propia Darwin y Wyndhatfi
i

304 E SPA C IO S Y SOCinOADES


£STRL*CTURAS ESPA CIA LES E N ÁREAS DHSAURULLADAS 305

¡unto. A p artir dc esa banda m arginal, que se com pleta con un enclave dc La española» de lo que resulta una densidad media que apenas alcanza
aislado de bosque m editerráneo en la región de Perth, y relacionado con los 2 habs./km 2.
el progresivo aum ento de la aridez que se registra hacia el interior del Aunque se han señalado con frecuencia las condiciones ecológicas, en
continente, se suceden una serie de formaciones progresivam nte degra­ particular la aridez, como factor que lim ita las posibilidades efectivas de
dadas en su porte y densidad que van desde el bosque claro de eucalip­ asentam iento estable en cuatro q u in tas partes del país (se estim a que el
tos existente en las vertientes occidentales de la Divisoria, y la sabana ecúmcnc australiano com prende sólo 1,6 millones de kilóm etros cuadra­
arbolada en los sectores tropicales septentrionales, hasta las form acio­ dos de los 7,7 correspondientes a la superficie total), las razones esencia­
nes arbustivas de «scrub», con eucaliptos y acacias de escaso tamaño, les del subpoblam icnto son de orden histórico y económico* Si la econo­
para finalizar en pleno dominio desértico. Ño obstante, aquí la ausencia mía colonial de exportación im plantada desde los prim eros m omentos
de vegetación no llega a ser total, apareciendo en form a dispersa algu­ ha exigido un crecim iento controlado de la fuerza de trabajo con objeto
nas especies herbáceas de carácter xerófilo, que han fijado las dunas. Si dc m antener los elevados niveles de vida de que goza la población, es
a las difíciles condiciones clim áticas se sum a la acción deforestadora del sin duda lo tardío del poblam iento la causa que m ejor explica la situa­
hom bre, particularm ente intensa en la m itad oriental durante el últim o ción presente, dado que el crecim iento registrado durante el últim o siglo
sígio, en relación con el pastoreo y la roturación de nuevas tierras, el re­ no puede calificarse en absoluto de escaso.
sultado es un exiguo 5 % de superficie boscosa propiam ente dicha, que De este modo, Australia sólo consiguió alcanzar el millón de habitan­
es el valor más bajo en tre los diez conjuntos regionales delim itados en tes en 1858, iniciando a p a rtir dc entonces una expansión ininterrum ­
esta obra. pida que, aunque som etida a fluctuaciones coyunturales, ha representado
Antes de la llegada de los europeos, la práctica totalidad dc la Isla una tasa media anual de increm ento próxima al 2 % (cuadro VIL.5), cifra
N orte de Nueva Zelanda y la m itad occidental de la Isla Sur estaban bastante im portante y que supone la m ás alta de las registradas por las
cubiertas por masas forestales espesas, que el incendio y la tala abusivos áreas desarrolladas en los últim os treinta años.
llevados a cabo para extender la superficie de pastos ha reducido sensi­
blemente, sobre todo en la prim era de ellas, hasta dejarlas hoy reducidas
a las vertientes m ontañosas (Cumberland, K. B.-Whitheiaw, J. S., 1970, C u a d ro VII.5
S-9). Las formaciones actuales presentan una fisonomía diversa según la
latitud, pues m ientras en el extrem o norte, en torno a Auckland, domina Evolución de la población australiana
el bosque subtropical en el que destaca una especie endémica, el kaurí, Población (mili, habs.) Año Crecimiento anual ÍM'
conifera de grandes dimensiones, hacia el su r se pasa al área ocupada
p o r el bosque austral de coniferas propiam ente dicho, con un denso so- 1 1858 -
tobosque, para finalizar en los Alpes del Sur, ocupados por el bosque 2 1877 3,7 1
subantártico de hayas, coronado p o r praderas alpinas y nieves perpetuas 3 1889 3.4
4 1905 1,8 »
en la zona de cum bres, tínicam ente en la margen oriental de esta isla, a 5 1918 1.7
sotavento de las intensas precipitaciones que descargan en la otra ladera, 6 1925 2.6 1
se manifiestan ciertos rasgos de sequedad reflejados en el predom inio 7 1939 1,1
de una estepa herbácea, ro tu rad á hoy parcialm ente en la llanura de Can- 8 1949 U *
9 1954 2,5
terbury. 10 1959 2.3
U ' 1963 .. 2,0
12 1968 1,9
13 1972 1,9
III. E l d u a l is m o t e r r it o r ia l en A u s t r a l ia 14 1977 13
a 15 19S2 1,4

1- Un poblam iento encaso y periférico J .. ' V «Yearbook o f A ustralia 1982*.


.7

Como afirma G arcía Zarza, «Australia es una paradoja demográfica, , ( En este proceso, al que han coadyuvado el saldo vegetativo d e u n a
ya que es un gran territorio' escasam ente poblado, situado no lejos dc población relativam ente joven y los contingentes inm igratorios, hay dos
las grandes concentraciones del Asia monzónica y de las dos mayores momentos de m áxim a intensidad correspondientes al periodo 185ÍM890,
potencias demográficas m undiales. China y la India» (García Zarza, E., el de consolidación de las estru ctu ras coloniales v, sobre todo, al iniciado
Í976, 99), En efecto, el prim er dato esencial para caracterizar la ocupa­ tras el final de la U G uerra Mundial. E ntre 1947 y 1981, la población so
ción actual dc este territorio es su escasa población , equivalente al 40 % elevó en casi siete m illones de personas, de los que 3,3 millones corres»

l' !
306 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

pondiercm a la inm igración, que contribuyó así en un 43 % al crecim iento


global registrado, y h asta un 57 % si se incluyen los hijos nacidos ele
padres extranjeros (Burnley, L H., 1983). Por esta razón, y pese a la evi­
dente reducción de estos movimientos que registra el úliim o decenio
como resultado de la crisis económica, Australia es hoy el segundo país
del m undo en cuanto a proporción de personas foráneas en su población,
sólo por detrás de Israel: uno de cada cinco habitantes ha nacido en el
extranjero.
E sta apertura al exterior como respuesta al proceso de industrializa­
ción desarrollado en esos años ha supuesto tam bién una diversificación
étnica, al corresponder tan sólo un tercio del total a los colonos proce­
dentes del Reino Unido, en tanto se increm entaban notablem ente los de
la Europa m editerránea (unos 700.000 entre italianos, griegos y yugosla­
vos), oriental (alrededor dc 180.000, sobre todo entre 1948 y 1952), e in­
cluso refugiados de Indochina. A las diferencias m eram ente étnicas sue­
len superponerse o tras de índole socioeconómica, contribuyendo con ello 1 Australia Ocoderta» e s *m

a profundizar los contrastes anteriores, particularm ente en el interior Z Td'ri(oric dcl No*e
[T '.- g Más dc < 3. Quee-»$¡a^d
de las grandes ciudades y centros fabriles, que han absorbido la casi "~j Dc 2 4 4 4 Australia Menciona!
totalidad de estos contingentes. 5. Nueva Gales def Sur
En cambio, la población aborigen, relativam ente dispersa en el terri­ (23 08’ »2 6 Valoría
1 Menos de 1 ?. Tasmania
torio aunque su m ayor proporción se alcance en las regiones áridas del
interior y noroeste, apenas representa hoy poco más del 1 % de los efec­
tivos demográficos nacionales, que en este sentido se caracterizan p or una Fig. 7.2. Densidades de población por oslados..
m arcada homogeneidad racial, fruto de la política restrictiva establecida
desde los orígenes de la colonia.
La distribución espacial de la población en el m om ento presente sigue
estando som etida a fuertes contrastes, cualquiera que sea la escala de
análisis que se elija. Considerando el reparto entre los seis Estados ac­
tuales, a los que se añaden el territorio de la capital federal, Cam berra,
y el Territorio del N orte que depende actualm ente de ella (figura 7.2), se
pone de manifiesto una dicotomía esencial entre los situados al este del
m eridiano 140° E., que reúnen el 79,5 % de la población sobre el 36,8 %
del territorio y presentan densidades superiores siem pre al prom edio
con excepción de Qucensland, respecto a los occidentales, con un prom e­
dio densim étrico de apenas 0,5 h abs./km 2 (cuadro VII.6).
Pero el aspecto m ás relevante es, sin duda, el carácter esencialm ente
costero del poblam iento, con un 85 % de los efectivos demográficos resi­
diendo a menos de 80 kilóm etros de la costa, m ientras en las regiones in­
teriores poco más de dos millones de habitantes se dispersan sobre seis
millones y m edio de kilóm etros cuadrados (Holmes, J. H., 1978, 334). Las
condiciones ecológicas y el sistem a de explotación colonial se sum an a la yARITANTES / k r *
hora de justificarlo. Por un lado, el modelo distributivo que refleja la __Mas 1
figura 7.3 m antiene en esencia el carácter concéntrico que. presentaban
las precipitaciones y, en general, los diversos dominios ecológicos. Mien­
uniimDe1*ai
L -' I De V¡ti4 a 1/8 .•
tras las regiones con m enos de 350 m ilím etros se identifican coa los prin­ I ~1 Menos de 1/6*
cipales vacíos demográficos, las costas del Pacifico y, sobre todo, su m itad •*: . : Radio <J8 400 kms en
meridional, de clima suave y precipitaciones relativam ente abundantes,
i r

O ly'.TO a principáis ciurfaoes


concentran lo esencial de la población, destacando particularm ente la 11a-
Fig. 7.3. DisiribtK-ión dc Ui población üiM rüliaru
308 E S P A C IO S Y SOCIEDADES ESTR U C TU R A S ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 309

C u a d r o V II.6 desarrolladas. Pero el verdadero alcance del fenómeno sólo puede \ralo-
rarse al establecer el grado de m acrocefalia in traestatal existente en fa­
Distribución de la población australiana por estados en 1979 vor de las capitales respectivas, que. en conjunto sum an m ás de nueve
*
Superficie Población Densidad millones de habitantes, lo que rep resen ta casi dos tercios del total, du­
E stado <*m=) (habitantes) % total (habs./km*) plicando así con creces su participación a comienzos de siglo (cuadro
VII.7).
N ueva G ales del S u r 801.600 5.078.5*30 3 52 6,3
V ictoria 227.600 3*53.500 26,7 16,9
O ueensland 1.727.200 2.197.400 15,2 U
A ustralia m eridional 984.000 1.293.800 9.0 13 C u a d ro VIL?
A ustralia o ccidental 2.525.000 1.242.800 8.6 0,5
67.800 417.700 2,9 6,2 Importancia demográfica de las capitales estatales en 1979
T asm ania
T errito rio Caitibcrra. 2.400 222.300 1,5 92.6
0.9 0,1 Ciudad Estado Población IS7S Escádo
T errito rio dcl N o rte 1347.525 115.900

AUSTRALIA: 7.683.125 14.421.900 100,0 1,9 Sidney N ueva Gales d cl S u r 3.193.300 62,9
M elbourne V ictoria 2.739.700 71.1
Fueníe: A ustralian Govemwenl P cblishing Service, 1983. B risbane O ueensland 1.015.200 46,]
Adelaida A ustralia m eridional 933.300 72,1
P crth A ustralia occidental 883.600 71.1
H o b arth T asm ania 168.500 40,3
nura costera entre M elbourne y Brisbane que, a lo largo de un eje de C am berra 222.300 100.0
L.500 kilóm etros de longitud por apenas 200 de anchura, reúne m ás de 8 Darwin T e rrito rio del N o rte 50.612 43,7
millones de personas. T otal 9.20&512 63.fi
No obstante, tam a o m ás im portancia hay que o to rg ar a los efectos
directos de la actuación hum ana. La economía cblonial de exportación F u e tu c : A ustralian Government Publishm g Service, 1983.
,

contrapuso siem pre una explotación m uy extensiva de las regiones inte­


riores, deficientemente com unicadas m ediante unos ejes de transporte
que actúan muchas veces como m eras cintas transportadoras de los re­ El extraordinario crecim iento de estas m etrópolis se relaciona ini­
cursos existentes, fren te a las áreas dc la periferia, donde los puertos cialmente con su papel como sede de la A dministración pública y los ser­
desarrollan una intensa actividad comercial y financiera, actuando como vicios dc cada Estado, al tiem po que nudos term inales de- los ejes de
puntos de em barque dc las m aterias prim as y desem barco de los pro­ transporte, tanto te rrestre como aéreo o m arítim o, en donde se interco-
ductos m anufacturados, lo que ha favorecido la aparición de una serie nectan las transacciones internas y externas, h asta convertirlos en bases
de efectos de «arrastre» sobre actividades, tanto industriales, como de territoriales de la economía de exportación, cuyo dinamism o respectivo
servicios. se relaciona muy estrecham ente con las posibilidades ofrecidas por su
La mayor p arte de esta población periférica es, pues, urbana, lo que hinterland. Las estrategias espaciales de las em presas m ultinacionales
sitúa a A ustralia en el segundo lugar del mundo en cuanto a tasa de que han impulsado una buena p arte del crecim iento industrial registrado
urbanización (86 % en 1981), sólo p o r detrás de Bélgica, entre los países en las últim as décadas han favorecido tam bién la concentración en las
con un mínimo de cinco millones de habitantes. El análisis urbano es grandes ciudades con máxima accesibilidad respecto a la red internacio­
por ello consustancial a cualquier intento de in terp retar la actual geo­ nal de transportes y com unicación de informaciones, reforjando con ello
grafía de Australia. los procesos de crecim iento acumulativo. Finalm ente, la instalación de
varios millones de inm igrantes a lo largo del siglo, que apenas se han diri­
gido'hacia las áreas rurales ante el elevado coste de la tierra y, sobre
2, Una desproporcionada concentración m etropolitana todo, la- necesidad de fuertes inversiones iniciales p ara adquirir una ex­
plotación de tam año y nivel tecnológico suficientes que asegurasen su
Si eí predom inio de la población residente en ciudades es caracterís­ competitividad, se ha convertido en el m otor esencial del proceso. En
tica com ún al conjunto de sociedades desarrolladas, no lo es ta n to la este sentido, la abundante o ferta de puestos de trabajo, tanto en la indus­
fuerte m acrocefalia que caracteriza el caso australiano. Baste considerar tria como en la construcción o los servicios, justifica que desde 1947 el
que tan sólo tre s ciudades, Sidney, M elbourne y B risbane concentran el 70°/o.del aum ento poblacíonal registrado en el área m etropolitana de
48,1 % de la población total de este vasto país, lo que equivale a decir Sidney corresponda a los inm igrantes y sus hijos nacidos en Australia,
casi tanto como el resto del territorio, para poner en evidencia la extrem a alcanzándose valores próximos a éste en M elbourne y Adelaida (Burn-
polarización espacial que aquí se registra, más propia de sociedades sub- k y , I. H., 1983, 89). Como resultado de todo ello, él sistem a urbano nació-
310 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

nal aparece b astan te desequilibrado por la falta de ciudades medias en tre


las cinco principales y las que les siguen en el rango jerárquico (Hol-
mes, J. H., 1978b, 413), lo que dificulta la difusión de todas aquellas acti­
vidades que exigen un um bral mínimo de dem anda para ser rentables.
El carácter apuntado del sistem a de ciudades actual cobra su plena
dimensión al analizar las diversas realidades estatales, donde lo norm al
es que la ciudad principal supere en 10-25 veces el tam año de la que le
sigue en im portancia. El resultado final es un modelo polinuclear de or­
ganización, que tom a como centros a las diferentes capitales. E! cálculo
de los porcentajes acum ulativos de población estatal con relación a la
distancia desde estas seis ciudades se refleja gráficamente en la figura 7.4,
poniendo de relieve los fuertes gradientes existentes: el 80 % de los efec­
tivos demográficos se sitúan en un radio que oscila entre 100 y 200 kiló­
m etros de la capital, con la única excepción de Queensland, debido al
carácter excéntrico de Brisbane, situada en el extrem o m eridional del
Estado. Estas áreas corresponden en su mayoría a espacios m etropolita­
nos, estrecham ente vinculados a la ciudad como asiento de una parte
im portante de la industria y los «commuters», adem ás de presentar una Fig. 7.4. Relación entre población y düiancia
intensidad de ocupación agraria muy superior a la del resto del país, con a tas capitales estatales.
actividades estrecham ente vinculadas a la dem anda urbana próxima.
En resumen, puede in terp retarse la organización básica del territorio
australiano como yuxtaposición de una serie de subsistem as espaciales,
cada uno de los cuales gravita en torno a un nodo central identificado con
la capital estatal. La concentración de personas, iniciativas, capitales y
todo tipo de fuerzas productivas en áreas relativam ente pequeñas, ha
favorecido la reducción en los costes de transporte, posibilitando al pro ­
pio tiem po la obtención de economías ligadas a la aglomeración. Su dis­
continuidad y un volumen aún bastante modesto de interrelaciones entre
los diversos subsistem as, que co n trasta con su im portante vinculación
exterior, genera, en cambio, una lim itada integración del conjunto nacio­
nal, sin que la política desarrollada por el gobierno federal en tal sentido
haya logrado elim inar los vestigios del pasado inmediato. El carácter
dendrítico de la red de transportes interiores, de la que el tendido ferro­
viario que representa la figura 7.5 es una buena m uestra, se relaciona
directam ente con esa dependencia de la economía exportadora, sin que
el im portante desarrollo del tráfico aéreo interior registrado en los últi­
mos tiempos, haya podido superar, sino parcialm ente, las lim itaciones a
una fluida conexión intcrcstatal.
La estructura interna de í&s ciudades australianas tiene bastantes ele­
mentos en com ún con el modelo urbano norteam ericano, ya analizado
erí el capítulo anterior. Se tra ta de un ejemplo característico de «ciudad
dispersa», en el que un CBD fuertem ente tercLarizado, con altas densi­
dades de edificación, edificios m odernos a veces espectaculares y cifras
elevadas de población flotante, co n trasta con un entorno a m p lia m e n te
dominado, p o r espacios residenciales de baja densidad, muy extendidos
horizonlalmente, y constituidos por viviendas unifam iliares entre las que
a veces se intercalan centros comerciales, de servicios, o establecim ien­
tos industriales. La am plitud dcl perím etro urbano, que, por ejemplo, en
lig . 7.5. Red Ue ferrocarriles en Australia ÍI974)
312 ESPACEOS Y SOCIEDADES

E STRU CTU RA S ESPA CIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 313


el caso de Sidney se prolonga por un eje de 80 kilóm etros a lo largo de
la costa, ha ido estrecham ente unida a la difusión del automóvil privado aglomeraciones urbanas, que tam bién posibilitan la obtención de todo
en Jos últim os trein ta años. En este sentido, Australia es, ju n to con Nue­ tipo de economías externas. La instalación de refinerías e industrias pe­
va Zelanda y sólo p o r detrás de Estados Unidos y Canadá, el país con una troquím icas que transform an el crudo im portado o extraído en el propio
ratio m ayor entre su población y el parque automovilístico, cifrada en territorio (estrecho de Bass, isla dc B arrow ...), exportando una parte de
un vehículo por cada dos habitantes en 1981. los productos refinados, no ha hccho sino reforzar el atractivo ejercido
La expansión industrial y el rápido crecim iento de las últim as décadas por estos puntos de ru p tu ra de carga.
han generado una creciente diferenciación interna. M ientras los grupos En una com paración interestatal, destaca la perm anencia de los dese­
con m enor categoría socioprofcsional y nivel adquisitivo, identificados
quilibrios entre el oeste y el este, de m ayor calibre aún que los corres­
frecuentem ente con inm igrantes procedentes del su r de Europa, Próximo
pondientes al reparto de la población. Según los datos recogidos en el
Oriente e Indochina, tienden a ocupar las áreas próxim as al centro, gene­
cuadro VI1.8, desde 1913 y hasta 1972 la participación conjunta de Nueva
ralm ente más deterioradas y con densidades superiores ante la mayor
Gales del Sur, Victoria, Queensland y Cam berra ha superado el 83 % del
representación que aquí alcanzan ios inmuebles colectivos de varias plan­
empleo total, sin que el reciente increm ento registrado por Australia
tas, construidos parcialm ente por la iniciativa pública, los de mayor ren­
meridional y occidental haya alterado, sino m ínim am ente, el status tra ­
ta se localizan en los espacios suburbanos. El tradicional dominio WASP
dicional (Linge, G. J. R., 1978, 476). Los coeficientes de especiaíización
(«White Anglo-Saxun Protestan?») se hace así hoy m ás evidente ante la
industrial confirman la hegemonía dc V ictoria y Nueva Gales del Sur
mayor heterogeneidad poblacional.
como áreas fabriles por excelencia dentro del país.

C u a d ro VII.8
3. Una industria urbana y portuaria
Distribución interestaial del empleo industrial a lo largo del siglo
Como ya se ha señalado, aun cuando ya en el siglo xix comenzaron a
% Em pleo industrial
surgir en el país algunas actividades m anufactureras orientadas a satis­ Coeficiente
facer una parte de la dem anda interna en artículos de prim era necesidad, Estado 1913 1939 1972 especiaíización
ante el encarecim iento que representaba la distancia a Europa, el im­
pulso esencial de ia industrialización australiana se rem onta apenas me­ Nueva Gales del S u r 35,7 40,5 39,7 U3
V ictoria 35,2 35,7 34,6 UU
dio siglo. E n la actualidad, y como resultado del rápido desarrollo que Q ueensland 12,6 9,6 8,3 0,58
caracteriza las actividades terciarias en las sociedades calificadas de post­ A ustralia m eridional 8,5 7,7 Stf 1,03
industriales, junio a la aguda crisis fabril del últim o decenio, el sector A ustralia occidental 5,1 4,1 4,9 0,57
secundario participa tan sólo con poco más de un 20 % en el PNB aus­ T asm ania 2,9 2,4 2,4 0,B3
T errito rio N o rte/C am b erra fU 0,13
traliano, frente a casi el 70 % del sector terciario, pero aun así duplica
el valor alcanzado por las actividades prim arias, base d u ran te mucho 100,0 100,0 100,0 1,00
tiempo de la economía nacional. Al m ism o tiempo, desde comienzos de
Fuente: G. J. R. U nge. 197$, y elaboración propia.
la década pasada, totaliza un 20 % de las exportaciones, cifra que tam ­
bién duplica la correspondiente al decenio 1931-1940, dirigidas principal­
mente hacia Nueva Zelanda, Estados Unidos y, sobre todo, los países dcl La escasa evolución registrada en la estructura sectorial durante La
Sudeste asiático, en los que A ustralia ha. ocupado parcialm ente el papel últim a década, reflejo de la crisis industrial que supuso la pérdida de
ostentado con anterioridad por él Reino Unido. casi 150.000 empleos entre 1970 v 1980 (cuadro VI 1.9), justifica la vigencia
La distribución espacial de la industria ha guardado siem pre, y conti­ de la especiaíización estatal existente en 1972. La prioridad de Nueva Ga­
núa m anteniendo en la actualidad, una clara dependencia respecto a la les del S u r en lo referente a su participación en el empleo y la produc­
localización que presenta la población. La vinculación a! m ercado que ción totales se ve acom pañada po r una diversificación máxima de sus
caracteriza a las industrias ligeras orientadas a la sustitución de im por­ actividades, si bien resultan dom inantes aquellos sectores de tecnología
taciones, ju n to a las necesidades de mano de obra y la orientación expor­ avanzada como la quím ica o la fabricación de m aquinaria, m aterial de
tadora de algunos sectores que realizan 3a prim era transform ación de transporte y equipos, que han alcanzado las m ayores tasas de crecim ien­
los recursos m inerales del interior con el ñn de ab a ra ta r su transporte to en las tres últim as décadas, presentando al m ism o tiempo los niveles
(por ejemplo, fabricación de alúm ina, de la que Australia es p rim er p ro ­ más altos en cuanto a participación del capital exterior (superior al 75 %
ductor, frente a sólo un 14" puesto en la producción de aluminio), han en automóviles, petroquím ica y laboratorios farmacéuticos); este desa­
favorecido una concentración portuaria, en el entorno de las grandes rrollo de los sectores de transform ación se ve acom pañado por una indus­
tria de base igualmente sólida, destacando particularm ente la siderurgia
ESTRUCTURAS ESPACIALES LN. ¿REAS DESARROLLADAS 315
ESPACIOS V SOCIEDADES
90 Sólo en el caso de Sidney, q u e reúne alred ed o r del 30% de los
(N ew castle, P o rt K em bla), b asad a en el carb ó n extraído en las m árgenes efectivos fab riles de A ustralia, se observa una cierta descentralización,
de la C ordillera D ivisoria y la llegada dcl m ineral de h ierro p o r vía m a­ sobre todo de las in d u strias pesadas, en favor de N ew castlc y Wollon-
rítim a, las refinerías e in d u strias petroquím icas y los astilleros. gong, situ ad as a unos 100 kilóm etros de la capital. Nueve dc cada diez
El E stad o de V ictoria, segundo en im portancia, p resen ta una estru c­ trabajadores in d u striales australian o s se localizan en las seis capitales
tu ra sim ilar, pero con u n m ayor peso de la fabricación de bienes de estatales, ju n to a estas dos ciudades m an u factu reras, a las que debe
consum o, sobre todo en el ram o textil y de confección. P o r su p arte, los añadirse Geelong, en la b ah ía de M elbourne (figura 7.6). Una vez m ás
restan tes E stados se caracterizan por u n a especiaíización m ás acentuada se pone de m anifiesto la escasa en tid ad y capacidad del planeam iento
y dependiente de la can tid ad y variedad dc recursos con que cuentan; si oficial p ara m odificar las e stru c tu ra s locacionales surgidas de las e stra ­
en O ueensland y A ustralia occidental destacan los sectores alim entario tegias privadas, y los im p o rtan tes desequilibrios espaciales que se de­
(m atad ero s frigoríficos, azúcar), dc m adera y papel, o la p rim era tra n s­ rivan.
form ación de algunos m inerales (alúm ina en G ladstone y W eipa, a p ar­ Como ú ltim o d ato a reseñar, esta fuerte concentración litoral y u rb a­
tir dc la bauxita ex traíd a en la p enínsula de Y ork y ía ab u n d an te hidro- na se corresponde con u n fenóm eno sim ilar en el plano em presarial,
electricidad, siderurgia en K w inana, plom o en M ount Isa, cobre en relacionado con el aum en to co n stan te en los tam años óptim os de p lan ta
Tow nsville...), en A ustralia m eridional hay un claro predom inio de la ante el progresivo desarrollo tecnológico y la búsq u ed a de econom ías
m etalurgia (siderurgia en W hyalla, plom o en P o rt P irie...), m ien tras los de escala, fren te a la lim itación del m ercado in terio r. Los fenóm enos
im portantes recursos hidroeléctricos y forestales de T asm ania fuerzan monopólicos u oligopólicos, p rincipalm ente en aquellos sectores con ma­
su orientación hacia los sectores papeleros, m adereros, alum inio y zinc, yores exigencias de inversión en capital fijo (siderurgia, autom óviles,
ju n to a la producción d e algunos bienes de consum o (textiles, conservas electrónica, quím ica b ásica...), ju n to al dom inio ejercido en algunos de
hortofrutícolas). Finalm ente, en el T errito rio del N orte tan sólo ap are­ ellos por las em presas m ultinacionales, son su resultado.
cen algunos cen tro s dedicados a la concentración de m inerales diversos
(uranio, hierro, bauxita, etc.) p a ra su exportación.
4. Los contrastes en el espacio agrario

C uadro VII.9 Aun cuando en térm inos estric ta m e n te económ icos el secto r agrario
Estructura sectorial del empleo industrial 1970-1980 ha conocido u n retroceso con stan te desde hace m edio siglo en lo que se
refiere a su particip ació n en el PNB australiano hasta situ arse hoy en
P orcentajes Oc empleo torno al 5 % del Iota!, su aportación al valor global de las exportaciones
1970 1975 1960 sigue cifrándose en niveles superiores al 40 siendo la lana, el trigo, la
carne y el azúcar, p o r este orden, los pro d u cto s que, con un tercio de las
N úm ero de fáb ric as (m iles) 35.7 27.0 27.4 ^ventas en el exterior, continúan ocupando el lugar de honor. Paralelo a
X úm ero d e tra b a ja d o re s (m iles) 1.297 1.245 1.154 este proceso, ha ten id o lugar una dism inución en el porcentaje de pobla­
— M etalurgia {%) 42.8 43.5 42,5
15,8 17,2
ción rural, si bien su núm ero absoluto se m antiene co n stan te desde hace
— A lim entación (H ) 173
— Papel y a rte s gráficas (^c) S3 8,4 8,8 niás de tres décadas en to m o a los dos m illones de personas, lo que
— Q uím icas (% ) &3 7,7 M indica un cierto equilibrio en tre el crecim iento n a tu ra l y el saldo m igra­
— Textiles ( ^ ) 4.0 2,7 2,8 torio de e stas áreas. El proceso es p rácticam en te general en todas las
— O tros sectores ( ^ j ) 20,6 • 20,4 20,1
regiones, sin que la progresiva expansión de una ag ricu ltu ra de m ercado
F u e n te : «'K’cárbook of A ustralia 19S2». altam ente tccnificada haya estim ulado ningún increm ento de los efecti­
vos rurales, con la única excepción de los espacios periurbanos, afectados
en los últim os tiem pos p o r un fenóm eno de «invasión» desde las ciuda­
Pero los valores estatales en cu b ren un alto grado de desigualdad in­ des próxim ás.
terna, pues tam bién en el plano in d u strial la m acrocefalia es el fenó­ A la hora de cara c te riz a r el espacio agrario au stralian o , puede consi­
m eno dc m ayor relevancia espacial, justificada por los procesos de cre­ derarse que u n uso del suelo de c a rá c te r extensivo, la capitalización in­
cim iento acum ulativo y polarización ya com entados an terio rm en te, fren- tensiva de las explotaciones, u n a fu erte especiaíización productiva, el
Le a u n a escasa conexión in terestatal, en la que u n a deficiente red de predom inio de la explotación d irecta, generalm ente de grandes dim en­
tran sp o rtes h a lim itad o cu alq u ier m ovim iento difusor. De e s t e modo, siones, y su o rien tació n p rácticam en te exclusiva hacia el m ercado, en
todas las capitales excepto H o b art, reúnen hoy m ás de dos terceras p arte ex terio r, son sus rasgos m ás representativos.
p a rte s del em pleo y La producción in d u striales de sus respectivos E sta­ De los casi 7,7 m illones de kilóm etros cu ad rad o s que supone eí terri-
dos, cifra que en los casos de P erth y M elbourne llega a aproxim arse al
E S T R U C T U R A S T-SPACIALES E N ÁREAS D LSAR R Ü LLATMS 317

torio nacional, y m ie n tra s alred ed o r de u n a c u a rta p a rte se co n sid e ra n


totalm ente im productivos (190 m illones de h ectáreas) y o tro 60 % e stá
ocupado p o r p asto s extensivos (460 m illones de hectáreas), apenas un
9 % puede con sid erarse ocupado dc fo rm a relativ am en te intensiva (65
m illones de hectáreas), localizándose casi exclusivam ente en las regiones
sudorientales, dc m ejo res condiciones clim áticas y m áxim a densidad de
ocupación. Como co n trap artid a, la ra tio capital-trabajo es m uy alta, do­
m inando am pliam ente las explotaciones de tip o cap italista, con fo rm as
de producción in d u striales y elevada ren tab ilid ad p o r persona, q u e p er­
m iten h ab lar con to d a p ropiedad de em p resario s agrarios.
E n este sentido, y con objeto d e elevar la productividad, beneficiarse
de las econom ías de escala y red u cir los costes m edios de producción, la

1972.
especiaíización en grandes áreas de uso hom ogéneo es o tra c a racterística
esencial, según refleja la d istrib u ció n de explotaciones en función de la

en
actividad d esarro llad a que p resen ta el c u ad ro V II.10.

F ig. 7.6. D istrib u c ió n e s p a c ia l dc la in d u stria en A u stra lia


C uadro V ll.lO

(F u e n te : G .J .R . U n g e , 1978)
T ip o s d e e xp lo ta c io n e s agrarias se g ú n a c tiv id a d es en 1978-79

A ctividad N.» ex p lo tac io n e s (m iles) *¡> to ta l

G anado vacuno p ara carn e 31,4 18,4


G anado ovino-cereales 222 13,0
G anado vacuno p a ra leche y derivados 21,8 12,7
Cereales 20,1 H.B
G anado ovino 18,5 30.S
G anado ovino y vacuno p a ra carn e 12.7 7,4
P roductos h o rto fru tico la s 7.0 4,1
C aña de azúcar 6S 3,7
G anado vacuno p a ra carn e y cereales 53 3.1
H ortalizas y otros 5,3 3,1
Viñedo 5,0 2,9
O tras 15,4 9,0
T o ta l 171.0 100,0

Puente: Australian Burcau of Stalistics, y elaboración propia.

Más d e dos terceras p artes de las explotaciones censadas se consi­


deran m onoespecializadas en una so la actividad, ya sea agrícola o gana­
dera, m ie n tra s en tre las de tipo m ixto sólo alcanzan a ten er v erd ad era
im portancia las que, en las regiones in te rio re s del sur, com binan la cerea­
licultura en régim en extensivo con la ganadería ovina. Al tiem po, del cu a­
dro se deduce q u e el 80 % de las explotaciones siguen dedicándose al
cultivo de cereales (especialm ente trigo, que rep resen tó el 7 0 % de la
producción total en la cam paña 1979-50) o a la ganadería, ya sea bovina
en la m itad sep ten trio n al, u ovina en la m eridional; esto pone de m ani­
fiesto la tradicional o rientación p ro d u ctiv a del país, que en la actu alid ad
alcanza u n cierto equilibrio, ya que la actividad p ecu aria ap o rtó el 53,1 %
ai p ro d u cto agrario final en 1980, p o r u n 46,9 % de la agrícola.
La distribución de estas grandes á re a s hom ogéneas en cuanto a uso
318 E S P A C IO S y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS T-SPACJAI.ES RS ¿REAS DESARROLLADAS 319
del suelo y paisaje, supone tam bién u n a resp u esta a las diferentes condi­
ciones ecológicas im p eran tes, que perm iten o to rg ar ven tajas com parati­ — L os c u ltiv o s tr o p ic a le s e n e l lito r a l d e Q u e e n s la n d , d o m in a d o s a c ­
tu a lm e n te p o r la c a ñ a d c a z ú c a r , a u n q u e ta m b id n e l a lg o d ó n , e l
v as a las diferentes actividades según regiones. E n este sentido, la d istri­
ta b a c o , e l a r r o z o lus f r u ta l e s o c u p a n c ie r to s en c la v e s.
bución anual de las precipitaciones se convierte, u n a vez m ás, en facto r
— íja s re g io n e s d e v iñ e d o , c e re a l y f r u ta le s q u e a p a re c e n e n to r n o a
clave p ara la explicación de las distribuciones observadas, tal com o h a­ P e r th y A d elaid a, e n re la c ió n c o n u n c lim a s u b tr o p ic a l d e c a r a c te ­
b rá ocasión de com probar. r ís tic a s m e d ite r r á n e a s .
La alta relación e n tre tie rra disponible y población justiíica que las — Los e n c la v e s re g a d o s s u r g id o s r e c ie n te m e n te en la c u e n c a d el M ur-
explotaciones au stralian as, tra b a ja d a s dc m odo directo en casi un 90 % ra y -D a rlin g , t r a s la fin a liz a c ió n d e l « P ro g ra m a H id r o e lé c tr ic o d e
de los casos, resu lten de grandes dim ensiones, p articu larm en te allí donde la s M o n ta ñ a s N e v a d a s» e n 1974, q u e p ro p o r c io n a a n u a lm e n te u n o s
el clim a árido reduce el periodo vegetativo, com o m edio para com pensar 2.300 m illo n e s d e m e tr o s c ú b ic o s p a t a e s te fin , a d e m á s d c la p ro -
la consiguiente dism inución de rendim ientos p o r superficie. C om binado d u c ió n d c h id r o e le c tr ic id a d , p e r m itie n d o s o b r e to d o el d e s a r r o llo
con lo an terio r, la m onotonía p aisajística sobre extensas superficies lla­ dcl a r r o z a l y d c c u ltiv o s f r u tic o la s q u e e s tá n d iv e rs ific a n d o la a n t e ­
n as re su lta ser la consecuencia m ás evidente, p resentando notables sim i­ r io r c s p c c ia liz a c ió n c e r e a lis ta y o v in a d e e s t a reg ió n .
litudes con los rasgos q u e caracterizan a la ag ricu ltu ra norteam ericana.
Por últim o, el secto r agrario au stralian o es tam bién esencialm ente es­
peculativo, orien tan d o buena p arte de su producción hacia el Ynercado
internacional, dada la escasa dem anda in tern a. E sto resu lta p a rtic u la r­
m ente cierto en los casos de la lana y el trigo, de los que se exportan
m ás de las tres cu a rta s p artes del to tal producido, situando al país en
el prim ero y tercer lugar del m undo respectivam ente p o r este concepto.
La consiguiente dependencia de los precios m undiales, que incide fuer­
tem ente sobre las oscilaciones co 3ru n tu rales de su econom ía, se ve refle­
jad a en las co n stan tes oscilaciones que reg istran las superficies ocupa­
das p o r los distintos usos del suelo.
Aunque los rasgos ap u n tad o s son aplicables al espacio agrario de
A ustralia en su conjunto, desde un punto de vista geográfico es necesario
te n e r p resen te que tan to las densidades del poblam iento ru ral, com o el
tip o de actividad dom inante, la in ten sid ad con que se realiza, o el tam año
m edio de las explotaciones, están som etidos a im p o rtan tes diferencias
regionales, al tiem po que estrecham ente interrelacionados. E n un esfuer­
zo de síntesis, y com binando la dedicación agrícola o ganadera im peran­
te, con el grado de in ten sid ad en la aplicación de tra b a jo y capital, S cott
ha definido cu atro tipos básicos de ocupación del suelo, que pueden se r­
virnos para m atizar esos co n trastes territo riales, según aparecen recogi­
dos en la figura 7,7 (S cott, P., 1978, 198-199).
U na prim era u n id ad se identifica con las áreas de ag ricu ltu ra inten­
siva, que en form a de pequeñas m anchas discontinuas y de dim ensión
reducida ocupan los sectores m ás poblados del territo rio , p articu larm en ­
te concentradas en la llan u ra lito ral del Pacífico. La aportación de tra ­
b a jo y capital, así com o 1a im p o rtan cia del regadío, resu ltan aq u í m áxi­
m as, en tan to el tam añ o de las explotaciones viene a ser generalm ente
reducido, sobre todo en este ú ltim o caso. D entro de estos rasgos com u­
nes, pueden diferenciarse h a sta cinco subtipos dc características m uy. di­
versas:

— Los cinturones periurbanos de vocación esencialmente hortofrutíco


la y forrajera, en el entorno de todas las grandes metrópolis del
país.
F ig .'7 .7 . Principales usos agrarios del suelo en A ustralia.
E S T R U C T U R A S ESPACIALES EN AREAS DESARROLLADAS 321
320 E SP A C IO S Y SO CIEDADES

cando esa cifra en 1952, y triplicándola a finales de la pasada década. Si


— El cultivo de frutales adaptados a climas templados (manzano, pe­
ral) en las reglones húmedas y más frescas de Tasmania. en el siglo xix la inm igración fue la causa esencial dcl crecim iento regis­
trad o , desde com ienzos del actu al las restriccio n es im puestas en este
E sto s sectores agrícolas altern an en la fachada o rien tal del país con ám bito y u n a n a ta lid a d que se m antuvo relativam ente elevada fren te a
o tro s especializados en u n a g anadería vacuna, explotada de form a inten­ u n a m ortalidad escasa, convirtieron al saldo vegetativo en el fa c to r dom i­
siva y parcialm ente estab u lad a, que se d estin a an te todo a la producción nante. Así, p o r ejem plo, aún en 1960 la ta sa de n atalid ad reg istrad a se
láctea y, secundariam ente, a la de carne, dirigida hacia los m ercados u r ­ elevaba h asta el 26,5 %o, en tan to la m ortalidad sólo suponía u n 8,8 %o,
banos y la exportación, H acia el in te rio r del te rrito rio , los cereales de con u n crecim iento resu ltan te del 1,8 % anual. Tan sólo en el últim o de­
secano en régim en extensivo sim ilar al «dry farm ing» norteam ericano, cenio, la m oderación dc la natalidad, que hoy se red u ce al 16 %q, ha su­
con am plios barbechos y carácter dc m onocultivo en m uchos casos, ocu­ puesto la dism inución del crecim iento n a tu ra l p o r d eb ajo del 1 %, pese
pan las vertientes al oeste de la C ordillera Divisoria y p a rte de las m ese­ a lo cual su p irám id e de población sigue m anteniendo una n otable ju ­
tas occidentales, con lím ite aproxim ado en la isoyeta de 350 m ilím etros. ventud en sus rasgos, con casi el 30 °/o de sus h ab itan tes p o r d eb ajo dc
La adaptación a un clim a b astan te seco, la facilidad de m ecanización que los 15 años.
perm ite p aliar la escasez de brazos, y la posibilidad de exportación (Aus­ De las tendencias generales observadas en los últim os años hay que
tra lia íue en 1980 el tercer ex p o rtad o r m undial, con doce m illones de excluir a la población m aorí, que conoce en la actualidad u n ráp id o in­
toneladas), se com binan p a ra ju stificar su gran expansión en esa especie crem ento por la pervivencia de una elevada n atalid ad , lo que le ha perm i­
de m edia luna que contornea las dos unidades an tes citadas p o r su m a r­ tido elevar su p articipación en el to ta l desde un 5 % en 1907, año en que
gen interior, con explotaciones de 500 a 5.000 h ectáreas de prom edio. Nueva Zelanda se convirtió en dom inio de la C om m onw ealth, h a sta m ás
Finalm ente, en Jas regiones in terio res m ás secas, h a sta el lím ite de los del 10 % en la actualidad, co ncentrados p a rtic u la rm e n te en los sectores
200-250 m ilím etros anuales (exceptuando sólo el G ran D esierto de Are­ septentrionales de la Isla N orte, en to rn o a A uckland, W hangarei, Roto-
na, el de Gibson y el dc V ictoria, que son áreas totalm ente vacías), se rúa, etc., donde llegan a suponer m ás de la cu arta p a rte del total.
enrra en el dom inio de las grandes explotaciones ganaderas que, con Sin llegar a los extrem os ap u n tad o s en A ustralia, tam b ién la población
características m uy sim ilares a los ranchos del Oeste estadounidense, sue­ neozelandesa se caracteriza p o r su desigual d istrib u ció n , la orientación
len p re sen ta r dim ensiones que alcanzan fácilm ente varias decenas de m i­ costera y la fu erte polarización u rb an a actual. El c o n tra ste en tre la Isla
les de hectáreas. Aquí, con u n as densidades de población inferiores a un N orte, con un 73 % de los ciudadanos del país y u n a densidad m edia de
h ab itan te por cada diez kilóm etros cu ad rad o s y un h á b ita t disperso, los 20 h a b s./k m 2, fren te a la Isla S u r, que con 5 h a b s./k m 2 apenas alcanza a
grandes rebaños —bovinos en las regiones in tertro p icales y ovinos en rep resen tar una c u a rta p a rte del total, supone u n a distinción inicial, pero
las subtropicales— se desplazan periódicam ente e n tre los diferentes «pad- resulta m ucho m ás significativa la que opone a las áreas ru rales y u r­
docks» alam brados, con el fin de racionalizar el aprovecham iento de banas.
unos pastos escasos. La com unicación p o r ferro carril o c a rre te ra con los La especiaíización ganadera, con explotaciones de c a rá c te r extensivo,
p u erto s del litoral, com pletan e! funcionam iento dc estas explotaciones, y la in ten sa m ecanización agrícola, justifican el c o n stan te retro ceso de la
que p erm iten situ a r al país com o p rim e r ex p o rtad o r m undial de carne población ru ral, que si aú n rep re se n ta b a el 56 % en 1900, retro ced ió al
y lana, p rin cip alm en te hacia Jap ó n y E stados Unidos. 33 % en 1960 y a l 17 % en la actualidad, siendo aún m ucho m ás reducida
E n resum en, A ustralia se nos m u estra como u n país en el que la con­ la em pleada d irectam en te en las actividades ag rarias. Como consecuen­
traposición e n tre el in te rio r y la p eriferia, m uy relacionado con el tipo cia, el éxodo ru ra l y los contingentes inm igratorios se han aglutinado en
de organización colonial, resu lta la clave de su m odelo territo rial, si bien torno a las principales ciudades que, sin alcanzar las dim ensiones de las
o tras diferencias (oeste-este, norte-sur), vinculadas al m edio físico, hacen au stralian as, tienen tam b ién un peso dem ográfico y económ ico m uy con­
m ás com pleja su realidad geográfica actual. siderable (cuadro V II.1I). Sólo tre s ciudades, A uckland, W ellington y
C hnstchurch, con 1,5 m illones de h ab ita n te s q u e se elevan a 2 m illones
■» si se considera la población de sus á re a s m etro p o litan as, reú n en casi la
*
IV, L a s p e c u l ia r id a d e s d k l m o d e l o n e o z e l a n d é s m itad de to d a la población, dom inando la vida política y económ ica del
país, al tiem po que dividen el te rrito rio en una serie de á re a s de influen­
Nueva Zelanda repite en su organización espacial algunos de los ras- cia dispuestas de n o rte a su r. M ientras A uckland, la antigua cap ital, se
gos característicos dcl caso australiano, aunque generalm ente de form a b a reafirm ado com o el principal p u e rto y c e n tro in d u strial del p aís, or­
m enos acentuada. E l p rim ero de ellos es, sin duda, lo escaso, tard ío y ganizando a su a lred ed o r u n a au reola d e ciudades satélites en tre las que
concentrado del poblam iento. destaca M anukan y, a m ay o r distancia, H am ilton o T auranga, W ellington
- E l archipiélago neozelandés sólo alcanzó a lener un m illón de habi­ s? cons°ttd a como cap ital político-adm inistrativa y cen tro de intercone­
tantes en 1909, cuando A ustralia se situ ab a ya en los 4,5 m illones, dupli­ xión de la vida nacional, en tanto C h ristch u rch h a relevado a D unedin
322 E S P A C IO S V SOCIEDADES

com o p rin cip al cen tro u rb an o dc la Isla Sur, acap aran d o bu en a p a rte de
su in d u stria y, so b re todo, dc los em pleos Terciarios (com ercio y finanzas,
o
servicios, tu rism o ...). El tam año respectivo y el crecim iento reciente dc
cada u n a de ellas so n fiel reflejo del dinam ism o que caracteriza a sus
him erlan d s, evidenciando en concreto la m ayor expansión actu al de la
Isla N orte, fren te al relativo estancam iento de las regiones m eridionales Wfiangarei
de Otago.

$ \ ISLA N O R T E
C uadro V i l . 11

Ciudades neozelandesas con más de 25.000 habitantes en 1981


Ciudad Hübitan:es acumulativo Ciudad Habitantes acumulativo

Auckland $29.519 26,1 Tauranga 53.097 70,7


W ellinston 343.982 37,0 H astings 52.563 72,4
C h ristch u rch 321.720 47,1 N apier 51.330 • 74,0 G so orne
H nm ikon 160.215 52,1 R o:orua 48314 75,5
M anukan 159.362 57,1 New Plym outh 44.095 76.9
D unedin 114.033 60,7 Nelson 43.121 78,2
P alm erston K orth 91.821 63,6 W hangarei 40.212 79,5 Hastings
Low er H u tt 63.245 65.6 W anganui 39.595 80,8
P o riru a 54.653 67,3 G isbom e 32.060 81,8
Invercargill 53.868 69,0 T im aru 29.225 82,7

Si se desciende en la escala je rá rq u ic a h a sta las capitales regionales, W&fl.ngtor


la concentración o b serv ad a se acentúa. Las 20 ciudades que en el país
sup eran los 25.000 habitantes, de las que ló se localizan en la Isla Norte,
agrupan ya el 83 % de la población neozelandesa, pudiendo destacarse
que 15 de ellas son puertos, en tan to las 5 restan tes se sitú an a menos
de 50 kilóm etros de la costa, poniendo de m anifiesto la ta n ta s veces m en­ ISLA S U R
cionada vinculación ex terio r de la econom ía nacional (figura 7.8). Chrstc.’Vjfch
La e stru c tu ra in te rn a de e stas ciudades es m uy sim ilar a la que pre­
sentaban las a u stralian as, con un cen tro com ercial y de negocios muy
rem odelado y desarro llad o en altu ra , rodeado p o r un sector de inm uebles A reas improductivas y e s oosque
coleclivos relativam ente d eterio rad o y ocupado p rincipalm ente p o r in­ P raderas y pastos
m igrantes recientes y población no europea, a p a rtir del cual las extensas
A'«tas agrícolas
áreas residenciales dc viviendas unifarailiares vuelven a se r la n o ta domi­
nante, pese al reciente in crem ento de la edificación en a ltu ra que regis­
O Carbón
tra n algunas de las grandes ciudades. ftunecin
A Gas natü'ai
E n tre todas ellas hay que d e sta c a r a Auckland, en cuya área de ia-
fluencia m etro p o litan a vive alred ed o r del 40 % dc la población neoze­ a Centrales hidroeléctricas

landesa, co n centrando tam b ién m ás de un tercio de la producción indus­


trial. Ai papel que juega aq u i el hecho de se r el principal p u erto com er­
Miles (te habitantes
cial como TacLor d e atracción em presarial, hay que añ ad ir la p r o x im id a d
de.recursos n atu rales, ta n to fo restales com o en energía eléctrica (hidroe-
lectricidad en el r í o W aikato, geotérm ica en W aikarei, térm ica conven­
cional a p a rtir del carb ó n de H untly y M aram arua), adem ás dei impor­
tan te m ercado dc consum o. Un p o rcen taje elevado de las em presas i^s*
Fig. 7 .6 . U so s del suelo y d u d a d í s en N u e v a Zelanda
324 E SP A C IO S Y SO CIEDADES E S T R U C T U R A S ESPACIALES B N AREAS DESARROLLADAS 325

talad as en Nueva Z elanda desde la l í G uerra M undial lo h a hecho aquí, p ra d e ra s ocupa el 52,7 % del te rrito rio neozelandés, co n trastan d o aguda­
en una am plia gam a que ab arca desde bienes dc consum o diversos (con­ m ente con sólo u n 1,7 % dc terrazgo labrado, equivalente a 453.000 hec­
fección, electrodom ésticos, autom óviles, alim entación...), h a sta acerías táreas. Aquí las condiciones clim áticas y el relieve ab ru p to , p a rtic u la r­
(W aiuku), quím icas, fabricación de bienes de equipo, etc., localizadas en m en te e n la Isla S u r, de a b u n d a n te h u m ed ad y te m p e ra tu ra s relativ am en ­
su m ayor p arte en la p eriferia del istm o, adem ás de las tradicionales te b a ja s que favorecen el d esarro llo de los pastizales, ju n to a la secular
actividades de exportación. E n las restan tes ciudades p o rtu arias, las in­ escasez de m ano de o b ra y, sobre todo, el papel otorgado desde los p ri­
d u strias ligeras de su stitu ció n de im portaciones p a ra u n a población de m eros tiem pos de la colonia com o ab astecedor de lana y luego de c a rn e
a lta rem a, y las de p rim e ra tran sfo rm ació n de los recursos ganaderos a G ran B retaña, a n te la escasez de o tro s recu rso s agrícolas o m inerales
(m ataderos frigoríficos, conserveras de carne, pro d u cto s lácteos...) son los exportables, se com binan p a ra explicar esa d istrib u ció n en los usos del
sectores principales, acom pañados en algún caso por actividades esporá­ suelo, con una cab añ a ovina cifrada en 66 m illones de cabezas en 1980,
dicas com o la producción dc alum inio en Invercargill. a las que se su m an m ás dc 8 m illones de bovinos (cuadro VII.13).
A unque el desarrollo in d u strial neozelandés dc las c u a tro ú ltim as dé­
cadas n o es com parable en volum en al au stralian o , ya que lo reducido C uadro VITJ3
de su m ercado in tern o y de sus riquezas m inerales no h an generado un
interés com parable por p a rte de las em presas m ultinacionales, hay que C abaña gana d era en A u stra lia y N u e v a Z e la n d a en 1980
d estacar el hecho de que en 1981 a p o rta ya el 31 % del PIB , m uy p o r en­ N ueva Z elan d a A u stralia
cim a de la participación co rresp o n d ien te al secto r p rim ario (11 %). Pese
C lase d c ganado M iles d e c a b ez as % m undo
a ello, las actividades agrarias siguen ocupando u n lu g a r destacado en M iles d e cab ezas H m undo
la econom ía y la fisonom ía del país, rep resen tan d o aún casi dos te rc e ra s Ovino 66.000 5,9 135.706 12,2
p a rte s de las exportaciones to ta le s en 1981 (cu ad ro V IL 12), fren te a la Bovino 8.375 0,7 26.321 2,2
im portación p rio rita ria de m an u factu ras, con un volum en global de in­ Porcina 540 0,1 2.433 0.3
tercam bios que se sitú a en tre los p rim ero s del m undo si se relaciona con Caprino 74 0,1 476 0,8
la población. F u en te: « Im ag es éc o n o m iq u e s d u m o n d e 198U.

C u a d r o V I I .1 2 Las explotaciones ovejeras son las m ás num ero sas (unas 30.000), cons­
tituyendo el uso casi exclusivo del suelo en las v ertien tes m o n tañ o sas y
Exportaciones neozelandesas en 1981
en las áreas de colinas y m esetas, m uy ab u n d an tes en este país, e in ten ­
Exportaciones totales (miles de dólares): 5.691.105 sam ente d efo restad as en el ú ltim o siglo p o r esta causa, p a rtic u la rm e n te
en la Isla N orte, que contiene hoy tam b ién los reb añ o s m ás im p o rtan tes,
D istribución p u r p ro d u cto s: sobre todo en el se c to r occidental de las m esetas volcánicas (W aikato) y
a ) P ro d u cto s ag rario s 64,1% . . . . C arne 25,2% en las m ontañas o rien tales. D om inan las explotaciones de tam año m edio,
Lana 14,8 %
Lácteos 14,1% en torno a dos m il ovejas, b a sta n te in ferio res a las au stralian as, que apro­
P ro d u cto s h o rto fru tíco la s 2,8% xim adam ente en su m itad son p ro p ied ad de los ganaderos, m ien tras que
O tros 7,2 % la o tra m itad son tie rra s p ro p ied ad del E stado, que las m antiene a rre n ­
dadas, generalm ente a cooperativas. E l p an o ram a se com pleta con u n
b ) P ro d u cto s fo restales 7,6%
c) O tros p ro d u cto s 28,2 % h áb itat generalm ente disperso en g ran jas, en tre las que surgen pequeños
centros d e servicios en los nudos d e tra n sp o rte , q u e a veces in c o rp o ra n
D istribución p o r países: alguna in d u stria tran sfo rm ad o ra. *
— A ustralia 12,6 %
— -Estados Unídus 12,3 H Como co n traste, las granjas lecheras, q u e sólo re p re se n ta n el 38 % d e
— Jap ó n 12,1% las explotaciones existentes y son de tam añ o m uy in ferio r a las an terio ­
— R eino U nido 11,8% res, suponen el tip o de apro v ech am ien to m ás intensivo. Localizadas en
— O tros países 51,2% las m ejores tie rra s de la s llan u ras lito rales y en el e n to rn o de las p rin c i­
F u e n te : «FAO T ra d e Y ea rb o o k 19S2- y « D em o g rep h ic Y carb o o k 1982*. pales ciudades, p artic u la rm e n te en las v ertien tes occidentales de la Isla
N orte, h an ten id o u n desarrollo m ás tard ío , m uy vinculado a la p ro p ia
dem anda u rb a n a y a las posibilidades de exportación de pro d u cto s com o
F ren te al 26,4 % de la superficie nacional ocupada p o r el bosque, y un Ja tnantequílla o el queso, que hoy constituyen p a rtid a s im p o rtan tes en
19,2 % calificado com o te rre n o im productivo, la superficie de pastos y las exportaciones.
326 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E STR U C TU R A S ESPACÍALES EK ARLAS DESARROLLADAS 327

F rente al carácter am pliam ente dom inante de la ganadería, los 4.500 transform antes del Pacífico, p ero que apenas sum a en total algo m ás de
kilóm etros cuadrados á e iierras de labor rep resen tan un papel secunda­ un m illón de kilóm etros cuad rad o s, con una población in ferio r a los cin­
rio, ocupando parcialm ente las pocas superficies llanas del país, en p a r­ co millones de habitantes.
ticular las de m enor hum edad localizadas al este. El trigo y o tro s cereales El único rasgo en com ún con los an terio res países es su c a rá c te r de
secundarios com o la cebada o la avena, que ocupan la m ayor p a rte del dominio colonial, m antenido en la m ayoría de ocasiones h asta época m uy
terrazgo, se co n cen tran p articu larm en te en la llanura de C antcrbury, reciente. Sólo desde 1960 se h a iniciado un proceso dcscolonizador, aún
p rincipal región agrícola del país en to rn o a C hristchurch, donde u n m o­ no com pletado, que ha tran sfo rm ad o el m apa político de la región p er­
saico parcelario dc dim ensiones inedias y form as regulares se re p a rte m itiendo el surgim iento de un elevado n ú m ero de verdaderos m icrocsta-
la casi totalidad de la superficie. T anto estos, com o los restan tes cultivos dos, entre los que K irivati, con 60,000 habiranles en 1981, Tuvalu, con
que aparecen en los cinturones p ertú rb an o s de las ciudades (legum ino­ sólo B.OOO.o Tonga, con 98.000, son ejem plos significativos. Los m ovim ien­
sas, hortalizas, fru ta le s...), destinan su producción a c u b rir exclusiva­ tos dc secesión surgidos tras la independencia han fragm entado así los
m ente la dem anda interna, ante la im posibilidad dc com petir en los m er­ antiguos dom inios coloniales, u n id o s p o r vínculos m uy tenues. E l recien­
cados exteriores, lo que ha lim itado tam bién las inversiones realizadas te m ovim iento in d ep en d en tista (1980) prom ovido p o r la población del
p ara su intensificación. atolón de N anum ea, de apenas mi! habitantes, respecto a Tuvalu, supone
E n definitiva, Nueva Z elanda tiene m uchos rasgos en com ún con su u n caso extrem o en esta situación.
vecino australian o , pero su tradicional relación de dependencia en los Estos procesos han acentuado h a sta lím ites extrem os los problem as
intercam bios com erciales se m antiene aquí con m ucha m ayor nitidez. tradicionales: unos países m uy pequeños y divididos en islas, con re c u r­
R esulta p arad ó jico que un país en el que los niveles de re n ta y b ien estar sos lim itados y, so b re todo, escasam en te diversificados, aislados e n tre si
suponen una posición privilegiada en el contexto m undial; m antenga y respecto al exterior, afectados hoy p o r un rápido crecim iento dem ográ­
una econom ía tan dependiente de los precios internacionales alcanzados fico e incorporados a los circu ito s m onetarios internacionales, se ven
por los p ro d u cto s ganaderos, q u e explica las oscilaciones anuales de su abocados inevitablem ente a una situación de dependencia extrem a y su b ­
b a la r la com ercial, con resultados positivos o negativos de m odo a lte rn a ­ desarrollo, que la escasa cohesión cu ltu ral y la im posible com plem enta-
tivo. Las cifras de los dos últim os años, co m p arad as con las existentes riedad de econom ías m uy sim ilares hace im posible superar.
hace un cu arto de siglo, recogidas en el cuadro VIL14, evidencian la p e r­ En este m arco general, los in tereses económ icos coloniales en form a
m anencia del fenóm eno. de extracción de recu rso s (o bases m ilitares), co m parten el espacio con
una agricultura tradicional de subsistencia, destacando la p arad o ja de
un rápido y reciente crecim iento u rb a n o suscitado por el d esarro llo a d ­
C uadro V H .14 m inistrativo de los nuevos E stad o s, la exportación y el éxodo ru ra l deri­
Evolución da la balanza comercial en Nueva Zelanda vado del increm ento demográfico.
Dentro de la econom ía de exportación, las plantaciones (copra, cana
M illones tic lib ra s n eo zelan d esas de azúcar...) y la explotación m in e ra o m ad erera son tam bién a q u í las
1?5S 1959 19S2 1983 actividades fu n dam entales, en tan to las posibilidades tu rísticas se ven
frenadas p o r la distancia, salvo en casos p u ntuales y peculiares com o
E xportaciones 250 293 6.909 7.754 Hawaii. La necesidad de o b te n e r divisas ha reforzado el p ap el ju g ad o p o r
im p o rtacio n es 285 231 7366 7.295 la agricultura de plantación, en d etrim en to de la de subsistencia, obli­
S ald o com ercial —35 62 —457 459
gando p arad ó jicam en te a la im portación de alim entos (arroz, h arin a, c ar­
f u í n t e : A. H u e li di* L cm ps, 1970, y C. Ja m e s, 1984. ne enlatada...), cada vez m ás d em an d ad o s p o r las poblaciones u rb an as,
afectadas progresivam ente p o r los m odelos de consum o im portados (Con­
velí, J;p 1982, 255). E! proceso ha reforzado tam bién los co n trastes regio­
v F r a g m e n t a c ió n y d e p e n d e n c ia en el P a c íf ic o m e r id io n a l nales en función de su s 'diversos recu rso s y del grado de incorporación
de.Ja econom ía m onetaria, facto r clave, m uchas veces, de los m ovim ien­
Frente a los rasgos ap u n tad o s en A ustralia y Nueva Zelanda, el resto tos. secesionistas.
dc los archipiélagos perten ecien tes a O ceanía p resen ta una serie de ca­ P or su p a rte , la ag ricu ltu ra tradicional continúa dom inada p o r el sis­
racterísticas contrapuestas. tem a de rozas, en el que el incendio y ro tu ració n de parcelas de bosque,
E n p rim e r lugar, y con excepción de la isla de Nueva Guinea, incor­ que se cultivan d u ran te u n o o dos años con unas técnicas ru d im en tarias
p o rad a en su m itad occidental a Indonesia, se tr a ta de u n co n ju n to ato­ ^ m e d ia n te un policultivo en el que predom inan los tubérculos (taro,
mizado que reúne m ás de un m illar de pequeñas islas volcánicas asocia­ natne, b a ta ta ...), al o b jeto dc escalo n ar las cosechas y lim itar los riesgos,
das al «cinturón de fuego» o surgidas en relación con el rift y las fallas Continúa ocupando la m ayor p a rte de las tie rra s explotadas. No o b stan te.
328 E S P A C IO S Y SOCIEDADES E S T R U C T C R A S ESPA CIA LES EN ÁREAS DESARROLLADAS 329

el aum ento de población y la creación dc m ercados de consum o u rb an o s ciones in tern as de un m odelo de d esarrollo «exfravertido», escasam ente
h a introducido u n a creciente presión so b re estos sistem as ag rario s de acom pañado p o r u n v erd ad ero esfuerzo de in tegración te rrito ria l. E l d i­
escaso potencial, generando una c ie rta com ercialización de las p ro d u c­ lem a actual, p lan tead o e n tre u n reforzam iento de las e stru c tu ra s tra d i­
ciones, intensificación y especiaíización de cultivos, con el paralelo a u ­ cionales cuya viabilidad a m edio plazo re su lta dudosa, y u n cam bio de
m ento de los riesgos ecológicos. rum bo que p rim e u n a v erd ad era p u esta en explotación de Los recu rso s
E n resum en, los calificativos otorgados por Selw yn de «pequeñas, po­ disponibles, lo que exige una densidad h u m an a su p e rio r a la actu al y
bres y rem otas» reflejan bien ía realidad actual dc estas islas (Selwyn, P., u n a verdadera reorganización del espacio nacional (colonización in te rio r,
1973), b a sta n te alejadas de la frecuente im agen idílica que, en relación m ejo ra de las in fra e stru c tu ra s de tra n sp o rte , m ayor integración de m e r­
con determ inadas visiones literarias, suele tenerse en E uropa. cados...), abre expectativas fu tu ras de ind u d ab le ín teres p ara estos dos
países.

C ONCLL'SIljK

BIBLIOGRAFÍA BASICA
Del análisis realizado se desprende una idea que nos parece p rio rita ­
ria; si los indicadores económ icos y sociales al uso sitú an a A ustralia y
N ueva Zelanda en el ám bito del desarrollo, ocupando incluso posiciones C um berland, K. B. (1968): Souihw est Pacific. A geography of Australia, N ew Zealand
de privilegio, la consideración de su realidad espacial pone en evidencia and their Pacific isíand neighbourhoods. London, M ethuen & Co.
C um berland, K. B.; W hitclaw , J. S. (1970): N ew Zealand. London, Longm an.
u n a situación b a sta n te m ás com pleja, en la que coexisten elem entos con­ G arcía Zarza, E. (1976): Australia. S alam anca, U niversidad de Salam anca.
tradictorios derivados de un proceso evolutivo m uy dependiente* del exte­ G uilcher, A, (1969): L'Océanie. P arís, PUF.
rior, y que h a sido capaz de g en erar form as de organización b a sta n te H eathcote, R. L. (1975): Australia. L ondon, Longinan.
sim ilares, actuando so b re m edios m uy distintos. E n este contexto, uno H uetz de Lem ps, A. (1966): Géographie de VOcéanie. P a rís, PUF.
H uetz de Lem ps, A. (1970): Australia y Nueva Zeianda. B ilbao, M oretón.
de los rasgos om nipresentes viene a se r el carácter m uy extensivo de la Jeans, D. N. ed it. (1978): Australia, a geography. L ondon, R outledge & Kegan Paul.
ocupación, que incluso se prolonga en las ciudades, ejem plos p aradigm á­ Logan, M. I. (1983): La place économ ique de l'A ustralic d an s le m onde. L ’Espace.
ticos del m odelo de «ciudad dispersa», extendida horizontalm ente, que Géographique , n.° 2, pp. 101-107.
se corresponde con las herencias anglosajonas fu ertem en te individualis­ R obinson, K. \V. (1974): Australia , N ew Zealartá and the Soutw est Pacific. London,
Univ. of L ondon P ress.
tas, con u n deseo de co n tacto con la N aturaleza o, al m enos, con u n en to r­ Selw yn, P. (1978): Sm all, poor and rem óte: istands at a geographical disadvantage.
no poco densificado, al tiem po que facilita los procesos de segregación B righton, In s titu te of D evelopm ent S tu d ie s D iscussion, P ap er n.e 123.
sociofuncional prom ovidos p o r los m ecanism os del m ercado y u n a es­
tric ta zonificación.
Una m uy b a ja relación población-recursos, celosam ente "guardada p o r
los respectivos gobiernos m ed ian te u n a restrictiv a y selectiva política
inm igratoria, tan to en lo racial como en lo étnico y socioprofesional, h a
p erm itid o m an ten er unos elevados niveles de vida, al tiem po que una
política social b a sta n te avanzada red u cía las tensiones sociales in tern as.
La dependencia de los m ercados y capitales exteriores, b ritán ico s prim e­
ro, ju n to a norteam erican o s y japoneses en la actualidad, h a guiado las
fases de expansión y recesión, im pulsando un ráp id o crecim iento en las
últim as décadas, si bien d en tro d e u n as e stru c tu ra s relativam ente frági­
les que la actu al crisis h a co n trib u id o a evidenciar. E n este sentido, el
atractivo in d u strial que N ueva Z elanda y, sobre todo, A ustralia ofrecie­
ro n a lo s capitales internacionales desde m ediados de siglo, parece h a b e r
decaído ante la com petencia de o tro s países del S udeste asiático o de la
propia in d u stria japonesa, acentuando con ello su c a rá c te r com o pro­
veedores de m aterias p rim as en los m ercados m undiales.
Pero la industrialización, adem ás de acelerar el crecim iento econó­
mico, tam bién h a provocado o tro s efectos destacables. A centuando u n
crecim iento u rb an o exacerbado, ju n to a u n aum ento dc 3a heterogeneidad
étnico-social y de Ja conflictividad laboral, ha acentuado las co n trad ic­
>

M TERCERA PARTE
M
í ESTR U CTU RA S E SPA C IA L E S E N ÁREAS SU BD ESARROLLAD AS
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C apítulo V I I I

LA PARADOJA DE LOS PA ISES SUBDESARROLLADOS:


LA C R ISIS ESTRUCTURAL

La p ro b lem ática de los países su b d esarro llad o s es reciente, aunque


m ás reciente es la to m a de conciencia de la m ism a, pues no hace ni si­
q u iera u n tercio de siglo que com enzó a to m arse en consideración el
fenóm eno del subdesarrollo. E n p rin cip io se responsabilizaba de la si- >
tuación a las p reten d id am en te desfavorables condiciones n atu rales que
su frían estos países encu ad rad o s e n ám b ito s in tertro p icales, som etidos
a sequías p ertin aces, con ab u ndancia de suelos encostrados y difíciles
p a ra el cultivo u obstaculizados p o r la potencia de la exuberante vege­
tación ecuatorial, tesis todavía m an ten id a en 1971 p o r P. B airoch («El
T ercer M undo en la encrucijada»).
Los políticos de los países su b d esarro llad o s, sin em bargo, cen trab an
sus críticas en la colonización, q u e se convertía así en la causa de todos
sus m ales. P o F d ~ c b m ra rio , las in terp retacio n es m arxistas de la década
de los sesenta a p u n ta b a n al in tercam b io desigual y al papel del ^impe­
rialism o. Por lo general, no se tenía en cuenta la im portancia de fas va;"
Jiab les dem ográficas, que ta n to h a n p ertu rb a d o la dinám ica socioeco­
nóm ica' de estos países, a p e sa r de q u e se insistía en el acelerado creci­
m iento dem ográfico, que m u ltip licaría los efectivos pobfacionales. Y. La-
coste (1968: «G éographie d u sous-developpem ent») señaló com o una causa
básica del su b d esarro llo el acelerado crecim iento dem ográfico, el cual,
p o r o tra p arte, ya se vio com o am enazante p o r el Banco M undial, que
aconsejó la p u esta en p rá c tic a de p ro g ram as de co n tro l de la natalidad.
E n la década de los seten ta, cu an d o la g ran m ayoría de los países, in­
cluidos los african o s, se habían independizado de sus m etrópolis, ante
la p ersistencia d e gravísim os p ro b lem as económ icos, se inició el diálogo
N orte-Sur, p ara in te n ta r solucionarlos. Sin em bargo, la deuda del T ercer
M undo se d isp aró y, au n q u e el crecim iento económ ico de algunos paí­
ses fue realm en te espectacular, la m agnitud del crecim iento dem ográ­
* fico, no o b stan te, c o n tra rre stó y fiasta anuló el im pulso económ ico h ab i­
do. La distancia e n tre los países in d u striales y los subdesarrollados, en ^
consecuencia, se h a in crem en tad o y, ta l com o se preveía, ha au m en tad o
el n ú m ero de los desheredados de la tie rra . *•*
Como resultado» se estim ab a u n to ta l de 3.519 m illones de p erso n as -
q u e vivían en todo el T ercer M undo a m ediados de 1983, frente a 1-158 !
m illones en los países in d u striales, es decir, que las tre s cu artas p a rte s
de la hum anidad, q u e ocupaban dos tercio s de la superficie te rre stre en

,
¿y*,;
334 rSPA C IO S Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES LX \R12AS SUBGFSARHOLLADAS

Iberoam érica, Asia y Africa, form aban p arte de las sociedades subdesa- subdesarrollo», 1963, o en «El T ercer M undo en la encrucijada», 1971) y
rrolJadas, cuyo PNB m edio en 1981 se estim aba en 728 dólares p o r h a b i­ que ha ad q u irid o un eco ex trao rd in ario p o r la sencillez dc sus p lan tea­
tante, fren te a los 8.657 dólares p e r cáp ita de que disponía Ja población m ientos.
de Jos países d esarrollados: doce veces más que aquéllos. *r Pero hacia 1950 los problem as acababan de aflo rar, los h a b ita n te s del
Sin em bargo, los niveles dc ren ta, aunque sirvan de orientación sobre i T ercer M undo —poco más de L600 m illones— no eran num erosos com-
la problem ática del subdesarrollo, no constituyen en absoluto el elem en­ ' parados con los de hoy, apenas ten ían voz pro p ia y ni siquiera h ab ía cris­
to o fa c to r m ás im p o rtan te. Las diferencias de re n ta , p o r o tro lado, e n tre talizado el term ino que acabam os dc em plear. En efecto, la.ex p resió n
países del ám bito subdesarrollado son m uy grandes, com o tam bién lo «Tercer M undo» fue usada p o r el dem ógrafo francés Alired Sauvy en
son los problem as planteados, en función de su abundancia o escasez de 1952 p ara referirse a la postración y m iseria en que se en contraban los
población, de sus dim ensiones territo riales, de su disponibilidad de re ­ pueblos dc Asia, África e Iberoam érica, que entonces suponían las dos
cursos y de las políticas dc desarrollo planteadas. Es n u estra intención, terceras p artes de la hum anidad, m erced, sobre todo, a las ex trao rd in a­
en consecuencia, hacer un breve análisis dc la evolución del subdesarro- riam ente densas com unidades h um anas de Asia, donde habitaba el 75 %
lio, de cóm o se tom a conciencia del fenóm eno y dc las bases o factores de ese T ercer M undo de 1950.
que le han dado origen, para p lan tear p o sterio rm en te una caracteriza­ ^S u b d esarro llo » y «T ercer Mundo» eran dos expresiones que se refe­
ción genérica y una diferenciación regional, tan to p o r lo que resp ecta a rían a una realid ad insuficientem ente conocida en aquel m om ento, pues
su situación com o a las estrategias de d esarrollo planteadas. De acuerdo difería sustan cialm en te de Ja dinám ica p ro p ia de las antiguas colonias
con este an álisis,-tratarem o s de estu d iar cuáles son las perspectivas que adm inistradas p o r las m etrópolis europeas.^ Por ello, d u ran te la década
se ofrecen a co rlo y a m edio plazo a los d istin to s conjuntos socioespa- del cincuenta se p ro d u jo la tom a de conciencia del problem a, ta n to m ás
d ales. cuanto que la conferencia de países asiáticos y africanos en B andung
(1955) que dio origen al M ovim iento de los Países No Alineados, supuso
un gritó del T ercer M undo p ara que lo escucharan las sóciedadés in d u s­
I. G é n e s i s y e v o l u c ió n d e l s u b d e s a r r o l l o triales.
Los años sesenta, en consecuencia, dieron paso a una au tén tica ex­
A lo largo de la década que sigue a la term inación de Ja I I G uerra plosión de conferencias, trab ajo s, estudios y publicaciones sobre los
M undial tra n sc u rre un período de tiem po en el que las sociedades de­ problem as del T ercer Mundo,- que invadieron los cam pos de la econo­
sarro llad as tom an conciencia de la existencia de u n m undo en el que el mía, sociología, dem ografía, política y, en general, dc todas las ciencias
ham bre, las enferm edades, la incultura, el atraso técnico, la escasa cap a­ sociales. Así, p o r c ita r algunas o b ras que han tenido gran difusión,
cidad económ ica... conducen a m illones de' seres hum anos hacia u n a Josué de C astro publicaba en 1962 su «Geopolítica del H am bre», en
situación desesperanzada. E sta tom a de conciencia se acom paña de n u ­ 1963 veían la luz las obras de G. M yrdal «Planificar p ara desarrollar» y
m erosas teorías que preten d en diagnosticar la situación para ap licar la «La pobreza dc las naciones» («Asían D ram a»), tam bién d u ra n te ese
terapia oportuna. año publicó P. B airoch su «Revolución in d u strial y subdesarrollo». E n
1965 R. D um ont publicaba su o b ra «C am inam os hacía el ham bre» e
Y. Lacoste la «Geografía del subdesarrollo», así com o P. Jaleé su estu ­
1. Tom a de conciencia y posturas f r m t e al subdesarrollo dio sobre «El p illaje del T ercer Mundo», etc,, etc. Toda una_a.t»W1dante_
'^literatura sobre el tem a q u e se vio enriquecida por las ap o rtaciones
E l térm ino «subdesarrollo» fue acuñado p o r políticos norteam erica­ de~la~"escuclá del “«desarrollo desigual »^/£~E m m ám ieC A. G under Frank,
nos, siendo utilizado p o r el p resid en te T rum an en 1949 («under-develop- S. Amin...) que a finales de los sesenta y d u ran te los seten ta dieron a
m ent») en un sentido evolutivo,-con lo que se p reten d ía llam ar la a te n ­ conocer sus estudios, realizados desde u n a perspectiva m arxista, con
ción sobre la situación de aquellos pueblos o países q u e se en co n trab an los que p reten d ían en fatizar la im p o rtan cia de los desfavorables tér­
en un estadio a trasad o en su cam ino hacia el desarrollo. Con ello in tro ­ minos de in tercam b io com ercial en el m antenim iento dcl subdesarrollo.
ducía un faclo r de confusión en Ja problem ática del m u ndo subdesarro* Lbs estudios dc los intelectuales fueron secundados por la lab o r de
liado, pues al co n sid erar que el subdesarrollo co n stitu ía u n a etapa o un los políticos, de m anera que en 1964 se celebró en G inebra la I Con­
escalón hacia el desarrollo, sen tab a el principio de u n a evolución lineal ferencia d e las N aciones U nidas p ara el Com ercio y el D esarrollo (UNC-
desde aquél hacia éste, evolución que, h istó ricam en te, nunca h a tenido TAD) de la cual surgió el llam ado G rupo de los 77, que posterio rm en te
lugar, ni en tre los países del T ercer M undo ni e n tr e ‘los industriales, pues se am plió h a sta 113 y que p erm itió a los países del Tercer M undo llevar
ni éstos han sido nunca subdesarrollados, ni aquéllos h an trasp asad o el a caho u n a cie rta acción co n ju n ta fren te a ios industriales, com o fue la
um bral del desarrollo. Una in terp retació n que ha sido después m an tenida reclam ación en 1974 de un Nuevo O rden Económ ico In tern acio n al
p o r prestigiosos econom istas, com o P. B airoch («Revolución in d u strial y (N OEI) que, en tre o tro s objetivos, ap u n tab a a la «estabilización de los
336 E SP A C IO S Y SOCTF.DADES E ST R U C T U R A S ESPA CIA LES vEKj A R E 4S SUBDESARROLLADAS 337

ingresos obtenidos del com ercio de m aterias prim as, el d esarrollo de el problem a, p ero lo reduce a térm in o s dem asiado estrechos, p uesto
la 'a c tiv id a d in d u strial con u n sim ultáneo control de la tecnología, la que el su b d esarro llo nace de u n a situación m ucho m ás com pleja.
reform a del sistem a m o n etario y la m odificación de la división ínter- Los sucesivos análisis realizados p o r unos y otros han enriquecido
nacional del trabajo» (M añero, F., 1982, 55). so b rem an era los p lan team ien to s iniciales pero, al m ism o tiem po, han
La C onferencia dc las N aciones U nidas inauguró lo Que se h a de­ introducido u n cierto confusionism o term inológico que conviene es­
nom inado «diálogo N orte-Sur», del que bien podríam os d ecir que re s­ clarecer. E n unos casos se tr a ta de eufem ism os bien-pensantes, en
ponde a u n diálogo de sordos, p o r los raq u ítico s y frágiles resu ltad o s o tro s de jerg as acu ñ ad as p o r la d o ctrin a que se profesa, p ero que,
obtenidos. C iertam ente las C oníerencias no han d ejad o de convocarse a la postre, p re sta n al tra ta m ie n to del su bdesarrollo una am bigüedad
(G inebra 1964, N ueva Delhi 1968, Santiago 1972, N airobi 1976, Manila, inútil. Así, d e term in ad as inform aciones de p ren sa hablan lo m ism o
1979, Belgrado 1983 y G inebra 1984), pero los países desarrollados han de «países en desarrollo» que de «Sur» por oposición al «NorLe» o in­
m antenido sus po stu lad o s com erciales, som etidos al liberalism o del dustríales, d e «Periferia» p o r oposición al «Centro», de Países Menos
GATT, p o r lo que la principal fuente dc obtención de divisas p o r p a rte Avanzados (PMA), países pobres, etc. Lógicam ente, algunas de estas
de los países su b d esarro llad o s —las m aterias p rim as exportadas— se denom inaciones tienen un contenido m ás o m enos preciso, com o es
ha visto som etida a la ex tra o rd in a ria aleatoriedad de los precios, con­ el caso de los «países pobres» (p o r debajo de 400 ( de re n ta p e r cáp ita
trolados p o r los países industriales. en la actualidad), p e ro o tras, com o PMA, o, so b re todo, países en vías
Si el diálogo N orte-S ur no ha obtenido resu ltad o s satisfactorios, de desarrollo» son altam en te m ixtificadoras y responden a Lina con­
tam poco se han conseguido ésto s a trav és de las ayudas al desarrollo, cepción lineal d el desarrollo, es decir, como si el desarrollo no su p u ­
concedidas p o r los países occidentales integrantes del Com ité de Ayuda siera más que u n m ero proceso de acum ulación económica. Muy al
al D esarrollo, que en 1970 suponían u n 0,4 % de su PNB y en 1980 co n trario , la m ayoría de los estudios actuales ad m iten la diferencia
habían descendido a un 0,32 % si bien había aum entado el m onto de en tre «crecim iento» y «desarrollo», entendiendo aquél como un m ero
créditos e inversiones d irectas, potenciando asi el en d eudam iento ge­ proceso de acum ulación económ ica y reservando p a ra éste el c a rá c te r
neral. de cam bio y auge no sólo .c u a n tita tiv o sino tam bién cualitativo (ver
Toda esta panorám ica expuesta de trab ajo s, estudios y conferencias capítulo II). A hora bien, los técnicos de las N aciones U nidas parece
supone una resp u esta p o r p a rte de intelectuales, técnicos y políticos que se em peñan en m a n te n e r el equívoco, pues en todas sus publica­
a los problem as del sub d esarro llo , pero esta resp u esta se asien ta en ciones se hace referen cia a los «países en desarrollo». E n p rim e r lugar,
u n a concepción específica y d isp ar del fenóm eno, pues, evidentem ente, si ei desarrollo se identifica con crecim iento, tam b ién los países in ­
no ap o rta las m ism as soluciones quien piensa q u e el subdesarrollo se d u striales están en desarrollo. E n segundo lugar, si el «desarrollo»
debe a causas n atu rales com o la sequía o factores edáficos, que quien se caracteriza p o r una específica situ ació n económ ica, social, política
lo atribuye a u n re tra so histórico, a u n intercam bio desigual o al rá­ c institucional, la gran m ayoría de los países tercerm u n d istas no son
pido crecim iento dem ográfico. Las p o stu ras de quienes entienden el países en desarro llo , no están en proceso de desarrollo, com o verem os.
subdesarrollo com o causado p o r fenóm enos n atu rales no tienen funda­ Finalm ente, quizás conviniera estab lecer, siguiendo a Y. L acoste, la
m en to alguno, p uesto que b a jo las m ism as condiciones ecológicas se diferencia e n tre «S ubdesarrollo» (referid o a los países capitalistas del
localizan sociedades d esarro llad as y su b d esarro llad as, com o sucede en T ercer Mundo) y «T ercer M undo» (países cap italistas y socialistas no
el Sur de E stados U nidos y N o rte de M éjico p o r ejem plo. Porque, ad e­ desarrollados), pero son térm inos actu alm en te usados in d istin tam en te
m ás, en este su p u esto tam p o co se en ten d erían las enorm es diferencias y, p o r o tro lado, creem o s que países com o China, a p e sa r de los c a m ^
de progreso económ ico que se dan e n tre unas regiones avanzadas y bios sociales experim entados, no han llegado a sa lir del subdesarrollo.
otras .deprim idas b a jo los m ism os m edios ecológicos en países d e sa rro ­
llados. Por ejem plo, el a tra s o económ ico dc A ndalucía respecto al País
Valenciano o a o tra s regiones de E sp añ a no tiene nad a que v er con 2. Los caracteres del subdesarrollo
las condiciones n atu rales, que son m ás favorables en la A ndalucía
occidental y del G uadalquivir que en la región valenciana, dad a la -( No podem os id e n tific a r la situación de su b d esarro llo con la de ham ­
m ayor disponibilidad de tie rra s arab les y u n clim a con precipitaciones bre, pero uno de los problem as m ás flag ran tes y llam ativos de las
m ás abundantes en (a p rim e ra resp ecto a la segunda. sociedades su b d esarro llad as h a sido y es el fiam bre. H an sido las m u ertes
'F re n te a la in te rp re ta c ió n n a tu ra lista , num erosos políticos de a n ti­ y enferm edades causadas p o r eL h am b re las que h a n llam ado a la con­
guos países colonizados descargan to d a la responsabilidad sobre la ciencia de los países desarrolladas»- Según P. G eorge, hacía 1960 se esti­
perm anencia de e stru c tu ra s coloniales que, obviam ente, son ellos quien m aba que los dos tercios de la h u m anidad, equivalentes a m ás de 2.000
pueden y deben cam biar. La p o stu ra dc ios teóricos m arxistas que m illones de p ersonas, estab an in fraalim en tad as; en la actualidad, la
ponen el acento en el in tercam b io desigual, contribuye a esclarecer cifra no h a variado, au n q u e afecte solam ente a la m itad de la población
338 E S P A C IO S Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SL’BDr$ARROLLADAS 339

m undial com o consecuencia de que 1.000 m illones dc chinos h an su­ núm ero n o despreciable de países subdesarro llad o s ha co n tad o d u ra n te
perado el listón de la extrem a m iseria (George, P., 1983, 7-8). E ste m is­ la década p asad a con decenas de m iles de m illones d s dólares, que no
m o a u to r señala qu e, d e acu erd o con las en cu estas de la FAO, m ás han sido em pleados en c re a r las condiciones para el desarrollo. K ntre
de la m itad dc la población m undial no llegaría a disponer dc las 2.200 ellos se cu en tan los países p etro lífero s del m u n d o á ra b e y d c Ib ero am é­
calorías p o r p erso n a y día, cifra que se considera com o u m b ral crítico. rica, ju n to con algunos o tro s exp o rtad o res de petróleo o d c o tra s ri­
E stas apreciaciones se distancian, sin em bargo, de las que se reco­ quezas m incras.\jLas enorm es sum as de divisas, procedentes de las ex*
gen en el Inform e de las N aciones U nidas sobre la situación social en portaciones realizadas al m ercad o m undial, h a n ido a p a ra r, a la larga,
el m undo, donde se dice que hay 430 m illones de p ersonas en el pla­ a los circuitos internacionales controlados p o r los grandes grupos fi­
neta que no tienen u n a dieta suficiente (ONU, 1982, 103). E stas cifras tan nancieros del m undo, que se h a n hecho asi receptores del ah o rro m un­
d ispares pueden v a ria r tan to e n tre sí p o r la inclusión o exclusión en ellas dial. No se ha producido, p o r lo tan to , m ás que u n rem edo de acum u­
dc los m illones de personas que padecen un h am b re cualitativa aguda, lación cap italista, que podría h a b e r sido incom parablem ente m ayor.
es decir, de aquellas personas que, aun consum iendo una can tid ad de Por el co n trario , num erosos países pusieron en m archa vastos pro­
calorías p o r encim a de los niveles críticos, acu san deficiencias en p ro ­ gram as de «desarrollo», q u e hiciero n crecer su deuda e x te rio r h a sta
teínas, vitam inas o sales m inerales, con los consiguientes tra sto rn o s niveles peligrosísim os, para h acer funcionar un ap arato productivo dese­
fisiológicos y d eterio ro orgánico. P o r ello, los niveles de m orbilidad quilibrado, poco diversificado y dependiente tecnológica y financiera­
son e x trao rd in ariam en te elevados y la esperanza de vida significativa­ m ente del exterior. Por ello, actu alm en te no se puede id en tificar al
m ente b aja. E n todo caso, los 430 m illones de personas rep resen tan la m undo sub d esarro llad o con un m undo sin industrializar. E n el G ran
estim ación m ás b aja de la población m undial q u e su fre h am b re crónica. Buenos Aires, e$ el Sudeste brasileño, en el D istrito Federal de Mé­
\ J - a p ersistencia del h am b re parece co n trad icto ria con la evolución jico o en C aracas) en C alcuta, en Shanghai, en Johannesburgorpor* c ita r
de las producciones alim enticias del T ercer M undo, que, según las algunos ejem plos, se han co n stru id o grandes com plejos industriales, que,
N aciones U nidas, au m en tó a un ritm o de un 3 p o r ciento anual e n tre en el caso de B rasil, lo han convertido en la décim a potencia in d u strial
1960 y 1980^;n tan to que la población lo hizo en torno a un 2,5 por del m undo; p e ro r a p esar de ello, la industrialización ib ero am erican a
ciento anua!.) Y los p rim ero s añ o s de la década actu al co n firm an la se ha quedado m uy corla; toda Iberoam érica, p o r ejem plo, n o llega
tendencia de los decenios pasados al m ayor increm ento de la produc­ a p ro d u cir m ás que^una c a n tid a d de acero equivalente al doble de lo
ción con respecto a la población (ONU. 1982, 107). Como, a p esar de que produce E spañaj(26 m illones de Tm fre n te a 13 m illones en 1981).
e llo .^ i h am b re se m antiene, hay q u e co n clu ir obviam ente que no se Algo sim ilar se puede decir de la construcción de autom óviles (1 m illón
debe a una incapacidad p ro d u ctiv a p a ra hacer fren te a las necesidades en E spaña, alred ed o r de 1,5 m illones en Iberoam érica). E stos casos se
alim entarias de una población en auge, sino a las e stru c tu ra s sociales refieren al c o n ju n to de países m ás avanzados d en tro del T orcer M undo,
que im piden u n re p a rto equilibrado de esas producciones. . pues, si cam biam os de escenario y nos fijam os en la India, p o r ejem plo,
Por este m otivo, el h a m b re afecta especialm ente a las ingentes m asas con sus 730 m illones dc h ab itan tes, produce anualm ente m enos acero
h um anas del Asia m eridional, en ta n to que C hina h a logrado su p e ra r y cem ento que E spaña (alred ed o r de 11 y de 21 m illones de T m resp ec­
el um bral crítico dc la subalim entación. E n Iberoam érica, donde el cre­ tivamente) y en torno al 10 p o r ciento de Jos autom óviles fabricados
cim iento de las producciones alim enticias ha ido a la cabeza de los en n u estro país. O tro tan to podem os señalar p ara los países africanos,
países tcrcerm u n d ístas, el h am b re se ha extendido por algunos m edios cuya debilidad productiva es paradigm ática. C onsiderados conjunta-
rurales y especialm ente p o r los b arrio s m arginales urbanos. El caso mente, producen m enos acero y cem ento que E spaña y alred ed o r de
m ás difícil, sin em bargo, lo constitu}1^ el Sahel y o tro s co n ju n to s te rrito ­ una tercera p a rte de los vehículos autom óviles, con la salvedad de
riales africanos, en los que las producciones de alim entos no sólo no que u n a p a rte fundam ental d e estas producciones co rresp o n d e a la
aum entan, sino que incluso dism inuyen, República Sudafricana.
í La situación de h a m b re suele ir asociada a la d e pobreza económ ica Ahora bien, so b re la base de esta debilidad productiva, el ritm o de
o cíe bajas rentas, au n q u e existan excepciones destacables. P o r ello, uno crecim iento económ ico en u n gran n ú m ero de países su b d esarro llad o s
d« los indicadores m ás socorrido^ a Ja hora de realizar u n a delim itación durante las ú ltim as tres décadas ha resu ltad o espectacular. Sobre
de los países su b d esarro llad o s lia sido el de su PNB o su re n ta p er todo, en pequeños países com o Hong-Kong, Singapur, R epública de
c á p itá J E fectivam ente, casi la to talid ad de los países dcl T ercer M undo Corea o Taiw an, a los que se h a denom inado «Nuevos Países In d u stria ­
ten ía u n PNB p e r cáp ita p o r d eb ajo de la m edia m undial, que en 1981 les» —NIC—, p e ro tam bién en grandes países, com o B rasil, M éjico,
suponía unos 2.750 $. E videntem ente, esta situación revela una escasa India o C hina... E n los prim eros, p o r su m o d ern a y com petitiva indus­
capacidad productiva, que nace, a su vez, de u n as reducidas disponibi­ trialización, volcada a la ex p o rtació n hacia el m ercad o m undial; en los
lidades de capital financiero y de cap ital técnico. Pero esto, que es segundos, p o r u n a in dustrialización generalizada, aunque d e s e q u i l i b r a d a .
ía no rm a general, encubre situaciones m uy dispares, p uesto que un Así, según las N aciones U nidas, los llam ados países en desarrollo ha-
340 E SP A C IO S Y SO CIEDADES
E ST R U C T U R A S U S fA U A L E S LN ÁRL-AS SUUÜLiSARRULLADAS 341

bríaii alcanzado un crecim iento de u n 5,8 p o r ciento anual de su PNB población del T ercer M undo fue de 2,26% , que culm inó en tre 1970 y
d u ra n te la década de los sesen ta y u n 5,5 p a r ciento d u ra n te la de los se- 1975, con una m edia de 2,34 %). E n todo caso, la población m undial,
te D ta (Loup, J., 1983, 7 ). E ste crecim iento, ciertam en te, resu lta espectacu­ q u e en 1950 to talizab a 2.513 m illones de h ab ita n te s, dc los que u n te r­
lar, pero pierde significado por el hecho de que una p a rte im p o rtan te del cio se en co n trab a en países desarrollados y dos tercios en los subdesa­
m ism o proviene de la exportación dc m aterias p rim as no renovables rrollados, alcanzaba 4.677 m illones en 1983, de los que sólo u n a c u a rta
(petróleo, m in erales...) y o tra p arte procede de u n endeudam iento ge­ p a rte correspondía a los prim eros y tres c u a rta s p a rte s a los segundos.
neralizado. A este respecto conviene señ alar, tal com o se recoge en el En 1987 se h a b rá conseguido la duplicación de la población m undial
Inform e Económ ico dcl Banco de B ilbao p a ra 1981, que todavía la ca­ respecto a 1950 y, según las previsiones de las N aciones U nidas, hacia
pacidad de producción in d u strial del m undo corresponde en u n 93 el año 2000 se to talizarán entre 6.200 y 6.400 m illones de personas, de
p o r ciento a los países desarrollados, los cuales controlan el 90 por los que sólo u n 20 °/o p erten ecerán a las sociedades d esarro llad as y el
cicnto dc los intercam bios com erciales m undiales y que, en consecuen­ 80 % al T ercer M undo. E stos d ato s, p o r m ás que el ingente co n ju n to
cia, son acreedores d e casi el m edio billón de dólares que sum an las dem ográfico de C hina siga tendencias rad icalm en te diferentes a las de
deudas del T ercer M undo (B anco dc B ilbao, 1982, 85). C antidad que, la m ayoría de los países tercerm u n d istas, parecen poco alentadores, pues
a finales de 1982, ascendía a un o s 520.000 m illones de dólares y que si contem plam os la evolución dcl m undo subdcsarrollado d u ra n te las
ha continuado creciendo p o steriorm ente, sobresaliendo los casos de tres décadas p asad as, no podem os a u g u rar un fu tu ro esperanzador p ara
B rasil, Méjico, A rgentina. Corea del Sur e Indonesia, que, ju n to con el conjunto dc h a b ita n te s del p lan eta que re p re se n ta rá n el 80 % de la
Venezuela, Chile y Filipinas, debían casi la m itad de dicha sum a. hum anidad en el año 2000. Por ello, en tre o tra s actuaciones, se hace
C Él crecim iento económ ico de los países subdesarrollados h a tenido, m ás urgente p o n er en p ráctica un vasto p rogram a de co n tro l de la
por lo tanto, un ritm o considerable, que, no ob stan te, ha perdido efi­ natalidad. Pero, com o se ha dem o strad o en m últiples ocasiones, la fe­
cacia por el enorm e endeudam iento desatado, pero el problem a m ayor cundidad no d ism in u irá de una m an era im portante si sus in ten to s de
se p resen ta a o tro s niveles, pues, a p esar de las altas tasas de incre­ control no van acom pañados de u n claro d esarro llo social y cultural,
m ento del PNB, se qu ed an m uy co rtas en com paración con los ritm os adem ás de económ ico.
de crecim iento dem ográfico. Los econom istas estim an que las inversio­ x £ s p recisam ente en el cam po de la cultura d onde m ás se ahondan¡
nes dem ográficas, es decir, las o rien tad as exclusivam ente a m an ten er las diferencias e n tre países desarrollados y subdesarrollados. E l d esa-1
el nivel de vida de u n a población, deben alcanzar u n 4 % de la ren ta rrollo actualm ente no se concibe sin una elevación de los niveles cul­
nacional por cada 1 % de crecim iento dem ográfico. E sto significa que, turales de un pueblo. Y, sin em bargo, las inversiones necesarias en
puesto que la m edia de crecim iento vegetativo anual de los países centros y m aterial escolar y en p erso n al docente exigen tan volum i­
subdesarrollados alcanza tasas del 2 al 3 % , se n ecesitarían unas inver- nosos desem bolsos que frecuentem ente se abandonan o se m arg in an
sones dem ográficas del o rden del 8 al 12 % de la re n ta nacional, o, num erosos proyectos escolares y, au n q u e la tasa relativa de an alfab e­
lo que es lo m ism o, se necesitaría que Ía re n ta o el p ro d u cto nacional tos esté dism inuyendo en todo el m undo, las cifras absolutas se m an ­
crecieran p o r encim a dcl 8 al 12 °/o anual p a ra poder acom eter inversio­ tienen en co tas escalo frian tes? La casi to talid ad de los países a fric a ­
nes dc desarrollo y n o sólo dem ográficas. E videntem ente, son muy nos, m ás P aquistán, la India y B angladesh alcanzan índices de a n a lfa -.
pocos los países tercerm u n d istas que han logrado esas cotas de cre­ betism o su p erio res al 50°4i.
cim iento económ ico en las tre s ú ltim as décadas, pues ya vim os que, la pobreza c u ltu ra l se sum an la elevada m orbilidad y la precaric-
en prom edio, no h ab ían alcanzado el 6 % en tre 1960 y 1980, pero in­ dad de la salud, p o r la flagrante escasez de m édicos, personal san itario ¡
cluso m uchos de Los que las h an conseguido no h an encontrado el y cen tro s asistenciaJes, de m odo que enferm edades com o la bilharcio-.'
cam ino hacia el desarrollo. E n consecuencia, las sociedades tercerm un- sis y la filariosis afectan a 200 y 250 m illones dc personas respectiva­
distas en conjunto h an visto red u cir los niveles de vida p a ra la gran m ente en Á frica y Asia m eridional; el p alu d ism o -lo sufren todavía al-!
m ayoría de su poblacióru_ red ed o r de 150 m illones dc personas y, p o r su causa, m ueren 1 m illón'
■¿¡Por o tro lado, el crecim iento dem ográfico ha alcanzado unos u m b ra­ de niños anualm ente. S egún ia UNICEF, 16.000 niños m ueren tam bién
les dram áticos, pues si d u ra n te los años cin cu en ta y sesenta fueron d iariam ente p o r co n su m ir agua polucionadjL consum o que afecta a 1.000
los países iberoam ericanos los que se situ aro n a la cabeza del creci­ m illones de niños (G eorge, P.f 1983, 66). {Finalmente, e sta situación sani­
m iento m undial, al re d u c ir éstos los índices d e n atalidad tom aron el taria difícilm ente se p o d rá su p e rar cuando sólo s? dispone de u n a
relevo las sociedades africartós^'dc m anera que e n tre 1950 y 1983 el un m édico p o r cada ÜJ.000 personas fren te a u n o p o r 50U
crecim ento de la población d c íT e r c c r M undo no b a jó del 2,1 % anual; • O I o s países desarrollados.,'D e ah í que la esperanza de vida al
tasa estim ada en 1983 y que, según las proyecciones de las N aciones nacer, < ju \ constituye u n índice revelador de la situación de desarrollo,
Unidas, ten d erá a d ecrecer en los años venideros, com o ha decrecido £ e csí!úe cr* cotas m uy b ajas, según se puede v e r en el m apa ad ju n to
en los pasados (entre 1960 y 1970 el ritm o de crecim iento anual de la Cfiguta 8.1);
ESTR I CTI R \S rsiM C IA L E S EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS 343

Fig- 8.1. (C oni.)

;j-t90A&Ac>4eoyr-i'MS? ;:tspor blfcidM ímo3! «.'««rmi


mas de 75 KS so a 75 Sí a 52 I! '!11 IP a 2C |__ i menjj de 10

c. P o rce n ta je dc an a lfab eto s entre los ad u ltos.

r- •
; Toda esia problem ática que afecta al m undo subdesarrollado se
m anifiesta a trav és de lo que Y. Lacoste ha denom inado una «crisis
dialéctica», es d ecir una situación critica, que ante las nuevas realida­
des surgidas —industrialización y expansión económ ica y dem ográfica
principalm ente— se m odifica, pero, no se supera. Se convierte a sí en
una crisis estru c tu ra l, que, desde una perspectiva te rrito ria l, se traduce
en la existencia de ingentes m asas ru rales descapitalizadas, sin m edios
económicos y sin ü e rra ^ g u e , an te las carencias de todo tipo, alim entan
un in c e sa n t^ é x o d o ruralA É xodo que hace c recer los núcleos u rb an o s
a ritm os v e rtig in o so srp ü e s sum ado al propio balance vegetativo de las
ciudades, el crecim iento alcanza un o s índices anuales de e n tre el 4 y
el 6,5/7.% ,-E stos hechos abocan a una expansión desm esu rad a de las
grandes ciudades, en las que cristaliza una e s tru c tu ra in tern a total-
niente deseq u ilib rad a y dual. F ren te a ellas los inm ensos espacíoT joj^
*sks,.aparecen con b a ja productividad, sin ap en as especiaíización p ro ­
ductiva, con m uy' p o co s'in tercam b ío s com erciales, y, p o r lo tanto, con
escasísim as in fra e stru c tu ra s v iariasx q u e las potencien, incluso en el
deh5g"ropndo ' asiáticoT^dondg;- a p e sa r de las tran sfo rm acio n es in tro d u ­
cidas eiTcI m edio ru ra l p o r u n a sofocante p resión hum ana, este m edio
i'ig. S .l. a, b y c. Indices reveladores de.la situación continúa m an ten ien d o una función p rim o rd ialm en te de subsistencia^con
socioeconómica mundial, según P. George, 1983. una clara ausencia de integración a_ niveles regionales, con una" m ínim a
a. Disponibilidades alimenticias en calorías/día. £?P^cidad de a h o rro y, en consecuencia, de acum ulación, y, p o r lo tanto,
b. Esptranza de vida ¡ti nacer. con escalas'p o sib ilid ad es de progreso.
344 E SP A C IO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESPACIALES EN ÁRF.AS S V B D E SA R R O U .A D A S 345

L a caracterización realizada adm ite m últiples variaciones regionales, puestos de tra b a jo necesarios p a ra satisfacer las dem andas de em pleo
pero todas ellas nacen de unas m ism as causas, . / de las decenas de m illones de jóvenes que llegan anualm ente a la
/- edad de tra b a ja r.
Con Lodo ello, se h a n producido unas enorm es contradicciones in­
3. Las causas del subdesarrollo: la distorsión provocada ternas, que a rra n c a n de la explosión dem ográfica, provocada in d ire c ta ­
por la dependencia .............. m ente p o r los países desarrollados, que, p o r el co n trario , no han podido
i ^ o no han q u erid o provocar una explosión económ ica del m ism o cali­
^La h isto ria del su b d esarro llo es la h isto ria de una distorsión, de bre, de m odo que ni las e stru c tu ra s ag rarias ni la red v iaria n i el sis­
un cam bio de ritm o en el crecim iento de las variables fundam entales.^, tem a de poblam iento n i la e s tru c tu ra in tern a de las ciudades, ni el tipo
la población p o r u n a p a rte y los m edios de producción, in fra e stru c tu ra s y distribución de los m edios d e producción son funcionales ac tu a l­
y servicios, p o r otra. A ntes d e p ro d u cirse la explosión dem ográfica m ente. No sirven, tal com o ap arecen organizados, p ara conseguir el
no existia el subdesarrollo. É ste cristaliza p o r efecto del ráp id o aum ento desarrollo. Las e s tru c tu ra s espaciales del m u ndo subdesarrollado nece­
de la pob lació n que se ve som etida a u n a organización socioeconóm ica sitan una tran sfo rm ació n radical, pues lo m ism o que se h a m odificado
deseq u ilib rad a y disfuncional, y ello m erced a u n a dependencia po lítica, el com p o rtam ien to dem ográfico, las co stu m b res y La cu ltu ra trad icio ­
del exterior. Así, considerado el su bdesarrollo com o un fenóm eno geo-^ nal p o r la intervención e x tra n je ra , debe m odificarse la organización
gráfico, da lugar a un espacio que se ocupa sin llegar a d o m in a rlo ,' económ ica, social y espacial del m undo subdesarrollado. A hora bien,
a e stru c tu ra rlo y a ponerlo al servicio de los pueblos que lo habitan^ en este em peño, las d iferen tes bases de p a rtid a de cada país, así com o
Se configura, pues, un espacio co n trad icto rio , que, m ediatizado por inte­ la disparidad dc p rincipios e ideologías h an abocado a políticas de
reses foráneos, es incapaz de servir de base p ara el d esarro llo de las desarrollo m uy dispares.
sociedades que su sten ta. E n este sentido, es u n espacio dependiente, or-"
ganizado desde cen tro s de decisión exteriores, que co n tro lan las riquezas
in tern as o que le som eten a la tu te la necesaria p a ra m an ten er la he­ II. D i f e r e n t e s s it u a c io n e s y e s t r a t e g ia s de d e s a r r o l l o
gem onía política en una región determ inada. E n definitiva, todo te rri­
torio, p o r sus riquezas o por su situación p lanetaria, se ve som etido T ras el som ero análisis de la dinám ica general d e los países subde­
a un conflicto de intereses, que las potencias m undiales resuelven sarrollados, quedaja n^mei;osi0 s in terro g an tes p o r resolver, pues ^ íír to ­
m ediante un control político, económ ico y m ilitar. — dos estos p a í s e s ^ 1enctfénfVán ^ n situaciones parecidas ni siguen las
O bviam ente, este control no se puede efectu ar sin 1a connivencia m ism as políticas de desarrollo.
de las élites locales. É stas, som etidas a los cuad ro s y técnicos extran­ E n principio cab ría estab lecer u n a diferenciación en tre los países
je ro s y, apostando por un desarroJlism o económ ico a todo trance, con m ás pobres y los de ingresos m edios, tal com o hacen los organism os
la inversión de capitales nacionales y foráneos, v an a estab lecer las dependientes del B anco M undial. E n efecto, to d o s aquellos países que
condiciones de p a rtid a p a ra u n desequilibrado crecim iento en el es­ disponen de re n ta s inferiores a 400 $ p e r cáp ita se en cu en tran , de
pacio: inversiones m asivas en unos pocos polos dinám icos (capitales en trad a, som etidos a unas carencias agudas de las que, en p a rte , se
nacionales y algunas o tra s ciudades p o rtu a ria s o, m ás raram en te, inte­ liberan m erced al consum o de p ro d u cto s del cam po o de la caza, que
riores), que a tra e n a ingentes m asas de em igrantes rurales. Con ello, no se contabilizan e n los cálculos eco n ó m ico ^ Pero en este grupo se
se tienen los m ecanism os básicos dcl proceso de subdesarrollo: la incluiría China, que, sin em bargo, h a logrado su p e ra r esas carencias
intervención ex terio r p a ra c o n tro la r las riquezas de u n te rrito rio hace m ediante u n a d istrib u c ió n eq u itativ a de los bienes y servicios p ro d u ­
necesaria la aplicación m asiva de vacunas y m edidas san itarias p a ra cidos. No o b sta n te , la gran m ayoría de los países de Asia y A frica
e v ita r los contagios nacidos de unos intercam bios cada vez m ás rá ­ caen den tro d e e sta s coordenadas. Ahora bien, los problem as se plan ­
pidos y frecuentes. Las bu rg u esías nacionales ap u estan p o r el auge tean de una m a n e ra m uy d iferen te en los estados africanos, los cuales
económ ico y se ven obligadas a c o n tin u a r con la política higiénico-sanita- ; cuen tan con m uy poca población y a veces te rrito rio , que en el ,extraor-
ría p a ra evitarse ellas m ism as los contagios. E stas m ejoras provocan din ariam ente denso m u ndo asiático, donde las en o rm es m asas de po­
u n a fu erte caída de la m o rtalid ad , al tiem po que la n atalid ad se man- ! blación obligan a p lanteam ientos m uy distintos.'Á J m ism o tiem po, ha­
tiene estancada o, a lo sum o, en u n lento declive. E l proceso de transí- - b ría que estab lecer u n a diferenciación e n tre los países que disponen
ción dem ográfica origina, a su vez, un acelerado crecim iento d e la po- ! de ab u n d an tes recu rso s financieros, pro ced en tes de las exportaciones de
blación, al que no se puede h a c e r fren te con los m edios económ icos petróleo, m inerales o m aterias p rim as ag rarias p o r u n a p arte, y Jos
al alcance, puesto que el m odelo de d esarro llo de los países in d u s tria -. que carecen de dichos recursos p o r otra, que, adem ás, aceleran su en­
les, q u e es el que se ha seguido en los su b d esarro llad o s, es incapaz de deudam iento, p ero estos dos tipos dc países pu ed en localizarse en cual­
crear, con los m edios financieros y técnicos de que se dispone, los q u ier ám bito del T ercer M undo/ si bien los países árab es p etro lífero s,
346 E SP A C IO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESPACIALES EN ÁREAS SL’BDESARR 0 LLAUAS 347
m ás N igeria y G abón,; M éjico y y e n c z u d a , Indonesia y M alasia, adem ás el Siír y S u reste da Asia (Pakistán, Bangla Dcsh, B irm ania, T hailandia,
de la R epública S udafricana, C onstituyen ios m ás represen tativ o s dc Indonesia...), que, en conjunto, totaliza m ás dc 1.000 m illones de p er­
los países tercerm u n d istas conSriquezas naturales, hecho que no ha sido sonas, es revelador de u n estad o de p en u ria generalizado, d e insatisfac­
suficiente p a ra llevar a cabo un proceso de desarrollo a rm ó n ic a Por ción de las necesidades básicas, de analfabetism o (entre el 50 y el 75 %
todo lo cual, es n uestro propósito d a r una som era caracterización de de ía población ad u lta) y de c o rta esperanza de vida (en to rn o a 50
conjuntos de países que siguen unas lineas de d esarro llo coincidenles años). Todos estos índices revelan una situación crítica que apenas
o q u e tienen afinidades en su problem ática socioespacial. m ejora; sólo Indonesia y M alasia con su m ayor PNB p er cáp ita (519
En principio, com o señala P. George, a quien seguim os en esta y 1.817 $ respectivam ente en 1981), m erced a las exportaciones de pe­
caracterización, destacan los casos de Corea del Sur, Taiw an, Hong- tróleo se destacan de los dem ás, p e ro 'la riqueza generada por las ex­
Kong y S íngapur —los «nuevos países industriales» ^ , pequeños estados portaciones poco aprovecha a la gran m ayoría dc la población. Y ello,
y m icrocosm os que han logrado u n fu erte crecim iento dc su ren ta m er­ porque se ha seguido, com o en Iberoam érica, una línea de desarrollo
ced a la utilización dc una ab u n d an te m ano de o b ra b a ra ta por las so­ basada en u n absoluto liberalism o económ ico y una industrialización
ciedades industriales extranjeras. El crecim iento estadístico de la ri­ de tecnología avanzada, que, obviam ente, no puede g enerar m ás que
queza se co n trad ice con «la pauperización dc la m asa utilizada com o una m ínim a p a rte de los p uestos dem andados en estas dejtsísS ííis
m ano de obra, incluso en el caso de que el a p o rte m onetario co rrija en sociedad££ asiáticas. Todo ello agravado porque el incesante éxodo ru ­
lo inm ediato una situación económ ica y social inicialm ente desastrosa» ral, potenciado p o r la Revolución V erde, ha acum ulado sobre las ciuda­
(P. George, 1983, 100). des elevadísim os contingentes de población m arginal.
Ju n to a estos países cabc situ a r las econom ías m ás dinám icas de Por el co n trario , ía estrategia de! desarrollo en China se h a o rien tad o
Iberoam érica, que h a n basado su crecim iento en u n recurso masivo en un sen tid o to talm en te d istin to , que ha tendido, en prim er lugar, a
a la industrialización dependiente, conseguida m ediante inversiones co n tro lar la n atalid ad , la cual e stá m uy p o r debajo de la de los países
de capital ex tra n je ro y u n recurso generalizado al créd ito exterior. Los del Sur y S ureste de Asia, con un crefcimiento dem ográfico m oderado
casos de B rasil, M éjico o Venezuela son significativos a este respecto, (1,2 °/o anual), muy d istan te del 2,1 % de los países m eridionales. P or
aunque, en p alab ras del propio P. George, estas «grandes econom ías o tro lado, ha planificado su econom ía dando prioridad al se c to r p ri­
liberales en vías de desarrollo ráp id o son las m ás desigualitarias del m ario, en ta n to que en el secundario los grandes proyectos in d u stria ­
m undo»J les se han acom pañado de p lan tas y fábricas de reducidas dim ensiones
E sté tipo de liberalism o económ ico, si bien con el telón de fondo (de cem entos, fertilizantes, pequeña m aquinaria agrícola...) y de fu erte
de la escasísim a densidad de población, ha rep resen tad o la tónica de intensidad de tra b a jo que, asen tad as en las cabeceras de d istrito y h asta
los países árabes petrolíferos con grandes recursos financieros, donde en las com unas populares, han constituido un firm e apoyo al em pleo
las ingentes sum as invertidas apenas han incidido en el cam bio de las de la m ano de o b ra ru ral en los m om entos de b aja actividad agraria.
e stru c tu ra s de b ase de la sociedad o de! estado y no han sido capaces La com una, p o r o tra p arte, ha supuesto u n a célula de organización
de crear sistem as de producción que aseguren la continuidad dcl c re ­ dcl poblam iento, del tra b a jo y de los servicios en el cam po, que h a
cim iento; así p o r ejem plo en A rabia Saudí y K uw ait, que todavía m an­ asegurado la satisfacción de las necesidades básicas p a ra la gran m a­
tienen unos p o rcen tajes de población ag raria del 60 y 12 % respectiva­ yoría del pueblo chino, que vive en los m edios ru rales en u n a p ro p o r­
m ente, la producción agraria no rep resen ta m ás que el 1 % de la R enta ción de alred ed o r dcl 80 °/o. E s cierto que los niveles o están d ares de
N acional. Algo sim ilar o cu rre con o tro s países petrolíferos de m ayor vida aún son b ajo s y que C hina continua siendo un país pobre, cuya
densidad dem ográfica: Irán e Irak, en los que las ren tas del secto r pobreza difícilm ente p o d rá s e r su p erad a de una m anera lá p id a si no
ag rario e stá n p o r debajo del 10 % del PNB, en tan to que la población se ab re a las inversiones ex tran jeras. Pero, en síntesis, la línea de desa­
a g ra ria es del 42 % de la to tal en Ira k y del 40 % en Irá n (George, P., rrollo china ha conseguido, adem ás de satisfacer las necesidades b á­
1983, 3 y 91). . sicas, c re a r las condiciones necesarias p a ra el desarrollo integral*
E n el m undo asiático, las estrategias de d esarro llo se polarizan en Finalm ente, los países africanos p resen tan gravísim os problem as
to r$ o a las següidas p o r los dos estados m ás im p o rtan tes del conti­ cara a su desarrollo, si bien se destacan co n ju n to s tan dispares como
nen te: China e In d ia . % la R epública S udafricana, p o r sus riquezas m ineras y Argelia, que a las
Ambos h an p a rtid o de unas bases sim ilares, pues contaban con u n riquezas energéticas sum a u n a política dc desarrollo socializante, ya
gran potencial te rrito ria l y dem ográfico y am bos han experim entado consolidado. E l ejem plo de Argelia, basado en un fuerte im pulso del
un rápido proceso de crecim iento económ ico, a p esar de que su PNB cooperativism o en los d istin to s sectores económ icos ha adquirido, sin
p o r h ab itan te, en función de las ingentes m asas hum anas y de la de­ em bargo, el c a rá c te r de un d esarrollism o incontrolado, potenciado p o r
bilidad productiva, se ha quedado m uy bajo: unos 304 % en China y la abundancia de petróleo y gas n atu ral exportable, que h a perm itido
253 en la In d ia en 1981. El caso de la India, ai que se puede su m a r todo elevar el PNB h a sta m ás de 2,000 5 p e r c áp ita (1981), pero su m odelo
348 nSPACTOS Y SOCLhüADES E ST R U C T U R A S ESPA C IA L ES E N ÁREAS SUBDESA R R O LLAD A S 349

de desarrollo, au n q u e m ediatizado p o r la orientación colectivista, ha económ ico, social, in stitu cio n al y político de los países a que afecta.
tenido resultados socio-espaciales sim ilares a los de ios países iberoam e­ Si algo ju stifica el op tim ism o respecto a la evolución del T ercer MuxuKT
ricanos: incesante éxodo ru ral, crecim iento desarticulado de las ciuda­ d u ran te los tre in ta años últim os es el que u n país tan inm enso como
des (m ás de la m itad de la población es u rb an a), y fu e rte im pulso in­ C hina haya logrado, a p e sa r de su pobreza, crear un sistem a capaz
d u stria liz a d o s a p a rtir de in d u strias pesadas, aunque tendiendo a una de satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes. E n el resto -d el
c ie rta diversificación. Uno de los m ás graves problem as que Argelia T ercer M undo, p o r m ás que el cociente individual de la re n ta p e r cá­
tiene planteados es su enorm e crecim iento dem ográfico, su p erio r al p ita se haya elevado considerablem ente, la situación de penuria afecta
3 % anual, fren te ai cual re su lta insuficiente la inversión de capitales hoy a un num ero m ay o r de personas que en los años cincuenta.
procedentes de las exportaciones. Como decíam os p reced en tem en te, en el año 2000 u n 80 % de la po­
Algo análogo podríam os señ alar p ara los o tro s países dcl M agreb blación del m undo vivirá en países subdesarrollados. ¿C uántos de éstos
—M arruecos y Túnez— au n q u e su política económ ica liberal les ase­ habrán logrado c re a r las condiciones básicas p a ra el desarrollo? O en
m eje m ás al m undo iberoam ericano. P or el co n trario la República o tro s térm inos, ¿cu án to s h ab rán su p erad o el m ero nivel de las inver­
S udafricana, el estad o con m ayor fuerza económ ica d en tro de África, siones dem ográficas y h a b rá n podido d estin ar u n a p a rte de su P roducto
se caracteriza, an te todo, p o r la dualidad de las e stru c tu ra s: u n a socie­ N acional a inversiones de desarrollo? E s .d e tem er que si p ersisten las
dad negra, controlada p o r los blancos, que son los beneficiarios de las estru c tu ra s actuales serán m uy pocos los que lo logren. E n p rim er lugar,
enorm es riquezas m ineras de este país, cuya estrategia de desarrollo, porque en estos p rim ero s años dc la década de los ochenta ha dism i­
basada en el liberalism o económ ico, aboca a las desigualdades sociales nuido el ritm o de crecim iento económ ico, fenóm eno agravado p o r las
y a los desequilibrios te rrito ria le s m ás flagrantes. F ren te al África del enorm es deudas acu m u lad as; y en segundo lugar, porque aunque ese
n o rte y Sudáfrica, el co n ju n to m ás p obre corresponde al África tr o ­ crecim iento llegue a alcanzar los ritm o s de las décadas pasadas no pue­
pical, donde el desarrollo constituye m ás u n sueño que u n a esperanza: de, en absoluto, sa tisfa c e r las necesidades de u n a cada vez m ás volu­
se tra ta de estados artificiales, cread o s p o r la colonización, sin conexión m inosa población en auge. Ante e sta situación es urgente el cam bio de
ni coherencia e n tre sus h ab itan tes, pertenecientes, a m enudo, a d istin ­ la estrategia de d esarro llo y la m odificación de las estru c tu ra s dem o­
tos grupos tribales. Las m edidas san itarias han abocado a un crecim iento gráficas, económ icas, sociales, te rrito ria le s y políticas.
galopante de la población, que, en consecuencia, no cu en ta con el R especto a las p rim eras, ningún p aís del T ercer M undo h a sup erad o
espacio suficiente p a ra p ra c tic a r u n a ag ricu ltu ra de subsistencia. Por aún la fase de tran sició n dem ográfica y su firm e crecim iento vegetativo
o tro lado, la ag ric u ltu ra de m ercado sólo puede d esarro llarse en las ha dc co n tin u ar d u ra n te largos años. Si en el periodo 1960-70 se situ a­
regiones y com arcas m ás dinám icas. De ahí que las producciones agra­ ba en 2,26 % anual, en 1970-75 alcanzaba 2,34 y todavía a p rin cip io s de
rias dism inuyan a m enudo, en vez de au m en tar, en b astantes países. los ochenta su p erab a el 2 % fren te al 0,5 % de los países desarrollados.
En África tropical falta todo p o r hacer: construcción de in fraestru c­ Por m ás que las proyecciones p ara el año 2000 reb ajen el crecim iento
tu ras, desarrollo agrario, especiaíización productiva e integración re ­ a índices m oderados, esto s hechos van a su p o n er u n bloqueo dcl desa­
gional; organización, en sum a, de su s e stru c tu ra s socio-económ icas y rrollo.
territoriales. Bloqueo p o tenciado p o r una política económ ica que ha prim ado el
De acuerdo con el pan o ram a presentado, cabe p reg u n tarse p o r las sector in d u strial fren te al agrario. Pero no se puede olvidar que la agri­
posibilidades de d esarro llo y las perspectivas de los países tercerm u n ­ cu ltu ra es capaz d e a se g u ra r las necesidades p rim arias y de c re a r em pleo
distas. productivo a m ás b a jo costo que cu alq u ier o tra actividad económ ica.
Por ello, la in d u strializació n de a lta tecnología, en fran ca dependencia
del exterior, que h a ten id o gran éxito en el au m en to del PNB global,
C o k c l u s jú k : ¿ una s it u a c ió n s in espera n za ? pero que ha fracasad o ro tu n d a m e n te a la h o ra de elevar el nivel
de vida de la gran m ay o ría de la población, debe se r relegada en favor de
¿Se tra ta realm en te de países en vías de desarrollo? ¿Se h an crea­ una p rio rid ad a la ag ricu ltu ra.
do, dura'fite las tre s ú ltim as décadas de crecim iento sostenido, las con­ Las e stru c tu ra s sociales se b asan en la m ás flagrante desigualdad,
diciones necesarias p ara llegar al desarrollo? Creem os q u e no sé puede que, m ien tras no se c o rrija , a rra s tra r á co n stan tes tensiones sociales
co n tin u ar m anteniendo la am bigüedad term inológica que califica a los im posibles de resolver, pues cuando la vida h u m an a se d egrada h asta
países subdesarrollados com o países en d esarro llo o como países m e­ los extrem os q u e hoy padecen num erosas sociedades subdesarrolladas,
nos avanzados o evolucionados, encubriendo así la d ram ática realidad se llega a u n a situ ació n en la que los conflictos sociales d ejan de ser
una, ys ^ uac*ón e stru c tu ra l, surgida com o resu ltad o de u n a p ro fu n d a excepción p a ra co n v ertirse en norm a.
distorsión e n tre crecim iento económ ico y dem ográfico, que se prolonga A las desigualdades sociales le acom pañan los desequilibrios es­
en función de la obsolescencia y de la disfuncionalidad del sistem a paciales, ta n to a niveles interregionales com o intrarrcgionales. Al es­
350 TOPACIOS Y SUClHÜAHfcS E ST R U C T U R A S ESPACTAI.PS EK ÁREAS SUDDCSARROLLADAS 351

pació de los países subd esarro llad o s le fa lta cohesión, especiaíización B airoch, P. (1975): Revolución industrial y subdesarrollo. Si?lo X X I E dito res, 3 / ed.
funcional e integración regional, que sólo puede subsanarse con u n a {París, 1963).
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explotación de las riquezas natu rales que p erm ita ren tab ilizar las inver­ P arís, 1983).*
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Finalm ente, ei sistem a político es uno de los m ás dificiíes de m o­ G raüüticr, B. (1980): La pieméte des bidonvilies. Perspectivas de t’exp!n$¡on ttrbaine
daos le tiers-wonde. Seuil, P arís, 384 pp.
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pobres (G albrait, J. K.T 1983, 35). É iudes D ocum cntaires (X ED ), P arís.
E videntem ente estas perspectivas no auguran tiem pos m ejores, y,
en tretan to , el m antenim iento de la situación sólo se logra m ediante el
recurso a la violencia in stitu cio n al-'
Quizás estas conclusiones generales pueden p arecer dem asiado teó-
ricas y drásticas, pero creem os q u e ^ n el estudio regional que sigue
están plenam ente confirm adas. Así -se o bservará en Iberoam érica, el
subcontinente que está a la cabeza deT F ercer M undo, donde tra s cu atro
décadas de desarrolíism o, son m uy contados los países que h an creado
las condiciones p ara el d esarro llo T T rcn te a Iberoam érica, los países
asiáticos se en cu en tran en u n nivel m ás atrasad o , aunque China se
a p a rta del conjunto p o r su n ítid o progreso. P or el contrarío, la In d ia y
lo5 países del S ureste Asiático, que, en conjunto, sup eran a China en
el volum en d e población, no han conseguido c re a r las condiciones p ara el
desarrollo. El S uroeste de Asia, form ado principalm ente p o r países
petrolíferos, lia co ntado con 1a inm ensa riqueza de sus recursos n atu ­
rales, que, al m enos h asta la actualidad, no han sido aprovechados m ás
que parcialm ente p a ra provocar el desarrollo. Finalm ente, en el últim o
capítulo abordarem os el análisis del co n ju n to regional m ás atrasad o ,
el continente africano, en el que, salvadas las diferencias en tre el
Á frica árabe y el Á frica N egra, la pobreza, la incultura, la desarticula­
ción social y territo rial se erigen en ley.

BIBLIOGRAFIA BASICA

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ESTRUCTÜRAS ESPACIALES EN ÁREAS SU3DESARR0LLADA5 353

ñas...) u holandés (S u rin am ...), p ero con un peso te rrito ria l y d e m o


gráfico apenas significativo en el conjunto. Por lo cual, y dado que la
denom inación dc «L atinoam érica», que nace por los años 1860, cuando
N apoleón II I p reten d ía establecer a M axim iliano de Austria en el trono
dc Mcjico, b ajo tu te la francesa, tam poco es la m ás adecuada, emplea-
rem os;’el térm ino de «Iberoam érica» p a ra iodos los países que están
C a p ít u l o TX al S u r del río B ravo del N orte, incluidos los del Caribe ce habla fra n ­
cesa o inglesa. Porque, en definitiva, es el bagaje cu ltu ral ibérico cí
IBEROAMÉRICA: LA C R ISIS ESTRUCTURAL DE UN TERRITO RIO predom inante, a p esar incluso de que un contingente im portante de los
Y UN'A SOCIEDAD MARCADOS POR LA COLONIZACIÓN inm igrantes europeos en la A m érica no anglosajona provengan de Fran-
cia, Alemania, Italia, Polonia..i
iY si la unidad cultural es un rasgo destacable dc los países ib ero ­
I. L O S C A Ü A C TK R ES DE LA ID EK T1D A D TBBRO A M E R IC A K A am ericanos, ño lo es m enos el dc sus estru c tu ra s socioeconóm icas, tan to
por lo que resp ecta al hecho p a rtic u la r de las llam ativas disparidades
Et estudio de Iberoam érica nos pone an te un co n ju n to de pueblos en la propiedad agraria, com o p o r lo que se refiere al hecho m ás ge­
y tierras que, en principio, parecen c o n ta r con unos caracteres com u­ neral de tra ta rs e de sociedades sum idas en el subdesarrollo. R especto
nes y unificadores, si bien existen algunos rasgos de heterogeneidad," al p rim e r punto, no cabe duda q u e 'la colonización ha introducido en
que in tro d u cen un cierto pluralism o. Iberoam érica una polarización ex trem a de la propiedad agraria, que
se ha convertido en un factor unificador de prim era m agnitud, a pesar
de las d istin tas reform as ag rarias p uestas en m archa. En cuanto al
1. Unidad cultural y diversidad espacial subdesarrollo, los afecta de una m an era generalizada, aunque hayan
aparecido focos de intenso dinam ism o económico, com o Buenos Aires,
Lo_s_ factores de unidad p a rte n p rim o rd ialm en te de un fenóm eno que Sao Paulo, y, en general, todas las capitales nacionales; y, aunque, como
los afectó de una m anera general: la colonización. A p esar de los p ro ­ en el caso de Cuba y de N icaragua, se siga un m odelo de desarrollo
fundos cam bios experim entados a nivel económ ico, social y espacial socialista, que c o n tra sta con el del re sto de Iberoam érica. Unidad en el
desde principios del presente siglo, au n q u e p rin cip alm en te a p a rtir subdesarrollo, que es visible, adem ás de en o tro s cam pos, en la pro­
de la crisis del veintinueve y d u ra n te la etap a d esarro llista p o sterio r funda distorsión en tre el crecim iento económ ico y el dem ográfico, si
a la II G uerra M undial, Ib ero am érica es, a n te todo, un espacio m arcado bien algunos países, com o A rgentina o Cuba, han logrado red u cir éste
p o r la colonización. ......... " a niveles sim ilares a los de las sociedades d esarro llad as.£
Ha sido la colonización la que le ha proporcionado sus rasgos de E stos rasgos dc hom ogeneidad, sin em bargo, no encubren totalm ente
hom ogeneidad y, en p rim er lugar, una cu ltu ra llevada desde la Penín­ las diferencias ex isten tes.1 Unas diferencias que nacen, ante todo, de
sula Ibérica, que desplaza y su stitu y e a las cu ltu ras precolom binas. los co n trastes en el m edio físico; co n trastes, p o r ejem plo, e n tre la Amé­
Así, aniquilando a una gran p arte de los indígenas, traslad an d o a otros rica andino-m ejicana y el vasto espacio de las p latafo rm as y llanuras
y arrinconando a grupos residuales en áreas de difícil ocupacíóñ~(serra­ sudam ericanas, con unas variaciones altitudinales que jyan desde los
nías andinas, en las que tos q u ech u as y aym aras h an conservado algu­ m etro s de las b a rre ra s andinas h asta los 2.500 a 4.000 m
nos caracteres cu ltu rales propios; áreas am azónicas, donde un reducido de los altiplanos o los 100 a 200_m d» las p latafo rm as centrales de
núm ero dc trib u s indígenas se han m an ten id o al m argen de las co rrien tes Sudam érica. C ontrastes igualm ente e n tr e . unps_.dpminios_ tem plados o
m odem izarioras), concentrando a los em igrantes europeos en las regio­ fríos, com o en_la Patagonia-T ierra d c Fuego, fren te a regiones su b tro p i­
nes m ás apropiadas"para la explotación y el control de los nuevos te rri­ cales y desérticas o fren te a los dom inios del bosque am azónico, dado
torios, ios colonizadores consiguieron im p lan tar unos nuevos asen ta­ que ¿1 subcontinente se extiende desde los 32 grados dc la titu d N. hasta
mientos* unas nuevas in fraestru ctu ras; en definitiva, una nueva orga­ m ás de 55 dc la titu d S.
nización económ ica, social, ad m in istrativ a y política, que se m antuvo C ontrastes tam bién en el_ desigual g rad o de ocupación y aprovecha­
posteriorm ente. m iento ^ 1 espacio.1Así, fren te a la.densificación h u m an a.d e las tierras
Es, p o r lo tan to , el bagaje cu ltu ral ibérico el que -subyace en el A m érica",central y del C aribe, se_extienden vastísim os territo rio s
co n ju n to d e naciones englobadas b ajo la denom inación de A m érica níñiirnam entejpcupados (densidades inferiores a I H abitante por kiló­
la tin a , p o r m ás que un escaso n ú m ero de países del C aribe o del resto m etro cuadrado) y explotados, com o sucede en la cuenca amazónica,
de «Latinoam érica» se hayan visto som etidos al control colonial francés que se con tin ú a hacia el S u r p o r el M ato G rosso, el P an tan al'y el Chaco
(como H aití, G uadalupe, M artin ica...), inglés (Jam aica, Antigua, Malvi- en B rasil, Paraguay y A rgentina.
ESTRVCTLRAS ESPACIALES EN ÁREAS SIIBPESARKOLLAÜAS
354 ESPACIOS Y SOCIEDADES

estru ctu ras e intereses que sus predecesores, au m entando sus relacio­
A sim ism o, com o señala P. Cumll p a ra la A m érica andina, las a b ru p ta s nes con E stados U nidos c Inglaterra. >
b a rre ra s dc los Andes, las enorm es distancias reforzadas p o r la densa Todas estas circu n stan cias críticas, sin em bargo, han sido coyuntu-
vegetación... han co n trib u id o a que las diversas regiones o países dc ra!es y lian quedado superadas p o r la crisis surgida en n u estro siglo,
S udam érica vivieran aislados y faltos de integración, abocando a una que ha tenido dim ensiones anteriorm ente desconocidas, sobre todo
historia específica y a una diferenciación en tre ellos, que sólo hoy, desde los m om entos p o sterio res a la l í G uerra M undial h a sta nuestros
m erced a la ap e rtu ra dc nuevas vías de com unicación (la vía tra n sa n ­ días, período en el que ad q u iere caracteres de explosiva, afectando
dina longitudinal, la P anam ericana, etc.) y de nuevos intercam bios re* a todo el co n ju n to social, económ ico y te rrito ria l de cada país.
gionales, se están superando. Ante la convulsión experim entada en la etap a desarrollista de los
Ahora bien, estos co n trastes en el poblam iento y ocupación co n stitu ­ años cincuenta y sesenta, rio han servido de m ucho las proclam as
yen m ás un facto r d e hom ogeneidad que dc diferenciación, pues los voluntaristas de diversos gobernantes que defendían la necesidad de
locos de intenso poblam iento, ya sean de origen colonial o indígena, la inversión de «dólares p ara el desarrollo», pues los dólares co rriero n
suelen acom pañarse en to d a Iberoam érica de áreas sem ivacías, que sólo a m enudo generosam ente, pero el desarrollo no se consiguió. En al­
en fechas recientes han com enzado a ser ocupadas an te la p resión de­ gunos países, co?no Venezuela, con su gran riqueza petrolera, se ha
m ográfica creciente. llegado a una situación que parecía im pensable: la dc no poder hacer
Existen,, sin em bargo, o tras diferencias nacidas de las m ayores o frente p u ntualm ente a su deuda exterior, que, a m ediados de 1983, alcan­
m enores disponibilidades dc recursos, en gran m edida relacionadas zaba unos 30.000 m illones de dólares. No ob stan te, la situación finan­
con Jas dim ensiones te rrito ria le s y el potencial dem ográfico de los dis­ ciera venezolana n o e s .ta n crítica, m erced a los ingresos petroleros,
tin to s países, y surgidas igualm ente de la valoración y explotación rea­ como la de sus vecinos. G lobalm ente, la deuda ex terio r iberoam erica­
lizada de esos recursos a trav és de las coyunturas históricas, de m odo na totalizaba en las feefias antedichas u n m o n tan te excepcionalm ente
que puede observarse un m ayor grado evolutivo en A rgentina, U ruguay elevado: alred ed o r de 300.000 m illones de dólares sobre un total m un­
y Chile, seguidos de M éjico y B rasil, aunque recientem ente hayan sido dial de 700.000 m illones, que, traducido a pesetas, sum an 45,6 y 106,4
superados todos p o r Venezuela, al m enos en lo que a indicadores eco­ billones respectivam ente, es decir, aproxim adam ente el doble en el p ri­
nóm icos se refiere. m er caso y cinco veces m ás en el segundo del P ro d u cto In te rio r B ruto
español de 19S3.
’1?ero esta crisis financiera, y económ ica en general, no es m ás que
2. Un conjunto socioespacial en crisis una m anifestación, en tre o tra s m uchas, de la crisis total que afecta
a las sociedades iberoam ericanas.
E ste conjunto de pueblos y territo rio s, que sum a unos 400 m illones Una crisis derivada, en p rim e r lugar, de su p ro p io dinam ism o dem o­
de p ersonas (población estim ad a a m ediados dc 1983: 398 m illones de ha­ gráfico, que se ha m antenido a la cabeza del m undial d u ran te las ú lti­
bitantes) —el 8,6 % de la población m undial— sobre una extensión de mas décadas, alcanzando la cota de casi un 3 % de crecim iento anual
20¿6 m illones de km 2, se h alla inm erso en una crisis prolongada, aguda, durante los años sesenta, reduciéndose hasta u n 2,6 % en la prim era
e stru c tu ra l.#Una crisis que, históricam ente, h a tenido unas m anifesta­ m itad de los seten ta, período en el que ya fue superado p o r África
ciones puntuales, m uy diferentes de la actual, iniciándose en los albo­ (2,7 %). E ste crecim iento dem ográfico tan fu erte y rápido exige u n es­
res de la h isto ria m oderna, con la_ruina de las.so cied ad es precolom - fuerzo económ ico gigantesco p ara aten d er a la s necesidades alim enti­
binas y con_cl .establecim iento y desarrollo de una econom ía colonial, cias, sanitarias, educacionales, laborales y económ icas en general, de u n a
tendente a abastecer dc m aterias prim as agrarias y de m etales 'p féclo -'^ creciente m asa de población.* E n este sentido, los econom istas calculan
sos a las m etrópolis europeas'* las cuales acudieron a la im portación que sólo p ara m an ten er el nivel de vida de u n a sociedad se necesita
de esclavos negros cuando la m ano de o b ra indígena resu ltab a insu­ invertir u n 4 % dc la re n ta nacional p o r cada 1 % de crecim iento de­
ficiente.. Una crisis que tuvo u n a nueva m anifestación en la e tap a inr mográfico; lo cual quiere d ecir q u e las inversiones dem ográficas en
dependentista,- d u ran te el p rim e r tercio del siglo pasado, abocando a Iberoam érica exigen en to rn o a u n 10,5 % de su ren ta anual, im posibi­
la ru p tu ra con la m etrópoli y al cam bio de las instancias políticas, pero litando o( al m enos, fren an d o las inversiones de desarrollo. ■
revelándose incapaz de llegar a la unificación de los pueblos y tierras, ' 4O tro aspecto no m enos destacable, relacionado en p a rte "con el cre­
lal com o había soñado el lib e rta d o r Sim ón Bolívar. Muy al contrario, cim iento dem ográfico, es el de la existencia e im p o rtan cia del ham bre
su idea q uedó fru stra d a desde el m om ento en que la liberación del con­ en tre las clases m arginales.*Si bien es cierto que la producción de a!i-
trol m etropolitano no supuso la independencia real, sino el auge dc la nientos d u ran te la década p asad a y principios de la p resente h a au m en ta­
dependencia dc In g laterra y el inicio de la subordinación a los intereses do a u n ritm o su p e rio r que el de la población p a ra el conjunto de
del poderoso vecino del N orte, p uesto que los criollos sucesores de los Iberoam érica, ha habido, sin em bargo, 15 países, según un inform e de las
adm inistradores m etro p o litan o s co n tin u aro n m anteniendo las m ism as
356 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EK ÁREAS SVBDr.SARR 0T.T.AD4S 357

N aciones Unidas, donde ha sucedido lo co n trario , pero, adem ás, las bol­ van de 1960 a 1975, en ta n to que los de los hogares que les seguían
sas de subalim entación existen en. toda Iberoam érica, bien afecten a en ía escala crecieron algo m ás ráp id am en te (ONU, 19S2, 12).
grupos de indígenas, a grupos o individuos m arginales de las áreas • Ello no o b sta p ara que p ersistan todavía unas abism ales diferencias
u rb an as o a cam pesinos m inifundislas, con el agravante de que el aum en­ sociales, con unos desequilibrios flagrantes, que en el caso de Brasil,
to de la producción alim enticia corresponde en m ayor m edida a los según estim aciones dc las au to rid ad es eclesiásticas, supone la existen­
culLivos de exportación (café, cacao, bananas, caña, soja..,} que a los cia de un ¿0 % de población m arginal, de un 40 % de clase m edia e
destinadas al consum o nacional; por lo que, a la postre, p ersisten las inferior con salarios regulares, dc un ¿e ricos y de u n 1 % de m uy
deficiencias alim enticias en tre las clases sociales desfavorecidas, de m odo ricos (D um ont, R., 1981, 180). E videntem ente, esas desigualdades abocan
que si en los años del desarrollism o a u ltran za se pensaba acab ar con a unas tensiones sociales, im posibles de solucionar m ien tras se m am en ’
el problem a del ham bre, hoy, parad ó jicam en te, ese problem a parece g^ esa e s tru c tu ra .;
más difícil de resolver. Así, en Venezuela, uno de los pocos países ibe­ iLa crisis de las sociedades iberoam ericanas, nacida dc los factores
roam ericanos con elevado PÍB, existía en 1974, según el Q uinto Plan dem ográficos y sociales, com o hem os visto, tiene tam bién su origen
de la N ación Venezolana, u n 70 H dc ia población que no cubría sus en hechos socioeconóm icos, que actú an en un doble cam po: por un
exigencias n u tritiv as m ínim as. lado, en e] p ropio te rrito rio nacional, donde se m an ifiestan en la ina­
\ Ju n to al crecim iento dem ográfico, o tro s aspectos relacionados con decuada explotación del potencial agrario, asi com o en la falta de eq u i­
la población revelan igualm ente la c risis de las sociedades iberoam eri­ librio en los m edios u rb an o s y, p o r otro, en las relaciones hacía el
canas: su desequilibrada distribución espacial, p o r una p arte, que se exterior, caracterizad as p o r una p rofunda y negativa dependencia, t
acom paña, por o tra , de una polarización social en dos grupos c o n tra ­ iL a inadecuada explotación del potencial agrario aparece p o r doquier.
puestos —las clases alias y las clases m enesterosas— frente a la esca­ E n principio, la debilidad y escasez de la explotación se revela como
sez de las clases m edias J el rasgo m ás destacable:* de los 2.020 m illones de H as. de tierras dispo­
R especto a la p rim era cuestión, puede llam ar la atención y h asta nibles sólo se cultivan 143 m illones, o sea, un 7,1 °/ó, en tan to que un
so rp ren d er el hecho de que so b re un te rrito rio tan vasto y con débil 26,3 % se dedica a pastos p erm an en tes y un 50,6 % a superficie forestal
densidad, se produzca una fu erte p resión hum ana en num erosas re ­ y de m onte.. Sólo África y O ceanía tienen una proporción tan b aja de
giones y com arcas; fenóm eno debido en buena m edida a la desequili­ tierras cultivadas (un 7,8 y un 5,7 % respectivam ente); en E spaña, p o r
brada distribución espacial de la población, facilitada p o r un acap ara­ ejem plo, esa proporción alcanza un 41,2% .
m iento de tie rra s en m anos de latifu n d istas, que dificultan la p u esta en La consecuencia obvia es que el potencial agrario está poco aprove­
cultivo de nuevos espacios agrarios. A p esar de lo cual, se ha estable­ chado; y, a p esar de que la extensión de tie rra s cultivadas tiende a
cido u n am plísim o frente pionero en todos los m árgenes de la Ama­ aum entar, se conserva todavía u n a e stru c tu ra disfuncional de la p ro ­
zonia y de la O rinoquia, tan to p o r p a rte de B rasil com o de Venezuela, piedad agraria, que im pide u n a evolución m ás acelerada y racional, p o r
Colombia o P erú ..., que se ha acom pañado de u n a m archa hacia las más que las refo rm as agrarias de los años cincuenta y sesenta hayan
llan u ras costeras del oeste de los Andes, con origen en las regiones supuesto la corrección de los desequilibrios m ás flagrantes, aunque h a n
andinas m ás densam ente pobladas, Al m ism o tiem po, u n contingente sido incapaces de a p o rta r soluciones válidas, com o lo dem u estran las
elevado de población cam pesina, que no puede, no sabe o no quiere frecuentes invasiones de fincas p o r p arte de cam pesinos bolivianos,
establecerse en los espacios de colonización, busca su destino en las peruanos o venezolanos... (Cunill, P., 1981, 146).
áreas u rb an as, engrosando las filas d e u n éxodo ru ral incesante, p o r L am entablem ente, las refo rm as agrarias han sido incapaces dc eli­
más que las densidades ru rales perm anezcan bajas. m inar la polarización de las explotaciones en los dos extrem os c o n tra ­
i Los desequilibrios en la d istrib u ció n espacial co rren p arejo s con puestos: latifundio y m inifundio. E incluso se e stá gestando u n a co n tra­
los existentes en la organización social. E n este sentido es obligado rrefo rm a ag raria a base del acaparam iento de tie rra s p o r p a rte de fi­
□firm ar que un reducido grupo de población acapara u n elevado por­ nancieros, com erciantes, c o n trab an d istas..., que las co m pran en lotes a
centaje de la ren ta, con la p artic u la rid a d de que las clases m ás podero­ cam pesinos en dificultades h a sta convertirlas en grandes fincas d esti­
sas gozan, respecto de las m ás necesitad as, de u n p oder adquisitiva nadas al pastoreo extensivo, con a lta productividad p o r persona em plea­
superior al dc sus hom ologas de los países industriales. da, pero con una inversión m ínim a de m ano de obra.
No obstante, según, un reciente inform e de las N aciones U nidas, se V La actuación del E stado, acom pañada a veces por la iniciativa pri­
ha producido una m ejora dc la situ ació n de las clases m enesterosas, vada, tendente a consolidar explotaciones fam iliares m edias, ha in tro ­
por pequeña que haya sido, p u esto que en u n grupo de siete países de ducido cierta com plejidad en la e stru c tu ra de las explotaciones agrarias,
Iberoam érica, que engloban a la m ayor p a rte de la población del sub- pero, en conjunto, persiste la polarización en dos extrem os: los lati­
contincnte, los ingresos absolutos de los hogares m ás pobres (el quinto fundios, que d erro ch an la tierra, y los m inifundios, que derrochan m ano
in ferio r) m e jo ra ro n en poco m ás de u n 1 % anual en los 15 años que de obra, p o r fa lta de m edios técnicos, insum os y tie rra cultivable,.L as
358 ESPACIOS Y .SOCIEDADES
EJñTRUCTURAS ESPACIALES LN ARLAS SU BDF.SARROLLADAS 359
reform as agrarias de las décadas pasadas, por lo tanto, se h a n quedado
m uy cortas, sobre todo si se tiene en cu en ta el incesante crecim iento estru ctu ras, a d esarrollo industrial, etc., p e ro q u e so n incapaces d e o fre ­
dem ográfico, que favorece la división de la propiedad en tre los h ere­ cer u n tra b a io estable a la crecien te m asa d e población inm igrante.
deros. Por lo cual, el déficit de viviendas se h a agravado en vez de co rre­
kLa presión hum ana de los m edios ru rales se deja se n tir con m ayor girse. Así, si a finales de la década dcl sesenta la existencia de vivien­
fuerza en los urbano*, sobre los que confluyen tanto los efectivos in­ das «normales» en Iberoam érica era dc un 31 0/o del total, según las
tegrantes dcl éxodo cam pesino com o los excedentes dem ográficos deri­ Naciones Unidas, a finales de la década del setenta había dism inuido
vados dcl propio batanee vegetativo d e la ciudad. 0- a u a 30 % (ONU, 1982, 234), y en cuanto al p o rcen taje de hogares con
El crecim iento u rbano se h a hecho explosivo, delirante. R efiriéndo­ acceso al sum inistro de agua potable se red u jo de u n 54 a un 53 %
se al caso brasileño, R. D um ont in d ic a que, contando en 1940 con un (ONU, 1982, 239).
60 % de población ru ral, en la actu alid ad es u rb an a en to rn o al 66 %, La destacabie industrialización y expansión económ ica en general,
con lo que «nada se p resta a acoger dignam ente ni a o cu p ar ú tilm en te y en p a rtic u la r de las grandes ciudades d u ra n te los ú ltim o s decenios,
a tal m arem oto» (D um onl. R., 1981, 186). Uno de los casos m ás espectacu­ no ha sido suficiente p a ra d ar em pleo y d ism in u ir las crecientes ten­
lares lo constituye, según dicho au to r, la ciudad de Méjico, que con siones sociales.
8,5 m illones de h ab itan tes en la aglom eración en 197G y unos 15 m i­ ¿JÍJna expansión económ ica, p o r o tro lado, que ¡se ha realizado bajo
llones en 1980, podría alcanzar los 35 m illones en el año 2000 (población una absoluta dependencia dei exterior, com o lo dem uestra, en p rim e r
casi equivalente a la de la E spaña actual), a un ritm o de crecim iento lugar, la fortísim a y acelerada deuda exterior, que está hipotecando
de 900.000 p ersonas p o r año (tre s vcces m ás de lo que crece toda las econom ías nacionales. Una deuda que en 1980 sum aba unos 200.000
la población española actual). Y d e n tro de la aglom eración destaca m illones de dólares y que en el segundo sem estre de 1983 superaba
N etzahualcóyotl, la ciudad de chabolas —ciudad p erd id a— m ás grande los 300.000 m illones, con algunos casos significativos, como B rasil (con
del m undo, con unos 3 m illones de h ab itan tes, asentados so b re las tie­ más de 90.000 m illones), M éjico (en to rn o a 85.000), A rgentina (unos
rra s salinas de una antigua laguna, sobre las que no crece ni u n árbol 39.000), V enezuela (m ás de 30.000), Chile (unos 17.000), Colom bia y P erú
ni vegetación alguna, dando lugar a un paisaje totalm ente desolado. (unos 10.000 m illones cada uno) y E cuador, U ruguay, Costa Rica, Cuba,
/ Á nivel global, la población u rb a n a de Iberoam érica ha crecido a Bolivia y Panam á, que, en o rd en decreciente, van desde los 7.000 a los
un ritm o sensiblem ente su p erio r al de la población to ta l/d e m odo que 3.000 m illones de dólares cada unoj E n conjunto, se totaliza en la a ctu a­
en tre 1940 y 1970, considerando exclusivam ente los núcleos de m ás de lidad una deuda ex terio r cercana a los 1.000 dólares «per cápita», equi­
20.000 habitantes, se h a alcanzado una m edia anual cercana al 5 % valente a un 40 % del PNB «per cápita» iberoam ericano.
d e increm ento. Si consideram os com o población u rb an a a toda aquella É stas cifras ponen de m anifiesto la hipoteca a la que se ven som eti­
que vive en núcleos de 2.000 o m ás h ab itan tes, tal com o hacen la m ayo­ das l a s econom ías nacionales, m erced a ios créd ito s contraídos y a las
ría de las estadísticas oficiales iberoam ericanas, la tasa de urbanización com pras realizadas en el exterior, que facilitaro n la euforia expansiva
refleja igualm ente u n progreso espectacular., pasando de un 46 % en de las décadas pasadas, pero cuyas secuelas ap arecen a h o ra con todo
1960 a u n 54 % en 1970 y a un 66 % en 1980. su peso negativo, .E n este contexto es de d estacar cóm o la d eu d a exte­
\ E.$ este crecim iento tan b ru tal, u nido a la escasez de m edios eco­ rior, la hipoteca económ ica, afecta lo m ism o a los países m ás a tra sa ­
nóm icos y a la deficiente gestión de los m ism os, el que provoca el dos como a los que en las décadas últim as han m o strad o u n auge eco­
caos u rb an ístico en las grandes ciudades de Iberoam érica, que son las nómico considerable, bien se tra te de Venezuela, de M éjico, de B rasil
que m ayor crecim iento experim entan y las que prácticam ente concentran o de A rgentina. Una hipoteca de la econom ía nacional, potenciada p o r
el grueso de la avalancha h u m an a que desde el cam po se dirige a la la im portancia que adq u ieren y el papel que ju eg an los factores de p ro ­
ciudad, y en las que frecuentem ente viven en bidonvillcs en tre un 20 % ducción extranjeros.
y u n 40 % de la población: según R. D um ont. en la aglom eración de En este sentido, los p rofesores L am bert y M artin señalan cómo los
Méjico se alcanzaría un 5 0% ; en B ogotá u n 30% h ab ita en «tugurios» capitales ex tran jero s, de origen b ritá n ic o e n el siglo pasado y princi­
y en Jas casuchas degradadas del centro; §n Río m ás de un 30 % y en palm ente estadounidense e n el p resen te h a sta fechas recientes, sin
S. Paulo algo m ás del 20 % vive en favelas..,* ser m uy volum inosos, h a n llegado a d efo rm ar las e stru c tu ra s in d u stria­
^-X as viviendas chabolísticas, co n stru id as por sus propios m oradores, les, ¿al responder p rio rita ria m e n te a la dem anda de bienes de consum o
se h an extendido p o r todas las ciudades de Iberoam érica, com o una durables dc los grupos sociales privilegiados, y en algunos casos sus­
consecuencia lógica de la escasa capacidad económ ica de quienes las citando tal'd cm an d a cuando sólo e ra potencial» (L am bert, D. C., y M ar­
habitan.-, Y ello, a p esar del a p a re n te dinam ism o económ ico de dichas tin, J. M., 1976, 369). Pero es que, adem ás, con tin ú an estos autores,
ciudades, que reciben cuantiosas inversiones tan to p o r p a rte dc los las inversiones de cap ital e x tra n je ro poco pueden beneficiar a l país
organism os públicos com o de la iniciativa privada, destinados a infra­ receptor, desde el m om ento en que «cada d ó la r invertido b ajo la form a
de inversión d irecta provoca u n a salid a dc 3 a 5 d ó lares d u ra n te los
360 ESPACIOS Y SOCIEDADES E S I R L 'C n m A S e s p a c i a l e s e n áreas s u b d g s a rro lla d a s
361

10 anos que siguen al inicio de la producción en la fábrica...» (Ibi- Las form as de dependencia, en definitiva, son m últiples y, an te el
dem , 390). auge de actividades económ icas cada vez m ás com plejas en eJ subcon-
E ste fenóm eno se traduce en $1 «cuello de botella externo» o de la tinente iberoam ericano, la dependencia se trad u ce no sólo en un co n tro l
dependencia exterior, al que se refieren constantem ente estos au to res tecnológico desde el ex terio r, sino tam bién en la perm anencia e n m anos
y que se m anifiesta palpablem ente en la enorm e deuda acum ulada por del cap ital ex tran jero d e la m ayor p a rte de las actividades de gestión,
Iberoam érica en los úliím os años y a la que difícilm ente se ve solución. com ercialización, de las finanzas y de los seguros. *
.Una deuda que, contem plada bajo la lógica dc tos países desarrollados, %Los diversos facto res de la crisis e stru c tu ra l iberoam ericana se
que son los principales acreedores, d eberá conducir a u n a m ás p rofunda acom pañan de un panoram a político desolador, de tal m an era q u e los
dependencia, control, introm isión e hipoteca de las econom ías nacio­ sistem as políticos constituyen un elem ento m ás d e la crisis., resu ltan d o
nales,..A este respecto, P. Cuniil afirm a taxativam ente que «no se exa­ difícil d iscern ir si las e stru c tu ra s políticas so n cau sa o consecuencia,
gera al a firm a r que el petróleo venezolano financió, en p arte, la expan­ o am bas cosas a la vez, del re s to de- las e stru c tu ra s com entadas./ En
sión de sus com petidores p etro lero s en el Medio O riente, con la tra n s­ todo caso, los regím enes políticos existentes, que deberían im pulsar una
ferencia de las utilidades de las m ultinacionales. Lo m ism o que p arte reestru ctu ració n del espacio, de la econom ía y d e la sociedad p a ra su-
de los capitales recogidos p o r la exportación del cobre chileno y pe­ p erar la crisis analizada, se m u estran incapaces de hacerlo. Unos re­
ruano se in v irtiero n en la habilitación de o tras m inas cu p ríferas en gím enes que, bien p o r inercia, p o r im posiciones d esde fuera, por in te ­
EF.UU y Zam bia» (Cuniil, P., 1981, 55). reses de grupo, p o r ad ap tació n acom odaticia..., sirv en fundam entalm ente
C uriosam ente, a p a rtir de Jos años sesenta se ha ido tom ando con­ a los intereses de lo s privilegiados en p erju icio dc los del co n ju n to
social.
ciencia de que la en tra d a de cap ital ex tran jero no re p re se n ta la única
vía de industrialización de un país subdesarrollado. Y, com o ha seña­ E n este contexto, los golpes m ilitares se hacen m oneda corriente:
lado L. M artins, América L atina, que ha sido considerada trad icio n al­ son m ilitares quienes gobiernan en el Cono S u r (si b ien en A rgentina
m ente com o u n «receptor» neto de capitales, se ha convertido de hecho acaban de celebrarse elecciones dem ocráticas), en B rasil y en buena
en un ex p o rtad o r neto de capitales, com o se ha d em o strad o p a ra el p arte de los estad o s centroam ericanos, com o re su lta d o de u n interven­
período 1960-1972. d u ran te el cual el flujo neto de capital n o rteam eri­ cionism o m ilitar, que h a co n stitu id o una co n stan te en la h isto ria con­
cano, bajo la fo rm a de inversión d irecta ascendía a 4.200 m illones de tem poránea de Iberoam érica. La actu al política de EEU U en Centroam é-
dólares, en tan to que la re n ta n eta (repatriaciones m enos reinversio­ rica estim ulando los procesos electorales, parece q u e no p odrá servir
nes) ingresada p o r EEUU se elevaba a 9.200 m illones de dólares (Mar- más que p a ra u n sim ple lavado de cara.
tins, L., 1981, 10). Frente a este fenóm eno, los regím enes constitucionales no e stá n
Por o tro lado, se ha producido una diversificación en cuanto al ori­ creando condiciones d e estab ilid ad que, en principio, p u d ieran ev itar
gen del capital, de m odo que en 1977 el m ontante acum ulado de ias la tentación de nuevos golpes m ilitares, cuyos gobiernos conducen a
inversiones directas europeas en B rasil su p erab a ya al d e las am erica­ resu ltad o s económ icos catastróficos, com o ha sucedido significativa­
nas. y las jap o n esas alcanzaban en to rn o a la m itad de éstas. P o r lo m ente en todo el Cono S u r: en Chile, A rgentina, U ruguay y Paraguay.
cual se h a n m odificado las reglas del juego, haciendo p artícip es a los No resu lta tam poco válido el m odelo de d esarro llo aplicado p o r los
gobiernos o a las élites locales de un c ie rto control de los capitales m ul­ m ilitares brasileños d esd e el golpe d c 1964, que h a llevado a la econom ía
tinacionales, a p esar de que en diversos casos conservan éstos el poder hacia resultados espectaculares y grandiosos, p e ro poco útiles desde
de veto respecto a las decisiones a tom ar; un p oder conseguido por u n p unto de v ísta social y económ ico. Ni, a su vez, ios políticos co n stitu ­
m edio de la firm a de u n acuerdo e n tre socios (« p artn er's agreem ent»), cionales de los estados rib ereñ o s del C aribe —Venezuela, Colom bia,
que perm itir elim inar algunos riesgos de la explotación co n ju n ta («joint- Panam á, Costa R ica, Méjico— h a n sido capaces de sa n e a r las econo­
venture»);íílárm ula q u e parecía consolidarse como una nueva tendencia m ías de sus países y favorecer u n d esarro llo arm ónico.
del capital m ultinacional d u ran te los años sesenta y seten ta, pero que JjS ó lo el caso de C uba se a p a rta del esquem a g en eral^ E n o tro s países,
ha sufrido una pausa, puesto que supone u n obstáculo p ara la estrateg ia como A rgentina, Chile, Uruguay, el desarrollo econom ico cu ajó m ás
de las firm as m ultinacionales, que no pueden fijar, así, librem ente unos tem pranam ente y alcanzaron unos niveles socioeconóm icos superiores
precios de tran sferen cia o llevar a cabo u n a integración de la produc­ a los del resto; niveles que los m ilitares se en carg aro n de derrochar.
ción in ternacional (M artins, L., 1981, 15). Posteriorm ente, el «boom» p etro lero aupó a V enezuela a u n a posición
dependencia se m anifiesta asim ism o en el com ercio exterior, cim era en cu an to a re n ta disponible; M éjico y B rasil se inco rp o raro n
pues todavía hoy las tre s cu artas p a rte s de las exportaciones iberoam e­ igualm ente a l desarrollism o incontrolado; (sólo C uba se a p a rtó de este
ricanas corresponden a m aterias p rim as agrarias y m inerales, aunq ue modelo. ' v
esté dism inuyendo la p a rte de esas m ercancías en el com ercio exterior La vía política cubana ha favorecido un fu erte p ro g reso económ ico,
total, que a ú n en 1975 rep resen tab a m ás de u n 82 que ha ido acom pañado, en c o n tra de lo que h a sucedido en el resto
362 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESFACIAÍES EN ¿REAS SUBDESARROLLADA* 363
del subcontirsente, do un neto p rogreso so cial/ R especto al p rim ero, ha
conseguido u n P N B jsím ilar al d c Colombia, E cuador, República Domi- de cu atro continentes, en ninguno de ellos ha d urado ta n to como
nicana, su p e rio r al de P erú o Bolivia, según datos del «Atlaseco» p ara en Iberoam érica; désele su descubrim iento h a sta el p rim e r tercio del
1980 (si bien, según el «Anuario económ ico y geopolítico m undial», esta­ siglo x l x tra n sc u rrie ro n m ás de 300 años, d u ran te los cuales los estados
ría bastante j\or_jsncím ^_de .i.odog ellos, pues ten d ría 1.900 S de PIB europeos organizaron el espacio iberoam ericano como com plem entario
p o r h ab itan te, fren te a los 1.200 5 de PKB p er cápita que da el «At- y al servicio de las econom ías m etropolitanas.
laseco»). *En fin, las consecuencias dc! proceso colonizador, que en o íro s
r Un progreso económ ico tan to m ás dcstacable cuanto ha creado unas ám bitos te rrito ria le s constituyeron la base dc unas e stru c tu ra s fun­
condiciones favorables p a ra una expansión posterior: reducción consi­ cionales y m odernas, com o en América dcl N orte o en A ustralia, en
derable dcl crecim iento dem ográfico, una alfabetización generalizada, Iberoam érica, p o r ei co n trario , rep resen taro n una hercncia negativa.,
ciertos niveles de cualificación profesional y de di versificación in d u s­ difícil de su p erar: el espacio iberoam ericano, debido al papel que se
tria l... Aunque, a pesar dc todo, es un desarrollo escaso, insuficiente, con le ha asignado en la división internacional del trab ajo , se ha configura­
el agravante ya tópico dc la falta de libertades personales y con una do como un espacio dependiente, dom inado, abocado al ex terio r y di­
debilidad estru ctu ral del consum o privado; fenóm eno que m otivó el des­ rigido p o r intereses fo rá n e o s.1Las m etrópolis ibéricas lo concibieron
córnenlo y la salida del país de 120.000 personas en la prim avera de ya así y, en su v irtu d , fueron ocupando exclusivam ente aquellos terri­
1980.J torios que podían a p o rta r riquezas m ineras o productos agrarios. Las
Los regím enes políticos iberoam ericanos, según lo antedicho, deben franjas costeras, p o r lo tanto, y los enclaves m ineros recibieron los m a­
buscar su N orte, deben variar el rum bo p ara resolver tan to s y tantos yores contingentes de población; áreas que aún hoy conservan eleva­
problem as, para resolver esa crisis perm anente de sus estru c tu ra s te r ri­ das densidades dem ográficas. Las in fra e stru c tu ra s creadas se locali­
toriales. económ icas v sociales. P ero esto no resu lta tarea fácil cuando zaron en estos espacios fundam entalm ente, relegando o tra s regiones
se cu en ta con la oposición de los E stados Unidos. No o bstante el orden que actualm ente aparecen sem ivacías. AI final del proceso colonizador,
im perial tiene un lím ite, que se en cu en tra allí donde el h am b re y la en consecuencia, sólo habían sido ocupados y puestos en explotación
lucha p o r la subsistencia chocan frontalm ente cari el «orden» esta­ aquellos te rrito rio s que ofrecían productos agrarios o m ineros fáciles
blecido. de exportar, olvidando p o r com pleto la integración regional de los
N uestro objetivo en el p resente tra b a jo será d esarro llar los diver­ espacios y sociedades del vasto subcontinente, aspecto que co n stitu iría
sos aspectos com entados, v er cóm o se gesta esa crisis, cuál h a sido el el sueno de los in d ep en d en tistas m ás conspicuos del siglo xix.
papel de la historia, de la herencia colonial, d esen trañ ar las posibilida­ Pero este sueño no se realizaría, pues la dependencia del exterior
des que el m edio n atu ral ofrecía, los usos dados al espacio, tan to en se m antuvo a p esar de la Independencia y del im p o rtan te crecim iento
las áreas ru rales com o en las u rb an as, tra ta n d o de d iscern ir las estru c­ económico experim entado d u ra n te la segunda m itad del siglo x ix y
tu ras que han cristalizado en am b as y de explicar los hechos que las prim era del xx h asta la fase d esarrollista actual,
han originado, p ara, en últim a instancia, definir cuál es la dinám ica
socíoespacial de Iberoam érica, los factores en los que se apoya y las
consecuencias y perspectivas que se ofrecen. 1- Aniquilación del su stra to dem ográfico: cam bio y progreso
de la población

II* La h e r e n c ia del pa sa d o : la f o r m a c ió n de un e s p a c io d f .p f k u j e n t p No vamos a e n tr a r en la polém ica sobre el m onto de la población


precolom bina, aunque es preciso., no o b stan te, estab lecer unas cifras
* Es evidente que no se puede co m p ren d er la situación actual de Ibe­ que perm itan co m p ren d er el significado del cam bio dem ográfico y las
roam érica sin re c u rrir a su h isto ria m oderna y contem poránea. Porque, consecuencias que éste tuvo en eí orden económ ico.
a n te todo, el espacio iberoam ericano es heredero de u n pasado colonial, Iíoy^ existe un cierto consenso sobre la cifra de 50 a 60 m illones
que^ in tro d u jo un cam bio decisivo, tanto p o r sus características como de h abitantes en to d a América, an tes del descubrim iento, si bien las
p o r su duración y sus resultados. hipótesis a la b aja, com o la dc R osenblal (1954), estim an u n reducido
F n efecto, la colonización de Ib ero am érica se llevó a cabo m ediante volumen poblacional, de unos 13,3 m illones, que habrían pasado a unos
un proceso de conquista, que p au latin am en te fue sustituyendo a los 10 m illones hacia 1650. Sin em bargo, las hipótesis alcistas, com o la de
gru p o s hum anos indígenas p o r o tro s alóctonos, de m odo que, a pesar Dobyns —o tro antropólogo norteam ericano—, elevan la población in--
dcl m estizaje, la caída dem ográfica del fondo autóctono rep resen tó una oigena precolonial h asta unos 90 a 112 m illones dc personas, que ha­
v erd ad era hecatom be, i ■ rían quedado reducidas a unos 4,5 m illones a m ediados del siglo xvn.
Por oLro lado, si el proceso colonial ha afectado a vastos territo rio s A pesar de las disp arid ad es e n tre una y o tra posición, hoy se adm iten
como m ás p robables las hipótesis alcistas, sobre todo desde que la
364 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES V.K ÁREAS SUBDUSARROM.ADAS 365

E sc u d a dc Berkeley llegara a la conclusión, fundam entada, de que la nizadores a im p o rta r esclavos negros., sobre todo p a ra las plantaciones
región dcl M éjico cen tral superaba, p o r sí sola, los 25 m illones d e h a ­ de la región caribeña y del N ordeste costero del B rasil, pues en esta
b ita n te s a principios del siglo xvi, que h ab rían ¿ido reducidos a 1 m i­ ú ltim a región, al igual que en todo B rasil, los pobladores autóctonos
llón u n siglo m ás tard e (Sánchez-Albornoz, N., 1977, 61-62). eran m uy escasos desde el principio. Así, ya en 1650 B rasil había reci­
S obre la base de unos 50 m illones de población aborigen, reducidos bido unos 275.000 esclavos negros y la América española unos 225.D00;
a una décim a p a rte cu el tran scu rso de u n siglo» las m ayores caídas
cifras que, en conjunto, superaban a la inm igración ibérica y que fueron
se experim entaron en el área azteca de M éjico respecto a la incaica
progresando, pues a principios del sigio XIX sum aban ya 1,2 m illones dc
del Perú y en am b as m enor que en el C aribe, donde p rácticam ente los
esclavos negros, de los que 300.000 correspondían a H ispanoam érica
indígenas quedaron aniquilados, como sucedió en La E spañola, isla que y 932.000 a B rasil. E ste contingente, sin em bargo, no rep resen tab a m ás
p asaría de m ás de 4 m illones a varios cientos d e indios. que un 40 % dcl total dc esclavos negros llevados a A m érica, según
Las causas de esta drástica caída fueron diversas, si bien se pue­ Sánchez-Albornoz.
den c e n tra r en tres fundam entales. En p rim e r lu g a r^ la s pérdidas p o r
\ El flujo de esclavos africanos hacia Iberoam érica se m antuvo con
las g u erras de conquista, que no fueron m uy num erosas.^E n segundo gran vigor d u ran te la prim era m itad del siglo xix , a pesar de que las
lugar, com o señala Sánchez-Albornoz, el «desgano vital» y la ru p tu ra
repúblicas que se fueron independizando p ro clam aro n la abolición de
de las bases económ icas y de la organización social sobre las que se la esclavitud. B rasil, que no la d ecretó h asta 1888, recibió sus m áxim os
asentaban; fenóm eno que h ab ría provocado la incapacidad de satis­ contingentes en el decenio de 1841-50. \
facer las necesidades alim enticias y una fuerte y voluntaria caída de
Junto a la inm igración forzada de los negros, la de europeos y asiáti­
Ja fecundidad*^:' en tercer lugar, las epidem ias q u e asolaron a la po­
cos, de c a rácter voluntario, a d q u irió u n eco ex trao rd in ario a p a rtir
blación indígena, sin afectar apenas a la europea. E ste aparece como de los inicios y, sobre todo, desde m ediados del siglo xix.
el facto r decisivo, pues tanto los negros com o los europeos y asiáticos,
' Como resultado de am bas co rrien tes inm igratorias y de los im p o r­
m erced a los contactos m antenidos d u ran te largos siglos por m edio de
tantes m estizajes realizados, ia población iberoam ericana creció a un
intercam bios com erciales, se e n co n trab an con defensas fren te a viejas
ritm o elevado, sup eran d o lentam ente la depresión dem ográfica ocasio­
enferm edades com o la viruela o el saram p ió n , que, sin em bargo, asolaron
nada p o r la conquista, de m an era que en tre 1750 y 1500 creció a un
a los indígenas, carentes com o estab an de defensas fren te a esas enfer­
prom edio anual de un 0,8 °/ó; e n tre 1800 y 1850 a u n 0,9 °/d; en tre 1850
m edades nuevas en ei continente am ericano. E sta fue la causa de la
y 1900 a un 1,3% y, finalm ente, e n tre 1900 y 1950 a u n 1,6% ; ritm os
hecatom be su frid a en La E spañola o en el M éjico central. en todo caso su p erio res a los de E uropa. De este m odo pasó de los
^ La conquista, en definitiva, re d u jo la población au tó cto n a en p ro p o r­
aproxim adam ente 30,5 m iro n e s de h ab itan tes en 1850 a 126 en 1940;
ciones escalofriantes, afectando p rim e ra m e n te a ios sectores de más
fecha a p a rtir de la cual, y tra s el breve estancam iento m otivado p o r
p ro n ta ocupación: el Caribe y las áreas co steras tropicales y p o sterio r­ la crisis del veintinueve, la población iberoam ericana inició u n a nueva
m ente a las cordilleras y altiplanos, con m uy poca incidencia sobre las
etapa de crecim iento desbordante, que rep resen ta una fase cu alitati­
regiones m ás inaccesibles o que o frecían m en o r in te ré s a los conquista­ vamente distinta. La explosión dem ográfica, su rg id a y a d u ra n te los años
dores. Pero en los territo rio s sobre los que éstos se asen taro n la po* de la II G uerra M undial, estuvo en la base dei cam bio no sólo dem o­
blación indígena m antuvo u n ritm o decreciente, au n con posterioridad
gráfico, sino tam b ién económ ico y social, que afectó a to d a Ib ero am é­
a la catástro fe inicial provocada p o r la co n q u ista y las epidem ias, f rica. Pero estos aspectos serán analizados en un capítulo posterior. Pre­
E n efecto, la nueva organización in tro d u cid a p o r los colonizadores
viam ente debem os h acer unas consideraciones so b re e l significado de
fue la causa del desm oronam iento de las sociedades indígenas. La «en­ la inm igración.
com ienda», que en principio re p re se n ta b a un núcleo de población in­
-De entrada, conviene re sa lta r la im p o rtan cia de la inm igración in te r­
dígena, cuya tu te la y cristianización se confiaban al encom endero, se
nacional^ tanto african a como de o tro s continentes, p o r cuya causa
convirtió en u n a gravosa institución p a ra la obtención de excedentes agra­
Iberoam érica pudo conseguir hacia 1900 unos efectivos dem ográficos
rio s o de m ano de obra b a ra ta y superexplotada, que acababa quebrando
sum lares a los de antes de la conquista. Pero la d istrib u ció n de la po-'
el aguSnte de los indígenas, so b re todo a p a rtir de tas nuevas leyes
ación inm igrante varió con respecto a la precolom bina. Los densos
de m ediados del sigio xvi (1542 y 1548), É stas establecían, asim ism o, el
ocos de poblam iento indígena de los altiplanos de Méjico, Centrnam é-
«repartim iento» (tam bién denom inado «mita» en Bolivia y Perú) para el Caribe y los Andes sep ten trio n ales y cen trales fueron perdiendo
asegurarse la disponibilidad de la fuerza de tra b a jo de las com unidades
5 ^ ° ,re*a tivo en favor de o tra s regiones, com o el N ordeste brasileño,
indígenas; las cuales se veían obligadas a m an d ar a u n a p a rte de sus
j11111? con e * C aribe, recibió el m ayor contingente de esclavos nc-
m iem bros hacia esa especie de tra b a jo s forzados que se desarrollaron s t*nados al tra b a jo en las plantaciones de caña. ^
en las m inas, en las haciendas o e n la construcción de ciudades.
leñ m em ^ a r^P' *a inm igración no african a favoreció al Sudeste brasi-
La erosión h um ana producida p o r esta situación indujo a los coló-
°* a A rgentina y U ruguay p rin cip alm en te, p aíses que, siguiendo la
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN AREAS SLBDES ARROLLADAS 367

366 H SPA C IO S Y SUCIEDADES


J E n cualquier caso, la población iberoam ericana, al acabar esta pri­
m áxim a de que (¿gobernar es poblar», buscaron desde principios dcl si­ m era etapa histórica, previa a la explosión dem ográfica de la década
glo xix a tr a e r a colonos europeos con experiencia y técnicas modcr- del cu arenta, está in teg rad a p o r conjuntos raciales heterogéneos, den­
ñas, a fin de p o n er en explotación nuevos territo rio s que ap o rtaran ex­ tro de los cuales los criollos ocupan los lugares cim eros de la pirám ide
cedentes agrarios al m ercado internacional.'A sí, B rasil, que en el p rim er social, correspondiendo la base a los negros, m estizos de todo tipo
censo nacional de 1372 contaba con las tre s q u in tas p artes de su pobla­ —m ulatos o zam bos— y a los indios. Unos y o tro s en trarán en la fase
ción form ada p o r negros y m ulatos, fue perdiendo po sterio rm en te ese de transición dem ográfica, sobre la que m ás ta rd e volverem os, r
predom inio racial negro, pues en tre 1884 y 1954 recibió 4,6 m illones de La evolución de la población no se puede desligar de las coyunturas
inm igrantes europeos, principalm ente dc Italia y de Portugal, Y Ar­ y de las bases económ icas, que la condicionan y, en todo caso, la ex­
gentina y U ruguay recibieron nada m enos que 3,4 y 0,64 m illones dc plican.
inm igrantes netos, sobre todo italianos y españoles, en tre 1881 y 1935;
y ello a pesar de que la perm anencia de los inm igrantes se fue redu­
ciendo progresivam ente, dado que las m ejores tie rra s pasaron pronto, 2. Cristalización de unas bases económ icas dependientes
con el consentim iento dcl E stado, a m anos de unos pocos latifundistas, y afianzam iento de los desequilibrios sociales
con lo que se perdió el atractiv o q u e ejercía el acceso a la propiedad
de la tierra.
La evolución de la población que acabam os de p re sen ta r abarca un
C cadro IX. 1 largo periodo: desde la conquista ibérica, a finales del siglo xv, h asta
la explosión dem ográfica, hacia 1940. En et tran scu rso de estos cu atro
E v o lu c ió n d e la p o b la c ió n ib e ro a m e rica n a 1&50-1940 siglos y m edio se pueden d istin g u ir diversas etap as que, au n q u e no
( m ile s ) aparezcan m uy claras en los hechos dem ográficos, se revelan con niti­
íaso Í900 1950 dez en los económ icos. E videntem ente, la p rim era corresponde al pe­
ríodo colonial, que d u ra h asta el p rim e r tercio dei siglo xixj fase a
A m érica c e n tr a l
M éjico
con tiü en cal
7.662 13.607
13.607 16.589
16.5*9 19.815
p artir de la cual, y tra s la independencia, las diversas naciones surgidas
7.662
G uatem ala 850
850 1.425
1.425 1.771
1.771 220t se integran en un m ercado m undial, al que exportan sus m aterias p ri­
El S alv ad o r 394
394 932
932 1.443
1.443 1.633 mas agrarias y m inerales, que aum entan progresivam ente en volum en
H o n d u ras 350
350 443
443 948
948 I.U9 hasta la crisis del veintinueve, a la cual sigue un breve estancam iento
N icaragua 300
300 448
448 742
742 893
285 499 económico, sup erad o en las décadas expansionistas posteriores a la
C osta R ica 125
125 285 499 619
— Sil?
502 595 II G uerra M undiul. Sin em bargo, esta fase expansiva, cuyo análisis
P an am á
abordarem os m ás adelante, difiere cualitativam ente de las precedentes,
Caribe 3.837 en las que no sólo se produce una nítida dependencia del exterior, sino
C uba 1,186
1.186 1.573
1.573 3-837 4.566
P u e rto Rico 455
455 953
953 1-552
1.552 1,880 tam bién una debilidad económ ica generalizada.
R epública D om inicana 200
200 700
700 1.400
1.400 1.759
jk M —"
93B 1270 4 72
?2.422 2.825 a) La colonización del espacio iberoam ericano: una ocupación terri­
torial selectiva. — C onsum ada la catástro fe dem ográfica q u e in tro d u jo la
A m érica del S u r tropical 33.568
. B rasil 7.205
7.205 .. 17318
17318 33.568 41¿33 conquista, com enzó una nueva fase de crecim iento dc la población en
Colom bia 2.243
2.243 33.S25
¿25 7350
7.350 9.077 función dc las bases económ icas coloniales.
P erú 1.888
1.888 3.791
3.791 5.651
5.651 6.681
2343 2.950 . É stas supusieron, en principio, la ocupación exclusiva de los te rrito ­
V enezuela ' 1.490 2343 2.950 3.710
E cu a d o r 816
816 1.400
1.400 2.160
2.160 2.586 rios que ofrecían atracción a los colonizadores, es d ecir de aquellos que
1.3T-Í 1.696 ; 2.153 disponían de m etales preciosos o de alguna riqueza agraria, con la que
. B olivia — ^ * 2-505
poder com erciar y o b ten er así dinero y p restig io social. No fue o tro el
Am&rica del S u r tem plada’ 11.896 . objetivo de los m iles de aven tu rero s españoles y portugueses q u e se lan­
A rgentina 1.100 4.743
4.743 11.896 !«
Chile 1.287 2.904
2.904 4.424
4.424 5.147 z a ro n ^ las Indias. De ahí que los ritm o s de ocupación de las Indias p o r­
U ruguay 532
132 915
915 1.704
1.704 1.497 tuguesas y españolas fu eran diferenciales. En la A m érica hispánica, don­
500
AAr*
440 880 l.lll
P araguay de pronto aparecieron ios m etales preciosos, la inm igración fue m ás r á ­
104.441 126.074
T utai. 30.495 61.012 p id a y volum inosa d u ran te el p rim e r siglo y m edio; en cam bio, en B ra­
sil, donde h asta 1696 no se descubrió el oro en el estado de M inas G eráis,
t. Hasta 390i incluido en Colombia. los portugueses no ocuparon m ás que unos reducidos sectores litorales.
Tue.nté; K. Sánchez-Albornoz, 1977 (^p. 183 y 202),
368 ESPACIOS Y SOCIEDADES RSTRUCTURAS F.SPACTAi.ES EN ÁREAS SLSDESARROLLADAS 369

adem ás de la fra n ja nororiental del país, dedicada a las producciones ras destinadas a la producción de cuero y carn e p a ra el m ercado inter­
azucareras. nacional. E n función de estas coyunturas económ icas, A rgentina pudo
' Al com enzar el siglo x v i i i , la d istrib u ció n dc la población en Ib ero a­ m u ltip licar su población por m ás de cu atro e n tre 1850 y 1900, pasando
m érica reflejaba fielm ente el in terés que los distintos te rrito rio s o fre­ de 1,1 a 4,7 m illones de h ab itan tes; y Uruguay la m ultiplicó p o r siete, en
cían a Los colonizadores: sólo habían ad q u irid o una cierta densidad dem o­ tan to que toda Ib ero am érica sólo llegó a d u p licar su población en esas
gráfica los enclaves m ineros y las regiones con buenas condiciones p a ra fechas.
las producciones agrarias com ercializables, de ta l m an era que los focos I E sta segunda m itad del siglo XIX, no ob stan te, fue testigo de la ocu­
de poblam iento m ás densos coincidían con los precolom binos, es decir, pación y puesta en explotación dc nuevas regiones, con riquezas m ineras
los altiplanos m ejicanos, A m erica cen tral, el Caribe, Andes colom bianos m uy d istin tas a las tradicionales, com o el estaño en Bolivia, el n itra to y
y peruanos. E n te rrito rio brasileño, sin em bargo, cristalizó ya en el si­ cobre en Chile, el plom o y zinc en M éjico y Perú, que, gestionados p o r
glo XVII u n poblam iento costero m uy denso en tre B ahía y M aranhao, que capitales europeos y n o rteam erican o s, experim entaron su m áxim o desa­
se h a m antenido h asta nuestros días. ' rrollo d u ran te el siglo XX, en función de las necesidades y la dem anda de
En efecto, la ocupación del te rrito rio brasileño, dado que en un p ri­ los países industriales m ás avanzados7. Son tam bién estos países y, sobre
m er m om ento no se en co n traro n riquezas m ineras, se realizó exclusiva­ todo E stados Unidos, los que a través de la inversión en gran d es propie­
m ente en función de un aprovecham iento agrario. D urante la p rim era dades m odernas, realizada p o r com pañías p rim era azucareras y después
m itad del siglo xvi, los portugueses 110 obtuvieron o tro beneficio de su fru teras, invaden to d a A m érica c e n tra l y Cuba.
recién estren ad a colonia que la explotación del palo-brasil p a ra la obten­ Todo este proceso dc ocupación, valorización y densificación del espa­
ción de un p ro d u cto tintóreo, de color rojo brasa, m uy apreciado en cio iberoam ericano, que tiene lu g ar d u ran te la segunda m itad del siglo
E uropa. La defensa de esta riqueza m otivó el establecim iento de diversas pasado, va a p rolongarse d u ran te el presente h a sta la crisis del veinti­
capitanías en las costas brasileñas. C apitanías que se convertían en nueve. Y ello, en v irtu d de la exportación al m ercado internacio nal de
ciudades cuando la ocupación del te rrito rio se afianzaba. /E ste afianza­ productos básicos, bien agropecuarios o m ineros. A ésto s se incorpora
m iento tuvo lugar d u ran te el llam ado «ciclo del azúcar», e n tre m ediados el petróleo, que ad q u iere u n auge creciente a p a rtir de la segunda década
del siglo xvi y finales del xvn. E n este lapso no sólo se pusieron en explo­ de n uestro siglo, so b re todo en Venezuela, donde la Royal D utch Shell,
tación las plantaciones de caña del N ordeste costero y del S u d este en de capital anglo-holandés, recibe una concesión d e 2 m illones de hectá­
torno a Rio de Janeiro, sino que se co n tro ló una fra n ja de unos 400 a reas en el golfo de M aracaibo, pero ya an tes de la I G uerra M undial
500 km de p rofundidad desde la costa, en la cual se ad en traro n grupos las inversiones realizadas p o r la norteam erican a S ta n d a rd Oil en la cuen-
de portugueses organizados —los b an d eiran tes— a la caza y ca p tu ra del ca del Orinoco, al E ste del país, su p eran a las de aquélla. Igualm ente, el
indio, a fin de esclavizarlo p ara el tra b a jo en las plantaciones. * golfo de México en to rn o a T am pico y o tro s sectores, crece en función
*En el trán sito del siglo x v n al x v i i i la densidad dem ográfica era baja _de la riqueza p etro lera.
en general, au n q u e relativam ente a lta en el N ordeste costero; sin em­ / E n síntesis, podem os se ñ a la r que Iberoam érica, a principios del si­
bargo, el descubrim iento del oro en el estad o de M inas G erais en 1696 glo xx constituía el principal ab astecedor m undial de p ro d u cto s p rim a­
provocó un aluvión m igratorio, que dio lu g ar al nacim iento de u n nuevo rios, con un nítido c a rá c te r neocoloniaüsta* B rasil, p o r ejem plo, ap o rtab a
foco de intenso poblam iento en el S udeste de B rasil, e n tre las ciudades al m ercado m undial la m itad del café consum ido en el m ism o y la casi
de tan expresivos nom b res com o O uro P reto, D iam antina, etc. (en Minas totalidad del caucho, en ta n to q u e A rgentina co n trib u ía con un tercio
G erais) y Rio de Janeiro-Sáo Paulo.» Una vez pasada la fiebre del oro y de la carn e y Chile con la to talid ad del n itrato.*E stá claro que el papel
agotados los m inerales, el S udeste b rasileñ o se consagró com o la región otorgado a Ib ero am érica en la división internacional dcl tra b a jo fue el
económ icam ente m ás dinám ica dcl país m erced a la explotación de un de abastecedor de m aterias p rim as m ineras o ag ro p e c u a ria s,/P a ra ello
nuevo producto ag rario —el café—> que se extendió p o r los estados de solam ente se p u siero n en explotación los te rrito rio s que ofrecían m ejo ­
Rio de Janeiro y Sao Paulo. res condiciones. E ste proceso d u ró h asta la crisis dcl veintinueve, pues
- * E n síntesis, fueron las coyunturas económ icas fo rjad as p o r los co lo & p a rtir de ese m om ento y, sobre todo con p o sterio rid ad a la I I G uerra
nízadores las que favorecieron la ocupación y p u esta en explotación de M undial, se inició u n a e tap a expansiva, que m odificó las bases del desa:
unos territo rio s determ inados. H echo q u e puede com probarse perfecta­ rrollo económico. B ases que, cread as p o r la Colonización, se m antuvie­
m ente en las regiones tem pladas dc A rgentina, U ruguay y S u r de Brasil. * ro n con la In d ependencia, y abocaron a unas e stru c tu ra s económ icas de
E stas áreas no se pusieron en explotación h a sta bien en trad o el siglo XIX, ttpo neocolonial, claram en te dependientes del exterior. .y
porque, precedentem ente, no ofrecían n ingún in terés a los colonizadores.
Mas con el desarrollo de los tra n sp o rte s y de los sistem as de r e f r i g e r a ­ • Unas bases económ icas dependientes del exterior. — La explota­
ción desde m ediados de dicha cen tu ria, se invirtieron cuantiosos capita­ r o n de los recursos n atu rales exigió Ja creación d e una infraestructura
les en el establecim iento y explotación de las grandes estancias ganade­ y de u n o s servicios im prescindibles p a ra realizarla. In fra e stru c tu ra y ser­
370 ESPACIOS V $OCTF.IUnES

ESTRUCTURAS ¿SFACiALfcS LN ÁKfcAS SUBÜESAKKÜLLADAS 3 71


vicios rep resen tad o s por los p u erto s, las ciudades residenciales y adm i­
n istrativ as y las vías dc tra n sp o rte básicam ente. * ba asegurado el flete, para d re n a r las producciones del in te rio r hacia los
A síala América española, d u ran te los 150 p rim ero s años, se organizó
puertos. Ello dio com o resu ltad o un trazado de líneas m ás o m enos per-
en función de la exportación de m etales preciosos. L ajex p o rtació n "del penuiculares a la costa, o paralelas a la m ism a sí el territo rio explotado
oro de aluvión, arre b a ta d o a los indígenas o recogido en los lechos de se ubicaba en una fran ja costera, a m enudo con anchos de vía diferentes,
les ríos, constituyó el principal objetivo dc las conquistadores, que cons­
sin articulación en tre sí y sin ninguna posibilidad dc co n stitu ir u n a ver­
truyeron. los p rim ero s centros urbanos p ara el control territo rial, e im ­ dadera red férrea, capaz de in teg rar los te rrito rio s de los d istin to s esta­
p o rtan tes p u erto s p a ra la expedición de los m etales. V eracruz en M éjico,
dos nacionales o los de estos estados en tre sí (Coliin Delavaud, C„ 1973,
C artagena en Colom bia y, sobre todo, La H abana, son tre s dc los m ás 124).
destacados. Pero la fase del o ro fue efím era, cediendo paso enseguida a
Los caracteres_dc las in fra e stru c tu ra s cread as en la segunda m itad del
la explotación argentífera, que tuvo dos centros fundam entales: Z acate­
siglo xix se prolongaron, am pliándose o densificándose, d u ran te los tres
cas en M éjico y p rin cip alm en te Potosí en el Alto P erú (actual Bolivia).
prim eros decenios del xx, ta n to m ás fácilm ente cuanto su construcción
E stos dos polos dieron lugar a unos intercam bios com erciales que p erm i­
corrió a cargo fundam entalm ente de capitales extranjeros. Así, la <*Ma-
tieron el establecim iento de una prim era in fraestru ctu ra. Arica se con­
naus H arb o u r Company», de capital inglés, equipó el puerto de M anaus
virtió en el núcleo exportador de la plata de Potosí hacía Callao y Pana­
con m uelles flotantes sobre el Amazonas, a finales dcl siglo pasado, p ara
má; Acapulco enviaba p a rte dc la p la ta m ejicana hacia Manila, donde
la exportación del caucho. Igualm ente, el p u erto de Buenos Aires pasó a
era cam biada p o r seca china, reexpedida a su vez a Acapulco* La nece­
propiedad de una com pañía inglesa y él de R osario fue explotado por
sidad de productos alim enticios m otivó la p u esta en cultivo, tan to de las
una com pañía francesa, siendo tam bién capitales europeos los que in sta­
regiones ocupadas para la explotación m etalífera com o de las aledañas.
laron las naves frigoríficas p ara la conservación y exportación de la car­
E sta valorización agrícola de las tierras hispanoam ericanas adquirió
ne desde esos puertos. Los capitales ex tran jero s controlaron, asim ism o,
un auge creciente al declinar la producción argen tífera,d el Potosí a p a rtir
determ inados servicios y equipam ientos u rb an o s, como el abastecim iento
de la segunda m itad del siglo x v n , para p ro g resar d u ran te el resto de la
y com ercialización de agua y gas, la instalación del telégrafo y el teléfono
etap a colonial y la independiente; al co n trario de lo que había sucedido
o la producción de electricidad p ara las ciudades; cerca de Río de Ja ­
en la América portuguesa, donde la inicial organización del espacio se
neiro, p o r ejem plo, la anglocañadiense «Light» construyó los p rim ero s
hizo en función de los aprovecham ientos agrarios, principalm ente de la
em balses hidroeléctricos sobre los afluentes del Tieté.
caña de azúcar, h a sta que com enzó la fase m etalífera a principios del
Los capitales foráneos no sólo invirtieron en in fraestru ctu ras, sino
siglo xvirr, que cedió su hegem onía, pasada esta cen tu ria, a las produc­
que tam bién se preo cu p aro n p o r co n tro lar el ah o rro a través de u n a red
ciones agropecuarias, especialm ente a la explotación cafetalera.
de establecim ientos bancarios instalados en los principales cen tro s ur-
Las diversas coyunturas económ icas de 3a etapa colonial e inicios de
banos, de modo que en tre 5 grandes bancos, de capital inglés principal­
la independiente dieron lugar al nacim iento de unos núcleos de pobla­
m ente, co n tro lab an un p o rcen taje elevado del ahorro iberoam ericano,
m iento orientados a satisfacer las necesidades del grupo dom inante. Así,
como sucedía en B rasil, donde en 1900 los bancos británicos recib ían un
se crearon las grandes ciudades, sedes de organism os adm inistrativos,
tercio de los depósitos brasileños. P osteriorm ente, adquirieron m ayor re ’
com o Tenochtitlán-M éjico, G uatem ala, Panam á, S anta Fe. de Bogotá, Qui­
presentación los bancos n orteam ericanos, cuyos capitales, sin em bargo,
to o Lim a, todas ellas sedes de audiencias, en las que m oraban altos fun*
ya se habían invertido en A m érica c e n tra l y Cuba en el sector del azúcar
cionarios de la adm inistración o de la milicia, adem ás de terraten ien tes
y frutas tropicales {Collin Delavaud. C., 1973, 124-125).
y com erciantes enriquecidos. O tras im p o rtan tes ciudades se desarrolla­
Todas estas in fra e stru c tu ra s y servicios fu ero n creados p ara ex p o rtar
ro n com o sede dc estos dos últim os grupos sociales o de p ro p ietario s de
una_s_jw ducciones obtenidas, en las explotaciones agrarias o m ineras'
m inas, bien fuesen ciudades in terio res o costeras, que en am bos casos
Estas indujeron a un escaso, y d ependiente desarrollo industrial. A quéllas
solían celebrar im p o rtan tes m ercados y ferias p ara la com ercialización
se organizaron de una m anera to talm en te desequilibrada, s ié n d o la base
de los excedentes agrarios. E n conjunto, resu ltab an ciudades arm oniosas
e:.una? desigualdades económ icas y sociales a rra s tra d a s h a s t a 'la ac­
desde una perspectiva urb an ística, que coütrastaban_cpn la fa lta dc equi­ tualidad. ■ ........................... ... ._ ,...............
pam ientos y la pobreza de las aldeas, .
J S s e v id e n te que Ja extensión y consolidación de este tipo de estru ctu -
Los centros u rb an o s, que servían de recogida y alm acenam iento dc
agraria desequilibrada es fru to de u n largo proceso histórico, p ero que
m aterias exportables, al igual que las com arcas o regiones productoras
a tenido unas bases com unes; bases que descansan en la apropiación
de los m ism os, fueron unidas a los puertos, ya en la segunda m itad del
e grandes lotes de tie rra s p o r los colonizadores o por la clase econó-
siglo xix, p o r m edios de tra n sp o rte rápido, com o ¿I ferro carril. Las com­
dom inante tre n te a un elevado grupo de com unidades indígenas,
pañías extran jeras, sobre todo inglesas, invirtieron enorm es sum as en la c avos negros y m inifundistas, que se ven obligados a alq u ilar su fuer-
construcción de vías férreas, pero tan sólo en aquellas áreas donde esta*
^ P í tra ^>a-J0 a *os dueños de latifundios y plantaciones.
punto de p a rtid a fue sim ilar en la xAméríca portuguesa con respec-
ESPACIOS Y SOCILDAD LS ESTRUCTURAS ESPACIALOS EN ¿REAS SURflRSARROLLADAS 373

to a la española. El te rrito rio brasileño fue dividido en 12 capitanías, que sólo parcialm ente fueron superados d u ran te la segunda fase, a p a rtir
m edían e n tre 30 y TOO leguas de fachada costera, de m odo que cada do­ principalm ente de finales de la II G uerra M undial, etapa en la que se
n atario tenía en su capitanía poderes soberanos, incluso el de d istrib u ir instalaron las denom inadas in d u strias de su stitu ció n de im portaciones.
las tierras, rep artien d o así grandes dom inios, cuyos lados se m edían en E s evidente que d u ran te la época colonial las m etrópolis n o p erm itie­
leguas (una legua = 6 km ), naciendo así una clase dc grandes te rra te n ie n ­ ron el desarrollo in d u strial de sus colonias. Así, es probable que hacia
tes, cuyo foco inicial estuvo en el N ordeste, pero que se extendió con el 1850 ningún país iberoam ericano obtuviera m ás de un 3 p o r ciento de su
paso del tiem po por todo el país (M onbeig, P., 1983, 39-40). En la Amé­ PNB de las actividades industriales. Las únicas p lan tas industriales que
rica española se p ro d u jo el m ism o proceso; Jas necesidades alim en­ operaron h a sta esas fechas fueron las refinerías de azúcar (m ás frecucn-
tarias y de anim ales de carga indujeron a Jos gobernadores a conceder teniente, sim ples m olinos o «engenhos»), tenerías, harinerías, p lantas tex­
grandes lotes dc tierras, que a m enudo se entregaban com o m ercedes tiles y poco m ás. Ahora bien, con la Independencia se consagró la liber­
por éxitos de conquista, p a ra estim u lar las producciones agrarias. Más tad de com ercio, au m entando considerablem ente las exportaciones y, en
tard e fue el propio E stad o el que vendió las tierras en grandes lotes para consecuencia, la dem anda de pro d u cto s m an u factu rad o s extranjeros. Al
o b ten er recursos fiscales/ El latifundism o en H ispanoam érica co rrió pa­ m ism o tiem po el increm ento dc la población y la organización de una
rejo con el desarrollo de Ja encom ienda y de los rep artim ien to s, pues eran incipiente ad m in istració n en todo el te rrito rio nacional favorecieron el
las com unidades indígenas las que a p o rtab an la m ano de o b ra necesaria crecim iento de las ciudades pequeñas y m edias p o r el asentam iento dc
p ara el funcionam iento de! sistem a. El latifundio, denom inado general­ funcionarios con re n ta s fijas; todo lo cual provocó u n aum ento del m er­
m ente hacienda, tuvo un m ayor auge en el siglo xvn, al declinar las pro- cado de consum idores, que a tra jo a los capitales extranjeros, si bien és­
„ ducciones m ineras, tan to por ocupación de nuevas tierras com o p o r usur- tos se orientaron p referen tem en te hacia las in d u strias exportadoras, bien
' pación de los ejidos y tie rra s de las com unidades indígenas. se tratase de p la n ta s p a ra la conservación de la carne o para la concen­
El proceso continuó y se afirm ó desde la Independencia, al au m en tar
tración de los m inerales con bajo contenido. En algunos casos se dio
la dem anda de pro d u cto s agropecuarios en el m ercado internacional, ex­
incluso u n a desnacionalización de em presas, com o sucedió con la que
tendiéndose la gran explotación ganadera —la estancia— o m ixta p o r las
explotaba el n itra to chileno, que estan d o constituida en un 67 p o r ciento
pam pas argentinas, Uruguay y Sur de B rasil. En el Sudeste de este país,
por capital nacional an tes de la g u erra del Pacífico (1S79) cayó a u n 36
lo m ism o que en Colom bia, adquirió un desarrollo ex trao rd in ario d uran­
p o r ciento después de la m ism a (1883). Algo sim ilar sucedió con el estañ o
te el siglo pasado la gran explotación cafetalera, al igual que en A m érica
boliviano, al tiem po que el gobierno m ejicano dab a todas las facilidades
central, E cuador o la p ro p ia Colom bia lo adquieren las plantaciones ba­
al capital ex tran jero p ara explotar d irectam en te las m inas ce plom o, zinc
n aneras d u ran te el presente, m anteniéndose en el Caribe las de caña.
Todo un pan o ram a de afianzam iento de la gran explotación que con­ y h ierro (CoJlin D elavaud, C., 3973, 125). E n conjunto, Jas inversiones
tra s ta vivam ente con el aum ento del núm ero de m inifundistas y obreros extranjeras, en vísperas de la I G uerra M undial, totalizaron unos 200 m i­
deJ cam po o de los ejid atario s descendientes de las antiguas com unida­ llones de libras esterlinas, correspondiendo al R eino Unido m ás de la
des indígenas mejicanas* Los m in ifu n d istas provenientes de antiguos m itad, y el resto a E stad o s U nidos, Francia y Alem ania principalm ente.
pequeños p ro p ietario s tuvieron poco arraig o en América; únicam ente los A rgentina fue el p rim e r país receptor, con unos 650 m illones, seguido de
caboclos brasileños pueden ser considerados como u n ejem plo; p o r el Méjico, con unos 400 m illones dc lib ra s esterlinas.
co n trario , los h u asipungueros y arrim ad o s ecuatorianos, los colonos y Finalm ente, el siglo xx fue testigo dc la expansión de las inversiones
alíegados peruanos, los tolerados bolivianos e inquilinos chilenos re p re ­ ex tran jeras en u n a nueva riqueza m ineral: el petróleo; así, en 1938 el ca­
sentan diversas m odalidades de m inifundistas, que explotan la tie rra en pital norteam ericano invertido en Venezuela su m ab a 247 m illones dc
precario p o r cesión de un latifu n d ista a cam bio de d eterm in ad as p re sta ­ dólares y el anglo-holandés 125 m illones, aunque e sta s cifras incluyen las
ciones. E stas figuras, surgidas en época colonial, se m antuvieron h a sta las inversiones no p etro leras.
recientes refo rm as ag rarias, p ersistien d 9 en algunos casos. O tros m ini­ ?En sum a, la in d u strializació n de esta p rim e ra etap a, que llega hasta
fundios surgieron al abolirse la esclavitud. E n conjunto, la consolidación la TI G uerra M undial, se caracteriza p o r ser escasa, concentrada en las
de esta e stru c tu ra dual h a p erm itid o la consagración de los desequili­ ram as agrarias y m in eras y dependiente de las inversiones exteriores,
brios sociales d u ran te la e tap a trad icio n al h a sta que a p a rtir de la fase orien tad as hacia los focos dinám icos, como B uenos Aires y Sao Paulo...,
expansiva iniciada en los años 1940 se am plió sensiblem ente el co n ju n to y m uy secu n d ariam en te hacia ciudades disp ersas, que albergaban peque­
de las clases m edias, ñas in d u strias ag rarias o instalaciones m ineras. Sólo en los países con
. .Ahora bien, la expansión in d u stria l del siglo xix y prim er tercio del xx m ejores condiciones, com o A rgentina, B rasil, M éjico y Chile tuvo una
tam poco fue capaz de c re a r un fu erte desarrollo económ ico ni de c o rre ­ cierta fuerza el capital nacional, aplicado a las ra m a s alim enticia, textil,
gir esa polarización so c ia l E n efecto, se tra tó de una industrialización m ecánica, cem ento, c u e ro ,'e tc . Un cap ital nacional que fue creciendo,
dependiente, poco d esarro llad a y de c a rá c te r tradicional; aspectos que aunque muy débilm ente, desde los años de Ja Independencia.
ESPACIOS Y SOCIEDADES

c) Independencia politice, y dependencia económica. — La em ancipa­


ción iberoam ericana, estim ulada p o r la independencia estadounidense en
177o, sé p ro d u jo e n tre 1808 y 1826 p a ra una gran p a rte de los países, fa­
vorecida p o r la invasión napoleónica de las m etrópolis. Los criollos vie­
ron la posibilidad de conseguir lib ertad política y ad m in istrativ a y de
enriquecerse m ediante la lib ertad com ercial. A B rasil no le fue difícil
conseguir su objetivo, pues la pro p ia corona portuguesa asum ió la de­
m anda de su colonia, independizándose en 1822; en cam bio, en la Amé­
rica hispánica se dieron diversos enfrentam ientos y guerras c o n tra la
adm inistración colonial; en fren tam ien to s que m ás tard e se p ro d u jero n
entre los nuevos estados p o r el control de determ inados te rrito rio s fro n ­
terizos, en virtud, sobre todo, de las am biciones personales y del caudi­
llismo, que im pidió realizar el sueño bolivariano de la Unión S u dam eri­
cana.
Los nuevos estados se debían configurar, en principio, de acuerdo con
la delim itación ad m in istrativ a que tenían precedentem ente, pero la deli­
m itación fue dífícil en las áreas escasam ente pobladas, lo m ism o que d o n ­
de se en fren taro n las ideas de quienes defendían la independencia u n ita­
ria de las d istin ta s entidades adm in istrativ as, fren te a quienes propug­
naban am plias federaciones territo riales, com o la de las Provincias Uni­
das de C entroam érica (G uatem ala, E l Salvador, N icaragua, H onduras,
Costa Rica), que n o llegaría a cristalizar, o la de la R epública de Colom­
bia, que englobaba a las actuales Colombia, Panam á, Venezuela y E cua­
dor, pero que, proclam ada en 1819, no duró m ás que hasta 1830, p o r di­
sensiones de sus caudillos.
/L as consecuencias de la independencia fueron diferentes en cad a país,
aunque con u n a base com ún: el m ovim iento independentista no tra jo
cam bios radicales ni en lo social ni en lo económ ico; es m ás, algunos
caudillos, com o S an ta Anua en Méjico, Páez en Venezuela o R osas en
A rgentina g o b ern aro n en sus respectivos estados com o sí se tr a ta r a de
inm ensas haciendas. Pero las diferencias se p lantearon en o tro plano, fa­
voreciendo a los grandes países en perjuicio dc los m ás pequeños, pues,
p o r disponer d e ab u n d an tes recursos territo riales y dem ográficos, a tra ­
je ro n fácilm ente la inversión; p o r el contrario, los pequeños países con­
tin u aro n com o subsidiarios de ía econom ía internacional, contando con el
inconveniente de la dependencia económ ica, que tam bién afectó a los
grandes países, pero sin h acerse acreedores, como éstos, de ninguna de
las v en tajas derivadas de una cierta acum ulación capitalista. *
É sta, sin em bargo, no fue im p o rtan te, pues se continuó considerando
a la tie rra y al com ercio com o b ase de la riqueza, in v in ién d o se las plus­
valías o los excedentes m onetarios en la adquisición de propiedades ag ra­
rias o d e bienes d e lujo, de m odo q u e Iberoam érica, ya desde la época
de la independencia, com enzó a alejarse del m ovim iento de in d u striali­
zación que se e sta b a produciendo en los países industriales, a p esar de Fíg. 9.1. Fecha de formación de los a ta d o s índepindiernes.
disponer de gran d es recursos m ineros, que, ju n to con las producciones
agrarias, co n stitu y ero n las bases de u n a m ínim a industrialización. Ambos
—productos m ineros y agrarios— e stá n estrecham ente relacionados con
las condiciones n a tu ra le s del te rrito rio iberoam ericano. }
376 ESPACIOS X SUCIEDADES

IIL E l s ig n if ic a d o d e l a s c o n d ic io n e s n a t u r a l e s

Las condiciones n atu rales constituyen, ciertam ente, el punto de p a r­


tid a o la base sobre la que se asienta la organización dcl espacio; pero
esta organización es n ecesariam ente una o b ra hum ana; es el hom bre en
suciedad el que aprovecha las m últiples posibilidades y recursos que el
m edio le ofrece, p o iq u e el espacio en sí m ism o es neu tro y cada sociedad
crea unas e stru c tu ra s espaciales acordes con la im agen que el grupo do­
m inante tiene de ese espacio. Asf; las civilizaciones precolom binas que
se asen taro n en tre M éjico y Cuzco e stru c tu ra ro n un espacio ocupado in­
tensivam ente, d esarrollando incluso el regadío, y favoreciendo la existen­
cia de unas fu ertes densidades hum anas. F ren te a estas civilizaciones
avanzadas, los colonizadores ibéricos organizaron, p o r el contrario, una
ocupación del espacio com o área com plem entaria de la econom ía m e tro ­
politana; y los criollos independientes lo hicieron com o áre a complemen*
taria de la econom ía internacional. Hoy se a rra s tra n , sin duda, p a rte de
esos lastres del pasado, dishm cionales para las necesidades p resen tes y
que tienen m uy poco que ver con las m últiples posibilidades de explota­
ción y estru ctu ració n que ei m edio ofrece. E sas posibilidades y ap titu d es
pretendem os analizarlas brevem ente a través del estudio de las e stru c ­
tu ras m orfológicas, clim áticas y de los m edios bioclim áticos, que hablan
claram en te de Las potencialidades m ineras y ag rarias del espacio re­
gional.

1. Un retieve contrastado sobre grandes unidades m orfoestructurales

El te rrito rio iberoam ericano form a p a rte de u n a gran unidad co n ti­


nental, correspondiente, sin em bargo, a varias placas de la corteza te ­
rre s tre —norteam ericana, del C aribe y sudam ericana—, que en su des­
plazam iento desde el centro del A tlántico hacia el O este ha originado las Sierre Madre Occidental
cordilleras del b orde occidental de América, al com prim irse los m árgenes Sierra Madre Oriental
continentales p o r la subducción de las placas del Pacífico. Aríiplano mejicano
Unas cordilleras que van desde Alaska a la Patagonia y que desde el Eje neovoicánico
Depresión dei Balsas
N orte de Méjico h a sta la T ierra de Fuego re p re se n ta n u n vastísim o sis­
Sierra Madre sel Sur
tem a m ontañoso, dc unos 11.000 km de longitud, dividido en tres u n id a­ Cuenca de M anagua
des, correspondiendo la p rim era a las sierras y altas m esetas m ejicanas, Llamos det Orinoco
a las sie rra s centroam ericanas de escasa a ltitu d la segunda, y a los Andes C u e iK a secim entana dei
la tercera, con sus ejes o rientados en sentido m eridiano, com o resp u esta Am azonas

al desplazam iento de las placas a las que pertenecen. F rente a éstas se 10. Escudo de las G uayanas
11 . Escudo brasileño
d esarro llan las vastas planicies, bien sean sedim entarias, localizadas so­
12. Cuenca sedimentaria del
bre depresiones de tip o sineclise, com o la d el Amazonas o la del Paraná- Paraná-Paraguay
Paraguay o sobre cu b etas tectónicas, com o la de los Llanos del Orinoco, Meseta de la Patagonia
o bien sean p latafo rm as del zócalo, com o la del escudo brasileño o la 14.. Cordilleras andinas
m ás accidentada y elevada del escudo de las G uayanas; o bien, finalm en­ 15, Cuenca y altiplano de'
Trticaca-Poopó
te, se tra te de m esetas o altiplanos, com o la del cen tro dc Méjico, en
gran p arte co n stitu id a p o r m ateriales volcánicos terciarios. A ellas hay
que añ ad ir los m acizos antiguos, elaborados sobre un reborde fractu rad o Fig. 9.2, Las grandes unidades m orfoestructurales de Iberoam érica
(según C . Collin D elavaud. adaptado)
E S T K U C fL R A S L S l’A C lA LIiS LN ÁK.LAS Sl'BDfeSAKKOLLAUAS 379
373 ESPACIOS Y SOCIEDADES
areniscas secundarias, adem ás dc m ateriales volcánicos de edad secun­
del zócalo, com o las sierras atlán ticas a lo largo de la costa o rien tal b ra ­ daria y píiocuaternaria.
sileña. Frente a todo el conjunto de ab iertas llan u ras, a veces in terru m p id as
El escudo brasileño constituye u n a de las unidades de m ayores di­ p o r pequeños macizo? antiguos o p o r alineaciones de cuestas sobre m a­
m ensiones, pues se extiende sobre varios m illones dc km 2 desde las sie­ teriales sedim entarios resisten tes, se levanta la im ponente m uralla de
rras atlán ticas hacia el interior. É stas, precedidas p o r una llan u ra cos­ los Andes, con una longitud dc m ás de S.500 km desde los Andes patagó­
tera, adoptan una e stru c tu ra germ ánica en bloques levantados y h undi­ nicos h asta los venezolanos, que cam bian ya su orientación m eridiana
dos paralelos a Ja costa o en. bloques que se van levantando progresiva­ p o r la zonal. Con una línea m edia de a ltitu d su p erio r a los 3.500 m y una
m ente en escalera de fallas h asta las m áxim as culm inaciones e n tre 2.000 anchura m edia de 300 km, aparecen como una gran cordillera, con im por­
y 3.000 m. E n tre los m ateriales paleozoicos de estas sierras, sobre todo tan tes consecuencias clim áticas p o r su orientación m eridiana y por el
en el estado de M inas G erais, se h an producido im p o rtan tes m etalizacio­ escalonam iento clim ático que se produce, en altura. Aunque con oscila­
nes de oro y diam antes, explotados en época colonial, y, sobre todo, de ciones acusadas del nivel dc eje, centra ¿us m áxim as altitu d es en tre un
hierro, actu alm en te en explotación y con enorm es reservas. F uera de las secto r que a rra n c a al Sur de Santiago y que va hasta el N orte dc Perú,
sierras atlánticas, el resto del escudo brasileño aparece cu b ierto p o r sector dividido en dos cordilleras, alejadas en tre sí, que encierran cuen­
bancos de sedim entos secundarios o terciarios de poco espesor, que h an cas in tram o n tan as, form ando m esetas o altiplanos, com o el de Perú y Bo­
dado lugar a u n a vasta m eseta de escasa altitu d (800-1.000 m ), form ando livia en torno a los lagos T iticaca y Poopó o com o el de la p u n a de Ata-
las denom inadas «chapadas* y «tabuleiros» (superficies planas), que sólo cam a en el N oroeste argentino. T ras el descenso en el N orte p eru an o y
en el S ur desaparecen, su stitu id o s p o r una vasta región volcánica en los en E cuador, vuelve a ascender en Colombia, dividiéndose, a p a rtir del
estados de Santa C atarina, P aran á y Sao Paulo, cuyas tierras h a n servido nudo de Pasto, en tres cordilleras, separadas por las profundas fosas
de excelente base, dada su fertilidad y ausencia de encostram iento, p ara del Cauca y del M agdalena, en cuyos valles se localiza un poblam iento
la expansión del cafetal. denso y un intenso aprovecham iento agrario, con la salvedad de algunos
£1 escudo brasileño se halla sep arad o del de las Guayanas p o r la si­ valles de propiedad latifu n d ista y explotación extensiva.
neclise del A m azonas, depresión e stru c tu ra l de gran radio, rellena de Los Andes, cordillera m uy joven, surgida a finales del T erciario, en
m ateriales terciarios y cu atern ario s, e n tre los que d iscurre el Amazonas, el levantam iento ponto-plioceno, tiene una e stru c tu ra tectónica y geo-
a una m ínim a a ltitu d sobre el nivel del m ar (200 m en la fro n tera con m orfológica com pleja, pues a la a p a re n te sim plicidad de los bloques le­
Perú). La gran cuenca sedim entaria del Amazonas se prolonga hacia el vantados y de las fosas, se sum a la com pleja integración del zócalo p re­
N ordeste p o r 1a del Orinoco, separada de ésta p o r una nueva flexión del cám brico, del zócalo hercianiano, de los m ateriales sedim entarios, secun­
zócalo, que da lu g ar a num erosos rápidos en la cabecera de los afluentes darios y terciarios, en m últiples unidades plegadas y falladas, a través
am azónicos. El relieve de la cuenca sedim entaria del Orinoco es sim ilar de cuyas fallas, adem ás, se ha d esarro llad o un intenso volcanism o desde
al que se desarro lla sobre la del Amazonas, aunque la cuenca se hace los tiem pos m esozoicos h asta la actualidad. E ste tipo de e stru ctu ra y
m ás estrecha, convertida, desde u n p unto de vista tectónico, en una cu­ m ateriales se p resta a la existencia de m etales preciosos y otros m inera­
b eta, e n tre los .Andes al O este y N orte y el escudo de las G uayanas al les industriales, com o la plata en Perú (produce ± 1 2 p o r ciento de ]a
Este. m undial), el h ierro en Chile c en tral y Perú, zinc y plom o p eru an o en el
El escudo de las Guayanas se localiza e n tre las propias G uayanas, Ve­ cerro de Pasco, el cobre chileno o el estaño boliviano en O ruro-Potosí,
nezuela y B rasil; u n escudo que ha sido tran sfo rm ad o en u n m acizo e n tre los m ás significativos. A ellos hay que a ñ a d ir la p iala (13 p o r ciento
antiguo p o r su fracturación, elevación y accidentación. E stá dividido en dc la m undial), zinc y plom o de la m eseta c en tral m ejicana, au n q u e fuera
el centro p o r el río B ranco, que, al igual que el resto de los ríos del m a­ de la unidad andina. .
cizo, salva los enorm es escarpes q u e lo circundan, de hasta 1.000 m de El relieve de M éjico p re sen ta tam bién u n a gran com plejidad. La
desnivel, en im presionantes caídas. E n S urinam y Guayana, el zócalo Sierra M adre O riental y la O ccidental son continuación, respectivam ente,
aparece recu b icrto por una serie sedim entaria, culm inada p o r capas de de las R ocosas y de la S ierra N evada, que se van estrechando progresi­
bauxita, m ineral del que am bos países, ju n to con Jam aica, prod ucen al­ vam ente hacia el S u r h asta q u ed ar in terru m p id as p o r el eje>ieovoícdmco
red ed o r de u n tercio dcl m undial. tran sv ersal (el P aricutín surgió en 1941), que separa el co n ju n to de sie­
AL O este dei escudo brasileño se pasa, a través de u n a flexión del. m is­ rra s y m eseta cen tral m ejicana de las cuencas de escasa a ltitu d que se
m o, a la cuenca sedim entaria del Paraná-Paraguay, rellena de m ateriales en cu en tran al S ur, en- la d en om inada «depresión del Balsas». Más hacia
recientes; se tra ta de una llanura pantanosa, inundada d u ran te la esta­ el Sur, ya en la fro n te ra con G uatem ala, las sie rra s se van estrech an d o y
ción de las lluvias, p ero que hacia el Sur, en latitu d es su p erio res al perdiendo energía h a sta d esap arecer bajo el m ar.
paralelo d e Asunción, da paso a una vasta planicic de relleno aluvial, Al O este, la S ierra M adre O ccidental rep resen ta u n a b a rre ra conti­
donde se localizan las fértiles pam pas argentinas. Al Sur de las m ism as nua de e n tre 2.000 y 3.000 m de altitu d , desarrollada a lo largo de
se ab re la m eseta patagónica, viejo zócalo precám brico, recubierto de
380 ESPACIOS Y SOC1KUAOES

2.000 km , sobre h o rsts cristalinos, con enorm es escarpes de talla hacia el


lado del Pacifico. Al Este., la S ierra M adre O riental está integrada p o r u n
conjunto de cadenas calcáreas plegadas q u e caen b ru scam en te hacia el
golfo de Méjico, E n tre am bas se localiza el altiplano central, que consti­
tuye un plano inclinado desde el S uroeste hacia el N ordeste, con altitu d es
predom inantes e n tre 2.500 y 1.500 m, labrado sobro m ateriales volcánicos
de edad neógena, en tre los cuales afloran dovelas levantadas del zócalo,
m ientras que o tras dovelas hundidas o, en su caso, coladas de lava, han
cerrado e individualizado pequeñas cuencas, com o la de la ciudad de
Méjico o la de Puebla, al pie de los im ponentes volcanes Popocatcpetl
(5*450 m) e íx tacih u ah (5.286 ni).
Los m ateriales volcánicos y del zócalo han posibilitado 3a concentra­
ción de abun d an tes m inerales explotables, como ya hem os señalado, lo
m ism o que las llan u ras aluviales del golfo de M éjico han favorecido la
form ación de grandes bolsas p etro leras bajo sus sedim entos, com o la de
Reynosa en et K orte, Tam pico en el cen tro y las de M inatitlan y C árdenas
en el Sur. Este tipo de yacim ientos p etro lífero s se ha form ado b ajo con­
diciones sim ilares a las de los depósitos del golfo de M aracaibo o del
secto r sep ten trio n al del bajo Orinoco en Venezuela y a las que rein aro n
en el m om ento de fo rm arse los yacim ientos del Chaco argentino.
El golfo de M éjico y el m ar Caribe constituyen un m ar cerrado por
el co n ju n to in su lar de las G randes y Pequeñas Antillas, que correspon­
den a las áreas em ergidas de unas cordilleras subm arinas, que separan
e individualizan, bajo el m ar, una serie de fosas y cuencas. E n conjunto
se com p o rtan com o áreas de debilidad e n tre los grandes escudos de
N orte v de Sudam érica.

2. Unos m edios bioclim áticos m u y heterogéneos

Si es cierto que Ja m ayor p arte de las tie rra s iberoam ericanas se en­
c u e n tra en latitu d es cálidas, no lo es m enos que u n a buena p a rte de
éstas ve m odificada p o r el relieve sus iniciales condiciones zonales: ta n ­
to las sierras m ejicanas com o los Andes ad o p tan u n a dirección m eridia-
na y, p o r ello, p erp en d icu lar a los flujos de aíre. E ste fenóm eno provoca
una clara d isim etría en las precipitaciones de los sectores que están a
b a rlo v e n to —los orientales en la zona cálida y los occidentales en la zona
tem plada— y los que se en cu en tran a sotavento. P o r o tro lado, al tr a ta r­
se de grandes relieves m ontañosos, origina u n escalonam iento clim ático
en altu ra, que se trad u ce en una gran diversidad de regiones clim áticas.
EJ facto r clim ático m ás destacado es, sin em bargo, la situación lati­
tudinal, en tre los 32° N. y los 55° S., pero correspondiendo la m ayor
extensión a la zona in tertro p ical, con u n clim a de tipo ecuatorial en Pa­
nam á, buena p arte de Colom bia y la Amazonia, con lluvias abundantes
a lo largo de todo el año y te m p e ra tu ra s m edias m ensuales superiores
siem pre a los 24° C. U na variante dc éste es ei clim a litoral de alisio del
Caribe o de la costa o rien tal brasileña, con m en o r integral térm ica, pero
Kig. 9.3. Principales form aciones vegetales de Iberoam érica
acusada hum edad. Desde el dom inio ecu ato rial se p asa progresivam ente
(según C oüin D elavaud, adaptado)
382 E SPA C IO S Y SOCIEDADES
ESTRIXTURAS ESPACIALES EN ARLAS SUUUESARROLLADAS 383
al de clim as tropicales con estación seca y húm eda alternante* m otivadas
p o r los anticiclones su btropicales y p o r la Convergencia In te rtro p ic a l diendo densidad al d ism in u ir las precipitaciones, hasta las sab an as de­
respectivam ente, o a los sem idesiertos del N orte de M éjico o del Chaco gradadas de arb u sto s espinosos y de cactáceas, com o la «caatingac del
argentino-paraguayo, donde la estación seca se m antiene d u ran te la m a­ N ordeste brasileño o com o la del Chaco. Las sab an as en general ofrecen
yor p a rle del año. O tros desiertos o sem idesiertos se relacionan con fac­ condiciones am bivalentes p a ra la explotación agraria: m alas cuando es­
tores locales, com o sucede con el N ordeste brasileño o en la fran ja cos­ tán provistas de co stras lateríticas, que, aunque no ocupen grandes ex­
iera chileno-peruana, dado que se en cu en tran a sotavento de los alisios tensiones, es preciso lev an tar p ara p o n er en cultivo, pero que se p restan
húm edos del S ureste. Aquél, p o rq u e se interponen las sierras atlán ticas a todo Tipo de aprovecham ientos d u ra n te la estación húm eda o a lo largo
brasileñas; éste p o r la p an talla de los Andes, que, adem ás, favorece la dei año si se cuenta con regadío. Las regiones m ás difíciles son las
penetración de las m asas de aire seco y subsidente del anticiclón del Pa­ subáridas, com o el sertao brasileño, donde a vcccs pasan m ás de dos
cífico S u r h a sta G uayaquil, ya cerca del E cuador, im posibilitando de años seguidos sin llover. Condiciones de subaridez dan lugar tam bién en
este m odo las lluvias, ta n to m ás cu an to que la corriente fría de H um - el N orte de M éjico a la form ación d e una estep a arb u stiv a de cactáceas,
b o id t estabiliza p o r !a b ase las m asas de aire. extendida p o r cientos de m iles de km 2.
T ras un dom inio subtropical de poca extensión, que va desde Rio ü n caso singular está co n stitu id o por los Llanos colombo-venezola-
G rande do Sul h a sta la provincia dc B uenos Aires en el E ste dc Sudamé- nos: u n a sab an a h erbácea de g ran p lan itu d y m uy m al drenada, q u e p er­
rica y que en el área occidental co rresp o n d e al clim a m ed iterrán eo chi­ m ite un en charcam iento estacional, poco a p to p a ra el desarrollo arb ó reo
leno, en torno a Santiago, se a b re p aso la región patagónica, de clim a frío o de o tra form ación vegetal que no sea la p ra d e ra de gram íneas.
y seco, puesto que los Andes im piden el paso hacia el Este de las b o rras­ P rad era de gram íneas que se extiende igualm ente desde las pam pas
cas del F rente P olar del Pacífico. No ob stan te, et secto r m ás occidental argentinas h a sta el Sur dc B rasil, b ajo la influencia del clim a su b tro p i­
y m eridional d e ios Andes d el S u r, viéndose afectado continuadam ente cal de fachada o riental, sobre un m edio tem plado, en el que los europeos
por dichas b o rrascas, com o corresponde a su la titu d y exposición p erp en ­ encontraron d u ran te el siglo pasado unas excelentes condiciones p a ra la
dicular a los •westerlies, goza de u n clima oceánico, suave y húm edo. explotación agropecuaria, al co n trario de lo que sucede en todo eJ triá n ­
Como hecho sin g u lar y facto r peí tu rb a d o r del clim a tropical del Ca­ gulo m eridional de A rgentina, subárido y frío, al que invaden desde el
ribe y golfo de M éjico, se debe d e sta c a r el papel de los huracanes, esos S u r coladas de viento m eridional, incluso a n tá rtic o —ei pam pero— , que
vórtices ciclónicos, que se form an a finales de! verano p o r recalentam ien­ se desliza en invierno, siguiendo los Andes, p o r toda la Patagonia, difi­
to de ías aguas de esto s m ares cálidos, apoyados a m enudo p o r coladas cu ltan d o el crecim iento de la vegetación.
de aire frío en altu ra, E n m uy poco tiem po engullen enorm es m asas de Finalm ente, sobre los Andes y sierras m ejicanas se desarro lla una
aire cálido y húm edo, que, al elevarse bruscam ente, se enfría y provoca co b ertera vegetal que p articip a, en principio, de los caracteres zonales
precipitaciones torrenciales., adem ás d e unos fu ertes vientos, generalm en­ de base, p e ro escalonándose en altitu d y form ando una cliserie vegetal
te catastróficos, h a sta que el desplazam iento dc la célula ciclónica hacia com pleja, según la latitu d , la a ltitu d y la exposición o rien tal u occiden­
el in terio r co n tin en tal la va disolviendo por falta de alim entación en la tal. Por ejem plo, en Perú m eridional se p asa del d esierto costero, en el
base, que se aprovechan d eterm inados oasis a p a rtir de las aguas procedentes
I-os clim as de los dom inios y regiones señalados rep resen tan el factor de la cordillera, a la estepa de a ltitu d —la puna—, que se desarro lla a
prim ordial del tipo de vegetación predom inante. Aunque las variaciones p a rtir de los 3.500 m, com puesta de m ato rrales y hierbas, secos d u ran te
y m atices son m últiples, en co n ju n to se puede d istinguir una vegetación unos ocho m eses al año y que a p a rtir de los 4.800 m cede paso al de­
de bosque denso ecuatorial, bien sobre los lechos inundables de los ríos sierto de roca y hielo. Allí donde la hum edad es m ayor d a u n a estepa
am azónicos —las varzeas e igapos— , o bien sobre los interfluvios, con m ás densa de tipo páram o. Los valles y altiplanos andinos, n o ob stan te,
sus tre s e stra to s vegetales, su potencia y densidad, localizado aproxim a­ perm iten una explotación agrícola intensiva, a p a rtir del agua que des­
dam ente e n tre los 5* N. y los 10° $., aunque se prolonga p o r Centroam é- ciende de las sierras, ,y u n a g anadería extensiva a base de ovejas o lla­
rica y p e n e tra en M éjico. E stos dom inios biügeográficos han represen- m as, que son capaces de ap ro v ech ar esto s m ediocres pastos.
ta d ^ tra d ic io n a lm c n te u n o b stáculo p a ra la ocupación agraria, si bien Salvo en el dom inio ecuatorial y gran p a rte del tem plado, el regadío
hoy, con las técnicas m odernas no ofrecen m ás condicionantes p a ra su resu lta fundam ental, p o r tanto, com o lo lia dem ostrado M éjico en la
puesta en cultivo que los derivados de una racional explotación de los ocupación de las llan u ras lito rales de los estad o s de S onora y Sinaloa.
mismos. P o r o tro lado, la construcción de em balses en estas tierras con ab u n ­
A este co n ju n to sucede el de las sabanas tropicales, ad ap tad as al cli­ dantes precipitaciones y ríos caudalosos d u ran te una p a rte del año, d a­
m a seco y húm edo altern an te, que va desde los «campos» brasileños, con ría a Ib ero am érica u n enorm e potencial hidroeléctrico, m uy poco ap ro ­
su m ayor o m enor densidad arb ó rea, que sobre suelos volcánicos se vechado aún , .
convierten en u n bosque denso y que sobre el resto de los suelos van per­ Las condiciones n atu rales analizadas ofrecen ta n ta s facilidades com o
obstáculos cara al desarrollo; incluso creem os que las ventajas su p eran
ESt'ACJO S Y SO CIEDADES ESTR U C T tR A S ESPACIALES EN ARLAS SIJBW5ARROLLAÜAS 385
384

a los inconvenientes; si el desarrollo no se ha producido, se h a debido pañola, hoy casi duplica a ésta; Colombia* que en 1900 sólo c o n ta b a con
a las específicas e stru c tu ra s dem ográficas, económ icas, sociales y te r r i­ el equivalente de u n 12 p o r ciento de la población de E sp añ a (= 2 ,2 m i­
toriales creadas por las d istin tas coyunturas históricas. El desarrollism o llones) en la actualidad llega a un 80 p o r ciento de la m ism a y la supe­
incontrolado de las ú ltim as cu atro décadas tam poco ha sido capaz de ra rá con toda p ro b ab ilid ad antes de que acabe el siglo. E stos tre s casos,
ju n to con A rgentina, rep resen tan a los países m ás populosos de Ib e ro a ­
superarlas.
m érica, aunque este últim o se m an tien e en u n crecim iento m oderado.
Esos cu atro países disponen de gran d es superficies territo riales, por
IV , E x p l o s ió n d e m o g r á f ic a y e x p a n s ió n e c o k ó m ic a :
lo que ninguno de ellos se distingue por una fuerte densidad global; ni
LA COKSOLIDACIÓ.V DEL SUBDESARROLLO
éstos ni ningún o tro dcl conjunto regional, excepto los dcl C aribe m ás
E l Salvador, sup eran ía densidad de E spaña ( —76 h ab ./k n r2), resu ltan d o
• Parece co n trad icto rio que d u ran te una fase económ ica expansiva se una densidad m edia m uy b aja, que, sin em bargo, en cubre una d istrib u ­
produzca el subdesarrollo. No lo es, sin em bargo, si se observa que las ción m uy desigual de la población. E n cualquier c a so /Ib e ro a m é ric a e stá
sociedades iberoam ericanas se ven afectadas p o r un factor nuevo: la m uy poco poblada y, disponiendo de vastísim os territo rio s sin apenas
explosión dem ográfica, que es, en p a rte , consecuencia de la expansión ocupar, parece lógico q u e se in ten te colonizarlos y explotarlos. P ara cuyo
económ ica,1 pues, com o ha señalado Y. Lacoste, los intensos y rápidos fin no es de e x tra ñ a r que existan num erosos defensores de un creci­
intercam bios establecidos e n tre los p aíses in d u striales y los su b d esarro ­ m iento dem ográfico incontrolado.* No o b stan te, este crecim iento, q u e h a
llados obligaban a aquéllos, a fin de ev itar los contagios, a in tro d u cir movido a m uchos gobiernos a estab lecer program as de colonización,
m edidas san itarias en éstos; m edidas potenciadas, adem ás, p o r organis­ com o ha hecho B rasil en el S u r de la Amazonia, Perú, Colom bia y Vene­
mos internacionales, com o la OMS, p o r las m ism as élites iberoam erica­ zuela en el secto r occidental de la Amazonia y O rinoquia, o Méjico en
nas y por el p ropio progreso económ ico general. Todo ello indujo un e! N oroeste tíel país, ha dem o strad o ser m ás fuerte de lo deseable, a sis­
crecim iento inusitado de la población. A nte esta situación, los in ten to s tiéndose al fracaso de m uchos de estos program as por no poder d o ta r
de desarrollo m ediante el cam bio de las e stru c tu ra s heredadas, a través a todos con suficientes m edios técnicos y orientaciones cu ltu rales y co­
de u n a acelerada industrialización y de unas refo rm as agrarias p ro g re­ m erciales. *Un crecim iento dem ográfico que, en consecuencia, en vez de
estim ular, ahoga el d esarro llo ;
sistas, no fueron suficientes. Faltó algo m ás, com o p o r ejem plo una Ad­
m inistración saneada y eficiente, que, Ubre de presiones externas e in ter­ í E ste crecim iento desbordante se fundam enta, ante todo, en la caída
n as en el m anejo de unos recursos escasos, b u scara satisfacer las nece­ drástica de la m ortalidad, tan to de la general com o de la infantil, de tal
sidades p rio ritarias de sus adm inistrados; faltaro n igualm ente unos re­ m an era que las sociedades iberoam ericanas tienen las m ás b a ja s tasas
cursos hum anos m ás cualificados, q u e deb erían h a b e r conseguido esa de m ortalidad de todo el p la n e ta /s ie n d o la m ayoría de ellas inferiores
cualificación, p recisam en te a través de la acción de la A dm inistración. al 10 p o r mil, u m b ra l en el que se e n c u e n tra n los países m ás populosos,
como B rasil (8 p o r m il), M éjico (6 p o r mil), Colom bia (8) y A rgentina
(9), b ajan d o algunos h a sta el 6 p o r m il, com o P anam á y C uba, y o tro s
h a sta el 5 por mil, com o Venezuela, y al 4 p o r mil, com o Costa R ica. f
1. E xplosión dem ográfica y subdesarrollo
E stos índices q u ed an p o r d eb ajo de los que son propios d e los países
El crecim iento dc la población iberoam ericana, m otivado p rin cip al­ europeos, que n o rm alm en te oscilan e n tre el 10 y ei 12 p o r mil, si bien
m ente por la inm igración h asta la crisis del veintinueve, se debió al p ro ­ E spaña, con un 8 p o r mil, debido a su e stru c tu ra dem ográfica joven, está
pio balance vegetativo a p a rtir de ese año. Si ya a principios de siglo la m ás cerca dc los índices de aquéllos. C iertam ente, es tam bién la ju v e n ­
diferencia e n tre nacim ientos y m u ertes era considerable, el distancia- tu d de ia población la que favorece la consecución dc esos índices de
m iento en tre las curvas de natalidad y m o rtalid ad a p a rtir de 1940 se m ortalidad tan b ajo s en tre las sociedades de Iberoam érica; p ero eí m an­
hizo tan grande q u e creó u n a situación socioeconóm ica nueva. ^ tenim iento de esa e stru c tu ra joven se debe a los ap o rtes que se hacen p o r
la base, es decir a la n atalid ad desbordante.*U na natalidad m uy fu erte
a) Un crecim iento dem ográfico desbordante, — Algunos datos pueden que, aunque b aje lentam ente, se m antiene en niveles tradicionales, e n tre
ser reveladores: la población iberoam ericana, que en 1900 su m ab a en u n 30 y un 40 p o r mil, con lo que la diferencia en tre nacim ientos y d efun­
to m o a 61 m illones, tard ó 40 años en duplicarse, alcanzando los 126 en ciones a rro ja un saldo de crecim iento dem ográfico anua] en torno al 2,6
1940, pero en los c u a re n ta años siguientes, en tre 1940 y 1980, se triplicó, p o r ciento; u n saldo capaz de d u p licar la población actu al en un lapso
llegando en la actualidad a u n a c ifra m uy próxim a a los 400 m illones, de 27 años; un saldo que se ha de m a n te n e r d u ran te largo tiem po, puesto
que se situ a rá n en m ás de 600 a finales de siglo. Casos como el de B ra­ que !as políticas restrictiv as o de co n tro l de n a ta lid a d tien en escaso eco
sil. que en 1900 tenía m enos población que E spaña, hoy tiene tre s veces en Iberoam érica. Pero incluso cuando descienda el n ú m ero de nacim ien­
m ás; Méjico, q u e no alcanzaba m ás que dos tercios de la población es­ tos, p e rsistirá el elevado crecim iento vegetativo, p u es a p e sa r d e q u e la
R S T R IX T U R A S ESPACIALES E \T ÁREAS SUBDESARROLLADOS 387
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m ortalidad infantil ha caído enorm em ente hasta cifras de e n tre el 40
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S£ niendo, en consecuencia, la distancia en tre nacim ientos y defunciones.
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H asta ahora sólo Cuba, Costa Rica, Jam aica y Puerto Rico han consegui­
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ccX ^ T5 y y V U «4 do esa reducción; el resto perm anece en los um brales señalados o su*
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fi'ü acusadas diferencias e n tre países. E l grupo m ás llam ativo es el de la
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¿ « a ~ tingentes de europeos, que tra ía n ya una cierta m entalidad restrictiva,
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a sobre todo en los casos de U ruguay y Argentina. EHo, unido a unas co­
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y u n tu ras económ icas específicas, favoreció un com portam iento dem o­
tí gráfico cercano al europeo, contando en la actualidad con una n atalid ad
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<•>1 = .■5 bien algunos colectivos chilenos (indios y m estizos) conservan com por­
•iá <e tam ientos propios de Iberoam érica.
6< m m '«r O tro de los casos llam ativos es el cubano. Cuba, m erced a una polí­
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a les de en to rn o al 15 p o r mil, en tan to que la m ortalidad ha descendido
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r 2 h a sta un 6 p o r m il, debido a la generalización de la asistencia sanitaria;
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I 1 v-* **H T -* **H fru to de la cual, tam b ién la m ortalidad infantil h a caído h asta cotas del
a 19 p o r mil. Análogos resultados se han conseguido en P uerto Rico, aun*
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'3 que aquí en función de las ayudas y prestaciones m asivas de E stados
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•2 8 Unidos a esta isla, que, políticam ente, es un estado asociado a E sta­
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dos Unidos.
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- ou no son perjudiciales, p ero exigen u n a s fuertes inversiones dem ográficas
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'2 r;— 3 e im plican unas elevadas ta sa s de dependencia. Así, m ien tras la pobla­
’on2 O u ción económ icam ente activa oscila e n tre el 30 y el 40 p o r ciento en
-5c 2 Iberoam érica, en los países desarrollados se sitúa e n tra el 40 y el 50 p o r
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III ciento de la total.


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Igualm ente, se agravan las dificultades p ara aten d er satisfacto ria­
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m ente a una creciente y ab u ltad a m asa escolar. De ahí que, a p esar de
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los avances en la alfabetización, todavía quede m ucho cam ino p o r reco­
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rr e r en este sen tid o y países com o B rasil cuenten aún con m ás de una
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q u in ta p a rte de población analfabeta; o tro s, com o H onduras, G uatem a­
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C¿ e»' la o E l Salvador, con m ás dc dos q u im as partes, y el país m ás atrasado,
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H aití, supera el 75 p o r ciento dc analfabetism o. P or el contrario, Argén-
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3S8 ESPA CIO S Y SOCIEDADES ESTRU CTU RA S E S t’AClAJ.FS EN ÁREAS SUBDESARROI.Í.ATUS 589

tina, Uruguay, Chile y Costa Rica no llegan al 10 p o r cierto; M éjico está lo que la em igración dcl cam po a la ciudad se extendió con fuerza, tan to
en torno al 19, en tanto que Cuba ha conseguido los progresos m ás es­ m ás cuanto que el crecim iento u rb an o inducido p o r la industrialización
pectaculares, co n tan d o con m enos de u n 5 p o r ciento dc analfabetos. experim entada en tre 1940 y 1970 aum entó las oportunidades de em pleo
Uno de los efectos claves de la explosión dem ográfica ha sido aum en- en los m edios urbanos, con lo cual, las ciudades, a p esar de sus inm en­
lar la presión so b re la tie rra y d ism in u ir las o portunidades p a ra la po­ sos problem as, se convirtieron en un foco de incesante atracció n .
blación rural.1En efecto, am e el ráp id o crecim iento de la población agra­
ria y ante las dificultades dc ro tu ra r nuevos terrenos, dada la desequili­ a) E l fracaso de las reform as agrarias. — Se ha dicho, con razón, que
b rad a e stru c tu ra de la propiedad, el éxodo ru ral se ha convertido en ley, Iberoam érica es el lab o rato rio de la reform a agraria. E n efecto, allí se
d a rd o lugar a que la población de las ciudades de m ás dc 20.000 habi­ han puesto en m arch a refo rm as com o la m ejicana, tan d ilatad a en el
tantes pasase de un 21 a un 35 por ciento dcl total e n tre 1950 y 1970 y tiem po, la boliviana o peruana, con sus am bivalencias, la cubana, u n tipo
que continuase la explosión u rb an a posteriorm ente. A pesar dc lo cual, de reform a socialista dc m ayor trascendencia que las dem ás, y h asta una
todavía existe u n secto r ru ral que acoge a u n tercio de la población en serie de tím idos in ten to s de refo rm a, dc los que cabría cu estio n ar su
núcleos m enores dc 2.000 hab itan tes; un sector que no pierde peso en carácter de tal.
térm inos absolutos, dado que se renueva constantem ente, m erced a las *En líneas generales, las refo rm as agrarias surgen como una resp u esta
enorm es tasas de natalidad. de los gobiernos a las tensiones que se desarrollan entre los hacendados
El éxodo ru ral supone un fenóm eno to talm ente generalizado, que (fazendeiros en Brasil) y los cam pesinos m inifundistas o las com unida­
afecta tan to a las ciudades m edias y grandes, las cuales a tra e n a los des indígenas; no suelen p roducirse, p o r lo tan to , en las áreas de p lan ta­
cam pesinos de su entorno, como a las grandes m etrópolis, que ejercen ción, pues este tipo de explotaciones se asienta generalm ente sobre tie­
su influencia so b re todo el te rrito rio nacional. Y es que la ciudad, p o r rra s nuevas, con b ajas densidades dem ográficas. Así, los focos de m ayo,
escasos atractivos que tenga, siem pre ofrece m ayores opo rtu n id ad es de res tensiones se localizan en el altiplano m ejicano, en el N ordeste b ra si­
em pleo y m ayor nivel de servicios que el m edio rural. leño y en las tie rra s altas y valles interio res andinos. *
El éxodo cam pesino, en consecuencia, responsable de aproxim ada­ El proceso de co n centración de la propiedad había alcanzado sus
m ente un 50 p o r ciento del crecim iento urbano, contribuye a p o ten ciar m áxim as cotas en M éjico, donde en 1910, antes de iniciarse la reform a,
el caos urbanístico, al tiem po que, a! dirigirse p referen tem en te a las ac­ el i p o r ciento de la población poseía el 97 p o r ciento de la tie rra , en
tuales m etrópolis nacionales o regionales, favorece la consolidación de tanto que el 96 p o r ciento de la población no poseía m ás que el 1 p o r
una red u rb an a desequilibrada, con m uy pocas y grandes ciudades. É stas ciento de las tie rra s (F u rtad o , C., 1973, 259). Aunque este desequilibrio
necesitarían se r com plem entadas con nuevos núcleos u rbanos o polos extrem o no se alcanzó en o tro s países, la e stru c tu ra resu ltab a igualm ente
de desarrollo, q u e p erm itieran in teg rar a todo el te rrito rio nacional en aberrante. Así, a m ediados del siglo actual, an tes del em puje reform ista,
un am plio sisteme* de relaciones espaciales (ver figura 9.4). el 8,1 p o r ciento de los p ro letario s bolivianos poseía el 95 p o r ciento de
El crecim iento dem ográfico desbordante, con sus aspectos negativos las tierras agrícolas; el 6,9 p o r ciento de las explotaciones chilenas con­
y con otros positivos, como es el aum en to de los recursos hum anos y la trolaba eí 81,3 p o r ciento de la superficie agropecuaria nacional; el 1,5
configuración de u n vasto m ercado de consum idores que potencia las p o r ciento de las venezolanas, el 78,7 p o r ciento de la superficie; en Co­
econom ías de escala, sigue su ritm o , sin la intervención de los poderes lom bia el 1,3 p o r ciento o sten tab a el 49,5 p o r ciento de la tie rra ; en E cua­
públicos, los cuales sí han intervenido decisivam ente en los cam pos in­ d o r el 0,4 p o r ciento el 45,1 p o r ciento de la tie rra y en Perú, todavía en
d u strial y agrario. 1969, el 0,4 p o r ciento de las fincas de m ás de 500 ha co n tro lab a el 76
p o r ciento del área censada. E n Bolivia, P erú y Chile había estan cias
ganaderas q u e supei'aban el m illón de hectáreas; en Colom bia se co n tab i­
2* Los in ten to s de corrección de las estructuras heredadas: lizaban doce propiedades de m ás de 100-000 h a cada una, adem ás de los
reform as agrarias y expansión industrial hatos ganaderos... (Cunili, P., 1981, 147-148).
E n este caldo dc cultivo no e ra dc ex trañ ar que p re n d ie ra n con fu er­
t i enorm e crecim iento dem ográfico provocó agudas tensiones tanto za las reivindicaciones agrarias. E n p rim e r lugar, en M éjico, donde la
en los medios ru rales com o en los urbanos. Allí donde la presión sobre ley de 1915 sirvió de base a los artícu lo s de la constitución de 1917, que
la tie rra era m ayor, en función de u n a elevada densidad agraria, las ten* decretaban la nacionalización del derecho de la tierra; triu n fa b a n de
siones se d esp ertaro n m ás pronto, com o sucedió en Méjico, que inició esta m anera las reivindicaciones de los lideres revolucionarios E m iliano
su m adrugadora refo rm a ag raria ya en 1915. E n el re sto de los países no Z apata y Pancho Villa, que fueron asesinados pocos años después. No
se abordó h a sta p asad a la prim era m itad del siglo, cuando la presión so­ ob stan te, la refo rm a agraria, si b ien dependiendo de la voluntad de cada
b re ia cierra se hizo m uy aguda. Pero las reform as em prendidas, si no p residente, se llevó a cabo, aunque m uy despacio h asta la presidencia de
fracasaron, tam poco solucionaron los problem as dc los cam pesinos, con C árdenas (1934-1940), d u ran te la cual c í núm ero dc «ejidos» pasó de 4,000
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ARF.AS SUBDBS ARROLLADAS 391
390 ESPA CIO S Y SOCIEDADES

a 14.600, el dc adju d icatario s de 780.000 a casi 1.600.000 y la superficie dom inio feudal al capitalism o») (D um ont, R., 1981, 122). U na c o n tra ­
d istrib u id a de 7,7 a más de 25 m illones de h a (Le Coz, J., 1976, 155), rrefo rm a que ha sido m ucho m ás clara en el caso chileno, en el que el
continuando a ritm o m ás lento e n tre 1940 y 1958 (12 m illones de h a dis­ régim en del general Pinochet devolvió a sus antiguos p ro p ietario s una
trib u id as) y relanzándose en tre 19ñB y 1970, lapso en el que se entregaron gran p a rte de las tie rra s que Ies habían sido expropiadas desde 1965.
o tro s 32 m illones de hectáreas. Con López Portillo (1976-1982) se d istri­ Las refo rm as ag rarias m ás dcstacables, am én de las citad as, son las
buyeron o tro s 1¿ m illones de ha, p rincipalm ente en el N orte subárido. de Bolivia, P erú y Cuba. E n Bolivia, la le y de 1953 p erm itió d istrib u ir
A p esar de estas distribuciones, no ha desaparecido la gran propiedad, 8,4 m illones de h ectáreas e n tre 197.000 fam ilias, erradicando el latifundio
pues una cláusula añadida a la constitución de 1917 perm itía al gobierno de las regiones del A ltiplano y los Valles. E n cam bio, en la actualidad y
ad ju d icar gran d es lotes de propiedad privada a particu lares cuando fue­ co n tra la legislación vigente, se están creando nuevas explotaciones lati­
se conveniente. fundistas en tie rra s recientem ente ro tu rad as de las regiones orientales.
La célula básica dc la reform a ag raria m ejicana la constituye, pues, En Perú la Ley de R eform a A graria de 1964 y la Nueva Ley de Í969 te­
cí ejido, u n terren o colectivo que ia com unidad cam pesina recibe del nían un c a rá c te r b a sta n te rad ical y, sobre todo, favorecieron la creación
gobierno p ara que, sin venderlo ni arren d arlo , lo distribuya e n tre los de cooperativas agrarias, que fueron una d e las notas distin tiv as de la
m iem bros de la com unidad y lo u su fru ctú en individualm ente. E ste sis­ reform a peru an a. E stas cooperativas han tenido éxito en las plantacio­
tem a consiguió un logro social fundam ental: la dism inución del n ú m ero nes de la costa, pero parece q u e encuentran, dificultades en los antiguos
de haciendas y el aum ento del de los cam pesinos con tie rra , pero con latifundios de las sierras. E n cualquier caso, la reform a h a afectado a u n
explotaciones dem asiado pequeñas. La pequenez de las explotaciones se 47 p o r ciento de la tie rra agrícola del país. E n Cuba se ha llevado a cabo
m antuvo en Jos nuevos ejidos creados en tre 1940 y 1970, y en los p o sterio ­ u n a refo rm a agraria socialista, que tiene poco que ver con las reform as
res, creados en las áreas de regadío del N orte del país. A p esar de todo, el liberales precedentes. Pasando p o r u n p rim er estadio cooperativista, se
sistem a ejid al ha logrado m itigar los graves desequilibrios de la e stru c­ crearo n a p a rtir de 1963 las g ran jas de estado, de u n a dim ensión m edia
tu ra de la propiedad de la tierra, la cual, sin em bargo, m u estra en la de 8.000 a 10.000 ha, que son la b ase de la producción y com ercialización
actualidad u n a tendencia a agravarse, p o r el aum ento del núm ero de de los pro d u cto s y que rep resen tan una célula básica de organización,
'¿as grandes explotaciones ganaderas, así com o del de braceros sin tie rra , con funciones de producción, transform ación y com ercialización análo­
que ya su p eran al núm ero de ejidatarios. gas a las de los sovjoses soviéticos.
Méjico es el país de Iberoam érica donde la reform a ag raria, ap arte E n conjunto, se pueden a g ru p a r los distintos países en las siguientes
el caso cubano, ha ad quirido m ás eficacia. E n tre los restan tes «práctica­ categorías: los que apenas h an cam biado la situación, com o A rgentina,
m ente todos han prom ulgado una- Jey de reform a ag raria o los m ás Paraguay y U ruguay, algunos de América central y Santo Domingo. Un
resistentes, com o B rasil o Paraguay; un estatu to agrario o incluso u n segundo grupo de países q u e se han orien tad o hacia la colonización y
código agrario, como Panam á. O tros países, com o H aití, El Salvador, prom oción agrarias, en ve 2 de a una verd ad era reform a, tales com o Vene­
A rgentina y Uruguay, n o han prom ulgado ningún tipo dc reform a ag ra­ zuela, Colom bia, B rasil, E cu ad o r y algunos o tro s de A m érica central. Un
ria* aunque han creado algunas instituciones u oficinas de colonización tercer grupo, rep resen tad o p o r M éjico y Bolivia, cuya refo rm a es fru to
agraria ó incluso de reform a agraria, como en M ontevideo, encargadas de una revolución pero in terru m p id a. Perú, con una reform a avanzada,
de co m p rar las grandes extensiones abandonadas. Sin em bargo, las re­ aunque problem ática; Chile, con u n a co n trarrefo rm a; Cuba, con reform a
form as de estru c tu ra s propiam ente dichas, que rebajan n o tablem ente socialista integral y N icaragua, del que nos falta la perspectiva.
la relación num érica en tre pequeñas y grandes explotaciones son escasas E stas refo rm as agrarias, según Collin Delavaud, no h an sido suficien­
y, sobre todo, la aplicación dc leyes draconianas suele ser lim itada en el tes; la explosión dem ográfica h a originado el m inifundio, la proletariza-
espacio, d esfasada en el tiem po e incluso frenada al no re sp eta rse lo ción y el p a ro en tre los pequeños cam pesinos. Y, au n q u e el latifundio
estipulado...» (Collin Delavaud, C., 1973, 107). esté a p u n to de ser elim inado, a l o rie n ta rse hacia una producción inten­
Como resu ltad o de estos hechos y de la creciente presión sobre la siva dc exportación, se h a roto el equilibrio ru ral tradicional, basado en
tierra, las reform as ag rarias no h an hecho m ás que suavizar las tensio­ un secto r de exportación y otro de autoconsum o nacional; todo ello, ag ra­
nes y" re tra s a r los problem as y en algunos países se asiste incluso a una n d o p o r la m ayor dependencia del ex terio r en cuanto a precios, finan­
clara c o n tra rre fo rm a agraria, com o sucede en Colombia, al decir de ciación y com ercialización.
R, D um ont, donde el INCORA (In stitu to de Colonización y R eform a Agra­ Y si las reform as ag rarias no han dado solución a los problem as del
ria ) se o rien ta m ás a la colonización que a la reform a, no habiendo cam po, la industrialización tam poco ha resu cito los de la ciudad.
expropiado m ás que el 1 p o r ciento de las tie rra s agrícolas del país.
«A finales de 1980 el censo agrario m ostraba que la concentración de b) Una industrialización acelerada, pero insuficiente. — El colapso
la tierra, en vez de h ab er dism inuido, había aum entado. Se habla de re­ de los intercam bios com erciales provocado p o r la I G uerra M undial, la
form a ag raria y se facilita un proceso de tipo “ju n k e r” (paso directo del crisis del veintinueve y Ja II G uerra M undial tra jo consigo una consi*
392 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
E ST R U C T U R A S ESPACIALES E X ÁREAS SU BDF.SA R R O LIA D A S 393
dcrable perdida de divisas p ara ios países exportadores dc m aterias p ri­ *E1 proceso a rra n c a , pues, de una tím ida inversión de capitales nacio­
m as m inerales o ag rarias; así, sólo e n tre 1930 y 1934 los países iberoam e­ nales privados y se acelera desde el m om ento en que los gobiernos con­
ricanos ex p erim en taro n una caída dc un 30 por ciento de las divisas ceden estím ulos tales com o subvenciones al tran sp o rte, créditos a bajo
ingresadas -por exportaciones. Ello, u n id o al firm e crecim iento dc la interés, exenciones fiscales.*., interviniendo, al m ism o tiem po, de u n a m a­
población global y, especialm ente, al de algunas grandes ciudades, ade­ nera d irecta en la construcción de in d u strias básicas. Es así com o surgen,
m ás de a las dificultades de abastecim iento surgidas en el m ercado exte­ las m ás im p o rtan tes siderurgias iberoam ericanas) que com ienzan a ope­
rior, m otivó que la burguesía nacional in v irtiera sus capitales en in d u s­ ra r en tre los años 1942 y 1962 en 1942 se instaló en M onterrey (Méjico)
trias de bienes dc consum o, bien fuesen alim enticias, textiles u o tra s un alto horno m ayor del que existía precedentem ente, y dos años m ás
de b aja intensidad de capital. E s;as in d u strias, en efecto, se presentaban tard e com enzó a funcionar la siderurgia integral dc la Monclova; oirás
com o,un m edio m ás seguro de ren tab ilizar las inversiones que las fluc- siderurgias integrales sucedieron a las m ejicanas, como la de V olta Re­
íu an tes exportaciones dc m inerales y pro d u cto s agrarios. donda en B rasil (1946), ía de H uachipato en Chite (1950), la dc Paz del
En principio, se localizaron en las áreas que ofrecían los m ercados Rio en Colom bia (1954), la de C him bóte en Perú, la de San N icolás en
m ás am plios, seguros y rentables, o sea, en las grandes ciudades, aunque A rgentina (Í960), cuyo proyecto inicial d ata de 1947, y !a de C iudad Gua-
se extendieron p o sterio rm en te por las regiones de m ayor potencial de­ yana en V enezuela (1962). Nuevas siderurgias integradas fueron co n stru i­
m ográfico, ubicándose en las m etrópolis regionales. El proceso se vio das en Brasil d u ra n te los años cin cuenta v sesenta, ya con capital extran­
estim ulado p o r Ja política gubernam ental, tendente a sacar a sus respec­ jero , an te la crecien te dem anda de un m ercado en auge.
tivos países dcJ a tra so in d u strial en el que se en co n trab an y a proteger Las siderurgias, no o b stan te, no rep resen tan , salvo en el caso b rasi­
a las nuevas in d u strias de la com petencia ex tra n je ra m ediante aranceles leño y el m ejicano, un gran paso hacia la industrialización; e n tre otras
elevados. Ello a tra jo a nuevos capitales exteriores, que se in v in iero n en razones, porque sus producciones son muy pequeñas y, adem ás, no cu­
los territo rio s nacionales para asegurarse el control de este m ercado en bren la dem anda de d eterm in ad o s perfiles y aceros especiales (ver p ro ­
expansión. F ueron principalm ente capitales norteam ericanos, que, an te ducción de acero en cu ad ro IX.4). B rasil, con una producción sim ilar a
las dificultades surgidas en E uropa com o consecuencia de las dos gue­ la española, y M éjico, con 7/5 m illones de Tm representan los casos m ás
rras m undiales, tom aron el relevo de los ingleses, si bien, una vez supe­ significativos, pues la producción conjunta^ de los países iberoam erica­
rada la crisis en E uropa, acudieron num erosas firm as europeas a inver- nos apenas su p era el doble de la de España.
iir en te rrito rio ib ero am erican o ?^
De resultas, se asiste a iin rápido crecim iento industrial, como lo evi­
dencian los datos del cuadro IX.3.
C uadro IX .4

C uadro IX.3 Producciones mineras e industriales en J9SÍ


Evolución del producto industrial respecto al PIB M ineral
en países seleccionados ¿ de h ie rro V eh ícu lo s A cero
P etró le o 000 T m Fe. C a rb ó n C em en to au to m ó v iles b r u to
(Incluye productos manufacturados y mineros) 000 Tm c o n te n id o 000 T m D00 Tm Oüü u n id a d e s 000 Tm

■ % d el p ro d u c to in d u s tria l s o b re 4o d e p o b la ció n a c tiv a A rgentina 25.500 492 6.912 172,4 2.353


el p ro d u c to in te r io r b r u lo * n el se c to r in d u s tria l B rasil 10.853 60.500 (a) 5.244 (a) 25.825 760 13.252
M éjico 118.500 5.184 6.756 (a) 17.844 529,1 7.512
1929 1957 1981 . 19S1 Chile 1.800 5.100 S39 -
65?
Colom bia 6.950 4.000 (a) 4.465 • 204
A rgéntica 22,8: 32,4 40 30 V enezuela. 111.600 10-383 .1.426 (b) _
2.055
B rasil 11,7 23,1 - 30 27 Perú 9.400 2.179 (c) _
2.058 (b) ____
375
Colom bia 6.2 16,2 ' 30 23 Boiivía 900
Chile * 7,9 19,7 48 27 E cuador 10.680
Bolivia - 35 25 Cuba 60 — , .
3.290
C uba — ~ —
30 27 U ruguay — — — 674 (b) —
E cuador _____ —
40 23
Paraguay _____ ■ _
15 15 E spaña 1.126 4.200 14.266 28.751 ¥88,6 12,907
Perú _____
50 30
VeneTuela — — — —
(a) 1980. (b) 197*, (c) 1979.
Fuente: Celso F u rta d u p a r a 1929 y 1957; ATLASECO dc 1982-83 p a ra 19Í1.
Fup.nte: Irru y e s éc o n o m iq u p s ilu m o n d e , 1982
EST R U C T U R A S ESPACIALES T.K ¿R & 4S S l ’BDESARROLLADAS 395
394 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

m an u factu ras, dado que se incluyen en éstas las m aterias p rim ss que
Tam bién en los años cincuenta, m ien tras se co nstruían las p lan tas
experim entan una m ínim a tran sfo rm ació n (ver cuadro IX .5),
siderúrgicas y los gobiernos invertían en in fraestru ctu ras im prescindi­
bles p ara el d esarro llo in d u strial, las grandes firm as m u ltinacionales se
sintieron atraíd as p o r el m ercado iberoam ericano, de m anera que, con­ C u a d ro IX.5
tinuando con la política g u b ern am en tal de su stitu ir las im portaciones, se
o rien taro n sobre todo a la producción de bienes de consum o d u rad ero s, E s tr u c tu r a deí c o m ercio e xie rio r
principalm ente autom óviles. Así, si la prim era en in stalarse en B rasil fue A ño 1979
la V olksw agen, que lo hizo en 1949, ya a finales de la década de los cin­
cuenta o p eraban 11 firm as autom ovilísticas y en tre ellas la Ford, la G ene­ #'t del v«ilvr Ce 5ó dcl val ai ¿as
IM PO R T A C IO N ES EX PO RTA CIO N ES
ral M otors, la M ercedes Benz y la Toyota; todas, evidentem ente, en la
región de Sao Paulo; de este m odo, ya en 1970 el 80 por ciento de los M anufac- E n erg ía y otras* E n e rg ía y M at. p rim a s M tnu-
vehículos que circulaban p o r las ca rre te ra s brasileñas habían sido m on­ Alimentos tures r .i u '.tr . p rim a s m in e raje s no m iníales fa::uras
tados en el propio B rasil. A rgentina ■i7 67 26 2 74 24
\E 1 capital m ultinacional, p o r lo tanto, acude m asivam ente y, al orien ­ Bolivia ni 78 15 25 24 51
t a r a ah o ra hacia las in d u strias de m anufacturas, relegando las ex trac­ B rasil 12 44 44 !1 50 39
tivas y agroexportadoras tradicionales, va a p re s ta r un nuevo c a rá c te r a Chile 14 61 25 59 21 20
Colom bia 10 73 i? 4 74 22
la industrialización iberoam ericana, sobre todo en los tre s países que C osta Rica _ i;
77 * (? ) 75
ofrecen m ejores condiciones (m ercado am plio, relativam ente buenas in­ Cuba _ __ 5 94
fraestru ctu ras, tra to favorable fren te a la repatriación del cap ital...) p ara E cuador 8 SI 5 46 51 3
su asentam iento: A rgentina, B rasil y Méjico.) Ya a principios de ios años £1 S alv ad o r \1 73 14 2 74 24
G uatem ala 7 79 14 2 75 23
setenta la inversión n o rteam erican a en esto s-tres países iba dirigida, en 5
H onduras 9 78 13 $5 10
un 75 por ciento, a las in d u strias m anufactureras. El caso m ejicano ejem ­ M éjico 8 83 9 39 22 39
plifica n ítid am en te este desplazam iento, pues si en 1940 sólo un 7 p o r N icaragua 14 63 23 1 S7 1?
ciento de la inversión e x tra n je ra directa se destinaba a la in d u stria Panam á 10 61 29 26 64 W
Paraguay 13 62 25 2 B3 11
m an u factu rera, ya en 1970 esa p a rte ascendía a u n 70 por ciento (M ar- Perú 16 61 23 46 43 1]
tins, L., 1981, 9). Los sectores que reciben especial atención, adem ás Rep. D om inicana 17 52 31 3 71 26
del del autom óvil, son el quím ico, el farm acéutico, electrodom ésticos... U ruguay 10 57 33 l 51 4»
D entro de este avance in d u strial hay que considerar el nuevo paso Venezuela 12 82 6 93 1 l
dacío'-en los países de vanguardia, sobre todo en B rasil y secu n d ariam en ­
F u en te: «Anuario El País, 19&3».
te en A rgentina v Méjico. Aquél ya ha superado la fase de sustitución de
im portaciones p ara e n tra r en una industrialización general, en la cu al ya
no se im p o rtan los bienes dc equipo (m aterial de tran sp o rte, m aq u in aria
VEste proceso de industrialización, que ap aren tem en te no ofrecía m ás
pesada, m áquinas-herram ientas, cald erería...), como e a la fase p rece­
que ventajas y que ha convertido a B rasil en la 10.J potencia industrial
dente, sino q u e se fabrican en el p ropio te rrito rio nacional, adem ás de
del m undo, h a acarread o graves inconvenientes. En p rim e r lugar, p o r
iniciar la exportación de p ro d u cto s industriales m anufacturados. A rgen­
su co n centración espacial; en segundo lugar, p o r la p rofunda depen­
tina sigue a B rasil en esta diversificación industrial, que tam b ién ha
dencia tecnológica y financiera; finalm ente, por el paro y los problem as
afectado a Méjico; el resto de los países aún están lejos de llevar a cabo
sociales ocasionadosA
esa diversificación in d u strial que les p erm ita fab ricar sus p ro p io s bienes
R especto al p rim e r p u n to , h a seguido el proceso dc crecim iento acu­
de equipo. Es más, la m ayor p a rte de ellos continúa m anteniendo unos
m ulativo y circular, es d e tir, que puesto que las grandes ciudades ofre­
ñiveles bajisim os de industrialización, pues u n a p a rte fun d am en tal de
cían las m ejores condiciones a la inversión (am plísim o m ercado, rela­
su producción in d u strial proviene de in d u strias extractivas (petróleo,
tivam ente buenas in fra e stru c tu ra s, m ano de o b ra cualificada, posibili­
m ineral dc h ierro u otros). Así, exceptuando A rgentina y B rasil, aproxi­
dad de in flu ir en las decisiones políticas p o r ser sede del gobierno...),
m adam ente la m itad del p ro d u cto in d u strial proviene de ese tipo de in­
en función de las econom ías de aglom eración, los capitales ex tran jero s
d u strias y en Venezuela y M éjico Incluso las dos terceras p artes, com o
h an localizado sus fábricas en ellas, por lo que se han agravado los dese­
se aprecia en la propia e stru c tu ra del com ercio internacional, en la que,
quilibrios espaciales y h a aum entado la falta de articulación regional
a pesar de la industrialización, los países iberoam ericanos con tin ú an
en los te rrito rio s nacionales. El G ran M éjico p o r ejem plo, concentra
siendo exp o rtad o res casi exclusivos de m aterias prim as m inerales o agra­
m ás de la m itad de la producción y dcl em pleo in d u strial del país.
rias, aunque estad ísticam ente aparezcan p o rcentajes im p o rta n te s de
396 E SPA C IO S Y S O C T fM B E S E S T R U C T U R A S bSPA ClAr.K S CK ÁREAS SUTW ESARROU.ADAS

F l Gran Sao Paulo, que supera ya los 12 m illones de habitantes, cuenta V. DUMTDAn Y DESEQUILIBRIOS EPC LOS MFDIOS RURALES Y URBANOS
con m ás de un tercio del em pleo in d u strial brasileño y el estado de
Sao Paulo a p o rta m ás de la m itad del p ro d u cto in d u strial dcl país. Los análisis evolutivos realizados han p erm itid o d e sta c a r los fac­
Í E n los aspectos técnico y financiero se ha abocado a una gravísim a tores m ás im p o rtan tes de la organización de los espacios ru rales y u r­
d e p e n d e n c ia /p u e s la industrialización a to d a costa, desde los años banos, cuyos rasgos principales com entarem os brevem ente.
cu aren ta h asta los sesenta, exigió conceder subvenciones y créditos a
bajo in terés, c o n stru ir o m ejo rar in fra e stru c tu ra s..., p ara lo que m u­ 1. Espacios rurales desequilibrados
chos gobiernos acudieron al créd ito internacional; créditos que se fue­
re n acum ulando h a sta los peligrosos niveles actuales (m ás de 3QG.00Ü Todavía u n tercio de la población iberoam ericana es ru ral y una
m illones de deuda exterior), de m odo que e- pago de los intereses ab ­ proporción sim ilar tra b a ja en las actividades ag rarias, llegando incluso
sorbe hasta un tercio y m ás del valor Iota! de las exportaciones en a un SO % en algunos países de América central, el C aribe y en Bo­
algunos p a íse s.Ix , a esta dependencia financiera se sum a la tecnológi­ livia y Paraguay.
ca, pues los pagos p o r licencias, asistencia técnica, ingeniería.,, elevan
la salida de capitales al exterior. D ependencia tecnológica que se m a­ a) La disfuncionalidad de las producciones agrarias. — 1.a im p o rtan ­
nifiesta igualm ente en la im portación dc las piezas m ás delicadas de cia de la actividad agraria es, sin em bargo, m ayor de la que le corres-
un proceso de fabricación; tal sucede con los autom óviles p ara c u b rir­ pondo por el volum en de población que em plea o p o r su b a ja p a rtic i­
se así las m ultinacionales del riesgo de u n a eventual nacionalización.7 pación en el Producto N acional de cada país (ver cuadro IX.6), pues,
| Finalm ente, una industrialización de alta tecnología, com o la que adem ás de c o n trib u ir con un elevado p o rcen taje a las exportaciones
introduce el capital m ultinacional, no es la que conviene a Iberoam érica de un gran núm ero de países, rep resen ta igualm ente una fu en te de
p orque la pléyade de artesanos, u rb an o s o rurales, se a rru in a an te la ah o rro interno, aunque éste no sea reinvertido en el m edio ru ral, sino
com petencia desigual de las producciones industriales, y, por o tro lado, en el urb an o p ara financiar actividades m ás seguras y lucrativas.
esta desaparición m asiva de em pleos no se ve com pensada p o r la crea­ obstante, a pesar de esa im portancia, la agricultura iberoam eri­
ción de o tro s ta n to s nuevos, lo cual podría suceder en p arte si se cana es incapaz de h acer fren te a las necesidades alim enticias dc sus
habitantes, de m odo que b a sta n te s países, p aradójicam ente, se han
in stalaran in d u strias de m enor inten sid ad de capital, con una tecnolo­
visto obligados a im p o rta r cereales básicos, com o maíz y trigo, hecho
gía interm edia, f
tan to más llam ativo cu an to que en 1965 m ás de la m itad de ellos eran
En definitiva, el tipo de industrialización llevado a cabo ha co n stitu i­ autosuficientes, £ n tan to que en 1979 sólo A rgentina e ra exportador
do un auténtico fiasco. De poco ha servido el progreso y la diversifica­ neto de cereales (ver cu ad ro IX .6).
ción industrial, la densificación de las in fraestru ctu ras, incluso un * E stam os, p u e s ,'a n te una grave disfuncionalidad o contradicción
cierto control de las m ultinacionales y la participación de las élites lo­ de la actividad agraria: su incapacidad p ara satisfacer las necesidades
cales en la propiedad y la gestión de las m ism as. El país que m ás pro­ alim entarias, y ello a p esar del elevado volum en de población em pleada,
gresos ha experim entado, B rasil, que en tre los años I9ó8 y 1973 tuvo dados sus bajos rendim ientos de conjunto. Las causas de esta situación,
un espectacular crecim iento económ ico y p articu larm en te in d u strial siguiendo a R. Brom ley, hay que buscarlas, am én de en el crecim iento
(9 % d e increm ento anual del PNB y 13 % del producto in d u strial),-es dem ográfico, en cu atro factores básicos: p rim ero , porque tan to los go­
el país que m ás problem as económ icos y sociales a rra s tra . Según re­ biernos com o el secto r privado h a n co n cen trad o sus inversiones en la
cientes inform aciones de prensa, el desem pleo y el subem pleo alcanzó construcción, industrialización; servicios públicos, especulación u rb an a,
el 42 % de la población en 19É3, y sólo en el estado de Sao Paulo se m arginando al m edio ru ral e incluso invirtiendo en el u rbano plusvalía?
contaban 1,5 m illones de desem pleados, cifra equivalente, p o r o tro o capitales conseguidos en aquel"’ Sólo el gobierno m ejicano h a concedi­
lado, al volum en dc jóvenes que se in corpora cada año al m ercado de do m ayor atención, aunque p arcial, a las inversiones agrarias, p rin ci­
tra b a jo 'b ra s ile ñ o (N epom uceno, E., «El País», 6-1-1984, 4). palm ente b a jo la presidencia de C árdenas (1934-40), de A. L. M ateos
(1958-64), de su sucesor, G. D. Díaz 0 rd a 2 (1964-70) y de J. López Portillo
V.£l desarrollo in d u strial, p o r lo tan to , h a m antenido o aum entado la
(1976*82), sin olvidar la política cubana, b asad a en u n a planificación
dependencia, ha hipotecado las econom ías nacionales, no h a soluciona­ económ ica integral.1Segundo, los gobiernos lian buscado unos precios
do los problem as del p aro , ha con trib u id o a potenciar los desequilibrios bajos p ara los p ro d u cto s alim enticios com o m edida política p ara tra n ­
regionales y no ha p rep arad o las condiciones p ara u n despegue pos­ quilizar a las m asas u rb an as; hecho que ha desinecntivado la inversión
terior, favoreciendo así la consolidación del subdesarrollo, perceptible en producciones agrarias d estin ad as al consum o nacional. T ercero, las
en los caracteres dc los m edios rurales y u rb a n o s .\ inversiones ag rarias han sido especulativas, es decir, cen trad as en cul^
398 E SPA C IO S Y SOCIEDADES
E sm u en m s e s p a c ia l e s es áreas su bdesar ro llada s 399

C uadro IX.ó lares o a consecuencia de las reform as agrarias. En todo caso, 3a densi­
P oblación y P N B agrarios, im p o r ta c io n e s d e cereales. 19S1 ficación dem ográfica ha provocado una presión sobre ia tie rra y unas
form as m ás intensivas de aprovecham iento; las cuales h an afectado
Im p o rta c io n e s d e c e reales. Tro
'i-6 p o b la c ió n activa íü ¿ c las p n x iu c - “ "
tan to a las grandes explotaciones, a fin de evitar las exportaciones deri­
e m p le a d a en ;a cior.cs a g ra ria s T rig o y ¿ a r m a vadas de las reform as, com o a los m inifundios. E incluso se han abierto
a c tú ¡ d x ¿ a g ra ria cr. eí PXB d e trig o (a) M aíz (a) c a rre te ra s y vías p a ra p ro ced er a una ocupación de nuevas tierras en los
frentes pioneros de Ja Amazonia y O rinoquia.*En el caso de M éjico se
A rgentina 13 13 4.390.000 (b) 5.959.000
Boíl vis. 50 15 268.500 — ha concedido ex trao rd in aria im portancia a los p rogram as dc regadío
b ra s il 3S 20 3.654.600 1.516.000 en las regiones sub árid as del N orte dcl país, pues si en 1950 se supe­
Chile 18 7 396.300 200.000 rab a ligeram ente 1 m illón de Has. de regadío, en la actu alid ad se so­
Colombia. 27 30 602.400 83.000
b rep asan los 3,5 in illo n esj/sí bien esta cifra, por alta que parezca,
Costa Rica 35 33 — —
Cuba 23 38 — —
resulta insuficiente an te la creciente dem anda de tierra. Así, en 1975,
E cuador 45 20 167.600 — sobre u n a población activa agraria de 6,9 m illones, había unos 3 mi­
GuaicmaUi 5S 23 — — llones de ejid atario s y o tro s 3 m illones de cam pesinos sin tie rra que
G uyana 30 35 60.900 — asp irab an a una dotación ejidal. Y el n ú m ero de cam pesinos no cesa
Haití 66 45 — —

H onduras 62 40 — — de au m en tar, tan to en M éjico com o en cualquier o tro país, salvo en


Méjico 36 9 — — los contados casos de Cuba, Jam aica y P uerto Rico en el C aribe, am én
N icaragua 43 35 — — de A rgentina y Uruguay en la América tem plada.
Panam á 34 15 — —
— Ahora bien, si el aum en to del n ú m ero de m inifundistas y cam pe­
Paraguay 49 35 64.800
Perú 37 15 838.000 13.000 sinos sin tierra es un hecho generalizado, es, sin em bargo, la gran
Rep. D om inicana 55 • 25 — — explotación la que continúa im prim iendo u n sello definitorio al paisa­
S urinam 20 10 23.700 31.700 je ru ral iberoam ericano. Y ello sucede tan to en A rgentina, donde no se
Uruguay 12 15 105.100 —
ha dado ninguna refo rm a agraria, com o en* B rasil, o com o en Méjico,
Venezuela 16 6 718.300 447.900
donde los ejidos se han extendido sin cesar./Y , aunque contradiga a las
E spaña 17 9 211.204 4.829 ¿00 reform as agrarias, la gran explotación se está expandiendo en la ac­
tualidad. Tal sucede, p o r ejem plo, en B rasil, donde las explotaciones
(a) L es d a to s c o rre s p o n d e n a 197?. (b) E x p o rta c io n e s n e ta s .
superiores al m illar de h ectáreas ocupaban 20 m illones de hectáreas
t u e n t s : ATLAS ECO 1982-ÍJ p a r a la p o b la c ió n y p ro d u c c ió n , y R . D. r . B rorclcy p a r a las im p o r­
tacio n es. m ás en 1975 que en 1970. En Colombia o en Venezuela, a pesar de que
las refo rm as hayan expropiado diversos latifundios, se han croado nue­
vas explotaciones m odernas, de grandes dim ensiones en los frentes
tivos in d u striales y de exportación, relegando la producción de víveres. pioneros o en los valles andinos, muy a m enudo o rien tad as a la gana­
C uarto y últim o, se h a n im portado, en épocas excedentarias, grandes dería. Incluso en M éjico se conservan num erosísim os latifundios ga­
cantidades de grano de E stados U nidos y Canadá, a precios m uy b ajo s, naderos y h a sta se crean o tro s nuevos, m erced a la cláusula que per-
sin com petencia con las producidas eu el propio país, desestim ulando m ite a los ganaderos se r pro p ietario s de la tie rra que necesiten para
así a los p ro d u cto res lo c a le sjE n la actualidad, tras la crisis de 1973, se alim en tar a 500 cabezas dc bovino. En conjunto, p ara toda Iberoam é­
asiste a una escasea m undial dc cereales básicos, que ha d isp arad o los rica, el n ú m ero de explotaciones m ayores de 100 h ectáreas no supone
precios y h a agudizado el déficit dc Iberoam érica. E n tretan to , los capi­ un 10 % del to tal y, sin em bargo, co n tro la m ás de la m itad de la su­
tales nacionales, sin reo rien tarse hacia la producción de alim entos bá­ perficie ag raria (ver cuadro IX.7).
sicos, con tin ú an invirtiéndose en la especulación u rb a n a o actividades / No o b stan te, la gran explotación, obligada a intensificar sus p ro ­
com erciales (Brom ley, R., 1982, 43). ducciones b a jo la presión de las reform as, va perdiendo su c a rácter lati­
E n sum a, la política económ ica de la fase desarrollista, al p oner el fundista. Así, la hacienda tradicional, de orientación ganadera en las
acento en la industrialización, h a olvidado que la actividad, la produc­ tie rra s frías andinas y de orientación agrícola en los sectores m ás fa­
ción, las e stru c tu ra s agrarias son lo m ás básico de cualquier econom ía. vorables al cultivo, tiene cada vez m enos peso. Una explotación que a
m enudo se ve com o un m edio de inversión fren te a ia erosión del
b) Pervivencia de estructuras agrarias dualistas. — No cabe duda dinero que produce la inflación galopante, tan característica de estos
que el espacio agrario adq u iere progresivam ente m ayor com plejidad países. Ju n to a la hacienda, la gran explotación ganadera m oderna, más
y que ju n to al latifundio y m inifundio tradicionales h an cristalizado o m enos extensiva se ha extendido p o r to d a Iberoam érica, desde las
nuevos tipos de explotaciones, bien com o fru to de iniciativas p a rtic u ­ p rad eras del S u r tem plado, p asando por las sabanas del M ato Grosso
400 E SP A C IO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESPACIALES E X ÁREAS SUBDES ARROLLADAS 401

Cuadro IX.7 por regiones q u e contaban con ab u n d an te m ano de obra, con una ex­
cepcional concentración en ios estados b rasileñ o s de Sao Paulo v P araná,
Estructura de las explotaciones agrarias
es decir, ya en áreas tropicales m arginales, puesto que el cafeto tem e
menos 5 Ha W 5 -20 H 20 • 1 » 9* 131 - 1.000 % irá s dc 1.U00 los excesos de tem p eratu ra; p o r ello tam bién se expandieron p o r tos
piedem ontes de América cen tral y dc Méjico o en altitudes m edias dc
N.- Ha K* Ha Ha W N> Ha
las sierras colo m b ian as.'E n éstas, lo m ism o que en B rasil, se ha asistido
15,7 c ,i 23,9 0,9 27,8 4,4 26.7 20 15,9 74.9 a la revolución del café tecniíicado, basado en la variedad «caturra»,
A rgentina
3 o b v ia 59,3 0,2 16,5 0.2 8,8 1 7,3 6,4 6,3 91,9 que crece sin tener que ser protegido p o r la som bra de o tro s árboles,
Brasil 10 0,1 66 6 24 16,4 9,4 34,4 1 34,2 con una densidad de 5.000 y h a sta de 10.000 pies por h ectárea (¿rente
62 4,5 23,4 9.9 103 19,5 11 35,6 0,3 30 J5
Colombia a 1.000-1.100 en las variedades tradicionales) y con rendim ientos mucho
Costa Rica 36 1,9 33 26,6 26,8 6,1 37,1 0,4 25,7
45.8 0.4 g 2,2 17,4 6.3 7,6 18 1,3 71,1
m ayores. Iberoam érica produce en torno al 60 % del café m undial.
Chile
E cuador 73.1 7,2 16> 9,4 8 19 1.9 27 0,2 373 O tras producciones significativas son las bananas y plátanos, de las
El Salvador 85,3 15,5 10 13,7 4 23 0,9 32 0,1 15,7 que ap o rta en torno al 40 % de la producción m undial, conseguidas
G uatem ala __ _ — 2.5 30 1.1 13,5 0,1 26,5 en explotaciones m uy (calificad as, con em pleo dc relativam ente poca
H o n d u ras _ — 17,2 38 0.9 17 0,1 24
65,9 16,6 — 9,4 3 6.4 14 1,6 77 m ano de obra; el sisal, con cerca de un 50 % del m undial; la caña dc
M éjico
N icaragua 35,4 1.5 28/ 5.1 3U 26.2 4,4 34,4 0,6 24,5 azúcar, con u n a c u a rta p a rte de la producción m undial de azúcar; ca­
Panam á 45¿ S.3 34,5 17,1 17,1 34,5 2.4 26,4 0,1 15,7 cao, con algo m ás de una q u in ta p arte; algodón, con u n 13 % y, final­
Paraguay 46,4 — 40 — 10.4 — 2.3 — 1 m ente, la soja, que, au n q u e no sea un cultivo de plantación, se integra
P eni 4 12,8 4 2,9 1.1 14,3 0,2 70,1
10,9 2,8 15,6 0,7 14,9 0.1 30,2 perfectam ente en el m arco dei «agribusiness», produciendo desde hace
R. D om inicana 17 \l
U ruguay 14 0,2 21,6 4,2 28 6,1 21,7 33,8 4,9 58,5 unos años algo m ás del 20 % de la m undial, ¿ n todos estos cultivos,
Venezuela 49 1,4 31 2,6 12,4 5,9 5,1 17,3 13 71,7 B rasil destaca com o p rim er p ro d u c to r iberoam ericano.
*Todas estas actividades especulativas no constituyen un buen ne­
F uente: CEPAL. Estudio Económico, I97C-. Tomado de Collin Delavaud, C., !omo I. pp. 77 y 95. gocio p ara el país, porque, salvo para las labores de recolección, y no
siem pre, em plean poca m ano de obra; por o tro lado, tam poco ap o rtan
brasileño o dei Chaco y p o r los nuevos frentes pioneros de la Amazo­ ren tas al E stado, p o r tra ta rs e de em presas exportadoras, que gozan de
nia, h asta ios valles andinos de Colom bia o las num erosas regiones de desgravaciones fiscales; en definitiva, los beneficios, ju n to con las pro*
ducciones, salen al exterior, v
América central, adem ás de en las áreas subáridas del in te rio r y N orte
de Méjico. >Una no ta d istin tiv a de estas explotaciones es el em pleo de F rente a estas grandes explotaciones señaladas, las pequeñas y me­
muy poca m ano de obra, al su s titu ir los pastores p o r alam bradas; dianas no disponen m ás que de u n a m ínim a p a rte de ia tierra, aunque
tienen, en consecuencia, elevada productividad p o r persona em pleada sean ab ru m ad o ram en te m ay o ritarias en número* Los m inifundios, de
y bajos rendim ientos p o r u n id ad de superficie, disponiendo de en tre m enos de 5 hectáreas, ju n to con las explotaciones fam iliares de en tre
1 y 2 h ectáreas d e tie rra p o r cabeza de bovino en e! dom inio tropical 5 y 20 hectáreas, rep resen tan m ás de las tre s cu artas p artes del total
húm edo y h a sta 5 h ectáreas p o r cabeza en el dom inio subárido, com o (cuadro IX.7). Aquéllos su rg iero n de las com unidades o de las reform as
en el sertao brasileño o en el N orte de Méjico, Por lo genera!, se orien ­ agrarias, éstas de la inm igración europea a las regiones tem pladas
tan a la exportación, p o r lo que, dados todos sus caracteres, contribuyen m eridionales o bien p o r consolidación de antiguos colonos q u e com pra­
a potenciar, m ás que a resolver, los problem as agrarios. ban las tierras a los hacendados cuando éstos necesitaban dinero p ara
‘ E ste tipo de explotaciones, controladas p o r cap ital nacional o m ul­ a fro n ta r los gastos de una m ecanización, intensificación y m odernización
tinacional, tran sfo rm an y com ercializan a veces su s propias p roduc­ de la hacienda. Las p rim eras son explotaciones de subsistencia, con una
ciones, integrándose en el secto r dcl denom inado «agribusiness», que econom ía m ás o m enos cerrad a, las segundas son m ixtas. Unas y o tra s
engloba tan to a cstafi explotaciones d e ganadería bovina com o a las se en cu en tran en graves dificultades. Sus cultivos preferidos son el
plantaciones y a las de o tro s cultivos de exportación. maíz, el trigo, el arroz, la p atata, las alubias o la m andioca, según las
Las plantaciones se dedican a cultivos m uy dispares, con Ja caracte­ condiciones ecológicas de la región. E l algodón en los oasis del Perú
rística com ún de e sta r o rien tad as fundam entalm ente a la exportación. costero o de los regadíos m ejicanos, la cañ a de azúcar en las .Antillas, o
Unas tienen u n origen antiguo, com o las de la caña de azúcar, o tra s el café en los «sitios» brasileños (exp)otaciones fam iliares m edias) re p re ­
m ás reciente, com o las de café, cacao, algodón, bananas... Las p rim eras sentan los cultivos com erciales m ás socorridos.
se asentaron en zonas costeras, dando lugar a fu ertes densidades hu­ Finalm ente, las explotaciones m edias, de 21 a 100 hectáreas, q u e em ­
m anas, como en el N ordeste costero de B rasil o en todo el Caribe* Las plean incluso m ano de obra asalariad a, se localizan p rin cip alm en te en
plantaciones de café se extendieron d u ran te el siglo pasado y el actual los m edios tem plados m eridionales; suelen e s ta r m ecanizadas, produ-
402 E S P A C IO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESPACIAT.FS EN ¿R E A S SUBDSSAR R O LLA DA S 403

cea para el m ercado y se diferencian dc las anteriores en su m ayor a) 1D ensificación y ausencia de integración de ía red urbana. — La
capacidad financiera y fin su m ayor grado de evolución. densificación u rb an a es u n a consecuencia obvia del crecim iento dem o­
Todos estos hechos tienen u n claro reflejo en el paisaje rural., su r­ gráfico y del éxodo ru ral. Si en 1970 no había m as que unas IOS ciu-
gido a trav és de las vicisitudes históricas. E n principio, siguiendo a dades de m ás dc 100.000 h ab itan tes, hacia 1975 se alcanzaban ya unas
Cüjíin D elavaud. el poblam iento aparece agrupado en los sectores lla­ 270, con la p articu larid ad de que unas 40 su p erab an ya el m edio m illón
nos, en pueblos grandes, con piano en dam ero; fren te a éste, un po- de h ab itan tes, la m itad dc las cuales sobrepasaban el m illón. /
blam íento disperso se localiza p o r las vertientes, en las que sinuosas E stos datos revelan u n a suavización de los desequilibrios de la red
sendas de m uías enlazan las viviendas. E n estas com arcas dc pequeñas u rb an a, pero sólo de una m an era relativa, p orque las m etrópolis n a­
explotaciones ab u n d an los árboles frutales: m angos, papayos, árboles cionales, en todo caso, h an crecido b a sta n te m ás de p risa que el resto
dei pan. «En la zona forestal, los claros se suceden a lo largo de las de las ciudades. Aún en 1980 M ontevideo acogía ai 52 % de la población
pistas o de los ríos y cada choza se asienta en m edio de un "ager" de u rb an a uruguaya, B uenos A ires al 45 H de la de A rgentina y Santiago al
cultivo itin eran te con cam pos tem porales parcialm ente deforestados. 44 % de la población u rb a n a chilena; los m ism os p o rcentajes que S an tia­
»En el dom inio de la gran explotación, los sectores de haciendas go correspondían a La Paz y a Asunción con respecto a la población
o fazendas tradicionales hacen a lte rn a r paisajes dc pequeñas explotacio­ u rb an a de Bolivia y Paraguay. Lima-Callao, asim ism o, co n cen trab an a
nes arren d ad as, sim ilares a las de las com unidades, grandes extensio­ un elevado p o rcen taje de la población u rb an a peru an a, al igual que
nes de cultivos, m ás o m enos regulares y pastos naturales generalm en­ San José lo hacía respecto a la de Costa Rica.
te mal explotados. Los elem entos característico s son, p o r una p arte, E stos hechos constituyen la base de la m acrocefalia que en la
los largos m uros de piedras secas que protegen los cultivos y separan los actualidad tiende a p e rd e r im portancia, dado el firm e crecim iento
pastos y, p o r o tra, la segregación de! h áb itat en casa-hacienda casa del de num erosas ciudades m edias. Sin em bargo las m etrópolis nacionales
dueño, con aspecto noble, rodeada de construcciones de explotaciones continúan m anteniendo u n a fortísim a atracción, de m odo que crecen
y pueblo-calle de las chozas o de las casas de adobe de los peones» m ás de p risa que las dem ás. F, incluso m uchas de las ciudades m edias
(Collin D elavaud, C., 1973, 74-75). (100.000 a 300.000 h a b ita n te s) se com portan com o tram polines que
Unos paisajes ag rarios co n trastad o s, com o lo son, asim ism o, los reciben a los em igrantes ru rales p ara trasvasarlos en una segunda fase
urbanos. hacia las m etrópolis regionales o nacionales. Por ello, e stas m etrópolis
crecen a ritm o s aceleradísim os, de e n tre el 4 y el 6.5 % anuales. R itm os
de crecim iento que se fu n d am en tan en una gran acum ulación de m edios
de producción y de servicios que tienen lugar sobre ellas. Y es en este
2. Falta de integración de la red y de la estructura urbana
sentido en el que realm en te puede h ablarse de m acrocefalia, en el de
la enorm e capacidad de decisión que estas aglom eraciones tienen, por
j'K n una p rim era aproxim ación, las sociedades iberoam ericanas ser sede de las principales em presas, de los bancos, de organism os
han conseguido unos elevados índices de urbanización, llegando hasta de la adm inistración y de la política. Su función, de dirección afecta
unos niveles próxim os al 66 % en la actualidad, de acuerdo con la a todo el te rrito rio nacional, aunque au m en ta progresivam ente el papel
definición de lo u rb an o que hace cada país, que suele o to rg a r el ca­ de las m etrópolis regionales, si bien en E cuador y B rasil, la capital
rá c te r de ta l a todo núcleo que supera los 2.000 h ab ita n te s..,/ nacional se ve oscurecida p o r la función que desem peñan o tras ciudades
P artiendo de e sta base, se produce un co n traste nítido e n tre los de gran poder económ ico, com o G uayaquil frente a Q uito y Sao Paulo
países de A m érica del S u r T em plada, que alcanzan un 82 % de pobla­ frente a Río, aunque ésta ha perd id o la capitalidad en favor de B rasilia.
ción u rb an a, y los del C aribe, con u n 54 %. A aquéllos se pueden sum ar i Es, sobre todo, en el aspecto económ ico en el que m ás se h an afian­
Venezuela (75 %) y P uerto Rico (74 % ) com o casos destácables. Los zado las m etrópolis regionales, bien se deba a las inversiones llevadas
dos países m ás grandes, B rasil (68 °/o) y M éjico (67 %), están m uy poco a cabo p o r la iniciativa oficial, a fin de co rreg ir los desequilibrios
p o r encim a de la m edia. regionales, o bien a (a de las élites locales.
> E r cu alq u ier caso, no cabe d u d a que la urbanización h a sido ace­ H a sido básicam ente en los grandes países donde m ás se han desa­
lerada , p u es en 1960 la población u rb an a no rep resen tab a m ás que un rrollado este tipo de m etrópolis, p rincipalm ente en B rasil, Méjico y
46 % dc la total- E sta aceleración del crecim iento ha m odificado bas­ Colombia. C iudades com o P o rto Alegre en Rio G rande do Sul, Belo H o­
tantes p resu p u esto s sobre los que se asentaba la distribución espacial rizonte en Minas G erais, Salvador en Bahía, Recife en P em am buco,
ce las ciudades precedentes, pues no sólo h an crecido las grandes o Fortaleza en Ceará rep re se n ta n auténticas m etrópolis regionales, con
ciudades, sino que, ju n to con éstas, aunque a m enor ritm o, num ero­ m ás de \ m illón dc h ab itan tes, que ju n to a B rasilia y a o tra s que no
sas ciudades m edías y pequeñas h an m ultiplicado varias veces su po* alcanzan todavía esa cifra están sirviendo de co n trap u n to , p o r su acu­
blación. m ulación dc in d u strias y de servicios, a Río de Janeiro y Sao Paulo,;
E ST R U C T U R A S ESPA CIA LES EM ÁREAS SUBOESARROLLADAS 405

F.n Méjico so n sobre todo M onterrey y G u ad alajara (con m ás d e 2 mi­


llones de h ab itan tes cada una), las aglom eraciones que, adem ás dc la
Ciudad de M éjico, a tra e n inversiones y servicios. E n sum a, aunque el
acelerado crecim iento de las capitales nacionales no se detiene, existe
una clara tendencia a la consolidación de m etrópolis regionales, fenó­
m eno que a largo plazo co rreg irá fa desequilibrada red u rb an a actual.

b) Una eaíritclura urbana dual. — Es ya tópica la imagen ce la


dualidad u rb an a en las ciudades dcl T ercer M undo. C ualquiera de las
grandes aglom eraciones revela bien a las ciaras ese carácter, con la
p articu larid ad de que sus desequilibrios internos tienden a au m en tar
en vez de a c o rre g irs e / Es el caso dc Río dc .Janeiro, que si en 1950
contaba con un 8,5 % de población viviendo en favelas, en 1979 esc
p o rcen taje afectaba en torno a un tercio de la población que en térm inos
absolutos suponía m ás de 1.700.000 personas. E n Sao Paulo, donde las
favelas ta rd a ro n m ás tiem po en aparecer, actualm ente alojan alrededor
de un 20 °/o de la población, pero es rnás significativo el hecho de que
2,5 m illones de los 8,9 del m unicipio en 1950 habitasen en casas de auto­
construcción sobre terrenos periféricos lotificados clandestinam ente,
que, en consecuencia, carecen de las in fra e stru c tu ra s m ínim as, como
abastecim iento de agua, red de alcantarillado, electricidad, al tiem po
que faltan servicios básicos com o hospitales, dispensarios, escuelas...
Servicios e in fra e stru c tu ra s que, a la larga, se van instalando en las
lotificaciones m ás céntricas, m ien tras surgen o tra s m arginales en áreas
m ás alejadas.
;E1 h á b ita t subintegrado, bajo la form a de bidonvilles o de chabolas
construidas con m ateriales de albañilería, constituye una au tén tica
plaga de las grandes ciudades iberoam ericanas, surgido a causa de las
estrecheces económ icas y de la pobreza de quienes en ellos habitan.
Es im pensable, por tanto, su solución m ien tras no se atajen las causas
que lo originan. E ste tipo dc h á b ita t se halla d istrib u id o p o r todo el
espacio urbano, tan to en el centro, en terren o s de fu ertes pendientes
y de difícil ocupación, en los valles inundables de los ríos, etc., como,
sobre todo, en la periferia, donde fo rm a interm inables b arriad as chabo*
lísticas, m uchas de ellas co n stru id as con m ateriales de albañilería, que
De ‘>00.000 a 20C.OOQ hastiantes ofrecen claras ventajas sobre los poblados dc tipo bidonvilíe. t
o Dc 200.000 a 500.000 habitantes E n cada país o ciudad han recibido nom b res específicos, evidencian­
O De 500.000 á 1 mitón habitantes do la extensión del fenóm eno. Son las favelas dc Río y Sao Paulo, ios
0 Oe 1 a 2 millones hablantes m ocam bos de Recife, los ranchos de C aracas, los tugurios de Bogotá,
b arriad as de Lim a, conventillos de Chile, o ciudades perdidas m eji­
© De 2 a 5 millones habitantes canas.
Q De 5 a 10 millones Rabilantes Todo este h á b ita t subintegrado in tro d u ce una segregación espacial
que c o n trasta n ítidam ente con los elegantes b arrio s de las aristo cracias
(ü g D-s m ás d e '0 millones habitarles urbanas, las cuales s u d e n localizarse en excelentes em plazam ientos
periféricos, com o Pedregal en la ciudad de Méjico, Copacabana e Ipa-
nem a en Río de Janeiro, el «B arrio Alto» de Santiago de Chile, la zona
septentrional de Bogotá, etc., au n q u e en la actualidad tienden a cons­
Fig. 9.4. Ciudades dc m ás de 100.000 habitantes en 197§
tru ir lujosas viviendas en el cen tro , a fin de ev itar los. incóm odos des-
406 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
üST R U C T U R A S ESPACTALES E \ ¿ R E A S SED DESARROLLADAS 407
Diazamicntos diarios ocasionados p o r 1a satu ració n del tráfico. E sta
recuperación del cen tro p o r la a lta burguesía se ha desarrollado ya en la crisis. U na crisis que e sf evidentem ente, económ ica, p o r ía ineficacia
el «Centro E xpandido» de Sao Paulo, y se ha. iniciado en el área nu­ de las e stru c tu ra s p ro d u ctiv as —y tal vez en este sentido convendría
clear de B uenos Aires. proteger m ás a la ag ricu ltu ra q u s a la in d u stria—. Y u n a crisis que es,
Los sectores centrales, com o señalaba M illón Sanios, son asiento igualm ente, social y política, p orque no se podrá salir de ella m ientras
ctü una actividad económ ica u rb an a que en nada difiere a la que carac* persistan las b ru tales desigualdades sociales y la corrupción adm inis­
teriza Jos CBD dc las ciudades dei m undo desarrollado. ’ Así en Sao trativa, E n tre tanto el espacio iberoam ericano se m an ten d rá depen­
Pau'o los b arrio s de la C atedral y C erqucira Cesar, en Río las avenidas de diente de fuerzas exteriores y falto de integración regional.
Río R raneo y de Presidente Vargas, en Ciudad de M éjico el paseo de la De estas consideraciones generales sólo se puede excluir el caso
Reform a, en B uenos Aires las calles ortogonales de los alrededores cubano, con una dinám ica económ ica y socio-espacial m uy diferente a
de la plaza de Mayo... acogen en su suelo rascacielos elevados que la del resto. No ob stan te, a p esar de sus indudables logros, es un sis­
albergan las sedes de las grandes em presas nacionales y ex tran jeras, tem a sin consolidar. F inalm ente los (res países de la A m érica m eridio­
de los bancos, de las agencias, y de los organism os de la A dm inistra­ nal tem plada, aunque lian creado unas bases m ás evolucionadas que
ción. Los desplazam ientos laborales masivos que esto provoca conlle­ los dem ás, p articip an de la m ayoría rio sus caracteres. Sólo A rgentina,
van una penosa congestión u rbana, potenciada p o r las insuficiencias a caballo e n tre el d esarrollo y el tcrccrm undism o, se a p a rta un tan to
in fraestru ctu rales. F rente a estas actividades de servicios cualificados, de Jos caractcrcs com unes.
los pequeños servicios de reparaciones de todo tipo, el artesan ad o tr a ­
dicional o m oderno, el pequeño com ercio am b ulante y sedentario, los
servicios personales, etc., se localizan en los b arrio s periféricos, en BIBLIOGRAFÍA BASICA
sim biosis con los edificios residenciales. *
Finalm ente una localización específica es la que corresponde a- Ja Alschuler, R. y o tro s (19&1): Dependent agricultural developm ent m Latin America.
U niversity of O naw a P ress. O ttaw a.
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carriles y c a rre te ra s—, con m odernos edificios bien cuidados y vigilados, del B E E . M adrid.
que desdice de las pobres construcciones chaboltsticas de las inm e­ B ataillon, C. y Riv;ere D'Arc, H. (1573); México (Les grandes villes du monde). «No­
diaciones. tes et É tu d es D ocum entaires». N * 3.963-3.964. La D ocum entation F rancaise,
París.
Todo esle en tram ad o u rb an o , insuficientem ente equipado, aparece Blakem ore, H. y S m ith, C. T. (1983): Latín America. Geographical Perspcciivts. Mct-
con una ocupación laxa, salpicado dc abundantes solares vacíos, p er­ huen. London.
tenecientes, p o r lo general, a especuladores del suelo urbano. Brom ley, R. y R. (1982): So u th American deveiopm ent. Cam bridge U niversity Press.
T anto las grandes ciudades com o las m edianas y pequeñas están C am bridge.
ColKn D elavaud, C. y otros (1973): L'Am érique Latine, Approche géQgraphiqxe gené­
sujetas, pues, a una dinám ica incontrolada, forzada p o r ei incesante rale et régionale. B ordas, P a rís, 2 tom os.
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íus necesidades de equipam iento, viviendas y em pleo, a la congestión D en an g eo t, J. (1972): Le ctm tinenf brésiiien. SED ES, P arís.
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doble sentido, desde el m om ento en que a rra s tra unas e stru c tu ra s dis- do de C u ltu ra E conóm ica, M adrid. *
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y hasta potenciadas d u ran te la fase neocolonial. La etapa d esarro ilista M artina, L. (1981): Les capituux étrangers en Am érique Latine: les raisons des non -
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com o modelo de desarrollo. Las contradicciones que aflo rab an en los Mesa*Lago, C. (1583): La economía en Cuba socialista. P layor, M adrid.
Monbeig, P. (1983): Le Brésil. PUF. Que sais-je?, París.
años cu aren ta se m antienen en la actualidad, con el agravante dc que Sánchez A lbornoz, N. (1977): La población de América latina. Desde ¡es tiem pos
en este lapso de tiem po se h a n hipotecado Jas econom ías nacionales, precolom binos ai año 2000. A lianza U niversidad, M adrid.
sin que los enorm es recursos m ineros y agrarios hayan podido p aliar Vila V alcm i, J. (1975)* Mano de obra y espacio agrario en ¡os países iberoamerica­
nos. E n «E studios G eográficos*. Vol. X X X V I, pp . 1115-1128.
EST R U C T U R A S ESPACIALES EK ÁREAS SUBDESA R R O LLAD A S 409

c e n tra r en su d istrib u ció n espacial, sus transform aciones recien tes y


el significado socioeconóm ico d c las m ism as.

1. Una desequilibrada distribución territorial, con un régim en


dem ográfico de transición
C a p ít u l o X
A m ediados de 1983 se estim aba una población global de 1.023 m i­
CHINA: EL IMPACTO SOCIO-ESPACIAL DE LA POLITICA llones de h ab ita n te s en la R epública P o p u lar de China, los cuales,
SOCIALISTA EN UN PAÍS DEL TERCER MUNDO sobre un total m undial de 4.677 m illones, rep resen tab an m ás de una
q u in ta p arte de la hum an id ad (22 ^o). Es este ingente co n ju n to dem o­
gráfico el que confiere a la población de China una capital im portancia.
Ei modelo socio-espacial dc la China com unista ofrece tales carac­ Toda la planificación económ ica, social o te rrito ria l dcl país se ve me­
terísticas y resu ltad o s que, u n a vez pasados los años crftcos dc la re­ diatizada p o r el enorm e peso de sus efectivos poblacionales.
presión y de la dureza y tra s Ja a p e rtu ra iniciada p o r Deng X iaoping, Y ello adquiere tan to m ás significado cu an to su distribución es to tal­
es analizado con sim p atía hasta en num erosos círculos occidentales. m ente desequilibrada, concentrándose la g ran m ayoría en las provincias
E n efecto, uno de sus m ás im p o rtan tes logros ha sido el satisfacer orientales m ien tras la m itad occidental del país perm anece casi des­
las necesidades m ateriales y culturales de m ás de 1.000 m illones de p er­ poblada, pues las regiones autónom as de X injiang, T ibet (o Xizang),
sonas, partiendo, adem ás, de una situación de nítido subdesarrollo. Ningxia, M ongolia In te rio r y la provincia de Oinghai no acogen m ás
La China actual es u n a nación de u n ex trao rd in ario potencial dem o­ que a unos 41 m illones de h ab ita n te s sobre sus 4,2 m illones de km2,
gráfico, joven, organizada a p a rtir de instituciones colectivas, ju n to a con una densidad in ferio r a los 10 h a b ./k m 2, en ta n to que algunas p ro ­
las que se e stá n im plantando, tím ida y lentam ente, o tras de carácter vincias orientales alcanzan densidades cercan as a los 700 h a b ./k m 3,
privado; es u n p aís fu n d am en talm en te agrario y ru ral, con tan sólo com o en Jiangsu (662), o superan los 400, com o en Sbandong (482) y
u n 15 a un 20 % de población u rb an a; un país pobre, con unos 300 % H enan (449) o e stá n próxim as a ese um bral, com o en Z hejiang (379),
dc re n ta por h a b ita n te (en 1981), pero con una distribución de la m ism a Anhui (369) y H ebei (320), según se aprecia en la fig. 10.1.
que perm ite a la m ayoría de ia población, casi a su totalidad, disponer E sta d istrib u ció n no es casual, sino que obedece al d esarro llo de
de abundantes bienes y servicios necesarios para su desarrollo integral. la civilización china so b re las llanuras del N orte del país, extendién­
P or ello podem os afirm a r que, a p esar de sus inm ensos problem as, Chi­ dose h acia las llan u ras costeras m eridionales y hacia la inm ensa cuenca
na cuenta con u n inm enso potencial de desarrollo p o rq u e ha sido capaz: del río Azul (= Y an g zi), b o rdeada de relieves m ontañosos. Los elevados
de c re a r las condiciones básicas p a ra d a r u n g ran paso adelante, para relieves del O este del país, e n tre los q u e se incluye la vasta y sem ides-
el que, a todas luces y en c o n tra de lo sucedido h a sta ahora, deberá poblada m eseta del T ibet, ju n to con los desiertos in terio res del Gobi
c o n ta r con la inversión de capital extran jero . y del O rdós, no a tra je ro n el in terés de los em p erad o res chinos ni de su
Las bases de p a rtid a del proceso de desarrollo chino, es decir, su pueblo de la etnía «han», que fue la que se extendió p o r todo el te rrito ­
población, condiciones natu rales y e stru c tu ra s h eredadas, ju n to con la rio nacional, excepto p o r las cinco regiones autónom as actu ales (la
organización de sus m edios ru rales y urbanos, y la articulación de los población de la R epública P o p u lar de China actualm ente es dc ascen­
m ism os en u n vasto espacio nacional (9,6 m illones de km 2: tercero dencia «han» en un 96 %). Así pues, ta n to en la etapa histó rica antigua
dcl m undo en extensión) se rá n los tem as objeto de n u e stro análisis, a como en la contem poránea, la población se acum uló fundam entalm ente
través de los cuales p reten d em o s d a r u n a visión de cóm o el régim en en el E ste del país, donde se localizaron tam b ién las principales ciu­
com unista chino h a cread o u n a e stru c tu ra te rrito ria l nueva, y total­ dades. '
m ente diferenciada de la que acabam os de estu d iar en Iberoam érica, Ahora bien, el d esarro llo u rb an o d c C hina h a sido, m ás bien, escaso,
la cual, «sin em bargo, n o h a elim inado las agudas desigualdades exis­ de m anera que las ciudades no han acogido a u n p o rcen taje significativo
tentes e n tre las regiones in d u stríales y ag rarias o e n tre el cam po y de la población: según estadísticas oficiales la población u rb a n a no re ­
la ciudad. p resen ta m ás que un 13,2 % de la to tal, que h a b ría que elevar h a sta
un 21 %, según o tro s organism os internacionales. E n todo caso, alrede­
dor dc 150 a 200 m illones de p erso n as h a b ita n en ciudades. P o r m uy
L La p o b l a c ió n cümo motor v freno del d esa r r o llo
reducida que sea esta cifra en térm in o s relativos, se convierte en in­
quietante en térm inos absolutos. Quizá p o r ello, el propio gobierno
Los aspectos m ás destacables de la población china los podem os de la nación, con su voluntad de im p ed ir el crecim iento incontrolado de
U- E ST R U C T U R A S ESPACIAI.ES BV AREAS SUBDESARROLLADAS 411

las ciudades, esté ofreciendo u n a ficción estadística, al d ar una cifra


R E P P O P U LA R D E M O N G O U A tan b aja (13,2 % ) de población urbana.
En este sentido, puede ayudar a co m p ren d er el fenóm eno el cono­
cim iento de la e stru c tu ra ad m in istrativ a y del poblam iento en C hina.
El te rrito rio nacional se en cu en tra dividido en 21 provincias, 5 regiones
a f g a ''* - Gansu
autónom as y 3 m unicipalidades urb an as dependientes del gobierno
S IS T A S ' N in 9 »* V V ;7 •Habeirv. .___ . central (Pekín, T ianjín y Shanghai). Cada provincia se en cu en tra divi­
fMn«( -'Sfimdort? dida en p refectu ras y estas a su vez en d istrito s, de m odo que cada
PAKISTA N provincia cu en ta con u n a m edia de 100 d istrito s, existiendo en total
Qinghai' ) 'O
’S iw rxi^H enan \4taflfofci 2.137, con u n a extensión dc en torno a 4.500 km 2, es decir, aproxim ada­
m ente la m itad de provincias m edias españolas com o B arcelona, Cádiz,
' *"■*’♦.v Hube»
u '‘‘-AA
\ íihui 7 *^
1 Ti O rense o VaUadolid. Ahora bien, en todo el conjunto te rrito ria l se con­
Sicíuián ^ Zhejiang
tabilizan 192 m unicipios u rb an o s de m ás de 150.000 h ab itan tes. Parece
V jia n g s * « \ * /
Ü N iO N INDIA
f \ S ‘ •'*■ Hunan f •* “7 una cifra b a ja que puede deberse a una subestim ación, dada la difi­
y . A -> \ \ J Fujien _
BlftMANlA \euizhouV t y n cultad de establecer el lím ite de lo u rb a n o y de lo ru ral en China.
Yuiinan ‘- ^ y / Y A tW A N Todas las grandes ciudades e incluso num erosísim as capitales de dis­
Guar.xi * Goanflírto
□ Provincia trito cu en tan con una am plia fran ja ru ru rb a n a , en la que se in terp o ­
ftegifr autónoma <víétnams¿ ¿ s - n d r á n las actividades industriales, artesanales y agrarias. Por todo
DEL N O R T E ^ C Í
| H Municipio LAO S ello, es posible que m uchos núcleos de poblam iento, clasificados com o
Hainan rurales, p u d ieran se r clasificados igualm ente com o urbanos. E ste ca­
rá c te r u rb an o no es ya el propio de las 53.000 com unas populares exis­
tentes en el país, que, en prom edio, están , integradas p o r unas 15.000
personas cada una. La com una constituye la división ad m in istrativ a
básica en to d a la China ru ral. Dispone de un núcleo de poblam iento
central, en el que se en cuentran los servicios com unales, y se sub-
divide en b rig ad as y equipos de producción, de unas 1.000 y 150 p e r­
sonas respectivam ente, que se asien tan en pueblos o aldeas.
E nlazando con el planteam iento inicial, ¿cóm o se h an podido al­
canzar las ex trao rd in arias acum ulaciones h um anas dc la China o rien ­
tal? La evolución de la población china no aparece m uy c lara a este
respecto y los h isto riad o res a p o rta n cifras de difícil encuadre. Así, se
h ab ría pasado dc unos 150 m illones en 1700 a 313 en 1794: un creci­
m iento excesivo, au n q u e se esté de acuerdo en que el siglo x v m fue
una época de esplendor dem ográfico y económ ico. H acia 1850 la poblar
ción ch in a alcanzaría unos 430 m illones de habitantes, que vivirían ya
en condiciones difíciles, y a m ediados de n u estra centuria, el p rim er
censo nacional, de 1953, dio unos resu ltad o s que sorprendieron h asta
a los p ro p io s gobernantes com unistas: 602 m illones de chinos h ab ita­
b an en el m undo, de los que 582 en la C hina continental.
La población china, an tes de la revolución socialista, su fría una
situación sim ilar a la de o tro s países tercerm u n d istas. El co m p o rta­
m iento dem ográfico p ro n a ta lista estab a m uy arraigado en la sociedad,
con u n a n atalid ad que oscilaba en to rn o al 37 9fo y una m o rtalid ad de
aproxim adam ente el 18 %¡¡, con el consiguiente crecim iento dem ográ-
fico de 1,9% anual. E ra, adem ás, un com portam iento basado en una
m oral trad icio n al, que favorecía la fam ilia p atriarcal, con tre s genera­
ciones b ajo el m ism o techo, y en la que los hijos rep re se n ta b a n la
Fig. 10.1. a y b. Territorio y población.
fuerza de tra b a jo y el seguro p ara la veje?.. P or o tro lado, se buscaba
a. División administrativa,
b. Dsnsidad de población, según P. Centelle, adaptado.
412 E SPA C IO S Y SOCIEDADES
E S T R U C T U R A S ESPACIALES EN AREAS SUBDESAKROLLADAS 413

el ten er m uchos hijos, y sobre todo varones, p a ra p erp e tu a r la estirpe. acontecim iento político, con u n a fu erte carga ideológica, rein tro d u ce un
La alta m ortalidad se com pensaba con una elevada natalidad. E ste fe­ relajam ien to social y cuestiona 1a política dem ográfica precedente, con
nóm eno hacía que en los m om entos críticos se sin tie ra la necesidad la consecuente liberación del co n tro l de nacim ientos y el agudo creci­
de red u cir el núm ero dc «bocas* en la fam ilia; p o r lo que el infanticidio m iento p o sterio r, que en 1968 alcanza el 2,9 %. La tom a dc conciencia
se había extendido como p ráctica co rrien te, sobre todo el de las niñas, de la fragilidad económ ica dcl país obliga a tom ar en serio la lim i­
cuya crianza se veía com o un gasto inútil, ya que, al casarse, iban a la tación de la n atalid ad , que se convierte en ta re a p rio ritaria a p a rtir
fam ilia del cónyuge, para la cual trab ajab an , m ien tras con el varón su­ dc esa fecha.
cedía a la inversa. Podem os concluir, con J. C. Chesnais (1975, 13), que en tre el prag­
m atism o político y el dogm atism o ideológico, el control de nacim ientos
h a su rtid o efecto, au n q u e con m arcadas desviaciones, desde 1956, re ­
2. La política dem ográfica bajo el socialism o; un cam bio radical duciéndose h asta cifras fran cam en te b ajas en la actualidad.
en la m oral y el com portam iento dem ográfico
b) Los m edios y los resultados. — La m ás eficaz de las m edidas
La política dem ográfica china experim entó co ntinuas oscilaciones fue el retraso de la edad al m atrim onio, £ s ta se situaba trad icio n al­
d u ran te los veinte años siguientes a ia revolución, o rientándose poste­ m ente en los 15-16 años p a ra las m u jeres, p o r lo que se llevó a cabo
riorm ente hacia u n control radical de la natalidad, que ha dado resu lta­ una g ran cam paña en favor del m atrim onio tardío, recom endándose
dos espectaculares, a p esar de e sta r todavía m uy lejos del crecim iento los 23 y los 26 años p a ra las y los jóvenes respectivam ente. P ara que
cero que p reten d en conseguir los dirigentes chinos hacia el año 2010. esta idea triu n fase hubo de recom endarla el propio Mao, pero los
resultados fueron m uy positivos, tan to en el cam po como, sobre todo,
a) Una política dem ográfica cam biante. — S o rp ren d en ciertam ente en la ciudad. Así, p o r ejem plo, a finales de la década de los setenta, la
las continuas m odificaciones experim entadas en la política dem ográfica m ayoría de las ciudades co n tab an con m ás de un 90 % de m atrim onios
hasta 1969, fecha a p a rtir de la cual se inicia u n drástico control de tardíos, definidos com o aquellos en los que ei hom bre se casa a una
la natalidad, potenciado a p a rtir de 1979, año en que se lanza una cam ­ edad su p erio r a los 25 años y la m u je r p o r encim a de los 23. E sta tasa
paña en pro de la fam ilia de hijo único. Así, si el p rim e r m inistro Tan alcanzaba cotas elevadísim as en provincias tan populosas com o G uandong
Chenlin indicaba en 1964 que en un fu tu ro próxim o se podrían llegar a (75 °/o), Jiangsu (88,5 % ) y H ebei (93 %).
cu ltiv ar 133 m illones de h ectáreas (=2.000 m illones de «mu») capaces A esto hay que a ñ a d ir u n a recom endación ap rem ian te en favor de
de satisfacer las necesidades de 2.000 m illones de personas, cifra que un núm ero de h ijo s m uy bajo: dos o, a lo sum o, tres y espaciados. Lo
se esperaba alcanzar en poco tiem po, p o sterio rm en te los dirigentes chi­ ideal se co n sid erab a te n e r el p rim e r h ijo a los tre s años después del
nos cam biaban de opinión, al a firm a r que el problem a dem ográfico m atrim o n io y el segundo a los c u a tro o cinco años después del p ri­
no radicaba en el núm ero, sino en un crecim iento dem asiado rápido m ero. E n tre o tra s razones, se arg u m en tab a la salud y el in terés profe­
de la población e, incluso, la posición oficial actu al ha cam biado de sional de la m adre, la m ejo r educación de los hijos, etc. No o b stan te,
sentido nuevam ente, al p lan tearse el objetivo de llegar a u n crecim iento a p a rtir de 1979 se d esata la cam p añ a p o r el h ijo único, que posible­
dem ográfico negativo a p a rtir del año 2010. m ente consiga im p o rtan tes reducciones de la natalidad, dada la presión
E stos vaivenes se explican p o r las singulares coyunturas experim enta­ que se ejerce so b re las fam ilias, pues las que tienen un solo h ijo reci­
das, iniciadas con el triu n fo de la revolución en 1949, m om ento en el ben sustanciales ayudas económ icas, com o raciones alim enticias com ­
que se aplica la d octrina ortodoxa m arxista, de signo poblacionista. p arativ am en te m ayores y parcelas privadas m ás grandes, adem ás de
É sta, favorecida p o r el deseo de recu p erar la población perdida d u ran te viviendas de tam año equivalente al de u n a fam ilia de dos hijos.
la guerra civil a n te rio r, va a m antenerse h a sta 1954. D urante este año, Ju n to a los estím ulos económ icos y sociales no ha sido m enos im ­
tra s conocerse los resultados del censo nacional de 1953, que cifraba p o rta n te la extensión de las técnicas contraceptivas, tan to p o r .lo que
en 582 m illones la población de la C hina co ntinental, u n contingente se refiere a la esterilización com o ai uso de píldoras, de DIUs y o tro s
superior^al esperado, se Inicia u n a cam paña en favor de la contracep- m edios, de m odo que el 70 % de las m ujeres casadas en edad fértil
cíón, m uy tím ida h a sta 1956 y firm e desde entonces h a sta el com ienzo usa m étodos contraceptivos, que se ven com plem entados p o r la gran
del G ran Salto A delante en 1958. El lapso tran scu rrid o en tre el G ran extensión del ab o rto , com o lo pone de m anifiesto el dato de 1979, año
Salto y el año 1962 supone una m arch a atrás, pues la euforia política en el que se p ro d u je ro n 29 ab o rto s provocados por cada 100 nacidos
e ideológica ahoga los intentos precedentes de un serio control de naci­ vivos (Banco M undial, 1983, III, 98).
m ientos. Sin em bargo, a p a rtir de 1962 tom a las riendas del p oder un De gran trascendencia han sido las inversiones realizadas en recu r­
gobierno realista, que propugna claram en te el control de la natalidad sos hum anos y m ateriales a fin de d ifu n d ir las técnicas contraceptivas
y que lo pone en p ráctica h a sta la Revolución C ultural de 1966. E ste y cu m p lir o tro s objetivos sanitarios. En este sentido, se ha hecho u n
414 E ST R U C T U R A S ESPACIALES E N ARCAS SUBDESARROLLADAS 415
E S P A C IO S Y SOCIEDADES

enorm e esfuerzo p ara d o ta r dc servicios y orientaciones san itarias sión social, económ ica e ideológica, aspectos que han conducido a u n a
a toda la población, de m odo que cada equipo dc producción (com ­ m ayoría de m u jeres en edad fértil (70 ^ ) a u sa r técnicas contraceptivas
puesto p o r unas 30 a 40 fam ilias, equivalentes a unas 150 personas) y h a n m otivado que se produzca u n elevado núm ero de ab o rto s. De este
cu enta con uno o dos auxiliares sanitarios, y cad a brigada (unas 1.000 m odo, China se ha situado en tre los p rim ero s países del m undo en
z. 1.100 p erso n as) con un cen tro m édico asistid o p o r dos «m édicos d e cu an to al control de la natalidad y está p o r delante de la m ayoría de
los pies descalzos», con responsabilidad sobre higiene, inm unización, los países d esarro llad o s respecto al uso de técnicas contraceptivas; en
vacunación, planificación fam iliar, cuidados m aterno-infantiles y cu ras E stados U nidos, p o r ejem plo, sólo llegan a un 68 % las m u jeres que
elem entales, con capacidad d e d ecid ir sobre el envío de lo s enferm os las usan.
al cen tro de salud de la com una. É ste, p ara u n a s 15.000 personas, dis­ Ahora bien, a p esar de todo, la población china, dada su e stru c tu ra
pone, a su vez, de m édicos con niveles m edios de cualificación, que por edades y el predom inio de los jóvenes, h a d e co n tin u ar creciendo
p ractican la m edicina occidental o la china y que cuen tan con personal a un ritm o im p o rtan te, de en to rn o al 1 ó 1,2 ^ anual, es d ecir de unos
de apoyo. F inalm ente está el hospital general de d istrito, totalm ente 10 o 12 m illones de p ersonas p o r año, lo que, traducido a n u estras coor­
equipado. El aspecto m ás destacable es el de ios «m édicos de los pies denadas, equivale a añ ad ir cada tre s o cu atro años un volum en dem ográ­
descalzos», que en una proporción de 1 p o r cada 620 p ersonas aproxi­ fico sim ilar al de toda la población dc E spaña. E stos fenóm enos, evi­
m adam ente, han constituido desde 1958 la p u n ta de lanza p ara la rea­ dentem ente, ejercen un gran peso sobre el desarrollo.
lización dc las m ejo ras higiénicas y san itarias y, sobre todo, p a ra la
puesta en p ráctica del vasto program a de planificación fam iliar.
La sociedad china ha logrado, así, cam b iar u n a m oral sexual y u n 3. Incidencia d e la política dem ográfica sobre el progreso
com portam iento dem ográfico d om inantes d u ra n te m ilenios. E n 1979, económ ico y social
según el reciente estudio del Banco M undial, la n atalid ad había descen­
dido h a sta un 18 %o y la m ortalidad hasta un 6 96o aproxim adam ente, con La alim entación y la vivienda, la educación y el em pleo aparecen
lo que el crecim iento dem ográfico se situ ab a en u n 1,2% anual, una como los c u a tro puntos cardinales que o rien tan la política de desarrollo,
cifra francam ente b aja si la com param os con la que es propia de las m odificados co n stan tem en te p o r el continuo crecim iento de esta ingente
sociedades tercerm u n d istas asiáticas o de o tro s continentes. población, a p e sa r dc lo cual se h an m ejo rad o sensiblem ente.
Los progresos, en cu alq u ier casor han sido m ás rápidos en las áreas R especto a la alim entación, se h a n conseguido progresos su stan cia­
urb an as que en las rurales, pues en aquéllas las tasas de n atalid ad y les, elim inando el h am b re y llegando a satisfacer las necesidades ali­
m ortalidad e ra n de 13,9 y 5,1 respectivam ente, m ien tras en éstas alcan­ m en tarias totales. Sin em bargo, la evolución experim entada m u estra
zaban 18,5 y 6,4, No ob stan te, el ritm o actual de caída de la natalidad diferencias im p o rtan tes en tre los distintos períodos. Así, el increm ento
es m enor en la ciudad que en el cam po, d adas las b ajas cotas alcan­ m edio an u al de la producción ag raria p o r h a b ita n te fue dc 2,1 % en tre
zadas en ésta. Sin em bargo, y a pesar de q u e la n atalid ad co n tin u ará 1952 y 1957, pero se red u jo al 0,2 % en tre 1957 y 1977 y se d isp aró entre
descendiendo, aú n ha de m an ten erse u n fu erte crecim iento dem ográ- 1977 y 79 h a sta el 6,7 % anual. Parece ser que las recientes m edidas
fico, puesto q u e la m o rtalid ad h a de aco m pañar a aquélla en su des­ liberalizadoras del m ercado favorecieron este auge espectacular, con
censo, p rincipalm ente a causa d e las todavía elevadas co tas de m o rta ­ lo q u e es previsible q u e se m antenga u n ritm o vivo h acia el fu tu ro ,
lidad infantil (56 %o en 1978-79), que h an de corregirse en el fu tu ro , com o como de hccho parece hab er sucedido tam b ién en 1980.
se han corregido en el pasado, pues en 1949 ascendían a 250-300 %o. De acuerdo con este crecim iento d e las producciones agrarias, y con
Además de la consecución de un m oderado-bajo crecim iento vegeta­ las im portaciones realizadas —no su p erio res al 3 % del consum o ali­
tivo, se h an superado num erosos prejuicios, e n tre los cuales cabe des­ m entario— , China ha alcanzado u n as disponibilidades m edias de 2.441
ta c a r la elim inación o, al m enos, la reducción del p ap el secundario de calorías p o r p erso n a y día en 1979; can tid ad que supera en u n 3 % a
la m ujer, estableciéndose, p o r la ley de 1.° de m ayo de 1950, la igualdad las necesidades; tam b ién se su p era el u m b ral en las disponibilidades
ju ríd ica e n tre los cónyuges, lo que ha significado u n a prom oción real m edias de p ro teín as, que, con 62,6 gram os diarios, se sitú an en un 63 %
de 1» m ujer; hecho que, a su vez, le h a exigido u n m en o r nú m ero d e por encim a de lo requerido. A p esar de estos hechos, se producen, sin
hijos, com o h a sucedido en la p ráctica. La prom oción se h a percibido em bargo, ciertas avitam inosis y deficiencias en sales m in erales..., que
tam bién en la m ayor rep resen tació n de las m u jeres en la enseñanza son m ás difíciles de elim inar p orque exigen un m ayor desarrollo econó­
superior, en la q u e alcanzaban u n 24 % del to ta l en 1979, lle g a n d o a u n m ico general (B anco M undial, 19&3, II I , 32-35). Pero realm en te hay que
41 % d e estu d ian tes d e enseñanza m edia v a u n 45 % de los de básica. d estacar el firm e avance conseguido en el cam po de la alim entación,
En sum a, ia política de planificación fam iliar ha tenido g ran efica­ pues re su lta en orm em ente difícil satisfacer las necesidades alim enticias
cia m erced a las inversiones realizadas en recursos hum anos y m ate­ de m ás de m il m illones de perso n as, p artien d o de los niveles de h am b re
riales y a u n a resp u esta m asiva y disciplinada fre n te a la fu e rte pre­ crónica precedentes a la Revolución.
416 E S P A C IO S Y SOCIEDADES E S T R U C T U R A S ESPACIALES EN ÁR EA S SUBDESARROLLADAS 417

C uadro X .l sivas cam pañas de educación de adultos, que en u n breve lapso de


tiem po red u cirán ese índice a cotas m ínim as.
Evolución demográfica y de la producción agraria Finalm ente, uno de los aspectos fundam entales derivados del fuerte
Evolución demográfica Crecimiento producción agraria crecim iento dem ográfico es el del em pleo. E n efecto, si descontam os
de la población to ta l los efectivos de m enos de 15 años y los de m ás de
Crecimiento
Población to ta li­ Mortali­ Mortalidad dem ográ­ Total Por habi­
65 (32 y 6 % respectivam ente) resu lta un volum en de población poten­
Año (millones) dad dad fe infantil fico % (a) Período anual tante y año cialm ente activa ex trao rd in ariam en te elevado, en lorno a 634 m illones
dc personas, con el agravante dc que la población activa va a crecer
1049 541,7 250/300
_
en torno a u n 2 % anual d u ran te Jos años ochenta; hecho que req u erirá
1950 552 37 18 1,9
1952 574,8 37 17 __ 2.1 1952
la creación de un o s 80 m illones de p uestos de tra b a jo en esa década
1957 646.5 34 10,S — 2.9 a 4.6 2,1 (B anco M undial, 1983, I, 174). H asta finales de la década p a sad a la m a­
1971 347,8 30,7 7,3 — 2,6 1957 yor p arte de la nueva m ano de obra se em pleaba en el secto r agrario,
1975 917,7 23,1 7.3 — 1.7 intensificando su producción m ediante el uso del su p erab u n d an te ca­
1979 970,9 17,9 6,2 56 U 1957
1980 982,5 — — \2 a 2,1 0,2
pital hum ano, pero a m enudo este recu rso m asivo al tra b a jo hum ano
1S83 (b ) (1.023) (23) (8 ) (44) d i) 1977 condujo h acia u n a productividad m arginal o negativa. De ahí que an te
las dificultades de am p liar el espacio cultivado se tenga que p en sar
, 1977 en c re a r m ás p uestos de tra b a jo en la in d u stria, recu rrien d o p a ra ello
a 8,1 6,7
1979 al capital ex tran jero .
China h a llegado, p o r lo tanto, a una situación en que sus inversiones
(a) E stim ació n , d e t c re c im ie n to d em o g ráfico b a s a d o en el in c re m e n to real d e la p o b la c ió n d u ­ dem ográficas, aunque altas, se sitú an m uy p o r debajo d e las de o tro s
ra n te los p e río d o s in te rc e n s a le s.
países tercerm u n d istas. Un 5 % aproxim adam ente de su P roducto M ate­
(b) E stim ac io n es d e l P o p u latio n R e fe r e n te B u re a u , q u e no sig u e la &erie d e Jas e s tim a c io ­
nes h e c h a s p o r el B an co M u n d ia l. rial N eto es suficiente p ara c u b rir dichas inversiones. Pero, evidente­
m ente, e sta cifra re su lta ya m uy elevada y n o le queda dem asiado m argen
F u tn ie ; B anco M u n d ial, 1933, ex c ep to p a r a e l a ñ o 19Í3.
de m aniobra económ ica. Así, su inm ensa población se ha revelado como
u n m o to r del desarrollo, capaz de p ro d u cir u n cam bio insospechado
en la econom ía y el espacio chinos, pero, al m ism o tiem po, com o un
En cuanto a la vivienda, se han realizado avances decisivos. E n el
obstáculo de difícil superación, p o r el trem en d o esfuerzo político, fi­
m edio ru ral apenas se ha dejado se n tir el problem a de la escasez de
nanciero y de organización que supone el c re a r cada año unos 8 m illo­
viviendas, que suelen se r de propiedad fam iliar. Sin em bargo, en las
nes de nuevos p u esto s de trab ajo , p o r m ás q u e u n a gran p a rte d e ellos
ciudades el E stad o ha tenido q u e in v ertir enorm es sum as de capitales co rrespondan a los m edios ru rales y tengan m uy b ajo s costos econó­
p a ra e rra d ic a r las chabolas y bidonvillcs. Los inm uebles, construidos micos.
p o r el E stado o por los m unicipios, son asignados a las fábricas p ara Si la población china, p o r su ex tra o rd in a ria cuantía, p o r su creci­
que los distribuyan e n tre los o b rero s p o r m ódicos alquileres: el 10 % m iento y p o r su ju v en tu d , con stitu y e u n condicionante fu n d am en tal del
del salario del jefe de fam ilia, m ás o m enos, incluidos los gastos. No proceso d e desarrollo* o tro condicionante d e g ran im p o rtan cia son las
obstante, la superficie p o r p erso n a —entre 5 y 18 m 2— resu lta escasa. bases ecológicas del espacio so b re el que se asien tan estas m asas hu­
Los problem as educacionales, en función del elevado núm ero de anal­ m anas. Un fenóm eno tan to m ás influyente cu an to una m ayoría dc la
fabetos (SO % en 1949), d e la escasez de profesores y de centros, han población vive de la actividad agraria, la cual, dado su escaso nivel tec­
requerido un gigantesco esfuerzo p a ra su solución, y aú n queda m ucho nológico, g u ard a una relación estrech a con las condiciones n atu rales.
'am ina por reco rrer. La m a tríc u la escolar en la enseñanza p rim aria
;u b re a! 93 % de la población de esa edad, u n p o rcen taje cercano al
le loSF1países desarrollados y 30 p u n to s p o r encim a del de los tercer- II- U nas a m b iv a l e n t e s c o n d ic io n e s naturales

-nundistas. E n enseñanza secundaria, afecta ai 51 % de los m uchachos


que se en cu en tran en la edad p ro p ia de la m ism a. A nte la escasez de Ya hem os señalado an terio rm en te cóm o influye el relieve y el clim a
profesores y de cen tro s se re c u rre a los no diplom ados p o r u n a p arte en el rechazo de las tie rra s occidentales p o r p a rte de la población
y se sobreutilizan las aulas p o r o tra , d e m odo que en los in stitu to s se china. E n efecto, ese rechazo h a sido tan fu e rte que lia dado lugar
alcanzan 47 estu d ian tes por clase. De este m odo se ha logrado re b a ja r a u n p ro fu n d o c o n tra ste e n tre la C hina del E ste y la del O este. Así,
el analfabetism o h a sta u n 34 % en 1979 (según el Banco M undial), pero desde los G ran X ingan de M anehuria, en dirección N E - S O h a sta los
con un ritm o m uy vivo de descenso, favorecido en p a rte por las m a­ m ontes S ichuán (ver fig. 10,2) se extiende u n a fra n ja de separación en tre
ESTRUCTURAS ESPACIALES FN ¿REAS STJRDESARROLLADAS 419

la China oriental y la occidental, Al Este de la misma se encuentra la


China hum anizada, la de las grandes llanuras y de las m ontañas medias
y bajas; al Oeste de esa franja se localiza la China sin presión hum ana,
A Pfataforrna sínica la de las altas m ontañas y de regiones subáridas y desérticas, recorrida
— ► Limi?e aproxim ado de la plataform a por ganaderos nómadas, si bien la actual política regional está introdu­
A1ioram¡entos de la plataform a ciendo en ella diversos enclaves territoriales con mayor peso hum ano
o cobertura poco espesa
r ¡ Plataform a plegada y deform ada y económico. En conjunto, la China oriental ocupa unos 3,5 millones de
1 1 posteriorm ente kilóm etros cuadrados, correspondiendo el resto a la occidental.
Guanea secundaria A este prim er y significativo contraste, se suma otro secundario: el
Cuenca te rcia ria y Jiangra costera que se produce entre el Norte y el Sur. Una distinción que nace ante
Cuenca y llanura cuaternarias todo dc consideraciones clim áticas, pues aproxim adam ente desde el p a ­
ralelo 34°, o m ás concretam ente desde la franja que va de la cadena
B. Geos.nclinales y piegamientos
de los Qinlingshan al lím ite m eridional dc la provincia de Shandong,
¡Tí?i ‘1 G e o s ln c iira le s vanscos y hereinianos
Geos«nc ¡nales catedoníanos
hacia el Norte, se extiende la China de clima continental, de inviernos
G eosinclinal secundario de Yansftan
rigurosos, que en el interior del país da paso a Jos desiertos dcl Ordós
G eosinclinal te rc ia rio del Himalaya
y dcl Gobi; m ientras que al Sur de esa franja se localiza la China
subtropical y tropical de clima m as suave y húmedo, si bien hacia el
Oeste se transform a, por el relieve, en un clima perm anentem ente frío
y árido.

1. Un relieve com plejo y contrastado

El relieve de China, extraordinariam ente complejo, se fundam enta


LA TOPOGRAFIA 1. Gran Xingan en su historia geológica y tectónica. En efecto, han sido las presiones
2. Depresión manchú y la subducción de la placa del Pacífico o, más concretam ente, de Ja
3. Gran lla n u ra dei Norte
4 . O inlm gshan
subplaca de Filipinas sobre el antiguo escudo sínico, las que han le­
5. Cuenca roja d cl Sichuán
vantado las alineaciones m ontañosas orientales dc la China de] Sur,
6. M ontes Sichuán en dirección m eridiana o subm eridiana, es decir, perpendiculares a la
7. M eseta Ue Guizhou dirección de ios em pujes tectónicos. Ahora bien, éstos no se han realiza­
8 Nanlin
do sólo en sentido Este-Oeste, sino, m uy al contrario, tam bién y princi­
9. W uishan
10. Donggongshan palm ente en sentido Sur-Norte, por desplazamiento y subducción de
11. Meseta del Yunnan la placa Indica (India y una parte del océano índico) contra Ja curasiá-
12. Titwt tica. Ha sido este juego de placas ei que ha provocado las alineaciones
13. Him alaya
m aestras del relieve alpino del continente asiático, de m odo que tanto
14. Kunlun
15. Depresión dei Tarim
la denom inada m eseta del Tibet como las cordilleras del S u r de la
16. D epresión dei Turfán misma se desarrollan con una clara orientación zonal, extendiéndose
17. Depresión de D rungarla hacia el E ste hasta enlazar con las alineaciones subm eridianas de la
18. Montes Celestes China oriental.
19. M ontes A ltai
E sta com plejidad tectónica se ve potenciada por su diferente desarro­
llo en el tiem po y por la variedad geológica de los territorios afectados.
En el inicio de la E ra secundaria la m ayor parte del territorio chino
actual correspondía a la plataform a sínica. Al Sur de la misma se loca-
Hg. 10.2. a y b. Tectónica y Relieve. lipíba el geosinclinal dcl Yanshan, que englobaba a un gran sector del
a. Unidades tectónicas, según P, Gtntellc, 1977. Tibet, la m eseta del Yunnan, pasando por Cantón, h asta los Donggong-
b. Los cuatro dominios dcl espado chino, según K. Buchanan, 197.1. shan (ver fig. 10.2). En el tránsito de] Jurásico al Cretácico se produjo
el movimiento del Yanshan, que levantó los Tíanshan o M ontes Celestes
y los Kunlun, al K. y S. respectivam ente de la depresión del Tarim , Este
420 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTKUCTURAS ESPACIALES EN ÁUREAS SL-BDES ARROLLADAS 421

levantam iento se continuó durante las prim eras fases de la tectónica dentales han resultado las mineralizaciones habidas en los m ateriales
alpina, provocando la inflexión y desviación dc la cadena de los Kunlun de la plataform a sínica, cuya abundancia h a favorecido su puesta en
hacia el Sur, en sentido meridiano, merced a la resistencia de la plata­ explotación.
form a sínica. Ya a finales del Paleógeno se produjo el surgim iento del El rechazo de las altas tierras del Tibet-Qinghai se debe a la dureza
Himalaya y de toda la m eseta del Tibet» ju n to con las cordilleras del del clim a árido y frío, del que es responsable el relieve, como tam bién
Asia central, dando lugar a la fisonomía básica del relieve actual. En lo es, en parte, de los desiertos de abrigo que se encuentran al N orte
la China del Este, la tectónica del Yanshan provocó una subsidencia de estas regiones. El clima, con las consecuencias biogeográficas que
dcl sector septentrional, que se continuó durante los movimientos al­ com porta, se m anifiesta, pues, como un obstáculo y un freno im portante
pinos, m ientras que el sector m eridional experim entó, por el contrario, de la ocupación hum ana.
un levantamiento. Como resultado, en la China oriental afloran fre­
cuentem ente rocas graníticas y m ctam órficas propias del escudo sínico,
aunque recubicrtas en vastas regiones por m ateriales secundarios y 2. H eterogeneidad y significado de los m edios biod h n á tico s
cuaternarios*
En síntesis, se pueden distinguir una serie de unidades geomorfo- a) Los dom inios clim áticos. — Los cuatro dominios clim áticos defi­
lógicas, entre las cuales cabe destacar, en prim er lugar, la Gran Lla­ nidos anteriorm ente constituyen el arm azón y el fundam ento de la di­
nura del N orte, form ada por depósitos loésicos y, sobre todo, por alu­ versidad de medios biogeográficos existentes en China. La variedad
viones cuaternarios de gran fertilidad; se continúa en el sector septen­ climática se asienta en las condiciones de la dinám ica atm osférica, dada
trional por las tierras bajas de M anchuria, y en el m eridional por la su m agnitud territorial, que abarca desde los 22a hasta los 50° de la­
llanura dcl Yangzi (más de 180.000 km2), totalm ente salpicada dc lagos; titud N orte y desde los 75° hasta los 130* de longitud Este, en cuyas
interrum piéndose por los macizos del Sur del Yangzi —los Nanling y los coordenadas se encuentra la casi totalidad de la superficie del país,
Wuishan—, al Sur de los cuales se abre la cuenca del Xijiang, región y dada su heterogeneidad altitudínal.
de lomas y colinas de escasa altitud, que hacia el Oeste da paso a un Los caracteres climáticos básicos nacen, pues, de su situación en
conjunto de tierras m ontañosas relativam ente elevadas —la meseta la zona cálida y en la tem plada, aunque el relieve modifica profunda­
calcárea del Yunnan—, que representan el prim er escalón hacia las mente los factores de base, principalm ente en la meseta del Tibet-
grandes m ontañas occidentales. Qinghai, convirtiéndola en un dominio árido y frío de m ontaña, y en
Un sector interm edio entre la China oriental y la occidental está el Takla Makan, Gobi y Ordos, que, por hallarse en el interior conti­
representado por la cuenca roja del Sichuán, en el valle del Yangzi: nental, al abrigo de las pantallas m ontañosas him alayo-tibetanas, se
una gran depresión sobre m ateriales calcáreos, con abundantes bancos convierten en tierras desérticas o subdesérticas.
arcillosos, de edad mesozoica, que se encuentra profundam ente tran s­ Es precisam ente la barrera m ontañosa de los Ilimalayas-Tibet-Kunlun
form ada por la intensa presión hum ana ejercida sobre estas tierras. la que provoca el rápido cambio de posición del Jet Stream , que pasa
Desde el Sichuán se asciende bruscam ente, por el Oeste, hacia las ele­ al N orte de las mismas durante el m es de mayo y que se acom paña
vadas altitudes de la m eseta tibetana, por encima de los 4.000 m, flan­ del ascenso en latitud dc la Convergencia Intertropical, desencadenando
queada al Sur p o r la cordillera cenozoica del Himalaya, y al N orte por las lluvias monzónicas que afectan desde ese mes y durante el verano
la meso-cenozoíca de los K unlun. Desde ésta hacia el septentrión, la vasta a la India y a todo el Sur y S ureste de China. Por el contrario, la G ran
depresión del Tarim , sobre la que se extiende el desierto del Takla Llanura del N orte y M anchuria se ven som etidas durante esa estación
Makan, abre sus inm ensas planicies, cerradas, ya muy lejos, p o r la a las lluvias aportadas por las borrascas del Frente Polar, en posición
cadena de los Tianshan al Oeste y Norte, que descienden en esta úl­ nuxy septentrional. El descenso del Je t al S ur del Himalaya durante
tim a dirección hasta la depresión de Dzungaria, bordeada por los mon­ el. otoño provoca la invasión de casi todo el territorio chino por las
tes Altai en el lim ite con Mongoiia y la Unión Soviética. Estas depresio^ masas de aire del anticiclón siberiano-mongol, que introducen una fuer­
nes relativas, que en realidad constituyen m esetas elevadas, a más de te aridez e intenso frío en todo el N orte de China, m ientras que el
1.000 de altitud (aunque Dzungaria está por debajo de los 500 m) S u r es afectado po r masas de aire húm edas correspondientes a las
se continúan hacia el E ste por el desierto del Gobi, con los mismos borrascas del Frente Polar, las cuales durante el invierno llegan hasta
caracteres, hasta enlazar con el macizo de los G ran Xingan manchúes. latitudes tropicales.
Ua aspecto im portante derivado de su historia geológica y tectónica E ste esquem a general es el que nos perm ite definir los caracteres
es el relativo a la existencia de num erosos y grandes yacimientos car­ de los cuatro dominios clim áticos señalados, con sus variaciones regio­
boníferos por todo el territorio chino, en el que las transgresiones m a­ nales en función de la altitud, latitud y posición relativa respecto al
rinas sobre territorios en los que dominaba un clima tropical perm itieron interior continental o a los océanos. A cada uno de los cuatro corres­
la formación de abundantes depósitos carboníferos. No menos trascen­ ponde aproxim adam ente un cuarto del territorio, comenzando por el
422 E SPA C IO S Y SOCIEDADES ESTR U C TU R A S ESPA CIA LES F.M ¿R E A S SUBDESARROU.ADAS 423

dominio de alta m ontaña dcl Tibet-Qinghai, con unas precipitaciones cultivos de cereales, dc soja, legumbres, etc... Al S. del Yangzi se desa­
inferiores a los 100 mm anuales y que se hace inhabitable a p artir de rrolla el bosque de frondosas, por lo general perennifolias, como mag-
los 4.000 m de altitud; en segundo lugar, el dominio de los desiertos nolios y laureles, acom pañadas de bam búes, robles orientales, helé­
del Noroeste y Norte, con veranos muy cálidos e inviernos rigurosos, chos..., si bien el bosque original ha sido reem plazado en una gran
v cuyas precipitaciones oscilan entre los 50 y 100 mm de inedia anual; parte dcl sector m eridional po r árboles de cultivo, como morales, cí­
en tercer tugar, el dominio tem plado frío del NE., de clima continental, tricos, heveas, cacaotales, cafetales, adem ás de eucaliptos y álamos,
con veranos cálidos y húm edos c inviernos largos y muy rigurosos; y destinadas estas dos especies al aprovecham iento m aderero, por su ex­
finalmente, el dominio subtropical y tropical de la China central y me­ traordinariam ente rápido desarrollo.
ridional, el de condicioncs térm icas y pluviom étricas m ás favorables
para el aprovecham iento agrario. c) E l control y aprovecham iento de las condiciones naturales. — Ante
la acusada deforestacion existente en el país se puso en m archa un
b) Los dom inios biogeográficos. — Los dom inios clim áticos consti­ program a de repoblación forestal para elim inar al mismo tiem po al­
tuyen la base dc los biogeográficos, pero estos han sido profundam ente gunos fenómenos naturales nocivos. Así, la «Gran M uralla Verde», que,
transform ados por el hom bre en la China oriental, y, como en la China con num erosas franjas dc árboles dc varias decenas dc m etros dc an­
occidental predom inan los medios desérticos, la cobertera vegetal es cho por 6.000 km de largo, se extendió por Gansu y Mongoiia Interior
francam ente escasa en todo el pais, que no cuenta más que en tom o como réplica de la Gran M uralla China, se ideó para frenar los vientos
a un 13 % de espacios forestales y m ontes abiertos, en función de la y fijar las arenas del Noroeste. Igualm ente, a finales de la década del
intensa deforestación a la que históricam ente ha sido som etido su sesenta y prim eros años de la siguiente se puso en práctica un vasto
territorio. Ese porcentaje es muy distinto en Japón, por ejemplo, país program a de repoblación forestal, a base de cintas de árboles, que di­
vecino que cuenta con un 66 %. bujaban cuadrados o rombos, y que pretendían geom etrizar y domes­
La m eseta del Tibet-Qinghai, por encim a dc los 4.000 m en su mayor ticar el espacio, como se hizo en M anchuria para frenar los vientos
parte, tiene un clima frío, semiárido, al que corresponde la alta tundra fríos o como sucedió en Xinjiang, Gansu v Mongoiia m ediante la plan­
alpina, que pasa a una estepa fría en los sectores m ás bajos. En la tación de árboles resistentes a la aridez. No obstante, el índice de su­
región oriental, con valles profundam ente encajados, en los cuales la es­ pervivencia de los árboles plantados fue muy bajo.
tación vegetativa puede durar hasta cinco meses, se ha desarrollado Ahora bien, la lucha más im portante contra las calam idades natu­
una cobertera vegetal, de coniferas principalm ente, y es el área que rales se centró en la superación de ios largos periodos de sequía y en
concentra los asentam ientos agrícolas y pastoriles más densos. Frente el control de las inundaciones. Ambos, por otro lado, constituyen dos
a este dominio adquiere gran significación la vegetación sem idesértica caras de la mismo moneda, puesto que el control de éstas exige la
fría y de los desiertos del NO. y N. en la China occidental: una vegeta­ construcción dc embalses, cuyas aguas se destinan a aum entar ]a super­
ción desarrollada sobre suelos poco evolucionados, aunque tanto más ficie regada.
evolucionados cuanto m ás se avanza hacia el E. y hacia eí S., a pesar El control de las crecidas dc los ríos ha constituido una tarea prio­
de que las frecuentes torm entas dc arena y de polvo hagan de los ritaria, tanto m ás cuanto que las aguas dc cscorrcntía se jerarquizan
suelos form aciones muy inestables. No obstante, existe una gradación básicam ente en torno a tres grandes cursos fluviales: el Huanghe o
de suelos cada vez m ás ricos, que desde el centro de los desiertos hacia rio Amarillo, con un caudal medio en la desem bocadura de 3.250 mVseg.,
el SE. pasan de los desérticos a los sierozioms, pardos esteparios, suelos el Yangzi o río Azul, con 40.000 m 3/seg. (3.° del mundo, tras Amazonas
castaños (brunizions) y chcrnozioms. Así, la vegetación no es desértica, y Congo) y el Xijiang o río del Oeste, con 8.700 m 3/seg. Los tres son
sino esteparia, con arbustos dispersos de hoja caduca y m anchones grandes ríos alim entados por lluvias muy irregulares, fenómeno carac­
dc gramíneas. El aprovecham iento económico, p o r lo tanto, se reduce terístico del clim a de la China oriental. De ahí la inestabilidad de su
a una ganadería nóm ada de camellos y cabras, salvo en los sectores régimen y la frecuencia de las crecidas e inundaciones, que son notables
pegados, que suelen localizarse al pie de las m ontañas para aprovechar en el Xijiang, temibles a veces en el Yangzi y con frecuencia catas­
las aguas de los torrentes y las form aciones coluvialcs aportadas por tróficas en el Huanghe.
los mismos. El X ijiang es un río tropical: sus estiajes se produce*?. en invierno
En la China del Este los dos dominios vegetales quedan separados y sus crecidas en verano, algunas de las cuales llegan h asta 59.000 m3/seg.
aproxim adam ente por el río Yangzi. Al N. dc] mismo corresponden las El m ism o régim en caracteriza -al Yangzi, aunque no sea río tropical:
asociaciones de coniferas y frondosas, entre las cuales las especies las grandes crecidas doblan el caudal medio, y los estiajes (enero-febrero)
teóricam ente dom inantes están representadas por encinas, abedules y bajan h asta 3.600 m2/seg. Los lagos Donting y Poyang actúan en buena
olmos, es decir, especies adaptadas a los rigores del invierno y exigentes m edida de reguladores. Un caso concreto de crecida catastrófica fue
en hum edad, pero en realidad aparecen form aciones antropógenas de la de 1931, que alcanzó hasta 75.000 m3/seg., debido a torm entas ciclóni­
424 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E STR U C TU R A S ESPACIALES EN ÁREAS SUBDF.5ARRULLAüAS 4 2o

cas; inundó m ás de 317.000 km7 y causó más de 3 millones de m uertos. Una presión hum ana que ha aum entado extraordinariam ente desde
El régimen del Huanghe es el más peligroso. Sus crecidas se pueden los años anteriores a la revolución hasta la actualidad, que ha exigido,
producir en agosto-septiem bre (m ayores lluvias), pero tam bién en otoño po r lo tanto, una am pliación e intensificación del labrantío y que, ante
(lluvias secundarias) o en prim avera (deshielo en Tibet y Mongoiia). En las flagrantes desigualdades sociales preexistentes, ha puesto en m archa
el centro del verano' llega hasta 28.000 m 3/seg.( descendiendo en enero- un vasto program a de transform aciones sociales, económicas y espa­
febrero incluso hasta 140 m J/seg. Un año norm al tran sp o rta 1.000 mi­ ciales, que han cam biado la fisonomía de todo el país.
llones dc m 3 dc tarquines, p arte de los cuales se depositan en el lecho
dcl río, rom piendo a veces los m uros laterales y dando lugar a inunda­
ciones, que hoy están casi totalm ente controladas por m uros artificia­ 1. Las estructuras agrarias antes de la revolución y la reform a de J950
les. En 1S53 el desbordam iento del Huanghe motivó el cam bio de su
curso, pues desem bocaba 800 km al S. de donde hoy lo hace. La historia dcl im perio chino m uestra las vicisitudes experim enta­
Un aspecto favorable es la navegabilidad del Xijiang, y del Yangzi das por su cam pesinado, que gozó de largas épocas de estabilidad eco­
hasta Wuhan, incluso para navios de alta mar. A ello hay que sum ar nómica y social frente a siglos de penuria y miseria. El estado centra­
las grandes posibilidades de regadío que ofrecen por su abundante lizado, como director de la economía, de la sociedad y del territo rio chi­
caudal. En este sentido, el enorm e esfuerzo realizado para la construc­ nos, intervino en la distribución de la tie rra desde la consolidación
ción y conservación de diques, depósitos, canales y embalses ha perm i­ del prim er im perio centralizado, bajo la dinastía de los Chin, ya en el
tido elevar la superficie regada hasta cerca de 50 millones de hectá­ siglo n i a. C. Pero la preocupación dcl Estado por la suerte de los cam ­
reas, desde los 16 millones que se regaban en 1949, y desde ese año pesinos, de quienes obtenía el grueso de los ingresos trib u tario s, se
se han construido 86.000 embalses, con una capacidad de 400.000 H m 1, fue relajando y a p artir del siglo v n i de nuestra era, bajo la dinastía
equivalentes al 15 % de todas las aguas de escorrentía del país (Banco de los Tang, com enzaron a form arse grandes propiedades agrarias por
Mundial, 1983, II, 67-68). la ruina del pequeño cam pesinado y po r la com pra de sus tierras
Otros aspectos no menos favorables son los relativos al aprovecha­ por parte de usureros, com erciantes y funcionarios. Tras el esplendor
m iento hidroeléctrico. En u n principio se hicieron grandes proyectos agrícola de la dinastía de los Ming (siglos x i i i al xvn), el Estado olvidó
para convertir el río Amarillo en una escalera de agua, pero sólo se por completo su política de protección al campesinado, con lo que ya
construyeron las dos grandes presas de Sanmenxia y Liujiaxia, con en el siglo x v n se levantaron movim ientos cam pesinos contra los pri­
sendas centrales de 250 y 1.225 M\V de potencia instalada respectiva­ vilegios de notables y funcionarios, movimientos que alcanzaron sus
mente. A las cuales se ha sum ado posteriorm ente la gran presa de Dan- máximas dim ensiones en el siglo xix con las revueltas del Loto Blanco
jiang Kan (20.800 Hm3 y 900 MW), sobre el Han, afluente del Azul. Sin y de los Tai Ping, favorecidas por la enorm e presión demográfica acu­
embargo, se ha preferido construir num erosas y pequeñas centrales mulada entre m ediados del siglo xviii (unos 200 millones de habitantes
de utilización local, que han beneficiado grandem ente a la agricultura, en China) y mediados del siglo xix (unos 430 millones).
perm itiendo la electrificación ru ral, el establecim iento dc estaciones de H istóricam ente, po r lo tanto, se m antuvieron dos principios: el de
bom beo..., de modo que en 1979 existían 90.000 pequeñas centrales hi­ ia propiedad estatal de la tierra, que era entregada por el Estado a los
droeléctricas de 70 KW de potencia m edia instalada cada una. campesinos p ara su cultivo, principio que predom inó hasta finales dcl
Han sido precisam ente estas pequeñas centrales las que han perm i­ prim er milenio de n u estra era y el de la propiedad privada, que p re­
tido abastecer de energía eléctrica a num erosísim as comunas y aldeas, valeció posteriorm ente y que condujo a graves desequilibrios en la
sin costos excesivos. Y es este uno de los muchos aspectos en los que distribución de la tierra, contra ios que se alzó a menudo el campe­
se han m anifestado las transform aciones del medio ru ral bajo el régi­ sinado, principalm ente en las coyunturas críticas. Por ello, la propie­
m en socialista. dad colectiva, preconizada por los com unistas antes de ía revolución,
no resultaba algo exótico, sino m ás bien fam iliar y deseado por la gran
mayoría de la población.
III. L as p r o f u n d a s t r a n s f o r m a c io n e s r e a l iz a d a s Un deseo que nacía de una estru ctu ra de la propiedad desequilibrada,
EN L O S M E D IO S RU R A LES puesto que sólo el 4 % de los propietarios disponía del 50 % de la
tierra (ver cuadro X.2); un aspecto tanto m ás llamativo cuanto que el
El elevado porcentaje de población que habita en el campo, en tom o gran propietario vivía en el cam po en estado casi parasitario, convirtién­
a un 80 % del total, que según las estim aciones oficiales se elevaría dose en usurero, que en los m om entos de soldadura hacía préstam os
hasta el 86,8 %, convierten a los m edios rurales en áreas de singular de grano a un interés de entre el 50 y el 80 % e incluso dcl 100 % en
im portancia en el territorio nacional, tanto p o r su am plitud superficial dos o tres meses, como ha señalado P. Gentelle. Los cam pesinos, por
como por la enorm e presión hum ana que soportan. otro lado, no se podían librar de los usureros, a los que se veían obli-
426 F-SPACIOS Y SOCIEDADES EST R U C TU R A S ESPA CIALES EN ¿R E A S SUBDESARROLLADAS 427

gados a acudir an te cualquier avatar meteorológico, a pesar de lo cual 2. Im p a cto de la colectivización y desarrollo agrario
las épocas de crisis, como sequías, inundaciones, plagas, etc., provocaban
m illares y hasta millones de m uertes; crisis que afectaban íam bién a los E sta respuesta se había iniciado con anterioridad a 1949, pues ya
periodos de soldadura. entonces surgieron en los territorios dom inados por los com unistas
los equipos de ayuda m u tu a de producción, que continuaron desarro­
llándose durante la reform a agraria y se extendieron a la m ayor parte
dc China entre los años 1952 y 1955, Al principio nacieron como tem ­
C v’AURO X.2 porales, pero luego se convirtieron en perm anentes, afectando no sólo
Estructura de Ja población rural tradicional a las faenas veraniegas, sino al resto. Agrupaban a 7 u 8 familias y apro­
vechaban en com ún herram ientas y animales de tiro. En J954 un 60 °/c
dc fa m i­ V<t dcl total S u p u rñ cic H d c l to ta l Superficie de los cam pesinos estaban integrados en los equipos de ayuda m utua,
lia s, en m i- de las én m illo n e s de la m edia m ientras un reducido gi'upo había pasado ya a las cooperativas,
llo re s familias de hectáreas s u p e rfic ie en hectáreas

G randss p ro p ie ta rio s 2,4 4 44 50 18,2 a) E l im pulso colectivizador y el nacim ierao de la com una . — El
C am pesinos ricos 3,6 6 15,5 18 4,35 progreso dc la colectivización continuó con las cooperativas de produc -
C am pesinos m edios 12 20 13 15 1.1 ción sem isocialistas o de tipo inferior, que se expandieron principal­
C am pesinos po b res y m ente en ei año 1955, a finales del cual agrupaban a casi los dos ter­
obreros agrícolas 42 70 14,4 17 0,35
cios de los campesinos. Cada una reunía a unas 30 o 40 familias, pero
Fuer,re: P. GenteUe, 1977. no se lograba una auténtica fusión en una comunidad, ya que a la hora
de la retribución se tenía en cuenta la parte de superficie aportada
por cada uno, y todavía se conservaba una pequeña parcela en pro­
piedad individual, adem ás de los utensilios, los anim ales de tiro y los
Ante la grave situación derivada de estos hechos, el gobierno comu­ árboles frutales; incluso se pagaba alquiler a los propietarios de las
nista prom ulgó la ley de reform a agraria de 1950, que pretendía rom ­ tierras.
per definitivam ente con el pasado, si bien introdujo una fase de transi­ En la fase siguiente se pasó a las cooperativas de productores en
ción. Se clasificó a la población agraria en cinco clases, tal como apa­ estadio avanzado o cooperativas socialistas. Iniciadas con anterioridad,
recen en el cuadro X.2, y cada uno de dichos grupos se vio afectado de se extendieron aceleradam ente en 1956, llegando durante ese año a
distinta m anera, pues, ante todo, se buscaba expropiar a los absentis- reunir el 88 % de los campesinos. En ellas quedó abolida la propiedad
tas y elim inar Jos abusivos derechos de arrendam iento de la tierra, que privada de los medios de producción —tierras y útiles— y la rem une­
llegaban norm alm ente al 50 % de la cosecha, pero no se expropió a los ración se efectuó en relación con el trab ajo y no con la superficie apor­
campesinos medios ni a los ricos que vivían principalm ente dcl trabajo tada. Agrupaban en torno a 100 y hasta 300 familias, que se dividían
de sus propias tierras. En suma, la reform a agraria dc 1950, que estaba en brigadas (20-40 familias) y equipos (6-8 familias). Todavía se conser­
prácticam ente acabada en J952, fue una reform a liberal, que repartió vaba la propiedad privada de un lote de tierra, algún anim al dom éstico
'46,6 millones de hectáreas equivalentes aproxim adam ente a la m itad y árboles aislados. La superficie total dc cada cooperativa oscilaba se­
de la tie rra cultivada, entre 300 millones de campesinos, en lotes de gún el núm ero de miem bros, con una media aleo inferior a 1 Ha Dor
1 m u (=667 m ’, o sea 1/15 de Ha.) en el E. y S., de 2 a 3 mu en China familia. y
central, de 3 m u en el N, de China y hasta de 16 m u en el N. de Man­ Pero el nivel máximo de socialización no se alcanzó hasta la creación
churia: los lotes eran tanto mayores cuanto m enor era la presión de la com una durante el Gran Salto Adelante. A finales de 1958 las
humana. 740.000 cooperativas socialistas fueron agrupadas en 26,000 com unas
Ju n to a los 300 millones de beneficiarios, subsistieron otros 70 mi* (aunque reducidas a 24.000 en Í959), con un núm ero m edio de 4.634
Leones de antiguos Campesinos medios, a los que no se Ies expropió familias por com una y un total de 123,2 millones de familias. Se trata b a
nada y otros 40 millones de agricultores ricos, a quienes se les redujo de propiciar al máximo unas relaciones de producción socialistas, que
la propiedad. Pero esta reform a no resolvió los problem as del campesi­ favorecieran el desarrollo agrícola, el cual se consideraba la base del
nado; el m inifundism o cundió e incluso parece que descendió la pro­ desarrollo industrial.
ducción agrícola, al desm em brar antiguas explotaciones bien gestio­ I-a com una se organizó en base a las brigadas de producción (las
nadas y entregarlas a cam pesinos sin equipar. Por lo cual, la concen­ antiguas cooperativas socialistas), con 200 a 300 familias, que se sub-
tración de las explotaciones y la colectivización de los m edios de pro­ dividieron en equipos de producción dc unas 40 familias cada uno. EL
ducción se vieron como las respuestas m ás adecuadas. equipo disponía de algunas edificaciones, utillaje y animales de tiro; la
428 E SPA C IO S y SOCIEDADES ESTR U C TU R A S ESPACIALES E X ÁREAS SUBOESARROLLAÜAS 429

brigada, de esos mismos elementos, pero a mayor escala, y la com una 3 millones de hectáreas regadas, no alcanza m ás que un 15 % de su­
constituía la unidad básica de ordenación, donde se concentraba el perficie regada sobre la labrada).
poder político y adm inistrativo y donde se reunía ej m aterial agrícola En la conservación dc suelos, igualmente, los resultados han sido
pesado, los talleres de reparación, las em presas industriales y las coo­ espectaculares, por m ás que las cifras sobre la evolución de la super­
perativas de distribución y comercialización de los productos agrícolas. ficie agrícola no recojan estos avances. En efecto, partiendo dc 97,8 mi­
La com una fue pensada como una unidad de integración econó­ llones de hectáreas arables en 1949, se llegó a un tope de 112 millones
mica, en la que se asociaban estrecham ente agricultura, industria y co­ en 1957 y desde entonces cayó bruscam ente h asta los 103,6 en 1965 y
mercio; una célula de renovación social para elim inar las diferencias hasta los 99,5 en 1979. Parece ser que esta dism inución obcdccc a tres
existentes en tre la ciudad y el cam po y cnlrc la vida de los hom bres factores; prim ero, a que la cifra dc 1957 se sobrevaloró p ara d a r fir­
y de las m ujeres, m edíanle la creación de servicios sociales com una­ meza al progreso revolucionario; en segundo lugar, a la puesta en
les; guarderías, lavanderías ..; y buscaba, además, ser un foco de pro­ cultivo de terrenos marginales, que luego hubo que abandonar; y, fi­
paganda política. Los resultados m ás visibles de la com una se centran, nalm ente, a la expansión de ías áreas de poblam iento industrial, resi­
sin embargo, en la transform ación de la vida agraria: tan to por el dencial y de las infraestructuras a costa de los terrenos agrícolas, es­
aum ento de los rendim ientos como por la ampliación y, a menudo, pecialmente en las regiones m ás densam ente pobladas.
construcción dc nuevos terrazgos, así como por las num erosas obras No cabe duda, sin embargo, que se hizo un gigantesco esfuerzo para
de infraestructura, repoblación forestal, etc. alcanzar la vasta superficie de regadío actual; lo que supuso la incor­
poración al riego de I millón de hectáreas anuales entre 1949 y 1979,
b) E l desarrollo agrario bajo el socialism o chino . — El desarrollo y que puso en movimiento a millones de cam pesinos para realizar a
de la organización com unal corrió parejo con el desarrollo agrario mano un «trabajo de chinos». En tom o a 50 a 80 millones de personas,
general, si bien éste, contem plado en perspectiva, puede parecer insu­ en promedio, fueron movilizadas en las cam pañas de invierno-primavera
ficiente. En efecto, con la política de socialización de los años cincuenta para la construcción de infraestructuras agrarias (terrazas, nivelación de
se abrió una cam paña de idealismo socialista, de lucha por la dom esti­ suelos, canales, diques, desagües, obras de drenaje, caminos, etc.), .lle­
cación de la naturaleza y de victoria de la voluntad sobre la realidad, gando a un máximo en la cam paña de 1973/74, con 110 m illones de
que com portó graves problemas. No obstante, y a pesar de ías malas participantes y unos 6.000 millones de m 3 de tierras movidos.
cosechas de los años 1959-61, se crearon las bases para un progreso El desarrollo agrario tam bién se m ostró vigoroso en otros aspectos,
agrario posterior. entre los que cabe destacar el aum ento del abonado y la m ejora del
En efecto, el «Código de los Ocho Puntos», durante los años cincuen­ utillaje. En el prim er campo, el cam pesino chino ha buscado siem pre
ta y sesenta, sirvió de N orte p ara la gran masa de cam pesinos que el modo de proporcionar la m ayor cantidad posible de estiércol a unos
no tenían conocimientos técnicos. Hechos tan elem entales como la suelos ta n esquilm ados, y h a sido el enorm e increm ento de la cabaña
conservación de las aguas y de los suelos, el abonado, la selección de dc porcino (310 millones de cabezas en 1981; prim er país del m undo)
semillas, la plantación intensiva, la protección a las plantas y la mo­ lo que ha perm itido disponer de en torno a unas 25 Tm de estiércol por
hectárea, según estimaciones del Banco Mundial (vol. II, 70), con un con­
dernización del utillaje y m ejora de la gestión se convirtieron en el
abecé del campesino chino. Cabe dudar sobre la eficacia de estas con­ tenido en nutrientes en torno a 250 kg. A ello se deben sum ar otros 128
kilos por hectárea procedentes de fertilizantes químicos; cuyo uso está
signas, pero tam bién hay datos objetivos que dem uestran el progreso
realizado, por ejem plo en la conservación de las aguas y de los suelos. creciendo rapidísim am ente en los últim os años, si bien con un grave
desequilibrio entre los com puestos nitrogenados, de los que se llega
Respecto a las aguas, si en 1957 no existían más que 13 em balses
a abusar, y los fosfatados y potásicos, de los que se hace un consumo
de una capacidad superior a los 100 Hm3, en 1964 se superaba ei cen­
tenar y e! agua em balsada totalizaba unos 181.000 H m J, incluyendo excesivamente bajo.
?E n cuanto a la m ejora del utillaje, e! cam pesinado chino h a atrave­
los 64.700 de la presa de Sanmenxja. En la actualidad, como queda in­ sado por diversas etapas, con signo muy diferente. Antes del Gran Salto
dicado anteriorm ente, el agua em balsada alcanza los 400,000 Hm3, sobre
Adelante se adm itieron los avances técnicos p ara el laboreo dc las
un total de 86.000 em balses de todas dimensiones. Al compás del aumen­
tierras, pero como ello no suponía un aum ento de los rendim ientos, se
to del agua controlada se extendió la superficie regada, que pasó de
abandonaron posteriorm ente y se cam biaron por la «semimecaniza-
34,6 millones dc hectáreas en 1957 a 37,3 en 1967 y a unos 50 millones ción», es decir, p o r el rechazo de las m áquinas pesadas, que necesi­
en la actualidad (45 millones según el Banco Mundial); una extensión taban una gran fuerza de tracción, y la aceptación de las pequeñas
enorme, que supone la m itad de la superficie agrícola del país y que, m áquinas, destinadas, po r ejemplo, al trasplante y descascarillado del
a escala planetaria, representa la cuarta parte dc toda la superficie arroz, la trilla de los cereales, despepitado del algodón, prensado del
agrícola regada en el m undo (a título com parativo, España, con unos aceite, etc.; m áquinas que, adem ás, se m anufacturaban en los talleres
430 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES ES ARLAS ¡SUBDESARROLLADAS 431

com unales, dando empleo a un núm ero no despreciable de trabajadores. inferior a la precedente, y restableciendo las parcelas privadas y los m er­
Sin embargo, posteriorm ente se ha ido extendiendo el empleo de m a­ cados locales, los cuales de nuevo serían eliminados por la revolución cul­
quinaria pesada, sobre todo de tractores, cuyo núm ero, expresado en tural de 1966, que no acabó hasta 1976. Las reform as dc Deng Xiaoping
unidades equivalentes de tractor, ha pasado de 145.000 en 1970 a 1.213*000 han repuesto en parte la organización de 1962, con un éxito realm ente
en 1980, lo que ha perm itido a ra r por medios mecánicos un 40% de espectacular. El núm ero actual de com unas es de 53.000 en todo el país.
la superficie labrada (Banco Mundial, 1983, II, 75). Dentro dc la comuna, la célula más pequeña corresponde al equipo de
Todo este conjunto de hechos h a dado lugar a un aum ento especta­ producción, que integra a unas 34 familias, como medía nacional, unidas
cular dc los rendim ientos, de tal m anera que la m edia del trienio 1977-79 norm alm ente por vínculos de am istad y de parentesco, que viven en un
aicanzó, para todos Jos cereales, los 2.650 kg/ha, superior a Ja dc los paí­ barrio de un pueblo o en una aldea y que com parten un lote de unas 15
ses desarrollados (=2.620 kg/ha) y con una clara tendencia al alza. Se a 20 hectáreas de tierra, del que obtienen las principales producciones,
puede, pues, afirm ar, siguiendo el inform e dcl Banco Mundial, que China, secundadas po r las conseguidas en las parcelas privadas y com plem en­
con un 22 % de la población del Planeta y tan sólo 8 % de la tierra arable tadas con la cría dc algunos animales domésticos (cerdo, patos...). El
del mundo, ha sido capaz de satisfacer las necesidades de una población producto bruto obtenido se reparte entre los miembros del equipo de
que ha aum entado en 430 millones entre 1949 y 1979, merced a su cons­ acuerdo con un sistem a de puntos de trabajo, destinándose a este efecto
tante preocupación por establecer un sistema de seguridad alimenticia. un 50 % del total, otro 32 % suele corresponder a costes de producción
«En este sentido ningún o tro gran país del m undo en desarrollo ha con­ y el 18 % restante se distribuye entre im puestos (alrededor dc un 3,5 %),
seguido lo que China» (B. Mundial, II, 54). reserva dc grano y fondo de bienestar social. Las rentas dc los miem bros
Sin embargo, decíamos al principio que este desarrollo ha sido insu­ del equipo se ven increm entadas por los trabajos tem porales realizados
ficiente. En efecto, el crecim iento de las disponibilidades alim enticias por en la brigada, comuna o en el distrito.
habitante entre 1957 y 1977 no alcanzó más que un 0,2 % anual. Algo A un nivel superior se encuentra la brigada de producción, integrada
falló en este lapso. Prim ero fueron las malas cosechas de 1959-61, a las por unos 7-8 equipos, pertenecientes a un solo pueblo o a varias aldeas.
que se unió el desorden provocado por el Gran Salto Adelante, que des­ A este nivel se encuentran ya los servicios de las brigadas, como escuela
pilfarró los trem endos esfuerzos realizados para industrializar el medio prim aria, centros de salud llevados por auxiliares médicos... La principal
rural a base de voluntad, pero sin técnicas adecuadas y sin posibilidades misión de la brigada es coordinar la labor de varios equipos para traba­
reales de crear el tipo de industria que se perseguía, como era el caso jos comunes, por ejem plo de infraestructura, y gestionar las em presas
de los pequeños altos hornos, que, en vez de hacer hierro, hacían escoria. que tenga, como las de m anufacturas de seda, m ateriales de construc­
Finalmente, los vaivenes ideológicos y políticos, junto con el fuerte creci­ ción, molinos de aceite, talleres de reparación de m aquinaria, explota­
miento de la población, hicieron el resto. Este periodo de relativo estan­ ciones de té, etc. No obstante, cada brigada no cuenta más que con dos
camiento se ha superado, sin em bargo, merced a las reform as de Deng em presas de esta índole, como medía p ara todo el país.
Xiaoping. El hecho de aum entar la extensión de las parcelas fam iliares y En el escalón m ás alto se encuentran las comunas, integradas por unas
el de liberar, relativam ente, la comercialización de los productos, ha cau- 12-13 brigadas de producción, equivalentes a unas 15.000 personas, que
sado un increm ento insospechado de las producciones agrarias desde disponen de una superficie inedia de 1.800 ha. La com una cuenta con un
1977. Parece que el sistem a de colectivización d u ra ha tocado fondo y centro de im portantes servicios, entre Jos cuales educación secundaria,
que, una-vez satisfechas las necesidades básicas, el campesino chino ne­ un pequeño hospital, medios dc transporte y servicios de crédito; comer­
cesita otro tipo de estím ulos para reavivar el desarrollo agrario, a pesar ciantes, trabajadores cualificados, personal dedicado a la adm inistración
de que las nuevas orientaciones vayan en contra de la ortodoxia ideoló­ comunal y a los servicios técnicos agrícolas, a la conservación del agua,
gica tradicional» adem ás de personal m ilitar vive norm alm ente en los centros comunales.
Es le progreso general se ha realizado en el marco de la com una, que La com una se encarga de la recaudación de impuestos, m antenim iento de
difiere sensiblem ente dc unas regiones a otras. la seguridad pública, de las diligencias del Registre Civil, de la com ercia­
% lización de los excedentes producidos, de la adquisición de los insumos
c) La com una hoy: su organización y diversidad . — La com una fue agrícolas, etc. Dispone de centros de m aquinaria agrícola pesada, sobre
creada en 1958, año en que las 740.000 cooperativas avanzadas fueron todo tractores, p ara alquilar a las brigadas y equipos, y cuenta, a nivel
agrupadas en 26.000 com unas populares para conseguir así unas econo­ nacional, con una media de 6 em presas industríales por com una, que pue­
mías de escala, al tiempo que se suprim ieron las parcelas privadas y los den ser de cemento, de abonos químicos, papeleras, pequeñas industrias
mercados locales. E sta nueva organización resultó dem asiado distante y de bienes de consumo, etc., que em plean por lo general m ás de 40 obre­
poco operativa p ara el cam pesino. En 1962 se tom ó la decisión de reducir ros cada una.
las dimensiones de las com unas p ara hacerlas más m anejables, por lo Ahora bien, con estas bases comunes de organización se producen
que su núm ero se elevó a 74.000, con una superficie y población tres veces acusadas diferencias, fundam entadas tanto en las condiciones ecológi­
432 ESPACIOS Y SOCIEDADES

cas de las regiones en las que se asientan como en la situación que ocu­
pan respecto a los mercados urbanos. Así, las com unas periurbanas de
la aglomeración de Pekín, de Shanghai o de ia llanura cosiera de Cantón,
por ejemplo, g02an de unas rentas incom parablem ente mayores que las
establecidas sobre Las pobres tierras loésicas dcl Shenxi. En este senti­
do, las regiones m ás pobres de China se localizan en las áreas m ontaño­
sas del Sur —Guizhou y Yunnan principalm ente—, seguidas de las de­
sérticas del NO. —Gansu y Ningxia—. Las más avanzadas corresponden
a los tres municipios urbanos —Shanghai, Pekín y Tianjín—, a los que
siguen las tres provincias manchúcs. Regiones como el Tibet y el X injiang
gozan de un nivel muy superior a la m edia nacional, en contra de lo que
pudiera pensarse.
La diversidad comunal obedece, ante todo, a la diferente presión de­
mográfica y a la variedad de condiciones ecológicas, de modo que éstas
perm iten establecer en China cuatro grandes dominios agrarios, coinci­
dentes aproxim adam ente con los dominios ecológicos ya señalados- En
el dominio m eridional de ia China oriental predom ina, ante todo, el culti­
vo del arroz, del que se recogen dos y hasta tres cosechas anuales sobre
una misma parcela, pero el arroz se ve com plem entado por otros mu­
chos cultivos, como el maíz y el té principalm ente, secundados p o r la
caña de azúcar y la m orera, con gran im portancia de los árboles frutales,
sobre todo de los cítricos. Las Leguminosas, como cosecha de invierno,
están tam bién m uy extendidas. Asimismo el algodón, en el valle del
Yangzi, al Norte de este dominio agrario. En definitiva, se trata de un
policultivo mixto, de subsistencia y comercial, con base en el arroz.
En eí dominio septentrional de la China del E ste se da igualmente
un policultivo, pero con el predom inio de plantas no tan termófilas. El
arroz cede la vez al trigo y al gaoliang (un tipo de mijo), si bien se m an­
tiene el maíz y se desarrolla la soja y el cacahuete. La soja prospera per­
fectam ente en las llanuras m anchúes (es originaria de esta región), don­
de se acom paña dc trigo de prim avera y dc remolacha.
E n ambos dominios de la China oriental, el ganado m ás común es el
porcino, si bien la ganadería intensiva de vacuno se ha extendido p o r nu­
merosísimas com unas. E igualm ente el aviar. Asimismo las piscifacto­ ÍÍ] Naves ganadería lechera
rías han adquirido carta de naturaleza, merced a la abundancia dc cursos
fluviales y medios lacustres.
Frente al sector oriental, la China del Oeste tiene un neto predom inio Fig. 10.3. a y b. Oos tipos de comunas populares, según K. Buchanan, 1973.
ganadero, con una ganadería trashum ante de caprinos, sobre todo en el a. Comuna suburbana ccrca de Pekín.
Tibet-Qinghai, y de caprinos, ovinos y camellos en el Gobi. G anadería Poblada por 25.000 habitantes, esta comuna liciic una economía altamente
que adquiere tam bién im portancia en las m ontañas manchúes, tanto de diversificada. Produce cereales, algodón, legumbres, fruías y productos
ovino íom o de equino (ver figura 10.3: dos tipos de comunas). ganaderos. Las legumbres y los productos ganaderos (incluida la leche) se
Para concluir cabe hacer una consideración final. El mundo rural destinan a la capital. El desarrollo del regadío ha permitido la ínieiuifíca-
chino ha sido profundam ente transform ado a fin de hacer frente a las ción de este tipo de agricultura en una zona climática marginal y actual­
necesidades de una ingente m asa de población en auge, que llega a repre­ mente se riegan más del 90*o de las tierras.
sentar el 80 % de la población del país. E ste medio ru ral da empleo a un
74 % de la población activa, la cual, sin embargo, no aporta m ás que
un 34 % del PNB, en tanto que la industria, con un 13 % de la población
activa, aporta un 40 % al PNB. E stos datos hablan de unas claras desi-
434 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SVBDESARRULLADAS 435

Fig. 10,3. (C o m .) Shanghai, H ankou, Cantón, Pekín, Tianjín y las de M anchuria, eí resto
del territo rio chino constituía un desierto industrial. El proceso de dcsa-
p f Superl cíes recientemente yf Vías de comuntcac ór* rrollo desde 1949 tuvo que contar con im portantes condicionantes, entre
ganadas
' * *'
— Lími'es 0$ la comuna los cuales, la escasez dc infraestructuras, de capitales y dc técnicas, que
E2 Aldeas — Límfces de las br gadaí
¡7ii perjudicaba el progreso; oíros condicionantes, en cambio, lo favorecie­
ron, como la abundancia de m aterias prim as energéticas y m inerales.
fA . V 7 \ A estos hechos se sumó una política industrial que varió el rum bo en
_r i w . :__i-----?“ f ./l
fN 1 .r - n r
•*JT. rf :::*$ y. y***". v J fe ? •
• 'i diversas ocasiones p ara llegar, al filial, a una estructura industrial diver­
i*r‘ i V • - • .,*«■ FáfcSS sificada, pero muy polarizada espacialm ente, en contra de lo que se p re­
tendía.

1. Las bases de partida: escasez de infraestructuras y abundancia


de m aterias prim as

No cabe duda que un factor capital en lodo proceso de desarrollo es


la integración, no sólo económica, sino tam bién espacial, de m anera que
1’ i —r j a i ¿ s * I J ■ •••'•• / \ 7 .1 cada territo rio o cada región pueda especializarse en las funciones para
las que ofrezca m ejores aptitudes; hecho que exige, a su vez, la existen­
N 3r— —Jj cia de unas infraestructuras densas que favorezcan los intercam bios ne­
—-V J \.T .> \ r\ / v •■•■■ ■■*v\ . '"r -;: S r ii
cesarios p ara dicha especiaíización.
C . f ¡ms V, ^- w- . .O. -v<.
w v V L J

"O d íí- .'v \ a) La escasa densidad infraestructuraL — Con anterioridad a 1949 los
*'■«< l/f-' japoneses habían desarrollado una infraestructura viaría im portante. Al
(§> Nordeste se sum aba un sector costero bien servido, m ientras el resto
del país perm anecía más o menos aislado. E ra lo que sucedía en lodo
b. Comuna cíe la región de loes en Shenxi el SO. y NO., pues entre am bos no disponían m ás que de 800 km dc vías
Al Este, los terrenos accidentados de loes han sido allanados o acondicionados férreas. De nada les servían las m aterias prim as explotables de su sub­
en terrazas, al Oeste las tierras aluviales han sido m is intensamente cultivadas.
suelo si eran inaccesibles. No existía una red viaria nacional, sino unos
(Es de destacar U menor supcrfícic ite las brigadas en esta última zona).
La superficie total de la comuna suma unas 1.600 Has. elementos —ferrocarril, carretera, cursos de agua navegables— desvin­
culados entre sí.
La política general tendió, pues, a desarrollar el transporte del inte­
rio r al m ismo liempo que se reforzaba el de la China oriental, pero ba­
gualdades que favorecen a los medios urbanos en perjuicio de los ruta- sándose principalm ente en el ferrocarril, en perjuicio de la carretera.
íes; los cuales disponen de una renta media equivalente a la m itad de la En la red ferroviaria destaca la potenciación de grandes ejes ya existen­
de aquéllos. Y es que la industrialización ha favorecido, evidentemente, tes y la construcción de otros nuevos, tales como el de Pekín-Cantón
a las zonas urbanas, p o r m ás que las políticas de desarrollo siem pre ha­ (preexistente) o los de Pekín-Urumchi, Baoji-Chengdu a través de los
yan buscado elim inar las diferencias en tre la ciudad y el campo. Qinlíng, y Lanzbou-Baotou; estos tres últim os con una clara orientación
industrial. E n 1962 los tram os principales sum aban 34.000 km y el total
3 ascendía a 54.000. En 1973 las vías principales alcanzaban 45.000 km y
IV. Un fuerte pro greso in d u s t r ia l unos 50.000 en 1979, de los cuales ta n sólo 8.000 de vía doble y solam ente
1.000 electrificados. La construcción de una red nacional de ferrocarriles,
China es uno de los pocos países del m undo que ha m antenido el conectando todas las regiones del país h a sido un logro enfatizable, tanto
crecimiento de su producción industrial con tasas del 10°/o anual du- más cuanto el sistem a resulta eficiente, sobre todo p ara el tran sp o rte de
rante un larga período, superior a 25 años (1952 a 1979), que, com parado grandes cargas (acero, carbón...}, aunque suele desplazar pequeñas m er­
con el 5 % que alcanzaron la India y otros países de bajas rentas entre cancías que en otros países circulan por carretera.
1960 y 1978, resulta realm ente destacable; y ello tanto más cuanto que La red de carreteras ha pasado dc tinos 100,000 k m en 1949 a unos
las bases de partida eran francam ente deficientes. Salvo las ciudades de 900.000 en 1979, pero la m itad de esas carreteras son pistas de tierra y la
436 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARROLLAD4S 437

o tra m itad calzadas em pedradas y tram os asfaltados, siendo muy escasas llones de Tm.) E n todo caso, la producción está m uy concentrada, pues
las carreteras totalm ente asfaltadas, como la del gran eje Pekín-Cantón. el campo de Daqing, en M anchuria, aporta la m itad del crudo, seguido
Las m ayores realizaciones, sin em bargo, se han llevado a cabo en las de Shengli (N. de Shandong) y dc Rcnqiu (S. de Pekín), con u n 16,5 %
regiones m arginales de las m inorías nacionales. La carretera, en cual­ cada uno, aunque existen grandes posibilidades en la bahía de Bohai,
quier caso, ha sido m arginada; tiene poca densidad y mal firme, y la flota pero que exigen técnicas de explotación avanzadas.
autom ovilística es muy reducida y obsoleta. Si las disponibilidades petroleras han perm itido a China incluso ex*
Por el contrario, eí transporte fluvial ha tenido una gran incidencia p o rtar crudo a Japón, cara al futuro debe pensar, según el inform e del
económica, de modo que actualm ente cuenta con unos 108.000 km de Banco Mundial, en reducir el consumo despilfarrador que está haciendo,
vías navegables, si bien la m itad de ellas no alcanzan un m etro de calado. motivado por el uso de tecnología obsoleta; ello se traduciría en un aho­
El Yangzi representa una de las principales arterias de navegación, que rro de costes, m ás capacidad de exportación y, en consecuencia, podría
perm ite el paso de navios del m ar h asta Wuhan. A ello se suma en toda encarar con m ás tranquilidad su desarrollo industrial futuro.
la China del E ste la gran extensión de ríos y canales navegables, sobre Otro factor im portante en su avance industrializador radica en la
todo para el pequeño tran sp o rte, m ediante juncos y sampanes. abundancia de m ineral dc hierro, dcl que produce m ás de 30 millones
Los progresos realizados en la in fraestru ctu ra viaria son evidentes: de Tm anuales, adem ás de disponer dc enorm es reservas, principalm ente
prácticam ente todas las regiones han quedado integradas en una red na­ en las provincias de Jiangxi y de Henan.
cional. Pero aún perm anecen aislados de ésta num erosos territorios, prin­ Con estos elem entos y basándose en una abundantísim a m ano de
cipalm ente en las regiones m ontañosas. Sin embargo, el desarrollo de los obra, los gobernantes de la República Popular plantearon un desarrollo
transportes no cabe duda que ha supuesto un gran paso para el desarro­ industrial que afectaría tanto a los medios urbanos como a ios rurales.
llo industrial. Pero la realidad no respondió a lo proyectado.

b) Las riquezas m in era les. — Los recursos naturales en China, dado


el estado de atraso de la Geología y de toda la Ciencia antes de 1949, han 2. La política industrial: grandes com plejos industrióles
conocido una constante reevaluación. Los trabajos geológicos posteriores y pequeñas fábricas
han hecho aparecer, según indicaba un inform e norteam ericano en 1961,
recursos m inerales «tan im portantes que parecen van a hacer de China A pesar de los cam bios de rum bo en la política industrial. China ha
una de las prim eras reservas m undiales de m aterias primas». buscado siem pre una plena independencia en este campo; lo cual ha sig­
La riqueza en m inerales muy diversos es realm ente im portante, tanto nificado el rechazo de las inversiones de capital occidental po r una parte,
en m inerales ferrosos como en no ferrosos (tungsteno, antim onio, esta­ y el rechazo de la división internacional del trab ajo entre los países so­
ño, molibdeno; oro, grafito, plomo, cinabrio; bauxita.,.), así como en cialistas, propugnada por la URSS, por otra. En este sentido, es ilustra­
carbón y petróleo; elem entos todos ellos básicos p ara un desarrollo in­ tiva la escasa entidad de la asistencia soviética, que en 1958 no pasaba
dustrial. Los grandes yacimientos de carbón y petróleo han asegurado de 35 técnicos desplazados para la puesta en funcionam iento de la acería
una fuente de energía b arata para los consumos industriales y de todo y de la planta de m áquinas-herram ienta de W uhan, en tanto que en la
tipo. acería de Bhilai (India), de m enor capacidad que la de W uhan, intervi­
En cuanto al carbón, es significativo el hecho de que ya en el año nieron 1.000 técnicos soviéticos. Ese deseo de independencia nacional se
1958, 1.300 de los 2.000 departam entos poseían algún yacimiento de hulla, m anifestó nítidam ente en la ru p tu ra con la Unión Soviética en 1960, dado
si bien con grandes diferencias regionales. Actualmente sobresalen los que ésta pretendía im poner no sólo sus criterios técnicos, sino tam bién
núcleos carboníferos de Dalung (Shanxi), donde existe una de las mayo­ ideológicos.
res acumulaciones del mundo: 60.000 km 2 de cuenca carbonífera, y Hai- E n cualquier caso, el desarrollo industrial ha resultado im presionan­
luan (Hcbei), que abastece a las acerías de Shanghai. Las reservas pro­ te, con ritm os de crecim iento del producto industrial bru to de casi el
badas se estim an en 642.500 millones de Tm, volumen com parable al * 35 % anual en tre 1949 y 1952, y del 18 % anual entre 1952 y 1957, redu­
existentS en EEUU o la URSS y que, al ritm o actual, asegura un consu­ ciéndose a un 10 °/o en tre 1957 y 1979 y a un 8 % entre 1979 y 1980. Han
mo para m il años. sido estos espectaculares increm entos de la producción industrial los que
En lo- que respecta al petróleo, sin embargo, no se conoce bien su si­ han posibilitado que el sector aporte un 40 % dcl PNB, a pesar de no dar
tuación actual, pues, tras años de auge, llegando a producir 106 millones empleo m ás que a u n 13 % de la población activa. Este crecim iento h a
de Tm en 1980, en el 81 parece que hubo dificultades, rebajando la cota sido fruto de una política industrial especifica, que no ha afectado po r
h asta 100 millones. Según el Banco Mundial, las reservas no alcanzarían igual a todas las regiones, como veremos.
más que unos 1.800 millones de Tm. (Un inform e de la B ritish Petroleum
de hace unos años hablaba dc unas reservas de entre 17.500 y 50.000 mi­ a) La industrialización bajo la dirección soviética: u n desarrollo con -
E STRU CTU RA S ESPACTALES EN .4REAS SUBDESARROLLADAS 439

Fig. 10. 4. (C o tu .)

centrado sectorial y espacialm ente. — En cfccto, durante esta prim era


fase se siguió el modelo soviético, concediendo prioridad a la industria
pesada y dc bienes de equipo, relegando la dc bienes de consumo. Así,
m ientras las ram as de m etales ferrosos m antuvieron un ritm o de creci­
miento anual dcl 31 %, la de textiles sólo alcanzó un 9 %. Por otro lado,
la im portancia concedida a las grandes em presas m odernas supuso una
fuerte concentración espacial en pocos centros urbanos, de tal m anera
que fueron 19 ciudades las que acapararon los grandes proyectos indus­
triales (ver figura 10.4).
Como consecuencia, antes de la retirad a de Jos soviéticos, en 1960,
las tres provincias más favorecidas (Jiangsu, Hebei y Liaoning) dispo­
nían de m ás del 50 % de la capacidad industrial del país, Por otro lado,
un 60 % de la totalidad del valor añadido industrial era proporcionado
por las 9 prim eras ciudades, un 31% por los 121 centros urbanos medios
y sólo un 9 % pyr todas las ciudades pequeñas. Sin em bargo, esta con-
tt

440 ESPACIOS Y SUCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ¿REAS SUBOESARROLLAÜAS 441

centración no respondía a ia política de los planificadores chinos, que resultados, pues en 1980 creció un 18,4 %, en tan to que la pesada sólo un
en 1958 distribuyeron los proyectos industriales entre 2.100 ciudades. 1,4 °/a , en co n tra de lo que había sucedido hasta este nuevo cam bio dc
rum bo. La producción de televisores y de aparatos de radio se duplicó
b) Industria pesada e industria, ligera: «m archar sobre las dos pier­ en 1980 con respecto al año anterior, la de cám aras fotográficas creció
na s » (1958-79). — «Marchar sobre las dos piernas», es decir, apoyándose un 57 %, la de m áquinas de coser, relojes de pulsera y bicicletas un
sobre los grandes complejos y sobre la pequeña industria, fue el eslogan 30% ..., es decir, toda una explosión de bienes de consumo lanzada al
adoptado desde el Gran Salto Adelante. Los grandes com plejos industria­ mercado. E stos hechos, sin embargo, no han eliminado la dualidad de la
les continuaron la expansión iniciada anteriorm ente, como sucedió en estructura industrial.
el cam po de la hidroelectricidad, con la term inación de las presas de
Sanm cn y Liujia por ejemplo, o en el de la siderurgia, con la ampliación
y modernización de Anshan y Wuhan y la creación del complejo de Bao- 3. Una estru ctu ra industrial dual
tou (Mongoiia Interior), am én de o tras acerías de m edianas dimensiones;
o en petroquím ica, con la construcción del com plejo de Lanzhou (Gan­ La dualidad de la estructura industrial china se asienta en la coexis­
su). Esta expansión se logró tan to a través dc las propias técnicas como tencia de grandes em presas m odernas y tecnificadas con alta intensidad
por medio de la com pra de equipos «llave en mano» a los soviéticos. de capital frente a pequeñas industrias rurales con alta intensidad de tra ­
El otro pilar del desarrollo industrial 3o constituyeron las pequeñas bajo. Las prim eras se asientan en centros urbanos im portantes y, princi­
em presas y fábricas dispersas por el campo. Cada d istrito debía poseer palm ente, en las ciudades que actuaron de polos industriales ya durante
acerías, plantas de hidroelectricidad y de producción de carbón, de ce- el I y II Plan Q uinquenal (1953-57 y 1958-62), las segundas se encuentran
m entó y, finalmente, de m aquinaria y talleres. Ahora bien, esta política dispersas po r las cabeceras de distrito y por los centros comunales.
cosechó serios reveses, sobre todo en los pequeños altos hornos, que En conjunto, la producción industrial po r habitante en China es muy
tuvieron que abandonarse por su inviabilidad, tan rápidam ente como se baja, con un índice aproxim ado de un A % de la de los países industria­
habían expandido durante el año 1958. No obstante, la idea de la indus­ les de Occidente, aunque es tres veces m ayor que la media de los países
trialización rural fue consolidándose y ha adquirido c a rta de naturaleza tercerm undistas de baja renta, entre los cuales se incluye. E sta produc­
en algunas ram as, como sobre todo en la producción de cem ento y de ción industrial, dada la política seguida en el pasado, ha favorecido a
fertilizantes, de las que actualm ente se cuentan unas 3.400 y 1.400 peque­ la industria pesada, que representaba en 1979 un 56,9 % de la producción
ñas fábricas respectivam ente, extendidas por todo el país, aunque con industrial b ru ta frente al 43,1 % de la industria ligera, si bien es cierto
una tecnología obsoleta y un excesivo consum o energético. que en la actualidad se está modificando el peso relativo de ambos blo-
El afianzamiento dc este tipo de industrias rurales tuvo lugar durante
los años sesenta, en buena medida como respuesta dada por los gober­
nantes a las malas cosechas de los años 1959 a 1961, que m otivaron un C u a u ro X.3
reajuste de la política industrial a fin dc proteger más a la agricultura, Producciones significativas de elementos industriales
de modo que el desarrollo económico se basó en «tom ar a la agricultura
corno base y a la industria como factor dirigente». Se sustituyó así la 1952 1957 1970 1979 1980
prioridad dada a la industria pesada p o r la que desde ahora se otorgó
■Industria pesada
a la agricultura y a las industrias con ella relacionadas, tales como p ro­ C arbón (m illones T m ) 66 131 354 635 620
ducción de abonos, tractores, m otores p ara riego, utillaje agrícola..,; E lectricid ad (m illones M W /h) 7.3 19,3 115,9 282 300.6
prioridad m anifiesta en el aum ento de las inversiones relativas y abso­ Acero b ru to (m illones T m ) U 5,3 17,8 34,5 37,1
lutas en esos sectores. •* .(& ) F ertilizan tes q uím icos (000 Tm ) 39 151 2.435 10.654 12.320
C O t \ c ^ V ehículos de m o to r (000 u n id ad es) 0 7,9 87,2 185,7 222
•** ' '.T ra c to re s > 10 H P (000 unidades) 0 0 31,9 125,6 98
c) Im p u lso a la industria ligera desde 1979. — Una tercera etapa de Industria ligera »
desarrolk) industrial ha comenzado en 1979. La nueva política industrial io d e algodón (000 m illones m ) 3,8 5,1 9,2 12,1 13 5
busca, por una parte, la ap ertu ra a los capitales y técnicas extranjeros Revisores (000 unidades) 0 0 . 10,5 1329 2.492
para realizar grandes proyectos y, por otra, llevar a cabo una transfor­ íios (000 un id ad es) 17 352 3.108 13.810 30.040
fcicletas (000 u n id ad es) 80 806 3.688 10.095 13.020
m ación total de la industria ligera, m ediante una renovación técnica que láquinas de co ser (000 unidades) 66 27* 2.352 5.363 7.680
acabe con la obsolescencia de la gran m ayoría de las pequeñas fábricas, telojes dc m uñeca (000 unidades) 0 0.4 3.476 17.070 22.160
las cuales, al mismo tiempo, podrán especializarse en determ inadas pro­
ducciones para dism inuir costos a través de unas economías de escala. (a) F.xpresado en co n ten id o de elem entos nuLrívotcs.

Las prim eras medidas de apoyo a la industria ligera ya han dado sus F uente: W orld B ank, 1983. Vol. 11, p. 114.
o*
i, a*
442 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS SUBDESARROLLADAS 443

ques, como puede com probarse en el cuadro X.3, en el que se constata industrial cuando no cuentan m ás que con un 12,5 % de la población; y
el fuerte im pulso dado a la producción de bienes de consumo durante Shanghai por sí sola aporta casi un 13 % del producto industrial bruto
ios años 1979 y 1980. del país, con tan sólo un 1,2 % dc la población (ver cuadro X.4).
Por o tro lado, continúa manteniéndose el desequilibrio espacial entre La distribución espacial dc la industria china, tal como aparece en el
los antiguos centros industriales y el resto del país, de m anera que las cuadro, ha dado lugar a una fuerte densidad industrial a lo largo de lo
tres grandes ciudades chinas —Shanghai, Pekín y Tianjfn—, ju n to con que se podría denom inar el corredor industrial que desde la ciudad de
las provincias de Jiangsu y de Liaoning aportan el 39 % de la producción H arbin en M anchuria desciende por el centro de esta región y, enlazando
con Pekín, Tianjín y la provincia de Hebei, llega, a través de Shandong,
hasta el Sur de Shanghai. O tras concentraciones industriales im portantes
C uadro X.4
tienen lugar en las dos provincias de la China central (Hubeí y Hunan),
Contrastes espaciales en ía producción industrial bruta en el SO. de Sichuán y en el SE. costero de la provincia de Cantón.
por provincia en 7979 La industria china, en sum a, a pesar de su fuerte crecim iento, no ha
logrado adquirir una destacablc densidad m ás que en determ inadas re-
Producción
P orcentajes industrial
giones; no obstante, como señala el inform e del Banco Mundial, h a hecho
------------------------------ Coeficiente de p er cápita unos enorm es progresos, que, cara al futuro, deben continuar a través
Región Producción in­ especiaíización aproximada dc una m odernización de los equipos, del ahorro energético y del mayor
económica Provincia dustrial bruta Población industrial en yuans
crecim iento de los bienes de consumo. Algunos de estos aspectos ya han
N oreste; Liaoning 33 2,60 U 13 comenzado a realizarse; sin embargo, las dificultades son enorm es por
Jilin 2.7 2,2 lr23 567 la falta de capitales, por la escasez de personal cualificado, la insuficiente
H eiíongjiang 4,6 33 139 666 producción m inera..., pero tam bién es cierto que los dirigentes y el pue­
Pekín 4,6 0,9 5,t i 2.424
blo chino están aplicando con entusiasm o las m edidas p ara superar esta
N orte: T ian jín 3,8 0,8 4,75 2.354 situación.
H ebei 4,4 52 0,85 396 El desarrollo industrial se ha centrado principalm ente en Jas ciuda­
Shanxi 23 2,5 0,92 432
1,9 297
des, las cuales han experim entado un crecim iento totalm ente singular.
M ongoiia In t. U 0.63

Este: S handong 6,5 7,4 0,88 413


Anhui 2,5 4.9 031 234
V. L a NUEVA ORGANIZACIÓN URBANA DE LAS CIUDADES CHI NAS
Shanghai 12.9 1.2 10,75 5.231
Jiangsu 8,4 6.1 138 654
Z hejíang 33 3.9 0,85 399 El prim er fenómeno a destacar es la m agnitud de la urbanización en
Jiangxi 1,7 33 032 242 térm inos absolutos, que con trasta vivamente con su pequeñez relativa.
F u jian 2,6 038 277
Según las estim aciones oficiales sólo un 13,2 % de la población china es
C entro S ur: H enan 3,7 7.4 050 2# urbana, equivalente a unos 135 millones en 1983, Las fuentes occidenta­
H ubei 4.1 4.8 0,85 ¿06 les suelen d ar cifras relativas de en tom o a un 20 %, lo que supone unos
H u n an 3,4 5.4 0.63 299
0.44 269
200 millones de habitantes urbanos. Aceptando como válida esta últim a
G uangxi 1,6 3.6
G uandong 4,6 5,8 0,79 372 hipótesis o una estim ación interm edia (un 17 % por ejem plo), China sería
el país del m undo con m ás población urbana, por encim a incluso de E s­
N oroeste; Shenxi 2,3 2.9 0.79 376
2.0 0.90 436
tados Unidos y de la Unión Soviética, Sin embargo, no se distingue, en
G ansu 1,8
Qinghai 03 0.4 0.75 370 contra de lo que sucede en el resto del mundo, por un rápido crecim iento
Ningxia 03 0.4 0,75 378 urbano, a pesar de que la industrialización, que ha sido el m otor de la
* X ín jian g 0,7 13 034 256 urbanización, se ha localizado fundam entalm ente en las ciudades. La
Suroeste: S ichuán 5,4 10.1 033 254 evolución de las m ism as y su organización interna centrarán nuestro
Gui&hou 1,0 11 036 168 análisis.
Y unnan 13 12 0.41 190
X izang (Tibet) < 0 3 (? ) n y < 125 (?)

T otal 100,0 100.0 1 473 1. Población urbana y urbanización


N ota: F.n IS79 e l v alo r del y u a n era algo m enos d e '-h de dófar; exactam ente 1.541 yuan - - 1 dóíar.
La evolución de la población urbana china puede parecer contradic­
Fuente: W orld B ank, 1983. toria; pero, en realidad, no es m ás que el reflejo de unos hechos econó-
444 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS HSPACUr.ES EN ÁREAS SUBDÉSARR01XADAS 445

micos y políticos que la han condicionado. Por ello, durante la vigencia ciudades que han servido de base a la estrategia espacial del comunismo
del I Plan Quinquenal (1953-57) experim entó un rápido crecimiento, dado chino, si bien han visto modificada radicalm ente su organización interna.
que la expansión industrial favoreció a los centros urbanos, de m anera
que 120 ciudades concentraron la casí totalidad de los proyectos urbanos a) E l legado prerrevolucionario y eí proceso urbano posterior . — La
im portantes y, es m ás, 6 de ellas recibieron m ás de 21 proyectos cada una ciudad china tradicional tenía un em plazam iento en la llanura, con un
y o tras 12, entre 11 y 20. Estos hechos atrajero n a una enorm e m asa de carácter de m ercado para el sector agrícola que controlaba (el umland),
población campesina, que se asentó en las ciudades. Así, de 77 millones no apareciendo el carácter defensivo, salvo por lo que se refiere a las
de urbanos en el censo de 1953 (13,2 %) se pasó a 92 millones (14,3 %) m urallas. Su trazado era totalm ente ortogonal, como correspondía a la
en 1957 y a 130 millones (18,5 %) en 1960. Por lo cual, a p artir del Gran cosmogonía china. Hoy se conserva ese trazado en algunas grandes ciu­
Salto Adelante se pretendieron cam biar las tornas y ante la incapacidad dades históricas, dc las que son ejem plos típicos Pekín, Xián, Tianjín o,
de d ar alojam iento y empleo en las ciudades a lal avalancha hum ana, se aunque con anom alías, Chengdu. La situación suele ser interior, no cos­
quiso llevar la in d u stria al campo, instalándola en las cabeceras de dis­ tera, ya que el im perio chino fue siem pre continental.
trito y en las comunas populares. Pero incluso ya desde 1955, an te los Estas bases cam biaron radicalm ente desde finales del sigio pasado,
problem as creados por el éxodo rural y el hacinam iento en las ciudades, con el auge de los imperialismos, la ap ertu ra de China al m ercado inter­
se dio una respuesta excepcional.: el éxodo urbano. Una y otra medida nacional y la conquista de M anchuria por los japoneses (ocupada desde
fracasaron. la guerra ruso-japonesa, que acabó en 1905 con el tratado de Portsm outh).
La industrialización rural, aunque ha perm itido a los centros com u­ Surgieron así tres grandes ejes urbanos: un prim er eje costero, con ciu­
nales disponer de pequeñas plantas de cemento, fertilizantes y m aquina­ dades-puerto, que se dedicaron al comercio de exportación, principal­
ria agrícola, no aporta m ás que una m ínim a p arte del producto indus­ mente Shanghai, Cantón, Hongkong, Macao... O tro que seguía los grandes
trial. El éxodo urbano, que comenzó ya en 1955 y se aceleró en 1958, afec­ ríos, con ciudades com erciales y m ineras, especialm ente en el valle del
tando a unos 40 millones de personas h asta 1964, acarreó graves pro­ Yangzi: Nankín, W uhan, Chongqing... y, finalmente, el eje de las ciudades
blem as de adaptación y la m ayor p arte de los em igrados al cam po regre­ manchúes: Anshan, Fushun, Benxi, Shehyang (antigua Mukden), Chang-
saron a la ciudad. Sin embargo, a p a rtir de 1968 se volvió a im nulsar el chung y el p uerto de Luda (antigua Dairén).
m ovim iento de trasvases de población urbana (jóvenes instruidos) hacia El desarrollo de estas ciudades se acom pañó de un m archam o clara­
los medios rurales, de modo que hasta 1980 puede h aber afectado a otros m ente occidental: grandes centros m ineros, industriales o com erciales,
20 millones de personas (Trolliet, P., 1982, 37). en los que se mezclaban fábricas, chimeneas y barrios obreros con una
¿Cómo han influido estos desplazam ientos de urbanos al cam po en ausencia ilagrante de urbanism o. En Shanghai por ejem plo, en 1949, un
el escaso crecim iento de las ciudades chinas? Es algo difícil de evaluar. 20 % de la población vivía en «slums»; 200.000 personas se hacinaban en
De todo ello interesa destacar que, si bien en la década de los cincuenta los barrios bajos de Nankín, y los slum s de Changsa ocupaban el 77 %
las ciudades chinas increm entaron su población tanto por crecim iento de la ciudad.
natural como, sobre todo, por inm igración (éxodo rural), posteriorm ente En todas estas ciudades se apoyó el gobierno com unista para llevar
crecieron principalm ente en función del balance vegetativo, Y que, ade­ a cabo su estrategia de industrialización durante el 1 y II Plan Quinque­
m ás, el éxodo urbano, motivado p o r problem as políticos, pero fundam en­ nales. De ahí que la prim era alineación de ciudades industriales se loca­
talm ente p o r problem as de urbanización, supuso un movimiento único lice en un eje costero o próximo a la costa: H arbín, Shcnyang, Tianjín,
en el mundo, que aún se m antiene y que h a tenido un sentido de descon­ Shanghai, Cantón, a las cuales sucede o tra m ás interior: Shijiazhuan (ca­
gestión urbana, la cual, ju n to con el férreo control del éxodo ru ral, ha pital dc Hebei), Zhengzhou (capital de H enan), Wuhan y Hengyang (ca­
liberado en buena m edida a las grandes ciudades chinas de las lacras pital de H unan) y, finalmente, una m ás occidental: Baotou, Xian y Chong­
m ás destacables de los medios urbanos en los países subdesarrollados: qing, doblada m ás al Oeste por Lanzhuu y Chengdu, a las que se puede
la falta de empleos y de alojam ientos, aunque en China éstos tengan un añadir Urumchi.
tam año muy reducido. Con esto se tra ta de llevar a efecto una política consciente p ara un
■K desarrollo organizado de todo el territo rio nacional, constituyéndose así
grandes regiones económicas, que se considera deben ser autárquicas y
2. D istribución de ías ciudades y estru ctu ra urbana para ello se les dota de grandes centros —las ciudades—, las cuales deben
com portarse com o directores de ese desarrollo económico.
E] desarrollo urbano de China arran ca de épocas lejanas, de las cua­ E sta política de desarrollo de polos regionales se m antiene incluso
les se han heredado algunos rasgos, pero, evidentem ente, han tenido m a­ actualm ente, pues, com o afirm aba el «Beijing Information)» de 17-IIÍ-
yor incidencia los tiem pos recientes, que han dado lugar a la consoli­ 1980, «una pequeña aglom eración no puede pretender ju g ar el mismo
dación de las grandes ciudades actuales ya desde principios de siglo; papel que una ciudad. Y los esfuerzos de nuestro país orientados desde
446 L'STRLCTURAS ESPACIAI.F.S EN ÁREAS SUBDESAKK.OLLADAS 447
ESPACIOS Y SOCIEDADES

hace tantos años hacia el desarrollo de los centros comarcales han con­ ció periurbano o rururbano. Ciertam ente, la preocupación dc los gober­
ducido a más fracasos que a éxitos. En una palabra, es el desarrollo de las nantes chinos por el autoabastecim icnto urbano en los principales pro­
grandes ciudades el que proporcionará los medios de sostener las pe­ ductos dc subsistencia les llevó a d o tar a cada unidad de un núm ero
queñas» (Trolliet, P., 1982, 39). Este com entario del periódico pequinés variable dc com unas urbanas, que han intensificado m arcadam ente sus
refleja nítidam ente el fracaso experim entado por la política que preten­ producciones e, incluso, en algunos casos, han visto tran sfo rm ar parte
día elim inar las diferencias entre el cam po y la ciudad, y reconoce, al dc sus terrenos agrícolas en industriales o residenciales. Es así como las
mismo tiempo, la práctica imposibilidad de industrializar los medios ciudades chinas disponen dc un anillo ru rurbano muy desarrollado. La
rurales. De ahí que las nuevas tendencias en la ordenación territorial del m unicipalidad de N ankín puede servir de ejemplo. Con. unos 3,3 millones
país se apoyen en una jerarquización de los núcleos de poblam iento de habitantes a principios de los setenta, no vivían m ás que 1,4 millones
que arranca dc las grandes ciudades o m etrópolis regionales como mo­ en la ciudad propiam ente dicha y cerca, de otros 400.000 habitaban en
tores del desarrollo regional. ciudades satélites d?ntro del térm ino m unicipal. El resto, un 46 %, era
población rural. Shanghai, con 10,8 millones y Pekín, con S millones,
b) Las estructuras urbanas . — Si las ciudades chinas son herederas contaban con en tre un 30 y un 40 % de población rural, Tianjín con
de un pasado m ás o menos lejano, su fisonomía actual y su estructura un 40 % de sus 7 millones de habitantes y Cantón con la m itad dc sus
urb an a son trib u tarias de su historia más reciente. En electo, el creci­ 5 millones (Trolliet, P., 1982, 32).
m iento urbano después de la revolución ha dado lugar al nacim iento Centrándonos ya en el área urbana propiam ente dicha, las ciudades
de ciudades totalm ente nuevas y, ju n to a éstas, se ha producido un re- chinas no sobresalen por los grandes conjuntos arquitectónicos, debido
mozamiento general de las históricas. Ahora bien, este crecim iento ur­ a la pobreza de medios, pero sí por el carácter de su urbanism o, basado
bano tiene muy poco que ver con el tradicional. Tampoco se parece al en la propiedad social del suelo. De este modo, los complejos residencia­
que se ha producido en las ciudades del m undo occidental. Es un fenó­ les nuevos se localizan en los alrededores de las ciudades, tanto más
meno nuevo, que ha creado ciudades nuevas y barrios nuevos. alejados del centro cuanto m ás contam inantes sean las industrias que
Evidentemente, existe un factor decisivo: la propiedad social del los acom pañan. Pero el espacio industrial y el residencial quedan sepa­
suelo. Con esta base y con una planificación de los asentam ientos u r­ rados por zonas verdes. Los grandes complejos residenciales, que cuen­
banos en relación con las funciones que Ies eran asignadas, el urba­ tan entre 5.000 y 25.000 habitantes, constituyen ei elemento básico de
nism o chino ha resultado enteram ente original. Sin embargo, esto no planificación y crecim iento urbano en las ciudades en expansión. Nor­
quiere decir que represente una m eta o paradigm a, pues su escasez de m alm ente responden a planos perfectam ente ordenados, en los que sólo
• medios ha conducido a unos resultados socialm ente justos, pero mate- se ocupa p ara construcción alrededor del 30 °/ó de la superficie, dejando
rialm ente pobres. En efecto, los gobernantes chinos, acuciados por la un abundantísim o espacio Ubre para vías, zonas verdes, servicios recrea­
carencia de capitales y de medios técnicos, orientaron los esfuerzos ha­ tivos... Los edificios suelen ten er entre 3 y 6 plantas y desde el momento
cia las inversiones productivas, en tanto que el sector de la vivienda, de su construcción quedan dotados con equipam ientos com erciales, cul­
considerado como im productivo, no recibió suficientes atenciones, con turales y sociales. También se tiende a asentar en ellos las actividades
lo que la penuria de m ateriales y de medios, unido al deseo de suprim ir económicas de tipo artesanal o sim ilares, a fin de evitar al máximo los
las desigualdades sociales, favoreció la construcción masiva de aloja­ desplazam ientos de población, de m anera que el com plejo residencial
mientos de dimensiones extraordinariam ente reducidas. Si hacem os caso junto con las fábricas constituye una unidad cerrada.
a P. Trolliet (1982, 37), que cita al «Bcijing Inform ation», la superficie Frente al com plejo residencial están surgiendo nuevos barrios cén­
habitada media entre las fam ilias urbanas chinas sería de 5 m2 por per­ tricos, construidos sobre los solares de antiguas casas de planta baja
sona en 19S0, si bien otros autores d aa cifras m ás altas. Así, Gavinelli deterioradas. Así, la densificación del tejido urbano, sustituyendo las
y Gibelli señalan que «los stan d ard s residenciales se distribuyen en tres pequeñas casas degradadas por edificios en altura, ha adquirido carta
categorías: grandes, medios y pequeños. Los prim eros se refieren, por de naturaleza en todas las ciudades históricas.
k*. general, a una superficie habitable com prendida entre 15 y 18 m2 por Las viviendas, por lo general, son propiedad del E stado, quien las
persona, superficie que oscila, en el segundo caso, entre 12 y 14 m2, y entrega a las fábricas para que las alquilen a sus obreros por cantidades
en et tercero entre 6 y 7 m2 (estas variaciones dependen de las caracterís­ que suelen representar entre u n 3 y un 7 % del salario m ensual medio
ticas específicas de la localidad)» (Gavinelli, C. y Gibelli, M. C., 1979, 244). de un obrero, a lo que se sum a el gasto de m antenim iento. Es, por ejem ­
E n función de esta parquedad dimensional de las viviendas, la su­ plo, el caso de la banlieu de Shanghai, donde el tipo de vivienda m ás ex­
perficie ocupada por las ciudades chinas no ha crecido en m ancha de tendido consta de dos o tres habitaciones, con cocina, WC, agua corrien­
aceite, como sucede norm alm ente en otros países industriales o tercer­ te, electricidad (Listengurt, F. M. et aL, 1974, 135).
m undistas, sino a un ritm o lento y conform e a una previa planificación. En fin, un urbanism o nuevo, que, ju n to a tantos otros aspectos, h a
Es ésta una singularidad a la que se une la dc su distribución del espa­ hecho de China un país nuevo y en constante cambio.
l /
\ V,•
443 ESHACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ÜSI’A C U LES EN ÍREAfc SUBDESARROLLADAS 449

COKCLU&IÓN: C H I N A , ESPACTO Y SOCIEDAD es DliSAHROIXO


los medios rurales, sino p o r una industrialización y urbanización clási­
cas, con el éxodo ru ral consecuente. Pero esto exige enorm es inversiones,
Hemos presentado la historia reciente de un país pobre, que está lu­
chando denodadam ente por salir de su penuria. E sa lucha planteada des­ de las que ahora no dispone.
No obstante, el pueblo chino cuenta con vigor y estím ulos suficientes
de 1949 es lo que se ha llam ado la «vía china» hacía el desarrollo. Un p ara ir más lejos en las transform aciones socioespacialcs.
camino no tan recto como, en principio, pudiera pensarse, pues los cam­
bios de rum bo han sido una constante en la política china. Unos cambios
que han oscilado entre la ortodoxia ideológica y el pragm atism o. Ni que C H IX A Y SUS PEQVBKOS VECINOS DEL EXTREMO ORIENTE
decir tiene que aquélla se h a opuesto frecuentem ente a éste; en la actua­
lidad, el realism o y la eficacia económica parecen ser los vencedores. En Resulta curioso com probar cómo una serie d c pequeños países de)
efecto, un pais con 305 dólares de PNB per cápita (en 1981) es un país Extrem o Oriente h a logrado desarrollar su economía hasta alcanzar un
m uy pobre. Ciertam ente, esta pobreza se ve corregida por un extraordi­ crecim iento espectacular. E n esta situación se encuentran Hong Kong y
nario nivel de servicios (guarderías, escuelas, dispensarios, hospitales, co­ Singapur, que estudiarem os m ás adelante, en el capítulo de Asia m eridio­
medores colectivos, centros profesionales y recreativos, fondos de bienes­ nal, pero tam bién se incluyen Taiw an y Corea del S u r , que han basado
tar social...) disfrutados p o r toda la población. E s algo realm ente inusual su rápido proceso de desarrollo económico en la ayuda exterior, el en­
en tre los países tercerm undistas e incluso en tre los desarrollados; por deudam iento masivo y en una sobreexplotación de la mano de obra. Es­
ello, resulta tan to m ás elogiable cuanto afecta a un ingente conjunto de­ tos dos países siguen un modelo de desarrollo m ás parecido al iberoam e­
mográfico, H an sido precisam ente las enorm es inversiones demográficas ricano que al del Asia meridional. T anto por su elevado porcentaje de
exigidas por e sta m asa poblacional las que han llevado a los dirigentes población em pleada en la industria, que supera el 35 %, como por su
chinos a ad o p tar un estricto, incisivo y eficaz control de la natalidad. alta tasa de urbanización, se alejan m arcadam ente de los rasgos propios
Pero la caída del crecim iento demográfico hasta niveles del 1,2 % actual de la región en la que se encuentran. En este sentido, llama la atención
no ha sido suficiente para garantizar el desarrollo. La política económica la gran aglomeración de Seúl, que, con sus 8 millones de habitantes, se
posmaoísta se ha puesto como objetivo las cuatro m odernizaciones: agri­ convierte en una de las m ás grandes a escala m undial, en u n país que
cultura, industria, ciencia y tecnología, y defensa. ¿Será la sociedad china no cuenta m ás que con 41 millones de habitantes. También, su relativa­
capaz de conseguirlo? E n principio las reform as de Deng Xiaoping se m ente elevado PNB p e r cápita les aleja de los caracteres de esta parte
apartan de la vía ortodoxa. E sta reform a parece que h a insuflado un
nuevo entusiasm o a las estancadas estructuras socialistas que sucedieron del mundo.
Sin embargo, tam poco se asem ejan al modelo iberoam ericano, dada
a ia revolución cultural. La sociedad china necesitaba un revulsivo, que la fuerte densidad de población, propia del m undo sudasiático y extrem o,
Deng Xiaoping y los nuevos dirigentes le han proporcionado. La conse­ oriental. Una densidad fuerte que, no obstante, se contrarresta con una
cuencia inm ediata ha sido la explosión productiva en la agricultura y en caída im portante de la natalidad, la cual en ninguno de los dos sobrepa­
la industria ligera d u ran te los últim os años para los que disponem os de sa el 25 Tanto Corea del S ur como Taiwan form an p arte de los llam a­
datos (1979 y 1980). Parece, pues, que la vía china h a necesitado, para dos «nuevos países industriales» y, sobre todo Corea, está revelando una
retom ar un nuevo impulso, de la concesión de estím ulos individuales, extraordinaria potencia industrial, aunque fundam entada en unas bases
aunque éstos no se consideren dem asiado ortodoxos. Posiblemente ne­ muy débiles: m ano de obra muy b arata y sobreexploiada, m erced a la
cesite inyecciones de capital ex tranjero p ara continuar con esa expan­ cual puede com petir incluso con los países industriales. ¿Será capaz este
sión, p o r m ás que, ideológicamente, esas inversiones se vean con grandes modelo de desarrollo, basado en un apoyo internacional concedido para
recelos.
evitar el «contagio» del com unism o chino, de d ar el salto hacia el desa­
E ntretanto, China, ano de los focos hum anos m ás densos del densí­ rrollo? A corto o m edio plazo es imposible, a largo plazo dependerá del
simo mundo asiático, continúa siendo un país ru ral, con una inm ensa mantenimiento del apoyo internacional. H oy p o r hoy continúan siendo
población en el campo, con bajísim os niveles de productividad p o r per­
sona, aunque los rendim ientos p o r unidad de superficie sean altos. Las países plenam ente subdesarrollados.
■ El apoyo internacional tam bién lo han recibido otros dos países con
com unas rurales poseen un capital de extraordinarias potencialidades, regímenes políticos opuestos a los anteriores; Corea del N orte y la R e­
pero que, a la larga, ten d rá que trasvasarse hacia otros sectores econó­ pública Popular d e M ongoiia . É sta, muy poco poblada, por su localiza­
micos, pues, en caso contrarío, China hab ría agotado ya su modelo dc ción en un m edio sem idesértico, y dependiente de la URSS, n o adquiere
desarrollo. Por ello, todavía le esperan profundos cam bios a la sociedad una gran significación m ás que como pieza d e la Unión Soviética al servi­
china; posiblem ente cam bios lentos, pero inexorables. Porque China se cio de una estrategia que tiende a envolver a China. Para lo cual se h a
orientará hacia una dinamizacíón económ ica que le perm íta elim inar las valido tam bién de Corea del N orte, que gravita en la ó rb ita del com unis­
diferencias entre el cam po y la ciudad, no por una industrialización de mo soviético y no del chino. Corea del Norte es un país rico en produc-
450 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACÍALES EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS 451

ciones m ineras, y con un im portante desarrollo industrial, que, de la T rolliet, P. (1932): «L 'organisation dc l'espace p erí-urbain en Chinea, U Espace géo-
gruphiquc. Vol. X I, n.° 1 de 1982, pp. 30-40.
m ano soviética, se está orientando hacia la construcción de com plejos World B ank (B anco M undial) (1983): C tena. Soctalist Econom ic D evélopment. A
industriales básicos. w orld B ank C ountry study. W ashington, 3 vols. Vol. I: Tbe E conom y, S tatisíic ai
Los datos más significativos de estos cu atro países pueden verse en S ystem an d B asic D ata. Vol. II: The E conom ic S ectors: A griculture, In ú u stry ,
el cuadro adjunto; Energy, T ra n s p o n , a n d E x tern al T rad e an d Finance. Vol. III* The S ocial Sec-
tors: P opulation, H ealth, N u tritio n an d E ducation.

Corea Corea Rep. Popular


Taiwan det Sur del tferte de Mongoiia

Superficie (k m :) 36.168 98.484 120.538 1.565.000


Población 1983 (m illones) 18,9 4U 19.2 1,8
D ensidad (liabitantcs/km *) 522,6 419,4 159,3 1.1
PNB per cáp ita 1981 (dólares) 2.360 1.720 1.050 740

N atalid ad (W*) 23 25 32 37
M ortalidad (56») 5 8 8 8
C recim iento n a tu ra l (#0 1,8 1,7 2,4 2,9
E speranza de v id a ai n acer (años) 72 64 64 64

M enores d e 15 y m ayores de 65 años 32/5 33/4 39/4 42/3


M ortalid ad infan til (?fc) 9,1 34 34 54
** __
A nalfabetism o (% )
% de calo rías sobre req u erid as — 124 127 —

% de población u rb an a 66 57 33 51
Población activa a g ra ria (% ) 25 38 45 49
A portación al PNB (<M¡) 12 20 25 30
Población activ a in d u strial (<M>) 38 32 35 28
A portación al PNB {%) 41 38 45 45

Población activa en servicios (%) 37 30 20 23


A portación a l PNB (94) 47 42 30 25
H ab itan tes p o r m édico — 1.690 440 —

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ESTRUCTURAS ESPACIAIXS EN AREAS SURDESARROLLADAS 453

en tre el dom inio británico y el francés; o finalm ente, Holanda, que se


asentó sobre Indone.sia^deiaridu,a u n lado las colonias portuguesas~TTi-~
m or, Macao, Goa) o el dominio ejercido por EE.ÜtJ. sobre Filipinas, des­
pués d e ^ u p la n la iia JE sp a ñ a . No obstante, la colonización actuó en u n
mismo sentido en todos los países, puesto que se orientó a establecer _un
sistem a económico subsidiario del de la m etrópoli, que no difería apenas
C a p ít u l o XI entre unas colonias y otras. É incluso, solo "IngláTérra fue capaz de d ejar
un sello m ás acusado, dado que en las colonias de las otras m etrópolis ni
ASIA MERIDIONAL: siquiera se m antuvo el idioma m etropolitano, puesto que el portugués
POBREZA Y ARCAÍSMOS EN EL DENSO MUNDO SUDASIÁTICO desapareció y el holandés fue sustituido por el indonesio tras la II Gue­
rra Mundial, en tanto que el francés resistió m uy poco a los impulsos
nacionalistas de los países de Indochina. Por el contrario, el inglés se ha
L In tro d u c c ió n : l o s f a c t o r e s d e u n id a d d e l m u n d o s u d a s i á t i c o
mantenido como lengua oficial, hablada, al menos, entre las élites polí­
ticas e intelectuales.
Los territorios y sociedades objeto del presente capítulo corresponden Pero las singularidades culturales de las sociedades sudasiáticas, bien
a una parte de lo que tradicionalm cnte se ha denom inado el Asia Mon- se hayan heredado de un pasado rem oto o bien hayan sido im puestas por
zónica,,ya_qiie exdiamQj.a. Chína^y Japónv pero, al mismo tiempo, añadi­ la colonización, no constituyen más que un mínimo factor de diferen­
mos Indonesia y Malasia, que, desde el punto de vi st a_c 1im á tico ,J no se ciación, no dem asiado im portante, frente a o tra serie de rasgos socio­
encuadran en un dominio monzónico, sino en otro de tipo e c u a to ria l/ económicos que les acercan entre sí. Unos rasgos socioeconómicos que
.Ahora bien, no son las analogías ni las disim ilitudes clim áticas, ni se centran en una n ítida situación__de subdejiarrQUg» pero que se ven po­
tampoco las posibles afinidades ecológicas en general, las que nos m ue­ tenciados, adem ás, porque éste afecta a un exjraor^narm m eritejílevado
ven a integrar a este vasto conjunto de pueblos en una misma entidad núm ero de .seres hum anos que se apiñan en" estoj".territorios.
regional. Ciertam ente, existen destacables diferencias que los separan, En efecto, si p ara el casó efe China se contabilizaban 1.023 millones
pero son más fuertes los rasaos de u n idad. de habitantes sobre 9,6 m illones de km2, en el Sur de Asia se totalizan
Aquí no se puede hablar, como en Iberoam érica o como en China, de 1.342 millones de personas sobre 9 millones de km2, equivalentes a un
una cultura com ún y unificadora, porque, salvo en el caso de la India, 28,7 % de la población m undial, con una densidad b ru ta de Í50 habitan­
donde, aunque es cuestionable, se ha extendido una mism a civilización tes por km2. Ciertam ente, estas masas hum anas sorprenden por su ele­
hindú por todo su te n ito rio . las etnias, las religiones., las lenguas, los sis­ vada cuantía, pero llam an m ás la atención si se piensa que una buena
tem as económicos, sociales y políticos haiuevolucionado _de_una m anera parte de ios territorios nacionales está muy poco poblada y que, en con­
específica en cada país e, incluso, en cada región d e un mÍ$mo__Estado. secuencia, el resto está extraordinariam ente densificado. Y esta presión
P or ello, aparecen acusadas 'diferencias en tre unos países y otros, que hum ana sobre la tie rra es tam bién un factor de unidad en el m undo
parecen contradecir la unidad que planteam os. Así, en una consideración sudasiático, pues, como señala Dupuis, «hay que rem arcar el hocho de
de conjunto, la diferenciación m ás m arcada corresponde a la que separa que la hum anidad sudasiática ha tenido que establecer las bases de su
el ám bito indostánico de los otros territorios. En efecto, la India, más civilización en las llanuras de inundación y en los deltas. Desde un punto
Bangladesh y Paquistán rep resentan p o r sí solos la m it a d del te rritorio- de vista técnico, esta civilización está basada, de m anera prim ordial, en
y m á s de l o a dos tercios (68,7 %) d e j a población to tal del Asia meridio- el dominio del agua. Sin em bargo, la insuficiencia de estas técnicas frente
r 3 £ y h a s t a un 70 % si incluim os Sri Láríka, que tan tas afinidades tiene a la naturaleza ha dejado a los hom bres, hasta nuestra época, en una
con la India, Evidentem ente, la civilización hindú ha introducido aquí situación de inferioridad; las sequías y las inundaciones siguen siendo
un facto r de diferenciación respecto al Sudeste asiático y, al mismo tiem­ los grandes obstáculos de estas m asas hum anas asentadas en las llanu­
po, un ^vehículo de cohesión in tern a dentro’ del espacio indostánico. ras* (Dupuis, J., 1975, 28). E n sum a, es lo que podríamos denom inar la
A este p rim er y significativo co n traste se unen otros surgidos a lo «civilización d el arjoz» Io_q u e p r e s ta u n alto.gradéete.afinidad al espacio
largo de la H istoria, y, sobre todo, de la historia contem poránea. En este incfostanico, aFc!é"ía península de Indochina, y a l.de las islas dei Sudeste
sentido; obviamente, la colonización ha representado un factor destaca­ asiático, po r m ás quería agricultura dc rozas en secano conserve todavía
dle, que> aunque h a afectado a la roayona detestos paises71eF‘Ha~dado" gran im portancia en las selvas interfluviales de la península de Indochina
tam bién su im pronta propia según que la m etrópoli coloaizadora”h iy a o en el in terio r de las islas del Sudeste, o por m ás que el trigo sea el
sido Inglaterra, que ocupó Pakistán, la J M ra T ^ a ngradesfiT^eiláHj^BiF cultivo principal de los estados dcl Centro-N orte de la India (H aryana
4flaüia«Jioag Kong. Malasia v Br u nci, o Francia, que colonizó la" penín­ y Punjab).
sula de Indochina, excepto Tailandia, la cual a u e d ó ^ m o es Es precisam ente este enorm e contingente de población eí que da un
454 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS E S P A C IA IS T-V AREAS SUBÜESARROLLADAS 455

carácter dram a tico a los problem as del subdesarrollo en el Sur de Asia, tanto, el Asia m eridional, a la que hay que sum ar el Africa saheliensc,
tal como ha señalado G. Myrdal —«Asian drama», 1963—. Una situación uno de los conjuntos territoriales del m undo donde el ham bre se deja
de subdesarrollo que afecta, con caracteres muy sim ilares, a los diecinue­ sentir con m ás fuerza.
ve países que abordarem os en este espacio, y cuyos indicadores socioeco­ A los problem as del ham bre se sum an los de la incapacidad de las
nómicos revelan a las claras esa situación (ver cuadro XI. 1 más adelan­ m asá~s para su p jo 'p ia~~prom ocTónTcfado, pór'ilña parte, el elevadísimo índi­
te). En efecto, uno de jo s problem as más graves que tiene planteado el ce dp analfabetism o, que alcanza un 53,1 % dc me^día ponderada para
mundo suchasiáti co e s e l de s u extrao_rdinario_yoiurrien demográfico, .CQ.ns; iodo el conjunto regional y asciende hasta un 64 % en la India, 74 % en
tañtém entc.increm entado'’y " c p íd iíic i^ ta d c s ^ a ra frenarlo; un crecimien­ Bangladesh, 76 % en Pakistán y SI % en Nepal, y, po r oLra^el mal_ estado
to demográfico que contrasta con su escaso dinamism o económico, pues, sanitario, que reduce el rendim iento físico y, po r supuesto, reduce ..tam­
aunque el. increm ento del PNB es elevado en diversos países, no puede bién la esperanza de vida al nacer, q u e ^ n j a m ayoría dc estas sociedades
hacer frente a las necesidades de este creciente acumulo de población. La jT9^cjuií¿los.i0_aíiosL.(cfr. cuadro X I.l).
India, por ejemplo, ha aum entado su PNB en un 8 % en el ejercicio de Pero quizás el rasgo más destacable de este cúmulo dc problem as es
1980 y un 5,2% en el de 1981, aunque sólo se espera un 2% para el que no se vislum bra una esperanza de solucionarlos, sino que, cara al
de IS82, pero durante la década de los setenta creció tan sólo a un ritm o futuro, van a potenciarse, salvo en los casos en que se lleve a cabo un
de 1,6 % anual. Indonesia, sin em bargo, alcanzó en esa década un 4,6 %, radical cambio de estructuras, como tal vez suceda en los países socia­
Tailandia un 4,4 %, Vietnam un 4 % y Filipinas un 3,6 %, pero Pakistán listas de Indochina, o como puede suceder en los pequeños enclaves de
sólo un 1,5 % y Bangladesh —el país m ás pobre del mundo— un 0,8 % Hong Kong y Singapur. Y ello tanto m ás cuanto que la población con­
(Atlaseco, 1982-83), Ninguno de estos siete países, que cuentan con el tará en el año 2000 con unos 1.827 millones de habitantes, que represen­
92 % de la población del conjunto regional, ha llegado al 5 % de creci­ tarán aproxim adam ente un 30 % del total m undial. Al igual que en China,
miento anual d u ran te la pasada década. Por el contrario, su crecim iento la dinámica demográfica se revela aquí como uno de los problem as fun­
demográfico estuvo por encim a del 2 % anual, llegando en Bangladesh a damentales.
superar el 3 % . Evidentem ente _esta situación provoca una e n o r m e
torsión y un deterioro real del .nivel de_vidaapuesto que se necesitaría, al II. Un GRAN POTENCIAL DEMOGRÁFICO EN CONTINUA EXPANSIÓN
menos, un 8 % de increm ento,anual del PKB pa ra hacer frente a las in-
versione_s dem pgráñcas. Vemos, pues, cómo la India y el Sureste asiático Los 1.342 millones dc personas que viven en este territorio represen­
se alejan, desde este enfoque exclusivamente económico, del camino tan un conjunto demográfico m ayor que el de todos los paises desarro­
seguido por China, su vecino del N’orte. Un alejam iento que es mucho llados juntos, los cuales no sum aban m ás que 1.158 millones de hab itan ­
mayor desde una perspectiva social, aunque, en este sentido, los países tes a m ediados de 1983. Bstos, sin em bargo se repartían, aproxim ada­
pro-comunistas de Indochina —Vietnam, Camboya y Laos— se apartan mente, el 79 % del Producto B ruto Mundial, en tan to que los pueblos dc
claram ente de los demás. Asia m eridional tenían que conform arse con tan sólo un 4 % dcl mis­
En sum a, la tónica de pobreza generalizada aparece p o r doquier; mo. E ste desequilibrio no sería dem asiado grave si, al menos, estas socie­
tónica de la que tan sólo se salvan los llamados «nuevos países indus­ dades tuvieran la oportunidad de m ejorar su situación, pero las perspec­
triales», como Hong Kong y Singapur, cuyo cociente individual de PNB tivas que se ofrecen no apuntan en esa dirección, Y uno de los proble­
supera los 5,000 dólares, y a los que sigue Malasia, con sus 1.817 dólares mas m ás graves en este sentido lo constituye el im presionante crecim ien­
en función de una escasa población y de unas m aterias prim as im portan­ to de la población que les espera, pues, como puede verse en el cuadro
tes (petróleo, gas, látex de hevea...) y bastante m ás lejos Filipinas y Tai­ X I.l, p ara el año 2000 contarán con otros 484 millones de habitantes
landia que no llegan a los 800 dólares; Indonesia, que apenas supera . suplem entarios, según las proyecciones ai uso, que posiblem ente se que­
los 500, y el resto de los países, que no alcanzan los 400 dólares de PNB den cortas. Todo ello ha de acarrear u n a m ayor densificación hum ana,
per cápita en 1281. Por o tro lado, aquí no se puede hablar, salvo en los fundam entada en el m antenim iento de la transición demográfica, que no
paíáfes socialistas de Indochina, de un reparto equitativo de las rentas, se supera a pesar dc las políticas de control de natalidad puestas en
que dism inuiría los problem as derivados de la exigüidad de las mismas. práctica, con las consecuencias socioeconómicas que todo ello implica.
Estos rasgos de atonía económica y densificación demográfica, ju n to La extrem a juventud de las estructuras demográficas constituye un pro­
a una organización social desequilibrada, abocan a graves problem as blema más, dado el efecto m ultiplicador que introduce sobre la población.
alim entarios dc m anera que, p o r ejemplo, en el caso de Bangladesh se
estim a que sus habitantes no disponen, en prom edio, más que de u n 1. Un acusado proceso de densificación
84 % de las calorías que necesitan, y en ia India, de un 90 %, descendien­
do hasta un 80 % en Camboya, 83 % en Laos, 86 % en Nepal, 93 % en Si la población dei Asia m eridional sum aba alrededor de 619 millones
Víctnam y 99 % en Pakistán, superando el 100 % en el resto. Es, po r lo de personas en 1950 al e n tra r en el proceso dc transición demográfica,
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F-STRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS SUBD&SARR01.T.ADAS 459

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ya en 1983 había m ás'que duplicado esa población, a pesar del descenso
¥ no despreciable experim entado en las tasas de natalidad, que, no obs­
tante, aún hoy se m antienen muy altas. En la prim era fecha la densidad
* hum ana alcanzaba 69 hab./km 2, en la segunda se elevaba a 150 y p ara el

s ? —
* año 2000 se preven unos 204. En realidad, esta cifra no parece dem asiado
elevada, pero adquiere un significado distinto si consideram os la distri­
* bución rea! de estos inmensos con juntos demográficos.
Una distribución que alcanza densidades máximas en Bangladesh
(más de 670 hab./km 2 de media) o en ia isla de Java (más dc 700), aunque
*• en todo el valle del Ganges o deí Indo y en los valles dc los ríos princi­

' — A « r
pales del Asia m eridional se eleva a cotas extraordinarias. El entorno
► del golfo del Tonkín, como ha puesto de manifiesto P. Gourou, repre­
► senta urio de esos muchos territorios donde la presión hum ana, que ade­
más se fundam enta en la explotación agrícola del suelo, hace irrecono­
I cible el espacio natural.
Pero no hem os de pensar tan sólo en una exclusiva densificación.de
I losjdeltas, llanuras aluviales y valles de j o s , ríos, pues¿ aunque ést^_sea
* la imagen típica, el Asia ^meridional concentra vastísim as extensiones dc.
fortisjm as densidades, pues si num erosos distritos del valle del Ganges
superan los 500 hab./km 2, tam bién el estado de Kerala (con m ás de 650)
y las orlas costeras del Tamil Nadu en el S ur de la India alcanzan esas
densidades, y no menos llam ativo resulta el caso de la isla de Java en la
* ! que habitan unos 96 millones de habitantes sobre 132.000 km2. Tampoco
podemos olvidar a países como Filipinas y Vietnam, con densidades me­
I í dias superiores a los 170 hab./km 2. Además, estas concentraciones hum a­
nas adquieren m ayor significado p or agru parse en espacios reducidos.,
pues tanto en B irm ania como en el interior de la península de Indochina,
I i en la isla de Borneo y p arte de la de Sum atra, las densidades hum anas
caen a cifras p o r debajo de los 20 hab./km*.
> E stos contrastes de poblam iento se h an producido ya desde etapas
históricas rem otas, m erced a las fuertes concentracIo n e F lS inanas que
>'
■■ s s t ó s s r i r -
toleraba el arrozal regado en las llanuras inundables, en tan to que el cul­
I" t ivo itinerante sobre tos interíluvios iíivadidos por el bosque tem a una
capacidad alim enticia"incom parablem cnte_m enor. Sin em bargo, ambos
}"■ sistemas se ven som etidos a una presión hum ana sostenida y a una inten-
.sjficación creciente. Por lo cual, el éxodo,_d e ..]a_población "campesina
i , hacia los núcleos u rbanos se ha extendído jrrernedia bI emen te,_.Asi en ía
>» India la población urbana creció a un ritm o dc 3,8 % anual, m ientras
que la población total aum entaba sólo a un 2,2 ‘J'o.
M - Pero este éxodo no es capaz, por sí m ism o, de aliviar la presión h u ­
H
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mana en el cam po, m ientras que, por el contrario, alim enta una extraor­
dinaria masjficación y hacinam iento en las ciudades. Las cuales, sin em ­
bargo, acogen a un porcentaje reducido de la población total —u n 22,3 %
de media—, que es incluso inferior al de los países africanos, pero que,
M dado el volumen demográfico del Asia m eridional, ha perm itido el desa­
rrollo de grandes aglomeraciones urbanas, a la cabeza de las cuales se en­
l'i cuentra Calcuta, con cerca de 10 millones de habitantes, o Bombay, con
M más de 8 millones, Y akarta o Delbi, con más de 6 m illones... Sin em-

N
460 ESPACIOS Y SOCIEDADES e s t r u c t u r a s e s p a c ia l e s en áreas subdesarrolladas 461

bargo, el elevado núm ero de grandes ciudades del Asía m eridional, que Pakistán o Bangladesh logran hacerlas b a ja r del 15 Hecho que, en
cu la India se traduce ea la existencia de 12 aglomeraciones con m ás de buena medida, se debe al enorm e peso que todavía conserva 1a m orta­
1 millón de habitantes, se debe a su extraordinaria densificación hum a­ lidad infantil, que supera el 90 en todos los grandes países del con­
na., pues las sociedades que ocupan estas tierras son nítidam ente ru ra ­ junto regional. Y es precisam ente el elevado núm ero de niños malogrados
les. Y es, en parte, este carácter ru ral de ia población, con sus connota­ lo que hace m ás difícil el m entalizar a las m asas p ara que asum an p r o
ciones de elevado analfabetism o y falta de medios para poner en prácti­ gramas de restricción de la natalidad.
ca program as de control de la natalidad, lo que contribuye a m antener La conjugación de la natalidad y m ortalidad aboca a un crecim iento
un com portam iento demográfico pronatalista. vegetativa enorm e, que para todo el conjunto regional se sitúa en un
2,23 %, inferior al de África (3 %), pero sim ilar al de Iberoam érica. Y este
abultado crecim iento, que, si se m antiene, puede duplicar el volumen
2. Los factores del crecim iento: una dinám ica dem ográfica difícil total de la población en un lapso de 30 años, resulta tanto m ás grave
de frenar cuanto que no parece que vaya a descender ni a corto ni a medio plazo,
por más que lleguen a reducirse las tasas de natalidad, que, según las
Dado que el distanejam iento entre la natalidad y m ortalidad provoca previsiones de las Naciones Unidas, descenderán a 27,8 %o a finales de
un crecim iento demográfico progresivam ente amplio, este crecimiento siglo (ONU, 1982, 37), pero que, como se acom pañarán de un descenso
parece que ha de continuar, puesto que esas variables, aunque tienden a de la m ortalidad h asta los niveles actuales de Malasia o Tailandia por
la baja, aún no han dejado de distanciarse entre sí en una buena p arte ejemplo —un 7 %o—, el crecim iento vegetativo se m antendrá p o r encim a
de estos países. del 2 % anual.
En una visión de conjunto, las tasas de natalidad y m ortalidad son Las perspectivas no parecen, en consecuencia, demasiado halagüeñas,
excesivamente elevadas en la m ayoría de los países. Las prim eras han sino que, m uy al contrario, esta situación conduce a una saturación y
experim entado una evolución al alza entre los años posteriores a la superpoblación de los medios rurales, que, ante la escasez de tierras y
II Guerra Mundial y los que inician la década de los sesenta, puesto que de oportunidades de empleo, obliga a m uchísim as personas a em igrar
las m ejoras higiénicas y sanitarias han favorecido la eliminación de casos hacia las ciudades, donde contribuyen a potenciar el hacinam iento y los
de esterilidad y la reducción del riesgo de m uerte de la m adre y del desequilibrios urbanos. Por ello, urge poner en m archa program as de
recién nacido, por lo cual, cuando estas generaciones llegan a la edad de planificación fam iliar, pero éstos no resultarán eficaces m ientras afecten
procrear, su m ayor peso relativo dispara hacia arriba los índices de n ata­ a poblaciones que no encuentran incentivos para llevarlos a cabo.
lidad, que alcanzan cotas de hasta un 49 96o, como sucede actualm ente
en Bangladesh. No obstante, esta etapa ha sido ya prácticam ente supe­
rada por todos los países del Asia m eridional e incluso hasta por los de
Africa, que se encuentran más retrasados en su evolución demográfica 3. Políticas y estructuras dem ográficas
que los de Asia. No obstante, eí m antenim iento de unas altas tasas de
natalidad, como puede com probarse en el cuadro X I.l, está generalizado, La extraordinaria densificación del Asia m eridional ha obligado a casi
pues de los 19 países que aparecen sólo 5 tienen índices p o r debajo del todos los gobiernos a tom ar m edidas p ara el control de natalidad, la
30 %o, países que, por o tro lado, representan muy poca cosa desde el cual, unida a la caída de la m ortalidad, ha abocado a unas estructuras
punto de vista demográfico y territo rial en el conjunto, si exceptuamos demográficas específicas.
el caso de Tailandia (los otros 4 son Sri Lanka, Macao, Hong Kong y
Singapur). ^De esta m anera Ja tasa m edia ponderada dc natalidad en a) E t valor de las políticas dem ográficas. — El espacio indostánico,
Asia m eridional se sitúa hoy en un 36,5 %o, que, en otros térm inos, signi­ con sus m ás de 920 millones de habitantes, constituye el ám bito donde
fica que cada año nacen allí casi 50 millones de niños.J se hace m ás necesario actuar. Sin embargo la India ha sido testigo de
^La natalidad, en sum a, está en retroceso, aunque muy lento, pues, vastas cam pañas para el control de la natalidad ya desde mediados dc los
como apuntaban los representantes de la India en la Conferencia de la años sesenta y, paradójicam ente, se sitúa actualm ente en tasas de creci­
Población M undial de B ucarest (1974), «el m ejor m étodo contraceptivo miento vegetativo superiores a las de aquellas fechas, de m anera que,
es e t desarrollo» y evidentem ente ni la India ni el Asia m eridional pare­ considerando la evolución durante el presente siglo, ha sido en el dece­
cen avanzar dem asiado en ese cam inoj nio 1971-80 en el que ha alcanzado su máximo crecim iento anual: 2,2 %
Por el contrario, la m ortalidad ha caído con más fuerza, y sin llegar (Lardinois, R., 1982, 1.046).
a los niveles de los países iberoam ericanos, se han reducido enorm em ente Por lo que respecta a los otros países del Asia m eridional, ya a p rin ­
sus Índices. A p esar de lo cual, los países de m ayores dimensiones de­ cipios de los años setenta todos, excepto Kam puchea, se habían plan­
mográficas continúan con elevadas tasas, pues ni ia India, Indonesia, teado políticas demográficas restrictivas, lo que lia perm itido reb ajar
462 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES E \T ¿REAS SUBDESARROLLADAS 463

las tasas de natalidad y el crecim iento demográfico de una m anera apre- servaba una tendencia al alza (Lardinois, R., 1982r 1.060-62). Podemos con­
ciablc/A st, sólo Bangladesh supera actualm ente el índice dcl 3 %, y si cluir, po r lo tan to , que es muy difícil obtener resultados espectaculares
a este país añadim os las Maldivas, Pakistán, Vietnam y Brunei, que so­ cuando falta una infraestructura hospitalaria y se actúa sobre pobla­
brepasan todos el 2,5 los dem ás se encuentran por debajo d e este ciones analfabetas, carentes de m edios económicos, que no com prenden
um bral. Lo cual quiere decir que lia habido una reducción de la natali­ o no com parten el valor de estas medidas, tanto más cuanto que los
dad y del crecim iento demográfico respecto a las décadas pasadas; re­ «intocables» —el grupo social m ás m isero y desvalido de la India— pen­
ducción basada principalm ente en el aum ento de la edad al m atrim onio saban que estas m edidas iban encam inadas a acabar con ellos.
y en el uso de técnicas contraceptivas, pero los resultados difieren mu­
cho de unos países a otros y no han sido tan im portantes como se espe­ b) E stru ctu ra s dem ográficas y caracteres de la población . — E l re-
raba. En Bangladesh, por ejem plo, únicam ente el 8 % de ías m ujeres sultado más claro de la dinám ica dem ográfica en el Asia m eridional e s"
casadas utilizan métodos contraceptivos y un 14 °A¡ los ha utilizado algu­
~¿1 predom inj5.de una población joven, en la que el grupo dé jo s m enores
na vez (Lariviérc, J. P., 1981, 18). Tan sólo Singapur y Hong Kong han
de l S l m osjalcanza un porcentaje que casi_ duplica aI~cTelos países desa­
realizado progresos espectaculares pero, evidentemente, las condiciones
de estos dos países, que m ás bien form an ciudades-estados, no son las
rrollados;, (40 % frente Un.i>redominio~3eJ.as edades masbajas
que no se ve contrarrestado por ja a b im d a n c ia de las m ás aftas, ya que
que corresponden a todos los dem ás, donde en torno al 80 % de su pobla­
los mayores de 65 _anps.no representan m ás quj^el 3 % frente
ción es rural. Junto a estos dos, Tailandia, además de Macao, Sri Lanka
en lo s'p aises desarrollados^.
e Indonesia representan los casos en los que las políticas demográficas
~ Juventud de la población que se m antiene con caracteres sim ilares
restrictivas han tenido m ás eficacia.
en casi todos los países del conjunto regional, como puede observarse
Por ei contrario, el caso de la India, como hemos señalado, ha cons­ en las pirám ides de población de la India y Tailandia, si bien en esta
tituido un fracaso relativo. Por su im portancia, no podemos pasarlo por
últim a se ve ya una leve contracción de la base, contracción mucho
alto. Siguiendo a Lardinois, podemos distinguir tres etapas que se ex­
m ás clara en los casos de Singapur y Hong Kong, a pesar de que tam bién
tienden durante la década pasada, si bien la política de control de naci­
éstos continúen m anteniendo ese predom inio de la población joven.
mientos había comenzado con anterioridad. La política de planificación
fam iliar se había incluido ya en el I Plan Quinquenal, al iniciarse la déca­
da de los cincuenta, pero no pudo su rtir erecto h asta mediados de los La prim era-Xonsecuencia_d.e^esa estru ctura es urm_elevada tasa dc
años sesenta cuando se crean unas estructuras adm inistrativas indispen­ dependencia, de tal m anera que sólo el 57 % de la población es poten­
sables para ponerla en práctica, de m anera que entre 1965*69 se llegan a cialm ente activa frente a un 66 % en los países industriales. Ahora bien,
producir 5 millones de esterilizaciones y se alcanza la cifra de 10 millones una jju en a p arte de esa población .en edad }aboral_ no llega^a^ estar
dc personas que usan métodos Contraceptivos. Al com enzar la década de empiea*3a7pues si tomamos como ejemplo el caso de ía India, sólo un
los setenta el gobierno lanza cam pañas masivas de esterilización mascu­ de la población total era económ icam ente activa, bien con acti­
lina, que en un solo año (cam paña 1972-73) afecta a más de 3 millones de vidad plena o m arginal, según el censo de 1981; pero con la salvedad
personas, pero que se hunden posteriorm ente, ante el intento de inte­ de que m ientras en el grupo de los hom bres los activos representaban
g rar la política de control en una planificación fam iliar de conjunto que un 53,2 % del total, en el dc las m ujeres sólo alcanzaban el 20,8 % (Lar-
atendiera no sólo a la restricción de la natalidad sino, tam bién, a las dinois, R., 1982, 1.056).
m ejoras sanitarias y sociales. El bajo porcentaje de población trabajadora^ se v ejy rray ad o j> ar su
E s lo que se va a in ten tar a p artir de 1975, pero con la particularidad escasa ciiarin c^Ió n . Y 'es aquí donde radica uno de los problem as m a"
dc que se apoya dc nuevo en las esterilizaciones masivas, m ediante las yores paradla prom oción personal: el enorm e grado de_analfabctismo,
concesiones de estímulos económicos (viviendas, créditos...) o m ediante que en el conjunto regional afecta a más de la m itad de la población,
la imposición de medidas coercitivas, como la obligación p ara cada esta­ y en el ám bito indostánico en torno a los dos tercios del total. La
do de alcanzar unas cotas de esterilización fijadas a p a rtir del núm ero superación de esta situación exige costosísim as inversiones en infraes­
de funcionarios de que dispusiera dicho estado. Al mismo tiempo se re­ tru ctu ra escolar y en la form ación de m aestros, que sólo unos pocos
trasa la edad legal ai m atrim onio d e los 15 a los 18 anos p ara las m uje­ países han logrado realizar con éxito, entre ios cuales se cuentan
res y de los 18 a ios 21 p ara los hom bres. Como resultado, en la cam paña Hong Kong y Singapur, a los que se sum an Vietnam, Tailandia y Sri
de 1976-77 se superan los 8 millones dc esterilizaciones; pero esta polí­ Lanka, seguidos, a más distancia, por Filipinas. Evidentem ente m ien­
tica ciega acabó en u n a oposición violenta de las masas por los abusos tras persista el elevado grado de analfabetism o difícilmente podrán
cometidos, que obligó a suavizar las medidas. Y, así, el núm ero de quie­ aplicarse con éxito los program as de m ejora higíémco-sanitaria, de pla­
nes utilizaban algún método contraceptivo era m enor en 1981 que en nificación fam iliar y h asta de desarrollo económico, dado que éstos exi­
1976 (alrededor del 22,5 % dc las p arejas frente al 24 %), aunque se ob­ gen una m ano de obra cualificada que escasea en estos países. Por todo
464 ESFAL'IOS Y SOCIEDAOES ESTRUCTURAS ESPACIALES HM ÁREAS SUBDESARROLLADAS 465

lo cual, el extraordinario potencial demográfico del Asia m eridional ce el inform e dc las Naciones Unidas, expandiéndose el hábitat margi-
constituye más un freno que un m otor del desarrollo. ■nal por todas las ciudades como veremos más adelante. En el medio
rural llama la atención la escasez de equipam ientos^como lo dem uestra
*el"hecho de que en lj79. sobre un total de 576.000 aldeas en~l>Tj_ndia,
4. Las coTisecuencias socioeconóm icas del dinam ism o dem ográfico sóIo^óTOOO" disponían- d e . agua, .potable _crL. <^nt idad_suficiente, otras
TlT.OOO no~ tenían agua potable cerca; y las 399.000 restantes no tenían
El prim er problem a que esta inm ensa y creciente población plantea protegida el agua de la contam inación, que representa un riesgo per­
es el de su propia subsistencia . La mayoría de los pueblos de Asia manente.
cubrir sus, necesidades alim enticias básjcas^”t)e En cuanto a los n iveles de escolarizacjpn, van progresando v.,redu:.
acuerdo con los datos dcl cuadro X Ll, en l a m itad"de los países” entre ciéndose, aunque lentam ente, las tasas de analfabetismo. En ía India,
los que se incluyen los de m ayor peso demográfico, no se llega a dis­ '"por- ejemplo, la m atrícula escolar que afectaba al 42 % de los niños
poner de las calorías que se necesitan. Y es m ás, según el Inform e dc entre 6 y 11 años en 1950, se elevaba al 87 % en 1977, si bien parece
la ONU sobre la situación social en el m undo en 1982, sólo 4 países que en realidad sólo iban a la escuela el 60 % de los niños de esa
(Hong Kong, Singapur, Malasia y Birmania) tenían unas disponibilida­ edad. Además, estaban escolarizados el 37 % de los niños de 11 a 14
des m edias superiores a las necesidades, el resto estaba por debajo del años y el 22 % de los jóvenes de 14 a 17 (Milbert, I., 1981, 80). Aunque
um bral de las necesidades o, a lo sumo, lo alcanzaba (ONU, 1982, 104). estas cifras se quedan muy bajas com paradas con las de los países
En conjunto, la producción agrícola.ha crecido más de prisa que la p o ­ desarrollados o con las de China, no por ello dejan de representar
blación durante la^ecaH Fp^ada.y-la_prje.s§Q te^x.ej^crecim iento las avances im portantes.
- cosechas, por efecto de la Revolución Verde, s e J ^ d ^ a d o ^ s c n tir " r o n El progreso tam bién ha afectado a la sanidad, con reducciones
fuerza, pero ello n o .u p a Sáfela destacables de las enferm edades epidémicas, pero el número, d e ju é d i-
conjunto, ^sin tener, en cuenta ía distribución ^ r ^ n A ^ u ^ ^ j C,o s es aún ¡muy _bajo, con una media de 4.500 personas por medico
Así, por ejemplo, en la India se ha pasado de 156 kg por habitante" y"año (6~o 7 veces" m ás que en los países industriales),- hecho que dificulta
a 161 kg entre 1956 y 1980: aunque escaso se ha producido un progreso. enorm em ente la asistencia y el desarrollo sanitario, potenciado p o r 3a
Pero lo que no se puede olvidar es que estas m edias encubren acusadas concentración del personal sanitario en las ciudades y algunos núcleos
disparidades regionales y, sobre todo, sociales, porque todavía en 1982 de cierta entidad, quedando vastísim as zonas rurales sin atenciones
se evaluaba en 300 millones el núm ero de hindúes que vivían p o r de­ médicas.
bajo del um bral de la pobreza (Lardinois, R„ 1982, 1.059). En suma, podemos concluir que el dinamism o demográfico con­
Pero el caso extrem o de las carencias alim enticias lo representa tribuye a potenciar 3os problem as del Asia meridional, tanto más
Bangladesh, donde si en 1963 un 40,2 % de la población vivía por de­ cuanto que la carencia de capitales, la pobreza generalizada, se acom­
bajo del um bral de la pobreza absoluta (definida, en tre o tras m uchas pañan de una organización social desequilibrada que sume en la m iseria
manifestaciones, p o r un consumo inferior a 1.935 calorías por persona a un contingente cada vez mayor de personas, las cuales, inm ersas
y día), en 1975 ese porcentaje se elevaba a un 61,8 %, y en la actualidad en el círculo vicioso de la pobreza, sin medios, sin capitales, sin cono­
m antiene un déficit de consumo calórico de los m ás grandes del mundo. cimientos ni oportunidades para prom ocionarse, son incapaces de salir
Ello se debe, en p arte, a la extraordinaria presión hum ana sobre la por sí mismos, de esta situación, que sólo podrán vcnccr si las insti­
tierra, pues -cuenta con un 80 % de población agraria, que se reparte tuciones u organism os estatales rom pen ese círculo vicioso a través
unas explotaciones muy pequeñas, las cuales ya en 1972 no llegaban de una organización social que favorezca a estos «condenados de la
m ás que a 1 hectárea de m edia, pero los dos tercios de las m ism as tierra» como Ies llam a F. Fanón. En caso contrario, las tensiones y las
ni siquiera alcanzaban esa cifra, con la salvedad de que un 40 % dc violencias sociales surgirán como única respuesta.
las familias rurales no disponían de tie rra (Lariviere, J. P., 1981, 16), Las densas com unidades hum anas del Asia m eridional constituyen
y que adem ás un 32 % de la población activa rural, estaba sin empleo sociedades básicam ente agrarias, que obtienen su subsistencia a p artir
o subeoiffteada (Al-Mamun Khan, A., 1982, 387), fundam entalm ente del arrozal regado. El estudio, pues, de las condi­
La fuerte presión hum ana, principalm ente en Java y en el espacio ciones dcl desarrollo agrario y del m undo ru ral exige, para su m ejor
indostánico, aunque tam bién en Vietnam y Filipinas, se revela como comprensión, un análisis previo dc las condiciones ecológicas.
u n factor de desequilibrio, que se.trad u ce en un aum ento constante del
núm ero de cam pesinos sin tierra y que alim enta el éxodo hacia las
ciudades, por efecto del ¿¡push» rural. III. L a s c o n d ic io n e s e c o l ó g ic a s : un m e d io c á l id o y húm edo
JE sp m a a & c io n c s no favorecen el aumento^ del nivel de vida. Así,
el défic i t j fe v f t ^ ~ d f f T s e g F r ^ n ¿ Los casi 9 millones de km2 del Asía meridional no nos perm iten
466 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES UK ÍR EA S SUBDESARROLLArtAS 467

hacer una caracterización ecológica más que a escala del «dominio», minio de zócalo peninsular que se localiza en el gran triángulo me-
bien morfológico, ben climático o biogcográfico, a pesar de la hetero­ ridional de la India, desde Los montes Aravalli hasta Ceilán, isla que
geneidad existente en un conjunto territorial tan amplio, que integra representa una continuación de la meseta dei Decán y de los Gates oc­
regiones del hem isferio Sur, ju n to a otras que, en el caso de la India, cidentales. No obstante, aunque el Decán term ina, por el N orte, en los
llegan a sobrepasar los 35u de latitud Norte, y que al lado de climas m ontes Vindhya, el zócalo llega hasta los Aravalli. E sta m eseta de
ecuatoriales y monzónicos, es afectado por otros desérticos. Una hete­ rocas cristalinas está interrum pida por horsts que se levantan en su
rogeneidad climática que tiene su réplica en la morfológica, pues en interior (montes Vindhya) o en sus bordes (Gates occidentales y Gates
el Asia m eridional se encuentran viejos zócalos reducidos a penillanu­ orientales). A este conjunto se debe añadir el horst de Shillong, el cual
ras, como sucede en el Decán, frente a cordilleras geosinclinales, m a­ constituye una región m orfoestructural que forma parte, junto con
cizos antiguos, extensos relieves volcánicos y, ante todo, y como fruto el Decán y Ceilán, dei zócalo gondu’aniano. De capital im portancia
de la erosión de estos relieves, amplias llanuras aluviales y deltaicas resultan las m esetas volcánicas form adas a p artir de la efusión de
fácilmente inundables que han servido de base al desarrollo de la lavas entre las fallas del zócalo, que afectan principalm ente a los es­
«civilización del arroz». tados de Madhya Pradesh y M aharastra (ver fig. 11.2) dando unos sue­
los de gran fertilidad (los regar), dedicados al cultivo del m ijo, algodón
y cacahuete. Finalm ente, las estrechas franjas de aluviones depositados
1. El significado de la configuración m orfológica en la costa -occidental, junto con los aluviones y llanuras deltaicas, más
amplias, de la costa oriental han favorecido los densísimos asentam ientos
Como rasgo m ás destacable del Asia m eridional podernos^señalar la^ humanos que tienen lugar en estas franjas costeras, aprovechadas para
moñofoníá” de su relieve aplanado o suavemente^ ondulado, correspon­ el cultivo del arroz.
diente a vÍejos_zócaIo_s .arrasados, que aparecen no sólo en el Decán sino AI N orte del zócalo se extienden las vastísim as llanuras indogangé-
también en el Sur de Vietnam o en la isla de Borneo (Kalim antan). ticas, form adas por aluviones cuaternarios, arrancados del zócalo y ca­
) El edificio m orfoestructural en este sentido se explica por la sub­ denas himalayenses, que se han depositado en esta fosa de hundim iento,
ducción. de la placa indica, como veíamos en China, bajo la euroasiá- dando lugar a unas llanuras de escasa altitud, por debajo de los 270
tica, que ha dado lugar a un levantam iento de las cordilleras hima- metros, en su m ayor parte. Es aquí donde se alcanzan las máximas
layas, con una clara orientación zonal como corresponde a los em pujes densidades hum anas, ligadas tam bién al cultivo del arroz, especial-*
tectónicos, de dirección m erid ian a.'P o r el contrario, la subducción de mente en los deltas de la bahía de Bengala (Bangladesh y Bengala oc­
la placa del Pacífico o de la subplaca de la cuenca de Filipinas bajo la cidental) y en num erosos distritos del valle del Ganges y del Indo,
plataform a continental dé la placa euroasiática ha provocado, dado ta s llanuras gangéticas se prolongan, con las m ism as características,
el sentido zonal del em puje tectónico, la alineación de las cordilleras de por la fosa del B rahm aputra, en el estado de Assam.
Birm ania y de la península de Indochina en dirección m eridiana (mon­ Finalmente, las cordilleras himalayenses se levantan como una m u­
tes Arakan y cordillera Annamitica). P ara com pletar el esquema hay que ralla im presionante al pie de las llanuras indogangélicas. Se trata de
añadir el em puje y subducción. de la placa indica, en sentido SO-NE cordilleras terciarias, que iniciaron su levantam iento d u ran te el Ju ­
bajo las islas de la Sonda —Sum atra y Java— en cuyo borde suroc- rásico y que h an continuado elevándose hasta la actualidad. De Sur a
ci den tal precisam ente ha dado origen al levantam iento de elevadas ca­ Norte se distinguen cuatro conjuntos, que van desde el Prehim alaya
denas m ontañosas como los m ontes Barisan de Sum atra, que tanto aquí —los Siwalik— form ado por m ateriales terciarios, plegados durante el
como en Java aparecen salpicados de construcciones volcánicas. Todo cuaternario y que apenas sobrepasa los 130 m etros, seguido del Hima­
el. conjunto de islas de Indonesia, Malasia y Filipinas estaría sometido laya medio, com puesto por m ateriales paleozoicos y mesozoicos, con
a las presiones tectónicas encontradas de las placas Pacífica e índica, altitudes entre los 2.000 v 3.300 m etros. El Gran Himalaya se levanta
hecho que se traduce en la form ación de num erosos focos volcánicos a continuación ya con granitos y gneis, culm inando en el techo del
y ^n la abundancia de terrem otos, que tanto afectan a Filipinas, a Su­ mundo (Everest, 8.848 m). Más al N orte se extiende el Tránshim alaya,
m atra yt principalm ente, a Java, Finalmente, las cordilleras del Oeste compuesto de m ateriales que van desde el Paleozoico al Eoceno, a
paquistaní (Sulaiman y K irthar), de orientación m eridiana, se han for­ altitudes de 3,000 h asta 5.000 m. La vida hum ana en los altos valles se
m ado como respuesta o resistencia pasiva an te el desplazamiento del hace difícil, pero, en cambio, estas m ontañas, que concentran grandes
zócalo del Decán hacia el Norte* Por ello, las cordilleras dcl S ur dei precipitaciones, favorecen la construcción de embalses y la disponibili­
Beluchistán iraní y paquistaní, que no han sido afectadas por el em puje dad de abundantes caudales de agua para los regadíos de las llanuras
de esta placa, conservan la dirección zonal alpina. indogangéticas.
Este esquem a tectónico es el responsable de la configuración de Frente al conjunto de zócalos, llanuras cuaternarias y m ontañas jó­
los dominios m orfoestructurales. Por su extensión, sobresale el do­ venes del ám bito indostánico, el relieve del Sudeste asiático participa
ESTRUCTURAS ESPACIALES E \r ÁREAS SUBDESARROLLADAS 469

Fig, 11.2. (C om .)

© @

hom bres MUJERES HOMBRES MUJERES

4 fr*9
4^44
«“»
3Q-X
2b-»
2C-2*
15-19
10-14
Artos
5-9
90 CM
-I---- ----*T "i
85 %10 8 10% %10 8 10 10%
80
c. P irám ide de población de H ong Kong, 1978, d . P irám id e de población d t S ingapur,
75 según B .E .E ., 1980 según B .E .E ., 1980.
HOMBRES M UJERES
70

65

60 de los caracteres de aquél, aunque en unidades más pequeñas y frag­


55 m entadas. En toda la península de Indochina las alineaciones adoptan
60
una disposición m eridiana o subm eridiana, como puede verse, incluso
en el sentido en que discurren los ríos principales. Se tra ta de cordi­
45 lleras terciarías, como los m ontes Arakán de Birm ania, o de macizos
40 antiguos, como la cadena Anmamítica de Vietnam, entre los cuales
aflora el zócalo, recubierto por sedim entos terciarios y cuaternarios.
35 Más al Norte, en la m eseta de Shan en B irm ania y la m eseta del
30 Norte de Laos, se tra ta de m ateriales secundarios que han sido ple­
25
gados durante la tectónica cenozoica. Es en Birm ania y la península
de Indochina donde se producen los m ayores contrastes en el pobla­
20 miento entre los sectores m ontañosos de los interfluvios, apenas ocu­
15 n pados y aprovechados para la agricultura de tipo itinerante, por una
parte, y los valles aluviales y deltas costeros, enorm em ente densifica­
10
dos, por otra. E stas disparidades se fundam entan, como en el espacio
5 indostánico, en la explotación de Jas llanuras inundables por el arrozal
regado, ya desde antiguo.
0 í
SO
u
40 30
T
to 0 TO
T
20
r
30 40 .
T I-os mismos contrastes se observan en Indonesia, Malasia y Filipinas,
50 sí bien aquí la acusada accidentación del relieve de algunas islas obli­
POBLACION (EN MILLONES) ga a establecer los arrozales en terrazas construidas a tal efecto sobre
pendientes, terrazas tanto m ás fáciles de hacer cuanto que se realizan
Fíj?. 11.2. a, b, c y d. D iferentes tipos dc estructuras dem ográficas
sobre los abundantes m ateriales volcánicos existentes en todas estas
islas (ver en fig. 11.3 los conjuntos m orfoestructurales).
a. P irám ide d e población d e Tailandia, en 1977, según J9&Q E l relieve, con ser un condicionante im portante de la ocupación
b. P irám ide de población de la India en 1978, to m a d o de I. M ilbsri, 19X1, humana, no es el principal, pues no cabe duda que ios climas ejercen
« g ú n P o u r la Science et Scicntific A m erican, 1980. un papel m ás decisivo.
470 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SLBDESARROT.LADAS 471

2. La disparidad de ¡os m edios bioclim úíicos


para los pueblos del Asia m eridional en uno de los elementos claves de
Desde los m edios desérticos de Paquistán (Sind > Thar), por los su propio desarrollo.
dominios mon 2 Ónicos del Asia continental h asta los bosques ecuatoriales Unos pueblos que se han asentado fundam entalm ente en las llanu­
de Indonesia se extienden unos conjuntos biogeográficos contrastados, ras inundables, sobre las cuales han eliminado prácticam ente todo
que, sin embargo, han abocado a una problem ática hum ana sim ilar, vestigio de vegetación natural. Por ello resulta llamativo com probar
en la que destaca un rasgo fundam ental: la im portancia que adquiere el la escasa im portancia de la m ism a en una gran p arte del Asia m eridio­
control dcl agua, no sólo en las regiones desérticas, sino tam bién en nal, de m anera que no cuenta, en conjunto, más que con un 36 % dc
ías monzónicas y ecuatoriales. Itas disponibilidades de agua son una superficie forestal, pero con grandes desequilibrios entre unos terri­
función, evidentemente, de las precipitaciones totales y de su retención torios y otros, pues Paquistán, por su carácter desértico, no dispone
y distribución m ediante em balses y canales, adem ás de su extracción más que de un 3,5 Bangladesh, por la fuerte presión hum ana, no
por pozos. Las posibilidades que se derivan del tipo de ciima consti­ llega m ás que a un 15,2 %; la India alcanza un 20 %, en tanto que to­
tuyen, p o r lo tanto, un p rim er elemento dc cuenta. dos los dem ás superan el 30% , sobresaliendo Camboya, M alasia e
Dc un modo genérico, podemos definir tres dominios climáticos Indonesia, que cuentan con unas dos terceras partes de sus tierras ocu­
diferenciados: un dominio ecuatorial, que afecta a los territorios de padas por el bosque. E n definitiva, frente al espacio indostánico, el
Indonesia y Malasia, un dominio monzónico, que afecta a Filipinas, Sudeste asiático ha conservado una extensa superficie forestal a pesar
al Sudeste continental y a la mayor p arte de la India, y, finalmente,
un dominio subárido y árido, que integra el R ajastán indio, y a la m a­
yor parte de Paquistán. Las altas altitudes del Himalaya-Karakorum
introducen un clima frío y húm edo o bien frío y desértico, según la
latitud y la exposición.
En principio, los mecanismos de la dinámica atm osférica son los
mismos que señalábam os para China m eridional, es decir, un ascenso
generalizado de la convergencia Intertropical hasta latitudes superio­
res a las del trópico de Cáncer, con lo que se desencadenan, principal­
mente a p a rtir de mayo, las lluvias monzónicas, que afectan a la India,
al Sudeste asiático y a Filipinas, provocando lluvias intensas, que
duran entre 4 y 8 meses según regiones y que descargan mayores vo­
lúmenes hídricos en las m ontanas expuestas al monzón del Suroeste
(Gates occidentales, piedem ontes himalayenses y valle del Ganges, m on­
tes Arakán, cordillera de Dawna en el Oeste de Tailandia y cadena An-
namitica). Por el contrario la m ayor parte de Paquistán y el R ajastán
indio, que apenas están afeclados p o r los monzones, sufren el barrido
de los vientos del interior procedentes de los anticiclones subtropicales,
configurándose como territorios subdesérticos y desérticos, con preci­
pitaciones inferiores a los 250 m m anuales, recogidos bien durante los
meses veraniegos (influencias monzónicas) como d u ran te el invierno
y la prim avera (gotas frías desgajadas del Jet) (ver fig. 11.3).
La estacionalidad monzónica origina periodos de intensas lluvias que
en los pequeños cursos fluviales dan lugar a trem endas variaciones del
caudal entre d invierno y el verano, con los consiguientes desborda­
mientos. Las oscilaciones se producen tam bién en los grandes colecto­
res (Indo, Ganges, Irawady, Saluen, Mekong) aunque se ven am inora­
dos por la com plejidad del régim en que introduce la longitud de sus
cuencas. Los desbordam ientos dc los ríos están potenciados por las
enormes trom bas de agua procedentes de los tifones que afectan ex­
clusivamente a las costas orientales (Coromandel, Bengala, Vietnam).
Por todo ella, podemos señalar que el control del agua se ha convertido Hg. 11.3. a, b y c. Condiciones naturales det Asia Meridional,
a. PrevipiíacioníS anuales en nuti.
r
HSIRUCTL'RAS ESPACÍALES HN ÁREAS SUBDESARROLLADOS 473

Fig. 11-3. (COJU.)

b. Conjunio bioclimáticos. según J. Dcpuis, 19 7 5 .


c. Conjuntos morfoestructurales, en J.M - Casas T o rres. 1979.

de Jas fuertes densidades hum anas que han eliminado la cobertera


vegetal de num erosas regiones.
Una cobertera vegetal que es de una gran riqueza florístíca, princi­
palm ente en Indonesia, Malasia y Filipinas, donde las exportaciones
de m adera aportan alrededor del 3 % del PNB indonesio y del 8 %
del malayo. Desde el punto de vísta biogeográfico se pueden distinguir, si’
guiendo a Dupuis, cuatro tipos de form aciones vegetales. En prim er
lugar, las de ecología tropical húm eda, que se extienden po r las regio­
nes desprovistas prácticam ente de estación seca, como en el Sur de la
e
o India, Assam e islas del Sudeste asiático, con grandes árboles, que
O recubren varios estrato s de vegetación; la intervención hum ana sobre
las form aciones clímácicas han favorecido los poblam ientos gregarios
dc sal (Sko rea robusta), de teca (T ectona granáis) y de bam búes, en
.3
LU las regiones ecuatoriales los m anglares cubren tam bién vastas super­
ficies de los deltas y estuarios. En segundo lugar, las form aciones de
ecología tropical con estación seca, es decir, de régimen monzónico,
que configuran un bosque semicaducifolio, en el cual sobresalen espe­
cies como el sal en las regiones dc m ayor hum edad (Bengala, Orissa,
Bihar, orla him alayense), la toca y el sándaLo {Shaníalum álbum ), en el
centro del Decán y de Indochina. La roturación de este bosque ha dado
474 ESPACIOS Y SOCIEDADES

•o vi oí in
fN
lugar a una degradación progresiva hacia una sabana cada vez más H O
pobre, que en algunas com arcas del centro del Decán, ante la presión
humana, ha pasado incluso a una estepa herbácea. E n tercer lugar, las
formaciones de ecología tropical con tendencia árida, que ocupan el o O r- ar-« O' «-i
SO es o
—« o o
1*1
rsi
—N os m—
interior,del Decán y el Noroeste indostánico. En el prim ero predom ina
in
r>»
una vegetación dc acacias y arbustos espinosos y en el R ajastán y re­
giones del Indo se desarrolla una sabana arbolada, con acacias, arbus­ C^i 06OO
tos espinosos y m atas de gram íneas, que se degrada en Thar a un
desierto con dunas vivas, salvo en las áreas de regadío. Finalm ente, las
form aciones de alta m ontaña dan lugar a una d is e ñ e vegetal en la que e
H <N LO S g 'ü .
al bosque monzónico sucede un piso de coniferas y frondosas tropica­ is
■uO -1 2 1 - I I r>5
les (robles y cedros) que, en tre los 1.500 y 2.500 m, cede el paso al •A M
<z
nebelwald (dc robles» laureles, castaños orientales, epífitas, helcchos,
’e oo in m
orquídeas) y, a mayor altitud, al bosque tem plado (coniferas, betuláceas), c r^ l
que en el Himalaya llegan hasta los 3.900 m, donde acaba el estrato & JS |S i - * oo
a LO 3
arbóreo, sustituido por el de alta m ontaña (Dupuis, J., 1975, 32-38). On ■M8
’C
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En definitiva, las condiciones ecológicas del Asia m eridional sobre­ &
M
e
salen, ante todo, por las abundantes precipitaciones (ver fig. 11.2b) que o«" o K)
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- O o o m r»
M 5 ,2 , 2 ^

significativas
superan los 3.000 mm anuales en el dominio ecuatorial y en determ i­ C ■ai O *-« 'O oO c*-, r - 1 O tt
c rs¡
(N — * --¡ ti
nadas regiones m ontañosas (C herrapunji en el bloque del Shillong llega ’C £ a ÍN — <
O,
u
hasta ios 14 m), pero que se m antienen por encima de los 1.000 mm en s
la mayor parte del conjunto regional, a excepción del interior del De- 1p.
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ití r- O
i© in «-<

X I.2
,cán y del Noroeste indostánico. A estas precipitaciones se añaden unas _ in
C ?\ rH co ir. <
u.
tem peraturas elevadas, las cuales oscilan en torno a los 26-28° C de

agrarias
media m ensual en el dominio ecuatorial indonesio. En Jacobabad, en el

C uadro
s
Sind paquistaní, se sitúan tam bién en los 27° C de media anual, aunque ac
O OQO
aquí la am plitud térm ica va de los 15° C de enero a los 37 de junio. En
suma, la región se caracteriza p o r sus elevadas tem peraturas, y, salvo fsi
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Variables
en los medios desérticos, precipitaciones, que perm iten realizar cual­
quier tipo de cultivo a lo largo de todo el año, siem pre que durante los
meses de la estación seca se pueda disponer dc agua em balsada o de ÜJ) “
pozo para el regadío. Por eso resulta de excepcional im portancia la §■2
M1 2II W
c o >C5 c o i n «n rw
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construcción de. presas, canales, tanques (embalsam ientos poco pro­ <3
Cr

fundos de agua retenida en pequeñas depresiones), etc., destinados a 3


asegurar y potenciar las cosechas, porque, adem ás, a pesar de la abun­ ¿I . >Wo s5 ) <¡ rs* i f i O 'f f '.w 'A i r t Q i n a
u
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dancia de las lluvias monzónicas, muchos años no llegan a tiempo para w£ » £
desarrollar los cultivos de secano. Y no se debe olvidar que los pueblos ***
de Asia m eridional son básicam ente rurales y viven principalm ente de ú. -o
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Zí m
la actividad agraria. m t•«
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a
IV. LOS MEDIOS RURALES: LA ECONOMÍA DE LA PRECARIEDAD Y DE LA POBREZA
2o iÍ> iw í
CU * ou

I^ ájm portancia de la actividad agraria radica en el hecho de consti- 3
■-^*-r .l?_P Í?P P 5 !:^.^iye_de_£mpIeo_£^e ¿ubsistencia 3e la mayoría de las «3 5
hum anas del_Ásia m eridional: cnlre la m itad y más de las tres % í-S a * <
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cuartas partes de la población activa, según países, trabaja en la agri­ § S - |- | ^.5 § ^ S ^ ^ c
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3
cultura; sólo ios pequeños territorios o estados de Macao, Hong Kong, 5 n^ o'5'S rt » « « « .S "C’S Pv

1
476 ¿¿STKÜClL'RAS ESPACIALES EN ¿REAS SLDÜüSARROLLADAS 477
ESPACIOS Y SOCIEDADES

Singapur y B runei se alejan dc esta situación; e n tre los dem ás sobre' interíluviales o de sectores con fuertes pendientes, se prefiere extender
salen los casos dc Nepal y Bután, donde h asta el 90 % de sus activos el regadío, que es la m odalidad de cultivo m ás socorrida y apreciada.
se emplean en la agricultura, y Laos y Bangladesh, que superan el 80 %. En este sentido, el ejem plo de la India resulta revelador, pues entre
E n general, los países de mayor peso demográfico sobrepasan los dos 1950 y 1970 duplicó el porcentaje de su superficie regada, que ha con­
tercios (la India el 63 "ó). tinuado creciendo posteriorm ente hasta la cifra de 57 millones de hec­
Ahora bien, si estos datos nos proporcionan ya una idea del atraso táreas en 1983 (Im ages Économiques du Monde, 1983, 194), con lo que
de las sociedades sudasiáticas, encontramos su confirm ación en el habría superado ya a China en hectáreas regadas (el Anuario de la FAO
escaso porcentaje que la ac tiv iJa J agraria regresenia en e P P Ñ B T e l dc 1982 da, sin em bargo, 40 millones de hectáreas regadas en la India
país; jx > rc cn tá j_ e jiu ^ .por„ dgbaip ¿ c_jjPpóblá- y 45 en China en 1981), sí bien no alcanzan m ás que en torno a un te r­
c ió n ' activa que sostiene (ver cuadro XI.2). Con ello querem os enfa­ cio de la superficie cultivada (ver fig. 11.4), por lo que aún se m antie­
tizar q u e ra u n q u e "este fenómeno se dé tam bién en los países desarro­ nen fuertes oscilaciones en las cosechas en tre unos años y otros. Si el
llados, aquí, en cambio, adquiere m ayor significado p o r cuanto aboca regadío en la India no h a cesado de crecer, lo mismo podemos afirm ar
a un fuerte desequilibrio en la distribución de las rentas, desequilibrio para el Sudeste continental, aunque aquí las m enores disponibilidades
que se ve potenciado p o r la escasa valoración de los productos de de tierras llanas obligan más bien a perfeccionar e intensificar ios exis­
subsistencia frente al alto valor de los obtenidos en las plantaciones, tentes que a establecer otros nuevos.
de tal m anera que la economía de subsistencia está absolutam ente gene­ En cualquier caso, la parquedad de las tierras disponibles (0,9 hec-
ralizada, alcanzando muy poco valor los intercam bios com erciales, que táreas de tie rra arable por persona em pleada en la agricultura) exige
frecuentem ente adoptan la form a de trueque, como lo señalaba recien­ la roturación de nuevos terrenos y el aprovecham iento máximo de los
tem ente Ignacio Carrión para el R ajasthan indio (C am ón, I., 19S4, 46). existentes, de m anera que la obtención de varias cosechas anuales de
Economía agraria dc^subsistencia_y economía de la precariedad y de cultivos muy diversos —policultivo de subsistencia— es la norm a gene­
la p o b r e z a s e d a n tejniano en estas tierras, tanto sobre las fértiles lla­ ral, por m ás que el arrozal regado domine p o r doquier y se haya
n u ra ? alím ales y dejjtaícarcom o sóbreT^^míerflUVicís escasam ente po­ convertido en el sím bolo de estas «civilizaciones hidráulicas».
blados. Ante la incesante presión ^dem ográfica £ a n te j la* inseguridad En efecto, las tem peraturas toleran el desarrollo de los cultivos a
S e la s lluvias monzónicas se debe recu rrir a ja am pliación de ía super­ lo largo de todo el año, por lo que, siempre que se disponga dc agua,
ficie regada p ara asegurar la?; cosechas; mas, a pesar d e to d o ^ u ñ a se pueden obtener dos y hasta tres cosechas anuales de productos
<nsfuiTcioíiaT estn ictu ra de la .propjedad_y ,de las explotaciones agra­ básicos. Así, en las llanuras inundables de Indochina es frecuente rea
rias^ unido a la cjircnci^ de m ios .económicos y técnicos, a_ la_ausen­ Üzar una cosecha de invierno, que cuando no se cuenta con agua sufi­
cia .d e _ c r S 'd íto s .u n ,jnterés^soportable, a .te. f a ita ^ d ^ m fr^ s tru c tu ra s ciente suele corresponder a alguna leguminosa (judías po r ejemplo),
para dmamizar los intercam bios com erciales... sum ergen a las socieflaHes las cuales se cosechan al llegar la prim avera, momento en el que se
rurales en u na situación difícil y_sín_ a p enas e s p e ra n z a s te , prom oción, trasplanta el arroz precoz desde el invernadero a la parcela definitiva
por_ lo que grandes contingentes de jóvenes p refieren engrosar las f i - para aprovechar las prim eras lluvias monzónicas, al tiempo que sobre
l a s d e ia ~ e m ^ a c lo S f N uestra intención aquí es d a r una~ídea dc la los secanos se siem bran batatas, mandioca, m aíz... En junio se hace
economía cam pesina, de Jas sociedades agrarias y de la organización la recolección del arroz precoz y se prepara la tie rra p ara sem b rar el
espacial de los m edios rurales. arroz principal, que se trasplanta en dicho mes, m ientras se va reco­
giendo la cosecha de batatas o dc maíz; las escardas, los riegos y cui­
dados del arrozal consum en el tiem po de los campesinos hasta que en
1. La escasez de tierra y la insuficiencia de las producciones agrarias septiem bre u octubre se inicia su recolección, con la cual term ina el
año agrícola, a no ser que se trasp lan te el arroz del quinto m es, que
Aunque las producciones agrarias han crecido, p o r lo general, más tanto en Cantón como en el Tonkín se recoge en el m es de mayo (quintó
de prisa’^jue la población, la situación alimenticia, como hemos dem os­ mes), que crece sobre los valles inundables con dem asiada profundidad
trado, apenas h a m ejorado, pues aproxim adam ente la m itad de los durante la estación de las lluvias, por lo que se planta sólo en el invier­
países de la región no disponen, en prom edio, de las calorías necesa­ no, cuando b ajan las aguas.
rias. Por lo cual, y ante la exigüidad de la gran m ayoría de las explota­ E ste esquem a, que puede aplicarse a V ietnam y a Iodo el Extrem o
ciones agrarias, se tiende a increm entar la superficie labrada, la cual Oriente (Pezeu-Massabuau, J., 1977, 76, y Gourou, P., 1967, 68-72), afecta
alcanza cotas máximas en Bangladesh (casi dos tercios del territorio) al Asia monzónica, con ligeras variantes, com o por ejemplo la im por­
y en la India (algo m ás de la m itad), pero que es relativam ente pequeña tancia que adquiere el trigo en Pakistán y el NO de la Jndia o los di­
en el resto de los países. versos tipos de m ijos y el algodón en el Decán.
Ahora bien, ante las dificultades y la escasa fertilidad de las áreas Pero esta llam ativa intensidad de explotación dcl arrozal y el poli-
Fig. U .4 ., a, b, c y d. A provecham ientos agrario$.


. Principales cultivos en la India, según I. M ilbert, 1981. b. Idem en el Sudeste asiático, según J. Renner, 1982
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480 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁRHAS SUBDFSARRQLLAIMS 481

cultivo que le acom paña no es capaz de asegurar la subsistencia a propiedad y facilitó la distribución de alrededor de 6 millones de hec­
la gran m ayoría del campesinado* Ahora bien, las causas de esta situa­ táreas. Pero los intentos posteriores de profundizar y desarrollar la
ción hay que buscarlas en problem as estructurales, como los que afec­ reform a constituyeron un fracaso, pues el censo de 1971 m ostraba
tan a la propiedad y al régim en de tenencia de la tierra, a las condicio­ que el 10 % de los propietarios m ás ricos disponían de más de la m itad
nes de la explotación, a la usura...
de las tierras, en tanto que había un 10 % de agricultores sin tie rra y
otro 4 % que poseían menos de 0,2 hectáreas (Milbert, I*( 1981, 134-135),
además de un nutrido núm ero de jornaleros que Myrdal estim a en una
2. La diversidad de explotaciones y las dificultades del cam pesinado
tercera parte de la población rural (Myrdal, Gv 1974, 282).
Evidentem ente, el análisis de las explotaciones exige deslindar las de La com probación de los datos de 3971 m ovieron al gobierno indio
tipo plantación de las de subsistencia, p o r m ás que en num erosas re ­ a realizar la reform a, pero todavía en 1978, en el conjunto de la Unión
giones el cam pesinado tiende a incorporar en sus rotaciones cultivos India, sólo habían cam biado de m anos una cuarta p arte de los 2 millo-
de plantación a fin de obtener excedentes m onetarios. nes de hectáreas declaradas rcdistribuibles. En 1977, una tercera p arte
Además de esta p rim era diferenciación, una segunda y no menos de los cam pesinos cultivaba menos de 2 hectáreas y la m itad de ellos
decisiva arran ca de la estru c tu ra de la propiedad, que condiciona toda no disponían del m ínimo vital. Se necesitaban 28 millones dc hectáreas
la vida cam pesina; una estru ctu ra que en algunos países h a pretendido para que los cam pesinos que no llegan a las 2 hectáreas pudieran dis­
ser m odificada m ediante la reform a agraria, aunque con resultados am ­ poner de esa cifra y otros 39 millones para dar esa superficie m ínim a
biguos. a cada familia sin tierra. E sto obligaría a una reform a que reb ajara
el techo máximo de propiedad a 4 hectáreas en todo el país, cosa t o
a) Los escasos cam bios estructurales . — En el Asia m eridional «no talm ente utópica (M ilbert, I., 1981, 135-136). La población rural, entre
hay ninguna situación en la que los rendim ientos, los ingresos y los tanto, ha continuado aum entando, m ientras en algunos estados los
niveles de vida no puedan se r sustancialm ente m ejorados p o r una in­ propietarios exigen todavía que se íes entregue la m itad de la cosecha,
versión m ayor y más intensiva de m ano de obra. Pero el m olde insti­ en contra de la norm a que fija la renta en un 20 %.
tucional en el que la agricultura h a sido v ertid a es muy reacio a la La dism inución de! tam año d e Jas explotaciones, la carencia de me­
elevación de la productividad a través de u n m ejor uso de la m ano dios financieros y técnicos, el trasvase de tierras a los usureros obli­
de obra. El sistem a de tenencia —particularm ente ia aparcería— es do­ gó a un país com o Tailandia a prom ulgar una ley de reform a agraria
blem ente inicuo. No sólo tiende a poner el “excedente1' agrícola en m a­ en m arzo de 1975. El propio M inisterio reconocía los graves problem as
nos de un grupo de terraten ien tes que, en su m ayor parte, no están de la agricultura en los preám bulos de la ley, pero es de tem er que
dispuestos a proporcionar los recursos que podrían increm entar !a surta muy poco efecto, porque, entre otras salvedades, perm ite alcan­
productividad de la tierra, sino que adem ás m enoscaba la iniciativa zar ios 1.000 rai de tie rra (unas 167 hectáreas) si el propietario dem ues­
de los que efectúan de verdad el trab ajo en el campo. La agricultura in­ tra haberla cultivado durante al menos un año antes de la ley de refor­
dígena del Sur de Asia está realm ente cogida en un “círculo vicioso” ma. Pero incluso los propietarios que superen los 1.000 rai pueden
dc pobreza. La tarca de rom per este círculo será probablem ente muy continuar explotándolos si el Comité de R eform a Agraria se lo perm ite
com pleja y difícil» (Myrdal, G.» 1974, 292-293).
(Renner, J., y Peglcr, B.( 1979, 135-142).
E sta cita del prem io Nobel de Econom ía, escrita en 1971, tiene to­ Un significado m uy distinto parece h ab er tenido la reform a en la
davía pleno vigor. Son m uy fu ertes los obstáculos institucionales que Indochina socialista, que en ei caso de V ietnam del N orte fue iniciada
se, oponen al desarrollo agrario del Asia m eridional y, entre ellos, la ya durante la ocupación japonesa, a finales de la II G uerra Mundial.
p ropia organización d e la explotación agraria, que, ju n to a la estruc­ La ley de reform a agraria fue proclam ada p o r el Viet-Minh en 1953 y se
tu ra de la propiedad y el régim en d e tenencia, im pide capitalizar y orien­ fue aplicando en los territorios cuyo control arrebataban a los france­
ta r Tos excedentes conseguidos hacia el progreso de la sociedad rural.
ses. Se distribuía a los campesinos en siete clases según sus propiedades
E l'obstáculo m ás grave ha sido siem pre la incapacidad del cam pesino y com portam iento, y se expropiaba sin indemnización a los grandes
p a ra capitalizar sus propios excedentes detraídos p o r los propietarios,
propietarios. En 1957, al acabar esta fase, se habían distribuido 600.000
situación que no se ha podido superar m ediante las reform as agrarias, hectáreas entre 2 m illones de familias. Pero el m inifundísmo resultante
como podemos com probar e n .e l caso de la India.
e, incluso, 1a caída de los rendim ientos, obligó a buscar fórm ulas coo­
E n efecto, el p rim er acto de reform a del gobierno independiente perativas. En 1960 había 41.400 cooperativas socialistas que integraban
hindú fue abolir el zam indariato, es decir el derecho de los zam indars al 85 % del cam pesinado (remuneración po r trabajo, no por propiedad
a recibir tributos de los cam pesinos a cam bio del usufructo de la tierra.
aportada). El m ovim iento cooperativo acabó con la antigua organización
E sta medida supuso el acceso de 20 m illones de arrendatarios a la plena del arrozal en m inúsculas parecías rodeadas de canales y diques, esta­
452 ESTRUCIURAS ESPACIALES EN ÁREAS RÍJBDESAUROLLADAS 483
ESPACIOS Y SOCIEDADES

bleciendo grandes unidades que perm itían aprovechar m ás racionalm en­ cesitaría se r intensificado m ediante técnicas m odernas. En este sentido
te el espacio. es curioso com probar las diferencias de rendim iento entre países, pues
Sin embargo, parece ser que el Vietnam actual no ha resuelto aún China por ejem plo alcanza 4.607 Kg/ha en 1982, m ientras la India no
sus problem as alim entarios. Por lo cual resulta llamativo que, a p esar llega a los 2X00 (1.744 en 1982 y 1.974 en 1981), Filipinas alcanza 2.585,
de la fuerte presión hum ana, sea uno de los pocos países socialistas Bangladesh, 2.008, aunque Indonesia los eleva hasta 3.780/ pero Japón,
del Tercer Mundo que no haya puesto en m archa un program a dc control por ejemplo, llega h asta 5.688 (Anuario FAO, 1982).
de nacimientos y que, incluso, sus dirigentes declaren, secundados por F.n definitiva, estos rendim ientos, escasos, dem uestran que la inten­
Y. Lacoste, que sufren u n a escasez de mano de obra (Lacoste, Y., 1980, sificación del arrozal no es tan grande como pudiera parecer, si bien
165-171). se debe tener en cuenta que se obtiene m ás de una cosecha en cada
Una de las escasas regiones que se apartan de esra tónica general parcela.
es el delta del Mckong, colonizado para el cultivo del arroz por los Por el especia! significado que adquiere el arrozal , no podem os d ejar
franceses, estableciendo grandes parcelas m odernizadas, que posterior­ de hacer un com entario sobre el mismo. De los, aproxim adam ente, 128
m ente pasaron a los vietnam itas. millones de hectáreas que ocupan los arrozales asiáticos, 89 millones
A los intentos de m odificar las estructuras^ agrarias hay que sum ar corresponden al Asia m eridional. Fuera de ella. China siem bra unos
la preocupación de los gobiernos por^elim inar lá ‘u su ran preocupación 34 millones, superados por la ludia (39 millones). Otros países con un
que no se ha resuelto favorablemente, pues; cómo indicaba Myrdal, el peso singular son Bangladesh (10,5 millones), Tailandia (9,4), Indonesia
usurero llega a ser una figura incluso aceptada por la población. En 1951 (9), Vietnam (5,7), Birm ania (4,9), y Filipinas (3,5). Para todos ellos, el
los prestam istas locales de la India cubrían el 94 % de las necesidades arroz constituye el principal producto alimenticio, aunque en la India
crediticias del m undo agrícola, en 1979 todavía el 50% , con unos inte­ el trigo y algunos m ijos representan una producción equivalente a 3a
reses desorbitados, que en los periodos de escasez de alim entos llegan de aquél.
hasta d 10 % por semana. Por ello han adquirido gran éxito las coo­ El sistem a del arrozal extremo-oriental ha sido calificado po r P. Gou­
perativas agrícolas de crédito rural, que representan el 60 % de todas rou como de «sabio empirismo» p o r las indudables ventajas y raciona­
las cooperativas existentes en la Unión (330.000 censadas en 1974) (Mil­ lidad que presenta frente a otros sistem as agrarios menos evolucio­
bert, I., 1981, 140-141). nados. Ha sido tam bién este autor quien ha descrito m agníficam ente
A pesar de los cambios., el mundo rural sudasiático se m antiene la organización del sistem a del arrozal, el grado de intensidad de ex­
aferrado a la inercia y a la agricultura tradicional. plotación al que se somete a la tierra para recoger cosechas escalona­
das o para obtener dos o tres consecutivas sobre una misma parcela.
b) Las inercias del m undo agrario. — Si bien es cierto que el sistem a El arrozal exige una hum edad constante, en torno a 1.200-1.300 mm
del arrozal, como h a dem ostrado P. Gourou p ara el Extrem o Oriente, (12.000-13.000 m 3 de agua por hectárea), que sobre una gran parte de
ha constituido un m edio eficaz y más avanzado que otros sistem as Asia m eridional no son aportados po r Jas lluvias monzónicas, por lo
de cultivo a la hora de hacer frente a las necesidades alim entarias de que se debe com pletar con el regadío. Las tem peraturas no suelen ser
las densas com unidades hum anas que Jo sustentan, no resulta menos obstaculizadoras, puesto que unos 20° C de m edía le bastan para su
cierto que la extraordinaria densificación dem ográfica experim entada desarrollo, p o r ello son las disponibilidades hídricas las que determ i­
ha convertido al arrozal en un sistem a insuficiente para cu b rir los nan su localización. E n la actualidad existen diversas variedades de ciclo
mismos objetivos en la actualidad, y ello a pesar dc la Revolución Ver­ corto, que se desarrollan en tres meses, con lo que perm iten extender
de, que ha posibilitado el acortam iento de los ciclos productivos y la la doble cosecha de arroz hasta latitudes muy septentrionales; no obs­
consecución de hasta tres cosechas anuales de arroz. tante, necesitan grandes cantidades de abono, con las que no siempre
E n efecto, el método de cultivo del arrozal, basado en una economía se cuenta. Pero quizá el hecho m ás llam ativo dcl sistem a del arrozal
de subsistencia y sin apoyo significativo dc un complemento ganadero, es el del trasplante, que según P. Gourou constituye un notable ejem ­
ha perm itido obtener rendim ientos aceptables y suficientes p ara densi­ plo de técnica agrícola perfeccionada que, en principio, ah o rra entre 50
dades demográficas m ás reducidas que las actuales, pero hoy parece y 100 kg de sim iente po r hectárea, que, adem ás, perm ite dar a las
difícil cubrir las propias necesidades alim enticias si no se elevan m ar­ plantas un suelo perfectam ente estercolado cuando se las hace crecer
cadam ente los rendim ientos m ediante el empleo de abonos químicos en vivero; al m ism o tiempo, m ientras las pequeñas plantas crecen en
y, al mismo tiempo, se com plem enta ía dieta vegetariana con las pro ­ el plantel, no ocupan la tierra, que puede ser destinada a otras cose­
teínas de animales dom ésticos (cerdos y aves sobre todo); que, a su vez, chas (Pezeu-Massabuau, J., 1977, 79).*No obstante, el trasplante del arroz
proporcionan abono orgánico, necesario para m antener la fertilidad de representa una de las m ás ard u as labores a las que se ven sometidos
la tierra. £1 sistem a del arrozal se m antiene, no obstante, muy apegado los cam pesinos asiáticos, que, sin em bargo, se m antiene por las enor­
a Ja tradición, p o r lo que, en cierto modo, resulta disfuncional y ne­ mes ventajas que ofrece, pero en España, por ejemplo, o en la cuenca
484 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁR jéAS SUBDESARROLLABAS 485

del Po en Italia, ya se h a sustituido p o r la siem bra directa que, ante factorías y el personal terciario (Dupuis, J., 1975, 139). Kn este sentido
todo, ahorra mano de obra. las plantaciones constituyen un im portante factor de empleo, principal­
El cuidado del arrozal exige atender al máximo la im perm eabilidad mente las de té, p o r la abundante tnano de obra que consum en las
de los diques para evitar las m ínim as perdidas de agua, exige escardar, sucesivas recogidas de hojas que se efectúan.
abonar, rem over el agua p ara facilitar la nutrición de las raíces, tra ­ Las plantaciones de té y de hevea han adquirido grandes dim ensio­
bajos de recolección, etc,, labores que se hacen con técnicas de ja rd i­ nes en Asia m eridional, pues aquí se encuentran los prim eros producto­
nería y con una enorm e inversión de m ano de obra. Todos estos ca­ res m undiales de ambos cultivos. La India produce aproxim adam ente
racteres constituyen la grandeza y, al mismo tiem po, la m iseria del la tercera p arte del te m undial, a la que se debe sum ar la de Ceilán, con
arrozal: su enorme valor nutritivo, que consume ingentes cantidades de mayor calidad que la de aquella, por trata rse de un té de m ontaña
trabajo humano, rindiendo una bajísim a productividad por persona que aunque crece m ás lentam ente que el del piso inferior (menos de
empleada. 300 m) da una calidad muy superior. La producción fundam ental en la
En cualquier caso, la escasa evolución técnica del arrozal no tiene India se localiza en el estado dc Assam (té de piso inferior) y m ás secun­
parangón con la de la agricultura itinerante o de rozas, que todavía se dariam ente en los G hates occidentales (Kerala).
m antiene en los países malayos, donde recibe el nom bre dc «ladang», La producción de caucho natural está tam bién concentrada en el
si bien está prohibida en la isla de Java; pero se conserva en el inte­ Asia m eridional, que aporta 3,4 de los 3,8 millones de Tm producidas
rior de Indochina («rav»), o en Assam («jhum»). Se trata de una agri­ en el mundo, destacando Malasia (1,5 millones), Indonesia {1 millón),
cultura de subsistencia, pero, p o r oposición al arrozal, extensiva, que y Tailandia (0,5). La hevea, originaria de B rasil, y llevada al Sudeste
perdurará m ientras las densidades de población no obliguen a fijar asiático p ara diversificar las áreas de aprovisionam iento, se ha extendido
e intensificar los campos de cultivo, los cuales se destinan al maíz, al por estas regiones ecuatoriales, donde se asienta sobre suelos de alu­
arroz de m ontaña (sin riego), a diversos tubérculos y mijos. viones, a escasa altitu d dado que exige gran calor y hum edad.
O tra de la inercias destacables afecta a la ganadería, a pesar de I r a s estas consideraciones sobre la agricultura de subsistencia y la
que una enorm e cabaña de ganado vacuno y de búfalos parezca contra­ de plantación, a las que cabe añadir form as interm edias, aunque no m uy
decirlo. Solamente el espacio indostánico cuenta casi tañías cabezas extendidas (em presas agrarias y explotaciones fam iliares com erciales),
d e este ganado como E uropa y N orteam érica juntas. Péro esta gana­ cabe preguntarse p o r el futuro de la explotación cam pesina y d e la
dería sólo destinada a la producción de leche y al trabajo, tiene unos sociedad rural.
rendim ientos ridículos que, no obstante, han perm itido que ei 70 %
de las proteínas consum idas en la India provengan de la leche, pero
frente a un rendim iento medio m undial de unos 2.000 kg de leche por
vaca y año, la India no llega a los 500 kg. Por o tro lado, su inmensa 3. Problem as y perspectivas del m u n d o agrario
cabaña de vacuno (unos 182 millones) no se destina al consumo cár­
nico, por la prohibición hindú de m atar vacas, pero tam poco aporta Ante todo hemos de destacar la disfuncionalidad de las estructuras
cantidades apreciables de abono, pues una gran parte de las deyeccio­ agrarias actuales: no se produce lo suficiente para cubrir las necesi­
nes del vacuno se recogen p ara ser utilizadas como m aterial de com­ dades calóricas de estas sociedades, pero, incluso, cuando las cosechas
bustión. Frente al ganado vacuno predom inante en las áreas interfíuvia- son exce dentarias, el ham bre se m antiene. Creemos que las causas de
les interiores, el búfalo es el anim al de trab ajo dc los deltas y llanuras esta situación ya h an quedado reseñadas. En esencia, se tra ta de una
inundables, si bien en Java o en el Tonkin ha desaparecido casi total­ estructura inadecuada de la propiedad y de las explotaciones, agravada
m ente por la fu erte presión hum ana. El cerdo, anim al que podía supo­ por unas relaciones de producción de tipo precapitalistar que sum en
ner un aporte fundam ental d e proteínas y de estiércol, apenas se cría, al campesinado en el círculo vicioso de la m iseria, hecho que le im pide
en parte por las prohibiciones religiosas del Islam , salvo en Filipinas y, conseguir excedentes capitalizables para su propio progreso.
en cierta medida, en Tailandia. E n definitiva, se tra ta de una ganadería Las respuestas a esta situación han sido m uy dispares. Nos fijarem os
tradicional de bajos rendim ientos. en tres de ellas: la Revolución Verde, la socialización de la tierra, y la
colonización de nuevos espacios.
c) l a s enclaves de plantación . — Frente a las masas humanas que Respecto a la prim era, se h a discutido am pliam ente, y hoy cuenta con
viven de u n a economía ag raria de subsistencia, las que dependen de numerosos detractores y otros tantos defensores. Lo que no duda
las plantaciones significan m uy poco. No obstante, al concentrarse és­ nadie es que la Revolución Verde, por m ucho que haya increm entado las
tas en escasas com arcas o regiones, inciden directam ente en la vida producciones —y así h a sucedido— no ha supuesto una alternativa para
de num erosas com unidades rurales. Las plantaciones de té, por ejemplo, la gran m ayoría cam pesina; e n tre otras razones, porque esa gran m a­
emplean I p trabajadores p o r hectárea, incluyendo los em pleados de las yoría no ha tenido capacidad para acceder a las Variedades dc Altos
486
ESPACIOS y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS 437

Rendim ientos (VAR) ni p ara com prar las cantidades dc abono que éstas
exigen. Ésta era la situación tradicional, pero, a pesar de las m anifiestas
En cuanto a la segunda —socialización de la tierra—, tal como se diferencias entre ios distintos países sudasiáticos, a pesar de que la
ha hecho en Víelnam, puede suponer u n a respuesta válida. El ejemplo India ocupe una posición destacada entre las potencias industriales del
de la provincia de Thaí-Binh en el delta del río Rojo, según ha des­ mundo (en torno al 14.° lugar), a pesar del surgimiento de los «nuevos
tacado Lacoste, representa el punto de p artid a p ara la gran agricultura países industriales» (Hong Kong, Singapur) y el acelerado proceso de
socialista (Lacoste, Y., 1930, 171-181), pero, ciertam ente, no tenemos aún industrialización de otros (Malasia, Tailandia, Filipinas), las sociedades
perspectiva suficiente para evaluar la situación actual, que, según di­ del Asia m eridional son fundam entalm ente agrarias y rurales. La po­
versos organism os internacionales, aboca a una penuria e incapacidad tencia industrial india del siglo xvni fue arruinada por la política
de satisfacer las necesidades calóricas de la población. dc los colonizadores ingleses, que im pusieron elevados gravám enes a Ía
Finalmente, creem os que la colonización dc nuevas tierras no puede exportación dc !os paños indios, y que en poco tiem po lograron reducir
resolver los problem as más allá de lo que ha hecho la Revolución Verde, drásticam ente ese 33 % de población activa que se empleaba en la ar­
P. Gourou afirm a en su últim a obra que, sí a los 13 millones de km 2 tesanía hindú, y sustituir los tejidos indios por los procedentes de
que podrían ser recolectados en los países tropicales, se les aplicara M anchester.
la tasa actu al de densidad agraria de los 4 millones de km2 que hoy Ahora bien, la escasa entidad relativa de la industria contrasta con
son realm ente cosechados «se podría ver florecer una hum anidad tro­ la fuerte capacidad industrial de algunos polos dinámicos, que suelen
pical de 5,200 millones de personas (en lugar de los 1.600 millones ac­ coincidir con las capitales nacionales, con puertos favorecidos por el
tuales). Sueños utópicos ciertam ente, pero que m uestran la inm ensa comercio o núcleos vinculados a la minería. Este tipo de ciudades ha
distancia que separa la situación actual de la posible» (Gourou, P., experim entado un crecim iento espectacular desde los años sesenta, mo­
1982, 261). Realm ente cuesta pensar que, si no se producen profundos tivado en gran m edida por el impulso industrial (industria de sustitu­
cambios estructurales» pueda «florecer» en ios trópicos hum ánidad ción de im portaciones) y las migraciones rurales que ha desencade­
alguna. nado. Es lo que ha perm itido a ciudades como Dacca, que en 1960
Ante esta falta de perspectivas en el m edio rural, se h a respondido no contaba más que con medio millón de habitantes, convertirse en una
con el éxodo campesino y la búsqueda de los horizontes urbanos. aglomeración de más de tres millones, o a Y akarta alcanzar los 6 millo-
nes, a Bangkok (K run Thep) superar los 5 m illones... La atracción que
ejercen estas ciudades no se corresponde realm ente con las oportuni-
dades de empleo que ofrecen, pero sicológicamente ejercen esa atrae-
V. I n d u s t r ia l iz a c ió n ur b a n a y m ig r a c io n e s r u r a l e s : c au sas d e l f u e r t e ción sobre los em igrantes rurales, dando lugar a un descoyuntam iento
C R E C IM IE N T O DE LAS CIUDADES |otaI de las estructuras urbanas.

1. La esedsu entidad industrial


Hasta el siglo xvni, la India fue la primera potencia industrial del
mundo: debía su producción masiva y diversificada (parcialmente Si unas pocas regiones industriales se apartan de la norm a, a nivel
orientada a la exportación) a varios factores, como son sus dimensiones de países sólo Singapur y Hong Kong pueden ser considerados como
demográficas excepcionales, el poder jerarquizante de las grandes mo­ predom inantem ente industriales. La reducida población activa y PNB
narquías y del orden bralunánico (la desigualdad social permite una industriales, ju n to con los otros datos que presentam os en el cuadro XI.3
distribución de las rentas que se utiliza en actividades secundarias y hablan por sí mismos.
terciarias); finalmente el eficaz papel de los «jati» (especie de gre­
mios) en la secular transmisión de las técnicas. Frente a este poder Sólo esos dos países, adem ás de Brunei y Macao, tienen m ás del 30 %
industrial indio, los otros países sudasiáticos —Ceiián, países indo­ de su población activa em pleada en la m inería e industria, los dem ás
chinos y malayos— tenían igualmente sociedades rurales con necesida­ no superan ninguno el 22 %. Esta población, dada su mayor productivi­
des limitadas, en las cuales la función de la artesanía seguía siendo dad que la em pleada en otros sectores económicos, suele ap o rta r al
rudimentaria; sólo la sociedad norvietnamita (esencialmente la de PNB un porcentaje más elevado que la parte que representa respecto
Tonldn), que es de tipo chino, poseía una variedad de industrias com­ a la población activa total; pero curiosam ente en Hong Kong sucede a
parable a la India. Esta diferencia entre la sociedad evolucionada* de la inversa, en función de la sobreexplotación de una mano de obra in­
la India y las sociedades rurales no ha desaparecido hoy.
dustrial m al pagada. Fenómeno com probable también en Brunei y en
Macao. ■
Los otros datos del cuadro revelan la debilidad productiva genera­
(D upuis, J„ 1975, 145-146). lizada, que, no obstante, perm iten diferenciar cuatro categorías indus-
488 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS 489
C uadro XI.3
Los m ás representativos de este conjunto son Indonesia, Filipinas y
In d ic e s d c p ro d u cc ió n in d u s tr ia l y m in e ra d e l A sia m e rid io n a l
Vietnam, y, aunque con m enor peso, se incluyen aquí Malasia, Tai­
M inería e in d u stria landia, Birmania, Sri Lanka y Bangladesh. Finalm ente, el grupo de zaga
Total M inería
—Bután, Nepal, Camboya, Laos y Maldivas— que al reducido peso demo­
* Producciones en 1980 gráfico y territo rial unen sus caracteres de desiertos industriales. Ana*
% H Acero Vehículos lizaremos algunos ejem plos. Por su im portancia los casos de la India
población % población H Petróleo
bruto Cemento automóviles
activa PNB activa PND mili. Tm mili. Tm
mili. To y Paquistán, que aportan aproxim adam ente el 40 % del producto indus-
(unidades) <1982)
trial del Asia m eridional, merecen una consideración más detenida.
Bangladesh U 12 I í 0,137 La Iridia, posee una industria diversificada, que es capaz de produ­
0,341 — —
B u tá n 5 10 0 o
B irm ania 15 8
cir no sólo bienes de consumo corrientes, sino incluso num erosos bie­
13 5 — 0,221 _
B runei 50 80 10 74 —
1,5 nes de equipo. Su crecim iento industrial m oderno se ha fundam entado'
— —
C am boya 3 5 0 o — — _ en la abundancia de m aterias prim as nacionales (carbón, m ineral de
F ilipinas 19 33 3 3 — — hierro, manganeso, bauxita, petróleo...), en el dinam ism o de un escaso
4,516 0.9
H ong Kong 50 40 0 0 — 1,402 _ grupo dc grandes em presas industriales autóctonas y en un decidido
India 17 22 6 7 10,5 17,803 79.900 19 papel del sector público.
in d o n esia 15 35 4 25
Laos 5.259 — 66
6 ¡0 0 0 La política industrial desde la independencia del país en 1947 se
M acao 35 30 0 0 #
— ha asentado en tres principios fundam entales: evitar, en lo posible,
- M alasia 20 35 5 20
M aldivas 5 10
2349 (a) — 14,5 toda dependencia del exterior, sustituyendo las im portaciones indus­
0 o
Nepal 3 5 0 ov “
triales por bienes de fabricación nacional; conceder un papel decisivo
P akistán 0,029
22 23 2 3 — 3343 __ al sector público, que ha dado prioridad a la industria pesada y de
S in g ap u r 30 30 o 0,6
0 — 1,952 __ bienes de equipo en perjuicio de la de bienes de consumo; y, de acuerdo
S ri Lanka 16 25 1 o —
Tailandia 10 25
0,683 con esta norm a, la tercera ha consistido en vigilar de cerca al sector
2 2 0,454 5337 _
Vietnam 16 40 3 5
capitalista privado, que ha necesitado contar con la autorización de la
— 0,848 — —
Administración p ara realizar inversiones, tom ar préstam os u operar
E spaña 38 41 5 en el comercio exterior (Le Moal, R., 1979, 11-15).
12353 28,752 1.168.300 1.5
Esta política industrial se ha apoyado, pues, en el sector público,
Atola (a): c o ire ip o n d ie n te sólo a la M alasia p en insular.
que ha ejercido un monopolio sobre la industria de arm am ento, ta i n ­
Fuente: ATLASECO de 1982 p ara m inería c in d u stria (datos de 1981); ONU, S tatistical Yearbook dustria nuclear, los transportes y las telecomunicaciones; asimism o h in
1981 p ara acero, cem ento y autom óviles; Im ages éconojniitues d u m onde, 19SS p a ra el pe­ sido em presas públicas las que han desarrollado las industrias básicas:
tróleo.
siderurgia, construcción naval y aeronáutica e industria petrolera. Este
papel, pues, del sector público ha tenido un significado muy claro:
tríales de países. E n prim er lugar los que cuentan con una elevada la localización de las industrias en las regiones que se querían prim ar,
potencia industria] en térm inos absolutos: la India y Paquistán, los favorecido todo ello po r la política de nacionalizaciones industriales y
cuales disponen dc una industria bastante avanzada y diversificada, bancarias.
como lo dem uestra el que dominen la técnica nuclear y que, además, Pero esta política no ha dado los resultados apetecidos porque la
cuenten con diversas regiones industriales en su territorio. Integran concentración industrial en las principales ciudades del país ha hecho
un segundo grupo los dos «nuevos países industriales» Hong Kong y aparecer profundos desequilibrios regionales (ver m apa dc regiones
Singapur, que, p o r sus reducidas dimensiones y p o r su densidad indus­ industriales: fig. l l j ) que el partido Janata, en el poder en tre 1977-79,
trial, se ^ a n configurado como tales, aunque dependientes financiera quiso resolver m edíante la concesión de ayudas financieras y d e p r a ­
y tecnológicamente del exterior, lo mismo que para el aprovisionam iento vaciones fiscales a las em presas que se instalaran en las ciudades de
de m aterias prim as. Predom ina en ellos la industria ligera (textil, óptica, menos de 500.000 habitantes. Sin em bargo, el nuevo gobierno de Indira
aparatos eléctricos y electrónicos destacadam ente). Gandhi lanzó en julio de 1980 la «nueva política industrial», mucho
Un tercer grupo corresponde a países de cierta entidad demográfica más abierta y favorable al scctor privado, el cual está dom inado por
y territorial, que han iniciado la industrialización de sustitución de un reducido núm ero de grandes em presas, entre las que sobresalen los
im portaciones y cuentan con u n a estru ctu ra industrial escasam ente grupos Birla, T ata y Mafatlal.
diversificada y concentrada cspaeialm ente en grandes núcleos urbanos. El sector privado de las grandes em presas está organizado al estilo
de las firm as occidentales; sin em bargo el sector «no organizado» al­
canza un papel fundam ental: alrededor de la m itad del empleo de las
c
490 ESPACIOS Y SOCIEDADES

grandes ciudades y alrededor del 80 % del empleo industrial del país


•o
es generado por pequeñas em presas del sector «no organizado», que Ui
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reúne al artesanado» a pequeñas em presas subcontratadas por las gran­ sJ
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des, a m ultitud de oficios tradicionales, que se dedican a trabajos del
sector de la alimentación, del textil, cuero, pequeños aparatos mecá­ J
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nicos... con una gran com petencia y escasos márgenes, que, en conse-
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Fig. U.S. (Conl.)

Fi$. 11.5. a, b y i\ Las regiones industriales dcl espacio indostánico


a. Regiones industriales y recursos mineros, *egún I. Milbert, 1981.
492 ESPACIOS Y SOCIEDADES estructura s e s p a c ia l e s fn Ar e a s subdesarrolladas 493

cuencia, emplea una mano de obra mal rem unerada y, a m enudo, in­ m ilar puede decirse del parque automovilístico, que no alcanza m ás
fantil. Es este sector el que proporciona trab ajo a la m ayoría de los que 1,4 millones de turism os y vehículos utilitarios (España, 9,4 millo­
em igrantes ru rales (M ilbert, 1., 1981, 161-170). nes) m ás 1,2 m illones de m otocicletas y scooters. En definitiva, las in­
El inmenso cspacio indio cuenta, así, con una serie de regiones in­ fraestructuras vjarias, aunque im portantes en extensión, tienen una muy
dustriales, en tre las que sobresalen la de Calcuta (Bengala occidental), baja intensidad de flujos; hecho que no favorece la especiaíización pro­
valle del Damodar y centro del estado de Bihar, por la conjunción ductiva y la integración regional de la India, lo cual, desde un punto
de riquezas m ineras (carbón y m ineral de hierro), que ha perm itido de vista industrial, se ha traducido en la cristalización de un escaso
concentrar la gran mayoría de las siderurgias en estas regiones. Por núm ero de polos y regiones industriales, que contaban precedentem ente
el contrario, la región de Bombay sobresale ante todo p o r el textil, con un cierto desarrollo industrial (ver fig. 11.5) especialmente en la
facilitada p o r la abundancia de algodón en su entorno. Pero estos o región de Caicuta-centro de Bihar y en la de Bombay.
cualesquiera otros espacios industriales de la Unión India cuentan con Algo parecido podríam os señalar p ara P aquistán , cuyas regiones in­
el enorm e freno del m al estado de las in fraestru ctu ras y el deficiente dustriales m ás im portantes se localizan en el bajo Indo (eje Karachi-
funcionam iento de los transportes, a los que se añade una insuficiente Hydcrabad) y el Punjab (triángulo dc Rawalpindi-Lahore-Multán), si
producción energética. bien el d istrito de K arachi concentra la m ayor actividad fabril, muy
Respecto a ésta, ninguna de las tres ram as básicas (electricidad, pe­ por encim a del resto del país, seguido del de Lahore, Gujranwala, Lyall-
tróleo y carbón) cubre la dem anda nacional. En ia electricidad existe un p u r y Multán (ver m apa, fig. 11.5).
fuerte déficit de La producción respecto a la dem anda, a p esar de las En este sentido, como afirm a Siddiqi, los planificadores de la ad­
potencialidades que el país tiene; agravado, además, por la pésima dis­ m inistración han intentado iniciar un proceso de desarrollo industria!
tribución que eleva las pérdidas en red hasta un 20 % de ia producción para extenderlo a las áreas m ás atrasadas, pero la industria ha m an­
(en España en torno a un 9,2 %); fenómeno favorecido por las enor­ tenido un carácter de enclave económico, localizándose en unos pocos
mes distancias que separan los centros de producción y de consumo. centros, a los que se creía capaces de transm itir y propagar el desarrollo
Sin em bargo, en 1980 eí 40 % de tas 576.000 aldeas hindúes estaban industrial, sin q u e éste se haya producido (Siddiqi, A khtar H,, 1979, 205).
dotadas de electricidad, lo que había perm itido instalar tres millones < No obstante, si los desequilibrios en la distribución espacial de la
de m otobom bas en el campo para la obtención de agua potable o para industria aparecen claros en Paquistán y la India, m ucha m ayor nitidez
eí regadío. adquieren en los países que están en ia fase de sustitución de im por­
En cuanto a La producción de petróleo (12,8 millones de Tm en 1979 taciones o en un tipo de industrialización dependiente orientada a la
y 1^,7 millones en 1982) cubre en torno a la m itad del consumo, loca­ exportación. Ciertam ente, los grandes centros urbanos del Asia del Su­
lizándose los yacimientos principales en el Punjab, G ujarat y Assam. deste, como Rangún, Bangkok. Manila, o los de la isla de Java (Y akarta,
Finalmente, las reservas de carbón alcanzan cifras m uy elevadas (85.000 Bandung, S u rabaja...) deben su espectacular crecim iento a una m arcada
millones de Tm, de las cuales una cuarta parte coqucficables), pero la industrialización, muy concentrada espacialm entc y que ha acaparado
producción de hulla (106 millones de Tm en 1979-30) no h a llegado a la gran m ayoría de las inversiones industriales de sus respectivos paí­
la cifra de los 119 millones propuestos como objetivo, m ientras la es­ ses. Pero este fenómeno, suficientem ente nítído en los diversos países
casez de la producción se suma a las dificultades de transporte y dis- del Asia m eridional, está teniendo lugar actualm ente en un p aís de re­
Iribución, frenando la m archa de la economía (Milbert, I., 1981, 150-155), ciente y rápida industrialización —Malasia—, en el que ya se están em­
tan to m ás cuanto la producción se polariza en el centro del estado de pezando a m o strar los efectos del crecim iento polarizado.
Bihar y en el centro-oeste dc Bengala. En efecto, M alasia ha experim entado un rápido crecim iento industrial,
El transporte se revela, así, corno una de las fallas im portantes del que algunos autores h an denom inado «industrialización por invitación»,
espacio indio; prim ero p o r su debilidad y en segundo lugar por sus basado en la concesión de todo tipo de facilidades, desgravaciones, po­
deficiencias. La escasez dc infraestructura viaria está clara: 530.000 km sibilidades de exportación de capitales... a las em presas extranjeras
de ca rreteras asfaltadas y otros 840.000 km de carreteras sin asfaltar, que se instalan en territorio nacional. E ste tipo de industrialización
lo que da una densidad aceptable; 40 km de carretera p o r cada 100 km2, ha favorecido la inversión en ram as con alta intensidad de capital, tales
pero de sólo 16 si contam os únicam ente las carreteras asfaltadas (E s­ como confección dc calidad, que emplea esencialm ente mano dc obra
paña, por ejem plo, cuenta con 50 km de carretera asfaltada por cada femenina, y aparatos electrónicos (masculina), pero que, en todo caso,
100 km2). Igualm ente la red ferroviaria es escasa: 1,85 km de vía por em plea una m ano de obra con un cierto nivel de cualíficación, la cual
cada 100 k m 2 (E spaña tiene 3,1; Francia 6,3), pero, an te todo, es poco es m ás fácil de en co n trar en las ciudades. Por ello, estas em presas,
eficiente, p o r la escasez de vagones y equipam ientos modernos, como que se asientan en las áreas urbanas, acaban desencadenando ios típicos
lo dem uestra el hecho de que 8.000 do las 11.000 locom otoras indias m ovim ientos m igratorios, bien desde ciudades pequeñas, o bien desde
funcionan por vapor y sólo el 8 % de la red está electrificada. Algo si­ los medios rurales.
494 ESPACIOS Y SUCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARRGLINDAS 495

El resultado ha sido, en todo caso, que, si antes de 1975 la tasa breexplotada, lo que les ha perm itido exportar com petitivam ente sus
de urbanización era relativam ente b aja e igual para todos los núcleos producciones a E uropa y E stados Unidos.
malayos de m ás de 5.000 habitantes (2,48 °/o anual), a p artir de ese año, La escasa entidad industrial de los países sudasiáticos no ha impe­
las ciudades m ás im portantes, como K uala Lum pur, Georgetovm y Johore dido, sin embargo, que hayan surgido focos o polos industriales de gran
Bahru, experim entaron un salto en su crecimiento. Kuala Lum pur lo im portancia. Se ha originado, de esta m anera, un sistem a urbano dese­
hizo a un ritm o dc 7 % anual, llegando a concentrar un 31 % de la po­ quilibrado y tendente hacia la macrocefalia, como puede com probarse
blación urbana del país. En 1975 ya era la ciudad m ás industrializada de en Birm ania, en los países de la península de Indochina o Malasia, con
Malasia, aportando un 36 % del producto industrial nacional y un 30 % una m arcada ausencia de grandes ciudades sobre vastísim os territorios,
del empico (Choo, C. S., 1982, 16*17). Qué duda cabe que estos datos hecho que im pide la estructuración del espacio en un sistem a regional
coinciden con los del modelo dc desarrollo industrial-urbano de Ibero­ diversificado, especializado e integrado.
am érica, aunque en Asia meridional se haya iniciado con más retraso.
Un modelo que ha sido incapaz de absorber la creciente dem anda de
puestos de trabajo y que ha potenciado ios desequilibrios regionales, 2. La debilidad del poblam ienio urbano y la cristalización de grandes
tal como puede com probarse en los otros países del Sudeste Asiático. m etrópolis nacionales
Finalmente, un tipo dc industrialización singular es el que corres­
ponde a Singapur y Hong Kong , industrialización dependiente, frágil, En una prim era apreciación r e ^ I t 3_Uamativo que el Asia m eridional
orientada a la exportación, aunque con una fuerte capacidad productiva. tcflga,Jao .escasa población urbana —un 22,3 % (ver cuadro X L l a
En realidad, estos territorios tienen caracteres sim ilares a los de algu­ pesar de contar con inmensos contingentes de población. Pero se trata
nas aglomeraciones del Asia m eridional, aunque dada su potencia in­ precisam ente de una población rural, cuyo poblam iento típico es la
dustrial y la casi ausencia de una región ru ral em isora de em igrantes, aldea o pequeño pueblo q u e jio c u e n ta m a s que con unos c ientos de ha-
han contado con medios suficientes para introducir m ejoras sociales, 5ItañFes,l:T'6ien el crecim iento dem ográñco7sostenídplhadado lugar a la
económicas y urbanísticas, que les prestan cierta singularidad. En am ­ configuración de pueblos de hasta varios millares de personas. No obs­
bos casos, la población activa industrial es elevada (30 % en Singapur tante, en téfmínosTabsoiutos, se contabilizan nada menos que 300 mi­
y 50 % en Hong Kong), y se orienta hacia ram as sim ilares: la industria llones de habitantes urbanos en eí conjunto regional: una cifra real­
textil y dc la confección,’ eléctrica y electrónica, construcciones navales mente preocupante, y tanto m ás inquietante cuanto el crecim iento de
y de plataform as de prospección petrolera, adem ás del refinado del p e­ las grandes ciudades no encuentra freno: la aglomeración de Calcuta
tróleo en Singapur (54,6 millones de Tm en 1982, cifra equivalente al pasó de 4,6 millones de habitantes en 1951 a 9,1 en 1981; la de Bombay
72 % de la española), entre las más im portantes. de 3 a 8,2; la de Delhi de 1,4 a 5,7; Madrás de 1,5 a 4,3. La aglomera­
La industria textil y de la confección (paños y tejidos de algodón, ción de Y akarta (6,5 millones en 3980) tuvo un ritmo de crecimiento
am plia gama dc prendas de vestir) es absolutam ente predom inante en anual de 6,8% en tre 1970-75, y la de Kuala Lum pur (1,1 millón), un
Hong Kong, pues en 1975 daba empleo a m ás de la m itad de los trab a­ 8,6%, o la de Bangkok (4,9 millones en 1978) un 4 ,7 % . /En definitiva,
jadores industriales, aunque a p artir de 1979 se ha visto en dificulta­ a pesar del escaso. gorccntajc_ de población u rb an g ^el voTumeiOotal
des de drenar su producción hacia el m ercado Internacional. Dada la y ~ e rritmó <Té crecim iento dc la misma resultan muy elevados y prei>
escasez dc suelo en Hong Kong, este tipo de in d u stria se sitúa en di­ í-HB^Ltes^ R?r9 u eí entre.ptras^razoiies, no se pueden c u b rir satisfactoria­
versas plantas de edificios construidos en altura y diseñados espe­ mente las .necesidades de alim entación'cié e m p le o ,lic * ^ ^ e n í^ á jsí..9ornp
cialm ente p ara ser utilizados p o r industrias ligeras. Frente al sector las_de índole no m aterial q u e a q u é ja ñ ja ^ ^ ^ ^ poblaciones
textil, los de la electricidad, electrónica y óptica han conocido un fuerte urbanas, La'dualiclad dé‘las'estruchiras urbanas aparece,_ejn.iconsecuen:
progreso (magnetófonos, televisores, vídeos, calculadoras, circuitos in­ cia, como uno de los rasgos m ás llamativos. (
tegrados, cám aras fotográficas...). Las construcciones navales, ante la J u n to a ésté“’la "debilidad del tejido ufbáhó está igualmente extendida,
debilidad de la dem anda en el m ercado m undial, se han orientado hacia pues las m etrópolis nacionales suelen acaparar un porcentaje elevado
la fabricación dc plataform as de prospección petrolera, lo mismo que de la población urbana total. El caso de Bangkok es uno de los más
en Singapur, cuyos astilleros p ara la construcción y reparación de barcos, espectaculares, puesto que concentra en torco a los dos tercios dc la
representan, la ram a industrial más im portante después del refino del población u rbana de Tailandia y su volumen de población era en 1975
petróleo. 25 veces m ayor que el de la ciudad que le seguía en im portancia, lo
El éxito de la rápida industrialización d e Hong Kong y Singapur se mismo que Manila superaba 8 veces a la segunda ciudad filipina. El
ha debido básicam ente a la inversión de capitales europeos y chinos (de caso de la India, sin ser espectacular, tam bién resulta llamativo: las
Shanghai y Cantón que huyeron de la revolución comunista) que han 12 m etrópolis m illonarias reúnen por sí solas el 27 % de la población
aprovechado un abundante m ercado de m ano de obra mal pagada y só- urbana dcl país, y las ciudades de más dc 100.000 habitantes concentran
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDES ARROLLA DAS 497

C uadro X I.4

Evolución de ia población urbana en la India


y en yus 12 aglomeraciones millonarios
Dimensióni de J&5 ciudades 1951 («í¡> 1971 (%) 1981 (%)

Clase I Igual/m ayor 100.000 h a b ita n te s 44,3 56,2 60,4


Clase II 50.000- 100.000 h ab ita n te s 10,0 1U 11,7
Clase III 20.000» 50.000 h ab ita n te s 15,8 163 143
Clase IV 10.000 • 20.000 h ab itan te s 13,5 11.2 9.5
Clase V 5.000 • 10.000 h ab ita n te s 13.0 4,6 3,6
Clase VI m enos de 5.000 h a b ita n te s 3,1 0,5 03

Habitantes Habtlanles Habitantes


Aglomeración (Estado) 1951 1971 1951

Calcuta (B engala O ccidental) 4.588.910 7.031362 9.165.650


Bom bay (M a h a ra sh tra ) 2.966.902 5.970.575 8.227.332
Delhi (D elhi) 1.437.134 3.647.023 5.7I3.7S1
M adrás (T am ilnadu) 1.542.333 3.169.930 4.276.635
Bangalore (K a m a ta k a ) 778.977 1.653.779 2.913.537
H yderabad (A ndra P rad esh ) 1.127.581 1.796.339 2.528.19$
A hm edabad (G u ja ra t) 877.329 1.741.522 2.515.195
K anpur (U tta r P rad esh ) 1.127.581 1.796.339 1.688.242
Pune (M a h a ra sh tra ) 605.504 1.135.034 1.685 300
N agpur (M a h a ra sh tra ) — — 1.297.977
Lucknpw (U tta r P rad esh ) — — 1.066538
J a ip u r (R a ja stá n ) — — 1.004.669

Fuente: Re&i&trar G eneral'* N ew L etter, X II, 4 de o ctu b re de 1981 (tom ado de la re tn o is , R .,


19S2. 1.054-i.055).

el 60,4 % de la m ism a (ver cuadro XI.4), con la salvedad de que su


peso relativo no deja de crecer, en tanto que las ciudades menores de
50.000 habitantes pierden peso relativo, y tan to m ás cuanto m ás peque­
ñas son. Es decir, que la gran ciudad ejerce una atracción incom para-
blem ente m ayor que las otras entidades urbanas. De ahí su desequili­
brada estru ctu ra o dualidad urbana, m anifiesta principalm ente en la
im portancia que adquiere el hábitat degradado, que llega a u n 25 %
de la población de Y akarta, un 34 % de la dc Bangkok, un 35 % de la de
Manila, un 37 % de la de Kuala Lum pur (en 1975), y cerca de un 50 %
de la de Bombay {en 1981), donde 100.000 personas viven en la calle y
alrededor de 3 millones en bidonvilíes.
La escasez de viviendas_resulta particularm ente grave en esta parle
«d^jqjuudo. k* I n dia se estim aba un déficit de í6,TTnillones'*3c uni­
dades en 1978, y en tan to que se necesitaban 10 nuevos alojam ientos
anuales por cada 1.000 habitantes, los program as de construcción pública
no cubrían m ás que tres, según las estim aciones de la Comisión Eco­
nómica y Social para Asia y el Pacifico (CESAP), La situación es simi­
Fig- 11.6. a y b . Las ciudades del A sia m eridional lar en toda el Asia m eridional, con las excepciones de Hong Kong
a- C iudades d e m ás d c I m illón d c habitantes, s«gún Y, Lacoste, 1983.
y Singapur. Aquí el problem a radica en las fuertes densidades: en
Hong Kong el 49 % de sus habitantes tienen menos de 3,7 m2 de espacio
b . C iudades indias con m ás d e 100.000 habitantes, %gún í. M ilbert, Í9 a i
498 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUtíDESARROL LADAS 499

disponible p o r persona y uno de sus barrios alcanza la densidad extre­


enfermedad» (G ranotier, B., 1980, 199). Este cuadro, por patético que
m a de 150.000 habs./km 2. Pero en 1978, la N ational Housing Authority
pueda parecer, refleja claram ente lo que es el dram a no sólo de las
había alojado a 1,88 de los 4,7 millones de habitantes de Hong Kong
en construcciones públicas, dc m anera que se preve elim inar el chabo- ciudades sino de todo el Asia m eridional.
A pesar dc esta dualidad extrem a, las ciudades sudasiáticas son asien­
lismo hacia finales de la dccada actual. En Singapur, la Delegación para
to tam bién dc una clase media, correspondiente al funcionariado .o a
la vivienda y el Desarrollo (Housing and Dcvelopment Board) prevó
trabajadores cualificados de los servicios o del sector industrial mo­
alojar en construcciones públicas, a finales de la década actual, a un
derno, que está adquiriendo una fuerza nada despreciable. A este res­
65-70 % de los 2,5 millones de habitantes. Pero estas ciudadcs-rcgión
pecto, la distribución del hábitat en Calcuta puede ser expresiva. Según
representan, evidentemente, un caso excepcional en el Sur de Asia, no
Milbert, el 7,5 % dc los hogares dispone de un apartam ento o de una
imitable por otros países porque, ante todo, en ellos no se produce
casa; el 44 % com parte su vivienda, generalm ente sólida, con o tra fa­
el asentam iento de em igrantes rurales (G ranotier, B., 1980, 200-203).
milia, el 28 % vive en chozas y el 20 % en alojam ientos de fortuna. El
Emigrantes rurales que sí llegan a otras aglomeraciones como Bombay,
tipo de vivienda se corresponde estrecham ente con Jas posibilidades de
Bangkok, Manila, Kuala Lumpur, Yakarta, Dacca, K arachi...
empico y los niveles de renta, por lo que en Calcuta algo m ás de la mi­
Merced a este crecim iento se prevé que Calcula se convertirá en la
tad dc sus efectivos tendrían una situación económica aceptable o
prim era aglomeración de! Asia meridional, alcanzando 19t2 millones
de personas en el año 2000, seguida de Bombay que llegará a los 19,1, y buena.
Una situación que, en gran medida, deriva de la im portante expan­
de Y akarta que se situará en los 16,9 millones de habitantes. Todos los
sión industrial experim entada, pues Calcuta representa el prim er centro
organismos públicos tienden a solucionar los problem as que esto con­
industrial del Asia meridional. Ya antes de la independencia contaba,
lleva m ediante vastos program as de equipam ientos, de construcción de
junto con Bombay, con más de la m itad de la población industrial de la
viviendas, de centros escolares, y de todo tipo de servicios, además de
India. El comercio, a través de su puerto, la industria del yute y la
la creación de empleo que suele correr, sin embargo, a cargo, básica­
cercanía de las regiones m ineras de Bengala-Bihar han perm itido a Cal­
mente, del sector «no orgánico» o «informal» de la economía, el cual,
cuta expandirse a lo largo de las orillas del río Hoogly en una longitud
merced a su sistem a de tipo artesanal, con escasa intensidad de ca­
superior a los 60 km. En sus inmediaciones se asientan el tendido
pital, con baja tecnificación y productividad, es capaz de absorber las
ferroviario y las principales industrias: textiles (algodón y seda), indus­
enormes masas de población laboral que cada año se incorporan al m er­
cado de trabajo. trias de base agraria (arroz, cuero, papel), quím ica (jabón, pintura, vi­
drio) y más alejada del centro la m etalurgia de transform ación, que se
A pesar de todo elio, más del 25 % de los habitantes de Calcuta vive
abastece del hierro de las cercanas siderurgias, instaladas en las re­
en «bustees» (aglomeraciones de chabolas construidas con adebes), cho­
zas y btdunvilles insalubres. En Yakarta, en una encuesta realizada giones del Oeste de Calcuta.
En sum a, la industria del Asia m eridional, de muy escaso valor en
a principios de la década pasada entre los trabajadores del sector infor­
conjunto, que h a dinamizado la economía de algunas grandes ciudades
mal, no habia más que un 30 % que disponían de viviendas fijas y
y aglomeraciones, no es capaz de resolver sus problem as urbanos, sino
consolidadas y un 9 % declaraba no tener vivienda alguna. «Kampong»
que, al contrario, creando unas expectativas de empleo muy por encima
(cam pam ento = bidón.) es el nom bre que reciben aquí los barrios de­
de las reales, atrae a ingentes m asas de em igrantes del campo que, al
gradados. Este sector inform al de ta econom ía daba empleo nada
asentarse en esta s grandes aglomeraciones, contribuyen a potenciar sus
menos que al 40 % de la fuerza de trabajo total en 1971, llegando hasta
problem as. P ara solucionar solam ente las necesidades de vivienda se
el 50 % en años posteriores (G ranotier, B., 1980, 207 y 49).
necesitaría invertir un 5 % dcl PNB de cada país, según las recom en­
La dualidad morfológica y económica y «la oposición de las clases
daciones de las Naciones Unidas; cifra ésta muy elevada y que general­
situadas en los extrem os de la escala social tom a en Asia m eridional
m ente se reduce, en la práctica, a un m ero 1,5 % or a lo sum a, a un 2
proporciones más extravagantes todavía que en los países de África o
América latina. En Makati, zona residencial de Manila, miembros dc o 3 % . Con estas bases, las perspectivas a corto ü medio plazo no parecen
profesiones liberales y de los medios de negocios habitan en villas favorables.
lujosas, se desplazan en coches con aire acondicionado, disponen de
numerosos domésticos. No se pone en duda que sus hijos deben estudiar
C o n c l u s ió n : u n f u t u r o d if íc il
en E stados Unidos, que se debe participar en clubs de golf y que se
debe d isfru tar de veraneo en lugares de m oda, como Garden Coast en
el litoral m eridional de la bahía de Manila. Pero a 5 km de Makati, los Después de analizar los graves problem as alimenticios, laborales, eco­
chabolistas de Tondo Foreshorc se encenagan en el lodo y en la m iseria, nómicos, culturales y sociales que aquejan a estos pueblos, cabe p re­
entre las plagas de la subalim entación de sus niños, ía ignorancia y la guntarse po r su futuro: ¿se puede realm ente abrigar la esperanza de que
van a evolucionar positivam ente? No pretendem os erigirnos en agoré-
500 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁKEAS SL'BDESARROU.ADAS 501

ros de Ja catástrofe; en tre otras razones, porque ya desde los años se­ BIBLIOGRAFIA BASICA
senta se viene augurando una evolución catastrófica p ara estos pueblos,
un colapso total, que aún no se ha producido, Y es que la resistencia B anco E x te rio r de E sp añ a (1980): Economía de te asociación de naciones del Sudes­
dc las sociedades hum anas alcanza lím ites insospechados, porque estas te de Asia. M adrid. Servicio gü E stu d io s E conóm icos dei Banco E x terio r de
sociedades están sim plem ente soportando una organización política, so­ España.
cial, económica y territo rial incapaz de d ar solución a los problem as D elvert, J. (1983): La Cambodge . PUF. Que sais-je? P arís.
D upuis, J . (1972): Singapour et ¡a Mataste* PU'F. Que saisOc? P arís.
que tienen planteados. D upuis, J. (1975): Asta meridional. Ariel. B arcelona (P U .F ., P arís, 1969).
Un grave problem a es el crecim iento demográfico, pero el control D urand-D astes, F. (1965): Geuzraphie dc VInde. PUF. Que sais-je? P arís.
de la natalidad, como se ha dem ostrado en la India, no tiene eficacia Fisher, Ch. A. (1964): South-Eust Asia. A Social, Econom ic and Politicaí Geography.
si no se acompaña de un mayor nivel cultural, y de una prom oción de M ethuen an d Co. Ltd. London.
G ourou. P. (L966): Asia. I.ab o r. B arcelona.
la m ujer que 1c perm ita ejercer un papel distinto al de ser madre. G ourou, P. (1967): La lierro y el hom bre en Ext remo Oriente. M oretón. B ilbao.
Las carencias alim entarias constituyen otra plaga de los pueblos John so n , B. L. C. (1969): S o u th Asia. F k tc h e r a n d Son Lid. L ondon.
sudasiáticos; pero este problem a no obedece a incapacidad productiva. Johnson, B. L. C. (19S3): India. Resources and deveiopm ent. H eiütim ann E ducatio-
Los campesinos dcl Asia m eridional han dem ostrado las enorm es poten­ nal Books. London.
Lacoste, Y. (1980); Vnité et diversile du Tiers Monde. 3 tom os. T om o II : Vaiiées
cialidades agrarias de sus sistem as de cultivo; los rendim ientos del arro­ dóscrtesdeltas superpeublés. Afriquc et Asie tropicales. F. M ./H erodote. P arís.
zal no han alcanzado un techo, solam ente hace falta invertir m ás ca­ L ardinois, R. (1982): L'Inde conjuncture demof-raphique. P opula tion 1982, 6, pp.
pitales para duplicar o triplicar los rendim ientos de hoy. Ahora bien, 1045-1064.
estas sociedades carecen precisam ente de capitales; por lo que tal vez Meyer, E. (1977): Ceylart. S ri Lanka, PUF. Que sais-je- P arís.
M ilbert. I. (1981): L inde. Évolution politique , économ ique et sociaíe. NED n.fr 4.639-
fuera conveniente reflexionar sobre el valor de la vía china, que ha 4.640, o ctu b re 1981.
sabido aprovechar la superabundante y excedentaria m ano de obra para • M yrdal, G. (1974): La pobreza de las naciones. Ariel. B arcelona («A sían d ram a . An
convertir el trabajo en capital m ediante la construcción d e num erosas in q u iry in to th e poverty of nations». N. Y ork, 1971).
infraestructuras durante los períodos de inactividad agraria. Pero la Peíeu-M assabuau, J. (1977): Pays et paysages d'Extréme-Orient. PUF. P arís.
U nited N ations (1982): Econom ía and Social S urvey o f Asia and the Pacific.
falta de capitales se acom paña de una organización social totalm ente
desequilibrada. Y aqui, cualquier logro pasa por la reform a de las es­
tructuras sociales. Es la ausencia de perspectivas de prom oción social
lo que provoca las constantes tensiones y violencias que afloran en
todo el Tercer Mundo. Y entre las graves consecuencias de la polariza­
ción social figuran las carencias alim enticias que afectan a cientos de
millones de personas del Asia m eridional, dado el desequilibrado re­
parto de las rentas.
¿H asta qué punto se puede responsabilizar a la dependencia políti­
ca, es decir, al im perialism o, del m antenim iento de unas estructuras
económicas y sociales incapaces de evolucionar hacia el desarrollo?
En este conjunto regional se integran los países dc 1a Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN: Indonesia, Filipinas, Malasia,
Singapur y Tailandia), con un carácter de beligerancia anticom unista
y claram ente dependientes dc E stados Unidos; se incluyen los países
com unistas de Indochina, y, en tre otros, se incluye la Unión India,
con su declarada tendencia al no alineam iento. Se trata , por lo tanto,
de organizaciones políticas heterogéneas, que tienen com portam ientos
socioeconómicos y políticos dispares, en las que ia pervivencia del sub-
desarrollo se debe prim ariam ente al m antenim iento de unas estructuras
socioecon&micas y territoriales disfuncionales, las cuales, sin ser ori­
ginadas directam ente p o r el im perialism o, están favorecidas p o r é l.
En suma, es necesario llevar a cabo un profundo cambio estructural
p ara q u e las densas com unidades hum anas del Asia m eridional logren
crear una organización socio-espacial que Ies perm ita asp irar a algo
más que a sobrevivir.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁRtAS SU BDESAR R 0 LL Aü AS 503

del petróleo. Finalm ente Israel, con todas las singularidades nacidas
de su carácter de estado creado «ex novo», con la oposición dc los pa­
lestinos y dcl m undo árabe, representa el país m ás modernizado del
conjunto regional. Líbano, en el Levante m editerráneo, con una agri­
cultura próspera y unos servicios evolucionados constituía una excep­
ción en el Oriente Medio, que su larga guerra civil se está encargando
C a p ít u l o X I I de m odificar.
En este panoram a resulta difícil establecer una delim itación cohe­
TRADICIÓN Y MODERNIDAD EN ASIA SUROCCIDENTAL rente, puesto que si nos atuviéram os al m undo árabe englobaríam os a
países tan dispares como Egipto, organizado a p a rtir de una agricultura
intensiva de regadío, frente a Libia y Arabia Saudí, apoyados en su enor­
Este conjunto regional ha adquirido una gran im portancia planetaria me riqueza petrolera, frente a los del Mogreb, que son países coloniales
por sus recursos petroleros. Sus caracteres socio-espaciales corren pa­ evolucionados; si, por el contrario, tomamos a Egipto como frontera,
rejos con los dei resto del mundo árabe. tam bién en el Asia suroccidental encontram os acusadas disparidades,
que, sin em bargo, se resuelven, lo mismo que en África del N orte, en
una coherencia interna, proporcionada p o r la cultura islámica, a la que
I. A s ia s u r o c c id e n t a l y el m u n d o árabe
se sum a una cierta modernización económica, basada en la explotación
del petróleo y en los enorm es recursos financieros que proporciona.
Frente a otros conjuntos regionales, delim itados por las analogías A ello hay que añadir la debilidad generalizada del poblam iento, que se
que presentan en sus estructuras socio-económicas y culturales, el Asia extiende sobre un dominio árido, salvo en algunas regiones montañosas.
suroccidental ofrece una cierta heterogeneidad, si bien con una caracte­ Por otro lado, anquilosadas estructuras sociales constituyen un factor
rística común: una cultura modelada por el Islam; pero no todos ios más de homogeneidad, pues, por más que la riqueza energética eleve los
musulmanes, que desde M arruecos por el Occidente llegan hasta Indo­ cocientes individuales de la renta de estos países, una gran m asa de la
nesia por el Oriente, form an parte de un mismo conjunto socio-espa­ población no participa de esa riqueza.
cial. En este sentido, bien podríam os estudiar el Asia suroccidental Ciertam ente, estos mismos caracteres son extensibles a África sep­
junto con el Norte de Africa, dado que en estos vastos territorios exis­ tentrional; sin em bargo la colonización h a añadido aquí otros nuevos,
te un factor unificador; la lengua y la cultura árabes, que se han exten­ principalm ente en el Mogreb, p o r lo que, para evitar com plejidad y por
dido por unos medios ecológicos caracterizados por la aridez, y en los razones operativas, estudiarem os el África árabe ju n to con el resto de
que abundan los recursos energéticos. África, pues en este continente la colonización ha incidido decisivamente
Ahora bien, no todos los países responden a esta descripción. Algu­ en su organización territorial; hecho que no ha sucedido en e! Suroeste
nos, como Irak y Egipto, han desarrollado una agricultura intensiva
asiático.
de regadío en los valles de sus grandes ríos (Tigris-Eúfrates y Niio), a Este conjunto de países totaliza una extensión de casi 7 millones
los que se podria añadir, en parte, Jordania. Otros, por el contrario, con de km2, con unos 164 millones dc habitantes, por lo que su densidad me­
unas estructuras agrarias tradicionales sobre medios desérticos, han dia no alcanza los 24 hab./km*. Frente al Asia m eridional —territorio de
experimentado cambios im portantes en función de la explotación pe­ densísimas sociedades— el Suroeste asiático ofrece un nítido contraste.
trolera (Arabia y Libia, Em iratos Arabes Unidos, Omán, Q atar, Bahrein, Aquí no encontram os la fuerte presión hum ana sobre la tie rra más que
Kuwait). Los países del Mogreb, ju n to con Siria, tienen unos caracteres en los oasis y en los valles de los grandes ríos, pero, en cualquier caso, las
mixtos, en los que una agricultura modernizada, convive-"con otra de acumulaciones hum anas sobre grandes espacios constituyen la excep­
tipo tradicional, y en los que abundan las riquezas mineras. Turquía ción. Sólo Turquía, con sus casi 50 millones de habitantes, se aparta de
y Persia, aunque básicam ente islámicos, son países herederos de otras la tónica general. E l segundo país en im portancia demográfica —Irá n —,
culturas, como lo m anifiestan sus propias lenguas no árabes: el turco con 42,5 millones de habitantes, no llega a los 26 hab./km 2. Es éste un
y el persa; am bos cuentan con im portantes contingentes de población condicionante fundam ental a Ja hora de establecer cualquier planifica­
y se localizan en un medio ecológico diferenciado, dada la im portancia ción económica. En efecto, las reducidas dimensiones del m ercado in­
do las regiones m ontañosas. Regiones que se extienden tam bién por Af­ terno (sólo Irak, Afganistán y Arabia Saudí, sin tener en cuenta los dos
ganistán, aunque este país, uno de los menos evolucionados del con­ anteriores, superan los 10 millones de habitantes, aunque no llegan a
junto, se diferencia de todos los demás, si bien se acerca bastante a los 15) im piden conseguir economías de escala, dificultan 3a distribu­
los dos Yemen, que constituyen países agrarios pobres, aunque en do­ ción de los productos y encarecen su costo final.
minios tropicales de tendencia árida, a los que no ha llegado el beneficio Por ello, la actividad económica se polariza en unos pocos centros que
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^ *—•©r*~i «o (Afganistán, en torno a los 100 $), si bien, en prom edio, supera amplia-
•& 3 . m ente al Asia m eridional, Pero esta aparente riqueza apenas ha influido
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S y ^ 6 en el cambio de las estructuras sociales, como lo dem uestran, p o r ejem ­
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a f<l plo, los niveles de analfabetism o (75 % en Arabia Saudita, 50 % en Irán,
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l» í ■rt 40% en Turquía y en K uw ait...), la elevada m ortalidad infantil (102 %o
en Arabia Saudita, 106 en Irán, 121 en T urquía... Ver cuadro X II. 1), la
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/ (N fN rn baja esperanza de vida o el escaso papel social y económico de la m ujer.
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3 x »s í <N La explosión demográfica no ha perdonado, por supuesto, a las socie­
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dades del Suroeste de Asia, aunque aquí no revista el dram atism o propia
del Asia m eridional, a pesar de que algunos de estos países alcanzan las
> í * .3 o mayores cotas m undiales de crecim iento vegetativo, como Siria, con
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O E ste abultado crecim iento contrasta con la escasa densidad de pobla­
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c ción, la cual ha favorecido la inmigración de hindúes, paquistaníes, tu r­
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£¡ cos... hacia los cam pos petrolíferos y hacia las nuevas ciudades en cons­
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O .*C ¡f &o én trucción. Y es que el petróleo, en efecto, ha constituido el m otor del
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de máxima producción, antes de que se iniciara la caída consecuente a
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la crisis y antes dc que com enzaran a tener im portancia las producciones
del m ar del N orte, que perm itieron al Reino Unido pasar de una produc­
r~ C3 (N -—O *?- l/l COON OM -^CO ción inferior a 100.000 tm en 1974 a otra dc 103,3 millones en 1982, colo*
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No obstante, la elevada producción y porcentaje de 1974 han caído
O sensiblemente, pues en 1982 el conjunto regional no alcanzó más que
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c Q 608,2 millones de tm sobre un total m undial de 2.724,4 millones, equiva­
D os lentes, por lo tanto, a un 22,3 %. Ahora bien, a pesar del acusado descenso
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JO O de la producción, las reservas probadas de Oriente Medio (sin incluir
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*l/V-’ Cr- < «s Crí H c- Libia) representaban, en 1 de enero de 1983, u n 55 % de las m undiales,
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S cifrándose en 50.380 millones de tm , de las cuales correspondían 22.554
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i oSU & m illones a Arabia Saudita (prim er país productor del mundo en reservas
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< < » ü ii;A A ¿ £ íí3 o o M h W tü petroleras), 9.160 millones a K uw ait (2.° país de] m undo árabe), 7.545 a
506 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES t K ÁREAS SLBUb-SARB.0LLADA.S 507

Irá n (5,° país, tías La URSS, con 8,595, y Méjico, con 8.030) y 5.594 a Irak Todas estas condiciones, indudablem ente, se han cum plido en el
(ó.ú posición m undial). Estos datos nos dan una idea de la im portancia Oriente Medio y, adem ás, sobre extensas regiones. Las causas de este
del petróleo en el Asia suroccidental, no sólo en cuanto a producción hecho, siguiendo a Fisher, se basan, en prim er lugar, en una larga y con­
sino, especialmente, en cuanto a reservas probadas, que superan la mi­ tinuada sedim entación en el geosinclinal dcl Tethys, que h a motivado
tad de las m undiales. la formación del petróleo sobre rocas de diferentes edades y naturaleza;
Im portancia del petróleo que nace» en prim er lugar» de las condiciones en segundo lugar, en la riqueza de la vida animal desarrollada en el
de form ación de esta roca, las cuales fueron muy favorables en el anti­ Tethys, como m a r cálido que era; en tercer lugar, en que los movimien­
guo m ar de Tethys. Im portancia, asimismo» p o r la am plitud y disemina­ tos tectónicos no provocaron grandes deformaciones sobre los estratos
ción de las áreas productoras. E importancia, finalmente, p o r tas conse­ sedim entarios debido a la presencia de una cobertura cristalina infraya-
cuencias económicas que ha tenido su explotación y exportación. ccnte, que actuó de colchó]* am ortiguador; cuarto, en la existencia de
num erosos estratos porosos; y finalmente, en la abundancia de rocas im­
permeables en la mism a superficie o a poca profundidad {areniscas, es- v >
1. Las condiciones de form ación del petróleo en relación quistos, yeso, anhidrita.. ). Fenómenos que favorecieron la form ación de
con las ' iruciuras geológicas los más vastos yacimientos petrolíferos mundiales.
Hechos que serán más fácilmente com prendidos si observam os la
Dc las teorías básicas de la form ación del petróleo a p a rtir dc restos posición del Tethys a principios dc la Era Secundaria y su evolución pos­
inorgánicos u orgánicos, esta últim a parece ia más aceptada o, al menos, terior, ta! como se recoge en la figura 12.1,b, que ofrece una síntesis
la que ha perm itido localizar la mayoría de los yacimientos, explorando expresiva de la evolución tectónica. Puede observarse cómo el desplaza­
aquellas áreas en las que se consideraba que existían posibilidades de miento de la placa arábiga va a ce rrar el antiguo Tethys, configurándose
acumulación de restos orgánicos, los cuales habrían dado lugar a los el M editerráneo y el golfo Pérsico como herederos del antiguo m ar
yacimientos petrolíferos. En principio, parece ser que la descomposición mesozoico. Ha sido, precisam ente, en torno al Golfo Pérsico, entre las
de restos orgánicos, bien se trate de los m icroorganism os del plancton placas de Irán y de Arabia y, principalm ente en los bordes de las m is­
de determ inadas algas o de resto s de animales, depositados en los fondos mas, donde se han acumulado los mayores depósitos petrolíferos del
marinos y cubiertos por finas capas de sedim entos arrastrad o s por los mundo (fig. 12.l.d), en función de la decantación de restos orgánicos
agentes erosivos, se realiza a p a rtir de ciertas bacterias anaerobias que cubiertos p o r sedim entos procedentes de las áreas continentales, que se
viven en los suelos de m ares cálidos. La descomposición resultante da han visto sometidos a las deformaciones tectónicas provocadas po r el
lugar a la formación de pequeñas burbujas o gotas de petróleo y de gas desplazam iento de las placas. Algo sim ilar cabria decir, aunque fuera
que perm anecen mezclados con el fango sedim entario. Incluso, al pare­ del área de estudio, para los depósitos del Norte de Libia.
cer, este proceso está teniendo lugar actualm ente en el m a r Negro y en el
golfo de Omán (Fisher, W. B., 1978, 244).
La presión debida a la continua acumulación de sedimentos provoca 2. Las principóle $ áreas petrolíferas del O riente Medio
la m igración dc las b u rb u jas de gas y de las gotas de petróleo hacia los
huecos o poros que presentan determ inadas rocas como las calizas o ías Si nos atenem os a la producción actual, Arabia Saudí aporta m ás
arenas, las cuales quedan, así, im pregnadas de petróleo como si se tra ta ra de la m itad de los 603,2 millones de tm de petróleo extraídas p o r los
de esponjas em papadas dc agua. Ahora bien, p a ra que estos almacenes países del conjunto regional, seguida a gran distancia por Irán , que no
de petróleo originen yacimientos explotables se necesita que una roca alcanza los 100 millones de tm, por los Em iratos Arabes Unidos (59 mi­
imperm eable cubra a la porosa, de m anera que im pida la migración y llones), Irak y K uw ait (algo más de 40 millones cada uno) y con m ucha
pérdida de los hidrocarburos, an te las presiones ejercidas sobre el con­ menor producción el resto de los países (ver cuadro XII.2). Pero esta
junto. Asimismo, para que el petróleo form e acum ulaciones de entidad producción por países puede hacer pensar en una dispersión engañosa
es Necesario que los estratos sedim entarios horizontales se vean som eti­ de los yacim ientos, que no corresponde a la realidad, puesto que, tal
dos a fuerzas tectónicas, de tal modo que las deform aciones resultantes como se refleja en el últim o m apa (figura 12.14), existe una excepcio­
(pliegues, buzam ientos, fallas) perm itan la form ación de tram pas, sobre nal concentración de la producción en torno al Golfo, que sólo se ve
las que se acum ule el petróleo, el gas y el agua m arina rem anente. Dada m atizada por el alejam iento que presentan algunas áreas productivas de
la distinta densidad de estos elem entos, se produce una ordenación ver­ m enor entidad como las del Sureste de Turquía y las del Nordeste de Si­
tical de gas, petróleo y agua. E n la figura 12.1,a pueden observarse las ria y de Irak , que sin em bargo parecen se r continuación de los del Golfo,
más frecuentes estru ctu ras geológicas petrolíferas, entre las cuales la localizadas en la depresión que enlaza las placas iraní y arábiga.
secuencia de anticlinales y sinclinales con poca deform ación resu lta la El descubrim iento dc los campos petrolíferos, i^ue eran ya conocidos
más favorable y generalizada. desde muy anticuo, se ha realizado, no obstante, en fechas rccicntes,
Fig. 12.1 (Con?.)

c. Areas de subducción y de expansión (rifr) en Asia suroccidental


Fig. 12.J. a, b, c y d. Formación de los yacimientos petrolíferos,
según Fisher, 197$. d. Principales campos pelroíiferos. 1- Rumaila (Irak); 2. Burgan (Kuwait);
3, 4 y 5. Agha Jari, Marun y Gach Saran (Irán); 6. Terminal d= la isla de
a. Principales estructuras geológicas petrolíferas. ia rq (Irán); 7 y 8. Ohawar y Abgaig (A. Saudi).
b. Evolución del Tethys.
510 ESPACIOS y SOCIEDADES
ESTRUCTURAS ESPA C IA LA EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS 511
pues sólo a principios dc siglo empezó a explotarse el petróleo iraní con
cierta intensidad, aunque hasta después dc la II G uerra Mundial no se Basta con instalar varios pozos, a distancias de 2-3 km, sobre los flancos
extendió la producción masiva y generalizada p o r todos los países del de los anticlinales p ara poder extraer todo el crudo. Esta facilidad dc
Golfo (ver cuadro XII.2). extracción, en cualquier caso, exige el conocimiento previo y cabal de las
estructuras geológicas; para lo cual se suele utilizar el m étodo del Arco
de Refracción Sísmica,
C u a d ro xri.2 Los cam pos petrolíferos de Irak se localizan tam bién en los piede-
rnontes de los Zagros, sobre estructuras de anticlinales y sincimales,
Producciones dc petróleo
formadas p o r calizas Eoceno-miocenas, alineados en la m ism a dirección
Produc­ que los ejes m ontañosos de los Zagros iraníes, de los que se encuentran
ción a considerable distancia. El campo más im portante es el de K irkuk, loca­
acum u­
lada lizado sobre un estrecho anticlinal, do unos 80 a 90 km de largo.
Años
Año 1975/76 Reservas Produc­ Produc- de pro- Los yacimientos de Arabia Saudita difieren acusadam ente de los de
dcs- (miles probadas
cubri- m ili, ba­
ción ci<Jn ducción Irán e Irak , pues, tal como señala Fisher, a quien seguimos en estos
1-11983 1974 1982 a ni*
rr,ier.(o rriles) mili, im mili. tm análisis, la presencia de la antigua plataform a continental de Gondwana
rail!. tm vel 1982
ha actuado de bloque de resistencia, de m anera que las capas supraya-
A rabia S au d ita
22.554 422,71 321,73 70 centes han sufrido en m enor grado las presiones tectónicas, dando lugar
G haw ar 1948 12
S afaniya 1951 3 a anticlinales de gran radio, form adas sobre calizas que van desde el
A bqaiq 1940 5 Jurásico hasta el Cretácico, y que han actuado como rocas-depósito del
petróleo arábigo, que se ha form ado, en consecuencia, en tiem pos mucho
Irán
7.545 301,22 98,9 76 m ás antiguos que el de Irán e Irak. El campo principal es el de Ghawar,
Agha Jarj 1938 6
Gach Sarm 1928 4
que se extiende sobre unos 200 km de N orte a Sur y 25 a 30 de Oeste a
M arun 1964 2 Este. Es el m ayor yacimiento del mundo y p o r sí solo cuenta cor. unas
Bibi H akim eh 1961 1 reservas superiores a todas las existentes en Estados Unidos. También
Ahwaz 1958 2 el. campo de Safaniya, subm arino, constituye el m ayor yacimiento del
K uw ait mundo «off shore», en el cual la roca-almacén es una arenisca, en vez
9.160 128.61 41,73 219
B urgan 1931 10 de ia caliza de los otros yacimientos.
Ira k
5.594 96,86 45,15 124
En Kuwait, igualmente, la roca-madre está constituida por areniscas
Kirkufe 1929 7
R uraalia de unos 300 m de potencia, a una escasa profundidad, de en tom o a
1953 2
1.200 m, factores que favorecen unos costes de explotación muy bajos.
E m irato s A rabes Unidos — — ± 5.000 82,33
Los yacimientos de la zona neutral son explotados conjuntam ente por
Omán 59,05 85
± 350 14,47 15,9 22
Kuwait y Arabia Saudí, a través de concesiones realizadas a la Aminoil
Q atar •—
Siria ± 490 15,85 24.7 20 (American Independent Oil Co,) por Kuwait y a la Getty Oil Co. por
— ± 270 6.43
Turquía —
8,2 33 Arabia, si bien los depósitos «off shore» corren a cargo de la Arabian
± 38 2.89 2,45 15
B ahrein Oil Co. (AOC), de capital japonés.
' ± 23 336 2,2 13
Israel — — O.W 0,015 Las producciones, finalmente, de Bahrein, Qatar y de Jos Em iratos
T otaí, — “
^ dcl m u n d ial
1.083,62 608,175 Árabes Unidos están repartidas entre los procedentes de los yacimientos
~ —■ 38,8 223 — subm arinos («off shore») y las dc los continentales («on shore»).
Fuente: F ish e r, W. B., 1973, « Im aees Éccnoir.iques du m onee, 19Í3. Ante las producciones petroleras, las dc gas palidecen, pues ninguno
de estos países se encuentra en el grupo de los 10 prim eros productores
mundiales. A La cabeza do éstos se sitúan, además, la URSS y Estados
Las producciones de Oriente Medio, en contra de lo que sucede en otras Unidos, con aproxim adam ente u n tercio cada unor de la producción m un­
regiones, se caracterizan, en general, por unas fáciles condiciones de ex­ dial. Sin em bargo, los países .del.O riente.M edio.están.haciendo esfuerzos
tracción, dada la disposición regular que adquieren las bolsas de petró­ para elevar las producciones de gas, dado que cuentan con im portantes
leo, especialm ente en algunos campos, como sucede en el Juzestán iraní, reservas, pues de un total de 85.600 millones de nv de reserva probada
en Los piedem ontes de los Zagros, donde se suceden vastos anticlinales en 1982, correspondían a Irán 13.660 millones (16 %} y a Arabía Saudí
de una longitud de 20 a 30 km (se cuentan entre las mayores estructuras 3.310 (3,9% ). Frente a éstos la Unión Soviética producía 35,100 millones
petrolíferas mundiales), alineados perfectam ente en dirección NO-SE. de equivalentes a un 41 % de las reservas mundiales.
La explotación dcl crudo ha dado lugar a im portantes cambios eco
512 ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIAI.ES EX ¿REAS SUBDESARROLLADAS 513

nórdicos, que van desde la construcción dc infraestructuras, de term i­ pany) integrada por Exxon, Texaco, S tandard of California (Socal) y Mo­
nales de carga, refinerías, ciudades nuevas, etc., h asta la consecución de bil, que consiguió en exclusiva las concesiones de Arabia Saudí. Las can­
enorm es sum as de divisas, con posibilidad de orientarlas hacia la inver­ tidades pagadas a los diversos estados resultaban muy reducidas hasta
sión productiva. finales de los años cuarenta, cuando La com petencia de em presas inde­
pendientes norteam ericanas (Aminoil y Getty) ofreció m ejores condicio­
nes de explotación para los países huespedes. E n 1948 el gobierno vene­
3. l a s consecwenctas económ icas de la explotación petrolera: zolano sentó las bases del *fifty-fifty», po r las que el 50 ^ del valor dcl
riqueza y desequilibrios barril iba a las arcas del Estado; ejem plo seguido por los países dcl Gol­
fo, que pasaron a percibir unos 75-85 céntim os de dólar por barril des­
Uno de los prim eros resultados, evidentem ente, ha sido la creación de Los 20-25 céntim os que recibían antes. La baja de los precios del cru­
de la infraestructura necesaria para la puesta en explotación del petró­ do, introducida por las com pañías a finales de la década de los cincuen­
leo, que h a supuesto la construcción no sólo de oleoductos, estaciones ta, motivó el nacim iento en 15 de septiem bre de 1960 de La OPEP, que
de bombeo y term inales de carga (como las de la isla de Ja rq en Irán logró corregir las oscilaciones de los precios y asegurar unas rentas fijas
o la de Ras T anura en Arabia), sino tam bién la dc carreteras y ferroca­ a los países productores.
rriles, que han beneficiado a todas las regiones productoras. En esta coyuntura sobrevino el conflicto árabe-israelí, a raíz del cual
En este sentido, el puerto iraní de Abadán, construido como term inal el petróleo fue usado como arm a política y sus precios se m ultiplicaron
de carga a principios de siglo p o r la Anglo Iran ian Oil Co., y potenciado por 4,23 en el período que va de octubre de 1973 a diciem bre de 1978 y
por el de Jorram shar, algo más al Norte, secundados ambos por ei de Ban- por 11,3 desde la prim era fecha hasta noviem bre de 1981, con lo cual, el
dar Abbas sobre el estrecho de Ormuz, representan los esfuerzos iraníes precio del b arril de «Arabía ligero 34a» pasó a costar en esta últim a
para adaptarse a la nueva situación. Otros, como el de Ras Tanura en fecha 34 5, cuando todavía en diciem bre de 1978 costaba 12,7 5 y en sep­
Arabia, Ahmedi en Kuwait o S itra en Bahrein, han experim entado im­ tiem bre de 1973 se cotizaba a unos 3 $. E ste aum ento espectacular de
portantes subidas de tráfico, tan to por la m anipulación dei crudo como los precios, a consecuencia de las crisis de 1973 y 1979 ha dotado de una
por las refinerías en ellos instaladas. La term inal de Ras T anura llegó a extraordinaria capacidad financiera a los países productores tal como
cargar 321 millones de tm en 1973. se refleja en el cuadro XII.3.
Pero las consecuencias m ás im portantes radican en las enorm es dis­
ponibilidades financieras que el petróleo ha aportado. No todos los tipos
C uadro X 1 IJ
de petróleo alcanzan los m ism os precios y.’en consecuencia, los mismos
rendim ientos económicos, dado que los precios varían norm alm ente en Evolución de las rentas del petróleo
sentido inverso al de su densidad, de m anera que el «Arabía ligero» (millones de dólares)
(34° APJ) se paga algo más que el «medio» (31°) y que el «pesado» (27°), 1979
1960 1970 1973 1975/7* 197S
pero menos que el «ligero de Irán», por ejemplo, que tiene 34° API. La
densidad constituye el factor m ás im portante a la h o ra de valorar el A rabia S audita 310 1.200 7.200 27.000 34.600 57.700
petróleo, oscilando entre el «muy ligero» (con 42° API y un peso espe­ Irán 247 1.093 5.600 20.500 20.900 20.800
cífico de 0,816), del que se necesitan 7,73 barriles p ara llegar a una to­ K uwait 425 895 2.800 7500 8000 16X00
Ira k 210 521 1.900 8.000 9.600 23.400
nelada de peso, y el «pesado» {25° API), del que 6,98 barriles pesan una 5.500 $.000 12.800
Abu D habi (a) 233 1.200
tonelada. Según esta densidad y el mayor o m enor contenido de azufre G atar 60 122 600 1.700 2.000 3.800
y otros m inerales, se alcanzan unos precios que, a p esar de sus diferen­
cias, han perm itido a los países del Golfo co n tar con fabulosas sumas de Nota: (a) E n 197$ y 1979 corresp o n d e a los E m irato s A rabes Unidos.
Fuetiie: W. B. Fisher, 1978, p a ra años an terio res a 1978, y Petroleum Econom ist-Coouté Profesión*
divisas. No obstante, la disponibilidad de los excedentes financieros se nel du Pétpoíe (tom ado dc L. M ihailovitch. 1980) para 1978 y 1979.
relaciona directam ente con la evolución de los precios del crudo, pues la
política de concesiones p ara la explotación petrolera y de los precios del
petróleo se ha visto m ediatizada p o r diversas coyunturas internacio­ Evidentem ente, las rentas generadas por el petróleo han aum entado
nales? considerablem ente en los prim eros años de la década actual, como con­
E n principio, los países del Golfo siguieron el sistem a de concesio­ secuencia de la segunda crisis del petróleo, que se ha saldado con unos
nes a com pañías extranjeras, procedentes de los países consum idores. La precios estancados a un nivel alto. Las enorm es sumas ingresadas por
prim era concesión la hizo Irán en 1872 al barón Reuter, pero Ja prim era ios países del Golfo han tenido muy diferentes destinos, pues no cabe
que com entó a producir crudo, en 1908, fue la concedida p o r dicho país duda que la com pra dc m aterial m ilitar y la consumición de una paite
al inglés D'Arcy. Más tarde surgió la Aramco (Arabian American Oil Com- del mismo en el conflicto irano-iraquí ha absorbido im portantes cantida­

*1
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDE5ARR0LLA.DAS 515
514 ESPA C IO S Y SOCIEDADES

una elevada proporción de sus habitantes que vive dc las actividades agra­
des de petrodólares. Una buena parte, igualmente, se ha dirigido a in­
rias, las cuales dan ocupación a más de un 40 o 50 % dc la población
versiones productivas o suntuarias en los países industriales. Tampoco
activa en todos los países dc dimensiones medias o grandes. La actividad
se puede negar que grandes sum as de petrodólares se han invertido en agraria, sin embargo, se ejerce sobre un territorio de difícil explotación,
proyectos de desarrollo nacionales.
con tres dominios morfológicos nítidam ente diferenciados: por una par­
Quizá las inversiones m ás claras en este sentido se han orientado
te, los desiertos arábigo-iraníes, que ocupan la m ayor extensión; en se­
hacia el refino del crudo. Así, la capacidad de reñno de los países del gundo lugar, los dominios m ontañosos de Asia Menor, Irán y Afganistán,
Asia suroccidental h a pasado de 71,38 millones de tm en 1964 (4,7 % de la
con una pequeña replica en Yemen; y, finalmente, las fosas de hundi­
m undial) a 94,11 en 1969 (4,3 %) y a 221 millones en 1982 (5,6 % de la m un­
miento y las cuencas sedim entarias, corno la fosa del Jordán y la meso*
dial) sin tener en cuenta las plantas destruidas en Irán por la guerra,
potám ica surcada por el Tigris-Éufrates. Estos tres dominios, que no
que han rebajado sensiblem ente la capacidad de este país. Aunque el
sólo difieren por su relieve, sino po r todo el conjunto dc las condiciones
crecim iento de lá capacidad de refino haya aum entado espectacularm en­
ecológicas, deben su génesis y evolución al movimiento experim entado
te, representa todavia u n escaso porcentaje del m undial (5,6 %) muy po r
por las placas tectónicas y a la erosión y relleno posteriores.
debajo del porcentaje de producción (22,3 %). No obstante, las refinerías
se han multiplicado, principalm ente en Arabia Saudita, sobre el sector
central del Golfo y el del m ar Rojo, y en Irán, así como en Kuwait, Irak,
1. La form ación del relieve actual
Bahrein o Siria. Recientem ente se ha inaugurado sobre el m ar Rojo la
refinería Petrominas, al N orte de Jeda, servida p o r el oleoducto tran sará­
Está claro que la dirección zonal predom inante de las cadenas mon­
bigo Petroline, que desde el E ste llega hasta Yambu, después de recorrer
tañosas turcas, de los m ontes Elburz iraníes y las del centro de Afganis­
1.200 km; un oleoducto que es capaz de cargar a la vez dos petroleros
tán hasta el H indukush representan la respuesta al desplazamiento hacia
de medio millón de tm en un lapso de 10 horas.
el Norte de la placa africana y de la arábiga, lo mismo que los Zagros, en
Pero más llam ativas que las inversiones en el tratam iento del petró­
dirección NO-SE, obedecen a la deformación positiva del borde Suroeste
leo, resultan las realizadas en otras ram as industriales, en la construc­
de la placa iraní ante la subducción dei sector nordoriental de la placa
ción de infraestructuras, servicios y en el desarrollo de proyectos agra*
arábiga, en cuya área de subsídencia se ha configurado la cuenca sedi­
ríos. En 1981 se inauguraron en Arabia Saudita 337 nuevas fábricas, que
m entaria de Mesopotamia, rellena de m ateriales arrancados a los Zagros
elevaban el núm ero de establecim ientos industriales dcl país a 1.200; en
y al zócalo arábigo (véase gráfico 12.1 de placas tectónicas, en páginas
1982 se preveía inaugurar o tras tres fábricas de cemento; tam bién se ha
precedentes).
iniciado un program a de investigaciones y explotación m ineras, se han
Los relieves montañosos actuales han tomado, pues, una disposición
construido em balses, plantas de desalineación del agua; incluso se han
que deriva de la combinación de fuerzas tectónicas heterogéneas, en las
desarrollado granjas ganaderas en pleno desierto, como la dc Alfa-Iaval,
que predom inan los movimientos provenientes del Sur, originados p o r el
a 95 km de Riad, que está produciendo en torno a 44 tm diarias de le­
desplazamiento hacia el N orte de las placas africana, arábiga e indica,
che, que cubren prácticam ente el abastecim iento de la población de la
con la salvedad de que ia placa arábiga se ha desplazado tam bién en
capital.
sentido SO N E , como respuesta ante la ap ertu ra del rift dei m ar Rojo.
De este modo, si hacemos caso a los autores de las «Imágenes Econó­
Dc este modo, y ante la m ayor presión experim entada en el N ordeste de
micas del Mundo», «ya se ha superado la época que planteaba problem as
la placa arábiga y el Noroeste de la Indica se han form ado dos conjun­
para el reciclaje de los petrodólares y el gran movimiento de equipamien*
tos montañosos sim étricos: los Zagros en el occidente iráni y la serie de
to y modernización que ha sido lanzado, continúa» (Im ages Économiques
cadenas del Oeste del Indo (K irthar, Sulaimán, etc.) en Pakistán; los
d u Monde, 1982, 113). Ahora bien,, es evidente que estos intentos de de­
prim eros en dirección NO-SE y los segundos en sentido NE-SO; ambos
sarrollo chocan con poderosos obstáculos, en tre ¡os cuales se cuentan,
quedan enlazados por el arco m ontañoso del Beluchistán.
en p rim er lugar, las difíciles condiciones naturales, las cuales constituyen
. Asi, se han configurado en el Suroeste de Asia dos grandes dominios
- un pesado freno al desarrollo agrario y, en segundo lugar, las estructuras
m orfoestructurales: uno m ontañoso en el N orte, que va desde Turquía
económicas y sociales heredadas, que evolucionan muy lentam ente.
& Afganistán, y olro dominio dc zócalo, que se extiende p o r toda la penín­
< *
sula arábiga hasta la fachada m editerránea, donde recubierto por m ate­
riales mesozoicos, h a dado lugar a las cordilleras alpinas de borde de
III. L as d if íc il e s c o n d ic io n e s e c o l ó g ic a s d e u n m e d io
placa del Líbano y Antilíbano. Uno y otro dominio quedan separados por
PREDOMINANTEMENTE ÁRIDO
la cuenca sedim entaria mesopotám ica, que se continúa por el golfo
Pérsico.
Si la explotación p etrolera ha constituido el fundam ento económico Esta aparente sencillez se ve com plicada por ia extraordinaria com-
de la mayor p arte de los pueblos de Asia suroccidental, aún se m antiene
E ST R U C T U R A S ESPACIALES EM ¿R E A S SUBDESARROLLÁDAS
517
516 ESPA CIO S Y SOCIEDADES

plejidad de los relieves montañosos, que se resuelven en múltiples regio­ Las precipitaciones totales y el régimen de las m ism as, p o r lo tanto,
nes m orfoestructurales, que van desde los macizos antiguos dcl Oeste difieren sensiblem ente de unas regiones a otras, de m anera que en el
de Turquía, pasando por las cordilleras alpinas de los Tauros en el Sur Nordeste de Turquía, ju n to al m ar Negro, se alcanzan los 2.000 m m de
y de los m ontes Ponticos en el N orte del mismo país, que enm arcan en precipitaciones, con un cierto equilibrio en su distribución anual, pero
su interior la m eseta de Anatolia, o los elevados relieves volcánicos de que se deben fundam entalm ente al efecto del relieve, pues inm ediata­
Armenia en el Nordeste. A través de las m ontañas alpinas dcl Kurdistán mente al S ur de esta región y en todo el in te rio r de T urquía no se su­
turco-iraquí, en las que se desarrollan cuencas ultram ontanas, como las peran los 600 mm. H acia el Este, se acusan ya los caracteres de la con-'
de los lagos Van y Urmiá, se alcanzan los Zagros iraníes, que, superando tinentalidad y se produce un descenso progresivo de las precipitaciones.
los 4.000 m etros de altitud, dan paso hacia el Este a las cuencas interio­ Descenso que llega a situarse por debajo dc los 100 m m en los desiertos
res de los desiertos de Kavir (Salado) y de Lut; cuencas que aparecen del interior de Irá n y Suroeste de Afganistán, ju n to con los de la penín­
también en el SO de Afganistán, en el desierto de Margow. sula arábiga (véase figura 12.2.b). La distribución de las lluvias tiene un
Igualmente, el zócalo arábigo, aunque se caracteriza por un relieve
predom inante de plataform a, se ha visto sometido a fuertes presiones
tectónicas» que en todo el occidente peninsular han dado lugar a la eon:„
ñguración de macizos antiguos, salpicados de m ateriales volcánicos, que
han aflorado entre las fallas. Las regiones de Hejaz, de Medina y de La
Meca son pródigas en este tipo de construcciones volcánicas. Frente a las
deformaciones positivas del occidente peninsular, las regiones orientales
experimentan, por el contraria, un movimiento dc subsidencia, como co­
rresponde a la zona de subducción del Golfo. Por ello, el centro de Omán,
úna parte del desierto de Rub al Jali y la costa oriental arábica, desde
los Em iratos Arabes Unidos hasta Kuwait, se encuentran a una escasa
altitud sobre el nivel del m ar, en contra de lo que sucede con las regio­
nes occidentales de la península y principalm ente en las suroccidentales,
donde numerosos picos superan ios 3.000 m de altitud (véase figura 12.2a
sobre conjuntos m orfoestructurales).
Pero el relieve, por sí mismo no tiene gran importancia; p o r el con­
trario, ejerce una gran im portancia en cuanto provoca decisivos cam­
bios en esta zona del globo caracterizada por climas desérticos. De ahí
que las mayores densidades hum anas se localicen en los valles de los
ríos, en los oasis y en las regiones montañosas, que disponen de mayo­
res cantidades dc agua y perm iten un aprovechamiento agrario m ás in­
tenso y seguro.

2, Los m edios biocíim áticos: un obstáculo a la ocupación

El prim er aspecto a destacar es la localización del Asía suroccidental


a caballo entre la zona cálida y la templada, pues se sitúa entre los algo
menos dc 13° de latitud Morte de Adén y los 42° de las regiones turcas
más septentrionales. Esto quiere decir que una gran proporción de estas
tierras se encuentra en el cinturón de desiertos peritropicales que se ex­
tienden por todo el planeta, p o r esta r afectadas a lo largo de casi todo
el a ñ o 'p o r las ah as presiones de los anticiclones subtropicales. Sin em­
bargo, los dominios m ontañosos septentrionales se encuentran en la tra­
yectoria de las vaguadas del Jet, que, después de atravesar el Medite­ Fig. 12.2 a. b y c. Condiciones naturales del Mía surocridciuaí
rráneo, pueden producir lluvias im portantes durante el invierno y las según W.B. Fisher, 19T78.
estaciones equinocciales. a. Formaciones geológicas.
ESTRU CTU RA S ESPACIALES EN7 ÁREAS SUflDtíSARROLLADAS 519

claro régim en m editerráneo, excepto en el Suroeste peninsular, principal­


mente en Yemen, donde se producen en verano como corresponde a un
clima tropical de tipo saheliense.
Si las precipitaciones corresponden a los dominios m editerráneo y
desértico fundam entalm ente, las tem peraturas reflejan igualm ente la
pertenencia a esos dominios, con las matizaciones introducidas por la al­
titud y 3a continentalidad. Se producen así elevadísimas oscilaciones tér­
micas, tanto en los desiertos interiores como en las altitudes medias y

anual
altas que norm alm ente superan los 20° C, entre el mes más cálido y el
fñás frío (Teherán, 27°; Mosul, 29°; Riad, 20°; Konya, 24°), Por otro lado,

térmica
las medias m ensuales van desde los más de 30° del mes de julio en Jid-
dah, en Riad, Abadán o Bagdad...» a los 0,6° de M ashdad (N ordeste
iraní) en el mes de enero.

c. Oscilación
En fin, los regímenes term opluviom étricos, tanto por la escasez de ías
lluvias como por la am plitud térm ica anual y la oscilación diurna, no
favorecen el desarrollo y la pervivencia de una densa cobertera vegetal
y, en consecuencia, tampoco de los cultivos. Incluso se producen algunos
otros fenómenos que los perjudican grandem ente, como sucede con las
torm entas de polvo, causadas por la invasión de aire tropical sahariano-
arábigo, extrem adam ente seco y cálido, que se desplaza hacia el Norte,
llegando hasta el Caspio y el m ar Negro, desviándose posteriorm ente ha­
cia el Oeste, inducido, parece ser, por la depresión que se form a en el
Egeo. Estos vientos meridionales, que llegan durante el otoño y princi­
palmente durante la primavera» hacen subir las tem peraturas hasta 16-20°
por encim a de las existentes en un lapso <ie pocas horas, provocando
efectos devastadores sobre los cultivos, los anim ales y las personas.
En estas condiciones no se desarrolla m ás que una cobertera vegetal
muy pobre, dispersa y rústica, con algunas excepciones como la del bos­
que, m editerráneo, de m ontaña, que crece en las altitudes inedias y que
dc las precipitaciones anuales únicam ente en T urquía cubre aproxim adam ente una octava p arte del
territorio nacional. Un bosque a líase dc Frondosas y de coniferas, como
la encina, pino de Alepo, sabina, cedro, etc. La debilidad de la cobertera
vegetal sobre los medios áridos explica Jas dificultades del aprovecha­
miento agrícola y la expansión adquirida por la ganadería nóm ada. Sin
embargo, determ inados oasis y valles fluviales han posibilitado una ocu­
pación m ás intensa.

IV. La o c u p a c ió n del m e d io : l a e s c a s a d k k s id a u d e m o g r á f i c a
Y E L P R E D O M IN IO DE LAS ACTIVIDADES*AGRARIAS
. Distribución

Unos 164 millones de personas se distribuyen por casi 7 millones


de km2. La densidad media de 24 hab./km* resulta, por lo tanto, franca­
mente. baja, pero este dato encubre la desequilibrada ocupación terri­
í
torial que se encuentra fuertem ente condicionada por las disponibilida­
i des hfdricas. Es éste un fenómeno que ha tenido im portancia en tre las
sociedades tradicionales y que ía conserva entre las actuales, pues aún
i predom ina entre ellas el carácter agrario que las hace depender estrecha*
i
520 liS i'A C IO S Y SOCIEDADES

m ente del medio natural, por más que las transform aciones en regadío
perm itan superar la escasez de recursos hídricos.

1. Una ocupación laxa , con una organización social tradicional

La debilidad del poblam iento hum ano en estos países no se puede


cuestionar: la densidad media es m uy baja, pero no sólo la media, sino
también la de cada país. De esta norm a sólo se exceptúan algunos pe­
queños países como Bahrein (604 hab./km :), Líbano (250), Israel (202)
o Kuwait (59), y otros de dimensiones medias, como Siria (52) y grandes,
como Turquía, con 63 hab./km 2. Ahora bien, estas densidades humanas
no se distribuyen de una m anera azarosa, sino que están claramente
relacionadas con una ocupación tradicional, basada, ante todo, en las
disponibilidades hídrícas. Efectivamente, si com param os el mapa de pre­
cipitaciones (fig. J2.2.b) con el de distribución de la población (fig. 12,3.a),
observaremos una cierta, y lógica, coincidencia en tre ambos, en parte
desdibujada p o r los densos focos de poblamiento de los valles fluviales
alim entados por aguas que descienden de las m ontañas, y en parle, tam ­
bién, por la incidencia de los factores históricos. Las m ontañas, por otro
lado, que actúan de pantallas condensadoras de la hum edad, favorecen
una ocupación de los propios valles intram ontanos o de las tierras llanas
próximas, fácilm ente regables.
Estos hechos determ inan una sensible variación de las densidades de­
mográficas, pues la escasísima ocupación de vastísim os territorios se
acompaña de fuertes acumulaciones hum anas sobre oasis, grandes valles
fluviales, llanuras costeras, o valles de m ontaña. Es más, cabría señalar
incluso que existen unas fuertes densidades agrarias, pues la relación
entre población rural y tierra cultivada da unos índices que van desde
los más de 500 habitantes por km 2 cultivado en la República Democrática
de Yemen y en Arabia Saudí, a algo más de 60 en Israel, Jordania y
Líbano, sin contar los casos extrem os de Kuwait o de Omán (véase cua­
dro XII.4).
No obstante estos hechos no invalidan la imagen de un dominio árido
escasamente poblado, muy poco aprovechado para la agricultura, pero
en el que el nomadeo con animales adaptados a los raquíticos pastos
esteparios y subdesérticos, se convirtió en la actividad agraria propia de
lo* beduinos. Éstos, representantes típicos de una sociedad tradicional,
todavía conservan su form a de vida nómada (véase figura 123«b).
a) La organización de ía sociedad tradicional. — Si nos atenem os a
las estadísticas oficiales, aproxim adam ente el 48 % dc toda la población
actual vive en centros urbanos. Esta cifra contrasta vivamente con las
sociedades del Asia Extremo-oriental y meridional, donde, como hemos
indicado, tan sólo en torno a un 20 % de la población habita en ciudades,
y es que, como se ha dicho en num erosas ocasiones, las. sociedades del
Oliente Medio se configuraron, históricam ente, como sociedades urbanas.
Grandes ciudades como Estam bul, Ankara, Teherán, Bagdad, Damas­ Fig. 12.3. a y b. Población sedetuaria y nómada, segin Fisher, 1978.
co... se fueron fraguando al calor de los diversos im perios que se asen- a. Distribución de la población (estimación para Afganistán)
b. Valor del nomadismo (estimación para Afganisián)
522 ESPA CIO S Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX AREAS SCBDESARROLLADAS 523

C uadro X II.4 mismo que a las dei Morre de África), de las que ha sido símbolo tra ­
dicional, está perdiendo fuerza frente a la sedentarización y 3a m oderni­
Valor de ía población y producción agrarias zación dependiente en gran medida de la explotación petrolera, como h?
en el conjunto de la actividad económica
sucedido en K uw ait o en otros países.
Población Sin em bargo, los beduinos representan una sociedad tradicional, muy
agraria Km* cu l­ E&tructura pobla­ ligada al medio ecológico, que se mueven sobre vastos espacios y que
Aportación
19S2 tivados Km* Densidad ción activa al PNB °c ¿iún conservan una organización bastante arcaica. En efecto, en estas
M illo n e s 1981 regadío agrana
Pdís —B—* 1951 A/B Agr. Ind. Scrv. Agr. Ind. Sen1. sociedades, en las que el conocimiento del medio y la m anera de solu
A fganistán 12,901
cionar las dificultades que presenta, dependen' básicamente de la expe­
80.590 26.600 160,1 78 7 15 55 25 20
A rabia S au d í 5,704 11.170 3.950 510,6
riencia, la edad cuenta por encima de otros factores, de m anera que las
60 10 30 2 88 10
B ahrein — 20 10 — 5 35 decisiones im portantes dc la com unidad tribal son tom adas por un jefe
60 1 60 39
C hipre 0,209 4320 940 48,4
Em . Ár. Unidos —
35 19 46 20 31 50 (sheikh), elegido entre los miem bros de mayor edad. La organización pa­
130 50 ■— 5 15 80
Ira k 5.456 54.500 17.503
2 78 20 triarcal, por lo tanto, de las distintas tribus se ha m antenido a lo largo
100,1 40 20 40 6 64 30
Irá n 14,639 159.700 59.000 91,7 40 25 35 20 45 35
de siglos.
Israel 0.258 4.180 2.050 61,7 8 34 La base económica de Jas com unidades tribales nómadas ha estado
58 7 41 52
Jo rd an ia 0.S49 13.800 850 61,52 26 14
K uw ait 0,025
60 12 15 73 en el pastoreo de los camellos, cabras y ovejas, practicando, a veces, al­
10 10 2.500 2 38 60 1 60 39
Líbano 0,233 3.500 850 66,6 10 20
gún tipo dc cultivo, sobre todo entre los grupos de sem inóm adas o tras­
70 10 15 75
Om án 0,573 410 380 1.397,6 60 10 30 3 87 10
humantes, los cuales suelen realizar un movimiento fijo y estacional entre
Q atar — 30 — 5 15 80 1 95 4 las áreas m ontañosas y las de llanura, como sucede, por ejem plo, entre
Siria 4,536 57.590 5.670 78,8 47 23 30
T u rq u ía 24,484 2SS.490
20 40 40 los kurdos de Turquía, o Irak. Pero, además, los beduinos se abastecen
20.800 86,1 54 18 28 26 27 45
Yemen (n o rie ) 4,497 27.900 2.450 161,2 . 75 5 20 15 5 80
de bienes arrebatados o exigidos a otras tribus o a com unidades agríco­
Yemen. R .D . P. 1,122 2.070 700 542 5S 15 las sedentarias, hecho que se ha considerado tradicíonalm ente como una
27 15 15 70
T otal 75,5 704.410 141.810 107.2 _____ — - _. especie de deporte. En cualquier caso, hoy encuentran fuertes presiones
para la sedentarización, desde las mayores oportunidades de trabajo y
F uente: ATLASECQ, 19S2 (datos d c 1951) para la estructu ra d e la población activa y e5 PN B. Anua­ el m ayor nivel de vida alcanzable en las ciudades, la reducción de los
rio FAÜ, 1952, para el resto.
pastos p o r la expansión de otras actividades económicas, o la propia pre­
sión de los gobiernos que buscan un m ayor control dc las com unidades
taron sobre estas tierras, en gran medida fundam entados en el poder nómadas a través de la sedentarización.
económico que Ies proporcionaba la actividad comercial de sus pueblos, Ahora bien, aunque los nóm adas ocupan vastísim os espacios, la m a­
merced al control de los intercam bios que se producían entre China e In ­ yor p a rte dc las com unidades rurales son sedentarias. Comunidades que
dia, y E uropa y África, a travos de esta área dc encrucijada de los tres se distribuyen en aldeas o pueblos de pequeñas dimensiones, con unos
continentes. 400-500 habitantes de media, si bien en Irán se reducen a unos 160 habi­
Ahora bien, la im portancia de la urbanización decayó con la caída tantes po r pueblo (Fisher, W. B., 1978, 135). Este poblam iento concen­
de los im perios; y el Asia suroccidental de hoy responde, m ás bien, a trado responde en gran medida a im perativos del medio, dada la escasez
una imagen de sociedad agraria que, aunque n o tiene m ás que un 52 % de agua, aunque tam bién a la necesidad de defensa colectiva frente a
de población ru ral, y un 48 %. de población activa agraria, conserva nu-~A calam idades naturales u hostilidades tribales.
merosos arcaísm os y rasgos tradicionales, visibles en la perm anencia del j La organización socioeconómica de las comunidades cam pesinas ha
nomadismo, en buena m edida im puesto por el medio, visible tam bién pasado por tres fases sucesivas, que aún no han afectado a todos los
ven el aislam iento de las aldeas y en la escasa evolución social de los países, pero que han introducido cam bios profundos, a pesar del escaso
agricultores. progreso general del nivel de vida de estos pueblos. E n efecto, la orga­
Respecto al nom adism o, practicado p o r los beduinos principalm ente, nización tribal, dom inante durante siglos, introdujo un tipo de propiedad
afecta todavía a una población en tre un 5 y un 7 % de la total, alcanzando colectiva de la tierra —«Bted jmáa*— , que se m antuvo al margen del
entre 750,000 y 1,5 millones de personas en cada uno de los tres países derecho coránico, el cual no reconocía más que la propiedad individual
con m ayor peso; Turquía, Irán y Arabia, unos 150.000 en Siria, 60.000 en ó «rñelk». Pero esta fase inicial, que en países como Irán se configuró
Irak, y en ,Israel y Jordania alrededor de 25.000 a 30.000 (Fisher, W .’B., como un típico modo de producción asiático, en el que el em perador,
1978, 134), y unos 35.000 en Afganistán (Bailan, D. y Benoist, A., 1982, 117). dueño dc la tierra, controlaba a los m andatarios feudales de* quienes re­
La imagen del beduino nóm ada asociada a estas tie rras desérticas (lo cibía los im puestos extraídos de las com unidades agrarias a cambio del
524 ESPACtOS Y s o c ie d a d e s ESTRUCTl. RAS ESPACIALES EN’ ÁREAS SCBDESARR0 LLADAS 525

cuidado de las infraestructuras dc regadíos, cam inos.,, entró en crisis permanencia de rasgos tradicionales, mucho más difíciles de superar.
desde mediados dcl siglo pasado. Entre ellos, no cabe duda que la elevada tasa de m ortalidad infam il
Una segunda etapa comenzó en el momento en que la tradicional eco­ constituye un índice revelador, pues nada menos que 7 de los i? países
nomía agraria de subsistencia fue siendo .sustituida por otra comercial, analizados superan la cola del 100 %o; países que, además, tienen más
al integrarse estos países en el mercado internacional. Como señala Fi­ de las tres cuartas partes de la población del conjunlo regional, pues
sher, este fenómeno «iba a causar enorm es cambios en la estru ctu ra de entre ellos se incluyen los de mayores dimensiones demográficas, como
la propiedad en todo el Oriente Medio, a finales del siglo pasado y du­ Irán o Turquía, o como Arabia Saudí y Afganistán, además de Omán y
rante la prim era m itad del actual. A lo largo de este período una sociedad los dos Yemen. Frente a este grupo, sólo Israel y Chipre han alcanzado
original de grupos tribales generalm ente libres fue transform ada en índices bajos (entre 14 y 18 %ó) y Kuwait y Líbano, medios (30-40 %»).
com unidades dc siervos, atados a la tierra por las deudas y p o r la iner­ Como puede com probarse, las enormes inversiones realizadas por algu­
cia, y en la que los líderes tradicionales y los «nuevos» propietarios se nos de estos países, sobre todo los petrolíferos, no han conseguido reba­
atribuyeron poderes económicos y jurídicos, que antes no tenían, sobre ja r la m ortalidad infantil hasta cotas bajas, porque ello exige un nivel
el campesinado. La propiedad com unal desapareció y los jefes dc tribu, de desarrollo general inexistente en esta parte del mundo, tanto m ás
junto con los terratenientes absentistas, establecidos en las ciudades, pa­ cuanto que los índices de m ortalidad infantil son aquí directam ente pro­
saron a ser dueños indiscutidos de grandes propiedades» (Fisher, W. B., porcionales al área territorial, pues sobre vastos espacios como los de
1978, 212). Arabia, Irán o Turquía resulta más difícil elevar los niveles sanitario-
Esta situación de extrem o desequilibrio en la propiedad de la tierra, asistenciales, de los que depende estrecham ente la reducción de la m or­
que ha sumido en la m iseria a millones de fellahs, ha pretendido ser talidad infantil.
corregida m ediante las reform as agrarias, las cuales han tenido resulta­ Junto a ésta, las altas tasas de natalidad reflejan también un com por­
dos muy dispares, pero que en Siria, Irak, Irán o Yemen del S u r han tamiento pronatalista tradicional. Tasas que se m antienen entre un 30
abierto una nueva etapa de desarrollo agrario. Por el contrarío, en Tur­ y un 48 9fo, en todos los países, salvo en Israel y Chipre (20 a 24 %c), si
quía v Jordania apenas han tenido incidencia, y en Arabia Saudi, Omán bien con tendencia a la baja, aunque lentam ente. Ciertamente esta lenta
y Yemen ni siquiera han sido planteadas. disminución de la natalidad se fundam enta en una escasa moderniza­
Pero esta sociedad rural, que ha conocido im portantísim os cambios ción social, dentro de la cual no se puede olvidar el papel m arginal con­
en su organización socioeconómica, en su apertura hacia el exterior, su­ cedido a la m ujer en estas sociedades, basado en tener, criar y educar
perando el tradicional aislam iento al integrarse en una economía de hijos. En Arabia Saudí, por ejemplo, el trabajo está estrictam ente pro­
mercado, que ha iniciado un éxodo rural de grandes proporciones hacia hibido a la m ujer, excepto en la enseñanza, hospitales y en las líneas
los centros industríales-urbanos, conserva todavía un com portam iento aéreas (aunque se contrata a azafatas no sauditas); incluso tiene prohi­
tradicional aunque sometido a fuertes tensiones por ios efectos que pro­ bido el conducir, cosa que no sucede en otros países árabes; pero la-'
voca la búsqueda de la modernización económica y social, entre las posibilidad de acceder a la Universidad para estudiar medicina o ense­
cuales las contradicciones dem ográficas resultan reveladoras, ñanza, junto al influjo de la televisión u otros medios dc com unicación
de masas, van en contra de ese rol marginal de la m ujer, que, previsi­
b) E xplosión dem ográfica y suhdesar rollo, ccm o efectos contradicto­ blemente, ha de cam biar en un futuro no lejano (Ruiz Arbeloa, L ( 1981,
rios de la m odernización . — Uno de los efectos más claros de la m oderni­ 167-168), Y estos cambios irán concediendo a la m ujer un papel m uy dis­
zación ha sido el de la introducción de m edidas sanitarias, que han redu- tinto ai de la procreación, que actualm ente todavía se le reserva como
cido notablem ente los índices de m ortalidad y, aunque no han alcanzado 'fundam ental y, en las comunidades más aisladas y atrasadas, como ex­
todavía ios bajos niveles de Iberoam érica, se aproxim an a ellos. La gran clusivo.
m ayoría de estos países tienen índices por debajo dcl 13 %o y sólo Afga­ La resultante de estos factores es un enorm e crecimiento demográfi­
nistán, los dos Yemen y Omán sobrepasan el %o (véase cuadro X II.1). co, que con una media de 2,7 % anual, es superior al promedio dcl m undo
Evidentem ente, esxe acusado descenso dc la m ortalidad respecto a lo subdesarrollado (2,4 %). En estos países de vastísimos espacios y, por lo
que era tradicional ha sido posible merced a las masivas cam pañas sani­ general, con abultados recursos financieros, parece que el crecim iento
tarias desarrolladas p o r los organismos gubernam entales, merced tam­ no debería plantear problem as y, sin embargo, ha abocado a los m ismos
bién a ía expansión de ias infraestructuras que han llegado a elim inar fenómenos que en otras regiones del T ercer Mundo. Aquí, la escasez
el aislam iento de num erosas com unidades campesinas y m erced, asimis­ de tierras cultivables h a provocado una aguda presión hum ana en el cam ­
mo, a la generalización de los m edios de comunicación de masas, sobre po» qúe sé h a saldado con un fuerte éxodo rural hacia las ciudades, las
todo de la radio, cuyas consignas han perm itido extender una cierta edu­ cuales reciben las mayores inversiones, creando empleos que atraen tan^
cación sanitaria. to' a trabajadores nacionales como extranjeros, de modo que on Kuwait
Pero estos aspectos m odernizadores se ven contrarrestados p o r la y algunos'otros pequeños países del Golfo la población inm igrante su­
estbucturas e s p a c i a t .e s £ n Ar e a s s u e u e s a r r o l l a d a s 527
526 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

tro cuyo terrazgo supera el 30 % —Chipre con 46,7 %, T urquía con un


pera a la indígena, pero que en los países de población m ás num erosa 36,5 Líbano con 33,6% y Siria con 31.1 Arabia Saudí, en ei ex­
(Irán, Turquía, Irak, Afganistán) o con m enores recursos ha provocado trem o opuesto, tan sólo dispone de un 0,5 % de tierras cuhívadas.
la típica dualidad y desequilibrios urbanos, como veremos más adelante. No obstante, estos datos se deben matizar, pues no todas las tierras
En suma, si las disponibilidades financieras derivadas de la venta del arables se cultivan anualm ente, dado que en este m undo de aridez tan
petróleo han posibilitado una fuerte expansión económica, con ia crea­ sólo el regadío puede hacer crecer las cosechas ininterrum pidam ente.
ción de diversos polos de desarrollo industrial y urbano, todavía queda Ahora bien, de los 704.000 km 2 cultivados, el riego no afecta m ás que a
un largo cam ino por recorrer en el proceso de modernización, como lo 142,000 —una quinta parte—f con lo cual las potencialidades del escaso
dem uestran las disfuncionalidades de la organización social o las eleva­ terrazgo total se ven lim itadas po r su permanencia en barbecho hasta
das tasas de analfabetism o, que afecta a m ás del 50 % de la población, 4 de cada 5 años, aunque se tiende al sistem a dc año y vez. Pero incluso
y la corta esperanza de vida, que oscila alrededor de los 60 años. Datos en las áreas de regadío se deja barbecho cuando no se dispone de ferti­
que reflejan una clara situación de subdesarrollo. lizantes, si bien los limos depositados por las crecidas renuevan Ja ferti­
La explosión demográfica, pues, no ha perdonado a los pueblos del
lidad de los suelos.
Asia suroccidental y está incidiendo negativamente en su desarrollo so­ E n cualquier caso, el regadío se revela como una necesidad, puesto
cioeconómico, que, contando con una población activa agraria de algo que los cultivos de secano sólo pueden prosperar sobre aquellas regio­
menos de la m itad de la total, se ha tenido que orientar hacia una línea nes que reciben m ás de 250 mm de precipitaciones anuales, y, dada la
desarrollista industrial y de servicios, pero sin poder p racticar econo­ escasez de estas áreas, se ha acudido al riego ya desde épocas muy anti­
mías de escala, dada la escasez de población. El campo, m ientras tanto, guas, al tiem po que todos los países han planteado proyectos, dc mayor
en el que habita algo más de la m itad de la población, se ve sometido o m enor alcance, para aum entar el labrantío regado mediante embalses
a una organización social disfuncional, con una estru ctu ra de la propie­ de superficie o sistem as de captación de aguas subterráneas,
dad desequilibrada, con una creciente presión demográfica a pesar de la Ei regadío h a tenido un gran valor histórico tanto en los oasis como
debilidad del poblamiento, con una economía agraria muy heterogénea, en los valles de los grandes- ríos o en determ inadas áreas regadas con
que va desde el pastoreo nóm ada, pasando por la agricultura de subsis­ agua extraída de los pozos o de «qanats», El sistema de qanat, conocido
tencia a un tipo de agricultura comercial, m ás o menos modernizada, in­ ya hace 4.000 años y originario probablem ente de Irán, se ha m antenido
tegrada en un m ercado nacional o internacional. Es a las com unidades hasta la actualidad, aunque hoy tiende a ser sustituido p o r perforaciones
campesinas a las que menos han llegado los ecos del desarrollo. y pozos con m otobom bas. Consiste en un túnel subterráneo de pequeña
pendiente, que arran ca de un acuífero, descubierto previam ente median­
te un pozo-madre, desde donde se conducen las aguas hasta distancias de
2. Una organización rural y unas estructuras agrarias disfuncionales cientos de m etros y a veces hasia 50 e incluso 100 km. Estos qanats,
denom inados tam bién «foggarasj» en el Levante, «karez» en Irak o «fellej*
El sector agrario adquiere una singular im portancia desde el mo­ («aflaj» en plural) en Omán y en el Sur, pueden proporcionar hasta 50
mento en que representa la prim era fuente de empleo en el conjunto re­ m etros3/h o ra (y algunos h asta S00 m 3/hora), aunque con fuertes oscila­
gional, con porcentajes que van desde más del 70 °/o en Afganistán o ciones estacionales (Fisher, W. B., 1973, 37).
Yemen, a más del 40 % en los grandes países, como Irán, Turquía, Siria La distribución del agua sobre la tierra se realiza m ediante inunda­
o Irak fvéase cuadro XII.4), si bien su participación en el PNB guarda ción por gravedad en los valles de los grandes ríos, o bien m ediante equi­
muy poca relación con el empleo que sustenta, sobre todo en los países pos de aspersión y hasta po r goteo controlado por ordenador, allí donde
petrolíferos, donde se. dan proporciones como la de Arabia Saudí, en la es más escasa, como en algunos oasis de Arabia Saudí o en el Negev
que, m ientras representa un 60 % de la población activa, no ap o rta más israelí, aunque esta últim a técnica sólo se emplea para cultivos de alto
que el 2 % del PNB. Estos datos, lo mismo que los de los dem ás países, valor comercial.
reflejan el escaso valor de las producciones agrarias en la economía gene­ Con esta distribución del secano y dcl regadío, a los que se suman
ral y la pobreza dcl campesinado; aspectos que descansan en unas estruc­ los espacios incultos, perb aprovechados para pastos, se consiguen unas
turas productivas y sistem as agrarios poco evolucionados, a pesar dc las producciones norm alm ente insuficientes p ara alim entar a u n a población
transform aciones experim entadas desde los años cincuenta. que crece tan de prisa; por lo que se deben im portar alimentos.
E n la figura 12.4 presentamos*la distribución de los principales apro­
a ) ’ Lt¿s es truc: uros productivas y los sistem a s agrarios „— Las con­ vechamientos, en los que puede observarse la im portancia adquirida por
diciones ecológicas de este sector del Oriente Medio dificultan enorm e­ el regadío, que es el responsable, ju n to con la creciente mecanización
m ente La extensión del labrantío, de m anera que las tierras arables tan y uso de fertilizantes quím icos, dc una elevación de los rendimientos,
sólo alcanzan el 10,2 % de la superficie total, produciéndose fuertes dis­ apenas perceptible globalmente, puesto que afecta principalm ente a los
paridades entre irnos países y otros; pues m ientras no hay más que cua­
52$ ESPA CIO S Y SOCIEDADES
E STRU CTU RA S ESPACIALES EN ÁREAS SU3DESARX0LLADAS ¿29

cultivos hortofrutícolas, y a ios m ás comerciales, pero en conjunto los


C uadro XII.5
rendim ientos son pobres, como puede verse en el caso de los cereales,
que, ocupando el 45 % dc las tierras labradas, constituyen el cultivo Superficie y rendimientos del conjunto de cereales y del trigo
básico, al que se sum an otros cultivos de subsistencia, como el olivo, la
Trigo
vid, la palm era datilera (tam bién cultivo dc exportación), higuera, p a ­ Superficie cerealista, Rendim iento m ediv ------ - --------
tata, lentejas..., perviviendo todavía un policultivo de subsistencia, mez­ m iles d e ha (m edia) cereales k g /ha Miles ha K g 'h a
clado con algún cultivo comercial (algodón, caña, tabaco...) y con algo 1974-76 1982 1974 76 I9S0-82 J9Í2
de forraje para el ganado. Dentro de los cereales, el trigo, que tuvo aquí
su cuna histórica, predom ina sobre los demás, ya que ocupa los dos A fganistán 3.377 3.648 1.328 1303 2.585 1.191
tercios del labrantío cerealista, pero también con unos rendim ientos Arabia S audí 395 605 737 721 200 2.036
bajos, salvo en el caso dc los pequeños países que lo cultivan casi en Chipre 121 56 1.396 1.842 15 1.338
Em i. Árab. Unidos — — ____ 5.182 — 2.728
plan experim ental, o en Israel, o Turquía, país éste que tiene grandes Irak 2.124 im 854 923 1.200 845
disparidades regionales en los rendim ientos pero que se ha convertido Irán 7.781 7.BD5 1.057 U 60 6.000 1.057
en un gran p roductor de alim entos básicos. Israel 145 101 2.112 2.028 78 2.212
Jo rd an ia 217 152 660 579 100 567
K uw ait _ _
2.000 3.196 — —

Líbano 63 24 1.222 1.452 18 1.635


Omán 3 1 1.628 1.995 —
1.211
Q atar — ____
3.568 22 99 — 2.195
Siria 2.611 2,692 950 1.210 1.300 1.462
T urquía 13.450 J3577 1.579 1.891 9.250 1.868
Yemen (norte) 1.284 830 819 924 66 1.049
Yemen, Rep. Dem. 65 61 1.651 1.565 10 1.556

T otal 31.636 31.634 _


20.822

F uente: Anuario PAO, 1982.

Turquía, ciertam ente, representa una excepción en el conjunto de


Asia suroccidental. Sus condiciones ecológicas son mucho m ás favora­
bles para cualquier tipo de cultivo que en el resto de los países, situán­
dose entre los 10 prim eros productores m undiales de trigo. A nivel gene­
ral, incluso, sobran producios alim enticios en el país, que se despilfarran
por no existir una industria transform adora, que sea capaz de absor­
berlos y exportarlos. En este sentido, resulta revelador la producción
de avellanas, de las que Turquía produce, sobre todo en lom o a las ribe­
ras dcl m ar Negro, grandes cantidades excedentarias que son exportadas
a la CEE, Estados Unidos y Japón, principalm ente, aportando el 70 %
del mercado mundial de la avellana, que se orienta, sobre todo, a cu b rir
la dem anda de las fábricas dc chocolate (Financial Times, en IRA, 1983,
88-94).
También se han desarrollado otros cultivos comerciales de im portan­
cia, como la palm era datilera en el Chat-el-Arab, donde, en virtud dei
encharcam iento estacional, llega a d a r grandes rendim ientos, con pn>
ducciones destinadas al m ercado nacional e internacional. Asimismo, el
algodón prospera sobre estos medios áridos, regados, con producciones
destacables en Siria (564.000 tm de algodón sin desm otar en 1982, el
1,3% del m undial), en Irán (294.000 tm ), Israel (225.000) y sobre todo
Fig. 12-4 Aprovechamientos agrarios y distribución de ía tierra, en Turquía (1,225.000 tm., es decir el 2,8 % del mundial).
según W.B. Fisher, 1978
530 ESPA C IO S Y SOCIEDADES
ESTR U CTU RA S ESPACIALES HN ÁR12AS SLBDESARROLLADAS 531

Este restringido panoram a de la agricultura del Asia suroccidental Respecto al prim ero, cabria afirm ar, con Le Coz, que se tra ta cié «la
no puede cerrarse sin una referencia al valor de la ganadería. Ya seña­ más “otorgada” de las reform as agrarias en el país de “modo dc produc­
lamos la im portancia que a lc a n a en tre los nóm adas, para quienes cons­
ción asiático" m ás afirmado» (Le Coz, J;| 1976, 214). Aquí, el núm ero de
tituye la base de su economía, pero, adem ás, está muy extendida entre campesinos sin tierra, que vivía como jornaleros, alcanzaba a un 48 %
los agricultores sedentarios, a quienes les sirve de complemento alim en­ de la población rural. En 1961-62 se prom ulgaron las leyes de la reform a,
ticio. Según Fisher, ja ganadería aporta el 40 % dc la producción agraria que establecían techos de propiedad y obligaban a los propietarios de
de Irak o Israel, alrededor dc un tercio en Líbano y Jordania y menos
pueblos a quedarse con uno sólo de los que dominasen, recibiendo in­
de una cuarta parte en Siria, Pero estas magnitudes provienen m ás dcl demnización por el resto. Estas medidas tuvieron rápida aceptación y en
enorme desarrollo de la cabañil que de su calidad, pues los rendim ientos
1966 se habían beneficiado de ellas casi la cuarta parte de las familias
en leche y carne son muy pobres, excepto en Israel, Chipre y en los pe-
rurales, A estas m edidas siguieron otras en 1963 para favorecer los arren*
queños países petrolíferos, por las fuertes inversiones realizadas para damientos a largo plazo (30 años) y elim inar los abusos de la aparcería.
conseguir una ganadería selecta. En cualquier caso, llama la atención la
En 1969 se completó la ley con disposiciones que favorecían el acceso a
abultada cabaña de ovino y caprino, que en T urquía alcanza 68,5 millo­
la propiedad por los arrendatarios.
nes dc cabezas, o 48,6 en Irán, 23 millones en Afganistán..., dado que
La reform a agraria iraní, dictada por el gobierno del Sha para bus­
este ganado, muy rustico, se adapta perfectam ente a este medio ecoló­
car el apoyo de las clases cam pesinas frente al poder de los estam entos
gico de pastos pobres. El ovino de Afganistán constituye una de sus esca­
religiosos, benefició a 3a m itad de las familias rurales, que se vieron li­
sas bases económicas, pues pertenece a la raza Karakul, de la que se
bres del yugo feudal, pero, a pesar del progreso experim entado y del
obtienen las denom inadas pieles de Astrakán, ju n to con tapices elabo­
encuadram iento de los cam pesinos en organism os cooperativos, parece
rados con esta lana.
ser que el cam pesinado se ve im potente ante el liberalismo dei mercado,
Los arcaísmos e inercias señalados, que se traducen en un bajo nivel
que perm ite a los com erciantes acum ular las plusvalías generadas por
de \id a en los medios rurales, no encubren, sin embargo, cambios, a
los agricultores. Al mismo tiem po, y dado su bajo nivel cultural, encuen­
veces fundamentales, ocurridos desde los años cincuenta.
tra una b arrera infranqueable en la tecnocracia adm inistrativa a la hora
de solicitar créditos, tram itar contratos, etc. Finalm ente, la explosión
b) Transform aciones y progresos en la organización ru ra l — Las
demográfica está reduciendo considerablem ente el tam año de las explo­
transform aciones más decisivas se refieren a la estructura de la propie­
taciones, con lo que no se presenta otra alternativa que colonizar nuevos
dad y el régimen de tenencia de la tierra, de m anera que las reform as
espacios m ediante el regadío (fenómeno potenciado por los grandes pro­
agrarias y la expansión de las cooperativas representan los más desta­
yectos oficiales) o em igrar a las ciudades.
cabas.; A csios habría que añadir los que ya hemos com entado respecto
En Irak, la reform a se inició en el mismo año que triunfaba la revo­
a ía modernización de las explotaciones.
lución —1958—, con la pretensión de acabar con el poder de la oligarquía
El control de la tierra por parte de unos pocos feudales o terratenien­
feudal, estableciéndose un techo de 100 ha en regadío y de 200 en secano;
tes era norm a común en los m om entos posteriores a la II G uerra Mun­
lo que perm itió la expropiación de 1,5 millones de ha, pero que se dis­
dial, de modo que en Irak el 2 % de los propietarios controlaba el 68 %
tribuyeron lentam ente y no afectaron más que a una p arte reducida dc
dc las tierras cultivadas, y en Siria el 1 % de ios propietarios poseía la
la población rural.
m itad dc la tierra; resultando una distribución sim ilar en T urquía o
En Siria, la ley de 1958 limitó la propiedad a 80 ha de regadío y 300
en Irán, donde poco más de 400 terratenientes disponían del 57 % de
de secano, lo que posibilitó la distribución, en los 12 años siguientes, de
todos los pueblos iraníes (Fisher, W. B., 1978, 212). Pero, adem ás, los
160.000 ha (m ás deí 80 % en regadío), en tre 250.000 familias. Pero, quizás,
grandes propietarios solían ser absentistas, que no veían en la tierra
el aspecto más interesante radique en la organización cooperativa intro­
más que un medio seguro de inversión. Al problem a de la desequilibrada
ducida. En efecto, tanto aquí como en Irak, la cooperativa se vio necesa­
estru ctu ra de la propiedad se añadía el de unos arrendam ientos encare­
ria para hacer frente a las tarcas de com pra de insum os y comercializa­
cidos p o r los interm ediarios y el de un tipo de aparcería injusta, que
ción de productos, que antes realizaban los terratenientes. El gobierno
obligaba al aparcero a entregar hasta los dos tercios de la cosecha, al
propietario. sirio estimuló, incluso, las cooperativas de producción, aunque actual­
m ente se están imponiendo las de servicios, que se ven como m ás viables
En esta situación, se abordaron las reform as agrarias, como conse­
cuencia de revoluciones políticas en Siria e Irak; tam bién con carácter (Bianquis, A. M., 1979, 301).
. Un caso'extrem o de organización cooperativa son los kibutzim israe­
radical en Yemen del Sur; en Irán se Jlevó a cabo una reform a conocida
líes, que se localizan nonnalm ente sobre áreas de colonización o de fron­
como «revolución blanca»; en T urquía y en Jordania las reform as apenas
tera m ilitar, configurándose como pueblos de pequeñas dimensiones (me­
tuvieron eco, y en Yemen, Omán y Arabia Saudí ni siquiera se han
nos de 1.500 personas), en los que la propiedad de la tierra es estatal y
planteado. Los casos más d estacab as son los dc Irán, Irak y Siria.
todos los dem ás bienes y servicios son comunales; cum plen, pues, no
ESTRUCTURAS ESPACIALLS HN ¿ R E A S SL:BDESARROLLADAS 533
532 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

crecim iento se m antengan elevados, como sucedió en la década de los se­


sólo una función productiva, sino tam bién dc ap ertu ra de nuevos espacios
senta, en la que el producto industrial creció a un ritm o superior a un
agrarios y de defensa frente al enemigo'.
10 % anual, acelerándose posteriorm ente, a raíz de 3a crisis del 73, m erced
E n sum a, el mundo ru ral está experim entando profundas transfor­
a la afluencia masiva de petrodólares y a ios planes desarrollistas plan­
maciones que se derivan, en prim er lugar, de las iniciativas estatales;
teados.
entre las cuales hay que destacar los esfuerzos orientados a la transfor­
Ahora bien, si en contra de lo que ha sucedido en casi todos los países
mación de nuevos espacios en regadío, principalm ente en los bordes del
tercerm undistas, los del Golfo Pérsico han contado con un sólido res­
desierto Salado de Irán, en la península arábiga, en Irak e incluso en
paldo financiero para sus proyectos industriales, se han visto y se ven
Turquía con el magno proyecto de la presa de A taturk, en la cabecera
enfrentados, sin embargo, a un condicionante fundam ental: la pequeñez
del Éufrates. Pero estos planes se ven condicionados por la cuantía de
de su m ercado. En este sentido, sólo Irán y Turquía gozan de un am plio
las disponibilidades hídricas —superficiales o subterráneas—f que son
m ercado potencial de consum idores, si bien los turcos no cuentan con
más abundantes en los países m ontañosos que en los de llanura, salvo
petrodólares. En este panoram a de pequeños estados, con reducidas di­
en Irak, y que en el caso de Arabia Saudí están haciendo dism inuir rá­
mensiones demográficas, que, por otro lado, albergan a una población
pidam ente los acuífJros fósiles. En segundo lugar, las transform aciones
de bajo nivel de consumo y muy disem inada sobre vastos espacios ru ra­
vienen provocadas por la propia dinám ica económica de estos países, en
les, no se pueden poner en práctica economías de escala; por lo que las
los que se está produciendo una creciente industrialización que afecta
industrias que se im planten, si quieren ser com petitivas, deberán orien­
a los principales centros urbanos,
tarse básicam ente a la exportación. De ahí la prioridad que se ha dado
a las industrias derivadas del tratam iento del petróleo, de modo que,
como ya señalamos, la capacidad de refino dcl conjunto regional alcan­
V, T r a n s f o r m a c io n e s in d u s t r ia l e s v urbanas
zando 71,38 millones de tm en 1964 (4,7 °í> de la mundial) se elevó a 221
millones en 1982, equivalentes al 5,6 % de la m undial.
- Aunque existen profundas diferencias entre unos países y otros, el
Otros condicionantes de peso nacen de la escasez general de mano
proceso de desarrollo industrial en el Suroeste asiático presenta unas
de obra y, sobre todo, cualificada. Por ello, y principalm ente en el caso
singularidades difíciles de encontrar en otras partes del Tercer Mundo.
de los mayores productores de petróleo, la inmigración de trabajadores
No se puede decir lo mismo, sin embargo, del proceso de urbanización,
sin cualificar, así como de cuadros y técnicos se ha extendido am plia­
pues el crecim iento industrial ha afectado a unos núcleos urbanos, esca­
m ente, de m anera que en Kuwait y algunos otros países del Golfo el
sos en núm ero pero de grandes dimensiones, que, en conjunto, tienen
núm ero de inm igrantes supera al de los autóctonos.
los mismos problem as y lacras que otras ciudades del m undo subdesa­
rrollado. Como resultado de estos condicionantes h a cristalizado un tipo de in­
dustria poco diversificada, de alta tecnología por lo general, y muy con­
centrada en unos cuantos centros urbanos. Sin embargo, no se pueden
1. Una industrialización acelerada pasar por alto las disparidades entre unos países y otros. Israel, T urquía
e Irán cuentan con las estructuras industriales más com pletas y diversi­
ficadas. El prim ero, debido a su p articular significado como estado de
Ciertam ente, el proceso de industrialización difiere sensiblemente del
los judíos, que ha contado con apoyo internacional y que ha creado una
de Iberoam érica, pues aquí no se pretende llevar a cabo una sustitución
industria, cuyas exportaciones suponen el 80 % del total de exportaciones
de importaciones, o del de algunos países del Asia del Sureste, en los
israelíes. Industrias alim enticias para el consum o nacional, e industrias
que la «industrialización por invitación» ha tom ado carta de naturaleza.
eléctricas y electrónicas para usos m ilitares, adem ás de la talla de dia­
Muy al contrario, la industria surge aquí como resultado de unas enor­
m antes representan las ram as m ás im portantes.
mes disponibilidades financieras, que, tras años de titubeos, se han orien­
Turquía, lo mismo que Israel, aunque $in sus disponibilidades finan­
tado a cum plir una estrategia industrial, basada en el desarrollo de em ­
cieras, se sale un tanto de la norm a, pues, aunque sin petróleo, cuenta
presas dompetitivas, que puedan m antenerse cuando se acabe la riqueza
energética. con una gran riqueza m inera que va desde el carbón (en el NO. del país)
al cromo, cuya producción de 302.500 tm (1981) suponen el 7,2 % del
E sta ^estrategia industrial es relativam ente reciente, como se com­
total m undial. La industria turca ha conseguido producir, no sólo bienes
prueba por la escasa entidad de la industria, y cuenta, adem ás, con pode­
de consumo, sino tam bién, aunque a reducida escala, de equipo. Por otro
rosos condicionantes. En efecto, si nos atenem os a la población activa
lado, si la gran industria se concentra en las principales ciudades, la
empleada en el sector secundario, sólo Kuwait, Bahrein e Israel superan
el 30 % r en tanto que Irán, Irak y Líbano se sitúan entre el 20 y el 30 %, industria tradicional, .sobre todo l;i textil (tapicerías, alfom bras...), se
baila mucho m ás dispersa por los medios rurales, donde frecuentem en­
y los restantes están entre el 10 y el 20 %, excepto Afganistán y Yemen,
te se m antiene en un estadio artesanal. Finalm ente, Turquía produce
que no llegan al um bral del 10 %. Ello no obsta para que los ritm os de
534 E SPA C IO S Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACiAI.bS £X AREAS S I ’BDESAR HOLLADAS 535

m ineral de hierro (en Izm ít y Divrig), que h a perm itido instalar plantas un auténtico desierto industrial, en el que tan sólo destaca la elabora­
siderúrgicas eu Zonguldak, aprovechando los yacimientos de carbón, ade­ ción de tapices por métodos artesanales, a los que se suma la industria
m ás de en otros núcleos. Por todo ello, la industrialización tu rca se pa­ textil algodonera, y los dos Yemen. La República Democrática de Yemen
rece m ás a la dc los países iberoam ericanos que a la de los otros dei tiene una cierta actividad industrial en el puerto de Adén, en el que se
Asia suroccidental. asienta una refinería de petróleo. Ambos Yemen obtienen sus principa­
No obstante, en cuanto a potencia industrial, Irán sigue de cerca a les ingresos de la agricultura y de las rem esas de los yemenitas emi­
Turquía, si bien la guerra irano-íraquí ha destruido parte de sus plantas grados a Arabia Saudí.
industriales, como ha sucedido con la refinería de Abadán (Irán) o la Después de la som era caracterización que acabamos dc realizar cabe
de Basora (Irak), de modo que en Irán la capacidad dc refino ha caído preguntarse po r las perspectivas del sector. En este sentido, la gran
desde 63,7 millones de tm anuales, antes de la destrucción, a 28,2 millo­ m ayoría de estos países cuenta con un factor favorable: la abundancia
nes dc mi en 1982, según cifras de «Images économiqucs du monde». de recursos financieros, pero se enfrenta a u a mercado de reducidas
Evidentemente, el conflicto bélico eslá incidiendo muy negativamente en dimensiones, que, a pesar del gran crecim iento demográfico, tardará
el desarrollo industrial iraní. En cualquier caso, se trata de uno dc los m uchos años en adquirir dimensiones de escala. Por ello, la respuesta
países del conjunto regional con mayores posibilidades por la abundan­ lógica debería ir hacia una cooperación regional y especiaíización fun­
cia no sólo de petróleo sino de num erosos minerales no energéticos, por cional, puesto que las producciones de conjunto, si se descuentan las
lo que su política industrial se ha basado en el desarrollo de las indus­ petroquím icas, son muy pequeñas, pero por más que las consignas del
trias básicas (petroquím ica, fundición de aluminio, siderurgia), además panarabism o intenten llevar a cabo esa colaboración, la H istoria parece
de toda una gama de industrias ligeras orientadas ai m ercado nacional. dem ostrar lo contrario, pues los enfrentam ientos y las hostilidades reli­
La industria iraní, no obstante, está muy subutilizada, pues los megaló­ giosas e ideológicas están erosionando gravem ente la convivencia y des­
manos proyecios de la época del sha no podían conducir más que a una truyendo un capital económico acum ulado durante muchos años.
clara infrautilización. Por otro lado, la industrialización está consiguiendo acelerar la evo­
Los dem ás países han prim ado también las industrias derivadas del lución de la m entalidad del campesinado tradicional, en este m undo de
petróleo, a las que sum an otras de distinto ca ra d o r, según las necesida­ arcaísm os, donde la dependencia de la tierra m antiene unas relaciones
des o conveniencias, pero siem pre con lim itadas producciones, dada la sociales y familiares de tipo patriarcal, m ientras que el cam pesino que
exigüidad del mercado. No obstante, Arabia Saudí ha puesto en m archa emigra a la ciudad o incluso el que conserva su pequeña parcela para
grandes planes industriales, sobre todo de industria pesada, que están cultivarla a tiempo parcial, concibe las relaciones sociofamiliares de
modificando sustancialm ente su economía tradicional. No sólo refinerías una m anera mucho más independíente (Longuenesse, E v 1979, 254-255).
sino tam bién plantas de tratam iento de gas, para la producción de eti- Ha sido la escasa evolución del campo, la presión sobre la tierra causada
leno, nitrógeno y m etanol, están construyéndose en Jubail, sobre ei Golfo por la explosión demográfica y las oportunidades de empleo ofrecidas
(ai N orte de la term inal de Ras Tanura). En Jubail, asimismo, se ha por La industria, los hechos que han desencadenado un fuerte éxodo
inaugurado la m ayor planta del mundo p ara la desalinización de agua rural, dirigido hacia tas grandes ciudades, principales receptoras dc los
m arina, desde donde se tran sp o rta hasta Riad. Igualmente, se ha bus­ proyectos industriales y de los em igrantes rurales.
cado diversificar las ram as industriales, invirtiendo en fábricas de ce­
mento, en proyectos m ineros, fertilizantes, siderurgia..., de m anera que
se han form ado tres grandes polos industriales: uno en ei Golfo Pérsico 2. Un firm e crecim iento urbano
(en tom o a Ras Tanura: Jubail, Damman, D hahran y A IJubar), otro en
tom o a Riad y un tercero en el m ar Rojo, en torno a Jida. El m undo árabe y, en general, los países del Asia suroccidental han
Otro de los países con posibilidades de desarrollo industrial —Irak — sido testigos de florecientes civilizaciones urbanas, que se apoyaron en
h a seguido» a grandes rasgos, las mismas directrices que los dem ás pro- un firme desarrollo comercial, al que se sum aron las actividades políti­
aductores de petróleo, aunque aquí la Administración ha puesto en prác­ cas, religiosas y culturales. Jerusalcn, La Meca, o la ciudad santa de Qom
tica una política de planificación centralizada, reservando el papel pri­ en Irán, atestiguan la im portancia del componente religioso en la vida
m ordial al sector público. Lo mismo que en Irán, los gastos bélicos están urbana, lo m ism o que el engrandecim iento de Estam bul se debió a su
erosionando seriam ente la economía del país. papel político-religioso entre los turcos otomanos. Todas las ciudades
Finalm ente, los pequeños estados del Golfo se han orientado hacia tradicionales conservan su centro histórico —la medina—, donde se pue­
un tipo de industrialización basado en ia petroquím ica, aunque Bahrein, den observar los antiguos barrios com erciales (los zocos o bazares), de
en función dc sus escasas reservas petroleras, está desarrollando plan­ estrechas calles, en las que los artesanos se codean con vendedores de las
tas de fundición de alum inio y astilleros. Los países m ás atrasados en m ás dispares m ercaderías. No faltan en las medinas las escuelas religio­
el campo industrial son Afganistán, al que podemos caracterizar como sas (m adrazas) y las mezquitas. Pero, junto al barrio histórico, norm al­
536 ESPA CIO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESPACIALES EN ¿ R E A S SUBDESARROLLADAS 537

m ente degradado, ha surgido la ciudad moderna, con edificios funcio­ la gran ciudad industrial y portuaria de Turquía. Y otras como Ankara,
nales, construidos en altura, que no goza de la personalidad de la tradi­ Bagdad, Damasco, E sm im a, Konia, Adana y Kabul. De estas 9 ciudades
cional. Una ciudad m oderna, de estilo occidental, que se ha expandido m illonarias de toda la región, 5 pertenecen a Turquía, que cuenta, así,
rápidam ente, pues si a finales del siglo pasado no había más que un con el sistem a urbano m ás equilibrado del conjunto, en tanto que en
10 % de la población urbana, en la actualidad se alcanza el 48 %, lo que Irán se están potenciando grandes ciudades, de en torno al medio millón
ha motivado una explosión urbana tan im portante que algunas se han de habitantes (Esfahan, Mashad, Tabriz, Shiraz), que representan un
construido ex novo al servicio de los intereses petroleros, como Abadán contrapunto de Teherán, pero de mucho m enor peso. En conjunto se
en Irán o D hahran en Arabia, tra ta de un sistem a urbano no equilibrado y con escasos flujos internos,
La expansión actual dc las ciudades tiene muy poco que ver con la lo que dificulta su integración.
tradicional ya que, ante todo, se debe al impuJso industrializados de
m anera que, salvo algunas excepciones, existe una correlación directa
entre elevado producto industrial y alto porcentaje de población urba­ C o n c l u s ió n : r iq u e z a y d e s e q u il ib r io s

na. Nada menos que S de los 17 países estudiados tienen más de un 70 % Si algo llam a la atención de estos países petrolíferos es la riqueza
de población urbana, aunque corresponden a los de m enores dimen­ derivada de la exportación de los hidrocarburos. La abundancia de capi­
siones demográficas. En el extrem o opuesto destacan los casos de Yemen tales ha perm itido poner en m archa grandes proyectos desarrollistas
y Afganistán, que no superan el 15 %, m ientras que el resto (véase cua­ orientados a cub rir Ja dem anda de un m ercado nacional muy restringido
dro XIL1) se sitúa en posiciones m edias, de en torno al 45-50% (Irán, o la de un m ercado internacional muy com petido. Los vastos planes
Turquía, Siria y Chipre). en m archa han dem ostrado que la inversión de capitales puede tran s­
El fuerte crecim iento urbano inducido por la industrialización ha form ar en vergeles antiguos territorios yermos, que puede desarrollar
dado lugar a la configuración de grandes ciudades, muy escasas en nú­ grandes com plejos industriales allí donde ni siquiera se disponía de
mero, que no han perm itido el desarrollo de una red urbana equilibrada, agua, que puede m odificar y controlar unas condiciones naturales hos­
de m anera que en num erosas regiones no aparece ciudad alguna que tiles a la ocupación hum ana, pero hay otros hechos que al capital le
pueda ofrecer servicios mínimos y garantizar un desarrollo sectorial­ cuesta m ás modificar, tales como la organización social y las m entali­
m ente equilibrado. Así, m ás de los dos tercios de la población urbana dades, y tanto m ás cuanto éstas arraigan en unos pueblos dom inados
de Irak viven en Bagdad, y m ás de la m itad de los de Jordania en por el fanatism o religioso.
Ammán; en Persia, antes de la caída del Sha, más dc la m itad de la Y m ientras no se logre cam biar esa organización y m entalidades, las
industria m anufacturera se concentraba en Teherán. Pero, incluso, el sociedades del Asia suroccidental perm anecerán ancladas en el subde-
efecto de dem ostración ejercido por estas ciudades o por las de Europa sarrollo, con una pobreza rural que choca con los magnos planes indus­
occidental para los em igrantes turcos ha desencadenado un crecim iento triales, con un alto nivel de incultura que acom paña al bajo nivel de
urbano muy superior al del crecim iento económico general y al del servicios, con unas disparidades sociales que no pueden se r ocultadas
desarrollo industrial, de m anera que «una parte significativa de la po­ con la abundancia de petrodólares.
blación urbana está desempleada, subem pleada o forzada a integrarse En esta situación sólo una firme cooperación regional podría racio­
en el creciente grupo de actividades frecuentem ente conocidas como el nalizar el proceso dc desarrollo, pero esa cooperación resu lta im previ­
sector informa] urbano» (Fisher, W. B., 1978, 150). sible desde el m om ento en que median factores tan im ponderables como
Al problem a del desempleo hay que u n ir el de la vivienda, pues la el dogm atism o religioso y Ja incultura de las masas. No obstante, el
afluencia masiva hacia los centros urbanos ha generado los típícos barrios suroeste de Asia goza, como conjunto regional, de enorm es posibilidades
chabolísticos, que en el caso dc T urquía reciben el nom bre de «gecekon- de desarrollo, y en condiciones m ás favorables que ningún otro con­
du» o barrios de autoconstrucción, sin perm isos legales, que pueden ser junto tercerm undista. Pero el Oriente Medio asiático está dilapidando
legalizados progresivam ente, pero que en Ankara, por ejemplo, afectan a parte de sus enorm es recursos m ateriales y hum anos en los conflictos
más de dos tercios de la población, que viven en terrenos y viviendas bélicos, que destruyen su propio equilibrio y colapsan el desarrollo de
no totalm ente legalizados. Esta situación está potenciada p o r el acele­ sus pueblos.
rado ritm o de crecim iento de las grandes ciudades, que suele superar
ei 5 M an u al, por lo cual es frecuente que engloben en su aglomeración
a núcleos rurales cuyos habitantes continúan viviendo total o parcial­ BIBLIOGRAFÍA BASICA
m ente de la actividad agraria.
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T u r, J . J. (1976): Les Em irats du Golfc Arabe, PUF. Que sais-je? P arís.
plejidad intrínseca de ios distintos conjuntos territoriales, los cuales,
más bien, ofrecen aspectos de homogeneidad, tanto por sus condiciones
naturales como por las derivadas de la ocupación humana.
El medio natu ral en África llam a la atención por una casi geom étrica
distribución zonal, con una gran regularidad de los medios bioclim áticos
en franjas casi sim étricas a ambos lados del Ecuador; una regularidad
en la que ejercen un papel hegemónico las condiciones clim áticas; en
tanto que el relieve, cuya infraestructura viene determ inada por el zócalo
en un 96 % del continente, y cuya sobria arquitectura sólo se ve tra n s­
formada en los dos extremos N. y S.: Atlas y Drakensberg, en el sector
oriental —de grandes macizos y rifts— y en alguna otra ramificación,
ejerce un papel muy secundario, puesto que, aunque las grandes altitudes
modifican sustancialm ente los m edios bioclimáticos, éstas son propor­
cionalm ente escasas, en tanto que domina netam ente la reiterada mo­
notonía de las grandes plataform as de horizontes abiertos y llanos, salpi­
cadas de m onadnocks o ínselbergs, y de los relieves monoclinales con
suaves pendientes.
El significado económico de las condiciones naturales es claro: los
m ateriales del zócalo ofrecen un subsuelo extraordinariam ente rico en
m inerales, que, tradicionalm ente y en la actualidad, se exportan a Jos
países industriales sin apenas incidencia en 1a transform ación económica
de Jas regiones productoras. Una generosidad térm ica y pluviom étrica,
por otro lado, en casi los dos tercios del territo rio supone u a potencial
agrario e hidroeléctrico muy por encima y enorm em ente alejado de la
situación que presentan quienes quieren hacer responsables del sub­
desarrollo africano a esas m ism as condiciones naturales. .
•: Este ta n vasto territorio llam a la atención p o r su escasísim a ocupa­
ción, aunque se deben exceptuar los m edios desérticos, donde la aridez
juega un papel prohibitivo ante la densificación hum ana. Globalmente,
se estim a la población africana en unos 513 millones en 1983, de acuerdo
con su ritm o de crecimiento; cifra que da una densidad media muy
baja, de 17 hab./km 2. Pero esta débil ocupación se acrecienta, sin em-
ESTRU CTURA S ESPACIALES t-S* ÁREAS SUBDESAKKOLLADAS 541
540 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

bargo, aceleradam ente, pues el crecimiento demográfico durante la dé-' dación: el África árabe y el África negra. África árabe, aunque diversa,
cada pasada fue dcl urden del 2,7 % anual, con la salvedad de que en la tiene una cultura com ún vehiculada por el Islam ; una sociedad de agri­
actualidad ha alcanzado el 3 % ( e incluso tiende a aum entar, p o r el des­ cultores —los fellahs—, arrendatarios al servicio de pastores y com er­
censo de ía m ortalidad, que todavía es muy alta en el conjunto de las ciantes (beduinos); se asienta fundam entalm ente sobre estepas y desier-
sociedades africanas* cifrándose en una media dc 16 %o, frente a una tos, y representa la p arte africana m ás poblada y urbanizada. Frente a
natalidad de 46 %o. ella, el África negra, ai S, del Sahara, con una naturaleza fecunda y una
Una baja densidad fundam entada en factores históricos, porque África baja densidad de población, donde el subdesarrollo se hace palpable,
no es sólo un continente semivacío, sino, sobre todo, semivaciado: ya coexistiendo la agricultura de subsistencia (cada vez menos nítida: m an­
desde los romanos se realizaba un im portante tráfico de esclavos negros, dioca, ñame, taro, maíz, m ijo...) con la agricultura colonial exportadora
hecho que se va a acelerar a p a rtir dc! siglo xvi y que perdurará hasta —grandes plantaciones dc cacahuete, cacao, café, plátanos, ananás , a
bien entrado el xix. A pesar dc ello, las mayores acum ulaciones hum a­ todo lo cual se sum a la exportación de minerales. Es la p arte africana
nas tienen una ubicación costera, como corresponde al papel jugado por más desheredada, atrasad a y dependiente.
La colonización; y sólo algunos oasis poblacionales, como los del valle Dentro de estos dos grandes subcontinentcs, cabe diferenciar los con­
del Nilo, Transvaal, región de los Grandes Lagos o del N. de Nigeria, juntos territoriales que singularizan su organización espacial en relación
ocupan una posición interior. Han sido precisam ente la colonización y con el régimen político, con la riqueza agraria o m inera (petróleo, cobre,
el neocolonialismo los responsables de la ru p tu ra de las estructuras oro...)» etc.; factores que se traducen en una dinám ica espacial especí­
tradicionales, sin que hayan sabido o querido cam biarlas p o r otras es­ fica, de la cual el PNB per cápita es como una vaga expresión: la m a­
tructuras válidas para el desarrollo. yoría de los países africanos no superan los 500 $, con extrem os como
Una escasa población, pero que, en virtud de la explosión demográfica Etiopía (142 $), Mali (185 ?), Zaire (225 $), Mozambique (240 $). Por en­
y de la falta de posibilidades en el campo, se sum a al éxodo ru ral y se cima de 1.000 $ no se encuentran más que nueve países, entre los que
acumula en las ciudades, alim entando de este modo la hipertrofia urbana destacan los exportadores de m aterias prim as no agrarias: Libia, Gabón,
y terciaria, y la típica dualidad urbana de las ciudades africanas; fenó- Argelia y Sudáfrica (véase cuadro XIILL).
meno que no es obstáculo para la ausencia, claram ente perceptible, de Estas bajas rentas nos hablan de unas economías muy poco dinám i­
una red urbana, el escaso núm ero de ciudades, y la debilidad de los cas, lo cual no quiere decir que no tengan —y de hecho tienen-— unas
efectivos urbanos: África no cuenta m ás que con un 27 % de población grandes potencialidades. Es ésta la razón por la que el neocolonialismo
urbana, aunque con una nítida diferencia entre el Africa árabe (más se ha cebado en África, cuyas naciones han sido las últim as en acceder
del 40 %) y el África negra. a la independencia. Así, W ashington, Moscú y Pekín, además de Francia,
Todos estos hechos descansan en una estru ctu ra socioeconómica es­ Inglaterra y Alemania, se disputan el control de esta despensa de m a­
pecífica, tanto p o r lo que se refiere al medio ru ral como al urbano. En terias prim as.
el prim ero se desenvuelve la vida de la m ayor p arte de la población,
dedicada a una agricultura de subsistencia, con técnicas arcaicas, entre
las cuales la azada conserva aún un predom inio como instrum ento agrí­ I. E l p a p e l h e g e m ó n i c o d e las e s t r u c t u r a s f ís ic a s
cola, incapaz de abastecer a una población en rápido crecim iento. Al lado
del campesinado tradicional, la mano de obra de las plantaciones, con A pesar del fuerte ritm o de crecim iento demográfico que m antienen
un empleo tem poral y características análogas, no alcanza m ejores pers­ actuafrñeSte los países "africanos, continúan^ con_una~^5~á1á°"¿TensiaacT de
pectivas. E n consecuencia, la presión sobre el suelo, a pesar de la baja conjunto, que en 1983 no alcanzaba más que 17 habitantes por kilóm etro
densidad de población general, es evidente. El m ism o fenómeno se ob­ 'cuadrado, si_bien es cierto que unos 10 millones de km2 co rresp o n d en ^
serva en los medios urbanos: junto a unas oligarquías, escasas en núm e­ áreas desérticas de^difícií ocupación y más de otros 2 millones, a selvas
ro, pero enorm em ente poderosas, que residen en los centros o en barrios ,om bro&la$7 apenad ocupadas por el hom bre. De este modo, m ás de
de lu ]p segregados, aparecen las m asas dc desposeídos, en barrios sub- ^ minones^cleTJni2 (aproxim adam ente el 40 % del espacio continentalj"
integrados. "se" encuentraíw nínim am ente ocupados, casi inexplotados y, en conse-
Ahora bien, estas características generales adm iten m ultitud de m ati­ "cirencia, no sujetos a nmgun’Tipo de organización regional)
ces regionales. Cabría establecer una regionaiización basada en un cri­ E sta situación, ju n to a la im portancia que a d q u ié r a la actividad
terio de zonalidad, pues la im portancia del medio n atu ral en la configu­ agraria en tre ías sociedad^ a f r i c a n a s , de ía"que dependan casi los^do^
ración del espacio africano es básica, pero este criterio es totalm ente VeirioM1il¿» \u tina decisiva im porfadeia a las condi­
insuficiente; -¿Ujq criterio étnico? Resultarían dem asiadas razas y divi* ciones ecológicas, que se convierten, asi, en urT lactor f a v e p a ra la oüm~
siones. No obstante, se puede p artir de un criterio etnocultural, distia- j : ."prensión de los paisa je s .J ia tiJ r a J e s a g r a r io s , predom inantes*en esfe
guiendo dos, grandes conjuntos, que establecen un criterio de difereti-.í ; continenlel ‘ ~ ^
542 ESPACIOS Y SOCIEDADES

Por ello, es n uestra intención hacer un breve análisis del sustrato


geológico africano en p rim er lugar, porque, aBemaíT’es éste el que nos
e x p lic a ^ “abüñSancia'¿S minerales, cuya búsqueda, tratam iento y expor­
tación se ha extendido por todo el continente. En segundo lugar, nog
centrarem os en la caracterización v evolución dcl p aisaie-n atural. qfue
es el que dá personalidad a las más vastas extensiones tdel territorio
afrióaño;.V
V *
"' 1

I. Un relieve de zócalo

El continente africano, incluida Madagascar, está constituido en


un 96 de su superficie p o r elementos del zócalo, bien esté aflorando
o recubíerto p o r una película sedim entaria o volcánica; un 2^5 % corres­
ponde a los pliegues hercinianos de El Cabo y el 1,5 % restante a las
estru ctu ras alpinas del Mogreb (Gourou, P., 1970, 9).
Se trata de un zócalo precám brico muy antiguo, con una larga his­
toria geológica durante la cliaPj_Oja^vist~o sometido_a p resiones tectó-
nicas de distinto signo, que lo han desnivelado, v . a procesos erosivos»
que han pérmltKÍo'Ia acum ulación de extensos depósitos sedim entarios
de origen continental,_sobfeJas-áceas-deErim idas//6omo ha sucedido po r
ejem pfc'Tütrtírs-^eries del karroo, con depósitos "que van desde ei Car­
bonífero al Lias, form ando amplias m esetas en el interior de la República
Sudafricana, o en otras cuencas mesozoicas del actual desierto del Saha­
ra, en la cubeta del K alahari... En conjunto, el relieve del zócalo c.on la
«ffibertera^jsedimentaria <lue recubre, se configura como una vasta
plataform a rcvantaáá7 ^yár"form as~ plana5 % y re d orpinantes se ven inte-
m u n p id a s por'las^caJenas moiUan6$as^3e.los extremos N orte v S u n v
por los macizos del oriente africano, o p o r las altas m esetas m eridiona­
les, como la dc Bic en Angola. ^
En este sentido, la distribución altiíudinal de las tierras africanas se
organiza en dos grandes sectores: uno sudoriental, que supera los
900/1.000 m, culminando en los macizos volcánicos de Etiopía, Kenya
y Tanzania, y otro noroccidental, de mesetas de escasa altitu d y tierras
bajas, que acaba en las elevaciones alpinas del Atlas, y que se encuen­
tra interrum pido p o r los macizos intrasaharíanos del Ahaggarr, Tibesti y
Air, dando lugar, en las depresiones, a cuenca s sedim entarias de poco
espesor, como la del Zaire; alto Nilo, Chad o la del N íger (véase figu­
ra 13.í-a). . •
La disposición de los grandes conjuntos m orfoestructurales está rela­
cionada con la tectónica, condicionada a su vez p o r el movimiento de
la placa africana. El desplazam iento de ésta hacia el N orte ha m otivado
erplegam iento de las cordilleras alpinas del Atlas, que tienen una orien­
tación OSO-ENE, es decir, perpendicular a la de la placa africana, la cual Fig. 13.1. a, b y c. Aspectos del sustrato geológico africano,
se ha movido no sólo en sentido Sur-Norte, sino tam bién, con un sentido según E.A. Boateng, 1978.
rotacional, se ha desplazado hacia el E-NE hasta c e rra r el antiguo Tethys a. Distribución aUuudinai
(recuérdese fig, 12.1-b del capítulo anterior). Los macizos que bordean
las costas del África austral deben tam bién su origen, posiblemente, a
. 13.1. (Coitt.) Fig. 13.1. <Con:.)

(3) Bauxita
© Cobre
© Cebado
© Cromita
® Oro
© Mineral de hierro
© Ptomo
( J l Manganeso
© Estaño
0 Uranio
Soda
Wolframio
^ (Tungsteno) ( J ) Mica
Zinc Q Grafito
Q Asbestos (J) Petróleo
Q Clarantes Q Gas natural
Q Fosfatos Q Carbón

c. Riqueza minera, según H.R. Jarret, 1V?9.

b. M apa geológico de A frica. s*gún P . G ourou, 1970.


546 ESPA CIO S Y SOCIEDADES E STRU CTU RA S ESPACIALES EN ÁKKAS SCBDESARROLLADAS 547

las tensiones tectónicas provocadas por el desplazamiento dc la placa y los macizos volcánicos representan el su strato o la base de las con^
africana, que, d u ran te el Trías, dio Lugar a la form ación de la cordillera dicíones naturales, pero en éstas pesan m ás los aspectos climáticos.
herciniana de El Cabo y durante el Jurásico originó las acumulaciones
de lavas basálticas, que form an los puntos culm inantes de los Drakens-
bcrg en Lesotho, de modo que esta cadena está asentada sobre un bloque
levantado del zócalo, por cuyas fracturas ascendieron enorm es espesores 2. Un paisaje natural con tm claro fu n d a m e n to climático
de lavas, que atravesando los sedim entos de tipo karroo y secundarios,
dieron lugar a las acumulaciones basálticas que, seuún Birot, habrían Como indican los autores del atlas «Jeune Aíriquc*, «los climas son
resistido todas las erosiones ulteriores (Birot, P„ 1970, 12). Frente a los verdaderos dueños de ía tierra africana». En este sentido, África es
éstas, los grandes macizos orientales son mucho *-,ás jóvenes y parecen el continente cálido por excelencia. Toda África, salvo el sector septen­
ser fruto de las presiones tectónicas opuestas que recibe la placa afri­ trional del Mogreb, el m editerráneo de El Cabo y una estrecha franja en
cana desde la dorsal medio-atlántica (en sentido Oeste-Este) y la dorsaf el SE. costero dcl hem isferio austral, está situada en la zona cálida, en­
dc Carlsbcrg en el Indico (en sentido Este-Oeste). La ru p tu ra de la tendiendo por tal aquella en la que la tem peratura m edia del mes más
corteza continental, la formación de grandes fosas de hundim iento o frío no desciende por debajo de los 18° (criterio de Koppen), aunque,
«rift vallevs» y el ascenso de lavas, que han originado extensos cam pos según Gaussen, habría que am pliarla hasta el um bral de los 15°,
volcánicos, como en los macizos etíopes o en los m ontes Etgon, Kenya Globalmente se pueden distinguir tres grandes tipos de clima en la
o K ilim anjaro (que liega hasta los 5.895 m), ponen de manifiesto esas zona cálida —clima sin estaciones, clima con estaciones secas y húm edas
tensiones tectónicas. alternas, y clim as áridos—, a los que hay que añadir, fuera de la zona
Las dos cadenas m ontañosas de los extrem os meridional y septen­ cálida, los clim as m editerráneos de los márgenes polares del continente,
trional —D rakensberg y Atlas— tienen una estru ctu ra diferente, pues y el clima de verano cálido y húm edo e invierno tem plado del SE,
m ientras aquélla corresponde ai zócalo gondwaniano, recubierto por costero (subtropical de fachada oriental).
depósitos de la serie karroo, que han sido involucrados en el plegamien- , En conjunto, predom ina una distribución zonal, m atizada, sin em ­
to y p o r cuyas fallas han aflorado extensas capas basálticas, eí Atlas bargo, po r ciertas anomalías, tales como la interrupción de la zona cálida
representa una cordillera geosinclinal, con pliegues que afectan p rin ­ húmeda en África oriental, relacionada con la aparición de una estación
cipalm ente a m ateriales secundarios y terciarios. seca de verano norte, motivada po r la circulación alrededor de la depre­
Las form as de relieve m ás extensas, sin embargo, vienen determ ina­ sión indoárabe, o el desarrollo de regiones sem iáridas en zonas propias
das p o r el zócalo, esté o no cubierto por m ateriales sedim entarios. El de estaciones alternas húmedas-secas, caso del «Cuerno de África», que
zócalo gondwaniano, en cuya superficie quedan las huellas de diversos obedece a un mecanismo sim ilar al anterior: el alisio del hemisferio
plegamieiitos precám bricos, aparece granitizado en unos casos, con m a­ austral inicia su recorrido hacia la costa, pero cam bia su rum bo hacia
teriales metam órficos arrasados en otros, o recubierto por lavas y por el NE. antes de haberla alcanzado (desviación de Coriolis) y se dirige
películas de sedim entos mesozoicos, depositados sobre las cubetas o de­ hacia la India. O tra de las anom alías se refleja en la extensión hacia el
presiones (véase m apa geológico, fig. 13.1-b). Por ello, las form as de Ecuador de los climas desérticos a lo largo de las costas occidentales,
relieve son predom inantem ente planas, ya se tra te de sedim entos gra­ sobre todo en África del S ur, com o resultado del m arcado paralelism o
níticos, salpicados de montes-isla, o de m esetas areniscosas o calcáreas. entre la dirección de la costa y la de los flujos de aire que proceden
Un aspecto de gran interés económico relacionado con el zócalo es del anticiclón de Santa Elena (los vientos anticiclónicos secos y subsi-
el relativo a las mineralízaciones. Por ejemplo, entre el Jurásico y eí dentes no pueden producir lluvias).
Cretácico se produjeron abundantes emisiones de kim berlita, una lava En definitiva, tanto estas anom alías como los fenómenos norm ales
diam antífera, a la que se asocian los yacimientos de África dél Sur, de se basan en la dinám ica atm osférica general: bajas presiones ecuato­
Tanzania, de Kasai, de Angola y de la República Centroafricana, Asimis- riales en la ZCIT, como fruto de la eficacia térm ica dc una prolongada
smo, las m inas de cobre de Tanzania y de Zambia se localizan sobre las insolación; anticiclones subtropicales que se desplazan a lo largo del
raíces de una antigua cordillera prccám brica, lo m ismo que los conglo­ año en un sentido pendular, provocando las oscilaciones pluviom étricas
m erados auríferos del W itw atersrand. El escudo africano, sin embargo, en el dominio tropical; finalm ente, el descenso de las vaguadas del Fren­
suele carecer de capas carboníferas; aspecto dcl que la cordillera herci­ te Polar hasta las latitudes dcl dominio m editerráneo, que producen
niana dc El Cabo constituye una excepción, ya que fas capas del karroo lluvias invernales y equinocciales. •
encierran grandes depubiios carboníferos. I-a riqueza en todos estos E sta dinám ica, ju n to al hecho de que el Ecuador atraviesa el con­
m inerales o la de hierro en Liberia, Guinea o el Mogreb, o petróleo en tinente por el centro, favorece la disposición zonal y casi sim étrica de
el golfo de Guinea y N orle de África, puede apreciarse en la fig. 13.1-c. los paisajes naturales en ambos hem isferios, dados los caracteres cli­
Ahora bien, el zócalo, con sus desnivelaciones, las cordilleras alpinas máticos sim ilares a uno y otro lado dcl Ecuador. Así, se localizan
54 6 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E S T R t ’C i r R A S ESPACIALES FA* ÁREAS SIJBDGSARROLLADAS 549

diversas zonas bioclim áticas peculiares, que parten de la ecuatorial, le Se localiza a am bos lados de! ecuador, en la cubeta zaireña, Gabón,
siguen las tropicales, las desérticas y las m editerráneas. Sur de Camerún, Guinea ecuatorial, y. aunque degradado, se continúa
por el litoral occidental, en torno al golfo de Guinea, Costa de Marfil
a) Un reducido dom inio hiperhúm edo de gran hom ogeneidad paisa­ meridional y Liberia. La fachada oriental de M adagascar y la de Mo­
jística. — El rasgo más llam ativo es la potencia y diversidad de la cober­ zambique tienen ciertas analogías.
tera vegetal, sólo interrum pida por las cintas de agua dc la red hidro­
gráfica, de gran com plejidad y caudal. La formación vegetal dom inante b) Un a m plísim o dom inio tropical basado en la alternancia de esta -
es la selva oinbrófila (= rainforest, evergreen o siempreverde), de gran ciones pluvioníétricas. -— Un prim er rasgo global que sobresale es el
potencia vegetal, que se resuelve en un escalonam iento de pisos arbó­ carácter transicional y la heterogeneidad del dominio tropical. El clima
reos, con tres bien definidos: el más alto, con árboles de más de 30 m tropical por debajo de los 1.000 m etros de altitud introduce un medio de
do altura; eJ principal, de 10 a 30 m, que es el m ás denso; y el inferior, una creciente y contrastada inestabilidad clim ática directam ente propor­
con especies, tanto om bróíilas (helechos) como heüófilas (lianas y epí­ cional al ascenso en latitud. El régimen estacional de la lluvia y la cuan­
fitos), no apareciendo, por falta de luz, el tapiz herbáceo. Llama la aten ­ tía de la misma, con un periodo de tipo ecuatorial y otro de tipo desér­
ción su gran riqueza florística, con gran variedad de especies arbóreas, tico, determ inan una perdida de hegemonía del clima en el conjunto
aunque muy dispersas y difícilmente agrupadas en asociaciones monoes- del paisaje, cediendo im portancia en pro de los factores edáficos, la
pecíficas, por lo que resulta difícil su aprovecham iento económico. calidad del drenaje dc los suelos, la disposición del relieve, la acción
Esta formación vegetal se asienta sobre sucios ferralíticos, con abun­ antrópica... Por lo cual existe una gran diversidad dc paisajes naturales
dancia de sexquíóxidos de hierro (Fe?0 3 = hem atites, color rojo sangre) en este dominio tropical.
y de aluminio (A1>03) y un claro predominio de la arcilla de tipo caoli­ Una diversidad pero con una clara ordenación, en virtud dcl propio
nita. Estos elem entos tienen su máxima representación en los horizon­ carácter transicional del dominio tropical, que se sitúa a caballo de los
tes B y C, en tanto que el A, que difícilmente sobrepasa los 20 cm, está dominios húm edo y árido; con prim acía de los rasgos de uno o de otro
esencialmente com puesto de m ateria orgánica, que rápidam ente se des­ según la proxim idad a los mismos. La consecuencia es la configuración
compone o m ineraliza ( = m ull forestal). de tres regiones naturales nítidam ente diferenciadas: la región subecua-
Estos suelos se desarrollan sobre un gran espesor de alteritas, fuer­ torial, yuxtapuesta a latitudes ecuatoriales, que disfruta todavía de una
tem ente lixiviadas, form adas a p artir de la alteración de la roca m adre, escasa inestabilidad clim ática; la región saheliense, subárida, en las lati­
en espesores que varían entre los 10 y los 50 a 60 m, por criptodescom- tudes extrem as, con una escasa duración de !a estación húm eda; la
posición. El relieve resultante es el «mundo de las colinas rojas» del tropical propiam ente dicha, interm edia, con fuerte inestabilidad climá­
dominio ecuatorial, al decir de Rougerie; colinas que se suceden unas a tica y bruscos contrastes, y la m áxim a heterogeneidad en sus paisajes
otras con fuertes pendientes convexas, con un desorden general en la naturales.
topografía (Benchetrit, M. et al., 1971, 100). La región subecuatorial representa una degradación del dominio ecua­
Esta cobertera tan potente se fundam enta en un ecosistema que opera torial. El factor hegemónico es el clim a, con una estación seca corta, de
en función del clim a ecuatorial, el cual ap o rta un baño constante de dos o tres meses, y una pluviosidad superior a los 1.500 m m /año.
agua cálida que actúa dc catalizador de las abundantes y rápidas reac­ Este clima actúa sobre plataform as cristalinas muy antiguas, que
ciones químicas, las cuales son el fundam ento de la vida vegetal, de los se resuelven en un predom inio de superficies llanas, salpicadas de inscl-
m icroorganismos e incluso de La de los insectos. En estas condiciones bergs (fruto de un antiguo clim a contrastado).
se'asienta la exisiencia dc la selva ecuatorial, con su potencia y variedad, El paisaje vegeta] corresponde a selvas densas mixtas (bosques .de
de especies arbóreas, dc rápido crecimiento* con su follaje siem pre ver­ especies sem icaducifolias o mesófilas), como consecuencia de las condi­
de p o r la ininterrum pida renovación de sus hojas a lo largo de todo el ciones clim áticas; se produce ya una caída estacional de la hoja en el
año. Y es precisam ente el aporte de m ateria orgánica que supone la estrato arborescente superior, reduciéndose la variedad de especies fores­
*:aída de la hoja lo que hace posible e] desarrollo dc la m asa forestal, tales, {lechos que acarrean una m ayor monoespecificidad. El piso infe­
en unos sucios de gran pobreza m ineral, por la lixiviación. Fenómeno rior, de pequeños árboles y arbustos de follaje persistente, con gran
que explica, igualm ente, la abundancia dc raíces superficiales frente a número de geofitas (abundantes gram íneas), resulta de m ayor riqueza,
fa escasez de pivotantes. por la m ejor disponibilidad lumínica, aunque se reduce el núm ero de
A p esar de las abundantes precipitaciones (1.500 a m ás de 2.000 mm lianas y epífitas. Todo ello en función del descenso de la hum edad del
anuales), el m odelado apenas evoluciona porque los ríos, cargados sólo medio.
de elem entos muy finos, no tienen eficacia erosiva. Las tem peraturas, po r El m atiz diferencial de la vegetación es perceptible incluso en los
otro lado, apenas varían a lo largo del año (25 a 27° de media), aunque aspectos edafológicos y en el propio m odelado del relieve. Así, la roca
oscilan bastante entre el día y la noche. experim enta una m enor y menos profunda alteración, por 3a disminu-
550 E S P A C I O S Y S OC I E DA DE S

ción de la actividad bioquímica, que se traduce en un m anto de alien tas


poco espeso y en un modelado a base de inselbergs y penillanuras. Los
suelos sufren una m enor fcrralitización que en el dominio ecuatorial.
La región subecuatorial form a una franja en torno al dominio ecua­
torial, en el sector centrom eridional de los países ribereños dcl golfo
de Guinea, sector centroseptentrional de Camerún y República Cen-
troafricana y sector suroccidental de Sudán; N de Angola y S dc Zaire,
tal como se aprecia en la figura 13.2, con la latitud máxima de 10° N y S.
En la fachada occidental hasta los 5o M y S al llegar a los macizos de
Atrica oriental.
La región sudanesa es la de mayor extensión y de contrastes clim á­
ticos más acusados, cuenta con entre 700 y 1.500 mm de precipitaciones
anuales, repartidos entre dos estaciones opuestas y alternas, húm eda y
seca, con duración similar.
Aquí el clima cede parte dc su protagonism o a otros factores, como
naturaleza de la roca m adre, em plazamiento topográfico, calidad del
drenado, proporcionando una gran heterogeneidad paisajística, tan to de
carácter intrazonai, como la heterogeneidad transicional en función del
aum ento de latitud.
La combinación de los factores climáticos, los edáficos y topográ­
ficos da lugar a una cobertera vegetal que se manifiesta como el elemen­
to dennitorio del paisaje natural de la vegetación sudanesa. En virtud
de la zonalidad se produce una gradación latitudinal de las formaciones
vegetales, que va desde los bosques caducifolios o selvas abiertas, p a­
sando p o r sabanas arbóreas, arbustivas, espinosas, etc., a las puram ente | Bosque ec«i?ior¡4i
herbáceas, degradándose progresivam ente en función de la disminución Sabanas ccn bosquss
rnai o m ínoí Cej'ddíSCS
de las precipitaciones. En este mosaico de selvas y sabanas cabe des­ &os^us daro. c a d jc 'tfo
tacar el bosque-galería y la sabana-parque. O en a esiaoof» s
Bosgcf ti* rrontaña
La conjugación dinám ica de los agentes climáticos, m orfoestructura­
les y biogeográficos tiene una clara im pronta en el modelado del relieve [. _ | vegeias'on esp'no^a íjjmovm
y en los aspectos edafológicos, m anifestándose en suelos esencialmente Vegeiacor jiserunads
de c&iacter co
ferruginosos, ricos en óxidos de hierro, carentes de óxidos de aluminio,
□ éitcix» S'opcai 09 attivc
apenas liberados o com binados con la sílice {iiita o caolinita); en la
estación seca el hierro se deshidrata y precipita en form a de hem atites fcvktJ rr«J<te»r¿nea

{Fe20¿) que constituye el com ponente básico de las costras lateríticas y


corazas ferruginosas, abundantes en esta región, como los bowe de África F ~ l Des* ftc
occidental, que configuran am plias m esetas. E ste modelo tabular se ve rt t (Jase
potenciado por las penillanuras o pedim ents, superficies de erosión la­ _ Limitó su» f « s ’e íe as parné'**
bradas sobre rocas cristalinas, cuyas pendientes retroceden paralelas — (Ateca cfei SuO
a^sí m ism as hasta d ejar los inselbergs como elem entos residuales, que al * I <XO km
localizarse a distintos niveles originan lo que se ha denominado un
relieve de «peldaños de escalera».
* Esta región natural alcanza una gran extensión; en el hem isferio N, Fíg. I3.2 a. b y <• A n e c ia s biochmálicuv
arrancando de entre los !0 y 16° en el Poniente, form a una banda que a V rgciauor. n a iu ia l africana, -según P . G on rru . 1970.
se ensancha hacia oriente, extendiéndose en el Este de Sudán en tre los
18 y 5o de latitud N orte (véase fig. 13.2). En el hem isferio S ur va desde
los 10° hasla el trópico de Capricornio, pero no en el sector occidental
desértico. Aunque se interrum pe .en los macizos montañosos, se continúa
552 ESPACTOS Y SOCIEDADES

F ig . 1 3 .2 . ( C o m .)

Fig. 13.2. {Cont.)

b. Principales tipos de suelos, según ff.R. Jarret, J979.

al Este de los mismos y por Etiopía, si bien de m anera discontinua;


lambién por la m it3d occidental de Madagascar, salvo en el Norte.
La región saheliense subárida, antesala del dom inio desértico, a dife­
rencia de la región sudanesa, destaca p o r una m ayor homogeneidad en
sus paisajes naturales, en virtud de la acentuación de la sequedad. La
degradación pluviom étrica se manifiesta en el descenso global de las
precipitaciones anuales: de 200 a 500/600 m m r y en una prolongación OCEANO índico
de la estación seca —de 8 a 9 meses—, pero con dos peculiaridades: el
carácter torrencial o de aguacero de las precipitaciones, con gran inten­
sidad horaria, y cierta irregularidad interanuaL
La degradación pluviom étrica de esta región frontera provoca los
rasgos xerófiios de la cobertera vegetal, a los que se une la disconti­
nuidad espacial de la misma. Las form aciones típicas son las sabanas c. F’rccipitaciones anuales en m m ., según P. G ouruu,
espinosas: árboles pequeños y espinosos, con troncos retorcidos, como
las acacias..., las seudocstepas tropicales, con una cobertera herbácea
de matas discontinuas en el tiempo y en el espacio y los m atorrales
xcróíilos. Ambas form aciones necesitan unas precipitaciones superiores
554 L S r A C lÜ S Y SOCIEDADES ESTRU CTU RA S ESPACIALES ES' ÁREAS SUBDESARROLLADA S 555

a ios 300-350 m m y una m arcada regularidad intcranual; cuando estas ligenico se ha desarrollado a lo largo dcl Secundario, Terciario y Cuater­
condiciones no se cumplen, La degradación de la cobertera vegetal es nario, mcrccd a la alternancia de climas más húmedos y frescos con los
mayor, desarrollándose arbustos y m atorrales de plantas espinosas y de tipo árido, lo que ha proporcionado una gran eficacia erosiva a los
suculentas, como los bozaka, bush o vcld, a I ü s que se asocian cactáceas procesos morfogénicos actuantes sobre las viejas plataform as cristalinas.
y euforbiáceas, en tanto que las gram íneas aparecen muy localizadas. Las form as resultantes son superficies de dilatados horizontes, sobre
Los suelos, ante la dism inución de ías precipitaciones, y por lo tanto glacis de erosión o pedim ents, con sus coberteras aluviales; a un nivel
dcl lavado, pierden contenido ferruginoso, pero ante la pobreza de la superior se desarrollan plataform as tabulares calcáreas a areniscosas
vegetación apenas conservan m ateria orgánica, excepto en los más ricos —las ham adas— en estructura horizontal, que, cuando han sido bascu­
—suelos pardo-rojos—, que se degradan progresivam ente hacia siero- ladas por las deform aciones dcl zócalo, aparecen en estructuras mono-
zioms y suelos grises subdesérticos, som etidos además a procesos de ha- clinales, form ando cuestas —los tassili—, como el Tassili N'Ajjer en el
íomorfismo, dada la fuerte evaporación y el ascenso capilar de cloruros SE de Argelia. Una paleoforma frecuente está constituida por las depre­
o sulfatos. siones cerradas de tipo «garaa», acumulaciones sedim entarias de m ate­
En el modelado, finalmente, se advierte el mayor papel dc los agentes rial fino, com pactas y poco saladas, sobre depresiones de origen tectóni­
físicos: Los cursos de agua, interm itentes y endorreicos, propician el co, en cuyas m árgenes se suelen form ar glacis de acumulación o am onto­
transporte y acumulación de m ateriales blandos, formados en función namientos de arenas tipo dunas.
de paleoclimas m ás húmedos sobre las vastas plataform as cristalinas del Dada la escasa pluviosidad actual, el protagonism o geomorfológico
cratón africano; dc ahí la im portancia de horizontes llanos en virtud de corresponde a la acción eólica, en función de la constancia más que
las áreas de colmatación, rellenas por arenas, limos y arcillas, que adop­ de la violencia del viento y en virtud de la deflación y del m odelado
tan diversas form as: los tchad, que son lagos de diversas dimensiones, aerodinámico, lo que explica las formas nítidas de los perfiles, los regs
perennes o tem porales; cubetas cubiertas por suelos salados, estacional­ de disociación y los regs de deflación. Junto a éstos, los conjuntos duna-
m ente pantanosos (sebkhas); o un modelado dunar más aplanado cuando res —los ergs—, que en el Sahara no ocupan m ás que un 2D % de la su­
los m ateriales son arcillosos. Además de estas áreas de colmatación, hay perficie total, son fruto de un remodelado aerodinámico sobre acum u­
que destacar el papel morfológico de los glacis, pendientes suaves y pla­ laciones arenosas heredadas, sedim entadas en las depresiones bajo fases
nas, a menudo escalonadas, que enlazan con las vertientes.
La región natural saheliense circunda a la sudanesa, prolongándose paleoclimáticas húmedas.
hacia el N orte en la fachada occidental y hacia el Sur en la oriental (li­ La vegetación de los medios áridos, extrem adam ente rala y enorm e­
toral sudanés del m ar Rojo y litoral de Etiopía y Somalia). En el Africa mente xerófila, se adapta al ritm o de las lluvias, desarrollándose sobre
austral se reduce a una franja en torno al desierto de Namib y KaLahari. los regs y ham adas una form ación vegetal —el acheb— de plantas efí­
meras, que en unos días cum plen su ciclo vegetativo, perm aneciendo en
c) Un extenso dom inio árido p e r itr o p ic a l — La disminución de las reposo durante meses y años. Los trazados de los ueds, por la existencia
precipitaciones, considerada exclusivamente desde un punto de vista cuan­ de aguas subálveas, y los oasis, con la palm era datilera como represen­
titativo, no es el fenómeno responsable del paisaje natural árido, porque tante típico, constituyen excepciones de verdor.
el cambio de grado significa aquí un cambio de naturaleza, ya que el Predom ina nítidam ente en el hem isferio N, entre algo menos de los
déficit hídrico es casi constante, no sólo m ensual sino casi diariam ente, 20 y 30° aproxim adam ente, con una clara disposición zonal; en el hemis­
pues cuando hay un mes o m ás sin déficit (definido éste como la situación ferio S se reduce a una banda litoral m eridiana, entre los 15 y los 30",
en que la evapotranspiración real o las precipitaciones son siem pre infe­ que sólo afecta al sector occidental y al K alahari (entre 19 y 27L), desa­
riores a la evapotranspiración potencial del medio a lo largo de todos pareciendo en el oriental, por la influencia de la corriente cálida de las
los meses de] año) se entra en un dominio semiárido, cualitativam ente Agulhas, que favorece la m ayor evaporación, junto con otros factores
distinto. locales.
^ La falta de lluvias es causa del arreísm o, manifiesto en la inexistencia La uniform idad de este medio nos perm ite caracterizarlo como un
“de una red hidrográfica organizada, y en una escorrentía ocasional, lo «océano mineral». Sin embargo, conviene hacer mención de tres catego­
mismo que en la m ínim a presencia del elem ento vegetal, por lo que aquí rías espaciales individualizadas: el medio hiperárido del interior conti­
«s el relieve el soporte del paisaje natural, el cual, en palabras de M. Ben- nental desértico, donde prevalece fuertem ente el carácter de océano mi­
chetrit, se presenta como un «océano mineral». neral, por un lado, los desiertos áridos costeros, con m ayor hum edad
El m odelado árido tiene un carácter poligénico, dado que los procesos relativa y una vegetación dc «estepa» y de «sabana» espinosa, por otro;
morfogenéticos actuales, muy poco eficaces, no tienen capacidad m ás los sectores desérticos de altitud, sobre los macizos del Ahaggar, Tibesti
que para proporcionar un esculpido de detalle sobre form as de rocas y Air, con m ayor hum edad y vegetación m ás densa, y finalm ente, las
com pactas o arenosas heredadas de épocas semiáridas. El modelado po- depresiones relacionadas con unas estructuras morfológicas en cubeta,
E ST R U C T U R A S ESPACÍALES EN ÁREAS StB U ü S A R R O lX A D A S 557
556 E S P A C IO S y SOCIEDADES

que dan lugar a ios oasis, con un carácler excepcional p o r su vegetación encinares sobre m edios más secos y fríos e incluso pinares sobre suelos
exuberante. arenosos y con gran aridez am biental, aunque el pinar suele ser bosque
secundario. Estos bosques se desarrollan sobre suelos pardos m edite­
d) Un dom inio m editerráneo de escasa extensión en los extrem os rráneos, que son arrastrados fácilmente si se produce una roturación.
continentales. — El dominio m editerráneo, como encrucijada de elemen­ El paisaje natural m editerráneo degradado es fruto precisam ente de
tos lilogcográficos sobre un medio morfológico muy diverso, tiene una una prolongada e intensa ocupación hum ana, que h a acabado con la co­
gran variedad de paisajes vegetales, potenciado por la consolidación de bertera vegetal climácica, muy difícil de reconstruir en este medio, por
especies paleoclimácicas adaptadas a los climas actuales. Por asentarse la dificultad de germinación y crecim iento de semillas y plantas, y por la
sobre las únicas coberteras plegadas del continente —la alpina dcl Mo­ erosión de los suelos en función de unas lluvias violentas. Aparecen así
greb y la herciniana de El Cabo— introduce una gran variedad morfoló­ los bosques secundarios, caso del pinar, cuya especie más característica
gica, con medios altitudinales variados, diversidad de exposiciones, topo­ es el pino Alepo. E n fases de mayor degradación se desarrollan m ato­
grafía y roca m adre, que, unido a la alternancia de estaciones termoplu- rrales e incluso la garriga, vegetación abierta de labiadas sobre sustrato
viom étricas contrastadas, perm ite el desarrollo de una cobertera vegetal calcáreo, o el m aquis, con mayor densidad (brezos, jaras, m adroños),
muy heterogénea distinguiéndose dos regiones naturales diferenciadas; sobre silíceo.
la de la estepa m editerránea y la subbúmeda. Al faltar la cobertera y, dada la gran evaporación, los com puestos de
La estepa m editerránea difiere de la región saheliense por la oposi­ hierro se deshidratan y rubifican (por form ación de hem atíes de color
ción estacional de las precipitaciones, con inviernos lluviosos y m ás sua- rojo sangre), apareciendo Jos suelos pardo-rojos con un horizonte A muy
ves, produciéndose ya heladas esporádicas. Representa una degradación rubificado. La eficacia erosiva da lugar a profundos abarrancam ientos
de la región m editerránea subhúm eda, no alcanzando los 400 mm de de los m ateriales blandos, a unas vertientes escalonadas sobre el flysch,
lluvia anual, a lo que se sum a una cierta irregularidad interanual, con a la m anifestación de un nítido perfil de las estructuras jurásicas o preal-
una oscilación térm ica fuerte y veranos muy calurosos frente a invier­ pinas, al afloram iento en superficie del criptorrelieve granítico...
nos suaves. La región subhúm eda se localiza en am bos extrem os del continente;
La form ación vegetal predom inante, escasa, dispersa, adaptada a la en el triángulo de El Cabo y en el Atlas y Rif m arroquí; en Eos Tell de Ar­
aridez, está com puesta de arbustos tipo artem isa, azufaifo o palm ito, gelia y Túnez, con una discontinuidad en la costa occidental de Libia,
y de m atorrales en los espacios donde se han degradado los arbustos, donde se desarrolla la estepa, continuándose po r el sector costero del
como las labiadas; tam bién aparecen gram íneas, como el espartizal so­ ME de Libia.
bre suelos ligeros y secos. Y todo ello en asociaciones monoespecíficas.
Los sucios, ante la pobreza de la vegetación evidencian una escasez de e) La singularidad de! dom inio m ontañoso. — El dominio de m onta­
m ateria orgánica, dando suelos castaños y pardos, incluso pardo-grises ña, dado el progresivo descenso de las tem peraturas con la altitu d y
y grises; y pardo-rojos o castaño-rojos en las áreas de vegetación más el aum ento de las precipitaciones, introduce un paisaje original, funda­
abundante, rubefactados a consecuencia de la deforestación. Estos sue­ m entado en el escalonam iento de las form aciones vegetales y en su dis­
los se desarrollan sobre un su strato morfológico, en el que predom inan tinta configuración según la disposición de las vertientes en relación
los glacis de erosión. con las lluvias y la insolación: barlovento-sotavento, solana-umbría, orien­
En Africa austral sólo aparece la estepa m editerránea en el extrem o te-occidente; y en la propia latitud del medio montañoso, que aporta
m eridional del desierto del Namib, m ientras en África septentrional se la base de partida en cuanto al tipo de clima.
localiza al su r del Atlas, se continúa p o r el litoral m editerráneo de Tú­ E stos factores propician una originalidad en el medio m ontañoso
nez, Libia y Egipto, y penetra hacia el norte por el litoral atlántico. africano, basada prim eram ente en un encuadram iento intertropical de
La reglón m editerránea subhúm eda se distingue de la an terio r por casi todos los conjuntos montañosos, salvo los m editerráneos; se trata
las mayores y m ás regulares precipitaciones distribuidas en un sem estre de m ontañas de latitudes cálidas; fundam entada, en segundo térm ino,
invernal húmedo, m ientras la aridez dom ina en el sem estre estival. Al en la gran extensión alcanzada por las m ontañas m edias o, m ás bien,
localizarse en m edios m ontañosos, abre paso a una diversidad de paisa­ altas mesetas, en torno a los 1,000 m o algo superiores, m ientras que
jes naturales según la altitud, la exposición o el relieve, pero, en todo el dominio de alta m ontaña, por encim a de los 2.000*2.500 m , tiene muy
caso, con una decisiva im portancia de la intervención hum ana, que, al escasa representación. Sin embargo, al trata rse de unas zonas cálidas,
degradar la cobertera vegetal en este medio muy contrastado, ha intro­ en las que ios ritm os estacionales térm icos están ausentes y en el que
ducido un paisaje natural degradado muy diferente del climácico. las precipitaciones y la hum edad am biente alcanzan su máximo a m edia
Éste, basado en una vegetación xerófila, viene definido p o r el bosque pendiente (2.500 a 3.000 m), se produce un escalonamiento muy contras­
esclerófilo o durisilva, con asociaciones monoespecíficas de frondosas: tado y poco distanciado con una cliserie bien definida.
alcornocales sobre suelos silíceos, con una relativa abundante hum edad. En el piso m ontano inferior, entre L000 y 2.000 m, con aum ento de
558 E SPA C IO S Y S 0 C IE IM D £ S ESTR U CTU RA S ESPACIALES b N ÍRKAS SLI3DLSAKR0LLADAS 559

las precipitaciones y un descenso de ías tem peraturas, se desarrolla 1. Los fu n d á m o n o s históricos de la debilidad dem ográfica africana
el bosque om brófüo o mixto, con sólo dos estratos, m enor riqueza flo- v su evolución reciente
rística y presencia del sotobosque. En el piso m ontano superior, entre
2.000 y 3.000 m, se producen las máximas precipitaciones, con tem pe­ La debilidad del poblamiento africano se rem onta a épocas muy a n ­
ratu ras b ajas y abundante hum edad am biente con nubes y nieblas fre­ tiguas y el estancam iento de su población se lia m antenido d u ran te lar*
cuentes. EÍ resultado es el desarrollo del «nebelwald» o «cíoud forest» gos siglos, por lo que actualm ente es, dentro del Tercer Mundo, el con­
en una prim era franja y coniferas en una segunda. El nebelwald se junto regional m enos poblado, con una densidad media de 17 hab./km 2,
distingue p o r los grandes musgos y liqúenes, helechos arborescentes, que aunque encubre grandes desequilibrios en su distribución, refleja
epífitos y frondosas, pero con una extraordinaria densidad. Le sigue el 1a escasa ocupación general del continente.
piso de las ericáceas, entre 3.000 y 4.000 m, donde los frecuentes vientos Una débil ocupación que ha perdurado hasta la reciente explosión
y las tem peraturas muy bajas hacen desaparecer las leñosas, sustituidas demográfica, pues todavía a finales dcl siglo pasado, la población afri­
por las ericáceas arbustivas, m atorrales dc brezos y rododendros, labia­ cana no alcanzaba más de 120 millones de habitantes (densidad inferior
das gigantes... El piso alpino, entre 4.000 y 5.000 m, se convierte en una a 4 hab./km 2) pasando a 191 en 1940 (densidad de 6,3), a 330 en 1970 y
pradera de altitud, casi sin árboles, pero con m atorral herbáceo de gran­ a 513 millones (dc población estim ada) a mediados de 1983, Es sorpren­
des dimensiones, por encima del cual a p artir de los 5.000 m se sitúa el dente el crecim iento demográfico reciente, que en los trein ta últim os
piso nlval. Evidentem ente la latitud introduce m atices diferenciales, pues años ha increm entado la población africana en una cuantía sim ilar a la
el macizo etíope, por ejem plo, al disponer de m enores precipitaciones que había conseguido en toda su historia precedente.
que el de África de los Grandes Lagos, desarrolla un tipo de vegetación Cómo se ha llegado a esta situación y cuáles han sido las causas
más xeróñla y menos densa. Igualm ente, en los dominios m editerráneos de la distribución del poblamiento africano parecen preguntas de obli­
se produce una estratificación vegetal en pisos de m enor altitud y a gado planteam iento. En efecto, dada la im portancia de los medios hos­
p artir de especies más adaptadas a la aridez y al frío. tiles a la ocupación hum ana, se ha extendido fácilmente la interpretación
El paisaje natural que acabamos de analizar, fundam entado en una determ inista. En este sentido, las tierras africanas no tolerarían, por su
cobertera vegetal, m ás o menos densa, propiciada por unos clim as espe­ incapacidad, más que muy bajas densidades. A veces esta argum entación
cíficos, que en los dominios desérticos ceden el protagonism o a las for­ determ inista se hace más sutil, transfiriendo la responsabilidad a las
mas de relieve, se convierte en la clave explicativa de la dinám ica espa­ enferm edades y epidemias propias del mundo tropical. Pero a estas in­
cial sobre vastísim as regiones continentales, inexploradas, m ínim am ente terpretaciones se debe superponer la explicación histórica, que perm ite
ocupadas y apenas transform adas por el hom bre. Sin embargo, en de­ com probar las coyunturas y vicisitudes pasadas, fundam ento de la es­
term inadas regiones y com arcas se han asentado grupos hum anos, que, casez de pobladores en África,
según la mayor o m enor densidad, han creado u n paisaje nuevo, más Evidentem ente los medios áridos dificultan extraordinariam ente cual­
o menos humanizado, en el que, partiendo de las condiciones ecológicas quier tipo de actividad agraria, base de la economía de subsistencia de
previas, se ha producido una im portante inversión de trab ajo y de capi­ distintos pueblos en ellos asentados. De ahí que estos medios sólo se
tales, que han abocado a una organización espacial especifica. É sta es, ocupen cuando la explotación de sus recursos no agrarios los hace ren-
en parte, hija del legado histórico. tables, como ha sucedido en torno al Golfo Pérsico. Las dificultades cara
al aprovecham iento agrario de los desiertos se han querido h acer exten-
sibles a los dominios ecuatoriales, por sus tem ibles ende mismos, por los
IL Los C O N D IC IO N A N T E S H IS T Ó R IC O S DE L 1 ORGANIZACIÓN ESl'A C lA L
suelos ferralíticos poco fértiles y por los obstáculos que la densidad del
V S U S D IS fU N C IO N A L ID A D E S ACTUALES
bosque opone a las comunicaciones y a los intercam bios. Sin em bargo,
la potencia de la vida vegetal en estas áreas parece contradecir esas
Las‘ historia de las sociedades africanas, en cuanto responsable de afirmaciones. Y no sólo la \ Tida vegetal, sino también la hum ana, pues
su ^situación actual, ha evolucionado en clara dependencia de “interven­ bajo condiciones ecuatoriales se apiñan densísimas com unidades agrarias
ciones exteriores, las cuales han perturbado su norm al desarrollo. La en la isla de Java, como hemos puesto de relieve precedentem ente. En
b a ja densidad del continente africano, que se debe en gran m edida a la propia África tam bién, y en el m ismo dom inio ecuatorial se localizan
factores históricos, h a favorecido la perm anencia de técnicas de explo­ los focos dc intenso poblam iento de los Ibo, en el SE de Nigeria y de los
tación agraria prim itivas, y hoy arcaicas; hechos que, al p retender ser Yoruba en el SO del mismo país (véase figura 13,3 sobre distribución de
transform ados p o r la colonización, han conducido a la ru p tu ra de la la población).
organización social tradicional y a la modificación del panoram a político, Las endemias y enferm edades, ciertam ente, ejercen un papel destruc­
pero sin cam biar los presupuestos que la nueva civilización alóctona tor im portante. Algunas, com o la m alaria, han causado grandes estragos,
debiera haber modificado para corregir los desequilibrios. llegando a provocar, por sí solas, hasla un H de la m ortalidad anual
560 E SPA C IO S V SOCIEDADES

de Zaire (Gourou, P„ 1970, 58). El m osquito anofeles, transm isor del


germen que produce el paludismo, sólo se desarrolla en condiciones de
hum edad y tem peratura elevadas, por lo que las selvas anfibias del
Zaíre favorecen su propagación (véase figura 13.3.b). Actualmente, sin
embargo, los fármacos antipalúdicos han perm itido acantonar la epide­
mia en Las rem otas áreas donde no se llegan a distribuir esos productos.
La enferm edad del sueño, transm itida por la mosca tsé-tsé, que ne­
cesita calor y hum edad para su desarrollo, afecta a los dominios ecua­
toriales y tropicales africanos, donde ataca tanto a los hom bres como
al ganado, provocando la m uerte en un espacio máximo dc dos años;
de ahí que la ganadería bovina se vea enorm em ente obstaculizada; en
Tanzania, por ejemplo, el m apa de la distribución dcl ganado bovino
representa el negativo del de la mosca tsé-tsé, según P. Gourou, aunque
añade que una agricultura intensiva y algunos cuidados para elim inar
los ecótopos del insecto, pueden acabar con él (Gourou, P., 1970, 60).
Actualmente la enferm edad está controlada, si bien se producen epide­
m ias esporádicas, de estas moscas portadoras e inoculadoras del tripa-
nosoma. Sin embargo, es posible la curación de una persona afectada
si se le proporciona un tratam iento a tiempo.
O tras enferm edades como la oncocercosis, la fiebre am arilla o la bil-
harziasis, están tam bién muy extendidas. La prim era es un tipo de fila­
ría, transm itida por una mosca, cuyos huevos se desarrollan en aguas
cálidas muy oxigenadas (cascadas y rápidos). Por lo cual, en algunas
comunidades de Las orillas de los ríos de África occidental, una quinta
parte de los adultos son ciegos (Mahler, H., 1980, 39). La ñebre am arilla
tiene menos im portancia, p o r las vacunas profilácticas que la evitan
fácilmente. La bilhar 2 iasis —parásitos de la vejiga urinaria— está muy
extendida, por el contrario, llegando incluso a padecerla hasta más de
la m itad de los habitantes. Produce un debilitam iento general e inclu­
so la muerte.
Estas enferm edades, a las que se sum an otras más generales, hablan
de un cuadro sanitario enorm em ente deficiente, agravado incluso por
el hecho de una insuficiente alimentación. Pero no se puede basar ei fe­
nómeno de la baja densidad en factores exclusivamente sanitarios, pues
las epidemias, y muy letales, diezm aron igualmente La población europea:
peste negra, viruela, cólera, fiebre am arilla, gripe, y, sin embargo, alcan­
zó densidades mucho mayores. Ahora bien la im portancia de estas en­
demias radica en el círculo vicioso que introducen, pues, como ha seña­
lado Gourou, debilitan a quienes atacan, de tal modo que Ies
incapacitan para realizar los esfuerzos que la actividad agraria exige y,
a su vez, los insuficientes cuidados de la tie rra se traducen en una dis­
minución de las cosechas, una peor alimentación y un debilitam iento
progresivo, con m ayor propensión a ser atacados por otras enferm e­
dades.
Ko obstante, el problem a de las bajas densidades se debe principal­
m ente a factores históricas, entre los cuales la trata de esclavos se Fig. 13-3- a, b y c. Aspectos demográficos, según H.R. jarret, 1979.
revela como el fenómeno m ás decisivo y no sólo por la cuantía de los
esclavizados, sino por la calidad de los mismos y las consecuencias so* a. Densidad de población,
b. Algunas enfermedades extendidas en Africa.
562 E SPA C IO S Y SOC1EDADLS ESTR U CTU RA S ESPACIA!.ES EN ÁREAS SUBDES ARROLLAD AS 563

fig. 13.3 (Cont.l des. Al Mogreb, asimismo, llegaban caravanas de esclavos procedentes
del actual Sudán, que h a c ía n la ru ta a través del Sahara. Del mismo
modo, los árabes, a p a rtir del siglo vn, m ultiplicaron los centros de trata
de esclavos en la costa oriental africana y después en la occidental. Fi-
nalm ente, portugueses, españoles, ingleses, franceses y holandeses pro­
siguieron la tra ta más voluminosa a p a rtir del siglo xvi, bien capturán­
dolos ellos mismos, por medio de m ercaderes árabes o jefes de tribus;
fenómeno que provocaba sangrientas guerras tribales, que m antenía una
inseguridad perm anente y que inducía a la huida de pueblos enteros
desde la costa hacia el interior, desde las áreas más favorables a há­
b itat hum ano —llanuras, lugares abiertos, zonas de paso— a las más
difíciles —medios malsanos, m ontañas o bosques de difícil acceso—.
Las heridas abiertas en la dinámica demográfica durante estos largos
siglos de genocidio aún no han sido restañadas totalm ente. En este sen-
lido, la relativam ente alta densidad de los países ribereños del golfo de
Guinea se debería a que éstos se procuraban los esclavos que proporcio­
naban a los europeos en el interior del continente {Gourou, P., 1970, 62).
El resultado final es que África, al acabar el siglo xix, se nos ofrece
como un continente no sólo semivacío, sino semivaciado como conse­
cuencia de la tra ta de esclavos; fenómeno complem entado por el desa­
rrollo, tam bién desde finales de siglo, de una economía colonial, extraña
a los intereses de las poblaciones indígenas, que ven dism inuir p arte de
sus tierras y de sus gentes en pro de la agricultura y m inería coloniales,
aum entando, de este modo, los problem as alim entarios, con sus respec­
tivas secuelas demográficas,
E sla dinám ica histórica de la población africana es rota, sin em bar­
go, con la explosión demográfica que se desencadena a p a rtir de los años
cuarenta. El crecim iento de la población va a en tra r en una fase de
aguda expansión que se m antendrá durante largos años y densificará la
población del continente africano, de m odo que a finales de siglo contará
con unos 851 millones de habitantes y una densidad b ru ta de unos
27 h ab ./k m 2, que será de 46 si descontam os las tierras desérticas y las
selvas inundables. Los pueblos africanos se encuentran en estos momen­
bre ia población rem anente. En relación con la cantidad, es posible tos en la fase más aguda de la transición demográfica, habiendo pasado
que en los largos siglos de trata de esclavos en el África tropical hayan a encabezar el ranking del crecim iento demográfico m undial como con­
sido vendidos varias decenas de millones de negros. Unos autores dan secuencia de unas extraordinariam ente altas tasas de natalidad (media
como cifra mínima 12 millones (Gourou, P„ 1970, 61), otros dan 14 (Han- del 46 %t))f que se acom pañan de unas todavía altas tasas de m ortalidad
ce, W. A., 1970, 129), Ja rret la eleva a más de 30 (Jarret, H. R., 1979, 55), (media dcl 16 %o)t aunque con diferencias en tre paises mucho m ás acu­
c incluso algunos ia estim an en m ás de un centenar, que adem ás ha co- sadas que en la natalidad. Como resultado, un crecimiento dem ográfico
4 resp o n d id o a los m iem bros m ás jovenes, vigorosos y en la m ejor edad de un 3 % anual puede duplicar la población africana en un lapso de
de procreación. Las consecuencias de la captura de esclavos han sido las 23 años, por lo que África está superando su estancam iento demográ-
^devastaciones y guerras que en m últiples ocasiones se han entablado, • fico tradicional a un ritm o aceleradísim o.
provocando un gran núm ero de bajas. El significado de estos hechos está muy claro: el m ayor crecim iento
En efecto, desde la más alta Antigüedad hasta el siglo xix, el África demográfico del mundo, potenciado po r el mayor atraso de sus estruc­
intertropical ha sufrido las consecuencias de las luchas para el abaste­ turas demográficas, sociales, económicas y políticas a escala planetaria.
cim iento de mano de obra esclava: ya el Egipto faraónico había es­ De los 53 países y territorios que figuran en el cuadro X IIÍ.l, sólo 6 tie­
tablecido un m ercado de esclavos, en la costa somalí, igualm ente, los nen tasas de crecim iento inferiores al 2,5 % anual (Cabo Verde, Guinea-
rom anos buscaron en Africa esclavos negros de excepcionales cualida­ Bissau, Mauricio, Reunión, Seychelles y Gabon, que sólo sum an 3,5 mi-
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566 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E STR U C TU R A S ESPACIALES F .\ ÁREAS SUB11FS ARR OLLAU AS 567

Iloncs dc habitantes}, y oíros 6 igualan ese um bral, superándolo el resto. se encuentran los m ás poblados de África negra, como Nigeria, Zairc,
Es:o quiere decir que apenas han calado tas políticas de planificación Tanzania, Uganda, adem ás de Etiopía, no cuentan con las disponibilida­
familiar, que et com portam iento demográfico es altam ente pronatalista des calóricas suficientes; en otros térm inos, el ham bre acosa a m ás de
y que la reducción dc la m ortalidad se debe a ia intervención exterior, la m itad de la población africana (véase cuadro X IIJ.l sobre las calorías
que ha logrado controlar las epidem ias m ás letales. W. Hancc recoge en medias disponibles en relación con las necesarias).
su obra sobre Ja población africana un planteam iento curioso hecho en ¿Es que las tierras y los pueblos africanas son incapaces de hace:
una conferencia sobre el desempleo en África, dictada en 1966, en la frente a sus propias necesidades alim entarías? ¿Cómo se h a llegado a
cual se concluía que «la introducción de prácticas m édicas tendentes a esta situación? E n principio, hay que distinguir el significado de los dos
reducir las tasas de m ortalidad es inm oral si conduce a un em pobreci­ grandes tipos de actividad agraria que se practican en África: Ía agricul­
miento del país». El autor replica que es inaceptable el postulado, pero tura de subsistencia, por un lado, y la de plantación, comercial, por otro.
añade que «puede ser inmoral no conceder atención al control de naci­ Ambas son producto de la intervención foránea. La prim era porque, a
mientos si éste puede prevenir el sufrim iento y la futura pauperiración pesar de ser autóctona, ha modificado profundam ente los presupuestos
del continente» (Hance, Wr A., 1970, 431). E sta «inmoralidad» que Hance tradicionales, obligada por factores alóctonos; la segunda porque ha
condenaba en 1970 puede considerarse cum plida en 1984; la depauperi­ nacido y se ha desarrollado y organizado al servicio de intereses fo­
zación, el enorm e crecim iento demográfico frente al muy escaso de los ráneos.
recursos, ia insuficiencia de las producciones agrarias, la escasa inver­
sión de capitales para el desarrollo agrario, han corrido parejos con las a) La inadecuación de ia agricultura de subsistencia tradicional „ —
atenciones médicas, a pesar de las cuales apenas ha m ejorado la situa­ Las sociedades africanas, aisladas del m undo europea hasta que a finales
ción sociosanitaria, como k> dem uestran las elevadísimas cifras de m or­ del siglo pasado los europeos se repartieron el continente, asistieron a
talidad infantil (120 %o de media continental), o como lo pone de m a­ la modificación de sus sistem as de vida tradicionales por la introducción
nifiesto, asimismo, la escasez de personal médico (58.490 personas por de pautas de com portam iento exteriores. De esta m anera el cultivo iti­
médico en Etiopía, 48,510 en Alto Volta, 14.280 en Zaire, 11.200 en Ma­ nerante tradicional, de predom inio en los bosques ecuatoriales y en las
rruecos. ..). sabanas, se fue modificando a medida que el crecim iento de lá población
El proceso, pues, de densificación demográfica no se ha acom pañado obligó a sedentarizarse a num erosos grupos hum anos, que en el noma-
de una modernización socio-económica, como lo prueba el m antenim ien­ deo de sus campos y aldeas se interferían en otras com unidades trib a­
to de unas estructuras agrarias arcaicas y disfuncionales, más evolucio­ les. El cultivo itinerante, apoyado, pues, en la abundancia de tierras
nadas en el África árabe, pero insuficientes en todos ellos; así lo evi­ inexplotadas, que se basaba en la roturación de aproxim adam ente una
dencia también el creciente éxodo rural, cuyas direcciones más im por­ hectárea por fam ilia, pero que requería o tras 15*20 o 25 hectáreas en
tantes recogeremos en la figura 13.3.C. barbecho forestal para asegurar la reconstrucción dc la fertilidad del
suelo, está perdiendo vigencia, bien se tra te del «lougan» de África oc­
cidental o del «tavy» de Madagascar. Aún conserva im portancia en las
2. Pervivencia de las estru ctu ra s agrarias tradicionales selvas del África central, m ás como cultivo de largas barbecheras que
como cultivo itinerante propiam ente dicho, con traslado del poblada.
M ientras la población h a estado creciendo firmemente, la producción Pero es más, el acortam iento de los períodos de barbecho hasta 6*8 años
agraria lo h a hecho con m ucha m ayor lentitud. Asi, en la década de los e incluso menos, ante la explosión demográfica, está reduciendo consi­
sesenta eJ crecim iento anual de la producción agraria en África sub- derablem ente la fertilidad del suelo e incidiendo negativam ente en los
sahariana fue de un 2,3 % y de un 1,3 % durante los años setenta. Re­ rendim ientos, puesto que aquí la evolución técnica no h a acom pañado
ferido a la producción per cápita, la mayoría de los países y la región a la evolución demográfica.
como conjunto experim entaron un crecim iento negativo. De los 47 paí­ Ahora bien, no todas las regiones ecuatoriales, subecuatoriales y
ses subsaharianos sólo Burundi, Malawi, Ruanda, Alto Volta, Camerún, sudanesas dependen exclusivamente dc este sistema agrario, pues in­
Kenya, Costa dc Marfil, M auricio y Swazilandia conocieron un crecim ien­ cluso, tradicionalm ente, se conocían num erosas com unidades que se ha­
to per capita positivo durante la pasada década; los* 38 restantes lo bían sedentarizado y practicaban una agricultura intensiva sobre cam­
tupieron negativo (World Bank Staff W orking Papers, 1983, 1'2). De este pos fijos, abonados con d etritus, hojas o estiércol: así los peúls nóm a­
modo los problemas alim enticios se han dejado sentir fuertem ente en das de la región saheliense de Nígcr se han dedicado a la cría del ganado
el África negra, por contraposición al África árabe, donde, en función no para el trabajo, sino para la producción de leche, carne y abono,
de sus mayores disponibilidades financieras, se resuelven mediante im­ que venden a los agricultores sedentarios. O tras com unidades han prac­
portaciones de cereales. ticado igualm ente una agricultura sedentaria intensiva, como en la isla
De resultas, m ás de la m itad de los países africanos, entre los cuales Ukara (en t i lago Victoria) a base de abono verde y estiércol de bovino.
568 ESTRU CTURA S ESPACIALES EK ÁREAS S U R D E S A K R C L U D A S 569
ESPACIOS y SOCIEDADES

de hevea en el Congo Belga entre 1894 y 1900. En 1901 se form ó la


Ejem plos destacables los encontram os, asimismo, en la región de Kano
com pañía de Kasal, que adquirió el monopolio de la tra ta en la región
o en el país Ibo, al N y SE de Nigeria respectivam ente, entre los mossi
y que, cuando este negocio se vino abajo a principios de siglo, fue sus­
de Alto Volia, los sereres del SE dc D akar o los kikuyu de Kenva, en
tituido por el de la palm era aceitera (Rlaais guineensis) de la región
torno a N airobi..., que practican sistemas intensivos a p a rtir del abona­
del Kuilu. La com pañía Lever crcó la Sociedad de Aceites del Congo
do y dc la asociación de la agricultura con la ganadería, aspecto éste
Belga (HCB) construyendo en 1918 el gran centro de Leverville, que le
que es infrecuente en África.
perm itió controlar plantaciones propias y vastas extensiones de palme­
E n o tras ocasiones, sobre los valles de los ríos se practican cultivos
de inundación, como el arroz en el valle del Níger o del Logone, apro­ rales espontáneos.
En otras ocasiones, las sociedades com erciales europeas introdujeron
vechando las aguas altas para que se desarrolle la planta; método que
los cultivos com erciales de una m anera forzada, controlando la produc­
suele dar resultados muy pobres, como lo dem uestra el hecho de que
ción, vendiendo los insumos y constituyéndose en monopsonios. Así
a veces se recoge la cosecha desde una barca, espiga por espiga; otras
sucedió en Chad con el algodón (cuenca del Logone) por decreto del Es­
veces se aprovechan las reservas hídricas del suelo en los momentos
tado colonial en 1928, estableciéndose un contrato entre la sociedad
de crecida, p ara cultivar sorgo o alubias, plantas menos exigentes en
comercial COTONFRAN, que recibió el monopolio de la com pra y co­
agua. No obstante, los valles de los grandes ríos suelen estar aprove­
mercialización del algodón, com prom etiéndose a cambio a construir plan­
chados para una agricultura intensiva de regadío, como en el Nilo egip­
tas desm otadoras, al tiem po que la adm inistración colonial se com pro­
cio o sudanés, destinados a producciones de subsistencia (arroz, trigo,
m etía a extender este cultivo, para lo cual contó con el apoyo de los
mijo, sorgo, cacahuete, alubias...) o comerciales (principalm ente algo­
dón). Ahora bien, las técnicas extensivas, la no disponibilidad de m a­ jefes tradicionales, que recibían un porcentaje sobre el valor de las
quinaria, abonos, etc., obliga incluso a d ejar barbecho hasta en el re­ cantidades vendidas.
gadío. E ste sistem a fue desarrollado sobre dos tipos de terrenos: unos des­
tinados a una agricultura de subsistencia, trabajados individualm en­
Frente a los sistem as agrícolas, los ganaderos se apoyan en la utili­
zación de vastísimos espacios sobre regiones áridas y subáridas, dedi­ te, alternando el mijo, legumbres o m andioca con el cultivo com ercial,
cándose a la cría dc camellos o de ganado lanar, a la que se une el y otros trabajados colectivam ente que se roturaban ex professo , y eran
comercio de caravanas. Se trata, en parte, de los beduinos del desierto, dirigidos por los jefes de aldea.
que lo mismo que señalábamos en Arabia Saudí, han controlado y ex­ En 1946 fue abolido en Chad el régimen de los cultivos forzados, pero
el gobierno de este país continuó estim ulándolo, de modo que en 1960
plotado, de este modo, a los sedentarios de los oasis. Aunque algunos
países todavía conservan una elevada tasa de población nómada, como alcanzaba el 85 % del valor de las exportaciones, y en la actualidad el
M auritania, con 512.000, es un fenómeno en franco retroceso. valor de las exportaciones agrícolas (m aterias prim as) en relación con
Finalmente, estos sistem as de cultivo tradicionales se apoyan en un el total supera esa cifra dada.
estatuto de la tierra en el que juegan un gran papel los derechos co­ El algodón en Chad o el cacahuete en Senegal representan cultivos
lectivos, p o r lo que las desigualdades sociales respecto de la propiedad com erciales introducidos de una m anera forzada y que han supuesto la
de la tierra no constituyen realm ente un freno. Dc ahí que los bajos ru p tu ra de los sistem as agrícolas de subsistencia tradicionales, exten­
rendim ientos y productividad sean función de factores técnicos y cul­ diendo la m onetarización y preparando las bases del subdesarrollo de
turales y de la «ausencia de un dominio del espacio®, como indica P. Gou­ num erosos países africanos.
rou. El progreso agrícola, por lo tanto, se presenta como un asunto de También los cultivos de plantación fueron introducidos po r la po­
organización de mercados y dc animación ru ral m ás que de reform a blación colonial, venida de Europa, como los cacaotales de Costa de Mar­
agraria, aunque estas afirmaciones no valen para el África árabe, donde fil, las plantaciones de té, tabaco o café en África oriental, la caña de
la estructura de la propiedad es distinta. azúcar o especias en M adagascar. Plantaciones que han ido pasando a
Sin embargo, frente a la atonía productiva del m undo agrario tradi­ manos de propietarios indígenas a raíz de la independencia, po r lo que
cional, en el que la explosión demográfica no ha constituido más que tan sólo subsisten las grandes em presas, como la Unilever en Nigeria,
Zaíre, la Firestone en Libéria... Finalm ente, el campesinado indígena
un factor negativo, se han producido otros cambios im portantes hacia
un tipo £ e agricultura totalm ente comercial, incapaz, por otro lado, de tam bién se h a sentido atraído por las ofertas de las sociedades comer­
m ejorar la situación alim entaria. ciales, integrando los cultivos de plantación en las rotaciones de la agri­
cultura de subsistencia. El algodón en Egipto o Sudán, el café en Etio­
pía, y prácticam ente todos los productos de plantación, que cada vez
b) E l desarrollo de una agricultura com ercial volcada a! exterior . —
Desde finales del siglo pasado una parte de las tierras africanas fue atraen más al cam pesinado, han pasado, así, a form ar parte de la agri­
destinada a producciones dem andadas p o r los europeos. Como señala cultura fam iliar (véase la distribución de los principales cultivos de
Benchctrit, el proceso se inició a p artir del comercio de tra ta de goma autoccnsum o y de exportación en la figura 13.4).
ESTR U CTU RA S ESPACIALES EN ÁUHAR SLBDfcSARRÜLLADAS 571

Flg. 13.4. (Cotit.)

Trigc. v*d, agnoa


©
Palmera datiera.

r .—•Cicahje»
\r -\J - & r Z /í^ \ /
-0 r^ x \ ■
I '- r - r / y /
\ Calé, cacao >a s Í T ; *; w ¡/K
V He*ea J k W s , / \ s aai
Painel ic9fl€ró
Principales droas
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de ganado
Ovino M bn
Vacuno x CaB
Mac, toicc especias
Artas secundarias \
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de ganade/¡»‘ C aía je azúcar,
aJ$ortn. soco
Maíz. Tngc
Agios
Lirrvres de ia
mosca Tsé-tsé

b. Regiones ganaderas, c. Cultivos de exportación


según H R. Jarret, 1979. (lomado de J. M. Casas Torres. 1979)

Este tipo de cultivos de exportación se ha organizado en explotacio­


nes muy diversas, en tre las cuales cabe destacar en prim er lugar la
gran plantación de tipo industrial, propiedad generalm ente de em pre­
sas m ultinacionales, explotada con métodos industriales, apreciables en
las propias dimensiones de la em presa —con varios cientos o miliares
de hectáreas y varios miles de trabajadores em pleados—, en la organi­
zación del paisaje! centrado por la red radial de carreteras, caminos y
ferrocarriles, que tienen por foco la Fábrica, en la que se tratan los
productos destinados al m ercado m undial y a cuyo alrededor se loca­
lizan los barracones para el alojam iento de los obreros. Las plantacio­
nes de palm era aceitera de la Lever en Leverville (Zaíre) o la m ayor
explotación m undial de heveas que la Firestone tiene en Liberia, cerca
de Monrovia, constituyen dos ejemplos singulares.
Fente a las plantaciones de tipo industrial, las de carácter latifundis­
ta han tenido muy poco eco en África. Sólo se han desarrollado en
Áfriea oriental —Kenya y Tanzania— orientadas hacia la producción de
fibras textiles, como el sisal, que, adem ás, h a entrado en crisis profunda
por la caída de los precios en el mercado internacional (B anchetrit, M.
y col., 1971, 227-246).
En cam bio, los colonos europeos o el campesinado autóctono han po­
tenciado la expansión de los cultivos de plantación por num erosas re­
giones africanas, y especialm ente en el África oriental (Kenya, Tanzania,
S72 espactos y so cif-D A n rs FS T R C C T U R A S ESPACIALES EX AREAS SLUDHSARROU.ADAS 573

Zambia, Zimbabwe) y en los países ribereños del golfo de Guinea, donde perentorias necesidades m onetarias. En este sentido son los propios
ha dado lugar a explotaciones fam iliares capitalizadas que se localizan estados, con sus contribuciones c im puestos, las organizaciones que
en los m árgenes de las grandes vias de comunicación. más im pulsan la monetarización.
Todos los factores considerados sobre la agricultura com ercial traen Ahora bien, los estados tal como se han configurado a raíz de la
unos resultados que vamos a cen trar en los aspectos espaciales y eco­ independencia tam poco parecen tener fuerza, ni ser capaces de intro­
nómicos. Un p rim er hecho destacable es que la agricultura comercial ducir m ejoras sustanciales entre las com unidades campesinas.
ha constituido un factor de crisis, por cuanto ha sustraído tierras a la
agricultura de subsistencia, tanto en una consideración cuantitativa, por
la dimensión de los espacios disponibles para los cultivos de subsisten­ 3. La irracional herencia político'econófiiica de la colonización
cia, como bajo un enfoque cualitativo, por la ocupación de los suelos
más fértiles p ara cultivos especulativos (café, cacao), cuando esos sue­ . La colonización africana ha durado poco tiempo si se com para con
los podrían ser destinados más provechosam ente a cultivos de subsis­ la de Iberoam érica. La población autóctona se ha librado, por tanto, del
tencia. con métodos m ás intensivos, sobre todo ante el fuerte crecimien­ genocidio que sufrieron los indígenas am ericanos. Ahora bien, ni sus
to demográfico. bases económicas, ni sociales, culturales o políticas han sido respetadas.
Sin embargo, cabe anotar algunos aspectos positivos en e! haber de Las necesidades africanas se han visto em pujadas a asim ilar la cultura
la agricultura comercial, como el enriquecim iento de la propia agricul­ de los colonizadores, su lengua, su técnica, su organización social y
tura, tanto en la gama de cultivos (difusión de plantas fuera de las política. África representaba para éstos una despensa de m aterias p ri­
regiones de origen: cacahuete, cacao, hevea —originarios de Brasil—, mas y, por ello, procedieron a su reparto ya en la Conferencia de Ber­
algodón...) como en tas técnicas: estaciones experim entales, intensifica­ lín de 1884-85. El m apa político africano parece, así, trazado con c a rta ­
ción de los sistem as de cultivo, investigaciones agronómicas, pero todo bón, sin respetar los caracteres culturales, sociales o las bases econó­
ello a costa de un gran derroche de recursos naturales y hum anos, y micas de los pueblos implicados en las divisiones adm inistrativas (en
estando al servicio de unos intereses totalm ente extraños a las poblacio­ este sentido es curioso el caso de Radio Mali, que en 1962 distribuía su
nes autóctonas. tiempo de emisión en tre siete lenguas: 55% en francés, 25% en bam-
Hoy, no obstante, se han creado unos paisajes nuevos —plantaciones, bara, 5 % en peúl, 5 % en sarakolé, 5 % en tam achak, 3 °/o en wolof y
arrozales, cam pos de algodón, de cacahuete..,— que han arraigado pro­ 2 % en maure. La Uganda pre-Amin usaba en sus cam pañas de alfabeti­
fundam ente en el África cálida, han cam biado totalm ente la faz del pai­ zación 26 lenguas). Las fronteras a m enudo dividen en dos a territorios
saje tradicional y constituyen un fenómeno irreversible en la agricultura isoglósicos.
africana, porque adem ás se le dedica incluso m ás atención que al sec­ La configuración de las m ism as se hizo en función de los territorios
tor de subsistencia: B. Kayser señala cómo en la década de los cincuenta controlados por cada colonizador; por lo cual, la delimitación se esta­
el sector com ercial creció más de prisa que el de subsistencia. Estos he­ blecía en base a la penetración de los mismos desde cada sector costero
chos, evidentemente, no favorecen el autoabastecim iento alimenticio de hacia el interior, norm alm ente desde los establecim ientos comerciales,
los pueblos africanos, como lo prueba el que una quinta p arte de las desde los cuales se acotaban los lím ites del territorio en sentido per­
im portaciones de! África negra en 1978 correspondía a productos ali­ pendicular a la costa, según su m ayor o m enor penetración y anchura.
menticios, con una tendencia a increm entar esta proporción (World Bank De ahí los m inúsculos estados del golfo de Guinea, como Benin, Togo,
S taff Workíng Papers, 1983, 4). Por lo que tal vez conviniera olvidarse además de Gambta, pequeño país de 500 km de largo por 30 dc ancho,
de la prioridad dada a las producciones exportables y cam biarla por un para el que existieron negociaciones entre Francia c Inglaterra a fin
apoyo decidido a las de autoconsum o nacional. de intercam biarlo con el actual Benin, pero que, al fracasar, se confi­
Vemos, pues, cómo la inferencia de los europeos en el m undo afri­ guraron los dos estados; curiosam ente, el 1 de febrero de 1982 Senegal
cano ha conducido a la consolidación de form as dc explotación agra­ y Gambia se unieron en la Confederación de Sencgambta para superar
ria nuevas, y que, por sí mismas, parecen rep resen tar una ventaja sc£ los problem as derivados de sus irracionales fronteras. Junto a los
bre la Agricultura tradicional y, en muchos casos, arcaica, conservada estados nacidos de las colonias francesas se asientan los de las inglesas,
todavía en num erosas regiones. Ahora bien, los diversos tipos de agri­ como Nigeria, Ghana, S ierra Leona, amén de ios dcl África oriental;
cultura -comercial, al no acom pañarse de una evolución técnica, eco­ Guinea Ecuatorial se configura como un m inúsculo estado o colonia de
nómica, cultural y social, que debería haber afectado a tudo el campe­ soberanía española; Angola y Mozambique, portugueses. Como excep­
sinado, ejercen un efecto distorsionado^ puesto que favorecen la ex­ ciones se revelan los casos de Abisinia, que permaneció independiente y
pansión de una economía com ercial en unos medios y en unas comuni­ Liberia, república independiente surgida en 1822, con esclavos negros
dades que carecen de condiciones para dedicarse a una agricultura de liberados de E stados Unidos; el Congo Belga (actual Zaire) como p atri­
mercado, a la cual, sin embargo, no pueden escapar, p ara cubrir las monio persona! del rey de Bélgica.
574 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A S ESFAC1AI.LS LN Á R E l S SÜBDESARROLLALíAS 575

El fru to de estos arbitrarios trazados se ve en el reparto de unos Libia y Egipto presentar, ciertas singularidades. Prim ero, en función
mismos pueblos entre diversas fronteras, como los peúl, presentes en de la tem prana colonización por los árabes, seguida dc la de los fran­
toda África occidental; ios ewé entre lo g o y Ghana; los tongo entre ceses en el M ogreb y de los italianos e ingleses en Libia y Egipto, Se­
Congo, Zaíre y Cabinda-Angola; los lunda entre Zaire y /.ambla. Asi­ gundo, por el m enor aislam iento y la m ayor unificación de sus pueblos.
mismo, se han unido pueblos irreconciliables o que se creen explotados, El Mogreb es «una de las pocas regiones del globo en donde la co­
como los ibo dc B iaíra con los yoruba; los del N. y S. del Chad; los lonización europea ha tenido el tiempo suficiente y la voluntad de esta­
manding de Malí opuestos a los tuarcg; los abisinios, que dominan a blecer las estructuras necesarias para el desarrollo de una economía
otros pueblos etiopes (critreos entre otros); los sudaneses de Jartún moderna* (Isnard, IL, 1978, 78). Francia en el Mogreb siguió ios crite­
enemigos de los de las m arism as del Nilo y de las sabanas del Sur. rios prevalecientes en el Antiguo Régimen: «Paro que una colonia sea
Algunos otros aspectos cabe destacar, como la duplicación innecesaria útil es preciso que produzca géneros distintos a ios que produce la
de puertos. Por ejemplo, Ghana, lo g o , Benin y Nigeria tienen sus puer­ metrópoli». Un político francos decía en 1830: «Comunico de antem ano
tos en aguas profundas a escasas docenas de kilóm etros los unos de que todos los tipos dc cultivos que enriquecen nuestras colonias pueden
los otros. Brazzaville, en palabras dc P, Gourou, «lleva el luto dcl África llevarse a cabo con éxito en Argel. La caña de azúcar, el algodón y el
ecuatorial francesa»; ni la ciudad ni su pobre entorno tienen medios café crecerán sin dificultad, tam bién se obtendrá cacao fácilm ente y
de subsistencia que justifiquen la presencia de más de 150.000 habi­ el índigo cultivado cuidadosam ente se aclim atará al poco tiempo».
tantes (hoy sobrepasa los 300.000). La filoxera francesa animó los viñedos de Argelia (4-00.000 hectáreas
La herencia colonial también se manifiesta por medio de una indus­ en 1935) Túnez y M arruecos siguieron el ejemplo. F n Túnez tam bién se
tria muy escasa, falta de integración y con un nítido predom inio de Ías desarrollaron plantaciones de olivos, como los de Sfax. A la viticultura
actividades mineras, cuya producción se exporta en su casi totalidad: siguieron los cultivos de agrios y el trigo en las regiones m ás secas y
en diam antes África ap o rta los 2/3 de la producción mundial (el 95 % de peores suelos, que, merced a la mejora de los transportes, perm i­
en Transvaal y Orange); en m ineral de hierro, Liberia, M auritania y tían una fácil salida hacia la m etrópoli, e incluso a otros países extran­
Sudáírica figuran entre los principales productores africanos; en co­ jeros. En 1933 el viñedo de Argelia suponía el 66 c/o del valor de sus
bre, Zambia, Zaire y la República Sudafricana aportan 1/6 del total exportaciones.
mundial (Zambia es el 4,° productor a escala mundial); y otro gran nú­ Pero la agricultura moderna era practicada por colonos europeos,
m ero de m inerales m etálicos se encuentran en Sudáfrica, Zimbabwe, generalm ente en grandes propiedades, de más de 100 hectáreas, m ientras
Zam bia y Zaire (véase fig. 13.1-c). La prospección y explotación m ineras los cam pesinos —los fellahs— continuaban con la agricultura tradicional
corren a cargo generalm ente de com pañías extranjeras Transnacionales, y la cria de lanar m ientras fue posible, pues cuando en el siglo actual
salvo algunas excepciones, como en Zambia, que, a raíz de la indepen­ la presión demográfica aum entó, se hizo necesario acudir a la indus­
dencia, controla el 51 % de las acciones de una veintena de em presas. trialización.
Las industrias m ineras —extracción, concentración del m ineral, re­ La industrialización, en principio, era dc tipo tradicional (fábricas
finado, en m enor medida— representan casi las únicas industrias dc de harinas, destilerías, conservas de legumbres), es decir, industrias
base. Y en conjunto la industria no aporta más que en torno a un 12 % alim entarias, a las que se sum aban las mineras, como la explotación
al PIB. de fosfato prim ero y petróleo más tarde. La pesca artesanal fue tam bién
O tras herencias coloniales son bien patentes, como las relativas a la sustituida por la industrial. Pero será, sobre todo, en la m inería donde
infracbtruciura, con una red viaria escasa, costera, uniendo los puertos se invierta^ grandes sumas por parte de capitales franceses, suizos,
con las explotaciones m ineras o agrícolas. Se caracteriza por tram os belgas y norteam ericanos; por ejemplo, en petróleo estaban representa­
seccionados y faltos de integración entre sí; curiosam ente aparecen dos los intereses de la B riíish Petroleum , Esso, Mobil Oil y Royal
tram os de ferrocarril que term inan en puertos fluviales como sucede Dulch Shell.
en el Zaire o en el Nilo (véase fig. 13.5). Aunque la industrialización se dinam izó a p artir de la II G uerra
‘ .Una herencia colonial que es visible incluso en el tipo de poblamieuio. Mundial, tam poco dejó de Tener carácter colonial: predom inio de in­
Así? casi todas las ciudades por encima de 100.000 habitantes o son dustrias de extracción y transform ación dc productos mineros y agrí­
ciudades-puerto o son ciudades mineras. E ntretanto, se produce una colas (tratam iento de fosfatos y m inerales no ferrosos...). Así, en Ma­
ausencia evidente de red urbana, como lógica consecuencia de la faitu rruecos en 1955 las m aterias prim as y productos sem [elaborados repre­
de dinamismo económico de las regiones en que se enclavan las ciuda­ sentaban el 48 % del total de exportaciones, frente a un 4 % ios pro­
des. Una excepción, aunque no bien configurada, es el país yoruba, ductos term inados, Y en Túnez 61 y 4 % respectivam ente (Isnard, H-,
con Lagos-Ibadan... adem ás del W itw atersrand y tal vez el triángulo Rí 1978, 86).
Cairo-Alejandría-Port Said. V La infraestructura viaria evidencia tam bién una herencia colonial:
Un caso aparte lo constituye el África septentrional. El Mogreb, las reglones m ejor com unicadas son las: costeras, en las que se esta-
E S T K lC T V R A S rsiU C IU .fc'S EN ARFAS S L líDIiS AR R OLLADAS 577

Fig. 13.5. (Conl.)

blecieron los colonos, en lanío que en el interior, montañoso y estepario,


las pistas y cam inos tradicionales predom inan dc una m anera absoluto*
Los ferrocarriles no aportan nada a las regiones que atraviesan pero
no sirven: son m eras líneas dc enlace entre los puertos y las explota­
ciones m ineras. Por lo que la falta de integración regional no se corrige.
La colonización francesa del Mogreb, en definitiva, a pesar de los
enormes aspectos negativos, ha dejado unas estructuras económicas
bastanle m ás dinám icas <jue las heredadas por el resto de los países
africanos. Algo sim ilar, aunque con sus singularidades, podríam os decir
de Libia y Egipto.
Ahora bien, la rapiña de las potencias coloniales y la ola de nacio­
nalismo’ beligerante que invadió a los pueblos colonizados a raíz de
la Conferencia dc Bandung (1955) condujeron a un fenómeno nuevo:
la independencia política, pero bajo la dependencia económica. La m a­
yoría de los paises accedió a la independencia en 1960 (véase fig. 13.5),
otros en fechas cercanas a este año central, m ientras las colonias por-
578 E SPA C IO S Y SOC[EDADES
E S T R l ’C T l -RAS E S P A CI A L E S LN ÁREAS SUÜDLSARROl.LADAS 579

tuguesas no lo lograron hasta 1975 (Guinea Bissau en 1974) y la isla ello, a pesar del elevado porcentaje de población activa agraria que
de Reunión todavía pertenece a Francia. Pero la independencia política ocupa: 64,1 % en 1982. Como resultado, la situación alim entaria tiende
fue suplantada por la dependencia económica, de modo que el neo- a em peorar por la desadaptación de las estructuras productivas a las
colonialismo se cebó en el continente africano. Según el antiguo pre­ realidades actuales.
sidente yJiands N krum ah, «la esencia del neocolonialismo es que el
Estado que lo sufre es, en icoria, independiente y tiene todos los a trib u ­ a) La inseguridad alim enticia y sus causas. — Si en otros conjuntos
lo* externas de la soberanía internacional. E n realidad su sistem a eco­ regionales del planeta la intensidad de los métodos de cultivo acom­
nómico y, por lo tanto, político están dirigidos desde el exterior» (Nkru­ paña siem pre al minifundio, en África tienen poca im portancia los sis­
mah. 1965). temas intensivos, en función de unos métodos, de unas técnicas y de
Han surgido así en África un espacio y unas sociedades dependientes» unas tradiciones extensivas, aunque los oasis, determ inados valles flu­
que han visto quebrarse sus sistemas tradicionales, suplantados por viales y enclaves territoriales escapen a esta norma. Los m étodos exten­
otros totalm ente inservibles para hacer frente a las nuevas realidades, sivos, muy adecuados a situaciones de escasa densidad, se revelan insu­
entre las cuales el crecim iento demográfico galopante y el em pobre­ ficientes ante el auge y la presión demográfica, tanto por la escasez
cimiento masivo se revelan como los más flagrantes. En este contexto, de tierra como po r la aleatoriedad dc las cosechas.
el modelo de desarrollo occidental, apoyado en una industrialización Así, no es de extrañar que, a pesar de unas disponibilidades alim enti­
a ultranza, un crecim iento urbano acelerado («inurbación»), con falta cias que rondan el 100% de las necesidades, tal como aparece en el
de capitales, dc técnicas, de cuadros..., que sólo pueden ser aportados cuadro X IIL I, la realidad dista mucho de esa situación. Bajo climas
por los países industriales, conduce a una mayor dependencia y, posi­ tropicales sobre todo, y especialmente en la región del Sahel, los ava­
blemente, a un colapso parecido al de Iberoam érica en estos años de lares meteorológicos inducen catam idades alimenticias de gran alcan­
crisis. E ntretanto, la problem ática agraria, industrial y urbana, y la ce, como la sufrida ;t eoi^ecuencía de la pertinaz sequía de 1973, Pero
ausencia de la integración regional y especiaíización funcional, se afir­ es que, además, salvo el África septentrional y la m eridional, todos
man con crudeza. los demás conjuntos territoriales africanos se hallan con unas dispo­
nibilidades calóricas por debajo de las consideradas necesarias. Según
la FAO, en el trienio 1978-80 los pueblos africanos disponían de un con­
III, U na falta d e in teg r a c ió n e c o n ó m ic a y e s p a c ia l
sumo medio calórico de 2.311 calorías por persona y día, cifra que
para este continente cálido ronda el 100 % de las necesidades, pero con
La dualidad económica y espacial es evidente, en los medios rurales la particularidad de que m ás de la m itad de los países, independiente­
por !a co o N len cia dc la agricultura comercial y dc la de subsistencia; m ente del reparto social que hagan, están por debajo de esa rnedia y T
en los medios urbanos, por la yuxtaposición de bidonvüles y barrios como ha enfatizado la organización Jeune Afrique, en torno a la m itad
históricos degradados junto a lujosos barrios residenciales, por la yux­ de los países africanos m uestran una tendencia alimenticia degradante
taposición de industrias de técnicas avanzadas junto al denom inado desde 1970 (Banco Exterior de España, 1980, 55); aspecto com proba­
«sector informal» o inorgánico... Dualidad m anifiesta también a es­ ble asimism o en los índices de producciones alimenticias p e r cápita,
cala nacional o regional en los desequilibrios inter- e intrarregionales. que, según la FAO, y tom ando como base el trienio 1974-76 ( = 100), en
Así, se da la paradoja dc que num erosas capitales de diversos estados 1982 bajaban hasta un 93,32.
africanos están m ejor com unicadas con lejanos continentes que con las 1.a subalim entación se ve agravada por la pobreza dc la dieta ali­
capitales de los estados lim ítrofes. Así, Lomé (Togo) está m ejor servi­ menticia, dado que, m ientras en Asia, por ejemplo, se dispone de una
da p o r los transportes con París que con Accra (Ghana) o con Cotonou cifra sim ilar de calorías (2.326 por persona y día), se estim a que 2.126
(Benin). provienen de productos vegetales y 200 de animales, frente al caso
E sta dualidad económica y espacial, ya analizada en algunas de sus africano, que no alcanza más, que 177 de origen animal. En suma la si­
manifestaciones, puede observarse tam bién en los problemas más acu­ tuación alim enticia, y especialm ente la de los países encuadrados en el
ciantes de los espacios agrarios, industriales y urbanos, y en los fenó­ África oriental y central, adem ás de los que se extienden por las regio­
menos de dependencia y de los desequilibrios regionales que conllevan. nes sahelicnses, es una de las m ás problem áticas del planeta.
*
Esta inseguridad alim enticia crónica contrasta con el elevado po r­
centaje de población agraria, que, a pesar de su cuantía (64,1 % en
I. La dinám ica evolutiva y los problem as de las estructuras agrarias 1982 según la FAO) no puede, dados sus sistemas agrarios poco evo­
lucionados, cu b rir las necesidades.
El rasgo más llamativo de la actividad agraria africana es su inca­ No podemos transferir la responsabilidad de estos fenómenos a unas
pacidad para cubrir las necesidades alim enticias de sus pueblos. Y eventuales condiciones ecológicas que obstaculizarían el desarrollo de
580 Ü S P A C IÜ .S Y S O C IE D A D E S E ST R U C T U R A S ESPACIALES EK ¿ R E A S SLBD tSA RRO LLA D A S 581

los pueblos, porque, bajo esas m ism as condiciones, como ha enfatizado dad. Y, finalm ente, ios progresos dc la comercializ-ación han provocado
el historiador J. Ki-Zerbo (1980), se desarrollaron civilizaciones brillan­ el desarrollo de una m entalidad financiera que otorga a la tie rra el
tes, que supieron explotar idóneam ente las potencialidades del medio carácter de «capital». En suma, un tipo de propiedad colectiva poco
natural. Por el contrario, está claro que el problem a radica en una grave apta p ara el desarrollo agrario actual.
distorsión provocada p o r las potencias exteriores, que, a.1 in ten tar La propiedad colectiva, sin em bargo, no ha arraigado en el África
im poner e] modelo de desarrollo occidental, se han quedado a mitad árabe, donde, como señalábamos en el capítulo anterior, es la propiedad
dei camino: han modificado el régimen demográfico m ediante unas in­ individual o «melk» la más extendida, por ser la que defiende el Corán.
versiones mínimas, pero no han modificado en la medida necesaria las Aquí, el acaparam iento privado de tierras ha conducido a graves dese­
técnicas tradicionales, cuya m odernización exigía inversiones mucho quilibrios, saldados con unas reform as agrarias totalm ente insuficien­
mayores. tes, como la que realizó el Egipto nasseriano de la década de los cin­
Pero es más, allí donde esas inversiones se consideraban rentables, cuenta o como la m ás reciente de Argelia (iniciada en 1972 como una
se han introducido los cambios necesarios para dedicar las tierras a «Revolución agraria»), que después de 10 años de vigencia ha condu­
productos de exportación. Y lo que es m as grave, los propios gobiernos cido a resultados decepcionantes, tanto más cuanto que el gobierno
independientes han potenciado el desarrollo agrícola colonial, es decir, orienta su estrategia económica al desarrollo industrial, m arginando
el que busca ante todo las producciones exportables, como ha señalado el agrario, como lo dem uestra el hecho de que entre el prim ero y el
R. Dumont. En este sentido, parece más eficaz conceder estímulos y segundo plan cuatrienales (1970-73 y 1974-77) la p arte de las inversiones
medios a la agricultura destinada al m ercado nacional, pues el desarrollo consagradas a la agricultura pasó de un 13,5 a un 7,3 % de todas las
de ésta equivale realm ente a una exportación, puesto que reduce las
inversiones públicas (Adair, Ph., 1982, 64).
com pras de productos alimenticios exteriores, tan frecuentes en estos
países. Una experiencia agraria singular, de orientación socialista, es la
O tra causa im portante de las distorsiones sufridas radica en el ré­ que se puso en m archa en Tanzania a raíz de la declaración de Arussa
gimen de tenencia de la tierra o, si se prefiere, en la estructura de la (1967). Las tierras «ujamaa» parecían que iban a convertirse en coope­
propiedad, en la que los derechos colectivos prim an sobre los individua­ rativas susceptibles de transform ar la agricultura del país, pero pronto
les. La propiedad colectiva del África negra ha sido ensalzada frecuen­ condujeron al fracaso por la imposición a los cam pesinos de criterios
tem ente por los lazos de solidaridad que crea y el igualitarism o social de cultivo y de técnicas para las que no estaban preparados, adem ás de
que induce. Sin em bargo, tam bién h a sido muy criticada porque no pro­ introducir una política colectivizadora dem asiado dura, que no caló
porciona incentivos para llevar a cabo las m ejoras que podrían hacerse en el campesinado.
en la tierra (aterrazam ientos, pozos, drenaje, plantaciones, etc...) bajo La estructura de la propiedad, en consecuencia, tiene su parte de
un régimen de propiedad privada. Parece evidente, en cualquier caso, responsabilidad en unas producciones insuficientes, con unos rendi­
que el régimen de propiedad colectiva africano es disfuncional ante sus m ientos bajos, que deberían aum entarse m ediante m étodos de cultivo
realidades actuales, tanto m ás cuanto que el pretendido igualitarism o más intensivos, entre los cuales la extensión dcl regadío debería ser
se ve corregido por el tipo de rep arto que llevan a cabo los jefes de la prioritaria en las regiones tropicales y sahelienses. Y, sin embargo, toda
tierra o de tribu. Se tra ta de o tro factor distorsionador; África no dispone más que de 8,6 millones de hectáreas regadas en 1981
«Tradicionalmente, la tie rra en Á írica tropical no ha sido suscepti­ (España cuenta con 3 millones), con la particularidad de que los dos
ble de apropiación; es un bien colectivo, tribal, regido en derecho y de tercios corresponden a tres países: Egipto con 2,86 millones, Sudán
hecho por un jete con un poder arb itral, que distribuye los lotes de con 1,85 y Sudáfrica con 1,02. Por otro lado, la tendencia al increm ento
explotación. í;La tierra pertenece a una gran familia de entre cuyos del regadío resulta extraordinariam ente lenta.
miembros unos han m uerto, otros viven y otros, innum erables, están Finalmente, las técnicas tradicionales tienen tam bién su responsa­
p o r nacer”, dijo un célebre jefe nigeriano. Quien explota la tierra no bilidad en la pervivencia de los bajos rendim ientos y, a través de ellos,
tiene, pues, responsabilidad frente al capital que représenla. Propie­ en Jas deficiencias alim entarias. La azada es el instrum ento de laboreo
dad colectiva y explotación individual:, en principio, es el peor de los más extendido en los dominios tropicales. Lógicamente, la productividad
sistemas» (Kayser, B., 1969, 75). Este mismo autor continúa enfati­ que pueda obtenerse trabajando con una azada las tierras esquilm adas
zando, sin embargo, que la colonización ha introducido el derecho por el acortam iento dc los barbechos no será elevada. Y aunque habi­
occidental para asegurar las concesiones de tierra que establecía. As­ tualm ente se m ira con malos ojos la introducción de m aquinaria pe­
pecto que ha sido imitado por agricultores indígenas o burguesías lo­ sada y de tractores, y sin en trar a discutir la conveniencia o no de su
cales, deseosas de acap arar tierras. Fenómenos potenciados por el cre­ uso según regiones, el núm ero de tractores constituye un índice reve­
cimiento demográfico, que, al desencadenar una penuria de tierra, ha lador del atraso técnico de la agricultura africana: 451.000 tractores
hecho sentir la necesidad de una organización jurídica de su propie­ en aso en toda Africa, una cifra inferior a la que tiene España (548.000
E STRUCTURA S ESPACIALAS EN* ÁREAS SIJRDESARR OM ADAS 583
582 ESPA C IO S Y SOCIEDADES

los países no productores de petróleo, y exportación de m aterias pri­


en 1981) .El 40% de esa cifra corresponde a Sudáfrlca (181.000), segui­
mas, principalm ente agrarias, en porcentajes superiores al 80 y al 90 %
da de Argelia, Túnez, Egipto, M arruecos, Zimbabwe y Tanzania.
de las exportaciones totales. El cuadro X III.2 resulta revelador en esie
La extensividad de las técnicas es perceptible tam bién en el escaso
consumo de abonos químicos, que en 1980-81 suponían un total dc 3,34 sentido.
Algunos países deben sus elevadísimas cotas de exportación de m ate­
millones de Tm entre abonos nitrogenados, fosfatados y potásicos, ju sto
rias prim as al petróleo (Libia, Argelia, Gabón, Nigeria, Congo, Angola,
el doble de las cantidades consum idas en España en esas m ism as fe­
Túnez), otros a distintos minerales (hierro dc Liberia y M auritania, ura­
chas: 1,66 millones dc Tm dc elementos nutrienles.
nio de Níger, diam antes de Sierra Leona...). Algunos tienen unos bajos
En definitiva, el panoram a de ía agricultura africana resulta deso­
porcentajes porque sus exportaciones se basan en m anufacturas muy
lador, como puede tam bién com probarse respecto de sus estructuras
concretas, como es el caso de Zaire o Zambia, que «elaboran» los lin­
productivas.
gotes de cobre para concentrar el m ineral, debido a su baja ley. Salvo
algunas otras excepciones, las exportaciones de m aterias prim as agra­
b) La desadaptación de tas estructuras produc¡ivas y sus consecuen­
rias son abrum adoram ente predom inantes, bien se trate del café o del
c i a s . — La escase/ de tierras arables constituye un prim er condicio­
tabaco de las tierras altas en los macizos orientales, bien dcl algodón
nante, pues no alcanzan más que un 6,1 % del total de las tierras afri­
y cacahuetes de los dominios tropicales, o tam bién de los plátanos del
canas, lo que supone 1,83 millones de km2; con la siguiente distribución
África ecuatorial, donde, asim ism o, adquiere cierta im portancia la ex­
general (en 1981):
portación de m aderas nobles (okume, niangón, sapeü...), adem ás del
cacao, del que Costa de Marfil es el prim er productor m undial.
T ierras arables: 1,646 millones de km? — 5,5 %
El alto nivel de exportaciones agrarias se acompaña, no obstante, de
Cultivos perm anentes: 0,181 » » » = 0,6%
im portaciones alim enticias abundantes, debido a las deficitarias pro*
Pastos perm anentes: 7,839 » » j> = 26,4 %
ducciones de elem entos básicos, por lo que el saldo de la balanza co­
Bosques y m onte abierto: 6,937 » » » — 23,4 %
mercial agraria no resulta tan positivo como pudiera aparecer en una
O tras tierras: 1\06 * » » = 44,1 0/o
prim era aproxim ación, pues, por ejemplo, si tomamos el año 1976, con
los datos que aporta el Banco E xtenor de España (BEE, 1980, XL-XLI),
Africa, según estas cifras de la FAO, es el continente con una m enor
el valor total de l;i* exportaciones de productos alimenticios ascendía
proporción de tierras arables, inferior a Iberoam érica (8,6 %) y por deba­
a 5.813,9 millones du dólares en todos ios países, m ientras las im porta­
jo de la media m undial (11,23 %). Pero estos datos no dicen gran cosa
ciones totalizaban 5.049,6 millones, es decir, que las exportaciones de
respecto a la capacidad productiva, aunque sí nos hablan de unos se­
alim entos tan sólo superaban en un 15 % a las importaciones.
rios obstáculos al aprovecham iento agrario, que, por otro lado, no pa­
Finalm ente, las estructuras agrarias africanas, dadas sus insuficien­
recen suponer com parativam ente ninguna desventaja, pues con esa
cias y las dificultades de m ejorarlas, están provocando un creciente
superficie se tiene una m edia dc 2,2 personas por cada hectárea de tierra
éxodo rural, que, al afectar a las personas más jóvenes principalm ente, ¡
arable en África, en tanto que en Iberoam érica se eleva a 2,7 personas
contribuye al descoyuntam iento de la sociedad rural, la cual, privada de j
y en Asia a 5,8; es decir, que, a pesar de los enormes desiertos, África,
los elem entos m ás dinámicos, encuentra mayores dificultades cara a su ;
com parada con los otros grandes conjuntos tercerm undistas, cuenta con
modernización.
mayores extensiones de superficie agrícola, por m or de su baja den­
sidad. Los em igrantes van unas veces a las áreas de plantación, otras a los [
núcleos m ineros y siem pre a las ciudades, donde se localiza la escasa :
Pero, por el contrario, sus rendim ientos son de los m ás bajos en
industria africana. %
todas las más im portantes producciones agrarias. Así sucede con los
cereales, con una media que oscila en torno a los 1.000 kg/H a, e incluso
resulta inferior en los m ijos y sorgos, dos cultivos básicos, aunque algo
2s Una industrialización escasa y lenta con una localización puntual
superior en el maíz, otro de los fundamentales. En raíces y tubérculos
{mandioca, ñam e...) está casi al 50% de la media m undial (6.699 kg/H a
frente a 11.619 en 1982)* Desde una perspectiva industrial, los países africanos sobresalen por
su reducida dimensión. Así lo revela tanto la b aja tasa de población
' Ahora bien, estos raquíticos rendim ientos y la escasez de productos
activa.em pleada en la industria como algunas producciones significa­
alimenticios choca con' el sector de agricultura especulativa, que, con
tivas. Tai sucede con las dc acero y cem ento por ejemplo; la produc­
excelentes rendim ientos, se orienta al m ercado internacional, de tal
ción de cemento en toda África andaba muy cercana a la de España (29,6
manera que los países africanos continúan m anteniendo una estructura
millones de Tm en África frente a 28,75 en España en 1980), la de acero
comercial típicam ente colonial: im portación de m anufacturas, que se tenía muy poca entidad, salvo en la República SudaFricana, no alean-
acom pañan de abultadas cantidades de cereales, y de com bustibles en
E S T R V C U R A S ESPACÍALES EN ÁREAS SUBÜfcSARROLLADAX 585

zandu en conjunto la dc la producción española. Lo mismo podemos


C uadro X III.2
decir de la producción y m ontaje de vehículos, que, salvo en Sudáfrica,
Estructura del comercio exterior no superaban los 50.000 anuales. En definitiva, un carácter dim inuto
de la industria, que todavía en 1970 no daba empleo más que a un 10 ü/b
V aíor de la s m aterias Valot la s produc- Producto princjpal d c ex*
prim as exportadas tos m anufacturados portación y valor en t \
de la población y no apartaba m ás que en torno al 2 0 fi.> de su PNB,
sobre ías exportacio­ sobre eí total de la$ trienio 1975*77 en u dc aunque hoy tiende al alza (véase cuadro XIII.3).
n es totales im portacion es las exportaciones totales Destaca tam bién, desde una perspectiva espacia!, la polarización de
C ltim o año Ofcimo año las actividades industríales en determ inados sectores territoriales - -ca­
País Qt d isp on ib le % d ispon ib le Producto % pitales nacionales y puertos—, que representan los únicos focos indus­
Alto V olta 85,4 1981
triales, perm aneciendo la mayor p arte del territorio africano como un
57,1 1981 Algodón 36,9
Argelia 99,6 1980 72,9 1980
desierto industrial.
P etróleo 78,6
Angola 90.6 1974 78,2 1970 P etróleo 39,4
Por otro lado, la estructura industrial es incompleta, prevaleciendo
Benin 88,0 1975 75.8 1970 Algodón 29,1 las industrias tradicionales: industrias ligeras de biem-s dc consumo,
B u ru n d i 972 1961 69,7 1975 Café 93,6 alim entarias y textiles, a las que se añaden las cxtractK as, predom inan­
C am erún 84,6 1976 77,5 3975 Cacao 28.7
Chad 91,9 1975 69,0 1975
tes en África, y faltando, salvo excepciones, las industrias pesadas y de
Algodón 46,0
Congo 87,0 1976 65,3 1979 Petróleo 60,8
bienes de equipo. En algunos casos las exportaciones de m inerales
Cosía de Marfil 89,5 1981 55,3 1981 Café no han dado pie al nacimiento de industrias de transform ación. Hechos
333
E gipto 73,0 1977 57,1 1981 Algodón 29,6 o características industriales que se explican en función dei pacto co­
E tio p ia 97,9 1976 73,1 1975 Café 56,1
C abón 97,6 1979 77,8 1979
lonial o del sistem a de la exclusiva que las grandes potencias europeas
Petróleo 77,3
G am bia 99,3 1977 62,7 1977 Cacahuete 56,4
aplicaron estrictam ente hasta la víspera de la independencia; de ahí
G hana 94,5 1975 65,3 1975 Café 67,9 que la incipiente industrialización africana sea un hecho muy reciente:
G uinea (C) B auxita 75,8 posterior a la II G uerra Mundial y prácticam ente de los años sesenta.
G uinea-Bissau 98,0 1977 56,0 1977 C acahuete 78,1
K enia 89,8 1977 63.6
No cabe pensar, po r tanto, que la ausencia de una industria com ­
1975 C afé 34,5
L iberia 97,5 19S1 48,9 1981 H ierro 70,9
pleja y diversificada está en relación con una incapacidad o con obs­
Libia 100,0 1980 78,2 1980 P etróleo 96,1 táculos insuperables, porque África dispone de grandes potencialidades:
M adagascar 93.7 I9S0 73,6 1980 Café 45,8 2/5 del potencial hidroeléctrico m undial, pero muy poco explotado, a lo
M alau i 93,6 1975 78,5 1975 Tabaco 47,4
Mali 98,6 1976 59,2
que se suman im portantes reservas de petróleo; gran abundancia de
1975 Algodón 44,9
M auritan ia 99,0 1975 58,5 1975 H ierro 85,6
m inerales de todo tipo, que apenas son tratados en suelo africano, pero
M auricio 88,4 3975 61,1 1975 Azúcar 73,1 le faltan capitales y cuadros, cuya adquisición es precisam ente lo que
M arruecos 70,1 1981 54,4 1975 F osfatos 45,2 hipoteca su futuro industrial, dada la form a en que se hace: a base de
M ozam bique 96,9 1977 76,5 1970 Azúcar 9,7
N íger 977 19SI firm as iransnacionates, que en num erosas ocasiones .se asocian con los
57.6 1981 U ranio 74,1
N igeria 99 ^ 1979 78,3 1979 Petróleo 85,2
dirigentes políticos, circunstancia que, sin embargo, no impide llevar
R eunión 1981 59,7 1981 A zúcar 81,8 a cabo una explotación depredadora.
R uanda 97,8 1976 64,6 1975 Café 67,6 : En esta industrialización podemos distinguir, como hace M. Ben-
Senegal 76,6 1981 51,2 1981 Aceite dc chetrit, a quien seguimos en esta caracterización, diversos grados: paí­
cacahuete 34.8
S ierra Leona 44,9 1980 60,6 19S0 D iam antes 55,6
ses con estructuras industriales elem entales de tipo colonial, como
Som alia 96^3 1975 63,5 1975 A nimales casi todos los de! África intertropical, salvo Guinea, Nigeria y Ghana;
vivos 763 países en transición, como esos tres anteriores m ás los del Mogreb,
S u d áfrica 4 í,l 1979 £8,4 1979 Oro 34,6
S u d án 99,1 1981
que se caracterizan por estructuras industriales diversificadas y parcial­
59,0 1981 Algodón 513
Togo *; $43 1931 63,6 1981 F osfatos
mente nacionalizadas, pero todavía muy dependientes del exterior; Zim-
563
Túnez 662 1981 58,0 1981 P etróleo 413 babwe y Egipto cabrían en este apartado. Finalm ente, el caso de Su­
U ganda 97,7 1976 89,5 1975 Café 83,9 dáfrica, con una estructura in d u stria r más com pleja, muy por encima
Tanzania4 55,5 198O 64,2 1980 Café 32,5
Z aire 28,6 1975
del resto de los países.
70,8 1975 Cobre 63,9
Zam bia 3,4 1975 76,5 1975 Cobre 91,6
2¡m babw e 60,1 1981 66,6 1981 — _ a) Las estructuras industriales de tipo colonial. — Son elem entales
porque se apoyan en un solo sector, bien se trate de industrias ligeras,
F uentv; ONCj, S tatistk a) Yearbook. 1981 y 1978. B an co E xterior de ¿spañft, 1980.
de transform ación o extractivas. Los países que se basan en estas ú lti­
mas se encuentran al nivel más bajo cuando no llevan a cabo ninguna
E ST R U C T U R A S E S I '\CIA L ES E *i ÁREAS SLBDHSA'RR0 LLADAS 587

X ilU C uadro
transform ación, como es el caso de Liberia, que a p a rtir de 1962 inició
Valor de la industria en la economía africana
la explotación del mineral de hierro con capitales alemanes y posterior­
r e t r ib u c ió n dc la Aportación
poblocioTi activa _________al _________ 19S0 pro* 1930 pro-
mente norteam ericanos en ios m ontes Nimba. E stas sociedades han
Indus­ Mi- Agri- Servi­ Induc­ Mi- Agrí- Servi­ ducción ducción <3< construido ferrocarriles para ia evacuación del m ineral, han elevado la
tria nas cultura cios iría ñus cultura cios de acero cemento producción hasta 13,4 millones de Tm en 1981 (un 2,7 % dc] m undial),
País % «ó % H % H 000 Tm 000 Tm
pero sólo p ara atender las necesidades de las industrias norteam erica­
Alro V a lta D
**
0 81 14 10 0 42 48 — —
na y alem ana, sin apenas provocar transform aciones en las estructuras
Argelia 17 3 50 30 15 40 8 37 345 4.159 socioeconómicas de este país.
R igola 6
A
32 5 55 25 15 — 400
45 45 15 0 40 45 200 Un caso análogo lo representa M auritania, tam bién en relación con
10 0 —
B s n i n

fto stw a n a 10 15 65 10 10 55 20 15 —

la m ineria dcl hierro (5,77 millones de Tm de producción en 1981), del
B u ru n d i 5 0 83 12 10 0 60 30 — —
que es el tercer productor africano. En 1952 se constituyó MIFERMA
C abo V erd e 10 0 55 35 15 0 30 55 — 15 (Société des Mines de Fcr dc M auritanic) con capitales europeos y mau­
C am erún 8 3 75 14 10 20 35 20 — 227
22 8 35 35
ritanos. La exportación dcl m ineral exigió la construcción de un ferroca­
R ep. C e-itro african a 8 2 88 10 — —

C had 2 0 83 15 10 0 50 40 — — rril de 635 kilóm etros y una term inal de carga en Port Etiennc (actual
C om ores 5
0 6S 30 5 0 50 45 — — Nouadhibou). E n 1974 el gobierno m auritano nacionalizó la industria
Congo 18 5 34 43 10 60 10 20 — 34 minera del hierro, pero m ientras ésta y los beneficios que reporta no
C osta d€ M arfil 9 1 70 20 25 l 30 44 1.000
0 30 60

sean capaces de desarrollar industrias siderúrgicas u otras industrias
Y ibuti 10 0 40 50 10 — —

E g ip to 25 3 50 22 10 30 25 35 762 2.994 de base, de poco habrá servido su nacionalización.


E tio p ia 6 0 78 16 15 0 45 40 — 123 Al m ismo nivel podemos considerar el caso de Gabán con ia madera
G abón 10 ó 70 14 15 60 8 17 — 100 y el petróleo, que se exportan en bruto, si bien en P ort Gentil existe
G hana 5 5 50 40 10 8 45 37 — —
una fábrica de paneles de m adera, que tra ta una pequeña p arte de la
G uinea 10 4 76 10 15 . 30 35 20 — —

G uinea B issau 5 0 80 15 10 0 30 60 — —
producción. El petróleo gabonés se descubrió en 1953 y se comenzó a ex*
G uinea E c u a to ria l 5 0 75 20 10 0 60 30 — — portar en 1956. Desde 1966 se pusieron en explotación los yacimientos
K enya 5 0 77 18 20 0 30 50 — 1.228 más ricos, en to m o a Gamba, en el sur. Ya en 1973 el petróleo cons-
L csotho 5 1 84 10 10 1 15 74 —
tituía la prim era fuente de divisas, pero no llegaba a una cuarta parte
L iberia 10 8 70 12 15 40 20 25 — 108
Libia 20 5 16 59 10 60 3 27 — 1.500 la cantidad dc petróleo refinada en el país. El puerto de P ort Gentil
M adagascar 9 1 80 10 19 1 45 35 60 acusa el carácter exportador: 166.000 Tm de entradas frente a 6,7 millo­
M alawí q 0 82 13 10 0 60 30 — 92 nes de Tm de salidas (en 1951).
Malí 5 0 87 8 10 0 55 35 26
*

Angola se encuentra en una situación parecida. En 1977 produjo 8,6
M a u rita n ia 7 80 8 10 40 20 30 — —

M auricio 20 0 30 50 15 0 35 50 — — * millones de Tm de petróleo (6,5 millones en 1982) y aunque tiene una


M arruecos 15 5 51 29 25 7 28 40 — 3.561 refinería al sur de Luanda, cerca de los campos petrolíferos, su capa­
M ozam bique 14 2 64 20 18 2 40 40 — 277 cidad total de refino era muy escasa: 1,6 millones de Tm.
N am ibia 12 15 48 25 10 50 20 20 — —
A un nivel m ás elevado que el conjunto precedente se encuentran
N ígcr 5 10 75 10 15 25 40 20 — 39
M igena 34 3 53 30 15 40 15 30 — 1.714 aquellos países que realizan un prim er tratam iento del producto en el
fte u n ió n 10 0 18 72 10 0 8 82 — ■ 145 propio territo rio nacional. Es lo que sucede principalm ente con los ya­
R uanda 2 1 89 8 5 2 60 33 — —
cim ientos de cobre y m etales no ferrosos (estaño, m anganeso, uranio,
S. T om é y P rin c ip e 5 0 80 15 15 0 55 30 — —
cobalto, etc.) de la provincia de Shaba en Zaire y del cinturón de cobre
S e n eg am b ia 10 3 74 13 20 5 40 35 — 371
10 5 65 20 10 15 35 40
en Zambia.
S ie rra Leona — —

S o m alia 5 0 80 15 10 0 70 20 — — La explotación del cobre en Zaire comenzó en 2906 por la com pañía
S u d á fric a 20 10 28 42 12 40 8 40 8.959 7.125 belga Unión M inera del Alto Katanga, a la que se garantizó por 90 años
S u d án 5 0 77 18 10 0 50 40 _
181 el aprovecham iento de una concesión territorial de 34.000 km 3. Sin
Sw a2ilan d ia 10 5 72 13 10 10 50 30 —

Toga 6 6 68 20 10 15 35 40 — 304 embargo, en 1967 el gobierno nacionalizó la Unión Minera, que pasó a
T únez 20 5 40 35 20 20 15 45 178 1.780 propiedad estatal con el nom bre de GECAMINES (Générale des Carrié-
U ganda ao 1 80 9 14 1 55 30 2 5 res et Mines), habiendo desarrollado una región m inera de cierta im­
T anzania 5 1 81 13 15 2 40 43 _ 306 portancia en la provincia de Shaba, en torno a los núcleos de Kolwezi,
Z aire 10 5 70 15 15 10 40 45 ____ ,
399
Z am bia 5 10 66 19 10 40 15 35 _____ 299 Likasi (antigua Jadotville) y Lubum bashi (antigua Elizabethvílle).
Z im babw e 15 6 59 20 20 10 20 50 898 469 En Zambia., la economía está dom inada por la m inería dcl cobre,
produciendo un 12 % dcl m undial (5.° productor a escala planetaria) en
F uente: ONU. S lali> tiu il Y tarbook , 1981 y ATLASECO, 1932.
i -.s t r u c t i ; k a s e s p a c ia l e s en Ar l a s s u b d e s a r r o l l a d a s 589
58S E SPA C IO S Y SOCIEDADES

la región del Copperbelt. Antes de 1970 el mineral era explotado por cerveza...; y por otra, algunas industrias ligeras de bienes de consumo
dos compañías extranjeras, que pasaron a disponer del 49 % de las ac­ para el m ercado local, como m anufacturas de tabaco y cerillas, talleres
ciones m ientras el Estado controlaba el 51 %, pero curiosam ente estas de confección... Pero ya desde finales de los años sesenta se instalaron
sociedades continuaron aportando los servicios de dirección, suficien­ ram as industriales dc mayor complejidad: pequeñas industrian quí­
tes para controlar su m archa. micas (insecticidas, pinturas), m etalurgia (para el pequeño utillaje,
Las prim itivas com pañías, tan to en Zam bia como en Zaire, tuvieron em balaje metálico, alam bres, cajas metálicas, fabricación dc cisternas
que construir varios m illares de km de vías férreas: a Lobito en Angola o depósitos metálicos) e incluso de. construcciones mecánicas, como
y a Beira en Mozambique para exportar los m inerales, pasando por m ontaje de autom óviles y material agrícola. Se ve, pues, un inicio de
Rodesia del Sur (Zimbabwe), por io que lúe necesario concentrar el mi­ diversificación industrial, pero, en esencia, la industria perm anece con
neral para evitar gastos de transporte (dem asiada distancia dc los puer­ caracteres típicam ente coloniales: las pequeñas em presas dependen del
tos y bajo contenido —3 a 4 ‘•o— del m ineral obligaron a crear estas exterior para su equipam iento y no emplean m ás que algunas decenas
infraestructuras), dando lugar al mismo tiempo a la construcción de o centenas de obreros, en tanto que las de mayores dimensiones, como
una m etalurgia pesada dc fundición del cobre cerca de Lubumbashi y Ía Nestlé, pertenecen a capital extranjero. Además, la localización in­
Likasi en Zaire y en Kitwe y Ndola en Zambia, con todas las instala­ dustrial es fundam entalm ente costera, y sobre todo en Abídjan, El resto
ciones anejas necesarias: centrales térm icas, talleres p ara la moltura- dcl país, salvo Bouaké, se configura como un desierto industrial.
ción y tría del m ineral, trenes lam inadores de cobre para la fabrica­ El caso dc Kenya parece bastante sim ilar aL de Casta de Marfil y
ción de lingotes antes de su expedición. hasta ofrece una m ayor potencia y diversificación industrial, fundam en­
La independencia de los dos países —Zaire en 1960 y Zambia en 1964— tada en una rápida expansión industrial durante los años sesenta y se­
no cambió el sentido rii los m étodos de explotación ni el destino de la tenta, que se basa en su más am plio mercado de consum idores (19 mi­
producción de estos complejos mineros; en Zambia ya hemos indicado llones de personas actualm ente) y en su posición ventajosa y céntrica
cómo se mantuvieron las sociedades, ya existentes, de capital inglés respecto a los otros países dei mercado esteafricano (Uganda y Tanza­
o angloamericano; en Zaire el monopolio de la Unión Minera se cam ­ nia). Nairobi y M ombasa constituyen los dos centros con un gran peso
bió parcialm ente: el Estada le retiró la concesión de las minas, de las industrial, a ios que se unen otros muy secundarios (en Thika, N akuru,
que se erigió en propietario, m ientras la Unión M inera se configuraba Kisumu y Eldoret). Lo más llamativo es la existencia de refinerías de
como un consorcio internacional, con un 45 % de las acciones m ientras petróleo, algunas plantas dedicadas a la producción de moldes de acero
el 55 % quedaba en manos del Estado. Pero la situación económica —perfiles o tubos— y fábricas de ensam blaje de piezas de aparatos de
general no ha cambiado, y Zaire se presenta como un desierto industrial, radio, de m otores o de vehículos, pero siem pre a base de elem entos im­
salvo en los focos mineros, urbanos y en algunos núcleos donde se han portados, que es lo que le confiero ese carácter cíe industria colonial.
asentado aceiterías, fábricas desm otadoras de algodón... Algo sim ilar
cabe decir del caso zambiano. b) Las estructuras industriales diversificadas y parcialm ente nació *
Junto a las industrias extractivas, las de bienes de consumo, dedi­ naliz&dás. — E ste segundo tipo de economía industrial se caracteriza
cadas a m enudo a producciones de bienes secundarios o accesorios, son por el desarrollo de industrias pesadas junto a las ligeras y po r el con­
representantes tam bién de estru ctu ras coloniales. trol por parte del E stado o de una burguesía nacional de un sector no­
En Scnegaí , por ejemplo, D akar y sus alrededores cuentan con un table dc la actividad industrial, no siendo aplastante la participación
gran núm ero de pequeñas fábricas de aceite, alimenticias, conservas de del capital exterior. No obstante, subsisten grandes desequilibrios re­
pescado, transform ación de m aterias prim as que se destinan al mercado gionales, aunque la industria no se acantona en algunos centros aislados
local, fábrica de calzados, de cerveza, azucareras, talleres de confec­ de extracción m inera y de tratam iento del m ineral en una o dos ciuda­
ción, pequeñas refinerías de petróleo... pero falta una diversificación des. Algunos países de África occidental y dcl Mogreb son los exponen­
industrial, visible en fa existencia de una industria pesada, que bien tes m ás típicos, si bien Argelia ha seguido una línea mucho más autó­
pudiera, desarrollarse a p artir, p o r ejemplo, del tratam iento de los fos­ noma, que trasciende esta situación.
fatos, cuyas reservas en Senegal son muy abundantes y están muy El caso de Guinea resulta revelador, pues, a pesar de que su capa­
poco explotadas. cidad industrial es interior a la de Costa de Marfil, ha m antenido una
Cosía de M arfil ofrece el mismo tipo de estructura industrial, pero orientación económ ica más nacionalista. La clave del desarrollo está
en mayor grado. También aquí los recursos m ineros (bauxita, manga­ en el com plejo de Fría (a! N. de Conakry), que tra ta la bauxita de los
neso) apenas están explotados, m ientras predom inan dos tipos de in­ yacimientos de la región y de las islas Los y que ha perm itido crear
dustrias de transform ación: las alim enticias por una parle, con fábricas infraestructuras para am pliar La explotación a los yacimientos de Boké,
dc conservas de piña, pescado, m anipulación del cacao y del café (la en el N oroeste del país. El logro m ayor radica, sin embargo, en que junto
W stlé ha construido una planta de café soluble), aceiterías, fábricas de a esos grandes proyectos industriales se ha ido difundiendo la industria
590 ESPACIOS Y MHH.DADÜS ESTRU CTURA S ESPACIALES EN {REAS SUBDES ARROLLAD AS 591

por el interior del país, a base de pequeñas fábricas de equipam iento diversiíicación y un nivel de nacionalización hay que incluir a Los países
agrícola, de selección e hilado del algodón, curtido dc pieles, conservas del Mogreb. Desde que Francia se instaló en Argelia (1630), en M arrue­
de frutas... No obstante, Conakry concentra una gran p arte dc las in­ cos (1912) y en Túnez (1880), comenzó una industrialización de tipo
dustrias creadas con la ayuda de los países orientales prim ero y occi­ colonial, pero m ucho m ás precoz y am plia que en casi lodo el resto
dentales después. de los países africanos. Así, se im plantaron industrias extractivas de
Los países más avanzados en la línea de su diversificadón industrial fosfatos, hierro, plomo, zinc, a las que se unieron el petróleo, industrias
son, dentro del Africa tropical. Chana y Nigeria. Tanto el uno como el alim entarias y textiles. Todas ellas potenciadas a p artir de la II G uerra
otro disponen dc un m ercado nacional relativam ente am plio (actual­ Mundial.
mente 14 millones en Ghana y 84 en Nigeria) de consum idores. Además, La industrialización m arro q u í posterior arranca dc 1960, fecha a par­
el desarrollo precoz de las plantaciones de cacao y cafó y del comercio tir de la cual se vienen elaborando diversos planes de desarrollo indus­
favoreció el nacimiento y cristalización de una burguesía nacional capaz trial, pero que no han surtido el efecto apetecido. No obstante, además
de invertir en em presas industriales. Finalm ente, la acción dcl gobierno de las industrias coloniales, se han creado otras nuevas, como fábricas de
se ha encaminado a proporcionar al país una industria de bienes de m ontaje de autom óviles y una planta de neumáticos (de la General Tire)
equipo. en Casablanca.
Kn Ghana , la región ^industrial por excelencia es la com prendida en La actual industria y el artesanado aportan un 27 % del PNB, corres­
el triángulo Accra-Takoradi-Kumasi y sus alrededores; región que cuenta pondiendo lo esencial a la extracción minera, cuya producción se ex­
también con la más densa in fraestru ctu ra y que, en lo esencial, controla porta casi toda en bruto, saivo en el caso del plomo y de los fosfatos,
los productos agrarios comerciales. El desequilibrio regional entre el que sufren una prim era transform ación, en las fábricas de Safi y de
interior de Ghana y este triángulo industrial costero resulta evidente; Casablanca. Si bien la Oficina Jerifeña de Fosfatos, de capital estatal,
no obstante, la difusión industrial tiene mucha mayor im portancia en tiene el monopolio de la extracción, transporte y comercialización de
esa región de Ghana que en otros muchos países de Africa tropical, don­ los fosfatos, los capitales extranjeros controlan, a través de sociedades
de prácticam ente las industrias se ubican en las ciudades y en los mixtas, la explotación del resto de los productos mineros.
puertos. En Ghana se cuentan desde industrias pesadas, como fundición «A diferencia de Argelia, las realizaciones no form an parte de un
del aluminio, aprovechando la energía hidroeléctrica de la presa de sistema general de integración capaz de generar un desarrollo auto-
Akosombo, pasando por industrias alim enticias, mecánicas y plantas sostenido, sino que la mayoría de las veces, y a pesar de las m edidas
de ensam blaje de automóviles. Aquí se trata, pues, de un desarrollo de nacionalización, son el resultado de iniciativas extranjeras que ope­
industrial generado por la inversión dc unas plusvalías obtenidas en la ran por cuenta del exterior» (Isnard, H v 1979, 264).
agricultura, bien a través de la actividad productiva, bien a través de I-a industria extractiva, dispersa por el país, y la industria de trans­
ta comercialización de productos agrarios, a lo que se suma la acción formación, concentrada en las ciudades, y principalm ente en Casablan­
del Estado y de capitales extranjeros. ca, constituyen las m anifestaciones más destacables de la actividad
N igeria presenta los mismos caracteres que Ghana, pero con una industrial, no apareciendo regiones industriales.
industrialización más extensa y diversificada. Es el país m ás industria­ La industrialización de Argelia h a seguido una vía m uy diferente
lizado del Al'rica tropical y el único en que aparecen tres ram as indus­ de la del resto dc los países africanos, basada en la nacionalización,
triales perfectam ente configuradas, cada una con instalaciones de enti­ la autogestión y una clara diversificación. E n el prim er aspecto, a partir
dad y empleando incluso más de 1.000 obreros cada planta. Estas indus­ de la independencia (1962), se fueron nacionalizando diversos sectores,
trias son, por una parte, las derivadas dc la actividad agraria, entre las siendo el del petróleo el últim o afectado, por los mayores intereses
que sobresalen las del tratam iento del látex de hevea, que han dado extranjeros, y principalm ente franceses, que existían en esta ram a. Fue
lugar a la instalación de una fábrica de neum áticos Michelin en Port en 1971 cuando se aplicó et régimen de nacionalltación contra indem ­
Iíarcourt, En segundo lugar, industrias pesadas, como las que tratan nización, pero aún subsistía la participación extranjera hasta que por
el estaño de ,1a meseta de Jos, con plantas de concentrado en Jos y fin la poderosa Sonatrach (Sociedad Nacional de T ransporte y Comercia­
Makeri. A éstas hay que u n ir las que se dedican a la producción de lización de H idrocarburos) se hizo con el conirol de la producción,
petróleo, cuyos yacimientos se encuentran en el país Ibo y en el delta transporte y comercialización.
del Níger, adem ás de la siderurgia de Enugu, de tipo medio. Y final­ En cuanto a la gestión, una vez que los europeos abandonaron las
mente, el tercer tipo de industrias corresponde a las de bienes de equipo, fábricas, los propios obreros las pusieron en funcionam iento m ediante
como fábricas de m aterial agrícola, de m aterial de transporte (remol­ Ja autogestión, que afectó a em presas d e pequeñas dim ensiones, en
ques) y pequeños astilleros navales para la construcción de barcos tanto que las grandes sociedades nacionales, las más dinám icas, se
de pesca. organizaron jerárquicam ente a través dc los entes públicos estatales.
Dentro de este contexto de estructuras industriales con una cierta Finalmente, la diversificación es uno de los objetivos perseguidos,
592 E SPA C IO S Y SOCIEDADES E S T R V C T l’RAS ESPACIALAS EN ÁREAS Sl.'BDESAKKOLLADAS 593

para lo cual se ha atendido a todas las ram as industriales, desde ia viles, m ientras Sudáfrica alcanzaba 190.000 unidades en 1977, M arruecos
siderurgia (complejo de El H adjar), pasando por la industria pesada no producía más que 31.000, Costa de Marfil 7.000, y Argelia 3,500. La
derivada del petróleo hasta las industrias m etalúrgicas, para lo cual escala de producción, por tanto, en Sudáfrica, no tiene ningún paren­
se creó la Sociedad Nacional de Construcciones Mecánicas (Sonacome). tesco con el resto de los países africanos, está muy por encima de ellos:
Estas industrias se localizaron principalm ente en ia fran ja costera. ella sola aporta el 20 % de toda la producción africana, el 90 % del
El caso dc la industria argelina es uno dc los más interesantes y carbón y del acero, tiene tantos turism os y teléfonos como el resto dc
específicos de África: «Si en 1965 podía m anifestarse que “lo que se África junta, etc.
denomina industria argelina es en realidad una serie de em presas sin La industria comenzó a desarrollarse desde finales del siglo xjx, a
articulación entre si y sometidas a diferentes form as de gestión", esta p a rtir del descubrim iento d c 'lo s diam antes (en Kimberley, en 1870) y
afirmación perdía valor diez años después de la subida al poder del del oro (W itw atcrsrand, 1R3.S). Desde entonces, con un gran compo­
coronel Bumedian y su equipo de tccnócratas: Argelia se halla en vías nente de capital británico, no ha dejado de crecer y diversificarse. La
de una industrialización m oderna que a p artir de las riquezas naturales producción m inera continúa en vanguardia: de oro suele producir
(petróleo, gas y minerales) trata de realizar la integración de los di­ entre el 40 y el 50 % del m undial (en 1982, 662,5 Tm sobre 1.418,2 en el
versos procesos de producción hasta el consum o final» (Isnard, H., mundo); en esta ram a tuvieron gran im portancia desde el prim er mo­
J979, 218). m ento los capitales ingleses; en diam antes, produjo 8 millones de qui­
En efecto, la diversificación industrial se ha hecho realidad, pues lates. f.a m inería del oro absorbe los dos tercios de la mano de obra
Argelia cuenta hoy con todas las ram as industriales, si bien a una escala m inera (unas 450.000 personas al comienzo de los años setenta). El oru
pequeña, aunque distribuidas equilibradam ente en todo su espacio no se explota junto con el uranio (tercer produclor mundial), en el que
desértico; industrias orientadas básicam ente al consum o nacional, ex­ juegan un papel decisivo los capitales norteam ericanos e ingleses. Ade­
cepto las energéticas. más, Sudáfrica es el prim er exportador mundial de platino (50 °/o de
La industria tunecitut representa un caso interm edio entre la de la producción total), el tercer productor mundial de am ianto, segundo
Marruecos y la de Argelia: el Estado tiene un papel decisivo en la di­ de vanadio y el prim ero de plomo, con las mayores reservas mundíales.
rección del proceso de industrialización, pero cuenta con un gran peso Por otro lado, cuenta con grandes producciones a escala m undial de
el sector privado. La díversificación es im portante, a pesar de tratarse mineral de hierro de alto contenido, manganeso, cobre, titanio, cobalto...
de un m ercado reducido. En definitiva, la industria m inera de Sudáfrica, que está en la base
Fuera dcl Mogreb, Egipto m anifiesta afinidades tanto con ios paí­ del desarrollo industrial y económico de este país, desempeña un papel
ses de África negra como con los de! Norte de Africa. Pero el hecho fundam ental tanto en la producción como en el empleo, así como en
de constituir un amplio mercado de consum idores ha traído a firmas la participación de capital m ultinacional, sobre todo en la extracción
extranjeras en los sectores de coinstrucciones mecánicas (automóvil) y dc minerales estratégicos, fenómeno que convierte a Sudáfrica en una
de diversos bienes de consumo (televisores, frigoríficos...), pero la in­ avanzada del capitalism o internacional en el Tercer Mundo.
dustria no ap o rta más que un 10 % del PNB, si no se tiene en cuenta Las industrias extractivas se localizan predom inantem ente en el inte­
el sector petrolero. Se tra ta de una industria desequilibradam ente re­ rior, especialm ente en el W itw atersrand, pero tam bién en toda la m itad
partida, pues la única región industrial es la del Delta, con los centros septentrional del país, aunque más diseminadas. En conjunto, se pueden
del triángulo Alejandria-EI Cairo-Port Said. No obstante, en Assuán, distinguir cuatro regiones industriales bien caracterizadas: la de Trans-
aprovechando la energía hidroeléctrica y el m ineral dc hierro cercano, se vaal del sur, en torno a Johannesburgo, con una gran diversificación
está originando un nuevo foco industrial. industrial, que aporta el 40 % de la producción sudafricana; le siguen
en im portancia las regiones de El Cabo, Durban (N atai) y, finalmente, la
c) Las estructuras industriales com plejas. — Sudáfrica es el único de Porth Elizabeth-East London. En estas tres regiones se ha producido
representante de este conjunto, si bien la industria de África del Norte una gran diversificación industrial asimismo, aunque falta la m etalurgia
tiende a parecerse, pero la potencia industrial de la República Sudafri­ de base.
cana es incontestablem ente mayor, como lo dem uestra el empleo indus­ La siderurgia, nacida entre las dos guerras mundiales, es de propiedad
trial, que supone un 30 % del total y aporta un 52 % al PNB. Pero ade­ estatal. En ia construcción de autom óviles están representadas todas las
más, la producción de los divor<os sectores industriales no adm ite com­ principales em presas m undiales que disponen allí de fábricas de m on­
paración desde un punto de vista cuantitativo con los otros países. Así, taje, pero entre la Ford y la General Motors controlan la m itad del
en la ram a siderúrgica, m ientras los otros países africanos que cuentan mercado. En D urban hay una refinería de petróleo que sum inistra su
con complejos siderúrgicos no producen más que varios cientos de miles producción a la industria química. Por su parte, las industrias ligeras de
de toneladas m étricas de acero, Sudáfrica, en 1980, alcanzaba la cifra transform ación están representadas en las cuatro regiones.
de 8,95 millones de Tm; respecto a producción y m o rta je de auto'mó- Se ve, pues, cómo Sudáfrica tiene una potencia industrial descono­
E ST R U C T U R A S ESPACIALES EN ÁREAS SLBÜÜSARROI.I.AIHS 595
594 E SPA C IO S Y SOCIEDADES

débil industrialización cabe plantearse si ha sido la actividad industrial


cida en el resto del continente, propia más bien de un país desarrollado,
la desencadenante del proceso urbanizador.
pero que opera en un contexto dc subdesarrollo. Así, por ejem plo, la
producción de oro —40 % del valor de las exportaciones del país— no
se podría m antener en muchos yacimientos con una mano de obra que
3. Las ciudades africanas: un crecim iento acelerado
recibiese salarios británicos. La sobrcexplotación de la mano de obra es
con una gran debilidad del entram ado urbano
un hecho evidente: Lesourd expone cómo la m asa salarial de los obreros
blancos es sensiblem ente superior a la de los negros, siendo su salario El prim er rasgo a destacar nos viene ciado por la exigüidad de la
como mínimo tres veces superior. Y esta sobreexplotación es mucho más urbanización y de la población urbana en África, que en térm inos abso­
clara entre los negros inmigrados de los países vecinos (Lesourd, J. A., lutos se sitúa alrededor de los 139 millones de personas, equivalentes
1968, 70). aproxim adam ente a un 27 % de la población total.
Ahora bien, esta nimia urbanización se contrarresta con un proceso
En suma, el rasgo más llamativo de la industria africana es su exigüi­ acelerado de crecim iento urbano, que en la. actualidad es uno dc los
dad. Un carácter dim inuto basado en una falta de entidad del m ercado más altos del m undo (un 6 a un 7 H anual), lo que representa que la
y en una práctica ausencia de organizaciones comerciales a una escala población urbana se puede duplicar en un plazo de 10 a 12 años. Y un
superior a la del país. Ello impide llevar a cabo economías de escala, proceso de crecim iento que ha sido diferencial en el tiem po y que lo
dadas las bajísím as producciones, salvo en las industrias extractivas, es en el espacio. En efecto, aunque alguna gran ciudad tiene su origen
pero que, por su orientación exportadora hacia el mercado internacional, en el pasado precolonial, la m ayoría comienzan su desarrollo con la
son incapaces de originar un despegue industrial. colonización. Así, con el reparto colonial surgen muchas de las actuales
En relación con las voluminosas producciones de m aterias prim as ciudades: Dar-es-Salaam en 1862, Kinshasa en 1881, Bamako en 1883,
m inerales y su comercialización, se produce la intervención del capital Brazzaville en 1883, Salisbury en 1890, Kampala en 1890, Abidjan en 1903...
exterior, que, si no es m ayoritario en muchos casos, tiene el poder sufi­ Pero el crecim iento urbano durante ese periodo fue muy lento, por lo
ciente para decidir sobre el volumen y destino de la producción, aun que en la prim era d é a u b de nuestro siglo casi todas las ciudades esta­
cuando no vaya a .vatisfacer los intereses del propio país productor; por ban por debajo de los 20.000 habitantes, exceptuando las del N orte de
ejemplo, la simple seniielaboración de muchos productos mineros que África, Sudáfrica e Ibadán, que ya en 1900 sum aban los 200.000 habi­
apenas se realiza abocaría a un despegue industrial. tantes.
Por lo tanto, Ja industria africana tiene grandes posibilidades, por­ El desarrollo se aceleró durante el período de entreguerras. Así, Da­
que cuenta con enorm es acumulaciones de m aterias prim as, para cuya kar, Lagos, Addis Abeba y Tananarive, dentro dei África tropical, supe­
explotación se ten d rá que acudir a técnicas y capitales foráneos, pero raron los 100.000 habitantes. Incluso se crearon algunas otras ciudades
controlados. Aunque carezca de recursos energéticos y minerales, dado como Niamey, en Níger, y los centros m ineros de la provincia de Shaba
que sólo existe petróleo en algunos países, dispone de un potencial y dcl Copperbelt. A p artir de 1945, sin embargo, Fueron muy pocas las
hidroeléctrico de proporciones gigantescas (dos quintas partes del m un­ ciudades creadas: N uakchot en M auritania, Tema en Ghana, y un núme*
dial), si bien todavía muy desaprovechado. No obstante, la industria se ro reducido de pequeños centros mineros. Pero es a p artir de esas fechas
enfrenta a grandes obstáculos, uno de los cuales —y fundam ental— es cuando el crecim iento de las ciudades m ás im portantes adquirió un
la debilidad de la infraestructura viaria, que exigiría grandes inversiones carácter progresivam ente acelerado. Y aquí radica la nota de diferen­
por parce dc las respectivas adm inistraciones. ciación espacial, pues las ciudades mayores crecen mucho m ás de prisa
que las pequeñas, crecim iento que se basa en. dos causas: por una parte
La resultante espacial de todos estos factores es la práctica inexis­
tencia de regiones industriales, si exceptuamos el caso sudafricano; a el propio aum ento vegetativo debido a la im portante caída de la m or­
talidad, ante la m ayor eficacia de las m edidas sanitarias en los medios
lo sumo, existirían núcleos o focos industriales de mayores o menores
urbanos, y, sobre todo, por el éxodo rural de grandes proporciones. Como
dimensiones. Tanto por la escasez, como p o r la insignificancia del núme-
rtf de complejos industriales, la m ayor p arte del espacio africano se ejemplo, Abidjan entre 1963 y 1969 creció a un ritm o de un 12 % anual,
del que sólo un 2,5 % se debió al increm ento vegetativo.
configura como un desierto industria!, en el que aparecen unos enclaves
(o^sis): las capitales, ios puertos y Jas áreas m ineras. La consecuencia Ahora bien, ¿a qué obedece este éxodo rural que alim enta el auge
final es que la in d u stria se manifiesta incapaz, dadas sus estructuras urbano? Sobre este particular se ha escrito mucho. Según B cnchetrit, se
actuales, de provocar un «take-off» económico, salvo en los casos argelino debería a ía expansión de la economía comercial y m onetaria. No cabe
duda que esto ha influido, pero, al margen del «pulí» urbano, cuya exis­
y sudafricano, por m ás que los respectivos gobiernos pretendan darle
tencia no se puede negar, es evidente que las condiciones dcl medio
una prioridad absoluta en sus planes de desarrollo y se lleguen a invertir
plusvalías agrarias en las sectores industriales. En este contexto de tan la presión demográfica, la falta de incentivos, de capitales, dc pers-
596 E S Í K l CTURAS L S l’AClALbS EN AREAS s n m f i S * R R O L L M > \ S 597
ESPACIOS T SUCIEDADES

peclivas..., provoca un «push» rural sostenido y creciente. El deseo de ponden a las de los países yoruba, ibo y a*hanti (Ogbomosho, Osogbo,
disponer librem ente ce dinero para la com pra de productos de im por­ lwo e, incluso, Abadán), que se desarrollaron ya antes de la época colo*
tación o dc fabricación industrial, incluso para usos tradicionales como nial en función de una economía de subsistencia, trabajando aún hoy en
la dote., incita a los jóvenes productores a em anciparse dc las tutelas la agricultura una parte im portante dc su población activa. Finalmente,
patriarcales o feudales, y a buscar unos ingresos personales y m ás o las ciudades interiores en la sabana deben su desai rollo al comercio
menos regulares. Hechos que no tenían im portancia cuando no existía transahariano, al tiem po que algunas como Bamako o Kaduna fueron
una presión demográfica como la actual. creadas como sedes adm inistrativas por los europeos.
Los resultados de este proceso son evidentes. La laxitud dc] entram ado Por su parte, África oriental es uno de los con ¡untos más débilm ente
urbano es manifiesta, no pudiéndose hablar dc redes urbanas, salvo en urbanizados del continente. Uganda, Tanzarii;» y K en\a :ipenas superan
el caso del W itw atcrsrand. Otros aspectos como la localización urbana el 10 % de población urbana, siendo las únicas ciudades que superan el
responden igualmente al proceso histórico, en función del cual se pro­ medio millón de habitantes sus capitales, que son a la vez centros adm i­
duce un desarrollo de ciudades fundam entalm ente costeras —puertos y nistrativos, com erciales e industriales, en tanto las restantes —salvo
capitales, o am bas cosas a la vez— y de algún centro adm inistrativo del Mombasa, con ccrca de 400.000 habs.— son sólo pequeños centros.
interior. Pero estas ciudades no han dado lugar a regiones urbanas, sino Los casos de Sudáfrica y el N orte de África, como en tantos otros as­
que se han configurado como polos aislados, desarrollados en virtud de pectos, son singulares. Aunque no hay diferencias en cuanto a la exis­
una función determ inada: así, Dakar, con la séptim a parte de la pobla­ tencia de barrios degradados, dado que el crecim iento urbano acelerado
ción senegalesa a comienzos de los años setenta, concentraba los dos los produce en todos los casos, sin em bargo, la urbanización es mucho
tercios de las em presas, entre las cuales se contaba la totalidad dcl mayor y las ciudades más com plejas, con funciones más diversificadas.
comercio de importación-exportación. Tanto D akar como Conakry, Abid­ Las ciudades africanas tienden también, por lo general, a una cierta
jan, Cotonou son ciudades nacidas en función del comercio colonial y macrocefalia que abre el camino a los profundos desequilibrios regiona­
con características similares. les, que constituyen uno de los rasgos más visibles del continente. La
Por otra parte, la falta de infraestructuras y !a imposibilidad de dar falta .de integración regional se m anifiesta en una ausencia o debilidad
empleo a todos los inm igrantes urbanos han dado lugar a la aparición de la infraestructura viaria y en la coexistencia de regiones agrícolas,
de enormes barrios marginales, que en algunos casos llegan a albergar apenas servadas por algún centro urbano más dinámico, con otras regio­
a los dos tercios de ia población urbana (G ranotier, B., 1980, 150-152). nes, generalm ente costeras, que acaparan la casi totalidad de la actividad
Desde un punto de vista funcional, la mayor p a n e de las ciudades económica no agrícola, son el resultado de la falta de autonom ía de
□rficanas se han desarrollado a p a rtir del comercio y tienen una ní­ África, de su orientación hacia el m ercado exterior, y de la dependencia
tida preponderancia del mismo. Por ello, salvo Congo, Zaire, Kenya, en lo político, en lo económico y en el aprovecham iento y organización
Etiopia, Sudán, Egipto y Sudáfrica, todos los países costeros tienen su de su espacio, de los centros de decisión que controlan ese m ercado a
mayor ciudad en la costa. Pero algunas ciudades dcl interior constituyen escala m undial
deslucidos puertos fluviales, como Brazzaville, Bangui. Kinshasa sobre
el Zaire, Bamako, M amey sobre el Níger, y Ja rtu m sobre el Kilo. Un
notable núm ero dc ciudades Lienen un carácter minero, como las de C o n c l u s ió n : d e p e n d e n c ia y d e s e q u il ib r io s r e g io n a l e s

Shaba y Copperbelt (Kolwe 2 ¡, Lumumbashi, Kitwe, Ndola...), Enugu


(carbón). Jos (estaño), Wankie (carbón), etc., incluso la propia Johan* Después de esta visión panorám ica del continente africano y de la
nesburgo, aunque su potente y diversificada industria no perm ite cali­ problem ática socioeconómica que lo condiciona, cabe m atizar algunos
ficarla como ciudad m inera, sino como una verdadera ciudad industrial. aspectos a modo de conclusión. El espacio africano tiene un carácter
Con matices diferenciadores, el África occidental presenta contrastes netam ente rural, bien por el m antenim iento de una economía de subsis­
evidentes entre las ciudades tradicionales, situadas en lugares defensivos, tencia, bien por la comercialización dc unos productos típicam ente tro ­
con quita lias, a veces con £>lano irregular, y las de época colonial, más picales que se drenan al mercado exterior. E ste carácter nítidam ente
abiertus, con trazado ortogonal... Se pueden hacer tres grupos: costeras, rural contrasta con algunas escasas y grandes ciudades, que han adqui­
las enclavadas en el bosque interior, y las de la sabana. Las prim eras rido un desenfrenado crecimiento. Y es éste el rasgo más visible de los
engloban a. una buena p arte de las que superan los 100.000 habs., inclu­ desequilibrios regionales: inmensos espacios rurales no servidos p o r ciu­
yendo casi todas las capitales. Obedecen a la influencia europea, que dad alguna, frente a un núm ero reducido de aglomeraciones u rbanas o
las creó como puertos coloniales, salvo Accra. A esta función añadieron ciudades medias. Núcleos que, por otro lado, tienden a acentuar l«>
después de la II G uerra M undial algunas actividades m anufacturera*, desigualdades, puesto que crecen aceleradísim am ente al concentrarse en
que lógicamente se ubicaron en los puertos, puesto que trabajaban con ellos la mayor parte dc las actividades dinám icas, como son las indus­
materia» prim as im portadas. Las ciudades del bosque interior corres­ trias y servicios.
59* ESPACIOS Y SOCIEDADES E ST R U C T U R A F.$PACIM .I> ZK ÁREAS SCBDEbARHOLLAUAS 599

Pero el desequilibrio se produce tam bién a nivel interno do cada igualm ente m iserables, salvo en los casos de los «afortunados» que en­
ciudad, porque estas son incapaces de d ar em pleo y vivienda al cúmulo
cuentran un em pleo estable,
ingente de personas que a ellas acuden atraídas por unas mayores posi­ ! a solución n estos problemas pasa, en prim er lugar, por la indepen­
bilidades de encontrar trabajo que en el campo. Este «crecimiento u r­ dencia y la autonom ía, orientando la producción del suelo al ricano hacic
bano» no puede ser identificado coa «desarrollo», porque son ciudades la satisfacción de las neccsidadc* Je su población. Esto requiere cam biar
con una ínfima infraestructura urbanística, en las que el progreso no los criterios de rentabilidad económica por los de rentabilidad social,
aparece (caos urbano, falta de todo tipo de servicios, de redes de desa­ lo cual exige a su vez que el control exterior se transform e en ayuda y
güe, asfaltado, falta de dispensarios, escu d as, centros culturales y de cooperación. Ahora bien, ¿es ello posible a corto o medio plazo? M ientras
esparcim iento...).
exista la necesidad de contar con Jas m aterias pi imas africanas, sen'i
Desequilibrios, pues, en tre el cam po y la ciudad, pero tam bién en el difícil. Un ejem plo corrobora esta afirmación: cuando se produjo la
interior de cada uno de ellos, ya que los contrastes entre distintas regio' rebelión de la provincia zaireña de Shaba, a finales de la década pasada,
nes rurales no son menores. Aunque hoy apenas quedan lugares sobre los exiliados kuiurigueños fueron aplastados gracias al apoyo material
ia Tierra que no hayan sido tocados p o r la economía de mercado, en de Bélgica, Francia, Italia, Holanda, Reino Unido, Canadá, E stados Uni­
África todavía predom ina la .economía de subsistencia sobre vastos espa­ dos, Irán y Japón. Sin embargo, existen caminos abiertos a la esperanza,
cios deJ bosque ecuatorial v dc la sabana, espacios con una baja densidad representados por los países que siguen una orientación m ás autónoma,
le población y m ínim am ente organizados, cuyas únicas vías de com uni­ pero cuyos resultados, o no han cristalizado todavía, o no han dado todos
cación son caminos. Estos sectores contrastan con aquellos otros inte­
sus Im tos.
grados en el m ercado internacional: áreas algodoneras de Sudán o de
Chad, zonas cacahueteras de Scnegal, Nigeria..., am én de todas las
áreas costeras o interiores de plantación. Y son precisamente estos con­
trastes extrem os los que im prim en carácter al continente africano, siendo BIBLIOGRAFIA BASICA
escasos, en cambio, los sectores cuya producción se destina al in ter­
cam bio y los m a c a d o s regionales.
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rable para la industrialización. Sobre este espacio habita una población d a le s . P¿u w
muy reducida, pero con u n elevado índice de crecim iento vegetativo, que V ennetier, P. (197t>): Les viUes d'Afrique tropicale. M asson c t Cié., P arís.
se traduce en una crisis perm anente de la sociedad africana: las estruc- W orld B ank (1983): SubSaharan Agricttlfure. Synfhesis and Trade Prospecie. W orld
t&ras socioeconómicas p retéritas no se adecúan a las necesidades actua­
les, por lo que es necesaria su transform ación. Pero —y ésta es la gran
paradoja actual— las transform aciones, la «modernización», sólo se reali­
za en aquellos sectores destinados al m ercado internacional, m ientras
ias poblaciones de vastísim os territorios viven inmersas en una economía
de subsistencia incapaz de satisfacer sus propias necesidades, por lo que
sus elementos m ás jóvenes acaban em igrando a las áreas urbanas, con
mayores posibilidades de empleo, pero con unas condiciones de vida
601
C O NCLUM O NüS

nado un alto grado de generalización en los análisis realizados. En cual­


quier caso, pensam os que el establecim iento dc un m arco com prensivo
am plio es la base para el posterior estudio de realidades más concretas,
que, recordando la conocida frase de Bunge, serán siem pre individuales
pero no por ello únicas. El aforism o dc que «‘Sólo vemos lo que sabe­
mos» resulta aplicable en este caso: el conocimiento de las estructuras
espaciales básicas facilitará una m ejor com prensión dcl espacio en que
vivimos cotidianam ente.
CONCLUSIONES

Vivimos hoy en un m undo tíc contrastes y desigualdades, cifrados ini-


cialm enic en ía dicotomía Norte-Sur o desarrollo-subdesarrollo y en la
contraposición Este-Oeste, que se caracteriza por un dinam ism o cons­
tante y creciente, tendente a m odificar los equilibrios anteriores, tanto
en los planos económico como social, demográfico, político e ideológico.
En este sentido baste señalar que los países desarrollados, con una
cuarta parte de la población m undial, acaparan el 78 % del Producto
Bruto global, consumiendo el 80 % de la energía, y estas cifras no han
hecho sino increm entarse en el transcurso de los años, contribuyendo
a potenciar una de las principales causas de tensión en el panoram a
internacional.
Estos hechos tam bién incorporan un com ponente de indudable va­
lor geográfico, es decir, una form a de organizar el territorio, de distri­
buir las actividades y la población, construir las ciudades, etc., que re­
fleja los valores e intereses —internos o foráneos— dom inantes en cada
caso, además de sus posibilidades m ateriales y las condiciones dcl me­
dio sobre el que se asienta. Espacio y sociedad son, pues, realidades
dialécticamente interactivas e inseparables. Todo grupo humano modela
el territorio que ocupa, m aterializa form alm ente en él su sistema de
relaciones, transform ando el espacio natural conforme a su capacidad
tecnológica y al volumen de capital invertido, y generando así unas es­
tructuras que, a su veü, condicionan las diferentes oportunidades, cali­
dad de vida y niveles de bienestar que disfruta la población.
Al mismo tiempo, la organización dc cualquier territorio aparece
también vinculada al papel que juega en sus relaciones con el exterior,
resultado de ía creciente interdependencia que caracteriza al mundo
contemporáneo. Las relaciones de dominación o dependencia que se m an­
tengan con ese entorno, es decir, la capacidad dc organizar el propio
espacio a p artir de decisiones internas o en virtud de directrices p r o
cedentef dcl exterior, es otro motivo de contraste entre las diversas
áreas del planeta.
La Geografía Regional del Mundo, en este momento, ya no puede
m antener su antigua pretensión dc síntesis, como m era descripción
yuxtapuesta de estas diversas realidades en ám bitos concretos, si no
quiere quedar relegada a un sim ple papel divulgativo. Por ello, nuestra
pretensión h a sido delim itar los grandes conjuntos regionales del m un­
do, definiendo sus intcrrelaciones m utuas, asi como la lógica que pre­
side su organización espacial interna. La escala utilizada ha condicio-
BIBLIOGRAFÍA GENERAL

La ingente cantidad de obras existentes ha obligado a establecer criterios


estrictos de selección, dando prioridad a los libros sobre los artículos de re­
vista, que sólo se incluyen cuando aparecen citados expresamente en el tex­
to, o por su particular significación en algunos de los temas básicos anali­
zados.

Acselrad, H. (1979): L'Économie cúbame des années soixante-dix. «Notes et


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I a.

INDICE

I n t r o d u c c i ó n ................................................................................................ 9

P r im e r a parte

GEOGRAFIA DESCRIPTIVA — GEOGRAFÍA REGIONAL


t.
Capítulo L — Los fa cto res de organización territorial a escala pla­
netaria y la división regional del m u n d o . 13
1. I n t r o d u c c i ó n .................................................................................. 13
2. Evolución del concepto y los estudios regionales en Geo­
grafía ................................................................................................ 14
á) La tradición corográfica anterior a nuestro siglo . . 14
b) La cristalización de la geografía regional . . . . 16
c) La renovación de los estudios regionales desde media­
dos de s i g l o ........................................................................... 18
d ) Geografía sistém ica y análisis regional: la región, como
sistem a espacial i n te g r a d o ................................................ 20
3. La división regional del m undo y los criterios de delimi­
tación ................................................................................................ 25
a) Incidencia dcl nivel de desarrollo . . . . . . 25
b) La dualidad de sistem as político-económicos . . . 26
c) La herencia histórico-cultural................................................ 27
d) El desigual valor de los condicionam ientos ecológicos 28
e) Personalidad geográfica de las unidades regionales deli­
m itadas ...................................................................................23
Bibliografía b á s i c a ............................................................................33

4.
S egun da pa rte
r
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN AREAS DESARROLLADAS

Capítulo I I . — C oncepto y caracterización del desarrollo . . . 37


1. La constatación de las desigualdades internacionales . > 37
2. La explicación de las desigualdades: los conceptos de desa­
rrollo y subdesarrollo 43
ÍN D IC E
623
622 ESPACIOS V SOCIEDADES

1. La lógica del espacio industrial europeo , . . . 306


a ) Las teorías neoclásicas y el modelo de crecimiento
2. Los principales tipos de áreas industriales en E uropa 110
l i n e a l .........................................................................................
3. La urbanización del espacio europeo y los modelos
b) La necesaria distinción entre crecim iento y desarrollo
c) La dialéctica d e sa rro llo -su b d e sa rro llo ........................... históricos dc c i u d a d ....................................................... 114
4. Los efectos de la industrialización: el desarrollo m e­
3, El modelo de organización territo rial en las áreas desarro­
tropolitano ............................................................................117
lladas ............................................................................................... 5. La intervención pública en la construcción de las nue­
a) Una acumulación de medios productivos ,
vas realidades u r b a n a s .......................................................121
b) Papel esencial dc la industria y de los espacios indus­
V. Los espacios rurales y las actividades agrarias . . . 124
triales en la reorganización te r r ito r ia l...........................
1. La transform ación del m undo ru ra l europeo: procer
c ) Una intensa u r b a n iz a c i ó n ................................................
d) La desagrarización y progresiva urbanización del mundo sos g e n e r a l e s ..................................................................... 124
2. Las regiones agrarias en la E uropa prcindustrial . 126
r u r a l ........................................................................................
a) E l pastoreo nóm ada en la Península escandinava 129
e) Cambios en Jas distribuciones y el com portamiento de­
b) La agricultura cerealista centroeuropea . . , 129
mográfico de la p o b la c ió n ................................................
/) Formación de espacios polarizados y establecimiento de c) La agricultura m e d ite r r á n e a .................................. 131
políticas te rr ito r ia le s ............................................................. 3. Los nuevos espacios agrarios europeos . . . . 132
a) La evolución de los sistem as de cultivo: hacia una
Bibliografía básica ........................................................................... 132
agricultura in d u stria liz a d a ..................................
b) La inadaptación de las estructuras agrarias y los
Capítulo III. — Europa: integración y contrastes en ¡a cuna de la modelos de r e f o r m a ................................................ 136
in d u s tr ia liz a c ió n ............................................................. 4. La urbanización del medio r u r a l .................................. 140
I. La individualización del espacio e u r o p e o ........................... VI. Conclusión: división y crisis del espacio europeo . . . 142
II. Condicionantes en la organización del espacio europeo Bibliografía b á s i c a ............................................................................143
1. La desigualdad respecto a la industrialización y el
crecim iento ec o n ó m ic o ....................................................... Capítulo IV .— La Unión Soviética: organización territorial en un
2. El contraste de sistem as político-económicos: las dos sistem a de planificación centralizada . . . .
144
E u r o p a s .................................................................................. 144
I, Unidad y diversidad del espacio soviético . . . .
3. Hacía la integración supranacional: la Comunidad 146
II. Los condicionam ientos im puestos p o r el medio físico
Económica E uropea .............................................................. 146
1. La m agnitud de las unidades m orfoestructurales.
4. La variedad de regiones n a tu r a le s ..................................
2. Las difíciles condiciones clim áticas y los grandes do
III. Europa, región polarizada: relaciones centro-periferia 151
L Ei progresivo desplazam iento del centro de gravedad minios ec o ló g ico s................................................... 155
III. El modelo territorial a comienzos de sig lo '. 155
europeo ..................................................................................
1, Un vasto imperio de base agraria . . . 158
2. Europa, un espacio de contrastes ...................................
2. Un lim itado desarrollo industrial ,
a) Las desigualdades en el reparto de los efectivos 160
demográficos . . . ......................................... IV. Un proceso de transform ación acelerada .
1. La socialización de los m edios productivos y la pía
b) Las desigualdades en el dinamismo demográfico 161
c) Condiciones socioeconómicas y bienestar social niíicación c e n tra liz a d a ................................................ 163
2. E l crecim iento industrial y la urbanización .
d) Los desequilibrios regionales y la política terri­ 168
torial ........................................................................... 3. El movimiento colonizador; la «conquista dcl esí£»
169
, 3. Las relaciones centro-periferia y la integración del V. Organización actual del territo rio en la Unión Soviética
169
espacio e u r o p e o .............................................................. 1. Los espacios industríales como elemento clave .
a) Los factores de localización y la noción de com­
a) El carácter de los movimientos m igratorios intra- 169
europeos .......................................................................... plejo industrial
b) Los contrastes regionales en la distribución de U
b ) Las m ultinacionales y el turism o en la periferia 171
europea . . . . ................................................ industria . .................................................
2. H acia la construcción de la nueva ciudad socialista 179
IV. Localización y estru c tu ra de las áreas industriales y
u rbanas ............................ 3. Una agricultura p o ste rg a d a .................................................182
624 ESPACIOS Y SOCIEDADES tK D IC E 625

Conclusión: El balance de un proceso 3. América del Norte, espacio de contrastes . 274


187
Bibliografía b á s i c a ....................................................................
188 4. El m osaico urbano norteam ericano . . . . 281
Conclusión: u n espacio contrastado p ara una sociedad plural 285
Capítulo V. — E l peculiar m odelo de desarrollo jap o n és y su im ­
Bibliografía básica * .............................................................. 287
pronta e s p a c i a l .................................. . . . » 190
I. La identidad del Japón en su contexto espacial , . . 190 Capítulo VIL — A ustralia y N ueva Zelanda: de territo rio s colonia
II, El sub^'i^to^'loíS-K^ndiciQjaantes del desarrollo japonés 192 ¡es a países d e sa rro lla d o s ................................... 288
1. V r\ m edio n atu ral in h ó sp ito /......................................... 192 I. Los elementos de id e n tific a c ió n .................................. 288
2. Un 'dc¿sdT>6bIáftricnto ......................................... 197 290
II. Desarrollo, colonialismo y dependencia . . . .
3. Una fuerte concentración del poder político y eco­ 1. El difícil comienzo de la im plantación europea . 291
nómico .................................................................................. 202 2. La sobreim posición de unas estru ctu ras coloniales 294
4. Una posición central en el área del Pacífico . , . 207 3. E! reciente proceso de industrialización . 295
III. El proceso de crecim iento ec o n ó m ico .................................. 208 4. Un m arco n atu ral c o n tra s ta d o .................................. 298
1. La Revolución M eijí y el im pulso inicial para el de­ IIL El dualism o territorial en A u s tr a lia ............................ 304
sarrollo .................................................................................. .......208 1. Un poblam iento escaso y periférico . . . . 304
2. La aceleración del crecim iento y el «milagro» japonés 211 2. Una desproporcionada concentración m etropolitana 308
IV. El espacio del crecim iento: concentración del capital y 3. Una industria urbana y p o r tu a r ia ............................ 312
a g l o m e r a c i ó n ......................................... . . . . 215 4. Los contrastes en el espacio agrario . . . . 315
í. La distribución de la población, reflejo de los dese­ IV. Las peculiaridades del modelo neozelandés . 320
quilibrios regionales 215 V. Fragm entación y dependencia en el Pacífico m eridional 326
2. Los espacios del crecim iento: la congestión en las
aglomeraciones u rb a n a s .......................................................217 C onclusión................................................................................................ 328
329
3. E l retroceso del mundo ru ral y la economía agraria 224 Bibliografía b á s i c a ....................................................... ......
Conclusión: actividad económica y organización del espacio
j a p o n é s ........................................................................... 227 T er c er a harte
Bibliografía b á s i c a ......................................... ..................................228
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN AREAS SUBDESARROLLADAS
Capítulo VI. — B l espacio del capitalism o norteam ericano , . . 230
I. América del N orte, un espacio dom inante . ' . . . 230 Capítulo V III. — La paradoja de ¡os países subdesarrollados: la
crisis e s t r u c t u r a l .................................. ' . 333
• - II. Los fundam entos del desarrollo y la diferenciación regio­
nal en N o r te a m é r ic a ........................... ..................................233 I, Génesis y evolución del subdesarrollo 334
1. El proceso colonizador y las etapas del poblam iento 233 1. Toma de conciencia y postura fren te al subdesarrollo 334
2. La red de transportes y la integración territo rial en 2. Los caracteres del s u b d e s a rro llo ...................................337
N o r t e a m é r i c a .................................. 238 3. Las causas del subdesarrollo: la distorsión provocada
3. La distribución de las grandes regiones naturales y su por la d ep e n d en c ia..............................................................344
significado geoeconómico . . . . . . . . 243 II. Diferentes situaciones y estrategias de desarrollo . . . 345
4. La economía norteamericana': del «despegue» al Conclusión: ¿una situación sin e s p e ra n z a ? ................................... 348
«nuevo estado in d u s tria l» ................................................ 255 Bibliografía básica - - .................................... '. . . 350
5. La «conversión de E stados Unidos en potencia hege-
*• m ónica y sus intereses geoestratégicos * 259 Capítulo IX. — Iberoam érica: la crisis estru ctu ra l de u n territorio
III. Los espacios productivos y la profunda integración del y sociedad m arcados p o r la colonización . . * 352
♦sistem a t e r r i t o r i a l .................................. ................................ 261 I. Los caracteres de la identidad iberoam ericana . . . . 352
1. Los espacios agrarios en N orteam érica: una agricul­ 1. Unidad cultural y diversidad espacial * 352
tu ra sin cam p esin o s..............................................................261 2. Un conjunto socioespacial en c r i s i s ........................... 354
2. La estru ctu ra y el dinam ism o del sistem a industrial: II. La herencia dcl pasado: la form ación de un espacio de­
¿hacia la dispersión de las actividades productivas? 267 pendiente .................................................................................. 362
627
626 ESPACIOS Y SOCIEDADES
ÍNDICE

1. Aniquilación del su strato demográfico: cambio-y pro­ III. Las profundas transform aciones realizadas en los medios
424
greso de la población ....................................................... r u r a l e s .........................................................................................
363 1, I-as estructuras agrarias antes de la revolución y la
2. Cristalización de unas bases económicas dependientes 425
y afianzamiento de los desequilibrios sociales , reform a de 1950 .................................. ......
367 2. Im pacto de la colectivización y desarrollo agrario 427
a) La colonización del espacio iberoamericano: una
ocupación territorial s e le c tiv a .................................. a) El impulso colectivizador y el nacim iento de la
367 c o m u n a .................................................................... 427
b) Unas bases económicas dependientes dcl exterior 369 428
c) Independencia política y dependencia económica b) El desarrollo agrario bajo el socialismo chino
■\ 374 c) La comuna hoy: su organización y diversidad 430
III. El significado de las condiciones naturales . . . . 376 434
1. Un relieve contrastado sobre grandes'unidades m or­ IV. Un fuerte progreso in d u s tria l.........................................
foestructurales .................................................................... 1. Las bases de partida: escasez de infraestructuras
376 435
2. Unos medios bioclimáticos muy heterogéneos . abundancia de m aterias p r i m a s ............................
380 2. La política industrial: grandes complejos industriales
' *IV. Explosión demográfica y expansión económica: la conso­ 437
lidación del s u b d e sa rro llo ................................................ y pequeñas fá b ric a s .......................................................
384 3. Una estru ctu ra industrial d u a l .................................. 441
1. Explosión demográfica y subdesarrollo . . . . 384
V. La nueva organización urbana de las ciudades chinas . 443
a) Un crecimiento demográfico desbordante . 384
1. Población urbana y u rb a n iz a c ió n ............................ 443
b ) La resultante: frenos al desarrollo y éxodo rural 387
2. Distribución de las ciudades y estructura urbana 444
2. Los intentos de corrección de las estructuras hereda-
* das: reform as agrarias y expansión industrial . Conclusión: China, espacio y sociedad de desarrollo , 448
388
á) El fracaso de las reform as agrarias . . . . China y sus pequeños vecinos del Extrem o Oriente . 449
389
b) Una industrialización acelerada, pero insuficiente 391 450
Bibliografía básica .....................................................................
V. Dualidad y desequilibrios en los medios rurales y urbanos 397
1. Espacios rurales d e se q u ilib ra d o s.................................. 397 Capítulo X I. — Asia M eridional: pobreza y arcaísm os en el denso
a) La disfuncionalidad dc las producciones agrarias 397 452
m u n d o s u d a s i á t i c o ................................................
b) Pervivencia de estructuras agrarias dualistas 398
2. Falta de integración de la red y de la estructura I. Introducción: los factores de unidad del m undo suda­
452
urbana .................................................................................. siático ....................................................................
402 II. Un gran potencial demográfico en continua expansión 455
a) Densificación y ausencia de integración de la red 455
urbana .................................. .................................. 1. Un acusado proceso de densificació n ............................
403
b ) Una estructura urbana dual . , . . . 405 2 . Los factores del crecimiento: una dinám ica demográ­ 460
Conclusión: la incapacidad de modelo de desarrollo iberoame­ fica difícil de f r e n a r ......................................... . .
461
ricano ....................................................... 406 3. Políticas y estructuras d e m o g rá fic a s...........................
Bibliografía básica . . , . . . 407 4. Las consecuencias socioeconómicas del dinam ism o 464
demográfico ____ — - . - .- t ; . .- . .. .
Capítulo X. — China: El impacto socio^espacial de la política socia- III. Las condiciones ecológicas: un medio cálido y húm edo . 465
lista en un país del tercer mundo . . 1. El significado de la configuración morfológica . J . 466
408 ■ 2.~ L a-disparidad denlos "medios '-bioclim átícos-v'" . 470
I. La población como m o to r y freno del desarrollo , 408 IV. Los medios rurales: la Economía de la precariedad y de
1. Una desequilibrada distribución territorial, con un 474
régimen demográfico de transición . * . . . la p o b r e z a .................................. ...............................................
409 1. La escasez de tierra y la insuficiencia de las produc­
2. La política demográfica bajo el socialismo: un cambio 476
radical en la m oral y el com portam iento demográfico ciones agrarias .....................................................................
412 2. La diversidad de explotaciones y las dificultades del
3. Incidencia de la política demográfica sobre el pro­ 480
greso ^económico -y social __ . . . , \ campesinado . .. . * ...................................
415 ; a) Los escasos cam bios estructurales . . 480
II. Una's" am bivalentes condiciones1naturales'v_ . . 417 m
vl. V n relieve com plejo y c o n tra s ta d o /........................... •¡ b ) Las inercias dcl m undo a g ra rio ..............................
419 484
2r^lIeterogeneÍdad* y 'sig n ific ad o de "los medios biocli­ f c ) Los enclaves de plantación
3. Problem as y perspectivas del m undo agrario . 485
m áticos .................................................................................. 421
629
ÍNDICE
628 ESPACIÜS Y SOCIEDADES
2. Una industrialización e$casa y lenta con una locali­
V. Industrialización urbana y migraciones rurales: causas del 583
zación p u n t u a l .........................................
fuerce crecimiento dc las c iu d a d e s .................................. 486 3. Las ciudades africanas: u n crecim iento acelerado con
1. La escasa entidad i n d u s t r ia l................................... 487 595
u n a gran debilidad del entram ado urbano,
2. La debilidad del poblam iento urbano y la cristaliza 597
Conclusión: dependencia y desequilibrios regionales .
ción dc grandes m etrópolis nacionales , 495 599
Conclusión: un futuro d i f í c i l ......................................... 499 Bibliografía b á s i c a ...........................................................................
Bibliografía b á s i c a ................................................ ............. 501 600
Conclusiones .
Capítulo XIL — Tradíción y m odernidad en -Asia suroccidental ^ 502 603
Bibliografía general
I. Asia suroccidental y el m undo árabe . . 502
II. La abundancia de recursos energéticos . . T”~ r " . 505
1. Las condiciones de form ación del petróleo en relación
con las estructuras g eo ló g icas......................................... 506
2. Las principales áreas petrolíferas del Oriente Medio 507
3. Las consecuencias económicas de la explotación petro­
lera: riqueza y desequilibrios *_3__ .— ___ ^ . 512 C U C H ót
III. Las difíciles condiciones'ecológicas de un medio predomi­
nantem ente- árido—^ .. ... . . __ ___514 i I . (0 0 3 5 )
1. La formación dél relieve actual"" "........................... 515
2. Los medios bioclimáticos:- un obstáculo a la ocupación 516
IV. La ocupación del medio: la escasa densidad demográ­
fica y el predom inio de las actividades agrarias . . . 519
h E S !
1. Una ocupación laxa, con una organización social
t r a d i c i o n a l ............................................................................520
2. Una organización ru ral y unas estru ctu ras agrarias
d is f u n c i o n a le s .....................................................................526
V. Transform aciones industriales y u r b a n a s ........................... 532
L Una industrialización a c e l e r a d a ...................................532
2. Un firme crecim iento u r b a n o ......................................... 535
Conclusión: riqueza y desequilibrios................................................ 537
Bibliografía b á s i c a ............................................................................537

Capítulo X III. — África árabe y África negra: un ejem plo de gecb


grafía c o lo n ia l ..............................................................539
I. El papel hcgemónico de las estructuras físicas . . . 541
1, Un relieve de zócalo 542
2. Un paisaje natural con un claro fundam ento climático 547
II. Los condicionantes históricos de la organización espacial
y sus disfuncionalidades a c tu a le s ......................................... 558
L Los fundam entos históricos de la debilidad demográ-
v fica africana y su evolución r e c ie n te ........................... 559
2. Pervivencia de las estru ctu ras agrarias tradicionales 566
3. La irracional herencia político-económica de la colo­
nización » ■ ■ i * 573
IíL Una falta de integración económica y espacial ..........................57S
1. La dinámica evolutiva y los problem as de las estruc­
turas a g r a r i a s .....................................................................578

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