los de una santa. Ella no está mirando a los sacerdotes que la juzgan. Su mirada traspasa los cuerpos de esos hombres de Dios devenidos en jueces y se dirige a un punto indefinido, más allá del sitio en que yace prisionera, más allá de Rouen, más allá de Francia, más allá de este mundo. En perpetuo estado de éxtasis místico, pareciera no importarle ya las cosas de los