Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Casados (Imperfect Love #1) - Kendall Ryan
Casados (Imperfect Love #1) - Kendall Ryan
Volumen 1
By Kendall Ryan
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Sobre el libro
“¡Casados fue una perfecta lectura sin descansos! Lo leí sin parar, y me
reí tantas veces que me dolió el estómago. Es una divertida y romántica
lectura con una historia alegre que me hizo anhelar más cuando terminé”.
—Jacqueline’s Reads
Un mes antes
Aprieto mis dientes y reviso mi Rolex por tercera vez. Toda esta cosa es
una gran pérdida de tiempo.
—¿Dónde está? —Le lanzo una mirada al padre de Olivia, Fred Cane,
quien está sentado a la cabeza de la gran mesa en la sala conferencias.
—Estará aquí —me asegura. Luego, en voz baja, añade—: Tiene que
estarlo.
Mis sentimientos exactamente.
Esta reunión es un último y desesperado esfuerzo para tratar de convencer
a Olivia de que firme el contrato. Pero me preocupa que hoy solo será una
repetición de la semana pasada. Se negó rotundamente a firmar cualquier
cosa que nos pusiera a ambos en la misma oración, y dijo demonios, no.
En realidad, puede que lo haya dicho con más gusto. Creo que incluso
hubo una bomba con la letra J involucrada.
Pero necesitamos casarnos antes de que la propiedad de Tate & Cane
Enterprises pueda sernos transferida. Y con la fecha límite de la junta
directiva acercándose, necesitamos hacerlo para ayer. No voy a perder la
compañía de cien mil millones de dólares que mi padre construyó porque la
reina de hielo no quiere jugar a ser agradable.
Tengo un muy elevado ingreso de seis cifras, disfruto de las mejores
indulgencias que puede comprar el dinero, y sé malditamente bien que vivo
una buena vida. Solo porque no me lo tome por sentado no quiere decir que
no lo aproveche.
¿Primera clase gratis en todos los mejores hoteles? Absolutamente. ¿El
champagne más fino enviado a mi mesa, cortesía del sommelier? ¿Por qué
no? ¿La guardavidas en nuestro club de campo dejándome inclinarla en los
vestuarios todo el verano? Seguro. ¿La bonita anfitriona rubia en La Chample
que quiere darme una mamada en el baño antes de mi cena de negocios?
Demonios, sí. Ser rico y atractivo tiene sus ventajas.
Pero si Olivia no aparece hoy, y si no llegamos a un acuerdo respecto a
los términos de este contrato, mi riqueza podría sufrir inmensamente. Al igual
que los trabajos y vidas de seis mil empleados de Tate & Cane, incluyendo a
una de mis personas favoritas en el planeta, Rosita Hernandez. Es una madre
soltera de seis niños. Y si este trato va mal, solo puedo imaginarme qué le
sucedería a alguien como Rosita. Cristo, probablemente terminaría
mudándola a ella y sus hijos a mi ático. Lo cual obviamente pondría un gran
obstáculo a las ya mencionadas mamadas y champagne de los cuales disfruto
regularmente.
Me estremezco ante la idea.
—Sé que es poco convencional, que el contrato es… —Fred hace una
pausa y frunce el ceño. Tamborilea sus dedos en la mesa, luciendo
avergonzado.
¿Poco convencional? Por decir lo jodidamente menos. Si la situación no
fuera tan penosa, podría reír.
Él y mi padre elaboraron sus testamentos años atrás, delineando qué le
pasaría a su bebé multimillonaria si fueran a estirar a pata. La enorme pila de
papeles frente a mí detalla en toda la jerga legal que Olivia y yo heredamos la
empresa con un cincuenta-cincuenta de propiedad conjunta… pero solo si
estamos legalmente casados.
Con la salud de Fred decayendo y la compañía misma sufriendo seis
trimestres en rojo, una reunión de emergencia fue convocada la semana
pasada. A Olivia y a mí se nos fueron presentadas nuestras opciones.
Desde mi punto de vista, no había opciones. Solo estaba lo correcto por
hacer. Teníamos que casarnos para salvar no solo nuestros propios trabajos,
sino el legado de nuestros padres y los trabajos de seis mil personas en las
oficinas de Manhattan, Chicago, San Diego y Bruselas.
Olivia se sentía de manera diferente. No le hacía gracia la idea de estar
atada a mí, e insistía en que tenía que haber otra manera.
Incluso si nos las arreglamos para persuadirla de atar el nudo, no hay
forma de que Olivia estaría en algún lugar cerca de mi cama. Maldita
vergüenza.
Nos acercamos una vez… solo una vez. Cuando era una universitaria
borracha en el receso de primavera.
Su familia se estaba quedando con la mía en la casa de playa en Puget
Sound. Nos habíamos escapado de la Costa Este al Oeste ese verano. Ver
ballenas y excursiones al aire de mar salado y noches comiendo langosta y
bebiendo Chardonnay como si fuéramos adultos reales y no chicos de
diecinueve con estrellas en nuestros ojos.
Se escabulló de la litera en la habitación que estaba compartiendo con su
hermana, Rachel, y entró a mi dormitorio esa noche. Y cuando se arrastró a
mi lado y puso la cálida palma de su mano contra mi pecho desnudo, estuve
acabado. Siempre he querido a Olivia. Siempre la deseé, desde incluso antes
de que supiera que esos extraños sentimientos estaban en mis entrañas, en mi
pecho. Nos besamos en la oscuridad, nuestras lenguas explorando, manos
tocando, corazones latiendo salvajemente.
Pero entonces la realidad se estrelló en mi interior. Hubo un montón de
razones por las que le dije que no esa noche. Su mamá había sido
diagnosticada con cáncer recientemente, y sabía que Olivia se arrepentiría de
usarme para hacerle frente. Además, sabía por un reciente juego de Verdad o
Reto que aún era virgen.
Así que la besé una última vez y entonces la alejé. Fue la cosa más dura
que he hecho jamás.
Y ahora me trata como si fuera un pedazo de chicle pegado en la suela de
sus tacones Louboutins favoritos.
—Realmente creo que esto es lo mejor —añade Fred, trayéndome de
vuelta al presente.
—Es lo que quería tu padre, Noah —dice Prescott. Antes de la muerte de
mi padre, Prescott era su más confiable consejero. También es un total y
jodido imbécil.
Justo en ese momento, la puerta de la sala de conferencias se abre, y sé
que es ella incluso antes de levantar la mirada del contrato.
Un fresco aroma floral con vigorizantes notas de madreselva me saluda.
No tengo idea de dónde consigue esa mierda Olivia, pero hace que mi boca se
vuelva agua. Siempre lo ha hecho. Una vez pasé todo un sábado en el
mostrador de fragancias de una tienda departamental tratando de averiguarlo,
tratando de probar que era solo alguna versión de atracción manufacturada y
embotellada, que no era nada especial sobre ella. Nunca la encontré.
—Estoy aquí —dice Olivia, ligeramente sin aliento.
Levanto mi mirada justo a tiempo para ser recompensado con la vista de
ella alisando su blusa de vestir sobre sus curvas. Pechos exuberantes y un
estómago plano que lleva a caderas llenas. Su chaqueta está colgando sobre
su brazo, al igual que su portafolio de cuero marrón, con monograma de sus
iniciales en cursiva costura negra.
—Señorita Cane —digo alegremente—. Luce excepcionalmente
refrescante esta mañana.
Le gusta hacer ejercicio en la mañana antes del trabajo, dice que le da la
agilidad mental para mantenerse concentrada en los negocios durante las
dieciséis horas que es conocida por trabajar. Me gusta que eso le de a sus
mejillas un resplandor rosa… muy parecido a lo que supongo que haría el
sexo. La sola idea hace que mi polla se sacuda en mis pantalones de vestir.
—Ahórratelo, Noah. Esto es puramente negocios —dice ella,
parpadeando hacia mí con esas exuberantes y oscuras pestañas.
Ninguna sonrisa. Ninguna risa. El opuesto a la reacción usual que evoco
en el sexo más bello. Y eso me enoja muchísimo.
Es como si solo Olivia Cane poseyera un antídoto para mi encanto. Y eso
solamente me hace querer mucho más verla rendirse ante mí. La idea de ella
arrodillada, con sus labios rosa abiertos, tomando mi polla profundamente en
su garganta, pidiendo más incluso mientras se atraganta con mi impresionante
longitud, es más que solo una excitación sexual. Es prácticamente una meta
de vida. Para mí, el sexo es un deporte competitivo. Conozco las reglas, juego
duro, y siempre gano.
Dándome cuenta de que todos están observándome todavía, tomo una
profunda respiración, tratando de forzar a que mi polla se comporte, y levanto
mis manos. Nunca ha aguantado ni un gramo de mi mierda, y la respeto como
el infierno por eso.
—Solo estoy tratando de hacer lo que es mejor aquí.
Deja salir un suave suspiro de exasperación y coloca su bolso en la mesa.
—Prosigamos con esto.
Su padre le da unas palmaditas al dorso de su mano.
—Siéntate, cariño.
Ella obedece, serena incluso en la derrota, bajando hasta el asiento con la
confianza que fue inculcada en ella desde su nacimiento. Preston desliza una
copia del contrato hacia ella, y lo hojea con desinterés.
—No veo por qué tiene que haber una cláusula de matrimonio en el
testamento.
La mujer tiene un punto. ¿Mi suposición? Porque nuestros padres siempre
han querido jugar a casamenteros cuando se trata de nosotros. Nos han
emparejado desde que estábamos en pañales. Infierno, incluso tenemos una
vieja foto de nosotros con todo el atuendo de boda en una boda falsa de
algunos veinte años atrás.
—He explicado esto, cariño. Es la única forma de que mantengamos la
compañía en la familia. Pensé que eso era lo que querías… una oportunidad
de dirigir este lugar algún día.
—Lo quiero, papá —dice ella suavemente. Luego sus ojos se levantan
hasta los míos—. Solo que no creía que sería forzada a hacer algo como esto.
—Nadie te está forzando —digo, manteniendo mi tono ligero mientras
entrelazo mis dedos detrás de mi cabeza—. La decisión es tuya, Olivia. Ya te
lo dije, estoy en el juego.
Muerde la uña de su pulgar con esmalte rojo por solo un segundo antes de
cruzar sus manos en su regazo y dispararme una mirada de hielo.
—Soy bastante consciente de tu posición.
Infiernos, al menos está dispuesta a escucharnos de nuevo. Sé que en el
fondo entiende el fundamento de nuestros padres. Somos fuertes juntos.
Nuestras familias construyeron esta compañía juntas. Ninguno de nosotros
puede darse el lujo de comprar la parte de la otra, así que necesita permanecer
junta en un cincuenta-cincuenta dentro de la familia. Por ahora.
Pero para mí, se trata de más que solo dinero. Olivia y yo crecimos
juntos; nuestros padres siempre nos imaginaron terminando juntos. Siempre
supe que ella estaría en algún lugar de mi futuro, aunque solo fuera
trabajando lado a lado, rompiéndome las pelotas en cada oportunidad que
tuviera. Era algo que esperaba con ansias.
Fred continuó.
—Confianza y lealtad son las cosas más importantes en los negocios. No
podemos meternos en la cama con alguien a quien no conocemos. Tenemos
que mantener todo esto en esta habitación. Solo entre familia.
Olivia suspira, dándole una mirada escéptica.
—Pensaré en ello.
Al menos no está diciendo un rotundo no esta vez, aunque su tono todavía
sea amargo.
Prescott deja salir un resoplido de molestia.
—Nos reuniremos nuevamente el jueves.
Ella mete el contrato en su portafolio y se levanta de la mesa,
aparentemente con prisa por escapar.
—Hasta entonces.
—Gracias por mantener una mente abierta —dice su padre—. Estas cosas
tienen una manera de resolverse por sí mismas en maneras que no puedes
anticipar.
Acepto las sacudidas de mano de Fred y Prescott a modo de despedida.
Cuando llega el turno de Olivia, extiende su mano hacia mí, claramente
queriendo acabar con esto… y tengo un destello de malvada inspiración. Tal
vez debería sacudir las cosas. Probar cuán gruesa es realmente su coraza de
hielo.
Sosteniendo su mirada, levanto su mano hasta mi boca y la beso.
—Un placer hacer negocios con usted… Sra. Tate —bromeo con una voz
ronca, dejando que mis labios acaricien sus nudillos.
Sus ojos se ensanchan y toma una bocanada de aire. ¿Es mi imaginación,
o hice que sus mejillas se vieran un poco más sonrosadas que antes? Pero
antes de que pueda estar seguro, su expresión se endurece con una expresión
de muerte.
Arrebatando su mano, espeta:
—No te adelantes. No he accedido a casarme contigo todavía, e incluso si
lo hago, nunca voy a tomar tu apellido.
Y luego se va, dejándome de pie allí con una estúpida sonrisa en mi
rostro.
—He visto esa mirada antes —dice Fred con una pequeña sonrisa—.
Estás en problemas, hijo.
Me rio de su advertencia. No hay forma de que Olivia Cane pueda
dominarme.
Aun así, su dulzura única perdura en mis fosas nasales. Debió haberme
tocado ligeramente con ese intoxicante aroma en sus muñecas, tan cerca de
mi nariz cuando besé su mano. Todavía puedo sentir su suave y lisa piel en
mis labios. Una intimidad tan pequeña —tan solo rozarla mientras hablaba—
no debería haber extendido ese cosquilleo en mí. Pero no hay manera de
negar que esta habitación se ha vuelto un par de grados más caliente.
Esto va a ser interesante. Infiernos, podría ser incluso divertido.
Capítulo 2
Olivia
***
***
Permito que Noah tome el baño para cepillarse los diente primero.
Todavía no hemos alcanzado el nivel de familiaridad requerido para ver a
otro ser humano escupir en el lavabo. Mientras tanto, tomo el dormitorio para
ponerme mi pijama de algodón favorito.
Cuando salgo, Noah está apoyado contra la pared afuera de la puerta de
baño. Ladea la cabeza con una sonrisa divertida que me detiene en mi
camino.
—¿Qué? —pregunto luego de un minuto.
Sus ojos se arrugan en los bordes.
—Nada. Solo te ves linda.
¿Linda? Mis mejillas se sonrojan mientras las palabras revolotean en mi
estómago. Repentinamente, me siento avergonzada por tener pequeñas
mariposas lavandas impresas por todo mi cuerpo. De alguna manera no
esperaba que Noah tuviera opinión alguna sobre mi pijama. O, si la tenía, que
se burlaría de este. No decir cosas dulces que me hacen olvidar
temporalmente cómo hablar.
—¿Dónde está tu pijama? —pregunto, sacudiéndome la emoción.
Su sonrisa se retuerce con picardía.
—Bueno, generalmente duermo desnudo…
Claro que sí. ¿Por qué no estoy sorprendida?
—Ya no lo vas a hacer —digo rápidamente, interrumpiéndolo—.
Encuentra algunos pantalones de chándal o algo así. —A medida que
intercambiamos lugares, cruzándonos en el pasillo, añado sobre mi hombro
—: ¡Y mejor incluye una camiseta!
La vista del esculpido paquete de seis de Noah mientras aún intento estar
cómoda con la idea de compartir un apartamento con él… ¿por no hablar de
una cama? No hay manera de que sobreviva a eso.
Cuando casi he terminado de cepillarme los dientes, grita desde el
dormitorio:
—Oye, ¿Copo de Nieve? Ya que vamos a pasar la noche juntos, ¿estarías
interesada en que probemos por primera vez?
Mi corazón salta a mi garganta. Se calma un poco —pero solo un poco—
cuando me doy cuenta de que está hablando de nuestra idea de besuquearnos.
Caray… dale al chico un centímetro y empieza a pedir un kilómetro.
Sorprendentemente, sin embargo, no me siento ni un poquito reacia
acerca de besar a Noah. Solo curiosidad, una descarga de calor, un aleteo de
emoción nerviosa. Por otro lado, nuestro acuerdo se limita estrictamente a
besuquearnos como una pareja de tímidos estudiantes de preparatoria, lo cual
técnicamente ya hemos hecho siete años atrás. Y no hay ninguna razón para
reevaluar mi postura contra el sexo casual; lo que tengo planeado es un largo
camino de la base. La idea es tanto un gran alivio como a su vez un poquito
decepcionante.
—Seguro —le respondo finalmente, tratando de sonar indiferente. Fui yo
quien propuso intentarlo, de todos modos. Aunque asumí que sería un poco
más en el futuro. Pero esta noche es tan buena como cualquier otra.
Por fin, el momento de la verdad llega. Tragando con fuerza, retiro las
mantas, me siento, y me deslizo debajo. Las sábanas hacen frufrú cuando
Noah hace lo mismo del otro lado de la cama.
Lo puedo oír moviéndose y respirando. Estoy en sintonía con cada
pequeño sonido, híperconsciente de cuán cerca de mí está.
Ha pasado tanto tiempo desde que dormí en la misma habitación con otra
persona, mucho menos en la misma cama. Y esto no es como compartir
cuarto como con mi hermana o Camryn. Mi nuevo compañero de cama es un
hombre. Un hombre muy guapo que ha dejado extremadamente en claro que
quiere follarme hasta morir con su enorme polla. Solo vamos a dormir juntos,
no dormir juntos, pero aun así… Estoy compartiendo cama con el jodido
Noah Tate. Y estoy a unos treinta segundos de besarlo.
Una extraña energía me recorre, nerviosismo y emoción se mezclan hasta
que ya no puedo distinguirlos. Siento un repentino impulso de retirarme más
a mi lado de la cama y mirar la pared hasta que se quede dormido, entonces
me reprendo por ser ridícula. No somos niños inocentes, pero tampoco somos
adolescentes, sonrojándonos y soltando risitas ante la más mínima mención
de sexo. Somos dos adultos maduros, libres que han decidido muy
sensatamente…
Otra ola de mareos, esta claramente más cálida. Me obligo a dejar de ser
un manojo de nervios y me volteo.
Noah se ha apoyado sobre su codo. Su ligera sonrisa cae levemente
cuando revisa mi rostro.
—Oye, ¿estás bien?
¿Mis nervios son tan obvios?
—Eh, s-sí, estoy bien —respondo. Tal vez eso no es totalmente cierto,
pero tampoco es una mentira. Realmente quiero intentar esto. Lo que
significa que necesito dar el paso ahora—. Vamos.
Noah asiente y se acerca. Extiende la mano para sacar el cabello de mi
rostro, y me relajo en una fracción de segundo en su ligero y casi
cosquilleante toque.
—¿Aún conmigo? —pregunta.
Asiento.
—Porque no tenemos que hacer nada que no quieras.
—Lo sé.
Sus toques son más suaves de lo que esperaba. Las puntas de sus dedos
son tan ligeras en mi mejilla, mi cuello, metiendo mi cabello detrás de mi
oreja. Es… agradable.
Entonces, por fin, cambia su peso y se inclina.
Ese primer roce es tan suave, apenas puedo sentirlo. Es más como una
pausa antes de un beso que un beso en sí mismo. Pero aun así aumenta mi
ritmo cardíaco a toda velocidad.
—¿Eso estuvo bien? —murmura, su cálido aliento a menta soplando
sobre mi boca.
Levanto mi mentón y respondo a su pregunta con un casto beso.
Roza contra mis labios con una sonrisa. Deslizando un brazo bajo mi
cabeza a modo de almohada, se tiende frente a mí, envolviendo su otro brazo
alrededor de mi hombro y parte superior de mi espalda. Mantiene sus manos
en alto y la parte inferior de su cuerpo a por lo menos unos cinco centímetros
del mío. Un caballero… por ahora, de todos modos.
Su boca comienza a moverse suavemente. Sin lengua, sin dientes, sin
siquiera presionar mucho: solo sintiendo el dar y recibir de nuestros labios
uno contra otro. Mi nerviosismo se drena lentamente para Ser reemplazado
por algo diferente, un zumbido energético mucho más agradable.
Es obvio lo que está haciendo. Está tratando de tomar las cosas con calma
y asegurarse de que estoy cómoda. Me siento aliviada con su cuidadosa
consideración… pero también estoy ligeramente avergonzada de que fuera
necesaria en primer lugar. Momento de subir un poco la apuesta.
Extiendo mi brazo alrededor de su cintura, sintiendo cuán firmes son sus
músculos, y abro mi boca para él. Con un ruido bajo y tranquilo de
aprobación, responde inmediatamente a mi invitación. La punta de su lengua
se mueve sobre mis labios. Regreso el movimiento, determinada a que
coincida con su audacia, luego dejo escapar un pequeño jadeo cuando desliza
su lengua sobre la mía. Es casi como si pudiera sentir ese hábil toque mucho
más abajo. Mis bragas se están poniendo húmedas, y este estúpido pijama de
tela polar es repentinamente sofocante. Sus labios son tan llenos, tan suaves,
y su boca se mueve expertamente sobre la mía.
Inesperadamente, mi cuerpo se impulsa más cerca… Sus hábiles besos
son mucho mejor de lo que recuerdo.
Y entonces lo siento. Su longitud medio dura se roza contra mi muslo.
La idea de Noah —quien protagonizo cada una de mis morbosas fantasías
adolecentes sin mi permiso— duro y listo para mí, ahora, aquí, con su muy
encantadora carne, es casi demasiado. Una oleada de pulsaciones calientes
bajan por mi vientre, y estoy a punto de balancear mis caderas contra él
cuando la realidad me golpea.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Este es Noah Tate, quien se ha acostado con la mitad de Manhattan, quien
probablemente está haciendo esto para ganar nuestra apuesta y añadir otra
muesca al poste de su cama.
Me congelo ante la idea, y se retira.
—¿Qué sucede? —pregunta confundido.
—Creo que es tiempo de detenernos por ahora —me las arreglo para
decir sin tropezarme con mis palabras.
Frunce el ceño con molestia.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Buenas noches. —Me desenredo de sus brazos y me
volteo—. Pero gracias. Eso fue divertido.
—¿Solo divertido? —Su tono es de incredulidad—. Vaya. Deja uno de
veinte en mi mesita de noche mientras estás en esto.
—¿Me estás diciendo que estas familiarizado con este tipo de situación?
—Oh, jódete.
Se gira a un lado y lo escucho levantarse y salir al pasillo.
Me fuerzo a cerrar los ojos y practico respirar profundamente para
calmarme. En serio, ¿cómo nunca antes noté cuán agobiantes son estos
pijamas?
Pero unos quince minutos más tarde, comienzo a preguntarme adónde
fue. ¿Cambió de idea y fue a dormir al sofá? Espero que no… Me sentiría
culpable, aunque fuera su propia elección. Tal vez debería ir a buscarlo.
Suspirando, me levanto para revisar la sala de estar. Está vacía. Pero la
puerta del baño está cerrada, con luz filtrándose desde debajo de esta. Me
siento un poco estúpida por no suponerlo en primer lugar. Al mismo tiempo,
sin embargo, ha pasado un rato. ¿Se cayó o algo?
Me acerco, levantando mi mano para llamar a la puerta… entonces me
detengo, mis mejillas sonrojándose cuando lo escucho. Un inconfundible
gemido de placer.
Mis ojos se abren ampliamente. No puedo creer lo idiota que soy. ¿Qué
demonios creía que haría un hombre después que le diera una erección?
Debería irme. Ahora mismo. Debería volver a la cama y pretender que no
oí nada. Entonces… ¿por qué no estoy moviéndome?
Un bajo y ronco gruñido proviene desde el interior del baño, y se me
corta la respiración. Sin tener intención de hacerlo, me inclino más en la
puerta.
Si me esfuerzo, puedo oír su pesada respiración. Es ruidoso… ¿me
pregunto si está cerca? Debe estarlo, si ha estado haciendo esto durante casi
quince minutos. A menos que tenga gran resistencia.
Otro gemido, este es más fuerte y más inestable. Es demasiado fácil
imaginar la escena al otro lado de la puerta del baño. No puedo detener las
imágenes mentales…
Noah con sus pantalones de chándal retirados de sus muslos y su camisa
arrugada revelando sus firmes abdominales y un rastro de vello oscuro. Su
pecho agitado, sus piernas temblando. Sus ojos oscuros y entornados o
cerrados por la concentración. Enrojecido y sudoroso, su cabeza echada hacia
atrás, mordiendo sus labios llenos para mantener silencio o separándolos para
jadear por aire. Y su enorme polla dura, incluso más impresionante que
cuando la vi en el bar unos días atrás. Debe estar tan grande y gruesa en este
momento, curvándose hacia arriba orgullosamente, hinchada y venosa, la
cabeza púrpura húmeda, estirándose en su apretado puño mientras se
masturba rápido y duro.
Mi ropa se inunda de humedad.
Ahora está jadeando fuerte y ruidoso, cada respiración un gemido que
casi suena como palabras a medio formar. ¿Qué está diciendo? ¿En qué está
pensando? Me muevo, frotando mis muslos ligeramente.
—Olivia… —gime.
Mi mandíbula cae. Mi coño se aprieta con fuerza en el vacío, ahora
empapado. Noah diciendo mi nombre de ese modo —tan desigual, tan
desesperado— es la cosa más caliente que he oído en mi vida.
Sus ruidos de placer van en aumento, luego se debilitan. Finalmente, se
queda en silencio. Mi boca está seca y puedo sentir mi corazón palpitando en
mi garganta.
Entonces me doy cuenta de que probablemente saldrá del baño pronto. Y
si me descubre escuchando tras la puerta como una especie de fisgona, nunca
me dejará oír el final de esto.
Me precipito por el pasillo, salto dentro de la cama, y tiro de las mantas
sobre mí justo cuando se abre la puerta del baño. Cierro mis ojos de golpe.
Siento los pasos de Noah más cerca, rápido y silencioso. El colchón se
sumerge con un pequeño crujido cuando se mete en la cama.
Haciéndome la dormida, trato de mantener mi respiración tan lenta y
constante como sea posible. Lo cual no es fácil cuando estoy inundada de
deseo y adrenalina. Pero si Noah se da cuenta de que estoy fingiendo dormir,
no actúa como si lo hiciera.
Yazco allí como una completa idiota —mi corazón todavía martilleando,
mi cuerpo preparado y listo— mientras Noah, satisfecho, concilia un sueño
tranquilo.
***
A la mañana siguiente, la alarma me despierta en una cama vacía.
Extraño… no habría tomado a Noah por un madrugador.
Lejos al final del pasillo, en la distancia puedo oír tintineo de metal, y
algunas olfateadas confirman el olor a café preparado. Noah debe estar
cocinando. Ni siquiera bebe café; lo ha hecho solo para mí. Mi estómago
aprueba esa idea. También es tranquilizante; con suerte, lo puedo tomar como
una señal de que no está demasiado molesto por la forma en que corté las
cosas anoche.
Ruedo fuera de la cama para rápidamente cepillarme los dientes,
ducharme, y vestirme, no queriendo perderme un desayuno caliente.
Cuando entro a la cocina, Noah está de pie junto a la cocina como
pensaba. Pero no predije que estaría sin camiseta y todavía húmedo por la
ducha, su cabello oscuro despeinado, sus músculos tonificados marcados
sutilmente bajo piel bronceada. No puedo evitar mirar boquiabierta.
Fanfarrón… el imbécil sabe exactamente lo bien que se ve.
Echa un vistazo hacia atrás con una sonrisa, interrumpiendo mi cachonda
ensoñación.
—¿Dormiste bien?
—Sí, como un tronco —le contesto tan casualmente como es posible.
Justo después de que estuviera acostada despierta durante una hora, más
húmeda que el maldito río Hudson.
Quizás podría haber tomado el ejemplo de Noah y encontrado mi propio
alivio, pero al mismo tiempo, estaba demasiado paranoica de que despertaría
y me atraparía. Y entonces tendría que aguantar sus bromas por quién sabe
cuánto tiempo. Eternidad, muy probablemente.
La caldera suena, salvándome de que necesitara decir más que:
—Me encargaré de eso.
—Gracias. —Noah habla sobre su hombro mientras se concentra en el
sartén de huevos silbando, y mi estómago gruñe; nuestra comida parece casi
hecha—. Ya puse las hojas en la tetera.
Vierto el agua caliente en nuestra nueva tetera, me sirvo una taza de café,
y llevo todo a la mesa. Noah sirve dos platos, cada uno conteniendo una
mitad de un perfecto omelet de espinacas y champiñones.
Comemos junto a los ventanales en el área de comedor, disfrutando de la
luz del sol de la mañana y la vista de Manhattan extendida debajo de
nosotros. Nuestra conversación es sorprendentemente agradable: hablando de
negocios, intercambiando ideas para nuestro nuevo plan de negocios.
Comienzo a relajarme. Tal vez ser compañeros de cuarto funcionará sin
ningún problema, después de todo. Solo hemos compartido una noche, pero
este lugar ya está empezando a sentirse como casa.
Termino mi último bocado de huevos con un suspiro de satisfacción. Un
desayuno fresco y caliente definitivamente es una buena manera de empezar
mi mañana. Mi rutina habitual consiste en agarrar un bagel o panecillo
mientras atravieso la puerta corriendo. Si Noah está tratando de adularme,
está funcionando.
Una chica podría acostumbrarse a esto…
Desafortunadamente, hemos demorado el tiempo suficiente. Tenemos que
llegar a la oficina pronto. Pongo mi plato y taza en el lavavajillas y comienzo
a dirigirme al baño para aplicar mi maquillaje.
Pero cuando me doy vuelta, Noah me agarra por los hombros y me hace
voltearme. Sus fuertes brazos se envuelven fuertemente a mi alrededor. Antes
de que pueda pensar, aplasta nuestros labios.
Jadeo. No es nada como el beso de la noche anterior. Ese fue suave y
dulce, el toque más ligero posible, como tratando de no asustar a un animal
nervioso. Se trata de un tipo diferente de posesión: dura, hosca, ardiente. La
cosa se ha vuelto seria. Noah me ha atrapado, reclamado, y llamaradas de
excitación reclaman mi cuerpo como el calor de una marca.
Tomada por sorpresa, no puedo contener un gemido. Estoy sorprendida
de encontrar que mis músculos convierten en gelatina. Me aferro a él solo
para mantenerme en pie.
Todo acerca de Noah se vierte en mis sentidos. Me empapo en su calor
corporal, la aspereza de la barba incipiente alrededor de mis labios, las
fragancias masculinas de jabón de pino y el loción para después de afeitar
picante.
Devora mi boca y me deja mareada, jadeando por aire. Sus dientes
mordisquean y raspan mis labios. Su lengua lame profundo, patinando sobre
la mía, una tentadora vista previa de cómo ese ágil y caliente músculo podría
moverse sobre mi clítoris. Una promesa del placer que podría tener… si tan
solo le hubiera permitido dármelo.
Recuerdo cómo gemía mi nombre en el baño la noche anterior. El
recuerdo de esos oscuros y necesitados sonidos envía otra ola de calor a
través de mí. Tal vez no soy solo otra conquista para él; tal vez es igual de
impotente a su manera.
Repentinamente, no puedo entender por qué siquiera vacilé. Tuve un
hombre caliente y dispuesto prácticamente rogando por estallar mi mente.
¿Cuál fue el punto de negarme un buen momento? Me arqueo, presionando
nuestras caderas, y siento un doble destello de hambre y triunfo ante la larga
dureza que se empuja contra mi vientre.
Entonces Noah retrocede. Todo el toque que estoy ansiando —el caliente
y musculoso cuerpo, y la caliente y húmeda boca— solo desaparece
repentinamente. Me toma un momento registrar lo que pasó.
Aún aturdida por la lujuria, parpadeo hacia él.
—¿Qué…?
—Es hora de irnos. Vamos a llegar tarde al trabajo.
—¿Trabajo? —La palabra sale como un gemido decepcionado.
Sonríe como si hubiera ganado el Super Bowl.
—Eres quien estableció nuestros límites en primera base. Aunque, si
quieres más, creo que la oficina podría sobrevivir otra hora sin nosotros. Pero
tendrás que pedirlo con educación.
A medida que la niebla de la calentura se despeja de mi mente, me doy
cuenta lo que está pasando aquí. Ah, hijo de perra…
Noah estuvo jugando conmigo todo este tiempo. Su plan desde el
principio fue provocarme hasta que estuviera lo suficientemente desesperada
como para aflojar las restricciones de nuestro acuerdo. Está tratando de
tentarme para que admita que quiero ser algo más que amigos. Cree que
puede probarse a sí mismo y también echar un polvo, matando dos pájaros de
un tiro.
Bueno, puede olvidarlo. Olivia Cane no ruega. Nunca.
Estoy casi más enojada conmigo misma que con él. ¿Qué demonios
estaba pensando? No mucho, eso es seguro. Mi libido me arrancó totalmente
del asiento del conductor. Nunca me he sentido tan fuera de control antes. Y
si tengo algo que decir al respecto, esta primera vez también será la última.
Maldición, mis labios aún hormiguean por su beso. Mi rostro arde con
vergüenza y los últimos tercos rastros de excitación.
Tratando de serenarme, le dirijo a Noah la mirada más sucia que pueda
reunir.
—Eres el diablo.
—Estoy bastante seguro de que entonces eso te haría la reina del infierno.
—Hace una pausa—. En realidad, tal vez eso no es tan inexacto…
—Felicidades, sabelotodo, consigue terminar con los platos mientras me
aplico maquillaje. —Me vuelvo sobre mis talones y camino a zancadas hacia
el baño.
—Como quieras —grita al pasillo detrás de mí.
Presiono mi mandíbula, tratando de calmar mi irritación y calentura
persistente. Conozco solamente una manera segura para silenciarlo.
Desafortunadamente, como aprendí recién, él volvería un beso a su favor de
nuevo.
No puedo olvidar el alarde de Noah acerca cómo estaría rogando antes
del cuarto día. Al principio, pensaba que no había manera de que cedería tan
fácilmente. Pero ahora, solo un día después, no estoy tan segura.
Capítulo 11
Noah
—Bueno, eso fue bien —digo mientras maniobro mi elegante Tesla negro
fuera del estacionamiento. Le doy un modesto golpecito al acelerador y
salimos volando por la calle.
Me siento de tres metros de altura, tan engreído como puedo serlo, y nada
me importa una mierda ahora mismo. Ni siquiera la forma en que mi polla
está punzando como una jodida hija de perra puede arruinar mi buen humor.
Olivia me dispara una fulminante mirada interrogante, y sé que se está
preguntando a qué me estoy refiriendo: la reunión de negocios con el nuevo
cliente que probablemente atraparemos, o mi parte favorita, casi hacerla
venirse en el baño. Mi cuerpo aún está preparado y listo para entregar.
—No puedo creer que no te lavaras las manos —espeta.
—Puede que nunca vuelva a lavarme esta mano. —Sonrío y hago un
gesto lascivo con mis dedos.
Me da la espalda con un bufido y mira por su ventana en silencio el resto
del camino a casa.
Cuando llegamos, el ático está oscuro y silencioso y mis hormonas aún
están embravecidas. Olivia deja su bolso y celular en la mesita de entrada,
luego se gira, dándome la espalda.
—¿Me bajarás la cremallera?
Le bajo la cremallera por la espalda, dejando que mis dedos rocen su piel,
apreciando los hoyuelos gemelos en la parte baja de su espalda y la parte
superior de su tanga de encaje.
Tortura. Esto es pura tortura.
Aprovechando la oportunidad, me inclino hacia adelante y coloco un
suave beso contra su nuca.
—Podríamos terminar lo que empezamos en el restaurante.
Su respiración se ha vuelto superficial y prácticamente puedo oler su
excitación. Sé que sus bragas aún están empapadas. La idea de tocarla de
nuevo casi me tiene abrumado de deseo.
—Probablemente no sea una buena idea. Deberíamos mantener esto
estrictamente profesional de ahora en adelante. Necesitamos enfocarnos en el
negocio, ¿no crees?
Pero suena ligeramente insegura, y eso es todo lo que necesito. Me dice
que solo es una cuestión de tiempo hasta que consiga lo que deseo. Y lo que
deseo es su estrecho coño envuelto alrededor de mi polla, donde pueda
embestirla durante horas. Días, incluso.
—Estabas tan cerca allá. Podía sentir tu coño aferrándose a mis dedos,
ese pequeño clítoris hinchado pulsando al ritmo de cada latido. Estabas a
punto de venirte —susurro.
El calor de mi aliento envía una erupción de escalofríos por su nuca.
Conozco bien el cuerpo de una mujer, cómo leer todos los signos y señales, y
todo en Olivia está vociferando que necesita ser follada. Desvestida, tendida
sobre la cama, y venerada como la diosa que es.
—Noah… —Su voz es casi un gemido, y mi polla se endurece
instantáneamente.
—¿Qué haces para divertirte, Copo de Nieve? No todo puede ser sobre
trabajo. A veces desahogarse es algo bueno.
—Hay una temporada para todo. —Endereza su postura—. Y está es
nuestra temporada para aplicarnos y enfocarnos en los negocios, no en jugar a
meternos mano. Estoy segura de que ese es un concepto desconocido para ti,
pero…
—Créeme, voy muy en serio acerca de Tate & Cane. Pero los negocios
son para los días laborables. Después de las horas de trabajo es tiempo de un
recreo. Y en caso de que fallaras en notarlo… —Paso la punta de un dedo por
su columna, deteniéndome en la cinturilla de sus bragas—. Está oscuro
afuera. Y somos dos adultos en edad para consentir.
—¿Dos? Intenta contar de nuevo.
La princesa de hielo se aleja un paso de mí y se dirige al dormitorio,
donde me embebo de un último vistazo de su espalda y caderas desnudas
antes de que cierre la puerta. Solo puedo imaginarla dejando que el vestido se
deslice por sus largas piernas, la tela amontonándose alrededor de sus pies
aún con tacones, su firme trasero cubierto solo por una tira de encaje…
Dios. Joder. Demonios.
Me paso los dedos a través de mi cabello y soplo un frustrado suspiro.
Durante un segundo, no sé si estoy frustrado porque estoy caliente y
desquiciadamente atraído por ella, o porque está haciéndome imposible ganar
nuestra apuesta.
No. Al diablo con eso. Es solo porque la deseo. Deseo tomarla en mis
brazos y entender que realmente podríamos tener algo aquí. Solo que ella es
tan malditamente obstinada. Y su sueño secreto de una boda romántica…
puede que yo no sea su primera elección, pero al menos quiero encontrarla a
mitad de camino, como más que amigos. Solo tendré que encontrar una
forma de sacar esto adelante y mantener a todos felices.
Por ahora, entro al baño y cierro la puerta detrás de mí. No la cierro con
seguro… solo en caso de que haya una remota posibilidad de que Olivia
cambie de opinión. Me desabrocho el cinturón y me bajo los pantalones de
vestir lo suficiente para liberar mi anhelante polla. Entonces me rocío algo de
su loción aromática en la palma y empiezo a acariciarme.
Su ligero y femenino aroma me rodea, y las sensaciones que cosquillean
por mi columna significan que esto no tardará mucho. Por segunda vez esta
semana, desplazo mi gran mano arriba y debajo de mi polla, deseando que en
su lugar fuera la pequeña y delicada mano de ella.
Recuerdos de esta noche en el cuarto de baño del restaurante destellan por
mi mente como un sueño erótico. Dios, ella estaba tan lista después de solo
unos minutos de manoseos y besos. Sus pezones erectos estaban apretados en
pequeñas protuberancias, y cuando succioné y lamí, se pusieron como piedras
contra mi lengua. Sabía tan dulce y hacía los mejores gimoteos jadeantes que
he escuchado.
Y entonces cuando deslicé mis dedos dentro de sus bragas… medio
esperaba que me dijera que me detuviera, solo que no lo hizo. En su lugar,
separó aún más sus pies en tacones. El movimiento más diminuto posible,
pero estaba tan sintonizado con ella que lo noté. Deseaba que la tocara. Lo
anhelaba tanto como yo. Era cálida y húmeda, dulce, sedosa perfección. Y
cuando deslicé dos dedos en su interior, casi me corrí justo allí. Su coño
estaba tan estrecho, sujetó mis dedos y los succionó, ansiosa de que la follara.
Me estremezco ante el recuerdo. Tan perfecta. Hermosa. Inteligente.
Sexual. Ella es todo el paquete.
Unos cuantos tirones más y me corro fuerte con un gruñido.
***
—¿Estás seguro de esto? —pregunta Olivia.
Su mirada viaja sobre un par de docenas de fiesteros desperdigados en el
patio de Rosita. La gente está riendo y charlando en pequeños grupos, y un
alegre pop mexicano se reproduce desde una grabadora en el patio. La cerca
de malla separa su jardín de una tienda de autoservicio detrás de su casa. Un
árbol solitario está en el centro con una piñata festiva colgada de una rama.
—Por supuesto. Esto va a ser grandioso. Vamos. —Tiro de ella hacia
Rosita y la cumpleañera, Maria.
Me dejo caer sobre una rodilla frente a ella.
—Vaya. Treinta y seis hoy, ¿eh?
Ella sacude la cabeza, sus trenzas agitándose salvajemente.
—No. ¡Tengo siete! —presume.
—Ah, siete. Bueno, feliz cumpleaños. —Le dirijo un guiño y arruga la
nariz. Definitivamente aún está en la edad en que los niños resultan
repugnantes—. Es un vestido muy bonito el que traes puesto hoy.
Baja la mirada hacia su vestido rosa intenso con costuras decorativas
color mandarina.
—Gracias. Mi mami lo hizo. —Le sonríe a Rosita.
Cuando me pongo de pie, le doy un abrazo a Rosita.
—Todo luce genial. Gracias por invitarnos.
—Por supuesto, mi amor. Gracias por venir —nos dice tanto a mí como a
Olivia. Era un viaje de una hora hasta Jersey, pero bien lo vale.
—Por supuesto —repite Olivia, su sonrisa un poco cautelosa. Obviamente
está fuera de su elemento aquí, pero dando su mejor esfuerzo por intentar
encajar.
—Por favor, diviértanse. Hay mucho que comer, y las bebidas están
adentro.
Escaneo la mesa de picnic que está sobrecargada, no se ve ni un
centímetro de mantel. Empanadas, carne asada, arroz con pollo, un montón
de cosas que no reconozco, pero estoy dispuesto a probar, y un hermoso
pastel de tres leches en el centro de todo.
—Hiciste suficiente para alimentar a un ejército —digo con una risita
entre dientes.
—Mi familia tiene gran apetito. —Rosita me sonríe irónicamente.
Le tiendo mi bolsa de regalo a Rosita. Tiene un par de libros infantiles en
español para Maria. Sé que mantener viva la cultura de su familia y asegurar
que sus niños sean bilingües es importante para Rosita. Es algo de lo que ella
y yo hemos hablado antes, y creo que es malditamente inteligente. Cualquiera
que conozca dos idiomas tendrá una ventaja en el mundo laboral cuando
llegue el momento.
—Oh, no tenías que traer un regalo. Tu presencia aquí es suficiente.
Sacudo mi cabeza.
—Por supuesto que traje un regalo. ¿Qué fiesta de cumpleaños está
completa sin una gran pila de regalos?
La sonrisa de Rosita decae ligeramente.
—Las cosas están un poco ajustadas ahora mismo. Este año hice los
regalos de Maria yo misma.
Oh, mierda. Tenía la intención de hacer un banal comentario juguetón, no
llamar la atención hacia la pequeña pila de regalos.
—¿Está todo bien?
Rosita asiente.
—Con toda la incertidumbre en el trabajo ahora mismo, estoy intentando
estirar nuestro presupuesto y ahorrar algo. Solo por si acaso.
Su mirada viaja entre Olivia y yo como si estuviera buscando respuestas.
Al tener seis hijos, sé que su presupuesto no tenía mucha flexibilidad para
empezar.
Tomo las manos de Rosita en las mías y les doy un apretón.
—Todo estará bien, lo prometo. Me voy a asegurar de ello.
Olivia se mueve incómodamente junto a mí. Incluso con toda la tensión
sexual que zumba entre nosotros, aún tenemos un trabajo que hacer. Y eso
nunca antes ha sido tan evidente como ahora.
—Suficiente de todo eso —dice Rosita, reforzando su sonrisa de nuevo
—. Ustedes dos vayan a divertirse. —Se aleja, dirigiéndose hacia su primo, a
quien conocí en la fiesta de Navidad del año pasado.
—¿Tienes hambre? —le pregunto a Olivia. La comida huele increíble, y
Rosita es una cocinera maravillosa. Planeo probar cada platillo sobre la mesa.
Tal vez dos veces.
Asiente.
—Me muero de hambre, en realidad, pero no estoy segura. —Frunce el
ceño mientras mira los coloridos platillos de comida humeante.
—¿Qué sucede?
Echa un vistazo alrededor.
—Solo estoy buscando un cuchillo y tenedor.
Me doy cuenta de que le preocupa derramar comida sobre su costosa
blusa.
—Vamos, te ayudaré. La primera vez que vine aquí, mordí un burrito y
derramé su contenido por todos lados. Lucía como si un bebé me hubiera
cagado sobre mi camisa Armani. No podíamos dejar de reír.
Me mira escépticamente.
—Rosita me enseñó la forma correcta de doblar mi burrito. Hay un truco.
Te lo mostraré.
Asiente y me sigue a la mesa.
Llenamos nuestros platos con carnes marinadas, cebollas asadas, arroz,
frijoles, y tortillas. Luego regresamos por una segunda ración de nuestros
platillos favoritos. Olivia me impresiona con su sano apetito y espíritu
aventurero.
Después del almuerzo, nos mezclamos y hablamos con la familia y
amigos de Rosita. Aunque Olivia dice que está disfrutando de la fiesta —y le
creo—, permanece pegada a mi lado toda la tarde, intentando hacer
conversación educada y sonriendo nerviosamente. De todas las cosas
maravillosas que ella es, “persona social” no es una de ellas.
Puedo notar que se siente fuera de lugar en sus sandalias de seiscientos
dólares, blusa de seda, y reloj de pulsera incrustado de diamantes. Aún no
estoy seguro de por qué no se puso algo menos formal. ¿O este es el atuendo
más casual que tiene en su armario? Tal vez solo es incapaz de vestirse
informal; siempre está pulcra de la cabeza a los pies, el epítome de la belleza
sofisticada. Ciertamente no me quejaré.
Ella y yo no crecimos así, con fiestas de jardín informales y platos de
papel y latas de cerveza Sauza. La vida de lujos definitivamente tiene sus
ventajas, pero de tener que elegir entre beber el mejor escocés a solas y beber
cerveza barata entre risas amigables, elegiré esta sensación cálida de familia
cada vez.
Más tarde, cuando empieza el baile, guío a Olivia hacia la casa.
—Ahora necesitamos unos Cuba libres. —Me dirijo adentro,
manteniendo una mano sobre su espalda baja para asegurarle que no la dejaré
para que se las arregle a solas.
—¿Eso no es solo ron y Coca-Cola? —pregunta, escéptica.
—Sí, pero es Coca-Cola mexicana, hecha con azúcar real, no esa mierda
falsa de sirope de maíz, y el ron… Infiernos, espera hasta que lo pruebes.
Lleno dos vasos con hielo y luego la mezcla de ron y Coca-Cola que
Rosita ha premezclado de antemano en una jarra.
—Mmm. —Olivia gime mientras traga su primer sorbo gaseoso.
—Salud. —Bajo la mirada hacia ella y toco el borde de mi vaso con el de
ella.
—¿Por? —pregunta.
—Nosotros —digo, mis ojos permaneciendo en los suyos.
—Noah… —Mordisquea su labio inferior—. Sabes que puede que eso ni
siquiera funcione, ¿verdad? —Su tono es sombrío.
—Con el infierno que no. De hecho, realmente necesitamos
comprometernos pronto.
Tal vez es porque me estoy sintiendo jovial y ligeramente achispado, pero
mantengo mi postura, mis ojos aun persistiendo en los de ella. Me he
preguntado qué clase de propuesta planearé: solo una reunión de negocios
directo al punto donde acordemos los términos, o una velada romántica
donde me ponga sobre una rodilla donde prometa hacerlo lo mejor que pueda
para ella.
Olivia mira hacia el piso.
—Solo que aún no estoy lista para eso.
—Percibí eso… pero podrías intentarlo. —Me inclino más cerca,
dejándola sentir el calor de mi cuerpo, mi altura cerniéndose sobre ella.
—¿Intentar?
—Sí, intentar.
—¿Y cómo propondrías que haga eso? —Está haciendo su mayor
esfuerzo para sonar confiada, pero su tono se ha vuelto tembloroso.
Sintiéndome audaz, le sonrío.
—Te alejaste anoche. Podrías besarme, tocarme, abrirte a mí, hacerme el
amor.
—Qué, ¿aquí mismo? —Su voz se eleva y frunce las cejas.
—Me conformaría con un beso.
—He hecho eso antes, ¿o lo has olvidado?
—¿Olvidado? Copo de Nieve, me masturbo regularmente ante el
recuerdo.
Sus mejillas se ponen de un rosa brillante.
—Habla en serio, ¿quieres?
—Estoy hablando en serio. ¿Te incomoda saber que en la noche, en la
oscuridad, bombeo mi dura polla con pensamientos de tu actitud atrevida,
boca sabihonda y tetas increíbles?
Abre la boca de golpe. Sus mejillas están llameando ahora.
Presiono.
—Un beso. Infiernos, puede que incluso termines teniendo algo de
diversión hoy. —La estoy molestando porque puedo notar que aunque estaba
tensa e incómoda cuando llegamos, se ha divertido hoy. Solo necesitaba un
poco de tiempo para sentirse como en casa.
Colocando una mano en su cintura, la atraigo un poco más cerca.
Su respiración se vuelve superficial y sus labios se abren, ya sea en
sorpresa o porque se está preparando para mi beso, no estoy seguro.
Bajo mi boca a la suya, sintiendo la calidez de su respiración flotar sobre
mis labios, mi polla comenzando a hincharse, cuando un grito alto atraviesa
el silencio.
—Picadura de abeja. Voy pasando —grita Rosita, cargando a una
cumpleañera llorosa a través de la cocina.
Apartándome de Olivia, despejo un espacio sobre la encimera.
—Ponla aquí.
Lágrimas caen de los ojos de Maria mientras sollozos silenciosos agitan
su pecho.
—Shh. Te dejaré como nueva, princesa —le digo a Maria.
Olivia y Rosita reúnen suministros de primeros auxilios mientras
distraigo a Maria con una historia de la vez que me topé con una colmena.
Olivia me observa trabajar con una mirada silenciosa y contemplativa, y no
puedo evitar preguntarme si me habría permitido besarla.
Traerla aquí hoy no fue un error. No hace falta decir que gente como
Rosita y esta niñita son una de las razones principales por las que Olivia y yo
tenemos que seguir adelante con esto.
Tenemos que seguir adelante.
Capítulo 14
Olivia
Querido Dios, ver a Noah con Rosita, e incluso más, ¿con la pequeña
Maria? Mis ovarios se derritieron.
Tengo que mantenerme fría. Porque ¿de lo contrario? Fácilmente podría
verme perdiendo la cabeza por este hombre.
Capítulo 15
Noah
Olivia siempre está tan compuesta, bien vestida con faldas y blusas a
medida, cuidadosa de pies a cabeza. Solo me dan ganas de desordenarla y
ensuciarla. Actúo como si no la notara con su ropa de negocios, pero por
supuesto que me afecta. Solo soy un hombre. Un hombre que aparentemente
ha tomado un voto de celibato desde que comenzamos a fingir estar saliendo,
o lo que sea que estamos haciendo.
Dios, ¿qué estamos haciendo? Cualquier noche de viernes normal, estaría
fuera con Sterling buscando chicas. En su lugar, estoy sentado en casa en
pantalones de chándal con una cerveza y mi tablet, haciendo cosas que nunca
hago, como buscar la genealogía de mi ascendencia familiar y leer artículos
al azar en CNN. Es gratamente relajante.
Pero teniendo a Olivia aquí, en mi espacio personal, en nuestro espacio
compartido todo el tiempo, es cada vez más difícil concentrarse. Como en
este momento, está encaramada en una silla de comedor, piernas dobladas
debajo de ella, un par de gafas de montura cuadrada negras sobre su delicada
nariz mientras mira su computadora portátil.
Es jodidamente adorable. Siempre lleva sus lentes de contacto, y rara vez
la he visto así. Se siente bien saber que está lo suficientemente cómoda para
bajar su guardia conmigo.
¿Y el ajustado Henley que abraza sus curvas, con sus pequeños botones
esparcidos en su pecho entre sus pechos? No me hagas hablar de esos
pequeños botones. Quiero desabrochar hasta el último, desnudarla para mí y
mordisquear mi camino desde el primer pecho redondo al otro.
—¿Qué deberíamos hacer para la cena, Copo de Nieve? —llamo hacia el
comedor donde está ocupada tecleando en su computadora portátil.
—¿Mmm? —pregunta, se mirada tomándose un momento para dirigirse a
la mía.
—Son las siete —le digo.
—Oh, bueno, no tienes que quedarte en casa y atenderme. Puedes salir o
lo que sea.
Se muerde el labio mientras dice esto, sin embargo, y algo en mí sabe que
se enojaría si saliera sin ella. Infiernos, me sentiría de la misma manera. Hay
una cierta paz que viene con trabajar duro con ella durante toda la semana, y
ahora relajarnos juntos.
—Estoy en pijamas. No voy a salir. —Me río entre dientes.
—Correcto. —Me dirige una mirada astuta—. Entonces… ¿pizza?
Normalmente come saludable, y yo también, para el caso, pero me gusta
que no le importe hacer trampa y disfrutar de algo solo porque sí.
—Mmm, no lo sé. —Me froto la barbilla—. Creo que esa es la verdadera
prueba de un matrimonio: ponerse de acuerdo sobre los mismos ingredientes
para la pizza.
—Está bien. —Hace un gesto para que continúe—. Tú primero.
Niego con la cabeza.
—Al mismo tiempo.
Nuestras miradas se encuentran y ella abre la boca.
—Al… —empieza.
—Alcachofa —digo.
Me sonríe.
—Exactamente.
—¿Y tal vez salchicha?
Se ríe entre dientes.
—Claro. ¿Por qué no? La variedad es el sabor de la vida.
Tal vez de eso se trata el matrimonio: no estar de acuerdo en todo, pero
aprender a ceder.
La aparto de su computadora cuando llega la pizza, agitando la caja tibia
y dos botellas de cerveza fría frente a ella.
—Dios mío, esto es bueno —dice momentos después, gimiendo alrededor
de una porción de pizza estilo Nueva York.
Asiento en acuerdo. ¿Quién sabía? Las alcachofas no son del todo malas.
—Aquí. —Le entrego una servilleta para la mancha de salsa en su labio
inferior.
—¿Lo quité? —pregunta.
—Claro que sí.
Cada uno disfruta de una segunda rebanada y el cómodo silencio que se
instaló entre nosotros. Cuando hemos terminado, llevo los platos a la cocina y
vuelvo a la sala. Olivia se lame el dedo pulgar, apoyando la espalda contra el
sofá.
La estudio en la forma en que un artista estudia a su musa. Durante todo
este tiempo, sigo buscando señales, sigo preguntándome si esto realmente
podría funcionar, y si bien no estoy más cerca de una respuesta, algo nuevo
ha tomado forma. Me gusta estar cerca de ella. Anhelo nuestro tiempo juntos.
Antes de que me vuelva jodidamente blando, decido cambiar el tema a
algo más ligero.
—Entonces… —Me acerco más—. Este período de prueba,
besuquearnos, todo esto. ¿Qué piensas hasta ahora?
—¿Objetivamente hablando? —pregunta, su boca moviéndose
nerviosamente.
—Por supuesto. Me gustaría medir mi rendimiento hasta ahora como un
novio falso.
—No ha sido tan malo como lo habría imaginado. —Su voz es suave, y
está mirando sus manos.
Las palabras de Camryn acerca de que Olivia siempre quiera más —
enamorarse dramáticamente y perder la cabeza— resuenan ruidosamente en
mi cabeza. Puede que no sea capaz de darle todo, pero sé que puedo ser un
buen co director general, un buen amigo y un buen amante. Si me lo permite.
Tal vez eso no sea suficiente, pero es lo que tengo para ofrecer.
—Ven aquí —murmuro, atrayéndola hacia mi regazo.
Olivia obedece, colocándose a horcajadas sobre mis muslos, y coloca su
centro justo en línea con mi muy interesada y semierecta polla.
Me pregunto si todavía está procesando mis palabras de la fiesta de
cumpleaños, cuando le pedí que lo intentara.
—Más cerca.
Se inclina hacia adelante hasta que nuestros labios están a centímetros de
distancia y su cálido centro se encuentra al ras de mi ingle.
Me acerco y tomo su boca, empezando suavemente al principio para no
asustar a mi tímida princesa. Sus labios se abren para mí y me tomo mi
tiempo, explorando su boca con mi lengua, chupando sus labios y
mordisqueando ligeramente.
El diminuto gemido de satisfacción de Olivia hace que mi orgullo se
eleve, así como otras cosas. Tomando confianza, mueve sus caderas en
círculos, y planto ambas manos en su cintura, instándola a rozarse contra mí.
Lo hace —más fuerte esta vez— y gruño cuando mi eje ahora totalmente
duro es recompensado con su cálida fricción.
Apartando mi boca de la suya, bajo la mirada hacia ella. Esas pequeñas
gafas posadas en su nariz, su pecho sonrojado agitado, y esos tentadores
botones sobre sus pechos. Es hermosa así.
—¿Qué pasa? —pregunta, un poco sin aliento—. ¿Por qué te detienes?
—Estaba pensando. Tal vez pueda ser de utilidad.
Entrecierra sus ojos.
—¿Significado?
Agarro sus caderas y la coloco sobre la dura elevación en mis pantalones.
—Si deseas montar esto, quitar toda la frustración del trabajo al retorcerte
sobre mi polla, me apunto.
—¿Lo harías? —Su tono es ligero, burlón.
Me encojo de hombros.
—Me ofrecería como tributo.
Se ríe, profundo y gutural, y es maravilloso.
—¿Y que ganes nuestra apuesta? De ninguna manera. —Sacude su
cabeza.
—Está bien, entonces, declaremos empate, porque ya rompimos esa regla
de primera base cuando tuve mis dedos en tu, delicada flor, en el restaurante.
—¿Crees que mi flor es delicada?
—En realidad, sí. Creo que a pesar de ese acto de chica dura, eres dulce y
tierna y suave en el interior.
Sus mejillas se vuelven rosa y baja la mirada.
—Sabes que no haría nada para lastimarte, ¿verdad?
Asiente sin dudar.
Eso es bueno. Significa que está empezando a confiar en mí.
Tal vez sea un comienzo.
Capítulo 16
Olivia
Una autora bestseller de las listas del New York Times, Wall Street
Journal y USA TODAY con más de una docena de títulos, Kendall Ryan ha
vendido más de 1,5 millones de libros electrónicos, y sus libros han sido
traducidos a varios idiomas alrededor del mundo. Es una autora
tradicionalmente publicada por Simon & Schuster y Harper Collins UK, al
igual que una autora publicada de manera independiente.
Desde que comenzó a autopublicar desde el 2012, ha aparecido como #1
en las listas de Barnes & Noble y iBooks alrededor del mundo. Sus libros han
aparecido en las listas de bestsellers del New York Times y USA TODAY en
más de dos docenas de veces. Ryan ha sido presentada en publicaciones
como USA TODAY, Newsweek, y In Touch Weekly.
Tomos únicos:
Hard to Love
Reckless Love
Resisting Her
The Impact of You
Screwed
Monster Prick