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Malena Low

DNI 38601368

El Bucle
5ta clase de Arte y Sociedad en la Argentina

Alumnxs, hasta aquí hemos presentado las clases según una cronología histórica más o menos lineal,
dando saltos cortos entre genixs y genixs. Lo que crea un cánon no es tanto la elección de autores como
lo que se busque y encuentre en ellxs. Por eso, nuestro recorrido es más o menos canónico, pero
tomando el canon como un ​factum​: al fin y al cabo, si preguntamos a nuestras tías, la mayoría habrá
oído hablar de un tal Borges. Pero estos genixs, ¿cuándo entraron a los programas universitarios? Esta
configuración de los programas generalmente convierte a lxs autores en busto de pasillo, dando la
sensación de que a medida que unx avanza la cercanía con el último es más estrecha. Así, lxs
estudiantes piensan en genios de hace un siglo como bodoques y genias de ahora como compañeras,
con el paso acelerado hacia ese presente. Pero ¿realmente tenemos más que ver con Albertina Carri
que con Leopoldo Lugones?
La figura del genio, según Leopoldo Lugones, es una paradoja temporal: mientras vive ya es póstumo,
incomprendido por sus contemporáneos vive y piensa para generaciones futuras, cuando ya estará
muerto. Las biografías inmediatamente después de su muerte cifran a Lugones como una ocasión
advenediza; los vanguardistas que retoman su poética la ponderan como máxime modernista.
Sobre-codificado en su presente, vanagloriado o vilipendiado de más en todos sus proyectos
ideológicos, su lectura solo puede ser en bucle. Tanto la pregunta boedista de “¿cómo pueden ser
modernos y estar con este fascista?” como la respuesta martinfierrista de “sólo nos gusta su poesía” son
poco dialécticas. Las temporalidades con las que pensamos moldean nuestras ideas. Por eso
proponemos un programa buclístico en el que los materiales del seminario agarren velocidad, se
tuerzan, vuelvan y recojan algo que el genio se olvidó atrás para volver a avanzar. Así sentiremos a un
personaje como Lugones tan parte de nuestra configuración subjetiva y nacional como un artista de
moda actual. Hace dos semanas, la editorial Blatt y Ríos publicó ​Lugones​, de César Aira. El bucle avanza
de la primera clase hacia este manuscrito de 1990, un ensayo-biografía-novela de ficción en el que se
cuenta el último día de Lugones. Con una pistola en el bolsillo y la idea de muerte, atraviesa el delta del
Tigre entre la muchedumbre de recreo dominical y una fantasía mental, epifánica y genial. Mientras el
gentío lo manosea, chicanea, seduce, putea y manipula, Lugones duda de la inteligencia que rodeó su
propia investidura como escritor nacional. Cuando a Maximiliano Masuelli y Ana Wandzik se les ocurrió
Malena Low
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llamar “El Bucle” a su actual espacio de arte en Rosario, pensaron a partir de la imagen de un rizo de
Ana Sokol que al arte argentino le podía venir bien esta forma de pensar: nunca solo desde un presente
y nunca lineal, siempre siglo XX y XXI alternándose. ¿Qué pudo arrastrar y hacer aparecer Aira en
Lugones desde los 90? Algo tan maravilloso como que Lugones llegue a decir las palabras que Fernanda
Laguna dice de sí misma cuatro años más tarde, en su muestra de 1994. ¡Leopoldo Lugones y Fernanda
Laguna con un texto en común! Dramaturgia fantástica que solo las vueltas del pensamiento pueden dar
en el tiempo. ​Lugones ​y ​Amor total,​ libros que se publicaron con una semana de diferencia este 2020,
coinciden en esta idea: uno dice “más me hubiera valido querer ser un mosquito, una bosta… Porque
escritor ya era, y lo único que conseguí fue dejar de serlo”; y la otra, como si le diera aliento, dice: “no
tengo pretensión de ser artista, aunque sí quiero serlo… lo mejor que podría hacer un artista es dejar de
serlo”. El Lugones de ficción deja por un momento su insistencia en la decencia y tan embelesado como
aterrado concluye que tal vez la suya haya sido siempre una inteligencia demasiado culta, poco
experimental, y que las verdaderas formas del razonamiento y la libertad indómita son propias de lo
bárbaro, y que el héroe nacional debe ser menos parecido a un gaucho disfrazado de helenismo que una
señora que regentea un recreo de feriado, quien le replica lo mismo que podríamos pensar para nuestro
programa: “¿Cómo que no mezcle? ¡Si está todo mezclado!”. El patetismo, el delirio, el ingenio de la
gente común, eso que se le olvidó al genio de Lugones, como contrapartida de lo genial, son necesarios
para poder dibujar algo que se parezca al futuro, aún cuando sea una ilusión que sospecha de las
promesas del tiempo.
Vueltas buclísticas podrían seguirse con Borges, por ejemplo, leyendo ​El Aleph engordado ​(2009) de
Pablo Kadjchajian, libro-bucle que vuelve sobre lo que Borges habilitó, esa idea libre en la que la
literatura es toda escritura que funciona como injerto dentro del gran saco de la literatura universal,
siempre nueva desde sus apéndices de engorde. Una hipótesis buclística sería, por ejemplo, volver
desde ahí y rescatar en una clase todas las notas al pie de los libros ​Ficciones ​(1947) y ​El Aleph ​(1949),
esos “rollitos” de los cuentos desde donde se elaboran mini-hipótesis que crecen en espiral hacia los
textos.
Otra clase podría volver sobre las pisadas de las utopías de corto plazo de Macedonio Fernandez, este sí,
un genio incomprendido de verdad. ¿Qué pasaría si leyéramos el ​Plan de Desarrollo Humano Integral?
Propuestas para la Argentina post pandemia ​(2020), presentado por organizaciones de la economía
popular, o el caso rastreando proyectos como la colonia anarquista que quisieron fundar Macedonio
Fernández, Guillermo Borges y Molina y Vedia; investigando las pequeñas utopías que existieron en
nuestro país, aunque hayan durado un solo día?

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