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OBRAS PARA LA RECUPERACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO DEL PARQUE BOLÍVAR E INTERVENCIÓN SOBRE LA CARRERA 13 ENTRE CALLE 4ª Y 1ª EN EL CENTRO HISTÓRICO DE
GUADALAJARA DE BUGA, VALLE DEL CAUCA. INFORME TÉCNICO DE ARQUEOLOGÍA PREVENTIVA JUNIO – SEPTIEMBRE 2014 View project
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PROYECTO UPME-06-2014
Arqueólogo Investigador:
Daniel H. Escobar J.
SIN CARTA 01 0
TABLA DE CONTENIDO
i. AGRADECIMIENTOS, OBSERVACIONES, Y COMENTARIOS. ........................................................................... 4
1. INTRODUCCIÓN............................................................................................................................................................ 6
3.1.2. El Formativo................................................................................................................................ 56
el personal de ayudantes de obra que son quienes día a día con su fuerza de trabajo,
sin su concurso habría sido imposible adelantar este proyecto.
Por último, pero no por ello menos importante, agradezco efusivamente a mi colega, el
arqueólogo junior NELSON JAVIER PINZÓN, quien con sus pericias me ha colaborado en
la debida corrección del apartado de los antecedentes arqueológicos, específicamente
en la corrección del apartado dedicado al Paleo americano o Paleo Indio. También
agradezco a mis colegas, los arqueólogos senior ROBERTO LLERAS y ÁLVARO OSORIO,
quienes en comunicación personal han hecho importantes acotaciones a esta
investigación. También agradezco a mi colega, el profesor de la Universidad Externado
JOSÉ LUIS SOCARRÁS, quien respondió a mi solicitud de ayuda cuando la hice, y quien
tuvo la diligencia de aclararme aspectos teóricos de importancia en su debido momento.
1. INTRODUCCIÓN.
Esta obra de ingeniería hace parte de una serie de obras de infraestructura energética
localizadas en medianas superficies que a nivel regional viene ejecutando JE JAIMES
INGENIEROS ASOCIADOS. Esta obra de ingeniería es operada por la EMPRESA DE
ENERGÍA DE BOGOTÁ –EEB, y encabeza por la UNIDAD DE PLANEACIÓN MINERO
ENERGÉTICA –UPME. Con estos importantes desarrollos de ingeniería lo que se busca es
mejorar la estabilidad, penetración, y sostenimiento de la red eléctrica de la nación.
Datum WGS 84
Acoger medidas preventivas en el área del proyecto, de acuerdo con el régimen legal vigente
(Ley 1185 de 2008 y Decreto 763 de 2009) sobre preservación del patrimonio arqueológico.
METAS
Desarrollo de las actividades arqueológicas necesarias en el 100% del área que se vaya a
intervenir.
EVALUACIÓN AMBIENTAL
Pre-operativa X Prevención X
ACCIONES A DESARROLLAR
Se entiende por hallazgo fortuito toda evidencia arqueológica que se encuentra durante una
actividad donde hay remoción de suelo o intervención en la superficie de éste y de la que no
se tenía conocimiento, en el área del proyecto, el resultado de dicha labor indica que el
potencial arqueológico es bajo y que la construcción no pondría en riesgo un sitio
arqueológico. No obstante, la conservación del patrimonio arqueológico debe ser compromiso
de todos. Un protocolo para hallazgos fortuitos es un conjunto de pasos que toda persona
puede seguir si en una actividad encuentra algún tipo de vestigio arqueológico.
El plan de manejo arqueológico sólo A. P.lica para el área prospectada del proyecto en
referencia, cuyas coordenadas se indican en la cartografía adjunta (tercer volumen del informe).
Esto significa que todo nuevo sector que se planee intervenir como parte del mismo proyecto
debe seguir el mismo procedimiento de desarrollar el componente arqueológico.
TECNOLOGÍAS A UTILIZAR
Material didáctico.
LUGAR DE APLICACIÓN
RESPONSABLES DE LA IMPLEMENTACIÓN
TELEFONO Y
NOMBRE CARGO CORREO DIRECCIÓN
(571) 3266800
Coordinadora ambiental Carrera 9 N° 73-44 Piso
Leyla Montenegro lmontenegro@eeb.co
Proyecto UPME-06-2014 6
m.co
PERSONAL REQUERIDO
Antropólogo - arqueólogo que cumpla con la Resolución 015 de 2015 por la que se crea y se
implementa el Registro Nacional de Arqueólogos del ICANH y que tenga experiencia específica
en programas de arqueología preventiva.
INDICADORES DE SEGUIMIENTO
CUANTIFICACIÓN Y COSTOS
En los costos se deben incluir los gastos de viaje del arqueólogo, honorarios y viáticos del
arqueólogo.
2. CONTEXTO AMBIENTAL.
2.1. Localización.
2.2. Clima.
Tal como lo propone M. Hernandez (2003) el área de estudio presenta un clima cálido,
la temperatura promedio es de 28 ºC, variando entre 29 ºC en la época seca y 23 ºC en
la época lluviosa. Según el IGAC (1993) la precipitación anual oscila entre 1000 y 2000
mm. La distribución de lluvias se encuentra supeditada al paso anual de la ZCIT (Zona
de Convergencia Intertropical) y a la presencia de la SNSM, lo que genera, según el IGAC
(1993, dos temporadas de lluvia, la primera en parte de abril y mayo, y la segunda entre
los meses de septiembre y noviembre.
Tal como lo proponen Javier Idagarra-García et al. (2011: 44) el contexto de la zona de
estudio se divide en dos grandes dominios. El primer dominio es el oriental, que
comprende la parte montañosa de la SNSM caracterizado por presentar una topografía
abrupta y escarpada, el otro dominio es el occidental, que corresponde a la planicie de
depositación aluvial y marina. El primer dominio exhibe un patrón de drenaje dendrítico
muy denso, localmente con patrones paralelos a subparalelos, no obstante la alta
densidad de drenaje, solo los ríos Toribio y Córdoba presentan flujo constante de agua
a lo largo del año, en la parte más al norte se presentan cauces con flujo intermitente
como las quebradas Mamorón, Ojo de Agua, El Limón, El Ébano, Don Jaca, El Doctor y
Marinca, que fluyen en dirección WSW y desembocan directamente en el mar Caribe.
2.4. Geología.
De acuerdo a Javier Idárraga-García et al. (2011: 1), esta zona se caracteriza por presentar
geo formas de diversos orígenes que son producto de procesos tectónicos, denudativos
y sedimentarios fluviales. Desde este punto de vista se tienen “Unidades de Origen
Estructural-Denudativo, representadas por montañas y colinas de basamento ígneo y
metamórfico, Unidades de Origen Fluvial, como abanicos aluviales y terrazas fluviales, y
Unidades de Origen Marino, como llanuras costeras, plataformas de abrasión elevadas y
playas antiguas y actuales.” A este modelado se le llama “estructural” porque tiene su
origen sobre afloramientos rocos, y “denudativo” porque tanto sus pendientes, como sus
valles, son el resultado de la disección de la roca por efecto hídrico.
2.6. Geomorfología.
De acuerdo con el Estudio de Impacto Ambiental elaborado por Ecoforest (2015), el área
de estudio se halla en una unidad geomorfológica clasificada como de ambiente
estructural denudativo. El ambiente estructural denudativo del área de estudio se divide
en dos paisajes:
Lomerío: Las alturas con relación a las áreas circundantes no sobre pasan los 50
m, presenta lomas de forma redondeadas y alargadas con cimas redondeadas.
Las pendientes son moderadamente inclinadas.
Piedemonte: Las alturas con relación a las áreas circundantes no sobrepasan los
50 m, presenta crestas redondeadas y vertientes convexas de pendientes
moderadas.
Con relación a la geomorfa costera, autores como Augusto Oyuela-Caycedo (1987a: 38),
proponen que es posible observar que el perfil costero presenta variaciones que se
pueden sectorizar, “en primer lugar desde la desembocadura del Río Magdalena, la isla
de Salamanca (barrera natural de formación reciente que separa el mar del estuario de
la Ciénaga Grande) hasta la boca del Río Córdoba, mantiene el litoral una dirección
Oeste-Este, a partir del Córdoba cambia la orientación en un sentido Sur-Norte,
caracterizándose por diversas puntas, grandes playas y bahías abiertas hasta la Punta
Gaira”.
Tal y como como lo proponen Javier Idárraga-García et al. (2011: 40), la flora “natural” o
propia de la zona se observa extensamente distribuida en la franja costera de los
alrededores de Santa Marta y en el piedemonte. Algunos autores como el IGAC (1993),
M. Hernández (2003), proponen que en la franja costera la vegetación se caracteriza por
cactus columnares, árboles y arbustos caduciformes típicos de la formación vegetal
monte espinoso subtropical.
“pomelo” o “toronja” (Citrus × paradisi), el “limón” (Citrus × limón), “el limón mandarino”
(Citrus aurantifolia), el “guineo” (Musa × paradisiaca), la “guanábana” (Annona muricata),
el “pepino” (Cucumis sativus), y el “melón” (Cucumis melo). Dentro de las plantas con
propiedades medicinales se reportan el “cacho de chivo” ( Prestonia isthmica Woodson),
el “oregano” (Origanum vulgare L.), el “paico” (Dysphania ambrosioides), la “albahaca”
(Ocimum basilicum), el “toronjil” (Melissa officinalis), la “hierbabuena” (Mentha spicata),
el “soldado parado” (Blechum pyramidatum), la “sábila” (Aloe Vera), el “guarumo”
(Cecropia peltata), y el “algodón de seda” (Caloptris procera).
Cabe anotar la impresionante similitud cultural del área de aplicación del actual Plan de
Manejo Arqueológico con respecto a las unidades de paisaje cultural de la flora manejada
por los pueblos kogis contemporáneos, pues tal como lo plantea Carlos César Perafán
(1997: 98), una de las características de la economía Kogui es su actual adaptación a
especies no endémicas, que son fundamentales en su subsistencia. Para clasificar estas
especies, es importante hacerlo desde el punto de vista de la definición de complejos.
La similitud del área es con el complejo plátano/malanga:
Bongá, San Pedro, Santa Rosa, Nubiyaka, Pueblo Viejo, San Antonio, Luaka. Áreas
muen.
Para la época de la conquista y de la colonia, Juan Bautista Montoya y Flórez (1992: 25-
26), hace una descripción del ambiente ecológico asociado a la flora:
“En Betoma cultivaban el ñame y el plátano, al ñame, voz del Congo, se le llamaba
en el Darién y en nuestra provincia de Birrúmaje. El sagú (Marantha arundinácea)
y la achira (Cana edulis), eran cultivados como se hace hoy, para extraer una
fécula, que es muy sana y propia para enfermos y niños, tales Escitamíneas son
silvestres, pero el cultivo las mejora mucho. La verdolaga, planta silvestre hoy, era
cultivada por los indígenas para su alimentación, lo mismo que los berros, el
cilantro de sabana, el poleo, cebolla junca y una especie de malvácea llamada
“maíz tostado”, de granos semejantes al amba ( Hibiscus abeimoschus), planta
medicinal esta última empleada para dolores de estómago de origen ventoso,
también cultivaban una especie de apio, que era muy común en el Perú, entre las
plantas medicinales cultivaban algunas en barbacoas con tierra y vasijas de agua
abajo o enredos de pelo, para evitar las hormigas o bien tiestos o materas iguales
a los actuales, especialmente en las tribus del Chocó, entre las principales figuraba
la albahaca, que es silvestre en las tierras del Cauca, la yerbabuena ( Mentha
viridis), el romero, el malvavisco, la malva, el paico (Chenopodium), planta que les
PROYECTO UPME-06-2014 27 de 171
Programa de Arqueología Preventiva, Fase de
“Aplicación Del Plan De Manejo Del Patrimonio
Arqueológico Y Protocolo Para Hallazgos Fortuitos
Proyecto Upme-06-2014 Subestación Río Córdoba
220 Kv Y Líneas De Transmisión Asociadas,
Municipio De Ciénaga, Magdalena”.
Autores como Luisa Fernanda Herrera de Turbay (1983: 50-51) complementan esta visión
de los paisajes culturales durante la conquista y la colonia al proponer que productos
como el maíz, la yuca, y la batata, constituyeron alimentos básicos para los indígenas, y
que algunos otros como el frijol, la calabaza, y numerosos árboles frutales,
complementaron su dieta alimenticia. La citada arqueóloga agrega que los métodos
aborígenes de cultivo muestran claramente la preocupación por mantener la fertilidad
del suelo y evitar la erosión.
Respecto a las aves consumidas por los grupos humanos contemporáneos se reporta la
“torcaza” (Columbidae), la “codorniz” (Coturnix coturnix), y la “guacharaca” (Ortalis spp.).
Adicional a esto último, en algunas unidades habitacionales del caserío de Cordobita
pude observar que los pobladores mantienen aves ornamentales en pequeñas jaulas,
específicamente la cotorra de Santa Marta también denominada “periquito serrano”
(Pyrrhura viridicata), y también otros tipos de “cotorra” parlante (Pionus sp.).
2.8. Suelos.
Cabe agregar que los suelos en el área de estudios son aptos para la agricultura, pero
presentan muy baja capacidad de carga ecológica, por lo que sus tasas de retorno
también son bajas, asunto que se presenta como limitante para la producción de
excedentes alimentarios, por lo que los grupos del área han hecho uso de la
complementariedad económica con los recursos de los ríos y los caños, así como con
los recursos marinos, pero, principalmente, han asumido dinámicas propias de la
economía de vertiente que han demostrado ser exitosas para el área en cuestión
En la actualidad el uso del suelo de la franja costera entre la isla de Salamanca hasta la
boca del Río Córdoba, se caracteriza por los latifundios productores de plátano y mango,
alternados con medio fundíos productores principalmente de yuca, ahuyama, pepino,
tomate, ají, pimiento, con presencia de unidades habitacionales raizales o populares
caracterizadas por la economía de subsistencia (pesca costera y recolección de pan coger,
trabajo a destajo o labor contratada, y prestación de servicios (generales y comerciales).
Según el CONPES (2009: 43) parte de este sector entre la isla de Salamanca hasta la
boca del Río Córdoba pertenece a la “Unidad Ambiental Costera del Río Magdalena.
Complejo Canal del Dique – Sistema Lagunar de la Ciénaga Grande de Santa Marta“,
área clasificada como “Zona de Moderada Restricciones Físico-Ambientales”, parte de
este sector presenta “restricciones ambientales entre bajas y moderadas, sin embargo
colinda con un tramo de la Ciénaga Grande de Santa Marta que ha sido declarada como
Sitio Ramsar, por lo que su calificación se afecta por los ecosistemas presentes en ella
(manglares). A nivel físico la isobata está a > 7 m y es considerada moderadamente
abrigada”.
El uso del suelo de la franja costera entre la Boca del Río Córdoba y Punta Gaira, se
caracteriza de Sur a Norte por la presencia de latifundios industriales (puertos de cargue
de carbón), alternadas con medio fundíos productores de plátano, mango, yuca,
ahuyama, pepino, tomate, ají, pimientos, etc., e iniciativas macro inmobiliarias
relacionadas con la industria turística (hoteles de 5 niveles de altura o más).
Cabe anotar que en la actualidad, los suelos de las zonas aledañas al curso bajo del Río
Córdoba, así como el cauce del citado río han sido afectados por la acción mecánica por
maquinaria, los suelos de las zonas aledañas al cauce del río han sido nivelados, y el
lecho del río es utilizado para la consecución de rocas y arenas. Estas afectaciones de
los suelos representan un riesgo alto de destrucción de sitios y contextos arqueológicos.
Hacia el curso medio del citado río se observan menos intervenciones, y lo que domina
el paisaje (justo con el curso del propio río), son las colinas. Algunos pobladores
consultados en el caserío de Cordobita aseguran que en las colinas es posible encontrar
cerámica y también terrazas en piedra. El otro río que domina el paisaje es el Toribio,
cuyo cause bajo está mucho menos afectado que el cauce del río Córdoba.
Otra afectación a los paisajes se ha dado por el puerto de cargue de carbón, pobladores
locales aseguran que antes de que esa iniciativa entrara en producción, las costas
cercanas a las desembocaduras de los ríos Córdoba y Toribio se caracterizaban por sus
aguas transparentes y su riqueza en recursos marinos, pero que hoy día sus aguas son
oscuras y revueltas y sus recursos marinos han prácticamente desaparecido como efecto
de las actividades del puerto.
Respecto a la propiedad de la tierra, queda claro que los procesos históricos de Ciénaga,
Magdalena, demuestran que se ha mantenido la propiedad de la tierra en unas pocas
manos, caracterizándose este proceso de despojo desde inicios del periodo histórico en
la región (1525, fundación de Santa Marta). Como profesional en antropología intérprete
de la cultura, y como arqueólogo analista de procesos, mi hipótesis es que lo que ha
caracterizado los procesos de uso del suelo y propiedad de la tierra a partir de la última
década del siglo 20 y la primera década del siglo 21 ha sido el desplazamiento de los
“vivientes” de la franja costera (población que vive en un territorio que no le pertenece
a cambio de su mano de obra), y la implantación del régimen económico del pago a
destajo o labor contratada. Este proceso de desplazamiento de los vivientes fue una de
las estrategias de control territorial de los grupos paramilitares, y lo que buscaban con
esta medida era despojar de sus derechos legales a los pobladores ancestrales de la
franja costera, asunto que deberá ser investigado y analizado por profesionales en
sociología y antropología.
3. ASPECTOS METODOLÓGICOS.
Este esquema organizativo supone una visión territorial que partirá de lo “Macro” hasta
llegar a lo “Local”, por eso empezaré desde el “Nivel Continental”, pasando por el nivel
“Macro Regional” (Circum-golfo de México y región caribe americana), continuando con
el nivel “Regional” (Región del Caribe Colombiano), hasta alcanzar lo Micro regional
(Vertiente costera occidental de la SNSM), para finalmente terminar en lo local (Costa
Verde y Cordobita). Al final de esta sección pretendo dar una visión transversal del
proceso de intervención arqueológica relacionada con los antecedentes de investigación
arqueológica, esperando así dar estricto cumplimiento a los parámetros impuestos por
el ICANH.
Respecto al periodo paleo indio, uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos
los arqueólogos es a la baja probabilidad de que ocurra el hallazgo de sitios y contextos
arqueológicos intactos, a esto lo podemos llamar los bajos niveles de resolución de los
datos, un asunto estadístico que debe ser interpretado como la correlación estadística
entre la baja precisión de los datos (como efecto de la alta dispersión de los mismos en
el espacio –nivel horizontal), la baja frecuencia de los datos (como efecto del bajo
número de ocurrencias de los mismos en el tiempo –nivel vertical), y su covarianza con
factores naturales y/o antrópicos o “humanos”.
Como factores naturales, podemos observar los cambios climáticos del pleistoceno-
holoceno y la elevación de los niveles marinos como efecto del deshielo progresivo de
los glaciares, lo que provocaría el cubrimiento acuático de sitios de habitación o actividad
costera temprana. Otro factor natural que ha influido en el bajo nivel de resolución de
los datos acerca del paleo indio está ligado a los cambios orográficos y del paisaje a
nivel continental, este es un factor derivado de los cambios climáticos del pleistoceno-
holoceno. El aumento de caudal y nivel de los principales ríos continentales podría haber
propiciado los fenómenos de deslave o derrubio, así como el arrastre de material cultural
desde los sitios ribereños tempranos, o bien estos sitios pueden estar cubiertos por
gruesas capas de sedimentos resultantes de esos mismos procesos de derrubio. Estos
procesos geomorfológicos han resultado en un significativo sesgo en los datos acerca
del paleo-indio.
Otro factor que impacta negativamente en los niveles de resolución de los datos es la
conservación de algunos materiales, haciendo prácticamente imposible su hallazgo
después de miles de años de deposición estratigráfica como efecto del deterioro
generado por los procesos físico-químicos y biológicos propios de los medios ecológicos,
esto supone la casi nula conservación arqueológica de materiales como: tejidos, cestería,
cuero y madera,, pues es bien sabido que las fibras vegetales y animales son
biodegradables, en este sentido, los análisis acerca del paleo-indio o paleo americano
se han centrado en las tecnologías líticas, así como en las estrategias ecológicas
adoptadas por estos grupos de acuerdo a las formas y funciones de los líticos.
Resumiendo, la baja resolución de los datos acerca del paleo indio es resultante de la
correlación estadística entre la alta dispersión de los datos en el espacio, y la baja
ocurrencia de los datos en el tiempo, y, su covarianza con factores naturales y antrópicos.
El primer factor se deriva de los cambios de la geomorfología entre el pleistoceno y el
holoceno, el segundo, es un factor que se deriva de los procesos de deterioro del
material arqueológico generado por los procesos físico-químicos y biológicos propios
de los medios ecológicos, y, el último factor es la transformación antrópica de los
territorios (factor humano). Cuando se unen estos tres factores se reducen drásticamente
las probabilidades de hallar sitios “paleo-indios” tempranos, menos aun de construir el
modelo o esquema teórico del proceso. Esquema teórico que ante la ausencia ha
centrado sus análisis en los vestigios líticos.
Para comprender mejor los procesos paleo indios deberemos observar las principales
teorías acerca del paleo indio. El periodo paleo americano o paleo indio, ha sido
caracterizado por el desarrollo y uso de herramientas micro líticas. A nivel global, el
periodo paleolítico superior en Europa abarca un periodo de tiempo desde hace por lo
menos 35 mil años hasta hace 10 mil, y, coincide con el fin del periodo climático
denominado pleistoceno e inicios del holoceno. El periodo cultural denominado
Paleoindio o paleolítico americano, ha sido caracterizado a nivel global como la definitiva
expansión y consolidación económica de la especie humana a nivel global, por la
sofisticación tecnológica que se puede observar en los desarrollos de la industria
microlítica, así como en la consolidación de las formas de representación estética y
artística.
Autores como Daniel Sandweiss et al. (1992: 2), proponen que a nivel climático el periodo
paleo indio se enmarcó en el final de la última glaciación durante el pleistoceno tardío,
y tiene como característica principal el retroceso de los niveles marinos a nivel global,
proceso que se presenta desde hace 25 mil años. Tal como lo reseña Sonia Archila (1993:
114), autores como Thomas Van der Hammen (1970, 1974, 1984), D. A. Livingstone y
Thomas Van der Hammen (1978), proponen que este último periodo glacial está bien
registrado gracias a los diagramas de polen de varios lagos en la cordillera oriental, y,
se presenta como un cambio climático fuerte que se registra al final del último
tardiglacial hace unos 14 mil años, y que puede observarse hasta hace unos 10 mil años,
dando paso al periodo geológico Holoceno.
Algunos autores proponen que a finales del pleistoceno los glaciares continentales
cubrieron extensas áreas de Tierra, almacenando suficiente agua hasta bajar el nivel del
mar unos 135 metros por debajo de su cota actual, generando la exposición de los
zócalos continentales, tiempo después, desde los 20.000 A. P. hasta los 5.800 A. P., el
nivel del mar subió gracias al retroceso de los glaciares, inundando grandes extensiones
de las costas del mundo (Cf. Sandweiss et al., 1999: 2). Otros autores como Augusto
Oyuela-Caycedo y Camilo Rodríguez (1990), R. G. Fairbanks (1989), T.H. Van Andel (1989),
Sonia Archila (1993: 116), han propuesto que este proceso ocurrió rápidamente hacia el
6.000 A. P. y desde entonces ha sido continuo y más lento. Hacia el 5.800 A. P. “el nivel
global del mar se estabilizó cerca de su posición actual” (Sandweiss et al., 1999: 2).
Algunos autores proponen que al comienzo del Holoceno el clima era más cálido que
el actual y la temperatura era superior a la existente en 2 °C, y que hace unos 3.000 años
la temperatura descendió a los niveles modernos (Van der Hammen, 1970, 1974, 1984;
Livingstone y Van der Hammen, 1978).
Como fenómeno cultural, el periodo Paleo-indio representa una de las ideas que más
ha perdurado en el imaginario cultural de los investigadores acerca del fenómeno de
poblamiento americano, y tal como lo reseña Georges Pearson (2002), autores como C.
O. Sauer (1944), S. K. Lothrop (1961), C. V. Haynes (1966), K. B. Tankersley (1991), J. Steele
et al. (1998), D. G. Anderson y J. C. Gillam (2000), han investigado un fenómeno que
puede ser resumido de la siguiente manera: El proceso se inicia con el cruce Ártico a
través del estrecho de Beringia, seguido por una migración generalizada que sigue el
esquema de deslazamiento desde el norte hacia el sur y del occidente hacia el oriente,
siguiendo la vía de un corredor limpio de hielo entre las capas de hielo de norte América.
Algunos autores como P.S. Martin (1973), J. H. Greenberg et al. (1986), Stuart Fiedel
(1999), Robert Kelly y Lawrence Todd (1988), R. E. Webb y D.J. Rindos (1997), sostienen
que la "ola" de primeros colonos se expandió a través de la América central y continuó
hacia el sur hasta que alcanzó las heladas costas del Estrecho de Magallanes. Los
defensores de este modelo de poblamiento continental reafirman esta idea con la prueba
de la innegable tradición cultural que se deriva de los tipos líticos hallados en América,
por lo tanto, arguyen que las huellas arqueológicas más visibles y generalizadas que
quedaron de este viaje pertenecen a la cultura Clovis y su distintiva tecnología de punta
acanalada, según esta visión, los grupos cazadores recolectores Clovis habrían hecho su
aparición en Norteamérica en algún momento antes del 11.500 A. P., para después
extenderse a todas las demás regiones habitables de la América continental ( C.f. Pearson,
2002).
limítrofes con la costa o la selva, donde la mega fauna era mucho más escasa que en la
sierra (C.f. Sandweiss et al., 1999: 2).
Otro de los problemas que se observa en el modelo Clovis, es que esa tecnología hace
su aparición en América del Norte hacia el 11.500 A. P. – 10.900 A. P., lo que desde el
punto de vista del poblamiento temprano de América significa un desarrollo tardío,
teniendo en cuenta que los seres humanos hacen su aparición en el registro
arqueológico continental hacia el 15.000 A. P., lo que nos deja con un largo lapso de
tiempo de procesos que deben ser explicados. Respecto a la brecha temporal entre el
poblamiento y la aparición de la industria lítica, y en un intento para explicar el periodo
paleo americano o paleo indio, es necesario hacer notar que no son pocos los sitios
arqueológicos pre-Clovis en Norte América. Algunos autores como J. M. Adovasio et al.
(1978, 1999), P. Goldberg y T. Arpin (1999), han adelantado sus excavaciones en el
yacimiento denominado “Meadowcroft”, otros autores como J. M. McAvoy y L. D. McAvoy
(1997), M. Johnson (1998), han investigado el yacimiento denominado “Cactus Hill”, y
otros autores como Albert Goodyear (1999a, 1999b, 2000), D. F. Overstreet y J. R. Stafford
(1997) han investigado el yacimiento denominado “Topper”, todos estos yacimientos
arqueológicos han proveído evidencia de ocupación humana que posiblemente antecede
a la cultura Clovis. De los yacimientos anteriores, dos de los más famosos sitios son el
Abrigo Rocoso de Meadowcroft y Cactus Hill, cuyas excavaciones han proveído evidencia
de puntas bifaciales, unifaciales y cuchillas prismáticas, todas tecnologías que son
claramente anteriores a la tecnología Clovis ( C.f. Pearson, 2002: 1).
Para Suramérica también han sido adelantadas investigaciones similares que ponen en
duda el modelo Clovis, autores como Tom Dillehay (1989, 1997) han investigado el
yacimiento denominado Monte Verde localizado en Chile, otros autores como C.
Ochsenius y R. Gruhn (1979) han investigado el yacimiento denominado Taima-taima
localizado en Venezuela, otros autores como Correal Urrego (1981, 1986, 1993) han
Desde el punto de vista de los bajos niveles de resolución de los datos arqueológicos
acerca del paleo americano o paleo indio temprano, es necesario observar que el avance
marino del holoceno cubrió los sitios costeros tempranos, de igual forma, y a manera
de ejemplo, algunos autores aseguran que en el sudeste norteamericano, debido a los
fenómenos climáticos del cambio pleistoceno-holoceno, muchas terrazas aluviales pre-
Clovis al igual que otras manifestaciones experimentaron derrubios que habrían borrado
la evidencia de la ocupación pre-Clovis (C.f. Goodyear, 1999a).
Ya para dilucidar la importancia de los vínculos que posee la industria Clovis a lo largo
del continente puede mencionarse que no existe un acuerdo sobre la llegada de este
tipo de industria lítica a diferentes zonas del continente, así que se han realizado diversas
conjeturas sobre la posible migración de poblaciones de norte al sur del continente, o
que si no se trató de migraciones poblaciones, entonces tal vez fue la dispersión de los
conocimientos para la elaboración del material lítico. Estos últimos aspectos están
mediados por las hipótesis que desde la arqueología en América se han realizado sobre
la difusión de esta cultura material, tal como lo propone Pearson (2002: ii):
de doble ola migratoria (C.f. Pearson, 2002: 52), en esta medida, se evidencia que las
industrias líticas pudieron viajar no sólo por una sola migración, sino por el contrario se
definirían por una doble ola migratoria, esto nos muestra una relación sobre qué tipo
de poblaciones migraron o qué tipo de conocimientos pudieron ser aprendidos y
transmitidos como efecto de las diferentes olas de migración.
Las acotaciones acerca de la difusión humana en Suramérica derivan del estudio técnico
y tecnológico de las diferentes industrias líticas de los primeros pobladores. Desde el
punto de vista de los análisis tecnológicos y morfológicos comparados, se observa que
las puntas acanaladas - lanceoladas que se encuentran en América Central y el norte de
América del Sur se explican mejor por una expansión del pueblo Clovis en oposición a
un paso de ideas a través de poblaciones ya preestablecidas en sur América. Por otra
parte, las similitudes tecnológicas y estilísticas entre varias puntas acanaladas de América
central y algunos ejemplos de los estados de la región del Golfo indican que una red
alrededor del Golfo de México y del Caribe, puede haber existido a lo largo de las líneas
costeras ahora sumergidas. Se sugiere que la presencia de puntas acanaladas por debajo
de la línea del Ecuador también puede explicarse por una migración humana relacionada
con la cultura Clovis. Sin embargo, esta segunda radiación siguió importantes
modificaciones evolutivas tecnológicas en el norte de América del Sur, donde las puntas
de cola de pez pueden haber aparecido por primera vez (Pearson, 2002: ii). Respecto a
las tecnologías líticas antiguas en Suramérica, Cristóbal Gnecco (1991: 56) propone que
existe una sólida evidencia, no sólo cuantitativa sino también cualitativa, de que hace
unos 11.000 años ya existían grupos humanos en Suramérica que usaban una amplia
variedad de artefactos. Por lo menos tres tradiciones de puntas de proyectil (El Jobo,
Paiján, y las puntas espigadas del Brasil) fueron contemporáneas o más antiguas que la
tradición de puntas "cola de pescado". Varias fechas y asociaciones más tempranas
indican la existencia de tecnologías menos sofisticadas en áreas tan disímiles como el
noroeste de Colombia, los Andes Centrales, la costa del Perú. Autores como A. L. Bryan
et al. (1978), C. Ochsenius y R. Gruhn (1979), proponen que en la franja árida del Caribe
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venezolano hay evidencia de que mamíferos de gran tamaño, algunos ya extintos, fueron
cazados con puntas de proyectil lanceoladas tipo El Jobo en Taima - Taima, hace unos
13.000 años y quizás también en otros sitios cercanos ( Cf. Gnecco, 1991: 52).
En esta medida, podemos observar que existe una gran variación en cada una de las
industrias líticas que se encuentran relacionadas con la tecnología Clovis, esta variación
se observa en su forma de manufactura, variación que va creando nuevas herramientas
que, aunque poseen una similitud con las industrias líticas de las que “descienden”,
pueden llegar a considerarse como tipos en sí mismas. Lo que queda claro cuando se
han examinado una gran muestra de artefactos de toda América del Norte es que hay
mucha variación en lo que se llama 'Clovis', y, de hecho, en la variación de la mayoría
de los tipos de puntas (Cf. Anderson et al., 2010: 83). Lo que parece claro para entender
las variaciones de las puntas acanaladas es que cada una de las poblaciones generaba
un nuevo estilo constructivo, y que tales formas también pueden haber sido parte de la
adaptabilidad de las comunidades al medio ambiente, en esta medida se observa una
transformación de las herramientas líticas, que llego mediante una acumulación de
conocimientos en el trabajo lítico, adaptándose a cada una de las poblaciones, siendo
transmitida hacia otras generaciones en dinámica migratoria.
Es pertinente mostrar que según para la generación de los datos a partir de las
variaciones en la industria lítica se observa una diferenciación y adaptabilidad de la
manufactura de las industrias líticas contando con el componente de movilidad, la
funcionalidad, y el modo de manufactura de las herramientas líticas, herramientas que
se construían de acuerdo a la necesidad de los recursos que estuviesen generándose
para la comunidad, así como para generar mecanismos que permitieran a las poblaciones
humanas incorporarse a nuevos territorios y a los cambios climáticos del ambiente
holocénico.
Las migraciones marítimas no sólo generan una nueva arista de discusión para el
poblamiento de la región caribe, también plantea nuevas posibilidades de movilización
de las tecnologías líticas como la Clovis en diferentes lugares de américa, así como la
posibilidad de encontrar una serie de tradiciones líticas que permitan tejer nuevas
interpretaciones sobre las poblaciones Paleo-indias en Suramérica. Los cuerpos insulares
del Mar Caribe, muestran similares rasgos de población asentada en este tipo de lugares,
lo que permite discutir el dogma de una migración pedestre por el continente americano,
la evaluación de estos tópicos permiten, explorar y debatir la influencia de tecnologías
líticas que migraron por tierra, siendo uno de los pilares importantes en el planteamiento
de la cultura Clovis.
Teniendo noción sobre lo que desde que lo que arqueología corresponde a la teoría del
poblamiento americano en términos continentales, esto conlleva a generar una
aproximación regional en el proceso de población y conformación del material
arqueológico, principalmente el material lítico. Por lo tanto, se ve cómo para la región
del Caribe Colombiano dentro del material arqueológico por zonas principalmente
fluviales algunos hallazgos fortuitos dan cuenta de puntas lanceoladas bifaciales, talladas
por percusión y retocada por presión. Por ejemplo, en Santa Marta (Magdalena), Mahates
y Canal del Dique (Bolívar), Laguna de Betancí (Córdoba) Autores como María Aguilera
(2011) proponen que si bien se sabe qué otros tipos de artefactos líticos formaban parte
de utillaje de los cazadores recolectores, no siempre es posible precisar esta asociación
en un sitio determinado.
Esta región del Caribe colombiano tiene una larga historia de adaptación de grupos
humanos en sus territorios. Autores como Gonzalo Correal (1977) proponen que grupos
humanos nómadas con una economía de subsistencia basada en la cacería producto de
los mecanismos adaptativos a las sabanas del Caribe desde hace por lo menos 13.000
años, y es por eso que es posible hablar de dinámicas regionales de continuidad espacial
y cultural. Desde el punto de vista del paisaje, autores como Carlos Angulo Valdés (1995:
8) explican que esta vasta extensión territorial, de clima cálido sabanero, surcada por una
amplia red fluvial a la que pertenecen gran parte de las corrientes que descienden de la
región andina (ríos Magdalena, Cauca, San Jorge y Sinú entre los principales), y salpicada
de numerosas ciénagas, cuyas comunicaciones con los ríos se mantiene durante todo el
año a través de caños naturales, constituye una unidad geográfica rica que, desde muy
temprano da cabida a una considerable población indígena, en esta unidad geográfica,
y tal como lo plantea John Restrepo (2009: 23) “la alta variedad de especies y su fácil
consecución, posiblemente condicionó la permanencia de estos grupos en las zonas
donde habitaban”.
Los vestigios hallados para el periodo “paleo americano” o “paleo indio” en la región,
permiten plantear que esos grupos habitaban estacionalmente sitios al aire libre, usaban
artefactos de piedra especializados para la cacería y el trabajo de la madera, los cueros,
y las fibras. Según autores como Gerardo Reichel-Dolmatoff (1956) se ha propuesto que
los primeros habitantes ubicaron sus campamentos de manera estacional, cerca de los
ríos, las ciénagas, la costa, y en las colinas de los piedemontes, aprovechando con esto,
la explotación de diferentes nichos ecológicos.
En el ámbito local, las investigaciones contribuyen a generar una nueva perspectiva sobre
las dinámicas poblacionales en el área de estudio, respecto a esto, es importante
dilucidar la covarianza que en un ámbito más específico expresan los sitios, pues cada
uno de los factores naturales y antrópicos generaron una diferencia en la distribución y
hallazgo del material arqueológico. Uno de los primeros factores es el natural, en donde
las variaciones climáticas en aspectos locales pudieron generar modificaciones en el
ámbito migracional temprano en las zonas del litoral caribe, pues tal como lo aseguran
autores como Thomas Van der Hammen (1984: 571) y Augusto Oyuela-Caycedo (1987a:
37) en el Holoceno se presentaron cambios de amplitud menor en cuanto a
precipitaciones y temperatura media anual, pero por debajo de los 2.000 metros, durante
las épocas glaciales debió ser tan sólo 20 m más bajo y la temperatura del Mar Caribe
no era sino unos dos grados más baja que hoy día.
Según los datos presentados en la influencia del factor natural, con la presencia de las
condiciones de permanencia del material arqueológico de las comunidades costeras del
área de estudio, se puede observar una variabilidad baja según las interpretaciones de
los estudios paleo-ambientales, que aunque se muestre un impacto disminuido modificó
la presencia de los sitios arqueológicos sobre la línea litoral.
Por otro lado, para ver los impactos del factor antrópico en la preservación del registro
arqueológico temprano, es necesario empezar a investigar las colinas costeras (al menos
en la SNSM), antes de que los procesos de urbanización, turísticos, o de ingeniería,
El tema del poblamiento paleo americano o paleo indio representa un desafío para los
investigadores y analistas del proceso, considero que se hace obligatorio adelantar
investigaciones arqueológicas tendientes a determinar los procesos tempranos costeros,
esta iniciativa propuesta significa realizar reconocimientos arqueológicos progresivos de
3.1.2. El Formativo.
Dentro del proceso formativo americano, las costas han sido centrales en las discusiones
acerca de la complejización social, la importancia macro regional del proceso formativo
y su relación con los ambientes costeros es innegable si tenemos en cuenta los procesos
culturales tempranos, para la región Caribe, y tal como lo aseguran autores como Scott
Fitzpatrick (2015: 307), es ampliamente conocido que la primera isla que se pobló
prehistóricamente fue Trinidad entre el 8.000 A. P. y el 7.800 A. P. Sin embargo, lo que
es importante señalar es que en ese momento periodo la isla estaba conectada al
continente sudamericano, lo que hace a la Historia de la colonización de Trinidad muy
diferente a la historia de la Cadena antillana, ya que en ese asentamiento inicial no se
han requerido embarcaciones. Semejanzas a sitios en el continente son muy evidentes y
se pueden ver en las conchas del noroeste de Guyana conocido como Complejo Alaka.
Respecto a los procesos macro regionales, y tal como lo reseña John Hoopes (2004),
algunos autores como Richard Cooke (1986) proponen que los datos sobre Panamá y
Costa Rica sugieren que las formas de tortuga que se han reseñado para la cerámica
Malambo aparecen en partes del Istmo y de Costa Rica, y que el motivo más frecuente
en la iconografía en esta área sería el ave de las alas desplegadas que estaría asociado
a la comunidad macro lingüística Chibcha que uniría culturalmente a grupos de
Colombia, Venezuela, Panamá y Costa Rica, configurando lo que en la arqueología
regional se denomina Área Intermedia o Área Circumcaribe. Dentro del proceso
formativo americano, las costas del caribe colombiano han sido centrales en la citada
discusión acerca de la complejización social. Tal como lo reseña Yuri Romero (2015),
autores como Langebaek y Dever (2000) proponen que el formativo es el periodo cultural
Figura 3. Mapa del Caribe que muestra las principales dispersiones de población y
algunas de las zonas de estilo cerámico.
Para hacernos a una idea la importancia de la costa caribe colombiana al interior de los
procesos formativos, y tal como lo proponen autores como Dick Ibarra (1994), debemos
considerar que algunas de las cerámicas más antigua de América provienen de esta
región, una de las más características está datada en 4.875 A. P. ± 170, y proviene del
yacimiento arqueológico de Puerto Hormiga, ubicado en la hacienda Pomares, a unos
300 metros de la margen este del Canal del Dique, cerca del Corregimiento Puerto Badel,
Arjona (Bolívar) en la Región Caribe Colombiana, a unos 40 km al sur de la ciudad de
Cartagena. Para el nivel regional, autores como Camilo Rodríguez (Cf. 1988: 40) reseñan
dataciones mediante el método C14 (sin calibrar), asociadas a cerámicas como las de los
sitio San Jacinto I (3750 a. C. ± 430), Monsú (3350 a. C. ± 80), Puerto Chaco (3270 a. C.
± 90), Puerto Hormiga (3090 a. C. ± 70), Guajaro (2240 a. C. ± 120), Canapote (1940 a.
C. ± 100), San Marcos (1700 a. C. ± 60), Barlovento (1560 a. C. ± 100).
Felipe Cárdenas (1989: 17) reseñan que autores como Sergio Ortiz (1967: 32), Luis Duque
Gómez (1965: 60), Gerardo Reichel-Dolmatoff (1965: 12), proponen que las
investigaciones arqueológicas del litoral Caribe sitúan los primeros poblamientos hacia
el año 10.000 A. P. El citado investigador propone que los desarrollos se iniciaron en el
litoral y posteriormente las comunidades se desplazaron al interior de la sabana, aunque
en un sentido más amplio lo que el citado autor propone es que el modo de vida del
formativo temprano se habría desarrollado producto de los diversos ambientes
constituidos por el mar, los ríos, las ciénagas, y caños, y por los suelos aluviales entre
otros factores ambientales (Reichel-Dolmatoff, 1950, 1951, 1953, 1954, 1954a, 1955, 1956,
1965, 1984, 1985, 1986, 1997).
Algunos autores como Luz Martínez y Jorge Acevedo (2008: 15) proponen que los
procesos arqueológicos macro regionales más antiguos son una serie de eventos que
estarían sucediendo en cercanías a la ciénaga de Santa Marta hacia el 9.000 A. P., tales
procesos sugieren que la subsistencia estuvo orientada a la explotación de recursos
aluviales en cercanía a la ciénaga, a la caza, y al uso de espacies vegetales aprovechables
para su dieta alimenticia. Autores como Augusto Oyuela-Caycedo (1987: 52) proponen
que el período formativo temprano es un proceso que puede ser observado desde el
año 6.000 A. P., y que como proceso lo más representativo es que los sitios arqueológicos
tempranos han sido detectados en zonas altas a la orilla del mar, ese es el caso de Tahití,
Puerto Gaira e incluso Cinto. La relación de los sitios tempranos es directa con el mar y
sus recursos, dadas las condiciones ecológicas del momento, dichos sitios estaban
rodeados posiblemente por mangle, favoreciendo una mayor producción de recursos.
Con el cambio que se da por el descenso del nivel del mar, dichos sitios pasaron a
configurar un paisaje similar al actual, quizás más pantanoso, acompañado de una
disminución de recursos al desaparecer el mangle (Cf. Oyuela-Caycedo, 1987). Es
significativo que la cronología ubica a los sitios costeros como contemporáneos de los
sitios de la sabana, y a esto se agrega la similitud existente entre las cerámicas tempranas
del litoral y sus correspondientes ejemplos sabaneros. Algunos autores proponen que es
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Respecto a los vestigios de subsistencia del formativo temprano, aunque no están bien
descritos, autores como Scott Fitzpatrick (2015: 309) reseñan que autores como Marcio
Veloz y Bernardo Vega (1982) proponen que los grupos humanos tempranos eran
primordialmente recolectores de animales marinos (principalmente moluscos) y
cazadores de pequeños animales terrestres (por ejemplo, iguanas, roedores), propuesta
derivada de los análisis de la forma, la función, y los patrones de uso de los conjuntos
líticos. Algunos autores proponen que el modo de vida de los grupos del litoral se
fundamentaba en una economía mixta mediante la práctica de una incipiente horticultura
y de prácticas alimenticias basadas en el consumo de yuca (Cf. Martínez y Acevedo, 2008:
15).
Respecto a las tecnologías líticas del formativo temprano, algunos proponen que los
hallazgos de artefactos líticos como puntas de proyectil y conjuntos de artefactos son
típicos de una industria lítica de lascas y núcleos, tecnologías que estarían representando
las primeras comunidades humanas relacionadas con los modos de vida cazador-
recolector (Reichel-Dolmatoff, 1956, 1965; Angulo, 1986, 1995). Algunos autores como
John Restrepo (2009: 23) proponen que los grupos humanos habitaban cerca de los
bosques de mangle de las ciénagas salubres, sobre depósitos de conchas. De acuerdo
al registro arqueológico, los habitantes de los sitios de Puerto Hormiga, Puerto Chacho,
Monsú y San Jacinto, se ubicaron en este hábitat con la intención de aprovechar los
múltiples recursos de la zona, realizando allí, actividades de recolección de semillas,
moluscos, actividades de pesca y la caza. Algunos autores como Carlos Angulo (1995:
14) reseñan que otras evidencias probables de cazadores antiguos en la llanura norte de
Colombia las ofrece Gonzalo Correal Urrego (1977: 35-128) quien en los departamentos
de la Guajira, Magdalena, Cesar, Bolívar, Sucre y Córdoba adelantó una numerosa
colección de superficie que fue rescatada en terrazas altas próximas a algunos ríos en
áreas cercanas a ciénagas, en lugares próximos al litoral y en aquellos valles donde se
supone que las condiciones ecológicas eran atractivos para los antiguos cazadores y
recolectores, tal como se deduce del registro de raspadores relacionados con actividades
de cacería y de lascas concoidales con huellas de uso y navajas triangulares pequeñas,
que debieron ser útiles en la preparación de los productos de pesca: corte, incisión y
descarnado. Otro de los sitios tempranos a nivel regional es el sitio de Pamares, Gonzalo
Correal-Urrego (1990) reseña que Reichel-Dolmatoff (1985) investigó este sitio a cielo
abierto localizado al suroeste de Cartagena (Departamento de Bolívar), describiendo un
complejo lítico que presenta características similares a las de los artefactos abrienses, el
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Autores como Reichel-Dolmatoff (1986), Plazas y Falchetti (1981), Plazas et al. (1988),
Oyuela-Caycedo y Rodríguez (1990), Angulo (1978, 1981, 1983, 1988), Langebaek (1992),
enfatizan la riqueza y variedad de recursos que debió existir durante el formativo
temprano, lo que en la mayoría de los casos es sustentado por la presencia de restos de
fauna en los sitios arqueológicos. Los cambios, en ocasiones, se atribuyen a factores
ambientales. Comprobar o rechazar esta causalidad ambiental implica realizar en los
sitios arqueológicos estudios específicos y detallados sobre paleo ambiente, restos de
flora y fauna, así como procesos de formación y transformación de estos sitios a través
del tiempo (C.f. Archila, 1993: 111-112).
de estudio son los cambios en los cursos de los ríos o en los regímenes de inundación,
la formación de lagos y ciénagas estacionales o aumentos en los niveles de agua de los
lagos permanentes, en respuesta a fluctuaciones climáticas. Autores como Warwick Bray
(1987), proponen que estos cambios pudieron producir una concentración de recursos
comestibles en algunas áreas y pudieron haber influido en los patrones de movimientos
de población. La región costera estuvo afectada no sólo por transgresiones y/o
regresiones marinas, sino también por cambios ambientales ocurridos en el interior. No
se pueden interpretar los cambios ambientales de las tierras bajas sin considerar los
fenómenos ocurridos tierra adentro tales como los aumentos en las precipitaciones,
inundaciones de los principales ríos y otros más (C.f. Archila, 1993: 117). Algunos autores
como Van der Hammen y Noldus (1986), Cohen y Wiedemann (1973), Oyuela-Caycedo
y Rodríguez (1990), proponen que, durante el Holoceno, en el área de la Ciénaga Grande
de Santa Marta, el río Magdalena corría por la región antes del 7.000 A. P. y que el borde
de la costa estaba ubicado al menos 10 m por debajo del nivel actual. Autores como
Sonia Archila (1993: 117) proponen que los diagramas de polen muestran evidencia de
vegetación de manglares entre 6.600 y 5.400 A. P., sugiriendo una posible influencia
marina, debido a que los elementos de manglares desaparecen entre 3.400 y 1.900 A.
P., posiblemente como efecto de una transgresión marina de 2 m, y que otros factores,
tales como movimientos tectónicos o períodos climáticos secos pudieron influir en la
desaparición del bosque de manglar, la citada autora propone que tal incursión marina
permitió la formación de la isla de Salamanca y de la moderna ciénaga después de 1.900
A. P.
Otras de las influencias de concheros para la zona de la Ciénaga Grande de Santa Marta,
y de acuerdo con los estudios de arqueología de Angulo (1978):
“los concheros encontrados en esta zona indican que se formaron por una
prolongada acumulación de los primeros asentamientos humanos, que ocuparon
la ecorregión en dos sitios: primero en la Isla de Salamanca en Los Jagueyes (362
d. C.), y Tasajeras (1.077 d. C.). Luego en la región centro oriental de la Ciénaga
Grande, en Mina de Oro (487 d.C.) y Loma de López, en la margen izquierda del
caño San Joaquín (1.032 d. C.). Los aborígenes que ocuparon estos lugares tenían
una tradición agrícola, como lo demuestran los fragmentos de hachas pulidas,
budares, husos y vasijas grandes y medianas para almacenamiento y cocimiento
de los alimentos. Posteriormente, frente a un ambiente exclusivamente acuático
perdieron la dependencia de la agricultura para dedicarse a la pesca y a la
recolección de moluscos, que intercambiaban con los pobladores de la Sierra
Nevada de Santa Marta, como lo señala la presencia de cerámica negra de
tradición Tairona. La dieta alimenticia de los aborígenes fue rica en proteínas,
como lo indican la abundancia de conchas y huesos de aves, tortugas, iguanas,
caimanes, babillas, venados y espinas de pescados encontradas en las
excavaciones de los concheros. Muchas de estas especies se encuentran en la
zona”.
de los concheros bien pudieron formar parte del modo de vida cazador recolector así
como del posterior modo hortícola alfarero (Archila, 1993: 124).
Respecto al maíz, Wilhem Londoño (2011: 138) reseña que autores como Carl Langebaek
y Alejandro Dever (2002) proponen que lo significativo es que estos muchos de los
grupos que habitaron el litoral lo conocían, pero que por cuestiones idiosincráticas no
lo convirtieron en la base de su alimentación como lo supone la doctrina evolucionista.
Otro de los problemas de interpretación de los datos subyace en el hecho de que hasta
el año 1993 no se habían realizado estudios paleo botánicos de micro o macrorrestos
(polen, fitolitos, semillas, maderas, raíces o tubérculos) en los sitios arqueológicos donde
se asume una base de subsistencia agrícola ( Cf. Archila, 1993: 124). Algunos autores
proponen que los bajos niveles de resolución de datos asociados a los procesos agrícolas
son debido a que en la región se han adelantado pocos estudios desde una perspectiva
bio arqueológica o geo arqueológica, en parte debido a la deficiente preservación de
los restos de flora y fauna, y a los métodos usados para recuperarlos, así que el énfasis
se ha centrado en el análisis de cerámica, lo que ha dado como resultado un sistema
local y regional de correlación arqueológica basado en tipologías cerámicas y fechas de
radiocarbono (Cf. Archila, 1993: 111-112). El proceso de desarrollo cultural de la región
muestra patrones espaciales disimiles, en algunas zonas los grupos cerámicos basan su
economía en la producción de excedentes agrícolas, aumentan paulatinamente de
tamaño y complejidad organizacional, y empiezan a adaptar nuevas formas de manejo
del medio, a través de la construcción de grandes obras de ingeniería hidráulica que les
permitieron controlar el flujo e influjo de las aguas en las zonas bajas del territorio,
mientras que los grupos “a-cerámicos” y “lacustres” desarrollan tecnologías perennes y
obras de cestería, y mantienen sus patrones estacionales (Escobar, 2017).
Todos los hallazgos indican que el periodo formativo para los territorios colombianos
no se puede seguir considerando como homogéneo, como lo ha propuesto Reichel-
Dolmatoff (1986), sino que, tal como lo reseñan Francisco Aceituno y Sneider Rojas (2012:
146), autores como Héctor Llanos proponen que existen varias tradiciones culturales de
sociedades agrícolas, que pueden ser pre cerámicas o a-cerámicas. Lo que es
verdaderamente significativo es que las investigaciones arqueológicas muestran que las
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poblaciones indígenas de las tierras bajas tropicales de la llanura del Caribe, incluyendo
el bajo río Magdalena, desde el cuarto milenio a. C. hasta el siglo XVI d. C., lograron
formas muy diversas y eficaces de adaptación a diferentes ambientes ecológicos como
los costeros, ribereños, lacustres, de sabana y selváticos (Reichel-Dolmatoff, 1986; C.f.
Romero, 2015).
A nivel del proceso local, Oyuela-Caycedo (2002: 49) propone que el conocimiento de la
arqueología de la sierra Nevada de Santa Marta se ha limitado a tres regiones que se
diferencian ecológicamente:
1. Parque Tairona.
El citado autor propone que el Valle aluvial del río Gaira tiene la secuencia más larga
(Oyuela-Caycedo, 1987a, 1989, 1995). Algunos autores como Henning Bischof (1969),
Oyuela-Caycedo (1985b, 1986, 2002), proponen que la ocupación del Valle aluvial del rio
Gaira se inicia aproximadamente alrededor del año 500 a. C. y continúa hasta el siglo
XVI, en el caso de la región del Parque Tairona, la evidencia disponible indica una
ocupación más reciente con sus inicios en la era cristiana y llegando hasta el presente.
con dos períodos de invierno, uno entre septiembre y diciembre y otro, muy corto, en
junio. Los sitios investigados son cuatro y se denominan, en términos de la toponimia
local, Dátil, Tigrera, Loma de Quinto y Manzano”.
Langebaek expone que estos yacimientos se ubican en el bajo río Córdoba, los dos
primeros (Dátil y Tigrera) se ubican sobre antiguas terrazas aluviales a lado y lado de la
desembocadura del río, abarcando una extensión aproximada de 20.000 m2 cada uno.
Y Loma de Quinto y Manzano, por su parte, se encuentran alejados de la playa, el
primero sobre una colina a 270 m del curso del río y a unos 2 km de su desembocadura,
y, el segundo, a igual distancia del curso fluvial pero sólo a 1.5 km de la playa. Los dos
sitios separados del mar se caracterizan por tener una extensión de aproximadamente
7.500 m2 cada uno, un área bastante inferior a la ocupada por Dátil y Tigrera ( C.f.
Langebaek, 1987a). Durante la investigación de estos sitios, Langebaek define tres
tradiciones alfareras cronológicamente superpuestas, a la más antigua la denomina
"malamboide" por su similitud con los materiales culturales descritos por Angulo (1981)
para el sitio tipo de Malambo, sigue en la secuencia una tradición de cerámica semejante
a la que Bischof llamó "Nehuange" (1969) y por último señala una tradición netamente
Tairona (Langebaek, 1987: 84), en una de las excavaciones (Tigrera), obtuvo una datación
de 970 ± 80 años d.C., que se asocia con la aparición en la secuencia de la alfarería
Tairona (Langebaek, 1987: 87).
Respecto al sitio Papare, Oyuela-Caycedo (1987a: 46) propone que el material hallado
por Langebaek (1986) presenta al igual que diferencias, algunas similitudes como son
las bases troncónicas perforadas, vasijas aquilladas decoradas con pintura roja con bases
bulbosas perforadas, la decoración incisa con diseños sigmoides y una proporción alta
de cerámica pintada, el citado arqueólogo propone que lamentablemente aún no se
cuenta con las definiciones tipológicas cualitativas y cuantitativas que permitan una
Tal como lo reseñan autores como Martínez y Acevedo (2008: 31), autores como
Langebaek proponen que durante mucho tiempo Reichel-Dolmatoff considero que no
era claro si la fase Sub-Tairona representaba desarrollos más tempranos que los de la
fase Tairona I y II o, más bien una variación propia del litoral. Las dos fases más
tempranas descritas por Reichel-Dolmatoff corresponden a la fase Nahuange, “la más
antigua de la cultura Tairona” (Oyuela-Caycedo y Rodríguez, 1990: 11). Carlos Angulo
(1981) determinó que en los sitios localizados en cercanías a la desembocadura del Río
Córdoba y Río Toribio además de la cerámica temprana se hallaron fragmentos de clara
asociación malamboide (Cf. Londoño, 2011: 132).
Carl Langebaek (2005), ha sugerido que las cronologías para los sitios de la Sierra Nevada
de Santa Marta que señalan que las ocupaciones de esas áreas se dieron
aproximadamente hace 800 años está un tanto sesgada, por cuanto las investigaciones
arqueológicas de la década de los ochenta se han concentrado exclusivamente en las
“ciudades perdidas”. Respecto a esto último, autores como Londoño (2011: 130)
proponen que es claro que investigaciones en regiones más bajas de las cuencas donde
se encuentran las evidencias podrían profundizar las cronologías, y demostrar así que en
un mismo periodo de tiempo coexistieron sociedades dependientes de la agricultura que
se asentaron en la Sierra, junto con grupos dependientes de recursos del mar que no
necesariamente configuran el sistema de aldeas serranas. El citado arqueólogo propone
que la evidencia recolectada en el campo de su investigación sugiere esta última
tendencia. Esto lo que propone es que los grupos del litoral no abandonaron sus
economías dependientes de moluscos aun conociendo la agricultura. Así que aquello
que sí parece claro con respecto a los procesos locales es que para periodos tempranos
(2.000 A. P.) comienzan a manifestarse tecnologías que usualmente se asocian a
sociedades complejas, como la orfebrería. Los datos actuales señalan que la orfebrería
es mucho más temprana que las evidencias de planificación. Las investigaciones de
Mason (1931) en Nehuanje demuestran que los entierros con orfebrería comenzaron a
ocurrir al inicio de la era cristiana, la técnica, igualmente, comenzó a ser expandida a
regiones como Panamá y Costa Rica. Los datos de Richard Cooke (1986) sugieren que
la técnica fue introducida en las primeras cuatro centurias de la era cristiana, lo que
sugiere como foco el norte de Colombia, en específico el litoral de la Sierra Nevada de
Santa Marta. Es decir que la gran difusión de la orfebrería se habría dado en lo que se
denomina el periodo formativo (C.f. Londoño, 2011: 131).
Otro de los sitios arqueológicos significativos a nivel local fue investigado por Luz E.
Martínez y Jorge l. Acevedo (2008), y por la citada Luz E. Martínez (2009), durante la
“Prospección arqueológica el construcción de un ramal férreo”, investigación que se
adelantó en un lote de 35 hectáreas ubicado en el sector sur oriental del municipio de
Ciénaga, Magdalena, sobre la margen derecha del río Córdoba, en su desembocadura al
mar, entre agosto y septiembre del 2008 se realizó la temporada de campo autorizada
por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia — ICANH.
“Las primeras ocupaciones del sitio están relacionadas con la tradición malambo,
así lo muestra su ubicación en la base de la secuencia en el corte de control II,
en el cual aparece una concentración de vasijas de indudable afiliación
malamboide, en este corte, un tenue hiato estratigráfico parece separarla de la
segunda ocupación, aunque cruzando la información con el depósito del corte
de control IV, donde aparecen materiales cerámicos similares a los asociados a
los malamboide, pero no se observa discontinuidades estratigráficas, sugieren
que si hubo abandono y reocupación de la terraza, fue breve el lapso de tiempo
entre los dos momentos. La ausencia de materiales malambo en los demás cortes
de control y en el resto de área donde se hizo recolecciones sistemáticas en
superficie, coincide con el patrón de pequeños asentamientos semi permanentes
descritos para la región. Frente a los modos de vida, Angulo Valdés supone su
vinculación con actividades vegecultoras basadas en la producción de yuca
asociada con la presencia de budares, posteriormente, por razones ambientales,
su vocación cambiaría hacia una dependencia mayor de recursos marinos y
lacustres. Por ahora, las evidencias recuperadas muestran que desde los primeros
momentos los habitantes hicieron uso de los recursos acuáticos y la baja muestra
de budares en el material excavado no señala un consumo frecuente de yuca, ni
se encontraron instrumentos asociados a su cultivo, aunque esta conclusión no
es definitiva dada la limitada representatividad de las excavaciones en un área
tan amplia [...] Durante el segundo período de ocupación aumentan las evidencias,
lo que puede tener su correlato con un crecimiento demográfico, aunque subsiste
la dificultad de establecer si el registro de varias hachas de mano, fragmento de
metates y manos de moler, da sustento a la idea del consumo del maíz derivado
de un cambio de estrategia de subsistencia para esta ocupación, donde la yuca
deja de ser un recurso importante. La ubicación de estos artefactos hacia el centro
del depósito que la representa y en superficie, lleva a inferir que este cambio se
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Martínez y Acevedo (2008: 95) proponen que en el tercer y último período de ocupación
en el área de estudio no concuerda con la apreciación derivada de investigaciones en
regiones adyacentes, en el sentido en que siempre se ha propuesto que los
asentamientos más tempranos están ubicados en terrazas naturales altas cercanas al mar,
dirigidos a la explotación de recursos marítimos, pero los más tardíos del período clásico,
abandonan esta estrategia desplazándose hacia el interior de la costa aplicando un
mayor desarrollo agrícola, características que se opone a las evidencias de este sitio
costero del periodo Clásico.
Otro de los sitios arqueológicos significativos a nivel local es Puerto Río Nuevo,
investigado por Pablo Aristizabal (2011), este sitio se ubica en un sector de la antigua
Hacienda Papare, allí se halló un importante asentamiento Tairona, del que se obtuvieron
dos fechas por C14. Una de ellas es de 880±40 A. P. (1.070 d. C.) correspondiente a un
depósito con abundante cerámica. La otra de 770±40 A. P. (1.180 d. C.) correspondiente
a un entierro humano masculino; posteriormente, Romero (2012) encontró fragmentos
dispersos de cerámica indígena similar a la encontrada en las investigaciones anteriores
(Cf. Romero, 2015: 12).
Desde otro punto de vista, y en referencia al sustrato genético de la población del área
de influencia, algunos autores como Melton et al. (2007: 753), han intentado determinar
las relaciones biológicas entre los Chibcho hablantes de América del Norte y de América
del Sur, examinando la diversidad de haplogrupos y haplotipos del mtDNA de 188
individuos afiliados a cuatro grupos del noreste de Colombia: tres chibchas (Kogi, Arsario
e Ijka) y un Arawak (Wayuú). Sus resultados demuestran la existencia de una estructura
genética materna entre los países centroamericanos chibcha, las poblaciones mayas y
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los hablantes chibchas del extremo norte de América del Sur lo que sugiere una
expansión de Chibcho hablantes en América del Sur asociado a un cambio en las
estrategias de subsistencia debido a las cambiantes condiciones ecológicas que
Ocurrieron en la región entre 10.000 y 14.000 años antes del presente (C.f. Fitzpatrick,
2015: 323). Lo que esto propone es que no sólo existe una profunda y antigua relación
entre las poblaciones nativos de Colombia que derivan de Mesoamérica, sino que los
movimientos de población siguieron más tarde en el tiempo, movimientos
probablemente relacionados con el tránsito de objetos de intercambio, cultígenos como
la batata y el maíz (que como se ha indicado anteriormente tiene una antigüedad mucho
mayor en el norte de América del Sur de lo que alguna vez se pensó (Pagán-Jiménez et
al., 2015), así como muchos otros aspectos del comportamiento cultural ( C.f. Fitzpatrick,
2015: 323). Respecto a los movimientos continuados en el tiempo y sus correspondientes
evidencias territoriales, algunos autores como Langebaek plantean que una de las
propuestas tradicionales para dar explicación a los desarrollos de la Sierra Nevada,
consistió en relacionar los desarrollos indígenas de la región con migraciones recientes
provenientes de Centroamérica, lugar donde se encuentra evidencias similares (Martínez
y Acevedo, 2008: 35).
Respecto a la arquitectura lítica, Yuri Romero (2016: 11), reseña que autores como
Cadavid y Herrera (1985) proponen que en Ciénaga se destaca la ausencia de
arquitectura lítica, lo cual contrasta con las cuencas altas de los ríos Toribio, Córdoba y
sitios Tairona, sobre todo en las estribaciones occidentales de la Sierra. Estos dos
aspectos coincide con el hecho de que los cronistas españoles no describen ningún
centro político de importancia en los alrededores de Ciénaga, en contraste con la
Neguanje tradición pintada. Estilo Sitios de vivienda Agricultura del Sepulturas construidas
carmelita inciso: vasijas grandes ubicados en las maíz, con lajas de piedra,
Neguanje
aquilladas de base baja y en menor riberas de ríos pero complementadas debajo de montículos
cantidad globulares carmelitas de alejados del mar. con para personas de mayor
base cilíndrica. Estilo rojo inciso: aprovechamiento rango social.
vasijas globulares grandes y copas de ecosistemas
Ajuar funerario
decoradas con engobe rojo; fluviales y caza.
conformado por objetos
decoración incisa lineal e
Actividades de de oro, líticos, cerámica y
impresiones triangulares.
comercio e conchas.
intercambio con
otras regiones.
Respecto a los orígenes de la organización política entre los Tairona, y según el modelo
evolucionista propuesto por Reichel-Dolmatoff (1984: 71-86), es posible construir una
secuencia de desarrollo cultural que iría desde los cacicazgos incipientes, como los que
se dieron en el valle de Santiago, cerca del mar del caribe, donde según los cronistas
existieron caciques que controlaban dos o tres aldeas de dos o tres casas cada una,
hasta formas complejas como se dieron en Tamalameque, Mompós y Zambrano, en el
curso del río Magdalena o en los valles de los ríos Sinú y San Jorge, hasta alcanzar la
sierra nevada de Santa Marta, donde la sociedad Tairona produjo las formas más
complejas del sistema. Respecto a los orígenes étnicos de los Tairona, Daniel Rodríguez
(2014: 22) reseña que Reichel-Dolmatoff (1953, 1954, 1954a, 1955, 1985, 1986)
consideraba un modelo de origen del complejo cultural Tairona basado en la difusión
de rasgos culturales y la migración de grupos centroamericanos a la SNSM, autores
como Carlos Angulo (1995: 35) reseñan que Reichel-Dolmatoff (1984: 95) propone que
los Tairona debieron superponerse a culturas de organización tribal emparentadas con
grupos ribereños del bajo Magdalena y de los ríos Ranchería y Cesar, los cuales basaban
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su economía en la pesca y la agricultura. Felipe Cárdenas (1989: 17) reseña que Luis
Duque Gómez (1965: 60) consideraba que esta cultura se habría desarrollado en un
medio de carácter costero, con posteriores desplazamientos migratorios hacia los valles
y partes altas de la Sierra Nevada. Tanto Reichel-Dolmatoff como Duque Gómez ven
posibles contactos Mesoaméricanos con la cultura Tairona, a través de medios marítimos
principalmente. En comunicación personal, el profesor Roberto Lleras (2017) propone:
Autores como Pedro Arenas (2003: 291) proponen que los Tairona o “Tairos” se asentaron
en la parte baja de las cuencas del río Guachaca, Buritacá y Don Diego (Provincia Tairona),
y que se trató de un pueblo que supo aprovechar intensamente los recursos de animales
invertebrados como los moluscos y crustáceos marinos, tanto para fines alimenticios,
como para fines ornamentales y religiosos. De acuerdo al citado autor, los Tairona
delimitaron su territorio de manera tal que incluyera alta montaña, los humedales, las
selvas costeras y el mar para completar así el llamado ciclo de las aguas.
Las características más relevantes del sistema y los paisajes arqueológicos de mayor
visibilidad, y tal y como lo propone Carlos Angulo (1995), son la presencia de un nivel
urbano, la arquitectura lítica, las terrazas de cultivo, los canales de riego, y una
considerable red de caminos enlosados. Para autores como Luz Martínez y Jorge
Acevedo (2008: 33) lo que caracteriza el periodo Tairona, en contraste con los periodos
anteriores, es una ocupación más extensa en las áreas del litoral y las tierras altas de la
Sierra, caso contrario a los periodos anteriores, los cuales sus ocupaciones se
mantuvieron en las zonas de la costa y el piedemonte. Respecto a la división e
interrelacionamiento territorial, autores como Cárdenas (1989: 19) aseguran que lo más
probable es que para el área de la Sierra Nevada existiera una clara diferenciación entre
los grupos serranos y los grupos costeros. Estos grupos habrían mantenido un grado de
autonomía muy similar a la que mantienen los grupos actuales de la Sierra (Kogi, Sanká,
Ica), con claros lazos de dependencia cultural y económica, el citado arqueólogo propone
que esa evidencia es sustentada hoy en día por la investigación arqueológica,
especialmente en cuanto a lo que se refiere al intercambio comercial y económico de
las partes altas y bajas de la Sierra. Autores como Langebaek (1987) proponen que franja
costanera dominada por los Tairona en inmediaciones de Ciénaga, fue aprovechada
como un importante centro productor y de intercambio de alimentos (entre ellos yuca
pero sobre todo maíz), el citado autor propone que los antiguos pobladores
aprovecharon en su economía los ecosistemas marino, fluvial, lacustre y de manglar, y
que la explotación de sal también representó otro renglón importante de la economía
local. Respecto a pauta de asentamiento, los yacimientos arqueológicos investigados por
diferentes investigadores en el litoral. Yacimientos como Papare muestran que los
Tairona se ubicaban cerca de los ríos con fácil acceso al mar ( Cf. Langebaek 1987).
Wilhem Londoño (2011: 130) propone que en un mismo periodo de tiempo coexistieron
sociedades dependientes de la agricultura que se asentaron en la Sierra, con grupos
dependientes de recursos del mar que no necesariamente configuraron el sistema de
aldeas serranas. Los grupos del litoral no abandonaron sus economías dependientes de
moluscos aun conociendo la agricultura.
Algunos autores como Rodríguez (2014: 26) proponen que entre los artefactos que se
pueden hallar en los sitios arqueológicos Tairona se encuentran objetos de orfebrería de
diferentes formas, las tumas o cuentas líticas de diferentes tipos de piedra y formas, los
molinos o metates y sus manos de moler, las centellas o hachas, los petroglifos, los
cementerios, así como los caminos y terrazas de piedra. Otros autores como Patricia
Cardoso (1987: 54-55) proponen que en los sitios arqueológicos Tairona es posible
encontrar cerámicas finas y elaboradas, pero sobretodo un abundante material lítico:
cuentas sin perforar, figuras zoomorfas y antropomorfas, hachas, pendientes alados y
bastones. Todos muy bien elaborados, tanto técnica como estéticamente. La citada
arqueóloga complemente esta visión al proponer que en las casas ceremoniales es
posible encontrar inmensas cantidades de cuentas de collar, entierros de grupos de
cuentas de collar, entierros de vasijas cerámicas, en muchos casos llenas de cuentas y
otros objetos en piedra, y entierros en material lítico ceremonial tales como pendientes
alados, hachas monolíticas, bastones ceremoniales y placas sonajeras. Algunos autores
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como Margarita Serje (1987) y Augusto Oyuela-Caycedo (1987b) proponen que los sitios
arqueológicos Tairona demuestran la existencia de tres niveles de jerarquía política, y
sugieren la posible existencia de mayores jerarquías. Patricia Cardoso (1987: 54-55)
propone que en cada población existía por lo menos una casa ceremonial, estas casas
eran siempre ubicadas en las partes céntricas de los pueblos, estas casas son diferentes
del resto de las casas en su tamaño, su infraestructura en piedra, y su distintiva
arquitectura en madera, palma y paja:
Algunos autores como Bray (2003) proponen que la estratificación que se observa a nivel
arqueológico es consistente con la estratificación de la sociedad Tairona, una
estratificación que se basaba incluso en oficios, pues aparte de los sacerdotes era posible
encontrar mercaderes, artesanos, tejedores, orfebres, carpinteros y granjeros, e incluso
algunos ejemplos de estatus adquiridos. El citado arqueólogo reseña que las fuentes
etnohistóricas proporcionan la evidencia del rango en forma de trajes especiales o
insignias, y como ejemplo propone que en la costa algunas personas llevaban un
pequeño cinturón o cubre pene, a veces hecho de oro, y también vestimentas más
elaboradas. Otros autores como Reichel-Dolmatoff (1951: 83-85) proponen que las
descripciones del vestido Tairona para el período de contacto son consistentes, y que
tales descripciones enfatizan los siguientes cuatro elementos: Faldas de algodón y
mangas con diseños complejos, tocados de plumas multicolores, joyería de oro y una
profusión de cuentas de piedras de varios colores (Cf. Bray, 2003: 303-304). Autores
como Alden Mason (Cf. 1931-1939) proponen que la complejidad y variedad de los trajes
rituales Tairona, cuya característica distintiva es la inclusión de una multiplicidad de
tocados de plumas, también es revelada por las pequeñas ocarinas y figurinas miniatura
prehispánicas, y que a nivel de las pautas funerarias, aunque es muy probable encontrar
objetos de orfebrería asociada a las élites, los artículos que son más numerosos son los
objetos cotidianos de joyería personal, estos objetos son los que ocurren con mayor
frecuencia en las más frecuentes tumbas de gentes que no pertenecen a la élite, y
además sus motivos se representan en las cerámicas modeladas de las grandes urnas
funerarias de los sitios costeros Tairona (pero no exclusivamente).
Los procesos históricos tempranos locales de la llamada “Betoma”, ubicada entre la punta
Gaira y la actual Ciénaga, se caracterizaron por el choque y conflicto intercultural. Esta
región fue golpeada por los procesos de conquista en épocas históricas tempranas, y tal
y como lo plantean autores como Pedro Arenas (2002: 291), a partir de 1501, con la
llegada de los españoles a las costas de Santa Marta, lo que constituyó el primer
desembarco hispano en tierra firme en el Nuevo Continente, se inició un proceso de
conquista que se prolongaría por cerca de cien años, lo que da origen a una serie de
hechos determinantes en la re-organización del espacio y en la re-localización de los
pueblos indígenas, en este orden de ideas, uno de los hechos más determinantes fue
que los clanes indígenas de la zona costera fueron desplazados a las partes altas de la
sierra o extintos, y por supuesto la progresiva apropiación por parte de los hispánicos
de las ensenadas y ancones con valor estratégico (Cf. Arenas: 291). Autores como Wilhem
Londoño (2002: 133) reseñan que autores como Reichel-Dolmatoff (1951) proponen que
la región que se conoció como la provincia de Betoma fue despoblada con posterioridad
al siglo XVII debido a que el sistema de encomiendas diezmó la población. Según el
balance que Reichel-Dolmatoff (1951) hace del área, ésta se caracterizó por proveer de
recursos lacustres a los poblados de la Sierra en una economía de intercambio.
Adolfo Meisel (2004: 7) reseña que para el momento de la llegada de los españoles al
territorio de la que llamarían Provincia de Betoma, autores como James Krogzemis (1967:
18) proponen que existió una población indígena en un sitio cercano a donde hoy se
ubica Ciénaga, y cuyos habitantes se dedicaban a la explotación de la sal marítima en
los playones aledaños y a la pesca. Estos productos los comerciaban con los pobladores
Algunos autores como Pedro Arenas (2003: 291) proponen que para la época temprana
de contacto en el litoral existen evidencias de la presencia de clanes antiguos
denominados Kashingui y Peibuni, localizados en Taganga y las zonas bajas de los ríos
Manzanares y Gaira. Estos eran clanes de pescadores recolectores y cazadores costeros,
quienes también intercambiaban sus productos con los Papale Tuxe, en el sector
comprendido entre Punta Gaira y la boca del río Córdoba. Warwick Bray (2003: 301-302)
reseña que los informantes españoles describen un área densamente poblada con
pueblos y asentamientos de todos los tamaños, existieron pueblos desde 20, 40 o 80
casas, hasta grandes ciudades con 400 a 1.000 estructuras que incluían casas
ceremoniales y templos. Esto encaja bastante bien con la evidencia arqueológica para
las regiones costeras y de las tierras altas. Angulo (1995: 12) reseña que algunos autores
como Jaime Jaramillo Uribe (1964: 258-261) proponen que los estimativos sobre la
población de la Sierra al momento de la llegada de los españoles la calculan entre
100.000 y 150.000 indígenas.
Respecto a la economía de los grupos indígenas de la zona, algunos autores como Juan
Bautista Montoya y Flórez (2009: 24-25), proponen que:
Autores como Turbay (1983: 50-51) proponen que en la región se observaba una activa
vida social y un uso intenso del territorio:
de plantas ayudaban en la fertilidad del suelo. Así mismo, la vida en una región
de largos e intensos periodos de lluvia enseñó al indígena, seguramente a apreciar
la importancia de la conservación del bosque para evitar la erosión. Protegieron
el bosque circundante a los campos de cultivo, y aunque utilizaban las quemas
para limpiar, estas fueron hechas en forma controlada, eliminando solamente la
vegetación no necesaria, pero dejando los grandes árboles y la vegetación
aprovechable. Finalmente, la mayor parte de la tierra cultivable de la Sierra estaba
localizada sobre las vertientes, algunas bastante pendientes, razón por la cual los
indígenas utilizaron el sistema de terraceo, para evitar que la capa vegetal fuera
arrastrada por las fuertes lluvias”.
Respecto a las diversas prácticas de agricultura y economía entre los Tairona o Tairos,
específicamente entre los grupos costeros, se observan numerosas manos de moler y
metates, y los restos de fauna sugieren alguna importancia de las actividades de pesca,
recolección de moluscos y cacería. A la llegada de los españoles la zona litoral ofrecía
una gran variedad de artículos apreciados por la población Tairona, especialmente sal,
pescado, conchas, marisco y algodón, artículos que se intercambiaban por bienes
manufacturados, como mantas y adornos líticos (C.f. Martínez y Acevedo, 2008: 40).
Respecto a los paisajes culturales, Fray Pedro Simón ( C.f. Montoya y Flórez, 2009),
refiriéndose a los Tairona del Departamento de Magdalena, aseguraba:
“Si hay algún paraíso terreno en estas tierras de indios, parece ser este (la
provincia de Betoma), nos excusamos decir algo de este valle, que le pusieron
ahora estos dos nombres los nuestros, Caldera y Valle de San Marcos. Está todo
coronado de altas cumbres, desde donde hasta lo hondo habrá ocho leguas, por
partes menos, todas sus cuchillas quebradas, de dulcísimas aguas de oro, que
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unos contra otros, y aunque alguno saliese herido, no era causa de enojo. Ellas
hilaban a prisa y muy delgado, y ellos tejían despacio y muy curioso. Decía un
soldado que había visto en un colmenar en aquel valle más de ochenta mil
colmenas, y era que las casas eran diez mil, y en cada una había de diez para
arriba. Eran unas ollas grandes o múcuras donde hacían su miel muy dulce, por
ser de flores de guamo, unas abejas pequeñuelas, no en panales, sino en bolsas
grandes de cera, y olían a la flor. Los pueblos serían como doscientos cincuenta,
y los más obedecían a un cacique llamado Guacanaoma, aunque no había
ninguno que tuviese cacique o mohán, y al fin en toda la Caldera todo era fiestas,
bailes, limpieza, delicia y ociosidad, pues con muy poco trabajo tenían largamente
la comida y el vestido, que como el indio no atiende a más, en teniendo esto,
todo se ocupa en ociosidad, y así ha menester el español forzarlos a que trabajen”.
Algunos autores como Luisa Fernanda Herrera de Turbay (1983: 52) proponen que lo
que el proceso de colonización española produjo fue un enfrentamiento entre las
mentalidades de los blancos y las mentalidades de los indígenas como efecto de las
diferencias en sus actitudes hacia el medio ambiente y su forma de uso. La citada
investigadora agrega que, mientras los colonizadores que llegaron a la Sierra trataron
de implantar campos de cultivo y potreros permanentes, el sistema agrícola indígena
estuvo basado en la agricultura de rotación con períodos de descanso, en algunos casos
prolongados. Algunos autores como Ernesto Restrepo (1937) proponen que lo que se
favorece mediante la conquista es el desarraigo de selvas y montes para la captura de
indios comarcanos juzgados de traición y alevosía ( C.f. Arenas, 2003: 291), y lo que se
observa, según lo propuesto por autores como Carl Langebaek (1992: 67) es que las
selvas costeras y bosques secos son talados para la construcción y recurrente
reconstrucción de Santa Marta, así como para las fundaciones de ciudades
posteriormente arrasadas por los indígenas como Orino (cerca al río de El Hacha, actual
río Ranchería), Palencia (en la Provincia Tairona cerca del río Buritaca, Hontiveros (en la
Provincia de La Ramada, en la boca del río Jerez o Dibulla) y Córdoba (en la Provincia
de Betoma, en la cuenca media del río Córdoba).
Algunos autores proponen que fue durante las gobernaciones de Rodrigo Álvarez
Palomino, García de Lerma, Rodrigo Infante y Pedro Fernández de Lugo (1527-1540) que
se desarrollan expediciones pacificadoras para hacer rescates a lo largo de todo el litoral
de la cara norte de la Nevada, pero que fue don Francisco de Marmolejo (1589-1592)
quien inició la primera exploración y pacificación sistemática de las vertientes
occidentales de la Sierra Nevada (Cf. Arenas, 2003: 291).
Algunos autores proponen que con la fundación en 1592 de la ciudad de la Nueva Sevilla
en la Provincia del Carbón y la fundación de la Nueva Córdoba en el bajo curso del río
de este nombre, en la Provincia de Betoma, culminan las exploraciones en las faldas
occidentales de la Sierra Nevada (C.f. Reichel-Dolmatoff, 1951: 33). La fundación de
Nueva Córdoba se realizó el día 7 de mayo del citado año de 1592, y, según lo asegura
Reichel-Dolmatoff (1951: 35), la ciudad de Córdoba duró en pie menos de 3 años, pues
en 1595 los indios “incendiaron las capillas de las poblaciones donde se encontraban
doctrineros y atacaron en seguida con flechas incendiarias a Santa Marta, y a la población
de la Nueva Córdoba a orillas del río del mismo nombre. El 29 de julio, día del
cumpleaños de la ciudad, se vio así ésta otra vez en gran peligro”.
Respecto a los procesos económicos de la conquista, autores como Herrera (1983: 52)
proponen que durante los primeros cincuenta años de contacto hispánico – indígena en
la sierra, la agricultura continuó en las manos de los indígenas, porque los españoles
dependieron de los éstos para la provisión de alimentos, y asegura que durante este
período no hubo mayores innovaciones en el aspecto agrícola, excepto por la
introducción de nuevas herramientas de trabajo y de algunas variedades de plantas
traídas de Europa y del Caribe, después de setenta y cinco años de sangrientas luchas y
confrontaciones, durante las cuales los conquistadores subyugaron a los grupos costeros
quemando la mayoría de sus poblados y cultivos, los indígenas sobrevivientes fueron
obligados a migrar hacia las regiones de suelos menos fértiles, en partes más altas y
remotas del interior de la Sierra.
Solamente muy pocas áreas de las tierras bajas fueron luego utilizadas por la
población blanca, en las áreas restringidas donde fueron confinados los indígenas,
el sistema tradicional de cultivo se vio afectado adversamente al tenerse que
acortar los perlados de descanso, lo cual en muchos casos condujo al
empobrecimiento de los suelos. Ya hacia finales del siglo XVI la población
indígena habla disminuido considerablemente. Los intentos de parte de los
españoles para poblar la provincia durante los dos siglos siguientes resultaron
bastante infructuosos. La escasez de mano de obra se reflejó en la baja
producción agrícola durante estos mismos siglos. Sin embargo, los cronistas
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Respecto a la fase del trabajo de campo, Romero (2015: 4) informa que se empieza con
la charla de seguridad del profesional HSE de Electricaribe para poder ingresar al
territorio, y que “si bien el proyecto es de la Empresa de Energía de Bogotá (EEB), el
predio pertenece y queda junto a una subestación en funcionamiento de Electricaribe”.
Respecto al paisaje, Romero (2015: 4) informa que en el predio donde se planea construir
la subestación de la EEB se observan algunas edificaciones abandonadas y vías internas
con superficie en concreto, los sondeos que coinciden con esas superficie duras que él
referenció fotográficamente.
Respecto a la zonificación arqueológica (ii), Romero (2015: 23-24) reseña que las
investigaciones de autores como Langebaek (1987c), Martínez (2008), Martínez y
Acevedo (2009), Sánchez et al. (2009), Cuello (2009), Muñoz (2010), Cortes (2011),
Aristizabal (2011), demuestran que de hecho donde ha habido hallazgos arqueológicos
actualmente se encuentran intervenidos con obras de infraestructura, en este sentido, en
el ámbito regional, el principal factor de deterioro de sitios arqueológicos corresponde
a factores antrópicos como obras de desarrollo y expansión urbana, en el caso del área
del proyecto, las intervenciones que ha habido pues el terreno fue intervenido
parcialmente en la construcción de una antigua subestación.
Contenidos propuestos:
Indicadores:
Hora: 4: 00 pm – 5: 00 pm
# Asistentes: 22 personas.
Duración: 1 hora.
Para lograrlo establecimos contacto con las directivas de la citada institución educativa
que colinda con la actual obra de ingeniería adelantada, en reunión adelantada en las
instalaciones del colegio con el Coordinador Señor Didier Herrera, propusimos adelantar
la actividad los días miércoles 30 y jueves 31 de agosto del año 2017, teniendo en cuenta
que la población total del colegio ronda las 450 personas, propusimos dividir los grupos.
Hora Grupo
7: 30 am – 8: 30 am Grado 0 y grado 1.
8: 30 am – 9: 30 am Grado 2 y grado 3.
Hora Grupo
7: 00 am – 8: 00 am Grado 6 y grado 7.
8: 00 am – 9: 00 am Grado 8.
9: 00 am – 10: 00 am Grado 9.
Cabe anotar, que la población objetivo son los estudiantes y sus maestros, esa es una
población que básicamente “replica” las enseñanzas y conocimientos recibidos, adicional
a esto, y con respecto al proceso educativo y a nuestro interés por integrar a los
estudiantes, el señor Didier Herrera propuso que el “Taller de capacitación y divulgación
en arqueología preventiva dirigido a Habitantes de la comunidad local (estudiantes y
maestros de la Institución Educativa Rural Carlos García Mayorca), duración 1 hora” esté
acorde con el proyecto estudiantil denominado “Cátedra Para la Paz”, por lo que solicita
que durante el transcurso de la próxima semana yo me reúna con los docentes del área
de sociales (Wilson Vives / Carlos Robles), para conocer a profundidad esa iniciativa y
lograr encaminar la noción de “Patrimonio Arqueológico” hacia la construcción de una
“Noción de Paz”.
Hora: 7: 10 am – 8: 10 am.
Observaciones de proceso: Las niñas y los niños no firmaron listado de asistencia, cuyo
control fue realizado con un llamado a lista. La encuesta de satisfacción fue adelantada
verbalmente, dando como resultado un alto nivel de satisfacción. La maestra que
acompañó el grupo adelantó la evaluación de capacitación cuya calificación fue 10/10,
de igual forma adelantó la encuesta de satisfacción, a la que respondió que el contenido
fue excelente, que el taller si aportó algo positivo que considere poner en práctica en su
trabajo o vida cotidiana, que la metodología utilizada para exponer el tema si fue
adecuada, y que lo que más le gustó del taller fue que “toda la información que sobre
nuestro municipio Ciénaga nos hicieron saber. Además de cómo debemos proteger
nuestro patrimonio. Calificación de encuesta de satisfacción: 5/5. Las listas de asistencia
así como los instrumentos de evaluación y encuesta de satisfacción pueden ser
consultadas en el:
Hora: 8: 15 am – 9: 15 am.
Grupo: Grado 3.
Grupo: Grado 4.
# Asistentes: 20 estudiantes.
Hora: 7: 10 am – 8: 10 am.
Fotografía 10. Taller de Capacitación IER Carlos García Mayorca, grados 10 y 11 (i).
Fotografía 11. Taller de Capacitación IER Carlos García Mayorca, grados 10 y 11 (ii).
Hora: 8: 20 am – 9: 20 am.
Grupo: Grados 7 y 8.
Indicadores acumulados:
223.
En esta actividad recibimos por parte del señor logístico de , J.E. Jaimes S.A. 400 unidades
de refrigerios compuestos por una botella de jugo y un paquete de galletas, de estas
400 unidades de refrigerios durante la actividad entregamos a los usuarios directos 209
refrigerios, los restantes 191 unidades de refrigerios fueron repartidas personalmente
por el arqueólogo entre los miembros de la institución al terminar la jornada,
privilegiando a los más jóvenes y a los maestros, maestras, y personal de servicios
generales. Debo reconocer públicamente la diligencia del área de administración en
cabeza del Señor Andres Fontalvo pero sobre todo la diligencia del señor logístico para
cumplir con este ítem que fue propuesto y aprobado a nivel industrial. Como aspectos
negativos de este proceso, debo informar que No fue posible adelantar la metodología
de “Cartografía Ecológica – Arqueológica”, el motivo de esta dificultad fue puramente
logístico, pues el área empresarial (administración) que debía imprimir los instrumentos
y entregarlos al arqueólogo simplemente falló en su deber. Habiendo dicho esto, debo
aclarar que la experiencia profesional le indica a uno que la metodología más que una
camisa de fuerza es una guía, por lo que adelantamos la actividad sin los instrumentos
y fue igualmente exitosa. Respecto a los aparentemente bajos indicadores (68,24/100),
debo aclarar que esto se presentó de esta manera por el alto ausentismo que caracteriza
a esta institución. Este informe de gestión ha sido debidamente enviado vía correo
electrónico al Coordinador del Colegio, señor Didier Herrera. Por último, debo dar un
parte de victoria, cumplimos a cabalidad, superando las expectativas, que es lo que yo
considero se espera de un proceso de intervención patrimonial. Los procesos de
intervención patrimonial deben ser abordados como si se tratara de vectores, siempre
teniendo en cuenta su magnitud y su dirección tanta a nivel del análisis vertical como
del horizontal.
A nivel del proceso local, debo resaltar que esta actividad tuvo una estrecha relación con
la “Cátedra de la Paz”, que corresponde al “Proyecto Educativo Institucional”:
“La idea es que los jóvenes miren lo que ha ocurrido en el pasado, de que
comprendan cómo se ha llegado a la violencia y a la vez a la construcción de la
paz. Esta visión crítica debe brindar una multiplicidad de perspectivas, que les
permita a los jóvenes entender cómo esta historia también los compromete”.
Actividad propuesta por la señora Mailin Verbel, gestora social de la EEB, quien ha
establecido contacto con la comunidad local del corregimiento de Cordobita.
Contenidos propuestos:
Soporte de actividades:
Recursos solicitados:
Indicadores:
Hora: 4: 00 pm – 5: 00 pm (1 hora).
# Asistentes: 21 personas.
Duración: 15 min.
Contenidos propuestos:
Hora: 7: 10 am – 7: 25 am.
Indicadores acumulados:
Total Población atendida (351) * 100 / población objetivo total (450) = 78%.
Impacto:
Por último, pero no por ello menos importante, y tal y como lo plantea Rogelio Sánchez
(2007), el capital social es una noción que tiene que ver con “la confianza, reciprocidad
y cooperación que se forja a partir de relaciones interpersonales y grupales, brindando
un beneficio mutuo a quienes configuran el tejido social”. Habiendo dicho esto, los
indicadores de gestión cultural, más que listas con firmas, o evidencias fotográficas,
consisten en conjuntos de actividades - alianzas estratégicas encaminadas a ampliar los
márgenes de representación social y cultural de las iniciativas institucionales (C.f. Escobar,
2016b: 140). Los indicadores de gestión cultural, las medidas de esos conjuntos de
actividades - alianzas estratégicas encaminadas a ampliar los márgenes de
representación social de J.E. Jaimes S.A., de la EEB, y de los habitantes de la comunidad
local, han sido exitosos, nuestras efectivas estrategias de GESTIÓN CULTURAL
demuestran que hemos ampliado los márgenes de representación social de la actual
iniciativa, brindando un beneficio mutuo a quienes configuran el tejido social.
4. CONCLUSIONES.
4.1. Después de haber adelantado la debida revisión de antecedentes para esta región
en particular (vertiente occidental de la SNSM), he observado que sin un debido
interés por describir e interpretar los procesos más antiguos corre uno el
inaceptable riesgo como investigador de proponer temas e interpretaciones que
son muy útiles en los contextos cenagosos y ribereños de las partes bajas de la
costa caribe colombiana, pero que en esta zona de la vertiente occidental de la
SNSM no tuvieron un impacto significativo. Esto es lo que he notado porque esta
zona es de una importancia capital dentro de la arqueología colombiana, y
curiosamente es una de las más desconocidas desde una perspectiva del proceso
anterior a los pueblos preclásicos, es decir desde la perspectiva de los pueblos
formativos, y si lo que uno intenta es devolverse aún más en el tiempo, al periodo
paleo indio, entonces lo que se va a encontrar es con una casi total ausencia de
datos e investigaciones. A esto se le debe agregar que existe un sesgo en la
visión costera, por una parte porque se ha impuesto la visión evolucionista de
Reichel-Dolmatoff, y por otra, la más importante, y tal como lo asegura Sonia
Archila, porque ha habido más bien poco interés en tratar de investigar los
espacios, los ambientes, o la paleo ecología, los análisis se han centrado
(nuevamente) en los aspectos tecnológicos, en los líticos, en la cerámica, en la
orfebrería, siempre tratando de encontrar la acumulación sedimentaria perfecta
que apoye o soporte la teoría evolucionista, por ejemplo buscando el maíz donde
no lo hubo o no tuvo importancia fundamental. Quizá muchas veces sucede que
lo que hacen los investigadores es buscar los datos que soporten sus teorías o
modelos, pero no generan las teorías o modelos que soporten los datos de
campo. Esta es una región hermosa y poco explorada, y representa una
oportunidad muy bonita, porque así no pueda uno concluir nada más de lo ya
concluido por sus predecesores, uno sí que debe tratar de aportar con sus ideas
al proceso de construcción de conocimiento.
4.3. El actual informe, siguiendo las indicaciones de El Icanh, "es el documento final y
definitivo de todo el Programa de Arqueología Preventiva aplicado a un proyecto,
obra o actividad particular, en tal sentido, además de los procedimientos y
resultados aplicados y obtenidos durante la aplicación de las medidas de manejo,
ese informe debe incorporar información relevante sobre los objetivos,
metodología y resultados de todas las fases de investigación arqueológica
anteriores, incluyendo el Diagnóstico Arqueológico, si se hizo, y claro está, la
Prospección Arqueológica” (ICANH, 2010). Como observación al proceso de
informe final de plan de manejo arqueológico, y habiendo tenido la oportunidad
de revisar informes de aplicación de planes de manejo arqueológico, a mí me
queda la sensación de que muchas veces estos informes se convierten en
documentos ligeros con poco análisis, cuando deberían ser los más importantes
documentos escritos sobre los procesos de arqueología preventiva.
la Nueva Córdoba a orillas del río del mismo nombre” (C.f. Reichel-Dolmatoff,
1951: 33 y 35), no pude hallar otras referencias (históricas o arqueológicas) acerca
de la localización original de esta población. Lo que representa un interesante y
profundo problema del campo de la arqueología que deberá ser resuelto
adelantando investigaciones arqueológicas intensivas y extensivas en el curso
bajo y medio del río Córdoba. Desde mi óptica, el futuro hallazgo de Nueva
Córdoba podría llegar a ser tan significativo como lo ha sido el hallazgo de Santa
María Antigua del Darién, pero sí, y sólo sí, de la citada Nueva Córdoba se
pudieran recuperar contextos intactos, lo que representa una mínima posibilidad
observando el impacto antrópico negativo para la conservación arqueológica que
se presenta en los territorios.
4.5. Para ver los impactos del factor antrópico en la preservación del registro
arqueológico temprano, es necesario empezar a investigar las colinas costeras (al
menos en la SNSM), antes de que los procesos de urbanización, turísticos, o de
ingeniería, arrasen con estos importantes yacimientos arqueológicos, que si bien
no se pueden comparar con los importantes centros urbanos de los Tairos, deben
ser considerados como más importantes porque nos permitirán explorar asuntos
que hasta el momento han sido tratados de forma muy superficial. Uno de los
grandes problemas de la interpretación arqueológica en Colombia tiene que ver
precisamente con los procesos tempranos, a pesar de que autores como Carl
Langebaek (1986, 1987a, 1987b, 1987c, 1992, 2005, 2007), Gerardo Reichel-
Dolmatoff (1950, 1951, 1953, 1954, 1954a, 1955, 1956, 1965, 1984, 1985, 1986,
1997), Carlos Angulo (1978, 1981, 1983, 1988, 1995), Sonia Archila (1993), y
algunos otros han hecho extensivas e intensivas, y excelentes y continuadas
investigaciones en las costas de la costa atlántica colombiana, lo que termina
sucediendo cuando uno revisa la bibliografía para estos ambientes en Colombia
es que se nota la baja cantidad de datos para los ambientes costeros en etapas
tempranas.
4.7. Concuerdo con Yuri Romero (2015: 24) cuando él asegura que en el ámbito
regional el principal factor de deterioro de sitios arqueológicos corresponde a
factores antrópicos como obras de desarrollo y expansión urbana, y que en el
caso del área del proyecto, las intervenciones que ha habido han afectado los
contextos, pues el terreno fue intervenido parcialmente en la construcción de una
antigua subestación.
4.8. Es claro que para el área de intervención, así como para la franja costera, las
intervenciones antrópicas que han afectado los sitios arqueológicos han sido
intensivas y extensivas, intensivas desde los inicios de la conquista cuando los
hispánicos básicamente destruyen los rastros de cultura indígena en el territorio,
y extensivas en el territorio desde esas mismas épocas históricas y confirmándose
en épocas republicanas, modernas, y contemporáneas. Como ya lo he propuesto,
considero que para observar los impactos del factor antrópico en la preservación
del registro arqueológico temprano, es necesario empezar a investigar las colinas
costeras (al menos en la SNSM), antes de que los procesos de urbanización,
turísticos, o de ingeniería, arrasen con estos importantes yacimientos
arqueológicos, que si bien no se pueden comparar con los importantes centros
urbanos de los Tairos, deben ser considerados como más importantes porque
nos permitirán explorar asuntos que hasta el momento han sido tratados de
forma muy superficial.
4.9. Respecto las conclusión de Yuri Romero (2015: 5) acerca del conocimiento de
hallazgos arqueológicos fortuitos en la zona que tienen en la región los auxiliares
de la prospección (habitantes de la comunidad local) y el administrador de la
finca vecina (localización torres de interconexión), debo anotar que me parece
desafortunada y totalmente alejada de la realidad. En mis propias averiguaciones
en el caserío de Cordobita he preguntado acerca de hallazgos fortuitos, y la
respuesta siempre fue que sí que los ha habido, tanto en los patios traseros de
las unidades habitacionales, como en las colinas cercanas al río Córdoba. Incluso
existe entre los pobladores la leyenda popular del operario de maquinaria quien,
ante el hallazgo de un tesoro arqueológico, lo que hace es tomarlo y escapar de
la región para nunca más volver. Las personas de mayor edad de Cordobita
aseguran que hasta hace unos 30 años en la Hacienda Papare era posible
encontrar las redes de caminos indígenas, y que en la actualidad en las cimas de
las colinas es posible encontrar las terrazas hechas por los indígenas. Adicional a
esto, es pertinente anotar que tuve la oportunidad de observar de primera mano
uno de los hallazgos en el caserío, se trata de una olla cerámica que los
pobladores han acordado entregarme para que yo la lleve al Museo del Oro de
Santa Marta.
4.10. Respecto a las utilidades de este proyecto, y tal y como lo plantea Rogelio
Sánchez (2007): El capital social es una noción que tiene que ver con la confianza,
reciprocidad y cooperación que se forja a partir de relaciones interpersonales y
grupales, brindando un beneficio mutuo a quienes configuran el tejido social.
Habiendo dicho esto, los indicadores de gestión cultural, más que listas con
firmas, o evidencias fotográficas, consisten en conjuntos de actividades - alianzas
estratégicas encaminadas a ampliar los márgenes de representación social y
cultural de las iniciativas institucionales (C.f. Escobar, 2016b: 140). Los indicadores
de gestión cultural, las medidas de esos conjuntos de actividades - alianzas
estratégicas encaminadas a ampliar los márgenes de representación social de J.E.
Jaimes S.A., de la EEB, y de los habitantes de la comunidad local, han sido exitosos,
nuestras efectivas estrategias de GESTIÓN CULTURAL demuestran que hemos
ampliado los márgenes de representación social de la actual iniciativa, brindando
un beneficio mutuo a quienes configuran el tejido social.
4.11. Por último, pero no por ello menos importante, y respecto a las actividades de
arqueología pública, informo que han sido exitosas. Muchos profesionales en
arqueología consideran que las actividades de arqueología pública no son
importantes, o que no representan impactos positivos en la comunidad, cosa con
la que difiero totalmente. En este sentido, debo resaltar que a nivel del proceso
local esta actividad supone el cumplimiento una estrecha relación con la “Cátedra
de la Paz”, que corresponde al Proyecto Educativo Institucional de la Institución
Educativa Rural Carlos García Mayorca, y cuya idea central es:
Que los jóvenes miren lo que ha ocurrido en el pasado, que comprendan cómo
se ha llegado a la violencia y a la vez a la construcción de la paz. Esta visión
crítica debe brindar una multiplicidad de perspectivas, que les permita a los
jóvenes entender cómo esta historia también los compromete.
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PROYECTO UPME-06-2014 161 de 171
Programa de Arqueología Preventiva, Fase de
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6. OTROS ÍNDICES
Tabla 2. Propuesta De Plan De Manejo Del Patrimonio Arqueológico Y Protocolo Para Hallazgos
Fortuitos................................................................................................................................................................................. 10
Tabla 3. Características de los antiguos pobladores de las tierras bajas magdalenienses en
inmediaciones de la Hacienda Papare ..................................................................................................................... 80
Fotografía 20. Charla divulgativa del protocolo de hallazgos fortuitos (i). .......................................... 133
Fotografía 21. Charla divulgativa del protocolo de hallazgos fortuitos (ii). ......................................... 133
# 1. ........................................................................................................................................................................................ 110
Anexo # 3. Listas de asistencia, instrumentos de evaluación, encuesta de satisfacción. Actividad #
2. ............................................................................................................................................................................................ 111
Anexo # 4: Listas de asistencia, instrumentos de evaluación, encuesta de satisfacción Actividad #
3. ............................................................................................................................................................................................ 127
Anexo # 5. Listas de asistencia, instrumentos de evaluación, encuesta de satisfacción Actividad #
4. ............................................................................................................................................................................................ 131