Está en la página 1de 2

Una deuda a saldar

Históricamente en Colombia las personas con identidad de género o con orientación sexual
diversas han tenido que padecer una ausencia de reconocimiento, protección y respeto del
pleno ejercicio de sus derechos. Durante muchísimos años se han tenido que ocultar de la
mirada dominante y juzgadora, pero también cada vez es más común que ellas puedan hablar
más abiertamente sobre sí mismas. Esto se debe a que los movimientos LGBTIQ+ han
despertado y ahora hay menos temor de exigir lo que siempre se les ha negado.

Afortunadamente, la Corte Constitucional ha adoptado decisiones favorables para garantizar


sus derechos haciéndole frente a lo que se ha denominado como déficit de protección, es
decir, la carencia de de reconocimiento de la comunidad LGBTIQ+ como sujeto de derechos
y la falta de mecanismos de protección específicos, distintos a los establecidos para las
personas heterosexuales, pues las violencias que ambas poblaciones experimentan son
distintas.

Esa falta que reconoce la Corte Constitucional es de suma importancia ya que, a pesar de que
ahora es bastante común que los disidentes sexuales ocupan un lugar en lo público, aún hoy
los seguimos sometiendo a factores como discriminación, marginación y graves
vulneraciones a sus derechos. En las múltiples esferas sociales que ellos habitan en la
actualidad igualmente son maltratados y excluidos, lo que ha ocasionado que abandonen el
ámbito escolar o laboral. De esta manera, muchas veces se ven obligados a vivir en
condiciones precarias y aceptar trabajos que violan directamente sus derechos como
trabajadores e incluso, terminan participando de actividades ilegales.

Es digno de celebrar el hecho de que la Corte Constitucional haya evolucionado tanto en


materia de garantías para los derechos de estas personas. Este proceso de reconocimiento
empieza en 1993 y fue algo difícil debido a que en ese entonces se encontraban vigentes
numerosas normas que sancionaban la homosexualidad y legimitaban la discriminación; sin
embargo, en 1996 se declara que las personas LGBTIQ+ son sujetos de derechos; en el 2007
se reconocen los derechos patrimoniales a las parejas del mismo sexo; en el 2011 las parejas
conformadas (es decir, en unión libre) se empiezan a considerar como familia; en 2016 estas
parejas pueden casarse y adoptar hijos.
Es pertinente anotar que la Corte siempre estuvo acudiendo a distintas posturas -incluso a
aquellas que rechazan las disidencias sexuales- y estuvo buscando un equilibrio entre la
opinión gubernamental y la de la ciudadanía. Así pues, luego de reconocer la ausencia de
reconocimiento a los derechos de las personas disidentes sexuales, se adoptaron decisiones
que permitieron superar el déficit de protección constitucional para este grupo fuertemente
segregado.

En especial es de reconocer el hecho de que en toda su lucha por sus derechos, las personas
LGBTIQ+ busquen que se deje de considerar la heterosexualidad como la única forma
vigente y válida de experimentar la sexualidad. Incluso en el 2007 la Defensoría del Pueblo
produjo un importante material en relación con los derechos sexuales y reproductivos, en el
que expresa que la orientación sexual y la identidad de género son de la esencia de la
dignidad y la humanidad de cada persona, esto es, sin orientación sexual ni identidad de
género, la persona perdería su condición de ser humano.

A modo de cierre queda la invitación de abandonar los prejuicios y especulaciones respecto


del ejercicio de los derechos de aquellos que no se ajustan a los cánones heterosexuales. La
manera en que ellos desean, hace parte del libre desarrollo de su personalidad, lo cual trae
consigo la exigencia de poder expresarlo y vivirlo. Su expresión y realización, hace parte de
la dignidad humana. También es de anotar la relevancia de insistir en prácticas no
discriminatorias y en la implementación de mecanismos de responsabilidad penal y civil que
hagan posible la defensa de los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

También podría gustarte