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taurus V i Harold Bloom ANATOMIA DE LA INFLUENCIA Este libro constituye la culminacién del pensamiento de Harold Bloom sobre la creacién literaria. Desde que a comienzos de los setenta publicara su decisiva obra La ansiedad de /a influencia, este concepto se ha convertido en la verdadera obsesién del trabajo de Bloom. En ella, el mas reconocido critico literario con- tempordneo echaba por tierra décadas de ideas preconcebidas al mostrarnos que las grandes obras de la literatura emergen a través de un proceso de intensa lucha en competencia con aque- las que las han precedido. Ampliando y revisando su anterior andlisis para nuevas gene- raciones de lectores, Bloom presenta ahora su mas ambiciosa y accesible explicacién sobre por qué esta feroz competicion ofre- ce la clave para la comprensién y la apreciacion de Ia literatura. Qué significa un poema, por qué importa y si merece o no su in- clusi6n en el canon de la literatura son preguntas que solo pue- den contestarse investigando si ese poema superé, 0 no, a sus rivales. Desde el siglo xvi hasta el xx, con los dos grandes precurso- res William Shakespeare y Walt Whitman como puntos de parti- da, Anatomia de /a influencia redibuja nuestro universo literario. Bloom nos conduce por los caminos del laberinto que une a los escritores que le han fascinado e inspirado durante toda su carre- ra —de John Milton, Shelley, Tennyson, Giacomo Leopardi, James Joyce o D. H. Lawrence a los poetas de su propia generacién—, trazando nuevas y sorprendentes conexiones. El resultado es una obra maestra de la critica literaria y una apasionada y muy personal meditacién sobre una vida vivida por y para las grandes obras del canon occidental. Cie B irl) OTN OM Cele colgs aU LUC Ia oe Rea ee eRe ei late fae Bae Melee eal ie Tee lel Mpa eee eenele Mae Re [oe Ma ae a Be eed CT eee Ale Re rela) oo a gv eee TR i Batt ase DB eMac] ole) Americana (Taurus, 2009). Ha sido distin- eRe My eA aCe eB Aa miembro de la American Academy of Arts Elule elec ee Sac elec MoS) de oe eo rela a Eel eleR eu alee de Catalunya, concedido por la Generali- tat de Catalunya, el Premio Alfonso Reyes CS Re oR ACO folSTe aol -BP Ia laa coe rateba thy i Cele eee ero Cec Resi) for Tela TNs) El pufo invisible (Premio de Ensayo Teer ee) PABLO BOULLOSA Dilemas clasicos para mexicanos y otros MLN ko} SNe eee aS Rell Te Ree ace) Sel Recta) nd SIDDHARTHA MUKHERJEE TTT (TB PWN Rca Nata Re Beale led HAROLD BLOOM SER a HAROLD BLOOM ao TR era a ce aoe mre), ale) oka PVE HAROLD BLOOM eye arene) HELGE HESSE See ras MICHEL ONFRAY ee Magee RE ANATOMIA DE LA INFLUENCIA HAROLD BLOOM ANATOMIA DE LA INFLUENCIA LA LITERATURA COMO MODO DE VIDA Traducci6n de Damia Alou TAURUS RRR ICA MAIER ETN Titulo original: The Anatomy of Influence. Literature as a Way of Life D.R. © Harold Bloom, 2011 Todos los derechos reservados D.R. © De la edicién espaiiola: Santillana Ediciones Generales, S. L., 2011 Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Teléfono 91 744 90.60 Telefax 91 744.92 24 www.taurus.santillana.es D.R. © De esta edicion: Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2011 Ay. Rio Mixcoac 274, Col. Acacias México, D-F., 08240 ‘www.editorialtaurus.com.mx D.R. © Traduccién de Damia Alou Diserio de cubierta: Hey! Primera edicién en México: octubre de 2011 ISBN: 978-607-11-1386-3 Impreso en México ‘Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en 0 transmitida por un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma ni por ningiin medio, sea mecanico, fotoquimico, clectronico, magnético, electrodptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial A John Hollander Para la critica artistica necesitamos personas que nos muestren el sinsentido de buscar ideas en la obra de arte, y que continuamente guien a los lectores en ese infinito Laberinto de relaciones que componen la materia del arte, y les hagan ver las leyes que sirven de base a esos vinculos. Lev Totstot, Carta a Nikolai Strajov INDICE PRELUDIO 13 LL PUNTO DE VISTA DE MI LABOR COMO CRITICO.....- 15 Amor literario. . . 17 Sublime extraneza . fe 33 La influencia de una mente en si misma 45 SHAKESPEARE, EL FUNDADOR. . 53 Las personas de Shakespeare . . 55 E] Poeta Rival: El rey Lear. 71 Las elipsis de Shakespeare: La tempestad.... 89 La posesion en muchos estilos: Los sonetos . . 107 Hamlet y el arte del conocimiento 17 El Hamlet de Milton . . 127 Joyce... Dante... Shakespeare... Milton 147 El doctor Johnson y la influencia critica . 167 Lo SUBLIME ESCEPTICO . 00.66.66 cee eee cece eee ene ees 173 Ansiedades de influencia epictirea: Dryden, Pater, Milton, Shelley, Tennyson, Whitman, Swinburne, Stevens .... . 175 El desvio lucreciano de Leopardi 209 Los herederos de Shelley: Browning y Yeats. . . 221 eDe quién es el Estado de Fuego? Merrill y Yeats. . 247 ANATOMEs DE LA INFLUENCIA WHITMAN Y LA MUERTE DE Europa: EN LA TIERRA DEL 263 Emerson y una poesia que atin esta por escribir...........+ 265 La tarja de Whitman La muerte y el poeta: Reflujos whitmanianos . Notas para una ficcién suprema del yo roméntico . . Rozando la esencia: Lawrence y Whitman La Mano de Fuego: La magnificencia de Hart Crane. Los hijos prédigos de Whitman: Ashbery, Ammons, Merwin, 321 . 335 Strand, Charles Wright. 369 Copa. ei areerece 415 AGRADECIMIENTOS «00. cee eee e eee eee n ener 417 GCREDITOS 0.00. cscs eect eee sneer enenceneseeeesares 419 INDICE ANALITICO . 0.606 eee een eee 423 PRELUDIO = Con en el verano de 2004 comencé a escribir este libro, pre- tendia crear una obra todavia mas barroca. Mi modelo era la obra de Robert Burton Anatomia de la melancolia (1621), un laberinto de mil paginas que me tenfa deslumbrado desde que era joven. El doc- tor Samuel Johnson, mi héroe y mentor, lefa a Burton hasta destro- var el libro, al igual que mi difunto amigo Anthony Burgess y un amigo que todavia vive, Angus Fletcher, que es mi gufa y conciencia critica. Pero Burton fue mi perdicién. Incluso antes de una serie de in- lortunios y enfermedades que me dejaron debilitado, fui incapaz de hacer frente a ese reto. En este libro perviven rasgos de la maravillo- xa locura de Burton y, sin embargo, puede que todo lo que compar- ta con él sea una obsesi6n un tanto paralela a la suya. La melancolia de Burton emanaba de sus fabulosos conocimientos: escribia para curarse de su propio saber. Mi libro afsla la melancolia literaria como el agén de la influencia, y qui sensacién de haberme visto demasiado influido desde la infancia por los grandes autores occidentales. En esta mi reflexi6n final sobre el proceso de la influencia, co- mento unos treinta autores, la mitad de ellos ingleses, mas de un tercio estadounidenses y unos cuantos continentales. No parecen clecciones arbitrarias: ya habia escrito antes sobre ellos, en libros y cnsayos desperdigados, pero me he esforzado por que mis aprecia- ciones parecieran nuevas y no basadas en férmulas anteriores. Cinco de estos capitulos estén centrados en Shakespeare y, pues- (o que es una presencia ineludible, probablemente una tercera par- yo escribo para curarme de la ANATOMIA DE LA INFLUENCIA te del libro esta dedicada a él. Hay tres capitulos dedicados a Walt Whitman, pero él también esta ampliamente presente en muchos mas, de manera que otro considerable segmento le pertenece. Lo que tengo que decir acerca de los poetas tiene poco que ver con lo que se suele comentar en la actualidad de ellos. Es obvio que Shakespeare es el escritor de los escritores, y su influencia sobre si mismo se ha convertido en mi interés obsesivo. Walt Whitman, en los cuatro siglos de literatura del Nuevo Mundo en cualquier idioma occidental —espafiol, inglés, portugués, francés, yidis— es el escri- tor mds poderoso y original de la Tierra del Ocaso, tal como D. H. Lawrence lo reconocié por primera vez. Su soledad interior se hace eco del Edgar de Shakespeare, y sus compaiieros son el doctor John- son, lord Byron, y discipulos de Lucrecio como Percy Bysshe Shelley, Walter Pater, Giacomo Leopardi y Wallace Stevens. Entre los solita- rios de este libro encontramos también a Ralph Waldo Emerson, James Joyce, Lawrence y videntes de lo oculto como W. B. Yeats y Ja- mes Merrill —quien basicamente solo tenfa vida interior—, y mi hé- roe personal de la poesia americana, el érfico Hart Crane. Cincuenta y cinco anos ensenando literatura de la imaginacién en Yale me han ensefiado mas de lo que yo soy capaz de ensefiar a los demas, cosa que me entristece, pero seguiré dando clases mientras pueda, pues es algo que me parece inseparable de leery escribir. He tenido grandes maestros: M. H. Abrams entre los vivos, Frederick A. Pottle entre los difuntos. Mis conversaciones con algunos poetas también me han ensefiado cosas, y algunos de estos figuran aqui y otros no. Al cumplir ochenta afios, se hace dificil separar lo que se aprende de lo que se ensefia, lo que se escribe de lo que se lee. La critica literaria, como aprendi de Walter Pater, deberia consis- tir en actos de apreciacién, Este libro es primordialmente una apre- ciacién, a una escala que no volveré a intentar. En su conclusién a Anatomia de la melancolia, Burton nos exhorta lo siguiente: «No seas solitario, no seas perezoso». Samuel Johnson dice lo mismo. Todos tememos la soledad, la locura, la muerte. Shakespeare y Walt Whit- man, Leopardi y Hart Crane, no nos curardn estos miedos. Y sin em- bargo, estos poetas nos traen fuego y luz. New Haven, Connecticut 31 de julio de 2010 EL PUNTO DE VISTA DE MI LABOR COMO CRITICO AMOR LITERARIO x ( auando yo era muy joven, la libertad me Ilamaba a través de los poctas que primero amé: Hart Grane, William Blake, Percy Bysshe Shelley, Wallace Stevens, Walt Whitman, William Butler Yeats, John Milton y, por encima de todos, William Shakespeare en Hamlet, Ote- ln, El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra. La sensacién de libertad «que conferian me sumia en el interior de una exuberancia primor- ial. Si los hombres y las mujeres inicialmente se hicieron poetas mediante un segundo nacimiento, mi propia sensacién de haber nacido dos veces me convirtié en un critico incipiente. No recuerdo haber leido critica literaria cuando estudiaba en la universidad, pero si biografias de escritores. A los diecisiete aitos me compré el estudio de Northrop Frye sobre William Blake, Fearful Symmeiry, poco después de su publicacién. Lo que Hart Crane signi- licé para mi cuando tenia diez aiios, lo fue Frye a los diecisiete: una experiencia abrumadora, La influencia de Frye perduré durante veinte afios, pero concluyé bruscamente en mi treinta y siete cum- pleaiios, el 11 de julio de 1967, cuando desperté de una pesadilla y ie pasé el dia entero componiendo un ditirambo: «El querubin protector; o la influencia poética». Seis afios mas tarde se habia con- ido en La ansiedad de la influencia, un libro que Frye rechazé de plano desde su posicién de platénico cristiano. Ahora, a mis ochen- ta afios, no tendria paciencia para releer a Frye, pero me sé casi todo tlart Crane de memoria, lo recito abundantemente cada dia, y con- tintio ensendndolo en clase. He llegado a valorar a otros criticos contemporaneos —sobre todo a William Empson-y Kenneth Bur- ke—, pero ahora también prescindo de ellos, A Samuel Johnson, ANATOMEA DE LA INFLUENCIA William Hazlitt, Walter Pater, Ralph Waldo Emerson y Oscar Wilde los sigo leyendo igual que leo a los poetas. La critica literaria, tal como yo pretendo practicarla, es en primer lugar Literaria, es decir, personal y apasionada. No es filosofia, poli- tica ni religidn institucionalizada. En sus autores mds poderosos —Johnson, Hazlitt, Charles Augustin Sainte-Beuve y Paul Valéry, en- tre otros— se trata de un tipo de literatura sapiencial y, por tanto, de una meditacién sobre la vida. Sin embargo, cualquier distincién en- tre vida y literatura es enganosa. Para mi la literatura no es solo la mejor parte de la vida; es en si misma la forma de la vida, y esta no tiene ninguna otra forma. Este libro me devuelve a la cuesti6n de la influencia. De nio, me abrumaba la inmediatez de los poetas que primero amé. A los diez 0 doce anos, al leer buscaba el lustre, en expresién de Emerson. Y este lustre se ha ido memorizando en mi. Han seguido muchisimos poe- tas, y el placer de poseerlos de memoria me ha ayudado a vivir du- rante muchas décadas. Si siempre llevas contigo a los grandes poetas ingleses y nor- teamericanos porque los has interiorizado, después de algunos afos las complejas relaciones que mantienen comienzan a formar enig- maticas pautas. Estaba escribiendo una tesis doctoral sobre Shelley cuando comencé a comprender que la influencia era el inevitable problema que, si podia, tenia que resolver. Las explicaciones exis- tentes de la influencia me parecian simplemente un estudio de las fuentes, y me desconcerté que casi todos los criticos con que me topé asumieran de manera idealista que la influencia literaria era un proceso benigno. Posiblemente mi reaccién ante esto fue excesi- va, pues era un joven muy emocional. Tardé desde 1953 hasta el ve- rano de 1967 en clarificar mi meditaci6n. Fue entonces cuando des- perté en un estado de terror metafisico, y tas desayunar con mi esposa, un tanto aturdido, comencé a escribir el ditirambo que aca- baria convirtiéndose en La ansiedad de la influencia. Tardé tres dias en acabarlo, y mientras lo repasaba me desconcertaba. ¢Qué era aquello? Me daba cuenta de que lo habia estado pensando durante mucho tiempo, no siempre de manera consciente. Es un t6pico banal afirmar que el presente cultural deriva de lo anterior y reacciona contra él. Los Estados Unidos del siglo xx1 se hallan en una situaci6n de decadencia. Da miedo releer hoy en dia el tiltimo volumen de Gibbon, pues el destino del Imperio romano AMOR LIT FKARIO parece un bosquejo que la presidencia imperial de George W. Bush ha seguido y continta todavia. Hemos estado al borde de la banca- trota, librado guerras que no podemos pagar, y estafado a nuestros pobres rurales y urbanos. Entre nuestras tropas hay malvados, y mer- cenarios de muchas naciones entre nuestros «contratistas», que combaten segtin sus reglas o ninguna. Las sombrias influencias del pasado de nuestra nacién siguen congregandose entre nosotros. Si somos una democracia, ¢qué vamos a hacer con los evidentes ele- mentos de plutocracia, oligarqufa y creciente teocracia que gobier- nan nuestro Estado? gCémo abordamos las catastrofes, creadas por nosotros mismos, que devastan nuestro entorno natural? Tan tre- mendo es nuestro malestar que ningtin escritor puede abarcarlo en solitario. No tenemos ningtin Emerson ni ningtin Whitman. Una contracultura institucionalizada condena la individualidad como algo arcaico y menosprecia los valores intelectuales, incluso en las universidades. Estas observaciones solo pretenden aportar un poco de luz a mi tardia comprensién de que mis curiosas revelaciones acerca de la influencia aparecieron en el verano de 1967 y me guiaron a partir de entonces contra el gran renacer religioso de finales de los sesenta y principios de los setenta. La ansiedad de la influencia, publicada en enero de 1973, es una breve y gnémica teoria de la poesia en cuanto que poesia, libre de cualquier tipo de historia que no sea la biogra- fia literaria. Es dificil de leer, incluso para mi, a causa de la tensi6n que provocan las ansiosas expectativas, causadas por el signo de los tiempos, que el libro evita mencionar. Fe en la estética, siguiendo la tradici6n de Walter Pater y Oscar Wilde, es el credo de ese librito, pero también hay un fondo de sombria premonicién, debida a la influencia de Kierkegaard, Nietzsche y Freud. Es algo que entonces no comprendi conscientemente, pero mi meditacién sobre la in- fluencia poética me parece ahora también un intento de forjar un arma contra la tormenta de la ideologia que se iba gestando, y que pronto barrerfa a muchos de mis alumnos. Sin embargo, La ansiedad de la influencia para mi era mucho mas, y evidentemente también para muchos lectores de todo el mundo en los tltimos cuarenta y cinco afios. Traducida a idiomas que no leo muy bien, todavia esta en catdlogo en el extranjero y en nuestro pais, Puede que sea porque es una defensa desesperada de la poesfa, un grito en contra de que acabe subsumida por cualquier ideologia. ANATOMEA DE LA INFLUENCIA Mis adversarios me acusan de propugnar una «ideologia estética», pero sigo a Kant en mi creencia de que la estética exige una subjeti- vidad profunda que esta més alla del alcance de la ideologia. La lectura errénea creativa era el tema primordial de La ansiedad de la influencia, y no es menos cierto en el caso de Anatomia de la influen- cia, Pero después de mas de cuarenta aiios vagando por la jungla de la critica, la visi6n ansiosa que se apoderé de mi en 1967 se ha atem- perado. El proceso de influencia siempre actia en todas las artes y ncias, asi como en el derecho, la politica, la cultura popular, los medios de comunicacién y la educaci6n. Este libro ya es bastante largo sin abordar las artes no literarias, aun cuando yo estuviera mas versado en miisica, danza y artes visuales. Obsesionado con la litera- tura de la imaginaci6n, confio en. mis instintos al referirme a ella, pero sé poco de derecho o de la esfera ptiblica. Incluso en la univer- idad estoy aislado, aparte de la compaiifa de mis alumnos, pues mi departamento soy yo solo. Ya una vez volvi la vista atras, en el prefacio a la segunda edicién de La ansiedad de la influencia, que se centra en Shakespeare y su re- lacién con Marlowe. Alli reconoci mi deuda con el soneto 87 de Shakespeare, «jAdidés! Eres muy caro para poseerte», por haberme proporcionado lo que se ha convertido en las palabras claves de mi critica: desvio, error, confusion. El soneto 87 es un lamento exquisita- mente modulado por la pérdida del amor homoerstico, pero enca- ja extraordinariamente bien en nuestra condicién de epigonos de Ta cultura. Anatomia de la influencia mira hacia atras de otra manera. Abarca una abundancia de autores, épocas y géneros, y atina mi fase de pen- sary escribir sobre la influencia (en su mayor parte desde 1967 hasta 1982) con mis reflexiones mas ptiblicas de la primera década del si- glo xx1. Busco un lenguaje mas itil que acerque mis primeros co- mentarios al lector ordinario y refleje los cambios en mi pensamien- toacerca de la influencia. Algunos de estos cambios se han originado en transformaciones del clima general de la critica, y otros en la cla- ridad que nos proporciona una larga vida vivida en compaiiia y a través de las grandes obras del canon occidental. La ansiedad de la influencia, en la literatura, no tiene por qué ser una tendencia natural en el escritor que llega tarde a una tradici6n. En una obra literaria siempre hay un ansiedad conquistada, la haya Amon rine yee experimentado su autor o no. Richard Ellmann, el eminente estu- dioso de Joyce y un querido amigo al que sigo echando de menos, alirmaba que Joyce no padecfa ansiedad de la influencia, ni siquiera en relacién con Shakespeare y Dante, pero recuerdo que yo le decia «Ellmann que la falta de tal ansiedad en el caso de Joyce no era para ui lo importante. Ulises y Finnegans Wake ponen de manifiesto de manera considerable su condicion de epigonos, mas con respecto a Shakespeare que a Dante. La ansiedad de la influencia existe entre poemas y no entre personas. El temperamento y las circunstancias determinan si un poeta epigono sienteansiedad a cualquier nivel de conciencia. Lo tnico que importa a la hora de interpretarlo es cémo 4n poema revisa otro, tal como lo manifiestan sus tropos, sus image- nes, su diccidn, su sintaxis, su gramatica, su métrica y su postura poética. Northrop Frye insistia en que la gran literatura nos emancipaba de la ansiedad. Esta idealizacién es falsa: la grandeza es consecuen- cia de dar una expresi6n inevitable a una nueva ansiedad. Longino, formulador critico de lo sublime, dijo que «las palabras hermosas son ciertamente la luz peculiar del pensamiento». Pero gcudl es el origen de esa luz en un poema, una obra de teatro, un relato o una novela? Est fuera del escritor, y surge de un precursor, que puede ser una figura compuesta. En relaci6n al precursor, la libertad crea- tiva puede tomar la forma de una elusién, pero no de una huida. Tiene que haber ag6n, una lucha por la supremacia, o al menos por mantener a raya la muerte imaginativa. Durante muchos afios antes y después de que se publicara La an- siedad de la influencia, los estudiosos y criticos literarios se mostraban, reacios a considerar el arte como una contienda por ocupar el lugar seiiero. Parecian olvidar que la competencia es un factor fundamen- tal de nuestra tradici6n cultural. Los atletas y los politicos, natural- mente, no conocen otra cosa, y sin embargo nuestra herencia cultu- ral, en la medida en que es griega, hace valer esta condicién para toda la cultura y la sociedad. Jakob Burckhardt y Friedrich Nietzsche inauguraron la moderna recuperaci6n del ag6n griego, y ahora es aceptado por los estudiosos del mundo clasico como un principio que guia la civilizacién griega. Norman Austin, en su comentario a S6focles en Arion (2006), observa que «la poesia de la Antigiiedad ‘staba dominada por un espiritu agonista que practicamente no ha vuelto a repetirse. El atleta competia con el atleta; el rapsoda con el ANATOMIA DE LA I rapsoda; el dramaturgo con el dramaturgo, y todas las competicio- nes eran grandes festivales puiblicos». La cultura occidental sigue siendo en gran parte griega, puesto que el componente rival hebreo se ha diluido en el cristianismo, que también esta en deuda con el genio griego. Platén y los dramaturgos atenienses tenian que en- frentarse a un precursor como Homero, lo que supone librar una batalla perdida, aun cuando seas Esquilo. Nuestro Homero es Shakespeare, que resulta inevitable, aunque los dramaturgos prefie- ren evitarlo. Es algo que George Bernard Shaw tard6 bastante en aprender, y casi todos los dramaturgos intentan eludir al autor de El rey Lear. Mi énfasis en el ag6n como rasgo central de las relaciones litera- rias se tops, sin embargo, con una considerable resistencia. Se en- frentaba a la idea extendida de que la influencia literaria era un modo de transmisi6n amistoso y sin rupturas, un don graciosame te concedido y recibido con agradecimiento. La ansiedad de la in- fluencia también inspir6 a ciertos grupos marginales a afirmar su su- perioridad moral. Durante décadas me han informado de que los escritores que son mujeres u homosexuales no entran en ninguna contienda, sino que cooperan en una comunidad de amor. Frecuen- temente se me ha asegurado que los artistas literarios negros, hispa- nos y asidticos también estén por encima de la mera competencia. Al parecer el agén era una patologia limitada a varones heterosexua- les blancos. Y sin embargo ahora, en la primera década del siglo xx1, el pén- dulo se ha desplazado al otro extremo. Siguiendo la estela de teéri- cos franceses de la cultura, como el historiador Michel Foucault y el socidlogo Pierre Bourdieu, el mundo de las letras se retrata muy a menudo como un reino hobbesiano de pura estrategia y batalla. Bourdieu reduce el logro literario de Flaubert a la capacidad casi marcial del gran novelista de evaluar los puntos fuertes y débiles de sus competidores literarios y ubicarse en consecuencia. La explicacién de las relaciones literarias de Bourdieu, ahora de moda, con su énfasis en el conflicto y la competencia, guarda cierta afinidad con mi teoria de la influencia y su énfasis en el ag6n. Pero también hay diferencias fundamentales. Yo no creo que las relacio- nes literarias puedan reducirse a una descarnada btisqueda del po- der terrenal, aunque en muchos casos puede que se dé esta ambi- cin. En estas luchas, para los poetas poderosos, lo que esta en juego AMOR LITERARIO, es siempre lilerario. Amenazados por la perspectiva de la muerte ima- inativa, de quedar totalmente poseidos por un precursor, sufren un tipo de crisis claramente literaria. Un poeta poderoso no busca simplemente derrotar al rival, sino afirmar la integridad de su pro- pio yo como escritor. El apogeo de lo que denominaré el Nuevo Cinismo (una serie de tendencias criticas arraigadas en teorias francesas de la cultura y que abarcan el Nuevo Historicismo y escuelas de esa clase) me impulsa a revisar mi explicacién anterior de la influencia. En esta exposicién sobre el tema, que serd la tiltima, defino simplemente la influencia como amor literario, atenuado por la defensa. Las defensas varian de un pocta a otro, Pero la abrumadora presencia del amor es vital para comprender cémo funciona la gran literatu Anatomia de la influencia reflexiona sobre un amplio espectro de re- laciones de influencia. Shakespeare es el Fundador, y con él comien- 70. Luego paso a la influencia de Marlowe sobre Shakespeare y a la de este sobre escritores que van desde John Milton a James Joyce. Los poetas que escribieron en inglés después de Milton tendian a luchar con él, pero los pertenecientes al Alto Romanticismo tam- hi tuvieron que establecer una tregua con Shakespeare. Words- worth, Shelley y Keats, de maneras muy diferentes, tuvieron que de- surollar una relacién en su poesia entre Shakespeare y Milton. Como veremos, la defensa de Milton contra Shakespeare es una re- presion tremendamente selectiva, mientras que la de Joyce es de una apropiacién absoluta. En los capitulos posteriores sigo regresando a Shakespeare no porque sea un shakespearélatra (que lo soy), sino porque es una pre- sencia ineludible para todos los que vienen después, en todas las na- ciones excepto en Francia, donde Stendhal y Victor Hugo se opusie- ron al rechazo neoclisico de su pais de lo que se consideraba un ~barbarismo» dramatico. Shakespeare es ahora el escritor verdadera- mente global, aclamado, representado y leido en Bulgaria e Indone- ia, China y Japon, Rusia y donde quieras. Las obras sobreviven a la traducci6n, la pardfrasis y el trastrocamiento porque sus personajes estin vivos y son universalmente relevantes. Esto convierte a Shakes- peare en un caso especial para el estudio de la influencia: sus efectos son demasiado amplios como para poder analizarlos con coheren- cia. Emerson dijo que Shakespeare escribié el texto de la vida moder- ANATOMIA DE.LA INFLUENGIA na, cosa que me llev6 a la afirmaci6n tan mal entendida de que Shakespeare nos invent6. Estariamos ahi de todos modos, natural- mente, pero sin Shakespeare no nos habriamos visto tal como somos. A lo largo del libro a menudo contrasto la presencia de Shakes- peare con la de Walt Whitman, la respuesta de la Tierra del Ocaso a la vieja Europa y a Shakespeare. Whitman, si dejamos aparte al es- pantoso Edgar Allan Poe, es el tinico poeta norteamericano que ha ejercido una influencia mundial. Haber engendrado la poesia de D. H. Lawrence y Pablo Neruda, de Jorge Luis Borges y Vladimir Maiakovski, es ser una figura de una singular variedad, bastante dis- tinta a la que se encuentra en lecturas débiles de nuestro marco na- cional. Identifico poderosas influencias en Whitman: Lucrecio, Shakespeare y Emerson, entre ellas. Y posteriormente trazo la in- fluencia de Whitman en escritores posteriores, comenzando con Stevens, Lawrence y Crane, y culminando en poetas de mi genera- cién: James Wright, Amy Clampitt, A. R. Ammons, Mark Strand, W.S. Merwin, Charles Wright, John Ashbery y otros. El contorno general del libro es cronoldgico: sus cuatro seccio- nes avanzan desde el siglo xvi hasta el xx1. Pero también hay miilti- ples cruces en el tiempo y el espacio. En diversos capitulos, Shelley aparece como una poderosa influencia sobre Yeats, Browning y Ste- vens, y también como un escéptico un tanto reacio. Whitman, que aparece en muchos capitulos, adquiere al menos dos aspectos cla- ves. Es el poeta de lo Sublime Americano, pero es un representante clave de lo Sublime Escéptico, y como tal aparece junto a Shelley, Leopardi, Pater, Stevens, y seguidores de Lucrecio mas encubiertos como John Dryden, Samuel Johnson, Milton y Tennyson. La estruc- tura de la influencia literaria es laberintica, no lineal. En el espiritu del pasaje de Tolstoi que sirve de epigrafe a este libro, pretendo guiar a los lectores a través del «infinito laberinto de relaciones que componen la materia del arte». Como Anatomia de la influencia es practicamente mi canto del cis- ne, mi deseo es decir en un solo libro casi todo lo que he aprendido reflexionando acerca de cémo funciona la influencia en la literatu- ra de la imaginaci6n, sobre todo en inglés, pero también en un pu- fado de escritores en otras lenguas. A veces, durante las noches de insomnio que experimento mientras me recupero lentamente de mis diversos percances y enfermedades, me pregunto por qué siem- pre he estado tan obsesionado con los problemas de la influencia. AMON LE ARIO Mi propia subjetividad, desde la edad de diez afios, se formé a base de leer poesia, y en algtin momento ahora olvidado comencé a cavi- lar sobre las influencias. Las primeras que recuerdo son las de Wi- liam Blake en Hart Crane, las de Milton y Wordsworth en Shelley, la de Walt Whitman en T. S. Eliot y Wallace Stevens, y la de Keats en lcnnyson. Poco a poco me di cuenta de cémo ir mas alla de los ecos y las alusiones, y encontrar el asunto mas crucial de la transmision de posturas e ideas poéticas. Yeats supuso para mi un problema es- pecial, pues su relaci6n con Shelley y Blake resultaba palpable, pero sus anhelos mas hondos eran contrarios a los de esos dos poetas. Con frecuencia se ha considerado que mi manera de escribir acerca de la influencia literaria se basaba en el complejo de Edipo de Freud. Pero eso es un completo error, como ya he explicado an- tes, aunque en vano. El complejo de Hamlet de Freud esta mucho As cerca, o incluso mejor, tu complejo de Hamlet y el mio. Hamlet libra su lucha mas intensa con Shakespeare y con el Fantasma, que es interpretado por el dramaturgo. El ag6n entre Hamlet y su crea- dor fue el tema de un breve libro que publiqué en 2003: Hamlet: Poem Unlimited. En él me interesaba por el combate oculto con el es- piritu del padre, cuyo premio era el nombre de Hamlet. Cuando Hamlet, al volver del mar, forcejea con Laertes en la tumba de Ofe- lia, grita exultante que él es «Hamlet el danés». Borrar el nombre de tu precursor mientras te ganas el tuyo pro- pio es la meta de los poetas poderosos o severos. La transmutacion de Walter Whitman hijo en Walt fue acompatiada por la ambivalen- te relaci6n discipular del bardo americano con Emerson. Whitman nunca fue un trascendentalista, pero si un materialista epictireo: «El qué es incognoscible». Emerson, el Sabio de Concord, se declaré li- bre de precursores: «Que lo que pueda extraer de otro no sea nunca instrucci6n, sino solo provocacién», es un lema mas adecuado para tn profeta que para un poeta. Aunque Shakespeare era una auténti- a urraca, invalida cualquier distincién entre ilustracién y provoca- ci6n, y saquea donde le apetece. Whitman tiende a limitar sus fuen- tes porque la presentacién que hace de si mismo exige que él se convierta en su propia autoridad suprema. Mis alumnos a menudo me preguntan por qué los grandes escri- tores no pueden comenzar de la nada, sin pasado alguno a sus espal- das. Lo tinico que puedo decirles es que simplemente las cosas no funcionan asi, ya que en la practica inspiraci6n significa influencia, ANATOMIA DE LA INFLUENGIA tal como ocurre en el vocabulario de Shakespeare. Cuando alguien te influye, te est4 ensefiando, y un escritor joven lee en busca de en- sefianza, que es como Milton lee a Shakespeare, Crane a Whitman, o Merrill a Yeats. Ejercer durante mas de medio siglo de profesor me ha ensefiado que lo que se me da mejor es provocar a mis alumnos, algo que se ha transmitido a mis textos. Es una postura que aleja a algunos lectores en los medios de comunicacién y en el mundo aca- démico, pero ellos no son mi ptblico. Gertrude Stein observé que uno escribe para si mismo y para los desconocidos, que para mi sig- nifica que hablo para mi (que es lo que la gran poesfa nos enseiia a hacer) y para aquellos lectores disidentes de todo el mundo que, en su soledad, buscan de manera instintiva literatura de calidad, desde- fiando a los lemmings que devoran a J. K. Rowling y a Stephen King mientras corren hacia el acantilado rumbo al suicidio intelectual en el océano gris de Internet. Efebo, que era como los atenienses denominaban al futuro ciuda- dano de joven, es la palabra que utilizo para el lector joven y autén- tico que habita la soledad en la que se dispone a encontrarse con la imaginacién de Shakespeare. Todavia recuerdo el impacto inicial que me causé Ia lectura de Macbeth a los trece afios. Se me obsequid con una abundancia que no habia conocido antes. No entendia cémo iba a aceptar la total identificacién con la feroz interioridad de Macbeth que Shakespeare parecfa imponerme. Ahora me pare- ce que la imaginaci6n proléptica de Macbeth es en cierto sentido la del propio Shakespeare, al igual que la rapidez cognitiva de Hamlet y el vitalismo de Falstaff también podrian reflejar atributos de su creador, Tan incognoscible es Shakespeare para nosotros que pue- de que estas sean conjeturas desatinadas, solo que yo me refiero a Shakespeare como el poeta-en-un-poeta, una formulacién que debo esclarecer. Durante los cuarenta afios o mas que llevo explicando la influen- cia, todavia no habia clarificado la idea del poeta-en-un-poeta. Pero creo que puedo hacerlo ahora, impulsado en parte por la reduccién que hace el Nuevo Cinismo de todas las relaciones literarias a un vil interés personal. Cuando pienso en la personalidad de W. B. Yeats, no dejan de rondar por mi cabeza sus imagenes de si mismo, desde el esteticismo de la década de 1890 de Lionel Jonson, Ernest Dow- son y Arthur Symons al histriénico anciano de On the Boiler, que pre- AMOK HLH AKIO thea una eugenesia fascista. Ese no es Yeats el poeta, probablemente el poeta vivo mas importante del mundo occidental hasta su muerte en 1939. Cuando recitamos «El Segundo Advenimiento» 0 «Leda y «l cisne» es dificil no ceder a la violencia de su ensalmo, aunque puedes aprender a ponerla en entredicho. La adiccién a un podero- xo orgullo de proclamas antitéticas es fundamental para Yeats, pero no es lo que yo Hamaria el poeta-en-el-poeta, el Yeats mas profundo. -Cuchulain consolado», el poema sobre la muerte mas auténtico de Yeats, fusiona heroismo y cobardia en una sola cancién: «Habian tansformado sus gargantas y tenian gargantas de pajaros». Esta es la vor del poeta-en-el-poeta, libre de toda ideologia, incluyendo las de {ipo ocultista que cred para si mismo, confiando en que la sefiora Yeats actuara de médium para los fantasmas. Lo que quiero dar a entender con el poeta-en-el-poeta es lo que, importantes —El rey Learo El paraiso perdi- ilo— es poesia propiamente dicha y no otra cosa. No me refiero a lo que mi difunto amigo Robert Penn Warren denominaba «poesia pura», algo que buscaron mas los franceses que los americanos. Wi- Hliam Collins, el poeta de la sens idad del siglo xvi, escribi6 una torpe «Oda al caracter poético», el espiritu de la cual aparece en el extraordinario fragmento de Coleridge titulado «Kubla Khan», que me produce un efecto parecido al de «Viajes II» de Hart Crane. Su iuisica extdtica y cognitiva —~en Collins, Coleridge y Crane— me comunica algo que no puede ser transmitido discursivamente. El nicluso en los poemas mas poeta-en-el-poeta seculariza lo sagrado, y por ello debemos buscar analogias explicativas. El daimén o genio nos devuelve a las formu- laciones de Ia antigua Grecia, y en tiltima instancia nos Ileva al «yo auténtico» o «mi mismo», el «oscuro demonio o hermano» del per- sonaje whitmaniano. E.R. Dodds, cuyo estudio clasico Los griegos y lo irracional he relei- do literalmente hasta destrozarlo, distingue la psique del daimén, erioso de hasindose en Empédocles y luego en lo que es mas mis Socrates. La psique es el yo empirico o alma racional, mientras que el daim6n divino es un yo oculto o alma no racional. Desde la época helenistica hasta Goethe, el daimon ha sido el genio del poeta. Al hablar del poeta-en-el-poeta, me refiero precisamente a ese daimén, su inmortalidad potencial como poeta, y de hecho a su divinidad. Resulta pertinente que se nos abra una nueva perspectiva en Home- vo al considerar el daim6n, puesto que la psique de la Iliaday la Odi- ANATOMIA DE LA INFLUENCIA sea es a la vez aliento y doble. Antes de Shakespeare, Homero era el poeta por antonomasia. Al escoger el daim6n en oposicién a la psi- que como interioridad del poeta, mi intencién es puramente prag- matica. La cuesti6n es por qué se trata de poesia poesia, y no de otra cosa, ya sea historia, ideologia, politica o psicologia. La influencia, que aparece en todos los campos de la vida, se intensifica en la poe- sia. Es el tinico contexto auténtico de un poema poderoso, porque es el elemento que habita la poesia auténtica. La influencia nos acecha a todos en forma de influenza, y pode- mos sufrir angustia al contagio ya seamos participes de la influencia ovictimas de la influenza. Lo que sigue siendo libre en nosotros es el daim6n. Yo no soy poeta, pero puedo hablar del lector-en-el-lector, y también como un daimén que merece que lo apacigiten. En nues- tro mundo de pantallas —computadora, television, cine— las nuevas generaciones crecen al parecer privadas de sus daimones. Me temo que desarrollardn nuevas versiones de lo daimé6nico, y que una cul- tura visual acabard con la literatura de la imaginacién. En Defensa de la poesia, Shelley marco la pauta de la reflexi6n so- bre la influencia que he seguido de manera consciente desde La ansiedad de la influencia hasta Anatomia de la influencia. Qué quiere dar a entender Shelley con la palabra influencia en su famoso pasaje? :++ porque la mente en el momento de la crea carbén apagado que una invisible influencia, como viento in- constante, despierta a transitoria brillantez; este poder surge del interior como el olor de una flor que se marchita, que de- cae y cambia segtin se desarrolla, y las partes conscientes de nuestra naturaleza no pueden profetizar ni su proximidad ni su alejamiento. Aun cuando esa influencia pueda persistir en su pureza y fuerza de origen, es imposible predecir la magni- tud de sus resultados. nes como Al igual que Shakespeare, cuando habla de influencia, Shelley se re- fiere a inspiracion. En la pentiltima frase de su Defensa de la poesia, los poetas se identifican con «la influencia que no es impulsada, sino impulsora». Shelley era el mas idealista de los grandes poetas de nuestra lengua, pero conocfa por experiencia la doble naturaleza de la influencia: el amor por la poesia de Wordsworth y una fuerte ambivalencia hacia un poema como «Oda: indicios de inmortali-

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