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ESCUELA DEL DIACONADO PERMANENTE

CRISTOLOGÍA:
Trabajo: PREFACIO DE SANTA MARÍA VIRGEN V

El prefacio seleccionado es de “Santa María Virgen V” y la categoría Cristológica que tomo es:
“Cristo, nuevo Adán”. Y la pregunta central que vamos a tratar de responder es ¿En dónde
está la novedad, lo nuevo, de Cristo respecto de Adán?

Haciendo una revisión Bíblica, Dogmática-Magisterial y Teológica-Patrística, encontramos:

1. La novedad, central y principal, de Cristo está en la obediencia. A diferencia de Adán,


desobediente al comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 2, 16-17; 3,
3-6), en Jesús la obediencia a su Padre lo llevó a la muerte y una muerte de cruz (Flp. 2, 8).
De la obediencia considero que derivan dos atributos: la Verdad y la Voluntad; Jesucristo
enseña que la Verdad nos hará libres aunque venga con la muerte terrena pero con la
Gloria Celestial (Jn. 8, 31-40; Mt. 26, 63-65) y que Él no hace su Voluntad sino la del Padre
y recordamos el huerto donde ora a su Padre y se mantiene en su Palabra (Mt. 7, 21; Mc.
3, 35; Lc. 22, 42; Jn. 4, 34; 5, 19 y 30). Al cumplirla, obedece hasta llegar a la muerte en la
cruz, por lo que el Padre lo exalta sobre todo, para que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en los cielos, en la tierra, en los abismos (Flp. 2, 8-10).
El Concilio de Vienne, 1311-1312 - XV ecuménico - Errores de Pedro Juan Olivi “…, el
mismo Verbo de Dios, para obrar la salvación de todos, no sólo quiso ser clavado en la
cruz y morir en ella, sino que sufrió que, después de exhalar su espíritu, fuera perforado
por la lanza su costado, …; y así a la figura cierta del primero y viejo Adán que, según el
Apóstol, es forma del futuro [Rom. 5, 14], respondiera la verdad en nuestro novísimo
Adán, es decir, en Cristo. …, por el testimonio del bienaventurado Juan Apóstol y
Evangelista, que, contando el suceso y orden de este misterio, dice en su Evangelio: Mas
cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no quebraron sus piernas, sino que
uno de los soldados abrió con la lanza su costado y al punto salió sangre y agua. Y el que lo
vio dio testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis [Ioh. 19, 33 ss]. ...”. El Concilio de Trento, 1545-1563 - XIX
ecuménico - SESION VI (13-ENE-1547), sobre la justificación: “Por lo que resulta que los
justos mismos deben sentirse tanto más obligados a andar por el camino de la justicia,
cuanto que, liberados ya del pecado y hechos siervos de Dios [Rom. 6, 22], …, pueden
adelantar por obra de Cristo Jesús, por el que tuvieron acceso a esta gracia [Rom. 5, 2]. …
Porque aún Cristo mismo, como dice el Apóstol, siendo hijo de Dios, aprendió, por las
cosas que padeció, la obediencia y, consumado, fue hecho para todos los que le
obedecen, causa de salvación eterna [Hebr. 5, 8 s]”. Y en LG-9 se ratifica que: “… Este
pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, «que fue entregado por nuestros pecados y
resucitó para nuestra salvación» (Rm 4,25), y teniendo ahora un nombre que está sobre
todo nombre, reina gloriosamente en los cielos. … Tiene por ley el nuevo mandato de
amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros (cf. Jn 13,34). …”.
Los Santos Ireneo (Contra los herejes 5,19,1; 20,2; 21,1) y Basilio Magno (Libro sobre el
Espíritu Santo 15,35) nos dicen: El primero, “Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue
constituido cabeza, pues declaró la guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un
principio, por medio de Adán, nos había hecho prisioneros, y quebrantó su cabeza, como
encontramos dicho por Dios a la serpiente en el Génesis: Establezco hostilidades entre ti y
la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el
talón”. Y en otro párrafo: “El Señor vino y se manifestó en una verdadera condición
humana que lo sostenía, siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por él, y, mediante
la obediencia del árbol de la cruz, llevó a cabo la expiación de la desobediencia cometida
en otro árbol, al mismo tiempo que liquidaba las consecuencias de aquella seducción con
la que había sido vilmente engañada la virgen Eva, ya destinada a un hombre, gracias a la
verdad que el ángel evangelizó a la Virgen María, prometida también a un hombre”. El
segundo, afirma: “Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar el hombre
levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, al que le había
llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la
venida de Cristo en la carne, de sus ejemplos de vida evangélica, de sus sufrimientos, de
su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara,
por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo.” San Basilio Magno.

2. Cristo Se anonadó (kénosis), se vació de su condición divina hasta la condición de


esclavo. En contraste con Adán que quiso elevarse de ser creado (Gn. 2, 7) a la condición
de dios, como Yahvé Dios (Gn. 3, 5-6), Jesucristo se anonada, se abaja de ser Hijo de Dios a
tener semejanza humana y a tomar condición de esclavo (Flp. 2, 6-7); es la novedad de la
humildad como guía del camino, “se humilló a sí mismo, …” (Flp. 2, 8)
Consideré muy apropiada la Alocución Singulari quadam, de 9 de diciembre de 1854, que
ratifica como se complace Dios con los humildes, su Hijo el primero y nos la enseña: “…
¿Quién, …, negará serle necesarios para la salvación los auxilios de la religión divina y de la
gracia celeste? Auxilios que ciertamente concede Dios con gran benignidad a aquellos que
con humilde oración se los piden, como quiera que está escrito: Dios resiste a los
soberbios, pero da su gracia a los humildes [Iac. 4, 6]. Por eso, volviéndose antaño Cristo
Señor al Padre, afirmó que los altísimos arcanos de las verdades no fueron manifiestos a
los prudentes y sabios de este siglo … y se niegan a prestar obediencia a la fe, sino a los
hombres humildes y sencillos que se apoyan en el oráculo de la fe divina y a él dan su
asentimiento [cf. Mt. 11, 25; Lc. 10, 21]”.
San Gregorio Nacianceno (Sermón 45,9.22.26.28): “Él, que posee en todo la plenitud, se
anonada a sí mismo, ya que, por un tiempo, se priva de su gloria, para que yo pueda ser
partícipe de su plenitud. ¿Qué son estas riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio en
favor mío? Yo recibí la imagen divina, mas no supe conservarla. Ahora él asume mi
condición humana, para salvar aquella imagen y dar la inmortalidad a esta condición mía;
establece con nosotros un segundo consorcio mucho más admirable que el primero”.

3. Por Cristo, todos los hombres revivirán. Si bien, con la desobediencia de Adán todos los
hombres mueren como consecuencia del pecado, con la obediencia de Jesucristo todos los
muertos resucitan, revivirán en Cristo, y Cristo como primicia y luego los de Cristo en su
venida (1 Co. 15, 21-23 y Rm. 5, 12 y 17). Es decir que, con la muerte de Cristo en la cruz,
hubo unos efectos: Cristo llevó los pecados de la humanidad en su cuerpo, y muerta la
humanidad al pecado, fue sanada por las heridas en Cristo (1 Pe. 2, 24); así, nos ha
reconciliado para presentarnos santos, inmaculados e irreprensibles delante de Él,
mientras permanezcamos sólidamente cimentados en la fe, en la esperanza del Evangelio
(Col. 1, 22-23); e inmolado Cristo, el cordero pascual, celebramos la fiesta con ázimos de
pureza y verdad (1 Co. 5, 7-8), es decir, a despojarnos del hombre viejo y a revestirnos del
Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad (Ef. 4, 22-24).
En el II Concilio de Orange, 529 (en la Galia) - Sobre el pecado original, la gracia, la
predestinación ratifica: “Can. 2. Si alguno afirma que a Adán solo dañó su prevaricación,
pero no también a su descendencia, o que sólo pasó a todo el género humano por un solo
hombre la muerte que ciertamente es pena del pecado, pero no también el pecado, que
es la muerte del alma, atribuirá a Dios injusticia, contradiciendo al Apóstol que dice: Por
un solo hombre, el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte, y así a todos los
hombres pasó la muerte por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12]”. Y en el Concilio
de Trento, 1545-1563 - XIX ecuménico - SESION VI (13-ENE-1547) - sobre la justificación -
Cap. 3. Quiénes son justificados por Cristo advierte: “Mas, aun cuando Él murió por todos
[2 Cor. 5, 15], no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos
a quienes se comunica el mérito de su pasión. … si los hombres no nacieran propagados
de la semilla de Adán, no nacerían injustos, …; así, si no renacieran en Cristo, nunca serían
justificados [Can. 2 y 10], como quiera que, con ese renacer se les da, por el mérito de la
pasión de Aquél, la gracia que los hace justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a
que demos siempre gracias al Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de los
Santos en la luz [Col. 1, 12], y nos sacó del poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del
Hijo de su amor, en el que tenemos redención y remisión de los pecados [Col. 1, 13 s]”.
Este tema es abordado por San Gregorio Nacianceno (Sermón en las sagradas luminarias
39,14-16.20), San León Magno (Sermón 8 sobre la pasión del Señor 6-8), Orígenes
(Homilías sobre el Levítico 9,5.10) y, un escrito de autor Anónimo “El descenso del Señor
al abismo” (Homilía antigua sobre el grande y santo Sábado); encontramos: El primero
afirma: “Pero Jesús, por su parte, asciende también de las aguas; pues se lleva consigo
hacia lo alto al mundo, y mira cómo se abren de par en par los cielos que Adán había
hecho que se cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se había cerrado
el paraíso con la espada de fuego.”; El segundo, recuerda a Dios a través del profeta
Oseas: “Efectivamente, en tiempos antiguos, Dios amenazaba ya con el poder de su
muerte a nuestra muerte profetizando por medio de Oseas: Oh muerte, yo seré tu
muerte; yo seré tu ruina, infierno. En efecto, si Cristo al morir tuvo que acatar la ley del
sepulcro, al resucitar, en cambio, la derogó hasta tal punto que echó por tierra la
perpetuidad de la muerte y la convirtió de eterna en temporal, ya que si por Adán
murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida”; El tercero, complementa lo que se
viene diciendo: “Aludiendo a esta propiciación con la que vuelve a reconciliar a los
hombres con el Padre, dice el apóstol Juan: Hijos míos, os escribo esto para que no
pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el
Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados. … Así se nos explica cómo se
llevaba a cabo entre los antiguos el rito de propiciación a Dios en favor de los hombres;
pero tú, que has alcanzado a Cristo, el verdadero sumo sacerdote, que con su sangre hizo
que Dios te fuera propicio, y te reconcilió con el Padre, no te detengas en la sangre física;
piensa más bien en la sangre del Verbo, y óyele a él mismo decirte: Ésta es mi sangre,
derramada por vosotros para el perdón de los pecados”. El cuarto documento es precioso
porque nos da la escena de Jesucristo rescatando al primer Adán: “El Señor, teniendo en
sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer
padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor
esté con todos». Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu». Y tomándolo por
la mano le añade: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será
tu luz.”.

4. Cristo “es” la imagen de Dios Invisible. Si bien Dios crea al ser humano (Adán) a imagen y
como semejanza “nuestra” (Gn. 1, 26-27), encontramos que Jesucristo es la imagen de
Dios (2 Co. 4, 4) y complementa (Col. 1, 15) de Dios invisible, Primogénito de toda la
creación; afirmación que sólo tiene validez en Cristo pues la humanidad debería seguir por
el camino que enseña Cristo.
En el Concilio Vaticano II, en LG-2 afirma: “El Padre Eterno, …, decretó elevar a los
hombres a participar de la vida divina, y como ellos hubieran pecado en Adán, no los
abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a
Cristo Redentor, «que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura»
(Col 1,15)”. Y en DV-3 confirma: “Dios, …, queriendo abrir el camino de la salvación
sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde
el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la
promesa de la redención, …, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación
con la perseverancia en las buenas obras”.
San Bernardo (Sermón en el Adviento del Señor 5,1-3): “El Hijo vendrá a ti en compañía
del Padre, vendrá el gran Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal
será la eficacia de esta venida, que nosotros, que somos imagen del hombre terreno,
seremos también imagen del hombre celestial. Y así como el viejo Adán se difundió por
toda la humanidad y ocupó al hombre entero, así es ahora preciso que Cristo lo posea
todo, porque él lo creó todo, lo redimió todo, y lo glorificará todo”.

5. La naturaleza de Jesús y sus relación filial con el Padre. En Adán encontramos al hombre
creado (Gn. 2, 7), a quien Dios le entrega la potestad de someter y mandar sobre la tierra
(Gn. 1, 28); en Jesucristo encontramos al Hijo del hombre engendrado (Mt. 1, 20) por el
Espíritu Santo, al Hijo del Altísimo (Lc. 1, 31-35), a la única persona que tiene las
naturalezas humana y Divina, y quien mantiene una relación permanente con el Padre y
por ello, le dice a Tomás que quien le ve a Él (Jesucristo) ve al Padre (Jn. 14, 8-10) y más
adelante encontramos que Él y el Padre son uno (Jn. 10, 29-30).
“Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad" (1 Tim., 2,4), "habiendo hablado antiguamente … por medio de los profetas"
(Hebr., 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne,
ungido por el Espíritu Santo, …", mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su
humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto
en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación ... Esta obra de redención humana y
de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el
pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su
bienaventurada pasión. ... Por este misterio, "con su Muerte destruyó nuestra muerte y
con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el costado de Cristo dormido en la cruz
nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera". (SSC-5).”
“… Dios … "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". …, al Verbo eterno, que
ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de
Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla
palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto,
Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, …,
y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con
el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino
que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y
resucitarnos a la vida eterna.” (DV-4). “Para esto envió Dios a su Hijo, a quien constituyó
en heredero de todo (cf. Hb 1,2), para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza
del pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios. (LG- 13).”

Conclusiones sobre “Cristo, nuevo Adán”:

1. La naturaleza de Adán, el primero, el creado por Dios, de barro, carne, alma y el segundo
Adán, el nuevo Adán, Jesucristo, de naturaleza humana pero también de naturaleza
celestial, bajado del cielo y espiritual. Ellos aparecieron en momentos diferentes de las
historias de la humanidad y de la salvación, uno, el primer Adán, en la creación de Dios y el
segundo, en el momento que Dios lo consideró el tiempo pleno, el momento señalado
según la Revelación de Dios a los hombres. En este sentido, primero, somos seres creados.
Y con la llegada del segundo Adán, el Padre Celestial nos hace partícipes de conocer un
misterio que estaba escondido y en la esperanza de esa humanidad caída. Y como dice San
Gregorio Nacianceno, si con Adán se cerraron las tinieblas y con ellas el cielo con Cristo,
nuevo Adán, se abrieron esas tinieblas y así el Cielo.
2. A pesar que ambos, Adán y el nuevo Adán, fueron tentados, el primero cayó y con él toda
la humanidad pero el segundo, Jesús, NO cayó, NO transgredió la Palabra del Padre; por el
contrario, siendo la Palabra del Padre y teniendo su naturaleza divina se niega a ella y
toma una condición humilde, de esclavo. Jesús llega a darnos a conocer al Padre, sus
enseñanzas a través de gestos y palabras, su Revelación, su forma de comunicación con el
hombre y, llegado el momento, salva a la humanidad caída, es decir, primero Jesús se
acerca al hombre que está herido y caído; segundo la justifica, quiere decir que la ayuda a
levantarse, a limpiarse y revisar sus heridas y recoger sus pertenencias; y, tercero, la
redime, lo que implica que lleva al herido al hospital para que le curen sus heridas y no
haya consecuencias posteriores. Y esto sucede a todo hombre, a la humanidad, dentro del
libre albedrio y la voluntad y libertad dada por Dios al ser creado. Aquí vemos como el
hombre, además de ser creado, también es un ser caído y redimido.
3. Comprendido que el hombre es un ser creado, caído y redimido por Dios; el segundo
Adán, Dios visible del Dios invisible, es quien muestra a los hombres a través de su paso
por esta tierra un camino que debe estar edificado con las piedras preciosas de la
obediencia, de la verdad y del hacer la Voluntad del Padre. Pues al hacer la Voluntad del
Padre, escucha su Revelación y su Palabra y la cumple, una Palabra que está afirmada en
la verdad y al hacerla vida, lleva a la obediencia plena; obediencia que llevó al Hijo de Dios
a la cruz, llevando a ella, no solo, todos los pecados de los hombres y perdonándolos sino
también, al que nos hizo caer y derrotarlo, al padre de la mentira y del engaño y así, con
su humildad al negarse momentáneamente de su divinidad, nos regala el mensaje cierto
que nos permite recobrar la vida y no cualquier vida sino la eterna y recuperar la
esperanza de alcanzarla. Es, entonces, en la obediencia a, en y por Cristo que alcanzamos
la salvación que se nos propone y nos lleva a la familia de Dios.
4. El nuevo Adán, a diferencia del primero, hoy y por los siglos se constituye en abogado
nuestro ante el Padre. Intercede porque al subir a la cruz por nosotros nos entregó el
mensaje del máximo amor y así, también, cumplir el mensaje que Dios nos envía que
quiere que todos los hombres lo conozcamos y nos salvemos o que nos salvemos
conociéndolo.
5. Siguiendo sus recomendaciones no entré en la categoría cristológica de la Iglesia porque
sería otro trabajo, sin embargo vale anotar que, con Cristo en la Cruz, los padres de la
Iglesia y la SSC-5 nos recuerdan que por este misterio, "con su Muerte destruyó nuestra
muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido
en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera".
6. Como colofón del trabajo, porque creo que es un mensaje principal de “Cristo, nuevo
Adán” para todos, reitero el mensaje del autor anónimo en la homilía el descenso del
Señor a los abismos: “El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se
acerca a ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran
acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor esté con todos». Y Cristo,
respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu». Y tomándolo por la mano le añade:
Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.”

Atentamente,

Alumno: Jairo Salcedo García


2do año - Cristología.

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