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Piense en cada decisión como una apuesta con una probabilidad y una
recompensa por tener razón y una probabilidad y una penalización por estar
equivocado. Normalmente, una decisión ganadora es aquella con un valor
esperado positivo, lo que significa que la recompensa multiplicada por su
probabilidad de ocurrir es mayor que la penalización multiplicada por su
probabilidad de ocurrir, siendo la mejor decisión la que tiene el mayor valor
esperado.
Este principio hizo una gran diferencia en mi propia vida. Hace años, cuando
recién comenzaba mi familia, vi una casa que era perfecta para nosotros en todos
los sentidos. El problema era que no estaba en el mercado y todos los que
pregunté me dijeron que el propietario no estaba interesado en vender. Para
empeorar las cosas, estaba bastante seguro de que me rechazarían por una
hipoteca adecuada. Pero pensé que no me costaría nada llamar al propietario para
ver si podíamos resolver algo. Al final resultó que, no solo estaba dispuesto a
vender, ¡estaba dispuesto a darme un préstamo!
El mismo principio se aplica cuando la desventaja es terrible. Por ejemplo, incluso
si la probabilidad de tener cáncer es baja, podría pagar hacerse la prueba cuando
tenga un síntoma solo para asegurarse.