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Palabras clave: Partido de Piura, república del Perú, independencia del Perú, crisis de
autoridad.
Abstract
Adherence partido of Piura to the cause of independence meant not agree with
subjection to the cities that were formed government headed by patriot in independent
Peru, as in the case of Trujillo and Lima. The elite piurana questioned and disobeyed,
repeatedly, determinations which saps its traditional autonomist, thus causing a profound
crisis of authority in the transition to the republic.
/DSURFODPDFLyQGHODLQGHSHQGHQFLDHQ3LXUDHOLQLFLRGHODFULVLVGHDXWRULGDG
Cuando José de San Martín ingresó a la Ciudad de los Reyes en julio de 1821,
estaba absolutamente convencido de que la voluntad popular se inclinaría a su favor toda
vez que el virrey La Serna había abandonado Lima y la población limeña podía, entonces,
manifestar su opción política con libertad: esperanza y error. Esperanza en que, sucedido
esto, proclamar y jurar la independencia en Lima suponía conquistar rápidamente el resto
del territorio peruano. Esperanza en que de este modo el numéricamente frágil ejército
decidió por la causa patriota. Días después el obispo fue tomado prisionero y, junto con
otros tantos que habían hecho profesión de su realismo, zarparon del puerto trujillano de
Huanchaco hacia el cuartel de San Martín en el sur (Vargas Ugarte 1962: 143-144).
La captura del obispo fue motivo de división entre los vecinos y hombres del
clero, pero dadas las circunstancias era peligroso manifestar a viva voz la oposición a
las determinaciones de los ahora patriotas. Como pasó en casi toda América, el ambiente
se tornó muy tenso para quienes no demostraran su adhesión a la nueva patria. Aún así
algunos clérigos y canónigos del cabildo trujillano iniciaron una acción contestataria
para reivindicar al obispo y pedir su pronto retorno. Esta reacción estuvo liderada por el
clérigo Gregorio Martínez de Zorogastúa (Hernández García 2011A: 609-611). En una
comunicación al vicario eclesiástico de Piura, Tomás Diéguez, en octubre de 1821, brinda
noticia sobre cómo se consiguió en Trujillo el voto contrario al obispo:
Por los más bajos medios, por los apoyos más injustos y criminales, se logró que
los cabildos eclesiástico y secular de esta ciudad, informasen con sangre contra la
UHSXWDFLyQMXVWL¿FDGDGHQXHVWUR,OXVWUtVLPR3UHODGRJDUDQWL]iQGRVHFRQTXHFRQWUD
pOKDEtDHQWRGRHO2ELVSDGRXQRGLRJHQHUDO\TXHSRUHVWRQRVRORKDEtDQFHOHEUDGR
la separación que de él se hizo, sino que también detestaban hasta la sombra de su
regreso y restitución a la diócesis; para conseguir esto se prometió mucho a unos, a
otros se conminó, y positivamente se amagó y amenazó a otros.1
Esta información nos enfrenta a una visión alternativa de la manera como se manejó
la política en aquel cabildo abierto y que las negociaciones fueron parte también de este
proceso independentista. Recordemos que nos estamos moviendo en el estamento de la
elite, la que nunca había combatido en un choque bélico, mucho menos contra su propia
metrópoli. Al decir Zorogastúa que a unos se conminó y a otros se amenazó, es evidente
que la unanimidad no reinó entre los convocados en aquel cabildo y que, antes bien, el
intendente Torre Tagle y aliados tuvieron que utilizar otros recursos. Lo que nadie sabía
era que los opositores iniciarían un riesgoso camino de persecución política. De ahí que el
RELVSRVLQDWLVEDUORTXHOXHJROHHVSHUDEDGHFODUDVHVXDGKHVLyQD)HUQDQGR9,,
Además de esta represión, hay que considerar que la situación geopolítica y
bélica era muy complicada para los realistas en Trujillo. Lima se hallaba bloqueada
marítimamente por Lord Cochrane, San Martín se encontraba en Pisco, al sur de Lima, y
por el norte Guayaquil había proclamado su independencia en octubre de 1820. Además,
Álvarez de Arenales se encaminaba a la sierra bloqueando también todo acceso que Lima
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Torre Tagle forzó las proclamaciones del resto de partidos de la intendencia trujillana; entre
aquellos se encontraba Piura.
(OGHHQHURGHXQR¿FLRSURFHGHQWHGH7UXMLOOROOHJyDOFDELOGRSLXUDQRFRQ
la siguiente intimidación: que se proceda a proclamar la independencia de aquella ciudad,
de lo contrario se colocarían en el puerto de Paita tropas armadas para conquistarla. Al día
1 Archivo General de la Nación (AGN). Colección Tomás Diéguez (CTD). Caja 6. Carpeta 21. Doc.
$xR)RO
estrenadas patriotas. La reacción de Torre Tagle, entonces, fue la amenaza militar directa,
dejando ver con esta intimidación una imagen frágil entre los piuranos, una autoridad
que puede ser puesta en tela de juicio y que necesita la fuerza bélica para conseguir la
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intereses familiares y de estamento del lugar. La primera idea que puede surgir es que
este rechazo tenía que ver con su origen argentino, aunque de eso no tenemos pruebas
tangibles por el momento. Lo más cierto, teniendo en cuenta la historia precedente del
partido, es que el rechazo haya sido motivado por ser “foráneo”, es decir, de fuera tanto de
la región como de la red familiar tradicional. Y es que, si se quería ser aceptado en un grupo
tan selectivo, había que manejar con cuidado determinados mecanismos, en los que la
YLROHQFLDHUDLPSHQVDEOH&RQODLQGHSHQGHQFLD¢KDEtDQFDPELDGRODVFRVDV"7DOYH]KDEtD
que matizarlas. Ahora, la cuestión sería mantenerse y sobrevivir. Lo cierto es que, por el
ODGRGHOJRELHUQRSDWULRWDFRQ2OD]iEDOHQ3LXUD7RUUH7DJOH\6DQ0DUWtQVHDVHJXUDURQ
el control de esta provincia norteña.
Un asunto también muy sugerente es el velado rechazo de la vecindad piurana
a los cupos de guerra impuestos desde Trujillo a partir de febrero de 1821. Tenía que ser
un rechazo solapado porque, no obstante la importancia de la elite, la situación era de una
confrontación bélica, de un enfrentamiento contra las fuerzas del rey, donde la imagen de
“antipatriota” podía traer consecuencias negativas, como de hecho aconteció meses más
tarde cuando se radicalizó la guerra contra el virrey La Serna.2 Los donativos y/o empréstitos
forzosos y voluntarios tenían que ser asumidos en gran medida por los patricios piuranos;
sin embargo, de esta ciudad sacaron muy poco a comparación de lo que realmente esperaban
cuando asignaron las cantidades. Inclusive, los curas de parroquia fueron requeridos, pero
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JRELHUQRFHQWUDO(VWRQRHVUDURHQWDQWRTXHSRUPX\SDWULRWDVTXHVHPDQLIHVWDVHQ±TXH
QRHUDHOFDVR±ODH[DFFLyQGHGLQHURQXQFDHVUHFLELGDFRQHQWXVLDVPRSRUORVGRQDQWHV
como el mismo Torre Tagle le manifestó a San Martín precisamente en estos meses.
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numerario; pues ha sido extraído casi a la fuerza del mayor número de individuos
que constan de las listas, y muy poco más recogerá. Por otra parte es prudente irse
con tiento en esta materia, porque el patriotismo está aún en pañales, y no hay cosa
más odiosa que las exacciones. (borrador de una carta de Torre Tagle a San Martín,
GHIHEUHURGH(Q2UWt]GH=HYDOORVFXUVLYDQXHVWUD
2 Aunque nunca se llegó en Piura a los niveles de coerción que acontecieron en Lima.
3 Dos veces más los realistas, bajo las órdenes del general Canterac, descenderían de la sierra a
ocupar Lima: en junio de 1823 y en febrero de 1824.
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la política persecutoria desde Lima. El hostigamiento hacia ellos fue paulatino: mayores
cupos que a los otros ciudadanos; exigencia a las autoridades en el conteo de peninsulares
en distintas provincias piuranas; anulación de salvoconductos para salir del país y remoción
de autoridades que lo permitiesen. Piura era una ciudad de frontera con Ecuador, donde
tampoco la causa patriota estaba muy segura, y el puerto de Paita era una puerta de huida
KDFLDRWUDVSURYLQFLDVHQHO3DFt¿FR7RGRHVWRFRQIDEXOyHQFRQWUDGHORVSHQLQVXODUHV
En esta primera fase, de nuevo se puso en evidencia la política paralela que los
piuranos llevaron a cabo, saltándose las disposiciones desde Trujillo y protegiendo a
los peninsulares que eran sus parientes, sus amigos, sus socios económicos y, sin más,
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antemural al respecto, y eso que aún no había llegado lo peor.
El caso de José Antonio López nos sirve para ilustrar esta situación de represión.
Era natural del reino de Galicia y casado dos veces en Piura con criollas naturales del
lugar, Antonia Merino y Juana Torres. La primera descendía de un tronco familiar
económicamente fuerte; de la segunda no hay referencias documentales. Lo importante
es que José Antonio López formaba parte de la clase dirigente de la localidad; inclusive
había destacado en el apoyo monetario por las celebraciones de la ciudad en la jura de
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XQDGHODVFXDOHVHPSDUHQWyFRQ1LFROiV'LpJXH])ORUHQFLD±4 en los primeros meses de
la independencia de Piura empezó a ser perseguido. En primer lugar, con la exigencia de
altos cupos de guerra en comparación a otras personas; en segundo lugar, tuvo que solicitar
al Congreso de la República su carta de naturaleza, que le fue concedida (Pons Muzzo y
Tauro 1975: 86); y por último, en 1824, fue incluido en la orden que enviaba al exilio a los
peninsulares que existieran en Piura. Esta orden fue expedida desde Trujillo.
La consternación fue enorme, considerando los precedentes en Lima, que habían
convertido el camino hacia el Callao en un cuadro de llanto y consternación de parte de
los familiares de los peninsulares expulsados del Perú. A diferencia de la capital de la
república, en Piura esto último no se llegó a cumplir, ni con José Antonio López ni con
ningún otro español avecindado aquí, por intervención directa del cabildo de Piura, que
en mayo de 1824 decidió suspender el cumplimiento de esta orden. Así, se dejó sin efecto
una disposición de la prefectura de Trujillo, jurisdicción a la que estaba subordinada Piura
para ese entonces. Estamos nuevamente frente a una postura de autonomía de la vecindad
piurana, un hecho más que evidencia ese rechazo a las disposiciones del “centro de poder”
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WtWXORIDPLOLDU±SUHVLyQDOFDELOGR±SHURDWtWXORSHUVRQDOWDPELpQODDQLPDGYHUVLyQDORV
políticos que gobernaban desde fuera era muy clara.
Había quedado prohibida la salida y embarque de todo español, decreto dirigido a las
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ODRUGHQGH2OD]iEDOGHHODERUDUXQDUHODFLyQGHSHQLQVXODUHVUHVLGHQWHVHQ3DLWDGDQGR
noticia de solo tres europeos. Esto claramente era una información falsa, en tanto que Paita
4 Testamento de D. José Antonio López. Archivo Regional de Piura (ARP). Serie notarial. Leg. 86.
1RWDULR5HEROOHGR)RO
era el segundo puerto más importante del Perú, por lo que resulta impensable que solo tres
“españoles sueltos” viviesen ahí para 1821.5 Es más, si revisamos las actas de matrimonios
de Piura para estos años, nos encontramos con muchísimas más referencias de peninsulares
avecindados en el puerto, contando únicamente los que contrajeron nupcias. Así que
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PHQFLRQDQGRDHVWRVWUHVSHQLQVXODUHVTXHFRPR³VXHOWRV´RHUDQSREUHV±GHORVFXDOHV
SRFRVFXSRVVHH[WUDHUtDQ±RQRFRQIRUPDEDQHOHVWUDWRGHSULYLOHJLRTXHpO\PXFKRVRWURV
cuidaban, como lo hizo también el emblemático Joaquín de Helguero y Gorgoya.6
Si a alguien hubiesen podido molestar con mayores argumentos, fue a Joaquín de
Helguero, pero, en cuanto se iniciaron los movimientos de independencia, este peninsular
se recluyó en una región distante de la capital piurana, donde no fue molestado por el
gobierno. Inclusive murió allí, lejos, en La Huaca, territorio de su propiedad, en 1830, al
margen de cualquier acontecimiento. De haber sido imagen visible de la elite desde 1796
(fecha de su matrimonio con la acaudalada piurana Juana de Carrión e Iglesia) y autoridad
local (juez diputado del Tribunal del Consulado de Lima en Piura y alcalde de segunda
nominación), desde 1821 Helguero desapareció del mapa político de la región y no lo
volvemos a encontrar en ningún documento relacionado con el proceso de independencia,
pero todos sabían dónde se hallaba. Esto puede tener dos lecturas.
Por un lado, la importancia que Helguero tenía entre el conjunto de la vecindad
piurana; de hecho, era uno de sus máximos representantes. Esta importancia podría explicar
que lo dejaran tranquilo: las autoridades locales, relacionados suyos, cuidarían sus intereses
al respecto. Además, por otro lado, también es verdad que los distritos piuranos, distantes
de la capital de este partido, estaban bastante alejados de la vorágine política; la geografía
desértica que los rodeaba les preservaba en muchos sentidos. Manejamos esta hipótesis
por algunas referencias de viajeros extranjeros que llegaron a La Rinconada y advirtieron,
por un lado, esta indolencia ante las noticias que ciertamente conocían y, por otro lado,
precisamente en virtud de lo anterior, una vida cotidiana ajena a los acontecimientos
políticos, regionales y nacionales (Núñez 1971).7 Como el caso de Joaquín de Helguero
pudo haber otros.
5 En estudios anteriores hemos demostrado la importancia que los peninsulares tuvieron desde el
puerto de Paita en las actividades comerciales, o por lo que originaron auténticos clanes poderosos
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6 Miembro destacado de la elite comercial de esta región. Al haber sido autoridad política y gran
comerciante, tenía grandes inversiones dentro y fuera del Perú. Se recluyó en su hacienda La
Rinconada durante todo el proceso de independencia, inclusive su casa allí sirvió de refugio a otros
peninsulares huidos en marcha hacia Ecuador (Hernández García 2008A: 331-332).
7 Los vecinos piuranos tenían datos de lo que pasaba en el resto del territorio peruano. La llegada de
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JUDQWUi¿FRPHUFDQWLO\FLUFXODFLyQGHELHQHVSHUVRQDV\QRYHGDGHV1RHUDHVWHHO~QLFRFDQDO
de comunicación. Las conexiones familiares y amicales acercaban mucho a las elites de distintas
regiones en todos los niveles.
de 1821, José de San Martín inauguró un período de gobierno denominado “El Protectorado”.
Consistiría en un gobierno de transición hacia el establecimiento de la “monarquía peruana”,
proyecto político que el libertador quería para el Perú. Él fue llamado “Supremo Protector”
y las provincias independientes se regirían por un “Estatuto Provisional”. Paralelamente, se
vivía la preocupación por el enfrentamiento bélico con las tropas realistas acantonadas en la
sierra. Era, sin embargo, un momento de victoria para la causa patriota haberse posesionado
de la Ciudad de los Reyes. Se empezó a gobernar con esos dos objetivos: monarquía e
independencia; sin embargo, San Martín no pudo llevar a cabo ninguno de los dos.8
En medio de todos estos acontecimientos, el día a día se tornó incierto, álgido,
anárquico inclusive. San Martín pagó caro el haber confundido la causa patriota con los
verdaderos intereses de la “comunidad peruana”; los caudillos peruanos que luego asumieron
HOPDQGRGHPRVWUDURQHQVHQWLGRSOHQRVXH[WUDRUGLQDULDIRUPDFLyQQRELOLDULD\VXGH¿FLHQWH
preparación militar;9 asimismo, quedó en evidencia la búsqueda de la seguridad personal
DQWHVTXHHOELHQFRP~QGHORV³SHUXDQRV´\¿QDOPHQWHHQWUH\ODDSXHVWDHUD
más bien hacia el triunfo realista, como lo demostraron los últimos cambios de bando antes
GHODEDWDOODGH$\DFXFKR\ODDJRQtDGHORVSHUXDQRVUHDOLVWDVHQHO5HDO)HOLSHGHO&DOODR
hasta la capitulación del general español José Ramón Rodil en 1826.10
Si en la propia ciudad de Lima, el centro del poder del nuevo régimen, la situación
era de caos y de inestabilidad, los otros centros regionales independientes pudieron vivir su
propia historia, discrepando inclusive de las disposiciones y de la dirección que tomaban
los hechos en la capital. Se hicieron explícitos los distintos intereses no solo de los grupos
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fuerte en muchos sentidos.
7HQHPRV SRU HMHPSOR D OD FLXGDG GH /DPED\HTXH TXH LQWHUSXVR XQ R¿FLR DO
gobierno de Lima (octubre de 1821) que daba cuenta del desagrado que había producido
en su clase mercantil la habilitación como puerto mayor al de Huanchaco (Trujillo) y como
menor al de Pacasmayo (Lambayeque). Los argumentos son de índole comercial y político,
pues los mercaderes lambayecanos recuerdan a las autoridades limeñas que:
8 Un completo recuento de los acontecimientos de estos años (Vargas Ugarte 1981, Basadre 1983).
1RVHVWDPRVUH¿ULHQGRD-RVpGHOD5LYD$JHUR\D-RVp%HUQDUGRGH7RUUH7DJOH$PERVOOHJDURQ
a la suprema magistratura, pero no pudieron llevar a cabo una ofensiva efectiva sobre el ejército
realista. Desde el punto de vista de las acciones militares, ambos dejaron mucho que desear. Los
dos descendían de la nobleza titulada limeña, habían recibido una esmerada formación en los
centros de enseñanza virreinales, habían estudiado en Europa y, en concreto Torre Tagle, había
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conectó directamente antes de desembarcar en el Perú.
10 Para Timothy Anna, esta es la prueba más contundente de que el Perú había proclamado su
independencia en 1821, consumado esta en 1824 y, sin embargo, los peruanos aún no habían
decidido (Anna 2003). En esta misma línea, la historiografía revisionista marca una distancia
honda entre la proclamación de la independencia en Perú y el absoluto convencimiento de esa
GHFLVLyQ YHU SURGXFFLyQ ELEOLRJUi¿FD GH 6FDUOHWW 2¶3KHODQ *XVWDYR 0RQWR\D 9tFWRU 3HUDOWD
Elizabeth Hernández, Ernesto Rojas, entre otros).
Tú me dices en la que me escribes que el Congreso sigue como antes, y aquí no se oye
más que hacer burla del Congreso; hoy son ustedes la conversación del día, tanto de
los de aquí como de los forasteros ya de Colombia como de Lima y otros extranjeros,
los que dicen quizá vendrán a hacer bromas. Yo te ruego busques medios de zafar de
dicha junta que será lo más acertado que puedas hacer y yo celebraré. El nombre que
les dan es de necios.12
Este congreso determinó que la forma de gobierno sería la República, y que el poder
ejecutivo estaría conformado por tres personas, en lo que se llamó Junta Gubernativa o
Triunvirato. Desde el comienzo esta junta fue vista como un error, como una fórmula que
11 $*16XSHULRU*RELHUQR/HJ&XDG$xR)ROY
12 $*1&7'&DMD&DUSHWD'RF$xR)ROY
13 “…cuando salvándose el Gobierno que sostiene el orden, nos presenta otra Atenas, combatida por
el orgullo de los Persas, y en Vuestra Excelencia el apoyo de nuestra República… Sala Municipal
Agüero en el norte suponía una gran esperanza en que el centro del poder estuviese aquí o,
por lo menos, las expectativas de recuperar en mucho la autonomía que este espacio había
tenido durante todo el período virreinal. Sin embargo, también cuenta la supervivencia.
Riva-Agüero fue capturado y enviado al exilio por Simón Bolívar y nuevamente Piura y el
espacio norte volvían a estar sujetos a la administración central desde Lima. Este cambio
de postura no fue solo de los diputados norteños que habían seguido a Riva-Agüero, sino
de la propia ciudad de Piura. Meses antes, la Municipalidad de esta ciudad había enviado
una carta de felicitación a Riva-Agüero; sin embargo, en diciembre de 1823, la vecindad
celebraba su caída: “Hoy [7 de diciembre] se hallan de función en Piura en celebración de
la deposición del señor Riva de Agüero, y creo que mañana se repite otra, todas en la casa
del señor ministro Valdivieso…”14
Decíamos que Riva-Agüero no fue revolucionario. En efecto, no lo fue, y su apego a
San Martín se entiende en la medida en que coincidía con un proyecto político que mantenía
ODVGLIHUHQFLDV\TXHHYLWDEDODHIXVLyQGHVDQJUH2¶3KHODQ*RGR\$(Q
la situación en la que el Perú se encontraba, a pesar de todas las circunstancias adversas
de la república, no había marcha atrás en cuanto a un posible retorno al régimen español,
había que seguir adelante. Sin embargo, Riva-Agüero quería una independencia sin Simón
Bolívar. Y como él, muchos peruanos manifestaban inseguridad ante la posibilidad de la
llegada al Perú del libertador; él mismo había ofrecido sus servicios a los peruanos desde
1822, pero había sido rechazado.
Bolívar representaba todo lo que la elite temía: revolución, dictadura extranjera,
expolio, personalismo, cambios radicales y en esto los piuranos coincidían también. Por
WRGRV HUD VDELGR TXH VH GLVWDQFLDED HQRUPHPHQWH GHO SHU¿O DSDFLEOH \ DULVWRFUiWLFR GH
José de San Martín. En Catacaos se estaba a la expectativa de su llegada: “…y aseguran
que es muy violento al caminar, y con esta prevención estamos con la barba al hombro…”
En Trujillo, también se estaba en vilo: “A Bolívar lo hacen cerca de Piura, y aquí hay mil
opiniones, Dios nos saque con bien de todo”.15 Sería esta otra explicación al apoyo que
Riva-Agüero tuvo de esta parte norte del Perú. En la más grave crisis de autoridad de estos
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decidió ir en otra dirección.
A manera de conclusión
Las clases dirigentes de las ciudades que habían optado por la causa patriota
buscaron consolidar sus posiciones y consumar la independencia política de todo el Perú,
pero, en el trayecto, los objetivos de grupo se manifestaron. La elite piurana se enfrentó
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intentar el mando absoluto rechazando a aquellos que habían sido nombrados desde fuera
y por mantener incólume la situación de sus miembros. Las pugnas en el fondo tuvieron
de Piura, julio 23 de 1823, al Excmo. Sr. Presidente D. José de la Riva-Agüero” (Deustua Pimentel,
Puente Candamo 1976: 700).
14 $*1&7'&DMD&DUSHWD'RF$xR)ROY
15 $*1&7'&DMD&DUSHWD'RF\$xR)ROY
que ver con los nombramientos políticos y militares que fueron concedidos a personas
ajenas al partido. Las autoridades superiores hicieron uso de la coerción para asegurarse
la obediencia del partido, desvirtuando con ello todas sus proclamas y mostrando una elite
alejada de los supuestos intereses comunes del nuevo sistema, en muchos de los cuales el
nuevo gobierno no llevaba razón.
Los piuranos se distanciaron del gobierno central en defensa de los españoles
miembros de su estamento. A los peninsulares se les protegió. En este apoyo tuvo mucho
que ver el hecho de que la causa de la independencia no estaba generalizada entre toda la
población piurana, hecho que explica la dilatada guerra, las derrotas patriotas y la añoranza
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enfrentamiento entre criollos y peninsulares, pues para los piuranos los intereses con
aquellos siempre fueron comunes.
Al brindarle apoyo a Riva-Agüero, el cabildo de Piura y algunos vecinos rechazaron
FRQ ¿UPH]D OD SROtWLFD OLPHxD LGHQWL¿FiQGRVH FRPR ORV YHUGDGHURV SRUWDGRUHV GH ORV
valores liberales. Inclusive, la mirada era hacia la región en extenso, puesto que estaban
aceptando la “legitimidad” del congreso que sesionaba en Trujillo y del presidente de la
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tema ya no era que Riva-Agüero no formaba parte de aquella elite, lo importante eran las
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de una clara rivalidad: el norte versus el centro administrativo, ahora republicano.
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construcción mental, de nuevos afectos y de consolidación territorial y política. Este trayecto
no fue fácil. Los desencuentros entre las autoridades regionales y centrales continuaron todo
el siglo XIX. La independencia, más bien, fue el inicio de nuevas contiendas de confrontación
entre los protagonistas de antiguo cuño y los integrantes de esta clase dirigente nacional que,
desde Lima, la “sede de los visires”,16 fueron construyendo el nuevo Estado republicano. La
crisis de autoridad fue permanente y a lo largo de esta centuria fueron muchas las veces en
que Lima tuvo que volver a ganarse a las provincias a “su” causa.17
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8QLYHUVLGDGGH3LXUD&DPSXV/LPD
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16 Expresión con la que el cabildo de Huaylas (Huaraz), dando su apoyo también a Riva-Agüero,
recriminaba a Lima por creer que, por haber sido la “sede de los visires”, es decir, la residencia de
los virreyes, podía decidir por todo el Perú (Archivo Riva-Agüero, Instituto Riva-Agüero, 1823).
17 (VWD~OWLPDD¿UPDFLyQFRUUHVSRQGHDOHVWXGLRHQVtGHODKLVWRULDUHSXEOLFDQDGHO3HU~3DUDHOOR
DGHPiVGHODELEOLRJUDItDFRQRFLGDUHFRPHQGDPRVUHYLVDUODVXJHUHQWHSURGXFFLyQELEOLRJUi¿FD
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