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T.H. ASTON y C H E PH1LPIN, eds.

EL DEBATE BRENNER
Estructura de clases agraria y desarrollo económico
en ia Europa preindustrial

Traducción castellana de
ISABEL M O L I y PAULINO IRADIEL

EDITORIAL CRÍTICA
Grupo editorial Gnjalbo
BARCELONA
4^88
Título original:
THE BRENNER DEBATE. AGRARIAN CLASS STRUCTURE
A ND ECONOMIC DEVELOPMENT IN PRE-INDUSTRIAL EUROPE
Cambridge University Press, Cambridge

Cubierta: Enríe Satué


© 1976, 1978, 1979, 1982, 1985: Past and Present Society ,
© 1988 de la traducción castellana para España y América:
Editorial Crítica, S. A., Aragó, 385, 08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-369-0
Depósito legal: B. 29.374 -1988
Impreso en España
1988, — NOVAGRÁFIK, Puigcerdá, 127, 08019 Barcelona
PREFACIO

El debate Brenner, tal como se le denominar habitualmente, cons­


tituye una de las polémicas más importantes en el campo de la teoría
histórica que se han planteado en los últimos años, a pesar de que
sus argumentos básicos se remontan, por lo menos, a la época de
Marx. Se trata de un debate que, por una parte y desde una pers­
pectiva amplia, evidencia el continuo interés de historiadores y uni­
versitarios en general por el tema de la transición del feudalismo al
capitalismo; y por otra, en términos más concretos, se integra en la
trayectoria editorial de Past and Present, dirigida a estimular y fo­
mentar la discusión sobre temas del pasado. En realidad, la publica­
ción en 1965 de Crisis in Europe, Í560-1660 * supuso no tan sólo
el inicio de dicha trayectoria, sino el elemento catalizador de la misma.
El debate Brenner lo forman un conjunto de artículos que fueron
apareciendo en Past and Present de 1976 a 1982. Las dos fechas no
significan una delimitación cronológica estricta, sino que correspon­
den a la publicación del primer artículo de Brenner — artículo que
procedía de una comunicación presentada al seminario de ciencias
sociales celebrado en el Institute for Advanced Study de la Univer­
sidad de Princeton en abril de 1974— y a la respuesta sistematizada
y crítica a las aportaciones al debate aparecidas en la revista a lo
largo de estos seis años, obra del mismo Robert Brenner. Por des­
gracia, dos de los autores que participaron en el debate — el profesor
sir Michael Postan y J. P. Cooper— murieron antes de que éste con­
cluyera; sin embargo, sus contribuciones permanecen como ejemplos
relevantes de unos enfoques al tema del debate que diferían del plan­
teamiento de Brenner, pero no por ello eran menos estimulantes. Posi-

* Traducción castellana, Crisis en Europa, 1560-1660, Madrid,. 1983,


8 EL DEBATE BRENNER’

blemente tanto Postan como Cooper — y suponemos que el resto de


los autores que participaron en la polémica— plantearían sus argu­
mentos de manera un tanto diferente, pero con el fin de mantener
el debate en su estructura original, se decidió que los trabajos se
publicarían tal como aparecieron en Past and Present, salvo con al­
gunas alteraciones y correcciones de escasa importancia.
Es indudable el interés que hasta el momento ha despertado el
debate entre quienes en general se sienten atraídos por el tema del
mismo y sobre todo entre los integrantes del mundo académico, tanto
los que trabajan en demografía histórica, historia económica e histo­
ria social de la Edad Media o de la Edad Moderna, como los que
están más implicados en el estudio de Francia, Inglaterra u otros
países de Europa central y occidental; también ha sido muy bien aco­
gido por sociólogos, historiadores de las ideas, especialistas en histo­
riografía y estudiosos de sociedades campesinas, es decir, por quienes
de una forma u otra están interesados por la civilización occidental
considerada como un todo. Sin embargo y dada la magnitud del tema
de la transición del feudalismo al capitalismo, no hay que considerar
el debate Brenner como algo definitivo. Nada más lejos de nuestra
intención. Creemos y esperamos, tal es nuestro objetivo, que suponga
un avance en la discusión sobre la transición del feudalismo al capi­
talismo, que se materialice en trabajos más concretos y, a su vez, que
constituya una lectura esencial para los historiadores en particular y
los universitarios en general, cualesquiera que sean los temas y pe­
ríodos en que trabajen.
Por último, queremos manifestar nuestro agradecimiento a todos
los miembros de la Cambridge University Press que han contribuido •
en la preparación del volumen, especialmente a Fiona Barr por su
trabajo en la elaboración del índice.

T. H . A.
C. H. E. P,
R. H. Hilton

INTRODUCCIÓN

El artículo de Robert Brenner, sin lugar a dudas provocador, sobre


«Estructura dé clases agraria y desarrollo económico en la Europa
preindustrial», publicado en el n.° 70 de Past and Present (febrero
de 1976), inició un debate de gran interés, no sólo para historiadores,
sino para todos aquellos interesados en las causas que originan las
transiciones entre formaciones sociales sucesivas. En cierto sentido
se le puede considerar como continuación de otro bien conocido, de­
bate sobre la transición del feudalismo al capitalismo, Suscitado por
la crítica del economista norteamericano Paul Sweezy a la obra de
Maurice Dobb 'Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Veto
este debate, iniciado en la revísta norteamericana Science and Society
en 1950, tuvo lugar entre marxistas.1 Y aunque, sin duda, su influen­
cia se extendió más allá de los límites estrictos del cenáculo marxista,
erá inevitable que se considerara como un debate en el seno del
marxismo, más que dirigido a un público más amplio. El denominado
«debate de la Transición» apenas aparece en el «debate Brenner»,
aunque exista entre ambos una considerable coincidencia, de contenido
y aunque el mismo Brenner — en una crítica a Paul Sweezy, André
Gunder Frank e Immanuel Wallerstein— sé refiriera constantemente
al debate de la Transición en las páginas de la New Left Reiew en

1. M. Dobb, Studies in the Devélopment of Capitalism, Londres, 1946,


reirap,, Londres, 1963, 1972 (trad. cast.: Estudios sobre el desarrolló del capi­
talismo, Madrid, 1976). El debate de Science and Society se reeditó, con nuevas
aportaciones, bajo el título de The Transition {rom Feudalism of Capitalismo
con introducción de R. H. Hilton, Londres, 1976 (trad. cast.:' La transición
d d feudalismo al capitalismo,, Barcelona, 1977).
10 EL DEBATE BRENNER

1977.2 Con todo, a quienes interesen los temas que se plantean y


discuten en este volumen, también les puede interesar la polémica
Dobb-Sweezy.
Las respuestas al artículo de Brenner fueron de índole muy diver­
sa. Algunas de las primeras intervenciones procedían de historiadores
a quienes Brenner calificaba de «neo-malthusianos», dado que Brenner
criticaba desde un principio lo que consideraba como una forma de
determinismo demográfico en la interpretación del desarrollo de las
economías agrarias de la Europa pre-industrial (y en menor medida
una interpretación mercantilista). Sin embargó, al margen de la crítica
que estos historiadores hacen a Brenner y que se refiere a las deficien­
cias en el conocimiento de los hechos, el problema clave reside en la
rivalidad entre teorías explicatorias del desarrollo histórico. Posible­
mente sea esta rivalidad en la comprensión del proceso histórico la
que haya motivado las respuestas de M. M, Postan y John Hatcher
y de Emmanuel Le Roy Ladurie. Pero otra importante crítica teórica
a la tesis de Brenner procede de un crítico tan feroz del neomalthusia-
nismo como el mismo Brenner: Guy Bois, quien en su — entonces—
recién publicada Crisis del feudalismo (un estudio detallado de la
Normandía bajomedieval) precisamente dedicaba una especial aten­
ción al movimiento de la población entre los siglos xrn y xvi.3
Otras reacciones diferentes procedieron de historiadores más inte­
resados en el fundamento factual de la argumentación de Brenner
que en las cuestiones teóricas. Patricia Croot y Davis Parker pusieron
en duda la comprensión de Brenner de las estructuras agrarias y del
desarrollo de Francia e Inglaterra a principios de la Edad Moderna.
Heide Wunder expresaba su desacuerdo por lo que se refería al mis­
mo tema relacionado con Alemania oriental y occidental. Los res­
tantes participantes en el debate estaban en realidad más al margen
de la polémica. Mi propio trabajo se basó, en una conferencia que
pronuncié en Alemania el año 1977 y no tenía relación alguna con el
debate Brenner; se la incluyó en el simposium por su conexión con
el tema del mismo. El artículo de J, P. Cooper (que no se ha revi­
sado a causa del fallecimiento de este historiador) no cabe duda que

2. R. Brenner, «The Origins of Capitalist Development: A Critique of


Neo-Smithian Marxism», en N ew Left Kevieio, 104, 1977; (trad. east.: Bn
Teoría, 3, Madrid, 1980).
G- Bois, Crise 4% féodalisme, París, 1976,
INTRODUCCIÓN 11

estuvo influido por el debate, pero obedecía más a su interés por la


historia social y económica de la Europa moderna. Tampoco la cola­
boración de Arnost Klíma parece que sea una respuesta concreta a
Brenner, sino unas consideraciones generales sobre la historia del ca­
pitalismo primitivo en Bohemia, fruto de sus propias preocupaciones
Como veremos seguidamente, las contribuciones al simposium se
refieren a las cuestiones planteadas por Brenner, pero de manera
muy diferente entre sí. En su amplío y extenso resumen, Brenner
integra la mayoría de estas contribuciones en cierta manera dispares,
en una bien elaborada síntesis, pero se mantiene en su postura origi­
nal sin ceder un ápice a las críticas que le han sido planteadas. Da la
impresión que las diferencias entre Brenner y sus oponentes tienen
más que ver con sus planteamientos teóricos que con las pruebas
presentadas.
Brenner tiene en parte razón cuando se refiere ál neomalthusia-
nismo (o determinismo demográfico) como la ortodoxia predominante
en los estudios históricos sobre el desarrollo económico preindustrial,
aunque esta ortodoxia no hay que contemplarla sólo como algo im­
puesto por los mandarines académicos. En realidad está muy ligada
con el desarrollo de la demografía histórica a partir de la década
de 1950 como una contribución indispensable al análisis histórico
(aunque no como una disciplina independiente).4 Cierto es que M. M.
Postan, a quien puede considerarse como el abanderado de ésta orto­
doxia en los estudios medievales, apenas menciona a Malthus en sus
numerosos trabajos sobre historia económica medieval, aunque da
prioridad a la expansión y al declive de la población como elementos
explicatorios de los acontecimientos del período por él estudiado. Su
contribución original, tal como hace notar Brenner en su primer ar­
tículo,5 fue su ponencia sobre historia económica medieval presen­
tada en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas que se
celebró en París el año 1950,'5 en la que. rechazaba — ínter alia— la

4. Sobre este tema hay numerosos trabajos a nivel general. Así, T. H. Hol-
lingsworth, Historical Demography, Londres, 1969; E. A. Wrígley, Population
and History, Londres, 1969 (trad. cast.: Historia y población, Barcelona, 1985).
5. Véase infra, p. 27.
6. M. M. Postan, «[Sección 3, Histoíre économique:] Moyen Age»,, en
IX ‘ Con gres International des Sciences Historiques, París, 1950, París, 1950-
1951, 2 vols., I, Rapports. Est^ comunicación de P o ^ n íqe reeditada en su
12 EL DEBATE BRENNER

explicación monetarista del movimiento secular de los precios, incli­


nándose claramente a favor de la primacía del factor demográfico. Sin
embargo, resulta interesante que confesara que su definición de la
«base económica» de la sociedad7 «conllevara una cierta implicación
del marxismo primitivo».8 A pesar de ello su tratamiento de los «asen­
tamientos de población» sin referencia alguna «al funcionamiento de
las instituciones legales y sociales» o a «las relaciones entre las cla­
ses», se repite en sus trabajos posteriores, tanto como telón de fondo
en los escritos sobre comercio, o, más concretamente, en relación con
problemas demográficos, tal como se evidencia en su conocido artículo
«Some Economic Evidence of Declining Populatíon in tbe Later Mid-
dle Ages».9
Por su parte, Emmanuel Le Roy Ladurie ya desde sus comienzos
siguió firmemente el modelo malthusiano, según el cual la expansión
de la población iba más allá de los medios de subsistencia disponibles
en el momento, por lo que ocurría una regresión inevitable fruto del
hambre, la peste y la guerra que obligaban a la población a retomar
una «adecuada» relación con los recursos existentes. Le Roy Laduríe
presenta este modelo en su magnífica y más importante obra, Les pay­
sans de Languedoc,10cuya segunda parte se titula «Renaissance malthu-
sienne», y cuyo final consiste en una referencia a Malthus. En este
trabajo no se ignoran las dimensiones políticas y sociales de la vida
de los campesinos, ya que de hecho la tercera parte se titula «Prises
de conscience et luttes sociales». Pero donde el malthusianismo de
Le Roy Ladurie aparece de manera más destacada es. en la confe­
rencia que pronunció con motivo de la inauguración del curso en el
Collége de France — «L’histoire ímmobile», 1973— ; en ella se afirma,
entre otras cosas, que «la fuerza motriz de la historia hay que bus­
carla en la economía, en las relaciones sociales y, sobre todo, en los

trabajo Essays on Medieval Agricultura and General Problems of ¿he Medieval


Economy, Cambridge, 1973.
7. Citado por Brenner, infra, p. 27.
8. Postan, «Moyen Age», p. 225.
9. M. M. Postan, «Some Economic Evidence of Declining Populatíon in
the Later Middle Ages», Econ. Hist. Rev., 2.a ser., ii (1949-1950). Reimpreso
en Essays on Medieval Agriculture and General Problems of the Medieval
Economy.
10. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc. SEVPEN, París, 1966,
2 vols. .
INTRODUCCIÓN 13

hechos biológicos,-masilque;en la lucha de clases».11 Y además, ...


«desde el siglo x i ^ l ^ i í , la economía funciona más como un siervo
que como un amo^l^com pórta más como conducida que como con­
ductora ... en última término, fácilmente se rinde ante fuerzas ma­
yores como la vida y la muerte. Y por lo que se refiere a la política
o a la lucha de clases su momento de fuerza está todavía por llegar»'.12
De lo dicho no se debeinferir que Postan fuera totalmente hostil
a las interpretaciones históricas marxistas. Así por ejemplo, y a pe­
sar de mantener puntos de vista radicalmente opuestos, el histo­
riador soviético E. A. Kosminsky le agradeció su ayuda para trabajar
en los Archivos Nacionales (Public Record Office), así como por pre­
sentarle a historiadores ingleses. Postan acogió a Kosminsky cuando
éste visitó Inglaterra en los años 1950, un período nada propicio para
este tipo de contactos. Postan solía referirse a Marx como «ese genio
universal»,13 y en 1977 hizo, de forma muy cordial, la recensión del
trabajo del historiador marxista polaco Witold Kula para la Neto
Left Review.14
Con todo lo dicho, no pretendemos insinuar que Brenner, como
marxista, haya querido exagerar, por razones polémicas, la distancia
entre los neomalthusianos (o neorricardianos) y su propia postura;
Pero creemos necesario que el lector de este debate comprenda que
existen modos diferentes de entender la posición marxista. Como
queda patente en los artículos que siguen, lo que diferencia de forma
más clara a Postan y los de su escuela, de Brenner, es el rechazo de
las «relaciones de clase» como tema básico de la historia económica.
Para Brenner, igual que para muchos historiadores marxistas, el tema
de la explotación y de la lucha de clases es fundamental para entender
aspectos clave de la economía medieval.
En la sociedad medieval, igual que en todas las economías pre-
capitalistas, la producción agrícola predominaba sobre la industrial.
Los campesinos, los principales productores de manera abrumadora,
sin lugar a dudas, vendían parte de lo que producían para así con­

11. E. Le Roy Ladurie, «L’hlstoire immoblle», A nudes E .S .C ., X X IX


(1974), p. 675.
12. Ibid., p. 689.
13. Se trata de un comentario personal de Postan al autor.
14. M. M. Postan, «The Feudal Economy», N ew Left Review, 103 (1977),
reseña del trabajo de W . Kula, -¡4» Economic Theory of the Feudd System,
Londres, 1976.
14 EL DEBATE BRENNER

seguir dinero y con él adquirir productos manufacturados y sal, y


pagar la renta y los impuestos; aunque la mayor parte de lo que
producían lo destinaban a la autosubsistencia y a la reproducción de
su economía. Los bienes suntuarios (procedentes del comercio inter­
nacional), las catedrales, los castillos u otro tipo de construcciones
monumentales, las armas y armaduras para la guerra y el pillaje y todo
tipo de bienes culturales dependían sobre todo de la demanda de la
clase dominante. Las variaciones de la demanda de productos no
agrícolas por parte de los campesinos como tgayoría de la población
apenas tenían significado. Lo que en realidad era crucial eran las va­
riaciones en los ingresos de los terratenientes como clase dirigente.
Pero ¿qué era lo que determinaba estas fluctuaciones? Puesto que
el componente principal de estos ingresos era la renta, uno debe
preguntarse qué era lo que determinaba su monto, su cantidad. Y es
aquí donde la contribución marxista es fundamental. Los campesinos
medievales no podían actuar libremente tomando o dejando la tierra
según sus conveniencias. La mayoría de ellos vivía en comunidades
tradicionales que con toda probabilidad existían antes que el señorío
feudal. Una proporción elevada de estas comunidades estaba sujeta
a lazos serviles legalmente establecidos; otras, aunque legalmente
libres, estaban sometidas al poder del señor. Pata los historiadores
¡marxistas, el poder del señor era el elemento esencial para determinar
el nivel de la renta, fuera cual fuera la influencia de la proporción
, tierra/trabajo o del nivel tecnológico de la producción agrícola. La
relación entre el señor y el campesino era más «política» que «eco­
nómica», de donde procede el concepto de «coacción extraeconómica»
— que Marx comparó o contrastó con la libre negociación entre el
capitalista y el trabajador asalariado en una economía capitalista— .
Sin embargo, la coacción extraeconómica no tuvo un resultado unifor­
me. La exacción de la renta, tanto en forma de trabajo personal, como
en especie o en dinero, significaba para el campesino una clara apropia­
ción de su producto. Y opuso resistencia, con más o menos fuerza,:
mediante diferentes formas: de la insuficiente prestación de trabajé
personal a la rebelión abierta. En esto consistía el conflicto de clases;
núcleo central de la teoría marxista.
Central pero no exclusivo. La contribución de Guy Bois al debate
nos recuerda que existen importantes divergencias entre los historia­
dores que trabajan en la tradición marxista. Y para comprender estas
divergencias es preciso conocer los principios fundamentales del ma-
INTRODUCCIÓN 15

teríalísmo histórico. No hay una regla fija para esta comprensión, ya


que se da una fuerte polémica en el seno del marxismo igual que
entre los marxistas y no marxistas. Pero a pesar de ello, el concepto
de «modo de producción» se acepta por parte de todos los historiado­
res marxistas como un instrumento esencial para iniciar cualquier
tipo de investigación histórica. A partir del momento en que el mar­
xismo se define como una doctrina materialista, fray que entender el
modo de producción como integrador, en primer lugar, de lo que
Marx denomina las «fuerzas productivas», esto es, los recursos natu­
rales, la tecnología y la fuerza de trabajo: las relaciones entre, los seres
humanos y la naturaleza en la lucha para existir y reproducirse. En
segundo lugar o el segundo elemento de la definición lo constituyen
las «relaciones de producción». Este concepto tan escueto describe
básicamente las relaciones existentes entre los propietarios de los
medios de producción y aquellos que, por medio de su trabajo, pro­
porcionan no tan sólo su propia subsistencia, sino incluso el ingreso
de los propietarios. Las relaciones de producción naturalmente va­
rían de manera considerable de acuerdo con el nivel de desarrollo de
las fuerzas productivas. Lo que para los marxistas constituye el
modo de producción feudal consiste esencialmente en la relación entre
campesinos y señores, o tal “vez habría que decir que se inicia con
esta relación, ya que el proceso histórico genera otras clases y otras
relaciones, en particular a causa del desarrollo de los mercados y de
la urbanización.
Los «modos de producción» constituyen tan sólo el esqueleto
de un análisis marxista del proceso histórico. Un modo de producción
consiste en la infraestructura de una sociedad, cuyas leyes, religión,
formas de estado y cultura son o bien rasgos superestructurales estre­
chamente relacionados con la estructura económica o bien se han
desarrollado a partir de ésta. Pero el tema no es tan simple como
parece: una formación social determinada, aunque en principio esté
configurada por un modo de producción dominante, puede contener
elementos de otros modos de producción, como también de sus for­
mas superestructurales. Para dar un ejemplo basta con considerar
las supervivencias feudales de las sociedades capitalistas desde el si­
glo xvm hasta nuestros días. Es preciso señalar que entre los márxis-
tas no existe un completo acuerdo sobre lo que pertenece a la super­
estructura; la ley, ¿forma siempre parte de la superestructura? En
este sentido hay quienes afirman que en la sociedad feudal la ley de
16 ÉL DÉBATE BREttNEÍt

la servidumbre constituye un componente fundamental del proceso


de «extracción del excedente», por cuanto Hay que considerarla como
parte de las relaciones de producción más que como parte de la
superestructura legal, política o ideológica. Y también se puede defen­
der, quizá con más firmeza aún, que la ley de la esclavitud, al con­
vertir a hombres y mujeres en simples instrumentos de producción,
constituye un elemento básico de la infraestructura económica.
Este resumen, ciertamente incompleto, de algunos de los proble­
mas elementales de la historiografía marxista pretende servir de telón
de fondo para un componente esencial del debate Brenner: compren­
der la causa de la evolución histórica. Brenner se inclina claramente
por la primacía de la lucha de clases. Pero quienes le critican desde
una óptica marxista creen que el mismo Marx, igual que buena parte
de sus seguidores, considera más adecuado dar primacía al conflicto
que se plantea entre el desarrollo de las fuerzas productivas —nuevas
tecnologías, nuevas formas de organización laboral, consolidación eco­
nómica de nuevos grupos sociales— y las relaciones de producción
existentes, así como con la superestructura legal, política e ideológica.
Frente a esta doble interpretación, ¿qué partido hay que tomar?,
¿a cuál de los elementos que constituyen el modo de producción hay
que darle primacía como causa del cambio de una formación social a
otra? Acentuar el desarrollo de la técnica tal vez sería lo más ade­
cuado, ya que como señala Marx «el molino de sangre genera la
sociedad del señor feudal; la máquina de vapor la sociedad del capita­
lista industrial».15 Lo que sí queda claro es que para quienes conside­
ran lá primacía de la lucha de clases conflictiva deben reconocer que,
por muy crucial que en la sociedad feudal fuera la determinación del
ingreso señorial por la lucha por la renta, esta lucha de ningún modo
se daba en un contexto histórico inmutable. En particular, tal como
indicaba Maurice Dobb hace ya bastantes años, la proporción tierra/
trabajo tiene una importancia crucial en una sociedad donde la pro­
ducción campesina es predominante. Cierto es que el conflicto en
torno a la renta puede generar resultados diferentes si se da en un
contexto caracterizado por una abundancia de tierras y una falta de

15. G. A. Cohén recurre con frecuencia a esta cita en Karl Marx’s Theory
of History, Oxford, 1978, por ejemplo, pp.- 41, 144; cita que procede de la
obra de Marx, The Poverty of Philosopby [1847], Moscú, s.f., p. 122. Cohén
argumenta que Marx daba primacía a las fuerzas productivas.
INTRODUCCIÓN 17

campesinos; o si se da, como sucedía en Europa occidental en tomo


a 1300, en un contexto caracterizado por una elevadísima ocupación
que implicaba una escasez de pastos y el cultivo de tierras marginales,
lo que reducía de manera drástica la -productividad de la agricultura.
Estas contradicciones no se pueden comprender de forma adecuada,
a menos que se tengan en cuenta los elementos esenciales que definen
el comportamiento demográfico de una sociedad -r-natalidad, fecun­
didad, mortalidad— que afectan el comportamiento de la fuerza de
trabajo, sobre todo en una sociedad donde las unidades básicas de pro­
ducción —tenencias campesinas y talleres artesanales— provenían de
una fuerza de trabajo basada en la familia.
Brenner, como lo comprobarán quienes lean las páginas que si­
guen, considera que la lucha de clases, en mayor medida que la
evolución de las fuerzas productivas, es la causa determinante de los
cambios en las diferentes formas de desarrollo histórico que se dieron
en varios países europeos durante la Baja Edad Media y la Edad Mo­
derna. Lo que genera, entre otras cosas, la conclusión de que un
éxito en la lucha de los campesinos para proteger la integridad de la
posesión de sus tenencias produjera una cierta regresión histórica, ya
que una producción a pequeña escala, por su propia naturaleza, es
incapaz de cualquier tipo de innovación en la técnica; la innovación
únicamente se podrá llevar a cabo por parte de pequeños propieta­
rios acomodados (yeomen) o de propietarios protocapitalistas, quie­
nes sentarán las bases de una auténtica agricultura. capitalista. De
todas maneras, si la agricultura a pequeña escala permite o no permite
innovaciones es una discusión que merece un debate, no tan sólo
entre historiadores, sino también entre quienes están interesados en
la supervivencia actual de las sociedades campesinas (especialmente
en el Tercer Mundo). El hecho de que Inglaterra, pionera del capi­
talismo industrial, consiguiera desarrollar un capitalismo agrario basa­
do en la destrucción del campesinado para dar paso a la industrializa­
ción, no significa que el tema de las transformaciones de las socieda­
des agrarias quede bloqueado con el ejemplo inglés.
Como ya se ha indicado, hay historiadores marxistas que, sin
negar la importancia de la lucha de clases en la sociedad feudal, dan
más importancia a los factores económicos, lo cual (en términos mar­
xistas) subrayaría más la importancia de las «fuerzas productivas»
que las «relaciones de producción». Algunos de estos historiadores
ven una lógica interna en el modo de producción feudal similar a una

2 . — BRENNER
18 EL DEBATE BRENNER

afirmación sobre el desarrollo del capitalismo moderno no relacionada


con la lucha de clases. Marx argumenta que el progreso tecnológico
capitalista en una producción fabril a gran escala provocó un cambio
en la composición orgánica del capital —un incremento de capital
invertido en maquinaria y materias primas en perjuicio de la fuerza de
trabajo— , un descenso de la tasa de beneficio y unas crisis periódicas
de sobreproducción. Tanto Bois como Kula, aunque desde perspecti­
vas diferentes,16 enfatizan la fundamental contradicción estructural
en el seno del feudalismo entre propiedad feudal a gran escala y la
pequeña tenencia campesina que funcionaba'como unidad de produc­
ción. En el feudalismo medieval tuvo lugar una caída a largo plazo
de la tasa de exacción feudal, la cual (de acuerdo con lo que afirma
Bois) se inició durante la fase de expansión cuando un número cre­
ciente de familias campesinas se vieron abocadas a la situación de
pequeños arrendatarios sin los medios adecuados para su subsistencia.
Es evidente que esta lógica económica no era idéntica a la que Marx
contempló en la producción capitalista, pero tampoco estaba deter­
minada, al menos en su totalidad, por el conflicto entre señores y
campesinos a nivel político, en el sentido que Brenner da a este
concepto.
Es conveniente señalar que la divergencia entre los marxistas
que destacan la función de la lucha de clases y los que prefieren con­
siderar el modo de producción en su conjunto sin dar prioridad a la
lucha de clases, no es una característica particular de este debate;
por ejemplo, también ha sido objeto de discusión entre los historia­
dores franceses marxistas por lo que se refiere a la crisis del mundo
antiguo. Algunos aceptan la opinión, también mantenida por los no
marxistas, que el modo de producción basado en la esclavitud se
estaba convirtiendo cada vez en menos rentable debido a la escasez
de esclavos y al atraso tecnológico, el cual era fruto del bajo costo del
mantenimiento del trabajo esclavo. Otros insisten en que la esclavi­
tud en el mundo antiguo en sí misma era rentable, dado que podía
asegurarse el control del trabajo esclavo, pero que fracasó a causa de
los éxitos crecientes de las rebeliones de esclavos en la época del
Bajo Imperio.17 Quienes destacan la primacía de la lucha de clases

16. La obra de Kula, An Economic Theory of the Feudal System, trata de


Polonia en la Edad Moderna,
17. Véase P. Dockés, La libération m édiévde, París, 1979, y la discusión
INTRODUCCIÓN 19

acusan de «economicismo» a sus críticos marxistas, y éstos a su vez


acusan a sus oponentes de «politicismo». No es necesario señalar que
cada uno de ellos niega rotundamente las acusaciones de las que son
objeto. En el mismo sentido, los neomalthusianos niegan no dar im­
portancia a la estructura social, a las divisiones de clase y a la realidad
del sistema de explotación. Los lectores del presente volumen tendrán
muchas oportunidades para juzgar estas opiniones y para volver a
recorrer los senderos que Brenner y sus críticos han ido desbrozando.

que aparece en comptes-rendus de Séances de la Soclété de Vétude du féoda­


lisme, diciembre de 1979.
Robert Brenner

1. ESTRUCTURA DE CLASES A G R A R IA
Y DESARROLLO ECONÓMICO
EN LA EUROPA PREINDUSTRIAL *

Las interpretaciones generales de los procesos de cambio econó­


mico de larga duración en Europa durante el período comprendido
entre el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, han
continuado elaborándose casi exclusivamente en términos de lo que
libremente podrían denominarse fuerzas económicas «objetivas», par­
ticularmente las referidas a las fluctuaciones demográficas y al creci­
miento del comercio y de los mercados. Algunos modelos se han
construido centrándose en este tipo de fuerzas. Pero cualquiera que
sea la naturaleza exacta del modelo, y que el impulso para el cambio
proceda de la urbanización, del crecimiento del comercio o de un
desarrollo demográfico autónomo, normalmente para proporcionar
elementos teóricos básicos, se parte de un mecanismo de mercado de
oferta y de demanda. Así, la respuesta de la economía agraria a las
presiones económicas, cualesquiera que sean sus orígenes, da por sen­
tado que, considerada su aparición más o menos automática, se debe

* El original de este artículo se. presentó a la convención anual de la


American Historical Association, en diciembre de 1974. Una primera versión
del mismo se discutió en el Seminario de Ciencias Sociales del Institute for
Advanced Study, Princeton, en abril de 1974. Deseo expresar mi agradeci­
miento a Franklin Mendels, T. K. Rabb, Eleanor Searle y Lawrence Stone
por el tiempo y el esfuerzo que dedicaron a comentar desde úna perspectiva
crítica este trabajo. Tengo una deuda especial con Joel Singer por la gran
ayuda que me ha proporcionado, tanto por su información como por suanáli­
sis, en el intento de entender el desarrollo o desarrollos alemanes.
22 EL DEBATE BRENNER

enfocar en una dirección económicamente determinada por las «leyes


de la oferta y la demanda».
En la construcción de estos modelos económicos, el tema de la
estructura de clases suele tratarse de formas diversas. Es habitual el
manifestar que, en principio, se hace abstracción de la estructura
social o estructura de clases en virtud de un procedimiento analítico
más conveniente.1 Pero el hecho es que la efectividad de la explica­
ción, es decir, de la aplicación del modelo a procesos histórico-eco-
nómicos concretos, acostumbra a tratar de forma marginal la estruc­
tura de clases, o incluso se la supone. A veces, se introduce su trata­
miento en la medida que permite englobar cualquier aspecto histórico
que el modelo no puede cubrir. Más a menudo, sin embargo, cons­
ciente o inconscientemente, la estructura de clases se integra en el
modelo, definida esencialmente por fuerzas económicas objetivas en
torno a las que el modelo se ha elaborado. En otras formulaciones
más consistentes la estructura de clases tanto implícita como explíci­
tamente no se acepta, entendiéndose el desarrollo económico a largo
plazo en términos de transformaciones de las relaciones de «intercam­
bio igual» institucionalizadas, relaciones que se establecen entre indi­
viduos que comercian con «factores» diferentes y relativamente esca­
sos bajo condiciones de mercado fluctuantes.2
El propósito de este trabajo consiste en argumentar que este tipo
de intentos por. construir modelos económicos están necesariamente
condenados al fracaso desde sus comienzos, ya que es la estructura de
las relaciones de clase, del poder de clase, lo que determina el modo
y el grado en que los cambios concretos que se operan desde una
perspectiva demográfica o comercial afectan a la distribución de la
renta y al desarrollo económico a largo plazo, y no lo contrario. La
estructura de clases, tal como pretendo utilizar el término de aquí
en adelante, presenta dos aspectos, analíticamente diferenciables, pero
históricamente unificados.3 El primero de ellos consiste en las rela-

1. Véase, por ejemplo, infra, p. 27. M, M. Postan, «Moyen Áge» en X ‘


Congres International des Sciences Historiques, Parts, , 1950, 2 vols. (París,
1950-1951), I, Rapporis.
2. Para un intento reciente de aplicar este tipo de interpretación del
cambio socioeconómico en los períodos medieval y moderno, véase D, C. North
y R. P. Thomas, The Rise of the Western World, Cambridge, 1973.
■ 3. Estas definiciones provienen, desde luego, de la obra de Karl Marx,
especialmente del «Prefacio» a la Contribución a la critica de la economía
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 23

dones de los productores directos tanto entre sí como con la tierra


y sus medios de producción, es decir, lo que se denomina «proceso
de trabajo» o «fuerzas sociales de producción». El segundo reside
en las de por sí conflictivas relaciones de propiedad, garantizadas
directa o indirectamente por la fuerza; estas relaciones se definen
porque se extrae de los productores directos una parte del producto
que no se les paga, siendo los extractores la clas,e de: no productores
o improductiva; este tipo de relación se califica como «relación de
propiedad» o «relación de extracción del excedente». Es en función
de la propiedad y/o a la relación de extracción del excedente como se
definen las clases hegemónicas en una sociedad: por una parte, la(s)
clase(s) de los productores directos y, por otra, la(s) clase(s) de los
que extraen el excedente o clase dirigente.4 Mi argumentación se fun­
damenta en esta conceptualizadón y pretende defender qué las dife­
rentes estructuras de clase y más concretamente las «relaciones de
propiedad» o de «extracción del excedente», una vez establecidas,
tienden a imponer posibilidades y límites estrictos, verdaderos mo­
delos de larga duración del desarrollo económico de una sociedad. Por
otra parte, pretendo argumentar que las estructuras de clase tienen
una gran propensión a la elasticidad a causa del impacto de lás fuer­
zas económicas, puesto que por regla general no están determinadas,
ni tampoco sufren alteración alguna, por cambios en los comporta­
mientos demográficos y/o comerciales. Por consiguiente, puede dedu­
cirse que los cambios económicos de larga duración, y más especial­
mente el crecimiento económico, no pueden analizarse convenien­
temente en función del surgimiento de cualquier constelación definida
de «factores relativamente escasos», a menos que las relaciones de
clase hayan sido previamente especificadas; claro está, que los hechos
opuestos pueden conducir al impacto de condiciones económicas apa­

política, Madrid, 1970, ed. castellana; «Génesis de la renta capitalista del


suelo» y «Relaciones de distribución y relaciones de producción» en el tomo III
de El Capital, caps. XLVII y LI, ed. castellana, México, 1966; y la «Introduc­
ción» a los Grundrisse, ed. castellana, Barcelona, 1977,
4. Esto no supone necesariamente que las clases existan o hayan existido
en todas las sociedades. Las clases, desde mi punto de vista, puede decirse
que existen sólo cuando se da una «extracción de excedente» o relación de
propiedad en el sentido específico que aquí se quiere decir, esto es, en el
último análisis como formas no consensúales y garantizadas, tanto directa cómo
indirectamente, por la fuerza.
24 EL DEBATE BRENNER

rentemente similares. En resumen, para comprender en su conjunto


el desarrollo económico a largo plazo, el crecimiento y/o el atraso
del período que vamos a estudiar, creemos necesario analizar el pro­
ceso relativamente autónomo que origina estructuras de clase con­
cretas, ~en especial las relaciones de propiedad o de extracción del
excedente, y de forma más precisa los conflictos de clase que se origi­
nan (o no) en el seno de dichas estructuras. Precisamente lo que hay
que investigar cómo el problema clave del desarrollo económico a
largo plazo que se dio en Europa desde el período bajomedieval hasta
principios de la Edad Moderna, es el resultado de tales conflictos de
clase: la reafirmación de las relaciones de propiedad tradicionales o
su destrucción, con el consiguiente surgimiento de una nueva estruc­
tura social, lo que de forma más amplia se conoce como la transición
del feudalismo al capitalismo.
Planteadas en términos tan generales, las proposiciones preceden­
tes resultan un tanto vagas. Mi interés se dirige a darles consistencia,
relacionándolas con la crítica a aquellas cuestiones que han supuesto
explicaciones básicas para la historiografía económica del período que
nos ocupa, donde parece que el determinísmo económico de los mo­
delos previamente elaborados tiene una abrumadora posición domi­
nante. Por ello, mi atención se centrará en dos interpretaciones muy
amplias y diferentes del cambio económico a largo plazo que tuvo
lugar en Europa desde fines de la Edad Media y principios de la Edad
Moderna, una de las cuales la califico como «modelo demográfico»,
y la otra como «modelo mercantil». Desde un punto de vista histo-
riográfico, la primera surge como una crítica a la segunda, pero lo
que quiero resaltar es que ambas están sometidas a problemas aná­
logos.

I. El m o d e l o d e m o g r á f ic o

El origen de la preponderancia del denominado factor demográ­


fico en la historiografía económica europea, incluso durante la época
de la industrialización, ya fue planteado en 1958 por H. J. Habakkuk
en su bien conocido artículo «The Economic History of Modern
Britain». Como dice este autor:
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 25

Para aquellos que necesitan la referencia de un modelo domi­


nante es evidente que los elementos del mismo se encuentran ahí
pata poder dar una versión heroica y simplificada de la historia
inglesa antes del siglo xix, cuando los movimientos de los precios
a largo plazo, la distribución de los ingresos, la inversión, los sala­
rios reales y los movimientos migratorios están dominados por los
cambios en el crecimiento de la población. $.1 aumentar la pobla­
ción, aumentan los precios y los beneficios agrícolas y descienden
los ingresos reales para el conjunto de la población, además de darse
condiciones desfavorables de intercambio para la industria, con va­
riaciones que dependen de los cambios en las instituciones sociales.
Éstas son las características que permiten describir los siglos xm,
xvi y comienzos del xvn, así como el período que va de 1750 a
1815. En cuanto a los períodos intermedios, las características más
importantes son una población estable o, en declive con un bajo
nivel de beneficios agrícolas, aunque con ingresos más elevados en
conjunto.5

Mucho antes del artículo de Habakkuk, M. M. Postan ya había


presentado los perfiles fundamentales de lo que sería la interpreta­
ción habitual del cambio socioeconómico a largo plazo en el período
medieval; su tratamiento demográfico ha sido recientemente reela-
borado y compilado en el capítulo que sobre «Medieval Agrarian
Society in its Prime: England» ha realizado para la Cambridge Eco­
nomía History of Europe.6 Aproximadamente el mismo tipo de argu­
mentación es el que aplica Peter Bowden en su reciente Agrarian
History of England and Wales? Sin embargo, esta interpretación
demográfica no es exclusiva de la historia económica inglesa, donde
és comúnmente aceptada, ya que se ha aplicado de forma rigurosa en
el que tal vez sea el trabajo más influyente de la historia económica
francesa del período preindustrial: la monografía clásica de Emma-
nuel Le Roy Ladurie Les paysans de Languedoc:8 Con tan eminentes

5. H. J. Habakkuk, «The Economic History of Modem Britain», en


Journal of Economic History, X V III (1958), pp. 487-488.
6. M. M. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England»,
en The Cambridge Economic History of Europe, I, Cambridge, 1966®.
7. P. J. Bowden, «Agricultural Pnces, Farm Profits, and Rents», en
J. Thirsk (ed.), The Agrarian History of England and Wales. IV: 15004640,
Cambridge, 1967.
8. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, SEVPEN, París, 1966,
2 vols.
'26 EL DEBATE BRENNER

representantes, cuya categoría no se pone en duda, resulta apenas


sorprendente que lo que podría calificarse como malthusianismo secu­
lar haya alcanzado algo así como niveles de ortodoxia. Su dinámica
cíclica ha reemplazado el unílinear «despegue mercantil» como la cla­
ve del cambio económico y social a largo plazo en la sociedad pre-
índustrial.
No puede ponerse en duda que el modelo malthusiano en sí mis­
mo posee una cierta lógica. SÍ uno toma como «suposiciones», en
primer lugar, la incapacidad económica para* mejorar la productividad
agrícola y, en segundo lugar, la propensión natural de la población a
aumentar con una oferta de tierra limitada, es evidente que se
puede deducir y establecer una teoría de la distribución de la renta.
Con beneficios decrecientes en la agricultura debido al descenso de
la fertilidad del suelo y a la creciente ocupación de tierras margínales,
resulta lógico inferir que la demanda supere a la oferta; unos térmi­
nos de intercambio de esta naturaleza son perjudiciales para la indus­
tria y beneficiosos para la agricultura, al originar un descenso de los
salarios, una elevación de los precios de los alimentos y, lo que resul­
ta más importante para una sociedad fundamentada en la relación
dominante señores/campesinos, una importante alza de las rentas.
Por otra parte, el modelo posee un mecanismo fijo de autocorrección
que determina de manera automática un cambio de dirección y en
consecuencia una nueva dinámica a largo plazo. La creciente subdivi­
sión o sobrepoblación de las tenencias y el agotamiento correlativo
de los recursos naturales, supone una superpoblación, que genera
correctores malthusianos, especialmente hambre y escasez, lo que a
su vez produce un descenso demográfico y consecuentemente un
comportamiento opuesto por lo que se refiere a la distribución de los
ingresos a partir de la primera fase del período. Como demuestra
Habakkuk, este modelo en dos fases ha sido recientemente aplicado
a todo el período que abarca desde 1050 a 1800. Parece como si la
esencia de la «economía tradicional» haya sido aislada gracias a esta
larga motion biséctdaire (movimiento de doble fase). Como sucinta­
mente afirma Le Roy Ladurie, «Malthus llegó demasiado tarde». De
hecho, para este historiador francés el modelo resulta tan ineludible
que incluso permite intentar analogías biológicas o psicológicas. La
historia del Languedoc rural a lo largo de más de seiscientos años
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 27

podría contemplarse, como dice Le Roy, como «la inmensa respira­


ción de una estructura social».9

a) Demografía, distribución de la renta y crecimiento económico

El maltusianismo secular, en términos de sus premisas concretas


y del pequeño número de variables que a ellas se vincula, semeja casi
infalible. Lo que en realidad debe cuestionarse es su relevancia
para la explicación del cambio histórico actual. Es decir, las suposi­
ciones y constantes del modelo, o sea su verdadera dinámica, ¿ilumi­
nan u oscurecen las condiciones y los procesos cruciales que subyacen
en los diversos modelos de cambio económico secular en la época
que nos ocupa? Postan, en su ya clásico artículo publicado en 1950,
que inició su modelo demográfico para el desarrollo económico de la
Europa medieval, asegura que a él tan sólo le interesa «la base eco­
nómica» de la sociedad medieval, definida por «los asentamientos de
la población, las técnicas de producción y las tendencias generales
de la actividad económica; es decir, todos aquellos hechos económi­
cos que pueden tratarse sin tener que recurrir al conocimiento de
cómo funcionaban las instituciones legales o sociales, o las relaciones
entre las clases».10 Postan argumenta que lo que «hizo posible y nece­
sario tratar conjuntamente este grupo de temas», dejando de lado las
relaciones de clase, es que «son temas de reciente introducción en la
discusión sobre la naturaleza de las tendencias generales de la activi­
dad económica o, utilizando un término más actual, en el “movimien­
to de larga duración” del ingreso social».11 Pero la cuestión que exige
un planteamiento inmediato, precisamente cuando se intentan estudiar
los «movimientos a largo plazo del ingreso social», es decir, las ten­
dencias seculares de la distribución de la renta y del crecimiento
económico, consiste en plantearse si es totalmente admisible abstraer-
los del «funcionamiento de las instituciones sociales y legales». ¿Es
que los problemas del desarrollo de lo que . Postan denomina «base
económica» pueden entenderse fuera de las «relaciones de clase»?

9. I b id .y «Introduction», en especial p. 8; también «Conclusión», en espe­


cial pp. 652-654.
10. Postan, «Moyen Age», p. 225,
11. Ibid.
28 EL DEBATE BRENNER

Por lo que se refiere a las tendencias seculares de la distribución


de la renta, considero que el moHelo^lm^^ con proBle-
mas especialmente difíciles en relación con el siempre ambiguo y
polémico carácter de la distribución de la tierra. Por una parte, la
misma distribución de la propiedad de la tierra entre señores y cam­
pesinos supuso un elemento conflictivo constante a lo largo del perío­
do ya que uno se plantea sí la clase campesina podía, por su parte,
establecer rentas fijas y transmisibles, es decir derechos de libre
tenencia de la tierra. De ser ello posible, hubiera tenido lugar una
transformación muy significativa de lo que suponía la renta, ponién­
dose en peligro la existencia de los señores como clase dominante.
Por otra parte, donde los señores tenían el dominio pleno de la tierra,
¿podían establecer un poder extraeconómico sobre la persona de sus
arrendatarios, controlando el matrimonio y de forma particular las
transferencias de tierra y la movilidad del campesinado? Sí eso fuera
así, se daría la posibilidad de exigir a los campesinos el pago de dere­
chos arbitrarios o extraeconómicos, los cuales irían más allá de las
leyes consuetudinarias vigentes o sobrepasarían lo que podía dictar
la escasez de factores. Cualquier explicación del proceso de distri-'
bución del ingreso en la época bajomedieval y moderna debe, en
consecuencia, posibilitar una interpretación no tan sólo del cambio
en la distribución del producto inmediato de la tierra, sino sobre
cuestiones más importantes en relación con la distribución de la
propiedad entre el señor y el campesino, así como la aplicabíli-
dad directa de la fuerza sobre la renta como relación de producción.
Algunos historiadores de la economía han pretendido tratar este pro­
blema negando o ignorando su existencia, en particular describiendo
la economía en término de relaciones contractuales entre los detenta­
dores del dominio útil con escasos recursos (destreza militar y arma­
mento, tierra, fuerza de trabajo agrícola, etc,).52 Otros intentan en­

12. North y Thomas dicen que «la servidumbre en Europa occidental era,
sobre todo, un arreglo contractual en el que los servicios de trabajo se inter­
cambiaban por una mercancía pública: protección y justicia» (D. C. North
y R. P, Thomas, «The Rise and Fall of the Manotial System: A Theoretical
Model», Journal of Economic History, X XX I (1971), p. 778, North y Thomas
pueden establecer este argumento ya que presuponen: a) que el siervo estaba
totalmente «protegido de cargas arbitrarias» y b) gue a causa de la ausencia
de «una autoridad coercitiva central» los siervos eran básicamente libres, espe­
cialmente para poder cambiar de lugar, y como consecuencia de ello había un
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 29

frentarse con el problema asimilándolo a sus modelos económicos


básicos: insistiendo directa o indirectamente en que, a largo, plazo,
la distribución de la propiedad y la aplicación de la fuerza sobre la
relación que implica la renta, está sujeta al mismo tipo de presiones
de oferta/demanda como la distribución del producto, manteniendo
el mismo tipo de fluctuación. Intentaré demostrar empíricamente que
éste no es el caso, y que de lo que se trata fundamentalmente es de
la naturaleza de las relaciones y del poder de clase, determinadas
de forma relativamente autónoma por las fuerzas.económicas.
Las interpretaciones demográficas de las economías del período
histórico objeto de nuestra atención, al intentar explicar las tenden­
cias generales de la producción total, crecimiento o estancamiento

«rudimentario mercado de trabajo». Para mí estas suposiciones tienen cohe­


rencia entre sí, pero son inconsistentes con la realidad de la servidumbre
porque precisamente la servidumbre, en su esencia, no era contractual. No
había un «acuerdo m u tu ^ ^ e5 tre~ eT señ o r^ ~ H ^ íirv o T * ^ ^ á 5 T ^ rtlv ^ T h o -
mas era una característica definitoria del contrato, Al contrarío, son precisa­
mente las características interreladonadas de las exacciones señoriales del exce­
dente campesino y el control del señor sobre la movilidad campesina los-que
daban a la economía servil medieval sus trazos específicos: extracción de exce­
dente por medio de la aplicación-directa de la fuerza, más que un intercambio
igualitario vía contrato, como North y Thomas lo plantean. E l tipo de proble­
mas que se encuentran en la aproximación de North y Thomas se plasman en su
exposición de los orígenes de la servidumbre. Dicen que «los individuos con des­
treza militar y equipamiento superior eran necesarios para proteger a los cam­
pesinos, los cuales no eran duchos en el arte de la guerra. Aquí nos encon­
tramos con un ejemplo clásico de mercancía pública, ya que resultaba impo­
sible proteger a una sola familia campesina sin también proteger a sus vecinos.
En tales casos la coerción era necesaria para impedir que la incentiva del cam­
pesino individual supusiera el que su vecino tuviera que pagar los costos y el
poder militar de los señores proporcionaba la fuerza, necesaria». North y Tilo­
mas, Rise of the 'Western W orld, pp. 29-30 (el subrayado es mío). Esta expli­
cación no tan sólo ignora un tema tan fundamental como es la clase (esto es,
como ocurría la distribución de la tierra, de los instrumentos de coerción),.
sino que también pone en duda su propio argumento sobre la naturaleza
contractual de la servidumbre, ya que en esta cita lo que se admite explí­
citamente es que el siervo está coaccionado. Y no tan sólo en la cita pre­
cedente, sino que continúan con la misma idea cuando afirman que «el poder
de los señores para explotar a sus siervos... no era ilimitado, sino restrin­
gido (en casos extremos) por la habilidad del siervo para evitarlo» (p. 30),
lo que no elimina la dificultad fundamental, esto es, el intento de tratar a la
servidumbre como una relación contractual, admitiendo al mismo tiempo su
naturaleza coercitiva.
30 EL DEBATE BRENNER

económico, tropiezan con dificultades, incluso más serias que las que
se encuentran respecto a la distribución del ingreso. Por supuesto
que el pensar en un declive de la productividad agrícola es una idea
razonable para la mayoría — que no todas— de las economías de la
Europa preindustrial. De hecho, estos historiadores de la economía
han podido profundizar en algunos de los fundamentos técnicos y
económicos de la decadencia a largo plazo de la producción gracias
a sus investigaciones sobre cuestiones relativas al mantenimiento de
la fertilidad del suelo en situación de escasez de ganado y de abonos,
especialmente cuando existe un atraso en la organización de la téc­
nica agrícola y unos bajos niveles de inversión.13 Pero el exponer las
condiciones que generaron el estancamiento económico a largo plazo,
no explica el fenómeno en sí, ya que no se proporciona un cálculo
real del porqué estas condiciones persistieron. Por tanto, el expli­
car la «rigidez» económica como lo hace Le Roy Ladurie, en «fun­
ción de un estancamiento de la técnica, de una carencia de capital,
de una falta de espíritu de empresa e innovación», es dar por
sentado lo que se intenta probar.14 Es como pretender explicar el
crecimiento económico como un simple resultado de la introduc­
ción de un nuevo, tipo de organización de la producción, de mu­
chas técnicas y nuevos niveles de inversión. Desde luego que estos
factores no explican el desarrollo económico, sino que tan sólo des­
criben lo que es el desarrollo económico. El estancamiento continuado
de la mayoría de las economías tradicionales europeas en la época que
estamos estudiando no puede explicarse en su totalidad sin dar cuenta
del crecimiento económico real experimentado por las pocas econo­
mías que efectivamente se desarrollaron. Desde una perspectiva más
general, el atraso económico no puede comprenderse del todo sin una

13. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 548-
570; M. M. Postan, «Village Lívestock in the Thirteenth Century», Econ. Hist.
Rev., 2.a ser., XV (1962-1963); J, Z. Titow, Engiish Rural Society, 1200-1350,
Londres, 1969.
14. Le Roy Ladurie, op, cit., p. 634. A veces Le Roy Ladurie parece
querer enfocar el desarrollo económico como el resultado directo de unos pro­
cesos aparentemente autónomos de innovaciones técnicas. En este sentido dice
que «fue la debilidad tecnológica de la sociedad ... su falta de habilidad para
aumentar la productividad, su incapacidad permanente y definitiva en elevar
la producción la que creó la barrera que, al final del período, paró el creci­
miento (qmsi-biseculaire) de la población y de la pequeña propiedad campe­
sina, p. 639. Véase también la nota 37.
ESTRUCTURA i DE CLASES AGRARIA 31

teoría adecuada del desarrollo económico. Al describir el ciclo de dos


etapas de la economía agraria, iniciado en algunas economías europeas
a fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna a partir
del declive de la productividad agraria, los teóricos malthusianos han
establecido un importante modelo de desarrolló y estabilidad econó­
mica de larga duración. Pero este ciclo de doble fase no es univer­
sal, incluso para aquellas sociedades tradicionalme^te definidas como
desarrolladas;15 y además, exige una interpretación y un análisis más
minuciosos. Considero que el ciclo malthusiano de estancamiento
secular, igual que otras formas de atraso económico, sólo puede
entenderse en su conjunto como el producto de estructuras estable-,
cidas de relaciones de clase (particularmente relaciones de extracción
del excedente), igual que el desarrollo económico sólo puede enten­
derse de forma total como el resultado del surgimiento de nuevas
relaciones de clase más favorables a la nueva organización de la pro­
ducción, a las innovaciones técnicas y al incremento de las inversiones
productivas. Y estas nuevas relaciones de clase hay que entenderlas
como el resultado de un proceso anterior, y en cierto modo autónomo,
de conflictos de clase.

b) El modelo demográfico comparado

Espero que la fuerza de estas objeciones quede más clara cuando


se analicen casos históricos concretos. Considero que mí método críti­
co es sumamente obvio y a la vez simple. Consiste en observar si se
dio un predominio de tendencias demográficas similares en toda Euro­
pa durante un período de seiscientos o setecientos años, entre los
siglos xii y xvm , y mostrar que los resultados distintos de estas ten­
dencias proceden de la naturaleza de la estructura agraria y en par­
ticular de los modelos de distribución del ingreso y del desarrollo
económico con los que hay que asociarla. En este sentido, comienzo
mi explicación exponiendo los problemas que considero plantean los
modelos de determinismo demográfico de Postan (para los siglos x n
al xv) y de Le Roy Ladurie (para los siglos xvi al xvn) que se. com­
plementan perfectamente entre sí.
De acuerdo con Postan, el crecimiento demográfico caracteriza a

15. C£. C. Geertz, Agricultural Involution, Berkeley, 1963.


32 EL DEBATE BRENNER

los siglos x n y xm , y genera una ocupación de tierras marginales


y la consiguiente reducción de la fertilidad del suelo: es decir, se
produce un aumento de la demanda frente a una oferta algo rígida
tanto de tierras como de alimentos, lo que supone un alza de precios
y rentas. Sin embargo, y de ello Postan es consciente, en este período
nos enfrentamos con una forma de renta bastante singular. Hay
pocos arrendamientos y contratos directos, y en vez de ello nos encon­
tramos con una estructura teóricamente fija, pero realmente fluctuan-
te, de derechos y obligaciones consuetudinarios que definen la tenen­
cia de la tierra y que consisten, en primer lugar, en pagos regulares
(supuestamente fijos) que el campesino tiene que hacer al señor para
poder continuar poseyendo la tierra. Pero con frecuencia sucede que-
estos derechos suponen, además, unas condiciones adicionales: como
es el que el señor tenga la potestad de imponer exacciones extraordi­
narias (tallas y tasas), o de controlar la utilización, transmisión y
herencia de la tierra, o la misma libre disposición de la persona del
campesino, en particular su libertad de movimientos. El planteamien­
to de Postan consiste en que estas últimas condiciones, que en con­
junto definen la situación legal del campesino — su libertad o su
sujeción— en la medida que son importantes para las tendencias eco­
nómicas a largo plazo, permiten — de forma más o menos directa—
ser asimiladas por su modelo demográfico de oferta y demanda. Por
tanto la cuestión central para Postan es que, dado el desarrollo de la
población, el siglo x m es un período donde la posición del señor
vis-a-vis con los campesinos mejora, no tan sólo en aquellas pocas
zonas donde surgió lo que podría calificarse como formas de arren­
damiento moderno, sino también en el denominado sector consuetu­
dinario o tradicional. Así pues, la lucha por la tierra obliga a los cam­
pesinos a aceptar una seria degradación de su situación tanto personal
como en relación con la tierra para poder mantener sus tenencias, lo
que a su vez acentúa la deteriorada situación económica general a la
cual están sujetos únicamente por las fuerzas de oferta y demanda.
Por tanto, para conservar su tierra los campesinos tienen que some­
terse, primero, al incremento arbitrario de las exacciones (tasas,
tallas), que se recaudan además de la percepción de la renta tradi­
cional; y segundo, al incremento de los servicios personales de trabajo
en la tierra del señor. Este incremento de los pagos está origi­
nado por el poder del señor en controlar al campesinado y deter­
minar su condición legal. En otras palabras, para Postan las reía-
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 33

ciones extraeconómicas entre el señor y el campesino —especialmente


aquellos pagos asociados con el reforzamiento de la sujeción del cam­
pesinado— hay que entenderlas en los mismos términos que la «rela­
tiva escasez de factores», argumento únicamente aplicable a medidas
contractuales regidas por las leyes del mercado y que en realidad no
suponen más que el mismo resultado en términos de distribución de
renta entre señor y campesino. Por ejemplo, como dice Postan, «la
fluctuación de las prestaciones de trabajo personal no requieren más
explicación que la que proporciona la acción recíproca entre la oferta
y la demanda: demanda de prestaciones serviles y oferta de trabajo
servil».16
Durante los siglos xiv y xv se produjo un descenso de la pobla­
ción como resultado de la caída de la productividad, del hambre y
de la peste. En última instancia, las catástrofes demográficas origina­
ron una drástica inversión de la proporción hombre/tierra. Postan
argumenta sólidamente que este cambio demográfico produjo una
situación opuesta a la que se había dado en el siglo xm . Una dismi­
nución del número de los campesinos supuso un descenso no sólo
del nivel de la renta, sino también de la capacidad del señor para
limitar la movilidad del campesinado. La competéncia que surgió
entre los señores para obtener los servicios de los escasos campesinos
que quedaban implica que uno esté de acuerdo con la ley de la oferta
y la demanda, no tan sólo por lo que se refiere a una caída de las
rentas en general y de las prestaciones de trabajo en particular, sino
también en lo referente al abandonó por parte de los señores de sus
derechos de control sobre el campesinado. Una catástrofe demográ­
fica determina la caída de la servidumbre.17
Le Roy Ladurie empieza el análisis del ciclo en el punto donde
lo había dejado Postan, esto es, a finales del siglo xv. En este mo­
mento, la servidumbre ya no existe ni en Inglaterra ni en la mayor

16. M. M. Postan, «The Chronoíogy of Labour Services», Trans. Roy.


Rist. Soc., ser. 4.”, X X (1937), p. 171. Para el párrafo anterior, Postan, «Me­
dieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 552-553, 607-609.
17. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime; England», pp. 608-
610. «Al final se produjo un afianzamiento de las fuerzas económicas y tanto
los señores como los arrendatarios encontraron que el modo más efectivo para
retener al trabajador era pagando salarios más elevados, igual que el modo,
más efectivo para retener a los arrendatarios era el bajar las rentas y liberarles
de obligaciones serviles» (p. 609).

3 . — BRENNER
34 EL DEBATE BRENNER

parte de Francia. En su lugar nos encontramos con una sociedad


formada por campesinos libres en ambos países, algunos que poseían
su tierra a partir de una primitiva base contractual, otros habiendo
ya conseguido una situación legal equiparable a la libertad total
(volveré sobre este punto más adelante). En cualquier caso, nos en­
contramos con una repetición del movimiento de doble fase que
Postan trazó para los siglos x u y x m y más tarde para los siglos xiv
y xv: un auge de la población durante el «largo siglo xvi», que
originó una elevación de las rentas, una caída de los salarios y la
desintegración de las posesiones campesinas. Una drástica caída de
la productividad produjo catástrofes demográficas durante el si­
glo xvii, lo que supuso un cambio en el comportamiento de la ten­
dencia y la configuración opuesta en términos de la distribución del
ingreso y de la tierra.18
La evidente dificultad que plantean estas explicaciones globales
radica en su misma debilidad ya que puede desmontarse con relativa
facilidad mediante un simple análisis comparativo. Distintas tenden*
das demográficas similares en diferentes momentos y en diferentes
áreas de Europa originan resultados diferentes. De lo que se deduce'
que es predso cuestionar si los cambios^ demográficos pueden ser
lícitamente considerados como una simpíéTcausa o como~Ta'variable
clave deLdésárfolló económico. Es cierto que en el siglo x m se pro-
düjo'unTncremento délas rentas y un aumento del control señorial
sobre el campesinado, no sólo en Inglaterra sino también en varias
regiones de Francia, especialmente en el norte y en el este de la región
parisiense (Vermandois, Laonnais, Borgoña).19 Aunque también sé da
el caso de que en otros lugares de Francia (Normandía, Picardía) no
se produjo un movimiento contrario a la tendencia secular que había
provocado la desaparición previa de la servidumbre.20 Más aún, en

18. Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc,


19. P. Petot, «L’évolution du servage dans la France coutumíére du X I8
au XIVo siécle», Recueils de la Société Jean Bodin, II, 1937; C.-E. Perrin,
«Le servage en France et en AHemagne», X Congresso internazionale di scienze
storiche, Roma, 1955, 7 voIs: (Florencia, 1955), III, pp. 227-228; G. Four-
quin, Les campagnes de la région parisienne a la fin du Moyen Áge, París,
1970, pp. 175-179; R. Fossier, Histoire sociale de VOccident médiévale, París,
1970, pp. 161-163.
20. R. Fossier, La teñ e et les kommes en Picardie ]usqu’a la fin du X III‘
siécles 2 vols., París, 1968, II, pp. 555-560. Véase también las referencias cita­
das en la nota 19.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 35

otras regiones de Francia (especialmente el área que rodea París) el


proceso de deteriorización de la situación legal del campesinado fina­
lizó casi bruscamente y se inició un movimiento opuesto que establecía
de forma concreta la libertad de aquél (y en cierto sentido la plena
propiedad campesina) a finales del siglo xm .21 Estos diferentes proce­
sos de desarrollo tuvieron obviamente un efecto importante sobre las
tendencias de la distribución del ingreso. Como el mismo Postan
señala, los señores podían extraer rentas mucho más elevadas de los
siervos (villeins) que de los campesinos libres, y pudieron incremen­
tarlas sustancialmente a lo largo del siglo xm .22 Pero Postan man­
tiene que, a pesar de ello «la razón por la que los señores no preten­
dían tan sólo incrementar el peso de las prestaciones laborales sino
también “hacerlo a su manera” no es difícil de adivinar. Con una
creciente escasez de tierra y un fuerte aumento de la demanda de
este factor por parte de los campesinos, la fuerza económica del terra­
teniente sobre sus campesinos era mucho más difícil de resistir».23-
Parece claro que un crecimiento de la población que generara un
aumento de la demanda de tierras tendería a aumentar el poder del
señor para incrementar libremente la extracción de cualquier for­
ma de renta del campesinado; pero sólo en el caso de que el señor
hubiera logrado imponer su derecho a obtener algo más que una renta
fija. Pero el hecho es que a lo largo del período medieval los únicos
campesinos sujetos al ejercicio de este tipo de poder «económico»
por parte del señor (es decir, a la imposición de prestaciones labo­
rales adicionales y a pagos arbitrarios de otra naturaleza que los espe­
cíficamente derivados de la renta, en particular tallas y fianzas), no
eran libres y estaban sometidos a la condición de siervos. El estatus
de libre tenencia en el siglo x m (que comprendía a una parte impor­
tante de la población) implicaba por lo general la supresión de fuertes
prestaciones personales en las tierras del señor y la exacción del pago
de derechos adicionales.24

21. Fourquin, op. cit., pp. 160-172, 189-190.


22. Postan, «Medieval Agrarian Society Ín its Prime: England», pp. 552-
553, 603, 607-608, 611, en especial, p. 603: «las cargas monetarias obligatorias
que pesaban sobre los customary, por ejemplo siervos, tenencias, etc., eran muy
fuertes y no se podían comparar ... incluso con las de los campesinos libres».
23. Ibid., p. 608 (el subrayado es mío).
24. Véase supra notas 22, 23 y 16; R. H . Hilton, The Decline of Serfdom
in Medieval England, Londres, 1969, pp. 18-19, 24, 29-31. Para un ; ejemplo
36 EL DEBATE BRENNER

Así para poder determinar el impacto de la presión de la pobla­


ción sobre la tierra. — quién iba a ganar y quién a perder en una
situación de demanda creciente de tierra y una elevación de la renta
y del precio de la tierra— era necesario determinar previamente cuál
era la naturaleza de las relaciones de clase entre señor y campesina.
Por ello, durante el siglo x m en la región parisiense, la tendencia a
incrementar la talla sobre los campesinos por parte de los señores
fracasó al originarse una contra-tendencia de emancipación del cam­
pesinado. Tanto en Francia como en Inglaterra el resultado fue que,
una vez libres, los campesinos pagaron sólo un canon fijo, no pudien-
.do forzarles a que pagaran rentas adicionales y arbitrarias. Resulta
altamente significativo, sin embargo, que esta tendencia hacia una
limitación de la renta y un establecimiento de la libertad de tenencia
en la región parisiense tuvo lugar en la zona más densamente pobla­
da de toda Francia.25 Por tanto, la misma presión ascendente de la
población pudo, y así lo hizo, originar cambios en la distribución del
ingreso favorables a los señores o a los campesinos, según la natu­
raleza de las relaciones sociales en tomo a la propiedad de la tierra
y el equilibrio de las fuerzas de clase.
El declive demográfico experimentado en toda Europa y que se
inició en varias zonas durante el siglo xiv, plantea problemas aná­
logos. A largo plazo las tendencias paralelas de descenso de las rentas
y la paulatina liberación del campesinado dominaron, por lo que
se refiere a Inglaterra, durante el siglo xv. Pero, como contraste, los
siglos xiv y xv también supusieron un agudizamiento de los con­
troles señoriales sobre el campesinado en Cataluña; y también se dio
este caso, al menos de manera temporal, en algunas regiones de Fran­
cia (el centro, el Bordelais).26 Cierto es que en estas áreas al igual

más gráfico acerca de la habilidad de los campesinos libres para resistir los
enormes esfuerzos (a veces incluso desesperados) de los señores extractores
de renta incluso durante el siglo x m , cuando se da el alza de la población,
véase E, Searle, Lordship and Community, Toronto, 1974, pp. 163-166.
25. Fourquin, op. cit., en especial pp. 170 ss.
■26. P. Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne, 3 vols., París, 1962,
I, pp. 466 y ss. (hay trad. catalana, 1968, 4 vols., y castellana, Barcelona, 1978);
J. Vicens Vives, Historia de las remensas en el siglo X V , Barcelona, 1945,
pp. 23-24 ss.; R. Boutruche, La crise d ’une société, París, 1963, pp. 321 ss.;
I. Guérin, La vie rurale en Sologne aux X IV 6 et XV" siécles, París, 1960,
pp. 202-215 ss.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 37

que en la mayor parte de Europa occidental, la servidumbre había


«muerto» ya a comienzos del siglo xiv, mientras que en Europa
oriental, y particúlarmente ■en Pomerania, Brandemburgo, Prusia
oriental y Polonia, el descenso de la población desde fines del si-_
glo xiv se vio acompañado de un triunfo de los señores para imponer
controles extraeconómicos — esto es, la servidumbre—- sobre lo q u e
hasta entonces había sido uno de los campesinados más libres de toda
Europa.27 Hacia 1500, el mismo tipo de tendencias que abarcaban
toda Europa presentaba una trayectoria que iba generando una de
las grandes divisiones de la historia del continente: el surgimiento
de una clase de campesinos casi totalmente libres en el oeste y la
degradación de la situación del campesinado a la servidumbre en
el este. .
Pero el período que va de 1500 a 1750 marcó otra gran división
que pone en duda, una vez más, el valor explicativo del modelo
malthusiano. Aquí lo que queda sin explicar no es tanto el fenómeno
de la distribución de la renta, como el problema global de las vías
fuertemente contrapuestas del desarrollo económico: un continuado
estancamiento a largo plazo acompañado en dertas áreas de un cre-
’cimento *3e üTpdbiaaón y el surgimiento espectacular de un modelo
enteramente huevó"''decrecimiento autosos tenido, ^acompañado tam­
bién del incremento de la' población, en otras zonas. Ello induce a
Le Roy Ladurie a suponer que a lo largo de los siglos xvi y xvn en
buena parte de Francia el incremento de la población produjo una
fragmentación de tenencias, un alza de las rentas y un declive de la
productividad, originándose las clásicas crisis de subsistencia en mo­
mentos diferentes y en lugares distintos, así como catástrofes demo­
gráficas y e n última instancia un «cambio de la tendencia».28 Pero

27. F. L. Carsten, The Qrigins of Prussia, Londres, 1954, pp. 80-84, 101-
116; M. Malowist, «Le commerce de la Baltique et le probléme des. luttes so­
ciales en Pologne aux XVo et X V P siécles», en La Pologne au X e Congres In­
ternational des Sciences Historiques h Rome, Varsovia, 1955, pp, 131-136, 145-
146; M. Blura, «The rise o£ Serfdom in Eastern Europe», Amer. Hist. Rev.,
LXII (1957), pp. 820-822.
28. Véase, por ejemplo, P. Goubert, «Le miíieu démographique», en
L ’Anden Régime, 2 vols., París, 1969-1973, I, cap, 2 (hay trad. cast.: H anti­
guo régimen, 2 vols,, Madrid, 1979); también de P. Goubert, Beauvds et le
Beauvaisis de 1600 ii 1730, París, 1960; J. Meuvret, Études d ’hhtoire écono-
mique, París, 1971; F. Braudel y E. Labrousse, eds., Histoire économique et
sociale de la France, II: 1660-1789, París, 1970.
38 EL DEBATE BRENNER

resulta un tanto irónico que un crecimiento paralelo de la población


en Inglaterra en este mismo período se haya utilizado para explicar
precisamente lo contrario. Así, y de acuerdo con Bowden, «bajo el
estímulo de una población en aumento, de una elevación de los pre­
cios agrícolas y de un alza del valor de la tierra, la demanda de ésta
se intensificó, racionalizándose su utilización. Se amplió el área cul­
tivada, «constituyéndose las grandes propiedades a expensas de las
pequeñas tenencias».29 Así, en Francia, mientras la población crecía
tenía lugar una extrema fragmentación de las tenencias y un descenso
de la productividad, mientras que en Inglaterra, al contrario, la ten­
dencia dominante consistió en crear unidades cada vez mayores, en
concentrar tenencias y cederlas a un arrendatario que a su vez las
cultivaba con ayuda de trabajo asalariado. Acompañando este cambio
en la organización de la producción, se fue dando un mayor incre­
mento en la productividad agrícola, con resultados que en cierto
sentido marcaron época. A finales del siglo xvn, la población inglesa
había vuelto a alcanzar los mismos niveles del siglo x m , sin igualarse
al modelo demográfico francés: ninguna «fase B» siguió inexorable­
mente a una «fase A». En vez de ello, nos encontramos con la crisis
final del modelo malthusiano y la introducción de una asombrosa y
original forma de desarrollo económico autosostenido.30

II, E l MODELO MERCANTIL

Antes de presentar la alternativa que creo puede plantearse al


análisis comparativo precedente, es preciso resaltar que los dos expo­
nentes más conocidos de los estudios de la población como núcleo
interpretativo del cambio económico de la sociedad preindustrial

29. Bowden, «Agricultural Pnces, Farra Profits and Rents», p. 593 (el
subrayado es mío).
30. Sobre el cambio agrario inglés, sus caúsas y consecuencias, véase,
por ejemplo, R. H. Tawney, The Agrarian Problem in the Sixteentb Century,
Londres, 1912; Nueva York, 1967; E. Kerridge, T h e ' Agricultural Revolution,
Londres, 1967; E. Kerridge, Agravian Problems in the Sixteentb Century and
After, Londres, 1969, en especial el capítulo 6; W. G. Hoskíns, «The Lesees-
tershire Farrner in the Seventeenth Century», Agricultural History, XXV (1951);
Thírsk, ed., Agrarian History of England and Wales, IV: 1500-1640. Véase
también infra, pp. 62 ss.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 39

—Postan y Le Roy Ladurie— desde un principio elaboraron sus


modelos como oposición a una predominante ortodoxia historíográ-
fica que asignaba a! crecimiento deí comercio y del mercado una fun­
ción en cierto sentido análoga a la que según Postan y Le Roy Ladurie
tenía la población. Estos autores atacaron duramente las simples y
unilaterales concepciones del cambio económico que sostenían que la
fuerza del mercado determina, en primer lugar, el descenso de la
servidumbre, que a menudo se identifica de'maniera un tanto burda
con el cambio de la renta de trabajo por renta monetaria que ipso
jacto origina el surgimiento de arrendatarios libres; y en segundo
lugar, el auge de la agricultura capitalista, organizada en torno a la
figura del gran arrendatario que funcionaba .sobre la base de inver­
siones y mejoras de capital y trabajo asalariado.

a) Comercio y servidumbre

En particular, Postan opinaba que durante el período medieval la


fuerza del mercado, lejos de producir automáticamente la disolución
de la servidumbre, pudo haber coincidido con su intensificación.
Demostró, por ejemplo, que en algunas de las zonas más cercanas al
mercado londinense, la tendencia hacia el incremento de prestaciones
personales y la reacción señorial del siglo x m se mostraron más
intensas. Tal vez el ejemplo que puede ilustrar con más claridad la
hipótesis de Postan nos lo dan las áreas situadas bajo la influencia
del mercado parisiense durante el mismo período. Así, y a lo largo del
curso del Sena, hay una serie de regiones •—diferentes entre sí— que
producían para el consumo de París: el río cruza zonas de campesinos
libres, campesinos semilibres y campesinos siervos. Más espectacular
resulta el caso de Europa oriental, tal como lo demuestra; Postan,
donde durante el período considerado, el fuerte y poderoso impacto
del mercado mundial de granos dio un mayor ímpetu a la sujeción
del campesinado, al mismo tiempo que estimulaba el desarrollo del
capitalismo en el oeste.31

31. Postan, «Chronology of Labour Services»,, en especial pp. 192-193;


Fourquin, Campagnes de la région parisienne, pp. 169-170, nota 71; véase
también M. M. Postan, «The Rise of a Money Economy», Econ. Hist. Rey.,
X IV (.1944).
40 EL DEBATE BRENNER

Sin embargo, Postan nunca aclaró con precisión en qué consistía


el defecto crucial de la hipótesis del comercio como base para expli­
car el desarrollo europeo; desde mi punto de vista, el fallo de la
interpretación mercantil procede del hecho de que sistemáticamente
se ignora que la servidumbre implicaba no tan sólo que las prestacio­
nes de trabajo personal se oponían a las prestaciones monetarias, sino
que también suponía la existencia de los poderosos derechos de los
señores para aplicar exacciones arbitrarias, asi como un grado más o
menos estricto de falta de libertad del campesino. Así pues, la servi­
dumbre por sí misma suponía la capacidad del señor para controlar
la persona de su arrendatario, en particular sus movimientos, y
también la posibilidadjde fijar el nivel de la renta que podía exceder
lo normaltnSfé'esHpulado^oTo”qué~po35"cfíctar el simple juego de
fuerzas de la oferta y la demanda. Por esta razón, el declive de la
servidumbre no podía conseguirse, como a veces se asegura, por
medio de una simple alteración de los términos que definen el «inter­
cambio igual», es decir, el paso de renta/trabajo a la renta/dinero
como resultado de la confluencia de intereses para conseguir una
mayor eficacia por ambas partes.32 De hecho, y a pesar del cambio que
supuso, la alteración del tipo de renta no implicó la finalización del
poder del señor sobre el campesinado, sino más bien su continuidad,
ya que el resultado altamente significativo de esta conmutación tíni­
camente podía realizarse por medio de un dictamen del señor y, en
consecuencia, aboliría de acuerdo con su propia voluntad. En este
sentido, Postan dice que la conmutación del tipo de renta tuvo una
difusión muy amplia en Inglaterra a lo largo del siglo xii; pero e n ,
realidad no supuso la emancipación del campesinado, ya que en el
siglo x m nos encontramos de nuevo con la exigencia por parte del
señor de la prestación de trabajo personal. Y realmente, en el caso
de que el señor no optara por exigir este tipo de prestaciones, reque­
ría al campesino el pago de unos derechos en metálico para poder
librarse de las prestaciones personales, Y con todo, este campesinado
permanecía sujeto a exacciones arbitrarias (tallas, fianzas) fuertemente

32. Pava una elaboración reciente ele este argumento, véase North y Tho­
mas, Rise of the Western World, pp. 39-40. Desde luego se trata de la conclu­
sión'de su argumento sobre la servidumbre como una relación contractual, más
que como uní? relación coercitiva y explotadora. Véase supra, pp. 28-29, notg 12.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 41

ligadas a su condición de siervo.33 Pot tanto, y para poder poner fin


a la servidumbre, lo que tenía que desaparecer era el tipo de «inter­
cambio desigual» que se manifestaba por medio de controles directos
y extraeconómicos que el señor ejercía sobre los campesinos. Puesto'
que la esencia de la servidumbre consistía en la capacidad del señor
para introducir presiones extramercantíles sobre los campesinos y así
poder, fijar el nivel de renta a su voluntad —-en particular impidiendo
la movilidad del campesino que supondría un libre mercado de arren­
datarios— , apenas sorprende que las fluctuaciones del comercio,
contando con cualquier tipo de factores de mercado, por sí mismas
no fueran suficientes para generar la disolución dé la servidumbre.
La servidumbre era una relación de podet que podía invertirse, como
así ocurrió, tan sólo por sus propios medios: a través de un cambio
en el equilibrio de las fuerzas de clase.
Es evidente que hubo períodos en los que una creciente demanda
de tierra ;—y por tanto de tenencias— , originada en Concreto por el
aumento de la población, daba a los señores un cierto respiro en rela­
ción con la movilidad campesina (suavizando, de forma unilateral, las
obligaciones que pesaban sobre la movilidad de sus siervos) ya que
podían conseguir con mayor facilidad mano de obra en mejores con­
diciones. El último tercio del siglo x m fue uno de estos momentos.
Pero la información con -que se cuenta no permite árgumentar a favor
del fin de la servidumbre, o al menos de su debilitación.34 Puede
decirse que la servidumbre sólo finaliza cuando el derecho y la capa--
cidad del señor para controlar al campesinado, en caso de que quisiera
hacerlo, ya no perduran. Es significativo que, incluso a lo largo del
siglo xm , los campesinos que querían abandonar las tierras del señor
tenían que conseguir permisos de salida y debían volver cada año
para presentarse una o dos veces. En este período, como dice Raftis,
«la intervención de la justicia señorial sólo era necesaria para impe­
dir que los campesinos abandonaran la jurisdicción señorial, no para
hacerles volver». Sin embargo, lo que con ello se informa es de la

33. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 604-
608, 611. Para un análisis de las razones por las cuales la conmutación no se
entiende si no se afirma qué significa un relajamiento de la servidumbre, véase
en especial R ..H . Hilton, Decline of Serfdom in Medical England, pp. 29-31,
así como su artículo «Freedom and Villeinage in England», Past and Presenta
31 (julio 1965), p. 11.
34- Como h^ce Titpw en Engiish Rural Society, 1200-1350, pp. 59-60,
42 EL DEBATE BRENNER

súbita modificación del control del señor sobre la movilidad de los


siervos que siguió casi inmediatamente a la Peste negra y a la subsi­
guiente falta de arrendatarios. Para este período Hay documentación
relativamente abundante sobre el embargo de siervos con el fin de
impedirles que se convirtieran en arrendatarios y en consecuencia
adquirir obligaciones distintas; o también sobre la aplicación de fian­
zas que gravaban con más fuerza los permisos para abandonar el terri­
torio del señor; o sobre el sustancioso incremento de las fianzas que
debían depositar quienes tenían permiso para dejar el dominio seño­
rial; o sobre un endurecimiento de la actividad relativa a los fugiti­
vos; o sobre limitaciones del número de años que el siervo podía estar
fuera de las tierras del señor.35 Cierto es que, desde el punto de vista
del señor, la servidumbre estaba todavía vigente y no tenía intención
■alguna de un cambio de la situación. Si ello fue o no posible es una
cuestión cuya respuesta hay que buscarla en los conflictos sociales
que tuvieron lugar en el siguiente período.

b) Mercantilismo y capitalismo agrícola

Al igual que Postan, Le Roy Ladurie también critica el argumento


del comercio como base del desarrollo económico europeo, mostrando
que, incluso después de la caída de la servidumbre, no tenía por qué
suponerse una tendencia bacía el capitalismo (concentración de tenen­
cias cultivadas a base de inversión de capital y trabajo asalariado) bajo
el impacto del mercado. Así el estudio de Le Roy Ladurie sobre el
Languedoc rural se pensó, en buena medida, para modificar las prime­
ras aportaciones de bistoriadores como Raveau, Blocb y otros que
habían planteado la idea de que durante la Edad Moderna, y bajo el
estímulo del mercado, se dio una tendencia general hacia la concen­
tración de grandes tenencias, a cargo de arrendatarios de origen
burgués con una mentalidad orientada hacia la inversión y una pro­
ducción dirigida hacia el mercado. En sentido opuesto, Le Roy La­
durie demostró que el surgimiento de la «renta capitalista» (funda­
mentada en el'incremento de la productividad de la tierra debido a
las inversiones de capital) como alternativa a la extorsión del campe­
sinado (realizada a causa de la demanda creciente de tierra estimulada

35. JV. A. Rafús, Tenure and M obiliíy, Toronto, 1964, pp. 139-144.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 43

por el aumento de la presión demográfica) no suponía que aquélla


fuera Inevitable, ya que la fragmentación de las tenencias probable­
mente tuvo el mismo significado que la concentración.
Pero, al igual que Postan, Le Roy Ladurie no llega a la raíz del
problema que la tesis del comercio como origen del cambio agrario
supone, puesto que ni siquiera intenta explicar por qué durante los
siglos xvi y x v i i tuvo lugar en ciertas zonas un nuevo ciclo de frag­
mentación de la tierra y un descenso de la' productividad, mientras
que en otras zonas ocurría lo contrario. Arguye que el morceílement
(fragmentación) y el rassenzblement (concentración) en buena medida
fueron tendencias compatibles, y demuestra que la «persecución des­
piadada de la fragmentación» de las tenencias «convertía en irrisorios
los esfuerzos de quienes pretenían concentrarlas». El resultado,, según
dicho autor, fue que la historia económica del Languedoc finalizó
como «una pura historia del campesinado ... lejos de constituir el
'origen del capitalismo’ ...».36
Pero Le Roy Ladurie no explica el porqué (no tan sólo por lo
que se refiere al Languedoc sino para toda Europa occidental) se
produjo la victoria de una tendencia en vez de la otra,37 ni busca una
respuesta, como yo me inclino a hacerlo, en el surgimiento de una
estructura de la propiedad de la tierra que proporcionó a los campe­
sinos de la mayor p^rte de Francia (en contraste con Inglaterra y
otros lugares de Europa) unos importantes derechos sobre extensas
áreas- de tierra, lo que supuso un freno para quienes deseaban con­
centrar la tierra. Cualquiera que fuera la situación del mercado o del
precio de la tierra, el campesinado, en general, no enajenaba fácil­
mente sus tenencias que eran la base de su existencia y la de sus
herederos. Por ello, mi argumento sobre el atraso agrícola a largo
plazo en Francia se fundamenta en el hecho del predominio, a prin-

36. Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc; las citas están en el vol. 1,


P- 8.
37. Ibid., pp. 8 ss. Para explicar el fracaso del capitalismo agrario en Fran­
cia, Le Roy Ladurie, en su último análisis, se refiere a la persistencia de menta­
ntes atrasadas. Así el «estancamiento económico (immobilisme) estaba arropado
y fundamentado por una serie d e ... bloqueos culturales» (pp. 640-641). Para
Le Roy Ladurie «las fronteras espirituales invisibles» fueron las que más «limi­
taron» la economía (p. 11). Y de forma bastante consistente halla los gérmenes
del verdadero crecimiento económico en las mentalités nouvelles de la época
de la Ilustración (p. 652).
44 EL DEBATE BRENNER

cípios de la Edad Moderna, de la pequeña propiedad.38 Pero este atra­


so no fue debido tanto a los obstáculos técnicos, para todo tipo de
mejoras en la organización de pequeñas tenencias (especialmente en
los terrenos comunales), como a causa de que el sistema de propiedad
en Francia históricamente estuvo ligado al desarrollo de un sistema
de propiedad y/o a una estructura de extracción de excedente que
desalentaba la inversión en la agricultura. Sobre todo el fuerte siste­
ma impositivo del Estado monárquico, la extorsión de los arrendata­
rios campesinos por parte de los señores y la subdivisión de las tenen­
cias por parte de los mismos campesinos.^9

III. C o n f l ic t o d e c l a s e s y d e s a r r o l l o e c o n ó m ic o

En definitiva, y a pesar de la fuerza destructora de sus ataques


a las teorías unilineales del desarrollo económico centradas en el
comercio, no creemos que ni Postan ni Le Roy Ladurie hayan llevado
su crítica más allá de lo que ellos mismos querían poner en duda.
Tanto uno como otro en vez de buscar las diferencias subyacentes
que deberían de tenerse en cuenta a la hora de analizar las tendencias :
opuestas de desarrollo en lugares distintos bajo constelaciones simi­
lares de fuerzas económicas, han optado por construir nuevos mode­
los, sustituyendo con una variable objetiva, la población, otra variable
obsoleta y desacreditada, el comercio. Bajo mi punto de vista su error

38. Para las dificultades (aunque no la imposibilidad, especialmente bajo ••


ciertas condiciones y a largo plazo) en concentrar grandes tenencias frente & la
propiedad campesina diseminada, véase L. Merle, La métame et Vévólution
agraire de la Gátine poitevine de la fin du Moyen Áge a la Révolution, París,
1958, pp. 70-72; A. Plajsse, La baronnie du Neubourg, París, 1961, pp. 583-585;
también Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, I, p. 237. Roger Dion enun­
ciaba la siguiente regla general para el impacto limitado del poder de la comu­
nidad campesina francesa en relación con la formación de grandes' tenencias:
«Las regiones con grandes propiedades se definen de forma negativa: son aque­
llas que han podido escapar de las garras de la comunidad rural», citado en
J. Meuvret, «L'agriculture en Europe aux X V IIe ef XVII Io siécles», en sus
Études d ’histoire économique, p. 177. .Desde luego, y tal como Meuvret señala
de acuerdo con Dion, las grandes propiedades se formaron en Francia tan
sólo de forma muy limitada e incluso en las tierras de peor calidad, precisa-
menté porque las colectividades campesinas «fuertemente enraizadas y cohe­
sionadas» les impedían otro tipo de actuación».
39, Para una explicación más precisa, véase infra pp. 62 ss.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 45

consiste en no incluir el desarrollo de la estructura de clases y sus


efectos, como elemento básico de sus análisis. De ahí que sus modelos
cíclicos de cariz malthusiano tropiezan, como ya se ha visto, con el
mismo tipo de dificultades a la hora de realizar una historia compa­
rativa que las que ellos mismos han criticado, esto es, el comercio
como base del desarrollo económico. En particular su método les im­
pide plantearse lo que desde mi punto de vista son probablemente
los dos problemas fundamentales para llevar a calbo un análisis del
desarrollo económico a largo plazo centrado en la Europa de la época
bajomedieval a fines de la Edad Moderna, o dicho de otro modo, «la
transición del feudalismo al capitalismo»: 1) la decadencia versus'*
la persistencia de la servidumbre y sus efectos* y 2) el surgimiento
y subsiguiente estabilización de una pequeña propiedad campesina
versus la consolidación de las relaciones señor/gran arrendatario. En^
términos históricos ello implica, como mínimo: primero, un análisis
comparativo de la intensificación de la servidumbre en Europa orien­
tal en relación con el proceso de decadencia en Europa occidental;
y segundo, un análisis comparativo de la ascensión del capitalismo
agrario y el incremento de la productividad en la agricultura en Ingla­
terra, relacionándolo con su caída en Francia. Expuesta de forma tan ’
elemental mi argumentación, la discusión consistirá en que el paso
de una «economía tradicional» a un desarrollo económico relativa­
mente autosostenido se fundamentó en el surgimiento de relacio­
nes de clase en el campo, esto es, relaciones de clase capitalistas. Este
resultado dependió, a su vez, del Buen éxito de un doble proceso
anterior de desarrollo y conflicto de clases; por una parte, la destruc­
ción de la servidumbre y, por otra, la rapidez en la consolidación de
la pequeña propiedad campesina.40 J

40. Esta opinión se deriva de los argumentos de Marx sobre las barreras
y las bases estructurales de clase para el desarrollo del capitalismo, especial­
mente tal como se presenta en «la llamada acumulación originaria» (trad. cast.,
Barcelona, 1977). El Capital, I, parte V III, y en Pre-capitalist Economic Forma-
iions, ed. E. J. Hobsbawm, Londres, 1964, pp. 67-120 (hay trad. cast., Forma­
ciones económicas precapitalistas, Barcelona, 1979).
46 EL DEBATE BRENNER

a) El declive de la servidumbre

En principio estoy de acuerdo con Postan cuando afirma que


hubo una propensión al surgimiento de crisis demográficas, propia de
la economía medieval. Pero esta propensión no fue un hecho natural
exclusivamente explicable por la disponibilidad de recursos humanos
y naturales en relación con un nivel dado de técnica, sino que habría
que integrarlo en una estructura que interrelacionaba} por una parte,
una organización campesina de la producción, y, por otra, la servidum­
bre institucionalizada que permitía al señor la extracción de una
renta feudal. Por tanto, la incapacidad de la economía agraria de base"v
servil para introducir innovaciones y mejoras en la agricultura, inclu­
so bajo incentivos de mercado, es comprensible a la vista de los hechos
interrelacionados, primero por la fuerte extracción de excedente por
parte del señor y segundo por las barreras que frenaban la movilidad
de hombres y tierra, que eran a su vez parte de la relación servil de
extracción de excedente.
Así pues, la extracción de excedente por parte del señor (renta)
suponía no tan sólo la apropiación de la parte de la renta del campe­
sino que excedía su subsistencia (y potencialmente más) sino que
también amenazaba las reservas necesarias para la reproducción dé
las tenencias campesinas y para prevenir el declive a largo plazo
de su productividad. Postan ha estimado que el señor se apropiaba
aproximadamente de un 50 por 100 del producto total del campesino
siervo.41 Éste era un beneficio totalmente improductivo, puesto que
apenas parte del mismo se reinvertía en la producción; la mayor par­
te se derrochaba en gastos militares y en consumo suntuario.42
Al mismo tiempo, y además de lo que extraía de sus siervos, la
mejor manera que tenía el señor para incrementar el producto de sus
tierras no era por medio de inversiones de capital o introduciendo
nuevas técnicas, sino a través de la «sobrecarga» de los campesinos
aumentando tanto las rentas monetarias como las prestaciones perso-

41. Postan, «Medieval Agracian Society in its Prime: England», pp. 603-604.
42. M. M. Postan, «Investment in Medieval Agriculture», Journal Econo­
mic History, XXV II (1967); R. H. Hilton, «Rent and Capital Formation in
Feudal Society», Second International Conference of Economic History, Aix-en-
Pr o ven ce, 1962, 2 vols,, París, 1965, en especial vol. II, pp. 41-53. Hilton es-H
tima que no más del 5 por 100 del ingreso total fue invertido por Jos "señores
en inversiones productivas' durante el siglo x m (p:"53).
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 47

nales. En particular la disponibilidad de arrendatarios no libres fre­


naba la tendencia de expulsarles o comprarles su parte de la tierra
para poder establecer un dominio concentrado y sobre estas bases
introducir mejoras. Los ingresos podían proceder de: un incremento
de las rentas vía tallas, fianzas u otro tipo de exacción, por lo que
no había mucha necesidad de iniciar el difícil y costoso proceso de
consolidar grandes propiedades, realizar ímpofta'htes inversiones, ex­
pulsar a los enfiteutas e introducir nuevas técnicas. Por tanto, el argu­
mento a veces arriesgado de que las inversiones agrícolas de los se­
ñores medievales se adecuaban a las exigencias de sus tierras da por
sentado lo que se trata de probar ya que acepta la posición de clase
de los señores y la estructura agraria inherente a ella.43
De hecho se dieron mejoras provechosas en la agricultura —inclu­
yendo la posteriormente revolucionaría «producción agrícola capita­
lizada— que hubieran podido introducir mejoras importantes en la
producción o en el producto del dominio señorial.44 En realidad, como
Eleanor Searle ha demostrado recientemente «la producción agrícola
capitalizada y autosostenida se fue adoptando sistemáticamente en el
señorío de Marley de la abadía de Battle desde principios del si­
glo xiv. Es significativo que este señorío consistiera en un solo domi­
nio concentrado (sin ningún tipo de tenencias campesinas) que se
cultivaba en toda su extensión a base de trabajo asalariado, marcando
una ruptura total con la organización feudal de la producción y con
las relaciones de clase establecidas. Resulta significativo que el señorío
de Marley se formara por medio de la adquisición de tierras á los
propietarios libres. A causa de que estos arrendatarios lo eran en
franquicia, la abadía de Battle sostuvo una fuerte lucha para forzar
.a los suyos a una situación servil, precisamente para posibilitar la
extracción de derechos adicionales. Pero esto no ocurrió y la única

43. Titow, Engiish Rural Society, 1200-1350, pp. 49-50. Sí entiendo bien
su argumento, Titow afirma que la caída de la tendencia a introducir mejoras
fue en gran medida el resultado de una carencia de conocimiento técnico, la
falta de disponibilidad de nuevas técnicas. En este sentido afirma que «las limi­
taciones técnicas de la agricultura medieval parecen que Han impuesto sus
propias limitaciones en lo que se refiere a lo que podía gastarse útilmente en
una propiedad» (p. 50).
44. Véase, por ejemplo, la utilización de un sistema de transformación
agrícola en Flandes a principios del siglo x iv en B. H . Slichet van Bath, The
Agrarian History of Western Europe. A. D. 500-1850, Londres, 1963; otra ed.
1966; pp. 178-179 (hay trad, cast., Barcelona, 1975).
48 EL DEBATE BRENNER

alternativa para aumentar los beneficios de dichas tierras consistió


en comprarlas y así la abadía pudo cultivarías por sí misma.45
Es obvio que los métodos utilizados en el señorío de Marley no
los conocían la mayoría de los señores ingleses, los cuales no tenían
por qué mejorar — elevando la productividad del trabajo, rendimien­
tos y producto— con el fin de incrementar los ingresos; tenían otras
alternativas mucho más provechosas: utilizar su posición de poder
sobre el campesinado.
Al mismo tiempo y a causa de la escasez de reservas debido a la
extracción de renta por parte de los señdres y a la mala distribución
tanto de la tierra como del capital, especialmente del ganado, el
campesinado no podía utilizar la tierra que poseía de manera libre
y racional. No podía invertir sus beneficios, por lo demás casi inexis­
tentes. Por tanto las relaciones de extracción de excedente de la servi­
dumbre generaban una baja de la producción per se; en particular la
imposibilidad de adquirir animales de tiro que a su vez proporciona­
ban abono originó una deteriorización del suelo, lo que obligó a am-.
pliar el cultivo a tierras que en principio estaban destinadas a pastos.
Ello supuso el cultivo de tierras marginales y la reducción de posibi­
lidades para el mantenimiento del ganado, generándose un círculo
vicioso que produjo la destrucción de los medios de sostenimiento
del campesinado. La crisis de productividad condujo a crisis demo­
gráficas, apremiando a la población más allá del limite de subsis­
tencia *
Por otra parte, las relaciones de propiedad de los señores con
este pequeño grupo de campesinos que tenían tierra suficiente para
generar un excedente comercíalizable y, por tanto, posibilidad de
acumular — esto es: concentrar tierras, reunir fuerza de trabajo, intro­
ducir mejoras— , también eran una barrera para la elevación de la
productividad.47 En primer lugar, la misma renta feudal limitaba el

45. Seai'le, Lordship and Community, pp. 147, 174-175, 183-194, 267-329.
46. Hilton, «Rent and Capital Formation in Feudal Society», pp. 53-55;
Postan, «Medieval Agrarian Society in íts Prime*. England», pp. 548-570. E l
producto neto de por lo menos un tercio de toda la tierra, incluyendo parte
de la mejor, está directamente en manos de la restringida dase señorial (esto es,
en el dominio señorial), E. A. Kosminslcy, «Services and Money Rents in the
Thirteenth Century», Econ. H ist. Rev., V (1934-1935); Postan, op. cit., pp.
601-602. Véase también supra, p. 46 y nota 41.
47. Véase Hilton, Decline of Serfáom in Medieval England, pp. 30-31 ss.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 49

capital disponible para la acumulación. En segundo lugar, las restric­


ciones- sobre la movilidad del campesinado no solamente impedían
el traslado de campesinos hacia aquellas áreas con mayores oportuni­
dades, sino que tendía a limitar el desarrollo de un mercado libre de
trabajo.48 Finalmente, las restricciones feudales sobre la movilidad
de la tierra tendían a impedir su concentración. Los campesinos no
libres no podían traspasar sus tierras a otros sin el,permiso del señor.
Éste tenía interés en impedir que los grandes arrendatarios recibieran
más tierras, puesto que le sería más difícil obtener una mayor renta
de tales arrendatarios, especialmente si gozaban de una situación de
libertad.49
Dadas estas relaciones de propiedad o de extracción de exceden­
te, las crisis de productividad transformadas en crisis demográficas,
no tardaron en llegar.50 Pero la cuestión que debe plantearse con­
cierne a los resultados económicos y sociales de estás catástrofes
demográficas, en particular la de finales del siglo xiv que se extendió
a lo largo del xv. Postan demuestra con buena lógica que los cam­
pesinos, por lo menos en apariencia, usaron su posición económica,
su escasez numérica, para conseguir su libertad. Gomo demuestra
B, H . Slicher van Bath para toda Europa: «el señor del señorío fue

48. En el siglo xux conseguir trabajo asalariado no era un problema, dada


la «sobrepoblaclón» extrema; véase E. A. Kosminsky, Sttidies in the Agrarian
History of England in the Thirteenth Century, Oxford, 1956, cap. VI.
49. Véase sobre todo Raftis, Tenure and Mobility, pp. 66-67 para com­
prender las acciones de los señores dirigidas a impedir una excesiva concen­
tración de tierra por parte de los enfiteutas, o impedirles que traspasaran
tierra a hombres libres. Searle sugiere que una motivación clave para los
intentos continuados por parte de la abadía de Battle desde mediados del
siglo x m de reducir la situación de libertad de sus campesinos fue mejorar
el control del mercado de tierra campesino para asegurarse más renta, véase
Searle, Lordship and Community, pp. 185 ss. Véase también M. M. Postan,
«The Charters of the Villeins», en M. M. Postan y C. N. L. Brooke, eds.,
Carie nativorum, Northants. Rec. Soc., XX, Northampton {1960), pp. xxxi-
x x x i i ss.

50. En este caso, resulta de especial interés la observación de Postan sobre


las rentas feudales de los campesinos: «éstas tienen que considerarse como
cargas previas. N o pueden reducirse a una simple correlación con las cosechas
o con las circunstancias personales del campesino ... D e hecho la necesidad de
alimentos y forrajes del campesino debían de cubrirse con lo que quedaba des­
pués de haber satisfecho las cargas obligatorias», Postan, «Medieval Agracian
Society in its Prime: England» (p. 604).

4. BRENNER
50 EL DEBATE BRENNER

obligado a ofrecer buenas condiciones, puesto que de no hacerlo


sus siervos abandonarían sus territorios».51 Aunque, curiosamente se
ha utilizado otro tipo de lógica para explicar la intensificación de la
servidumbre en la Europa oriental: la crisis de los beneficios seño­
riales que siguió a la caída de la población y a la disminución de los
arrendatarios impulsó a los señores a asegurar su control sobre los
campesinos y a sujetarlos a sus tierras con el fin de proteger tanto sus
ingresos como su misma existencia.52 Es evidente que resulta difícil
atacar esta doble lógica argumental desde una perspectiva de estruc­
tura de clases. Fue la lógica del campesinado que intentó utilizar
su, aparentemente, mejor posición para regatear y conseguir su liber­
tad. Fue la lógica del señor que tuvo que proteger su posición redu­
ciendo la libertad del campesino. El resultado no puede explicarse
simplemente en términos de oferta y demanda demográfico-económi-
ca puesto que hay que descender a una cuestión de poder e incluso
de fuerza. De hecho se produjeron fuertes conflictos entre señores
y campesinos en toda Europa a fines del siglo xiv, a lo largo del xv y
principios del xvi y siempre por el mismo problema: en primer
lugar, la cuestión de la servidumbre; en segundo lugar, ver quién
iba a conseguir el control de la propiedad de la tierra — señores o
campesinos— , sobre todo de aquellas extensas áreas abandonadas
después del colapso demográfico.
En Inglaterra después de 1349 y de la peste negra, hubo una
reacción señorial: intentos por controlar la movilidad campesina,
obligando a los hombres a pagar derechos imposibles para poder tras­
ladarse de lugar; establecimiento de una legislación para controlar
los salarios y, en algunas zonas, poder incrementar la renta. Pero
alrededor de 1400 ya estaba claro que la ofensiva señorial había fra­
casado; las luchas y revueltas, que continuaron a lo largo del siglo xv,
originaron el fin de la servidumbre.53 En Cataluña, un caso particu­
larmente significativo, las Corís —cuerpo representativo de los seño-

51. Slicher van Bath, Agrarian History of Western Europe, p. 145.


52. Carsten, Origins of Prussia, pp. 103 ss; Malowist, «Le commerce de
la Baltique et le probleme des luttes sociales en Pologne aux XVC et X V P sie-
cíes», pp, 132-133 ss,; Guy Fourquin, Seigneurie et féodalité au Moyen Áge,
París, 1970, pp. 215-216.
53. Sobre la reacción señorial y su caída, véase Hilton, Decline of Serfdom
in Medieval England, pp. 36-59. Para un estudio más concreto, véase Raftis,
Tenitre and M obility, en especial, pp. 143-144 ss.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 51

res, del clero y del patriarcado urbano— generaron una abundante


legislación para limitar la movilidad de los campesinos y reducir su
libertad personal, A principios del siglo xv, esta legislación se fue
consolidando con un éxito aparente. Pero, curiosamente, produjo
como respuesta una mayor coherencia en la organización del campe­
sinado y, en concreto, la concentración de bandas de campesinos
armados. Bien pasada la mitad del siglo xv, parecía probable que la
reacción señorial triunfase. Sólo una serie de-revueltas —violentas y
sangrientas— decidieron al final la victoria campesina. La guerra
armada finalizó en 1486 con la sentencia de Guadalupe, que-concedía
la libertad personal total del campesinado, con el pleno derecho a
perpetuar su tenencia, quedando sólo obligados al pago de unos
censos fijos. Y, tal vez igualmente importante, con el pleno dere­
cho a acceder a las propiedades abandonadas (masos rbnecs) que
ya habían anexionado en los años que siguieron a las catástrofes
demográficas.54 Finalmente, en Europa oriental, al este del Elba, esta­
mos ya familiarizados con el dominio total de los señores sobre el
campesinado, aminorando gradualmente la libertad personal del cam­
pesino gracias a una legislación adecuada y a la confiscación de una
parte importante de su tierra que se integraba en la propiedad seño­
rial. En resumen, el tema de la servidumbre en Europa no puede
reducirse a una simple cuestión de ciencia económica, ya que su auge
en el este corresponde primero a una caída de la población y a un'
estancamiento del comercio, pasando seguidamente a un alza de la
población y del comercio (1400-1600); mientras que en el oeste,
la- servidumbre tuvo un declive paulatino a lo largo de un período
que contempla un alza de la población y una reducción del comer­
cio (1200-1500).
En resumen, las contradicciones entre el desarrollo de la produc­
ción campesina y las relaciones de extracción de excedente que defi­
nían las relaciones de clase de la servidumbre produjeron una crisis de
la acumulación y la productividad campesina y, en última instancia,
de las mismas posibilidades de subsistencia campesina. Esta crisis se
acompañó por una intensificación del conflicto de clases inherente a
la estructura social vigente, pero con resultados distintos en jugares

54. Vicens Vives, Historia de las remensas en el siglo X V , pp. 23 ss.;


Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne, I, pp. 466-471, 506-509.
52 EL DEBATE BRENNER

diferentes: la ruptura de la antigua estructura o sü réforzamiento,


dependiendo del equilibrio de fuerzas entre las clases contendientes.
Así pues, en última instancia, la estructura de clases servil o feudal
ofreció modelos de desarrollo limitado, ocasionó crisis predecibles y
sobre todo produjo el estallido de conflictos de clase latentes. La duda
surge cuando uno compara el carácter y los resultados de estos con­
flictos: diferentes según las regiones. Esto no significa que tales resul­
tados fueran incongruentes, sino que es preciso vincularlos con mode­
los históricamente específicos del desarrollo de los conflictos de cla­
ses agrarias, así como con el grado de asimilación en las diferentes
sociedades europeas: su nivel de solidaridad interna, su autoconcien-
cia y organización y sus recursos £ofíHcÓ?*géneHIes, especialmente su
relación con las clases no agrafías —pfficularmente los grupos urba­
nos potencialmente’aliados— y con el Estado, especialmente si éste
actuaba o no como un competidor de clase frente a los señores feuda­
les en lo referente a la extracción del excedente campesino.
Resulta obvio que no es posible en este contexto saber con exac­
titud las diferentes posturas de fuerza de los señores ' vis-a-vis
los campesinos, y los distintos modelos de conflicto de clase que se
dio entre ellos a lo largo de toda Europa durante el período bajo-
medieval. Es necesario, de todos modos, poner en orden el problema
para confrontar la cuestión fundamental del éxito o del fracaso de la
«reacción señorial», que fue casi general en Europa durante la Edad
Media, con especial atención a los resultados diferentes de las últimas
crisis agrarias medievales y las confrontaciones de clases en Europa
occidental y oriental, que generaron modelos divergentes en el desa­
rrollo económico y social que posteriormente se dio. Por último
tendría que quedar claro que no se puede encontrar una explicación
a toda esta problemática utilizando las fuerzas de oferta y demanda,
cualquiera que sea su origen, demográfico o comercial, y sin importar
la fuerza de su impacto. La servidumbre inició su ascensión en el
este (y su definitiva caída en el oeste), en el período de declive demo­
gráfico bajomedieval; se consolidó durante el alza de la población en
toda Europa durante el siglo xvi y principios del xvn, y se agudizó
totalmente durante los desastres demográficos que se produjeron a
finales del xvn.
La presión del comercio no proporciona una respuesta más con­
vincente aunque resulta un tanto irónico que el auge a gran escala del
comercio de exportación se ha utilizado a menudo para explicar el
ESTRUCTURA D E ' CLASES AGRARIA 53

alza.de la servidumbre en el este53 (así como, análogamente, el del


capitalismo en el oeste). No es mi intención el negar relevancia a las
condiciones económicas —especialmente por lo que concierne al cre­
cimiento comercial— en el desarrollo de las relaciones de clase. Sin
lugar a duda en el caso de Europa oriental, los ingresos cerealícolas,
fruto de un sistema productivo basado en la servidumbre y en la
venta de granos canalizados desde el Báltico bacía el oeste, acrecen­
taban el poder de clase de los señores del éste, ayudándoles a mante­
ner su ofensiva señorial. Pero el control de la producción de granos
(y por tanto su comercialización), conseguido por medio de la servi­
dumbre, de .ninguna manera estaba asegurado, por el mero hecho del
surgimiento de los mercados de granos. En las ricas áreas cerealícolas
del noroeste de Alemania los campesinos habían conseguido e l.con­
trol de la circulación de granos precisamente cuando se estaba desarro­
llando la servidumbre en Alemania oriental; y parece que estos cam­
pesinos gozaban de tal libertad de actuación gracias al éxito que
obtuvieron a lo largo de un prolongado período de resistencia anti­
señorial. De hecho la capacidad de los campesinos en controlar el"
comercio de productos agrícolas (una participación en el comercio
de exportación del Báltico, igual que de las rutas interiores) parece,
haber sido un factor que les ayudó a consolidar la propiedad de la
tierra y su poder frente a los señores.56
Desde una perspectiva más amplía, el crecimiento temprano en
el occidente medieval ha . sido con frecuencia utilizado como una
explicación del fortalecimiento del campesinado en Europa occiden­
tal y, en consecuencia* del declive de la servidumbre. Se argumen­
ta que el crecimiento del mercado posibilitó el surgimiento de un
grupo significativo de grandes arrendatarios, quienes a través de las
ventas de los excedentes agrícolas pudieron ir controlando propieda­

55. Para una versión reciente de este planteamiento, véase I. Wallerstein,


The M odem W orld System: Capitalist Agricultura and the Origins of the
Buropean W orld Economy in the Sixteentb Century, Nueva York, 1974, pp. 90-
96 (hay trad. cast., El moderno sistema mundial, Madrid, 1979).
56. Friedrich Lütge, Deutsche Sozial- und Wirtschaftsgeschichte. Berlín,
1966, pp. 232-233. Véase el interesante material sobre el surgimiento de un cam­
pesinado libre altamente comercializado en las regiones de Dithmarschen y Feh-
marn, con grandes tenencias, y firmemente relacionado con el comercio de
exportación del Báltico durante el período bajomedieval y moderno, presentado
en la obra de Christian Reuter, Ostseehandel und Landwirtschaft im sechzehnten
und siehzehnten Jabrhundert, Berlín, 1912, pp. 18-29.
54 EL DEBATE BRENNER

des extensas, y gracias a ello amasar poder y tener una importante


función en la organización de la resistencia campesina.57 El argumento
que fundamenta el impacto del comercio como desintegrador del
poder señorial parece tan convincente que incluso se utiliza para expli­
car lo contrario, es decir, reforzar el poder señorial. De ahí que nos
encontremos de nuevo en el mismo punto de partida: la necesidad de
interpretar adecuadamente los cambios en las fuerzas económicas y
demográficas en términos de estructuras de relaciones de clase histó­
ricamente constituidas y especialmente jde diferentes equilibrios de
poder de clase.
Tal vez la explicación más ampliamente aceptada en lo que con­
cierne a la divergencia de los modelos de desarrollo que se dieron en
Europa oriental y Europa occidental, se ha basado en que las ciuda­
des del este tuvieron un desarrollo más lento que originó una mayor
vulnerabilidad de toda esta zona a la reacción señorial.58 Al ser
las ciudades más pequeñas y estar menos desarrolladas, la nobleza
tenía más facilidad en controlarlas, cerrando una importante vía para
la movilidad campesina, al privar a los campesinos de importantes
aliados. Pero esta línea clásica de razonamiento es difícil de aceptar
en su totalidad porque los mecanismos reales por medio de los cuales
las ciudades pudieron actuar como freno frente al control de los seño­
res sobre el campesinado en el oeste europeo todavía tienen que
explicarse de manera más precisa.
La viabilidad de las ciudades como alternativa potencial para la
masa del campesinado no libre, debe ser puesta en tela de juicio utili­
zando tan sólo la problemática de su peso demográfico. ¿Podían los
centros urbanos no excesivamente grandes — que no sobrepasaban el
10 por 100 de la población total en unas pocas regiones de Europa—
ejercer suficiente atracción sobre las masas campesinas, y así tener­
las en cuenta como elementos cruciales para explicar la caída de la
servidumbre en casi todo el occidente europeo en torno a 1500? 59

57. Véase, por ejemplo, R. H. Hílton, «Peasant Movements in England


before 1381», en E. M. Carus-Wilson, ed., Ess&yp in Economic History, II,
Londres, 1962, pp, 85-90; E. A. Kosminsky, «The Evolution of Feudal RentT
in England from the Eleventh to the Fifteenth Centuries», Past and Present,
n.° 7 (abril, 1955), pp. 24-27.
58. Véase Carsten, Origins of Prussia, en especial pp. 115-116, 135; Blum,
«The Rise of Serfdom in Eastern Europe», pp. 833-835.
59. Para una información sobre el tamaño —relativamente pequeño— de
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 55

Las verdaderas oportunidades económicas que ofrecían las ciudades a


los emigrantes rurales también son cuestionables. Pocos eran los sier­
vos desertores con capital o habilidad suficientes para poder introdu­
cirse en los grupos de artesanos o pequeños comerciantes urbanos, y
mucho menos entre los mercaderes. Por otra parte, la misma esencia
de la economía urbana basada en la producción de lujo para un mer­
cado limitado, se fundamentaba en una regulación de la economía, y
en particular en el control del mercado de trabajo. Cierto es que
pocos de los centros urbanos medievales con ciudadanos organizados
en corporaciones cerradas podían haber dado la bienvenida a los inmi­
grantes rurales. Es bien sabido que los hombres libres de las ciudades
tan sólo eran una minoría de la población urbana, aunque ocupaban
una posición que les permitía a menudo limitar las oportunidades que
estos centros urbanos ofrecían.60 En general se admite que la fuerza
de los gremios fue un factor importante para estimular un potencial
capital industrial en el campo donde se podía encontrar trabajo libre.
Por último, no es cierto que las ciudades medievales albergaran
a los aliados «naturales» del campesinado no libre. Por muchas razo­
nes el patriciado urbano prefería una alianza con la nobleza. Ambas
partes —nobleza y patriciado— tenían un común interés en mante­
ner el orden social, en defender la propiedad y en proteger sus bene­
ficiosas relaciones de intercambio comercial (materias primas por pro­
ductos de lujo). Más aun, el patriciado urbano era a menudo también
propietario y, como tal, oponente de los campesinos en el mismo
sentido de relación de clase que la nobleza.61 Por otra parte, es cierto
que el artesanado de las ciudades se inclinaba hacia un antiaristocra-
ticismo, pero ello no les conducía necesariamente a ayudar a los cam­
pesinos en sus luchas con los señores puesto que la libertad del campe­
sino suponía una amenaza para el control urbano del mercado de
trabajo, al posibilitar una competencia cada vez más elevada.
La documentación histórica relativa a las ayudas de grupos urba­

k población urbana en la Inglaterra medieval, véase R. H. Hilton, A Medieval


Society, Londres, 1966, otra ed. Cambridge, 1983, pp. 167-168.
60. Para una visión general de la organización urbana en el período medie­
val, véase The Cambridge Economic History of Europe, III, especialmente los
capítulos IV y V.
61. Véase, por ejemplo, P. Vilar, La Catalogue dans l'Espagne moderne, I,
pp. 490-493;
56 EL DEBATE BRENNER

nos a las aspiraciones de libertad del campesinado europeo en la época


medieval, no es muy abundante. Las grandes ciudades de Brandem-
burgo, Pomeranía y Prusia, que fueron escena de conflictos sociales
constantes a lo largo del período bajomedieval, no se oponían a las
exigencias de la nobleza en lo concerniente a la legislación contra los
siervos desertores.62 Tampoco los ciudadanos de Kóenisberg ayudaron
a los campesinos rebeldes de Prusia oriental en 1525 (el único gran
levantamiento que tuvo lugar durante este período en Europa orien­
tal). El patriciado de la ciudad se opuso totalmente a la revuelta y el
resto de los ciudadanos — a pesar de su propia situación de lucha con­
tra el patriciado— fracasaron en proporcionar la ayuda material reque­
rida por los campesinos rebeldes amenazados por una nueva servi­
dumbre sin límites.63 Paralelamente, en las grandes revueltas de la
Baja Edad Media donde los lazos entre la ciudad y el campo eran más
fuertes —por ejemplo, entre 1323 y 1328 en la zona costera de Flan-
des— el campesinado era casi completamente libre (o nunca había
sido siervo), por tanto nunca se planteó una oposición urbana al orden
social servil en la zona rural.64 Finalmente en la que quizá fue la
revuelta más significativa contra la servidumbre —la de los remensas
catalanes del siglo xiv— no se dieron alianzas bien definidas entre
las clases bajas rurales y urbanas, a pesar de que en Cataluña se
dieron conflictos de clase urbana, paralelamente a la gran rebelión
rural. La revuelta campesina catalana fue probablemente la mejor
organizada y a pesar de la carencia de apoyo por parte de las clases
urbanas, la que tuvo más éxito en Europa, ya que consiguió la aboli­
ción de la servidumbre en Cataluña.65 En resumen, puede afirmarse'
que las ciudades raramente ayudaron a los campesinos en su lucha
contra su situación servil, e incluso el éxito de la resistencia parece
que no dependió de tal ayuda.

62. Carsten, op. cit., p. 111. Véanse también pp. 83-88.


63. F. L. Carsten, «Der Bauernkrieg in Ostpreussen 1525», Int. Rev. Socid
Hist., III (1938), pp. 400-401, 405407; G. Franz, Der Deutsche Bauernkrieg,
Munich, 1933, p. 287; A. Seraphún, «Soziaie Bewegungen in Altpreussen im
Jahre 1525», en AItpreussische M om tsscbrift, LVIII,(1921), en especial pp. 74,
82-83, 87, 92.
64. R. H. Hilton, Bond Men Made Free, Londres, 1973, pp. 114-115,
125-127 (hay trad, cast,: Siervos liberados, Madrid, 1984); H. Pirenne, Le sou-
lévement de la Flandre m&ritime de 1323-1328, Bruselas, 1900, pp. i-v ss.
65. P. Vilar, La C a t a l o g u e .I, pp. 448-521, en especial pp. 449, 492-493,
497-499, 508-509.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 57

Si el significado <3e los diferentes niveles de desarrollo urbano


ha sido exagerado en algunas explicaciones de las divergencias del
desarrollo socioeconómico que se manifiestan entre Europa oriental
y occidental en la época bajomedieval, no es menos cierto que la
importancia de la evolución previa de la misma sociedad rural ha sido
muy poco tratada. El desarrollo de la solidaridad X-de la fuerza del
campesinado en el occidente europeo— especialmente tal como se
manifiesta la organización campesina a nivel de municipio-— pare­
ce que fue superior en occidente que en oriente; y esta fuerza insti­
tucional de la clase campesina en el oeste puede que haya sido central
para su superior capacidad en resistir la reacción señorial. La evolu­
ción divergente de la organización de la clase campesina es mucho
más clara en lo que probablemente sea el eje del asunto: este versus
oeste en la región del Elba; y los caminos diferentes de estas dos
regiones proporcionan importantes indicios de modelos de desarrollo
dispares, de zonas mucho más amplias de las cuales formaban parte.
Así, en buena parte de Alemania occidental durante la Baja
Edad Media, el campesinado triunfó gracias a la prolongada lucha
que se fundamentó sobre un mosaico de pueblos contando cada uno
de ellos con un importante conjunto institucional que regulaba las
funciones económicas y político-administrativas. Esta situación pro­
porcionó una poderosa línea de defensa contra las incursiones de los
señores. En un primer momento la organización y la resistencia cam­
pesinas frente al señor parece haber estado en muy estrecha relación
con el gran desarrollo del carácter casi-comunal de la economía cam­
pesina. Más fundamental fue la necesidad de regular de forma coope­
rativa los bienes comunes del pueblo y luchar contra los señores para
establecer y proteger los derechos comunitarios: tierras comunales
(para apacentar ganado, por ejemplo) y la organización para la rotación
de la agricultura en los campos comunales (en los que los rastrojos
tenían una función importante para la alimentación del ganado). Sin
embargo, más pronto o más tarde se fueron erigiendo instituciones de
un carácter económico-político más complejo. Los campesinos se orga­
nizaron para poder fijar rentas y para asegurarse los derechos de heren­
cia. Quizá lo más significativo fuera que en muchos lugares se con­
siguió reemplazar de forma provechosa al antiguo alcalde elegido por
el señor (Schultheiss) por magistrados elegidos por el pueblo. En
algunos pueblos incluso consiguieron el derecho de elegir al cura
del lugar. Todas estas conquistas campesinas forzaron a los señores
58 EL DEBATE BRENNER

a reconocer en incontables cartas de privilegio y/o franqueza (Weis-


tihner) la institucionalización formal de las conquistas logradas por
el campesinado.66
El contraste con la evolución de Alemania oriental es brutal.
Aquí la cooperación económica campesina, y, en particular, el auto­
gobierno del pueblo parece que se desarrolló sólo a pequeña escala.
Como resultado, los campesinos de Alemania oriental parecen haber
estado mucho peor preparados que sus vecinos del oeste para resistir
los ataques de los señores y la imposición de controles señoriales que
conducían a una situación servil. Probablemente lo más significativo
al respecto fuera el fracaso en potenciar instituciones políticas inde­
pendientes , lo que tal vez esté indicado con más claridad en la apa­
rente incapacidad del campesinado oriental para desplazar al Lokator
o Schultheiss, el funcionario que originalmente organizaba el asen­
tamiento como representante del señor y que dirigía la política
municipal (tanto como representante del señor o como cargo heredi­
tario) durante el período medieval. Sobre todo es notable que los
numerosos Weistümer que marcaron el establecimiento paulatino de
los derechos del pueblo contra el señor en el oeste se encuentran
muy raramente en Alemania oriental durante el período bajome­
dieval.67
La ausencia de solidaridad de los pueblos del este, a pesar del
carácter similar del asentamiento rural (el denominado tipo «germá­
nico»), parece estar relacionada con .la evolución global de la región
como una sociedad colonial: así su formación relativamente «tardía»,
el carácter «racional» y «artificial» de sus asentamientos y especial-'
mente el liderazgo de los señores en el proceso colonizador. En pri­
mer lugar, las variantes comunales de la economía rural no se desarro­
llaron de igual manera que en los municipioes occidentales; por lo
general no existían tierras comunales. Como consecuencia de la pri­
mitiva organización de los campos cuando el asentamiento, la agri­
cultura comunal parece poco desarrollada posiblemente a causa de la
propensión de los colonizadores a organizar las tenencias en forma
de franjas bastante anchas (a menudo situadas,directamente detrás de.

66. G. Franz, Geschichte des Deuischen Bauernstandes vom jrühen MitieU


alter bis zum 19. Jahrhundert, Stuttgart, 1970, pp. 48-66.
67, lb id .} pp. 50, 53, 58, 62, El campesinado de Alemania oriental progre­
sivamente iba perdiendo potestad para poder designar por su cuenta a los
curas de sus parroquias (pp. 62-63).
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 59

la casa del campesino) en contraste con las parcelas pequeñas y espar­


cidas, características del. desarrollo «natural» y «caótico» del oeste.
Parece como si se hubiera dado una propensión hacia el cultivo indi­
vidual; una organización menos desarrollada de prácticas agrícolas de
tipo cooperativo dentro del pueblo o entre diversos pueblos, y una
muy pequeña tradición de lucha por los «derechos comunales» con­
tra el señor, que era propio de la evolución.occidental.68
Al mismo tiempo en el este, la planificáción y la organización de
los asentamientos estaban en manos de los señores por lo que se ten­
día a crear continuas dificultades para impedir el surgimiento poten­
cial de una fuerte organización de autogobierno campesino69 Los pue­
blos de Alemania oriental generalmente eran más pequeños y estaban
menos poblados que sus homónimos del oeste; además sólo dependían
de un señor, por lo que resultaba más fácil para los señores controlar­
los, al revés de lo que ocurría en los pueblos del oeste, donde una
población más densa y la situación de dependencia de dos o más
señores daba a los campesinos más capacidad de maniobra, haciendo
el Gemeinbildung mucho más fácil.70
Como ha apuntado un historiador del campesinado alemán, «sin
el fuerte desarrollo de la vida comunal en Alemania [occidental] no
pueden comprenderse las guerras campesinas [de 1525]». Desde este
punto de vista, es curioso que la única región de Alemania oriental
donde se dieron revueltas campesinas en 1525 — Prusia oriental—
se caracterizaba por la existencia de importantes comunidades campe­
sinas y — aparentemente— por una nobleza débil. De una parte,

68. Hermann Aubin, «Medieval Agtarian Society in its Prime: The Lands
East of the Elbe and Germán Colonizatíon Eastwards», en Cambridge Economic
History of Europa, I, 1966, pp. 464-465, 468-469.
69. Obsérvese el comentario de un reciente estudio sobre una comunidad
rural de Alemania oriental en el período bajomedieval: «El señor del lugar
era el primero, luego venían los miembros del municipio. En el área de un asen­
tamiento más antiguo, la comunidad (G em einde)... era la primera». H. Patze,
«Die Deutsche Bauerlíche Gemeinde im Ordenstaat Preussen», én T. Mayér,ed.,
Die Anfange der Landgemeinde und íhr Wesen, 2 vols., Stuttgart, 1964, II,
p. 151. Un estudio sugestivo sobre el caso concreto de una localidad donde
la colonización señorial dejó al campesinado en una posición débil y abierta
a la expropiación, Searle, Lordship and Communily, I parte, cap. 3, pp. 62-68.
70. Aubin, «Medieval A granan Society in its Prime: The Lands East of
the Elbe and Germán Colonizatíon Eastwards», p. 469; Franz, Geschichte des
deutschen Bauernslandes, pp. 49, 53, 56-57.
60 EL DEBATE BRENNER

la revuelta campesina de Prusia oriental se originó y se mantuvo


centralizada en Samland, un área caracterizada no solamente por una
densidad de población extraordinariamente elevada comparable a la
de Europa occidental, sino también por la continuidad de formas de
organización campesina relativamente importantes. Samland fue una
de las pocas áreas al este del Elba que escapó al proceso de coloni­
zación y por tanto a la imposición de formas de asentamiento agrario
y político calificables de «germánicas». En consecuencia, las antiguas
comunidades campesinas prusianas pudieron permanecer estables,
manteniendo sus propias estructuras sociopolíticas tradicionales.71
Por otra parte, la nobleza de Prusia oriental tal vez fue la que quedó
peor situada en relación con la nobleza de toda la región oriental.
La colonización del área había sido totalmente dirigida por la admi­
nistración «burocrática» de la Orden Teutónica., Durante la revuelta
campesina de 1525, la nueva clase dirigente —los Junkers— estaba
a punto de controlar los grandes dominios tras la disgregación de
dicha Orden.72
Está claro que las guerras campesinas tanto en el este como en
el oeste fueron un fracaso, como lo fueron la mayoría de las- revueltas

71. La cita se encuentra en ibid., p. 63. Sobre el desarrollo de la región


de Samland y las especíales características sociales, políticas y demográficas de
sus comunidades campesinas prusianas, véase R, Wenskus, «Kleinverbánde und
Kleinraúme bei den Preussen des Samlandes», en Die Anfdnge der Landgemein-
de und ihr Wesen, II, pp. 202-232 ss. Véase el comentario de Wenskus (p. 232):
«al noroeste de Samland, centro de resistencia contra la Ordén, las clases domi­
nantes del lugar habían desaparecido. Precisamente por esto se mantuvo por'
un período especialmente largo la vieja asociación». Véase también Hans Hel-
mut Wachter, Ostpreussische Domanenvorwerke im 16. und 17. Jahrhunderf,
Wüzburgo, 1958, p. 7. Obsérvese también la interrelación entre una población
anormalmente densa y comunidades campesinas con un poder municipal fuerte
con el éxito de la rebelión campesina en las tierras del obispado de Ermland
(Prusia oriental) en 1440; Carsten, Origins of Prussia, pp. 60-61, 104-105.
Patze, op. c it, pp. 164-165.
72. Sobre el declive de la Orden Teutónica y el surgimiento de la nobleza
prusiana, especialmente en relación con la revolución de 1525, véase Carsten,
«Der Bauemkrieg in Ostpreussen 1525», pp. 398;399; Seraphim, «Soziale
Bewegungen in Altpreussen im Jahre 1525», pp. 2-3. Obsérvese también la
interesante sugerencia de Seraphim sobre los frecuentes intentos de la Orden
de defender al campesinado y su constante oposición a las crecientes incur­
siones de una nobleza en auge que, a su vez, iba socavando la misma Orden
(pp, 9-11). Cf. Carsten, Origins of Prussia, II parte («The Rise o£ the Jun­
kers»), en especial p. 111 ss. Véanse también infra, pp. 72-76.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 61

campesinas que en gran escala se dieron en Europa durante el período


bajomedieval. Lo que fue un éxito sin embargo, y no sólo en Alema­
nia occidental, sino en todo el oeste europeo, fue el proceso menos
espectacular pero de Lecho más significativo, de tenaz resistencia, pue­
blo a pueblo, gracias a la cual el campesinado fue desarrollando sus
instituciones y sus lazos de solidaridad. De esta forma los campesinos
del occidente europeo pudieron limitar considerablemente las exigen­
cias de la aristocracia y con posterioridad disolver la servidumbre con­
trolando la reacción señorial.73 Al carecer de la fuerza que ei campe­
sinado occidental había desarrollado para crear los instrumentos de
cooperación y resistencia, el campesinado de la Europa oriental colo­
nizada estaba menos preparado para la resistencia, y en consecuencia
sucumbió frente a la reacción señorial y a la subsiguiente imposición
de la servidumbre. -
Los asentamientos de propiedad social que surgieron a raíz de las
crisis y conflictos del período bajomedieval tuvieron importantes" con­
secuencias para ei subsiguiente cambio social europeo, puesto que el
patrón de desarrollo económico impuesto por la nueva estructura de
clase de la servidumbre en el este bajo el impacto del mercado mun­
dial fue muy diferente que el que prevaleció en las condiciones libres
del oeste. Especialmente la nueva estructura de relaciones de clase
que surgió en el este tuvo como resultado el «desarrollo del subdesá-
rrollo», el impedir un incremento de la productividad en general, y de
la industrialización en particular. En primer lugar, la disponibilidad
de trabajadores forzados, cuyos servidos podían intensificarse ince­
santemente por el señor, disuadió la introducción de mejoras agrí­
colas. En segundo lugar, la creciente extracción de excedente por par­
te de los señores limitaba el surgimiento de un mercado interno para
productos industríalés.' En tercer ÍugáYí''^f"h¥¿;líd‘'vde que existieran
controles directos sobre la movilidad de los campesinos suponía la
reducción de la fuerza de trabajo industrial, y en consecuencia la

73. Para una reconstrucción meticulosa de estos procesos en una región


francesa, véase el capítulo de Fossier sobre «Les conquétes paysannes» en La
'Vene et les hommes en Picardie, II, pp. 708-728. Véase el comentario de este
autor, ibid.y p. 708: «La elevación, progresiva del nivel de vida del campesinado
y el progreso conseguido en la esfera de su condición social se consideran
acertadamente como fenómenos fundamentales de historia m edieval... Frente
a una aristocracia a la defensiva, los campesinos se iban reforzando, se iban
emancipando poco a poco».
62 EL DEBATE BRENNER

asfixia de la industria y el declive de las ciudades. Finalmente los


señores, como clase dirigente que dominaba sus territorios, ejercían
una política de «antimercantilísmo», intentando usurpar la función
del mercader como intermediario y promoviéndolas'Importaciones
industriales del oeste, lo que produjo una erosión de lo que quedaba
de organización urbana e industrial.74 Así la posibilidad de un creci­
miento económico equilibrado fue eliminada y Europa oriental fue
relegada a una situación de atraso durante siglos.
Por ello, y contrariamente a lo que se afirma, el este europeo
no puede enfocarse a partir de un determiñismo económico generado
por la dependencia de los productos primarios que se exportaban al
oeste. En realidad sería mucho más correcto afirmar que la depen­
dencia de la exportación de granos fue el resultado del atraso, del
fracaso del. mercado local (una masa de población con una reducida
capacidad adquisitiva) que a su vez fue el resultado de una baja pro­
ductividad y de una desigual distribución de los ingresos generados
por la agricultura. En suma, el problema radicaba en la estructura de
clases de la servidumbre.

b) Auge y estancamiento del capitalismo agrario

Por último, cabe recordar que, incluso en el oeste, el colapso


de la servidumbre no generó por sí mismo el capitalismo ni un desa­
rrollo económico importante. Desde finales del siglo xv hubo en Euro­
pa un crecimiento demográfico, un desarrollo del mercado y un'-
aumento de los precios cerealícolas. En Inglaterra, nos encontramos
con que los señores consolidaron sus tenencias y las arrendaron a

74. Algunos de los análisis más recientes e importantes sobre el surgi­


miento de la servidumbre en Europa oriental, sus causas y consecuencias, están
en los trabajos de Marian Malowist. Algunos de ellos se han reunido en su
Croissance et régression en Europe X1VC-XV11C siécles, París, 1972. Véase
también Malowist, Le commerce de la Baltique et le problhne des luttes socia­
les en Pologne aux X V C et X V Ic siécles. Véase, además, Carsten, Origins of
Prussia; A. Maczak, «Export of Grain and the Problem of Distribution of Na­
tional Income in the Years 1550-1650», Acta Poloniae Histórica, X V III (1968);
J. Topolsld, «La régression économique en Pologne du XVICau X V IIIo siécles»,
Acta Poloniae Histórica, V II (1962); L. Zytkowicz, «An Investigation into
Agricultural Production in Masovia in the First Half of the 17th Century»,
Acta Poloniae Histórica, X V III (1968).
E STRUCTURA DE OLA SE S AGRARIA 63

grandes arrendatarios capitalistas que a su vez las cultivaban a base


de trabajo asalariado y de inversiones agrícolas. Pero en comparación
con Inglaterra, Francia presenta una tendencia caracterizada por una
débil concentración de la propiedad. Incluso la tierra directamente
controlada por los señores, por lo general se arrendaba en pequeñas
parcelas, cultivándose por pequeños arrendatarios. Paralelamente la
fragmentación dominaba el sector de la propiedad campesina. Estas
diferencias en la estructura de clases produjeron resultados muy dis­
pares por lo que se refiere a las modificaciones de la productividad
agrícola y a los modelos de desarrollo económico totalmente desigua­
les. Sin embargo es preciso, antes de nada, tener en cuenta la misma
estructura de clases para comprender el surgimiento del capitalismo
en Inglaterra y el mantenimiento de la posesión y producción campe­
sina en Francia. Una vez más quiero insistir en el hecho de que este
contraste sólo puede entenderse como fruto de un desarrollo histórico
anterior, en particular de los diferentes procesos de conflictos de cla­
ses que ocurireron a raíz de la disolución de la servidumbre en cada
país.
En Inglaterra, igual que en la mayor parte de Europa occidental,
el campesinado a mediados del siglo xv pudo quebrantar de forma
definitiva el control que se ejercía sobre su movilidad, consiguiendo
de este modo una total libertad gracias a su resistencia que alcanzó
momentos conflictivos. Durante este período los arrendatarios cam­
pesinos (tenants) lucharon, con fuerza para conseguir un total y libre
control sobre sus tenencias y no estuvieron lejos de conseguirlo. La
eliminación de' la servidumbre supuso el fin tanto de las prestaciones
personales como de las cargas impositivas que de forma arbitraria
recaían.sobre ellos. Es más, la renta per se (redditus) a partir de
entonces quedó fijada por principios consuetudinarios y sujeta a la
revaluación a largo plazo frente al proceso de inflación. Pero también
a largo plazo los señores fueron utilizando dos tipos de estrategias
para evitar el libre control de la tenencia por parte del campesino.
En primer lugar, el colapso demográfico de fines del siglo xiv
supuso que muchas tierras controladas por enfiteutas quedaran vacan­
tes. En consecuencia, los señores se apropiaron de estas tierras, incor­
porándolas a sus dominios,75 lo que hizo que una importante extensión

75. Raftis, Tenure and Mobiiiiy, pp. 197-198; Hilton Decline of Serfdom,
pp. 44 y siguientes. R. H. Hilton, «A Study in the Pre-History of: English
64 EL DEBATE BRENNER

de tierra pasó de manos de los enfiteutas a ser controlada por


mecanismos contractuales, frenando una posible evolución hacia la
libre tenencia y reduciendo considerablemente el área de tierra sus­
ceptible de convertirse en propiedad plena para el campesino. Resulta
interesante subrayar que esta alternativa no la pudieron utilizar los
señores franceses, a pesar de encontrarse bajo las mismas condiciones
y en el mismo período.
En segundo lugar, existía una posible escapatoria para aquellos
señores que pretendían reducir las exigencias de libre tenencia plan­
teadas a menudo por los enfiteutas que todavía permanecían en sus
tierras defendiendo sus tenencias. Los señores continuaban teniendo
derecho a fijar a su voluntad unas cargas siempre'que la tierra del
campesino se traspasara, bien por venta, bien por herencia. En reali­
dad, los derechos para acceder a la tierra a menudo proporcionaban
a los señores la oportunidad necesaria para conseguir enfiteutas, ya
que a largo plazo los derechos de acceso a la tierra podían ser trans­
formados en rentas comerciales competitivas.76

Enclosure in the Fifteenth-Century», en Studi in onore di Armando Sapori,


2 vols., Milán, 1957, I, reproducido en Hilton, The Engiish Peassantry in the
Later Middle Ages; M. V. Beresford, «A Review of Historical Research (to
1968)», Maurice W. Beresford y John G. Hurs (eds.), Deserted Medieval
Villages, Londres, 1971.
76. Tawney, Agrarian Problem in the Sixteenth Century, pp. 287-310;
L. Stone, The Crisis of the Anstocracy, 1558-1641, Oxford, 1965, pp. 306-310.
El significado dé la utilización de impuestos voluntarios como mecanismos que
permitían al señor aumentar el control económico sobre la tierra, permanece
como tema de discusión. Parece que, en particular, depende de dos cuestiones:
1) la cantidad de tierra en régimen de cesión por censo sujeta a tasas variables);
2) el derecho del señor a imponer tasas verdaderamente arbitrarias cuando el
campesino tenía la tierra por herencia. Para algunas estimaciones de la cantidad
de tierra sujeta a tasas variables, véase Tawney, Agrarian Problem in the Six­
teenth Century, pp. 297-300; Kerridge, Agrarian Prohlems in the Sixteenth
Century and After, pp. 35-46. Kerridge defiende que la enfiteusis por herencia en
general asegura unas fianzas «razonables», ya que éstas tenían que establecerse
a un nivel que no anulara el derecho a la herencia del campesino. Pero la
fecha en que se reconoció — y reforzó por la autoridad real— esta doctrina
de la «razonabilidad» frente a las tasas sobre la herfencia de las tierras tenidas
en enfiteusis, todavía no se sabe. Kerridge parece que no ha encontrado ningún
caso referente a este tema con fecha anterior a 1586: Kerridge, Agrarian Pro-
blems in the Sixteenth Century and A fter, pp. 38-39. Véase también Tawney,
Agrarian Problems in the Sixteenth Century, pp. 296, nota 3, y 307; Stone,
Crisis of the Anstocracy, pp. 306-310.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 65

Las exigencias de los señores para conseguir el derecho de aumen­


tar las cargas no fue, al principio por lo menos, una cuestión de abrir
y cerrar los ojos, ni tampoco se aceptaron sin protesta. A lo largo del
siglo xv hay constancia de que los campesinos rechazaron con fre­
cuencia el pago de estas cargas, y al parecer lo consiguieron. Este
tipo de resistencia continuó durante el siglo xvi cuando el aumento
de la tasa trabajo/tierra hubiera podido obligar al campesino a acep­
tar unas condiciones deterioradas y a pagar una renta más elevada.77
Como último recurso los campesinos optaron por llevar a cabo revuel­
tas con el fin de reforzar sus demandas. Como es bien sabido, la pri­
mera mitad del siglo xvi fue en Inglaterra un período de grandes con­
flictos’agrarios que amenazaron la totalidad del orden social. El tema
priiicipal.de los conflictos más serios — especialmente el levanta­
miento del norte a mediados de la década de 1530 y la rebelión de
Kett en 1549— consistió en asegurar la tenencia y más concreta­
mente la cuestión de las cargas arbitrarias.78
Como ha planteado un historiador, si las revueltas campesinas
del siglo xvi hubieran tenido un resultado favorable para los campe­
sinos, podrían haber «recortado las alas al capitalismo».79 Pero no lo
tuvieron. En realidad, a finales del siglo xvn, los señores ingleses
controlaban una proporción abrumadora de la tierra cultivable -—tal
vez un 70-75 por 100— 80 y las relaciones de clase capitalista se esta-

77. Christopher Dyer, «A Redístributíon of Incomes in Fifteenth Century


England?», Past and Present, n.° 39 (abril, 1968); Raftis, Tenare and M obilily,
pp. 198-199. Sobre principios del siglo xv i, véase B. J. Harris, «Landlords and
Tenants in England in the Later Middle Ages», Past and Present, n.° 43 (mayo,
1969), pp. 146-150.
78. Tawney, Agrarian Problem in the Sixteentb Century, p. 307; S. T.
Bindoff, K ett’s Rebellion, 1549 (Hist. Assoc. pamphlet, Londres, 1949; otra ed.,
Londres, 1968), pp. 7-9.
79. Bindoff, K ett’s Rebellion, 1549, p. 9.
80. G. E. Mingay en Englisb Landed Society in the Eigbteenth Century,
Londres, 1963, p. 24, ofrece el siguiente dato: un 80-85 por 100 de la propor­
ción de tierra estaba controlada por las clases señoriales (esto es, por los «gran­
des nobles» y la gentry) en 1790 (una proporción adicional y un tanto incierta
la controlaban «hombres libres de mejor suerte», una categoría que probable­
mente abarcaba un número significativo de labradores capitalistas). Continúa
diciendo que «los datos sobre la proporción de tierra en propiedad probable­
mente no sufrieron ningún cambio significativo en los cíen años anteriores a
1790, aunque ciertamente se produjo un ajuste favorable a los grandes nobles
a expensas de los otros dos grupos [es decir, la gentry y los propietarios libres]».

5 . «X BRENNER
66 EL DEBATE BRENNER

ban desarrollando por doquier con importantes consecuencias para el


desarrollo económico. Por tanto, desde mi punto de vista, lo que hizo
posible la transformación de la producción agraria en Inglaterrra fue
el surgimiento de la clásica estructura señor/gran arrendatario capi­
talista/trabajador asalariado,81 y esto, a su vez, fue la clave para el
desarrollo económico inglés. Con el fracaso de los campesinos para
conseguir un libre control sobre la tierra, los señores pudieron agran­
dar, concentrar, cercar, crear extensos dominios y arrendarlos a arren­
datarios capitalistas, quienes, a su vez, pudieron afrontar importantes
inversiones de capital. Ésta fue la precondición indispensable para
un progreso agrario significativo, ya que el desarrollo agrícola se
asentaba sobre la base de fuertes entradas de capital, abarcando la
introducción de nuevas tecnologías y una mayor capacidad de actua­
ción. Estos niveles tan elevados de inversión agrícola fueron posibles
gracias al desarrollo de una variedad de tipos de arrendamiento que
incorporaban una nueva forma de relación señor/arrendatario. A par­
tir de esta situación, los arrendatarios capitalistas establecieron una
alianza importantísima con los señores, asegurándose la posibilidad de

F. M. L. Thompson ha estimado que los propietarios libres (grandes y peque­


ños) controlaban alrededor de una tercera parte de la tierra a finales del si­
glo x v n : «The Social Distribution of Landed Property in England since the
Sixteenth Century», Econ. Hist, Rev,, 2.a serle, X IX (1966), p. 513.
81. Esto no significa que precisamente estas adaptaciones fueran necesa­
rias para una transformación de la agricultura que produjera un desarrollo
económico en este período. Tan sólo quiere decir que era necesario algún tipo
de cultivo capitalista a gran escala. Así la única alternativa real a la forma
«clásica inglesa» de señor propietario/gran arrendatario/trabajador asalariado
de la agricultura capitalista parece que fue un sistema capitalista igualitario fun­
damentado sobre una amplia base de labradores que también utilizaban trabajo
asalariado. Esta última situación era la que se dio en Cataluña, donde a fines
del siglo xv se consolidó una estructura social como resultado de las luchas
agrarias del período anterior, cuando los campesinos acomodados pudieron con­
seguir no tan sólo derechos de libretenencia sobre sus tierras, sino también
la propiedad de amplías zonas de tierra (masos romes) que habían sido aban­
donadas durante el período de crisis de los desastres demográficos de fines del
siglo xiv. Por tanto la unidad característica de la propiedad y producción agrí­
cola en la Cataluña del siglo xvi —la masía— era una propiedad extensa y
compacta. Y esta estructura, de hecho, proporcionó las bases para un avance
agrícola continuado a lo largo de la Edad Moderna. P. Vilar, La Catalogas
dans VEspagne moderna, I, pp. 575-578, 584, 586, 588. Véase supra, pp. 50-51,
e infra, p. 69, y nota 88,
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 67

obtener una participación razonable en el aumento de la renta gene­


rado por sus propias inversiones capitalistas, evitando así un alza
excesiva de la renta señorial.82 A partir de este momento tuvieron
completa libertad para realizar inversiones tanto en innovaciones tec­
nológicas puntuales —sistemas de agricultura convertible, desecación
de tierras pantanosas— como en hacer inversiones ajustadas a las
exigencias de la explotación, lo cual era difícilmente practicable en
pequeñas tenencias en régimen de campo abierto en manos de cam­
pesinos.83
Desde luego esto no significa que la producción campesina fuera
incapaz de realizar mejoras. La cuestión es que no podía generar las
bases agrarias para el desarrollo económico. Así los cultivos a pequeña

82, Kerridge, Agrarian Problems in the Sixteenth Century and After, p. 46;
E, L. Jones, «Agriculture and Economic Growth in England, 1660-1750: Agri­
cultural Change», Journal Econ. Hist., XXV (1965).
83. Sobre las importantes ventajas que suponían las explotaciones capita­
lizadas con referencia a las mejoras agrícolas, la inversión y una mayor eficacia
a nivel general, véase Kerridge, Agrarian Problem s..., pp. 121-126, y G. E.
Mingay, «The Size of Farms in the Eighteenth Century», Econ. Hist. Rev.,
2.a serie, X IV (1962). Algunos de los trabajos de síntesis más recientes se
fundamentan en las ventajas generadas por las relaciones de clase de la estruc­
tura agraria inglesa para explicar el desarrollo agrícola, aunque, en última ins­
tancia, minimizan su significado real. Así en su «Introducción» a Agriculture
and Economic Growth in England, 1650-1815, Londres, 1967, E, L. Jones
dice que la clave del desarrollo económico inglés fue la introducción de nuevas
técnicas, más que el cambio de las disposiciones institucionales, olvidando al
parecer la idea de que ambos estaban indisolublemente unidos. Afirma (pp. 12-
13) que «ios sistemas innovadores de producción agraria son más relevantes
para las nuevas “respuestas” de la oferta agrícola que las mejoras en la misma
organización». Sin embargo, el mismo Jones en otro lugar subraya las impor­
tantes ventajas del cultivo capitalista a gran escala para el avance de la agricul­
tura, y más aun, posibilita la clave para comparaciones intra e internacionales
que demostrarían la importancia de esta conexión, y paralelamente •los frenos
que el sistema de agricultura campesina dominante ponía a cualquier tipo de
mejora. Así dice (p. 17) que «el modelo rural y de organización agraria que se
desarrolló en Inglaterra hizo más flexible la producción, y mucho más dinámica
para el mercado, que un sistema campesino». Añadiendo como ejemplo (p. 43)
que: «En algunas partes de los Midlands donde la tierra había sido de unos
pocos propietarios y los cercamientos aparecieron pronto, se introdujeron «nue­
vas» cosechas y los arrendatarios se especializaron en una ganadería dedicada
al consumo. Normalmente el sistema de agricultura campesina de las tierras
arcillosas de los Midlans desafiaba cualquier tipo de cambio a excepción del
expediente de cercamientos ordenado por el Parlamento».
68 EL DEBATE BRENNER

escala podían ser rentables a partir de cultivos industriales, como


por ejemplo el lino, así como la viticultura, horticultura y productos
lácteos. Pero este tipo de agricultura generalmente originaba el incre­
mento de la producción por medio de la intensificación del trabajo en
general más que por medio de una mayor eficiencia de una unidad
dada de input de trabajo. Por lo tanto no generaba «desarrollo»,
excepto en una restringida y en realidad engañosa utilización del tér­
mino. Desde luego la gran difusión de este tipo de agricultura ba­
sada en la producción de bienes no estrictamente agrícola, se funda­
mentó, igual que en la industria, en el crecimiento (en otros lugares)
de la producción de alimentos básicos (granos); y el aumento de
la. productividad de los cereales se consiguió en las grandes propieda-'
des que contaban con una mayor entrada de capital84
Incluso el surgimiento de unidades de cultivo a gran escala, no
garantizó por sí mismo mejoras agrícolas. Como veremos, en aquellas
zonas de Francia (relativamente restringidas) donde se consolidaron
las grandes propiedades, no se observaron incrementos importantes
de la productividad agrícola. En consecuencia, lo que tuvo un impor­
tante significado para el desarrollo económico inglés fue la rentable
utilización del excedente agrario generado por la misma naturaleza
de las relaciones de clase agrarias y en especial el desplazamiento de
la relación antagónica tradicional en la que la presión señorial mina­
ba la iniciativa campesina, por una nueva simbiosis señor/arrendata­
rio que introducía una cooperación mutua tanto en inversiones como
en mejoras.85
Este progreso agrícola ya empezó a tener relevancia en el desarro­
llo económico inglés a finales del siglo xvn, manifestándose de for­
mas diversas. Así y de manera más inmediata, en unos precios rela­
tivamente estables y en el mantenimiento de una población constante
a finales del siglo. A largo plazo, por medio de la conjunción de un

: 84. B. H, Slicher van Bath, The Rise of Intensíve Husbandry in the Low
Countries, en J. S. Bromley y E. H . Kossmann, eds., Britain and the Nether-
lands, I, Londres, 1960, en especial pp. 135-137, 148-149, 153. Como afirma
Slicher van Bath en relación a la región flamenca caracterizada por una agri­
cultura intensiva (p. 153): «No es una visión de bienestar, sino de pobreza
controlada».
85. Véase .Jones, «Agticulture and Economic Growth in England, 1660-
1750: Agricultural Change». Sobre el cultivo a gran escala en Francia, véase
infra, p. 80, nota 111.
ESTRUCTURA. DE CLASES AGRARIA 69

desarrollo industrial continuado y el crecimiento del mercado interior.


Y aunque la población inglesa en este período alcanzara los altos nive­
les de principios del siglo xiv (que en aquel tiempo significaron crisis
demográficas) no. hubo ni el mismo tipo dé fluctuaciones violentas en
los precios, ni crisis de subsistencias como las que asolaban Francia
y el resto del continente en este mismo período.86 Tampoco se dio
el marcado descenso demográfico que llegó.'a dpminar en casi toda.
Europa durante este tiempo, la famosa fase B malthusiana.87 En resu­
men, Inglaterra permaneció ampliamente exenta de «la crisis econó­
mica general del siglo xvn», que más tarde o más temprano iba a
‘ asolar todo el continente.88 Esta crisis muy similar a la anterior «crisis
económica general del siglo xiv» fue, en última instancia, una crisis de
producción agraria, como resultado del mantenimiento de relaciones
de propiedad o extracción de excedentes que impedían cualquier
aumento de la productividad. En contraste, la transformación de
la estructura de clases agraria que tuvo lugar durante el período que
se inicia a finales del siglo xiv, fue lo que permitió a Inglaterra
incrementar sustancialmente su productividad agrícola y evitar así una
repetición de la crisis anterior.
Por otra parte, parece que el progreso agrícola estaba en las raíces
de estos procesos de desarrollo que, de acuerdo con E. L. Jones, per-

86. Sobre cómo se evitaron las crisis de subsistencia en Inglaterra a fines


del siglo xvn, véase A , B. Appleby, «Disease or Famine?»: Econ. Hist. Rev.,
2.a serie, XXVI (1973), en especial pp. 403, 430-431. Para una comparación
de las fluctuaciones de precios entre Francia e Inglaterra a fines del siglo x v n
y principios del x v m , acentuando el aislamiento de Inglaterra de las «fluctua­
ciones violentas» que caracterizaron a Francia, véase J. Meuvret, «Les oscilla-
tions des príx des céréals aux X V II6 et XVIII* síécles en Angleterre et dans
les pays du bassin parisién», en Études d ‘histoire économique.
87. G. S, L. Tucker, «English Pre-mdustríal Population Trends», Econ.
H ist Rev., 2.” serie, X VI (1963-1964), pp. 205-218. Esto no niega la posibi­
lidad de que se diera una ligera caída en la tasa de crecimiento de la población,
incluso quizás una detención temporal, a fines del siglo xv n y /o a principios
del x v ih .
88. Es curioso que Cataluña, uno de los pocos lugares donde se consiguió
una transformación agraria con un incremento paralelo en la productividad
agrícola, fuera también uno de los pocos lugares que escapó a la «crisis econó­
mica general del siglo xvii», y, como Inglaterra, evitó catástrofes demográficas,
mientras que se iba desarrollando económicamente. P. Vilar, La Caíalogne dans
l'Espagne moderne, I, 3.a parte, en especial pp. 586, 588. Véase también supra,
p. 66, nota 81.
70 EL DEBATE BRENNER

mitió al 40 por 100 de la población inglesa a finales del siglo xvn


abandonar las actividades agrícolas e integrarse en ocupaciones indus­
triales.89 Por supuesto que el crecimiento industrial inglés, predomi­
nantemente el sector textil, se fundamentó sobre todo en la exporta­
ción que se vio estimulada por la demanda de las colonias. Sin
embargo, este tipo de exportaciones era general para toda Europa
durante la Edad Medía y principios de la Edad Moderna, pero sin que
pudiera conseguirse un mantenimiento autosos tenido. Parece que la
inelasticidad de la producción agrícola supüso unos fuertes límites al
desarrollo de la producción industrial. El'alza de los precios de los
alimentos, si no una caída total de la oferta alimentaria, como resul­
tado de la baja de la productividad agrícola, podía asfixiar el proceso
industrial, limitando la proporción de la población que podía dedicar­
se a actividades no agrícolas. Por otra parte, la citada elevación de los
precios de los alimentos minaba el mercado de productos industriales,
bien forzando una elevación de los salarios (el coste de la subsistencia)
y por tanto de los precios industriales, bien por incidir en la propor­
ción de la renta de la población dedicada a las adquisiciones no ali­
mentarias. Estos mecanismos supusieron, en particular, que las crisis
generales agrícolas/demográficas del siglo xvii significaran también,
para la mayor parte de Europa, crisis seculares para la industria. Esto
ha sido claramente demostrado para la Francia deí siglo xvn por Gou­
bert, que relaciona el descenso a largo plazo de la- industria textil
del Beauvais en este período con los problemas de producción de
alimentos.90 Pero una situación similar podría ser la que contempla
el descenso de la industria italiana a principios del siglo xvir. En este
caso la drástica elevación en los precios de los alimentos parece, tanto
como cualquier otro factor, haber sido responsable del encarecimien­
to de los costos salariales (de subsistencia), lo que obviamente pro­
dujo una elevación de los precios de los productos italianos hasta el
punto de paralizar sus ventas en los mercados europeos y especialmen­
te de los del Mediterráneo oriental. Al mismo tiempo, la existencia
de un sector agrario, básicamente fundamentado en el campesinado,
supuso la imposibilidad de desarrollar un mercado interno de cierta

•89. Jones, «Introducción» a Agriculture and Economic Growth in En-


gtand, 1650-181?, p. 2.
90, Goubert, Beauvais et les Beauvaisis de 1600 a 1730, pp. 585-587.
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 71

importancia en Italia.91 Finalmente, aunque la industria de los Países


Bajos parece no haber sufrido tan profundamente los efectos de la
crisis del siglo xvn, su incapacidad para sostener un desarrollo con­
tinuado a lo largo del siglo xvm permite suponer una estrecha vincu­
lación con una fuerte dependencia de las importaciones de granos
ultramarinos, los cuales sufrieron una importante alza de sus precios
a partir de 1750.92
Por tanto, lo que distingue el desarrollo industrial inglés de prin­
cipios de la Edad Moderna, es su carácter continuado, su capacidad
de sostenerse y de generar su propia dinámica. Aquí, de nuevo, la
clave hay que buscarla en la estructura capitalista de la agricultura.
El progreso agrícola no sólo hizo posible que una proporción creciente
de la población abandonara la tierra para trabajar en la industria, sino
que, igualmente importante, estimuló directa o indirectamente una
creciente cohesión del mercado interno, componente esencial del cre­
cimiento continuado de la industria inglesa a lo largo de todo el pe­
ríodo de «la crisis económica general del siglo xvn» en Europa.93
Así durante los siglos xvi y XVII los campesinos acomodados, como

91. Sobre los altos salarios como una causa fundamental del declive de
la industria de exportación desde principios del siglo xvir, véase C. M. Cipolla,
«The Economic Decline of Italy», en Brian Pulían, ed., Crisis and Cbange in
the Venetian Economy in the Sixteenth and Seventeentb Centuries, Londres,
1968, pp. 139442. Sobre los problemas de la oferta alimentaria que conducían
a unos salarios más elevados (de subsistencia), véase B. Pullman, «Introduc-
tion» y «Wage-Earners and Venetian Economy, 1550-1630», i b i d pp- 12-14. So­
bre las raíces estructurales de los problemas de la oferta alimentaria y de mer­
cado local en la organización territorial de la región veneciana, véase S. J; Woolf,
«Venice and the Terraferma»; ibid., en especial pp. 179-187. Para el problema
general de la oferta de alimentos en Italia y en el Mediterráneo, que se intensi­
ficó agudamente en la segunda mitad del siglo xv i, véase C. T. Smith, An Histo-
rical Geograpby of Western Europe before 1800, Nueva York, 1967, pp. 416-
418.
92. Esto lo sugiere E. L. Jones en la «Introducción» a Agr¡culture and
Economic Growth in England, 1650-1815, p. 21.
93. Sobre el continuo crecimiento industrial inglés a fines del siglo; x v n
y el importante papel del mercado nacional en este proceso, véase L. A. Clark-
son, The Pre-industrial Economy in England, 1500-1750, Londres, 1971, cap. 4,
en especial pp. 114-115. Véase también «The Orígtns of the Industrial Reven
lution», Past and Present, n.° 17 (abril 1970),-pp. 71 ss. C. Wüson, England's
Apprenticesbip, 1603-1763, Londres, 1965, cap. 9, en especial pp. 185 ss.
F. J, Fisher, «The Sixteenth and Seventeenth Centuries: The Dark- Ages, of
English Economic History», Economica, nueva serie, X X IV (1957),
72 EL DEBATE BRENNER

también los señores, supusieron una vía de salida para los bienes
industriales ingleses.94 Al mismo tiempo y a largo plazo, especialmen­
te desde fines del siglo xvn y principios del siglo xvm , los progresos
continuos en la productividad agrícola se combinaron con los bajos
precios de los alimentos para dar un margen extra al poder de com­
pra de importantes elementos de la clase media e incluso de la clase
baja, y así ampliar el mercado interno y acelerar el crecimiento cons­
tante de la industria inglesa que desembocó en la revolución indus­
trial.95 El desarrollo económico inglés, por tanto, dependió casi total­
mente de la relación simbiótica entre la agficultura y la industria. En
realidad fue, en última instancia, una revolución agrícola basada en el
surgimiento de relaciones de clase capitalistas en el campo, que per­
mitió- a Inglaterra convertirse en el primer país que experimentó la
industrialización.
El contraste del fracaso en Francia de una transformación agraria
parece que se deriva directamente de la fuerza y de la solidez del
sistema de tenencia de la tierra por parte de los campesinos a prin­
cipios de la Edad Moderna, sistema que en Inglaterra se estaba
desintegrando. Ya se ha hecho referencia al éxito relativo gracias al
cual las comunidades campesinas de Europa occidental pudieron resis­
tir al poder señorial en el período medieval. En particular, el largo
proceso por medio del cual, pueblo a pueblo, en varias regiones fran­
cesas, pudieron conseguir importantes derechos económicos y políticos
como el usar las tierras comunales, el fijar las rentas, el asegurar la
herencia y el reemplazar los antiguos alcaldes (maires) del lugar por

94. W. G. Hoskins, «The Leicestershire Farmer in the Sixteenth Century»,


en sus Essays in Leicestershire History, Leicester, 1950; F. J. Fisher, «London
as an Engine of Economic Growth», en J. S. Bromley y E. H. Kossmann, eds.,
Britain and the Netherlands, IV, La Haya, 1971; Fisher, «The Sixteenth and
Seventeenth Centuties».
95. Véase Jones, «Introducción a Agriculture and Economic Growth in
England, 1650-1815; Jones, «Agriculture and Economic Growth in England,
1660-1750: Agricultural Change»; E. L. Jones, «The Agricultural Origins of
Industry», Past and Present, n.° 40 (julio, 1968); A. H. John, «Agricultural
Productivity and Economic Growth in England, 1700-1750», Jl. Econ. Hist.,
XXV (1965); A. H. John, «Aspects of Engiish Economic Growth in the First
Half of the Eighteenth Century», Economica, nueva serie, X XV III (1961);
D. E. C Eversley, «The Home Market and Economic Growth in England,
1750-1780», en E. L, Jones y G. E. Minga}1', eds., Land, Labour and Population
in the Industrial Revolution, Londres, 1967,
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 73

representantes elegidos por la misma comunidad, ha sido trazado con


especial cuidado por historiadores que han llamado la atención sobre
su significado histórico.96 Sin embargo, ló que todavía exige una expli­
cación es la capacidad de los campesinos franceses no sólo para esta­
blecer determinados derechos de propiedad y libertad vis-a-vis los
señores, sino para mantenerlos a lo largo de un extraordinariamente
largo período histórico, en particular durante la época en la que sus
homónimos ingleses dejaron de poder actuar así. Cualquier respuesta
puede ser tentadora, pero a la luz del desarrollo inglés, lo que parece
haber detrás de la sorprendente persistencia de la propiedad campe­
sina en Francia es su fuerte interconexión con la particular forma de
evolución del Estado monárquico francés.
Al contrario que en Inglaterra, el Estado centralizado francés se
desarrolló (al menos en buena parte) como un fenómeno «de clase»,
esto es, como un extractor independiente de excedente, en particular
gracias a su potestad de imponer tasas sobre la tierra, hasta e l punto
de que los campesinos pudieron unirse contra los señores y conse­
guir tanto librarse de la servidumbre como lo más esencial: la libre
tenencia de la propiedad, y como contrapunto se ofrecieron ellos mis­
mos a una explotación potencial como base financiera de la monar­
quía. Porque si la organización campesina local, que era la fuente
esencial y el límite efectivo de su fuerza, podía a veces resistir las
exigencias del señor local, no era tan fuerte como para enfrentarse a
las pretensiones del Estado centralizado, por lo menos a largo plazo.
Paralelamente el Estado se pudo desarrollar, tal como así sucedió,
como un competidor de los señores, incluso hasta el punto de estable­
cer derechos con el fin de extraer el excedente de la producción cam­
pesina. Por lo tanto tenía un interés en limitar las rentas señoriales
para permitir que los campesinos pagaran mayores impuestos, y, por
este motivo, luchó contra los señores ayudando a los campesinos
a poner fin a su situación servil y a consolidar y asegurar la propiedad
campesina.
Probablemente los casos más típicos de estados que se desarrolla­
ron de igual forma que el francés —como clase independiente que
extraía excedente de un sector campesino en auge que se atrinche­

96. Véase en especial Fossier, La ierre et les hommes en Picardie, II,


pp. 708-730. También supra, p. 61, nota 73. Véase, además, Fourquin, Campag­
nes de la región parisienne, parte I, cap. III, en especial p. 190.
74 EL DEBATE BRENNER

raba en su sistema de tenencia— , pueden hallarse en el surgimiento


del «mini-absolutismo» ejercido por los príncipes de Alemania occi­
dental a principios de la Edad Moderna. En estos estados los príncipes
proseguían una política consciente de protección a la propiedad cam­
pesina, la cual desde el período medieval ya se encontraba bien pro­
tegida, En particular los príncipes defendían la seguridad y la exten­
sión de las tenencias campesinas con el objeto de proporcionarse su
base impositiva propia e independiente (Bauernschutzpolitik). Así
pues, las obligaciones de los campesinos se fijaban por medio de
leyes; se mantuvo y/o se restableció la posibilidad de heredar las
tenencias; y en algunos casos la tierra que anteriormente había estado
en manos de los campesinos, pero que la nobleza se había apropiado,
se devolvió a sus antiguos dueños. Al mísmo tiempo los príncipes
hicieron lo que pudieron para reunir las parcelas dispersas de los
campesinos, fruto de la subdivisión de sus tenencias. Por último,
los príncipes consiguieron convertir las tenencias en unidades fiscales
propias para imponer contribuciones.97 Y parece que de esta manera,
el campesinado de Alemania occidental pudo controlar el 90 por 100
de la tierra.98
Los pasos que, en un proceso similar, tuvieron que seguir los
campesinos franceses para poder consolidar (aunque en mucha menor
amplitud) su propio control sobre la tierra en relación con el desarro­
llo de la monarquía quedan mucho menos claros. Parece que un mo­
mento decisivo fue el que tuvo lugar, por lo menos en la región
parisiense, a mediados del siglo xnr, cuando tuvieron lugar los deci­
sivos conflictos entre campesinos y señores a causa de los intentos
de éstos de ampliar la talla señorial (t dille). Fue precisamente en
torno a esta cuestión fiscal cómo se decidió el tema de la libertad
campesina en esta región. Los señores pretendían consolidar su dere­
cho a imponer libremente cargas sobre sus enfiteutas. Su victoria

97. L. Lütgc, Geschicbie der deutschen Agmrverfassung, Stuttgart, 1963,


pp. 100-102, 134-154. Sobre la discusión precedente del desarrollo de Alemania
occidental estoy en deuda profunda con Joel Singer,
98. E. Weis, «Ergebnisse eines Vergleichs der gründherrschaftlichen Struk-
turen Deutschlands und Frankteichs vom 13. bis zum Ausgang des 18. Jabr-
hunderts», Vierteljahrschrift für Soz'tal- und Wirtschaftsgeschichte, LVII (1970),
en especial p, 13. Como resultado, la nobleza germánica parece que fue forzada
a un nivel de extraordinaria dependencia de los príncipes, convirtiéndose en
líi aristocracia administrativa par excellence,
ESTRUCTURA DE CLASES; AGRARIA 75

hubiera supuesto establecer una relación servil con los campesinos,


exponiéndolos a futuras cargas arbitrarias. Sin embargo, el campesi­
nado de la región parisiense resistió con fuerza y en gran número'
a dichas presiones, y lo que al parecer ocasionó que la corriente se
volviera a su favor fue la decisiva intervención de la monarquía contra
los señores. Cuando la corona estuvo de acuerdo en tener en cuenta la
cuestión vigente, reconoció —por derivación— la^ situación de liber­
tad legal del campesinado, allanando el camino para establecer unas
rentas fijas y una propiedad plena." Tal vez a largo plazo fueron más
decisivas ciertas acciones emprendidas por el Estado durante el si­
glo xv. En este tiempo parece que la monarquía confirmó de forma
general la integridad del cens. Por tanto fue difícil, bajo un punto de;
vista legal, el que los señores se apropiaran del gran número de
tenencias sujetas a este sistema y abandonadas como consecuencia de.
la guerra y de las crisis demográficas. El resultado supuso el mante­
nimiento del área de tierra bajo propiedad campesina. Es interesante
subrayar el hecho de que fue en esta época cuando la monarquía llevó
a cabo acciones importantes para organizar la comunidad campesina
en los municipios, cuyos miembros electos tenían como función el
recoger y administrar los impuestos de la corona, que crecían de for­
ma desorbitada.100
De hecho y desde principios de la Edad Moderna, la consolidación
de la propiedad campesina en relación con el desarrollo del Estado
francés creó una estructura de clases en la zona rural muy distinta a
la que estaba surgiendo en Inglaterra. Y no hay mejor índice para
medir ambas estructuras que los distintos tipos de revueltas campe­
sinas que marcaron el inicio de la Edad Moderna en ambos países.
En Inglaterra, las revueltas campesinas iban dirigidas contra los seño­
res en una lucha inútil para defender la propiedad campesina, que se
iba desintegrando frente a una creciente usurpación capitalista. En
Francia, el objetivo de la revuelta campesina era el abrumador sistema
impositivo del Estado absolutista que, irónicamente, había sido el ins-

99. Marc Bloch, «Blanche de CastUle et les serfs du chapítre de París»,


Mélanges historiques, 2 vols., París, 1963, I; Fourquin, Campagnes de la région
parisienne, 1.“ parte, cap. 3.
100, Fourquin, op. cit., pp. 180, 377¿ 382, 430-432 y ss., 514-515; J. F.
Lemarignier, La Frunce médiévale: institutions et société, París, 1970, p. 318;
Marc Bloch, French Rural History, Londres, 1966, pp. 128-129 (hay trad. cast.,
Barcelona, 1978).
76 EL DEBATE BRENNER

írumento que aseguró y protegió la propiedad campesina, e impidió,


por tanto, el desarrollo capitalista.101
De este modo en Francia, la propiedad campesina y el Estado
absolutista se desarrollaron en mutua dependencia. El Estado incre­
mentó su propio poder en virtud de su Labilidad para situarse entre
señores y campesinos, en asegurar la libertad, el derecho de herencia
y las rentas fijas de los campesinos, y así utilizar la producción cam­
pesina como fuente directa de ingresos para la autonomía y la potes­
tad real. Como señala Mate Bloch, durante el siglo xvn — el momento
cumbre del absolutismo francés— la función clave de los intendentes
—los administradores directos de la monarquía en las provincias— ,
fue la de «proteger las comunidades rurales, materia prima para los
impuestos, de la explotación in temperada de sus señores».102 Parale*
lamente los señores sostuvieron una lucha defensiva durante el perío­
do para proteger a «sus» campesinos de las usurpaciones de una má­
quina fiscal que buscaba sistemáticamente ampliar su territorio dentro
del mundo rural.103
Por el contrario, en Inglaterra, la centralización monárquica se
desarrolló especialmente desde fines del siglo xv, pero con una depon-
dencia clave con la clase señorial, tal como, desafortunadamente, se
evidenció en el crecimiento paralelo de instituciones parlamentarias
(que estaban decayendo eri Francia). El campesinado inglés, como se
ha visto, pudo conseguir su libertad en el siglo xv por medio de la

101. Sobre las revueltas en Inglaterra, véase supra, p, 65. Sobre las de
Francia, véase el artículo de J. H . M. Salmón, «Venality of Office and Popular
Seditíon in Seventeenth-Century France», Past and Present, n.° 37 (julio 1967).
Aunque hay un fuerte debate sobre muchos aspectos de estas revueltas,
virtualmente, todas las aportaciones, incluidas las de quienes las han tra­
tado con más detención, como Boris Porchnev y Roland Mousnier, están
de acuerdo en que la oposición a los impuestos del Estado era central. Véase
B. Porchnev, Les soulévements populaires en France de 1623 a 1648, París,
1963; R. Mousnier, «Recherches sur les soulévements populaires en France
avant la Fronde», Revue d ’histoire moderne et contemporaine, V, 1958.
102. Bloch, French Rural History, p. 134.
103. Para un análisis revelador de la lucha entre la monarquía y la no­
bleza en Francia para proteger al campesinado con el fin de explotarlo para
sus propios fines, enfocado especialmente en los intentos de ampliar el sistema
real de impuestos y en la resistencia de los nobles frente a estos intentos en
nombre de sus campesinos, véase P. Deyon, «A propos des rapports entre la
noblesse frangaise et la monarchie absolue pendant la premiere moitié du
XVII' siéele», Revue Historique, CCXXXI (1964).
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 77

resistencia y de la huida. Sin embargo, su fracaso para establecer


libertad de derechos de tenencia sobre buena parte de ía tierra (como
hicieron sus homónimos franceses en una época anterior) privó a la
monarquía de una base potencial de finanzamiento, lo que le hubiera
permitido independizarse de los señores. Por tanto la centralización
monárquica no pudo tomar una forma absolutista con base campe­
sina. En el mismo sentido, la confianza de la monarquía en los señores
para llevar a cabo la centralización a finales del siglo xv y principios
del siglo xvi, le impidió tener una función decisiva para ayudar a los
campesinos en su abortada lucha en pro de la libre tenencia, la cual
tuvo lugar precisamente en este período. Importantes sectores de la
nobleza y de la geníry inglesas estuvieron dispuestos a apoyar la
batalla política centralizadora de la monarquía frente a las actividades
disruptivas de los ricos y poderosos militares, con la intención de
conseguir orden social y condiciones estables para el desarrollo eco­
nómico. Pero fueron estos mismos elementos señoriales los que iban
socavando la propiedad campesina en pro de los cercamientos, de la
concentración y del capitalismo agrícola.104
No puede decirse que los señores franceses no desearan concen­
trar sus tenencias. Pero el problema era que, para hacerlo, no podían,
como en Inglaterra, elevar las rentas a niveles imposibles y así expul­
sar al pequeño arrendatario al finalizar su contrato o escritura. En casi

104. Sobre el proceso centralizador bajo los Tudor, especialmente la ínter-


relación entre la corona y aquellos sectores de la clase terrateniente (nobles
y no nobles) que apoyaron la centralización contra los magnates-guerreros, véase
L. Stone, «Power», en Crisis of the Aristocracy, cap. V; también el conjunto
de trabajos de M. E. James, A Tudor Magnate and the Tudor State, Borth-
wick Papers, n.° 30, York, 1966, Change and Continuity in the Tudor Norlh,
Borthwick Papers, n.° 27, York, 1965; «The First Earl of Gumberland and
the Decline of Northern Feudalism», Northern History, I (1966); «The Con-
cept of Order and the Northern Rising, 1569», Past and Presentí n.° 60 (agos­
to, 1973). Las investigaciones de Lawrence Stone y Mervyn James proporcio­
nan estudios detallados de casos concretos que demuestran la notable super­
posición entre estos elementos señoriales, tanto nobles como no nobles, que
permitían la centralización real en interés de la paz social y el orden público,
y aquellos que deseaban una política progresiva y altamente comercializada
en relación con sus tierras (consolidación, cercamientos, mejoras agrícolas...).
Sobre esta cuestión me he beneficiado de la lectura de un ensayo todavía no
publicado de Eleanor Searle, «The Jack Cade Rebellíon: Social Unrest in
England 1450-1460». Sobre el desarrollo del parlamento en este período, los
trabajos fundamentales son los libros y ensayos de G. R. Elton y J. E. Neale.
78 EL DEBATE BRENNER

toda Francia, el Estado apoyaba la ley que aseguraba la herencia y las.


exacciones fijas {lods et ven tes) para las tenencias en régimen de enfi­
teusis. Por tanto el señor, para conseguir una propiedad concentrada,
debía acaparar incontables pequeñas tenencias campesinas, y esto no
era tarea fácil. Por una parte, el campesinado tenía todas las posibi­
lidades que le permitían guardar su tenencia, puesto que formaba
parte de las bases de su existencia, de la de su familia y de la de sus
herederos- Por su parte, las fuerzas económicas sólo consiguieron
socavar la propiedad campesina muy a largo plazo.
El problema radica en si el campesino propietario, para sobrevi­
vir, podía trabajar su tenencia de forma tan provechosa y efectiva
como su potencial competidor, ya que tal competidor no tenía medios
directos para vencerle. En otras palabras, el campesino no tenía
por qué ser competitivo, puesto que no tenía que «defender su
situación» en el mundo del mercado, ya fuera el de arrendatarios
o el de mercancías. Al contrario del enfiteuta, el campesino propie­
tario no tenía que producir un nivel de renta igual al que el señor
podía extraer de cualquier otro enfiteuta, ni podía ser desalojado al
finalizar su contrato. Al revés que el artesano independiente, no tenía
por qué producir más barato para poder vender sus productos de
forma provechosa a precios de mercado para no ser eliminado, Todo
lo que necesitaba el campesino propietario para sobrevivir (asumiendo
desde luego que era un productor de alimentos) era una producción
suficiente para proveer la subsistencia de su familia y pagar sus im­
puestos (y generalmente algún tipo de censos fijos), lo que, a menudo,
podía complementarse por medio del trabajo asalariado.
Desde luego era difícil para el campesinado el mantener su sub­
sistencia, especialmente para aquel grupo ciertamente numeroso con
tenencias relativamente pequeñas. El crecimiento demográfico y la
subdivisión de las tenencias reducían el tamaño de la base produc­
tiva del campesinado, tanto bajo un punto de vista relativo como
absoluto. Mientras tanto el aumento de la fiscalidad, especialmente
a consecuencia de las guerras, supuso que se necesitaba una mayor
producción tan sólo para sobrevivir (puesto que, irónicamente, el
Estado, que en un principio daba soporte a la propiedad campesina,
generó — quizás indirectamente— la vía fácil para su desintegración).
Finalmente la elevación de precios durante el período redujo el valor
del salario suplementario a menudo necesario para hacer viable la
tenencia campesina, A lo largo de toda la Edad Moderna, muchos
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA 79

campesinos se endeudaron fuertemente, y se vieron obligados a ven­


der sus tenencias.103 Además no fue accidental que los mayores desas­
tres ocurrieran en tiempos de guerra (especialmente las guerras de
religión y la Fronda) y de carestía (particularmente las «crisis de sub­
sistencia» de fines del siglo xvn) y que se concentraran en zonas
afectadas directamente por acciones militares (por ejemplo la región
de París y Borgoña).106 No obstante, incluso estas presiones a largo
plazo y catástrofes a corto plazo parece que-no lograron debilitar la
propiedad campesina en la totalidad de Francia. El fortalecimiento
continuo de la comunidad campesina y de los campesinos propietarios
franceses, incluso a fines del siglo xvn, era evidente en el sentido de
que un 40 o un 50 por 100 de la tierra cultivada estaba todavía en
posesión de los campesinos, a menudo diseminada en zonas de open-
field.107 Como contrapartida, durante esta época en Inglaterra, los
pequeños propietarios no tenían más del 25-30 por 100 de la tierra.108
Dada la estructura de la propiedad en Francia, no resulta sorpren­
dente que el aumento de la población, de los mercados y de los pre­
cios del grano en los siglos xvi y xvn no condujera a un progreso
agrícola, sino simplemente a una renovación del viejo ciclo malthu-
síano del subdesarrollo. Dado el fortalecimiento de la propiedad cam­
pesina, mantenido por un Estado explotador, el señor no podía nor­
malmente aprovecharse del aumento de los precios de la tierra y de
los alimentos, por medio de mejoras y del incremento de la produc­
ción, ya que ello implicaba una difícil empresa de concentración de
tierras. Por eso los señores tomaron el único camino que se les abría:
intentar obtener una participación cada vez mayor de un producto

105. Véase P. Goubert, «The French Peasantry of the Seventeenth Cen­


tury: A Regional Example», Past and Present, n ° 10 (noviembre, 1956), p. 75.
106. Para estudios concretos acerca de la destrucción de la propiedad
campesina, véase en especial Jean Jacquart, La crise rurale en lle-de-France
1550-1670, París, 1974; Marc Venard, Bourgeois e t paysans au X V I1° siéele;
Recherche sur le róle des bourgeois parisiens dans la vie agricole au sud de-
Paris au X V IIo siéele, París, 1957; P. de Saint-Jacob, «Mutations économiques
et sociales -dans les campagnes bourguignonnes á la fin du XVIa siéele», Éíudes
Rurales, I (1961), pp. 34-49.
107. P. Goubert, «Le paysan et la terre: seigneurie, tenure, exploitation»,
en E. Labrousse, Broudel, eds., Histoire économique et sociale de la France,
II, París, 1970, pp. 135-139: «Se admite normalmente que los campesinos
franceses podían “poseer” ... la mitad del suelo de Francia...» (p. 135).
108. Véase jwpra, p. .65, nota 80.
80 EL DEBATE BRENNER

total constante o incluso decreciente. En sus dominios, compuestos


generalmente por pequeñas parcelas separadas, imponían contratos a
corto plazo en términos draconianos dirigidos a extraer el máximo
posible de sus campesinos por medio de un alza de las rentas y de la
baja de su nivel de subsistencia, aprovechando la demanda creciente
de tierras, generada por la presión demográfica. Este procedimiento
redujo la posibilidad de un progreso agrícola por parte de los campe­
sinos, puesto que éstos apenas tenían suficientes medios para invertir
una vez pagada la renta.109 La diferencia con la situación en Inglaterra
—donde los señores obtenían incrementos de renta por medio de la
cooperación con sus arrendatarios aumentando las inversiones de
capital en los grandes dominios y así engrosar el producto total, más
que por medio de la participación en un producto total fijo o decre­
ciente a expensas de los arrendatarios—110 no pudo haber sido más
inflexible.111 Al mismo tiempo, en el ámbito de los campesinos libres

109. Una buena exposición del procedimiento de oprimir a los pequeños


arrendatarios y sus efectos económicos, puede verse en Merle, La métame eí
Vévolution agraire de la G&tine poitevine.
110. Véase las observaciones análogas de Adam Smith: «Antiguamente la
renta formaba una buena proporción del producto de la agricultura mientras
que ahora... con el aumento de las mejoras, la renta, aunque se incrementa en
cuanto a la extensión, disminuye en proporción al producto de la tierra». The
Wealth of Nations, Edwin Cannan, ed., 2 vols. en X, Chicago, 1976, I, p. 355.
111. En este sentido resulta sorprendente que en aquellas zonas relativa’
mente reducidas donde se concentraron tenencias, los señores, por regla gene’
ral, aplicaban la misma política de extracción sobre sus grandes arrendata-
rios, con el resultado de que incluso en el conjunto relativamente pequeño
de grandes propiedades, se adoptaron pocas mejoras. Véase Jacquart, Crise
rurale en Ue-de-France, pp. 289-291, 326-330, y en especial pp. 747-748, 756-
757. También Venard, Bourgeois e t paysans au X V IIa siécle, pp. 117-118.
El porqué los señores franceses adoptaron esta postura y no el «sistema inglés»,
por el momento no está claro. Pero la razón, una vez más, puede estar ligada
a la estructura general de la tenencia de la tierra en Francia que estaba todavía
fuertemente dominada por la propiedad campesina, y con la economía estan­
cada que este tipo de tenencia producía. D e manera especial y en comparación
con Inglaterra la agricultura francesa tenía a su disposición una gran cantidad
de trabajo agrícola sin oportunidades de empleo alternativo — es decir, sala­
rios relativamente bajos— y esto, como es natural, permitía métodos de cul­
tivo utilizando trabajo intensivo y rechazando la utilización de capital y las
técnicas de ahorro de trabajo. Sin un incentivo aparente para promover mejo­
ras de capital en sus tierras, los señores no tenían por qué abstenerse de ejercer
coacción sobre sus campesinos. Incluso donde dominaban grandes propiedades
concentradas, una porción de éstas se veía rodeada por una plétora de peque-
ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA

propietarios, las tenencias estaban divididas y subdivididas. Esto natu­


ralmente reducía el nivel general de la renta campesina, el excedente
disponible para una inversión potencial en agricultura y la débil espe­
ranza de innovaciones en el sector. Mientras tanto, el Estado, que
había ayudado al mantenimiento de los campesinos en la tierra, ahora
ayudaba a reducir su disfrute, confiscando buena parte del producto
que le quedaba al campesinado por unos impuestos cada vez más
elevados.
En sumá, no es difícil comprender el deplorable modelo de desa­
rrollo económico impuesto por esta estructura de clases en Francia.
No sólo se dio un fracaso a largo plazo en la productividad agrícola,
sino también una correspondiente incapacidad para desarrollar un
mercado interno. Por tanto, irónicamente, cuanto más completos eran
los derechos de libertad y propiedad, mayor pobreza y atraso genera­
ban en la población rural. Mientras que en Inglaterra, fue precisa­
mente la ausencia de tales derechos lo que facilitó la puesta en marcha
de un desarrollo económico real.

ños propietarios que necesitaban vender su fuerza de trabajo como asalariados


para poder subsistir. Véase Jacquart, Crise rurale en Ile-de-France, ps. 332-348,
en especial pp. 341, 348; Venard, Bourgeois et paysans au X V IIe siécle, pp. 27-
29. N o se trataba tan sólo de que los derechos campesinos sobre la tierra estu­
vieran ligados a un sistema de subdivisión de las tenencias (herencia divisible)
y la concentración rápida de la población campesina en pequeñas porciones,
sino que resultaba probablemente más significativo, debido a la carencia de
un desarrollo económico en cualquier sector de la economía (industria, ciuda­
des) que en sí mismo fue el resultado de una estructura agraria de predominio
campesino; este proletariado semirrural/semiurbano, al contrario de los obreros
agrícolas ingleses, no tenía otro sitio donde ir, y así una creciente presión sobre
la tierra significaba una presión en descenso sobre los salarios. Su tendencia
natural en permanecer en sus minitenencias se intensificó sobradamente por
la necesidad económica de hacerlo. Por tanto, la agricultura campesina esta­
bleció otro círculo vicioso de atraso en oposición al capitalismo agrícola, incluso
donde sus formas externas (grandes tenencias concentradas a cargo de grandes
arrendatarios que utilizaban trabajo asalariado) estaban presentes.

6 . — BRENNER
M. M. Postan y John Hatcher

2. POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE


EN LA SOCIEDAD FEUDAL

La parte básica del debate de Robert Brenner ha sido ya planteada


muchas veces por una larga e importante serie de investigadores, y
existe también una historiografía sólida y abundante en contra de sus
argumentos. Consecuentemente, habría mucho que decir ya con sólo
recordar al lector las publicaciones existentes. Las tesis de Brenner,
sin embargo, justifican algunos comentarios, aunque sólo sea porque
contienen varias interpretaciones erróneas. Al tratarlas tendremos
también ocasión de aclarar la confusión doctrinal, o más bien termi­
nológica, que durante años ha distorsionado la discusión sobre el
papel de los factores demográficos en la historia. La carencia de espa­
cio y de conocimientos nos obliga a limitarnos a la Europa occidental
medieval, principalmente a Inglaterra. Las propuestas de Brenner
sobre el desarrollo de Europa occidental en la época moderna se refie­
ren principalmente a los escritos de Le Roy Ladurie y es preferible
que dejemos el tema para una respuesta más competente del propio
interesado.

En su artículo, Brenner persigue un doble objetivo: rechazar el


denominado modelo «demográfico» o «cíclico» malthusiano y ofrecer
en su lugar un modelo vinculado a las relaciones de ciase. El primer
objetivo resulta para Brenner menos polémico de lo que. cabría espe­
rar ya que deforma los puntos de vista de los historiadores que lo han
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 83

defendido. Estas deformaciones encuentran fundamento en su doble


acusación de que los historiadores que aplican erróneamente.él mal­
tusianism o han dado a los factores demográficos un papel completa­
mente determinante en la economía y en la sociedad medieval y que,
al hacerlo así, han desconsiderado o minimizado la importancia de los
factores sociales, sobre todo el sistema de clases feudal y la inherente
explotación del campesinado. Ambas acusaciones calecen de base; Los
historiadores en cuestión no presentan los factores demográficos como
una fuerza omnipresente y omnipotente que determina cada actividad
económica y social o cada sistema de organización social y económica.
Respecto a los factores demográficos, el objetivo de estos historiado"
res es mucho más limitado: se trata de relacionar los movimientos
periódicos o las fluctuaciones económicas con los cambios demográfi­
cos simultáneos a lo largo de la historia. Tampoco tiene ninguna
justificación la acusación de no tener en cuenta los factores sociales,
acusación formulada originalmente por Kosminsky, reiterada por me-
dievalistas marxistas de gran valía como Malowist y Barg y sancionada
recientemente de manera oficial por la Enciclopedia histórica soviéti­
ca.1 Los historiadores acusados no han intentado explicar solamente
mediante los factores demográficos las características permanentes de
la economía y de la sociedad medieval, su estructura, sus instituciones
o su funcionamiento.2 De hecho, al analizar o describir una situación

1. E. A. Kosminsky, Studies in the Agirían History of England in the


Thirteentb Century, Oxford, 1956, pp. vii-xiv, 178, 327 n.; E. A. Kosminsky,
«Byli li XIV n XV veka vremenem upadka europeiskoi ekonomii» [¿Fueron
los siglos xiv y xv un período de decadencia en la economía europea? ], Srednie
veka, n." 10 (1957); M. A. Barg, Issledovaniya po istorii angliiskogo feodalizma
[Estudios del feudalismo inglés], Moscú, 1962, pp. 9-11; M. A. Barg, «K vo-
prosu o . . . krizise feodíizma v xiv-xv v.» [Sobre la crisis del feudalismo
en los siglos x iv y x v ], Voprost istorii, n ° 8 (1960); véase también la nota
sobre M. M. Postan en la Sovetskaya istoricheskaya entsiklopediya, 16 vols.,
Moscú, 1961-1976, VI.
2. Sería poco correcto exponer los trabajos de otros historiadores a las
críticas de Brenner, pero la gran mayoría de estudios especializados, publicados
recientemente, acentúan la importancia de los factores demográficos. Así estu­
dios generales como el de J. Z. Titow, English Rural Society, 1200-1350, Lon-^
dres, 1969, y el de E. MiUer, «The English Economy in the Thirteenth Cen­
tury», East and Present, n.° 28 (julio 1964). En ninguno de estos trabajos l a .
población figura como el único determinante del cambio económico pero, pari
passu, algunas investigaciones actuales que analizan la función de los factores
no demográficos subrayan la importancia que para la comprensión del proceso
84 EL DEBATE BRENNER

económica, han intentado casi siempre colocarla en su ubicación so­


cial. En concreto, han considerado la renta feudal responsable, en
gran parte, del empobrecimiento de los campesinos y de su incapaci­
dad para invertir en sus tierras o incluso mantenerlas en buenas con­
diciones.3 Sin embargo, éste no es el único factor social al que se
. refieren generalmente. La estructura familiar, las costumbres heredi­
tarias, las actitudes hacia los avances e innovaciones de la técnica, los
estímulos y restricciones urbanas, la jerarquía dominante de los obje­
tivos económicos y de las necesidades de consumo, el papel funda­
mental que la posesión de la tierra tenía'en esa jerarquía, las cargas
e imposiciones de guerra,, las vicisitudes de gobierno y las normas
legales, todas estas y otras, muchas realidades de la vida medieval han
sido incorporadas por estos historiadores en su explicación general
del proceso económico y social medieval.4 En este sentido, la Edad

histórico tienen los factores demográficos y económicos, concediéndoles incluso


la .primacía en el proceso de cambio. Así R. H, Hilton finaliza su Bond Men
Made Free con las siguientes observaciones: «A largo plazo se dio una ten­
dencia (aunque a veces invertida) a convertir la renta en trabajo en renta
monetaria. Se dieron períodos de decadencia del nivel general de la renta.
Se puede argumentar, y así ha ocurrido, que esta tendencia nada tuvo que ver
con la acción organizada y consciente de las comunidades campesinas, sino
que ésta dependía tan sólo de factores tan impersonales como la oferta de
tierra, el movimiento de la población, la demanda de productos agrícolas, etc.
Aunque es evidente que estos factores tuvieron gran importancia y puede
que lo máximo que se podía exigir de las acciones campesinas a largo plazo
fuera que siguieran, o quizá reforzaran, el curso vigente del cambio histórico»
(R. H. Hitlon, Bond Men Made Free, Londres, 1973, pp. 234-235). No sor­
prende que historiadores marxistas soviéticos tan ortodoxos como el académico
Skazkin piensen que Postan y Hilton son representantes de la «visión econó­
mica de la historia medieval»: S. D. Skazkin, «K voprosu o genezise kapíta-
lizma v sel’skom khozyaistve zapadnoi Evropy» [Sobre la génesis dei capita­
lismo en la agricultura de Europa Occidental], Ezhegodnik po agrarnoi istorii
vostocknoi Evropy, 1959.
3. J. Z. Titow, English Rural Society, 1200-1350, p. 81; M. M. Postan,
The Medieval Economy and Society; an Economic History of Britain in the-
Mi.ddle Ages, Londres, 1972, pp. 124-126; M. M. Postan: «Medieval Agtarian
Society in its Prime: England», en The Cambridge Economic History of Euro-
pe, I: The Agrañan Life of the M iddle Ages, 2.* ed, pp. 602 ss., y varios
otros estudios de Postan sobre la Edad Medía.
4. El locus classicus para un planteamiento del entorno social en su tota­
lidad es la obra de G. C, Homans, English Villagers of the Thirteenth Century,
Cambridge, Mass., 1942. Puntos de vista similares a los de Homans sobre la
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 85

Media es más que un sistema feudal, y un sistema feudal es más que


las relaciones de clases del mismo. En otras palabras, donde los his­
toriadores en cuestión difieren de Brenner no es en la desconsidera­
ción de los factores sociales sino en el alcance de la referencia social*
un alcance que es demasiado complejo como para ser esquematizado
en el viejo concepto marxista de lucha de clases.
Esto en lo que se refiere a la doble acusación,, Esta acusación, sin
embargo, no constituye todo el contenido de la argumentación de
Brenner, puesto que también intenta demostrar como fundamental­
mente falsa la hipótesis demográfica. Sus argumentos contra esta
hipótesis demográfica están en gran medida fundamentados en ejem­
plos de «diferentes salidas» que proceden «de tendencias demográfi­
cas similares en épocas y áreas diferentes de Europa».3 ¿Quiere decir
el profesor Brenner que ningún factor causal puede ser considerado
verdadero a no ser que produzca idénticos resultados en circunstan­
cias totalmente diferentes?
Las deficiencias en la argumentación de Brenner no son de lógica
interna sino de evidencia histórica. El ejemplo más claro que cita de
«causa» similar y «efectos» diferentes es el de Europa.oriental. Argu­
menta que, mientras la servidumbre declinaba en numerosos países
occidentales al mismo tiempo que disminuía también la población, en
la misma época y con una situación demográfica similar se producía
en Europa oriental el resurgimiento y expansión de la servidumbre.
No es éste el lugar apropiado, ni nosotros las personas más indicadas,
para tratar en toda su complejidad las referencias de Brenner sobre la
Europa oriental, pero éstas ocupan un lugar tan importante en su
crítica que hacen inevitables algunos comentarios. Nos limitaremos
únicamente a recordar al lector que el resurgimiento de la servidum­
bre más allá del Elba es claramente posterior a la caída de la pobla­
ción en la Baja Edad Media. En lo esencial fue un fenómeno posme-
dieval que se extendió de forma generalizada en los siglos xvi y xvn

importancia de las reglas hereditarias, estructuras familiares y modelos de


posesión de la tierra son ampliamente sostenidos por historiadores, aunque
«malthusianos», sobre todo por quienes han estudiado East Anglia, Danelaw
y Kent: por ejemplo, H. E. Hallam, Settlement and Society: A Sludy of the
Early Agrarian History of South Lincolnshire, Cambridge, 1965; H. E. Hallam:
«Population Density in Medieval Fenland», Economic History Revisto, 2.n serie,
X IV (1961-1962).
5. Véase supra, pp. 34-35.
86 EL DEBATE BRENNER

y que culminó en circunstancias bastante diferentes en la Rusia del


siglo xvm . Para el caso de Hungría, esta cronología está demostrada
por la obra de Z. P. Pach, quien en un reciente artículo sostiene que
«hasta finales del siglo xv, las prestaciones personales de trabajo
representaban un papel meramente subsidiarlo» y que «en Hungría,
hasta el final del siglo xv, la tendencia del desarrollo de la economía
rural medieval era fundamentalmente coincidente con la de los países
de Europa occidental». Y las fuentes de Bohemia y de Polonia mues­
tran conclusiones similares, tal como aparecen en las obras de Kula,
Graus, Malowíst y otros.6
Sin embargo, el punto débil del ejemplo de Europa oriental que
ofrece Brenner es su confusión conceptual sobre el declive de la
población, considerado de menor importancia respecto a los otros fac­
tores. El factor que indujo a los gobiernos de Alemania oriental y a
los nobles a la expropiación de las propiedades campesinas (Bauem-
lege) y al reclutamiento coercitivo de trabajadores (Gesidezwang) no
fue el drástico descenso de la población (descenso que había comen­
zado a finales del siglo x m y xiv, y se detuvo temporalmente en los
siglos xvi y x v n ), sino la expansión del mercado internacional "de
cereales entre los siglos xv y xvm y el estímulo que ello supuso a una
producción de granos a gran escala. La consiguiente demanda de tra­
bajo, que la población de campesinos bien provistos ahora de tierras
no podía ni quería satisfacer, indujo a los señores a buscar una solu­
ción en la expropiación de la propiedad campesina y en las prestacio­
nes de trabajo obligatorias. No es necesario decir que esta solución
nunca hubiera sido impuesta si la posición de los Junkers en los esta­
dos de Alemania oriental hubiera sido menos prepotente de lo que
era, pero también era potente en los siglos anteriores cuando el cam­
pesinado de Europa oriental era todavía próspero y libre.
La utilización que hace Brenner de este ejemplo particular es

6. Z. P. Pach: «The Development of Feudal Rent in Hungary in the


Fifteenth Century», Economic History Review, 2.a serie, X IX (1966), p. 13.
Breves resúmenes de la historia agraria de la Europa del este y sus divergen­
cias con el desarrollo occidental pueden encontrarse en F. Lütge: Deutsche
Sozid und Wirtschaftsgeschichte, Berlín, 19663, pp, 215-218; M. M. Postan:
«Economic Relations between Eastern and Western Europe», en G. Barra-
clough, ed,, Eastern and Western Europe in the Middle Ages, Londres, 1970,
pp. 170-174. Este último estudio da gran importancia a la cronología posme-
dieval del feudalismo en el este.
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 87

errónea en la práctica y en la interpretación; Podía haber encontrado


mejores ejemplos de procesos «contradictorios»: la reducción de las
cargas serviles en Inglaterra durante el siglo x n y lá adquisición de
cartas de manumisión campesina en las aldeas de Francia en el si­
glo x m tuvieron lugar mientras la población aumentaba.7, También
podía haber observado que la «reacción señorial» generalizada des­
pués de la peste negra no estaba condenada al fracaso en todas partes.
Pero, presentando el fenómeno de esta mañera, el profesor Brenner
todavía continuaría equivocando los problemas. Los historiadores que'
destacan la importancia de los factores demográficos no han sostenido
que un crecimiento en la población conduzca invariablemente a una
intensificación de la servidumbre y a un descenso irreversible de
la población.
Finalmente, aunque no es lo menos importante, la argumentación
de Brenner sobre los factores demográficos muestra cierta malinter-
pretación de los orígenes doctrinales y los fundamentos teóricos que
él crítica. Esta malinterprétación es en gran medida cuestión de térmi­
nos y el término en este caso es «malthusianismo». No consideramos
la etiqueta peyorativa como pueden haberla considerado a veces los
marxistas de viejo cuño. En la genealogía de la teoría económica Mal-
thus ocupa una posición de padre fundador, y sus ideas todavía for­
man parte del bagaje fundamental de la teoría del desarrollo económi­
co moderno. Nuestra discrepancia con la etiqueta utilizada por Brenner
se basa en que la hipótesis histórica que él critica, y más concreta­
mente la referente a la Edad Media, no puede ser calificada de malthu-
síana excepto en el presupuesto de que sean malthusianas todas las
referencias a los factores demográficos. Si hubiera estudiado'más a
fondo a Malthus, habría observado la escasa coincidencia de esta teo­
ría con los puntos de vista de Postan y otros historiadores de la mis­
ma opinión.
En primer lugar, la preocupación fundamental de estos historia­

7. M. M. Postan, «The Chronology of Labout Services», reimpreso en su


obra Essays on Medieval Agriculture and General Problems of the Medieval
Economy, Cambridge, 1973, pp. 89-106 (trad. cast., «Cronología de las pres­
taciones de trabajo», en M. M. Postan, Ensayos sobre agricultura y problemas
generales de la economía medieval, Madrid, 1981, pp. 113-135). G. Duby,
Rural Economy and Country Life in the Medieval W est, Londres, 1968, pp. 242-
244 (trad. cast., Economía rural y vida campesina en el Occidente medieval,
Barcelona, 1968).
88 EL DEBATE BRENNER

dores no es exactamente la de Malthus. Nuestra preocupación, es


tanto la actividad y el desarrollo económico como las condiciones
materiales de vida, mientras que Malthus estaba interesado no en el
desarrollo económico o en la actividad económica en su conjunto,
sino casi exclusivamente en el bienestar o ingresos per cápita de los
individuos. En segundo lugar, Malthus presentaba la conexión entre
población y bienestar económico como una relación exclusiva, una
ecuación en la que no entraban otras variables. En tercer lugar, los
cambios de población y de bienestar, tal como los concibe Malthus,
son intermitentes o alternativos en el sentido técnico de la palabra.
En este movimiento intermitente, la fase de aumento de la población
y descenso de los ingresos es automáticamente sucedida y compen­
sada por una nueva fase de regresión de la población y aumento de
los ingresos. Este ritmo alternativo es el tínico aspecto teórico del
mecanismo malthusiano que Brenner toma en consideración, pero, al
hacerlo así, desgraciadamente deforma la teoría con un propósito
equivocado. La versión de Brenner puede parecerse superficialmente
a la versión del cambio demográfico ofrecida por Le Roy Ladurie,
pero difiere sustancialmente de las fluctuaciones demográficas presen­
tadas por los medievalístas a quienes Brenner tanto critica. Una de
nuestras principales hipótesis es que la caída de la población en el
siglo xiv no modificó por completo las tendencias de los siglos prece­
dentes, tal como debería haber ocurrido según el esquema malthu-
siano, y que el aumento de ingresos per cápita del período siguiente
no produjo un aumento correlativo de la población. Sin duda, la
razón por la que la recuperación fue tan tardía y tan lenta es, aún
hoy día, una de las dificultades no resueltas por completo que tiene
ese sector de la historiografía medieval con el que Brenner se muestra
en desacuerdo.
Cualquiera que tenga interés por resolver estas cuestiones teóricas
de manera más satisfactoria es necesario que busque en otras partes,
y en primer lugar en Ricardo. No hay que olvidar que la esencia de
la teoría ricardiana de la renta es la tendencia continua a la disminu­
ción de los ingresos agrarios que se manifestó en la productividad
decreciente de las tierras más explotadas, en lá extensión de cultivos
a nuevas tierras de peor calidad y en la consecuente caída de la pro­
ducción per cápita. En el debate posterior, la teoría de Ricardo fue
criticada y corregida por numerosos autores, especialmente por Carey,
Mili y Marshall quienes sostuvieron o defendieron que la inversión
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 89

y el progreso tecnológico podían, y de hecho sucedió así, invertir la


tendencia en la disminución de los ingresos.8 Corregida y completada,
de esta manera, la teoría ricardiana proporciona un modelo mejor que
el malthusiano para desarrollar las hipótesis históricas que el profesor
Brenner critica. Si aceptamos que la irreversible tendencia ricardiana
a la disminución de los ingresos funcionaba sólo en tanto en cuanto la
inversión y la innovación técnica eran irrelevantes^, entonces la ausen­
cia de innovación y la insuficiente inversión en la agricultura medieval
serviría en gran medida para explicar por qué la recuperación bajome-
dieval fue tan lenta y tardía. De hecho, ésta es la explicación propues­
ta por la historiografía medieval que Brenner rechaza. Sin embargo,
si los historiadores que mantienen estos puntos de vista se han abs­
tenido de mencionar abiertamente a Ricardo ha sido principalmente
porque ningún modelo teórico, ni siquiera el de Ricardo, explica
exactamente la extraordinaria complejidad de los hechos históricos.
Si ahora destacamos aquí la reformada teoría de la renta prefirién­
dola a la teoría original de la población de Malthus es simplemente
con el fin de demostrar lo infundadas que pueden ser a veces las acu- •
saciones de malthusianismo.

ii

Al minimizar el papel de la población en la génesis del cambio


económico y social, Brenner retoma la tesis alternativa más a su gusto,
es decir, la estructura de clases. Partiendo del principio de que «la
servidumbre era una relación de poder que podía invertirse, como lo
hizo, solamente en sus propios términos, es decir, a través de un
cambio en la balanza de las fuerzas de clase», Brenner se ve obligado
a buscar las causas de la «crisis» del siglo xiv en las «relaciones de
extracción de excedente de la servidumbre [que] conducían per se al
agotamiento de la producción campesina».9 Al hacerlo así, se equivo­
ca totalmente. Sus errores , son quizás excesivos, y a menudo déma-

8. El mismo razonamiento acerca del efecto compensador de la inversión


y del progreso tecnológico figura en la mayoría de las críticas actuales sobre
el planteamiento malthusiano del desarrollo económico.
9. Véase supra, pp. 41 y 46-48.
90 EL DEBATE BRENNER

siado triviales como pata ser tratados aquí extensamente. Sin embar­
go, algunos de ellos merecen una breve atención.
Si todas las desgracias del campesinado medieval se encontraran
sólo en el feudalismo y en las «relaciones de extracción de excedente
de la servidumbre», la pobreza y el atraso económico no se habrían
manifestado con fuerza, en el caso en que se hubieran manifestado, en
ocasiones en que la opresión feudal no existió o fue débil. Las regio­
nes no señorializadas de Inglaterra, ¿estaban al margen de las ten­
dencias económicas del siglo xm ? Los campesinos libres, los soke-
men, censuarii y molmen>todos ellos relevados en todo o en parte de
las cargas principales de la «opresión señorial», ¿eran también inmu­
nes al malestar económico de la Edad Media? Postan y otros han
defendido naturalmente que la servidumbre tuvo un efecto pauperiza-
dor en la existencia campesina, que la libertad personal podía llevar
consigo ventajas económicas y que consecuentemente los campesinos
libres con suficiente cantidad de tierras podrían vivir mejor que los
siervos con posesiones de tamaño similar. Esto no significa, sin em­
bargo, que los campesinos libres, como grupo, fueran más prósperos
y productivos que los siervos. La tenencia libre trajo como resultado
tanto inconvenientes como privilegios. La libertad de enajenar la pro­
piedad, combinada a veces con la partición hereditaria, llevaba a la
multiplicación de exiguas propiedades libres.10 Como dice sucintamen­
te un documento de Kent de 1276:

A menudo ocurre que las tierras y las tenencias que ... indivi­
sas se acostumbra a cederlas amablemente para satisfacer la subsis­
tencia de muchos hombres ... se separan después y se dividen en

10. En grandes áreas de las regiones centrales incluidas en los Hundred


Rolls de 1279, alrededor del 8 por 100 de los campesinos poseedores de tenen­
cias libres mantenían más de una virgate [la virgate comprendía alrededor
de treinta acres esparcidos en campos arables o un cuarto de un híde. De
todas formas, más que un término de medida o área fija de tierra, la virgate
representa un conjunto de exigencias señoriales y obligaciones consuetudinarias
del campesinado. N. del /.], y un 47 por 100 tenía menos de cinco acres.
Para los siervos (villeim), estas proporciones eran del 1 por 100 y 29 por 100,
respectivamente: Kosminsky, Studies in the Agrarian ‘History of England in
the Thirteenth Century, especialmente cuadros de las páginas 216-223. La me­
jor y más completa prueba de las diferencias económicas entre los campesinos
poseedores de tenencias libres (freeholders) y el gran número de pequeños
poseedores (smallholders) pobres puede encontrarse en M. A, Barg, «Frigold
tsentraFnoi Anglii v X II-X III v,», Srednie veka, n.° 9 (1957).
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 91

tantas ... parcelas entre los coherederos que cada parte no es sufi­
ciente para la subsistencia de ninguno de ellos.11

Estas prácticas, junto con el rápido crecimiento de la población,


fueron las que convirtieron las aldeas, en su mayor parte libres, de
las zonas pantanosas del Lincolnshire en una de las áreas más densa­
mente pobladas de Inglaterra, y las que redujeron el conjunto de
tierras arables disponibles, prados y pastos — exceptuando las tierras
pantanosas improductivas y las señoriales—• a un promedio de 1-1,5
acres por familia.12
El profesor Brenner destaca también la desaparición de la servi­
dumbre en Normandía y en la región de París en el siglo s i n / 3 pero
ninguno de estos dos casos confirma la interpretación que trata de
imponernos. El movimiento hacia la libertad que tuvo lugar en mu­
chas zonas de Francia en los siglos xn y xnr, y la consiguiente ausen­
cia de «relaciones de extracción de excedente de la servidumbre», no
pudo en ningún modo proporcionar inmunidad completa al campe­
sinado debido a la presión del aumento de población y a la escasez
cada vez mayor de tierras. Las mismas regiones sobre las que Brenner
concentra su atención son bien conocidas por los signos de la miseria
que mostraron a finales del siglo x m y xiv. La multiplicación de
familias y los estímulos monetarios a corto plazo que podían obte­
nerse de las transacciones de tierra llevó a una fragmentación de la
propiedad, a menudo en parcelas extremadamente pequeñas. La insu­
ficiencia de las rentas campesinas produjo un desarrollo masivo de las
deudas e incluso posteriores descensos de los ingresos debido a que
muchos campesinos, y en algunas partes la gran mayoría de ellos, fue­
ron obligados a pagar un censo perpetuo sobre sus propiedades a cam­
bio de una suma de dinero. Pero incluso si no tenemos en cuenta los
nuevos censos sobre las propiedades campesinas y consideramos sim­
plemente la relación hombres y tierra, la conclusión es que en Ñor-,
mandía y en la región de París en torno a 1300 hubo «una fuerte
presión sobre los recursos» y el predominio de «condiciones casi de
hambre» incluso en años en los que la cosecha no era mala.14

11. Citado por Homans, op. c i t pp. 112-113.


12. Hallam, Settlement and Society, pp. 197-222; Hallara, «JPopulatíon
Density in Medieval Fenland».
13. Véase supra, p. 34.
14. N. J. G. Pounds, «Overpopulation in France and the Low Countries
92 EL DEBATE BRENNER

El hecho es que en el siglo x m en Normandía y en la región


parisiense, como en el siglo x m en Inglaterra, tanto los campesinos
libres como siervos sufrieron las consecuencias de la enorme, y cada
vez mayor, escasez de tierras. Las consecuencias se manifestaron por
lo general en los precios: el coste de adquisición de la tierra y las
cargas monetarias influyeron en el fenómeno. Como demuestran los
estudios de Títow y Postan, las cargas monetarias de las propiedades
campesinas en el siglo x m eran extremadamente pesadas. Las princi­
pales exigencias de los señores, junto a las de la Iglesia y el Estado,
podían llegar incluso hasta la mitad de la producción total campesina.
Este porcentaje era a menudo más bajo en antiguas propiedades de
tierra libre y en las de siervos cuyas deudas habían sido antiguamente
conmutadas por una renta monetaria fija. Esta situación experimen­
taría un gran cambio en la mayor parte de las regiones a finales del
siglo xiv y xv cuando el valor de la tierra bajó y, consecuentemente,
disminuyeron también las cargas sobre ella. Pero, del mismo modo,
la persistencia del alto volumen de las cargas durante el siglo y medio
anterior reflejó las condiciones económicas de aquella época: la escasez
de tierra y la abundancia de hipotéticos arrendatarios. Que los ele­
vados y crecientes pagos monetarios reflejaban las fuerzas del mer­
cado, y no solamente los excesos del poder feudal, lo demuestra tam­
bién el hecho de que, en el siglo xm , la mitad aproximadamente de
la producción total (métayage) era exigida con frecuencia en los con­
tratos de arriendo — cid campipartem, ad meditatem o pro media
vestura—, incluso en casos en los que el arrendador y el arrendatario
eran campesinos libres y siervos.15

in the Later Middle Ages», Journal of Social History, III, (1969-1970), pp. 239,
246; J. R. Strayer, «Economic Conditions in the County of Beaumont-Ie-Roger,
1216-1313», Speculum, XXVI (1951); G. Fourquin, Les campagnes de la région
parisienne a la fin du Moyen Age, París, 1962; G. Fourquin, Lordsbip and
Feundalism in the Middle Ages, Londres, 1976, pp. 173-199 (trad. cast., Seño­
río y feudalismo en la Edad Media, Madrid, 1977); G. Duby: Rural Economy
and Country Life in the Medieval W est, pp. 122-125, 255-259.
15. M, M. Postan, «The Charters of the Villeins», en Essays on Medieval
Agriculture and General Problems of the Medieval Economy, pp, 135-143 pas-
sim (por ejemplo, pp. 135, 136, 140), (trad. cast., «Las cartas de los siervos»,
en Ensayos sobre agricultura y problemas generales de la economía medieval,
pp. 136-192).
POBLACÍÓN Y RELACIONES DE CLASE 93

III

La exclusiva consideración de las «relaciones de extracción de


excedente de la servidumbre» por parte del profesor Brenner deforma
su punto de vista tanto acerca de los señores como de los campesinos.
Si, como él piensa, la explotación feudal era la única causa negativa
de la agricultura medieval, ¿por qué entonces los mismos señores
explotadores se vieron afectados por ella? Porque ciertamente sí que
les afectó, aunque no es necesario recordar que, en éste como en otros
aspectos, no había dos señores iguales. Los historiadores podríamos
citar fácilmente ejemplos de señores progresistas que mejoraban con
afán sus propiedades como Henry de Eastry, del Priorato de Ghrist
Church, Richard de London y algún que otro abad de la abadía de
Peterborough, Michael de Amesbury de la de Glastonbury y el conde
de Lacy. La mayoría de estos ejemplos pertenece naturalmente al
siglo x m en el que las mismas condiciones económicas que Brenner
desconsidera favorecieron a los propietarios de tierras con espíritu
emprendedor. Sin embargo, incluso en estos dominios, la agricultura
medieval fue extremadamente pobre comparándola con otras épocas
y lugares. Algunos dominios tuvieron quizás una proporción mayor
de tierras buenas que los propietarios de las pequeñas comunidades
aldeanas. Sin embargo, la producción era extremadamente baja en mu­
chos y quizás en la mayor parte de estos dominios.16
En nuestra opinión, tal como recapitularemos después, el bajo
nivel de la agricultura señorial reflejaba el atraso y el estancamiento
de las técnicas usuales y, sobre todo, la insuficiencia de la inversión
señorial. En la perspectiva del profesor Brenner, la insuficiencia de la
inversión señorial era consecuencia de los poderes de los señores
sobre sus campesinos. La ilimitada capacidad de extraer rentas cada
vez mayores de los siervos les liberaba de la necesidad de «entrete­
nerse en construir grandes tenencias —proceso costoso y difícil— y
en invertir procediendo al despido de los antiguos siervos para intro­
ducir nuevas técnicas».17 Esta propuesta presupone certezas sobre
cuestiones demasiado amplias como para ser abordadas en un artículo
como éste. Sin embargo, algunas cuestiones asumidas como verdade-

ló. J. 2 . Titow, Winchester Yielcls: A Study in Medieval Agrie uUurd


Productivity, Cambridge, 1972,
17. Véase supra, pp. 46-47.
94 EL DEBATE BRENNER

ras por Brenner son demasiado esenciales para dejarías sin respues­
ta. En primer lugar, su teoría implica. la afirmación de que la'
renta feudal era invariablemente la fuente principal de ingresos de
los señores en los siglos x n y xm . Sin duda, algunos señores, entre
los cuales los condes de Cornwall y los Templarios podrían ser los
casos más significativos, se habían convertido casi completamente en
rentistas antes del siglo x m , pero muchos otros, y muy particular­
mente los señores eclesiásticos, continuaban obteniendo una parte
muy importante de sus ingresos de la venta de. la producción domi­
nical. En 1298-1299, la producción dominical suponía el 40 por 100
de los ingresos del obispo de Ely; y en 1258, 1288 y 1317, la pro­
ducción dominical ascendía al 72 por 100, 47 por 100 y 65 por 100
respectivamente de los ingresos del obispo de Winchester. Natural­
mente, también existían ingresos «señoriales» muy sustanciales pro­
cedentes de la jurisdicción y de las multas feudales.18 -
En segundo lugar, Brenner exagera enormemente no sólo la rela­
tiva importancia de las rentas, sino también su elasticidad. A veces
eran elásticas, pero nunca hasta el punto imaginado por él. Lo esen­
cial de las rentas pagadas, las rentas enfitéuticas, eran fijas por
definición. Los señores podían naturalmente aumentar las rentas
enfitéuticas, con imposiciones adicionales, pero estas imposiciones
no ofrecían posibilidades ilimitadas de expansión. La definición esta­
ble del estatuto y obligaciones del siervo a finales del siglo x u y x m
puede haber ayudado legalmente a endurecer al máximo la condición
servil, pero también contribuyó a proteger a los siervos de las impo­
siciones arbitrarias. Como ha señalado Bracton, con cierta amar­
gura, «la autoridad de los señores ... que en un principio se exten­
día a la vida y la muerte, está ahora limitada por la ley civil».i9

18. Edwatd Miller, The Abbey and Bishoprtc of Ely: The Social History
of an Ecclesiastical Estate from the Tenth Century to the Early Fourteenth
Century, Cambridge, 1951, p. 93; J. Z. Titow, «Land and Population on the
Bishopric of Winchester’s Estates, 1208-1350», Cambridge Univ., tesis doctoral
inédita, 1961, especialmente pp. 10, 36-41, 55-88, 61-62. Dominios con una
proporción menor de ingresos provenientes del señorío territorial {manorial
incomes) son citados por R. H. Hilton, The Engiish P'easantry in the Later
Middle Oxford, 1975, pp. 232-233. Pero algunas series de rentas e ingre­
sos jurisdiccionales que ofrece Hilton pueden haber sido «hinchados» con la
incorporación de pagos de rentas y multas de los no siervos.
19. Bracton, De legibus et consuetudinibus Angliae, ed. G. E. Woodbine,
rev. S. E, Thorne, II, Cambridge, Mass., 1968, p. 34.
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 95

En. el siglo x m , los campesinos no libres resistían a menudo, bien'


por la acción directa o bien por los debidos procesos legales, la reim­
posición de las viejas prestaciones personales ya conmutadas y la
implantación de otras nuevas. Donde las prestaciones personales
aumentaron de hecho en el siglo xm , este aumento fue por lo general
relativamente pequeño. Los obispos de Ely, por ejemplo, consiguie­
ron aumentar únicamente alrededor del 10 por 100 el trabajo sema­
nal obligatorio del campesinado entre 1222 y 1251.20 La talla, teóri­
camente arbitraria en su distribución y cantidad, se convirtió en
muchos feudos en un impuesto regular. Donde ocurrió esto, las cuo­
tas por el acceso a la posesión campesina adquirieron un significado
especial porque reflejaban las fuerzas del mercado bastante mejor
que otras cargas; y ésta es la razón por la que aumentaron en
muchas zonas del país durante el siglo x m y principios del XIV. Sin
embargo, ni siquiera las cuotas de acceso a la posesión confirman la
interpretación de Brenner sobre la explotación mediante las «relacio­
nes de extracción de excedente» de la servidumbre. Las elevadas
cuotas de acceso parecen haber sido mantenidas por las condiciones
del mercado. En lugares donde ocurría que las cuotas eran bajas o
estables, éstas reflejaban, bastante atípicamente, las restricciones con­
suetudinarias que persistían en algunos feudos o la abundancia local
de tierra rentable.21 Más significativamente, encontramos que a los
herederos de la familia se les cargaba con cuotas más bajas que a los
de fuera y a los aldeanos más acomodados, frecuentemente propie­
tarios libres y que explotaban incluso posesiones adicionales, se les
tendía a gravar con cuotas mayores que ninguno,22 lo que indica una
vez más que las fuerzas del mercado eran las que estaban influyendo
en el alza de los precios de la tierra. En general, las cuotas pagadas
por aquellos sobre los que el señor podía ejercer completamente su
coacción señorial eran a menudo más bajas que las pagadas por aque­
llos que no estaban sometidos a tales coacciones. De hecho, las ele-

20. J. A. Raftis, The Estates of Ramsey Abbey; A Study in Economic


Growth and Organizaron, Toronto, 1957, p. 115, nota 68; Miller, Abbey and
Bishopric of Ely, pp. 101-102.
21. Véase la discusión en Titow, English Rural Society, 1200-1350, pp.
73-78. .
22. Para una información del funcionamiento de estos procesos, véase
E. King, Peterborough Abbey, 1086-1310: A Study in the Land Market, Lon­
dres, 1973, pp. 166-167 y 182-188.
96 EL DEBATE BRENNER

vadas tasas pagadas en el siglo x m y principios del xiv por posesio­


nes arrendadas sin las obligaciones de la costumbre señorial eran por
lo general más elevadas que las tasas pagadas por posesiones en régi­
men de servidumbre.23
La insistencia del profesor Brenner en las relaciones feudales como
el motor fundamental que impulsa las rentas más altas indica también
hasta qué punto tergiversa las razones por las que se produjeron
aumentos generales en el volumen de la renta feudal. Si estos aumen­
tos se produjeran principalmente como consecuencia del poder feudal
del señor sobre sus siervos, habrían sido con seguridad más fuertes
y más generales en los siglos anteriores, cuando este poder y la eco­
nomía señorial estaban en su apogeo. De hecho, la proporción ¿é
ingresos señoriales derivados de la renta feudal crecieron más depri­
sa en la Baja Edad Media, cuando los dominios y las prestaciones
personales estaban en proceso de disolución. En lugares donde los,
componentes globales de la renta también crecieron en los siglos ante­
riores, este crecimiento procedía muy a menudo de nuevas tenencias,
en su mayor parte nuevas tierras de cultivo conseguidas mediante
roturaciones o mediante arriendo de parcelas del dominio. Sin duda,
en muchos dominios del siglo xm , las rentas o las cargas en función
de rentas de las posesiones más antiguas tendían también a aumentar,
pero los estímulos a estos aumentos y las condiciones que los hacían
posible no provenían de un aumento del poder de los señores como
feudatarios —ya que estos poderes eran relativamente constantes— ,
sino de los cambios económicos del período anterior a la peste que

23. Ejemplos de tierras libres establecidas recientemente y tierras arren­


dadas sujetas a rentas o a tasas de capital más altas que las posesiones serviles
de extensión y calidad comparable se pueden encontrar en un vasto número
de informes de los siglos x m y xiv y son bien conocidos por los historiadores.
El cálculo preciso del total de cargas que gravaban la tierra de los siervos es
una tarea difícil, pero pueden verse, entre otros, Miller, Abbey and Bishopric
of Ély, pp. 109-111; R. H. Hilton, A Medieval Society: Tbe W est Midlands
at the Thirteenth Century, Londres, 1966, pp. 144-145;. Ancient Petitions Relat-
ing to Northumberland, C. M. Fraser, ed., Surtees Soc. Pubns., CLXXVI,
Durham, 1966, n.os 96-97, pp, 119-121; H. P. R. Finberg, Tavistok Abbey:
A Study in the Social and Economic History of Devon, Cambridge, 1951,
pp, 249-250; R. H. Britnell, «Production for the Market on a Small Fourteenth-
Century Estate», Economic History Review, 2.a serie, X IX (1966), p. 386.
POBLACIÓN Y RELACIONES DE CLASE 97

hizo más fácil y más beneficioso para los señores el usar ampliamente
de sus poderes.24
Finalmente, incluso en su mejor momento, estos poderes no per­
mitían como norma aumentar la riqueza y los ingresos de los señores
desposeyendo a sus siervos, tal como harían los Junkers alemanes en
los siglos xvi y xvn. Sin duda, Brenner manifiesta cierto descono­
cimiento de la época cuándo supone que el desahució masivo de
siervos fue un hábito qué los señores practicaban con regularidad.
Aparte de los conocidos desahucios producidos por las nuevas funda­
ciones cistercienses, hubo muy pocos ejemplos de desposesión arbi­
traria. El castigo corriente para un siervo que no cumplía en el pago
de las rentas y prestaciones personales o que descuidaba su casa y la
posesión era una multa. No es sorprendente, por tanto, que los sier­
vos trataran de hacer hereditarias sus posesiones logrando una situa­
ción que rivalizaba con la que disfrutaban los tenentes libres.
En resumen, para probar que las crisis de subsistencia del si­
glo x m y principios del xiv fueron causadas por la estructura de
clase existente y, en particular, por la excesiva explotación de los
siervos por parte de sus señores más que por la escasez de tierra,
Brenner tendría que demostrar, entre otras cosas, que el poder seño­
rial era mayor en el siglo x m que en el xil o en el xiv, y que la
situación personal o legal de la tenencia campesina era paralela­
mente peor. Con todo, aunque la servidumbre expuso a los campe­
sinos a una mayor explotación por parte de los señores que la sufrida
por los campesinos libres, es probable que la tenencia servil deí si­
glo x m pudiera proporcionar con frecuencia mecanismos de protec­
ción contra los rigores del mercado en un período de creciente
inflación y hambre de tierra, protección que muchos campesinos ingle­
ses del siglo xvi hubieran deseado tener.

IV

La preocupación exclusiva por los poderes supuestamente ilimita­


dos de los señores es también responsable de los errores del profesor

24. El profesor Brenner, astutamente, se olvida de establecer una rela­


ción causal entre las relaciones de clase feudal y la aparición de la peste en
la Europa de mediados del siglo xiv.

7 . — BRENNER
98 ÉL DEBATE BRENNER

Brenner sobre la inversión señorial. Permite esta confusión por medio


de su propa fórmula de «procesos difíciles y costosos» de adquisición
de tierras y de inversión que mezcla conjuntamente la compra de tie­
rras con inversión productiva. En lenguaje de economía moderna, la
compra de tierras representa solamente una ampliación «extensiva» de
empresas individuales, mientras que la ampliación de capital producti­
vo o la inversión «intensiva» tiene lugar solamente mediante gastos de
mejora de las propiedades. Lo que caracteriza a los señores medie­
vales no es su desconfianza a comprometerse en la adquisición de
tierras: los grandes señores que disponíañ de fondos de inversión
— y no eran todos— iban aumentando sus posesiones durante el
siglo x m y principios del xiv. Lo que no hicieron como norma fue
dedicar una parte comparable de sus recursos a la inversión «inten­
siva».25 Este fracaso hay que achacarlo, en parte, a la insuficiente
disponibilidad de nuevas posibilidades tecnológicas. Dejando aparte
la recuperación de terrenos, la construcción de nuevos y mejores gra­
neros o la ampliación.de ganado donde el pasto era suficiente para
este fin, éstas eran casi las únicas formas de capital en que era posi­
ble la inversión «neta» e «intensiva». Incluso en los dominios de
los señores innovadores del siglo xm , las mejoras se efectuaban,
como norma, no mediante grandes inversiones productivas de capital
sino por una administración más eficiente, mejores sistemas de conta­
bilidad, una disposición más racional de la producción y, ocasional­
mente, ligeros cambios en los cultivos y en los sistemas de rotación.
Ninguna de estas mejoras requería o absorbía mucho capital. Pero,
naturalmente, algún capital tuvo que ser empleado por los señores del
siglo xm-cuando incrementaban el área de cultivo, bien por reclama­
ciones legales o por compra. Como ya hemos sugerido, no se podía
esperar que estas ampliaciones aumentaran la productividad de la agri-

25. Para una discusión sobre las inversiones de los señores [feudales],
véase R. H. Hilton, «Reñí and Capital Formatíon in Feudal Society», en su
obra English Peasantry in the Laier M idále Ages, y M. M, Postan, «Invest-
ment in Medieval Agriculture», Journal of Economic History, X X V II (1967).
Las actividades de Adam o£ Stratton, analizadas por Hilton, prueban clara­
mente que, cuando un clérigo advenedizo, prestamista’ y asociado con financie­
ros judíos —y Stratton era todo eso— se encontraba a cargo de un gran domi­
nio, era capaz de comportarse él mismo como un verdadero especulador de
tierras y empresario de nuestra época, incluso cuando las tierras que adminis­
traba (las de la condesa de Albemarle) eran tan «feudales» como cualquier
otra gran propiedad de la época.
POBLACION Y RELACIONES DE CLASE 99

cuitara señorial, aunque pudo haber aumentado el producto global dé


los dominios individuales. Si estas ampliaciones acaparaban la parte
principal de los ahorros de inversión de los señores, era porque en
la Edad Media la adquisición de tierra constituía el tínico empleo
de capital que hacían los señores, muy por encima de cualquier otro
modo de utilización.
Esta preferencia tenía profundas raíces en el mpdo de vida y en la
escala de valores de la nobleza feudal. La posición de un noble o de
un barón en su región o en el conjunto del país, el séquito que era
capaz de reclutar y el poder que podía movilizar a veces en época de
tensión política y militar, su habilidad para dotar a sus hijas o formar
alianzas familiares e incluso asegurar la salvación mediante fundacio­
nes religiosas o caritativas :—de hecho todo señor feudal estimaba en
gran manera cualquier beneficio o privilegio— eran medidos y esta­
ban mejor asegurados por el tamaño de su dominio señorial. Por estas
razones, los señores fracasaron a la hora de canalizar en un uso pro­
ductivo el grueso de las ganancias que pudieron realizar. Muchos,
quizá la mayoría de ellos, ni siquiera ahorraron, y este doble fracaso
es una de las razones por las que los propietarios de dominios seño­
riales no pudieron escapar al desastre económico de la época.
Patricia Croot y David Parker

3. ESTRUCTURA DE CLASES A G R AR IA
Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO:
COM PARACIÓ N DE FRANCIA E INGLATERRA

La exposición que ofrece el profesor Brenner de la debilidad de


las explicaciones tradicionales sobre el modelo de desarrollo económi­
co bajomedieval y de principios de la época moderna es positiva y
bien recibida. Y también debe ser elogiada su insistencia en la necesi­
dad de examinar de manera comparativa las estructuras de clase de
los diferentes países europeos. Pero, en el intento de hacer un número
importante de observaciones, minimiza los movimientos económicos
de larga duración de modo que algunas etapas cruciales de ellos que­
dan oscurecidas y, en particular, su explicación de los desarrollos dis­
pares de Inglaterra y de Francia presenta serias dudas.
El centro de esta argumentación es que el fracaso del campesinado
inglés por establecer unos derechos de propiedad segura fue lo que
hizo posible la concentración de dominios en manos de señores capi­
talistas que los arrendaron a arrendatarios capitalistas, mientras que
en Francia, el éxito del campesinado francés en obtener una libertad
completa fue una barrera insuperable para el progreso económico. Las
dos partes de esta argumentación son discutibles. En lo que se refiere
a Inglaterra, se basa en una generalización y lectura «retrospectiva»
de la historia económica desde finales del siglo xvn; en lo que res­
pecta a Francia, no se entiende la posición del campesinado.
Brenner ha sucumbido a la tentación general de creer que el
desarrollo agrícola sólo podía tener lugar en las grandes propiedades
que hicieron posible y provechosa la inversión de capital a gran escala.
Cualquier examen del desarrollo de la agricultura capitalista desde el
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 101

punto de vísta de «grandes propiedades consolidadas, cultivadas para


obtener un beneficio y medíante trabajo asalariado»,1 aparte de refe­
rirse más a los desarrollos del siglo xvm , necesita concentrarse nece­
sariamente en un amplio número de grandes terratenientes. Esto pro­
duce una visión limitada de los desarrollos reales en Inglaterra en la
primera Edad Moderna, puesto que parece eliminar al «campesinado»
de la participación en este desarrollo excepto por su desaparición.
Debido a que Brenner cree que las grandes propiedades eran una
condición sine qua non de un «avance real de la agricultura»,2 conden­
sa tres siglos de desarrollo agrícola y entonces generaliza partiendo de
la existencia de grandes propiedades. Pero si los proyectos importantes:
de utilización y puesta en valor de la tierra de regadío requieren fuer­
tes recursos financieros, otros adelantos tales como el abonado, nue­
vos cultivos e incluso una agricultura convertible podían ser llevados
a cabo en cualquier tipo de propiedad y financiados por el mismo agri-
cultor con recursos provenientes de beneficios o de préstamos.3 La
verdadera revolución agrícola fue un largo proceso continuado de bue­
na administración agraria, difícil de detectar en aquellos sitios en que
los agricultores no dejaron información; pero un cuidadoso escrutinio
de los inventarios legados por los productores de cereales para ganado
ovino en Sussex o los de los campos abiertos del Oxfordsbire lia reve­
lado adelantos significativos realizados en terreno de pasto y referen­
tes al incremento de ganado para procurarse más abono y la introduc­
ción de trébol y leguminosas en una rotación más amplia para reducir

1. Véase supra, p. 42. Estas «grandes propiedades» nunca quedan clara­


mente definidas —una idea de su extensión en acres ahorraría posiblemente
un sinfín de disputas innecesarias— y las variantes regionales del tamaño de la
propiedad idónea tampoco se tienen en cuenta. Probablemente, las «grandes»”
tenencias formaban un porcentaje muy pequeño del área total sujeta a censos
hasta bien entrado el siglo x v m . Incluso en 1830, las dos terceras partes de
las tenencias inglesas estaban por debajo de los cien acres: L. A. Clarkson,
The Pre-Indusíríd Economy in E n g la n d 1500-1700, Londres, 1971, p. 66; y
esto después del período más importante de consolidación en el siglo xvni;
2. Véase supra, p. 66, n. 81.
3. La enorme cantidad de cargas y obligaciones de los inventarios mues­
tra la continuidad de un buen número de importantes prestaciones, algunas
de las cuales muy bien pudieron ser utilizadas con este propósito. La semilla
de trébol se vendía en Exeter en 1668 a 2 dineros o 3 dineros la libra, por
lo que no habría requerido muchos gastos plantar unos cuantos acres: R. V.
Lennard, «English Agriculture under Charles II», en W. E. Mincbínton, ed.,
£ ssays in Agram n History, 2 vols., Nextpn Abbot, 196$, I, p. 176,
102 EL DEBATE BRENNER

el barbecho e incrementar la producción triguera.4 E1- objetivo era


evidentemente aprovecharse de los mejores precios, puesto que el
grano daba mayores beneficios por acre que el ganado ovino, especial­
mente para el pequeño productor, y tal adaptación a la demanda del
mercado, así como una conciencia del beneficio, aparecen claramente
en cualquier lugar donde los productores han dejado cuentas o dia­
rios.3 Aunque todos los grupos de productores llevaron a cabo avan­
ces fundamentales/ éstos eran vitales para la supervivencia de los
pequeños y más vulnerables productores de cereales para ganado
ovino a quienes les faltaba la superficie o el capital necesarios para
grandes rebaños de ovejas. De hecho, la necesidad predominante de
una flexibilidad que les permitiera la adopción de nuevos cultivos les
colocaría en conflicto con sus señores feudales. En Norfolk, los campe­
sinos cercaron sus tierras y plantaron forraje, lo que se oponía al siste­
ma de construcción de cercados para el ganado en el cual muchos
señores tenían un interés económico mucho mayor y que requería
extensas zonas de pastos.7 El campesino, lejos de ser un obstáculo

4. J. Cormvall, «Farming in Sussex, 15404640», Sussex Archaeol. Colls


XCII (1954), p. 58; M, A. Havinden, «Agricultural Progress in Open-Field
Oxfordshire», en W. E. Minchinton, ed., Bssays in Agrarian History, vol, I,
pp. 147-159.
5. J. Cornwall, op. cit,, pp. 60-63; E. Kerridge, «Agriculture, c, 1500-
c. 1793», en The Victoria History of the Counties of England: Wiltshire, Lon­
dres, 1959, IV, pp. 54-55; Joan Thirsk, «Farming Techniques», J. Thirsk, ed.,
The Agrarian History of England and Wales, IV: 1500-1640, Cambridge, 1967,
pp. 197-198; M. Campbell, The Engiish Yeoman under EUzabeth and the
Early Stuarts, New Haven, 1942, pp. 171-176. Las contadísimas propiedades
cuyos documentos sobreviven representan tan sólo una fracción de las que
llevaron a cabo experiencias de cómo obtener el mayor beneficio de las condi­
ciones y de su tipo específico de suelo. Por ejemplo, los campesinos de Mudford
y Hinton en 1554 decidieron dividir las tierras comunales ya que entonces «todo
el mundo pondría mayor trabajo y diligencia en su propia tierra para conver­
tirla al mejor uso y propósito», Tudor Economic Documents, ed., R. H. Tawney
y E, Power, 3 vols,, Londres, 1924, I, pp. 61-62.
6. J. Cornwall, «Agricultural Improvement, 1560-1640», Sussex Archaeol
Colls., X C V III (1960), p. 123; W. G. Hoskins, Devon, Londres, 1954, pp.
93-94.
7. K. J. Allison, «The Sheep-Corn Husbandry of Norfolk in the Sixteenth
and Seventeenth Centuries», Agricultural History Review, V (1957), pp. 26-28.
Era la misma rigidez de la producción del cereal para ganado ovino (sheepcorn)
lo que hizo el progreso tan vital y tan manifiesto en estas ¿reas, más que la
existencia de grandes posesiones,
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 103

para el desarrollo económico, puede haber constituido en realidad su


incentivo al adoptar nuevas prácticas o nuevos cultivos o simplemen­
te al mostrar a los señores los beneficios que podía traer una buena
administración.8
Del mismo modo, los cambios en la propiedad de la tierra y la
estructura agraria en Inglaterra reciben una explicación centrada en
el señor feudal. Mirado desde el punto de vísta del señorío territorial,
los enfiteutas son vistos como el nivel más bajo de la escala campe­
sina, destinados a convertirse en trabajadores asalariados si les. va
mal, pero se habla poco del enfiteuta como terrateniente o del desco­
nocido número de campesinos sin tierras y sin la provechosa tenencia
líbre del enfiteuta que arrendaba pequeñas parcelas con contratos de
corta duración. Los enfiteutas con rentas fijas, incluso aunque pudie­
ran aumentar las tasas, estaban en situación de capitalizar la demanda
de tierra y el incremento de las rentas.9 Este subarriendo era, por
supuesto, una relación puramente económica, sin elementos de feuda­
lismo o de «coacción» en ella, a diferencia de la enfiteusis.10 Por

8. M. A. Havinden, «Lime as a Means of Agricultural Improvement: The


Devon Example», en C. W, Chalkin y M. A. Havinden, eds., Rural Change
and Urban G rowíb, 1500-1800, Londres, 1974, especialmente pp. 127-128. Los
campesinos independientes (yeomen) y los pequeños arrendatarios parecen de
hecho haber anticipado el ínteres de los señores territoriales por la utilización de
la marga caliza en más de cien años. Joan Tbirsk, «New Crops, and their Diffu­
sión: Tobacco-Growing in Seventeenth Century England», en ibid., p. 97, señala
que los campesinos, utilizando sólo el mínimo trabajo asalariado o el familiar,
adoptaron con rapidez cultivos de inmediata comercialización y económicamente
idóneos, y que la falta de éxito en otras innovaciones podría ser atribuida pro­
bablemente a causas distintas que la resistencia de los campesinos al cambio.
9. Por ejemplo, Peter Bowden, «Agricultural Príces, Farm Profíts, and
Rents», en Agrarian History of England and Wales, IV, p. 689. Posiblemente
sería más preciso, por consiguiente, observar los documentos de los enfiteutas
(customary tenants), no pata mostrar si un enfiteuta tenía suficientes acres
para subsistir, sino como una indicación de un activo de capital individual.
En cualquier caso, el estudio de un señorío aislado puede ser engañoso
porque, mientras que un enfiteuta podía tener sólo una miserable posesión
de siete acres en, un señorío individual, también podía poseer más acres en
varios otros señoríos, haciendo inútiles los intentos de calcular el número de
campesinos a nivel de mera subsistencia en señoríos aislados.
10. R. H. Hilton, The Decline of Serfdom in Medieval England, Londres,
1969, p. 44. El subarriendo es ignorado en gran medida cuando se estudian las
relaciones generales, ya que. las pruebas son muy dispersas y no pueden ser esta­
dísticamente analizadas con facilidad, aunque normalmente se reconoce que el
104 EL DEBATE BRENNER.

otra parte, el arriendo de dominios tenía todavía algunas veces


una conexión feudal en forma de exigencias señoriales y no creaba
necesariamente una perspectiva capitalista como sugiere el profesor
Brenner.
Una de las razones por las que Brenner exagera el papel del gran
productor capitalista, en detrimento de la parte que representa el
campesino, es que subestima la posición legal de este último. Aunque
admite que la habilidad de los señores territoriales por liberarse de
sus enfiteutas es aún una cuestión discutible,11 acepta en líneas gene­
rales las conclusiones de Tawney según las cuales las sanciones varia­
bles eran más corrientes que las tasas fijas y los tribunales no apoya­
rían las demandas de los arrendatarios contra los señores, en el caso
de que la costumbre del señorío impidiera sanciones elevadas «poco
razonables».12 De hecho, a principios del siglo xvn, los tribunales ha­
bían desarrollado principios concernientes a la admisión de la tenencia
a censo enfitéutico en los tribunales de derecho común y una práctica
«poco razonable» era considerada nula.13 Los tribunales desarrollaron
también su propia idea de lo que constituía una sanción poco razona­
ble, y la costumbre señorial no tenía necesariamente que entrar en
ello. Sin embargo, incluso si un señor territorial elevaba las sanciones,
y de hecho lo hacía hasta un nivel considerable, esto no prueba por
sí mismo que las sanciones más altas expulsaban a los campesinos de
las tierras. También hay aquí una dificultad al utilizar el término
«campesino» para referirnos a todos los enfiteutas, o incluso a todos
aquellos que trabajaban la tierra, puesto que las variaciones económi­
cas dentro de estos grupos eran muy grandes. En consecuencia, por
muy altas que llegaran a ser las sanciones, había normalmente alguien
con el capital suficiente para comprar la tenencia a censo. Verda­
deramente en algunos señoríos territoriales había tenencias vacan­
tes dispuestas a la mayor oferta, lo que implicaba que el señor estaba

subarriendo puede alterar de manera sustancial el cuadro presentado por los


registros.
11. Véase supra, pp. 64-65 y nota 76.
12. R. H. Tawney, The Agrartan Problem in the Sixteenth Century, Nueva
York, 1967, p. 293.
13. A. W. B. Simpson, An Introducthn to the History of the Latid Law¡
JLondres, 1964, P- 161.
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 105

obligado a aceptar el ofrecimiento más alto.14 El profesor Brenner


atribuye la relativa libertad de los campesinos occidentales en la Baja
Edad Media a la fuerza dejas instituciones de sus comunidades aldea­
nas para resistir los abusos deTsus señores. ^ r o T ^ p ^ ^ ^ ^ ñ o ^ s e
aplica este mismo argumento al siglo xvi respecto a los señoríos for­
mados por tierras comunales cuando las instituciones todavía estaban
vigentes? Los casos que pasaron por encima de las atribuciones del
señorío para recurrir a los tribunales ordinarios muestran que la ac­
ción comunitaria podía ciertamente realizarse, y con cierto éxito. Más
aún, el número de casos conocidos en que la acción de los señores
territoriales era responsable de la expulsión de la mayoría o de todos
los campesinos enfiteutas o de cualquier otro género, es bastante pe­
queño considerando el número de señoríos, y esta acción señorial;
no parece ser el factor principal en el cambio de la estructura agra­
ria y en el desarrollo económico. . :
Así como el profesor Brenner pasa por alto la contribución del
campesinado inglés y minimiza su independencia, de la misma mane­
ra exagera la independencia del campesinado francés. Esto no es
negar que los derechos del campesinado francés fueran un obstáculo
a una producción más racional, particularmente los derechos comuní-,
taríos, pero éstos no habrían sido un obstáculo insuperable si hubie­
ran existido los incentivos económicos y la determinación de anular
tales derechos. Verdaderamente, durante los siglos xvi y xvn, la
mayoría de los campesinos estaban tan oprimidos que no podían
sobrevivir únicamente con los ingresos de sus tierras y estaban obli­
gados a buscar empleo suplementario.15 Una minoría insignificante
llegó a una total desposesión y si no podían encontrar más que tra­
bajo o empleo intermitente, se unían a los vagabundos que tantos
problemas causaban a las autoridades urbanas. Este proceso no sólo
tenía lugar en regiones devastadas por la guerra, sino también en las
cercanías de las grandes ciudades, donde la burguesía urbana acapa­

14. Todavía no está claro si, cuando un enfiteuta moría sin dejar viuda,
herederos o sucesores, el señor podía tomar la tierra para sí mismo y, erí el
caso de proponer un censo, si podía arrendarla como quisiera y sin la reali­
zación del acto de. homenaje (que era la esencia de la situación legal de los
enfiteutas del señorío).
15.- P. Goubert, Cent mille provinciaux au dix-septlhne siécle, París, 1968,
pp. 210 ss.; Jean Jacquard, La crise ruraje en lle-de-France, V50-1670, París,
1974, pp. 358 ss.
106 EL DEBATE BRENNER

raba todas las propiedades del campesino desposeído e incluso de la


nobleza, y en regiones donde el transporte ofrecía facilidad de acceso
a lós mercados. Esto parece haber alcanzado proporciones excepcio­
nales en la región de Toulouse y en Lauragais, donde los parlementai-
res estaban consolidando su dominio sobre la tierra y donde, ya en el
siglo xvm , la «propiedad» del campesino quedaba reducida a algo
así como el 20 por 100 o menos.16 Aquí también había una tendencia
a explotar la tierra utilizando el trabajo asalariado directo más que
a través de la mediación de un jermier (arrendatario),17 Alrededor de
otras ciudades, aparentemente era más corriente el arrendar el domi­
nio a un jermier, pero tenía lugar la misma constante expropiación
de los campesinos dejándoles, para que las cultivaran, las áreas menos
accesibles y frecuentemente menos fértiles.13 El sistema de aparcería-
{métayage), basado en el pago de rentas en especie y que constituía
la forma predominante de explotación, también contribuyó a la des­
posesión del campesinado. Los pequeños arrendatarios llegaron a ser
cada vez más dependientes del señor territorial en cuanto a material,
equipamiento y financiación. La mayoría de los arriendos, tanto bajo
el sistema de métayage como el de fermage, estaban limitados de
cinco a nueve años y, como el profesor Brenner reconoce de for­
ma contradictoria, podían ser renovados con desventaja para el cam­
pesino.19 Comunidades enteras estaban abocadas al endeudamiento, y
se pueden encontrar pruebas de una reacción señorial en más de una
región de Francia.20 Donde las rentas disminuían, esto era debido e n '
gran medida a la incapacidad de los campesinos para pagar, más que
a su capacidad de resistencia?1
De hecho, tanto en Francia como en Inglaterra, las reflexiones
de tipo económico, más que las de tipo legal, son determinantes para
la estructura de propiedad de la tierra. Los derechos legales de los

16. G. Fréche, Toulouse et la région Midi-Pyrénées au siécle des lumieres


vers 1670-1789, Toulouse, 1974, p. 207.
17. Ibid., pp. 246-248.
18. J. Jacquart, op. cit., pp., 107-108,
19. P. Goubert, op. cit., p. 212; J, Jacquard, op. cit., pp, 129 ss.; G. Fré-
che, op. cit., p. 248.
20. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, París, 1969, pp. 311
ss.; J, Jacquart, op. cit., pp. 630 ss.; G. Roupnel, Les populations de la ville
et la campagne dijonnaise au dix-septihne siécle: bihliographie critique, París,
1922, pp. 257 ss. ' '
21. E. J,e Roy Ladurie, op. cit., pp. 309-31Q,
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 107

pequeños propietarios libres ingleses que iban parejos a su indepen­


dencia económica hasta 1650, no les salvó de la crisis de las condicio­
nes económicas a fines del siglo xvn. Igualmente en Francia, el cam­
pesinado osciló al borde de la expropiación durante quizá tres siglos.
Este proceso iba creciendo sobre todo alrededor de las ciudades y era
menor en áreas donde el mercado no ejercía una influencia decisiva.22
Si los incentivos económicos hubieran sido mayores y las actitudes '
comerciales más generalizadas, hay pocas razones para suponer que el
campesinado no hubiera resistido mejor su completa desposesión. Más
aún, la paralización económica del sector no agrícola significa que e l
campesino no tenía incentivos para renunciar a posesiones incluso
totalmente inadecuadas y buscar cosas mejores, mientras que la caren­
cia correspondiente de un mercado diversificado reducía los incentivos
para que otros miembros de la comunidad aldeana se hicieran cargo
de las posesiones de los menos afortunados. En cualquier caso, a me­
dida que el tiempo pasaba, el número de campesinos arrendatarios que
estuvieron en situación de aprovechar tal expansión se redujo enor­
memente.
La falta de apreciación de este último punto por parte del profe­
sor Brenner deriva de su error para discernir cuál fue, en efecto, el
contraste más notable entre las estructuras agrarias de los dos países
durante los siglos xvi y xvn, esto es, la ausencia de cualquier equi­
valente en Francia a la famosa clase de los medianos propietarios,
ríeos ■{yeomanry) ingleses, que era ella misma el producto de un
proceso de diferenciación dentro de los niveles del campesinado,
un proceso no experimentado en sus homólogos franceses. Por supues­
to, esta diferenciación no podía ocurrir, ni tuvo lugar, sin una reduc­
ción en el número de los enfiteutas.23 Pero, como se ha observado
anteriormente, no fue sobre todo la acción de los señores territoriales
lo que llevó a la absorción de las tenencias, sino que fueron respon-

22. Fréche observa también que: «En Armagnac, como en el Albigeois,


la propiedad no campesina se fijaba en términos concernientes a (en fonc-
tion des) las posibilidades de exportación barata de la producción agrícola»:
G. Fréche, op. cit., p. 193.
23. Sobre todo en las áreas de producción de grano para ganado ovino
donde el grano era el producto principal del mercado; las áreas pastoriles
parecen haber sido afectadas a finales del siglo x v n y rn^s tarde, pero de una
Igrma un tanto diferente,
108 EL DEBATE BRENNER

sables de ello los mismos campesinos.24 Aquellos que ya tenían un.


número de acres por encima de la media fueron capaces, dada una
razonable buena fortuna económica, de beneficiarse del alza de los
precios y acaparar tenencias a medida que iban quedando disponibles,
ya fuera por inexistencia de herederos o por infortunio económico.
El elemento crucial, sin embargo, no era que los enfiteutas fueran
forzados mediante una operación económica o humana a renunciar
a sus tenencias, sino que había otros que estaban dispuestos a ocu­
parlas, debido a los beneficios crecientes de la producción y al capital
que podían acumular, mientras que en el siglo xv el señor buscaba
por todos los medios nuevos campesinos e intentaba, con poca con­
vicción, imponer sanciones a aquellos que abandonaban la tierra.25
El valor creciente de la tierra se reflejaba también en las cantidades
que los hombres estaban dispuestos a pagar .por una tenencia a cen­
so y significaba que sólo los aldeanos con recursos, o los forasteros
ricos, podían beneficiarse de las tenencias vacantes: a los campesinos
sin tierras se les impedía realizar una inversión segura en las tierras
que ellos cultivaban.26 Lo mismo se aplicaba a grandes extensiones
de tierra arrendadas: solamente una persona con algún capital podía
aceptar la responsabilidad del arriendo.
Por el contrario, en Francia este período se caracteriza no por la
diferenciación dentro de los niveles del campesinado, sino, por una
parte, por su depresión hacia una masa uniforme y empobrecida
cuyas posesiones se hicieron cada ve£ más pequeñas y, por otra parte,
por el crecimiento de algunos dominios (según los criterios ingleses)
concentrados por aquellos señores laicos y eclesiásticos que estaban

24. Véase una discusión reciente en Margaret Spufford, Conlrasting Com-


m untiks, Cambridge, 1974, pp. 76-85.
25. J. A. Raftis, Tenure and Mobility, Toronto, 1964, pp. 34, 190 ss.
26. Los registros de los tribunales no recogen con frecuencia la cantidad
de motivos por los que los enfiteutas cambiaban de señor, pero en un señorío
de Somerset, una posesión de treinta y siete acres más los derechos comunes
se vendió por 262 libras en 1631. Somerset Record Office, DD/CC 13191a/7.
La tasa de venta recibida por el señor (el Deán y Cabildo catedralicio de Wells)
fue sólo de 24 libras y 10 sueldos, y el registro parlamentario de 1650 fijó el
justiprecio anual de la posesión en 28 libras, 17 sueldos y 9 dineros: Somerset
Rec. Off., DD/CC 110.001/1. Esto se mantuvo en parte mediante copia docu­
mental durante tres generaciones que tenían similares intereses en la herencia
de la tenencia para mantener a la familia o beneficiarse d? las alzas de los
precios y de la? rentas.
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 109

en situación cíe beneficiarse de la posición desesperada de los campe­


sinos. El crecimiento de abundantes propiedades de tamaño medio,
que puede ser detectado a finales del siglo xv, se paralizó y nunca
fue reanudado.27 Ciertamente, en algunas regiones la producción de
laboureurs independientes respecto a humildes manouvrien conti­
nuó decreciendo hasta 1789.28 Aquellos que aún podían resistir
eran invariablemente receptores de tierras o fermiers, pero, en muchas
áreas los señores tenían dificultades para encontrar fermiers™ cosa que
no se dio en Inglaterra. Comparar, como hace el profesor Brenner, al
campesinado que poseía el 45-50 por 100 de tierra cultivable en
Francia con propietarios autónomos que tenían alrededor de un
25-30 por 100 de la tierra en Inglaterra como si fueran dos tipos
del mismo género, es bastante erróneo como muestra la comparación
de la extensión de las posesiones del campesino individual en los dos
países. En la Ile-de-France, por ejemplo, la inmensa mayoría de los
campesinos rurales tenía menos de 10 hectáreas (25 acres), la ma­
yor parte de ellos menos de 5 hectáreas, y datos similares de todos
los otros estudios regionales muestran que el 90 por 100 del campe­
sinado, después de satisfacer las exigencias de la Iglesia, del Estado,
del propietario y del señor, se quedaba sin lo suficiente para la sub­
sistencia de sus familias, descontando la reinversión.30 En Inglaterra,
por el contrario, a mediados del siglo xvn, a pesar de algunas
variantes regionales, había un nivel mucho mayor de posesiones de
grado medio31 que utilizaban trabajo asalariado y producían un exce­
dente para el mercado. En un sentido muy real, estas empresas eran
las herederas económicas de las propiedades capitalistas pioneras que
habían comenzado a aparecer en los siglos xiv y xv.32 Hasta la segun­
da mitad del siglo xvn no se pone en marcha la concentración de la

27. E. Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, pp. 24 ss,, 97; J. Jacquart,


La crise rurale en Ile-de-France, passm ; G. Fréche, Toulouse et la région Midi-
Pyrénées, pp. 147 ss,
28. G. Roupnel, Populations de la ville et la campagne dijonnatse, p. 319.
29. J. Jacquart, op. cit., p. 203.
30. Ibid., p. 119; P. Goubert, Cent mille provinciaux, pp. 210 ss.
31. Para algunos ejemplos de dimensiones de propiedades, véase Clarkson,
Pre-lndustrial Economy in England, p. 66; J. Thirsk, «The Farming Regions
of England», en Thirsk, ed., Agrarian History of England and Wales, IV,
pp. 30 y 32; Spufford, op. cit., cuadros 3, 7 y 9 de las pp, 69, 100, 138-139.
32. Tawney, The Agrarian Prohlem in the Sixteenth Century, pp, 81-82,
136-137; Campbell, The Engiish Yeoman, pp. 104, 160 ss.
110 EL DEBATE BRENNER

tierra característica del siglo xvm , y por entonces el capitalismo agrí­


cola estaba ya sólidamente establecido. La existencia de productores
arrendatarios acaudalados hizo también posible un grado de coopera­
ción económica entre el señor territorial y el enfiteuta que el depri­
mido campesino francés era cada vez menos capaz de soportar.33
Sin embargo, el describir sólo la estructura agraria no explica
por qué había un movimiento hacia la producción capitalista en
Inglaterra en vez de una simple «presión» sobre el campesinado como
en Francia. Aunque el desarrollo de la concentración de extensos
dominios se ha visto quizás, y con razón, c&tno una forma de tran­
sición entre la producción feudal y la capitalista,34 su forma de explo­
tación nunca logró evadirse del viejo marco señorial¡rentier, a pesar
de la existencia de una fuerza potencial de trabajo y a pesar de
las tácticas por las que los campesinos recortaban las viejas juris­
dicciones: los grandes dominios no conducían necesariamente a la
producción capitalista. Aunque es difícil calcular qué efecto tuvo la
presencia de la clase media campesina (yeomanry) inglesa en el desa­
rrollo económico, probablemente fue más allá de la creación de un
significativo mercado interno. ¿Sería demasiado aventurado sugerir'
que los numerosos enfiteutas y grupos similares, con una actitud
estrictamente comercial respecto a la tierra y a la producción, fueron
el ejemplo que dio a los señores la idea de adoptar unas relaciones
comerciales en vez de feudales, cuando las primeras llegaron a ser
más prometedoras? Por lo que se refiere al mismo campesinado, el
arrendamiento del dominio a uno o dos aldeanos en el siglo xv, en
vez de distribuirlo entre todos los enfiteutas,35 deshizo la uniformidad
medieval que habían mantenido las comunidades aldeanas y propor­
cionó un ejemplo alentador de riqueza individual y de espíritu de
empresa, sobre todo cuando estos arrendatarios podían beneficiarse
del alza de precios del siglo xvi.
33. Clarkson, op. cit., pp. 67-68; G. Batho, «Landlords in England: B. No-
blemen, Gentlemen and Yeomen», en Thirsk, ed., Agravian History of England
and Wales, IV, p. 304; H. J. Habakkuk, «Economic Futictions of English
Landowners in the Seventeenth and Eighteenth Centuries», en Minchinton, ed.,
Essays in Agravian History, I, p. 199.
34. P. Goubert, «Le paysan et la terre: seigneude, tenure, exploitation»,
en F. Braduel y E. Labrousse, Hisíoire économique et sociale de la Franee, II,
París, 1970-1980, II, p. 145; J. Jacquart, op. cit., pp. 348, 755 ss.
35. Raftis, Tenuve and M obility, p. 219; R. Hilton, Decline of Serfdom
in Medieval England, p. 45.
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 111

En Francia, por el contrario, las actitudes capitalistas del campe­


sinado medio, observables un poco por todas.partes, sucumbieron a
la mentalidad rentista (rentier) de la burguesía que adquiría las tierras.
Sin embargo, aunque ésta era despiadada en la explotación de los
dominios, sus actitudes quedaban siempre atemperadas por un deseo
de apoyar el sistema señorial y llegar a ser ellos mismos verdaderos
señores. Ellos extrajeron al máximo el mayor provecho de la justicia
señorial y la utilizaron para mantener su dominio sobre el campe­
sinado.36
Así pues, aunque estamos de acuerdo con el profesor Brenner en
que la debilidad económica de Francia a principios de la época;
moderna está directamente relacionada con la estructura de clases
agraria y que, por el contrario, fue el desarrollo de las relaciones capi­
talistas en la agricultura inglesa lo que constituyó la clave del avancé
económico en este país, la explicación que nos ofrece sobre el surgi­
miento o no-surgimiento de tales relaciones no es en absoluto convin­
cente. Sin duda, su concepción de las relaciones capitalistas es restrin­
gida y no puede hacer justicia al papel decisivo que jugó probable­
mente el pequeño productor capitalista, al menos desde principios del
siglo xvi hasta mediados del siglo xvn. La raíz del problema es la
suposición de que la pequeña tenencia campesina fue en sí misma un
obstáculo al desarrollo del capitalismo y que esto explica la tragedia
francesa. Por ello, la comparación con Inglaterra revela de hecho que
la pequeña propiedad fue un elemento fundamental de las relaciones
capitalistas en el período de su formación y «avance». El verdadero
delito de la monarquía francesa no fue el apoyar la pequeña propie­
dad campesina, sino el haberla explotado tan brutalmente, junto con
la acción de la Iglesia, los señores y los terratenientes. A consecuencia
de ello, el campo perdió su fuerza más dinámica: una clase de cam­
pesinos verdaderamente independíente.
Finalmente, aunque estamos de acuerdo con el punto de vista de
que un análisis comparativo de estructuras de clase es un prerrequi-
sito para la total comprensión del desarrollo económico, seguramente
es también cierto que, en un momento dado, la posibilidad de un
cambio en las relaciones de clase y en el equilibrio de fuerzas está
relacionado con una pluralidad de factores que van desde las exigen­
cias de una política exterior hasta las actitudes sociales. Es difícil

36. J. Jacquart, op. cit.y pp. 410 ss., 755; Roupnel, op. cit., p, 276.
112 EL DEBATE BRENNER

negar, por ejemplo, que la guerra interminable en la que se vio


envuelta Francia durante la mayor parte de los siglos xvi y xvn no
modificó profundamente el equilibrio de fuerzas de clases en desven­
taja del campesinado y de la burguesía, debido a las pesadas cargas
que se les obligaba a soportar. La prodigiosa gama de oficios que
vendía la corona para sufragar sus guerras, motivó también que el
capital se apartara de la inversión productiva y creó un sistema ape­
tecido de movilidad social ascendente para quienes deseaban huir de
la inseguridad de la vida comercial e integrarse en la jerarquía social
existente. Por contra, la virtual inmunidad Hel pueblo inglés respecto
a los impuestos en el siglo anterior a la guerra civil/ facilitó la apa­
rición de un grupo independiente de prósperos campesinos medios
{yeomen), artesanos y mercaderes, contribuyendo así a la formación
de un mercado interno cuya elasticidad y dinamismo los franceses
fueron incapaces de igualar desde mediados del siglo xvi. La secuen­
cia de guerras civiles y externas en que Francia se vio envuelta pro­
longó también la supervivencia del espíritu militar/feudal que impe­
día de este modo el desarrollo del capitalismo.
Por supuesto, es posible ver la guerra de este período como un
aspecto de la crisis del feudalismo o como una parte de un conflicto
más amplio de civilizaciones en Europa, generado por el surgimiento
del capitalismo, para incorporarla de este modo en un modelo marxis-
ta.37 Pero esto implica ir más allá de la posición teórica expresada en
la formulación del profesor Brenner de que «las estructuras de cla­
se ... una vez establecidas, tienden a imponer límites y posibilidades
un tanto estrictos, verdaderas reglas de larga duración,, en el desarro­
llo económico de una sociedad» y que los procesos por los que las
estructuras surgen son «relativamente autónomos».38 Como generali­
zaciones, estas afirmaciones no son ilógicas, pero la inclusión de pala­
bras calificativas como «un tanto» y «relativamente» indican de inme­
diato el problema que surge y que el profesor Brenner no logra
hacerse con él. Su argumento básico de que el impacto de fenómenos
particulares, como, por ejemplo, el cambio demográfico, puede pro-

* Es decir, de 1520 a 1640, aproximadamente. (N. del t.)


37. Véase J. V. Polisensky, The Thirty Years War, Berkeley y Los Ánge­
les, 1971; D . Parker, Europe’s Seventeenth Century Crisis, Our History Pam-
plijet, LVI, Londres, 1973.
38. Véase supra, pp, 23-24,
DESARROLLO DEL CAPITALISMO 113

ducír resultados radicalmente diferentes dependiendo del carácter de


la estructura de clases, es inaceptable. Pero a no ser que pretenda
sostener, cosa improbable, que la coyuntura de circunstancias y de
fenómenos a corto plazo no puede afectar de una manera significa­
tiva la estructura preexistente, el reconocimiento de su interacción,
lejos de probar la naturaleza autónoma de la evolución de las estruc­
turas de clase, de hecho la pone en cuestión. El profesor Brenner
parece soslayar esta dificultad y explica el equilibrio de las fuerzas de
clase en términos también de clase, haciéndose vulnerable al mismo
tipo de crítica con la que él, de manera tan efectiva, ha presentado a
los defensores de los modelos «demográfico» y «comercial», de desa­
rrollo económico.

8 , — BRENNER
Heide Wunder

4. ORGANIZACIÓN CAM PESIN A


Y CONFLICTO DE CLASES
EN LA ALEM ANIA ORIENTAL Y OCCIDENTAL *

El profesor Brenner, al relacionar la estructura agraria de clases


y el desarrollo económico como explicación del desarrollo económico
de larga duración en la Europa preindustrial, ha utilizado el caso
alemán en varias ocasiones. Sin embargo, limitaré mí comentario a
discutir la tesis de Brenner de que la «evolución divergente de la
organización de la clase campesina es mucho más clara en lo que pro­
bablemente sea el eje del asunto: este versus oeste en la región ale­
mana del Elba.. -».1
El profesor Brenner tan sólo expone un breve esbozo sobre la or­
ganización de las comunidades campesinas en Alemania occidental. Sin
embargo, describe con más detalle sus equivalentes al este del Elba
con el fin de apoyar su tesis de que el fracaso de los campesinos del
este del Elba en desarrollar una fuerte organización comunal duran­
te la Edad Media los redujo finalmente a la servidumbre a principios
de la época moderna. Quizás el especialista de historia comparada
tenga necesidad de fiarse de los libros de texto y de fuentes secunda­
rias, pero desafortunadamente Brenner ha sido víctima del mito pru­
siano (Hohenzollernlegende) con todas las contradicciones e inconsis­
tencias que éste tiene. Aunque ha tratado obviamente de evitar este
peligro utilizando algunos estudios recientes especializados ha repro-

* Estoy en deuda con E. Krause y R. Tamchína, que se tomaron la moles­


tia de corregir mi inglés.
1. Véase supra, pp. 57-62; citada en la p. 57.
ORGANIZACIÓN CAMPESINA Y CONFLICTO DE CLASES 115

duddo, sin embargo, la principal debilidad del Hohenzollernlegende


al proyectar hacia el período medieval los aspectos negativos y posi­
tivos de la historia alemana más reciente. Por tanto, sin entrar en
demasiados detalles, deseo en primer lugar examinar la base factual
de la argumentación del profesor Brenner y, en segundo lugar, discu­
tir su concepto de estructura de clases a la luz del ejemplo alemán.

Brenner sostiene que las comunidades de campesinos al este del


Elba eran, en comparación a las del oeste, débiles ya que, al ser
asentamientos coloniales tardíos dominados por los señores y sus
agentes, no tenían tradición comunal. Su espíritu comunitario era
débil porque no existían tierras comunales y la agricultura colectiva se
basaba en el modelo colonial de W ddhufen o asentamientos «en cin­
ta» * y también porque las aldeas eran pequeñas y estaban disemina­
das. La falta de Weistümer (cuerpo de usos y costumbres) es consi­
derada también como una prueba adicional de ello. Y, sin embargo,
el profesor Brenner ha caracterizado a los campesinos del este del
Elba como «uno de los campesinados más libres de Europa».2 .
Pero ahora ya está totalmente admitido que, desde el siglo x i i , se
fueron fundando al este del Elba comunidades de campesinos inde­
pendientes en las que la injerencia de un sector jurisdiccional o terri­
torial en el ámbito jurídico y en los aspectos económicos de la aldea
era muy limitada.3 Aunque los elementos básicos de la independencia
comunal y de la libertad personal habían sido desarrollados en Alema­
nia occidental, las. comunidades colectivas de campesinos se encuen­
tran primero documentadas al este del Elba. La posición favorable
de los campesinos no era ciertamente un don gracioso otorgado por
el señor, sino más bien el resultado de una eficacia económica, de
una organización comunal y de una sólida posición contractual. Este

* Sistema de colonización que organiza la población a lo largo de un


camino o de una calle y la roturación por estrechas bandas paralelas, perpen­
diculares al eje de la aldea, en una estructura llamada también «en espina de
pez». La colonización germánica en el este se caracterizó por: aldeas de corti­
jos forestales {Waldhufendorf) que recuerdan el trato de favor concedido a los
colonos en las regiones de roturación, quienes recibían un lote de tierra lla­
mado «manso forestal» (W aldbufe). (N, del i.)
2. Véase supra, p. 37.
3. T>te Anfange der Landgemeinde und ihr Wesen, 2 vols, (Konstanzer
Arbeitskreis für mittelalterliche Geschichte, Vortrage und Forschungen, VII-
V III, Stuttgart, 1964).
116 EL DEBATE BRENNER

grado de independencia comunal y de libertad individual fue logrado


sólo en algunos territorios de Alemania occidental. La concreción de
los intereses señoriales y campesinos en un doble juego de institucio­
nes, que era típico del desarrollo originario de la organización cam­
pesina, fue traspasado a la zona medía del Elba por los colonos de
Turingia y de la Baja Sajonia y transformado en un proceso de colo­
nización planificada. El Lokator (contratista), que organizaba y a
menudo financiaba esta colonización, alcanzaba en la aldea fundada
por él una posición de privilegio e influencia considerables, la de
Schulz. La tenencia del Schulz era más extensa que la del campesino
corriente y estaba exenta de impuestos señoriales. Se le otorgaron
derechos de autoridad pública (banalité) y también el derecho de here­
dar el cargo de Schulz/Richter (juez), lo que significaba que presidía
el tribunal de la comunidad y recibía un tercio de las sanciones im­
puestas en el lugar. Al mismo tiempo, actuaba como colector de rentas
y como supervisor de servicios obligatorios impuestos por el señor.
Sin embargo, sería erróneo admitir que el Schulz, al combinar la auto­
ridad comunal y señorial, impedía el desarrollo de instituciones polí­
ticas independientes en la comunidad. Fue su estatus hereditario el
que por sí solo le capacitó para resistir su conversión en un mero
agente del señor. Por el contrario, el Schulz y la comunidad campesina
aparecen como una unidad en la que el Schulz actúa como el portavoz
de los intereses campesinos y dirigente de la protesta campesina du­
rante la Edad Medía y principios de la Moderna hasta la Reforma.4
La ausencia de 'Weistümer en la mayor parte de la Alemania al
este dél Elba se explica fácilmente. Durante el período de coloniza­
ción se habían desarrollado instrumentos legales, que hacían innece­
sarias las Weistümer, y que recogían los usos y costumbres locales
y especificaban los derechos señoriales y campesinos. El acta de fun­
dación se recogía en un documento denominado Handfeste (la carta
puebla de la comunidad), que especificaba el área del pueblo, el estatus
legal de los campesinos respecto a sus posesiones, sus tributos y pres­
taciones personales de trabajo, los diezmos, los derechos comunales,
el tribunal de la comunidad y la posición del Schulz y del cura de la
parroquia. Estas cartas pueblas de la comunidad llegaron a ser el pun­
to de referencia aceptado en el momento de disputas entre la comuni­

4. J. Ziekursch, Hundert Jahre scblesiscber Agrargescbicbte vom Huber-


tusburger Fríeden bis zum Abschluss der Bauernbefreiung, Breslau, 1915.
ORGANIZACIÓN CAMPESINA Y CONFLICTO DE CLASES 117

dad campesina y el señor. En aquellas regiones colonizadas con ante­


rioridad, la carta de fundación se convirtió en práctica común: el
primer documento escrito que prueba la existencia de una comunidad
campesina es con frecuencia el que recoge la existencia de una disputa
entre señor y campesinos o la adquisición por parte de la comunidad
de tierra adicional para uso comunal. El segundo componente de las
Weistümer, las ordenanzas jurídicas de la comunidad, existía también
en los territorios al este del Elba, pero allí se les conocía con los nom­
bres alternativos de Willküren, Beliebungen y Dreidingordming?
Los argumentos que extrae el profesor Brenner de documentacio­
nes geográficas y demográficas también necesitan corrección.6 De
hecho, al este del Elba deberíamos distinguir dos regiones con siste­
mas específicos de colonización: una relativa a las zonas de Sajonia
y Silesia, donde predominaban ios asentamientos Wald bufen (y éstos
son precisamente los que el profesor Brenner parece tener en cuenta)
y otra, de una extensión mucho mayor, donde predominaban las pobla­
ciones concentradas. Éstas tenían campos abiertos (open fields), mien­
tras que los asentamientos Waídhufen tenían campos cerrados, aun­
que ambos se organizaban generalmente conforme al sistema de
rotación de tres hojas.7 Cierto es que no había tierras comunales
{Allmende) en los asentamientos Waídhufen, pero aún así, los cam­
pesinos tenían que arreglárselas para apacentar sus animales sobre
la base de una ordenación comunal, ya que el Schulz, y a menudo
también el señor, disfrutaban de ciertos derechos de pasto. Aunque
no hubiera sido esencial una estrecha coordinación en el cultivo de
los campos, existían instituciones que habrían facilitado el desarrollo
de un espíritu comunal, en concreto, el tribunal de la comunidad y
la Iglesia. En las poblaciones de campos abiertos, la cooperación
campesina funcionaba en el mismo sentido que en Alemania occiden­
tal, tal como lo demuestra la existencia de artículos idénticos en los
estatutos al este y al oeste del Elba.8 .

5. Por ejemplo, K. H. Quirín, Herrscbaft und Gemeinde nacb mittéldeut-


schen Quellen des 12. bis 18. Jahrhunderts, Gotinga, 1952.
6. Véase C. T. Smith, An Historical Geography of Western Europe befare
1800, Londres, 1967; A. Mayhew, Rural Settlement and Farming in Germany,
Londres, 1973.
7. W. Abel, Geschichte der deutscben Landwirtschaft vom früben Mittelal-
ier bis zum 19. Jahrhundert, Stuttgart, 1962, p, 200.
8. Hay también sorprendentes similitudes entre los estatutos ingleses y los
118 EL DEBATE BRENNER

En cuanto al tamaño de los pueblos, generalmente había marcadas


diferencias entre los más pequeños, poblados por eslavos, y los de la
población alemana, mucho más extensos. En Prusia oriental, los cam­
pesinos prusianos también vivían en pueblos mayores como resul­
tado de la organización señorial, mientras que los hombres libres
prusianos preferían pueblos más pequeños. Admitiendo incluso las
enormes variantes locales y regionales de Alemania oriental y occiden­
tal, esta última estaba sin duda más densamente poblada debido a que
allí se podían llevar a cabo formas más intensivas de cultivo (horti­
cultura y viticultura) y era posible una producción más industrial por
la existencia de recursos naturales que no se podían encontrar en las
zonas llanas del norte y del este de Alemania.
Por supuesto, la prueba decisiva de la solidaridad campesina es
la fuerza de su resistencia frente a la influencia y explotación señorial.
Los dos ejemplos más conocidos de la acción campesina al este del
Elba — el «levantamiento» de los campesinos de Warmian en 1440
y el de los de Samland en 1525— no encajan en la situación «colo­
nial» tal como la concibe el profesor Brenner. A él le parecen excep­
cionales y, por consiguiente, deben ser considerados como desviacio­
nes del modelo general, explicables por la alta densidad de población
en ambas regiones y, en Samland, por la persistencia de formas com­
parativamente poderosas de una comunidad campesina prusiana no
afectada por la colonización alemana. Esta interpretación necesita
algunas observaciones. En primer lugar, el «levantamiento» campe­
sino en W armian9 no fue una revuelta violenta de los campesinos.
Al defender los derechos contenidos en las cartas de sus comunidades,
varias comunidades del «tipo colonial», bajo el liderazgo de sus Schulz,
protestaron contra algunas nuevas formas de explotación económica
que había intentado imponer el cabildo de Warmian. Como la disputa
no pudo ser solucionada ni por, las partes interesadas ni a través del
arbitraje del obispo, fue tratada por la asamblea territorial como un
proceso legal. A pesar de diversos intentos de diputados de la asam­
blea territorial para mediar entre las partes, los campesinos no estaban
dispuestos a renunciar a sus reclamaciones de restitución de la «ley

alemanes, véase W. O. Ault, Open-Fieíd Farming in Medieval En ¿an d, Londres,


1972.
9. V. Rohrich, «Ein Bauernaufruhr im Ermlande, 1440-42», Kónigliche
Gymnasium zu Rossel. Bericbt über das Schuljahr Ostern 1893-94 (1894).
ORGANIZACIÓN CAMPESINA Y CONFLICTO DE CLASES 119

antigua» tal como estaba establecida en sus cartas y finalmente, tras


dos años de disputas legales públicas, el obispo arrestó a algunos de
ellos. Los campesinos fueron liberados sólo mediante la intervención
de los burgueses de la ciudad de Braunsberg, pero se les impuso una
fuerte multa y tuvieron que hacer un acto de sumisión pública. Este
«levantamiento» ilustra el poder de las comunidades campesinas «co­
loniales», la cohesión entre la comunidad y el Schulz, la relativa segu­
ridad proporcionada por las cartas de la aldea y el'sistema. legal exis­
tente, y la parcial solidaridad de las ciudades con respecto al cam­
pesinado.
El segundo caso es el levantamiento de Samland en 1525. El
Samland es la parte norte de Prusia oriental,10 y formaba parte: de
los territorios del Báltico conquistados por la cruzada de los Caba­
lleros Teutónicos en el siglo xm . Cierto que esta parte de los domi­
nios de los Caballeros Teutónicos estaba en comparación densamente
poblada por prusianos y que sólo podían hallarse pueblos alemanes
en algunas áreas del bosque. El modelo tradicional prusiano de asen­
tamiento disperso fue modificado en torno a 1400 por una política
de asentamientos concentrados. Hacia 1525, el Samland se había
convertido en la zona más densamente poblada de Prusia, en parte
debido a los esfuerzos realizados para defenderlo de las devastacio­
nes de las guerras y de las tropas mercenarias que mantenían al señor
territorial residente en la cercana Konigsberg. Sin embargo, el levan­
tamiento campesino prusiano de 1525 no se puede considerar de
ninguna manera como la manifestación del poder de las comunida­
des campesinas prusianas que habían permanecido sustancialmen­
te inmutables con la colonización alemana. Sin embargo, para lograr
su objetivo, el profesor Brenner hace referencia a un artículo de
Reinhard Wenskus,11 sin tener en cuenta el hecho de que Wenskus
trataba fundamentalmente de los hombres libres prusianos, pero no
de la mayoría de los campesinos prusianos. Los documentos demues­
tran que todos los sectores del campesinado de esta región multiétni-
ca tomaron parte en el levantamiento: los campesinos alemanes, los
campesinos prusianos, y también los hombres libres prusianos que, a
la vista de su estatus económico, pueden ser clasificados como cam­
pesinos, aunque socialmente pertenecieran a una «casta» militar pro­

10. H, Mortensen, Siedlungsgeographie des Samlandes, Stuttgait, 1923.


11. Véanse supra, pp. 59-60, n. 71.
120 EL DEBATE BRENNER

movida por los Caballeros Teutónicos. Según muestran los documen­


tos, los líderes provenían de grupos privilegiados de poblaciones ale­
manas y de hombres libres prusianos, que ya habían proporcionado
dirigentes a las «pacíficas» protestas legales antes de 1525. En reali­
dad, siguiendo la línea argumental del profesor Brenner, es difícil
explicar por qué los campesinos prusianos se unieron al levantamiento
y, más aún, por qué parecen haber constituido la parte más importante
del ejército campesino. No hay duda de que había unos lazos cultura­
les y sociales fuertes entre los campesinos prusianos, pero éstos
habían sido incapaces de conservar o desarrollar instituciones políticas
en su comunidad. Debería añadirse que campesinos de otras regiones
de la Prusia oriental intentaron unirse al ejército campesino de Sam­
land, pero el rápido establecimiento de una tregua impidió la exten­
sión del levantamiento más allá de Samland y Natangen,12 A pesar de
su derrota final, los campesinos no fueron completamente sometidos
como para abstenerse de protestar contra la presión señorial. Los do­
cumentos del siglo xvi están repletos de acciones campesinas y el
problema campesino llegaba constantemente a la asamblea territorial
de los estados regionales para ser debatido.13
El profesor Brenner ha intentado relacionar los diferentes cami­
nos hacia el capitalismo con las divergencias de las relaciones de cla­
se feudales que, como él diría, habían dividido ya la sociedad en
Europa del este y del oeste en la Edad Media. Brenner intenta pro­
bar esto comparando la organización campesina (de clase) y los con­
flictos entre señores y campesinos en Alemania occidental y al este
del Elba. Sin embargo, como he intentado demostrar, la base fac­
tual de su argumentación no resiste la prueba de un nuevo análisis
y, por consiguiente, no garantiza sus conclusiones: no han sido pro­
badas ni divergencias esenciales en la organización campesina ni en
la fuerza de la protesta campesina en la Alemania al este y al oeste
del Elba durante la Edad Media. La división geopolítica moderna
entre la Alemania al este y al oeste del Elba, y más generalmente
entre Europa oriental y occidental, no encaja en la Europa medieval.

12, H. Wunder, «Zur Mentalitat aufstándischer Bauern», Geschichte und


Geseüschaft, Sonderheft I*. Der deutsche Bauemkrieg, 1524-1526 (1975);
H. Wunder, «Det samlandische Bauemaufstand von 1525», en R. Wohlfeil, ed.,
Der Bauerkrieg, 1524-1526. Bauemkrieg und Reformation, Munich, 1975.
13, N. Ommlei', «Die Landstande im Herzogtum Preussen, 1543-1561»,
Univ. Bonn, Phil. Diss., 1966,
. ORGANIZACIÓN CAMPESINA Y CONFLICTO DE CLASES 121

Al tratar de explicar el origen de esta división, Brenner apenas toma


en consideración el área báltica y su significado cultural y económi­
co en el norte y en el este de Europa durante la Edad Media, un
significado que puede compararse con el del Mediterráneo para el
sur de Europa. Esto refleja también el hecho de que los historiadores
de la Europa central no han tenido mucho éxito al presentar sus
conclusiones a sus colegas británicos y franceses. Quizá, como ejem­
plo notable de este fracaso, podría citarse la obra de Wilhelm Abel,
Agrarkrisen und Agrarkonjunktur, a la que el profesor Brenner ni
siquiera cita.i4

Es demasiado difícil seguir la argumentación de Brenner a un-


nivel más general porque, en primer lugar, no considera con la sufi­
ciente profundidad los dos aspectos analíticos de la estructura de cla­
ses que él mismo distingue al comienzo de su artículo, es decir, el
«proceso de trabajo» o las «fuerzas sociales de producción» y la
«relación de propiedad» o «relación de extracción, de excedente»; y
en segundo lugar, porque oscurece la distinción entre «relación de
propiedad» (Eigentumsverhaltnisse) y «relación de extracción de exce­
dente» (Ausbeutungsverkdltnisse)«15
Con respecto a las relaciones de «propiedad»,16 en la Baja Edad
Media, debemos recordar que los campesinos de toda Alemania habían
adquirido gradualmente derechos a largo plazo o incluso hereditarios
en el uso de la tierra y que los señores encontraron más provechoso
vivir de rentas. Estas relaciones de propiedad permanecieron esencial^
mente inmutables hasta el siglo xix, incluso en extensas zonas al este
del Elba.17 Los cambios económicos, sin embargo, afectaron a las
relaciones de extracción de excedente y al proceso de trabajo. Si acep­
tamos que el sistema de extracción de excedente en su conjunto estaba

14. W. Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur. Berlín, 1935; Hamburgo


y Berlín, 19783 (hay trad. inglesa,- Agricultural Vluctuatiom in Europe from the
Thirteenth to the Tioentieth Centuñes, Londres, 1980).
15. Véase supra, p. 23.
16. D e acuerdo con la historia institucional alemana, el término «propie­
dad» (Eigentum) no se puede aplicar a las formas medievales de posesión.
17. Por supuesto, había regiones donde el señorío territorial (Grund-
herrschafí) no se había introducido — como en algunas reglones que bordean
el mar del Norte— y había también regiones donde el señorío territorial estaba
abolido casi totalmente en los dominios de la nobleza tras la Guerra de los
Treinta Años, como sucedía en Mecklemburgo.
122 EL DEBATE BRENNER

basado en una coerción extraeconómica, de la misma manera debemos


aceptar que algunos cambios en la vida económica influyeron profun­
damente en la relación de extracción de excedente entre señores y
campesinos. Por ejemplo, la conmutación de rentas en especie por una
renta monetaria fija, que fue significativa para el estatus del campe­
sinado colonial al este del Elba, resultó ventajosa para el campesino
porque redujo la parte del excedente destinada al señor (Mehrpro-
ciukt). Sin embargo, la devaluación a largo plazo de la renta mone­
taria censitaria redujo los ingresos de los señores y los obligó a bus­
car nuevos métodos de extracción de excedente, Al principio trata­
ron de resarcirse de la pérdida utilizando las prestaciones personales
de trabajo de los campesinos y explotando sus propios derechos de
banalité. Esto queda ilustrado en el levantamiento campesino de
Warmian en 1440-1442. Los campesinos se rebelaron contra los
intentos de incrementar los ingresos señoriales mediante la explota­
ción intensiva de bosques y lagos, que para ellos significaba presta­
ciones personales adicionales para transportar miel y madera y pes­
car.18 Fue sólo más tarde, al extenderse los dominios señoriales,
cuando también se reforzó el trabajo de los campesinos en el campo.
Mientras que la devaluación de las rentas era una característica
común en toda Alemania, la «reacción señorial» difería grandemente
según las diversas oportunidades que se presentaban a los campesinos
y a los señores. Muchos caballeros se empobrecieron, muchos otros
se dedicaron al pillaje, algunos sobrevivieron como mercenarios, otros
fueron capaces de desarrollar una carrera diplomática, algunos acu­
mularon dominios y «oprimieron» a sus campesinos, y otros se dedi­
caron a trabajar ellos mismos sus tierras (como en Brandemburgo).
A la luz del impacto de las exportaciones de grano en la clase
acomodada igentry) al este del Elba y la ausencia de incentivos agra­
rios más importantes para la clase de los señores en las 2onas más
centrales de Alemania, la afirmación de Brenner de que las estructu­
ras de clase eran «altamente elásticas en relación con el impacto de
las fuerzas económicas» 19 debe ser puesta en duda. Ya a mediados
del siglo xvn, la forma tradicional de extracción de excedente en mu­
chas partes al este del Elba había pasado de la renta monetaria
censitaria (Rentengrundherrscbaft) a prestaciones personales de

18, V. Rohrich, op. cit., p. II.


19. Véase supra} p. 23.
ORGANIZACIÓN CAMPESINA Y CONFLICTO DE CLASES 123

trabajo obligatorias en el dominio señorial (Gutsherrschaft). Así


pues, los campesinos perdieron el control de sus recursos económi­
cos junto a su independencia económica. Tuvieron que acomodar su
fuerza de trabajo, su ganado y su equipo técnico a las exigencias
deí sistema de económía señorial (Gutsherrschaft) existente al este del
Elba. La economía campesina quedó reducida a una variable de la
economía señorial y la economía urbana se contrajo porque el cam­
pesino y el señor no utilizaron, o no pudieron utilizar, el mercado
local. Mientras que la servidumbre (Erbuntertamgkeít), que había
sido introducida recientemente en estos territorios, debe ser entendi­
da como una innovación radical en la relación entre campesinos y
señores, la forma de servidumbre (Leibeigenscbaft) que había sido
establecida tiempo atrás en muchos territorios al oeste y al suroeste
de Alemania no afectó en general al proceso de trabajo, sino que fue
utilizada como un medio para extraer una renta adicional en dinero
o en especie.
Como pueden haber demostrado estas breves notas, el problema
fundamental es que Brenner no aplica de manera consistente sus cri­
terios analíticos de estructura de clase a los diferentes casos que desea
comparar. Esto también sucede con su concepto de «poder». Es pro­
bablemente la concepción marxista de la «lucha de clases» (Klassen-
kampf) como fuerza conductora principal del progreso social lo que
indujo al profesor Brenner a restringir «poder» a poder de clase, ya
sea el poder de los campesinos o el de los señores como clase, mien­
tras que el poder político —interrelacionado y entretejido como puede
ocurrir con la clase de los señores— no se puede concebir como uña
entidad diferenciada. En todas las partes donde se menciona al Esta­
do, que es el representante más prominente del poder político cen­
tral, éste es recordado sólo como el instrumento de la clase gober­
nante o como un competidor «de clase» de los señores para extraer
el excedente de los campesinos.20 Contrastar estas dos clases puede
ser útil para definir las diferentes etapas de la evolución social
(Gesellschaftsformationen), pero no nos ayuda mucho en el análisis
del proceso histórico. Porque, de hecho, el interés común de los
señores y del Estado en la explotación del campesinado generaba dife­
rentes actitudes hacia él: al Estado le interesaba conservar la clase
campesina como su fundamento económico y militar, mientras que

20. Véanse supra, pp. 52 y 73-74.


124 EL DEBATE BRENNER

los señores se interesaban sólo por una adecuada fuerza de trabajo


que les asegurara el mayor beneficio posible. Además, el Estado no
confiaba totalmente en el excedente de los campesinos ya que podía
disponer de recursos adicionales como minas y derechos arancelarios.
El equilibrio del poder de clase, por consiguiente, dependía también
de la debilidad o fortalecimiento del poder político central, es decir,
la relativa fuerza de los señores como poder local y del Estado como
poder político central. En el contexto europeo occidental, el profesor
Brenner considera los «mini-absolutismos» de la Alemania occidental
como el ejemplo «prototípico» del Estado'que se desarrolla como
un «extractor de excedente de clase» utilizando el instrumento de
Bauernscbutz (la protección del campesinado por el Estado).21 Sin em­
bargo, apenas toca este asunto cuando se trata del desarrollo del
poder de la clase campesina en Europa y su «ejemplo comparativo
clave del este versus oeste en la región alemana del Elba», aunque
es precisamente la experiencia prusiana la que demuestra la relevan­
cia del poder político en las relaciones de extracción de excedente y
es precisamente el ejemplo de los monarcas absolutistas prusianos el
mejor conocido por su política de Bauernscbutz,
Pero el concepto de poder de clase tiene que ser también aplicado
teniendo en cuenta a los campesinos. La organización de clase del
campesinado medieval estaba enraizada en las instituciones comuna­
les de la comunidad competentes para ejercitar la «autoridad pública»
en la aldea y en su territorio. Las comunidades campesinas participa­
ron en el sistema de poder «legitimado» y formaron parte y elemento
de la vida política medieval.22 Esto Índica que el modelo medieval de
distribución del poder difería esencialmente del modelo moderno.
Cualquier intento de explicar el surgimiento del poder de clase de los
Junkers al este del Elba tiene que considerar, por tanto, una serie de
cambios en el equilibrio entre los poderes centrales y locales, tanto
como el declive de la posición política, económica y social del cam­
pesinado.

21. Véanse supra, pp. 73-74.


22. H. Wunder, Die bauerliche Gemeinde in Deutscbland, Gotinga, 1985.
Emmanuel Le Roy Ladurie

5. UNA RÉPLICA AL PROFESOR BRENNER

Desearía hacer un breve comentario al artículo del profesor Bren­


ner siguiendo, quizá demasiado de cerca, el hilo conductor de su
argumentación que aun siendo muy inteligente y estando bien infor­
mado, en ocasiones no es sólo superficial sino extremadamente estre­
cho de miras. Por mi parte, prefiero hablar de un modelo «neomal-
thusiano» y no simplemente «malthusiano». Hay que tener en cuenta
que, desde Malthus, han aparecido muchos nuevos elementos com­
plicando tanto la postura factual como la intelectual. Aquí están, pues,
mis consideraciones numeradas de uno a trece.

1. A pesar de lo que sugiere Brenner en la primera página de


su artículo con un juicio completamente erróneo/ el modelo neo-
malthusiano no convierte en absoluto la estructura de clases en una
abstracción. Al contrario, la incorpora de una manera muy simple,
haciendo todos los esfuerzos por presentar a los grupos sociales con­
cretos (propietarios, simples arrendatarios, trabajadores del campo y
otros similares) más allá y por encima de categorías económicas abs­
tractas (renta de la tierra, beneficios de administración, salarios). Por
lo que se refiere a esta conexión puede verse mi Paysans de Langue­
doc? y pido disculpas por citar mi propia obra pero el profesor Bren­
ner me obliga a ello.
2. Brenner critica tanto la obra de Postan como la mía, pero

1. Véase supra, pp. 21-22.


2. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, 2 vols., SEVPEN,
París, 1966; otra ed., Flammaríon, París, 1969.
126 EL DEBATE BRENNER

deja de mencionar —y esto es curioso tratándose de un erudito con


un impresionante conocimiento de las fuentes— la extensa investi­
gación sobre la historia rural europea, y en particular la alemana,
llevaba a cabo por Wilhelm Abel.3 Las conclusiones de Abel confir­
man plenamente la dirección neomalthusiana de la obra de Postan y
de la mía.
3. El profesor Brenner habla de «clase de los que extraen el
excedente o clase dominante».4 Es sorprendente que un profesor tan
distinguido adopte una asimilación tan simplista entre poder (político)
y valor del excedente (económico). ¿Habría*arriesgado el mismo En-
gels, a pesar de su falta de matices, una ecuación tan elemental? Difí­
cilmente me atrevería a pensarlo.
4. El modelo neomalthusiano y neorricardiano, esbozado por
Habakkuk en 19585 y seguido por Postan y por mí, postula, en
efecto, la existencia de un sistema homeostático o ecosistema dotado
de un mecanismo incorporado de autocorrección.6 Este modelo pre­
senta mediante fluctuaciones seculares las principales interrelaciones
que ponen en juego población, producción, renta de la tierra, precios
agrícolas e industriales, salarios reales, propiedad de la tierra (frag­
mentada o concentrada en mayor o menor grado), etcétera. Ahora
bien, este modelo ha sido muy recientemente verificado en todos sus
aspectos por Guy Bois en su magistral y monumental estudio sobre
Normandía del siglo xiv al xvi.7 El hecho de que Guy Bois se consí-

3. W. Abel, Die Wüstungen des ausgehenden Mittelalters, Stuttgart, 19552;


W. Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur in Mitteleuropa vom IX bis zum 19.
Jahrhundert, Berlín, 1935, Hamburgo, 1966a; Hamburgo y Berlín, 19783, (Trad.
ing., Agricultural Fluctuations in Europe from the Thirteenth to the Twentieth
Centuries, Londres, 1980.)
4. Véase supra, p, 23.
5. H. L. Habakkuk, «The Economic History of Modern Britain», Jl. Eco».
Hist., X V III (1958).
6. M. M. Postan, Essays on Medieval Agriculture and General Froblems
of the Medieval Economy, Cambridge, 1973 (trad. cast., Ensayos sobre agri­
cultura y problemas generales de la economía medieval, Siglo X X I, Madrid,
1981). M. M, Postan, The Medieval Economy and Society: An Economic His­
tory of Britain in the M iddle Ages, Londres, 1972 (trad. francesa, M. M. Pos­
tan, Ch, Híll, Histoire économique et sociale de la Grande-Bretagne, I: Des
origines au X V IF siécle, Seuíl, París, 1977); E. Le Roy Ladurie, «L’histoire
immobile», Aúnales ESC, X X IX (1974), reimpreso en E, Le Roy Ladurie, Le
territoire de Vhistorien, 2 vols., París, 1973-1978, II, pp. 7-34.
7. Guy Boís, Crise du féodalisme, París, 1976.
UNA RÉPLICA AL PROFESOR BRENNER 127

dere matxista no hace sino robustecer mi propio argumento. Yo mis­


mo he explicado mis puntos de vista sobre esta cuestión con cierto
detalle en un largo artículo en la revista Am ales.8 Sin embargo, no
niego que este modelo homeostático contenga también cierta tendencia
unilineal hacia el capitalismo agrario, y esto constituye un punto de
discusión y de acuerdo entre Guy Bois, el profesor Brenner y yo.
5. Pienso, y en este punto difiero de Postan, que la idea de un
descenso de la fertilidad del suelo, aunque no absurda, no es en
absoluto indispensable para la concepción y el funcionamiento multi-
secular de un modelo neomalthusiano.
6. Junto a los factores propia y tradicionalmente malthusianos
(depauperación del campesinado y de las masas por la expansión de­
mográfica en el marco de un espacio cultivable limitado), creo que la
historia debe conceder un mayor espacio a los factores específicamente
epidémicos o, podríamos decir, «biológicos», con el fin de explicar
situaciones de «bloqueo» neomalthusiano en los siglos xiv o xvn.
He explicado mis opiniones al respecto en varios artículos.9 Por otro
lado, Brenner subestima en gran manera los factores epidémicos (pla­
gas y otros semejantes) cuando intenta explicar la crisis de los si­
glos xiv y xv esencialmente en términos de explotación señorial.10
Esta causalidad estrictamente epidémica es, en realidad, la conside­
ración específica que justifica mi preferencia por el término «neomal-
thusianismo», más adecuado que las viejas denominaciones « m altu ­
sianismo» o «malthusiano» que utiliza Brenner al caracterizar mi po-
sición.11
7. Yo he aplicado el término «movimiento en dos fases» sola­
mente a los siglos xvi y xvn y no, como parece dar a entender el
profesor Brenner,32 a todo el período 1050-1800. En lo que concierne
a este largo período, prefiero hablar en términos de una cronología
de dos grandes ciclos agrarios, cada uno con su flujo y reflujo: 1100-
1450 para el primer ciclo, y 1450-1720 para el segundo.

8. E. Le Roy Ladurie, «En Haute-Normandie: Malthus ou Marx?», Afína­


les ESC, X X X III (1978).
9. E. Le Roy Ladurie, «L’unification mícrobienne du monde», Revue
suisse d ’histoire, X X III (1973), reimpreso en E. Le Roy Ladurie, Le territoire
de I’historien, vol. II; E. Le Roy Ladurie, «L’hístoíre ímmobíle».
10. Véase supra, pp. 52-53.
11. Véase supra, p. 26.
12. Véase supra, p. 26.
128 EL DEBATE BRENNER

8. La intensificación de las prestaciones personales de trabajo


en la Inglaterra del siglo x m , como piensa Postan, quizá se deba
parcialmente a la desfavorable posición en que se encontraba la fuer­
za del trabajo local frente a los señores y grandes propietarios, posi­
ción motivada por la fuerte presión demográfica y el crecimiento regis­
trado en este período en el campo inglés (y francés). El aumento de
las prestaciones personales de trabajo quizá fue también causado por
factores institucionales y de poder político, como cree el profesor
Brenner, pero no me corresponde a mí analizar aquí estos factores.
En este período, la región que rodea a París era más «moderna» que
Inglaterra (en el siglo xvn, por supuesto, el liderazgo habría pasado
al norte del Canal y constituiría durante estos dos períodos, el medie­
val y el moderno, el elemento de la tendencia unilateral mencionada
anteriormente). Siendo esto así, el efecto económico de la fuerte pre­
sión demográfica en los alrededores de París durante el siglo x m no
se tradujo en una mayor incidencia de la servidumbre, que en reali­
dad disminuyó, sino de hecho, de modo perfectamente ricardiano y
malthusiano, en un aumento muy preciso de la renta de la tierra.13
9. El profesor Brenner se equivoca con respecto a Bordelais,
Sologne y Cataluña. En estas tres regiones, la despoblación de los
siglos xiv y xv se vio acompañada, tras una interrupción, por el
debilitamiento de los «malos usos», las prestaciones personales de
trabajo y los censos en especie: tres tipos de imposición que pesa­
ban sobre los campesinos de diversas maneras. Algunas veces, una
revuelta campesina favorecía estos comportamientos. Pero esto tam­
bién se produjo, entre otras razones, por una relación de fuerzas favo­
rable al campesino por la despoblación y que convertía a éste en res­
ponsable de la disminuida oferta de mano de obra. Por supuesto, no
digo esto para minimizar en modo alguno la importancia de ios facto­
res puramente culturales, institucionales y sociales que culminaron
frecuentemente en la extinción de la servidumbre en la Europa pre-
renacentista y renacentista.
10.. La teoría que acabo de esbozar es regional en el más amplio
sentido de la palabra: Europa occidental. Además, al diseñar mi
modelo ni he tenido en cuenta los problemas relacionados con los
restos de servidumbre que quedaban en Francia en los primeros tiem­

13. Véase en este sentido el interesante artículo de G. Fourquin, «Les


debuts du íermage», Éludes rurales, pp. 22-24 (1966).
UNA RÉPLICA AL PROFESOR BRENNER 129

pos de ía Edad Moderna, por ejemplo en Borgofía y en el Franco Con­


dado. Por lo tanto, es bastante insustancial establecer un argumento
contra mi teoría a propósito de la «segunda servidumbre» en Europa
oriental, como hace el profesor Brenner. Esta «segunda servidumbre»
tuvo lugar en un contexto demográfico e institucional completamente
diferente a l que yo he analizado para la Francia de los siglos XV
al xvm . Si fuera absolutamente necesario establecer una comparación
entre el este y el oeste, la «segunda servidumbre» me sugeriría más
bien el aumento del colonato (una especie de «primera servidumbre»)
en la Galia del bajo Imperio romano y en el período de las invasiones
(del siglo m al siglo v).
11. Estoy enteramente de acuerdo con el profesor Brenner en
que Inglaterra escapó del ciclo infernal de desventuras malthusianas
de tipo agrario a partir del siglo XVII en adelante: en cualquier caso,
Inglaterra estuvo durante siglos menos densamente poblada que Fran­
cia y, desde este punto de vista, en una posición menos incómoda que
las regiones al sur del Canal. Francia misma comenzaría a escapar de
la inñexibilidad del gran ciclo neomalthusiano de tipo agrario en el
curso del siglo xvm , aproximadamente después de 1720, es decir,
ligeramente antes de lo que piensa el profesor Brenner. Y escaparía
mucho más claramente en el curso del siglo xix: sobre este punto
concreto estoy de acuerdo con Brenner, a pesar de la desconsideración
que manifiesta hacia las actividades económicas y especialmente agrí­
colas de Francia durante este período.14
12. El profesor Brenner tiene una especie de visión agustiniana,
calvinista o jansenista de la historia. Cree que para que nazca y se
desarrolle la «modernidad», el campesino ha de estar abrumado,
expropiado por la acción de los señores que se convierten así en
agentes del triunfo capitalista, que la comunidad campesina se tiene
que desintegrar, y así sucesivamente. Pero ésta es sólo una de las posi­
bles vías hacia la «modernización». Brenner infravalora completa­
mente el notable potencial de la economía familiar campesina descrita
por Chayanov, Thorner y otros.15 Su función fue particularmente im-

14. Para tina apreciación más objetiva, véase Richard Roehl, «French
IndustríalÍ2ation»J Explorations in Economic History, X III (1976), pp. 233-281.
15. A. V. Chayanov, Organizatsiya kresl'ymskogo khozyatstva, Moscú,
1925 (trad. cast., La organización de la unidad económica campesina, Buenos
Aires, Ediciones Nueva Visión, 1974); D. Thorner, «Peasant Economy as a

9 . — BRENNER
130 EL DEBATE BRENNER

portante en Holanda y en Bélgica, donde contribuyó con eficacia ál


aprovisionamiento de una población obrera nacida del nuevo capita­
lismo industrial, y también fue bastante estimable en varias regiones
de la Francia del norte y del sur, en Italia del norte, en Japón e
incluso en Cataluña que en tantos aspectos se asemeja al Languedoc
del siglo xvm . Es a Cataluña a la que el profesor Brenner, quizá por
no haber apreciado todas las implicaciones del trabajo de Pierre
Vilar,16 asimila (y yo no alcanzo a ver el porqué) a sus queridos
modelos capitalistas ingleses, los únicos que él considera válidos para
que una nación pueda desarrollarse.
13. Sin embargo, el profesor Brenner tiene razón al pensar que
el capitalismo agrario en el sentido estricto del término muy a menu­
do tiene su origen en los grandes dominios señoriales, con tal de que
se dieran también otra serie de circunstancias favorables. Pero esta
«favorable» evolución del señorío al capitalismo no afecta sólo a
Inglaterra. También se puede encontrar con formas ligeramente dife­
rentes en las grandes y relativamente modernas propiedades de la
región de París e incluso en la Picardía de los siglos xvir y xvm ;
áreas que han sido estudiadas tanto por los fisiócratas como, en años
recientes, por Jacquart, Venard, Postel-Vinay y otros.17
Pero no me gustaría terminar con una nota puramente crítica.
Como otros, yo también he encontrado el artículo del profesor Bren­
ner estimulante y provocativo. Sin embargo, espero haber esbozado
algunas de las razones por las que no puedo aceptar su exposición
ni en términos generales ni en varios de sus aspectos particulares.

Category in Economic History», en Teodor Shanin, ed., Peasants and Peasant


Societies: Selected Readings, Harmondsworth, 1971, pp. 202-218.
16, P. Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne.
17. J. Jacquart, La em e rurale en íle-de-Franee, 1550-1670, París, 1974;
M. Venard, Bourgeoís et paysans au X V II‘ siécle, París, 1957; G. Postel-Vinay,
La rente fonciére dans le capitalisme agricole, París, 1974.
Guy Bois

6. CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA

El artículo de Robert Brenner tiene un doble mérito: en primer


lugar, ataca enérgicamente el modelo malthusiano y, en segundo lugar,
destaca el papel decisivo de la lucha de clases en la evolución eco­
nómica de larga duración, especialmente en la fase preindustrial de la
historia europea. En estos dos puntos podría apoyar a mí distinguido
colega, aunque no estoy de acuerdo con su razonamiento y discrepo
totalmente de su orientación metodológica.

Comenzaremos señalando los puntos en los que estamos de acuer­


do. Como él, lamento el hecho de que el modelo malthusiano se haya
convertido en el único ortodoxo.1 Basándose en la reputación de los
historiadores que lo defienden, este modelo está aprisionando nuestra
historiografía. La mayoría de los investigadores de la época medieval
y moderna, implícita o explícitamente, extraen su inspiración de él y
ni siquiera sienten la necesidad de justificarlo. Si, por casualidad; se
ofrece un análisis diferente que cuestione esta ortodoxia, inmediata­
mente se hacen los esfuerzos necesarios para reintegrar al intruso en
la concepción malthusiana. De esta manera ha sido posible presentar
mi Crise du féodalisme2 como una ilustración y confirmación del tra-

L Por modelo malthusiano (o neomalthusiano) entiendo, en términos


generales, cualquier modelo en que los determinantes fundamentales son, en
última instancia, de orden demográfico. Naturalmente, sería aconsejable preci­
sar esta definición de tal forma que se tuvieran en cuenta las posiciones dife­
renciadas de W. Abel, M. M. Postan y E. Le Roy Ladurie, pero éste no es mi
objetivo en estos momentos.
2. Guy Bois, Crise du féodalisme, París, 1976.
132 EL DEBATE BRENNER

bajo de Postan y de Le Roy Ladurie.3 Y en este caso concreto, el


intento de «salvación» reside simplemente en el hecho de que obser­
vé en Normandía movimientos seculares de la población, producción,
precios y salarios que, a su vez, son muy parecidos a aquellos obser­
vados en Inglaterra, Languedoc y Alemania.
Un segundo punto de acuerdo entre nosotros radica en la impor­
tancia concedida a las relaciones sociales en la evolución de la Europa
medieval y moderna. Es aquí, de hecho, donde se encuentra el punto
débil del análisis malthusiano. No es que Postan y Le Roy Ladurie
quieran convertir la dimensión social en una abstracción como deduce
el profesor Brenner. De hecho, su trabajo abunda, entre otros temas,
en discusiones sobre patrimonios, ingresos e impuestos de los diversos
grupos sociales, y desarrolla además un papel pionero en este sector
de la investigación. Pero en los modelos que ellos han establecido,
' las consideraciones sociales y políticas están en última instancia subor­
dinadas al elemento demográfico, al que le asignan un papel determi­
nante. El «ecosistema» de Le Roy Ladurie4 se basa en la idea de un
equilibrio estable entre población y recursos, un equilibrio que se
mantiene por un control «homeostático» que implica una gran per­
sistencia e inercia de las relaciones sociales.3 Con aparente exactitud
puede responder de la alternancia de períodos de prosperidad y perío­
dos de depresión, pero es totalmente inadecuado para la comprensión
de la génesis del capitalismo dentro de las antiguas estructuras. Cons­
ciente de la dificultad, no le queda más remedio a Le Roy Ladurie
que asignar a su «ecosistema» un movimiento de «desplazamiento»
hacia el- capitalismo agrario, sin una mayor especificación de este
misterioso fenómeno. La fórmula está probablemente bien escogida,
pero la explicación no tiene la suficiente consistencia.
Para resumir, Brenner tiene razón en pensar que el determinismo

3. Véase la reseña de E. Le Roy Ladurie sobre mi Crise du féodalisme en


Le Monde, 11 de marzo de 1977: este libro «tiene el espíritu de Postan y de
W. Abel, pioneros de nuestra historia agraria. Y también tiene el espíritu de
los viejos maestros que formaron el pensamiento de Postan y de A b e l... Me
estoy refiriendo a Ricardo y a Malthus»,
4. Véase E. Le Roy Ladurie, «L’histoire immobile», 'Am ales ESC, X X IX
(1974), pp. 673-692.
5. «Con respecto a la política o a la lucha de clases — escribe Le Roy
Ladurie—, el momento de su poder aún está por ven ir... En su perspectiva
final, el sistema abarca su propio destino; el efecto del conflicto es puramente
superficial», ibid.> p. 689.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 133

demográfico tiende a oscurecer el papel de las relaciones de clase y yo


personalmente, en este punto concreto, me situó de su parte.

Las cosas resultan menos sencillas a medida que abandonamos el


aspecto crítico de este artículo y nos adentramos en las propuestas
contenidas en él. Sin embarcarnos aquí en el análisis total de la con­
figuración de una teoría de la transición al capitalismo, podemos tomar
como ejemplo uno de sus principales temas: la comparación entre el
despegue capitalista en Inglaterra frente a una relativa inercia del
caso francés. Brenner nos dice que es un problema de diferente equi­
librio de fuerzas entre clases. En la Francia del siglo xvi, los. campe­
sinos están demasiado sólidamente enraizados en la tierra como para
ser expulsados de ella. De modo opuesto, los campesinos del: otro
lado del Canal se muestran incapaces de resistir la presión señorial.
De aquí que, en Inglaterra, el movimiento de expropiación favorezca”
la aparición de las relaciones capitalistas en el campo que, a su vez,
creará las condiciones para un proceso de industrialización.
Por el momento, podemos pasar por alto el hecho, no muy claro
en este análisis, de por qué un surgimiento similar del capitalismo
agrario (aunque de diferente intensidad) apareció casi al mismo tiem­
po en toda la Europa occidental.6 Pero también es cierto que la
hipótesis aportada por Brenner merece la más seria consideración.
Lo que pude observar en Normandía concuerda enteramente con su
análisis: desde 1520-1530 se pueden ver los comienzos de una ten-'"
dencía hacia la expulsión de los arrendatarios (un débil eco del movi­
miento de enclosure inglés), que al final encontraría una feroz resis­
tencia por parte del campesinado y cuyo complejo desarrollo' habría
que seguirlo durante todo el período de las guerras de religión. Se
trata de la misma lucha de clases que tuvo lugar en Inglaterra, pero

6. Es detto que Brenner nos dice que el declive de la servidumbre y del


trabajo obligatorio creó una situación nueva, pero esto es inaceptable. La tesis
sobre la que se apoya, desafortunadamente defendida por los clásicos deí
marxismo, es desmentida por toda la investigación reciente. Las bases económi­
cas del sistema son, en realidad, las diferentes formas de tenencia que pagan
renta dentro del marco del señorío. Y cuando este sistema se desintegró en
el norte de Francia en el siglo xiv , la servidumbre ya hacía tiempo que había
cesado de jugar un papel destacado. Al buscar el origen de la ruptura, sería
mucho más aconsejable, en mi opinión, que el profesor Brenner tomara en
consideración la caída de los ingresos señoriales^ que llevaron a la clase dirí-'
gente a buscar nuevas soluciones.
134 EL DEBATE BRENNER

el resultado es diferente porque los campesinos en Francia demostra­


ron tener mucha fuerza.7 Por desgracia, el análisis de Brenner se debi­
lita a partir de este punto. Habiendo puesto al principio la hipótesis
de una desigualdad en la relación de las fuerzas sociales en Francia
y en Inglaterra, debe entonces buscar una explicación satisfactoria a
este fenómeno. ¿Qué es lo que sugiere? En primer lugar, un origen
social (la larga historia de luchas de las comunidades campesinas en
el continente); en segundo lugar, uno político (la conexión entre la
fuerza de la clase campesina y el desarrollo del Estado absolutista en
Francia). Naturalmente, no se puede negar la sealidad y la importan­
cia de estos dos fenómenos. No hay duda de que el papel del Estado
monárquico poniendo obstáculos al desarrollo de la sociedad francesa
desde finales de la Edad Media fue, de hecho, considerable. Pero
¿por qué privilegiarlo de esta forma?,8 ¿por qué considerarlo aisla­
do?, y ¿en virtud de qué específica predisposición habrían luchado
mejor los campesinos franceses que los ingleses?, ¿por qué se desarro­
lló el absolutismo en Francia y no en Inglaterra? Para ser honrado,
Brenner sugiere una respuesta que, como mucho, debe ser conside­
rada como parcial. La precisión que caracteriza el resto de su artículo
muestra aquí extraños signos de debilidad. Habiendo comenzado con
exigencias hiperteóricas (la síntesis del avance capitalista a escala
continental) acaba con conclusiones que caen en el empirismo y en el
positivismo (un hecho político aislado da respuesta a los destinos
contrarios de dos sociedades). ¿Se trata simplemente de un paso en
falso? Yo más bien lo veo como el inevitable resultado de un erró­
neo e incompleto planteamiento epistemológico. E l pensamiento de
Brenner gira siempre alrededor de un único movimiento: la genera­
lización teórica precede inevitablemente a la constatación directa de
las fuentes históricas materiales.9 Su punto de partida es el principio

7. De cualquier modo, yo suscribo de buen grado — sin tener espacio


para justificarla— la tesis de Brenner por la cual la transformación fundamen­
tal de la transición del feudalismo al capitalismo tuvo lugar en el mundo rural.
Ésta es ciertamente una de las claves del «misterio» de la transición, aunque
iio se puede percibir fácilmente cuando uno se obsesiona con las manifesta­
ciones comerciales e industríales del naciente capitalismo.
8. En su forma extrema, tenemos aquí el mismo defecto de método por
el que los historiadores malthusianos pueden ser criticados cuando ellos intro­
ducen subrepticiamente la primacía del factor demográfico.
?, A forliori cuando uno utiliza material recogido por otros.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 135

fundamental del materialismo histórico: el papel conductor de la


lucha de clases. Y él intenta verificarlo mediante la abstracción reduc­
cionista confrontándolo con los datos empíricos disponibles. Esto es
característico de un sistema de pensamiento cerrado, donde la ideolo­
gía triunfa sobre el racionalismo científico. Los diversos mecanismos
por los que la lucha de clases es dominante en el proceso histórico
son tan complejos e imprededbíes que es muy raro que un plantea­
miento tan unilateral conducta a otra cosa qüe no* sea elucubraciones
ideológicas. En el presente caso, lo que resulta es una impresionante
superestructura, atractiva a primera vista en virtud de su propio valor
e incluso aceptable en ciertas de sus características generales (y pre­
cisamente ¡pqrque son generales), pero extremadamente frágil tan
pronto como uno empieza a indagar cuáles son sus fundamentos.
Esto no es una mera cuestión de detalle. Para mostrar las concre­
tas repercusiones de nuestra discrepancia metodológica, debemos vol­
ver al problema anterior -—la comparación de las sociedades francesa
e inglesa— basándonos en un planteamiento paralelo al de Brenner.10
Este planteamiento no me conduce a una visión tan global como la
suya, pero al menos me permite, creo yo, establecer unos nuevos
fundamentos indispensables para la construcción de cualquier modelo
global. Resumiré aquí las principales propuestas de una investigación
que, partiendo del ejemplo de Normandía, se basa en el funcionamien­
to del feudalismo como un sistema socioeconómico o un modo de
producción.
En primer lugar, en el sistema feudal, la tasa de extracción de la
ienta agraria señorial muestra una tendencia descendente que origina
una contradicción estructural entre la pequeña producción y la gran
propiedad. Cuando la expansión económica alcanza su fin >—hacía mi­
tad del siglo xiii— , la caída de la tasa de extracción no se compen­
sa con la aparición de nuevas tendencias por lo que la renta señó­

lo. Al formular esta hipótesis he asumido los dos siguientes principios:


primero, «la preeminencia del método histórico mediante una investigación lo
más detallada posible de los hechos económicos y mediante la confrontación
permanente de las hipótesis teóricas parciales con la realidad, esto con el fin
de evitar cualquier riesgo de especulación»; segundo, «el mantenimiento de
la dirección de la investigación hacía su objetivo último: la comprensión global
de un sistema socioeconómico; porque cuando uno se desvia de este objetivo,
por poco que sea, el deslizamiento hacia el empirismo no tarda en Ilegal’». Guy
Bois, Crise du féodalisme, pp. 18-19.
136 EL DEBATE BRENNER

rial, a su vez, tiende también a disminuir. La crisis del sistema feudal


está en estrecha relación con este fenómeno: la clase dominante no
consigue mantener la base económica de su hegemonía. Esto tiene
lugar en una situación de confrontaciones políticas y sociales cuyo
resultado es, por una parte, el fortalecimiento de un campesinado
medio y, por otra, la hipertrofia de la maquiBaria del Estado (absolu­
tismo real). La consecuencia es una profunda reordenación de las_
relaciones de producción caracterizada por la adición a la extracción
señorial directa de una extracción centralizada y organizada por la
administración real en beneficio prácticamente exclusivo de la clase
señorial.11
En segundo lugar, hay movimientqs_seculares, específicQS^de la
economía feudal, que producen la alternancia de un crecimiento eco­
nómico (o demográfico) y un estancamiento o recesión y que son tam­
bién originados por la estructura del feudalismo (hegemonía de la
pequeña producción y carácter extensivo del crecimiento). A estos
movimientos van unidos otros fenómenos económicos y sociales: el
aumento de los precios agrícolas y la relativa caída de los industriales,
de los salarios y de la productividad durante los movimientos de
crecimiento y viceversa. Esto es indispensable para comprender los"1
orígenes del capitalismo agrario porque todo movimiento de creci­
miento crea las condiciones económicas más favorables tanto para el
aumento de las dimensiones de las unidades de producción como para
una mayor utilización de la fuerza de trabajo asalariada, al mismo
tiempo que aumenta el empobrecimiento de los jornaleros.
En pocas palabras, existe una dinámica original de larga duración,
una dinámica que lleva dentro de sí, en cada una de las fases de
crecimiento, un movimiento de acumulación de la tierra que abre el
camino a unas nuevas relaciones de producción, como en el paso del
siglo x i i al xm y del siglo xv al xvm .
En tercer lugar, la primera mitad del siglo xvi se caracteriza
por un súbito auge del capitalismo agrario en Europa occiden­
tal: es el período en. que la clase señorial, que durante siglos había

11. A este respecto, no es posible aceptar el término «extractor indepen­


díente de excedente» que el profesor Brenner utiliza para describir al Estado
monárquico (véase supra, p. 73). El Estado sigue siendo básicamente el instruí
mentó del feudalismo, incluso cuando el uso al que se dedicó realmente este
instrumento sirvió a la larga para debilitar el feudalismo compitiendo con la
extracción señorial directa.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 137

hecho grandes esfuerzos por vincular el campesinado a sus posesiones,


decidió aumentar el dominio a expensas de las tenencias campesinas
y recurrir al reclutamiento de trabajo asalariado. ¿Por qué? Porque
el nivel de las diversas rentas recaudadas de estas; tenencias era muy
bajo; la tendencia de larga duración a la que nos referíamos anterior­
mente había alcanzado su punto crítico. El resultado fue el fuerte
incremento de la acumulación de la propiedad de la tierra, un fenó­
meno que tuvo lugar con el inicio del Renacimiento.
Estas tres propuestas, que no se derivan de un esquema preesta­
blecido, sino de una estricta observación de los hechos, constituyen
en mi opinión las bases en las que se puede sustentar una hipótesis
—y digo deliberadamente una hipótesis— sobre la divergente evolu­
ción de Francia e Inglaterra. La hipótesis es la siguiente: la raíz de
la divergencia son las desigualdades en el ámbito de la producción
feudal, y no tal o cual factor político o social.
A finales del siglo xm , el norte de Francia era la región donde-el
feudalismo estaba más avanzado. Por la densidad de su población, el
volumen de su producción agrícola y su posición en el comercio inter­
nacional, influyó sobre el resto de la Europa occidental en la forma en
que cualquier economía dominante lo hace. Pero, sobre todo, el siste­
ma feudal se muestra allí — donde tuvo sus orígenes-— en su forma
más pura y avanzada, la pequeña producción se había establecido irre­
sistiblemente a expensas de los dominios señoriales y la erosión de las
exacciones señoriales fue mucho más marcada: declive o desaparición
del trabajo obligatorio, debilitamiento del valor real de las rentas
fijas en dinero, etcétera. En el mismo período, Inglaterra mostraba
un evidente retraso a este respecto. En Inglaterra, donde el feudalis­
mo había llegado más tardíamente y fue parcialmente importado, exis­
tían numerosos arcaísmos: un papel más importante del trabajo obli­
gatorio y de la economía señorial, una más reciente y débil afirmación
de los derechos de los arrendatarios y, finalmente, un retraso en el
nivel de crecimiento.
En estas circunstancias, se puede considerar que, a grandes líneas,
la crisis del feudalismo tiene su epicentro en el reino de Francia, aun­
que tenga también características europeas.- Fue allí donde el «blo­
queo» al crecimiento y la recesión de las rentas señoriales adquirieron
sus formas más agudas. Convulsionado hasta sus mismos cimientos,
el sistema tuvo que generar los remedios necesarios para su supervi­
vencia, y al frente de éstos figuraban el impuesto real y el desarrollo
138 EL DEBATE BRENNER

de esas instituciones monárquicas y principescas que garantizaban


tanto el funcionamiento de la recaudación fiscal como el mantenimien­
to del tambaleante orden social. En Inglaterra, al contrarío, los efec­
tos de la crisis fueron menos graves, y ello por dos razones: en pri­
mer lugar, porque como resultado de su relativo retraso, la economía
inglesa había alcanzado su techo de crecimiento menos brutalmente
que la francesa; y en segundo lugar, porque la nobleza inglesa pudo,
al menos temporalmente, resolver algunas de sus propias dificultades
a costa de su homologa francesa12 mediante las convulsiones produ­
cidas por la guerra de los Cien Años que sim ó para debilitar e inclu­
so agotar el reino de Francia.
Probablemente, los orígenes de la divergencia en el desarrollo de
estas dos sociedades pueden ser aclarados a partir de este punto.
Francia, una vez pasada la tormenta y haber efectuado la reestructu­
ración de su feudalismo (es decir, a mitad del siglo xv), se lanzó
mediante el tradicional mecanismo de la economía feudal a una fase
de nuevo crecimiento —o más bien, recuperación— que llevaba den­
tro de ella una expansión del capitalismo agrario, como ha sido dicho
anteriormente. Además, gracias a la influencia que continuaba ejer­
ciendo sobre la economía europea,13 estímulo desarrollos hacia el capi­
talismo en regiones más allá de sus propias fronteras. Pero Francia, al
buscar la expansión de nuevas relaciones capitalistas, había ido dema­
siado lejos en la lógica del feudalismo como para poder alcanzar, den­
tro de estos límites, ese punto óptimo a partir del cual la tendencia
hacia el capitalismo resulta irreversible: los campesinos resistieron
aquí la expropiación mejor que en cualquier otra parte porque los
tenentes comenzaban ya a aparecer, como propietarios — una conse­
cuencia, en última instancia, de la caída a largo plazo de la tasa de
extracción— , y los señores, que habían conseguido alguna forma
de salvación en el servicio al Estado, estaban menos inclinados a
explorar nuevas vías económicas. Con todo, la sociedad francesa
cayó víctima de su propio nivel de desarrollo. En gran parte, a
causa de haber llevado el liderazgo en la formación del feudalismo
europeo y haber sido la primera en alcanzar el tope del crecimiento,

12, Lo que empeoró consecuentemente la crisis francesa.


13. Nótese, por ejemplo, la significativa fluctuación del precio de los
cereales durante los siglos xv y xvi en Europa que refleja directamente los
cambios en el nivel de la población.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 139

su propia reestructuración fue obstaculizada. S in . embargo, quedó


a la larga como principal fuerza motriz de una evolución capitalista
cuyos efectos se desarrollaron más en las regiones periféricas que
en sí misma.
Por el contrario, Inglaterra era la mejor situada para sacar ventaja
de estos desarrollos. Suficientemente cerca de las sociedades feudales
más avanzadas como para tener un alto nivel de recursos técnicos a su
disposición, estaba también lo suficientemente subdesarrollada como
para escapar a las consecuencias de la fosilización de las relaciones
sociales que Había provocado la reorganización feudal. La persistente
crisis en los ingresos de,los señores, ejemplificada durante la guerra
de las Dos Rosas, forzó a la nobleza a buscar nuevas soluciones eco­
nómicas a sus dificultades, tendencia estimulada por la situación eco­
nómica general europea, Y esta nobleza se encontró frente a un cam­
pesinado cuyos derechos estaban bastante bien establecidos como para
frenar un retorno a la servidumbre, pero no lo suficientemente
como para mantener el control sobre la tierra cuando se enfrentaban
a la presión señorial. En otras palabras, el relativo retraso de su evo­
lución social, comparado con el de Francia, constituyó su razón de
éxito en la transición del feudalismo al capitalismo.
Como puede observarse fácilmente, la hipótesis aquí adelantada
difiere de la del profesor Brenner en dos puntos importantes. En
primer lugar, el nacimiento del capitalismo es considerado aquí como
un producto del funcionamiento del sistema feudal en sus mecanismos
socioeconómicos generales y debe ser analizado no en el marco de una
específica investigación aislada, sino más bien a escala del desarrollo
europeo del feudalismo como un todo, es decir, teniendo en cuenta
los distintos elementos que están indisolublemente unidos.14 En se­
gundo lugar, la idea de la desigualdad de desarrollo dentro de este
todo parece ser fundamental. Las variaciones tanto en el tiempo
como en el grado de madurez del sistema feudal de un lugar compa­
rado con otro es posible que jueguen un papel determinante y cier­
tamente muy complejo en los ritmos que afectan a la génesis y
desarrollo de las estructuras capitalistas.15 Además, éste es también

14. Por esta razón, el método comparativo del profesor Brenner no me


parece muy convincentes acaba reteniendo únicamente los elementos internos
de diferenciación en una sociedad particular, a costa de algunas relaciones exter­
nas como las que pueden existir entre sociedades vecinas.
15, Naturalmente, el mismo razonamiento podría aplicarse a la Europa
140 EL DEBATE BRENNER

un fenómeno que se encuentra, mutatis mutandis, en la evolución de


las sociedades capitalistas contemporáneas.

Finalmente, quedan por extraer unas cuantas conclusiones sobre


la importancia y significado de las divergencias de análisis que nos
separan al profesor Brenner y a mí. Podría ser tentador el minimi­
zarlas destacando los múltiples puntos en los que estamos de acuerdo
y donde nuestros análisis coinciden, e incluso defender la idea de que
las dos hipótesis, aunque parten de distintos métodos, se complemen­
tan una a la otra. Sin embargo, esto sería una respuesta falsa. Es
mucho más consecuente resaltar las diferencias y estudiar detenida­
mente sus bases teóricas. Nuestras diferencias metodológicas son, en
efecto, dos aplicaciones diferentes de la teoría del materialismo his­
tórico.
El marxismo del profesor Brenner es un «marxismo político»
como reacción a la ola de tendencias economicistas de la historiografía
contemporánea. Ya que el papel de la lucha de clases es subestimado
en gran parte, él lo introduce en grandes dosis en la explicación his­
tórica. No cuestiono los motivos que subyacen a esta reacción, sino
más bien el carácter sumario y la forma puramente ideológica con
que se expone. Esto lleva consigo una gran visión voluntarista de la
historia en la que la lucha de clases está separada de todas las demás
contingencias objetivas y, en primer lugar, de aquellas leyes de desa­
rrollo que pueden ser peculiares a un modo específico de producción.
¿Podría responder alguien de la naturaleza del desarrollo del capita­
lismo en los siglos xix y xx medíante la referencia exclusiva a los
factores sociales, sin hacer referencia a la ley de la acumulación capi­
talista y a su principal instrumento, es decir, el mecanismo de la plus­
valía?
De hecho, el resultado del planteamiento de Brenner es despojar
de toda sustancia real al concepto básico del materialismo histórico,
es decir, al modo de producción. A este respecto, es significativo que
el concepto de feudalismo esté totalmente ausente en su artículo. Ca­
racterizar la sociedad «preindüstríal» únicamente por referencia a la
servidumbre es al mismo tiempo limitado e impreciso. ¿Cuáles son
los modos de producción característicos del feudalismo? ¿Existe una

del este, donde k mucho más tardía aparición y consolidación del sistema
feudal explica la vulnerabilidad particular del campesinado.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 141

economía política peculiar de este sistema? ¿Es necesario o posible


investigar las leyes de su desarrollo? El planteamiento del profesor
Brenner no tiene conexión, ni siquiera superficial, con ninguna de
estas cuestiones.
No es menos significativo el que Brenner silencie la obra del his­
toriador polaco Witold Kula que fue el primero en analizar el sistema
feudal desde un punto de vista teórico y que logró^ abrir una amplia
brecha en las posiciones del empirismo y del dogmatismo.16 Mientras
persistan actitudes como la del profesor Brenner, es decir, mientras
siga habiendo un rechazo a considerar el modo de producción feudal
como un objetivo de investigación válido en sí mismo y a reconocer
que las formas en que funciona permanecen enteramente incompren-
didas, será imposible la penetración en el misterio de los orígenes
del-capitalismo y se producirá una tediosa oscilación del empirismo
a la especulación.
El error de esta clase de «marxismo político» reside no sólo en el
olvido del concepto más operativo del materialismo histórico (el modo
de producción), sino también en su abandono del campo de las rea­
lidades económicas para provecho de la escuela malthusiana. No es
suficiente con llevar a cabo una crítica teórica de la posición neomal-
thusiana o culpar a sus representantes por subestimar el otro nivel de
análisis. Para ser convincente y decisiva, la crítica debe atacar el mis­
mo centro de la interpretación malthusiana y separar con absoluta
precisión los elementos válidos y los no válidos. La fuerza total del
modelo malthusiano reside en el hecho de que está confirmado am­
pliamente por una investigación detallada: la importancia del factor
demográfico, la sucesión de las tendencias de larga duración, la exis­
tencia de límites del crecimiento, etcétera. ¿Por qué extraña perver­
sión del marxismo es posible rehusar la utilización y consideración
de datos útiles, bajo el absurdo pretexto de que sobre ellos descansa
otra construcción teórica? Tomemos el ejemplo del factor demográfi­
co. Es verdad que una tendencia hacía el deterninismo, con claros
signos ideológicos, ha caracterizado muchos trabajos históricos. No
obstante, también es verdad que la demografía es esencial para la
comprensión de una sociedad feudal en su conjunto por razones que

16. Sobre todo en su Théorie économique du systéme féodaí, París-La


Haya, Mouton, 1970 (trad. cast.,; Teoría económica del sistema feudal, Si­
glo X X I, Madrid, 1974).
142 EL DEBATE BRENNER

están implícitas en la misma naturaleza del modo de producción feu­


dal, es decir, porque la pequeña producción familiar es la unidad
económica básica y porque la «reproducción» tiene lugar a escala
según un proceso económico-demográfico. Postan o Le Roy Ladurie
no deberían ser criticados por dar tanta importancia al factor demo­
gráfico. Por el contrario, deberían ser criticados por dejar la explica­
ción a medias y por no integrar el factor demográfico en ese conjunto
omnicomprensivo que es el sistema socioeconómico.
Lo mismo podría decirse respecto a las tendencias seculares. Los
historiadores malthusianos han citado como evidencia una serie de
correlaciones: precios, población, producto, etcétera. En mi opinión,
su error está en no haber profundizado convenientemente esta temá­
tica con vistas a comprender el movimiento de otra variable que, cual­
quiera que sea el sistema socioeconómico, impregna profundamente
las formas de crecimiento, esto es, la productividad del trabajo. Tam­
bién aquí, podría verse que un movimiento específico de la producti­
vidad del trabajo, que disminuye en las fases de crecimiento económi­
co y viceversa, corresponde necesariamente a las características es­
tructurales del feudalismo (hegemonía del pequeño productor familiar
sobre la base de una técnica estancada), y que este movimiento es
capaz de clarificar el de las otras variables: precios, salarios, etc.
De este modo, mediante la clarificación progresiva de los meca­
nismos de la economía feudal y siguiendo un proceso de creciente
abstracción y generalización, puede lograrse una visión global del sis­
tema. Y sólo de este modo podremos llegar finalmente a comprender
mediante qué sutiles mecanismos la lucha de clases juega un papel
determinante en el desarrollo de las sociedades feudales.
En otras palabras, para evitar el excesivo énfasis sobre los aspec­
tos económicos, es necesario paradójicamente no darles menos impor­
tancia, sino más. El recurso a la explicación política no resuelve
nada; al contrario, facilita que el determinismo económico o demo­
gráfico acapare el campo de estudio sin el debate debido.
Un comentario más: el planteamiento que presento como alter­
nativa al del profesor Brenner me lleva a integrar algunos elementos
del análisis malthusiano, tales como el concepto de la relación pobla-
ción-recursos.17 Esto puede hacer que las diversas líneas de demar­

17. Enlazando con la tendencia a la disminución de la productividad del


trabajo.
CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA 143

cación entre la interpretación malthusiana y la marxista sean más


difíciles de establecer. Y puede incluso que, cuando la intención de
polemizar es desmesurada, caiga sobre mí la acusación de neomalthu­
siano. Pero esto, sin embargo, no tiene demasiada importancia, por­
que más tarde o más temprano acabará admitiéndose que la integra­
ción de estos elementos en un modelo global, despojado de todo deter-
minismo demográfico, les priva de su anterior peso-ideológico.

De modo sucinto, éstas son algunas observaciones que me sugiere


el artículo de Brenner. Su gran virtud es haber reavivado la discusión
y haber cuestionado un gran número de ideas preestablecidas. Al hacer
esto, ha motivado una respuesta franca. Por ello, he tratado de mos­
trar que, por encima de los pocos puntos en los que estamos de acuer­
do, existe un abismo metodológico que nos separa. Pero el problema
excede con mucho el tema que trata su artículo y afecta a la natu­
raleza misma del materialismo histórico.
R. H. Hilton

7. UNA C R ISIS EN EL FEUDALISMO

La idea de que el sistema social de Europa occidental en la Baja


Edad Media estaba experimentando una crisis ya fue planteada por
Marc Bloch en Les caracteres originaux de Vhistoire rurale frangaise
(1931).1 Desde 1949, cuando Edouard Perroy escribió «Les crisis
du xive siécle» publicado en Armales? se consolidó la utilidad del
concepto como medio para explicar una etapa en la historia de ese
sistema. Pero las interpretaciones varían de forma considerable; para
algunos la crisis era consecuencia de un mal ajuste de los factores
de producción. Para Wilhelm Abel (1935) el elemento más funda­
mental fue un descenso demográfico, seguido de una crisis agrícola
caracterizada por el bajo precio del grano.3 Esta opinión, o sus varian­
tes, se ha convertido en la ortodoxia predominante contra la que se
han alzado ciertas críticas, siendo la de Brenner la más reciente.4
Otros historiadores y economistas, sin discutir la importancia de los
aspectos demográficos, monetarios o de otro tipo defendidos por
Perroy, Postan y otros, consideraban que la crisis abarcaba la totali­

1. Bloch, Les caracteres originaux de Vhistoire rurale frangaise> Oslo, 1931;


el capítulo 3 se titula: «La seigneurie jusqu’á la críse des XIVa et XV* siécles».
2. E. Perroy, «A rorigine d ’une économie contractée: les crises du XIVa
siecle», Annales E.S.C., iv (1949).
3. W, Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur, Berlín, 1935; Hamburgo
y Berlín, 1978a).
4. Mi artículo no es una respuesta específica a los argumentos de Robert
Brenner ni a sus críticos. D e todas formas me gustaría aclarar que, aunque
estoy de acuerdo con la tesis de Brenner sobre la función determinante de las
relaciones sociales en la evolución de la sociedad feudal, considero que existen
muchos otros aspectos que Brenner no ha tenido en cuenta.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 145

dad del sistema socioeconómico. Esta era ante todo una opinión mar-
xista, ya esbozada por Maurice Dobb en Studies in the Development
of Capitalismo Y que fue analizada detenidamente en la revista ame­
ricana Science and Society, llegando a conocerse como el debate sobre
La transición del feudalismo al capitalismo.6 El último artículo desde
un punto de vista marxista es Crise du féodalisme de Guy Bois, un
profundo estudio sobre temas teóricos basado en la investigación
empírica detallada.7
El concepto de una crisis general de un sistema social no era en
absoluto ajeno a la experiencia de los historiadores desde el año
1930 en adelante. Muchos creían, temían o esperaban que las diver­
sas crisis políticas, económicas y sociales formaran parte de una única
crisis de la que la sociedad capitalista no se repondría. La versión
era algo apocalíptica y en esto coincidía en algunos aspectos con el
pensamiento de la Baja Edad Media. Sin embargo, como ahora sabe­
mos, los sistemas sociales que están sólidamente establecidos, tienen
un considerable poder de supervivencia gracias a su capacidad de
adaptación. Las crisis son, por definición, momentos críticos en la
historia de los organismos tanto sociales como naturales; el organis­
mo puede morir, también puede sobrevivir más o menos intacto o
puede sobrevivir tras sufrir los cambios necesarios que le permitan
enfrentarse a las circunstancias cambiantes. Después de la primera
crisis de los siglos xiv y xv, el feudalismo tuvo una larga y proble­
mática historia en la que aparecen varias fechas clave: 1640, 1789,
1917, Ahora bien, si la primera crisis del sistema social no implicó la
desaparición de éste, no hay razón alguna que impida suponer que
la crisis no tuvo lugar.
Si vamos a discutir de forma inteligente la crisis, o las crisis, de
un sistema social, ante todo debemos saber de lo que estamos hablan­
do no sólo en el sentido de poseer los datos empíricos sino en el sen­
tido de estar de acuerdo con la definición del sistema. No me refiero
simplemente a una descripción de sus líneas concretas en un mo­
mento dado, sino a una definición de su estructura fundamental.
Habiendo definido la estructura debemos establecer cuál es su díná-

5. M. Dobb, Stadtes in the Development of Capitalism.


6. El debate de Science and Society fue publicado de nuevo bajo el título
de The Tramition from Feudalism to Capitalism, Londres, 1976. (Trad. cast,,
La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, 1977.)
7. G. Bois, Crise du féodalisme, París, 1976.
146 EL DEBATE BRENNER

mica interna, si la hay; digo «si la hay» porque, como es bien sabido,
algunos historiadores creen que el feudalismo medieval era un sistema
estancado que requería estímulos externos .para ir evolucionando hacia
el capitalismo. Debo añadir que si se logra establecer la dinámica
interna, quizá se pueda establecer cómo este dinamismo se destruye.8
El análisis de la estructura del feudalismo debe empezar con el
análisis de la base agraria. Por importante que fuera en un momento
determinado el grado de urbanización de la Europa medieval, la gran
mayoría de la población, del 80 al 90 por 100, se dedicaba a la agri­
cultura (en mayor proporción) o a la ganadería. En nuestro análisis
de la estructura debemos buscar por lo tanto la unidad de producción
en la agricultura, o mejor aún, en el sector económico de la agricul­
tura mixta, ya que, en el nivel alcanzado en la Edad Media, la pro­
ducción agrícola hubiera sido imposible sin un cierto número de
animales. Es en la base agraria donde debemos buscar el elemento
fundamental de la estructura del modo de producción feudal que
determina su buen estado, crecimiento y decadencia.
La base de la economía rural a lo largo de toda la Edad Media
era la tenencia campesina. Su tamaño fluctuaba considerablemente
según la proporción entre tierra y trabajo que predominaba, según
las características geográficas, según el nivel tecnológico y según las
características de la familia que constituía la fuerza de trabajo; aun­
que muchos de estos problemas son todavía un inagotable tema de
debate, sobre todo en lo que se refiere a la estructura familiar. Tam­
bién se da el caso de que la mayoría de veces existe una considerable
desigualdad en el tamaño de las posesiones familiares. El núcleo
básico de la familia de campesinos, aquellos con tierra suficiente,
utillaje y trabajo para mantener a la familia y sus ayudantes, capaz
de reproducir su economía y pagar la renta, usualmente tenía por
encima de ellos a unas pocas familias más prósperas, propietarios
libres, allodiarii y similares. Un dato todavía más importante es que,
por debajo, había un número fíuctuante de pequeños poseedores que
se veían inevitablemente separados de la masa principal de campesi­
nos productores cuando los nacimientos superaban las defunciones y

8. El siguiente análisis se basa en una indicación hecha por Kohachiro


Takahashi en The Tmnútion from Feuddism to Capttalism, pp. 72-73, pero
también ha sido inspirado por el estudio de Bois, Crise du féodalisme.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 147 ,

el excedente de población no era absorbido por las ocupaciones indus­


triales, urbanas o por la guerra,9
No es necesario insistir en que el producto de esta economía
campesina, o más bien aquella parte del producto que la unidad
doméstica campesina no podía conservar en su tenencia (ya fuera en
trabajo, especies o dinero), era lo que proporcionaba el soporte nece­
sario a toda la superestructura social y política, de nobles, clérigos,
ciudades y Estado. En consecuencia, esta superestructura dependía en
primer lugar de la relación, en todo momento, entre la economía
doméstica campesina y la naturaleza. Ésta era una relación inestable.
En un determinado momento el amplio excedente generado por la
economía campesina tuvo mucho que ver con determinadas mejoras
técnicas, especialmente entre los siglos x y x m . Pero en conjunto, la
tecnología no mantenía el ritmo de crecimiento de la población.
Incluso con un crecimiento de la población del 0,5 por 100 por año
bajo condiciones de estancamiento o de bajo rendimiento tecnológico,
la única solución posible dentro de los límites de la economía domés­
tica campesina era la expansión de las tenencias hacia las, hasta
entonces, tierras sin cultivar. Esto tuvo como resultado una dismi­
nución del tamaño medio de las principales tenencias familiares, un
aumento en el número de pequeñas tenencias y, seguramente, una
disminución general de la productividad laboral. A simple vista, y
dadas las grandes áreas forestales que existían en la mayoría de países
europeos cuando el aumento de población alcanzó las cotas más altas,
no se entiende el porqué la expansión de la economía campesina
tuvo que deteriorar las condiciones de vida de los campesinos; pero
desde luego la economía campesina no se desarrolló en un vacío
social. Las restricciones institucionales (como por ejemplo la ley fores­
tal) tuvieron un efecto decisivo sobre el crecimiento espontáneo de
esta economía. Más adelante, la falta de desarrollo técnico que hubie­
ra podido mejorar los rendimientos fue también determinada social­
mente.10

9. Véase R. H. Hilton, «Reasons for Inequalides among Medieval Pea-


sants», Jl Peasant Studies, V (1978).
10. R. H. Hilton, «Rent and Capital Formation ín Feudal Society», en
Second International Conference o} Economic History, Aix-en-Provence, 1962,
2 vols., París, 1965, II, reimpreso en The English Peasantry in the Later Mid­
dle Ages, Oxford, 1975; M. M, Postan, «Investment ín Medieval Agricultura»,
Jl Econ. Hist., xxxvií (1967).
148 EL DEBATE BRENNER

¿Acaso la tendencia funesta de la economía doméstica campesina


a entrar en un ciclo autodestructivo de expansión demográfica y em­
pobrecimiento puede darnos la respuesta a nuestro problema históri­
co? Algunos historiadores así lo han considerado, y, en efecto, no
podemos pasar por alto este rasgo de la historia económica campesina.
Pero si vamos a analizar no una «economía campesina» independiente
(que probablemente nunca existió) sino la economía feudal de la
Edad Media, debemos considerar otros elementos de la estructura
social. Después de todo, la economía doméstica campesina era imper­
fecta; la tenencia individual y su fuerza d e‘trabajo familiar nunca
formaron una unidad económicamente autosuficiente. Además de que
tenían que adquirir varios productos como la sal, objetos de metal,
etcétera, también su misma existencia dependía de ciertos recursos
naturales y humanos que provenían de más allá de los límites de su
tenencia; los prados, los pastos, la leña y la turba para el combus­
tible y las construcciones, la piedra de las canteras y las pesqueras no
eran normalmente propiedades individuales. La ayuda mutua entre
vecinos raramente suponía el arar conjuntamente, pero el trabajo fami­
liar se complementaba tomando un criado fijo a jornada completa que
procedía generalmente de otras familias, sin mencionar el trabajo
suplementario por horas en períodos difíciles, especialmente durante
la siega y la recolección. El acceso a estos recursos suplementarios se
organizaba por mediación de otro elemento de la estructura, situado
a un nivel superior del de la familia individual, denominado la comu-
nidaddel pueblo.
Xas comunidades rurales variaban en el espectro de sus activida­
des colectivas y en el control de los recursos ya mencionados. Los
núcleos rurales basados en el cultivo de tierras comunales, dada su
firme integración, tenían una más amplia gama de poderes y respon­
sabilidades colectivas que las pequeñas aldeas o los centros ganaderos
dispersos, pero incluso en los niveles menos organizados debía coor­
dinarse de algún modo el acceso colectivo a aquellos recursos que no
eran de propiedad individual. Además, cuando se consideran las rela­
ciones entre el campesinado, por una parte, y otras clases sociales, por
otra (sin mencionar instituciones como el Estado y la Iglesia), era
normalmente el pueblo y sus representantes comunales locales (usual­
mente los cabezas de familia más poderosos), en vez de los campesi­
nos a nivel individual, quienes se enfrentaban con los poderes ex­
ternos.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 149

Cuando consideramos que, en fecha tan temprana como el siglo xi,


la economía doméstica campesina. fue reconocida por el obispo de
Laon como aquella sin la que «un hombre no puede vivir libre [es
decir, noblemente]»,11 o que, en fecha'tan tardía como el siglo xv,
fue definida por un poeta anónimo como aquella que «mantiene el
mundo»,12 queda claro que una parte necesaria de la explicación de la
dinámica del feudalismo radica en ella. Por otra parte, dada la ten­
dencia de la economía doméstica campesina a reproducirse en exceso
en relación a los recursos disponibles, tenemos también una explica­
ción necesaria de la debilidad de la economía feudal. En el nivel más
alto de la estructura, es evidente que la sólida articulación de las
comunidades campesinas por las élites locales, o, por .el contrario, la
disgregación de estas comunidades, son rasgos necesarios en nuestro
análisis de los más amplios aspectos de este orden social de base
campesina. No obstante hay que señalar que la economía, doméstica
individual y la unidad socioeconómica representada por la comunidad
del pueblo no son específicas del feudalismo. Se encuentran formando
parte de otras formaciones sociales, más antiguas y más recientes que
el feudalismo, Y aunque son elementos necesarios para una descrip­
ción de la dinámica del feudalismo, no son por sí mismas suficientes.
Para proporcionar una explicación adecuada sobre el modo de pro­
ducción feudal, debemos analizar un nuevo elemento de la estructura
socioeconómica; el señorío, en una de sus manifestaciones llamada
feudo (feodum), de donde procede el término «feudalismo». El seño­
río es el rasgo más específico del feudalismo. En su seno abarca las
distintas individualidades de las unidades domésticas familares y el
más alto nivel de la organización campesina que es la comunidad del
pueblo; asimismo es en el señorío donde las dos clases principales
dé, la sociedad feudal se encuentran para la transferencia del exce­
dente (o mejor dicho de la parte no retenible del producto de la
tenencia) y su conversión en la renta del señor. A pesar de la limitada
competencia de la administración feudal y de los problemas de comu­
nicación, el señorío tuvo incluso un elemento de regularidad en su
conformación aunque sufriera una gran fragmentación y reconstitu-

11, El texto de Adalbero de Laon, Carmen ad Robertum regem, ha sido


publicado en francés en IJan mil, G. Duby, ed., París, 1967, pp. 71-75.
12. «God Spede de Ploug», W. W. Skeat, ed. (Early Eng. Text. Soc., oíd
ser., xxx, Londres, 1867, p. 69.
150 EL DEBATE BRENNER

cíón de sus elementos. Incluso las grandes propiedades de los reyes


y magnates tendían a ser agregaciones de señoríos más pequeños.
La transferencia del trabajo excedente, o de los frutos del trabajo
excedente, de los campesinos al señor tomaba diversas formas según
la época y el lugar: podía consistir en trabajar de forma continuada
durante todo el año en el señorío o trabajar ocasionalmente en la
siega y la recolección, de forma análoga a la ayuda mutua entre cam­
pesinos. Las rentas podían también pagarse en especies, algunas veces
como una supervivencia de antiguas formas tributarias, a veces como
una parte de la cosecha de la tenencia. Podían también pagarse en
dinero, que tenía la ventaja para el señor de que el campesino era el
encargado de comercializar el producto, pero tenía la desventaja de
que el dinero, como otras rentas, al estipularse una cantidad fija ten­
día a devaluarse al subir los precios. Los señores también recibían
rentas en trabajo, especies y dinero provinientes de los derechos de
dominio, tales como las tasas de curia y los derechos de monopolio
de ciertos servicios esenciales (molino, panadería, lagar) a veces cono­
cidos como bandités. Fuera cual fuera la forma de la transferencia de
la renta, estaba legitimada y garantizada por la jurisdicción, que era
la principal expresión del poder en la sociedad feudal, más incluso
que la fuerza armada aunque ésta siempre suponía una amenaza
constante.
Una forma adicional de legitimar la transferencia de la renta era,
desde luego, la servidumbre, que puede generar una ambigüedad
muy comprensible.13 La auténtica servidumbre jurídica, en la que el
siervo éstaba totalmente privado de libertad a los ojos de la ley,
era sólo el polo extremo de la dependencia campesina a una clase
dominante de terratenientes. En el otro extremo estaba la tenencia
del campesino libre o alodial. Entre ambos polos había una serie con­
siderable de deberes que reflejaban el grado de dependencia, el más
importante de los cuales pretendía limitar la capacidad personal de
desplazarse, restringir el libre traspaso de la tierra o del producto, y
controlar la herencia, La gran variedad de formas específicas de depen­
dencia refleja y también determina el gran número,de historias distin­

13. No podemos pasar por alto los textos de Marc Bloch sobre la servi­
dumbre, a pesar de haber sido muy criticados: M. Bloch, Mélanges historiques,
2 vols,, París, 1963, I,. 4.a parte. Véase también G. Duby, Rural Economy and
Couníry Life in the Medieval W est, Londres, 1968, libro 3, cap. 1,3.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 151

tas que van a componer la historia general cíe la sociedad feudal. Pero
la variedad de la experiencia no debería cegarnos: ante ciertas contra­
dicciones generales de esa sociedad. .
La contradicción más sorprendente del feudalismo no fue comple­
tamente entendida por los contemporáneos aunque sí fue tenuamente
vislumbrada por algunos escritores que no simpatizaban en absoluto
con el campesinado. En sitios tan distantes entreoí como Normandía
e Italia encontramos expresadas opiniones similares. Wace, el escri­
tor anglonormando del siglo x ii , au to r:de una historia en verso de
los duques de Normandía, pone en boca de los campesinos sublevados
las siguientes palabras; «Juramentémonos para defendernos, defender
nuestros bienes y permanecer unidos. Sí ellos [los señores feudales]
nos hacen la guerra, seremos treinta o cuarenta campesinos por cada
caballero».14 El escritor italiano Tamassia dice sobre los campesinos:
«Unidos pueden confundir a Carlomagno. Cuando están aislados no
valen lo que otros tantos, pollos».15 Estos señores con sus secuaces
armados y su jurisdicción privada o pública de largo alcance no
podían ejercer un control completo ni siquiera sobre los siervos. En
concreto, su capacidad para dirigir la economía agraria estaba en fran­
ca desventaja frente a su poder militar y político. Esto se debía
esencialmente a la gran distancia que había entre los señores y el
proceso productivo; esta distancia no era sólo imputable al contraste
entre la inmensa escala de la propiedad feudal y la pequeña escala
de la unidad de producción familiar, sino que también podía aplicarse
tanto a los pequeños señores de un úníco pueblo como a los magnates
poseedores de cientos. También se debía a que, en general, la inter­
vención efectiva del señor o de sus funcionarios en la economía de la
tenencia campesina era muy limitada. Es cierto que el señor podía
perjudicar la economía de la tenencia campesina al exigir las rentas
y las prestaciones. También podía controlar (aunque nunca tanto
como esperaba) los desplazamientos de la población dependiente. Pero
no podía determinar el rendimiento laboral ni tampoco otros recursos
de la economía de la tenencia; aunque tampoco se produjeron mu­
chos intentos de ejercer el control ni incluso cuando la tenencia enfi-

14. Wace, «Román de Ron», citado por L. DeKsle en Études sur la con-
dition de la classe agricole et Védat de l’agriculture en Normandie au Moyen
Age, Evreux, 1851, pp. 123-124.
15. Citado en G. Salvemini, Magnati e popolari in Firenze d d 1280 al
1295, Florencia, 1899, p. 215.
152 EL DEBATE BRENNER

téutica comenzó a desmoronarse a finales de la Edad Media, medíante


la inclusión de ciertas condiciones en los contratos que especificaran
un buen rendimiento agrícola.
Había otro factor que distanciaba al señor de los campesinos,
además de esta aparente impenetrabilidad de la economía: como se
indicaba anteriormente, entre el señor y la tenencia familiar campe­
sina se alzaba la comunidad del pueblo. En la práctica, ésta estaba
representada por los notables del pueblo, la élite de los labradores
acomodados, sin cuya cooperación el señorío era incontrolable ya que
el señor no sólo necesitaba poder coercitivo "sino que también necesi­
taba intermediarios. Ahora bien, hemos leído numerosos textos sobre
burocracia estatal de administradores, alguaciles y similares, pero en
realidad la •administración de las comunidades rurales no estaba en
manos de estos representantes del señor. Las curias señoriales esta­
ban en gran parte en manos de los campesinos acomodados, quienes
promulgaban las leyes, dictaban sentencias, formulaban los reglamen­
tos de las comunidades, excluían a los extranjeros y, en términos
generales, mantenían las líneas esenciales de comunicación entre la
administración del Estado, o del mismo señor, y la comunidad de
familias campesinas.
Hay qué subrayar que el elemento de la economía agraria sobre
el que el señor parecía tener pleno control, es decir, el señorío, estaba
también inserto en las prácticas consuetudinarias de la comunidad
campesina. Aunque hubiera un grupo de jornaleros profesionales,
libres o siervos, tales como aradores, carreteros, pastores, lecheras
y similares, los recursos importantes de trabajo del señorío provenían
directamente de la economía de la unidad doméstica! los aradores y
grupos de aradores, los segadores, los cosechadores, los herreros
e incluso los albañiles. El señorío estaba, por lo tanto, sometido al
mismo ritmo de trabajo que la tenencia campesina o mucho peor, ya
que las prestaciones laborales se desempeñaban de mala gana. En
todo caso, el señorío era probablemente un elemento menor de la
economía agraria medieval; su importancia es hasta cierto punto una
ilusión documental ya que los mejores documentos sobre este período
proceden generalmente de las grandes propiedades, mientras que gran­
des extensiones rurales, al no estar relacionadas con la economía del
señorío por estar controladas por los campesinos, apenas están docu­
mentadas.
Tenemos por lo tanto una clase terrateniente cuya supervivencia
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 153

dependía de la transferencia del excedente de trabajo y del producto


del excedente de trabajo de una clase, potencialmente independiente
de ella, sobre la que ejercía poder político, militar y jurisdiccional,
pero respecto de la- que no cumplía ninguna función empresarial.
No debe sorprendernos la fuerte posición política de la clase dirigen­
te si tenemos en cuenta una serie de factores como por ejemplo la
dispersión de las comunidades rurales y lo poeo dadas que eran a
desplazarse (en comparación a los séquitos de los nobles que podían
ser fácilmente movilizados), la obligatoriedad de la rutina agrícola, el
rígido control de las costumbres y las poderosas influencias ideológi­
cas ejercidas por sacerdotes, monjes y frailes para aceptar la legitima­
ción del orden social. Sir, embargo, debido a que los ingresos seño
ríales dependían directamente de la productividad y la explotación de
la economía campesina, cualquier cambio que se producía en la base
de la estructura social repercutía en los estratos superiores, lo que
también se debía a que la propiedad feudal era por naturaleza pasiva
en vez de activa.
No sólo el sector agrario sufría tales repercusiones. La aristocra­
cia terrateniente, tanto laica como eclesiástica, constituía siempre el
principal mercado para una serie de productos, principalmente sun- (
tuarios, que formaban parte del comercio internacional: las especias,
las frutas y sedas que eran importadas del Mediterráneo oriental hacia
el oeste; las costosas telas de lujo que producían los Países Bajos y
las industrias de Italia central; los vinos del Mediterráneo, Bur­
deos, las tierras del Rin, Borgoña y la cuenca de París; las pieles de
Europa oriental. El comercio internacional, desde luego, traficaba
también con mercancías de gran volumen como grano y madera pero
su demanda era principalmente urbana y dependía, en última instan­
cia, del éxito del comercio de lujo internacional; también la demanda
de armamentos y la demanda para la construcción procedían princi­
palmente de la aristocracia. El comercio internacional estaba en gran
parte dirigido por las élites comerciales capitalistas de las ciudades,
ya que en ellas existía un considerable sector urbano de servicios que
apoyaba sus actividades y necesidades de consumo. El Estado y las
formaciones de tipo estatal existían gracias a los recursos obtenidos
a través de los impuestos directos (principalmente de los productores
rurales) o de los impuestos indirectos, que variaban según el volu­
men del comercio. En otras palabras, los sectores urbanos y comer­
ciales de la economía dependían de forma directa y en gran parte del
154 EL DEBATE BRENNER

poder adquisitivo de una aristocracia cuya renta provenía' más o me­


nos directamente de la producción campesina.
Estas contradicciones dé la sociedad feudal son la base de la crisis
de los siglos xiv y xv. Es casi seguro que, dadas las pruebas de que
disponemos, hacía el final del siglo x m la productividad per cápita
de la agricultura estaba estacionaria o en descenso. Esto no fue sim­
plemente una consecuencia del crecimiento de la población que, al
presionar sobre las tierras que estaban institucionalmente restringidas,
provocó, una reducción del tamaño medio de^la tenencia familiar de
subsistencia, la proliferación de pequeñas tenencias y de trabajadores
sin tierras y una reducción en la proporción entre ganadería y agri­
cultura. Fue también el resultado del apremio de los terratenientes
para percibir la renta, las sanciones jurisdiccionales, los derechos de
defunción y los derechos de registro, y de la presión del Estado sobre
la fiscalidad y el control de los suministros, alimentarios; estas pre­
siones fueron aumentando durante el siglo x m y sustrajeron todo el
excedente monetario, lo que impidió hasta la más elemental inversión.
Aunque tampoco los propietarios actuaron como los paladines de la
mejora agrícola de los señoríos; a pesar de demostrar cierto interés
en la administración racional de sus posesiones, la utilización de la
renta aristocrática para sufragar la guerra y para gastos suntuarios
tuvo como resultado una pobre reinversión en la propiedad por lo
que los rendimientos fueron bajos o se mantuvieron estacionarios.16
Esta interpretación pesimista de las tendencias del sector agrario
de la economía a finales del siglo x m no es incontrovertible. Pero en
lo que concierne a la renta señorial, podemos considerar otro factor
aunque sea más de origen social que económico: la resistencia cam­
pesina a dejarse explotar. Las luchas de las comunidades campesinas
para retener el máximo producto posible en sus tenencias y conseguir
el mayor acceso posible a los bosques comunales, pastos y pesqueras,
comenzaron muchos siglos atrás. Pero es casi indiscutible que en el
siglo x m , y en especial en su segunda mitad, esta lucha se había
intensificado y no con mala fortuna. Tanto los objetivos inmediatos
por conseguir como los resultados obtenidos tuvieron una distribución
geográfica desigual. En el norte y noreste de Francia se consiguieron
formar comunidades rurales de autogobierno. En el este de Francia
y en Alemania occidental, la publicación de los rapports de droits y

16. Véase supra} p. 147, n. 10.


UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 155

del Wefctümer consiguió que las rentas y las prestaciones se estabi­


lizaran, lo que a largo plazo favoreció más a los arrendatarios que a
los señores. En Inglaterra, los resultados no fueron tan notables. Los
conflictos sobre los arriendos y las prestaciones entre los señores y
los enfiteutas plantearon una cuestión mucho más amplia: Ja condición
libre frente a la servil. Pero estos conflictos eran bastante frecuentes
e incluso donde los demandantes no conseguían la ^condición de libre,
o bien probar los privilegios del antiguo señorío, se tendía también
en general a la estabilización de las prestaciones personales y de las
exacciones arbitrarias tales como las tallas.17
El conflicto sobre la renta feudal debe entenderse en el marco
de una sociedad en la que la producción de mercado estaba bien
desarrollada, una sociedad en donde había un amplio intercambio
de mercancías simples, pero en donde el mayor volumen del produc­
to, siempre en grano, se consumía en el seno de la economía familiar.
En términos cuantitativos, la economía de la familia campesina rete­
nía la mayor parte del grano (y del ganado) para su propio consumo
impidiendo de este modo su comercialización. Pero debe recordarse
que la economía familiar de los señores retenía también grandes can­
tidades del producto del señorío, aunque de acuerdo con las conve­
niencias, grandes cantidades podían comprarse o venderse. La obliga­
ción del productor campesino de pagar rentas en dinero, sanciones e
impuestos y las pruebas que tenemos sobre acumulaciones ocasionales
en metálico por los campesinos ricos, dan a entender qué parte del
producto se ponía a la venta. Sin embargo, no debemos imaginar que
estos agricultores eran capitalistas a pequeña escala. Quedaba muy
poco dinero después de pagar los derechos, y además la inversión
laboral y en materiales provenía en gran parte de la economía familiar.'
Sin embargo, la parte transferida de la producción campesina que
se convertía en la renta de los terratenientes (incluida la Iglesia) y
del Estado se pagaba en gran parte en dinero. De forma similar la
transferencia del esfuerzo del campesino en cultivar el señorío, como
ya hemos citado, se pagaba en gran medida en dinero. Ahora- bien,,
hay buenas razones para suponer que la renta en dinero de muchos
señoríos estaba estabilizada o en descenso en las primeras décadas del
siglo xiv, ya fuera a causa de una crisis en los beneficios del señorío

17. He intentado resumir estos conflictos y sus resultados positivos én


mi Bond Men Made Free.
156 EL DEBATE BRENNER

o debido a la dificultad de mantener los niveles de renta o quizás a


ambas cosas a .la vez. A pesar de las variaciones, éste parece ser el
patrón general en gran parte de Inglaterra así como en algunas partes
de Francia como Normandía, la cuenca de París y la parte norte.
Aunque esta renta señorial estabilizada o en disminución tenía que
soportar el peso de las demandas crecientes, lo que era ineludible ya
que era consecuencia de las tendencias intrínsecas de la sociedad feu­
dal contemporánea.18
Aunque resulta difícil realizar una cuantificación, como en todas
las distribuciones de población medievales, parece probable que du­
rante este siglo se produjera un aumento' en el sector de la población
que no se dedicaba a la producción de alimentos. En primer lugar, este
aumento afectaría a la población urbana, no sólo a los grupos estable­
cidos de mercaderes al por mayor, los detallistas y los artesanos, sino
a la masa de jornaleros no cualificados y a una proporción de gentes
desposeídas procedentes, en su gran mayoría, de las zonas rurales. La
creciente complejidad de la administración del Estado y de la Iglesia
tuvo como consecuencia un aumento de la burocracia, aunque la ma­
yoría de sus integrantes procedía de familias que no estaban relacio­
nadas con el proceso de producción de alimentos. Un aumento gene-

18. Véase G. Fourquin, Les campagnes de la región parisienne a la fin


du Níoyen Age, París, 1964, pp. 190-208; Bois, Crise du féodalisme, pp. 203 ss.;
R. Fossier, La ierre et les hommes en Picardie jusqu’a la fin du X IIIe ñecle,
2 vols., París, 1968, II, pp. 623-652; H . Neveux, «Déclin et reprise: la flucíua-
tion biséculaire, 1330-1560», en G. Duby y A. Wallon, ed., Histoire de la
Franee rurale, 4 vols., París, 1975-1976, II, pp. 35-39. Hay diversos textos so­
bre las posesiones inglesas relacionados con el. tema, por ejemplo H. P. R.
Finberg, Tavistock Abbey, Cambridge, 1951, pp. 261-262; J. A. Raftis, The
Estates of Ramsey Abbey, Toronto, 1957, p. 228, «rendimientos agrarios depri­
midos»; I. Kershaw, Bolton Priory, Oxford, 1973, pp. 19-30, una caída de la
renta en 1320; C. Dyer, Lords and Peasants in a Changing Society, Cambridge,
1980, pp. 79-83, una contracción de la propiedad después de 1280. A pesar
de la mejora de las condiciones agrícolas en Cornualles a principios del si­
glo xiv, las rentas del ducado se paralizaron durante treinta años después de
1287: J. Hatcher, Rural Economy and Society in the Du,chy of Cornwall, 1300-
1500, Cambridge, 1970, pp. 81 ss. En las posesiones de los obispos de Ely y
Winchester, mientras las rentas en bruto se mantuvieron altas o aumentaron,
la producción del señorío descendió fuertemente: E, Miller, The Abbey and
Btshopric of Ely, Cambridge, 1951, pp. 98-111; J. Z. Titow, «Land and Popu-
lation on the Bishopric of Winehester’s Estates, 1208-1350», Cambridge Univ.,
tesis doctoral, 1961, pp. 22-42.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 157

tal en los gastos de la superestructura política fue, no obstante,


mucho más importante que una posible disminución en la proporción
de alimentos; las casas reales y señoriales gastaban una gran can­
tidad de dinero en gastos de ostentación, en séquitos y patronazgo,
gastos que, dado el carácter aristocrático y el elemento competitivo
de las políticas feudales, probablemente iban a aumentar de forma
constante y que contribuían al alza de los precios. La guerra tam­
bién se convirtió en una carga más pesada durante esta época; no se
trataba de que en la Baja Edad Media se combatiera más que en épo­
cas anteriores, sino que cada vez resultaba más costoso, las campañas
tendían a ser más largas y continuadas; un mayor número d.e solda­
dos de todos los rangos recibía los salarios en metálico; los pertre­
chos, desde los caballos hasta las fortificaciones, eran más costosos.
Y dado el lento flujo monetario de las rentas y los impuestos pro­
cedente de la base agraria, estos costes se pagaban mediante los
préstamos a alto interés que los mercaderes banqueros financiaban.
Así se utilizaba principalmente el excedente procedente de la
producción agraria. Aparte de cualquier otra característica, debe seña­
larse que no hemos encontrado el mínimo indicio de una forma de
reinversión que aumentara la producción. La tecnología militar no
proporcionó ningún aliciente productivo; de las elaboradas armadu­
ras, las fortificaciones complicadas o las hábiles máquinas de asedio,
no se extrajeron los conocimientos necesarios que ayudaran a la pro­
ducción agrícola o abarataran los costes de la producción artesanal.
Los impuestos eran casi por entero absorbidos por los gastos militares
y los costes de gobierno (incluidos los gastos de ostentación y de
patronazgo ejercidos por las casas reales). Los beneficios del capital
comercial, aunque parte se invirtieran en la compra de señoríos y pro­
piedades feudales, ciertamente no se invertían en mejorar la produc­
ción agrícola. Tampoco hubo ninguna inversión importante en la pro­
ducción industrial, en gran parte debido a que ésta estaba organizada
como una empresa familiar y era tan impenetrable para el capital
comercial como la unidad de producción campesina para el señor
feudal. Los beneficios del comercio permanecieron casi por entero
en la esfera de la circulación.
La crisis de la sociedad feudal del siglo xiv se asocia normalmente
al colapso demográfico de mitad de siglo, atribuido —hay que decir­
lo— a una fuerza externa: la peste bubónica. Debería ser ciego el
historiador que ignorara el factor demográfico en la formación del
158 EL DEBATE BRENNER

desarrollo económico y social de este período, ya que los movimientos


demográficos en particular no están de ningún modo al margen de la
determinación social. Sin embargo, es evidente que la crisis del feuda­
lismo había ya empezado antes de la llegada de la peste bubónica,
incluso antes de las grandes épocas de hambre de la segunda década
del siglo xiv. El caso es que, desde luego, la crisis del feudalismo,,
como orden social no fue una crisis' de subsistencia o una crisis
causada por el efecto de la subida de los precios industriales y la
caída de los precios agrícolas. Por muy importantes que estos rasgos
de la situación pudieran ser —y su significado no puede ser ocul­
tado— , el rasgo central era una crisis de las relaciones entre las dos
clases principales de la sociedad feudal, que había comenzado antes
del colapso demográfico y que continuó posteriormente aunque bajo
formas algo distintas.
Sí se había producido un estancamiento de la renta señorial proce­
dente de la renta campesina antes de la crisis demográfica, esta situa­
ción se agravó posteriormente. Una caída considerable en la cantidad
de prestaciones personales, en la renta en especies y la renta en dinero
que los campesinos pagaban a los señores, fue consecuencia de la
fuerte alteración de la proporción entre tierra y trabajo. Sin embargo,
esta caída de la renta no fue determinada simplemente por el aumento
de la cantidad de tierra disponible. Como siempre, el nivel de la
renta dependía parcialmente del grado de coerción no económica que
los terratenientes podían aplicar; en consecuencia, las variadas, expe­
riencias que las comunidades campesinas en conflicto con sus señores
habían ido acumulando durante los años anteriores al descenso demo­
gráfico no eran en absoluto irrelevantes. Los ingresos procedentes de
la renta bajaron en una proporción desigual, como reflejo del cambio
en el equilibrio de las relaciones de poder en el mundo rural, así
como en la oferta y demanda de tierras. Se ha sugerido que el nivel
de rentas en Inglaterra se mantuvo hasta la década de 1370 debido a
que el grano se mantuvo a alto precio. También es igualmente proba­
ble que parte de la responsabilidad recayera en la fuerza y determi­
nación de la clase dominante, reflejada en la legislación laboral con­
tra las demandas de salarios altos; aunque también hay que destacar
el hecho de que la presión ejercida por los campesinos para reducir
las rentas tuvo buenos resultados después de la revuelta de 1381.
Las dificultades experimentadas por las aristocracias de Europa
occidental en mantener el nivel de ingresos procedentes de la renta
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 159

después de 1348, hay que considerarlas en función de otras dificul­


tades con las que se enfrentaron. Las guerras continuaron, y supu­
sieron no sólo exigencias fiscales sino una destrucción progresiva de
los recursos por parte de los ejércitos. Incluso si lograban mantener
temporalmente los ingresos de la renta, el efecto del aumento de
los precios afectaba más seriamente al señorío que a los campesinos,
especialmente a aquellos campesinos que dependían del trabajo fami­
liar. Los beneficios del señorío, que anteriormente eran un suple­
mento importante en la renta señorial, estaban en vías de rápida desa­
parición, especialmente a partir de la década de 1370. Por lo tanto
no es sorprendente que en la segunda mitad del siglo xiv, no sólo
presenciemos el aspecto económico de la crisis sino también sus con­
secuencias políticas. Éstas, bajo la forma de luchas intensivas de
facciones entre la aristocracia terrateniente motivadas en gran parte
para conseguir el control del Estado y sü fondo de patronazgo; están
obviamente conectadas con el descenso de la renta señorial.
Tras haber observado un panorama más amplio, volvamos a las
economías campesinas y .al señorío. Como hemos visto, la caída de la
renta feudal significó una situación crítica para los terratenientes, el
Estado y el sector urbano y comercial dependiente. Pero para, que
el modo de producción feudal estuviera minado del todo, sería nece­
sario que los productores de base hubieran llegado a tal nivel de evo­
lución que existieran ciertas alteraciones viables que reemplazaran
las anteriores relaciones socioeconómicas. En cuanto al aspecto polí­
tico, las viejas instituciones de dominación señorial deberían ser reem­
plazadas ya que, como hemos visto, lo que garantizaba la renta seño­
rial era la hegemonía política y jurídica más que la económica.
¿Qué pasó de hecho con la economía campesina? El caso inglés
es particularmente interesante en parte debido a que existe una buena
documentación para la historia agraria, en parte debido a la impor­
tancia de Inglaterra en el posterior desarrollo del capitalismo. Vamos
a insistir en que uno de los rasgos más sorprendentes de la historia
de los campesinos ingleses, especialmente después de la década de
1380, fue el éxito obtenido por los campesinos enfiteutas al reclamar
la reducción de las rentas, especialmente de aquellas de tipo clara­
mente feudal. Este éxito se reflejó jurídicamente con la virtual desa­
parición de la servidumbre; y, además, permitió la retención del
excedente en el seno de la tenencia familiar.
La disminución del peso de la renta se acompañó de otros avan­
160 EL DEBATE BRENNER

ces que proporcionaron a k economía campesina un grado consi­


derable de prosperidad. Es evidente que hubo un reagrupamíento de
los asentamientos, tanto dentro, como entre los pueblos, de este modo
el peor suelo tanto desde el punto de vista de su fertilidad como de
su fácil acceso (a la explotación y al mercado) se dejaba para pastos.
Como es bien sabido, esto significó una considerable expansión de la
ganadería y una mayor proporción de ganado^ dedicado a la agricultu-
tura, del que se sacaba carne y lana para el mercado, así como abono
para el suelo. Estas condiciones favorables para la producción fueron
acompañadas, como era de esperar, por una considerable reducción en
la proporción de las pequeñas tenencias y un aumento del tamaño me­
dio de las tenencias del campesinado medio. En lo alto de la escala
social campesina, vemos que aparecen las tenencias de un tamaño
considerable dedicadas a la agricultura y a la ganadería.
Las condiciones eran evidentemente favorables para el crecimiento
de la producción en el momento en que las cargas de la renta estaban
disminuyendo, sobre lo que tenemos indicios evidentes que incluyen
la caída del precio del grano y la subida de los salarios reales. No hay
que dudar que los factores de la demanda constituían un elemento
a tener en cuenta en ambos casos, pero las mejoras en la producción
agrícola deben haber desempeñado un papel significativo. La carencia
de mano de obra era obviamente un elemento importante en la
subida de los salarios, pero el hecho de que un nivel tan alto de sala­
rios reales se mantuviera por tanto tiempo sugiere un crecimiento
real de la productividad de la mano de obra. Debe también conside­
rarse que la cantidad de mano de obra familiar estaba disminuyendo
cuando las tasas de reposición bajaron,19 de modo que los indicios del
aumento de la productividad, en el momento en que k mano de obra
era menos asequible globalmente, son bastante notables. Quizá me
atrevería a sugerir que éste fue un aspecto de la oportunidad de pro­
ducir sin trabas mercancías menores que fue discutido en el debate de
Dobb y Sweezy en la década de 1950.

19. S. L. Thrupp, «The Problem of Keplacement-Rates in Late Medieval


Engiish Popuíation», Econ, Hist. Rev., 2." serie, xviii (1965), hace hincapié en
el descenso de las tasas de reposición durante el siglo xv. Este hecho ha sido
confirmado por T. M. Lorcín en Les campagnes de la región lyonnaise aux
X IV ‘ et, X V ‘ siécles, Lyon, 1974; Z. Razi, Life, Marriage and Deatb in a Medie­
val Parish, Cambridge, 1980; Dyer, Lords and Peasanfs in a Changing Societyy
aunque la explicación dada por Thrupp no ha sido confirmada.
UNA CRISIS EN. EL FEUDALISMO 161

¿Era Inglaterra el único país en experimentar este desarrollo? La


evolución de ia economía rural francesa fue similar, aunque la devas­
tación ocasionada por las invasiones inglesas motivaron que partes
del país sufrieran cierto retraso durante años. Un hecho es cierto: la
caída de las rentas que afectó los ingresos de la aristocracia terra­
teniente inglesa también tuvo lugar en Francia. La necesidad de los
propietarios de reactivar los pueblos devastadas les obligó a ofre­
cer arrendamientos bajo condiciones especialmente favorables para los
arrendatarios, un clásico ejemplo nos lo ofrece la corriente de inmi­
grantes de Entre-Deux-Mers.20 Pero ya que uno de los aspectos más
serios de la güera fue la matanza del ganado, también es cierto que
la agricultura francesa no gozó de las mismas mejoras en el ganado
dedicado a la agricultura, en comparación al nivel alcanzado en Ingla­
terra. Quizás ésta es la razón de que los salarios reales no aumentaran
en Francia tanto como en Inglaterra. Sin embargo, a pesar de todas
las dificultades, la segunda mitad del siglo xv en Francia ha sido
considerada como un período favorable para el campesino medio,
pero siempre en el marco del poder señorial, una institución que había
recuperado su poder hacia finales de siglo.
Aunque sería un error exagerar la decadencia del señorío en
Inglaterra durante el siglo xv, quienes consulten la documentación de
las curias señoriales no pueden dejar de sorprenderse por la falta de
vitalidad de la institución después de la mitad del siglo. ¿Cuál era el
significado de este aparente declive del poder señorial respecto a las
relaciones entre señores y campesinos? ¿Acaso puede considerarse
como algo peculiar ese gesto de autoafirmación extraordinaria con
que los arrendatarios del poderoso conde de Warwick, casi bajó las
sombras de su castillo junto al río Avon, consiguieron con éxito lo­
grar una disminución en la renta que pervivió mucho más tiempo
que la misma dinastía de los Beauchamp? 21 No podremos saberlo
hasta que no se haya investigado más a fondo la oscura historia de los
señores y sus campesinos. Podemos decir, sin embargo, que incluso
disminuyendo el poder individual de coerción que los señores ejercían
por medio de sus derechos jurisdiccionales, el poder colectivo de los
aristócratas se veía reforzado por el nombramiento de sus miembros

20. R. Boutruche, «Les courants de peuplement dans l’Entre-Deux-Mers»,


Armales d 1histoire économique e t sociale, vii (1935).
21, Hilton, English Peasantry in the Laier M iddle Ages, pp. 66-67,

11. — BRBNN2S
162 EL DEBATE BRENNER

más activos como jueces de paz. Pero aunque éstos no sólo tenían
competencias sobre la -ley y el orden sino que también controlaban la
legislación laboral, ¿acaso esto les permitía meter baza en la transfe­
rencia del excedente campesino bajo forma de renta? Es evidente
que no (y el asalto a la seguridad de la enfiteusis estaba aún por venir)
aunque el campesinado vio reducida su anterior capacidad de resis­
tencia e iniciativa sobre la cuestión de la renta a causa de ciertos
acontecimientos independientes. La decadencia del señorío se acom­
pañó por una disminución de la fuerza de cohesión de la comunidad
campesina como consecuencia de la disminución de la población
por una parte y debido a la extrema movilidad y a la diferenciación
social por otra. Las familias de campesinos ricos, ahora convertidos
en ganaderos y en grandes arrendatarios, ya no ejercían como inter­
mediarios entre los señores y las comunidades de enfiteutas. Ya no
eran los líderes potenciales de la resistencia.
¿Podemos decir por lo tanto que a finales del siglo xv, si no
antes, la primera crisis del feudalismo había finalizado? En Francia,
se había restaurado el sistema señorial; en Inglaterra, la clase domi­
nante, con su característica flexibilidad, desplazó su centro local
de poder de las curias señoriales a las sessions of the pe-ace, ya que
la relación entre el señor y el campesino cambió de carácter. Pero
estas conclusiones sólo pueden aplicarse a uno o dos países de Europa
occidental y han surgido ante todo del estudio de la economía agra­
ria. ¿Qué ocurría en el sector comercial y urbano? ¿Cómo le afectó
la fiuctuante distribución de los ingresos entre las dos clases princi­
pales, los señores feudales y los campesinos?
Debemos señalar que la investigación, en su conjunto, no ha pro­
porcionado respuestas claras. Esto no es sorprendente dada la insufi­
ciencia de las pruebas cuantitativas sobre la población, la producción
y el comercio. Dado el descenso general de la población, ¿qué suce­
día con los centros urbanos establecidos ya de antiguo, crecían o
más bien disminuían?, ¿sufrió la industria (especialmente la textil)
un desplazamiento desde la ciudad al campo?, ¿abastecía la industria
rural a un nuevo mercado, es decir, satisfacía la demanda de aque­
llos que se beneficiaban del relajamiento de las exigencias señoriales
y cuyos ingresos, como ya hemos sugerido, eran relativamente altos?
La guerra y otros factores políticos afectaban muchos aspectos de la
economía, tanto si contemplamos la producción de vino de Burdeos
o el comercio de telas desde el oeste del estrecho hacia el Báltico.
UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO 163

Los antiguos centros y las antiguas rutas comerciales decayeron (por


ejemplo, la que unía Italia con los Países Bajos); otras prosperaron
(por ejemplo el eje Brabante-Frankfurt-Danubio y Alemania del sur).
La complejidad y variedad de los acontecimientos en este sector im­
pide que nos atrevamos a generalizar, pero de todas formas podemos
señalar ciertos aspectos. En primer lugar, diremos que ciertas ciuda­
des, con una organización municipal y gremial muy complicada, se
veían propiciadas a desplomarse bajo el peso de la superestructura
institucional (como en el caso de Coventry y muchas otras ciudades
inglesas de provincias); otras sin embargo (como Nuremberg) que
estaban situadas en una región en vías de desarrollo mantuvieron e
incluso aumentaron los mismos elementos superestructurales. Esto
son casos extremos, pero, de un modo general, podemos señalar que
la tendencia hacia una producción textil más económica se caracterizó
por la localización de la industria en pequeñas ciudades y pueblos
aprovechando y, al mismo tiempo, reforzando el crecimiento de la*
producción de mercancías a pequeña escala en las zonas rurales. Otros
sectores industriales en crecimiento, como la metalurgia y, por supues­
to, la minería, tendieron a desarrollarse lejos de los pueblos. El des­
plazamiento de la producción textil a la de artículos de lujo salvó sólo
algunas economías urbanas. En Inglaterra muchas de las ciudades
de provincias que habían tenido actividades industriales, a finales del
siglo xv, se habían convertido en mercados regionales para la produc­
ción agrícola y en centros de elaboración de alimentos para los provee­
dores institucionales.
Sean cuales sean las implicaciones seculares de este desarrollo en
los sectores rurales y urbanos de la economía de la Baja Edad Medía,
está claro que el feudalismo, como formación social basada en último
término en la transferencia del excedente de la economía campesina
a la aristocracia terrateniente y sus propiedades, se había recuperado
de su crisis a través de un proceso de cambios y reajustes. El sistema
podía dar todavía mucho juego aunque había tenido que adaptarse
a numerosos cambios. Los más importantes residían en el carácter
de la producción de mercancías a pequeña escala, especialmente en
la agricultura, pero también en el comercio industrial, lo que tuvo
mucha más importancia que las espectaculares acumulaciones de ca­
pital de los comerciantes, banqueros y colonizadores aunque éstos
acaparen más la atención.
J. P. Cooper

8. EN BU SCA DEL CAPITALISMO AGRARIO *

En su artículo «La estructura de clases agraria y el desarrollo eco­


nómico en la Europa preindustrial», Robert Brenner se ha dedicado
a analizar los principales problemas históricos de la transformación y
modernización de las sociedades. Los efectos que tales procesos tie­
nen sobre los campesinos no sólo son de interés historiográfico y me­
todológico sino que también tienen repercusiones políticas y sociales
en los debates actuales sobre las estrategias para el desarrollo. El tra­
bajo de Brenner, además de hacer una crítica general de los argumen­
tos de tendencia neomalthusiana sobre el desarrollo social y econó­
,
mico de Europa desde el siglo x i i se integra en una línea de análisis
que comienza con los fisiócratas, quienes plantearon que la causa
esencial del crecimiento desigual entre Francia e Inglaterra residía en
las diferencias entre las estructuras agrarias y la productividad, dife­
rencias motivadas en gran parte por el predominio de las propiedades
de gran tamaño en Inglaterra.
Estoy de acuerdo con Brenner cuando sugiere que a causa de
que los problemas y ciclos demográficos han sido considerados como
los elementos determinantes de los cambios económicos y sociales, o
por lo menos se Ies ha dedicado tanta atención y espacio, se ha dejado
escaso margen para que otros factores fueran tomados en cuenta. Los

* [J. P. Cooper estaba finalizando este artículo para ser publicado en


Past and Vresent cuando murió prematuramente en 1978. Sin duda, de haber
vivido, hubiera aportado modificaciones a este texto. No obstante, con el ama­
ble consentimiento de su viuda hemos decidido reproducir esta importante
contribución a los estudios históricos tal como estaba cuando falleció el autor.]
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 165

historiadores franceses han convertido en su axioma favorito el argu­


mento de que en la Francia medieval y los primeros años de la Edad
Moderna, una población de unos veinte millones de almas suponía
un tope imposible de traspasar, dadas las técnicas agrarias existentes.
Braudel cree que, alrededor del año 1600, esta cifra indicaba que la
densidad de población en Francia era excesiva y que el país se había
convertido en «una inmensa zona de emigración»; aunque cabe seña­
lar que Italia, con un área montañosa mucho'' mayor, presentaba
una densidad de población de cuarenta y cuatro personas por kilóme­
tro cuadrado frente a„ísfsj:reíñta.y..euatro de Francia,1 Si tenemos en
cuenta que más de un cuarto-de la superficie de Francia estaba ocu­
pada por bosques,2 no resulta fácil entender el porqué no se amplia­
ban las zonas de cultivo, aunque las técnicas agrarias permanecieran
inmutables. Podría buscarse una explicación en los acuerdos políticos
y sociales imperantes en aquella época, aunque considero que para
realizar este tipo de análisis no es necesario estar de antemano com­
prometido, como Brenner aparentemente está, en utilizar la termi­
nología marxista; de todas formas estoy de acuerdo con él en que
los argumentos que se exponen en lo que él denomina «el "modelo
demográfico» no incluyen, en su mayor parte, los efectos del poder
y la fuerza en la sociedad.
Tanto Goubert como Le Roy Ladurie utilizan la imagen de un
sistema estabilizado que oscila entre unos límites determinados, un
equilibrio entre «la economía y el tamaño de la población que expe­
rimentó pocos cambios durante dos siglos, entre 1550 y 1750, con
una densidad de cuarenta habitantes por kilómetro cuadrado, pro­
porción que Francia podía mantener dados sus hábitos físicos y men­

1. F. Braudel, Capitalista and Material Life, 1400-1800, Londres, 1973,


pp. 23, 29.
2. Devéze, La vie de la forét franqaise au X V I siécle, 2 vols., París,
1961, I, pp. 268-269, calcula que treinta y un départements de la parte norte
y de la parte oeste, que en 1912 tenían el 9 por 100 de su área ocupada por
bosques (cuando el 18,6 por 100 del área nacional estaba ocupada por bosques),
tenían en 1550 un 16,3 por 100 de área forestal. Extrapolando este porcentaje,
Le Roy Ladurie ha sugerido que en 1550 18 millones de hectáreas de bosque
constituirían un tercio o más del área total: E, Le Roy Ladurie, «Les masses
profondes: la paysannerie», en F. Braudel y E. Labrousse, eds., Histoire écono-
mique et sociale de la France, 4 vols., in 7, París, 1970-1980, I, parte 2, pp. 594*
595. En 1789 el área forestal ocupaba cerca de 9 millones de hectáreas.
166 EL DEBATE BRENNER

tales de vida».3 Según Le Roy Ladurie, «la maldición malthusiana


cayó sobre el Languedoc en los siglos xvr y xvir ... ya que invirtió
la tendencia de un espléndido ciclo agrario, que después de un comien­
zo vigoroso se vio condenado a una inexorable fluctuación». Nos
encontramos ante una sociedad sin ningún tipo de crecimiento debido
a que nadie estaba interesado en la economía; el fracaso del protes­
tantismo, que no consiguió introducirse ni entre los campesinos ni
en las zonas rurales, es un símbolo o una demostración de lo ante­
riormente expuesto. En el siglo xvn «el caudal de energía humana
no se invertía en la economía sino que se disipaba en las guerras de
religión. Después del año 1600 la victoria del catolicismo fue progre­
sivamente inseparable de un cierto resurgimiento de la sociedad “feu­
dal” (... en el amplio sentido con que los filósofos del siglo xvm
utilizaban el término)». Los objetivos militares, sociales y teológicos
del absolutismo de los Borbones gozaron del beneplácito de las élites
francesas e impusieron cargas fiscales que imposibilitaron la recupe­
ración económica y un crecimiento real. Tales conclusiones generales,
y sobre todo la invocación al feudalismo, tienen similitudes con los
argumentos de Brenner: el sistema que se nos presenta excluye el
aumento de producción y «el surgimiento del capitalismo agrario a
gran escala»,4 y por lo tanto excluiría probablemente lo que Brenner
considera que distingue el desarrollo inglés del francés, es decir,
la aparición de las relaciones capitalistas de clase en las zonas rura­
les.5 Sin embargo, Le_Roy Ladurie ha afirmado además que cuando
comenzó el verdadero crecimiento económico en el siglo_xym pro­
dujo «una Francia rural donde la mayoría de ía población había sido

3. P. Goubert, Uanden régime, 2 vols., París, 1969-1973, p. 39. Aunque


Goubert está de acuerdo en que Francia .sólo podía mantener una población
de veinte millones, calcula una densidad diferente a la de Braudel.
4. E. Le Roy Ladurie, «A Long Agrarian Cycle: Languedoc, 1500-1700»,
en P. Earle, ed., Essays in European Economic History, 1500-1800, Oxford,
1974, pp. 162, 151-152, 144-145, c£. E. Le Roy Ladurie, «Les paysans fran­
ea is du X V P siéde», en Conjoncture économique, structures sociales: Hom -
mage a Ernest Labrousse, París, 1974, pp. 350-351. Aquí el siglo x v i es con­
templado como «una reconstitución del ecosistema rural» que había sido alte­
rado por las fluctuaciones negativas de los siglos x iv y xv; «esta tendencia
hacia la “restauración” era difícilmente compatible con la pronta aceptación
de las innovaciones culturales».
5. Véanse supra, pp. 42-44.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 167

proletarizada»'y donde los señores eran los aliados temporales del


capitalismo/
~Por loT tanto las objeciones de Brenner no se dirigen al sistema
de categorías con el que Le Roy Ladurie analiza la economía y la so-,
ciedad francesas sino a su intento de explicar su naturaleza como pro­
ducto de las mentalités y de los obstáculos culturales que sólo podían
cambiarse cuando aquellas cambiaran, proceso que Brenner preferiría
que surgiera de los cambios en las relaciones de clase y de la lucha
de clases.
La concepción global de las mentalités, tal como la planteó
Febvre, subraya, en determinados períodos, la ausencia o imposibili­
dad.de ciertos conceptos y actitudes vigentes en determinado período.
Con ello se tiende a crear una uniformidad que niega u oculta la
capacidad de los individuos y de las sociedades para mantener, de
forma simultánea, ideas e ideales contradictorios e incompatibles.
También implica que el cambio debe producirse como una transfor­
mación total tanto mental como psicológica, transformación que Le
Roy Ladurie sitúa en el período de la Ilustración, cuando los campe­
sinos se convirtieron en disidentes políticos y religiosos después del
ano 1 7 6 0 .7 Cabe preguntarse cómo fue posible el desarrollo agrícola
y el aumento de la productividad en Flandes, Lodigiano, Cataluña
o Brescia sin una transmutación previa de las mentalités. El principal
valor del trabajo de LeJRoyJLadurie sobre el Xanguedoc radica en la
demostración del impacto de la guerra a través de la presión fiscal^
en vez de tratarla como un aspecto secundario de las tendencias secu­
lares de la conjanciure, aunque, al justificarlo como un resultado de
íoTobstáculos culturales o de las actitudes, lo convierte en un epife­
nómeno de la tendencia secular de ías mentalités. Prevalece uña
aceptación de lo inevitable, que es comparable al sentido de la nación
de Mousnier, y la misión del absolutismo de construir un Estado
sin que pueda existir una alternativa viable.
Según Brenner la ausencia de relaciones capitalistas de clase en
las zonas rurales de Francia sería la causa de las diferencias entre

6. E. Le Roy Ladurie, «Pout un modéle de 1’éconornie rurale fran^aise au


X V IIIo siecle», Cahiers d ‘his]oire,_XIX (1974), p. 24; Le Roy Ladurie, «De la
crise ultime á la víaie croissance, 1660-1789», en G. Duby y A, Wallon, eds.,
Histoire de la France rurale, 4 vols., París, 1975-1976, II, pp, 568-570.
^'7- P- Le Roy Ladurie, «P e la crise ultime a la vraie croissance», p. 544.
168 EL DEBATE BRENNER

el desarrollo francés y el inglés. Esto implica un grado de concreción


que podría compararse con la apelación a las mentalités de Le Roy
Ladurie; aunque toda explicación que pretenda superar la mera des­
cripción implica cierto grado de abstracción y concreción, no debe
dificultar el análisis de la evolución real. Por lo menos valdría la pena
examinar, tanto como el nivel actual de conocimientos lo permita,
qué significa para Brenner la agricultura capitalista, cuáles son las
diferencias en cuanto a rendimiento y productividad entre ésta y la
agricultura campesina, y cómo las estructuras agrarias de Francia e
Inglaterra se vieron afectadas durante los períodos cruciales de los
ciclos de Le Roy Ladurie desde el año 1400 hasta el año 1750.
Aunque una larga tradición, que se remonta hasta Quesnay, ha
elogiado la productividad de la agricultura inglesa en comparación
a la francesa, quizás esto debiera considerarse como una ilusión en
vez de un dato esencial que debe explicarse. P. K. O ’Brien reciente­
mente ha sostenido que la agricultura inglesa no tenía un nivel de
producción tan sobresaliente como en general se ha dado por sen­
tado. A pesar de que en torno a 1700 su agricultura fuera más eficien­
te y productiva que la francesa, su tasa de crecimiento en el siglo xvra
era más o menos igual a la francesa, alcanzando una pequeña.supe­
rioridad en la primera mitad del siglo xix. Por otra parte, durante
el período crucial de 1650 a 1745, la comparación de las tendencias
seculares de los precios indica que éstos en Inglaterra no descendie­
ron tanto como en el continente. O ’Brien señala que «... si las nuevas
prácticas agrarias se extendieron más ampliamente en Gran Bretaña
y si el. factor de la productividad global aumentó más rápidamente
aquí que en la agricultura europea, ceteris paribus, la caída de los
precios de los alimentos y de las materias primas debería haber sido
más acusada en Gran Bretaña que en cualquier otro sitio de Euro­
pa»; esta conclusión, así como los cálculos aproximativos de la
producción agraria (tomados de Deane y Colé), se basa en los cálcu­
los de Brownlee-Rickman sobre el crecimiento de la población ingle­
sa de 1700 a 1750.8
Sin embargo, los datos del grupo de Cambridge elaborados a par­
tir de más de cuatrocientos registros parroquiales.'dan, desde 1695, un

8. P. K. O ’Brien, «Agriculture and the Industrial Revolution», Eco?i.


fí.ev,; serie, XX)£ (J.977), en especial p. 174*
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 169

índice proporcional de crecimiento mucho mayor al de estos cálculos.9


Como el índice de la producción agrícola se determina por un consumo
per cápita de grano que se supone constante, esto quiere decir que la
producción de cereales, en vez de permanecer virtualmente estancada
entre 1700 y 1740 (con un crecimiento del 4 por 100) y con un
crecimiento menor del 12 por 100 entre 1700 y 1750, en realidad
creció cerca del 24 por 100 (hasta 1750). Aunque esto no modificaría
el índice total de crecimiento desde 1700 hasta 1800, sí hace que la
proporción de crecimiento sea mucho mayor que en la primera mitad
del siglo, y particularmente importante entre 1695 y 1720, cuando
era del 11,4 por 100, mientras que entre 1720 y 1750 era del
10,1 por 100.10 Según estos datos, Inglaterra experimentó un creci-"
miento apreciable de la producción agrícola a finales del siglo x v n y
principios del xvm , mientras que la producción francesa estaba esta­
cionaria o en decadencia y por lo tanto el índice de crecimiento inglés
habría sido mucho más acusado que el francés hasta 1750 .u

9. D, C. Coleman, en The Economy of England, 1450-1750, Oxford, 1977,


p. 16, presenta los gráficos de los datos para el período entre 1540 y 1750.
Los cálculos de población utilizados proceden de los cálculos preliminares reali­
zados por R. D . Lee en una comunicación titulada «British Population in the
Eighteenth Century» y presentada a un coloquio que, celebrado en el Emma-
nuel College (Cambridge) en diciembre de 1976, organizó el SSRC (Social
Science Research Council) con vistas a poner en marcha una nueva historia
económica de Gran Bretaña de 1700 a 1970. Las estimaciones, con una tasa
de crecimiento del 0,37 por 100 por año durante el período de 1700 a 1740,
están en la tabla 1, p. 8 tuna versión revisada de este trabajo fue realizada
conjuntamente por R. D. Lee y R. S. Schofield y publicada por R. Floud
y D. McCloskey, eds,, The Economic History of Britain since 1700, 2 vols.,
Cambridge, 1981, I, con la tabla 2.1 en la p. 21]. N. F. R. Crafts^ «English'-
Economic Growth in the Eighteenth Century», Econ. Hist. Rev.^~TF~seúe,'x xix
(1976), pp. 226-227, 235, argumenta que una tasa de crecimiento del 0,7 por
100 por año entre 1710 y 1740 se adecuaría mucho mejor a los precios que '
los cálculos de Brownlee.
10. Revisado a partir de los datos ofrecidos por P. Deane y W. A. Colé en
British Economic Growth, 1688-1959, Cambridge, 1962, pp. 62-68.
11. La tasa de crecimiento que O ’Brien calcula para la agricultura fran­
cesa sobre un 0,6 por 100 por año procede del cálculo global de J. C. Toutain
y que es de un 60 por 100, aunque Le Roy Ladurie considera que es dema­
siado alto y lo reduce a un 25 a 40 por 100, calculando que la media del
siglo está entre un 0,25 y un 0,4 por 100 por año: O ’Brien, «Agricultura and
the Industrial Revolution», p. 173; Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á
la vraie croissance», p. 395; J. Goy y Le Roy Ladurie, eds., Les flacti(ation$
4u prod{üt d? I# díme¡ Parí?, 1972, introducción, pp. 23-24-
170 EL DEBATE BRENNER

Eugen Weber, casi al mismo tiempo que O ’Brien presentaba sus


consideraciones sobre las tendencias estadísticas, confirmaba con sus
argumentos la teoría de Brenner según la cual la producción campesi­
na «no podía generar las bases agrarias para el desarrollo económico»
y que «para un verdadero progreso agrícola que condujera al desarro­
llo económico ... se necesitaba cierta forma de agricultura a gran escala
de tipo capitalista».12 Weber mantiene que una proporción impor­
tante de los franceses que trabajaban la tierra «no ajustaron su pro­
ducción a las necesidades del mercado hasta finales del siglo xix», de­
bido a que «... para todo el centro, el sur y el oeste ... el gran catastro
de 1848 sugiere que, si se había producido algún progreso era debido
a los adelantos del siglo xvm y que en general los métodos de trabajo
eran los mismos que en el Antiguo Régimen, mientras que en las
regiones pobres, entre 1860 y 1880, la forma de vida de los campe­
sinos era semejante a la de la “Edad de piedra”».13 Esto podría consi­
derarse como una confirmación sin lugar a réplica de la tesis de
Brenner, pero si admitimos que la agricultura francesa estaba tan
atrasada en 1880 ¿cómo pudo darse el desarrollo económico y la
industrialización? En este sentido hay que señalar que los argumen­
tos de Weber no son aplicables al norte de Francia ya que en las
llanuras del norte, Alta Normandía, íle-de-France, Picardía y Cham­
pagne era donde predominaba la producción cerealícola y las grandes
explotaciones. Al sur y al oeste de esta zona, las tenencias eran más
pequeñas y predominaba la ganadería. Fue en el área norte donde,
durante los siglos xvi y xvii, se produjo la formación de las grandes
propiedades por la absorción de las tenencias campesinas, a semejanza
de lo sucedido en las zonas agrícolas de las tierras bajas de Inglaterra.
Por supuesto, Brenner es consciente de la diversidad existente
en Francia, aunque no es muy explícito definiendo las regiones agríco­
las; en su trabajo menciona «aquellas áreas relativamente restringi­
das donde se fueron creando las grandes tenencias» y comenta los
trabajos de Jacquart y Venard sobre la región de París.14 Reconoce
que las grandes fincas se crearon allí donde las comunidades campe­
sinas eran más débiles, pero parece que no valora en demasía hasta
qué punto su debilidad se remonta a la época ele las grandes guerras

12. Véanse supra, pp. 67, y 66, n. 81.


13. E. "Weber, Peasants into Frcnchmen, Londres. 1977, pp. 117-118,
14* Véanse supra, pp. 80*81, n- 11.1.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 171

de religión en adelante.15 Su idea de que las grandes explotaciones-^


tan sólo ocupaban los huecos que les permitían las comunidades
campesinas, no puede aplicarse a regiones como Beauce, donde los
grandes arrendatarios dominaban las comunidades campesinas.16 En
algunas zonas predominaban las explotaciones de más de cuatrocien­
tos acres, lo que en comparación con la media inglesa supone un
tamaño muy grande.17 Aunque es evidente que el tamaño por sí solo
no indica ni el rendimiento ni el valor de la propiedad.18
Con todo, cuando los fisiócratas defendían las grandes explota­
ciones como la única vía para realizar mejoras, pensaban que esta­
ban imitando el modelo inglés. Brenner comparte su idea de que en
Inglaterra predominaban las grandes explotaciones de tipo capita­
lista que contaban con mano de obra asalariada. Sin embargo, Min-''
gay ha demostrado que esta teoría debe modificarse; aunque consi­
dera que el número de fincas entre 20 y 100 „acres descendio__desde
1660 hasta" 1750, señala que incluso en 1891 el número. ..de..tenen­
cias de este tamaño era todavía un 55 por 100.más elevado que.
el de las de 100 acres. E n T 878, Caird creía que el 70 por 100

15. J. Jacquart, «Immobilisme et catastrophes, 1560-1660», en Duby y


Wallon, eds., Hisíoire de la France rurale, II, pp. 294-296; P. de Saint-Jacob,
«Mutations économiques et sociales dans les campagnes bourguignonnes á k fin
du X V P siécle», Éludes rurales> I (1961).
16. J. M. Constan t, «La propriété et le probléme de la constitution des
fermes sur les censives en Beauce aux XVI® et X V IIa símeles», Revue historique,
c c x lix (1973), especialmente en las pp. 372-376; G. Lefebvre, is/ades oríéanai- -
ses, 2 vols,, París, 1962-1963, I, pp. 25-26. A l norte de París las grandes Bacas
estaban en los pueblos, C. Devitry: «Recberches sur quelques grandes ferrnes
dans la plaine de France» XVP-XVIII® símele», É coíe. Nationate des Charles:
Voütions de th h es (1967).
17. O 162 hectáreas (un acre = 0,405 hectáreas; una hectárea = 2.471
acres). Para el Vexxn normando, véase G. Boís, Crise du féodalisme, París, 1976,
p. 216; para el Soissonnais, véase G. Postel-Vinay: La rente fonáere dans le
capitalisme agricole, París, 1974, pp. 26-29; para Bríe, véase E. Míreaux, Une
province franqaise au temps du Grand Roi, París, 1958, pp. 97-116, 137-152.
C. Bruñe t, Une communauté rurale au X V IIIe siécle, París, 1964, presenta un
ejemplo espectacular sobre el proceso de concentración de fincas y la hegemonía
de una familia de grandes arrendatarios sobre un pueblo.
18. Los siglos xvn y x v m contemplaron el crecimiento de las grandes
fincas a expensas de las pequeñas en k Sologne, junto con el aumento del
número de los locaturiers (arrendatarios) semiproletarizados y la progresiva
degradación de los suelos más pobres de Francia: B. Edeine, La Sologne, 2 vols.,
París, 1 9 7 4 ,1, pp- 173, 186-207; G. Bouchard, Le vülage immobile, Patís, 1971.
172 EL DEBATE BRENNER

de Jas fincas en tenencia tenía menos de 50 acres y sólo el 18 por


100 superaba los 100 acres.19 Las variantes regionales eran enormes;
el crecimiento de la población^lalntensificación de la explotación
condujeron a la fragmentación de las tenencias en gran parte del
Lancashire a finales del siglo xvm y principios del xix.20 La indus­
trialización hizo que las diminutas tenencias de Shropshire, Stafford-
shire y partes del West Riding crecieran en número,21 mientras que
en las regiones de tierra poco densa del East Anglía aumentó el tama-
' ño de las fincas.22 En términos más generales, en 1831, el número de
familias campesinas que no contaban con trabajo asalariado era un
10 por 100 inferior a aquellos labradores que sí empleaban mano
de obra de este tipo.23 En 1801, Colquhoun creía que había 160.000
labradores en Inglaterra y Gales, 10.000 más de los que King calcu­
laba para 1688 y estimaba que sus ingresos eran de 120 libras,

19. G. E. Mingay, «The Size of Farms in the Eighteenth Century», Econ.


Hist, Rev., 2.a serie, X IV (1961-1962); Sir J, Caird., The Landed Interest and
the Supply of Füod, Londres, 1878, p. 58; «En 1800, Inglaterra era principal­
mente un país de fincas pequeñas»: Mingay, «Size of Farms in the Eighteenth
Century», p. 488.
20. T. W. Fletcher, «The Agrarian Revolution in Arable Lancashire»,
Trans. Lañes, and Cheshire Antiq. Soc., LXXII (1962), pp. 93-96, 100, 119-121;
T. W. Fletcher, «Lancashire Livestock Farming during the Great Depression»,
Agri. Hist. Rev., IX (1961), p. 19. En 1871, el 70 por 100_de la superficie dé"
cultivo del país estaba ocupada pólTBñca^deT5ehos "delOO acres, cultivadas.
predominantemente por''mano de obra familiar. "" ~
21. J. R.'W ordte, «Social Change on the Leveson-Gower Esta tes, 1714-
1832», Eco». Hist. Rev., 2 ’ serie, XXV II (1974); en el período entre 1759 y
1779 el número de poseedores de menos de 5 acres era de 537; entre 1809
y 1813 era de 1.014 y entre 1829 y 1833 era de 1,528; mientras que el porcen­
taje de tierra en las fincas de más de 200 acres aumentó de 34 durante el pri­
mer período hasta 55 en el último: B. Jenníngs, ed., A History of Nidderdale,
Huddersfield, 1967, pp. 337-339.
22. Sin embargo, la proporción de fincas de más de 500 acres en Norfolk
en 1851 era más baja que en Berkshire, Whütshíre, Hampshire y Dorset:
D. B. Grigg, «Small and Large Farms in England and Wales», Geopraphy ,
XLVIII (1963), p. 278, tabla 2. Grigg concluye: «La distribución de las grandes
fincas y las pequeñas fincas del momento actual [1958] es una herencia de
principios del siglo xix e incluso puede provenir de ■‘un período mucho más
temprano» (pp. 278-279),
23. J. H. Clapham, «The Growth of an Agrarian Proletariat, 1688-1832»,
Cambridge Hist. JL, I (1923-1925). Estas cifras corresponden a Gran Bretaña,
La proporción de 2,5 a 1 entre el número de familias trabajadoras y e| de
empresarios agrícolas es representativa para Inglaterra y Gales.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 173

calculando que el tamaño medio de las fincas estaba más próximo


a los 100 acres que a los 2 0 0 24
Fue Cantillon el primero que afirmó que los labradores ingleses
eran «en general más prósperos que en otros países, donde las fincas
son pequeñas». También consideraba a los. grandes arrendatarios
como empresarios arriesgados que utilizaban capital en su empresa.23
Quesn'ay, inspirado por los ejemplos ingleses, sugirió «un cultivo a
gran escala realizado por ricos arrendatarios», quienes eran capaces de
hacerla prosperar por medio de la inversión de capital, como el único
modo de asegurar el aumento de la producción, mientras que los cam­
pesinos pobres y el «cultivo a pequeña escala» producían «un produc­
to neto casi nulo».26 Turgot generalizó el concepto de capitalismo pre­
cisando la idea de Quesnay sobre los progresos en la agricultura y
haciéndolos extensivos al comercio y la manufactura. Para el momen­
to que nos ocupa, la exposición de Turgot sobre las etapas históricas
de la evolución social, económica y del régimen de tenencia es incluso
más importante.
Turgot observa que las sociedades en general pasan de la etapa
de cazadores a la de pastoreo y luego a la etapa de agricultores. Las
sociedades primitivas cultivaban la tierra con mano de obra esclava;
a los esclavos les sucedieron los siervos ligados a la tierra, que se
convirtieron en propietarios libres pagando los derechos en dinero
y especies. El métayage (aparcería) es una forma de transición que se
encuentra en los países pobres; La última etapa, que se da sólo en los

24. P. Colquhoun, A Treatise on Indigence, Exhibiting a General View


of the National Resources for Productive Labour, Londres, 1806, pp. 23-24.
Sus ingresos son mucho mayores que los de los propietarios menores, que se
calcula en noventa libras, mientras que King les concede unos ingresos ligera­
mente superiores que los de los labradores, cincuenta y cinco libras frente a
cuarenta y dos libras y diez chelines según los datos utilizados por Colquhoun,
cincuenta libras cuarenta y cuatro según el original. Esto implica que Colqu-
houn pensaba que los ingresos del labrador medio y de su explotación habían
aumentado de forma relativa frente a los de los pequeños propietarios libres
desde 1688.
25. R. Cantillon, Essai sur la nature du commerce en général, ed. H . Híggs,
Londres, 1931, pp. 122-123, 4649; escrito antes de 1734. Sin embargo, Can­
tillon también habla de aquellos que «empleando su propio trabajo no nece­
sitan capital para establecerse» (pp. 52-53).
26. Que$nay‘s Tablean économique, ed. M. Kuczynski y R, L. Meek, Lon­
dres, 1972, pp. 8 n. (a), 17-18 n (a), 19-21 n. (a). -
174 EL DEBATE BRENNER

países ricos, consiste en que los propietarios ceden la tierra bajo


contrato de arrendamiento y que las mejoras están a cargo del arren­
datario, quien puede pagar la renta y realizar las mejoras debido a
que posee un remanente de capital. La competencia entre estos empre­
sarios capitalistas «establece el precio del arrendamiento según el
mercado» y el cultivo rentable; la falta de estos empresarios implica
el cultivo a pequeña escala y el métayage. «Por lo tanto ... la clase
de los agricultores, como la de los fabricantes, se divide en dos cate­
gorías de hombres: los empresarios o capitalistas ... y los asalariados
ordinarios ... sólo el capital es lo que establece y mantiene las gran­
des empresas agrícolas». Por lo tanto la agricultura a gran escala de
tipo capitalista, que emplea mano de obra asalariada, es la única for­
ma de conseguir el crecimiento económico. Turgot compara las regio­
nes de grandes explotaciones del norte de Francia con los pobres
aparceros del centro (Limusín, Angaumoís, Bourbonnais), mientras
que Quesnay había comparado Francia en general con Inglaterra y
había destacado que se conseguía una mayor eficacia si en la agricul­
tura se utilizaban caballos en vez de bueyes.27
Marx, que compartía esta idea del rendimiento de las fincas muy
grandes de tipo capitalista, vio «una revolución agrícola» en la que
los cercamientos, la cría de ganado, el aumento de precios y los arren­
damientos a largo plazo creaban a finales del siglo xvi «una clase de
arrendatarios capitalistas» y de trabajadores a quienes se había expro­
piado la tierra.28 Este argumento fue inspirado por los pane­
gíricos en honor a la singularidad del yeoman inglés29 transmiti-

27. Turgot on Progress, Sociology and Economics, R. L. Meek, ed., Cam­


bridge, 1973, pp. 128-132, 145-156.
28. K. Marx, Capital, 2 vols. (Everyman, Londres, 1934), IX, pp. 794-801,
823-825, 844-845; K. Marx, Capital, III, Moscú, 1972, pp. 798-799, 801.
29. El comparar el estado de miseria en el que vivían los campesinos fran­
ceses se remonta a sir John Fortescue. [T, Gainsford], The Glory of England,
Londres, 1618, pp. 304-309, donde se analiza la opresión de los campesinos
en Alemania, Hungría, España e Italia, para realzar la prosperidad del yeoman
inglés y «la vida feliz de nuestros campesinos y geni? del común». Thomas
Fuller dijo lo mismo, contemplando la yeomanry como «una condición afortu­
nada ... entre la riqueza y la necesidad, una situación sólo peculiar a las gentes
de Inglaterra», «un caballero en bruto, a quien el tiempo venidero hará refi­
nado», quien «mejora su tierra hasta duplicar su valor con su buena adminis­
tración», y cita la interpretación de Baeon del estatuto de Enrique V II sobre
ios cercamientos: T. Fuller, The Holy State, Cambridge, 1642, pp. 116-119.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 175

dos a través de Harrington30 y de los economistas políticos. El


reverendo Richard Jones (sucesor de Malthus en Haileybury) descri­
bió las rebeliones de 1549 como una consecuencia de los cercamien-
tos, aunque: «el espíritu emprendedor de los aristócratas ingleses
no se amedrentó ante estos signos inquietantes, o bien sus esperanzas
sobre los beneficios se impusieron a sus temores ... el progresó de
las manufacturas no tardó en ofrecer empleo a aquellos que al prin­
cipio había convertido en mendigos y vagabundos ... Creemos qué
el reinado de Jacobo I marca la fecha de la ascensión de un grupo de
capitalistas en Inglaterra, como son nuestros arrendatarios, en cuyas
manos se encuentra todo el país».31 La cronología de Marx es algo
más vaga; el número de campesinos variaba, pero a la larga dismi­
nuyó: «hasta que no apareció la industria a gran escala, provista de
maquinaria, no surgió la base estable para el desarrollo de la agri-

30. Harrington también invoca a Bacon respecto al estatuto de 1488 que


«amortizó tina gran parte de las tierras en favor de la yeomanry o pueblo me­
d ian o... desligados de la dependencia a sus señores», haciendo hincapié en el
cambio de buscar mano de obra a buscar dinero como objetivo principal de
los grandes terratenientes en el siglo xvr, mientras que el trasiego de tierras
se veía beneficiado por la libertad de enajenar, supuestamente sobrevenida bajo
Enrique V II y Enrique V III: The Oceana and Oiher Works of James Harring­
ton, Londres, 1737, pp. 69-70, 457. Esto último fue acompañado por el aumento
del comercio a cargo de sus sucesores; así John Dalrymple explica cómo fracasó
el alzamiento de los comunes en Escocia: «Inglaterra era un país mercantil y
aunque originalmente la propiedad de la tierra pertenecía a los grandes nobles,;
con el progreso de las transacciones, los comunes compraron a esos nobles
gran parte de sus tierras: el poder sigue a la propiedad... En Escocia ...t u v i­
mos comercio escaso o nulo; la propiedad de la tierra era de la nobleza y con­
tinuó siéndolo en tanto tuvimos parlamentos»: J. Dalrymple, An Bssay towards
a General History of Feudal Property in Great Britain, Londres, 1758a, p. 272.
31. Literary Remains, Consistmg of Lectures and Traéis on Political Eco­
nomy, of the Late Rev. Richard Jones, W. Whewell, ed., Londres, 1859,
«A Short Tract on Political Economy», p. 224. Los componentes de una inter­
pretación similar de historia económica pueden encontrarse en sir F. M. Edén,
The State of the Poor, 3 vols., Londres, 1797, I, pp. 73, 96, 107, 112, 115;
«El lenguaje del estatuto [otra vez la ley de 1488 contra los cercamientos] es
clara prueba de que el negocio de la agricultura comienza a ser cosa de las
gentes con capital»; las abadías eran «señores tolerantes»; el período vio
el avance de «capas medias» y de producción labriega, tinos pocos acres que
requerían aún menos manos, en tanto que la transferencia de «una gran parte
de las propiedades de la Iglesia y de la nobleza a las manos de caballeros
rurales» significó la mejora de la agricultura, la decadencia de la «estirpe de los
cottagers» y el creciente aumento de tamaño de las explotaciones agrícolas.
176 EL DEBATE BRENNER

cultura capitalista» que significó la destrucción de la industria domés­


tica rural y la expropiación de la población rural». La gran propiedad
en manos de los arrendatarios es un «requisito y condición previa
de la agricultura capitalista». El capital como fuerza conductora de
la agricultura aparece de forma gradual y esporádica.32
Con todo en Escandinavia y la mayoría de países de Europa occi­
dental, la industrialización no había conseguido la concentración de
tierras en grandes fincas ni siquiera en fecha tan avanzada como 1950.
En esa fecha la tenencia mayoritaria tenía menos de 50 hectáreas,
excepto en las tierras bajas de Inglaterra, partes del norte de Francia,
partes del norte de Italia, Italia del Sur y el Centro y Sur de España
donde predominaban las tenencias superiores a 100 hectáreas, mien­
tras que entre un tercio y un cuarto de las tierras de cultivo de Euro­
pa occidental estaba ocupado por parcelas dispersas.33 Aunque la
verificación de las profecías de Marx fuera un tema candente en el
seno de los partidos socialistas antes de 1914,34 no es necesario
detenernos en ello. Debemos señalar que el esquema de Marx
y Turgot sobre la evolución del sistema de tenencia hacia la
renta monetaria y la agricultura capitalista ha sido aceptado incondi­
cionalmente por muchos historiadores, que no han tomado parte de
forma explícita en los debates marxistas sobre la transición del
feudalismo al capitalismo.
El sistema de Marx formaba parte conscientemente de una tradi­
ción muy arraigada cuyo modelo era una evolución lineal por etapas
hacia una economía comercial dominada por el mercado. El mismo
Marx veía al capitalismo industrial como una etapa superior, aunque
negaba que fuera el grado más alto en la evolución; sin embargo, lo
consideraba como un progreso tanto cultural como económico: «uno
de los aspectos civilizadores del capital es que emplea el excedente de
trabajo en una forma y bajo condiciones que son más ventajosas para
el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y la

32. Marx, Capital (Everyman, ed./ Londres, 1934), II, p. 830; Marx, Capi­
tal, III (Moscú, 1972), pp. 8Ó1-821.
33. E. E. Evans, «The Ecology of Peasant Life in Western Europe», y
G. Pfeifer, «The Quality of Peasant Livmg in Central Europe», en W. L. Tho-
mas, ed., Man’s Role in Changmg the Face of the Earth, 2 vols., Chicago,
1970, figs. 71 (a), 72, pp. 235, 243; cf. fig. 74, p. 248.
34. D . Mitrany, «Marx v. the Peasant», en T. E. Gregory y H. Dalton,
eds., London Essays in Economics in Honour of Edwin Cannan, Londres, 1927,
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 177

creación de elementos para. una nueva y superior etapa, que bajo las
formas precedentes de esclavitud, servidumbre, etc.».35 El que la
tierra fuera propiedad privada hacía que la producción agrícola fuera
ineficaz, su supresión era la última etapa en una evolución donde la
agricultura controlada por los arrendatarios capitalistas era forzosa­
mente más progresiva y productiva que la agricultura campesina que
«creó una clase de bárbaros ... al combinar to<|a la crueldad de las
formas primitivas de la sociedad con la angustia y el sufrimiento de
los países civilizados». Ninguna de las dos consiguió lograr «una for­
ma de cultivo racional», porque las dos dependían del. mecanismo de
los precios del mercado.36 Pero son estos mecanismos y su evolución,
es decir, la base del modelo de Marx, lo que Brenner no considera sa­
tisfactorio en lo que él denomina «el modelo mercantil» del cambio
económico;37 si éste se concibe como un modelo lineal, las contradic­
ciones no tardan en aparecer: el crecimiento del comercio internado-'
nal reforzó la servidumbre al este del Elba y fomentó el capitalismo
en Europa occidental, por lo tanto las etapas se presentan en un
orden equivocado. De todas formas podemos añadir que pocos histo­
riadores, desde Pírenne, han sido partidarios de estos modelos lineales
para explicar el proceso histórico.
Brenner aduce que cuando North y Thomas consideran que la
servidumbre medieval es una reladón contractual en un mercado inci­
piente de mano de obra no tienen en cuenta la función que desempe­
ñan el poder y la coerción. Con todo, él mismo indica que el cultivo
a pequeña escala «no podía proporcionar las bases para el desarrollo
económico», porque no podía aumentar la producción básica de cerea­
les que necesitaba inversiones de capital; los campesinos sólo podían
intensificar el trabajo, lo que únicamente resultaría efectivo para las
cosechas industriales como el lino y «la viticultura, los productos
lácteos y la horticultura». No se aumentaron los rendimientos «por
medio de la mayor eficacia que suponía el input de una unidad de
trabajo incorporada. No ... produjo “desarrollo”, excepto en una
utilización del término restringida e incluso engañosa».38 En este
caso el criterio de eficacia debe determinarse a través de los costos

35. Marx, Capital, III, Moscú, 1972, p. 819.


36. Ibid., pp. 802-813.
37. Véanse supra, pp. 38-44.
38. Véanse supra, p. 68.

1 2 . — B1UGNNER
178 EL DEBATE BRENNER

relativos de la mano de obra. Completamente aparte del tema de si


tanto el mercado como los mecanismos crediticios podían ser mani­
pulados en contra de los campesinos, debemos señalar que no todos
los economistas aceptarían el argumento de Brenner sobre si las
inversiones en mano de obra son cualitativamente diferentes a las in­
versiones en capital.39 Incluso en el seno de la agricultura totalmente
comercial, las unidades pequeñas podían competir con las de gran
escala como demuestra el caso francés a finales del siglo xix.40 A pe^
sar de su intachable ascendencia fisiócrata y marxista, es aún más
dudoso que la teoría de Brenner pueda aplicarse al comienzo de laj
Edad Moderna, ni siquiera como un modelo económico, separado de
toda consideración sobre el poder social y político, o un modelo
de cómo los campesinos costeaban su propio trabajo.
El punto de vista de Brenner sobre las características diferenciales
entre el desarrollo agrícola de Francia e Inglaterra, parece confirmarse
con la tesis de George Taylor sobre el predominio de la riqueza de
los propietarios no capitalistas en Francia antes de 1789. Esta rique­
za consistía en «inversiones en tierras, propiedades urbanas, compra
de cargos y rentas», que rendían un modesto aunque constante interés
del 1 al 5 por 100, «conseguido no con el esfuerzo empresarial que

39. En Flandes sólo , las tenencias muy pequeñas se dedicaron de forma


exclusiva a las cosechas industriales; las más grandes (las fincas medianas cam­
pesinas) tenían un cultivo mixto con una productividad en cereales mucho más
alta que las grandes fincas tan admiradas por los fisiócratas; véase el análisis
de la producción de una finca de 22,3 hectáreas cerca de Liíle en 1776: C. Le
Clerc' de Montlinot, en O. de Serres, Le thé&íre d*agriad ture, et mesnage des
champs, 2 vols., París, 1804-1805, I, pp. 185-186, 193-194. A pesar del desarro­
llo del cultivo de la remolacha, las fincas pequeñas del Flandes francés aumen­
taron su producción de cereales durante el siglo xix: M. L. de Lavergne:
Economie rurale de la France depuis 1789, París, 1877i, pp. 75-77. Para la
zona belga de Flandes, véase E. de Lavelaye: Essai sur Véconomie rurale de la
Belgique, París, 1875®, pp. 44-58; tanto el capital empleado como la produc­
tividad por hectárea eran más altos que en cualquier otro lugar de Europa,
exceptuando algunas partes de Lombardía. Véase también infra, p. 225 y n. 163.
El mismo Brenner da un ejemplo de la producción cerealista campesina para
el mercado internacional {supra, p. 53, n, 56). S. N. S. Cheung, en su The
Theory of Share Tenancy> Chicago, 1969, pp. 37-39, presenta una forma de
tratar la inversión de mano de obra que difiere de la distinción clásica que
hacen los economistas entre mano de obra y capital como fuente de mejoras.
40. G. W. Grantham, «Scale and Organization ín French Farming, 1840-
1880», en W. N. Parker y E. L, Jones, eds., European Peasants and their Mar-
kets, Princeton, 1975.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 179

era considerado degradante, sino por la mera posesión el riesgo


era despreciable las inversiones eran casi completamente segu­
ras». Los propietarios franceses evitaban los riesgos; al contrario
de los comerciantes y los industriales, no se interesaban por la pro­
ductividad sino sólo por aumentar sus rentas. Esto se demuestra por
el hecho de que la renta «era el centro de todos los cálculos ... era
lo que determinaba el valor de la propiedad»-41 ^También en Ingla­
terra el comprar tierra significaba una forma segura de inversión,
mientras que los numerosos inversores en rentas, papel de estado e
hipotecas asumían un riesgo mayor. La opinión de que la renta deter­
mina el precio de la tierra no es una peculiaridad de la psicología
precapitalista, sino que todavía es una observación ciertamente váli­
da.42 Los propietarios franceses más importantes sí invertían en ja
índuitnajyimmería^3 aunque existe una teoría, también compartida
por Robert Forster, de que el tipo de relaciones que mantenían con
sus campesinos impedía la inversión productiva y la consolidación de
campesinos arrendatarios. Al contrario de Brenner, Forster acepta que
la experiencia de los siglos xix y xx no demuestra en absoluto que las
fincas pequeñas fueran improductivas y de escaso rendimiento, pero
sostiene que los propietarios no estaban interesados en invertir en me­
joras sino en aumentar sus rentas. Aunque puede tener razón en cuan­
to al modo de cómo los propietarios se organizaban económicamente
o de cómo esperaban que sus administradores se comportaran, sin
duda exagera en el volumen de inversión en mejoras a cargo de los
propietarios ingleses por cuanto al compararlo con los ejemplos fran­
ceses pierde validez.44 Por otra parte, Lavoísier (aunque lamenta que

41. G. V. Taylor, «Noncapitalist Wealth and the Origins of the French


Revolución», A mer. Hist. Rev., LXXII (1966-1967), pp. 471, 474; cf. G. V.
Taylor, «Types of CapxtaHsm in Eighteenth-Century France», Eng. Hist. Rev.,
L X X II (1 964).
42. C Clark y M. Haswell, The Economics of Subsistence Agriculture,
Londres, 1967a, pp. 117-118.
43. G. Richard, La noblesse d ’affaires au XVIII* siécle, París, 1974,
pp. 121-269.
44. R. Forster, «Obstacles to Agrícultural Growth ín Eighteenth-Century
France», Amer. Hist. Rev., LXXV (1970), pp. 1.600.1.623, 1.610-1.612; R. Fos-
ter, The House of Saulx-Tavanes, Versátiles and Burgundy, 1700-1830, Baltimore,
1971, pp. 86-92. En 1780 el duque de Saulx-Tavanes no invirtió nada en mejo­
ras y -gastó un 4,3 por 100 de sus ingresos brutos en reparaciones; antes de
esto, «la inversión neta en la tierra nunca había superado el "5 por 100 (p. 91).
180 EL DEBATE BRENNER

en Francia los arrendatarios carecieran de capital fijo), calculando que


en las grandes fincas se invertían la mitad o un tercio del capital inver­
tido en Inglaterra, considera que los propietarios franceses invertían
cantidades muy superiores en edificaciones.45
Si Forster tiene razón al afirmar que sólo los «gros fermiers junto
con un pequeño número de propietarios medianos y de campesinos
independientes» poseían los valores y actitudes apropiadas para máxi-
mizar la producción para el mercado,46 debemos analizar el porqué
se produjo este contraste con Inglaterra, sea cual sea su alcance. Pri­
mero, podríamos intentar ver en qué se diferenciaba la distribución
de la propiedad en Francia e Inglaterra en el siglo x v i i l Un cálculo
aproximativo, que es aceptado comúnmente, indica que en Francia,
alrededor de 1780, cerca del 40 por 100 de la tierra pertenecía a los
campesinos, pero que en la parte norte el término medio era de un
tercio.47 Los cálculos o conjeturas basados en Gregory King sugieren
que los libres poseedores controlaban cerca del 30 por 100 de Ingla­
terra y Gales con uña medía de 50 acres de tierra de cultivo cada

Pero B. A. Holderness muestra que el gasto en reparaciones y mejoras- reali­


zado en un grupo de propiedades medianas en Norfolk y Sulfolk oscilaba entre
un 8,6 y un 12,4 por 100 del arriendo bruto entre 1746 y 1780, mientras que
la media para todo el período era de un 70,7, del que la mayor parte consistía
en reparaciones. Pero en las grandes propiedades «la medía raramente superaba
el 5 por 100 en 1780». A menudo se concedían subvenciones a los arrendatarios
para realizar las reparaciones, pero también se les cobraba intereses sobre 3íis_
mejoras. B. A. Holderness, «Landlord’s Capital Formation in East Anglia, 1750-
1870», Econ, Hisi. Rev., 2.a serie, X XV (1972), pp. 435-440, 442, eespecialmente
la tabla 2, p. 439.
45. A. L, Lavoisier, «Sur l ’agriculture et le commerce de l ’Orléanais», en
Oeuvres de Lavoisier, 6 vols., París, 1862-1893: «el mantenimiento y recons­
trucción de un número tan grande de edificios alcanzó una suma de dinero
tan considerable que afectaba a la mayor parte de los beneficios del propietario».
Adam Smith consideraba que se invertía muy poco en mejoras, exceptuando los
grandes arrendatarios: «Después de los pequeños propietarios... los ricos y gran­
des arrendatarios, en todos los países, son los que principalmente invierten en
mejoras. Hay muchos más en Inglaterra que en ninguna otra monarquía europea»,
Smith, Wealíh o} Naíions, III, cap. 2 (20), ed. E. Carinan, 2 vols. en 1, Chicago,
1976, p. 418.
46. Forster, «Obstacles to Agricultural Growth in Eighteenth-Century Fran-
ce», p. 1.613.
47. M. Vovelle, La chute de la monarchie, París, 1972, pp. 14-15.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 181

uno.48 Según Brenner, e l fracaso de las rebeliones campesinas en


Inglaterra durante el siglo xvi supuso que en 1700 «los propietarios
ingleses controlaban una abrumadora proporción del suelo cultivable,
-quizá cerca del 70 al 75 por 100»,49 aunque ésta es casi la misma
proporción que ocupaban los propietarios no campesinos en el norte
de Francia. Un dato más importante es que King calcula la superficie
media de cultivo de las fincas grandes en cerca, de 75 acres, lo que
coincide con la serie de Jacquart sobre las explotaciones campesinas de
tipo medio del sur de París, a las que calcula una superficie de 10 a
40 hectáreas con una yunta.50 Estos datos apenas encajan en lo qué'
Brenner define como «agricultura capitalista a gran escala ... nece­
saria para que exista un avance agrícola real que conduzca al desarro­
llo económico durante este período», o si esto era lo que quería decir,
las explotaciones de este tamaño eran frecuentes en el norte de Fran­
cia y además su número iba en aumento. Brenner considera, que «la
única alternativa real al tipo de agricultura que denomina como “clási­
ca inglesa”, que combina propietario-gran arrendatario-trabajador asa­
lariado» es «un sistema igualmente de tipo capitalista basado en el
campesino propietario que cultiva a gran escala», como se daba en
Cataluña.51 Las grandes explotaciones de este tipo desempeñaron una
función importante en Cataluña pero también la aparcería cumplió una

48. R. Floud, e d Bssays in Quantitative Economic History, Oxford, 1974,


pp. 114, 118, 126; Seventeenth-Century Economic Documents, ed. J. Thirsk
y J. P. Cooper, Oxford, 1972, p. 811. Los cálculos aproximativos de King im­
plican que 40.000 de los campesinos libres más importantes tenían entre 100
y 130 acres cada uno, y que 140.000 de los pequeños campesinos libres tenían
entre 50 y 60 acres cada uno, dando una superficie total de 60 a 75 acres.
Se produce un problema en cuanto a la definición, ya que los historiadores
franceses incluyen a los enfiteutas como propietarios; también es posible que
King haya incluido a algunos enfiteutas como propietarios libres, pero algunos
de los pequeños deben estar en su categoría de labradores pobres y meneste­
rosos. También es importante señalar que F. M. L. Thompson ha argumentado
que la cantidad de tierra controlada por los propietarios libres no descendió
durante el siglo x v m , F. M. L. Thompson, «Landownership and Economic
Growth in England in the Eighteenth Century», en E. L. Jones y S. J. Woolf,
eds,, Agrarian Change and Economic Development, Londres,. 1969, pp. 42-43.
49. Véase supra, p. 65.
50. J. Jacquart, La crise rurale en tle-de-Eranee, 1550-1670, París, 1974,
p. 349.
51. Véase supra, p. 66, r¡. 81.
182 EL DEBATE BRENNER

función importante e inmensurable en su avanzada agricultura.52 Esto


es particularmente interesante ya que los fisiócratas, Adam Smith53 y
Arthur Young consideraban que la aparcería era incompatible con
las mejoras.
Se ha insinuado que las crisis demográficas y de subsistencia fueron
mucho más fuertes en Francia que en Inglaterra durante el siglo x v i i .
SÍ las fluctuaciones demográficas y económicas eran ya mucho
más importantes a partir del siglo xiv, ¿puede suponer una explica­
ción de las diferencias seculares de las estructuras agrarias y económi­
cas? De hecho, se sabe muy poco sobre* el movimiento de la po­
blación en Inglaterra antes de 1600 pero, si aceptamos las hipótesis
de Hatcher, los cambios seculares eran parecidos a los de Francia aun­
que el impacto de la guerra fue allí más pronunciado.54 Bajo este
punto de vista, los dos países experimentaron un crecimiento demo­
gráfico y económico desde finales del siglo xv, pero en Francia se
produjo un rápido descenso hasta circa 1560, sobre todo a principios
del siglo xvi. ¿Es posible que los cambios en la tenencia de la tierra
puedan estar relacionados con estas variaciones?
Cicely Howell indica que, en el centro de Inglaterra, la presión
demográfica alrededor del año 1300 contribuía a reducir las tenen­
cias enfitéuticas a media yardland (lo que equivale a cerca de 12 acres,
o 4,8 hectáreas); alrededor de 1500 estos tipos de tenencias eran
escasas; en 1700 «en Leicestershire habían desaparecido todas estas
tenencias». Aumentó el número de «explotaciones comerciales de tipo

52. P. Vilar, La Catalogne dans 1‘Espagne tnoderne, 3 vols., París, 1962,


I, p. 578, y II, pp. 500, 505, 567, 576.
53. Smith, Wealib of Nations, III, cap. 2 (20), ed. Cannan, I, p. 414;
el diezmo era un. «gran obstáculo para el progreso» y el métayage constituía
«un impedimento eficaz contra él».
54. J. Hatcher, en Plague, Population and the English Economy, 1348-1530,
Londres, 1977, pp. 68-69, figs. 1-2, sugiere que la población en 1450 era un
60 por 100 inferior a la de 1348. Hugues Neveux sugiere que la población rural
tuvo un bajón general de alrededor del 50 por 100, alcanzando en las zonas
devastadas por la guerra cerca del 70 por 100: H . Neveux, «Déclin et reprise:
la fluctuation biséculaire, 1330-1560», en Duby y Wallon, eds,, Histoire de h
France rurale, II, pp. 74, 101. lan Blanchard ha argumentado que tanto lí
población como la renta no mostraron un aumento constante hasta 1520
I. Blanchard, «Population Change, Enclosure and the Early Tudor Economy»
Econ. Hisi. Rev., 2.* serie, X X III (1970), pp. 433435.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 183

familiar» de 50 a 60 acres.55En Chíppenham, Cambridgeshire, durante


1279 la tenencia predominante tenía media virgate; en 1544, que­
daban sólo seis posesiones de este tipo y el 60 por 100 de la tierra
se dividía en tenencias de más de 50 acres; en 1636, ya no quedaban
más tenencias de media virgate y el 69 por 100 de la tierra estaba
dividida en tenencias de más de 90 acres. Un modelo similar de con­
centración de tierras en grandes fincas se impuso^en el Chalk Country
de Wiltshire; en el Cheese Country la pequeña tenencia y las explota­
ciones familiares continuaron durante el siglo xvm . En las tierras pan­
tanosas de Lincolnshire y Cambridgeshire las pequeñas tenencias se
mantuvieron e incluso se multiplicaron.56 Los propietarios libres eran
numerosos en Leicestershire y Warwickshire; en Leicestershire en el
siglo xv, algunos de ellos lograron controlar propiedades más grandes
que los enfiteutas. En 1500, se había consolidado una «pequeñadase
formada por los campesinos ... hombres capaces de cultivar un área
de 60 a 80 acres, mientras que en 1341 las tenencias campesinas ma­
yores no tenían una extensión cultivable superior a 30 acres». La
caída de las tenencias enfitéuticas y el arrendamiento de los domi­
nios del señor desde 1349 en vez de producir una distribución de
la >tierra más homogénea entre los campesinos provocó la formación

55. C, Howell, «Stability and Change, 1300-1700», Jl Peasant Studies, II


(1974-1975), p. 474. Una finca de este tipo necesitaría mano de obra asalariada.
56. M. Spufford, Contrasting Communities, Cambridge, 1974, pp. 65-84,
cuadtos 1, 3, pp. 90-92, 101404; E. Kerridge, «Agriculture, c. 1500-c. 1730»,
en V. C. H. Wiltshire, iv, pp. 57-59: «en los países ganaderos y cerealistas...
a principios del siglo x v i la mayoría de la tierra estaba en manos de los gran-
dres arrendatarios capitalistas... la familia y los labradores en dedicación par­
c ia l... ocupaban más de la mitad de la finca... [aunque a mediados del si­
glo x v i i ] no ocupaban más de un tercio»; Spufford, Contrasting Communities,
pp. 160-161, 165-167; J. Thirsk, Fenland Farming in the Sixteenth Century,
Leicester, 1953; J. Thirsk, Engiish Peasant Farming, Londres, 1957, p. 98, cua­
dro 19 (los catastros de principios del siglo x v n sobre unos 6.000 acres de las
margas del Lincolnshire), implica que cerca del 59 por 100 de la tierra estaba
ocupada por tenencias de más de 60 acres, el 43 por 100 en tenencias de más
de 90 acres y un 12 por 100 lo constituían las tenencias de menos de 30 acres.
Los poseedores de tenencias de 10 acres y más pequeñas constituían casi el
30 por 100 del número total de poseedores, pero tenían cerca del 4 por 100
de la tierra. El cuadro sólo ofrece las tenencias de tierra en cada categoría
{de uno a cinco acres, etc.). Los porcentajes se calcularon suponiendo que todas
las tenencias de cada categoría tenían el tamaño medio de cada categoría (es
decir, 15 acres en la categoría de 10 a 20 acres, etc.). En cuanto a las cuatro
explotaciones con más de 200 acres, se supuso que tenían 250 acres cada una.
184 EL DEBATE BRENNER

de tenencias mayores que utilizaban mano de obra asalariada para


el cultivo. La dedicación de las fincas a la ganadería de forma exclu­
siva produjo una mayor concentración de tierras, que a menudo se
arrendaban a los pujantes yeomen.51
Para comparar el curso de la evolución agraria en Francia, nece­
sitamos primero relacionarla con el ciclo de Le Roy Ladurie derivado
del bajo Languedoc. Este ciclo también comienza con una situación de
superpoblación e incluso con una fragmentación mucho más fuerte
■de la propiedad campesina alrededor del año 1300. El descenso de la
población en el siglo xv acompañó la formación de las tenencias de
tipo medio a cargo del yeoman con una extensión de una docena
de hectáreas (lo que equivale a cerca de 30 acres, comparable aproxi­
madamente a una yardland inglesa), aunque también existían propie­
dades mucho más grandes. Estas propiedades medianas se vieron'
mermadas de nuevo cuando la población y las rentas crecieron durante
los siglos xvi y x v i i , debido a que se produjo un aumento en el núme­
ro de propiedades de gran tamaño. Al decaer las rentas y la población
a finales del siglo x v i i , se produjo otra concentración de tierras en
explotaciones más grandes, pero esta vez no fueron los yeomen rura­
les los responsables, sino las élites urbanas quienes propiciaron el
proceso.58
Bois, cuya Crise du féodalisme no se publicó hasta después de la
aparición del artículo de Brenner, observó un modelo similar al este

57.. 1\. H. Hilton, The Economic Development of Some Leicestersbire Es-


tales in tbe Vourteentb and Fifteenth Centuries, Oxford, 1947, p. 105; R. H.
Hilton, «Medieval Agrarian History», en V. C ..H . Leicestersbire, II, pp. 183-
196; W. G. Hoskins, «The Leicestersbire Farmer in the Sixteentb Century»,
en su Essays in Leicestersbire History, Liverpool, 1950. Hilton se refiere de
modo más general a cuarenta pueblos situados en las grandes propiedades de
las regiones occidentales del interior: «La tendencia de este período hacia la
disminución del grupo de las pequeñas tenencias y el aumento del número de
las tenencias más grandes [de 30 a 100 acres de tierra de cultivo] parece qua
es bastante cierta», R. H. Xíilton, The English Veasaniry in the Later Middle
Ages, Oxford, 1975, pp. 39-40.
58, E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedpc, 2 vols. S.E.V.P.E.N.,
París, 1966, I, pp. 151-160, 580-581. Yeomen es el término que él utiliza. Una
tenencia mediana se considera entre 20 a 100 selérées (de 3,6 a 18 hectáreas).
En su «Masses profondes: la paysannerie», p. 518, Le Roy Ladurie sugiere
que una doóena de hectáreas es la cifra más común. Como en el Languedoc
se utilizaba un sistema de dos hojas, 30 acres de tierra de cultivo producirían
menos que en el sistema inglés de tres hojas.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 185

de Normandía durante el período entre 1300 y 1520. Esto tiene


especial interés por dos razones, primero, porque existe un parecido
entre esta región y la Inglaterra del open-field, y también porque Bois,
gracias a sus investigaciones, ha construido un modelo marxiste del
feudalismo en crisis. Al comienzo encuentra que las tenencias cam­
pesinas presentan una fragmentación extrema ya que la mayoría
de ellas tienen una superficie de dos hectáreas e incluso me­
nos, aunque existían algunas tenencias más grandes. En la segunda
mitad del siglo xv, se produjo un crecimiento muy rápido de la
población rural y también se produjo un aumento en el número de
campesinos con propiedades de tipo medio (censi taires) entre 1397
y 1477, mientras que el número de propietarios muy pequeños des­
cendió. En torno a 1527 el constante crecimiento de la población
originó una multiplicación de pequeñas propiedades y un descenso
de las medianas. Sin embargo, la expansión de la mediana propie­
dad en el siglo xv fue mucho menos importante que en el Langue­
doc, o que en las tenencias más extensas de la región central de Ingla­
terra, y desaparece por completo si se define la propiedad «mediana»
de otra forma.59

59. Bois, Crise du féodalisme, pp. 49-72, 148-150, 138-146. Estos resul­
tados proceden del 'análisis d d número de censitaires en St. Nicholas d’Alier-
mont (p, 140). En 1397, aquellos que poseían tenencias entre 6 y 15 hectáreas
constituían el 34 por 100 del total; en 1477, constituían el 43 por 100; en
1527, el 32 por 100. Sin embargo, sí aceptamos la definición de Boís de la
tenencia mediana de 10 a 20 hectáreas (p. 146) el porcentaje es de 25 en 1397,
26 en 1477, 19 en 1527; sí se considera que tenían de 8 a 20 hectáreas* los
porcentajes son de 34, 40 y 27. En 1527, cerca del 47 por 100 del conjunto
de la propiedad estaba en manos de 17 propietarios (11 por 100 del total)
que tenían más de 20 hectáreas, un 25 por 100 estaba en manos del 32 por 100
de los propietarios que tenían de 10 a 20 hectáreas, un modelo parecido al de
Chippenham (Cambridgeshíre) en 1544, donde 11 poseedores (un 18 por 100
del total) de tenencias de más de 50 acres tenían el 60 por 100 de la tierra.
Bois cree que en Normandía la presión demográfica no afectó tanto a las grandes
tenencias como en el Languedoc (pp. 157-158).
Le Roy Ladurie también ha visto confirmadas las tendencias seculares del
Languedoc en Neuburg y en Normandía: Le ilo y Ladurie, «Masses profondes:
la paysannerie», pp. 518-519. Aunque, las fluctuaciones en el número de pro­
pietarios muy pequeños siguen los modelos del sur desde 1397 hasta 1775,
no ocurre lo mismo con las tenencias medianas de cerca de doce hectáreas.
En Normandía los que tenían de 10 a 30 acres (de 7,4 a 22,2 hectáreas)
ocupaban el 34,1 por 100 del área total de mouvances en 1397, el 35 por 100
en 1497 y el 32,2 por 100 en 1775, mientras que los que tenían más de 30 acres
186 EL DEBATE BRENNER

Para Bois, la tenencia mediana en manos de campesinos que utili­


zan una yunta es la forma básica de producción, el fundamento del
feudalismo. La proliferación de estas unidades significa la expansión
de la producción; su descenso significa lo contrario, la contracción.
Los precios bajan cuando la producción campesina aumenta y vice­
versa; la repetición de los ciclos y los mecanismos del crecimiento,
estancamiento y regresión demuestran la existencia de un sistema
cohesionado.60 Este sistema generaría, mediante sus propias contradic­
ciones, los ciclos de crecimiento y regresión, a los que contribuirían las
epidemias, las guerras, los cambios climáticos y el estancamiento de las
técnicas. Sin embargo, considera que las causas determinantes se
originan en las relaciones sociales, el poder de los señores sobre los
campesinos, la exacción de impuestos y la apropiación del excedente.
Un descenso en la tasa de apropiación61 estimula a los campe­
sinos a aumentar la producción y el consumo. Dado que las técnicas
permanecen estáticas, el crecimiento de la producción implica la
ampliación del área de cultivo y el consiguiente uso de las tierras

ocupaban más del 11 por 100, el 12,6 por 100 y el 17,1 por 100, en las mismas
fechas. El área sobre la que disponemos de información para 1775 es inferior
en un tercio a la de períodos anteriores. El número de propietarios entre 10
a 30 hectáreas, en la suposición de que el área conocida sea representativa de
los otros dos tercios, es de 32 para 1496, 38 para 1397 y 31 para1775. Calcu­
lado sobre A. Plaise, La baronnie du Neubourg, París,1961,cuadro 9 en p. 44,
cuadro 52 en p. 348 y cuadro 55 en p. 357.
60. . Bois, Crise du féodalisme, pp. 350-361.
61. Éste es un fenómeno secular básico, consecuencia de las tenencias a
perpetuidad, que se produce donde los campesinos al ser productores indepen­
dientes pueden reducir sus deudas. La caída de la tasa de apropiación no
encaja demasiado bien con la aseveración de Hílton sobre «el alto nivel de las
rentas y de otras exigencias que los propietarios imponían a los arrendatarios»,
Hilton, Englisk Veasantry in the Later M tddle Ages, p. 213, cf. pp. 235-236.
¿Existe realmente una diferencia básica entre el desarrollo de Francia e Ingla­
terra antes de 1340, o es simplemente una cuestión de terminología? Los histo­
riadores franceses no distinguen de forma tan clara como los ingleses entre
los propietarios libres y los enfiteutas, de modo que cuando el vüleinage desapa­
rece como una condición personal, el típico censitaire es .un estado más próximo
al del propietario libre inglés que al del enfiteuta inglés o tenant at will. Si lo s '
derechos señoriales en especie eran más importantes en Francia que en Ingla­
terra, como sugiere Duby, su conmutación produciría un cambio secular que
favorecería a los enfiteutas. Los campesinos libres con una renta fija eran más
numerosos en algunas partes de Inglaterra que los campesinos en régimen de
sujeción.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 187

marginales. Este proceso se acompaña por una subida de los precios


agrícolas (en relación a los industriales) y por el aumento de la pobla­
ción. Esto conduce finalmente a la fragmentación de las tenencias
y al descanso de la productividad, como consecuencia del cultivo de
tierras de poca calidad. Hasta ahora, el crecimiento ha significado que
la disminución de la tasa de apropiación puede todavía proporcionar
muchos más ingresos a los señores porque aumenta el volumen de la
producción. Ahora bien, el descenso de la productividad disminuye
el volumen, mientras que los campesinos reducen su consumo e inver­
siones a niveles muy precarios. Los rentistas intentan mantener sus
ingresos y por lo tanto aumentan la tasa de apropiación y así con­
vierten el crecimiento en regresión al arruinar las bases de la produc­
ción campesina. Bois acepta que los impuestos estatales fueron proba­
blemente la causa de la regresión durante el siglo xiv y que impidie­
ron que la expansión alcanzara los niveles anteriores de la población
rural en el siglo xvi.62 La fase de regresión invierte el ciclo anterior.
El área de cultivo se reduce a las tierras más fértiles, el tamaño de las
tenencias campesinas aumenta, asi como la productividad. La tasa de
apropiación aumenta, pero el volumen desciende junto con la produc­
ción total; la población y los precios agrícolas descienden; y los sala­
rios y los precios industriales aumentan. El proceso de declive se
ve limitado por el crecimiento de la productividad en las tenencias
más grandes lo que permite a estos campesinos aumentar su propio
consumo, invertir y pagar sus impuestos. El proceso de crecimiento
comienza de nuevo.
Con una tecnología estancada, los ciclos podrían repetirse eterna­
mente. Pero de hecho, cada ciclo de crecimiento produce una acumu­
lación de recursos por parte de mercaderes y grandes arrendatarios,
debilita las estructuras feudales originales y conduce a la proletari-
zacíón del pequeño campesino. En Normandía, los años que van de"
1495 a 1500 contemplaron los inicios de una industria rural de
carácter textil y una expansión del comercio marítimo; todo ello
acompañó un proceso de compra de tenencias enfitéuticas por parte
de burgueses acomodados, En 1510, la actitud de los señores había
cambiado: estaban «más interesados en la expulsión de los enfiteutas
que en mantenerlos en sus tenencias», así como en agregar más
tierras a sus dominios. A pesar de que las rentas procedentes det

62. Bois, Crise du féodalisme, pp. 193, 336.


188 EL DEBATE BRENNER

señorío, bosques y bandités, aumentaron, los grandes señores no


lograron restablecer el poder adquisitivo que sus rentas habían tenido
en 1300; dependían de los cargos y favores reales para mantener su
estilo de vida que era cada vez más costoso.63
Esto contradice la opinión de Brenner de .que los señores fran­
ceses, a diferencia de los ingleses, no podían expulsar a sus enfiteu­
tas.64 Bois acepta el modelo neomalthusiano de Le Roy Ladurie mu­
cho más que Brenner y habla de la «relativa autonomía del régimen
demográfico en relación al sistema económico».65 El planteamiento
de Bois se centra en las explotaciones campesinas de tamaño mediano
y considera que su número, su inversión y productividad es lo que
determina los precios agrícolas y los ciclos de crecimiento y regresión,
•siempre que fueran lo suficientemente grandes para una yunta, esto
es, entre diez y veinte hectáreas (es decir, de una a dos yardlands
inglesas), «la explotación familiar constituía la unidad más renta­
ble». Las grandes explotaciones sólo podían superar su inferior ren-"'
tabilidad por un acceso a los mercados urbanos o por unos precios
elevados y unos salarios bajos. Se trataba de unidades marginales en
una economía cuya dinámica se veía controlada por la explotación
familiar.66
Existen algunos indicios de que las explotaciones campesinas pro­
ducían, durante los primeros años de la Edad Moderna en Europa
oriental,67 cosechas mayores que las de los dominios señoriales con
mano de obra servil, aunque también poseemos indicios de que ocu­
rría lo contrario en las explotaciones del occidente medieval que utili­
zaban mano de obra asalariada.68 Los rendimientos de la ganadería

63. Ibid., pp. 342, 246-247, 230-234. Lamentablemente se ofrece poca


información detallada o datos sobre la expulsión de los enfiteutas, excepto en
la p. 204.
64. Véanse supra, pp. 74-75.
65. Bois, Crise du féodalisme, p. 336.
66. Ibid., pp. 224-225, 352-353, 146. Aunque en la p. 226 Bois demuestra
que la explotación del dominio señorial de la Bergeríe que tenía 50 hectáreas de
cultivo y 550 ovejas (p. 220) producía unas cosechas( de cereales mucho mayo­
res que las explotaciones campesinas medias.
67. Z. Kirffly e I. N . Kíss, «Les exploitations paysannes en Hongrie»,
Anuales E .S .C ., X X III (1968), p. 1,236. Este punto de vista también lo
comparten muchos historiadores polacos, por ejemplo W. Kula, Théorie econo-
mtque du systhne féodale, París, 1970, p. 87.
68. Bois, Crise du féodalisme, p. 336; P. F. Brandon, «Cereal Yields on
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 189

y del cultivo cerealista en las zonas de campo abierto {open-field) se


veían influidos por el número de cabezas de ganado, el cual podía
ser un poco más elevado en las tenencias de dominio señorial. Ya
hemos visto que el aumento del número de explotaciones medianas
en Aliermont no era tan claro ni era tan decisivo como el modelo
requería para el siglo xv, aunque el número y el área de las grandes
propiedades sí descendió.69 Para 1527, el 47 por 100 del área estaba
ocupada por propiedades de más de 20 hectáreas, y el 59 por 100 lo
ocupaban las propiedades de 16 hectáreas, todo lo cual habría nece­
sitado grandes cantidades de mano de obra asalariada.™ Según Bois,
las tendencias a debilitar «el modo de producción feudal» eran mu­
cho más fuertes en el siglo xvi que en el siglo x m , pero el sistema
no sufrió cambios fundamentales y la acumulación se detuvo a media­
dos del siglo xvi. Desafortunadamente, Bois no prosigue su análisis;
el proceso lógico de su modelo exigiría que la regresión fuera conse­
cuencia de un aumento en las tasas de apropiación a través de las
rentas y los impuestos, lo que sería verosímil para el período entre
Í550 y 1650, lo que produciría una remodelación de las explotacio­
nes familiares que inauguraría una nueva fase de crecimiento. Aun­
que nuestros conocimientos sobre el norte de Francia sean bastante
imperfectos, de ellos se deduce que hubo una considerable pérdida
de las propiedades campesinas desde 1550 hasta 1700 y un aumento

the Sussex Estates of BatUe Abbey duríng the Later Middle Ages», Econ. Hist.
Rev., 2.a serie, XXV (1972). El tamaño de explotación que Bois menciona está
relacionado con la agricultura del open-field-, no está pensando para el cultivo
intensivo de tipo flamenco: véase supra, p. 178, n. 39.
69. Véanse supra, pp. 185-186, n. 59. Bois señala que en 1477 muchas de
las tenencias (el 30 por 100 del área total) estaban desocupadas, y se arren­
daron con contratos temporales, aumentando el tamaño de las tenencias de
muchos propietarios, de forma que 42 (58 por 100) de los 72 propietarios
eran laboureurs; pero en 1397, 44 propietarios tenían más de 10 hectáreas,
Boís, Crise du féodalisme, pp. 140-146.
70. Bois reconoce que la explotación familiar necesitaba algún tipo de mano
de obra asalariada y que los laboureurs dependían de la disponibilidad de los
manouvriers. También afirma que un gran número de manouvriers semiprole-
tarizados, como en Aliermont en 1527, significaría una caída en la productividad
media de la mano de obra, peto como ya había demostrado que la mayoría de
ellos eran artesanos, es difícil ver cómo esto afectaría a la productividad agrícola.
I b i d pp. 141, 168-169, 311, n. 2.
190 EL DEBATE BRENNER

relativo de la importancia de las tenencias de más de veinte hec­


táreas.71
Bois afirma que su modelo permite ser aplicado de forma general,
pero cabe preguntarse si la situación normanda sobre la que se cons­
truyó presentaba rasgos particulares; Bois muestra que las tierras
de los dominios señoriales (fuera del Vexin donde predominaban
grandes explotaciones de 100 o 150 hectáreas) eran habitualmente ex­
plotaciones de 20 a 30 hectáreas y sólo ocupaban del 5 al 10 por 100
del área total de cultivo, una proporción que ya existía en el siglo x i i i
o incluso antes,72 pero, en el siglo xvi, los •dominios señoriales de alre­
dedor de París ocupaban del 25 al 30 por 100 del área total y sobre
el 18 por 100 del área de cultivo.73 En la región central de Inglaterra
en 1279 los dominios señoriales ocupaban un cuarto de las grandes
propiedades y un 41 por 100 de las más pequeñas.74 En Francia, a
partir del siglo xv, pueden encontrarse modelos muy diferentes: en
Gátine de Poitou, los señores crearon grandes métairies a costa de
los enfiteutas; en la zona de Lyon los señores restablecieron ciertos
derechos muy onerosos y aumentaron las rentas de las tenencias enfi­
téuticas, mientras que sus dominios siguieron consistiendo en unas
pocas parcelas diseminadas; alrededor de Toulouse se produjo la
concentración de fincas de 20 a 24 hectáreas, bajo régimen de apar­
cería.75
Después del año 1400, en algunos dominios señoriales flamencos,
fincas de más de 15 hectáreas, que habían ocupado el 11,4 por 100
de la superficie total, desaparecieron, aunque la población estaba
estacionaria o en descenso. En el siglo xvi, las fincas de más de

71. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la payssannerie», pp, 792, 795.


72. Bois, Crise du féodalisme, pp. 216-220.
73. Jacquait, Crise rurale en lle-de-France, pp. 65-66, 75, n. 27. En Ñor-
roandía los grandes señoríos tenían extensas 2onas forestales; un 40 por 100
de la baronía de Neuburg era bosque. Estas zonas eran las de más valor del
señorío. Mientras que la Iglesia, la corona y la nobleza poseían la mayoría de
las zonas forestales de los alrededores de París, los dominios señoriales ocupa­
ban una parte mayor del área de cultivo que en la 1-egión de Normandía.
74. G. Duby, Rural Economy and Country Life in the Medieval W est ,
Londres, 1968, p. 263, citando a Kominsky.
75. L. Merle, La métame e t Vevolution agraire de la Gátine poitevine,
París, 1974, pp. 57-74; M. T. Lorcin, Les campagnes de la région lyonnais aux
X IV C et X V e stécles, París, 1974, pp. 441-443, 462-463; G. Sicard, Le métayage
dans le Midi toulousain a la fin du Moyen Age, Toulouse, 1956, pp. 25-31.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 191

7,5 hectáreas habían desaparecido virtualmente y las que tenían


de 0,75 a 1,5 hectáreas, o incluso menos, aumentaron su preponde­
rancia, mientras que la población había aumentado fuertemente en
las primeras décadas y había descendido incluso más en las últimas.
Esta fragmentación se acompañó de una intensificación del área culti­
vada, la mejora de las técnicas y la productividad, lo que aumentó de
nuevo la producción hasta unos niveles que nunca habían sido alcan­
zados antes del siglo xvi, y además se produjo'un aumento de la
población.76 Este desarrollo no encaja en ninguno de los modelos ana­
lizados y mucho menos en la hipótesis de Bois sobre el estancamiento
técnico o en la teoría de que los minifundios conducían a una produc­
tividad más baja. Le Roy Ladurie observa este proceso como «una
revolución verde, lo que es aberrante en el desarrollo de cualquier
otro lugar durante el período entre 1400 y 1600, excepto en algunas
partes de Lombardía».77
En todas partes los señores, como consecuencia de la depresión,
tuvieron que hacer concesiones para conseguir o mantener a sus arren­
datarios. Los enfiteutas a menudo se beneficiaron de esta situación ya
que consiguieron condiciones más favorables.78 En aquellos lugares
donde las rentas y los derechos enfitéuticos eran elevados, los enfiteu­
tas preferían convertir las tenencias enfitéuticas hereditarias en arren­
damientos a plazo con rentas más bajas.79 El siglo xvi presenció sin

76. E, van Cauwenberghe, «Les changements de la productivité, du revenu


et des formes des exploitations paysannes aux Pays Bas XIVC-XVT ss.», Siudia
historiae oeconomicae, X (1975); esto abarca tres grandes propiedades en
Flandes y dos en Brabante. Véase también H. van der Wee y E. van Camven-
berghe, «Histoire agtaíre et fínances publiques en Flandre du XIV* au XVII®
siécle», Annales E. S. C., X X V III (1973); P. Deprez, «De boeren in de l6 dc, 17d0
en 18dc eemv», en J. L. Broecks, ed., Flandria nostra, 5 vols., Amberes, 1957-
1960,1.
77. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysanneríe», pp. 512-513,
520-521. Atribuye esta situación a la densidad demográfica y a los grandes merr
cados urbanos y a los relativamente pequeños cambios demográficos. Pero el
hecho de que el porcentaje de tenencias de menos de una hectárea y media per­
manecía constante cuando la población iba aumentando, y que aumentara cuando
la población bajaba a finales del siglo xvi, supone un sorprendente contraste
con sus análisis del Languedoc.
78. Los edificios se reparaban a menudo costeando el propietario los
gastos, las tenencias desocupadas y abandonadas podían ser restauradas y no
se pagaba ninguna renta o bien una renta reducida durante un período inicial.
79. Van der Wee y Van Cauwenberghe, «Histoire agraire et fínances publi-
192 EL DEBATE BRENNER

duda un aumento de los contratos enfitéuticos a largo plazo, e incluso


de por vida, en varias de las propiedades monásticas de Inglaterra.80
Dejando aparte las razones que lo motivaron, este proceso significó
que durante la depresión el aumento de la tierra arrendada podía
procurar un mayor beneficio a los señores cuando los precios y las
rentas aumentaban de nuevo. En Neuburg y Aliermont, a pesar de
que las tenencias enfitéuticas que estaban desocupadas se arrendaron
durante el siglo xv, se convirtieron de nuevo en tenencias enfitéuti­
cas en el año 1500. En Inglaterra las parcelas de los dominios seño­
riales cedidas a enfiteutas podían convertirse en un tipo de tenen­
cia semejante a la posesión enfitéutica, mientras que en Francia,
en algunos casos, el dominio señorial o el arrendamiento se con­
vertían en tenencias hereditarias a largo plazo o a perpetuidad. Hay
que investigar si los aumentos relativos de tales cambios supusieron
una continuidad tanto legal como económicamente. Si existía una
diferencia en este tipo de desarrollo entre Francia, Inglaterra y los
Países Bajos, el siglo xvi podría ser el período decisivo. Sin embargo^
estamos principalmente interesados en eljirrendamiento de los domi-
nios señoriales, tanto en Francia como en Inglaterra, donde los seño­
res ofrecían como principales incentivos: adelantos, inversiones más
importantes de capital y contratos de más larga duración; lo que
diferencia a Inglaterra es que las condiciones de arrendamiento eran
más favorables a los arrendatarios cuando aumentaban los precios.
Tanto en Inglaterra como en Francia la documentación sobre cómo
y a quién se arrendaban los dominios señoriales procede de forma
abrumadora de las propiedades eclesiásticas.
Inicialmente, los arrendamientos del dominio señorial consistían
en arrendar la tierra y el utillaje. Desde el punto de vista del
arrendatario, el utillaje suponía un adelanto del capital fijo; en cuanto

ques en Flandre», pp. 1,057-1.058; G. Sivery, Stmclures agraires et vie runde


dans le Hainaut de la fin du X IIP au début du X V P siécle, 3 vols., Lille, 1973,
II, pp. 842-843.
80. El ejemplo más sorprendente lo encontramos en Durham, donde los
enfiteutas se convirtieron en arrendatarios con plazos' entre cinco y quince años,
R. B. Dobson, Durham Pnory, 1400-1450, Cambridge, 1973, pp. 282-283. El
mismo proceso puede contemplarse en varios de los monasterios al este
del país, aunque allí el arrendamiento generalmente se convirtió en un contrato
por años y vidas, por ejemplo, H. P. R. Einberg, Tavistock Abbey, Cambridge,
1951, pp. 250-251, 256-257.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 193

al señor significaba que mantenía abierta la opción de reanudar el uso


directo.81 En las propiedades de la abadía de W estminsterencontra­
mos una muestra de lo que parece la evolución lógica de la situación:
las condiciones de arrendamiento que eran de doce años en 1400,
aumentaron hasta treinta y cuarenta años en 1450, el utillaje dejó
de incluirse en el contrato aunque los arrendatarios continuaron a
cargo de las reparaciones. Sin embargo, un dominip señorial de cada
veinte continuó arrendándose con el utillaje hasta 1525/2 y este tipo
de arrendamiento todavía existía en las propiedades de muchos de
los monasterios más importantes, mientras que llegó a ser una prác­
tica frecuente el optar por recibir las rentas en grano en vez de en
dinero.83 En algunas propiedades, los arrendamientos se hicieron más
largos sólo a comienzos del siglo xvi; esto fue especialmente notable
en las propiedades del arzobispo de Canterbury, donde antes de 1500
la duración de los contratos era entre cinco y diez años, aumentando
hasta quince y posteriormente, en la década de 1520, hasta treinta y
cuarenta años.84 Aunque los obispos de Worcester arrendaban sus do­
minios por cuarenta años o más a mediados del siglo xv; para enton­
ces, o lo más tarde hacia 1500, los plazos de cuarenta o más años
eran frecuentes en las propiedadeslñonlsticas.85 Al oeste del país,

81. Una variante, que convertía al utillaje en un adelanto retornable, se


encuentra en algunos de los arrendamientos de finales del siglo xv y principios
del xvr, en las tierras de East AngHa, donde el arrendatario recibía ganado
y grano por valor de 20 libras, y las reembolsaba a 20 chelines por año durante
un plazo de veinte años; por ejemplo, el señorío de Calcott Hall, Suffolk:
Magdalen College, Oxford, archivos, Ledger B, pp. 93-95, 120-121.
82. B. Harvey, «The Leasing of the Abbot of Westminster’s Demesnes
in the Later Míddle Ages», Eco». Hist. Rev., 2.a serie, X X II (1969).
83. J. Youings, «Landlords in England: C, The Church», en J. Thirsk, ed.,
The Agrarian Hislory of England and Wales, IV: 1500-1640, Cambridge, 1967,
pp. 321-322.
84. F. R. H. Du Boulay, The Lorship of Canterbury, Londres, 1966, pp.
220-231; C. Dyer, «A Redístríbution of Incomes in Fifteenth-Century England?»,
Past and Presentan? 39 (abril 1968), pp. 14, 28-29.
85. Los plazos de cuarenta años sustituyeron a los plazos más cortos en
Leicestershire y en las propiedades de Ramsey en Hüntingdonshire, pero plazos
mucho más largos fueron concedidos por Buckland en Devon: Youings, «Land­
lords in England: C, The Church», pp. 319-321. D e los 18 arrendamientos
concedidos en las propiedades monásticas de Seymour antes de 1533 dentro y
alrededor de Wiltshire, 15 tenían un plazo entre treinta y setenta años; 3 eran
de por vida.

1 3 , — BRENNER
194 EL DEBATE BRENNER

los arrendamientos de por vida eran frecuentes y, a comienzos del


siglo xvi, el contrato por tres vidas determinables en anos estaba
haciendo su aparición. Durante el siglo xvi, esta forma de tenencia
se convirtió en predominante en Wiltshire y en la parte oeste dél
país. Estos arrendamientos continuaban con una renta baja, pero se"
imponían fianzas muy elevadas cuando se establecía un nuevo con­
trato, o cuando se cambiaba de arrendatarios, al incorporarse una
nueva generación.
El arrendamiento de los dominios señoriales no significaba que
las grandes tenencias se perpetuaran; en algunos casos los dominios
eran fragmentados o arrendados a un grupo de enfiteutas, o incluso
a la larga se convertían en tenencias bajo arrendamiento a largo plazo.
Con todo, la mayoría de los señoríos pertenecientes al clero que han
sido estudiados se arrendaban en grandes tenencias, y la mayoría de
los arrendatarios de Kent, Devon o Yorkshire eran o bien campesinos
acomodados, o aspirantes a yeomen, o los mismos yeomen, aunque
también había una minoría de gentry. En Leicestershire estos yeomen
a menudo arrendaban también el diezmo eclesiástico, aunque los
señores eclesiásticos normalmente no arrendaban los señoríos com­
pletos. Sin embargo, en Leicestershire, en las décadas anteriores a la
disolución, los arrendamientos a la gentry eran cada vez más nume­
rosos; ésta reemplazaba a los yeomen>quienes al parecer habían mo­
nopolizado los arrendamientos de los dominios señoriales y de los
diezmos a finales del siglo xv.86 Cabría preguntarse hasta qué punto
estos arrendatarios aristócratas subarrendaron las tierras a los cam­
pesinos; en muchos casos se supone que no lo hicieron. Los arrenda­
tarios yeomen más prósperos alcanzaron un nivel social más alto,
entrando a formar parte de la gentry.
La documentación sobre los resultados del arrendamiento de las
propiedades laicas e incluso sobre la duración predominante de los
arrendamientos es mucho más escasa. Sin embargo, parece probable
que la mayoría tenía una duración de 21 años o más a principios del

86. S. Jack, «Monastic Lands in Leicestershire and their Administration


on the Eve of the Dissolutíon», Le tes. Archaeoh and Hist. Soc. Trans., XLI
(1965-1966), pp. 14-17; los arrendamientos de una propiedad, Croxton Kerriall,
«además de incluir la cláusula habitual concerniente al subarriendo sin el
permiso del convento... incluía también una estipulación muy severa según
la cual el contrato se anularía si a un caballero, o incluso a un criado de un
caballero, se le permitía heredar los intereses» (p. 16).
EN BUSCA DEL CAPITALISMO' AGRARIO 195

siglo xvi,87 y que 21 años y tres generaciones eran las condiciones


predominantes durantejlos siglos xvT^Txvn. ÁuHque a^Ideram os"
que ün"*éstudio más amplío de esta ültima íase puede ser aplazado
ya que la cuestión principal, como señala Thorold Rogers, es que los
arrendamientos ingleses a comienzos de la Edad Moderna se caracte­
rizaban por ser a largo plazo. Rogers observó que en el contexto de
los siglos xvm y xix la defensa de los arrendamientos a largo plazo
era esencial para alentar a los arrendatarios a invertir en mejoras.
Por nuestra parte es necesario que analicemos esta cuestión en rela­
ción a la actitud que adoptaron los franceses.
En Francia, los señores ofrecían mayores incentivos, aunque del
tipo que ya hemos señalado, para alentar a los arrendatarios a hacer­
se cargo de las tenencias devastadas por la guerra o de las tierras
cuyo suelo se había agotado. En general, los grandes señores debían
adelantar el capital para la reconstrucción y abastecimiento tanto de
los dominios señoriales arrendados como de las tenencias enfítéutí-
cas,88 Otra forma de anticipar el capital fijo era el métayage (forma
que apenas se encuentra en Inglaterra); este sistema se practicaba en
la alta Normandía y en la región de París pero, excepto bajo forma
de arrendamiento de ganado (bail a cheptel), no sobrevivió más allá

87. Los contratos por 21 años prevalecieron en las propiedades de Percy


en Yorlíshíre, Sussex, Kent, Dorset, Somerset y Northumberland, aunque tam­
bién se percibían las fiamas; J. M. W. Bean, The Estates of the Percy Family,
1416-1537, Oxford, 1958, Oxford, 1958, pp. 54-56; los condes de Shrewsbüry
concedían arrendamientos por 21 años en Shropshire desde finales del siglo xv,
A. J. Políard, «Estate Management in the Later Middle Ages», Econ. Hisi. Rev.,
2.“ serie, XXV (1972); de los 13 arrendamientos concedidos en las propiedades
de Seymour entre 1514 y 1535, 8 eran desde 21 años a 36 afíos, 5 entre tres
y cuatro vidas: catastro de las tierras de Seymour, c. 1540, Longleat, legajos
Seymour, vol. X II; los condes de Rudand generalmente concedían arrendamien­
tos por 21 años desde 1540 y los condes de Oxford concedían plazos de 20 años,
21 años y tres vidas en 1550 aunque en los libros de cuentas generales a
menudo no se especifican los plazos cuando se registran los pagos de las tasas:
Essex County Record Office, DDpr/140-142. El que 21 años o tres vidas
(ambos plazos eran equivalentes hasta finales del siglo x v n ) era una norma
o el plazo mínimo se desprende del hecho de que los arrendatarios habían sido
autorizados a fijar esos plazos por 32 (Enrique V IH , cap. 28).
88. G. Fourquin, Les campagnes de la région parisienne h la fin du
Moye» Age, París, 1964, pp. 421-422, 430455, 474-483; I. Guérin, La vie
rurale en Sologne aux X1VC et XV‘ s'tecles, París, 1960, pp. 254-262; R. Bou-
truche, Bordeaux de 1453 a 1715, Burdeos, 1966, pp. 31-59; Neveux, «Déclin
et reprise», pp. 10-20.
196 EL DEBATE BRENNER

del año 1500; mientras que en el sur y el oeste de Francia el métayage


aumentó probablemente en el siglo xv y seguramente en el siglo xvi.89-
Algunos labradores de la región de París y otros lugares gozaron de
arrendamientos por tres generaciones, o por un largo período (hasta
noventa y nueve años); pero a finales del siglo xv la gran mayoría
de arrendamientos eran de seis a nueve años y"éstós eran los" plazos
más frecuentes durante el siglo xvi. En Picardía y Normandíá, el plazo
normal era de nueve anos aunque se encuentran plazos superiores en
Soissonnais y Beauvaisis.90 De seis a nueve años era el plazo normal
en Languedoc y probablemente para la mayor parte del sur. En la
región de París y Normandía el área del dominio señorial y de
las tenencias enfitéuticas había cambiado poco entre 1300 y 1500,
pero desde finales del siglo xv aumentó la adquisición de tenencias
enfitéuticas por los mercaderes y por los cargos de la administración
de París y otras ciudades. En la región de París, después de 1500,
cada vez más se arrendaban conjuntamente los derechos señoriales
y las tierras del dominio señorial (y algunas veces se incluían los
diezmos). Los que las arrendaban eran en su mayoría campesinos
ricos, aunque también lo hacían los cargos de la administración y los
burgueses.91
Si comparamos la situación de Francia e Inglaterra a principios
del siglo xvi y recordamos que la mayoría de la documentación pro­
cede de las propiedades eclesiásticas, podemos constatar que el con­
traste entre la duración de los arrendamientos es asombroso. La ten­
dencia en Francia era de arrendamientos cortos después de la recons­
trucción. En Inglaterra, y aunque no en todas partes se tendía a los
contratos largos, no hubo ninguna tendencia general a acortarlos
después de 1530. Otra de las diferencias reside en que, en el norte
de Francia, las rentas aumentaron rápidamente en la primera mitad

89. Bois, Crise du féod&ítsme, p. 221; Fourquin, Campagnes de la région


parisienne, p. 355; Guérin, Vie rurale en Sologne, pp. 262-266; Jacquart, Crise
rurale en lle-de-Franee, p. 130.
90. Jacquart, Crise rurale en lle-de-F ranee, pp, 47, 102, n. 3, 130; Four-
quin, Campagnes de la région parisienne, p. 355; P. Deyon, Contribution a
Vétude des revenus fonciers en Picardie, Lille, 1968, pp. 67-68; Postel-Vinay,
Rente fonciére dans le capitalisme agricole, pp. 18, 24; P. Goubert, Beauvais
et le Beauvaisis de 1600 a 1730, París, 1960, p. 517.
91. Fourquin, Campagnes de la région parisienne, pp. 479-480; Jacquart,
Crise rurale en He-de-France, pp. 83-85.
EN BUSCA DEL; CAPITALISMO AGRARIO 197

del siglo xvi, aunque es probable que hubieran descendido a niveles


mucho más bajos a mediados del siglo xv. En algunos lugares como
Hurepoix, los niveles de las rentas de las grandes fincas en 1550 no
se habían superado en términos reales durante unos doscientos
años. En Inglaterra, la documentación para la primera mitad del
siglo xvi es^escaslf, pero no cabe duda de que a partir de finales
del siglo xvi los niveles de las rentas aumentaron rápidamente, alcan­
zando el punto más alto alrededor de 1640. Esta situación es pare­
cida a la que refleja el modelo del Languedoc, donde hubo pocos
aumentos en las rentas hasta después de 1600.92 Otro aspecto que
diferencia a Francia de Inglaterra es el gran p redominio dél lpago~de
las rentas en. especie.
Fourquin ha señalado que junto a la reconstrucción y repoblación
de las zonas rurales se produjo una reconstitución del señorío rural
que tomó un nuevo vigor, de modo que él considera que se dio una
continuidad básica de las estructuras rurales desde el siglo x m duran­
te todo el Anclen régime.93 Esto desde luego concordaría con las opi­
niones de Bois y Brenner y contrastaría de nuevo con la situación en
Inglaterra, donde por lo general se supone que las curias señoriales
sufrieron una decadencia ininterrumpida desde finales de la Edad
Media. Sin embargo, Le Roy Ladurie .ha indicado que en el siglo xvi

92. J. Jacquart, «La rente fonciére, Índice conjoncturel?», Revue histo-


rique, CCLIII (1975), pp. 363-364; Jacquart, «Immobilisme et catastrophes»,
pp7”250-251; E. Kerridge, «The Movement of Rent, 1540-1640», Econ. Hist.
Rev., 2.a serle, V I (1953-1954), p. 28, cuadro IV; el aumento de porcentaje en
el índice de Kerridge sobre las nuevas rentas de las propiedades de Herbert
deflactado por el precio deí trigo es más o menos el mismo (22 por 100). que
la renta de cereales por acre de las ocho fincas de Desaives en Notre-Dame
entre 1500 y 1600, pero Jacquart da otros dos ejemplos de subidas del 50 y 40
por 100. En cuanto al Languedoc, hay que señalar que los arrendatarios bajo
forma de métayage pagaban la mitad después de 1540, mientras que anterior­
mente pagaban un tercio o incluso menos, Le Roy Ladurie, Paysans de Lan­
guedoc, II, p. 865. De las dieciséis series de renta de cereales que Le Roy
Ladurie presenta, sólo dos comienzan antes de 1525; de las seis que comienzan
en 1525 aproximadamente, tres muestran una subida apreciable del 25 por 100
o más alrededor de 1550 (pp. 1.022-1.023). Sin embargo, la proporción de renta
por hectárea era mucho más alta en el siglo xvrr que antes de 1560.
93. Fourquin, Campagnes de la región parisienne, p. 530; G. Fourquin,
Seigneuríe et féodalité au Moyen Age, París, 1970, pp. 222-224, 243; aquí co­
menta una «reacción señorial» y niega que los señores se hayan convertido
mucho m^s en rentiers que alrededor de 1300,
198 EL DEBATE BRENNER

la sociedad rural comienza a adoptar un nuevo aspecto, precisamente


a causa de la relativa debilidad del señorío; excepto en unas pocas
regiones, sobre todo en Borgoña y Bretaña, lo que sucede es «un pro­
ceso de des-señorialización y des-feudalización de la sociedad». Si ex­
ceptuámose! diezmo, los derechos señoriales (en el sentido que seles
dabTerTel siglo x v m ) constituían un porcentaje muy pequeño de los
ingresos señoriales en la mayoría 3e~las zonas estudiadas. Al subra­
yar este aspecto, se resta importancia a la consicTérable'función que
desempeñaba la justicia señorial en la vida de los campesinos. La
clase dominante es una clase de propietMós”étT eF sentido que los
fisiócratas dan al término, en la que las élites urbanas y los mercados
ocupan un lugar cada vez más importante. El que una parte predo­
minante de los compradores de tierras de la Iglesia, en las áreas del
open-field, fueran burgueses significa para Le Roy Ladurie una señal
de una revolución abortada de la propiedad de la tierra (révolution
fonáére), análoga en apariencia a los efectos de la disolución de los
monasterios en Inglaterra.94
Aunque es cierto que los propietarios y ciudadanos adquirieron
las propiedades monásticas, no tuvieron en absoluto tanta preponde­
rancia como sugiere la analogía de Le Roy Ladurie; la comparación
podría incluso sugerir que las élites urbanas de Inglaterra eran menos
activas en la compra de tierras. Aunque la imagen que ofrece Francia
a mediados del siglo xvi, en la que los grandes arrendatarios y los
campesinos no sólo no se vieron acosados por las rentas altas y
los impuestos sino que además se beneficiaron con el descenso de los
salarios reales después de 1500, encaja incluso mejor con la realidad
inglesa donde los arrendamientos a largo plazo, los impuestos más
bajos e incluso un aumento más lento de las rentas favoreció en
mayor medida a los yeomen y a los grandes ganaderos. Sin embargo,
como ya hemos visto, Le Roy Ladurie considera que los propietarios
acomodados del Languedoc del siglo xv fueron eliminados a causa de
la parcelación y de la presión demográfica durante el siglo xvi. No está
de acuerdo en considerar a los laboureurs del open-field francés como
una yeomanry numerosa, o como los abanderados de un «capitalismo

94. Le Roy Ladurie, «Paysans frangaís du xvi° síécle», p. 346; Le Roy


Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 633-636, 704-709. Contrasta
Francia con Alemania occidental, donde hasta el siglo x v m las estructuras
rurales estaban dominadas por un sistema «feudal» basado en los defecho;?
señoriales y las bamlités,
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 199

rural» que se desarrollaría posteriormente en Inglaterra en el si­


glo x v i i , aunque, en Francia este proceso no se daría hasta el
siglo xvm o incluso hasta el siglo xix. Siguiendo el análisis de Jac­
quart sobre Hurepoix, la clase de los laboureurs ricos, los grandes
arrendatarios del dominio señorial, los diezmos y los derechos seño­
riales, representaba una proporción muy pequeña, menos del 5 por
100 de la población campesina activa; incluso muchos de los que
eran definidos como laboureurs no eran empresarios sino simplemente
campesinos y «a menudo pequeños campesinos».
Sin embargo, esta conclusión parece basarse en el análisis de la
propiedad campesina de la tierra, en vez de analizar el tamaño efec­
tivo de las unidades de cultivo. Bajo este punto de vista y según el
catastro analizado por Jacquart, el 68,5 por 100 (270) de los deno­
minados laboureurs' tenía menos de una hectárea, sólo 11 de 394 (el
2,8 por 100) tenían más de 10 hectáreas y sólo 5 de ellos tenían más
de 15 hectáreas.95 Pero en 1550, un tercio de las tenencias enfitéuti­
cas pertenecía a los ciudadanos y la relación de Jacquart muestra
que tales propietarios normalmente arrendaban la tierra (exceptuando
los viñedos) en tenencias de 10 a 40 hectáreas, explotaciones que po­
dían ser cultivadas con una yunta. Por lo tanto, algunos de los que Le
Roy Ladurie define como mim-laboureurs cultivaban más de una o dos
hectáreas; constituían una minoría pero mucho más numerosa de lo
que él sugiere.96 La proporción de propiedades de más de 10 hectá­
reas es un dato aún más importante en este tipo de análisis; en el
ejemplo de Jacquart, Avraxnville puede ser una muestra típica de un
pueblo con una agricultura mixta: casi dos tercios de la tierra estaban
ocupados por fincas de más de 10 hectáreas y mucho más de la mitad
de esta superficie estaba ocupada por fincas que deberían haber em­
pleado mano de obra asalariada. Como los parisienses y gentes de
otras procedencias adquirieron más tierras de los campesinos durante
los cincuenta años posteriores a 1550, el número de tenencias de esta
categoría probablemente se fue incrementando.97

95. Le Roy Ladurie, «Masses profóndes: la paysannerie», pp. 651-658;


Le Roy Ladurie, «Paysans frangís du x v ic siécle», pp. 345, 348-350.
96. Le Roy Ladurie, «Masses profondes, la paysannerie», pp. 625-626;
Le Roy Ladurie sugiere que la tierra en manos de los burgueses constituía
cerca dei 40 por 100. En el ejemplo de jacquart, los campesinos poseían el
69 por 100 de las viñas.
97. Jacquart, Crise rurale en lle-de-France, pp. 129-132, 349. En el casp
200 EL DEBATE BRENNER

Aunque esto no demuestra la existencia de un grupo de capita­


listas rurales en potencia, sí que presenta similitudes con la situación
y la tendencia general de la Inglaterra del open-field como hemos ya
observado en Chippenham (Cambrídgeshire) y en Leicestershire, y
que, según Le Roy Ladurie, condujo al capitalismo rural a finales del
siglo XVII.
Si consideramos el porcentaje de explotaciones que contaban prin­
cipalmente con mano de obra asalariada, el ejemplo de Jacquart sobre
Avrainville nos dice que constituían cerca del 25 por 100 alrededor
de 1550; mientras que la talla general de 1524 indica que en Leices­
tershire y Lincolnshire constituían el 20 y el 30 por 100 respectiva­
mente.98 Lo que sí difiere de la situación inglesa es la cantidad de
propietarios procedentes de las élites urbanas y las ventajas que
ofrecían a sus arrendatarios, en particular en lo referente al ganado

de Avrainville, alrededor de 1650 las cinco fincas principales comprendían el


37 por 100 de la parroquia (p. 348, n. 59); el señorío tenía 116,5 hectáreas
(p. 106); el cuadro (p. 133) muestra también c. 1560 una finca de más de
50 hectáreas, que se supone era de 60 hectáreas, 4 entre 25 y 50 hectáreas que,
a una media de 37 hectáreas, resultan 108 hectáreas, de forma que el total de
la superficie de más de 25 hectáreas serían 284,5 hectáreas, o el 43,6 por 100
del área total del señorío. Si se añaden las siete tenencias entre 10 y 25 hectá­
reas, con una media de 17 hectáreas cada una, el porcentaje sería de 61,8 del
área total. En Trappes «terroir de concentraron précoce» (p. 134), el señorío
y 11 propiedades de más de 25 hectáreas ocupaban el 71 por 100 del área de
cultivo c. 1560, y el 69 por 100 en 1507 (p. 122). En Wissous el señorío tenía
94 hectáreas (p. 84); c. 1650 las seis fincas más grandes ocupaban el 47 por 100
de la superficie (p. 348, n. 59).
98. Tanto Chayanov como Thorner consideran que la economía campesina
está dominada por las explotaciones familiares. El modelo global de Chayanov no
es aplicable, ya que su dinámica depende de la relativa abundancia y disponibi­
lidad de la tierra. El criterio más fundamental de Thorner sobre la economía
campesina es que la mitad o más de las cosechas son producidas por la unidad
doméstica campesina y que la contribución a la producción de la mano de
obra no familiar es mucho menor que la de la familia: D. Thorner, «Peasant
Economy as a Category in Economic History», en T. Shanin, ed., Peasant s and
Peasant Societies: Selected Readings (Harmondsworth, 1971), p. 205. Imagino
que, en la agricultura del open-field, las fincas mayores de 60 acres, con una
o dos yuntas, utilizaban más mano de obra asalariada que mano de obra fami­
liar. En el ejemplo de Jacquart, ni en Trappes ni probablemente en Wissous
predominaba una producción campesina en este sentido; Avrainville estaba
más o menos dividida por igual entre las unidades familiares y las de mayor
tamaño. Véase, supra , b n. 97.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 201

con baux a chéptel. Potencialmente esto podía significar o bien una


inversión productiva del capital urbano o una explotación usuraria
de los campesinos por parte de los ciudadanos. Aunque los propieta­
rios campesinos fueran numerosos y las propiedades de un tamaño
muy pequeño, el hecho de que supusieran la mayoría de la pobla­
ción rural no prueba que la economía estuviera dominada por los
campesinos en el sentido utilizado por Chayanov o Thorner, como
tampoco la presencia de propietarios burgueses o de grandes arren­
datarios significa que estuviera dominada por los capitalistas; en rea­
lidad estaba dominada por las exigencias del mercado, con tendencias
y posibilidades que no parecían ser cualitativamente distintas a las
de Inglaterra en el siglo xvi."
Brenner correctamente señala que la corona francesa estaba inte­
resada en reconocer la identidad legal y la responsabilidad colectiva
de los ayuntamientos de los pueblos para utilizar sus asambleas y
cargos electos en la exacción de impuestos; lo que parece improbable
es que, como él deduce, los ayuntamientos fueran como consecuencia
más poderosos y estuvieran mejor organizados para ofrecer una mejor
resistencia a los señores que en Inglaterra.100 En este país aunque
algunos pueblos estuvieran dominados por un solo señor o una asam­
blea de notables, tanto las asambleas parroquiales como los miembros
de las curias señoriales impulsaban de forma activa los intereses y la
conciencia colectiva en muchos pueblos ya bien entrado el siglo xvii
e incluso posteriormente.101

99. Jacquart, Crise rurale en íle-de-Frances, pp. 138-139; había 88 arren­


datarios, 14 vígnerons, 13 manouvriers; he excluido los 7 vignerons que tenían
más de una hectárea de tierra (p. 153) y he incluido a dos artesanos. Estos
terriers, aunque incluyen todos los habitantes (p. 137) no incluyen a los cria­
dos que residían allí, como lo hacía el apeo de 1524; también incluyen a los
artesanos del pueblo: A. Everltt, «Farm Laboureurs», en Thirsk, ed., Agrarian
History of England and Wales, IV, p. 397. En Wlgston, Leicestershire, de los
67 contribuyentes, 25 (el 37 por 100) se calcularon a partir de salarios, de los
que 10, según Hoskíns, eran hijos de yeomen o campesinos ricos, lo que supon­
dría que un 22 por 100 eran trabajadores ordinarios, W . G. Hoskins, The
Midland Peasant, Londres, 1957, pp. 143, 147.
100. Véanse supra, pp. 72-73 y 75.
101. C. Bridenbaugh, Vexed and Troubled Englishmen, 1590-1642, Oxford,
1967, pp. 240-249, puede que exagere los elementos de la participación demo­
crática, peto en general es todavía válido. Jacquart sostiene que los ayunta*
mientas franceses, c. 1560, gozaban del máximo poder y que a partir de este
202 EL DEBATE BRENNER

Además, si el diezmo era mucho más oneroso que los derechos


señoriales en la mayor parte de Francia, en Inglaterra se imponía a
una tasa más alta que en Francia y un 18 por 100 se recaudaba toda­
vía en especies en 1813.102 Aunque la recaudación del diezmo provo-"
caba constantes conflictos, no parece que durante el siglo xvi se pro­
dujera la amplia resistencia y el rechazo generalizado como sucedió
en algunas partes de Francia a partir de 1520.103 Es difícil de creer,
que el hecho de que la mayor parte del diezmo eclesiástico pasara a
manos de seglares lo convirtiera én una carga más aceptable, A pesar
de que la carga de los impuestos directos •era más continuada y más
pesada en Francia, en 1520 un mayor número de ingleses fueron gra­
vados y posteriormente la tasa continuó ascendiendo hasta que en
1540 alcanzó cotas hasta entonces desconocidas, de forma que parecía
que iba a convertirse en un acontecimiento constante de cada año.
Hubo más rebeliones generalizadas provocadas por la resistencia a
pagar los tributos en Inglaterra que en Francia después de 1548; las'
revueltas en la zona rural inglesa en 1549 fueron consecuencia de
las cuestiones religiosas, las rentas y los impuestos sobre el gana­
do, los cercamientos y la acumulación de tierras comunales, y,
tanto en la rebelión que se dio en la parte occidental, para
defender la antigua religión, como en la sublevación de Kett, de,
signo protestante, en Norfolk, subyacía un odio general hacia la
gentry. En Francia, durante 1560, el diezmo era el objetivo general
contra el que luchaban tanto los campesinos hugonotes como los
católicos, aunque en algunas partes del suroeste también se atacaba
los derechos y privilegios señoriales. Las discrepancias sobre las car­
gas fiscales, la evolución política y las consecuencias del aumento de
las rentas y de los precios se agravaron durante la segunda mitad deh
siglo xvi; las protestas en el mundo rural culminaron a finales del
siglo XVII.
La primera situación que evidencia un proceso divergente la en­
contramos en 1560 cuando en Francia las rentas y la producción
agrícola descendieron como consecuencia de la guerra civil y la pobla­
ción rural y las rentas permanecieron estacionarias para descender

momento entraron en una fase de progresivo debilitamiento en relación con


el Estado y los señores, Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», p. 284.
102. E. J. Evans, The Contentioas Titke, Londres, 1976, p. 22 y n. 35.
103. Le Roy Ladurie, «Masses profondes; la paysannerie», pp. 712-713.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 203

posteriormente. En 1590, los dos países se vieron afectados seriamen­


te por las malas cosechas y la subida de los precios, pero mientras
para Francia esto significaba la culminación de una época de depre­
sión y de desastres, para Inglaterra significó una perturbación en una
fase de crecimiento de la población y de las rentas, sin que motivara
ninguna rebelión grave ni popular ni política, si se compara con las
acaecidas antes de 1550. Aunque los costes de la guerra que Inglaterra
mantenía en el continente en 1590 eran altos y tuvieron repercusio­
nes políticas importantes, eran de menor cuantía que los de 1540 y
muy inferiores a los gastos provocados por la guerra civil en Francia,
donde había que emprender una nueva fase de reconstrucción. Alre­
dedor de París y en general en todas partes los propietarios debían
alentar a los arrendatarios pata que se hicieran cargo de las explota­
ciones, ofreciéndoles condiciones más ventajosas como había sucedido
en el siglo xv. Estas ventajas consistían generalmente en rentas más
bajas, adelantos en dinero, simientes y utillaje y en que la reconstruc­
ción corría a cargo del propietario; en algunos casos se daban arren­
damientos a más largo plazo pero parece que fueron casos excepcio­
nales. La mayoría de las dinastías de los grandes arrendatarios que
encontramos en la obra de Jacquart, quienes también comerciaban
con cereales, ganado y madera, sobrevivieron a la devastación e incluso
aumentaron su propia fortuna.104
Sin embargo, aunque el conjunto de Francia se recuperara y la
población aumentara, al norte del Loira la depresión continuó hasta
cerca de 1640; Jacquart considera que ni la producción ni la pobla­
ción habían alcanzado, en la mayoría de regiones, los mismos niveles
que en 1560 cuando descendieron de nuevo a causa de la crisis pro­
vocada por la Fronda.105 En el sur, la expansión continuó durante los
años de la Fronda hasta 1670 y las rentas continuaron aumentando
y alcanzaron en 1650 niveles, en su equivalente en grano, que dobla­
ban los alcanzados durante el siglo xvi. En la región de París, los
grandes arrendatarios sobrevivieron los años' de crisis, aunque de
forma mucho menos segura que antes, y se produjo una recuperación
de las rentas hasta 1680. Parece ser que el proceso no fue en absoluto
homogéneo ya que en el sur de París las rentas no excedieron el

104. Jacquart, Crise rurale en lle-de-France, pp. 186-187, 239-240, 265,


335, 341; Jacquart, «Immobilisme et catastrophe», pp. 200-202.
3-05. Jacquart, «Immobilisme et catastrophe», pp. 251-252.
204 EL DEBATE BRENNER

nivel alcanzado en 1560, mientras que en el norte sí (las rentas en


grano por acre alcanzaron cerca de un 14 por 100 en 1680). En
Picardía también se alcanzaron niveles de excepción después de
1662.106 Por otra parte, las rentas de las pequeñas parcelas de tierra
alrededor de París aumentaron mucho más, cerca del 70 por 100,
medidas en su equivalente en grano, para las tierras de cultivo e
incluso más para las tierras de pastos, si se compara con sus valores
para 1560 y 1675.107 La demanda de pequeñas parcelas de cultivo era
siempre lo suficientemente alta para que sus rentas por acre fueran
mucho más elevadas que las de las grandes tenencias. Pero lo más"
importante, en comparación con Inglaterra, es que tanto para las
grandes como para las pequeñas tenencias las rentas no bajaron junto
con los precios después de 1663 sino que se mantuvieron hasta des­
pués de 1690 o incluso hasta 1700 para las parcelas pequeñas. Un
dato incluso más importante es el descenso de la extensión de tierra
en manos de campesinos y el aumento tanto de los dominios seño­
riales como de la propiedad urbana.
En Avrainville la propiedad campesina había descendido del
47 por 100 al 20 por 100 desde 1560 hasta 1670; en los pueblos
más alejados de París y otras ciudades el descenso fue menor. En el
ejemplo global de Jacquart el número de campesinos que no poseían
ninguna propiedad real, ni siquiera un cottage} había aumentado des­
de cero hasta un cuarto o un tercio de la población total.108 En
Avrainville y en otros pueblos, más de la mitad de la tierra estaba
ocupada por fincas de más de 50 hectáreas.109 Desde finales del si­
glo xvi, el endeudamiento de los ayuntamientos rurales condujo a la
venta de las tierras comunales, lo que agravó aún más la ya difícil
situación de los campesinos más pobres que a su vez se vieron obli­
gados a vender sus tierras. El acaparamiento de tierras por los señores

106. Jacquart, «Rente fonciére, índice conjoncturel?», pp. 364-366, 370;


J.-P. Desaive, «A la recherche d’un indicateur de la conjoncture», en Goy y
Le Roy Ladurie, eds,, Flucluations du produit de la díme, pp. 50-57; Deyon,
Contributions a Véiude des revenus fonciers en Picardie, pp. 75-76; Le Roy
Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 637-638, 807-808.
107. B. Veyrassat-Herren y E. Le Roy Ladurie, «La rente fonriere autour
de Paris au X V I? siecle», A nudes E. S. C., X X III (1968), pp. 549-555.
108. Jacquart, Crise rurale en íle-de-France, pp. 724-725.
109. Ibid., p. 740; el 52, 53 y 61 por 1Q0 en Ayr^inviile, Wissous y Trap-
pes, respectivamente..
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 205

y los ciudadanos no se limitaba a la región de París; en Borgoña


condujo a la formación de explotaciones bajo régimen de aparcería, lo
que también sucedió en las regiones pobres de la Sologne y en la
región de pastos de la Alta Auvernia. En Borgoña durante todo el
siglo xvii este proceso se vio acompañado poFlá^teafirmación y am­
pliación de los derechos señoriales y por un debilitamiento progresivo
de las comunidades campesinas.110 En Beauce l§s propiedades que
absorbieron las tenencias enfitéuticas tenían una media de 40 hectá­
reas en el siglo xvi, y en 1696 una media de 73 hectáreas; aquí, como
en París, los comerciantes locales predominaron durante el siglo xvi
y fueron reemplazados por los altos cargos de la administración en
el siglo xvn.m En la Francia del open-field la tendencia a la formación'
de fincas más grandes y al empobrecimiento y proletarización de
los pequeños campesinos fue tan marcada como la que se atribuye a
Inglaterra.
En Inglaterra las rentas aumentaron más rápidamente que los
precios desde 1560 hasta 1641, aunque se produjeron algunas inte­
rrupciones, especialmente durante la depresión de 1620. La tasa de
crecimiento fue más rápida después de 1590 que anteriormente y fue
superior en las regiones agrícolas que en las ganaderas.112 La guerra
civil provocó un bajón en las rentas que perjudicó a los señores
debido a que los atrasos en el pago de las rentas fueron acumulán­
dose, de forma que fueron irrecuperables; pero después de la guerra,
en 1650, se produjo una nueva recuperación de las rentas hasta alcan­
zar los niveles anteriores a la guerra.113 Es posible que a principios
110. Saint-Jacob, «Mutations économiques et sociales dans les campagnes
bourguignonnes á la fin du X VIo siéde»; M. Súnonot-Bouillot, «La métaitie
et le métayer dans le sud du Chátiilormais du XVI® au X V IIIo siécle», Anuales
de Bourgogne, X X X IV (1962); S. Dontenwill, Une seigneurie sous V'anden ré-
gifne} Ruán, 1973, pp. 141-165, 186-189; J. L. Goldsmlth, «Agricultutal Specia-
1iza don and Stagnation in Eatly Modem Anvergne», Agrie. Hisl,, XLVII (1973),
pp. 221-223, 226-229.
111. Constant, «Vroplété et le próbleme de la. constítutíon des fermes»,
pp. 374-375.
112. Bowden, «Agricultura! Prices, Farm Profits, and Rents», en Thirsk,
ed., Agrarian History of England and Walesf IV, pp. 689-694; L. Stones, The
Crisis of the Aristocracy, 1540-1640, Oxford, 1965, p. 772; A. Simpson, The
Wealth of the Gentry, 1540-1660, Cambridge, 1961, pp. 196-211; M. E. Finch,
Tive Nothamptonshire Famlies, Northants. Rec. Soc., X IX , Northampton, 1955,
pp. 200-201, 163.
113. C. Clay, «The Landowners and the English Civil W at» (artículo iné-
206 EL DEBATE BRENNER

de 1660 hubiera algunos aumentos, pero en 1668 había un clima de


malestar general debido al descenso de las rentas; en la mayoría
de regiones se mantuvieron estacionarias o descendieron, en algunas
zonas, durante 1682; las rentas bajaron hasta un cuarto, recobran-
dose un poco a finales de 1690.114 Northumberland y Durham fueron
casos de excepción en esta tendencia generalizada ya que las rentas
aumentaron sustancialmente desde 1650 hasta 1700 y de nuevo
en 1750.115
Desde 1550 hasta 1700 y en adelante, las estipulaciones de arren­
damiento más frecuentes que imponían los grandes señores fijaban
una duración de 21 años y tres generaciones, que normalmente se
fijaban en 99 años. Pueden encontrarse arrendamientos más largos
y más cortos, pero en general obedecían a circunstancias especiales.116

dito presentado para un seminario, Oxford, 1977) [desde entonces ha sido publi­
cada como parte de su «Landlords and Estate Management ín England», cap. 14
de J. Thirsk, ed., The Agrarian History of England and Wales, V: 1640-1750,
parte 2, Cambridge, 1985].
114. Seventeenth-Century Economic Documents, ed. Thirsk y Cooper, pp.
68-88, 179, 304; C. Clay, «The Price of Freehold Land in the Later Seventeenth
and Eighteenth Centuries», Econ. Hist. Rev., 2.a serie, X X VII (1974), pp. 181-
182; H. D. Turner, «George, Fourth Earl of Ñorthampton: Estates and Ste-
wards, 1686-1741», Northamptonshire Past and Present, IV , n.° 2 (1967-1968),
pp. 100-105; J. D. Chambers, The Vale of Trent, 1670-1800 (Econ. Hist. Rev.,
suplemento n.° 3, Londres, 1975), p. 42; R. A. C. Parker, Coke of Norfolk,
Oxford, 1975, p. 4; las rentas de seis señoríos en la propiedad de Belvoir del
duque de Rutland descendieron cerca del 12 por 100 durante el período entre
1671 y' 1692.
115. P. W. Brassley, «The Agricultural Economy of Northumberland and
Durham, 1640-1750» (Oxfor. Univ., tesis de licenciatura, 1974), pp. 70-85. Al­
gunas de estas propiedades puede que durante el siglo x v n hayan tenido rentas
muy inferiores.
116. Los acuerdos a corto plazo, o anuales, eran a menudo una alternativa
para que el propietario controlara la explotación, cuando no podía encontrar un
arrendatario dispuesto a tomarla a más largo plazo y con una renta más elevada.
Los plazos más largos puede que hayan sido un modo de aumentar las rentas.
Durante el siglo xv n los contratos por veintiún años no comportaban el pago
de fianzas (por ejemplo, así lo hacían los condes de .Wanvick en Essex, los
condes de Rutland en Leicestershire, Lincolnshire y Yorkshire, en las propie­
dades de Leveson-Gower en Shropshire y Staffordshire, los condes de Sout-
hampton en Hampshire, y los condes de Salisbuxy en Northamptonshire, Hert-
fordshire y Surrey), pero generalmente eran mucho menores en relación a la
renta que las de los contratos de por vida en la parte occidental del país, el sur
de Gales y Lancashire.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 207

Mientras que las generalizaciones sobre los acuerdos de los arrenda­


mientos son incluso más problemáticas, parece probable que a finales
del siglo xvi las reparaciones en los edificios corrieran a cargo del
arrendatario,117 aunque el propietario proveyera la madera y la piedra
que era transportada por el arrendatario; éste tenía que cuidar las cer­
cas y limpiar las acequias, a menudo se le exigía qué plantara un nu­
mero determinado de árboles al año; cuando había que construir
nuevos edificios o reconstruir los ya existentes, el arrendatario a me­
nudo se ocupaba de ello y se le descontaba de su fianza o de la renta;
cuando el arrendatario abandonaba la finca se comprometía a dejaría
en buenas condiciones. Es evidente que los señores sí invertían en los
gastos de cercado y en la preparación de nuevas roturaciones, pero
este tipo de organización de la propiedad parece que pretendía que el
arrendatario realizara las mejoras que el mismo propietario hubiera
costeado en el siglo xvm .
Aunque los arrendamientos en sí pretendían asegurar un buen
cultivo, los acuerdos del contrato a menudo incluían derechos seño­
riales ya bien entrado el siglo xvm : moler en el molino del señor,
realizar trabajos adicionales no remunerados, especialmente el acarreo,
ofrecer al señor capones o gansos y no destrozar la caza.118 La inclu­

117. Anteriormente se exigía a los arrendatarios la realización de pequeñas


reparaciones, como reparar la techumbre o enjalbegar, mientras el propietario
costeaba los trabajos más importantes en los que se necesitaba madera, tejas,
pizarra o piedra. Esta distinción permaneció en ciertos contratos, pero no en
la mayoría de los que conozco. Parece ser que también se dio en un período más
reciente como lo muestra el siguiente ejemplo: como el señor «ha tenido un
gasto extraordinario para cubrir la granja y dependencias con pizarra y tejas, en
lugar de techarlas con paja», el pacto obliga a los arrendatarios a mantener la
techumbre en buen estado el tiempo que dure el contrato; E. Laurence, The
D tity of a Steward to hts Lord, Londres, 1727, p. 130. Cuanto más corto era
el plazo del arrendamiento, más reparaciones corrían a cargo del propietario:
véase un ejemplo de arrendamiento por siete años en G. Jacob, The Compleat
Court-Keeper, Londres, 1713, p. 485.
118. Laurence, The Duty of a Steward to hts Lord, pp. 129-132; el pacto
n.° X V II estipula que el arrendatario no debe tener «ni lebreles ni armas
de caza, ni poner lazos ni trampas que puedan destruir la caza del señor»;
pacto n.° X IX , enviar un grupo de hombres «para llevar a la casa grano y
forraje», de modo que quede provista, y piedras y madera para la construcción
o reparaciones; pacto n.° X X II, regalar capones, pavos, ocas u otro tipo de aves
al señor. Algunos arrendamientos de Sidney bajo el reinado de Jacobo I y Car­
los I exigían que un grupo de hombres realizaran trabajos de recolección durante
uno o dos días y otros exigían el cuidado del terreno ,a lo largo del siglo.
208 EL DEBATE BRENNER

sión de tales pactos, especialmente los servicios de acarreo, era una


práctica frecuente en Francia. Sin embargo, en lo referente a las
reparaciones la actitud es mucho menos clara, aunque en la región
de París las reparaciones principales corrían a cargo del señor: algún
señor laico gastaba más en reparaciones que los magnates ingleses.119
En los contratos de aparcería, los trabajos de reparaciones y arreglo
de tejados eran realizados por el arrendatario mientras que los mate­
riales, exceptuando el transporte, eran suministrados por el propieta­
rio.120 El proceso de absorción de las tenencias enfitéuticas y
la aparición de grandes explotaciones necesariamente implicaba una
fuerte inversión en la construcción de edificios agrícolas. Durante el

Los arrendatarios de los Rutland en las propiedades de Belvoir en el siglo x v ii


estipulaban que el arrendatario «prestara anualmente trabajos no remunera­
dos ... con sus carros, arados y demás aperos», moler en el molino de su señor,
plantar árboles y desde 1648 tenía que costear la construcción o la ampliación
de la mansión del conde en Leicestershire. Las relaciones muestran que los
servicios adicionales no remunerados consistían en acarrear la madera, el car­
bón y las tejas (156 carretadas en 1614) y todavía se realizaban en 1712. El
borrador de un arrendamiento fechado en 1814 para una finca recientemente
construida por sir Thomas Hesketh exigía que el arrendatario debía tener
alojamiento dispuesto y criar un lebrel o un gallo a exigencias del señor:
Fletcher, «Agrarian Revolution in Arable Lancashire», p. 103; las, referencias
a tributos por parte del arrendatario, alojamiento y uso del molino aparecen
en los arrendamientos de Thynne del siglo xvn , y el ejemplo del contrato por
tres vidas en Jacob, Compleat Court-Keeper, pp. 305-308.
119. Jacquart, Crise rurale en lle-de-F ranee, p. 343, señala, sin especificar
demasiado, que grosses reparations eran realizadas por el señor, las menores
por el arrendatario, quien también transportaba los materiales. Deyon, Contri-
bution cl l’étude des revenus foncters en Picar die, pp. 67-68 y n. 11, cita los
contratos de Picardía donde el mantenimiento de los edificios y el cercado y
limpieza de las acequias corrían a cargo del arrendatario. Por otra parte,
Mireaux, Province franq&ise au temps du Grand Roí, p. 113, al hacer un resu­
men del contenido de los contratos, no incluye las reparaciones a cargo de los
arrendatarios; mientras que M. Fontenay, «Paysans et marchands ruraux de la
Vallée de L’Essonnes dans la seconde moitié du x v n e stécle», Paris et íle-de-
France, IX (1958), p. 176, parece que señala que los trabajos principales eran
costeados por el señor. Incluso antes de la Fronda, el barón d ’Auneau gastaba
el 5 por 100 de sus ingresos brutos en reparaciones, mucho más que los con­
des de Rutland y Salisbury: J. M. Constant, «Gestión et revenus d’un grand
domaine aux x v ic et x v ilc sxécles d’aprés les comptes de la baronnie d’Auneau»,
Revue d ’btstoire économique et sociale, 1 (1972), p. 199
120. Merle, Métairie et Vévolution agraire de la Gátine poitevÍne¡ pp. 212,
217, 220, 228, 233.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 20 $

siglo xvn no sólo se llevó a cabo la obligada reconstrucción a conse­


cuencia de la devastación provocada por la Liga y la Fronda, sino
que también se produjo una inversión importante del capital urbano
en las grandes explotaciones características del open-field francés, así
como en las residencias campestres y en los cbáteaux de los officiers y
los grandes financieros. Esta remodelación de la propiedad urbana ru­
ral no ocurrió en el bocage>que se caracterizaba pfor ser una zona de
asentamientos dispersos y de un fuerte predominio de la propiedad
campesina. Le Roy Ladurie considera estos cambios realizados en el
open-field francés durante el siglo xvii como la base necesaria que per­
mitiría el aumento de la producción del siglo xv m y el consiguiente
desarrollo según las directrices ideadas por Quesnay. En esta vía
francesa, en contraste con la inglesa, hacia el capitalismo agrario, «la
concentración de la propiedad irassembler la ierre] preparó el caminó
para el capitalismo y la base para el aún lejano crecimiento rural de
tipo moderno».121
Antes de valorar esta conclusión necesitamos comparar cómo se
comportaron los propietarios más importantes durante los años críti­
cos de mediados del siglo xvn, cuando se vieron enfrentados a las
consecuencias de la guerra civil e inmersos en un período de transi­
ción entre una etapa caracterizada por el aumento de los precios y
otra caracterizada por el estancamiento o el descenso de los precios
agrícolas. Los señores ingleses se vieron afectados por una gran acu­
mulación de cobros atrasados a consecuencia de la guerra civil, atrasos
que fueron imposibles de cobrar; la continuidad de los impuestos di­
rectos provocó el que algunos señores intentaran que sus arrendatarios
los pagaran a pesar de que existían decretos que estipulaban lo contra­
rio.122 Las diferencias entre Francia e Inglaterra son más marcadas

121. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysanneríe», pp. 796-799.


Vale la pena señalar lo poco que se sabe sobre la Francia «central» del bocage
y el métayage durante el siglo x v i i. La aseveración de Brenner sobre que « u n a
propiedad campesina fortalecida y el Estado absolutista se desarrollaron en
base a una mutua dependencia» (véase supra, p. 76) encajaría mejor en las
suposiciones de Le Roy Ladurie sobre las regiones del bocage.
122. L. Stone, Family and Fortune, Oxford, 1973, pp. 146-152; el conde
de Southampton consiguió que algunos de los arrendatarios pagasen parte de
los gravámenes (pp. 235-236). John, conde de Rutland en los años 1640 y 1650,
incluyó ciertas cláusulas en los arrendamientos que obligaban al arrendatario
a pagar todos los impuestos y vivienda gratuita «pese a cualquier ley u ordena­
miento en contrario»: por ejemplo, Bottesford, escritura n.° 5371, 10 de marzo

14. — BRBNNBR
210 EL DEBATE BRENNER

después de 1670 aunque hasta el momento se posee una información


muy escasa sobre el comportamiento de los señores laicos en Francia.
Una excepción de lo anteriormente expuesto, la presenta la propiedad
del barón d’Aúneau en Beauce donde existía un clima de estabilidad
entre los campesinos. El barón perdonaba el cobro de las rentas
durante los años difíciles por lo que no se produjo una gran acumu­
lación de atrasos ni siquiera durante los años de la Fronda. Aunque
muchas de las fincas grandes fueron subdivididas en los veinte años
anteriores a 1650, posteriormente se dejaron indivisas. En 1640,
hubo un cambio en la forma de pago de h renta que pasó a ser en
dinero en vez de en grano; pero en 1653 el arrendamiento de las
explotaciones.era un 31 por 100 inferior al de las rentas anteriores
aunque el coste de las reparaciones había aumentado. El barón aumen­
tó sus ingresos incrementando el rendimiento de la venta de los
bosques, los derechos señoriales y comprando fincas que proporciona­
ban unos intereses del 7 por 100.123
El que el barón lograra encontrar arrendatarios para sus grandes
explotaciones nos recuerda que la crisis arruinó a muchas de las fincas
medianas y que éste fue el momento en que se inició la época de los
grandes arrendatarios. En 1663, los señores habían logrado aumentar
las rentas hasta los mismos niveles o incluso superiores a los que impe­
raban antes de la Fronda, Como hemos visto, esto también sucedió con
las rentas en Inglaterra en relación a la guerra civil. La diferencia estri­
ba en que los señores franceses intentaron mantener estos niveles de
renta hasta 1680 e incluso posteriormente, lo que provocó que, tanto
en él norte como en el sur, los labradores quebraran al verse atra­
pados entre los bajos precios del grano y las rentas altas, lo que
motivó la consiguiente caída de las rentas en diferentes regiones hasta
bien entrado el segundo cuarto del siglo xvm . La quiebra de los
arrendatarios no sólo significaba que no se podían cobrar los atrasos
y la cancelación de los arrendamientos, sino también el embargo y
la venta del utillaje del labrador, las yuntas y el ganado, es decir, la

de 1649/50: Archivos de Belvoir Castle, El mismo principio se aplicó poste­


riormente a los impuestos sobre la tierra en algunas de las propiedades de los
Rutland. Mi agradecimiento al duque de Rutland por haberme dejado consultar
los archivos de Belvoir Castle.
123. Constant, «Gestión et revenus d’un grand domaine».
EN BUSCA’ DEL CAPITALISMO AGRARIO 211

ruina del capital fijo.124 El resultado fue que muchas de las explotacio­
nes quedaron en manos de los propietarios a causa de-la falta de arren­
datarios; algunas fueron divididas en unidades más pequeñas, mien­
tras que otras pasaban a concentrarse en manos de los grandes arren­
datarios que también poseían los derechos señoriales y el diezmo: eran
prestamistas y comerciantes.
¿Por qué los señores, que habían adelantado ^grandes sumas de
dinero para restaurar las explotaciones y a los arrendatarios en sus
propiedades después de Enrique IV y la Fronda, dejaban que los la­
bradores se arruinaran? La duración de los contratos se redujo de nue­
ve a seis años mientras que el número de propietarios aumentaba.12*
Cuando el arrendamiento se renovaba, el arrendatario tenía que dar
parte de la tierra para pagar los atrasos y como sus deudas continua­
ban aumentando, sus beneficios disminuían debido a que los precios
permanecían bajos y al aumento de la presión fiscal,126 por lo que los
atrasos seguían acumulándose. La única manera de que el señor
recuperara parte del dinero consistía en el embargo del utillaje del
labrador antes de que los atrasos debidos superaran notablemente su
valor. En aquellos lugares donde se mantenía el pago de las rentas en
grano, los beneficios del señor bajaron inmediatamente a causa de la
caída de los precios. Se ha indicado que en el Soissonnais, incluso an­
tes de la Fronda, había un endeudamiento considerable y una discon­
tinuidad en la renovación de los contratos entre los grandes arrendata­

124. Jacquart, Crise rurale en íle-de-F ranee, pp. 714-715; Jacquart, «Im-
mobilisme et catastrophes», pp. 254-255; M. Venard, Bourgeois e t paysans au
XVII* ñecle, París, 1957, pp. 99-102; Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capí-
talisme agricole, pp. 23-25, 29; Mireaux, Province frangaise au temps du Grand
R oí, pp. 138, 149; Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600 a 1700, pp. 526,
529-530; Fontenay, «Paysans et marchands ruraux de la Vallée de l’Éssonnes»,
pp. 254-255, 208, n. 2.
125. Lamentablemente la única relación sistemática de la incidencia de
los atrasos es la presentada por Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600
a 1700, pp. 526, 529-530.
126. La taille aumentó a causa de la guerra con Holanda, pero las reformas
en su administración llevadas a cabo por Colbert después de 1663 aumentaron
de forma probable la carga impositiva de las grandes fincas. Aunque los atrasos
prescribieron y ía exacción total se redujo, los gravámenes no siguieron favo­
reciendo a los grandes arrendatarios de los magnates y de los notables locales
como había sucedido anteriormente. Postel-Vinay da ejemplos sobre los labra­
dores que hipotecaron su ganado a los burgueses para pagar su taille desdé
1669, Poste! Vinay, Rente fonáére dans le capitalisme agricole, p. 25.
212 EL DEBATE BRENNER

rios.127 En términos marxistas, el proceso en conjunto .puede contem­


plarse como el triunfo de la renta «feudal» y del orden social sobre
un capitalismo rural incipiente, y así es como lo interpreta Postel-
Vinay, mientras que Brenner valora en demasía la capacidad de la
propiedad campesina, especialmente en el norte de Francia, para supe­
rar las presiones de la deuda y el proceso de absorción.
Tales interpretaciones exigen, de forma implícita o explícita, su
comparación con el caso inglés. Cuando Brenner nos informa sobre
los beneficios de la relación entre los arrendatarios capitalistas y los
señores no podemos dejar de compararla cbn un tory en defensa de
las Leyes del Grano.128 Los predicadores habían denunciado con insis­
tencia a aquellos «codiciosos señores que aprietan sus rentas con la
soga de una mala conciencia y llenan sus arcas con la miseria que
llevan a sus arrendatarios».129 Los propietarios aspiraban a vivir «sin
injuriar a hombre alguno, ni apremio de mis campesinos (pues) sé
que gozo de sus afectos».130 Thomas Fuller nos dio su opinión sobre
lo que debería ser un buen propietario, descripción que fue repetida
durante siglos:

el que cede su tierra a una renta razonable, de forma que su


arrendatario, empleando sus aperos y asistido por su industria, pue­
da ganarse la vida honestam ente ... allí donde los señores se mues­
tran complacientes, los arrendatarios (. . . por su propia pereza) rara
vez prosperan ...

Fuller denunció que los cercamientos provocaban la despobla­


ción aunque consideraba que eran beneficiosos, siempre que evi­
taran el despoblamiento, tanto para los individuos como para el
bien común.131 Fuller escribió durante una época de alza económica,
pero sus principios fueron invocados por Dudley —lord North— al
exigir la disminución de las rentas en 1669.132 De forma más concre­

127. Ibid.} p p . 16, 20, 24, 26.


128. Véanse supra, pp. 65-68.
129. The Workes of Thomas Adams, being the Summe of his Sermons,
Meditalions Divine and Discourses, Londres, 1630, p. 53, 7 de marzo de 1612,
130. Sir C. Wandesforde, A Book of Instructions [1636], T. Comber, ed.,
2 vols., Cambridge, 1777-1778, I, pp. 90-91.
131. Fuller, Holy State, pp. 99-102.
132. [Dudley, lord North], O'bservations an Advices Oeconotnical, Lon­
dres, 1669, pp. 105-106. Más que coger una explotación lejana, «hará mucho
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 213

ta, las indicaciones de Fuller fueron citadas a menudo por los parti­
darios de mejorar la agricultura congregados alrededor de Hartlib
bajo la Commonwealth; Blith y Hartlib también pidieron que se
elaborara una legislación que estableciera compensaciones para los
arrendatarios que llevaran a cabo mejoras en sus tenencias,133
De todas formas esto estaba aún lejos de ocurrir; en cambio se
continuó insistiendo en que el deber de los señores era conseguir que
sus arrendatarios realizaran las mejoras y se difundió la opinión de que
la tierra dedicada al cultivo debía producir el triple de la renta sin
contar las semillas. Pero de Hecho no parece que existiera un acuerdo
sobre si la tierra de tipo medio podía producir el equivalente a dos
rentas o a cuatro alrededor del año 1700.134 El comportamiento efec­

mejor en reducir la renta en proporción moderada... Siempre me ha ido muy


bien allí donde he. fijado cantidades sensatas; de otro modo nuestros arrendata­
rios van de amo en am o... con lo cual se pierde más en un año que bajando la
renta en muchos. Y eso plazca a los cíelos, pues las bendiciones de Dios no
acompañan a las personas excesivamente duras con sus campesinos».
133. W. Blith, The Engiish Improver Improved, Londres, 1652, 3.* reimpr.,
sig. [C4r]-d, sig. CA 3r-4'3; Samuel Hartlib bis Legacie, Londres, 1652a, sig.
B 2r: «De acuerdo con la costumbre habitual en Flandes, puede hacerse una
ley de contratos y arriendos basados en la mejora... Que el granjero acepta
por su parte mejorar la tierra hasta tal o cual renta, por medio de una orde­
nada y eficiente administración... El señor se compromete, al término del
arrendamiento, a dar en proporción un número de años para la compra... nor­
malmente 3 o 4 años, o a veces más».
134. Gregory King en 1697 pensaba «que la forma usual de valorar» el
producto de la tierra como el triple de la renta, exceptuando la simiente, era
cierto para las tierras de muy buena calidad, pero para las tierras de escasa
calidad debía calcularse en cuatro rentas, Harley había calculado que la tierra
de cultivo medía producía cuatro rentas, Seventeenth-Century Economic Docu-
ments, Thirsk y Cooper, eds., pp. 796-797. J. Mortímer, The Whole A rt of
Husbandry, 2 vols,, Londres, 1716*, I, p. 391 (1.* ed. 1707): «Normalmente
producen tres rentas, una para el señor, otra para las cargas y otra para dis­
frute del arrendatario... pero pocas explotaciones proporcionan constantemente
ese incremento o hacen frente a las cargas»; si tomamos una finca de 100 libras
al año, si la tierra vale 20 chelines por acre, las 100 libras pueden sufragar
los gastos, pero si sólo vale 10 chelines por acre, se necesitan entre 120 y 130
libras por año y se debe calcular unos 250 acres de este tipo de tierra a 100 li­
bras por año, «o se- pierde dinero a menos que sea tierra muy mej'orable».
Laurence, en Duty of a Steward to bis Lord, p. 53, estima (1727) que un
«arrendatario eficiente» necesita vender por lo menos por valor de dos rentas,
mientras que la familia debía mantenerse con sus propias provisiones. Los la­
bradores de Kent, Essex y otros condados al sur de Londres «creen que deben
214 EL DEBATE BRENNER

tivo que se deduce de los pleitos de los grandes señores muestra que
sí permitían que los atrasos se fueran acumulando durante los tiem­
pos difíciles; algunos señores como por ejemplo sir Richafd Newdi-
gate estaban dispuestos a invertir en mejoras pero no consentían
ningún tipo de atrasos en las rentas.135 Otros como lord Delamer
querían incluso que sus arrendatarios costearan los gastos de las
mejoras»136 con lo que coincidía el duque de Rutland, quien también
estaba dispuesto a acumular grandes cantidades de atrasos.137 El duque

venderse tres rentas como máximo». Si arrendaban por valor de 200 & 300
libras por año, pronto compraban propiedades y las arrendaban a los arrenda­
tarios, a los que obligaban a contentarse con dos rentas.
135. En 1680 escribió: «Nunca permitas que un arrendatario tarde más
de seis meses en pagar por mucho que trate de convencerte, ya que si no
puede pagar una renta menos podrá pagar dos, pero si (como a veces sucede)
se. da una ocasión extraordinaria establece un préstamo sin interés a pagar tres
meses después de una cláusula penal», y continúa aconsejando el embargo del
ganado de «cualquiera que lo tenga bueno», para asegurar el pago de la renta.
En 1696, consideraba realizar mejoras en Chilvers Coton desecando 400 acres
y comprando fincas: «Poner una manufactura de lino en Coton para impedir
el crecimiento de los pobres... Establecer, si se puede, un mercado en Chil-
vers Coton». Acababa de invertir 7.000 libras en mejoras en Long Itchendon,
la mayor parte en la construcción de catorce fincas de las que sacaba un bene­
ficio de un 5 por 100, lo que no es superior al rendimiento normal que pro­
duce la compra de la tierra libre. Sir Richard también señala que «los que
tienen grandes propiedades deben ofrecer su tierra más barata que los demás».
Wanvicicshire County Record Office, Newdigate MSS., vol. 183, pp. 26, 147-
148, 43, 56, 84.
136. Tbe Works of tbe Honourable Henry Late L. Delamer and Earl of
Warrington, Londres, 1694, pp. 28-29 (escrito en 1688), aboga por los contra­
tos con una duración de veintiún años con una fianza por valor de un año;
«si vuestro aparcero se atrasa con la renta, sí no pasa de un año, la tasa os
protegerá». La subida de la tasa demuestra la riqueza del arrendatario y la
renta más baja le anima a realizar mejoras que asegurarán la renta y dejarán
la finca en mejores condiciones: «Que vuestros arrendatarios hagan reparacio­
nes, ya que lo harán por seis peniques, mientras que a vos os costaría dieciocho».
Como señala Habakkuk, la propiedad ideal era aquella en la que los arrenda­
tarios realizaban las mejoras: H. J. Habakkuk, «English Landownership, 1680-
1740», Econ. Hist. Rev,, 1." serie, X (1939-1940), p. 14.
137. En 1693 los atrasos constituían cerca del 12 por 100 del total dé
la renta. En las propiedades de Belvoir solamente los atrasos y las reparaciones
eran de poca cuantía a principios del siglo xvm. Los atrasos aumentaron consi­
derablemente a finales de 1720, alcanzando las 9.339 libras en 1735 cuando,
sobre un arriendo de 6.800 libras, sólo se recibieron 2.089 libras. Entre 1729
y 1742 las reparaciones constituían el 2 por 100 de los arriendos y no eran
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 215

de Kingston, por otra parte, acosado por el bajo precio del grano y
con una gran acumulación de atrasos, gastó bastante más en repara­
ciones, redujo las rentas, embargó a aquellos arrendatarios de los que
no pudiera recuperar algo y arrendó algunas fincas en parcelas más
pequeñas.138 La reacción de muchos de los grandes señores ante la
disminución de las rentas a finales del siglo xvn y principios del xvm
fue la de invertir más en reparaciones y mejora^ para así •atraer a
arrendatarios acaudalados.139
En la medida que todo esto demuestra que las reacciones y el
comportamiento de los grandes propietarios ingleses frente a los bajos
precios cerealistas, desde finales del siglo xvn, fueron muy diversos,
resulta difícil de creer que esto se debiera a que los propietarios
ingleses, en comparación con los franceses, fueran más observantes de
los preceptos establecidos por la enseñanza convencional del cristia­
nismo y de la propia utilidad. Puede que un modo de expli­
carlo sería contrastar las mentalités protestante y contrarreformis-
ta. En 1691, Richard Baxter mostró que la suerte de los pequeños
arrendatarios de las regiones agrícolas inglesas era desesperante; con­
minó a los señores a reducir sus rentas en un tercio de forma que los
arrendatarios pudieran vivir decentemente y criar a sus hijos, de otra
forma «su empobrecimiento significa el empobrecimiento de todo el
resto del país ... su empobrecimiento envilecerá el espíritu de la
nación, como ha ocurrido entre los moscovitas, los polacos y entre
gran parte de los franceses». El agricultor pobre vivía en peores con­
diciones que los artesanos o que los pequeños poseedores que tenían
un trabajo adicional; estaba en peor situación que sus propios criados
solteros y los jornaleros. Hay que señalar que Baxter no se refería a

superiores a principios del siglo xviii . En Belvoir, los atrásos fueron saldados
en 1740, aunque en Haddon esto sucedió posteriormente.
138. G. E. Míngay, «The Agricultural Depression, 1730-1750», Econ. Hisi,
Rev., 2.a sene, V IH (1955-1956), pp. 327-333.
139. Holderness, «Landlord’s Capital Formatíon in East Anglia, 1750-
1870», pp. 442-443; E, L. Jones, «Eíghteenth-Centuty Changes in Hampshíre
Challdand Farmíng», Agrie. Hisi. Rev., V III (1960), pp. 8-9. Para información
sobre la propiedad de Naworth de los condes de Carlisle, véase Brassley, «Agri­
cultural Economy o£ Northumberland and Durham, 1640-1750», pp. 81-84, 88;
durante los años próximos a 1740, el 15 por 100 de las rentas se gastaba; en
reparaciones y nuevas construcciones: Habakkuk, «English Landownership,
1680-1740», pp. 14-15.
216 EL DEBATE BRENNER

los poseedores de tenencias minúsculas sino a hombres que pagaban


veinte libras de renta. Según la estimación de Gregory King, la renta
media de la parcela de cultivo era de unos seis chelines por acre, por
lo tanto sus tenencias tenían cerca de sesenta y seis acres.140 Baxter
está hablando de los campesinos que arrendaban de treinta a sesenta
acres, los moyen laboureurs de la zona rural francesa que tenían por
lo menos una yunta. Tomaremos un ejemplo específico; de los cerca
de 26.000 acres de la propiedad de Belvoir según e t apeo realizado
en 1692, 300 tenencias tenían menos de 21 acres y 297 los supera­
ban; de estas últimas 191 contaban entre 21 y 80 acres y ocupaban
el 45 por 100 de toda la extensión; otro 40 por 100 de ella lo cons­
tituían granjas de más de 100 acres y un 53 por 100 granjas de
81 acres y más.141
Baxter indica que la competencia en conseguir las tenencias
pequeñas hacía que las rentas se elevaran; en cambio eran los señores
quienes competían para conseguir que los grandes arrendatarios arren­
daran sus fincas. Joan Thirsk ha señalado que en las regiones gana­
deras, los labradores eran relativamente prósperos y aumentaron en
número durante el siglo xvii, mientras que en las regiones cerealistas
se tendía a mayores explotaciones.142 Este contraste entre las re­

140. R. Baxter, «The Poor Hasbandman’s Advócate to Rich Rackíng Land-


lords», en The Reverend Richard Baxter’s Last Treatise», F. J. Powicke, ed.,
Bull. Jobn Rylands Lib., X (1926), pp. 180, 184, 188, 197, 183(5). Baxter
excluye de su descripción a los arrendatarios de los alrededores de Londres
y a aquellos que poseían fincas ganaderas a cuarenta millas o más (pp. 184485)*
En la revisión final de King a 5s. 6d. el acre en 1697 las tenencias tendrían
de 36 a 73 acres.
141. Archivos de Belvoir Castle, el catastro de Barker, 1691-1692. Las
tierras estaban principalmente en Leicestershire; se incluye uno de los señoríos
de Warwickshire, Pillar ton. Aunque incluyen algunos cercamientos del si­
glo x v ii, eran principalmente tierras de campo abierto. Los arrendamientos
del duque prohibían el subarriendo, aunque era costumbre permitida por un
plazo inferior a un año en algunos señoríos. La medición total computó 26.563
acres, pero aproximadamente 786 acres en Croxton fueron excluidos del cálculo,
Había también 300 tenencias, principalmente cottagers, de 20 acres o incluso
más pequeñas, de las que aquellas que tenían de 10 a 20 acres ocupaban -el
10 por 100 del área total. Las tenencias entre 81 y 100 acres ocupaban el 12,5
por 100.
142. J. Thirks, «Seventeenth-Century Agriculture and Social Change», en
J. Thirsk, ed., Land} Cburch and People: Essays Presented (o Professor H. P. R.
Finberg, suplemento a Agrie. Hisí. Rev.} X V III (1970).
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 217

giones cerealistas y las ganaderas es el mismo que señala Le


Roy Ladurie cuando compara las regiones cerealistas de las regio­
nes del open-field francés (en Inglaterra la mayoría de regiones cerea­
listas eran también de open-field) y las regiones atrasadas del bocage
donde predominaban los campesinos.143 Una de las diferencias radica
en la cantidad de inversión en mejoras en las regiones agrícolas
inglesas, como por ejemplo en la desecación de pantanos y en el
aumento de las cabezas de ganado; otra de las diferencias es el desa­
rrollo de las industrias textiles rurales en las regiones agrícolas de
Francia durante el siglo xvii, mientras que en Inglaterra las industrias
rurales iban asociadas a las regiones ganaderas. Postel-Vinay y Le
Roy Ladurie indican que el nivel de la renta en Francia imposibilitó
la inversión y el crecimiento, lo que también coincide con el puntó
de vista de Baxter acerca de la calificación de los arrendatarios a quie­
nes, de acuerdo con la referencia de Flandes, se les podría considerar
como grandes arrendatarios. Le Roy Ladurie indica que la renta
agrícola en los alrededores de París entre 1650 y 1670 equivalía a
casi la mitad del grano producido por hectárea.144 Pero ya hemos visto
que existían dudas sobre si las explotaciones inglesas producían mucho
más que el equivalente a dos rentas, mientras que la cifra global
estimada por Gregory King sobre la renta y la producción agrícola
sugiere que la renta equivalía a la mitad del producto.143 Por lo tanto
no está del todo claro que una renta excesiva pueda por sí sola cons­
tituir un elemento diferenciador importante.
Uno de los sectores que aparentemente presenta diferencias consi­

143. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 637, 573.


144. Ibid., p. 637; dadas sus otras suposiciones sobre la producción media,
la proporción entre la renta y la producción de grano (descontando las semi­
llas) parece que sería un poco más del 40 por 100.
145. King calcula que las rentas constituyen irnos 10 millones de libras
y el valor del producto agrícola 21,275.000 libras; Deane y Colé, Britísh Eco-
nomic Growth, 1688-1959, p. 156, cuadro 35, calculan el producto en 19,3 mi­
llones de libras. Sin embargo, posteriormente argumentan que el producto de
la tierra cerealista estaba más próximo a las cuatro que a las tres rentas. Por
lo tanto los cálculos de King varían entre 25, 36 y 47 por 100, las dos primeras
cifras son comparables a las de Le Roy Ladurie, Seventeenth-Century Economic
Documents, Thírsk y Cooper, ed., pp. 782-783, 796-797. Lavoísier calculaba
que los propietarios en general se quedaban con el 31 por 100 de la produc­
ción de grano, o el 38 por 100 que restaba al apartar las semillas, el 22 por 100
de la producción agrícola total y un 50 por 100 del producto neto (o impo­
nible), Lavoisier, Oeuvres, V I, pp. 426, 428.
218 EL DEBATE BRENNER

derables es el de la composición de los créditos rurales. Desafortuna­


damente la información de que disponemos no permite una compara­
ción estricta; las investigaciones francesas se han concentrado en el
endeudamiento de los campesinos, utilizando fuentes que muestran
cómo se hacían préstamos mediante un aumento de las rentas, o se
empeñaban enseres y utillaje para vender tierra, o se embargaba o se
forzaba la venta de mercancías. Hasta ahora los estudios ingleses se
han centrado en los inventarios de los testamentos que contienen más
información sobre los créditos concedidos que sobre las deudas. Todos'
los estudios franceses hasta el momento evidencian que se da un cre­
ciente margen de endeudamiento entre los campesinos y los señores
durante el período entre 1560 y 1720 y sobre todo después de 1640.
En Inglaterra, el proceso análogo consistió en la compra de las'
tenencias. libres alrededor de los grandes dominios. Las relaciones
de Jacquart para 1580 y 1664 muestran que gran número de campe­
sinos pobres, vignerom y algunos grandes arrendatarios, estaban car­
gados de deudas aunque los verdaderos problemas para los grandes
arrendatarios surgirían después de 1670.146 En términos más genera­
les, también muestran una escasez de ganado en manos de los cam­
pesinos. Las investigaciones de Holderness sobre el sureste de Lindsey
muestran que los labradores aumentaron su riqueza, ganado y prés­
tamos en 1690 después de la depresión de 1670 y 1680, mientras que
en íle-de-France y en Soissonnais muchos de los labradores se arrui­
naron. Por otra parte los períodos de baja de precios contemplaron
una contracción de los préstamos de los labradores y un cierto núme­
ro de'ellos quebraron durante el período entre 1723 y 1745. Una
gran parte de los prestamistas eran viudas (a quienes Jacquart ha
excluido en su ejemplo), solteros y clérigos. En Inglaterra, los prés­
tamos se utilizaban para sufragar el propio consumo, incluso el dinero
que procedía de las hipotecas, más que para utilizarlo en inversiones
productivas; parece ser que en Francia ocurría lo mismo aunque las
diferencias estriban más en una menor dependencia de las élites
urbanas o de unos pocos grandes arrendatarios, así como en una
cierta disponibilidad de crédito a nivel local a base de simples censa­
les, aunque por supuesto que buena parte del crédito procedía de las

146. Jacquart, Crise rumie en Íle-de-France, pp. 459-484, 715. Una de las
mejores relaciones sobre el funcionamiento del sistema crediticio francés la
encontramos en P. Deyon, Amiens, París, 1967, pp. 309-338.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 219

ciudades, sobre todo de abogados que utilizaban las hipotecas para


adquirir tierra.147 La «difusión de los préstamos monetarios en la
sociedad campesina inglesa tuvo una función importante para evitar
el crecimiento de los monopolios usuarios»; los acuerdos eran a corto
plazo, al contrario que la constitución de las rentes. «En el siglo xvni
no se necesitaba crear un mercado monetario para lograr invertir el
capital a bajo riesgo porque ya existía.» Las facilidades de crédito «se
usaban para aumentar el capital en las comunidades campesinas prein-
dustriales pero ... la distinción que los economistas modernos esta­
blecen sin esfuerzo [entre capital y consumo] era, en el mejor de
los casos, bastante confusa durante los siglos xvii y xvm ».MS .
Aunque en Inglaterra el dominio de la ciudad sobre las zonas
rurales era menor que en Francia, debido en parte a que las élites
urbanas eran menos poderosas y que gozaban de menos privilegios,
el fenómeno urbano era menos importante en Francia que en Ingla­
terra; en este aspecto observamos que el norte de Francia presenta
de nuevo más rasgos comunes con Inglaterra que las otras regiones.149
Patten ha demostrado que hubo un aumento apreciable de la pobla­
ción urbana en Norfolk y Suffolk, cerca de un 49 por 100, durante
los primeros tres cuartos del siglo XVII.150 Chartres ha demostrado
que hubo un considerable aumento del capital utilizado en la indus­
tria del transporte terrestre y los servicios agregados a finales del
siglo x v i i ,151 además de los adelantos en el desarrollo del transporte

147. B. A. Holderness, «A Credit in a Rural Community, 1660-1800»,


Midland H ist,, III (1975-1976). Para más ejemplos de Dorset sobre una inver­
sión medía del 12 por 100 de la fortuna personal en créditos, véase Probate
Inventories and Manorial Excepts of Chetnole, Leigh and Yetminster, R. Man-
chin, ed., Bristol, 1976, pp. 21-22,
148. B. A. Holderness, «Credit in Engiish Rural Society before the Ni-
neteenth Century, with Specíal Reference to the Period 1650-1720», Agrie. Hist.
Rev., X XIV (1976), pp. 105, 106, 108.
149. G. Rozman, Urban Networks in Russian and Pre-Modern Periodi-
zation, Princeton, 1976, pp. 222-236. En la Inglaterra de 1680 el porcentaje
de población en las ciudades estaba entre un 20 y un 21 por 100; en Francia,
era del 16 por 100 en 1760, pero en el norte de Francia (tle-de-France, Cham­
pagne, Picardía, Flandes, Artois y Boulonois) era del 25 por 100.
150. J, Patten, «Population Distribution in Norfolk and Suffolk duríng
the Sixteenth and Seventeenth Centuries», Trans. Inst. Brit. Geographers, LXV
(1975), pp. 48-49.
151. J. A. Chartres, «Road Carríyng in England in the Seventeenth Cen­
tury», Econ. Hist. Rev., 2.° serie, XXX (1977), pp. 84-88.
220 EL DEBATE BRENNER

marítimo. De nuevo esto se debe en parte a la excepcional prepon­


derancia de Londres y las ventajas de la situación geográfica de una
isla y sus costas. Como también hemos visto, la economía ingle­
sa se veía favorecida por un aumento continuo, aunque no excesivo,
de la población, particularmente después de 1720, mientras que en
Francia los problemas ocasionados por los bajos precios agrícolas se
entremezclaban con los efectos directos de la guerra y las crisis de
subsistencias. En 1760 las diferencias entre la agricultura inglesa y la
francesa eran mucho mayores que en 1560, incluso si'la comparación
se limita a las regiones de predomino agrícola fundamentadas en el
open-field en Francia; es en el siglo xvix, y sobre todo entre 1670
y 1720, cuando la situación evoluciona de forma divergente ya que
en Inglaterra el capital y la producción se mantuvieron y en algunos
casos aumentaron, mientras que en Francia es muy probable que dis­
minuyeran.
Si a finales del siglo xvn los mercados, las comunicaciones, la
demanda y la producción agrícola estaban aumentando en Inglaterra
en mayor medida que en Francia, ¿acaso esto no significa que estamos
repitiendo el viejo tópico de que los ingleses de las zonas rurales,
especialmente los arrendatarios, tenían una posición económica mejor
que la de los franceses de las regiones rurales? A pesar de lo que opina
Baxter, creemos que esto es bastante verosímil. Es cierto que los
señores franceses querían invertir para lograr la recuperación del
país y que se realizaron nuevos cultivos en la región de París, pero
los franceses tuvieron que enfrentarse y luchar con dos etapas de
recuperación y reconstrucción, mientras que los ingleses sólo tuvieron
una. Por otra parte los impuestos directos sólo se impusieron de
forma continuada desde 1641 hasta 1661 y comenzaron de nuevo
en 1690. En Francia la presión fiscal fue constante; la prórroga de
1660 puede que no ayudara a los grandes arrendatarios y la presión
fiscal se reanudó después de. 1670 e incluso fue más fuerte después
de 1688, cuando los ingresos agrícolas, especialmente en las regiones
cerealistas, estaban bajando. Cuando la presión fiscal disminuyó y los
impuestos directos fueron menos frecuentes se produjo una recupe­
ración e incluso un cierto crecimiento después de 1720 y hasta 1770.
En Inglaterra el peso de los impuestos durante el siglo xvm era
superior que en Francia. Mathias y O ’Brien han demostrado que la
renta per cápita, en su equivalente en grano, era siempre mucho más
alta que en Francia y con frecuencia era dos veces superior, y que la
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 221

cuota cíe producción de mercancías a precios normales, entendida como


impuestos, era superior en Gran Bretaña y continuó aumentando
hasta 1750. El aumento en la proporción de los impuestos indirectos
sobre los bienes de consumo era siempre superior en Inglaterra, mien­
tras que la subida de los impuestos directos era siempre más acen­
tuada en Francia. La mayoría de las poblaciones urbanas francesas
pagaban menos impuestos que las inglesas; en cambio, los productores
agrícolas en Francia estaban gravados con impuestos más altos.152
La importancia de la carga impositiva puede apreciarse en los
cálculos aproximativos de Morineau, Spooner y Briggs quienes sugie­
ren que en el último cuarto del siglo x v i i casi un quinto de la pro­
ducción total de la agricultura francesa, o más dé un tercio del valor
total de la producción cerealista, y en los últimos años del reinado
de Luis XIV cerca de un cuarto de la producción agrícola, se desti­
naba a impuestos.153 En Francia las guerras a nivel internacional y la
guerra civil tuvieron como consecuencia la falta de inversión en
la agricultura durante todo el siglo y en especial después de 1635.
Después de 1693, Boisguilbert, el precursor de Quesnay, y Vauban
denunciaron al sistema fiscal francés de frenar el consumo de masas
y el crecimiento de la producción agraria y de impedir que la mayoría
de productores pudieran invertir, exceptuando los grandes arrenda­
tarios y los magnates,154 Las cargas fiscales, consecuencia de la guerra
del período de la reina Ana, fueron recibidas como profecías conmi­
natorias sobre el perjuicio que suponían para los intereses territoria­
les y ciertamente afectaron al conjunto de propietarios menores pero
los que controlaban el dominio útil no pagaban impuestos de propie­
dad. Los impuestos constituyeron cerca de un quinto de la produc­
ción agrícola en Inglaterra entre 1694 y 1697, y quizá cerca de un

152. P. Mathias y P. O ’Brien, «Taxatíon in Britain and France, 1715-


1810», Jl. European Econ. Hist., V (1976). Agradezco el que los autores me
hayan permitido ver sus cómputos antes de ser publicados.
153. M. Morineau, «La conjoncture ou les cernes de la croissance», en
Braudel y Labrousse, eds., Histoire économíque et sockle de la France, X,
parte 2, pp. 978-980; R C. Spooner, Tbe International Economy and Monetary
Movements in France, 1493-1725, Cambridge, Mass., 1972, pp. 305-315; R. Briggs,
Early Modern France, 1560-1715, Oxford, 1977, gráfico 5. Estoy en deuda con
Robín Briggs por darme copias de sus gráficos antes de su publicación.
154. «Le détail de la France», en Fierre de Boisguilbert, ou la naissance
de Véconomie politique, 2 vols., París, 1966, II, pp. 622-628; S. Le Preste de
Vauban; Project d ’une dixme royale, ed. E. Coornaert, París, 1933, pp. 26-28.
222 EL DEBATE BRENNER

cuarto bajo el reinado de Ana, pero incluso entonces constituían e]


11 por 100 de ía renta nacional, mientras que la agricultura suponía
un 40 por 100 y el comercio un 12 por 100. Incluso tuvo lugar una
modesta redistribución a favor del consumo de masas ya que las
tasas de los pobres suponían cerca del 22 por 100 de los impuestos
sobre la tierra y similares entre 1694 y 1695 y alrededor de un tercio
en 1748 y 1750.155
En términos marxistas, la carga de los impuestos puede entenderse
como parte de la exacción «feudal», como lo hace Bois para el perío­
do precedente. Para esta época, Petry Anderson ve a las monarquías
absolutistas como las aliadas de la nobleza. «El sistema del Estado
absolutista era el mismo que el de la nobleza feudal en la época de la
transición hacia el capitalismo.» 156 Aquí «la reacción señorial» es
parte de un acuerdo tácito entre el Estado y la nobleza a costa del
campesinado. De hecho la nobleza no era homogénea; la monarquía
francesa favorecía a les Grands, a una parte de la «nobleza de toga»
y a los financieros a costa de los intereses de la pequeña nobleza y las
élites locales. El triunfo de los intereses de los magnates sobre la
pequeña nobleza podía lograrse sin la colaboración del Estado absolu­
tista, aunque a expensas del poder militar como sucedió en Polonia.
Mientras que en Francia los señores y las élites locales habían
podido proteger, en distintos grados, a los labradores y campesinos
contra los impuestos reales, a finales del siglo xvii la nobleza pro­
vincial y los administradores encontraban cada vez más difícil el
cumplir con esta función. Tales favores eran de los magnates o de
aquellos que estaban conectados con el fiscal general y los ministros
ya fuera por relaciones de parentesco o de clientela. Esto significaba
que la función que la nobleza desempeñaba como protectora y media-

155. B. R. Mitchell y P. Deane, Abslract of British Historical Slatís lies,


Cambridge, 1962, p. 386; Deane y Colé, Britisb . Economic Growth, 1688-1959,
p. 156; S. y B. Webb, English Poor Law History, parte 1, The Oíd Poor Lato,
Londres, 1927, p. 153 y n. 1.
156. P. Anderson, Lineages of the Absolutist State, Londres, 1974, p. 42:
«era un Estado basado en la supremacía social de la aristocracia y limitado por
los imperativos de la propiedad de bienes raíces» (p. 41). Sean las que sean
las deficiencias de tales generalizaciones, éstas presentan más puntos de con­
tacto con la realidad que la descripción de Brenner del Estado francés al pre­
sentarlo como «un fenómeno de clase... un extractor indepediente del exce­
dente», al proteger a los campesinos de los señores {supra, p. 73), aunque los
administradores franceses quizá sí tuvieran esa ambición.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 223

dota entre los campesinos y las autoridades externas, y a pesar de la


supervivencia de la justicia señorial, iba debilitándose. En Inglaterra,
por el contrario, la administración de los impuestos territoriales daba
oportunidad a los notables locales y permitía que los líderes de las
comunidades locales participaran en la administración nacional sin que
se produjera una excesiva tirantez a causa de los partidismos políticos
o de la confusión social,157
Un resultado inesperado de la caída de las rentas y precios poste­
rior a 1670 y de la quiebra de tantos labradores fue la aparición o
proliferación, en varias partes de Francia, de ciertas prácticas que
permitían a los grandes arrendatarios dominar tanto a los señores
como a las comunidades de campesinos. Esta práctica denominada dé
mauvais gré (mala voluntad) consistía en que el señor no podía vol­
ver a subarrendar la finca al finalizar el plazo del contrato, sin el
consentimiento del arrendatario* Si a pesar de todo el señor imponía
otro arrendatario,,éste era boicoteado por los campesinos; se le ame­
nazaba con quemar los edificios de la explotación y a menudo las ame­
nazas se llevaban a término. Como consecuencia, y en desafío a repe­
tidos edictos reales que condenaban estas prácticas desde 1707 en
adelante, los matrimonios entre dinastías de labradores aumentaron;
trataban las fincas como si fueran de su propiedad, organizando
intercambios- de tierras entre ellos, incrementando porciones, incluso
las dividían entre sus herederos y algunas veces incluso ni se moles­
taban en renovar formalmente sus arrendamientos con los propieta­
rios. El giro más sorprendente en esta dirección tuvo lugar en el
Soissonnais, donde los cambios de arrendatarios eran muy frecuentes
incluso antes de los años de la crisis posterior a 1670; allí,, durante
el siglo xvni, los señores estuvieron a merced de sus arrendatarios
hasta una década antes de 1789 cuando, aunque. Pos tel-Vinay no
explica las razones, pudieron aumentar sus rentas sustancialmente/
Postel-Vinay observa el hecho de que los pequeños y medianos cam­
pesinos tuvieran que pagar rentas mucho más altas como una forma
de promover el predominio de los grandes arrendatarios para poder
crear una fuerza de trabajo semiproletarizada para sus fincas. Sin em­
bargo, dada la demanda, las pequeñas tenencias estaban a menudo
gravadas con rentas relativamente más altas sin que se produjera el

157. C. Brooks, «Public Finance and Political Stabiiíty», Hist. Jl, XVII
(1974).
224 EL DEBATE BRENNER

resultado antes señalado. Jacquart cree que en íle-de-France los gran­


des arrendatarios gozaban de un oligopolio similar debido a que no
había una competencia real para conseguir los contratos ya que sólo
un puñado de familias tenían los medios económicos necesarios.158
La práctica del mauvais gré quizá se remonte a finales del siglo xvi
tanto en Cambrésis como en partes de la Picardía oriental; en estos
lugares y en las zonas vecinas a las provincias valonas al sur de los
Países Bajos los censiers (labradores que poseían tierras, derechos y
diezmos) ya dominaban las comunidades.159 En el norte de Francia el
dominio económico de los grandes arrendatarios sobre los señores y
los campesinos se vio reforzado por la revolución y también durante
la primera mitad del siglo XIX.160
Por lo tanto el predominio económico y social de los grandes
arrendatarios capitalistas llegó a ser mucho más fuerte en el norte
de Francia que en Inglaterra. Según los principios de Fuller y la eco­
nomía política clásica, una de las razones de la aparente ineficacia
de la agricultura francesa podría deberse, no al conservadurismo de los
compe sinos, sino a la falta de competítividad entre los arrendamien­
tos de las fincas y a que los señores no podían aumentar las rentas
antes de 1780 y después de 1810. Laurence consideraba que uno de
los deberes más importantes del administrador de un gran señor con­
sistía en evitar que los labradores se asociasen, lo que a menudo
alentaba la gentry local para impedir que las rentas aumentaran.161
Quizá Postel-Vinay interpretaría este hecho como una forma de some­
ter a los arrendatarios a la renta «feudal». Hay que señalar que la
gentry inglesa se convirtió progresivamente en terratenientes absen-
tistas durante el siglo xvnx, permaneciendo la mayoría del tiempo
gastando su dinero en la vida social de las ciudades de provincia y en

158. P. Deyon, «Quelques remarques sur l’évolution du régime seigneurial


en Picardie, X VP-X VIIP siécles», Revue d ’histoire moderne et contemporaine,
V III (1961), pp. 277-278; Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capitalisme agri-
colé, pp. 31-33, 90-92, 255-262, 43-53, 3 640, 64-70; Jacquart, «Rente fonciére,
índice conjoncíurel?», pp. 374-375.
159. Neveux, «Déclin et reprise», pp. 149-151; H . Neveux, Les gratos da
Cambrésis, Lille, 1974, pp. 661-667; S. Grazínski, «Recherches sur le monde
rural dans les Pays Bas méridionaux, 1480-1630», Ecole Naliónale de Chartes:
Position des théses (1973).
160. Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capitalisme agricole, pp. 110-112,
128-138.
161. Laurence, D uty of a Steward to bis Lord, pp. 12-15.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 225

Londres, mientras que los asuntos del condado y la administración


local permanecían en manos de magistrados pertenecientes al clero.
Para conseguir una definición del capitalismo, la agricultura pre­
senta problemas terminológicos agudos. A menudo se ha acentuado
el hecho de que el capital existía antes del capitalismo y esto es sobre
todo verdad con referencia a la agricultura sedentaria donde se nece­
sita el utillaje y realizar algún, tipo de mejoras. Como hemos visto,
el análisis de Turgot sobre el capitalismo industrial y comercial es
una prolongación de su análisis sobre la agricultura, ya que en la
agricultura europea anterior a la mecanización el ganado es el ele­
mento más importante; todo labrador bien estante es un capitalista
y así vemos a Hoskins hablando de «los campesinos capitalistas» en
el siglo xv, al referirse a los yeomen o la aristocracia campesina de
Wigston.162 Una de las diferencias más importantes entre Francia e
Inglaterra durante el siglo xvn reside en el hecho de que en la agri­
cultura inglesa la proporción de cabezas de ganado en relación al
terreno de cultivo era mucho más alta y tendía a ir en aumento sobre
todo en las regiones agrícolas. Pero tanto Brenner como otros histo-"
riadores no sólo pretendían decir que Inglaterra era más próspera
que Francia sino que querían ir más allá; para ellos se trata de un
proceso teleológicó de la inversión en la productividad y en el que
la expropiación de los medios de producción de la mano de obra
constituye la base necesaria para el capitalismo industrial que sólo
puede conseguirse si un capitalismo agrícola crea un proletariado. Lo
que dificulta el> análisis comparativo es la suposición apriorística de
que la agricultura campesina a pequeña escala no puede conseguir el
aumento de la productividad necesario para sostener la industrializa­
ción, aunque el ejemplo de Flandes demuestra que en realidad sí fue
posible.163
Uno se pregunta si los historiadores ingleses como Hoskins y
Thirslc cuando escriben sobre la agricultura campesina están utili­
zando un concepto diferente al que utilizan los historiadores fran-

162. Hoskins, Midland Peasant.


163. Lavelaye, Essai sur Véconomie rurdle de la Éelgtque, pp. 55-56-, la
productividad de la tierra era mayor en Flandes que en Inglaterra o cualquier
otra parte de Europa, exceptuando algunas partes de Lombardía; también añade
que «el capital fijo, más considerable en Flandes que en los demás países, no
era suministrado por los ricos propietarios ni por los grandes arrendatarios»
(P. 95).

15, — BRENNER
226 EL DEBATE BRENNER

ceses. Según Mendras esto parece posible ya que: «Inglaterra nunca


ha sido un país de campesinos si lo comparamos con el continente».164
Esta aseveración es más plausible si analizamos su modelo de econo­
mía campesina donde el capital no es en absoluto importante; el
dinero forma parte de la economía externa que envuelve a la eco­
nomía campesina que se fundamenta en una situación de autosubsis-
tencia y en el trueque; las ganancias de los campesinos a través de
las transacciones monetarias externas no se consideran ni como capital
ni como ingresos, sino simplemente como ahorros en su utillaje, que
se utilizan para pagar los impuestos, comprar material o tierras y
pagar censos; los ahorros se convierten en parte del patrimonio fami­
liar dando al dinero un carácter secundario, como parte de los bienes
muebles de este patrimonio y no como parte del funcionamiento dia­
rio de su economía.165 Pero como las comunidades campesinas esta­
ban sometidas al pago de exacciones e impuestos en dinero, parecería
que el dinero, aunque fuera un elemento externo a las aspiraciones
autónomas de la economía campesina, era aún fundamental para el
sistema de las unidades domésticas. Tanto en Francia como en Ingla­
terra las economías campesinas de las regiones ganaderas eran mucho
más fuertes; pero aunque muchos de los campesinos franceses hayan
dado prioridad al autoabastecimiento en su producción de cereales o
sus sustitutos, deben haber vendido ganado y sus productos en los
mercados locales e incluso en otros más distantes. Puede ser que las
industrias rurales dependientes de mercados más lejanos fueran más
importantes en las regiones ganaderas inglesas, mientras que las
francesas sufrían una mayor emigración de mano de obra. No sería
sorprendente (excepto para algunos sociólogos rurales o expertos en
la conciencia proletaria) que los jornaleros de las fincas inglesas en el
siglo xix, dadas las posibilidades de acceso a la tierra, dieran la misma
prioridad a la autosubsistencia que los campesinos franceses,166 Como
en 1700 la red de comercialización estaba mucho más desarrollada
V menos localizada en Inglaterra que en Francia, la familia de campe­
sinos ingleses trabajaba más para el mercado que los franceses, quie­
nes posiblemente necesitaban el dinero ante t9do para pagar los
impuestos.

164. H. Mendras, Sociétés paysames, París, 1976, p. 194.


165. Ibicl, pp. 4445.
166. J. Obelkevich, Religión and Rural Socie¿y, Oxford, 1976, pp, 62-63.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 227

Algunas veces se ha señalado que existe capitalismo agrario cuando


se considera a la tierra como un factor de producción, como un capital
que produce un rendimiento como cualquier otro factor de produc­
ción o forma de capital. Una agricultura comercializada dominada por
las grandes explotaciones de tipo capitalista no necesariamente ten­
dría esa capacidad casi mágica, que Brenner atribuye al capitalista
agrario, de aumentar la productividad, como lo demuestra el ejemplo
de la Andalucía del siglo xix.567 Por otra parte la agricultura flamenca
durante el período entre 1750 y 1860, aunque dominada por un tipo
de cultivo capitalista, sí demostró tener tal capacidad. Wallerstein
nos presenta una variante excepcional del modo de enfocar la cues­
tión de la producción dominada por el mercado, al señalar que cual­
quier productor agrícola que trabajaba para el mercado se relacionaba
con el comercio internacional como empresario capitalista, tanto si
eran nobles polacos que cultivaban los dominios señoriales con mano
de obra servil, como los encomenderos hispanoamericanos que utili­
zaban mano de obra india o las corporaciones religiosas de Italia.163
Mendras indica que la identificación entre tierra y capital es una
forma de obstaculizar el análisis; no puede explicar cómo se pone
precio a la tierra «ya que el valor varia más como resultado de la
densidad demográfica que por su valor agronómico ... ni los que per­
ciben las rentas sobre la tierra ni los propietarios campesinos son capi­
talistas».169 Si bien históricamente hablando los hombres siempre han
aceptado que la tierra produzca un rendimiento más bajo que otras
formas de inversión, no sólo porque la tierra es una inversión segura
sino porque invierten en beneficios que no se valoran en dinero. En
el caso de los grandes propietarios, ya sean burgueses, señores, gentry

167. T. Kaplan, Anarchisls of Andalusia, 1868-1903, Prínceton, 1977, p. 39>


toma el capitalismo agrario como indicación de que «la tierra era una mercan­
cía que podía venderse y comprarse; que los jornaleros perdieron progresiva­
mente el acceso a la tierra; y que la producción para una economía monetaria
configuraba las relaciones sociales y políticas».
168. I. "Wallerstein, The Modern World-Sysíem, 2 vols., Nueva York, 1974-
1980; I, pp. 90-102, 159-162; «no se trata de que dos formas de organización
social, capitalista y feudal, existan una al lado de otra, o que pueda haber
existido tal cosa. La economía mundial adopta una forma u otra. SÍ es capi­
talista, las relaciones que contienen un cierto parecido formal con las relaciones
feudales deben volver a definirse según los términos de los principios rectores
del sistema capitalista (p. 92).
169. Mendras, Sociétés paysam es, p. 96.
228 EL DEBATE BRENNER

o magnates, compraban, y todavía lo hacen, prestigio y autoridad.


En el punto opuesto de la escala social, los campesinos compraban o
buscaban su independencia al procurarse los medios pata su autosu­
ficiencia. Aunque esto demuestra que los rendimientos de la tierra
no pueden sólo valorarse en dinero, no indica necesariamente que ni
los propietarios ni los campesinos fueran capitalistas o p'recapitalistas
o que estuvieran excluidos de desarrollar una agricultura comercial
debido a un comportamiento de este tipo; si los campesinos permi­
tían que su deseo de asegurar su autosubsistencia impidiera la bús­
queda de la racionalización comercial y el maximizar sus beneficios, lo
mismo hacían los propietarios ingleses del siglo xix al mantener diver­
siones como la caza del zorro.
La identificación del concepto de capitalismo con la búsqueda del
beneficio y de la racionalidad económica presenta también otros pro­
blemas. De Vries ha señalado que la caída constante de la tasa de
interés durante los siglos xvii y xvill podría sugerir que la escasez
de.capital no era un obstáculo importante.170 Si sir Richard Newdi-
gate es un ejemplo característico de los propietarios partidarios de las
mejoras de finales del siglo xvii, contentándose con un beneficio tan
bajo como el 5 por 100, ¿hasta qué punto invertía en beneficios que
no podían valorarse en dinero? ¿Acaso los ricos ciudadanos franceses
que a menudo conseguían beneficios más altos al invertir en explota­
ciones bajo régimen de aparcería estaban actuando de forma que podía
ser considerada como irracional en términos económicos? En Inglate­
rra, tuvo que suceder la «segunda revolución» de F. M. L. Thompson
para que: «cerca de la mitad de la tierra y de la mitad del producto,
aunque sin duda mucho más de la mitad de los labradores indepen­
dientes, quedara bajo el dominio de un sistema de cultivo comerciali­
zado, en el que los arrendatarios entendían sus actividades como un
negocio que les exigía comprar las materias primas en el mercado
más barato, elaborarlas en fábricas y vender sus productos a los pre­
cios más altos, exactamente como actuaría cualquier «señor del algo­
dón».171 Sabemos que los intereses del señor sobre el capital invertido
en toda esta productividad eran extremadamente bajos; desconoce­

170. J. de Vries, The Economy of Europa in an Age of Crisis, 1600-1750,


Cambridge, 1976, p. 211.
171. F. M. L. Thompson, «The Second Agricultural Revolution, 1815-1880»,
Econ. Htsi. Rev., 2." serie, X XI (1968), p. 71.
EN BUSCA DEL CAPITALISMO AGRARIO 229

mos lo que los arrendatarios conseguían con su inversión creciente;


sí lo supiéramos «podría resultar que las actividades de la empresa
de los arrendatarios eran a menudo igualmente poco rentables».172
Así como los magnates de Lyon a mediados del siglo xix exigían a
sus aparceros más prestaciones personales que la mayoría de señores
hubiera exigido bajo el Anclen Régzme,m durante el siglo xix los seño­
res ingleses todavía invertían en «autoridad» y en. unos modos de
vida social como habían hecho en siglos anteriores'' e incluso estaban
más interesados en extremar sus rentas en este sentido que en la
búsqueda de unas ganancias- mayores.

172. Ibid., p. 73.


173. G. Garrler, Paysans du Beaujolais et du Lyonnais, 1800-1970, Gre-
noble, 1973, pp. 148-149. Los notables invertían mas en parques y edificios
que en la producción agrícola (p. 686).
Arnost Klíma

9. ESTRUCTURA DE CLASES AG RARIA


Y DESARROLLO ECO N Ó M ICO EN LA BOHEMIA
PREINDUSTRIAL *

Con una sola excepción, quienes han participado en este sym-


posium en tomo al artículo de Robert Brenner fundamentan sus
argumentos en los procesos de desarrollo histórico de Inglaterra y
Francia, y cuando hacen referencia a Europa central u oriental se
limitan a plantear cuestiones generales. La única excepción es Heide
Wunder, quien llega a la conclusión de que «los historiadores cen-
troeuropeos no han tenido mucho éxito ... en presentar los resulta-
dos de sus investigaciones a sus colegas británicos o franceses».1
En el contexto del debate Brenner, el proceso histórico de Bohe­
mia tiene un significado especial. En primer lugar, por su localización
geográfica, en el mismo centro de Europa, y su importancia económi­
ca para la Europa preindustrial considerada como un todo. En segun­
do lugar, porque proporciona el ejemplo de una variante de desarrollo
que contrasta fuertemente con el desarrollo económico de Francia e
Inglaterra. A partir de la segunda mitad del siglo xvii en adelante,'
el desarrollo de Bohemia se canalizó por vías totalmente distintas de
las que tuvieron lugar en los países de Europa occidental. Es por
tanto un correctivo útil para cualquier estereotipo de la transición del
feudalismo al capitalismo, y ofrece nuevas perspectivas de los dife­

* Quiero expresar mi agradecimiento a Josef Mftcek por leer- y comentar


una primera versión de este trabajo.
1. Véase supra, p. \2 \.
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 231

rentes aspectos y problemas que se integran en esta categoría histo-


riográfica. .
En su contribución al symposium, M. M. Postan y John Hatcher
citan a Z. P. Pach quien afirma que en Hungría hasta fines delv
siglo xv «los derechos de trabajo tan sólo tenían una función subsi­
diaria» y que «la economía rural seguía una línea paralela a la
establecida en los países de Europa occidental»,2 Más adelante estos
dos autores afirman que «conclusiones similares se pueden extraer
de las investigaciones realizadas en Bohemia y Polonia que aparecen
en los trabajos de Kula, Graus, Malowíst y otros».3 Esta afirmación es'*
correcta, pero también es importante subrayar que la guerra de los
Treinta Años tuvo una función absolutamente crucial en el desarrollo
social y económico de Bohemia y que, como consecuencia directa de
esta guerra, la segunda mitad del siglo xvn supone un punto de infle­
xión significativo para la historia del país. Por esta razón, cualquier
intento de un planteamiento general de la transición del feudalismo
al capitalismo en Bohemia no puede confinarse tan sólo a los aconte­
cimientos de la Edad Media, sino que hay que enfocarlo hácia proce­
sos mucho más tardíos. De hecho son los siglos xvn y xvm los que'
constituyen la verdadera fase precapitalista de la historia de Bohemia.
En su contribución a este symposium, Guy Bois dice que durante
la primera mitad del siglo xvi en Europa occidental, la clase señorial
«decidió incrementar sus dominios a expensas de las pequeñas tenen­
cias campesinas, y al mismo tiempo intensificar la utilización del
trabajo asalariado», a causa «del bajo nivel de los diferentes tipos
de rentas que generaban estas -tenencias». Para Bois, esta situación
produjo «un súbito auge del capitalismo agrario en Europa occiden­
tal».4 Pero en Bohemia y desde la segunda mitad del siglo xvn en
adelante lo que ocurrió fue totalmente lo contrario. Es cierto que los
señores de Bohemia también ampliaron sus dominios, pero no a
expensas de las tenencias campesinas como ocurrió en Europa occi­
dental, sino ocupando buena parte de la tierra que a raíz de la guerra
de los Treinta Años se había dejado de trabajar. Otra consecuencia de

2. Véase supra, p. 86, citando a Z. P. Pach, «The Development o í Feu­


dal Rent in Hungary in the Fifteenth Century», Econ. Hist. Rev., 2.a serie,
X IX (1966), p. 13..
3. Véase supra, p. 86.
4. Véase supra, p. 13íj.
232 EL DEBATE BRENNER

la guerra fue la reducción de la oferta de trabajo que supuso un


importante encarecimiento de este factor de producción. En vez de
alquilar trabajo para cultivar sus tierras los señores optaron por car­
gar a sus siervos con más servicios de trabajo. Así, mientras que en
Europa occidental el aumento de la extensión de las tierras implicó,
por medio de la utilización de trabajo asalariado, el reforzamiento del
auge hacia el capitalismo, en Bohemia, y a causa de la carencia crónica
de fuerza de trabajo, la ampliación de las explotaciones señoriales
supuso la consolidación de la servidumbre. La estructura económica
y de clases en Bohemia a lo largo de este ^período continuó ba­
sándose en la relación económica fundamental: señores feudales
y siervos. Las diversas características subrayadas por Witold Kula
en sus trabajos sobre la Polonia de los siglos xvi al xvm también
son aplicables al caso de Bohemia.5 La antes citada relación económi­
ca fundamental se reforzó a su vez por el hecho de que en Bohemia,
como en cualquier otro lugar, el siervo estaba sujeto también, ■
desde una perspectiva político-legal, a la jurisdicción del señor quien
por este motivo podía ejercer coerción y costreñir aún más al siervo,
siempre y cuando las circunstancias así lo requirieran.6
La mayor parte de la población de Bohemia durante los siglos x v ii
y x v iii, esto es cerca de un 80 por 10 0 , vivía en el campo y trabajaba
en la agricultura; el resto vivía en las ciudades. Estas cifras corres­
ponden a las que da Paul Bairoch y que se suponen pueden generali­
zarse para todo el período.7 Pero muchos de los habitantes de las
ciudades también participaban en las tareas agrícolas. Así y de acuer­
do con el catastro de 1748, en Bohemia los que vivían en las ciudades
poseían aproximadamente unas 123.825 hectáreas que suponían un
10,3 por 100 de toda la tierra cultivable del país.8 Y en algunas

5. W. Kula, An Economic Theory of the Feudal System, Londres, 1976,


p. 25.
6. Véanse supra, pp. 40-42, 48-50 y 153.
7. P. Baítoch, «Agricultura and the Industrial Revolution, 1700-1914», en
C. M. Cipolla, ed., The Industrial Revolution, Fontana Economic History of
Europe, III, Londres, 1976, pp. 452, 467 (hay trad. cast., Barcelona, 1983).
8. J. Krivka, Vyrobní a penezní vysledky mestanskeho zemedelstvt v 18. sto~
letí v severních Cechách [Producción y resultados financieros de la agricultura
ciudadana en el norte de Bohemia en el siglo x v m ], Praga, 1975, p. 3. Véase
también A. Míka, «On the Economic Status of Czech Towns in the Period of
Late Feudalism», Hospodárské dejiny, II (1978), pp. 239, 247,
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 233

regiones las ciudades tenían un carácter completamente agrario.9 En


números, por tanto, el sector agrícola excedía de manera significativa
el 80 por 100 de la población. De acuerdo con la Real Ordenanza
Territorial (Verneuerte Landesordnung) de 1627, la mayoría de la
población de las áreas rurales y de las ciudades en régimen de vasa­
llaje estaba vinculada a la tierra y no podía desplazarse a su antojo
sin el permiso y la aprobación del señor. Esta limitación típicamente
feudal de la movilidad de la población se abandonába con frecuencia
durante la época de la cosecha, puesto que los habitantes de las
zonas menos fértiles se trasladaban a las grandes explotaciones seño­
riales donde faltaba la mano de obra; pero estas personas estaban
obligadas a volver a su domicilio cuando terminaba la cosecha. La
movilidad del trabajo, definida por estas reglas tan parciales y estric­
tamente temporales, no tiene nada que ver con una supuesta «debili­
tación» del sistema feudal. En ningún sentido representaba un rela­
jamiento de las prestaciones u obligaciones feudales y, por tanto,
tampoco supuso una tendencia hacia la emancipación.10
Para la historia del país es de crucial importancia el hecho de
que, a lo largo de la guerra de los Treinta Años, la población de
Bohemia se redujera en más de un 40 por 100, de un total de
1.700.000 habitantes existentes en el período anterior a la guerra,11
se pasó a 950.000 después de la misma.12 El impacto que esta caída
de la población tuvo sobre la economía fue espectacular, ya que se
abandonó un número considerable de tenencias y, en consecuen­
cia, buena parte de la tierra quedó sin cultivar. Uno de los efectos
de esta situación fue que los campesinos sin tierra pudieron, de
acuerdo con el beneplácito de sus señores, ocupar y cultivar las
innumerables tenencias abandonadas, y el número de los que real­
mente no tenían tierra se redujo casi en su totalidad. A su vez los

9. Krlvka, op. cit., p. 12.


10. Como dice Brenner, igual que en Inglaterra en el siglo x n , «la con­
mutación era un fenómeno en extremo extendido'... pero ello no significaba
la emancipación de los siervos», véase supra, pp. 4 0 4 1 , citando a M, M. Postan,
«Medieval Agrarian Society in its Prime: England», en Cambridge Economic
History of Euro pe, I, 2.a ed., pp. 604-608, 611.
11.. O. Placht, Lidnatost a spolecenská skaldba ceskych zemí 16.-18.- slo letl
[Población y estructura social en los territorios checos del siglo xvi al x v iu ],
Praga, 1957, p. 39.
12. J. Pekar, Ceské katasíry, 1654-1789 [Catastros checos, 1654-1789],
Praga, 1912) en las pp. 21-22 se da la cifra de 934.000 habitantes,
234 EL DEBATE BRENNER

señores se vieron atraídos por la relativa abundancia de tierras bal­


días, decidiendo tomar posesión de las mismas, bien añadiéndolas a
sus antiguos dominios, o bien creando nuevas explotaciones; por este
motivo a partir de la segunda mitad del siglo xvn en adelante el
número de explotaciones señoriales se incrementó en Bohemia de
forma espectacular. Por ejemplo en los años 1650 a 1680 los Traut-
mannsdorffs, en su gran estado del distrito de Litomysl situado al
este de Bohemia, crearon un total de 11 nuevas explotaciones que
añadieron a las dos ya existentes en aquella zona.13 Y esta situación
se produjo prácticamente en toda Bohemia» Por ejemplo, al norte del
país, en el estado de Frydlant, con una extensión de 69.000 hectáreas,
el señor tenía 18 explotaciones,14 mientras que en 1631 tan sólo
tenía 3.15 Estas 18 explotaciones ocupaban 1.700 hectáreas de tierra
cultivable, lo que suponía una extensión de 100 hectáreas por explo­
tación.16 Pero debemos tener en cuenta que además del área de
cultivo, un estado también incluía bosques, lagos y algunas empresas
industriales, como cervecerías y tejares. Al sur de Bohemia el estado
de Jindíichüv Hradec (Neuhaus) que comprendía 48 pueblos y una
ciudad, contaba con 10 explotaciones que sumaban un total de
700 hectáreas de tierra cultivable, 6.000 hectáreas de bosques y 2,000
hectáreas de lagos que proporcionaban pesca abundante.
La creación de nuevas explotaciones durante la segunda mitad del
siglo x v i i , unida al descenso de la población ocasionado por la guerra
y a la consiguiente escasez de fuerza de trabajo, tuvo unas consecuen­
cias económicas de por sí predecibles. Los campesinos sin tierra, que
se establecieron en las tierras abandonadas después de la guerra, se
vieron liberados de depender de un salario para poder vivir, lo que
produjo tanto una agravación de la ya de por sí aguda escasez de
mano de obra, como una elevación general de los salarios que tenían
que pagarse si se quería seguir utilizando el trabajo de estos campe­

13. A. Tomicek, Nás sedUky kazdy Udí [A los campesinos nos engañan
siempre], Litomysl, 1927, p. 6.
14. E. j&nousek, Hisioricky vyvoj produktivity práce v zemedelsiví v
období pobeloborskérn [E l desarrollo histórico de la productividad del trabajo
en la agricultura después de la batalla de la Montaña Blanca], Praga, 1967,
p. 83.
15. J. Kocí, Odboj nevolníku na Vrydlantsku, 1679-1687 [Las subleva^
ciones de los siervos en la región de Frydlant, 1679-1687], Liberec, 1965, p. 43,
16. Janousek, op. cti.y p. 104.
LA BOHEMIA PREINDU S TRIAL 235

sinos; A su vez, la demanda de productos agrícolas tuvo una caída


espectacular como consecuencia del descenso de la población urbana
que antaño fuera su mercado principal, sobre todo durante el si­
glo xvi. Bajo esta doble presión los señores buscaron medios para
reducir en sus estados los costes de producción, y la mejor maneta
de hacerlo fue incrementando la diversidad de servicios laborales
(icorvée o Robot) que se exigían a los siervos, lo que no implicaba
gasto alguno para los señores. La ampliación ele las prestaciones de
trabajo en los dominios señoriales permitió a los señores vender sus
productos a un precio más barato, tanto en el interior del país como
en el mercado internacional, lo que estimuló — a partir de la segunda
mitad del siglo xvii— un considerable incremento de las citadas pres­
taciones, facilitado por la jurisdicción politicolegal de los señores
sobre sus siervos, así como por los amplios poderes de coerción nc*
económica de que disponían.
En Bohemia el aumento de la incidencia de las prestaciones de
trabajo fue de gran importancia. De acuerdo con el Decreto de Pres­
taciones de Trabajo Feudal (Robot-patent) de 1680, un siervo tenía
la obligación de proporcionar servicios laborales en la explotación
señorial durante tres días a la semana; pero durante el tiempo de la
cosecha y de la pesca el número de días podía verse incrementado «a
voluntad» del señor.17 A lo-largo del siglo xvm nos encontramos
con numerosos ejemplos dé señores que incluso exigían seis días a la
semana de servicios de trabajo.18
A mediados del siglo xvii, en Bohemia, la tierra estaba en manos
principalmente de la nobleza que se dividía en alta y baja nobleza.
Este grupo social, juntamente con la Iglesia, las ciudades y la corona,
poseían casi toda la tierra utilizable o disponible. Incluso en 1757 los
campesinos con tenencias libres tan sólo controlaban un 0,5 por 100
del total de la tierra. Quienes trabajaban la tierra eran sobre todo
los siervos, que podían dividirse en tres grupos de acuerdo con el
tamaño de sus tenencias. Los que poseían tenencias de una extensión
no superior a las 4,5 hectáreas y que pagaban tributos por valor de

17. Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal, 1680, párrafo 2. El texto


de este decreto está impreso en alemán y checo en Archiv ceshj, X X III (1906),
pp. 485-490.
18. A. Chalupa, «Venkovské obyvatelstvo v Cechách v tereziánsk^ch katas-
trech, 1700-1750» [La población rural de Bohemia en los Catastros Teresianos,
1700-1750], Sborník Národníbo Muzect, X X III (1969), pp. 320-321.
236 EL DEBATE BRENNER

14 guilders, 15 kreuzers o más por año, se clasificaban como siervos


que ejercían servicios de trabajo con animales de tiro (Zugrobot).
Aquellos con pequeñas tenencias y cuyos tributos superaban los
9 guilders y 30 kreuzers de impuestos anuales desempeñaban única-
mente servicios de trabajo personal (Handrobot). El tercer grupo
comprendía a los sin tierra. En 1656, las cifras que representaban
la estructura de la propiedad feudal en Bohemia eran como sigue: un
59.5 por 100 de la tierra estaba en manos de la alta nobleza; un 9,6
por 100 correspondía a la baja nobleza; las ciudades controlaban
un 13,1 por 100; la Iglesia un 12,3 por 100; y la corona un
5 por 100.19 Casi exactamente un siglo después, en 1757, la distri­
bución de la tierra había sufrido unos ligeros cambios: la alta noble­
za ya controlaba un 62,4 por 100 de la tierra; la baja nobleza, un
6,1 por 100; k s ciudades, un 12,2 por 100; la Iglesia, un 13,6 por
100; la corona, un 5 por 100; y los arrendatarios libres tan sólo
controlaban un 0,5 por 100.20 Más aún, informes de la época mues­
tran que en 1650 el príncipe Eggenberg tenía en sus estados 5.540
siervos que poseían tierra; el conde Trautmannsdorf tenía 4.094; el
conde Buquoy, 3.100; y el conde Gallas, 3.066. No existe documen­
tación disponible que proporcione información sobre el número total
de siervos sin tierra.21
De acuerdo con el Catastro Teresiano, en el primer cuarto del
siglo x v u re n Bohemia había 215.270 tenencias. De éstas un 5,5 por
100 tenían una extensión superior a las 17,5 hectáreas; un 17,4
por 100 tenían entre 8,5 y 17,5 hectáreas; y un 20,4 por 100 entre
4.5 y 8,5 hectáreas. Un 21 por 100 correspondía a pequeñas tenen­
cias cuya extensión oscilaba entre 1,5 y 4,5 hectáreas, mientras que
el 35,7 por 100 restante eran tenencias cuya unidad de superficie
no superaba las 1,5 hectáreas y sus ocupantes eran labradores po­
bres.22 Estas cifras muestran que, incluso en el primer cuarto del
siglo xvni, los minifundistas y los labradores pobres en conjunto
constituían la parte más numerosa del campesinado en Bohemia,
En los cien años que van de la segunda mitad del siglo xvii a la
segunda mitad del siglo xvm , las condiciones rurales cambiaron otra
vez de forma espectacular. Durante este período la>población del país .
19. Pekar, op, cit., p. 456.
20. Ibid.
21. Placht, op, cit,, p. 222.
22. Chalupa, op. cit., pp. 250-251.
LA BOHEMIA PKEINDUSTRIAL 237

se duplicó: de los 950.000 habitantes que había a fines de la guerra


de los Treinta Años, se pasó a 1.970.00 en 1754. Entre 1754 y 1776
la población se incrementó en más de un 20 por 100, alcanzando la
cifra total de 2.400.000 habitantes.23 Este extraordinariamente rápido
incremento de la población transformó la oferta de fuerza de trabajo
en el campo: de una escasez manifiesta a comienzos de la época que
aquí se analiza, se pasó a un excedente importante durante la segunda
mitad del siglo xvm . Como consecuencia de ello se produjo un im­
portante aumento de las personas sin tierra que en el último cuarto
del siglo xvm suponían entre un 40 y un 60 por 100 del total de la
población rural, dependiendo de la zona o región del país. De acuer­
do con el Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1738, se
exigía a todos los siervos con o sin tierra que efectuaran servicios
laborales para sus señores. Éstos se encontraron rápidamente con
mucho más trabajo a su disposición que el que realmente necesitaban
y podían utilizar. Frente a esta situación los señores optaron por
estipular que aquellos siervos que vivieran en la misma localidad
donde estaba situada la gran explotación debían continuar trabajando
en la misma, de igual modo que lo hacían antes. Pero en el caso
de quienes vivían a una distancia considerable, las prestaciones per­
sonales se podían conmutar por renta en dinero.24
Nos encontramos aquí con un fenómeno que también ocurrió en
Inglaterra, aunque en una fecha mucho más temprana. Como dice
Brenner, en aquellos lugares «en los que al señor no le interesaba
utilizar prestaciones de trabajo, el campesino se veía obligado a pagar
censos en dinero para conmutar sus servicios laborales aunque conti­
nuaba sometido al señor por medio de fianzas, derechos arbitrarios ...
que implicaban una garantía para mantener su situación de depen­
dencia»25
De acuerdo con las cláusulas del Decreto de Prestaciones de Tra­
bajo Feudal de 1775,26 la jomada laboral por lo que se refería al pe-

23. L. Kárníková, Vtjvoj obyvatelslva v ceskijch zemích, 1754-1914 [El


crecimiento de la población en los territorios checos, 1754-19143, Praga, 1965,
p. 327.
24. JanouSec, op. cit., pp. 30-31.
25. Véase supra, pp. 4041; y Postan, «Medieval Agrarian Society in its
Prime: England», pp. 604-610.
26. El texto del Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1775 se
imprimió en Archiv cesky, X X IV (1908), pp. 488-508.
238 EL DEBATE BRENNER

lío do de seis meses que iba del primero de octubre al 31 de marzo era
de ocho horas de duración; y del primero de abril al 30 de septiembre
era de i 2 horas. Durante el primer período el siervo y sus animales
de tiro tenían derecho a una hora de descanso, y en el segundo perío­
do a dos horas. El decreto, sin embargo, permitía que durante la
cosecha se prolongara la jornada laboral de una a dos horas, según
las necesidades del momento.
De acuerdo con el decreto los siervos que prestaban servicios de
trabajo se dividían en once categorías. La categoría inferior compren­
día a los que sin tener tierra debían prestar servicios laborales. A es­
tos siervos (lnleute), que se ganaban la vida tanto trabajando para
campesinos ricos como de cualquier otra manera, sólo se les exigían
trece días de trabajo al año. La categoría inmediata estaba formada
por aquellos siervos que poseyendo una cabana no tenían tierra y
debían prestar 26 días al año de servicios laborales. Inmediatamente
seguía la categoría de los siervos con pequeñas tenencias que reali­
zaban lo que se conocía como servicios de trabajo manual. Esta cate­
goría a su vez se subdividía en cinco grupos diferentes, definidos por
el tamaño de las tenencias, de acuerdo con el cual se fijaban los días
de trabajo que variaban de uno a tres a la semana. Los siervos, que
poseían tenencias más grandes tenían que proporcionar trabajo y
animales de tiro durante tres días a la semana. Los que poseían una
extensión de tierra superior a las 4,5 hectáreas tenían que propor­
cionar servicios de trabajo con un animal de tiro. A los que tenían
entre 4,5 y 8,5 hectáreas se les exigía, además de los servicios ante­
riores, otro animal de tiro, aunque a lo largo del período que iba del
15 de mayo al 28 de septiembre debían proporcionar, un día a la
semana, una persona para realizar prestaciones de trabajo manual. Los
siervos con extensiones de tierra entre 8,5 y 13 hectáreas tenían que
suministrar servicios de trabajo con tres animales de tiro durante tres
días a la semana, y del 15 de mayo al 25 de septiembre añadir una
persona para trabajos manuales durante dos días a la semana. El
último grupo lo formaban aquellos campesinos que poseían más de
13 hectáreas de tierra; a éstos se les exigían seryicios de trabajo
con cuatro animales de tiro durante tres días a la semana, y del 15 de
mayo al 28 de septiembre otra persona para trabajos manuales du­
rante otros tres días a la semana. De todo lo expuesto se infiere que
el Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1775 aumentó, de
manera considerable, las cargas de servicios de trabajo sobre los
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 239

campesinos más- acomodados, cuyas obligaciones a partir de este


momento fueron ciertamente, onerosas; sin embargo, las obligaciones
de los pequeños campesinos, de los labradores pobres y de los siervos
sin tierra quedaron sensiblemente reducidas, al disminuir las presta­
ciones de trabajo que se les exigían. Existían diversas razones para
este incremento de los servicios laborales, pero, én particular, el Es­
tado tenía un especial interés en conceder una mayor libertad a la
oferta de trabajo existente en las zonas rurales' con el fin de canalizar­
la hacia la industria doméstica y las manufacturas. El decreto de
ningún modo hizo peligrar la viabilidad económica de las grandes
explotaciones señoriales, dado el considerable excedente, a nivel
general, de mano de obra.
La pesada carga que suponía el prestar servicios de trabajo con
animales de tiro se debía a que los señores prácticamente carecían de
ellos, por lo que las exigencias de acarreo y transporte derivadas de
todo lo referente al sistema de cultivo y a la producción de campos,
bosques, etc., tenían que conseguirlas por medio de estos mecanismos
coercitivos. Sin embargo y pese a lo expuesto, en la práctica las
obligaciones de servicios laborales no eran tan gravosas como en
principio podían parecer. Los campesinos con explotaciones grandes
o medianas (se entiende, desde un punto de vista comparativo) eran
personas acomodadas que a menudo utilizaban trabajo asalariado,
por lo que ellos mismos no prestaban los servicios exigidos, sino que
mandaban en su lugar a uno o varios mozos de labranza; de este
modo podían dedicar todo su tiempo a la organización y cuidado de
sus explotaciones propias. :
En el artículo 1, párrafo 15, del decreto de 1775 se estipulaba
que «los siervos no tenían derecho a gratificación alguna ni por ser­
vicios de trabajo con animales de tiro nx por prestaciones de trabajo
personal». Únicamente aquellos campesinos a quienes se les exigía
no tan sólo proporcionar tres días de trabajo a la semana con anima­
les de tiro, sino una persona extra para prestaciones de trabajo manual
del 15 de mayo al 28 de septiembre, tenían derecho a alguna recom­
pensa que consistía habitualmente en tres cuartos de kilo dé pan al
día. Más adelante el decreto estipulaba que, como y cuando el señor
quisiera, los siervos que prestaran menos de tres días de trabajo a
la semana debían trabajar el tiempo necesario para cubrir estos
tres días (Lohntag). El decreto establecía escalas de retribucio­
nes para este tipo de trabajos: 7 kreuzers diarios si el trabajo se
240 EL DEBATE BRENNER

hacía del primero de octubre al 28 de febrero; 10 kreuzers del pri­


mero de marzo al 30 de junio; y 15 kreuzers diarios del primero
de julio al 30 de septiembre; la jornada laboral variaba de ocho a
doce horas.
Las diversas obligaciones de servicios laborales vigentes en la
segunda mitad del siglo x v i i eran, sin duda alguna, considerables. En
primer lugar los señores exigían servicios de trabajo ilimitados «don-
dequiera que el señor así lo ordenara». Después de la promulgación
del primero de los decretos de Prestaciones de Trabajo Feudal, es
decir, en 1680, se comenzó a exigir una prestación de trabajo tres
días a la semana, pero durante el tiempo de la siembra o de la cose­
cha esta prestación se incrementaba a cinco e incluso a seis días a la
semana. Esta exigencia permaneció vigente hasta el nuevo decreto
de 1775.
Esta explotación de los siervos, sin precedentes en el período an­
terior a 1680, en muchas zonas de Bohemia generó resistencias a rea­
lizar estos trabajos, ocasionó fugas e incluso originó rebeliones de
siervos debidamente organizadas. La gran mayoría de estas agitacio­
nes se dieron en lugares muy concretos y tuvieron poca repercusión.
Pero tanto en 1680 como en 1775 se extendió por todo el país una
oleada de revueltas ciertamente importantes. Los levantamientos de
1680 afectaron a 129 estados; los rebeldes exigían la reducción o la
abolición de los servicios de trabajo; atacaron los castillos y las
grandes explotaciones nobiliarias, abandonando sus obligaciones. Las
tropas acuarteladas en Bohemia fueron incapaces de sofocar los levan­
tamientos por lo que las autoridades se vieron forzadas a traer dos
regimientos más — uno de infantería y otro de caballería— proce­
dentes de Silesia. Estas tropas fueron sofocando paulatinamente un
levantamiento después de otro. Las revueltas estallaron no tan sólo
en aquellos estados donde los siervos eran checos, sino también donde
los siervos eran alemanes.27 Como consecuencia de los levantamientos
99 de sus líderes fueron sentenciados a muerte; de ellos, 55 fueron
ejecutados.28 La revuelta de 1680 tuvo como consecuencia inmediata
la promulgación del primer Decreto de Prestaciones de Trabajo Feu-

27. E. Strauss, Bauernelend und Baaernaufslande in den Sudetenldndern,


Praga, 1929, p. 63.
28. K. Krofta, Dejiny selského stavu [La historia del campesinado], Praga,
1949a, p. 269.
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 241

clal en Bohemia, ordenado por el emperador Leopoldo I el 28 de


junio de aquel año. Este decreto supuso la primera intervención del
Estado en la regulación de las relaciones entre siervos y señores, ya
que con anterioridad los términos de estas relaciones los fijaban tan
sólo los señores. La intervención del Estado supuso un apoyo total
a los intereses señoriales. El decreto ratificaba virtualmente la situa­
ción vigente, y sus cláusulas, expresadas de forma harto vaga, dieron
oportunidad a los señores de interpretarlas' del modo que les fuera
más conveniente.
De 1680 en adelante tuvieron lugar levantamientos similares,
aunque se trataba de acontecimientos fácilmente controlables que no
garantizaban mejora alguna de la situación de los siervos. En 1775,
casi cien años después de la revuelta de 1680, otro gran levantamien­
to estalló en todo el país, produciéndose un importante cambio en
el equilibrio de las fuerzas sociales. El foco principal de este levanta­
miento se localizó al noreste de Bohemia, en el estado de Náchod,
donde se organizó un gubernium campesino, con la pretensión de
centralizar y dirigir todas las operaciones de la revuelta. Casi inme­
diatamente se estableció contacto entre Náchod y los territorios cir­
cundantes y se planificó una marcha sobre la capital para mediados
del mes de mayo. Pero la rebelión estalló de forma un tanto prema­
tura, el 19 de marzo de 1775, extendiéndose rápidamente de estado
en estado. Ejércitos de siervos, que a veces sumaban varios miles,
iban avanzando sobre la capital, saqueando los castillos de los seño­
res y exigiendo el establecimiento de acuerdos formales para reducir
o abolir los servicios de trabajo. Pero el gubernium campesino de
Náchod había perdido, en la práctica, el control total del levanta­
miento que pronto dejó de tener la cohesión necesaria que le hubiera
permitido conseguir sus objetivos. Después de una serie de combates
poco importantes se mandó contra los rebeldes un ejército de 40.000
hombres que en las afueras de Praga consiguió derrotar a las tropas
rebeldes.
Pero las lecciones del levantamiento no cayeron en saco roto, ya
que el gobierno decidió intervenir y el decreto de Prestaciones de
Trabajo del 13 de agosto de 1775 fue su resultado directo. El levan­
tamiento de 1775 significó la culminación de la lucha de clases en la
zona rural de Bohemia, el punto álgido de una larga y dura contienda
entre los siervos y sus señores que obligó al gobierno a tener más
en cuenta la situación rural. Además del decreto, se elaboró un plan

16. — BRENNER
242 EL DEBATE BRENNER

de reforma agraria bastante radical que pretendía repartir las tierras


de las grandes explotaciones entre los siervos. Para algunos, la ser­
vidumbre estaba poniendo un freno al posterior desarrollo de la
economía, sobre todo en lo que se refería a la producción industrial,
por lo que el futuro progreso económico del país exigía su abolición.

Quienes han participado en este symposium además de analizar


la situación de los señores y de los siervos en la economía feudal,
han dedicado también su atención a las posibilidades que tenía el
campesino de vender su excedente de producción en un mercado
abierto.29 Igual que en Polonia, en Bohemia durante el siglo xvm la
organización del trabajo en el sector agrícola no había sufrido ningún
tipo de cambio sustantivo a lo largo de varios siglos, incluso los úti­
les y aperos empleados en las actividades agrarias eran virtualmente
los mismos.
Las grandes explotaciones de Bohemia se fundamentaban bási­
camente en la producción de cereales y en la mayor parte de ellas se
utilizaba un sistema de rotación trienal, aunque en algunos estados
— como por ejemplo en el Frydlant— operaba un ciclo quinquenal
con tan sólo un 20 por 100 de la tierra en barbecho. Los rendimientos
de las cosechas no diferían excesivamente entre las explotaciones de
las llanuras y las situadas en las laderas de las montañas. En el estado
de Frydlant, por ejemplo, situado al pie de una zona montañosa, los
rendimientos por hectárea eran como sigue: trigo 10,7 centners, cen­
teno 9,5 centners, cebada entre 9,5 y 10 centners y avena entre 7,5
y 8,5.30 Por su parte, en el estado de Roudnice, situado en las fértiles
llanuras del valle del Labe (Elba), los rendimientos por hectárea eran
muy similares a los de Frydlant: trigo 10,2 centners, centeno 8 cent­
ners, cebada 10,7 centners, aunque la avena tan sólo alcanzaba 5
centners. En el estado de Jindrichüv Hradec, situado al sur de Bohe­
mia, en 1722, los rendimientos eran como sigue: trigo 9,4 centners
por hectárea, centeno 7,7, cebada 5,6 y avena 4,6 centners por hectá­
rea; los rendimientos más bajos en este estado se debían a una cali­
dad inferior del suelo. Los cálculos muestran que en el estado de
Frydlant el aumento de la cosecha cerealícola por hectárea exigía

29, Véanse supra, pp. 53-54, 121-123, 153, 155.


30. Janousek, op. d t., pp. 65-70. Un centner es una medida de peso ale­
mana que equivale aproximadamente a un quintal.
LA BOHEMIA PREINDUS TRIAL 243

aproximadamente ochenta días de trabajo, entendidos en términos


de servicios laborales; pero en el estado de Melník, situado en las
llanuras, tan sólo se necesitaban sesenta días. En el estado de Fryd-
lant producir un centner de cereal suponía utilizar 15 días de presta­
ciones de trabajo, mientras que en el sur de Bohemia 10,8 días eran
suficientes y en las llanuras del centro del país bastaban sólo 10 días.
Por lo que se refiere a la utilización general de los servicios de
trabajo de los siervos en Bohemia durante el siglo xvm , parece que
en las grandes explotaciones donde se utilizaban servicios con anima­
les de tiro, además de los propios del señor, el rendimiento dé los
primeros era la mitad del de los segundos.31 De hecho el artículo 11
del Decreto de Abolición de Servicios Laborales Remunerados del 4
de marzo de 1849 llegaba hasta el punto de tasar el trabajo de los
siervos a un tercio del valor de la mano de obra «libre».32 Sin embar­
go, los checos que estudian la historia agraria no dudan en afirmar
que los rendimientos de las cosechas en las tenencias campesinas
durante los siglos xvix y xvm eran bastante más altos que los rendi­
mientos de las grandes explotaciones señoriales, en buena medida
porque el sistema de cultivo utilizaba mucho más trabajo intensivo en
las primeras que en las últimas.33

Casi toda la producción de cereales se vendía en el mercado inte­


rior aunque los señores utilizaban -una buena proporción de sus gra­
nos — particularmente trigo y cebada'— para producir cerveza y
aguardiente. Los señores, como propietarios de las cervecerías, te­
nían un mercado seguro para la cerveza que ellos fabricaban puesto
que sus siervos sólo podían comprar cerveza elaborada en el estado
del señor; Al mismo tiempo cada centro de elaboración de cerveza
podía contar con todas las tabernas de su zona, las cuales adquirían
grandes cantidades de esta bebida dependiendo del tamaño de los
municipios. Las rentas de las cervecerías constituían úna parte im­
portante del ingreso señorial. A principios del siglo xvm el 26 por

31. Ibid., p. 150.


32. A. Klíma, Revoluce 1848 v ceskycb zemích [La Revolución de 1848
en los territorios checos], Praga, 1974, p. 109.
33. E. Maur, «Genese a specifické rysy ceského pozdnSfeudálního velkos-
tatku» [Orígenes y características principales de los dominios señoriales checos
a fines del período feudal], Acta UniversUatis Carolinae: pbilosophica et histó­
rica (1976), p. 247.
244 EL DEBATE BRENNER

100 del ingreso total de los señores de Bohemia procedía de derechos


feudales que los siervos tenían que satisfacer. Las entradas de la
explotación suponían un 69 por 100 del ingreso total; un tercio de
estas entradas era fruto de la venta de cereales, otro tercio de la
venta de cerveza y una sexta parte de la cría de ganado.34 A mediados
del siglo xvin y de acuerdo con el catastro dominical de 1757 (es
decir, un amillaramiento de las tierras de la nobleza), los ingresos pro­
cedentes de la elaboración de cerveza suponían no menos del 43,1
por 100 del ingreso total de los señores.35 En algunos lugares la pro­
ducción de cereales de la misma explotación era insuficiente para la
provisión de las cervecerías por lo que el señor o bien obtenía el
trigo y la cebada que necesitaba por medio de la extracción de renta
en especies de los siervos, o bien adquiría los granos en el mercado
interior. Y esta cuestión nos introduce ya en el tema de la exporta­
ción de cereales.
Ciertos historiadores opinan que en los países al este del Elba la
servidumbre se originó por la exportación de cereales, en especial a
Europa occidental.36 Brenner no comparte esta opinión ya que afirma
que la exportación de cereales tuvo lugar por la falta de salida de este
producto en el mercado interior, ocasionada por el bajo poder adqui­
sitivo de la población cuya causa era a su vez un declive económico
general.37 Este era el caso de buena parte de los cereales producidos
en Bohemia vendidos en mercados extranjeros, particularmente' en
aquellos países vecinos cuya producción cerealícola era insuficiente
para contentar la demanda interna, tal era el caso de Austria, el Tirol
y Salzburgo, el Alto Palatinado, Nuremberg,38 Meissen y la Alta Lu-

34. J. PurS, «Struktur und Dynamík der industrieUen Entwicklung in


Bohmen im letzten Viertel des 18. Jahrhunderts», / ahrbuch für Wirtschaftsge-
schickte (1965), p. 174.
' 35. J. Krivka, «Príspevek k dejinám poddanského hospodárství první polo-
vk i 18. století» [Contribución a la historia de las tenencias serviles en la pri­
mera mitad del siglo x v in ], Histoire a Mtizejnictví, XI (1957), p. 94.
36. Véase supra, p. 53.
37. Véanse supra, pp. 54-55 y 62. «Tal como señala Postan, lo más es­
pectacular fue el caso de Europa oriental, donde desde fines de la Edad Media
y durante la Edad Moderna el fuerte impacto del mercado mundial de cereales
dio un mayor ímpetu a la sujeción del campesinado» {supra, p. 39).
38. J. Janácek, «Export of Agricultura! Products from the Czech Lands
and Transportation Expenses in the Sixteenth Century», Hospodárské dejiny,
II (1978).
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 245

sacia;39 también hay referencias de cereales de Bohemia exportados


hasta Hamburgo.40 Como era de esperar, quienes en principio se vie­
ron envueltos en la exportación de granos fueron los señores.; Pero
cuando la ocasión así lo permitía, también los siervos vendían sus ex­
cedentes en el mercado, donde a veces eran adquiridos por merca­
deres que los exportaban fuera del país, aunque cualquier excedente
que los siervos pudieran obtener se destinaba» preferentemente al
consumo local.
De todos modos es más que probable que en Bohemia, igual que
en Polonia, la exportación de productos agrícolas tan sólo represen­
tara una proporción relativamente pequeña del total de la produc­
ción, y que únicamente una minúscula parte de la población partici­
para en esta actividad comercial, igual que sólo un pequeño grupo
de personas estaba implicado en la importación de productos del ex­
terior.41 Tal vez sería conveniente recordar que incluso en los Países
Bajos, donde se importaban cantidades considerables de cereales, las
importaciones tan sólo suponían un 13 o un 14 por 100 del consu­
mo total, mientras que los habitantes de este país únicamente repre­
sentaban el 3 por 100 de la población total de Europa.. A comienzos
del siglo xix, las importaciones de trigo significaban sólo un 3 por 100
del consumo total de Inglaterra42Paul Bairoch extrae la conclusión
de que «antes del siglo xvm menosdel 1 por100 de la producción
total de cereales se dedicaba al comercio internacional».43 El some­
timiento a la servidumbre de la población rural de Bohemia fue un
largo y complicado proceso originado por causas múltiples.44 Señalar
la exportación de granos a mercados exteriores como la única causa,
significaría simplificar en exceso un problema verdaderamente im­
portante.
Por lo que se refiere a la cría de ganado, el señor dependía de las
ventas que hacía en los mercados locales. En las grandes explotacio­
nes de Bohemia durante los siglos xvn y xvm la ganadería no era una

39. Maur, op. c i t p. 247.


40. A. Klíma, Manufakturni obáoní v Cechách [E l período manufacturero
en Bohemia], Praga, 1955, pp. 73-77.
41. Véase Kula, op. cit., p. 132.
42. Bairoch, op. cit., p. 477.
43. Ibiá., p. 476.
44. A. Klíma, «Probleme der Leibeigenschaft ín Bohmen», Vierteljahr-
schrift für Sozid- und Wirtscbaftsgescbicbte, LXII (1975).
246 EL DEBATE BRENNER

actividad muy habitual, pero el ganado que se dedicaba a la venta


era adquirido por los carniceros de las ciudades y municipios del pro­
pio estado del señor, no mucho más lejos. La escasez de carne proce­
dente de la cría de ganado en Bohemia se compensaba por la impor­
tación de bueyes de Hungría y Polonia. Una importante proporción
del total de ganado en el seno del sector agrario procedía de los cam­
pesinos que en sus tenencias criaban tanto ganado bovino como cer­
dos, vendiéndolos en los mercados locales.
Algunos estados contaban con grandes rebaños de ovejas. Por
ejemplo, en el estado de Frydlant, que incluía dieciocho grandes ex­
plotaciones, había un total de tres grandes rebaños que en conjunto
sumaban unas 3.000 ovejas. En el estado de Jindíichüv Hradec, con
diez explotaciones, había cuatro rebaños que reunían 6.364 ovejas.
Esta clase de ganado se tenía tanto por la carne que proporcionaba
como por la lana. En las dieciocho explotaciones del estado de Fryd­
lant había 770 vacas lecheras, 136 bueyes, 26 toros y 346 terneros
y novillos. La cantidad considerable de bueyes que había en el esta­
do de Frydlant era excepcional, ya que las grandes explotaciones de
las zonas más fértiles del centro de Bohemia contaban con una canti­
dad mucho menor de animales de tiro. Por ejemplo, en el estado
de Roudnice, que tenía catorce explotaciones y 2.200 hectáreas de
tierra cultivable, tan sólo había 42 bueyes. De lo que evidentemente
se deduce que los señores tuvieran una mayor necesidad de servicios
de trabajo con animales de tiro.
En el estado de Frydlant con sus 770 vacas lecheras — que re­
presentaban unas 38 vacas por explotación— la mayor parte de la
leche, queso y mantequilla que se producía se consumía en el mismo
estado y tan sólo una pequeña proporción de mantequilla y queso
podía venderse como excedente. En Frydlant cada vaca tenía un ren­
dimiento anual de 1.000 a 2.000 litros de leche, de 20 a 30 kilos de
mantequilla y de 35 a 50 kilos de queso.45
En las grandes explotaciones, la mayor parte del trabajo que allí
se necesitaba estaba a cargo de siervos que lo realizaban bajo la forma
de servicios personales. Para el funcionamiento normal de la explota­
ción, en particular por lo que se refería a la cría de ganado y a las
aves de corral, se contaba con diez trabajadores fijos bajo las órdenes
de un capataz. Estos trabajadores tenían sus habitaciones en la mis-

45. Janousek, op. cit,, pp. 93-94.


LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 247

ma explotación y además de comida recibían un pequeño salario.


Además de este conjunto de trabajadores, también se contaba duran­
te la época de la trilla con trabajadores asalariados que trillaban el
grano desde principios de octubre hasta finales de abril. En el estado
de Jindrichüv Hradec donde existían 560 hectáreas dedicadas al culti­
vo de cereales, había 91 trilladores que trabajaban durante toda la es­
tación, y recibían por ello salarios en especie equivalente a 1/16 del
total de cereales que trillaban. El resto de trabajo en las grandes ex­
plotaciones se realizaba bajo la forma de prestación de seí vicios.
Durante la época de la cosecha la jornada laboral tenía una duración
de quince horas —de las cuatro de la madrugada a las nueve de la
noche— , incluso más que lo que estipulaba el Decreto de Servicios
de Trabajo de 1775.
En realidad, todos los siervos de un estado estaban sujetos a
algún tipo de prestación laboral para su señor, y los propietarios de
los estados sabían exactamente con cuantos días de servicios de tra­
bajo contaban. Por ejemplo, después de la promulgación del decreto
de 1775 el estado de Jindrichüv Hradec contaba con casi 110.000
días de trabajo con animales de tiro y con más de 51.500 días de ser­
vicios personales, El estado de Frydlant podía obtener más de 24.000
días de trabajo con animales de tiro, y más de 83.000 de prestaciones
personales; estas cantidades superaban en mucho las necesidades del
estado, y ésta era una situación similar en otros estados. Así en
jindrichüv Hradec podían disponer de unos 110.000 días de tra­
bajo con animales de tiro, pero únicamente se necesitaban 67.200;
y en cuanto a los 51.500 días de trabajo manual, sólo 47.500 les
hacía falta. Por tanto, en cada sector de la economía del estado, in­
cluyendo el cultivo de granos, tan sólo se utilizaba una proporción
del total de días de trabajo técnicamente disponibles. Por ejemplo;
en el estado de Jindrichüv Hradec, únicamente un 57 por 100 del
total de días de trabajo disponible se utilizaba para la producción de
cereales, mientras que para trabajar en los bosques (tala y trans­
porte de madera) el porcentaje era de un 17,6 por 100 y, finalmen­
te, para trabajos de construcción, de un 14,3 por 100.
Las cantidades considerables de servicios de trabajo de que po­
día disponer el señor le permitían suplir, sin dificultad alguna, las
exigencias de mano de obra que requería el estado. Pero cualquier
tipo de excedente representa desperdiciar algún recurso. Y una for­
ma de utilizar este recurso consistía en conmutar excedentes de pres-
248 EL DEBATE BRENNER

tacíones laborales por rentas monetarias; existen referencias de que


en muchos estados de Bohemia durante el siglo xvm se optó por
esta vía. La magnitud de esta tendencia queda bien ilustrada por el
ejemplo del estado de Litomysl donde en 1732, en lugar de servicios
laborales, los siervos pagaban una renta monetaria que alcanzaba la
suma de 5.069 guilders, 15 kreuzers; en 1773, la cantidad se incre­
mentó a 12.329 guilders, 2 kreuzers?6 A mediados del siglo xvm
una importante proporción de las exigencias de prestaciones labora­
les que pesaban sobre los siervos se había conmutado por rentas
monetarias en cerca del 20 por 100 de todos los estados..
Este reemplazo de servicios de ‘trabajo feudal por una renta
monetaria feudal tuvo un gran significado para el desarrollo de la
agricultura en Bohemia. De acuerdo con Marx, «con el predominio
de la renta monetaria la relación tradicional y legal entre el señor
y los sujetos que poseían y cultivaban una parte de la tierra, obvia­
mente se transformó en una simple relación monetaria fijada por
contrato de acuerdo con las leyes del derecho positivo. El campe­
sino que poseía la tierra y la cultivaba virtualmente se convirtió en
un simple arrendatario».47

Si un siervo tenía que pagar a su señor una renta monetaria en


vez de su obligación a prestarle un servicio personal, evidentemente
tenía que poder obtener este dinero de alguna parte, y ello plantea
la importante cuestión de la relación del campesino con el mercado.
Lo que Witold Kula plantea con respeto a Polonia, es decir, que «el
campesino mantenía por regla general un contacto regular con el
mercado urbano, incluso cuando el sistema de la servidumbre era
absolutamente dominante»,48 también es cierto por lo que se refiere a
Bohemia. También aquí el campesino tenía que vender una parte
de su producto para poder adquirir dinero tanto para pagar aquellos
productos que por sí mismo no podía producir, como para pagar
los derechos feudales al señor y los impuestos al Estado. Es evidente
que el campesino acomodado podía vender más que el pequeño la­
brador. En las zonas más fértiles de Bohemia, pn los valles del
Labe (Elba) y Ohre (Eger), un campesino con una tenencia de 11,5

46. Klíma, Manufakíurní obdoní v Cechácb, p. 287.


47. K. Marx, Capital, III (Moscú, 1972), p. 798.
48. Kula, op. cit.y p. 68.
LA BOHEMIA PREINDU S TRIAL 249

hectáreas de tierra cultivable podía vender cerca de un tercio de su


buena cosecha, las ventas podían suponer un 45 por' 100 de la pro­
ducción total. En 1732, este campesino rico utilizaba en su explota­
ción dos mozos de labranza, una criada y una niñera para sus hijos,
y les pagaba anualmente los siguientes salarios: al primer mozo de
labranza (nádvornik) 15 guilders; al segundo, también conocido
como mozo de cuadra (volák), 8 guilders; la criada*recibía 8 guilders
y la niñera 2. Estos salarios correspondían más o menos a los que
recibían otros trabajadores en las grandes explotaciones vecinas. Este
campesino solía obtener una cosecha de cereales que por término
medio suponía 10,97 centners por hectárea, lo que implicaba unos
rendimientos que, en esta época, raramente se conseguían en las
grandes explotaciones.49 Ciertamente que se trataba de una tenencia
muy rentable. Las referencias de otras áreas muestran que en las
partes más fértiles del valle del Ohre (Eger) en el período de 1730 a
1742, un campesino podía vender en el mercado hasta un 46 por
100 de su cosecha de cereales.50 Un campesino con una tenencia de
8,5 hectáreas cerca de la ciudad de Podborany, en una zona fértil
de la región del Zatec (Saaz) al noroeste de Bohemia, vendió cerca
del 44 por 100 de los cereales (básicamente centeno y cebada) de
su cosecha de 1782; además vendió frutos de sus dos huertos, así
como ganado y lana. En los catorce años que van de 1777-1778 a
1791-1792 el ingreso total procedente de la venta de los productos
de su explotación se componía de la manera siguiente: grano y paja
un 41,2 por 100, frutos 41,4 por 100, ganado 14,4 por 100, lana
2,4 por 100. Tal vez puede sorprender que la proporción más elevada
corresponda a la venta de frutos,51 aunque con pequeñas diferencias.
La inmensa mayoría de pequeños campesinos se encontraba en
abierto contraste con estos ejemplos de una cierta prosperidad. Sus
tenencias apenas producían suficiente cebada para contentar las nece­
sidades esenciales de sus familias. En igual situación estaban la gran
mayoría de los sin tierra, quienes para completar sus ganancias pro­
cedentes del sector agrícola (sin duda insuficientes para mantener a
sus familias) se procuraban trabajo estacional en industrias domés­
ticas de hilados, tejidos, vidrio y similares. Para un amplío sector

49. Krivka, «Príspevek k déjinam poddanského hospodárstvx», p , 304. :


50. Krivka, Vyrobni a penezni vysledky mestanského zemedelstvi^ p. 43
51. Ibid.
250 EL DEBATE BRENNER

de la población rural, este tipo de actividad seguía proporcionando


ocupación a tiempo parcial hasta bien entrado el período capitalista.

Aunque ya en la Bohemia del siglo xiv,52 igual que en el resto de


Europa, habían tenido lugar parcelaciones de grandes propiedades y
arrendamientos de tierras a campesinos, el impulso que se dio a este
proceso a fines del siglo xvm tuvo un significado crucial para el pos­
terior desarrollo de la agricultura en el país durante el período prein-
dustrial. El conde Josef Kinsky, propietario del estado de Sloup
(Bürgstein) al norte de Bohemia, también se dedicaba a la producción
de vidrio y tejidos para lo que construyó varias manufacturas. En
parte, como resultado de sus actividades empresariales, Kinsky, a
mediados del siglo xvm , empezó a repartir entre sus siervos las
tierras de sus explotaciones, las cuales se tenían en régimen de renta
monetaria previamente estipulada.53 Igualmente, el abad del monas­
terio de Teplá en 1768 también propuso la parcelación de las explo­
taciones entre sus siervos, señalando las considerables ventajas de
este hecho ya que los señores tendrían un ingreso garantizado gracias
a las rentas monetarias, y los siervos, eximidos de prestaciones labo­
rales, prosperarían y tendrían dinero para gastar en cerveza, aguar­
diente y madera, lo que a su vez significaba un ingreso adicional para
su señor.5*
Estos planteamientos, reforzados por la experiencia de otros
países y por el temor a futuras revueltas en el mismo país, indujeron
a los consejeros reales Koch, Blanc y Gainer a presentar al gobierno
un proyectó para la parcelación de las grandes explotaciones y en
conformidad con ello a la completa abolición en Bohemia de las pres­
taciones de trabajo. La ejecución parcial de este proyecto se confió,
en 1775, al consejero real Francis Antón Raab el cual opinaba que
la reforma tenía que realizarse de tal manera que quienes no tenían
tierra o los pequeños campesinos fueran los más beneficiados. De
acuerdo con el sistema de Raab los que recibieran tierra tendrían
que pagar una renta monetaria y no laboral. Aquellos que hasta

52. Maur, op. cit., p. 238.


53. A. Püudler, Graf Josef Kinsky, Herr mis Bürgstein und Scbwoyka,
Leipa, 1885.
54. Strauss, Baiternelend und Bauermufstande in den Síidetenlandern,
pp, 82-83.
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 251

el momento habían realizado servicios de trabajo manual se obli­


gaban a pagar 3 guilders; quienes habían realizado servicios con
animales de tiro, 6 guilders^ En aquellos estados donde la reforma
se llevó a cabo surgió un nuevo grupo de campesinos que construye­
ron los edificios de su explotación (casas, corrales, ...) en la tierra
que con anterioridad había formado parte de la gran propiedad.
Raab propuso que la tierra debería arrendarse a los siervos en térmi­
nos de contratos hereditarios. De acuerdo con sus cálculos esta me­
dida beneficiaría no tan sólo a los mismos siervos, sino, también a los
señores. Utilizando el ejemplo concreto del estado de Brandys nad
Labem (Brandys sobre el Elba), calculó que en los diez años anterio­
res el estado había ingresado un total de 286.262 guilders, lo que su­
ponía un promedio anual de 28.626 guilders. Después de la parcela­
ción de las grandes explotaciones y de la distribución de la tierra
entre los campesinos, las entradas en concepto de contratos importa­
ban 18.763 guilders, las rentas monetarias que habían sustituido y
los servicios de trabajo, conjuntamente con la percepción de pagos
por derecho de laudemium, alcanzaban más de 17.507 guilders, lo
que suponía un ingreso anual de 36.270 guilders,Só esto es 7.644
guilders más que en el período anterior (un incremento del 26 por
100). Más aún, la medida también beneficiaría al señor en cuanto que
no tendría que mantener por más tiempo ni los edificios de la pro­
piedad ni el equipamiento, e incluso vendiéndolos a los nuevos
arrendatarios podría ganar otros 20.000 guilders. En 1781, Raab
presentó un informe sobre las realizaciones de la parcelación que ha­
bían afectado a treinta y nueve estados. El total de población de los
mismos había aumentado cerca de un 20 por 100 —de 111.638 a
131.801 habitantes— , el número de cabezas de ganado también había
sufrido un aumento de 17.500 y las entradas anuales de los señores
se habían incrementado en unos 60.000 guilders. Como decía Raab,
todo ello demostraba que el proyecto había sido ventajoso para am­
bas partes.
Sin embargo, la mayoría de la nobleza de Bohemia se’mostró

55. V. Cerny, «Pozemková reforma v 18. století» [Reforma agraria en el


siglo x v m ], Casopis pro dejiny venkova, X IV (1927), p. 45.
56. Ibid.y p. 48. Laudemium [laudemio] era un derecho pagado, al señor
cuando una tenencia de un siervo cambiaba de manos. Para la transferencia
de una tenencia en el seno de una misma familia este derecho suponía un
2,5 por 100 de su valor; en otros casos era del 5 por 100.
252 EL DEBATÉ BRENNER

hostil a la propuesta de reforma agraria presentada por Raab, a la


que calificaban de «Raabización». En particular, se oponían a que
los siervos accedieran a la tierra por medio de un contrato heredita­
rio, temiendo que cualquier tipo de inflación que pudiera darse en
un futuro les supondría pérdidas cuantiosas, por lo que prefirieron
el proyecto de Johann Paul von Hoyer que proponía contratos a corto
plazo de tres a seis años.57
La división de las explotaciones señoriales en pequeñas tenencias
ya había tenido lugar en fecha mucho más temprana en Inglaterra58
y en Francia. En Inglaterra, el proceso se inició en tiempos de la
Reforma con el reparto de las tierras de la Iglesia, se optó en prin­
cipio por contratos a corto plazo, de unos cinco años de duración,
Pero estos contratos se fueron gradualmente reemplazando por otros
de duración más prolongada, y ya durante el siglo x v i i lo normal era
un plazo de tres vidas. Estos contratos de larga duración tuvieron
vigencia en Inglaterra a lo largo de los siglos xvm y xix y, de acuer­
do con Cooper, «alentaban a los arrendatarios a invertir en mejo­
ras».59 En Francia, por regla general la tierra se cedía por períodos
cortos, los contratos eran de seis a nueve años, aunque en la región
de París y en otras zonas muy concretas de Francia los contratos po­
dían alcanzar una duración de 99 años o tres vidas. No sería muy
prudente extraer paralelismos excesivamente estrechos entre las con­
diciones de Francia e Inglaterra por una parte y las de Bohemia por
otra. En este país la gran mayoría de arrendatarios todavía continuaba
manteniendo su situación servil, y estaba sujeta, por lo que se refería
a todo tipo de cuestiones politicolegales, a la jurisdicción de los se­
ñores. Sin embargo, se daban algunas similitudes ya que en Bohemia,
igual que en Francia e Inglaterra, y a pesar de las cargas continuas
de sus obligaciones feudales, el arrendatario producía tanto para sí
mismo como para el mercado.
La transición de la renta feudal bajo la forma de prestaciones de
trabajo, a la renta monetaria, sin lugar a dudas proporcionó nuevos
incentivos a los campesinos, recompensando su iniciativa y estimu­
lando el trabajo. La «liberación» de la población i;ural sin tierra de

57. E. Wright, Serf, Seigneur and Sovereign, Minneapolis, 1966, p. 97.


58. «En algunos casos, los dominios eran fragmentados, o arrendados a un
grupo de enfiteutas» [supra, p. 194).
59. Véase supra, p. 195.
LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL 253

las actividades agrícolas como resultado del Decreto de Prestaciones


de Trabajo de 1775 se topó con una creciente demanda de fuerza de
trabajo en las diversas empresas industriales que iban surgiendo, y
supuso una gran ayuda para su desarrollo. A lo largo de los anos
la coerción del siervo por el señor iba reemplazándose por una rela­
ción contractual entre el trabajador y el empresario, fundamentada
más en un acuerdo mutuo que en una coerción no «económica. Un sín­
toma de este cambio importante fue la actitud del gobierno manifes­
tada en un decreto del 17 de julio de 1779, que declaraba que para
asegurar una fuerza de trabajo suficiente para las manufacturas tex­
tiles «era conveniente que se dieran acuerdos mutuos realizados so­
bre las bases de convenios bilaterales que comprometieran a ambas
partes ... ya que ño se podían imponer pactos unilaterales a los sier­
vos. En la industria siempre debía darse la menor coerción posible ...
El subordinar muchos miles de siervos a un solo empresario (Fabriks-
unternekmer) no sería coherente ni con la libertad natural del indi­
viduo ni con los intereses del Estado».*50
Aunque, en teoría, seguían manteniendo su situación de siervos,
los trabajadores de las industrias en desarrollo tendían, en la práctica,
a asegurar una relación económica con el empresario, la cual era
de naturaleza contractual y fundamentada en acuerdos bilaterales. El
desarrollo industrial permitió una paulatina eliminación de las persis­
tentes sujeciones feudales y, en consecuencia, una transformación de
la fuerza de trabajo: de estar sujeta, a ser libre. Después de la decla­
ración del gobierno del 17 de julio de 1779, no podía pasar mucho
tiempo para que la servidumbre se aboliera completamente en Bohe­
mia y para que los siervos pudieran trasladarse libremente a lo largo
del país en busca de trabajo, dondequiera que ellos quisieran. Y él
paso se dio con la publicación del Decreto de Abolición de la Servi­
dumbre del primero de noviembre de 1781.61 Este decreto tuvo un
significado importantísimo para el futuro desarrollo de Bohemia con
implicaciones sociales y económicas. Supuso un hito crucial en el pro­
ceso de transición del feudalismo al capitalismo.

60. Státní Ustrední Archiv [Archivos Centrales, Praga], CG. com. 1773-
83, A 19/28.
61. El texto del Decreto de Abolición de la Servidumbre de primero d e-
noviembre de 1781 está impreso en alemán y checo en Archiv cesky, X X V
(1910), pp. 25-28.
Robert Brenner

10. LAS RAÍCES A G R AR IAS


DEL CAPITALISMO EUROPEO *

I n t r o d u c c ió n

En mi primer artículo partía de la idea de que los sistemas de dis­


tribución social de la propiedad, una vez establecidos, fijaban unos
límites estrictos e. imponían pautas generales al curso de la evolución
económica. Actuaban así para poder adjudicar a los actores econó­
micos opciones limitadas que suponían estrategias concretas, con el
fin de autorreproducirse, esto es, de mantenerse en sus posiciones
socioeconómicas establecidas. A pesar de estas premisas, mi argumen­
to básico consistió en exponer que las tendencias demográficas y
mercantiles seculares, que basta el momento habían constituido el
núcleo de las interpretaciones vigentes sobre el desarrollo económico
a largo plazo en la Europa preindustrial, adquirían un significado
económico para la distribución de la renta y el desarrollo de las
fuerzas productivas sólo en el seno de sistemas concretos e histórica­
mente desarrollados, tanto de relaciones sociales de propiedad, como
de un equilibrio específico de fuerzas de clase. En el seno de es­
tructuras de propiedad diferentes y de equilibrios de poder distintos,
las tendencias demográficas o mercantiles, juntamente con el factor

■ * Estoy profundamente agradecido a Perry Anderson, Lawrence Stone


y Geoffrey Symcox por el tiempo y el esfuerzo que han dedicado a criticar y
sugerir modificaciones a este artículo. También quiero dar las gracias a Josh
Cohén, Jon Elster, Franklin Mendels, Jon Wiener y Ellen Wood por sus estimu­
lantes comentarios.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 255

precios, presentaban diversas opciones y riesgos y, por tanto, impli­


caban respuestas dispares que tenían consecuencias desiguales para
la economía como un todo. En realidad nos encontramos que en
varias regiones de Europa, con estructuras de propiedad y relaciones
de clase diferentes, las mismas tendencias demográficas y comercia­
les originaron comportamientos económicos distintos, no sólo con
respecto a las tendencias a largo plazo relativas a la distribución de
la renta, sino a las pautas generales del desarrollo* o no desarrollo de
las fuerzas productivas. Por esta razón los procesos autónomos que
originaron estas estructuras de'clase, las desarrollaron y las transfor­
maron, tienen que situarse en el centro de cualquier interpretación
de la evolución a largo plazo de la economía de la Europa prein-
dustrial.
Iniciaba mi argumentación con la idea de que el sistema social
de propiedad feudal establecía distintos mecanismos de distribución
del ingreso y, en particular, generaba unas limitaciones para el desa­
rrollo de la producción que conducían a un estancamiento o involu­
ción de la economía. Esto era así porque imponía sobre los miem­
bros de las clases sociales preeminentes — señores feudales y cam­
pesinos— unas estrategias delimitadas para poder autorreproducirse,
las cuales, al aplicarse a las bases de la economía en sentido amplio,
eran incompatibles con las exigencias del crecimiento. En particular,
la reproducción señorial por medio de la extracción de excedente por
mecanismos extraeconómicos y la reproducción de los campesinos
por la producción de subsistencias, impedía'cualquier intento de
especialización' de las unidades productivas, de reinversión sistemá­
tica de excedentes o de innovaciones técnicas constantes. Para el
sistema establecido la consecuencia más importante de esta estructura
de reproducción —-en especial dada la tendencia a un crecimiento de
la población a largo plazo— fue generar una tendencia secular hacia
la caída de la productividad del trabajo y, en última instancia, una
crisis económica a gran escala.
Al mismo tiempo afirmaba que en Europa la irrupción de un pro­
ceso de crecimiento autosostenido dependió de la evolución paralela
de dos aspectos de las relaciones de clase. En primer lugar, del
derrumbe del sistema señorial de extracción de excedente por medio
de mecanismos extraeconómicos. En segundo lugar, del debilitamien­
to de la posesión campesina, o mejor dicho, del fracaso de cualquier
intento por parte de los campesinos en conseguir la propiedad plena
256 EL DEBATE BRENNER

de la tierra. La consecuencia de este proceso consistid en el surgi­


miento de un nuevo sistema social de propiedad, sobre todo de pro­
piedad de la tierra, donde, por primera vez, quienes organizaban la
producción y los productores directos (a menudo las mismas perso­
nas) consideraron necesario y posible un sistema de autorreproduc-
ción a partir de acciones económicas que, a gran escala, favorecieron
un desarrollo continuado de las fuerzas productivas. El hecho de que
tanto los organizadores de la producción como los mismos producto­
res directos no tuvieran acceso directo a sus medios de reproducción
o subsistencia (en especial de la posesión de'la tierra), hizo que no
tuvieran más elección para poder sobrevivir que comprar y vender
en el mercado. Esto supuso una exigencia de producir de forma com­
petitiva, reduciendo costes y obligando a una especialización, acumu­
lación e innovación óptimas. Desde una perspectiva general, los resul­
tados les favorecieron, dado el fracaso del sistema de extracción de
excedente mediante exacciones extraeconómicas; lo cual, en conexión
con la separación de los productores directos de sus medios de sub­
sistencia, generó un proceso de liberación de la fuerza de trabajo, de
la tierra y de los medios de producción, que posibilitó combinarlos
de la forma que más les beneficiara. En particular la consolidación
del sistema de relaciones señor propietario/arrendatario capitalista/
trabajador asalariado supuso una de las bases para la transformación
de la agricultura y el punto de partida del desarrollo económico que
se dio en Inglaterra a partir de la Edad Moderna, mientras que en
casi toda Europa durante el mismo período, la continuidad de diver­
sas formas sociales de propiedad, caracterizadas por la posesión cam­
pesina y por la extracción de excedente por vías extraeconómicas
(estructura fiscal del Estado francés, servidumbre en Europa oriental),
estaba en la raíz del estancamiento continuado de la agricultura y de
la posterior involución que desembocó en una crisis económica gene­
ralizada.
Finalmente, y de acuerdo con lo anterior, yo defendía la impor­
tancia de definir y analizar sistemáticamente los procesos seculares
divergentes de formación de clase, específicos de varias regiones euro­
peas en la época feudal. Para mí estos procesos divergentes condicio­
naron fuertemente las formas y las consecuencias de los conflictos de
clase que se dieron entre señores y campesinos, conflictos que, endé­
micos en la Europa bajomedieval, supusieron un preludio de las cri­
sis generalizadas de la producción feudal y de las ganancias señoría-
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 257

les. Por todo ello se puede afirmar que la base de las importantes
contradicciones regionales que caracterizaron la evolución económica
europea en el período posterior la constituían las formas diversas
de distribución de la propiedad de la tierra, que fueron surgiendo en
zonas determinadas a partir de la última reacción señorial de la época
medieval y de los conflictos de clase que la acompañaron.
Sin embargo, los elementos fundamentales de esta interpretación
han sido cuestionados. En primer lugar, lo que yo defino como diná­
mica interna de la economía feudal europea ha sido duramente cri­
ticado, ya que tanto M. M. Postan y John Hatcher como Emmanuel
Le Roy Ladurie se han reafirmado en su interpretación demográfica
del desarrollo económico a largo plazo de la Europa preindustriaL
Por su parte Guy Bois, aunque crítico con la interpretación demo­
gráfica, encuentra que mi exposición del desarrollo económico feudal
y de la formación de clases es excesivamente partidista, en particu­
lar porque no he realizado una exposición más detallada de lo que él
conceptuaba como «leyes económicas del movimiento del feudalis­
mo», y de lo que se refiere al concepto -—crucial en la interpreta­
ción de Bois— de la «caída de la tasa de apropiación feudal».
En segundo lugar, existen dudas sobre mi formulación de la di­
vergencia de los procesos de desarrollo, al margen de la última cri­
sis de las ganancias señoriales y de los conflictos de clase inherentes a
ella, de los distintos sistemas de relaciones de propiedad en varias
regiones europeas. Heide Wunder, igual que Postan y Hatcher, no
acepta mi explicación del porqué la servidumbre surgió en el este,
mientras que fue desapareciendo en el oeste. De igual manera, tanto
Boís como Patricia Croot y David Parker han cuestionado mi con­
cepción de la diferente evolución de las relaciones de propiedad en
Inglaterra y Francia, que consiste en la aparición del capitalismo agra­
rio enfrentado con la consolidación de la propiedad campesina, muy
relacionada con el absolutismo estatal.
Por último se ha polemizado seriamente sobre mi planteamiento
del modo como los diversos sistemas de propiedad, una vez con­
solidados, estructuraron modelos de evolución económica a largo
plazo cualitativamente diferentes en diversas regiones europeas du­
rante la Edad Moderna. Con todo, creo que se ha aceptado mi idea
acerca de las consecuencias nefastas que la imposición de la servi­
dumbre tuvo para la evolución a largo plazo de la economía de Euro­
pa oriental. Pero Croot y Parker, Le Roy Ladurie y J. P. Cooper han

17. — BRENNER
258 EL DEBATE BRENNER

criticado mi idea relativa a que el reforzamiento en Francia de la pro­


piedad campesina en relación con el absolutismo estatal tuvo peores
resultados para el desarrollo de la producción agrícola que el surgi­
miento de formas sociales de propiedad capitalista en Inglaterra.
En las páginas que siguen voy a resumir cada una de las objecio­
nes previas con el fin de presentar una interpretación mucho más
completa de los problemas de la evolución feudal europea y de la
transición al capitalismo. En el apartado I intentaré» una vez más,
demostrar cuáles creo que son los errores de base sobre los que se
ha construido la interpretación demográfica. En el apartado II, pre­
tendo esbozar una aproximación general de la evolución socioeconó­
mica feudal a largo plazo, para poder demostrar que esta aproxima­
ción permite comprender mejor el proceso del desarrollo económico
medieval, la distribución del ingreso y la crisis feudal, que tuvo lugar
en las diferentes regiones europeas, que lo hacen las explicaciones
tanto de la interpretación demográfica como del «declive de la tasa de
apropiación feudal» de Bois. Finalmente, en el apartado I I I y como
respuesta directa a las críticas planteadas, expondré cuál es mi opinión
sobre los orígenes de los diferentes sistemas de propiedad que sur­
gieron en varias regiones de Europa a principios de la Edad Moderna,
señalando que estos sistemas de propiedad constituyen los elementos
clave para determinar las diferentes etapas del desarrollo económico.

I. E L MODELO DEMOGRÁFICO Y LAS RELACIONES DE CLASE

Con el fin de establecer las bases que fundamentan mi propia


argumentación, planteé una crítica de las interpretaciones predomi­
nantes en la explicación de las tendencias económicas a largo plazo
que se dieron en Europa a lo largo de la Edad Media y principios de
la Edad Moderna: me refiero al «modelo demográfico», de una pre­
ponderancia abrumadora en la actualidad, y al «modelo mercantil o
de comercialización» que en estos momentos está pasado de moda.
Para ello, pace Postan y Hatcher, no pretendía, «minimizar la fun­
ción de la población» como tampoco el crecimiento del comercio «para
fomentar el cambio económico».1 Mi argumento se iniciaba aceptando,
por lo menos en líneas generales, las más importantes tendencias eco-

1. Véase supra, p. 89.


LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 259

nómicas a largo plazo descritas por los intérpretes demográficos, sin


pretender dudar de la coherencia interna, de la lógica, de los mode­
los neomalthusiano/ricardiano dadas sus premisas altamente restric­
tivas. Ello me parecía evidente puesto que mi punto de partida explí­
cito eran los grandes ciclos agrarios de doble fase pero sin generar
desarrollo, vinculados al cambio demográfico. Un crecimiento demo­
gráfico frente a una técnica estancada introduce úna fase de alza en el
ciclo al incrementar los beneficios de la tierra en relación al trabajo,
al incrementar los precios de los alimentos en relación a las manu­
facturas y al hacer descender el producto per cápita (que a veces
se interpreta como una baja de la productividad del trabajo). Final­
mente, el exceso de población se autocorrige, tiene lugar una inver­
sión de la tendencia demográfica y, a su vez, aparece una fase de de­
clive caracterizada por tendencias opuestas en el cociente tierra/tra­
bajo y en los precios relativos de factores. Este modelo cíclico de
doble fase permaneció vigente en la economía de la mayor parte de
Europa a finales del período medieval (1100-1450) y continuó pre­
dominando en amplias zonas del continente a comienzos de la Edad
Moderna (1450-1700). Mi intención no consistía tanto en negar la
existencia de estos ciclos de doble fase, como en exponer las limita­
ciones de los modelos neomalthusiano/ricardiano presentados por los
intérpretes demográficos como explicación actualizada de los modelos
a largo plazo de la distribución del ingreso, de las fluctuaciones cícli­
cas y del no desarrollo económico relacionado con lo anterior.2

1. Cambio demográfico y distribución del ingreso

Por lo que se refiere a la distribución del ingreso nadie pone en


duda que en una economía donde el potencial para incrementar las
fuerzas productivas es limitado, el crecimiento de la población pro­
ducirá un alza de los beneficios de la tierra en relación al trabajo y un
alza de los precios de los alimentos en relación a las manufacturas (y
viceversa). Postan y Hatcher van acumulando un hecho tras otro
para «demostrar» que este tipo de relaciones tuvieron lugar en la
Europa medieval, como si yo hubiera dicho lo contrario, cosa que
realmente no hice. Lo que yo quería decir era que los intérpretes

2. Véanse supra, pp. 21-38, en especial pp. 24-27 y 31.


26Q EL DEBATE BRENNER

demográficos se habían equivocado al intentar aplicar este modelo de


ganancias de factores demográficamente determinados para explicar
la distribución del ingreso entre las clases sociales. Para poder hacer­
lo se han visto obligados a identificar — creo que ilegítimamente—
la evolución de las relaciones de dase con el modelo demográfico. Por
otra parte, cuando han podido evitar este peligro se han visto obli­
gados a introducir las relaciones de clase muy a su manera con el
fin de explicar los procesos de distribución de ingresos que sus mode­
los no podían explicar. Pero hacer esto no es más que dar por sen­
tado lo que se intenta probar.
Mi argumento consistía en que las modificaciones de la escasez re­
lativa de factores con efectos sobre los cambios demográficos tenían
alguna consecuencia en la distribución del ingreso en la Europa me­
dieval únicamente si se refractaban, por así decirlo, a través del
prisma de las oscilantes relaciones sociales de propiedad y de los
equilibrios fluctuantes de las fuerzas de clase. Por tanto, cualquier
consecuencia en la distribución del ingreso, ocasionada por cambios
demográficamente inducidos de los precios o de la relativa escasez
de factores, dependía estrictamente de la cantidad de tierra poseída
libremente tanto por los señores como por los campesinos. Era esta
distribución la que determinaba hasta qué punto los señores o los
campesinos podían beneficiarse potencialmente de los cambios en el
cociente tierra/trabajo. Por supuesto que a lo largo de casi todo el
período medieval, ni los señores ni los campesinos poseían libremente
la tierra^ sino que ésta era «poseída» por campesinos que estaban su­
jetos alas exacciones señoriales, las cuales, en teoría, eran fijas, pero
en la realidad eran fluctuantes (éste era el caso de la tierra tenida en
régimen enfitéutico por los campesinos). La consecuencia, si hubo
alguna, de los cambios demográficos en la distribución del ingreso
entre los señores y los campesinos enfiteutas dependía exclusivamen­
te de que los campesinos consiguieran establecer censos fijos o que
los señores retuvieran el poder para modificarlos a su antojo. En el
primero de los casos, los campesinos tenían algo similar a la propie­
dad plena de la tierra, apropiándose de la mayor .parte de sus frutos.
En el segundo, los señores podían apropiarse de una renta que podía
ser menor, igual o incluso mayor que la renta que se fijaba en el
mercado por la misma cantidad de tierra, lo que dependía del poder
que ejercían sobre sus enfiteutas y de la voluntad de ejercer este
poder. Una vez más, un sistema de distribución previamente estable­
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 261

cido —en este caso la capacidad de coerción— definía el significado,


de las fuerzas de mercado demográficamente determinadas.
Para dar cabida a las consideraciones anteriores, los intérpretes
demográficos se han visto más o menos forzados a tratar la extrac­
ción de excedente o las relaciones de clase como una variable: depen­
diente de sus modelos de población. Para poder explicar las tenden­
cias en la distribución del ingreso en la Europa í^edieval en términos
de comportamiento de la población, se han visto obligados, explícita
o implícitamente, a defender que. el desarrollo demográfico no deter­
minó tan sólo la relación precios/escasez de factores, sino también
la distribución del poder y de la propiedad. Afirman, tal como lo
hacen Postan y Hatcher en su contribución, que el crecimiento de­
mográfico del siglo x m no provocó tan sólo un alza del precio de
la tierra, con respecto al de la fuerza de trabajo, sino que contribuyó
al incremento de la capacidad del señor para imponer derechos sobre
sus colonos (intensificación de la servidumbre) y, desde una perspec­
tiva más general, a la prosperidad señorial en Inglaterra.3 Ai mismo
tiempo plantean que el declive demográfico medieval determinó no
tan sólo la oposición precios/escasez de factores, sino también el de­
clive de la servidumbre en Europa occidental.4
Por mi parte tan sólo quisiera replantear que esta línea argu-
mental puede rechazarse demostrando, tal como lo hice en mi primer
artículo, que los mismos comportamientos demográficos en —prác­
ticamente— el mismo período se vieron acompañados por tenden­
cias opuestas en la distribudn del ingreso en diversas regiones euro­
peas. Durante el cambio del comportamiento de la población á fines
del siglo x i i y durante el siglo x m , en Inglaterra se dio una varia­
ción que, grosso modo, favoreció a los señores en perjuicio de los

3. «La razón por la que los señores no tan sólo' deseaban incrementar el
peso de las prestaciones personales, sino también "salirse con .la suya”,'n o es
difícil de entender. Con la creciente escasez de tierra y con una prolongada
lista de espera por conseguirla, el poder económico del señor sobre sus colonos
era difícilmente resistible.» M. M. Postan, «Medieval Agrarían Socíety in its
Prime: England», Cambridge "Economic Hisíory of Europe, I, 2.” ed., p. <508.
Véase supra, p. 92. Véase también infra, p. 293, n. 50.
4. «Al final las fuerzas económicas hirieron valer sus propios derechos,
y tanto los señores como los grandes arrendatarios decidieron que el modo
más efectivo para retener a los trabajadores era pagarles salarios más elevados,
igual que el modo más efectivo para retener a los colonos era disminuir ías
rentas y eximirles de obligaciones serviles.» Postan, op. cií., p. 609,
262 EL DEBATE BRENNER

campesinos. Esto fue posible gracias a la interrelación del refuerzo


de la propiedad señorial (dominios estables en expansión) y del re­
fuerzo del señorío, es decir, de la creciente capacidad de los señores
para crear exacciones arbitrarias sobre las tierras cedidas a censo.
Pero en Francia y bajo las mismas condiciones, se dio una variación
totalmente opuesta en la distribución del ingreso: esta vez la balanza
se inclinaba a favor de los campesinos. Esto fue posible gracias a la
conjunción del debilitamiento del señorío (se establecieron censos fi­
jos) y del debilitamiento del control señorial sobre la propiedad (re­
ducción de la extensión de los dominios). Dqrante el período de de­
clive demográfico a fines de la época medieval, en Europa occidental
se dio una desviación de la tendencia a largo plazo a favor de los
intereses de los campesinos frente a los intereses de los señores, que
se manifestó con el declive de la servidumbre. Pero desde el siglo xv
en adelante, y por lo que se refiere a Europa oriental, especialmente
a Alemania del este, ocurrió exactamente lo contrario.5
Al parecer, Postan y Hatcher rechazan no tan sólo el contenido de
mi argumentación, sino su método, su «lógica». Un tanto retóricamen­
te se preguntan «si Brenner quiere decir que ningún factor causal
puede demostrarse como cierto a menos que se muestre que produce
idénticos resultados en circunstancias totalmente diferentes».6 Pero su
pregunta puede fácilmente contestarse con otra pregunta: ¿pretenden
Postan y Hatcher realmente argumentar que una explicación histórica
es correcta cuando el factor que se atribuye a la causa (incremento
y/o declive demográfico) puede demostrarse que produce efectos anta­
gónicos (en términos de distribución del ingreso) en iguales condicio­
nes? ¿Pueden negar que, en particular, las zonas rurales de Francia
e Inglaterra a fines del siglo xn y a lo largo del x m son realidades
que no tiene sentido comparar, tal como yo sugería, a pesar de ser
tan similares sus respectivas estructuras agrarias, y de estar tan ínti­
mamente relacionadas? Parece ser que no, puesto que ambos autores

5. A la vista de las dudas planteadas por las afirmaciones precedentes


(I. Blanchard, «Review of Periodical Líterature, 1977», en Econ. Hist. Rev.,
2.a serie, X X X II (1979), p. 137, véanse más adelante, pp. 287-299, donde se
muestra la existencia de tendencias divergentes en la distribución de ingresos
que con tendencias demográficas iguales se originan a partir de una evolución
diferente de relaciones sociales de propiedad y de equilibrio de poder (si­
glo xm : Inglaterra/Francia. Siglo xv: Europa occidental/Europa oriental),
6- Vé^se supra, p. 85,
LAS RAICES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 263

en su contribución — cierto es que de forma bastante peculiar— pre­


tenden indicarme el contraste entre el declive del régimen señorial en
el norte de Francia en el siglo xnr y su consolidación en Inglaterra
durante el mismo período, en relación a un comportamiento demográ­
fico similar, como uno de «los mejores ejemplos de procesos contra­
dictorios», obviamente mejores que los que yo defendía.7 ¡Pero da la
casualidad de que éste era uno de los dos ejemplos más importantes .
de análisis comparativo que yo utilizaba! 8..En el*mismo sentido debe
preguntarse si Postan y Hatcher pueden afirmar seriamente que las
sociedades de Alemania occidental (donde a lo largo de la Edad Media
se produjo un declive'de la servidumbre) y oriental (donde a finales
del siglo xv comenzó a consolidarse) no pueden compararse de manera
fructífera porque son demasiado diferentes. Yo no lo creo así. Ale­
mania oriental se desarrolló como una extensión colonial de Alemania
occidental con fundamentos muy similares de organización socioeco­
nómica, tan sólo en época relativamente reciente. Como el mismo
Postan defiende en otro trabajo «en las primeras fases de la conquista
y del asentamiento germánico, las sociedades del este y del oeste se
diferenciaban más en cuestiones de forma y detalle que en su misma
esencia interna».9

7. Véase supra, p. 87.


8. Véanse supra, pp. 34-35. Esta omisión por parte de Postan y Hatcher
resulta especialmente extraña, ya que a lo largo de tóda su crítica subrayan
que «Brenner atrae nuestra atención sobre la desaparición de la servidumbre
en Normandía y en la región de París» (supra, p. 91).
9. M. M. Postan, «Economic Relations between Eastern and Western
Europe», en G. Barraclough, ed., Eastern and 'Western Europe in tbe Middle
Ages, Londres, 1970, p. 167. Da la impresión que más adelante Postan y Hatcher
quieren plantear que no es adecuado comparar Alemania oriental y occidental
a partir del período bajomedieval («circunstancias totalmente diferentes») por­
que el auge d d mercado internacional de cereales estimuló su producción en
el este con el fin de exportarlos y ello impulsó el auge de la servidumbre (véan­
se supra, pp. 85-86). Pero este argumento es difícil de aceptar ya que el im­
pacto del mercado internacional de cereales se hizo sentir tanto en Europa
oriental como en Europa occidental. D e hecho constituye otro punto de seme­
janza y no de diferencia, en el proceso histórico de las dos regiones, por lo
que no pudo tener significado alguno en las diferencias que se dieron entre
estas dos zonas de Europa. Más adelante trataremos este tema con más aten­
ción, pero, por el momento, basta con citar esta afirmación de Postan: «El
proceso de desarrollo económico y social de Europa oriental era completamente
distinto al de Europa occidental, e incluso sería distinto sin la concurrencia del
comercio», Postan, «gcononjic Relations bef\veen Easfern a,nd Western Europe»,
264 EL DEBATE BRENNER

Por supuesto que el objetivo del análisis comparativo no consistía


en desafiar el hecho de que el crecimiento/declive de la población, al
determinar cambios en la relación precios/escasez de factores, plan­
teara problemas y ofreciera oportunidades para los señores y los cam­
pesinos durante y con posterioridad al período medieval. La idea
consistía en negar que estos cambios en las fuerzas de oferta/demanda
pudieran, por sí mismos, determinar la distribución del ingreso. A ve­
ces los intérpretes demográficos aceptan esta situación, aunque sea
implícitamente, ya que en ocasiones se refieren al desarrollo (que ellos
no explican) de las relaciones de clase, para explicar las tendencias en
la distribución del ingreso, inexplicables en términos del movimiento
de la población. De hecho Postan y Hatcher en su contribución afir­
man sin mucha convicción que los intérpretes demográficos «no han
sostenido que un crecimiento en la población conduzca invariablemen­
te a una intensificación de la servidumbre y a un descenso irreversible
de la población».10 Pero si esto no es así, surge inmediatamente la
pregunta: ¿qué condiciones influyeron, y cuáles no, sobre el auge/de­
clive de la población? El mero hecho de plantear esta cuestión supo­
ne, en mi opinión, reconocer que las fuerzas demográficas, por sí mis­
mas, nada explican sobre el modo como se distribuye el ingreso. Para
aclarar este fenómeno, lo que realmente cuenta es ofrecer una expli­
cación sistemática de la evolución (contrapuesta) de las relaciones de
clase agrarias en la Europa preindustrial.11

p. 167 [el subrayado es m ío]. Para una afirmación similar, véase M. M. Postan,
«The Chronology of Labour Services», Tram, Roya. Hist. Soc., 4.a serie, X X
1937), pp. 192-193- Véase también infra, p. 333 y n. 128,
10. Véase supra, p. 87.
11. En un reciente artículo, Hatcher me atribuye una postura totalmente
contrapuesta a la que presenté en mi primer artículo. Afirma que, desde mi
punto de vista, los señores feudales podían determinar la distribución del
ingreso medíante la utilización de poderes ilimitados sobre sus campesinos.
Pero esto obviamente no tiene fundamento alguno, ya que la ¿cuestión explícita
del análisis comparativo que constituía el núcleo de m i estudio consistía en
que bajo condiciones económicas «objetivas» similares (demográficas o mercan­
tiles), tanto los señores como los campesinos podían beneficiarse unos a expen­
sas de otros, en función de la coherencia y de la fuerza de su organización
social interna (es decir, de su estructura de clases); finalizaba diciendo que
para entender los procesos divergentes de la distribución del ingreso en la
Europa preindustrial, era preciso analizar los procesos concretos de formación
y de conflictos de clase que caracterizaron 4 tes diferentes regiones europeas.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 265

2. El gran ciclo agrario

Las dificultades con las que se enfrentan los intérpretes demográ­


ficos para explicar sus ciclos de estancamiento económico a largo
plazo son tal vez tan espinosas como las relativas a la distribución
del ingreso. Nadie puede negar que un incremento demográfico con­
tinuado, frente a una baja de la productividad del trabajo, tarde o
temprano genera un desequilibrio entre población y recursos y, en
última instancia, un empobrecimiento generalizado, hambre y muerte.
La superpoblación acarrea, por lo tanto, una caída demográfica equi-
libradora que conduce a la inversión del cociente tierra/trabajo, y a
un nuevo impulso del crecimiento demográfico: nos encontramos así
frente al ciclo autocorrectivo de dos fases. No hay razón alguna para
desafiar la lógica de este modelo, de acuerdo con sus premisas, como
tampoco puede dudarse de que la mayor parte de las regiones de
Europa occidental, en la época medieval, se caracterizaron por un
gran ciclo agrario de doble fase. Lo que se cuestiona es la utilidad
del modelo malthusiano para definir con precisión el marco especí­
fico de este gran ciclo agrario.
En primer lugar la aparición de una superpoblación estuvo directa
y estrictamente relacionada con la distribución del ingreso y de la
riqueza, sin mencionar la disponibilidad de tierra no cultivada; Él

Véanse supra, pp. 31-38, y J. Hatcher, «English Serfdom and Villeinage», Past
and Present, n ° 90 (febrero 1981), p. 4. Curiosamente en el mismo artículo,
Hatcher acepta algunos de los argumentos centrales de mi primera aportación,
ya que, de manera implícita, ataca, a partir de los mismos presupuestos que
yo utilicé, la posición de los intérpretes demográficos que él y Postan defen­
dieron en su contribución a este debate, pero sin hacer referencia alguna a la
misma. En concreto, Hatcher concluye, igual' que hice yo, que «para los cam­
pesinos medievales no libres el reforzamiento de la costumbre se oponía a los
derechos y poderes de sus señores. Por tanto, aunque las tendencias y fluctua­
ciones económicas y demográficas generaban invariablemente poderosas fuerzas
de cambio, un conjunto de influencias sociales, políticas y legales actuaban
sucesivamente sobre ellos, a veces equilibrando su impacto, a veces rechazán­
dolos, y a veces revocándolos. Los cambios a nivel de población o de oferta
de tierra podían hacer que el trabajo o la tierra escasearan o aumentaran, pero
para los colonos, tanto a merced del poder del señor o arropados por la cos­
tumbre, estos cambios por sí solos no podían determinar la cantidad y la natu­
raleza de la renta que pagaban» (p. 37. El subrayado es mío). Y todavía más,
«podemos... establecer con seguridad que el resultado raramente (o tal vez
qunca) fu? fruto tan splo de las fuerzas del mercado» (p. 36).
266 EL DEBATE BRENNER

denominado techo demográfico, teniendo en cuenta que los señores


tenían la tierra y extraían un excedente de los campesinos, pudo reba­
jarse de dos maneras: directamente, como resultado de la detracción
para el uso improductivo de los señores de bienes de consumo del
campesinado; e indirectamente, como resultado de la pérdida de unas
reservas potenciales que permitirían incrementar las fuerzas de pro­
ducción de los campesinos por medio de la inversión y la innovación.
Postan y Hatcher consideran las alusiones a las relaciones de clase
para explicar el techo demográfico como algo confuso, ya que, even-
tualmente, se pudo dar una superpoblación balo las mismas condi­
ciones que en el período medieval. Pero como más adelante veremos,
en distintas situaciones de balanzas de poder y de propiedad entre
señores y campesinos, en regiones diversas, el crecimiento demográfi­
co generó una superpoblación a partir de densidades demográficas
dispares, en distintos momentos y con efectos socioeconómicos muy
desiguales.12
En segundo, lugar, se supone que el mecanismo malthusiano ha
funcionado como un proceso de reajuste homeostático para equilibrar
la población trabajadora con los recursos potenciales de la sociedad
(teniendo en cuenta el nivel tecnológico existente). Pero, en realidad,
este requisito previo no tuvo necesariamente que cumplirse en la
Europa preindustrial, dado que la producción y la distribución esta­
ban muy condicionadas por las relaciones de extracción de excedente
entre señores y campesinos. Por tanto, el funcionamiento del sistema
socioeconómico no se dirigió tan sólo a equilibrar la población activa
y sus necesidades con la producción total, sino también permitió
nivelar el excedente extraído de los productores directos, con necesi­
dades de las clases dirigentes no productivas. Permaneciendo constan­
te el resto de las variables, una caída de la población activa como
respuesta a una superpoblación habría permitido nivelarla con una
producción total potencial. Pero podía darse el caso de que no ocu­
rriera así: es decir, podía suceder que el resto de las variables no
permaneciera constante. Un descenso del total de productores direc­
tos tendería simultáneamente a reducir el ingreso de los señores, ya
que el nivel de este ingreso, al permanecer constante la tasa de extrac­
ción de excedente, estaba en función del número de colonos existen­
tes. En consecuencia y con el fin de mantener o incrementar sus

12. Véanse supra, pp. 89-90 ss.; también infra, pp. 313-314.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 267

ingresos, los señores, frente a un descenso de la población, se vieron


obligados a intentar extraer una mayor cuantía de cada campesino, así
como intentar otras vías de apropiación (latrocinio, guerra o simila­
res). Por lo menos en potencia, el resultado pudo ser un desajuste
de la producción que, a su vez, podía generar un declive demográfico
posterior, más que retornar a una situación de equilibrio.
De hecho, la caída de la población no consiguió* restablecer las
condiciones para una recuperación económica (de acuerdo con los
principios malthusianos) en la mayor parte de Europa a partir de
mediados del siglo xiv. Afectados por el descenso de sus ingresos
(como resultado de un menor número de campesinos que pagaban
renta), los señores echaron mano de su capacidad coercitiva, incre­
mentando las exacciones (rentas y derechos señoriales) y generando
luchas intestinas. Así se iban debilitando las fuerzas productivas del
campesinado, ocasionando un descenso demográfico adicional. El resul­
tado fue una espiral descendente más que un reajuste malthusiano.
Por lo menos en algunos lugares, la población permaneció a un nivel
muy bajo durante un período bastante prolongado. Este fracaso del
reajuste a largo plazo durante el período medieval fue lo que pro­
porcionó su marco espectacular al gran ciclo agrario definido por Le
Roy Ladurie, pero su explicación va más allá de la influencia del
modelo malthusiano.13

3. Del estancamiento malthusiano al desarrollo económico

Resumiendo, debido a que los intérpretes demográficos no inte­


gran sus explicaciones del gran ciclo agrario en una teoría del atraso
y del desarrollo económicos, no pueden ofrecer una explicación satis­
factoria, tanto para la forma específica de estancamiento que ellos han
definido, como para las fuerzas que han permitido la ruptura de este
estancamiento hacía un crecimiento económico regular: avance en la
especialización, inversión de capital, cambio tecnológico. En otras
palabras, no pueden explicarnos el porqué su planteamiento malthu-

13. Véase en especial G. Bois, Crise du féodaUsme, París, 1976. Tam-;


bién infra, pp. 315-323. Le Roy Ladurie es consciente de estos problemas y
los explica en términos de guerra y enfermedad; véanse supra, p. 127, y
Le Roy Ladurie, «L’histoúe immobile», Anuales E .S .C ., X XIX (1974), pp,
680-686.
268 EL DEBATE BRENNER

siano del no desarrollo de las fuerzas productivas es aplicable a todo


un período, pero, de pronto, deja de serlo. Esta debilidad explicativa
queda especialmente manifiesta en el hecho de la subida de los precios
de los alimentos, una de las características de la fase de alza del gran
ciclo agrario. Esta subida posibilitó incrementar los beneficios de
quienes consiguieron especializarse, invertir y mejorar su capacidad
tecnológica. Pero estos incentivos de mercado, inducidos demográfica­
mente, no consiguieron generar una respuesta productiva en la mayor
parte de Europa durante el siglo x n i y comienzos del xiv, o durante
el xvi y principios del xvn, aunque parece tjue estimularon el inicio
de la transformación agraria en Inglaterra a principios de la Edad
Moderna.14 ¿Cuáles son las razones, de esta diferencia, y cómo pueden
explicarse en términos demográficos?
En su contribución, Le Roy Ladurie dice que su modelo demográ­
fico es aplicable a toda Europa occidental,15 aunque reconoce que
Inglaterra se apartó de la tendencia malthusiana a comienzos de la
Edad Moderna. Pero esto parece una contradicción. Le Roy Ladurie
intenta explicarla afirmando que «su modelo homeostátíco también
integra una tendencia unilineal hacia el capitalismo agrario»,16 aunque
no especifica ni las fuentes de esta «tendencia», ni las razones de su
aparente dirección unilineal. En cierto momento, admite que algunas
actuaciones concretas de los señores permitieron la creación de con­
diciones sociales para el desarrollo económico; así ocurrió con la
expulsión de los campesinos de sus tierras y con la subsiguiente con­
solidación de explotaciones unificadas y extensas.17 Pero con ello no
hace más que plantear el problema, ya que desde el siglo xv en ade­
lante, en casi toda Europa los señores respondían de modo diferente
a condiciones demográficas más o menos similares. No hubo un
«impulso unilineal» hacia el capitalismo. En la Europa del este la
acción de los señores se dirigió a consolidar la servidumbre de sus
colonos, iniciando un proceso de crecimiento altamente restrictivo.18

14. Véase P. Bowden, «Agricultural Prices, Farm Profits, and Rents»,


en J, Tbirsk, ed., The Agravian Hisiory of England and Wales, IV: 1500-
1640, Cambridge, 1967.
15. Véase supra, p. 128.
16. Véase supra, p, 127.
17. Véase supra, p. 130.
18. Le Roy Ladurie en su contribución a este debate niega que los pro­
cesos de desarrollo ele h Europa oriental puedan ser comparados correctamente
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 269

En Francia, tal como Le Roy Ladurie nos informa en una de sus


publicaciones, a pesar de los esfuerzos de ciertos monopolizadores
rurales, la propiedad campesina permaneció casi intacta: las parcela­
ciones (morceílement) superaron a las concentraciones (rassemble«
m ent)19 consolidándose al mismo tiempo el absolutismo estatal, Esto
supuso una repetición del modelo medieval previamente establecido:
un descenso de la productividad que generó crisis de población y
producción. Por último, la acción directa de los señores para debi­
litar la posesión campesina, allanó en Inglaterra el camino para el
surgimiento de una estructura agraria capitalista que ya nos es fami­
liar, consolidando el aumento de la productividad agrícola y todo el
desarrollo económico posterior. El subrayar estas divergencias supo­
ne, por una parte, poner en duda la afirmación de Le Roy Ladurie
sobre la existencia de un «impulso unilineal», y, por otra, plantear
la cuestión denlas diferentes respuestas que adoptaron las clases feu­
dales dominantes frente a problemas y condiciones similares: como
proteger su situación frente al declive demográfico bajomedieval y al
subsiguiente desarrollo de la población, el comercio y la industria
a principios de la Edad Moderna. Para mí esto supone plantear inevi­
tablemente el problema de las trayectorias opuestas en la formación
de clases en el seno del feudalismo europeo, y las luchas de poder
que las fundamentaron. Aunque para Le Roy Ladurie esta línea de
investigación es inadmisible, puesto que «en su perspectiva final, el
sistema abarca su propio destino; el efecto del conflicto es puramente
superficial».20

con los de la Europa occidental, aunque en otros escritos, curiosamente, esta­


blece esta comparación y con la misma intención que yo lo hago: para ayudar
a comprender el declive de la servidumbre y el reforzamiento del campesinado
en Europa occidental en general y en Francia en particular. Véanse supra, pp. 128-
129, y también «Les masses proíondes: la paysannerie», en F. Braudel y E. La-
brousse, eds., Histoire économique et sacíale de la France, 4 vols., in 7, París,
1970-1980, I, 2.a parte, pp. 526 ss.
19. Véase E. Le Roy Ladurie, Les paysans du Languedoc, 2 vols.,
SEVPEN, París, 1966, I, pp. 8 y passim.
20. Le Roy Ladurie, «L‘histoire immobile», p. 689, citado por Bois, supra,
p. 132, n. 5 [el subrayado es mío].
270 EL DEBATE BRENNER

II. E structura y o r g a n iz a c ió n d e clase


y d esa r r o ll o feu d al en la E uro pa m e d ie v a l

Le Roy Ladurie se opone a mi planteamiento sobre cómo las


relaciones de clase o de propiedad influyeron en el desarrollo econó­
mico, y me acusa de una identificación engañosa entre «lo económi­
co» y «lo político». Este autor al referirse a las «clases dirigentes
y/o extractoras de excedente» opina que he adoptado una «asimila­
ción simplista entre poder (político) y plusvalía (económica)». Para­
dójicamente Bois, que escribe desde un punto de vista claramente
marxista, me atribuye los mismos cargos; para Bois, yo utilizo un
marxismo «político» y «voluntarista», con una excesiva preocupación
por la manía de la lucha de clases que me impide distinguir con
claridad «la ley económica interna» de la sociedad feudal, que para
Bois no es más que «la caída de la tasa de apropiación feudal».21
A pesar de estos comentarios considero que para mi planteamiento
es ineludible el que una «fusión» (para expresarlo de alguna manera)
entre «lo económico» y «lo político» constituye la característica defi-
nitoria y fundamental de la estructura de clases y del sistema de pro­
ducción feudal. En su contexto histórico, esta característica se paten­
tizó en el hecho de que las condiciones «económicas» para la repro­
ducción de la clase dirigente —los ingresos que necesitaban para su
forma de vida— dependieron de un sistema de extracción de trabajo
excedente de los productores directos, caracterizado por una compul­
sión extraeconómica («política»). Por su parte, las diversas formas de
desarrollo de este sistema de extracción de excedente por mecanismos
extraeconómicos, en conexión y en conflicto con el desarrollo de las
fuerzas productivas llevado a cabo por los campesinos poseedores de
los medios de subsistencia (tierra, utillaje, etc.) ofrecen la clave indis­
pensable para comprender la evolución de la economía feudal europea:
sus propias pautas de desarrollo agrícola y democrático como resultado
de un descenso de la productividad del trabajo; sus características
formas improductivas de producción industrial y de intercambio,
dominadas por la elaboración y circulación de mercancías de lujo
para contentar las necesidades «políticas» de la clase dirigente seño­
rial; y sus crisis específicas, manifestadas por el agotamiento de las
fuerzas productivas (entre las que se hallaba la misma población acti-

21. Véanse supra, pp. 126 y 140.


LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 271

va), por el descenso de las ganancias señoriales y por la reacción seño­


rial, así como por las formas en que el sistema iba modificándose
mediante diferentes estrategias de producción social.

1. Generalizaciones en torno al desarrollo y a la crisis feudal


V . . . .

a) Posesión campesina y extracción de excedente por medios


extraeconómicos. Como regla general del sistema económico vigen­
te en la mayor parte de Europa durante el período medieval y
comienzos de la Edad Moderna, las actividades productivas las reali­
zaban campesinos en «posesión» de la tierra y del utillaje necesario
para procurarse su subsistencia. Entrecomillamos la palabra «pose­
sión» por su carácter ambiguo y conflictivo—la condicionalidad de
la propiedad feudal— que de hecho es la clave del proceso del desarro­
llo feudal. La reproducción de los campesinos, af poseer éstos de
forma relativamente estable y segura sus medios de subsistencia, no
requería una intervención económica ni una contribución productiva
por parte de los señores. La propiedad simple de otras tierras (domi­
nios y /o grandes explotaciones) era insuficiente para obtenerse un
excedente de los campesinos ya que éstos no estaban bajo ninguna
obligación que les exigiera trabajar en la tierra del señor recibiendo
a cambio un salario, o bien pagar una renta en dinero para librarse
de realizar este tipo de trabajo. Los señores, para asegurarse una
renta — esto es, para conseguir que los campesinos les cedieran parte
de su fuerza de trabajo o de su producción— tenían que poder ejer­
cer algún control sobre las personas de los campesinos. Y ello fue
factible gracias a la capacidad para ejercer directamente este poder.22
22. Esta situación puede contrastarse con la que caracteriza a la economía
capitalista donde la clase obrera, para poder sobrevivir, tiene que vender su
fuerza de trabajo a los capitalistas a cambio de un salarlo; tienen que generar
una plusvalía (beneficio) precisamente porque no poseen los medios de produc­
ción y por tanto no pueden proveerse directamente de su subsistencia o, alter­
nativamente, producir mercancías para vender en el mercado. Por su parte, los
capitalistas tienen que apropiarse de la plusvalía sin necesidad de ejercer direc­
tamente una coerción «política» sobre los productores directos, ya que el
monopolio capitalista de los medios de producción les permite ejercer una coer­
ción «económica» sobre los trabajadores, quienes se ven obligados a depender
de los capitalistas para su supervivencia. El poder del Estado tan sólo es .nece­
sario para asegurar la protección de la propiedad de la clase dirigente y reforzar
los intercambios contractuales entre el capital y el trabajo.
272 EL DEBATE BRENNER

Se tendía a asegurar -la posesión campesina bien por el creciente


reforzamiento de las comunidades campesinas y de las oportunidades
de movilidad de los campesinos (en la medida en que hubiera tierra
libre y disponible), bien como resultado de la división de la sobe­
ranía que caracterizaba la normativa señorial (es decir, la autonomía
y la mutua separación de señoríos individuales, su autosuficiencia
política, que constituía el lado opuesto de su acceso directo a los
medios de coerción). Una soberanía dividida implicaba competencias
entre señores e impedía cualquier tipo de colaboración mutua; por
consiguiente obligaba a los señores a ceder tierra a los campesinos
sobre bases más o menos permanentes, como un incentivo para que
permanecieran en sus tierras y pagaran sus censos. Incluso así, y como
consecuencia de la dispersión de poder entre señoríos individuales,
la división de la soberanía también dificultaba el que los campesinos
pudieran obtener la propiedad plena de la tierra en la medida en que
les obligaba a acogerse a la «protección» de algún señor, con el fin
de evitar que otros señores les arrebataran sus tierras. En última ins­
tancia la posesión campesina quedaba muy limitada por el poder
señorial. De hecho, los señoríos individuales podían acumular poder
y los señores como clase podían atenuar su competencia interna e
incrementar su colaboración, con lo que superaban los efectos de la
división de la soberanía; y, asimismo, podían intensificar su situación
de dominio e incluso amenazar la posesión campesina. En conse­
cuencia es preciso entender que la forma y las condiciones que defi­
nían las posibilidades de los señores — como individuo y como cla­
se— para ejercitar su poder sobre la renta como relación social
(expresado sobre todo por los cambios en la naturaleza y en la efica­
cia de su autoridad politicojurisdiccional sobre el campesinado) cons­
tituyeron la esencia de su formación como clase dirigente y marcaron
profundamente las líneas de desarrollo de todo el sistema de pro­
ducción.
Tendría que quedar claro de una vez por todas que, bajo deter­
minadas circunstancias, las clases dirigentes feudales podían obtener
un excedente de los campesinos sin tener que recurrir a la normativa
feudal formalmente establecida en torno a la compulsión extraeconó-
mica, esto es, únicamente sobre la base de la propiedad de la tierra,
e incluso sin monopolizarla. Donde la clase campesina en conjunto
no disponía de tierra suficiente para garantizar su subsistencia, algu­
nos de sus miembros no tuvieron más elección que arrendar tierra
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 273

y /o enajenar su fuerza de trabajo convirtiéndose en asalariados. En


esta situación era inevitable el ceder sin recibir recompensa alguna
parte de su producción al señor.
Esta situación solía darse de manera espontánea, como resultado
"del crecimiento demográfico que caracterizó al campesinado europeo
con posibilidades de acceso a la tierra («posesión»), por lo tóenos a
partir de 1050. Dentro de ciertos límites (dejando a un lado, por el
momento, la mortalidad exógena, las enfermedades, etc.), la tasa
de crecimiento demográfico estaba en función de la edad al casarse,
ya que la fecundidad al parecer permaneció a niveles más o menos
constantes. La edad al casarse, por su parte, dependía de las posibi­
lidades que existían para la creación de un núcleo familiar indepen­
diente y, en particular, de la ^posibilidad de conseguir un trozo de
tierra cultivable. Dando por supuesto la posesión campesina y la posi­
bilidad correlativa de subdividir las tenencias (ambas cosas suscepti­
bles de limitaciones más o menos, estrictas que dependían de la fuerza
del régimen señorial y del peso de las cargas señoriales), los padres
podían ceder sus tenencias como una estrategia de continuidad de la
familia, y los hijos confiaban en recibir una tenencia a edades relati­
vamente tempranas, Al parecer se consolidó un modelo europeo
noroccídental de matrimonio relativamente temprano que, por su
parte, consolidó de manera un tanto rápida las tasas del crecimiento
demográfico medieval, modelo que tuvo una evolución y un cambio
ciertamente lento, incluso frente a la disminución de las oportunida­
des económicas que acompañaron la excesiva división de las tenencias
(.morceílement).23' A largo plazo, la tendencia se orientó hacia una
superpoblación, la cual generó una demanda de tierra creciente,
creando la posibilidad de obtener rentas cada vez más elevadas sin
tener que recurrir para lograrlo a las presiones directas o a los con­
troles extraeconómicos.
Incluso así, las posibilidades de lo que podría calificarse como
extracción de excedente demográficamente condicionado eran muy
limitadas y tan sólo ofrecían, a largo plazo, unas bases no muy segu­
ras para la continuidad de la hegemonía de los señores. Esto se debía

23. Una interpretación del crecimiento de la población en la Inglaterra •


medieval sobre la base de la temprana edad de acceso al matrimonio relacionada
con la subdivisión de las tenencias, y, a su vez, de la posesión campesina, se
encuentra en G. Bois, Crise du f é o d a l i s m e , 331; C. Howell, «Stability and
Change, 1300-1700», Jl. Peasant Studtes, II (1975).

18. — B R 2 N X C R
274 EL DEBATE BRENNER

principalmente a dos razones. Por una parte, la forma y las condicio­


nes del crecimiento demográfico, que al generar la posibilidad del
surgimiento de un grupo rural semiproletario/semicampesino po­
dría determinar un cambio en la distribución del ingreso entre las
clases, dependían del sistema de distribución de la tierra: extensión
- —relativa y absoluta— de las tierras de los señores (dominios en los
que tenían toda la libertad para fijar rentas económicamente rentables)
en contraste con la de los campesinos (posesión dominio útil): aun­
que no hay por qué suponer que este sistema de distribución favore­
ciera a los señores. Por otra parte, en la medida, en que el ingreso
señorial dependía únicamente de la propiedad de la tierra, es decir,
que los señores no tenían acceso extraeconómico al trabajo o a lá
producción de los campesinos, la posibilidad de obtener un incremento
de la renta (no importa cuánta tierra dominical controlaran) exigiría
una superpoblación y los ingresos señoriales, en el caso de una brusca
caída de la población, se verían, por tanto, seriamente amenazados.
De hecho y en sucesivos momentos coyunturales durante el período
bajomedieval, algunos sectores de la clase dirigente feudal europea
padecieron: a) de una falta de tierra que les permitiera aprovecharse
del incremento de la población por lo que se refiere a los siglos x n
y x m ; y/o b) de una reducción en la población que dificultó la
obtención de una renta procedente de las tierras que poseían, en lo
que se refiere a los siglos xiv y xv. Estas situaciones evidencian, en
última instancia, la dependencia del señor de las instituciones que le
permitían extraer un excedente mediante compulsión extraeconómica,
que le obligaba a intentar por vías distintas la reconstrucción y/o. la
reforma de estas instituciones.
En resumen, pace Le Roy Ladurie, es imprescindible «asimilar lo
económico y lo político», precisamente para poder definir de forma
pertinente a «las clases dirigentes, extractoras de excedente» en la
sociedad feudal y comprender, así, las bases de su predominio. A lo
largo del período medieval y moderno, la existencia y la reproducción
de estas clases dirigentes dependía de elementos extraeconómicos
(«políticos») mediante los cuales se podía extraer de los productores
campesinos el excedente necesario («económico») para su reproduc­
ción. Las disposiciones que sancionaban la extracción de la renta en
un primer momento tomaron la forma de derechos jurisdiccionales
sobre sus colonos, pero con posterioridad se identificaron con los
mecanismos de propiedad y /o control de cargos públicos, lo que les
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 275

dio derecho a participar en Extorsiones centralizadas, es decir, en la


fiscalidad estatal.
Por otra parte resulta imposible comprender la evolución de la
economía feudal en su conjunto, sólo por la fórmula «económica» que
Guy Bois propone. De acuerdo con esta fórmula, «Ja contradicción
estructural de la producción a pequeña escala y de la propiedad a gran
escala» produjo inexorablemente «la caída de la tasa de apropiación
(feudal)». Para Bois el simple hecho de que el sistema de producción
lo controlaran pequeños poseedores campesinos («producción a peque­
ña escala») determinaba directamente («económicamente») la crisis
del sistema de extracción de excedente por mecanismos extraeconómi­
cos («propiedad a gran escala»). Esto se daba así al determinar la
«desintegración» a largo, plago de la capacidad de los señores para
generar ganancias de «tenencias pagando diversos tipos de renta en
el marco del señorío». Considero, sin embargo, que este planteamien­
to es muy unilateral y por ello un tanto engañoso.24
En particular, y como seguidamente intentaré demostrar, en la
medida en que el sistema feudal de relaciones de clase estaba «políti­
camente» constituido, tendía a imponer una dinámica extraeconómica
al curso evolutivo de la economía feudal. Por supuesto, que las posi­
bilidades de apropiación de los señores se veían limitadas por las
posibilidades de producir que tenían los campesinos, por lo que la
estructura de la producción de base campesina, como dice Bois, mar­
có profundamente la economía feudal. Pero existe una cuestión cuya
vigencia permanece y es que el sistema de extracción de excedente fue
desarrollándose, "por así decirlo, de acuerdo con su propia lógica y
hasta cierto punto sin referencia alguna a las exigencias de la produc­
ción campesina, como una función de las necesidades crecientes de
los señores de un consumo politicamente motivado, cuyas causas eran,
por una parte, el mantener una posición dominante vis-a-vis con el
campesinado, y, por otra, protegerse de los otros señores. Si es cierto
que la extracción de excedente señorial estaba limitada, en última ins­
tancia, por la producción campesina, también lo es que este mismo
sistema podía limitar e incluso gobernar el mismo desarrollo de esta
producción. Por todo ello, el desarrollo económico feudal presentaba
una situación conflictiva ambivalente: entre un sistema en desarrollo

24. Véanse supra, pp. 133-136, esp. n. 6. Para una discusión completa del
planteamiento de Bois, véanse infra, pp. 287-292.
276 EL DEBATE BRENNER

de producción para la subsistencia, mediante el cual la clase de cam­


pesinos poseedores pretendía su autorreproducción y ía continuidad
de sus familias; y un sistema en desarrollo de extracción de excedente
por medio de mecanismos extraeconómicos para un consumo impro- :
ductivo, gracias al cual los señores feudales pretendían autorreprodu-
cirse cómo individuos y como clase dirigente.

b) Señores, campesinos y descenso de la productividad. De


acuerdo con lo que acabo de exponer, quisiera iniciar mi interpre­
tación defendiendo, contra la opinión de Postan-y Hatcher que pre­
tenden negarlo, que en su conjunto la estructura productiva de clases
(estructura de la propiedad), fundamentada como repetidamente se ha
dicho en la compulsión extraeconómicaf-de los señores feudales sobre
los productores campesinos poseedores de sus medios de producción,
se hallaba en la raÍ2 del descenso de la productividad y, en última
instancia, de las diversas formas en que se manifestó la crisis feudal.
Contrariamente a ello, Postan y Hatcher afirman que las causas del
descenso de la productividad hay que buscarlas en «el atraso y estan­
camiento de la tecnología imperante y, sobre todo, en una insuficien­
te inversión señorial».25 Pero esto tan sólo plantea una cuestión que
estos autores, en mi opinión, no puntualizan y que es la siguiente:
¿cómo se explican estas deficiencias? Postan y Hatcher atribuyen la
débil innovación tecnológica «a la falta de oferta de nuevas posibili­
dades tecnológicas». Pero, si como ellos mismos afirman, fuera cierto
que no se podía disponer de tecnología de base capaz de incrementar
la productividad agrícola, su argumento sobre la poca inversión en la
agricultura no tendría ningún sentido ya que, en este caso, incluso un
bajo nivel de inversión hubiera sido suficiente para mantener la pro­
ducción al más alto nivel posible. De hecho, ésta es la postura de
J. Z. Titow quien afirma que 1a inversión señorial, aunque baja en
proporción a su ingreso total, se adecuaba al bajo nivel de la tecno­
logía existente.26 Pero tal como han demostrado de forma harto con­
vincente Eleanor Searle y otros, en la Europa medieval se podía con­
tar con técnicas capaces de elevar significativamente la productividad

25. Véase supra, p. 93.


26. J. Z. Titow, Engiish R urd Socieíy, 1200-1350, Londres, 1969, pp. 49-50.
Como plantea este autor: «[m e] da la impresión de que las limitaciones técni­
cas de la. agricultura medieval impusieron su propio techo en relación a lo que
podía gastarse útilmente en una unidad de producción agraria» (p. 50).
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 277

agrícola, por medio de inversiones a gran escala, incluyendo algunos


de los componentes más importantes de lo que más tarde constituyó
la revolución agrícola de principios de la Edad'Moderna. Lo que aún
es más fundamental, estas técnicas ya se utilizaban, al menos en algu­
nas ocasiones, durante los siglos x m y xiv, incluso en Inglaterra.
Lo que por tanto hay que preguntarse es por qué no se utilizaban
con más frecuencia. En otras palabras, el problema no consistía tanto,
como Postan y Hatcher aseguran, en «una oferta insuficiente de la
posibilidad de nuevas tecnologías», sino en la incapacidad de la eco­
nomía feudal de utilizar las posibilidades existentes. Dada la poca
capacidad de aplicar la existente tecnología de base, se entiende inme­
diatamente el bajo nivel de inversión en la producción agrícola.27
Así pues, ¿cómo las disposiciones sobre la propiedad feudal o la
extracción de excedente limitaron la capacidad de adopción de nuevos
métodos productivos, reduciendo el potencial para una inversión pro­
ductiva y, por tanto, variando el curso de la economía hacia formas
de desarrollo extraeconómicas o «políticas»? En primer lugar la
limitaron (al igual que Qtras disposiciones económicas precapitalistas)
independizando hasta un grado importante a los productores directos
(señores y campesinos) del imperativo de ajustarse a las oportunida­
des del mercado medíante la maximización del beneficio a través del
intercambio, por lo que la economía, en sus elementos centrales, con­
tinuó con un comportamiento «patriarcal». Por regla general, los
productores campesinos tenían un acceso más o menos directo — sin
tener que acudir al mercado— a sus medios de subsistencia (tierra y
utillaje) lo que suponía que no estaban obligados a acudir al mercado
para vender allí sus productos y comprar lo que necesitaban para
subsistir y para producir. En consecuencia, no tenían que utilizar sus
medios de producción para competir con otros productores. En vez
de ello, podían orientar directamente su producción a reproducir la
fuerza de ínrabajo familiar. Igualmente, a partir del momento en que
los señores tuvieron acceso directo al excedente de sus campesinos,
por tanto, acceso directo a sus medios de reproducción, ya no esta­
ban bajo ninguna compulsión económica directa para producir de

27v. Véanse supra, pp. 46-48; B. H. Slicher van Bath, The Agravian Hisfory
of Western Europe, A. D. 500-1850, Londres, 1963, pp. 178-179 (hay trad.
cast.: La historia agraria de Europa Occidental, 500-1850, Barcelona, 1974);
E. Seavle, Lordship and Community, Toronto, 1974, pp. 147, 174-175, 183-194,
267-329. La cita procede de Postan y Hatcher, p. 98 supra.
278 EL DEBATE BRENNER

manera competitiva en el mercado y por tanto evitaban la necesidad


de reducir costes.
Obviamente no pretendo negar que el desarrollo del comercio
creara 'incentivos importantes para incrementar la producción y así
incrementar las ganancias procedentes ’del intercambio, aprovechando
las crecientes necesidades de consumo; porque realmente esto fue
lo que ocurrió y lo que benefició en buena medida a los señores,
quienes, al menos potencialmente, podían disponer de mayores exce­
dentes. Pero incluso en el supuesto de que los señores intentaran
maximizar la producción para el intercambio* las relaciones con sus
colonos les obligaban a actuar de esta forma, no tanto por la aplica­
ción de capital fijo y de potenciar una mayor cualíficación técnica para
incrementar la productividad del trabajó, como por la intensificación
del trabajo campesino y por el aumento de las exacciones monetarias
y/o en especie y por la extensión del área cultivable.
Donde los señores feudales impusieron controles directos impor­
tantes sobre un campesinado dependiente, como ocurría en Inglaterra
a comienzos del siglo xm , era normal que en la medida en que preten­
dían incrementar el producto total por medio del incremento de la
producción en sus dominios, también intentaran intensificar el trabajo
servil. Pero al actuar así los señores se vieron obligados a rechazar
la aplicación de nuevas técnicas y de capital fijo, ya que el trabajo de
los villanos que poseían sus propios medios de subsistencia obviamen­
te era un trabajo forzado. Y este tipo de trabajo «110 redimible»
difícilmente se adaptaba a métodos de producción que exigían una
aplicación meticulosa de capital fijo o una especialización muy sofis­
ticada (o que, en fin, necesitaran unos elevados costes de supervisión).
Por tanto, el estar seguros los señores de obtener trabajo gratuito
económicamente tenía un sentido, aunque esta clase de trabajo no
pudiera combinarse con inversiones en nuevas tecnologías para poder
sentar las bases de una transformación agrícola.28 Pero alvaumentar

28. En mi primer artículo decía que los señores no mejoraban la produc­


ción porque tenían la alternativa de extraer un excedente campesino mediante
coerción extraeconómica, Pero esta afirmación es errónea. Considero más correcto '
sugerir que al no tener los señores otra alternativa que la extracción de. exce­
dente por coerción extraeconómica, no podían llevar a cabo mejora alguna, ya
que la extracción se oponía a las mejoras. Véanse supra, pp. 46-47. Cf. M. Mate,
«Profit and Productivity on the Estates of Isabella de Forz, 1260-1292», Econ.
Hist. Rev., 2.» serie, X X X III (1980).
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 279

la-población (especialmente a medida que avanzaba el siglo, x m ) los


salarios cayeron a un nivel tan bajo y los precios de la tierra se eleva-,
ron tanto, que los señores se vieron obligados a conmutar las rentas
de trabajo por tentas monetarias, y a cultivar sus dominios/ bien:
utilizando trabajo asalariado, bien arrendándolos; podían elegir lo
que más Ies beneficiara. Pero los bajos salarios y los precios de la
tierra elevados también reducían los incentivos de recurrir a la utili­
zación de capital fijo y/o cualquier tipo de innovación que ahorrara
trabajo; a su vez favorecían el mantenimiento de métodos anticuados
de trabajo intensivo aunque éste se hacía a partir de trabajo asala­
riado y- no por medio del trabajo servil; y, por último, los fondos
de inversión se canalizaban hacia la compra de tierras más que hacia,
las mejoras en capital fijo. ’
La maraña de intereses entre el dominio señorial y la organiza­
ción de la agricultura por parte de la comunidad campesina creó algu­
nos obstáculos para mejorar dicha organización. A menudo las tierras
■del dominio se entremezclaban con los open-jields, e incluso estaban
sujetas al sistema de cultivo regulado por la comunidad. Los intentos
de los señores por consolidar o ampliar sus dominios se vieron fuer­
temente obstaculizados, bien por la resistencia de la comunidad cam­
pesina como un todo, bien por el rechazo del campesino a enajenar
su tierra. Sorprende un poco que Postan y Hatcher me acusen de afir­
mar que «el despojo masivo de villanos era una práctica en la que
habitualmente los señores se veían involucrados», cuando en realidad
a lo que yo me refería era a «los complicados y costosos procesos para
invertir y para consolidar grandes tenencias, para expulsar a los colo­
nos y para introducir nuevas técnicas».29 En cualquier caso, a pesar
de la fuerza de los controles de la comunidad o de la posesión cam­
pesina para limitar la capacidad de los señores para reorganizar la
producción agrícola, las pretensiones de éstos para incrementar sus
ganancias ctra vez se canalizaron hacia la apropiación antes que a
las mejoras.
Donde los señores intentaron —y lo consiguieron— incrementar
sus ingresos medíante el aumento de las exacciones monetarias o en
especie (más que en trabajo), los campesinos vieron cómo las posibi-
Hdadez de desarrollo se reducían, puesto que sus posibilidades de
inversión fueron menguando. Parece que en Inglaterra estas vías

29. Véanse supra, pp. 97 y 47.


280 EL DEBATE BRENNER

de apropiación se hicieron más gravosas a lo largo del siglo x m , limi­


tando a su vez las posibilidades de los campesinos para desarrollar
sus fuerzas de producción. Dada la poca extensión de las parcelas de
que disponían, así como la escasez de fondos para invertir, las proba­
bilidades que tenían los campesinos de acumular e innovar se veían
duramente restringidas. Paralelamente, la incertídumbre de las cose­
chas, las importantes variaciones de los precios de los alimentos y las
considerables oscilaciones del mercado por lo que concernía al pago
de las cosechas hacen comprensible que los campesinos intentaran
por todos los medios depender de un mercado para sus compras o
sus ventas, orientando la producción directamente a asegurar sus nece­
sidades de subsistencia. En la medida de lo posible, diversificaban los
cultivos de sus pequeñas tenencias para cubrir la totalidad de sus
necesidades, vendiendo únicamente los excedentes que les quedaban.
Resulta obvio que esta tendencia a «producir para subsistir», suponía
un importante obstáculo para la especialización comercial y para la
transformación de la producción, incluso con unas potenciales opor­
tunidades de mercado. También supuso un importante obstáculo para
los monopolizadores —normalmente señores y campesinos ricos—■ ■
que querían acumular tierra, ya que los campesinos no estaban exce­
sivamente dispuestos a desprenderse de sus tierras, que, de hecho,
constituían la base de su existencia, a menos que no tuvieran más
remedio que hacerlo. Al contrario, lo que hacían era subdivídit sus
tenencias entre sus hijos; aunque la excesiva división (morceílement)
de las tierras de los campesinos, en un momento de crecimiento eco­
nómico, frenaba cualquier tendencia hada la acumulación en el con­
junto de la economía agraria, impidiendo posteriormente cualquier
posibilidad de desarrollo.30

c) Formas de desarrollo feudal: de la -colonización a la acumula­


ción política. La incapacidad, tanto de los señores como de los
campesinos, de mejorar la productividad del trabajo más allá de un
nivel determinado como consecuencia de las relaciones de producción
feudales o relaciones de propiedad, impuso ciertos límites que condi-

30. H. Neveux, «Déclin et reprise: la fíuctuation biséculaire, 1330r1560»,


en G. Duby y A. Wallon, eds., Histotre de la Franee rurale, 4 vols., París, 1975-
1976, II, pp. 20-29. En esta colaboración hay una excelente exposición de los
límites de la producción campesina, de la especialización y de la inversión, en
el contexto medieval.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 281

clonaron modelos más generales de desarrollo económico feudal, mo­


delos que, a largo plazo, fueron improductivos y extraeconómicos.
Pero la excepción confirma la regla, y así las mayores inversiones de
capital en la producción se dieron sobre todo en las nuevas «instala­
ciones» agrícolas, es decir, en las condiciones infraestructurales que
constituían las bases de ampliación de las formas de producción exis­
tentes y no en mejores y mayores medios de producción. La coloni­
zación de nuevas tierras para su cultivo constituyó el prototipo de
desarrollo y de mejoras feudales. Mientras que hubo disponibilidad
de tierras y se mantuvo el ritmo de crecimiento de la población, los
señores pudieron aumentar sus ingresos por el simple hecho de ceder
tierras incultas a nuevos colonos. A l menos potencialmente la pro­
ducción creció, y tanto los señores como los campesinos vieron mejo­
rar su situación sin apenas atisbos de conflictividad, los señores
pudieron evitar los costes de la coerción al beneficiarse de la multi­
plicación de tenencias y, a su vez, de un incremento de las rentas
fijas (lo que no significa que siempre eligieran esta opción).
Pero el potencial pata este tipo de desarrollo era restringido ya
que la posibilidad de extender el área cultivada por medio de peque­
ños colonos se veía obstaculizada por una oferta de tierra limitada.
Por tanto más allá de la colonización, el desarrollo feudal se inclinó
más hacia formas de redistribución que hacia formas de creación de
riqueza, sobre todo con las escasas oportunidades de que se disponía
para acrecentar la producción y la inversión y mejoras.
Postan y Hatcher señalan la fuerte inclinación de los señores feu­
dales hacia la compra de tierras más que hacia la inversión en mejo­
ras de capital fijo. Estos autores lo atribuyen a una «preferencia» que
«se hallaba profundamente enraizada en el modo de vida y en la
escala de valores de la nobleza feudal».31 Pero esto tan sólo es una
respuesta parcial, ya que la preferencia por la tierra también hay que
entenderla, por lo menos en parte, como consecuencia de las relacio­
nes de producción establecidas, lo cual tiene sentido desde un punto
de vista económico. Debido a que la inversión en capital fijo o varia­
ble para mejorar la producción del dominio señorial no podía propor­
cionar más que ganancias' limitadas, los señores veíán más operativo
utilizar sus excedentes en aumentar el tamaño de sus dominios, y por
tanto, en ampliar su control sobre los campesinos y sobre la tierra

31. Véase supra, p. 99.


282 EL DEBATE BRENNER

que proporcionaba renta. Es más, como los obstáculos para las. mejo­
ras también afectaron a los campesinos, éstos mostraron la misma
inclinación hacia la compra de tierra, en parte como vía de especula­
ción, en parte para asegurar una subsistencia futura. En otras pala­
bras, dentro del contexto feudal, la tierra era una buena inversión en
la medida en que el crecimiento de la población promocionaba una
tendencia a largo plazo del alza de los precios de la tierra y de los ali­
mentos, y en la medida en que la economía se mostraba incapaz de
responder a las insinuaciones de un incipiente mercado, con un incre­
mento proporcional de la producción.
Además de incorporar nuevas tierras o comprar las que ya se
cultivaban, los señores por regla general sólo podían aumentar sus
ingresos bien apropiándose de las tierras de otros señores, bien por
una mayor extorsión de sus colonos. De este modo la tendencia a
largo plazo hacía una «acumulación política» vigente durante la
época feudal (sobre todo a partir de los años 1000-1100), es decir,
la edificación de una organización militar más efectiva y la construc­
ción de una maquinaria de extracción de excedente mejor configu­
rada, tiene que contemplarse como algo condicionado por el potencial
limitado del sistema en generar un crecimiento económico a largo
plazo, y, hasta cierto punto, como una alternativa a mejorar y ampliar
la estructura de los cultivos. Dadas las dificultades para acrecentar la
producción, el mejor método para acumular riqueza continuaba sien­
do la utilización de los mecanismos de coerción, incluso a corto plazo.
Pero ¿hasta qué punto los señores, tanto a nivel individual como
colectivamente, podían obtener un mayor excedente social por medio
de la acumulación política?32 Éste fue un problema que presentó
especiales dificultades puesto que los mismos medios de coerción
(poder y/o jurisdicción), que el señor mantenía para asegurar su
reproducción vis-a-vis con los campesinos, constituían en sí mismos
una amenaza para los otros señores. El resultado fue la generalización
de la conflictividad interseñorial, lo que hizo que la acumulación polí­
tica fuera una necesidad real, por lo menos a largo plazo. Y al mismo

32. En relación con los párrafos siguientes, véanse G. Duby, The Early
Growth of the European Economy, Ithaca, 1974; P. Anderson, Passages from
Antiquity to Feuddism, Londres, 1974 (trad. cast.} Transición de la antigüedad
al feudalismo, Madrid, 1979) y O. Brunner, G. Duby, O. Hintze, J. F. Lema-
rignier y J. R. Strayer, en F, L, Cheyetíe, ed., Lordship and Community in
Medieval Europe: Selecíed Passages,- Nueva York,. 1968; ' ■
LAS RAÍCES AGRARIAS DHL CAPITALISMO EUROPEO 283'

tiempo esta «soberanía dividida», al menos potencialmente, tuvo efec­


tos anárquicos, capaces de resolverse sólo por medio de una acumu­
lación política efectiva.
En relación a la conflictividad intetseñorial, la fuerza militar
versus los otros señores o el aumento de los poderes jurisdiccionales
sobre los campesinos suponía el reclutamiento y la organización de
vasallos que, en su gran mayoría, procedían de Jas filas de la misma
clase dirigente, aunque de sus estamentos Inferiores. Pero para con­
seguir y conservar la lealtad de estos seguidores, el gran señor feudal
tenía que alimentarles, equiparles y, a largo plazo, concederles algún
tipo de recompensa. AI menos el lugar donde habitaba el señor tenía
que convertirse en un foco de ostentación, despilfarro y concesión de
favores. Pero todo ello respondía a una necesidad concreta: proporcio­
nar a sus vasallos los medios para acceder o mantener su situación-
como miembros de la clase dominante, es decir, una fuente constante
de ingresos que, en principio, consistía normalmente en la cesión de
tierras asociadas con prerrogativas señoriales, y más adelante en la
concesión de oficios públicos. Es natural, aunque paradójico, que estas
cesiones fueran consolidando la independencia de los vasallos con
respecto al gran señor, lo que supuso una renovación de las posibili­
dades de desorganización, fragmentación y anarquía; de ahí que, a
largo plazo, de nuevo surgiera la necesidad de conceder más privile­
gios. Por consiguiente, el éxito de la acumulación política implicaba
que el aumento del poder militar y/o de la autoridad jurisdiccional
proporcionara unas ganancias que cubrieran ampliamente sus inmen­
sos costes, los cuales, a medida que pasaba el tiempo, se fueron
incrementando paulatinamente. La acumulación política, de acuerdo
con lo antedicho, necesitaba perpetuarse y acrecentarse, necesitaba
aumentar la cantidad de tierra y el número de hombres para poder
acaparar eficazmente los recursos que a su vez permitirían, con poste­
rioridad, ejercer más poder, más fuerza.
Pero la acumulación política es incomprensible tan sólo en térmi­
nos cuantitativos. También significó un proceso cualitativo que supo­
nía una sofisticada organización interna de la clase dirigente feudal.
En primer lugar, los señores necesitaron de formas de cooperación
política más amplias y más elaboradas que les permitieran extraer
excedentes de las comunidades campesinas, las cuales iban mejorando
su organización interna; y también contrarrestar los efectos de la
movilidad de los campesinos. En la medida en que el panorama de la
284 EL DEBATE BRENNER

organización campesina se restringía geográficamente al pueblo o a


la región, la efectividad de la administración de las rentas señoriales
estaba en función de las posibilidades de expansión de la organización,
interseñorial lo que suponía la reducción de la competitividad entre
los mismos señores. En segundo lugar, los señores exigían formas
políticas más desarrolladas que les facilitaran una protección recí­
proca de sus propiedades, lo que suponía fijar unos derechos mediante
la promulgación y el reforzamiento de las leyes. Por último, la inten­
sificación de la competencia entre los señores exigía formas de orga­
nización militar y de armamento más complejas y elaboradas. Desde
un punto de vista general, la organización de grupos de vasallos
en torno a un señor con objetivos bélicos «externos» (defensa o con­
quista), frecuentemente proporcionaba la base inicial de la cohesión
señorial, lo que a su vez servía como fundamento para crear una cola­
boración mutua más efectiva, tanto para protegerse entre sí como para
controlar al campesinado. Por consiguiente, la guerra durante todo el
período feudal, se convirtió en el mecanismo más importante para
conseguir la centralización política.
Lo que se acaba de exponer no es más que un pretexto para
explicar que una de las bases a largo plazo más operativas para la
acumulación consistió en el desarrollo del estado feudal. Con este
concepto se pretenden definir las formas diversas que presentaba la
asociación de grupos de señores feudales para autogobernarse, conser­
vando cada uno de ellos el acceso directo a la propiedad privada o los
medios de aplicar su poder. Esto no supone que siempre se diera un
nivel elevado de organización señorial, ni que la construcción del
Estado fuera fruto de un proceso automático y universal; por ejem­
plo, en las fronteras de la sociedad feudal — al este y al sur— donde
la colonización continuaba siendo la opción más sencilla, la clase seño­
rial no tuvo prisa alguna en mejorar su organización de cooperación
mutua, mientras que el caso opuesto lo presentaban las regiones carac­
terizadas por asentamientos más antiguos. Paralelamente, la necesi­
dad de organizar un estado feudal fuerte no evitaba situaciones anár­
quicas; un buen ejemplo de ello fueron los hechos ocurridos en Ale­
mania occidental después del siglo xn, Le que pretendo exponer es
que, mientras continuara dándose una desorganización y una . com­
petitividad entre los mismos señores feudales, éstos continuarían
siendo vulnerables no tan sólo frente a la depredación externa, sino
a la erosión de su situación d% dominio sobre los campesinos; es
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 285

decir, supondría su decadencia como clase dirigente. El éxito econó­


mico de los señores, tanto a nivel individual como colectivamente,
dependió de la construcción del estado feudal. La tendencia a largo
plazo parece indicar una mayor centralización política que permitió
conseguir una mayor acumulación política.
Sin embargo, tengo la impresión de que aquellos historiadores
que han insistido en una definición «política» limitada del feudalismo
como «forma de gobierno» y que, a su vez, han dirigido su atención
hacia el amplio conjuntó de relaciones de vasallaje e intercambio que
se fueron creando para vincular a hombres con hombres en la socie­
dad feudal (no tan sólo las estrictas relaciones de vasallaje, sino las
asociaciones peor definidas y poco trabajadas de patronazgo, clientela
y familia) han obviado uno de los elementos impulsores del sistema.33
Igual ocurre con algunos marxistas que no han sabido comprender
todas las implicaciones «económicas» necesarias para explicar la natu­
raleza específicamente extraeconómica («política») de la relación feu­
dal de extracción de excedente; los historiadores que han subrayado
la fuerte naturaleza «política» de la dinámica feudal a menudo han
olvidado que buena parte del gobierno feudal —la construcción del
estado— se fundamentó en la «economía», es decir, en la «acumula­
ción» (extracción, circulación, redistribución y consumo de la rique­
za generada por el campesinado).
En este contexto, la expansión del comercio estuvo estrechamente
vinculada a las necesidades crecientes de consumo de la clase diri­
gente, impulsadas, sobre todo, por la expansión de las exigencias de
la misma acumulación política. Facilitaba un circuito de producción
que abarcaba el intercambio de productos de lujo fabricados por atié­
sanos y de utillaje militar, con alimentos producidos por los campesi­
nos y que los señores se habían apropiado. En principio, el crecimien­
to de esta división social del trabajo que se halla en el auge de la
industria ele base urbana (concentrada en Flandes y en el norte de
Italia), beneficiaba —en última instancia— a los señores, ya que al
reducirse los costos de producción gracias a una especializacíón cre-

33. Para un resumen útil acerca de las posturas sobre la definición polí­
tica del feudalismo (Strayer, Coulborn, Lyon), véase J. W. Hall, «Feudalism
in Japan», en J. W. Hall y M. Jansen, ed., Studies in the Im titutional History
of Early Modern Japan, Princeton, 1968, en especial las pp. 24-26 y ss. Cf.
R. H. Hilton, A Medieval Society, Londres, 1966; reimpreso en Cambridge,
1983, cap. 2.
286 EL DEBATE BRENNER

cíente, sé abarataban los productos de lujo. Pero a largo plazo, el cre­


cimiento de esta forma de división social del trabajo fue desastroso a
escala europea,34 ya que supuso una creciente desproporción entre tra­
bajo productivo e improductivo en la economía como un todo (puesto
que sólo una pequeña parte del producto total de los centros urbanos
en desarrollo volvía de nuevo a la «producción» para aumentar los
medios de producción o medios de consumo de los productores cam­
pesinos directos). Más aun, a medida que pasaba el tiempo, la ten­
dencia hacia una acumulación política fue intensificándose por la cre­
ciente necesidad de un consumo ostentoso (que iba paralelo a la dis­
ponibilidad creciente de bienes de lujo) y por la creciente demanda de
materiales militares (que iban creciendo con el aumento del tamaño
de los ejércitos y con la mayor complejidad del armamento). De for­
ma progresiva se iban socavando las bases de la economía agrícola,
las cuales, al no poder soportar el creciente peso de la sociedad urba­
na, se fueron requebrajando seriamente.
Si es cierto que la viabilidad de la acumulación política señorial
se veía limitada por la debilitación de la subyacente base productiva
feudal, no es menos cierto que los poderosos y bien organizados esta­
dos feudales se iban edificando a base de una organización centrali­
zada y una concentración de poder, incluso frente a un descenso de
la capacidad de las fuerzas productivas para mantener a la población.
Como resultado, la propensión a incrementar la centralización política
para conseguir una mayor acumulación política, no tan sólo iba acele­
rando el declive de la productividad del trabajo, sino que eliminó
el «normal» mecanismo malthusiano de equilibrar la población con la
producción. Como el excedente campesino iba llegando a sus límites
e incluso iniciaba un descenso a causa de la caída de la población, los
señores aceleraron la construcción de instrumentos más poderosos
para redistribuirlos por medio de la coerción y de la guerra; de ahí
que se crearan las condiciones para las crisis catastróficas''que afecta­
ron conjuntamente a la estructura económica y a la social.

34. Véase supra, p. 153.


LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 287

2. Demografía y desarrollo en el período de crecimiento económico


(c. 1150-1300)

El punto más débil de las explicaciones de Bois y de los intér­


pretes demográficos radica en la no aceptación de la «fusión» entre
lo «político» y lo «económico» que marcó profundamente el sistema
productivo feudal. Este problema se manifiesta claramente en el aná­
lisis que, tanto Boís como los intérpretes demográficos, hacen del
período de crecimiento de la economía europea medieval a fines del
siglo xii y durante el siglo x m , así como del largo período de crisis
que le siguió. De todos modos, sus explicaciones son muy diferentes,
a pesar de que sus interpretaciones adolecen del mismo defecto: no
tienen en cuenta las evoluciones divergentes, tanto en extensión como
en contenido, de aquellos mecanismos de extracción extraecoñómica
impulsados en varias regiones por los mismos señores feudales, para
asegurarse la extracción de un excedente, frente a la oposición cam­
pesina. Si se contrapone el análisis de Bois con el de los intérpretes
demográficos, es posible observar la fuerza de esta objeción y, a su
vez, indicar qué tipo de alternativa exige exponer esta situación.

a) La economía francesa en el siglo X III: ¿una tasa decreciente


de renta feudal? La línea directriz que utiliza Bois en su análisis de
la economía feudal es lo que él conceptualiza como «la tendencia a
una tasa decreciente de la apropiación feudal». Para este autorj duran­
te la fase alcista de los' siglos x n y x n i, la clase dirigente feudal, en
comparación con el campesinado, tan sólo podía apropiarse de una
proporción decreciente del producto total ya que, por una parte, las
rentas que percibían los señores tendían a monetarizarse, mientras
■que el crecimiento de la población generaba un alza relativa de los
precios de la tierra, de las rentas y de los precios de los alimentos.
Esta tendencia a la baja de la tasa de renta (según Bois) facilitó un
proceso de crecimiento económico al posibilitar un aumento de la
población y una multiplicación de las tenencias campesinas, sobre
todo por medio de la roturación de nuevas tierras. Durante un tiempo
esta situación proporcionó ingresos suficientes a los señores que les
compensaba de las ganancias decrecientes de sus tenencias enfitéu ti­
cas, pero tarde ó temprano esta situación tuvo que finalizar ya que
se agotó el potencial de colonización, descendió la productividad cam­
pesina y se produjo una rápida subida de los precios paralela al
288 EL DEBATE BRENNER

crecimiento constante de la población. Sin embargo, ni la expansión


del área cultivable, ni el aumento de la población pudieron por más
tiempo contener el descenso acelerado de la tasa de renta, generán­
dose una caída de la renta absoluta seguida de una evidente situación
de crisis.35
Bien, considero que el planteamiento de Bois, en la medida en
que se aplica a Normandía durante la época medieval, no ofrece
motivo alguno de crítica. De hecho, este planteamiento, tal como yo
afirmaba en mi primer artículo, no era aplicable tan sólo a Normandía
sino a la mayor parte del norte de Francia desde finales del siglo x ii
y durante todo el siglo xm . A lo largo de este período el canon enfi-
téutico (cens) era fijo y hereditario, y no sólo en Normandía sino en
las provincias vecinas de íle-de-France y Picardía se produjo una
tendencia a eliminar el carácter arbitrario de las prestaciones y a
establecer una talla fija, tendencia que se acentuó a finales del perío­
do considerado (1250-1300). Lo mismo ocurrió con el laudemio que
al parecer se determinó sobre la base de una tasa fija y estable.36 Por
último, cabe citar una cuestión de suma importancia: en casi toda
esta región los dominios que podían proporcionar una renta económi­
camente ajustable (es decir, fluctuante) tenían un ámbito mucho más
restringido que las tenencias campesinas donde las rentas se habían
monetarizado. De acuerdo con la relación de Bois parece que los
dominios tan sólo suponían un 10 por 100, o menos, del área culti­
vable en la Normandía del siglo xm . Guy Fourquin obtuvo un resul­
tado similar (del 10 al 12 por 100) en la región circundante de París
y la evidencia que ofrecen los estudios monográficos sobre toda esta
región proporciona una visión parecida, aunque los datos cuantitativos
sean difíciles de obtener.37 Por tanto, la situación en Francia durante
el siglo xm (particularmente en el norte) era tal como Duby la ha

35. Bois, Crise du féodalisme, pp. 203-204, 354-360.


36. Véanse supra, pp, 34-35 y 75; G. Fourquin, Les campagnes de la
región parisienne á la fin du Moyen Age, París, 1970, pp. 175-179; R. Fossier,
Le terre et les hommes en Picardie jusqu’a la fin du X IIIe siécle, 2 vols., París,
1968, XI, pp. 555-556, 714; Neveux, «Déclin et reprise», p. 36.
37. Bois, Crise du féodalisme, p. 217. Los resultados que Bois da para
Normandía se fundamentan en M. de Bouard, Histoire de la Normandie„ Tou-
louse, 1970, p. 160. Para la región de París, véase Fourquin, Campagnes de la
région parisienne, pp. 138-139. Para más detalles, véase G. Fourquin, «Au seuii
du XIVe siécle», en Duby y Wallon, eds., Histoire de la trance rurale, I,
pp. 566-568,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 289

resumido: poca importancia de las prestaciones personales y escasa


incidencia de la renta a censo enfitéütico ya que la inflación produjo
un desajuste de las rentas monetarias- En consecuencia, la proporción
más rentable de los ingresos señoriales la constituían las entradas
procedentes de los dominios ya que éstas, al contrario de lo que ocu­
rría con los censos enfitéuticos, podían ajustarse a las fluctuaciones
de los precios.38 La incapacidad, o la falta de capacidad, qüe mostró
la clase señorial francesa para conseguir el poder necesario para extraer
rentas adecuadas (e incluso significativas) de sus tierras cedidas a
censo {cens), parece que dejó a buena parte de este grupo social
con una base territorial económicamente insuficiente, lo que a su
vez hizo que primero el endeudamiento y luego la venta de tierras se
convirtieran en algo endémico39 No es de extrañar que, además de
Bois, los medievalistas franceses consideren el declive de las rentas
señoriales como causa de la caída de los ingresos señoriales a lo lárgo
del siglo x i i i .40 Sin embargo, el problema que se plantea rio es tanto
la existencia de la crisis como el origen del declive de la tendericia.
¿Por qué se dio una tasa decreciente de la renta feudal en el
norte de Francia durante el siglo x i i i ? Según Bois, la respuesta se
halla en la misma estructura de la producción feudal, ya que los
campesinos «con el usufructo de la tierra y el control del proceso
de producción poseían una baza clave, mientras que el señor, excluido
del proceso, ejercía su apropiación gracias a actuaciones de origen
extraeconómico ... A largo plazo se produjo una evolución de las
relaciones de las fuerzas económicas favorable a los campesinos, cau­
sando una progresiva erosión de la tasa de renta feudal»- este equili­
brio de fuerzas se manifestó con mayor claridad por medio de la
tenure chassée, es decir, la transmisión de las tenencias definida por
cánones fijos.41
Sin embargo este razonamiento no basta. Por mi parte ya plan­
teé que, a causa de que los campesinos poseían sus medios de produc-

38. G. Duby, Rural Economy and Country Life in the M edieval West,
Londres, 1968, pp. 210-211, 218-219, 224, 238-239.
39. Fossier, T eñe et homtnes en Picardie, II, pp. 622-623; Fourquín, Cata-
pagnes de la región paris'tenne, pp. 151-152; Boís, Crise du féodalisme, pp. 196-
197. ' ■. ^
40. Véase el resumen de la investigación en Neveux, «Déclín et reptise»,
especialmente la sección sobre las «difficultés de la seigneurie», pp. 35-39.
41. Bois, Crise du féodalisme, p. 355; también pp. 203-204.

19, — BRENNER
290 EL DEBATE BRENNER

don, la capacidad de los señores en extraer renta por medio de com­


pulsión extraeconómica era algo esencial para su reproducción. Lo
que Bois tiene que contestar es, por lo que concierne a la participa­
ción en los ingresos, por qué los campesinos se vieron favorecidos o
beneficiados por este conjunto de medidas, especialmente a largo
plazo. ¿Por qué los señores, frente a la posesión campesina, no pudie­
ron mantener o incluso reforzar de manera paulatina sus múltiples
derechos (censos, laudemios, rentas de trabajo, etc.) mediante la coer­
ción? 42 Podemos estar de acuerdo en que los señores en principio
podían ofrecer condiciones favorables a los campesinos para estimu­
larles (y permitirles) roturar nuevas tierras para el cultivo, pero ello
no explica qué es lo que impidió a los señores ajustar económicamen­
te exacciones establecidas previamente, o introducir nuevas vías de
exacción para proteger e incluso aumentar sus ingresos. Lo que exige
el planteamiento de Bois —y que este autor no proporciona— es
una explicación de la debilidad estructural, que se va evidenciando a
largo plazo, de los señores como extractores de excedente campesino
mediante compulsión extraeconómica.
Esta dificultad se agudiza cuando Bois señala (tal vez de manera
algo contradictoria) una tendencia secundaria en el seno del feudalis­
mo hacia una acumulación de tierras por parte de los señores (y de
los campesinos ricos) a expensas de todo el campesinado, hecho que
para Bois constituye una característica de la fase de crecimiento de
la economía feudal.43 Pero no explica el porqué esta tendencia — que
en principio abría una vía para incrementar las rentas económicas de
los dominios en expansión— no detuvo la tendencia a la baja de la
renta feudal de las tenencias enfitéuticas, puesto que, sobre todo en
condiciones de crecimiento de la población (que impulsó el alza de las
ganancias generadas por cada unidad de tierra dominial), el incre­
mento de nuevas tierras habría supuesto para los señores un incremen­
to de las rentas y, en consecuencia, una contratendencia en la distri­
bución de los ingresos frente a la caída de la tasa de renta feudal.
La cuestión que se plantea a raíz de la explicación de Bois es por
qué los señores no consiguieron extender sus dominios lo suficiente

42. Bois es consciente de esta posibilidad; pero desde mi punto de vista


no da una explicación satisfactoria del porqué no pudo llevarse a cabo. Véanse,
por ejemplo, ibid., pp. 203-204.
43. Ibtd., pp. 167-168, 217, 342-346, 361 ss.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO- 291

como para contrarrestar las ganancias decrecientes de sus tierras cedi­


das en enfiteusis. Las posibilidades de hacerlo existían: bien por
medio de la integración en los dominios de las tierras recién rotura­
das, bien convirtiendo antiguos censos enfitéuticos en contratos de
arrendamiento. Esta cuestión es similar a la anterior, ya que de for­
ma diferente plantea una vez más el problema de la distribución de
la propiedad y del poder de clase, así como sus determinantes. La
insuficiencia del razonamiento de Bois se puede demostrar mejor inci­
diendo en el hecho de que el declive de la tasa de renta feudal no
hubiera ocurrido si los señores hubieran sido capaces de incorporar
nuevos y más amplios derechos feudales o incrementar el tamaño de
sus dominios, o tal vez hubiera sido suficiente con reconvertir la renta
en especie (es decir, desmonetarizándola), y/o extraer derechos pro­
porcionales a la cosecha, más que una cantidad absoluta. De hecho,
Bois proporciona ejemplos de todos éstos comportamientos en lo que
concierne a Francia durante el siglo xm .
Finalmente, Bois habla como si los señores estuvieran satisfechos
en mantener un ingreso absoluto estable y en permitir a los cam­
pesinos una creciente participación en el producto total. Pero ello
supone no tener en cuenta el problema de las necesidades de los
señores como clase dirigente en relación al ingreso que recibían. Sin
un análisis de los cambios en las pautas de consumo señorial y de
los procesos directamente relacionados con dichas pautas, no nos es
posible determinar las exigencias económicas que los señores hubie­
ran querido, de poder hacerlo, aplicar sobre el campesinado. Pero
Bois no tiene para nada en cuenta este problema y, en consecuencia,
procede como si las necesidades de los señores fueran constantes.44
Pero esta suposición no puede justificarse ni empírica ni conceptual­
mente, ya que las exigencias de los señores feudales aumentaron indu­
dablemente a lo largo del período medieval. Más aún, sus crecientes

44. En este sentido pretende que los señores decidían Intensificar la extrac­
ción de excedente sólo cuando se enfrentaban con un descenso de sus ingresos
absolutos. Sería conveniente subrayar que el problema de calibrar hasta qué
punto el ingreso señorial era «adecuado», es decir, que cubría las necesidades
de los señores, es algo complicado, incluso sin contar con el hecho del cambio
en sus necesidades de consumo. Para conseguir una aproximación más correcta
es preciso determinar en primer lugar la cantidad absoluta del ingreso total
que recibe la clase dirigente en relación al número de sus miembros, y, en
segundo lugar, la distribución del excedente en el seno de dicha clase.
292 EL DEBATE BRENNER

necesidades de consumo ni eran accidentales ni pueden considerarse


meramente como «superes tructurales», porque en realidad son la
expresión de determinados imperativos derivados de situaciones a
las que los señores se veían abocados para reproducirse como indi­
viduos y como clase; y, sobre todo, la necesidad de ir generando de
manera paulatina los medios para una acumulación política. .
En resumen, incluso si tuviéramos que definir la tendencia gene­
ral de la tasa decreciente de renta feudal a lo largo de la Edad Media,
nos enfrentaríamos con la exigencia de responder por qué los señores
permitieron el declive y/o fueron incapaces ¿Fe impedirlo.

b) La economía inglesa en el siglo X III: ¿determinó demográ­


ficamente la prosperidad señorial? El modelo de Bois se ajusta a los
datos franceses, aunque está en contradicción con los datos radical­
mente diferentes que se tienen de Inglaterra durante el mismo perío­
do. En Inglaterra, a finales del siglo xin (1279) más de un tercio
de la tierra cultivada lo constituían tenencias sujetas a todo tipo de
derechos arbitrarios que iban incrementándose;45 al revés de Francia
donde las tenencias enfitéu ticas que rendían ganancias irrisorias a
mediados del siglo x m suponían de 5/6 a 9/10 partes de la super­
ficie cultivada. En cierta medida este tipo de tenencias pueden com­
pararse a las tenencias libres inglesas sobre las que pesaban ligeras
cargas impositivas y que cubrían cerca de un tercio de la tierra cul­
tivada. De acuerdo con las estimaciones de Postan, y como término
medio, los señores ingleses controlaban cerca de un 50 por 100 de la
producción total procedente de los colonos villanos; mientras que
siguiendo a Bois, los señores franceses tan sólo podían asegurarse de
un 9 a un 10 por 100 de la producción de sus colonos enfiteutas.46
A su vez, los dominios ingleses abarcaban un tercio de la superficie
cultivada, posiblemente tres veces más que la proporción que supo­
nían los dominios señoriales al norte de Francia, proporcionando unas
rentas que, gracias al crecimiento de la población a lo largo del
siglo xm , iban en aumento. Por último, y en relación con lo ante­
rior, las prestaciones de trabajo servil durante el siglo x m en Ingla-

45. Estos resultados para Inglaterra se basan en los Hundred Rolls de


1279 y se encuentran en E. A. Kosminsky, Studies in the Agrarian History of
England in the Thirteenth Century, Oxford, 1956, pp. 92-95, 203-206.
46. Bois, Crise du féodalism e, p. 191.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 293

térra constituían una actividad vigente. Duby ha descrito la situación


inglesa en lo que concierne a las prestaciones de trabajo como algo
similar a la que se dio en la Europa continental en el siglo ix.47
La explicación que da Bois a esta divergencia resulta un tanto
singular, aunque tiene coherencia con su teoría del declive de la
tasa de renta feudal. Así nos dice que Inglaterra durante el siglo xm ,
con sus grandes dominios, sus servicios de trabajo, sus exacciones
arbitrarías que pesaban sobre la tierra, «ofrecía un evidente retraso»
con respecto al desarrollo, francés.48 Estaba atrasada, pero con posi­
bilidades de ponerse al día. El desarrollo inglés hubiera seguido la
misma vía que el francés, es decir, una tendencia inevitable a la caída
de la renta señorial y una disminución de la extensión de los domi­
nios; en realidad, se trataba simplemente de una cuestión de tiempo.
Pero, las tendencias a largo plazo que se dan en Inglaterra en la
época medieval van en contra de la interpretación de Bois. Inglaterra
no tan sólo fracasó en emparejarse con Francia, sino que incluso a
veces fue en dirección opuesta. El hecho de que el ingreso fuera pau­
latina e incesantemente controlado por el señor durante buena parte
de la fase de crecimiento de la economía medieval ha sido utilizado
por Postan y Hatcher para argumentar en mi contra en el sentido de
que lo que determinó la distribución del ingreso no fue el poder feu­
dal, sino el incremento de la población a través de la ley de la oferta
y la demanda.49 Para concluir su argumento se ven obligados, una
vez más, a afirmar que el reforzamíento del poder señorial en Ingla­
terra, en el momento que estamos considerando, constituyó en sí
mismo una función del incremento de la población.50 En relación a
lo que afirman Postan y Hatcher tan sólo quiero decir que por mi
parte nunca he pretendido negar que el crecimiento de la población
generara una distribución del ingreso a favor de los señores; lo que

47. Duby, Rural Economy and Country Life in the Medieval W est, pp.
210 - 211 .
48. Véase supra, p. 137.
49. Véanse supra, pp, 92, 96, y passim.
50. Por ello argumentan que el hecho de que las rentas fueran altas por
io que se refiere a los contratos negociados libremente a lo largo del siglo x m
muestra que los pagos elevados e incluso en aumento que se hacían para tierras
en régimen de enfiteusis y sujetas a servidumbre reflejaban la existencia de
fuerzas de mercado, más que «simples excesos de poder feudal» {supra, p. 92),
Véase, también, supra, p. 261, n. 3,
294 EL DEBATE BRENNER

yo realzaba era que esto ocurría sólo si los señores habían conseguido
obtener un poder lo suficientemente fuerte que les hubiera permitido
hacer variar las rentas de acuerdo con los precios de la tierra y /o
si poseían grandes dominios.51 Lo que yo negaba —y sigo negando—
es que el aumento de la población por sí mismo posibilitara cual­
quiera de las situaciones citadas.
Tal como señalan Postan y Hatcher, aunque durante el siglo x i i
se dio un aumento de población también se dio una tendencia a la
consolidación de los censos fijos que los campesinos pagaban a sus
señores, tendencia que obviamente favoreció -a los campesinos,52 y
que quizá sea la que la teoría de Bois nos deja entrever. Pero desde
finales del siglo x n y sobre todo durante el x m se produjo una modi­
ficación en la citada tendencia, aunque se mantuvo el crecimiento
continuado de la población. Los señores reafirmaron sus derechos a
incrementar las exacciones sobre los campesinos, cuestión ésta que
tuvo su expresión legal en el endurecimiento de las diferencias entre
campesinos libres y no libres, con un amplio sector de la población
rural relegada a la situación de dependencia. La consolidación de la
dependencia campesina se acompañó con una propensión a elevar
la cuantía de los derechos y, a lo largo del siglo x m (muy al contra-
rio de lo que Bois nos hace presuponer), ésta fue precisamente la
situación en las'regiones con asentamientos más numerosos.53 Por
último, quiero, señalar que los señores parece que aumentaron la
extensión de sus dominios, en parte, gracias a las nuevas roturaciones
y, en parte, mediante la incorporación de tenencias enfitéuticas sobre
las que les era difícil aplicar exacciones.54 Así pues, y a pesar del
constante crecimiento de la población a lo largo de los siglos xn-y x m
en Inglaterra, este crecimiento no pudo por sí mismo fijar unas pautas

51. Véase supra, p. 35.


52. Véase supra, p. 87; Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime:
England», pp. 585-586; R, H. Hilton, The Decline of Serfdom in Medieval
England, Londres, 1969, pp. 15-16.
53. «En buena parte del “núcleo de asentamiento más antiguo de la Ingla­
terra medieval” ... parece que la tendencia muestra una elevación de los gastos
de los colonos debido al aumento de las cargas señoriales» ’(E. Miller y J. Hat­
cher, Medieval England, Londres, 1978, p. 151, y también pp, 111, 131, 213-
224). En esta misma línea, Hilton afirma que se trataba de «un contraataque
de los dueños de grandes propiedades en lucha con sus colonos» (Hilton,
Decline of Serfdom in Medieval England, p. 16).
54- Hatcher, «English Serfdom and Viileinage», pp. 16-21.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 295

consistentes de la distribución del ingreso. Éste dependió más. del


carácter cambiante de las relaciones sociales de propiedad y del equi­
librio de las fuerzas de clase que a mediados del siglo x n modifican
la dirección de la tendencia, que por aquel entonces favorecía al cam­
pesinado, y en el siglo x m originan un cambio en la distribución del
ingreso a favor de los señores y en contra de los colonos no libres,
dejando a los colonos libres en una posición relativamente favorable.
Para mejor aclarar esta cuestión lo primero qué hay que hacer es
poner en duda, e incluso criticar, la desconcertante afirmación que
hacen Postan y Hatcher («la escueta definición del estatus y las obli­
gaciones de los villanos a finales del siglo x n y durante el x m .. . les
ayudó a protegerse de las exacciones arbitrarias»), quienes citan a
Bracton para afirmar que la autoridad de los señores sobre sus cam­
pesinos «en un principio se extendía a la vida y la muerte, pero- en
este momento las leyes civiles ya le habían puesto un límite».5^ Pero
esta afirmación se sale por la tangente, ya que los señores, para ejercer
un poder económicamente efectivo, no tenían necesidad de poderes
intermedios. En este sentido la exclusión de los villanos de la protec­
ción de la justicia real, en caso de excesivas arbitrariedades por parte
de los señores, sí fue una cuestión delicada, constituyendo la culmi­
nación del desarrollo del proceso legal de este período. Al señor le
bastaba con demostrar que su colono era villano (no libre), para que
a éste se le negara todo tipo de protección legal, y no se tuviera en
cuenta ninguna apelación sobre la arbitrariedad de las exacciones
señoriales, o se rechazaran los recursos del campesino y de la comu­
nidad en cualquier conflicto con el señor.56

55. Véase supra, p. 94.


56. Véase el reciente resumen que de su propia obra han hecho Mülec
y Hatcher: «El arrendatario no lib r e ... disfrutaba una posesión que sé regu­
laba por un tribunal señorial privado y tenía su tierra... tan sólo en régimen
de servidumbre o de vasallaje a merced de la voluntad de su señor... Esta
situación de dependencia de la voluntad del sefíor generaba en los villanos
un sentimiento de inseguridad, inseguridad tanto por lo que se refiere a su
tenencia como a los términos que regulaban su relación con la tierra. Los
tribunales de justicia del rey ní podían protegerle en caso d e . deshaucio,
ni podían apoyarle para exigir daños y perjuicios a su señor; el villano no
podía ejercer en los tribunales reales acción alguna contra su señor, a menos
que alguna actuación de éste fuera más allá de toda razón (como por ejemplo
matar o mutilar)... La conclusión lógica es que los señores podían considerar
k costumbre que regulaba las tenencias de sus. viUanqs comq una simple expre­
296 EL DEBATE BRENNER

Sí no entendemos bien el hecho de que la tenencia villana exponía


a los campesinos a exacciones arbitrarias y que las tenencias libres
(o más libres) les daban protección legal y derechos fijos respaldados
por la justicia real, no podremos comprender el porqué de la fuerte
conflictividad que se dio a finales del siglo x i i y durante el xm entre
señores y campesinos en torno al estatus de la tenencia, tanto a nivel
del campesino individual, como al de los grupos campesinos en gene­
ral. Postan en otro trabajo afirma que «en general el aumento de
poder por parte de los señores sobre los campesinos, a medida que
la tierra escaseaba y se encarecía, tenía poca incidencia sobre los
censuarii y menos aun sobre los colonos libres. Los grandes perjudi­
cados por el doble proceso de carencia creciente de tierra y de la
reacción señorial fueron, una vez más, los villanos»57
Por ello/resulta difícil comprender por qué Postan y Hatcher
defienden que algunas de las situaciones a las que se refieren —villa­
nos (en particular quienes heredaban la tenencia) que por vivir en la
comunidad estaban sujetos a prestaciones menos gravosas cuando
tomaban posesión de alguna tenencia que los hombres libres que no
pertenecían a la comunidad; o el caso de villanos que pagaban dere­
chos inferiores en sus tenencias enfitéuticas que los que se pagaban
por similares contratos en las tierras del dominio— constituyen
pruebas que confirman que «la tenencia villana en el siglo x m pro­
porcionaba con frecuencia una cierta protección».58 De hecho, no hay
base legal que fundamente dicha protección. Al contrario, los ejem­
plos a los que estos dos autores se refieren demuestran que los villa­
nos a veces podían protegerse de los señores, incluso en ausencia de
derechos legales. Resulta obvio que la comunidad campesina a me­

sión, naturalmente revocable, de su propia voluntad..,», Miller y Hatcher,


Medieval England, pp. 116-117, y, en general, el capítulo 5.
57. Para ejemplos de conflictos entre señores y campesinos en torno a la
situación de la tenencia campesina y sobre sus críticos efectos económicos sobre
la distribución de los ingresos, así como la capacidad o incapacidad de los
señores para cobrar rentas (en este caso su incapacidad, dado el éxito obtenido
por los campesinos en probar su estatus legal de libertad), véase Searle, Lordship
and Community, pp. 154-166. Véase también E. Searle;’ «Seigneurial Control
of Women’s Marriage», Past and Present, n.° 82 (febrero 1979), p. 17. La cita
de Postan procede de «Legal Status and Economic Conditions in Medieval
Villages», en sus Essays on Medieval Agriculture and General Problems of tbe
Medieval Economy, Cambridge, 1973, p. 289 y passijn.
58, Véanse supra, pp, 94-97,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 297

nudo estaba mejor preparada pata defender a los forasteros; tampoco


puede sorprender que, en ciertos casos, el hecho de que la tierra se
poseyera en régimen de enfiteusis (incluso en su faceta de no libre)
proporcionaba apoyo a la resistencia campesina frente a las exigen­
cias de los señores, mientras que las tierras del dominio señorial se
suponían fuera del alcance de la organización legal de la comunidad.
A su vez, y gracias a este tipo de resistencias, se podía conseguir
que las tierras en enfiteusis tuvieran cargas menores de las que pesa­
ban sobre tierras similares del dominio señorial, las cuales estaban
sujetas a las fuerzas del mercado. Pero nada de lo que se acaba de
exponer significa que el estatus del villano diera protección; tan sólo
indica el hecho de que la comunidad de campesinos villanos, en cier­
tas ocasiones, podía reforzar su costumbre frente a las prerrogativas
del señor en lo relativo a las rentas arbitrarias, lo que Índica algo
sustancialmente distinto. Tales hechos revelan la inutilidad de expli­
caciones como la de Postan y Hatcher que pretenden interpretar la
tasa de la renta feudal como una función de fuerzas de mercado y
exigen por su parte la necesidad de analizar la evolución de la renta
feudal en términos de la naturaleza del poder de clase y como resul­
tado de conflictos de clase.59
Por último, y en relación a lo expuesto, es difícil comprender
cómo la afirmación de Postan y Hatcher •— en el siglo x m el aumento

59. Tal vez tendríamos que ser más cautelosos y no exagerar las conse­
cuencias de ía resistencia campesina o subestimar los poderes del régimen seño­
rial en la Inglaterra del siglo xm. Por ejemplo, recientemente se ha demostrado
que en las grandes propiedades de la abadía de Westminster las rentas proce­
dentes de las tenencias de los siervos a lo largo de todo el período medieval
eran, por regla general, más elevadas que las que procedían de cualquier tipo
de tenencia contractual, en particular de los contratos de los dominios seño­
riales. En las propiedades de la abadía de 'Westminster y durante el siglo x m
y bien entrado el siglo x iv, los monjes lograron con éxito hacer presión, de
forma más o menos continuada, sobre los campesinos, por medio de fianzas,
tallas y por último utilizando un sofisticado método de conmutar derechos
de trabajo por rentas monetarias, a unas tasas de conversión (cantidad de
dinero por unidad de trabajo) altamente incrementadas. B. H. Harvey, 'West­
minster Abbey and its Estates in the Mtddle Ages, Oxford, 1977, pp. 236-
238, y apéndice 9. Véase también la observación de Edward MÜler referida
a que para los siervos de la abadía «el total de las cargas que debían pagar
era mucho más elevado que cualquier cantidad que hubieran obtenido por sus
tierras en un mercado libre»: E, Miller, recensión de ibid., en T. L. S., 3 de
febrero de 1978,
298 EL DEBATE BRENNER

de las «elevadas exacciones se debió a lá relación de fuerzas de mer­


cado»— puede ser una alternativa a mi propuesta sobre las causas
de este aumento — el poder feudal— , ya que, después de todo, este
tipo de prestaciones ¿no eran fruto del poder del señor feudal? De
hecho, el planteamiento de Postan y Hatcher relativo a que el incre­
mento de las fianzas en este período se utilizaba en vez de aumentar
las cargas señoriales, tan sólo realza el peso de la jurisdicción señorial
sobre los campesinos.60 Sin este tipo de jurisdicción ninguno de los
derechos citados (prestaciones laborales, heriots ,* derechos matrimo­
niales, ...) podían aplicarse, ni mucho menos incrementarse. Donde
la jurisdicción señorial estaba firmemente consolidada, un aumento
de la población a veces podía facilitar el que los señores pudieran
obtener más renta de los campesinos villanos, cuyas opciones econó­
micas se veían severamente restringidas a causa de la escasez de tierra.
Pero como ya hemos visto, estos condicionantes demográficos por sí
mismos no podían estimular el poder jurisdiccional, ni tampoco posi­
bilitar unas imposiciones casi de forma automática. Al contrario, y
gracias a que los señores ingleses consiguieron —en su conjunto—
imponer y mantener esta jurisdicción sobre y contra los campesinos,
y continuar conservándola en sus extensos dominios, pudieron supe­
rar las condiciones del mercado, en apariencia favorables, pero poten­
cialmente desastrosas, de finales del siglo xi.r y del siglo xm .
Para apoyar esta idea se puede señalar que sin los poderes que
reforzaron la jurisdicción —ejemplificados en derechos legales que per­
mitían exacciones variables, es decir, arbitrarías— los señores corrían
el peligro .de perder la propiedad, en cualquiera de sus manifestacio­
nes, sobre sus tenencias enfitéuticas.61 En otras palabras, asegurándose
la posibilidad de ajustar la renta señorial, el poder feudal permitió
que los señores ingleses tuvieran un poder absoluto sobre la tierra.
De hecho y a lo largo del siglo x m , los señores avanzaron considera­
blemente en el sentido de consolidar su propiedad eminente en las
tierras de los villanos, lo que les ayudó a mantener su posición no
tan sólo en la coyuntura favorable de la fase alcista de la economía

60. Véanse supra, pp. 94-96.


* Pago que se hacía al propietario de tierras tenidas en feudo, cuando
moría un feudatario. (N. de la t.)
61. Ejemplos de la conexión entre í¿ acumulación de derechos de los
señoríos y el control efectivo de la propiedad, y viceversa, se encuentran en
E- Searle, Lordskip and Community, pp. 154-166, 184-194.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 299

feudal, sino, como veremos, durante un período mucho más largo.62


El que el crecimiento de la población no asegurara por sí mismo
esta situación de preeminencia se confirma con un simple análisis de
la evolución del norte de Francia durante este período. Aquí y frente
a un rápido aumento de la población, de los precios y de la renta por
acre desde finales del siglo x ii y a lo largo del x m , los señores per­
dieron sus prerrogativas jurisdiccionales, por_ cuanto los campesinos
consiguieron fijar la cuantía tanto de los derechos que sobre ellos
pesaban, como la de la renta; más aún, y como resultado indirecto,
se puede subrayar el hecho de la progresiva reducción de la extensión
de los dominios señoriales. A comienzos del siglo xiv, los campesi­
nos del norte de Francia habían alcanzado de manera efectiva loé
derechos de plena propiedad sobre sus tierras (rentas fijas, prestacio­
nes mínimas y el derecho a la libre transmisión). Este proceso con­
trastaba de forma radical con lo que ocurría durante el mismo período
en Inglaterra y, como en el caso inglés, también iba a tener, a largo
plazo, importantes consecuencias. En cualquier caso y en este con­
texto francés, no sorprende que Bois haya descubierto una tendencia
«a una tasa decreciente de la renta feudal». Pero igual que el modelo
de desarrollo francés, que Bois (y otros) han definido, realza las defi­
ciencias del modelo de los intérpretes demográficos, las tendencias
que los intérpretes demográficos han establecido en relación con el
caso inglés subrayan los efectos del modelo de Bois. Las pruebas que
cada uno de ellos aduce contradicen la teoría de los otros.

c) Estados feudales y evolución económica: Inglaterra versus


Francia. Bois previene de que «los diversos mecanismos que hacen
que la lucha de clases domíne el proceso histórico, normalmente, son
tan complejos e impredecibles que planteamientos tan unilaterales
[como los de Brenner] extraña que permitan algo más que elucubra­
ciones ideológicas»,63 Pero a la vista de lo que se acaba de exponer,
tal vez estemos capacitados para cuestionar si los mecanismos que
posibilitaron la influencia de la organización y de la lucha de clases
sobre el desarrollo económico son más elocuentes de lo que Bois nos

62. Sobre la capacidad a largo plazo de la aristocracia inglesa en mantener


el control sobre la tierra y la función de los poderes feudales para asegurar
esta situación, véanse infra, pp. 344-353,
63. Véase supra, p. 135,
300 EL DEBATE BRENNER

quiere hacer creer. ¿A qué otro elemento puede atribuirse la dinámica


divergente del proceso de distribución en las sociedades rurales fran­
cesa e inglesa durante el siglo x m con sus importantes efectos sobre
la riqueza de la clase dirigente? Durante bastante tiempo los medie-
valistas franceses han descrito el proceso que culmina a fines del
siglo x m como un período de «conquistas campesinas»,64 mientras
que los medievalístas ingleses han calificado el mismo período —por
lo que se refiere a Inglaterra, claro está— como de reacción señorial.65
Mientras que en la Francia del siglo x m lo que se manifiesta con
más claridad es la difícil situación de las ganancial señoriales, el mis­
mo período en Inglaterra se contempla como una edad de oro para la
clase señorial. Frente a esta evidencia historiográfica cabe preguntarse
si, al menos en apariencia, no existe una base para plantear que el
proceso y los hechos que analizamos no son más que los efectos de
diferentes equilibrios de poder, las consecuencias de vías divergentes
de organización política y conflicto de clase; y que la intención en
plantear el problema que supone esta diferencia no es más que un
refugio en un «voluntarismo» histórico, el territorio sin ley e inexpli­
cable de la «política», como afirma Bois.66 O no debemos reconocer
que analizar la evolución de una economía, en la que la clase domi­
nante depende «económicamente», para su propia existencia (es decir,
para su reproducción como clase dominante), de medidas específica­
mente extraeconómicas (esto es, «políticas») para extraer un exceden­
te de los productores directos, significa necesariamente dar una reía-'
ción sistemática del desarrollo de estas disposiciones en la medida en
que están condicionadas por conflictos de clase.
Por tanto, lo que tiene que comprenderse con claridad en la diver­
gente evolución de Francia e Inglaterra en el siglo xvm —ya que
existe por lo menos una base para plantear esta hipótesis— no es el

64. Neveux, «Déclin et reprise», p. 36; Fossier, Terre et hommes en


Picardie, II, pp. 708 ss., en la sección «Les conquétes paysannes»; Fourquin,
Campagnes de la región parisienne, p. 190.
65. Miller y Hatcher, Medieval England, p. 212; R. H. Hilton, «Freedom
and Villeinage in England», Past and Present, n.° 31 (julio 1965), pp. 6, 9-
13 ss.; Hilton, Decline of Serfdom in Medieval England, pp. 16-19 ss. De
manera explícita Hilton subraya el poco éxito de la resistencia campesina en
Inglaterra en comparación con Francia, y se remite a sus implicaciones para
analizar el equilibrio de fuerzas de clase, distribución de ingresos, etc. (véanse
supra, pp. 154-155.
66. Véanse supra, pp. 134-135 y 140,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 301

atraso de la evolución «económica» de Inglaterra en relación a Fran­


cia, como Bois expone, sino el avance de Inglaterra en términos de
organización «política» de la clase dirigente feudal. Lo que permitió
que se diera una superioridad de los señores ingleses como extracto­
res de excedente campesino fue su superior autoorganizacióñ, su
supremacía frente a los señores franceses como centralizadores y acu­
muladores feudales. De hecho, se pone de manifiesto una diferencia
en la formación del estado feudal, por lo que convendría más cautela
a la hora de utilizar los términos que maneja Bois sobre el «desarro­
llo desigual», especialmente porque este autor relaciona este término
con la «edad» del sistema. No se trata de negar la posibilidad de
aplicar estas frases, sino de alertar sobre la forma en que Bois las
utiliza; es decir, exponiendo una vía unilineal por la que cada región,
tarde o temprano, tiene que experimentar el mismo modelo de desa­
rrollo que sus vecinos (una tasa de renta decreciente), sin que cual­
quier forma previa de evolución externa les pueda influir directa o
indirectamente.67 Pero, oponiéndonos ligeramente a Bois, es preciso
entender que el autogobierno de la clase feudal inglesa adelantó a la
francesa en los siglos x n y xiri, no tan sólo porque fuera diferente
su punto de partida, sino porque se consolidó gracias a los avances
que en esta esfera ya se habían conseguido en el continente, espe­
cialmente en Normandía. Cuando, más tarde, se fue acelerando la
centralización francesa se debió en parte a la influencia del proceso
inglés, y, en parte, como respuesta a la presión politicomilitar inglesa..
Pero la centralización feudal francesa no siguió el modelo inglés, y,
a lo largo de los años, constituyó un modelo radicalmente opuesto.
Vemos cómo el desarrollo del mecanismo de la acumulación feudal
no tan sólo fue «desigual», sino también «combinado», por cuanto
permitía que los adelantos en la organización de la clase feudal que
se habían conseguido en determinados lugares podían servir de base
para desarrollos posteriores.
La precocidad de la centralización feudal inglesa en torno a la
monarquía no fue tan sólo un legado de los reyes anglosajones, sino
que, en buena medida, debió su poder a la organización «política»

67. Véase supra, p. 139. Bois es bastante consciente de estas interac­


ciones «externas» — de hecho me critica no haberlas tenido en cuenta— ,
pero, en mi opinión, esto no implica disculparle de una interpretación proclive
a la unilinealidad.
302 EL DEBATE BRENNER

feudal que los normandos habían conseguido con anterioridad a la


conquista y que probablemente no tuvo paralelo alguno en Europa.
El surgimiento de esta organización normanda hay que asociarlo con
la vocación guerrera y conquistadora de los normandos que se mani­
festó sobre todo por el establecimiento de una supremacía efectiva
del duque en la regulación y reglamentación de los litigios entre
sus vasallos y colonos, y en su habilidad para controlar la construc­
ción de los castillos de sus nobles y para confiscarles las tierras en
caso de rebelión. Pero la eficacia de la administración ducal no con­
sistió sólo en una imposición del duque, sino que se manifestó como
una expresión del nivel de solidaridad de la aristocracia normanda
en su conjunto, y que originó la forma de la evolución posterior
del feudalismo en Inglaterra.68 Las exigencias de la organización de la
conquista, de la ocupación de Inglaterra y del establecimiento de sus
normas, como clase social en el nuevo territorio, alcanzaron la cota
más alta de la autoorganización normanda69 La centralización feudal
en Inglaterra se manifestó sobre todo por la prohibición de guerras
intestinas, una medida previamente inconcebible en el continente;
también se manifestó por un nuevo procedimiento por el que todo
nuevo vasallo o colono debía jurar fidelidad, no tan sólo a su señor
inmediato, sino también al rey; por último se hizo patente por una
evolución más compleja del sistema de organización y obligaciones
militares,70 De hecho el monarca, como señor eminente, se constituyó

68. Por ejemplo, véase F. M, Stenton, Engiish Feudalism, 1066-1166, Ox­


ford, 1932, capítulo I; D, C. Douglas, William the Conqueror, Londres, 1964,
pp. 133-155: «es una equivocación... el disociar la resurrección del poder
ducal en Normandía en tiempos del duque Guillermo, del auge de la aristo­
cracia feudal durante el mismo período... El rápido auge del poderío nor­
mando ... no puede explicarse tan sólo por una oposición continuada entre el
duque y los magnates... los intereses de las grandes familias normandas cada
vez estaban más ligados a los del duque» (p. 137).
69. J. Le Patourel, «The Norman Colon iza tion of Britain», Settimane di
studio del Centro italiano di studi sulValto medioevo, XX V I (1969), pp. 412-
413, 419-433. Este artículo ofrece una síntesis magistral de la progresiva cohe­
sión interna de la aristocracia normanda a lo largo de la-' conquista, así como
sus métodos, sus objetivos, su dinámica feudal subyacente; véanse especial­
mente pp. 430-433. Véase también J. Le Patourel, The Norman Empire, Oxford,
1978.
70. Stenton, Engiish feudalism, 1066-1166, pp. 11-14, 23. En Francia,
naturalmente, el lema de gobierno era «el vasallo de mi vasallo no es mí vasa-
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 303

en el foco de todo este proceso, pero con la circunstancia de que el


poder y la fuerza de la monarquía no eran más que la expresión de una
colaboración señorial profunda y distendida.
En determinadas situaciones, especialmente durante los reinados
de Enrique I y Enrique II, se manifestó claramente la tendencia hacia
el aumento del poder de la corona. Pero este incremento también
indicaba una creciente cohesión interna de la aristocracia. Ello no im­
plica negar la función crucial y constructiva en la centralización
feudal que, con su patrimonio, tuvo el monarca, ni negar que, por
diversos motivos, tuvo que enfrentarse con serios conflictos promo­
vidos por la aristocracia. Tampoco pueden entenderse las razones del
:rey tan sólo como reflejo de la voluntad de la aristocracia. Lo que sí
puede afirmarse es que la consolidación del gobierno feudal inglés
medíante un mecanismo homeostático se hizo de acuerdo con los inte­
reses de la aristocracia inglesa, puesto que en cada faceta del gobier­
no, la corona dependía del apoyo que le podía prestar la aristocracia.
Los señores feudales, encabezados por los grandes magnates, contro­
laban todos los sectores de la administración real, desde el entorno
inmediato del rey (la Curia) a las curias itinerantes e incluso a los
jueces de los condados. Constituían el núcleo de la organización
militar del monarca y por último controlaban los recursos financieros
de la corona. De acuerdo con lo expuesto, la construcción de un
estado feudal cuya, eficacia iba en aumento exigía el respaldo y la
conformidad de la aristocracia, reflejando los intereses propios de
este grupo social. En realidad, para que el rey pudiera consolidar su
poder, fue necesario que organizara y unificara en su entorno a la
aristocracia, lo cual hacía inevitable que el monarca asegurara el poder
de esta aristocracia.
Como a menudo se ha reconocido, no tiene sentido contraponer
sistemáticamente el monarca inglés, .como señor eminente, a los baro­
nes que le rodeaban, quienes por su parte se apoyaban en sus propios
vasallos. Una monarquía con un poder fuera de lo común implicaba
la existencia de una aristocracia con un poder fuera de lo común,
organizada jerárquicamente, en el estado feudal más desarrollado de
Europa. El gobierno monárquico en realidad no era más que la mani­
festación del reconocimiento, más o menos consciente por parte de

lio». Paralelamente, los complicados Intentos para regular la guerra privada en


el continente demuestran su aceptación como hecho consumado.
304 EL DEBATE BRENNER

los señores, de unos intereses comunes y de la necesidad de reglamen­


tar las relaciones mutuas para poder controlar de manera provechosa
al campesinado, así como beneficiarse, tal como lo hicieron, de su
poder militar actuando contra otros grupos de aristócratas del conti­
nente. El crecimiento de un poderoso Estado monárquico en Ingla­
terra significó no tanto una «simple evolución política», como la
consolidación de relaciones sociales de clase que permitieron una
mayor acumulación en el terreno económico,71
Por tanto, uno de los primeros resultados de la ocupación de
Inglaterra por una aristocracia normanda altamente cohesionada con­
sistió en el reforzamiento de los controles feudales y la imposición
de mayores exacciones sobre el campesinado. En este sentido, se
puede destacar que a partir del inicio de la colonización normanda,
los señores «disfrutaron del apoyo de la administración y la curia real,
para recobrar a sus villanos “fugitivos”».72 Tampoco es fortuito que
la temporal desorganización de la clase feudal en el transcurso de las
guerras civiles, que tuvieron lugar durante el reinado del rey Esteban,
fuera paralela a unos éxitos significativos de la resistencia campesina a
mediados del siglo xn.73 Por último, el reforzamiento de la monar­
quía a finales del siglo x i i se reflejó en la reconstrucción del poder
señorial sobre el campesinado. El crecimiento de la autoridad mo­
nárquica encontró su máxima expresión en el desarrollo de la justicia
real y de la common law. Especialmente con las leyes promulgadas
por Enrique II, la aristocracia feudal protocoló sus propios intereses,
permitiendo a las curias monárquicas la regulación de los pleitos
sobre privilegios y propiedad, aunque se sobreentiende que la admi­
nistración real, nunca escapó del control de la aristocracia. En este
sentido, la clase dirigente aseguró los derechos particulares de cada

71. Sobre la centralización de la monarquía feudal bajo Enrique I y Enri­


que II, así como su dinámica y su carácter aristocrático, véase ibid.\ también
W. L. Warren, Henry II, Londres, 1973; J. C. Holt, Magna Carta, Cambridge,
1965; reimpreso en Cambridge, 1969. Véase también el comentario de R. H.
Hilton en Medieval Society, p. 2: «no había ninguna aristocracia europea que,
como clase, tuviera el mismo poder en las funciones del Estado que los barones
ingleses».
72. H . R. Loyn, Anglo-Saxon England and the Norman Conquest, Lon­
dres, 1962, pp. 327-328, 343; Hatcher, «English Serfdom and Vilíeinage»,
pp. 28-29; Miller y Hatcher, Medieval England, pp. 126, 114.
73. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», p. 585;
Hilton, Decline of Serfdom in Medieval England, p. 16,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 305

uno de sus miembros. Por otra parte, ía cara opuesta de este avance
legai concreto, que a pesar de no estar explícito no carecía de impor­
tancia, consistió en un desarrollo legal que permitió la reducción de
posibilidades de acceso a la justicia real que tenían los campesinos
libres y, en consecuencia, la exclusión del campesinado no Ubre. La
aristocracia, al ceder a la justicia monárquica la función de proteger
sus derechos de propiedad, consiguió una definición amplia de la
propiedad, incluyendo en el concepto los derechos arbitrarios que
tenían sobre los campesinos. Los campesinos no libres con sus tierras
se vieron consignados a las curias de los señores, quienes desdé una
perspectiva legal74 podían disponer «a su voluntad» tanto de los
compesinos como de sus tierras, lo que les proporcionó una palanca
indispensable. para elevar arbitrariamente los derechos que pesaban
sobre las tierras cedidas en enfiteusis y sobre los colonos. La extraor­
dinaria coherencia interclasista de la aristocracia inglesa se manifestó
a partir de estas premisas tanto en su formidable fuerza militar, como
en su posibilidad para regular los conflictos entre los mismos señores
y dominar al campesinado. La enmarañada interdependencia de «lo
político» y «lo económico» en el curso de la consolidación de la clase
feudal no puede ser más evidente.
El proceso del desarrollo inglés que acabamos de exponer con--
trasta abiertamente con el francés durante el mismo período. La situa­
ción en Francia se caracterizaba por una multiplicidad de juris­
dicciones feudales en conflicto, dominadas por la rivalidad señorial.
Mientras que a finales del siglo xi y durante el xn, la centralización
monárquica fue aumentando en Inglaterra, durante estos años en la
mayor parte de Francia se produjo una extrema fragmentación de
la autoridad, expresada en la falta de una efectiva organización polí­
tica de la monarquía e incluso de su principio de superioridad.75 En
amplias zonas de Francia el poder estaba directamente controlado' por
los denominados «señores banales» o «castellanos». El surgimiento
de estos potentados dependió de la creación de una organización
política amplía, aunque excesivamente localizada: es decir, dependió
de la consolidacion.de un poderoso grupo de vasallos en torno al

74. Miiler y Hatcher, Medieval England, pp. 112-117; Hílton, «Freedom


and Villeinage in England».
75. E. M. Hallara, «The Ktng and the Princes in Eleventh-Gentury Frail­
ee», Bull. Inst. Hist. Research, L U I (1980), pp. 143-146; E. M, Hallara, Cape-
tian Franee, 987-1328, Londres, 1980, pp. 27-63. -

20. — EREXtfíER
306 EL DEBATE BRENNER

señor y a su castillo, y de la construcción de un aparato jurídico-


administrativo de amplío espectro y de probada efectividad. La auto­
ridad judicial concreta, respaldada por la maquinaria militar de los
magnates, proporcionó el fundamento para la apropiación de lo que
se denominó renta enfitéutica. Mientras tanto, aquellos a quienes
Duby denomina «señores domésticos» (porque carecían de poderes
banales) tuvieron dificultades en mantener un determinado nivel de
apropiación feudal, dada la fuerte resistencia que ofrecían las comu­
nidades campesinas con una creciente cohesión interna, y dado que
la movilidad campesina, debido a la rivalidad-señorial, hizo empeorar
las cosas. Estos señores «domésticos», a causa de una continuada ero­
sión de su poder producida desde la base campesina, se vieron expues­
tos al ataque de los señores banales, quienes cada vez admitían a
menos caballeros en la administración de sus bienes.76 Una vez más,
las formas extraeconómicas del desarrollo feudal gobernaron la evo­
lución económica feudal, aunque de modo distinto a la que se dio en
Inglaterra. Tal como Duby plantea, «la fuerza dominante, que influyó
sobre la dirección en que se fue desarrollando la economía' señorial,
provino sobre todo del cambio en la distribución del poder de la
autoridad» que tuvo lugar con el auge del señorío banal.77
Por tanto, no resulta descabellado atribuir la debilidad de los
señores feudales franceses, como extractores de excedente durante
la fase de alza de la economía medieval, a su falta de cohesión polí­
tica. Si efectivamente ello fue así, la tendencia al declive de las ganan­
cias señoriales en Francia en este período es incomprensible desde la
perspectiva de Bois; es decir, como resultado inevitable de una ten­
dencia mecánica hacia una tasa decreciente de renta feudal. Mejor
puede comprenderse como un resultado de conquistas campesinas,

76. G. Duby, The Three Oráers, Chicago, 1980, pp. 151-159 (hay trad.
cast.: Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Madrid, 1979); Duby,
Rural Economy and Couníry Life in the Medieval W est, pp. 188-189, Para
unas observaciones sobre los efectos de la movilidad campesina en el poder
señorial, véase T. Evergates, Feudal Society in the Baillage of Troyes under
the Counts of Campagne, 1152-1284, Baltimore, 1975, pp, 23-30.
77. Duby, Rural Economy and Country Life in tbe Medieval W est, pp.
173 ss. Obsérvese el contraste que señala Duby entre el desarrollo francés y el
que tiene lugar en Inglaterra durante el mismo período: aquí no había ni caste­
llanos ni señoríos banales y «el rey reconocía la autoridad personal de los
señores de señoríos, lo que ayudaba a consolidar un sistema señorial “domés­
tico”» (p. 195).
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 307

conseguido gracias a la resistencia de comunidades fuertemente orga­


nizadas. Sin embargo, lo que posibilitó el éxito del campesinado fran­
cés fue la desorganización extrema de la aristocracia. El campesinado
inglés, aunque tan bien organizado como el francés y en una situación
de resistencia continuada, no pudo conseguir resultados semejantes
en su clase dirigente, al encontrarse ésta mucho mejor organizada y
unificada que la francesa.
El significado global del proceso de la formación de clases y del
conflicto de clases, propio de Francia en la época bajomedieval, puede
observarse con mayor claridad en la región de París durante la prime­
ra mitad del siglo xm . Allí los señores, haciendo frente a una fuerte
alza de precios, actuaron con rapidez para invertir el sentido de la
tendencia predominante que se dirigía a la estabilización de los dere­
chos de los campesinos, e intentaron implantar de nuevo la servidum­
bre. En parte, lo consiguieron gracias a las presiones ejercidas sobre
el campesinado para imponerles exacciones arbitrarias, sobre todo la
taille señorial, que constituía el símbolo de reconocimiento d.e la
servidumbre. Pero en última instancia los señores vieron cómo se
frustraban sus esperanzas con motivo de las revueltas campesinas.
Menos espectaculares, pero igualmente efectivos, son los procesos
de resistencia de un gran número de pueblos que ha podido cons­
tatarse en casi toda Francia durante este período.78 Bois me acusa de
hacer del declive de la servidumbre — esto es, la mengua de la capa­
cidad de los señores para extraer excedente de los campesinos con
tierra, mediante compulsión extraeconómica—79 el punto central de

78. Por lo que se refiere al resurgimiento y transformación de la servi­


dumbre en esta región durante el siglo x m , véase Fourquin, Campagnes de la
régton parisienne, pp. 166-168. Y por lo que concierne al triunfo de la resis­
tencia campesina generalizada, véase también Fossier, Terre et hommes en Pi-
cardie, II, pp. 555-560.
79. Véase supra, p. 133, n. 6. En este punto, Bois plantea una confusión
cuando parece como si yo hubiera identificado la servidumbre con las presta­
ciones de trabajo. En realidad lo que pretendía era negar este paralelismo y
plantear que las prestaciones laborales no eran la clave del problema sino que
éste radicaba en el sistema de extracción de excedente por coerción extraeco­
nómica. «La servidumbre no manifiesta simplemente —incluso prioritariamente-—
derechos laborales versus derechos monetarios, sino sustancíalmente los pode­
rosos derechos de los señores para aplicar exacciones arbitrarías y, en un grado
mayor o menor, la falta de libertad de los campesinos» {supra, p. 40). Por
otra parte, cuando Bois dice que «las bases económicas del sistema consisten,
en realidad, en la diversidad de rentas que pagan las tenencias en el marco
308 EL DEBATE BRENNER

mi tesís sobre la evolución del feudalismo. Pero parece que está claro,
sobre todo desde un ángulo comparativo, que la incapacidad de los
señores franceses para impedir la decadencia de la servidumbre (y por
tanto la continuidad del señorío) expresa sobradamente la pérdida.de
su poder para imponer exacciones arbitrarias y reajustar los censos
enfitéuticos a la coyuntura inflacionista80 y, en consecuencia, la
reducción de las rentas feudales de la aristocracia francesa y el declive
de sus ingresos,81 sobre todo durante el siglo xin. Como contraste se
puede recordar que a finales del siglo x i i y durante el x i i i fue preci­
samente el período en que la aristocracia inglesa en su conjunto —en
parte también como reacción a la inflación— consiguió excluir a sus
colonos villanos de la justicia del rey, y también consignar buena parte
de las tenencias enfitéuticas a la situación de villanas, exponiendo a
buena parte del campesinado a la arbitrariedad de las exacciones.82
Por último, la misma línea argumental puede utilizarse para fun­
damentar mi primer razonamiento en torno a que el elemento clave

del señorío» [supra, p. 133, n. 6) no dice nada que clarifique la cuestión, ya


que lo realmente esencial es que esta renta (feudal) — alta o baja, fija o arbi­
traria— era la consecuencia de una coerción extraeconómica, Pero cuando habla
de la desintegración del sistema se refiere precisamente a la decreciente capa­
cidad del señor para reajustar las rentas de sus tenencias enfitéuticas y la
decadencia resultante del valor de los pagos fijos en dinero frente a una
situación inflacíonista. En esto consiste el declive de la servidumbre. La debi­
litación del régimen señorial no implica la desaparición de los señores y/o
de los siervos; la relación se mantiene aunque de forma atenuada, lo que ocurre
es que su misma existencia se ve amenazada, por lo menos a largo plazo.
80. Hay que subrayar que los ,pocos señores franceses (pertenecientes por
lo general a la gran nobleza) que conservaron su poderío frente al campesinado
pudieron imponer nuevas cargas que les permitieron contrarrestar los efectos
de la inflación. Véase J. R. Strayer, «Economic condítions in the Country of
Beaumont-le-Roger, 1261-1313», Speculutn, XXVI (1951), pp. 279-280,
81. Véase como la erosión del señorío (crisis de la servidumbre con la
consiguiente pérdida de ganancias) aparece como causa indirecta de la pérdida
de tierra por parte del señor. La caída de las rentas que percibían de sus colo­
nos fue, a su vez, uno de los hechos que obligaron a los señores durante todo
el período a ir enajenando sus tierras, reduciéndose el tamaño- de sus dominios.
Fossier, Terre et hommes en Picardie, II, pp. 622-623; Bois, Crise du féoda~
lisme, pp. 196-197; Fourquin, Campagnes de la región paristenne, p. 151.
82. P. D. Harvey, «The English Inflation of 1180-1220», Past and Present,
n ° 61 (nov. 1973), en especial pp. 21-23; Hilton, «Freedom and Villeinage in
England», pp. 13-14; Miller y Hatcher, Medieval England, pp. 210-212 ss.,
242-243.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 309

a largo plazo para el desarrollo y consolidación de una monarquía


centralizada en Francia, especialmente a partir de fines del siglo xnr,
consistió en la superioridad relativa de su sistema de extracción dé-
excedente centralizado (sobre todo la fiscalidad estatal) sobre la juris­
dicción descentralizada de los señores y de los grandes magnates ^ En
este contexto, yo acentuaba el proceso altamente conflictivo del desa­
rrollo de la monarquía en Francia, su carácter, contradictorio, opuesto
casi completamente a la evolución que se daba al mismo tiempo en
Inglaterra.83 La dinastía de los Capeto se inició como un señorío
más, como un «acumulador político» feudal entre muchos; surgió y
se estableció como un señorío eminente frente y contra —en compe­
tencia con— los señoríos más individualizados, más localizados.84 El
modo diferente de este desarrollo se manifestó, en principio, por la
ausencia de la administración pública y de la corte (en realidad exclu­
sión) de los señores franceses más importantes, que se rodeaban
normalmente de caballeros menores, lo que contrastaba abiertamente
con el gobierno anglonormando, controlado desde un principo, por
los magnates cuyo entorno lo constituían caballeros de grado inferior.53
El proceso conflictivo que caracteriza la evolución de la monarquía
francesa también se puso de manifiesto en la estructuración de la
justicia real como una vía de apropiación que permitía llenar las
arcas reales a expensas de las curias señoriales, y, sobre todo, por
el aumento de impuestos (arbitrarios) reales que amenazaban la recau­
dación de todo tipo de derechos señoriales. Por último, una evidencia
clara de esta situación consistió en la predisposición por parte de la
corona francesa en aceptar las apelaciones campesinas contra las
exacciones arbitrarias de los señores locales, en oposición a lo que
ocurría en Inglaterra (a finales del siglo xm ) donde el monarca reco­

83. Véanse supra, pp. 73-76. En relación a los planteamientos que expuse
sobre este tema, véase infra, p. 310 y n. 87.
84. Para una visión general, véase J. F. Lemarignier, La Trance médiévale,
París, 1970, pp. 227-230, 248-258 ss. ,
85. Stenton, Engiish Feudalism, 1066-1166, pp, 30-35; C. W. Hollíster
y J. W. Baldwin, «The Rise of Administrative Kingship», Amer. Hisl, Rev.,
L XXXÍII (1978), en especial pp. 902-905. E. Bournazel, Le gouvernement ca­
pé tien au X II‘ siecle, 1108-1180, París, 1975. Véase también la recensión del
libro de Bournazel hecha por G. T. Beech en Cahiers de civilisatton médiévale,
X 0-X IIe siécles, X X (1977), pp. 269-270.
310 EL DEBATE BRENNER

noció los derechos de los señores sobre las personas y las propiedades
de sus campesinos, impidiéndoles acogerse a las curias de la justicia
real.86 Esta evolución distinta de la situación legal de los campesinos
— que en Francia se manifestó por una sanción real de sus derechos
de propiedad, y en Inglaterra por una tendencia hacia la servidumbre
aprobada por la corona— proporciona un importante indicador de los
modelos divergentes de la formación y de los conflictos de clase, así
como de la evolución del sistema de propiedad, en los dos países
durante el período que estamos analizando.
Sin embargo, y aunque pienso que el planteamiento anterior es
correcto, creo que Bois en su crítica ha señalado una laguna signifi­
cativa en mi exposición que, como afirma dicho autor, puede abrir
una vía a una mala interpretación. Como Índica Bois, los señores
locales eran vulnerables a la penetración de la jurisdicción real en sus
territorios, en parte porque ya habían experimentado la mengua de
su capacidad para extraer renta de sus campesinos. Debilitados por
un fuerte descenso de sus ingresos, se encontraron en una situación
de inferioridad para enfrentarse con la imposición de la fiscalidad
real. Por otra parte, como acertadamente subraya Bois, también es
cierto que, por lo menos algunos de estos mismos señores, pudieron
ocupar cargos públicos en la nueva maquinaria estatal,87 lo que les
convertía en sus beneficiarios y en sus defensores. El proceso de

86. Bois, Crise du féodalisme, pp. 203-204, 254-256, 364; G. Fourquin,


«Le temps de la croissance», en Duby y Wallon, eds., Histoire de la Erame
rurale, I, pp. 381-382; Neveux, «Déclin et reprise», pp. 35-36; Lemarignier,
France médiévale, pp. 227, 296-298; P. Chaunu, «L’état», en Btaudel y La-
brousse, eds., Histoire économique et sociale de la France, 1, 1.' parte, pp, 146-
147.
87. Bois, Crise du féodalisme, pp. 204, 264; véase supra, p. 136. En este
contexto, como dice Bois, puede que mí referencia al Estado como un extractor
de excedente «independiente», «actuando como clase», fuera confusa. Utilicé
esta terminología con el fin de subrayar la novedad de la nueva forma de cen­
tralizar la extracción de excedente (impuestos/burocracia) asociada con el desa­
rrollo del absolutismo francés y sus conflictos con la forma descentralizada esta­
blecida (servidumbre o señorío); y todavía considero que este énfasis es impor­
tante para comprender la particularidad de la evolución socioeconómica francesa.
Sin embargo, puede que las citadas frases introduzcan una formulación unilateral,
ya que al conceder demasiada importancia a las cuestiones de separación y con­
flicto entre los sistemas de extracción de excedente y entre la monarquía y la
aristocracia, se pasaron por alto los puntos de interconexión e interpretación
del modo como el auge de uno estuvo compensado por el declive del otro.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 311

consolidación de la monarquía tuvo lugar en un contexto de desorga­


nización de la aristocracia feudal francesa y, en algunos aspectos im-.
portantes, en un conflicto con ella. Aunque resulta irónico que, a
largo plazo, la consecuencia casi imprevista fuera la reorganización
de la clase dirigente francesa sobre unas bases' más sólidas, más
fuertes.
En resumen, y durante los siglos x n y x m , la monarquía francesa
vio cómo se incrementaba gradualmente su poder gracias a conquistas
y alianzas. Pero, soBre todo desde finales del siglo x m , la caída de las
ganancias señoriales, como consecuencia de'la desorganización seño­
rial y de las conquistas campesinas, permitió que se avanzara conside­
rablemente hacia una nueva forma de centralización monárquica. La
clase señorial inició así un largo proceso que conduciría a buena parte
de sus miembros a depender de la administración real abriendo el
camino para la construcción de un Estado caracterizado por una fuerte
política fiscal, y al mismo tiempo este Estado iba reforzando la pro­
piedad campesina.88 A comienzos del siglo xiv, este proceso no había
hecho más que empezar y tenía frente a sí un largo camino que

88. En conexión con la consolidación del fundamento de la monarquía en


la región de París, Fourquin concluye que «desde la mitad hasta el fin del
siglo x m , íle-de-France se vio líbre de la servidumbre... La comunidad rural
“francesa” se vio sin duda alguna reforzada por las luchas del siglo xnr, cuyo
objetivo era conseguir fijar la taille y otras cargas. Su poder ya se manifestó
cuando... presionó sobre k madre de san Luis para que hiciera de árbitro de
las diferencias que dividían a los campesinos y a los señores, su victoria fue
la muerte de la servidumbre en la región de P arís... Desde esta perspectiva
la corona actuó cada vez con más interés para reforzar la cohesión de los gru­
pos rurales, ya que las comunidades rurales eran un importante contrapeso a la
autoridad del señor», Fourquin, Campagnes de la región parisienne, pp. 189-
190. Además dice Fourquin que, desde fines del reinado de san Luis, los
señores «ya no contaban con ingresos suficientes para poder vivir de sus tierras,
puesto que cuanto más fijos eran los impuestos (laxes) de los campesinos, más
fuerte era la tendencia a convertir al señor en un rentier de la tierra. Hicieron
una entrada masiva en la administración real, que por entonces ya presentaba
una total expansión» (pp. 151-153). En este caso Fourquin señala que la subida
de los gastos y el descenso de los ingresos fueron el origen de las dificultades
financieras de los señores. En el Ma?onnais tanto la resistencia campesina que
erosionaba los ingresos, como el incremento de los gastos que socavaba la base
económica de los señores abrieron el camino a la penetración de la monarquía.
Véase Lemarignier, Frunce médiévale, p. 250, donde se resume el trabajo de
Duby. Para el mismo proceso en Picardía, véase Fossier, Terre el hommes en
Ficardie, II, pp. 598 ss., 708 ss., 732-735.
312 EL DEBATE BRENNER

recorrer hacía su consolidación total. Todavía no existía ningún indi­


cio de un absolutismo unificado ya que los grandes señores (o señores
banales) continuaron manteniendo su supremacía; y, a su vez, la
creación de nuevas dependencias supuso una posterior amenaza para
la unidad. Sin embargo, visto desde nuestra perspectiva, las líneas
básicas del futuro proceso de desarrollo ya se habían establecido.
A largo plazo, el incremento de la extracción de excedente centrali­
zado, sirvió para reorganizar a la aristocracia, puesto que permitió
que los señores «domésticos» entraran en la administración real, e
influyó en que los magnates se convirtieran en cortesanos, aliándose
con la monarquía.
En Inglaterra, sucedió lo contrario. La organización más avanzada
de la clase dirigente en su conjunto, la centralización de los barones
en torno a la monarquía, permitió la intensificación de los poderes
señoriales y de los derechos institucionales sobre y contra el campe­
sinado a finales del siglo x i i y durante el x m . En este sentido la
cohesión política señorial aseguró el éxito de la extracción de exce­
dente feudal descentralizado, esto es, la servidumbre. Así, los seño­
res aseguraron su propiedad, entendida en su sentido amplio, tanto
a corto como a largo plazo. Como resultado en Inglaterra no hubo
indicios de crisis de las ganancias señoriales (cosa que se hizo evi­
dente en Francia durante el siglo xm ) y, a su vez, no se dio nin­
guna tendencia que indicara la implantación repentina de un sistema
centralizado de extracción de excedente como sustitución de un obso­
leto y erosionado sistema descentralizado. Es decir, no se manifestó
ninguna forma, ni siquiera a nivel embrionario, de gestión absolutista.

3. El estallido de la crisis feudal y las formas en que se manifestó

La clase feudal y/o las relaciones de propiedades determinaron


una tendencia a largo plazo hacia la baja de la productividad.89 Ello
produjo una limitación estructural del desarrollo de la economía feu­
dal en su conjunto. Al mismo tiempo, y de acuerdo con el plantea­
miento anterior, tal vez será más claro explicar por qué me estoy

89. La tendencia hacia el declive de ja productividad con ia que Bois y


yó mismo estamos de acuerdo (cf. supra, pp. 46-50) no significa lo mismo que
la tendencia al descenso de la tasa de la renta feudal.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 313

refiriendo constantemente a la distinta evolución que presentan algu­


nas regiones en la aparición de la estructura de clases feudal, con el
fin de entender mejor las formas que va adquiriendo la crisis- feudal
en estas regiones desde finales del siglo x m hasta la segunda mitad
del siglo xv: su aparición en zonas distintas al mismo tiempo, .las
pequeñas diferencias en sus principales causas y características, y sus
resultados contradictorio.

a) Los límites al crecimiento de la población: su carácter de


clase en Europa antes de la gran peste. Postan y Hatcher me acusan
de mi excesiva preocupación por las relaciones de extracción de exce­
dente señores/campesinos, que conlleva una cierta negligencia en el
tratamiento de las limitaciones económicas a la producción qué crea­
ban los pequeños productores campesinos. En particular, Postan y
Hatcher señalan que el crecimiento de la producción, que en un prin­
cipio supuso el empobrecimiento de la población, no fue tan sólo un
fenómeno propio de regiones con fuerte dominio señorial, sino que
apareció incluso en aquellas donde las jurisdicciones no existían o
bien se caracterizaban por una debilidad manifiesta.90 Debo confesar
mi asombro por esta acusación, ya que una de las cuestiones claves
en mi primer artículo-consistió, precisamente, en subrayar los frenos
que una agricultura basada en la pequeña unidad campesina ponía a
un auténtico crecimiento económico. No creo que fuera una cuestión
tratada crípticamente, ni tampoco considero que estuviera mal expre­
sada, ya que — como seguidamente veremos— otros críticos me han
acusado de haber subestimado el potencial económico productivo del
pequeño campesinado.91
Por otra parte, aunque considero que la agricultura de base cam­
pesina, que durante la Edad Media caracterizó a toda Europa, y
durante el primer período de la Edad Moderna a buena parte de los
países de Europa continental, no pudo enfrentarse con un salto cua­
litativo hacia el desarrollo económico autosostenido, sí pudo resistir
un moderado crecimiento económico cuantitativo. Por este motivo,
pace Postan y Hatcher, quisiera incidir en que el oscilante equilibrio
de las relaciones de extracción de excedente entre señores y campe­
sinos pudo ser un elemento crucial en cuanto a la limitación o al

90. Véanse supra, pp. 89-92.


91. Véase supra, p. 45. Para estas críticas, véanse infra, pp. 361 ss.
314 EL DEBATE BRENNER

incremento del potencial para una expansión económica y demográfica


basada en el campesinado. En realidad, los hechos citados por Postan
y Hatcher sirven para desautorizar su propio planteamiento. Las
regiones a las que se refieren, y en las que el peso de las jurisdiccio­
nes señoriales era más débil y la población más densa, como ellos
mismos dicen,: no pudieron soportar una expansión demográfica.
interminable, ya que un crecimiento continuado de la población ten­
dría como resultado momentáneo una situación general de hambre
y pobreza. No es menos indicativo que durante el mismo período,
estas regiones más libres pudieron, y lo consiguieron, soportar niveles,
de población mucho más elevados de los que se daban en zonas carac­
terizadas por un fuerte peso señorial. De acuerdo con un trabajo
reciente sobre las condiciones generales del siglo x m , «la densidad
de población que se ha podido establecer para Normandía [donde el
señorío estaba muy debilitado] ... era mucho más elevada de la que
se puede encontrar en una 2ona más extensa de Inglaterra [con un
peso importante del régimen señorial] durante el mismo período».92
Igualmente las cifras que proporcionan Postan y Hatcher, referentes
a la cantidad de tierra per cápita de una tenencia media en la región
pantanosa de Inglaterra — que no estaba bajo jurisdicción señorial
alguna— supone entre 2/3 y 1/2 de lo que consideran pudo ser
el mínimo de subsistencia para las zonas señoriales de Inglaterra.93
Estos datos puede que se expliquen mejor informando que la media
de colonos villanos en las tierras de señorío cedían en concepto de
renta un 50 por 100 de sus ingresos.
Por su parte conviene subrayar que el mismo historiador, cuyos
resultados sobre población campesina y pobreza los utilizan Postan
y Hatcher para minimizar el significado de los poderes feudales en
relación al desarrollo demográfico y económico, plantea unas conclu­
siones que se oponen a las de los autores citados. H. E. Hallara dice
que la región «con una agricultura avanzada ... era también la región

92. N. J. G. Pounds, «Overpopulation in France and the Low Countries


in the Later Míddle Ages», Jl. Social Hist., III (1969-1970), p. 239.
93. Titow calcula que la mínima extensión de tierra necesaria para la
subsistencia de una familia de tamaño medio (4,5 miembros) tenía que ser de
10 a 13,5 acres (de 2,2 a 3 acres por persona), Titow, Englisb Rural Society,
1200-1350, pp. 78*83 ss. Pero para cubrir un promedio de renta que se supone
igual al 50 por 100 de la producción campesina, la extensión mínima calculada
por Titow tiene que doblarse (p. 81).
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 315

con mayor población y con instituciones más libres y en la que la


jurisdicción señorial era algo marginal».94 En otras palabras, los cam­
pesinos de zonas donde el poder señorial era débil, no tan sólo tuvie­
ron mayores posibilidades de consumo debido a la menor incidencia
de las exacciones señoriales, sino que también obtuvieron una pro­
ducción por acre mayor que sus homónimos de las regiones jurisdic­
cionales, al poder disponer de mayor cantidad de excedente para la
reinversión. No sorprende por tanto que sus posibilidades para un
crecimiento demográfico también fueran mayores. Es evidente que
frente a lo expuesto no es exagerado interpretar las elevadas densi­
dades de población en casi toda Francia durante el siglo x m —com­
parándolas con las que aparecen en Inglaterra— en función de la
debilidad del poder señorial y de los mecanismos de extracción de
excedente; al revés de lo que ocurría en Inglaterra durante el mismo
período.95

b) La crisis de las ganancias señoriales y sus resultados. La


crisis de la economía feudal, cuando se produjo, no adquirió una sim­
ple forma maíthusiana. En casi toda Europa occidental a finales del
siglo x m y durante el xiv, se produjo, al menos eventualmente, un
alto en el crecimiento de la población. De hecho, la peste de mediados
del xiv marcó el desenlace de un proceso de declive demográfico que
ya se había iniciado con anterioridad- De acuerdo con un planteamien­
to estrictamente malthusiano, este giro demográfico tendría que haber
curado las enfermedades del sistema, reequilibrando la población con
los recursos y reiniciando un nuevo período de crecimiento demo-
económíco. Pero esto no ocurrió, sino que se produjo un largo perío­
do de declive económico y demográfico, de estancamiento y, en algu­
nos lugares, de auténtica catástrofe.

94. H. E. Hallam, «The Postan Thesis», Hist. Studies [Melbourne], XV


(1971-1973), p. 222.
95. Como dice Neveux, «la supervivencia de un campesinado numeroso
procede tanto de las conquistas de la comunidad rural como de una debilitación
del poder del señ or.,, [es decir, la disminución de las exacciones arbitrarías];
esta supervivencia hace que desciendan los costes de los campesinos y contri­
buye al mantenimiento de una elevada densidad de población rural, a pesar
de la poca extensión de muchas de las tenencias campesinas. En consecuencia,
los señores empezaron a sufrir un cierto empobrecimiento económico», Neveux,
«Déclin et reprise», pp. 36, 39 (el subrayado es mío).
316 EL DEBATE BRENNER

Los intérpretes demográficos son ciertamente conscientes de esta


dificultad. De todos modos, y a pesar del contencioso con Postan y
. Hatcher, resulta difícil comprender cómo puede dilucidarse en el con­
texto básico, que estos autores definen, si esta situación es «malthu-
siana» o «ricardiana». Postan y Hatcher dicen que «si aceptamos que
la tendencia irreversible de los beneficios decrecientes, señalada por
Ricardo, funcionó sólo a largo plazo, lo que supone que no se pueda
comprobar la importancia de la innovación y la inversión, la ausencia
de innovación y la lentitud de la inversión en la agricultura medieval
tardarían mucho en explicar por qué la recuperación bajomedieval fue
tan lenta y tardía».96 Pero esto me parece salirse por la tangente, ya
que la caída de la población habría permitido dejar de cultivar tierras
marginales, retornando a las tierras de mejor calidad, con lo que de
nuevo se elevaba la productividad agrícola. Al mismo tiempo, el
aumento del ingreso per cápita del campesinado habría facilitado un
incremento de la inversión en la agricultura. En realidad ocurrieron
ambos mecanismos, impulsando un nuevo resurgimiento demoeconó-
mico, pero sólo a muy largo plazo, después de un retraso de casi un
siglo. La cuestión que se plantea entonces es ¿por qué este retraso?
Realmente este problema no carece de dificultades y no ha sido
resuelto, por el momento, de forma satisfactoria. Pero estoy de acuer­
do con Bois en que la profunda crisis de los rendimientos señoriales
y sus efectos, durante la época bajomedieval, deberían ser un compo­
nente central de cualquier interpretación coherente.97 El descenso de

96. Véase supra, p. 89. Le Roy Ladurie no plantea esta cuestión, sino
que tan sólo se refiere al factor epidemiológico.
97. La persistencia de la peste durante buena parte del siglo xv puede
que también suponga un tema central para cualquier intento de explicación.
Pero incluso aceptando que la peste constituyera un importante factor para
evitar un reflujo de la población, ¿es correcto considerarlo como un factor
totalmente exógeno? Creo que esto es cuestionable, ya que, como a menudo
se ha señalado, la aparición de epidemias podía relacionarse con la irrupción
del hambre y de la carestía. Por regla general, en el siglo xv se podía consi­
derar al hambre y la carestía como resultado de los estragos de la guerra. El
hecho de que la peste afectara tan poco a Flandes, región, que go2aba de una
agricultura avanzada y donde no se dieron los efectos destructivos de la guerra,
es un hecho importante que muestra esta relación. El que la virulencia de la
peste fuera remitiendo con la mejora de la nutrición de las personas y que
finalizaran los problemas ocasionados por la guerra en Francia a finales del
siglo xv son otras demostraciones. A su vez, parece evidente que la peste inci­
dió duramente en lugares y momentos donde no se daban indicios de mala
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 31.7

los ingresos de la aristocracia impulsó a los señores, mediante un


proceso de reorganización interna que abarcó a casi toda Europa,
a intentar recuperar sus fortunas. Con esta finalidad las actuaciones
de la aristocracia se dirigieron principalmente a oprimir a los campe­
sinos con nuevas exacciones y a emprender de forma más efectiva
una serie de conflictos bélicos entre los mismos señores. Y en esto
consistió la «reacción aristocrática» a la que hicq amplia referencia
en mi primer artículo.98 Esta reacción tuvo como consecuencia un
trastorno en las fuerzas productivas del campesinado, lo que originó
a su vez un descenso demográfico; es decir, se puso en marcha una
espiral descendente que reflejó el desequilibrio entre las necesidades
contrapuestas de las clases sociales en conflicto, y no solamente entre
población y recursos. -
Por su parte, la crisis señorial no fue tan sólo, como piensa Bois,
un resultado simple y directo de un proceso automático y continuado
de la tasa decreciente de la renta feudal, sino que constituyó uno de
los elementos de la evolución divergente de las relaciones de clase.
En algunos lugares, la crisis del ingreso señorial precedió al descenso
de la población y de alguna manera puede considerarse como resul­
tado concreto de las conquistas campesinas y de la consiguiente caída
de la tasa de renta. Pero donde el poder y la propiedad'señorial per­
manecieron intactos, o bien se reforzaron, la crisis de los ingresos
señoriales y el descenso de la tasa de renta ocurrieron después de. la
caída de la población, la cual significó el resultado tanto de la ten­
dencia a la baja de la productividad, como de la persistencia de la
peste bubónica. Al mismo tiempo, y por motivo de las formas dife­
rentes que estaban adquiriendo' los sistemas de extracción de exce­
dente feudal debido a la disparidad de funcionamiento efectivo en
lugares diversos, se modificaron los métodos que los señores utiliza­
ban para hacer frente a sus problemas de ingresos, con distintas con­
secuencias en las fluctuaciones de la producción a corto plazo y en el
desarrollo económico a largo plazo.

nutrición. Bois, Crise du féodalisme, pp. 278-280; Le Roy Ladurie, «Masses pro*
fondes: la paysannerie», pp. 488-497, 511-514; Neveux, «Déclin et reprise»,
p. 91. ' •
98. Véanse supra, pp. 50 y 133, n. 6, N o entiendo por qué Bois me
acusa de no tener en cuenta el declive de los ingresos señoriales, e insiste en
que existe una diferencia entre los dos sobre esta cuestión (incluso sin estar
totalmente de acuerdo con las causas).
318 EL DEBATE BRENNER

Al norte de Francia, el descenso de las ganancias señoriales ya se


había iniciado a mediados del siglo x m , e incluso antes." Desde
finales del x m , esta decadencia fue paralela —y en parte condiciona­
da— al rápido auge de la fiscalidad estatal, que se aceleró espectacu­
larmente con el estallido de la guerra de los Cien Años. La misma
guerra contó con la aprobación de los señores, grandes y pequeños,
porque podía proporcionar, en muchos sentidos, una salida a sus difi­
cultades económicas, bien obteniendo cargos públicos, bien con los
botines de guerra, y de forma especial con los rescates que pagaban
los prisioneros ricos. Así pues, el aparato del'Estado creció, se hizo
más efectivo e incrementó sus exacciones, utilizándose parte de las
ganancias para equilibrar la intensificación de la crisis de los ingresos
señoriales. Pero el alza de la fiscalidad supuso un duro golpe para
una economía campesina que-ya había llegado a su límite. A comien­
zos del siglo xiv, la debilidad de las exacciones señoriales permitió,
como ya se ha señalado, que el crecimiento de la población campesina
alcanzara un nivel elevado, en relación con los recursos territoriales
y tecnológicos disponibles, nivel que no se volvería a alcanzar en algu­
nos lugares hasta el siglo xvm .100 El alza de las exacciones centrali­
zadas tuvo efectos negativos sobre la producción y la población.
Durante el primer tercio del siglo xiv, la crisis se precipitó debido
a la invasión de tropas extranjeras, seguidas muy de cerca por la
peste y luego por nuevas invasiones que originaron una devastación
demográfica.
Pero la decadencia de la población no pudo restaurar el equilibrio
anterior; ya que supuso un descenso de los individuos que pagaban
impuestos, lo que redundó en la baja de las ganancias generales de
los señores y, en consecuencia, en una creciente e incesante necesidad
de recuperación. En algunos lugares, después de 1350, los señores
intentaron un reajuste mediante el reforzamiento de los controles
señoriales y el incremento de las exacciones descentralizadas; es
decir, fortaleciendo la servidumbre.101 Pero en general, los señores

99. Véase el comentario de Neveux sobre que «la enfermedad del régimen
señorial es el largo p lazo... por lo menos se remonta al segundo cuarto del
siglo xm »: Neveux, «Déclín et reprlse», p. 35. Véase también Bois, Crise du
féodalisme, pp. 200, 240; Fourquin, Campagnes de la région parisienne, p. 152.
100. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp, 483-485.
Véase también supra, p. 315, n. 95.
101. Por lo que se refiere a la reacción señorial en Francia vía la intensi-
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 319

franceses no siguieron esta vía, por lo que la respuesta principal a


esta situación radicó en el estímulo y en el aprovechamiento de un
tipo de desarrollo que involucraba la intensificación de la guerra, el
crecimiento de la fiscalidad monárquica y la construcción de la maqui­
naria estatal (cargos públicos). Como consecuencia de ello y durante
la última parte del siglo xiv y comienzos del xv, el incremento de la
fiscalidad y el aumento de las destructivas campañas militares rela­
cionadas con una progresiva reducción de la base productiva campe'
sina, iniciaron un «ciclo infernal» de desequilibrio y declive que, a
intervalos, se fue repitiendo durante .un siglo, alcanzando proporcio­
nes catastróficas entre las décadas de 1430 y 1440. La aceleración de
la centralización política, a causa de la acumulación política, .abortó
el necesario reajuste malthusiano, y en vez de ello sumergió al siste-
ma en una crisis generalizada de larga duración.102
En Inglaterra, al contrario de lo que sucedía en Francia, los indi­
cios de una presión sobre las ganancias señoriales, su estancamiento
o su descenso, aparecieron ya bien entrado el siglo xiv, aunque por
aquel entonces empezaron a manifestarse otros indicadores que mos­
traban una posición defensiva bien pertrechada por parte de los
señores ingleses frente a sus campesinos.103 Esto ocurría al mismo
tiempo que la población había alcanzado su límite de crecimiento,
iniciando su decadencia, y es posible que ambos fenómenos estuvie­
ran relacionados. Incluso así no es probable que con anterioridad a la
peste de mediados del siglo xiv e incluso después, apareciera una
seria amenaza para los ingresos señoriales; la epidemia produjo
una caída drástica de la población, y por tanto una caída de las rentas
de todo tipo. No es extraño que existan pruebas generalizadas que
muestren las pretensiones señoriales en reforzar sus controles sobre
los campesinos, deteniendo de esta manera la caída de los ingresos.
Apriorísticamente, estas pretensiones se manifestaron en tentativas
para consolidar la organización política señorial con el fin de poder

ficación de la descentralización señor/siervo, véanse las referencias que se han


dado más arriba, p. 36, n. 26.
102. Boís, de forma magistral, reveía la interconexión de los procesos ante­
riores en Crise du féoddisme, en especial en los capítulos 10 al 13. Estoy muy
en deuda con su aportación. Véase también Neveux, «Déclin et reprise»,
pp. 55 ss.
103. Véanse supra, pp. 155-156 y n. 18. Aquí también la cronología ten­
dría que compararse con la de Francia,
320 EL DEBATE BRENNER

utilizar la ya existente maquinaria de extracción de excedente descen­


tralizada por compulsión extraeconómica. Se hicieron esfuerzos para
impedir la movilidad campesina, para fijar límites salariales y para
controlar la competencia entre los mismos señores en lo relativo a la
obtención de fuerzas de trabajo para incrementar, o al menos mante­
ner, los antiguos niveles de renta.104
Por tanto y contrariamente a lo que los intérpretes demográficos
pretenden que creamos, la caída de la población en Inglaterra, des­
pués de 1349, no supuso en muchos lugares un descenso paralelo e
inmediato de las exacciones. De hecho, algutíos historiadores preten­
den explicar el mantenimiento de las rentas a niveles preepidémicos
— e incluso en varios territorios señoriales de diversos puntos del
país hasta 1380, a pesar del drástico, declive demográfico— m por el
incremento de las presiones extraeconómicas señoriales y de los con­
troles sobre el campesinado. Este propósito, parcialmente logrado,

104. Hilton, Decline of Serfdom in Medieval England, pp. 35-42. Hay


que tener en cuenta que en Inglaterra no se dio un proceso de consolidación
del absolutismo estatal igual que en Francia (impuestos/cargos públicos). Los
señores franceses, a causa de su incapacidad para enfrentarse con la resistencia
y las subsiguientes conquistas campesinas, se vieron más influidos por el poder
real. Dados los problemas con que se encontraban (sobre todo aumentar
sus ganancias), aceptaron de buen grado la expansión deí sistema fiscal del
Estado, puesto que ello les permitía aprovecharse de los beneficios de los cargos
públicos. En cambio, los señores ingleses podían obtener importantes rentas
gracias a la ampliación de sus dominios territoriales y al incremento de los
derechos feudales que pesaban sobre las tenencias de sus siervos desde el
siglo x m en adelante; por tanto, dependían menos de la fiscalidad real como
base de ingresos por cargos públicos, e incluso se oponían a ella, puesto que
suponía la disminución de las posibilidades de los campesinos para pagarles
rentas. Véase J. R. Maddicott, Tbe Englisb Peasantry and tbe Demands of tbe
Crown , 1294-1341 (Past and Present, suplemento n,° 1, Oxford, 1975), en
especial pp. 23-24, 49-50, 71. D e hecho, el incremento de la fiscalidad en Ingla­
terra se fue desarrollando en conexión con y bajo el control de un sistema
parlamentario, y no, como ocurrió en Francia, derivado del absolutismo estatal.
105. Por ejemplo, J, A. Raftis, Tenure and MobtUty, Toronto, 1964,
pp. 139-144 ss.; Hilton, Decline of Serfdom..., pp. 35-42. En palabras de Har-
vey, «muchos de los acuerdos sobre las tenencias... desafiaron la realidad
económica de su tiempo. En este señorío [se refiere a la abadía de Westminster]-
después de 1348 las rentas no descendieron al mismo ritmo que la demanda
de tierra, si es que hubo algún descenso de las rentas; los villanos continuaban
pagando unas rentas que los monjes de 'Westminster no podían obtener de las
tenencias establecidas sobre bases contractuales», Harvey, 'Westminster Abbey
and its Estafes in the Middle Ages, p, 268, y también pp. 262-264.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO ' 321

de mantener antiguos niveles de renta frente a una población en


rápido descenso, causó un cierto desequilibrio de la producción cam­
pesina, minando la capacidad del campesinado para recuperarse demo­
gráfica y económicamente, a pesar de la relación favorable tierra/tra­
bajo. Hasta cierto punto esta situación pudo iniciar el mismo tipo
de espiral descendente que se dio en Francia, al menos por un tiem­
po determinado.
Pero el desajuste económico fue menor en Inglaterra que en
Francia. La población en general no había alcanzado las elevadas
densidades francesas, y, muy probablemente, los elevados niveles de
exacciones señoriales a comienzos del siglo xiv impidieron el mismo
tipo de expansión demográfica. Tampoco después de 1350 se incre­
mentó en Inglaterra la tasa de apropiación feudal (rentas mas im­
puestos) en la misma proporción que se había dado en Francia, y
desde luego que no ocurrió por un período de tiempo tan largo. El
campo inglés tampoco sufrió la devastación que la guerra produjo
en Francia, puesto que las batallas de la guerra de los Cien Años
tuvieron lugar en territorio francés.106 Es más, durante la primera
mitad del siglo xv, la reacción señorial fracasó gracias a la resistencia
y a la movilidad campesinas, lo que quizá suponga un indicador de la
inferioridad de la forma descentralizada de extracción de excedente
que se daba en Inglaterra, a pesar de su buena organización y cohe­
sión, sobre todo en comparación con el nuevo sistema de centralizar
la extracción de excedente en Francia (impuestos/cargos públicos),
especialmente en condiciones de despoblamiento a finales de la Edad
Media.. Los señores tan sólo podían apropiarse de rentas más bajas,
rentas contractuales básicamente económicas, Tampoco se había desa­
rrollado una maquinaria fiscal centralizada. La clase dirigente en su
conjunto se vio obligada a resarcirse de la baja de sus ingresos por
otros medios: intervención militar fuera de sus fronteras y, en última
instancia ¿aunque a pequeña escala, por medio de la guerra civil.
Resulta irónico que lo que en realidad impidió la aparición de catás­
trofes económicas similares a las que se estaban experimentando en
algunos lugares del continente fuera la incapacidad, a largo plazo, de
la aristocracia inglesa en ampliar la extracción de excedente por me­
dios extraeconómicos te a sus campesinos, a través de la intensi­
ficación de la servidv ffibre, o por la imposición de la fiscalidad abso­

106. Véase supra, p. 138.

21.— BRENUMER
322 EL DEBATE BRENNER

lutista, combinado todo ello con el triunfo a corto plazo de los seño­
res ingleses en la resolución de sus crisis financieras gracias a acciones
militares externas.
En Alemania, al este del Elba, nos encontramos con una situación
diferente. En esta vasta zona, el desarrollo económico y demográfico
medieval se vio fuertemente condicionado por el comportamiento de
la tendencia general que expresaba el comportamiento de las regiones
de Europa occidental. Ello se debió a la fuerte dependencia de su
proceso de colonización con respecto a las regiones del oeste. Como
resultado, la secuencia de la crisis en Alemania oriental presenta unos
rasgos diferentes con respecto al tiempo y a la forma que tomó la
crisis. El estancamiento demográfico y la posterior caída de la pobla­
ción en Alemania oriental ocurrieron después de la culminación del
crecimiento de la población en el oeste y se manifestaron con bastan
te claridad a partir del final del siglo xiv con el atasco del proceso
colonizador.107 Naturalmente, esto significó una grave amenaza para los
ingresos señoriales, ya que en esta zona el desarrollo se había iniciado
desde una forma de señorío muy difusa. El problema con el que los
señores debían enfrentarse consistía en la obtención de beneficios de
tierras no ocupadas, por lo que no tuvieron más opción que ofrecer
a los colonos campesinos condiciones muy favorables para que se esta­
blecieran en ellas: por ejemplo, censos fijos y estatus de persona libre,
es decir, lo que se viene denominando «Derecho Germánico». A la
medida que la población iba creciendo, tanto los señores como los
campesinos se beneficiaban de la abundancia de tierras.108 En estas
condiciones es evidente que fueron pocos los incentivos para el desa­

107. F. L. Carsten, The Origins of Prussia, Oxford, 1954, pp. 101-102,


114, y en general el capítulo 8; Postan, «Economic Relations between Eastern
and Western Europe», p. 149; M. Malowist, «The Economic and Social Deve-
lopment o£ the Baltic Coimtrxes from the Fifteenth to the Seventeenth Centu-
ries», Econ. Hist. Rev., 2.a serie, X II (1959-1960), p. 181. No tiene por qué
suponerse que el descenso de 3a población fuera general en el noreste de Europa
a fines de la Edad Media. Polonia, por ejemplo, en contraste con Alemania
oriental (Mecklenbutgo, Pomerania, Brandeburgo, Prusia) *no experimentó mo­
dificación alguna en su crecimiento demográfico a lo largo del siglo xvi.
I. Gieysztorowa, «Research into the Demographic History of Poland», Acta
Poloniae histórica, X V III (1968), pp. 10-11 y passint.
108. Véase M. Malowist, «Problems of the Growth of the National Eco­
nomy of Central-Eastern Europe in the Late Middle Ages», Jl. European Econ.
H ist, III (1974), pp. 322-329. Véase también Carsten, Origins of Prussia.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 323

rrollo de una autóorganización- señorial, de una centralización con


intenciones de acumulación política. Los territorios señoriales se
caracterizaban, en conjunto, por ser vulnerables, y la naciente aristo­
cracia ofrecía una apariencia de desorganización, desunión e indis­
ciplina.
Pero a partir de finales del siglo xiv, el crecimieritó de la pobla­
ción sufrió una fuerte desaceleración. Al contrario *de lo ocurrido en
Europa occidental, la explicación de este frenado no se puede relacio­
nar con problemas de descenso de la productividad, ya que en el este
de Europa todavía existían grandes extensiones de tierra desocupada,
lista para colonizar. Puede que la causa del descenso demográfico se
debiera a la peste, pero todo hace suponer que el origen del declive
fue un acusado descenso de la inmigración fruto de la crisis demo-
económica del oeste. Las ganancias de los señores disminuyeron, y
éstos intentaron afrontar la situación utilizando medidas extraeco-
nómicas. Pero al carecer de un aparato estatal desarrollado sobre una
base centralizada al que poder acudir, la aristocracia de Europa orien­
tal dirigió su actividad hacia la intensificación de la servidumbre.
Al mismo tiempo empezaron sus rivalidades internas, lo que implicó
un desmantelamiento casi total de lo poco que había de estados uni­
ficados o monarquías. La decadencia de la Orden Teutónica en el si­
glo xv no es más que el ejemplo más sobresaliente de esta situación.
Por último hay que subrayar una característica importante de la
aristocracia de Europa oriental que consistía en la actividad bélica
externa, lo que tuvo efectos devastadores y consecuencias desastrosas
sobre la producción y la población. Al ver amenazadas sus ganancias,
los señores reanudaron sus intentos de recuperación a expensas de
los campesinos y de los otros señores, generando la conocida espiral
descendente de desequilibrios y declive economicodemográficos.109

109. Carsten, Origins of Prussía, cap. 8; M. Bískup, «Polísh Research


Work on the History of the Teutonic Order State Organization in Prussia,
1945-1959», Acta Poloniae histórica, III (1960), pp. 96-99, donde en concreto
hay un resumen de los estudios de Bronislaw Geremek sobre la cuestión de
la falta de mano de obra en Prusia durante el siglo xv. Geremek subraya la
importancia de la guerra como causa del declive demográfico de principios del
siglo xv; B. Geremek, «Problem sily raboczej w Prusach w pienvszej polowie
XVw» [E l problema de la mano de obra en Prusia durante el comienzo del
siglo xv ], Przeglad historyczny, X LVIII (1957). Quiero agradecer a Kasha
Seibert la traducción de este artículo.- Para una cuestión similar, véase H. H .
324 EL DEBATE BRENNER

III. El r esu lta do de la c r is is feudal y los d if e r e n t e s


MODELOS DE DESARROLLO

A partir de mediados del siglo xv y en la mayor parte de Europa


occidental, fueron desapareciendo las condiciones que habían origi­
nado la crisis, iniciándose un nuevo período de expansión económica.
Los campesinos reanudaron el cultivo de las mejores tierras, gene­
rando un incremento de la productividad. Disminuyeron la incidencia
y la destructividad de las guerras externas, reflejo tal vez del cansan­
cio y de la desorientación de la nobleza. Paralelamente iba reducién­
dose el peso de las exacciones nobiliarias sobre el campesinado, al
menos temporalmente. Y el impacto de la peste sobre el conjunto
de la población fue desapareciendo. En este contexto empezó una
nueva fase de incremento de la población y expansión de los cultivos
que impulsó un crecimiento de la producción, que a su vez generó un
alza de los ingresos, tanto de los señores como de los campesinos.
El correspondiente aumento de la demanda proporcionó la base para
una nueva era de expansión de la industria y del comercio europeos,
alcanzando éste una proyección impensable con anterioridad y diri­
giendo sus miras hacia América y la ruta marítima de Oriente, sobre
todo. A pesar de ello la actividad comercial europea a comienzos de
la Edad Moderna, en algunos aspectos importantes, mantuvo sus
características medievales. Permanecía fuertemente condicionada por
la producción de textiles de alta calidad (que en este período ya se
fabricaban en Inglaterra y Holanda) y por la producción de vino (pro­
cedente de Francia), complementándose con seda y especias traídas
de Oriente. Estas mercancías habitualmente — aunque no en su tota­
lidad— se dirigían al consumo de la cíase dirigente, intercambiándose
en buena medida por alimentos básicos procedentes de la expansión
del mercado cerealícola que involucraba a la agricultura de la Europa
del este.
En relación a estos temas yo planteaba lo siguiente: las distintas
respuestas económicas de las regiones europeas a nuevos riesgos y
oportunidades derivados del nuevo período de expansión económica,

Wachtet, Ostpreussiscbe Dom'ánenvorwerke im 16 und 17 Jahrhundert (Würz-


burgo, 1958), p. 15.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 325

estaban muy condicionadas por los modelos de control de la propie­


dad de la tierrra, es decir, por los sistemas de extracción de excedente
que surgieron a partir, de la crisis de los ingresos señoriales a fines
del período medieval. La estructura de la propiedad no era más que
el resultado, a largo plazo, de procesos divergentes en la formación
de las clases agrarias y de los conflictos de clase. Por medio de estos
procesos el campesinado europeo pudo fijar unos límites, más o menos
favorables, a los mecanismos de extracción de excedente que preten­
dían desarrollar las clases dirigentes para asegurar su reproducción.
Al mismo tiempo se ve cómo en cada situación — el surgimiento de
la servidumbre en el este, el auge del absolutismo estatal en conexión
con la consolidación de la propiedad campesina en Francia, y el
desarrollo de relaciones capitalistas en torno a la tierra, paralelas
al establecimento de una nueva forma de estado en Inglaterra—
fue posible una nueva estrategia en la extracción de excedente gracias
a un nivel más elevado de autoorganización y de autocentralización
de la clase dirigente en cada una de las regiones citadas y, al menos,
desde un punto de vista concreto, tiene que contemplarse- como con­
tinuación, o incluso culminación, de la dirección de la tendencia del
sistema feudal en su conjunto. Por último, considero que los diferen­
tes sistemas de propiedad establecidos fueron responsables de la defi­
nición de muy opuestos modelos de evolución económica en las
diversas regiones europeas, así como de la contribución de las dife­
rentes formas de involución agrícola que fueron apareciendo y, por
último, de la «crisis general» que tuvo lugar en la mayor parte del
continente y de la nefasta ruptura del crecimiento autosostenido que
se estaba dando en Inglaterra.

1. Las raíces de las divergencias

a) El auge y el declive de la servidumbre: este frente a oeste.


Postan y Hatcher, por algún motivo, niegan que el descenso de la
población — sobre todo a partir del siglo xv— , y la amenaza paralela
a los ingresos señoriales, supuso un importante estímulo para que se
produjera la nueva situación servil de los campesinos en la Alemania
al este del Elba; es decir, la utilización de derechos jurisdiccionales
extraeconómicos para poder obtener un mayor excedente en una situa­
ción ? demográficamente inducida, de descenso de la renta y aumento
326 EL DEBATE BRENNER

de los salarios.í!0 Pero no es una coincidencia que, por ejemplo, en


Prusia la primera de una larga serie de ordenanzas gubernamentales
a favor del reforzamiento de los controles señoriales sobre el campe-
sinado (limitación de la movilidad campesina, mayoritariamente), así
como del afianzamiento de las rentas señoriales procedentes de meca­
nismos de coacción, se promulgara inmediatamente después de las
primeras grandes pérdidas demográficas ocurridas durante las guerras
de comienzos del siglo xv. Estas ordenanzas, como justificación y
explicación de lo que reglamentaban, hacían referencia explícita a la
falta de mano de obra.111 Además, y a pesar de las suposiciones de
Postan y Hatcher, los historiadores están de acuerdo en que durante
la segunda mitad del siglo xv, los señores consiguieron buenos resul­
tados en sus intentos de dominar a los campesinos prusianos; para
ello, fijaron unos controles más severos y exigieron prestaciones más
onerosas, incluso frente a una fuerte reducción de los efectivos de la
población. Efectivamente, el auge de la servidumbre en Alemania
oriental no dependió de una modificación alcista de la evolución de la
población, puesto que la servidumbre ya se encontraba bien estable­
cida mucho antes del inicio del aumento demográfico, hacia la mitad
del siglo xvi. Es difícil conseguir datos concretos y fiables, pero en
Samland, por ejemplo, región donde la ofensiva señorial se inició
temprano y con mucha fuerza, la población, en torno a 1525, supo­
nía tan sólo una tercera parte del nivel alcanzado en 1400, mientras
que la servidumbre a lo largo de estos cien años se había ido inten­
sificando, convirtiéndose en un modo de vida, en un hecho real, para
un amplio sector del campesinado de la región.512 Fue la implantación

110. Véanse supra, pp. 85-86; véase también p. 263, n. 9.


111. Carsten, Qrigins of Prussia, cap. 8; Geremek, «Problem sily raboczej
w Prusach w pierwszej polowie XVw».
112. A pesar de que Heide Wunder fundamente su crítica acentuando la
semejanza del proceso de desarrollo de Alemania oriental y occidental a finales
de la Edad Media, expone la evolución de la zona oriental de tal manera que
no hace más que evidenciar sus diferencias: «Todos los grupos [campesinos]
se enfrentaron con una nivelación del orden social rural precedente que intro­
dujo un cierto grado de inseguridad. Se trataba de una tendencia en declive,
opuesta al auge experimentado en el siglo X I V ... Los campesinos y los hom­
bres libres intentaron mediante revueltas [1525] invertir este proceso», H. Wun­
der, «The Mentality of Rebellious Peasants», en B. Scribner y G. Benecke, eds.,
The Germán Peasant War of 1525, Londres, 1979, p. 155 (el subrayado es
mío). Para más información sobre la caída de la población y la deteriomacipri
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 327

de la'servidumbre en Alemania oriental, en condiciones de un rápido


descenso demográfico, lo que me indujo a poner en entredicho la
opinión ampliamente aceptada referente a que una caída paralela de
la población en Europa occidental podía explicar, de manera unilate­
ral, el declive y la desaparición de la servidumbre.
Para poder explicar por qué los señores en Europa occidental, a
fines del siglo xiv y durante todo el xv, no consiguieron superar la
crisis de sus ganancias por la vía del reforzamiento de la servidum­
bre, a pesar de que intentaron utilizar esta vía, mientras que los seño­
res al este del Elba fueron muy capaces de conseguirlo, yo me remitía
al desarrollo, relativamente reciente, de las tierras al este del Elba,
acentuando sobre todo su carácter de colonización. Los grandes mag­
nates de Alemania oriental y Polonia dirigieron y controlaron, desde
sus comienzos, un proceso de desarrollo agrario atrasado, imponiendo
formas de asentamiento campesino «artificiales» y obsoletas. Al con­
trario de lo que ocurría con los señores de Europa occidental, quienes,
para controlar las comunidades campesinas surgidas hacía ya bastante
tiempo y mucho mejor organizadas, y que además contaban con una
tradición de resistencia y lucha por sus derechos (que a veces había
tenido éxito), tuvieron que imponer su orden «desde fuera». El
resultado fue que mientras los señores de Europa oriental pudieron
solventar el descenso de sus ganancias mediante el reforzamiento de
la servidumbre campesina, esta opción fue completamente inviable
para los señores de Europa occidental debido al mayor dinamismo y
combatividad de los campesinos de aquella zona. Así pues, y duran­
te el período citado, los señores del este pudieron tranquilamente
conseguir sus objetivos gracias a su autoorganización política, espe­
cialmente por medio del desarrollo de nuevas formas de estado
feudal.113
Heide Wunder considera contradictorio este planteamiento, y se
pregunta por qué si en un principio los campesinos alemanes al este

de la situación campesina a finales del siglo XV, véase H. Wunder, «Zur Men-
talitat aufstándischer Bauern», Geschichte und Gesellschafí, Sonderheft 1, Ber
deutsche Bauernkrieg, 1524-1526 (1975), pp. 22, 32; H. Wunder, «Der sam.-
landische Bauernaufstand von 1525», en R. Wohlfeíl, ed., Der Bauernkrieg,
1524-1526, Munich, 1975, pp. 153, 162-163; Geremek, «P roble m sily í-aboczej
w Prusach w pierwszeí polowie XVw», pp. 231-232.
113. Véanse supra, pp. 57-62,
328 EL DEBATE BRENNER

del Elba eran los que gozaban de una situación más libre en toda
Europa —cosa que yo admito— , pudieron ser los que aceptaron más
fácilmente la refeudalización. Wunder subraya el hecho de que los
campesinos de esta zona recibieron de sus señores amplias garantías
de libertad sobre sus tenencias.114
Sin embargo no considero arriesgado afirmar que, en un princi­
pio, los campesinos obtuvieron excelentes condiciones para su asen­
tamiento en la zona, aunque, como clase, permanecieran en una
situación de inferioridad manifiesta frente a los señores, Éstos, para
estimular la repoblación, se vieron obligados a ofrecer condiciones
favorables para atraer a los colonos, y es más, obrar de esta manera
les iba a resultar altamente beneficioso. Así, en la medida en que
iban canalizando una corriente continuada de colonos hacia tierras
incultas para que las trabajaran, pudieron establecer una relación
distendida con ellos, participando en los beneficios originados por la
roturación de estas tierras, estimulando una mayor productividad y
evitando los costes de los mecanismos de coerción. Sin embargo, con­
viene matizar que esta situación no contradice el hecho de que los
señores fueran quienes garantizaran estas condiciones, mientras que
los campesinos las recibían. Se trata de un proceso muy diferente del
que tuvo lugar en varias regiones de Europa occidental donde los
campesinos a menudo obtenían una mejora de su situación gracias al
éxito de una posición de resistencia frente a los señores, que se debía
fundamentalmente a la independencia en la organización del gobierno
de la comunidad que se fue consolidando a lo largo de un período
prolongado. En este sentido los campesinos del este se encontraban
en situación de inferioridad manifiesta cuando los señores cambiaron
su estrategia política, optando por una intensificación de las exacciones
y los controles sobre el campesinado,115 para contrarrestar de este
modo el problema de la escasez de mano de obra.116

114. Véanse supra, pp. 115-116.


115. Ejemplos de situaciones similares en el oeste (es decir, el triunfo de
los señores en conseguir cambios políticos) pueden verse en Searle, Lordship
and Community, pp. 45-68; Duby, Rural Economy and Country Life in the
Medieval West, pp. 113-114.
116. En relación a ello la referencia que hace Wunder (véase supra, p. 116)
del Handfeste (los contratos del asentamiento original que garantizaban a los
campesinos de Alemania oriental su libertad) muestra que esta autora no com­
prende el sentido concreto efe esta situación legal, ya que parece confundir la
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 329

Con referencia a los fundamentos estructurales de la posición más


débil de los campesinos frente a los señores en el este, comparándola
con la situación de los campesinos en Alemania occidental, Wunder
señala correctamente que mi referencia a la expansión del tipo de
Waldhufen de la comunidad —donde la producción campesina se
organizaba a base de una regulación más individualizada y menos
comunitaria que en otros lugares— no proporciona más que un ele­
mento explicativo ya que, como ella misma afirma, este tipo de orga­
nización no era en absoluto general para toda la región.117 A pesar
de ello, Wunder parece que está de acuerdo en que la repoblación
en el oeste fue mucho más compacta que en el este, igual qué tam­
poco discute el hecho de que en el oeste normalmente no había corre­
lación entre pueblos y señoríos, mientras que en el este la norma era
de un pueblo/un señorío. Este desajuste entre pueblos y señoríos en
el oeste produjo una división de autoridad que pérmitió a los cam­
pesinos unas posibilidades de maniobra, aparentemente imposibles
para los campesinos del este. Los campesinos del oeste pudieron
mantenerse unidos colectivamente frente a u n señor que podía exigir
jurisdicción tan sólo sobre parte del pueblo, o, planteándolo de otra
manera, frente a señores con jurisdicción compartida—y a veces en
conflicto— sobre el pueblo. Es más, el campesino del oeste pudo, y
así lo hizo, desarrollar una red de solidaridad entre pueblos con más
facilidad que los señores de estos pueblos, quienes se veían desborda­
dos y desorganizados por el laberinto de jurisdicciones separadas, por
medio de las que, de forma individual, dominaban a los campesinos.
El origen de estas diferencias, que evidencian la desventaja del cam-

cuestión de los derechos formales (garantizados para atraer a los colonos) con
las relaciones sociales y de poder existentes. Los Handfeste evidenciaban la
necesidad de trabajo que tenía el señor, pero no indican nada más sobre la
subsiguiente evolución. Un historiador de la zona hace una explicación escueta
de los Handfeste: «su contenido manifiesta una semejanza inoperante ya que
la última que uno lee apenas dice más sobre las relaciones sociales de un pue­
blo que la primera». En cambio, las cartas de franquicia de los campesinos del
oeste, las Weistümer, reflejan en general el resultado de un proceso-de lucha,
constituyendo una demostración directa de la victoria que obtuvieron los cam­
pesinos en conseguir lo que exigían, H. Patze, «Die deutsche bauerliche Ge-
meinde im Ordensstaat Preussen», en Die Anfange der Landgemetnde und ihr
Wesen, 2 vols. (Konstanzer Arbeitskreis für mittelalterlich Geschichte, Vortrage
und Forschungen, VII-V III, Stuttgart, 1964), II, p. 150,
117, Véase supra> p. 117,
330 EL DEBATE BRENNER

pesínacJo del este con respecto al del oeste, puede que se encuentre
en el desarrollo tardío de la zona oriental y en su carácter de área de
colonización. En realidad, la actuación directa de los señores en el
proceso de colonización, les permitió, de forma más o menos cons­
ciente, establecer un modelo de repoblación que, a largo plazo, les
facilitó un dominio sobre ja economía de la región.
Con el fin de proporcionar más información acerca de la inciden­
cia que sobre el futuro desarrollo de la zona podía tener la diferente
evolución de las relaciones señor/campesino en el este y en el oeste,
exponía cómo la única región de Alemania oriental — esto es, Prusia
oriental— donde ocurrieron importantes revueltas campesinas duran­
te el conflictivo período de 1525 había experimentado un tipo de
evolución agraria propio, que diferenciaba a sus clases señorial y cam­
pesina de las del resto de la región. Los caballeros teutones que colo­
nizaron Prusia oriental realizaron una política de colonización muy
diferente y mucho más desarrollada. Dentro de sus posibilidades,
intentaron construir su sistema de organización directamente sobre
los productores campesinos, impidiendo el surgimiento de grupos
intermedios de señores nobles que les hubieran planteado conflictos.
Es probable que este hecho ayudara a consolidar, en los territorios
de los teutones, un campesinado más fuertemente cohesionado que
el de otras regiones de Alemania oriental.118 En el siglo xv, cuando
gradualmente desapareció la Orden Teutónica y, en su lugar, apareció
una nueva clase de caballeros terratenientes, este campesinado pudo
conseguir, temporalmente, una cierta capacidad de maniobra impen­
sable para el resto del campesinado de cualquier región de Alemania
del este.119
Más aún, pace Wunder, no creo que fuera accidental que la
revuelta campesina de 1525 en Prusia oriental se centrara en la re­
gión de Samland, ya que ésta era la zona dominada por campesinos
prusianos que habitaban comunidades con una larga tradición de orga­
nización interna anterior al proceso de colonización alemán, y a las
que no afectó excesivamente esta colonización. Wunder reconoce que
estas comunidades prusianas eran las más densamente pobladas, pero

118. Carsten, Origins of Prussia, pp. 54, 57-58, 60-61, 70-73; F. W. Hen-
níng, Herrscbaft und Bauernuntertanigkeit, Würzburgo, 1964, pp. 36-37.
119. Carsten, Origins of Prussia, pp. 89-148; Wunder, «Samiándische
Bauernaufstand», pp. 162-163; Wnder, «Zur Mentalitat aufstándischer Bauern»,
pp. 29-32; Henning, Herrscbaft und Bauernuniertanigkeit, pp. 41-49 ss,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 331

no cree que fueran pueblos con un fuerte poder, ya que las libertades
políticas garantizadas por la orden teutónica eran más restringidas
que las que se concedieron a los colonos alemanes en el mismo terri­
torio. Pero considero que esto no hace más que confundir los derechos
formales que regulaban las relaciones sociales con el poder social.120
Las comunidades prusianas conservaron parte de sus normas de aso­
ciación comunal y extracomunal, lo que les proporcionó una base
para resistir a los ataqües de los señores. En concreto, parece que
quienes mantuvieron estas formas tradicionales de organización fue­
ron todos los campesinos, y no tan sólo los hombres libres y prusia­
nos, es decir, la élite de «grandes campesinos» entre el campesinado
prusiano y los caballeros teutones, sobre la que Wunder pretende
llamar la atención.121 En cualquier caso, todas las pruebas, incluyendo
las que proporciona Wunder, indican que la penetración de los colo­
nos alemanes en la región de Samland fue muy débil. Como resume
Wenskus, «la colonización alemana tuvo muy poca influencia, por lo
que el antiguo sistema de relaciones sociales de los campesinos pru­
sianos permaneció vigente durante mucho tiempo»!122
Wunder, continuando su crítica en la misma línea, afirma que
«todos los sectores del campesinado en esta región multiétnica [Sam­
land ], tomaron parte en la rebelión: campesinos alemanes, prusianos
e incluso los hombres libres prusianos».123 Pero esto es falso. Wunder,
en otro trabajo, ha analizado quiénes fueron los participantes en la
revuelta: de acuerdo con este análisis, el ejército campesino lo for­
maron unas 2.500 personas. Parece probable, dice Wunder, que casi
todos los cerca de trescientos hombres libres prusianos residentes en
Samland (donde prácticamente se inició la revuelta) tomaran parte
activa en el conflicto. Por otra parte, también señala que «todos los
campesinos alemanes que participaron en las luchas no hubieran
podido alcanzar un total tan elevado, ya que había pocos represen­
tantes de las nuevas zonas repobladas por alemanes, y estas zonas se
hallaban principalmente en los territorios más orientales», mientras

120. Véanse supra, pp. 119-120.


121. R. Wenskus, «Kleinverbande und Kleínraume bei den Prussen des
Samlandes», en Anfange áer Landgemeinde und ikr Wesen, II, pp. 220, 227-
232.
122, Ibíd., p. 202, Wunder demuestra que se dieron los mismos efectos;
«Zur Mentalitat aufstándíscher Bauern», p. 22 y n. 53,
123, Véase supra, p. 119.
332 EL DEBATE BRENNER

que la revuelta se centró en la paite occidental de Samland.124 Inevi­


tablemente se llega a la conclusión de que quienes mayoritariamente
participaron de manera activa en la revuelta fueron simples campe­
sinos prusianos, No creo necesario oponerme a lo que dice Wunder
sobre la importancia crucial en la organización del levantamiento de
los hombres libres prusianos, quienes constituían un grupo diferen­
ciado con unas poco habituales conexiones comerciales y. políticas
que excedían los límites del pueblo. Sin embargo, no comprendo
por qué la afirmación acerca de que los hombres libres prusianos
asumieran la función de líderes contradice mi propia afirmación que
subraya la importancia de la poderosa organización de las comunida­
des prusianas. En realidad, yo creo que le da una mayor perspectiva,
Pero la cuestión más importante es que la crítica de Wunder glo­
balmente considerada no consigue conectar con los temas centrales
que constituyen el núcleo de la discusión. En 1525, en la mayor parte
del territorio de Alemania occidental tuvieron lugar revueltas campe­
sinas, pero no ocurrió lo mismo en la parte oriental del país, con la
única excepción (la región de Samland) a la que yo me he referido.
Lo que hay que preguntarse es por qué hubo una oposición tan
débil en el este frente a lo que aconteció en el oeste, y el porqué
esta oposición tuvo lugar en las comunidades campesinas prusianas
de la región de Samland y no en otros lugares. De hecho, los cam­
pesinos libres alemanes de la región del este del Elba en general, y
de Prusia en particular, tanto grandes comí) pequeños campesinos,
también estaban sufriendo un importante deterioro de su situación,125
Y la cuestión es ¿por qué no se rebelaron? Pero la pregunta clave
sería mejor plantearla del siguiente modo: ¿por qué el largo período
de rebeliones que enfrentaron a las comunidades campesinas y a los
señores en Alemania occidental posibilitó a los campesinos el control
del 90 por 100 de la tierra, y tan sólo prestaciones insignificantes
para pagar a sus señores, mientras que en el este se volvieron las
tornas y como represión resurgió la servidumbre?
Wunder define el comercio de cereales como la condición básica
del surgimiento de la servidumbre en Alemania oriental. También

124. Wunder, «Zur Mentalitat aufstándischer Bauern», p. 22 y n. 53;


Wenskus, «Kleinverbande und Kleinraume», pp. 202-203.
125. Wunder, «Zur Mentalitat aufstiindischer Bauem», p. 32; Wunder,
í<Sarnlandische Bauemaufstand», p. 163.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 333

señala qué desde finales de la Baja Edad Media los problemas del.
descenso de las ganancias forzaron a los señores a buscar nuevas solu­
ciones.126 Pero no explica por qué la sumisión de los campesinos a la
servidumbre fue una opción viable para los señores del este y no lo
fue para los señores del oeste, los cuales se enfrentaban con proble­
mas e incentivos similares. Después de todo las ventajas que origi­
naba el desarrollo del mercado de cereales y los problemas que pro­
ducía el descenso de las ganancias señoriales presentaban idénticos
alicientes, desde Normandía hasta Polonia, e incluso más allá. Pero
a pesar de todos sus intentos, los señores de Europa occidental lío
fueron capaces de reestablecer la servidumbre: y es más, en algunos
lugares fueron los campesinos y no los señores quienes consolidaron
sus posiciones, pudiendo así acceder a los mercados de exportación
de cereales. Resulta curioso que Postan y Hatcher en su contribución
a este symposium también recurran al tema de los cereales para expli­
car el desarrollo diferente de Europa oriental y occidental, ya que
Postan en particular ha dedicado buena parte de su propio trabajo a
destruir la idea de una correlación directa entre el desarrollo del
comercio y el auge o el declive de la servidumbre; y es más, incluso
ha negado explícitamente que la diferente evolución pueda explicarse
por medio del comercio'de granos a nivel mundial.127 Las necesidades
económicas por sí mismas no pueden explicar su propia satisfacción,
ni tampoco pueden valorarse las oportunidades que permiten apro­
vecharse de ellas. Como dice Postan, «la divergencia entre Orienté
y Occidente no fue, sin embargo, resultado.del cambio económico
espontáneo; fue alcanzada por el ejercicio del poder señorial.128
En realidad, los señores de Europa oriental pudieron introducir
la servidumbre como último recurso sóío gracias a la consolidación
de su propia organización política. Tarde o temprano, la crisis dé las
ganancias señoriales hubiera conseguido la- desintegración incluso de
las monarquías más poderosas del este europeo, anulando las posi­
bilidades para el desarrollo del absolutismo en el este. En vez de ello,
nos encontramos con un desarrollo dual que tiene lugar en toda la
región desde fines del período medieval. En primer lugar, no hubo

126. Véanse supra, pp. 121-122.


127. Véase supra, p. 263, n. 9, e infra, n. 128. -
128. Postan, «Economic Relations between Eástern and Western Europe»,
pp. 170, 173-174.
334 EL DEBATE BRENNER

un desarrollo a largo plazo de la cohesión interseñorial a nivel local


y provincial, tal como se manifestó abiertamente en Polonia con la
importancia creciente de las dietas locales y provinciales- En segun­
do lugar nos encontramos con la consolidación del poder señorial a
nivel nacional gracias a la aparición de los grandes señoríos jurisdic-
•d ó n a l e s , fenómeno casi universal en todo ePeste europea"’ÁÍ"esta­
blecer estas instituciones de gobierno, los señores de Europa oriental
fueron edificando una forma de estado que se adecuaba a sus de por
sí bastante simples necesidades. Se trataba de un estado en el que se
podían autorrepresentar de la forma más directa e inmediata, por
medio del cual podían hacer realidad la protección de sus derechos
sobre tierras y campesinos, mientras permitía mantener unos costes
reducidos del aparato de la administración del Estado, tarea de por sí
complicada dada su propensión a participar en campañas bélicas.129
Por último, hay que resaltar que se trataba de una forma de estado
que difería bastante de las que iban apareciendo en la mayor parte
de los países de Europa occidental. Pero en uno de sus aspectos más
cruciales presentaba unas similitudes con los estados del oeste: era
una manifestación del avance cualitativo en la autoconciencíación y
autoorganización de la aristocracia; estos avances eran necesarios en
toda Europa para asegurar la continuación del dominio de la aristo­
cracia y de su capacidad de autorreproducción, inmediatamente des­
pués de la crisis señorial y del período de rebeliones campesinas de
fines de la Edad Media.
La reorganización política de los señores del este les permitió
beneficiarse del inicio de la expansión europea del siglo xvr, pero su
creciente capacidad para extraer excedente por medío de compulsión
extraeconómica y por medio de la acumulación política creó a largo
plazo el potencial para un desajuste del sistema. El crecimiento de la
agricultura a base de la ampliación del tamaño de los dominios y del
incremento de las prestaciones laborales, sólo posibilitó unas formas
limitadas de desarrollo. El producto nacional de Polonia en 1560 y
1570 parece que alcanzó su nivel más elevado, el cual no volvió a
alcanzarse hasta el siglo xvm . A partir de este momento, el creci­
miento del producto de los señores dependió de las medidas de distri­

129. J. Bardach, «Gouvemanís et gouvernés en Pologne au Moyen-Áge


et aux temps modernes», Recueils de la Société Jean Bodin, XXV (1965), en
especial pp. 273-274; Carsten, Origins of Prussia, cap. 12,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 335

bución, obteniéndose este crecimiento sobre todo a base de aumen­


tar la extensión de los dominios a expensas de las tenencias campesi­
nas, y así se fueron deteriorando las principales fuerzas productivas
del sistema (trabajo campesino y animales de tiro). El caso de Polonia
ofrece un buen ejemplo del sistema que se iba consolidando al noreste
de Europa. Un declive rápido y general de la productividad obligó a
utilizar remedios «políticos» que nos son familiares: incremento de
la s. exacciones sobre el campesinado, intensificación de las luchas
intestinas de la clase dirigente, y campañas bélicas exteriores que
generaron una rápida regresión económica y posteriormente la forma
de la «crisis general del siglo xvn» en toda Europa oriental.130

b) El surgimiento de relaciones de propiedad capitalista sobre la


tierra: Inglaterra versus Francia. Bois, a pesar de todas sus críti­
cas, está de acuerdo con mí planteamiento referido a que lo que
fundamenta la diferencia de la evolución económica de Francia e
Inglaterra durante la Edad Moderna fueron sus distintas estructuras
productivas de clase, y acepta en parte mi explicación sobre las raíces
históricas de esta evolución. Bois también está de acuerdo en que la
acertada actuación dirigida a debilitar la posesión campesina y el esta­
blecimiento de relaciones capitalistas de clase se encuentran en la
base de la transformación de la agricultura y del alza de la producti­
vidad agrícola en Inglaterra durante la Edad Moderna. También acep­
ta la idea de que la consolidación de la producción, fundamentada en
los pequeños poseedores campesinos, especialmente en relación con
la nueva forma de extracción centralizada del excedente por parte
del Estado absolutista (igual que el peso del poder señorial sobre los
colonos en las zonas donde los señores poseían la tierra),, fue respon­
sable del estancamiento agrario y de una eventual crisis agraria en
Francia.131 Pero su fuerte crítica presupone que la evolución diferente

130. A. Maczak, «Export of Graín and the Problem of Distribution of


National Income in the Years 1550-1650», Acta Poloniae histórica, X V III
(1968); J. Topolski, «La régression économique en Pologne du X VP au X V IIIo
siecle. Acta Poloniae histórica, V II (1962); L. Zytowicz, «An Investigation into
Agricuítural Production in Masovía in the First Half of the 17th Century»,
Acta Poloniae histórica, X V III (1968); E. Le Roy Ladurie y J. Goy, Tithe and!
Agrarlan History from the Pourteenth to the Nineteenth Century, Cambridge,
1982, pp. 122-123.
131. Véanse supra, pp. 134-135; Bois, Crise du féodalisme, p. 347, y
«Conclusión génerale».
336 EL DEBATE BRENNER

de Francia e Inglaterra sólo se patentiza al analizarse siguiendo el


esquema general que sobre el desarrollo feudal plantea Bois, es decir,
la tendencia a la baja de la tasas de renta feudal.
Francia. Como ya expuse en mi primer artículo, Bois relaciona
el fracaso de la agricultura francesa en ofrecer una alternativa al alza
de los precios y al surgimiento del mercado a comienzos del siglo xvi,
con la postura defensiva del campesinado. Pero creo que la inter­
pretación de Bois sobre el campesinado revela la tendencia mecani-
císta de su aproximación general. Bois dice ^que «los campesinos en
esta zona resistieron mejor la expropiación que en cualquier otro
lugar, porque los colonos ya empezaban a ser propietarios, lo que en
última instancia era consecuencia de la caída a largo plazo de la tasa
de apropiación».m Me da la impresión de que el argumento de
causalidad que presenta Blois está planteado al revés. En realidad la
caída de la tasa de exacción feudal, que los señores en la primera
mitad del siglo xvi fueron incapaces de detener, fue el resultado, no
la causa, del aumento de la propiedad campesina. Por supuesto que
esta propiedad en el siglo xvi no suponía novedad alguna, pero signi­
ficó la conclusión de un prolongado proceso dirigido a fijar las exac­
ciones señoriales y a convertir la tenencia campesina en hereditaria.
En realidad a finales del siglo x m la tenencia a censo (cens) en
buena parte del norte de Francia se había reconocido como el
equivalente a la propiedad plena;133 pero cabe preguntarse cuáles fue­
ron los orígenes de esta propiedad. Bois manifiesta un cierto des­
precio hacia mi opinión acerca de este tema, sobre todo por lo que
se refiere a la larga historia de las luchas campesinas en el continente
contra una clase feudal todavía no bien organizada. Pero yo me pre­
gunto si realmente se puede plantear «un descenso de la tasa de
apropiación feudal» al margen de esta historia de conflictos y de sus
efectos.
Bois presupone que la seguridad del campesinado francés en la
tenencia de la tierra durante el siglo xvi puede explicarse mejor por
un cierto relajamiento de las presiones señoriales, atribuible a su vez
a los beneficios que algunos señores estaban obteniendo del Estado

132. Véase supra, p. 138 (el subrayado es mío).


133. G. Fourquin, Lordship and Feudalism in the Middle Ages, Londres,
1976, pp. 189-192; Fourquin, Campagnes de la région parisienne, pp. 175-176,
179.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 337

absolutista. Según Bois, «los señores, que habían conseguido alguna


forma de salvación en el servicio al Estado, estaban menos inclinados
a explotar nuevas vías económicas».134 Pero esta formulación es falsa
porque las «inclinaciones» de los señores se definían por su posición
de clase y, en particular, por su limitada capacidad para ejercer cual­
quier poder de clase, contra los campesinos.
Es muy posible que a los señores franceses, cualquiera que fuese
su vía de acceso a los ingresos de la administración estatal, les hubie­
ra gustado expoliar a sus colonos ya que éste era el único medio para
obtener unas rentas de la tierra más elevadas. La poderosa tenencia
campesina determinaba prestaciones hereditarias fijas, es decir, exi­
guas, y una situación inflacionista implicaba el descenso del valor
real de las rentas enfitéuticas («descenso de la tasa de apropiación
feudal»). A comienzos del siglo xvi, como indica Bois, los señores
intentaron sistemáticamente deshacerse de sus colonos. Pero no pudie­
ron conseguirlo, en buena medida debido al poder de los campesinos,
a veces expresado por medio de revueltas que les ayudaron a man­
tener su situación.135
Precisamente esta bien pertrechada posición de los campesinos
fue lo que decidió a los señores a buscar otras formas de ingresos
por medio del servicio al Estado. Muchos de ellos sólo poseían peque­
ños dominios y no podían, ni local ni individualmente, conseguir
aumentar las exacciones sobre sus tenencias enfitéuticas; para poder
obtener un excedente por esta vía, los señores tuvieron que acudir al
poder centralizado del Estado (fiscalidad/cargos públicos).
Pero la incorporación de los señores a la administración pública
y su control del sistema fiscal, tuvo más adelante importantes conse­
cuencias para el fortalecimiento del campesinado (en especial la segu-

134. Véase supra, p. 138 (el subrayado es mío).


135. En este caso Cooper se equivoca al intentar utilizar la evidencia reco­
gida por Bois para probar que los señores en realidad podían expulsar a sus
colonos. Confunde el deseo de hacerlo con la capacidad para poderlo realizar.
Véase supra, p. 188. Como afirma B ois,' «lo que pude observar en Normandía
concuerda totalmente con su [el de Brenner] análisis. A partir de 1520-1530
se puede observar el inicio de una tendencia a expulsar a los colonos (un débil
reflejo del proceso de cercamiento inglés) que al final se enfrentó con una fuerte
resistencia campesina... Es el mismo tipo de lucha de clases que tuvo lugar
en Inglaterra, pero con resultado diferente porque el campesinado francés de­
mostró tener mucha fuerza» [supra, pp. 133-134). Para un afirmación casi
idéntica, véase Bois, Crise du féodalistne, p. 347.

22. — B R E N N B R
338 EL DEBATE BRENNER

rielad de la tenencia de la tierra) y para las posibilidades económicas


de la producción campesina. Ello se debió a que los señores, al dedi­
carse a la administración del Estado, reforzaron el poder global de
la administración monárquica y por tanto de la jurisdicción monár­
quica, resultando de ello una reducción de la jurisdicción local del
señor y, más tarde, una limitación de su capacidad para actuar contra
los campesinos. Boís se ve obligado a admitir que «aunque el Estado
en sentido amplio continuaba siendo el instrumento del feudalismo»
también se daba la circunstancia de que «la utilización de este instru­
mento a largo plazo serviría para debilitar et feudalismo, al conver­
tirse en competidor de los señores como consecuencia de los cambios
en los mecanismos de extracción de excedente».136 Y éste era precisa­
mente el núcleo de mi planteamiento que, curiosamente, ha sido dura­
mente criticado por Bois.
Pues bien, Croot y Parker por su cuenta niegan que la monarquía
francesa fuera un poder crucial para la protección de los campesinos,
rechazando incluso que los campesinos franceses tuvieran unos dere­
chos de propiedad más seguros que sus homónimos ingleses. Pero
estos autores más que ofrecer pruebas pata fundamentar sus argu­
mentos se contentan con señalar que, a largo plazo, los impuestos de
la corona sobre la tierra tuvieron como consecuencia la ruina de parte
del campesinado francés. Y yo decía exactamente lo mismo.137 Pero
lo que no resulta tan sencillo es inferir que si bien la fiscalidad debi­
litaba la propiedad campesina (en especial a largo plazo), la justicia
real tuviera que hacer lo msmo con referencia a los derechos de los
campesinos, es decir, proteger la propiedad campesina.
De hecho, Croot y Parker no llegan a entender las diversas for­
mas de intervención estatal para ayudar a mantener la propiedad
campesina en Francia (lo que resulta curioso por su parte, sobre todo
teniendo en cuenta su interés en defender la acción del Estado para
ayudar a los campesinos en Inglaterra). Veamos qué se puede decir al
respecto. En primer lugar, durante el período medieval, sobre todo
cuando ocurrió la devastación demográfica y el consiguiente aban­
dono de la tierra (es decir, en el siglo xv), la monarquía tuvo una
función crucial al permitir la consolidación de la Integridad del cens.*
A lo largo de este período se fueron desocupando grandes extensio­

136. Véanse supra, p. 136, n. 11.


137. Véanse supra, pp. 104-106, 111, 78-81.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 339

nes de tierra enfitéutica, pero fue difícil para los señores incorporar
esta tierra a sus dominios, puesto que la monarquía defendía los
derechos de los campesinos, incluso de los que estaban ausentes
desde hacía tiempo y podían demostrar que en fechas precedentes
habían ocupado la tierra, y, en fin, de los herederos legítimos de anti­
guos ocupantes. En realidad, la corona durante el siglo xv toleró una
serie de actuaciones tan sólo para poder proporcionar seguridad sufi­
ciente a los señores para reorganizar la ocupación de la tierra del
mismo modo que se hacía con anterioridad, es decir, por medio de
tenencias hereditarias a censo fijo (los denominados reaccessmen¿s).üi
En el período de recuperación económica que siguió, la posición de
los campesinos como poseedores de una tenencia a censo se fue con­
solidando ya que por primera vez se hacían contratos de este tipo
mediante documentos escritos, lo que proporcionó incluso una ma­
yor protección en los tribunales de justicia.139
En segundo lugar, y durante los siglos xv y xvi, el Estado se
dedicó a abolir lo que quedaba de la servidumbre y, en particular,
la taille señorial, lo cual impidió la aplicación de rentas arbitrarias.
Por supuesto que en este momento y en muchas partes de Francia
tales limitaciones constituían tan sólo vestigios del pasado. Pero la
monarquía obtuvo buenos resultados donde la servidumbre todavía
sobrevivía con fuerza ya bien entrado el siglo xv, sobre todo en el
centro del país (en el Nivernais, por ejemplo) y en la zona del este,
donde la monarquía tuvo una función crucial al reconocer, y por
tanto consolidar, los logros-conseguidos mediante acciones directas
del campesinado.140
En tercer lugar, y desde mediados del siglo XV, la monarquía
decretó una serie de ordenanzas en apoyo de las costumbres locales
y, en particular, con la publicación, provincia a provincia, de las

138. Para el generalizado y complejo procedimiento de las crié es (requi­


siciones) que necesitaban hacer los señores para recuperar las tierras abando­
nadas por los campesinos y, de manera más general, para ías dificultades de
los señores vis-a-vis con los campesinos, ver Fourquin, Lordship and Feudalism
in the Middle Ages, pp. 218-222; Fourquin, Campagnes de la région parisienne,
pp. 430-432 ss.; A. Plaisse/La baronnie du Neubourg, París, 1961, pp. 366-368.
139. Neveux, «Déclin et reprise», p. 136.
140. Chaunu, «L’état», pp. 146-147; Neveux, «Déclin et reprise», pp. 135-
136; A. Bossuat, «Le servage en Nivernais au XV® siécie, d’aprés les registres
du parlement», Bibliothéque de VEcole des Chartres, CXVII (1959), pp. 115-
120; Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 526-528.
340 EL DEBATE BRENNER

denominadas «costumbres». Éstas fijaban los derechos campesinos y


les proporcionaban un respaldo total a nivel legal, consolidando de
manera definitiva la propiedad campesina en buena parte de Francia.
En este período también fue mucho más fácil trasladar apelaciones
de las curias señoriales a los tribunales de la monarquía, ya que la
administración real iba paulatinamente introduciéndose en las insti­
tuciones del mundo rural: ello se manifestó, por ejemplo, en la crea­
ción a partir de la década de 1550 de un nuevo tipo de curias reales,
las denominadas curias pre$idiaux.m
Por último, y en realidad lo que es más sintomático de la evolu­
ción general, la monarquía decidió dejar en manos de las comunida­
des campesinas toda la responsabilidad en la recolección de la talla
real. Esto reforzó a la comunidad campesina, sobre y contra su anti­
guo rival, el señorío; pero también allanó el terreno para facilitar el
aumento de una extracción centralizada del excedente, que fue reem­
plazando las cargas descentralizadas de los señores, cargas que se
encontraban en franca decadencia.142
El hecho es que, a pesar de los enormes incentivos proporciona­
dos por unos precios en rápido ascenso a comienzos del siglo xvi (los
cuales produjeron una devaluación inmediata de las ganancias proce­
dentes de las rentas fijas de las tenencias a censo), hay pocos indicios
de una reacción señorial concreta. La explicación es muy sencilla: los
señores ya no disponían de suficientes poderes feudales (especialmen­
te el derecho a crear rentas arbitrarias) para establecer su derecho de
propiedad sobre la tierra y así poder fijar rentas económicas.143
El Estado absolutista, que tenía sus bases en la fiscalidad y en los

141. Chaunu, «L’état», pp. 91-93 ss.; Neveux, «Déclin et reprise», pp. 135-
136; J. Jacquart, La crise rurale en íle-de-France, 1550-1670, París, 1974, pp.
102-103; Le Roy Laduríe, «Masses profondes: la paysannerie», pp, 526-528.
142. Lemarignier, Frunce médiévale, p. 318; Neveux, «Déclin et reprise»,
pp. 135-136.
143. Véase lo que dice Le Roy Ladurie sobre este período: «La noción
tan aceptada de “reacción señorial” o refeudalización no tiene ningún signifi­
cado real, ni para el siglo x v i ni para el xvm »; E. Le Roy Ladurie, «Les pay-
sans fran?aises du XVXCsiécle», en Conjoncture économique, structures sociales u
Hommage a Brnesi Labrousse (París, 1974), p. 346. Como señala Jacquart, se
practicaba la saiste féodale tsaisie: toma de posesión de una tierra, fundo,
herencia.,, en virtud de facultad concedida por el dueño del dominio directo]
en vez del hommage, pero esta práctica nunca provocó la confiscación del feudo,
Jacquart, Crise rurale en íle-de-France, p. 102. Véase también supra, p, 133.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 341

cargos públicos, se fue desarrollando en conflicto con, y a expensas


de, las antiguas formas descentralizadas de extracción feudal, por lo
que muchos señores de modo individual fueron los perdedores en
este proceso. Como resultado, el auge del absolutismo provocó una
oposición sistemática por parte de la clase señorial, aunque esporádica
y sin ningún efecto importante. Las reacciones señoriales contra la
monarquía interrumpían de forma periódica la expansión de la orga­
nización del Estado absolutista en Francia, y estos hechos son la prue­
ba más evidente de una competencia real entre los antiguos y los
nuevos mecanismos de extracción de excedente,144 Por otra parte, el
absolutismo francés se pudo desarrollar de forma más o menos esta­
ble, ya que fue incorporando a los cargos estatales a buena parte de
los señores que habían sido los causantes de la debilitación del siste­
ma señorial.145 Mientras tanto, y gracias a su completa consolidación,
la monarquía absoluta no tuvo más alternativa que aliarse con (y
simultáneamente incorporar a) los grandes señores feudales, magna­
tes que todavía mantenían su derecho de autonomía en el siglo xvn
a pesar de estar integrados en el núcleo de la maquinaria estatal, espe­
cialmente en el ejército.146 Si esta maquinaria ayudó a la debilita­
ción del viejo sistema de extracción de excedente, también benefició
a muchas de las personas que habían vivido a expensas de este sis­
tema.
En resumen, el Estado absolutista no fue un simple garantizados
de las antiguas formas de propiedad basadas en la extracción señorial
descentralizada; en realidad, supuso una versión transformada del
viejo sistema. Pero es necesario resaltar que tal como la monarquía
francesa edificó su organización absolutista, no tenía-otra alternativa
que reconstruir el poder de la clase dirigente, aunque sobre bases
diferentes. Fueron los servidores de la corona, muchos de ellos «hom­
bres nuevos», quienes tuvieron más interés en edificar el Estado mo­
nárquico. Pero para consolidar su poder la corona tuvo que asegurar
la lealtad de estos servidores, y sólo pudo hacerlo de acuerdo con el
viejo sistema; es decir, asegurando los servicios y las lealtades poi*
medio de la garantía de derechos de propiedad sobre parte deíexce-

144. Chaunu, «L’état», pp. 136, 144, 166 ss.


145. Bois, Crise du féoddism e, pp. 257, 364,
146. R. Mousnier, Etat et société en France aux X V IIe e l X V IIP siecles,
París, 1969, pp. 89-92.
342 EL DEBATE BRENNER

dente extraído del campesinado. En el período medieval esto normal­


mente se realizaba mediante la concesión de nn feudo (aunque tam­
bién había otras formas de gratificación). En el período absolutista
se solía ceder un cargo, primero vitalicio y luego hereditario;147 aun­
que también se concedieron otros favores como pensiones y tierra.
En consecuencia, un sistema más eficaz en la extracción de excedente
del campesinado exigiría un Estado más eficiente, más poderoso, en
estrecha colaboración con la organización política de la clase diri­
gente. De hecho, este sistema se edificó en buena medida gracias a la
recreación de la «propiedad privada en la esfera política», a beneficio
de los servidores de la corona, lo que paradójicamente significaba
la renovación de la dependencia de aquélla con respecto a una reno­
vada clase dirigente ciertamente independiente, y que definía su modo
de reproducción sobre todo por medio del control de los cargos públi­
cos. Esta independencia de la clase dirigente se consolidó en 1604 con
la declaración de la posibilidad de heredar los susodichos cargos (a la
que acompañaba la imposición de la paulette o impuesto sobre el
cargo); el incremento de su autonomía se manifestó durante la Edad
Moderna por la creciente autogestión de sus parlements y por su con­
tinuada resistencia y sus revueltas periódicas.1,58
La nueva cristalización de las relaciones de clase iba a ser desas­
trosa para el desarrollo económico. La propiedad campesina se consoli­
dó con posterioridad y sus antiguas limitaciones continuaron teniendo
vigencia: fracaso en la especialízación y en la introducción de mejo­
ras, y una tendencia a la subdivisión más que a la acumulación. Para
empeorar las cosas, el nuevo sistema de extracción de excedente era
más eficaz que el antiguo y se orientó bien hacia un consumo suntua­
rio individualizado y lo bien hacia la guerra. En gran medida se fue
desarrollando sin tener en cuenta las exigencias de las fuerzas pro­
ductivas de los campesinos, y a largo plazo se fue enfrentando cada
vez más duramente con ellos.
Desde la segunda mitad del siglo xv, el campesino medio francés
consiguió un fuerte control sobre la tierra y puso en marcha un mo­
delo de desarrollo que ya resultaba familiar desde $1 período medie­
val: un crecimiento demográfico que llevaba a la atomización de las
tenencias, acompañado por un descenso de la productividad y origi­

147. l b i d . , p p. 46-51.
148. Ibid., p. 51.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 343

nando, en última instancia, una situación primero de estancamiento


y luego de declive. Durante un cierto tiempo los señores pudieron
beneficiarse de este proceso ya que permitió un aumento de sus ingre­
sos únicamente por la roturación de tierras abandonadas y la subsi­
guiente multiplicación de tenencias campesinas, incluso con rentas
fijas. Pero después de un cierto tiempo, al extenderse los cultivos
hacia tierras margínales y al empezar un declive de la productividad
frente a un aumento de la población, la aceleración de la inflación
comenzó a devaluar las rentas fijas. Esto supuso el inicio del fin del
período de crecimiento y la aparición de todo tipo de problemas eco­
nómicos, no tan sólo para los campesinos sino también para los seño­
res locales, quienes, una vea más, vieron cómo descendían sus ingresos
en comparación a sus crecientes necesidades.149
Durante la segunda mitad del siglo xvi, parece que en Francia se
alcanzaron los antiguos niveles de población y producción que ya se
habían alcanzado a comienzos del siglo xiv.150 Al mismo tiempo y
de la misma manera que en el período bajomedieval, se observa el
surgimiento de todo tipo de luchas para redistribuir mediante meca­
nismos extraeconómicos el ingreso nacional fijo, pero con la diferen­
cia de que en este momento la acumulación política mediante la fisca-
lidad y la guerra se llevaba a cabo a niveles antes impensables.
Con anterioridad a 1550, los impuestos aumentaron en propor­
ción al producto total campesino, pero a partir de esta fecha la si­
tuación fue cambiando. Los impuestos que tenía que pagar una familia
de cuatro miembros aumentaron de un equivalente a siete días de
producto por año en 1547 al equivalente de catorce días de producto
por año en 1607, y al. equivalente de treinta y cuatro días de produc­
to por año en 1675.151 Al mismo tiempo la devastación que acompañó
a las guerras de religión mermó de forma directa la producción hasta
límites desastrosos. Del estancamiento y declive que ya se eviden­
ciaban a-mediados del siglo xvi, el nivel de la economía francesa fue
descendiendo hasta llegar a la crisis general del siglo xvir. Después
de décadas de destrucción ocasionadas por el ejército y los impuestos,

149. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysanneríe», pp. 555-576.


150. lb id .t pp. 576-585.
151. M. Morineau, «La conjoncture ou les cernes de la croissance», en
Braudel y Labrousse, eds., Hisioire économique et sociale de la Vrance, I,
2.a parte, pp. 978-980.
344 EL DÉBATE BRENNER

el siglo xvi finalizó «en catástrofe, determinada sobre todo por una
caída de la producción y de la población».152 Después de un breve
período de recuperación, a partir de 1630, fueron apareciendo dese­
quilibrios continuados en la economía como resultado de guerras
exteriores (la guerra de los Treinta Años) y de guerras civiles (la
Fronda) así como de la continuidad en la consolidación de la fiscal!»
dad del Estado absolutista. Igual que durante el siglo xiv y los
comienzos del xv la intensificación de cada forma de acumulación
política había ido debilitando la viabilidad de los clásicos mecanis­
mos de reajuste malthusianos, forzando a la economía como un todo
a una situación de crisis permanente.
Inglaterra. Para explicar la aparición en Inglaterra de relaciones
capitalistas de propiedad de la tierra, Bois afirma que la nobleza «se
enfrentó con un campesinado cuyos derechos habían sido demasiado
bien establecidos para que fuera posible un retorno a la servidumbre,
pero no lo suficiente como para permitir a este campesinado el man­
tenimiento del control sobre la tierra, cuando se enfrentaba con la
presión señorial». Así pues, los señores pudieron por mucho tiempo
continuar debilitando y expoliando a los poseedores campesinos.
Y también esta era una parte crucial de mi análisis anterior. Y una
vez más Bois, para explicar esta situación, utiliza su idea única, «el
declive de la tasa de renta». Para ello afirma que «el relativo atraso
de la evolución social de Inglaterra en comparación con el de Francia
iba a mostrar su baza más importante en la transición del feudalismo
al capitalismo». Para Bois, la tasa descendente de la renta feudal no
había funcionado en (la atrasada) Inglaterra de la misma forma que
lo había hecho en (la avanzada) Francia, por lo que los señores ingle­
ses se encontraron bien situados a la hora de recuperar su posición
de preeminencia.153
Por mi parte ya he expuesto mis reservas sobre este planteamien­
to. Como alternativa sostengo que precisamente la autoorganizadón
avanzada de la clase dirigente inglesa durante el período medieval le
permitió que la forma descentralizada de extracción de excedente
funcionara bien durante la fase alcista de la economía feudal: que a

152. lb id .} p. 994.
153. Véase supra, p, 139. En este sentido creo necesario recordar que Bois
también explica el importante éxito que obtuvieron los señores ingleses frente
a sus campesinos durante los siglos x ii y xm en términos de «atraso» inglés.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 345

partir del colapso de la población a mediados del siglo xiv intentaran


volver a la mencionada forma de extracción de excedente para poder
recuperarse, iniciando así una reacción señorial después de 1350; pero
que estos métodos descentralizados de extracción ya habían demos­
trado a largo plazo su poca operatividad en contraatacar la resistencia
y la movilidad campesinas, en prevenir el declive de la servidumbre o
en detener una caída de las rentas a largo plazo, especialmente desde
fines del siglo xiv. Durante un tiempo la aristocracia inglesa se vio
en cierta medida compensada por la guerra exterior, beneficiándose en
el último período de su ptopia organización superior y de su cohesión
como clase feudal.154 Pero una vez finalizada la guerra contra la aristo­
cracia y el Estado francés, que cada vez estaban más unificados, la
aristocracia inglesa se vio enfrentada tan sólo con sus propios re­
cursos.
Como resultado de la crisis global de las ganancias señoriales, ni
h corona en relación con sus magñates ni éstos en relación con sus
vasallos tenían recursos económicos suficientes, ni tampoco contaban
con el «aglutínamiento» necesario para poder cimentar las antiguas
alianzas interaristocráticas que habían formado las bases para un
reforzamiento y una estabilidad de la aristocracia y, en última instan­
cia, de la monarquía en Inglaterra. La causa puede encontrarse en las
excesivas demandas que los vasallos necesitados exigían a sus señores,
los cuales se veían cada vez más abocados a una reducción de sus
finanzas a causa de la caída de las rentas. A resultas de ello, aparecie­
ron facciones enfrentadas, una desorganización de la aristocracia y
un conflicto interclasista qué condujeron al derrumbamiento del
gobierno y a las guerras civiles que marcaron la segunda mitad del
siglo xv.155
La incapacidad de los señores ingleses, bien para conseguir la
sujeción del campesinado, bien para iniciar una salida hacia el abso­
lutismo monárquico (como habían hecho sus homónimos franceses),
fue lo que les forzó, a largo plazo, a buscar nuevas formas para salir
de la crisis de sus ganancias. Con la degradación de su propia auto­

154. Sobre los beneficios que de la guerra obtenía la aristocracia, véanse


los polémicos planteamientos de K. B. McFarlane, «War, the Economy and
Social Change», Past and Present, n.° 22 (julio 1962), y M. M. Postan, «The
Costs of the Himdred Years War», Past and Present, n.° 27 (abril 1964).
155. R. L. Storey, The End of the House of Lancaster, Londres, 1966,
Introducción.
346 E L DEBATE BRENNER

disciplina y de su autoorganización, a consecuencia de la última crisis


de las ganancias señoriales en el período medieval, la clase dirigente
inglesa se vio obligada durante un tiempo a dirigir los instrumentos
de acumulación política feudal contra sí misma.156 Pero el empate a
cero de este juego en el seno, de la clase dirigente, integrado a su
vez en un contexto de baja de los ingresos generales de este grupo
social, no podía constituir una solución estable. Careciendo de la
capacidad de reinstaurar algún tipo de presión extraeconómica sobre
el campesinado, los señores se vieron obligados a utilizar los poderes
feudales que les quedaban para optar por lo que al fin se transformó
en desarrollo capitalista. El permanente control que tenían sobre la
tierra — mantenimiento de extensos dominios, capacidad para impedir
que sus colonos consiguieran derechos de plena propiedad y, como
último recurso, convertirse estos colonos en arrendatarios— demos­
tró ser su carta más importante. Pero sobre todo este control de
la propiedad de la tierra constituía la expresión de sus poderes feu­
dales, el legado de una situación establecida antaño por los señores
y que habían mantenido a lo largo del período medieval gracias a
su precoz autocentralización. Estos poderes quedarían consolidados
mediante el reforzamiento de su autocentralización utilizando en el
siguiente período un cierto tipo de formas diferentes,
Pues bien, aquí Croot y Parker de nuevo ponen inconvenientes.
Todo porque creen que yo he sobreestimado la seguridad en la pose­
sión de la tierra por parte de los campesinos franceses y porque pien­
san que he subestimado la forma de tenencia de la tierra de los
campesinos enfiteutas ingleses. En particular, plantean la cuestión de
la seguridad en la tenencia de que disfrutaba el copyholder inglés,
sugiriendo que yo he subestimado esta seguridad.157 Este es un tema
importante. Pero la seguridad del copyholder no era más que una
de toda una serie de posibilidades que, en relación a la tenencia de
la tierra, pudieron ejercer los campesinos ingleses durante la Edad
Moderna. Y precisamente debido a su importancia exige un análisis

156. Véase' el siguiente comentario de Storey: «en general las revueltas


baronales las provocaba el incremento de la naturaleza despótica del poder real,
pero aquí [Inglaterra] la guerra civil ocurrió por lo contrario, por lo que los
contemporáneos denominaban “la falta de gobierno y de dirección política” ...»
{ibid., p. 28).
157. Véanse supra, pp. 104-105.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 347

y una valoración más pormenorizados, integrándolo en un contexto


más amplio.
Primero, es necesario insistir en que ya a fines del siglo Xiii, los
señores ingleses controlaban en sus dominios un porcentaje mucho
más elevado de tierra cultivada que el que controlaban los señores’
franceses, y que a veces alcanzaba un tercio de la tierra, en compara­
ción con una octava o una décima parte en el caso de los franceses.
Segundo, e igualmente importante, otra tercera parte de la tierra en
Inglaterra era de tenencia villana, es decir, sujeta a exacciones arbi­
trarias por parte de los señores (diezmos, fadigas, laudemios...) con
la peculiaridad de que los campesinos (no libres) solamente podían
utilizar sus propios medios para proteger sus derechos sobre la tierra,
ya que para la justicia real se trataba de la tierra de los señores,
cualesquiera que fueran las diversas formas consuetudinarias locales,
así como el equilibrio del poder también a nivel local. En Francia,
por el contrario, cerca de un 85 a un 90 por 100 de la tierra (al me­
nos al norte del país) estaba en régimen de tenencia a censo, es decir,
libre de imposiciones arbitrarías y poseída realmente por los cam­
pesinos.
El descenso de la población no hizo más que acentuar este con­
traste. En Francia, como ya se ha citado, las tierras enfitéuticas
desocupadas por los campesinos, se encontraban bien protegidas de
posibles expolios por parte de los señores, por lo que en torno a
1450-1500 parece que los señores seguían controlando la misma
extensión de tierra que en el siglo x n i:158 se trataba de una cantidad
restringida y sujeta a rentas económicas. Al contrario ocurría en
Inglaterra donde a menudo los señores podían incorporar tierras enfí-
téuticas (no libres) a sus dominios, ya que no había ley alguna que
lo prohibiera. Es difícil hacer estimaciones cuantitativas, pero anali­
zando trabajos concretos, se pueden adelantar estimaciones que indi­
can que al menos una importante proporción de tierra que anterior­
mente estaba en manos de villanos — que los señores consideraban
como suya, especialmente porque la ley así lo decía y porque nadie
se les podía enfrentar— se incorporó por las buenas a los dominios;

158. Bois, Crise du féodalisme, pp. 281, 319; Fourquin, Campagnés de la


región parisienne, pp. 474-475. En la 2ona que rodea París estudiada por Jac-
quart ios dominios señoriales cubrían cerca de un 12 por 100 del área culti­
vada a fines del siglo xv: Jacquart, Crise rurale en tle-de-France, p. 110.
348 EL DEBATE BRENNER

es decir, al sector de las rentas económicas de los arrendamientos.159


Todo ello nos introduce en el tema de la evolución de la .tierra
(con anterioridad villana) que permanecía en tenencia enfitéutica a
finales del siglo xv, es decir, la cuestión intrínseca de la tenencia de
censo. En relación con este tema podemos ver que, a comienzos de
la Edad Moderna en Inglaterra, la proporción de tierras poseídas en
régimen de enfiteusis era mucho menor que en Francia, y que la
mayor parte del territorio inglés estaba totalmente en manos de los
señores (los grandes dominios). ¿Cuál podía ser el futuro de la tierra
enfitéutica que quedaba? ¿Podía ocurrir que, al igual que la tenencia
enfitéutica francesa (cens), evolucionara hacia una tenencia virtual­
mente libre o revirtiera.a los señores permitiéndoles percibir rentas
económicas?
Este problema, en última instancia, se reduce a deducir qué tipos
de apoyo estarían dispuestas a conceder las curias reales al censua-
lísta, dando por supuesto que éste podía ver reconocidos sus dere­
chos en las curias reales, tal como Kerridge y Gray, cada uno por
su parte, manifiestan que así ocurría desde las primeras décadas
del siglo xvi.160 A su vez, esto supone plantearse cuáles eran las
normas consuetudinarias que regían la posesión de la tierra cam­
pesina. En aquellos lugares donde la costumbre había ido conso­
lidando los pagos fijos y hereditarios, los campesinos podían convertir
su posesión en libre tenencia; pero, tal como Kerridge señala, en bue­
na parte de las áreas más importantes del país los campesinos habían
logrado establecer este tipo de normativa. Poseían la tierra por un
período de tiempo limitado (años o vidas) y esta tierra estaba sujeta
a pagos arbitrarios. De acuerdo con Kerridge, era relativamente fácil

159. R. H. Hilton, «A Study in the Pre-History of English Endosare in


íhe Fifteenth Century», en Studi in onore di Armando Sapori, 2 vols., Milán,
1957, I; J. P. Genét, «Economie et société rurale en Angleterre au XVe siécle
d’aprés les comptes de l’hópital d’Ewelme», Anuales E, S. C., X X V II (1972),
pp. 1.464-1.471; H o w ell,. «Stability and Change, 1300-1700», p. 473; R. A.
Lomas, «Dévelopments in Land Teñure on the Prior of Darham’s Estate ín
the Laler Middle Ages», Northern Hist^ X III (1977); R. B. Dobson, Durham
Cathedrál Priory, 14004450, Cambridge, 1973, pp. 282-283 ; H . P. R. Finberg,
Tavislock Abbey, Cambridge, 1959, pp. 250-252, 256-257; y supra, pp. 191-192,
n. 80.
160. Cf. E, Kerridge, Agrarian Problems in the Sixteenih Century and
After, Londres, 1969, con C. M. Gray, Copyhold, Eqaity and the Comtnon
Lato, Cambridge, Mass., 1963.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 349

establecer derechos arbitrarios sobre los censualistas particularmen­


te al oeste de Inglaterra y en los límites y fronteras del norte,
donde continuaba vigente la inseguridad de la tenencia. Una mayor
proporción de tierra se encontraba por tanto sujeta a las exigencias
del dominio: es decir, en estas condiciones la tenencia a censo equi­
valía a un contrato económico con el señor, ya qué los pagos ajusta-
bles podían utilizarse como rentas económicas. Finalmente, se daba
una situación ciertamente ambigua que ha generado mucha controver­
sia y era cuando los censualistas poseían sus tierras por herencia,
pero éstas mantenían derechos arbitrarios. Estas condiciones preva­
lecieron sobre todo en las zonas de East Anglia, en los Midlands, en
las áreas pantanosas y en las regiones de la costa sur.161 Croot y Par­
ker señalan que durante los 'primeros años del siglo X V I I las curias
reales ya habían comenzado a resolver esta anomalía fijando la cuan­
tía de los derechos a unas tasas «razonables»:162 pero esta situación
destruye su planteamiento, ya que muestra que los censualistas
que habían heredado tierra con derechos arbitrarios incorporados
comenzaron a recibir protección en un período relativamente tardío,
después de más de un siglo de alza de precios y de renta. Durante
este tiempo parece que no hubo límites legalmente establecidos que
fijaran la cuantía de los derechos a pagar, ni tampoco estaba claro si
los campesinos podían acudir a las curias de apelación. Los cen­
sualistas que sobrevivieron hasta este último período debieron ser
personas de cierta importancia, capaces de pagar las rentas en alza
(bajo la forma de derechos más elevados) o comprando ellos mismos
la propiedad.
En resumen, parece difícil negar que el poder y los derechos feu­
dales directos mantenidos por los señores ingleses a lo largo de todo
el período medieval, les proporcionaran una base poderosa para esta­
blecer, mantener y ampliar su control sobre la tierra en las épocas
siguientes; en realidad gozaban de una posición mucho más fuerte
vis-a-vis con sus campesinos, de la que gozaban los señores franceses.

161. Kerridge, Agrarian Problems in tbe Sixteentb Century and After,


pp. 38-39.
162. Croot y Parker (supra, p. 104) se fundamentan en la obra de A. W. B.
Simpson, An Introduclion to tbe History of the Land Lato, Londres, 1964,
p. 161. R. H. Tawney hace el mismo planteamiento en The Agrarian Problem
in the Sixteentb Century , Nueva York, 1967, p. 296, n. 3, 297; igual ocurre
con Kerridge, Agrarian Problems in the Sixteentb Century and After, p. 40.
350 EL DEBATE BRENNER

Es cierto que la propiedad de la tierra proporcionaba a los señores


ingleses sólo el derecho de arrendar sus tenencias a precios competi­
tivos y, en principio, durante el siglo xv, las rentas debieron ser muy
bajas. Pero mientras hubo una creciente competencia por la tierra el
mercado de arrendamientos proporcionó las bases para la recupera­
ción de los ingresos de los señores y para la diferenciación económica
de los campesinos.
Los primeros pasos para la diferenciación como resultado del
surgimiento de grandes arrendatarios campesinos en el siglo xv se
vieron facilitados por el mantenimiento de las exportaciones de lana
(como materia prima y/o manufacturada) a los mismos niveles que
en el siglo xiv, mientras que se daba una caída de cerca de un
50 por 100 de la población: es decir, casi la mitad de los agricultores
en Inglaterra producían en el siglo xv la misma cantidad de lana que
se producía un siglo atrás. El impulso generado por el cambio global
de toda la actividad comercial, caracterizado por un rápido crecimiento
de la producción de tejidos para la exportación desde el tercer cuar­
to del siglo xv y por una aceleración rápida a partir de 1520, influyó
de manera decisiva sobre este proceso de diferenciación.163 Por últi­
mo, la creciente desviación de la población hacia actividades indus­
triales, complementado por un importante cambio demográfico, deter­
minó a largo plazo el incremento de la demanda de productos agríco­
las, que a su vez produjo un alza de precios de los alimentos que
precedió al crecimiento de la producción agrícola y de la productivi­
dad.164 El desarrollo agrícola se produjo en el marco de un típico
proceso capitalista, condicionado por el nuevo sistema de relaciones
sociales en el que los organizadores de la producción y los producto­
res directos (a veces la misma persona) ya no poseían todos sus
medios de reproducción (especialmente la tierra) y se vieron obliga­

163. Sobre las primeras fases de la diferenciación véase T. H, Lloyd,


The Movement of W ool Pnces in Medieval Bngland, Econ. Hist. Rev.} suple­
mento n.° 6, Londres, 1973, pp. 24-30; Hilton, «Study in the Pre-History of
English Enclosure in the Fifteenth Century», F. R. H. du Boulay, «Who were
Farming the English Demesnes at the End of the Middle Ages?», Econ. H ist.
Rev., 2.a serie, X V II (1964-1965); F. R. H. du Boulay, 'The Age of Ambiiion-,
Londres, 1970, pp. 55-58; Genét, «Economie et société rurale en Angleterre
au XVC siécle», pp. 1.464-1.471.
164. Véase Bowden, «Agricultural Prices, Farm Profits, and Rents»; D. C.
Coleman, The Economy of England, 1450-1750, Oxford, 1977, en especial los
capítulos 2, 3 y 7.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 351

dos a producir sistemáticamente para un mercado. Uno de los resul­


tados de este proceso fue una creciente competencia entre colonos
pata obtener tierra, y entre los señores para conseguir colonos, lo que
originó un descenso en los costes de producción, lo que a su vez
estimuló la especialización y la introducción de mejoras: este proceso
más adelante dio lugar a la sustitución de los pequeños poseedores
campesinos, a menudo poco eficientes, por los grandes arrendatarios
capitalistas, consolidando de esta forma uná transformación agrícola.
Comoquiera que la coyuntura para la producción agrícola y para
la comercialización se fue haciendo más favorable y fue declinando el
potencial económico de las viejas relaciones feudales y actividades
afines, el equilibrio de fuerzas frenó cualquier tipo de intento para
la reorganización feudal hacia la acumulación política. Señores y cam­
pesinos se dirigían a la monarquía para que les garantizara la paz y
la estabilidad que necesitaban para continuar con las actividades pro­
ductivas comerciales. Durante la Edad Moderna la tendencia secular
hacía la creciente aiitocentralizacíón de la clase terrateniente en Ingla­
terra se amplió, aunque de forma cualitativamente diferente a como
correspondía el distinto carácter de la propiedad o de las relaciones
de extracción de excedente mediante las cuales la clase terrateniente
conseguía autorreproducirse. Un estado en proceso de centralización,
que se iba afianzando paulatinamente en el seno de los diferentes
estratos de propietarios de tierra, estaba en las mejores condiciones
para debilitar la resistencia de los terratenientes, cuya situación eco­
nómica todavía dependía de la aplicación de métodos extraeconómicos
(que en aquel momento consistían sobre todo en el bandidaje, inva­
siones y expoliación de la administración y de la justicia monárquica).
Al mismo tiempo incluso los grandes magnates vieron cómo se iba
debilitando su poder político a nivel local, a causa de la intervención
del Estado, por lo que muchos de ellos se vieron obligados a adoptar
las estrategias económicas derivadas del nuevo sistema de explotar
la tierra.165
La confirmación de la propiedad privada absoluta de los señores
sobre y contra la posesión campesina iba paralela al surgimiento gra­

165. Véase L. Stone, «Power», en The Crisis of the Áristocracy, 1558-1641,


Oxford, 1965, cap. 5; M. E. James, Cbange and Continuity in the Tudor Nortb
(Boi'thwick Paper s, n.° 27, York, 1965); M. E. James, «The First Earl of Cum-
berland and the Decline of Northern Feudalism», Northern Hist., I (1966),
352 EL DEBATE BRENNER

dual de un tipo diferente de Estado que a su vez iba controlando el


monopolio del poder sobre y contra los poderes privados de los
magnates feudales. Pero el Estado que surgió durante el período
Tudor no fue un Estado absolutista. Al ser capaces de beneficiarse
del aba de las rentas de la tierra por medio de la superioridad de
una recién nacida jerarquía tripartita capitalista de señores comer­
ciantes, arrendatarios capitalistas y trabajadores asalariados, las cla­
ses terratenientes inglesas no tenían por qué acudir de nuevo a la
coacción directa, extraeconómica, para obtener un excedente. Pero
tampoco necesitaban los servicios del Estado como motor indirecto
de apropiación de excedente por medios políticos (impuestos, cargos
públicos y guerra).
Lo que necesitaban a nivel nacional era un Estado que no les
resultara excesivamente oneroso y que les asegurara el orden y pro­
tegiera la propiedad privada; es decir, que garantizara el funciona­
miento normal del proceso económico fundamentado en bases contrac­
tuales. Los señores ingleses consiguieron su objetivo durante los
siglos xvi y xvii (aunque por medio de actuaciones que van mucho
más allá del panorama que este artículo pretende abarcar) gracias al
reforzamiento de la institución parlamentaria como su instrumento
más eficaz de control centralizado sobre el gobierno y gracias a un
creciente control de los cargos públicos, sobre todo a nivel local.
Los dos intentos de absolutismo real fueron pronto abortados y no
surgió ningún tipo de estructura de fiscalidad estatal que actuara
como ave de presa sobre una economía en desarrollo. Sin embargo,
es característico que a pesar de que el Estado estuviera totalmente
controlado por la clase terrateniente, tan sólo proporcionaba benefi­
cios directos a los cargos públicos, mientras que quienes trabajaban
en la administración local no estaban en absoluto remunerados. En
cambio, aunque monopolizara el poder, el nuevo Estado imponía sólo
cargas mínimas. Es ciertamente sintomático que desde finales del
siglo xvii en adelante, cuando se aumentaron sensiblemente los im­
puestos, éstos también recayeron sobre los mismos componentes de lá
clase terratenientey la cual ya controlaba abiertamente el Estado gra­
das a sus victorias sobre la corona. Todo ello contrasta con la situa­
ción en Francia, donde una prueba evidente de pertenecer a la clase
dirigente consistía en estar exento del pago de impuestos al Estado,
lo que es normal, ya que el Estado se había concebido como un
mecanismo político, generador de riqueza para la aristocracia. En
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EÜRÓPEO 353

cambio en Inglaterra la clase terrateniente, al Haber eliminado la pro­


piedad campesina, pudo tranquilamente depender de un proceso «im­
personal» y «económico»: la explotación por parte de los arrendata­
rios capitalistas de los trabajadores libres asalariados y, a su vez, la
puesta en marcha de una competencia intercapitalista, no tan sólo
entre los grandes arrendatarios en el sector agrícola, sino también en
la economía como un todo. j
Para sintetizar: a finales del siglo xvn la evolución de Inglaterra
hacia un capitalismo agrario supuso el fin del período en que se «fun­
dían» lo «económico» y lo «político», y contempló el surgimiento
de una separación institucional entre el Estado y la sociedad civil.
Con la irrupción del desarrollo económico, manifestado sobre todo en
el incremento de la productividad del trabajo, el conseguir un bienes­
tar dejó de ser el juego de empate a cero que había sido bajo rela­
ciones socioproductivas feudales. A su vez, la acumulación y la directa
aplicación del poder para redistribuir un producto social estricta­
mente limitado dejó de ser el sine qua non para el triunfo de la clase
dirigente. El desarrollo inglés se diferenció del que tuvo lugar en
muchas zonas del continente en dos aspectos cruciales e interrelacio-
nados: el surgimiento de una aristocracia capitalista que controlaba
una revolución agrícola.

2. Consecuencias de las divergencias: señores, campesinos y agricul­


tura capitalista (1450-1750),

Igual que se ha puesto en duda mi planteamiento sobre los oríge­


nes de la evolución diferente de las relaciones de propiedad o de
extracción de excedente en varías regiones europeas justo después de
la última crisis medieval de las ganancias señoriales, ha ocurrido lo
mismo en lo concerniente a. la complejidad de estas estructuras de
propiedad para el futuro curso del desarrollo económico. En particu­
lar, esto tiene que ver con mí opinión sobre el distinto significado
que, para la distribución de la riqueza y para el desarrollo de las
fuerzas productivas, tuvo la consolidación de la propiedad campesina
en relación con el surgimiento del absolutismo en Francia, en com­
paración con la aparición de la clásica relación terrateniente/arrenda­
tario capitalista/trabajador asalariado que tuvo lugar, principalmente,
en Inglaterra.

23. —BRENNER
354 EL DEBATE BRENNER

a) Formas y evolución de la propiedad'de la tierra. Se puede


iniciar la exposición sobre este tema con Croot y Parker, quienes
afirman que a pesar de la recuperación del campesinado en Francia
a finales de la Edad Media incluso controlando más derechos sobre la
tierra que el campesinado inglés, este hecho tuvo pocas implicaciones
reales, ya que las fuerzas «económicas», y de manera especial el mer­
cado, fueron determinantes a largo plazo. Como éstos autores mani­
fiestan, «tanto en Francia como en Inglaterra las consideraciones eco­
nómicas más que las legales fueron los instrumentos que moldearon
la estructura de la propiedad de la tierra». Sostienen que «los dere­
chos del campesinado francés constituyeron un obstáculo para una
agricultura más racionalizada ... pero esto no hubiera supuesto un
obstáculo insuperable de haber existido decisiones e incentivos eco­
nómicos para contrarrestarlos». Para Croot y Parker, el problema
general que se deduce de mi planteamiento se evidencia sobre todo
con mi rechazo en aceptar «la falta de un equivalente en Francia de
lo que supuso la clase de los yeomen en Inglaterra, la cual en sí mis­
ma constituía el producto de un proceso de diferenciación [económi­
ca] en el seno del campesinado, proceso que no se dio entre el cam­
pesinado francés».166
Pero Croot y Parker dan por sentado lo que intentan probar, por­
que no hay desacuerdo alguno sobre el especial significado que para
el desarrollo económico inglés tuvo el «surgimiento del yeoman»-.
es decir, la aparición de una clase de grandes agricultores comerciales
a partir de un proceso de diferenciación económica del campesinado,
en contraste con la atomización y nivelación social del campesina­
do, que constituía la característica predominante de Francia durante
la Edad Moderna. El problema consiste precisamente en explicar las
causas de estas diferentes características. Sucede que el punto de
partida estrictamente «económico» de estos procesos contrapuestos
fue más o menos el mismo, tanto en Inglaterra como en Francia. En
ambos países, a finales del siglo xv, existía un campesinado de tipo
medio que controlaba tenencias bastante extensas y que tenía una
posición preeminente. El problema se plantea porque, a pesar de lo
que afirman Croot y Parker, el campesinado —y,‘ especialmente, la
propiedad campesina— experimentó con posterioridad una evolución
radicalmente distinta en los dos países, incluso con unas fuerzas de

166. Véanse supra, pp. 105-107.


LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 355

mercado — sobre tocio una elevación de los precios de los alimentos—


que se dejaron sentir con fuerza en ambos lugares durante toda la
Edad Moderna, y que generaron incentivos más que suficientes para
intentar obtener un beneficio por medio de la acumulación de tierras,
originando un proceso de diferenciación. Para explicar esté contraste
en la evolución de los dos países es indispensable recurrir a los dife­
rentes sistemas de propiedad167 que encuadraban ¿as actividades de
los campesinados inglés y francés, ya que estos sistemas permitieron
y/o estimularon al campesinado de cada país a responder de manera
distinta a condiciones económicas (de mercado) más o menos simi­
lares.
La diferenciación del campesinado inglés estaba fuertemente con­
dicionada por el hecho de que, bajo nuevas relaciones de propiedad
social, no tuvo más elección que responder al surgimiento del merca­
do compitiendo entre ellos mismos de la manera más eficiente; es
decir, reduciendo los costes, iniciando un proceso de especialización,
acumulando excedentes e introduciendo innovaciones y mejoras. Pero
esta situación de competencia no fue más que el resultado de otra
situación previa: estaban separados de la posesión de la tierra y por
tanto desprovistos de acceso directo a los medios de subsistencia; se
vieron destinados a la situación de arrendatarios y, en consecuencia,
sujetos a un sistema de rentas competitivas.168 En este contexto los
grandes arrendatarios que podían producir para un mercado, también
podían echar mano de su margen de competencia para acumular tierra
directamente a expensas de los pequeños agricultores, bien despla-

167. Cf. Genét, «Économie et socíété rurale en Angleterre au XVo sié-


cle», pp. 1.468-1.469, con Neveux, «Déclin et repríse», p. 107. Quieto subrayar
que particularmente defiendo la primacía de las relaciones sociales de propiedad
y no el tamaño per se de las unidades de producción, cosa que al parecer no
he dejado lo suficientemente clara. Formas diferentes de relaciones sociales de
propiedad originan formas diferentes de comportamiento económico racional,
que son necesarias y posibles para los actores económicos individuales y que,
por lo mismo, condicionan modelos generales de desarrollo/no desarrollo eco­
nómico. Véase R. Brenner, «The Social Basis of Economic Development», en
J. Roemer, ed., Analytical Marxism, Cambridge, 1985.
168. Como explica Genét, durante el siglo xv «la situación de los campe­
sinos se vio consolidada... P ero ... los señores mantuvieron los derechos que
tenían sobre sus tierras y . . . los medios paira extraer un provecho de ellas»,
Genét, «Économie et société rurale en Angleterre au XV C siécle», pp. 1,468-
1.469.
356 EL DEBATE BRENNER

zándoles de las tenencias cuando finalizaban sus contratos ofreciendo


a los señores rentas más elevadas y más seguras, o bien pujando
fuerte por aquellas tenencias que llegaban directamente al mercado.
A su vez, los señores, si deseaban obtener la máxima renta del arren­
damiento de sus tierras, tenían que competir para conseguir los mejo­
res arrendatarios, asegurándoles explotaciones más extensas, incluso
ya cercadas y con mejoras incorporadas. No fue el surgimiento del
mercado por sí mismo, tal como manifiestan Croot y Parker, lo que
aceleró el proceso de diferenciación del campesinado en Inglaterra
así como el surgimiento de los yeomen (casi Siempre grandes labra­
dores comerciantes) sino que las relaciones sociales de propiedad
fueron la causa de que los agricultores ingleses dependieran total­
mente de una producción competitiva.169
Al contrario ocurría con los franceses, quienes como propietarios
virtuales de sus tierras no se enfrentaron ni con la pérdida de sus
arrendamientos, ni con un alza de los derechos señoriales o compe­
tidores para sus tenencias. Mientras tuvieran una parcela que produ­
jera lo suficiente para alimentarles a ellos y a sus familias y pagar los
impuestos, no se veían normalmente obligados a vender su posesión
y a competir en un mercado para poder sobrevivir. Pocos tenían posi­
bilidades para acumular, ya que la única elección que tenían consistía
en seguir el modelo familiar de producción con un simple propósito
de supervivencia, y a su muerte dividir la tierra entre sus hijos como
herencia. Croot y Parker no deberían sorprenderse de que en el con­
texto de este modelo de relaciones sociales de propiedad cualquier
intento de diferenciación que posibilitara el surgimiento de una clase
de yeomen se viera aplastada por el peso de las parcelaciones.
La institucionalización de diferentes sistemas de propiedad social
en Inglaterra y Francia empezó a condicionar una separación defini­
tiva de las direcciones de sus respectivas economías a partir de la
última mitad del siglo xv. Esto se manifestó principalmente en una /
espectacular divergencia en la consecutiva evolución de la distribución
de la propiedad de la tierra en los dos países. Esta evolución, a su

169. Paradójicamente, Croot y Parker en varias ocasiones señalan precisa­


mente estos procesos competitivos como base de la diferenciación económica del
campesinado que tuvo lugar en Inglaterra, pero no realizan la comparación
adecuada con la situación bastante diferente que había en Francia. Véase supra,
pp. 104-105 y 107-109.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 357

vez, fue el resultado primero de una diferencia en los regímenes


demográficos que iban a predominar en cada país; y en segundo
lugar, al resurgimiento del mercado que, aunque se manifestó con
fuerza en ambos países, tuvo efectos contrapuestos en cada uno de
ellos. La efectividad de cada una de estas causas puede a su vez
remontarse a la institucionalización de las disposiciones que regían
la organización de la propiedad.
En muchos lugares de Francia después dé 1450, se produjo un
rápido cambio en el comportamiento demográfico, igual al que había
ocurrido durante los siglos x u y x m . A mediados del siglo xvi, y en
algunas regiones un poco más tarde, la población francesa ya había
alcanzado —y en ciertos lugares excedido— los niveles máximos de
comienzos del siglo xiv.170 El contraste con Inglaterra está muy claro
ya que en este país la población permaneció estancada casi hasta
1510; e incluso cuando inició el proceso de crecimiento, su ritmo
fue mucho más lento que el que se daba en Francia^ alcanzando los
niveles del siglo xiv tan sólo a mediados del siglo xvn, o quizás
sobre 1700.m
Es difícil evitar la tentación de ver en este contraste demográfico
un efecto inicial y decisivo del contraste entre los sistemas de pro­
piedad, así como una causa apreciable de la diferente evolución de
la distribución de la propiedad. En Francia, la reafirmación, e incluso
el reforzamiento, de la propiedad campesina desde mediados del si­
glo xv, permitió una renovación del viejo régimen demográfico basa­
do en el campesinado, renovación fruto de la temprana edad para
contraer primeras nupcias, a su vez fruto de la facilidad en conseguir
un trozo de tierra y, en última instancia, basado en un bien asentado
sistema de propiedad campesina que permitía la subdivisión de las
tenencias. Así se posibilitó un rápido avance demográfico que, a su
vez, originó una extrema división de la propiedad. En Inglaterra, por
el contrario, se puede suponer que, debido a la pérdida de la posesión
plena por parte de los cultivadores directos y al surgimiento paralelo
de la tenencia comercializada, los pequeños arrendatarios, no tuvieron

170. Le Roy Ladurie, «Masses ptoíondes: la paysannerie», pp. 555-561;


Neveux, «Déclin et reprise», pp. 101-103.
171. J. Comwall, «Engiish Populaíion in the Early Sixteenth Century»,
Econ. Hist. Rev., 2 “ serie, X X III (1970); I. Blanchard, «Populaíion Change,
Enclosure and the Early Tudor Economy», Econ. Hist. Rev., 2.* serle, X X II I.
(1970); Colenian, Economy of England, 1450-1750, pp. 12-13 ss.
358 EL DEBATE BRENNER

más elección que considerar sus tenencias como inversiones comer­


ciales, como una fuente de beneficio (en la medida que quisieron
conservarlos), no pudiendo mantenerlos por más tiempo como base
de la reproducción familiar. Esto evitó la subdivisión, ya que las
pequeñas parcelas no eran rentables económicamente. Así los hijos
ya no podían confiar en recibir una parcela al llegar a la edad adulta.
Al contrario, se tuvo que adaptar el número de hijos por familia a
las exigencias economícoproductivas y a las posibilidades de las tenen­
cias comerciales. Esta situación dio como resultado un matrimonio
tardío, un tamaño menor de las familias, y el *tener que mandar a los
hijos fuera del hogar para integrarlos en otras ocupaciones. Las con­
secuencias de estas situaciones relacionadas entre sí originaron un
crecimiento de la población más lento y, por regla general, impidie­
ron la subdivisión de las tenencias.172
En este mismo período de cambio comercial generalizado para
toda Europa, el impacto del mercado sobre los diferentes sistemas
de propiedad social constituyó una poderosa fuerza secundaria, condi­
cionando la evolución contrapuesta de la distribución de la propiedad
en Inglaterra y Francia. Esto puede demostrarse fácilmente mediante
la comparación del desarrollo de las áreas más comercializadas de
Francia con las de Inglaterra, en el período que va desde mediados
del siglo xv a la segunda mitad del xvi. Para este propósito compa­
rativo la región de París es ejemplar, ya que resultaría difícil encon­
trar una zona de Francia donde las fuerzas del mercado tuvieran un
mayor impacto. La propia ciudad creció rápidamente en este período,
y ejei-cip una fuerte atracción sobre su hinterland; y es más, la pobla­
ción de la zona agrícola en torno a París creció a un ritmo extraordi­
nario. La consecuencia más inmediata fue un rápido tirón alcista de
los precios, sobre todo de los alimentarios y de la tierra. Ahí había
incentivos para la acumulación y, lógicamente, también existieron
acumuladores potenciales en las personas de los señores locales, de
los cargos públicos, de los mercaderes ciudadanos y de los campesi­
nos bienestantes, Aquellos que no lograron acumular tierra dejaron
pasar una excelente oportunidad para obtener beneficios; aquellos
propietarios que continuaron manteniendo tenencias a censo vieron,

172. Este párrafo procede de Bois, Crise du féodaUsme: pp. 353-354, y de


Howell, «Stabjiity íjjid Cbange, 1300-1700».
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 359

cómo sus rentas, en términos reales, decaían hasta alcanzar niveles


insignificantes.173
¿Cuáles fueron los resultados reales? El bien documentado estu­
dio de Jacquart nos proporciona una magnífica perspectiva, puesto
que integra siete señoríos que ocupaban cerca de 4.699 hectáreas de
tierras de cultivo en la región de París. En torno a los años 1550-
1560, después de casi un siglo de desarrollo urbano, crecimiento
demográfico, expansión del mercado y precios elfevadísímos, todavía
unos 2.567 propietarios, cada uno con una tenencia de extensión
inferior a los 60 acres, controlaban el 69 por 100 de la tierra culti­
vada, mientras que tan sólo 17 propietarios con más de 60 acres
cada uno (incluyendo los grandes y antiguos dominios del señorío)
tenían el 31 por 100 de la tierra cultivada (sólo los dominios cubrían
un 18 por 100). Los mismos datos pueden ofrecerse.de forma lige­
ramente diferente, y así vemos cómo unos 2.516 propietarios, con
tenencias inferiores a los 24 acres, controlaban el 55 por 100 de la
tierra, mientras que 75 propietarios, con más de 25 acres, controla­
ban el 45 por 100.174 Estos datos ofrecen información suficiente sobre
la creación de nuevas propiedades, pero muy pocos propietarios se
beneficiaron de la acumulación y una gran parte del campesinado con­
tinuó asentada en la tierra.
La limitada debilitación de la propiedad campesina que había
tenido lugar en la región de París, se había visto condicionada por
situaciones que superaban las relaciones de mercado. Cerca del 1550,
el crecimiento de la población y el aumento de la parcelación habían
originado una situación en la que el 88 por 100 de las propiedades
(2.273 tenencias) eran inferiores a los 6,2 acres, por tanto demasiado
pequeñas para mantener una familia que no contara con ingresos
complementarios. Muchos campesinos, presionados por unos precios
en rápido ascenso que se traducían en unos costes de subsistencia
más elevados, en unos salarios más bajos y en un- aumento del peso
de la fiscalidad, se vieron forzados a vender sus tierras.175

173- Véanse Fourquin, Campagnes de la región parisíenne; Jacquart, Crise


rurale en ílc-de-France. !
174. Calculado a partir del gráfico que incluye Jacquart, Crise rurale en
lle-de-France, p. 118, con una información complementaria en el capítulo 3.
175. J. Jacquart, «Immobilisme et catastrophes, 1500-1660»,en Duby y
Wallon, eds., Histoire de la France rurale ^ II, j>. 265.
360 EL DEBATE BRENNER

Incluso donde se dio algún tipo de acumulación de la propiedad,


la organización básicamente campesina de la producción no se vio en
nada afectada. De hecho, el sistema de propiedad no permite eviden­
ciar las pocas posibilidades que había para la acumulación con el
propósito de conseguir una más eficaz producción, con vistas a intro­
ducir mejoras y a cultivar para un mercado. La causa fue que las
unidades de propiedad se dividieron, se atomizaron en una multitud
de parcelas esparcidas por el territorio y que tenían un tamaño mi­
núsculo, lo que proporciona un testimonio bastante claro de la conti­
nuidad de un sistema de dominio campesino.%En uno de los siete
señoríos estudiados por Jacquart, ni una sola parcela alcanzaba un
tamaño superior a los 12,5 acres. Más aún, si excluimos el señorío
de Trappes (donde tanto las unidades de propiedad como las de cul­
tivo estaban excepcionalmente concentradas), sólo existían diez par­
celas que excedieran los 12,5 acres en el conjunto de la zona. El
monopolio actuaba aparte de — e incluso en conflicto con— las nece­
sidades de la producción. Curiosamente mayores unidades de propie­
dad podían significar menores unidades de cultivo.176
Está muy claro el contraste entre la evolución de esta región
francesa desarrollada más tempranamente e .Inglaterra. En muchas
zonas de este país —no todas, desde luego— tuvo lugar un proceso
continuado de consolidación de grandes tenencias y unidades de cul­
tivo a expensas de las pequeñas, por lo menos desde mediados del
siglo XV. En la bien estudiada comunidad de Chippenham (Cambridge-
shire), en el siglo xm , predominaba la tenencia de unos 15 acres,
igual que en todas partes. En el segundo tercio del siglo xv todavía
sólo un quinto de las tenencias tenían más de 30 acres; pero sobre
1540, 22 de 42 tenencias tenían ya 27 acres o más. Más aún, 12 de
estas tenencias (incluyendo el dominio) tenían más de 50 acres, abar­
cando 1.560 acres (de los que el dominio contaba con 780) de un
total de 2.265 acres cultivados, o cerca de un 64 por 100 de los

176. Jacquart, Crise rumie en íle-de-Franee, pp. 123*124. Sobre la atomi­


zación de las unidades de cultivo como una barrera fundamental al progreso
agrícola en Francia, véase J. Meuvret, «La vaine páture et le progres agrono-
míque avant la Révolution», en sus Éhides d ’hisioire économique, París, 1971,
pp. 195-196. Sobre el aumento de la división de las tenencias, incluso frente
a un peligro de acaparamiento, véase G. Gabourdín, T eñe et hommes e#
t ó r r a m e 1550-1635 ¿ 2 vpls,; Nancy, 1977, II, pp. 640-641..
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 361

terrenos de la comunidad.177 En las tierras calcáreas de la región del


Wiltshire, sabemos que a «comienzos del siglo xvi, la mayoría de la
tierra estaba en manos de agricultores capitalistas, y a mediados del
siglo xvn las explotaciones capitalistas ocupaban la mayor parte de la
tierra cultivada».178 Al oeste de los Midlands se ha visto que desde el
siglo xv «la tendencia hacia la disminución del grupo de pequeñas
tenencias y el incremento del número de grandes tenencias [de 30 a
100 acres de tierra cultivable] parece bastante evidente».179 Incluso
en Leicestershire, un manifiesto baluarte de la agricultura de base
campesina, la unidad media y típica era de cerca de 45 acres en la
segunda mitad del siglo xvi.180 Esto supone casi cuatro veces el tama­
ño de la tenencia campesina característica del período medieval, o la
tenencia normal francesa del siglo xvi. En época tan temprana como
1500, los half-yardlanders se estaban convirtiendo en algo extraño
en el Leicestershire.181
Pues bien, a pesar de toda esta evidencia, Cooper mantiene que
las estructuras agrarias de Francia e Inglaterra a finales del siglo xvr
no presentaban grandes diferencias.182 Oponiéndome a Cooper, me
gustaría concluir diciendo que mientras que el modelo de evolución
agraria de Francia desde 1450 no presenta ninguna fisura importante
con respecto al período medieval porque, como antes, continuaba
dominado por poseedores campesinos, el de Inglaterra experimentó
una ruptura crucial. Y esta diferencia tuvo importantes y decisivas
consecuencias para el posterior desarrollo de la producción.

h) Relaciones de propiedad y productividad. La divergencia


que hemos señalado en lo que respecta a la estructura de la propie­

177. M, Spufford, Contrasting Communities, Cambridge, 1974, cap. 3. Sin


embargo Spufford niega que la falta de derechos de propiedad por parte de
los campesinos fuera relevante para determinar su pérdida de tierra.
178. E. Kerridge, «Agrículture, c. 1500-c. 1793», en V. C. H. Wiltshire, IV,
P- 57.
179. R. H. Hilton, The Engiish Peasantry in the Later M íddle Ages, Ox­
ford, 1975, p, 40, citado por Cooper, supra, p. 184, n. 57.
180. W, G. Hoskins, «The Leicestershire Farmer in the Sixteenth Cen­
tury», en sus Essays in Leicestershire Hístory, Liverpool, 1950, pp. 137-138,
aunque sus cifras no incluyan tampoco ni las numerosas cottagers’ farms ni las
grandes propiedades,
181. Howell, «Stability and Change, 1300-1700», p. 474,
182. Véase supra, en especial, pp, 196-201,
362 EL DEBATE BRENNER

dad en Inglaterra y en Francia a finales del siglo xvi, se vio condi­


cionada no tan sólo por modelos contrapuestos en la evolución de la
distribución de la propiedad, sino por diferentes pautas de desarrollo
de las fuerzas de producción agrícolas. Croot y Parker, al igual que
Cooper y Le Roy Ladurie, afirman que yo subestimo la capacidad del
campesinado para incrementar la productividad agrícola, cuando yo
de hecho insisto en que los sistemas de producción basados en un
pequeño campesinado que posee sus medios de subsistencia suponían
una barrera para el desarrollo cualitativo de la agricultura que exigía
el crecimiento económico sostenido de principios de la Edad Moder­
na; mientras que el «sistema inglés», al contrario, en este momento
preparaba el terreno para un cambio, que resultó radical y defini­
tivo. Realmente, por mí parte, considero que estas afirmaciones que­
dan bien demostradas por la realidad económica, tanto por lo que
se refiere a Francia e Inglaterra, como a Europa occidental como un
todo, durante la Edad Moderna.

a) Posesión campesina en Francia versus tenencia capitalista en


Inglaterra
Frente al crecimiento masivo de la demanda expresado en el alza
de los precios de los alimentos que afectó a extensas zonas de Francia,
especialmente al norte del país, desde comienzos del siglo xvi, el
control campesino de la producción impidió un crecimiento del pro­
ducto total. Tal como se deduce de estudios locales sobre Normandía
y el Cambrésis —que constituían zonas especialmente expuestas a
fuertes-, presiones del mercado— , durante las dos primeras décadas
del siglo xvi ya quedó consolidado el nivel de producción adecuado
para poder acudir a un mercado, tanto nacional como exterior. A par­
tir de esta situación y debido al crecimiento de la población, los
campesinos con parcelas cada vez más pequeñas se vieron forzados
a dedicar una proporción de sus tierras, cada vez mayor, a la produc­
ción para la subsistencia cotidiana y así asegurar su supervivencia.
En consecuencia, se originó una disminución del cultivo de productos
tan comerciales como el lino, el cáñamo y otros similares. Es más,
también fueron disminuyendo los productos animales para así incre­
mentar la producción dedicada al propio consumo de los campesinos.
En torno a 1540, en ambas regiones, cada vez se llevaba menos grano
al mercado, incluso aunque aumentaran con rapidez los precios de
este producto. Al roistno tiempo, el potencial para mejorar la produo-.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 363

tividad agrícola, que en buena medida dependía del incremento de la


producción animal, quedó definitivamente destruido.183
No hay indicio alguno de que se diera cualquier tipo de medida
innovadora o de adelanto en la agricultura campesina durante el si­
glo xvi, e incluso hasta fines del xvn. Las técnicas de producción se
estancaron en toda Francia, no menos en el norte que en otros luga­
res. Jacquart, resumiendo las investigaciones locales realizadas por
toda Francia, afirma que «no se puede encontrar traza alguna de un
progreso técnico decisivo y los resultados de la actividad campesina
permanecieron virtualmente en la misma mediocridad».184 En conse­
cuencia, ya en las primeras décadas del siglo xvi y en casi toda
Francia, empezó a decaer la productividad per cápita, generando
nuevas crisis de subsistencia, precios elevadísimos y, como se ha
expuesto, unos niveles de producción agrícola que no se alcanzaron
de nuevo hasta el siglo xvnr.585 Mucho antes de la irrupción de los
efectos devastadores de las guerras de religión, la agricultura fran­
cesa de base campesina ya se hallaba inmersa en una situación de
estancamiento y declive.
El contraste con Inglaterra resulta bastante claro, puesto que a
lo largo de la Edad Moderna se contempla una revolución agrícola.
Disponiendo de una tecnología dirigida a la producción agrícola mixta
propia de la Europa medieval y moderna, las mejoras cualitativas,
que abarataron ostensiblemente la producción de alimentos básicos,
exigían un tipo de racionalidad agrícola y ganadera más integrado y
mutuamente reforzado. En particular, la producción animal tuvo que
incrementarse en relación a los cultivos y así proporcionar abono y
tracción para contrarrestar la tendencia al declive de la fertilidad del
suelo. La producción campesina de subsistencia tendió a conjugar las
producciones agrícola y ganadera y hacerlas mutuamente competitivas,

183. H. Neveux, Les grains du Cambrésis, Lille, 1974, pp. 692-693, 697-
698; Boís, Crise du féoddtsme, pp. 337-340.
184. Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», p. 239; véanse también pp.
213, 216-221, 224-225, 237-239. Para unos resultados similares, véase Le Roy
Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 568-578,
185. Véase Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 576-
585. Bols ha observado que la producción en Normandía alcanzó su cota má­
xima sobre 1540 y puede que incluso antes: Boís, Crise du féodalisme, p. 337.
Jacquart también sitúa el techo de la producción por lo que se refiere a íle-der
Frunce sobre 1540-1550: Jacquart, Crise rurde en Ile-de-lrnmc?, pp. 49-50,
364 EL DEBATE BRENNER

ya que primaba la producción de alimentos de consumo inmediato y


descuidaba el cultivo de plantas forrajeras y la producción ganadera.
Esto suponía una barrera directa a todo tipo de transformación futu­
ra, mientras que el surgimiento del sistema de propiedad capitalista
facilitó dicha transformación, no tan sólo consolidando una tendencia
hacia la especialización y las mejoras, a su vez reforzada por la com­
petencia, sino generando mediante el ya citado proceso de diferencia­
ción (en vez de un proceso de parcelación) una clase de agricultores
capitalistas que podían arriesgarse, invertir, y llevar hacia adelante la
agricultura a gran escala que las circunstancias «requerían.
Estos mecanismos se ponen al descubierto en el minucioso estu­
dio que Eric Kerridge ha hecho sobre las actividades agrícolas y el
desarrollo agrario que tuvo lugar en el Wiltshire durante la Edad
Moderna. En esta zona desde comienzos del siglo xvi ya empezó a
funcionar un sistema de explotaciones capitalistas. El impacto del
mercado también se dejó sentir desde época muy temprana. A esta
situación siguió un proceso de diferenciación económica. con un pro­
ceso paralelo de especialización y mejoras. En todas las zonas de
terrenos calizos se fue consolidando el predominio del cultivo de los
cereales, dado que este tipo de tierras eran particularmente apropia­
das para ello. Y a mediados del xvii las grandes explotaciones ya se
habían completamente especializado en la producción de granos, pues­
to que el pequeño agricultor no podía competir en la aplicación de
métodos favorables a la producción ganadera (lanar) y cerealícola a
gran escala. Por otra parte, si estos pequeños agricultores deseaban
sobrevivir como colonos, se veían forzados a especializarse para el
mercado. .Tuvieron que abandonar la producción de granos, pero en
el llamado Cheese Country pudieron mantener su situación gracias a
que se especializaron en la producción láctea, ya que en este sector
el gran arrendatario disfrutaba de un margen relativamente pequeño
de competencia.186
El desarrollo del Wiltshire representa un microcosmos del proce­
so que tuvo lugar en toda Inglaterra en la Edad Moderna. Joan
Thirsk cita «el predominio de grandes arrendatarios en las zonas de
especialización cerealícola» y concluye diciendo que; «en estas zonas,
los hombres de éxito fueron siempre/ ; ¡ a r m e n o caballeros
con importantes fortunas ... puesto güe-para el pequeño agricultor

J.S6, Kerridge, «Agriculture, c. J.500-c. 1793», pp. 61, 49, 54, 57-59, 63-64.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 365

de zonas cultivables, había pocas esperanzas de supervivencia».187 Las


razones de esta situación no son difíciles de deducir. En primer lugar,
y por lo que se refiere a la producción de granos, existían importantes
economías de escala que podían utilizarse como infraestructura básica,
como los animales de tiro y los instrumentos de labranza, y como el
empleo de la fuerza de trabajo. En segundo lugar, y sobre todo debi­
do a las exigencias de los grandes rebaños de orejas, se exigía una
cantidad considerable de capital. En tercer iugar, el coste de casi la
totalidad de las posibles innovaciones aplicables a la zona tradi­
cional de cultivo de cereales y ganado lanar — es decir, desecación
de las tierras pantanosas— estaba fuera del alcance de los pequeños
agricultores.188
Igualmente en las tierras que pasaron del simple laboreo al siste­
ma más revolucionario de la agricultura racionalizada que favorecía
el crecimiento interdependiente tanto de la ganadería estable como
de la producción agrícola, siempre había agricultores capitalistas res­
ponsables de esta situación revolucionaria. Como señala Kerridge,
«convertir una propiedad en una empresa no era algo que todo el
mundo pudiera hacer. Para ello se exigía paciencia, audacia y mucho
capital». Esto era así porque se necesitaban grandes cambios dirigidos
a poner en marcha la empresa; sobre todo equipamiento y también
tiempo suficiente para que la empresa proporcionara ganancias. Por
tanto no resulta sorprendente que en aquellas áreas donde los agri­
cultores adoptaron una agricultura convertible desde finales del
siglo xvi —meseta central, valles y tierras bajas del noreste— estos
cambios se vieran acompañados por la paulatina desaparición de los
pequeños productores.189

187. J. Thirsk, «Seventeenth-Ceníury Agriculture and Social Change», en


J. Thirsk, ed., Land, Church and People : Essays Preseníed to Professor H. P. R.
Finberg [suplemento de Agrie. B isi. Rev., XVIIX (1970)], pp. 151, 166;
J. Thirsk, «The Peasant Economy ó£ England in the Seventeenth Century»,
Studia historiae oeconomicae, X (1975), p. 8 . Thirsk define a los yeomen como
«labradores solventes con mucha tierra que cuentan con fuerza de trabajo
asalariada» (ibid.} p. 7).
188. Thirsk, «Seventeenth-Century Agriculture and Social Change», pp.
1 5 1 ,1 5 3 ,1 5 5 ,1 6 6 ; Thirsk, «Peasant Economy of England», pp. 8, 1 0 ; Kerridge,
«Agriculture, c. 1500-í. 1793», pp. 52, 54, 55-57; E. Kerridge, The Farmers of
O íd Englandy Londres, 1973, pp. 75-77, 81.
189. Kerridge, Farmers of O íd England, pp. 106, 127, 128 y en general
el capítulo 4.
366 EL DEBATE BRENNER

Los pequeños agricultores también, se encontraban en desventaja


en las actividades ganaderas. Los dueños de pastos parece que fueron
grandes capitalistas con suficientes fondos para invertir y con posibi­
lidades para afrontar una larga espera. Este fue el caso de las tierras
que del simple laboreo pasaron a ser tierras de pastos permanentes,
especialización que se llevó a cabo para adecuar los nuevos métodos
agrícolas a la naturaleza y aprovechamiento del suelo. En estas zonas
se realizó una importante inversión de capital en cercamientos y
reestructuración de las explotaciones.190
Por otra parte, algunos pequeños agricultores pudieron —y lo
consiguieron— sobrevivir en aquellas tenencias que podían rendir tan­
to como las grandes explotaciones, sobre todo en productos derivados
de la leche, aunque también en productos hortofrutícolas dedicados
a los mercados urbanos^ Los pequeños agricultores se mantenían fuer­
tes en las regiones de pastoreo, donde cultivaban diversos productos
comercializables (por ejemplo, lino y cáñamo) y realizaban activida­
des industriales. Incluso así deben resaltarse las pocas posibilidades
que se ofrecían a estos pequeños agricultores altamente comerciali­
zados; de hecho dependían fuertemente del incremento de la produc­
tividad en las zonas cerealícolas, lo cual permitía a estas zonas expor­
tar sus crecientes excedentes de alimentos y satisfacer las progresivas
necesidades de importación en las zonas comerciales ganaderas.191

190. Thirsk, «Seventeenth-Century Agricultura and Social Change», pp.


155, 157; Thirsk, «Peasant Economy of England», p. 11; Kerridge, Farmers
of Oíd England, pp. 62, 90-91.
191. En el contexto anterior, el término medio a nivel nacional del tamaño
de las unidades de producción agrarias, como el que señala Cooper, esconden
más de lo que aparentemente muestran sobre la transformación de la produc­
ción agrícola en Inglaterra, ya que, como hemos visto, ésta fue lo opuesto a un
proceso homogéneo. Se caracterizó por una importante variación en el tamaño"
de las unidades de producción agrícola de acuerdo con la región, clase de suelo
y tipo de cosecha. La supervivencia de un importante número de pequeños
campesinos (que implicaba un promedio bajo del tamaño de las explotaciones
a nivel nacional) se explica de forma que de ninguna manera contradice mi plan­
teamiento: competítividad de los pequeños agricultores en regiones ganaderas y
en la horticultura, desinterés de los grandes agricultores en áreas de terreno
pobre, seguridad en la tenencia por parte de algunos campesinos en unas pocas
regiones. Es más, es preciso subrayar que el peso del pequeño agricultor se
exagera cuando se mide en términos de la proporción de pequeños agricultores
en relación con el total; sería más razonable hacerlo en función del total del
área cultivada, formada por pequeñas unidades de producción, o mejor aún,
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 367

Por último, es necesario recalcar que las ventajas del sistema de


la agricultura capitalista, en comparación con el sistema fundamen­
tado en la agricultura campesina, no consisten únicamente en las ven­
tajas de los grandes agricultores versus pequeños agricultores én acti­
vidades agrícolas concretas, en su superior capacidad para realizar
«de una vez» determinadas espedalizaciones o mejoras. Tal vez sea
más importante la tendencia de las relaciones de propiedad capitalista „
hacia la consolidación, por medio de la vía competitiva, de una direc­
ción constante hacia la especializacíón y la mejora, como un proceso
hacia adelante en la economía como un todo, en dirección a la divi­
sión social y geográfica del trabajo. En este sentido vemos cómo en
Inglaterra no se dio tan sólo un temprano desarrollo de un complejo
sistema de especializacíón regional interdependiente, en el que el
desarrollo de un área especializada se expandía y generaba desarro­
llo en zonas vecinas, sino una evolución y transformación continuada
de este sistema a medida que’ se empezó a disponer de nuevas
técnicas. Esto se puede ejemplificar con el surgimiento del pujante
sistema de «la agricultura mixta, en el que, sintetizando, incrementar
la producción de los cultivos forrajeros permitía mantener un ganado
estable, que a su vez ayudaba a producir mayor cantidad de granos,
haciendo desaparecer los barbechos. Este sistema se podía adaptar
mejor a los suelos ligeramente arenosos que a los que contenían una
fuerte proporción de cal, los cuales hasta aquel entonces habían pro­
veído a Inglaterra de buena parte de los cereales que el país necesi­
taba. A tenor de lo expuesto, durante el siglo xvn se contempla
una transformación general de las áreas donde con anterioridad se
habían producido granos, en particular la zona centro de Inglaterra,
a favor de las actividades ganaderas. Al mismo tiempo, la «despo­
blación» y la liberalización del trabajo abrió el camino para el
surgimiento de nuevas industrias en las zonas vecinas, entre las que
caben destacarse los curtidos (muy relacionados con la actividad gana­
dera de la zona), cintas, géneros de punto y ropa de vestir. Mientras
tanto, las zonas de suelos ligeros de la parte sur del país se dedicaron
en su totalidad a la producción cerealícola. En consecuencia, se inten­
sificó la demanda de trabajo agrícola en las zonas de cultivo, mientras

por la proporción de tierra dedicada a la producción de cereales que Integraba


dichas unidades. Véanse supra, pp. 171-173. El mismo Cooper no deja de insis­
tir en estos temas.
368 EL DEBATE BRENNER

declinaba la producción industrial. En vez de ello, estás reglones se


convirtieron en exportadoras de grano para mantener la industria y la
agricultura comercial no alimentaria de todo el país.192

b) Las explotaciones de los grandes arrendatarios en Francia e


Inglaterra
Frente a lo que acabamos de exponer uno se plantea qué es lo
que se puede decir sobre el hecho, que tanto Croot y Parker como
Cooper utilizan en mi contra, relativo a que las grandes explotaciones
de arrendatarios utilizando trabajo asalariado Se convirtieron en pre­
ponderantes en algunas regiones de Francia, especialmente a finales
del siglo xvn, sin que se las pudiera asociar con mejoras o con la
introducción de un progreso en sus respectivas regiones. Uno se
pregunta si este hecho invalida mi interpretación. En mi primer
artículo, yo señalaba este fenómeno y avanzaba una posible explica­
ción: a pesar de su similitud por lo que se refiere a su apariencia
externa, el sistema de producción caracterizado por los grandes domi­
nios, que surgió en alguna zona de Francia a comienzos de la Edad
Moderna, reflejaba en realidad la existencia de relaciones sociales de
producción muy diferentes de las que predominaban en Inglaterra.193
El tema fundamental que yo planteaba consistía en analizar las posi­
bilidades productivas en asociación con un determinado sistema de
relaciones de propiedad; es más, yo intentaba una definición total
de este sistema ya que no basta con enfocar el análisis hacia unidades
individuales de producción puesto que su situación en el seno del
sistema económico como un todo tiene necesariamente que aclararse.
En este caso uno necesita entender las grandes unidades individuales
en sus interrelaciones con otras unidades de producción agrícola e
industrial. Durante el siglo xvu en Francia, la gran explotación con­
trolada por arrendatarios funcionaba de manera opuesta a su homó­
nima inglesa, no tan sólo porque evidenciaba el resultado de una
evolución histórica muy diferente, sino en especial porque funciona­
ba en el seno de un sistema general de propiedad completamente dis­
tinto, con una dinámica determinada por el dominio campesino.

,192. E. L. Jones, ed., Agriculture and Economic Growth in England, 1660-


1815, Nueva York, 1967, pp. 9-11, 36-37; E, L. Jones, «Agriculture and Eco­
nomic Growth in England, 1660-1750: Agricultural Change», Jl. Econ. H ist.,
XXV (1965), pp. 10-18.
193. Véanse supra, pp. 80-81, n. 111.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 369

Así las grandes explotaciones de los arrendatarios reflejaban por


regla general el resultado de procesos que por primera ver permitie­
ron a los señores franceses afirmar su propiedad sobre lo que con
anterioridad había sido tierra campesina- Exactamente lo mismo que
en un principio ocurrió en Inglaterra, donde la estrategia para expoliar
al campesinado dependió en buena medida de la operatividad del
sistema de extracción de excedente por coacción extraeconómica (en
especial, el derecho feudal de imponer o exigir derechos arbitrarios).
Pero, en Francia, lo que ayudó a debilitar la propiedad campesina
— que a su vez se autodebilitaba por la fragmentación de las tenen­
cias— por parte de quienes acumulaban tierra fue un incremento
de la apropiación real de los impuestos, combinado con los efectos
devastadores de los conflictos bélicos en las tierras de los campe­
sinos. Una primera oleada de expropiaciones tuvo lugar durante
las guerras de religión y se concentró especialmente en aquellas áreas
directamente expuestas a la lucha, sobre todo Borgoña y la región
de París. Una segunda oleada acompañó a los conflictos internos y
externos del segundo tercio del siglo xvii, especialmente los años
de la Fronda. De nuevo lo que hizo que los campesinos se endeuda­
ran, obligándoles a vender sus tenencias a propietarios locales, fue
el efecto pernicioso del alza de las presiones fiscales, exacerbada por
las depredaciones militares.19*
Las grandes propiedades que fueron apareciendo en Francia a
partir de los procesos anteriormente citados parecen similares a las
inglesas. Pero aparecieron en un contexto —y en él se mantuvieron—
caracterizado por el predominio de un campesinado numeroso, aun­
que casi sin tierra. Como resultado, iniciaron una dinámica económica
muy diferente de la de sus homónimos ingleses. La apropiación de
tierra campesina por acaparadores rurales, que no hacía más que
agravar los efectos de la subdivisión de tenencias, a consecuencia del
crecimiento de la población campesina, dejó a muchos campesinos con
tenencias demasiado pequeñas para poder subsistir, teniendo que
buscar contratos y empleos complementarios para poder pasar con lo

194. N. Fitch, «The Demographíc and Economía Effects of Seventeenth


Century Wars», Review [Fernand Braudel Cénter, S.: U. N . Y. Binghamton],
II (1978-1979); P. de Saint-Jacob, «Mutations économíques et sociales dans les
campagnes bourguígnonnes i la fin du XVI“ siécle», Études rurales, I (1961);
Jacquart, Crise rurale en íle-de-France, pp. 213-227, 248-253, 691-707, 723 ss.

24. — BRENNER
370 EL DEBATE BRENNER

que se tenía,195 Mientras tanto, la debilidad de la productividad agrí­


cola vinculada a la producción de base campesina, limitó el mercado
interno francés y el sector industrial, dejando pocas alternativas de
empleo fuera de la agricultura. Un último análisis muestra que lo que
continuó determinando el nivel de las rentas fue la demanda de tierra
para subsistir por parte de campesinos confinados en zonas rurales, a
pesar del surgimiento de grandes unidades de propiedad y produc­
ción.196Este hecho se puso de manifiesto en el alza secular de las rentas
durante buena parte del siglo xvn y la progresiva disminución de la
proporción de tierra en manos de los campesinos produjo un creci­
miento continuado de la demanda de tierras, incluso después de
haber alcanzado la población su límite más alto.197
En el contexto económico que se acaba de exponer, las ganancias
más elevadas se podían obtener sólo mediante una expoliación directa
de los colonos a través de la subida de la renta. Al mismo tiempo es
comprensible que los propietarios dejaran de invertir en capital fijo
y desviaran sus ingresos hacia la compra de tierras. Un buen medio
para la expoliación del campesinado era el dividir el gran dominio en
pequeñas parcelas y arrendarlas a pequeños cultivadores. Pero a me­
nudo el dominio se arrendaba por un gran arrendatario, aunque estos
grandes arrendatarios preferían actuar más como intermediarios finan­
cieros entre los señores y la masa del campesinado que como capita­
listas independientes. Proporcionaban fondos de inversión especíal-

195. Sobre el elevado número de pequeños productores campesinos junto


a las grandes explotaciones, véase Jacquart, Crise rurde en lle-de-France, pp. 721,
724-727, 741-742; E, Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance,
1660-1789», en Duby y Wallon, eds,, Histoire de la Frunce rutóle, II, pp. 414,
428.
196. En relación con la tendencia alcista de las rentas procedentes de
pequeños campesinos — a veces en situación inferior al nivel mínimo de subsis­
tencia— que, en proporción, pagaban rentas mucho más elevadas por acre que
los grandes arrendatarios, véase J. Jacquart, «La rente foncíére, índice con-
joncturel?», Revue bistorique, CCLIII (1975), pp. 372-374. También B. Vey-
rassat-Herren y E. Le Roy Ladurie, «La rente fonciére autoui* de París au
X V IP siécle», A nndes E. S. C., X X III (1968), pp. 549-555; supra, pp. 203-204.
197. Sobre las fluctuaciones de la renta al norte dé Francia, su alza a lo
largo del período de las guerras de religión, su caída después de dicho aconte­
cimiento, su recuperación a los elevados niveles anteriores a principios del
siglo xvn y su incremento acelerado a partir de 1640, véase Jacquart, «Immo-
bilisme et catastrophes», pp. 251-252; Jacquart, «Rente fonciére, índice con-
joncturel?», p, 365.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 371

mente para arados y animales; pero los gastos en capital fueron


disminuyendo, lo que favoreció la continuidad de técnicas de trabajo
intensivo. Parece que los grandes arrendatarios se convirtieron en
subordinados de los señores: más o menos ligados a la tierra tenían
pocas alternativas económicas y tan sólo se les dejaba un pequeño
margen de acumulación de excedente. Sustituían a los señores en la
organización de la producción agraria y a su vez iban llevando a cabo
numerosas tareas en la administración señorial, tales como la recolec­
ción de impuestos y las actividades judiciales.198 Por su parte, los
señores, que con más frecuencia procedían de las filas de los altos
cargos públicos y de la burguesía urbana, adoptaron una actitud pasi­
va en relación con sus propiedades, realizando pocas mejoras y com­
prando cada vez más tierra. Pero esta «mentalidad de rentista» tenía
una base real que suponía aprovechar los métodos de expoliación que
facilitaba la renta debido a la situación endémica de hambre de tierra
del campesinado.
En realidad yo exponía que durante este período apareció una
relación más productiva y más colaboradora entre el señor y el arren­
datario en algunas zonas de Inglaterra, lo que permitió asegurar un
desarrollo continuado. Cooper considera que en mi exposición atri­
buyo a los señores ingleses una mezcla de motivaciones caritativas e
intenciones productivas («Brenner parece un tory defensor de las Le­
yes del Grano»);199 pero nada de esto digo en mi trabajo, como
tampoco sostengo que los señores franceses fueran algo así como
antiemprendedores y atrasados. Lo que yo pretendía era simplemente
manifestar que las diferentes condiciones socioproductivas, que se
habían estabilizado en Inglaterra y Francia a finales del siglo xvn,
generaban diferentes estrategias para proteger y mejorar los ingresos
señoriales. En Inglaterra, especialmente en las regiones cerealícolas,
los arrendatarios capitalistas controlaban una agricultura altamente
capitalizada, habiendo disminuido drásticamente el número de tenen­
cias campesinas. Encesta situación los ingresos de los señores depen­
dían de la capacidad de los arrendatarios para cultivar la tierra a base

198. Véase el siguiente comentario de Jacquart: «los labradores no eran


más que tnandataires [representantes] en el seno del mundo rural de quienes
en realidad controlaban las riendas del poder»: Jacquart, Crise rurale en tle-
de-France, pp. 756-757.
199. Véanse supra, pp. 212 y 215.
372 EL DEBATE BRENNER

de inversión de capital. Es decir, la obtención de beneficios constituía


el elemento central de las rentas señoriales, .hasta el punto de que los
señores intentaron expoliar a sus propios arrendatarios impidiéndoles
obtener cualquier tipo de beneficio razonable de sus propias inver­
siones; los arrendatarios podían renunciar a sus deseos de inversión,
y, como último recurso, podían abandonar sus arrendamientos yéndo­
se a otra propiedad o incluso dedicándose a otra actividad productiva.
En general, tampoco había una masa campesina semiproletarizada,
aunque sí un pequeño grupo que podía permitirse el pago de una
renta equivalente a la que pagaban los arrendatarios capitalistas. En
resumen, el éxito económico dependió más de la acumulación y de la
innovación y, en este contexto, cuando el arrendatario andaba escaso
de recursos financieros, el señor realizaba la función de inversionista,
en cuyo caso aumentaba sus propias ganancias en la forma de benefi­
cio. Por tanto, la simbiosis señor/arrendatario a la que me he refe­
rido tuvo una evidente racionalidad económica, condicionando en
buena medida la dinámica del desarrollo agrícola. Cooper, al final, se
ve obligado a aceptar que la existencia de esta relación ha sido reite­
radamente demostrada desde finales del siglo x v n y durante el si­
glo XVIII .200
La diferencia cualitativa entre las grandes propiedades inglesas y
francesas —que presentaban una similitud «anatómica»— se mani­
festó abiertamente durante el período de baja de los precios del trigo
a finales del siglo xvn. En este momento todavía podían obtenerse
elevados beneficios en la agricultura inglesa, lo que evidenciaba que
ya se habían dado los pasos apropiados para hacer más eficaces las
grandes propiedades. En las tierras idóneas para cereales esto supuso
la intensificación y expansión de formas avanzadas en la producción
cerealícola y en la ganadería, una mayor utilización de forrajes, cer-
camientos, consolidación de explotaciones más grandes. En las anti­
guas tierras de labranza más apropiadas para pastos, se podían obte­
ner buenas ganancias si se dedicaban totalmente a pastos artificiales
o a una agricultura convertible que normalmente exigía cercamien-
tos y la construcción de nuevas dependencias en la explotación. La

200. Véanse supra, pp. 213-216 y n. 139. Véase Jones, «Agriculture and
Economic Growth in England, 1660-1750: Agricultura! Change», igual que las
fuentes citadas por el mismo Cooper. Véase también Coleman, Economy of
England, 1450-1750, pp. 122-123.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 373

edificación de unidades de producción, la inversión de capital y la


aceleración en las innovaciones era lo que se exigía en ambos casos;
y esto fue lo que ocurrió y lo que proporciona pruebas convincentes
de la existencia de relaciones capitalistas de producción en la agri­
cultura inglesa durante este período, y también la supremacía de
estas relaciones.201
Las respuestas de los propietarios franceses a la baja de precios
que tuvo lugar a partir de 1660 contrastaba abiertamente con lo que
ocurrió en Inglaterra, como Cooper indica.202 Frente a la crisis del
mercado de productos agrícolas, un mercado que .«indicaba» que las
rentas «deberían» rebajarse y así mantener un equilibrio con el des­
censo de los precios, los franceses continuaron favoreciendo el alza
de las rentas. Y así no es de extrañar que un gran número de arren­
datarios se vieran oprimidos por las elevadas rentas y los bajos
precios; esta situación les condujo a un endeudamiento progresivo
que, en última instancia, les obligó a devolver las tenencias a sus
señores, así como buena parte de la propiedad acumulada, incluyendo
las herramientas e incluso los muebles de la casa.203 Pero esto no
significa que los señores franceses fueran más o menos coherentes,
económicamente hablando, más o menos caritativos que sus homóni­
mos ingleses, sino que, simplemente, se enfrentaban con una situa­
ción muy diferente. A partir de 1660 los señores franceses dieron
más facilidades a sus colonos ya que podían aguantar la crisis y enci­
ma beneficiarse de ella. Parece que las rentas se mantuvieron elevadas
gracias a la demanda de tierras por parte de campesinos semidespo-
seídos de ellas, campesinos que pretendían intensificar su trabajo para
poder pagar más a sus señores. Al parecer los grandes arrendatarios
no pudieron evitar continuar pagando rentas elevadas, ya que no
tenían otro lugar adonde ir. En muchos casos terminaron por ceder
a los señores lo que les quedaba del capital que habían ido acumu­
lando, y así poder continuar con sus contratos, antes de caer en la
ruina. Por ello Jacquart se refiere a la «estratificación» de labradores

201. Thírsk, «Seventeenth-Centuty Agriculture and Social Change», pp.


155-157; y supra, pp. 212-217. E l hecho de que muchos terratenientes adopta­
ran una política draconiana sobre sus pequeños colonos no contradice mi plan­
teamiento, como al parecer sugiere Cooper, sino, es más, le da soporte.
202. Véanse supra, pp. 203-204, 210-211 y 213-216.
203. Jacquart, Crise mrále en ile-de-Franee, pp. 742, 744-748; Jacquart,
«Immobilisme et catastrophes», pp. 254-255, 261-265.
374 EL DEBATE BRENNER

y mercaderes rurales en este período.204 En última instancia las fuer­


zas del mercado se unieron para defenderse, pero esto ocurrió sólo a
largo plazo. En muchos casos los señores pudieron mantener unas
rentas elevadas frente a la baja de los precios, incluso durante una
generación. Pero mientras que las rentas permanecieron estables al
norte de Francia hasta 1700,205 la base agraria francesa continuó debi­
litándose.

c) Producción agraria: comparación de los resultados a largo


plazo de Inglaterra y Francia
El resultado a largo plazo de la opera ti vidad de los sistemas opues­
tos de relaciones de propiedad social en Inglaterra y Francia supuso
únicamente intensificar la profunda divergencia de sus respectivos
sistemas de producción agrícola. Esta conclusión ha sido contestada
por una escuela revisionista (apoyada, aparente aunque inconsciente­
mente, por Cooper) que pretende negar lo que hace tiempo se viene
aceptando como algo ortodoxo. Así Cooper afirma que lo que permi­
te explicar la inferioridad de la agricultura francesa con respecto a la
inglesa durante los siglos xvi y xvii radica en la mayor vulnerabilidad
de Francia frente a las devastaciones bélicas.206 Por su parte, otros
historiadores afirman que, sobre todo desde comienzos del siglo xvin,
cuando fueron desapareciendo los excesos del absolutismo, la agricul­
tura francesa experimentó un crecimiento impresionante que pudo
compararse favorablemente con el de Inglaterra.207
La postura revisionista procede de los descubrimientos de J.-C.
Toutaín que se contienen en un macroestudio sobre el ingreso nacio­
nal francés. Pero los datos de Toutam han sido ampliamente desacre­
ditados,208 a pesar de que algunos estudiosos de la historia agraria

204. Jacquart, Crise rurale en tle-de-France, pp, 747-748.


205. Jacquart, «Rente fonciere, índice conjoncturel?», p. 365.
206. Véase supra, p. 220. Me parece que la postura que toma Cooper
sobre esta cuestión en su artículo es absolutamente contradictoria, y be utili­
zado la información que él mismo proporciona para presentar un plantea­
miento opuesto al suyo.
207. Véase especialmente P. K. O'Bríen, «Agrículture and tbe Industrial’
Revolutíon», Econ. Hist. Rev., 2? serie, X XX (1977); también R. Roehl,
«French índustrialization», Explorations in Econ. Hist., X III (1976), p. 260.
208. E. Le Roy Ladurie, «Les comptes fantastiques de Gregory Kíng»,
Anuales E .S .C ., X X III (1968); D. Landes, «Statístics as a Source for the
History of Economic Development in Western Europe», en V. Lorwin y
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 375

francesa del siglo xv m los Hayan aceptado. Gracias a sus trabajos a


base de los diezmos y de otras series documentales menos directas,
casi todos ellos han llegado a la conclusión de que el estancamiento
de la agricultura duró por lo menos hasta 1750,m
La evidencia por lo que se refiere a Inglaterra es menos directa
que en Francia, pero también es bastante clara. La población inglesa
en torno a 1450 alcanzaba los 2,2 millones .y en* 1700 superaba los
5 millones. Con un total de población ídétitico durante el siglo xiv
se había dado una situación de hambre crónica y de crisis; pero en
torno a 1700 las crisis de subsistencia ya pertenecían al pasado. La
última crisis de una cierta importancia tuvo lugar en 1597, pero
incluso entonces no alcanzó los niveles continentales. Mientras tanto,
en torno a 1700, incluso la mitad de la población ya no vivía de la
agricultura, por lo que dependía sólo de los productores agrícolas.
Por su parte, Inglaterra se había convertido en uno de los países
europeos con una exportación de cereales más elevada.210

J. Price, eds., The Dimensions of the Past, New Haven, 1972, p. 74 (hay trad.
cast.: Las dimensiones del pasado, Madtid, 1975); E. L. Jones, «Introduction:
Industrial Pattems and thelr Rural Backgrounds» en la edición italiana de
Agricultural History and Industrial Development (mecanografiado). Deseo agra­
decerle a E. L. Jones el que me permitiera consultar este manuscrito con ante­
rioridad a su publicación.
209. Le &oy Ladurie cree que en mi artículo no doy la suficiente impor­
tancia al progreso agrícola francés durante el período preindustrial, aunque en
las actuales circunstancias creo preferible utilizar su propio resumen sobré el
tema: «En conjunto y desde el siglo x iv hasta la primera parte del siglo x v in ,
la producción agrícola presentaba importantes fluctuaciones... aunque, a largo
plazo, no generó un movimiento duradero de crecimiento ... El crecimiento real
sólo empezó a manifestarse a partir de 1750 y de un modo no muy definitivo»
(Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», p. 575). Véase también
Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance», p. 395.' G. Grantham,
en «The Diffusion of the New Husbandry in Northern Fxance, 1815-1840»,
Jl. Econ. H i s t X X X V III (1978), afirma que la productividad agrícola en Fran­
cia no empezó a crecer de manera significativa sino a partir de 1840.
210. Sobre la benignidad de las crisis de subsistencia en Inglaterra, incluso
en el siglo xvi, en comparación con las francesas, véase A. Appleby, «Grain
Prices and Subsistence Crises in England and France, 15904740», Jl. Econ.
H is t, X X X IX (1979). Sobre ía exportación .de granos ingleses, véase D. Orm-
rod, «Dutch Commercial and Industrial Decline and Britísh Growth in the Late
Seventeenth and Early Eighteenth Centuries», en F. Krantz y P. M. Hohen-
bergf eds., Failed Transitions to Modern Industrial Society, Montreal, 1975,
pp. 37-40; J. A. Faber, «The Decline of the Baltic Grain-Trade in the Second
376 EL DEBATE BRENNER

¿Qué ocurrió en el siglo xvm ? En este período las aproximacio­


nes del crecimiento agrícola francés e inglés se fundamentaron esen­
cialmente en un consumo de grano per cápita constante. De acuerdo
con esta suposición el crecimiento de la población puede proporcionar,
grosso modo, un buen indicador de la tasa de crecimiento de la oferta
de alimentos. Como explica Cooper, la opinión de los revisionistas
sobre el hecho de que el crecimiento agrícola inglés en la primera
mitad del siglo xvm no fuera mucho más elevado que el francés, se
fundamenta en datos demográficos obsoletos (las estimaciones de
Brownlee-Rickman). Datos más recientes proporcionados por el grupo
de Cambridge, a partir de la información de los registros parroquia­
les, muestran que con unos precios de los alimentos relativamente
estables, la población inglesa creció mucho más rápidamente de lo
que indican estimaciones anteriores, lo que sugiere un crecimiento
mucho más rápido de lo que en principio se creía de la producción
agrícola a fines del siglo xvn y comienzos del xvm . Cooper finaliza
afirmando que en Inglaterra «posiblemente se dio un crecimiento
apreciable de la produdón agrícola a fines del xvn y principios
del xvm , mientras que la producción francesa se hallaba estancada
o en declive, por lo que la tasa de crecimiento inglés podría haber
sido mucho más rápida que la francesa, al menos hasta 1750». Con­
tinúa diciendo que «sobre 1760 las diferencias entre la agricultura
inglesa y la francesa eran mucho mayores que en 1560, incluso si la
comparación se limita a las regiones de predominio agrícola funda­
mentadas en el open-jield en Francia».211

Half of the 17thCentury», Acta bistorhe Neerlandica, I (1966), pp. 125-126;


A. H. John, «English Agricultural Improvement and Gratn Exports, 1660-
1765», en D. C. Coleman y A. H . John, eds,, Trade} Government and Economy
in Pre-lndustrial England: Essays Presented to F. }. Fisher, Londres, 1976,
pp. 47-64.
211. Véanse supra, pp. 168 y 220. Contemplando el siglo x v m en su
totalidad y utilizando métodos análogos, E. L. Jones llega a las mismas conclu­
siones. Afirma que mientras que en 1700 una persona empleada en una explo­
tación agraria alimentaba a 1,7 personas, en 1800 una persona alimentaba a 2,5
personas, lo que supuso un incremento del 47 por 100. En Francia, el cálculo
equivalente indica que en 1701 una persona alimentaba a 1,2 personas, y en
1789 una persona alimentaba a 1,3 personas, un incremento sólo del 8 por 100:
Jones, «Introduction: Industrial Patterns and their Rural Backgrounds», pp.
27-29.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 377

d) Las agriculturas francesa e inglesa en una perspectiva europea


El desarrollo de la agricultura europea durante la Edad Moderna
tiende a confirmar los sistemas de relaciones sociales y los modelos
de comportamiento que acabamos de exponer.
El caso holandés. Le Roy Ladurie utiliza la consolidación de la
agricultura holandesa en los siglos xvi y xvii para ejemplificar su idea
sobre las posibilidades que ofrecía una economía» agrícola de predo­
minio campesino a comienzos de la Edad Moderna para un cambio
cualitativo en la agricultura.212 Pero lo que resulta más significativo de
la estructura agraria holandesa a comienzos del xvi, es su absoluta
diferencia con el modelo campesino feudal de Europa occidental.
En Holanda nunca hubo una clase señorial fuertemente enraizada;
capaz de extraer un excedente por medios de coacción extraeconómi-
ca. En torno a 1500, la clase terrateniente ya obtenía sólo rentas'
económicas. De igual significación es el hecho relativo a que nunca
hubo un campesinado tradicionalmente «patriarcal» y «poseedor»
con acceso directo (no a través de un mercado) a sus medios de sub­
sistencia.213 Aparentemente la agricultura podía funcionar sobre la
base de un sistema de ganadería estable y de productos lácteos; desde
sus inicios y como resultado de esta situación, los agricultores no
tuvieron más elección que especializar la producción para el intercam­
bio, ya que para subsistir debían adquirir grano en el mercado.214 Es
más, desde fecha muy temprana el arrendamiento parece que se fue
generalizando, reforzando posteriormente la tendencia hacia una pro­
ducción competitiva.215
Dado que esta estructura social de la propiedad no era ni feudal
nx campesina, no sorprende que a partir del siglo XVI la agricultura
holandesa no manifestara tendencia alguna hacia una evolución demo-

212. Véase supra, p. 130,


213. J. de Vries, «On the Moderníty of the Dutch Republic», Jl. Econ.
H i s t X X X III (1973), pp. 194-195 ss.; J. de Vries, The Dutch Rural Economy
in the Golden Age, 1500-1700, New Haven, 1974, pp. 2441.
214. D e Vries, «On the Moderníty o í the Dutch Republic», p. 194. Véase
la importante función de la importación de granos en relación a la posibilidad
de especialización ganadera e industrial: D e Vries, Dutch Rural Economy in
the Golden Age, pp. 169-173; H . van der Wee, «The Agticultüral Development
of the Low Countries as Revealed by the Tithe and Rent Staüstícs, 1250-1800»,
en H. van der Wee y E. van Cauwenberghe, eds,, Vroductivity o} Land Agri-
cultural Innovation in the Low Countries, Lovaina, 1978, p, 12.
215. D e Vries, Dutch Rural Economy in the Golden Age, p. 33.
378 EL DEBATE BRENNER

gráficamente impulsada sobre la base de campesinos acomodados;


es decir, el familiar modelo maltbusiano que producía subdivisión de
la tierra y generaba un declive de la productividad y una tendencia
a la crisis,216 En vez de ello y bajo la presión de un poderoso mercado
urbano, se dio un proceso de crecimiento económico fundamentado
en la diferenciación y en la competencia: una producción mercantil
altamente especializada ayudó a eliminar a los pequeños colonos y a
constituir grandes propiedades sobre la base de inversión de capital,
transformaciones tecnológicas e introducción del trabajo asalariado.217
El caso flamenco. Por último, tanto Cooper como Le Roy Ladu­
rie señalan las tempranas modificaciones de la agricultura flamenca
a principio de la Edad Moderna, que desde luego fueron realizadas
por pequeños agricultores.218 Pero uno se pregunta si ello implica
probar que los campesinos pudieron —y lo consiguieron— propor­
cionar la base para una transformación de la agricultura y, a su vez,
poner en marcha un desarrollo económico a comienzos de la Edad
Moderna. Como cuestión previa es preciso subrayar que, en general,
los pequeños agricultores flamencos no poseían sus propios medios
de subsistencia. De hecho, parece que durante el período de recupe­
ración del campo, justo después de la caída de la población en la
época bajomedieval, se inició un importante proceso de separación de
los campesinos de la «posesión» de la tierra — que condicionó, el
mismo desarrollo agrícola— al reconvertir los señores las tenencias
enfitéuticas en tierras de arrendamiento. En cualquier caso a comien­
zos del período moderno, la agricultura flamenca estaba bajo el con­
trol tanto dé arrendatarios comerciantes como de pequeños campe­
sinos libres cuyas tenencias eran demasiado reducidas para su propia
«subsistencia». Ambos tuvieron que producir para un mercado y
especializarse para poder sobrevivir.219

216. Es curioso que D e Vries conceptualice precisamente la singularidad


del desarrollo agrario holandés como fruto de una esperializarión opuesta a un
modelo campesino: ibid., passim.
217. J. de Vries, The Economy of Europe iu an Ag$ of Crisis, 1600-1750,
Nueva York, 1976, p. 71.
218. Véanse supra, pp. 129, 178, n. 39, 190-191 y 188, n. 163.
219. H, van der Wee y E, van Cauwenberghe, «Histoire agraire et finances
publiques en Flandre du XVI* au X VII' siécle», Anuales E .S .C ., X XV III
(1973), pp. 1.056-1,058; F. M. Mendels, «Agriculture and Peasant Industry
in Eighteenth-Century Flanders», en E. E. Jones y W. N. Parker, eds., European
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 379

Lo que facilitó el éxito de este proceso de especializacíón y me­


joras en vista a un mercado fue sobre todo la disponibilidad de cerea­
les que se importaban de Europa oriental. Las importaciones masivas
de este producto alimenticio procedentes de Alemania oriental y
Polonia, proporcionaron.a los agricultores flamencos la posibilidad
de librarse de las exigencias normales de orientar la producción a
solventar las necesidades cotidianas. Sin embargo* esta posibilidad no
era en absoluto accesible a la mayoría del campesinado europeo que,
en general, se veía obligado a depender de sus propias fuer­
zas.220 A su vez la facilidad que tenían los campesinos flamencos para
acceder a los grandes centros industriales —puesto que habitaban a
la sombra de las grandes ciudades— Ies proporcionó mercados rela­
tivamente fáciles y seguros, lo que hizo menos arriesgada la especia-
lización.221 Por último, la proximidad de los agricultores flamencos
a las ciudades les permitió conseguir grandes cantidades de fertilizan­
tes (humanos y animales), que constituyeron la clave de las transfor­
maciones en la agricultura, casi imposibles de realizar de no haber
mediado este elemento.222
De todos modos es importante subrayar que estos pequeños agri­
cultores no producían alimentos básicos, sino que se fueron especia­
lizando en todo tipo de cultivos industríales, en productos lácteos y
en horticultura.223 Pero no fueron los pequeños agricultores flamencos
quienes ayudaron a la expansión de los centros industriales. Al con­
trario, ni la agricultura altamente especializada, ni la industria en

Veasants and their Markets, Prínceton, 1975, pp. 194, 198-199; y supra, pp.
190-191.
220. A. Verhulst, «L’économie rurale de la Flandre et la dépression écono-
mique du bas Moyen Age», Études rurales, X (1963), pp. 76-77; A. van der
Woude, «The A. A. G. Bijdragen and the Study of Dutch Rural History»,
Jl. European Econ. H i s t IV (1975), p. 235; B. H. Slicher van Bath, «The
Rise of Intensíve Cultivation in the Low Countries», en J. S. Bromley y E. II.
Kossman, eds., Britain and the Netherlands, I, Londres, 1960, p. 149.
221. Slicher van Bath, «Rise of Intensíve Cultivation in the Low Coun­
tries», pp. 145-146.
222. «El modelo sólo funciona totalmente cerca de las ciudades... que
proporcionaban los complementos necesarios de fertilización»: Le Roy Ladurie,
«De la crise ultime á la vraie croissance», p. 414.
223. Mendels, «Agriculture and Peasant Industry in Eighteemh-Century
Fíanders».
380 EL DEBATE BRENNER

progreso hubieran podido prosperar sin la importación de granos del


este de Europa.
A la vista de estas peculiaridades específicas, no sorprende que
el modelo de agricultura flamenca se expansionara más allá de las
regiones en las que se originó. ¿Debemos pensar que en las zonas
vecinas del norte de Francia los campesinos eran demasiado conser­
vadores para copiar a sus hermanos flamencos? ¿Debemos imaginar
que la Ilustración apareció primero entre los campesinos católicos
de Flandes y no afectó para nada a los campesinos menos favorecidos
que vivían en Normandía, Cambrésis o Picardía, es decir, a unas
pocas millas de distancia? El mismo Le Roy Ladurie, en uno de sus
escritos, evita describir el desarrollo agrícola flamenco como «aberran­
te», y señala que parece que se desarrolló de manera un tanto aislada
(en un «caso cerrado»), precisamente a causa de las condiciones pecu­
liares de la región: urbanización y posibilidades de importación de
granos.224 ¿No resulta claro que ésta es la excepción que confirma la
regla?
Para concluir con estas consideraciones cabe una calificación del
potencial de la agricultura campesina preinaustrial: lo que era «la
regla» para la Europa medieval y moderna no puede utilizarse como
norma general que pueda funcionar bien para todas las épocas y todos
los lugares, ya que las relaciones entre determinados sistemas de
propiedad y determinadas vías de evolución económica, especialmen­
te del desarrollo de las fuerzas productivas, no se gobiernan por leyes
metahistóricas. En especial, una vez que se manifestaron las transfor­
maciones' de un desarrollo económico capitalista en varias regiones
de Europa, éstas transformaron irremediablemente las condiciones y
el carácter de los procesos análogos que iban a surgir con posteriori­
dad en otros lugares. Durante un cierto tiempo y sobre todo en el
transcurso del siglo xix, el significado del avance ^económico de la
agricultura, fundamentada en los pequeños propietarios, sufrió varias
modificaciones. Los incentivos que estimulaban producir para un
mercado aumentaron y fueron desapareciendo las obligaciones de
orientar la producción hacia la subsistencia, así como también se incre­
mentó el potencial tecnológico de la pequeña unidad de producción

224. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 511-514,


én especial p. 514; también citado por Cooper, p. 191, supra; Le Roy Ladurie,
«De la crise ultime k la vraie croissance», pp. 414416.
LAS RAICES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 381

familiar. La industria, al proporcionar una mayor cantidad de pro­


ductos a bajos costes, incentivó a los campesinos a abandonar la
producción doméstica para solventar sus necesidades, a especializarse
y a acudir al mercado para adquirir sus medios de subsistencia. Con
una creciente expansión de la oferta mundial de alimentos de primera
necesidad y unas mejoras en los transportes que los hacían accesibles,
el riesgo de una excesiva especialización fue reduciéndose. Por últi­
mo, con el desarrollo de los fertilizantes artificiales y el aumento d.e
los conocimientos biológicos a finales del siglo xix, la pequeña unidad
de producción familiar consiguió importantes mejoras en determina­
dos tipos de producción, especialmente en las nuevas formas de pro­
ducción animal en combinación con cultivos forrajeros (polyculture-
élevage), Las mejoras técnicas se podían aplicar tanto a pequeñas
como a grandes unidades de producción y exigían poco capital. Es
más, el pequeño agricultor debía dedicar una mayor atención al cui­
dado del ganado estable, lo cual normalmente era difícil que las gran­
des empresas capitalistas utilizando trabajo asalariado lo realizaran.225
Este tipo de desarrollo naturalmente facilitó una transición sin inci­
dentes de la agricultura campesina a la agricultura esencialmente capi­
talista, sin necesidad de mecanismos extraeconómicos para separar los
productores directos de sus medios de subsistencia, es decir, por me­
dio de la continuidad de la unidad de producción familiar.

C o n c l u s ió n : in d u s t r ia , a g r ic u l t u r a y d e s a r r o l l o e c o n ó m ic o

Lo que permitió que la economía inglesa iniciara una vía de desa­


rrollo imposible para sus vecinos continentales fue el crecimiento de
la productividad agrícola como parte de la transformación de las cla­
ses agrarias o de las relaciones de propiedad. Esta vía se distinguió
por un proceso de industrialización continuado y un crecimiento eco­
nómico general a lo largo de un período en que la «crisis general»
azotaba al resto de las economías europeas, hasta la época de la revo­
lución industrial.

225. C. Servolin, «L’absortion de l’agriculture dans le mode de production


capitaliste», en Y. Tavemier, M. Gervais y C, Servolin, eds,, L'univers politique
des paysans, París, 1972, pp. 4 4 4 5 y passirn-, M. Gervais y C. Servolin, «Réfle-
xions sur l ’évolution de l ’agriculture dans les pays développés», Cahiers dé
VInstituí économique appliquéy ser. Ag. 3, n.° 143 (1963), pp. 102-106.
382 EL DEBATE BRENNER

Pues bien, es muy probable que el desarrollo espectacular de la


producción textil inglesa dedicada a la exportación a partir de finales
del siglo xv — que se complementó más tarde con un crecimiento de
la población— fuera lo que puso en marcha el proceso general
del desarrollo económico inglés en la Edad Moderna. Puede incluso
que proporcionara el estímulo inicial de la demanda que originó un
sistema de producción agrícola paralelo, pero es arriesgado atribuir
a la industria de exportación de tejidos ingleses —igual que a los
tejidos del continente-— una continuidad con y una semejanza a las
grandes industrias medievales de tejidos en Ffandes y en el norte de
Italia, ya que respondía a la misma dinámica feudal, y se veía sujeta
a las mismas limitaciones de base feudal por lo que no pudo propor­
cionar el fundamento para un crecimiento continuado de la econo­
mía. Esta industria creció gracias a la capacidad de encauzar un am­
plio sector de la demanda en ascenso de productos de lujo, que tenía
sus raíces en el aumento de los ingresos de las clases media y alta; y
en última instancia se basó en el crecimiento de la economía europea
iniciado ya desde finales del siglo xv. Pero como sus predecesores del
período medieval, el crecimiento de la industria textil inglesa para
la exportación estaba fuertemente condicionado por los límites del
mercado europeo, el cual se vio restringido por la incapacidad del
sistema para transformar la producción agrícola. Por tanto, la indus­
tria textil de exportación inglesa, igual que todas las del continente,
empezó a flaquear cuando la población y la producción del continente
alcanzaron sus límites máximos, iniciando un descenso que desem­
bocó en una crisis a finales del siglo xvi y durante el siglo x v i i . La
intensificación de la competencia que experimentaron, no tan sólo la
industria de exportación textil inglesa, sino todas las grandes indus­
trias textiles de exportación del continente, fue un indicador de que
el mercado había alcanzado su punto de saturación; más allá de este
nivel se tuvo que fijar un sistema de redistribución de la participación
en el mercado entre las industrias textiles de exportación de los
diversos países, pero la industria como un todo no pudo experimentar
un crecimiento importante.226 De ahí que en adelante, tarde o tem­

226. Coleman, Economy of England, 1450-1750, pp. 48-55, 61-65; F. J.


Fisher, «London's Export Trade in the Early Seventeenth Century», Econ.
Hist. Rev., 2 .° serle, III (1950-1951); B. Supple, Commercial Crisis and Change
in England, 1600-1642, Cambridge, 1959; D. Sella, «The Rise and Fall of the
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 383

prano, las regiones del continente se fueran hundiendo en la crisis


conjunta de la agricultura y la industria que tuvo lugar en el si­
glo XVII.
Lo que en realidad desmarca la economía inglesa del resto de las
economías continentales en el siglo xvn consiste no tan sólo en su
capacidad para mantener un incremento demográfico más allá de los
antiguos límites malthusianos, sino también en su capacidad de aguan­
tar un crecimiento industrial y un crecimiento económico general,
frente a la crisis y el estancamiento de las tradícionalmente predo­
minantes industrias textiles de exportación. Aunque tal vez la expan­
sión continuada de la industria inglesa se viera activada en un prin­
cipio por la exportación de tejidos, de hecho se fundamentó en un
mercado nacional en expansión, el cual a su vez hundía sus raíces en
la continuada transformación de la producción agrícola, Al contrarío,
las limitaciones del mercado nacional — debilitado por un descenso
de la productividad agrícola— fue lo que fundamentó la profunda
caída de la producción manufacturera de Francia, Alemania occiden­
tal y Europa del este.
El hecho de que el desarrollo industrial de Europa continental
continuara condicionado por sus bases agrarias feudales a lo largo de
la Edad Moderna se confirma en última instancia por el lento ritmo
de desarrollo, incluso en sus regiones más avanzadas: las Provincias
Unidas. A comienzos del siglo xvn, la marina mercante holandesa
dominaba el sector de los transportes comerciales europeos y tuvo
posibilidades de constituirse en el sector más dinámico de la econo­
mía. También existía una importantísima industria textil con vistas
a la exportación localizada, sobre todo, en Leiden. Además durante
este período fueron apareciendo importantes industrias de papel, de
elaboración de cerveza, de blanqueo de lienzos, y de ladrillos y de ma­
terial de construcción, en parte por lo menos para la exportación.
Mientras tanto se fueron rápidamente desarrollando unas actividades
agrícolas que exigían una especializacíón regional y que en relación a
la economía europea alcanzaron un nivel extremadamente elevado.

Venetian Woollen Industry», en B. Puüan, ed., Crisis and Change in the Vene'
fian Economy, 1550-1630, Londres, 1968; P. Deyon, «La concurrence interna-''
tionale des manufactures lainiéres aux XVICet XVTIe siécles», A m ales E. S. C.,
X X V II (1972); C. Wilson, «Cloth Production and International Competítion
in the Seventeenth Century», Econ. Hist. Rev., 2 ‘ serie, X III (1960-1961).
384 EL DEBATE BRENNER

Sin embargo el problema se presentó porque todo este desarrollo


se veía estimulado por, y dependía de, el crecimiento general de la
economía europea durante los siglos xvi y x v i i . Los sectores indus­
triales y agrícolas, para poder sobrevivir, estaban fuertemente vincu­
lados a las importaciones de grano de Europa oriental. Es más, incluso
la fabricación de textiles y la propia marina mercante, igual que otras
industrias punteras holandesas, dependían de las exportaciones a
mercados ultramarinos y, por tanto, de la producción ultramarina.
Esto, en parte, también era cierto para la agricultura holandesa. En
síntesis, el sistema de producción en Holarída apenas constituyó un
sistema económico autóctono, ya que se fue desarrollando como parte
integral de toda la economía europea y, naturalmente, tuvo que com­
partir sus riesgos.
Era predecible, por tanto, que al estancarse la economía europea
en su conjunto, desembocando en la crisis del siglo x v i i , la economía
holandesa se viera profundamente afectada; la marina mercante fue
tal vez el sector más sensible a la crisis, padeciendo un estancamiento .
continuado a partir de 1650. También los textiles se vieron afectados
y en Leiden la producción cayó un tercio entre 1650 y 1700, Por
culpa de su total integración en el sistema económico europeo, la
economía holandesa no pudo defenderse por sí misma cuando llegó
la crisis. Los holandeses habían construido un edificio excesivamente
elevado sobre unas bases demasiado frágiles. La avanzada organiza­
ción económica regional les había permitido dominar el mercado en
desarrollo de la economía europea en la «fase A». Pero cuando este
mercado alcanzó su límite inevitable, la economía holandesa tuvo que
retroceder. Integrada en lo que continuaba siendo un circuito de pro­
ducción esencialmente feudal, la economía holandesa se fue gradual­
mente ahogando a medida que iba reduciéndose este circuito con la
aparición de la «fase B».227

227. En relación a los párrafos anteriores, véase sobre todo Van der Woude,
«A. A. G. Bijdragen and the Study of Dutch Rural History», pp. 227-241.
Schoffer comenta que «en cierto sentido se puede calificar como de parasitaria
la prosperidad económica de la República de Holanda [ya que] ... se encontraba
estrechamente vinculada a Europa... Esta prosperidad fue decayendo a partir
de 1660, cuando la República también se vio involucrada en la fase B del
desarrollo económico europeo», I. Schóffer, «Did Holland’s Golden Age Co­
incide with a Period of Crisis?», Acta historiae Needandica, I (1966), pp, 100-
101.
LAS RAÍCES AGRARIAS DEL CAPITALISMO EUROPEO 385

AI contrario cíe lo que ocurrió en Holanda, la economía inglesa


durante la Edad Moderna vio cómo se iba consolidando una mutua
interdependencia y un desarrollo conjunto de los sectores agrícola e
industrial. A la vísta de lo poco que la crisis espectacular de la expor­
tación de tejidos afectó a la economía, se puede suponer que la pro­
ducción inglesa ya había iniciado una orientación hacia el desarrollo
de un mercado interior, durante el segundo cuarto del siglo x v i i . La
crisis económica sólo apareció en aquellas zonas directamente com­
prometidas en la fabricación de tejidos para la exportación, manifes­
tándose por un elevado nivel de desempleo en estas regiones.228 Pero
al mismo tiempo (1615-1640) se produjo un aumento de todo tipo
de artículos de importación, y no sólo de bienes de lujo para las clases
acomodadas, sino una extensa oferta de bienes de consumo. como
frutas de España, pasas de Corinto, especias de las Indias Orientales,
tabaco de América.229 Todo ello parece indicar la existencia en el país
de un importante mercado de clase media e incluso de clase baja. La
excelente producción de cereales en estos años, acompañada de un
descenso de los precios, parece haber aminorado los efectos de la
crisis textil, proporcionando los íundamentos para un crecimiento
continuado.230
El constante dinamismo de la economía inglesa a mediados del
siglo x v i i , atestigua la transformación que había tenido lugar. Tal
como explica Thirsk, durante este período se contempla el rápido
crecimiento de un conjunto de industrias que se iniciaron en el perío­
do Tudor (y que abarcaban géneros de punto, encajes, tejidos de
lino, etc...) igual que una multitud de otras «industrias de consumo»
(cuchillos, sombreros, herramientas...).231 Es difícil asignar un peso
cuantitativo a este desarrollo; sin embargo, las tendencias macroeco-
nómicas parecen confirmar la impresión de que existía un mercado
interior de productos industriales en ascenso. El crecimiento demo­
gráfico continuó hasta finales del siglo x v i i y bien entrado el x v i i i ,

228. Suppie, Commercial Crisis and Change in England, 1600-1642.


229. H. Taylor, «Trade, Neutraiity and the “Engiish Road”, 1630-1648»,
Econ. HisL Rev., 2 .a serie, XXV (1972); A. M. Millard, «The ímport Trade
of London, 1600-1640» (Univ. of London Ph. D. thesis, 1956), apéndices.
230. J. Thirsk, Economic Policy and Projects, Oxford, 1978, p. 161. Deseo -
expresar mi agradecimiento a Joan Thirsk por permitirme consultar su manus­
crito antes de que fuera publicado.
231. Ibid., cap. 5 y conclusiones.

25. — ükea.
v íír
386 EL DEBATE BRENNER

y la población siguió pasando de la agricultura a la industria y de las


áreas rurales a las áreas urbanas, ya que hubo un importante creci­
miento no tan sólo de Londres sino también de Liverpool, Manchester
y Birmingham. Incluso así los precios del grano dejaron de aumentar,
lo que permitió un incremento de los salarios reales, una nueva edad
de oro para los trabajadores. Con una agricultura que iba proporcio­
nando ingresos cada vez mayores, y un incremento del poder adquisi­
tivo, no tan sólo de las clases medias sino también de las clases bajas,
el mercado interno continuó su ascenso. La industria vivía de la agri­
cultura y a su vez estimulaba futuras mejoras agrícolas. De este modo
se fue consolidando una espiral ascendente que desembocó en la mis­
ma revolución industrial.232

232. En relación al desarrollo continuado, véanse Cóleraan, Economy of


England, 1450-1750, caps. 6, 7, 9, 11; A. H. John, «Agricultural Productivity
and Economic Growth in England, 1700-1760», JL Econ. Hist., X XV (1965);
D . E. C, Eversley, «The Home Market and Economic Growth in England,
1750-1780», en E. L. Jones y G, E. Mingay, eds., Land, Labour and Population
in the Industrial Revolution, Londres, 1967.
ÍNDICE ALFABETICO

Abel, Wilhelm, 144; Agrarkrisen und 146, 172, 188, 380-381; véase tam­
Agrarkonjunktur, 121, 126 bién arrendatarios'
absolutismo, en Francia, 134, 166, 167, agricultura; «convertible», véase pro­
222, 269; y propiedad campesina, ducción agrícola; desarrollo capitalis­
258, 325, 338-344 ta, 350, 353-381; disminución de
acaparamiento de tierras, en Francia, los ingresos, 88; industria y des­
204, 209, 369 arrollo económico, 381-386; produc­
acceso a la tierra, derechos de, 64, 95 ción, véase producción agrícola; re­
acumulación política, 280-286; median­ volución agrícola, 101, 174, 353,
te la fiscalidad, 343 363
Adam of Stratton, 98 n, 25 agricultura mixta, 146, 367; tamaño
agrandamiento o ampliación de los do­ de las propiedades en Francia com­
minios (monopolio), 360; en Fran­ parado con Inglaterra, 182-186, 199,
cia, véase acaparamiento de tierras; 368-374; tamaño de las propieda­
en Inglaterra, 66; obstáculos al, 279 des no es indicativo de eficiencia,
Agrarian History of England and Wa- 171, 381; véase también propieda­
les (Bowden), 25 des
Agrarkrisen und Agrarkonjunktur Alemania occidental: Bauernschutzpo-
(Abel), 121, 126 litik, 74, 124; comparación con Ale­
agricultores, grandes, 68, 100, 164, mania oriental, 58-62, 114-124;
174, 364; capitalistas, 168, 350-351; granos, producción, en el norte, de,
en Francia; 170-171, 180, 190, ca­ 53
pitalistas, 223-224, 228; en Fran­ Alemania oriental: colonización, 322,
cia e Inglaterra, explotaciones de 327; comparación con Alemania oc- ■
los, 368-374; en Inglaterra: capita­ cidental, 58-62, 114-124; Gesmdez-
listas, 62-63, 361, 364-365, 371-372; toang y Bauernlegen, 86
comerciales, 354; relaciones con los Aliermont, 189, 192 /
señores, 45, 66; véase también alodial, allodiarii, 146, 150
arrendatarios Alta Auvernía, 205
agricultores, pequeños, 45, 67-68, 111, Alta Lusacia, 244-245
177, 181; como base para el desa­ Alto Palatinado, 244
rrollo económico, 225-226, 362, 364- Andalucía, 227
366; estado o condición de los, en Anderson, Perry, 222
el siglo xvii, 215; familia de los, Annales E .S .C ., 127, 144
388 EL DEBATE BRENNER

antimercantilismo, en Europa oriental, Baxter, Richard, 216, 217


62 Bélgica, 130
aparcería (métayage), 92, 173-174; en Belvoir, estado de, 214 n. 137, 216
Cataluña, 181; en Francia, 106, 195- beneficio capitalista, 228, 315-316
196, 205, 208 Beauce, 171, 205
apropiación feudal, tasa de, 258, 275, Beauvais, 196;. industria textil, 70
336 bienes o productos suntuarios, 14;
Armagnac, 107 n. 22 mercado para los, 153; producción
arrendamientos, 66, 272; duración de de, 385; véase también artículos de
los, comparación entre Francia e lujo; mercancías o productos de lujo
Inglaterra, 196-197, 252; en Fran­ Blanc (consejero real), 250
cia, 92, 106, 210, 211; en Inglate­ Blanchard,*1lan, 182 n. 54
rra, 103-104, 110, 192-195, 206- Blith, Walter, 213
208, 350, 371-372; enfitéuticos, 192 Bloch, Marc, 42, 76; Les caracteres
arrendatarios: capitalistas, explotación originaux de 1‘hist oiré rurale fran-
de los trabajadores libres asalaria­ gaíse, 144
dos, 353; competición entre colonos Bohemia, 230-253; véase también cam­
para obtener tierra, 351; eníiteutas, pesinos; señores
103, 159, 191, 346; grandes, en Bois, Guy, 14-15, 18, 131-143, 189,
Francia e Inglaterra, explotaciones 190; Brenner y, 257, 258, 275, 287-
de los, 368-374; productores, 62-63# 292, 299-301, 316-317, 335-338; Cri­
108, 110, 174, 346; en Bohemia, se du féodalistne, 10, 126, 131, 145,
251, 252; relaciones con los seño­ 184-190; dominio señorial, aumento
res, 66, 68, 207, 212-214, 346-352, del, 137, 231; relaciones de propie­
371-372; véase también agricultores, dad, Francia comparada con Ingla­
grandes y pequeños terra, Brenner replica a, 257, 310,
artículos de lujo, producción de, 163; 344; tasa de extracción, caída de la,
véase también bienes o productos 135-139
suntuarios; mercancías de lujo Boisguilbert, Pierre de, 221
Auneau, barón d’, 210 Bordelais, 36, 128
Austria,. 244 Borgoña, 34, 205, 369
avances, en la agricultura, 66, 102; Bowden, Peter, 38; Agrarian History
véase también mejoras; progreso of England and Wales, 25
Avrainville, 199, 204 Bracton, Henry de, 94, 295
Brandemburgo, 37, 56
Brandys nad Labem, estado de, 251
Bairoch, Paul, 232 Braudel, Fernand, 165
Baja Sajonia, 116 Braunsberg, 119
banalités, 122, 150, 188, 198 n. 94 Brenner, Robert, 21-81, 254-386; Coo­
Barg, M, A., 83 per en, 164-170, 177, 178, 179, 188,
Battle, abadía de: señorío de Marley, 201, 212, 222 n. 156; crítica por
47-48, 49 n. 49 Croot y Parker, 100-101, 104, 105,
Bauernlege (expropiación de las pro­ 107, 109, 111-113; crítica por Pos­
piedades campesinas), en Alemania tan y Hatcher, 82-88, 89-91, 93-97,
oriental, 86 98; crítica por Wunder, 114, 120-
Bauernschttlzpolitik (protección del 124; réplica de Le Roy Ladurie a,
campesinado por el Estado), en 125-130; y Bois, 131-133, 257, 287,
Alemania occidental, 74, 124 289-291
ÍNDICE ALFABÉTICO 389

Brescia, 167 cesitaban, 356; desposesión, siglos


Briggs, Robín, 221 xvi y x v ii, 105-106, 189, 369; es­
Brownlee-Rickman, estimaciones . de tatus (o situación) de libertad legal,
población para Inglaterra, 168, 376 34-36, 75, 310; fuerza (o resisten­
Buquoy, conde, 236 cia) de los, 133, 134, 138, 321, 357,
burguesía, 196, 371; urbana, acapara­ 358; lucha para resistir la explota­
miento y compra de tierras, 105- ción, siglo x n i, 154,. 300, 307; po­
106, 111, 187, 198 sesión de la tierra, 79, 106, 108-109,
287, 288, 336-337; propiedad, de­
Caird, sir James, 171 rechos de, 43, 72-73, 78, 299, 336;
Cambrésis, 224, 362 protección por la monarquía, 338
Cambridge Group for the History of campesinos (campesinado), en Ingla­
Population and Social Structure, 168, terra: de tipo medio, 160, 354; eco­
376 nomía, 159; posesión de la tierra,
Cambridgeshire, 183, 360 separados de la, 355; seguridad de
campesinos (campesinado), 151-152; la tenencia, 65, 139, 344-347; te­
ambigüedad del término, 104; auto- nencias sujetas a todo tipo de de­
organización, 284; derechos de libre rechos, siglo xnr, 292, 294-299, 305;
tenencia, 28; economía doméstica o véase también yeomanvy
familiar, 129, 147-149, 226; estatus, canon enfitéutico {cens) fijo, 288
bajo, en el siglo x iii , 32; libres, 90- Canterbury, arzobispo de, estados, 193
91, 181, 348 (véase también pro­ Cantillon, Richard, 173
pietarios libres); posesión y extrac­ capital, 18, 163, 176, 225; fijo, anti­
ción de excedente, 255, 271-276; cipo por los señores franceses, 173,
producción de los, 13-14, 51, 142; 195; inversión de, 66, 366, 37-1-
protección del, 74, 124, 272, 296, 372; tierra como, 227-228
338-340; resistencia al control feu­ capitalismo: agrario, véase abajo; agrí­
dal, 50, 63-65, 118; revueltas, véase cola y mercantilismo, 42-44; como
revueltas campesinas; tenencias, ta­ un subproducto de feudalismo, 136-
maño de las, 45, 146, 354; y agri­ 139; europeo, raíces agrarias del,
cultura capitalista (1450-1750), 353- 254-386; evolución en la agricultura;
381; véase también movilidad cam­ 130, 173-174, 176-177, 227; indus­
pesina trial, 176, 225
campesinos (campesinado), en Alema­ capitalismo agrario: en busca del, 164-
nia: 120-122; comunidades indepen­ 229; en Cataluña, 36, 66 n. 81,
dientes del este de, 115, 327-330; 69 n. 88, 167, 181; en Inglaterra,
organización de, y conflicto de cla­ 17, 62-81, 100-113, 351-353
ses, este versus oeste, 114-124, 327- cara d ir es origmaux de Vbistoiré ru-
328 rale jran^aise, Les (Bloch), 144
campesinos (campesinado), en Bohe­ Carey, H . C., 88
mia: arrendatarios, 252; explota­ cargas, nuevas, 308; véase también
ción de los, 240; relaciones con el exacciones; tasas
mercado, 248; rendían más que las cargos u oficios públicos, cesión de,
explotaciones señoriales, 243; sier­ 283, 342; impuesto sobre los (pau­
vos, grupos y categorías, 235-236, le t te), 342
238; sin tierra, 233, 234, 237, 249 castellanos (señores banales), 305
campesinos (campesinado), en Francia: Cataluña, 128, 130; capitalismo agra­
competir en el mercado, no lo ne­ rio, 36, 66 n, 81, 69 n. 88, 167,
390 E L DEBATE BRENNER

181; guerras campesinas (1486), 51; taciones textiles, 70, 350, 382-384;
revuelta de los remensas, a finales importaciones, aumento de las, 385;
del siglo x iv, 56. marítimo holandés, expansión del,
Catastro dominical (1757), en Bohe­ 383-384; normando, 187; y servi­
mia, 244 dumbre, 39-42, 52-54, 244-245
Catastro Teresiano, 236 comunidades campesinas o rurales, 148,
catolicismo, romano, 166, 202 152; en Alemania, 59 n. 69, 115-
cens, censiers, 224, 288, 336, 348; 118, 327-330; en Francia, 154455,
fijo, 288; la monarquía confirma la 201, 204-205; en Inglaterra, 162,201
consolidación de la integridad del comunitarios, derechos, 57
cens, siglo xv, 75, 338 concentración (rassemblement), 43; en
censo enfitéutico, véase enfiteusis Francia* 80 n. 111, 108, 170; en
censualista, 348-349 los dominios, 47, 62-63, 66, 77;
cercados, construcción de, sistema de, , obstáculos a la, 279
102 conflicto (o lucha) de clases, 14, 17,
cercamientos, 66, 77, 175, 212, 372; 135, 325; y desarrollo económico,
sistema de construcción de cercados, 24, 44-81; y modelos históricamente
102 específicos de desarrollo, 52, 256,
cereales, véase grano 257; y organización campesina en
cervecerías, en Bohemia, 243-244 Alemania oriental y occidental, 114-
cesión: de cargos u oficios públicos, 124; véase también revueltas cam­
283, 342; de tierras, 283 pesinas
ciclo agrario, gran, 31, 259, 265-267; conmutación: en Alemania, siglo x m ,
movimiento de doble fase, o en dos 122; en Bohemia, siglo x v m , 237,
fases (Le Roy Ladurie), 26, 34, 88, 247-248; en Inglaterra, siglo xn,
127 40, 233 n. 10, 279
ciudades, desarrollo de las, 54-57, 162- consolidación, véase concentración
163, 219-220, 286 ( rassemblement)
clases, véase conflicto (o lucha); es­ construcción (edificios), 14, 153, 191
tructura; relaciones n, 78, 207; inversiones en Francia,
coacción extraeconómica, 14, 158, 369; 180, 208-209
véase también coerción no econó­ contractuales, relaciones: en el traba­
mica; excedente, extracción de jo, 28 n. 12, 177, 253; en la pro­
cociente {o proporción) tierra/trabajo, piedad, 28-29
16, 158, 260, 265 Contrarreforma, 215
coerción no económica, 158, 253, 278; contratos enfitéuticos, 192; véase tam­
véase también coacción extraeconó­ bién arrendamientos
mica; excedente, extracción de Cooper, J, P., 10-11, 164-229, 252;
Colé, \V. A., 168 réplica de Brenner a, 361-362, 368,
colonización: a la acumulación polí­ 371-374, 376, 378
tica, 280-286; en Alemania oriental, copyholder ingle's, 346-349; véase
116, 322, 328, 330 también enfiteusis, enfiteutas
colonos, véase arrendatarios; enfiteu­ Cornualles, 156 n. 18
sis (enfiteutas) Corts (en Cataluña), 50-51
Colquhoun, Patríck, 172 créditos rurales, 218; véase también
comercio: de lujo internacional, 153; préstamos al agricultor
desarrollo (o expansión) del, 278, Crise du féodalisme (Bois), 10, 126,
285-286, 324; en Inglaterra: expor­ 131, 145, 184-190
ÍNDICE ALFABÉTICO 391

Croot, Patricia, 10, 100-1X3, 349; ré­ desecación de tierras pantanosas, 67,
plica a Brenner, 257, 338, 346, 354- 217, 365; véase también tierra de
356, 362, 368 regadío
cuotas de acceso a la tierra o pose­ determínismo demográfico, véase neo-
sión campesina, 95 malthusianismo
curias, presidiaux, 340 D e Vries, Jan, véase Vries,' Jan de
diezmo, 182 n. 53, 198, 199, 202, 375
dinero: acumulado como capital, 163;
Champagne, 170 papel en la economía campesina,
Chartres, J. A., 219 226, '248-249; préstamos en la so­
Chayanov, A. V., 129, 200 n. 98 ciedad campesina inglesa, 219; ren­
Chippenham, Cambridgeshire, 183, ta monetaria, 155, 248-252
185 n. 59, 360 Dion, Roger, 44 n. 38
Dithmarschen, 53 n. 56
Dobb, Maurice: debate Dobb-Sweezy,
Deane, Phyllis, 168 9-10, 160; proporción tierra/trabajo,
«Debate de la Transición», 9 16; StucLies in the Development of
Decreto de Abolición de Servicios La­ Capitalism, 9, 145
borales Remunerados (1849), en Bo­ documentos: de la economía campesi­
hemia, 243 na inglesa, 159; ilusión documental
Decreto de Abolición de la Servidum­ de la importancia del señorío, 152
bre (1781), en Bohemia, 253 dominio señorial, véase señorío
Decreto de Prestaciones de Trabajo Douglas, D. C., 302 n. 68
Feudal (Robot-patent), en Bohemia: Duby, Georges, 288, 293, 306
(1680), 235, 240, 240-241; (1738), Dudley, lord North, 212
237; (1775), 237, 238-240, 241, Durham, 192 n. 80, 206
247, 253
Delamer, lord Henry, 214
demografía, 141-142, 164-165; distri­ East Anglia, 172, 349
bución de la renta y crecimiento Eastry, Henry de, del Priorato de
económico, 27-31, 293-294; factores Christ Church, 93
biológicos, 127; y desarrollo (1150- eclesiásticas, propiedades, 192-193,
1300), 287-312, 315-316; y fluctua­ 196, 198
ciones económicas, Francia compa­ Eggenberg, príncipe, 236
rada con Inglaterra, 11-12, 25-26; Ely, obispo de, 94; posesiones, 156
véase también población n. 18
demográfico, modelo, véase «modelo enajenación, 90, 273, 279
demográfico» enfiteusis, enfiteutas, 64 y n. 76, 103,
«Derecho Germánico», 322 104, 107-108, 110, 159, 191, 260,
derechos comunitarios, 57 274, 346, 348; exacciones arbitra­
desarrollo económico: industria, agri­ rias, 262, 296; véase también copy-
cultura y, 381-386; preindustrial, 11, holders
21-81; y conflicto de clases, 44-81 En tre-Deux-Mers, 161
desarrollo industrial: agricultura y de­ Escandinavia, 176
sarrollo económico, 381-386; en Escocia, 175
Bohemia, 250, 253; en Inglaterra, escuela revisionista, 374-376
70-72, 172, 350, 381; europeo, 157, especialización, para el mercado^ 285,
176, 324 355, 364, 367
392 EL DEBATE BRENNER

Estado (feudal), 284; como extractor pesina y, 271-276; producción y dis­


de excedente, papel del, 73-75, 136, tribución, condicionadas por la, 266
153, 310 n. 86, 318, 319-320; en explotaciones, grandes, véase señorío
Alemania, actitud hacía el campe­ (dominio señorial)
sinado, 123-124; en Inglaterra, se­ extracción de la renta agraria seño­
ñores independientes del, 351-353; rial, tasa de, 135
fiscalidad, 340-344; véase también
absolutismo en Francia familiar, estructura, 146
estancamiento económico, 17, 30, 62, Febvre, Lucien, 167
170 Fehmarn, 53 n. 56
estructura de clases, 22-24, 121, 125; fertilizantes, 379 y n. 222; artificiales,
agraria y desarrollo del capitalismo, desarrollo de los, 381
21-81, 100-113; desarrollo de la, 45, feudalismo, 144-154, 275-276, 284,
255; diferencias entre Inglaterra y 285; crisis (Bois), 137-140, (Bren-
Francia, 75-78, 269; organización de ner), 271-286, 312-323, (Hilton),
clase y desarrollo feudal en la Eu­ 144-163; crisis feudal, resultado de
ropa medieval, 270-323; véase tam­ la, y los diferentes modelos de de­
bién reproducción social sarrollo, 324-381; funcionamiento
estructura familiar, 146 del, 135-137, 140-142; población y
Europa: campesinado en, evolución en relaciones de clase, 82-99; «resur­
el oeste, 57, 176, 273-274; econo­ gimiento», 166; véase también juris­
mía, siglo xvii , 383-385; feudalis­ dicción feudal
mo en, 138-139; modelo demográ­ fiscálidad estatal, 275; acumulación
fico, siglos xii-xviii , 31-38; prein- política medíante la, 343; véase
dustrial, estructura agraria de cla­ también impuestos
ses y desarrollo económico en la, fisiócratas, 130, 164, 171, 182
21-81, 230; raíces agrarias del ca­ Flandes: ciudades, 285, 379; indus­
pitalismo en, 254-386; servidumbre, trias de tejidos, 382; productividad
auge y declive de la: este frente agraria en pequeñas unidades, 68
a oeste, 37, 51, 325-335; servidum­ n. 84, 167, 178 n. 39, 191, 225, 227,
bre en el este, 39, 50, 51-52, 61- 378-380; revueltas (1323-1328), 56
62, 85, 244 n. 37 Forster, Robert, 179, 180
exacción feudal, tasa de, 18 Fourquin, Guy, 197, 288, 311 n. 88
exacciones, 18, 32, 278, 308; caída fragmentación o parcelación (morcelle-
o descenso en los señores franceses, ment), 45, 356; en Francia, 63, 91,
135, 137, 275, 336; fijas, 260, 336; 269, 357, 359
véase también diezmos, tallas, tasas Francia: capitalismo agrario, estanca­
excedente: descenso en la tasa de miento del, 72-81, 129, 137-138;
apropiación de, 186; retención por economía, en el siglo x m , 262-263,
los campesinos, 159; transferencia 287-292; economía en el siglo xv,
del, 147, 149, 150, 153 evolución rural, 161; estatus del
excedente, extracción de, relación, 23, campesinado, 33-37; estructura de
31, 255, 270, 278 n.' 28; críticas a la, clases agraria y desarrollo del capi­
89-93, 121-124, 126; en Inglaterra, talismo, comparados con Inglaterra,
46-49, 320, 321; en los modelos 100-113, 137, 164-229, 299-312; ex­
de población, 261; estructura en plotaciones de los grandes arrenda­
Francia, 44, 309, 312; nuevo siste­ tarios, comparadas con Inglaterra,
ma en Francia, 341; posesión cam­ 368-374; feudalismo en el norte de,
ÍNDICE ALFABÉTICO 393

• en el siglo -xrn, 137; ingreso na­ Graus, Frantisek, 231


cional, redistribución, 343, 374; po­ Gray, C. M., 348
sesión campesina, comparada con gremios, 55, 163
la tenencia capitalista en Inglaterra, Guadalupe, sentencia de (1486), 51
362-368; producción agraria a largo guerra, 284, 323 n. 109 (véase tam-
plazo, 374-381; propiedad capitalis­ bien militar, organización); civil en
ta sobre la tierra, relaciones de, 335- Francia, 202, 221; civil, en Ingla­
344; véase también absolutismo; terra, 209, 304, 345; del período
campesinos; señores de la reina Ana, 221; efectos so­
Frank, André Gunder, 9 bre la economía, 159, 161, 162,
Fronda, la, 203, 209, 344, 369 231-232, 318, 319; efectos sobre
Frydlant, estado de, 234, 242, 246, las propiedades campesinas, en Fran­
247 cia, 78, 79, 112, 167, 182, 343-344;
fuerzas: del mercado, véase mercado; renta de los señores para sufragar
productivas '(o de producción), 15, la, 154, 157
16, 23, 121; «sociales de produc­ guerras: de las Dos Rosas, 139; de
ción», 23 los Cíen Años, 138, 318, 321; de
Fuíler, Thomas, 174 n. 29, 212, 213, los Treinta Años, 231, 233, 344
224 Gutsberrscbaft (prestaciones persona-
les de trabajo obligatorio), 123

Gainer (consejero real), 250


Gallas, conde, 236 Habakkuk, H. J., «The Economic His-
ganado, 217, 225; arrendamiento de tory of Modern Britain», 24, 25,
(batí a cheptel), 195, 200-201; en 126
Bohemia, 245; en Francia, produc­ Hallam, H. E„ 314
ción de, 362, 381; véase también hambre, 26, 158
producción agrícola, animal Hamburgo, 245
Genét, J. P., 355 n. 168 Handfeste (carta puebla de la comu­
Geremelc, Bronislaw, 323 n. 109 nidad), 116, 328 n. 116
Gesideztoang (reclutamiento coercitivo Harley, Robert, 213 n. 134
de trabajadores), en Alemania orien­ Hartlib, Samuel, 213
tal, 86 Harvey, B. H., 320 n. 105
Goubert, Pierre, 70, 165 Harrington, James, 175 '
gran ciclo agrario, véase ciclo agrario Hatcher, John, 10, 82-99, 182, 257}
grandes agricultores, véase agriculto­ refutación de Brenner, 259-264, 276-
res, grandes 280, 313-316; y Patch, 86, 231:
grano (cereales): consumo por los cam­ véase también Postan, M, M.
pesinos, 155; economías de escala, Henry de Eastry, del Priorato de
365-368; expansión del mercado in­ Christ Church, 93
ternacional de, 86, 324, 333, 384; herencia, 32, 64 n. 76, 84, 150, 348,
exportación: Alemania oriental, 122, 349
263 n. 9, 332, 379; Bohemia, 243- Hilton, R. H., 9-19, 144-163, 164 n. 57,
244; Inglaterra, 375, 385; precios, 294 n. 53, 300 n. 65, 304 n. 71
102, 158, 160, 385, 386; produc­ Hispanoamérica, 227
ción de, 53, 68, 102, 107 n. 23, Hobenzollernlegende (mito prusiano),
169; uso y exportación en Bohe­ 114
mia, 243-245 Holanda, 130; agricultura, siglos xvi-
394 EL DÉBATE BRENNER

xvii, 377; economía, 384; industria, 299-312, 362-368; explotaciones de


71, 383 los grandes arrendatarios, compara­
Holderness, B, A., 180 n. 44, 218 das con Francia, 368-374; produc­
«hombres libres de mejor suerte», 65 ción agraria a largo plazo, 374-376,
n. 80 377-381; propiedad de la tierra, re­
horticultura, productos de, 366, 379 laciones captialistas de, 344-353;
Hoskins, W. G., 225 tenencia capitalista,' comparada con
Howell, Cicely, 182-183 la posesión campesina en Francia,
Hoyer, Johann Paul von, 252 362-368; véase también campesinos;
hugonotes, 202 señores
Hundred Rolls de 1279, 90 n. 10 ingresos, distribución, 14, 259-264,
Hungría, 86, 231 274, 281; véase también, renta, dis­
Hurepoix, 199 tribución
instituciones campesinas: en Alemania
occidental, 57-60; en Alemania
Ile-de-France, 109, 170, 218, 224, 288 oriental, 116-117, 124; en Inglate­
Ilustración, 167, 380 rra, 105; véase también Handfeste
impuestos (fiscalidad estatal): después inversión: del capital urbano, 201; en
de la guerra, 78, 81, 318; directos Inglaterra, 178, 179, 215, 217, 364;
e indirectos, 153, 157; en Alemania en la agricultura, 66-67, 88-89; en
occidental, en las tenencias campe­ la productividad, 225, 358, 371-372;
sinas, 74; en Francia, 73, 76 n. 101, señorial, insuficiencia de la, 93, 98,
137-138; en Inglaterra: comparados 157, 276-279
con Francia, 202, 220-223, 320 n. Italia, 71, 165, 227; norte de, 130,
104; relativa inmunidad frente a 285, 382
los, 112, 209-210, 352; ruina de los
campesinos, 187, 338, 359; sobre
los señores, 309; territoriales, 223; Jacquart, Jean, análisis sobre: Hure­
véase también fiscalidad estatal poix, 199; la «estratificación» de
industria de base urbana, 285, 385 labradores, 373; la falta de progre­
industria textil, 162, 163, 275; en so técnico, 201 n. 101, 363; estu­
Bohemia, 249; en la Francia rural, dios sobre París (región), 130, 170,
70, 187, 217; en Inglaterra, de 181, 359; relaciones de (1580-1664),
■ exportación, 70, 350, 382-383, 218, 224
385 Japón, 130
inflación, 308; en Francia, siglos x m Jindrlchüv Hradec (Neuhaus), estado
y xvi, 289, 337, 343 de, 234, 242, 246, 247
Inglaterra: arcaísmos en el feudalis­ Jones, E. L., 67 n. 83, 69-70, 376
mo, 137; capitalismo agrario, auge n. 211
comparado con Francia, 62-81, 129, Jones, rev. Richard, 175
164-229; centralización feudal, 301- jueces de paz, 162
305; economía, consolidación en el Junkers, 86, 97, 124
siglo x v ii, 385-386; economía en jurisdicción, feudal, 150-151, 272, 2 74/
el siglo x m , 292-299; estatus del 283, 298; en Bohemia, 232, 235;
campesinado, comparado con Fran­ en Europa occidental, 329; en In­
cia, 33-38; estructura de clases agra­ glaterra, 94
ria y desarrollo económico, compa­
rados con Francia, 100-113, 137,
ÍNDICE ALFABÉTICO 395

Kaplan, T., 227 n. 167 agrícola francés, 375 n. 209; répli­


Kent, documento de 1276, 90 c a ’a Brenner, 125-130; réplica de
Kerridge, Eric, 348, 364, 365 Brenner, 270-274; révoluiion fon-
Kett, rebelión o sublevación de (1549), ciére, 198, 209; «rigidez» económi­
65, 202 ca, 30, 217
King, Gregory, 180, 181 n. 48, 213 ley forestal, 147
n. 134, 216, 217 libre tenencia, 28, 348; véase tam­
Kingston, duque de, 214-215 bién campesinos libres; propieta­
Kinsky, Josef, conde, 250 rios libres V
Klíma, Arnost, 11, 230-253 Lincolnshire, 91, 183 y n, 56, 200.
Koch (consejero real), 250 Lindsey, 218
Kónigsberg, 56 Litomysl, estado de, 234, 248
Kosminsky, E. A., 13, 83 Lodigiano, 167
Kula, Witold, 13, 141, 231; produc­ Lokator (contratista), 58, 116
ción campesina, 18, 232, 248 Lombardía, 191
Londres, 220, 386
lucha de clases, véase conflicto de cla­
Labe (Eíba), valle del, 248 ses
laboureurs, 198, 199 lujo, véase artículos de; bienes o pro­
Lacy, conde de, 93 ductos suntuarios; mercancías o
Ladurie, Emmanuel Le Roy, véase productos de
Le Roy Ladurie Lusacia, Alta, 244-245
lana, exportaciones de, 350 Lyonnais, 190, 229
Lancashire, 172
Languedoc, 166, 184, 196, 198 Malowist, Marian, 83, 86, 231
Laon, obispo de, 149 maltusianismo, 12-13, 26, 87-88; fra­
Laonnaís, 34 caso del reajuste malthusiano, 267-
laudemio, lauáemmm, 251, 288 269; véase también neomalthusia-
Lauragaís, 106 nismo
Laurence, Edward, 213 n. 134 mano de obra asalariada, véase traba­
Lavelaye, E. de, 225 n. 163 jadores asalariados
Lavoisier, Antoine Laurent, 179, 180 manumisión, cartas de, en las aldeas
n. 45 de Francia, siglo x m , 87
leche (y sus derivados), producción, marina mercante holandesa, 383
68, 364, 366, 379 Marley, señorío de; abadía de Battle,
Leicestershire, 183, 194, 200, 361 47-48, 49 n. 49
Leíden, 383, 384 Marshall, Alfred, 88
Leopoldo I, emperador, 241 marxismo, 14-19; de Brenner; 13, 16,
Le Roy Ladurie, Emmanuel, 10, 125- 140; revolución agrícola, 174-177
130, 257; acusa a Brenner de con­ materialismo histórico, 14-15, 135, 143
fusión política/económica, 126; eco­ Mathias, Peter, 220
sistema, 126, 132, 165-167, 268; fla­ matrimonio, edad al casarse, 273, 358
mencos y holandeses, 191, 377, 378, mauvais gré (mala voluntad), 223, 224
380; Les paysans de Languedoc, 12, mecanismos extraeconómicos,- 255, 270;
25, 43, 125; «L’histoire immobile», véase también coacción extraeconó-
12; modelo demográfico, 33-34, 37, mica; coerción no económica
39, 45, 257, 267, 268-271; pequeño Mecklemburgo, 121 n. 17
campesinado, 362, 377; progreso Meissen, 244
396 EL DEBATE BRENNER

mejoras, en la agricultura, 47, 79, 98, lidad de los señores, 302-304; legis­
381; intento de compensar a los lación, 304-305
arrendatarios por realizar, 213; véa­ monopolio, 360; véase también agran-
se también avances; progreso damiento o ampliación de los domi­
MSlník, estado de, 243 nios
Mendras, Henri, 226, 227 morceüement, véase fragmentación o
mentalités, Í67, 168, 215 parcelación
mercado: en Bohemia, productores di­ Morineau, Michel, 221
rectos independientes, necesidad de motion biséculaire, 26; véase también
responder a los incentivos, 277-278, ciclo agrario, gran
relación del campesino Con el, 248; Mousnier, Roland, 167
en Francia, 107; en Inglaterra, 112, movilidad del campesino, 32, 41;
293 n. 50, 383-386, comparado con oportunidades para la, 272, 321;
Francia, 220, 226; fuerzas del, 92, restricciones o limitaciones de la,
95, 177, 358; impacto sobre los di­ 46, 49, 50, 150, 233
ferentes sistemas de propiedad so­
cial, 358; saturación de tejidos eu­ Náchod, estado de, 241
ropeos, 382; véase también «mode­ Natangen, 120
lo mercantil» neomalthusianismo, 10, 11, 125-127;
mercancías o productos de lujo, 270, contra la ortodoxia neomalthusiana,
285, 382; véase también artículos 131-143; limitaciones, 259
de lujo; bienes o productos sun­ neomcardiano, modelo, 126; limitacio­
tuarios nes, 259
métayage, véase aparcería Neuburg, 185 n. 59, 190 n. 73, 192
Michael of Amsbury de Glastonbury, Neveux, Hugues, 182 n. 54, 315 n. 95
93 N ew Left Review, 9-10, 13
militar, organización, 14, 29 n. 12, Newdigate, sir Richard, 214, 228
112, 153, 283, 284; véase también Nivemaís, 339
guerra Norfolk, 102, 172 n. 22, 179-180 n. 44,
Mili, John Stuart, 88 219
Miller, Edward, 295 n. 56, 297 n. 59 normanda, conquista, 302
Mingay, G, E., 171 Normandía: Alta, 170; aristocracia,
«mini-absolutismo» de los príncipes 302 n. 68; Bois, 126-127, 133, 190;
de Alemania occidental, 74 arrendamientos en, 196; desarrollo,
mito prusiano (Hobenzollernlegende), 187-188; este de, 184-185; Jacquart,
114 190 n. 73; población, elevada en,
«modelo demográfico», 24-38, 65-66 314, 362; renta estatal, disminución
n. 2; crítica del, 85; y relaciones de de la, 156, 288; servidumbre, desa­
clase, 258-269 parición de la, 34, 91
«modelo mercantil», 38-44, 177 North, D. C., 28 n, 12, 177
modo de producción, 15, 18, 141-142, North, sir Dudley, 212
146, 149 Northumberland, .206
monarquía, en Francia: absolutista, Nuremberg, 244
222, 309-312; cens, confirmación
del, 75, 338; explotación de campe­
sinos, 73, 111 O ’Brien, P. K., 168, 220
monarquía, en Inglaterra: dependen­ oficios o cargos públicos, cesión de,
cia de la clase señorial, 76; fide­ 283, 342 '
ÍNDICE ALFABETICO 397

Ohre (Eger), valle del, 248 techo demográfico (límites a su cre­


Orden Teutónica, 60, 119, 323, 330, cimiento), 266-267, 313-315, 324;
331 y relaciones dé clase en la sociedad
ortodoxia neomalthusiana, contra la, feudal, 82-99
131-143 . ' Podborany, 249
Oxfordshire, 101 Poitou, Gátine de, 190
Polonia: campesinos, relación con el
mercado, 248; señores, 327, 333,
Pach, Z. P., 86, 231 334-335; servidumbre en, 37, 232
Países Bajos, 245 Pomerania, 37, 56 ,
Palatinado, Alto, 244 posesión campesina, cuotas de acceso
parcelaciones, véase fragmentación a la, 95; y extracción de exce­
{morceílement) dente por medios extraeconómicos,
París (y su región): acumulación de 271-276
la propiedad (siglo xvi), 358-360, Postan, M. M., 10, 13, 82-99; «base
369; capitalismo, emergencia del, económica» de la sociedad medieval,
130; dominios señoriales, propor­ 27, 126; el mercado lleva a una
ción de, 190, 196, 288, 359; mer­ mayor servidumbre,' 39, 40, 244
cado, 39, 358; reconstrucción des­ n. 37, 257, 325-326; estancamiento
pués de la guerra, 203; renta esta­ de la tecnología e insuficiente in­
tal, disminución de la, 156; resis­ versión señorial, 93, 276-280; es­
tencia a la laille (talla),- siglo x m , tatus de los colonos villanos, 292-
36, 74-75, 307; servidumbre, desa­ 298, 314; «Medieval Agrarian So-
parición de la, 35, 91, 128 ciety in its Prime: England», 25;
Parker, David, 10, 100-113, 349; ré­ «modelo demográfico», 31-33, 35, 39,
plica de Brenner, 257, 338, 346, 354- 44, 257; poder de los señores, 261
356, 362, 368 n. 3, 281-282, 333; ponencia sobre
parlamento, en Inglaterra, 352; parle- historia económica mundial (X Con­
mentaireSy 106, 342 greso Internacional de Ciencias His­
parroquiales, registros, 168, 376 tóricas, París, 1950), 11; refutación
Patten, John, 219 de Brenner, 259-264; 276-280, 313-
paulette (impuesto sobre el cargo), 342 316; rentas feudales, 49 n. 50;
paysans de hanguedoc, te s (Le Roy «Some Economíc Evidence of •De-
Ladurie), 12, 25, 43, 125 clining Population in the Later Mid-
pequeños agriculotres, véase agricul­ dle Ages», 12; y Pach, 86, 231
tores, pequeños Postel-Vinay, Gilíes, 130, 212,217, 223
Perroy, Édouard, «Les crises du xive presidian}c, curias, 340
siécle», 144 Prestaciones de Trabajo Feudal, de­
peste: bubónica, 97 n. 24, 157-158, cretos de 1680, 1738 y 1775, véase
315, 316 n. 97, 317, 318, 319; ne­ Decreto de Prestaciones
gra, 42, 50 prestaciones laborales, 235-243; aboli­
Picardía, 34, 130, 170; arrendamien­ ción en Bohemia, 250; explotación
tos, 196; rentas, 204, 288 en Bohemia, 247 (véase también
Pirenne, Henri, 177 servicios laborales); intensificación
plagas, 127; véase también peste en Inglaterra, siglo x m (véase tam­
población: aumento en el sector no bién trabajo servil), 35, 128
productivo, 156; relación población- Prestaciones personales de trabajo obli­
recursos, 142; tecnología y, 147; gatorias (Gutsherrschafts), 123
398 EL DEBATE BRENNER

préstamos al agricultor, 108; véase cia, comparado con Inglaterra, 182-,


también créditos rurales 186, 199, 368-374
«proceso de trabajo», 23; véase tam­ propiedades eclesiásticas, 192-193, 196,
bién producción, fuerzas de 198
producción, 13-15; agraria, resultados propietarios libres, 65 n. 80; 107,
a largo plazo, comparación entre In­ 146; véase también campesinos li­
glaterra y Francia, 374-376; agríco­ bres; libre tenencia
la, véase abajo; capitalista, 373; proporción (o cociente) tierra/trabajo,
competitiva, 356; (de mercancías) a 16, 158, 260, 265
pequeña escala, 163; fuerzas de (o protección del campesinado, 74, 124,
productivas), 15, 16, 23, 121; modo 272, 296, 338-340
de, 15, 18, 141-142, 146, 149; para protestantismo, 166, 202, 215
la subsistencia, 280, 314, 363; rela­ Provincias Unidas, 383
ciones de, 15, 16, 136 provincias valonas, 224
producción agrícola: 363-366, 371-373; Prusia: comunidades campesinas, 330-
animal, 160, 363, 366 (véase tam­ 331; mito prusiano (Hobenzollem-
bién ganado); «convertible» {capita­ legende)> 114; ordenanzas guberna­
lizada y autosostenida), 47, 67, 101, mentales contra el campesinado,
365, 372; índice de la, 169; para la 326; oriental, 37, 330; revueltas
ganadería, 102, 364-365, 372; ra­ campesinas (1525), 56, 59, 60, 118
cionalizada, 365 120, 330-332
productividad: agrícola inglesa, compa­
rada con la francesa, 168-190; del
trabajo, 142, 147, 286; de los cam­ Quesnay, Frangois, 168, 173
pesinos, 46-48, 51, 154, 188, 324;
de los campesinos franceses, 78, 81;
inversión en la, 225; mejoras en la Raab, Francis Antón, 250-252
producción agrícola inglesa, 160- Raftis, J. A., 41-42
161, 381, 383; señores, campesinos rapports de droits, 154
y descenso de la, 276-280, 312, 317; rassemblement, véase concentración
y relaciones de propiedad, 361-381 Raveau, Paul, 42
productos: de lujo o suntuarios, véase Real Ordenanza Territorial (Vemeuer-
artículos de lujo; bienes suntuarios; te Landesordnung) de 1627, en Bo­
mercancías de lujo; hortofrutícolas, hemia, 233
366, 379; lácteos, véase leche (y Reforma, 252
sus derivados) reforma agraria en Bohemia, 242, 252
progreso (mejoras) agrícola, efectos en régimen de cesión, tierra en, 64 n. 76
el desarrollo económico inglés, 68- registros parroquiales, 168, 376
70, 71-72, 98; retraso en Francia, relaciones de clase, 22, 27, 133, 264;
80; véase también avances; mejoras crisis en las, 158; desarrollo diver­
proletariado, 166-167, 225 gente entre Francia e Inglaterra, 36,
propiedad: de la tierra, formas y evo­ 304, 317; evoluciones diferentes en
lución, 354-361; modelos de con­ Europa oriental y occidental, 325-
trol, 275-276; distribución de la, 335; nueva cristalización en Fran­
28-29, 291; privada, 342, 352; re­ cia, 341-342; nuevas relaciones ca­
laciones de, y productividad, 361- pitalistas en Inglaterra, 45, 111, 138,
381 350-351, 381; y equilibrios de po­
propiedades, tamaño de las, en Fran­ der, 254-256, 260, 295; y el «mo-
ÍNDICE ALFABÉTICO 399

délo demográfico», 82-99, 258-269; . en Cataluña, 56; en Francia, .si­


véase también relaciones de pro­ glo xvi, 337; en Inglaterra (1381),
piedad 158, (década de 1530,- en el norte),
relaciones de producción, 15, 16, 136 65, (1549), 175, 202; en Prusia
relaciones de propiedad, 23, 24, 254- oriental (1525), 56, 59-60, 118-120,
258, 260; capitalista sobre la tierra, 330-332; véase también Samland
surgimiento de, Inglaterra versus Ricardo, David, 88-89; véase también
Francia, 335-353; en Alemania, 121- neorricardiano, modelo
124; en la raíz de la crisis feudal, Richard de London, 93
276; y productividad, 361-381; véa­ Rickman y Brownlee, estimaciones de
se también extracción de excedente, población para Inglaterra, 168, 376
íelación de; relaciones de clase Rogers, J. E. Thorold, 195
renta, 48, 64, 84, 93-96, 210-211, 212; roturación (de nuevas tierras), 28.7,
capitalista, 42; determina el predo 294
de la tierra, 179; en Alemania, 122; Roudnice, estado de, 242, 246
en dinero (o monetaria), 155, 248, Rutiand, duque de, 214
250-252; en especie o en grano, 197,
211; en Francia, 287-288, 370-373;
en Inglaterra, nivel en los siglos Sajonia, Baja, 116
xví-xvn, 159-160, 205-206; fuerza Salzburgo, 244
sobre la, como relación de produc­ Samland, 326, 330, 331; levantamiento
ción, 28-29, 155; nivel de la, deter­ o revuelta de los campesinos (1525),
minantes del, 14, 63, 158-159, 260, 56, 59-60, 118, 1Í9-120
272; teoría de la (Ricardo), 88; ti­ Saulx-Tavanes, duque de, 179 n. 44
pos de, 150; véase también con­ Schulz/Richter (juez), 116, 117
mutación Science and Society, 9, 145
renta (ingreso), distribución, 26, 254; Searle, Eleanor, 47, 276
cambios demográficos y, 27-31, 259- sentencia de Guadalupe (1486), 51
264; del campesino al señor, 150- señores: 149-153; acumulación de pro­
151, 293-294; véase también ingre­ piedades, 137; autoorganización, 283*
sos, distribución 284, 325; banales, 305, 312; com­
renta monetaria, 155, 248, 252; censi- petencia, 272, 283; crisis en los in­
taria (Rentengrundherrsckaft), 122 gresos, 139, 315-324; poder extra-
Rentengrundherrschaft (renta moneta­ económico, 14, 28, 32-33, 41, 271;
ria censitaria), 122 reacción a las condiciones demográ­
reproducción social, 254-256; campe­ ficas, 50-51, 54, 63, 87, 268, 317;
sinos, 271, 277; condiciones econó­ relaciones con los arrendatarios ; o
micas para la, 270, 276; señores, colonos, 45, 261 n. 3; y agricultura
277, 282-283, 292, 334 capitalista (1450-1750), 353-381
Reuter, C., 53 n. 56 señores, en Alemania occidental, 329,
revisionista, escuela, 374-376 333; en Alemania oriental,- 58, 59,
revolución: agrícola,. 101, 174-177, 353, 115-116, - 326-329, 330, 333-334;
363; industrial, 381, 386 reacción señorial, 122
révolution fonciére, 198 señores, en Bohemia, 231-232, 235-236
revueltas campesinas: diferencias en­ señores, en Francia: barreras a la con­
tre Inglaterra y Francia, 75, 307; centración, 77-78; competencia, 305-
en Alemania occidental, 332; en 312; quiebra de los, 210, 223; posi­
Bohemia (1680), (1775), 240-242; ción frente a la tenencia campesina,;
400 EL DEBATE BRENNER

290, 337, 342-343; reaccessments Soissonnaís, 196, 211, 218, 223


(tenencias hereditarias a censo fijo), Sologne, 128, 171 n.- 18, 205
339; relación con el arrendatario, Spooner, F. C., 221
371, 373; rentas, aumentarías, en Staffordshire, 172
vez de invertir en la tierra, 178-179 Studies in the Development of Capi-
señores, en Inglaterra: arrendatarios talism (Dobb), 9, 145
capitalistas, 353; autoorganización y suelo, fertilidad del, 30; descenso de
poderes, 344-350, 351-353; compe­ la, 26, 48, 127, 363; véase también
tencia, 355; preponderancia sobre fertilizantes
los campesinos durante los siglos Suffolk, 179-180 n. 44, 219
xíi y x m , 261-262, 292-299; pro­ Sussex, 101
gresistas, 93; proporción de tierra Sweezy, 'Paul, 9-10, 160
controlada por los, 65; reacción se­
ñorial, 300-301, 319-320, 345; rela­
ción (o simbiosis) señor/arrendata­ taille, véase talla
rio, 48, 66, 68, 212-214, 346-352, talla [taille), conflicto entre campesi­
372; terratenientes absentístas du­ nos y señores, siglo x m , 35, 36, 74,
rante el siglo x v in , 224 95, 155, 288, 307; en el siglo xv n ,
señorío (dominio señorial), 152, 274; 211 n. 126; reemplazada por la talla
aumento, 204, 279, 347; en Bohe­ real, 339, 340
mia, 231-232, 234, 242; en Francia, Tamassia, 151
288, 368-369, 370-371; en Inglate­ tasa: de apropiación feudal, caída o
rra: 48 n. 46, 292, 294, 346, 347, descenso de la, 258, 275, 336; de
decadencia, siglo xv, 161, 197, do­ exacción feudal, 18; de extracción
cumentación de las curias señoria­ de la renta agraria señorial, caída,
les, 161; reparto o división, 250-252 135
servicios laborales o de trabajo (cor­ tasas, o cargas, 64 y n. 76; arbitra­
vé’e, Robot): explotación en Bohe­ rias, 65, 95; fijas, 104, 288
mia, 232, 235-243, 246; véase tam­ Tawney, R. H., 104
bién prestaciones laborales Taylor, George, 178-179
servidumbre (siervos), 41-42, 89, 90, tecnología, 89, 157; barreras a la in­
150-151; auge y declive: este frente novación, 46-47, 276-277; estanca­
a oeste, 45, 325-335; comercio y, miento de la, 30-31, 93, 276, 363;
39-42; como acuerdo o relación con­ y desarrollo económico, 16, 30-31;
tractual, 28-29 n. 12, 40 n. 32; de­ y población, 147; véase también me­
clive o caída, 33, 46-62, 261, 262, joras en la agricultura
307 n. 79; en Alemania, 123; en techo demográfico (límites al creci­
Bohemia, 232-242, 245, 253; en el miento de la población), 266-267,
este de Europa, intensificación o 313-315, 324
auge de la, 51-53, 129, 257, 323, tenencia a censo (cens), 336-347 (véa­
325 se también cens); a censo enfitéu-
Shropshire, 172 tico, 104, 108, 348; capitalistas en
Silesia, 117 Inglaterra versus posesión campe­
sistema de construcción de cercados, sina en Francia, 362-368 (véase tam­
102 bién arrendatarios); división excesiva
Slicher van Bath, B. H,, 49-50 (;morceílement), 273, 280, 357 {véa­
Sloup (Bürgstein), estado de, 250 se también fragmentación o parce­
Smith, Adam, 180 n, 45, 182 lación); enfitéuticas, 292 (véase tam-
ÍNDICE ALFABÉTICO 401

bién cens); libre, 28, 348 (véase Toulouse (región de), 106, 190
también campesinos, libres; propie­ Toutain, J. C., 169 n. 11, 374
tarios libres) trabajadores asalariados, 49 n. 48, 63,
tenure chassée, 289 109, 189 n. 70, 273, 353
Teplá, abad de, 250 trabajo: división del, 285, 367; cos­
terratenientes, véase señores tos relativos del, 177-178; «proce­
territoriales, impuestos, 223 so» de, 23; productividad del, 142,
testamentos, inventarios de los, 218 147, 286; recursos, 151; servil in­
textil, industria, véase industria tensificación er^ Inglaterra, siglo
Thirsk, Joan, 216, 225, 364, 385 x in , 278-279,' 292-293 (véase tam­
Thomas, R, P., 28 n. 12, 177 bién prestaciones laborales)
Thompson, F. M. L., 181 r¡. 48, 228 Transición del feudalismo al capitalis­
Thorner, Daniel, 129, 200 n. 98 mo, La: Transition from Veudalism
tierra, acceso a la, cuotas o derechos to Capitalism, The, debate en Scien­
de, 64, 95; acumulación, véase aba­ ce and Society, 9, 145
jo ; baldía después de la guerra, 231, transporte, 381, 383-384; marítimo,
234; cesión de, 283; de regadío uti­ 219-220, 384; terrestre, industria
lización y puesta en valor de la, del, 219
101 (véase también desecación de Trappes, 360
tierras pantanosas); de los enfiteu­ traspaso libre de la tierra, 150
tas pasó al control por mecanismos Trautmannsdorff, estado de, 234, 236
contractuales, 64; en régimen de Turgot, A. R. J., 173, 225
cesión, 64 n. 76; escasez de, 92, 261 Turingia, 116
n. 3, 273, 281; identificación con
el capital, 227-228; pantanosa, de­
secación de, 67, 101, 217, 365; pro­ urbano, sector: crecimiento industrial,
piedad de la, véase abajo; proyec­ 285-286, 385-386; élites, 55, 153,
tos, 101; restricciones sobre su mo­ 184, 198, 200, 218, 219; servicios,
vilidad, 49; traspaso . libre de la, 153; véase también ciudades, desa­
150; uso marginal de la, 148, 186- rrollo de las
187, 281; valor creciente de la, 108
tierra, acumulación de, 97-99, 137,
281, 290; en Francia, 358-359; en Van Bath, B. H. Slicher, véase Slicher
Inglaterra, 372; véase también con­ van Bath, B. H.
centración; cercamientos Vauban, Sébastien le Preste de, 221
tierra, propiedad de la, 27-29, 32, 43, Venard, Marc, 130, 170
51, 260; distribución en Francia, Vermandois, 34
comparada con Inglaterra, 179-181; Vilar, Pierre, 130
formas y evolución de la, 354-361; Vries, Jan de, 228
modelos de control de la, 275-276;
privada, producción ineficaz, 177;
véase también enfiteusis; señores, Wace, 151
señorío Waldhufern (asentamientos «en cin­
tierra/trabajo, proporción o cociente, ta»), 115, 117, 329
16, 158, 260, 265 Wallerstein, Immanuel, 9, 227 y n. 168
Tirol, 244 Warnian, levantamiento campesino
Titow, J. Z,, 47 n. 43, 92, 276, 314 (1440), 118, 122
n. 93 Warwick, conde de, 161

26. — BRENNER
402 EL DEBATE BRENNER

Wafwickshire, 183 Worcester, obispos de, 193


Weber, Eugen, 170 Wunder, Heide, 10, 114-124, 230,
Weistümer (cuei-po de usos y costum­ 326 n. 112; Brenner y, 257, 327-333
bres), 58, 115, 116, 117
Wenskus, Reinhard, 119, 331
West Riditig, 172 yeomanry [yeomen), en Inglaterra, 107,
Westminster, abadía de, 193, 297 n. 110, 112, 174-175 nn. 29 y 30, 184,
59 194, 225; surgimiento, 354, 364-365
Wigston, 225 Young, Arthur, 182
Wiltshire, 183, 194, 361, 364
Winchester, estados de, 156 n. 18;
obispo de, 94 Zatec (Saa»), región del, 249
ÍNDICE

Prefacio . . . . . . . . 7

Introducción (R. H. Hilton) . . . . . . . 9

1.Estructura de clases agraria y desarrollo económico en


la Europa preindustrial (Robert Brenner) . . . 21
2. Población y relaciones de clase en la sociedad feudal
(M. M. Postan y John H a t c h e r ) .............................. 82
3. Estructura de clases agraria y el desarrollo del capita­
lismo: comparación de Francia e Inglaterra (Patricia
Croot y David P ark er).................................................... 100
4. Organización campesina y conflicto de clases en la Ale­
mania oriental y occidental (Heíde Wunder) . . . 114
5. Una réplica al profesor Brenner (Emmanuel Le Roy
L a d u r ie ) ............................................ 125
6. Contra la ortodoxia neomalthusiana (Guy Bois) . . 131
7. Una crisis en el feudalismo (R. H. Hiíton) . . 144
8. En busca del capitalismo agrario (J, P. Cooper) . . 164
9. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en
la Bohemia preindustrial (Arnost Klíma) . . . 230
10. Las raíces agrarias del capitalismo europeo (Robert
Brenner) . . . .....................................................254

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