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Choluteca 20 de julio del 2021

INTRODUCCIÓN
Hemos dejado claramente establecido que la sociedad es hija de un contrato que crea un
complejo de obligaciones de carácter patrimonial, que se concibe como una unidad, como una
persona jurídica, aunque sus integrantes sean varios; es decir, aunque sus integrantes sean
distintos y diversos, a ese complejo de relaciones jurídicas se les da un trato unitario.

Por cuanto ello resulta necesario para la consecución del fin que motiva su creación. Más, la
unidad o mejor dicho el tratamiento unitario puede cesar por diversas causas, las que se conocen
con el nombre de causales de disolución de la sociedad mercantil. La disolución es, en principio, un
acto de voluntad por el cual se hace concluir la sociedad; vale decir, así como con la constitución
se quiere dar vida o existencia a la sociedad, con la disolución lo que se pretende es su extinción.
Expresa en algunas de sus partes la exposición de motivos del Código de Comercio.

“Ante todo, se ha creído necesario subrayar los principios generales que ha seguido en esta
materia el Poder Ejecutivo. La disolución de la sociedad no es sino un estado jurídico especial, en
el que la persona moral pierde su capacidad jurídica para el cumplimiento del fin para el cual fue
creada, y que sólo subsiste para la resolución de los vínculos establecidos por las sociedades con
terceros, con los socios y por éstos entre sí. Todos los contratos pueden concluir, pero el de
sociedad se caracteriza porque engendró una persona jurídica, es decir un sujeto de derechos que
a lo largo de su vida ha estado creando relaciones jurídicas. La disolución de la sociedad requiere
que se dé un tratamiento adecuado a las relaciones que la sociedad puso en existencia”. Con ello
da a entender que durante su existencia se han creado una serie de relaciones y vínculos los cuales
deben tutelados y cuya eficacia debe ser garantizada.

La persona jurídica no muere en el instante en que interviene la causa extintiva, sino que si se
permite una imagen funeraria..., entra en la agonía. Tal como expresa Brunetti: “Su vitalidad
queda limitada, debilitada, especializada, en el sentido de que, abandonando el objeto de vida,
ahora persigue su objeto de muerte, piensa en liquidarse, en arreglar sus propios asuntos y en
preparar su definitivo traspaso. El fin se modifica: el originario es sustituido por el fin de
liquidación”.
MARCO CONTEXTUAL
La normativa mercantil consigna una serie de disposiciones, tal lo que estipula el artículo 330, el
cual en forma enfática declara que la disolución de la sociedad no acaba automáticamente con la
misma, sino que es el punto de partida para su liquidación; pero conserva su personalidad jurídica
para los efectos de dicha liquidación.

Enumera en forma enunciativa y no taxativa, una serie de causales de disolución de la sociedad,


primando la voluntad de los interesados, con la sola excepción del caso en que venza el término
por el cual fue constituida la sociedad, puesto que ello es así convenido por los socios y luego
también se da a conocer a terceros.

En función de que el contrato de sociedad engendra un complejo de relaciones jurídicas frente a


terceros, la terminación de dicho contrato societario sólo produce efectos jurídicos frente a ellos,
cuando la disolución de la sociedad se da a conocer de un modo fehaciente, correcto y adecuado,
de tal manera que a nadie se lesione en sus derechos. Esto demuestra que la terminación del
contrato de sociedad no es tan sencilla como la de cualquier contrato típico o de cambio, los
cuales en el fondo agotan su existencia con las relaciones recíprocas entre las partes y es que, en
efecto, la sociedad en cuanto persona jurídica y por consiguiente sujeto de derechos y
obligaciones, establece una serie de relaciones con terceros que es preciso proteger. La ley
protege la buena fe y los derechos de los terceros y justamente por ello la disolución de la
sociedad implica una situación que en vez de sencilla se puede considerar compleja.

En el contexto de nuestra legislación interna, el artículo 16 del Código de Comercio literalmente


preceptúa: “Las sociedades que tengan una finalidad ilícita o que ejecuten habitualmente actos
ilícitos, serán declaradas nulas, aunque estén inscritas. La acción podrá ser ejercida por cualquier
interesado o por el Ministerio Público, y tendrá como consecuencia la disolución y liquidación de
la sociedad, sin perjuicio de la responsabilidad penal que procediere. La nulidad podrá ser
declarada de oficio. El importe resultante de la liquidación se aplicará al pago de la responsabilidad
civil; y el remanente, si los hubiere, a la beneficencia pública de la localidad en que la sociedad
hubiese tenido su domicilio”. El artículo precitado habla en una de sus partes de responsabilidad
penal; pero debe definirse su alcance, pues no podemos olvidar, tal como lo hemos apuntado -
que en materia penal se parte de la personalidad de la pena y que sólo delinquen las personas
naturales y que nuestro ordenamiento jurídico no es ajeno hasta ahora a tal concepción.

Disolución de la Sociedad
El sólo enunciado nos hace indicar que se trata de un acuerdo extraordinario, en cuanto ello
conlleva la finalización de la existencia de la persona jurídica sociedad, la asamblea en el ejercicio
de su facultad soberana decide por fin a la sociedad, por distintas razones. En todo caso nos
permitimos adelantar que el Código consagra varias causales de disolución, en la cual por
supuesto se incluye el acuerdo de los socios y será en el capítulo correspondiente a la disolución y
liquidación que abordaremos el tema con mayor amplitud.
Ley denominada “SUPERINTENDENCIA”

Artículo 2.- La superintendencia tendrá por objeto la fiscalización, control y vigilancia de las
sociedades mercantiles, de consiguiente intervendrá en la creación, funcionamiento, disolución y
liquidación del haber social a fin de asegurar el cumplimiento de las normas legales y resguardar el
interés público”

Expresa literalmente el artículo 16 del Código de Comercio: “Las sociedades que tengan una
finalidad ilícita o que ejecutaren habitualmente actos ilícitos, serán declaradas nulas, aunque estén
inscritas. La acción podrá ser ejercida por cualquier interesado o por el Ministerio Público, y tendrá
como consecuencia la disolución y liquidación de la sociedad, sin perjuicio de la responsabilidad
penal que procediere. La nulidad podrá ser declarada de oficio.

la sanción no se limita a la nulidad del acuerdo asambleario, sino que incluye la eventual
disolución y liquidación de la sociedad, así como la deducción de responsabilidad penal, de
conformidad con la ley. Adviértase eso sí, que se trata de actos realizados con habitualidad, pues
los aislados provocarían al menos literalmente la nulidad del acuerdo.

CAUSAS DE DISOLUCION
Es procedente recordar una cita del Código de Hammurabi: “se producirá la disolución al término
del negocio en virtud del cual las partes formalizaron el contrato de sociedad”.

Las causas de disolución de una sociedad las podemos clasificar en dos grandes grupos:

a) causas de disolución previstas en los estatutos o voluntarias (causas ex voluntate); y,

b) causas legales (causas ope legis).

Tal como la expresión lo indica, son aquellas que dependen de la voluntad de las partes. Por
consiguiente, para que produzcan sus efectos normales precisan de una declaración de voluntad
por parte de los socios. Si concurren algunas de las causales de disolución previstas en los
estatutos, la disolución requerirá acuerdo de la asamblea general adoptado por las mayorías
legalmente requeridas; con tal propósito cualquier interesado podrá ocurrir ante la autoridad
judicial correspondiente solicitando se haga la declaración de mérito, sobre todo cuando a pesar
de existir una causal, tal declaración no se hiciere, tal los claros términos del artículo 327 del
Código de Comercio. Obviamente, a quienes primigeniamente corresponde hacer la convocatoria
con tal propósito, es justamente a los administradores, pues de lo contrario al incumplir sus
deberes elementales, resultarían solidariamente responsables de las obligaciones sociales.

Cuando el Código de Comercio emplea la expresión: cualquier interesado deberá entenderse que
comprende en primer término a los socios; pero bajo esta concepción se encuentran los
acreedores de la sociedad, los acreedores de los socios y aún el propio poder público, en lo que se
denominaría la disolución coactiva administrativa. Ahora bien, bajo ninguna circunstancia puede
admitirse que, al amparo de la libertad de pactos previstos en nuestro ordenamiento jurídico, las
causas de disolución pueden ser ilimitadas y que, en consecuencia, los socios puedan pactar en
contra de lo que dispone la ley. Necesariamente tienen que ajustarse a lo establecido en la norma
mercantil.
CAUSAS DE DISOLUCION LEGAL.
Consagra literalmente el artículo 322 del Código de Comercio: “Las sociedades se disuelven
totalmente por cualquiera de las siguientes causas:

I.- Expiración del término señalado en la escritura constitutiva.

II.- Imposibilidad de realizar el fin principal de la sociedad, o consumación del mismo.

III.- Reducción de los socios a un número inferior al que la ley determina.

IV.- Pérdida de las dos terceras partes del capital social; y

V.- Acuerdo de los socios”.

Como se puede apreciar estas circunstancias están expresamente previstas en la norma mercantil.
Veamos el alcance de cada una de ellas así:

Debe recordarse que el plazo de duración es un elemento del contrato societario, tal lo
establecido en el artículo 14 numeral VI del Código de Comercio. La sociedad puede constituirse
por un tiempo fijo o determinado, o bien, por tiempo indefinido; lo importante es que la escritura
constitutiva haga mención expresa de esta circunstancia.

Esta es una causal de disolución que se produce en todas las sociedades mercantiles y opera ipso
jure. Es una causal que actúa con independencia de cualquier sociedad.

No hay necesidad de acuerdo asambleario, porque el acuerdo está tomado con anticipación; vale
decir, dicho acuerdo fue adoptado en el momento mismo de constitución de la sociedad. No hace
falta inscripción, porque la misma ya está realizada. Transcurrido el término de duración de la
sociedad, ésta se disolverá de pleno derecho, a no ser que, con anterioridad, hubiese sido
modificada la escritura de constitución prorrogando su duración y que la misma hubiese sido
inscrita en el Registro Mercantil correspondiente, en aplicación del principio de la publicidad
positiva, en virtud del cual la duración de la sociedad es un hecho conocido por todos los que
puedan relacionarse con ella; vale decir, con ello se quiere significar que produce efectos frente a
terceros.

Ahora bien, así como se puede prorrogar el término de duración, también puede reducirse; se
trata simple y sencillamente de un acuerdo adoptado por la asamblea de accionistas, observando
eso sí, las normas o principios establecidos para la modificación de la escritura de constitución de
acuerdo al tipo societario de que se trate. Evidentemente, la adopción de acuerdos de tal
naturaleza puede generar en el interior de la sociedad reacciones diferentes; vale decir, puede
ocurrir que de una parte, la mayoría esté efectivamente propugnando por la modificación de la
escritura de constitución y por esa vía modificar la duración de la sociedad, y de otra, otro sector
que no esté de acuerdo con tal modificación, en cuyo caso, a los socios disidentes les queda
expedito el hacer uso del derecho de receso, separación o retiro, teniendo como asidero jurídico el
artículo 315 numerales II y V en el caso de las sociedades en nombre colectivo, en comandita
simple, y en la de responsabilidad limitada; y, el artículo 317 cuando de una sociedad anónima se
trate.
Imposibilidad de realizar el fin principal de la Sociedad o consumación del
mismo.
Cuando la normativa mercantil emplea la expresión fin principal, debe entenderse que se trata de
una acepción similar al objeto social. Como puede apreciarse, éste numeral comprende dos
causales: la imposibilidad de realizar el fin principal de una parte, y de otra, la consumación del
mismo.

En el primer caso puede tratarse una imposibilidad física o jurídica. La imposibilidad física es una
situación de hecho. Por ejemplo, la sociedad se constituyó para construir el aeropuerto de la
ciudad capital; pero luego se descubre que donde se pretendía construir el aeropuerto existe una
falla geológica, que torna imposible su construcción.

La imposibilidad jurídica, surge cuando por virtud de una disposición legal resulta improcedente e
inadmisible la realización de la finalidad. Por ejemplo, la sociedad se constituyó con el propósito
de desarrollar un proyecto habitacional; pero en virtud de una disposición emitida de conformidad
con la ley, el terreno a utilizar es declarado zona de reserva nacional.

LIQUIDACION: Es importante señalar que aún cuando la asamblea de socios o accionistas haya
acordado la disolución de la sociedad, continúa existiendo su personalidad jurídica, lógicamente
únicamente a los efectos de la liquidación. Nuestra norma mercantil señala, que disuelta la
sociedad se pondrá en liquidación. Aún cuando entendemos su alcance, debemos señalar que lo
que definitivamente se liquida es el haber social y en tal sentido se cobra todo lo que se le debe a
la sociedad, pero igualmente se extingue el pasivo, pagando u honrando las deudas. Se venden los
bienes de la sociedad y todo se reduce a un común denominador que es el dinero con el propósito
de entregar a los socios o accionistas la parte que como tal les corresponde en concepto de cuota
de liquidación, de acuerdo a la aportación exhibida.

La liquidación comprende todas las operaciones indispensables o necesarias para dar por
terminadas o concluidas las vinculaciones jurídicas nacidas durante su operación o
funcionamiento. La sociedad trata de reducir su activo a dinero (liquidación del activo),
satisfaciendo con el mismo a sus acreedores (liquidación del pasivo) para poder distribuir el
remanente entre los socios o accionistas, en observancia de lo establecido en la ley, escritura de
constitución y estatutos de la sociedad.

En suma, ello entraña, la extinción de los vínculos jurídicos existentes entre la sociedad, en cuanto
sujeto de derechos y obligaciones, los terceros, lo que supone el cumplimiento de todas sus
obligaciones y el cobro de los créditos de que es titular, de una parte, y de otra, la extinción de los
vínculos o relaciones existentes entre la sociedad y los socios y de éstos entre sí, lo que tal como
queda dicho, conlleva la enajenación del activo para convertirlo en efectivo y proceder luego a
distribuir a cada uno de ellos la parte que les corresponde, según su aportación real y efectiva y no
sobre la base de la aportación prometida.

Fácil e intuitivamente se advierten dos etapas en el proceso de liquidación: una constituida por
todas las operaciones necesarias para transformar el activo en dinero y con ello satisfacer las
deudas y hacer efectivos los créditos, que es la liquidación propiamente dicha; y la otra, que es
justamente la distribución de ese activo neto entre los socios o accionistas en la forma
previamente establecida. En esencia el proceso de liquidación comprende dos momentos: a) la
liquidación del pasivo, o lo que es lo mismo, el pago a los acreedores; y, b) la distribución del
activo entre los socios.

La liquidación, en sí misma es, un proceso contrario al de la constitución de la sociedad, en cuanto


queda sometida a un régimen especial distinto del que ha venido teniendo hasta que se opera una
causal de disolución. En principio, la liquidación es concebida como una institución jurídica
destinada a favorecer los intereses de los socios, habida cuenta que los socios tienen la plena
facultad de retirarse de la sociedad, recobrando con ello la inversión inicial, más por supuesto,
todos los beneficios o rendimientos que se hayan producido y que legalmente les corresponden.
Sobre el particular expresa Sotgia, Sergio: “Así como para la constitución del ente, la voluntad de
los socios es la que domina soberana, así también el mismo poder dispositivo existe en el caso de
liquidación”. Evidentemente es preciso reconocer que esa libertad tiene un límite que es
justamente, la protección de los derechos de los acreedores y del interés público o colectivo en
general, protegiéndolos de eventuales maniobras fraudulentas por parte de los socios o
accionistas. Con la advertencia anterior, podemos afirmar que nuestro Código de Comercio
consagra esa libertad, cuando en el artículo 334 expresa: “La liquidación se practicará con arreglo
a las normas fijadas en la escritura constitutiva y, en su defecto, de conformidad con los acuerdos
de los socios tomados por las mayorías necesarias para modificar los estatutos y por las
disposiciones de esta sección”. Con base a lo anterior, válidamente se puede afirmar que la
liquidación de las sociedades mercantiles se practicará en primer término con observancia de lo
expresamente consagrado en la escritura de constitución, y en segundo lugar, por lo que sobre el
particular dispongan los propios socios, sin perder de vista la aplicación de las normas de carácter
imperativo contenidas en la propia norma mercantil, las que indudablemente prevalecen sobre lo
consignado en la escritura de constitución o acuerdo de los socios.

Conceptualmente, las únicas actividades que puede desarrollar una sociedad que entre en la fase
de liquidación, consiste en satisfacer con su patrimonio, de la manera más rápida y menos onerosa
posible, a todos sus acreedores y en determinar el haber líquido repartible entre los socios,
siguiendo los parámetros apuntados.

Con referencia a la personalidad jurídica de la sociedad en liquidación, es preciso puntualizar que


aún habiéndose adoptado el acuerdo de disolución continúa manteniendo dicha personalidad, si
bien debe entenderse limitada, tal como ya lo hemos expresado.

NOMBRAMIENTO Y ACTUACION
El acuerdo de disolución entraña la cesantía o desaparición de los administradores y la
transformación de una actividad ordinaria en una actividad de liquidación, que queda a cargo
precisamente de los liquidadores, quienes se convierten en representantes de la sociedad, tal los
claros términos del artículo 331 del Código de Comercio que estipula: “La liquidación estará a
cargo de uno o más liquidadores, quienes serán administradores y representantes legales de la
sociedad, y responderán por los actos que ejecuten excediéndose de los límites de su cargo”.
De lo anterior se concluye que, los liquidadores son en el fondo los administradores, sólo que en la
etapa de la liquidación y que al efecto tienen facultades administrativas y representativas, si bien
limitadas al proceso de liquidación, en los términos que hemos expresado al abordar el tema de la
disolución. Con relación a su nombramiento, puede ocurrir que en la escritura de constitución se
haya nombrado a una persona (en este caso vencido que sea el plazo, adoptado el acuerdo de
disolución o judicialmente se comprueba la causal de disolución, el nombramiento de los
liquidadores se hace efectivo inmediatamente), o simplemente establezca el procedimiento para
proceder a su designación o nombramiento. Puede ocurrir, también, que la escritura no disponga
nada sobre el particular. De ocurrir esto último, el nombramiento de los liquidadores se hará por
acuerdo de los socios, lo que deberá producirse en la misma reunión en que la asamblea adopte el
acuerdo de disolución de la sociedad.

FACULTADES DE LOS LIQUIDADORES

En el artículo 336 del Código de Comercio se hace la enumeración de las facultades que le vienen
atribuidas a los liquidadores:

(1) Concluir las operaciones sociales que hubieren quedado pendientes al tiempo de la disolución.
Es entendible que muchas de las operaciones realizadas por la sociedad no sean de ejecución
inmediata, sino que son a plazo o que por su naturaleza se extienden en el tiempo, razón por la
qué encontramos lógica y procedente la disposición.

(2) Cobrar lo que se deba a la sociedad y pagar lo que ella deba, en atención a que todo se está
reduciendo a un común denominador (efectivo), es procedente que se pague lo que se debe; pero
igualmente que se cobre lo que a la sociedad se le deba, respetando siempre los plazos, sí ese es el
caso.

(3) Vender los bienes de la sociedad. Dado que la sociedad llega a su final, es obvio que sea una de
las facultades de los liquidadores, independientemente de la finalidad de la misma.

(4) Practicar el balance final de la liquidación, que deberá someterse a la discusión y aprobación de
los socios, en la forma que corresponda según la naturaleza de la sociedad.

Cumplidas o ejecutadas las tres funciones anteriores, los liquidadores deberán proceder a la
preparación del balance final de liquidación, para que sea la asamblea de accionistas la que
apruebe el mismo. La forma de aprobación del balance dependerá de la sociedad de que se
trate36. Por su virtualidad y procedencia señalamos que, en el caso de las sociedades anónimas, el
balance indicará la parte que a cada socio le corresponde en el haber social. Ese balance debe
publicarse y los accionistas tendrán en plazo de quince días contados a partir de la última
publicación para hacer las observaciones procedentes a dicho balance. Transcurrido dicho plazo,
los liquidadores convocarán a una asamblea de accionistas para que apruebe en definitiva el
balance.

(5) Liquidar a cada socio su haber social. Aprobado que sea el balance final de liquidación, los
liquidadores procederán a pagar los accionistas las cantidades que les correspondan, previa
entrega de los títulos de las acciones.

Bibliografía
Codigo de comercio de Honduras

Manual de Sociedades Mercantiles. Manual de Sociedades Mercantiles 2021.pdf

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