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ducción, extrapolada y proyectada funcionalmente a la escala am-
pliada de la producción, induce la sugestión del biologismo, como
teorías de la familia y la división sexual del trabajo.
Volvamos a la situación de la mujer en la moderna sociedad
capitalista: no se trata ya sólo de que su inserción en las estruc-
turas del parentesco -la familia llamada nuclear o restringida-
que sirven de marco de control de sus capacidades sexuales y re-
productoras, condicione el papel que le es asignado en la división
sexual del trabajo. En el capitalismo avanzado el meridiano de
la división sexual del trabajo no atraviesa el ámbito mismo de la
producción, sino que separa la esfera de las relaciones mercanti-
les capitalistas de producción del campo de la reproducción de la
fuerza de trabajo y de la vida privada. En estas condiciones, los
efectos opresivos no sólo se articulan, sino que coinciden con los
de la inserción en la estructura de la familia. Hemos visto como la
división sexual del trabajo en la sociedad capitalista no adjudica
tareas productivas cualitativamente diferentes a los hombres y a
las mujeres como tales: una forma tal de diferenciación iría con-
tra la tendencia a la abstracción que lleva consigo la producción
de valores de cambio. Las diferencias se darán, pues, en el grado
de explotación, en el terreno de lo cuantitativo -como si hubiera
un paso dialéctico de la cualidad a la cantidad-: la mujer es más
explotada cuando se emplea en las mismas tareas que el hombre,
o bien se la emplea en tareas susceptibles de mayor grado de ex-
plotación. Su inserción en la producción tiene siempre al mismo
tiempo el carácter de un asomo desde el campo de la reproducción:
asomo muy útil para el capital, sin duda. Como ejército de reserva,
es siempre un trabajador posible•para el capital con el que puede
maniobrar adentro o afuera en la medida en que ninguna barrera
de codificaciones cualitativas discrimina el carácter unisexo de la
extracción de la plusvalía. No hay escrúpulos ideológicos para que
las mujeres hagan de todo, siempre que sea en un momento, dado,
en determinadas coyunturas -por ejemplo, en épocas de guerra-:el
énfasis se traslada al carácter de excepcionalidad -aunque ésta,
de hecho, dure-. El sueldo de la mujer tiene así un carácter cua-
litativo: en él se proyecta como especificación temporal el hecho
de venir definido en función de determinaciones que proceden de
la esfera de la reproducción: es “complementario”, es “hasta que
se casa”, “hasta que tenga un hijo”, “hasta que el marido vuelva o
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es que, cuando ello ocurre, la lógica capitalista no lo hace racio-
nalizándolo en función de una asociación especial que asignaría
a la idea de la feminidad “lugares naturales” en la producción
en virtud de ciertas afinidades electivas entre las características
de las funciones de la mujer y las características intrínsecas de
los tipos de trabajo que se realizan en determinadas áreas de la
producción. El ámbito de la producción capitalista, como el uni-
T í tu l o: S o b r e la i deo l o gí a de l a di v i s i ó n s exual d e l t r a b a j o verso galileano-newtoniano -a diferencia del aristotélico-, carece
A u tora : Ce l i a A mo ró s de “lugares naturales”, de zonas cualitativamente diferenciadas.
En la medida en que se impone la lógica del trabajo abstracto y
To das las po rtada s de los fa nzines POPOVA el valor de cambio, se opera, como lo ha señalado Deleuze, una
so n re pro duc cio nes de dis eños pa ra tela “decodificación” de los flujos que circulan a través de la máquina
hechos por Var vara Stepánova y Liubov Popova . social. Pues “un código determina, en primer lugar, la calidad
respectiva de los flujos que pasan por el socius (por ejemplo, los
tres circuitos de bienes de consumo, de bienes de prestigio, de
mujeres y de niños); el objeto propio del código radica, pues, en
establecer relaciones necesariamente indirectas entre los flujos
cualificados y, como tales, inconmensurables”.16 El imperialismo
de la mercancía instituye el ámbito de la conmensurabilidad, de
E ste e s un proyecto i mpul sado po r Ed i to ra la homogeneidad y de la inmanencia: el dominio de la producción
como dominio de lo económico funcionando de acuerdo con “una
axiomática de las cantidades abstractas”. Por el contrario, “las
características de la relación de código, indirecta, cualitativa y
limitada, muestran claramente que un código nunca es econó-
mico y no puede serlo: por el contrario, supera el movimiento
objetivo aparente según el cual las fuerzas económicas o las co-
Este m ate rial fue impres o
y co nfe c cio nado por
nexiones productivas son atribuidas, como si emanasen de ella,
a una instancia extraeconómica que sirve de soporte y de agente
de inscripción”.17 El capitalismo, pues, “lo que con una mano de-
codifica, con otra lo axiomatiza”. En “la universalidad abstracta
de la actividad creadora de riqueza’’ (Marx) se desvanece como
irrelevante toda determinación cualitativa interna.
Ahora bien, ¿destruyó el capitalismo con ello las bases mismas
de la ideología de la división sexual del trabajo? Ciertamente, no.
Las desplazó, simplemente: del establecimiento de distinciones
internas al propio ámbito de la producción pasó a trazar el me-
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la división del trabajo en función del sexo lo es en función del sexo social y culturalmente redefinidas, estas últimas aparecerán en-
culturalmente definido, entre otras cosas, por la posición misma vueltas en oposiciones cosmológicas. De este modo, la ideología
que se le adjudica en ese sistema de división del trabajo. La defi- generaliza las oposiciones biológicas al proyectarlas en el cosmos
nición es pues, circular. No hay, en rigor, división del trabajo en -organizando mediante tal extensión toda la imagen del mundo-,
función del sexo. Sí hay, en cambio, -¡quien negaría la evidencia!-, y esta proyección amplificada, lejos de volverlas más difusas, se
una diferencia en las funciones reproductoras que corresponden refleja a su vez sobre ellas y las refuerza al otorgarles dimensio-
respectivamente al macho y a la hembra de la especie humana, nes cósmicas. Este mecanismo de prolongación y generalización
como ocurre en otras especies de mamíferos, hecho determinado tiene un doble efecto: por una parte, procede envolviendo unas
por la propia biología. Pero (una vez más habrá que decirlo) la oposiciones en otras, y al reforzar dialécticamente las unas por
naturaleza sólo define lo que define. En este terreno ni se prohíbe medio de las otras, termina por enmascarar el fundamento real de
ni se decreta nada. En ninguna sociedad se prohíbe a los hombres la” oposiciones básicas; por otra, al organizar los materiales que
que amamanten a sus hijos ni se prescribe que sean únicamente ofrece la experiencia -sometiéndolos a una criba en última instan-
las mujeres las que lo hagan. Sólo se prohíbe hacer, obviamente, cia motivada-, constituyendo un isomorfismo entre los distintos
aquello que se puede hacer. Ahora bien, toda forma de división del planos interrelacionados que integran la imagen del mundo, ase-
trabajo -como ha subrayado Lévi Strauss- puede ser caracteriza- gura la pregnancia de un sistema ideológico. En el dominio prác-
da como un sistema de prohibiciones. Asignar a un sexo determi- tico y conceptual relacionado con la división sexual del trabajo se
nadas tareas implica que se le prohíba al otro su realización. El impone, pues, especialmente, descartar “el reino de los pequeños
matrimonio se convierte así en una necesidad en función del he- intervalos”: las fronteras han de estar claramente delimitadas y
cho de la llamada división sexual del trabajo, dispositivo cultural para su conceptualización serán atraídas precisamente las cate-
destinado a «asegurar un estado de dependencia recíproca entre gorías cuyo contraste aparezca como el más marcado,como la dua-
los sexos»1, y no al revés. lidad naturaleza- cultura.
La necesidad de asegurar este estado de dependencia (recípro- La división sexual del trabajo en las sociedades primitivas es
ca en un determinado nivel, pero que encubre en otro una asime- ideologizada de este modo mediante una codificación basada en
tría fundamental en cuanto que son los hombres en su conjunto encabalgamientos de oposiciones categoriales relacionados entre
quienes como grupo social ejercen el control sobre las mujeres y no sí por contraposiciones de carácter cualitativo. Este sistema de co-
a la inversa) se cumple mediante un mecanismo doble: el control dificación a base de encabalgamiento y contraposiciones mediante
de las funciones reproductoras de la mujer a través del sistema la explotación metódica de las diferenciaciones internas a la ca-
de los intercambios matrimoniales queda reforzado al restringir tegoría misma de la cualidad constituye el esquema vertebrador
el ámbito de las tareas productivas al que ésta tiene acceso; y, a de la imagen del mundo. Ahora bien: sin entrar a fondo en la dis-
su vez, la prohibición de tareas que se le impone a la mujer queda cusión acerca de si la operación dicotómica constituye o no un a
reforzada por el hecho de que está controlada por su inserción en priori de la función simbólica, parece claro que la funcionalidad
las estructuras de parentesco. de las ordenaciones ideológicas no les viene dada como si fuera
Sin embargo, la tendencia a pensar la división sexual del tra- algo externo y añadido a la propia lógica interna de su consti-
bajo como un mecanismo basado -en el sentido de que constituiría tución. Dicho de otro modo: su funcionalidad tiene una eficacia
algo así como una extensión «natural» de su propia lógica inter- por la lógica misma de su estructuración, y su relación con una
na- en la diferenciación de las funciones entre los sexos en el lado determinada infraestructura no es un ajuste externo como el que
se produciría”entre dos ruedas”, sino interno. El interés de una
[1] C. Lévi-Strauss, "La Familia", en Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, aportación estructuralista a la teoría de la ideología de la división
Barcelona, Anagrama, 1976, p.35 sexual del trabajo -que a título de tal, está por tematizar- estri-