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Oración a Machera

Tú, Luis Enrique Cerrada Molina, que llegaste a ser

santo sin haber dejado de ser indigno

que repartiste más balas

que los pollos de aquel camión

que asaltaste

que desvalijaste farmacias para asistir

a los enfermos de la comarca

aunque la enfermedad,

lo sabías, seguía rondando la casa.

Tú que creciste sabiéndote el más respetado

o el más temido de Santa Anita,

que mataste a diestra y siniestra

por venganza

por justicia

por miedo

por amor

Que encendiste los ánimos de la fuerza policial

Y te burlaste de ellos mientras

celebrabas en el barrio

entre confites ensangrentados.

Tú que fuiste abrazado por la muerte

con treinta y tres o ciento ochenta balas en el cuerpo

que en tus exequias


hiciste el primer milagro:

policías y compañeros de batalla

se religaron en tu nombre.

Tú, Machera, canonizado en los fragores de la violencia andina,

ungido por el misterio y la abolición de la maldad

ante la prerrogativa de la muerte,

tú, concede a esta pobre alma que acude a ti,

por fervor o desesperación,

el siguiente milagro:

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