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1.1. La naturaleza jurídica del denunciante Como lo hemos indicado, al presentar una denuncia,
no es necesario que el denunciante sustente la afectación inmediata de algún derecho o
interés legítimo. Pero, a su vez, por esta actuación el denunciante no es considerado sujeto
del procedimiento que se vaya a iniciar1166. En consecuencia, el denunciante no puede ser
considerado parte del procedimiento de manera alguna, aún en el supuesto de que invoque
una afectación a un interés específico. Lo antes indicado genera algunas importantes
consecuencias, como el hecho de la nula implicancia —salvo contadas excepciones— del
desistimiento del denunciante en la continuación del procedimiento, o la imposibilidad de
que el citado denunciante pueda impugnar la resolución que no es emitida satisfaciendo su
interés, lo cual incluye la imposibilidad de iniciar un proceso contencioso administrativo
contra dicha resolución. Lo señalado en el párrafo precedente es la razón por la cual aquellos
procedimientos administrativos, en los cuales existe una parte denunciante y esta interactúa
como tal, no son procedimientos sancionadores sino más bien procedimientos trilaterales.
Un ejemplo interesante lo encontramos en el ámbito de los procedimientos que se siguen
ante ciertas comisiones de INDECOPI, en las cuales el recurrente se denomina denunciante
cuando en puridad jurídica es un reclamante. Sin embargo, la posición de negarle al
denunciante los derechos del interesado en el procedimiento que se genere como resultado
de su denuncia, ha sido muy criticada por la doctrina moderna. Dicha posición —que es la
que está plasmada en nuestra Ley— se basa en determinados criterios que resultan ser, por
lo menos discutibles. Como por ejemplo que no puede existir un tercero interesado en que la
Administración sancione a un administrado, o que la potestad sancionadora de la
Administración es libre y discrecional y que no puede compelérsele a ejercerla1167; no
existiendo plazo alguno respecto a la presentación de una denuncia y la tramitación de la
misma por parte de la Administración. En primer lugar, es perfectamente posible que un
tercero, o un conjunto de ellos, se encuentren interesados en la sanción que se genere como
resultado del procedimiento, en particular si la misma no es de naturaleza pecuniaria. Por
otro lado, la existencia de potestades libres o discrecionales a favor de la Administración es
una concepción que cada vez se encuentra más discutida en el derecho administrativo
moderno. De hecho, la potestad sancionadora, como cualquier otra potestad administrativa,
se encuentra claramente sujeta al principio de legalidad, como veremos más adelante. Es
evidente que, ante la existencia de una infracción, la Administración se encuentra obligada a
la iniciación del procedimiento correspondiente1168 y a resolver sobre las denuncias que
hubiesen sido presentadas1169.
1.2. Colaboración del administrado con la Administración En realidad la denuncia implica más bien
un supuesto de colaboración del administrado a favor de la administración, lo cual no deberá
generar ninguna carga o costo para aquel. Sin embargo, aún existen instituciones públicas que
establecen ciertos costos para la presentación de solicitudes que contienen denuncias, lo cual
complica los procedimientos y la propia labor de la Administración, desincentivando conductas
vigilantes de los administrados respecto del cumplimiento de las normas legales. Ello se da en el
contexto derivado del hecho de que la denuncia administrativa no resulta ser propiamente el
resultado del ejercicio del derecho de petición administrativa, sino más bien un mecanismo de
iniciación de un procedimiento de oficio, tal como lo hemos señalado anteriormente. Asimismo, la
denuncia es en principio meramente facultativa para el administrado, salvo los supuestos
señalados expresamente en la Ley en los cuales la misma es obligatoria. Estos últimos casos son
más bien raros y están sustentados en consideraciones de interés general. En algunos casos, la
ausencia de denuncia puede generar sanciones administrativas, e incluso penales1170. Por otro
lado, en algunos casos la ley establece ciertas ventajas a favor del administrado a fin de incentivar
la presentación de denuncias ante la Administración Pública, en especial en ciertos
procedimientos tributarios y aduaneros. Dichas ventajas normalmente se traducen en beneficios
pecuniarios, pero también pueden poseer distinta índole.
1.4. Elementos deben tomarse en cuenta en la denuncia La presentación de una denuncia obliga a
la entidad a practicar las diligencias preliminares necesarias y, una vez comprobada su
verosimilitud, a iniciar de oficio la respectiva fiscalización1172, previsión que es enteramente
compatible con lo que hemos referido respecto a la inexistencia de discrecionalidad en cuanto a la
potestad sancionadora de la Administración.
Ahora bien, el derecho de petición no resulta ser ninguna novedad en nuestro ordenamiento, pues
se establece inclusive desde la Constitución de 1828, definiéndose como el derecho de presentar
peticiones al Congreso o al Poder Ejecutivo, pero únicamente si se suscribían individualmente,
limitación que fue dejándose de lado conforme evolucionó el constitucionalismo peruano1176. El
antecedente más directo de lo señalado por la Carta de 1993 sobre el particular es la prescripción
contenida en el artículo 2º, inciso 18) de la Constitución de 1979, la misma que hacía expresa
referencia al silencio administrativo negativo. Finalmente, la jurisprudencia peruana ha señalado
con claridad que el derecho de petición es un instrumento o mecanismo que permite a los
ciudadanos relacionarse con los poderes públicos y, como tal, es instituto característico y esencial
del Estado democrático de derecho. El Tribunal ha señalado que todo cuerpo político que se precie
de ser democrático, deberá establecer la posibilidad de la participación y decisión de los
ciudadanos en la cosa pública, así como la defensa de sus intereses o la sustentación de sus
expectativas, ya sean estos particulares o colectivos en su relación con la Administración
Pública1177.
2.2. Solicitudes que se pueden plantear ante la autoridad administrativa El derecho de petición
administrativa, de acuerdo a la Ley, comprende fundamentalmente las facultades de presentar
solicitudes en interés particular del administrado, de realizar solicitudes en interés general de la
colectividad, de contradecir actos administrativos, las facultades de pedir informaciones, de
formular consultas1178 y de presentar solicitudes de gracia1179, cada una de las cuales es
regulada por la Ley del Procedimiento Administrativo General. Este derecho implica además la
obligación de las entidades públicas de dar al interesado una respuesta por escrito dentro del
plazo legal1180, sin perjuicio de lo preceptuado en la Ley sobre el silencio administrativo, dado
que este último es una garantía a favor del administrado, mas no una prerrogativa de la
Administración que le permita eximirse del cumplimiento de sus obligaciones. Tanto es así, que el
administrado puede optar por aplicar el silencio administrativo que corresponda —sea negativo o
positivo— o esperar el pronunciamiento expreso de la autoridad administrativa. El incumplimiento
de la obligación de resolver por parte de la Administración Pública, en consecuencia, devenga las
respectivas responsabilidades administrativas.
Además, es necesario señalar que la concepción de administrado resulta ser muy amplia,
incluyendo a todos aquellos que gocen de capacidad jurídica, individual o colectivamente, incluso
personas jurídicas o incapaces, quienes actúan a través de sus representantes legales. A su vez, y
como bien se sabe, la concepción de capacidad jurídica es también sumamente amplia en el
ámbito del derecho administrativo. Asimismo, y en determinadas circunstancias, una entidad
administrativa podría actuar como administrado, gozando de las prerrogativas que ello implicaría,
de acuerdo a la Ley. Ello implica que dicha entidad actúe despojada de las potestades propias de
su calidad de organismo administrativo. Ello es muy común en el contexto de procedimiento
trilaterales como los que se tramitan ante el Tribunal Fiscal (en materia tributaria) o ante el
Tribunal de Contrataciones del Estado.
Por otro lado, para cierto sector de la doctrina la facultad de contradecir actos administrativos es
un componente del derecho al debido proceso1190, más que un elemento constitutivo del
derecho de petición, el cual se considera aplicable más bien a las solicitudes que inician el
procedimiento1191. Sin embargo, para que nos encontremos frente a una verdadera garantía a
favor del administrado, dicha contradicción no puede ser un requisito previo para el ejercicio de la
facultad del administrado de iniciar un proceso contencioso administrativo contra la resolución
que se impugna, como veremos más adelante. Asimismo, esta última facultad no es parte del
derecho de petición, sino más bien del derecho de acción o de tutela jurisdiccional efectiva,
puesto que es aplicable al Poder Judicial y no a la Administración Pública.
5.1. Garantías de la contradicción administrativa Una garantía a favor del administrado en este
rubro que debemos tomar en cuenta es el hecho de que la recepción o atención de una
contradicción no puede ser condicionada al previo cumplimiento del acto respectivo1192. Sin
embargo, en principio la presentación de una contradicción no interrumpe la ejecución del acto,
salvo supuestos claramente establecidos por la ley o decisión expresa de la autoridad respectiva —
como veremos más adelante cuando tratemos el procedimiento administrativo trilateral—, y ello
en aplicación del principio de ejecutoriedad del acto administrativo.
5.1.1.El pago de tasas El pago de tasas en los procedimientos administrativos es un asunto que
genera gran discusión. Se sabe, en primer lugar, que solo procede establecer derechos en los
procedimientos administrativos cuando la tramitación implique para la entidad la prestación de un
servicio específico e individualizable a favor del administrado, y en función del costo derivado de
las actividades dirigidas a analizar lo solicitado, salvo en los casos que existan tributos —
impuestos, contribuciones— destinados a financiar directamente las actividades de la entidad;
siempre que dichos derechos se encuentren señalados en el Texto Único de Procedimientos
Administrativos (TUPA) de la entidad. Dicho costo incluye los gastos de operación y
mantenimiento de la infraestructura asociada a cada procedimiento1193. En este orden de ideas,
el Tribunal Constitucional ha señalado como precedente que todo cobro que se haya establecido
al interior de un procedimiento administrativo, como condición o requisito previo a la
impugnación de un acto de la propia administración pública —situación común en la
Administración Pública moderna—, es contrario a los derechos constitucionales al debido proceso,
de petición y de acceso a la tutela jurisdiccional y, por tanto, las normas que lo autorizan son nulas
y no pueden exigirse a partir de la publicación de la citada sentencia1194.
5.2. Interés del administrado para que proceda la facultad de contradicción Para que el interés
pueda justificar la titularidad del administrado, debe ser legítimo, personal, actual y probado1195.
El interés legítimo implica que el mismo se encuentre amparado por la ley. El interés personal se
encuentra referido a que el hecho reclamado se encuentre relacionado con el sujeto que reclama.
Asimismo, el interés actual es aquel que se da en el momento presente, lo cual elimina la
posibilidad de intereses expectaticios. Finalmente, queda claro que el recurrente debe probar la
existencia del interés respecto del cual se reclama. La Ley señala que el interés del administrado, a
fin de que pueda hacer uso de la facultad de contradicción, puede ser material o moral. Se habla
de interés material cuando se basa en bienes valuables pecuniariamente. El interés moral se
restringe más bien a aquellos derechos que no son valuables en términos patrimoniales, en
especial los referidos a la esfera personal del administrado.
derechos fundamentales de los administrados. Ello implica, además, que no exista entidad alguna
que pueda eximirse de la obligación antes indicada1206.
6.2. Limitaciones Están exceptuadas del precepto constitucional que venimos refiriendo las
informaciones que afecten la intimidad personal —que configura también un derecho
constitucional— y las que se excluyan por ley o por razones de seguridad nacional. De hecho, la
Ley de Transparencia y Acceso a la Información establece claramente la existencia de tres
supuestos que limitan el derecho al acceso a la información: la información secreta, la información
confidencial y la información reservada. La información secreta es aquella que se sustenta en
razones de seguridad nacional, que además tenga como base fundamental garantizar la seguridad
de las personas y cuya revelación originaría riesgo para la integridad territorial y/o subsistencia del
sistema democrático; así como respecto a las actividades de inteligencia y contrainteligencia, en
función de las situaciones expresamente contempladas en la Ley1207. Por otro lado, la
información considerada como reservada se dirige a razones de seguridad nacional en el ámbito
del orden interno cuya revelación originaría un riesgo a la integridad territorial y/o la subsistencia
del sistema democrático; o toda aquella cuya revelación originaría un riesgo a la seguridad e
integridad territorial del Estado y la defensa nacional en el ámbito externo, al curso de las
negociaciones internacionales y/o la subsistencia del sistema democrático en el ámbito de las
relaciones internacionales del Estado1208. Finalmente, la información considerada como
confidencial incluye un conjunto de limitaciones más o menos heterogéneas, que se refieren a la
toma de decisión del Estado, o en particular, de la Administración Pública; la intimidad personal o
familiar, que incluye la referencia a la salud personal; así como el secreto bancario, tributario,
comercial, industrial, tecnológico y bursátil1209. Es evidente que el listado de los supuestos que
conforman la citada información es taxativo y debe ser interpretado restrictivamente1210. Se
presume entonces que la información que no está incluida en ninguno de dichos listados es
información pública y el administrado posee irrestricto derecho de acceso a la misma. Como
resultado, la negativa injustificada del funcionario público a cumplir con la obligación de
proporcionar dicha información genera las responsabilidades establecidas por la Ley.