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ecología del espíritu

Recuperar las emociones


José Cristo Rey García
acia el año 1820 los términos «pasiones» y namos, reaccionamos ante el peligro defensiva-

H «afectos», propios de la psicología cristia-


na, comenzaron a ser desplazados por el
término «emociones». Su introductor fue un pro-
mente y ante lo placentero acogedoramente.
Porque nos emocionamos engendramos, creamos,
buscamos, sobrevivimos. Sin emoción, estaríamos
fesor de filosofía moral en la universidad de expuestos a todo el mal del mundo, y seríamos in-
Edimburgo, Thomas Brown. Su obra Lecciones de sensibles ante todo el bien del mundo.
filosofía sobre la mente humana fue un bestseller Las emociones mantienen la curiosidad, la ex-
con 19 ediciones en poco tiempo. Hablaba de las pectación, la atención. Es una de las adquisi-cio-
«emociones» como respuesta fisiológica, como nes del cerebro a lo largo de los años. La emoción
química del alma. Se inició ahí una psicología de es motor para encontrar cosas nuevas. El mamífe-
las emociones. Hasta el mismo Darwin dedicó un ro es por naturaleza un animal curioso. La curiosi-
libro al tema en 1872. La expresión de las emo- dad nos lleva al descubrimiento, a la aventura, a
ciones en el hombre y en los animales. El discur- explorar lo desconocido, al límite. ¿No es eso la
so eclesiástico se hizo obsoleto.Un discurso laico religión auténtica, el arte, la filosofía, la mística?
y secular lo suplantó. El alma entró en la casa de Las emociones nos hacen aventureros.
la psicología. Pero no hay que renunicar a la inteligencia. El
La lista de pasiones y afectos del alma, de los movimiento emocional debe ser conducido. Un
autores cristianos del renacimiento, y la lista de autor de nuestro tiempo, Daniel Goleman, nos lo
emociones de los nuevos psicólogos seculares ha dicho en su libro La inteligencia emocional. La
eran prácticamente la misma (ira, miedo, alegría, gente lo ha comprado y devorado, como quien re-
pena, esperanza, orgullo etc.), pero la noción de cibe un mensaje, unas claves que desde hace tiem-
persona subyacente era absolutamente distinta. po esperaba.
Hemos recuperado todos -¡también la teo- ¿Por qué no recuperar de nuevo las emociones?
logía!- una visión unitaria y no dualista del ser hu- El cristianismo ha funcionado, ya desde sus oríge-
mano. Entendemos que cuerpo y espíritu no son nes, como comunidad de emociones y no tanto co-
dos realidades separadas, divididas. Reconocemos munidad intelectual. Ha empleado el lenguaje
que el ser humano es el magnífico resultado de emocional para transmitir su mensaje. La comuni-
millones de años de evolución. El fenómeno de las dad de discípulas y discípulos se constituyó no en
emociones es básico a la hora de comprendernos. torno a una doctrina, o a un sistema filosófico, ni
¿Qué es la emoción? Emoción, movimiento den- tampoco en torno a las enseñanzas de un maestro
tro del movimiento de la vida. Emocionarse, sen- o de un sabio: sino en torno a una experiencia que
tir, es algo consustancial a nosotros. Es reaccionar daba sentido a la historia y ordenaba el caos de la
con alma y cuerpo: enrojecer, airse, latir el co- injusticia: la llegada del Reino de Dios, la
razón, ponerse nervioso, excitarse, extasiarse... Resurrección. He aquí unas claves para el inme-
ante algo que nos llega y envuelve, sea peligroso, diato futuro: comunicación emocional de la fe, la
sea placentero. Somos seres emotivos. Nuestro ce- religión emocional, la madurez emocional de los
rebro está hecho para suscitar emociones, para re- creyentes, la cristología emocional.
gistrar emociones. En sus circuitos emocionales
(sistema límbico y otros) todo esto acontece
y se detecta.
Ha sido frecuente decir que lo más sublime
del ser humano no son las emociones, sino las
convicciones, procedentes del intelecto, de nues-
tra alma racional. Las emociones eran considera-
das como pertenecientes, más bien a nuestra di-
mensión animal. Sin embargo, las emociones son
nuestro «escudo protector». Porque nos emocio-
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