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(III)Holding The Man

Estaba cortando verduras con un cuchillo recién afilado, dejándome llevar


por el distrayente ritmo de alguna canción que ya no recuerdo. Estaba
sólo por unas horas hasta que mi familia llegara a la casa, hambrientos, a
preguntarme si había cocinado algo. Me había propuesto seguir una
receta bastante prometedora a pesar de ser vegetariana, que era la única
militancia que llevaba ese yo pasado de 15 años. Tenía todo encaminado
pero faltaba picar cebollas, cosa que en ese momento me disgustaba
hacer porque el tamaño del corte nunca conformaba de manera uniforme
a mis comensales. Intentando cumplir sus expectativas fue que
momentos antes había afilado considerablemente el cuchillo a utilizar. De
hecho, fue tal el filo que le impuse que en algún intento de baile
improvisado y poco hábil dejé que la confianza en mi herramienta de
trabajo la llevara a cortar no sólo la cebolla, sino también parte de mi
dedo índice.
Fue un corte bastante corto y poco profundo. Lo único terrible fue la
sorpresa con la que llegó. Sin embargo, no puedo darme idea de cómo
logre que el corazón no se me saliera del pecho. Ese fue el primero de
varios mini-ataquesitos de pánico ocasionados por la imagen de mi
sangre en potencial comida. No pude calmarme hasta haber descartado
todo lo que había cortado esa noche. Toda esa comida, incluso la que no
había tocado o estado cerca de mi sangre, fue a parar a la basura.
No estaba pensando en ese momento en la falta de higiene o estándares
bromatológicos; estaba pensando en que mi sangre podía matar a mi
familia de alguna manera. Unas semanas antes había tenido, de manera
poco inteligente, sexo sin protección. Por supuesto, como lo haría
cualquier persona defraudada por la educación sexual impartida por los
colegios católicos, solamente podía imaginarme que el resultado de mi
exploración sexual con otro hombre desencadenaba en una transmisión
de VIH. “Si no tiro todo los mato de SIDA” pensaba.
Obviamente, los años venideros se vieron cargados de información y
otras militancias que me llevan hoy a descartar sólo la comida justa como
para no hacer enojar a la gente de BromatologíaEnCasa. Aun así, no
puedo decir que en alguno de estos años haya visto alguna película en la
que no muramos si contrajimos VIH o que el bicho, como quien dice, no
sea planteado desde un lugar demasiado próximo a la muerte o a la
miseria.
Holding The Man muestra una hermosa historia de amor entre dos chicos
que asisten al mismo colegio y se enamoran perdidamente. Casi amor a
primera vista, casi amor de toda la vida. Mejor dicho, sí, amor de toda la
vida, corta vida. Ambos mueren de enfermedades relacionadas al SIDA
en los últimos 25 minutos de película.
Si no viste Holding The Man, te recomiendo que lo hagas y luego sigas
leyendo.

Cuando empecé a proyectarme escribiendo estos posts me veía como una


versión aún más gay de Carrie Bradshaw en Sex and the City. Nada más
lejos de esa fantasía me veo bastante interpelado por la conductora y
actriz de televisión Virginia Lago. ¿Se acuerdan? Tenía un programa
llamado Historias del Corazón y presentaba películas que básicamente
pretendían apelar a la emocionalidad del televidente, tocando temas, por
así decirlo, delicados. Llegado a un punto, al ser un programa de emisión
diaria, no había muchas más opciones para estrenar. Una de las películas
comodines era “Plegarias por Bobby”, historia que transmitían al menos
una vez por semana y cuenta la vida de un chico homosexual echado de
casa por su madre, quien luego lo perdona por su terrible pecado de ser
marica después de que este se suicidara. No viene a sorprendernos que la
frase que más identificaba a la conductora fuera “acompáñenme a ver
ésta triste historia”, que era un dicho recurrente debido al estilo de
tramas que presentaba.
El programa terminó pocos meses después de que se estrenara la
película, pero no me cabe duda de que sería una de las primeras películas
en mostrarse en el caso de que el formato del programa se intentara
instalar de vuelta. Cumple con todas las características de las películas
que se presentaban: películas largas y tediosas durante la primera mitad
pero que luego un hecho desencadenaba el drama; algún elemento de
catástrofe natural, enfermedad misteriosa o crimen de odio; algún
personaje que evoluciona a lo largo de la película, etc.
Aun así, me encantaba ese programa, solía mirarlo mientras almorzaba al
volver del colegio; y me encantó Holding The man, se la recomiendo a
todo el mundo. Sin embargo, me hubiera gustado haberla visto en el
marco de ese programa y solamente en el marco de ese programa. ¿Por
qué? Porque la historia transcurre a partir de los años 70´s, hablando de
manera muy dramática del HIV, los personajes terminan muriendo y aun
así podemos catalogarla como una gran historia de amor. Siendo el año
2020 no quiero ver historias que hablen del SIDA en un contexto donde
indetectable=intransmisible carece de sentido. Además, la película sólo es
buena si estás predispuesto a llorar, si la ves con otras expectativas
terminás mirándola con cara de póker.
En éste post estoy hablando del plot twist de la historia sin miedo a
spoilearles nada por dos simples razones. La primera es que en ningún
lado donde busquen la sinopsis de la película van a encontrar que habla
de HIV/SIDA y no me parece justo que sea eso lo que se intente vender
como misterio a revelar. Les cito una sinopsis para que se den una idea
de lo que hablo:
“Su historia de amor duró 15 años, que les sirvió para ver todos los
obstáculos que marcaron sus vidas: las rupturas, las discusiones, la
discriminación, las tentaciones, los celos y las pérdidas. Parece que son
una pareja indestructible, hasta que el único problema que no puede
resolver el amor, se interpondrá en sus caminos.”
La segunda razón es que justamente, el único obstáculo real que tienen
que atravesar pareciera ser su infección por VIH. Todo el resto lo sortean
muy grácilmente, casi sin dificultad. Sin embargo, luego de su diagnóstico
ambos caen en un espiral de situaciones de extrema tristeza que termina
en la muerte de ambos. Digo, una de las formas de contar una historia
interesante es rebuscárselas para que a los personajes les vaya todo bien
hasta que les pasen cosas. En este caso, lo que les pasa es que se
mueren de SIDA. Lo único que les pasa y que es digno de la gran pantalla
es eso. Es ese el plot twist de la historia y es por eso que no lo cuentan
de entrada en las sinopsis. Como fanático de las tramas enredadas y los
giros inesperados no pude evitar preguntarme: ¿Es el VIH el comodín que
cubre la cuota de dramatismo en el caso de que todo nos salga como
queremos?
Escribo éstas páginas siendo una persona VIH-seronegativa, y como tal
no es mi intención invisibilizar las historias donde el bicho esté presente.
No obstante, asumo que no es este tipo de películas, donde las
enfermedades relacionadas cubren todo el espectro de la trama, la clase
de representación que se busca. En éste sentido no puedo dejar de
remarcar lo obvio, si lo único que se destaca es que alguien es
diagnosticado seropositivo luego de tener relaciones sin protección, sobre
todo si es homosexual, de alguna u otra manera se está adoctrinando
tácitamente contra éste tipo de relaciones. Además, si cada escenario
donde esté el VIH va a terminar con alguien muerto no ayuda mucho a
una representación positiva de las personas que conviven con el virus.
Habiendo dicho lo obvio, hablemos del amor presentado. Honestamente
me parece genial la manera en la que se introducen ciertas dinámicas
dentro de la película y no puedo dejar de atribuírselas al hecho de que el
filme está basado en una historia real. Timothy Conigrave (interpretado
por Ryan Corr), escribió la historia de su romance con John Caleo (Craig
Scott) en su libro Holding the man (referencia a una frase utilizada en el
rugby, deporte que John practicaba). Siendo el protagonista quien escribe
los acontecimientos le da poco margen a los escritores a deformar la
historia y agregarle ciertos clichés de los que ya he hablado antes y otros
de los que hablaré después.
Por ejemplo, ellos se conocen asistiendo al mismo secundario, una
escuela sólo de varones. Tienen un amorío bastante inocente y si bien en
ésta escuela (católica) se los reprende, medio que hacen la vista gorda.
Puede parecer prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia
seguro estas escenas son un poco más dramáticas.
Además, si bien ambas familias estaban fuertemente en desacuerdo con
la relación de alguna u otra manera la aceptaban. Puede parecer
prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguramente “estar
en contra” sería equivalente a “los echaron de sus casas”.
Durante los primeros acercamientos que tienen se muestran muy
inocentes (a pesar de que las versiones adolescentes son interpretadas
por los mismos actores que hacen de la versión de casi treinta años…).
De hecho, si bien John se muestra interesado en Tim, no busca tener
relaciones sexuales con este, desde una perspectiva muy “primero hay
que conocerse para entregar la palomita” lo cual es bastante raro en las
tramas queer, donde en general se coge a primera vista. Parece
prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguro lo que
primero hacen es coger y después si hay tiempo pueden llegar a
conocerse mejor.
Otro elemento que me encanta como se presenta es el tema de los roles
sexuales. Estos son mostrados a lo largo de la película simplemente como
dinámicas en la que los personajes se insertaban para llevar a cabo su
deseo. Parece prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito las escenas
seguramente el rol sexual se hubiera presentado como un juego de
sumisión/ dominación.
También hay varios momentos en los que los personajes se ven como
blancos de micro-homofobias que superan o ignoran sin que éstas se
conviertan en situaciones de discriminación. Lo cual es bastante acertado
teniendo en cuenta que, en términos generales, los trolos estamos
bastante preparados para escuchar que alguien a la distancia nos dice
“puto” sin que esto desencadene lágrimas. Parte del orgullo es poder
elegir qué cosas te van a doler y cuáles no. Parece prejuicioso, pero si un
paki hubiera escrito la historia seguro esas micro-homofobias hubieran
terminado en largas y dramáticas escenas de empoderamiento
desproporcionado.
Podríamos mencionar varios elementos más, pero creo que con eso basta
para ejemplificar cómo el hecho de que las historias sean contadas por
las disidencias que las protagonizan mejora sustancialmente el contenido.
Por otro lado, decir que, a mí parecer, la única razón por la que ésta
película está dentro de todo bien es que está contada por la identidad
disidente que vivió la historia. A decir verdad, que en el año 2015 se
cuente la historia de cómo dos hombres gay mueren de SIDA por las
relaciones mantenidas durante un período de tiempo en el que abrieron la
pareja es bastante prejuicioso. Sobre todo porque lo que se cuenta pasa
30 años atrás pero se vende como actual.
La historia en sí me parece maravillosa. Pero no veo la ne

cesidad de que se convierta en película. O sea, con las posibilidades que


te da el cine, ¿Por qué contar una historia de amor que supera todo
menos la muerte? Porque, como vimos anteriormente, nuestro amor solo
vende si sufrimos. Por más que todo esté bien, siempre se le puede dar
VIH a los personajes como para que las cosas se pongan picantes.
Quiero dejar en claro esto: no me importa si sufrimos o nos morimos; me
importa qué cosas se dicen que son por las que sufrimos y cuáles son las
causas que se nos dan para nuestra muerte. La verdad es que es pedir
muy poco, pero si nos quieren matar que sea porque se cayó un avión, o
explotó una bomba; nos encontró la mafia; nos resistimos a un robo; nos
atropellaron o que se yo, nos animamos a entrar a la supuesta casa
embrujada abandonada y que resultaba estar embrujada posta. Hay
miles de situaciones en las que podemos morir y que no tengan nada que
ver con tener VIH o un crimen de odio. Estoy seguro que cuando hagan la
película LGBTQ+ que sucede durante la pandemia del coronavirus, le van
a encontrar la vuelta para que nos mate el bicho.
Y no quiero invisibilizar la pandemia de VIH, ni desinformar sobre las
problemáticas que la población seropositiva podría tener. Sin embargo,
con la poca cantidad de películas que protagonizamos me parece
problemático que tan alto porcentaje sea relacionada con el bicho, y que
gran porcentaje de estas termine en un final poco feliz.
Ni siquiera estoy diciendo que dejen de plantear ficciones donde estemos
enfermos, porque podrían resultar cosas también interesantes. Cinco
años antes de Holding The Man se estrenaba Love and Other Drugs,
película portagonizada por Anne Hathaway y Jake Gyllenhaal, que habla
de un busca vida bastante pillo que se enamora de una chica que tiene
Parkinson. En sí, esta obra es un arma de doble filo. Idealiza bastante la
enfermedad y coloca al personaje de Gyllenhaal en el pedestal de héroe.
Sin embargo, en términos de amor y romance está bastante bien. De
hecho la mayor crítica que se le hace es que hay muchas escenas de los
actores en bolas como para ser una película romántica (cosa que no se
critica de las películas temática queer, porque claro, se sabe que al amor
gay siempre le faltó el pudor).
A lo que voy es lo siguiente: si nos van a dar una historia de amor ¡no
nos maten! Y si tienen que matarnos, háganlo; pero pónganse más
originales, viejo. Me encantaría ver una trama donde, en la actualidad
surja el amor entre personas que conviven con el virus y viven una
historia de amor. Al final del día no están ayudando a visibilizar la
pandemia del VIH/SIDA. Sólo ayudan a reproducir los prejuicios
asociados, con un tinte de eximición del pecado de ser gay porque bueno,
a los muertos se les perdona todo.
Los créditos finales del filme se presentan el ritmo de Let´s Stick
Together de Bryan Ferry , concepto bastante acertado teniendo en cuenta
que permanecieron juntos hasta el final, incluso durante los meses en los
que Tim vivió sin la presencia corporal de John, su amor se sintió igual
que siempre. Me gustaría que en algún momento nos permitieran un
amor que no se mantenga tan literal al “hasta que la muerte los separe”,
que por una vez el amor sea más fuerte.

En el próximo post voy a comentar Call Me By Your Name. Spoiler alert:


tengo varios nombres de mierda por los cuales llamar a esta película.

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