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Las paredes tienen recuerdos. Algunas palabras se tornan en maldiciones. Hay palabras capaces de
traer maleficio, reforzar la desgracia, evocar la mala suerte y atraer la infelicidad; así como hay
otras con la luminosa propiedad de bendecir, atraer prosperidad, felicidad y paz.
El entorno que vives, en especial tu casa, tiende a absorber, almacenar y repercutir las palabras de
tus hábitos mentales y transmutarlos en seres vivientes de espectro vampírico o angelical a
depender de tu propia atmósfera emocional.
Hay algunas palabras, que se han de evitar a toda costa dentro de casa:
¡Qué idiota, que estúpido, que tarada!: Genera inferioridad, limitación, inseguridad,
incertidumbre. Deben evitarse principalmente con niños e hijos.
Desgraciado: Crea un entorno de ausencia de gracia de espíritu, de gracia del universo. Como la
palabra lo indica, está fuera de la gracia de Dios y así se determina en el hogar.
No hay dinero
Estoy desesperado
No puedo
Y un sinfín de etcéteras…
Ten en cuenta que las palabras asumen la dirección que la intención y las emociones las imprimen,
es en la sustancia y no en la exacta forma que descansa su fuerza. Es momento de refinar para que
la luz pueda fluir. Sé responsable de tu lengua, para no ser esclavo de tus palabras. Bendice en
lugar de maldecir.
Evita en todo momento emitir juicios y palabras que no deseas se materialicen en tu mundo.
Las palabras negativas o limitantes generan carencias, enfermedades, dificultades y sufrimiento,
Las palabras o expresiones de amor, gratitud, alegría y belleza atraen prosperidad, abundancia,
salud y beneficios para todos.