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Copiapó - Región de Atacama


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Terceros medios.

PROFESOR: CARLOS MORA

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UNIDAD I: El viaje y el héroe.


Recepción y comprensión de la obra literaria y no literaria

En esta unidad tendrás que:

 Identificar y explicar con fundamentos las características y


diferencias entre los textos literarios y los no literarios.

 Identificar y explicar con fundamentos en una obra literaria


narrativa los temas que trata, los personajes que participan y los
ambientes en los que se desarrollan.

 Identificar y explicar con fundamentos en una obra literaria lírica


los motivos líricos presentes, junto con los recursos poéticos
sonoros, de sentido y de sintaxis usados.

 Identificar y describir relaciones de intertextualidad entre obras


literarias y de otras artes.

Contenidos claves:
 Intención literaria
 Género narrativo (temas,
personajes y ambientes)
 Género lírico (motivo
lírico y recursos poéticos
 Intertextualidad

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Lección 1. ¿Qué es literatura? Ficción y verosimilitud.

AE 01. Identificar y enunciar rasgos que caracterizan a una obra literaria y la diferencian de los
textos no literarios (jurídicos, administrativos, económicos, instruccionales, científicos, etcétera). Por
ejemplo, los siguientes:
> La plurisignificación y la ambigüedad.
> La ficción y la verosimilitud en las narraciones.

 Lee y compara los siguientes textos:

Texto 1.

Item #: SCP-170
Clasificación de Objeto: Seguro
Procedimientos Especiales de Contención: SCP-170 no presenta ningún peligro, por lo que puede
contenerse con seguridad en cualquier casillero de almacenamiento. Sin embargo, debido al potencial
mal uso de la sustancia, así como la cantidad limitada de SCP-170 disponible, ningún miembro de
personal podrá sacarlo de su contenedor sin previa aprobación del Dr. ███.
Descripción: SCP-170 parece ser un tubo estándar de super-pegamento, de 13 cm de longitud. No
hay información sobre su manufactura u otro texto en el envase, además de la palabra ―SUPER-
PEGAMENTO‖ impresa en negrita en el frente.
Cuando esta sustancia en cualquier cantidad es aplicada sobre material sólido, y éste es puesto en
contacto con cualquier superficie, ambos objetos pierden cohesión molecular en el área alrededor de
los puntos de contacto, permitiendo a uno ser empujado a través del otro. El efecto sólo dura unos
momentos, pero luego de un tercio de segundo de contacto constante entre las dos superficies, la
habilidad de pasar a través de la otra se anula, dejando ambos objetos unidos permanentemente.
SCP-170 fue hallado en una redada a un laboratorio ilegal en ████████, █████, in 198█. Las
propiedades inusuales de SCP-170 eran desconocidas, hasta que se realizó una prueba estándar en
cada material incautado. Un técnico laboratorista usó una pipeta para extraer una pequeña cantidad de
SCP-170 para análisis. Tras el intento de dispensar la sustancia sobre una placa, la pipeta
inmediatamente pasó a través de ésta, que estaba en un soporte. Pruebas posteriores fueron realizadas
sobre la pipeta y la placa, y se descubrió que estaban unidas a nivel molecular. Una vez sabido esto, el
personal SCP fue despachado para confiscar todo el material incautado.

Pruebas Notables
Prueba04:
Materiales: 1 x cadena de alta resistencia, pesos de varias magnitudes.
Procedimiento: Una pequeña cantidad de SCP-170 fue aplicada al último eslabón de la cadena, la
cual fue unida al techo reforzado del área de contención 17f. Varios pesos fueron entonces colgados
en la cadena para determinar el punto de falla estructural de la unión.
Resultados: Luego de aproximadamente 9 toneladas métricas suspendidas, la cadena finalmente se
quebró, pero no en el punto de unión. Se rompió en el noveno (9°) eslabón de arriba hacia abajo.
Todos los eslabones sin contar el incrustado en el techo fueron analizados y mostraron señales de
estiramiento y deformación. Sin embargo, el punto de unión en el techo no mostró ninguna señal de
debilidad o separación entre la cadena y el techo.

Prueba07:
Materiales: 2 x lingotes de oro idénticos de 24 quilates (Tan cercanos al 100% de pureza como es
posible)
Procedimiento: Usando brazos robóticos para asegurar un alineamiento perfecto, el lingote 1 (al cual
se le aplicó SCP-170) fue empujado completamente a través del lingote 2, dejando lo que parece ser
un lingote de oro equivalente en tamaño a cualquiera de los anteriores.
Resultados: Luego de la examinación del lingote, se determinó que su densidad era de 38.6 g/cm3, lo
cual es precisamente el doble de la densidad del oro. Incluso derritiendo la muestra esto no cambió,
pues el líquido resultante también posee la misma densidad. Esto implica que las sustancias no se

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desplazan entre sí – cada átomo está contado. Un análisis de los átomos ha probado que son átomos
de oro regulares, implicando esto que no se someten a fusión nuclear para llevar a cabo el aumento de
la densidad. Los átomos están simplemente empaquetados en un espacio más pequeño que las leyes
de la física parecen permitir.
A la luz de este experimento, el Dr. ██████ ha solicitado permiso para usar a SCP-170 para
―adherir‖ dos piezas de uranio juntas para crear una muestra más fácil de fisionar. Debido a los
problemas de seguridad evidentes que ello implica, esta petición fue denegada.

Prueba 12:
Materiales: 1 x Personal de clase D, 1 x mesa de madera.
Procedimiento: Primera prueba que utiliza sujetos biológicos. El personal de clase D tiene una
pequeña cantidad de SCP-170 aplicado en su dedo índice, y le es ordenado que ―toque la mesa‖
.Resultados: El dedo del sujeto se hunde en la mesa hasta el primer falange. Sin contar el pánico, el
sujeto no reporta dolor, incomodidad o sensación más allá del punto de unión. Sin embargo, su dedo
rápidamente comienza a hincharse y tornarse morado, como si su sistema circulatorio continuara
bombeando sangre hacia un área del cual no regresa. El dedo fue amputado entre el primer y segundo
falange.

Prueba 19:
Materiales: 1 x motor jet Pratt & Whitney F100, el techo reforzado del área de contención 19b
Procedimiento: SCP-170 fue aplicado en las monturas del motor, que fueron empujadas rápidamente
3,2 cm (aproximadamente 1,25 pulgadas) en el techo de la cámara. Luego de suministrar una cantidad
apropiada de combustible y conectar el sistema de control, el motor fue encendido.
Resultados: El motor arrancó continuamente en alta velocidad por 40 minutos, mientras cámaras
monitoreaban el punto de unión por cualquier señal de deformación. Cuando aparecieron las primeras
grietas en el concreto alrededor del punto de unión, no hubo ninguna indicación de una posible falla
estructural entre los dos materiales, incluso bajo una fuerza de 120000 newtons.
Fuente: http://lafundacionscp.wikidot.com/scp-170

Texto 2.

Proceso de fabricación de una espada


1.-Componentes y fabricación:
• Acero: es una combinación de hierro y carbono, y aunque puede alearse con otros elementos para
conseguir unas propiedades particulares (como en herramientas y/o cuchillería), nuestras espadas
están fabricadas de forma totalmente tradicional utilizando acero al carbono (no inoxidable), aunque
existe la posibilidad de fabricar con otros aceros – a gusto del cliente-.
• Forja: una vez seleccionado un buen acero procedemos a forjarlo colocando el acero en la fragua
bien arropada por el mineral para conseguir que junto con la entrada de aire el acero coja la
temperatura deseada. Normalmente el espadero, siempre, sabía la temperatura por el color del acero
- color paja: 200ºc -215ºc aproxim.
- Color paja oscuro: 215ºc – 230ºc aproxim.
- Color paja rojizo: 230ºc – 260ºc aproxim.
- Azul violeta: 260ºc – 300ºc aproxim.

A partir de esta temperatura el acero se vuelve gris hasta que pasando de nuevo por el azul violeta
empieza a aparecer el rojo:
- rojo tenue: 500ºc – 550ºc
- rojo oscuro 550ºc - 860ºc- rojo cereza 860º - 1000ºc
- rojo claro 1000ºc-1200ºc
- rojo blanco 1200ºc – 1400ºc
Normalmente la temperatura de forja ideal es rojo cereza o máximo el rojo claro 800ºc -1200ºc, sin
llegar al rojo blanco en que el acero se vuelve pastoso llegando en poco tiempo a su punto de fusión.

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Una vez conseguida la temperatura deseada rápidamente sacamos el hierro de la fragua y lo


colocamos sobre el yunque procediendo a golpear con el martillo para estirar y trabajar poco a poco la
forma y longitud que buscamos. Cómo la duración el rojo es breve, para fabricar una hoja tendremos
que hacer repetidas caldas, para poder seguir trabajando el hierro. Mediante la forja se endurece el
metal pero se le va cambiando la estructura, los martillazos van comprimiendo los cristales del hierro
(todos los metales tienen una estructura cristalina) uniéndolos entre sí para conseguir un determinado
punto de dureza, pero si se sobrepasa, comenzará el debilitamiento del metal. Este punto es esencial,
porque si no se alcanza, el metal no será tan duro y si se supera, se podrán producir fracturas.

2.- Temple:
Partiendo de un buen acero y una buena forja, la fase más importante en una hoja de acero es el
tratamiento térmico, conocido popularmente como ―templado o enfriado‖.
El primer paso del tratamiento térmico es conseguir la temperatura ―crítica‖ (a partir de la cual, el
acero cambia su estructura a austenita, en preparación del endurecimiento). Al mantener la
temperatura un cierto periodo de tiempo, se provoca el austenizado del acero, que es su estado básico,
en el cual la aleación se disuelve uniformemente en hierro. El tratamiento térmico es uno de los
factores que determinan el grano del acero (tamaño físico de los granos de austenita).
Durante el austenizado el tamaño del grano puede cambiar debido a consideraciones térmicas y de
forja. Por ejemplo, para hojas de chuchillo o herramientas de corte es preferible una estructura de
grano fino porque aumenta la retención del filo y mejora el acabado final de la hoja. El acero enfriado
rápidamente aumenta al máximo la dureza del mismo, lo que resulta quebradizo. Por lo tanto
procederemos a dar un segundo temple o revenido a fin de distender sus moléculas y quitar dureza al
acero. La temperatura de revenido suele ser entre 260 -300ºc.
Para espadas de combate es preferible utilizar una hoja más blanda para evitar fracturas, mientras que
para cuchillería es mejor un acero más duro.
Normalmente la mayoría de fabricantes de espadas de combate templan entre 48-52 Rockwell de
dureza. Una buena espada de combate ha de tener tenacidad para resistir impactos sin sufrir fracturas
y ductilidad, para deformarse sin romperse. Por lo tanto una gran tenacidad disminuye la ductilidad.
El templado puede realizarse con agua o aceite, aunque suele usarse agua para el templado y aceite
para el revenido.

3.-Acicalado o pulido:
Una vez forjada y templada la hoja, esta presenta un aspecto basto llamado bruto de forja. Para un
buen acabado sometemos la hoja a la acción de la muela, haciendo los vaceos, filos y terminación de
la punta, pasando cada vez a muelas y lijas cada vez más finas, hasta terminar con un pulido al espejo,
que endurece la hoja y evita la oxidación rápida.

4.-Lima:
Con este proceso se trabajan los detalles que nos interesen, como la cruz de la espada o los rompe-
puntas en las hojas.

5.-Montaje y acabado:
Una vez terminada la hoja montaremos la cruz, el puño de madera y el pomo pasando todas las piezas
a través de la espiga de la hoja (parte final de la hoja estrechada para albergar la empuñadura), que
sobre todo en las espadas de uso deben ser fuertes (mínimo 3cm de ancho x 5mm de grueso), sin
ningún tipo de soldadura y debe ser más blanda que el resto de la hoja.
Para finalizar la espiga se remacha fuertemente sobre el pomo.
Fuente:http://www.laespadaartesana.com/proceso-de-fabricaci%C3%B3n

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Preguntas de reflexión
1. Señala brevemente de qué trata cada uno de los textos leídos

Texto 1.

Texto 2.

2. ¿Cuál de estos textos considerarías literatura? ¿Por qué?

3. ¿Qué elementos tienen en común los textos? ¿Por qué se puede afirmar que su lenguaje
es parecido?

4. De acuerdo a las respuestas anteriores ¿qué características común poseen los textos
literarios?

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Lección 2: ¿Qué es literatura?: Poeticidad y figuras literarias.


AE 01. Identificar y enunciar rasgos que caracterizan a una obra literaria y la diferencian de los
textos no literarios (jurídicos, administrativos, económicos, instruccionales, científicos, etcétera). Por
ejemplo, los siguientes:
> El lenguaje como un medio para captar la atención del lector o auditor (poeticidad como
alienación).
> Las figuras literarias como recursos de cognición y representación.

Lee y compara las siguientes cartas reales.

Carta 1.

"Alojaba yo cuando iba a C. en una casa que eran los altos de la que él ocupaba.

Esta noche de que voy a hablarle salía la familia a la playa.

Temiendo verlo allí, yo no quise ir. Yo sabía que él estaba de novio y evitaba su encuentro. Lo quería
todavía y tenía el temor de que me leyera en los ojos (él, que tanto sabía de ellos) ese amor que era
una vergüenza. Desde el corredor de la casa se veía el patio de la suya. Me puse a mirar hacia abajo.
Había luna. Vi el sirviente que traía de adentro unas ropas que pensé serían de él -de su patrón-,
después le oí gritar.- "Ya me voy patrón". Comprendí que el patrón no había salido. Me senté y seguí
mirando y oyendo. ¡Lo que vi y lo que escuché! La novia había venido a verlo y por evitar, quizás, la
presencia del amigo con quien compartía la pieza, salió con ella al patio. Por otra parte, tal vez la
luna los llamaba afuera. Trajo para ella un sillón; él se sentó en un banquillo. Recostaba la cabeza en
las rodillas de ella. Hablaban poco, o bien era que hablaban bajo. Se miraban y se besaban. Se
acribillaban a besos. La cabeza de él -mi cabeza de cinco años antes- recibía una lluvia de esa boca
ardiente. Él la besaba menos, pero la oprimía fuertemente contra sí. Se había sentado sobre el brazo
del sillón y la tenía ahora sobre su pecho. (El pecho suyo, sobre el que yo nunca descansé). Yo
miraba todo eso, Manuel. La luz era escasa y mis ojos se abrían como para recoger todo eso y
reventar los globos. Los ojos me ardían, respiraba apenas; un frío muy grande me iba tomando. Se
besaron, se oprimieron, se estrujaron, dos horas. Empezó a nublarse y cuando una nube cubrió la
luna, ya no vi más y esto fue lo más horrible. No pudiendo ver, imaginaba lo que pasaría allí, entre
esos dos seres que se movían en un círculo de fuego. Yo había visto en ella temblores de histérica; él
era un hombre frío, pero, claro es que era de carne y hueso. No pude más. Había que hacer que
supieran que alguien los veía de arriba. ¿ Gritar? No; habría sido una grosería. Despedacé flores de
las macetas de arriba y se las eché desmenuzadas sobre lo que yo adivinaba que eran sus cuerpos. Un
cuchicheo y después la huida precipitada. ¿Ha vivido usted, Manuel, unas dos horas de esa especie?
Vea Ud. lo que pasó al otro día. Iba yo a embarcarme para La Serena, cuando al salir me encontré
con él. Como otras veces, traté de huirle. Me alcanzó y me dijo: Lucila por favor, óigame. Tenía una
mancha violeta alrededor de los ojos: Yo otra un poco roja. La de él, pensé yo, es de lujuria: la mía
era la del llanto de toda la noche. Lucila me dijo, mi vida de hoy es algo tan sucio que Ud. si la
conociera no le tendría ni compasión. Quizás quería contarme todo; pero, yo no le contesté, no le
inquirí de nada. Lucila, le han dicho que me caso. Va Ud. a ver cómo va a ser mi casamiento; lo va a
saber luego. ¿Qué pasaba en ese hombre a quien faltaban diez o quince días para unirse a aquella a
quien, a juzgar por lo que yo oí, quería ? ¿Qué alianzas son éstas, Manuel? Ella queriéndolo y
explotándolo hasta hacerlo robar, él hablándome de su vida destrozada, a raíz de esa noche de amor,
con algo de la náusea en los gestos y en la voz. Esas son las alianzas de la carne. A la carne confían
el encargo de estrecharlos para siempre y la carne, que no puede sino disgregar, les echa lodo y los
aparta, llenos ambos de repugnancia invencible. Siguió hablándome y acabó por decirme que en mi
próximo viaje (que era en fecha fija) me iba a ir a esperar a la estación. No pudo ir,- se mató 15 días
después.

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Le he contado esto para que crea usted que puede decírseme todo. Yo estoy segura de que no podré
sufrir jamás lo que en esa noche de pesadilla. Estoy hecha para esto, para que se quieran a mi vista,
para que yo oiga el chasquido de sus besos y les derrame jazmines sobre sus abrazos de fuego. Aquel
en 1909, hoy cualquier otro...

¿Lo estoy ofendiendo, Manuel? Perdóneme, en mérito de que le evito el relato fatigoso de lo que su
carta ha hecho en mí. Los seres buenos se hacen mejores con el dolor, los malos nos hacemos peores.
Así yo. Perdóneme.

Su L.

20 de mayo de 1915”

―Carta de Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure‖.

Carta 2

Te escribo desde la profunda admiración y cariño que siento por ti. (…)
Creo que piensas de mí como tu amiga ―la feminista‖. La feminista, así como ―la que colecciona
postales de mariposas‖, un gusto simpático, exótico incluso, que piensas que no tiene nada que ver
contigo.
Me da tristeza que digas que para ti ―es más importante luchar por la educación que por el
feminismo.‖ ¡No están peleadas! Podemos luchar por ambas… al mismo tiempo, con la misma
prioridad.
Si educas a tus hijos e hijas con una visión de respeto y admiración mutua, que deje atrás vicios
culturales que hacen daño, tanto a hombres como mujeres, estás educando con una visión feminista.
¿Te da miedo la palabra ―feminista‖? ¿Se te hace muy extrema?
Lo admito, la palabra está plagada de connotaciones negativas. Parte es nuestra culpa: a veces nos
falla el cómo comunicamos las cosas (como cualquier iniciativa humana, no está exenta de errores). A
veces, hay gente que está sacando de contexto y ridiculizando nuestras palabras, negándose a
encontrar sensatez en lo que decimos. A veces simplemente piensan que sufrimos de victimitis… que
las cosas por las que luchamos llevan años siendo una realidad y que si nuestro objetivo es la equidad,
¿por qué diantres lo llamamos feminismo? (‗Deberíamos llamarlo igualitarismo, o humanismo,‘
dicen).
El bloggero Steve Shives, lo explica maravillosamente, te dejo una frase:

―La equidad de género se obtiene al luchar por los derechos del género menos privilegiado (el
femenino)‖

Aún hay desigualdad, discriminación y abusos. Aún hay batallas que librar: no contra ―los hombres‖,
como si esto fuera una batalla entre géneros (que si hay alguna mujer que se llame feminista y traiga
esta bandera, te aseguro que, además de que discreparía enormemente con ella, no es de esta vertiente
de la que te vengo a hablar hoy): me refiero a las batallas contra las ideas tóxicas que reafirman ‗que
no somos iguales y qué bueno que sea así‘. Ideas que se pasan de generación en generación y se
transforman en leyes, normas sociales, chistes de mal gusto y a veces agresiones…

Por eso no hay que cambiar de palabra… hay que restaurarle su valor perdido al feminismo, hay que
hacerlo una causa de todas y todos, comenzando por no sentirnos, como mujeres, temerosas,
avergonzadas, o simplemente indiferentes ante la idea de identificarnos como feministas.
¿De verdad quieres que seamos iguales?‖, tal vez me volverás a decir, con ojos de plato, como aquella
vez de la comida de tu prima en Villa Corona. Evidentemente, cada ser humano tiene características,
habilidades y capacidades diferentes y no, no estoy diciendo que esto se debería de dejar de
reconocer. Tampoco digo que entre hombres y mujeres no tengamos diferencias biológicas evidentes,

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que nos hacen comportarnos en muchos contextos sociales de maneras distintas, y que a partir de
mañana todos los baños del mundo deberían ser unisex porque, ‗equis, da igual eso‘… No.
Lo que sí creo es que somos iguales en esencia. En dignidad. (…)
El feminismo es ante todo un ejercicio de empatía.
Empatía ante nuestra mujereidad. Empatía por la condición de todas y cada una de las mujeres del
mundo. Es hacer de sus experiencias las nuestras. Es ver que lo que ocurre a una nos ocurre a todas y
que luchar por el derecho de una es luchar por el de todas.
No te estoy hablando a través del medio de las costumbres, convenciones, o incluso de la carne
humana. Es mi espíritu que le habla al tuyo, así como si ambos hubiéramos ya pasado por la tumba y
estuviéramos frente a los pies de Dios: iguales, como lo somos.‖
―Carta abierta a una amiga que piensa que el feminismo no es cosa suya‖
Fuente: http://oddcatrina.com/2016/03/carta-abierta-a-una-amiga-que-piensa-que-el-feminismo-no-
es-cosa-suya/
Preguntas de reflexión

1. Señala en no más de 5 líneas cuál es el tema y el contenido de cada carta.

Carta 1. Tema:
Contenido:

Carta 2. Tema:
Contenido:

2. Según tu apreciación, ¿cuál de las dos cartas es más objetiva? Fundamenta tu respuesta
con el contenido de las mismas.

3. A pesar de que ambas son cartas reales, la primera es considerada literatura y la


segunda no. Desde lo que tú leíste ¿por qué la carta de Gabriela Mistral es considerada
como un texto literario?

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4. Con respecto a la forma de escribir de cada autora ¿qué diferencias notaste en las
cartas?

5. Desde tu perspectiva y de acuerdo a las respuestas anteriores ¿para considerar un texto


literario hay que fijarse en el tema del texto? Justifica tu respuesta.

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Lección 3. El viaje y el héroe: temas recurrentes en la literatura y el


arte. Género narrativo.
AE 02. Respecto de una obra literaria del género narrativo, identificar y explicar, con fundamentos
en el texto:
> El tema central o guía.
> Los temas secundarios.
> Los personajes con incidencia argumental.
> Los ambientes o situaciones en que se desarrolla.

Lee el siguiente cuento que habla sobre un tipo especial de viaje:

Diario de Alina Reyes

12 de enero
Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara de Renato
Viñes, oh esa cara de foca balbuceante, de retrato de Dorian Gray a lo último. Me acosté con gusto a
bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la
vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)
Nora que dice dormirse con luz, con bulla, entre las urgidas crónicas de su hermana a medio desvestir.
Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero
dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche
contra los ligustros. Now I lay me down to sleep… Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar
palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala,
ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su
polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres aslternadas, cábala,
laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo.
Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palindromas. Los fáciles, salta Lenin el Atlas;
amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto
Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y… Tan
hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y…
No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A
esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest,
pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí
Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio.

20 de enero
A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos
que la tiran al suelo y también a ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan.
Ah, no me desespera tanto cuando estoy durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de
mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los Rivas. Entonces me importa menos, es
un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola pero dueña. Que
sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas
para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde
antes, previsoramente.
Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para
resistir por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los
zapatos rotos». No es que sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en
el instante mismo (pero no sé si es el instante mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y
pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me
desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le pasaba a aquella, a
mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora
iba a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía
como un marco, él mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan
cerca y tan queriéndonos. Así es peor, cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando

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con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María. Porque a mí, a la lejana, no la quieren.
Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegano la nieve me
entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como
un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es
imposible resistir y entonces tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad,
humedad entre esa nieve que no siento, que no siento y me está entrando por los zapatos.

25 de enero
Claro, vino Nora a verme y fue la escena. «M‘hijita, la última vez que te pido que me acompañes al
piano. Hicimos un papelón». Qué sabía yo de papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la
oía con sordina. Votre âme est un paysage choisi… pero me veía las manos entre las teclas y parecía
que tocaban bien, que acompañaban honestamente a Nora. Luis María también me miró las manos, el
pobrecito, yo creo que era porque no se animaba a mirarme la cara. Debo ponerme tan rara.
Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece cada vez más un castigo, ahora sólo me conozco allá
cuando voy a ser feliz, cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré me conozco allá y no queda más
que el odio).

Noche
A veces es ternura, una súbita y necesaria ternura hacia la que no es reina y anda por ahí. Me gustaría
mandarle un telegrama, encomiendas, saber que sus hijos están bien o que no tiene hijos -porque yo
creo que allá no tengo hijos- y necesita confortación, lástima, caramelos. Anoche me dormí
confabulando mensajes, puntos de reunión. Estaré jueves stop espérame puente. ¿Qué puente? Idea
que vuelve como vuelve Budapest donde habrá tanto puente y nieve que rezuma. Entonces me
enderecé rígida en la cama y casi aúllo, casi corro a despertar a mamá, a morderla para que se
despertara. Nada más que por pensar. Todavía no es fácil decirlo. Nada más que por pensar que yo
podría irme ahora mismo a Budapest, si realmente se me antojara. O a Jujuy, a Quetzaltenango.
(Volví a buscar estos nombres páginas atrás). No valen, igual sería decir Tres Arroyos, Kobe, Florida
al cuatrocientos. Sólo queda Budapest porque allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan. Allí (lo he
soñado, no es más que un sueño, pero cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia) hay alguien que se
llama Rod -o Erod, o Rodo- y él me pega y yo lo amo, no sé si lo amo pero me dejo pegar, eso vuelve
de día en día, entonces es seguro que lo amo.

Más tarde
Mentira. Soñé a Rod o lo hice con una imagen cualquiera de sueño, ya usada y a tiro. No hay Rod, a
mí me han de castigar allá, pero quién sabe si es un hombre, una madre furiosa, una soledad.
Ir a buscarme. Decirle a Luis María: «Casémonos y me llevas a Budapest, a un puente donde hay
nieve y alguien». Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso con la secreta ventaja de no querer
creerlo a fondo. ¿Y si estoy?). Bueno, si estoy… Pero solamente loca, solamente… ¡Qué luna de
miel!

28 de enero
Pensé una cosa curiosa. Hace tres días que no me viene nada de la lejana. Tal vez ahora no le pegan, o
no pudo conseguir abrigo. Mandarle un telegrama, unas medias… Pensé una cosa curiosa. Llegaba a
la terrible ciudad y era de tarde, tarde verdosa y ácuea como no son nunca las tardes si no se las ayuda
pensándolas. Por el lado de la Dobrina Stana, en la perspectiva Skorda, caballos erizados de
estalagmitas y polizontes rígidos, hogazas humeantes y flecos de viento ensoberbeciendo las ventanas
Andar por la Dobrina con paso de turista, el mapa en el bolsillo de mi sastre azul (con ese frío y
dejarme el abrigo en el Burglos), hasta una plaza contra el río, casi en encima del río tronante de
hielos rotos y barcazas y algún martín pescador que allá se llamará sbunáia tjéno o algo peor.
Después de la plaza supuse que venía el puente. Lo pensé y no quise seguir. Era la tarde del concierto
de Elsa Piaggio de Tarelli en el Odeón, me vestí sin ganas sospechando que después me esperaría el
insomnio. Este pensar de noche, tan noche… Quién sabe si no me perdería. Una inventa nombres al
viajar pensando, los recuerda en el momento: Dobrina Stana, sbunáia tjéno, Burglos. Pero no sé el
nombre de la plaza, es como si de veras hubiera llegado a una plaza de Budapest y estuviera perdida
por no saber su nombre; ahí donde un nombre es una plaza.

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Ya voy, mamá. Llegaremos bien a tu Bach y a tu Brahms. Es un camino tan simple. Sin plaza, sin
Burglos. Aquí nosotras, allá Elsa Piaggio. Qué triste haberme interrumpido, saber que estoy en una
plaza (pero esto ya no es cierto, solamente lo pienso y eso es menos que nada). Y que al final de la
plaza empieza el puente.

Noche
Empieza, sigue. Entre el final del concierto y el primer bis hallé su nombre y el camino. La plaza
Vladas, el puente de los mercados. Por la plaza Vladas seguí hasta el nacimiento del puente, un poco
andando y queriendo a veces quedarme en casas o vitrinas, en chicos abrigadísimos y fuentes con
altos héroes de emblanquecidas pelerinas, Tadeo Alanko y Vladislas Néroy, bebedores de tokay y
cimbalistas. Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de mi platea
se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. Pero esto yo lo
pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la reina y… en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá
en casa de los Suárez y no a mi lado. Es bueno no caer en la sonsera: eso es cosa mía, nada más que
dárseme la gana, la real gana. Real porque Alina, vamos-No lo otro, no el sentirla tener frío o que la
maltratan. Esto se me antoja y lo sigo por gusto, por saber adónde va, para enterarme si Luis María
me lleva a Budapest, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese
puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora porque ya he andado la mitad del puente entre
gritos y aplausos, entre «¡Álbeniz!» y más aplausos y «¡La polonesa!», como si esto tuviera sentido
entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja
llevándome por la cintura hacia el medio del puente.
(Es más cómodo hablar en presente. Esto era a las ocho, cuando Elsa Piaggio tocaba el tercer bis, creo
que Julián Aguirre o Carlos Guastavino, algo con pasto y pajaritos). Pero me he vuelto canalla con el
tiempo, ya no le tengo respeto. Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra
por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo.
¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo
mejor le pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa
Úrsula. Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo
parejo. Si ahora ella estuviera realmente entrando en el puente, sé que lo sentiría ya mismo y desde
aquí. Me acuerdo que me paré a mirar el río que estaba sonando y chicoteando. (Esto yo lo pensaba).
Valía asomarse al parapeto del puente y sentir en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Valía
quedarse un poco por la vista, un poco por el miedo que me venía de adentro -o era el desabrigo, la
nevisca deshecha y mi tapado en el hotel-. Y después que yo soy modesta, soy una chica sin humos,
pero vengan a decirme de otra que le haya pasado lo mismo, que viaje a Hungría en pleno Odeón. Eso
le da frío a cualquiera, che, aquí o en Francia.
Pero mamá me tironeaba la manga, ya casi no había gente en la platea. Escribo hasta ahí, sin ganas de
seguir acordándome de lo que pensé. Me va a hacer mal si sigo acordándome. Pero es cierto, cierto;
pensé una cosa curiosa.

30 de enero
Pobre Luis María, qué idiota casarse conmigo. No sabe lo que se echa encima. O debajo, como dice
Nora que posa de emancipada intelectual.

31 de enero
Iremos allá. Estuvo tan de acuerdo que casi grito. Sentí miedo, me pareció que él entra demasiado
fácilmente en este juego. Y no sabe nada, es como el peoncito de dama que remata la partida sin
sospecharlo. Peoncito Luis María, al lado de su reina. De la reina y –

7 de febrero
A curarse. No escribiré el final de lo que había pensado en el concierto. Anoche la sentí sufrir otra
vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me
hubiese limitado a dejar constancia de eso por gusto, por desahogo… Era peor, un deseo de conocer al
ir releyendo; de encontar claves en cada palabra tirada al papel después de tantas noches. Como

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cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y después… Pero no lo escribo, no lo escribiré ya
nunca.
Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin
hombre. Ahora estará bien mi cachorro, mi bobo, basta de pensar, a ser al fin y para bien.
Y sin embargo, ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario, las dos cosas no
marchan juntas -Ya ahora no me gusta salirme de él sin decir esto con alegría de esperanza, con
esperanza de alegría. Vamos allá pero no ha de ser como lo pensé la noche del concierto. (Lo escribo,
y basta de diario para bien mío.) En el puente la hallaré y nos miraremos. La noche del concierto yo
sentía en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia
maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona
iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.

*
Alina Reyes de Aráoz y su esposo llegaron a Budapest el 6 de abril y se alojaron en el Ritz. Eso era
dos meses antes de su divorcio. En la tarde del segundo día Alina salió a conocer la ciudad y el
deshielo. Como le gustaba caminar sola -era rápida y curiosa- anduvo por veinte lados buscando
vagamente algo, pero sin proponérselo demasiado, dejando que el deseo escogiera y se expresara con
bruscos arranques que la llevaban de una vidriera a otra, cambiando aceras y escaparates.
Llegó al puente y lo cruzó hasta el centro andando ahora con trabajo porque la nieve se oponía y del
Danubio crece un viento de abajo, difícil, que engancha y hostiga. Sentía cómo la pollera se le pegaba
a los muslos (no estaba bien abrigada) y de pronto un deseo de dar vuelta, de volverse a la ciudad
conocida. En el centro del puente desolado la harapienta mujer de pelo negro y lacio esperaba con
algo fijo y ávido en la cara sinuosa, en el pliegue de las manos un poco cerradas pero ya tendiéndose.
Alina estuvo junto a ella repitiendo, ahora lo sabía, gestos y distancias como después de un ensayo
general. Sin temor, liberándose al fin -lo creía con un salto terrible de júbilo y frío- estuvo junto a ella
y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las
dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares.
A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una
laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su
abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró
los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan
cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin.
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y
el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los
hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían
separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque
yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra
el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.

―Lejana‖. Julio Cortazar.

Preguntas de análisis

1. ¿Qué elementos de la realidad son cuestionados en el texto? Explique.

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2. ¿Cuál es la relación entre el personaje principal y el resto de los personajes. Explique,


señalando qué pensaba la protagonista del resto de los personajes.

3. Describa los ambientes físicos, psicológicos y sociales del cuento.

Físicos:

Psicológicos:

Sociales:

4. Explique el final del cuento, entregando una interpretación sobre lo sucedido.

5. El viaje de la protagonista es más que un viaje físico. Explica con tus propias palabras
cómo sucedió el viaje durante el relato y compáralo con algo similar que te haya
sucedido.

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Lección 4. El viaje y el héroe: temas recurrentes en la literatura y el


arte. Género lírico.
AE 03. Respecto de una obra literaria del género lírico, identificar y explicar, con fundamentos en
el texto:
> Uno o más motivos líricos.
> Recursos poéticos de la forma sonora: verso, rima, aliteración, paronomasia y anáfora.
> Recursos poéticos de sentido, tales como la metáfora, la comparación, la metonimia, la
sinécdoque, la personificación y la hipérbole.
> Recursos poéticos de sintaxis, tales como el hipérbaton, el paralelismo y el quiasmo.

Lee los siguientes poemas que hablan sobre los héroes o guerreros indígenas:

Poema 1.

Bajan gritando ellos


sobre los campos
silbando por los esteros
corro a ver a mi gente
a mi sangre
pero ya están tendidos
sobre el suelo
hiriendo de muerte la tierra
dividiendo mi corazón.

Entré en busca de mi calor


a mi casa ardiendo
Brotó el estero de mis lágrimas lloviendo sobre mis pies.

¿Ustedes entienden mis lágrimas?


Escuchen al aire explicarlas.

Están pasando los años


Están pasando los nidos
sobre el fuego
Está pasando la tierra
Y ya me estoy perdiendo entre las palabras.

Escuchen hablar a mis lágrimas.


―Bajan gritando sobre los campos‖ de Leonel Lienlaf

Poema 2

Lautaro era una flecha delgada.


Elástico y azul fue nuestro padre.
Fue su primera edad sólo silencio.
Su adolescencia fue dominio.
Su juventud fue un viento dirigido.
Se preparó como una larga lanza.
Acostumbró los pies en las cascadas.
Educó la cabeza en las espinas.
Ejecutó las pruebas del guanaco.

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Vivió en las madrigueras de la nieve.


Acechó la comida de las águilas.
Arañó los secretos del peñasco.
Entretuvo los pétalos del fuego.
Se amamantó de primavera fría.
Se quemó en las gargantas infernales.
Fue cazador entre las aves crueles.
Se tiñeron sus manos de victorias.
Leyó las agresiones de la noche.
Sostuvo los derrumbes del azufre.

Se hizo velocidad, luz repentina.

Tomó las lentitudes del otoño.


Trabajó en las guaridas invisibles.
Durmió en las sábanas del ventisquero.
Igualó la conducta de las flechas.
Bebió la sangre agreste en los caminos.
Arrebató el tesoro de las olas.
Se hizo amenaza como un dios sombrío.
Comió en cada cocina de su pueblo.
Aprendió el alfabeto del relámpago.
Olfateó las cenizas esparcidas.
Envolvió el corazón con pieles negras.

Descifró el espiral hilo del humo.


Se construyó de fibras taciturnas.
Se aceitó como el alma de la oliva.
Se hizo cristal de transparencia dura.

Estudió para viento huracanado.


Se combatió hasta apagar la sangre.

Sólo entonces fue digno de su pueblo


―La educación del cacique‖ de Pablo Neruda

Poema 3

En Cajamarca empezó la agonía.

El joven Atahualpa, estambre azul,


árbol insigne, escuchó al viento
traer rumor de acero.
Era un confuso
brillo y temblor desde la costa,
un galope increíble
-piafar y poderío-
de hierro y hierro entre la hierba.
Llegaron los adelantados.
El Inca salió de la música
rodeado por los señores.

Las visitas
de otro planeta, sudadas y barbudas,
iban a hacer la reverencia.

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El capellán
Valverde, corazón traidor, chacal podrido,
adelanta un extraño objeto, un trozo
de cesto, un fruto
tal vez de aquel planeta
de donde vienen los caballos.
Atahualpa lo toma. No conoce
de qué se trata: no brilla, no suena,
y lo deja caer sonriendo.

"Muerte,
venganza, matad, que os absuelvo",
grita el chacal de la cruz asesina.
El trueno acude hacia los bandoleros.
Nuestra sangre en su cuna es derramada.
Los príncipes rodean como un coro
al Inca, en la hora agonizante.

Diez mil peruanos caen


bajo cruces y espadas, la sangre
moja las vestiduras de Atahualpa.
Pizarro, el cerdo cruel de Extremadura
hace amarrar los delicados brazos
del Inca. La noche ha descendido
sobre el Perú como una brasa negra

―La agonía‖ de Pablo Neruda.

Preguntas de aplicación

1. Señale cuál es el motivo lírico de cada poema, indicando luego cómo aborda cada poema
el tema del heroísmo indígena

2. Escoja una estrofa de cada poema y transforme su contenido connotativo (el lenguaje
poético) en el lenguaje denotativo (contenido literal)

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3. Identifica en los poemas al menos 3 recursos poéticos de cada categoría y luego explica el
sentido o la intención del hablante lírico al usarlo.

Recursos poéticos sonoros:


1.

2.

3.

Recursos poéticos de sentido:


1.

2.

3.

Recursos poéticos de sintaxis:


1.

2.

3.

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Lección 4: El viaje y el héroe: temas recurrentes en la literatura y el


arte. La intertextualidad.
AE 04. Identificar y describir relaciones de intertextualidad entre obras literarias y de otras artes,
respecto de uno o más de los siguientes aspectos: > Los temas y motivos.
> Los personajes, en el caso de obras narrativas y dramáticas.
> El narrador y la estructura de la narración, en el caso de las obras narrativas.
> La trama, en el caso de las obras narrativas y dramáticas.
> El conflicto dramático, en el caso del teatro.
> La ambientación física, social y psíquica.

Lee y compara las siguientes versiones del relato bíblico de Caín y Abel.
El hombre conoció a Eva su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín. Entonces ella dijo: ―¡He
adquirido un varón de parte de Jehovah!‖
Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador de la tierra.
Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a Jehovah.
Abel también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas. Y Jehovah miró con
agrado a Abel y su ofrenda,
pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda. Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su
semblante.
Entonces Jehovah dijo a Caín: —¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha decaído tu semblante?
Si haces lo bueno, ¿no serás enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta y te
seducirá; pero tú debes enseñorearte de él.
Caín habló con su hermano Abel. Y sucedió que estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su
hermano Abel y lo mató.
Entonces Jehovah preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: —No sé. ¿Soy yo
acaso el guarda de mi hermano?
Le preguntó: —¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.
Ahora pues, maldito seas tú, lejos de la tierra que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu
hermano.
Cuando trabajes la tierra, ella no te volverá a dar su fuerza. Y serás errante y fugitivo en la tierra.
Caín dijo a Jehovah: —¡Grande es mi castigo para ser soportado!
He aquí que me echas hoy de la faz de la tierra, y me esconderé de tu presencia. Seré errante y
fugitivo en la tierra, y sucederá que cualquiera que me halle me matará.
Jehovah le respondió: —No será así. Cualquiera que mate a Caín será castigado siete veces. Entonces
Jehovah puso una señal sobre Caín, para que no lo matase cualquiera que lo hallase.
Así partió Caín de delante de Jehovah, y habitó en la tierra de Nod, al oriente de Edén.
Caín conoció a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc. Caín edificó una ciudad a la cual llamó
según el nombre de su hijo Enoc.
A Enoc le nació Irad. E Irad engendró a Mejuyael. Mejuyael engendró a Metusael. Y Metusael
engendró a Lamec.
Lamec tomó para sí dos mujeres. El nombre de la una fue Ada; y el nombre de la otra, Zila.
Ada dio a luz a Jabal, quien llegó a ser el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado.
El nombre de su hermano fue Jubal, quien llegó a ser padre de todos los que tocan el arpa y la flauta.
Zila también dio a luz a Tubal-caín, maestro de todos los que trabajan el bronce y el hierro. Y la
hermana de Tubal-caín fue Naama.
Entonces Lamec dijo a sus mujeres: ―Ada y Zila, oíd mi voz. Oh mujeres de Lamec, escuchad mi
dicho: Yo maté a un hombre, porque me hirió; maté a un muchacho, porque me golpeó.
Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec lo será setenta y siete veces.‖
Adán conoció de nuevo a su mujer, y ella dio a luz un hijo y llamó su nombre Set, diciendo: ―Porque
Dios me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín.‖

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A Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces se comenzó a invocar el nombre de
Jehovah.
Antiguo Testamento: ―Génesis‖ 1- 4:1 al 1- 4:26

Texto 2.

Los Primeros Tiempos

Sueño los primeros tiempos 40. Yo, primogénito Caín,


De la más larga memoria. Recolecté tiernos brotes,
Canto los primeros tiempos Y los frutos más brillantes,
De todos más viejo Padre. Y la yerba más fresca.
Y él, segundogénito Abel,
5. Canto los primeros tiempos
Y el claro amanecer 45. Sacrificó el más joven,
De toda la Oscuridad. El más fuerte, el más tierno
En Nod, donde la luz De todos sus animales.
Del Paraíso alumbra Sobre el altar de nuestro Padre
Posamos los sacrificios
10. El azabache nocturno
Y gotas de nuestros padres 50. Y prendimos fuego so ellos,
Mojan y ablandan el suelo. Y el humo se los llevó
De nos, todos y cada uno, Hacia Aquél en lo Alto.
Decidimos poder como El sacrificio de Abel,
Segundogénito, olió
15. Quisiéramos vivir y
Coger nuestros alimentos 55. Dulce a Aquél en lo Alto,
De las entrañas de la tierra. Y Abel fue bendecido.
Yo, primogénito Caín, Yo, primogénito Caín,
Con útiles puntiagudos, Fui golpeado desde lo lejos
Por una severa palabra
20. Planté semillas oscuras,
Las regué dentro de la tierra, 60. Y una maldición, pues indigno
Las cuidé, las vi crecer. Resultó mi sacrificio.
Él, segundogénito Abel, Miré el sacrificio de Abel,
Cuidó de los animales, Todavía humeante,
La carne, la sangre.
25. Ayudó en sus sangrientos
Partos, los alimentó, 65. Lloré, me tapé los ojos,
Y también los vio crecer. Oré de día y de noche.
Yo lo amaba, a mi hermano. Y cuando nuestro Padre dijo:
Él, él era el más brillante, ―El tiempo del sacrificio
Ha llegado ya de nuevo‖.
30. El más dulce, el más fuerte.
Él era la prima parte 70. Y Abel condujo su más joven,
De toda mía alegría. Su más tierno, más amado
Entonces, en un día Hacia el fuego sacrificial.
De abril, nuestro Padre dijo: Yo no llevé mi más joven,
Mi más tierno, pues sabía
35. ―Caín, Abel, un regalo
A Aquél en lo Alto debéis 75. Que Aquél en lo Alto
Hacer, un sacrificio – De ningún modo los querría.
Un don de la prima parte Y mi hermano, querido Abel,
De todo cuanto tenéis‖. Me dijo: ―Caín, no has traído
Un sacrificio, un regalo

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80. De la prima parte de Estás triste ¡Ven!


Tu alegría, para quemarlo Tengo consuelo‖.
En la ara de Aquél en lo Alto‖. ―¿Quién podría consolar
Yo lloré lágrimas de amor
Cuando, con mis útiles

85. Puntiagudos, sacrifiqué 25. Alguien tan maldito como yo?


Aquello que era la parte ¿Quién me vestiría?
Primera de mi alegría, ¿Quién me alimentaría?‖
Mi hermano. Soy la primera esposa
Y la Sangre de Abel De tu padre, quien discutió

90. Cubrió el altar, y olía 30. Con Aquél en lo Alto


Dulce mientras ardía. Y obtuvo la Libertad
Pero mi Padre dijo: En la Oscuridad.
―Maldito estás, Caín, Yo soy Lilith.
Quien mataste a tu hermano. Una vez, tuve frío,

95. Como yo fui expulsado, 35. Y no hubo calor para mí.


Así lo serás tú‖. Una vez, tuve hambre,
Y Él me exilió Y no hubo comida para mí.
A vagar en la oscuridad, Una vez, estuve triste,
La tierra de Nod. Y no hubo consuelo para mí‖.

100. Me precipité en la Oscuridad. 40. Con ella me llevó,


No vi ninguna luz Me alimentó y me vistió.
Y estaba asustado. Y en sus brazos,
Y solo. Encontré consuelo.
Lloré hasta que la sangre
La llegada de Lilith
45. Goteaba desde mis ojos.
Estaba solo en la oscuridad Y ella con sus besos
Y mi hambre creció. Las llevó lejos.
Estaba solo en la oscuridad
Y mi frío creció. La Magia de Lilith

5. Estaba solo en la oscuridad Moré en la Casa de Lilith


Y lloré. Por un tiempo. Y pregunté:
Vino entonces a mí, ―Desde la Oscuridad,
Una voz suave, dulce, ¿Cómo construiste
Palabras de socorro,
5. este lugar,
10. Palabras de consuelo. Cómo pudiste tejer
Una mujer, oscura Estas ropas,
Y hermosa, con sus ojos Cómo pudiste cultivar
Cortando la oscuridad, Esta comida?‖
Vino entonces a mí.
10. Y Lilith sonrió y dijo:
15. ―Conozco tu historia, ―No como tú, estoy Despierta.
Caín de Nod‖, me dijo, Veo las Hebras que se tejen
Sonriendo. A tu alrededor.
―Estás hambriento ¡Ven! Creo lo que necesito
Tengo comida.
15 Mediante el Poder‖
20. Tienes frío ¡Ven! ―Despiértame entonces, Lilith‖
Tengo ropas. Dije. ―Necesito tener

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Este poder. Entonces, Tu crimen es grande,


Podré tejer mis ropas, Pero también es grande
La compasión de mi Padre.

15. ¿No te arrepentirás


20. Cultivar mi comida, Del mal que has hecho,
Construir mi propia Casa‖. Y dejar que Su compasión
La preocupación tiñó Te limpie y purifique?‖
El rostro de Lilith. Y dijo: Y yo respondí a Miguel:
―Ignoro lo que el Despertar
20. ―No por la gracia de [Aquél en lo Alto],
25. Hará para ti, pues tú Sino por la mía propia
Estás realmente Maldito Viviré, con mi soberbia‖.
Por tu Padre. Miguel así me maldijo:
Podrías morir, podrías ―Entonces, mientras camines
Cambiar para siempre‖.
25. Por esta tierra,
30. Y Caín díjole a esto: Tú y tus hijos temeréis
―Incluso entonces, Mi llama viviente,
Una vida sin Poder Que morderá profundo
No sería realmente vida. Y saborear vuestra carne‖.
Moriría sin tus dones.
30. Y por la mañana,
35. No viviré como tu Esclavo‖. Vino Rafael, con alas
Lilith me amaba, Cargadas de inocencia,
Y yo lo sabía; Luz sobre el horizonte,
Haría lo que le pedí, El conductor del Sol,
Aunque no lo deseara.
35. El guarda del Este.
40. Y fue entonces cuando Lilith, Rafael habló, diciendo:
La de ojos brillantes, ―Caín, hijo de Adán,
Me Despertó. Hijo de Eva,
Se cortó con un cuchillo, Tu hermano Abel.
Y sangró para mí.
40. Te perdona tus pecados.
45. Bebí del cuenco. Era dulce. ¿No te arrepentirás
Entonces caí al Abismo. Y aceptarás la redención
Caí para siempre, Del Todopoderoso?‖
Cayendo en la más profunda Yo respondí a Rafael:
Oscuridad.
45. ―No por el perdón de Abel,
La Tentación de Caín Sino por el mío propio
Seré perdonado‖.
Y desde la Oscuridad Rafael así me maldijo:
Vino una luz brillante – ―Entonces, mientras tus pasos
Fuego en medio la noche.
Y el arcángel Miguel 50. Pisen esta tierra,
Tú y tus hijos
5. Se reveló ante mí. Temeréis el amanecer,
Yo no tenía miedo. Y los rayos del sol
Pregunté qué deseaba. Os buscarán
Miguel, General del Cielo,
Custodio de la llama sagrada, 55. Para quemaros como el fuego
Dondequiera que os escondáis.
10. Me habló con estas palabras: Escóndete ahora del Sol,
―Hijo de Adán. Hijo de Eva,

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Pues se laza para alcanzarte Abrazaréis las Tinieblas,


Con toda su furia‖. Beberéis sólo sangre,

60. Pero yo encontré 105. Comeréis sólo cenizas,


Un lugar secreto, Seréis como fuisteis
Profundo en la tierra, En el momento de morir,
Y me escondí de la luz Nunca muriendo,
Del Sol. Continuando viviendo.

65. Dentro de la tierra 110. Caminaréis para siempre


Dormí hasta que la Luz del Mundo En las Tinieblas,
Se escondió tras la montaña Todo cuanto toquéis
De la Noche. Se desmoronará,
Cuando me alcé Hasta el último día‖.

70. De mi sueño diurno, 115. Lancé un grito


Escuché el sonido Cargado de angustia
De gentiles alas veloces. Por esta terrible maldición,
Vi las negras alas de Ariel Y lloré sobre mí.
Cubriéndome alrededor –
120. Derramé sangre.
75. Ariel, segador, Puse las lágrimas
Ángel de la Muerte, Dentro de un recipiente,
Oscuro Ariel, Y las bebí.
Quien mora en las tinieblas. Cuando alcé la vista
Ariel rápidamente dijo:
125. De mi cuenco de pesar
80. ―Hijo de Adán, Hijo de Eva, El arcángel Gabriel,
Dios Todopoderoso Gentil Gabriel,
Perdona tus pecados. Señor de la Redención,
¿Aceptarás la redención Se apareció ante mí.
Y me dejarás llevarte
130. Díjome el arcángel Gabriel:
85. Hacia tu recompensa, ―Hijo de Adán, Hijo de Eva,
Nunca más maldito?‖ Observa:
Y dije yo entonces La redención del Padre
A Ariel, el de negras alas: Es mayor de lo que jamás
―No por la redención
135. Podrías imaginar,
90. Del Todopoderoso, Pues, incluso ahora,
Sino por la mía propia, Hay una senda abierta,
Viviré. El camino de la Redención,
Soy lo que soy, Y llamarás a este camino [Golconda].
Hice lo que hice,
140. Habla a tus hijos de él,
95. Y esto nunca cambiará‖. Pues por él volverán
Y entonces, mediante Ariel, A residir en la Luz‖.
Pavoroso Ariel, Y después de esto,
Dios Todopoderoso La oscuridad
Me maldijo, diciéndome:
145. Se alzó cual un velo,
100. ―Entonces, mientras camines Y la única luz era
Por esta tierra, Los ojos de Lilith.
Tú y tus hijos

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Mirando a mi alrededor 190. Y conocí un camino,


Supe que había Despertado. Un camino de poder y Sangre
Para que yo lo siguiera,
Así pues abrí en mí
Esta Senda Definitiva,
150. Cuando mis energías
Por primera vez surgieron 195. Desde donde otros caminos
A través de mí, Procederían.
Descubrí cómo poder Con este nuevo poder,
Como el rayo moverme [Celeridad], Rompí las cadenas
Que puso en mí
155. Cómo coger prestada
La fuerza de la tierra [Potencia], 200. La Señora de Noche.
Cómo ser cual piedra [Fortaleza]. Dejé la reina Condenada
Éstas fueron como respirar Ese mismo atardecer,
Fue una vez para mí. Ocultándome en sombras,
Huí a las tierras de Nod
160. Lilith entonces me mostró
Cómo se ocultaba
De los cazadores [Ofuscación], 205. Y llegué a un lugar
Cómo exigía obediencia [Dominación], Donde no pudieran encontrarme
Cómo pedía respeto [Presencia]. Ni siquiera sus demonios

165. Entonces, Despertándome ―Crónicas de Caín‖ del Libro de Nod. Ed. La


Aún más rápido, encontré Factoría de ideas
Cómo alterar las formas [Protean],
Cómo dominar animales [Animalismo],
Cómo hacer que los ojos

170. Miren más allá de la vista [Auspex].


Entonces Lilith me ordenó
Que me detuviera,
Pues había sobrepasado
Todos mis límites,

175. Había ido demasiado lejos,


Había amenazado
Mi propia esencia.
Utilizó sus poderes
Y me ordenó parar.

180. Debido a su poder,


Yo la obedecí,
Pero profundo en mí,
Dentro fue plantada
Una semilla de rebelión.

185. Y cuando me dio la espalda,


Abrí mi ser de nuevo,
Lo abrí a la Noche,
Y vi en las estrellas
Infinitas posibilidades,

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.
Texto 3.
Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se
reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra,
hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el
día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas,
Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la
boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.
Abel contestó:
--¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo, aquí estamos juntos como antes.
--Ahora sé que en verdad me has perdonado --dijo Caín--; porque olvidar es perdonar. Yo trataré
también de olvidar.
Abel dijo despacio:
--Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.
―Leyenda‖ de Jorge Luis Borges

Preguntas de comprensión y aplicación

1. En la versión bíblica de Caín y Abel ¿por qué Caín mata a Abel? ¿Qué castigo recibe por
ello?

2. El segundo relato escrito en verso presenta una versión alterada y extendida de la


historia de Caín y Abel, narrando el origen de una de las criaturas sobrenaturales más
conocidas en la literatura de ficción actual.
Por lo tanto, según el relato ¿Al nacimiento de qué criatura se refiere? ¿Cuáles son sus
habilidades y sus debilidades?

Criatura:
Habilidades:

Debilidades:

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3. Con respecto al microcuento de Borges y a su sentido ¿qué quiere decir la frase final
“Mientras dura el remordimiento, dura la culpa”? Explica tomando en cuenta tanto el
cuento de Borges como los relatos anteriores.

4. ¿Es posible entender cabalmente el microcuento de Borges sin conocer el relato bíblico
de Cain y Abel? Fundamenta tu respuesta.

5. Completa el siguiente cuadro tomando en cuenta los narradores y la estructura narrativa


(el orden de los acontecimientos) de cada relato.

Tipo de Estructura narrativa.


narrador.
Génesis

Libro de
Nod

Microcuento
de Borges

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6. Describe y diferencia a Caín en cada uno de los relatos. Para tu respuesta toma en cuenta
los sentimientos que siente Caín por Abel y la actitud que tiene por el asesinato de su
hermano.

Génesis:

Libro de Nod:

Microcuento de Borges:

7. En estos 3 relatos existe una evidente relación de intertextualidad. Desde tu perspectiva


¿por qué crees tú que el relato bíblico de Caín y Abel ha sido abordado por la literatura
y el arte en innumerables ocasiones? ¿qué representa simbólicamente esta lucha entre
hermanos?

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8. Sabiendo ya que la lucha entre Caín y Abel es una temática universal, relata algún
ejemplo de algún libro, película, serie o videojuego donde se presente un intertexto del
relato mítico.

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UNIDAD II: Lo social y lo político


Comentario y crítica de textos literarios
y no literarios.

En esta unidad tendrás que:

 Comprender diversas obras narrativas, identificando y


reflexionando sobre sus recursos narrativos; estructuras y
recursos temporales; y relación y evolución de los personajes que
participan en éstas.

 Analizar y comparar ensayos modernos que aborden temas


relevantes, identificando su tesis y argumentos; resumiendo y
reordenando su contenido en mapas conceptuales; y criticándolos
con fundamentos.

 Comparar textos narrativos breves con ensayos de temáticas


similares para evidenciar las diferencias estructurales y de
recursos entre ambos.

Contenidos claves:
 Características del narrador
 Anacronías temporales y montajes
 Características del ensayo
 Estructura de la argumentación.

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Lección 1: Género narrativo: Disposición temporal, montajes y


características del narrador.
AE 07: Comprender diversas obras narrativas y reflexionar sobre ellas, considerando:
> La disposición de los acontecimientos (anacronías, montaje, conceptos de fábula y trama, entre
otros).
> La centralidad de los acontecimientos en la organización temática.
> Las características del narrador (conocimiento de mundo, participación en los acontecimientos y
focalización, entre otros aspectos).

Lee atentamente el siguiente relato. Fíjate bien en el suceso de los acontecimientos, puesto que
no es un relato cronológico y lineal.

Los pies del hombre se hundieron en la arena dejando una huella sin forma, como si fuera la pezuña
de algún animal. Treparon sobre las piedras, engarruñándose al sentir la inclinación de la subida;
luego caminaron hacia arriba, buscando el horizonte.
―Pies planos —dijo el que lo seguía—. Y un dedo de menos. Le falta el dedo gordo en el pie
izquierdo. No abundan fulanos con estas señas. Así que será fácil.‖
La vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y de malas mujeres. Parecía un camino de
hormigas de tan angosta. Subía sin rodeos hacia el cielo. Se perdía allí y luego volvía a aparecer más
lejos, bajo un cielo más lejano.
Los pies siguieron la vereda, sin desviarse. El hombre caminó apoyándose en los callos de sus
talones, raspando las piedras con las uñas de sus pies, rasguñándose los brazos, deteniéndose en cada
horizonte para medir su fin: ―No el mío sino el de él‖, dijo. Y volvió la cabeza para ver quién había
hablado.
Ni una gota de aire, sólo el eco de su ruido entre las ramas rotas. Desvanecido a fuerza de ir a
tientas, calculando sus pasos, aguantando hasta la respiración: ―Voy a lo que voy‖, volvió a decir. Y
supo que era él el que hablaba.
―Subió por aquí, rastrillando el monte —dijo el que lo perseguía—. Cortó las ramas con un
machete. Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y el ansia deja huellas siempre. Eso lo perderá.‖
Comenzó a perder el ánimo cuando las horas se alargaron y detrás de un horizonte estaba otro y
el cerro por donde subía no terminaba. Sacó el machete y cortó las ramas duras como raíces y tronchó
la yerba desde la raíz. Mascó un gargajo mugroso y lo arrojó a la tierra con coraje. Se chupó los
dientes y volvió a escupir. E1 cielo estaba tranquilo allá arriba, quieto, trasluciendo sus nubes entre la
silueta de los palos guajes, sin hojas. No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso de espinas
y de espigas secas y silvestres. Golpeaba con ansia los matojos con el machete: ―Se amellará con este
trabajito, más te vale dejar en paz las cosas‖.
Oyó allá atrás su propia voz.
―Lo señaló su propio coraje —dijo el perseguidor—. Él ha dicho quién es, ahora sólo falta saber
dónde está. Terminaré de subir por donde subió, después bajaré por donde bajó, rastreándolo hasta
cansarlo. Y donde yo me detenga, allí estará. Se arrodillará y me pedirá perdón. Y yo le dejaré ir un
balazo en la nuca... Eso sucederá cuando yo te encuentre.‖
Llegó al final. Sólo el puro cielo, cenizo, medio quemado por la nublazón de la noche. La tierra
se había caído para el otro lado. Miró la casa enfrente de él, de la que salía el último humo del
rescoldo. Se enterró en la tierra blanda, recién removida. Tocó la puerta sin querer, con el mango del
machete. Un perro llegó y le lamió las rodillas, otro más corrió a su alrededor moviendo la cola.
Entonces empujó la puerta sólo cerrada a la noche.
E1 que lo perseguía dijo: ―Hizo un buen trabajo. Ni siquiera los despertó. Debió llegar a eso de la
una, cuando el sueño es más pesado; cuando comienzan los sueños; después del ‗Descansen en paz‘,

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cuando se suelta la vida en manos de la noche con el cansancio del cuerpo raspa las cuerdas de la
desconfianza y las rompe‖.
―No debí matarlos a todos —dijo el hombre—. ‖Al menos no a todos‖. Eso fue lo que dijo.
La madrugada estaba gris, llena de aire frío. Bajó hacia el otro lado, resbalándose por el zacatal.
Soltó el machete que llevaba todavía apretado en la mano cuando el frío le entumeció las manos. Lo
dejó allí. Lo vio brillar como un pedazo de culebra sin vida, entre las espigas secas.
El hombre bajó buscando el río, abriendo una nueva brecha entre el monte.
Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente
en silencio. Camina y da vuelta sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la
tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien oiría la respiración de uno,
pero no la del río. La hiedra baja desde los altos sabinos y se hunde en el agua, junta sus manos y
forma telarañas que el río no deshace en ningún tiempo.
El hombre encontró la línea del río por el color amarillo de los sabinos. No lo oía. Sólo lo veía
retorcerse bajo las sombras. Vio venir las chachalacas. La tarde anterior se habían ido siguiendo, el
sol, volando en parvadas detrás de la luz. Ahora el sol estaba por salir y ellas regresaban de nuevo.
Se persignó hasta tres veces. ―Discúlpenme‖, les dijo. Y comenzó su tarea. Cuando llegó al
tercero, le salían chorretes de lágrimas. O tal vez era sudor. Cuesta trabajo matar. El cuero es
correoso. Se defiende aunque se haga a la resignación y el machete estaba mellado: ―Ustedes me han
de perdonar‖, volvió a decirles.
―Se sentó en la arena de la playa —eso dijo el que lo perseguía—. Se sentó aquí y no se movió
por un largo rato. Esperó a que despejaran las nubes. Pero el sol no salió ese día, ni al siguiente. Me
acuerdo. Fue el domingo aquel en que se me murió el recién nacido y fuimos a enterrarlo. No
teníamos tristeza, sólo tengo memoria de que el cielo estaba gris y de que las flores que llevamos
estaban desteñidas y marchitas como si sintieran la falta del sol.‖
―E1 hombre ese se quedó aquí, esperando. Allí estaban sus huellas: el nido que hizo junto a los
matorrales; el calor de su cuerpo abriendo un pozo en la tierra húmeda.‖
―No debí haberme salido de la vereda —pensó el hombre. Por allá hubiera llegado. Pero es
peligroso caminar por donde todos caminan, sobre todo llevando este peso que yo llevo. Este peso se
ha de ver por cualquier ojo que me mire; se ha de ver como si fuera una hinchazón rara. Yo así lo
siento. Cuando sentí que me había cortado un dedo, la gente lo vio y yo no, hasta después. Así ahora,
aunque no quiera, tengo que tener alguna señal. Así lo siento, por el peso, o tal vez el esfuerzo me
cansó‖. Luego añadió: ―No debí matarlos a todos; me hubiera conformado con el que tenía que matar;
pero estaba oscuro y los bultos eran iguales... Después de todo, así de a muchos les costará menos el
entierro.‖
―Te cansarás primero que yo. Llegaré a donde quieres llegar antes que tú estés allí —dijo el que
iba detrás de él—. Me sé de memoria tus intenciones, quién eres y de dónde eres y adónde vas.
Llegaré antes que tú llegues.‖
―Este no es el lugar —dijo el hombre al ver el río—.―Lo cruzaré aquí y luego más allá y quizá
salga a la misma orilla. Tengo que estar al otro lado, donde no me conocen, donde nunca he estado y
nadie sabe de mí; luego caminaré derecho, hasta llegar. De allí nadie me sacará nunca‖.
Pasaron más parvadas de chachalacas, graznando con gritos que ensordecían.
―Caminaré más abajo. Aquí el se hace un enredijo y puede devolverme a donde no quiero
regresar.‖
―Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis
huesos se endurecieron antes que los tuyos‖.
Oía su voz, su propia voz, saliendo despacio de su boca. La sentía sonar como una cosa falsa y
sin sentido.
¿Por qué habría dicho aquello? Ahora su hijo se estaría burlando de él. O tal vez no. ―Tal vez
esté lleno de rencor conmigo por haberlo dejado solo en nuestra última hora‖. Porque era también la
mía; era únicamente la mía. É1 vino por mí. No los buscaba a ustedes, simplemente era yo el final de
su viaje, la cara que él soñaba ver muerta, restregada contra el lodo, pateada y pisoteada hasta la
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desfiguración. Igual que lo que yo hice con su hermano; pero lo hice cara a cara, José Alcancía, frente
a él y frente a ti y tú nomás llorabas y temblabas de miedo. Desde entonces supe quién eras y cómo
vendrías a buscarme. Te esperé un mes, despierto de día y de noche, sabiendo que llegarías a rastras,
escondido como una mala víbora. Y llegaste tarde. Y yo también llegué tarde. Llegué detrás de ti. Me
entretuvo el entierro del recién nacido. Ahora entiendo. Ahora entiendo por qué se me marchitaron las
flores en la mano.‖
―No debí matarlos a todos —iba pensando el hombre—. No valía la pena echarme ese tercio tan
pesado en mi espalda. Los muertos pesan más que los vivos; lo aplastan a uno. Debía de haberlos
tentaleado de uno por uno hasta dar con él; lo hubiera conocido por el bigote; aunque estaba oscuro
hubiera sabido dónde pegarle antes que se levantara... Después de todo, así estuvo mejor. Nadie los
llorará y yo viviré en paz. La cosa es encontrar el paso para irme de aquí antes que me agarre la
noche.‖
El hombre entró a la angostura del río por la tarde. E1 sol no había salido en todo el día, pero la
luz se había borneado, volteando las sombras; por eso supo que era después del mediodía.
―Estás atrapado —dijo el que iba detrás de él y que ahora estaba sentado a la orilla del río—. Te
has metido en un atolladero. Primero haciendo tu fechoría y ahora yendo hacia los cajones, hacia tu
propio cajón. No tiene caso que te siga hasta allá. Tendrás que regresar en cuanto te veas encañonado.
Te esperaré aquí. Aprovecharé el tiempo para medir la puntería, para saber dónde te voy a colocar la
bala. Tengo paciencia y tú no la tienes, así que ésa es mi ventaja. Tengo mi corazón que resbala y da
vueltas en su propia sangre, y el tuyo está desbaratado, revenido y lleno de pudrición. Esa es también
mi ventaja. Mañana estarás muerto, o tal vez pasado mañana o dentro de ocho días. No importa el
tiempo. Tengo paciencia.‖
E1 hombre vio que el río se encajonaba entre altas paredes y se detuvo. ―Tendré que regresar‖,
dijo.
E1 río en estos lugares es ancho y hondo y no tropieza con ninguna piedra. Se resbala en un
cauce como de aceite espeso y sucio. Y de vez en cuando se traga alguna rama en sus remolinos,
sorbiéndola sin que se oiga ningún quejido.
―Hijo —dijo el que estaba sentado esperando—: no tiene caso que te diga que el que te mató está
muerto desde ahora‖. ¿Acaso yo ganaré algo con eso? La cosa es que yo no estuve contigo. ¿De qué
sirve explicar nada? No estaba contigo. Eso es todo. Ni con ella. Ni con él. ―No estaba con nadie;
porque el recién nacido no me dejó ninguna señal de recuerdo.‖
El hombre recorrió un largo tramo río arriba.
En la cabeza le rebotaban burbujas de sangre. ―Creí que el primero iba a despertar a los demás
con su estertor, por eso me di prisa.‖ ―Discúlpenme la apuración‖, les dijo. Y después sintió que el
gorgoreo aquel era igual al ronquido de la gente dormida; por eso se puso tan en calma cuando salió a
la noche de afuera, al frío de aquella noche nublada.

Parecía venir huyendo. Traía una porción de lodo en las zancas, que ya ni se sabía cuál era el
color de sus pantalones.
Lo vi desde que se zambulló en el río. Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir corriente abajo, sin
manotear, como si caminara pisando el fondo. Después rebasó la orilla y puso sus trapos a secar. Lo vi
que temblaba de frío. Hacía aire y estaba nublado.
Me estuve asomando desde el boquete de la cerca donde me tenía el patrón al encargo de sus
borregos. Volvía y miraba a aquel hombre sin que él se maliciara que alguien lo estaba espiando.
Se apalancó en sus brazos y se estuvo estirando y aflojando su humanidad, dejando orear el
cuerpo para que se secara. Luego se enjaretó la camisa y los pantalones agujerados. vi que no traía
machete ni ningún arma. Sólo la pura funda que le colgaba de la cintura, huérfana.
Miró y remiró para todos lados y se fue. Y ya iba yo a enderezarme para arriar mis borregos,
cuando lo volví a ver con la misma traza de desorientado.
Se metió otra vez al río, en el brazo de en medio, de regreso.
―¿Qué traerá este hombre?‖, me pregunté.
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Y nada. Se echó de vuelta al río y la corriente se soltó zangoloteándolo como un reguilete, y


hasta por poco y se ahoga. Dio muchos manotazos y por fin no pudo pasar y salió allá a bajo, echando
buches de agua hasta desentriparse.
Volvió a hacer la operación de secarse en pelota y luego arrendó río arriba por el rumbo de
donde había venido.
Que me lo dieran ahorita. De saber lo que había hecho lo hubiera apachurrado a pedradas y ni
siquiera me entraría el remordimiento.
Ya lo decía yo que era un juilón. Con sólo verle la cara. Pero no soy adivino, señor licenciado.
Sólo soy un cuidador de borregos y hasta sí usted quiere algo miedoso cuando da la ocasión. Aunque,
como usted dice, lo pude muy bien agarrar desprevenido y una pedrada bien dada en la cabeza lo
hubiera dejado allí bien tieso. Usted ni quien se lo quite que tiene la razón.
Eso que me cuenta de todas las muertes que debía y que acababa de efectuar, no me lo perdono.
Me gusta matar matones, créame usted. No es la costumbre; pero se ha de sentir sabroso ayudarle a
Dios a acabar con esos hijos del mal.
La cosa es que no todo quedó allí. Lo vi venir de nueva cuenta al día siguiente. Pero yo todavía
no sabía nada. ¡De haberlo sabido!
Lo vi venir más flaco que el día antes con los huesos afuerita del pellejo, con la camisa rasgada.
No creí que fuera él, así estaba de desconocido.
Lo conocí por el arrastre de sus ojos: medio duros, como que lastimaban. Lo vi beber agua y
luego hacer buches como quien está enjuagándose la boca; pero lo que pasaba era que se había
tragado un buen puño de ajolotes, porque el charco donde se puso a sorber era bajito y estaba plagado
de ajolotes. Debía de tener hambre.
Le vi los ojos, que eran dos agujeros oscuros como de cueva.
Se me arrimó y me dijo: ―¿Son tuyas esas borregas?‖ Y yo le dije que no. ―Son de quien las
parió‖, eso le dije.
No le hizo gracia la cosa. Ni siquiera peló el diente. Se pegó a la más hobachona de mis borregas
y con sus manos como tenazas le agarró las patas y le sorbió el pezón. Hasta acá se oían los balidos
del animal; pero él no la soltaba, seguía chupe y chupe hasta que se hastió de mamar. Con decirle que
tuve que echarle creolina en las ubres para que se le desinflamaran y no se le fueran a infestar los
mordiscos que el hombre les había dado.
¿Dice usted que mató a toditita la familia de los Urquidi? De haberlo sabido lo atajo a puros
leñazos.
Pero uno es ignorante. Uno vive remontado en el cerro, sin más trato que los borregos, y los
borregos no saben de chismes.
Y al otro día se volvió a aparecer. Al llegar yo, llegó él. Y hasta entramos en amistad.
Me contó que no era de por aquí, que era de un lugar muy lejos; pero que no podía andar ya
porque le fallaban las piernas: ―Camino y camino y ando nada. Se me doblan las piernas de la
debilidad. Y mi tierra está lejos, más allá de aquellos cerros.‖ Me contó que se había pasado dos días
sin comer más que puros yerbajos. Eso me dijo. ¿Dice usted que ni piedad le entró cuando mató a los
familiares de los Urquidi? De haberlo sabido se habría quedado en juicio y con la boca abierta
mientras estaba bebiéndose la leche de mis borregas.
Pero no parecía malo. Me contaba de su mujer y de sus chamacos.
Y de lo lejos que estaban de él. Se sorbía los mocos al acordarse de ellos.
Y estaba reflaco, como trasijado. Todavía ayer se comió un pedazo de animal que se había
muerto del relámpago. Parte amaneció comida de seguro por las hormigas arrieras y la parte que
quedó él la tatemó en las brasas que yo prendía para calentarme las tortillas y le dio fin. Ruñó los
huesos hasta dejarlos pelones.
―El animalito murió de enfermedad‖, le dije yo.
Pero como si ni me oyera. Se lo tragó enterito. Tenía hambre.

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Pero dice usted que acabó con la vida de esa gente. De haberlo sabido. Lo que es ser ignorante y
confiado. Yo no soy más que borreguero y de ahí en más no se nada. ¡Con decirles que se comía mis
mismas tortillas y que las embarraba en mi mismo plato!
¿De modo que ahora que vengo a decirle lo que sé, yo salgo encubridor? Pos ahora sí. ¿Y dice
usted que me va a meter a la cárcel por esconder a ese individuo? Ni que yo fuera el que mató a la
familia esa. Yo sólo vengo a decirle que allí en un charco del río está un difunto. Y usted me alega
que desde cuándo y cómo es y de qué modo es ese difunto. Y ahora que yo se lo digo, salgo
encubridor. Pos ahora sí.
Créame usted, señor licenciado, que de haber sabido quién era aquel hombre no me hubiera
faltado el modo de hacerlo perdidizo. ¿Pero yo qué sabía? Yo no soy adivino. Él sólo me pedía de
comer y me platicaba de sus muchachos, chorreando lágrimas.
Y ahora se ha muerto. Yo creí que había puesto a secar sus trapos entre las piedras del río; pero
era él, enterito, el que estaba allí boca abajo, con la cara metida en el agua. Primero creí que se había
doblado al empinarse sobre el río y no había podido ya enderezar la cabeza y que luego se había
puesto a resollar agua, hasta que le vi la sangre coagulada que le salía por la boca y la nuca repleta de
agujeros como si lo hubieran taladrado.
Yo no voy a averiguar eso. Sólo vengo a decirle lo que pasó, sin quitar ni poner nada. Soy
borreguero y no sé de otras cosas.

―El hombre‖ de Juan Rulfo.

Preguntas de aplicación
1. Resuma y ordene los principales acontecimientos del relatos, tomando en cuenta, en
primer lugar el orden fueron relatados (trama) y luego el orden que cronológicamente
sucedieron (fábula).

Trama:

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Fábula:

2. El relato está dividido en dos secciones, donde en cada una existen varios tipos de
narradores. Complete el esquema siguiente, señalando qué tipos de narradores están
presente en el texto e indicando sus principales características.

Primera parte: la persecución.

Narrador 1:
Conocimiento del mundo:
Relación con el mundo narrado:

Participación en los acontecimientos:

Relación con los personajes y/o ambientes:

Narrador 2:
Conocimiento del mundo:

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Relación con el mundo narrado:

Participación en los acontecimientos:

Relación con los personajes y/o ambientes:

Narrador 3:
Conocimiento del mundo:
Relación con el mundo narrado:

Participación en los acontecimientos:

Relación con los personajes y/o ambientes:

Segunda parte: la explicación del borreguero.

Narrador 4:
Conocimiento del mundo:
Relación con el mundo narrado:

Participación en los acontecimientos:

Relación con los personajes y/o ambientes:

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3. ¿Qué tipos de montajes son ocupados en el relato? Explique.

4. ¿Por qué crees que el autor del relato utilizó todos esos recursos para contar esa
historia? Fundamenta.

5. Escribe una breve narración del trayecto de tu casa a la escuela, utilizando alguna
técnica de montaje vista en clases.

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Lección 2: Género narrativo: Anacronías temporales.

AE 8. Reconocer, describir y valorar los recursos de organización temporal como medios para
relevar acontecimientos, personajes y temas, en una obra narrativa.

Lee el siguiente fragmento de novela. Presta atención a los saltos temporales presentes.

¿Cómo y por qué llegué hasta allí? Por los mismos motivos por los que he llegado a tantas partes. Es
una historia larga y, lo que es peor, confusa. La culpa es mía: nunca he podido pensar como pudiera
hacerlo un metro, línea tras línea, centímetro tras centímetro, hasta llegar a ciento o a mil; y mi
memoria no es mucho mejor: salta de un hecho a otro y toma a veces los que aparecen primero,
volviendo sobre sus pasos sólo cuando los otros, más perezosos o más densos, empiezan a surgir a su
vez desde el fondo de la vida pasada. Creo que, primero o después, estuve preso. Nada importante,
por supuesto: asalto a una joyería, a una joyería cuya existencia y situación ignoraba e ignoro aún.
Tuve, según perece, cómplices, a los que tampoco conocí y cuyos nombres o apodos supe tanto como
ellos los míos; la única que supo algo fue la policía, aunque no con mucha seguridad. Muchos días de
cárcel y muchas noches durmiendo sobre el suelo de cemento, sin una frazada; como consecuencia,
pulmonía; después, tos, una tos que brotaba de alguna parte del pulmón herido. Al ser dado de alta y
puesto en libertad, salvado de la muerte y de la justicia, la ropa, arrugada y manchada de pintura,
colgaba de mí como de un clavo. ¿Qué hacer? No era mucho lo que podía hacer; a lo sumo, morir;
pero no es fácil morir. No podía pensar en trabajar ––me habría caído de la escalera–– y menos podía
pensar en robar: el pulmón herido me impedía respirar profundamente. Tampoco era fácil vivir.
En ese estado y con esas expectativas, salía a la calle.

-Está en libertad. Firme aquí. ¡Cabo de guardia!.

Sol y viento, mar y cielo

-2.-

Tuve por esos tiempos un amigo; fue lo único que tuve durante algunos días, pero lo perdí: así
como alguien pierde en una calle muy concurrida o en una playa solitaria un objeto que aprecia, así
yo, en aquel puerto, perdí a mi amigo. No murió; no nos disgustamos; simplemente, se fue. Llegamos
a Valparaíso con ánimos de embarcar en cualquier buque que zarpara hacia el norte, pero no pudimos;
por lo menos yo no pude; cientos de individuos, policías, conductores de trenes, cónsules, capitanes o
gobernadores de puerto, patrones, sobrecargos y otros tantos e iguales espantosos seres están aquí,
están allá, están en todas partes, impidiendo al ser humano moverse hacia donde quiere y como
quiere.

-Quisiera sacar libreta de embarque.

-¿Nacionalidad?.

-Argentino.

-¿Certificado de nacimiento?.

-No tengo.

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-¿Lo ha perdido?.

-Nunca tuve uno.

-¿Cómo entró a Chile?.

-En un vagón lleno de animales.

No era mentira. La culpa fue del conductor del tren: nuestra condición, en vez de provocarle
piedad, le causó ira; no hizo caso de los ruegos que le dirigimos ––¿en qué podía herir sus intereses el
hecho de que cinco pobres diablos viajáramos colgados de los vagones del tren de carga?–– y fue
inútil que uno de nosotros, después de mostrar sus destrozados zapatos, estallara en sollozos y
asegurara que hacía veinte días que caminaba, que tenía los pies hechos una llaga y que de no
permitírsele seguir viaje en ese tren, moriría, por diosito, de frío y de hambre, en aquel desolado Valle
de Uspallata. Nada. A pesar de que nuestro camarada utilizó sus mejores sollozos, no obtuvimos
resultado alguno. El conductor del tren, más entretenido que conmovido ante aquel hombre que
lloraba, y urgido por los pitazos de la locomotora, mostró una última vez sus dientes; lanzó un silbido
y desapareció en la oscuridad, seguido de su farol. El tren partió. Apenas hubo partido, el hombre de
los destrozados zapatos limpió sus lágrimas y sus mocos, hizo un corte de manga en dirección al
desaparecido conductor y corrió tras los vagones; allá fuimos todos: eran las dos o las tres de la
madrugada, corría un viento que pelaba las orejas y estábamos a muchos kilómetros de la frontera
chilena, sólo un inválido podía asustarse de las amenazas del conductor. El tren tomó pronto su
marcha de costumbre y durante un rato me mantuve de pie sobre un peldaño de la escalerilla, tomado
a ella con una mano y sosteniendo con la otra mi equipaje. Al cabo de ese rato comencé a darme
cuenta de que no podría mantenerme así toda la noche: un invencible cansancio y un profundo sueño
se apoderaban de mí, y aunque sabía que dormirme o siquiera adormilarme significaba la caída en la
línea y la muerte, sentí, dos o tres veces, que mis músculos, desde los de los ojos hasta los de los pies,
se abandonaban al sueño. El tren apareció mientras yacíamos como piedras en el suelo, durmiendo
tras una jornada de cuarenta y tantos kilómetros, andados paso a paso. Ni siquiera comimos; el
cansancio no nos dejó. A tientas dándonos de cabezazos en la oscuridad, pues dormíamos todos
juntos, recogimos nuestras ropas y corrimos hacia los vagones, yo el último, feliz poseedor de una
maldita maleta cuyas cerraduras tenía que abrir y cerrar cada vez que quería meter o sacar algo.
Mirando hacia lo alto podía ver el cielo y el perfil de las montañas; a los costados, la oscuridad y
alguna que otra mancha de nieve; y arriba y abajo y en todas partes el helado viento cordillerano de
principios de primavera entrando en nosotros por los pantalones, las mangas, el cuello,
agarrotándonos las manos, llenándonos de tierra y de carboncillo los ojos y zarandeándonos como a
trapos. Debía escoger entre morir o permanecer despierto, pero no tenía conciencia para hacerlo. Los
ruidos del tren parecían arrullarme, y cuando, por algunos segundos fijaba los semicerrados ojos en
los rieles que brillaban allá abajo, sentía que ellos también, con su suave deslizarse, me empujaban
hacia el sueño y la muerte. Durante un momento creí que caería en la línea y moriría: el suelo parecía
llamarme: era duro, pero sobre él podía descansar. Estallé en blasfemias. «¿Qué te pasa?», preguntó el
hombre de los destrozados zapatos, que colgaba de la escalerilla anterior del vagón cuya espalda
rozaba la mía cada vez que el tren perdía velocidad, chocando entre sí los topes de los vagones. No
contesté; trepé a la escalerilla, me encaramé sobre el techo, y desde allí, y a través de las aberturas,
forcejeando con la maleta, me deslicé al interior del vagón. Allí no iría colgado, y, sobre todo, no
correría el riesgo de encontrarme de nuevo con el desalmado conductor. No sospeché lo que me
esperaba: al caer entre los animales no pareció que era un hombre el que caía sino un león; hubo un
estremecimiento y los animales empezaron a girar en medio de un sordo ruido de pezuñas. Se me
quitaron el sueño, el frío, y hasta el hambre: tan pronto debí correr con ellos, aprovechando el espacio
que me dejaban, como, tomando de sorpresa por un movimiento de retroceso, afirmar las espaldas en
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las paredes del vagón, estirar los brazos y apoyando las manos y hasta los codos en el cuarto trasero
de algún buey, retenerlo, impidiendo que me apabullara. Después de unas vueltas, los animales se
tranquilizaron y pude respirar; la próxima curva de la línea los puso de nuevo en movimiento. El
hombre de los sollozos, trasladado en la escalerilla que yo abandonará, sollozaba de nuevo, aunque
ahora de risa: el piso del vagón, cubierto de bosta fresca, era como el piso de un salón de patinar, y yo,
maleta en mano, aquella maldita maleta que no debía soltar, él no quería verla convertida en tortilla, y
danzando entre los bueyes, era la imagen perfecta del alma pequeña y errante... En esa forma había
entrado a Chile. ¿Para qué podía necesitar un certificado de nacimiento?.

Fragmento de ―Hijo de ladrón‖ de Manuel Rojas

Preguntas de aplicación.
1. Resume la trama del relato en 5 a 7 acontecimientos principales. Luego reordénalo
cronológicamente para evidenciar la fábula del relato.

Acontecimientos principales:

Reordenación cronológica:

2. Identifica cada una de las alteraciones temporales del relato, señalando luego a qué
tiempo se refiere y sucesos se refiere.

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3. ¿Cómo justifica el narrador la presencia de alteraciones temporales en el relato? Para


responder tome la reflexión de la primera parte del relato.

4. Pensando que el narrador es prácticamente un mendigo ¿de qué forma se puede


relacionar las características del personaje con su particular forma de narrar.

5. ¿Cuál es la intención comunicativa del autor con respecto al uso de alteraciones


temporales? ¿por qué se puede afirmar que el relato se enriquece con las presencia de
esos recursos? Fundamente.

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Lección 3: Género narrativo: Análisis de personajes y su evolución.


AE 11. Con respecto a personajes de obras narrativas, analizar críticamente a partir de:
> La estructura psicológica que los caracteriza.
> La relación específica entre dos o más personajes.
> La forma en que la situación que viven determina sus pensamientos y sus reacciones.
> Su evolución a lo largo de la obra.

Lee el siguiente relato que está basado en la triste realidad de los mineros de la minas de
carbón de Lota al principio del siglo XX.

Pablo se aferró instintivamente a las piernas de su padre. Zumbábanle los oídos y el piso que huía
debajo de sus pies le producía una extraña sensación de angustia. Creíase precipitado en aquel agujero
cuya negra abertura había entrevisto al penetrar en la jaula, y sus grandes ojos miraban con espanto
las lóbregas paredes del pozo en el que se hundían con vertiginosa rapidez. En aquel silencioso
descenso sin trepidación ni más ruido que el del agua goteando sobre la techumbre de hierro las luces
de las lámparas parecían prontas a extinguirse y a sus débiles destellos se delineaban vagamente en la
penumbra las hendiduras y partes salientes de la roca: una serie interminable de negras sombras que
volaban como saetas hacia lo alto.
Pasado un minuto, la velocidad disminuyó bruscamente, los pies asentáronse con más solidez en el
piso fugitivo y el pesado armazón de hierro, con un áspero rechinar de goznes y de cadenas, quedó
inmóvil a la entrada de la galería.
El viejo tomó de la mano al pequeño y juntos se internaron en el negro túnel. Eran de los primeros en
llegar y el movimiento de la mina no empezaba aún. De la galería bastante alta para permitir al minero
erguir su elevada talla, sólo se distinguía parte de la techumbre cruzada por gruesos maderos. Las
paredes laterales permanecían invisibles en la oscuridad profunda que llenaba la vasta y lóbrega
excavación.
A cuarenta metros del pique se detuvieron ante una especie de gruta excavada en la roca. Del techo
agrietado, de color de hollín, colgaba un candil de hoja de lata cuyo macilento resplandor daba a la
estancia la apariencia de una cripta enlutada y llena de sombras. En el fondo, sentado delante de una
mesa, un hombre pequeño, ya entrado en años, hacía anotaciones en un enorme registro. Su negro
traje hacía resaltar la palidez del rostro surcado por profundas arrugas. Al ruido de pasos levantó la
cabeza y fijó una mirada interrogadora en el viejo minero, quien avanzó con timidez, diciendo con
voz llena de sumisión y de respeto:
-Señor, aquí traigo el chico.
Los ojos penetrantes del capataz abarcaron de una ojeada el cuerpecillo endeble del muchacho. Sus
delgados miembros y la infantil inconsciencia del moreno rostro en el que brillaban dos ojos muy
abiertos como de medrosa bestezuela, lo impresionaron desfavorablemente, y su corazón endurecido
por el espectáculo diario de tantas miserias, experimentó una piadosa sacudida a la vista de aquel
pequeñuelo arrancado de sus juegos infantiles y condenado, como tantas infelices criaturas, a
languidecer miserablemente en las humildes galerías, junto a las puertas de ventilación. Las duras
líneas de su rostro se suavizaron y con fingida aspereza le dijo al viejo que muy inquieto por aquel
examen fijaba en él una ansiosa mirada:
-¡Hombre! Este muchacho es todavía muy débil para el trabajo. ¿Es hijo tuyo?

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-Sí, señor.
-Pues debías tener lástima de sus pocos años y antes de enterrarlo aquí enviarlo a la escuela por algún
tiempo.
-Señor -balbuceó la voz ruda del minero en la que vibraba un acento de dolorosa súplica-. Somos seis
en casa y uno solo el que trabaja, Pablo cumplió ya los ocho años y debe ganar el pan que come y,
como hijo de mineros, su oficio será el de sus mayores, que no tuvieron nunca otra escuela que la
mina.
Su voz opaca y temblorosa se extinguió repentinamente en un acceso de tos, pero sus ojos húmedos
imploraban con tal insistencia, que el capataz vencido por aquel mudo ruego llevó a sus labios un
silbato y arrancó de él un sonido agudo que repercutió a lo lejos en la desierta galería. Oyose un
rumor de pasos precipitados y una oscura silueta se dibujó en el hueco de la puerta.
-Juan -exclamó el hombrecillo, dirigiéndose al recién llegado- lleva este chico a la compuerta número
doce, reemplazará al hijo de José, el carretillero, aplastado ayer por la corrida.
Y volviéndose bruscamente hacia el viejo, que empezaba a murmurar una frase de agradecimiento,
díjole con tono duro y severo:
-He visto que en la última semana no has alcanzado a los cinco cajones que es el mínimum diario que
se exige a cada barretero. No olvides que si esto sucede otra vez, será preciso darte de baja para que
ocupe tu sitio otro más activo.
Y haciendo con la diestra un ademán enérgico, lo despidió.
Los tres se marcharon silenciosos y el rumor de sus pisadas fue alejándose poco a poco en la oscura
galería. Caminaban entre dos hileras de rieles cuyas traviesas hundidas en el suelo fangoso trataban de
evitar alargando o acortando el paso, guiándose por los gruesos clavos que sujetaban las barras de
acero. El guía, un hombre joven aún, iba delante y más atrás con el pequeño Pablo de la mano seguía
el viejo con la barba sumida en el pecho, hondamente preocupado. Las palabras del capataz y la
amenaza en ellas contenida habían llenado de angustia su corazón. Desde algún tiempo su decadencia
era visible para todos; cada día se acercaba más el fatal lindero que una vez traspasado convierte al
obrero viejo en un trasto inútil dentro de la mina. El balde desde el amanecer hasta la noche durante
catorce horas mortales, revolviéndose como un reptil en la estrecha labor, atacaba la hulla
furiosamente, encarnizándose contra el filón inagotable, que tantas generaciones de forzados como él
arañaban sin cesar en las entrañas de la tierra.
Pero aquella lucha tenaz y sin tregua convertía muy pronto en viejos decrépitos a los más jóvenes y
vigorosos. Allí en la lóbrega madriguera húmeda y estrecha, encorvábanse las espaldas y aflojábanse
los músculos y, como el potro resabiado que se estremece tembloroso a la vista de la vara, los viejos
mineros cada mañana sentían tiritar sus carnes al contacto de la vena. Pero el hambre es aguijón más
eficaz que el látigo y la espuela, y reanudaban taciturnos la tarea agobiadora, y la veta entera
acribillada por mil partes por aquella carcoma humana, vibraba sutilmente, desmoronándose pedazo a
pedazo, mordida por el diente cuadrangular del pico, como la arenisca de la ribera a los embates del
mar.
La súbita detención del guía arrancó al viejo de sus tristes cavilaciones. Una puerta les cerraba el
camino en aquella dirección, y en el suelo arrimado a la pared había un bulto pequeño cuyos
contornos se destacaban confusamente heridos por las luces vacilantes de las lámparas: era un niño de
diez años acurrucado en un hueco de la muralla.
Con los codos en las rodillas y el pálido rostro entre las manos enflaquecidas, mudo e inmóvil,
pareció no percibir a los obreros que traspusieron el umbral y lo dejaron de nuevo sumido en la

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obscuridad. Sus ojos abiertos, sin expresión, estaban fijos obstinadamente hacia arriba, absortos tal
vez, en la contemplación de un panorama imaginario que, como el miraje del desierto, atraía sus
pupilas sedientas de luz, húmedas por la nostalgia del lejano resplandor del día.
Encargado del manejo de esa puerta, pasaba las horas interminables de su encierro sumergido en un
ensimismamiento doloroso, abrumado por aquella lápida enorme que abogó para siempre en él la
inquieta y grácil movilidad de la infancia, cuyos sufrimientos dejan en el alma que los comprende una
amargura infinita y un sentimiento de execración acerbo por el egoísmo y la cobardía humanos.
Los dos hombres y el niño después de caminar algún tiempo por un estrecho corredor, desembocaron
en una alta galería de arrastre de cuya techumbre caía una lluvia continua de gruesas gotas de agua.
Un ruido sordo y lejano, como si un martillo gigantesco golpease sobre sus cabezas la armadura del
planeta, escuchábase a intervalos. Aquel rumor, cuyo origen Pablo no acertaba a explicarse, era el
choque de las olas en las rompientes de la costa. Anduvieron aún un corto trecho y se encontraron por
fin delante de la compuerta número doce.
-Aquí es -dijo el guía, deteniéndose junto a la hoja de tablas que giraba sujeta a un marco de madera
incrustado en una roca.
Las tinieblas eran tan espesas que las rojizas luces de las lámparas, sujetas a las viseras de las gorras
de cuero, apenas dejaban entrever aquel obstáculo.
Pablo, que no se explicaba ese alto repentino, contemplaba silencioso a sus acompañantes, quienes,
después de cambiar entre sí algunas palabras breves y rápidas, se pusieron a enseñarle con jovialidad
y empeño el manejo de la compuerta. El rapaz, siguiendo sus indicaciones, la abrió y cerró repetidas
veces, desvaneciendo la incertidumbre del padre que temía que las fuerzas de su hijo no bastasen para
aquel trabajo.
El viejo manifestó su contento, pasando la callosa mano por la inculta cabellera de su primogénito,
quien hasta allí no había demostrado cansancio ni inquietud. Su juvenil imaginación impresionada por
aquel espectáculo nuevo y desconocido se hallaba aturdida, desorientada. Parecíale a veces que estaba
en un cuarto a oscuras y creía ver a cada instante abrirse una ventana y entrar por ella los brillantes
rayos del sol., y aunque su inexperto corazoncito no experimentaba ya la angustia que le asaltó en el
pozo de bajada, aquellos mimos y caricias a que no estaba acostumbrado despertaron su desconfianza.
Una luz brilló a lo lejos en la galería y luego se oyó el chirrido de las ruedas sobre la vía, mientras un
trote pesado y rápido hacía retumbar el suelo.
-¡Es la corrida! -exclamaron a un tiempo los dos hombres.
-Pronto, Pablo -dijo el viejo-, a ver cómo cumples tu obligación.
El pequeño con los puños apretados apoyó su diminuto cuerpo contra la hoja que cedió lentamente
hasta tocar la pared. Apenas efectuada esta operación, un caballo oscuro, sudoroso y jadeante, cruzó
rápido delante de ellos, arrastrando un pesado tren cargado de mineral.
Los obreros se miraron satisfechos. El novato era ya un portero experimentado, y el viejo, inclinando
su alta estatura, empezó a hablarle zalameramente: él no era ya un chicuelo, como los que quedaban
allá arriba que lloran por nada y están siempre cogidos de las faldas de las mujeres, sino un hombre,
un valiente, nada menos que un obrero, es decir, un camarada a quien había que tratar como tal. Y en
breves frases le dio a entender que les era forzoso dejarlo solo; pero que no tuviese miedo, pues había
en la mina muchísimos otros de su edad, desempeñando el mismo trabajo; que él estaba cerca y
vendría a verlo de cuando en cuando, y una vez terminada la faena regresarían juntos a casa.
Pablo oía aquello con espanto creciente y por toda respuesta se cogió con ambas manos de la blusa del
minero. Hasta entonces no se había dado cuenta exacta de lo que se exigía de él. El giro inesperado
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que tomaba lo que creyó un simple paseo, le produjo un miedo cerval, y dominado por un deseo
vehementísimo de abandonar aquel sitio, de ver a su madre y a sus hermanos y de encontrarse otra vez
a la claridad del día, sólo contestaba a las afectuosas razones de su padre con un ―¡vamos!‖
quejumbroso y lleno de miedo. Ni promesas ni amenazas lo convencían, y el ―¡vamos, padre!‖,
brotaba de sus labios cada vez más dolorido y apremiante.
Una violenta contrariedad se pintó en el rostro del viejo minero; pero al ver aquellos ojos llenos de
lágrimas, desolados y suplicantes, levantados hacia él, su naciente cólera se trocó en una piedad
infinita: ¡era todavía tan débil y pequeño! Y el amor paternal adormecido en lo íntimo de su ser
recobró de súbito su fuerza avasalladora.
El recuerdo de su vida, de esos cuarenta años de trabajos y sufrimientos, se presentó de repente a su
imaginación, y con honda congoja comprobó que de aquella labor inmensa sólo le restaba un cuerpo
exhausto que tal vez muy pronto arrojarían de la mina como un estorbo, y al pensar que idéntico
destino aguardaba a la triste criatura, le acometió de improviso un deseo imperioso de disputar su
presa a ese monstruo insaciable, que arrancaba del regazo de las madres los hijos apenas crecidos para
convertirlos en esos parias, cuyas espaldas reciben con el mismo estoicismo el golpe brutal del amo y
las caricias de la roca en las inclinadas galerías.
Pero aquel sentimiento de rebelión que empezaba a germinar en él se extinguió repentinamente ante el
recuerdo de su pobre hogar y de los seres hambrientos y desnudos de los que era el único sostén, y su
vieja experiencia le demostró lo insensato de su quimera. La mina no soltaba nunca al que había
cogido, y como eslabones nuevos que se sustituyen a los viejos y gastados de una cadena sin fin, allí
abajo los hijos sucedían a los padres, y en el hondo pozo el subir y bajar de aquella marca viviente no
se interrumpiría jamás. Los pequeñuelos respirando el aire emponzoñado de la mina crecían
raquíticos, débiles, paliduchos, pero había que resignarse, pues para eso habían nacido.
Y con resuelto ademán el viejo desenrolló de su cintura una cuerda delgada y fuerte y a pesar de la
resistencia y súplicas del niño lo ató con ella por mitad del cuerpo y aseguró, en seguida, la otra
extremidad en un grueso perno incrustado en la roca. Trozos de cordel adheridos a aquel hierro
indicaban que no era la primera vez que prestaba un servicio semejante.
La criatura medio muerta de terror lanzaba gritos penetrantes de pavorosa angustia, y hubo que
emplear la violencia para arrancarla de entre las piernas del padre, a las que se había asido con todas
sus fuerzas. Sus ruegos y clamores llenaban la galería, sin que la tierna víctima, más desdichada que
el bíblico Isaac, oyese una voz amiga que detuviera el brazo paternal armado contra su propia carne,
por el crimen y la iniquidad de los hombres.
Sus voces llamando al viejo que se alejaba tenían acentos tan desgarradores, tan hondos y vibrantes,
que el infeliz padre sintió de nuevo flaquear su resolución. Mas, aquel desfallecimiento sólo duró un
instante, y tapándose los oídos para no escuchar aquellos gritos que le atenaceaban las entrañas,
apresuró la marcha apartándose de aquel sitio. Antes de abandonar la galería, se detuvo un instante, y
escuchó: una vocecilla tenue como un soplo clamaba allá muy lejos, debilitada por la distancia:
-¡Madre! ¡Madre!
Entonces echó a correr como un loco, acosado por el doliente vagido, y no se detuvo sino cuando se
halló delante de la vena, a la vista de la cual su dolor se convirtió de pronto en furiosa ira y,
empuñando el mango del pico, la atacó rabiosamente. En el duro bloque caían los golpes como espesa
granizada sobre sonoros cristales, y el diente de acero se hundía en aquella masa negra y brillante,
arrancando trozos enormes que se amontonaban entre las piernas del obrero, mientras un polvo espeso
cubría como un velo la vacilante luz de la lámpara.

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Las cortantes aristas del carbón volaban con fuerza, hiriéndole el rostro, el cuello y el pecho desnudo.
Hilos de sangre mezclábanse al copioso sudor que inundaba su cuerpo, que penetraba como una cuña
en la brecha abierta, ensanchándose con el afán del presidiario que horada el muro que lo oprime;
pero sin la esperanza que alienta y fortalece al prisionero: hallar al fin de la jornada una vida nueva,
llena de sol, de aire y de libertad.
―La compuerta nº12‖ de Subterra. Baldomero Lillo.

Preguntas de análisis
1. ¿Cuál es la actitud del padre y del hijo al principio del relato? Toma en cuenta las
características psicológicas de ambos y la actitud que presenten con respecto a lo que
está sucediendo.

2. Según lo que se observa en el relato ¿cómo es la relación entre el padre y el hijo?


Considera para tu respuesta la situación sociocultural en la que vivían. Fundamenta tu
respuesta con sucesos del cuento.

3. Señala los argumentos que formula el capataz y el padre sobre la posibilidad de trabajar
del hijo.
Argumentos del capataz:

Argumentos del padre:

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4. Con respecto a la respuesta anterior ¿qué posibilidades tenía el padre de evitar que su
hijo siguiese con su mismo oficio a tan temprana edad? Fundamenta tu respuesta con tu
propia opinión.

5. El personaje del niño sufre una evolución durante el transcurso del relato. ¿De qué trata
este crecimiento? Explica tomando en cuenta sus sentimientos y pensamientos que se
originan del trabajo en la mina.

6. Muchos críticos y teóricos literarios consideran que en este cuento la mina es un


personaje más. De acuerdo a esa interpretación ¿qué representa simbólicamente la mina
para los personajes principales? Justifica tu respuesta, citando al texto.

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Lección 4: La importancia del ensayo como género independiente

AE 09. Reconocer en el ensayo un género específico, diferente del narrativo, en el que los recursos
literarios se ponen al servicio del desarrollo libre de las ideas y la argumentación.

Lee el siguiente microcuento y luego el ensayo que viene a continuación.


Texto 1

―…Habéis de saber, capitán [dijo el cacique], que cuando entraron los españoles a nuestras tierras,
con facilidad y gusto se sujetaron nuestros antepasados a ellos, porque naturalmente nos lleva los
corazones y el afecto el traje y la bizarría de los huincas, a quienes servíamos a los principios con
amor y buena voluntad;…

Principiaron a poco tiempo a llevar nuestras mujeres, nuestras hijas y muchachos a sus casas las
señoras, para servirse de ellas y de ellos, como de nosotros lo hacían; y esto fue lo que nos empezó a
desabrir, que parece que sólo cuidaban de menoscabar y consumir nuestra nación, no dándonos de
comer, teniéndonos en un ordinario trabajo de las minas, dejándonos morir en ellas, sin asistencia de
nuestras mujeres, sin el consuelo de nuestros hijos, y sin el regalo de nuestras casas; los continuos y
lamentables robos de nuestras reducciones, llevándonos los hijos y las hijas con violencia,
vendiéndolas por esclavas de secreto; la crueldad tan feroz de las mujeres, que a sus criadas las
quemaban vivas y dentro de sus aposentos las enterraban, después de haber hecho con ellas mil
anatomías; la libertad con que se servían de nuestras hijas y mujeres, hasta forzarlas los hombres a
vista de sus padres y de sus madres, y aun de sus maridos; y otras cosas más que pudiera referiros…‖

…Pues, ¿qué paz pueden dar estos indios bárbaros si experimentan cada día y han experimentado las
traiciones y engañosos tratos que tengo referidos? Los príncipes avaros y codiciosos ministros no
buscan la paz ni la quietud del reino, porque son allegados y ejecutores del príncipe de las discordias,
quien los gobierna y rije por apoderarse de ellos, tomando por instrumento la esclavitud de esta
desdichada nación. Pues, ¿cómo no ha de ser esta guerra perpetua y inacabable?, ¿y cómo no ha de
acabar y consumir Chile?…

―Cautiverio Feliz‖ de Francisco Nuñez de Pineda y Bacuñan.

Texto 2.

En un coloquio con estudiantes liceanos hablo del País Mapuche de "antaño", de su territorio que
comprende extensiones de lo que hoy es parte de Argentina y parte de Chile. De cómo la cordillera -
llamada actualmente Los Andes- nunca fue la "fundadora" de lo que después los Estados, casi
simultáneamente, perpretaron: a un lado de ella los mapuche chilenos y al otro lado los mapuche
argentinos. Mas, a pesar de aquello, seguimos constituyendo un Pueblo Nación, les digo.

..... Luego se suceden las preguntas y mis atisbos de respuestas.

..... Un estudiante me dice: "¿pero por qué usted insiste tanto en hablar de los chilenos y de los
mapuche? ¿acaso usted no es chileno o no se siente chileno?". Le digo: yo nací y crecí en una
comunidad mapuche en la que nuestra mirada de lo cotidiano y lo trascendente la asumimos desde
nuestra propia manera de entender el mundo: en mapuzungun y en el entonces obligado castellano; en
la modernidad en la que nos reconocemos; y en la memoria de la irrupción del Estado chileno que nos

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"regaló" su nacionalidad. Irrupción constatable "además" en la proliferación de los latifundios entre


los que nos dejaron reducidos.

..... Les digo a los estudiantes (ahora también a usted): Imagínense, por un instante siquiera, ¿qué
sucedería si otro Estado entrara a ocupar este lugar y les entregara documentos con una nueva
nacionalidad, iniciando la tarea de arreduccionarlos, de imponerles su idioma, de mitificarles -como
forma de ocultamiento- su historia, de estigmatizarles su cultura, de discriminarlos por su morenidad?
¿Se reconocerían en ella o continuarían sintiéndose chilenos? ¿Qué les dirían a sus hijas y a sus hijos?
¿Y a los hijos y a las hijas de ellos?

.......... Es siempre difícil ponerse en la situación que experimenta un(a) otro(a), seguramente porque
implica un muy duro trabajo: el desasosiego provocado por el hondo susurro entre nuestro espíritu y
nuestro corazón diciéndonos que somos solo una parte del todo que es el universo, pero parte esencial
en su trama. Cada Sueño en su tiempo y ritmo particular de desarrollo.

.......... Me dicen: el diálogo entre las células, el reconocimiento y aceptación de sus individualidades,
da identidad al tejido: es la salud. La pérdida de esa identidad genera la invasión de unas en otras: es
la enfermedad. El cuerpo se defiende, se torna un brioso movimiento, se defiende, lucha para
continuar viviendo.

.......... Para andar hacia el término de nuestros mutuos mitos, me digo: ¿hablar desde la enfermedad
que es el consenso será la única posibilidad? Mi gente me dice: ¿pero cuál es la palabra de los
chilenos? Les digo:

.......... "Se hace necesario crear el hábito de una visión real de nuestro país, sin complacencias,
verdadera, puesto que la identidad real de un pueblo, debe ser una forma de verdad, la más auténtica
"coincidencia" de nuestra alma con el pasado que la ha configurado", dice Jaime Valdivieso.
.......... "Vivimos una época en que etnias y nacionalidades cobran una relevancia creciente y reclaman
lo suyo, poniendo en crisis el concepto de Estados multinacionales. Tal vez el futuro próximo depare
la explosión de muchos pueblos que, partiendo de su propia identidad, reclaman el derecho a decidir
por sí mismos lo que deben hacer en materia de autodeterminación, organización social, cultural, en
todos los aspectos de la vida individual y colectiva", nos dice Volodia Teitelboim.

.......... "Ni el escritor ni el artista ni el sabio ni el estudiante, puede cumplir su misión en ensanchar la
frontera del espíritu, si sobre ellos pesa la amenaza de las fuerzas armadas, del estado gendarme que
pretende dirigirlos", nos está diciendo Gabriela Mistral.

.......... Este espacio es mínimo, pero es algo y -sobre todo- puede constituirse en un "vaso
comunicante". Situados en la misma superficie Azul, cima y sima: Conversemos, les pido. En la
ternura de nuestros antepasados tenemos toda una sabiduría por ganar.

No tengo la pretensión de que usted tal vez ya me conozca ni creo tampoco que a usted no le
interese saber quién es el que le está hablando, por eso en el presente Recado le estoy contando un
poco de mi vida, un poco acerca de quién soy (en mi diversidad de ser mapuche), y del cómo me ha
tocado vivir -al igual que todo ser humano- una historia particular dentro de la historia general de mi
Pueblo.

..... En mi cultura los nombres expresan un deseo compartido por los padres: Elikura significa Piedra
transparente (Lvg: transparente: kura: piedra). Chihuailaf: Neblina extendida sobre un lago (Chiwai:
neblina, lafvn/lafken: contracción de extendido y lago). Nahuelpan: Tigre-puma (Nawel: tigre, pangi:
puma).
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..... Como le dije, nací y crecí en una comunidad llamada Quechurewe, Cinco Lugares de la pureza;
una "reducción mapuche" que está aproximadamente a setenta y cinco kilómetros al sur oriente de
Temuco, un sector en el que las colinas preparan el vuelo de la cordillera de Los Andes. Allí empecé a
ir a la escuela y conocí los libros que me mostraron otras culturas, otras maneras de vivir..., y también
a los "araucanos". Eran libros que me hablaban, que nos hablaban, de cosas que no tenían casi
relación con la vida cotidiana y trascendente que experimetábamos en la comunidad.

..... Seguramente por eso, pienso hoy -a fuerza de muchas preguntas-, vi el libro como algo de los
"otros". De allí tal vez mi profundo interés en abordarlos como lector motivado en saber algo más de
esa otredad. Es decir, colijo, siempre lo vi como algo que solamente podían hacer los otros. Mas,
enfrentado a la realidad de este texto que pretende acometer la tarea de hablar de aspectos del
pensamiento y de la lucha de mi gente, ¿cómo hacerlo?: Escuchando me dicen-, para que usted
escuche, la Palabra de los más sabios.

..... Por ahora, retomo el breve relato de mi trayecto de vida. Después de mis inicios en la escuela rural
mis padres emigraron a un pequeño pueblo llamado Cunco. Posteriormente me enviaron interno al
Liceo de Temuco, instalado en el cerro Ñielol (Ojo o Dueño de la caverna, tal vez el Renv agorero de
la ciudad) y una gran avenida de castaños que parecía sostener permanentemente el otoño en el que
comencé a escribir. Porque además -pensaba entonces- no podía hablar con otras personas de las
experiencias que a mí, en la lejanía, me sonaban todavía más fuertes: las voces de mi infancia.

..... Voces entre las que estaba el estero que en medio del bosque empezó a revelarme el proceso y el
misterio de la vida y de la muerte: la llegada del agua, el espíritu, bajo la luna cenicienta (el otoño: mi
exterior interior; mi interior exterior). El pequeño riachuelo que comienza a crecer y a comunicárnos
su música, su aroma su brillo: su lenguaje. Y luego la tristeza de tiempos como estos cuando parece
que se acaba la vida y, como en verano el cuerpo queda vacío, seco, bajo la luna de los frutos
abundantes.

..... Seguida por la nostalgia de saborear los frutos de la memoria, en cuyos callados brotes, en cuyas
sencillas flores no supimos quizás reparar a su debido tiempo. Todo eso yo necesitaba expresarlo. Por
eso comencé a escribir.

..... A orillas del fogón escuché cantar a mi tía Jacinta y escuché los relatos y adivinanzas de mi gente.
Es decir, una poesía que no existiría si no estuviera alimentada por la memoria de una familia que
pertenece a una cultura que para mí fue y sigue siendo muy hermosa, con mucha ternura. Mi
expresión escrita no alcanza a recoger la inmensidad de esa memoria que está pidiendo ser escrita.
Quizás alguna vez pueda hacerlo más fácilmente.

..... Por último, ingresé a la Universidad de Concepción y obtuve un título. Debo decirle que -como a
mi gente y a tantos de los suyos (chilenos)- no me fue fácil la ciudad en la que transcurre hoy parte de
mis días. Ahora, cuando paso por sus calles o avenidas, me da pena la tan marcada frontera entre la
suntuosidad y la miseria "iluminada por sus Mall y sus McDonald´s". Pero me agrada el verdor de sus
árboles en primavera o sus hojas cayendo y suavizando el cemento de sus aceras siempre bajo la luna
de los brotes cenicientos. También los treiles, los tiuques, y de cuando en cuando alguna rakiñ
bandurrias pasan por allí: cantando, graznando, en medio del tráfago de los automóviles. Es, como
sea, la tierra de mis antepasados, me digo.

..... Por eso, tengo la permanente impresión de que nunca me he alejado de mi mundo, porque siempre
estoy dialogando con él, con su memoria, aun en la a veces rara sensación de nostalgia. Es aquí donde
yo pertenezco. Pertenezco al Pueblo mapuche: soy una expresión de su diversidad. Y no hablo de
Pueblo en un sentido figurado, discursivo, porque es el Pueblo al que pertenece toda mi familia:
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..... Mi abuela que me conversaba, que me contó cuentos, solo en mapuzungun. Mi abuelo que
hablaba algo de castellano para decirnos que por no saber antes les habían usurpado sus tierras. Mis
padres que vinieron a estudiar a Temuco -desde las comunidades de Quechurewe y Liumalla- siendo
monolingües del mapuzugun y que fueron organizadores y dirigentes de agrupaciones mapuche -
como la agrupación estudiantil "Newentuaiñ, Hagamos fuerza"- en la década del treinta. Mis
hermanas y hermanos, profesores básicos y universitarios. Mi mujer, mapuche también, conocedora e
innovadora de la comida tradicional nuestra. Mi Pueblo profundo: las tres hijas: Laura Malen,
estudiante de Medicina; Claudia Tamuré, estudiante de Medicina Veterinaria; y Gabriela Millaray,
estudiante liceana; y el hijo Gonzalo Elikura (trayéndonos los abrazos de la Ternura). Las que me
permiten, me obligan, a decir "NOSOTROS".

..... Y usted -seguramente- se preguntará: ¿qué significa una "reducción"? Significa que mucha de
nuestra gente fue asaltada en sus hogares, castigada, torturada, y trasladada -"relocalizada"- fuera de
sus parajes habituales; o asesinada. Porque reducción, "privatización", dicen algunos (privatizar -
según el diccionario de la lengua castellana- viene de privar: Despojar de algo; prohibir o estorbar;
predominar; negar), es un concepto utilizado por los Estados chileno y argentino desde mediados del
siglo diecinueve, y materializado a finales del mismo. Contiene el hecho de que nuestro Pueblo fue
reducido, "reubicado", en las tierras generalmente menos productivas de nuestro País Mapuche.

..... Ahora, a poco más de cien años de la guerra -ofensiva por parte de los chilenos y defensiva por
parte de nuestra gente-, el concepto de reducción el Estado chileno lo ha encubierto en el de
"comunidad legalmente constituida". Los sentidos son, como ve, diferentes para nuestro Pueblo y para
el Estado.

..... ¿Pero qué guerra?, se preguntará quizás usted. Pues así como el movimiento obrero, por
mencionar uno de los aspectos de la historia chilena, hay aquí también una historia ocultada en esta
región y que la crónica oficial resume en un eufemismo denominado "Pacificación de la Araucanía".

..... Dicen, dijo Neruda, La Araucana está bien, huele bien; los mapuche están mal, huelen mal.
Huelen a raza vencida y los usurpadores están ansiosos de olvidar, de olvidarse. Esto en relación con
el mito y la realidad. La resistencia por siglos a la conquista española y el hecho de haber sido
reducidos por el Estado chileno en nuestro territorio. Lo que significa que nuestra gente queda con
muy pocas tierras y -por lo mismo- con un cada vez más grave aceleramiento de la pobreza, hasta lo
extremo, porque como se dice en el campo "Pu choyvn tremkvley, mapu tremkelay. Las familias
crecen pero las tierras no estiran". Lo que generó más tarde situaciones de conflictos internos y
migración. Y, claro, dificultades crecientes para la realización de nuestras ceremoniales, que son el eje
de nuestra cultura (fundamentalmente el Guillatun).

..... Pero ella, me dicen, está sostenida por símbolos -vivos y aún vivificantes en la fuente que son
nuestras comunidades-, factibles por lo tanto de ser recreados. Y estoy refiriéndome nuevamente a la
ciudad, desde donde le escribo. La waria -ciudad-, ahora un camino que hay que considerar para no
ser derrotados definitivamente como cultura.

..... Por eso, con esperanza, me digo: la cultura tiene que ver esencialmente con el espíritu, y el
espíritu no tiene fronteras: puede volar. La imaginación va hasta donde nosotros queramos. El fogón,
por ejemplo, es el símbolo que arde en medio de este soliloquio, compilación, o como desee usted
llamarlo. Tal vez, Recado confidencial, como lo he denominado yo.

..... Como usted ya habrá augurado, este escrito -este respirar en su diversa intensidad- se verá
obligado también a interrumpirse, a explicarse quizá, a cambiar de tono y de acto -dentro del mismo
escenario, la misma corporeidad, desde luego-. Y es que usted y yo estamos hablando, ¿nos estamos
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escuchando?, desde dos culturas, desde las diferentes concepciones de mundo que nos habitan,
diversas y aún muy distantes: la cultura mapuche y la cultura chilena.

..... Mas, como todo deseo de encuentro verdadero, llano, de anhelo mutuo de conocer a un otro sin
avasallamientos ni sentidos de nuevas conquistas, me parece que comienza manifestándose a partir de
lo mejor de cada individuo, de lo mejor de cada civilización, lo que -sin duda- está expresado en la
denominada Cultura, en toda su globalidad: la poesía (la literatura), la historia, la filosofía (las
ciencias), la política, la economía. Siendo claro que todo proceso creativo se inicia en la gestualidad
de las palabras, de su poesía, que luego se queda en ella o es traducido a otros signos: la música, un
instrumento, una fórmula química, una ecuación o un teorema matemático, una silla, una mesa, una
puerta, una ventana, una casa, una obra arquitectónica...

..... Me dicen: La poesía -que es el lenguaje primordial-, y todo lo "contaminado" con ella, es la mejor
expresión del permanente diálogo entre el espíritu y el corazón. Es el Poder de esa Palabra la que aún
nuestras culturas siguen considerando como lo más valioso en cualquier tipo de manifestación
humana y, por lo tanto, natural.

Fragmento de ―Recado confidencial a los chilenos‖ de Elicura Chihauilaf


Preguntas de aplicación y reflexión

1. Resume en 5 en líneas el contenido de cada texto. Ten en consideración que ambos


abordan la problemática de integración del pueblo mapuche.

Texto 1:

Texto 2:

2. En cuanto a los recursos y estructuras de ambos textos ¿qué diferencias observas entre
los dos? ¿Considerarías al segundo texto literario? Fundamenta tu respuesta

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3. Extrae al menos 10 ideas importantes del segundo texto y sintetícelas en una lista.

1-

2-

3-

4-

5-

6-

7-

8-

9-

10-

4. Tome las ideas extraídas en el ejercicio anterior y elabore un mapa conceptual,


relacionándolas entre ellas.

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Lección 5: Análisis, interpretación y crítica de un ensayo moderno.


Analizar e interpretar ensayos modernos (siglos XVI a XX) que aborden temas relevantes de la vida
personal y social, determinando, entre otros aspectos, los siguientes:

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> Los temas y su relevancia (pasada y actual).


> Las tesis, argumentos y conclusiones.
> La forma en que se enlazan temas, tesis, argumentos y conclusiones.

Lee comparativamente los siguientes ensayos que hablan y cuestionan los símbolos patrios del
huemul (la razón) y el cóndor (la fuerza), relacionándolos con la sociedad chilena y su manera
de pensar.

Texto 1.

Los chilenos tenemos en el cóndor y el huemul de nuestro escudo un símbolo expresivo como pocos y
que consulta dos aspectos del espíritu: la fuerza y la gracia. Por la misma duplicidad, la norma que
nace de él es difícil. Equivale a lo que han sido el sol y la luna en algunas teogonías, o la tierra y el
mar, a elementos opuestos, ambos dotados de excelencia y que forman una proposición difícil para el
espíritu.

Mucho se ha insistido, lo mismo en las escuelas que en los discursos gritones, en el sentido del
cóndor, y se ha dicho poco de su compañero heráldico, el pobre huemul, apenas ubicado
geográficamente.

Yo confieso mi escaso amor del cóndor, que, al fin, es solamente un hermoso buitre. Sin embargo, yo
le he visto el más limpio vuelo sobre la Cordillera. Me rompe la emoción el acordarme de que su gran
parábola no tiene más causa que la carroña tendida en una quebrada. Las mujeres somos así, más
realistas de lo que nos imaginan...

El maestro de escuela explica a sus niños: "El cóndor significa el dominio de una raza fuerte; enseña
el orgullo justo del fuerte. Su vuelo es una de las cosas más felices de la tierra".

Tanto ha abusado la heráldica de las aves rapaces, hay tanta águila, tanto milano en divisas de guerra,
que ya dice poco, a fuerza de repetición, el pico ganchudo y la garra metálica.

Me quedo con ese ciervo, que, para ser más original, ni siquiera tiene la arboladura córnea; con el
huemul no explicado por los pedagogos, y del que yo diría a los niños, más o menos: "El huemul es
una bestezuela sensible y menuda; tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo
perfecto. Su fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el ojo
de agua atenta, el olfato agudo. El, como los ciervos, se salva a menudo sin combate, con la
inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. Delgado y palpitante su hocico, la mirada verdosa de
recoger el bosque circundante; el cuello del dibujo más puro, los costados movidos de aliento, la
pezuña dura, como de plata. En él se olvida la bestia, porque llega a parecer un motivo floral. Vive en
la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su rapidez de flecha".

El huemul quiere decir la sensibilidad de una raza: sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia. Y
todo eso es defensa, espolones invisibles, pero eficaces, del Espíritu.

El cóndor, para ser hermoso, tiene que planear en la altura, liberándose enteramente del valle; el
huemul es perfecto con sólo el cuello inclinado sobre el agua o con el cuello en alto, espiando un
ruido.

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Entre la defensa directa del cóndor, el picotazo sobre el lomo del caballo, y la defensa indirecta del
que se libra del enemigo porque lo ha olfateado a cien pasos, yo prefiero ésta. Mejor es el ojo
emocionado que observa detrás de unas cañas, que el ojo sanguinoso que domina sólo desde arriba.

Tal vez el símbolo fuera demasiado femenino si quedara reducido al huemul, y no sirviera, por
unilateral, para expresión de un pueblo. Pero, en este caso, que el huemul sea como el primer plano de
nuestro espíritu, como nuestro pulso natural,.y que el otro sea el latido de la urgencia. Pacíficos de
toda paz en los buenos días, suaves de semblante, de palabra y de pensamiento, y cóndores solamente
para volar, sobre el despeñadero del gran peligro.

Por otra parte, es mejor que el símbolo de la fuerza no contenga exageración. Yo me acuerdo,
haciendo esta alabanza del ciervo en la heráldica, del laurel griego, de hoja a la vez suave y firme. Así
es la hoja que fue elegida como símbolo por aquéllos que eran maestros en simbología.

Mucho hemos lucido el cóndor en nuestros hechos, y yo estoy por que ahora luzcamos otras cosas que
también tenemos, pero en las cuales no hemos hecho hincapié. Bueno es espigar en la historia de
Chile los actos de hospitalidad, que son muchos; las acciones fraternas, que llenan páginas olvidadas.
La predilección del cóndor sobre el huemul acaso nos haya hecho mucho daño. Costará sobreponer
una cosa a la otra, pero eso se irá logrando poco a poco.

Algunos héroes nacionales pertenecen a lo que llamaríamos el orden del cóndor; el huemul tiene,
paralelamente, los suyos, y el momento es bueno para destacar éstos.

Los profesores de Zoología dicen siempre, al final de su clase, sobre el huemul: una especie
desaparecida del ciervo.

No importa la extinción de la fina bestia en tal zona geográfica; lo que importa es que el orden de la
gacela haya existido y siga existiendo en la gente chilena.
―Menos cóndor y más huemul‖ de Gabriela Mistral

Texto 2.

"Por la razón o la fuerza" es el lema que, junto al huemul y al cóndor, componen, con otras
representaciones patrias, el escudo nacional de la República de Chile. Emblema al cual podemos
diagnosticarle algunos elementos que, para nuestros tiempos posmodernos, consideramos cercanos a
propuestas reconocidamente trasnochadas. Por lo mismo, en dichas ideas, encontramos secuelas
directas de los procesos colonizadores y de sus efectos en los discursos de la modernidad que -en más
de una ocasión (como el ejemplo del escudo chileno)- aún permanecen vigentes, como una
consecuencia del modelo Europeo-Occidental que, desde su tradición, se define a través de lo
verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo racional y lo irracional, entre otras opciones dicotómicas.

Para argumentar lo antes expresado, podemos anunciar, en una primera parte, la connotación moderna
que encontramos en el concepto "razón" y la carga que éste conlleva, en abierto vínculo, con el cógito
cartesiano y las tan criticadas, por Michel Foucault (1966), ciencias humanas. En segundo lugar, la
"fuerza" como una acción violenta (física o simbólica) para quienes no respeten los dispositivos
construidos bajo la consigna de la razón occidental como único centro virtuoso, desarrollado, fuerte y
racional.

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"Quizás nos parecería inaceptable, si dijese por la razón o la violencia" señala el psicólogo chileno
Fernando Coddou (1997: 67) al asumir que esta última alternativa no se encuentra muy distanciada
del eslogan que, por mucho tiempo, ha sido un punto de referencia, un denominador común para gran
parte de los habitantes de dicho país. La fuerza conlleva por sí misma un grado de violencia que,
incluso y en la mayoría de los casos, puede ser simbólica

―En este aspecto parecería implícito que la fuerza sería para defenderse o protegerse, justamente, de la
violencia destructora del otro, con lo cual la fuerza queda validada como un uso inevitable por el
quiebre del respeto a las normas no violentas, del otro‖ (Coddou, 1997: 67).

Lo digno de destacar ante tal consideración de Coddou, es que el Otro amenazante y por el cual se
despiertan los instintos violentos, no sólo está en las afueras, en los márgenes -dependiendo del país
(centro) del que se esté mirando- sino que, cada vez más, se encuentra entre ellos, son parte de estas
indefinibles sociedades interculturales.

En el caso de Chile, nos detenemos en los ya reconocidos flujos migratorios de peruanos, bolivianos
y, ahora último, argentinos. Flujos que, más allá de las "estables" o "inestables" economías de cada
una de dichas naciones, mantienen históricamente ciertos conflictos, generados por problemas
limítrofes y de cartografías territoriales. La negación chilena para que los bolivianos tengan una salida
al mar, la permanente reclamación de tierras del Norte, después de la guerra del Pacífico, por parte de
Perú, el fiel apoyo de Pinochet a Inglaterra en la guerra de las Malvinas y, por supuesto, las disputas
habituales de países que se rigen por frágiles fronteras, disponibles para ser redibujadas por
gobernantes ambiciosos y/o mediadores político-religiosos.

Otro caso, aún más particular, es el de la comunidad indígena chilena. A lo largo de todo el país -y de
acuerdo al último censo (2002)- hay más de un millón cien mil indígenas (dentro de un universo de 15
millones 50 mil habitantes) que se reparten en diferentes zonas de la geografía nacional. El noventa
por ciento de éstos son mapuches (novena región de la Araucanía) y el resto se dividen,
principalmente, entre Aymaras (zonas norte) y Rapa Nui (Isla de Pascua - quinta región de
Valparaíso). En los últimos veinte años, la migración a la región metropolitana -zona central- ha sido
tan considerable que, a principios de este siglo, más del cincuenta por ciento de los indígenas habitan
en Santiago de Chile (Del Valle, 2002)

En el campo de las relaciones sociales, llamamos violencia -según Humberto Maturana- a la negación
del otro que conlleva, por lo general, a su eliminación en el afán que tenemos de convencerlo de
nuestra "verdad". Si no entiende bajo el régimen de la razón occidental, es recomendable actuar por la
fuerza. Lo dice el escudo de un país que -históricamente y salvo mínimos ejemplos como los vistos
con anterioridad- ha sido más Otro que Mismo. Es decir, que ha estado más al margen que actuando,
codo a codo, en y de los centros de dominio que definen las reglas del juego y establecen los códigos
que sustentan lo que entendemos, siguiendo a Bourdieu (1977), como poder simbólico.

Las patriarcales sociedades europeas -como culturas pioneras en las limitadas definiciones de lo
Mismo- son los constructores de lo que Jacques Derrida (1971) denomina como la mitología blanca:
los blancos como ejemplo de la mismidad pura, pulcra y superior frente a una otredad exótica,
diferente, negra e inferior.

El "continente negro" no es negro ni explorable: aún está inexplorado porque nos han hecho creer que
era demasiado negro para ser explorable. Y porque nos quieren hacer creer que lo que nos interesa es
el continente blanco, con sus monumentos a la Carencia. Y lo hemos creído (...) Ellos no han
cambiado nada; han teorizado su deseo de la realidad (Cixous, 1992, 1995: 21).

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Pero, a pesar de estos discursos monoculturales de anti-otredad, escudriñamos pequeños intervalos


que nos orientan en los procesos de activación de espacios híbridos, donde el Mismo y el Otro se
encuentran, se interrelacionan. Por lo general, Europa y EE.UU. han asociado la llegada de extraños
con situaciones conflictivas y beligerantes y, por lo mismo, son pocos los países que enfrentan la
inmigración con tolerancia y respeto. Contra esto, no hay que olvidar, parafraseando a Carlos Fuentes,
que algún grado de parentesco existe entre las diferencias que componen esta dualidad. Los españoles
llevaron a Latinoamérica toda la carga identitaria de las culturas que, por muchos siglos, han circulado
por esos territorios y que, sin duda, han dejado sus marcas.

Por ejemplo, la violencia de la conquista y descubrimiento de América creó una fórmula demasiado
simplificadora que se divide en civilización y barbarie. Así lo estima Néstor García Canclini al
diferenciar la tesis del Mismo y del Otro frente a este proceso de colonización. "La tesis hispanista
adjudica el bien a los colonizadores y la brutalidad a los indios, mientras que para la tesis indigenista
o etnicista los españoles y portugueses no pueden ser más que destructores" (García Canclini, 1999:
86). Este autor explica, además, que dicha clasificación no es, necesariamente así, ya que, en el
momento de la llegada de los europeos a América, los límites de uno y otro no estaban tan definidos
como lo supone dicha mirada simplista. Esta posición, García Canclini, la fundamenta indicando que
la violencia y dominación entre un grupo y otro no comenzó con los colonizadores en el "nuevo
mundo", sino que entre los mismos españoles no sólo hubo hidalgos, ni entre los indígenas solamente
nobles aztecas. Sobre lo mismo, y basándose en Laplantine (1994), García Canclini se pregunta: ¿Qué
sucede y dónde ubicar -dentro de este orden- a los españoles que lucharon para que se respetaran a los
indios (Las Casas, Sahagún) o a los hijos de españoles que participaron de las insurrecciones contra
España (Bolívar, San Martín)?

¿Cuál es el papel de las identidades indígenas en un continente donde las culturas originarias se han
mestizado mayoritariamente y los grupos indios abarcan unos 40 millones de personas, menos del 10
por ciento de los habitantes de América Latina, 30 millones de los cuales se concentran en cuatro
países, Bolivia, Guatemala, México y Perú? (García Canclini, 1999: 87).

Es decir, aunque los discursos patriarcales digan lo contrario, somos parte de diversos escenarios
híbridos que conforman identidades múltiples y fragmentarias. Como podemos apreciar, las estrechas
fronteras delimitadas por los estados-naciones que, cada vez más, se van difuminando y dejando de
lado las distinciones entre iguales y diferentes. Los Mismos y los Otros, en nuestras sociedades
posmodernas, se van relacionando y generando resultados mixtos que carecen de definiciones exactas
y específicas como exigían (y, en ocasiones, exigen) los Estados que defienden sus impolutas culturas,
ante los impredecibles e incontrolables panoramas multiculturales. Un caso ejemplificatorio es el que
encontramos en el problemático límite entre México y EE.UU.:

Cuando me preguntan por mi nacionalidad o identidad étnica, no puedo responder con una palabra,
pues mi "identidad" ya posee repertorios múltiples: soy mexicano pero también soy chicano y
latinoamericano. En la frontera me dicen "chilango" o "mexiquillo"; en la capital "pocho" o "norteño",
y en Europa "sudaca". Los anglosajones me llaman "hispanic" o "latinou" y los alemanes me han
confundido en más de una ocasión con turco o italiano (en García Canclini, 1989: 302).

En este mismo país, encontramos, aparte del español como lengua oficial, más de 60 lenguas
indígenas vivas que, a su vez, han dado lugar a más de cien dialectos. En dicha hibridación de
lenguas, se pueden reconocer los zapotecas con siete variantes idiomáticas, los mixtecos con seis
variantes y los chinantecos con cinco. En así, como en México no sólo vislumbramos procesos
híbridos entre descendientes españoles y comunidades indígenas, sino también mixturas entre las
mismas culturas nativas que habilitan y crean, permanentemente, terceras lenguas mixtas.

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Carlos Fuentes precisa que América Latina es un gran territorio donde se han encontrado múltiples
culturas: indígenas, negros, europeos y, por sobre todas las cosas, mestizos. Con la llegada,
principalmente, de los españoles y de los portugueses, este fenómeno se amplió incontroladamente.
En lo que tardó el proceso colonizador (con las cargas de violencia que esto conllevó), las influencias
griegas, ibéricas, romanas, judías, árabes, cristianas y gitanas se vincularon con las locales, dando
juego a un nuevo escenario híbrido en permanente conformación que es imposible de detener y
delimitar. Por lo mismo, ¿podemos hablar de identidad unívoca y estancada? Conozcamos la visión de
Mario Vargas Llosa al respecto:

Hay quienes sienten un miedo cerval a un mundo sin cuadrículas ni señas de identidad reconocibles,
salvajemente adobado de sangres y costumbres disímiles, donde todos somos todos y nadie es nadie a
la manera tradicional. A mí, en cambio, esas magníficas mezclas me entusiasman. Me hacen soñar en
una humanidad menos estúpida, menos prejuiciada, menos xenófoba, racista y patriotera, más
tolerante y liberal, es decir, más libre (Vargas Llosa, 2002: 20).

Particular es la mirada que, sobre lo mismo, sostiene Amin Maalouf, cuando le preguntan si él es
francés, libanés o una mezcla de ambas. Y responde: "La identidad no está hecha de compartimentos,
no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas" (1998, 1999: 12).

Un tanto más radical es el punto de vista de Édouard Glissant al referirse a la identidad como rizoma e
indica, al respecto, que no pondría a este intercambio intercultural el rótulo de mestizaje, sino que lo
reemplazaría por el de criollización. Dicha afirmación, la fundamenta de la siguiente manera: "Porque
la criollización es imprevisible, mientras que los efectos del mestizaje son fácilmente determinables"
(1996, 2002: 21). Para este investigador martinico, la criollización está ligada a los efectos caológicos
-incontrolables por los axiomas patriarcales- que producen los diversos procesos migratorios
(voluntarios y/o obligados) que se han dado a lo largo de la historia de nuestro planeta. Toda su
propuesta, Glissant la afirma con la siguiente hipótesis: "el mundo se criolliza" (1996, 2002: 17) y,
sobre lo mismo, opina que en lo bautizado como la Neoamérica (la América de la criollización)
existe, además, la prevalencia de África.

Intelectuales como Jacques Derrida (francés nacido en Argelia), Homi K. Bhabha (indio radicado en
Gran Bretaña), Edward W. Said (palestino radicado en EE.UU.), Tzvetan Todorov (búlgaro de
nacionalidad francesa), Sami Naïr (argelino-francés) y muchos más, como Amin Maalouf y Hélène
Cixous, forman parte de este híbrido cultural y dan vida a la estrecha (por el momento) grieta que se
abre entre lo uno y lo otro. Maalouf (1998) explica que la complejidad de la identidad de un joven
nacido en Francia de padres argelinos tiene en sí, aunque no lo quiera, ambas culturas. Al tratar de dar
un paso más que dicho intelectual líbano-francés, observamos, de esta mixtura, un tercero, algo
nuevo, un in-between como señalaría, en su propuesta poscolonial, Homi Bhabha (1994). Cixous
complica un poco más esta imposible definición de identidad rizomática:

Y a mi también me sacan a colación a "nuestros antepasados los galos". Pero yo nací en Argelia, y
mis antepasados vivieron en España, en Marruecos, en Austria, en Hungría, en Checoslovaquia, en
Alemania, y mis hermanos de nacimiento son árabes; así pues ¿dónde estamos en la Historia? Yo soy
del partido de los ofendidos, de los colonizados. Yo (no) soy árabe. ¿Quién soy? Yo "hago" la historia
de Francia. Soy judía (Cixous, 1992, 1995: 25).

La normativa y los conflictos culturales producidos a partir de los argumentos antes mencionados, los
podemos relacionar, como ya lo esbozamos, con las definiciones de poder simbólico. "El poder
simbólico es, en efecto, ese poder invisible que no puede ejercerse sino con la complicidad de los que
no quieren saber que lo sufren o incluso que lo ejercer" (Bourdieu, 1977, 1999: 66). Para Bourdieu, el
Estado patrocina la utilización de la violencia física y simbólica en un territorio establecido y
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controlador de un conjunto de pobladores que, teóricamente, le corresponden. Al ejercer violencia


simbólica, el Estado está en condiciones de crear fórmulas institucionales que se incrusten en los
cerebros, en calidad de estructuras mentales y de pensamiento, de quienes conforman estos Estados:
"(...) la institución instituida hace olvidar que es fruto de una larga serie de actos de institución y se
presenta como todas las apariencias de lo natural" (Bourdieu, 1994, 1997: 98).

Para Gilles Deleuze y Félix Guattari (1980), el Estado funciona por Uno-Dos, es decir, que distribuye
las diferencias sólo en forma binaria. Aseguran estos autores, además, que el Estado contiene un
sistema de violencia que no pasa por la guerra -"(...) más que guerreros, emplea policías, carceleros,
no tiene armas y no tiene necesidad de ellas..." (1980, 2000: 360)- sino que funciona por un sistema
oculto que evita cualquier tipo de combate.

Los Estados -siguiendo con estos autores- se oponen a las manadas, a las bandas nómadas que, por su
activa inestabilidad territorial, se pueden asociar con grupos de tipo rizoma, enfrentándose a los
órganos de poder físicos y/o simbólicos. "Parece evidente que el Estado surge de pronto, bajo una
forma imperial, y no remite a factores progresivos (...) De aquí que Clastres establezca el corte: entre
sociedades contra-Estado, llamadas primitivas, y sociedades con-Estado, llamadas monstruosas..."
(Ibídem, 366).

El Estado gana, con esto, todo un consenso generalizado y se asegura la existencia de un modo de
pensar que tiene como objetivo explicar las cosas desde un centro de operaciones que siempre está
justificado -aunque no sea evidente- por el mismo Estado. Figura que descansa en su masiva y rápida
difusión y, a su vez, en la posibilidad de instaurarse como único argumento para discernir entre
quienes deben estar dentro de los dominios y quienes, "por la razón o la fuerza", deben estar fuera.

Entre el Estado y la razón se produce un curioso intercambio, que también es una proposición
analítica, pues la razón realizada se confunde con el Estado de derecho, al igual que el Estado de
hecho es el devenir de la razón (...) El sentido común, la unidad de todas las facultades como centro
del Cógito, es el consenso de Estado llevado al absoluto (Deleuze y Guattari, 1980, 2000: 380 y 381).

Para no perder su reinado, los dispositivos del Estado quieren, por sobre todas las cosas, acabar con el
nomadismo, controlar los flujos migratorios y, desde su centro dominador, proteger una zona exterior
en la cual proyectar sus mecanismos de violencia que, al mismo tiempo, le sirven para autoabastecerse
de la propia "verdad" inventada y cuyo propósito es sostener aquellas estructuras mentales de
pensamiento.

Humberto Maturana anuncia que las sociedades patriarcales europeas -de las cuales heredamos gran
parte de las nociones de Estado que estamos manejando- conforman una red cerrada y, prácticamente,
infranqueable de relaciones internas poseedoras de un sistema de coexistencia que cultiva, "(...) la
competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder (...) y la justificación racional del control y
de la dominación de los otros a través de la apropiación de verdad" (1993: 24).

La cultura patriarcal es, como lo advertimos brevemente, un punto de partida para entender las normas
por las cuales se rigen los estados-naciones en la actualidad. Como podemos deducir, la agresión y la
violencia surgen en culturas condicionadas por estereotipos creados e instalados en los espacios -
siguiendo con Maturana- psíquicos de esta determinada sociedad: "(...) la violencia y la agresión son
modos de relación propios de un espacio psíquico que valida la negación del otro frente a cualquier
desacuerdo desde la autoridad, la razón o la fuerza" (1997: 85).

La idea es abrir nuevos, desde estos códigos binarios, espacios de tolerancia, en armonía y
comprensión que pongan en jaque dichas posturas homogéneas y marginadoras de un intermedio que,
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cada vez, se hace más notorio y necesario para una sociedad multicultural. "Pero la forma de
exterioridad sitúa al pensamiento en un espacio liso que debe ocupar sin poder medirlo, y para el que
no hay método posible, ni reproducción concebible, sino únicamente etapas, intermezzi,
reactivaciones" (Deleuze y Guattari, 1980, 2000: 382).

Si se pretende acabar con la violencia física y/o simbólica, es necesario cuestionarse las secuelas que,
hoy en día, encontramos en nuestras sociedades patriarcales. Aprender a convivir con los Otros, como
lo hacían las culturas prepatriarcales de las cuales Maturana (1993 y 1997) recupera las nómadas
sociedades matrísticas (Gimbutas, 1982 y 1991) que, como tercer espacio, mantenían una convivencia
despojada de enfrentamientos entre los habitantes de éstas y -a diferencia del patriarcado- en un
ambiente de participación y confianza entre lo masculino y lo femenino.

Por lo mismo, hay que buscar estrategias que habiliten terceros espacios, proponer intermedios y no
ser víctimas de un código binario. Porque los códigos arborescentes -como contraparte de las
estrategias rizomáticas - no nos dejan ver el bosque.

Si queremos acabar con la violencia tenemos que querer vivir de otro modo; en el respeto mutuo y no
en la negación del otro, en la colaboración, en un deseo compartido y no en la exigencia y la
obediencia, en todas las dimensiones de nuestra existencia (Maturana, 1997: 90).

Por la Razón o la Fuerza": Estado, Violencia y Marginación en el ámbito de la Comunicación


Intercultural. Rodrigo Browne

Preguntas de aplicación y reflexión


1. ¿Por qué se puede afirmar que ambos textos son distintos a un relato o narración? ¿Qué
características tienen en común que lo diferencian de un texto literario?

2. Escoge los 5 párrafos más importantes del primer ensayo y extrae la idea principal de
cada uno, para luego escribirlas en la lista siguiente.
1.

2.

3.

4.

5-

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3. Extrae la tesis de cada ensayo. Luego señala los argumentos que sustentan cada una,
completando la tabla siguiente

Texto1. Tesis:

Argumento 1:

Argumento 2:

Texto2. Tesis:

Argumento 1:

Argumento 2:

Argumento 3:

Argumento 4:

4. ¿Estás de acuerdo con la tesis de los autores? ¿Qué opinas sobre estos símbolos?
Fundamenta tu respuesta.

5. Elabora un mapa conceptual que contenga:

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 La tesis y argumento extraídos de los dos ensayo en los ejercicios anteriores


 La tesis suya sobre los ensayos, junto a sus argumentos

UNIDAD III: Diversidad y conflicto


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Argumentación y diálogo.

En esta unidad tendrás que:

 Analizar y comparar obras dramáticas, tomando en cuenta la


estructura psicológica de sus personajes y la relación del conflicto
dramático con los valores universales.

 Analizar y evaluar textos argumentativos, poniendo atención a los


recursos discursivos que utiliza y el carácter dialógico que los
caracteriza.

Contenidos claves:
 Conflicto dramático
 Personajes de una obra dramática
 Discurso argumentativo
 Recursos discursivos en la argumentación
 El diálogo como forma de argumentación

Lección 1. Análisis de personajes en obras dramáticas.

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AE 13. Describir, analizar y evaluar personajes de obras dramáticas, considerando, entre


otros aspectos, su estructura psicológica, sus relaciones con otros personajes, su situación
vital y su evolución.

Lee los siguientes fragmentos de obras dramáticas. Presta especial atención a la relación entre
los personajes y en la forma en que dialogan.

Texto 1.

Primer acto

Escena I

Interior de una pieza amueblada con una pequeña mesa de pino, un banquito, tres sillas, un
ropero destartalado y dos camas de una plaza con los colchones a la vista, sin sabanas,
aunque con dos frazadas ordinarias a los pies. Sobre la mesa, una botella con agua y dos
vasos. En un rincón, en el suelo, una pila altísima de diarios viejos. Una puerta que da a la
calle. Alejada de esta puerta, pero también sobre la calle, una alta ventana cerrada, sin
cortinas. Otra puerta, con una gastada cortina de lona, conduce a un patio interior.
Al levantarse el telón, la escena aparece vacía unos instantes. Se escuchan luego los pasos de
alguien que viene corriendo atropelladamente. Entra Lorenzo y en seguida cierra la puerta
con llave, como si alguien lo persiguiera. Con inmenso alivio, se apoya contra la pared y
empieza a reír a carcajadas. Es evidente que acaba de escapar de un peligro y lo festeja,
aunque la fatiga le corta la risa, la vuelve espasmódica. Poco a poco, cesa de reír. Una
pausa.

Lorenzo: (respirando con agitación) ¡Me escapé! Puedo... Correr mejor solo... Que...
Acompañado. (Se palmea con cariño) ¡qué corrida! (inclinándose, tantea y palmea sus
pantorrillas) ¡Músculos de corredor! Sí, son músculos de corredor, fuertes, resistentes. ¿Por
qué no me habré dedicado al deporte? Mi nombre en los periódicos. El gran... Gran... Gran...
(se va deslizando, pegado a la puerta, hasta quedar sentado en el suelo, exhausto) Podría...
Haber seguido... Corriendo... Hasta... Hasta... (bruscamente recuerda algo que le causa gracia
y rompe a reir) ¡Ignacio, el pobre Ignacio con sus piernas de goma! (sin poder detenerse, rie
con estertores de fatiga. Se interrumpe solamente cuando mueven el picaporte y golpean a la
puerta. Se oye la voz entrecortada y angustiada de ignacio)
Voz de Ignacio: ¡Abrime, Lorenzo! ¿Por qué cerraste con llave? ¡Abrí! (Lorenzo escucha con
cierto aire de atención cortes y no contesta) ¡Abrí, que se acerca! ¡No seas loco! ¡Abrí!
Lorenzo: (sin moverse) ¡Ya va! (baja, casi pesaroso) Está frito.
Voz de Ignacio: (cada vez con mayor urgencia) ¡Abrí de una vez! ¿Por qué cerraste?,
¡Maldito seas! (desesperado) ¡Se me viene encima! ¡Abrí!
Lorenzo: (con acento tranquilizador, pero sin moverse) ¡Te abro! ¿Estás solo?
Voz de Ignacio: ¡Abrime!
Lorenzo: ¡En seguida! ¡Lo que pasa es que se me enganchó una uña!
Voz de Ignacio: ¿Por qué cerraste?
Lorenzo: ¿No me creés? Se me... Enganchó en el pantalón. Inverosímil.
Voz de Ignacio: ¡Abrí!
Lorenzo: ¿Estás solo?

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Voz de Ignacio: ¡dobló la esquina! (casi llorando de desesperación) ¡por favor, abrime, por
favor, abrime! (golpea, agita el picaporte)
Lorenzo: (fastidiado) ¡No rompas la puerta! ¿estás solo? Es lo que te pregunté. (alza la voz.
Con buena voluntad) ¿Escuchás? ¿Te paso un papelito debajo de la puerta? (se levanta, toma
un papel del cajón de la mesa y escribe algo, primero de pie, luego toma una silla y se sienta.
Escribe lentamente, con dificultad y parsimonia. Ignacio sigue golpeando la puerta)
Voz de ignacio: ¿Por qué no me abrís? (desesperado) Te... Te... Te conseguiré una chica. ¡Me
alcanza! ¡No seas cretino! ¡Lorenzo, Lorenzo!
Lorenzo: (Levanta la vista del papel, se incorpora y se apoya sobre la mesa. Pregunta,
tranquilo) ¿Está cerca? ¿Escuchás? ¡Te pregunto si está cerca! A ver si abro y me salta
encima. No quiero sorpresas. ¿Está cerca? ¿Escuchás? (atiende un momento, pero solo se oyen
los "¡abrí, abrí!" desesperados de Ignacio y sus golpes contra la puerta. Lorenzo, despectivo)
No, no escuchás nada. Tu miedo no te permite escuchar nada. (Se sienta nuevamente) Mejor
que escriba también esto. (Deletrea mientras escribe lentamente) Querido Ignacio: te pregunto
si está cerca... (Levanta la cabeza y se rasca dubitativamente el menton. De pronto, se escucha
un alarido de Ignacio y las sacudidas de un cuerpo violentamente arrojado y golpeado contra
la puerta. Lorenzo, ensimismado) ¿Escribo lo del miedo o no? No, va a ofenderse. ¡Cuántas
delicadezas! (Alza la cabeza y escucha. Tranquilamente pesaroso) Van a romper la puerta. (Se
levanta y pasa el papelito debajo de la puerta) Esperá, te paso el lápiz. (Lo hace) ¡Contestame
por escrito! ¡Quiero saber si estás solo! (escucha con el mismo aire de atención cortes los
golpes y sacudidas. Los alaridos de ignacio se han transformado en gemidos que disminuyen
y cesan. Lorenzo pega el oído contra la puerta. Silencio. Golpea con los nudillos. Llama
suavemente) ¿Ignacio? (Una pausa) ¡Ignacio! Un ronquido como respuesta! ¿No podés
hablar? ¿Hay gente? (silencio) ¿Recibiste mi esquela? (Se aparta, fastidiado) ¡Se calla, se
calla! ¿Cómo vamos a entendernos? (Se acerca otra vez a la puerta, bajo) ¿Estás solo? ¿Se
fue? (Por contestación, un ronquido afirmativo. Lorenzo, casi tristemente) ¿Por qué no fuiste
a otro lado? Las puertas cerradas son puertas cerradas. (Una risita) Las puertas abiertas están
abiertas, desde el principio. Se ve en los chicos. Yo, de chico, daba todos los juguetes, quería
hacerme simpático. (Descubriéndolo, feliz) No se ve en los chicos, no tengo nada que ver con
el chico que fui: no doy nada, cierro las puertas (Ríe) fui un niño parricida. ¿Y vos, Ignacio?
Nacimos juntos y no me acuerdo de cómo eras antes. (Un silencio) ¿No podés contestarme
algo, una línea? Me aburre hablar solo. (Se agacha y espía por el ojo de la cerradura) ¿Qué es
lo que hay ahí? ¿Tu cabeza? Veo todo negro, ¿Qué es? Apartate un poco. ¿De lo escribo?
(Duda) No, es inútil. Es casi analfabeto. (Mira nuevamente y ríe) ¡Te fuiste al suelo! (Ve algo
que lo impresiona y deja de reír. Se vuelve, recostándose contra la puerta y cierra los ojos.
Con apesadumbrado asombro) ¡Oh! ¡Cómo te dejó! ¡Qué lástima! ¡Ignacio, Ignacio!, ¿Me
oís? ¿Te desmayaste? (Se sujeta el costado con ambas manos como si lo atacara súbitamente
un dolor intenso) ¡Ay! (Cae de rodillas y se arrastra hasta la mesa, de un cajon saca unas
pastillas y toma algunas con un vaso de agua. De rodillas vuelve hacia la puerta. Lastimero)
Ignacio, levantate, te necesito. (Permanece recostado contra la puerta, meciéndose con
gemidos de dolor)
Voz de Ignacio: (Lejana y débil) Lorenzo...
Lorenzo: (alerta) ¡Sí!
Voz de Ignacio: Abrí la puerta.
Lorenzo: (Duda, se muerde los labios) ¿Se fue?
Voz de Ignacio: Sí. Se fue.
Lorenzo: (Desconfiado) ¿Estás seguro? ¿Si vuelve?
Voz de Ignacio: (Desfallecido) No. (Una pausa) No. No va a volver.
Lorenzo: ¿Cómo lo sabés? Nos pegará a los dos. Si me ve, recordará que estábamos juntos y
empezará a repetir golpes de nuevo.
Voz de Ignacio: No.
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Lorenzo: Y no me pegará a mí solo. Un golpe a mí, otro a vos. Recibirás otra ración, ¿Para
qué? No la aguantarás. Tené paciencia, ¿Eh? Dormí, ¿Por qué no dormís un poco? Los golpes
se te curarán durante el sueño. Descansá.
Voz de Ignacio: Dame agua.
Lorenzo: (Voluntarioso) Sí, sí, agua te doy. ¡Cómo no! Toda la que quieras. (Se levanta
ágilmente, sin manifestar ahora ningún dolor, y llena un vaso con agua. Se encamina con
decisión hacia la puerta, la ve cerrada y, sin inmutarse, se inclina y hace deslizar el agua por
debajo. La empuja con una escoba. Cariñoso) ¿podés? (mira por el ojo de la cerradura)
Despacio... Despacito... No te atores. ¿Qué escupís? (Agraviado) ¿Mi agua? (Mira. Ríe
divertido) ¡Un diente! ¡Justo el del medio! Tu belleza... (Ríe) ¿Dónde ha ido a parar? ¡Ahora
podés trabajar en un circo! (Se interrumpe sincero) Lo siento. No quería herirte.
Voz de Ignacio: (Exánime) Lorenzo. Lo... Ren... Zo.
Lorenzo: (Con pesar) No me llamés. ¿Qué te pasa? No puedo abrir. Si vuelve, nos pegará a
los dos. Es un tipo fuerte, muy bruto. No hará distingos. No dirá: a éste le pegué y ahora lo
dejo tranquilo, pobre tipo. Me dedico a éste, (Señalándose) A mí. No dirá eso. Te pegará otra
vez, pobre Ignacio. En cambio, si te ve en el suelo, todo sangrante, sin diente... Tiene aspecto
animal, pero nadie le pega a un caído. Supongo... Y si fueras un cadáver, todavía estarías más
seguro.
Voz de Ignacio: Lorenzo...
Lorenzo: (Muy irritado) ¡Lorenzo, Lorenzo! ¡No abro! ¡Déjame en paz!
Voz de Ignacio: Me duele todo... El cuerpo...
Lorenzo: (Compasivo) ¿Querés más agua? ¿Sabés lo que voy a hacer? Me acostaré aquí, en el
suelo. ¿Estás conforme? No quiero que te sientas solo, Ignacio. ¿te sirve de algo, te consuela?
(Se tiende largo a largo junto a la puerta. Bosteza) ¡Qué sueño! (Ignacio rasca la puerta.
Fastidiado) ¿Qué rascás? Si hacés ruido, imposible cerrar los ojos. (Cesa el ruido. Bosteza)
Estoy cansado, después de la corrida... ¿Vos, no? (Una pausa) ¡Podrías contestar! (Se levanta
y espía por el ojo de la cerradura. Despechado) Se durmió. Es un caballo para dormir. (Se
acuesta y pone los brazos cruzados debajo de la cabeza) ¡Qué incómodo! (Se incorpora sobre
un codo y mira con ansiedad las camas. Se levanta y recoge una almohada) Dormiré en el
suelo, lo prometí. Pero la cabeza no tiene nada que ver con mis promesas. Además, lo más
delicado está en la cabeza. No es cuestión de arriesgar el material. (Golpea con los nudillos)
Ignacio, ¿estás de acuerdo? (Un silencio) Gracias, sabía que comprenderías. (Se acuesta) Sí,
estoy más cómodo. (Cruza las piernas y agita una en el aire. Se pregunta, volublemente) ¿Fue
mi culpa, fue su culpa, quién tiró la piedra? (Canturrea) ¿Quién le pone el cascabel al gato?
(Sincero) Sospecho que... La piedra la tiré yo. ¿Pero quién es capaz de distinguir algo entre los
dos? Yo no puedo. Somos iguales. Esa es nuestra desgracia. Somos tan iguales que nuestras
acciones se confunden. (Divertido) En una palabra: no se distingue la mano que arrojó la
piedra. ¡Pobre Ignacio! ¡Qué paliza! (Se levanta y mira por el ojo de la cerradura.
Despechado) ¡Cómo duerme! Ronca. Está todo sucio de sangre. ¿Cómo puede dormir así?
¡Qué sucio! ¿No estará muerto, no? (Espía un momento en silencio. Chista) ¡Ignacio, Ignacio!
(Una pausa) No. Respira. (Ríe tembloroso) No se hubiera perdido mucho. Pero aún no estoy
curado, lo necesito. Como enfermero deja bastante que desear. ¡Es tan negligente con mis
pastillas! (Lanza otra ojeada por la cerradura) ¡Pobrecito! Le cambió la cara. Ahora no van a
confundirnos. (Se acuesta) ¡Qué incómodo es esto! No estoy acostumbrado, me duelen los
huesos. El ronca. Y yo no puedo dormir. Es injusto. (Una pausa) Como me duelen los huesos,
el arrepentimiento no me importa nada. Y sin embargo, tengo que estar arrepentido. (Mira la
cama. Se levanta y tira hacia afuera el colchón. Lo arrastra hasta la puerta. Va a acostarse,
mira el colchón de la cama de Ignacio, lo saca también y lo coloca encima del otro con
evidente satisfacción. Se acuesta) Ahora sí. (Salta) ¡Qué cómodo! Puedo pensar. De nuevo,
estoy arrepentido. Debo hacer algo para compensar lo de la paliza. ¿Bastará dormir en el
suelo? Sí, sí, basta y sobra. (Se sujeta las rodillas con las manos y agita las piernas en el aire,
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como si corriera. Divertido) ¡Corriendo con sus piernas de goma! (Bosteza. Agarra una de las
frazadas por la punta y la arrastra hacia él. Se cubre. Canturrea) ¡Pa- pa-pa-pa-! (Sin
convicción) ¡Pobre Ignacio...! Si tuviera a mi chica en el colchón... (Sorbe golosamente)
Voz de Ignacio: (Lejana y débil) Lorenzo... Lo...ren...zo... (Araña la puerta. Lorenzo se da
vuelta y se acurruca más bajo la manta. Ríe entre sueños. Se escucha solo el arañar de la
puerta hasta que cesa completamente)
Fragmento de ―Los siameses‖ de Griselda Gambaro

Texto 2.

La escena transcurre en la casa de la Madre tras el matrimonio fallido de su hijo, donde


Leonardo se escapó con la novia y tras un duelo con el novio, ambos murieron, quedando la
novia con vida.

Madre: Calla.
Vecina: No puedo.
Madre: Calla, he dicho. (En la puerta.) ¿No hay nadie aquí? (Se lleva las manos a la
frente.) Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya
una voz oscura detrás de los montes. (Con rabia, a la vecina.) ¿Te quieres callar? No quiero
llantos en esta casa. Vuestras lágrimas son lágrimas de los ojos nada más, y las mías vendrán
cuando yo esté sola, de las plantas de los pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la
sangre.
Vecina: Vente a mi casa; no te quedes aquí.
Madre: Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche
dormiré, dormiré sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo. Otras madres se asomarán a
las ventanas, azotadas por la lluvia, para ver el rostro de sus hijos. Yo, no. Yo haré con mi
sueño una fría paloma de marfil que lleve camelias de escarcha sobre el camposanto. Pero no;
camposanto, no, camposanto, no; lecho de tierra, cama que los cobija y que los mece por el
cielo. (Entra una mujer de negro que se dirige a la derecha y allí se arrodilla. A la
vecina.) Quítate las manos de la cara. Hemos de pasar días terribles. No quiero ver a nadie. La
tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes. ¡Ay! ¡Ay! (Se sienta transida.)
Vecina: Ten caridad de tí misma.
Madre: (Echándose el pelo hacia atrás) He de estar serena. (Se sienta.) Porque vendrán las
vecinas y no quiero que me vean tan pobre. ¡Tan pobre! Una mujer que no tiene un hijo
siquiera que poderse llevar a los labios.

(Aparece la novia. Viene sin azahar y con un manto negro.)


Vecina: (Viendo a la novia, con rabia) ¿Dónde vas?
Novia: Aquí vengo.
Madre: (A la vecina) ¿Quién es?
Vecina: ¿No la reconoces?
Madre: Por eso pregunto quién es. Porque tengo que no reconocerla, para no clavarla mis
dientes en el cuello. ¡Víbora! (Se dirige hacia la novia con ademán fulminante; se detiene. A
la vecina.) ¿La ves? Está ahí, y está llorando, y yo quieta, sin arrancarle los ojos. No me
entiendo. ¿Será que yo no quería a mi hijo? Pero, ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? (Golpea
a la novia. Ésta cae al suelo.)
Vecina: ¡Por Dios! (Trata de separarlas.)
Novia: (A la vecina) Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. (A la
madre.) Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que
se rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero
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que me puedan enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos.
Madre: Calla, calla; ¿qué me importa eso a mí?
Novia: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia) Tú también te hubieras ido. Yo
era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua
de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que
acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era
como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el
andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha
acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!; yo no quería, ¡óyelo bien!. Yo no quería.
¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe
de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre,
siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los
cabellos!

(Entra una vecina.)


Madre: Ella no tiene culpa, ¡ni yo! (Sarcástica.) ¿Quién la tiene, pues? ¡Floja. delicada, mujer
de mal dormir es quien tira una corona de azahar para buscar un pedazo de cama calentado por
otra mujer¡
Novia: ¡Calla, calla! Véngate de mí; ¡aquí estoy! Mira que mi cuello es blando; te costará
menos trabajo que segar una dalia de tu huerto. Pero ¡eso no! Honrada, honrada como una niña
recién nacida. Y fuerte para demostrártelo. Enciende la lumbre. Vamos a meter las manos; tú
por tu hijo; yo, por mi cuerpo. La retirarás antes tú.

(Entra otra vecina.)


Madre: Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me
importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos;
bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende
juntos para descansar.

(Entra otra vecina.)


Novia: Déjame llorar contigo.
Madre: Llora, pero en la puerta.

Fragmento de ―Bodas de Sangre‖ de Federico García Lorca.

Preguntas de análisis
1. Compara la estructura psicológica y comportamiento de los siguientes pares de
personajes, describiéndolos psicológicamente al completar el siguiente cuadro.

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Ignacio Lorenzo

Los
Siameses

La madre La novia

Bodas de
sangre

2. En ambos fragmentos de obras hay un enfrentamiento dialógico entre estos pares de


personajes, sin embargo, la naturaleza de la discusión es distinta. De acuerdo a la lógica
y el sentido común ¿cuál es la diferencia entre las dos discusiones de cada fragmento?

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 71


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3. ¿Te parece correcto el actuar de Lorenzo con Ignacio? Desde tú parecer e interpretación
¿qué podría simbolizar ese comportamiento? Fundamenta, teniendo en cuenta el nombre
de la obra: “Los siameses”

4. En “Bodas de Sangre”, la novia se excusa con la madre señalando que no es culpable de


haberse escapado con Leonardo. Esta frase tiene un sentido simbólico. ¿Por qué ella
afirma que no es culpable de su fuga con Leonardo? ¿Qué argumentos entrega?

5. De acuerdo a lo leído y a tu propia reflexión ¿Por qué las obras dramáticas


necesariamente se escriben en diálogos? ¿Cuál es la importancia del diálogo como medio
de desarrollo de un conflicto?

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 72


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Lección 2: Análisis del conflicto dramático y de la representación de


valores e ideas.
AE 14: Analizar e interpretar el conflicto dramático en términos de los papeles de cada
personaje, la integración dialógica de ideas y los valores comunicados.

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 73


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Lee el argumento de cada obra junto con la descripción de su conflicto dramático, para
comprender luego la lectura del monólogo adjunto a estos.

Texto 1.

Argumento y conflicto dramático de Hamlet, obra de William Shakespeare.


El rey de Dinamarca (padre de Hamlet) ha muerto, y, en su lugar, sube al trono su hermano
Claudio, el que se casa con Gertrudis, la madre del protagonista. Hamlet se entera por el
Espectro de que su padre ha sido asesinado por su hermano Claudio, ya que se quería quedar
con el trono El Espectro le encarga a Hamlet que se vengue sin hacer daño a Gertrudis. Hamlet
se compincha con dos guardias (Bernardo y Marcelo) y con su gran amigo Horacio para trazar
un plan: se va a hacer el loco. Sin embargo, el plan incluye repudiar a Ofelia de la cual está
enamorado, sacrificar el mismo cariño que le tiene a su madre y la comodidad de ser príncipe,
por lo que en muchas ocasiones Hamlet se cuestiona entre cumplir el deber de la venganza o
quedarse en la pasividad y la tristeza. Desde este mismo dilema nace este famoso monólogo
que viene a continuación:

Hamlet: Existir o no existir, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir
los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y
darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las
aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?...
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y
ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del
sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para
detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no
fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que
recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor,
las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios?
Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar
tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta sino fuese que el temor de
que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún
caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que
ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos
cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las
empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se
reducen a designios vanos.

Texto 2.

Argumento y conflicto dramático de Antígona, obra de Sofocles.

Tras es Exilio voluntario de Edipo, sus hijos mellizos Etéocles y Polinices, deben ocupar el
trono de Tebas en años alternos. Sin embargo, Etéocles decide instalarse indefinidamente en el
poder y destierra a Polinices, por lo que éste regresa con un ejército extranjero. Tebas vence a
dicho ejército, pero en el transcurso de la batalla ambos hermanos se dan muerte mutuamente.
Su tío, Creonte, queda a cargo del gobierno y sentencia: al defensor de la patria, Etéocles, se le
rendirán grandes honores funerarios; el traidor Polinices quedará desenterrado a las afueras de
la ciudad, a merced de las aves de rapiña.

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 74


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Las tradiciones griegas establecían el deber sagrado de sepultar a los muertos, señalando que
en caso contrario el alma del difunto vagaría eternamente sin reposo y nunca podría acceder a
las mansiones del Hades
Antígona, hermana de los mellizos, se declara en rebeldía y decide desobedecer las órdenes de
su tío y enterrar a su hermano, cumpliendo así la voluntad de los dioses. Los guardias que
rodean el cadáver la descubren in fraganti, y es llevada ante la presencia de Creonte, quien la
increpa por su desobediencia.
Creonte decide llevar a Antígona a una cueva, sin comida, donde ella decide quitarse la vida,
ahorcándose.
El conflicto dramático de esta obra está relacionado con el cumplimiento de las leyes de los
dioses, esto es lo universalmente considerado bueno, en contra de las leyes de los hombres, la
ley civil, las que pueden ser injustas en algunos casos. De esta reflexión nace el siguiente
monólogo de Antígona, poco antes de ser encerrada en la cueva donde suicidará:

Antigona:¡Oh sepulcro, cámara nupcial, eterna morada subterránea que siempre ha de


guardarme! ¡Voy a juntarme con casi todos los míos, a quienes Perséfone ya ha recibido entre
las sombras! ¡Desciendo la última y la más desgraciada, antes de haber vivido la parte de vida
que me había sido asignada! ¡Allí al menos iré nutriendo la certera esperanza de que mi
llegada será grata a mi padre, mi querido padre; grata a ti, madre mía, y grata a ti también,
hermano mío, bien amado! Mis propias manos, después de vuestra muerte, os han lavado, os
han vestido y han derramado sobre vosotros las libaciones funerarias; y hoy, Polinice, por
haber sepultado tus restos, ¡he aquí mi recompensa! No he hecho, sin embargo, a juicio de las
personas sensatas, más que rendirte los honores que te debía. Es verdad que si hubiese sido
madre con hijos por quienes mirar, si mi esposo hubiese estado consumiéndose por la muerte,
nunca me hubiera impuesto tal tarea en contra del pensar de los ciudadanos. Pero ¿qué razón
justifica lo que acabo de decir? Después de la muerte de un esposo me hubiera sido permitido
tomar otro esposo; y por el hijo que hubiese perdido me hubiera podido nacer otro. Pero
puesto que tengo a mi padre y a mi madre encerrados en el Hades, ya no me puede nacer otro
hermano. Por esta razón, ¡oh hermano mío!, te he honrado más que a nadie, aunque a los ojos
de Creonte haya cometido un crimen y realizado una acción inaudita. Y ahora, con las manos
atadas, me arrastran al suplicio sin haber conocido el himeneo, sin haber gustado de las
felicidades del matrimonio ni de las de criar hijos. Abandonada de mis amigos, ¡desgraciada!,
voy a encerrarme viva en la caverna subterránea de los muertos. ¿Qué ley divina he podido
transgredir? ¿De qué me sirve, infortunada, elevar todavía mi mirada hacia los dioses? ¿Qué
ayuda puedo invocar, ya que el premio de mi piedad es ser tratada como una impía? Si la
suerte que me aflige es justa a los ojos de los dioses, acepto sin quejarme el crimen y la pena;
pero si los que me juzgan lo hacen injustamente, ojalá tengan ellos que soportar más males que
los que me hacen sufrir inicuamente.

Preguntas de análisis
1. En el monólogo de Hamlet hay una referencia a la muerte como posible solución a los
problemas, pero luego él mismo se retracta. De acuerdo a Hamlet ¿qué es lo que
frena al suicidio como posible solución al deber de existir? Justifica tu respuesta.

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2. Antígona en su monólogo cree haber actuada correctamente, aunque se apena de su


mismo sacrificio. ¿de qué se lamenta específicamente? Fundamenta.

3. De acuerdo al segundo monólogo ¿el haber tenido marido o hijos hubiese impedido a
Antígona cumplir con su deber? ¿te parece a ti correcto eso? Justifique su respuesta.

4. Ambos monólogos abordar la temática del cumplimiento del deber, sin embargo los
protagonistas toman esta responsabilidad de forma distinta ¿cuáles son las
diferencias entre la perspectiva de Hamlet y la de Antígona? ¿cuál te parece más
admirable? Fundamente su respuesta.

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5. Los conflictos dramáticos suelen abordar temáticas universales, que son aplicables a
la vida diaria. ¿cómo te enfrentas tú al cumplimiento del deber? ¿Te asemejas a la
postura de Hamlet o a la de Antígona? Fundamente.

Lección 3: Descripción y análisis de un discurso argumentativo y sus


recursos discursivos.

AE 15: Identificar, comprender y describir los recursos discursivos aplicados por un emisor para
exponer un tema o desarrollar sus argumentos, considerando, entre otros aspectos, la información

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 77


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utilizada, el desarrollo temático, la situación comunicativa y las presuposiciones que hace respecto del
destinatario (creencias, conocimientos, valores, etcétera).

Lee el siguiente artículo que aborda una temática del feminismo que aún es tabú para muchas
personas: la gordofobia.

Texto 1.

―Soy un buen corazón, inteligente, atractiva, persona, y estoy gorda. No hay paradoja allí‖,
afirma Kate Harding1. ¿Por qué asumir la gordura como parte de la construcción personal, como una
condición del cuerpo, mutable o no, como tener el pelo largo o corto, la nariz grande o chica, los ojos
café o negros? ¿cuál es la paradoja? ¿cuál es el valor de evidenciar la ausencia de contradicción?

La normatividad de los cuerpos es una fuerza arrolladora que determina y construye. Crecimos
siendo interceptadas por estímulos –y por figuras que ya han sido intervenidas por ellos- en un
devenir eterno entre el deber ser y lo que se es. En este contexto, el cuerpo gordo ha amanecido como
un espacio de detrimento y ha desaparecido de las posibilidades. Las gordas no podemos encontrarnos
en los anuncios de ropa, de cerveza, de desodorante. No nos encontramos en el cine, a no ser que sea
en comedias ridiculizadoras o en el drama que implica el sufrimiento de la gorda y su posterior
redención al convertirse en delgada. La gordura solo puede ser un espacio estacional en la vida, un
descuido, algo que debe ser transformado en flaco. Las gordas estamos enfermas, tenemos diabetes,
hipertensión, problemas articulares y un largo etcétera que articula nuestra naturaleza como seres
limitados, hay cosas que ―obviamente‖ no debemos hacer. Las gordas no podemos usar bikini, comer
en público, ponernos ropa sugerente. No podemos ser de carácter, ni demandar en la vida, menos con
las parejas, tenemos que agradecer que alguien ose amarnos. No podemos ser sensuales porque es
ridícula la gorda con ligas y baby doll, podemos con mucho esfuerzo aspirar a la ternura como medio
de conquista, al humor, porque la gorda amiga y graciosa tiene que ser, porque gorda enojona sería el
colmo. La gordura es un constituyente, una serie de rasgos que estructuran una idea de subjetividad.
Ser gorda ―es también ser fea, indeseable, poco saludable, floja, amorfa, boba, lenta, pelotuda‖2,
paciente, amorosa, maternal, asexual, floja, tierna… No es una condición física. La complejidad de
esta dinámica radica en que se da desde la naturalización despiadada y sus discursos, se regulan,
combinan y resuelven fundamentados en la salud, la política, el arte, la estética y todas las
posibilidades de pronunciamiento de poder. La normatividad ha establecido que la gordura es la
presencia de un cuerpo que debe ser silenciado y eximido de la esfera pública y, con ello, de la
política.

Asumir que se posee un cuerpo gordo, disfrutar de él sin desear cambiarlo, ser gorda y asumir
esto no como un agravio o menosprecio, ser gorda y no querer –necesariamente– bajar de peso; es
decir, que este no sea un constituyente más que físico, es hoy una irreverencia. La aceptación de mi
propia gordura me convierte instantáneamente en activista. En primer lugar, porque producto de la
construcción subjetiva externa de mi cuerpo, las gordas necesitamos realizar un proceso para poder
aceptarlo. Mi cuerpo es rechazado –no solo socioculturalmente, sino que además por la propia dueña-
y debo luchar contra objetarme todo el tiempo, contra la tendencia a negarme gracias a lo que
establecen los distintos mecanismos sociales y de mercado. Lo desafiante es que si lo logro, con la
complejidad que conlleva, de igual manera se vuelve al margen, se retorna a la no aceptación, porque

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la gorda autoconforme, autoaceptada, feliz, se convierte en paria. Es un reto explicar que no tienes un
pendiente con tu cuerpo. Evidenciar que en comentarios como ―igual eres bonita‖, ―si bajas unos kilos
te verías muy bien‖, ―pero ¿y no tienes ninguna enfermedad?‖, ―estás más flaca, qué bien te ves‖ hay
un sesgo durísimo, que implica que mi cuerpo está destinado al cambio, que lo que soy hoy no está
asociado al (cuestionable concepto de) belleza o a la salud o a lo erótico y que decidiste desechar ese
paradigma. Es arduo mantenerse en la línea de la autoaceptación del cuerpo gordo cuando no
encuentras ropa de tu talla y la norma indica que es tu cuerpo el que debe cambiar para entrar al
mercado y no al revés. A eso me refiero con el activismo, la aceptación de la gordura requiere que los
discursos estén en la mesa, que no sea un conocimiento marginal, porque es necesario tener un
respaldo teórico, social, humano, que te apoye y calme la angustia y la culpa a la que el sistema
somete nuestros cuerpos.

La estructura de la culpa en esto sí que es un lastre. Creo que es el mayor castigo social de la
gordura. Las gordas no podemos sentir libertad sobre nuestros propios cuerpos, ni sobre nuestras
posibilidades de elección. La culpa genera la paranoia (justificada o no) de que todo nuestro
acontecer, especialmente lo negativo, está radicado en la gordura. La sensación de éxito en una
relación de pareja, en el mundo laboral, el desarrollo académico pueden estar mediados por nuestra
percepción acerca del peso. Comer en público nos expone, entrar a una tienda de ropa abre la
posibilidad de la herida. Cuán marcadamente no recordamos el(los) momento(s) en que nos dijeron
gorda en la calle o cuando al preguntar por una prenda, nos negaron cualquier información con la
frase ―no hay en tu talla‖. He ahí el eterno retorno de la culpa. Las ganas de arrancarse trozos del
cuerpo y de morirse de hambre. Y llega el límite que rompe el deseo, como dice esa canción kitsch.
Porque llega la ausencia de este (no solo sexual, intelectual, el pulsional, vital…) y algo dentro de una
debe quebrarse para comprender que hay una necesidad imperante de un análisis mayor y que a veces
hacer cuerpo es más complicado que hacer patria.

Las gordas necesitamos hacer cuerpo. Tenemos que dejar de definirnos por lo que no somos y
empezar a ser. Tenemos que exigir la representación en los medios, en la publicidad, en la moda, en lo
que sea, no solo porque también nos vestimos, sino porque realmente, realmente, no es necesario que
el desodorante me lo publicite una mujer delgada. Es necesario comprender que la presencia no es un
tema menor en términos de acción social, ya que los medios pueden ser mantenedores del status quo o
potentísimos motores de cambio. Tenemos que aspirar a que en algún momento, cualquier niña gorda
no tenga que comprender por el camino largo que su cuerpo es bello y que puede ser sano, sino que
pueda identificarse y decidir. Tener la opción de observarse a sí misma y generar el espacio reflexivo
acerca de si le complace ese cuerpo o no, y no ser reducida a un marco identitario deficiente,
minúsculo y falso. Es necesaria, por parte de todas, la demanda de visibilización como referente
corporal, generando un anclaje con la presencia de la variedad de cuerpos en la esfera pública.

En definitiva hoy nos constituimos como un cuerpo de resistencia. Dentro de los abordajes a
una conceptualización teórica de la gordura, la palabra gorda se toma como bastión de lucha para
subvertir el término y desechar la idea de que esta palabra sea insultante o connotativa. Esto responde
a una necesidad social de resignificación y reconstrucción del propio cuerpo. En esto Judith Butler,
explicita que “asumir el nombre por el que a uno se le llama no supone simplemente una sumisión a una
autoridad previa, dado que el nombre ha sido ya liberado de su contexto previo e incluido en un trabajo de
autodefinición. La palabra que hiere se convierte en un instrumento de resistencia, en un despliegue que
3
destruye el territorio anterior de sus operaciones.” Los discursos son entendidos por Foucault (2002)
como prácticas reales situadas históricamente que constituyen parte de la realidad objetiva. No son
meras representaciones, sino afirmaciones que producen una estructura determinada de instituciones,
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reproducen el poder. De este modo, los discursos son entendidos como campos de batalla que portan
conflictos de poder, que intentan dar las definiciones legítimas de un fenómeno (1976). Por eso es
necesario explicitar, desde el discurso, desde los medios, desde el arte; lo invisibilizado, lo silencioso
y silenciado, reconstruir(nos) el discurso de la gordura desde el yo.
Esta no es una preocupación estética. La importancia de la visibilización es proyectiva y
tangencial en sentido político. El cuerpo de la mujer es utilizado como herramienta de
desempoderamiento. Las mujeres en la esfera política son mayormente cuestionadas por cómo se ven,
por cómo visten y se peinan, antes que por su mensaje.4 La falta de mujeres y, además, de mujeres
diversas en las esferas públicas conmina a las nuevas generaciones a la ausencia de participación, a la
falta de identificación y referentes. No permitamos la ausencia. Los conceptos de la gordura hoy no
son la inocente ecuación calórica, a las gordas se nos ha negado autodefinirnos, hemos sido relegados
a ser concebidos por otros, por los médicos, por las amigas, por la pareja, por el cine, por la televisión,
el mercado, la publicidad, por las musas del arte. Se nos exilia de la posibilidad de ser felices hoy, y
se nos recluye a la felicidad futura, cuando pesemos 2 o 5 o 10 o 30 kilos menos; porque hoy la
gordura es una sensación generalizada y antipática sin importar números.

Esta exhibición puede ser incómoda para muchos. La gordura está normalizada como ―el
flagelo contemporáneo‖. Que se sepa que existe la posibilidad de que haya goce, estética, erotismo,
sensualidad, moda, salud en un cuerpo gordo. Que se reconozca la lucha consciente contra la
arbitrariedad del signo. Que ser gorda no es lo peor que te puede pasar en la vida, (increíble la
cantidad de veces que he escuchado eso) y que el activismo puede ser personal, cotidiano, panfletario,
contestatario, mediático, pero el objetivo siempre es posibilitar una óptica diferente en uno mismo y
en otros, para entender que las cosas no son necesariamente como están establecidas. Salir del espacio
de confort para dirigirnos a uno más compromisorio, porque las carnes blandas a veces son cómodas,
el silencio es grato y explicitar es un proceso desgastante. Pero no hay de otra. Tenemos
que extendernos hacia espacios cotidianos. Creo profundamente que esto es lo que permitirá cambios
reales en los comportamientos arraigados y en las percepciones con respecto a la susceptibilidad de
los cuerpos. Y es un deber de aterrizaje también, de todos aquellos quienes intentamos investigar,
analizar, evidenciar o tengamos algún acercamiento a la perspectiva de género.

Visibilicémonos como gordas y a las gordas, para lograr el desanclaje de la asociación


peyorativa, para abrir la posibilidad de desenvolvimiento social y político, para desetiquetarse
del deber ser e incorporar aquello que se desee y de ese modo este relato se potencie desde las
relaciones primarias. Tal como lo planteó Harding, somos inteligentes, hermosas, sexuales, activas,
contestarías, deportistas, somos lo que queramos ser. Y estamos gordas. No hay ninguna paradoja allí.
Hagámoslo saber.

1. Harding, Kate.You’re Not Fat. En “Feed Me: Writers Dish About Food, Eating, Weight and Body Image.”,
editado por Harriett Brown, 167-174. Nueva York: Ballentine Books, 2009.

Kate Harding es co-autora de ―Lessons from the Fat-o-Sphere: Quit Dieting and Declare a Truce with Your
Body‖ y fundadora de lo que fue durante un tiempo el más popular blog de aceptación del cuerpo de
internet, Shapely Prose. Ha colaborado en numerosas publicaciones en línea, incluyendo Salon, Jezabel, The
Guardian, y el LA Times, y otros ensayos como el del cual se saca esta cita.

2. Ibid.

3. Butler, Judith. Lenguaje, poder e identidad. Disponible en http://es.scribd.com/doc/231289289/Judith-Butler-


Lenguaje-Poder-e-Identidad, visitado el 30 de agosto de 2014

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4. Interesante en este plano es el análisis que hace el documental Miss Representation, donde objeta las
representaciones políticas de la mujer en la política y los medios en EEUU. http://therepresentationproject.org/

―Hacer cuerpo: gordura femenina y empoderamiento‖ de Paz Moreno Parra.


http://hysteria.mx/hacer-cuerpo-gordura-femenina-y-empoderamiento/

Preguntas de análisis

1. Según la tesis de la autora la problemática de la gordura, en especial de la femenina, va


más allá de un tema de salud o belleza, pues es un tema de poder. Explica a qué se refiere
la autora con esa afirmación.

2. ¿Qué estrategias utiliza la autora para intentar persuadir al receptor? Nombra y


ejemplifica con el texto

3. Divide el ensayo en 6 ideas centrales de acuerdo a su progresión temática y luego elabora


un mapa conceptual que sintetice la postura del texto.

Ideas centrales:
1.

2.
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3.

4.

5.

6.

Mapa conceptual:

4. ¿Estás de acuerdo con la postura de la autora? Fundamenta tu respuesta.

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Lección 4: Argumentación y diálogo, reconstrucción de los argumentos


a través del diálogo implícito entre textos.

AE 16. Reflexionar acerca de las relaciones entre argumentación y diálogo, en particular,


respecto de la argumentación como un diálogo implícito y la importancia de los mecanismos
de empatía y retroalimentación.

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Lee reflexivamente estos dos textos breves argumentativos que abordan la dicotomía del
orden y el caos, respectivamente.

Texto 1.

A mí las cosas políticas no me interesan, pero como buen ciudadano puedo opinar con toda
libertad y aún censurar los actos del Gobierno. La Democracia, que tanto pregonan los ilusos,
es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos
carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La
Monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué
ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo
para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos
de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las
virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno
de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que yo pienso y todo hombre
de mediano criterio pensará igual.
Fragmento de Carta de Diego Portales a José M. Cea (Marzo de 1822)

Texto 2.

¿De verdad tengo pinta de tener un plan?


¿Sabes qué soy? Soy un perro que corre detrás de los coches; ¡no sabría qué hacer si alcanzara
uno! ¿Sabes? Actúo sin pensar. La mafia tiene planes, los polis tienen planes; ellos maquinan.
Maquinan para controlar sus pequeños mundos. Yo no maquino. Intento enseñarles a los que
maquinan lo patético que es que intenten controlarlo todo.
Yo solo he hecho lo que mejor sé hacer: he cogido vuestro plan y le he dado la vuelta…¿Sabes
qué he notado? A nadie le entra el pánico cuando todo va según lo previsto…aunque lo
previsto sea terrible. Si mañana le dijera a los medios por ejemplo, que se van a cargar a un
violador o que un transporte de tropas va a volar por los aires, a nadie le entraría el pánico.
Porque todo iría según lo previsto. Pero cuando digo que un simple alcalde va a morir,
¡entonces la gente se vuelve loca!
Instaura una pequeña anarquía. Altera el orden establecido y comenzará a reinar el caos. Soy
un agente del caos, ¿y sabes qué tiene el caos? Que es justo.

Diálogo del Joker a Harvey Dent del film ―Batman: the dark knight‖ de Christofer Nolan

Preguntas de reflexión.

1. Extrae la tesis implícita de cada texto, explicando las frases que aparecen a
continuación.

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Texto 1: “La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como
los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es
necesario para establecer una verdadera República‖

Explicación:

Texto 2: Instaura una pequeña anarquía. Altera el orden establecido y comenzará a reinar
el caos. (…) ¿y sabes qué tiene el caos? Que es justo
Explicación:

2. Con respecto a la tesis de ambos textos, enumera 3 ejemplos o situaciones cotidianas


que sirvan de argumento para cada una.

Texto 1.
Argumento 1.

Argumento 2.

Argumento 3.

Texto 2.
Argumento 1.

Argumento 2.

Argumento 3.

3. Como pudiste observar, ambos textos entran argumentativamente en diálogo, a


pesar de ser de épocas y contextos muy lejanos. Con respecto a esta reflexión ¿Por
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qué se puede afirmar que en toda argumentación hay un diálogo implícito?


Fundamenta con ejemplos

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UNIDAD IV: América latina en diálogo


con el mundo: nuestra identidad.
Argumentación y producción de discurso oral y escrito

En esta unidad tendrás que:

 Evaluar entrevistas argumentativas, teniendo en cuenta su


estructura, recursos y calidad de argumentos.

 Comparar dos obras similares, analizándolas de forma exhaustiva


y contrastando las visiones de mundo

Contenidos claves:
 Discurso argumentativo
 Situaciones comunicativas orales
 Género narrativo (Descripción completa del mundo narrado)

Lección 1: Comparación completa de dos obra literarias en torno a sus


recursos, temáticas, contextos e implicancias.

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AE 21: Analizar e interpretar, comparando y contrastando, dos obras literarias de cualquier época y
del mismo o de diferente género, respecto de, por ejemplo, sus temas, personajes, ambientes, registro,
uso de figuras literarias y formas de representar la realidad.

A continuación te enfrentarás a la lectura de dos cuentos extensos de escritoras chilenas, que


pese a ser de la misma época abordan la realidad de la mujer latinoamericana. Tras la lectura
tendrás que comparar ambos textos desde la forma en que trata el tema, sus recursos, léxicos y
visión de mundo presentada, por lo que se te pide concentración y atención al leer.

A Nina Anguita, gran artista, mágica amiga que supo dar vida y
realidad a mi árbol imaginado; dedico el cuento que, sin saber,
escribí para ella mucho antes de conocerla.

El pianista se sienta, tose por prejuicio y se concentra un instante. Las luces en racimo que alumbran
la sala declinan lentamente hasta detenerse en un resplandor mortecino de brasa, al tiempo que una
frase musical comienza a subir en el silencio, a desenvolverse, clara, estrecha y juiciosamente
caprichosa.
"Mozart, tal vez" —piensa Brígida. Como de costumbre se ha olvidado de pedir el
programa. "Mozart, tal vez, o Scarlatti..." ¡Sabía tan poca música! Y no era porque no tuviese oído ni
afición. De niña fue ella quien reclamó lecciones de piano; nadie necesitó imponérselas, como a sus
hermanas. Sus hermanas, sin embargo, tocaban ahora correctamente y descifraban a primera vista, en
tanto que ella... Ella había abandonado los estudios al año de iniciarlos. La razón de su inconsecuencia
era tan sencilla como vergonzosa: jamás había conseguido aprender la llave de Fa, jamás. "No
comprendo, no me alcanza la memoria más que para la llave de Sol". ¡La indignación de su padre!
"¡A cualquiera le doy esta carga de un infeliz viudo con varias hijas que educar! ¡Pobre Carmen!
Seguramente habría sufrido por Brígida. Es retardada esta criatura".
Brígida era la menor de seis niñas, todas diferentes de carácter. Cuando el padre llegaba
por fin a su sexta hija, lo hacía tan perplejo y agotado por las cinco primeras que prefería simplificarse
el día declarándola retardada. "No voy a luchar más, es inútil. Déjenla. Si no quiere estudiar, que no
estudie. Si le gusta pasarse en la cocina, oyendo cuentos de ánimas, allá ella. Si le gustan las muñecas
a los dieciséis años, que juegue". Y Brígida había conservado sus muñecas y permanecido totalmente
ignorante.
¡Qué agradable es ser ignorante! ¡No saber exactamente quién fue Mozart; desconocer sus
orígenes, sus influencias, las particularidades de su técnica! Dejarse solamente llevar por él de la
mano, como ahora.
Y Mozart la lleva, en efecto. La lleva por un puente suspendido sobre un agua cristalina
que corre en un lecho de arena rosada. Ella está vestida de blanco, con un quitasol de encaje,
complicado y fino como una telaraña, abierto sobre el hombro.

—Estás cada día más joven, Brígida. Ayer encontré a tu marido, a tu ex marido, quiero decir. Tiene
todo el pelo blanco.

Pero ella no contesta, no se detiene, sigue cruzando el puente que Mozart le ha tendido hacia el jardín
de sus años juveniles.
Altos surtidores en los que el agua canta. Sus dieciocho años, sus trenzas castañas que
desatadas le llegaban hasta los tobillos, su tez dorada, sus ojos oscuros tan abiertos y como
interrogantes. Una pequeña boca de labios carnosos, una sonrisa dulce y el cuerpo más liviano y
gracioso del mundo. ¿En qué pensaba, sentada al borde de la fuente? En nada. "Es tan tonta como

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linda" decían. Pero a ella nunca le importó ser tonta ni "planchar"1 en los bailes. Una a una iban
pidiendo en matrimonio a sus hermanas. A ella no la pedía nadie.
¡Mozart! Ahora le brinda una escalera de mármol azul por donde ella baja entre una doble
fila de lirios de hielo. Y ahora le abre una verja de barrotes con puntas doradas para que ella pueda
echarse al cuello de Luis, el amigo íntimo de su padre. Desde muy niña, cuando todos la
abandonaban, corría hacia Luis. Él la alzaba y ella le rodeaba el cuello con los brazos, entre risas que
eran como pequeños gorjeos y besos que le disparaba aturdidamente sobre los ojos, la frente y el pelo
ya entonces canoso (¿es que nunca había sido joven?) como una lluvia desordenada. "Eres un collar
—le decía Luis—. Eres como un collar de pájaros".
Por eso se había casado con él. Porque al lado de aquel hombre solemne y taciturno no se
sentía culpable de ser tal cual era: tonta, juguetona y perezosa. Sí, ahora que han pasado tantos años
comprende que no se había casado con Luis por amor; sin embargo, no atina a comprender por qué,
por qué se marchó ella un día, de pronto...
Pero he aquí que Mozart la toma nerviosamente de la mano y, arrastrándola en un ritmo
segundo a segundo más apremiante, la obliga a cruzar el jardín en sentido inverso, a retomar el puente
en una carrera que es casi una huida. Y luego de haberla despojado del quitasol y de la falda
transparente, le cierra la puerta de su pasado con un acorde dulce y firme a la vez, y la deja en una
sala de conciertos, vestida de negro, aplaudiendo maquinalmente en tanto crece la llama de las luces
artificiales.
De nuevo la penumbra y de nuevo el silencio precursor.
Y ahora Beethoven empieza a remover el oleaje tibio de sus notas bajo una luna de
primavera. ¡Qué lejos se ha retirado el mar! Brígida se interna playa adentro hacia el mar contraído
allá lejos, refulgente y manso, pero entonces el mar se levanta, crece tranquilo, viene a su encuentro,
la envuelve, y con suaves olas la va empujando, empujando por la espalda hasta hacerle recostar la
mejilla sobre el cuerpo de un hombre. Y se aleja, dejándola olvidada sobre el pecho de Luis.

—No tienes corazón, no tienes corazón —solía decirle a Luis. Latía tan adentro el corazón
de su marido que no pudo oírlo sino rara vez y de modo inesperado—. Nunca estás conmigo cuando
estás a mi lado —protestaba en la alcoba, cuando antes de dormirse él abría ritualmente los periódicos
de la tarde—. ¿Por qué te has casado conmigo?
—Porque tienes ojos de venadito asustado —contestaba él y la besaba. Y ella,
súbitamente alegre, recibía orgullosa sobre su hombro el peso de su cabeza cana. ¡Oh, ese pelo
plateado y brillante de Luis!
—Luis, nunca me has contado de qué color era exactamente tu pelo cuando eras chico, y
nunca me has contado tampoco lo que dijo tu madre cuando te empezaron a salir canas a los quince
años. ¿Qué dijo? ¿Se rió? ¿Lloró? ¿Y tú estabas orgulloso o tenías vergüenza? Y en el colegio, tus
compañeros, ¿qué decían? Cuéntame, Luis, cuéntame. . .
—Mañana te contaré. Tengo sueño, Brígida, estoy muy cansado. Apaga la luz.

Inconscientemente él se apartaba de ella para dormir, y ella inconscientemente, durante la noche


entera, perseguía el hombro de su marido, buscaba su aliento, trataba de vivir bajo su aliento, como
una planta encerrada y sedienta que alarga sus ramas en busca de un clima propicio.
Por las mañanas, cuando la mucama abría las persianas, Luis ya no estaba a su lado. Se
había levantado sigiloso y sin darle los buenos días, por temor al collar de pájaros que se obstinaba en
retenerlo fuertemente por los hombros. "Cinco minutos, cinco minutos nada más. Tu estudio no va a
desaparecer porque te quedes cinco minutos más conmigo, Luis".
Sus despertares. ¡Ah, qué tristes sus despertares! Pero —era curioso— apenas pasaba a su
cuarto de vestir, su tristeza se disipaba como por encanto.
Un oleaje bulle, bulle muy lejano, murmura como un mar de hojas. ¿Es Beethoven? No.
Es el árbol pegado a la ventana del cuarto de vestir. Le bastaba entrar para que sintiese
circular en ella una gran sensación bienhechora. ¡Qué calor hacía siempre en el dormitorio por las
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mañanas! ¡Y qué luz cruda! Aquí, en cambio, en el cuarto de vestir, hasta la vista descansaba, se
refrescaba. Las cretonas desvaídas, el árbol que desenvolvía sombras como de agua agitada y fría por
las paredes, los espejos que doblaban el follaje y se ahuecaban en un bosque infinito y verde. ¡Qué
agradable era ese cuarto! Parecía un mundo sumido en un acuario. ¡Cómo parloteaba ese inmenso
gomero!2 Todos los pájaros del barrio venían a refugiarse en él. Era el único árbol de aquella estrecha
calle en pendiente que, desde un costado de la ciudad, se despeñaba directamente al río.

—Estoy ocupado. No puedo acompañarte... Tengo mucho que hacer, no alcanzo a llegar
para el almuerzo... Hola, sí estoy en el club. Un compromiso. Come y acuéstate... No. No sé. Más vale
que no me esperes, Brígida.
—¡Si tuviera amigas! —suspiraba ella. Pero todo el mundo se aburría con ella. ¡Si tratara
de ser un poco menos tonta! ¿Pero cómo ganar de un tirón tanto terreno perdido? Para ser inteligente
hay que empezar desde chica, ¿no es verdad?

A sus hermanas, sin embargo, los maridos las llevaban a todas partes, pero Luis —¿por qué no había
de confesárselo a sí misma?— se avergonzaba de ella, de su ignorancia, de su timidez y hasta de sus
dieciocho años. ¿No le había pedido acaso que dijera que tenía por lo menos veintiuno, como si su
extrema juventud fuera en ellos una tara secreta?
Y de noche ¡qué cansado se acostaba siempre! Nunca la escuchaba del todo. Le sonreía,
eso sí, le sonreía con una sonrisa que ella sabía maquinal. La colmaba de caricias de las que él estaba
ausente. ¿Por qué se había casado con ella? Para continuar una costumbre, tal vez para estrechar la
vieja relación de amistad con su padre.
Tal vez la vida consistía para los hombres en una serie de costumbres consentidas y
continuas. Si alguna llegaba a quebrarse, probablemente se producía el desbarajuste, el fracaso. Y los
hombres empezaban entonces a errar por las calles de la ciudad, a sentarse en los bancos de las plazas,
cada día peor vestidos y con la barba más crecida. La vida de Luis, por lo tanto, consistía en llenar con
una ocupación cada minuto del día. ¡Cómo no haberlo comprendido antes! Su padre tenía razón al
declararla retardada.

—Me gustaría ver nevar alguna vez, Luis.


—Este verano te llevaré a Europa y como allá es invierno podrás ver nevar.
—Ya sé que es invierno en Europa cuando aquí es verano. ¡Tan ignorante no soy!

A veces, como para despertarlo al arrebato del verdadero amor, ella se echaba sobre su marido y lo
cubría de besos, llorando, llamándolo: Luis, Luis, Luis...

—¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Qué quieres?


—Nada.
—¿Por qué me llamas de ese modo, entonces?
—Por nada, por llamarte. Me gusta llamarte.

Y él sonreía, acogiendo con benevolencia aquel nuevo juego.


Llegó el verano, su primer verano de casada. Nuevas ocupaciones impidieron a Luis
ofrecerle el viaje prometido.

—Brígida, el calor va a ser tremendo este verano en Buenos Aires. ¿Por qué no te vas a la
estancia con tu padre?
—¿Sola?
—Yo iría a verte todas las semanas, de sábado a lunes.

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Ella se había sentado en la cama, dispuesta a insultar. Pero en vano buscó palabras hirientes que
gritarle. No sabía nada, nada. Ni siquiera insultar.

—¿Qué te pasa? ¿En qué piensas, Brígida?

Por primera vez Luis había vuelto sobre sus pasos y se inclinaba sobre ella, inquieto, dejando pasar la
hora de llegada a su despacho.

—Tengo sueño... —había replicado Brígida puerilmente, mientras escondía la cara en las
almohadas.

Por primera vez él la había llamado desde el club a la hora del almuerzo. Pero ella había rehusado
salir al teléfono, esgrimiendo rabiosamente el arma aquella que había encontrado sin pensarlo: el
silencio.
Esa misma noche comía frente a su marido sin levantar la vista, contraídos todos sus
nervios.

—¿Todavía está enojada, Brígida?

Pero ella no quebró el silencio.

—Bien sabes que te quiero, collar de pájaros. Pero no puedo estar contigo a toda hora.
Soy un hombre muy ocupado. Se llega a mi edad hecho un esclavo de mil compromisos.
...
—¿Quieres que salgamos esta noche?...
...
—¿No quieres? Paciencia. Dime, ¿llamó Roberto desde Montevideo?
...
—¡Qué lindo traje! ¿Es nuevo?
...
—¿Es nuevo, Brígida? Contesta, contéstame...

Pero ella tampoco esta vez quebró el silencio.


Y en seguida lo inesperado, lo asombroso, lo absurdo. Luis que se levanta de su asiento,
tira violentamente la servilleta sobre la mesa y se va de la casa dando portazos.
Ella se había levantado a su vez, atónita, temblando de indignación por tanta injusticia. "Y
yo, y yo —murmuraba desorientada—, yo que durante casi un año... cuando por primera vez me
permito un reproche... ¡Ah, me voy, me voy esta misma noche! No volveré a pisar nunca más esta
casa..." Y abría con furia los armarios de su cuarto de vestir, tiraba desatinadamente la ropa al suelo.
Fue entonces cuando alguien o algo golpeó en los cristales de la ventana.
Había corrido, no supo cómo ni con qué insólita valentía, hacia la ventana. La había
abierto. Era el árbol, el gomero que un gran soplo de viento agitaba, el que golpeaba con sus ramas los
vidrios, el que la requería desde afuera como para que lo viera retorcerse hecho una impetuosa
llamarada negra bajo el cielo encendido de aquella noche de verano.
Un pesado aguacero no tardaría en rebotar contra sus frías hojas. ¡Qué delicia! Durante
toda la noche, ella podría oír la lluvia azotar, escurrirse por las hojas del gomero como por los canales
de mil goteras fantasiosas. Durante toda la noche oiría crujir y gemir el viejo tronco del gomero
contándole de la intemperie, mientras ella se acurrucaría, voluntariamente friolenta, entre las sábanas
del amplio lecho, muy cerca de Luis.
Puñados de perlas que llueven a chorros sobre un techo de plata. Chopin. Estudios de
Federico Chopin.
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¿Durante cuántas semanas se despertó de pronto, muy temprano, apenas sentía que su
marido, ahora también él obstinadamente callado, se había escurrido del lecho?
El cuarto de vestir: la ventana abierta de par en par, un olor a río y a pasto flotando en
aquel cuarto bienhechor, y los espejos velados por un halo de neblina.
Chopin y la lluvia que resbala por las hojas del gomero con ruido de cascada secreta, y
parece empapar hasta las rosas de las cretonas, se entremezclan en su agitada nostalgia.
¿Qué hacer en verano cuando llueve tanto? ¿Quedarse el día entero en el cuarto fingiendo
una convalecencia o una tristeza? Luis había entrado tímidamente una tarde. Se había sentado muy
tieso. Hubo un silencio.

—Brígida, ¿entonces es cierto? ¿Ya no me quieres?

Ella se había alegrado de golpe, estúpidamente. Puede que hubiera gritado: "No, no; te quiero, Luis, te
quiero", si él le hubiera dado tiempo, si no hubiese agregado, casi de inmediato, con su calma
habitual:

—En todo caso, no creo que nos convenga separarnos, Brígida. Hay que pensarlo mucho.

En ella los impulsos se abatieron tan bruscamente como se habían precipitado. ¡A qué exaltarse
inútilmente! Luis la quería con ternura y medida; si alguna vez llegara a odiarla, la odiaría con justicia
y prudencia. Y eso era la vida. Se acercó a la ventana, apoyó la frente contra el vidrio glacial, Allí
estaba el gomero recibiendo serenamente la lluvia que lo golpeaba, tranquilo y regular. El cuarto se
inmovilizaba en la penumbra, ordenado y silencioso. Todo parecía detenerse, eterno y muy noble. Eso
era la vida. Y había cierta grandeza en aceptarla así, mediocre, como algo definitivo, irremediable.
Mientras del fondo de las cosas parecía brotar y subir una melodía de palabras graves y lentas que ella
se quedó escuchando: "Siempre". "Nunca"...
Y así pasan las horas, los días y los años. ¡Siempre! ¡Nunca! ¡La vida, la vida!
Al recobrarse cayó en cuenta que su marido se había escurrido del cuarto.
¡Siempre! ¡Nunca!... Y la lluvia, secreta e igual, aún continuaba susurrando en Chopin.
El verano deshojaba su ardiente calendario. Caían páginas luminosas y enceguecedoras
como espadas de oro, y páginas de una humedad malsana como el aliento de los pantanos; caían
páginas de furiosa y breve tormenta, y páginas de viento caluroso, del viento que trae el "clavel del
aire" y lo cuelga del inmenso gomero.
Algunos niños solían jugar al escondite entre las enormes raíces convulsas que levantaban
las baldosas de la acera, y el árbol se llenaba de risas y de cuchicheos. Entonces ella se asomaba a la
ventana y golpeaba las manos; los niños se dispersaban asustados, sin reparar en su sonrisa de niña
que a su vez desea participar en el juego.
Solitaria, permanecía largo rato acodada en la ventana mirando el oscilar del follaje —
siempre corría alguna brisa en aquella calle que se despeñaba directamente hasta el río— y era como
hundir la mirada en un agua movediza o en el fuego inquieto de una chimenea. Una podía pasarse así
las horas muertas, vacía de todo pensamiento, atontada de bienestar.
Apenas el cuarto empezaba a llenarse del humo del crepúsculo ella encendía la primera
lámpara, y la primera lámpara resplandecía en los espejos, se multiplicaba como una luciérnaga
deseosa de precipitar la noche.
Y noche a noche dormitaba junto a su marido, sufriendo por rachas. Pero cuando su dolor
se condensaba hasta herirla como un puntazo, cuando la asediaba un deseo demasiado imperioso de
despertar a Luis para pegarle o acariciarlo, se escurría de puntillas hacia el cuarto de vestir y abría la
ventana. El cuarto se llenaba instantáneamente de discretos ruidos y discretas presencias, de pisadas
misteriosas, de aleteos, de sutiles chasquidos vegetales, del dulce gemido de un grillo escondido bajo
la corteza del gomero sumido en las estrellas de una calurosa noche estival.

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Su fiebre decaía a medida que sus pies desnudos se iban helando poco a poco sobre la
estera. No sabía por qué le era tan fácil sufrir en aquel cuarto.
Melancolía de Chopin engranando un estudio tras otro, engranando una melancolía tras
otra, imperturbable.
Y vino el otoño. Las hojas secas revoloteaban un instante antes de rodar sobre el césped
del estrecho jardín, sobre la acera de la calle en pendiente. Las hojas se desprendían y caían... La cima
del gomero permanecía verde, pero por debajo el árbol enrojecía, se ensombrecía como el forro
gastado de una suntuosa capa de baile. Y el cuarto parecía ahora sumido en una copa de oro triste.
Echada sobre el diván, ella esperaba pacientemente la hora de la cena, la llegada
improbable de Luis. Había vuelto a hablarle, había vuelto a ser su mujer, sin entusiasmo y sin ira. Ya
no lo quería. Pero ya no sufría. Por el contrario, se había apoderado de ella una inesperada sensación
de plenitud, de placidez. Ya nadie ni nada podría herirla. Puede que la verdadera felicidad esté en la
convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por
la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son los más
perdurables.
Un estruendo feroz, luego una llamarada blanca que la echa hacia atrás toda temblorosa.
¿Es el entreacto? No. Es el gomero, ella lo sabe.
Lo habían abatido de un solo hachazo. Ella no pudo oír los trabajos que empezaron muy
de mañana.
"Las raíces levantaban las baldosas de la acera y entonces, naturalmente, la comisión de
vecinos..."
Encandilada se ha llevado las manos a los ojos. Cuando recobra la vista se incorpora y
mira a su alrededor. ¿Qué mira?
¿La sala de concierto bruscamente iluminada, la gente que se dispersa?
No. Ha quedado aprisionada en las redes de su pasado, no puede salir del cuarto de vestir.
De su cuarto de vestir invadido por una luz blanca aterradora. Era como si hubieran arrancado el techo
de cuajo; una luz cruda entraba por todos lados, se le metía por los poros, la quemaba de frío. Y todo
lo veía a la luz de esa fría luz: Luis, su cara arrugada, sus manos que surcan gruesas venas desteñidas,
y las cretonas de colores chillones.
Despavorida ha corrido hacia la ventana. La ventana abre ahora directamente sobre una
calle estrecha, tan estrecha que su cuarto se estrella, casi contra la fachada de un rascacielos
deslumbrante. En la planta baja, vidrieras y más vidrieras llenas de frascos. En la esquina de la calle,
una hilera de automóviles alineados frente a una estación de servicio pintada de rojo. Algunos
muchachos, en mangas de camisa, patean una pelota en medio de la calzada.
Y toda aquella fealdad había entrado en sus espejos. Dentro de sus espejos había ahora
balcones de níquel y trapos colgados y jaulas con canarios.
Le habían quitado su intimidad, su secreto; se encontraba desnuda en medio de la calle,
desnuda junto a un marido viejo que le volvía la espalda para dormir, que no le había dado hijos. No
comprende cómo hasta entonces no había deseado tener hijos, cómo había llegado a conformarse a la
idea de que iba a vivir sin hijos toda su vida. No comprende cómo pudo soportar durante un año esa
risa de Luis, esa risa demasiado jovial, esa risa postiza de hombre que se ha adiestrado en la risa
porque es necesario reír en determinadas ocasiones.
¡Mentira! Eran mentiras su resignación y su serenidad; quería amor, sí, amor, y viajes y
locuras, y amor, amor. . .

—Pero, Brígida, ¿por qué te vas?, ¿por qué te quedabas? —había preguntado Luis.

Ahora habría sabido contestarle:

—¡El árbol, Luis, el árbol! Han derribado el gomero.


―El árbol‖de Maria Luisa Bombal.
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La casa fue primero de quincha con revoque de barro. Pero, al correr del tiempo, el hombre empezó a
subir lajas del río y alrededor de las paredes ya existentes hizo otras de piedra. Era como una casa
metida dentro de otra casa. O, mejor dicho, como una habitación metida dentro de otra habitación,
porque la casa no era sino ese espacio doblemente murado, con una puerta y dos ventanucos, si bien la
rodeaban varios cobertizos que servían de cocina, establo y apeadero.

Junto al alto muro de la montaña, la casa se guarecía del viento en una entrante de la roca. Un tajo en
cuyo fondo corría el río la separaba de la montaña fronteriza.

En verano el caudal del río era mísero entre las arenas y las piedras ocres; en otoño aumentaba hasta
tragarse las piedras, arremolinado, precipitado, sin que nunca un remanso le diera color de cielo, ni
una estrella se quedara quieta en la profunda noche de su espejo; llegaba el invierno y las finas rayas
persistentes de la lluvia lo esfumaban todo, pero el ruido del agua en furiosa torrentada dominaba aun
el caer de la lluvia y los tabletazos del viento, cuando no su largo aullido; la primavera provocaba con
sus deshielos súbitos anegamientos que arrastraban troncos y pedruscos, formando muchas veces
represas que la corriente empujaba hasta lograr un nuevo avance fragoroso. Terminaba el deshielo y el
río aparecía de nuevo como un hilo cobrizo, imperceptible a veces sobre el rojizo de la arena, entre las
paredes del tajo, rojas también, como las montañas mondas que limitaban el horizonte.

En la casa la existencia se guiaba por las aguas. La sequía del verano marcaba la época en que la
mujer, cantando dulcemente las cuatro notas de la melodía india, bajo los cobertizos hacía sus
quehaceres domésticos. La vieja hilaba, medio ciega, en su silleta frente al abismo, mirando la niebla
de sus propios ojos, muy abiertos los párpados, rojiza de soles, de vientos, de años; labrada por las
arrugas y con las manos extrañamente presurosas manejando el huso. La muchacha ayudaba a la
madre, guiaba a la vieja, bajaba por agua hasta el río, segura de sus quince años, alta la cabeza, con la
falda modelándole el vientre de suave jadear, y en la piel una tersura de fruta que se supiera a punto y
con el deseo de que le hincaran los dientes. Los dos niños iban y venían, ayudando a la madre,
ayudando a la vieja, ayudando a la muchacha, triscando por las montañas con las cabras, cuidando al
burro, ayudando sobre todo al hombre entregado allá abajo, en el cauce seco del río, a la tarea de
fraccionar los troncos, de hacerlos leña, atados que después iba a dejar al pueblito lejano; negocio
para vivir, manera de arrancarle a la montaña una piltrafa que se cambiaba en monedas. Negocio para
el verano, porque, después, en otoño, la lluvia iba borrando las posibilidades para este trabajo,
deshaciendo en barro gredoso los caminos, impidiendo toda comunicación.

Entonces la mujer tejía mantas en el telar primitivo, la vieja continuaba hilando como siempre con los
ojos fijos en su propia niebla, la muchacha iba y venía de cobertizo en cobertizo con un saco puesto
en la cabeza para defenderse de la lluvia, en unión de los niños igualmente tocados. Mientras tanto el
hombre, con fina pericia de artesano, tallaba la greca de los capachos. Que como las mantas eran el
trabajo del mal tiempo. Pero las lluvias lo encerraban todo, todo, y la casa, sin perspectiva, se quedaba
con los habitantes dentro, junto al hogar que ardía en medio, abierta una ranura en el techo para dejar
salir el humo y una luz difusa entrando por los ventanucos. Parecían alelados de inacción, atentos tan
sólo a que un disminuir de la lluvia les permitiera echarse afuera para rápidos trajines.

Eran apenas unas pocas horas hábiles. La luz se iba a media tarde y una vela encendía su llama
vacilante, a veces, porque la mujer escatimaba ese lujo. Por lo general era suficiente el resplandor del
fuego para hacer circular el mate y después se acercaban los jergones al rescoldo, uno para el hombre
y la mujer, otro para la vieja y la muchacha, otro para los niños. Buscaban en la tibieza de las brasas
una defensa contra el frío, que se hacía palpable, como si la noche lo empujara por las junturas de la
puerta, por las rendijas de los ventanucos, por la ranura del techo y dentro de la habitación se pegara a
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los cuerpos. Los niños se dormían repentinamente caídos en el sueño. La vieja rezaba largos rosarios,
allegándose al calor de la muchacha y con el gato negro de las supersticiones echado sobre el cuello,
entre las trenzas y el rebozo. El hombre y la mujer cambiaban rituales palabras, frases sueltas, oyendo
cómo las respiraciones iban haciéndose sonoras.

--¡No!
--Tán ormíos.
--La Maclovia no...
--Toos.
--¿Y la vieja?
--¿Ella? No importa...

La vieja sabía que les era indiferente que estuviera o no dormida, y cuando el primer gemido le
llegaba, por un instante interrumpía el rezo, mientras una sonrisa le alzaba el labio superior, dejando
al aire los boquerones de los dientes ralos. Pero a veces un gemido más agudo inquietaba el sueño de
la muchacha, la ponía al borde del desvelo, cuando no la despertaba de golpe, anhelante, sabedora de
lo que pasaba allí, viéndolo sin verlo, trasudando angustia, con los pechos repentinamente doloridos y
los muslos temblorosos, uno contra otro, apretados. Pero volvía el silencio, y ella, resbalando por una
especie de beatitud, iba sintiendo que los músculos se le distendían y que lentamente entraba de nuevo
a la zona del sueño.

Hasta que la primavera limpiaba de nubes el horizonte y una bandada de cachañas pasaba gritando su
alegría de sol. Entonces había que rehacer la huella que iba al pueblito, ir a vender las mantas y los
capachos, comprar "las faltas".

--¿Onde'stá tu taita? --preguntó la mujer.


--Mi taita no; su marío. Tá allá, en el bajo --indicó la muchacha con un gesto.
--¿Nunca vai a entender icirle taita?
--Nunca. Mi taita murió. Este es su marío.
--Güeno... --y la mujer se la quedó mirando, apesadumbrada, sin fuerzas para luchar con esa tozudez--
. ¿Querís irlo a buscar? Tá el sol alto ya y los chiquillos andan hambreados. Tanto demorarse siempre
este hombre...
--Güeno pa'l trabajo... --intervino la vieja--. No debís rezongar por eso: es tentar a Dios.
--Mande uno de los chiquillos --contestó desganada la muchacha.
La mujer la miró de nuevo, con esa lentitud que le hacía los ojos como de vaca, inexpresivos. Pero de
pronto reaccionó y dijo furiosa, a gritos:
--Vai a irlo a buscar... Mal mandá... No es ningún perro sarnoso pa' que no le podái hablar siquiera...

Las palabras parecían resbalar sobre la muchacha, plantada en las piernas abiertas, desnudas y fuertes,
las manos cruzadas a la espalda. Miró a la mujer de soslayo, entrecerrados los ojos pestañudos; alzó
los hombros y, siempre con las manos en la espalda, echó a andar por el senderito escalonado que
bajaba al río.

No se daba prisa. Una cachaña que la descubriera planeaba curiosamente sobre ella, atraída por la
mancha clara de su blusilla. Una cabra dejó de ramonear y también la miró curiosamente, con la
cabeza en escorzo, empinada en un peñasco, prodigiosamente sostenida. La muchacha seguía
andando, despaciosa, llena de sol, con los anchos pies como apoderándose de la tierra a cada paso. Se
detuvo un instante y, guiada por el hacheo, torció camino porque ya sabía dónde encontrar al marido
de su madre.

--Lo llaman --dijo a voces desde lo alto.


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El hombre se volvió a mirarla. Estaba sobre él, en un saliente de piedras y troncos, mirándolo por
entre las pestañas, seria y sin embargo con una especie de terneza que le atirantaba la boca en una
sombra de sonrisa.

--Voy --contestó.

Tenía el hacha en la mano. La voleó, hundiéndola de golpe en el tronco que cortaba. Todo él pareció
tenderse al esfuerzo, como si los músculos se le hicieran parte del hacha para meterse en la madera.
Se volvió, restregándose las manos. Y los ojos se le soldaron a la figura alzada allí, viéndola desde
abajo, con las piernas desnudas y el vientre apenas combo y las puntas de los senos altos, y arriba la
barbilla y todo el rostro echado hacia atrás, deformado y desconocido, con las crenchas despeinadas
por la mano del viento, mano como de hombre que la quisiera y la acariciara.

Pareció que le crecieran raíces. Se la quedó mirando, mirando. Como si las raíces se adentraran por la
tierra y llegaran hasta esa obscura región de las corrientes subterráneas, napas frías y calientes, ambas
subiéndole por los pies, por las piernas, por el torso; inundándole el pecho, contradictorias; llegándole
hasta los brazos, hasta las manos; subiendo por los brazos nuevamente, rebotando toda esa marejada
en el cerebro, golpeando allí, insistiendo allí con su fuerte fluir y refluir. Como aguas calientes y frías.
Y como si el sol hubiera de pronto hecho florecer todos los retamos de la tierra norteña en que pasara
la infancia y el olor fuera una borrachera que hiciera vacilar la montaña. La muchacha lo miraba,
entrecerrados los párpados. El hombre se arrancó a sus raíces, las cortó de un golpe con el mismo
ímpetu con que derribaba un árbol y avanzó hasta casi pegar la cara a los pies de la muchacha. Alzó
los ojos. La veía siempre hacia arriba, firme y sin esquivarse. Súbitamente pegó la frente a sus
piernas, alzó las manos y las pegó a las piernas. Y un momento se quedaron así, como parte del
paisaje, sin pensar en nada, sintiendo tan sólo la tremenda vida instintiva que los galvanizaba.

La muchacha seguía mirándolo, más entrecerrados aún los párpados. Cuando dio un paso atrás, la cara
y las manos del hombre quedaron en el aire, sin tratar de retenerla. La muchacha se dio vuelta y
empezó a andar. Y el hombre, con un salto elástico, se alzó hasta el sendero y se fue tras ella, como
ciego al que milagrosamente se revela la certidumbre del sol.

--Tai muy insolente vos --dijo la mujer vociferando.


--Porque pueo --contestó la muchacha con iguales voces.
--Vai a lavar la ropa.
--No quero.
--Vai a lavar la ropa.
--No quero lavar la ropa. No quero. ¿Entiende? No quero lavarla. Lávela usté.
--Vai a lavarla vos, porque yo te lo mando. Pa' eso soy tu mamita.
--No quero.
--Lo que vai a conseguir es que te largue un güen palo.
--¡Je! --rió la muchacha--. Haga la prueba no más...

No con un palo, pero sí con un bofetón intentó alcanzarla. La muchacha se esquivó rápida, y la mujer,
con su propio impulso, perdió el equilibrio y fue a darse contra la batea.

--Me las vai a pagar --gritó iracunda.


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--Déjala --dijo la vieja--, déjala no más. No vai a conseguir na' d'ella. Es pior que macho.
--Pero si antes no era así...
--Cosas de moza --prosiguió la vieja--. Déjala no más, ya se le pasará el emperramiento.
--Te voy a acusar a tu taita, a ver si le hacís caso...
--No es mi taita --protestó la muchacha desde lejos, apoyada en un puntal del apeadero y haciendo
eses en la tierra con un pie.
--Sí, ya sé; no es tu taita, es mi marío --dijo amargamente la mujer.
--Su marío... --y entrecerró los párpados, mirándola mientras que un gesto como el de la vieja
mostraba en la boca los dientes de animalillo carnicero, fuertes y crueles.
--Mejor es que te vayai pa'l alto con las cabras --interrumpió la vieja--. Son l'únicas que te aguantan.
--Tamién usté con lo que la malcría. Parece que no tuviera más nieto qu'ésta... --hizo el reproche la
mujer cuando la muchacha se alejaba, como siempre las manos cruzadas a la espalda.
Parecían la réplica una de la otra: la vieja con los ojos muy abiertos, inexpresivos, toda ella como de
piedra herrumbrosa, por una vez con el huso caído en el regazo y las manos sobre él, inmóviles. La
mujer al frente, en otra silleta, abiertos los ojos lavados por las lágrimas, paralizadas las facciones por
el dolor, las manos en el cuenco de la falda, como olvidados objetos inservibles. Atrás la casa se
borraba en la sombra que lentamente subía de la hondonada precedida de un hálito fresco. En el cielo
tan sólo había el tachón de una estrella y un ave porfiadamente modulaba su reclamo. La hora del
crepúsculo pareció irse de súbito y en la noche quedó desparramado y vivo el insistente croar de las
ranas.

--¿Y los chiquillos? --preguntó en un hilo de voz la mujer.

--Ya s'acostaron --dijo quedamente la vieja.

--¿No preduntaron na' por mí?

--Sabís lo que son. Tán locos con los dos chivitos de la Barbona.

--¿Y... ella?

--Muy suelta e cuerpo..., como si no hubiera pasao na'...

--¿Hizo ella la comía?

--¿Y quién querís que l'hiciera?

No sólo le quitaba el hombre. Le quitaba el hogar, la responsabilidad de la vida familiar, el derecho al


mando. Y era su hija... Los músculos de la cara se le relajaron y por los ojos le brotó el llanto,
silenciosamente, anegándole las mejillas, entrándosele por los labios, regustándole en amargor la
garganta. A veces un sollozo iba a estallar, lo sentía subir desde el fondo de sus entrañas,
desgarrándolas, pero la mujer apegaba convulsivamente el delantal a la boca para hacerlo morir allí,
sin ruido alguno. Porque le habían dicho "que no querían oírla" tras la escena de la mañana, cuando
los encontró anudados en un abrazo y estalló en ira, aullando insultos y amenazas que sólo sirvieron
para que la muchacha, tranquilamente alzándose, la mirara despectiva, y el hombre, frío y brutal, la
pusiera frente a la nueva situación. Ella, que hiciera lo que más le conviniera. Si quería quedarse en la
casa, bueno. Si quería, se iba. Pero ni malas caras ni gritos. Podía acompañar a la vieja, hilar, tejer, lo
que fuera más de su gusto. Pero "la dueña de casa" era ahora la muchacha.

--Ella es mi mujer. Mi mujer --decía el hombre, con una voz que se esparcía en el aire como trigo en
el surco--. Mi mujer.
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Cuando quiso agredir a la muchacha, el hombre alzó el fuerte brazo, impidiéndoselo. ¡Que le pasara el
mal momento! ¡Que se fuera al río o a la montaña, que viera de sosegarse! Las cosas eran así y nada
más. Cosas de la vida..., como le dijo después la vieja, cuando ella la arrastró hasta el fondo del tajo,
tambaleándose ambas y abrazadas. A sus años se podía hablar así... ¡Pero ella! Con su adoración por
el hombre, con su ansia de él adherida a la piel, muro que reverdece con la enredadera que le da
forma. ¡La vieja! ¡Como los otros, como todos, oyendo su conveniencia! Tratando de calmarla, de
hacer de todo aquello un incidente sin importancia. Queriendo volver a subir a la casa, negándole
hasta eso mísero que era su compañía, dejándola sola en su desesperación, abandonada a la pena,
royendo su humillación y su impotencia.

Pensó irse, andando senderos hasta no sabía dónde. Echarse al río. Subir por la montaña y tirarse por
cualquier risco. Se veía extenuada por el hambre, pordiosera de los ranchos. O fría en el agua,
hinchada, deforme, como a veces aparecía en la corriente un animal ahogado. O rota entre piedras y
tierra. Pensaba en su muerte como en un hecho ajeno, espectadora de la reacción de los otros. Para
verlos sufrir. Para verlos deshechos por el remordimiento. Para que nunca se atrevieran a mirarse, con
su ánima separándolos. Lloraba asomada a la muerte y como llorando a otro muerto que no era ella.
Se interponían entre esas imágenes pequeñeces de la vida diaria en que hallaba reposo: ya no sería ella
quien amasara, sino la muchacha, con cansancio sobre la tabla y con la cara después ardida por el
vaho del horno. Pero cuando estuvieran comiendo, a lo mejor a él no le gustaba el pan hecho por otras
manos, tan regodeón como era, y la echaría de menos... Fue el cabo por el cual se asió a la esperanza.
La echaría de menos... Si no en el abrazo carnal, en lo rutinario de la vida cotidiana. Puede que la
muchacha terminara por contentarse con ser tan sólo "su mujer" y le fuera dejando lado a ella para ser
"la dueña de casa"... Pero el que fuera "su mujer" le dolía como un dolor físico, como el sufrimiento
de haberla parido a ella, a la hija, a la que ahora se lo robaba todo. Lloraba de nuevo, sola en lo hondo
del tajo, junto a la impasible faz de los peñascos.

El atardecer, con su mandato de siglos, la hizo buscar furtiva el cobijo de la casa y halló a la vieja
esperándola, segura de su retorno.

Ahora había que impedir que la oyeran. Por eso convulsivamente se tapaba la boca, empuñadas las
manos sobre el delantal, ahogando sollozos. ¡Que no la oyeran! Había que disimularse. Desaparecer si
era posible. Y esperar, esperar... Siempre hay una hora en que amanece.

--Me voy a la cama --dijo la vieja--. Hace rato ya qu'están toos ormíos.

Se alzó, buscó a tientas el bastón, agarró la silleta y se dispuso a encaminarse hacia la casa.

--¿Vos no venís? --preguntó con acento que se quebraba en una inesperada terneza.

--Ya voy, mamita --contestó la otra, alzándose también, con la sensación de que no tenía cuerpo, de
que las piernas no iban a obedecerla, de que no podría sostenerse en pie y menos lograr moverse.

Pero se alzó, agarró la silleta con idéntico gesto que la vieja y tras ella, lentamente, echó a andar
camino de la casa, con el espanto de ir por las cornisas de un mal sueño y la angustia del vacío
acechándola a casa paso.

―Río abajo‖ de Marta Brunet

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Preguntas de comparación.
1. Para analizar y contrastar ambos cuentos, deberás completar las siguientes tablas
que abordan los distintos aspectos temáticos, estructurales, formales y léxicos en los
que se pueden comparar estos relatos.

Tabla 1.1. Síntesis del relato. Resume el

Texto1. “El árbol.”

Texto 2. “Río abajo”

1.2. Tabla de estructura temporal. Describe brevemente la disposición temporal de cada


relato.

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

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1.3. Uso de alteraciones temporales. Señala la cantidad y tipo de alteraciones temporales y


montajes que posee cada relato, indicando a qué parte de la trama se refieren.

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

1.4. Descripción del narrador. Caracteriza el narrador de cada relato, señalando su


conocimiento del mundo narrado, la relación con el mundo narrado, su participación en los
acontecimientos, la distancia y objetividad respecto de los personajes y ambientes, y su
focalización.

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

1.5. Temáticas que aborda. Señala la temática principal de cada relato, junto a una temática
secundaria.

Texto 1. “El árbol”


Temática principal:

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Temática secundario:

Texto 2. “Río abajo”


Temática principal:

Temática secundaria:

1.6. Descripción de la protagonista. Describe física y psicológicamente a la protagonista de


cada relato, indicando además sus aspiraciones, miedos y evolución en el relato.

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

1.7 Relación entre la protagonista y su pareja. Describe la relación que tenía cada
protagonista con sus maridos o parejas, caracterizándolos y señalando la evolución de la
relación en el relato

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

1.7 Relación entre la protagonista y el resto de la familia. Describe brevemente la relación


que tenía la protagonista con el resto de su entorno familiar.

Texto 1. “El árbol”

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Texto 2. “Río abajo”

1.8 Descripción de espacios y ambientes. Describe los ambientes o espacios físicos,


psicológicos y sociales de cada relato

Texto 1. “El árbol”


Físico:

Psicológico:

Social:

Texto 2. “Río abajo”


Físico:

Psicológico:

Social:

1.9 Uso del lenguaje. Describe brevemente el uso del lenguaje por parte de los personajes y
el narrador, interpretando por qué las autoras optaron por éste.

Texto 1. “El árbol”

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Texto 2. “Río abajo”

1.10. Visión de mundo. Señala cómo es el mundo narrado en cada relato. Toma en cuenta
para tu respuesta a los personajes, sus acciones, los ambientes, sus problemas y su
capacidad de solucionarlos. Luego compara cómo se resuelve las problemáticas en cada
cuento y finaliza señalando con qué visión de mundo te familiarizas tú; si con la de
Bombal o la de Brunet.

Texto 1. “El árbol”

Texto 2. “Río abajo”

Lección 2: Evaluación de argumentación en situaciones comunicativas


orales, teniendo en cuenta su estructura, recursos y calidad de
argumentos.

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AE 24 Comprender y evaluar argumentaciones orales en diferentes situaciones comunicativas


(discursos, diálogos, intervenciones en discusiones, etc.), atendiendo a la estructura de argumentación,
los recursos comunicativos empleados (lingüísticos y no lingüísticos) y la calidad de los argumentos

Lee analíticamente estas dos entrevistas. Presta atención al concepto de mujer que tácitamente
van entregando, puesto que al final tendrás que reconstruir la tesis implícita de cada texto sobre
cuál es el rol de la mujer en la actual Latinoamérica.

Texto1.

Viernes en la noche. Mujeres en grupos de a cuatro, de a ocho, fuman, conversan y ríen en las puertas
del Teatro Oriente, en Santiago. Remedan pasajes de la rutina de Natalia Valdebenito en el Festival de
Viña y vuelven a reír. Hay entre ellas una complicidad parecida a la que vivían los jóvenes que
esperaban un concierto de Los Prisioneros en los 80. Son ellas ahora quienes desafían el orden
establecido y la comediante es su Jorge González.
La rutina de la artista rompió el lugar común de la mujer en el humor, le sacó el uslero y los tubos y la
presentó como una persona dueña de su vida. Se rió de sus propias e íntimas miserias, pero también se
burló del machismo y de los machistas. Se declaró feminista y, contraviniendo cualquier predicción,
tuvo un éxito macizo en sintonía, aplausos y premios.
Natalia sabe que ahora todo lo que toque puede convertirse en oro. Se lo dicen el smartphone que no
para de sonar con propuestas para convertirla en rostro de una marca o de un espacio de televisión; el
viral de Franco Parisi que se apropió, sin su consentimiento, del segmento en que apuntó con el dedo
a Lagos y a Piñera; un espectáculo falso que anuncia su presencia para vender entradas. ―A esa gente
no le interesa nada lo que yo diga. No le importa mi verdadero talento. Solo le interesa explotar el
nombre‖, se queja.
Por eso, tras su exitosa y comentada actuación, se ha negado a dejarse seducir por los privilegios y el
dinero que le ofrecen a cambio de compartir su súbita fama. Esta es, de hecho, la única entrevista para
una revista en papel cuché que ha concedido después de su paso por el Festival de Viña. Una ventana
apenas entreabierta para asomarse a su corazón rebelde.

INFANCIA SIN MUÑECAS


Natalia Valdebenito (36) es hija de Ángela González, asistente social, y de Carlos Valdebenito,
comerciante e imprentero. Nació y se crió en el Barrio Huemul, cerca del Matadero y del Barrio
Franklin en la zona sur de Santiago. Ahí están todavía la Iglesia Santa Lucrecia, el histórico teatro
Huemul y la casa en que vivió Gabriela Mistral. También un regimiento y una villa militar.
―Era como un pueblo chico, que tenía almacén, peluquería, colegio, todo muy vecinal y bonito. Con el
tiempo, he ido comprendiendo que vivir ahí fue marcador para mí y para mis papás, que eran muy
jóvenes cuando comenzaron su vida juntos. Mi mamá me tuvo a los 18 años recién cumplidos. Hizo
una manda para tenerme‖, relata.
Y sigue: ―Ella tenía esa volada católica rara, porque era un catolicismo que no heredó de nadie. Mi
abuela materna no es católica, ni casada. Es divertido porque mi mamá se inventó solita su cuento y le
pidió a la virgen de Lourdes tenerme. Además, estaba muy enamorada de mi papá. Es un
romanticismo que yo no heredé‖.

¿Tus padres estudiaban en ese entonces?

Nada. Imagínate. Vivíamos en la casa de mi abuela materna. Ellos eran muy jóvenes, en dictadura y
con cabros chicos, todo el tiempo transmitiendo sobre lo que no pudieron hacer. Yo nací en 1979 y

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crecí en los 80; años difíciles, viendo la pobreza a mi alrededor. Que el frío, que las goteras, que
costaba llegar a fin de mes. Mi papá reventado después de trabajar como chancho.

¿Cómo fue tu infancia?

No me sentía muy cómoda siendo niña, porque encontraba que era fome. Dependía de las decisiones
de otros para todo. Lo único que quería era crecer. No me divertía jugando a las muñecas, no tuve
Barbies. El comercial decía: ―Y ahora el bebé se hace pipí‖ y yo pensaba: ―¿Por qué puede ser
divertido mudar a una guagua? ¡No! ¡Qué fome!‖. Tenía la sensación de que si pasaba el tiempo, iba a
ser más feliz.

¿Creías que creciendo te ibas a liberar de algo?

De todo. Por ejemplo, de rollos que no tenían que ver con mi vida, sino con la vida de mis padres, con
sus dudas y contradicciones. En el fondo, yo vi crecer a mis papás como ellos me vieron crecer a mí.
Mi madre estudió Trabajo Social en el Arcis cuando nosotros (ella y sus hermanos menores Gabriela
y Giancarlo) éramos aún niños. El Arcis, de alguna manera, se metió en mi casa; sus compañeros
venían a la casa y yo, por supuesto, estaba en llamas por tener gente adulta con quien conversar.

¿Y cómo tomaban tus compañeras de curso tu actitud agrandada?

Me lo vivía muy callada, porque sabía que en mi entorno todo el mundo estaba preocupado de jugar.

¿La pasaste mal en algún momento por eso?

A ratos sí, porque no encontraba mi lugar. El lugar interno.

¿En quién te apoyabas?

Mis padres siempre empatizaron conmigo. Nunca me dejaron sola. Cuando se dieron cuenta de que
me empezó a gustar la música, me trajeron cassettes. De niña admiraba a la Gabriela Mistral por ser
mujer, por ser premio Nobel, porque me encantaban sus poemas y había vivido cerca de mi casa. Y
también porque me sentía afín con ese pensamiento solitario que ella expresaba. Y me encerraba a
escribir.

Pero, ¿jugabas a algo?

Poquito. La bicicleta y los patines me salvaron la infancia. Pero todavía más la música, los libros, y
mi propia poesía, que era ridícula, pero yo gastaba horas pasándola en limpio.

En el colegio, ¿participabas en concursos de literatura, canto o cosas así?

No. Mi mundo real siempre fue la casa y ese era el mejor lugar. Cada cual se encerraba en su pieza, en
su mundo, pero llegaba la hora de once, salíamos a comprar el pan y nos juntábamos. Podíamos decir
lo que quisiéramos. Nos hacíamos bullying para lado y lado: a mi mamá, por chascona; a mi papá, en
su momento, por machista; a mi hermano, porque se cagó caminando por la playa; a mí o a mi
hermana, porque nos equivocábamos en algo. No había problemas en decir: ―Papá, estás equivocado‖.
No había ni jerarquías. Mi familia me entregó esa libertad que hoy siento y vivo como natural.

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UNA ACTRIZ EN SERIO


Natalia recuerda que un día ella y su hermana Gabriela –ahora profesora de Educación Diferencial–
vieron en televisión un llamado a casting para el Clan Infantil de Sábado Gigante. Le rogaron a su
madre que las llevara y quedaron seleccionadas: Gabriela actuaba y Natalia era una reportera de 10
años. La experiencia duró un año, porque el programa se mudó a Miami y Natalia sepultó por varios
años su vocación artística. Antes de salir del colegio, contestaba el teléfono en la imprenta de su
padre. ―En mi familia no hay herencia actoral ni musical. Mis padres aún no se explican por qué
tienen dos hijos que se dedicaron a esta rama de la locura. Yo soy actriz y mi hermano menor,
músico‖, afirma.

Te gustaban la música y la poesía, ¿pero sabías sobre el stand-up comedy?

No, nada. Pero en mi casa siempre armaba shows. Personificaba a mi mamá, a mi papá, a mis
hermanos. Hacía parodias de las situaciones que ocurrían hasta aburrilos. Una vez hubo una discusión
fuerte, y dos semanas después yo agarré la muleta de mi abuela y empecé a imitarla en esa situación.
Todos nos reímos de algo que no había sido cómodo, ni agradable. Pero así se transformó en otra cosa
y el episodio pasó a ser la noche de la muleta, en vez de la noche del problema.

¿Crees que usabas tu talento como un mecanismo de defensa?

Ahora creo que sí, que fue mi forma de sobrevivir. No culpo de nada a mis viejos. Me pongo en su
lugar y de verdad no habría sabido hacerlo mejor. Ellos también estaban armándose y entiendo por
qué no me pescaban tanto en algunos momentos. Pero a los niños no se les responden todas las
preguntas y ellos entienden lo que pasa a su manera y sacan sus conclusiones. Como no recibía todas
las respuestas que quería, me las respondía con estas representaciones.

Y, ¿cuándo creciste? ¿En qué momento se acabó ese mundo?

Cuando cumplí 18 años, me puse a estudiar Teatro, en la escuela de Gustavo Meza. En el colegio no
me interesaba nada. No entendía la preocupación por la Prueba de Aptitud Académica. Yo mentía
sobre los puntajes para que creyeran que estaba haciendo los facsímiles. Pero llegado el momento, mi
viejo me sentó y me preguntó: ―¿Qué vas a hacer?‖. Y yo le respondí: ―¿Actriz?‖. Entonces me dijo:
―¿Tienes claro que si sigues ese camino, y no eres la mejor, no existes?‖. Ahí me di cuenta que tenía
que tomármelo en serio, y la verdad es que al mirar la malla curricular me gustó todo: movimiento,
voz, historia del arte. Y me puse matea y estudiosa. Me fue súper bien.
Al terminar Teatro, Natalia hizo un diplomado en Pedagogía en la Universidad Católica y comenzó a
trabajar como profesora en escuelas municipales, hasta que un día, en 2004, revisando revistas de
papel cuché de su abuela, encontró la invitación a un casting de Vía X. Y así nació la Cabra Chica
Gritona.
―Nunca me interesaron las teleseries, que era el camino que se le ofrecía al actor en los 90. Me
preguntaba: ¿Por qué no puedo ser yo la que genere mi propio empleo? En mi casa se hablaba mucho
de independencia como un valor. Todos mis hermanos somos muy parecidos en eso. Yo sentía que la
teleserie era un camino flojo, tenías que esperar que te llamaran, y eso dependía mucho del pituto, la
conexión, y no tenía nada de eso. Yo estudié en el colegio Santa Cruz, no en el Saint George‘s. Sabía
que la única manera era el casting, la suerte. Para postular, escribí el anticurrículum. Decía: ‗No soy
esto. No estudié en tal parte. No crecí en tal lugar‘, y me llamaron altiro. Nos pasaron el texto y yo
caché que era una mujer cuica. Y la hice súper defectuosa, con patas chuecas, no lo que se piensa de
una cuica como mujer perfecta. Y eso les gustó. Así empezó el camino de la tele y mi relación de
amor con la comedia‖.
Natalia aún vivía con sus padres, en parte porque era cómodo, en parte porque ellos no querían dejarla
ir. Su participación en el programa le permitió ahorrar dinero y, cuando cumplió 25 años, se fue.
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Imagino que no fue fácil para tu papá…

O sea, pasaron los años y ellos seguían llorando. Hasta mis hermanos me echaban de menos. Y yo les
decía: ―Ya, supérenlo, por favor‖. En un momento me terapié por otros motivos y trabajé esto
también: la culpa de irme.

¿La terapia te ha servido para mirarte a ti misma con distancia y sacar material para tus
rutinas?

Para sacar material y para no estar tan pesada, porque tiendo a eso. Me vine a Providencia, porque San
Miguel está a 40 minutos de cualquier lado, pero a Providencia bajo (dice riendo). Estaba chocha de
vivir sola, de pagar mis cuentas. Y ahí vino también esto de vivir con parejas, otro tiempo con una
amiga, después con un amigo gay y otra vez sola.

¿Y cuándo te has sentido mejor?

Sola y ahora.

¿Y ahora es..?

Con mi pareja, Luciano Francino. Aunque también sola disfruté mucho. Yo pololeo muy bien
conmigo misma. Cuando te sientes cómoda sola, no hay vuelta atrás. Puede ser que una pareja falle,
pero nunca más tendrás miedo de estar sola. Nunca más esa desolación porque alguien te deja. Me
encanta sentirme protegida por mi pareja, me encanta que él esté y que me respete por lo que yo soy,
pero estoy segura de que puedo vivir sin él y eso me hace muy bien.

SÍNDROME VIÑA

Natalia cuenta que desde que probó la comedia en Cabra Chica Gritona, empezó a verla en todas
partes, a reírse de todo. Y adquirió las herramientas para expresarse improvisando. ―Todo el mundo
cree que improvisar es hablar lo que se te ocurra, pero no es así. Es un arte y tiene sus reglas, sus
métodos. Lamentablemente, es poco valorada‖. Después en El Club de la Comedia adquirió el gusto
por el stand-up comedy, hasta que la ruptura con sus compañeros de trabajo la empujaron al camino
propio.

Según el Banco Mundial quedan 137 años para lograr la equidad de género. ¿Cómo rompiste
ese cerco y lograste que te invitaran a actuar en el Festival de Viña?

Creo que muchos no sabían a lo que se enfrentaban. Me subestimaron desde el principio.

¿Crees que la intención era lanzarle una víctima al monstruo?

No sentí eso, pero sí la subestimación. Yo sabía que la gente no cachaba lo que yo hacía, y eso podía
sorprender tanto para bien como para mal. Si lo hubiesen sabido, no sé si me hubieran invitado. Por
eso mismo, iba abrazada a mi material, y pensaba: ―si muero acá, que sea por feminista y por canalla,
por poner ideas que nunca han estado allí‖.

¿De dónde te viene ese feminismo?

Por mi historia familiar. Mis viejos hicieron familia muy jóvenes, entonces creo que partieron súper
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equivocados. Ahí yo vi el machismo, pero también fui testigo de la evolución de mi papá. A él le


costó entender que mi mamá quisiera estudiar, pero evolucionó y ahora valora que a mi mamá le vaya
bien y está feliz de que nosotras seamos mujeres potentes. He visto que hay un camino que se puede
transitar. Además, la curiosidad por el tema me llevó a descubrir que este mundo de verdad está hecho
por y para hombres y que nosotras estamos todo el tiempo tratando de ganarnos un espacio. A la
mujer no le enseñan a sentirse bacana.

El personaje de Natalia Valdebenito que se sube al escenario, ¿eres tú o es una invención?

Soy yo, pero el escenario es un lugar de transformación, donde uno tiene que exacerbar defectos y
virtudes para que el personaje se vuelva atractivo. Yo saco material de lo que escucho, digo e invento.

Para ti, ¿tu contenido era más importante que ganarte el aplauso y las gaviotas?

Lógico. Si hubiese pensado en los premios, creo que no hubiera ganado nada. Me hubiera concentrado
en conseguir los pájaros y los aplausos, me hubiera preocupado del qué dirán. Yo empecé diciendo
que era putaza, que lo paso bien, y creo que desde ese momento el contenido fue rupturista.

Cuando dijiste: “soy feminista”, rompiste un tabú. ¿No temiste una pifiadera?

Como lo venía haciendo desde antes, tenía un poco de cercanía con las reacciones. Mi plan era decirlo
sí o sí. Y cualquiera que fuera la reacción del público, tenía que llegar a ese lugar donde lo explico en
cetáceo. Por otro lado, tenía solo la intuición, pero no la conciencia plena, de que decirlo era fuerte.
Estaba concentrada más bien en hablar bien, en que se entendiera lo que estaba haciendo. También me
pasó por la cabeza que no solo le hablaba al público del festival, sino que a la gente que lo estaba
viendo en su casa. Sentía que tenía que aprovechar esta oportunidad, tenía que arriesgarme.

¿Cómo te preparaste?

Me hice como un tratamiento mental piola. Me encerré en mí, en mi familia, en mi grupo de amigos.
En los días previos casi no vi a nadie. Hice mucho ejercicio, lo cual me tenía la cabeza muy tranquila,
porque me cansaba y dormía bien. Nunca soñé que estaba en el Festival de Viña a poto pelado sin
saberme la rutina. Una semana antes le decía a mi equipo: estoy lista, lo puedo hacer ahora. A mí el
escenario me da ganas, no temor. Ese es el mejor lugar del mundo para mí. El único donde no tengo
miedo, ni incertidumbre, donde no pienso en la muerte ni sufro por nada. Por eso no entendía cuando
la gente me preguntaba si no tenía miedo.

¿Nunca temiste irte a negro o quedarte en blanco?

No concibo que si haces bien tu trabajo puedas fallar. Así como un doctor no puede fallar en la sala de
operaciones, yo no puedo ser fome, no se me puede olvidar la rutina. Me preparé, por ejemplo, para
no llorar. Honestamente, no me emocioné con la entrega de los premios. ¿Gaviota y leseras? No. Mi
sangre estaba muy fría. Estaba concentrada solo en el trabajo. Todo lo demás pasó a segundo plano.

No podías acordarte de tu mamá, de la pobreza…

Exactamente. No. Yo sé, por ejemplo, que cansada soy mucho más sensible. Entonces descansé.
Cuando escuché la noche anterior a un compañero diciendo: ―He visto la vida pasar‖, me dije: ―¡No!
¡Yo no quiero eso!‖. Por supuesto que todos querían ver cómo esta mujer se desmoronaba o se
emocionaba o se quebraba. Y yo sabía que no hacerlo era un símbolo, un mensaje mucho más potente.

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Entonces, ¿por qué aceptaste? ¿qué buscabas en Viña?

Me pareció desafiante. Probar un escenario difícil me provoca mucho placer.

¿Taparles la boca a quienes creían que no ibas a poder?

Me acuerdo que entré al baño y me dije: ―¡Vamos! Demostremos que esta es una instancia para
pasarlo bien, para decir cosas, que este escenario no es hostil si tú no eres penca‖. Y también me
parecía interesante darle la cabida a otra mirada, subirle el pelo a la discusión, mostrar algo que nadie
había visto. Así que todo el show mediático me lo tragué nomás. Yo creo que el golpe ha sido más
fuerte ahora, a la baja. A ratos sufro.

¿Por qué?

Me di cuenta de que te conviertes en una fuente de dinero. Después del Festival de Viña recibí
llamados de todas partes. Me afectó ver la superficialidad que se le puede dar a un tema tan profundo
como el que expongo. Sentí que estaban manoseando la cuestión y era mi responsabilidad impedirlo.
Tomé distancia para decidir qué quiero hacer y qué no. ¿Quiero los teatros regionales? Sí, quiero. ¿Ir
a hacer un show a La Pintana cobrando más barato? Sí, quiero. Podría tener spots publicitarios, cobrar
mucho por espectáculos elitistas. Pero a esa gente no le importa mi talento, sino explotar mi nombre.
Y eso en mi vida del colegio Santa Cruz de Nataniel Cox con Victoria, no existe.

LA ANTICELEBRIDAD

Para muchas mujeres, te has convertido en un símbolo. ¿Cómo convives con eso?

El contenido de mis rutinas me sale en forma inconsciente. Me cuesta mucho hacer de John Lennon
con el follow me. No hago talleres de stand-up porque no quiero evangelizar a nadie. Creo que el
mensaje es súper de la calle, no me interesa canonizarlo. Me parece bonito que la gente se identifique
con lo que una dice. Me gusta que nos riamos de nosotras mismas y hagamos catarsis. Riámonos
fuerte, hagámonos notar, pero me preocupa que el mensaje se pueda manosear desde cualquier
ámbito. Por eso me he corrido de la charla de mujeres de no sé dónde, de la portada de no sé qué. No
quiero hacerme homenajes a mí misma. Solo quiero hacer bien mi pega y que se me llene el teatro,
porque es mi forma de ser feliz. Quiero envejecer en el escenario. No hay más.

En las pocas entrevistas que has dado se trasunta una resistencia a dejar que el éxito de Viña te
cambie.

Es que de verdad la fama no cambia nada. Esa es la huevá. Mi hermana se enfermó igual y tuvimos
que estar en la clínica con ella. No porque yo sea esto, mis problemas se solucionaron, ni dejé de
engordar. La gente sobrevalora el éxito. Desde el fondo de mi alma, siento que no es para tanto. Me
he propuesto seguir con los espacios que tenía desde antes, con mi programa en Súbela radio, porque
ahí soy libre y no me van a echar. Con el libro que escribo con mi material y que tenía contratado
desde antes. Si no nací en febrero.

Parte de la presión puede venir de tu propio círculo. Con las mejores intenciones, te pueden
proponer que hagas más shows, que aproveches tu momento y ahorres para el futuro.

Es que es súper difícil convencerme. Cuando a mí me sale de la guata que no, es no nomás. No estoy
dispuesta a ceder cosas que me hagan sentir mal y que no me hacen feliz. Yo colecciono momentos.

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Anoche le decía a Luciano que me cuesta comprender esto, porque yo no me voy a ver a mí misma de
una manera especial, no me siento una celebridad.

EL QUIEBRE CON LOS AMIGOS

Antes de llegar a Viña, saliste de Campo Minado y de El Club de la Comedia por desavenencias
con tus colegas. ¿Qué fue eso? ¿Una mujer conflictiva o una mujer luchando contra el
machismo?

Yo creo que es no ceder en lo que consideras importante. En El Club me estaba sintiendo muy
incómoda hasta que un día dije: Me voy. Pero siempre estuve muy consciente de lo que estaba
haciendo.

¿Y qué era lo que te incomodaba?

Contrataron a una nueva integrante, pero ese no fue el problema, sino que lo hicieran a espaldas
nuestras (ella y Nathalie Nicloux). Ellos tomaron la decisión sin siquiera decirnos ‗mañana llega una
compañera nueva‘. Ese fue el problema. Pasaron por arriba de un grupo. Yo me enteré por el diario,
como la Presidenta.

¿Ellos creían que esa decisión se tomaba entre hombres?

No querían nuestra opinión al respecto. Y claro, si ya antes había problemas, desde ese minuto fue
peor. Y preferí perderlo todo.

Y perderlo todo en ese momento, ¿era sueldo, por ejemplo?

Mucho sueldo, muchos trabajos. A mí me iba súper bien en todos los términos. Era renunciar a algo
que hacía bien, en lo que me iba bien, que me gustaba y que tuve que dejar porque no era el lugar para
hacerlo. Y creo que es porque estoy muy conectada con lo que quiero, no con las expectativas que la
gente tiene de mí. No me importa que todos piensen que soy conflictiva. Honestamente, me parece
que lo mínimo en el trabajo es hacerse respetar.

Mucha gente te habrá aconsejado ir con calma, que estás haciendo carrera y que así son las
cosas.

Mi lógica es: no tengo hijos, no estoy enferma, ¡Me voy!

¿Ellos querían que hicieras otra cosa?

Yo creo que les empezó a afectar el éxito, la seguridad que teníamos para hacer nuestro trabajo. Es
que de verdad, la Nathalie y yo llegábamos con mejores temas. La calidad de nuestro trabajo empezó
a molestar y no fue valorada. Y está claro, la historia lo dice: era mejor.

LAS GUAGUAS Y BARNEY

Crees que se puede tener éxito profesional y al mismo tiempo, una vida familiar ¿Te hace ruido
ese tema?

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No, para nada. Hasta el minuto, he decidido no tener hijos. Es difícil congeniar la pega que uno hace
tan intensamente con la maternidad, pero si tuviera ganas, tal vez me la jugaría igual. El rollo es que
no tengo ganas. Para nada. Me llama mucho la atención que la gente pregunte por qué no tienes hijos,
cuando a veces la respuesta no es tan simple como la mía. Hay mujeres a las que este tema les cuesta
y las persigue y no veo por qué tienen que estar respondiendo esas preguntas.

¿La gente te mira raro cuando dices que no quieres tener hijos?

No te creen. Te dicen: ―Lo que pasa es que tú estás defendiéndote. Tienes tantas ganas, que prefieres
negarlas‖. Como si se tratara de un caso de sicología inversa y no es así. Pero sí que me da lata tener
que dar explicaciones: ―¿No me crees?, bueno‖. ―¿Te afectó?, ¡Qué lata!‖. Yo soy feliz el domingo
durmiendo hasta muy tarde. La placenta, el cuerpo a disposición de, el apego y todas esas cosas me
provocan rechazo. Es la película de terror que no quiero ver. Y eso no significa que no me conecte
con los niños. Con mis sobrinos tengo una relación privilegiada. Pero me cansa tener que convencer a
la gente de que no soy siniestra por no querer tener hijos.

¿Y piensas en casarte?

¡No! A lo mejor a los 60 años. El otro día mis sobrinos me preguntaban: ―¿Tú no estás casada tía
Nati?‖ ―No‖ ―¿Y por qué?‖ ―Porque hay gente que se casa y gente que no se casa‖. Listo. No es tema.
Ellos lo entienden más fácil que los adultos.

¿No te ves organizando ese “evento”?

¡No! Imagínate. Qué vergüenza. Yo no me disfrazo de esa huevá. ¡Prefiero vestirme de Barney!

Entrevista a Natalia Valdebenito. Revista Paula. 05/05/2016


http://www.paula.cl/reportajes-y-entrevistas/natalia-valdebenito-la-antifamosa/

Texto 2.

Antes de comenzar esta entrevista, Henry Boys (26) pide un minuto para hacer una oración. "Rezo
varias veces al día, y lo hago antes de cualquier situación importante", explica luego de decir Amén.
Se define como católico y gremialista, intenta ir a misa todos los días, acaba de jurar como abogado
de la Universidad Católica y preside la fundación Soñando Chile.

Ya se había hecho conocido por ser el autor de los stickers contra el aborto para los autos, pero la
semana pasada saltó a la fama con una columna en el Diario Financiero que se viralizó en redes
sociales, en la que hacía una analogía entre la izquierda chilena y las sucias palomas que invadían la
terraza donde tomaba desayuno. Varios medios digitales lo presentaron como "el nuevo Axel Kaiser",
pero, a pesar de estar de acuerdo en sus posturas económicas, Boys piensa que "Kaiser se equivoca
cuando habla de moral".

—¿Te han molestado cuando ven que rezas?

—Llama la atención. Pero siempre en el marco del respeto. Esto yo siempre lo he hecho y no lo voy a
dejar de hacer porque me vuelvo un personaje público. Sería bastante inconsecuente.

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 111


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—¿A qué se dedica Soñando Chile?

—A combatir la pobreza de manera integral, porque la principal causa de la pobreza material es la


pobreza espiritual. Por eso, entre otras cosas, nos dedicamos a dar clases de educación sexual,
promoviendo la abstinencia y castidad hasta el matrimonio.

—Y supongo que predicas con el ejemplo. ¿Eres virgen?

—Practico la castidad hasta el matrimonio. De hecho, he terminado con pololas porque se nos hace
difícil la castidad.

—Independientemente del contenido, ¿qué te parece la iniciativa del libro de educación sexual
de la Municipalidad de Santiago?

—Qué aberrante es que un alcalde se meta en tu living a enseñarle sexo a sus hijos. Te aseguro que
Carolina Tohá no estaría de acuerdo en que yo fuera a enseñarles castidad a sus hijos. Por eso respeto
que ella enseñe esos temas a sus hijos de la forma que estime mejor. Es importante que como sociedad
exijamos respeto.

—Tú también entras a las casas de la gente a enseñarles a sus hijos castidad.

—Pero con permiso de sus papás. Además, es algo de sentido común: toda mamá va a estar de
acuerdo con que a su hija le enseñen a respetarse y a que vale más que su cuerpo. En la población
donde trabajo, como no hay buena educación sexual, quedan embarazadas tempranamente y terminan
dependiendo económicamente de quien las embarazó. En muchos casos, de eso se desprende la
violencia intrafamiliar. Enseñando castidad podemos evitar todo eso a largo plazo.

—Entonces, ¿por qué piensas que te tienen mala las feministas y quienes rechazan la violencia
contra la mujer?

—Porque estamos frenando la ley de aborto. Y también porque les estamos ganando en las ideas, y
eso es algo que la izquierda marxista no tolera. La izquierda marxista, desde Althusser y Gramsci,
creyó que en los países donde se estaba desarrollando había dominado el plano de las ideas. Hasta que
aparecimos nosotros. Por eso la izquierda, tal como sindica a Kaiser en lo económico, hoy me nomina
a mí como el líder conservador de la derecha: porque somos los únicos que estamos dando la pelea
para frenar el marxismo cultural, y nos ha resultado. Como no están de acuerdo, intentan pegarte con
insultos.

—Pero, sin tomar en cuenta la ideología política, ¿no estás a favor de lo que han logrado
culturalmente estos movimientos que promueven la no violencia contra la mujer?

—Totalmente en contra. Eso no defiende a la mujer, sino que la vuelve un objeto, en este caso
político. Siguiendo la lógica marxista de oprimidos y opresores, se toma a la mujer como víctima y al
hombre como opresor. Esto genera una falacia que divide al hombre y la mujer, como que todos los
hombres fueran opresores y todas las mujeres víctimas. Fíjate, cuando hablas de "ni una menos", no
estás condenando que les peguen a las mujeres, estás condenando el "patriarcado". Además, este
movimiento no tiene un objetivo específico en contra de la violencia hacia las mujeres. Quien
realmente ha trabajado en contra de la violencia contra la mujer es la iglesia Católica y los curas en las
poblaciones.

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—¿Entonces no compartes que existan estos problemas de género?

—El género es el material con el que se hace la ropa. El resto es ideología.

—¿Te sientes más feminista que los que hoy se dicen feministas?

—De todas maneras. Los conservadores somos los dueños del verdadero feminismo, ése que defiende
a la mujer. Ir a marchar a la calle es hasta entretenido, pero somos pocos los que van todas las
semanas a las casas de estas mujeres a trabajar con ellas y acompañarlas.

"El marxismo es la ideología del odio"

—Te criticaron mucho en redes sociales luego de tu columna.

—Uno no puede esperar que, si estamos erradicando el comunismo en Chile, los comunistas se lo
tomen bien.

—¿Se puede hablar de comunismo en Chile?

—Lo que hay en Chile es marxismo en distintas formas. Pero en un plazo de 5 años vamos a acabar
con el marxismo en Chile.

—¿Y no te duelen los comentarios que te hicieron en medios digitales, como "facho",
"endogámico", "humorista" o derechamente "weón"?

—Ahí se demuestra que el marxismo es la ideología del odio. Nosotros creemos en la ideología del
amor trascendente, que te llama a servir a otros desinteresadamente.

—¿Los fachos son ellos?

—Los intolerantes son ellos. Y son ellos los totalitaristas también. "Nos dirán totalitaristas los
totalitaristas del relativismo", dice una frase famosa. Existe un odio tan fuerte que alimenta a esas
ideologías, que cuando alguien las refuta con respeto, no se aguanta.

Entrevista a Henry Boys. Diario La Segunda. 18/11/2016.


http://impresa.lasegunda.com/2016/11/18/A/7531UVCG/all

Preguntas de análisis

1. Extrae la postura (tesis) implícita de cada autor con respecto a los siguientes temas.

El rol de la mujer:

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La libertad sexual:

La familia:

Las protestas ciudadanas:

El feminismo:

2. Con respecto a las posturas anteriores ¿cómo pudiste inferir la tesis de los
entrevistados? ¿qué recursos o información entregaron para que llegaras a esa
conclusión.

3. Escoge dos temas de la pregunta 1. Luego reconstruye la argumentación de cada


autor. En algunos casos tendrás que completar tú la información incompleta,
interpretando la ideología y manera de pensar de los entrevistados.

Tema 1:
Tesis de Valdebenito:
Argumento 1:

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 114


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Argumento 2:

Tesis de Boys:
Argumento 1:

Argumento 2:

Tema 2:
Tesis de Valdebenito:
Argumento 1:

Argumento 2:

Tesis de Boys:
Argumento 1:

Argumento 2:

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4. Con respecto a los dos ideologías propuestas por los entrevistados ¿Qué postura se
acerca más a tu forma de pensar? ¿por qué? Señala luego algún ejemplo concreto de tu
vida diaria en el que se demuestre esa forma de pensar.

Compilado Lenguaje – Terceros Medios Página 116

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