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UNIVERSIDAD FERMÍN TORO

VICE-RECTORADO ACADÉMICO
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

ACTIVIDAD 6

LINK
https://youtu.be/3dekm72CX2o

Roger Castejón
C.I: 25.894.748
Prof. Jhoan Oropeza
¿Qué es el diálogo?

El diálogo es un intercambio de información entre dos o más personas. Puede ser


oral o escrito. También es un tipo de obra literaria, en prosa o en verso, en la que
se representa una conversación entre dos o más personajes.
De manera similar, los diálogos forman parte de los recursos literarios que posee
una obra para mostrarnos a dos o más personajes, o para hacernos saber parte de
la información que intercambian, como si fuéramos sus testigos. Por eso, es
común hallarlos en la mayoría de las representaciones artísticas narrativas.

Características del diálogo oral

- Las personas que hablan se llaman interlocutores.


- Es muy expresivo puesto que intervienen los gestos, la entonación y la actitud.
- Es espontáneo y se utilizan frases cortas y simples.
- Suele tener errores y frases sin terminar.

Características del Diálogo Escrito

Se utiliza mucho en el cuento y la novela para dar vivacidad y autenticidad al


relato.
Es la forma de escribir en el teatro.
Es mucho menos expresivo y espontáneo que el oral.
Tiene menos errores que el oral porque te da tiempo a pensar y corregir.

El diálogo directo y diálogo indirecto


Dentro de las posibilidades del diálogo escrito, sea o no de carácter literario,
hallamos una distinción importante, que tiene que ver con el discurso directo y el
discurso indirecto. Nos referimos, similarmente, a:
Diálogo directo. Es aquél en el cual podemos constatar lo que dice cada
interlocutor. Suelen emplear líneas de diálogo para separar y marcar cada
intervención de los interlocutores, como en el siguiente caso:
─ ¿Ya comiste, hijo?
─ No, mamá. No tengo hambre.

Diálogo indirecto. La figura de un narrador nos refiere lo que cada interlocutor


dice. Es decir que todo el contenido comunicativo nos es referido por un tercero,
de la siguiente manera:
“La madre le preguntó al hijo si había comido, y éste le respondió que no, pero
que no tenía hambre tampoco.”

¿En qué influyen el contexto, la acotación y la matización en el diálogo?

El contexto influye en el dialogo de manera situacional comunicativa, es la


circunstancia en que nos orientamos para poder interpretar el contenido de un
mensaje de forma pertinente. Con la información obtenida se pueden dar los
siguientes ejemplos:
Si al entrar en un salón u oficina con cinco minutos de adelanto, el encargado de
este lugar dice vaya ¡qué puntualidad!, se entiende que esto es un elogio.
Pero, si la misma expresión es escuchada cuando una persona llega con más de 40
minutos de retraso, automáticamente el significado de ésta cambia.2
Para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que
haya ciertos requisitos contextuales que son parte de la situación de habla: que
haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo, y que esté abierta, entre otras
cosas.

Influencia de las acotaciones en los diálogos

Nos indican qué personaje ha hablado


Este es el beneficio más obvio del uso de las acotaciones y el que todo el mundo
suele conocer. Cuando hay varios personajes hablando, introducir en la acotación
el nombre del personaje o personajes nos ayuda a que no nos perdamos, a que
sepamos en todo momento quién ha dicho cada cosa.

Nos muestran lo que hacen los personajes mientras hablan


Es decir, que a través de ella podemos saber qué actividad está realizando el
personaje, comer, caminar, maneja, entre otras.
Marcan el ritmo del diálogo.
Nos marcan pausas entre una frase de diálogo y la siguiente.

¡Sofía, la niña que quería ser bruja!


Un día como otro cualquiera, Sofía se paró delante del escaparate de una tienda
de disfraces ubicada en el centro de Maracaibo y formuló su deseo: quiero ser una
bruja. Y justo cuando iba a marcharse, escuchó una risa. No era una risa
cualquiera, era una verdadera y auténtica risa de bruja mala.

- Sí, sí, no me mireis así. Soy yo la que me he reído – habló la bruja con voz grave
– Vertale, con que queréis ser como yo... ¡Qué molleja!

La bruja le preguntó por qué quería ser como ella y Sofía le contó todo: lo poco
que le gustaba ir al colegio, lo mal que se entendía con sus compañeros de clase,
lo desagradable que le parecía el sabor del pescado…

- ¡Pues mira una cosa! Esto no es motivo para convertirse en una bruja mala para
toda la vida…

Y terminó su frase con unas palabras extrañas que dicen en la región zuliana que
Sofía no llegó a comprender. Lo que sí supo enseguida es que algo había
cambiado. ¡La bruja la había convertido en una gata!

- No, no, no, no…los gatos tienen que ser ellos… ¡no yo! – se quejó a la bruja.
- ¡Va pues! Soy una bruja mala y hago lo que me da la gana. ¿O qué creías? ¿Qué
iba a ayudarte? Para eso tenías que haberte buscado un hada. Serás una gata hasta
que se rompa el maleficio.

Sofía aprende una lección sobre la importancia de enfrentarse a los problemas


Sofía la gata se dirigió hacia el colegio. Nada más verla, un par de compañeros de
clase se acercaron a ella…

- Fijaros que gata más bonita. ¿Qué hará aquí en la escuela?

Al poco rato, todos los niños de su clase rodeaban a Sofía, la llenaban de cariños y
querían jugar con ella. La llevaron a clase y la dejaron en un rincón, rodeada de
cómodos cojines. ¡Era tan agradable estar medio dormida allí, mientras la
profesora enseñaba matemáticas. A la niña le extrañó que ahora, como gata, todos
le hicieran caso. Incluso le trajeron pescado... ¡Y le gustó más que el chocolate!
Eso sí que era raro. Realmente se estaba muy bien de gata.

Pero cuando estaba pensando aquello, Sofía la gata, que paseaba tranquilamente
por el patio del colegio, escuchó unos gruñidos y a lo lejos vio un enorme pastor
alemán que corría hacia ella. Muy asustada se subió a lo alto de un árbol. Sofía la
gata sintió más miedo que nunca en su vida. Aun así, consiguió librarse del perro.

Sofía la gata comenzó a vagar por las calles y sin darse cuenta, acabó haciendo el
camino de siempre y plantándose delante del escaparate de la tienda de disfraces.
Allí seguía el maniquí vestido de bruja.

- ¡Bruja mala! ¡Mira lo que has conseguido! Casi acabo en las garras de un
perro…

Sofía la gata volvió a escuchar la risa maléfica de la bruja y su voz grave.


- Pero lo has superado, igual que superarás todos tus problemas con los niños del
colegio. No sirve de nada huir, ni querer ser una bruja mala. Para solucionar un
problema solo hay una solución: enfrentarse a ellos. Así que, no quiero volverte a
escuchar quejándote delante de este escaparate. Demuestra a esos niños que eres
una niña tan interesante y divertida como ellos (o más). Y terminó su frase con
unas palabras extrañas que Sofía no llegó a comprender. Lo que sí supo enseguida
es que algo había cambiado. ¡Volvía a ser una niña!

Y la bruja volvía a ser un simple maniquí al otro lado del escaparate. Sofía se fue
a casa pensativa. No contó a nadie su experiencia como gata, pero esa noche,
cuando mamá puso el pescado sobre la mesa, Sofía se lo comió con ganas. ¡Estaba
rico!

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