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ISFD 41. Historia Argentina del siglo XX. Trabajo práctico integrador del primer cuatrimestre.

ALARCÓN BERNAL, JOANA DEL CARMEN. DNI: 40 832 646.

Si se ha de hablar de cómo se ha formado la “identidad democrática” en el país, de cómo se ha llegado a integrar


paulatinamente a sectores de la sociedad, impensados dentro del paradigma de principios de siglo XX, ha de hacerse una
breve introducción a partir del año 1912, sin duda un año sin precedentes debido a la promulgación de la Ley 8871, la Ley
Sáenz Peña, pero por sobre todo por haber sido el cual sentó las bases para lo que sería el año 1916 y la figura de Hipólito
Yrigoyen.

Según Waldo Ansaldi, debe estudiarse ese período para entender cómo fue la transición del régimen oligárquico a uno -
¿completamente? – democrático. La Ley Sáenz Peña establece un nuevo régimen electoral de sufragio universal, secreto y
obligatorio, para mayores de 18 años. No obstante, aquí aparece el primer interrogante del autor puesto que ¿realmente el
sufragio era universal? La ley 8871 sólo permitía votar a los varones mayores de 18 años, por lo que excluía a las mujeres.
Asimismo, no tenía vigencia en Territorios Nacionales, por lo que también excluía a los varones argentina mayores de 18
años que vivirán en dichos territorios. Ni que hablar de la exclusión de los extranjeros que habitaban el país. Empero, aún
con todas las limitaciones, era una herramienta fundamental en la transición hacia un régimen democrático y fue aplicada
por primera vez en las elecciones de abril de 1912, que fueron ganadas por la UCR (Unión Cívica Radical) en Santa Fe y por
el PS (Partido Socialista) en la Capital Federal. Estos resultados despertaron rencores latentes de la oligarquía y orden
conservador todavía presentes en la sociedad y en el ámbito político.

Si bien la democracia política –que se abría paso con la ley de sufragio, los comicios y elecciones- era ampliada: abría la
creación de partidos políticos para representar las distintas corrientes e ideologías y ampliaba la participación en el sistema
de decisión política, aún se la percibía como limitada y trunca, dice el autor. Limitada, por las restricciones que presentaba
la “universalidad” y trunca, porque los sectores conservadores seguían presentes e irrumpieron en escena en el Golpe de
Estado de 1930. No obstante, en el período de 1912 a 1916 es claro que el régimen oligárquico entró en una crisis, es decir,
el Estado oligárquico no podía sostenerse más por lo cual se pasa de un Estado democrático mediante un proceso
democratizante, concibiendo que la obligatoriedad del sufragio ayudaría a quebrar el régimen de los caudillos dominantes
desde 1880. Pero, como se dijo antes, el rechazo por parte de las concepciones y prácticas oligárquicas conservadoras y,
debido a que no lograron constituir un partido nacional verdadero, que no lograron afianzarse dentro del marco de
ampliación político partidaria, optaron por la salida del golpe de Estado, aunque dicho suceso es posterior y el abordaje
remite recién a finales de la década del ’20.

Teniendo en claro el panorama político electoral y la aplicación exitosa de la Ley Sáenz Peña, ha de saberse que en 1916
triunfó el radicalismo como partido masivo y el 12 de octubre de 1916 Hipólito Yrigoyen asumió la presidencia adquiriendo
la mayoría de los votos [ver estadística B.]. Ansaldi describe a la persona de Yrigoyen como quien se autopercibe tanto
como ejecutor del mandato y como personificación de sus votantes. Se siente identificado. Después de todo, la UCR era un
partido masivo, pero que desde principio de siglo estaba en la búsqueda de ganarse su público  llegó entonces a erigirse
como líder político del radicalismo debido a su persona, pero también en gran medida por la debilidad de su oposición –
democrática- que era el partido socialista. A raíz de esto, entró en juego un aspecto importante de lo que posteriormente
se llamaría “yrigoyenismo”: la política obrera que puso en práctica estaba especialmente dirigida a los sindicatos de
servicios como ferroviarios y portuarios, estratégicos en el sostén de la economía agroexportadora. Vale decir que era
fundamental sostener el modelo económico del país teniendo en cuenta el contexto político económico mundial: la
Primera Guerra Mundial había estallado y era propicio mantener en funcionamiento la máquina agroexportadora. Es con
esto que con Yrigoyen se “inaugura” la mediación entre la sociedad y sus actores funcionales y el Estado.

El yrigoyenismo en su primer período (1916 – 1919) se mostraba como un “movimiento” de la gran mayoría de los obreros,
lo que el autor llama “catch all” (“abarca todo”). Pero hacia finales del mandato delató la contracara del yrigoyenismo:
conforme se beneficiaba ampliamente a los sectores estratégicos, otros sectores intensificaron la movilización social y el
gobierno respondió usando las fuerzas policiales, dando origen a uno de los sucesos más trágicos – y bisagra- dentro de la
historia del movimiento obrero: la llamada Semana Trágica. Posteriormente, Yrigoyen habría de recurrir a los decretos e
intervenciones provinciales antes que recurrir a la sanción de leyes en materia laboral.

La movilización de los obreros fue suscitada por el complejo contexto de la época: las dificultades del comercio exterior –
debido a la Guerra- provocó inflación y el salario real no coincidía con el costo de vida de los trabajadores. Además, la
llegada de las ideas de la Revolución Rusa de 1917 suscitó una consciencia solidaria entre los obreros, quienes se unieron
colectivamente para reclamar su situación. Una ola de protestas protagonizó los años siguientes: huelgas de sindicatos
frigoríficos, huelga de gremios de transporte (FOA y FOF). Desde diciembre de 1918 los obreros metalúrgicos de los talleres
Vasena reclamaban aumento salarial y reducción de jornada laboral. Para el mes de enero las fuerzas policiales
intervinieron contra los huelguistas – incluyendo mujeres y niños- que interpelaban a los compañeros que seguían
trabajando que cesaran sus tareas para unirse al reclamo. El día 9 de enero la FORA V° - integrada por sindicatos
anarquistas- llamaron a la huelga general y durante dicha jornada se sucedieron reiterados choques entre obreros y
policías:
''(...) La violencia policial se volvía tan incontrolable como la agitación obrera. El ejército parecía imponerse como único recurso. (...) Nombrado jefe
militar de la capital (el general Luis Dellepiane) ocupó la ciudad con sus tropas para poner término al conflicto social y contener al mis mo tiempo los
desbordes de la represión, para la cual la policía recibió el refuerzo de grupos de voluntarios civiles que se propasaron. El general Dellepiane negociaría,
él también, con los sediciosos. (...) El 14 aceptó las condiciones de los sindicatos referidas a eventuales persecuciones y a la liberación de prisioneros.
Tres días antes, el propietario de la empresa, recibido por Yrigoyen, había aceptado satisfacer las reivin dicaciones de los huelguistas. Todo volvió
entonces a la normalidad. Sin embargo, todo había cambiado. (...) Los huelguistas, los sediciosos, los `bolcheviques' saquearon la ciudad, atacando
bienes y personas. No sólo los cabecillas quedaron sin castigo, sino que el gobierno dio la razón a los obreros rebelados: los propietarios, que así
juzgaban la situación, se encontraban aterrados y descontentos. " Alain Rouquie, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires,
1982.

Tal como expresa Rouquie, en primera instancia, la violencia policial no cesaba pues tenía el brazo civil que
conformaba la Liga Patriótica – formada por jóvenes de clase acomodada adeptos de la derecha violenta – que
perseguía judíos y anarquistas. El hecho de que intervinieran las fuerzas del Ejército era parte del accionar de
Yrigoyen, que oscilaba entre negociar a favor de los obreros y “pacificar” las revueltas a través de la violencia
institucionalizada. No obstante, si bien no deja de ser un hecho lamentable en la historia argentina marcada a fuego y
sangre, los obreros lograron que en el año 1919 el gobierno muestre animosidad en cuanto a la promoción de leyes en
materia laboral. Así fue que la Semana Trágica, en palabras de L.A. Romero, galvanizó a los trabajadores de la ciudad y
de todo el país. Lejos de disminuir, el número y la intensidad de las huelgas aumentaron a lo largo de 1919: infinidad
de movimientos fueron protagonizados por trabajadores no agremiados, pertenecientes a las más variadas actividades
industriales y de servicios, entre quienes la consigna de la huelga general ayudaba a la identificación y unificación 1. No
obstante, conforme a la revitalización obrera los mecanismos represivos también se revitalizaron, tanto del gobierno
como de la Liga Patriótica durante 1921, según nos cuenta Falcón y Montserrat. El gobierno trató de recobrar su
legitimidad fomentando las medidas asistencialistas y el patronazgo. No obstante los sindicatos, en especial la FOM,
fueron afectados por la disminución de embarques y se manifestaron, provocando un clima de crisis política. Para
fines de ese año, la FORA IX° se desintegró y su lugar fue ocupado por la USA ya en 1922.

En ese año se inauguró otra etapa del radicalismo: Yrigoyen fue sucedido por Marcelo T. de Alvear; en este panorama,
la sociedad y la cuestión sindical ya habría se der distinta pues la conflictividad social había descendido
considerablemente. Según los autores Falcón y Montserrat , esto se debe a que, tanto Alvear como los sindicatos
estuvieron dispuestos a negociar. Por otra parte, no significa que la actividad sindical y movilización haya estado
completamente adormecidas ya que habían surgido tendencias anarquistas que, por medio del diario La Protesta – y
aprovechando los medios intelectuales que surgían en la década del 20- llamaba a una lucha constante contra sectores
– también anarquistas- que habían cedido ante su integración en la U.S.A (Unión Sindical Argentina); aunque, estas
internas podrían ser también parte de lo que causó el descenso de la actividad sindical agitada: muchos sectores
anarquistas no cohesionaban y terminaron por difuminarse.
A diferencia de Yrigoyen que nunca parecía consolidad ninguna de las políticas en la práctica, Alvear se detuvo a
consumar la consolidación definitiva de las transformaciones sociales: la Ley 11.289 extendía el beneficio jubilatorio a
los sectores marítimo, industrial, comercial y gráfico. Ya para el año 1925, el gobierno puso todas sus energías en
elaborar proyectos de ley que regularan las relaciones capital- trabajo. Sin embargo, el proyecto para realizar un
comité de redacción para el Código de Trabajo, por ejemplo, quedó trunco. Dos años después volvió a retomar
proyectos pero ninguno tuvo éxito. Esto demuestra que la estructura legislativa aún no estaba consolidada,
aparentemente, para hacer frente legislativamente a las demandas de sus habitantes.
Por otra parte, en el ámbito de la derecha y los conservadores, sigilosamente, estaban formando una oposición más
dura: no bastaba con la “guardia civil” de la Liga Patriótica sino que desde las Fuerzas Armadas debían de idear un plan
para el retorno de la vieja república, para restaurar el orden liberal conservador. Con la vuelta de Yrigoyen en 1928, la
conflictividad se reactivó. Al fortalecer su imagen personalista, las alianzas con los sectores obreros estratégicos
volvieron a escena y con ello las huelgas y las intervenciones. Esta vez, la huelga de 1928 fue por lograr el
reconocimiento de la FOM como única entidad representativa del sector marítimo. En esta segunda etapa del
yrigoyenismo, en vez de recurrir a la represión y violencia policial, dicen los autores, Yrigoyen prefirió dialogar con los
delegados de la FOM: la intervención directa del Estado respecto a las cuestiones sociales seguía siendo herramienta
vigente. Al mismo tiempo, se sublevaban sectores marítimos en el interior del país. En vista de que el conflicto se iba
expandiéndose y haciéndose aún más masivo, el sector empresarial debió conceder el aumento salarial que
reclamaban los obreros.
Esta situación, en la que aparentemente las fuerzas policiales se mantuvieron al margen sin recurrir alevosamente a la
represión, habría sido una de las razones que despertó resquemor en sectores conservadores que tenían más motivos
para ejecutar un golpe. El período yrigoyenista culminó entonces con su líder atendiendo la situación económica con
Gran Bretaña y las concesiones comerciales que fortalecían las relaciones con dicho país, en detrimento de las
relaciones con EE.UU, al tiempo que la crisis mundial de 1929 obstaculizaba el accionar de Yrigoyen. La evidente
inoperancia antes la crisis, sostiene L.A. Romero, fue lo que hizo a la oposición optar por la intervención militar.
Los nacionalistas circundantes a Justo y a José Félix Uriburu llegaron a un acuerdo y día 6 de septiembre se produjo el
golpe de Estado de 1930.
1
Romero, Luis Alberto (1994) Breve Historia Contemporánea de Argentina 1916 – 2010 .Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
“Cap. II. Los gobiernos radicales, 1916 – 1930”. Pág. 4.
Este suceso inauguró lo que luego se conocería como “la década infame”, un
período signado por elecciones fraudulentas, que expone el carácter trunco del
proceso democrático del que hablaba Ansaldi. Con ello, se desdibujaron los
bosquejos del aparato institucional del Estado democrático que se estaba
gestando. Fue José Luis Torres – periodista y escritor argentino- quien bautizó
así a estos años y dejó plasmado en dicho libro las maniobras de los gobiernos
y empresas en favor de sus intereses y en detrimento de los intereses públicos.

En 1930 Uriburu asumió como presidente provisional. En febrero de 1932


transfirió el poder a Agustín P. Justo – junto a Julio A. Roca-. En este período,
los sectores conservadores buscaron restablecer y restaurar el orden en la
sociedad pues, fuera de escena Yrigoyen, la cuestión social, económica y
política “estaría resuelta”. Sin embargo, no fue tan fácil, y aunque la inquietud
principal era la difícil situación de la economía, el ímpetu a la derecha y al
Ejército fue motivado por los regímenes autoritarios que hacían eco en Europa.
Por otra parte, reclamaban el retorno de la sociedad jerárquica, lo que explica
el protagonismo el Ejército y su influencia. La abstención de los radicales dejó espacio a Justo y su candidatura  se
realizaron elecciones ese año y Agustín P. Justo ganó, con amplia representación parlamentaria. Se formó la
Concordancia parlamentaria y con ella el inicio del fraude.
Resuelto esto, las políticas se encaminaron hacia el cierre de la economía, haciendo que las finanzas públicas dejaran
de depender pura y exclusivamente de los impuestos a las importaciones o préstamos del exterior. Sin embargo, la
sumisión a Gran Bretaña seguía presente. En 1933, Julio A. Roca negoció con Londres las condiciones para el
mantenimiento de la cuota de carne a exportar  limitó a un 15% el cupo que sería manejado por frigoríficos
nacionales, sin fines de lucro. Esto se conoció como el Pacto Roca- Runciman, que en realidad puso en ventaja a los
británicos, pues con el mantenimiento de relaciones comerciales se aseguraban el cobro de antiguas inversiones en el
país. Este tratado fue apoyado por los grupos propietarios que, luego de una década signada por reclamos de obreros
que los aterrorizaron, vieron en ello el retorno de sus holgadas ganancias, sin que nadie pueda interferir en ellas.
Sin embargo, los turbios condicionamientos que hicieron posible el pacto salieron a
la luz gracias a la denuncia presentada por Lisandro de la Torre, senador por Santa
Fe  había denunciado frigoríficos protegidos por el Estado, que pagaban ínfimos
salarios a los productores, evadían impuestos y guardaban tratos deshonestos con
personalidades importantes como Luis Duhau, ministro de Agricultura, en los cuales
se ocultaban importantes ganancias.
Desgraciadamente, el valiente acto de Lisandro de La Torre tuvo consecuencias: un
hombre de acción de Duhau efectuó un disparo contra el senador, pero terminó
impactando en Enzo Bordabehere, compañero de banca. La imagen es el afiche de la
película argentina con ese nombre, estrenada en 1984, que retrata este hecho
histórico a través del protagonista, quien es el que efectuó el disparo. Es un capítulo
importante en la historia ya que una vez más, un suceso trágico había
desencadenado la acción en varios sectores: el fortalecimiento de la oposición y el
resurgimiento del movimiento obrero en los años siguientes.

De acuerdo a Horowitz, el movimiento obrero durante esta década se diferencia del accionar en años anteriores
debido a que el escenario mundial intensificaba las tensiones ideológicas: el fascismo y su difusión impactaron
fuertemente en nuestro país, haciendo que los sindicatos antes “apolíticos” quedaran desplazados para dar lugar a la
profunda politización de toda la actividad sindical.
Cuando se dice que cambió profundamente el movimiento obrero, en parte se refiere a que los sindicatos que más
crecieron fueron aquellos que tenían relaciones estrechas con el gobierno de Justo, pues contaban con espacios de
reunión, apoyo económico y propaganda. Al parecer, los que estaban en el poder (que eran opositores a Yrigoyen y
antipersonalistas) para diferenciarse de su enemigo, entendieron que era incluso más fácil presionar a las patronales
que enfrentarse a los obreros unidos y combativos. Los sindicatos conectados al partido Socialista habían salido
beneficiados  la fusión entre una máscara democrática y la dependencia del voto fraudulento hizo crecer a este
Partido. Uno de los más importantes fue la Federación de Empleados de Comercio que logró movilizar apoyos para la
sanción de leyes laborales, en 1932 obteniendo importantes resultados  el sábado inglés  fijaba una semana
laboral de cinco días y medio. Si bien quedó limitada a la Capital, se considera de suma importancia en lo que refiere a
los límites de la jornada laboral hasta este momento. Hacia mediados de la década, la economía urbana había logrado
salir de la depresión y la actividad fabril se reactivó, y con ello el número de trabajadores sindicalizados. Aquí es
preciso hacer una distinción de la que nos advierte Horowitz: a priori parecería un rasgo positivo, pero los sindicalistas
temían por este nuevo contingente de sindicalizados, ¿por qué? Porque sostenían que debían mantenerse cerca del
gobierno. Esto hizo que al mismo ritmo en que crecía la reactivación económica, crecerá también la conflictividad
social. En 1936 ocurrieron huelgas y la CGT- que estaba constituida en su mayoría por socialistas y comunistas – realizó
el acto del 1° de mayo en conjunto con otros sectores de la oposición (radicales y demoprogresistas), lo que no es un
dato menos, pues el reclamo común era volver a la democracia y libertad. El fraude estaba siendo desenmascarado.

Hacia 1938 Justo fue sucedido por Roberto M. Ortiz, quien reprimió fuertemente a los sectores comunistas agitando
aun más el reclamo obrero. Más aún, el año siguiente, debido al contexto mundial donde Stalin pactó con Hitler, se
separaron socialistas y comunistas. La unión se había quebrado. Ortiz cayó enfermo en julio de 1940 y lo obligó a
transferirle el mando a Castillo, vicepresidente. A fines del mismo año, se pusieron en práctica –una vez más- las
prácticas fraudulentas en elecciones provinciales. Esto dejaba otra conclusión: ni siquiera el intento de
“democratización” inventado por la derecha había triunfado y nuevamente, aquello que se había intentado
consolidar en 1936, quedaba trunco, desmoronándose. Para colmo, la Segunda Guerra Mundial había estallado en
1939 y, si bien el país había optado la neutralidad, en el plano ideológico, Castillo no hizo más que perseguir y
reprimir a los adeptos al comunismo, debilitando así la Unión Sindical Argentina. Siguiendo los pasos de Justo que
había formado y preparado a los militares, su presencia en el plano político fue cada vez más visible hasta
convertirse en protagonistas al inicio de la década de 1940. En el plano sindical, hacia el año 1943 las principales
fuerzas sindicales estaban completamente “politizadas”, comprendían la importancia de la firme política  la CGT 1
“soñaba” con la creación de un partido laborista; la CGT 2; una alianza fuerte entre los partidos de izquierda ya
existentes. A mediados de siglo, la historia se encargaría de decir cuál de las dos se hizo - más o menos- realidad.
Volviendo a la figura de los militares en el centro de escena político, delataban la importancia del nacionalismo. Dos
alianzas políticas continuaban cultivando a los militares. Castillo contribuyó a debilitar cierto intento de fortalecer el
régimen institucional. Los especularon con la candidatura de Pedro Pablo Ramírez, el ministro de Guerra. Pero entre
idas y venidas e intentos frustrados, irrumpió en escena el G.O.U. “Grupo de Oficiales Unidos”. Esto desencadenó que
Castillo pida la renuncia de Ramírez, suscitando la intervención del Ejército el 4 de junio de 1943.

El gobierno que asumió en dicha fecha fue encabezado de forma sucesiva por Ramírez y Edelmiro J. Farell. La
presencia del coronel Juan Domingo Perón logró concentrar un amplio movimiento en torno a su persona que lo llevó
a ganar las elecciones de febrero de 1946, que dio origen a una jornada mítica en la historia nacional: el 17 de octubre
de 1945.
Es en esta etapa y con esta figura que se inicia una de la más significativa en la historia argentina, en el plano de la
conducción política y las transformaciones sociales del país. No obstante, primero es preciso hacer una caracterización
de este personaje ¿por qué ha resultado – y resulta al día de hoy- tan emblemático? He aquí los motivos de elegir este
suceso y esta figura como determinantes para la historia del s. XX:
L.A. Romero dirá que Perón se distinguía de los colegas por su capacidad profesional y su amplia perspectiva política,
que lo llevó a ocuparse de un actor social: el movimiento obrero. Entablando conversaciones con organizaciones
sindicales desde los tiempos de la Dirección Nacional del Trabajo que luego devendría en secretaría, había afianzado el
vínculo con la CGT – exceptuando la presencia de comunistas- , impulsando a la organización y la movilización de sus
demandas. Fue así que extendió el régimen de jubilaciones, de vacaciones pagas, de accidentes de trabajo, haciendo
más justas la relaciones entre obreros y patrones. Si bien estas medidas tienen características que remiten a lo
esbozado por la política obrerista de Yrigoyen, estas sí pudieron contar con un marco jurídico que logre su efectiva
aplicación. Es más, el Estatuto del Peón hizo posible su aplicación también en el ámbito rural, introduciendo el amparo
público lo que hasta ese momento era tratado de forma paternal y particular.
En el plano sindical, la CGT había sufrido escisiones pues, se habían dividido entre opositores – comunistas- y adeptos
a la política de Perón, que eran en su mayoría los pertenecientes al gremio de los ferroviarios. No obstante, lo que
había logrado Perón en materia de derechos era demasiado como para rechazarlo, por lo que no se recluyeron sino
que, según Romero, dejaron “puertas abiertas” a la “oposición democrática”. Frente a esto, el propio Perón estaba
dispuesto a entablar diálogo con todos los sectores de la sociedad, apelando a la noción de “todos los argentinos”. Es
por esto, vale decir, que otros autores como Daniel James sostienen que el
atractivo político fundamental del peronismo reside en su capacidad de redefinir la
noción de ciudadanía dentro de un contexto más amplio, esencialmente social. La
cuestión de la ciudadanía en sí misma, y la del acceso a la plenitud de los derechos
políticos fue un aspecto poderoso del discurso peronista, donde formó parte de un
lenguaje de protesta, de gran resonancia popular, frente a la exclusión política 2. A
su vez, sostiene que la forma de dirigirse que tenía Perón a ellos no era un discurso
formal, es decir, esbozado con términos sofisticados, mediado por terceros. Él
mismo era su vocero y constantemente subrayaba la fragilidad de la individualidad
y la fortaleza de la unidad.
Esto era un rasgo realmente innovador ya que, si bien hemos visto antes que hubo
otros dirigentes políticos, ninguno pudo “hacerse entender” por los obreros, por
los trabajadores. Quizá porque aquellos con tendencias al socialismo o comunistas,
por ejemplo, se recluían en sus círculos intelectuales y no lograban elaborar un

2
James, Daniel. (1990) Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946 – 1976. Ed. Sudamericana, Buenos
Aires. “Cap. I. El peronismo y la clase trabajadora. 1943- 1955”. Pág. 27.
discurso que llegara a atraer y concentrar a las masas, no lograban difundir tal intelectualidad a los obreros, o porque
quizá no tenían la organización y vigor vitales para movilizarlos, componentes que sí tuvo el discurso peronista. Esto a
su vez ha suscitado resquemores y originó, en cierta forma, que la oposición- tanto oligárquica como de corrientes
socialistas, comunistas y hasta radicales- usara peyorativamente el término populista para hacer referencia al
movimiento que logró cohesionar y organizar a las masas obreras en América Latina en la década del 1940. De hecho,
el contexto mundial que incluía el curso de la Segunda Guerra Mundial, propició el surgimiento de dicho movimiento.
En este caso, el peronismo no podría ser explicado sin la existencia de dicho suceso y coyuntura.
No obstante, mencionada la oposición circundante a este nuevo personaje y su movimiento, en el terreno de los
hechos se preparaba una oposición democrática que se estaba reconstruyendo a raíz de la liberación de París en 1944,
que suscitó un reclamo antigubernamental. En marzo de 1945 el fin de la guerra era inminente y, cediendo ante el
pedido de EE.UU, el país se nombró en contra del Eje. Los partidos opositores entonces accionaron en su reclamo por
la retirada de los gobernantes y los la entrega del poder a la Corte Suprema, lo que desembocó meses después en una
multitudinaria Marcha de la Constitución y de la Libertad, que llevó a que el Ejército – presionado por la opinión
pública- forzara la renuncia de Perón el 8 de octubre. Entre las vacilaciones del Ejército que no podía encontrar una
alternativa que lo reemplace, algo novedoso se estaba llevando a cabo:

“…si este cuerpo no resuelve la huelga general les puedo asegurar que será impotente para contener la huelga que se producirá lo mismo por el
estado emotivo de los trabajadores […] El coronel Perón no sólo está en el corazón de los obreros sino en el de todo el pueblo honrado”. Actas del
Congreso Confederal de la CGT del 16 de octubre de 1945

Esas eran las palabras pronunciadas por un dirigente sindical del rubro de la carne, procedente de Rosario, antes de
movilizarse el día 17. Muchos de los obreros pertenecían a sindicatos frigoríficos, con amplia presencia en la zona
circundante a La Plata (Berisso, una de las localidades más movilizadas), Buenos Aires. Ese día irrumpió en escena un
acontecimiento sin precedentes: una multitud de trabajadores se reunió el 17 de octubre en la Plaza de Mayo,
reclamando la libertad de Perón y restitución a los cargos que tenía. Lo llamativo de este suceso fue la composición
de la multitud: era totalmente obrera. Todos ellos habían inaugurado una nueva forma de participación a través de
la movilización. La afirmación de los trabajadores como presencia social masiva y la incorporación directa al manejo
de la cosa pública suponía un nuevo concepto. Ahora, lo referente a la industrialización y el nacionalismo económico
– factores claves del accionar peronista- debían ser situadas en el marco de esa nueva visión encarnada por los
obreros de la sociedad. Esto, obviamente, configura un suceso – sino una etapa- bisagra para historia argentina. Y
como todo suceso bisagra, había suscitado – luego de aquel día más que nunca- opiniones de los opositores:

“Desde Avellaneda salían las bandas armadas del peronismo, obedeciendo un plan de acción dirigido por el coronel y sus asesores nazis.(...)el malevaje
peronista, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que
era, arrojándose contra la población indefensa, contra el hogar, contra las casas de comercio, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia,
contra la cultura e imponiendo el paro oficial, pistola en mano y con la colaboración de la policía que ese día y al día siguiente, entregó las calles de la
ciudad al peronismo bárbaro y desatado".
Partido Comunista. Después del 17 de octubre.

Los adjetivos con connotación negativa eran utilizados para menospreciar al movimiento que Perón había hecho florecer, y
delata la polarización social entre la sociedad: los sectores peronistas y los sectores antiperonistas. Más allá de las críticas, la
Unión Democrática – compuesta por sectores de izquierda- no logró ganarle a Perón, quien con 300 mil votos de ventaja
logró triunfar el 24 de febrero de 1946. Al fin y al cabo, tal como lo expresa de forma satírica la historieta, Perón logró
(a)traer las masas. Este es apenas el principio del gobierno de Perón, proclamando la doctrina de la tercera posición,
distanciada de los extremos tan recurrentes en aquella época, el comunismo y el capitalismo. Con el fin de la guerra, era
necesario optar cómo seguir el funcionamiento de la economía, por lo que el flamante presidente de la nación optó por la
promoción del mercado interno y el “pleno empleo”, caracterizándose por una fuerte presencia del Estado, inspirado en la
corriente keynesiana del Estado benefactor. La nacionalización de la economía y este firme control del Estado fueron las
claves que sostendrían las políticas económicas, que tendrían consecuencias favorables en lo social: el mantenimiento del
empleo y el aumento de nivel de vida de los trabajadores.
Al hablar de la cuestión social, se evoca a una de las figuras más emblemáticas del movimiento, de este período y de toda la
historia nacional: Eva Duarte, o conocida cariñosamente por el pueblo como Evita. La Fundación Eva Perón fue creada en
1948 y a partir de ese año se dedico a propagar el –enorme- aporte social del peronismo. Financiada en su mayoría con
fondos públicos creó escuelas, hogares para ancianos o huérfanos, policlínicos; complejos de recreo infantil, como la
República de los niños o Ciudad infantil; Ciudad Estudiantil, como parte de un plan de edificación de ciudades universitarias
de Córdoba y San Luis; torneos deportivos a nivel nacional, etc. Lo más llamativo habría de ser la acción directa: las
unidades básicas que funcionaban como células del partido llevaban un registro de casos particulares de desprotección y
transmitían las necesidades e inquietudes a la Fundación. La figura de Eva ha de transcender por estos actos
profundamente humanos que eran novedosos para aquella época, actos que contribuyeron a crear una identidad social: los
“humildes”, los “descamisados”, quienes eran sus protegidos y ella, “la abanderada de los humildes”.
Los afiches como el de la imagen funcionaban como mecanismo de propaganda para promocionar los logros del Estado
peronista. Si miramos con atención, sólo son niños sonriendo, jugando en una fuente. Pero cuán innovador habrá sido para
aquellos días ver una ilustración de niños sonriendo, cuando por tantos años se ignoró a tantas personas impidiéndoles una
sonrisa, un tiempo de recreo, un reconocimiento de sus derechos. Esos niños representaban la reedición, si se quiere, de
aquel suceso del 17 de octubre, en el que obreros mojaron los pies en la
fuente de Plaza de Mayo, haciendo propio el espacio público y recreativo
por años negado.
La obra de Eva Perón no se limitó la creación de una Fundación, sino que ya
un año antes, en 1947 había logrado sancionar la ley del sufragio
femenino. Dos años después, la Reforma de la Constitución realizada en
1949, acabó con la última salva guarda del autoritarismo y estableció la
posibilidad de reelección presidencial. En 1951, las elecciones del mes de
noviembre fueron diferentes: contaban con la existencia de la fórmula
presidente- vicepresidente  Juan Domingo Perón y Juan Hortensio
Quijano obtuvieron alrededor de las dos terceras partes de los sufragios,
entre los cuales estaban los de las mujeres que por primera vez votaron.
No obstante, Perón había enfrentado en agosto de aquel año el primer
intento de Golpe de Estado en su contra. Fue un intento improvisado por
parte de Benjamín Menéndez, y fracasó. Sin embargo, a raíz de este suceso la política de Perón llevó a restringir la
participación de opositores en la política. En noviembre había triunfado y a partir de allí, este segundo mandato
comienza a ser distinto. Claramente, la muerte de Eva Perón en 1952 a causa del cáncer, denotó una debilidad en el
partido, y en la propia persona de Perón como gobernante. En el año 1954, se crea un partido de Democracia Católica.
La relación que Perón tenía con la Iglesia- en un principio, benevolente- tuvo un giro  Perón modificó los estatutos
de padres y familias, promulgando la patria potestad, la libertad de culto y la ley del divorcio vincular, que termino
por diezmar la relación con los eclesiásticos. Por otro lado, el presidente suprimió la ley de enseñanza religiosa en las
escuelas y en mayo de ese año la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) organizó marchas en apoyo a Perón y su
secularización. Este fue uno de los últimos símbolos de participación política del movimiento peronista.

En el año 1955, se reactiva el germen del golpe sembrado en 1951, aunque ya maduro . El 16 de junio de 1955 aviones
militares bombardearon Plaza de Mayo. Si bien este atentado fracasó con el intento de quitar a Perón del panorama,
no fracasó con el objetivo de la matanza: dejó un levado saldo de civiles muertos y heridos. En consecuencia, se
desmanteló la Marina. El 16 de septiembre en Córdoba estalló una sublevación militar encabezada por el Eduardo
Lonardi, que junto a Aramburu y Rojas encabezarían la autodenominada “Revolución Libertadora”. Pidieron la
renuncia de Perón. Éste le ordena al jefe del Ejército que proclame su renuncia y el 26 de septiembre, Juan Domingo
Perón inicia su exilio. Con esto finaliza la primera mitad del siglo XX, signada a sangre y fuego por las fuerzas políticas y
sus actores sociales, teniendo como protagonista al movimiento obrero, sus victorias y sus derrotas.

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