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TRABAJO PRÁCTICO: “DIOS Y EL

HOMBRE”

PROFESOR: Santiago Méndez

ALUMNA: Rocío Zubieta Chambi

AÑO: 5º “B”
¿Dios ha muerto?

Dios es omnipotente y perfecto: es eterno, con amor infinito. El hombre


mítico o primitivo, vivía en un cosmos sagrado y en él, Dios, se encontraba en
todos lados (omnipresencia); mientras que para el hombre racional, Dios, se
encuentra en una parroquia o templo, dependiendo de la religión en que se
crea. Esto es como profanar el cosmos, dictando donde se puede encontrar
Dios y donde no. ¿Pero atribuirle una “casa” o lugar donde su presencia sea
más alta y cercana a nosotros, no es quitarle su característica de
omnipresencia? Las religiones imponen esta y otras normas, como la
condición de amarlo: rezando, y cómo no amarlo: pecando. También, tienen
una persona que enseña su vida y por la que Dios intercede para comunicarse
con nosotros. O sea, un sacerdote, por ejemplo, en la religión católica
apostólica romana. De esta forma, podemos estar más cerca de Dios. Es que
Dios, según el dualismo de Platón, filósofo griego, pertenece al mundo de las
ideas o inteligible, donde se encuentra lo que no está al alcance de los
humanos más que en la mente o pensamiento, como la eternidad o el amor
platónico. Nosotros, los humanos, pertenecemos al mundo material o sensible:
mundo mortal imperfecto, opuesto al mundo de las ideas. Esta creencia de que
nos podemos comunicar con Dios, que nos escucha, que nos ayuda, protege y
ama, son características antropomórficas que lo asemejan al hombre. ¿Pero
por qué se tendría que parecer a nosotros? Para explicar esto recurro a
ejemplos de la religión católica apostólica romana. En ella, Jesús es el hijo de
Dios y por tanto, un salvador milagroso que nos perdonó y salvó de nuestros
pecados. Dios se puso a “nuestro nivel”. Esto nos dice que una persona que
podría ser un yo (de carne y hueso), fue intermediaria directa de Dios y actuó
como él hubiese querido. Tanto, que realizó milagros y se sacrificó. El
sacrificio lo hace más cercano a nosotros todavía, porque sólo lo pueden hacer
los mortales. La vida del hijo de Dios y su legado están en La Biblia, donde
también figuran los mandamientos y el apocalipsis. De esta forma, se nos
muestra que es posible actuar como Dios quisiera, como Jesús lo hizo.

Ateísmo

“La religión es el opio de los pueblos”, esta es una frase de Marx y lo que
quiere decir es que la religión es como un alucinógeno que controla a las
personas y estas no muestran resistencia o, mejor dicho, no dudan de que esto
sea la verdad. Es que, en este caso, el pueblo, cree mediante la fe, que es lo
opuesto al conocimiento y a la razón. Dios se muestra como una figura
protectora y positiva, y frente a los problemas propios del hombre con su
mundo y su circunstancia, está la necesidad de creer en alguien supremo con
la capacidad de acompañarnos y dejar de vivir en un mundo de solitarios. Pero
en contraposición a esta idea, ¿por qué un Dios? Desde niños se nos inculcó la
creencia en un Dios creyendo en que esto nos aliviaría la vida, pero el origen
de su creencia se dio en otras circunstancias. Actualmente, quizás la medicina
puede sanar y “hacer milagros”, como si le estuviera quitando una función a
Dios. El hombre se va acercando cada vez más a la duda y rompe con lo
aprendido. Si hay un Dios, entonces no tendrían que haber milagros, y si los
milagros no existen entonces Jesús no era el enviado por Dios y si no hubo
enviado por Dios en quién creemos. Si hay un Dios no veo por qué tenga que
ser todo amor ni porqué lo tengamos que entender. Es por esto que Dios es
una idealización nuestra, creada por el hombre que se transmitió a través de la
religión, que también tiene un carácter amenazante: el infierno y esto forzaba
a la gente en creer fuertemente en él y creer en lo superior. ¿Y si nosotros
somos lo superior, por más loco que suene? No nos conformamos con nuestra
existencia y buscamos la de alguien “mejor”, además de querer saber todas las
respuestas. Y, en algunos casos, es una barrera que limita al hombre.

Extracto de “La Gaya Ciencia” de Friedrich Nietzsche: “¿No habéis oído


hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a
correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”?
Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad.
(…). El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la mirada:
“¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. (…) ¡Dios ha muerto
y nosotros somos quienes lo hemos matado! (…) ¿No es excesiva para
nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en
dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto
más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una
historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia. Aquí calló el loco y
miró de nuevo a sus oyentes (…). Por último, arrojó al suelo la linterna, que se
apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado demasiado pronto, dijo. No es
aún mi hora. (…). Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es
necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya
han sido realizadas, para ser vistas y oídas. Este acto está más lejos de los
hombres que el acto más distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado.”

Nietzsche, afirma que los hombres van a dejar de creer en Dios.

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