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HISTORIA

DE LA

COMPAÑIA DE JESUS
EN LA

AN TIGUA PRO VIN CIA DE QUITO


J O S E JO U AN EN S . I.

HISTORIA
DE LA

C0MPA8IA DE JESUS
EN LA

ANTIGUA PROVINCIA DE QUITO


1 5 7 0 -1 7 7 3

TO M O II

IfA PROVINCIA DE QUITO

1696— 1773

Q U IT O
E D IT O R IA L E C U A T O R IA N A
P L A Z A D E S A N F R A N C I S C O . 41
1943
NIHIL OBSTAT
IOSEPH LE GOUHIR S . I.

IMPRIMI POTEST
BENIGNUS CH1RIBOGA S . I.
Praep. V icepr. A equat.

PUEDE IMPRIMIRSE
Quito, a 5 de Julio de 1939.
VICTOR M. CA RRILLO MOSCOSO
V icario General.

ES P R O P IE D A D
INDICE GENERAL

LIBRO PRIMERO

La Provincia de Quito hasta 1738

C A P IT U L O I. Estado de la Provincia a raíz de la división. . . . 5-17


1. Nombramiento del P . Pedro Calderón, 5.—2. R eal Cédula
contra los expulsos de la Compañía, 8 .—3 . Dificultades en el Semina­
rio de San Luis, 11.—4. El P . Francisco Daza es nombrado Provin­
cial; visita de la Provincia; disciplina religiosa; disposiciones varias del
P . General, 13.

C A P IT U L O II. Los colegios de Riobamba, Pasto y Guayaquil. . 18-30


1. Precauciones en la admisión de nuevos colegios, 18.—2. Los
colegios de Riobamba y Pasto; 19 .—3 Principios del colegio de Gua­
yaquil, 21

C A P IT U L O III. La Universidad de San Gregorio y el Semina­


rio de San Luis................... ............................. 31-36
1. Se fundan las cátedras de Cánones y Leyes en nuestra Univer­
sidad; su dotación, 3 1 .—2. Se limitan los excesos en las conclusio­
nes, 3 3 .—3- La cuestión de los grados académicos para los de la Com­
pañía, 3 5 .—4. El Seminario de San Luis; jurisdicción del Rector, 35.

C A P IT U L O IV . Los tnisioneros de Provincias extranjeras. . . . 37-45


1. El Consejo de Indias y los misioneros extranjeros, 3 7 .—2. P a­
recer del Fiscal y del Consejo; regreso de ocho misioneros a su A sis­
tencia, 3 8 .—3. Memorial del P . Juan Martínez de Ripalda, 4 0 .—
4 . R eal Cédula de 27 de Junio de 1703, 42.

C A P IT U L O V . La Congregación Provincial de 1705............. 46-59


1. Principios del gobierno del P . Juan de Tobar, 4 6 .—2. La
Congregación Provincial; sus postulados; respuestas del P . General;
los Procuradores a Roma, 4 9 .—3. El P . Luis Andrade, Provincial;
el fomento de las Misiones, 53.—4 . Varias disposiciones del P . Ge­
neral, 57.
— j6 6 —

C A P IT U L O V I. E l P. Visitador Francisco Siet ra................. 60-80


1. El gobierno del P . Viceprovincial Luis Sebastián Abad de
Cepeda, 6 0 .—2. Visita el P . Sierra la Provincia a satisfacción del
P , General; estado de la Provincia, 6 3 .—3. El pasquín contra el
P . Francisco Sierra; sus presuntos autores, 6 5 .—4 . Él P . Jacinto Mo-
rán de Butrón se sincera ante el P . General y los Superiores de la
Provincia, 6 7 .—5. Declaración de D. José Beltrán de Caicedo; noble
actitud del P . Sierra. 7 0 .—6 . Carta del P . General reprendiendo cier­
tas faltas de observancia y los excesos del espíritu nacional, 7 2 .—7.
Congregaciones Provinciales de 1712 y 1719; estado económico de los
colegios, 75.

C A P IT U L O VII. Visita del P. Ignacio de Meaurio................. 81-91


1. Nombramiento del P . Meaurio; el asunto del donativo de
D. Rafael Sánchez Pabón, 8 1 .—2. Visita de la Provincia; importante
carta del P . General sobre la falta de caridad en el gobierno y sobre
otros defectos, 8 5 .—3. Visita de las Misiones del Marañón; regresa el
P . Visitador a su Provincia, 89.

C A P IT U L O VIII. Gobierno del P. Juan Bautista Mágica........ 92-100


1. Actuaciones del P . Mágica en Europa; es nombrado Provin­
cial a su regreso, 9 2 .—2 . Las Anuas de la Provincia, 9 6 ,—3. Dona­
ción de D. Antonio de Vera y Pizarro, 99.

C A P IT U L O IX . E l motín del Seminario de San Luis............. 101-116


1. Antecedentes del motín, 101.—2. El alzamiento y desmanes de
los seminaristas, 104.—3. Intervención del P . Provincial; el P . Cam­
pos en M adrid, I I I . —4 . Disposiciones del P . General sobre el Se­
minario, 112.—5. El Seminario de San Luis y la Universidad de San
Gregorio, 114.

C A P IT U L O X . Gobierno de los PP. Ignacio de Hormaegui y


Pedro de Campos................................................. 1*4 117-137
1, Principios del gobierno de1 P . Hormaegui, 117.—2 Los obra­
jes de San Ildefonso y de Chillo. 119.—3. Inquietudes y pesadumbres
en la Provincia, 126.—4. La Congregación Provincial de 1729; los
nuevos Superiores, 128. —5. Fundación de los colegios de Loja y de
Buga, 131,—6. Estado de la Provincia; el caso del P . Deubler, 136.

C A P IT U L O X I. La visita del P. Andrés de Zárate................. 138-164


1. Llegada a Quito del P . Andrés de Zárate; castigo del P . P e­
dro de Campos y de sus consultores, 138,—2. Juicio sobre la senten­
cia dada contra estos Padres, 142.—3. Intromisión del Cabildo secular
de Quito y del pueblo en los asuntos internos de la Compañía, 148.—
4. La Congregación Provincial de 1735 y el asunto del viaje de los
Procuradores, 152.—5. Algunas disposiciones particulares sobre la
disciplina religiosa y los ministerios; la hacienda de Cotocollao, 154.
— 767 -

—6. V isita de las Misiones del Marañón, 157.—7. El P . Astráin y


la Provincia de Quito; juicio de este historiador sobre el P . Juan de
Velasco, 158.

LIBRO SEGUNDO

Florecimiento de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Restablecimiento de la tranquilidad en la Pro-


vinàa.......................................... ......................... 165-173
1. El P . Provincial Baltasar de Moneada, 165.—2. Enmienda
de algunos yerros cometidos por el P . Andrés de Zárate; juicio de la
actuación de este Visitador, 166.—3. Algunas prescripciones del
P . Retz sobre la disciplina religiosa, 170.—4. El P . Moneada y los
ministerios apostólicos en la Provincia, 172.

C A P IT U L O II. E l colegio de Panamá........................................ 174-183


1. Principios del colegio de Panamá; la primera clase de gramá­
tica, 174.—2. Los ministerios espirituales; florecimiento y destrucción
de la Misión entre los indios Guaimíes, 176.—3. Pobreza del cole­
gio; el saqueo de 1671, 178,—4 . El colegio hasta 1741, 180,—5.
Construcción de la nueva casa e iglesia, 162.

C A P IT U L O III. Principios del Reinado del Sagrado Corazón en


la antigua Provincia de Quito.......................... 184-193
1. El P . José M aría Maugeri y su libro sobre la devoción a los
Sagrados Corazones de Jesús y de M aría, 184.—2. El P . Ignacio
Cayroni y la Congregación del Sagrado Corazón en Panamá, 187.—
3. La devoción al Corazón de Jesús en la antigua Provincia de Qui­
to, 193.

C A P IT U L O IV. Instrucciones del P . Retz sobre la administra-


ción de bienes temporales y sobre las Misiones.. 194-209
1. Disposiciones del P . Retz sobre las haciendas, 194.—2. La
hacienda de San Ildefonso es aplicada a las Misiones y nuevamente al
colegio-seminario de San Luis, 196.—3. Circular del P . Retz sobre
colegios y Misiones, 2 0 0 .—4. Fundación del colegio de Buga, 207.

C A P IT U L O V . Gobierno del P. Carlos Brentan ....................... 210-222


1. La Congregación Provincial de 1741; circular en nombre de
la Congregación; el P . Moneada vuelve a Lima, 210.—2. Regreso
del P . Maugeri; la primera imprenta en Quito, 2 1 3 .—3. El cole­
gio de Popayán y la Academia de San José, 215.—4. Visita de la
Provincia por el P , Brentan, 2 1 7 .—5 . Gobierno de la Provincia, 220.
— 768 —

C A P IT U L O V I. La Congregación Provincial de 1747 .................... 223-232

I . Es convocada la Congregación; llega a Quito el P . Guillermo


Grebmer; su instrucción a los Procuradores, 223.—2. V iaje de éstos a
Madrid por el Amazonas y Lisboa, 2 2 5 .—3. Gobierno del P . An­
gel María Manca, 228.

C A P IT U L O VII. Cátedras de Filosofía y Teología en el colegio


Panamá ............................................................. .............. 233-242

1. D. Francisco Javier Luna Victoria, funda cátedras de Filoso­


fía y Teología en Panamá, 2 3 3 .—2. Dificultades en proveerlas; el
P . Grebmer quiere rescindir el contrato; informe y proposiciones del
P . Maroni; licencia para dar grados en Panamá, 235.—3. Los Padres
Generales mandan conservar estas cátedras, 239.

C A P IT U L O VIII. E l colegio de Panamá y las Misiones del


Dariin ............................................................................ 243-251

1. Principios de las nuevas Misiones del Darién, 2 4 3 .—2. El


P . Esteban Ferriol restaura las Misiones entre los indios Guaimíes,-
trabajos ulteriores de los Padres Aspergalo y Portolani, 246.—3 . Infor­
mes de los Padres Walburger y Maroni sobre las Misiones del Da­
rién, 248.
C A PIT U L O IX . Los Procuradores nombrados por las Congre­
gaciones Provinciales................................................... 252-260

1. Oficio de los Procuradores, 2 5 2 ,—2. Las costumbres de la


Provincia de Quito en este particular, 2 5 3 . - 3 . Preceptos de los Pa­
dres Visconti y Centurione, 255.—4 . Los P P . Brentan y de la Torre;
muerte del P . Brentan, 259.

C A P IT U L O X . E l pleito de los diezmos................................................. 261-266

I. El pleito de los diezmos, 2 6 1 .—2. Su fallo en contra de las


Religiones en 1657, 2 6 3 .—3. Se concede a la Compañía el uno de
treinta, 263.—4 . Carlos III revoca esta concesión, 2é6.

C A P IT U L O X I. Los estudios en el colegio de Quito......................... 267-275

1. Cátedras de Cánones y Leyes; los maestros seglares y religio­


sos, 267.—2. Informe del Fiscal del Consejo; los Jesuítas catedráti­
cos de Cánones, 268— 3. Constituciones de la Universidad, 2 7 0 .—
4 . Los ejercicios literarios; la Teología en el Seminario; la clase de
gramática; las diversiones de los colegiales, 272.

C A P IT U L O X II. Las últimas fundaciones............................................ 276-289

1. El P . General admite la Residencia de Ambato, 2 7 6 ,—2.


Proyectos de fundación en Piura y en Otavalo; 2 8 0 .—3. Donación al
colegio de Loja; ministerios en el colegio de Guayaquil, 2 8 2 .—4. Es­
tado económico de los colegios en 1752, 288.
— 76 9 —

C A P IT U L O XIII. E l terremoto de Latäcunga.................................... 290-295

1. La catástrofe; circular del P . Provincial; traslado délos No­


vicios y Estudiantes, 2 9 0 .—2. El noviciado en Quito, 292.

C A P IT U L O X IV . L o s m i n i s t e r i o s e s p i r i t u a l e s ................................ .. 296-311

1. Los ministerios ordinarios, 296.—2. Las Congregaciones M a­


rianas; la Escuela de Cristo; la Congregación de la Buena Muerte,
2 9 8 .—3. Los Ejercicios Espirituales en la Provincia; la casa de Ejer­
cicios de Quito, 300.—4 . Las Misiones populares, 309.

C A P IT U L O X V . Ultimos años de la Provincia de Quito. . . . 312-329

1. La Congregación Provincial de 1756; el P . Herce es nom­


brado Provincial, 312.—2. Nombramiento del P . Baca; disposiciones
del P . R icci, 314.—3. Estado de la Provincia, 318.—4 . La gue­
rra de Quito, 320.

C A P IT U L O X V I. La última Congregación Provincial............... 330-344

1. La Congregación Provincial de 1765; viaje de los Procuradores


a España; nombramiento de nuevos Superiores, 330.—2. Temores
y preludios de general persecución, 333.—3. V iaje de los Procurado­
res a Roma; su arresto en Figueras, 336.

C A P IT U L O X V II. Las riquezas de los Jesuítas en la antigua


Provincia de Quito........................................ 345-385
1. Consideraciones generales, 345.—2. Las haciendas de la Com­
pañía, 346.—3. Verdadero estado económico de la Provincia en el
siglo X VIII, 3 5 0 .—El limo. Sr. González Suárez y las riquezas de
los Jesuitas, 363.

LIBRO TER CER O

Las Misiones de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Estado de las Misiones después del intento de


conquista de los Jibaros...................................... 386-396
1. Desastrosas consecuencias de las expediciones organizadas por
el P . V iva contra los Jíbaros, 386.—2 . Expedición desgraciada contra
los Cunivos, 3 8 8 .—3. Trabajos apostólicos de los Padres Gaspar V i­
dal, Francisco Feijóo y Nicolás Durango, 390.—4. Gestiones en favor
de los indios, 392.—5. Ligero conflicto con los Padres Dominicos, 395.

C A P IT U L O II. Las reducciones de los Omaguas y las invasiones


de los portugueses .......................................... 397-411
1. Estado de las reducciones de los Omaguas a principios del si­
glo XVIII, 397.— 2 , Disturbios y alzamientos provocados por el caci-
— 770 -

que Payoreva, 3 9 9 .—3. EI P . Fritz Superior de las Misiones, 401.


—4. Las invasiones de los portugueses, 402.—5. La expedición de
Ituribe contra los invasores; prisión del P . Sanna; los restos de las re­
ducciones de los Omagnas y Yurimaguas se establecen en el Alto Ma-
rañón, 403.—6 . Ultimos años del P . Fritz; su santa muerte; elogio de
P . Juan Lorenzo Lucero, 410.

C A P IT U L O III. Vicisitudes y progresos de las Misiones......... 412-427


1. Muerte del P . Nicolás Durango; destrucción del pueblo de
San Javier de Gayes; su restauración por el P . Wenceslao Breyer,
411.—2. Primeras tentativas para la evangelización d élo s Yameos;
trabajo de los P P . Pablo Maroni y Carlos Brentan, 4 1 6 .—3. Otras
reducciones, 4 2 4 .—4. Informe sobre el estado de las Misiones en la
primera mitad del siglo XVI11, 425.

C A P IT U L O I V .. Calumnias contra los misioneros................... 428-441


1. Acusaciones contra los misioneros; visita e Informe del P . Jo­
sé Gutiérrez; visita del P . José Vorés, 4 2 8 .—2. Informe del P . Su­
perior Juan Bautista Julián, 434.

C A P IT U L O V . La parroquia de Archidona y las reducciones


del río Ñapo..................................................... 442-449
1. Permuta de la parroquia de Colorados con la de Archidona;
dificultades que que tropiezan los misioneros, 4 4 2 .—2. Reducciones
de los Payaguas, icahuates y Pebas, 445.

C A P IT U L O V I. Visita de las • Misiones por el P. Andrés de


Zárate................................................................ 450-458
I . Visita de la reducciones del Ñapo y del Bajo Marañón, 450.
—2. Expedición al país de los Iquitos, 452.—3. Visita de las demás
reducciones, 4 5 3 .—4. Incidente con los portugueses, 4 5 5 .—5. R e­
sultados de la visita del P . Zárate, 456.—6. Misioneros insignes de
este tiempo, 457.

C A P IT U L O V II. La reducciones de la región del Ñapo.......... 459-467


1. Fundaciones de pueblos en las cuencas del Ñapo y del Agua-
rico, 459.—2. Reducción de los Payaguas, 4 6 1 .—3. Reducciones de
los indios llamados Encabellados, 4 6 3 .—4. Visita del Gobernador
D. Juan Antonio Toledo a las Misiones del Ñapo y del Aguarico, 465.

C A P IT U L O VIII. Primeros ministerios entre los Iquitos........... 468-472


1. D. José Bahamonde y sus tentativas de entradas a los indios
Iquitos, 4 6 8 .—2. El P . Iriarte consigue reducir a los Iquitos Maraca-
nos, 471.—3. Fundación de San Javier de Maracanos, 471.
— 771 —

C A P IT U L O IX . Trabajos y tribulaciones de los misioneros en los


años de 1743 a 1750 ................................................... 473-480

1. Muerte gloriosa del P , Francisco del Real y pérdida de una


parte de las reducciones del Ñapo y del Aguarico, 4 7 3 .—2. El P . Mar­
tín Iriarte, restaura los pueblos destruidos, 474.—3. Graves impruden­
cias del H . Salvador Sánchez, 4 7 6 .—4. Dificultades en la conversión
de los Payaguas; incendio de La Laguna, 477.—5. Acusaciones ca­
lumniosas contra los misioneros, 479.

C A P IT U L O X . Visita de las Misiones por el Dr. Diego Rio-


de Peralta ......................................................................... 481-484

1, Es nombrado el Dr. Diego Riofrío para visitar las Misiones;


su informe al rey, 481.—2. Medidas propuestas por el Visitador para
el adelanto de las Misiones; estadística de los pueblos, 483.

C A P IT U L O X I. Primeros trabajos del P. Manuel Uriate.......... 485-493

1. Los Padres Manuel Uriarte e Isidro Losa en los pueblos del


Ñapo y del Aguarico.—2. Atentado conrra el P . Uriarte, 4 8 8 .—
3. Grave enfermedad del P . Uriarte y su traslado al Marañón, 492.

C A P IT U L O X II. Muerte de los Padres Josi Sánchez Casado y


Francisco Bazterrica................................................. 494-498

1. El P . Martín Iriarte visita las Misiones,, 4 9 4 .—2. Ministerios


apostólicos y martirio del P . Sánchez Casado, 495.—3. Muerte del
P . Bazterrica, 498.

C A P IT U L O XIII. Trabajos apostólicos del P. Uriarte entre los


Iquitos .............................................................................. 499-509

1. V a el P . Uriarte a San Pablo de Napeanos; estado del pue­


blo, 499.—2. El pueblo de Sagrado Corazón de Maracanos, 500.—
3. Los pueblos de Iquitos hasta la expulsión, 505.

C A P IT U L O X IV . La vida en las reducciones del Marañón. . . . 510-525

1. Descripción del pueblo de San Joaquín de Omaguas; oficiales


de gobierno, 510.—2. Abastecimiento del pueblo, 516.—3. El culto
divino y la santificación de las fiestas; la procesión de Corpus y del Sa­
grado Corazón, 519.—4. Celebración de la Semana Santa, 521.

C A P IT U L O X V . Ultimos trabajos apostólicos de los misioneros


del Marañón.................................................................... 526-555

1. División del gobierno de las Misiones; estadística del P . Esquini,


5 2 6 .—2. Epidemia de viruelas, 5 2 7 . - 3 . Intentos del P. W eigel para
restablecer la Misión del Ucayale, 528,—4, Fundación de la reduc­
ción de los Muratas, principio de la conversión de los Jíbaros, 531.—
5 . Estado de las Misiones en 1768, 535.—6. Juicio general sobre
— 773 -

las Misiones dei Marañón; el limo. Sr. González Suárez y la obra mi­
sionera de la Compañía, 538.

LIBRO C U A R T O

Destrucción de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Estado de los Colegios y casas al publicarse la


Pragmática Sanción............................................. 556-576
1. Personal y ministerios apostólicos en las tres casas de Qui­
to, 556.—2. Personal y ministerios apostólicos en los colegios de La-
tacunga, Riobamba, Cuenca, Loja, Ibarra y en la residencia de Am-
bato, 564.—3. Personal y ministerios en los demás colegios de la
Provincia, 573.

C A P IT U L O II. Ejecución del decreto de extrañamiento en la


Provincia de Q uito................... ....................... 577-600
1. El V irrey de Santafé remite al Presidente Diguja la Pragmá­
tica Sanción, 577.—2. Arresto de los Religiosos del Colegio Máximo
y de las otras dos casas de Quito, 579.—3. El arresto en el resto
de la Provincia, 589.

C A P IT U L O III. La expulsión de los Misioneros del Marañón. .. 601-612


1. Llega al Marañón la noticia del arresto, 6 0 1 .—2. Los sacer­
dotes seculares se hacen cargo de las Misiones, 602. —3. Partida de
nuestros misioneros y su viaje a la frontera portuguesa, 609.—4 . El
éxodo de los misioneros del Ñapo y de Lamas, 611.

C A P IT U L O IV . Viaje de los Jesuítas de la Provincia de Quito


a Europa......................................................... 613-637
1. Las diversas expediciones de desterrados; muerte del P . Pro­
vincial, 6 1 3 .—2. V iaje de los misioneros del Marañón, 6 2 5 .—3. Los
enfermos, 635.
C A P IT U L O V . Consecuencias de la expulsión de los Jesuítas de
la Provincia de Quito......................................... 638-648
1. Carta de Diguja a Carlos III, 638.—2. Despojos de las obras
pías; daños causados a la instrucción pública, 6 4 1 .—3. Daños causa­
dos al culto divino, 645.

C A P IT U L O V I. La Provincia de Quito en España y en Italia 649-676


1. La detención de los desterrados en España; los novicios; los
disidentes, 649.—2. El viaje a Córcega y a Italia, 6 5 4 .—3. La Pro­
vincia de Quito en Italia, 660.—4. La supresión de la Compañía por
Clemente X IV , 663.—5. Los Jesuítas quitenses en la época de la
supresión y su actividad literaria; el P . Juan de Velasco, 6 6 6 .—
6. Esperanzas del restablecimiento de la Compañía, 674.
773 -

APENDICES
APENDICE A . Usos y costumbres de la Provincia de Quito.......... 679
,, B. Expediente sobre los presuntos tesoros ocultos en
los subterráneos del Colegio de la Compañía de
Jesüs en Quito....................................................................... 716
,, C . Provinciales de la Provincia de Quito....................... 721
,, D. Superiores y Visitadores de las Misiones del M a-
rañón........................................................................................ 722
E. Catalogus generalis Provinciae Quitensis ab anno
1696.......................................................................................... 723

INDICES
Indice an alítico ........................., .................................................................... 751
Indice generai................................................ 765
LIBRO PRIMERO
La Provincia de Quito h asta 1738
CA PITU LO PRIM ERO

E ST A D O D E LA P R O V IN C IA A R A IZ DE LA D IV ISIO N

SUMARIO: 1 . Nombramiento del P . Pedro Calderón.— 2 . R eal Cédula contra los


expulsos de la Compañía.—3. Dificultades en el Seminario de San
L uis.—4 . El P . Francisco Daza es nombrado Provincial; visita la
Provincia; disciplina religiosa; disposiciones varias del P . General.

V ELASCO , Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compartia de Jesós en el
mismo Reino. 1 6 9 7 -1 7 0 4 .—A STRAIN , Historia de la Compañía de Jesós en la Asistencia de España, V II,
1. 2 . c . 6 . —ARCH IVO S . J .

i . — Junto con el decreto de división de la Provincia del Nuevo Rei­


no de Granada y Quito el P. Visitador Diego Francisco Altamirano
promulgó el nombramiento de los nuevos Provinciales designados
por el P. General.
Antes de salir de Santafé había instalado al P. Juan Martínez
Rubio, como Provincial del Nuevo Reino, y en Quito hizo lo mismo
con el P, Pedro Calderón.
Nuestros lectores recordarán cómo el P. Altamirano, después
de haberse servido de este Padre como de Socio al principio de su
visita, le envió luego a Roma para exponer de palabra al P. General
Tirso González en qué punto se hallaba el negocio de la división de
la Provincia. Los informes del P. Calderón fueron parte decisiva
para que el P. General viniera en decretar la formación de una nue­
va Provincia con los territorios pertenecientes a la Real Audiencia
de Quito.
Al comunicar esta determinación al P. Altamirano, su Paterni­
dad incluía en el despacho una carta para el P. Calderón, en la que
se le notiñcaba su nombramiento de Provincial de la nueva Provin­
cia de Quito y juntamente se le daban algunas instrucciones relati­
vas a su futuro gobierno. Decía así este documento:
«Esa Provincia de Quito, sin discurrir ahora las causas, en lo
que es notorio por los efectos, necesita de muy especial valor y cons­
tancia, celo y vigilancia en su Superior, y así encargo con mucha
especialidad que la tenga para que se conserve la Provincia en la
observancia propia de Provincia de la Compañía. Las órdenes que
— 6 —

el P. Visitador en todas partes ha puesto son tan ajustadas, que no


tengo más que encargar a V. R. que el que cele su puntual observan­
cia. Uno de los principalísimos fines de esta división de Provincias,
ha sido el facilitar a los Provinciales la frecuencia de las visitas, que
tan necesaria es para que florezca nuestra observancia y el vigor de
nuestros ministerios, y así se la encargo a V. R., y también el se­
lecto en los recibos, cuando consta ser tantos, los que con especiali­
dad en esa parte se desgracian, y obligan las experiencias a especial
tiento y cuidado. Deseo a V. R, muy feliz gobierno para gran bien
de la Provincia y gloria de Nuestro Señor. La autoridad y superioridad
del P. Visitador sobre ambas Provincias, ha de durar hasta que salga
del término de ambas Provincias, que será cuando a su prudencia
le pareciese, según se lo aviso. Dios guarde a V. R. muchos años,
como deseo», (i)
A estas recomendaciones del P. General el P. Altamirano aña­
dió por su parte algunos avisos con el intento de asentar el fruto de
su larga visita. Gracias a Dios puede decirse que, al terminarse ésta,
quedaba remediada por completo la grave crisis que había atravesa­
do el colegio de Quito, a causa de los desaciertos e ineptitud para el
gobierno del P. Juan de Santiago. Al iniciarse su vida independien­
te, reinaba en la Provincia de Quito la observancia y el fervor reli­
gioso de los mejores tiempos.
El nuevo Provincial tuvo el buen acuerdo de atenerse fielmente
a los consejos del prudente Visitador, con lo cual los efectos saluda­
bles de la visita se fueron consolidando con grande consuelo de
todos.
El primer cuidado del P. Calderón fué el de hacer la visita de
su dilatada Provincia, que comprendía los territorios de la Real Au­
diencia de Quito y de la de Panamá, es decir además de las actuales
Repúblicas del Ecuador y de Panamá, toda la parte de Colombia
comprendida entre el ramal más occidental de la cordillera de los
Andes y el Océano Pacífico. Recorrió todos los domicilios, menos el
colegio de Panamá, situado en el extremo Norte de la Provincia, al
que no pudo llegar a pesar de sus buenos deseos.
La principal dificultad con que tropezó el P. Calderón al princi­
pio de su gobierno fué el estado económico bastante precario de todas
las casas, exceptuando el colegio de Quito que gozaba de algún mayor
desahogo. Agravábase la situación por el pago de la deuda que la
Provincia de Quito había contraído con la del Nuevo Reino de Gra­
nada al tiempo de la división. Para que ésta se pudiese efectuar, la
parte de Quito se había comprometido, como vimos, a entregar a la
Provincia del Nuevo Reino la fuerte cantidad de 50.000 pesos. En
Mayo de 1696, antes de la división se habían pagado 30.000 con la
ayuda del colegio de Quito. Pero quedaban todavía 20.000 por pa­
gar. Poseía la Provincia las haciendas de la Concepción y de Santa

(1) Las cartas de los Padres Generales venían de Roma escritas en lengua castellana, no sólo
las del P . Tirso, sino también las de los demás. Esto explica algunas de las incorrecciones que
en ellas se notan.
- 7 —

Lucía en el río Mira y además la de Cuzubamba. Pero eran tantos


los censos que pesaban sobre estas haciendas que la renta líquida
era escasísima, por lo que no se pudo cumplir con lo pactado de
amortizar la deuda mediante anuálidades de 2.000 pesos. Una vez
más el colegio de Quito hubo de venir en ayuda de la Provincia, y
así la deuda pudo pagarse en el espacio de ocho años.
El gobierno del P. Calderón íué de franca prosperidad para toda
la Provincia, pero de un modo particular para el colegio de Quito.
En lo material el grandioso templo de la Compañía estaba termina*
do así como la sacristía. Faltaba tan sólo adornar el presbiterio y
fabricar el retablo del altar. Del colegio estaba edificada la parte
que corresponde a la actual Universidad Central, quedando la que­
brada cubierta por una bóveda. En este edificio funcionaba la Uni­
versidad de San Gregorio. Quedaba todavía por edificar el ángulo
Noroeste, que es el qne ocupa hoy nuestro colegio. A pesar de su
gran capacidad la casa apenas era suficiente para el centenar de
sujetos que habitualmente vivían en ella.
La disciplina religiosa estaba floreciente, como gustoso lo reco­
nocía el P. Tirso González en carta de 6 de Febrero de 1699, a los
tres años más o menos de la división. «De mucho consuelo me es,
dice, que el colegio se halle en tan buena observancia y en santa
unión y paz y tanta estimación de los de afuera, por la grande apli­
cación con que se ejercitan los ministerios».
Con el intento de conservar este buen espíritu no sólo en el
colegio de Quito, sino también en toda la Provincia, el P. Calderón
dirigió una carta a todas las casas, sobre el celo de la propia perfec­
ción y el fervor en los ministerios con los prójimos.
Al recibir una copia de esta circular, contestó el P. General, a
7 de Febrero de 1699, aprobando todos los puntos que en ella se
trataba y recalcando algunos con particular empeño. «No puedo
dejar de recomendar, decía, algunas cosas con especialidad. Lo pri­
mero la : puntualidad que todos deben tener en hacer los Ejercicios
de nuestro Padre San Ignacio, sin que se permita que alguno los
deje, ni se pase el año sin hacerlos, y para eso conducirá que se ha­
gan en Comunidad y con la forma y división de tiempo que obser­
va la Comunidad.. . Y para ese tiempo se llamen de las haciendas
a los colegios a los Hermanos que cuidan de ellas, porque siendo
los más necesitados de ese medio espiritual, sería muy reprensible
en los Superiores cualquier descuido, y el que cedan a cualquir di­
ficultad que ocurra para no dejar las haciendas solas». Tornaba,
luego, a recomendar lo que ya se había ordenado varias veces, es a
saber, que se hiciese bien la tercera probación, quitando todos los
estorbos que podían impedir el sacar de ella el fruto apetecido.
Como la experiencia lo había mostrado, uno de los principales impe­
dimentos era el dilatar esta última probación. «Por ocupar a los
jóvenes sacerdotes primero y aun por mucho tiempo en los minis­
terios, y después llamarlos de los colegios a la tercera Probación
van de mala gana y no sacan el provecho que debieran sacar».
En el mismo correo, pero con fecha 21 de Febrero de 1699,
— 8 —

venía una circular, que se enviaba a varias Provincias y en la que


se urgía la fiel observancia de una regla muy importante para con­
servar en su rigor la disciplina religiosa. Parece que en varias par­
tes se la había descuidado, entre otras en la Provincia de Quito, (i)
«La regla, se decía, que tienen los Superiores inmediatos de es­
cribir el General, la observan pocos en esa Provincia; la que tienen
en la misma materia los Consultores, es rarísimo el que la observa;
V. R. dé un aviso en la Provincia para que todos cumplan con esa
obligación, porque si faltaren como hasta aquf no podrá quedar mi
aviso en puro aviso». (2)
El número de novicios admitidos durante el provincialato del
P, Calderón fué más bien corto. Dos causas había de esta escasez
de vocaciones. Era la primera el ser poco numerosas las familias
de españoles, de los cuales casi exclusivamente venían los candida­
tos a la Compañía. A ésta se añadía el no haber dejado de urgir en
estos años el P. General la mayor selección posible en los novicios
que se recibían. No contento con haberlo recomendado en la carta
en que nombraba al nuevo Provincial, volvió a insistir en carta de
10 de Julio de 1701, para que no se abriese la puerta fácilmente a
sujetos, que podían resultar una carga pesadísima para la Religión.
«Quéjanse algunos, escribía, de que hay poca selección en el recibir
para el noviciado, y que por causa de informaciones poco ajustadas
a la verdad, se han admitido algunos mestizos y aun mulatos. En­
cargo a V. R. tenga en esto gran cuidado, porque es de muy gran
perjuicio al bien de la Provincia recibir semejante gente. Aquí me
han escrito para ser admitidos tres hijos de un sacerdote, y a los
tres les niego la licencia; pues sería muy en contra del decoro de
esa Provincia que fuesen recibidos esos sujetos». Siempre se negó
el P. Tirso a dispensar en semejantes casos, y también en cierta
clase de ilegítimos. Solamente en alguna que otra rara ocasión dis­
pensó en los que ya habían hecho los votos, ignorándose el im­
pedimento.

2.— Se ofrecía no pocas veces el caso que los salidos de la Com­


pañía volviesen a pedir el ser nuevamente admitidos. También con
éstos se mostraba poco condescendiente el P. General, especialmen­
te cuando la causa de la salida era la natural inconstancia. Solía
fijar a los que volvía a admitir el plazo de un año o de unos seis
meses dentro del cual debían efectuar otra vez la entrada al novi­
ciado, y pasado este tiempo no daba licencia para recibirlos se­
gunda vez.

(1) Por la falta de medios de comunicación, el P . General aprovechaba para escribir todas
las ocasiones que se le ofrecían de navios que venían a Am érica. Llegaban todas las cartas en un
mismo paquete, pero cada cual con la fecha en que había sido escrita, con la particularidad de
que no escribía sino en las tres primeras planas de cada pliego dejando la cuarta en blanco para
el nombre de aquel a quien iba dirigida, y si no bastaban las tres planas para agotar la materia
se debía dar principio a otro pliego. En esta misma fecha de 21 de Febrero de 1699, mandaba
que se practicase lo mismo cuando se le escribía a él.
(2) A rchivo S. J .
9

La misma dificultad mostraba en cuanto a los pretendientes que


tenían más de cincuenta años. Escribiendo al P. Pedro Calderón
el 7 de Febrero de 1699 le decía terminantemente que «los de más
de cincuenta años, si no entran con mucho desengaño, de nada sir­
ven sino de embarazo».
Por causa de las especiales circunstancias de estas Provincias
de América permitía el P. General que se recibiesen Donados, pero
siempre con la expresa condición de que no se igualasen en nada
con los Hermanos Coadjutores. Algunos de estos Donados prestaron
importantísimos servicios en las Misiones del Marañón y en la
Provincia.
Entre los trabajos que hubo de sufrir el P. Calderón durante su
gobierno, causóle graves pesadumbres la salida de un sacerdote, que
no había hecho aún los últimos votos. Llamábase Gabriel de Aguí-
naga y previyendo que sería castigado, según lo exigían sus culpas y
conforme a lo que entonces se estilaba en la Provincia, hizo recurso
de fuerza a la Real Audiencia de Quito, la cual lo admitió con pre­
texto de gobierno económico. Envalentonado con este apoyo el
díscolo aprovechó una oportunidad favorable y se huyó al Convento
de San Agustín, a fin de eludir de este modo el merecido castigo.
El P. Calderón le expulsó entonces públicamente de la Compa­
ñía. Al ser informado de lo sucedido el P. Tirso González, aprobó lo
que había ejecutado el P. Provincial, pero recordó que había manda­
do unos dos años antes, el 28 de Diciembre de 1697, que se hicie­
sen con la mayor exactitud las informaciones de los que habían de
recibir las Ordenes Sagradas, para que, si después tienen que salir
de la Religión, no vengan a ser para ella carga pesada. Con la mis­
ma ocasión renovó la orden de que fuesen castigados antes de su
salida, los que por sus faltas merecían ser despedidos.
Aunque el P. Tirso mostró siempre cierta severidad en ordenar
la expulsión y facilidad en aprobarla, no por esto dejó de exigir que
se tratase a los expulsos con verdadera caridad cristiana. Por eso,
aunque había determinado en años anteriores, que a los expulsos no
les valiesen los cursos ganados en la Compañía para la consecución
de los grados académicos, reprendió al P. Rector del colegio de
Quito por haberse opuesto a que un salido tomase parte en un con­
curso para alcanzar un beneficio. Y habiéndose publicado una Real
Cédula de 20 de Febrero de 1696, en que se decía «que los expuL-
sos de la Compañía no se pongan en la nómina que proponen al
Vicepatrón para curatos y demás beneficios, y que en las listas que
los Virreyes, Presidentes, Gobernadores y Ordinarios eclesiásticos
enviaren a S. M. para canonicatos y prebendas de Catedrales y de­
más Dignidades eclesiásticas, si nombraren algunos de estos, le en­
víen con nota especial», (x)
El P . Tirso, en carta de 13 de Junio de 1699 al P . Calderón,
decía de esta Cédula: «Tal despacho se solicitó sin nuestra noticia,
porque, a haberla tenido, no hubiera permitido diligencia, ni coope-

(1) Archivo S .J .
— IO —

ración de ninguno de los Nuestros para sacarla, pero,aunque se ve el


buen fin de quitar ocasiones de faltar a la vocación, cerrándoles la
puerta de conveniencias temporales a los flacos, pero el medio no
se puede aprobar, asf por ser contrario a la seria protestación que
hizo la Compañía en la Congregación IX general, decreto 30, de no
impedir que los salidos de la Compañía puedan alcanzar algún be­
neficio, (1) como también contra la pretensión de los expulsos de
que la Compañía les señale còngrua cuando son despedidos ya sa­
cerdotes. Una de las fuertes razones con que la Compañía se ha
defendido siempre en los Tribunales, es que los tales con los estu­
dios salen hábiles para acomodarse, sin que sea necesario que se
vean en la indecencia de la mendicidad, y esta razón perdería toda
su fuerza, si la Compañía por otro lado les cerrase la puerta para
acomodarse. Ordeno pues a V. R. y a los demás Padres que ni por
sí ni por otro ninguno de los Nuestros hagan diligencia alguna para
que se dé ejecución a la dicha Cédula Real, ni se opongan a la pre­
tensión en que acaso entraren los expulsos de su revocación. Para
no caer en mayores inconvenientes, conviene abstraerse del todo de
esta materia, y dejar que aquellos a quienes toca, obren lo que juz­
garen en orden a la ejecución de dicha Cédula».
Con este modo de conducta la Compañía cumplía con el pre­
cepto de la caridad sin oponerse, ni contravenir a órdenes superiores.
Otra causa de molestias, trabajos y dificultades para nuestros
Superiores, era el llamado “ donativo gratuito” al rey del que fué
menester volver a tratar durante el gobierno del P. Calderón. Aunque
se decía gratuito por no estar establecido por ley ni el monto, ni el
tiempo, no dejaba de ser bastante oneroso, en particular por la com­
petencia entre los donantes, no queriendo ninguno ser inferior a otro
en manifestar su fidelidad y generosidad en el Real Servicio. Concu­
rrían a formar este donativo los eclesiásticos y también los religiosos.
Para este fin era costumbre que se juntasen los Prelados de las diver­
sas Religiones a fin de determinar cuánta había de ser la suma que se
debía dar al rey. Estas juntas no se veían siempre libres de compe­
tencia vanidosa, y no faltaban los disgustos hasta haber señalado la
cantidad y manera de cobrar los donativos.
Como en último término todo esto no pasaba de negocio tem­
poral, el P. General, para evitar serios compromisos, ordenó a nues­
tros Superiores que no tomasen parte en esas Juntas, pero que cada
colegio diese su contingente, y que no pagase por todos el colegio
de Quito, como hasta entonces se había estilado. En efecto, en esta
ocasión el Rector de Quito ofreció 1.500 pesos al Sr. Presidente co­
mo donativo gratuito, y éste se contentó con esta suma sin pedir
otra cosa a los demás colegios.
En la misma carta de 7 de Febrero de 1699, el P . General su­

f i ) «Sumo consensu nec eue, nec fuisse, neque unquam (ore ad mentem Societati«, ut dim i««i
hujutmodi impediantur quominu« officia vel beneficia coneequi possint».
— II —

primió un punto de los “ Usos y Costumbres” de la Provincia del


Nuevo Reino de Granada y Quito, conforme al cual, cada colegio
además del Titular de la propia iglesia, tenía otra especie de
Patrón secundario, del que se rezaba nada menos que con oficio de
primera clase y con octava.

3.— Hemos dicho en otra parte cómo se había suscitado una gra­
ve duda sobre si la hacienda de Alangasí era de propiedad del cole­
gio de San Luis o del Colegio Máximo de Quito, en cuyo nombre se
había hecho la escritura de compra. No teniendo a mano el P. Visi­
tador Diego Francisco Altamirano los documentos necesarios, no qui­
so en 1696 resolver la cuestión, sino que la remitió al P. General,
mandando entretanto que administrase dicha hacienda solamente el
Hermano Coadjutor Pedro Muñoz, u otro en su nombre. Este Her­
mano había de recibir la hacienda con inventario prolijo,entero y muy
completo, y los productos de la hacienda no se debían gastar ni en
provecho del Colegio Máximo, ni del Seminario, sino en mejorar la
hacienda.
Lo mismo se había de hacer con los réditos al 5% de los 9.000
pesos, que había dado el Seminario para la compra de la hacienda.
Si, después de todo esto, viniese a sobrar algo, mandaba el P. Visita­
dor que se guardase en caja de dos llaves, de las cuales la una tendrá
el Rector del Colegio Máximo y la otra el Rector del Seminario.
La respuesta deseada tardó tres años en llegar. El 7 de Febrero
de 1699 escribía el P. General estas palabras al P. Calderón: «So­
bre la cuestión de si la hacienda llamada de Alangasí, que según las
escrituras suenan, se compró en nombre y cabeza del colegio de
Quito, se puede aplicar al Colegio Máximo o a la Provincia, o a los
gastos comunes del Provincial y envío de Procuradores a Roma:
Cuando V . R . estando en Madrid pretendió que yo diese licencia
para que con esta hacienda se fundasen en el colegio las cátedras
de Cánones y Leyes, me acuerdo haber propuesto a V. R. la razón
porque no se podía hacer esta fundación de cátedras con esta ha­
cienda, por no ser propia del colegio de Quito, sino del Seminario
de San Luis. Y porque veo que por haber muerto ya los Padres
Benito Carvajal, Rector del colegio y Diego de Urefia, Rector del
Seminario, por cuyas manos pasó todo el contrato de la compra de
esta hacienda, faltan ahí las noticias necesarias, y por esta causa
los papeles que aquí vienen discurren al aire, pondré aquí todo lo
que consta de la carta del P. Diego de Ureña del 19 de Febrero de
1691, para que por falta de conocimiento no se pretenda allá con
el tiempo, lo que no se puede hacer sin faltar a toda justicia. Cons­
ta de dicha carta, que aunque las escrituras por ciertos motivos se
hicieron en nombre del colegio y no del Seminario, la hacienda se
compró para el Seminario y no para el colegio. Consta lo segundo,
que esta hacienda se compró con dinero propio del Seminario, sin
que el colegio pusiese un real para la compra. Consta lo tercero,
que para comprar esta hacienda de Alangasí para el Seminario, se
vendió otra hacienda o estancia [Saguanche] que era propia del Se-
— 12 —

minano y con el precio de venta y otra pequeña suma de dinero que


había de sobra de la alimentación de los Seminaristas, con una do­
nación hecha al Seminario se pagó gran parte del precio de la ha­
cienda, y lo restante de la cantidad lo tomó el Seminario a censo a
favor del vendedor. Siendo esto así, como consta de la carta referi­
da, no puede haber razón alguna para dudar de que esta hacienda
sea del Seminario de San Luis, y que no se puede ni en todo, ni en
parte aplicar al colegio de Quito, ni a la Provincia. En lo sucesivo
no se hagan compras para los Seminarios en nombre de los colegios».
Con esta decisión del P. General la hacienda de Alangasí quedó de­
finitivamente aplicada a la enseñanza pública y al bien de la nación.
Los Jesuítas no sacaban ninguna utilidad de ella en propio provecho;
tan sólo cuidaban de ella para proporcionar becas a niños pobres.
Por este tiempo el P. Rector del Seminario de San Luis tuvo
que sufrir algunas contradicciones, sobre todo a causa de un asunto
de ninguna importancia y que ciertamente no merecía alcanzar
las proporciones que alcanzó.
Fué el caso que un seminarista, no sabemos por qué motivos,
dió un fuerte empellón al Fiscal abogado de la Real Audiencia. El
seminarista fué preso por esta falta de respeto, y los demás colegia­
les que no juzgaban tan grave la falta de su compañero, se pusieron
resueltamente de su parte, pretendiendo nada menos que mantear al
Fiscal. Indignado el Presidente por la falta cometida contra uno de
los miembros de la Real Audiencia, mandó prender a una docena de
colegiales y los puso en la cárcel pública. E l P. Rector del Semina­
rio procuró arreglar el asunto y pidió la libertad de los presos, pero
el Presidente estaba tan enfurecido que se negó a todo avenimiento,
en vista de lo cual el P. Rector del Seminario presentó por dos ve­
ces la renuncia del gobierno del Seminario, entregándolo al Sr. Pre­
sidente y al Obispo, reservándose tan sólo el colegio. El litigio final­
mente se resolvió pacíficamente y las cosas siguieron en su estado
primitivo.
Informado el P. General sobre todo este asunto contestó el 7
de Febrero de 1699, con estas palabras: «Me viene largamente re­
ferido todo lo que pasó en Quito con ocasión del disgusto que tu­
vieron los seminaristas con un abogado al que dieron un fuerte em­
pellón, habiendo llegado a tal estado la materia, que pusieron a diez
o doce seminaristas presos en la cárcel pública; y el P, Rector vien­
do que a esto no se ponía remedio, hizo por dos veces dejación del
Seminario. Toda esta materia queda ya compuesta, y no es necesa­
rio hablar sobre ella, aunque el P. Rector no debía pasar a tal reso­
lución antes de tener aviso del P. Visitador, pero ya una vez tomada,
me hubiera hogaldo que no se le hubiese desaprobado tan en públi­
co». Bien se entiende que con todos esos disgustos las relaciones con
el Prelado diocesano no serían muy cordiales por eutonces. Por esta
razón, el P. General en la misma carta encarga que se procure toda
paz y armonía con el Sr. Obispo, fi)

(1) Archivo S. J.
— 13 —

El P. Calderón al terminar su trienio el 22 de Noviembre de


1699, pidió al P. General el poder regresar a su Provincia del Nuevo
Reino de Granada, a la que pertenecía. El P. General se lo conce­
dió con mucho amor en vista de sus relevantes prendas y de los gran­
des servicios que había prestado a la Provincia de Quito. «A los
deseos, dice, que V. R. me ha representado de pasarse a la Pro­
vincia del Nuevo Reino, tengo ya respondido en otras cartas conce­
diendo el que pase y con oficio de que envié patente el dos del pasa­
do mes de Enero, juntamente con las demás de los nuevos Superio­
res de las dos Provincias y de los colegios de ambas». Entre estos
nombramientos venía el del P. Francisco Daza para Provincial de
Quito. Siguió el P . Calderón en su cargo hasta principios de Enero
de 1700 en que llegó de Santafé su sucesor el P . Francisco Daza.
Habiendo hecho la entrega de su oficio, salió el P. Calderón para
Santafé este mismo mes de Enero de 1700 en compañía del P. Juan
Bautista Sanna que le fué a dejar en esa ciudad, regresando después
a esta su Provincia.
Fué el P. Pedro Calderón hombre de excelentes dotes de gobier­
no y de grandes aptitudes en todos los ramos de las ciencias. Uno
de los principales favores que le debió la Provincia de Quito, fué el
haber promulgado y urgido la observancia de los “ Usos y Costum­
bres” , los que se guardaron fielmente hasta la expulsión por Carlos
III. Habían sido redactados por el P. Visitador, Diego Francisco
Altamirano y aprobados por el P. General Tirso González. Eran
un poco severos, pero por esto mismo preservaron la Provincia no
sólo de relajación, sino también de todo peligro de relajación, por
más que se haya asegurado lo contrario. El P. Calderón gobernó
santamente la Provincia del Nuevo Reino de Granada y murió eñ
Santafé el 31 de Octubre de 1708.

4.— El primer cuidado del nuevo Provincial, P. Francisco Daza,


fué la visita de toda la Provincia cuyo gobierno le había sido con­
fiado. La llevó a cabo el año de 1700, visitando personalmente
todos los colegios, a excepción del de Panamá, al que envió un visi­
tador en su nombre, que fué el P. Elias Sieghardt o Sicari, como
aquí se le apellidaba. Esta visita fué de gran consuelo para el P. Da­
za, pues encontró todas las casas en estado floreciente como se pue­
de colegir por lo que el P. General le escribía en carta de 30 de
Juniode 1702,refiriéndose a la releción que había enviado de la visi­
ta. «Doy, le dice, a V. R. las gracias por el trabajo y cuidado que
ha puesto en visitar los colegios de la Provincia, y me alegro que
los haya hallado en tan buen estado; pero quedo con cuidado del
colegio de Panamá, donde parece que habían sucedido algunos gra­
ves desórdenes que necesitaban de eficaz y pronto remedio que ha­
brá aplicado V. R. con religioso celo». Los graves desórdenes de
que habla aquí el P. Genrral, consistían en que nuestros Operarios
se habían ocupado en la dirección y cuidado de la Cofradía de la
Virgen del Carmen, que no tenía director ninguno, ni religioso ni
secular.
14 —

Entre las disposiciones comunicadas por el P. General al P. Da­


za, está la de que los novicios bajo la dirección de su Maestro,
P. Florencio Santos, puedan permanecer en nuestra hacienda de Chi­
llo, a donde se habían trasladado desde Latacunga después del te­
rremoto del 29 de Junio de 1699, en que había sufrido graves destro­
zos la casa del noviciado.
Con respecto a los Hermanos Coadjutores, mandaba que por nin­
gún motivo ni necesidad se los sacase del noviciado antes de terminar
el primer año,y que antes de terminar el segundo,no se los sacase sino
por muy grave necesidad y ésta muy urgente, y cuando esto sucediese
era preciso procurar se ejercitasen en los oficios humildes sin salir
de casa, cuidando de ello con particular esmero el P. Espiritual. Los
Hermanos Coadjutores que eran recibidos en el colegio de Panamá
tenían allí una especie de primera probación bastante larga antes de
pasar a Latacunga donde debían tener el noviciado.
Uno de los grandes estorbos para el buen gobierno era la nin­
guna seguridad en el correo y su increíble tardanza, como lo demues­
tra claramente lo que escribe el P. General en su carta de 10 de Julio
de 1701. Había recibido en una misma fecha tres cartas del P. Daza,
dos del mes de Marzo y otra de Abril de 1701, catorce meses después,
y con ellas catorce cartas del P. Calderón del año de 1698. Asimis­
mo habían llegado ocho cartas del año de 1699, con un retraso de dos
o tres años,cuando ya el P. Calderón se hallaba de Provincial en San-
tafé. Para remediar en algo este estado de cosas, manda el P. Tirso
qne se le envíen las informaciones para el grado y para el gobierno
dos años antes de que se cumpla el tiempo para mandarlas. Con esta
medida, si bien se evitaba un inconveniente, se venía a caer en otro
no pequeño, porque en este espacio de dos años podían ocurrir cam­
bios muy notables, como la muerte y otros de bastante monta. Por
esta causa disponía el P. General que el P. Provincial con sus Con­
sultores examinasen y determinasen a mayoría de votos, si se debían
conceder los últimos votos a los que venían nombrados, y si se debía
entregar la patente a los nuevos Superiores, o si se la debía reservar
para otro tiempo.
La primera Congregación de la Provincia separada debía reunir­
se en 1701, ya que la última había tenido lugar seis años antes el 8
de Setiembre de 1695. Mas por razón de la gran pobreza de ,1a Pro­
vincia que no podía entonces aprontar los 15.000 pesos que se reque­
rían para el avío de los dos Procuradores a Roma, el P. General dis­
pensó en este particular en carta de 7 de Enero de 1702, difiriéndola
para después de tres años, pero aprovechó esta circunstancia para
hacer notar una irregularidad que había tenido lugar en la Congre­
gación anterior, y también para renovar algunas disposiciones acerca
de los Procuradores.
En aquella Congregación se había excluido de ella a un pro­
feso el P. Nicolás Durango, que por antigüedad tenía derecho de
asistir, por ser hombre inquieto y turbulento, y a otro por haber sido
castigado por la Inquisición. En cuanto al primero, reprueba el P. Ge­
neral que se le hubiese excluido, pues esa falta no era suficiente para
— 1 5 -

pnvarle de voz activa y pasiva. Además en caso de desmandarse, el


que presidía la Congregación tenía muchos medios a su disposición
para llamarle al orden. En el caso que alguno fuese castigado por la
Inquisición determinó el P. General «que mientras ésta no les prive
de voz activa y pasiva, se les debía convocar a la Congregación, pero
que convenía admitir con grande facilidad cualquier excusa que die­
sen para no asistir». Con esta ocasión, permitió que, hasta nueva or­
den, no se convocase a la Congregación Provincial al Superior de
las Misiones del Marañón, por las gravísimas dificultades del viaje, el
cual por otra parte no podía efectuarse sino después de que cesase la
estación de las lluvias.
Acerca de los dos Procuradores que la Congregación debía nom­
brar para ir a Roma, por las dificultades que encerraba este cargo y
por las ocasiones en que se hallaban de faltar a la pobreza religiosa y
a otras virtudes, volvió a renovar algunos preceptos anteriores, entre
otros, «que no se encarguen de negocios de seglares, y mucho me­
nos de mercancías y negocios», y para precaver mejor todo peligro en
este particular, «cuando vengan a Roma traigan una lista firmada del
P. Procurador de Provincia, del Provincial y su Socio, de toda la
plata y negocios, que se les han encomendado, y llegando a España,
entreguen esta lista al P. Procurador general de Indias en Sevilla y
Madrid, y remitan otra a Roma para que conste lo que traen; y si en
algo excedieren, sean castigados como transgresores del precepto y
con las demás penas que al General le pareciere. Y al volver de Espa­
ña a las Indias lleven otra lista semejante firmada del Procurador
general de Indias en Sevilla y de otros dos o tres sujetos que se seña­
larán para este efecto; y en llegando a la Provincia se reconozca por
el Procurador de Provincia, por el Provincial y su Socio. Y quien se
hallare haber excedido algo de la lista, sea privado de voz activa y
pasiva y desterrado de Quito hasta que se dé cuenta al P. General,
quien agravará o disminuirá las penas a su arbitrio».
En carta de io de Enero de 1699 el P« General concedió la pro­
fesión a dos insignes sujetos que desde la Provincia de Bohemia ha­
bían venido a Quito para las Misiones del Marañón. E l uno era el
P. Francisco Vidra, que trabajó por muchos años en las Misiones, y
logró morir en medio de aquellas selvas después de una vida llena de
trabajos y sufrimientos. Había entrado en la Compañía en 1681. E l
otro era el P. Marcos Zaurek que había entrado en la Compañía en
1680. Este último no pudo pasar en las Misiones, como ardientemen­
te lo deseaba, por razón de una grave enfermedad que contrajo en el
camino. Ho habían llegado al P. General las ordinarias informaciones,
pero él mismo escribe que les concedía la profesión «en vista del gran­
de ejemplo con que estos dos sujetos procedieron durante el largo
tiempo que en Sevilla estuvieron detenidos esperando la embarcación,
en el tiempo de la navegación y en los empleos que tuvieron después
de haber llegado a la Provincia de Quito».
Aunque por la bondad de Dios los Superiores velaban para no
dejar que el espíritu de nacionalismo levantase cabeza en la Provin­
cia, no faltó uno que otro chispazo. Al ser avisado de ello, el P. Ge-
i6 —

Deral, procuró se pusiese pronto y eficaz remedio. Escribiendo en io


de Julio de 1701 al P. Provincial Francisco Daza, le dice: «Me avi­
san, pero averigüe si es verdad, que los Padres criollos tienen tomada
tal posesión de las Cátedras, que sienten mucho, cuando se les
da alguna a algún europeo. Este sentimiento han mostrado con el
P. José Gutiérrez, a quien señaló el antecesor de V. R. para leer Ar­
tes en Quito. Dichos Padres han procurado desacreditarlo dentro y
fuera de casa, publicando que no sabía y que era inhábil para tal
ocupación. Encargo a V. R. con toda eficacia que procure, cuanto
estuviere de su parte, desarraigar esta parcialidad, y que me avise con
individualidad de los que estuvieren en esto más notados para apar­
tarlos de todo puesto y aun proceder a mayor castigo; porque este
afecto de nacionalidad es de muy perjudiciales consecuencias». Como
el mismo P. Daza habfa sido acusado de alguna falta en esto, añade:
«De V. R. me dicen que permite y aun se inclina a parcialidades.
Avfsoselo a V. R,, para que si en esto hay algo que enmendar, lo
haga».
Para que se comprenda con cuánta razón nuestros Superiores
ponían toda su solicitud en alejar de nuestras comunidades el espíritu
de nacionalismo que podía hacer peligrar la unión y concordia de los
ánimos tan esenciales en la Compañía, copiaremos aquí algunos pá­
rrafos de lo que escriben los autores de Noticias secretas de América
acerca de la profunda aversion que a principios del siglo XVIII sen­
tían los nacidos en América hacia los españoles. «No deja de ser cosa
impropia por más ejemplares que se hayan visto de esta naturaleza,
que entre gentes de una nación, de una misma religión y aun de una
misma sangre, haya tanta enemistad, encono y odio, como se obser­
va en el Perú. Esta es la constante causa de los alborotos que se
experimentan, porque el odio racíprocamente concebido por cada
partido.. . .se fomenta cada vez más y no pierden ocasión al­
guna. . .para respirar la venganza y desplegar las pasiones y celos que
están arraigadas en sus almas. Basta ser europeo o chapetón, como
le llaman en el Perú, para declararse inmediatamente contrario a los
criollos, y es suficiente el haber nacido en las Indias para aborrecer a
los europeos. Esta mala voluntad se levanta a grado tan alto, que en
algunos respectos excede a la rabia desenfrenada con que se vituperan
y ultrajan dos naciones en guerra abierta.. .y en vez de disiparse con
la mayor comunicación, con el enlace del parentesco o con otros mo­
tivos propios para conciliar la unión y la amistad, sucede todo lo con­
trario, pues cada vez crece más la discordia. Es tan general este
achaque que no se libertan de él las primeras cabezas de los pueblos,
las Dignidades más respetables, ni las Religiones; pues ataca las
personas más cultas, políticas y sabias.
La inquietud en que viven las Comunidades no es menor que la
de los seglares, cuando con el motivo de la alternativa, se hallan
juntos en ellas europeos y criollos; entre ellos se forman igualmente
dos partidos, los cuales están en continua oposición, tan alborotados,
que hacen al público testigo de sus indiscretas contiendas.. .E l go­
bierno de la Compañía, tan sabio y prudente como todos saben.. .si
aun en aquellas partes procura no apartarse del que mantiene, aun en
naciones muy extrafias con tal concierto, que aun en aquellas que
más se diferencian entre sí en la política de sus distintos gobiernos
y costumbres, se hermanan sin embargo, con toda perfección por me­
dio de esta Religión, en el Perú no lo pueden conseguir. Aquellos co­
legios son depósitos de sujetos de todas naciones; porque en ellos hay
espafioles, alemanes, italianos, flamencos y todos viven en unión
entre sí a excepción de europeos y criollos, que es el punto crítico en
que no cabe disimulo; siendo así que el gobierno de ellos bien discu­
rrido con la más sabia reflexión, unas veces recae en ios criollos y
otras en los europeos, sin más regularidad que la del mérito y apti­
tud de cada uno», (i)
Siendo este defecto tan universal, aunque no tanto como ase­
guran estos autores, quienes en este punto como en otros, exageran
mucho las cosas por su afán de generalizar, no nos debe sorprender
que se advirtiese en los Nuestros algún resabio del ambiente en que
se habían criado. A la verdad éste fué, como veremos, el principal
defecto de la Provincia, que dió bastante en qué entender a nuestros
Superiores y del que se originaron faltas y pesadumbres no pequefias.
Como suele ocurrir en estas cosas, el espíritu de nacionalismo
llegó a manifestarse en menudencias pueriles y aún ridiculas, como se
puede ver por este aviso del P. General: «Me causa gran disonancia,
dice, la diversidad que hay en el vestir. Unos visten de paño de E s-
pafia, otros de estameña, otros de sarga y algunos pocos de paños
bastos. Los Superiores han de dar el vestido; y éstos procuren sea
uniforme en todos. Y si en esa tierra se fabrica pafio competente para
vestidos, de éste se pueden hacer todos, con lo que se evitará tan
grande nota y no pequeño gasto».

(1) Ulloa, Noticias secretas de América, Parte II, c. 6.


CAPITU LO SEGUNDO

L O S C O L E G IO S D E R IO B A M B A , P A S T O Y G U A Y A Q U IL

SUMARIO: 1. Precauciones en la admisión de nuevos colegios.—2. Los colegios


de Riobamba y Pasto.—3. Principios del colegio de Guayaquil.

VELASCO, Historia.. . .Crónica... .artos 1696 -1703.—ASTRAIN, Historia de la Compatta de Jesús en la


Asistencia de Ospaía, V i l , lib . 2 . c. 6 .

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i . — Durante el gobierno de los PP..Pedro Calderón y Francisco


Daza no hubo ninguna fundación de nuevo colegio, ni tampoco ade­
lantaron mucho las fundaciones que se estaban preparando de Rio-
bamba y de Pasto. Acerca de la primera escribía el P. General en
carta de ^ de Febrero de 1698, que las haciendas de la fundación, pa­
gados los gastos, no habían dado lo suficiente ni para la alimentación
del P. Procurador que las administraba. La fundación de Pasto no
estaba en mejores condiciones, por lo que abadía su Paternidad, «por
lo que toca a esas dos fundaciones, he quitado ya y de nuevo quito la
facultad de admitirlas».
Con este motivo trata de la manera cómo se ha de proceder en la
admisión de los bienes para las fundaciones. «En la Provincia de
Quito, dice, ha habido y hay un modo extraño de dar principio a
nuestros colegios, comprando a censo alguna hacienda y administrán­
dola alguno de los Nuestros para pagar con sus frutos los réditos del
censo que sobre ella se impone, y redimir también los otros censos
con que de ordinario vienen gravadas las haciendas compradas en esta
forma, sin más derecho de tener por muchos años empleado uno de
los Nuestros en su administración, y la corta esperanza de que se
vayan agregando algunos cortos legados, para con todo esto formar la
suma necesaria para la fundación. Ordeno que de aquí en adelante no
se haga compra alguna en esa forma, ni para el fin de la fundación,
ni para otro alguno; y si hubiere alguna hacienda comprada en esta
forma y el contrato se pudiere rescindir, éste se rescinda; pues en
realidad no vienen a ser estos contratos otra cosa que constituirnos
administradores y mayordomos del secular que las ha vendido. (1)

( I ) Ordinariamente no te compraba ninguna hacienda para una nueva fundación, tino que
,e recibía como donación gratuita de lot que pretendían la fundación del nuevo colegio. Pero
como todat etat hacienda! estaban por lo común cargadat de censot, venía a ter verdad lo que el
P . General decía que lot Nuettrot venían a ter adminittradoret de aquello! que la t vendían. T ra­
bajaban por ellot hasta redimir lot centos, ti es que a esto te llegaba alguna vez.
- 1 9 -

La experiencia nos ha ensenado que de esas partes de Indias cuando


se pretende una fundación, se suelen pintar muy amplificadas sus
conveniencias, o por demasiado deseo de nuevas fundaciones, o por
no haber visto los Procuradores las haciendas y fiarse demasiado de
las relaciones que otros las han hecho. Para evitar estos inconve­
nientes y proceder con la seguridad que pide punto tan grave, cual
es la aceptación de cualquiera fundación de colegios, ordeno a esa
Provincia lo que he ordenado a otras: que siempre que se tratare de
alguna nueva fundación, se nos avise de la calidad del lugar, su ve­
cindario, su temple y la facilidad que hay para el ejercicio de nues­
tros ministerios, asf dentro de la ciudad o lugar, como fuera de él y
su comarca, así entre cristianos como entre gentiles, qué renta se ofre­
ce, en qué género de haciendas, qué gravámenes éstas tienen y en
qué condiciones se pretende la fundación, y todo lo demás que pueda
servir a hacer concepto más claro y cabal de ella. El escrito o informe
en que con brevedad se propone todo lo dicho, debe venir firmado
del Provincial y de todos sus consultores ordinarios y extraordina­
rios (i), proponiendo cualquiera que disintiera en algo, con religiosa
libertad, su sentir o parecer contrario en la cosa en que lo tuviere.
Asf se procederá con seguridad, sin caer en los inconvenientes que
más de una vez se han experimentado, pintándose como floridísimas
fundaciones, las que después se hallaron ser cortísimas, aun para unas
desdichadas Residencias, de que no faltan ejemplos en esa Provincia
y otras; cuales hubieran sido las de Riobamba y Pasto si hubiésemos
creído los informes que aquí nos dieron los Procuradores que vinie­
ron de esa Provincia». (2)

2. — Efectivamente, poco después de fundado el colegio de Cuen­


ca, la ciudad de Riobamba a su vez había pedido con grandes instan­
cias el favor de tener un colegio de la Compañía. Acudió el Cabildo
a la Real Audiencia, y ésta prometió apoyar la petición. En conse­
cuencia presentó al rey informes muy favorables. No habiendo tenido
resultado satisfactorio estos informes, volvió a renovar la súplica el
10 de Setiembre de 1644, la que tampoco fué despachada favorable­
mente hasta el i° de Julio de de 1689, en que se publicó la Real
Cédula que concedía la fundación de los colegios de Riobamba y de
la ciudad de Pasto.
Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos practicados, en 1699
faltaba todavía bastante para completar la suma necesaria, para que el
P. General admitiese la Residencia de Riobamba en la categoría de
colegio.
El 10 de Julio de 1701 volvió el P. General a repetir al P. Daza
que examinase atentamente la fundación del colegio de Riobamba, y
que resultando ésta insuficiente no admitiese el colegio, si bien se
podía admitir como Residencia. «La fundación de Riobamba, prosi­

c i) Lo» consultores ordinario» eran cuatro, y los extraordinario» do» o también tres, y todo»
ellos nombrados inmediatamente por el P . General.
(2) A rchivo S .J .
20 —

gue el Padre, se ha pintado de muy diversas maneras. En algunas car­


tas se me ha esento que estaba muy adelantada, y en otras muy atra­
sada. Ahora recibo noticias que ha mejorado mucho con la donación
que ha hecho D. Pedro Villegas Pailón, pero aun en esto hay diver­
sos pareceres. V. R. me avise qué es lo que pueden valer las haciendas
que da este caballero,y qué intención tiene de ser fundador o de que se
le trate como tal. También me escribirá V. R. la renta fija que tendrá
la Residencia con esta nueva donación y la que actualmente tiene
sin ella, porque mientras no hubiere renta suficiente para colegio, no
daré licencia para fundarlo; entretanto se puede conservar la Resi­
dencia que ya está establecida».
Asf las cosas, en 1702 el P. General no había recibido aún nin­
guna carta del P. Provincial en que le diese la noticia de haberse fun­
dado la Residencia, sin duda por haberse perdido la carta. «Extrafio
mucho, dice, de que ninguna carta de V. R. me dé noticia de haberse
abierto clase de gramática y de estar allí varios sujetos ejercitando
nuestros ministerios. Pero según las noticias que otros me dan, pa­
rece que los Nuestros han sido recibidos con mucho aplauso en aquella
Villa, y se espera mucho fruto. Quiéralo Dios, a quien pido que eche
su bendición sobre aquella fundación que ha tenido tantas vicisitudes.
Advierto a V. R. que se debe restituir a la Residencia de Riobamba
2.000 pesos que un devoto dió al P. Segovia para la fundación, y que
juzgando entonces que ésta no había de tener lugar se aplicaron a la
Provincia; pero habiendo ya en Riobamba casa y sujetos de la Com-
pafiía, es razón y justica que se les restituya esta cantidad, que se dió
expresamente para la fundación, según la declaración del P. Sego-
via». (1)
La Residencia desde esta época fué siempre en aumento hasta
que el P. General la admitió como colegio.
Entre las haciendas que el Sr. Pailón había regalado para la fun­
dación del colegio, una era la de Cuzucpan y Huambaina valuada en
14.656 pesos. E l i i de Mayo de 1707 el P. Sieghardt, Rector de
Riobamba,propuso al P. Provincial Luis de Andrade, con el consenti­
miento del mismo donante Sr. Pailón, vender esa hacienda en la su­
ma que ofrecía el comprador, que era de 20.000 pesos, por razón de
las muchas mejoras en ella introducidas. El motivo principal de la
venta era que producía poco, y que era difícil hacerle producir, sobre
todo por la distancia a que se hallaba de Riobamba. En cambio, con
los 20.000 pesos se podrían redimir los muchos censos que pesaban
sobre otras haciendas. En vista de la evidente utilidad, el P. Provin­
cial con sus cuatro consultores consintió en la venta, pero con la ex­
presa condición que los 8.000 pesos que se daban de contado se
empleasen inmediatamente en la redención de los censos que pesaban
sobre el colegio. (2)
Por este mismo tiempo el colegio de Riobamba tuvo otro gene­
roso bienhechor en la persona del Sr. D. Juan Cuadrado, quien dió
(1) A rchiv o S. J,
(2) Lo» Consultore» de Provincia eran en esta ocasión los P P . Juan Calvo, Nicolás de Ar&uz,
Diego A bad de Cepeda y José Gutiérrez.
21 —

el io de Julio de 1703 la hacienda llamado de Caguají con dieciséis


caballerías de terreno en los términos del pueblo de Ilapo. Pero es­
taba tan recargada de censos, que apenas producía alguna corta can­
tidad para el colegio. £1 mismo bienhechor dió también la hacienda
llamada de Ichubamba, cuyo valor era de 12.000 pesos.
La fundación del colegio de Pasto, permitida por la Cédula de
1689, no fué admitida por el P. General, porque la renta no era sufi­
ciente para el sostenimiento del personal que debía hallarse en un
colegio. Siguió la Residencia allí establecida con su clase de latín
y escuela de primeras Letras, ejerciendo sus moradores en favor de
la población todos los ministerios espirituales propios de un colegio.

3.— La ciudad de Guayaquil pidió colegio de la Compañía por


espacio de más de sesenta años sin poder recabar la licencia del Con­
sejo de Indias, no obstante alegar en su favor razones de mucho
peso.
Con ocasión de las repetidas peticiones que se hicieron, tanto
los habitantes como el Cabildo acudieron espléndidamente a los
Nuestros con todo cuanto les hacía falta para su sustento.
£1 Cabildo ofreció primeramente dar el hospital, el terreno que
éste ocupaba, sus casas, todas sus rentas, con tal que los Padres se
hiciesen cargo de los enfermos y con lo demás fundasen el colegio,
£sta oferta no podía ser aceptada por incluir la obligación del cui­
dado material de los enfermos, ministerio excelente, pero que no es
conforme al Instituto de la Compañía. Desechado este arreglo, el
Cabildo ofreció cuatro caballerías de tierra, encargándose al mismo
tiempo de pedir la licencia regia. El Maestro de Campo, D. Toribio
de Castro Guzmán, ofreció por su parte un solar en la ciudad junto
con tres huertas de cacao y de árboles frutales que tenía en Yagua-
chi, y en prueba de su buena voluntad hizo la escritura de donación
de lo que ofrecía a 31 de Mayo de 1638.
£1 18 de Mayo de este mismo año, estando de paso por Guaya­
quil el P. Viceprovincial Francisco de Fuentes, la ciudad había cele­
brado un Cabildo abierto, en que con grande entusiasmo los habitan­
tes habían renovado sus buenos deseos y voluntad de tener un
colegio. El P. Fuentes no pudo por entonces tratar seriamente de
este negocio, porque ni tenía el personal necesario, ni la licencia
del P. General.
Pasaron los años, sin que cambiase sustancialmente este estado
de cosas, y en 1688 los Padres Pinto y Lanzamani fueron enviados
a Guayaquil para los ministerios cuaresmales, pero con licencia de
prolongar su estancia por algunos meses más. La misión que dieron
fué fructuosísima; consiguieron extinguir enemistades muy in­
veteradas y se granjearon de tal suerte el afecto de los vecinos, que
costó mucho trabajo que los dejasen volver a Quito. E l Sr. Obispo
estaba especialmente empeñado en conservar a su lado al P. Lan­
zamani.
Con este motivo se tuvo en i*? de Setiembre de 1688 un Cabil­
do abierto en que los habitantes volvieron a pedir nuevamente un
— 22 —

colegio. Se determinó además que en nombre de la cindad se torna­


se a pedir la Real licencia, rogando al Sr. Obispo de Quito que apo­
yase la petición con un informe favorable. Entonces fné cuando el
presbítero D. Juan Bautista de Herrera, dió para el futuro colegio
su hacienda de San Pedro de Alcántara, en Balsar, de dos caballe­
rías de terreno con 30.000 árboles de cacao. A esta donación se
agregó a 2 de Febrero de 1689 otra del Maestro D. Juan de Chava­
rria, el cual cedió unas salinas que poseía en Túmbez. Esta vez
también hubo de diferirse la fundación porque el Consejo no quiso
dar la licencia indispensable.
Confiando en que fácilmente la resistencia se había de vencer,
tanto los habitantes de Guayaquil como los Superiores de la Com­
pañía activaron los preparativos de la deseada fundación.
En 1701 las cosas habían adelantado notablemente, pero aún
faltaba renta suficiente para pedir al P. General que admitiese la
fundación como colegio. Por este motivóse tomó el arbitrio de enviar
operarios a Guayaquil, que trabajasen fervorosamente en bien de las
almas por largas temporadas. Con este trato más continuo, fué cre­
ciendo el deseo de tener a nuestros Padres de asiento en la ciu­
dad, y varias personas se movieron a dar gruesas limosnas para
llevar a feliz término este proyecto.
El P. Fernando Ruiz, Superior de los Padres que se hallaban en
Guayaquil, daba calor al negocio de la fundación, y sus esfuerzos no
fueron inútiles.
El P. Provincial trabajaba también en el mismo sentido y
abrigaba las más halagüeñas esperanzas. El P. General, a quien ha­
bía dado parte de todo esto, se limitó a contestar a 9 de Enero de
1702, que se atuviese a las normas ya dadas para recibir nuevas fun­
daciones, porque de una fundación desaceitada pueden originarse
graves inconvenientes para la vida religiosa. «El vivir añade, uno o
dos sujetos en un colegio principiado, separados de los demás,ocasio­
na gravísimos daños y ruinas irreparables. Sólo en la necesidad de
convertir a los infieles e instruirlos en nuestra santa fe, se puede
permitir esta separación. Lo demás no es conveniente».
Estas prudentes dilaciones del P. General no nacían de poco in­
terés por esta fundación. Así lo demuestra claramente una carta suya
escrita en Junio de este mismo año, en que recomienda que se
conserven con todo cuidado los bienes, que el H . Matías Lasso
había cedido al hacer su renuncia en favor del futuro colegio de
Guayaquil. Finalmente fueron tantos los esfuerzos de todos y tanta
la generosidad de los guayaquileños, que se pudo proceder a la fun­
dación del colegio, la que fué aceptada por el P. Tirso González el
13 de Octubre de 1703. He aquí lo que sobre el particular escribe al
P. Francisco Daza. «En ia sexta carta que me escribe, trata V. R.
de la fundación de Guayaquil, de que ha tanto tiempo se habla y
con tantas veras la desea esa Provincia. No quisiera que se dejasen
llevar de tal modo de este buen deseo, que no atiendan un poco y
examinen si hay algún incoveniente, y si la hacienda es bastante
para el sustento de la Comunidad.
— 23 -

Porque una vez entrada la Compañía se debe ocupar en esa ciu­


dad con toda decencia en los ministerios. De mi parte está desde
luego admitida la fundación, siendo cual V . R. me dice su hacienda.
Mas V. R. lo examine muy bien con sus consultores, y no atienda
tanto al precio y valor que se dice tener la hacienda, cuanto a lo que
rendirá cada año para la sustentación de los religiosos que vivan en
el colegio. Porque ¿qué aprovechará empezar con una hacienda que
se valúa en 73-570 pesos si no produce la renta anual necesaria para
mantener decentemente la Comunidad? Poco consuelo y poca satis­
facción será para los moradores del colegio, tener un caudal de fun­
dación tan grande, y sin embargo no tener qué comer, ni qué vestir.
Supuesto, pues, que los réditos anuales de la hacienda serán
bastantes para mantener la Comunidad, acepto la fundación con las
condiciones de ser la advocación del colegio de Nuestra Señora de
los Dolores, habiéndose de hacer fiesta solemne el día que la
Iglesia señala para esta festividad y decir una misa cantada el día
de San Juan Bautista, y enseñar la gramática a los niños que acudan
a nuestras escuelas, que son las condiciones, aunque no de justicia,
que pone el fundador. A las cuales yo añado, para que conozcan
todos que la Compañía no va sino a emplearse en el bien público y
utilidad de los fieles, que ha de haber algún sujeto con título de
Maestro de Moral, que no sólo la enseñe a quienes quisieren estu­
diarla, sino también sirva de resolutor de casos de conciencia para
los de afuera y los seglares, pues estoy informado que es un puerto
de mucho concurso esa ciudad de Guayaquil, para que tengan los
comerciantes a quien acudir en sus dudas. También ordeno y pongo
por carga y obligación de dicho colegio, que todos los años hayan
de salir dos Padres a hacer misión en los pueblos comarcanos que
están a orillas de los ríos de la ciudad, y no pudiendo tenerse la
misión en todos cada año, se tendrá cada dos años, sin que en esto
haya falta.
Por el Sr. D. Juan Bautista de Herrera, fundador de este cole­
gio se harán los sufragios acostumbrados en la Compañía para los
fundadores, y en el colegio las demostraciones que se usan hacer por
el fundador. También remitiré carta de Hermandad para ese mismo
señor, la que irá con las de Agregación de las Congregaciones».
En 1706 el fundador del colegio de Guayaquil D. Juan Bautista
de Herrera ingresó en la Compañía, y el P. Provincial Luis de An­
drade mitigó bastante en su favor, tanto por su edad, como por ser
fundador de un colegio el rigor del noviciado. Teniendo luego algún
escrúpulo sobre este particular, dió noticia al P. General de lo que
había hecho. Contestó este en carta de 28 de Noviembre de 1708
en estos términos: «Apruebo lo practicado acerca del noviciado del
P. Juan Bautista de Herrera, fundador de Guayaquil, pues a sus años
y beneficios hechos en la fundación debe concederse lo que no re­
pugne a nuestras Constituciones».
Estando las cosas en este estado, parece que debía efectuarse la
fundación por tanto tiempo deseada y preparada con tanto fervor.
E l P. General había dado su permiso, la ciudad había dado muestras
24 —

inequívocas de su buena voluntad contribuyendo con cuantiosas li­


mosnas a asegurar el ordinario sustento de los moradores del futuro
colegio, los informes del Presidente de la Real Audiencia de Quito,
del Sr. Obispo y de las personas a las que solían pedirse en casos
semejantes eran de los más favorables. No faltaba sino que el Con­
sejo de Indias diese su grata aprobación, ya que no había razón nin­
guna para negarla, a una obra de manifiesta utilidad pública. En
efecto así los maestros como los sacerdotes escaseaban con grave
daño para las almas por la falta de cultivo espiritual, y con daño
no menos para la instrucción pública, por falta de maestros. El
Consejo no negó su consentimiento, pero puso una condición ina­
ceptable, que equivalía a una negativa. El P. Juan Martínez de
Ripalda, Procurador general de Indias, escribiendo el 17 de-Mayo
de 1705 al Provincial de Quito, Juan de Tobar, le refiere las difi­
cultades con que tropezaron las- gestiones que se habían hecho
ante el Consejo para la fundación del colegio de Ocaña en el Nuevo
Reino de Granada. Al tratarse de la licencia para fundar este cole­
gio, el Consejo había puesto por condición, que el dicho colegio fue­
se inhábil para adquirir en adelante haciendas y cualesquiera bienes
raíces. La Compañía a más de esto debía sacar Bula de Su Santidad,
aprobando esta restricción, y presentarla en el Consejo para el Pase.
«En 1703, prosigue el Procurador, pedí al Consejo de Indias que
se quite la condición odiosa y onerosa que había puesto en las nue­
vas fundaciones de colegios de la Compañía de Jesús, que por otra
parte, eran tan pedidos por los pueblos y necesarios para la forma­
ción religiosa y literaria de las poblaciones, pues no había común­
mente otros establecimientos de enseñanza».
Añade, luego, que habiendo informado al P. General de la for­
ma en que el Consejo pretendía conceder las fundaciones solicitadas,
respondió éste que «no podía admitirla por ser la dicha condición
repugnante a los privilegios de la Compañía, sin ejemplar y contra
la costumbre que se había tenido hasta aquí en concedérsele las de­
más fundaciones que le están concedidas;... a que se añade la difi­
cultad y rubor que traía en pedir a la Santa Sede, no sólo contra los
mismos privilegios que le tenía concedidos, sino también contra
el Derecho canónico y civil, que amparan al estado eclesiástico y su
libertad e inmunidad en esta materia. El P. General cuidará de que
no se tengan haciendas supérfluas, por ser cosa conocida que la mul­
titud de haciendas más sirve de daño que de provecho, por no po­
derse cultivar cual se debe. Además puede acontecer, como aconte­
ce, se deterioren las haciendas que ahora existen por varios acci­
dentes».
Con estas y otras razones, presentó el Procurador un Memorial
al Consejo, pidiendo que se derogase la nueva condición que se ponía
para conceder la licencia de fundación para el colegio de Ocaña.
Se puso este Memorial a consulta en el Consejo, y el parecer del
Fiscal fué como sigue: «El Fiscal dice, que aunque no parece extra­
ño de razón y derecho el gravamen de la condición que contiene la
licencia para la fundación... de Ocaña, por ponerse in limine fu n -
— 25 —

dationis y antes del exordio de la erección pretensa, cuyo tiempo


pióduce la oportunidad de prevenir lo que pareciere más convenien­
te, y por dirigirse dicha condición a la utilidad del público, para que
los bienes y frutos de aquella provincia permanezcan en la constitu­
ción de seculares y no entren en mano muerta, todavía se podrá
mandar se quite el gravamen», (i)
Poca mella hicieron en el ánimo prevenido de los miembros del
Consejo las razones de nuestro Procurador. Todos,menos uno,estuvie­
ron en sus votos particulares por la condición, y porque la Compañía
pidiese al Papa la Bula derogatoria de sus privilegios, o el Gene­
ral prohibiese la adquisición de nuevas haciendas.
No tenía el Consejo para qué pedir que el General prohibiese la
adquisición de nuevas haciendas. No permitía que se adquiriesen si­
no aquellas que eran necesarias para la honesta sustentación, y dis­
ponía que se vendiesen las que no fuesen necesarias, como lo hizo
entonces mismo, el año de 1701, acerca de las haciendas del
noviciado. «Parece, escribía, que el uoviciado está cargado de ha­
ciendas inútiles, que no le dan el fruto determinado, antes le sirven
de carga... Pueden desde luego venderse».
El resultado final fué, como se podía esperar, que la Real Cédu­
la expedida en 1699, en favor del colegio de Ocaña contenía la con­
dición restrictiva de no poder adquirir nuevos bienes raíces que se
agregasen al capital de la fundación y de no pedir en adelante nue­
vas fundaciones. El P. General juzgó que con tales limitaciones no
le estaba bien a la Compañía admitir el colegio de Ocafía.
Con este precedente ¿qué se podía esperar para la fundación
de Guayaquil? Con todo, las diligencias del P. Ripalda consiguieron
vencer la oposición del Consejo, como dos años antes le habfa logra­
do para el colegio de Ocaña. El mismo refiere en la carta antes cita­
da los pasos que tuvo que dar para ello: «Pocos días ha que escribí a
V. R. el estado en que quedaba la fundación del colegio de la ciudad
de Guayaquil, y las dificultades que había que vencer para su conce­
sión, que se reducían a dos decretos de S. M. [de no poder adquirir
nuevas haciendas y de que no se pidiesen fundaciones]. Y aunque
en virtud de los buenos informes que vinieron de Quito y por la
representación del Memorial que presenté en el Consejo, los señores

( I ) S i ei que unos pocos bienes no entren en mano muerta, era razón suficiente para que el
Fiscal afirmase que se podía poner una condición imposible a la fundación del colegio, parece que
le hubieran debido hacer más fuerza las razones que trafa el Cabildo secular de Ocafía para al­
canzarla: « . . .En todo aquel contorno, decía, hay población numerosa de españoles, mestizos, in­
dios. mulatos y negros que viven en la mayor ignorancia de la religión cristiana, porque no hay
quien los enseñe; tampoco los hijos de los españoles pueden ir a los estudios mayores porque no
hay quien les enseñe los primeros rudimentos». Y el S r . Obispo añadía por su parte otras aún más
poderosas: «Por falta de operarios, todos los párrocos tienen parroquias sumamente extensas, por lo
que no pueden atender debidamente a sus feligreses. H ay poco clero, y éste poco instruido. . Entre
ellos todos, sólo hay dos o tres que saben lo suficiente para desempeñar el cargo de párrocos. . . .
No tiene por donde echar el obispo para cumplir con su obligación; sólo podrá afligirse y llorar
por no poder remediar tan grande lástima. Todo esto puede remediar V . M . con grande facilidad
sólo queriendo. Que como rey y señor natural V . M . está obligado a poner el remedio conveniente
y más efiicaz para remedio de las almas, y el que hallo es que se f u n d e .... un colegio de la
Compañía de Jesús». A rch iv o S. J .
— 26 —

de él fueron de parecer que, no obstante la prohibición de pedir nue­


vas fundaciones,se debía consultar a S, M. sobre la dicha fundación,
por ser grande la necesidad que tenía de ella aquel puerto y su pro­
vincia; fué ésto sin embargo con tales condiciones y tan repugnan­
tes, que ni la admitiera, ni podía yo venir en ellas. La primera era
que me había yo de obligar como Procurador general, a que el cole­
gio de Guayaquil no había de poder adquirir en adelante nuevas ha­
ciendas. (i)
Segunda, que las haciendas de dicho colegio habían de estar
afectas a las cargas de alcabalas, tributos, etc., como las de los se­
glares. La tercera, que asimismo me había de obligar a sacar Bula
de Su Santidad, con cuyo permiso se afianzase todo esto y lo demás
que por consecuencia se seguía.
Fueron casi las mismas condiciones por cuya causa no quise ad­
mitir la fundación de Ocaña, concedida desde el año de 1698, ni se
admitió ésta hasta que en virtud de nueva instancia que hice el año
de 1703, vino S. M. en que se revocasen las dichas condiciones, y la
fundación de Ocaña corriese llanamente en la forma ordinaria.
Todo esto tuvo presente el Consejo, pero quiso ir consiguiente­
mente y guardar la consecuencia con la fundación de Guayaquil.
Subió la consulta al rey, y en virtud de las noticias que tuve de al­
gunos amigos, procuré informar bien por escrito y de palabra al
P. Confesor y repartí entre los señores que entran con Su Majestad
en el Gabinete, algunos Memorialitos y otras diligencias para que se
concediese la dicha fundación sin el gravamen de las condiciones
enumeradas, pues más la quería negada que mal concedida. Ultima­
mente habiendo el P. Confesor, respondido a S. M. sobre la consulta
que se le había remitido tocante este punto, conformándose S, M.
con el parecer de dicho P. Confesor, (2) expidió luego su Real de­
creto en que sin el gravamen de las expresadas condiciones, fué ser­
vido de conceder la licencia para la fundación del colegio de Guaya­
quil, reservando la materia sobre la adquisición de nuevas haciendas
hasta lo que se determinase por punto general, que siendo tan espi­
noso y peligroso y habiendo de concurrir el beneplácito de Su Santi­
dad, y citarse todas las Religiones e Iglesias, es obra de ir muy a la
larga por ser una provincia tan dilatada, toda la libertad eclesiástica
corroborada con tan especiales privilegios como los de las Religiones,
y en cualquier caso no es gravamen ninguno que el nuevo colegio de
Guayaquil haya de correr entonces, por donde correrán todos los
colegios, Conventos y Comunidades de las Indias. Los despachos se
están formando actualmente, por versi pueden alcanzar los galeones
que están para salir, sin que los detenga otra cosa que la de no lo­
grar su salida, montando los cabos, sin el manifiesto riesgo de los
enemigos. He repetido estas noticias a V. R. porque tenga el con­
suelo de haber dado principio a una fundación tan felizmente nego-

(1) Contraer semejante obligación estaba enteramente fuera de las atribuciones del P . Pro­
curador general.
(2) Era éste el P . Guillermo Daubenton de nuestra Compañía.
27 -

ciada, de la que se espera ha de ser para mucha gloria de Nuestro Se­


ñor y bien de aquella ciudad y provincia de Guayaquil... Nos queda
la obligación de corresponder con algunos amigos que hau cooperado
mucho a nuestros negocios. Y porque no son personas a quienes se
les puede ofrecer oro ni plata en especie, V. R. dispondrá lo más
conveniente. Tengo ya escrito que me parecería entre otras cosas
que el tabaco de Tunja, sin color y con él, y las vainillas, como sean
buenas, se reciben con estimación, que es cuánto se me ofrece decir».
Damos aquí el texto de la Cédula de fundación:
«El Rey, Presidente y Oidores de mi Real Audiencia de la ciudad
deSan Francisco en la'provincia de Quito. Juan Martínez de Ri-
palda déla Compañía de Jesús, Procurador general de ella, porlo
tocante a las del Perú y Nueva España, me ha representado las utili­
dades grandes que se han de seguir a los vecinos y moradores de
Guayaquil y de su provincia, de la fundación de un colegio de su
Religión, donde logran junto con la enseñanza de la religión cristia­
na y policía los primeros rudimentos de las ciencias, que por falta de
maestros y no tener medios con qué mantenerse en las Universida­
des de su ciudad y la de Lima, se malogran todos los individuos con
el ocio y en la basta ocupación de las haciendas de campo, y con
esta providencia se ocurría al alivio espiritual de que tanto necesitan
aquellos naturales y reformación de costumbres, para cuyo efecto
había cedido voluntariamente el Licenciado Juan Bautista de Herre­
ra, Vicario y Juez eclesiástico de la ciudad de Guayaquil, unas ha­
ciendas que se avaluaron en cuarenta y cuatro mil doscientos y
setenta y cinco pesos, que juntos con otros veinte y nueve mil dos­
cientos y noventa y cuatro, que la misma Religión había juntado de
personas celosas para el mismo fin, hacían la suma de setenta y tres
mil quinientos y sesenta y nueve pesos, cuya cantidad era competen­
te así para esta fundación como para el sustento del número de
sujetos que destinaran a él. Suplicóme que para que tenga cumpli­
miento la voluntad de quien cedió estas cantidades y se conviertan
en obra tan de (servicio de Dios y mío, fuese servido de concederle
licencia para la fundación del colegio que solicitan en la ciudad de
Guayaquil donde sus naturales logren el pasto espiritual y enseñanza
en la doctrina y buenas costumbres, en la misma forma y calidad que
se concedió últimamente en la ciudad de Santo Domingo en la Isla
española. Y visto en mi Consejo de las Indias, con lo que sobre esta
instancia me informásteis Vos, el obispo de la Iglesia Catedral de
esa ciudad y el Cabildo secular de la de Guayaquil en cartas de
veinte de Setiembre, doce y veinte de Diciembre del año pasado de
mil setecientos y uno, sobre las grandes utilidades que se han de
seguir de esta fundación, y consultándoseme sobre ellos, sin embargo
de que por repetidas órdenes tengo mandado se excuse el proponér­
melas: He resuelto condescender a esta súplica, por haber constado
por escritura tener juntos los expresados setenta y tres mil quinien­
tos y sesenta y nueve pesos para la erección del referido colegio y
sustento de los Religiosos que le han de componer, sin gravamen de
mi Real Hacienda. Por tanto por la presente doy y concedo licencia
— 28 -

a la Religión de la Compañía de Jesús de la Provincia de Quito para


que pueda fundar un colegio en la ciudad de Guayaquil con las ha­
ciendas que le están asignadas para este efecto, así por el dicho Juan
Bautista de Herrera, Vicario y Juez eclesiástico de ella, de calidad
de cuarenta y cuatro mil doscientos y setenta y cinco pesos, como
de los veinte y nueve mil doscientos y noventa y cuatro pesos que la
misma Religión ha destinado en diferentes haciendas que tiene, ha­
ciéndose inventario jurídico de las que son, en que existen sus pro­
piedades y linderos para que siempre conste su principal, pero con
calidad y no de otra suerte que este colegio haga obligación precisa
en esa Audiencia, de que ha de ejecutar todo lo que yo determinare,
por punto general, eu cuanto a prohibir la adquisición de nuevas ha­
ciendas, (i) esperando del celo de tan sagrada Religión que en con­
secuencia de lo que se me ha representado sobre lo necesario que
es este colegio para la predicación y enseñanza y propagación de
nuestra santa fe católica, pondrá especial cuidado en que los Religio*
sos que le habitaren se apliquen con eficacia a tan santo fin y loables
institutos. Y mando a Vos, el Presidente y Oidores de esa Audien­
cia, y ruego y encargo al Obispo de la Iglesia Catedral de esa ciudad,
guardéis y cumpláis lo contenido en esta mi Cédula, dando el dicho
Obispo por la parte que le tocare las órdenes que convengan para su
observancia, sin la menor innovación, que así es mi voluntad. Fecha
en Madrid a nueve de Setiembre de mil setecientos y cinco años.
Yo el rey».
Esta Cédula fué presentada a la Real Audiencia de Quito para
ser obedecida el 16 de Marzo de 1707. El Fiscal en su dictamen
dijo que se podía proceder a la fundación, «haciendo constar la obli­
gación que se expresa en la Real Cédula acerca de no adquirir nue­
vas haciendas, habiéndose de determinar esta resolución por su
Majestad, por punto general, y asimismo que se haga un inventario
jurídico por el Corregidor de la ciudad de Guayaquil o por otra per­
sona de seguridad, de todas las haciendas con que se funda el cole­
gio, con expresión de sus linderos y la mayor claridad, poniendo en
el inventario bienes muebles y raíces y otros cualesquiera efectos
que se aplicaren a la fundación».
Al ver empeño tan porfiado de parte del Concejo de Indias de
que los Jesuítas del colegio de Guayaquil no puedan adquirir nuevas
posesiones, pensará quizás el lector que se trataba de haciendas ri­
quísimas y que producían millones y más millones cada año. Veamos
la realidad, tal como la presentan los datos y números concretos
del inventario que se hizo en Agosto de 1705, con ocasión de la visi­
ta del P. Provincial Juan de Tobar al colegio de Guayaquil.
«Hacienda de S. Pedro de Alcántara que está en el paraje que
llaman de Palenque, con dos caballerías de tierra y 33.000 árboles

(1) Por estas últimas palabras no prohibe adquirir nuevas haciendas, sino qne el colegio se
ha de conformar con lo que se disponga en lo futuro sobre la adquisición de haciendas por parte
de las Ordenes religiosas. De hecho no se dio disposición nueva sobre este particular.
— 29 —

de cacao, item un trapichillo con un cantero de caña, tiene 4 mu-


las moledoras, item un hato de vacas que llaman El Palmar, y es­
tá agregado a esta hacienda, con 2.800 cabezas, chicas y grandes;
62 caballos de vaquería y 10 potros; item 82 yeguas, chicas y gran­
des; item 3 hechores. Hadado esta hacienda y el hato, cada afio de
dos a esta parte, 1.400 pesos horros de costo, habiendo sido corta la
cosecha; tiene esta hacienda 22 negros, los 17 de trabajo.
La hacienda de trapiche que llaman de Santa Catarina, la cual
se va entablando y apenas ha dado a la fundación 100 pesos cada
afio, pero esto y mucho más se ha gastado en comprar negros para
esta hacienda. Tiene esta hacienda 6 negros y 3 negras; item tiene
500 cabezas de ganado vacuno, 15 caballos de vaquería, 44 yeguas
de cría y hasta 6 cuadras de cafia.
La hacienda que llaman de Soledad, la cual se va entablando;
tiene al presente 8.200 árboles de cacao, los 7.200 ha sembrado el
P. Superior del colegio y los mil con que nos entregaron la hacienda.
Tiene un hato y en él 160 reses; item tiene 6 negros y 2 negras. Y
hasta ahora no da nada esta hacienda a la fundación.
En el paraje que llaman Chillintomo, tiene tres caballerías de
tierra y 10.000 árboles de cacao, que donó a esta fundación Alonso
de Andarica, y da muy poco o nada, por la imposibilidad que hay
para cuidarla y por falta de gente.
Item tiene esta fundación unas tierras en Túmbez, que donó el
Maestro Chavarria».
Sacando la cuenta vemos que estas haciendas los dos años ante­
riores a 1705 apenas habrían dado unos 1.700 pesos, en los dos afios
posteriores, se dice en el mismo inventario, produjeron 4.770 pesos,
pero el gasto en su cultivo fué de 2.965 pesos, siendo el producto
líquido 1.805 pesos.
La suma total que cada Padre o Hermano de la Compañía venía
a gastar en aquellos afios se calculaba de 320 a 340 pesos anuales, lo
que se gastaba en la iglesia para el culto divino de 600 a 1.600 pe­
sos, y el doble o el triple cuando había que edificarla. Ahora bien,
en Guayaquil había que edificar no sólo la iglesia sino también la
casa. La renta de 1.805 pesos producto de las haciendas no bastaba,
ni para que se pudiese edificar la iglesia y casa, ni para que pudiesen
vivir cuatro sujetos en el colegio, aun pobremente. La regla era que
la renta fuese suficiente para una docena de sujetos juntamente con
la iglesia y casa.
Las tierras que el colegio tenía en Túmbez le fueron de casi
ningún provecho por no poder cultivarlas. Tendremos más adelante
repetidas ocasiones de manifestar la gran pobreza del colegio de
Guayaquil. ¿A qué tanto empeño en el Consejo,para que no adquirie­
se nuevas haciendas? Se trataba de Jesuítas y esto lo explica todo.
Consta, pues, que la renta que producía los setenta y tres mil
quinientos y sesenta y nueve pesos tantas veces mencionados en la
Real Cédula era insuficiente para sostener decentemente un colegio
medianamente establecido. En afios posteriores la situación econó­
mica del colegio de Guayaquil lejos de mejorar, empeoró notablemen­
— 3o —

te. Más de una vez, en el curso de esta Historia tendremos que vol­
ver a hablar de la grave penuria en que vivfa este colegio, sobre todo
desde el incendio de 1707, que redujo a pavesas la casa y la iglesia.
Casi todos nuestros bienes perecieron en este desastre, como consta
de una carta escrita, trece años más tarde, en 1720, por el que era
Rector del colegio al tiempo del incendio, P. Fernando Ruiz. (1)
A i? de Diciembre de 1709, el P. General escribía condoliéndose
con los Nuestros: «Se me avisa del lastimoso incendio del nuevo cole­
gio e iglesia de Guayaquil recién principiado. Es muy sensible la pérdi­
da, muy estimable el beneficio que Dios nos hizo preservando del co­
mún incendio la casa del fundador,para que pudiesen retirándose a ella
nuestros sujetos, atender al consuelo de aquella afligida república, a
la que es muy de agradecer que en sus pérdidas haya quedado con
alientos para ayudarnos al reparo de las nuestras». (2)

(1) Archivo S. J ,
(2) Archivo S. J.
CAPITU LO TE R C E R O

LA U N IV E R S ID A D D E SA N G R E G O R IO Y E L S E M IN A R IO D E SA N L U IS

SUMARIO: 1. Se fundan las cátedras de Cánones y Leyes en nuestra Universidad;


su dotación.—2. Se limitan los excesos en las conclusiones.—3. La
cuestión de los grados académicos para los de la Compañía.—4. El
Seminario de San Luis; jurisdicción del Rector.

VELA SCO , H is t o r ií....Crónks...año 1 6 9 2 .—A STRAIN , Historia do la Compañía do Jesfa en la Asistencia


de España, V i l , lib. 2. c. 6 .-A R C H IV O S. J .

i . — En 1651 el colegio del Rosario, que regentaban en Santafé


los Padres de Santo Domingo, obtuvo la facultad de graduar en Cá­
nones y Leyes. Desde entonces trabajaron los Nuestros por alcanzar
igual privilegio para sus colegios de Santafé y de Quito. El Consejo
de Indias se había inclinado siempre a mantener igualdad de dere­
chos, en materia de enseñanza, entre los Jesuítas y los Padres Predi­
cadores, y conforme a este criterio había procedido en los conflictos
de rivalidad, que habían surgido entre ambas Ordenes religiosas. En
este mismo criterio se fundaban ahora las Nuestras para solicitar la
facultad de abrir cátedras de Cánones y Leyes en su Universidad de
San Gregorio en Quito.
Las negociaciones se prolongaron, como era entonces frecuen­
te en tales casos, casi por medio siglo. Entre tanto los Jesuítas,para
conservar de facto la igualdad de derechos se propusieron ampliar la
parte de Cánones que se veía en Moral, con lo cual pudiesen
graduarse en Derecho canónico los alumnos que asistían a esta clase.
Pero el Fiscal del Real Consejo de Indias entró en escrúpulos sobre
la legitimidad de este arbitrio, por lo que en 1681 se negó la facul­
tad de graduar a los que asistiesen sólo a la clase de Moral. Al
mismo tiempo insinuó el Consejo que se debía pedir a Su Santidad
licencia para fundar nuevas cátedras de Cánones y Leyes.
Hubo sus dificultades en alcanzar del Papa esta gracia, por ra­
zón del pleito de grados entre los Padres de Santo Domingo y la
Compañía, que entonces se agitaba en Roma.
Obtúvose finalmente la licencia solicitada, pero faltaba cumplir
la condición, que imponía el Consejo, de que las cátedras fuesen
regentadas por maestros seglares, sin que se gravase por ello la Real
Hacienda.
-3 2 —

Por razón de los grandes provechos que podían resultar para


todos de la apertura de estas dos cátedras, tomó la Compañía sobre
sí el dotarlas con sus propios bienes. El Consejo exigía que se ena­
jenasen trece mil pesos de bienes religiosos, previa la licencia del
Papa,para sufragar con los réditos el sueldo de tres catedráticos,dos de
Cánones y uno de Leyes a razón de doscientos cincuenta pesos anuales
para el de Leyes y doscientos para los otros dos. El P. Pedro Calderón,
como Procurador de la Provincia del Nuevo Reino y Quito antes de
su división, firmó en Madrid la escritura de dotación de las dos cáte­
dras, a l i de Marzo de 1693, obligando a los dos colegios de Quito y
de Santafé con hipoteca de todos sus bienes a pagar la renta a los
catedráticos, a quienes se facultaba para exigir el pago por vía de
justicia. Hecho esto, se pidió y obtuvo sin dificultad de la Santa Se­
de la licencia para la enajenación exigida por el Consejo. De igual
manera, los Padres de Santo Domingo hubieron de vender parte de
sus bienes a fin de asegurar la renta de los maestros seglares, que ha­
bían de regentar en sus colegios las cátedras de Derecho. Bien harían
de recordar éstos y otros sacrificios pecuniarios, que se imponían los
Religiosos de la Colonia en pro de la ensañanza y del bien público,
los que con tanta acrimonia los acusan de haber empobrecido a la
nación con su codicia desmedida de bienes temporales.
Una vez arreglado el asunto de la dotación de las cátedras, se
empezó a llenar las otras formalidades del caso, en que se gastó once
años. En 1697 el P. Provincial del Nuevo Reino de Granada, escribía
al P, Juan Martínez de Ripalda, Procurador general en Madrid, que
alcanzase de S. M. la licencia de fundar las dos cátedras,puesto que la
Compañía había aprontado ya los trece mil pesos que se habían exi­
gido. El mismo año, el Rector del colegio de San Bartolomé renovó
la petición del P. Provincial, para que se concediese la licencia de
abrir los cursos de Cánones y Leyes, alegando la razón de la igualdad
entre los Padres de la Compañía y los de Santo Domingo. Idénticas
diligencias se hicieron de parte de Quito, pero nada se consiguió por
entonces.
E l negocio de las cátedras siguió languideciendo tanto para Qui­
to como para Santafé, hasta Setiembre de 1701, en que el P. Juan
Martínez de Ripalda, se aventuró a pedir otra vez la licencia de erigir
las cátedras de Cánones y de Leyes presentando un Memorial en que
representaba que la igualdad, tan deseada por el Consejo para las dos Re­
ligiones, no podía ser efectiva, mientras la una podía conferir grados y
la otra no tenía licencia de establecer cátedras. Parece que el Memo­
rial tuvo esta vez mejor acogida en el Consejo, pues se pasaron oficios
eficaces al embajador en Roma para que alcanzase del Papa el per­
miso necesario para erigir las dos cátedras. El Papa expidió inmedia­
tamente el Breve solicitado y el Consejo dió el pase el 1? de Setiembre
de 1704, y la Cédula de concesión el 5 de Noviembre del mismo año.
Iba ésta dirigida al Presidente y Oidores y en ella se leía lo siguiente:
«Habiéndoos pedido información sobre las conveniencias, rentas y
perjuicios en Cédula de 27 de Junio de 1689, en carta de 25 de F e­
brero de 1697, decís que el establecer las dos cátedras será de gran
— 33 —

conveniencia, utilidad y ningún daño; y el P. Ripalda pide la institu­


ción, para que haya igualdad entre el Rosario y San Bartolomé, San
Fernando y San Luis de Quito: he tenido por bien se le conceda la
licencia. Y respecto de estar ejecutoriado en justicia que las dos Reli­
giones de Santo Domingo y la Compañía de Jesús corran con igualdad
en esa ciudad de Santafé y en la de Quito en las facultades de ense­
ñar y de dar grados, es mi voluntad que los dos colegios gocen recí­
procamente el uno de los privilegios del otro».
En virtud de esta Cédula quedaron establecidas en la Universi­
dad de San Gregorio de Quito todas las cátedras propias de una Uni­
versidad de entonces, menos la de Medicina, sin que el Real Erario
hubiese de desembolsar un maravedí.
Apenas se recibió en Quito la Real Cédula, dieron los Nuestros
los pasos necesarios para que se ejecutase con efecto. Al punto se
enajenaron los 13.000 pesos, cuyos intereses habían de servir para
sufragar la paga de los tres catedráticos seglares. Se había calculado
que los 650 pesos que redituaba el capital bastarían para este efecto.
Pero, andando los años, los maestros seglares exigieron un sueldo
mayor, y éste se subió a 500 pesos anuales para cada uno. Al año más
o menos, mostraron mayores exigencias, y por medio de los oficiales
Reales encargados de pagarles pidieron una renta anual de mil pesos,
debiendo subir el capital de las cátedras de 13.000 a 20.000 pesos.
Los Jesuítas de Quito no podían resolver esta cuestión, sin acu­
dir al P. General, el cual a su vez tenía que acudir a la Santa Sede
para poder enajenar bienes eclesiásticos, en cantidad que bastase a
formar el capital de 20.000 pesos. El P. General no quiso por de pron­
to condescender con la nueva pretensión de los catedráticos, y mandó
suspender las cátedras de Cánones y Leyes en nuestra Universidad,
la cual se efectuó en 1710. Más tarde, reconsiderado el asunto, y en
atención a las utilidades de bien- público que reportaban estas cáte­
dras, permitió que se asignase a las cátedras de Cánones y de Leyes
el capital de 20.000 pesos, poniéndolo como censo sobre la hacienda
de Tigua, cuyos frutos se empleaban casi todos en la paga de este
censo.

2.— Mientras se agitaba en Madrid y en Roma la cuestión de las


cátedras de Cánones y Leyes para nuestra Universidad de San Grego­
rio, ésta seguía prestando inapreciables servicios a la Iglesia y al Es­
tado, formando buenos y doctos sacerdotes e íntegros magistrados.
Los actos académicos se celebraban con gran pompa a la usanza
de entonces, compitiendo en esto con el colegio de San Fernando de
los Padres Dominicos. Parece que en este punto se llegó a algún exce­
so, tanto que el Sr. Presidente de la Real Audiencia D. Mateo de
Mata Ponce de León mandó reunir en su despacho al Deán del Ca­
bildo, a los Provinciales de las Religiones, a los catedráticos de San
Fernando y San Gregorio y les propuso, por vía de buen gobierno,
una reforma que redujese las cosas a una medida discreta y más en
armonía con el bien público. En efecto, las conclusiones públicas, se­
gún manifestó el Sr. Presidente, habían ido creciendo en tanta ma-
— 34 —

nera, que casi los más días del año concurrían a los teatros [aulas] los
principales republicanos [ciudadanos], Cabildos y gremios de la ciu­
dad, pervirtiéndose los estados y ocupaciones públicas con los convi­
tes [invitaciones], que no podían excusar.. .sirviéndoles de molestia
notable y atrasos a las asistencias de su propia obligación y estado,
como varias veces se lo tenían representado a su Señoría. Oída esta
representación, «acordaron unánimes y conformes que de aquí en
adelante cada una de las Religiones sustente cuatro conclusiones pú­
blicas cada año y no más, y la Religión de San Francisco, por su co­
legio de San Buenaventura un Acto de conclusiones en cada a ñ o ;...
y que en los colegios de San Fernando y San Luis y sus Reales Uni­
versidades, se tengan seis conclusiones públicas en cada uno, de las
materias y facultades que en ellos se inscribieren y enseñaren, susten­
tándolas los estudiantes que por más aprobados se eligieren por los
Maestros y Catedráticos y por los colegiales más antiguos; y se prohi­
be que los Regulares puedan convidar a seglares en los teatros de di­
chas conclusiones, para que se evite la pública molestia que ocasionan
a la República».
En la misma reunión, haciendo un poco de Sacristán Mayor en
virtud del Real Patronato, propuso el Sr. Presidente «que era digno
de reparo el notable consumo de la cera que se gastaba en las festivi­
dades del culto divino al paso de las calamidades y contratiempos y
el subido precio que tenía, con la falta de la cera, debiéndose enten­
der que subiría con exceso o total indigencia con la detención de los
galeones; y siendo la mayor y más debida atención excusar gastos su-
pérfluos y profanidades que corrompen el ánimo y devoción interior,
sería bien reformar este exceso, como también el de aparatos profa­
nos que ha introducido la vanidad, valiéndose de alhajas preciosas
con que se componen las iglesias, pidiéndolas prestadas a los vecinos
que sirve de molestia y enfado con el detrimento que corren de me­
noscabarlas, y el daño que resulta a las mismas iglesias en su material
arquitectura, artesones y comizas, que se quebrantan y deshacen sus
dorados con las clavazones y excesivo número de luces que introducen;
y que todo lo cual considerado por sus Paternidades, sería puesto en
razón y pública utilidad extinguir este abuso, reduciéndole a una
decencia que más parezca atenta devoción al culto que ruidosa pro­
fanidad del sig lo .. .Sus Paternidades acordaron uniformemente que
se reduzcan las fiestas principales de los Patronos de las Religiones
en cada una a cien velas de a libra, y a doce hachas de cera, que se
pongan repartidas en el altar mayor y cuerpo principal de la iglesia,
y no en otra parte; y que las colgaduras y alhajas que se pusieren,
sean las que tuviere cada Religión para la decencia de su iglesia, sin
valerse de las ajenas, ni pedirlas prestadas a los vecinos. Y en las
demás fiestas que se celebrasen de Cofradías, Hermandades y Santos
particulares, se pongan cincuenta velas de a libra y seis hachas sola­
mente, compuestas en la misma fo rm a ...Y que en la concurrencia
de las fiestas de dichos Patronos,hayan de asistir las Comunidades de
dichas Religiones, y en las demás particulares sólo seis Religiosos de
cada una de e lla s.. .Y porque también se ha introducido que en los
35

días de dichos Patronos se convidan al refectorio unas a o tra s.. .de


aquí en adelante solos queden como huéspedes y convidados en los
refectorios, los religiosos que asistieron en el ministerio del altar y el
predicador.. .y que tampoco se convide a ningún seglar de cualquier
calidad que sea. . .Se determinó también que los PP. Franciscanos
y Dominicos que celebraban su procesión del Corpus Christi, el Do­
mingo infraoctava del Corpus, aunque en horas diferentes, y que por
eso se estorbaban mutuamente, en adelante fuesen alternando, un
año Santo Domingo y el otro San Francisco».
Como esas disposiciones del Sr. Presidente no podían obligar a
nadie, cesaron cuando los Superiores de las diferentes Religiones lo
juzgaron oportuno, (i)

3. — En años anteriores la Provincia de Quito había pedido al


P. General, que algunos Padres tomasen públicamente el grado de
Doctor en nuestra Universidad de San Gregorio. La razón que se da­
ba era que no parecía conveniente ni digno, que los Padres que con­
ferían los grados, como eran el Provincial, el Rector, el Prefecto de
Estudios mayores, diesen la precedencia a los Doctores que ellos aca­
baban de crear. El P. Tirso González respondió en un principio que
no le parecía necesario conceder aquella licencia, pero después cedió
a las razones que le representaron y concedió en carta de 18 de Mayo
de 1697, que los Maestros que han de conferir los grados de Bachi­
ller, Licenciado, Maestro y Doctor los tengan ellos también. «Para
que los grados literarios de Bachiller, Licenciado, Maestro y Doctor
que en nuestros colegios se dan a personas seglares en Filosofía yTeo-
logía tengan más autoridad y nuestros estudios mayor esplendor, ha
parecido muy conveniente que los Nuestros que confieren dichos gra­
dos, sean ellos también graduados por alguna Universidad. H aráV . R.
que en esa Provincia, en que según la costumbre se dan los grados,
se gradúen luego los sujetos que los dan; y lo mismo se observe en
adelante. Si esta orden tuviera allá alguna dificultad que acá no se
pueda preveer, V. R., en la primera ocasión me avisará de ella». Pero
hubo abusos y tomaron públicamente los diversos grados muchos más
de lo que era menester. Apenas tuvo aviso del exceso, reprendió el
P. General esta falta, y mandó que en adelante se graduasen tan sólo
los Prefectos de Estudios mayores, a los que no convenía mudar a
menudo, sino que perseverasen en el mismo cargo.

4. — El P. Tirso González mostró siempre especial interés por el


Seminario de San Luis, como lo prueba la frecuencia con que trata
de los asuntos relacionados con esta casa, en sus cartas a los Superio­
res de la Provincia de Quito. Quería que le informasen de propósito
sobre la marcha de este plantel, y por ciertas disposiciones suyas se
echa de ver cuán a pechos tomaba el procurar que respondiese plena­
mente a los fines de su fundación.

(I) Archivo S .J .
- 3 6 -

Como el Seminario de San Luis estaba uñido al Colegio Máximo


en cuanto que los alumnos del Seminario concurrían a las clase del
colegio, se suscitaban a veces dificultades de jurisdicción entre los
Rectores del Colegio y del Seminario. Para quitar de raíz toda ocasión
de tropiezo, el P. General en 1701, deslindó claramente las atribu­
ciones de ambos Superiores. Aunque el Rector del Seminario en lo
tocante a la disciplina religiosa era en un -todo sujeto al Rector del
Colegio Máximo, y su cargo de Rector equivalía al de Ministro, pero
en cuanto al gobierno del colegio seminario tenía todas las faculta­
des y obligaciones de verdadero Rector, estando sujetos a su autoridad
no sólo los colegiales y los seminaristas, sino también los religiosos
que vivían y se ocupaban en el Seminario. A su cargo corría igual­
mente la administración temporal del Seminario.
Habiendo llegado a noticia del P. General que se habían re­
presentado dos comedias en el Seminario, a las que se habían admi­
tido personas de ambos sexos para presenciarlas, sintió mucho esta
falta, y tomó pie de ella para recordar el precepto que había en esa
Provincia de Quito de no representar comedias en nuestras casas.
«He sabido, dice, que se han representado dos comedias en el Semi­
nario de San Luis, entrando de noche a verlas personas de ambos
sexos, con los peligros que de tales juntas y a tales horas pueden
temerse. Haga V. R. que el precepto que hay sobre esta materia se
observe, y de ninguna manera permita tales funciones en ninguna
casa:». Pero, como no quería impedir los ejercicios literarios, añade a
continuación: «Y cuando para ejercicio de los estudiantes haya de
hacerse algún coloquio [representación escénica] a las Avemarias ha
de estar ya concluido, y se ha de evitar, cuanto sea posible la concu­
rrencia de hombres y mujeres».
CAPITU LO CUARTO

L O S M IS IO N E R O S D E P R O V IN C IA S E X T R A N J E R A S

SUMARIO: 1. El Consejo de Indias y los misioneros extranjeros.—2. Parecer del


Fiscal y del Consejo; regreso de ocho misioneros a so Asistencia.—
3. Memorial del P . Juan Martínez de R ipalda.—4. R eal Cédula de
27 de Junio de 1703.

ASTRA1N, Historia de la Compaüia dé Jesás en la Asistencia de Espala, V i l , lib . 2 , c. 6 .—PASTELLS,


Historia de la Cenpalia de Jesús en la Provincia del Paraguay, vol. I V .—ARCHIVO S . J .

i . — Entre las persecuciones que ejercitaron la paciencia de nues­


tros Padres de la Provincia de Quito, a principios del siglo XVIII,
íué particularmente molesta y peligrosa la que procedió del Consejo
de Indias, organismo poco menos que omnipotente en todos los asun­
tos relacionados con el régimen político, económico y aun eclesiás­
tico de las colonias americanas.
Las primeras muestras de la hostilidad del Consejo fueron una
serie de Reales Cédulas enviadas al P. Visitador Diego Francisco Al-
tamirano. Por una de 30 de Mayo de 1691, se le exigió que fundase
escuelas y pusiese maestros que enseñasen a los indios la lengua cas­
tellana. Era muy fácil redactar la Cédula en Madrid, pero ¿de dónde
sacar los fondos necesarios para pagar a los maestros, ya que el Con­
sejo no asignaba ni un maravedí para cumplir esta obligación? Por
otra parte el mismo Consejo no dejaba pasar a América sino a poquí­
simos Hermanos Coadjutores (uno por cada ocho Padres o Hermanos
estudiantes), que hubieran podido desempeñar ese ministerio.
Otra Cédula de 10 de Febrero de 1693, mandaba que fuesen de
nacionalidad española ios misioneros que eran enviados al Orinoco
y a otras Misiones que podían colindar con países extranjeros. Era
aún más difícil, a causa de la escasez angustiosa de operarios, dar
cumplimiento a esta otra Cédula, la cual se fundaba, además, en una
sospecha injuriosa para el P. General, como si los misioneros por él
escogidos fuesen hombres capaces de hacer traición al rey católico,
que los admitía en sus estados. No menos infamante y todavía más
gravosa era la tercera de 31 de Diciembre de 1649, en que mandaba
«que no se divirtiesen a otras ocupaciones los religiosos destinados
a las Misiones de infíeles». El P. Altamirano dió la única respuesta
que se podía dar, esto es, que se cumpliría la voluntad de S . M. Pero
no paró aquí la mala voluntad del Consejo, o para decir más exacta­
mente, de la mayoría de sus miembros; pues, a 2 de Febrero de 1700
- 38-

volvió a insistir sobre el último punto, prescribiendo «que los religio­


sos que pasaban a las Indias a costa de S. M., debían ocuparse sola­
mente en las Misiones de infieles, y no en otros cargos de Superiores,
colegios o enseñanza», sobre lo cual debían vigilar los Virreyes y
Presidentes de la Real Audiencia. Y cómo por otra parte nadie podía
pasar a las Indias sin el permiso del Consejo, y sin que el rey pagase
una pequeña parte del viaje, venían a resultar terribles desconciertos
para los diferentes ministerios y para el gobierno de la Provincia.
El P. General Tirso González se opuso a esta última disposición
con modestia, pero al mismo tiempo con energía, como que con ella
se quitaba a los Superiores la libre disposición de los súbditos y se
sometía a los que trabajaban en las Misiones de infieles, a la vigilan­
cia de los Virreyes y Presidentes de las Reales Audiencias. Por medio
del Procurador en Madrid, P. Alonso de Quiroz, declaró resueltamente
el P. General que.de perseverar el Consejo en semejante pretensión le
sería preciso «desistir y apartarse del encargo de las Misiones», (i) La
actitud firme de Nuestro Padre hizo reflexionar al Consejo, el cual
por entonces no pasó adelante. Pero no tardó en presentársele un
nuevo pretexto para causar nuevas molestias, con motivo de la expe­
dición que el P. Juan Martínez de Ripalda había juntado para volver
a su Próvincia del Nuevo Reino de Granada en 1698. Para preparar
mejor su viaje y alcanzar del rey los socorros necesarios, el P. Ripalda
recordaba en su Memorial que el 8 de Junio de 1688 el rey había da­
do licencia para que cuarenta y seis sujetos de la Compañía pudiesen
pasar a América, pero que de este número sólo se había podido jun­
tar dieciocho. Asimismo el 30 de Enero de 1693, el P. Pedro Calde­
rón había alcanzado poder llevar a sesenta consigo. Tampoco entonces
se pudo juntar este número, embarcándose sólo cuarenta y tres, de­
suerte que para completar el número concedido por el rey faltaban
cuarenta y cinco. Ahora había podido reunir solamente veintiocho;
por lo que pedía a S. M. se sirviese mandarles fuese pagado el viaje a
éstos, a él mismo y a sus dos compañeros, con los que llegaba a trein­
ta y uno el número de viajeros para América. De los veinte y ocho
juntados por el P. Ripalda veinte eran españoles y ocho de las Pro­
vincias de Flandes y de Milán.

2.— El Fiscal del Consejo al examinar el Memorial del P. Ripal­


da, respondió en su dictamen, que se podía pagar el viaje de los mi­
sioneros, pero de ningún modo el viaje del P. Juan Martínez de Ri­
palda y de sus dos compañeros, «respeto de haber venido a otras
dependencias». (2) Añadía el Fiscal estas palabras: «Y que no puede
dejar de representar la vigilancia que advierten las leyes en la conce­
sión de estos pases, por el sumo perjuicio que sigue de las licencias
dadas a Religiosos extranjeros.. .y porque hay entre ellos ni aun or­

l i ) A rchivo J.
(2 ) Hasta aquí siempre se había pagado el viaje de vuelta del Procurador que había ido a
España; su principal dependencia era buscar misioneros que trabajasen en servicio del rey y en la
conversión de los indios.
- 3 9 —

denados in sacris, y que siendo sólo la obligación de S. M. el hacer


el gasto a los que fueren dedicados y señalados para Misiones, será
contra justicia gravar la Real Hacienda con semejante cargo co­
mo el avío de tantos religiosos que sólo van a poblar los colegios de
aquellas Provincias y a servir los oficios y puestos de la Religión».
El Fiscal, porlo visto, se fijaba, únicamente en los gastos del
viaje y olvidaba los servicios inmensos que prestaban los Jesuí­
tas 'de Ultramar a la monarquía, con sostener y fomentar la ins­
trucción pública enteramente descuidada por el gobierno, con difun­
dir y conservar la religión cristiana y con ella el respeto y obe­
diencia a la autoridad de ios soberanos españoles. Olvidaba también
que en la Provincia de Quito, por ejemplo, jamás se hubieran fundado
y mucho menos sostenido durante tantos años las Misiones entre los
infieles del Marañón, si el colegio de Quito no las hubiera ayudado con
enormes cantidades de dinero. Olvidaba finalmente que no bastaba
para cumplir con el compromiso que tenía la Corona de promover las
Misiones entre infieles, pagar el viaje de los misioneros hasta Amé­
rica y desembarcarlos en sus playas, dejándoles allí a Dios y ventu­
ra, sino que eran también necesario proporcionar a estos misioneros
alguna casa, donde pudiesen descansar de vez en cuando de sus fati­
gas y buscar remedio y cuidado en sus enfermedades; y para estos ali­
vios imprescindibles hacían falta Residencias o colegios y personas
que en ellos atendiesen.
Proponía además el Fiscal que el rey pagase el pasaje sólo de
aquellos Religiosos que entrasen directamente a las Misiones de infie­
les, y que la Religión pagase el viaje de los restantes. Adoptó el Con­
sejo el dictamen del Fiscal. Más aún, a propuesta de uno de sus
miembros, negó el permiso para los ocho extranjeros y les mandó
volver a sus Provincias; y como si temiese haber quedado corto en
sus medidas vejatorias contra ios Jesuítas, renovó más apretadamente
la prohibición de que Religiosos que pasaban a las Indias a costa de
S. M.,se ocupasen en cosas distintas de las Misiones, como en gobier­
nos, cátedras o púlpitos. Y como no era posible que el misionero fue­
se en derechura del puerto en que desembarcaba, a las selvas para
empezar desde luego a instruir a los infieles, cuya lengua le era des­
conocida, proponía el Consejo el arbitrio, irrealizable en la práctica,
de que el recién llegado fuese a vivir con otro que la supiese.
Para remate de todo, una Cédula dirigida a los Gobernadores
les prevenía para que «no admitan, sin expresa licencia, en el terri­
torio de su Gobernación Religiosos ni seglares extranjeros; porque se
ha sabido que los enemigos pretenden disturbios con los discursos im­
periales. Hay dos Trinitarios en Londres, uno español y otro alemán,
llevan muchos fardos de papeles impresos en forma de manifiestos del
emperador; hay dos seglares que se disponen a marchar. Si se presen­
tan Religiosos extranjeros o españoles, o seglares que puedan motivar
sospecha los prenderéis con lo que tienen y remitiréis a España», (i)

(1) Archivo de Indias, 72, 4-4.


-40

Asimismo da orden el Consejo para que seis misioneros, no e s­


pañoles, aunque súbditos de la Corona de España, que habían pasa­
do a América el año de 1693, «vengan en la primera ocasión con
custodia de forma que vuelvan en derechura a España en navios de
bandera de S. M., y en llegando se dé providencia de que se encami­
nen a sus Provincias».

3.— Por este tiempo el P. Juan Martínez de Ripalda fué nom­


brado Procurador general en Madrid de las dos Provincias de Quito
y del Nuevo Reino, Palpando los obstáculos que el Consejo ponía al
adelanto de las dos Provincias, procuró en un nuevo Memorial refu­
tar las razones en que éste se apoyaba para prohibir que los misione­
ros de nacionalidad no española pasasen a América.
Vamos a reproducir aquí los puntos principales de este Memo­
rial, cuya fecha es de 5 de Julio de 1702, y que lleva este título:
«Memorial del P. Juan Martínez de Ripalda sobre el paso de Jesuí­
tas extranjeros a las Misiones».
En él hace primero un recuento de las Misiones de indios infie­
les, que tenía a su cargo la Compañía en las dos Provincias de Quito
y del Nuevo Reino. Agrega luego los frecuentes ministerios en que
se empleaban fervorosamente nuestros operarios con los indios ya
convertidos y cristianos, que en Quito y su comarca pasan de trein­
ta mil. A éstos los Superiores tienen destinados algunos sacerdotes
propios, que les predican en su lengua los domingos y fiestas del año,
no sólo en su iglesia, sino también en las plazas y mercados. Otro
tanto se hace en Santafé.
«En aquellas Provincias, prosigue, sacando una u otra ciudad,
son muy pocos o ningunos los que se aplican a profesar el Instituto
de la Compañía. Y si ninguno de los que pasan de Europa ha de
poder quedar en los colegios, sino ir a las Misiones de infieles, ¿quién
enseñará a los indios cristianos y a los españoles? Y en este caso
¿para qué manda V. M. fundar colegios, para qué fundar seminarios?
Se han aplicado siempre los misioneros a gran variedad de ministe­
rios, según el caudal de sus talentos y fuerzas, a la conversión, ense­
ñanza y conservación de los indios.
Debe representar primero la suma necesidad e inopia que para
los empleos de las Misiones tiene su Religión de obreros evangélicos
en dichas sus dos Provincias, y que habiendo excluido no sólo los
ocho Jesuítas Alemanes que por vuestro Real Decreto le estaban
concedidos, sino también los sacerdotes que con la misma licencia y
según costumbre de tantos años, le había enviado a Sevilla su Gene­
ral, de las Provincias de Milán y Flandes,vasallos de V. M., (en cuya
conducción, sustento, vestuario, lleva gastados su Religión más de
cuatro mil pesos), sólo le han quedado cuatro sacerdotes españoles
con algunos pocos Hermanos estudiantes y Coadjutores».
Y pasando al argumento principal del Fiscal y del Consejo, los gas­
tos del Real Erario en la conducción de misioneros, va probando con
abrumadora evidencia que es mucho mayor la suma que gasta la Com­
pañía en llevar misioneros a las Indias que la que gasta el rey, porque «es
— 4i —

cierto, dice, que de las tres partes que se gastan en la conducción,


las dos ha costeado y costea su Religión. En los viajes por tierra
manda V. M. que desde que salen los sujetos de los colegios para la
ciudad de Sevilla, donde se han de embarcar, se les acuda por diade
viaje con siete reales vellón, y es muy cierto que para pagar mula,
comida, mozo y cama, se gasta doblado, con más otro tanto, que
según la costumbre de los conciertos, se paga por la vuelta de la mu­
la y mozo, a que se debe añadir lo que se gasta para que salgan de­
centemente vestidos de los dichos colegios, que después de haberlos
criado y sustentado no tienen obligación de vestirlos para otras Pro­
vincias, adonde van a trabajar, con que todo este exceso tan consi­
derable se le carga al Procurador que lleva los sujetos a América.
Manda asimismo V. M. que los días que estuvieren en Sevilla,
para prevenir su viaje, a cada uno de los Religiosos se les acuda con
dos reales de vellón. Esto, Señor, tampoco puede bastar para man­
tener decentemente de comida, cama, asistencia, etc., a dichos suje­
tos, y así otro tanto y más se le carga al Procurador todos los días
que se detienen en aquella ciudad».
Con estas cuentas, que no podían ser exageradas, porque se ha­
bían de pedir los comprobantes, quedaba bien demostrado que'de las
tres partes de gastos, dos y tal Vez más, tenía que pagar la Compañía
en los viajes por tierra. Restaba el viaje por mar a América, y des­
pués otra vez por tierra hasta llegar a Quito o a Santafé, sobre lo
que se expresa de esta manera el P. Ripalda:
«En la misma conformidad manda V. M. 'que sus oficiales Rea­
les paguen el flete desde Sanlúcar, y media tonelada para su ropa a
razón de 18.326 maravedís que importan treinta y seis pesos de plata
por cada uno de dichos Religiosos. Pero esta cantidad, es cierto no
alcanza, porque en los conciertos que se hacen de nao se paga al
dueño del navio por el flete y sustento y lo demás a razón de dos­
cientos veinte pesos de plata por cada Religioso, y este precio se juz­
ga de mucha conveniencia en semejantes conciertos, de suerte que
todo este considerable exceso de 184 pesos lo paga en estos casos su
Religión. Y al tenor y forma de estos costos, es constante que en la
conducción de dichos sujetos gastan las Provincias mucho más de lo
que importa la ayuda de costo con que V. M. es servido favorecerlos
hasta las ciudades de Santafe y Q uito,. . . a que se añade los crecidos
gastos que la Religión hace en los viajes que los misioneros frecuen­
temente hacen, así en las entradas a las Misiones de infieles, como
en las demás misiones de los pueblos y partidos de los indios».
Aunque los gastos del rey eran grandes, no puede negarse que
era inmensamente mayor el provecho, que los misioneros a costa
de imponderables fatigas y trabajos reportaban a la Real Corona, sin
más interés ni utilidad de su Religión, que el que esperaban de Dios
Nuestro Señor.
Toca luego el P. Ripalda la queja de que los Superiores emplea­
ban en otras ocupaciones a los que habían hecho el viaje a costa del
rey, siendo así que éste daba la subvención sólo en favor de las Mi­
siones. Responde el Procurador que aunque no faltan en las Provin-
42 —

cías de Indias, algunos nacidos en ellas capaces de desempeñar


cargos de gobierno, pero son éstos los menos. Y como por otra
parte es escaso el número de sujetos que entran en aquellas Pro­
vincias, no se debe extrañar que el P. General se vea obligado
a retener en cargos de gobierno a algunos de los que han pasado
a las Indias para las Misiones. En tiempos pasados, los Superio­
res de la Compañía hablan podido siempre disponer libremente de
los sujetos que hablan venido a las Indias con el favor de S. M.,
ahora solamente han principiado los obstáculos y reclamaciones
del Consejo.
Termina el P. Ripalda su Memorial haciendo ver que el único
resultado que pueden tener las continuas dificultades, que pone el
Consejo a las expediciones de misioneros, es acabar con las mismas
Misiones. «En caso que no haya lugar, dice, en atención a la suma
falta de sujetos en esas Provincias y al perjuicio que se seguirá de
que los Religiosos no pasen con la indiferencia, se tenga a bien y
se dé providencia para que las Misiones que tiene allá su Religión,
se encarguen a quien las pueda asistir, exonerándola de este cuidado,
para que pueda servir a S. M. en aquellas partes, sin el inconve­
niente de perjudicarse su santo Instituto», (i)

4.— Este Memorial tan claro tan conciso, y al propio tiempo


tan firme y respetuoso,como tan bien discurrido y razonado, produjo
esta vez, el resultado deseado. En efecto, fué no pequeña parte para
que el rey otorgase la Real Cédula de 27 de Junio de 1703, que
dice asf:
«El rey. Por cuanto en mi Consejo de las Indias se movieron
por mi Fiscal algunas dudas, que según su obligación a la observan­
cia del Real Patronato y ahorro de mi hacienda juzgó por convenien­
te representar en cuanto a la forma que se debía observar y guardar
con los Religiosos de la Compañía de Jesús que pasan a aquellos
Reinos a emplearse en el sagrado instituto de misioneros, reduciendo
sus proporciones a cuatro puntos, que el primero fué que los reli­
giosos que pasaren a Misiones, hubiesen de residir en la Misión par­
ticular que se les señalase; el segundo, que los Religiosos que van de
España, estuviesen obligados a proseguir su viaje directamente a los
parajes desiertos donde están los gentiles que van a convertir, sin
que los Prelados les pudiesen permitir, ni mandar se detuviesen en
los colegios; el tercero, que los Religiosos que residiesen en las Mi­
siones, no pudiesen los Prelados removerlos, ni quitar de ellas sin
justas causas comunicadas reciprocamente entre los Prelados y vice­
patronos, estando ambos de uu mismo acuerdo; (2) el cuarto y últi-12

(1) A r c h iv o S . J .
(2) Q uería el Fiscal que la ley del R eal Patronato que regía para todos los curatos de cléri­
gos o de Religiosos, se aplicase también a los misioneros de la Compañía de Jesús. Pero cualquiera
entiende cuán horrible y bochornoso hubiera sido para un Superior de la Compañía que en con­
ciencia se tuviera por obligado a remover a un misionero de alguna parte a otra, por causas secre­
tísimas tal vez, aunque no fuesen pecaminosas, tener que manifestarlas, a un seglar, al vicepatrono,
y esperar su consentimiento.
— 43 —

mo punto fué que los Superiores de esta Religión no habían de tener


facultad para emplear en las cátedras, púlpitos y prelaturas a los
misioneros que hubiesen pasado a costa de mi hacienda, fundándose
el dicho Fiscal para estas pretensiones en la Bula del Papa Alejan­
dro VI en que S. S. concedió a los reyes Católicos y demás suce­
sores suyos en esta Corona de Castilla, para que eligiesen los Reli­
giosos que fuesen a ejercer tan santo ministerio en las Indias, y
que no siendo de su aprobación y con su licencia ningunos pudiesen
pasar a ellas, y fundándose asimismo en la ley 19, título 14, lib. I
de la Recopilación de Indias, por la cual está ordenado que los V i­
rreyes y Gobernadores se informen si los Religiosos que pasan a ellas
a costa de la Real Hacienda, residen en las partes donde son envia­
dos, y que averiguando no residir en aquellos parajes, comunicándolo
con los Prelados, los compelan luego a que vayan a residir en las Mi­
siones a que fueron consignados, por haberse tenido noticia de que
los que se remitían para la Nueva Vizcaya, Nueva Galicia, Nuevo
México, Islas Filipinas y otras partes de ambos Reinos, se quedaban
en las ciudades y lugares grandes y no pasaban a aquellos adonde
iban destinados con gran dispendio de la Real Hacienda y contra el
fin a que eran enviados, por lo cual estaba mandado por la dicha ley
que los Ministros Reales tuviesen gran cuidado en evitar este de-
sórden, advirtiendo a los Prelados que si en este procediesen con
relajación y resistencia a las Reales órdenes los harían embarcar y
volver a estos Reino^.
Y habiéndose dado por el mismo Consejo noticia de todo lo
propuesto y pedido por el Fiscal, el Venerable y devoto Padre Tirso
González, Prepósito General de esta Religión, que reside en Roma,
presentó un Memorial poniendo en mi consideración que las condi­
ción1»# propuestas por el mi dicho Fiscal se oponían al mayor servi­
cio de Dios y mío, al bien público y propagación del Evangelio y al
estilo que inconcusamente habían observado hasta aquí los reyes mis
predecesores e Instituto de la Compañía; en tanto grado que si una
vez se admitiesen las referidas condiciones, se podría decir que la
Compañía no era la que fundó San Ignacio y que también eran
opuestas a lo que practicaron San Francisco Javier y San Francisco
de Borja, con el fruto y aprobación que todo el mundo sabía, y a lo
que mandaban los Sumos Pontífices en las Bulas hablando de misio­
neros Jesuítas, que dicen puedan los Generales y Provinciales de las
Indias, removerlos de las Misiones, sustituir otros en su lugar y ocu­
par a los que estaban en las Misiones en lo que juzgasen ser más del
servicio de Dios; refiriendo muy individualmente dicho P. General
todo lo demás que a este fin juzgó conveniente, concluyendo por de­
cir estaba pronto a dejar todas las Misiones que tiene la Compañía
de Jesús en las Indias, si fuese de mi agrado, por no caber en su Ins­
tituto y Bulas pontificias las citadas condiciones, y suplicándome
que si lo alegado por su parte fuese conforme a mi Real dictamen,
me sirviese de mandar que no se innove en esta materia, y que pa­
sen sus Religiosos misioneros que van a costa de mi Real Hacienda
en lo adelante como han pasado hasta aquí sin que se les impida
— 44 —

ni moleste; y habiéndose visto todo lo referido en mi dicho Conse­


jo de las Indias y consultándoseme sobre ello, y lo que a favor de la
misma causa me representó el dicho mi Consejo, deseando yo ma­
nifestar el aprecio que hago de esta sagrada Religión y la particular
gratitud que se le debe por la fervorosa aplicación con que sus hijos se
dedican al cumplimiento de su Instituto sagrado, y especialmente en
las Misiones de ludias, donde su predicación acompasada de su vir­
tud, vida y ejemplo ha producido tan favorables frutos en la conver­
sión de aquella gentilidad a nuestra verdadera religión, y siendo mi
ánimo fomentar tan importantes fines, como es de mi principal obli­
gación, para que nuestra santa fe se propague y ensalce en aquellas
retiradas y dilatadísimas regiones: He venido en condescender a la
instancia del dicho Prepósito General, permitiendo como por la pre­
sente permito, pasen los misioneros que a esta Religión de la Com­
pañía le son concedidos, y en adelante se concediesen, sin la sujec-
ción que derechamente se encaminen a las Misiones y conversiones
para que se conceden y destinan, porque es mi voluntad que de nin­
guna suerte se innove en la práctica, que inconcusamente se ha
tenido hasta aquí con los misioneros de esta sagrada Religión, sino
que en adelante y perpètuamente se observe dicha práctica, dejando
a los Superiores de ella la libre disposición de sus súbditos misione­
ros, para emplearlos conforme les declare el servicio de Dios y mío,
pero que esto sea con la calidad que, luego que lleguen a los cole­
gios y casas adonde se conducen, el Superior regular de ellas haya
de dar noticia al vicepatrono del número de Religiosos que llegare.
Y si de éstos no pasare alguno a las Misiones, por haberse de ins­
truir en la lengua o por otro justo motivo, haya de haber en dichas
Misiones quien por entonces la esté sirviendo, practicándose, lo
mismo cuando por muerte u otro accidente se viere precisado el
Superior a sacar alguno de los misioneros del territorio de la Misión,
subrogando al mismo tiempo otro sujeto ea su lugar, y observando
en esto y en lo demás que a ello conduce lo dispuesto por el Real
Patronato, de suerte que siempre esté completo el número de Reli­
giosos que debiere asistir a cada Misión. Por tanto mando a mis
Virreyes, Presidentes y Gobernadores que ejercen el Patronato Real
lo guarden cumplan y e je cu ten ...». ( il
Finalmente el 23 de Octubre de 1715 el rey permitió que pasa­
sen a cualquier territorio de las Misiones de Indias, Jesuítas fran­
ceses, polacos, belgas, exceptuando tan sólo a los italianos de Mi­
lán y Nápoles. Quedó además derogada la disposición que restringía
el número de misioneros extranjeros a la tercera parte. (2)
Ya que no pudo oponerse a estas concesiones, el Consejo quiso
por lo menos poner el siguiente reparo: «Aunque está muy bien de
que se conceda este privilegio a la Compañía por el celo y vigilan­
cia con que sus hijos se aplican infatigablemente a la conversión
de aquella gentilidad, es conveniente se atienda también a que las1

1) Archivo de Indias 73-4-3.


‘2) Archivo de Indias 73-6-54.
— 45 —

Indias no se llenen de extranjeros, aunque sean misioneros de la


Compañía, pues siempre que éstos sean en mayor número que los
que de ellos fueren vasallos de V. M., es preciso se viva cou recelo
y desconfianza de lo que en algún tiempo puede ocurrir, mayormen­
te en la parte del Orinoco, para donde son estos misioneros, pues
por su situación está expuesta a cualquier invasión de los enemigos.
Por cuya razón parece al Consejo será preciso advertir al General
de la Compañía, que en correspondencia de lo mucho que su Reli­
gión debe a la piedad de V . M., .espera de su celo y atención, que
haciéndose cargo de esta importancia, gobierne esta materia con tal
prudencia qui ni ahora ni en ningún tiempo, se pueda recelar que
por ser en mayor número los Jesuítas extranjeros que los vasallos de
V. M., suceda algún contratiempo. Y que aunque señaladamente
para estas Misiones del río Orinoco vayan ahora, en virtud de la
extensión que se concede a la Compañía, pretextada con la falta de
sujetos españoles, más Jesuítas extranjeros que vasallos de V . M.,
se podrá encargar a los Provinciales y Superiores de las Misiones,
que en llegando allá, envíen a los extranjeros a las Misiones tierra
adentro, donde tienen menos inconvenientes, y que a los que estu­
vieren en estos parajes, vasallos de V. M., en lugar de los otros va­
yan al Orinoco, practicando esto mismo en todas las partes de las
Indias, donde se conozca el mismo reparo.»
A pesar de estas advertencias del Consejo, el cual tomando pié
del caso particular del Orinoco, quería establecer un precedente de
alcance más general, el Real Decreto mantuvo lo establecido en la
Cédula anterior: «En lo que mira al lugar, Misión, región o colegio
en que hayan de residir los Jesuítas extranjeros que pasasen a las
Indias, ya españoles, ya extranjeros, es mi voluntad que no se ponga
limitación alguna a la disposición de los Superiores de la Religión,
de cuyo celo y prudencia íío harán en todo caso lo que juzgaren más
conveniente para mi Real servicio», (i)
Otra ventaja no pequeña alcanzó por este tiempo el celo indus­
trioso del P. Martínez de Ripalda. A 28 de Mayo de 1707 escribía al
P. Provincial de Quito dándole la buena noticia de que se había
conseguido la revocación de una Real Cédula del año 1702, que
mandaba «se presenten en el Consejo de Indias las patentes que
nuestro Padre General remitedes de Roma nombrando Provinciales,
Rectores y otros Superiores, y que todas las que hubiesen sido envia­
das a América sin que conste haber recibido el paso del Consejo, se
recogiesen, según lo prescribe la ley 54, título 14, lib. I de la Reco­
pilación de Indias».
Los regalistas del Consejo parecían no poder sosegar mientras
no tuviesen a las Ordenes religiosas sujetas en todo a las disposicio­
nes del Real Patronato.1

(1) Archivo de Indias 73-6-54.


CA PITU LO QUINTO

LA C O N G R E G A C IO N P R O V IN C IA L D E I 705

SUMARIO: 1 Principios del gobierno del P . Juan de Tobar.—2. La Congrega­


ción Provincial; sus postulados; respuestas del P . General; los Procu­
radores a Roma.—3. El P . Luis de Andrade Provincial; el fomento
de las Misiones.—4 . Varias disposiciones del P . General.

V ELASCO ; Historia. . . . Crónica. . . . 1700 - 17 0 8 . —A STRA IN , Historia de la Compadia de Jesds en la


Asistencia de Espada, V i l , lib . 2 , c . 6 . —ARCH IVO S . J .

i . — El P. Juan de Tobar, tercer Provincial de la Provincia de


Quito dió principio al desempeño de su cargo en Popayán a media­
dos de Abril de 1703, en que llegó de Santafé. Allí se encontró con
el P. Francisco Daza que terminado su gobierno regresaba a su
Provincia del Nuevo Reino. El nuevo Provincial aprovechó esta
entrevista para informarse detenidamente del estado de la Provincia
cuyo gobierno le había sido encomendado.
Desde aquel mismo colegio escribió con fecha 20 de Abril al
P. Geueral, comunicándole sus primeras impresiones, algo pesimis­
tas, como que se hallaba todavía bajo la impresión deprimente, que
le habían causado las terribles fatigas de un viaje sobremanera peno­
so. Sentíase viejo y achacoso y algo desconsolado por su nuevo cargo.
Al contestarle, a 8 de Diciembre de 1704, el P. General Miguel
Angel Tamburini, le agradece afectuosamente la pronta obediencia
con que había aceptado el oficio, a pesar de tener no pocas razones
para excursarse. «Mucho no ha edificado, le dice, la resignación con
que aceptó el gobierno de esa Provincia y la prontitud con que se
puso luego a hacer viaje tan largo, no obstante las muchas dificulta­
des en que se hallaba V. R. y propuso al P. Pedro Calderón. No
dudo que V. R. habrá hallado consuelo en obedecer a costa de tan­
to trabajo, y que Nuestro Señor habrá premiado su obediencia, dán­
dole luz y acierto en su gobierno, por más que V. R. se tenga por
tan inútil para él. En acabando V. R. su trienio y entregado el ofi­
cio al sucesor, podrá volverse a su Provincia del Nuevo Reino, si los
años y los achaques se lo permiten, pues veo que V. R. lo desea con
ansia y lo pide como por premio de las fatigas que le ha causado la
obediencia, y yo tengo por muy justo el concedérselo», (i) 1

(1) El P . Juan de Tobar en efecto, volvió a Santafé al terminar tu trienio, y murió en


aquella ciudad el 9 de Marzo de 1711.
— 47 —

Pasa luego el P. General a tratar del caso del P. Juan de Nar­


váez. Siendo todavía joven, el P. Tirso González le había conmuta­
do la tercera Probación por las Misiones entre los Jívaros, al tiempo
que el P. Francisco Viva intentaba llevar a cabo los peregrinos pro­
yectos de reducción y pacificación de estos salvajes, de que dimos
cuenta en el último capítulo del tomo anterior. E l P. Narváez fué
el primer cura de la ciudad de Los Naranjos fundada por el P. Viva,
y en ella vivió en continuos sobresaltos, expuesto a perecer el rato
tnenos pensado en cualquiera de los ataques o emboscadas, con que
los Jívaros tenían en perpetua alarma a los moradores de la nueva
población. Cuando por orden del P. Visitador Diego Francisco Al-
tamirano se deshizo la ciudad de Los Naranjos, los Superiores tras­
ladaron al P. Narváez a Latacunga, para ejercitar como operario los
ministerios espirituales. En 1699 fué destinado a Panamá, y allí
permaneció hasta 1702. Volvió entonces a Latacunga, muy quebran­
tado de fuerza, por lo mucho que tuvo que sufrir del clima en aquel
colegio. Escribió entonces una larga carta al P. General, dándole
cuenta de sus trabajos y de habérsele dilatado hasta entonces, esto
es, por espacio de unos diez años, los últimos votos, sin que le hu­
biese jamás dicho cosa alguna sobre las causas de tan larga dilación.
El P. Tamburini mandó al punto que se hiciesen nuevas infor­
maciones y le recomendó de un modo especial la caridad y celo del
P. Tobar. Recibidos los documentos que se enviaron de la Provin­
cia, el P. General concedió la Profesión solemne al P. Narváez, el
cual la hizo a 8 de Diciembre de 1706. Fué este Padre natural de
Valencia, en donde nació a 28 de Marzo de 1664 y entró en la Com­
pañía el 5 de Mayo de 1679. Tuvo muchas habilidades, y distinguién­
dose por sus conocimientos en geogafía y cartografía. El fué quien
grabó, como vimos, el mapa del P. Fritz en 1707. Ejecutó asimismo
varios trabajos de grabado, que se solían entonces hacer para los
Actos solemnes de Filosofía o Teología.
E l estado temporal de la Provincia no era muy halagüeño cuan­
do el P. Juan de Tobar llegó a Quito. E l P. Procurador general es­
cribía desde Madrid a 15 de Mayo de 1705, exponiendo los apuros
en que se hallaba y pidiendo a la Provincia de Quito que pagase
cuanto antes la deuda crecida que allí tenía. El P. Procurador de
Provincia poco podía hacer, pues se hallaba él también en iguales o
mayores trabajos. Las dos Provincias de Santafé y de Quito no te­
nían todavía cuenta separada en la procura de Sevilla, y la deuda
de ambas era de 54.000 pesos, o sea de 17.000 para cada una.
Para hacer frente a esta situación y remediar en parte por lo
menos, estas necesidades, vendió el colegio de Quito una casa pe­
queña que tenía al pie del Panecillo, junto al Tejar, con unos terre­
nos contiguos, que se habían comprado en tiempos anteriores para
facilitar el paso de la acequia que alimentaba los molinos, que tenía
el colegio en la quebrada llamadade Jerusalén.
A estos trabajos vino a sumarse otro, aún más doloroso,el fra­
caso de la fundación de Loja
El 17 de Agosto de 1705, el capitán D, Cristóbal González Hi-
- 48-
dalgo hizo donación a la Compañía, para fundar un colegio en Loja,
de su hacienda llamada de Malacatos y de sus hatos o anejos, que
eran Uchima, Tumianuma, Santa Cruz, Santa Ana y Santo Domin­
go, comprado todo al Marqués de Solanda en la suma de 28.730
pesos. El 27 de Noviembre del mismo año, fué a visitar estas ha­
ciendas en nombre del P. Provincial, el P. Francisco Ruiz, quien
fiándose más bien de los informes que le dieron que de lo que pudo
ver y reconocer con sus propios ojos, dió un informe muy optimista
acerca de las haciendas. Desgraciadamente la realidad estaba muy
lejos de corresponder a las esperanzas que se había forjado el
P. Ruiz.
Con estos datos el P. Provincial Juan de Tobar nombró V ice­
rrector del futuro colegio al P. Juan de Narváez, de quien acabamos
de hablar y le comisionó para que en compañía del P. Martín de Mi­
randa y el H. Coadjutor Pedro Ribot fuese a tomar posesión de
dichos bienes, dando de este modo principio a la fundación del
nuevo colegio. El P. Narváez aceptó la donación de D. Cristóbal
González Hidalgo el 23 de Enero de 1706, y el 27 del mismo mes,
tomó posesión de la casa y hacienda con las ceremonias acostumbra­
das. «El alguacil mayor habiendo cogido a los RR. PP. por las
manos, los metió en la sala principal de las haciendas, y en ella
abrieron y cerraron las puertas, y se pasearon por los corredores y
patios, y dijeron que tomaban posesión de dichas haciendas; otros
actos ejecutaron revolcándose en el patio, arrancando yerbas y
echándolas de una parte a otra».
El P. Juan de Narváez había dado todos estos pasos, fiado en
el informe del P. Francisco Ruiz, pero grande fué su desengaño
cuando se practicó el inventario para la entrega definitiva. Hizo por
espacio de un mes los rodeos necesarios en presencia de tres testigos
muy expertos en esta clase de trabajos, y en vez de 1.522 cabezas de
ganado vacuno que figuraban en el informe no se hallaron sino 760,
en vez de las 700 yeguas de cría que se habían prometido no se
hallaron sino 401 cabezas entre yeguas, potros y potrancas.
Como por otra parte, al comprar en 28.730 pesos la hacienda,
el Sr. D. Cristóbal González Hidalgo, no había pagado por ella sino
9.000, quedaban 19.730 por pagar, de estos 11.730 a censo con un
rédito de 590 pesos anuales,y los 7.930 restantes a plazos en el espa­
cio de seis años. La donación, por consiguiente venía a reducirse a
pagar las deudas del Sr. González Hidalgo.
Verdad es, que aunque la donación de este caballero representa­
ba de momento poquísimo valor por los gravámenes que sobre ella
pesaban, con todo se hubiera podido dar principio al colegio echan­
do mano de 14.000 pesos que D. Francisco Rodríguez, cura de Tixán
había entregado para la fundación de Loja, y otros 6.000 de varias
limosnas hechas al mismo efecto.
Pero estando las cosas en este estado, vinieron a saber nuestros
Padres que el Sr. González Hidalgo había tenido una hija cuyo para­
dero no se sabía, ni siquiera si era viva o muerta. Al tener noticia
de estos pormenores el P. Juan de Tobar mandó al P, Narváez, en
— 49

carta de 6 de Agosto de 1706, que procurase buenamente y sin ofen­


sa de nadie rescindir el contrato y volverse luego a Quito con sus
compañeros. Además,como el Sr. Hidalgo deseaba entrar de Herma­
no Coadjutor en la Compañía, le encargó que le disuadiese buena­
mente de este proyecto, representándole la obligación que podía
tener con su hija, a quien pertenecía además de derecho la hacienda
como a heredera forzosa.
El P. General informado de lo sucedido, no quiso que se aban­
donase la idea de fundar en Loja, y mandó que se colocasen de mo­
do seguro los 20.000 pesos de la donación del Sr. Rodríguez y de
las demás limosnas, hasta que se presentase una ocasión propicia
de abrir un colegio en aquella ciudad. En la misma carta ordenaba
que en toda la Provincia se celebrasen dos misas por el generoso
bienhechor.
El colegio de Riobamba pasaba también por apuros pecuniarios
a pesar de la ayuda que le había proporcionado el Sr. Villegas Pailón.
Tuvo que vender por infructuosa la hacienda de Cuzucpán y Guam-
baina, que tenía sobre sí un censo de 7.510 pesos con 375 de interés,
y producía ton sólo unos cuantos quesos cada mes. El principal de
censos del colegio en este tiempo era de 34.310 pesos con un inte­
rés de 1.635 anuales.

2.— La primera Congregación provincial de la Provincia de


Quito se reunió en el Colegio Máximo de esta ciudad, el 8 de Se­
tiembre de 1705, presidiéndola el P. Provincial Juan de Tobar.
Extractaremos aquí la circular que en nombre de la Congrega­
ción envió el P. Provincial a todas las casas, el 24 de Setiembre de
1705, porque nos da a conocer el estado de la Provincia en aquellos
años. «Como sea así, dice, que las Congregaciones Provinciales no
sólo se ordenan a elegir Procuradores para España y Roma, sino
también para ver y reparar lo que necesita de remedio en la Provin­
cia tocante a lo espiritual de ella, como son ministerios, misiones,
estudios, etc., y a lo temporal de las casas y colegios, y los venera­
bles Padres que se juntaron en la que se celebró en este mes de Se­
tiembre, hubiesen representado a la diputación varios puntos perte­
necientes a lo uno y a lo otro, para que se advirtiese en ellos y se
diese la providencia necesaria. . . se resolvió se hiciese un extracto
de los más esenciales y se comunicasen a todas las casas y colegios
de la Provincia, encargando su puntual observancia».
Cuáles fuesen esos puntos esenciales lo advierten a continua­
ción los Padres congregados: «Nuestros estudios de latinidad y gra­
mática están algo desacreditados en nuestros colegios, teniendo la
culpa de esto los Padres Maestros y Prefecto de esos estudios, por no
velar sobre lo que es de su obligación. Por tanto se ordena se apli­
quen con todo celo a la enseñanza de los niños, no perdonando a
trabajo alguno para su aprovechamiento.
Habiéndose notado poca asistencia a las pláticas propias de ca­
da Congregación, se proponen los medios siguientes para promover
la asistencia. Que los Padres que tienen a su cuidado dichas Congre-
— 50 -

gaciones, prevengan con tiempo lo que han de platicar, y no lo hagan


poco más o menos. Qué haya más asistencia a los cofesonarios, en
donde a las personas que se confiesan con frecuencia se les puede
aconsejar que asistan a las pláticas y que conviden a cuantos puedan.
Pareciendo que con los sermones que predican los Nuestros no
se consigue el debido fruto en las almas se determina que los pre­
dicadores lean sus reglas y las observen, en especial la nona y deci
manona. Por ser pocos los que pueden predicar, que ningún Rector
introduzca nuevos sermones fuera de los de tabla, sin licencia del
Provincial.
Pasando a lo temporal, se ordena lo siguiente. Que los Herma­
nos sacristanes no dejen las alhajas de las sacristías al cuidado del
indio o de los indios que ayudan, por haberse notado que algo se ha
perdido. Que cada año el Rector visite las haciendas de su colegio,
y si él no puede, que nombre quien lo haga con todo el cuidado ne­
cesario. En el cambio de gobierno que se haga el inventario de todas
las cosas de la casa y de las haciendas, como se ordena en la Ins­
trucción del P. Hernando Cavero, y que el nuevo Rector no firme
el inventario antes de haber reconocido por sí mismo la existencia
de las cosas que en él se apuntan. Que en los colegios pequeños el
Rector sea también Procurador, aunque se puede hacer ayudar por
algunos de sus súbditos. Que no se haga ninguna nueva construcción,
por pequeña que sea, sin consultar antes al P. Provincial, y que
ésta no sea contraria al plano ya aprobado, de suerte que sea me­
nester derribarla para seguir el plano del edificio.
A los que entran en la Compañía, como nuevos en la virtud y
mortificación, es necesario a los principios facilitarles ésta, y condu­
cirá a esto que de aquí en adelante no se les den camisas de tocuyo,
sino alguna de las que ellos traen y otras que les dará la casa, lo
cual se ordena que se ejecute, como también que se les de una sá­
bana de ruán.
Que se atienda mejor a los súbditos que van de viaje, que se
les dé el criado o paje para el viaje, pero no podrán tenerlo para su
servicio, cuando hayan llegado a la casa adonde van.
Para mayor limpieza y aseo en las servilletas de que usamos en
la mesa, se pondrá en el anterefectorio o en el mismo refectorio
un cajón con sus divisiones y nombres en ellas, donde se pongan de
por sí las servilletas, para que cada sujeto al entrar al refectorio sa­
que y vuelva la que le sirve a la división o naveta que le toque.
Por último, para que se conserve entre nosotros la caridad fra­
terna que tanto nos encarga Nuestro Padre San Ignacio eu las Cons­
tituciones, y a su imitación nuestros Generales, se pidió se hiciese
saber a todos el decreto 12 de la Congregación séptima, y para que
ninguno lo ignorase se tradujese en romance y.se enviase a nuestras
casas y colegios». (1)1

(1) Este decreto trata de las falsas denunciaciones y de sus penas y castigos. Esta falte,
triste consecuencia del espíritu de nacionalidad, era uno de los peligros de la-Provincia.
Esta circular da a entender que el espíritu de la Provincia era
excelente; si hubiese habido relajación o faltas graves, la Congrega­
ción las hubiera notado y hubiera puesto el conveniente remedio.
Según la costumbre, esta Congregación presentó cinco postula­
dos al P. General. La respuesta la envió de Roma el P. Tamburini
el 20 de Marzo de 1711 casi a los seis años, de suerte qne apenas si
llegaría a tiempo, para que los pudiese considerar la segunda Con­
gregación Provincial que debía convocarse para Setiembre de aquel
mismo año.
En el primer postulado se pedía licencia para dejar el curato de
los Colorados. El P. General negó esta licencia.
Al segundo en que la Provincia solicitaba que de España se en­
viase una buena expedición de misioneros, dió Nuestro Padre la
respuesta acostumbrada, que se haría lo posible.
El tercero proponía que se mudase en las costumbres lo que de
tiempos anteriores estaba establecido sobre el modo de hacer
los viajes y acerca del avío que en estos debía haber. Respondió el
P. General que tratase este punto y lo determinase el. P. Visitador
Francisco Sierra, pero que para su acertada resolución llamase a
consulta, no sólo a los consultores ordinarios y extraordinarios, sino
también a los Procuradores de las casas y principalmente a muchos
de aquellos que hubiesen tenido que hacer largos viajes y que supie­
sen por experiencia lo mucho que se sufre en ellos. Oído el parecer
de todos, el P. Visitador resuelva cuales deben ser los gastos que la
caridad y la pobreza piden en estos casos, y dé cuenta de todo al
P. General.
En el cuarto, pedía la Congregación que se tratase en Roma la
causa de Beatificación de la Venerable Mariana de Jesús. Es muy
probable que el autor de este postulado fuese el P. Jacinto Morán de
Butrón, que acababa de escribir la vida de la Beata Mariana y tomó
parte en la Congregación.
La respuesta fué que se formase una asociación o junta de caba­
lleros en Quito y en Lima, y que éstos nombrasen algún procurador
para agenciar en Roma la causa de Beatificación. Esto mismo, aña­
de el P. General apoyaremos nosotros, y nos será más fácil reco­
mendarlo. No sabemos que se hiciera algo en este sentido, en Quito
y mucho menos en Lima.
Por fin el quinto proponía la conveniencia de volver la portería
de nuestro colegio de Quito al lugar que antes ocupaba, en vez de
la que el P. Altamirano había mandado abrir, como vimos, al pretil
de la iglesia. El P. General remitió el asunto al parecer del P. Pro­
vincial y de sus consultores. (1)1

(1) «Respons» ad postulata Congregationis Provincialis primae Quitensis, anno 1705 habitae;
A d primum quo petitur facultas dimittendi paroeciam seu Misionem Coloratorum, etc. Responde­
tur; nullatenus esse dimittendam; ut alias ad hoc ipsum postulatum responsum fuit per litteras nos­
tras datas 24 Novembris 1708.
A d secundum quo petitur aliquot Operariorum expeditio, quo res christiana promoveri pos­
sit in Missione M ainarum, etc. Respondetur; Quum multae sint in societate Missiones, quae non
— 52 —

Como dijimos, estas respuestas del P. Tamburini llegaron a Qui­


to a mediados del año 1711, es decir seis años exactamente después
de la Congregación que había formulado los postulados, a los que
entonces solamente se daba contestación. Esta extraña tardanza se
debió a que, por una serie de circunstancias imprevistas, los postu­
lados no llegaron a manos del P. General sino después de varios
años de celebrada la Congregación Provincial.
En efecto los dos Procuradores nombrádos por ésta, PP. José
Ignacio Delgado y Jenaro Garofalo tardaron quince meses en prepa­
rar el viaje, y no se pusieron en camino sino a principios de Diciem­
bre de 1706, dirigiéndose por Popayán a Cartagena. En la travesía
tuvieron que padecer un gravísimo contratiempo, porque, habiendo
caído en manos de unos piratas, fueron despojados de todo cuanto
tenían así en dinero como en papeles. Entre las pérdidas que se hu­
bieron de lamentar,estaba la del dinero recogido para la introducción
de la causa de Mariana de Jesús y el manuscrito de la vida de la
sierva de Dios compuesta por el P. Jacinto Morán de Butrón.
El P. General tardó casi dos años en tener noticia de lo suce­
dido; pues, en carta de 28 de Noviembre de 1708, manifestaba su
extrañeza por la tardanza de los Procuradores. Algunos meses des­
pués recibió una carta del mismo P. José Delgado en que le daba
cuenta de sus desgracias, refiriéndole cómo había caído en manos de
corsarios, quienes después de retenerle algún tiempo en prisiones le ha­
bían despojado de todo. No teniendo ya dinero para juntar en Espa­
ña una buena expedición de misioneros, juzgaba que era excusado su
su viaje a Europa.
Por el mismo motivo se había opuesto a que su compañero el P. Ga­
rofalo prosiguiese su camino, como lo deseaba hacer. El P. Geueral
desaprobó la conducta del P. Delgado, <£poes, por lo que tocaba a la
seguridad de su persona, por la misma escolta con que hubiesen de
venir los navios del rey, él podía venir y ya que el acontecimiento
pasado le había puesto todo viaje en horror, podía haberse declarado
impedido y con esto permitir el viaje a su compañero en su lugar».
En consecuencia mandaba al P. Provincial que preparase lo más

exiguo Operariorum numero indigeant, nihilominus Mainarum Missionibus providentiam nostram


deesse non patiemur, earumque bono quantum fieri poterit consulemus.
A d tertium quo petitur facultas commutandi sive corrigendi rationes quibus itinerum sumptus
per Provincialem Praepositum circumscripti fuere, etc.
Respondetur: Extraordinariam ad id consultationem praemittat P . Visitator; ac in ea praeter
consultores convocet etiam procuratores Domorum ac insuper eos omnes qui longiora habuerunt
itinera; omniumque sententiis auditis, statuat de illis sumptibus quod charitati simul et paupertati
consonum magis videbitur; nobisque demum statuta referat.
A d quartum, quo petitur ut agatur cum Summo Pontifice de V enerabili M ariana de Jesu in
Sanctorum album referenda: Respondetur: Curandnm prius ut proceres Quitenses et Lituani ex
Religione aliqua procuratorem deligant ac Romae constituant qui causam Venerabilis M arianae
a Jesu apud Sumum Pontificem ac Sacram Rituum Congregationem agat; tunc enim operam nos­
tram addemus ac facilius commendabimus.
A d quintum in quo agitur, an ostium principale collegiilquod juxta vestibulum templi apertum
est occludendum sit, et an reserandum primum ostium quod olim constitutum fuerat e regione am­
bulacri superioris, etc. Respondetur Statuendum hoc erit a Provinciali, auditis consultoribus, u l
scriptum est». A rchivo S . J .
— 53 —

pronto posible el viaje de otro Procurador. Los padecimientos del


viaje y del cautiverio hicieron tal impresión en el ánimo del P. Del­
gado, que vino a flaquear en su vocación. Pidió y obtuvo de la San­
ta Sede un indulto para pasar a la Orden de San Agustín, como lo
realizó con efecto.
Con el P. Tobar pasó un caso que no era del todo infrecuente
en estas Provincias de América. Recibió la constestación del P. Ge­
neral a sus dos primeras cartas de 6 de Febrero y de 20 de Abril de
1703, pero no de las demás que escribiera durante su provincialato;
pues las suyas de Diciembre de ese mismo año llegaron a Roma so­
lamente cuatro años después, a principios de Enero de 1707, cuando
ya el Padre había dejado el cargo y se había recogido a su Provin­
cia del Nuevo Reino. El P. General solía, sin embargo, contestar a
estas cartas así atrasadas, las que tal vez habían perdido toda su
oportunidad. Ya se entienden los graves inconvenientes que ocasio­
naba esta irregularidad de los correos para el buen gobierno de las
Provincias ultramarinas y para la debida subordinación de los Su­
periores de la suprema cabeza de la Compañía.
Con ocasión de las cartas del P. Tobar, reprende el P. General
el descuido que se ha notado en algún colegio en dar las misiones
circulares prescriptas. La causa de esta omisión no podía ser otra
que la falta ocasional de obreros evangélicos, por enfermedad o por
muerte de los que estaban señalados para este provechosísimo mi­
nisterio, ya que en varias partes había fondos señalados para esas
giras apostólicas, y en el caso en que éstos faltasen, los colegios de­
bían suplir cada uno en el territorio que les estaba encomendado,
según la división hecha por el P. Visitador Diego Francisco A l-
tamirano.
Reprobaba asimismo el abuso cometido en el colegio de Popa-
yán por haberse aplicado a los gastos de la iglesia una suma desti­
nada al aumento de la biblioteca. Renovaba finalmente la prohibi­
ción de que ningún Padre tuviese criado para su servicio, fuera del.
P. Procurador y del Hermano boticario de Quito, por las muchas
ocupaciones de esta oficina. (1)

3.— Habiendo terminado su trienio el P. Juan de Tobar, entró a


gobernar la Provincia de Quito en Noviembre de 1706 el P. Luis de
Andrade que pertenecía a la Provincia del Perú.
Uno de los primeros cuidados del nuevo Provincial fué el de ha­
cer, de acuerdo con sus consultores, algunos cambios en la lista de
Superiores enviada de Roma. No era raro en aquellos tiempos que
alguno de los señalados por el P. General para algún cargo de go­
bierno hubiera ya pasado a mejor vida, cuando llegaba su nombra­
miento; otros se hallaban legítimamente impedidos. Los Provincia-

f i ) Los Superiores de las casas en tiempo del P . Juan de Tobar fueron los siguientes: P . S e ­
bastián Luis de Cepeda, Rector del Colegio Máximo de Quito; P . Florencio Santos, R ector de
Latacunga; P . Pedro de la R ú a, Rector de Riobamba; P . Juan Lorenzo Lucero, Rector de Po-
payán. No hemos podido encontrar los nombres de los demás Superiores.
— 54

les se veían, pues, obligados a proveer interinamente las necesidades


más urgentes, dando cuenta al P. General de lo que habían hecho.
En carta de 24 de Noviembre de 1708, ej P. Tamburini aprueba
de lleno todos los cambios hechos por el P. Andrade y sólo reprueba
que hubiese tomado por Socio al P. Sebastián Abad de Cepeda, que
era Rector del colegio Máximo, porque no podía sin detrimento de
su oficio de Rector desempeñar al mismo tiempo el de Socio del
Provincial.
El P. Andrade había prohibido a los dos Padres que asistían co­
mo curas en las parroquias de Colorados y Archidona y a los que en
adelante tuviesen este cargo, el aceptar el nombramiento de Vica­
rios y Jueces eclesiásticos. Esta medida mereció la plena aproba­
ción del P. General.
«Están los Nuestros en las Misiones, dice, para ayudar a los
Obispos en el cuidado de las almas de sus ovejas, dándoles el pas­
to espiritual, más no para introducirse en el terreno jurisdiccional
que trae varias inquietudes y disgustos, que pueden divertir del em­
pleo principal y abrir la puerta a muchos inconvenientes. Y así a
ninguno permita V. R. tales cargos». (1)
Pero lo que más satisfizo al P. Tamburini fué el celo del nuevo
Provincial por las Misiones entre infieles. En una carta anterior, de
8 de Enero de 1707, dirigida al P. Tobar, el P. General se había
quejado amargamente de ciertos descuidos que se habían tenido con
los misioneros entre infieles. «Ha faltado la debida asistencia a los
Padres misioneros, que tan gloriosamente trabajan en las Reduccio­
nes, han carecido de lo necesario, hasta de vino y hostias para ce­
lebrar. Que se les atienda con religiosa abundancia, pues son tan
dignos de esta atención por sus gloriosos trabajos». El P. Andrade
al recibir esta carta dirigida a su predecesor, hizo cuanto pudo para
enmendar cualquier falta que en esto hubiese habido. No contento
con esto, dirigió un fervoroso llamamiento a la Provincia, pidiendo
que los Padres que se sentían con ánimo para la gloriosa empresa de
la conversión, de los infieles le manifestasen estos santos deseos.
Muchos se ofrecieron a ir inmediatamente a las Misiones para la
empresa apostólica y el Padre pudo enviar a diecisiés misioneros al
Marañón, y dos a la Misión de los Colorados. Al saber esto el P. Ge­
neral, escribió al P. Andrade en estos términos: «Estimo a V. R.
que haya enviado dieciséis sujetos a las Misiones del Marañón y dos
a la de Colorados, y que los haya proveído de lo necesario con abun­
dancia, como lo merecen los.que a empleo tan glorioso se dedican...
Cáusame admiración y aun escándalo lo que me escribe V . R. que
de toda esa Provincia sólo había seis misioneros en el Marañón,
cuando en todas las Provincias de Indias, son las Misiones el empleo
que debe mirarse como principal. Doy gracias a V. R. por haber
quitado a la de Quito ese oprobio con los dieciséis que de nuevo ha
señalado, y que aón me parecen muy pocos. Y estando en este pun­
to tan entibiado el celo, no extraño que pretenda la Provincia dejar(I)

(I) Archivo S.J.


— 55 -

la Misión de los Colorados, ahora con el pretexto de entrar en la


Misión de Archidona, que se puede temer se deje después, reprodu­
ciéndose las razones que hubo antes y se alegaron para dejarla, (i)
Lo que en este punto ordeno y repito es que la Misión de los
Colorados en ningún modo se deje, antes se fomente cuanto sea po­
sible, pues tengo noticia que, aunque hoy son estos indios pocos,
hay grandes esperanzas de que se aumenten, pues han dejado ya casi
del todo sus borracheras y homicidios, y hay pueblos vecinos que se
les quieren juntar. Y puesto que dice V. R. que en tomar la Misión
de Archidona resulta la utilidad de abrirse paso a las Misiones de gen­
tiles, V. R. por todo modo y con la mayor eficacia solicite esa Mi­
sión para los Nuestros, pues supongo que la podrá conseguir, cuando
piden que para encargarse de ésta se deje la Misión de Colorados.
Espero del celo de V. R. la noticia en la primera ocasión de que
ambas quedan a cargo de la Compañía y proveídas de buenos y fer­
vorosos misioneros».
En esta misma carta el P. General daba licencia al P. Luis de
Andrade para volver a su Provincia del Perú, como lo hizo por Mar­
zo o Abiil de 1708,dejando nombrado como Viceprovincial al P. Se­
bastián Luis Abad de Cepeda.
La solicitud y santo celo del P. Tamburini por nuestras Misio­
nes fué de todo punto extraordinaria. Apenas supo que el P. Sebas­
tián Luis Abad de Cepeda se había hecho cargo del gobierno de la
Provincia como Viceproviucial, por haber regresado a la suya del
Perú el P. Luis de Andrade, le dirigió una carta, a 1? de Diciembre
de 1709, insistiendo con vehemencia en la obligación que tenían los
Provinciales de Indias de considerar como una de sus principales in­
cumbencias el promover las Misiones de infieles: «Ultimamente me
avisa el P. Luis de Andrade el número de misioneros que envió a las
Misiones del Marafíón, donde sólo había ocho. No negaré a V. R.
que no puedo leer esta cláusula sin escándalo, que en una Provincia
de Indias, donde hay doscientos sujetos, solo ocho estuviesen dedi­
cados a este ministerio, el principal para que estas Provincias se
fundaron, y en orden a cuya conservación se admitieron los cole­
gios. Al P. Andrade le daré muchas gracias por haber empezado a
quitar tal oprobio de esa Provincia con los dieciséis que de nuevo
envió a ellas, y las daré con toda estimación al Provincial que si­
guiere tal ejemplo. |Una Provincia de Indias, que recibe sujetos de
los naturales de ellas, a quien se han enviado misiones bastante nu­
merosas, a cuyos misioneros acude con sus limosnas la piedad del rey
Católico, como lo hizo con cuatro mil pesos el año de 1707, redu-1

(1) Como vimos en el capítulo veintiuno del libro cuarto del tomo anterior, la Doctrina de
Archidona se había dejado en 1673, por bien de paz y para evitar disgustos y pleitos con el Obis­
po de Quito que la quería para sus clérigos. Cuando éstos se convencieron que no se sacaban de
ella los pingües beneficios que habían esperado, trataron de dejarla y el Obispo la ofreció a la
Compañía, permutándola con la de los Colorados. L a Doctrina de Archidona era de gran interés
para nuestras Misiones, por ser paso necesario para el Marañón por la vía del Ñapo, que era la
más practicable. Anos adelante, el P. General más exactamente informado del estado de la cues­
tión aprobó la permuta.
- 5 6 -

cida a ocho misioneros. No encontraré voces, que juntándose con la


decencia puedan explicar mi gravísima disonancia. ¿Y el resto hasta
doscientos sujetos qué'hace? Estarse en las conveniencias de los
colegios, ly por eso pedir que se dejen las Misiones de los Coloradosl
Esta negligencia no es tolerable en una de esas Provincias. Y así
encargo a V. R.,por el deseo que debe tener de la dilatación de nues­
tra santa íe y conversión de las almas, y por el amor que debe al
buen nombre de la Compañía y de esa Provincia, que provea de
cuantos más ministros pueda a las Misiones del Marañón, de Mainas
y Colorados, alentando el celo de los sujetos a tan apostólicos minis­
terios como ofrece esa copiosa gentilidad, y que asista con toda cari­
dad a los misioneros. Y esté seguro V. R., que así como en esto
hará a Nuestro Señor un gran servicio, así también me dará un con­
suelo el mayor que pueda desear. Y para que yo lo logre, me avisará
el número de sujetos que de nuevo ha enviado a las Misiones. Aguar­
do más individuales noticias de la dichosa muerte del P. Nicolás Du­
rango, a quien, se me avisa quitaron la vida los gentiles:».
Esta reprensión fuerte y aun quizás algún tanto dura dirigida a
la Provincia de Quito no produjo, por de pronto, todo el efecto que
hubiera deseado el P. Tamburini. Pero no hay duda que el floreci­
miento consolador que alcanzaron años adelante las Misiones del
Marañón, fué fruto en gran parte de los esfuerzos de este P. Gene­
ral por levantarlas a un alto grado de prosperidad.
Si no fué posible remediar de momento el estado algo decadente
en que se encontraban las Misiones a principios del siglo X VIII, no
fué por falta de celo en los Superiores o de voluntad en los sujetos
de la Provincia, sino por un conjunto de dificultades, que no se pu­
dieron vencer sino con el tiempo. Esta fué la causa de que el nota­
ble resfuerzo de dieciséis misioneros enviados por el P. Andrade no
produjese el resultado que se habfa esperado. Porque las reduccio­
nes no estaban preparadas para recibir de golpe tan crecido número
de operarios. Y así sucedió que juntándose dos o tres Padres en un
pueblo, en que a duras penas se sustentaba uno solo, la vida se tornó
poco menos que imposible, y fué necesario que volviesen algunos a
los colegios de la Provincia, por no tener con qué subsistir.
Otros enfermaron a causa de lo mortífero del clima y tu­
vieron asimismo que abandonar la Misión, de suerte que, lejos de
aumentarse el número de misioneros, como ardientemente lo desea­
ba el P. General, vino más bien a disminuir. En 1711 eran trece los
que trabajaban en las diversas reducciones del Marañón y poco des­
pués no quedaban sino diez.
Mas estas experiencias no fueron desaprovechadas. Con el cui­
dado de los Provinciales, que no dejaron de mirar con particular
empeño la obra de la evangelización de los indios, poco a poco se
fueron levantando las Misiones sobre bases más sólidas, como lo ve­
remos en su propio lugar.
— 57 —

4 .— Por este mismo tiempo, tomó el P. Tamburini varias provi­


dencias encaminadas a promover el buen gobierno de la Provincia y
el florecimiento del espíritu y disciplina religiosa.
Al enviar la lista de Superiores, hacía dos advertencias que
mandaba consignar en el libro de las Ordenaciones perpetuas de los
Generales, (i) La primera disponía la manera de formar la terna,
que se debía enviar a Roma para el nombramiento de Superiores
locales.
«A este fin han de preceder una o varias consultas de Provincia
en las cuales a mayor parte de votos se determinen tres sujetos y se
propongan para cada colegio... Con esta terna se evitará la confu­
sión que aquí proporciona la variedad de proponer cada consultor al
que le parece. Pero no se quita con esto que, si los consultores tie­
nen algo que notar sobre los que se resuelve poner en terna que
juzgan no se debe manifestar en la consulta, que no me lo propon­
gan, como deben hacerlo, en carta separada».
La segunda advertencia trataba de los sujetos que el P. Gene­
ral había designado para ejercer algún cargo. «También advierto a
V. R. y le ordeno que del gobierno que de Roma se despacha, nada
se mude, si no es en caso de haber muerto alguno de los nombrados
por mí, que en este caso se pasará a nombrar Vicerrector, y aquel lo
será en quien convinieren cinco a lo menos de los votos. Ninguna
mudanza se debe hacer en el gobierno, si no concurren cinco votos
afirmativos. En el caso de excusarse alguno del cargo a que le nom­
bro, no se le admitirá la excusa sino en caso de tenerla por legítima
todos siete consultores, los cuales después en la primera ocasión,
litteris separatis, deben informarme así de las mudanzas hechas co­
mo de las razones que tuvieron para hacerlas».
Estas fueron de aquí en adelante las normas que rigieron en
esta Provincia. El P. General enviaba él mismo los nombramientos
de los consultores de Provincia unas veces a tres consultores extraor­
dinarios, otras a dos solamente. Como ya hemos indicado, uno de
los mayores estorbos que el P. General encontraba para el gobierno
de las Provincias de América era el pésimo estado de los correos,
sin tener esperanza de mejoramiento. En carta de 1709 se quejaba
amargamente de esta deficiencia, ya que sólo entonces acababa de
recibir las informaciones, los catálogos y otras diversas cartas de
oficio pertenecientes a los años de i7o6jy 1707. Habían transcurrido
más de dos años sin saber siquiera si sus cartas habían llegado, y
qué cumplimiento se había dado a lo dispuesto por él.(I)

( I ) En esta lista no venia nombrado Provincial alguno, porque y a estaba de camino el


P . Francisco Sierra, que debía visitar las Provincias del Nuevo Reino y luego la de Quito, te­
niendo además oficio de Viceprovincial, mientras durase la visita. Los demás Superiores eran los
siguientes: P . Bartolomé A ráuz, Rector del Colegio Máximo de Quito; P . Nicolás de la Puente,
Rectos del Seminario; P . Genaro Garofalo, Rector del Noviciado de Latacunga; P . Juan Bautista
Inviziati, Rector del colegio de Panamá; del de Popayán, P . Pedro de Venegas; del de C uenca,
P . Francisco Coloma; del de Ibarra, P . Fernando Ruiz; del de G uayaquil, P . Juan de C astañeda,
y del de Riobamba, P . Juan Bautista Sanna. Los consultores ordinarios eran el P . Rector del cole­
gio Máximo, el P , Socio del P . Provincial y los P R . Sebastián A b ad de Cepeda y Pedro de
la R úa; los extraordinarios, los P P . M iguel Cortés, José Gutiérrez y José D elgado.
- 58-
Otra de las consecuencias del pésimo estado de los correos era
la irregularidad en la concesión de los últimos votos, a los que se
hallaban en condición de hacerlos. Es verdad que en años anteriores
para remediar en lo posible las dilataciones, se había mandado que
se enviasen los informes con dos años de anticipación. Pero no se
quitaba con esto que la respuesta llegase con dos o tres años de re­
traso o nunca, como a veces acontecía.
En 1709 concedió el P. General la profesión a los Padres Igna­
cio Hormaegui, Pedro Bollaert, Juan Bautista Múgica, Matías Laso
y Manuel Galiano.
Aprovechó esta ocasión para desterrar la costumbre introducida
por el P. Luis de Andrade, de que, antes de emitir los últimos vo­
tos, el que los iba a hacer prestase juramento ante testigos de que
no haría reclamación alguna en lo sucesivo contra el valor del grado
que iba a recibir. En años anteriores, se habían dado el caso de que
algún que otro díscolo apelase del valor de sus votos, y como las
Reales Audiencias estaban siempre dispuestas a acoger favorablemen­
te este linaje de reclamaciones, so pretexto de Real Patronato, se
habían seguido no pequeños disturbios y molestias para la Compañía.
Queriendo cerrar la puerta a estos abusos, había discurrido el P. An­
drade el arbitrio del juramento previo. Refiriéndose a él, escribe el
P. General: «Tal costumbre, ni la hay en la Compañía, ni es
es necesario introducirla, pues basta para la seguridad la que dan
los votos seriamente hechos, y así no se continúe en esa Provincia
este estilo».
Junto con estas instrucciones, envió el P. General una decla­
ración importante sobre la manera cómo se había de entender el
decreto 15 de la Congregación General V I, en virtud del cual, se
puede conceder la profesión solemne al sujeto, a quien falta la condi­
ción de sobresalir en Filosofía y Teología, pero que se ha señalado
en las Misiones por su aplicación al estudio de las lenguas indígenas,
hasta el punto de haber adquirido un dominio perfecto de ellas.
Hace notar el P. General que,para que el conocimiento de la lengua
de los indios pueda constituir un título supletorio para la profesión,
basta el conocimiento sobresaliente de una sola lengua. Pero luego
añade: «Esta lengua debe haberse aprendido según el modo que con­
tiene el paréntesis: Apud indos utiliter laborans . Y así no le ser­
virá para la profesión a aquel a quien esta lengua es natural, o la
aprendió cuando niño, o como allá se expresan, no sirve la que se
mamó. Sobre esto añado y ordeno, y lo apuntará V. R. porque en
adelante se observe, que no se me pida profesión a título de lengua,
sino para aquel que la hubiere ejercitado algunos años en las Mi­
siones de indios, y entonces se me informe por cuántos años y con
qué aplicación ha estado en dichas Misiones el sujeto para quien se
pide. Y advierto que nunca será mi intención dar la profesión a
este título, a sujeto a quien faltaren estos requisitos. Este punto lo
comunicará V. R. a sus consultores para que lo tengan así entendi­
do y se pueda publicar. Porque no inventó la Compañía esta gracia
— 59 —

para multiplicar profesos, sino para premiar útiles y apostólicos tra«


bajos en bien de las almas y gloria de Dios».
Finalmente recomendaba que se tuviese todo cuidado en la for­
mación de los estudiantes, porque le habían avisado que había mu­
cho descuido y aun demasiada condescendencia, permitiéndose a los
Hermanos Escolares algunas alhajas de precio y ajenas de su esta­
do, como son sillas de montar curiosas y muy acomodadas. «Quíte­
les V. R. todas las alhajas que no fueren muy precisas, para que no
empiecen presto a criarse con tan poco espíritu de pobreza. Tam­
bién hay exceso en dejarles comunicar con colegiales y seglares».
Con no menor energía recomendaba la selección en el ad mitir
al Noviciado. He aquí sus palabras textuales: «En admitir en la
Compafiía, me dicen ha habido poca selección, y aun que se han admi­
tido también algunos oriundos de mestizos. Muy poco amor tien e a la
la Religión y menos sabe lo que debe hacer quien tal falta ha come­
tido; pues de las otras Provincias de Indias para admitir a algunos
de éstos para Coadjutor, se me pide y debe pedirse la dispensación,
que concedo con dificultad, y nunca la concederé, para que se admi­
tan para sacerdotes. Encargo a V. R. que proceda con toda aten­
ción en este punto, si no quiere que yo tome resolución que no será
de mucho decoro de la Provincia, pues esta especie de gente rara vez
olvida el modo de obrar indecente a que la inclina la bajeza de su
calidad».
CAPITU LO SEXTO

EL P A D R E V IS IT A D O R F R A N C IS C O S I E R R A

SUMARIO: 1. Gobierno del P . Viceprovincial Luí* Sebastián Abad de Cepeda.


—2 . Visita el P . Sierra la Provincia a satisfacción del P . General;
estado de la Provincia.—3. El pasquín contra el P . Francisco Sierra;
sus presuntos autores.—4 . El P . Jacinto Morán de Butrón se sincera
ante el P . General y los Superiores d éla Provincia.—5. Declaración
de D. José Beltrán de Caicedo; noble actitud del P . Sierra.—6 . Carta
del P . General reprendiendo ciertas faltas de observancia y los exce­
sos del espíritu nacional.—7. Congregaciones Provinciales de 1712 y
1719; estado económico de los colegios.

ASTRA IN , U isisr» Je la Compañía de Jesús ea la Asistencia de España, V i l , lib. 2. c. 6 .—ARCHIVO S . J .

i. — Como hemos dicho ya, antes de volver al Perú el P. Luis


de Andrade, nombró Viceprovincial de Quito al P. Sebastián Luis
Abad de Cepeda hasta que viniese a desempeñar su cargo de Visitador
el P. Francisco Sierra, de quien se tenía noticia que estaba visitando
la Provincia del Nuevo Reino de Granada, para de allí venir a visi­
tar la de Quito. x
El P. Abad, aunque anciano,quiso cumplir con la primera y más
importante obligación de su cargo, la visita de las casas de la Pro­
vincia. Pudo practicar por sí mismo la visita de los colegios más
cercanos, dejando en todos muy gratos recuerdos de su celo y eximia
prudencia. Gracias a Dios,encontró en los diversos domicilios que la
observancia regular y la práctica ordinaria de los ministerios, era la
que debía de ser.
La residencia de Riobamba había pasado a la categoría de co­
legio, y el P . General mandaba que se lo mencionase como
tal en el nuevo catálogo. Prescribía además que se hiciesen en toda
la Compañía ios sufragios acostumbrados por el Sr. Dr. D . Juan
Cuadrado, bienhechor insigne del nuevo colegio al cual había dado
la gruesa limosna de 24.OOO pesos.
El colegio de Loja no tuvo la suerte de tener un bienhechor tan
generoso como el de Riobamba, aunque no se perdía la esperanza, a
pesar del fracaso de 1706. Antes de pasar al Perú el P . Andrade,
había consultado al P . General acerca de esta fundación. Lares-
puesta la recibió el P . Sebastián Abad en carta de 1? de Diciembre
- 6 i —

de 1709, y decía así: «Pasar a admitir esta fundación con tan débi­
les fundamentos,como de presente tiene, no conviene de ningún mo­
do, pues nos han enseñado repetidas experiencias que los deseos de
tener la Compañía hace prometer a los pueblos montes de oro, y en
lo g rán d o la se entibian en contribuir con lo que antes prometieron, y
quedan las fundaciones imperfectas, las Comunidades cortas y la ob­
serv an cia regular descaecida por el corto número de sujetos. Lo que
debe hacerse para ayudar de nüestra parte, es imponer en buenas
lin cas los 14.000 pesos que para esa fundación dejó el Sr. Francisco
Rodríguez, y lo demás que resultare de aquella herencia, señalando
sujeto de celo e inteligencia que administre este caudal, hasta que
de principal y de réditos haya cuarenta mil pesos, y entonces se nos
podrá avisar y tratar de esta fundación».
En Guayaquil encontró a la reducida Comunidad de cuatro Pa­
dres y tres Hermanos Coadjutores bien atareados con las ocupacio­
nes ordinarios de clases y de ministerios y con el trabajo de la reedi­
ficación de la iglesia destruida totalmente por el incendio de 1707.
No fué a visitar el colegio de Panamá, adonde casi ningún Provincial
iba, ni tampoco el de Popayán por la mucha distancia y los pésimos
caminos, pero mandó a este último colegio al P. Florencio Santos,
para que lo visitase en su nombre. Nos queda todavía el informe que
este Padre dió de su visita, y de él sacamos las noticias siguientes
acerca del estado de este colegio, cuyo actual Rector era el célebre
misionero del Marañón, P. Juan Loreuzo Lucero.
Sobre el estado general del colegio el, P. Santos escribe este
párrafo:
«Los sujetos del colegio están bien tratados en vestuario y sus­
tento, viven con paz y observancia. Hay mucha aplicación a los mi­
nisterios de confesonario y pùlpito, así dentro como fuera de casa. A
los enfermos y moribundos que llaman, se les acude a todas horas,
siu que tenga alguno mal expediente. La escuela de gramáticos está
bieo asistida y con crédito. Los vecinos todos de la ciudad muestran
gran aprecio y hablan bien y con'estima de todos los sujetos, así de
su proceder y talentos, como de su aplicación a nuestros ministerios,
ya que miran en todo el bien de la república y aprovechamiento de
las almas. En la asistencia de los moribundos se procede con caridad
y sumo desin terés, amoldándose a nuestras Constituciones. En las
festividades, jubileos y cuaresmas, es grande el concurso a nuestra
iglesia y a nuestros sermones. En las Cabezas eclesiástica y seglar,
no hay queja ni sentimiento, y si alguno mal fundado hubo en días
pasados, ya queda olvidado».
El informe secreto dice así «Los Padres Juan Agustín García, Ma­
nuel Galiano,y José Alvarez proceden religiosamente con celo y edifi­
cación; sólo el P. Galiano se muestra algo parcial con el Rector, más
no en cosa muy sobresaliente. El P. Rector parece haber tratado
bien a los sujetos en lo temporal, háse singularizado en algunas
acciones con ei P. Galiano y el Hermano Yáñez Lucero, ocasionan­
do en los otros algún sentimiento, aunque parece haberlo reprimido
la paciencia de los sujetos. Ha tenido el P. Rector los descuidos
- 62

siguientes. Resolución de casos, no la habido en nuestro colegio; con'


sultas no se han tenido, ni tiene libro donde se asienten las consultas.
A las haciendas ha enviado a pedir cosas con letra y firma de cole­
giales, sin firmar los papeles. Las partidas de recibo y gasto, ni las ha
visto ni firmado, sino que las firmó todas en estos días de la visita,
corriendo con todo el Hermano Yánez. La hacienda de Tapio ha es­
tado sin hornillas mucho tiempo y se va pasando la caña; nada de
esto ha sabido el P. Rector. Tampoco ha visto la acequia casi impo­
sible [inservible] de las minas, y aunque el minero le ha escrito varios
papeles, como me lo ha dicho el mismo minero, diciéndole que sólo
se trabaja en componer la acequia, y con poca esperanza de que el
fruto haya de igualar al gasto y trabajo, sólo le ha respondido que pro­
siga como pudiere. No se me ofrece otra cosa del estado de los su­
jetos». Este informe nos revela claramente el excelente estado del
colegio en cuanto a la disciplina religiosa, observancia regular y mi­
nisterios con los prójimos. El estado temporal era el siguiente. Desde
principios de Marzo hasta fin de Febrero de 1709, en el espacio de
dos años, habían entrado 19.039 pesos 6 reales, y se habían gastado
en el mismo tiempo 12.403 pesos y un real en sujetos, obra, hacien­
das e iglesia. Quedaba un sobrante de 6.636 pesos 5 reales. El cole­
gio debía 1.922 pesos y le debían 6.589 en gran parte de pensiones de
colegiales o seminaristas morosos. La iglesia se había acabado hacía
poco, y solo faltaba la sacristía.
Sigue el informe sobre las minas de Gelima en Honduras a doce
leguas de Popayán. Estas minas que no eran sino un simple lavade­
ro, eran fuente y origen de muchas calumnias sobre las soñadas ri­
quezas de los Jesuítas, por cuya causa varias veces las habían querido
vender; pero no se había podido, por ser parte de los bienes raíces de
la fundación del colegio y necesarias para el sustento del mismo.
Para que se vea lo que eran en la realidad, copiamos a la letra lo que
de ellas escribe el P. Florencio Santos: «Han dado las minas en este
afío y medio 301 pesos y 7 tomines de oro; hase gastado en ellas en
este tiempo en plata, materiales, vestuario, sustento de los negros,
1.360 pesos 4 reales. De suerte que siendo el recibo de 301 pesos y
7 tomines de oro que importan en plata 603 pesos 6 reales, excede el
gasto al recibo en 756 pesos 6 reales. Tienen las minas 24 piezas de
negros, cuyos jornales, por lo menos a dos reales en los días de tra­
bajo en este tiempo importan 2.456 pesos, los cuales juntados a la
cantidad del alcance importan 3.212 pesos 6 reales; los cuales ha
perdido el colegio en este tiempo».
El estado temporal del Seminario no era tampoco muy brillante.
En estos dos años habían entrado 678 pesos 6 reales y se habían
gastado 864 pesos 2 reales en el sustento de los seminaristas.
En vista del ningún provecho que se sacaba de las minas, el
P. Santos dió la orden terminante de que «lavado cuanto antes el
corte que se ha hecho en las minas de Gelima, pasen los negros a la
hacienda de Tapio para levantar el trapiche; pues por falta de él se va
perdiendo la caña, y también al Llano Grande, donde apenas hay
63 -

nueve negros. Y no se vuelva a trabajar en las minas sin nueva deter­


m in ació n y orden del P. Provincial».

2.— En i 9 de Agosto de 1711, el P. Tamburini juzgando que el


p. Visitador Francisco Sierra estaría en Quito, le envió una instruc­
ción con varios puntos de que debía tener particular cuidado el
Visitador.
Pocas son las noticias que han llegado hasta nosotros de esta vi­
sita. Sólo nos consta que el 8 de Setiembre de 1711 se hallaba ya en
Quito, puesto que este día recibió los últimos votos el Hermano Coad­
jutor Luis de Alfaro. Tampoco se conoce a punto fijo la causa prin­
cipal que motivó esta visita. El Visitador permaneció un año más o
menos en la Provincia, según se puede deducir de la fecha de 26 de
Setiembre de 1712, que lleva la instrucción que dejó al P. Luis de
Alderete a quien nombró Viceprovincial, antes de regresar a Europa.
No visitó personalmente todos los colegios, pues al de Guaya­
quil mandó en su nombre al P. Jacinto Morán de Butrón.
La instrucción al nuevo Viceprovincial es también muy lacóni­
ca. Señala algunos cambios de personal que se deben hacer y los con­
sultores que ha de tener. Recomienda enviar a Roma con la debida
anticipación de dos años los informes para los últimos votos; pero no
hace ninguna advertencia acerca de la disciplina religiosa y observan­
cia regular, por lo que podemos concluir que en general la Provincia
procedía con religiosa edificación. No se conserva el Memorial que
dejó para la dirección de los Superiores y buen gobierno de la Pro­
vincia, pero se entiende que todas las disposiciones y medidas que
tomó fueron prudentes y acertadas, ya que el P. General en carta de
24 de Diciembre de 1713, confirmó plenamente cuanto el P. Visita­
dor había dispuesto. «Advierto primero, escribía al P. Provincial, co­
mo en otra ocasión lo tengo hecho, que todas las órdenes del P. Visi­
tador Francisco Sierra se deben observar como mías, y deben tener
su íuerza y vigor hasta que yo expresamente revoque alguna. Advier­
to además que tengo confirmadas todas las órdenes que en la visita
de los colegios ha dado el P. Visitador, y encargo a V. R. cele sobre
su observancia, y me avise, si alguno hubiese dejado de poner ios me­
dios que V . R. ha indicado para su puntual observancia; pues todos
me parecen muy a propósito para fomentar la obediencia que deben
tener nuestros colegios».
Como de costumbre, con ocasión de la visita, se hizo el catálogo
de las personas y del estado de los colegios, del que vamos a dar aquí
un ligero compendio, para que los lectores puedan apreciar por medio
de estos datos, del todo fidedignos, si el 20 de Abril de 1711 los Je­
suítas de la Provincia de Quito poseían riquezas fabulosas, o más bien
se hallaban bastante apurados en cuanto a bienes temporales.
El 20 de Abril de 1711, el número de sujetos de la Provincia de
Quito era de 170 Religiosos: 74Sacerdotes, 35 Hermanos Estudiantes
y 43 Hermanos Coadjutores, a los que se deben añadir 18 Novicios, 9
Escolares y 9 Coadjutores. Desde 1709 hasta 1711 habían entrado 31
en la Compañía, habían salido 13, de ellos 9 Novicios; y en este mis-
- 6 4 -

mo lapso de tiempo habían fallecido 8. Quedaba, pues, un aumento


de io.
En el colegio de Quito viven, dice el Catálogo, 78 Religiosos: 26
Sacerdotes, 30 Hermanos Estudiantes y 22 Hermanos Coadjutores.
La renta anual es de cerca de 30.000 pesos; debe el colegio
24.196 pesos, le deben, 33.775. En pagar los censos y en sostener el
culto en la iglesia, el colegio ha gastado cada año 3.140 pesos. Hay
dos profesores de Gramática, dos de Filosofía, dos de Teología y uno
de Moral.
En Latacunga hay 25 Religiosos: 5 Sacerdotes, I Hermano Esco­
lar, i Hermano Coadjutor y 18 Novicios. El Hermano Escolar, enseña
Gramática, sin que el colegio tenga obligación de hacerlo; el Hermano
Coadjutor enseña primeras letras por obligación de fundación. La
renta anual es de cerca de 7.000 pesos de los que hay que restar
2.000 para pagar el interés de 40.000 pesos de censos. Con los 5.000
restantes difícilmente se sustenta la Comunidad.
En Panamá hay 8 Religiosos, 5 Padres y 3 Hermanos Coadjuto­
res; un Padre enseña Gramática y un Hermano primeras letras. La
renta anual es de 3.500 pesos de los cuales hay que restar 237 para
pagar los censos; el colegio tiene una deuda de 4.000 pesos, le deben
3.000. Apenas si el colegio puede sustentar a los Religiosos que en él
viven.
En Popayán hay 5 Sacerdotes y 3 Hermanos Coadjutores; un Pa­
dre enseña Gramática sin obligación de fundación. La renta anual es
de 7.700 pesos; paga por censos 475 pesos por un capital de 9.512
pesos; tiene una deuda de 3.000 pesos. Hay lo suficiente para los que
ahí moran, y también para levantar el colegio, ya que la iglesia está
terminada.
Hay en Cuenca 5 Padres y 3 Hermanos Coadjutores; un Padre
enseña Gramática sin obligación de fundación. La renta anual es de
unos 5.000 pesos; se pagan 235 cada año por los censos. Lo demás es
bastante para los gastos de la Comunidad.
En Ibarra hay 4 Padres, 1 Hermano Escolar y 3 Hermanos Coad­
jutores. El Hermano Escolar enseña Gramática, sin obligación de fun­
dación; y un Hermano Coadjutor enseña primeras letras por obliga­
ción de fundación. La renta anual es de unos 6.000 pesos; por censos
se pagan 100 pesos. Con lo demás se atiende a los gastos de la Comu­
nidad, del culto y a la construcción de la iglesia.
Hay en Guayaquil 4 Padres y 3 Hermanos Coadjutores; un Pa­
dre enseña Gramática sin obligación de fundación; un Hermano pri­
meras letras por obligación de fundación. La renta anual es algo más
de 6.000 pesos; de censos se pagan 420 pesos por un capital de 8.600
pesos. Lo demás basta para atender al sustento de la Comunidad y a
la construcción de la iglesia.
En Riobamba hay 4 Padres, 1 Hermano Escolar y 3 Hermanos
Coadjutores. El Hermano Estudiante enseña Gramática sin obligación
de fundación de parte del colegio; pero un Hermano Coadjutor ense­
ña primeras letras con esta obligación. La renta anual es de 7.500
65 -

pesos; hay que pagar 915 de interés por un capital de 18.300 pesos.
Se ha principiado la construcción del colegio.
En el Seminario de Sao Luis hay 1 Padre, 2 Escolares y I Her­
mano Coadjutor. La renta anual es de 1.440 pesos por las becas de
18 Seminaristas; 500 pesos por los bequistas Reales. Los otros cole­
giales en el número de más de 80 pagan su propia pensión de 80 pe­
sos anuales.
En las Misiones del Marañón hay 13 Sacerdotes que se sostienen
con la limosna del rey que sube 1.175 pesos; a lo que se añade las li­
mosnas de otras personas piadosas y del colegio de Quito.
En Archidona hay 2 Sacerdotes. El rey da para los dos 345 pe­
sos; lo demás lo suple el colegio de Quito.
La Provincia tiene de renta anual 9.167 pesos; de estos hay que
quitar 2.952 pesos de censos por un capital de 59,040 pesos; de deu­
da tiene 44.466; le deben 3.695 pesos. No tiene lo suficiente para los
gastos comunes.
Hemos querido poner aquí este relato del estado de la Provincia,
para que se conozca la organización de los colegios en la antigua Pro­
vincia de Quito, la distribución ordinaria de los sujetos, sus ocupacio­
nes literarias y el cuidado que tenía la Compañía de la formación li­
teraria de la juventud, sin tener obligación alguna de su parte en
cuanto a la enseñanza secundaria. Finalmente, puede verse cómo la
renta de los colegios llegaba escasamente a proporcionar lo necesario
para poder pasar decentemente la vida, siendo preciso en más de un
caso contraer deudas o pedir limosna. Recuérdese que el gasto anual
ordinario de cada Religioso de la Compañía se computaba de 230 a
240 pesos anuales. Con estos datos cualquier ánimo desapasionado se
convencerá que en 1711, ni los Jesuítas eran ricos, ni gozaban sus ca­
sas de cuantiosas riquezas, a no ser en la fantasía de algunos historia­
dores. ¿Aumentaron notablemente después? Lo veremos en lo suce­
sivo. J

3.— Con la visita del P. Francisco Sierra está relacionado un su­


ceso harto enojoso, de que debemos tratar con alguna detención, a
fin de poner en claro la verdad histórica, algo desfigurada, como suele
suceder en las cosas en que se mezcla la pasión humana. Como vimos,
el P. Francisco Sierra había desempeñado su oficio de Visitador a
entera satisfacción del P. General Miguel Angel Tamburini. El cargo
de Asistente de España que desempeñó más tarde es prueba suficien­
te de las prendas de virtud y de prudencia que le adornaban. Con to­
do, como es natural, no faltaron quienes quedasen descontentos de su
actuación, aunque ninguna señal de ello aparece en los escasos docu­
mentos que se conservan acerca de su visita.
Mas he aquí, que poco después de terminada ésta, aparece fijado
en las calles de Quito un pasquín infamatorio contra él y contra otros
Padres españoles.
El pasquín tiene ciertamente por autor a un criollo e iba dirigi­
do contra los chapetones, como entonces se llamaba a los españoles.
Esta circunstancia por sí sola basta para dar a entender el veneno
— 66 —

que contenía este triste engendro del espíritu de nacionalismo; Por


más diligencias que se hicieron, nunca se pudo averiguar con certeza
el autor o los autores. Naturalmente los Padres españoles quedaron
muy resentidos, y no dejaron de hacer recaer sus sospechas más o me­
nos fundadas sobre varios Jesuítas criollos. Lo más grave fué que el
P. Provincial Luis de Alderete, español de nacimiento, al mandar una
copia del pasquín al P. General, les señalaba como autores probables
por las sospechas que había, a dos Padres americanos del colegio de
Quito. El primero era el P. Jacinto Morán de Butrón, esclarecido
autor de la Vida de la Beata Mariana de Jesús, quien el mismo año
en que salió a luz el pasquín acababa de ser nombrado por el P. Ge­
neral Rector del colegio de Panamá, y el segundo era el P. Manuel
Galiano, que había hecho la profesión el 2 de Febrero de 1711. Este
último desvaneció de manera tan evidente los cargos que se le hacían,
que en adelante nadie le tuvo por culpable. Quedó tan sólo en causa
el P. Jacinto Morán de Butrón, hombre de genio fuerte y muy amigo
de su tierra.
No conocemos el contenido del libelo o pasqufn, sino por lo que
escribió el P. General el $ de Abril de 1715, algo más de dos años
después del acontecimiento.
Dando por suñcientemente fundadas las sospechas del P. Alde­
rete, escribió a su sucesor P. Nicolás de Aráuz una carta terrible en
que deja desbordar los sentimientos de indignación y pena hondísima,
que experimentó al tener noticia del desdichado asunto del pasquín y
creerlo perpetrado por alguno o algunos de los Nuestros. «Estoy cier­
to, dice, que no ha sucedido en la Compañía cosa tan escandalosa
como la que ocasionó en esa Provincia un papel sedicioso, desver­
gonzado, indigno de pluma cristiana, ajeno a un hombre de honra na­
tural, impío, denigrativo de la Religión de la Compañía, abusivo de
la Sagrada Escritura, y para poder llamarlo blasfemo, basta poner su
título que dice así: Creación del mundo en la Compañía de Jesús por
el padre Francisco Sierra, el hijo Castañeda y el espíritu diabólico
del lego Acebedo. Parecía increíble que a los pechos de tan santa
Madre como la Compañía de Jesús, hubiese podido alimentarse víbora
tan ponzoñosa, o monstruo tan mal cristiano, que así pudiese con­
vertir contra su misma Madre una pluma mojada más que en tinta,
en veneno, y cortada más por alguna mano hereje de las que insa­
ciablemente persiguen la Compañía que por un aborto suyo, si ha ha­
bido hereje que haya compuesto o vomitado contra Jesuítas rabia tan
torpe y tan desvergonzada. Mas con todo eso, no son vulgares los in­
dicios que tengo de que el P. Jacinto Morán ha sido el autor del tal
papel y sátira que se publicó en esa Provincia y se fijó en las plazas
y calles públicas, con escandescencia de la piedad de esos ciudada­
nos.
Por lo que debo a mi empleo y a esta amada Madre la Compañía,
que Dios ha puesto a mi cuidado, mando a V. R. en virtud de santa
obediencia y pena de pecado mortal, que junte todos sus consultores
ordinarios y extraordinarios y con ellos al P. Luis de Alderete, a
- 67-
quien llamará, si d o se hallare allí; (i) y juntos todos les leerá V . R.
esta carta y les pondrá los preceptos siguientes:
I. Que digan debajo de precepto de obediencia y pena de pe­
cado mortal, si saben o tienen fundamento para discurrir sin temeri­
dad, que dicho P. Jacinto Morán, o solo o acompañado, (sospéchase
también del P. Manuel Galiano) haya compuesto tal papel.
2- Digan si de otro tienen grave fundamento y cuál es.
Hasta aquí leerá V. R. a sus consultores. Y si por mayor parte
de votos se concluyera que dicho P. Morán o ambos se hace juicio
son autor o autores del papel, pongo a V. R. el mismo precepto para
que luego inmediatamente cierre a dicho Padre o Padres en rigurosa
cárcel, les tome pasados algunos días su declaración y me avise de
todo lo que resultare, para que yo dé la providencia conveniente. Lo
mismo ejecutará con él, si acaso se hallare ser otro el autor del pa­
pel que llevo referido...»
No cabe dudar que los seis consultores, el P. Alderete y el mismo
P. Provincial Nicolás de Aráuz. bajo cuyo rectorado se había come­
tido la ofensa, pondrían todo empeño en cumplir precepto tan estric­
to y tan claro; y que harían por sí y por otras personas, todas las
averiguaciones que estaban en su poder para descubrir al culpable. Pe­
ro todos sus esfuerzos fueron vanos y no pudieron dar con él. Ahora
bien, si hubiese sido algún Jesuíta del colegio de Quito, o de otra
parte, parece que era fácil averiguar todo el asunto por la letra, aun­
que fuese disimulada, en que estaban escritas las varias copias del
pasquín, por las diligencias varias que hubiera tenido que practicar
para salir a ocultas de casa e ir a fijar el pasqufn en diversos lugares
de la ciudad y del mismo modo, si se hubiese valido de la ayuda de
otro o de otros para este fin. Téngase en cuenta que en una ciudad
como Quito en tiempo de la Colonia, cualquier suceso algo extraor­
dinario se sabía al instante; pero, ni antes ni después que el P. General
hubo impuesto este precepto, nada absolutamente se pudo averiguar.
Esto solo es suficiente indicio para afirmar que el autor del pasquín
no fué un Religioso de la Compañía.

4.— El P. Jacinto Morán de Butrón a raíz de la divulgación del


libelo estaba en Quito, sin saber que se le acusaba de ese delito y pre­
parándose para ir a tomar posesión del cargo de Rector del colegio
de Panamá, para el cual el P. General le había nombrado, cuando re­
cibió una carta de su hermano Francisco Javier, clérigo secular, cura
y Vicario de Guaranda, con fecha 1? de Diciembre de 1713, en que
le avisaba de la sospecha que había contra él. Ponemos aquí esa car­
ta de la cual una copia fué enviada al P. General, por el mismo
P. Butrón.1

(1 ) Lo« consultores ordinarios eran los P P . Pedro Venegas, Rector del colegio Máximo, Bartolo­
mé de A ráuz, Sebastián Luis A bad de Cepeda y el P . Socio Miguel de Salazar; los consultores
extraordinarios eran los P P . Pedro de la R úa, Francisco Coloma y Juan Lorenzo Lucero, (pero
éste último había muerto ya en 1714). £1 P . Luis de Alderete era Viceprovincial, cuando apareció
el pasquín.
— 68 —

Dice así: «Hermano mío, por ofrecerse la ocasión tan segura, no


puedo menos que notificar a vuestra Paternidad, como en Guaranda
el Sr. Obispo de Popayán me pidió le noticiase a vuestra Paternidad,
que en orden a esos papeles que salieron, habrá días, infamatorios a
los Padres chapetones, seguramente se los atribuían a vuestra Pater­
nidad; que un Padre se lo dijo, sin mentar quién; y por haberlo sabi­
do a tiempo de la partida.no se lo pudo advertir verbalmente [a vues­
tra Paternidad]; ni yo lo he hecho en estos días por no tener seguridad
en ninguna persona y ahora con el seguro del portador lo hago, por­
que me lo encargó mucho su Sría. lllma. [Firmado] Maestro Javier
Morán.
El P. Butrón quedó fuertemente impresionado con esta carta,
pero,como no contenía sino vaguedades y ninguna cosa concreta,dis­
puso su viaje para ir a cumplir con su cargo de Rector. Llegado ya a
Panamá, vino a tener pormenores más individuales de la calumnia
que contra él se había levantado. Juzgó que convenía justificarse ante
el P. General, no tanto por su persona, cuanto, como él dice,
por el honor de la Provincia y le dirigió la carta que vamos a copiar,
porque da mucha luz sobre este asunto, y cuyo borrador tan sólo se
conserva. Dice así: « .. .E n este colegio de Panamá, donde al presen­
te me hallo de Rector, distante del de Quito 400 leguas, acabo de te­
ner noticia de cómo por orden de Vuestra Paternidad Reverenda, es­
taba mi Provincial, P. Nicolás de Aráuz, haciendo exactas y secretas
inquisiciones porque se justificase una delación que me dicen hizo
contra mí a V. P. R. y al P. Francisco Sierra Visitador que fué de
esta Provincia, el P. Luis de Alderete, Viceprovincial por asignación
de dicho P. Visitador, sobre haber sido yo el autor de unos pasquines
infamatorios contra los Padres Francisco Sierra, Francisco Castañe­
da, Luis de Alderete, Juan de Narváez y Pedro de Campos, publica­
dos en la ciudad de Quito por el mes de Setiembre de 1713. Con esta
noticia para mi de algún consuelo, se esfuerza mi esperanza de que
saldrá purificada mi inocencia en el crisol del examen del Provincial
y de la consulta, como espero en Dios verá V. P. R. Pues me persua­
do que gobernando el Espíritu Santo con especial Providencia a
V . P. R., para que suspendiese el asenso y pidiese más informes, fué
en favor de la verdad y de la inocencia de mi Provincia, a que por
miembro suyo atendió, no por mí, porque mis faltas lo desmerecen.
Y este divino Espíritu que enseña toda verdad, como abrió el camino
para mostrarla, ha de ser también el consolador, aunque sin oírseme'
en Quito mi defensa, ni descargo, pues la distancia expresada no
dará lugar, cuando en año y ocho meses que salí de Quito para
este Reino de Tierra-Firme, no he tenido una carta de mi Provincial;
y si algunas se me remitieron,se perdieron en el mar. Y porque puede
ser que primero llegue ésta a manos de V. P. R. que la que escribiré
a mi Provincial, conformando en todo una con otra, digo primero:
Que hallándome en Quito,cuando se publicó tanta infamia, vino a mi
aposento el P. José Caicedo, discípulo mío en Artes, y al presente ex­
pulso de nuestra Compañía, y me dijo haberse divulgado unos pape­
lones en la ciudad contra dichos Padres, y que si quería verlos, pa-
— 69 —

sase la vista por ellos; a que sentido mi corazón del caso, respondí
que semejantes papeles infamatorios no se podían ver, por estar prohi­
bidos por todo derecho; que sentía nuestra deshonra, y que lo que
había de hacer era dar parte luego al Superior. E inmediatamente yo
en persona, pasé a ver al P. Rector, Bartolomé de Aráuz, a quien
referí lo sucedido; quien respondió que ya lo sabía con gran sentimien­
to suyo, sin que yo tuviese ni aun la curiosidad de ver los dichos pa­
peles. Con este mismo Padre [Caicedo] sucedió en ese tiempo y cir­
cunstancias, que habiendo aplaudido yo públicamente la urbanidad y
cortesía del P. Januario Garofalo en haber dado por escrito desde
Latacunga el parabién del sacerdocio al dicho P. Caicedo y otros sus
condiscípulos, me dijo el dicho Caicedo haber propalado el P. Pedro
Velasco estas razones contra mí. Ya se va declarando, por causa que
en tales papeles, según dicen, ensalzaban al P. Garofalo con quien
había sido la oposición sobre el nombramiento de Procurador en la
Congregación Provincial, de que yo no hice aprecio sino desprecio.
Digo lo segundo, que habiendo pasado por Quito para La Paz el
Obispo de Popayán, D. Fr. Mateo de Villafañe, a quien debí, siendo
Rector de Popayán, especial cariño al tiempo de la partida de Quito
para Guayaquil, uno de nuestra Compañía, que fué ciertamente o el
P. Velasco, o el P. Narváez, o el P. Alderete, con quienes única­
mente comunicó su Illma., pero sin saber quién determinadamente de
él en individuo, fuese por el fin bueno o malo que no alcanzo, le di­
jo cómo yo había sido el autor de la deshonra de los Españoles. Esta
noticia tuve de un lugar nombrado Guaranda, por donde pasaba su
lima., quien la comunicó a un hermano mío, D. Javier Morán y a
otro mi cuñado, quien se hallaba de Corregidor de dicho lugar, para
que luego me la participasen, como lo hizo mi hermano,remitiéndome
una carta que yo he guardado y- ahora pongo en manos de Vuestra
Paternidad Reverenda, en la primera vía el original y en las otras dos
traslados. Atónito yo de tanta maldad, fui con.ella a los Padres Luis
Abad y Nicolás de Aráuz, Provincial presente, para consultar lo que
en tal caso debía o podía hacer. El primero me respondió sacase la
cara y me defendiese, el segundo que lo dejase a Dios y callase; E l
miraría por mi inocencia. Seguí este parecer, callando, disimulando y
sufriendo por amor de Dios innumerables pesadumbres que en el resto
de año y medio recibí del P. Luis de Alderete y de su Ministro, P.’Pe-
dro de Campos, con todo género de mortificaciones sin hacerme ja­
más cargo de esta materia, hasta que al presente tiempo, por orden
de V. P. R., de cuya prudencia daré a Dios por eternidades las gra­
cias, me veo necesitado a responder lo que llevo dicho, no tanto por
mí, pues sacrifiqué a Dios mi silencio y mi apreciación, cuanto por mi
Provincia en lo que por parte se pueda haber maculado, sin que el
P. Luis de Alderete, ni otro ninguno, interno o externo, pueda dar el
más leve fundamento o sospecha prudencial para justificar el delito
que se me imputa. Y juro a Dios Nuestro Señor por esta señal de la
cruz, que todo lo digo por ésta, a V, P. R. es verdad, añadiendo que
no me admita Dios en su Reino, si he dispuesto, dictado, visto o leído
- 70-

tales papeles infamatorios contra los dichos Padres, ni que sepa yo


más de lo que tengo expresado.
Y áunque tengo secundum hominem el sentimiento que se ima­
gina de haberme deshonrado con hacerme autor de tanta infamia, en
puntos tan gravps y delicados, ya con el dicho Sr. Obispo y otros se­
culares españoles, para extirpar mi buen nombre y crédito con que en
estas partes he vivido, atizando la llama de la nacionalidad con atri­
buirla a los criollos, de que yo soy uno de ellos, por mi desgracia,
aunque mis progenitores, sin quedar uno, fueron españoles; y lo que
es más, para con Vuestra Paternidad Reverenda, verdadero Padre de
estas Provincias, no imaginando que la malicia pasase de los términos
de Quito hasta Roma; por mí, ni por mi parte pido ni quiero satis­
facción, pero sí por mi Provincia, si V. P. R. con los informes que
tuviere me diere por inocente. Dos cosas sf deseo y pido a V. P. R.
puesto a sus pies. Una, que a los Padres Francisco Sierra y Francisco
Castañeda se les satisfaga de mi parte; que no soy tan vil y tan infa­
me, que habiendo recibido de sus Reverencias especiales honras y
favores en la Provincia, y al P. Francisco Sierra el haberme hecho
su Visitador del colegio de Guayaquil, les habfa de corresponder con
tan viles e indignas operaciones. Otra, que V. P. R. se sirva de darme
licencia para pasar mis días en la Misión de Mainas, que aunque ten­
go cincuenta años, todavía me hallo con fuerzas para este empleo, o
en un colegio pequeño, el que me asignare el P. Provincial; pues en
Quito no tendré la quietud de espíritu que deseo a vista de mis ca­
lumniadores, y mucho más si estuviere a su obediencia. Espero de
V. P. R. esta caridad, confiando que en su integridad y justicia mira­
rá por mi causa.. .3 de Diciembre de 1716. (1)

5.— No pudiendo el P. Provincial con sus consultores atribuir el


hecho a ningún Jesuíta, quiso probar fortuna y ver si se podía hallar
fuera de la Compañía.
Sospechas muy fundadas vinieron a recaer sobre un ex-Jesuíta,
D. José Caicedo, clérigo que se hallaba en Riobamba. Era éste ca­
balmente el P. José Caicedo de quien el P. Butrón hace mención en
su defensa al P. General y que el P. Alderete siendo Viceprovincial
había expulsado de la Compañía. Acudió el P. Provincial al Provisor
del Obispado quien mandó se le tomará la declaración al Sr. Caicedo.
En los considerandos del auto del Sr. Provisor se expresa en estos
términos: «En la inteligencia de que se dió al público un papel de
libelo, con el título de Nueva Creación, que dañaba a algunos sujetos
de la Compañía de Jesús, de cuyo hecho había resultado nota en unos
y decaecimiento de sus créditos y graduaciones en otros. Y para que
este perjuicio y daño cese constando no haber sido los sujetos a quie­
nes se atribuye los autores de dicho libelo, que se proceda a lo que
convenga, averiguándose con las personas que pueden haber sabido
con más inmediación e individualidad; y teniéndose ser una de ellas(I)

(I) Archivo S. J.
— 7i —

el Dr. D. José Caicedo, presbítero, residente en la villa de Riobamba,


mandaba y se mandó se le reciba su declaración en expresa forma: Si
sabe quién lo hizo, y si no, cuáles son las personas a quien se atribuye,
y de dónde salió. Y lo cumpla en virtud de santa obediencia, so pena
de excomunión latae setentiae, ipso facto incurrenda, una pro trina
canonica monitione a ju re praemissa, con citación para la tablilla».
Prestado el juramento, D. José Caicedo respondió. «Que estando
de religioso en la Compañía de Jesús, oyó decir a diferentes sujetos
de la misma Compañía, que había salido este libelo con el título de
Nueva Creación, sin que se dijese con certidumbre quién había sido el
autor, y sólamente se colegía ser algún sujeto de la Compañía, crio­
llo; porque todo se enderezaba a satirizar a los sujetos de la misma
Compañía españoles. Y dijo haber oído a otros, que dicho libelo lo
habían hecho algunos expulsos de la Compañía, sin oír decir de nin­
gún sujeto determinadamente; y que no se acuerda con el discurso
del trempo a quién oyó decir esto; y que si nuevamente se ha dado a
luz este libelo u otro semejante, no ha tenido noticia de ello que la
misma que se le da por este despacho».
La manera evasiva de contestar a las preguntas que se le habían
hecho, da pie para sospechar que D. José Caicedo conocía el autor
o autores del pasquín, probablemente algún expulso de la Compañía.
El P, General contestó al P. Jacinto Morán de Butrón el 23 de
Marzo de 1719 en los siguientes términos: «He recibido tres cartas de
V. R., una de 21 de Julio de 1716 y las otras dos de 3 de Diciembre
del mismo año. En la primera veo el estado lamentable del colegio
de Panamá, en lo temporal, y no me desagrada para su alivio el me­
dio de mantener por algún tiempo menos sujetos que hasta aquí. Doy
a V. R. las gracias por su aplicación a la fábrica de la iglesia y por
su acierto en disolver aquella Cofradía [del Carmen], convirtiéndola
en Congregación de la Buena Muerte, mucho más propia de nuestros
ministerios. Las dos cartas siguientes son apologéticas de su persona
defendiéndose de lo que llama impostura en atribuirle aquel libelo
cuyo nombre solo causa horror a un hijo de la Compañía, y como
tal ninguno quiere que se le atribuya, siendo así que él no se hizo a
sí mismo, sino que tuvo algún autor. Quien sea éste, cuando todos lo
niegan, sólo uno de los negantes lo podrá saber y Dios a quien nada
puede ocultarse. Su Majestad guarde a V. R en cuyos santos sacrifi­
cios me encomiendo. Roma y Marzo 23 de 17x9».
No se aquietó el P. Morán de Butrón con esta respuesta tan seca
y que deja entrever que aún se abrigaba alguna sospecha en el P. Ge­
neral. Vino a Quito terminado su trienio de Rector de Panamá y acu­
dió al P. Provincial Nicolás de Arauz, en busca de algún consuelo.
Pero el P. Aráuz se mostró muy reservado diciéndole que los pare­
ceres de los consultores sobre este asunto habían sido remitidos al
P. General, y que él, por ahora, no podía hacer otra cosa sino espe­
rar la respuesta definitiva de Roma. Llegó a Quito en estas circuns­
tancias el P. Ignacio de Meaurio nombrado Visitador. Se dirigió a él
el P. Morán de Butrón, y después de pedir se hiciese nueva informa­
ción para descubrir al autor del libelo, añade: «De hallarme yo cui-
- 7 2 —

pado en el juicio de V. R., o con grave sospecha de que fui el autor,


me castigue con la pena correspondiente, pero de no, o que ninguno
de los Jesuítas actuales fué el autor [pues pudo serlo alguno que lo
íué, entre los expulsos que alberga esta ciudad, a quienes en las di­
misorias no se les obligó a callar], se vuelva por el crédito, no mío,
que ya no puede recuperarse, sino por el de esta Provincia, de que
dependerá en gran manera su quietud, su paz y adelantamiento», (i)
Con esto ofreció al P. Visitador los borradores de su carta al P. Ge­
neral y otro escrito suyo en que el P. Luis de Alderete quería ver una
confirmación de su culpabilidad.
La consulta que el P. General mandó hacer para averiguar el au­
tor del libelo, no dió ninguno resultado decisivo. En los dictámenes
de los consultores hubo varios pareceres y aun a lo que parece nue­
vas acusaciones, pero no se pudo comprobar nada que fuese positiva­
mente cierto. Dice el P. General en carta de 23 de Febrero de 1726
dirigida al P. Provincial Juan Bautista Mágica: «He leído las decla­
raciones sobre el autor del antiguo libelo, segán el orden que para
ello di, y resultando de los informantes vehementes sospechas contra
algunos de los Nuestros, quería intimar el castigo proporcionado se­
gún el mérito a tan escandaloso atrevimiento; pero las repetidas ins­
tancias y ruegos del P. Francisco Sierra, Asistente de EspaSa, para
que sobresea en esto y eche tierra, me han movido a condescender
con sus súplicas, como lo ejecuto».
Gracias al noble proceder del P. Sierra, que era quien más mo­
tivo tenía de quejarse, el ingrato negocio del pasquín no pasó ade­
lante, y así se evitaron mayores amarguras y daños en la Provincia.
Pues ya se entiende el malestar que tan triste suceso produciría en
ella, siendo ésta una de las mayores tribulaciones que el malhadado
espíritu de nacionalismo causó a los Jesuítas quiteños y a nuestros
Superiores.
En cuanto al P. Morán de Butrón, mientras no se pruebe que
fué perjuro, al afirmar con juramento que era inocente del crimen que
se le inculcaba, no se puede, sin hacer agravio a la verdad histórica y
a la justicia, seguirle 'teniendo por autor del infame pasquín. Como
ya insinuamos, este papel lo debió de escribir algúo expulso de la
Compañía, o algún colegial descontento, pero no un Jesuíta.

6 ,— Como se ha podido advertir por los documentos antes cita­


dos, nunca acabó de disiparse de! todo en el ánimo del P. Tamburini
la sospecha de que uno de los Nuestros tenía la paternidad del pas­
quín. Esta duda fué una espina que le hizo sufrir mucho y puso un
tinte de amargura en sus relaciones con la Provincia de Quito. Pocas
veces ciertamente habrán escrito los Padres Generales cartas tan fuer­
tes y en términos tan vehementes, como las que el P. Tamburini di­
rigió a esta Provincia. Aun al reprender faltas no tan graves, el estilo
y las palabras tienen una fuerza y a veces hasta un dejo de acritud,1

(1) Archivo S. J.
- 7 3 -

no acostumbrados en la correspondencia de los Generales. Creemos


que esta circunstancia ha de tenerse en cuenta para formar un juicio
cabal y sereno sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en la
Provincia de Quito, durante los primeros decenios del siglo XVIII, y
sobre las personas que en ellos intervinieron. Es muy cierto, como
elegantemente lo dijo nuestro P. Cordara, que al historiador le toca
referir los hechos verdaderos, no precisamente los gloriosos, (i) Pero
el mismo culto de la verdad exige que, al deducir de las piezas y do­
cumentos históricos el juicio de las personas y hechos de que tratan,
se tengan en cuenta los adjuntos y circunstancias particulares, que
acompañaron la composición de estos escritos, ya que de lo contrario
hay peligro de inferir conclusiones, algún tanto falseadas por proce­
der de una fuente histórica imperfectamente conocida. Tal ocurre,
como más adelante veremos, con algunas apreciaciones del beneméri­
to P. Astráin acerca del estado de la Provincia de Quito en la época
que estamos historiando.
Pero volvamos a nuestro relato. Juzgando con razón el P. Tam­
burini que la raíz de estos males y disgustos era el desordenadó
afecto nacional, que tan lastimosamente dividía a españoles y ame­
ricanos en las Provincias de Ultramar, se esforzó por atajar este mal
con una carta escrita a 24 de Noviembre de 1716.
Principia el P. General reprendiendo la falta de modestia y gra­
vedad religiosa, que se advertía en el modo de proceder exterior de
algunos estudiantes. «La modestia y compostura, dice, carácter que
en las calles da a conocer a un Jesuíta se ve tan desterrada de los
Nuestros que en las funciones más públicas de procesiones, se han
visto Jesuítas salirse fuera del orden, y pasar riendo y parlando, vol­
viendo la cabeza a todas partes y los ojos a las ventanas, con tal
desahogo que aun en la gente más libre parecería mal, una vez que
iban en comunidad. ¿Cómo será posible que en otras funciones par­
ticulares no sea aún más libre la falta de modestia, si en acciones tan
públicas se olvida el decoro y respeto que nos debemos unos a otros,
y todos generalmente a nuestra vocación, a nuestro Instituto, y sobre
todo a la divina Majestad que nos atiende? ¿Y es posible que vean to­
do esto los Superiores sin aplicarse el remedio por recelo de mal­
quistarse con los súbditos?»
Entrando luego en la materia, que era el objeto principal de la
carta, prosigue de este modo: «Sobre estas faltas que son verdadera­
mente gravísimas, entra la desunión de ánimos y voluntades, ori­
ginada de aquella antigua peste del afecto nacional, que ciega po­
derosamente los entendimientos, para que no puedan ver sin aborre­
cimiento las virtudes que califican de vicios en los que no son de su
patria, o sin amor los vicios que tienen por virtudes en sus paisanos.
Yo no dudaré decir absolutamente que este pernicioso afecto tiene en
gran parte relajada esa santa Provincia, que lo era en otro tiempo, y
ahora no me atreveré a decir que lo sea tanto; pues son muchos los1

(1) Historia. Soc. Jes., P. VI, lib. I, an. 1616, n. I.


— 74 —

que protestan que no la conocen. Y dado caso que esto mismo sea
vicio ya antiguo, y por eso difícil de remediar, ¿cómo podrá esto dejar
de ser el más vivo dolor de quien está obligado a procurar el remedio?
¿Y qué disculpa habrá para los Superiores, que conociendo ser éste el
origen de tantos males, no sólo no se aplican a remediarlo, sino que
lo fomentan acaso con su ejemplo? Encargo a V. R. por la sangre de
Jesucristo, que se aplique con cuanto esfuerzo sea posible a deste­
rrar un afecto tan pernicioso, que viste del color de su pasión, así las
virtudes de los que aborrece, como los vicios de los que ama, que re­
presenta pecadores a los santos, y tiene por santos a los delincuen­
tes. Tenga V. R. delante de los ojos y ármese de las verdades que
contiene aquella preciosa carta de mi antecesor, el P. Goswino Nickel
de buena memoria, en que verá definido y reprendido a la letra todo
cuanto al presente se experimenta en esa Provincial.
En la misma carta apunta otros defectos y faltas, cuya enmien­
da urge con no menor eficacia. Son éstas el descuido en la guarda del
silencio, juntándose a hablar hasta cuatro en un aposento, a pesar de
la regla que prohibe entrar sin licencia en cuarto ajeno, la poca
aplicación de los Hermanos Escolares no sólo al estudio,sino a la ora­
ción, exámenes y en general a las cosas espirituales. Todo esto ar­
guye descuido y flojedad en la formación de nuestros jóvenes. Enca­
recidamente recomienda el P. General a los Superiores poner el
conveniente remedio a estas faltas. A los que tienen una conducta libre
y poco ajustada a las exigencias de la perfección religiosa, se les debe
cuidar con especial solicitud, y no bastando esto, imponerles saluda­
bles penitencias, agravándolas,si es menester,hasta que el culpable se
enmiende, o declare él mismo que no es a propósito para la Compa -
ñía. «En esto se ganará más, que no en que perseveren con tan poco
aprecio de la vocación, que a cualquier novedad sean tentados y de­
jen la Compañía, después de haber ésta gastado en criar a un díscolo
lo que pudiera haber empleado en un buen ministro del Evangelio».
Como se ve, en esta carta no se disimulan los defectos y defi­
ciencias de la Provincia. Por lo mismo no podemos fiar plenamente
de ella para formar un juicio exacto de las faltas que se cometieron
en la Provincia y sobre todo en el colegio de Quito, durante el gene­
ralato del P. Tamburini.
Ahora bien, a dos capítulos se pueden reducir estas, formación
defectuosa de los jóvenes y falta de unión entre los Nuestros. De lo
primero procedía el que algunos se mostrasen bastante flojos en el
cumplimiento de sus obligaciones religiosas y de sus tareas escolares.
E l otro defecto más grave tenía su origen en la mutua aversión que
se tenían los españoles y los nacidos en América, con notable detri­
mento de la caridad.
Cierto estas faltas eran dignas de consideración y bastan para justi­
ficar plenamente el santo celo del P. General en procurar tan de ve­
ras su enmienda. En efecto, mientras no se extirpasen era imposible
que floreciese el espíritu religioso en nuestras casas. Convenimos de
grado en que el estado de la Provincia, aquellos años, no podía lla­
marse próspero, que por falta de selección habían entrado algunos in-
— 75

dividuos vulgares, de esos que San Ignacio llamaba turba de hombres,


los cuales con su falta de espíritu y con el mal ejemplo que daban, ha­
cían rebajar el nivel de fervor de nuestras comunidades. Pero de allí
a decir, como lo ha hecho alguno, que la Provincia se hallaba al bor­
de de la relajación,hay mucha diferencia. Esto último supondría que
no solamente había algunos indignos que merecían ser separados del
cuerpo de la Religión, sino que el conjunto mismo estaba dafiado y
había decaído tanto del verdadero espíritu de la Compañía, que no
era ya posible reconocer en la Provincia la obra del Santo Fundador.
Ahora bien, esto es sencillamente falso. No solamente vivían en
aquel tiempo excelentes Religiosos, hombres en verdad apostólicos y
penetrados del espíritu de su vocación, sino que el conjunto estaba
sano.
Bastó, como luego veremos, expulsar algunos indignos y poner al
frente de la Provincia a un Superior de reconocida virtud y prudencia
para que al punto volviese a florecer en ella el fervor del espíritu, la
observancia de nuestras leyes, el amor a las cosas espirituales y el celo
del bien de las almas. Si el mal hubiera invadido todo el cuerpo, el
remedio hubiera sido mucho más largo y doloroso.
7 .— Cerraremos este capítulo con la relación de algunas otras
cosas de importancia que ocurrieron entre la visita del P. Francisco
Sierra y la del P. Ignacio de Meaurio,
A sus tiempos, se celebraron la segunda y tercera Congregación
Provincial. Aquella se reunió en 1712 y fué presidida por el P. Visi­
tador Francisco Sierra; ésta en 1719. Los postulados que formularon
no ofrecen interés especial, si se exceptúa el primero de la Congre­
gación de 1712, que solicitaba la aprobación del P. General para la
apertura del colegio de Pasto, la cual fué concedida.
Los dos Procuradores nombrados en esta misma Congregación
fueron los PP. Juan Francisco Castañeda y Nicolás de la Puente. Sa­
lieron a fines de 1713, y habiendo despachado felizmente todos los
negocios tanto en Roma como en Madrid pudieron juntar una expe­
dición de veinte sujetos para la Provincia. El P. Castañeda se quedó
en Sevilla con el cargo de Procurador General de las Provincias de
Indias, y volvió solo el P. Nicolás de la Puente con sus veinte com­
pañeros, «dándose a la vela, dice el P. Velasco, en un buque mer­
cante que iba en compañía de otro de la misma ciase a Cartagena de
Indias. E l navio en que iban los misioneros comenzó desde luego a
hacer agua; y viéndose en peligro grave pidió socorro al otro dentro
de breves días. Pasó el P. Puente en una lancha a pedir al capitán del
otro navio que lo admitiese con sus veinte misioneros. Respondióle
que cuando más le admitiría a él, porque la carga y la estrechez de su
navio no daba lugar para tantos. Instó el Padre y rogó en vano ofrecién­
dole más que doble paga; y no teniendo consuelo alguno,resolvió ir
a morir en el otro en compañía de sus misioneros. Así sucedió, porque
hundiéndose el navio aquella misma noche se ahogaron todos mise­
rablemente sin que salvase ninguno». (1)1
(1) Velaico, H istoria . . . . Crónica. .. .año 1713.
- 7 6 -

Ya se puede comprender la terrible impresión y el hondo pesar


que semejante desastre produjo en la Provincia, tan alcanzada de su-
jetos para el desempeño de los diversos ministerios.
En la Congregación de 1719 se debieron cometer algunas irre­
gularidades; pues vemos que el P. General acompaña la respuesta a
los postulados con una larga lista de defectos en el mòdo de proceder,
encareciendo que otra vez se guarde mejor la Fórmula de estas Con­
gregaciones.
Ya hemos indicado varias veces las dificultades no pequeñas con
que tropezaba el gobierno del P. General para la concesión de los
últimos votos. En 1713 tuvo que valerse para conceder la Profesión o
el grado de Coadjutor espiritual o temporal formado de informaciones
enviadas nueve años antes, en 1704. Por esto al enviar la lista de
aquellos a quienes concede los últimos votos, manda al Provincial que
haga nuevas informaciones y consulta, en que se vea y examine si ha
ocurrido novedad, que merezca se dilate o niegue el grado a alguno
de los que vienen en la lista. (1)
La lentitud y pésima organización de los correos era la causa
principal de estas dificultades. Pero hubo también, en más de una
ocasión, descuido en algunos Superiores, que no remitían a sn debido
tiempo los documentos que periódicamente se debían enviar a Roma
o lo hacían sin cumplir los requisitos indispensables. De esto se que­
jaba el P. General en carta de 6 de Octubre de 1716. «Hanse remi­
tido de esa Provincia las informaciones ad gradum de los Padres y
Hermanos, faltas en casi un todo de las formalidades que se prescriben
en el Instituto y decretos de las Congregaciones generales. Cada una
de por sí debía venir firmada del Provincial o Viceprovincial, y en
ninguna de ellas hay tal firma, ni aun la última. En la información
de virtudes se debe decir profecit o non profecit supra mediocritatem
añadiendo como se hacen en las informaciones de doctrina, si por lo
menos mediocriter profecit. Todo está prevenido, y con todo esto,me
precisan a repetirlo como si por allá estuviese ignorado. Esta confu­
sión me movía a ordenar V. R. volviese a enviar en toda forma nue­
vos informes de los mismos. Mas, atendiendo a la distancia de esos
parajes, y que no deben pagar los interesados la pena del descuido de
los Superiores, consultores e informantes, me contento con ordenar a
V. R., como lo ordeno, que junte los consultores no sólo ordinarios
sino extraordinarios, con quienes volverá a consultar, como si no los(I)

( I ) L a lista era como signe: cH arán la profesión de cuatro votos, los P P . M artin de M iran­
da, Andrés de Cobos, Juan Agustín G arcía, Pedro G alíndez, advirtiendo no haber venido el exa­
men a d g radu m del P . Juan Agustín G arcía, ni el segundo examen concedido al P . Pedro G a­
líndez; y así estos dos harán la profesión, si le favorece al primero su examen, y al otro su segundo
examen; y si no, se formarán Coadjutores espirituales. H arán también la profesión los P P . Juan de
Oviedo, Pedro de Campos, Juan Coloma, Esteban Ferriol, Bartolomé Bustinza y los P P . José Po­
lo, Felipe Monteros y Francisco Santos, si a estos tres les favorece el examen, lo que aquí no consta.
S e formarán Coadjutores espirituales; los P P . Francisco Javier de León, Diego Manosaivas, Pedro
Montalvo, Juan de Ledea, Antonio de Santa Cruz, Salvador Briones, Domingo Pérez y Jerónimo
M era; y los Hermanos Coadjutores, M anuel V illarreal, M iguel Vizos, Pedro del Carpio, Bernardo
Ferrer, M anuel Carrasco, Pedro Sanz, José Calderón, Nicolás Zambrano, Basilio Fernández y Pas­
cual Fuentes».
— 77 —

hubiese consultado, por el orden de capítulos, lo que se prescribe en


las Ordenaciones generales, capítulo 18, parte segunda, de los Padres
infrascritos y si la mayor parte de votos juzgare que han aprovecha­
do in virtutibus supra mediocritatem, ordenará que hagan la profe­
sión los Padres Pedro Arcentales, José Boigues, Miguel Ortiz y Fran­
cisco López; formaráse Coadjutor espiritual el P. Antonio Ribadeneira
y los Hermanos Coadjutores Pedro Fernández, Blas Quero, Juan
Araque, Antonio Balarezo y Miguel Padilla; todos en suposición de
que tengan exceso en medianía de virtud, y que a los que no lo tu­
vieren se les dilatará el grado. No serán sometidos a nueva consulta,
a no ser que hubiese habido algún cambio, los Padres Nicolás de Sal-
daña y Diego Gutiérrez, cuyas informaciones vienen más claras, y se
les dará luego la profesión».
El 12 de Abril de 1718, no sabiendo si su carta anterior, — la que
acabamos de copiar,— había llegado a su destino, vuelve a insistir so­
bre lo mismo. «No puedo dejar de explicar con sentimiento el dolor
que me causa la omisión de muchas o casi todas las Provincias de
Indias en remitirá este oficio en tiempo oportuno las informaciones
ad gubernandum, ad gradum, los exámenes ad professionem, los ca­
tálogos y otros instrumentos sin los cuales es imposible dar las debi­
das providencias, ya para el consuelo de unos, ya para la atención al
gobierno de todos. Es,pues,de sentir el descuido de algunos Provincia­
les, cuya omisión redunda en dafio de tantos individuos; pero no lo es
menos el qué siendo ésta la causa de dilatarse algunas providencias,
se oyen algunas quejas de omisión de parte de Roma, o en dilatar el
consuelo de la profesión a los que tienen los requisitos de edad y de
tiempo de Compañía y no la desmerecen por su virtud y letras, o en
alargar el gobierno de algunos Superiores cuya conducta no agrada, o
el señalar tal vez a ios que a juicio de los más prudentes no eran tan
dignos de mandar. No es mi intento dar satisfacción a este reparo,
pues por ningún título la juzgo necesaria. Esto sí, encargar a V. R. y
a sus sucesores la debida puntualidad en remitir dichos instrumentos,
como repetidas veces lo tienen ordenado mis antecesores. Y por cuan­
to la mayor falta y omisión que se experimenta es la de las informa­
ciones y propuestas ad gubernandum, por cuyas causas es preciso las
más veces usar de otras informaciones más antiguas, de sujetos que
acaso se habrán mudado no poco en el modo de proceder o por ven­
tura habrán muerto, ordeno con la posible seriedad, (y V. R. lo hará
escribir en el Libro de las Ordenaciones perpétuas de los Generales)
que cada Provincia, desde el principio de su trienio, comience desde
luego a tomar informes de aptis, de suerte que con estas noticias y las
que pudiere adquirir por sí mismo, así por lo que hasta entonces ha
observado, puedan hacerse dichas informaciones dentro del primer
año de su trienio, aunque no haya acabado con este espacio de tiem­
po la visita de la Provincia y las tendrá prontas para remitirlas en la
primera ocasión de nave para Europa».
Diremos, por fin, algo del estado económico de algunas casas por
estos años. Del colegio de Panamá, escribe su Rector el P. Jacinto
- 78-
Morán de Butrón: «Después de tantos trabajos y pobrezas, sin tener
muchas veces en el afio con qué comprar pan, ni quién me lo preste,
porque públicamente estamos conocidos por quebrados, me hallo sin­
dicado de externos y de internos; y en un tiempo en que están todos
los vecinos para pedir limosna y no para darla, y cuando todos los que
las hacian, o se han muerto o se han ausentado; pues en las circuns­
tancias presentes no se tiene por de juicio quien pudiendo desamparar
a Panamá no lo hace». En vista de esta escasez y de la ninguna es­
peranza de limosnas, el Padre se vió en la dura necesidad de enviar
a otros colegios a varios Padres y Hermanos por no tener con qué
mantener a su Comunidad, quedándose con solos tres o cuatro.
Á todos estos trabajos vino a añadirse otro que debió hacer su­
frir no poco al P. Morán de Butrón. Uno de los principales bienhe­
chores del colegio, D. Tomás Calvo, escribió con fecha 15 de No­
viembre de 1766, una carta al P. Provincial Nicolás de Aráuz,
querellándose del Rector. Acusábale de ser poco afecto a Panamá y
de querer por esto cerrar el Colegio, pretextando pobreza, cuando
tenían los Padres más de lo suñciente. La verdad era que este caba­
llero pretendía que le declarasen fundador del colegio, cuando sus
limosnas, aunque grandes, no llegaban a la suma suficiente para que
se le pudiese conferir este título.
En vistá de esta situación tan precaria, el P. Tamburini, decía
así en carta de 5 de Abril de 1715, dirigida al P. Provincial: «Acerca
del colegio de Panamá me informan con grandísimo desconsuelo sobre
la cortedad de sus rentas, la poca esperanza de aumentarlas, lo ma­
ligno del clima, (por lo que se ha dado al colegio el nombre de Se­
pulcro de la Provincia), el que ni a las casas perdona, siendo preciso
cada cuarenta años,y aun antes, renovar las maderas de los edificios.
V . R. conferirá con los Padres consultores ordinarios y extraordina­
rios lo que se debe hacer, y si halla conveniente extinguir dicho cole­
gio,me avisará de la resulta, y cada Padre consultor me escribirá lit­
teris separatis también su dictamen en este particular, y el juicio
que hace de la sinceridad del informe que yo tengo de ese colegio».
Por lo menos en Panamá no se cumplió aquello de que «donde quie­
ra que entran [los Jesuítas] son como el aceite, lo cunden todo, y los
pueblos y sus bienes y haciendas son pocos para ellos». (1)
Parecido o tal vez peor era el estado de miseria en que se hallaba
por estos afios el Noviciado de Latacunga. Por razones de sus deudas,
a duras penas podía mantener las veinticuatro personas que allí vivían
entre novicios y los demás de casa.
¿A qué se debía este mal estado económico del Noviciado? Tenía
40.000 pesos de deuda cuyos intereses se debían pagar. Para atender
a este gasto y al sustento de los Religiosos no había otra entrada que
el menguado producto de las haciendas. Según se deduce de la co­
rrespondencia que se cruzó entre los Superiores de la Provincia y el

(í) González Suárez, Historia General de la República del Ecuador, IV, 434.
— 79 —

P. Rector, eran estas pequeñas y poco productivas, así por mala ca­
lidad de terreno como por la escasez de regadío y la íalta de brazos
que las cultivasen. No se podían atender y trabajar como hubiera sido
menester, de suerte que, como se expresaba un Procurador, más se
ordenaban al provecho de los mayordomos e indios, que al alivio de
la pobreza del Noviciado. En vista de esto,proponía uno de los Rec­
tores venderlas haciendas de Callo y Quichicoto, a fin de redimir con
el producto de la venta parte de la deuda.
En Riobamba no andaban las cosas mejor. La hacienda de Cu-
nambay fué embargada y estuvo a punto de ser ejecutada, por no ha­
ber podido pagar el censo y los intereses caídos de varios años. La
hacienda de Sicalpa fué igualmente embargada y no pudo desenre­
darse hasta 1718.
Sin duda el limo. González Suárez no hizo cuenta de estas ha­
ciendas, cuando asentó en forma absoluta: «Los bienes raíces de los
Jesuítas, sus haciendas, eran sin disputa las mejores de todas estas
comarcas, por la calidad de los terrenos y por lo bien cuidado y admi­
nistrado de ellas; a cada uno le sobraban indígenas para el laboreo de
los campos en las tierras íríasx (1) Las generalizaciones con visos de
tesis son siempre peligrosas en Historia.
La situación económica del colegio de Ibarra,aunque no era tan ma­
la como la de los colegios anteriores, tampoco podía llamarse desaho­
gada. En 1717 el Corregidor de Ibarra D. Francisco de Sosa influyó
en el ánimo del Maestro D. Salvador de la Cruz, para que cediese a
la Compañía su hacienda denominada de Santiago en el río Mira, a
fin de juntarla con otras que él tenía intención de dar a la Compa­
ñía. Conseguido su objeto,se hizo una escritura según la cualD. Fran­
cisco de Sosa se comprometía a entregar dentro del plazo de un año
la hacienda de Santiago al colegio de Ibarra juntamente con las suyas.
Terminado el plazo, D. Francisco de Sosa, vencido por las importu­
nidades de los deudos de D. Salvador de la Cruz, aunque ninguno era
heredero forzoso, pretendió introducir una nueva condición en el an­
terior contrato de donación, que consistía en imponer un censo de
12.000 pesos con un interés de $% sobre la hacienda de Santiago pa­
ra que éste se pagase anualmente a los parientes de D. Salvador de
Santa Cruz, que había muerto algún tiempo antes. El P. Provincial
Nicolás de Aráuz no quiso admitir esta nueva condición y el P. Ge­
neral consultado mandó rescindir el contrato. D. Francisco de Sosa
se quedó con las haciendas propias y además con la de Santiago do­
nada por el Maestro D. Salvador de Santa Cruz a la Compañía. Pa­
sados siete años, se llegó a un arreglo y la hacienda de Santiago pasó
a ser propiedad de la Compañía. Esta hacienda se aplicó a la Provin­
cia y servía principalmente para pagar el viaje de los misioneros que
venían de Europa a trabajar en provecho de nuestra tierra.1

(1) o. í ., V, 248.
8o —

Por lo que acabamos de decir.se ve que de todas las casas que for­
maban la antigua Provincia de Quito, a principios del siglo XVIII,
sólo el colegio de Quito y el de Cuenca gozaban de una relativa
abundancia. Este último habfa recibido la herencia del Maestro D.
Fernando del Castillo que se decía montar a 57.500 pesos. El P. Ge-
ueral le dió el título de fundador con derecho a todas las gracias y
sufragios anejos a él.
CAPITU LO SEPTIM O

VISITA DEL P. IGNACIO DE MEAURIO

SUMARIO: 1. Nombramiento del P . Meaurio; el asunto del donativo de D. R a­


fael Sánchez Pabón.—2. Visita de la Provincia; importante carta del
P . General sobre la falta de caridad en el gobierno y sobre otros de­
fectos.—3. Visita de las Misiones del Marañón; regresa el P . V isita­
dor a su Provincia.

VELASCO, Historia.. . .Crónica... .años 1720 -1723,—ASTRAIN, Historia do la Compañía de Jesús es


la Asistencia de España, V i l , lib. 2. c. 6 .-A R C H IV O S. J.

i . — A 23 de Marzo de 1719 el P. Tamburini escribía al P. Pro­


vincial de Quito, pero sin poner nombre, por no saber de cierto quien
fuese, una carta del tenor siguiente: «Hay seis años que no vienen
informes ad gubernandum de esa Provincia, por lo que cansado de
esperar infructuosamente, me he resuelto a señalar sin más dilación
Superiores de la Provincia y colegios, valiéndome de las informacio­
nes antiguas que he visto y comunicado con los Padres Asistentes.
Pero,antes de decir mi resolución,prevengo dos cosas. Una que el go­
bierno que aquí señalo no se podrá mudar sino en caso de muerte de
alguno de los nombrados, o por estar alguno de ellos legítimamente
impedido a juicio de cinco de los siete consultores que lo son del Pro­
vincial; y en uno y otro caso, no se podrá sustituir en su lugar sino
el que fuere nombrado por igual número de votos. Lo segundo, que
los casus mortis, que están encerrados en el arca de tres llaves, se­
gún las instrucciones antiguas, cuando llegue el nuevo gobierno, se
quemarán cerrados y sellados como están, delante de los mismos con­
sultores ordinarios y extraordinarios, y en su lugar se pondrán los
nuevos [del Provincial y del Rector del Colegio Máximo]. Supuestas
estas advertencias, las cuales inviolablemente se han de observar,' he
señalado los Superiores siguientes: Será Visitador y Viceprovincial
de esa Provincia el P. Ignacio Meaurio, a quien remito la patente que
exhibirá él mismo a su tiempo». Sigue la lista de los demás Superio­
res y de los consultores ordinarios. El P. Visitador debía nombrar su
Socio, los consultores extraordinarios y Superiores de Misiones. (1)1

(1) Lo» demás Superiores eran estos: Rector del Colegio Máximo, P . Luis de Alderete; de La-
tacunga, P . Bartolomé Bustinza; de Panamá, P . Ignacio Hormaegui; de Popayán, P . Esteban de
Riofrio; de Cuenca, P . Juan de Narváez; de Ibarra, P . Juan Bautista M ágica; de G uayaquil,
P. Gregorio de Bobadilla; de Riobamba, P . José Polo; de San Luis, P . Pedro Campos. Los con­
sultores ordinarios eran: el Rector del colegio Máximo, el Rector del Seminario, el P . Bartolomé
de A ráuz y el Socio del P . V isitador, que fué el P . M iguel de Salazar.
82 —

Por Mayo del mismo afío de 1719,el P. General había enviado la


patente de Visitador al P. Ignacio de Meaurio, que se hallaba en
Santafé al terminar de su cargo de Provincial de la Provincia del
Nuevo Reino. El 7 de Agosto de 1720, elP. Meaurio escribía al P. Ge­
neral, acusando recibo de la pateute y avisando su próximo viaje en
cumplimiento de esta nueva obediencia. A esta carta contestaba el
P. Tamburini con otra de 25 de Enero de 1722, en la que después
de agradecerle la voluntad pronta y generosa con que había aceptado
este nuevo cargo, trata de un generoso donativo hecho a la Compa­
ñía por un noble caballero quitefío. «En esta ocasión, dice, aunque
han llegado algunas cartas de esa Provincia de Quito, cuyo despacho
no corre tanta prisa, solo expediré dos puntos que lo piden pronto. El
primero, el informe que me hace el Capitán D. Rafael Sánchez de
Pabón de su voluntad resuelta y entrega física para la fundación de
un colegio contiguo al Seminario de San Luis, cuyo informe ha apo­
yado el P. Juan Bautista Mugica que acaba de llegar a esta Corte. Yo
le escribo a este caballero con hacimiento de gracias, y admitiendo
cuanto es de mi parte, dicha fundación, por lo cual tengo ya orde­
nado publicar los sufragios correspondientes en vida, que son tres
misas de cada sacerdote y tres coronas de cada Hermano, las que
V. R. mandará decir en esa Provincia, dándole o declarándole por
verdadero fundador, por quien se harán otros tantos sufragios en la
muerte. También le admito a la participación de las buenas obras de
la Compañía. El P. Mágica lleva las letras patentes». (1)
Uno de los primeros cuidados del P. Visitador fué el arreglo
definitivo de la fundación hecha por el Sr. Sánchez de Pabón. Al­
gunos de los Nuestros tenían algún escrúpulo acerca de la validez de
la aceptación, como que la había hecho el P. Juan Bautista Múgica,
el cual no tenía autoridad para ello. Otros deseaban que las condi­
ciones de la donación se estipulasen con más claridad, no fuese que
andaudo los años, el Obispo quisiese disponer de ella, alegando que1

(1 ) H e aquí el texto original de esas letras patentes: «M ichael Angelus Taraburinus, Praeposi­
tus Generalis Societatis Jesu: Omnibus et singulis in quorum manibus Litterae nostrae pervenerint,
salutem in Domino sempiternam. Cum Illustris Dominus Capitaneus Raphael Sanchez Pabon, Qui-
tensis civitatis incola, Hispanus, insigni devotionis zelo incensus ac divini honoris promovendi studio
ductus, collegium unum nostrae Societatis pro juventutis plebisque christianae institutione ac infor­
matione in civitate quitensi fundari desideret; pro cujus fundatione, donatione et dote quadraginta
pesorum m illia hispanicae monetae Societati donatione inter vivos perfecta et irrevocabili jam tra­
diderit, prout constat ex instrumentis rogatis ac stipulatis in civitate Sancti Francisci Quitensi sub
die decimo octavo Septembris anni millesimi septingentesimi decimi noni, per manus domini Emma-
nuelis de Cevallos et Velasco, publici Regiae Majestatis Catholicae et proviuciae scribae ad Nos
transmissis. Nos igitur eodem desiderio impulsi supradicti domini Raphaelis pietati propensaeque erga
nostram Societatem voluntati respondere exoptantes, Donationem, assignationem et dotem dictorum
quadraginta millium pesorum, tum nostro, tum nostrorum succesorum nomine, omni meliore modo
quo possumus, cum gratiarum actione, acceptamus et praedicto collegio Quitensi nostrae Societatis
juxta ejusdem Constitutiones et morem perpetuo applicamus, concedimus et appropriamus; eumdem-
que illustrem Dominum Raphaelem Sanchez Pabon in fundatorem dicti collegii cum omnibus prae-
rrogativis, juribus et privilegiis fundatoribus collegiorum nostrorum ex nostris Constitutionibus dari
solitis, recipimus et admittimus, cum omnibus pactis et conditionibus in dictis instrumentis contentis.
In quorum fidem praesentes nostra manu subscriptas Litteras et nostri officii sigillo munitas dedimus.
Romae, die vigesima quinta Januarii anni millesimi septingentesimi vigesimi secundi. M ichael
Angelus Tamburinus».
83 -

el dinero había sido entregado para el Seminario y no para la Com­


pañía. Estas dificultades las solucionó de raíz una carta del P. Ge­
neral de 18 de Abril de 1712, concebida en estos términos: «Puede
V. R. deponer toda solicitud así en orden a la nulidad de la acepta­
ción, que dice había hecho sin autoridad bastante el P. Juan Bau­
tista Mugica de la donación de cuarenta mil patacones, que hizo el
Capitán Rafael Sánchez Pabón, como por el temor de que los cole­
giales o el Seminario puedan alegar algún día que es donación que
les pertenece, porque no es el P. Mágica quien la aceptó, ni podía
aceptarla el Provincial, sino sólo el General que es a quien toca
únicamente, como V. R. sabe, aceptar semejantes donaciones o fun­
daciones. Que yo la tengo aceptada, ya le constará por la carta que
le escribí con la data de 25 de Enero de este presente año, y la ten­
go admitida y declarada como fundación de colegio de la Compañía.
Debo encargar a V. R. que con fundadores o bienhechores se, use de
toda atención y cortesía que muestre el agradecimiento de la Com­
pañía a sus beneficios». (1)
Más molestas y peligrosas fueron las dificultades que suscitaron
algunos extraños, entre ellos el Procurador general de la ciudad de
Quito. Para efectuar una nueva fundación era preciso alcanzar el
permiso del rey, y éste no se daba sin informe favorable del Obispo,
de la Real Audiencia y de otras personas de viso y autoridad.
Por esto, pidió el P. Rector del Colegio Máximo al Procurador
general de la ciudad que diese su informe sobre el nuevo colegio
que se quería abrir con el donativo del Sr. Pabón. Le dió a 5 de
Noviembre de 1721, en los siguientes términos: «En este asunto lo
que se le ofrece decir al Procurador es que mostrando la experiencia,
la aplicación y el celo con que la sagrada Religión de la Compañía
de Jesús se dedica al empleo de su Instituto, desde luego se tuvie­
ra por uno de los grandes beneficios que se pudieran hacer a esta
ciudad la fundación que pretende hacer el Capitán Rafael Sánchez,
si no se hallara con el colegio que hoy tiene con tanta copia de
sujetos que aun sobran para su ministerio, y antes bien será de
grandísimo atraso a esta república el multiplicar colegios y Religio­
nes, cuando se halla con más eclesiásticos que los que necesita la
corta vecindad de que se compone en el número de los seculares,
que es constante no llegan hoy a cincuenta vecinos de alguaa posi­
bilidad, componiéndose el resto de un común tan necesitado, que
aun viven a expensas de los primeros; siendo éstos los que mantie­
nen ocho conventos de Religiosos que tiene esta ciudad, y cinco de
monjas, en cuyos individuos habrá más de mil cuatrocientas perso­
nas. Agregándose ahora este nuevo colegio o comunidad, será impo­
sible la manutención de todos, y el lugar se acabará reducido sólo a
monjas, frailes y clérigos. Todo lo cuales en gran perjuicio de las
repúblicas, y así no hay ninguna bien gobernada que permita esta
multiplicidad de eclesiásticos. Y no es de menos perjuicio el que se
sigue a S. M., porque, adquiridas cada dfa más posesiones, las más1

(1) Archivo S. J .
- 84 -

pingües, las Religiones y clérigos, como hoy se nota, ninguna produ­


ce alcabala de sus réditos, siendo esto el único ramo de la Real Ha­
cienda en esta Provincia, con que los vasallos españoles seculares
sirven a Su Majestad. Cuyos reparos,como tan noticioso de la tierra,
pudo tener presentes dicho Capitán para la mejor deliberación de su
caudal. Y así siente el Procurador general que por ningún caso se
informe en favor de dicha fundación. Que es fecho en Quito en cin­
co de Noviembre de mil setecientos y veinte y un años. D. Francis­
co Ramírez de Arellano», (x)
En Madrid, lo mismo que en Quito, la fundación tropezaba con
oposiciones más o menos declaradas, por lo cual el P. Asistente Sal­
vador González encargaba al P. Procurador Juan Bautista Múgica
que asegurase bien la fundación del Sr. Pabón.
Vencidas por fin todas las dificultades, el P. General quiso de­
terminar por sí mismo en que se habían de emplear los 40.000 pe­
sos entregados por el generoso donante. «¡Deseando, dice, que se
logren los piadosos deseos del fundador para mayor gloria de Dios y
mayor fruto de las almas, ordenaré en ésta a V. R. el modo cómo
debe ejecutarse dicha fundación, que será tanto más útil y acertado,
cuanto más conforme a los santos fines del fundador. Y siendo, co­
mo es, el deseo de éste, el que sea mejor la educación de los cole­
giales, convictores y seminaristas, que están juntos hoy en el cole­
gio Real y Mayor de San Luis de Quito, sin que por la falta de
recursos falten en aquella casa los Jesuítas necesarios para su ins­
trucción en la virtud y en las letras, lo primero que ordeno a V. R,
es que dichos cuarenta mil pesos se empleen en favor de dicho cole­
gio Real y seminario, sin que a ningúu Superior quede facultado o
arbitrio para divertirlos o emplearlos en otro fin, por útil y por más
piadoso que parezca.
En cuanto a habitación para los Nuestros, ordeno y mando que
se haga o contigua a dicho seminario con comunicación de ambas
casas, para que los alumnos sean visitados de los Nuestros, o en el
sitio que hoy tiene dicho colegio seminario. Mas esto último sólo se
ejecutará en caso que conste que ya el solar y casa que tiene dicho
seminario es ya, en dominio y propiedad, uno de los bienes propios
de la Compañía, o por lo que la Mesa Capitular le debe por lo que
ésta ha gastado de suyo, y debía dicha Mesa Capitular haber pagado,
o por cualquier otro motivo que pueda haber con el tiempo. (2)
Para el buen gobierno y dirección de dicha juventud, es preciso,
(pues el dote es tan competente para alimentar los Nuestros que han
de estar en dicha casa), se pongan en ella un Rector, un Procurador
y un Ministro, un Prefecto de espíritu, que podrá serlo también de
los estudios, un Pasante de los teólogos y otro de filósofos, otro que
pase a los gramáticos y ayude al P. Ministro para celar la quietud y
aplicación de los alumnos, y tres Hermanos Coadjutores para los1

(1) A r c h iv o S . J .
(2) Por esto« ario» la Mesa Capitular debía a la Compañía más de 60.000 pesos.
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oficios domésticos de cocina, despensa, refectorio, portería y acom­


pañar a los Religiosos que salen fuera. A la prudencia y celo de
V. R- no tengo que ponderar cuán de veras deseo que se entable
este colegio con toda regularidad, para que no se sigan los ruidos
que en otros tiempos ha habido, a cuyo fin conducirá mucho que se
me proponga para Rector de dicho colegio, sujeto que haya desem­
peñado las cátedras, que el Pasante de teólogos haya leído Filosofía
y el de los filósofos esté inmediato a leer esta facultad, lo cual a
ambos sujetos sería muy útil para conservar frescas las especies es­
colásticas, para prepararse con el estudio para la cátedra, en que
después han de entrar, Y esto mismo conciliarà a los alumnos y con­
seguirá mayor respeto a los que han sido o han de ser después sus
Maestros. Todo acierto espero de la sabia dirección, celo y pruden­
cia de V. R . 5»
Por falta de sujetos no se pudo poner por obra todo lo dispuesto
en esta carta, y la habitación para los Nuestros tardó todavía mu­
chos años en edificarse.

2.— Así que hubo despachado los negocios más urgentes, el


P. Visitador dedicó toda su atención a la visita de las casas de la
Provincia. El 7 de Agosto de 1721 estaba ya visitando el colegio de
Cuenca. No han llegado hasta nosotros pormenores de la visita de
éste y de los demás colegios. Por las respuestas del P. General, pare­
ce que había mejorado la observancia regular y la disciplina religiosa;
pues no se encuentran avisos u observaciones particulares a este res­
pecto. En cambio, la carta de 27 de Marzo de 1722 trata largamente
de un defecto que daba mucho cuidado al P. Tamburini. Era éste
un espíritu de rigor y dureza en el gobierno de los Superiores, del
todo ajeno a las tradiciones de la Compañía.
Por desgracia este defecto fué bastante frecuente en la antigua
Provincia de Quito. Varias veces, en tiempos anteriores, y estando
aún unida a la Provincia del Nuevo Reino de Granada, el P. Tirso
González tuvo que moderar el celo del prudente P. Visitador Diego
Francisco Altamirano y reformar algunas disposiciones demasiado
severas que él había tomado.
En carta al P. Calderón, de 7 de Febrero de 1699, reprueba el
excesivo rigor con que se procedía en el colegio de Quito, obligando
a todos a tanto retiro y recogimiento que no se dejaba salir a nadie
de casa, ni siquiera para un honesto esparcimiento de espíritu y al­
gún descanso. Lo peor del caso era que se había dado a entender
que esto se hacía por la poca confianza que los Superiores tenían de
los súbditos. Se obligaba a nuestros jóvenes estudiantes a que tuviesen
la oración juntos en la capilla, vigilados por el P. Ministro que debía
estar con ellos. Las penitencias que se daban por las faltas eran
muchas, aplicadas no pocas veces con poca caridad, y aun sin mira­
miento a la salud.
Vamos a dar un extracto de la importante carta en la que el
P. General da normas prudentísimas para remedio de este mal, causa
de otros muchos. Recuerda ante todo que a los principios de su
- 86 —

gobierno, el 15 de Diciembre de 1707, envió a todas las Provincias


una carta o instrucción en la que indicaba a los Superiores el modo
con que según nuestro Instituto deben gobernar a sus súbditos, los
dictámenes con que debían regirse y los paternales avisos que les de­
bían dar. Encarecía en la misma a los súbditos el rendimiento, res­
peto y confianza filial que deben tener para con sus Seperiores, para
que de esta mútua correspondencia, fielmente observada por ambas
partes, naciese en nuestras casas una dulcísima armonía que facilita­
se el gobierno a los Superiores y la obediencia y observancia regular
a los súbditos.
Apunta luego que de todas las Provincias, tanto de Europa,
como de Indias, ha tenido noticia de que se ha leído públicamente
su carta en el refectorio, pero «no la ha tenido hasta ahora de que se
haya participado ni leído en nuestras Comunidades en la Provincia
de Quito, donde no sin fundamento discurro que es más necesaria su
noticia y observancia de los avisos que contiene. Por esta razón ha­
rá V. R. que se lea ,en todas nuestras casas, y que se refresque su
memoria con repetir su lectura en los Triduos de renovación con las
otras de los Padres Generales. íi)
Dije que no sin fundamento discurro que su noticia y prác­
tica es más necesaria en esa Provincia que en otras. Porque
siendo por una parte constante lo que en el capítulo primero
de la octava parte de las Constituciones dice Nuestro Santo Pa­
dre, que la Compañía no puede conservarse, regirse, ni conseguir
a gloria de Dios el fin para que íué instituida, si no hay unión
entre la cabeza y los miembros y de éstos entre sí, tfin que
procuraba yo promover y conseguir por aquella carta); siendo por
otra parte, así por informes de sujetos fidedignos, como por los in­
faustos sucesos de peticiones de tránsito a otra Religión, pretensio­
nes de nulidad de profesiones y votos, recursos a tribunales exter­
nos, fugas escandalosas de sujetos, pasos por donde corre precipita­
damente a su ruina esa Provincia, se aplicó mi universal cuidado con
la seriedad que tan grave materia necesitaba a buscar cuál puede ser
en esa [Provincia] la raíz de males tan graves, tan escandalosos y
tan contrarios a su conservación y buen nombre, que de esa Provin­
cia y no de ninguna otra se oyen, no será temeridad persuadirse que
tan amargos frutos nacen de una raíz muy a propósito (atendida la
humana flaqueza) para producirlos con abundancia. Esta es no ser
el gobierno de los Superiores de ella, cual el que las otras, aun las
más observantes, juzgan y practican como propio de nuestro modo
de vida y espíritu de la Compañía. En esa, se me informa que los
Superiores gobiernan con espíritu dominativo sus súbditos, corrigen1

(1) El no haber tenido cl P . General conocimiento de que su caris se hubiese lefdo en nues­
tras casas, no arguye forzosamente que esta lectura se hubiera omitido intencionalmente. L a carta,
en que se le avisaba el haberse leído ya se perdió quizás como otras tantas de este tiempo. Decimos
esto con tanto mayor fundamento, cuanto que los Provinciales de aquellos afios fueron todos de
mucha observancia, como los Padres Luis de Andrade, Sebastiám Luis A bad de Cepeda, Nicolás
de A ráuz y sobre todo el P . Visitador Francisco Sierra. Todos ellos hubieran sin duda mandado
leer cualquier documento que viniese del P , General,
87 -

sus defectos usando siempre de los medios de rigor, tienen y aun con
imprudencia muestran una suma desconfianza de los súbditos, les
niegan aquellos religiosos alivios de recreaciones y salidas de casa
que son precisas para el racional desahogo del espíritu, y para que
despejada la cabeza, pueda aplicarse a los libros y ministerios en que
deben emplearse, (i) ¿Y cómo podrán estar unidos con el Superior
unos súbditos que en él nunca experimentan muestras de un pa­
terno amor, y en quien encuentran siempre un severo juez o fiscal
de sus acciones?
De este modo de tratarlos nace, como la experiencia muestra,
un tedio habitual de la vida religiosa, un descontento que hace
molesta y desapacible la observancia y el yugo de la obediencia,
mucho más cuando no ignoran los súbditos, que miradas en sí nues­
tras reglas, es dulcísimo y suave, y sólo intolerable por el peso, que
abusando de su autoridad, le añaden los Superiores. De aquí nace
finalmente la felicidad y deseo de sacudirlo con dejar la Compañía,
ofreciéndose y aun solicitando las penitencias y reclusiones, y te­
niendo por suaves estas mortificaciones, por librarse de una vez de
una perpétua violencia.
Para remediar en los Superiores este modo de gobierno tan con­
trario a las obligaciones que les imponen sus reglas, no es mi in­
tención prescribirles nuevos medios, pues en ellas están tan expresa
y abundantemente señalados, y expresado también aquel orden de
corrección: in ckaritate et dulcedine qui peccant sunt admonendi,
la cual se ha de agotar hasta que o la dureza o pertinacia del súbdi­
to obligue a usar de los medios de rigor. Acuérdense que, aun en la
fórmula brevísima de su Instituto que al Pontífice Paulo III presentó
nuestro Padre San Ignacio, no olvidó como cosa necesaria para la
conservación de esta Religión, el advertir al Superior que in praela­
tione sua benignitatis ac mansuetudinis charitatisque Christi, Pe­
tri Paulique formae semper sit memor; insinuándoles aquella fo r ­
ma fa cti gregis ex animo. Y sin duda que, si las ovejas no conocen
al pastor sino es por el golpe del cayado, aunque ellas sean ovejas en
la masedumbre, no le cobrarán amor, antes huirán de él, disipándose
el rebaño. Acuérdense para usar la suave urbanidad en el trato de
sus súbditos, que no gobiernan esclavos, a quienes puso en sujeción
la desgraciada suerte de su nacimiento, sino a hijos de Ignacio, aun
por ese solo título muy respetables, y que abrazaron por elección la
obediencia, haciendo a Dios sacrificio de su voluntad. Con este mo­
do de tratar se conquista más fácil y eficazmente la voluntad de los
súbditos, y si tal vez la necesidad obliga al Superior a usar de alguna
aspereza, se recibe con facilidad, como de una mano de la que ha
experimentado la benignidad, y que está hecha a no escasearla, an­
tes a buscarle el alivio cuando conviene.

(1 ) No estará de más tener en cuenta !o que dijimos acerca del detecto de exagerar y abultar
las faltas en las informaciones al P . General, cuando los nacidos en América escribían sobre suje­
tos españoles y viceversa. Recorriendo las cartas dei P . Tamburini, en que se d a ñ a conocer los
casos concretos de las faltas escandalosas mencionadas más arriba, como fugas, recurso a tribunales
civiles, etc. no hemos encontrado entre todos una media docena.
88 —

Y por cuanto estos medios pueden mirar al súbdito como parti­


cular o tocar al bien común de la Provincia o colegio, dejando a la
religiosa prudencia y caridad del Superior, el conceder en casos par­
ticulares al súbdito lo que, consideradas las circunstancias, pide su
necesidad, en lo que toca a todos, ordeno que se observen en esa
Provincia las cosas siguientes que son comunes estilos de la Compa­
ñía. A todos los Maestros se les convidará el domingo y días de la
vacación hebdomadaria a salir de casa, a fin de que desahogando con
esta recreación la cabeza, la tengan más despejada para aplicarse a
los mentales ejercicios de su empleo. Al Superior toca darles com­
pañero y combinarlos de modo que logrando la recreación, se atien­
da a la seguridad y decencia de los que salen. Ni se deberá extrañar
[llevar a mal] si visitaren algunas personas, como sean principales
o decentes, pues son muchas veces necesarias estas visitas para
nuestros ministerios, o como resulta de ellos, o por urbanidad y bue­
na correspondencia de quien ha de vivir y tratar con hombres. Y al
ñn la regla que manda que, en cuando fuere factible, con la diposi­
ción del lugar y decencia de la persona que se visita, esté siempre
el compañero a la vista, y que éste volviendo a casa avise al Supe­
rior, si en algo se ha faltado contra esta regla, supone que alguuas
visitas son necesarias en los Nuestros. Pero, si alguno abusando de
esta licencia visitare personas menos decentes o seguras, tocará al
Superior reprimirle con eficacia, negándole las salidas, y entonces no
podrá quejarse del Superior sino de sí mismo, que con el abuso me­
reció esta singularidad.
Del mismo modo ordeno que por lo regular, los Hermanos Es­
tudiantes juntos y acompañados del P. Ministro, o de otro Padre
que parezca al Superior, vayan todas las semanas al campo, no a
encerrarse en el Tejar o en otra casa de las nuestras, sino a hacer
algún ejercicio que ayude a la salud y al divertimiento, y que tanto
los días de fiesta cuanto los de asueto, que por el mal tiempo u otro
impedimento no pueden salir de casa, tengan en ella dos horas de
recreación, y se entretengan en aquellos juegos decentes y religiosos
que a nuestra juventud permite la Compañía.
Tampoco deberá juzgarse exceso que los operarios, además de
aquellas veces que son enviados a los ministerios de cárceles, hospi­
tales, enfermos y moribundos, tengan cada semana dos tardes en que
se les dé licencia y compañero para que salgan a recrearse, pues así
desahogado religiosamente el ánimo, se emplearán con mayor gusto
en los ministerios. Y de conceder los Superiores este divertimiento
fuera de casa, se seguirá el que se evite otro gravísimo inconvenien­
te, que se ve por experiencia, que es el segundo y muy principal
principio de la desunión de los ánimos de los miembros con la cabe­
za y de ellos entre sí. Estando los sujetos eo casa, por lo general
melancólicos y deseosos de alguna recreación, se juntan a conversar
en algunos aposentos, allí se glosan y censuran las disposiciones del
Superior, se comunican los defectos de los otros, se atribuye a nacio­
nalidad o pasión la resolución del Superior, si dió o quitó algún em­
pleo, se siguen en fin otros inconvenientes, que allá, haciendo seria
- 89 -

V desapasionada reflexión, se conocerán mejor de lo que permite la


conveniencia que se refieran en particular en esta carta.
En remediar este gravísimo abuso, principio de los más nocivos
daños de esa Provincia, deseo que empleen los Superiores toda ente­
reza y que usen de toda su autoridad. Concédanse a los sujetos los
religiosos alivios usados en la Compañía, pero arránquense de raíz
estas juntas particulares, mucho más, cuando son de una nación to­
dos los que concurren a ellas. Dividan los Provinciales tales suje­
tos mandándoles a los colegios más distantes y empleos menos
gustosos de la Provincia. Y si se oyere que alguno, como no pocas
veces ha sucedido hasta aquí, usare de aquellos siempre abomina­
bles y sediciosos términos, de que el Superior dió éste o el otro
empleo al americano porque él lo es, o al europeo, por serlo ambos,
sepáresele como manda Nuestro Santo Padre, como peste de aquella
Comunidad, que tira a destruirla con su cizaña, y a mí se me dará
aviso para que determine el remedio más fuerte que convendrá usar
para atajar un cáncer tan pernicioso al bien y conservación de esa
Provincia».
Hemos querido citar este documento para que se vea lo que el
P. General pensaba de la Provincia de Quito por los años de 1720.
Es una instrucción a un Visitador, y bien se sabe que los Padres
Generales no dan por ciertos y averiguados todos los defectos y fal­
tas que en ellas señalan al celo del Visitador, como tampoco a los Pro­
vinciales, cuando contestan a las cartas consultorias, sino que quieren
primero que se averigüe la verdad, y después se pase a poner el con­
veniente remedio. Dos faltas,sin embargo,parece que da por ciertas,
la nimia estrictez de algunos Superiores en dar el suficiente des­
canso y religiosa recreación a sus súbditos, y por esto él mismo pres­
cribe cuál ha de ser este descanso.
La otra falta, de suyo más grave, pues era en daño de la unión
y mutua caridad, procedía de la malhadada rivalidad y aversión en­
tre criollos y chapetones. ¿Cuántos serían los culpables en la Pro­
vincia que constaba entonces de unos ciento ochenta sujetos? No
es fácil precisarlo. En cartas anteriores el P. General había repren­
dido el que varios se habían juntado en un aposento, y a lo que
parece no siempre para conversar cosas inofensivas y añade que el
numero de esos contertulios había llegado hasta cuatro. Si se quiere
juzgar del número de los culpables por el castigo que propone se les
imponga, esto es que los Provinciales envíen a tales sujetos a los
colegios más distantes y los ocupen en los empleos menos gustosos,
se infiere también que no podían ser muchos.
Eran, pues, pocos gracias a Dios los sembradores de cizaña pero
bastaban a inquietar la Provincia y debemos agradecer al P. Tambu­
rini la energía con que supo poner remedio a tan detestable y perni­
cioso defecto.

3 .— El P. Ignacio de Meaurio tomó muy a pechos su oficio de


Visitador, y con un empeño digno del mayor encomio, procuró la
enmienda de las faltas señaladas por el P. General. No contento
— 90 —

con visitar por dos veces los colegios situados en el actual territorio
de la República, se alargó hasta Panamá, a pesar de las dificultades
e incomodidades que aquel viaje presentaba entonces. Más aún,
acometió lo que ninguno de sus predecesores ni ningún Provincial se
habla atrevido a hacer, esto es la visita personal de las Misiones del
Marañón. Con sus dos Socios, el P. Miguel de Salazar y el Herma­
no Coadjutor Miguel de Santa Cruz, púsose en camino y fué dándose
cuenta por sí mismo de las grandísimas dificultades que tenían que
experimentar a diario nuestros misioneros para llevar adelante su
heroica labor de evangelización. No se puede fácilmente decir de
cuánto consuelo y aliento fué para nuestros Padres la presencia del
P. Visitador en sus apartadas reducciones. A su tiempo volveremos
a hablar de esta visita.
Mientras el P. Meaurio se hallaba entre nosotros, la Provincia
recibió el oportuno refuerzo de catorce misioneros, los cuales llega­
ron a Quito el 26 de Enero de 1722. Había entre ellos espaQoles y
extranjeros, y venía por Superior de todos, el que después fué insig­
ne misionero del Marañón, el P. Bernardo Zurmühlen, alemán. Es­
to se debió a que el segundo Procurador nombrado en la Congrega­
ción de 1719, P. Matías Laso, que debía venir al frente de la expedi­
ción había, fallecido en el mar durante su viaje a España.
A principios de Octubre -de 1723, el P. Ignacio de Meaurio dió
por terminada la visita de la Provincia de Quito, y por la vía de Pa­
namá y Cartagena regresó a su Provincia del Nuevo Reino de Gra­
nada. Dejó nombrado por Viceprovincial al P. Nicolás de Aráuz,
hasta que llegase el nombramiento de los nuevos Superiores, que se
esperaba de un momento a otro con la venida del Procurador a Ro­
ma, P. Juan Bautista Mugica.
Antes de su partida, el P. Visitador dió licencia para comprar
un terreno de ocho cuadras en Santa Prisca. En la información se
daba por motivo de la compra que el colegio seminario necesitaba
de un tejar por la continua necesidad de tejas y ladrillos; «¡además
desde mucho tiempo atrás los Superiores deseaban para el buen
régimen del colegio una casa de recreo, donde pudieran con toda
honestidad y decencia recrearse los colegiales, sin andar vagueando
por los arrabales, con grave cuidado y aun remordimiento de con­
ciencia eo los Padres que los acompañan, y este lugar es muy a pro­
pósito para este fin».
No podemos callar un insigne favor que por entonces hicieron a
nuestra iglesia de Quito las monjas del Convento de Santa Clara de
esta misma ciudad. Dice así el documento: «La Abadesa y Definido­
ras del monasterio de Santa Clara decimos que tenemos celebrado
un contrato con el M. R . P. Ignacio Meaurio, Visitador y Vice­
provincial de la Compañía de Jesús, para que por la cantidad de
100 pesos que tenemos recibidos, pueda mandar sacar el dicho
R. P . Visitador de nuestra hacienda de Tolóntag y mina de pie­
dra blanca que hay en ella toda la piedra que fuese necesaria para el
altar mayor que se ha de hacer en la iglesia de la Compañía, grada
del altar con sus barandas y dos tribunas a los lados, sacándola y con-
— 91 —

¿luciéndola a su costa, sin pagar a este convento más cantidad que


los dichos cien pesos, por toda la piedra referida. Porque en esto
confesamos la utilidad que tiene este monasterio, así en el descubrí»
miento de la mina que puede ser de grande utilidad en lo de adelan­
te, viendo las obras que con la piedra se hacen y el modo de labrarla
y pulirla. Quito, 5 de Febrero de 1723».
El P. Leonardo Deubler que estaba trabajando el primer cuerpo
de la fachada de la iglesia de la Compañía de Quito, no encontran­
do en la hacienda de Píntag, de propiedad de la Compañía, los ma­
teriales que necesitaba, los buscó y halló en la vecina hacienda de
Tolóntag. Nuestros Padres en efecto sacaron buena cantidad de esta
piedra, como se puede ver eu la fachada de la iglesia y en otras par­
tes del edifìcio.
CAPITU LO OCTAVO

GOBIERNO DEL P. JUAN BAUTISTA MUGICA

SUMARIO: 1 Actuación del P . Múgica en Europa; es nombrado Provincial a su


regreso.—2. Las Anuas de la Provincia.—3. Donación de D. Anto­
nio de V era y Pizarro.

V ELASCO ; Historia.. . .Crónica.. . . 1 7 1 9 - 1 7 2 6 .-A S T R A IN , Historia de la Conpaiia de Jesús ea la


Asistencia de España, V i l , lib . 2 , c . 6 .—ARCH IVO S . J .

i . — El P. Juan Bautista Múgica fué nombrado Procurador a


Roma en la Congregación Provincial tenida en Quito el año de
1719 junto con el P. Matías Laso. Tardaron más de un año en pre­
parar su viaje, y estando a punto de emprenderlo, se les acusó de
haberse encargado de muchos negocios impropios de su profesión
religiosa. Gracias a Dios,la acusación no tenía otro fundamento que
la envidia de aquellos cuyos encargos no habían querido admitir;
pues ni los Superiores de España, ni los de Roma encontraron algo
digno de censura en este punto. (1)
Durante la travesía de Cartagena a Europa, el P. Múgica tuvo
el dolor de ver morir a su compañero, el P. Matías Laso, sujeto de
grandes prendas y sólida virtud.
Según refiere el P. Juan de Velasco, Felipe V dispensó al P. Mú­
gica muestras de particular benevolencia y este favor del monarca
fué sin duda parte no pequeña para que se despachasen favorable­
mente los negocios de la Provincia. (2) El asunto de la donación
de D. Rafael Sánchez Pabón, de que hablamos anteriormente, y al
que contradecían con fuerza algunos personajes influyentes, se pudo
concluir con éxito muy féliz. El Procurador obtuvo también grata
licencia para llevar consigo un refuerzo de treinta y cuatro opera­
rios, el mayor de los que había sido concedido hasta entonces para
las partes de Quito; todos habían de hacer el viaje a costa de la Real
Hacienda.
Más aún, informado el Rey de que hasta entonces de co­
legio de Quito había sostenido exclusivamente todas.las Misiones de la
Provincia, bon grandísimo trabajo y crecidos gastos, de su propia1

(1) Archivo Nacional de Santiago de Chile.


(2) Velasco, o. c„ afio 1724.
— 93 —

voluntad, señaló una pensión o estipendio de 200 pesos anuales a


cada misionero del Marañón, expidiéndose al efecto una Real
Cédula.
El P. Mágica aprovechó su estancia en Madrid para hacer la­
brar una artística custodia de valor muy subido para nuestra iglesia
de Quito. Antes de su partida, había recibido para este efecto joyas
y piedras de gran precio, con que muchas personas principales que­
rían contribuir al esplendor del culto al Santísimo Sacramento, tra­
dicional en Quito desde los primeros tiempos de la Colonia.
La obra encargada al mejor platero de Madrid quedó terminada
a tiempo, paia que el P. Mágica la pudiese traer en su viaje de regre­
so. Esta custodia constituía la joya quizá más valiosa del tesoro de
nuestra iglesia. (1) En el primer inventario que el Presidente Diguja
practicó en Setiembre de 1767, a raíz del extrañamiento decretado
por Carlos III, se hace expresa mención de esta custodia. Mas, eu
los ulteriores no se vuelve a hablar de ella, sin que se sepa hasta hoy
a dónde ha ido a parar.
Despachados felizmente los negocios que tenía en la Corte de
Madrid, el P. Mágica pasó a Roma a verse con el P. General. Sus
gestiones tenían por objeto conseguir, como en efecto consiguió del
Papa Inocencio XIII la Bula de confirmación de las Constituciones
del colegio de San Luis, de que trataremos más adelante.1

(1) H e aquí la descripción que de ella hace el orfebre Juan Muñoz, el 9 de Junio de 1724:
«Juan Muñoz thassador de las Reales Joyas de Cám ara de la reyna n ra . Señora y contraste en
esta Corte, sertifico e visto y thassado: Una Custodia grande de oro y plata compuesta de un
pie ochabado, banquillo y bassa de plata dorada, y el Sol todo de oro excepto una nube de pla­
ta que tiene a la parte de arriba con el espíritu santo en medio de plata, y en el remate de la
bassa. Un cordero asimismo de plata con el libro de los siete sellos, el Sol se compone de básta­
gos, ojas esmaltadas de berde transparente, razimos y espigas, b i.il y arazeli, y cruz por remate, el
pie tiene ocho piezas de oro cada cuatro yguales de ojas, y en medio de las quatro una rossa en
cada una de nueve diamantes y diez esmeraldas, y la bassa esta guarnezida con diferentes piezas
de oro de dichas joyas, y las benas de las ojas esmaltadas de berde con diamantes, y todo lo di­
cho esta guamezido con dos mili trezientos y beinte y siete diamantes, rossas y delegados jondos,
y con duzientas y ocho esmeraldas, el diamante mayor rossa en el pecho d éla paloma de ocho
granos febles de area, uno enzima de dos granos y quarto, dos debajo de a dos granos, beinte y
tres rossas en la orla del biril de a tres granos y quatro, unos con otros zinquenta y ocho delga­
dos en la orla de adentro de a grano y medio, otros seis delgados en la cruz de a dos granos, y
tres quartos, otro delgade en la tarjeta del Cordero de dos granos, y los restantes de varios tama­
ños; una esmeralda cuadrada medio de la pieza del pie de doze quilates febles de orea, tres
ochabadas medios de las piezas correspondientes de diez y seis quilates y tercio cada una, una con
otras quatro puntas medios de las otras quatro piezas del pie de a diez granos, una ochabada
medio de la bassa de seis quilates, otras dos ochabadas en dos piezas de dicha bassa de a zinco
quilates, dos quadradas medios de dos piezas de los lados de a ocho granos, otras tres quebradas
de a seis granos, otra quadrada en dicha bassa a la parte de arriba de onze granos, dos cuadra­
das prolongadas a los lados de a diez granos, una medio de la cruz de doze granos y dos terzios,
bcynte y tres en el biril de a dos granos y medio, unas con otras, y las restantes de varios tama­
ños. V ale todo lo dicho con el oro plata echura de la engastería y echura de la plata y dora­
do de ella beynte y tres mili ducados de plata, que es todo su valo r. M adrid y Junio a 9 de
1724 Juan Muñoz.
Pesa el oro de una custodia que se compone de un S o l, de bástagos, razimos y espigas y
diferentes piezas de oro que estan en el pie y en la bassa, catorce marcos y tres ochabas. Pesa to­
da la plata de dicha custodia que es el pie bassa espíritu santo, Cordero y nube, quinze mardos y
<]uatro onzas.
En el Contraste, M adrid y M a y o 20 de 1724. Juan M uñoz». Archivo S. J .
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El P. General concedió que se aplazase la próxima Congregación


Provincial en vista de los muchos gastos que se habían hecho, y de
los que todavía quedaban por hacer. Resolvió luego algunos casos
particulares que traía el Procurador, entre otros la admisión al novi­
ciado de tres o cuatro personas que pasasen de cincuenta años. El
P. General permitió recibirlas, si a juicio del Provincial tenían cua­
lidades para poder servir aón a la Compañía. En cambio, se negó a
conceder permiso para recibir ilegítimos. Cuando el caso se presen­
tase, se debía acudir al P. General manifestándole las razones que
había para pedir esa dispensa; en cuanto a los espurios, quedaban
definitivamente excluidos no debiéndose ni siquiera proponer su
admisión.
La expedición de los trienta y cuatro sujetos concedidos para la
Provincia de Quito se hizo a la vela el 31 de Diciembre de 1723.
E l viaje por mar fué feliz y bastante corto, sin otro percance que
algunos días de calma. A los 51 días de su partida tomaban tierra
en Cartagena de Indias. Después de algún descanso en aquella ciu­
dad, se pusieron de nuevo en camino, y lo que no habían sufrido en
el mar lo vinieron a padecer en el viaje por tierra, que fué de lo más
penoso que se puede imaginar; «lo que tuvimos que tolerar y sufrir
de Cartagena a Quito, refiere uno de los expedicionarios, no lo po­
drá entender quien no haya pasado por ello». Repartidos en cuatro
champanes gastaron cuarenta días en hacer el trayecto de Cartagena
a Honda, por tener que subir el Magdalena que venía muy crecido,
con un calor sofocante, lluviás torrenciales, y nubes de mosquitos.
Al llegar a Honda casi todos estaban enfermos y algunos de grave­
dad. A los pocos dfas murió un Hermano novicio muy edificante
llamado Martín López y los demás tuvieron que detenerse cerca de
un mes en aquella ciudad hasta recobrar las fuerzas y poder prose­
guir el camino. Por San Sebastián de la Plata, Popayán y Pasto
llegaron finalmente a Quito por el mes de Octubre de 1724.
Así que llegó la expedición, se abrieron los despachos del
P. General que el P. Mugica traía consigo. En ellos venía la siguien­
te lista de Superiores: Provincial, P. Juan Bautista Mágica; Rector
del colegio Máximo, P. Esteban de Riofrío; de Panamá, P. Pedro
Venegas; de Latacunga, P. Luis de Alderete; de Popayán, P. Fer­
nando Ruiz; de Cuenca, P. Andrés Cobo; de Ibarra, P. Ignacio de
Hormaegui; de Riobamba, P. Bartolomé Bustinza; de Guayaquil,
P. Salvador Briones; de Pasto, P. Marcelino Ruiz; del Seminario de
San Luis, P. Pedro de Campos.
Encargaba el P. General que se avisase previamente de sus de­
fectos a los Padres Fernando Ruiz, Marcelino Ruiz y Salvador Brio­
nes, encareciéndoles procurasen seriamente la enmienda.
Por consultores ordinarios quedaban nombrados los P P . E s­
teban de Riofrío, Guillermo Détrez, Sebastián Luis Abad de Cepeda
y el Socio del P. Provincial; y por extraordinarios los PP. Nico­
lás Aráuz, Jenaro Garofalo y José Gutiérez. El P. Provincial debía
escoger su Socio de entre tres Padres que le señalaba el P. General;
— 95 -

escogió al P. José Nieto Polo. Por fia el mismo Provincial con sus
consultores a mayoría de votos debían nombrar el Superior de las
Misiones.
La irregularidad y escasez de los correos entre Europa y Améri­
ca, agravada por las guerras y la piratería, que tan rudos golpes
asestaron en el siglo X V III al poderío marítimo de España, hacían
muy difíciles la comunicación entre las Provincias americanas y el
gobierno central de la Compañía. Por este motivo el P. General se
veía obligado a permitir que los Provinciales de América, con el pa­
recer de sus consultores, hiciesen algunas modificaciones indispensa­
bles en los nombramientos que venían de Roma para los cargos de
gobierno. Porque ocurrió más de una vez que, al llegar el nombra­
miento a su destino, el sujeto sobre quien recaía había pasado a
mejor vida. Sucedía también que el lapso de varios años que habían
tal vez transcurrido entre el envío de informes al P. General y la
llegada del nombramiento hecho por éste, de tal suerte habían va­
riado las circunstancias, que tal cual de estos nombramientos resul­
tase notablemente inoportuno.
Pero ya se entiende que estos casos eran raros, y en consecuen­
cia los Padres Generales no cesaron de repetir que la facultad de
mudar los nombramientos venidos de Roma, no se había de usar
sino con extremada parsimonia, y alguna ocasión la restringieron al
caso de haber muerto el elegido, cuando llegaba la patente. Pero
hubo en los Provinciales de América una cierta tendencia a proce­
der con más libertad, de la que de hecho les concedía el P. General
para hacer mudanzas en las listas de Superiores que venían de Ro­
ma. Con relativa frecuencia vemos que el P. General se queja de
que se ha extralimitado el Provincial en sus atribuciones de mudar
Superiores.
Tal sucedió con los nombramientos que llegaron a Quito en
1724. Al P. Provincial y a sus consultores les pareció hacer los si­
guientes cambios en la lista que copiamos más arriba: Rector del
colegio Máximo, P. José Gutiérrez; de Panamá, P. José de Bus-
tinza; de Popayán, P. Leonardo Deubler; de Ibarra, P. Pedro
Egas; de Cuenca, P. José de Narváez; de Guayaquil, P. Pedro de
Arcentales; de Pasto P. Ignacio Hormaegui. A los tres a quienes el
P. General mandaba avisar previamente de algunas faltas que te­
nían que enmendar, se les privó sencillamente de su cargo.
Como se ve, no fueron pequeñas las alteraciones y mudanzas in­
troducidas en la lista de nombramientos hechos por el P. General.
No es,pues, extraño que al contestar éste a las cartas del P. Mágica
de 29 de Octubre de 1724 ÿ de 18 de Febrero de 1725 le dijese:
«Quedo enterado de la forma en que se ha dispuesto la ejecución
del nuevo gobierno, y aunque parecen graves los motivos que asis­
tieron a V. R. y a la consulta, siempre se me hace demasiada la al­
teración que ahora, como en otras ocasiones se hace de lo que va
dispuesto en este oficio».
En la misma carta añadía el P. Tamburini: «No puedo aprobar
por ser contra lo que yo tenía prevenido en carta al P. Meaurio
— 9f i ­
de 7 de Febrero de 1723, que los cuarenta mil pesos para la funda­
ción del colegio de Loja se hayan embebido en el Colegio Máximo y
la Provincia, porque debiendo ejecutarse sin más dilaciones dicha
fundación, ya se ve lo que se dificulta por esta vía el recobro del
capital, cuando éste se necesite, principalmente para la construcción
del colegio o para empleo más independiente de poder mayor, y aun
en la cobranza de los réditos hay peligro que no sea corriente.
Y así digo y mando sobre que cargo a V. R. su conciencia, que
por causa de la disposición de aquella suma no se retarde un instan­
te la fundación de Loja, aunque sea necesario que la Provincia y el
colegio tomen otro censo igual para reponer el capital y réditos por
entero. Y aun en caso en que por otros motivos justos no se pueda
proceder a la fundación, digo lo mismo, y de la misma forma para
siempre y cuando pueda y deba ejecutarse. Añado más, y esto con
precepto de santa obediencia, que desde luego vayan reponiendo la
Provincia y el colegio en arca de toda seguridad, seis mil pesos, ca­
da un año, además de los réditos íntegros que correspondan hasta
haber entregado así por partes toda la suma. (1) Y si por esta vía
que parece más suave, no se allanaren, sea como llevo dicho, toman­
do algún censo para satisfacer en un todo desde luego». (2)
Ya dijimos cómo una de las tristes consecuencias del espíritu de
nacionalismo eran las falsas delaciones con que los de un partido
causaban a los del contrario. Estas delaciones procedían muchas
veces de seglares, pero no faltaron algunos de los nuestros que co­
metieron este crimen abominable. No se vieron libres de esta cala­
midad el P. Mugica y otros religiosos de la Compañía. Como mues­
tra de estas falsas acusaciones pondremos aqní la que se lanzó contra
el P. Guillermo Détrez insigne misionero del Maraflón y que había
tenido hasta 1724 el cargo de Superior de las Misiones. Se le acusa­
ba de haber vendido 565 indios a varios soldados de la Misión, cargo
tan odioso como absurdo, ya que no existía ninguna guarnición de
soldados en las reducciones del Marañón. Quien quiera que esté
medianamente al tanto de la Historia de aquellas Misiones, com­
prenderá que hubiera bastado un atropello de esta clase para que al
punto se remontasen los indios y aun quizás quitasen la vida al mi­
sionero. Todas las persecuciones que hubieron de padecer nuestro
Padres en el Marañón tuvieron por causa, el haber tomado ellos la
defensa de los indios contra la rapacidad de los encomenderos y
soldados de las poblaciones españolas, que trataban de esclavizarlos.
Durante el gobierno del P. Mágica, los habitantes de Cali
presentaron por medio del P. Florencio Santos, Rector de Popayán
una petición formal de colegio. Decían tener ya preparados 50.000
pesos para la futura fundación, 20.000 que había dejado un Sr. D.

( Î ) Esta no era de 40.000 peso» »ino de 20.000. E l donante era el D¿an de Quito, D .
Fauito de la Cueva, quien los habla dejado en testamento para la (undación de un colegio de
Loja, su ciudad natal.
(2) A rchivo S .J .
— 97

Juan Rodiíguez para este fin y otros 30.000 que se habían juntado
de donaciones hechas por varios particulares. Como el P. General
no se fiaba mucho de tales promesas y ofrecimientos, mandó al
P. Mágica que averiguase lo que había de verdad en el dicho de los
de Cali, y viese al mismo tiempo, si las condiciones de la tierra
eran tales que la Compañía pudiese ejercitar en ella con fruto todos
sus ministerios. Esta última condición se verificaba de lleno; pues
era toda aquella cuenca del río Cauca un campo inmenso abierto a
la actividad apostólica d éla Compañía; había además fundadas es­
peranzas de que se pudiesen hacer de allí varias excursiones a las
provincias del Oeste, o sea al vastísimo territorio del Chocó casi pri­
vado de todo cultivo espiritual.
Pero desgraciadamente faltaron los fondos prometidos para la
fundación. El Sr. Obispo había dispuesto de los 20.000 pesos de
D. Juan Rodríguez para otro fin, fundándose en una cláusula del codi­
alo que dejaba el testador, de que, si la Compañía no hacía la funda­
ción del colegio dentro de cierto espacio de tiempo, esta suma se
aplicase a otra obra pía. Los treinta mil pesos que se decían listos y
preparados, lo eran tan sólo en la buena voluntad de algunos amigos
nuestros. Quedó, pues, frustrado por entonces este proyecto de
fundación.
El P. Mágica tiene el raro privilegio entre los Provinciales de
Quito de haber coaseguido que se escribiesen las “ Anuas” o relacio­
nes anuales de lo que se hacía en la Provincia. Por ellas sabemos
que ésta contaba en 1725, ciento treinta y cuatro Religiosos. Res­
pecto de los ministerios espirituales que ejercitaban los Nuestros,
laméntase amargamente el autor de las “ Anuas” de 1724 y 1725 que,
desde los principios, ha sido muy poco lo que se ha escrito sobre las
acciones y hechos dignos de memoria, y sobre las obras de celo que
se han emprendido por la gloria de Dios en la Provincia, atribuyen­
do este pecado contra la Historia, o a la mucha humildad que oculta
lo que hace, o también a la desidia y descuido de los que las debe­
rían escribir. Poco es, sin embargo, lo que él mismo refiere, si se
prescinde de las generalidades que ocurren en todas partes, donde la
Compañía tiene alguna casa o colegio.
Habiendo hablado de los colegios ya establecidos y de los dos
que se pretende fundar, esto es del de Cali al Norte y del de Loja al
Sur, pasa a referir el fruto copioso de conversiones que se ha reco­
gido en todas partes por medio de las misiones volantes, especial­
mente en Quito con ocasión de una peste que hizo ¡numerables víc­
timas. Fué tan grande la afluencia de penitentes, que hubo que
suspender por algún tiempo las clases del colegio y de la Universidad,
para que todos los sacerdotes se dedicasen a oír confesiones de sanos
y de enfermos. Por término medio cada Padre solía oír durante el
tiempo que duró el contagio, de 30 a 40 confesiones diarias de en­
fermos.
Como en otras ocasiones la clase indígena fué la que más sufrió
de la epidemia, a la que se juntó el hambre de que muchos mu­
rieron, sin tener otra enfermedad. Para remedio de tanta desgracia,
- 9 8 -

el P. Rector nombró a dos Religiosos que saliesen por las calles y


plazas con una buena carga de carne y pan, y fuesen socorriendo a
aquellos miserables.
Ciertos días de la semana, mientras duró la peste, algunos Her­
manos Estudiantes y Padres se repartían la ciudad, y al toque de la
campanilla convocaban a la gente, para que asistiesen a la procesión
de penitencia, que solía terminar en nuestra iglesia llenándose ésta
por completo.
Otro ministerio que ejercitaban nuestros Padres con mucho fru­
to, por aquellos años, fué el cuidado espiritual de los niños de las
escuelas. Varios Padres iban a las escuelas para hacer a sus tiempos
la doctrina e invitar a nuestros y alumnos a la frecuencia de sacra­
mentos. Gracias a esta piadosa industria, varias escuelas tomaron la
costumbre de comulgar cada mes, precediendo los maestros con el
ejemplo.
Entre los hechos dignos de memoria que nos han conservado las
“ Anuas” correspondientes al provincialato del P. Mágica, debemos
mencionar la fábrica de la hermosa y artística fachada del templo de
la Compañía. Principiada por el P. Ignacio Deubler a fines de 1723
o principios de 1724, no s^e pudo por entonces edificar sino el primer
cuerpo, por falta de fondos.
Habiéndose ofrecido en 1726 buena ocasión de correo para Amé­
rica, el P. Tamburini se apresuró a enviar el nombramiento de nue­
vos Superiores, los cuales no se habían de posesionar de su cargo
sino después de un año. En la carta que dirigía al P. Mágica, decía
así: «Sin embargo de que estoy muy satisfecho del mucho celo y
prudencia con que hasta ahora ha gobernado V. R. esa Provincia,
por lo que repetidas veces le doy muchas gracias, prometiéndome de
V . R. en lo que resta de su gobierno un cabal desempeño, a la con­
fianza que me debe V. R. he determinado despachar en esta ocasión
nuevo gobierno, pues de los galeones en que me remite V. R. las
informaciones ad gobernandum no hay noticia de cuando llegarán,
antes bien todas las cosas conspiran a asegurar la tardanza^.
Los Superiores nombrados eran los siguientes: Provincial,
P. Ignacio de Hormaegui; Rector del colegio Máximo, P. Juan Bau­
tista Mágica; de Ibarra, P. José Nieto Polo; de Riobamba, P. Miguel
de Salazar; de Cuenca, P. Guillermo Détrez; de Latacunga, P. José
de Eslava; de Guayaquil, P. Sebastián Viteri; de Panamá, P. Pedro
de Arcentales; de Popayán, P, Leonardo Deubler; de Pasto, P. Sal­
vador Briones; del Colegio Seminario de San Luis, P. Andrés Cobos.
Consultores ordinarios: P. Rector del colegio Máximo, P. Rec­
tor del colegio de San Luis, P. Pedro Venegas y Socio del P . Pro­
vincial,quien debía elegirle entre los PP. Bartolomé Bustinza y Diego
Gutiérrez; consultores extraordinarios. PP. Florencio Santos y Je­
naro Garofalo; Superior de las Misiones, P. Juan Bautista Julián y
en su defecto, P. Venceslao Breyer. En esta ocasión por primera
vez el P. General nombraba directamente al Superior de las Misiones;
hasta entonces habían acostumbrado proveer este cargo el Provin­
cial y sus consultores.
— 99 -

Como de costumbre hubo mudanzas en esta lista de Superiores.


Según el P. Juan de Velasco, los cambios fueron los siguientes: El
P . Socio fué el P. José de Eslava; el Rector de Latacunga, P. Luis
de Alderete; de Panamá, P. Bartolomé de Bustinza; de Popayán,
P . Antonio Cevallos; de Pasto, P. José María Maugeri; de Guayaquil,
P . Fernando Marfa Conosciutti.
En la última carta que el P. General escribe al P. Mágica como
Provincial le envía la lista de los que han de hacer la profesión o los
últimos votos, (i) En la misma carta establece como costumbre
lo que venía observándose de mucho tiempo atrás, a saber,
que el colegio de Quito se hiciese cargo de la alimentación y aloja­
miento de los indios que salían de las Misiones del Marañón envia­
dos por los misioneros. En efecto, cada afio cuando cesaban las llu­
vias y se podían navegar los ríos con alguna seguridad, se formaban
en la Misión expediciones de indios, tanto de La Laguna, como de
Archidona para ir a Quito y para traer cuanto necesitaban los misio­
neros para el afio siguiente. Muchos indios llevaban sus propios
productos para venderlos en Quito por su cuenta. A todos estos daba
el colegio de Quito comida y habitación. Su número ascendía de
ordinario a varios centenares, aunque no todos a un tiempo. Cons­
tituía, pues, el hospedaje de estos indios un fuerte gasto para el co­
legio.
Termina el P. General su carta al P. Múgica con estas palabras,
que nos indican cuál era entonces el estado de la Provincia: «He
tenido muy particular consuelo con las buenas noticias que se me
han dado de la regular observancia que florece en lo general de la
Provincia con igual aplicación a promover nuestros sagrados mi­
nisterios».

4.— Por Abril de 1726 un ciudadano de Quito, D. Antonio de


Vera y Pizarro, hizo donación gratuita a la Compañía de sus hacien­
das de Conrogai, Agato e Irubí, estimadas las tres juntas en 34.400
pesos, pero tenían sobre sí un censo cuyo principal erade 15.000
pesos. La Compafiía se comprometía a pagar seis pesos semanales a(I)

( I ) L a carta era de 2 de Agosto de 1727 y decía así: «H arán la profesión los P P . Nico­
lás Schindler, Pablo Maroni, Francisco Javier Zephyris, Miguel de Manosalvas, Francisco
Campuz, Luis de A ndrade; Coadjutor espiritual el P . Ignacio M ichael; Coadjutores temporales,
los Hermanos Miguel Césaro y Custodio Domínguez. Todos estos con la condición ordinaria
de siempre, que el Provincial y consultores no tuvieran graves razones para diferir el grado».
En años anteriores el P . General había enviado otras listas. En 1722 debían hacer la profe­
sión los P P . Antonio Cevallos, Andrés Suárez, José Chávez, José de Eslava, M anuel de Rojas,
José Montesinos, Miguel M edina, Marcos Escorza, Francisco Torrijano y Manuel M ariaca; la
incorporación, los P P . Cristóbal Pesantes, Sebastián V iteri, Pedro Javier Valdivieso y Cristóbal
Moscoso, con los Hermanos Coadjutores Isidro Garcés, M anuel de la Cerda, Diego Suárez, Anto­
nio López, M anuel Ignacio Castillo y Alberto Espinosa E l año de 1726 se concedió la profesión
a los P P . Femando M aría Conosciutti, José Saldaña. Vicente de Rojas, Francisco A guirre, Leo­
nardo Deubler, Francisco Reen, Pedro Gastner, Jerónimo de Herce, José M aría M augeri, José
A lbelda, Femando Espinosa, Tomás Nieto Polo del A guila, Juan Bautista Julián y tam­
bién al P . José Correa con tal que saliese bien en la repetición del 'examen á d g ra d u m .
Mandó que se difiriese el grado a cinco Padres y dos Hermanos Coadjutores, pues lo concedió
a los Hermanos, Nicolás Rigati, M anuel Fajardo, H ilario A drián, Antonio R uiz, Domingo Mo­
rón y Juan Espinosa.
100 —

la mujer de D. Antonio hasta su muerte. El P. Mágica aceptó la do­


nación a condición de que el P. General la aprobase, (i)
El primer afio del gobierno del P. Hormaegui, se perdieron en
casi su totalidad las cosechas de estas haciendas y murió mucho gana­
do al ser trasladado de tierra fría a tierra caliente. En vista de este
fracaso el P. Hormaegui juzgó que había habido fraude en el contra­
to de donación, y con poco miramiento hizo pública esa su manera
de pensar, pidiendo la nulidad del contrato, con notable mengua del
buen nombre de D. Antonio de Vera, tenido de todos como honrado
caballero. Para colmo de males, el nacionalismo vino a complicar una
situación ya de suyo delicada. Como el P. Hormaegui era español,
se levantó en Quito una gran polvareda, tomando las principales
familias a agravio el desaire hecho a un criollo. Por lo demás, ha­
biendo ya prescrito el tiempo, no era posible obtener declaración de
nulidad.
Con todo, el Provincial estaba empeñado en devolver las ha­
ciendas al donante. Felizmente sus consultores consiguieron hacerle
desistir de este intento, con lo cual se evitaron mayores males.
A i? de de Julio de 1726 el P. General ratificó la donación: «Tengo
a bien y apruebo el haberse aceptado la donación de las tres hacien­
das que nos ha hecho el Capitán D. Antonio de Vera y Pizarro, con
la carga y gravamen que a la Sra. Da. Manuela Palacios su esposa,
durante la vida de esta señora, cada semana se le asista con seis
pesos, como también apruebo el usufructo de estas tres haciendas
aplicado por V. R. y sus consultores al oficio de Provincia, para los
gastos de las misiones que se conducen de Europa y socorro de los
ganados para el sustento de los esclavos. Y desde luego, admito a
estos dos señores al goce y participación de todas las buenas obras
que a su mayor honra y gloria sea Dios N. S, servido se hagan por
la Compañía, y les envío mis Letras patentes, y se les dará V. R., y
muchos agradecimientos en mi nombre por su beneficencia y caridad».1

(1 ) E l estado de estas haciendas era el siguiente: L a de Conrogai era de caña dulce, y se


podían sembrar por entonces con los brazos que había unas treinta cuadras, de manera que se
pudiesen moler 10 cuadras cada año, lo que producía 400 pesos por cuadra; pero se podían
cultivar hasta sesenta cuadras.
L as otras dos de Agato e Irubí eran de pan sembrar. En la calera de Irub! se podían hacer
tres hornadas al año, de a mil (anegas de cal, cuyo precio ordinario era de dos pesos (anega.
A l pedir la confirmación de la donación al P . General, el P . M ugica apoyaba su petición con
estas palabras: «Las haciendas antiguas de Píntag, Ichubamba y Chillo están casi esterilizadas
y muertas con ninguna esperanza de resurrección, y las de Carpuela y Pimampiro dan más traba­
jo que jugo por la mala raza de sus esclavos y (alta de indios».
CAPITU LO NOVENO

EL MOTIN DEL SEMINARIO DE SAN LOIS

SUMARIO: 1. Antecedentes del motín.—2. El alzamiento y desmanes de los


seminaristas.—3. Intervención del P . Provincial; el P . Campos en
M adrid.—4 . Disposiciones del P . General sobre el Seminario.—
5. El Seminario de San Luis y la Universidad de San Gregorio.

VELASCO, Hstoria.. . .Crónica.. . .añ o 1 6 2 1 .—GONZALEZ SUAREZ, Historia de la República del


Ecuador, V , lib . 4 . c. 1 ,—ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús ea la Asistencia de España, V II,
lib. c. 6 .-A R C H IV O 3 . J.

i . — Hallándose fuera de Quito el P. Juan Bautista Mágica,ocupado


en hacer la visita de la Provincia, ocurrió en el colegio seminario de
San Luis un pequeño tumulto provocado por unos cuantos colegiales
descontentos. La cosa en sí no tenía mayor importancia, pues todo
se reducía a un acto de indisciplina que hubiera quedado suficiente*
mente remediado con el castigo de los revoltosos. Pero el incidente
alcanzó muy pronto proporciones considerables, porque algunos per­
sonajes de viso, poco afectos a la Compañía, tomaron de él ocasión y
pretexto para dar salida a sus resentimientos particulares.
Como la relación de este motín ha sido no poco desfigurada por
uno u otro motivo, procuremos restablecer escrupulosamente la ver­
dad histórica a base de documentos contemporáneos al suceso. Pero,
para que se pueda entender la serie de acontecimientos, es preciso
exponer antes con alguna detención las causas que prepararon el al­
zamiento de los colegiales y sus ulteriores consecuencias.
Desde algún tiempo atrás se venían notando en el colegio semi­
nario de San Luis ciertos brotes de insubordinación a la legítima
autoridad. Escribiendo el P. Tamburini a 24 de Noviembre de 1716
al Provincial de Quito, le hace esta grave advertencia: «Tengo repe­
tidas veces encargado el mayor cuidado en la crianza de la juventud,
la que me consta, es muy libre y desahogada en esta Provincia
hasta llegar a perder el respeto a sus maestros, y lo que es más aún,
al mismo Superior. Y aunque me consta que en un lance de éstos,
digno de la más grave penitencia, se portó como debía el P. Vice­
provincial Luis de Alderete, castigando severamente a los culpados,
me consta asimismo, que no faltó persona de autoridad y canas, que
se empeñó en querer disculpar a los delincuentes y en culpar de ni-
— 102

mio el rigor de la penitencia, corno si gente tan libre necesitara


semejante patrocinio, y no empeorara más con la protección».
A este quebranto de la disciplina y respeto debido a los Supe­
riores y maestros pudieron contribuir dos defectos, que no podían me­
nos de tener pernicioso influjo en el espíritu de los alumnos. Era el
primero la libertad en defender opiniones nuevas y peregrinas, de
que hacían[gala algunos Maestros de Filosofía y Teología. Ya en
j 6 o 6 el P. General se había visto obligado a refrenar con mano
fuerte este prurito de novedades. A 5 de Abril de 1715 dió órdenes
todavía más apretadas mandando «que en adelante ninguno dicte a
sus discípulos, ni defienda en función pública o doméstica, conclu­
sión que no se halle impresa a lo menos en cuatro autores de la Com­
pañía, y si desde el día que esta orden se publique en la Provinciale
hallare que alguno ha dictado algo contraviniendo a lo aquí mandado
se lo hará borrar en los cartapacios y se le privará de Lectura [esto
es de la cátedra]».
El segundo defecto era el consabido espíritu de nacionalismo,
que aquí también causaba lamentables estragos. Como algunos de
los maestros y Superiores eran españoles y los alumnos americanos,
los Padres criollos no siempre supieron tener a raya el afecto desor­
denado a los de su nación,llegando a defender a éstos, con detrimen­
to de la obediencia y respeto debidos a la autoridad.
A estas dos causas de malestar, algo lejanas, se sumaban otras
más inmediatas y graves. En los últimos años, la Curia eclesiástica
se había acostumbrado a hacer caso omiso del Rector del Seminario
para conferir becas a estudiantes pobres. Al tiempo del tumulto, eran
cincuenta y seis los muchachos que habían ingresado al Seminario,
sin que en su admisión se hubiera contado para nada la aprobación
del Rector del establecimiento. No hace falta discurrir mucho para
entender cómo, a la larga sobre todo, tal modo de proceder había de
ocasionar un sinnúmero de disgustos y dificultades entre los alumnos
y los que estaban encargados de dirigirlos. En efecto, de los inde­
seables que de esta manera habían ingresado al colegio seminario,
salieron los principales cabecillas del motín.
Agréguese a esto una cuestión, que hoy día nos parece pueril,
pero que para los españoles del siglo X VII y X V III era poco menos
que cuestión de vida o muerte. Nos referimos a la cuestión de prece­
dencias. Parecíales a los seminaristas que en los actos públicos y
otras funciones a las que concurrían juntamente el Colegio Máximo
y el colegio seminario, no se tributaba a su Rector la honra que se
merecía. Sentíanse con esto agraviados en su honra, cundiendo por
este motivo entre ellos el descontento y el mal espíritu. El P. Ge­
neral creyó del caso intervinir en esta contienda de honra y lo hizo
en carta de 11 de Abril de 1722. «Teniendo noticia, dice, que algu­
nos de los desórdenes y alzamientos que en varios tiempos han co­
metido los colegiales de nuestro seminario de San Luis, puede de­
pender de que no haga la Provincia todo aquel aprecio que corres­
ponde a su Rector, ya disputándole la precedencia, aun dentro de
su mismo seminario el Rector del colegio Máximo, ya el lugar en
— 103 -

las funciones públicas del mismo colegio Máximo,. . . he determinado


dar regla y providencia, para que en adelante no se le defraude de la
autoridad que le corresponde, y así ordeno: lo primero, que dicho
Rector del seminario, así en funciones públicas como privadas de su
mismo seminario, aunque concurra a ellas toda nuestra Comunidad
del Colegio Máximo con su Rector, deberá preceder y tener el pri­
mer lugar después del Provincial, como en lugar propio de su juris­
dicción. Lo segundo, que cuando, al contrario, se ofreciere concurrir
al Colegio Máximo, se le dé al Rector del seminario el primer lugar
después del Rector del mismo Colegio Máximo, y por ausencia o en­
fermedad de éste, debe preceder a todo el concurso el Rector de di­
cho seminario en los exámenes ad gradum que se confieren en la
Universidad, como Vicerrector de ella».
Pero la causa principal de todo lo que sucede fué la enemistad
del Sr. Obispo, Dr. D. Luis Francisco Romero, con la CompaSfa.
Desde un principio hubo sus dificultades, porque el Obispo se empe­
ñó en que los seminaristas asistiesen de ordinario en la Catedral, y
sirviesen en los divinos oficios. Representaron nuestros Superiores
respetuosamente el grave inconveniente que se seguiría para la dis­
ciplina y sobre todo para los estudios, si los seminaristas tuviesen
que ayudar en las funciones de la Catedral, aun en los días or­
dinarios. (i)
Estas observaciones sensatas no hicieron mucha mella en el
ánimo del Prelado. Así es que, apenas supo que el P. Visitador Ig­
nacio de Meaurio había llegado a Quito, le dirigió un oficio exigien­
do, en virtud del concilio de Trento, que los seminaristas acudiesen
todos los días al servicio de la Catedral. Respondió el Visitador re­
representando nuevamente los inconvenientes antedichos, y, en
cuanto al argumento del Concilio tridentino, hizo notar que la men­
te del Concilio al promover la institución de los seminarios, era que
los candidatos al sacerdocio se formasen bien en virtud y en saber, y
no precisamente que sirviesen de ministros habituales para las fun­
ciones del culto divino en las iglesias catedrales.
En vista de estas dificultades, el P. Meaurio escribió al P. Juan
Bautista Mugica, el cual se hallaba entonces en Roma como Procu­
rador de la Provincia, que procurase alcanzar una Bula de Su San­
tidad por la que se confirmasen con la autoridad apostólica las
constituciones del seminario de San Luis, promulgadas por el limo.
Sr. Luis López de Solís, su fundador.
El 18 de Agosto de 1723, Inocencio XIII expedfa la Bula de­
seada, la que recibió el pase regio a 9 de Octubre del mismo año.
Aunque en las Constituciones del Sr. Solís estaba especificada la
exención del servicio en la Catedral para los seminaristas de San
Luis, el documento pontificio renovaba expresamente esta disposi­
ción, no debiendo concurrir los seminaristas al servicio de la Cate­

t i ) Los seminaristas que iban a servir en la Catedral perdían generalmente toda la m añana,
y no pocos aprovechaban esta oportunidad para ir a vaguear por las calles.
— 104 —

dfal sino en contadas festividades. Para cortar de raíz las posibles


intromisiones del poder civil en este asunto, con pretexto de Patro­
nato, el P. Mágica tuvo la precaución de alcanzar en Madrid una
Real Cédula de 10 de Agosto de 1722, por lo que se reconocía que
los seminaristas no estaban obligados al servicio de la Catedral.
No se puede fácilmente imaginar el enojo que recibió el Obispo,
cuando el P. Pedro de Campos, Rector del seminario, le presentó ofi­
cialmente la Bula de Su Santidad para ser obedecida. Más aún, pare­
ce que tomó esta Bula como un verdadero atentado contra su propia
jurisdicción, y desde aquel momento no dejó piedra por mover en
orden a alcanzar su revocación por el Papa. A este fin escribió a los
demás Prelados del arzobispado de Lima, del que dependía entonces
como sufragánea la diócesis de Quito, para que aunando todos sus
esfuerzos se consiguiese otra Bula que devolviese a los Prelados el
derecho de que se les había despojado. (1)
Siendo el obispo de carácter irascible y violento, quedó, desde
entonces, sobremanera irritado contra el P. Campos, y era de temer
que mostrase su resentimiento en la primera ocasión favorable.
La ocasión no tardó en presentarse y no fué otra que el alzamiento
de veinte colegiales entre los cuales había nueve seminaristas y de
ellos dos pajes del mismo Sr. Obispo.

2.— Para conocer cual fué el proceso de los acontecimientos


que se desarrollaron en torno del tumulto de estos veinte alumnos
del colegio Seminario, tomaremos las noticias de tres informaciones
jurídicas que se hicieron por la autoridad civil y del Memorial que
el P. Pedro de Campos presentó al rey sobre este asunto.
La primera información judicial se hizo a raíz del acontecí
miento, el 12 de Febrero de 1725. En ella prestaron su declaración
jurada los PP. José Gutiérrez, Rector del Colegio Máximo, Juan
Francisco Riccio, Jerónimo de Herce, Ministro del Seminario, Sal­
vador Briones, Procurador del mismo seminario, y con ellos tres
colegiales y tres vecinos de Quito. En la segunda información en
que se trataba de averiguar quiénes eran nominalmente los colegia­
les y seminaristas autores de la sublevación, declararon cinco cole­
giales de los que el más joven tenía diecinueve años. En la tercera
que pretendía averiguar especialmente qué desmanes habían cometi­
do los alzados y quiénes eran los seminaristas que tomaron parte en
ellos, cuatro seminaristas dieron su testimonio jurado. No parece
que se pueda dudar del valor histórico de estas tres informaciones,1

(1 ) S e llegó a saber este paso dado por el Obispo de Quito por medio del mismo Arzobispo
de Lim a. En carta escrita desde esta ciudad, el P . Antonio G arriga decía al P . Juan Bautista
M ugica: «E l mismo día que llegó este chasqu i [correo] de Quito me dijo el S r. Arzobispo
que le escribía el Obispo de Quito que Su Santidad había despachado un Breve a instancia del
S r. Cardenal Belluga y a solicitud de la Compañía, en que mandaba que los colegiales
de los colegios seminarios de las iglesias no se ocupasen en servir dichas iglesias, por no
perder tiempo, sino en letras y estudios, y así pedía dicho S r. Obispo a su Excia. lim a, que in­
fluyese y cooperase con los demás Sres. Obispos en orden de suplicar a S u Santidad dé dicho
Breve». A rchivo. S .J .
— ios —

y desde luego deben preferirse a toda otra clase de relaciones más o


menos dramatizadas de los acontecimientos, (i)
Es el caso que con motivo de la fiesta de San Antonio de Pa­
dua, 13 de Junio de 1724, los colegiales y seminaristas hablan asis­
tido durante tres días consecutivos a los toros que se lidiaron en la
plaza de San Francisco, todos juntos y desde el tablado que se habla
levantado para ellos en esta ocasión. Pasadas estas fiestas; resolvie­
ron los Superiores que los alumnos del colegio seminario no asistie­
sen a los toros que se hablan de tener en la plaza mayor por San
Juan Bautista, San Pedro y en el mes de Setiembre. La razón de ello
era.en el primer caso la proximidad de los exámenes de fin de curso,
y el estar aún recientes las vacaciones, en el segundo. En efecto, co­
mo éstas se tenían en la hacienda de Alangasí, allí solían nuestros
alumnos torear a su gusto, no sólo el ganado de la propia hacienda
sino también, cuando podían, el de las haciendas vecinas, cuyos due­
ños varias veces se habían quejado de esta impertinencia de los co­
legiales de San Luis.
Aviniéronse los muchachos más o menos de buen grado con la
orden del Rector, menos dos panameños, D. Agustín Mifiano, que
había alcanzado el grado de Maestro en Filosofía, y D. Cayetano
Iglesias, estudiante de Teología. Uno y otro pidieron licencia al
P. Rector Pedro de Campos para salir vestidos de seglares con el
intento de ir a presenciar los toros. Como el permiso fuese negado,
los dos jóvenes dejaron, sin más, el traje de seminaristas y se salie­
ron sin licencia. Seis meses permanecieron fuera del colegio semi­
nario, llevando una vida de diversión, hasta que les vino a faltar el
dinero. Temerosos de que, cuando supiesen sus padres en Panamá
lo que había sucedido, se negasen a enviarles nuevos fondos, juzga­
ron preferible volver al seminario. Para conseguir que se les admi­
tiese en él nuevamente, interpusieron el valimento de personas de
autoridad a quienes se manifestaron arrepentidos de lo hecho y de­
seosos de tornar al buen camino. A pesar de tan poderosas interce­
siones, no consiguieron su intento; pues el P. Campos se negó a re­
cibir a los fugitivos, para escarmiento de los demás.
No se desanimaron ellos por este rechazo, antes bien acudieron
personalmente al P. Rector, rogándole les perdonase y volviese a
admitir en el seminario. No quiso éste acceder por de pronto a sus
ruegos, dándoles esperanzas de hacerlo más tarde, cuando hubiesen
dado la debida satisfacción de su mala conducta. En vista de la
actitud firme del P. Rector, los dos jóvenes se determinaron a vol­
ver por fuerza al seminario. Para ello contaban con el apoyo de sus
amigos y partidarios, de los cuales era el principal el seminarista
D, Fernando de Soto, paje del Sr. Obispo. Concertáronse entre sí
los unos y los otros, y el 18 de Enero de 1725, a las ocho y media
de la noche, cuando todos los colegiales y seminaristas iban a cenar,
los dos expulsos penetraron de sorpresa en el seminario. Lo que1

(1) Cfr. González Suáiez o. c., V , lib. 4 , c . 1.


— io6 —

entonces sucedió nos lo dice en su deposición jurada el P. Herce,


que era Ministro de la casa y presenció todo lo que refiere. Así que
entraron, los de dentro que hacían con ellos causa común, «los vis­
tieron de seminaristas y los llevaron al refectorio donde estaba toda
la comunidad, con irrespeto del P. Rector y de los demás Padres
que asisten en el colegio, y salidos del refectorio, algunos de los co­
legiales que llegaron al número de veinte, y de ellos varios inducidos
y violentados de otros, se entraron en una sala que llevaba el nom­
bre de Sao Francisco Javier, donde se hicieron fuertes, teniendo en
dicho aposentos los expresados intrusos. Y teniendo de ello noticia
el expresado Rector, mandó a este testigo fuese a dicho aposento y
les dijese de parte de su Paternidad a los motores y a D. Agustín
Mifiano y a D. Cayetano Iglesias que se fuesen fuera del colegio, y
los dejasen ir libremente por convenir así a la quietud y sosiego de
la comunidad, lo cual no quisieron ejecutar en esta y en otra oca­
sión en que se les requirió. Y conocida la resistencia, pasó personal­
mente el P. Rector con los demás Padres al dicho aposento y los
reconvino tratasen de irse fuera del colegio, a que se resistieron los
dichos D. Agustín y D. Cayetano, quienes respondieron a los del
tumulto: Señores, ustedes nos han traido aquí, defiéndannos. Y vis­
ta esta resolución, salió el P. Rector fuera del aposento, y también
los veinte (colegiales. Y en uno de los corredores del colegio,
D. Fernando de Soto colegial y paje del Sr. Obispo de esta ciudad,
levantó el grito como quien era causa principal del tumulto y motín
en eco confuso, que según lo que sucedió, fué señal del alzamiento,
a que correspondieron los demás del dicho tumulto con la misma
colusión y grita. Y uno de ellos dijo: mano a las pistolas, y dando
palmadas y patadas en el suelo prosiguiendo en su alzamiento. íi)
En este tiempo D. Cayetano Iglesias,habiéndose abierto la puer­
ta del colegio, se salió fuera de él, dando a entender se iba fuera en
cumplimiento de lo que el P. Rector había mandado. Luego, como
a las doce de la noche, se fueron por el techo cuatro colegiales de
los alzados a la calle y volvieron incontinenti con el dicho Cayetano,
y lo entrodujeron en el colegio por el mismo techo, y se entraron
en la sala de San Javier con todos los demás confederados hasta
los dos días siguientes; en cuya tarde del segundo día fueron al co­
legio los Reverendos Padres José Gutiérrez, Rector del Colegio
Máximo y Januario Antonio Garofalo, quienes habiendo consultado
con el P. Rector del seminario, Pedro de Campos, el medio de com­
posición, pasaron a la sala de San Javier, donde estaban aún toda­
vía los referidos colegiales tumultuados, a quienes se les propuso el
medio de composición en que vinieron, que fué que el día siguiente
fuesen al aposento del P. Rector, Pedro de Campos y que pidiesen
perdón del yerro cometido, a que les apadrinarían los PP. José Gu­
tiérrez y Januario Antonio Garofalo, como en efecto se ejecutó así.1

(1) Desde Noviembre venía preparándole e l golpe, para lo cual lot autores del motín habían
introducido clandestinamente algunas armas.
— 107 —

Los Padres hablaron al P. Rector sin que los colegiales hiciesen la


menor demostración de pedir les perdonase, y por el respeto de di­
chos Padres el P. Rector los perdonó. Sin embargo de lo cual, a las
cuatro de la tarde del mismo día, por haber tenido los colegiales tu­
multuados un papel escrito de fuera en que se les decía que se estu­
viesen fuertes, prosiguieron en su alzamiento. (,i)
Y creyendo el P. Rector Pedro de Campos que con el perdón
concedido se hallaban ya sosegados, pasó el sábado por la tarde al
Colegio Máximo de la Compañía, como lo tenía de costumbre, a re­
conciliarse. Y luego que reconocieron dichos colegiales que el
P. Rector había pasado a la Compañía, salió dicho D. Fernando
Soto con otro colegial a la calle en busca de un candado con el cual
le cerraron la puerta del colegio a dicho P. Rector, y se hicieron
fuertes con los demás confederados en la portería del colegio, acuar­
telándose con las armas que tenían de alfanjes, espadas trabucos y
pistolas y otras armas prohibidas. Y de esta suerte se mantuvieron
en su alzamiento diez y seis días, en los cuales no se dió providencia
alguna por parte de su Señoría lima, el Sr. Obispo, a quien como a
Patrono del seminario, se había ocurrido de parte del Rector P. Pe­
dro de Campos y de los Padres de la Compañía en la consulta que
para ello hicieron». (2)
Efectivamente, según lo acordado en esta consulta, el P. José
Gutiérrez, Rector del Colegio Máximo, se había presentado con el
P. Juan Bautista Riccio al Sr. Obispo, para pedirle que como Patro­
no interpusiese su autoridad y expulsase del seminario a los dos
colegiales intrusos y a los demás revoltosos, en especial a los nueve
seminaristas que habían tomado parte'en el motín, dos de los cuales
eran sus pajes. El Prelado los recibió agriamente, y sin querer to­
mar ninguna providencia para apaciguar el tumulto, desahogó sus
quejas y su resentimiento. He aquí lo que depuso el P. Gutiérrez en
su declaración jurada: «Habiendo topado a su Sría. lima, en el co­
rredor alto del palacio, que bajaba hacia el patio y saludándole con
el respeto y acatamiento debido a su dignidad, le dijo que había
venido a valerse del patrocinio de su lima, para que expeliese del
colegio de San Luis dos colegiales intrusos y muchos alzados contra
su Rector el P. Pedro de Campos, y por este medio se evitasen los
escándalos procedidos de dicho alzamiento, de lo cual sabía bien su
Sría. lima. Quien sin convidarlos con asiento, y teniéndolos en dicho
corredor, les respondió que la Compañía quería hacerle ejecutor de sus
intentos y fines, y qué, cuando se ocurría a un Sr. Obispo debía ser
para hacerle árbitro en los litigios, dándose y declarándose sentido
por la forma y modo de este recurso». Y añadiendo el P. Gutiérrez
que Su lima, podía,aun sin censuras, ni apremios sosegar a los colegia­
les por la dependencia que tenían de un Sr. Obispo para las Ordenes1

(1) No consta quién fuese el autor del papel que aconsejaba a los amotinados que continua­
sen en su rebeldía después de haber convenido en la composición, y sido perdonados por el
Rector. Pero se puede presumir que fué alguna persona de autoridad, de quien pudiesen prometer­
se el auxilio y apoyo necesario.
(2) A r c h iv o S . J .
— io8 —

y Beneficios,«prosiguió el Sr. Obispo con muestras de exasperación y


dijo que para qué era esta interpelación que hacía, pues la Compa­
ñía le había despojado del patronato del colegio, y prosiguiendo en
referir quejas contra el P. Rector Pedro de Cam pos.. .. expresando
con estos y otros términos estar sentido y agraviado de la Compa­
ñía, prorrumpió en estas palabras: i Pues tan favorecido me tiene la
Compañía para que yo ejecute lo que me pide!, y expresó con toda
claridad de términos que estaba sentido, porque la Compañía había
presentado la Bula pontificia que niega el servicio que los colegiales
seminaristas deben a la Iglesia». ¿Qué sucedía entretanto en el semi­
nario? Oigamos al P. Herce: «Reconociendo los colegiales que el Sr.
Obispo no había dado ninguna providencia, se animaron a proseguir
en su alzamiento, jactándose públicamente que tenían de su parte al
Sr. Obispo, lo cual se comprobó por las voces que corrieron de que
dicho Sr. Obispo se hallaba sentido deque el Muy Reverendo P. Juan
Bautista Mugica, Provincial de la Compañía de Jesús hubiese obteni­
do la Bula pontificia de que los seminaristas no asistiesen al servicio
la Iglesia, como lo había expresado tratando de esta materia con dos
colegiales que lo eran y actualmente son, nombrados D. Diego Rio-
frío y D. Tomás Granda, quienes, por tener grato a su Ilustrísima y
de parte de los alzados, le dieron palabra que de su parte asistirían
a la Iglesia como de antes y convocarían a los demás seminaristas
que lo hiciesen y ejecutasen así.. . . Y hasta el día en que se dió
providencia de parte del P, Provincial, que se hallaba ausente, so­
bre que pasase a dicho colegio por Rector de él, el P. Januario
Garofalo, todos los antecedentes que duró el alzamiento se experi­
mentaron los excesos que cometieron los tumultuados colegiales,
saliendo fuera del colegio, armados, a deshoras de la noche, a pa­
sear las calles de la ciudad y sus barrios con notable escándalo de
sus vecinos, admitiendo en la portería de dicho colegio músicas y
mujeres, a quienes brindaban con vino y dulces, con otras acciones
escandalosas que en dichos días y noches ejecutaron, faltando al
respeto a los PP. Ministro, Procurador y de Sala que estaban en
dicho colegio, usurpando la jurisdicción que no tenían, dando licen­
cias a los colegiales como si fueran superiores, y sin permitirles a
dichos Padres que saliesen fuera del colegio a sus menesteres, y a
que pasasen a sus diligencias al colegio de la Compañía. Y demás
de todo lo dicho, los colegiales alzados violentaron a los que no lo
estaban con comunicaciones y otras amenazas, a que también se
conjurasen contra dicho P. Rector, P. Pedro de Campos, y que de­
pusiesen todo lo que tenían maquinado contra su Paternidad, pade­
ciendo muchas extorsiones los que no querían venir en ello, de suer­
te que los que declaradamente fueron alzados llegaron al número
de veinte, y los que prescindían o estaban en favor de su Rector al
parecer, eran cerca de ochenta, en cuyo número se hallaban mu­
chos de poca edad. Y esto es lo que ha oído, visto y experimenta­
do, como se halló dentro de dicho colegio, y lo que ha pasado, y la
— 109

verdad, so cargo del juramento que tiene fecho, en que se confirmó


y ratificó habiéndosele leído. Jerónimo de Herce». ( i)
Los demás testigos que fueron llamados a deponer en la primera
información judicial convienen en todo con el P. Herce. Añaden,
sin embargo, algunos pormenores interesantes,que completan la infor­
mación de este Padre, por lo cual los pondremos aquí.
Todos están de acuerdo en que el promotor principal y el cabe­
cilla del motín fué el paje del Sr. Obispo, el seminarista D. Fernan­
do de Soto. E l P. Briones añade, que él salió, el día siguiente de
principiado el motín, en nombre del P. Pedro de Campos a pedir al
al Sr. Obispo que sacase del seminario a su paje Fernando de Soto
y lo castigase como cabeza que era del motín. Su Sría. le envió a
sacar con el Dr. D. Pedro de Argandoña su Provisor, pero no se
efectuó el que saliese. La pidió también que declarase incursos en
la excomunión que el mismo había fulminado meses antes, contra
los que introdujesen armas en el seminario. Negóse a ello el Prela­
do diciendo que cesa excomunión y auto expedido entonces no ha­
bía sido nada más que ad terrorem'».
El colegial D. Juan de la Torre, Maestro en Filosofía, dice «el
sábado por la noche, el tercer día de la rebelión los tumultuados
bajaron a la portería, camas, armas de espadas, trabucos y pistolas».
El colegial Javier de Escobar declara «que Fernando de Soto y
otro seminarista llamado D. Luis de la Puente fueron los que salie­
ron el sábado en busca de un candado para cerrar la puerta del co­
legio ai P. Pedro de Campos, y que también ese mismo sábado los
conjurados bajaron a la portería, las camas, las armas, alfanjes, es­
padas, escopetas, trabucos y pistolas, con que se habían prevenido de
antemano para el dicho alzamiento, y que no habiendo dado su
Sría. lima, providencia alguna, motivó con esto a ios colegiales alza­
dos, y con las expresiones de que los criados de su lima, dijeron lo
que habían oído, tomaron mayor esfuerzo para proseguir en su alza­
miento, en el cual se mantuvieron diecisiete días, vejando y aun
violentando a los demás colegiales, por contratarlos a que fuesen de
su facción, pues reconocían que ellos estando alzados tenían las es­
paldas seguras en los Sres. Obispo, Presidente, Oidores y Fiscal de
esta Real Audiencia, excepto el Sr. D. Simón de la Ribera Oidor
decano, quien únicamente era en favor del P. Rector Pedro de
Campos». (2)
E l Sr. Ladrón de Guevara, colegial Real, declara que «introdu­
cidos en el colegio los dos panameños, fueron con él a pedir al
P. Rector que los perdonase y fuese servido de recibirlos, a que se
negó diciéndoles que no podía recibirlos por los graves motivos y
causas que para ello tenía, y vista esta resolución, veinte de dichos
colegiales se resolvieron a recibirlos ellos y vestirlos con el traje
común y usual de colegiales, y los llevaron al refectorio. . . Que al1

(1) A r c h iv o 5. J .
( ! ) E ! S r. D. Simón de la Ribera era español, lo mismo que el P . Rector.
— no

notar que habfa salido D. Cayetano, salieron cuatro colegiales de


los veinte alzados por los tejados en busca de D. Cayetano, a quien
habido en la calle, por el mismo tejado, por estar las puertas ce­
rradas lo volvieron a introducir en el colegio sin desunirse hasta el
día siguiente.. . y que al ver salir al P. Campos después de las cua­
tro de la tarde, dos fueron a buscar un Icandado para cerrarle la
puerta.. . y que inmediatamente bajaron las armas que tenían pre­
venidas^.
D. Mateo Recalde Durán, vecino de Quito, depone: «Que ha­
biendo ocurrido el P. Rector a interpelar el auxilio del Sr. Presiden­
te y de la Real Audiencia, por haberse negado a darlo el limo. Sr.
Obispo, a quien como a Patrono de dicho colegio había ocurrido an­
tecedentemente dicho P. Rector extrajudicial y judicialmente, y por
causa a haberse negado a dar la providencia que se le pedía, se re­
curría a dicho Sr. Presidente, quien también se excusó de darla, y
se pidió en la Real Audiencia, de donde salió el que el Sr. Presi­
dente señalase un Sr. Ministro para que pusiese a dicho P. Pedro
de Campos en posesión de su rectorado, dando todos los auxilios]
necesarios para ello. En conformidad el Sr. Presidente nombró a
Sr. Licenciado D. Simón de Ribera y Aguado, Oidor decano de la
Real Audiencia para que lo ejecutase. Y aceptándolo dicho señor,
cuerda y prudentemente se previno de todo lo necesario para el
efecto. Y habiendo señalado el día para ello, tuvo noticia dicho Sr.
Oidor que los colegiales alzados habían hecho mayor esfuerzo y pre­
vención de armas, confederándose a una total resistencia, (i) que
considerada por dicho Oidor, con maduro acuerdo, y que de ella se
podrían originar mayores y más graves perjuicios que escandalizasen
la república, resultando muertes de una y otra parte, a causa de la
resistencia e irrespeto a la Real justicia, tuvo a bien de suspender
su resolución, y más, cuando se supo que dichos colegiales alzados
dieron a entender estar patrocinados de dicho Sr. Obispo, por estar
entre los alzados D. Fernando de Soto criado de Su ‘ lima. Y asi­
mismo oyó este testigo que se decía públicamente en la ciudad que
el Sr. Obispo ^quería poner por Rector del colegio al Dr. D. Pedro
de Argandoña, cura de la Catedral».
Otro de los testigos, el P. Juan Agustín de la Rosa, vecino de Qui­
to, dice acerca de los desafectos a la Compañía: «El Sr. Obispo era
desafecto a los Padres por no haberle dado el P. Campos los semi­
naristas que pedía para la Catedral. También eran desafectos el
Sr. Presidente D. Santiago de Larráin, los Oidores D. Pedro de
Arizaba, D. Manuel “Rubio y el Fiscal D. Diego de Zárate», y que
cuando supieron los alzados que los querían obligar por la fuerza,
«se proveyeron más de armas, de pólvora, de munición,prometiendo
resistir y desairar a D. Simón de la Ribera».
El 26 de Abril de 1725. tres meses después del alzamiento se
practicó una segunda información judicial con el objeto de descubrir1

(1 ) De noche habían introducidlo un pequeño cañón que te hallaba ere la plazuela de la


Merced, y lo tenían puesto apuntado a la puerta de entrada.
— Ill —

a los principales culpables. En ella prestaron declaración cinco co­


legiales, que estuvieron en el seminario todo el tiempo que duró el
m otín. Todos eran mayores de veinte años, menos uno que sólo tenía
d iecin u ev e. Por esta información se llegó a conecer con exactitud el
núm ero y nombre de los amotinados, entre los cuales estaban nueve
sem in aristas, que tenían beca de la Curia eclesiástica, por lo cual
ú n icam en te el Sr. Obispo los podía despedir.

3.— En cuanto el P. Provincial Juan Bautista Mugica tuvo.noti­


cia de los sucesos del Seminario, suspendió al punto la visita y regresó
a toda prisa a Quito. Tomó por de pronto una providencia que con­
tribuyó eficazmente a sosegar los ánimos y hacer posible un arreglo
en que todos conviniesen fácilmente. Fué esta el nombrar por Vice­
rrector del colegio seminario al P. Genaro Garofalo, italiano y bien
quisto de todos. Con esta medida se quitaba todo motivo de queja no
sólo a los alumnos sino también al Sr. Presidente y demás personajes,
a quienes el P. Campos, no era persona grata por ser español. E l per­
dón prometido por el P. Campos acabó de allanar el camino a una
terminación de este penoso incidente.
Como por otra parte, en virtud de la concesión hecha por el
P. General, no se había de reunir aquel año Congregación Provincial,
determinó el P. Mugica de acuerdo con sus consultores enviar a Ma­
drid y a Roma un Procurador extraordinario, que diese cuenta de lo
sucedido y tratase de los negocios de la Provincia en ambas cortes.
Pareció a todos, que el Procurador fuese el mismo P. Campos, para
que pudiera sincerarse ante el Rey y el Consejo de las inculpaciones
que se le hacían, a causa de la sublevación de los colegiales y semi­
naristas de San Luis.
El P. Campos salió de Quito a mediados de Febrero de 172$ y
a fines de este año o a principios del siguiente se sabe que ya había
llegado a España. «Fué bien atendido, dice el P. Velasco, en la corte
de Madrid. Expidió luego el Sr. Felipe V dos cédulas reprendiendo
severamente a la Real Audiencia por haber patrocinado el atentado,
mandando en lo porvenir diese siempre auxilio al Rector, caso que se
ofreciese necesitarlo; que se despidiese luego del colegio a todas las
cabezas del tumulto. . .Verdad es que, cuando llegaron estas provi­
dencias, apenas hubo que hacer cosà alguna, porque se hallaba ya
sujeto el colegio, y fuera de él las cabezas del tumulto por haber le­
vantado la voz toda la ciudad altamente escandalizada de que los su­
periores que debían reprimirlo, patrocinasen un atentado a todas lu­
ces injusto».
Con esto y con haber sido trasladado el Sr. Romero al Arzobis­
pado de Charcas, volvieron las cosas del seminario a su curso normal
y acostumbrado.
Antes de poner término a esta materia, séanos lícito rectificar
unas cuantas inexactitudes, en que incurre el limo. Sr. González
Suárez, al referir los sucesos del motín. (1) 1

(1) Historia General de la República del Ecuador, V, lib. 4, c. 1, 23-29.


— 1X2 —

Como consta de las declaraciones de testigos presenciales, con­


firmadas con juramento, los colegiales no se precipitaron en tropel
a la celda del Rector, implorando de rodillas gracia para los expulsos,
sino sólo los dos culpables acompasados de uno de los testigos, que
depusieron en la información. Por consiguiente, la intervención dra­
mática de los compañeros de los delincuentes y las frases destempla­
das con que el P. Campos los rechazó en forma despectiva son pura
fantasía.
Es falso que el P. Campos con terquedad de aragonés se cerrase
en no admitir composición alguna, puesto que admitió la que le pro­
pusieron los PP. Gutiérrez y Garofalo y perdonó a los culpables, por
donde este Padre no es el responsable, y menos el único responsa­
ble de los trastornos ocurridos en aquellos días, como varias veces lo
repite el Sr. González Suárez.
El P. Campos no tuvo con ocasión del tumulto entrevista alguna
con el Sr, Obispo Romero. Quien acudió en esos días a palacio
para verse con su Sría. lima, fué el P. Gutiérrez acompañado del
P. Riccio y del P. Briones.
Es inexacto que el P. Campos pidiese al Obispo excomuniones
y censuras contra los seminaristas; lo que se pidió por medio del
P. Briones fué que hiciese efectivas las que él mismo había fulminado
algún tiempo antes contra los seminaristas que introdujesen clandes­
tinamente armas en el colegio.
No fué tampoco el P. Campos quien principió a prohibir que los
seminaristas asistiesen a la catedral. Esto se venía practicando desde
tiempo atrás, conforme a lo dispuesto en las mismas Constituciones
del Seminario, por su fundador, el santo Obispo Fr. Luis López de
Solís.
Después de esto, el prudente lector verá qué crédito se debe dar
a la relación del motín, tal como la hace el limo. González Suárez y
a sus repetidas afirmaciones de que el P. Campos con su carácter duro
e intratable fué el principal causante de los desórdenes que se si­
guieron.

4.— El P. General sintió mucho, como era razón, todo lo suce­


dido en el colegio seminario de San Luis. Con esta ocasión tomó al­
gunas disposiciones enderezadas a asegurar en lo porvenir la buena
marcha del establecimiento.
La primera se refiere al servicio de los seminaristas en la Cate­
dral. En este punto manda sencillamente al Rector que sostenga el
derecho de la Compañía sancionado por la autoridad pontificia. «Para
el acertado gobierno del colegio de San Luis, le dice, me ha parecido
conveniente encargar de nuevo a V. R. como lo hago con las mayo­
res veras, aplique todo su celo y actividad para la más puntual obser­
vancia de las Constituciones con que se fundó el colegio seminario y
admitió la Compañía para su gobierno y educación; pues de su que­
brantamiento por condescendencia en los Provinciales, se han segui­
do ruidos tan escandalosos como los que hemos experimentado, con
no poco dolor de mi corazón. Y porque para nuestro resguardo y ma-
yor seguridad se obtuvo tres años ha la Bula de Inocencio XIII de
feliz memoria, que se corroboró para mayor firmeza en ese Reino con
varias Cédulas del rey, ordeno a V. R. y a sus sucesores con la ma­
yor seriedad velen con particular cuidado sobre la puntual y debida
observancia de todos los puntos contenidos en dicha Bula, como tan
necesarios para que se mantengan en su vigor y fuerza las Constitu­
ciones del referido seminario de San Luis. Y por lo que mira al punto
de asistir nuestros colegiales seminaristas a la iglesia Catedral los do­
mingos y demás días de fiesta, de cuya carga y gravamen expresamen­
te los exceptúa y exime la dicha Bula, para cerrar del todo la puerta
a que se haga ejemplar alguno, en cosa tan ajena de seminario que
está a cargo de la Compañía; mando a V. R. y a los que le sucedie­
ren en el oficio, aunque tengan la facultad de Visitadores, y del mis­
mo modo al Rector que es o con el tiempo fuere del colegio semina­
rio de San Luis, en virtud de santa obediencia et in nomine Jesu-
Christi y debajo de pecado mortal, que no permitan, ni directe, ni
indirecte, con pretexto alguno, que los referidos colegiales asistan en
la Catedral a dichas funciones en los oficios de incensarios, acólitos y
otros semejantes,sin embargo de cualesquiera empeños o pretensiones
que para lo contrario puedan sobrevenir».
Un ejemplar de esta carta debía fijarse en el aposento del P. Rec­
tor del Seminario, para que todos lo pudiesen leer.
La otra disposición toca puntos disciplinarios y está contenida en
una carta de 2 de Agosto de 1727, dirigida al P. Provincial Ignacio de
Hormaegui. «Acerca del seminario de San Luis no hallo que añadir en
lo que tengo escrito en las dos mías antecedentes, especialmente en
la última de 28 de Diciembre del año pasado, cuya puntual observan­
cia de nuevo encargo a V. R. Me parece bien la providencia dada por
su antecesor [el P. Múgica], para que en ningún caso los seminaristas
sirvan en nuestra iglesia de acólitos e incensarios, lo que se deberá
practicar en adelante para evitar quejas, y ocurrir a las instancias que
sobre este particular pueden hacer los Sres. Obispos. Una especie
sólo se me ofrece prevenir acerca de dicho seminario, la que juzgo
necesaria para su acertado gobierno. Tengo entendido se les permite
a los colegiales salir de noche a los fuegos que se hacen en las festivi­
dades de los Santos Patriarcas [de las Religiones]. Y aunque estos úl­
timos años se les prohibió en virtud de varias órdenes de los Provin­
ciales, me consta se ha vuelto a introducir después del alzamiento del
seminario. Yo extraño mucho se haya dado semejante permiso en un
seminario de la Compañía, estando tan patentes los inconvenientes;
pues, aunque se los precise a salir en comunidad, es necesario que los
separe pronto la noche misma y el concurso que acude a dichas fun­
ciones. Ya se echa de ver los graves daños que de ahí resultarían con
gente moza y coa la concurrencia de toda suerte de personas de
ambos sexos. Por tanto, considerando que la gravedad de la materia
está pidiendo el más eficaz remedio, mando eo virtud de santa obe­
diencia y debajo de pecado mortal a V. R. y a los que le sucedieren
en el oficio, aunque tengan la potestad de Visitadores, y del mismo
modo al Rector o Superior que es o fuere con el tiempo de dicho Se-
minano, que no den licencia, ni permitan de ningún modo, que los
colegiales o seminaristas salgan de noche a dichos fuegos o que asis­
tan a ellos, sin embargo de cualesquiera empeños, instancias o pre­
tensiones que puedan sobrevenir. Y en la misma forma prohíbo se dé
semejante licencia a alguno de los individuos de dicho seminario, con
que cierro la puerta a toda interpretación. Si alguno o algunos de los
colegiales no quisieran sujetarse a esta mi disposición, serán despe­
didos luego del seminario. Que se ponga copia en lugar público donde
todos lo puedan leer», (i)

5.— Los disturbios del año de 1725 fueron, a Dios gracias, una
tormenta pasajera, y en el tiempo sucesivo el colegio seminario de
San Luis siguió formando hombres eminentes y ciudadanos íntegros,
que merecieron bien de la Iglesia y de la Patria. Oigamos lo que
cuenta el P. Juan de Velasco del influjo que en su tiempo ejercía el
colegio en la sociedad de Quito y aun en la de toda la América espa­
ñola. «Salieron en todos tiempos, dice, de la numerosa juventud de
aquellas aulas, hombres eminentes en todas facultades para ocupar los
empleos públicos de las primeras Dignidades y honores. Sería por
una parte imposible y muy molesto por otra el hacer alguna relación
de ellos. Baste decir lo que he visto yo mismo en estos últimos tiem­
pos, esto es a un Sr. Aráuz, arzobispo de Santa Fe, a un Sr. Figue-
redo, arzobispo de Guatemala, a un Sr. Polo, obispode Quito, hijos
del colegio de San Luis y graduados en la Universidad Gregoriana,
a un Sr. Argandoña, obispó de Tucumán, graduado en la misma Uni­
versidad, a un Sr. Sánchez, Presidente de la Real Audiencia de Quito,
a un Sr. Flores, Presidente de la Real Audiencia de Charcas y a un
Sr. Navarro, oidor de diversas Audiencias Reales, todos hijos del mis­
mo colegio. Los hombres grandes en letras que no alcanzaron tan
alto grado de honores, podrían contarse a centenares en todos tiem­
pos».
Si el colegio de San Luis fué benemérito en alto grado de las
ciencias al tiempo de la Colonia, no lo fué menos de la virtud cristia­
na. Distinguiéronse en este punto muchos de sus alumnos, especial­
mente los que se alistaron en diversas Ordenes sagradas. Los muchos
que entrarou en la Compañía de Jesús, fueron el crédito y honor de
ella, porque la ilustraron no sólo con el brillo de su talento, sino,
lo que es más de apreciar todavía, con el ejemplo de su vida. Debe­
mos lamentar que por un inexplicable descuido, que puede decirse
fué endémico en la Provincia de Quito, la memoria de los hechos glo­
riosos y edificantes de la mayor parte de sus hijos ha quedado sepul­
tada en perpetuo olvido.
Ya que hablamos del colegio de San Luis, diremos también algo
de la Universidad de San Gregorio, Madre fecunda de esclarecidos y
virtuosos ciudadanos. Las cátedras que en ella se regentaban eran,
desde un principio, a más de dos de Latinidad, una o dos de Filoso­

fi) Archivo S .J .
fía, una de Teología moral y dos de Teología eclesiástica; las de Cá­
nones y Derecho no se añadieron sino entrado ya el siglo XVIII.
Fueron célebres sobre todas las de Filosofía, por la particular emula­
ción con que se desempeñaban los más hábiles sujetos. Se leyeron
desde el primero hasta el último, cuando menos sesenta y cinco cur­
sos de Filosofía en el espacio de ciento setenta y ocho años, sucedién-
dose sin interrupción cada tres años, fuera de otros intercalares o
intermedios, cuando lo pedía la concurrencia de los discípulos. Desde
el año 1589 en que dió principio el primer curso hasta el de 1623
en que se erigió la Universidad, mediaron treinta y dos años en que
se leyeron a lo menos diez cursos. No es posible ahora saber quienes
fueron los Maestros en aquellos primeros años. Desde 1623 hasta el
de 1685, mediaron sesenta y cuatro años en que se leyeron a lo me­
nos veintiséis cursos. Sólo tenemos la nómina de los diez últimos
maestros de esta era, que fueron los PP. Pedro de Alcocer, riobam-
beño, Ramón Moneada, lojano, Hernando de Alcocer, riobambeño,
Diego de Ureña, lojano, Baltasar Pinto, quiteño, Diego Abad de Ce­
peda, cuencano, Domingo Aguinaga, de Popayán, Isidro Gallegos,
quiteño, Sebastián Abad de Cepeda, cuencano, Nicolás de Aráuz,
quiteño.
Duró la tercera y última época ochenta y dos años, en los cuales
se leyeron veintinueve cursos en. el siguiente orden: el P. Sebastián
Mestanza, guayaquileño, en 1685; salió de la Compañía al principio
del tercer año, y desde ese día dictó la Metafísica el P. Florencio
Santos, joven quiteño de excepcionales prendas. En 1688, fué lector
el P. José Gutiérrez, español; en 1691, el P. Nicolás de la Puente,
quiteño; en 1694, el P. José Delgado, panameño; en 1697, el P. Luis
de Alderete, .español; en 1700, el P. Nicolás Cisneros, ¡barreño; en
1703, el P. Jacinto Morán de Butrón, guayaquileño; en 1706, el
P. Juan Bautista Múgica, sardo; en 1709, el P. Andrés Cobo de F i­
gueroa, de Popayán; en 1711, el P. José Polo del Aguila, asimismo de
Popayán; en 1714, el P. Pedro Campos, español; en 1717, el P. Es­
teban Ferriol, panameño; en 1720, el P. Marcos de Escorza, quite­
ño; en 1723, el P. José Eslava, español; en 1726, el P. Fernando Es­
pinosa, cuencano; el 1729, el P. Luis de Andrade, cuencano; en 1732
el P, Jerónimo de Herce, español, el cual acabado el segundo año fué
señalado Rector de Cuenca, y en su lugar leyó la metafísica el P. Mi­
guel de Manosalvas, de Ibarra; en 1734, el P. José Baca, de Cali; en
1737t el P. Pedro Rubio, español; en 1740, el P. José Milanesio, es­
pañol. Leyó por enfermedad del señalado para este curso, que era el
P. Juan Antonio Giraldo, panameño. En 1743, leyó el P. Jacinto Se­
rrano, riobambeño; en 1745, el P. Marcos de la Vega, natural de
Trujillo; 1747, el P. Joaquín Alvarez, español; en 1750, el P. Pedro
Garrido, lojano; en 1753, el P. Francisco Javier Aguilar, español; en
1756, el P. Juan Bautista de Aguirre, guayaquileño; 1759, el P. Juan
Hospital, español; en 1762, el P. Pedro Muñoz, riobambeño. Este
leyó por haberse excusado el P. Joaquín de Ayllón, ambateño. El
P. Francisco Rodríguez, español, que principia el curso de 1765, mu­
rió acabada de explicar la Física por Julio de 1767, y estando señala-
— Ii6 —

do para la Metafísica el P. Cipriano de la Peña, natural de Piura, se


ejecutó el extrañamiento decretado por Carlos III,
La becas eran en total 53, repartidas de esta manera: 24 becas
seminarias de la fundación del limo. Sr. Solís, de las cuales confería
12 el P. Rector del Seminario y otras 12 el Prelado; 4 becas Reales.
3 de la hacienda de Cotocollao y 22 de la fundación de D. Rafael
Sánchez Pabón. Además de estas becas había ordinariamente otros
tantos y aun más convictores, que según la tasa establecida por el
Sr. Solís pagaban ochenta pesos al año. (1)1

(1) C í. V ela n o , o . c . . . año 1621.


CAPITU LO DECIMO

G O BIE RN O DE LO S P P . IG N A C IO D E H O R M A E G U I Y PE D RO D E CAM PO S

SUMARIO: I. Principios del gobierno del P . Hormaegni.—2. Los obrajes de


San Ildefonso y de Chilló.—3. Inquietudes y pesadumbres en la Pro­
vincia.—4 . La Congregación Provincial de 1729; los nuevos Superio-
riores—5. Fundación de los colegios de Loja y de Buga.—6 . Estado
de la Provincia; el caso del P . Deubler.

VELASCO Historia___ Crónica____años 1 7 2 7 - 1 7 3 4 .- GONZALEZ SU A REZ , Historia General de


la República del Ecuador, V , 1. 4 , c. 2 . —A STRAIN , Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de Espa­
ña, V il, lib . 2 , c. 6 . -A R C H I V O S . J .

i . — Habiendo terminado su trienio el P. Juan Bautista Mágica,


entregó el cargo a su sucesor el P. Ignacio de Hormaegui, cuyo nom­
bramiento había enviado un año antes el P. General. E l cambio de
Provinciales tuvo lugar a principios de Octubre de 1727; pues el
P. Hormaegui escribía al P. General el 30 del mismo mes, que ya se
había posesionado del gobierno de la Provincia.
El P. Hormaegui y sus consultores hicieron bastantes cambios en
la lista de Superiores, enviada de Roma. Nombraron por Socio uno
que no se encontraba entre los que el Provincial podía escoger a su
voluntad. Los PP. Sebastián Viteri, Salvador Briones y Pedro de Ar-
centales, que venían designados como Rectores para los colegios de
Guayaquil, Pasto y Panamá respectivamente, representaron inconve­
nientes y dificultades para admitir el cargo; y habiendo parecido al
P. Provincial y a los consultores, que se les debía atender, fué nom­
brado Vicerrector de Guayaquil el P. Fernando María Conosciuti y
de Pasto el P. José María Maugeri. Informado de estos cambios, el
P. General dió su aprobación a todos ellos. Conviene tener en cuen­
ta este particular, para precaver ciertas interpretaciones no tan exac­
tas de la actuación de algunos Superiores en las Provincias america­
nas. Aunque el nombramiento de los Superiores en la Compañía es
de la competencia exclusiva del P. General, éste se veía obligado, en
aquellos tiempos, a dejar cierta amplitud y libertad a los Prepósitos
de las Provincias ultramarinas para modificar, en algán caso, sus dis­
posiciones relativas al nombramiento de los Rectores y demás Supe­
riores locales, cuando así lo exigía una conveniencia evidente. La
enorme dificultad de comunicaciones entre Roma y aquellas Provin­
cias hacía necesaria esta tolerancia, a pesar de los muchos inconve­
nientes que tenía. De hecho, vemos que los Padres Generales repiten
1x 8 —

a menudo en su correspondencia con los Provinciales americanos, la


recomendación de respetar las listas de Superiores que les envían;
pero vemos también que aprueban no pocas veces las mudanzas he­
chas por el Provincial y sus consultores, prueba manifiesta de que no
se oponían a éstas, cuando existían razones de peso para hacerlas.
Como la memoria de las dolorosas perturbaciones que sé habían
sufrido con ocasión del motín de los colegiales y seminaristas estaba
todavía fresca, cuando el P. Ignacio de Hormaegui tomó en sus ma­
nos el gobierno de la Provincia, uno de los primeros cuidados del
nuevo Provincial fué pedir al P. Tamburini que alcanzase una nueva
Bula confirmatoria de la de Inocencio XIII, en la que se insertase
esta cláusula expresa: «No obstante la posesión de más de ciento y
treinta años, y cualesquiera otros derechos que alegan o puedan ale­
gar el Obispo de Quito y su cabildo eclesiástico». Con esto se preten­
día cerrar la puerta a cualquiera alteración que los Prelados de Quito
quisiesen hacer en las Constituciones del Seminario de San Luis.
El P. General con mucha prudencia no quiso dar curso a esta
petición, que hubiera engendrado nuevas odiosidades a la Compañía.
Recomendó que sostuvieran los Padres el derecho de los seminaris­
tas para no servir habitualmente en la Catedral, con tanta mayor
razón que este derecho había sido últimamente reconocido así por la
autoridad del Sumo Pontífice como por la del rey, en Cédula de 5
de Junio de 1726.
En cambio, aprobó de lleno una disposición del P. Hormaegui
encaminada a levantar el nivel de los estudios, así en el Seminario
como en la Universidad. Más aún, aprovechó esta oportunidad para
volver a urgir lo que había mandado ya en carta de 23 de Febrero de
1726, es a saber,que los exámenes de los alumnos externos que querían
alcanzar los grados académicos se tuviesen con una formalidad y rigor
semejante al que usa con nuestros estudiantes para el examen ad gra­
dum, a fin de obligarlos a tomar los estudios con la debida seriedad.
Parece que, a pesar de esta orden, los Superiores y los Examinadores
procedían con excesiva blandura en los exámenes para la colación de
grados. Por esto el 13 de Febrero de 1734, torna a insistir en que se
guarde con exacción lo que estaba mandado, pues sólo así se podía
evitar eficazmente la decadencia de los estudios.
La solicitud del P. General se extendía también a la parte ma­
terial del régimen de nuestro colegio seminario. Habiendo tenido no­
ticia de que el P. Andrés Cobo de Figueroa, Rector de esta casa,
había descuidado no solamente el adelanto, sino también el trato
conveniente de los internos en cuanto a la alimentación, le quitó el
cargo y envió esta grave advertencia al Provincial en carta de 5 de
Mayo de 1731: «Mucho me desagrada el descuido del P. Andrés Cobo,
Rector del colegio de San Luis en la buena crianza de esa juventud,
así en virtud como en letras, sin atender aun a los motivos humanos
de su honra y estimación, y la mala correspondencia que ha dado al
aprecio y satisfacción que hizo de él la Religión cuando le entregó ese
gobierno. Espero que el sucesor cumplirá mejor con su deber. Mas
en todo caso V. R. no omita ninguna diligencia,para que en cada se
{alte en cosa de tanto peso y graves consecuencias. Igual disonancia se
me hace que en el mismo Seminario no se dé de comer decentemente
a los alumnos que pagan enteramente sus alimentos, sustentando a
costa y con dinero de éstos a otros muchísimos más, que no pagan nada,
y a otros que pagan solamente la mitad. Esto en realidad es hurtar
para dar limosna, y (altar a una grave obligación de justicia, negán­
doles a los primeros los alimentos a que tienen derecho, a que noso­
tros nos obligamos, y para los cuales nos dieron efectivamente su di­
nero. Ordeno, pues, con la mayor seriedad, que por motivo ninguno,
se reciba en dicho seminario a sujeto ninguno que con efecto no diere
y pagare enteramente sus alimentos; y quito enteramente la facultad
para semejantes recibos, así al Rector de aquel seminario, como a
cualquier otro de los Nuestros que tuviere facultad de recibir; y sola­
mente les dejo la potestad de recibir a aquellos que por entero paga­
ren sus alimentos; para éstos sólo dejo potestad; y quiero y ordeno
que sean estos sustentados con decencia y según pide la justicia y la
razón», (i)
Creemos que nuestros Padres no faltaron a la obligación que les
recuerda el P. General, por recibir más colegiales o seminaristas de
los que podían buenamente sustentar. El descuido estuvo más bien en
no urgir de una manera eficaz y conveniente el pago de las pensio­
nes a los colegiales no becados. Se había generalizado el abuso de di­
ferir las familias el pago de la módica pensión anual de 8o pesos, que
se pedía por concepto de alimentación, y aun no faltaron personas de
tan poca honradez y delicadeza, que se fueron, terminados los estu­
dios, sin pagar un maravedí de lo que debían. Téngase también en
cuenta que el Sr. Obispo Romero había mandado suspender el pago
de las becas, que tenía en el semanario la Curia eclesiástica, siendo
necesario que el Rey mandase por Real Cédula de 27 de Julio de 1726
satisfacer a esta obligación. Semejantes contratiempos no podían me­
nos de causar al colegio seminario de San Luis graves apuros econó­
micos, que explican en parte, aunque no excusan, las faltas que re­
prende el P. General.
La circunstancia de estar unido a nuestro colegio de Quito el se­
minario diocesano era ocasión de disgustos y dificultades, sobre todo
cuando el Prelado era poco afecto a la Compañía. Es muy natural,
por consiguiente, que naciese en nuestros Padres en más de una oca­
sión la idea de separar el colegio del seminario y de entregar éste al
Obispo. Mas este proyecto no se pudo llevar a cabo, porque el rey y
el Consejo se opusieron a él, siempre que se pretendió la separación.
La donación de 40.000 pesos, que D. Rafael Sánchez Pabón hizo a
la Compañía para un colegió independiente del seminario hizo rena­
cer el anhelo de separar los dos establecimientos docentes. Pero tam­
poco esta vez se pudo efectuar lo que se deseaba, por la misma razón.

2 .— Ya que no era posible edificar el nuevo colegio, nuestros Pa­


dres juzgaron que la mejor manera de invertir aquella suma de dinero(I)

(I) A r c h iv o S . /.
— 120 —

conforme a la voluntad del donante, era aplicarla a la creación de


nuevas becas en favor de colegiales pobres. Con este intento el Pro­
vincial Juan Bautista Mugica compró en el valle de Patate la hacienda
y obraje de San Ildefonso, con otras propiedades que hacfan juego
con ella. La compra se hizo en 45.000 pesos.
Como suele suceder en tales casos, la hacienda no fué del gusto
de todos, y no faltó quien informase desfavorablemente al P. General.
A 28 de Setiembre de 1726 escribía su Paternidad: «La hacienda de
San Ildefonso, me dicen, que sobre traer mucho ruido necesita de
mucho gasto para mantenerse. Me aseguran consume todos los años
doce mil pesos a que no corresponde la utilidad; por otra parte, di­
cen, no se puede ahora vender sin mucha pérdida. Es necesario que
V. R. con el mayor celo se dedique a tratar y examinar con sus con­
sultores este punto, mirando por una y otra parte las razones e incon­
venientes para resolver lo que pareciere, en vista de ellas, más acer­
tado. Y a la verdad importará poco que sea mucha la pérdida en la
venta de ella, si se reconociese qne es mayor la que se origina de
conservarla; y no siendo muy decoroso y conveniente su cultivo como
me dicen,se deberá vender, caso que no nos traiga particular utilidad
el conservarla». El resultado de las consultas y averiguaciones que
hizo el P. Mágica fué que se podría sacar de ello mucho provecho pa­
ra el fin de las becas, y asi no se vendió.
Entretanto era forzoso hacer reparaciones necesarias en el actual
edificio del colegio seminario para que no se viniese abajo el día me­
nos pensado. El P. Provincial Ignacio de Hormaegui quería pagar los
gastos con lo que producía la hacienda de San Ildefonso; pero el
P. General se opuso resueltamente a ello. «No puedo, le decía, dar
ni facultad, ni licencia para que aquellos 40.000 pesos,, ni los frutos
de la finca que con ellos se compró, ni en todo ni en la más pequeña
parte se empleen y conviertan en reparar los menoscabos y quiebras
de aquel seminario y ruinas que le amenazan; pues esto fuera o impe­
dir o por lo menos injustamente retardar el debido cumplimiento de
la última voluntad del Capitán D. Rafael, a cuya pronta ejecución
estamos de justicia obligados».
Mas aún, deseoso de que esta última voluntad quedase cumplida
lo antes posible, en forma estable y definitiva, mandó el i? de D i­
ciembre de 1733 al P. Provincial Pedro de-Campos, que le enviase «la
copia auténtica de la fundación y de la cláusula del testamento de
D. Rafael Sánchez Pabón, en que da licencia a la Compañía para em­
plear los 40.000 de su donación o en el nuevo colegio, o en otra obra
pía; que se envíe razón individual de los réditos debidos a la funda­
ción, desde el día en que tomó a censo el colegio de Quito los cua­
renta mil pesos hasta el de su real redención; (1) razón clara del pre- 1

(1) Para que el capital entregado por el S r. Sánchez Pabón produjese algán interés, el colegio
de Quito lo había tomado a censo, al tres por ciento. £1 P . General no aprobó esta disposición,
por temor que se pudiese pensar que j a Compañía se aprovechaba de bienes dejados para promover
¡a educación de la juventud. Mandó, en consecuencia, que se guardase en caja de tres llaves di­
ferentes, una que quedaría en poder del Provincial, otra que tendría el Rector del Colegio M áxi­
mo y la tercera el Procurador de Provincia.
— I2I —

cio en que se compró para esta fundación la hacienda de San Ilde­


fonso, quién la pagó y con qué caudales; razón clara de los frutos
que, deducidos los gastos, quedan líquidos a la fundación desde el día
de la compra, y en poder de quién paran los tales frutos con los ré­
ditos. Finalmente V. R. juntará una consulta en que tomarán parte
sus consultores ordinarios y extraordinarios,el P. Jerónimo de Herce,
Procurador que fué de Provincia y algunos otros Padres de ciencia y
experiencia. Y vistas la fundación, la cláusula del testamento que
permite mudarla en otra obra pía, y razón de los caudales pertene­
cientes a esta fundación que están o deben estar en su ser; se discuti­
rá en qué fundación u obra pía que sea más del agrado de Dios y bien
de esa Provincia pueden emplearse los referidos caudales; y litteris
separatis, me escribirá cada uno su parecer, explicando con brevedad
y claridad sus razones y fundamentos».
Recibidos los informes de los diez o más Padres que tomaron
parte en aquella consulta, el P. Francisco Retz dió la resolución final
el 13 de Febrero de 1734 en estos términos: «Vista la voluntad del
capitán D. Rafael Sánchez Pabón con lo que en su codicilo dispone
para la fundación de un colegio, determino lo siguiente. Tómense con
todas las piezas justificativas cuenta de los réditos que debió pagar el
colegio de Quito desde el día que tomó a censo aquellos 40.000 pesos
hasta el dfa de su real redención; y también de los frutos que, dedu­
cidos los gastos, le quedan líquidos a esta fundación y le pertenecen
desde el dfa en que dicha cantidad se empleó en la compra de la ha­
cienda de San Ildefonso. Ambas cantidades de réditos y frutos ente­
ramente se empleen en fabricar en el seminario de San Luis decentes
y religiosos aposentos para aquel número de sujetos nuestros que sea
necesario para la educación y asistencia de los colegiales y en reparar
decentemente la fábrica del seminatio. Los frutos ánuos de dicha
hacienda se expenderán en los decentes y religiosos alimentos de di­
cho número de sujetos nuestros. Y con lo que de dichos frutos sobrare,
para hijos de hombres honrados y pobres de esa provincia, que nom­
brará el P. Provincial, se dotará el número de becas que pudiere con
decencia alimentarse. Así lo dispone el fundador en carta a mi ante­
cesor de buena memoria, y así lo ordeno absolutamente. Para la eje­
cución de esto último. V. R. volverá a juntar la consulta que dije en
mi carta de i “? de Diciembre de 1733; y se ejecutará lo que parezca
mejor a mayor número de votos. Finalmente la propiedad de aquella
hacienda siempre se conservará; para que si en algún tiempo llegare
el caso de que se aparte el seminario de San Luis del gobierno de la
Compañía, disponga ésta lo que juzgue más conveniente, según la
mente expresa del fundador». (1)
Tres años más tarde, volvió el P. General a ocuparse de este
asunto en carta de 11 de Enero de T737, dirigida al P. Visitador An­
drés de Zárate. Después de hacer un breve compendio délo que antes
había determinado, prosigue de este modo: «Supongo habrá puesto1

(1) A r c h iv o S . J .
12 2 —

V. R. en ejecución cuanto sobre la donación y fundación de D. Ra­


fael Sánchez Pabón determiné en 13 de Febrero de 173 4.. .y que,
tomadas todas cuentas de los réditos.. .como de los frutos de la ha­
cienda de San Ildefonso, se habrán comenzado ya a emplear éstos en
la fábrica que ordené en el seminario de San Luis; y se emplearán en
adelante en la manutención de los sujetos nuestros y de aquellos co­
legiales que, según lo que ordené, deben recibirse».
La orden del P. General se había cumplido inmediatamente en lo
referente a las becas para niños de familias honradas pero pobres; y
según iba creciendo el producto de la hacienda, iba aumentando el
número de becas, hasta que ya cerca de la expulsión por Carlos III,
los colegiales becados llegaban al número de 22. Se cumplió también
en cuanto a la sustentación de los Padres y Hermanos ocupados en
en el cuidado del colegio seminario, variando cada año la suma que
se pagaba según el número de los Religiosos.
La última disposición, que mandaba construir aposentos para los
Padres que debían vivir de asiento en el colegio, tardó más tiempo en
ejecutarse.
Como se ve, el producto de la hacienda de San Ildefonso, objeto
de escándalo para aquellos que hacen de las riquezas de los antiguos
Jesuítas un lugar común de murmuración, se convertía casi todo en
proporcionar posibilidades de estudiar a jóvenes capacitados pero
pobres, en un tiempo en que el estudio era privilegio casi exclusivo de
las clases más acomodadas.
Pero volvamos a nuestro relato. Al poco tiempo de adquirida
la hacienda de San Ildefonso, estuvo a punto de frustrarse el objeto
para el que se la había comprado. Es el caso que el Fiscal protector
de los indios en Quito, deseoso de mejorar la condición de los traba­
jadores indígenas, propuso que se hiciese extensivo a la Real Audien­
cia de Quito un auto publicado en el Perú sobre el trabajo en los
obrajes. El artículo 12 de esta ordenanza mandaba que, a más del
salario, el dueño del obraje diese diariamente a cada indio media libra
de carne con la sal y ají correspondientes. Los contraventores se­
rían, la primera vez, multados en 25 pesos, en 50 la segunda, y la
tercera perderían sus bienes y quedarían inhábiles para administrar en
adelante un obraje.
La medida propuesta por el Fiscal nacía ciertamente de buena
intención, pero tenía el grave inconveniente de no tener cuenta con
las condiciones precarias de la industria nacional en tiempo de la
Colonia. Los fabricantes de paño de Quito no podían exportar sus
productos sino a Lima, por donde, además de la competencia des­
ventajosa que tenían que sostener con los paños elaborados en el Pe­
rú, experimentaban continuas dificultades y aun pérdidas por las de­
ficiencias de las transacciones comerciales en aquel entonces. El
proyecto del Fiscal que aumentaba considerablemente el costo de la
producción resultaba, pues, sumamente gravoso y amenazaba arruinar
los obrajes. No es, pues, extraño que los dueños de éstos se levanta­
sen a una para hacer resistencia al auto del Fiscal. De los Memoriales
y papeles que se escribieron con esta ocasión, citaremos el fragmento
— 123 —

de un Memorial, sin fecha, pero que debe ser de 1727. Su autor se


proponía probar que el proyecto del Fiscal era contrario a la ley de
Dios, perjudicial a los intereses del rey y de los mismos indios, y por
fin que, desde el punto de vista económico, era desastroso para el Reino
de Quito. Las razones aducidas para demostrar los tres primeros
puntos no valen gran cosa. En cambio, la exposición de los perjui­
cios que se seguirían de la aplicación del auto para la industria textil
en tierras de Quito, nos permite comprender los graves inconvenien­
tes, con que tropezaba esta medida. Dice así:
«No teniendo este país otro ingreso de plata que la que le
viene de Lima por sus paños y bayetas, faltando los obrajes, falta
el ingreso del dinero, y faltando éste, falta todo comercio; por donde
se reducen los vecinos a la última miseria. Los otros frutos de la tie­
rra son para el sustento, no acarrean plata, sino que se consumen en
el país, ya por necesarios, ya porqué no hay ni puede haber extrac­
ción en esta provincia lejos del mar; por loque se hiciera preciso
que el que necesitara trigo, diera maíz, etc.; y todo fuera por cambio
de géneros. Con el auto se hace impracticable remitir situado, ni pa­
gar Sres. Ministros, porque no habrá, ni podrá haber plata alguna
para Cajas Reales y se habrá de pagar el tributo de algunos pocos
indios gañanes en trigo, cebada etc.; y esto se deberá dar a los Sres.
Ministros, porque no habrá otra cosa faltando los obrajes. Que éstos
hayan de cerrarse es notorio; porque,si aun en el estado presente y el
que siempre desde su origen se ha practicado, es necesario mucho
caudal de retén a los dueños de obrajes para su manutención a causa
de los crecidos salarios de los indios, porque unos a 36, otros a 40
pesos y al que menos 24 pesos, que se les da por su trabajo, en lo
que no se les puede faltar y otras suertes, quedan los amos consumi­
dos, adeudados y destruidos; porque estos paños por tener un dispendio
honrado es menester se remitan a Lima con los costos que todos sa­
ben; pues de ordinario tiene 4 reales de gasto cada vara de paño en
sólo su transporte a Lima, a más de los gastos en indios y lanas. Es­
tos paños es forzoso venderlos en Lima a plazos de año, como se
sabe. Después la conducción de ese producto a Quito le cuesta plata,
que no se la traen de balde; en lo que se pasan dos, tres y cuatro
años antes que el obrajero perciba plata de sus paños; en lo que cual­
quiera mediano inteligente y no tomando las cosas a bulto, conocerá
los atrasos de los amos.
Cuando esa plata llega a sus manos, estaba debiendo bastante o
la mayor parte, a los Corregidores por los tributos y por los empeños
de lanas, el que no las tiene propias. Esto es, aun dado el caso que
no haya pérdidas en la mar, o falencia en los compradores, como se
experimenta cada día. De donde se saca que [si] aun con los salarios
ordinarios practicados, se ven los dueños con tanto trabajo y afán, ¿que
será, si se observara el auto dicho con el cual le corresponderá a cada
indio el más inferior a ochenta pesos? Con que el obraje fuera de los
indios y no de los amos; antes bien éstos serán los tributarios de los
indios, por ser necesario buscar plata a su costa y destrucción suya
para mantener los obrajes; por lo que es forzoso que los dueños cíe-
— 124 —

rren los obrajes y se acabe este comercio, que se cierre la puerta a


todo ingreso de plata en esta provincia, y vivir reducidos a la mísera
condición de los cambios de género por género sin otro alivio. Luego
es contra toda la provincia», (i)
En todo este asunto los Jesuítas permanecieron en la expectati­
va. Por fin en vista de las graves dificultades que surgieron, el Presi­
dente de la Real Audiencia mandó retirar el auto, que ya se había
publicado, y las condiciones del trabajo en los obrajes siguieron co­
mo de antes.
No desaparecieron con esto la molestia, que de vez en cuando
causaban a nuestros Superiores, los obrajes que pertenecían a la Com­
pañía. Algunos años después, en 1736, cuando el P. Hormaegui no
era ya Provincial sino Rector de Quito, surgieron dificultades en
nuestro obraje de Chillo, por parte del Corregidor de los indios, Ge­
neral D. Nicolás Ponce de León. Era este caballero muy contrario al
P. Hormaegui, no se sabe con qué motivo, aunque parece que la oje­
riza no tenía otro fundamento que la nacionalidad española del Padre.
Cuando llegó el tiempo de hacer la visita del obraje de Chillo,
D. Nicolás envió por delante a un agente suyo, con instrucciones se­
cretas para soliviantar a los indios contra los Padres. Estos indignos
manejos surtieron el efecto deseado. Cuando el Corregidor se presen­
tó en el obraje, los indios le presentaron una serie de quejas que les
había sugerido el agente.
Como resultado de la visita, Ponce de León formuló tres cargos
contra la Compañía: el primero que ocultaban indios para no pagar el
tributo, el segundo que obligaban a los hijos a pagar las deudas de
sus padres, y tenían a varios indios trabajando en el obraje contra su
voluntad, y por fin que en el obraje se fabricaba paño azul sin licen­
cia del rey. E l P. Hormaegui creyó del caso poner de manifiesto la
falsedad de estos cargos, en particular el de no pagar los tributos de­
bidos. Puso, pues, demanda al Corregidor ante la Real Audiencia y el
Presidente nombró al Oidor D. Manuel Rubio de Arévalo, para que
acompañado de un Escribano y del mismo D. Nicolás Ponce de León
fuesen al obraje y examinasen jurídicamente la verdad de aquella
acusación. El 24 de Noviembre de 1736 visitó el obraje el juez comi­
sionado, examinó los libros de la hacienda, los libros parroquiales, los
diversos testigos y los mismos indios, y conoció que los tributos se
habían pagado con puntualidad, que a los hijos no se les habían car­
gado las deudas de sus padres y que ninguno estaba en el obraje con­
tra su voluntad. El bochorno que hubo de pasar el Corregidor fué sin
duda de los mayores que sufrió en su vida. Para disimular de algún
modo lo falso de su situación, exigió una copia de los documentos del
proceso como para apelar al Consejo de Indias; pero bien se guardó
de hacerlo. Dicho se está que con estos incidentes no mejoraron las
relaciones entre el P. Hormaegui y D. Nicolás Ponce de León, como
tendremos ocasión de verlo más adelante.1

(1) Archivo S. y.
— 125 -

La Compañía tuvo especial cuidado de atender, como era justo,


a los indios de sus obrajes y haciendas, así en lo espiritual como en
lo temporal. Buena prueba de ello es la orden dada por el mismo
P. Ignacio de Hormaegui, cinco años antes, cuyo texto es del tenor
siguiente: «Ignacio de Hormaegui, Provincial de la Provincia de Qui­
to, inando debajo de santa obediencia, con precepto grave debajo de
pecado mortal, en virtud del Espíritu Santo, debajo de censura gra­
ve reservada a Nos. A todos los Padres y Hermanos que son y en ade­
lante fueren hacenderos y procuradores de las haciendas y en especial
de los obrajes que la Compañía de Jesús tiene en esta Provincia de
Quito, que no usen en sus haciendas y obrajes de calabozos, grillos,
cepos, cormas, ni otros instrumentos de prisiones para encerrar, apri­
sionar y castigar a los indios y gente libre que vive en dichas hacien­
das y obrajes; y que en adelante ningún indio, ni india, sea castigado
con semejante castigo de calabozo, grillos, cepo, corma, cadena, ni
otro instrumento de prisión, por ser Ubre y voluntaria toda la gente
que trabaja en dichas haciendas y obrajes, por ser todos estos castigos
propios de la justicia ordinaria, y muy ajenos de personas privadas, y
mucho más de Religiosos, y por ser según la mente de Nuestro P; Ge­
neral expresada en carta de I? de Julio de 1729 en que me manda que
la gente de servicio de nuestras haciendas sea tratada con todo amor
y caridad y no con rigor, y que los mayordomos que usaren de él,
sean despedidos. (1)
«Item mando a dichos Padres y Hermanos, hacenderos y procu­
radores de las haciendas y obrajes debajo del mismo precepto, que por
las deudas, delitos o ausencias de los maridos, no sean presas, ni cas­
tigadas las mujeres, ni los hijos, ni los parientes, ni viceversa; y cuan­
do algún indio debiese, sea obligado a la paga o al trabajo por la jus­
ticia ordinaria. Item mando debajo del mismo precepto, que, cuando
sea necesario algún castigo de azotes a algún indio, se le den sólo
hasta el número de doce; y cuando fuese de algún castigo mayor, se
deje a la justicia ordinaria que lo ejecute. Item mando debajo del mis­
mo precepto grave, que no solamente no hagan por sí dichos Padres
y hermanos, hacenderos y procuradores de dichas haciendas y obrajes
los castigos arriba referidos y prohibidos, sino que ni permitan que
los hagan los mayordomos, maestros de obrajes y recogedores, ni
otras cualesquiera personas que cuidan de las haciendas y obrajes; y
cuando supieren que algunos de los referidos mayordomos, maestros,
recogedores, etc. castiga con los castigos aquí prohibidos, o exceden
de los doce azotes, y no lo impidiesen y permitiesen los castigos que
van expresados, incurran en el mismo precepto y censura los Herma­
nos, hacenderos y procuradores, como si ellos mismos los castigasen.
Item, mando que intimen y notifiquen a los mayordomos y maes­
tros de obrajes y a los demás destinados para tales ministerios, que
no castiguen a los indios e indias que sirven en nuestras haciendas y1

(1 ) Las palabras del P . General eran'las siguientes: «Agradezco a V . R . la caridad y buen


trato que me dice se tiene a los negros. Que sean contenidos y aun despedidos los mayordomos
que no los tratan con la caridad que es razón».
— 12 6

obrajes con tos referidos castigos, ni jamás pasen del número de doce
azotes, so pena, qne haciendo lo contrario, serán despedidos de nues­
tras haciendas y castigados por la justicia.
Y por último mando que no sea violentada a trabajar la gente
con castigos rigorosos, sino con amor y con consejo, como quienes
trabajan voluntariamente por el justo salario que puntualmente paga
la Compañía de Jesús, por ser de justicia tratar así la gente que vo­
luntariamente trabaja en dichas haciendas y obrajes. Y para que les
conste a todos los Padres y Hermanos, hacenderos y procuradores
actuales y los que adelante fueren, el tenor de los preceptos, mando
que un tanto de ellos se ponga en los Libros de las entregas de las
haciendas y obrajes. Fecho en nuestro Colegio Máximo de Quito a
veinte de Febrero de mil setecientos treinta y uno. Pusiéronse es-
estos preceptos con parecer de los consultores de casa. Ignacio Hor­
maegui». (i)

3.— En los tres primeros 8ños de su provincialato el P. Hormae-


gui gobernó la Provincia con general satisfacción, tanto que puede
decirse, que su gobierno en este tiempo fué de los más tranquilos,
siendo pocas y transitorias las contradicciones y dificultades que se
experimentaron. Pero habiéndose prolongado por un año el ejercicio
de su cargo, mudó notablemente, no se sabe a punto fijo por qué cau­
sas, su manera de proceder, mostrándose duro y excesivamente seve­
ro en el trato con los súbditos, y lo que es más grave, parcial con los
de su nación, con la consiguiente inquietud de los americanos.
Escribiendo el P. Múgica el 26 de Setiembre de 1731 al P. Asis­
tente Francisco Sierra le dice: «El genio del P. Hormaegui es fácil
de hablar, sin reparar en las circunstancias y consecuencias muchas
veces ofensivas, ni su experiencia le sirve de cautela; su estimación
propia le ciega la razón y le excusa de toda culpa, porque en todo
cree se obsequium praestare Deo; y yo creo que su enfermedad es
incurable». El P. Velasco, por su parte escribe: «Después de haber
gobernado la Provincia sin queja antes sí con aceptación de toda ella,
el P. Provincial Hormaegui por espacio de tres años, hubo de prose­
guir por un año más, por haberse diferido el gobierno de Roma. Mudó
este último año enteramente de conducta, mostrando un espíritu de
nacionalidad tan grande y tan enteramente descubierto, que le hizo
cometer notables injusticias.. .Se mostró sumamente parcial para los
europeos y contrario a los americanos, y sembró la abominable semi­
lla de la discordia». (2)
El P. General hubo de reprenderle gravemente, entre otras co­
sas, por dos faltas que causaron pésima impresión en la Provincia. La
primera consistía en haber dado las dimisorias a dos Hermanos F i­
lósofos, sin que le constase con la suficiente certeza de su culpabili­
dad, porque al uno se las dió sin averiguar si eran verdaderos o no1

(1 ) A rchiv o S . J .
(2 ) V elasco , Historia. . . . Crónica. . . . afio 1 7 3 0 .
— 127 —

los delitos de que le acusaban, y al otro se las dió también sin querer
dar oído a los descargos que sus Superiores inmediatos le daban en
prueba de su inocencia. E l P. General mandó que se revisasen estas
dos causas, y que si no constaban las faltas de los dos despedidos, se
les volviese a recibir inmediatamente.
El otro desacierto fué todavía más lamentable. El P. Alderete,
Rector de Latacunga, había dado un capelo al P. Procurador Cristó­
bal Pesantes por algunas faltas, de que no se había enmendado a pe­
sar de repetidos avisos. Eran éstas el no tener la debida subordina­
ción con el Rector, procediendo con independencia en la gestión
de los asuntos temporales del colegio, el haber faltado al respeto al
P. Ministro de la casa, y el de no atender con caridad, antes con
verdadera tacañería a la comunidad así en los alimentos como en el
vestido.
El P. Pesantes y algunos parciales suyos se quejaron del capelo
al P. Hormaegui, que les era muy afecto, y éste ateniéndose exclusi­
vamente a lo que ellos le dijeron, sin querer dar oído a varios Padres
graves de la casa, que sacaron la cara por su Superior, delante de la
Comunidad dió una grave reprensión al P. Rector y al P. Ministro
afeándoles sn conducta contra el P. Pesantes, Asiendo esto así escri­
be el P. General, que con mucha razón se queja el P. Rector. No
puedo en manera alguna aprobar lo hecho por V. R., quien sabe muy
bien cuénto importa para el buen gobierno y observancia regular que
los Superiores inmediatos hallen apoyo en los superiores m ayores.. .
Y porque tengo informes muy seguros de que no hay en el P. Pesan­
tes las dotes que para Procurador se requieren, ordeno a V. R. que
luego lo remueva de su oficio, y en parte ninguna le señale para él».
Los tristes efectos de la conducta poco caritativa del P. Hor­
maegui y sobre todo de su espíritu nacional no tardaron en presen­
tarse. Llenóse la Provincia de quejas, murmuraciones, faltas de cari­
dad mutua, y aun hubo tal cual manifestación de insubordinación
contra los Superiores. La más grave de estas fué un pasquín deni­
grativo que se halló puesto en la puerta del aposento del P. Provin­
cial, en la noche del 2 de Diciembre de 1730. Por más diligencias
que hizo el Rector del Colegio Máximo para descubrir a su autor, no
se le pudo encontrar. Se tuvieron algunas sospechas de un Hermano
teólogo por nombre Ignacio Ubillus, pero de tan poca fuerza, que el
P. General no consintió que por ellas solas se procediese contra el
Hermano.
En Agosto de 1731 llevaba ya el P. Hormaegui cuatro años de
Provincial; y por no haber llegado todavía de Roma la lista de los
nuevos Superiores de la Provincia, según lo prescrito en estos casos,
se abrió el Casus mortis, y se encontró el nombramiento del P. Mi­
guel de Salazar, como Viceprovincial, el cual principió a desempeñar
su cargo el 29 de Agosto de este mismo año.
Con la separación del P. Hormaegui del cargo de Provincial re­
nació en gran parte la calma, o para usar de una frase del P. Mágica
en carta al P. Asistente, «cesó el gemido y sentimiento interno». Pe­
ro el mal que venía ya de muy atrás, había tomado tanto cuerpo con
— 12 8

los últimos acontecimientos, que el P. General Francisco Retz temió


con razón, no quedasen reliquias malsanas del mal espíritu que
había cundido en la Provincia, por los desaciertos del P. Hormaegui
en la última época de su gobierno. Por lo cual escribió una carta re­
servada al nuevo Provincial P. Pedro de Campo. Esta carta es de 19
de Setiembre de 1733, y está escrita en latín, siendo así que las de­
más cartas de este tiempo, que venían del P. General, venían redac­
tadas en castellano, «Para mostrar a V. R. mi solicitud, se dice en
este documento, y al mismo tiempo la confianza que le tengo, he
pensado que debía manifestarle por esta carta secreta una cosa que
por su gravedad me llega muy al alma. Por muchas cartas he podido
entender que la caridad que abraza a todos igualmente, ha decaído
no poco en esa Provincia, y que por el contrario se concede mucho
al afecto de nacionalidad y al espíritu de partido, tanto en la distri­
bución de los diversos cargos como en general en otras ocasiones.
Y aunque por de pronto no quiero dar crédito a todas estas co­
sas, no puedo menos de rogarle y encargarle, por el amor que V. R.
tiene a la Compañía, que si encontrare estos defectos sumamente
perjudiciales a la Compañía, se esfuerce con todo empeño en corregir­
los en los demás; y también,como es justo, sea con su propio ejemplo
en esto el primero, mostrando una caridad paternal e igual para todos
sin ninguna distinción entre los de diferente nacionalidad, a no ser
la que prescribe la regla, de amar con particular afecto a los extran­
jeros. Ante todo hay que evitar el que ai señalar los diversos puestos
y ocupaciones, parezca que se atiende más a la nacionalidad que a la
aptitud y talento. Debe V. R. ocupar en los diversos cargos y tam­
bién proponerme a mí a los que juzgare más aptos y capaces para
desempeñarlos, cualquiera finalmente que sea su nación o so pa­
tria». (1)

4 .— Durante el gobierno del P . Hormaegui se túvola Congre­


gación Provincial que tocaba el año de 1729. En ella no se nombra­
ron Procuradores a Roma, porque allí se hallaba el P. Pedro de Cam­
pos comisionado por el P. Juan Bautista Mugica para tratar varios
negocios de importancia, en particular el relacionado con el acto de
indisciplina cometido por los seminaristas del colegio de San Luis.*V
.

(1 ) H e aquí el texto de la carta: «U t meam lollicitudem simulque singularem erga R . V .


fiduciam magis ostenderem, secretis hisce litteris commendandam ipsi censui rem quae mihi pro sua
gravitate summopere cordi est. Plurium epistolis querelae ad me delatae sunt, non parum in ista
Provincia communem illam Societatis charitatem defecisse, ac multum e contrario tribui affectui na-
tionali partiumque studiis, tum in officiorum distributione, tum in aliis passim occasionibus. Quam­
vis vero his omnibus fidem statim adhibere nolim, nihilominus non possum non rogare et obtestari
V . R ., ut pro suo in Societatem amore, si quos in hac parte defectus deprehenderit, eos tamquam
Societati summe noxios, et corrigere iti aliis omni diligentia studeat, et suo etiam exemplo aliis,
ut par est, in hoc praelucere, communemque ac paternam charitatem omnibus exhibere, nullo plane
nationum discrimine, nisi forte illo quod regula praescribit, ut scilicet quisque peculiari affectu di­
versas a sua nationes prosequatur in Domino. Illud imprimis diligenter cavendum ne in officiorum
distributione, nationis potiusquam talentorum ratio haberi videatur: Sed hi solum a V . R . in quibus­
vis muneribus constituendi, vel mihi proponendi sunt, qui ad ea magis in Domino videbuntur idonei,
cujuscumque demum nationis aut patriae sint». ( A rchivo S. J .)
129 —

No nos queda de esta Congregación sino el catálogo o estado ge­


neral de la Provincia y el económico de cada colegio en particular,
y ponemos en nota este último para que el lector pueda formarse
idea de lo que hay de verdad sobre las famosas riquezas tan ponde­
radas y exageradas tendenciosamente por el Sr. González Suárez.
Más adelante trataremos de propósito este punto, (i) (I)

(I) En el colegio de Quito, que constaba de 78 sujetos se gastaron en estos años 55.255 pe­
sos en esta forma: en el mantenimiento dé los Religiosos y los demás de la casa, 34.181 pesos; los
17.074 restantes, en el culto divino, en las fiestas por la canonización de San Luis y San Estanis­
lao, en el retablo del altar mayor, en pagar los intereses anuales, en limosnas y en la biblioteca.
Los censos en contra ascienden a la suma de 20.601 con 1.030 de interés, los censos en favor a
22.857 con 1.142 de interés. Debe el colegio 30.052 pesos; le deben 19.965.
Noviciado de Latacunga. Viven en la casa 27 Religiosos. S e han gastado en la manutención
6.089 pesos, 9.328 pesos en el culto divino, construcción de la iglesia, en pagar los intereses y eri
limosnas. Censos en contra 26.550 pesos con 1.317 d é interés; censos en favor 8.850. Debe el
Noviciado 10.946 pesos; le deben 667. El P . General añadía en 2 de Agosto de 1727: «M e dicen
es suma la miseria del Noviciado de Latacunga, y que lo material de la casa necesita muchas re­
paraciones, que no se pueden hacer, faltando aun lo preciso para el sustento. V ea V . R . si se pue­
de arbitrar algún medio para socorrer ésta pobre casa, a la que es razón atender estando destina­
da para la crianza de nuestros novicios, los que no conviene, sin embargo, empiecen desde luego
a experimentar tanta miseria».
En Panamá las entradas son de 2.000 pesos, con lo que difícilmente se mantienen los 6 R eli­
giosos que ahí moran. Los censos en contara suben a 2.75Ö pesos con un interés de 137; en favor
hay 4.000 pesos.
En el colegio de Popayán viven 8 Religiosos; las entradas son de 6.585 pesos; los gastos en
todo lian sido de 6.923 pesos. Tiene de censos en contra 11.012 pesos, con un interés de 900 pe­
sos; debe el colegio 2.680; le deben 1.863. '
Viven en el colegio de Cuenca 8 Religiosos; las entradas son de 7.854 pesos; en la manutención
se han gastado 3.549 pesos, y los 4.787 restantes en el culto divino, construcción de la iglesia, en
pagar los intereses y en las limosnas. Censos en contra, 1.500 pesos con 75 de interés; el colegio
debe 14.740 pesos.
H ay en el colegio de Ibarra 7 Religiosos; las entradas son de 11.366 pesos, el gasto ha sido de
11.463 pesos; en el mantenimiento se han gastado 3.204. Los censos en contra suben a 1.674 pesos
con un interés de 83 pesos anuales; los censos en favor, a 350 pesos con un interés de 17 pesos;
debe el colegio 499 pesos, le deben 1.649.
En el colegio de Guayaquil hay 7 Religiosos; las entradas suben a 4.29 6 pesos y los gastos a
3.712; eu la alimentación se han gastado I 795; los 1.917 restantes en el culto divino, en pagar los
intereses y en las limosnas. H ay de censos en contra 8.600 pesos con un interés de 410; debe el co­
legio 2.674 pesos, le deben 6.096 pesos.
Viven en el colegio de Riobamba 7 Religiosos; las entradas son de 7.094 pesos; los gastos han
sido de 6.784 pesos, en el mantenimiento 2.081; los 4.703 restantes en la construcción de la iglesia,
culto divino, pago de intereses y limosnas. Tiene de censos 6.030 pesos en contra, con un interés
de 295 pesos en favor, 1.400 pesos con un interés de 70. Debe el colegio 2.436 pesos; le deben
1.802 pesos.
Moran en el colegio de Pasto 5 Religiosos; la entrada ha sido de 3.500 pesos y el gasto el
mismo; 1.500 pesos en el mantenimiento y lo demás en la construcción de la iglesia y de la casa.
Los censos encontre suben a 2.200 pesos con un interés de 110 pesos; le deben 1.000 pesos; no
debe nada.
Viven en el colegio seminario 7 Religiosos; hay 56 colegiales, de los cuales 12 son seminaristas,
30 convictores, 4 becarios Reales y 10 familiares. Las entradas son de 7.561 pesos, los gastos '6.368
pesos. Tiene de censos en contra 14.860 pesos con 663 de interés; debe 8 . 186 pesos; le deben,
4.209.
H ay en las Misiones del Marañón 12 misioneros; del rey reciben 200 pesos para cada uno; el
cura de Borja y el de Archidona tienen 300 pesos cada uno. L a Misión tiene en su favor un censo
de 18.000 pesos con un interés de 600 pesos. L a Provincia mantiene 7 Religiosos; las entradas son
de 20.600 pesos; los gastos 14.929 pesos en la manutención, limosnas y viajes. Tiene de censos en
contra 56.840 pesos con un interés de 2.462; y en favor 1.000 pesos con un interés de 50 pesos.
Debe la Provincia 3.744 pesos, le deben 8.895. Tiene en Europa para viajes de misioneros 18.000
pesos.
Estos datos son enteramente figedignos, como que están sacados de los informes oficiales, que
se enviaban al P . General. Por ellos se puede ver que en los diversos colegios se gastaba cada año
lo que entraba, y en algunos todavía más. A ese paso, mal podían crecer los bienes de los Jesuí­
tas, hasta el grado fabuloso que hase pretendido.
130 —

La Provincia poco a poco iba creciendo en el número de Reli-


giosos. En 1726 contaba 136 sujetos, número ciertamente inferior
al de sns necesidades y al de las actividades que desarrollaba. El ca­
tálogo de 1729 ofrece un notable aumento debido principalmente a
los treinta y cinco sujetos que el P. Pedro de Campos consiguió traer
consigo,cuando volvió a América.
De los 136 del catálogo anterior, 91 eran Sacerdotes, 21 Herma­
nos Estudiantes y 45 Hermanos Coadjutores. Los novicios llegaban al
número de 20, 10 escolares y 10 coadjutores. En 1729 había 78 suje­
tos en el Colegio Máximo de Quito, 4 en el Seminario de San Luis,
27 en el Noviciado de Latacunga, y los demás en los diversos cole­
gios en DÚmero de 6 o de 7 menos en Pasto donde habfa solamente 5.
Habfa 14 sacerdotes en las Misiones, contando los dos curas de Bor­
ja y Archidona.
El P. Pedro de Campos volvió de Europa a fines de 1731 o prin­
cipios de 1732. Traía consigo una expedición de treinta y cinco Reli­
giosos para la Provincia de Quito, pero no todos llegaron a su destino.
Porque en Cartagena, mientras se estaban haciendo los preparativos
para subir por el Magdalena,murieron cuatro sacerdotes y un Herma­
no Estudiante, los otros treinta llegaron con felicidad a Quito. Como
el P. Campos llevaba consigo el nuevo gobierno de la Provincia, éste
se publicó a los pocos días de su llegada. La lista entregada por el
P. General contiene los siguientes nombramientos:
Provincial, P. Pedro de Campos; Rector del colegio Máximo,
P. Ignacio de Hormaegui; Rector de Latacunga, P. Angel María
Mancá; Rector de Ibarra, P. Bartolomé Bustinza (hasta que llegue
éste seguirá el anterior P. José Polo); Rector de Riobamba, P. José
María Maugeri; Rector de Cuenca, P. Jerónimo de Herce; Rector de
Guayaquil, P. Luis Andrade; Rector de Panamá, P. Fernando María
Conosciuti; Rector de Popayán, P. José Vorés; Rector de Pasto,
P. Leonardo Deubler; Rector de San Luis, P. Marcos Escorza; Socio,
P. Manuel Mariaca o el P. Francisco Santos a elección del Provincial.
Los consultores ordinarios: el P. Rector del colegio Máximo, el Rec­
tor del seminario de San Luis, el P. Juan Bautista Mugica y el P. So­
cio. Consultores extraordinarios: PP. Bartolomé Bustinza, y Sebas­
tián Obregón; sólo dos eran nombrados. Superior de las Misiones,
debían escoger el Provincial y sus consultores a mayoría de votos
entre los PP. Diego Gutiérrez y Juan Bautista Julián. Este último
fué el elegido.
He aquí cómo refiere el P. Velasco las mudanzas que hizo el
P. Provincial de acuerdo con sus consultores. «Juntos los consultores
para la apertura del gobierno en presencia del nuevo Provincial, sa­
lieron de Secretarios los PP. Manuel Mariaca y Francisco Santos,
ambos americanos; y como el primero se hallaba en la reciente fun­
dación del colegio de Loja, tomó al segundo. Salió de Rector del
Máximo el P. Ignacio de Hormaegui, español,al cual juzgó el Provin­
cial con la consulta que debía suprimírsele la patente; porque, siendo
Provincial, se había declarado sin reserva alguna, muy parcial y na­
cional causando graves quejas con manifiestas injusticias. Fué nom-
brado en su lugar el P. Marcos Escorza, americano, el cual iba nom­
brado para Rector del Máximo sólo en el casus mortis. Salió Rector
<le Latacunga y Maestro de Novicios el P. Angel María Manca, sardo,
y se le dió su patente; de San Luis el P. Marcos Escorza en cuyo
lugar, porque estaba ya para el Máximo, fué señalado el P. José Nie­
to Polo del Aguila, americano; de Popayán el P. José Vorés, español
y se le dió su patente; de Guayaquil el P. Luis de Andrade, america­
no, quien por hallarse de actual Maestro de Filosofía no podía entrar
sin grave detrimento; fué señalado el P. Francisco Aguirre, america­
no; de Cuenca el P. Guillermo Détrez, alemán, y se le dió su pa­
tente; de Ibarra el P. Bartolomé Bustinza, que era ya muerto, y en
su lugar se puso el P. Pedro de Arcentales, americano; de Riobamba
el P. José María Maugeri, siciliano, y se le dió su patente; de Pasto
el P. Leonardo Deubler, alemán, quien se había desgraciado tanto
en su antecedente rectorado de Popayán, metiendo la ciudad en dis­
cordias y causando graves quejas, que fué necesario ponerle sustituto;
por lo que fué nombrado en lugar suyo el P. Miguel de Manosalvas;
de Loja aún no se nombraba por Roma, y fué continuado el P. Ma­
nuel Mariaca, americano. De las Misiones fué nombrado el P. Juan
Bautista Julián».

5.— Uno de los principales cuidados del P. Campos durante su


administración fué ocuparse de varias fundaciones de colegios solici­
tadas con mucha instancia por algunas ciudades de la Real Audiencia.
Ya dijimos anteriormente que el proyecto de fundación de Cali
se había frustrado en tiempo del P. Mágica por la insuficiencia de la
renta y por haber dispuesto el Obispo de Popayán en favor de otras
obras pías el capital de 20.000 pesos, dejado por D. Juan Rodríguez
para servir de base a la nueva fundación. (1) El P. Florencio Santos,
Rector de Popayán, a quien estaba encomendada la custodia de los
bienes del futuro colegio, reclamó con entereza contra este despojo
al mismo Obispo. Mas, viendo que nada se adelantaba por esta vía,
puso pleito al Prelado ante la Real Audiencia de Quito.
Estando las cosas en este punto, el P. General dió un corte de­
finitivo al asunto; pues en carta de 5 de Mayo de 1721, escribía estas
palabras: «Habiendo visto lo que me dice V. R. de la fundación de
Cali, y considerado atentamente el negocio delante de Nuestro Se­
ñor, he determinado no admitir, ni ahora ni en adelante esta funda­
ción; y así lo escribo a. D. Nicolás Caicedo Inostroza, administrador
de los bienes que el Dr. D. Juan Rodríguez dejó para esta fundación,
para que, vista esta determinación con los albaceas y testamentarios
de dicho Sr. Rodríguez o la persona a quien tocare, distribuyan dichos
bienes según su mente y voluntad». (2)
Mientras de esta manera fracasaba el proyecto de fundar en Ca­
li, se iban dando, con mejor fortuna, los primeros pasos en orden a1

(1) Cap. VIH, n. 3,


(2) Archivo S. J.
— 132 —

abrir una casa de la Compañía en Buga, ciudad de là actual Repú­


blica de Colombia, pero que en la época de la Colonia, pertenecía à
la Real Audiencia de Quito. Tuvo este colegio dos fundadores insig­
nes, el Sr. D. Cristóbal Botín y la señora Dña. Maria de Lenis Gam­
boa, esposa del capitán D. Miguel de Peñalver.
É l Sr. D. Cristóbal Botín, rico vecino de Buga e hijo de padres
malagueños, después de hacer constar en el instrumento de su dona­
ción el celo de los Padres de la Compañía de Jesús y el bien que en
todas partes producen sus colegios, añade: «Y porque la ciudad de
Buga se halla sin este consuelo y habitación de religiosos jesuítas, y
sus moradores con cortos medios, que su pobreza les tributa, para el
pasto, sustento y habitación religiosa, que puedan cada día, por la
necesidad que tienen de semejantes Religiosos, socorrerlos en sus
aprietos, moverlos a toda virtud, librarlos de cualquier abuso, sacar­
los de todo riesgo y ayudarlos en la hora de la muerte; de su libre
y espontánea voluntad ÿ .en la forma que más haya lugar en dere­
cho, por el amor y voluntad que tiene a dicha ciudad y buen celo
de que en ella se funde nuevamente un colegio de dicha Compañía
de Jesús que sea permanente, otorga que para la dicha fundación
hace gracia y donación, desde ahora para en todo tiempo, buena
pura, mera, perfecta, acabada e irrevocable, que el derecho llama
fecha entre vivos, de la cantidad de cuarenta mil patacones, que
los sitúa y carga sobre todos sus bienes, muebles y raíces, derechos
y acciones habidos y por haber, que se entiende quedan hipoteca­
dos, sin que la obligación general perjudiqué a la especial, ni al con­
trario, interim que se da paga y satisfacción al plazo de cuatro años,
que corre desde hoy en adelante, llanamente, sin pleito alguno; con
las costas de la cobranza, puestos y entregados en esta dicha ciudad,
o en la parte y lugar que se les pidan y demánden, realmente y con
efecto en mano propia del Muy Rdo. P. Provincial que es o fuere
del Colegio Máximo de la Compañía de jesús de esta ciudad de
Quito», (i)
En su testamento otorgado el 8 de Noviembre de 1731, incluye
la anterior donación con estas palabras: «Item mando se saquen de
lo mejor y más bien parado de mis bienes cuarenta mil patacones,
para que se haga fundación de un colegio de la sagrada Compañía
de Jesús en la ciudad de Buga. ;. en donde he deseado mucho fun­
dar un colegio de dicha sagrada Religión».
Dejaba además otros cuarenta mil patacones para fundar un
colegio en la ciudad de Cartago: «Item mando, que asimismo se sa­
que de lo mejor y más bien parado de mis bienes otros cuarenta mil
patacones para otra fundación de otro colegio de la sagrada Religión
de la Compañía de Jesús en la ciudad de Cartago, en el obispado de
Bopayán, donde hay aún más necesidad de socorro ' espiritual para
aquella ciudad, para la de Anserma y Toro, ciudades circunvecinas;
como lo he experimentado en el tiempo en que he vivido en aquella

( 1) A rch ivo S. J .
— 133 —

ciudad». Finalmente rogaba «que si la ¡Provincia de Quito no podía


encargarse de la fundación, tanto en Buga como en Cartago, la hi­
ciese efectiva la Provincia de Santafé». (i)
Algún tiempo antes [que el Sr. D. Cristóbal Botín hiciese esta
fundación, el 4 de Abril de 1728, la Sra. Da. María Lenis Gamboa,
mujer legítima de D. Miguel de Pefialver y Moya había hecho dona­
ción. para la misma fundación de Buga, de 50.000 patacones, saca­
dos de sus bienes propios gananciales, antes de hecha la división con
su marido, y aprovechando la circunstancia de hallarse éste ausente.
Ë 1Alcalde de ordinario que certifica la donación dice: «Que pareció
presente Dña. María Lenis Gam boa... y habiendo precedido la venia
y licencia que me pidió a mí paira otorgar esta escritura y lo que en
ella expresa, así por estar ausente su marido en la ciudad de Popa-
yán, como por conocimiento que le asiste de que le dará mala vida,
si pretende dicha licencia, para usar de su derecho y libertad que
tiene de distribuir a su voluutad lo que le pertenece en los bienes
gananciales que le tocan y tocar pueden... dijo, que por cuanto tiene
físico conocimiento del caudal que maneja y tiene por suyo el capi­
tán D. Miguel de Peñalver, su marido, que pasa de más de ciento mil
cincuenta patacones, de los cuales precisamente le han de tocar a la
otorgante, sacados quinientos y más pesos <jue ella llevó de dote al
(hatrimonio, setenta y cinco mil patacones poco más o menos de ga­
nanciales. .. otorga de su espontánea y libre voluntad, con título de
culto a Dios Nuestro S eñ o r... y por obra pía que cede en beneficio
de esta ciudad y de sus moradores, que hace gracia y donación a los
muy RR. PP. de la misma Compañía de Jesús de Quito, y en caso
de no admitir éstos, a los RR. PP. de la misma Compañía de Jesús
de Santafé, de la cantidad de 50.000 patacones de su caudal que
tiene en los gananciales que administra su marido el capitán D. Mi­
guel de Peñalver. . . Y en caso de que por algún acontecimiento no
se pueda ajustar con los gananciales la cantidad líquida de los 50.000
patacones, hace la dicha gracia y donación a los mismos Reverendos
Padres con las mismas condiciones de pura, buena, perfecta e irrevo­
cable en aquella parte que alcanzase de los dichos gananciales... re­
celándose de que el capitán Miguel de Peñalver, su marido, la podía
forzar y ligar con terrores esta libertad, hace y otorga la escritura
fuera de registro, temorosa de que llegue a su noticia, por lo que
quiere que esté sigilosa y oculta hasta que el caso llegue del falleci­
miento de uno de los dos». (2)
Pocos casos se hallan de una donación tan cuantiosa hecha en
América en tiempos de la Colonia, y ella pone de manifiesto la gene­
rosa voluntad de aquella señora de dejar en pos de sí una obra du­
radera en bien de sus conciudadanos.
Como es sabido, ninguna fundación nueva de casa religiosa po­
día hacerse sin la venia del rey. Para alcanzarla era necesario que1

(1) A r c h iv o S . J .
(2) A r c h iv o S . J .
— 134

las autoridades le informasen previamente sobre la utilidad, conve­


niencia y ningún obstáculo que había, para que se abriese la nueva
casa o colegio. Los informes que se enviaron a Madrid sobre la aper­
tura del colegio de Buga no podían ser más favorables. El Goberna­
dor de Popayán aboga por la apertura de los colegios de Buga y de
Cartago, alegando que sus habitantes «no tienen instrucción reli­
giosa, y los que pudieran estudiar, por falta de colegio, se mantie­
nen en aquella pastoril rudeza en que se criaron desde sus niñeces;
ignoran la religión, como si nunca se les hubiera explicado».
El Cabildo y Regimiento de la ciudad de Buga pedían a su vez
el colegio «por la total falta de operarios evangélicos, por imposi­
bilitárseles a los habitantes los estudios a causa de la distancia a
otros colegios y por los intransitables caminos». A todas estas peti­
ciones vino a añadirse la de la Real Audiencia de Quito, con fecha
de 28 de Setiembre de 1738 en que dice: «La Religión de la Compa­
ñía de Jesús, que siguiendo las máximas de su sagrado Instituto ha
hecho tan útil asistencia en todos los lugares, en éstos de América,
como más destituidos de obreros evangélicos ha sido no sólo prove­
chosa, sino necesaria».
Esta verdad comprueba la experiencia con el conocido fruto que
cada día logra en bien de las almas su apostólico celo y nos precisa
en cumplimiento de nuestra obligación a representar a V. M. los
progresos espirituales que se espera harán en gloria de Dios y servi­
cio de V. M. en la ciudad de B u g a .. . si se establece un colegio de
la Compañía de Jesús, a cuyo efecto dejaron ya aplicados de sus bie­
nes crecidas y superabundantes rentas el Capitán D. Cristóbal Botín
y Da. María de Lenis para la fundación del colegio en la ciudad de
Buga».
El Obispo de Popayán a cuya diócesis pertenecía la ciudad de
Buga, unió sus instancias a las del Gobernador y Cabildo secular.
El P. Campos informó al P. Francisco Retz del estado en que
se encontraban estas dos fundaciones y de los bienes que para ella9
se ofrecían. El 13 de Febrero de 1734, contestó el P. General con
prudente reserva: «He visto la donación y testamento de D. Cristó­
bal Botín, las cantidades que señala para que se funde un colegio en
Buga y otro en Cartago. V. R. y sus consultores ordinarios y aá
graviora confieran entre sí estos puntos: si las cantidades señala­
das para aquel fin son suficientes, si en aquellas ciudades, hay el
número suficiente de almas para que los nuestros no vivan en la
ociosidad sino en el ejercicio de nuestros ministerios, y las cualida­
des que se requieren, para que en ellas se mantengan con decencia.
Ténganse también presentes las contingencias que hay de que
recibamos o no las cantidades señaladas y la falta de sujetos que hay
en esa provincia; finalmente que es mejor atender a conservar con
la debida decencia las fundaciones que ya tenemos que de admitir de
nuevo otras que no son de muy grande importancia».
El P. Campos en su nuevo informe alabó mucho la ciudad de
Buga por las circunstancias que en ella concurrían de ser ciudad bas­
tantemente poblada de nobleza y de comercio, de situación buena y
— 135 —

temperamento sano, con abundancia de toda clase de productos.


En cambio no se mostró partidario de la fundación de Cartago por
lo «malsano del temperamento, donde reina la contagiosa enferme­
dad de lazarinos, lo pobre y escaso del país, que necesita le entre
todo de fuera y su tan limitada jurisdicción y terreno, que en él no
hay hacienda o bienes raíces en que poder emplear el capital de la
fundación; la ciudad es un agregado de pocas casas pajizas, en la
que apenas se encuentran tres familias de alguna distinción y situada
en terreno tan húmedo que sólo a caballo puede andarse en invierno».
Todavía mediaron en este asunto informes del P. Visitador An­
drés de Zárate hasta que en carta de 15 de Enero de 1737, el
P. Retz admitió la fundación de Buga y rechazó la de Cartago.
Otra fundación que llegó a feliz término después de mil vicisitu­
des que la habían retardado casi durante un sigio, fué la de Loja.
Hallándose todavía en Madrid el P. Pedro de Campos, pudo conse­
guir que se expidiese la Real Cédula de fundación para Loja el 29
de Octubre de 1727. En ella declara el rey que ha recibido informes
favorables del Presidente de la Real Audiencia de Quito, del Sr.
Obispo de Quito, de los Cabildos eclesiástico y secular, de la Aba­
desa del monasterio de la Concepción de Loja, y de los curas de
Zamora, Valladolid y Zaruma en las que se justifica «Hallarse dicha
ciudad de Loja bastantemente poblada, muy distante de las de Quito
y Cuenca y muy falta de operarios para la predicación y enseñanza
de sus naturales en los ministerios de nuestra santa fe, y que ha­
biendo deseado siempre se fundase en ella un colegio de la Compa­
ñía para su erudición y consuelo, el Sr. cura de Tixán, D, Francisco
Rodríguez, _dejó para ello el remanente de sus bienes.. . y por no ser
suficiente su importe, se juntó en Cabildo público la Justicia y veci­
nos de la ciudad, ofreciendo de sus propios caudales varias cantida­
des, para que se lograse este fin.
Pero habiendo fallecido en Quito el Dr. D. José Fausto de la
Cueva, natural de la misma ciudad de Loja y Dean de la Catedral de
Quito, dejó asimismo por testamento, otorgado en 7 de Junio de
1715, el remanente de sus bienes para el propio efecto .. . Habiendo
importado lo que dejó D. Francisco Rodríguez 18.000 pesos, suma
que puesta a interés ha producido 12.960 pesos más, y que los que
quedaron del Dr. D. José Fausto de la Cueva fueron 21.00O pesos,
que en todo hacen cincuenta y un mil novecientos y sesenta pesos,
los cuales se hallan efectivos y depositados en la procura de la Com­
pañía. A que se añade haberse informado por el Obispo de Quito,
hallándose en la ciudad de Loja, haber reconocido en ella y su distri­
to gran falta de pasto espiritual, por la que hay de ministros que se
dediquen en aquellos retiros a este m inisterio.. . concluyendo dicho
Obispo, Presidente, Audiencia, Cabildos, Religiosas y Curas que res­
pecto de hallarse estos Religiosos con ánimo de fundar el referido
colegio por tener medios suficientes para ello, consideran por con-
— 136 —

veniente el que se les dé mi Real licencia a este fin .. . be resuelto


conceder como en virtud de la presente concedo, licencia...» (1)
Pasaron dos años y el |9 de Julio de 1729, aún no estaba reuni­
do el capital suficiente de cuarenta mil pesos para la fundación de
Loja, pues vemos que el P. General escribiendo al P. Hormaegui en
esta fecha le encargaba que le avisase de lo que hay para admitir o
diferir la fundación.
Hízolo así el P. Hormaegui, pero las cosas no debían estar tan
claras, cuando ni él ni sus consultores acertaron a dar informes que
conviniesen entre sí. El P. General volvía a escribir no sin cierta
sorpresa: «Unos dicen que no hay ni el capital necesario, ni las
demás circunstancias que se requieren para fundar, otros afirman
que hay así lo uno como lo otro. Hablan también con variedad de la
cantidad que el Sr. D. Francisco Rodríguez dió para esta fundación,
unos dicen que son 20.000 pesos, otros que sólo 14.000; de nada dé
esto me dice V. R. Por tanto, ordeno me informe de todo ello con
distinción y claridad, como también cómo se llaman los bienhecho­
res que han ayudado para esa fundación y con qué cantidad cada
uno, para que yo determine lo que juzgare mejor».
Por fin, después de nuevos informes favorables del P. Zárate,
aceptóse también esta fundación.

6— ¿Cuál era el estado del espíritu y de observancia religiosa en


este tiempo? En el capítulo siguiente examinaremos detenidamente
este punto, al examinar si hubo o no, por entonces, peligro verdadero
de relajación en la Provincia de Quito. Pero queremos advertir des­
de ahora que no aparece en la correspondencia de estos años ningu­
na falta de consideración que tolerasen los Superiores de suerte que
por allí viniese a aflojar notablemente el fervor religioso de los
Nuestros. Ya hemos indicado cómo la causa principal de las pertur­
baciones que afligieron la Provincia en este tiempo, fué el espíritu
de nacionalismo, en el que incurrieron varios sujetos, y aun al­
gunos Superiores, entre otros el P. Hormaegui y algo también el.
P. Campos.
Las otras faltas que notaron algunos Padres graves fueron la
poca caridad, los descuidos en la pobreza y el. gobierno de algunos
Superiores no tan conformes al espíritu de nuestro Instituto. Pero,
como advierte el P. General en su carta de 1? de Octubre de 1733
al P. Campos, estos avisos que se le han dado son generales y un
tanto vagos, de modo que lo único que puede hacer es encargar con
todas veras al P. Provincial, como quien de todo ha de dar cuenta a
Dios, que cele diligentísimamente su más cabal cumplimiento,
arranque de raíz cualquier fundamento que haya para lo que a Ro­
ma se ha escrito, valiéndose de los medios que tiene la Compañía,
aun de los más rigurosos, sin otro respeto que el servicio de Dios y
bien de la Religión.

( 1) A rchivo S. J .
— 13 7 —

En esta misma carta vuelve el P. Retz por el buen nombre


del P. Leonardo Deubler a quien él había nombrado Rector del co­
legio de Popayán el 28 de Diciembre de 1726, y que el P. Provin­
cial Ignacio de Hormaegui con sus consultores habían destituido de
su cargo.
Dice el P. Velasco que la razón de esta medida íué porque el
p. Deubler había indispuesto contra sí toda la ciudad de Popayán
por su modo de proceder violento y poco considerado. Pero la acu­
sación no debe tener mucho fundamento, cuando el P. General re­
prueba lo hecho con tan sentidas frases como las que aquí transcri­
bimos: «Vistos los capítulos por los cuales el P. Leonardo Deubler
fué depuesto del rectorado de Popayán, las pruebas y fundamentos,
los descargos que el Padre da con otras noticias en su favor, que
por personas fidedignas me constan, hallo que dicha remoción fué
sin causa, sobradamente precipitada y con modo muy ajeno de la
prudencia y discreción, y en consecuencia declaro que dichos capítu­
los son de ningún valor, ni pueden obstar para que el Padre sea pro­
puesto para gobernar. Y para que se le repare el dafio que en su
buen nombre ha padecido, ordeno que en la primera consulta de
Provincia se lea esta determinación, y que si no hay otra cosa en
contra, en la primera ocasión se me proponga a dicho Padre para
gobernar. Y porque espero que semejante atentado no sucederá otra
vez, me contento con sola esta providencia», (i) Cuando esta carta
llegó a manos del P. Campos, el P. Deubler a quien se le había ne­
gado la patente de Rector de Pasto, se encontraba en las Misiones
del río Ñapo, adonde a petición suya le habían enviado.
Pocas noticias nos han quedado de los ministerios espirituales
con los prójimos en estos años. Sólo se dice de un modo general
que se atendía con cuidado a nuestras Congregaciones y a la predi­
cación sobre todo en las misiones circulares, ministerio provechosísi­
mo, aunque de mucho trabajo. Es por lo mismo indicio del celo
apostólico que reinaba en la Provincia, el que varios Padres se ofre­
ciesen para que les dedicasen a este apostólico ministerio. Conserva­
mos las peticiones de los PP. Tomás de Salas, Luis Milanesioy Luis
de Andrade.(I)

( I ) Con este aviso venia la concesión de la profesión para los P P . Francisco Sanna, Lucos
Bruno Sata, Adán Schoefgen, Pedro Jaram illo, Joaquín Bonilla, Nicolás de la Torre, Nicolás
Crespo, Pedro de Eróla, jacinto Ormaechea, Nicolás Aráuz, Antonio Tedeschi, Antonio G iral­
do, Pedro Rubio, Ignacio Pérez y Mariano A bad. L a incorporación a los P P . Mariano Suárez,
José Terreros y jo sé Lena, y los últimos votos a los H H , Coadjutores, Francisco Detori, Julián
Monreal y M anuel Navarro.
CA PITU LO ONCE

L A V IS IT A D E L P. A N D R ES D E Z A R A T E

SUMARIO: ] Llegada a Quito del P . Andrés de Zárate; castigo del P . Provin*


cial Pedro de Campos y de sus consultores.—2. Juicio sobre la sen­
tencia dada contra estos Padres.—3 . Intromisión del Cabildo secular
de Quito y del pueblo en los asuntos internos de la Compañía.—4 . La
Congregación Provincial de 1735 y el asunto del viaje de los Procura­
dores.—5. Algunas disposiciones particulares sobre la disciplina reli­
giosa y los ministerios; la hacienda de Cotocollao.—6 . Visita de las
Misiones del Marañón.—7. El P . Astráin y la Provincia de Quito;
juicio de este historiador sobre el P . Juan de Velasco.

V E LA SC O ; Historia.. . .Crónica.. . . 1 7 3 5 -1 7 3 9 .—Libro de las Actas del Cabildo de Quito, años 1735
y siguientes.—GONZALEZ SU A R E Z , Historia General de la República del Ecuador, lib . 4 , c. 2 — AS-
TRAIN , Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, V i l , lib . 2 , c . 6 .—ARCH IVO S . J.

i — Hemos llegado a un punto de nuestra Historia, que ha sido


objeto de las apreciaciones más diversas, y que ha dado pie a algu­
nos historiadores para formular juicios harto desfavorables acerca
de la Provincia de Quito.
Por lo mismo importa examinar con serenidad los hechos, a fin
de restablecer la verdad histórica en su punto, sin declinar ni a una
benevolencia excesiva que disimula las faltas, ni a una severidad des­
medida que las abulta más de lo justo.
Nos referimos a la visita de la Provincia efectuada por el
P. Andrés de Zárate, castellano, desde Abril de 1735 hasta Julio de
1738. Y lo primero que ocurre indagar acerca de esta visita, es la
causa que movió al P. General Francisco Retz a enviar un Visitador,
habiendo transcurrido escasamente doce años desde la visita que hi­
zo, por orden del P. Tamburini, el P. Ignacio de Meaurio. No es
fácil determinar este punto, porque no ha llegado hasta nosotros la
Instrucción del P. General al Visitador, en la cual le indicaría se­
guramente los motivos de su misión, y aunque nos quedan algunos
papeles suyos, pero ninguna copia ni borrador de sus cartas al P. Ge­
neral. Por lo demás, en ningún tiempo dió a conocer el P. Zárate
el motivo de su visita.
El P. Astráin se inclina a creer que algunos graves escándalos que
habfan ocurrido en tres o cuatro Padres visibles, y un trastorno que
_ i 39 —

habían hecho el Provincial y los Consultores en mudar sin motivo


los Superiores designados desde Roma en 1731, debieron incitar al
P. R etz a tomar esta determinación. (1) A la verdad, no había en
1735 ninguna dificultad interna ni externa, que para su remedio
exigiese la presencia de un Visitador. Los cambios hechos por el
p. Campos en la lista de Superiores enviada de Roma no parece por
sí sola causa suficiente. Ya dijimos cómo por las especiales circuns­
tancias de las Provincias de América, el P. General se veía obliga­
do a permitir que los Provinciales hiciesen algunas mudanzas en los
nombramientos de Superiores, cuando había alguna grave razón para
ello. Los dos inmediatos predecesores del P, Campos, los PP. Má­
gica y Hormaegui, habían usado ampliamente de esta facultad, y
aun se habían excedido, como le hacía notar al primero el P. Tam­
burini.
Pero en el caso que nos ocupa sucedió que, al tener aviso de
los cambios efectuados por el P: Campos y de las razones en que él
y sus consultores se habían apoyado para hacerlos, el P. Retz no
tuvo éstas por suficientemente fundadas. Lo que le causó todavía
mayor disgusto fué el que no se hubiese dado la patente de Rector
de Pasto al P. Leonardo Deubler, después que él había declarado
formalmente que era inocente de los cargos que le habían hecho y
apto para cualquier gobierno. El P. General creyó ver en esta de­
terminación del P, Campos y de sus consultores una resistencia
abierta a lo que había mandado, y ante la gravedad del caso, resolvió
enviar al P. Zárate como Visitador. Así se explica, a nuestro juicio
con bastante probabilidad, la causa de esta visita.
Por Cédula de 15 de Abril de 1734 el Consejo de Indias dió li­
cencia al P. Zárate para emprender el viaje llevando por compañero
al Hno. José Mugurza, y ambos se embarcaron en Cádiz a fines de
Mayo de aquel mismo año.
Podemos reconstruir el itinerario que siguió, gracias a las car­
tas que fué escribiendo al P. General durante el viaje. E l 4 de Di­
ciembre, está fechada una carta en La Habana, otra en Panamá el
27 de Enero de 1735, y la última en Quito el 22 de Abril de este
mismo año de 1735. Dió principio casi de seguida a la visita del
colegio de Quito, manteniendo una correspondencia muy activa con
el P. General a fin de tenerle al corriente de todo los que se iba
haciendo. Desde el 20 de Mayo hasta el 30 de Agosto le dirigió nada
menos que once cartas.
El primer asunto en que entendió el P. Visitador fué el de los
cambios de Superiores hechos por el P. Campos y sus consultores;
lo cual parece confirmar la suposición de que este asunto era el
motivo principal de la visita.
Como ya dijimos,el P. Hormaegui, español,venía nombrado por
el P. General, Rector del Colegio Máximo de Quito, y se le ocultó y
suprimió la patente, dejándole de Rector de Pasto donde se hallaba1

(1) Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de Escaria, VII, 384.


— 140 —

en la actualidad, poniéndose en su lugar al P. Marcos de Escorza,


americano, que venía designado en la lista como Rector del colegio
de San Luis. Al P . Luis de Andrade, nombrado Rector de Gua­
yaquil, se ocultó y suprimió la patente, por ser Maestro de Filoso­
fía; lo mismo se hizo con el P. Leonardo Deubler, designado para
Rector de Pasto. El P. Jerónimo de Herce, nombrado Rector de
Cuenca, presentó sus excusas para no admitir el cargo, las cuales
fueron aceptadas.
Los consultores extraordinarios no fueron llamados, por la sen­
cilla razón de que el P. Bartolomé Bustinza, uno de ellos, había
muerto, y el otro que era el P. Sebastián Obregón estaba en las
últimas en Guayaquil; téngase en cuenta que el P. General en su
lista de 1732 no había nombrado a tres como de costumbre, sino
tan sólo a estos dos. Los consultores ordinarios eran el P. Rector
del colegio Máximo, el Rector del colegio de San Luis, el P. Juan
Bautista Mágica y el P. Socio que era el P. Florencio Santos.
El primer paso que con mucho acierto dió el P. Zárate en este
negocio fué pedir al P. Provincial Pedro de Campos y a sus consul­
tores que pusiesen por escrito las razones que habían tenido para
hacer los cambios ejecutados en el gobierno de la Provincia. El
P. Visitador las examinó todas detenidamente y no encontrándolas
suficientes, dió sentencia fallando que habían obrado de un modo
irregular y condenando, en pena de este desorden, a los PP. Pedro
de Campos, Miguel de Salazar, Marcos de Escorza, Juan Bautista
Múgica, Florencio Santos, y Andrés Cobo de Figueroa, que habían
tenido parte en él, a privación de voz activa y pasiva y a destierro
de Quito, mandándoles además que hiciesen un mes de ejercicios y
vistiesen por un año sotana parda como los novicios y Padres de
Tercera Probación. Al P. Andrés de Cobo se le imponía una pena
menor.
E l P. Campos, depuesto de su cargo de Provincial, fué deste­
rrado al colegio de Cuenca, adonde llegó el 8 de Junio, el P. Marcos
de Escorza a Popayán, los PP. Miguel de Salazar y Juan Bautista
Múgica a Ibarra, el P. Andrés Cobo de Figueroa a Latacunga, y el
P. Florencio Santos a Riobamba.
Para llenar las vacantes que habían dejado los desterrados y
restablecer el gobierno según lo había mandado de Roma el P. Ge­
neral, el P. Zárate puso de Rector en el Colegio Máximo de Quito
al P. Ignacio de Hormaegui, de Rector del colegio de San Luis al
P. José de Eslava, del de Cuenca al P. Jerónimo de Herce y mandó
a Guayaquil al P. Luis de Andrade, quitando, sin que ellos supiesen
por qué y con el consiguiente asombro, a todos los Rectores o Vice­
rrectores que estaban al frente de aquellos colegios. Puso también de
Rector de Pasto al P. Leonardo Deubler, llamándole de las Misio­
nes del Ñapo; más el mismo Visitador lo tuvo que volverá quitar por
la razón que luego diremos. Como había tomado por Socio suyo
al P. Angel María Manca que estaba de Rector de Latadunga,
nombró en su lugar al P. Juan Bautista Julián sacándole de las Mi­
siones del Marañón, de las que era Superior, poniendo en este cargo
al P. Nicolás Schindler. Hizo por fin otro cambio para cumplir con
lo que había mandado el P. General en carta de i? de Octubre de
1733, es a saber que el Procurador de la Provincia fuese sacerdote,
cargo que hasta entonces había desempeñado un Hno. Coadjutor.
Para esto llamó de Panamá al P. Fernando María Conosciuti, Rec­
tor de aquel colegio. De este modo mudó en el espacio de un mes
poco más o menos los Rectores de todos los colegios de la Provincia
menos el de Popayán; el de Ibarra era interino por muerte del
P. Bustinza.
Ya puede suponer el lector el asombro y extrafieza que produ­
cirían tantos cambios, así en los interesados como en los demás suje­
tos de la Provincia, sobre todo en aquellos que ignoraban el moti­
vo que hubiera o pudiera haber para tantas mudanzas y castigos tan
rigurosos, tanto más que todo esto se hacía en el espacio de un mes y
éste el primero de la visita.
Terminado el juicio y ejecutada la sentencia, dió cuenta de lo
obrado al P. General en cuatro cartas que llevan la fecha de 20, 21
y 29 de Mayo de 1735. Contestó el P. General a los diecisiés meses,
el 15 de Enero de 1737, aprobando lo hecho por el P. Visitador y la
penitencia impuesta a los culpables. En la misma carta, recorriendo
la causa de cada uno de los Padres a quienes se había excluido del
cargo que él les había señalado dice así: «Discurriendo yo sobre las
causas que V. R. pidió al Provincial y consultores por no haber en­
tregado las patentes a los PP. Herce, Andrade, Deubler y Hormae-
gui, apruebo las pidiese in iscriptis. Y porque de cada uno de estos
cuatro sujetos debo aquí hablar, seguiré el orden con que de ellos
habla V. R. en la sentencia que dió y me remite con las causas que
el Provincial y consultores dierou por no haber entregado las paten­
tes. Tengo por insubsistentes las causas que se alegan por haber
admitido la propuesta, que el P. Jerónimo de Herce hizo del recto­
rado de Cuenca y por mal hecha dicha admisión, contraviniendo a
las expresas órdenes de los Generales... El P. Mucio Vitelleschi sólo
admitió por justos motivos para variación en el gobierno... la física
o moral imposibilidad en el sujeto nombrado, o relevantes motivos y
gravísimas causas en contrario. Nada de esto había en el P. Herce...
Ninguna causa grave hubo para ocultar la patente de Rector de
Guayaquil al P. Luis Andrade,siendo Lector de Filosofía,pues se po­
drá nombrar a otro para ese empleo; ni sacarle de él para Rector no
podía ser discrédito, antes sí de aprecio y estimación de sus prendas.
El haber negado la patente de Rector al P. Leonardo Deubler
para el colegio de Pasto, no sólo fué sin justos motivos, sino con
expresa contravención a mis disposiciones y dictamen que formé en
los capítulos de que fué acusado este Padre, y que declaré inocente
en i? de Octubre de 1733, dando por atentado, remoción injusta y
sin causa, sobradamente precipitada y con modo muy ajeno de la
prudencia y dirección, la determinación de removerle del rectorado
de Popayán; declarando de ningún valor dichos capítulos y acusacio­
nes, y al Padre apto para gobernar, ordenando se me propusiese en
la primera ocasión; si bien antes de llegar mi determinación pudiera
— 142 —

pretextarse justifícademente hecha la supresión de la patente, más


después de recibida aquella y mi sentencia en la causa del P. Meu­
bler, continuar en la supresión hecha; ha sido formal y expresa con­
travención a mi determinación y dictamen en causa por mí juz­
gada». (i)
En contra del P. Hormaegui el P. Campos y sus consultores
propusieron cincuenta y dos acusaciones o razones para no darle la
patente de Rector de Quito. A estas cincuenta y dos acusaciones,
añade el P. General otras dos habidas por él de otras fuentes, con
que sube el número a cincuenta y cuatro, y concluye: «He visto jun­
tamente con las respuestas que el P. Hormaegui da a estas mismas
acusaciones, y no veo suñciente justificación en ellas para el caso de
no entregarle la patente, a las cuales acusaciones no poca contradic­
ción hacen el concepto contrario en que hasta ahora ha estado en
esa Provincia y en este oficio el P. Hormaegui, la satisfacción con
que ha gobernado varios colegios y la Provincia toda, el aprecio que
de sus religiosas prendas han hecho siempre de él en sus informes y
cartas a este oficio muchos sujetos de conocida prudencia y virtud
en esa Provincia... el celo, ejemplo y religioso proceder con que go­
bernó el colegio de P asto .. . . »

2 - Sin pretender anticipar el juicio que nos parece merecer la


manera de obrar del P. Visitador Andrés de Zárate en la causa del
P. Provincial Pedro de Campos y de sus consultores, haremos algu­
nas advertencias, que arrojen quizás alguna luz sobre este enmaraña­
do negocio.
En primer lugar, mientras no se pruebe lo contrario, la justicia
y la caridad piden que admitamos, por lo menos, que estos Padres
no obraron con mala conciencia, desobedeciendo a sabiendas
una orden del P. General. Pudieron equivocarse, quizás se equivo­
caron, aunque no tanto como a primera vista se pudiera creer, pero,
como vamos a ver, hay más de un.indicio para creer que obraron de
buena fe, al no dar curso a las cuatro patentes de los PP. Harmae-
gui, Andrade, Herce y Deubler.
Y principiando por este último, cuya remoción del rectorado de
Pasto mayor enojo causó a nuestro P. General, el mismo P. Andrés
de Zárate se encargó de justificar con su conducta posterior lo que
habían hecho antes el P. Provincial, y sus consultores. En efecto, el
P. Deubler dió tan poca satisfacción en el desempeño de su cargo de
Rector de Popayán.que el P. Hormaegui hubo de destituirle. Es ver­
dad que el P. General le rehabilitó; pero lo hizo sin duda alguna por
ignorar el motivo principal déla destitución.
Es el caso que este Padre, muy buen Religioso, pero algo arreba­
tado y violento, profirió al explicar en público la doctrina cristiana,cier­
tas expresiones que chocaron no poco a los oyentes. No se sabe bien
si profirió las frases mal sonantes por alguna de aquellas genialidades

( 1) A rchivo S. J .
— 143 —

propias de su carácter tudesco o por no darse cuenta del alcance que


tenían en castellano. Sea de esto lo que fuera, hicieron algún rumor
las personas poco afectas a la Compañía, y no faltó quien apuntase
la idea de el P. Deubler podía muy bien ir a parar a la Inquisición.
Sobresaltáronse con esto nuestros Padres, y el P. Provincial, que
era entonces el P. Hormaegui, creyó llegado el caso de remover al
p. Deubler de su cargo de Rector de Popayán, sin esperar la decisión
de Roma. E l P. General al tener conocimiento de lo que se había
hecho, quizás por no haber recibido cabal información, reprobó la
destitución del P. Deubler con las enérgicas palabras que copiamos
en el capítulo anterior.
Estando las cosas en este estado, llegó el nombramiento del
mismo Padre para Rector de Pasto, que hiciera el P. General a 5 de
Mayo de 1731. Temerosos el P. Campos y sus consultores de expo­
ner la Compañía a la infamia de que uno de sus Rectores fuese pro­
cesado por la Inquisición, ocultaron, como vimos, la patente y deja­
ron por Rector de aquel colegio al P. Hormaegui, que desempeñaba
por entonces este cargo. Llegó entonces a Quito la carta del P. Ge­
neral rehabilitando al P. Deubler y reprobando la conducta del ante­
rior Provincial. Perplejo debió quedar el P. Campos, al recibir este
despacho. Habiéndose reunido con sus consultores, pareció a todos,
que existiendo el peligro de que la Inquisición tomase cartas en el
asunto del P. Deubler, se debía perseverar en la determinación que
se había tomado, no obstante la orden recibida del P. General.
¿Debe esto llamarse formal desobediencia? No lo creemos, sobre todo
si, como es de suponer, avisó luego el P. Provincial al P. Retz lo
que había hecho y las graves razones que le movieron a ello.
Parece que el mismo P. Deubler comprendió el riesgo en que
se hallaba, y como tenía permiso del P. General para pasar a las Mi­
siones del Marañón, en Diciembre de 1732 se encaminó a ellas.
Hallábase trabajando como bueno en las reducciones del Ñapo,
cuando una orden del P. Zárate le mandó venir a Pasto para de­
sempeñar el oficio de Rector de aquel colegio. No habían pasado sino
unas pocas semanas desde que el P. Deubler se había posesionado
de su cargo, cuando una nueva orden del P. Visitador le llamó apre­
suradamente a Quito. ¿A qué se debfa esta medida tan extraña como
inesperada? Habiendo examinado sin duda con mayor detenimiento
la causa del P. Deubler, principió a recelar el P. Zárate que pudie­
sen sobrevenir graves molestias a la Compañía por causa de este buen
Padre. Por esto le llamó con tanta prisa de Pasto y no bien le tuvo
en Quito, le entregó un papel concebido en estos términos: «V. R.
está notado de haberse dejado decir explicando la doctrina cristiana
en Popayán estas proposiciones:
Si al matrimonio le falta el fin de la prole, el casamiento es un
amancebamiento paliado.
Exhortando los oyentes a la comunión cotidiana... haber aña­
dido: y aquellos confesores que quisieren impedirlo, tenedlos por
herejes.
En ocasión de pedir a V. R. unas velas para Nuestra Señora,
— 14 4 —

haberse dejado decir: Si la imagen de Nuestra Señora era más que,


un lienzo pintado.
Haber dicho en semejante ocasión de adornar una imagen de
San Francisco Javier: Si la imagen era más que una estatua de palo.
Responda V. R. a estos cargos: Primero, si dijo tales proposi­
ciones; segundo, en qué sentido las dijo cada una; qué es lo que
siente en la materia que contienen las dichas proposiciones, para lo
cual impongo a V. R. precepto de santa obediencia y pena de exco­
munión mayor latae sententiae, para que con la respuesta pueda yo
determinar la resolución que fuere más acertada y decorosa para la
Religión y para V. R. Quito y Noviembre de 1735. Andrés de Zá-
rate». í,i)
Al día siguiente 29 de Noviembre contestó el P. Deubler en el
mismo papel. Empieza por una hermosa profesión de fe, en que
atesta que ni él ni sus antepasados han sido jamás notados de here­
jía. En cuanto a los cargos que se le hacen, admite llanamente la
verdad del primero, explica el segundo, diciendo que ha hablado de
la comunión frecuente y no de la cotidiana, y riega el tercero y
cuarto.
No se satisfizo con estos descargos el P. Visitador, y dándose
cuenta por al trato de las cualidades y defectos del P. Deubler, vino
a resolver lo mismo que los dos Provinciales anteriores, esto es que
el Padre no era apto para el gobierno de ningún colegio. Le destitu­
yó, pues, del cargo que, desempeñaba, y por lo que pudiera ocurrir
con la Inquisición, juzgó que valía más poner tierra de por medio, y
así le envió con el oficio de Procurador de la Provincia de Quito al
colegio de Lima, a donde el Padre llegó el 3 de Febrero de 1737.
lCuál no sería el asombro del P. General, al saber que el
P. Leonardo Deubler, en cuyo favor había hecho tan grande de­
mostración, por obra del P. Visitador se hallaba en Lima, ejercien­
do el cargo de Procuradorl
Vengamos ahora al caso de los PP. Herce y Andrade. Para en­
tender como se debe la conducta del P. Campos y de los consulto­
res respecto de estos dos Padres, es indispensable tener cuenta con
las circunstancias del momento y de la época.
Después del motín que alteró, por algún tiempo, la buena mar­
cha del colegio seminario de San Luis, y que, aun después de sose­
gado, dejó los ánimos algún tanto inquietos y turbados, era de suma
importancia que los maestros fuesen hombres, no sólo estimados
por su competencia en la materia que enseñaban, sino también
apreciados y aun queridos de sus discípulos. Y si bien era relativa­
mente fácil encontrar Rectores para los colegios de Cuenca y Gua­
yaquil, no lo era tanto, estando todavía reciente el recuento de las
perturbaciones pasadas, encontrar a otros dos profesores de Filosofía
que desempeñasen estas cátedras con la misma general satisfacción
y aplauso con que lo hacían los PP. Herce y Andrade.

( 1) A rch ivo S . J .
— 145 -

No se debe tampoco olvidar, que según la extraña mentalidad


de la época, se miraba como una deshonra, el que un Maestro fuese
removido de una Cátedra de la Universidad, aun para ir a desempe­
ñar el cargo de Rector en una ciudad secundaria. Esta manera de
pensar será, si se quiere, un desatino, será en realidad más honroso
ser Rector; pero no lo enteudían así ni los estudiantes, ni los veci­
nos del Quito colonial. A la luz de estas consideraciones, la conduc­
ta de los Padres que admitieron las excusas del P. Herce y nombra­
ron otro Rector en vez del P. Andrade, no aparece ya como un acto
arbitrario fundado en fútiles pretextos. Comprendemos hoy día que
estos motivos pesasen en el ánimo de los Padres de la consulta, y
les pareciesen lo suficientemente graves para dar el paso que dieron.
Resta que digamos del tercer cargo que se hizo al P. Campos
y a sus consultores, y fué el no haber dado la patente al P. Hormae-
gui, «que era, dice ei P. Astráin, el hombre más insigne por haber
sido Provincial y por el puesto a que se le destinaba de Rector en el
Colegio Máximo», (i) Como ya dijimos, contra este Padre se habían
formulado cincuenta y cuatro capítulos de acusación, cincuenta y dos
por el P. Campos y los consultores y dos por otros sujetos que escri­
bieron directamente al P. General. Este solo hecho bastaría para de­
mostrar que no era el P. Hortnaegui el hombre intachable,que pare­
ce suponer el P. Astráin. Sin quitar nada de sus buenas cualidades,
el que hubiera de él tantos motivos de queja confirma, en parte por
lo menos, la apreciación que hicieron de él varios de sus contempo­
ráneos, que lo tenían por hombre duro, poco considerado en sus pa­
labras, aferrado más de lo justo al propio parecer, por lo cual se
había enajenado no poco la voluntad de muchas personas de fuera.
Es verdad que el P. General declaraba que no veía suficiente justifi­
cación en las acusaciones que se le habían enviado para no entre­
garle la patente. Pero, aunque estas acusaciones, consideradas en sí
mismas, no fuesen tan graves como para privar a un sujeto de un
cargo de importancia que le había conferido el P. General, lo po­
dían ser quizás, si se las consideraba dentro de los adjuntos especia­
les de la Provincia, al recibirse la lista de Superiores enviada desde
Roma. Ya dijimos cómo en el último año de su gobierno el P. Hor-
maegui había dado más de un motivo de queja y amargura, así a los
Nuestros como a los de fuera. El P. Visitador no tuvo tiempo de
hacerse cargo de la situación, por haber juzgado y condenado al
P. Campos y a sus consultores a las pocas semanas de su llegada. De
haberla bien conocido, quizás hubiera visto él también que no care­
cía de inconvenientes el poner al P. Hormaegui al frente del princi­
pal colegio de la Provincia y en Quito, donde había tantos que no le
eran afectos. De todos modos, esto nos hace ver que no faltaron del
todo al P. Campos y a los demás Padres que le asesoraron motivos
para dudar de la oportunidad y conveniencia de entregar la patente
de Rector del Colegio Máximo al P1. Hormaegui.

(1) o. c. VII, 386.


— 146 —

Siendo esto así, ¿qué se debe pensar de la conducta que obser­


vó el P. Zárate con el P. Provincial Pedro de Campos y con los
consultores? Ante todo, ni por un momento podemos dudar de la
recta intención y santo celo con que procedió el P. Visitador. Reli­
gioso de los más graves y respetables de la Provincia de Castilla,
hombre de sólida virtud, dió en el desempeño de su oficio muestras
inequívocas de una fidelidad a toda prueba y de una rara abnegación,
como tendremos ocasión de comprobar en el decurso de esta Histo­
ria. Pero cometió desgraciadamente un yerro fundamental, cual fué
el de obrar con tanta precipitación en el juicio y castigo de los seis
Padres. Pues, aunque tenía experiencia de nuestras cosas, no le te­
nía de la condición de las Provincias de Ultramar tan distinta de
las de la metrópoli. Ahora bien, en las tres o cuatro semanas que
llevaba de estar en Quito, era moralmente imposible que hubiese
podido formarse concepto cabal de las circunstancias de personas,
tiempo y lugar, cual convenía para proceder con el debido tino y
acierto. La rectitud inflexible con que quiso cumplir las órdenes que
traía del P. General, antes de examinar la manera como se debían
ejecutar, le hicieron dar pasos en falso tan manifiestos como el de
sacar de las Misiones del Marañón al P. Deubler para ponerle de
Rector de Pasto, teniendo luego que quitarle el cargo a las pocas se­
manas, con evidente desdoro del interesado, a quien el P. General
deseaba precisamente rehabilitar ante la Provincia.
Por esto, tratándose ya del caso particular del P. Campos y de
sus consultores, creemos sinceramente que la sentencia que se pro­
nunció contra ellos fué demasiado rigurosa y poco prudente. De­
masiado rigurosa, porque no hubo en ellos mala voluntad, y aunque
hubo quizás algún yerro, éste fué ciertamente involuntario y desde
luego mucho menor de lo que a primera vista podía parecer. Poco
prudente por razón de las circunstancias en que se dió, y con las
que no tuvo cuenta el P. Visitador, por no haber tenido tiempo de
conocerlas. Los seis Padres castigados, eran muy conocidos, amados
y respetados de toda la sociedad de Quito.
En la cuaresma de aquel mismo año se habían granjeado en
alto grado el amor y veneración de todos por el celo, que habían
desplegado, predicando y oyendo confesiones sin descanso durante
la misión general que se había dado en la ciudad. Nadie tenía la
menor queja de ellos, y sí muchos motivos de edificación.
Por otra parte, la falta del P. Provincial y de sus consultores, si
es que la había, era de suyo secreta y de carácter enteramente do­
méstico, ya que se trataba de lo que se había hecho en una consulta
de Provincia. Lo más obvio, según esto, era que se diese también
un castigo secreto y no público y ruidoso como el que impuso el
P. Andrés de Zárate, desterrándoles de Quito y vistiéndoles de sota­
nas pardas, con lo que quedaban señalados, no solamente a los ojos
de los Nuestros sino a los de las personas de fuera, como reos de
alguna falta notable y extraordinaria. ¿Como extrañar que un casti­
go tan grave, tan sonado y afrentoso prodújose en el público, que
era afecto a estos Padres, uria reacción desfavorable al Visitador
— 147 —

español y por lo mismo sospechoso a los americanos? Si a esto se


añade el haber puesto en el rectorado más eminente de la Provin­
cia ai P. Hormaegui, en general poco simpático a los quiteños y
enem istado con varios personajes de nota, se comprenderá que este
primer paso del P. Visitador tuviese consecuencias harto desagrada­
bles en Quito.
El P. Astráin hace recaer toda la responsabilidad de los acon­
tecimientos que se siguieron y que luego referiremos, sobre los seis
Padres castigados. «Todos estos actos, dice, de mudar Superiores,
procesar y expulsar a los indignos se hubieran ejecutado sin ruido,
dentro de casa, si no interviniera aquella imprudencia descomunal
de comunicar nuestras cosas a los seglares», (i) Se refiere el ilustre
historiador al hecho de haberse tratado con personas de fuera de los
defectos e inculpaciones hechas contra el P. Hormaegui en la con­
sulta que le privó de la patente del Colegio Máximo.
Es cierto que se cometió esta gravísima imprudencia, pero es
una exageración manifiesta el atribuir a este solo hecho la causa de
las pesadumbres que hubo de sufrir el P. Visitador por parte de la
sociedad de Quito. La mudanza de un Provincial, de cuatro Recto­
res, el castigo público de seis Padres de los más graves y conocidos de
la Provincia, no era cosa que podía «ejecutarse sin ruido, dentro de
casa». En el ambiente cerrado y monótono del Quito colonial, un
acontecimiento de esta clase tenía que resultar un estampido, y así
resultó efectivamente.
Por lo demás, si en alguno o algunos de los Padres castigados
hubo falta e imprudencia en manifestar a los extraños los defectos
del P. Hormaegui, de que se había tratado en la consulta, esta fal­
ta quedó ampliamente reparada con el hermoso ejemplo de religiosa
humildad y obediencia que todos dieron, cumpliendo sin proferir una
queja ni protesta el duro castigo que se les había impuesto. Esta
manera de proceder tan edificante y religiosa no fué pequeña parte
para sosegar los ánimos en la Provincia. Porque, ya se deja enten­
der la sorpresa, la pena, el desasiego que produjeron en nuestras ca­
sas las medidas tan severas e insólitas, que el P. Visitador tomó,
casi apenas llegado, contra seis Padres de los más venerables de la
Provincia. Porque el Provincial P. Pedro de Campos había trabaja­
do gloriosamente por espacio de diez años en las Misiones del Mara*
ñón; otros dos, los PP. Mágica y Salazar habían gobernado con ge­
neral aceptación la Provincia, como Provincial y Viceprovincial
respectivamente; por fin los otros tres habían desempeñado cargos
de mucha confianza y procedido siempre cou grande edificación.
Como era natural, brotaron acá y allá quejas, murmuraciones, críti­
cas y desahogos menos convenientes; pero,gracias a Dios, la discipli­
na y observancia religiosa no sufrieron ningún grave quebranto, co­
mo se hubiera podido quizás temer, a causa de la exacerbación de los
ánimos.

(1) o. c., Vil, 388.


— 148

3.— Mas si la actuación del P. Visitador no causó desórdenes ni


disturbios de importancia entre los Nuestros, no sucedió lo mismo
con los de fuera. Alborotáronse algunos seglares que se interesaban
más de lo justo en nuestros asuntos domésticos, y unos por afecto a
los castigados, otros por espíritu de oposición contra el P. Hormae-
gui, se metieron a censurar los actos del Visitador y a tildarlos de
arbitrarios y violentos. Oigamos lo que cuentan a este propósito los
autores de Noticias Secretas de América: «Los Prelados de las de­
más Religiones, los Ministros y Jueces, divididos también en partidos
por este asunto, daban fomento a la mayor parte que estaba declara­
da contra la Compañía, y de tal suerte se enconaron todos contra el
P. Zárate y los demás del partido de la justicia, que les hicieron de­
saires repetidos, así ios que gobernaban lo político, como los del es­
tado eclesiástico. No pareció sino que este Visitador había ido a pro­
ceder contra ellos sin jurisdicción competente, pues le trataban como
a hombre que caducaba como temerario y lleno de arbitrariedades...
En todo tiempo no cesaron las demostraciones de enojo contra este
reformador; y aun a su salida de Q u ito .. .le hicieron varias burlas en
las cuales según se publicó.. .parece que consintieron sujetos de las
primeras circunstancias», (i)
El Cabildo secular en varias sesiones mostró su desafecto al
P. Visitador; el General D. Nicolás Ponce de León, Justicia Mayor
y Protector de Naturales, personaje nada afecto a los Jesuítas y ene­
migo jurado del P. Hormaegui, expuso en el Cabildo reunido el 27 de
Mayo de 1735, «Que siendo público y notorio la grande impresión
causada en todos los círculos sociales, sin distinción de edad ni sexo,
la inesperada separación de la Compañía de Jesús, de seis de los me­
jores sujetos de tan ilustre Religión, distinguidos por sus letras, pru­
dencia y virtud, haciendo por esto notabilísima falta a lo espiritual
de las almas,. . . esta separación ha ocasionado el R. P. Visitador An­
drés de Zárate, causando conmoción la violencia de su ejecución, así
por la pronta salida y penas impuestas en total deterioro del honor
de tan graduados sujetos por todos títulos.. .motivando dolor y com­
pasión la humilde, pronta y edificativa resignación con que obedecie­
ron el ejecutivo precepto intimado por dicho R. P. Visitador, no
obstante la carencia de salud de algunos de dichos sujetos y con de­
trimento de ella,. . .sería muy conveniente y necesario para aquietar
los ánimos de toda la vecindad, conceder.. .que se informe así a S.M.
...y a lR d m o . P. Prepósito General para impetrar la suspensión y
sobreesencia de esta practicada resolución.. .Los Sres. Capitulares...
todos unánimes y conformes resolvieron juntos, que el Sr. Alcalde de
segundo v o to ., .se haga cargo de formular los respectivos informes
con la mayor brevedad, porque así urge y conviene al bien común y
causa pública en bien de las almas». (2)
Mas no era tan sólo el celo del bien de las almas el que ponía en1

(1) N o t ic ia s S e c re ta s d e A m é r ic a , P. II, c. 8.
(2) A c t a s d e l Cabildo deJQ u ito, 1735.
— 14 9 —

conmoción a estos señores. Habiendo ocurrido cierto disgusto entre


uno de los Alcaldes y el P. Hormaegui, Rector del Colegio Máximo,
el Cabildo exigió que el Padre diese una satisfacción. El P. Hormae­
gui, por su parte, creyéadose ofendido la exigía de parte del Alcalde.
De allí una situación tirante entre el Cabildo y los Jesuítas. En esto
llegó la fiesta de la Santísima Trinidad, en la cual el Cabildo solfa
acudir en corporación a nuestra iglesia. Negóse a hacerlo este año,
mientras el P. Rector no diese la satisfacción deseada. Por fin se
pudieron arreglar las cosas con disponer que el predicador en el ser­
món dijese algunas frases en alabanza del Cabildo. Al poco tiempo,
surgió otro conflicto, porque queriendo el P. Visitador dedicar un Ac­
to literario al rey, el Cabildo no quiso asistir, como era la costumbre,
y entre una cosa y otra fué menester retardar el Acto, por espacio
de ocho días.
No faltaron tampoco alborotos y tumultos callejeros por parte
del pueblo de Quito en son de protesta contra las determinaciones
del P. Visitador, tanto que éste llegó a temer por su vida. En vista
de lo cual preguntó a los Padres reunidos en la Congregación Provin­
cial de qué medios serfa prudente valerse para impedir estos desaca­
tos a la Compañía y a sus Superiores. Respondieron los Padres con­
gregados que se debía proceder con mucha prudencia, porque si se
recurría a la Real Audiencia, se podían temer nuevas conmociones
populares. Más seguro sería acudir al Virrey, de cuya conocida inte­
gridad se podía esperar que reprimiría esta y otras parecidas ofensas;
y aun algunos opinaron que se debía recurrir al rey.
Aprovechando entonces la ocasión de tratarse en la Congregación
de los insultos y burlas de que era continuamente objeto, preguntó el
P. Zárate a ios Padres congregados que le dijesen con libertad si tenían
conocimiento de alguna injusticia o agravio que él hubiese hecho a
los Nuestros o a los de fuera, con el que hubiese dado motivo a que
les seglares se alborotasen contra él y contra la Compañía. Respondió
uno de los Padres que no había oído otra cosa sino el disgusto habido
entre el Rector del Colegio Máximo y uno de los Alcaldes.. .Los
demás aseguraron a una voz que no tenían conocimiento de que el
P. Visitador hubiese hecho ningún agravio a nadie, ni dentro ni fue­
ra de casa, (i)
Parecidas agitaciones se repitieron en otras ciudades, en donde
la Compañía tenía algún domicilio, principalmente en Cuenca y en
Popayán. En esta última ciudad las intromisiones del poder civil y 1

(1 ) «Pro cohibendi» »¡milibus »ecularium conatibus maxima nunc prudentia utendum esse
dixerunt Patres. Nam »i hic aliquis tentetur recursus, novus aliquis tumultus vel scandalum oriri
potest; recurrendum tamen esse ad proregem Peruanum, de cujus integritate satis nota, horum et
similium vulnerum cohibitio speranda est; sed non tantum ad proregem sed ad regem censuerunt
aliqui».
«Scirentne Patres de injuria quavis internis externisve a se facta, quae occasioni esset ut tumul­
tu saeculares homines contra ipsum et Societatem inveherentur, eorumque neglectui esset causa?
Quo audito, quidam Patrum se nihil aliud audivisse deprompsit nisi jurgium quoddam inter Patrem
Hectorem Quitensis collegii et quemdam civitatis Capitularem pridem h ab itu m .. .Coeteri tamen
Congregatorum de nulla internis externisve facta injuria certiores esse constanter asseruere.» A r ­
chivo S. J .
— iso —

los desmanes del populacho pasaron más adelante a causa del inciden­
te del P. Marcos de Escorza.
Cuando el P. Visitador estuvo en Cuenca, algunos sujetos reno­
varon las acusaciones calumniosas que, años atrás, habían levantado
contra tres Padres, uno de los cuáles era el P. Marcos de Escorza,
Rector que había sido de aquel colegio. El P. Pedro de Campos que
como Provincial fué el primero que entendió en esta causa, después
de maduro examen, había declarado inocente al P. Escorza, de los
crímenes que se le imputaban. Con todo, el P. Zárate creyó que de­
bía proceder contra él y dió orden para que fuese encerrado en la re­
clusión y se le formase causa para averiguar la verdad de las acusacio­
nes. E l intento del P. Visitador no se mantuvo tan secreto que no
llegase a tiempo a oídos del P. Escorza, el cual, como vimos, se ha­
llaba desterrado en Popayán. Este al saber de lo que se tramaba
contra él, se acogió al convento de los Franciscanos para gozar del
privilegio de la inmunidad. E l P. José Vorés, Rector del colegio de
Popayán, para cumplir con las órdenes del Visitador quiso sacarle del
convento donde se había asilado, pero de ningún modo vinieron en
ello los PP. Franciscanos. Acudió entonces nuestro Rector al Sr.
Obispo D. Fr. Diego Fermín de Vergara. Mas éste negó resuelta­
mente su apoyo, diciendo que, si el privilegio de la inmunidad favo­
recía aun a los mayores criminales, con mayor razón debía favorecer
a un Religioso de tan elevadas prendas, de virtud y letras como era el
P. Marcos de Escorza, de cuya inocencia él estaba convencido. Aña­
dió prudentemente el Prelado que era de temer un grave tumulto, si
se intentaba prender por fuerza al P. Escorza, pues era grande el
el amor y la estima que había sabido granjearse en la ciudad. El
P. Vorés optó entonces por desistir de su proyecto, y el P. Escorza
permaneció algún tiempo más asilado en el convento de aquellos
Padres, hasta que tuvo oportunidad de emprender el viaje a Roma
para defender su causa ante el P. General. Fué bien recibido de su
Paternidad, y sin duda debió probar su inocencia, pues no se le impu­
so ninguna penitencia. No volvió a América, quedándose de Procu­
rador de las Provincias de Ultramar en el el Puerto de Santa María,
donde le cogió la expulsión decretada por Carlos III. Los ánimos no
se aquietaron en Popayán con la salida del P. Escorza para Europa,
y por algún tiempo siguieron las asonadas populares contra el P. V i­
sitador, y lo que era más sensible, las ingerencias del Cabildo secular
en nuestros asuntos internos, (i)
Aquí cabe preguntar cuál pudo ser el motivo de exaltarse en tan­
to grado los ánimos en Quito y en otras ciudades de la Presidencia
con ocasión de las medidas tomadas por un Visitador religioso. El
limo. Sr. González Suárez en su Historia General de la República
del Ecuador apunta la idea de que de los sucesos, a que dió lugar la
visita del P. Zárate, brotó la idea de la emancipación de la Madre
Patria, por la poca discreción y cordura del Visitador. (2) En tal ca­

ri) Cfr. A c t a s d e l C abildo d e Q u ito, 1736.


(2) Lib. 4, c. 2; V, 74-64.
- 151-

gO jos desaires hechos a éste por altos personajes y los desmanes del
pueblo serían una manifestación del descontento y aun del odio que
fermentaba en el pecho de los americanos contra los españoles, y
que no necesitaba sino un pretexto para exteriorizarse.
Ya dijimos cuán hondas y extendidas eran, desde muy atrás, las
rivalidades entre españoles y nacidos en América. De ellas participa­
ban todos los estados y clases sociales, y no era menester esperar la
venida del P. Zárate para que los resentimientos entre uno y otro
bando saliesen al exterior y se dejasen sentir en forma más o menos
violenta. Si el espíritu de nacionalismo intervino en esta ocasión, no
fué ciertamente como causa principal. Si era español el Visitador, es­
pañol era también el P. Campos, el más ilustre de los Padres que ex­
perimentaron sus rigores. Nosotros nos inclinamos más bien a creer
que algunas personas influyentes, enemigas de la Compañía y en par­
ticular del P. Hormaegui aprovecharon esta oportunidad, que se les
venía a las manos, para satisfacer sus rencores y alborotar al pueblo
contra los Jesuítas. Otros muchos, sobre todo en Quito, creyeron de­
mostrar de esta manera su afecto a unos Religiosos a quienes amaban
sinceramente y a los que creían víctimas de una opresión injusta. En
cuanto a la conducta de los Cabildos de Quito y de Popayán, su in­
tromisión en este asunto es uno de tantos ' casos de ingerencias abu­
sivas del poder civil en asuntos religiosos, como ocurrían en la Colo­
nia, a consecuencia del espíritu regalista dominante y con pretexto
de Real Patronato.
Ya que hemos hablado del limo. Sr. González Suárez, permíta­
senos rectificar un concepto erróneo que emite este historiador en la
narración de los hechos que acabamos de referir. Dice que el P. Vi­
sitador «con energía y crudeza, sin dar oídos a explicaciones ni excu­
sas, nombró de Rector al Padre Hormaegui, y mandó salir desterrado
al Provincial, al P. Escorza y a los cuatro consultores», (i) Lo del
no dar oídos a excusas ni a explicaciones, es sencillamente falso; pues
no solamente atendió a todas las explicaciones que le quisieron dar,
sino que mandó al P. Campos y a los consultores que pusiesen por
escrito las razones que habían tenido jíara suprimir el nombramiento
de los cuatro Superiores que venían señalados por el P. General, dán­
doles con esto la mejor oportunidad para defenderse. Que el P. Zá­
rate se equivocó en la apreciación de la culpabilidad de los seis Pa­
dres, no tenemos dificultad en admitirlo. Pero no se diga, con men­
gua de la verdad y del buen nombre de un Religioso, de cuya rectitud
no se puede dudar, que los condenó, sin permitirles siquiera presentar
sus descargos.
Parece también indicar el Sr. González Suárez, que los Jesuítas
de Quito guardaron «prudente reserva» mientras el Visitador se las
había con los que le daban muestras de desafecto y aun de hostili­
dad. (2) Consta, por el contrario, que se esforzaron por apaciguar los1

(1) O. e., V, 76.


(2) o. e., V, 84.
— 152 —

ánimos y defender a su Superior de los injustos atropellos de que era


víctima. El 15 de Enero de 1737, el P. Retz escribía al P. Visitador:
«En mi nombre dará V. R. mis afectuosos y expresivos agradecimien­
tos al P. Fernando Espinosa por los eficaces oficios que hizo para
aquietar el motín de esa ciudad, tan propia de su prudencia como de
su conocida religiosidad^. (1)

4. —La extensión con que nos hemos visto obligados a tratar del
castigo impuesto al P. Campos y a sus consultores, pudiera dejar la
impresión de que éste fué el acto más trascendental de la visita del
P. Andrés de ¿árate y hacernos perder de vista otros aspectos menos
enojosos y más benéficos de la misma. Uno de los primeros cuidados
del Visitador, después de su llegada, fué el de juntar la cuarta Con­
gregación Provincial. La tercera se había tenido en 1719, y a los cin­
co años y seis meses, por causa de los disturbios del colegio de San
Luis, el P. Pedro Campos había ido como Procurador a Roma y Ma­
drid enviado por el P. Provincial Juan Bautista Mugica. Por esto no
se reunió entonces la Congregación, teniéndose por suficiente la ida
del P. Campos. Pasados los seis años reglamentarios, en 1732, se
alcanzó del P. General licencia para postergar la Congregación que
hubiera debido reunirse aquel año por otros tres. Todos los colegios
padecían grande penuria y no podían sufragar los gastos crecidos, que
ocasionaba la Congregación y el viaje de los Procuradores. Por fin, el
30 de junio de 1735, el P. Campos convocó la cuarta Congregación,
a los dieciséis años de haberse reunido la tercera.
Se excusaron de acudir a ella los PP. Francisco Aguirre, Vice­
rrector de Guayaquil, Jacinto Morán de Butrón de aquel mismo cole­
gio, Luis de Andrade, Vicerrector de Loja, José Vorés, Rector de
Popayán y Antonio Cevalios. Todas estas excusas se admitieron como
debidamente justificadas.
Tomaron parte en la Congregación todos los profesos que había en
Quito y los que pudieron venir a tiempo de los colegios cercanos, en
número de 35 sin incluir al P, Zárate; quedaron excluidos los seis
Padres castigados por carecer de voz activa y pasiva. (2)
El día ï 9 de Julio se eligieron los secretarios, recayendo el
nombramiento en los PP. José Polo y Miguel de Manosalvas. El nom-1

(1) Cartas de los P a d res Generales, citada por A ttrai», o, c , V II, 388.
(2 ) L a lista de estos Padres por orden de antigüedad en la profesión era la siguiente:
P . Juan Francisco R iccio, 42 aSoa de profesión; P . Pedro Félix de Segura, 38 aflos; P . Genaro
Garofalo, 35 afios; P . José Gutiérrez, 35 años; P . Luis de Alderete, 33 años; P . Guillermo Dé-
trez, 31 afios; P . M anuel Galiano, 24 afios; P . Ignacio de Hormaegui, Rector de Quito, 24
años; P . José Polo, Vicerrector de San Luis, 20 años; P . Francisco Santos, 19 años; P . Nicolás
Saldaña, 17 años; P . Pedro de Arcentales, Vicerrector de Ibarra, 17 afios; P . Francisco Javier
León, 13 afios; P . Angel M arfa M anca, 13 años; P M anuel Rojas, 13 años; P . José Montesinos,
13 años; P . José de Eslava, 12 afios; P . Tomás Sales, 9 años; P . José M arfa M augeri, Rector de
Riobamba, 9 años; P . José Saldaña, Vicerrector de Latacunga, 9 años; P . Vicente Rojas, 9 años;
P . Andrés Suárez, 8 años; P . Francisco Reen, 8 años; P . Tomás Nieto Polo, 8 afios; P . Fer­
nando Espinosa, 6 años; P . Jerónimo de Herce, Rector de Cuenca, 6 años; P . Pablo Maroni,
5 años; P . M iguel de Manosalvas, Vicerrector de Pasto, 5 años; P . José Baca, 2 años; P . Pedro
de A yb ar, 2 años; P . Francisco Sanna, 6 meses; P . Lucas S ata, 3 meses; P . Pedro Jaram illo, 3
meses; P . Nicolás Crespo, 3 meses.
- 153 -

brainiento de los Procuradores a Roma y Madrid tropezó con desa­


costumbradas dificultades, no dando los diez primeros escrutinios
resultado alguno. Se procedió entonces a nombrar, en tres es­
crutinios consecutivos, tres compromisarios, que fueron, por su or­
den, el P. Pedro Félix de Segura, el P, Manuel Galiano y el P. Fran­
cisco Santos. Estos tres nombraron Procurador en primer lugar al
P. Tomás Nieto Polo, Procurador de Provincia, en segundo lugar al
P. José María Maugeri, Rector de Riobamba, y en tercer lugar al P.
Luis de Andrade, Vicerrector de Loja, a los que la Congregación de­
legó todos su poderes. El día 4 de Julio se dió el decreto que se debía
nombrar Juez Conservador con todos los privilegios inherentes a este
cargo y que no se debía reunir la Congregación General.
Cinco fueron los postulados que formuló la Congregación; en el
primero se pedía para los PP. Provinciales la facultad de conferir el
grado respectivo a aquellos a quienes se les había diferido por faltas,
cuando ya constase de la enmienda, a fin de no hacer esperar a los in­
teresados años enteros, si había que recurrir de nuevo al P. General.
Añadía el segundo, que cuando se difiriese el grado por faltas,
constase cuáles eran estas faltas, para que en cualquier tiempo y aun
habiendo cambiado el Provincial, se pudiese juzgar claramente si ha­
bía habido o no enmienda.
El tercero pedía que se quitase el precepto impuesto por el
P. Tamburini de que los seminaristas no fuesen en ningún caso a ser­
vir a la Catedral, porque, desde que las cosas se llevan con ese rigor*
se han seguido no pocos perjuicios al seminario.
El cuarto indica la conveniencia de hacer una selección entre las
ordenaciones de los Visitadores y Provinciales, que ya son muchas,
para que quedasen en vigor las más necesarias y más conformes al
modo de ser de la Provincia.
El quinto pide que se pregunte al P. General cuál es su mente
acerca del tener nuestros Filósofos un libro de texto para que no sea
menester escribir; pues a menudo los discípulos copian mal lo que el
Maestro les dicta. (1)
No tenemos la respuesta a estos postulados, pero se puede supo­
ner que el P. General no tendrfa dificultad ninguna en concederlos,
ya que todas las peticiones parecen muy puestas en razón.
El día 6 de Julio se trató de la excesiva pobreza del colegio de
Panamá para ver qué arbitrios se podrían hallar para remediarla. Por
desgracia no se pudo encontrar ninguno que fuese de provecho.
Terminada la Congregación,los dos Procuradores electos, PP. T o­
más Nieto Polo y José María Maugeri se prepararon para su viaje a Eu­
ropa, y recibieron varios encargos de personas seglares a quienes no
se podía negar.este servicio. Pero por razones que no constan, el
P. Andrés de Zárate suspendió el viaje de los dos Procuradores y man­
dó en su lugar a Europa al P. Angel María Manca que era su Socio.
Algo sorprendido quedó el P. General con lo que se había hecho en

( 1) A rchivo S .J .
— 154 —

Quito. Con mucha delicadeza, pero al mismo tiempo con mucha efi­
cacia, reprobó la conducta del Visitador y mandó venir a Roma a los
dos Procuradores elegidos por la Congregación. He aquí lo que escri­
bió al P. Visitador: «Cuando estaba para remitir este despacho, me
llegan nuevas cartas de V. R. que trae el P. Angel María Manca,cuya
venida me ha sido muy improvisada.. .E l P. Manca me ha remitido
una de V. R. de 14 de Noviembre de 1 7 3 5 ...y otra de 25 de No­
viembre del mismo año con la noticia de lo que V. R. ha justificado
contra los PP. Procuradores Tomás Nieto Polo y José María Mauge-
ri, el proceder de ambos antes y después de la Congregación, parecer
de V . R. y de sus consultores sobre suspenderles el viaje, como ha
ejecutado; y que en lugar de ellos viniese el P. Manca con el dinero
y papeles que los Procuradores debían traer. Y aunque veo los moti­
vos de V. R. y de sus consultores, no tengo dificultad ninguna en
que dichos PP. Procuradores vengan a Europa y traigan las enco­
miendas que tenían de seglares. V. R. los despache a Europa en la
primera ocasión, dándoles la Provincia el viático y permitiéndoles
traigan las encomiendas que tenían. Así se lo escribo yo a los dichos
PP. Procuradores que sobre la misma materia me han escritos». (1)
Partieron en efecto los dos Padres y su viaje fué muy provecho­
so en todo sentido. El P. Maugeri tenía ya compuesto su libro sobre
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, de que luego hablaremos, y
lo pudo hacer imprimir en Europa. Por medio de esta obra exten-
tendióse luego de modo admirable en toda la Provincia la devoción al
Corazón divino, que tanto había de florecer en el Ecuador; consiguie­
ron además los Procuradores traer a Quito la primera imprenta que
hubo en el territorio de la Real Audiencia.

5.— Terminada la Congregación Provincial y la visita del colegio


de Quito, el P. Zárate emprendió la de los otros colegios de la Pro­
vincia, restableciendo la disciplina religiosa donde quiera que hubie­
se sufrido alguna quiebra. En todas partes fué recibido con respeto
de los Nuestros, a pesar de la dolorosa impresión que habían causado
los sucesos pasados; lo cual no deja de ser un indicio del buen espíri­
tu que reinaba en la Provincia. Desgraciadamente nada nos queda so
bre sn visita fuera de unas pocas noticias que se pueden sacar de las
cartas que le escribía el P. General en contestación a las suyas. Helas
aquí. El i l de Enero de 1737 le avisaba que no habían llegado a sus
manos las informaciones para los últimos votos que había mandado el
P. Hormaegui desde 1727 hasta 1731, ni las remitidas por el P. Pe­
dro de Campos, ni siquiera lás que había enviado el mismo Visitador,
de suerte que le faltaban las informaciones ad gradum de diez años.
Sin embargo valiéndose de las que había podido obtener por otras
vías, concedía la profesión al P. Francisco Munerris y los últimos vo­
tos a los Hermanos Coadjutores, Juan Golstein, Juan de Sandoval,
Pedro Tamayo, Manuel Machado, Sebastián Franc, Bernardo Idrobo,

( 1) A rch ivo S .J .
— 155 —

Jorge Vinterer, Francisco Seller, Diego Regembaut, Martín Montal­


vo, Francisco Araque y Juan de Guzmán, Esta concesión se entendía
siempre que el P. Provincial y la consulta estuviesen conformes con
ella.
Habiendo el P. Tomás de Larráin, hijo del Presidente de la Real
Audiencia de Quito, D. Santiago de Larráin, hecho la renuncia de sus
bienes que ascendían a la suma de 40 000 pesos, en favor de una nue­
va casa de Noviciado de la Compañía en Quito, no la quiso aceptar
en esta forma el P. General, sino que las aplicó a la casa de Novi­
ciado ya existente en Latacunga, la que por estar cargada de censos
y deudas se hallaba en la mayor miseria. Concedió al P, Larráin a
manera de renta vitalicia, el interés de una suma de 4.000 pesos, que
en todo o en parte podrían darle los Superiores, según que a ellos les
pareciese.
Por otra carta de 15 de Enero de 1737 sabemos que algún tiem­
po antes,un incendio había destruido por completo la casa e iglesia de
nuestro colegio de Guayaquil. Pero gracias a la generosidad de los ha­
bitantes ya se hallaban reunidos los materiales para la recons­
trucción de la iglesia y de la casa, por lo que encargaba al P. Visita­
dor que diese prisa a la nueva construcción. Esta se llevó a cabo en
breve espacio de tiempo.
Entre los avisos que da el P. Retz al Visitador, hay uno sobre
un abuso que parecería increíble,si no lo supiéramos de fuente tan au­
torizada. Dice así: «D. Agustín Sandoval Portocarrero me escribe
muy sentido contra la condescendencia de los Superiores del semina­
rio para con los colegiales convictores, quienes teniendo toros en la
hacienda del Seminario [Alangasí], sacan los pocos que en su hacien­
da tiene este caballero para sus corridas en tiempo de vacaciones, con
pérdida del ganado y detrimento de su pobre y noble familia. Las
atenciones que se deben a este caballero por respeto de su tío, fun­
dador del Noviciado de Latacunga, y lo justo de sus quejas se merecen
de V. R. una providencia eficaz para que estas cosas no se repitan».
Con esta ocasión de hablar de toros y corridas reprende el P. Gene­
ral otro abuso no menos extraño. «La misma diversión, me dicen, tienen
en sus vacaciones nuestros Hermanos Estudiantes en la hacienda de
Chillo, donde hacen sus fiestas y corridas, con gasto, es verdad, del
colegio, pero con satisfacción y gusto del gran concurso de gentes que
asisten y con crédito de los Estudiantes nuestros por su habilidad y
destreza, acreditándose en estas funciones de muy buenos toreros. Se
llena, me dicen, la casa de seglares, Religiosos y mujeres, cual si fue­
se una plaza destinada a estas fiestas, y donde después de una abun­
dante mesa a muchas personas externas, se representa la ridicula y
escandalosa comedia de ver salir a nuestros Hermanos Estudiantes a
lidiar toros, con gusto de unos, pero con risa y escarnio de otros,
viendo una juventud de tal Religión, hacer gala y profesión de criarse
en ella toreros muy diestros. Yo no puedo significar a V. R. la indig­
nación que concibo al representarme ese espectáculo profano, ridículo
y escandaloso. En virtud de santa obediencia, bajo pena de pecado
mortal, prohíbo dicho juego a todos los Nuestros en Chillo, o en cual-
- 156 —

quier otra parte, concurriendo . o no seglares. Y ordeno que ese pre­


cepto se lea todos los años en el refectorio o quiete común, el día
antes de partir los Estudiantes para el campo a tener sus vacaciones.
Los estudios de dicho colegio me dicen están perdidos por la nin­
guna aplicación de ios Maestros en todas las Facultades, y por ia fa­
cilidad en conferir grados a los americanos, cuyo requisito lo es para
tener la doctrina suficiente para cualquier grado. En la distribución
de las propinas de estos grados y en su depósito, ni se guarda la jus-
ticia ni se observan los estatutos de la Universidad y órdenes de los
Superiores». Citamos estas últimas palabras al pie de la letra para
que se vea cómo el espíritu de nacionalidad hacía abultar a veces las
faltas en los que no eran de su nación. Los catedráticos eran ordi­
nariamente americanos, y se les acusa de que para conferir el grado
era suficiente que el discípulo fuese americano, aunque no supiese
nada, acusación que por su misma enormidad se viene de suyo al
suelo.
Los Padres de la Compañía en tiempo de la Colonia, procuraron
con todas veras favorecer la instrucción y ponerla al alcance del ma­
yor número posible de jóvenes. Como para esto era menester
entonces crear becas, con las que de fuera de Quito pudiesen
concurrir a los centros de enseñanza, trabajaron siempre por aumen­
tar el número de estas becas para internos o convictores, como en­
tonces se decía. Ofrecióse una buena coyuntura para ello en 1737.
Hallábase de venta una hacienda en la vecina parroquia de Cotoco-
llao, la que en tiempos posteriores se llamó el “ Colegio” . Reunidos
los consultores representaron al P. Visitador la conveniencia y utili­
dades que había en comprarla, para aumentar el número de becas del
seminario de San Luis. He aquí las razones principales que propu­
sieron: «Esta hacienda tiene de tierras sembraderas bastantemente
fecundas como 40 caballerías. Tiene muy buenas casas de teja, nue­
vas, con su huerta aseada y su alfalfar muy cumplido, con agua co­
rriente como en cantidad de veinte pajas. Tiene un molino corriente
y aperado con agua bastante para moler todo el año. Tiene sus sa­
lidas al Pichincha, donde se mantiene un hatillo que puede dar su
porción de leche y donde se mantiene la boyada. Tiene sus pedazos
de monte, de donde se puede proveer todo el año el gasto de leña de
este colegio. Siémbrase en dicha hacienda trigo, papas, cebada, maíz,
lentejas, habas, fréjoles, y con mediana cosecha se cogen trescientas
fanegas de trigo, mil costales de papas, cuatrocientas o más fanegas
de cebada y otras tantas de maíz y porción de legumbres, a que se
añade el renglón del molino y de dos manadas de ovejas y los terne­
ros del hatillo. Tiene 40 indios de labor, 20 de padrón y 20 concier­
tos. Tiene al presente los aperos necesarios de bueyes, herramientas,
mulos, aparejos, costales, yeguas, etc; a que se añade la ceba de
cuatrocientos a quinientos carneros que se pueden mantener en el
hato para el gasto del colegio de San Luis; al presente tiene ciento
veinte y tantos.
La hacienda tiene sus títulos corrientes, está libre de todo censo
e hipoteca fuera de diez pesos que paga al Santísimo Sacramento del
- 157 —

pueblo de Cotocollao, por la seguridad del agua. El camino para di­


cha hacienda es tan cercano, llano y cómodo como es sabido.
El dueño, Capitán D. José Montero abandonando sus conve­
niencias e intereses, la vende de muy buena gana al colegio Mayor
de San Luis, por el afecto grande que tiene a la Compañía de Jesús
y por hallarse este colegio Mayor en tantos atrasos la da en precio
de 16 ooo pesos, fuera del censito dé diez pesos del Señor. Pide
2.000 pesos de contado.. .los 14.000 restantes los impone a censo en
esta forma: 8.000 en una capilla lega,. . .2:000 a favor de dos mon­
jas Carmelitas de Quito, de los restantes que se mantengan tres cole­
giales pobres. Y cuando hayan muerto los dos monjas Carmelitas que
se forme una cuarta beca para un colegial pobre».
La compra se efectuó, años adelante, y con ella se pudo aumen­
tar el número de becas en provecho de estudiantes pobres.
Al hacer la renuncia de sus bienes en favor de la Compañía, de
que acabamos de hablar, el P. Tomás de Larráin, había puesto como
condición, y el P. General la había aceptado con mucho gusto, que
se nombrasen dos binas de misioneros que recorriesen todos los pue­
blos del Obispado. El P. Zárate, como tan celoso del bien de las
almas, dió principio a estas misiones el año de 1736, enviando cua­
tro misioneros que recorriesen los pueblos de Cumbayá, Tumbaco,
Puembo, Pifo, Yaruquí, Quinche, Guaillabamba y Cotocollao. Los
misioneros, se dice en la relación, quedaron espantados de la suma
necesidad de doctrina que encontraron en estos pueblos, y al mismo
tiempo admirados del increíble fruto, moción y conversiones que lo­
graron en todos ellos. Refieren que las confesiones en el espacio de
dos meses pasaron de seis mil, sin contar las reconciliaciones. Muchas
de esas confesiones eran generales y de necesidad. Consiguieron que
se acercase a la sagrada Mesa gran número de indios e indias que
nunca habían comulgado, por la falsa idea, entonces muy común en­
tre los curas, de que eran incapaces de recibir la sagrada Eucaristía.
Mientras tres de los misioneros trabajaban en estos pueblos de bas­
tante vecindario, otro iba recorriendo los anejos más pequeños, o co­
mo dice la relación, las ovejerías y sitios más retirados, para que na­
die quedase sin tener parte en la misión.

6.— No contento el P. Zárate con visitar todos los colegios de


la Provincia, quiso ir en persona a las dilatadas y difíciles Misiones
del Marañón. Fué el segundo Visitador que además de la Provincia,
pasó a darse cuenta por sí mismo del estado de estas Misiones.
Antes de salir de Quito, nombró Viceprovincial al P. Ignacio de
Hormaegui en circular de i? de Noviembre de 1736, y el 12 del mis­
mo mes se puso en camino por Tumbaco y Papallacta, llevando en
su compañía como Socios al P. Jerónimo de Herce y al Hermano
Coadjutor José Mugarza. No le seguiremos en esta visita, porque ten­
dremos ocasión de hablar de ella en su propio lugar cuando tratemos
de las Misiones. Pero podremos decir desde ahora que con heroica pa­
ciencia, visitó todas las reducciones, aun las más pequeñas, y hasta
ios lugares donde se pretendía establecer alguna nueva, sin perdonar
- 158 -

a trabajo ni fatiga. Habiendo entrado por el río Ñapo salió a Quito


por el Pastaza y BaSos. Llegó a la capital el 26 de Diciembre de 1737
habiendo gastado en esta visita cerca de un año. Durante ella murió
en la reducción de La Laguna su Socio el Hermano José Mugarza, a
los 32 años de edad y después de una larga enfermedad de cuarenta y
dos días. Seis meses más tarde el 21 de Julio de 1738 dió por termi­
nada su larga visita y emprendió el viaje de regreso para España. Al
pasar por Panamá mostró grande interés por las Misiones del Darién
y de los Guaimíes, aunque no las visitó personalmente, pero dejó
encargada la visita al P. Juan Magnin.

7 .— Con la visita del P. Zárate termina un período de la Historia


de la Provincia de Quito, que pudiéramos llamar de consolidación y
que va desde el año de 1696 en que formó hasta éste de 1738. En el
espacio de estos cuatro decenios se adquirieron nuevos domicilios y
la mayor parte de los ya existentes quedaron sólida y establemente
fundados, habiendo llegado la Provincia al estado de desarrollo que
tenía al tiempo de su destrucción por obra de Carlos III. Al paso que
la Provincia se fué asentando en su parte, por decirlo así, más exter­
na y material lo propio sucedió en el desenvolvimiento de su vida in­
terna y actividades apostólicas, no sin pasar por algunos trances difí­
ciles, como hemos visto.
Antes de dar principio a la relación de los hechos del segundo
período, en que la Provincia entró en su pleno florecimiento, nos
vemos precisados a detenernos un poco, a fin de examinar lo que di­
ce el P. Astráin en su Historia de la Compañía de Jesús en la A s is ­
tencia de España acerca del estado de la observancia religiosa en la
Provincia de Quito en los primeros decenios del siglo X VIII.
Si creemos al ilustre historiador, éste dejaba mucho que desear,
tanto que la Provincia estuvo en grave riesgo de relajación. Citaremos
sus propias palabras: «No es posible desconocer, dice, que los peligros
de relajación fueran tal vez más graves que en ninguna otra Provin­
cia de la Compañía». (1) Aduce a continuación algunas razones, para
probar este aserto, la primera de las cuales es del tenor siguiente:
«Los mismos Generales dicen de vez en cuando en sus cartas, que no
han oído en ninguna parte ciertos desórdenes que les anuncian en
Quito». (2) No hay sino un General, que sepamos, el P. Miguel An­
gel Tamburini que haya escrito estas palabras en dos ocasiones, la
primera en su carta de 5 de Abril de 1715 y la segunda en la carta
de 28 de Marzo de 1722. (3) En cuanto a la primera, recuerde el lec­
tor en qué circunstancias formuló el P. Tamburini esta grave queja.
Acababa de recibir la noticia de que en las calles de Quito se había
fijado un infame pasquín contra el P. Francisco Sierra, a quién él
había enviado como Visitador. Creyendo equivocadamente que algu­
no o algunos de los Nuestros eran los autores de aquel ruin desacato
y escandaloso atentado contra la autoridad del Visitador, dejó desbor-
(t) O. Vil, 378.
Í2) Ibid.
(3) Véante loa texto», pp. 66 y 66.
— 159
dar la indignación de su pecho en una carta vehemente, cuyas ex­
presiones se han de medir, teniendo en cuenta la ocasión en que fue­
ron escritas.
En la segunda carta de 1722 el P. Tamburini afirma de una ma­
nera más general que «de esa Provincia y no de ninguna otra se oyen»
males graves y escandalosos. Como ya dijimos al citar la carta en que
se leen estas palabras, este juicio tan severo del P. General se debió
a falsas denuncias e informes exagerados qne le habían enviado con­
tra algunos de los Nuestros. (1) En el siglo XVIII este linaje de ca­
lumnias inspiradas las más de las veces por odios y resentimientos
nacidos del espíritu nacional, fueron una verdadera enfermedad endé­
mica en algunas regiones de América, entre otras en la Provincia
de Quito. Casi siempre los calumniadores eran personas seglares,
pero no faltaron Religiosos que cometiesen tamaña bajeza. Hoy día
esto nos parece una monstruosidad apenas creíble, pero es el caso que
entonces se hacían estas denuncias con inconcebible ligereza.
En los casos concretos a que alude la carta del P. General, des­
pués de examinar minuciosamente los documentos de la época que
tratan de ellos,se llega al convencimiento de que las faltas graves de­
nunciadas y que se hallaron ser tales, son contadísimas, unas cuatro
o cinco, y ninguna de ellas exclusiva de la Provincia de Quito.
Como se ve, mientras no se aduzcan nuevos documentos que
prueben lo contrario, no hay derecho para interpretar en un sentido
estricto las palabras del P. Tamburini, y menos para hacer extensi­
vas sus afirmaciones a otros Prepósitos Generales. Y si alguno se em­
peña en querer tomar al pie de la letra y como suenan las palabras
del P. Tamburini, le remitiremos a los tomos sexto y séptimo de la
Historia del P. Astráin en donde verá cómo, por estos mismos años,
se cometieron en otras Provincias faltas muchísimo más graves que
las que ocurrieron en Quito. (2)
La segunda razón que alega el P. Astráin es como sigue: «Fue­
ron más frecuentes que en otras partes las caídas graves que entre
los Nuestros se castiga con la expulsión». (3) Confesamos llanamente
que no poseemos los datos que harían falta para verificar la exacti­
tud de la comparación que establece el P. Astráin entre la Provincia
de Quito y las otras Provincias de la Compañía; porque sería menes­
ter para ello averiguar con certeza el número de faltas de este géne­
ro cometidas en las diversas Provincias, y ver en cuál de ellas éstas
se hallan en mayor número. Una sola cosa quisiéramos advertir, y
es que no podemos fiarnos para establecer este cómputo de lo que
dicen en sus cartas los Padres Generales, en respuesta a las denuncias
que habían recibido sobre delitos graves en materia delicada, por la
razón que acabamos de apuntar más arriba.
Por donde el que los Padres Generales escriban que se les ha avi­
sado de tal o cual falta y que, después de averiguado, se imponga un1

(1 ) V éate la nota de la página 87.


(2 ) Cfr. o. í ., V I. 7 2 6 -35j V il, 2 4 5 -4 8 .
(3 ) O. c , V « . 378.
— 16o —

castigo ejemplar al delincuente y se le expulse de la Compañía, no


puede, por sí solo, constituir un argumento para probar la existencia
de la falta.
Sin ir más lejos, el mismo P. Astráin, nos suministra un ejem­
plo típico de lo que vamos diciendo. Al hablar de las razones que tuvo
el P. General para enviar al P. Zárate por Visitador, dice que, «algu­
nos graves escándalos que habían ocurrido en tres o cuatro Padres
visibles debieron despertar el cuidado del P. Retz». (i) Ahora bien,
la acusación que dió lugar a las inquietudes del P. General era ente­
ramente falsa, como los hechos lo demostraron. Aquellos graves es­
cándalos se decían haber sucedido en el colegio de Cuenca y los de­
nunciantes señalaban a tres Padres como reos de crímenes nefandos
contra el segundo voto, cometidos, a lo que ellos aseguraban en 1733.
La acusación fué a Roma y produjo en el P. Retz la alarma y el
cuidado de que habla el P. Astráin,
Como el P. Provincial recibiera la misma denuncia, hizo perso­
nalmente una prolija inquisición, y no encontró motivo para imponer
castigo. Si hubiese habido falta averiguada, seguramente hubiera con­
denado a reclusión a los delincuentes, como se acostumbraba hacer
en la Provincia en estos casos. Limitóse, probablemente por vía de
prudencia, a sacar a los tres Padres de Cuenca. Uno de los tres murió
en la Compañía al poco tiempo. El segundo, P. Francisco Javier
León, entró como vocal en la Congregación Provincial de 1735, pre­
sidida por el P. Zárate. Ahora bien, ¿cómo hubiera éste permitido que
tomase parte en la Congregación un sujeto, sobre quien pesaban tan
graves sospechas, si para entonces no hubiera ya quedado comproba­
da su inocencia? El tercero era el P. Marcos de Escorza, nombrado
Rector del colegio de San Luis por el P. General y Rector del cole­
gio Máximo por el P. Campos y sus consultores. Este Padre, como
vimos, fué a Roma a sincerarse personalmente con el P. General, el
cual quedó satisfecho de sus descargos.
Nada decimos aquí de los veinte sujetos a quien el P. Zárate ex­
pulsó durante la visita, porque de este particular hablaremos de pro­
pósito en el capítulo siguiente. Creemos finalmente, que aunque fuera
verdad que en la Provincia de Quito se cometieron estas faltas con
mayor frecuencia que en otras partes,— lo cual está aún por probar—
esto argüiría a lo sumo mayor debilidad humana en lossujetos.no ma­
yor peligro de relajación,con tal que los Superiores procediesen con ma­
no fuerte y no tolerasen esas faltas, como nos consta que así lo hacían.
Otra razón trae el P. Astráin para demostrar la verdad de su
aserto y es que «ocurrieron casos de fugitivos, algunos acudieron a
los tribunales eclesiásticos o civiles, pretendiendo nulidad de votos y
buscando medios para arrancar las dimisiones». (2) Hubo, en efecto,
algunos pocos que huyeron de nuestras casas, temiendo el castigo
que tenían merecido por sus culpas; y para eludirlo, se acogían a sa­

i l ) o . c., V il, 384.


(2) O. c„ V il, 378.
— 16 1 —

grado en algún convento, desde donde, libres de là vigilancia de los


S u p e r i o r e s de la Compañía, acudían a los tribunales, especialmente a
a lg ú n tribunal civil, que siempre patrocinaba semejantes causas con
pretexto de Real Patronato y con grave mengua de la disciplina reli­
giosa, alcanzando así los culpables las dimisorias sin ser castigados
por sus faltas.
Confesamos que no atinamos a ver cómo se pueda inferir de es­
tas fugas y de estos recursos, que desde luego no fueron exclusivos de
la Provincia de Quito, (i) que en ella hubiera mayor peligro de rela­
jación que otras partes. Si la disciplina religiosa hubiese estado tan
floja y decaída, ¿qué necesidad hubieran tenido nuestros indignos de
buscar en el poder civil un amparo contra el rigor de las sanciones de
nuestros Superiores? ¿No es acaso la tolerancia de los abusos y del
quebrantamiento de las ob'igaciones del estado religioso la señal más
clara de la relajación? Luego, si entre nosotros más bien hubo, como
vimos, que moderar el rigor y la severidad demasiada en el gobierno
mal se puede hablar de peligro próximo de relajación.
Anota asimismo el P. Astráin como causa que podía llevar a la
Provincia a la relajación, la poquísima selección en la admisión de
los novicios. Censura en particular el que se recibiesen mestizos u
oriundos de mestizos. «Admitiendo, dice, novicios de esta estofa, no
era fácil obtener excelentes Religiosos». (2) Podemos asegurar que
por este capítulo no corrió la Provincia de Quito ningún peligro, ni
remoto siquiera, de relajación. Los Maestros de novicios, que eran al
mismo tiempo Rectores del colegio de Latacunga. eran nombrados
cada tres años inmediatamente por el P. General, quien los escogía
de las ternas remitidas por el P. Provincial y sus consultores. Esto
solo basta para suponer prudentemente que hombres así propuestos
y escogidos, no serían de tan poca virtud que faltasen gravemente a
su obligación, permitiendo que se llenase el noviciado de gente inútil
e indigna. Recorriendo la lista de los Maestros de novicios desde el
año de 1709, fecha en la que el P. Astráin toma su cita, hasta 1740,
vemos que todos fueron de los Padres más graves y virtuosos de la
Provincia, de quienes no se puede pensar que faltasen en cosa tan
grave a las obligaciones de su oficio. (3)
En verdad que de vez en cuando nos encontramos con amones­
taciones de los Padres Generales recomendando mayor selección en
los candidatos que se admiten al noviciado. Pero advirtamos primero,
que la Provincia de Quito no fuá la única en recibir estos avisos. No
se puede, por consiguiente, deducir de ellos que hubiese particular
peligro de relajación entre nosotros. Se comprende que, dada la gran
penuria de sujetos, los Superiores y Maestros de novicios cediesen
quizá alguna vez a la tentación de abrir la mano, más de lo conve­

l í ) Cfr. A ttraïn, O. C ., V I, 6 3 9 -4 5 .
(2Í O. c„ V II, 381.
(3) Los Maestros de novicios de este tiempo fueron por orden de fecha, los P P . Genaro A n­
tonio Garofalo, misionero por muchos años entre los infieles del Mareñón, Luis de Alderetc, nom­
brado dos veces, Bartolomé Bustinza, José de Eslava, Angel M aría M anca y Juan Bautista Julián.
— I (¡2 —

niente, en esta materia. Pero estos descuidos fueron casos enteramen-


te aislados, nacidos de algún error de criterio, más bien que de falta
de diligencia en cumplir las prescripciones de nuestro Instituto sobre
la admisión de candidatos al noviciado, Con mayor razón se debe
decir esto de haber recibido mestizos o hijos de mestizos. Por la con­
dición aviesa de esta clase de gente y por el desprecio con que eran
generalmente mirados, los Padres Generales habían prohibido reci -
birlos sin expresa licencia suya. Mientras con documentos fehacientes
no se pruebe lo contrario, debemos suponer que los Provinciales y
Maestros de novicios, que sabemos fueron hombres de mucha virtud,
no procedieron con tanta remisión y negligencia en el cumplimiento
de las órdenes de los Prepósitos Generales que con frecuencia y a sa­
biendas las quebrantasen en punto de tanta importancia.
Ahora bien, unas pocas faltas aisladas, si las hubo, ¿pueden ser
causa de que la Provincia se llene de gente inepta e indigna que haga
bajar el nivel de su fervor y observancia religiosa, hasta el punto de
ponerla en inminente riesgo de relajación?
Menos todavía prueba la decadencia del espíritu en la Provincia
de Quito la visita del P. Zárate, como parece insinuarla el P. As­
tráin. (i) No insistimos sobre este punto, porque en lo que llevamos
dicho en este capítulo sobre esta visita y con lo que diremos en el
siguiente, el lector tiene de sobra para convencerse que ni la obedien­
cia, ni las otras virtudes religiosas, ni la observancia regular habían
sufrido quebranto esencial en la Provincia de Quito.
Séanos lícito añadir que nos parece que el P. Astráin hubiera
podido aplicar a esta Provincia, lo que con mucha verdad dice a
propósito de faltas análogas cometidas en la Provincia de México.
He aquí sus palabras: «Las mismas faltas que hemos sabido de algunos
expulsos de la Compañía son un indicio indirecto, si bien se conside­
ra, del buen espíritu general. Hemos logrado ver algunas relaciones
sobre hombres despedidos de la Compañía. Allí constan las faltas que
cometieron (las cuales ciertamente eran graves); pero al mismo tiem­
po se observa la vigilancia que ejercían los Superiores, el horror que
causaban ciertos desmanes, los medios enérgicos que se habían adop­
tado para remediarlos y la severidad inflexible con que se despedía al
culpable, cuando no se conseguía su enmienda». (2) Hasta aquí el
P. Astráin. Y ahora preguntamos nosotros: ¿Hubo menos vigilancia
de los Superiores en la Provincia de Quito? ¿Fué menor la severidad
con que se castigaron ciertas faltas, menos vivo el horror que inspi­
raban? Nada nos dice sobre el particular el insigne historiador y los
documentos de la época prueban que el celo de los Superiores en Qui­
to para reprimir desórdenes incompatibles con la santidad del Insti­
tuto de la Compañía no iba en zaga al celo de los Superiores en Méxi­
co. Y siendo esto así, ¿porqué en un caso se puede deducir de aquellas
faltas una señal indirecta de buen espíritu y en el otro indicios de
relajación?

'1) Cfr. o. c „ VH . 394.


¡2) O. e„ V II, 245.
— 1 63 —

Tenemos además una prueba irrefragable del buen estado de la


disciplina religiosa, que reinaba en la Provincia de Quito durante el
siglo XVIII. Esta prueba la encontramos en el testimonio de un his­
toriador nada sospechoso de parcialidad en favor de los Jesuítas, el
limo. Sr. González Suárez. Para nadie es un misterio la ninguna afi­
ción de este autor a los Religiosos y la manera despiadada, no pocas
veces injusta, con que suele sacar a plaza las faltas y los escándalos
que ocurrieron en los conventos, en tiempo de la Colonia. Por lo que
se refiere a los Jesuítas, a vuelta de algunos elogios, no pierde oca­
sión de censurar su conducta, de rebajar sus méritos y servicios, de
exagerar las cosas que les pueden hacer odiosos. Ni nuestros heroicos
misioneros del Marafión, como veremos en su lugar, se ven libres de
su crítica implacable. Nadie ha contribuido tanto como él a extender
la leyenda de las riquezas fabulosas de los antiguos Jesuítas quiteños.
Ahora bien, si la Compañía de Jesús hubiera padecido en la Provin­
cia de Quito, tal quebranto en su buen ser y en la edificación que
sus hijos debían dar al pueblo cristiano, que con razón se la pudiera
considerar degenerada del espíritu de San Ignacio y a dos pasos de la
relajación, ¿lo hubiera callado el Sr. González Suárez? En la parte de
su Historia que trata de la expulsión de los Jesuítas en virtud de la
Pragmática de Carlos III, es increíble el empeño con que procura po­
ner de relieve todo lo que puede ser desfavorable a los Religiosos
desterrados. ¿Qué mejor oportunidad de hablar de su relajación, sí
ésta fuera una realidad? Para quien conozca al Sr. González Suárez
y su Historia General de la República del Ecuador, su silencio en
esta parte es un argumento que vale por muchos.
Nos queda todavía por esclarecer un último punto algo relacio­
nado con la visita del P. Andrés de Zárate. Con ocasión de manifes­
tar la escasez relativa de documentos domésticos que traten de este
episodio de nuestra historia, agrega el P.Astráin esta nota: «Algunos
habrán echado de menos tal vez alguna cita siquiera de la Historia
manuscrita del P. Juan de Velasco. No hemos citado esa Historia,
porque en este punto es lo más disparatado que se puede leer. La cie­
ga aversión contra el P. Zárate, convierte al P. Velasco en un ver­
dadero loco y su narración es un tejido de desatinos, que se pueden
fácilmente descubrir con sólo leer las ocho cartas que se conservan
del P. Retz, en las que se confirman los principales actos del Visi­
tador». (x)
Excesivamente duro nos parece este juicio, y en la forma no
tan conforme con la noble mesura y serena dignidad que tanto nos
satisfacen en el gran historiador de la Compañía en la Asistencia de
España. Algo más que esta nota despectiva se merece el P. Juan de
Velasco, A pesar de sus lunares, su Historia constituye un monu­
mento de verdadero interés, como lo prueban las traducciones france­
sa e italiana que de ella se han hecho.
Claro está que ninguna obligación tenía el P. Astráin de citar
la obra del P. Velasco, ni en este punto de la visita del P. Zárate, ni

0 ) O. c. V IL 390, nota 2.
en otro alguno; pero hubiera podido hacerlo con provecho en algu­
nas materias, por ejemplo en lo referente a las Misiones del Marañón
para cuya historia no se puede menos de consultarla.
Convenimos de grado que la relación que el P. Velasco hace de
la visita del P. Zárate no merece crédito alguno, por estar plagada de
errores y equivocaciones. Las circunstancias en que escribió esta par­
te de su Historia, en el destierro de Faenza, explican en parte estas
deficiencias.
En efecto, antes de cumplir dieciocho años entró el P. Velasco
en el noviciado de Latacunga, el 22 de Julio de 1744. Vino a Quito
para continuar sus estudios de Filosofía y oír Teología. Hecha la
Tercera Probación, pasó inmediatamente al colegio de Cuenca, del
colegio de Cuenca al de Ibarra y finalmente al de Popayán donde le
sorprendió el despótico decreto de expulsión de Carlos III. No tuvo,
pues, oportunidad de consultar las ocho cartas del P. General que
menciona el P. Astráin, ni otro documento alguno del Archivo de la
Provincia de Quito; que si la hubiese tenido, habría escrito de modo
muy diferente sobre la visita del P. Zárate y sobre otros puntos del
régimen interno de la Provincia en que yerra lamentablemente.
Otra causa de los errores en que incurrió el P. Velasco fué su
exaltado patriotismo, avivado todavía por la nostalgia del suelo natal
del que había sido brutal e inicuamente arrancado. A esto se debía sin
duda el que con demasiada facilidad diese cabida en su narración a
las innumerables mentiras, embustes y groseras calumnias que contra
el P. Zárate se levantaron y propalaron en Quito y en otras ciudades
del territorio de la Real Audiencia. Verdad es que el P. Velasco se
limita a referir estos dichos y hechos, sin aprobarlos ni hacerlos suyos.
Pero esto no basta. Como Religioso de la Compañía sabía y. debía re­
cordar que el P. General siempre escoge para Visitador Padres de los
más graves y virtuosos, de los cuales espera con fundamento que cum­
plirán santa y debidamente el cargo que se le confía. Según esto, de­
bía nuestro historiador ilustrar el, criterio de sus lectores, ya que por
falta de documentos no le era posible restablecer con entera exactitud
la verdad de los hechos. En vez de esto, se contenta con referirlos
dejando en el ánimo de los lectores la duda de si serían verdaderas
las enormidades, que se decían contra el P. Zárate y contra otros
Padres respetables, pero poco simpáticos a los americanos. No parece
que en esta ocasión el P. Velasco se viese del todo libre del espíritu
de nacionalismo, que inficinió a tantos Religiosos en los últimos años
de la Colonia.
LIBRO il
Florecim iento de la Provincia de Quito

CAPITU LO PRIMERO

RESTABLECIMIENTO DE LA TRANQUILIDAD EN LA PROVINCIA

SUMARIO: 1. El P. Provincial Baltasar de Moneada.— 2. Enmienda de algu­


nos yerros cometidos por el P. Andrés de Zárate; juicio de la actua­
ción de este Visitador.— 3 . Algunas prescripciones del P. Retz sobre
la disciplina religiosa.— 4 . El P. Moneada y los ministerios apostóli­
cos en la Provincia.

VELASCO, Hstoria.... Crónica.... afio 1738-1743.-ASTRAIN, Historia dala ConpaiUa de Jesús en


la Asistencia de España, Vil, lib. 2. c. 6.—ARCHIVO S. J.

i — La visita del P. Andrés de Zárate, si bien había sido benefi­


ciosa para las Misiones y había contribuido a reanimar el vigor de la
observancia, dejaba con todo en la Provincia un sedimento de hon­
do malestar. Los sucesos que se habían desarrollado en aquellos tres
años, eran demasiado fuertes y violentos, y por fuerza los ánimos
debían estar inquietos y desasosegados; Debe decirse en alabanza de
los Padres de la Provincia de Quito, que la mayor parte habían lle­
vado en paciencia y con resignación los trabajos no pequeños que
hubieron de padecer en esta visita. Pero a pesar de todo, quedaba
siempre un fondo de descontento y amargura, que tal vez se desa­
hogaba en murmuraciones. El mismo P. General, a pesar de haber
sostenido y de sostener como convenía la autoridad del P. Visita­
dor, no pudo menos de reconocer sus yerros y demasías. Atendió,
pues, a buscar para sucederle en el gobierno de la Provincia a un
Superior, que con prudencia y caridad fuese reponiendo las cosas en
su estado normal, y devolviese a la Provincia la paz y tranquilidad
perdidas. Gracias a Dios, el P. General halló al hombre que necesi­
taba en el P. Baltasar de Moneada, varón de acrisolada virtud y que
por pertenecer a la Provincia del Perú, no infundía recelos ni temo­
res a los americanos, que eran los qne habían quedado más quejosos
de la visita del P. Zárate.
El P. Moneada había nacido en Cajamarca el 17 de Setiembre
de 1683 y había entrado en la Compañía el 17 de Setiembre de
1698. Habiendo recibido el nombramiento de Provincial a princi­
pios de Mayo de 1738, se puso luego en camino y llegó a Guayaquil
el 16 de Julio de aquel mismo año, entrando en Quito el 21 de
Agosto. Según refiere el P. Juan de Velasco, «fué siempre de todos
y en todas partes respetado por su distinguida nobleza, amado por
su amable dulzura y grande caridad, admirado por sus raros talentos
y sabiduría, y venerado por su virtud y santidad no común. Sirvió
en todas partes de insigne operario en la Viña del Señor, y como tal
procuró con ardiente celo, no solamente la mayor perfección de sus
Hermanos con la exacta observancia del Instituto, sino también la
de Quito y de la Provincia toda, con varias útilísimas y provechosas
instituciones». Este cumplido elogio está enteramente ajustado a la
verdad.
Al poco tiempo de su llegada, recibió del P. General amplios
poderes para hacer las mudanzas de Superiores que le pareciesen
convenientes, pero con exquisita prudencia se abstuvo de hacer por
entonces cambio alguno.
Uno de sus primeros actos fué mandar a Europa al P. Tomás
Nieto Polo, como a legítimo Procurador, elegido por la Congrega­
ción. Alzó luego el destierro y penas de los castigados por el P. Zá-
rate y llamó a algunos a Quito.
Los cambios que no quiso hacer el P. Moneada en virtud de las
facultades amplísimas que le concediera el P. Retz, los pudo llevar
a cabo, algo más tarde, con la mayor suavidad, por haber muerto ca­
si todos los Rectores de la Provincia en el corto espacio de dos años.
En efecto el 28 de Abril de 1741 fallecía el P. Juan Bautista Julián,
Rector y Maestro de Novicios en Latacunga, y para suceder a este
excelente Religioso, el P. Moneada señaló al P. José Saldaña, natu­
ral de Cuenca, hombre de gran virtud y notables prendas. Por Junio
de este mismo año la muerte arrebató al veterano y benemérito
P. Genaro Antonio Garofalo, a quien sucedió el P. Nicolás Saldaña,
hermano del precedente. Un año más tarde, el 10 de Julio de 1740,
murió el P. José de Eslava, Rector del Seminario de San Luis, en­
trando a gobernar esta casa el P. Miguel de Manosalvas, Finalmen­
te,el 15 de Junio de 1742 falleció el P. Hormaegui, Rector del Cole­
gio Máximo. Para este puesto importante el P. Moneada señaló a un
joven Religioso, de grandes esperanzas, el P. Fernando Espinosa,
que era su Socio. Así la divina Providencia fué disponiéndolo todo,
para que la vida de la Provincia volviese suavemente a las condicio­
nes normales de paz y tranquilidad, que son necesarias para el fer­
vor del espíritu y el florecimiento de los ministerios.

2 —La necesidad más urgente que tenía que arrostrar el nuevo


Provincial, era por entonces la de restañar las heridas que la visita
del P. Zárate había causado en la Provincia. A esta delicada in­
cumbencia se aplicó el P. Moneada con toda la caridad de su bonda­
doso corazón, con todo el tino, que se podía esperar de varón tan
religioso y prudente. Procuró sobretodo remediar ciertas disposi­
ciones del Visitador, con la que éste había dado, aunque sin que­
rerlo, justos motivos de queja a algunos Padres o Hermanos ino­
centes.
Tal era el caso del Procurador de Provincia, P. Tomás Nieto
polo y de su ayudante en la Procura H. Domingo Crespo. El P. An­
drés de Zárate habiendo examinado las cuentas que ambos presen­
taron, cometió un grave error, si bien involuntario, que redundaba
en descrédito de los dos Procuradores. Impúsoles además un seve­
ro castigo por haber (altado a la ñdelidad debida en sus cuentas.
Ai venir a la Provincia el P. Moneada, los Procuradores inculpados
le rogaron que se revisasen las cuentas, y pronto se reconoció el
error cometido por el P. Visitador. Informado de todo el P. Gene­
ral mandó reparar el yerro en el mismo libro de cuentas en que el
P. Zárate había anotado la supuesta falta.
«Quedo enterado, escribió, de la rectitud, integridad y satisfac­
ción, correspondientes a la religiosidad que yo he experimentado en
el P. Tomás Nieto Polo, [había estado de Procurador en Roma] con
que en la administración del oficio de Provincia se portó dicho Pa­
dre, y de ser insubsistente el cargo que se le hacía. Y consiguien­
temente pondrá V. R. de orden mía, al margen estas precisas pala­
bras: Este cargo que se hace al P. Tomás Nieto Polo es insubsis­
tente, y satisface a él plenamente y con entera satisfacción de su
buena administración», (i)
En carta de la misma fecha, 25 de Marzo de 1741, deefa el
P. General: «Constando, como V. R. me dice, que el Hermano
Crespo no es deudor de la suma que notó en sus cuentas el P. Visi­
tador, convengo que al margen de dicho libro y cuentas, se pongan
estas precisas palabras y no más: Examinadas de nuevo estas cuen­
tas. consta no ser el Hermano deudor de la partida y suma de que se
le hace cargo». (2)
El P. Zárate había también enviado al P. General otro dato
falso sobre los gastos del Colegio Máximo de Quito, el que foé me­
nester rectificar. Había escrito que el gasto del colegio había subido
a la suma excesiva de 200.000 pesos en el espacio de tres afíos, lo que
equivalía cerca de 67.000 pesos por año. Hechas de nuevo las cuentas
resultó una suma mucho menor: «Me alegro, escribe el P. General,
que el gasto no fuese tan excesivo como creyó el P. Visitador, a que
dió lugar la mala disposición de los Libros». Y con esta ocasión ha­
ce notar al P. Moneada que convendrá disminuir los gastos, cuanto
sea posible, ya que «el estado temporal del colegio.. . es de crecido
empeño, pues sobre los 30.000 pesos de deuda efectiva que tiene,
otros 52.615 pesos de capitales de censos en su co n tra ...»
Por estos casos se ve que elP . Zárate no anduvo muy acertado
en la revisión de las cuentas, y se comprende fácilmente cuánto
amargarían a los súbditos estos yerros.1

(1) A r c h iv o . S . J ,
(2) A r c h iv o S . J .
— i6 8 —

En otros dos asuntos mucho más espinosos hubo de entender el


solícito Provincial a íin de devolver a sus súbditos la paz tan desea-
da, el de los reclamos hechos por los que el P. Zárate había expul
sado durante la visita y el de la rehabilitación de los seis Padres por
él tan duramente castigados.
En cuanto a los primeros todos pretendían que eran inocentes
y exigían alguna satisfacción por lo que habían sufrido en su honra y
en sus intereses, al ser expulsados de la Religión; algunos pedían que
se les volviese a admitir en la Compañía. El P. Moneada y algunos
de los Padres más graves de la Provincia, después de considerar
maduramente el caso, redactaron un informe al P. General, en el
que se echa de ver a las claras lo que sentían de la actuación del
P, Zárate en la visita. En efecto, pedían sin ambages que Su Pater­
nidad declarase nulas e inválidas la mayor parte de las dimisorias
dadas por el Visitador, y en especial las que había dado contra el
parecer de los consultores de Provincia. Apoyábanse para este dic­
tamen en una disposición de los Padres Generales, según la cual era
necesario para la validez de las dimisorias, que la mayoría de los
consultores ordinarios y extraordinarios conviniese en despedir a un
sujeto. En consecuencia, el P. Provincial solicitaba la facultad de
volver a recibir en la Compañía a los que el P. Zárate hubiese expul­
sado y deseasen ser nuevamente admitidos. Pedía además que se
revisasen las causas del P. Campos y de los consultores castigados
con él. El P. Moneada acompañaba este informe con varios dictá­
menes de personas de autoridad, entre otras del Sr. Obispo, (i)
La posición del P, Retz no dejaba de ser algo difícil y compro­
metida. Por una parte, al recibir esta representación hecha por Re­
liosos tan respetables y sobre todo por el P. Provincial, Baltasar de
Moneada, cuya prudencia, espíritu y amor del Instituto tenía bien
conocidas, principió a darse cuenta que las cosas de la visita eran
algo distintas de lo que él hasta entonces había pensado. En efecto,
para fundar su opinión no había tenido otros documentos que las
cartas del Visitador. Por otro parte el buen orden del gobierno y el
bien común exigían que no desautorizase abiertamente a un Supe­
rior, cuyos actos él había aprobado.
Respondió, pues, a 25 de Marzo de 1741, con una carta muy
mesurada y llena de consideración así para el P. Zárate como para
el P. Moneada y los Padres que con él habían escrito en favor de
los expulsos y de los Padres castigados. Recorre en ella las causas
de los veinte que fueren despedidos por el P. Zárate, examina los
motivos de la expulsión, y da la resolución Anal en estos términos:
«Digo acerca de los que despidió el P. Visitador, que visto cuanto
V . R. y aun otros me dicen, no puedo declarar nulas e inválidas sus
dimisiones, ni abrir tan fácilmente la puerta para que vuelvan a la
Compañía. Ni las causas de dimisión en algunos lo permiten, ni al
P. Visitador le faltó autoridad para tales dimisiones, porque no las

( 1) A rchivo S. J .
hice dependientes en la potestad que le di del parecer y sentencia de
sus consultores con voto decisivo».
Seríala, luego en particular, lo que se ha de hacer con cada uno.
De los veinte expulsos permite al P. Provincial y a sus consultores
volver a recibir a mayoría de votos a dos que nombra, a otro, que
nombra también, sólo en la hora de la muerte, a otros cinco, nunca,
ni siquiera en la hora de la muerte; a los otros doce declara legítima­
mente despedidos, y sólo por complacer al Sr. Obispo permite que
dos de ellos sean recibidos en la hora de la muerte.
Añade al terminar: «Yo siento en mi corazón no poder atender
a la representación que en este punto me hace V. R., pero no me
consta ser inocente ninguno de estos sujetos, ni veo en favor de
ninguno tal peso de razones que prueben su inocencia y me persua­
dan que se procedió injustamente al despedirlos... Aunque la facul­
tad dada al P. Visitador para las dimisiones no fué dependiente del
voto de sus consultores, he querido examinar con otras noticias las
causas de los sujetos en que no concurrió el consentimiento de los
consultores, según las informaciones que de éstos me envía V. R., y
también de aquellos otros por quienes V. R. especialmente interce­
de. Los Consultores no convinieron con el P. Visitador sólo en tres
de entre éstos veinte. Mi resolución final es que están bien despedi­
dos y que sólo uno puede ser recibido segunda vez».
Por esta determinación del P. General se puede presumir con
bastante probabilidad, que sólo cinco fueron despedidos por causas
verdaderamente graves, de aquellas que en la Compañía se castigan
inexorablemente con la expulsión.
En cuanto a lo de revisar las causas de los Padres -castigados
por el P. Visitador, contestó el P. General con estas palabras: «A
los PP. Tobar, Rojas, Campos y otros respondo sobre sus quejas y
pretensión de volver a tratarse sus causas, que ni puede ser, ni con­
viene, ni se conseguiría el efecto, y sólo serviría para excitar aquel
fuego, que el tiempo, la paciencia de muchos de ellos en sufrir y
especialmente la prudente y caritativa conducta de V. R. ha extin­
guido. .. Su celo y caritativa prudencia me persuaden con facilidad,
la quietud, paz y unión fraterna que me dice florecer hoy en esa
Provincia, por lo que le doy muy de corazón las gracias».
A varios de estos Padres, a quienes después los Superiores más
tarde rehabilitaron confiriéndoles cargos de mucha confianza, el
P. General consoló con su acostumbrada bondad. Así, por ejemplo,
escribió es este mismo correo al P. Juan Bautista Múgica, uno de
los seis castigados al principio de la visita, alabando el buen ejemplo
que había dado a toda la Provincia con su paciencia y religioso com­
portamiento en los sucesos pasados y pidiéndole olvidar todo gene­
rosamente para en adelante.
Deseará ahora saber el lector qué se debe pensar de la larga
visita efectuada por el P. Andrés de Zárate a la Provincia de Quito.
No hay duda, como ya dijimos, que las intenciones del P. Visitador
fueron rectísimas y que el celo, eatereza y aplicación que puso en el
desempeño de su cargo son dignos del mayor encomio. Pero, si se
— 170 —

consideran en conjunto los actos del Visitador y los resultados


que produjeron, preciso es convenir que no fueron pocos ni peque­
ños los desaciertos que cometió y las tribulaciones que causó en la
Provincia, como habrá podido advertirlo el lector que baya seguido
la narración de los hechos referidos en este capítulo y en el ante­
rior.
Se ha hablado de la obra restauradora del P. Zárate. La expre­
sión es no solamente exagerada sino también inexacta. £1 P. Visita­
dor corrigió, es cierto,algunos defectos que se habían introducido con­
tra la observancia regular, purificó la Provincia despidiendo de la
Compañía a algunos iudignos, inculcó fervorosamente el espíritu apos­
tólico de San Ignacio. Pero dejó en pos de sí muchas amarguras y
mucho desasosiego, de suerte que poco faltó para que la visita resul­
tase un verdadero fracaso. Y si las cosas no llegaron, a Dios gracias,
a este extremo, esto se debe en gran parte a la virtud y espíritu ge­
nuinamente religioso de los principales Padres de la Provincia, entre
los cuales pide la justicia que hagamos especial mención de los seis
que más experimentaron los rigores del Visitador. La rendida sumi­
sión, la inalterable paciencia con que casi todos ellos sobrellevaron
tan rudo golpe,fué un ejemplo que contribuyó a mantener a los demás
en los términos que pide la perfección religiosa.
Al P. Provincial Baltasar de Moneada, debe también la Provin­
cia de Quito el haber salido con bien de este trance que no dejó de
tener serias dificultades. Con su tino, con su caridad y buen modo
logró devolver la paz a los ánimos, y lo que es más, hacer que todos
sepultasen en el olvido las pasadas pesadumbres, como mucho lo de­
seaba el P. General. Efectivamente en años posteriores vemos que
en la Provincia se guarde enteta reserva sobre la tan discutida visita
y nadie habla de ella ni en bien ni en mal.
£1 P. Zárate fué el último de los Visitadores de la Provincia;
en los veintinueve años restantes basta la expulsión por Carlos III,
los Padres Generales no nombraron a otro ninguno.

3— Como suele suceder en tales casos,el general desasiego produ­


cido por la visita del P. Zárate había dado lugar a reacciones en
menoscabo de la disciplina religiosa. Pero las faltas no fueron sino
en cosas de poca importancia, que el mismo P. General señaló al
P. Baltasar de Moneada en la citada carta de 25 de Marzo de 1741,
para su remedio.
Según avisa el P. General, le habían informado que los Herma­
nos Estudiantes no cumplían siempre con la debida puntualidad
las reglas que señalan tiempos determinados para los ejercicios espi­
rituales de exámenes de conciencia, de oración, de confesión y co­
munión. Había algún exceso en admitir a seglares en nuestros re­
fectorios y aun a dormir en casa. Se debían excusar en lo posible
las visitas a mujeres. Recomendaba así mismo con graves palabras la
moderación que se debía tener en los gastos que se hacían al recibir
a los Prelados. «Aun cuando el recibir a los Sres. Obispos y Presi­
den tes, decía, nos tocase por obligación y no por una atención e intro-
ducción, que acaso puede tener visos de que nos queremos ganar
por tal medio a estos personajes, debiera hacerse con la moderación
que es propia de nuestro estado, y no con el exceso y aun profusión,
según me dicen, de gastar en esto gran cantidad de pesos. Si esta
introducción no puede ya quitarse, deben moderarse los gastos, te­
niendo por cierto, sobre lo que nos estrecha el voto de pobreza y
que los Superiores no son dueños de los bienes de la Religión, que
se pierde más de lo que se gana con estas ostentaciones de lo que
no es nuestro, y que estos y otros casos semejantes confirman a los
seglares en el concepto de que somos ricos. Deseo que,si a estas aten­
ciones nos vemos ya obligados, celen los Superiores y castiguen este
exceso, procurando mostrar que no se hace ostentación de riqueza,
sino de una religiosa atención dentro de nuestra esfera y sin faltar
a la moderación de religiosos pobres».
Confirma luego el P. General el precepto de no asistir los Nues­
tros a corrida de toros, y añade que este precepto se ha de entender
de suerte que no sólo ninguno de los nuestros tome parte en ellas,
sino que tampoco asista a estas diversiones, aunque se tengan en ha­
ciendas de seglares. Vuelve asimismo a renovar otras disposiciones
dadas por el P. Tirso González o por el P. Tamburini, por ejemplo,
el de no tener ninguno de los Nuestros paje o criado, para su servi­
cio particular, la de no prestar libro alguno de la Librería sin licen­
cia del P. Provincial, ni de los aposentos sin licencia del Superior de
la casa, la de qu'e no saliesen de noche los alumnos o convictores a
ver fuegos o luminarias, finalmente la de no admitir depósitos de
dinero oro, plata y piedras preciosas u otras alhajas, aun en el caso
de que los Nuestros no tengan la llave de estos depósitos, (i)
Por no existir entonces la costumbre de que nuestros Hermanos
Estudiantes después de terminar los tres años de Filosofía, enseña­
sen por algún tiempo en los colegios, se había preguntado al P. Ge­
neral en qué convenía ocuparlos desde Junio en que daban sus exá­
menes hasta el 18 de Octubre, en que se daba principio al curso de
Teología. He aquí la respuesta de su Paternidad: «Es preciso pensar
cómo se hayan de ocupar los Hermanos Metafísicos desde el mes de
junio en que acaba el curso hasta que comienzan a estudiar Teolo­
gía, pues el tenerlos ociosos todo este tiempo, ni conviene, ni deja
de estar expuesto a inconvenientes. Y por tanto, en algunas Provin­
cias se les tiene ocupados en repasos y conferencias. El sucesor de
V. R. tratará esto en consulta de ordinarios y extraordinarios, a que
asistirán también los actuales maestros de Teología y Prefecto de
Estudios mayores del Colegio Máximo, discurriéndose en ella el mo­
do de ocupar dichos Hermanos en el repaso y conferencias de la F i­
losofía, o en el estudio ^de la lengua general de los indios, en que
me dicen hay descuido, o en uno y otro; discurriéndose también los
medios de que se ponga en práctica constante lo que se determinare
como más conveniente, pues, si esto no ha de ser otra cosa que una

( 1) A rchivo S, J .
— 172 —

orden más, sin que se llegue a la ejecución y sin que velen sobre esto
los Superiores, es inútil tratarse. Lo que se estableciese a pluralidad
de votos en dicha consulta, se pondrá luego en ejecución y se me
avisará qué cosa sea, para que yo la confirme si me pareciere con­
veniente». (i)

4 — La acción del P, Moneada se hizo también sentir de modo


provechosísimo en el campo de los ministerios apostólicos. Este ín­
clito varón tiene la.gloria imperecedera de haber fundado la primera
casa de Ejercicios que se tuvo en Quito y de haber sido el promotor
principal de los Ejercicios en retiro, ministerio tan común en nues­
tros días, y que ya desde entonces produjo maravillosos frutos de
santidad. Pero como esta materia se tratará con la amplitud que se
merece en otro capítulo, dejamos para aquel lugar la narración de lo
que hizo el P. Moneada en este punto.
Promovió también fervorosamente entre nosotros el culto al
Sagrado Corazón de Jesús y al angelical patrono de la juventud San
Luis Gonzaga. De lo primero trataremos en el capítulo tercero con
ocasión de la Congregación del Sagrado Corazón que se fundó en
Buestro colegio de Panamá. Diremos aquí algo de lo que hizo para
extender la devoción a San Luis. Así que llegaron a Quito las L e­
tras apostólicas Apostolícete servitutis, por las que Benedicto XIII
nombraba al santo patrono principal de las escuelas y Universidades
regentadas por la Compañía, el P. Moneada publicó con gran so­
lemnidad en todos nuestros colegios el documento pontificio, así
como la indulgencia plenaria, que ganan en cada domingo los que
practican durante seis domingos consecutivos algunos ejercicios pia­
dosos en honor de San Luis Gonzaga. De esta manera consiguió ir
aficionando a la juventud estudiosa que concurría a nuestros cole­
gios, a que honrasen e imitasen al celestial patrono que la Iglesia
acababa de darles.
Introdujo también en la Provincia el devoto ejercicio de las
Tres Horas, llamado también de las Siete Palabras, que pocos años
antes había principiado a florecer en Lima con notable fruto de
las almas piadosas. Dió asimismo vigoroso impulso al ministerio
de las misiones populares, en que se procura renovar el espí­
ritu y la práctica de la vida cristiana en las ciudades y en los
pueblos, mediante el recuerdo de las verdades eternas y la recep­
ción de los santos sacramentos. El P. General se mostró muy
satisfecho del celo que había desplegado el P. Moneada para
promover este linaje de predicación. Después de darle las gracias por
ello, en carta de 25 de Marzo de 1741, le animaba a intensificar este
ministerio tan provechoso en toda la Provincia. «Porque estas mi­
siones, dice, son de mucha utilidad y necesarísimas en muchas de
esas tierras desproveídas de pasto espiritual, y que en otras partes
de Indias están establecidas, aun siendo corto el número de sujetos
en los colegios; estando también informado de que en todos los co-

( 1) A rch iv o S . J .
— 17 3 —

legios, menos en el de Quito, hay poco que hacer fuera de Cuaresma,


deseo que se establezcan las misiones circulares, señalándose de al­
gunos colegios dos sujetos que salgan anualmente a hacer misiones
por los lugares de la comarca. Será cuidado del Provincial el facili­
tar y dar ejecución a esta mi orden y deseo. Y estará a cuidado del
mismo, de sus sucesores y Superiores locales el señalar sujetos de
cuyo celo y prudencia se pueda esperar el fruto que se desea y los
ejemplos de una religiosa vida». (,i)
Durante el gobierno del P. Moneada ocurrió el segundo cente­
nario de la fundación de la Compañía de Jesús. Los tiempos no
eran propicios para celebrar con grandes regocijos externos este
fausto acontecimiento. La tempestad que había de sacudir hasta los
cimientos la Orden fundada por San Ignacio, se estaba ya fraguan­
do. Por esto el P. General ordenó que se omitiese toda solemnidad
externa, debiéndose suplir con el fervor interno y con alguna fiesta
fntima la ausencia de pompa exterior y pública. (2)
La manera como se celebró en Quito fué la siguiente. Después
de un tridua parecido al que se tiene para la renovación de votos,
hubo plática de comunidad la víspera del día designado para ganar
la indulgencia plenaria concedida por Clemente XII, con motivo del
centenario. Además durante todo el año 1740 se añadió en las L e­
tanías la oración Pro gratiarum actione.(I)

(I) A rchivo S .J ,
' ~ ' (2) «Tametsi in consultatione cum P P . Assistentibus meis instituta, judicatum íuerit a cele­
brando altero anno saeculari Societatis nostrae publica aliqua pompa seu ritu, ob graves plane
rationes, exemplo aliorum Religiosorum Ordinum supersederi debere, nullatenus tamen idcirco
censeo abstinemdum esse a reddendis, privato quidem, communi autem omnium nostrum studio
divinae Bonitati gratiis«. A rchivo S. J .
CA PITU LO SEGUNDO

EL COLEGIO DE PANAMA

SUM ARIO : I Principios del colegio de Panamá; la primera clase de gramática.-—


2 . Los ministerios espirituales; florecimiento y destrucción de la Mi­
sión entre indios Guaimíes.— 3 . Pobreza del colegio; el saqueo de
1671.— 4 . El colegio hasta 1741.— 5. Construcción de la nueva casa
e iglesia.

ANNUAE PERUVIANAE, 1 59 0 , 1 5 9 5 -B A R R A S A , Historia del Per», vol. I . - VELA SCO ; Histo­


r ia . . . . Crònica. . . . años i 6 0 6 - 1 7 4 1. - ARCH IVO S . J.

i —Varias veces en esta Historia hemos hecho mención del co­


legio de Panamá, el más septentrional de la Provincia. Algo se ex­
trañara el lector moderno al ver que este domicilio perteneciera a la
Provincia de Quito y no a la de Nueva Granada hallándose tan apar­
tado del territorio de la República del Ecuador. Ya dijimos cómo, al
dividirse la Provincia del Nuevo Reino de Granada y Quito, se atri­
buyó a la de Quito toda la parte occidental de la que es hoy Repú­
blica de Colombia, ya por extenderse hasta allí el territorio de la
Real Audiencia de Quito, ya porque era menos difícil la comunica­
ción de aquellas regiones y de Panamá con Quito que con Santafé.
Por esto los panameños que deseaban cursar los estudios humanísti­
cos y universitarios acudían al colegio de San Luis y a la Universi­
dad de San Gregorio. De igual manera ios pretendientes para la
Compañía venían al noviciado de Latacunga y no al de Tunja.
Mas, como nada hemos dicho hasta aquí de los orígenes de este
apartado colegio, tomando ahora el agua de más arriba, vamos a re­
ferir brevemente las vicisitudes por que pasó hasta llegar a la época
que estamos reseñando.
La ciudad de Panamá, como vimos en el tomo anterior, recibió
con mucho cariño a los primeros Jesuítas que por ella pasaron en
1568, de camino para establecer la Compañía en el Perú. Los princi­
pales vecinos hicieron entonces los mayores empeños para retener
siquiera a alguno de los expedicionarios. Pero no fué posible satis­
facer tan santos deseos, por ser muy corto el número de los que venían
y porque el rey y el P. General habían dado orden formal de que se
dirigiesen al Perú. Repitiéronse las instancias con las expediciones
siguientes. Pero nada se consiguió hasta el año de 1575, en que el
— 175 -

p. José de Acosta, Provincial del Perú, envió a Panamá a un Padre


con dos Hermanos Coadjutores para la fundación de una casa de la
C o m p a ñ í a . Apenas llegado el Padre se ocupó sin tardanza en el ejer­
c i c i o de nuestros sagrados ministerios y uno de los Hermanos tomó
la d i r e c c i ó n de una escuela de primeras Letras, mientras el otro te­
nía a su cargo la construcción de la iglesia. Pero la muerte prematu­
ra de uno de los Hermanos dió al traste con la obra comenzada,
p ues el P. Provincial por falta de personal cerró la incoada Resi­
d en cia.
Ho se desalentaron los habitantes de Panamá por este contra­
tiempo, y no cesaron en lo sucesivo de renovar la petición de un
colegio a los Superiores de la Compañía.
El 5 de Abril de 1584, el P; General mandó que la casa de Pa­
namá volviese a abrirse en forma de Residencia, pero no en calidad
de colegio. Obedeciendo a esta orden el P. Baltasar Piñas, Provin­
cial del Perú, destinó paraP anamá al P. Juan de Baena con otro
sacerdote y dos Hermanos Coadjutores. En este año de 1584 se
debe, pues, ñjar la fundación definitiva de la Residencia que luego
se transformó en colegio de Panamá.
Los cuatro Jesuítas fueron recibidos en la ciudad con extraordi­
narias muestras de afecto y júbilo por los habitantes, que veían por
fin cumplidos sus deseos después de tantos años de peticiones. La
casa que se les dió era de madera, pero bastante cómoda para cuatro
Religiosos. La renta que tenían llegaba a unos 600 pesos al año,
con lo que escasamente alcanzaba para sustentar a tres sujetos. Ad­
mitiéronla sin embargo nuestros Padres, y según lo que se acostum­
braba en aquellos tiempos, al establecerse una casa religiosa, el rey
dió por una sola vez, lo necesario para decir misa, el aceite para la
lámpara del Santísimo, una campana para la iglesia y la suma de
250 pesos.
Habiendo obtenido el establecimiento de una casa de la Com­
pañía, los dos Cabildos se animaron a pedir que se abriese una clase
de gramática, por no haber en toda la ciudad ningún centro de en­
señanza, a donde pudieran acudir los hijos de los españoles.
El P. Aquaviva, antes de contestar a la petición de la ciudad
quiso tener el dictamen del P. Provincial del Perú sobre este parti­
cular, manifestándole que la ciudad ofrecía un capital de mil pesos,
para que el rédito de esta suma sirviese de sustento para el maestro.
Ri P. Provincial no fué de parecer que se aceptase esta clase, pues,
a su juicio, no habría en Panamá el número suficiente de alumnos
para hacer el fruto que la Compañía pretende en esta ocupación,
tanto más que el clima caluroso y malsano de la población no era a
propósito para tener clases y estudios. Sin embargo de esto, el
P. General por respeto a San Francisco de Borja que había pro­
metido el colegio, dispuso se abriese esta clase, pero que el ré­
dito de los mil pesos se aceptase solamente a título de limosna,
y de lo contrario no se admitiese. (1)1

(1) Annuae Peruvianae, 16 90 .


— 176 —

La Anuas de la Provincia del Perú de 1595, dan cuenta de esta


clase de gramática, y del fervor con que tanto el maestro como los
discípulos se entregaban a los ejercicios literarios quedando muy
contentos y satisfechos los padres de los niños, quienes no acaba­
ban de admirar el eximio cuidado con que los Nuestros enseñaban a
sus alumnos, junto con las letras, la práctica de la verdadera y sóli­
da virtud. Esta clase, como había previsto el P. Provincial del Perú,
siempre tuvo un corto número de alumnos, pero con todo perseveró
hasta la expulsión de la Compañía por Carlos III.
Este mismo año de 1595, la ciudad pidió con veras que la Resi­
dencia se transformase en colegio, pero el P. General no vino en
ello y el colegio no quedó definitivamente establecido sino mucho
más tarde, en 1652.

2— Las mismas Anuas de 1595 y de los años siguientes ponen


de relieve el fervor con que nuestros Padres ejercitaban los ministe­
rios espirituales en provecho de los prójimos. Era muy frecuente y
casi cotidiana la predicación a diferentes auditorios, explicándose la
doctrina cristiana-en varias iglesias, y aun en las plazas públicas,
dondequiera "que se podía reunir algún concurso. Todos los domin­
gos por la tarde, los niños de la escuela a los que se juntaban otros
muchos, salían en procesión por las calles cantando las oraciones y
la doctrina cristiana. Esto mismo se hacía con los negros, que eran
muchos en la ciudad y sumidos en la mayor ignorancia de las verda­
des de nuestra religión.
Entre estas santas ocupaciones, nuestros Padres tomaron muy
a pechos la resolución de casos de conciencia, ministerio a que había
dado principio con tan notable fruto, el P. Jerónimo del Portillo en
1568, al pasar a Lima con sus compañeros. En efecto, en esta ciu­
dad eminentemente comercial.se ofrecían a menudo dudas acerca de
las compras, ventas y otras transacciones y contratos, que no siem­
pre se ajustaban a las leyes de la justicia conmutativa. Era tanta
la confianza que los mercaderes tenían en la ciencia y desinterés de
los Padres, que rechazaban sin más cualquier manera de contrato
que no hubieran aprobado previamente por ellos, o que contradijera
a las normas que ellos habían fijado.
En otro trabajo espiritual ejercitaron su celo nuestros obreros
evangélicos, que no sabemos lo hayan practicado en otras partes.
Por ser Panamá ciudad tan céntrica y de tanto comercio, llegaban
a este puerto en todos tiempos del año, pero sobre todo cuando arri­
baban las flotas, una multitud de forasteros que no tenían ni lo pre­
ciso necesario para la vida, unos por haber perdido todo en un nau­
fragio, incendio o en una de tantas desgracias como entonces ocu­
rrían, otros por haberse embarcado a Dios y ventura, pensando hacer
fortuna con solo pisar las playas del Nuevo Mundo, encontrándose,
finalmente en la mayor miseria. Nuestros Padres lastimados de la
suerte de estos pobres desgraciados acudieron no sólo a sus miserias
espirituales que eran muchas, sino también a sus necesidades cor­
porales, recogiendo con este fin muchas limosnas de personas acó-
— 177 -

modadas, que por su consejo gustaban de contribuir a obra de tanta


misericordia. '■
Las cárceles, por la condición misma de la ciudad, estaban
siempre llenas de presos, y los hospitales rebosaban de enfermos.
Aquí encontraron nuestros Padres dilatado campo para su caridad y
celo, y el acudir a los enfermos y moribundos fué uno de los mi­
nisterios más habituales y de mayor fruto en el colegio de Panamá.
También a los negros extendieron nuestros operarios los afanes
de su celo. Para dar mayor impulso a la instrucción catequística de
que tanto necesitaban aquellos infelices, fundaron en 1606 una Con­
gregación Mariana para negros, con el título de la Presentación.
Siendo, como son, ellos tan amantes del culto externo y de la pom­
pa en las solemnidades religiosas, recibieron con extraordinario
júbilo esta fundación,cosa hasta entonces del todo inusitada en aque­
llas tierras. Por este medio muchos de aquellos pobrecitos pudieron
recibir la suficiente instrucción, para qne se les pudiese admitir a
participar de la sagrada Eucaristía, siendo notable la piedad y devo­
ción con que muchos la recibían. (1)
Por fin los Padres de la Residencia de Panamá extendieron sn
acción benéfica a los indios infieles de lo qne entonces se llamaba
Tierra Firme.
Según refiere el P. Velasco, los primeros a quienes leö fué dado
llevar la luz del Evangelio, fueron los indios llamados Guaimíes.
«En la parte conquistada de la provincia de Veraguas, escribe
este autor, los españoles fundaron con algunos de los indianos que
pudieron reducir, así de la principal nación de los Guaimíes, como
de alguna que otra más reducida, un centro de población en el dis­
trito de aquel Gobierno. Consumida la mayor parte de los indianos
en el trabajo de las minas, y aumentado el número de los bárbaros
de las serranías en los posteriores tiempos, entraron los Gobernado­
res en el empeño de conquistarlos. Mas nunca pudieron salir con el
intento, así por lo belicoso de la nación, como por la natural oculta
defensa en que vivían seguros de las armas. No quedando otro arbi­
trio para reducir aquellas fieras, se empeñó el Gobernador en el asun­
to de los misioneros jesuítas. No sabemos el nombre del misionero
que pudo conceder el P. Provincial, pero sí el que entró con felicisi—
mo pié. Con el constante trabajo de pocos años, se hizo dueño de
casi toda aquella bárbara nación. Fué grande a los principios por el
dificilísimo idioma, que era sin duda dialecto de la leDgua caribe de
las Islas.
Vencida la dificultad con la aplicación y el ejercicio, llegó a
domesticar aquellas fieras de tal modo, que consiguió irlas sacando
de sus ásperas cuevas y las redujo a diversas poblaciones. Catequiza­
dos y bautizados en poco más de tres años,formó una cristiandad tan
floreciente y numerosa como desgraciada. Se ignora si fué el mismo
Gobernador o un sucesor suyo, el que impaciente por establecer un
Real de minas con los indianos, habló al misionero para que él mis­

il) Annuae Peruviana* 1606-1608.


- 178 -

mo les intimase esta resolución. Excusóse con buen modo y le ex­


puso las razones en contra, porque hallándose tan tierna esta cris­
tiandad, la exponía a perderse toda, por huir del trabajo que tanto
aborrecían. Ofendido el Gobernador con la repulsa, pasó luego a
Panamá, donde dando privadas quejas en toda la ciudad, las dió
también a la Real Audiencia, representando lo mucho que perdía el
Real Erario por la contradicción del misionero. Volvió Dios por él,
antes que se resolviese cosa alguna a favor o en contra, con un suce­
so que hizo ver claramente el error así de éste como de otros Gober­
nadores, que han causado mucho mayores pérdidas y atrasos al Real
Erario con semejantes empeños. Enfermó al mismo tiempo el misio-
nero tan gravemente, que no pudiendo salir a curarse a Panamá,
murió en poder de solos sus indianos, que como tiernamente le ama­
ban, le lloraron amargamente. Dejóles como en testamento sus pa­
ternales consejos sobre la perseverancia en la religión recibida, y la
esperanza de que en lugar suyo iría otro a tener mejor cuidado de ellos.
Esta esperanza hizo que se mantuviesen sin la menor novedad,
tanto que volviendo el Gobernador con la noticia, los halló en el
buen orden y armonía de antes. Le pidieron que cuanto antes los
proveyese de otro misionero. Mas él, lejos de pensar en solicitarlo,
los engañó con la promesa, y sólo se empeñó en el entable de sus
minas, libre ya de toda contradición y estorbo.
Comenzaron a trabajar los indianos, sin ver en largo tiempo
cumplida la promesa ni la esperanza. Vieron sí que cada día se au­
mentaba el trabajo y aun el rigor, y comenzando a gemir bajo el
insoportable peso, resolvieron entre ellos sacudir del todo el yugo.
Pegaron una noche fuego a todas sus nuevas poblaciones y se retira­
ron a sus impenetrables refugios, sin hacer daño a español ninguno,
mas de manera que dejaron burlados a todos los Gobernadores para
siempre. Perdida de este modo la nueva cristiandad, se volvieron
más de nueve mil indianos a su barbarie antigua, sin que en un siglo
se volviese a pensar en ellos. No tuvieron los Gobernadores con lo
sucedido valor para pedir nuevamente Jesuítas^ (i)

3— Por razón de las frecuentes calamidades de todo género, en


que este colegio se vió envuelto juntamente con la ciudad, pocas
son las noticias que nos quedan hasta la visita del P. Altamirano
en 1690.
La nota dominante fué siempre la extremada pobreza en que
tuvieron que vivir sus moradores, la que varias veces llegó hasta el
punto de no tener lo necesario para pasar la vida. En varias ocasio­
nes hubo que pedir al rey la limosna llamada de “ vino, aceite y me­
dicinas” , que sólo se concedía a las casas religiosas,que de otro modo
no podían atender al servicio divino y tenían que cerrarse. Algunas
veces dió el rey esta limosna.
En 1651 pareció que amanecían para el colegio días de menos
estrechez, ya que el 18 de Agosto de aquel año, D. José García de1

(1) Velasco, Historia., ..C rónica ... .año de 1603.


-179 —

Alvaro Alonso y Mesa, Alguacil Mayor de Panamá y su esposa Dña.


Beatriz Fernández Montero otorgaron una escritura de fundación al
colegio, que nunca había tenido ninguna. Recibió la donación el
P. Rector Hernando Cavero por delegación del P. Provincial Ga­
briel de Melgar, bajo la condición, que siempre se ponía en esta cla­
se de contratos, de que la aceptase el P. General. La fundación
constaba de la suma de 40.000 pesos en esta forma. Los fundadores
darían 10.000 de contado, cuando recibiesen del P. General la pa­
tente de fundadores y los 30.000 restantes en tres años consecutivos
que se habían de contar desde la fecha en que fuesen recibidos como
fundadores. Los 10.000 últimos se habían de pagar en censos y tri­
butos, y si D. Alonso muriese antes que se hubiesen pagado con es­
tos censos y tributos, el colegio podía reclamar lo que faltase. Esta
donación se decía «buena, pura, perfecta e irrevocable, de las que el
Derecho llama inter vivos». Las condiciones puestas a la donación
eran, que los donantes y sus parientes hasta la cuarta generación
habían de ser enterrados en la Capilla Mayor y que no se habían de
admitir otros fundadores.
Una cláusula adicional disponía que se erigiesen en el colegio
dos Cátedras, una de Filosofía y otra de Teología. El P. General
admitió estas condiciones. Pero, por inescrutables juicios de Dios,
este generoso donativo en que nuestros Padres habían puesto su es­
peranza para levantar el colegio de Panamá de la postración econó­
mica en que yacía desde sus comienzos, se deshizo como la sal en el
agua en los primeros días del año 1671. Porque el 26 de Enero, el
pirata inglés Enrique Morgan, cuyas depredaciones eran el terror de
las Antillas, cayó sobre Panamá al frente de 1.500 filibusteros, y
habiéndola entrado por fuerza la incendió y saqueó, llevándose un
riquísimo botín. A nuestros Padres les cupó buena parte en esta
calamidad. Habíanse refugiado en una barcaza con algunas pocas
cosas que habían logrado salvar. Pero los piratas dieron con ellos y
no contentos con despojarles de lo poco que tenían, dieron tormento
a uno de los Padres, para que declarase dónde habían escondido
sus tesoros. Por fin, después de colmarles de denuestos, les abando­
naron en la playa en el mayor desamparo.
Cuando dos años más tarde, en Enero de 1673, el nuevo Gober­
nador D. Antonio Fernández de Córdova y Mendoza trasladó la
nueva ciudad al sitio llamado de Ancón, que hoy ocupa, a unos ocho
kilómetros al Oeste de la antigua, los Jesuítas obtuvieron sin dificul­
tad que en el repartimiento de solares se les señalase uno para la
futura casa e iglesia, Mas, como en la común desgracia el capital
de la fundación de que acabamos de hablar se perdió por completo,
y ninguno de los vecinos arruinados por el saqueo les podía ayudar,
nuestros Padres, en señal de haber tomado posesión del solar que la
ciudad les había concedido, no tuvieron otra cosa que poner sino
una cruz con una tablilla que llevaba inscrito el monograma de IHS.
Para aliviar tanta miseria el Procurador de la Provincia en la Corte,
P. Alonso de Pantoja, pidió una limosna al rey. (i)
Estas calamidades no fueron parte/para que nuestros Padres in­
terrumpiesen sus sagrados ministerios de predicación, confesiones,
visitas a cárceles y hospitales, antes bien procuraron con todas veras
el remedio de tantas necesidades así espirituales como temporales.

4 — Cuando en Agosto de 1690 el P. Diego Francisco Altamira-


no hizo la visita del colegio de Panamá, quedó dolorosamente impre­
sionado por la extramada pobreza rayana en miseria, en que vivían
nuestros Padres. (2) A pesar de su buena voluntad, no pudo hacer
casi nada en orden a aliviar tan angustiosa situación.
Más aún, diríase que la divina Providencia había dispuesto que
aquella casa experimentase toda clase de pruebas y fuese como vícti­
ma propiciatoria en la Provincia. Porque el afio de 1696, poco antes
que se dividiese la Provincia del nuevo Reino de Granada y Quito,
siendo Rector el P. Miguel Cortés, se declaró en la ciudad una terri­
ble epidemia. Acudieron los Nuestros en auxilio de las víctimas del
contagio, y — caso casi único en los ‘ fastos de la Compafiía,— todos,
menos el Rector, murieron en tan heroico ejercicio de caridad. No
teniendo operarios formados para ayudar ai pobre Rector que había
quedado sin súbditos, el P. Provincial Pedro Calderón se vió obliga­
do a sacar de Latacunga al P. Leoncio Sanz, que llevaba apenas
cuatro meses de Tercera Probación y enviarlo a Panamá en .compa­
ñía del P. Juan de Narváez, para sostener los ministerios y salvar
al colegio de una ruina total. En 1702 el P. Francisco Daza, en­
vió al P. Elias Ignacio Sieghardt, para que visitase en su nombre
aquel colegio.
Terminada la visita el P. Sieghardt, quedó por Rector del cole­
gio. Uno de sus primeros cuidados fué promover en la ciudad una
misión general que fué sumamente concurrida, siendo crecidísimo el
número de confesiones, acompañadas de no pocas restituciones de
fama y de dinero. Las exhortaciones y sermones se tuvieron en las
iglesias, en la cárcel y en el hospital, con el fruto que se acaba de
decir. A raíz de esta misión, el P. Leoncio Sanz, en compafiía de
un Hermano Coadjutor recorrió todos los pueblos vecinos a la ciu­
dad, predicando, confesando y recogiendo en todas partes copioso
fruto espiritual.
Con el ñn de perpetuar el fruto de esta misión y para fomentar
la devoción a nuestro Padre San Ignacio, celebróse un solemne octa­
vario en honor del Santo Patriarca, el cual fué también de grande
provecho para las almas.
Al acercarse el mes de Diciembre y la fiesta de la Inmaculada,
la Congregación Mariana de este título, entre otros obsequios a la
Virgen, llevó a cabo la fundación perpétua de una misa cantada con

O . Archivo S. J.
(2 ) C ír. Tomo f, lib. 3, c. 3, n. 1.
— 18 1 —

sermóo, cada año, en el propio altar, y la Congregación de ia Buena


Muerte aumentó notablemente su fervor con la fiel asistencia de sus
miembros a los diversos actos piadosos que en ella se acostumbran.
La Cofradía del Carmen de que hablamos en el tomo ante­
rior (i) siguió a cargo de nuestros Padres. Bien hubieran querido
ellos, para conformarse con los deseos del P. Tirso González, trans­
formarla en Congregación Mariana. Mas no era esto cosa fácilmen­
te hacedera a causa de las exigencias del Real Patronato; pues, así
como era preciso alcanzar el Real permiso para fundar cualquier
Cofradía, no lo era menos para su disolución. El P. General espera­
ba que el P. Sieghardt en la visita podría efectuar este cambio, y en
su carta del 13 de Octubre de 1703, enviaba el Diploma de agrega­
ción a la Prima Primaria de Roma, pero su esperanza quedó frus­
trada, como consta de una carta suya en la que se leen estas pa­
labras: «Repito el encargo de que se quite del todo el desorden
general de vender escapularios en Panamá, porque de nuevo me avi­
san que el modo que tuvo el P. Sieghardt de remediarlo fué que,
antes se pedía limosna vendiendo escapularios algunos miércoles,
después, todos; antes se vendían los escapularios con no sé qué ben­
dición, después sin ella, con que en lugar de unos desórdenes se
cometen mayores. V. R. remedie esto con toda eficacia. Si no se
pone remedio, yo lo pondré radicalmente». (2)
Por fin,después de muchas diligencias, se pudo lograr que la Co­
fradía pasase a ser Congregación Mariana con el título de la Ánun-
ciata.
Pondremos aquí algunos extractos de las cuentas de los Procu­
radores de este colegio, que ponen de manifiesto cuán precaria era
su situación económica. Según las cuentas del P. Juan de Narváez,
desde el 20 de Mayo de 1698 hasta el de Octubre de 1699 las en­
tradas fueron de 6.958 pesos, y los gastos de 8.889. De censos en
contra, tenía el colegio 3.220 pesos con un rédito de 161 pesos, y
en favor tenía 18.200 pesos con un interés de 910. Quedaba, pues,
un déficit de 1.271 pesos. No era mucho más halagüeño el estado
temporal tres años más tarde, al terminar su visita el P. Sieghardt.
He aquí en qué términos se expresa, el 22 de Febrero de 1701:
«Los bienes que tiene este colegio son ocho tiendas en el mismo
edificio, que de ordinario están cerradas. A medio cuarto de legua
tiene un pedazo de tierra con cuatro árboles frutales. No pudiendo
el colegio fabricar en él, por falta de fondos una casa de recreación,
alquiló este pedazo de tierra a un vecino con obligación de fabricar
la casa y de recibir en ella la Comunidad cuando allá va, o también
a algún enfermo que vaya a convalecer.
En Portobelo tiene una casa de tres lumbres de frente y tres
de fondo, (3) pero en tan mal estado que necesita de muchas repa­
raciones. Tiene además dos solares uno de siete lumbres de frente1

(1) Cfr. Lib. 3. c. 3, n. 1.


(2 ) A rchivo S. J .
(3 ) La lumbre era una m edida igual a cinco varai.
con mucho (ondo, y otro de cinco lumbres de frente, en los cuales
no se fabrica por falta de recursos. £1 trapiche tiene unas diez cua-
dras de caña de todas edades, La biblioteca tiene 268 tomos de d¡.
versos tamaños y diversas materias».
Si el colegio era pobre, la iglesia por el contrario, gracias a los
donativos de personas piadosas estaba bastante bien provista y ador­
nada. No pudiendo el colegio por su pobreza hacer muchas limosnas,
nuestros operarios salían frecuentemente a pedir limosna de puerta
en puerta para socorrer a los pobres de las cárceles y a los enfermos
del hospital.

5— La situación económica del colegio de Panamá siguió siendo


precaria durante el siglo XVIII, pues encontramos en 1741 al
P. Rector Ignacio Cayroni afanándose trabajosamente en recons­
truir la casa y la iglesia, que habfan sido destruidas en uno de aque­
llos incendios que de vez en cuando asolaban la ciudad, causando
en ella terribles estragos, por ser de madera la mayor parte de las
construcciones. A 7 de Setiembre de 1741 da cuenta el P. Cayroni
del estado en que por entonces se hallaban las obras. La casa esta­
ba ya casi terminada, faltando solamente las divisiones del segundo
piso que habfan de ser de tablas o de bahareque, según lo que se pu­
diese haber. Para esto habfa tenido, que endeudarse en la suma de
3.000 pesos. También se estaba trabajando en la capilla provisional,
que era de madera. Para conseguir limosnas para la obra, el P. Cay­
roni hizo colocar los puntales y vigas principales de la capilla y
anunció a los fíeles que necesitaba terminarla para la cuaresma.
Dió buen resultado esta diligencia, y el Padre pudo con efecto pre­
dicar en ella los sermones cuaresmales. Esta capilla de seis lumbres
de largo y cuatro de ancho se levantó en el sitio que después habfa
de servir de patio, en tanto que se iba construyendo una iglesia de
cal y ladrillo.
La fiesta de San Ignacio celebróse aquel año con la mayor so­
lemnidad posible, y por la tarde se tuvo una academia literaria, que
hizo época en Panamá. Recitáronse composiciones en verso y en
prosa, tanto en latfn como en castellano, que el maestro de Gramá­
tica, P. Lucas Portulani habfa hecho preparar a sus discípulos. (1)
Se convidó a lo más granado de la ciudad, al Sr. Obispo, al Presi­
dente de la Real Audiencia, a ambos Cabildos, y todos quedaron
muy satisfechos de los progresos de los niños y con mucha estima
del colegio.
Como el P. Cayroni no había tenido ocasión de enviar la carta
escrita el 7 de Setiembre de 1741, a 16 de Noviembre añade en la
misma algunos pormenores interesantes: «La obra de la casa, dice,
sigue adelante; la capilla provisional se va perfeccionando al lado del
solar reservado a la nueva iglesia. Para que esta pueda ser en un
todo igual a la que se quemó, se han de gastar a lo menos 4.000 pe-

(t) Los catálogos le dan también el nombre de Portolani.


- 1 8 3 -

sos en ella, y de estos 4.000 pesos no hay recogidos hasta ahora sino
la confianza en Dios». Dios no faltó a su siervo y premió su confian­
za, porque se le ofrecieron carpinteros para trabajar. Más aún,
según cuenta el mismo Padreóla madera necesaria para la obra le
vino sin que él supiese de dónde, y un bienhechor en quien nadie
había pensado, se ofreció a correr con todos los gastos, y en
poco más de mes y medio quedó construida la capilla provisional.
Por este mismo tiempo D. Francisco Javier Victoria y Luna
volvió a tratar de la idea de fundar Cátedras de Filosofía y Teolo­
gía, que habían de funcionar en el nuevo colegio cuando, éste estu­
viese terminado. Para este efecto estaba construyendo dos casas,
para que con el arriendo de las tiendas se pudiese ateader al susten­
to de los dos profesores. En las clases de Gramática había unos
veinte alumnos que podían pasar a Filosofía; con éstos y con otros
jóvenes, cuyos padres no tenían el caudal suficiente para enviarlos
a estudiar en Quito, se podría, según el P. Cayroni, dar principio a
los estudios mayores.
En el mismo correo daba cuenta del estado temporal de su cole­
gio. Desde el 11 de Setiembre de 1736 hasta el 1? de Junio de 1740
en el tiempo de cuatro años las entradas habían llegado a la suma
de 56.105 pesos, los gastos e n e i mismo tiempo habían subido a
54.605 pesos quedando 1.500 pesos. Los censos a favor del colegio
llegaban a 2.200 pesos, los censos en contra a 8.450; las deudas en
favor del colegio montaban a 10.792 pesos, y las deudas en contra
a 4.014 pesos.
En medio de estos trabajos y penurias, nuestros Padres seguían
haciendo en Panamá todo el bien que podían, y Dios bendijo co­
piosamente sus esfuerzos. En el capítulo siguiente veremos cómo
este humilde colegio fué uno de los principales focos desde donde
irradió el culto del Sagrado Corazón no sólo a la Provincia de Quito
sino a varias regiones de la América meridional.
CA PITU LO T E R C E R O

PRINCIPIOS DEL REINADO DEL SAGRADO CORAZON EN LA


ANTIGUA PRESIDENCIA DE QUITO

SUMARIO: 1 El P. José María Maugeri y su libro sobre la devoció a los Sagra­


dos Corazones de jesús y de María.— 2. El P. Ignacio Cayroni y la
Congregación del Sagrado Corazón en Panamá.— 3. La devoción al
Corazón de Jesús en la antigua Provincia de Quito.

VELASCO, Historia. . . . Crinita___ ofio de 1 7 4 1 .—HEREDIA, l a CansagracMo Je la República det


Ecuador al Sagrada Corazón de Jesús.—A RCH IVO S . J .

i — Por una suave disposición de la divina Providencia, aun an­


tes de las revelaciones de Paray, no faltaron en nuestra tierra, que
tanto se había de señalar en el amor y devoción al Corazón Sagra­
do de Jesús, almas escogidas, que conociesen y gustasen los tesoros
inefables de este divino Corazón. Entre éstas merece un puesto dis­
tinguido la Vble. Catalina de Jesús Herrera, natural de Guayaquil y
monja profesa en el monasterio de Santa Catalina en Quito, (i)
Pero la gloria de primeros apóstoles del culto público al Sagrado
Corazón de Jesús corresponde a dos hijos de San Ignacio, oriundos
de Sicilia, los PP. José María Maugeri e Ignacio Cayroni.
El nombre del primero está especialmente vinculado a los principios
de la nueva devoción en la antigua Presidencia de Quito. Este santo
religioso había nacido en Vizzini, ciudad de Sicilia, el i? de Febrero
de 1690. Entró en la Compañía el 5 de Octubre de 1716, y seis años
después,en 1722 pasó a América. A i? de Noviembre de 1726 hizo su
profesión solemne en Pasto, y desde entonces le vemos ocupado
continuamente ya como celoso operario, ya como Superior de varias
casas de la Provincia. De sus egregias dotes y de su santidad dan
claro testimonio los cargos que ocupó en la Religión, el haber sido
elegido como Procurador a Europa por la Congregación Provincial
de 1735, el haber dotado a la antigua Presidencia de Quito de la
primera imprenta que funcionó en ella,y sobre todo el elogio que de
él hizo a su muerte, el que era entonces su Rector, P. Joaquín Pe-
tragrassa. Copiaremos aquí íntegramente este notable documento,
el cual mejor que todas las ponderaciones nos da a conocer quién era
el hombre al que Jesucristo escogió para ser entre nosotros el primer
apóstol del cuito público a su divino Corazón. Dice así el escrito del1

(1) Cír, Heredi«, o. C* 66-74.


- 185 —

p. Pietragrassa: «Habiendo acabado de dar y de tener los santos


en el Colegio Máximo, se restituyó a este noviciado de
E je rc ic io s
Quito, el día 13 de Octubre de 1759* y el día siguiente como Padre
espiritual de esta casa, quiso empezar a dar los mismos Ejercicios
a los Hermanos novicios, sin que le acobardase ni el cansancio de
los que acababa de dar, ni el haber vuelto a casa mojado de la de­
curia que había tenido la misma tarde como solía, los días do­
mingos.
Por más que el celo y fervor del espíritu fuesen grandes como
siempre lo habían sido en el Padre, no correspondieron las fuerzas
del cuerpo, que se debió rendir a la cama el día 16, acometido al
mismo tiempo de calentura recia, de un fuerte catarro y debilidad
tan grande que no pudo ejercer movimiento alguno. A falta de mé­
dico, que no se pudo conseguir, se. procuró, sin embargo hacer uso
de todos los remedios caseros que se juzgaron oportunos, los cuales
saliendo inútiles, se acudió a los espirituales de los sacramentos, que
el mismo Padre pidió y recibió con su acostumbrada devoción, que
conservó hasta lo último de su vida.
Las virtudes de este religioso Padre han sido tales y tan conocidas
en toda la Provincia, y aun fuera de ella, que casi me parece hacerlas
agravio en quererlas tocar, aunque sea de paso. Los libros y varias no­
venas que imprimió manifiestan claramente el deseo grandeque tenia
de que se propagase el culto y devoción a los Sagrados Corazones de
Jesús y de María y singularmente a Nuestra Señora de la Luz. Las
santas prácticas que enseñó en el otro libro intitulado E l Yugo suave,
otra cosa no son sino una exposición de lo que el Padre practicaba
exactamente en sf mismo. Su devoción al Santísimo Sacramento era
tal que corto rato le parecían las cinco horas, que según su inviolable
distribución pasaba cada día delante de El en la capilla, de la cual
salía con el rostro encendido, así como de la misa que nunca dejaba
en los caminos, ni de már, ni de tierra, ni por enfermedad aun
grave en los colegios, a la cual se disponía con aquella pureza de
alma que se puede discurrir en quien, como el P, José María, se re­
conciliaba infaliblemente cada dos días. Era su unión con Dios tan
continua, que casi jamás le perdía de vista, y la materia de sus me­
ditaciones más ordinaria, y con la cual más regalaba su espíritu,
eran las perfecciones divinas. No pasaba día sin que mañana y tar­
de hiciese su examen particular. Aun en edad tan avanzada acudía
a la capilla para la oración común, a la hora acostumbrada, con la
misma prontitud que los novicios, no obstante el frío que en este
sitio es muy rígido por las mañanas.
En varios cuadernitos que tengo en mi poder, apuntaba las lu­
ces no vulgares, ni comunes que recibía en la oración, singularmen­
te en tiempo de los Ejercicios y del día de retiro que tenía infalible­
mente cada mes. Me confundía la humildad con la cual me daba
exacta cuenta de conciencia; con la cual hombre de su edad, pruden­
cia y experiencia, me pedía no raras veces consejo en las dudas de
cosas aun menudas, receloso de errar, si se gobernaba de su propio
juicio, aunque tan acertado en los negocios de mayor monta. Efec-
to de su humildad bien raro, y que no se lee practicado ni de los
varones más ilustres, fué dictar a otro la confesión general de toda
su vida que tuvo guardada para esta ocasión en que me la dió a leer
para renovarla, como lo hizo antes de morir.
A más de que su genio era apacible, lo hacía aun más amable
su grande caridad, singularmente con los pobres, para socorrer a los
cuales se había empobrecido de cuanto tenía. Más en particular, la
virtud característica del Padre parece que fué el celo ardentísimo de
las almas; efecto de este su celo fué procurar la conversión de cuan­
tas llegaban a su noticia que vivían mal, y el asegurar en varios mo­
nasterios de distintas ciudades a no pocas doncellas que corrían peli­
gro, procurándoles el dote necesario para su remedio.
Movido del fruto grande que sacó el año pasado, dando toda la
cuaresma los Ejercicios a las mujeres de esta ciudad, estaba actual­
mente entendiendo en solicitar medios para fundar así en esta como
en otras ciudades, dentro y fuera de la Provincia, casas perpetuas de
Ejercicios para mujeres. Y creyendo que todos tuviesen un mismo
corazón como el suyo, empeñado en la consecución de obra tan san­
ta, de ésta tan sólo hablaba con cuantos le visitaban y trataban.
Por dar algún desahogo al ardor de su celo bajaba todos los do­
mingos a platicar y confesar en alguna iglesia de esta ciudad, y laá
mañanas de los sábados, acompañaba a los Hermanos novicios en la
visita de los enfermos en el hospital, consolándolos y confesando a
cuantos querían, y la tarde pasaba a otras confesiones en la iglesia
del Colegio Máximo, sin que de tan santo ejercicio le detuviesen ni
la intemperie del tiempo, ni la dificultad indispensable de la cuesta a
la vuelta, muy penosa para un cuerpo, que a más de ser abultado,
era también achacoso por la quebradura que le fatigaba no poco.
Murió el P. Maugeri a lo sesenta y nueve años y ocho meses de su
edad, cuarenta y siete de Compañía y treinta y tres de profeso de
cuatro votos, el 22 de Octubre de 1759.
Quito y Octubre 24 de 1759.
Joaquín Pietragrassa».
Ya se entiende cuánto contribuiría la presencia de este santo
varón en el noviciado no solamente para enfervorizar con su ejem­
plo a los jóvenes Religiosos que en esa casa se formaban sino tam­
bién para encender en sus almas el deseo de abrazarse con la prácti­
ca de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
E l P. Maugeri no se contentó con difundir el culto al divino Co­
razón en el pùlpito y en la dirección espiritual. Escribió, en Rio-
bamba probablemente, un libro intitulado Práctica de la devoción á
los santísimos, dulcísimos y amabilísimos Corazones de Jesús y de
María, el cual se imprimió en Barcelona, el año 1743, con ocasión
de haber ido su autor a Madrid y a Roma como Procurador de la
Provincia. La Real licencia para la impresión está fechada a 30 de
Abril de 1741.
Consta esta obra, una de las mejores que se escribieron en el
siglo X V III sobre la devoción al Corazón de Jesús, de tres partes.
En la primera declara en qué consiste esta devoción, su origen y
rápidos progresos y propone la idea de extenderla por medio de
Congregaciones o Cofradías que tengan como objeto principal el
culto de desagravio. Contiene la segunda parte treinta y una me­
ditaciones muy devotas, una para cada día del mes, sobre las exce­
lencias del culto que se tributaba al divino Corazón, fijándose de un
modo particular en los emblemas con que se apareció a Santa Mar­
garita María. Una tercera parte trata de los ejercicios y prácticas
piadosas con las que se puede honrar a los santísimos Corazones de
Jesús y María, distinguiendo los que se han de hacer cada año, cada
mes y cada día.
De este libro dice el limo. Sr. González Suárez: «Muchos li­
bros se han publicado sobre este asunto [de la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús]; y, a pesar de eso, el opúsculo del P. Maugeri pu­
diera reimprimirse, con la seguridad de ser muy bien aceptado por
la sencillez de su estilo, por la solidez de su doctrina y la piedad que
respira en cada una de sus páginas; es libro destinado para el pueblo
y no desmerece nada ante el criterio de las personas más ilustra­
das». (i)
Este libro profusamente difundido en las regiones que hoy for­
man la República del Ecuador, contribuyó como pocos, a arraigar el
amor al Sagrado Corazón de Jesús en el alma del pueblo; y llegó a
ser el manual clásico de las Congregaciones del Sagrado Corazón
que se establecieron muy pronto, donde quiera que nuestros Padres
tenían alguna casa.
Emulo del P. Maugeri en propagar la devoción al Sagrado Cora­
zón de Jesús fué su paisano el P. Ignacio Cayroni, de quien habla­
mos en el capítulo pasado. Nació este insigne Religioso en Bronte,
ciudad de Sicilia, el 5 de Noviembre de 1705. Entró en la Compañía
el 10 de Abril de 1723, y en 1731 vino a América. En 1738, cuando
apenas contaba treinta y tres años, fué nombrado Rector del colegio
de Panamá y en esta misma ciudad murió el 20 Diciembre de 1741.
El apostolado del P. Cayroni fué corto,pero fecundo. El P. Ge­
neral Francisco Retz tenía un altísimo concepto de este incansable
operario, como se puede ver por una carta que escribió al P. Monea­
da en contestación a otra en que este Padre le daba cuenta de los
ministerios de la Provincia. Dice así el párrafo que hace a nuestro
caso: «Muy conformes a lo que V. R. me dice del P. Cayroni son
los informes que siempre he tenido de su celo, fervor y vida ejem­
plar. . . y deseo que los Superiores le ayuden en sus obras de celo,
como es salir por las calles con la campanilla en la mano, convo­
cando y llamando a los niños a la doctrina, dar Ejercicios en nues­
tra iglesia, y por quince días antes de la comunión pascual disponer
e instruir a los muchachos para que comulguen con fruto».
Entre las apostólicas empresas promovidas por el celo entusiasta
del P. Cayroni, lo que más grato recuerdo ha dejado entre nosotros
es la fundación de las Congregaciones del Sagrado Corazón de Jesús.1

(1) Historia General de la República del Ecuador, lib. 6, c. 3; VII, 88.


E l estableció una de las primeras en Panamá la cual floreció tanto,
que pudo servir de ejemplo a otras muchas que se fueron erigiendo
en el territorio de la Real Audiencia. Daremos a conocer con alguna
abundancia de pormenores los principios de esta Congregación, así
por lo sabroso de la materia, como para que se vea cuán arraigadas
estaban las ideas regalistas aun en los mejor intencionados, y hasta
qué punto se pretendía en fuerza del Real Patronato fiscalizar la
acción de la Iglesia.
Nadie mejor que el mismo P. Cayroni nos explicará las cuestio­
nes y dificultades que se agitaron en torno de su naciente Congrega­
ción. En un escrito dirigido al Presidente de la Real Audiencia de
Panamá, en el que da razón de sus gestiones relacionadas con la
Congregación del Corazón de Jesús dice así: «Desde 1739 empecé a
promover la devoción al dulcísimo Corazón de Jesús, haciendo su
fiesta solemne con octavario y pláticas luego que se fenece el de la
festividad del Corpus, y ha sido tanta la ternura que ha causado en
los afectos del vecindario este Tesoro escondido.. . que tuve por
acertado conservar y aumentar este fervoroso culto con pláticas y
meditaciones, patente el Santísimo Sacramento, todos los primeros
Jueves del mes, como lo he practicado por más de un año sin el
menor reparo, antes con notable fruto de las almas por la frecuencia
de sacramentos que se ha experimentado. Y noticiado mi Superior,
el P. Provincial Baltasar de Moneada, de este singular fervor con
que se veneraba al Deífico Corazón en esta ciudad, en repetidas
cartas me encargó procurase solicitar esta tierna devoción con esta­
blecer, como en otras partes de esta Provincia se han formado, una
Congregación con el título del Corazón de Jesús».
Alentado por el P. Moneada, principió a dar los primeros pasos
para erigir la Congregación, que tan bien respondía a los fervorosos
deseos de los panameños. Mas, en esto, el Presidente de la Real
Audiencia, D. Dionisio Martínez de la Vega, al oír el nombre
de Congregación, creyó que se había establecido una nueva Cofradía
sin la aprobación del Vicepatrono, y consideró lo hecho como un
grave atentado contra las regalías de Su Majestad. Expidió en
consecuencia el siguiente decreto: «En Panamá en ocho de Julio de
mil setecientos y cuarenta años, el Sr. D. Dionisio Martínez de la
V e g a ... dice, que por cuanto se halla enterado estarse fomentando
una Congregación con el título del Corazón de Jesús, para situarse
en el colegio de la Compañía de Jesús, y que de hecho la noche del
día de ayer, siete del corriente, se concurrió a ella en la parroquia
de Santa Ana, que sirve de Catedral y en que tiene altar la Compa­
ñía de Jesús por falta de su colegio; cuya devoción se esfuerza por
D. Sebastián Ignacio Delgado, Veinticuatro de esta ciudad y de
Dña. Margarita Matamoros su mujer, respeto a que por la ley 25,
título 4, Lib. I de la Recopilación de estas Indias, está ordenado
que no se pueda erigir tales Cofradías, Congregaciones, ni otras Jun­
tas sin licencia del rey nuestro señor y demás requisitos que pres­
cribe, en cuya contravención se vulneran las Reales disposiciones y
regalías del Real Patronato que deben respetarse con el mayor de-
coro que corresponde a la Real Representación, y para que se repa-
re y para usar los remedios prevenidos y que haya lugar por dere­
cho, se le notifique al dicho D. Sebastián Ignacio Delgado, como
principal motor de esta Congregación, se abstenga y suspenda en su
establecimiento, y se presenten luego y sin dilación alguna las facul­
tades y licencias con que ha pasado a establecerla, constituciones,
forma y orden que hayan hecho para su gobierno, con apercibimien­
to. Y se pase recado cortesano al limo. Sr. D. Pedro Morsillo Ru­
bio y Auñón, dignísimo Obispo de este Reino, para que su Sría.
lima, se sirva dar orden para que no se franquee la iglesia al efecto
de esta Congregación interim que lo que resultare de estas diligen­
cias, se dé resolución conveniente, como Vicepatrono Real, arre­
glada a la conservación y regalías del Real Patronato que ejerce su
Sría. Y así lo proveyó, mandó y firmó, con parecer de su asesor
general que también lo firmó. Martínez de la Vega. Carrillo. Juan
Carrión».
En este mismo día fué notificado el recado cortesano al Sr.
Obispo.
El Sr. D. Sebastián Delgado, Veinticuatro y Procurador gene­
ral de Panamá a quien iba dirigido el decreto, contestó al Sr. Presi­
dente que se había enterado de su contenido, y añadía: «Hago ma­
nifiesto a la superior comprensión de V. Sría. que hasta ahora no se
ha formado tal Congregación, y consiguientemente ni constitucio­
nes, ni estatutos para su dirección, pues, si hubiera llegado el caso
de arreglarse por tal Congregación, no se hubiera faltado a las de­
bidas solemnidades y requisitos de establecerla, sin que por esto me
suponga, ni entienda constituirme, como en realidad no lo soy, ár­
bitro, parte, ni causa principal de esta acción; pues no he tenido
otro fin que promover entre algunos vecinos esta devoción por la
terneza de tan debido culto recomendado del Rector del colegio de
la Compañía de esta ciudad. . . Y que esta devoción corre tan enar­
decida del celo de la cristiandad, que sin las muchísimas Congrega­
ciones con que se venera y da culto en Francia, Alemania, Italia,
Polonia y otros Estados, aprobada por decretos de más de ciento
diecisiete arzobispos y obispos,. . . es particular la con que se cele­
bra en nuestra España en el Reino de Murcia, y sin la autoridad de
muchos Príncipes eclesiásticos y seculares empeñados con Su Santi­
dad, para que se extienda la solemnidad de este sagrado culto a toda
la Iglesia, se hace constar por el católico celo del rey nuestro se­
ñor, tiene interpuesta su soberanía, por carta del Buen Retiro de 7
Marzo de 1727 para que se le conceda misa y oficio del Sagrado Co­
razón de Jesús para todos sus Reinos y Dom inios.. . me he dedicado
sólo a conmover los ánimos, sin que hasta ahora haya formádose
Congregación. . . Y siempre que llegue el caso de estar dispuestos los
ánimos para formarse.. . estoy dispuesto a noticiarlo a V. Sría., sin
dudar que por parte del colegio no se formará sin observar lo debidos
requisitos, atención y respeto a V. Srfa. y regalías del Real Pa­
tronato».
— 190

Pagada esta carta al Fiscal, dió éste su dictamen diciendo que


se prohibiese la formación de la Congregación. Conforme a él, e|
Sr. Presidente dió el siguiente decreto: «Viendo lo expuesto por el
Sr. Fiscal y siendo cierto que se ejecutó la Congregación en la igle­
sia de Santa Ana, según se expresa en el auto del día ocho, sin ha­
ber precedido las disposiciones prevenidas por la ley citada; no apar-
tándose el celo de su Sría. a todo lo que se dirige al culto divino,
para que se observe lo mandado por S. M. se repita el recado cor­
tesano al limo. Sr. Obispo de este Reino como en el auto citado,
y al P. Rector del colegio de la Compañía de Jesús para que, de for­
marse tal Congregación presente en este Superior Gobierno las cons­
tituciones o estatutos bajo de que se ha de establecer, para que se
observen, y que interviniendo las licencias del Real Patronato, corra
su permisión interim que S. M. con vista de ellas, mande lo que fue­
re de su Real agrado. Panamá, 23 de Julio de 1740».
Al segundo recado cortesano del Presidente contestó el Sr.
Obispo, que luego que había recibido el primero había mandado al
P. Rector que cesase en la fervorosa devoción que desde el año pa­
sado de treinta y nueve ha ejercitado en la iglesia de Santa Ana al
dulcísimo Corazón de Jesús, haciendo pláticas espirituales con gran
fruto de toda esta cristiandad, celebrando su fiesta el día viernes
inmediato a la octava del Corpus, hasta que otra cosa se le mandase.
«Y habiéndose informado su Sría. lima, sobre el asunto ha hallado
que en todo lo ejecutado hasta el presente, no ha contravenido dicho
P. Rector a las regalías del Real Patronato, por no haber en estos
actos más que una mera devoción de los que voluntariamente han
querido concurrir a los santos ejercicios arriba referidos, y que de­
seando el celo del P. Rector que esta ternísima devoción quedase
entablada para bien espiritual de esta ciudad, y para aplacar la justa
ira de Dios, que en los castigos que desde el incendio acá se han
continuado por nuestras culpas, ha pensado establecer una Congre­
gación a este Deífico Corazón, según las Constituciones de su Sagra­
da Religión, y por noticiarla a todos y que se moviesen los ánimos
a una tan santa obra, señaló el día Jueves, siete de Julio y primer
Jueves de mes que es el día en que hasta allí había actuado sus pláti­
cas espirituales, para que los que movidos de la espiritual ternura y
amor al Corazón de Jesús asistiesen explicarles los muchos frutos
espirituales y aún temporales que se les seguirían a los que concu­
rriesen cada mes un día, a oír •media hora de lección espiritual,
media de plática y media de meditación, añadiendo a esto la confe­
sión y comunión, el día que para uno y otro se le asignase, sin que
tenga otra pensión, carga ni obligación de interés particular; que fué
lo que se ejecutó y explicó el dicho P. Rector, el Jueves día siete, a
que su Sría. lima, se halló presente, y que no habiendo en todo lo
referido más que un fervoroso deseo en el P. Rector del bien de las
almas, por medio de tan recomendable y tierna devoción, le parece
a su Sría. lima, no ha contravenido ni vulnerado dicho P. Rector las
regalías del Real Patronato; pero que no, obstante lo dicho, en vir­
tud de lo que su Sría. el Sr. Presidente le previene a su Sría. lima.
en este segundo recado cortesano, en que no consienta que el P. Rec­
tor prosiga en la referida devoción, se ejecutará así hasta que su
Sría. el Sr. Presidente, como quien ejerce el Real Patronato, mande
lo que fuere del servicio de ambas Majestades».
El P- Cayroni por su parte contestó al recado cortesano que le
e n v i ó el Presidente Vicepatrono, haciéndole constar que no se trata­
ba de una Cofradía nueva, sino de una Congregación meramente es­
piritual y que no podía caer bajo la ley del Real Patronato. Ade­
más hasta aquí sólo se había tratado de establecer esta Congregación
e n Panamá, como ya se había ejecutado en otras partes de la Pro­
vincia de Quito, sin que esto se hubiese tenido en parte alguna por
contravención de las regalías del Real Patronato. Más aún, hasta la
fecha las cosas en Panamá no habían pasado de mero proyecto.
Pero nada pudo convencer ál Vicepatrono, el cual, por lo demás era
un excelente cristiano. Mantúvose fírme en el empeño de que le
presentasen las reglas y estatutos para su aprobación. Temiendo el
P. Cayroni que con pretexto de aprobación, el Vicepatrono hiciese
cambios que no convenían, consultó al P. Moneada, antes de pasar
adelante. Contestó el P. Provincial que presentara las mismas reglas
y estatutos que tenía la Congregación de San Joaquín, establecida
en nuestro Noviciado de Madrid, con unas pocas modificaciones.
Como estas reglas habían sido aprobadas por el rey y el arzobispo
de Toledo, se podía esperar que el Vicepatrono de Panamá no en­
contraría mucho que enmendarla lo menos en cosa de importancia. Así
se hizo, y el Presidente dió la aprobación en nombre del Real Patro­
nato, declarando que las regalías de S. M. no sufrían ningún me­
noscabo.
Para evitar ulteriores dificultades de parte del Vicepatrono, el
P. Moneada sugirió la idea de que algunos seglares se encargasen de
negociar la licencia con el Presidente; pues a ellos no se les podía
achacar el querer formar una nueva Cofradía, siendo esto propio de
clérigos. Una vez que la consiguieran, debían pedir ahincadamente
al P. Rector que tomase por su cuenta el dirigir la nueva asociación.
Propuso el P. Cayroni este plan a algunas personas piadosas; Jun­
táronse al efecto algunos sacerdotes y caballeros hasta el número de
treinta, y presentaron una petición al Sr. Obispo, la que se reducía
a suplicar a su Sría. Urna, que se les diese permiso para reunirse en
la iglesia de Santa Ana a fin de tratar ahí de una futura Congrega­
ción, de sus reglas y estatutos. El Sr. Obispo no tuvo ninguna difi­
cultad en conceder lo ^ue se le pedía. Acudieron al Sr. Presidente
con la misma súplica, y el Fscal declaró que en virtud de los autos
del Sr. Obispo y de la licencia que se pretendía para formar una
Congregación para el culto y veneración de Jesús y de su Corazón
Santísimo, no se le ofrecía embarazo alguno respecto a sujetarse a la
ley, sobre que su Excia. se servirá de determinar lo que tuviere por
más coaveniente en justicia.
El Presidente, después de transcurrido un año en peticiones,
autos y decretos en un asunto que podía resolverse en menos de
veinticuatro horas, por fin, el 6 de Junio de 1741, dió el decreto
— 19 2 —

siguiente: «Visto lo expuesto por el Sr. Fiscal, se concede a los su­


plicantes la licencia que piden en su Memorial para formar sus jun­
tas y lo demás correspondiente a establecer la Congregación del dui-
císimo Nombre del Corazón de Jesús y sus constituciones, las que
ejecutadas presentaran».
Con la doble licencia del Prelado y del Vicepatrono se juntaron
las personas que querían establecer la Congregación del Sagrado
Corazón de Jesús, y eligieron a cuatro sacerdotes y dos seglares para
que formulasen las reglas y constituciones. Poco tuvieron que tra­
bajar en ello; pues adoptaron las constituciones de la Congregación
de San Joaquín del Noviciado de Madrid, con algunas pequeñas mo­
dificaciones para adaptarlas a la ciudad de Panamá. Terminadas las
constituciones y aprobadas en una junta general, las presentaron al
Vicepatrono, quien no se atrevió a poner reparo alguno. Pidieron en­
tonces al P. Cayroni que quisiese aceptar el cargo de Director de la
Congregación para sí y para los Rectores que después de él viniesen,
a lo que el Padre accedió de muy buen grado, dando gracias á Dios,
por haberse vencido las dificultades que se oponían a los progresos de
su amada devoción. Con las mismas reglas y constituciones se formó
otra Congregación para mujeres. El Sr. Presidente D. Dionisio
Martínez de la Vega, seguro ya de que estaban a salvo las regalías
de S. M. quiso ser el primer Hermano de la Congregación de hom­
bres, y su esposa la primera Hermana de la Congregación de muje­
res. El primer domingo de Noviembre de 1741 esta Congregación
tuvo su primer acto solemne e inauguración, asistiendo como Her­
mano el Sr. Presidente.
La Congregación del Sagrado Corazón fundada por el P. Cay­
roni en Panamá fué de las más florecientes de la Provincia hasta la
expulsión de Carlos III. Así lo atestigua uno de los Religiosos más
insignes de la Provincia de Quito en el siglo XVIII, el P. Bernardo
Reino en su Compendiosa Relación de la cristiandad en el Reino de
Quito. Hablando de las asociaciones piadosas más prósperas en su
tiempo dice así: «Dos devociones florecen en América y eran bien
comunes a los colegios de la Compañía, una de la Buena Muerte y
otra del Corazón de Jesús.. . Esta última vi florecer en muchas par­
tes, pero más particularmente en Panamá por el cuidado de un muy
aguerrido catalán, natural de Mataró, llamado Pablo Ignacio Pera-
más, que siendo muy joven prebendado en Barcelona, siguiendo con
otro sacerdote al P. Procurador Polo se nos juntó en Sevilla, y que­
dó a poblar y adelantar con su celo el colegio y país de Panamá, cu­
ya jurisdicción ilustró con sus misiones. En particular del culto del
Sagrado Corazón se excedió a sí mismo, y, aunque entre año lo cele­
braba con particulares ejercicios, se esmeraba muy especialmente en
la novena que hacía y en la solemnidad de la fiesta celebrada en el
propio altar». (1)(I)

(I) Tratato II, c. 12, n. 208, 209, 210.


— 193
3 -Com o hemos visto, el P. Cayroni habla en su informe al
Presidente de la Real Audiencia de otras Congregaciones del Sagra­
do Corazón establecidas ya en otras casas de la Provincia. No hemos
podido averiguar con certeza cuáles fueran éstas. Pero nos parece
bastante probable que una de estas casas fué el colegio de Quito.
El P. Provincial Baltasar de Moneada que tan celoso se mostraba en
promover los principios de la Congregación de Panamá, no dejaría
de establecerla en la casa principal de la Provincia. Creemos en­
contrar una confirmación de lo que decimos en las' dos imágenes
de los Corazones de Jesús y de María que se hallan en las tribunas
interiores del presbiterio de la iglesia de la Compañía. El retablo del
altar mayor se terminó por el año de 1743. Por entonces trabajaba
en nuestra iglesia de Quito el Hermano Jorge Vinterer, tirolés hábil
escultor en toda clase de tallados. A él sin duda se debe la imagen
de los dos Corazones con sus diversos emblemas. Es verdad que en
Quito no se estableció Congregación particular, pero esto se debió
únicamente al deseo de evitar enredos enojosos con los Vicepatro­
nos con pretexto de las regalías de S. M.
El testimonio del P. Recio que copiamos más arriba es de la
mayor importâmes para conocer los progresos de la devoción al Co­
razón de Jesús en la Provincia de Quito. Porque este Padre fué
uno de los Religiosos más graves de la Provincia de Quito y que
estaba may al cabo de sus cosas, como que fué elegido para Procu­
rador suyo en Roma, y de no haber sobrevenido la expulsión de
Carlos III, hubiera sido Provincial; pues ya estaba despachado el
nombramiento por el P. Ricci. El nos asegura haber encontrado
floreciente, cuando llegó de España, el culto al Sagrado Corazón
de Jesús en los colegios de América, esto es de los territorios que
hoy forman la República del Ecuador. En efecto, el P. Recio,
oriundo de un pueblo de la Provincia de Valladolid, vino a Quito en
1750, y volvió a España como Procurador en 1766. No conoció de
América sino la parte que correspondía a la Provincia de Quito. En
cambio ésta la tenía perfectamente conocida, pues, además de haber
sido Rector de los colegios de Panamá y de Cuenca, dió misiones en
Quito, Guayaquil, Portoviejo, Loja, Ambato, Latacunga, Pasto e
Ibarra.
Desearíamos tener relaciones circunstanciales de las manifesta­
ciones públicas y privadas de la devoción al Corazón divino entre
nuestros antiguos Padres de Quito. Por desgracia los documentos de
la época en esto como en otras cosas son muy escasos y no dan sino
noticias generales. Con todo, de ellos podemos inferir con certeza,
a pesar de su laconismo, que gracias al esfuerzo de nuestros Padres
principalmente, la devoción al Corazón de Jesús echó hondas raíces
en el alma de nuestro pueblo en tiempo de la Colonia.
Más adelante hablaremos del culto que tributaron al Sagrado
Corazón de Jesús nuestros misioneros del Marañón, y los Jesuítas
quiteños desterrados en Italia.
CAPITU LO CUARTO

IN S T R U C C IO N E S D E L P. R E T Z S O B R E L A A D M IN IS TR A C IO N D E BIEN ES
T E M P O R A L E S Y S O B R E LAS MISIONES

SUMARIO: 1. Disposiciones del P . Retz sobre las haciendas.—2. La hacienda de


San Ildefonso es aplicada a las Misiones y nuevamente al colegio - semina­
rio de San Luis.—3 . Circular del P . Retz sobre colegios y Misiones.—
4 . Fundación del colegio de Buga.

V E LASCO Historia.. . .Crónica.. . . aflo de 1742,— BORDA, Historia de la Compadia de Jesús en Noe-
va Granada, II, c. 6 . —OLANO, Popayán en la Colonia, c. 1 5 .—ARCHIVO S . J .

I, — Los Jesuítas de las antiguas Provincias de América no tenían


ni por entonces podían tener otra manera de allegar los fondos nece­
sarios a la vida de sus casas y de sus obras, si no es mediante la ex­
plotación de fundos agrícolas, cuyo producto redituase lo suficiente
para el sustento de las personas y para poder sostener con decoro el
culto divino, la enseñanza de la juventud y las Misiones entre los in­
dios infieles.
El capital que se requería para hacer frente a estos gastos consi­
derables, y que por otra parte exigía el Consejo a fin de otorgar la
licencia de fundación, no se podía colocar con alguna seguridad sino
en tierras. En efecto, si se tienen en cuenta las condiciones todavía
rudimentarias de la vida económica en las colonias españolas en Amé­
rica, la agricultura era para ellas la fuente casi única de la riqueza así
privada como publica. Por otra parte los Padres de la Compañía no
recibían entonces estipendio de ninguna clase ni siquiera por las mi­
sas, y las ocupaciones de la enseñanza y de los ministerios a que con­
tinuamente asistían no les dejaba tiempo para buscarse el diario sus­
tento apelando de modo habitual a la caridad de los fieles.
En el último capítulo de este libro trataremos de propósito de
las cuantiosas riquezas de los Jesuítas de la Colonia, que son, sobre
todo después de González Suárez, lugar común de los escritores que
quieran ensayar su pluma contra la Compañía.
Por ahora, queremos solamente dar a conocer las normas muy
prudentes y religiosas que dió el P. General Francisco Retz acerca
de la administración de las haciendas que constituían entonces el pa­
trimonio temporal de nuestras casas y Misiones.
Extrañábale a nuestro Padre General el número crecido de ha­
ciendas que poseían las Provincias de América y por otra parte los
apuros económicos en que se veían la mayor parte de las casas. Sos­
pechando que tal desconcierto pudiera provenir del exceso de pose-
— 195 —

siones que hacía más difícil su buena administración, se propuso po­


ner rem edio a este estado de cosas, y en este sentido escribió con
fecha 25 de Marzo de 1741 la carta que copiamos a continuación:
«El estado temporal de este colegio de Quito es de crecido em­
peño; pues sobre los 30.000 pesos de deuda efectiva, tiene 52.615
pesos de capitales de censos; cuyo empeño en este colegio y mal es­
tado de otros, yo no dudo que con la mala administración, nazca
también de la multitud de haciendas que tiene esa Provincia y que es
imposible que pueda cultivar, causando y con razón notable extra-
fieza que para diez casas y el Oficio de Provincia sean 85 las hacien­
das. (1)
Y porque en esto se necesita de pronto remedio y de dar la pro­
videncia que en otras Provincias he dado, ordeno lo siguiente, que en
carta circular se comunicará a toda la Provincia; y es que en adelan­
te cualquier colegio, Residencia o casa, que según su obligación y
cargas no tuviere suficiente renta para su cumplimiento y religiosa
manutención de los Nuestros, haciéndose el cómputo por espacio de
diez años, que serán los diez pasados hasta la intimación de esta or­
den, no pueda comprar hacienda, posesión o bienes raíces alguna, sin
consulta primero del Superior local y sus consultores, y sin que en
consulta del Provincial y de sus consultores ordinarios y extraordi­
narios, a pluridad de votos se declare ser necesaria la compra que se
pretende, y dando el Provincial la licencia in scriptis. Si hubiese la
suficiente renta, prohibo el dar licencia para semejantes compras. Y
porque en esto deseo eficaz remedio, si éste no lo hubiere y me lle­
gase justificada queja, no sólo haré la misma intimación bajo precep­
to de obediencia, sino que avocaré a mí la facultad de dar licencia
para tales compras, no sólo ya inútiles y perjudiciales a los colegios
arruinados por esta causa, sino también a nuestro buen nombre y
profesión, que no es de atesorar y hacer ostentación de riquezas.
Y porque ni al colegio Máximo con diecinueve posesiones, (2)
ni a Cuenca con once, ni a otros colegios con siete u ocho hacien­
das, como Guayaquil, Riobamba, Pasto y Latacunga les es posible
cultivarlas, y cada año les sirven de mayores empeños y cargas de
censos, ordeno que en cada colegio se haga consulta en el modo ya
dicho sobre aquellas haciendas que no son necesarias y puedan ven­
derse, y dicha consulta se remita al Provincial. Y si a pluralidad de1

(1) Para que ae pueda juzgar con recto criterio lo que en realidad representa este número, es
preciso tener en cuenta varias cosas. Primero, entran a formar este número las haciendas de los cole­
gios de Panamá, Pasto y Popayán que eran catorce. Quedan por consiguiente 71 correspondientes
s les casas situadas en el actual territorio del Ecuador. De este número hay que restar las hacien-
oas que pertenecían al colegio seminario de San Luis, cuyo producto servia exclusivamente al sos­
tenimiento de becas para estudiantes pobres y de las que los Jesuítas no sacaban para sí ningún
emolumento. Otro tanto deben decirse de los que servían para el sostenimiento de las Misiones del
Marañón. En segundo lugar, débese notar que en el precitado número se cuentan algunos pedazos
de terreno que todas las casas tenían en las afueras de las ciudades, como un tejar, una casa de
campo, uno o varios potreros, donde poder dejar las bestias de silla o de carga. Con esto el número
se reduce a sus verdaderas proporciones, y en el decurso de esta Historia, se verá, que dadas las
condiciones de la vida económica de entonces, no era nada exagerado.
(2) Se incluyen en este número las haciendas de San Luis, de las Misiones y de Provincia.
196 —

votos de éste y de sus consultores ordinarios y ad graviora, se juzga­


re ser necesario vender tal o tal hacienda, ordeno que se ejecute así.
Y mando con precepto en virtud de santa obediencia que el precio y
valor en que se vendieren, haya de emplearse ante todas cosas en la
extinción de censos que el colegio tuviere; y si sobrase algo, en bene­
ficiar las haciendas que al colegio quedasen, aumentando así el capi­
tal que será tanto más redituoso cuanto más unido en una misma ha­
cienda. Y ordeno que mientras no se hiciese dicha extinción, se
deposite en arca de tres llaves dicho precio o valor de la posesión
vendida, que ninguna otra cosa pueda emplearse y ni valerse de toda
la suma o parte de ella, aunque sea por vía de empréstito o por poco
tiempo, o con cualquiera otra interpretación. Todo lo cual ordeno
bajo el mismo precepto en virtud de santa obediencia. Y cuanto dejo
dicho de no comprar hacienda alguna sin las consultas y licencia del
Provincial, tanto se entiende en el mismo modo para tomar censos;
lo que no podrá hacerse sin las referidas consultas y licencia del Pro­
vincial in scriptis. Estas órdenes se intimarán a toda la Provincia».
En una segunda carta de la misma fecha, añade el P. General:
«Los colegios están mal cuidados, no tienen lo necesario; porque so­
bre la multitud de haciendas inútiles o infructuosas, no hay Herma­
nos Coadjutores para cuidarlas. Encomiéndanse ios bienes o hacien­
das a indios y esclavos, aun con la experiencia de la poca fidelidad en
unos y de la mucha desidia en otros, porque la necesidad obliga a va­
lerse de tal condición de gente».
Las órdenes del P. General se cumplieron con religiosa puntua­
lidad. Hízose en cada colegio el cómputo de los productos y de los
gastos, el recuento de las necesidades. El Provincial con los consul­
tores examinaron despacio estos datos y con sus propios dictámenes
los remitieron a Roma. El resultado final de todas estas diligencias
fué, salvo para el colegio de Popayán, quedar las cosas como estaban
De allí puede inferirirse que nuestras casas no tenían rentas desme­
didas, sino las necesarias, ya que el P. General, a pesar del deseo de
disminuir el número de haciendas, no lo ppdo hacer por entonces. El
examen que mandó practicar sirvió más bien para confirmarle en la
opinión que se había formado y era en un todo exacta, es a saber, que
las haciendas de los Jesuítas redituaban poco, por estar mal admi­
nistradas y no estar al frente de ellas personas competentes y enten­
didas, que las pudiesen poner en valor.

2.— Una de las haciendas de la Provincia de Quito, que sin duda


más preocupaba al P. General era la hacienda de Patate con su obra­
je de San Ildefonso. Según queda dicho, sabiendo que la hacienda y
el obraje de San Ildefonso se había comprado con los 40.000 pesos
que había dado D. Rafael Sánchez Pabón para la fundación de un
nuevo colegio al lado del de San Luis, había aplicado el usufructo de
esta suma al mismo colegio-seminario para la manutención de los
Religiosos de la Compañía que por sus cargos y empleos tuviesen que
morar en él, y para becas a favor de niños pobres de familias honra­
das. El P. Visitador Andrés de Zárate creyó que los 40.000 pesos de
— 197 —

p. Rafael Sánchez Pabón estarían mejor empleados en favorecer las


Misiones del Marafión, y en este sentido escribió al P. General, en­
viando juntamente el parecer de los consultores favorable a este
cambio.
El P. Francisco Retz como tan amante de las Misiones convino
sin dificultad en lo que se le proponía, y destinó la hacienda al soste­
nimiento de los Misioneros en las selvas orientales, revocando la apli­
cación que había hecho anteriormente por carta de 13 de Febrero de
1734. «De la hacienda de San Ildefonso, dice, hasta que el P. Visi­
tador me informó, no tenía aquellas noticias, que a haberlas tenido,
hubiera dispuesto diversamente de la que ordené aplicándola al Semi­
nario de San Luis el 13 de Febrero de 1734. Dicha hacienda con las
adjuntas, para la fábrica de paños y que todas hacen un cuerpo de ha­
cienda, (1) no sólo se compró con el dinero que dió D, Rafael Sán­
chez Pabón, que fueron 40.000 pesos y 1.245 más que pagaron de
réditos la Provincia y el Colegio Máximo por lo que tomaron a censo
los dichos 40.000, sino que de empréstitos de dinero, de varios de­
pósitos y de mucho tomado a censo, cuyas partidas hacían la suma
de 67.521 pesos se compró dicha hacienda, habiendo esta costado
108.766 pesos. El valor de esta hacienda se ha aumentado de tal
suerte que se aprecia en el día de hoy en 174.000 pesos y su renta li­
bre anual de 14.082 pesos. Estos créditos crecerán a 17.963 pesos,
luego que se rediman los capitales de 18.027 pesos de censos que tie­
ne contra sí, y deje de pagar anualmente 3.881 pesos de pensiones por
ellos. Para extinguir dichos censos me escribió el P. Visitador que
existían en depósito el año de 1736, libres de todo cargo y gastos,
41.613 pesos. Y según la renta libre que ya he dicho en estos cuatro
años se habrá aumentado dicho depósito, pudiendo llegar a 97.000 y
más pesos; y consiguientemente se pueden haber extinguido dichos
censos y aun comprado algún ganado de lana como necesitaba la ha­
cienda. Es cierto, vuelvo a decir,que a saber yo que de las cinco par­
tes de dinero con que se compró la hacienda de San Ildefonso, más
de tres cuartas no fueron de la donación de D. Rafael Sánchez Pa­
bón, y que la hacienda frutaba [producía] tanto como después he sa­
bido, no hubiera yo determinado, como determiné en la citada carta,
aplicando cjicha hacienda al Seminario de San Luis. Mas, pues el Vi­
sitador juzgó con parecer de sus consultores suspender la ejecución de
mi orden, informarme de lo dicho y pedirme con sus consultores que
se aplicase a otra cosa, deseando el Padre que se aplicase esta hacien­
da a las Misiones y sus consultores a la fundación de un noviciado en
Quito, en fuerza de esto y de la facultad que D. Rafael da en su co-
dicilo al P. General para aplicar dicha hacienda de nuevo y hacer se­

i t ) E l año de la expulsión en 1767 estas adjuntas eran ocho: Cunchibamba, Patahaló, Lian
gahua, Pacobamba, CunucyacU, Guambahaló, Zontapi y Churaaqui, y formaban un solo cuerpo
con el obraje. Eran extensiones de terreno mas o menos grandes en diversos puntos de los alrededo
tes que servían casi exclusivamente a la cría de rebaños de ovejas para surtir al obraje de la lana
suficiente, sin tener que comprarla de otras partes, y evitar asi, aun la apaiiencia de negociación.
P or esto se dicen que formaban una sola hacienda.
gun da aplicación, aunque antes esté aplicada, y deseando también
atender a la primera voluntad de D. Rafael y al seminario, ordeno lo
siguiente:
«El sucesor de V . R. (i) señalará sujeto con aprobación de sus
consultores, para administrar de dicha hacienda, cuyo estado se ha
de llevar con cuenta y libro aparte. Y porque los frutos todos de esta
hacienda desde el tiempo que señalaré, quiero que sirvan para las Mi­
siones y conducción de misioneros, ordeno por no multiplicar admi­
nistradores o procuradores, que el sujeto que para administrador o
procurador de esta hacienda se señalare, sea al mismo tiempo Procu­
rador de las Misiones, y ordenando que ni ahora, ni en tiempo alguno
se junte esta administración o procura con el oficio de Provincia, pro­
cura del Colegio Máximo, ni de ningún otro colegio.
Ordeno en segundo lugar, que, si aún no están del todo redimi­
dos los censos y satisfechos los demás gravámenes que tenia dicha
hacienda, se emplee en esto toda su renta libre, deducidos los gastos
y los mil pesos ánuos que ordenó el P. Visitador se diesen al Semina­
rio, los cuales quiero se continúe a darle. Exonerada dicha hacienda
de todos sus censos y deudas, (que parece según lo dicho deberán hoy
estar pagadas) ordeno que los frutos todos y réditos libres de esta ha­
cienda, se depositen en arca de tres llaves diferentes, que hayan de
tener el dicho Procurador de esta hacienda, el Rector del Colegio
Máximo y el Rector del Seminario de San Luis hasta poner en depó­
sito 40.000 pesos. Desde el punto de completarse este depósito, (del
cual nada se sacará por motivo alguno, ni por vía de censo, ni em­
préstito, ni de otra manera) los frutos y réditos todos se emplearán en
la conducción de misioneros, conservación y aumento de las Misio­
nes, a las cuales desde ahora, para el tiempo dicho, aplico las rentas,
frutos y utilidades de la hacienda de San Ildefonso y cuya propiedad,
sin utilidad alguna aplicó al colegio de Latacunga. Los 40.000 pesos
del expresado depósito serán para el Seminario de San Luis, que se
habrán de emplear en hacienda útil,para que de sus réditos se ejecute
cuanto dije en mi citada carta de 13 de Febrero de 1734». (2)
En otra carta de la misma fecha explica el P. Retz cómo se pue­
de hacer esta nueva aplicación y las ventajas que hay en ella. «Esta
disposición que en la antecedente carta he dicho, me parece tan con­
veniente como fácil. Con ella se atiende al Seminario, que sobre lo
recibido y lo que recibirá, (cuando en justicia nada se le debe) se ha­
lla con 40.000 pesos para ayudar, a mantener a los convictores y
Maestros y fabricar casa con el tiempo e interim se repara la que hay.
A la Provincia se le hace un gran beneficio con exonerarla en mucha
parte de lo que debiera contribuir a la venida de Procuradores a Ro­
ma y gasto de misioneros, y a las Misiones, que podrán aumentarse
cada día más, pudiéndose mantener más operarios. La ejecución me1

(1) L a carta iba dirigida al P . Baltasar de Moneada, que terminaba su trienio de Provincial
y el sucesor debía ejecutar lo mandado.
(2) Archivo S. J,
199 —

parece tan fácil, como se deduce de las cuentas que se envían; pues
aun en el caso que no estén extinguidos aún todos los censos (lo que
0 o parece creíble) en menos de seis años pueden extinguirse, y en
menos de tres completarse después el depósito de los 40.000 pesos y
en breve comenzar las Misiones a gozar de esta renta». (1)
Esta carta del P. General refleja evidentemente las' ideas del
p. Zárate y de sus consultores, los cuales tenían por cosa muy prove­
chosa y hacedera el aplicar al fomento de las Misiones. Pero en reali­
dad las cosas eran bastante distintas de lo que ellos habían imaginado.
En primer lugar las cuentas que ellos habían hecho, y en las que se
fundaba la resolución del P. Retz, estaban muy lejos de ser exactas.
Se tropezó además con tales inconvenientes en la realización del
cambio proyectado, que el P. Moneada y la Congregación Provincial
juzgaron necesario representarlos a Su Paternidad. No conocemos
cuáles fueran estos inconvenientes, pero debieron hacer fuerza-en el
ánimo del P. General, ya que, muy a pesar suyo, resolvió devolver la
hacienda y obraje de San Ildefonso a su primer destino. He aquí lo
que él mismo dice en carta de 20 de Octubre de 1745.
«Entre las cosas que más sensibles se me bacen, una es la varia­
ción en determinaciones, que por su naturaleza parece deben ser an­
tes bien consideradas y examinadas las causas y motivos que obligan
a determinar. Mas, la contrariedad de los informes puede ser tan au­
torizada que precise a estas mutaciones y me obligue a revocar lo
que ya había establecido.
Por las cartas de mi antecesor y mías consta cuanto ha pasado
acerca de los 40.000 pesos que dió D. Rafael Sánchez Pabón y la
fundación que quiso hacer, y la que examinada por mí en mi carta
de 13 de Febrero de 1734, di la determinación que ahora se me pide
confírme; y se me pidió por postulado de esa Provincia, sin tener
noticia aún de haber revocado yo aquella determinación y aplicado
la hacienda de San Ildefonso a beneficio de las Misiones con las con­
diciones que expresé en mis dos cartas de 25 de Marzo de 1741, por
los informes que con el P. Zárate me dieron otros sujetos de esa
Provincia. El P. Moneada rebatiendo los informes del P. Zárate, y
deshaciendo los principales motivos que como ciertos me escribió di­
cho P. Zárate, y que a subsistir serían de mucha fuerza para no re­
vocar la determinación, como lo fueron para darla y revocar la dada
el 13 de Febrero de 1734, me pide, conformándose con el postulado
de la Provincia, que confirme mi primera disposición y se dé la ha­
cienda al Seminario de San Luis de Quito en el modo que antes or­
dené. Y habiendo considerado cuanto dicho Padre me escribe, y re­
presenta en su postulado la Provincia, y muy singularmente que
además de la necesidad del Seminario y lo acepto que será dicha pro­
videncia a la ciudad y al Reino la aplicación de dicha hacienda al
Seminario, ni las Misiones necesitan de ella, ni la Provincia ha gas­
tado en su aumento las cantidades que se me escribieron, y por otros1

( 1) Archivo S .J ,.
— 200

justos motivos que me asisten y por brevedad omito; revocando como


revoco, la determinación dada en 25 de Marzo de 1741 en favor de
las Misiones, y despojándolas de la utilidad de dicha hacienda, como
también al noviciado de la propiedad, que sin utilidad alguna en di­
chas cartas le di, renuevo en un todo y de verbo ad verbum cuanto
escribí y ordené en mi citada carta de 13 de Febrero de 1734; a que
desde luego dará cumplimiento V. R. y ejecutará cuanto en ella digo
e imponiendo sobre esto perpetuo silencio,'como lo impongo desde
ahora». (1)

3.— Lo que acabamos de decir acerca de la hacienda de San Il­


defonso es buena prueba del vivísimo interés con que el P. Francisco
Retz seguía el desenvolvimiento de nuestras Misiones de la región
oriental. Este amor del P. General al ministerio .de las Misiones se
manifestó de una manera todavía más explícita en una carta de 2 de
Abril de 1740 a las Provincias americanas, y que tiene aquí su propio
lugar, no obstante la diversidad de materias, por tocarse varios pun­
tos que arrojan nueva luz sobre el estado económico de los colegios
en estas Provincias, a mediados del siglo X VIII; por lo cual nos pa­
rece conveniente citar íntegramente este importante documento.
«La conversión de la gentilidad como fin principalísimo para que
se fundaron estas Provincias de Indias, así como es lo más importan­
te de ellas, así también ha sido siempre el principal objeto de mis
deseos en extenderla, y de mi cuidado en examinar qué cosa puede
fomentarla, o cuál retardarla, si no impedirla en un todo. Y si bien
considerando el estado de las Provincias todas, me da Nuestro Señor
el consuelo de ver con el mucho fruto de nuestros ministerios en las
ciudades y colegios, el gran celo y fervor de muchos en las Misiones
y reducción del gentilismo, haciendo no obstante reflexión de qué
más pudiera hacerse, no puedo negar me es de grave aflicción esta
reflexión; y me sería de sumo sentimiento, si o no pudiera remediar
el daño, o debiera atribuirlo a otra causa ajena de aquella caridad,
fervor y apostólico celo, que con mucho consuelo mío veo en todas
las Provincias. El origen de esto creo haya sido, no tanto por inad­
vertencia del daño que se experimenta, cuanto por no haberlo creído
jamás tan próximo, y que no llega bien a experimentarse hasta aquel
extremo, que no de repente y en un punto sino poco a poco y en la
continuación de áños se experimenta. Quiero decir la multiplicación
de colegios. A estos es preciso proveerlos, y parece necesario, el ante­
ponerlos, porque la falta sería más póblica, más sensible la nota y de
más graves inconvenientes la queja de un público que se juzga riguro-1

(1 ) H e aquí un resumen de lo que produjo el obraje d eS a n Ildefonso desde 30 de Setiem­


bre de 1.733 hasta 11 de Enero de 1.736. S e enviaron a Lim a para la venía 2 5 1 fardos que
contenían 11.245 varas de paño azul, 6.479 varas de paño de color, 4.137 varas de tocuyo y
23.808 varas de bayetas. El paño azul se vendió en 30.608 pesos; los paños de color en 13.397
pesos; las bayetas en 8.249 pesos; el tocuyo en 1.662 pesos que dan un total de 53.916 pesos.
De esta suma hay que restar todos los gastos, como son, la compra de las lanas, el jornal y
aumento de los trabajadores del obraje, los gastos de conducción a Lim a y los de comisión, etc.
Archivo S. J.
— 201 —

so acreedor a la enseñanza y ministerios que para su utilidad se fun­


daron. Las Misiones allá escondidas y retiradas de las ciudades lo
están no menos de aquella censura y queja que pudiera dar solicitud
y cuidado, o si alguna vez se oye, no se estima de tal peso que ame­
nace grave nota; se disimula, se pasa y se sufre en fuerza de la impo­
sibilidad para proveer bien colegios y Misiones, y de la necesidad de
atender a aquellos primero. Esta antelación y primacía, sobre descu­
brirla yo bastantemente por los catálogos, me confirman en ella las
repetidas cartas de los Provinciales y de otros, pidiéndome misione­
ros, ponderándome la falta de sujetos para las Misiones, la necesidad
de enviar sujetos ya formados que desde luego puedan emplearse en
ellas, y sin expresar jamás la falta de sujetos para los colegios. Antes
bien (lo que yo mal entiendo), en medio de esa estrechez y falta de
operarios en las Misiones, si se trata de fundar uno o más colegios,
se propone y abraza la fundación, se escribe facilitándola, y aquella
Provincia que no puede dar un operario más a las Misiones, dará
operarios y maestros al nuevo y nuevos colegios que se fundaren. No
estamos tan ceñidos que no sea la nuestra una de las más numerosas,
aunque tan moderna, entre las Religiones. No en cualquier ciudad,
lugar o aldea ha de haber colegio, y ni quiera Dios en nosotros aque­
lla multitud; porque en algún tiempo se pudiera desear fuésemos me­
nos, porque fuésemos mejores. No es mi ánimo cerrar del todo la
puerta a nuevas fundaciones, sino que éstas no la cierren a nuevas
excursiones y a las conquistas de la fe entre los gentiles, imposibili­
tándose a procurar aquel bien y eterna salud de los indios, ob quam
causam, dice la quinta Congregación, decreto 67, vel solam vel prae­
cipuam operdrii in eam Domini Vineam de Societate mittuntur ; con­
curriendo a que se frustre aquel fin, que es o el solo o el principal de
un Jesuíta en Indias.
Y aun sin tan grave motivo, creo los hay muy eficaces para aque-
iia moderación en admitir colegios, que desde los principios de la
Compañía parecía conveniente a la segunda Congregación General
que en su decreto 8? encomendó a los Generales expresando también
qué colegios en adelante pudieran o no admitirse, remitiendo a su
consideración las nuevas fundaciones, como negocio de importancia
grande al bien común en la Iglesia de Dios, atendido el lugar y cir­
cunstancias de la fundación que se le ofreciere; ni sólo con dotación
suficiente a la manutención y religiosa comodidad de lo que fuere ne­
cesario a los sujetos, sino de sobra y superabundancia para otros más
que de ella puedan mantenerse, y aun así, con tal atención al lugar y
circunstancias de la fundación y que en su dotación sea tan abundan­
te, quiere no se admita, si la Compañía en aquella Provincia no tiene
competentes sujetos, de probada vida y doctrina para maestros, ope­
rarios y superiores; y finalmente que el admitir nuevos colegios, no
sea con detrimento de los ya fundados: et quidem sine aliorum colle-
gtorum detrimento.
Y si bien por justísimos respetos y superiores motivos de la di­
vina gloria ha disimulado la Compañía y convenido los Generales en
admitir fundaciones que no era fácil ajustarlas exactamente a esta
— 202 —

norma, no es ya que por tal no se tenga y no se desee practicar en


los principales puntos que contiene. Y si esto más de una vez no se
ha conseguido o muchas se ha errado, efecto es de aquellos informes
que en la distancia tienen tanta fuerza, como que de su verdad o fal­
sedad depende el acierto o el yerro en las determinaciones. Hable­
mos con la sincera religiosidad que pide tan importante materia y el
estado a que en esas Provincias nos ha reducido la multitud de cole­
gios. ¿No hay algunos en más de una Provincia que sólo sirven de
intolerable peso por todas sus circunstancias y de grave solicitud al
celo de los Superiores? ¿Cuántos en un desierto con nombre de ciu­
dad? ¿Y habrá para un colegio tal, (que ojalá no fuese más de uno) y
encontrará el Provincial operarios, maestros in vita et doctrina idó­
neos? Si éstos, como en muchas partes sucede, no pueden por la dis­
tancia ser visitados del Provincial, ¿qué solicitud al celo de éste no
debe ocasionar esta distancia, qué desconsuelo al súbdito? ¿A qué in­
convenientes no está expuesta la observancia regular? Bien sé que
mucho de esto comprende a las Misiones; más también sé que de mu­
cho es causa la multitud de colegios, que a ser menos, pudieran éstos
y las Misiones ser visitados del Provincial y que a no ser tantos,podría
con la sobra de sujetos asegurarse la elección de los que se envían a
las Misiones, y que a éstas no se enviaría alguno de que por ventura
no puede esperarse algún bien, porque en todas partes está mal. Y
finalmente, si los colegios y las Misiones están expuestos a daños
semejantes, la importancia de éstas es suma, y en su comparación
ninguna o poca la de tales colegios; y cuanto mayor es aquella im­
portancia y a Dios más acepto el celo de extender su ley, tanto más
asegurada tiene de parte de Dios aquella asistencia con que S. M.
favorece; y en medio de tantas ocasiones y peligros, no sólo de en­
tibiarse la virtud, sino de relajarse en los vicios, aun espíritus de muy
veterana perfección, se conservan tantos, de cuya vida y apostólicos
ejemplos tengo bastante noticia. £1 punto de dotaciones y adminis­
tración de estas fundaciones y de los colegios quisiera no tocarlo, si
lo escrupuloso de la materia y la experiencia de lo que pasa me per­
mitieran aquel disimulo, que me esforzaré tener en las expresiones,
para que no salgan tan sentidas de la pluma, como eficaces las deseo,
para que sin exageración en la materia se confiese ser así lo que allá
y acá se conoce.
Y en primer lugar yo concedo que la dotación sea tan cuantiosa,
cual se pinta en el informe, y que el colegio la logre aumentada en
mucho, cuando llegue el caso de efectuarse su fundación. Mas ¿hay
prudente esperanza de que este colegio logrará por lo común un buen
procurador? ¿Tendrá siempre Hermanos Coadjutores de religión, in­
teligencia y aplicación al cultivo de las haciendas? Aquella Provincia
y Superiores, que a esta causa ponderan los atrasados, no de uno sino
de muchos colegios, que con desconsuelo del remedio escriben, que
con repetidas cartas piden al General un buen número de Hermanos
y que ni aun para el Colegio Máximo y Casas principales los tienen,
aquellos digo, ¿esperan tenerlos para este nuevo, corto y retirado co­
legio? Encomendados los bienes y haciendas a indios y esclavos, se
203 —

les confía la administración de éstos y aquellos, aun con la experien­


cia de poca fidelidad en unos y de mucha desidia en otros, porque a
valerse de tal condición de gentes obliga la necesidad. Al tardo y leve
cultivo corresponde el incierto fruto, que aún es menos, cuando llega
al colegio de las manos por donde pasa. Lo que siempre es mucho,
son los gastos, y como apenas corresponde a ellos el útil, para satis­
facerlos, alimentar a los sujetos, proveer al colegio y surtir las ha­
ciendas, es preciso el empeño y cargarse de censos y deudas. Crecen
éstas antes de aminorarse; pues como el origen del daño es el mismo,
se imposibilita más el remedio por los mismos medios que se solicitan
para el desempeño.
Y ¿si las dotaciones no fuesen cuales se pintan, o no llegase el
colegio a recibirlas cuales fueron en sus principios? Este engaño, que
no lo sospecho malicioso en los Provinciales y consultores, es a ve­
ces efecto de la facilidad con que se da crédito al informe que se les
hace de cosa que por distante no pueden examinar por sí, no pueden
enviar personas inteligentes o no lo juzgan necesario para certificarse
en tan importante materia. Yo no puedo persuadirme que se repita
este engaño y tan considerable variación de aprecios y valores, de un
año para otro, que aun por decenas de miles baja, sin que éstas las
aumentase por falta de inteligencia de justos y prácticos apreciadores.
Yo no hablo de aquellos bienes y haciendas, que de un año y aun de
un mes a otro suelen tener considerable variación por la contingencia
de sus rentas y frutos, hablo de aquellas que no la tienen tanta, de
aquellas en que se puede formar un prudente estado de su regular pro­
ducto, de aquellas en fin sobre que con repetidas cartas se escribe
que ni tienen, ni tendrán, ni jamás tuvieron aquel valor de que se
informó, y que si no hay alguna nueva donación que a esta fundación
se agregue, pasarán muchos años sin esperanza de colegio. Cuando
el capital es en dinero, o todo, o parte, mucho riesgo corre de que la
imposición que se hiciere, toda ella sea en créditos y en deudas. Si la
Provincia o el Colegio Máximo se hallan en buen estado, menos mal
para la fundación; si alguno o ambos están necesitados de dinero, con
esto se remedian. Si yo no tuviera muy presente lo que ha pasado en
varias Provincias, y aun sucede presentemente, si me hubiera olvida­
do de las órdenes y preceptos mfos y de mis antecesores para rein­
tegrar capitales de fundaciones, si aún no hubiera algún colegio o
Provincia gravada con esta carga, si el cumplimiento en las últimas
voluntades no fuera de tanto escrúpulo y finalmente, si la conducta
que en esto se tiene no fuera de tanto perjuicio a la Religión; ni cre­
yera lo que muchas veces ha sucedido, ni hablaría con la claridad que
juzgo ser necesaria y ni me vería precisado a las providencias que
daré.
Con las primeras noticias al General de la nueva fundación,
se le da aviso de que a la Provincia se ha entregado la plata. Mien­
tras el dinero está parado y no se ha encontrado en muchos años
oportunidad de importarlo, [porque] o previno aquella [oportunidad]
muy desde luego la urgencia de la Provincia, la necesidad del Cole­
gio Máximo o el desempeño y alivio de ambos, se propone tomarlo a
204 —

censo el que lo necesita, y se abraza desde luego como útil a ambas


partes este proyecto.
Lo regular es que de estas disposiciones no pocas llegan al Ge­
neral después de muchos años, y entonces con la queja de que no se
pagan los censos, porque como el acreedor es de casa y no ha de
obligar por justicia a la satisfacción, prepondera la imposibilidad de
darlo en las presentes circunstancias. Se dan órdenes muy apreta­
das, se repiten en los despachos y se envían preceptos, para que se
satisfagan estas pensiones, reintegren capitales y se depositen anual-
mente alguna suma. Llega finalmente el caso en que el General de­
termine aceptar o no la fundación, o por, decirlo más claro, llega el
caso de que el General no pueda tener elección, ni determinar en
muchas ocasiones como quisiera, porque las circunstancias le preci­
san casi a aceptarla. Si se niega la liciencia y se ordena despedir la
fundación, se representa que las circunstancias no permiten ya pro­
ceder de otra suerte, pues es tan difícil desistir de la fundación como
imposible restituir los capitales de la dotación sin destruir el Colegio
Máximo, sin arruinar la Provincia en la pronta reintegración de muy
crecidas sumas que recibieron y han gastado, y que en estos males
es preferible el de admitir un colegio tal, por no destruir el principal
y más importante, o no dañar a muchos que habrán de reparar el
detrimento de la Provincia, si ésta se obliga a reintegrar la dotación.
Y en este estrecho se pone y precisa al General, que se le saca por
fuerza la licencia de admitir un colegio que tal no será en muchos
años, que acaso nunca llegará al estado que el fundador quiso por
haberse enajenado la dotación.
Estos daños no solamente obligaron a aquella moderación en
admitir colegios que la segunda Congregación General dejó expresa­
da, sino que en el breve tiempo de dos años, desde 1581 a 1583,
hemos rehusado, dice el P. Claudio escribiendo a una de esas
Provincias, la aceptación de casi cincuenta de ellos y algunos con
muy buenas fundaciones. Y si se observan con atención los motivos,
se verá no ser tantos como yo dejo apuntados, ni de tanto peso.
Diólo grande y aun fué, el único a la repulsa de tantas fundaciones la
experiencia ya en aquel tiempo, de que comenzaba a minorarse aquel
fruto de las Misiones, tan glorioso a la Iglesia, tan útil a los prójimos
y tan propio de nuestra vocación. V ix sine magno dolore cogitari
possit quod in tanta operariorum multitudine, sive propter colle­
giorum onera, sive propter modicum fervorem nostrum. . . fructum
tamem illum de missionibus quem debemus quem et Ecclesiae sanctae
necessitas et vocatio nostra postulat, non reportemus.
¿Qué diría hoy y a cuántas fundaciones no cerraría la puerta,
viendo tan multiplicados los colegios, como desproveídas las Misio­
nes? ¿Con cuánta mayor viveza significaría su sentimiento y el de la
Compañía en orden a nuestras fundaciones, no contento de haberlo
repetido tanto en sus cartas a esas Provincias? ¿Y con cuál fuerza de
energía no refrescaría la memoria de aquella su admirable carta a
los Jesuítas de la India Oriental y repetiría a los de América con su
fervoroso ruego, aquel único e importante fin para que se fundaron
— 205 —

esas Provincias? Esto solamente, dice, es, io que os pido y únicamen­


te deseo de vosotros: Quod in vobis requiro, ad summam, id unum
¿si: que considere atentamente cada uno y reflexione cuál sea nuestro
intento y designio, y cuál nuestro consejo en privar a Europa de los
trabajos de aquellos que a la India se envían, cuál nuestro fin sea en
no aceptar muchos colegios en Europa, y cuál nuestro ánimo en
«xponer las vidas de tantos a navegar los dilatados espacios del
Océano con tantas dificultades y peligros. Quo tamdem consilio tot
aperas Europae subtrahimus. Quorsum multa hic collegia admittere
recu sam u s , et tamen tantis cum periculis et difficultatibus ad tanta
maris et Oceani spatia emetienda vos mittimus. Todo este bien de
que privamos a Europa en los que allá se envían, todo aquel fruto
que no logra en las fundaciones que no se aceptan, aquellas gran­
des dificultades, las dilatadas navegaciones, los extremos peligros y
la vida misma, todo, todo se pospone, se vence, se sacrifica al solo
fin de convertir la gentilidad; este solamente es el designio y el con­
sejo nuestro; in quo n ih il aliud spectamus quam ut accurate indi­
genarum et fid e i lumine destitutorum conversioni vacetur.
Mas no es mi ánimo dilatarme en este punto tan importante,
aunque él sólo bastaría a dificultar en adelante nuevas fundaciones.
Los muchos que solamente he insinuado en esta carta, los graves
inconvenientes brevemente apuntados y el deseo de algún remedio a
tanto daño, me obligan a celar no crezca éste con la multiplicación
de colegios. Y si bien el admitir fundaciones tòca a los Generales,
para que en esto puedan obrar con libertad y sin aquella necesidad a
que no pocas veces les ha estrechado el justo respeto de no arruinar
una Provincia, si la nueva fundación no se admite, es precisa tal
providencia que allá imposibilite tan considerable daño. Por tanto,
habiéndolo antes considerado y encomendado a Dios nuestro Sefior,
n¡e veo precisado a ordenar en todas esas Provincias y en cada una
de ellas lo siguiente:
Y en primer lugar mando con precepto en virtud de santa obe­
diencia a todos y cualesquiera sujetos de esa Provincia, que el pre­
sente son o en adelante fueren, o por alguna causa en ella se halla­
ren, extendiendo dicho precepto con todas sus circunstancias y cláu­
sulas a el caso en que se ofrezcan bienes, dineros o alhajas, por
dotación o capital de alguna obligación nueva en los colegios y casas
que ya tiene esa Provincia; que, si alguna fundación en adelante o
dotación al modo dicho y a gloria de Nuestro Señor y bien de la
Provincia, tal se juzgare, de tales bienes, alhajas y dineros para fun­
dación o dotación, no puede esa Provincia, alguna casa de ella o
sujeto de la Compañía valerse o por vía de préstamo, a censo o en
alguna otra manera, sino que todo haya de ponerse en depósito bajo
tres llaves diferentes que deben tener el Rector, el Admonitor del
Colegio Máximo, si puede ser, o si no del colegio que el Provincial
señalare. Y quito a los Provinciales y Visitadores cualesquiera fa­
cultades de poder arbitrar de otra suerte que lo aquí expresado, o
proceder en algún caso con otra inteligencia o interpretación ajena
de este precepto y sus circunstancias.
— 2 o6 —

Con el mismo precepto en virtud de santa obediencia mando a


todos y cualesquiera sujetos con la expresión arriba dicha, que de
los bienes raíces o semovientes que no pueden conservarse en depó­
sito y deban administrarse, nada de ellos o de sus frutos y rentas
pueda enajenarse, sino para bien de la misma fundación o dotación
y de'ninguna suerte para utilidad de casa, colegio o de cosa déla
Compañía, sino que el producto en dinero de una buena administra­
ción, se haya de poner en depósito bajo de las tres llaves, y enten­
diéndose en el modo ya dicho, que ni por préstamo, ni a censo o de
otra suerte se pueda usar de parte de dichos bienes o de sus rentas y
frutos, sino que todo ha de estar existente hasta que el General dé
su licencia y aprobación.
V. R. luego que reciba esta mi carta copiará estos preceptos de
que enviará dos copias a cada casa, y una se pondrá públicamente
en el aposento del P. Rector o Superior, y otra también pública­
mente en el aposento del Procurador. Ordeno que dichos preceptos
se lean públicamente todos los años en tiempo de renovación, y or­
deno que los consultores del Provincial en la carta que deben escri­
bir al General informándole de aquellos puntos que ordené el 15 de
Noviembre de 1732, (r), informen también sobre esto que será el
número 14: An exacte observentur praecepta et ordinationes imposi­
ta 2 A p rilis 1740 super fundationibus et dotationibus.
Con esta tal providencia quedaremos menos cuidadosos y con
menos inquietud de conciencia sobre el cumplimiento de últimas vo­
luntades, cuya obligación fácilmente se abraza y cuya ejecución sue­
le ser más que difícil. Se cierra la puerta a fundaciones cuales he
pintado y cuales sobradas hay en algunas Provincias. El gobierno
de éstas no se hará cada día más difícil por la distancia de los
colegios con tanto detrimento de la observancia. Podrán mejor pro­
veerse las ocupaciones y sobre todo asistirse las Misiones. Las difi­
cultades en contrario, si hay algunas, las he considerado bien, y
juzgo ser todas de menor peso que los motivos de mi determinación.
Y quien delante de Nuestro Señor las examinare, pesare lo que a su
gloria importa y a la Iglesia la conservación de la gentilidad, lo que
interesa la Compañía en colegios tales cuales la segunda Congrega­
ción quiso y no cuáles hay muchos, la escrupulosa conducta que se
ha tenido en administrar esas fundaciones, la experiencia que por
falta de buenos administradores padecen tanto los colegios y la im­
posibilidad cuando son muchos éstos de proveerse bien de sujetos,
conocerá ser así, cuando no quiera fingirse otro estado en las Pro­
vincias del que tengo bien presente.. . Roma y Abril 2 de 1740». (2)1

(1 ) Estos punto eran: A n aliquis exemptus sit ‘a tertia Probatione aut missus ad studia ante
finem biennii?—A n ab ómnibus facta sint Exercitia spiritualia, renovatio?—A n prorrogata pos­
sessio bonorum post quatuor annos?—A n admissa obligatio ex justitia pro ministeriis aut stipendium?
A n vita communis illibata?—A n procuratae externorum intercessiones?—A n vigeat studium Missio­
num et Doctrinae cluistianae?—A n serventur praecepta circa collocutiones, visitationes, confessio­
nes feminarum?—A n concessa alicui, praesertim juvenibus, facultas rusticandi apud externos aut
excurrendi extra domos?—A n aliquid typis evulgatum absque revisione?
(2) A rchivo S. J .
— 207 —

Aunque esta carta fué una circular enviada a todas las Provin­
cias de Indias, mucho de lo que en ella se dice o reprende toca a
la Provincia de Quito, como por ejemplo el haber tomado a censo
el Colegio Máximo y la Provincia la suma destiaada a una fundación.
Tal sucedió con los 40.000 pesos dado por D. Rafael Sánchez Pabón
para edificar un colegio al lado del Seminario de San Luis. Sin em­
bargo el P. Provincial y el P. Rector del Máximo tenían en este ca­
so una excusa que no se menciona en la carta, y era que D. Rafael
vivía eu nuestra Comunidad, por permiso expreso del P. General, y
estaba al tanto de lo que se hacía con su dineio.
Por lo demás,el P. General hablando de la fundación de Loja apli­
ca expresamente su carta a la Provincia de Quito. «Hablando, dice,
de las fundaciones de esa Provincia, ni puedo convenir en todo lo que
se me pide, ni lo que concedo es sin mucha dificultad, por lo que en
uii carta circular de 2 de Abril del afio pasado, a las Provincias de In­
dias escribí, ni lo que en esa de Quito pasa es otra cosa que una con­
firmación de cuanto dije en dicha carta. Sé lo que pasó al Superior
de las Misiones de Quito, aun últimamente, y la dificultad o imposibi­
lidad de darle algún sujeto para las Misiones, porla necesidad de ellos
para los colegios. Lo que dije de los informes que se dan para es­
tas fundaciones, lo que en ellas pasa mientras se da licencia y el fin
que tienen, todo se verifica en la fundación de Loja. Informóse que
había existentes para esta fundación cinco mil pesos que estaban
en depósito, y no los había, ni los ha habido jamás; del lugar se
hizo mejor informe del que se merecía; los 18.238 pesos dados por
el Dr, Rodríguez los tomaron a censo la Provincia y el Colegio
Máximo y también la hacienda de San Ildefonso, y todo no está
todavía pagado». (1)

4 — Con todo, por estos afios dió el P. Retz licencia para la fun­
dación del colegio de Buga, mejor dicho, confirmó la que antes había
dado. Así consta de un oficio que dió al P. Procurador Tomás
Mieto Polo, a fio de que lo presentase en la Corte, con objeto de
obtener la Cédula de fundación.*

(1) H e aquf el estado en que se hallaba la fundación del colegio de Loja, según el Hno.
Procurador José Sotolongo en su carta al P . Provincial del 2 de Noviembre de 1741. «L a casa
del colegio de Loja no es otra al presente que la propia casa que fué del P . Briones, la que se
halla del mismo modo, y aun peor de lo que estaba cuando era de seglares, í“y lo peor que en
«Ha hallo es el principal de 1.500 pesos que están situados sobre ella en contra de nosotros. L a
iglesia es correspondiente a la casa; pues se compone de sólo dos cuartos que, quitada la división
que los separaba, forman la iglesia, que en mi juicio no merece el nombre de capilla, porque
además de su estrechez e incomodidad, sus retablos son tan desengañados que se reducen a dos,
que se componen, el uno de un crucifijo y algunos cuadros y esteras, y el otro de una imagen
de Nuestra Señora con algunos toscos sobrepuestos. Correspondiente a la iglesia es el campanario,
*J que se compone de tres palos en que están ahorcadas dos campanas, que la mayor pesa 3 6 libras.
Refectorio y demás oficinas no las hay, sino sólo cuatro aposentos bien incómodos.
Sus haciendas son tales que por el año del 1740, no daban para mantener a los sujetos que
estaban en el colegio, lo cual consta bien a V . R ., pues el P . Pedro de Arccntales. Rector de di-
ebo colegio, propuso por dicho año el que se le admitiese la dimisión de su empleo, alegando no
•ener con qué mantenerse, ni con qué comprar yeguas para el avío de las haciendas». (Verdadera-
mente eran casi fabulosas las riquezas de los jesuítasl
— 208 —

«Habiéndonos representado el P. Tomás Nieto Polo, Procura­


dor de la Provincia de Quito de nuestra Compañía, serle necesario
para obtener la facultad Real de fundar colegio de nuestra Compa­
ñía en la ciudad de Buga, que constase de nuestra aceptación y li­
cencia, y pedídonos que, pues habíamos por nuestra parte aceptado
dicha fundación, hiciésemos constar de esto mismo por la vía y en el
modo que más conveniente juzgásemos, y deseando que tenga efecto
dicha fundación y que por nuestra parte no se retarde, declaramos
por la presente que tenemos aceptado esta fundación una y más
veces, significádolo así y escrítolo al P. Andrés de Zárate, Visita­
dor de la Provincia de Quito en 15 de Enero de 1737, en que ha­
blando de dicha fundación le respondimos así: Otra carta es del 25
de Noviembre del mismo año de 1735 con el informe de la funda­
ción de colegio en Buga, y visto que me confirma V. R. cuanto ha­
bía escrito el P. Campos, la admito. Y al P, Baltasar de Moneada,
Provincial de la misma Provincia, en 25 de Marzo de 1741 escribi­
mos las palabras siguientes: En orden a la fundación de Buga, nada
tengo que determinar, pues ya la he aceptado, y sólo falta la licen­
cia del rey. La cual aceptación, confirmada así, confirmamos aun
más con el hecho, intimando en toda la Compañía los sufragios co­
rrespondientes a Dña. Marfa de Lenis Gamboa y D. Cristóbal Botín
como fundadores de colegio en Buga. Y porque deseamos llegue a
efecto esta fundación, para la cual ha recibido la Compañía noven­
ta mil pesos que existen y nos consta estar en depósito para em­
plearse en bienes y dotación del futuro colegio, de nuevo confirma­
mos nuestra aceptación y encargamos al dicho P. Tomás Nieto Polo
solicite la licencia de S. M., a cuyo fin le damos.la nuestra y nuestro
poder en la forma que más necesaria sea. En testim onio.. . Roma
16 de Marzo de 1743».
Con este poder, el P. Tomás Nieto Polo alcanzó la Real Cédula
de 3 de Agosto del mismo año de 1743, en Ia cual se permitía la
fundación del colegio de Buga.
Habían precedido las informaciones favorables del Gobernador
de Popayán, del Sr. Obispo de la diócesis y de ambos Cabildos en
las que se hacía constar la necesidad que Buga tenía de colegio. En
la Cédula con fecha de 30 de Noviembre de 1747 se haca notar lo
siguiente: «La ciudad de Buga es numerosa de vecinos españoles,
mestizos, indios, mulatos y negros, no hay en ella sino un convento
de la Religión de Santo Domingo, en que por lo común no hay más
de dos Religiosos, quienes por la pobreza del convento necesitan
salir de la ciudad a buscar con que alimentarse y vestirse por los pue­
blos y haciendas de la comarca, y los clérigos sacerdotes, que se
duda lleguen a diez, viven lo más del año en sus haciendas, y cuando
más quedan firmes el cura y dos o tres sacerdotes para la administra­
ción de los sacramentos en la ciudad y los anejos.. . por lo cual es
lastimosa y grande la falta de ministros que prediquen y confiesen
a tantos como lo necesitan.. . He resuelto... condescender a la
instancia hecha por el expresado P. Tomás Nieto Polo en la funda­
ción del expresado colegio de Jesuítas en la ciudad dé Buga, con
209 —

calidad de que se haga inventario de los caudales expresados y que


están dedicados para esta fundación, para que siempre conste su
principal, y con la de que (y no de otra suerte), este colegio haga
obligación precisa en esa Audiencia que ha de ejecutar todo lo que
yo determinare por punto general, en cuanto a prohibir la adquisi­
ción de nuevas haciendas, en la misma forma que se ejecutó el año
de 1705 en la ciudad de Guayaquil con otro colegio que se fundó
en ella». (i)
«Habiendo llegado, dice el P. Velasco,la Real Cédula de Felipe V
para fundar el colegio de Boga, fué destinado para primer Rector
el P. Joaquín Bonilla, nativo de Popayán. La fundación de este co­
legio fué una de las mayores y mejores, por ser de 95.000 pesos de
dinero contante. Los 50.000 los dió Dña. Marfa Lenis Gamboa,
viuda de Peñalver, los 40.000 los dió D. Cristóbal Botín, y los 5.000
fueron réditos que frutificaron aquellos, mientras se verificó la fun­
dación. Siendo ésta de las mayores, fué de las menos bien logra­
das, porque no siendo para el caso el P. Bonilla por su inocente
candor, fué gravemente engañado en reducir el contante en bienes
raíces. Cuando se advirtió el mal, no hubo ya remedio y el colegio
quedó con notables atrasos». (2)
Pero si hubo este mal manejo de los fondos del colegio de Bu­
ga, no fué por falta de prevención y aviso del P. General que había
escrito el 25 de Marzo de 1741: «En orden a la fundación de Buga
nada tengo que determinar, pues la he aceptado ya. Sólo sf deseo y
muy encarecidamente lo he encomendado a los Superiores, que pues
esta fundación es tan buena como de 90.000 pesos, cuando llegue el
caso de obtenerse la facultad Real y emplearse el dinero, se vea bien
cómo se emplea, no suceda lo que en la fundación de Loja y otras,
y que no se hagan compras sino por sujetos inteligentes y precedien­
do la aprobación del Provincial y consultores. Aunque veo el mal
estado del Oficio de Provincia adeudado en 22.717 pesos sobre
59-7°o de capitales de censos, y el mal estado también del Colegio
Máximo, no puedo menos de encargar a los Superiores la satisfacción
de los 28.000 pesos que deben a la fundación del colegio de Bu­
g a ...» (3)

0 ) A rchivo S. J.
(2) Velasco o. c . , . . , .año 1642.
(3) A rchiv o S. J .
CA PITU LO QUINTO

GOBIERNO DEL P. CARLOS BRENTAN

SUMARIO: 1 La Congregación Provincial de 1741 ; circular en nombre de la Con­


gregación; el P . Moneada vuelve a Lim a.—2. Regreso del P . Mauge-
ri; la primera imprenta en Quito.—3 . El colegio de Popayán y la
Academia de San José.—4 . Visita de la Provincia por el P . Bren-
tan.—5. Gobierno de la Provincia.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.. . .añ o » 1741 - 1 7 4 6 .—RECIO, Compendiosa Relación de la cristian­


dad en el Reino de Quito, T r. IL —GONZALEZ SUAREZ, Historia General de la República del Ecuador,
1. 6, c. 2.—ARCHIVO S. J.

i — La Congregación Provincial debía reunirse en Junio de 1741,


a los seis años como de costumbre, pero el P. Moneada, en vista
de las dificultades pecuniarias tanto del Oficio de Provincia como de
todos los colegios, pidió al P. General que ésta se difiriese por tres
años. E l P. General negó el permiso, y la Congregación se tuvo a su
tiempo, en Junio de 1741. En ella no íueron nombrados nuevos
Procuradores, sino que se dió la comisión a los dos de la Congrega­
ción anterior de 1735 que se hallaban todavía en Europa, y que por
este nuevo encargo hubieron de retardar su regreso a América. De
este modo se excusaron los grandes gastos por cuya causa se había
pedido diferir la Congregación.
E l catálogo de la Provincia que se formó, como de costumbre
en 1740, nos da a conocer el número de los Religiosos que la com­
ponían en aquel entonces. Entre todos llegaban a ciento setenta y
ocho. De éstos, noventa y cinco eran sacerdotes, veinticuatro
Hermanos Estudiantes y cuarenta y uno Hermanos Coadjutores; los
novicios eran diecisiete, doce escolares y cinco coadjutores.
La Congregación, después de examinar cuidadosamente el esta­
do de la Provincia, recomendó al P. Provincial el remedio de algu­
nos defectos o descuidos que se notaban por entonces. Cumplió el
P. Moneada con este encargo, enviando a todas las casas una circu­
lar, en la que con claridad avisa los puntos que requieren en­
mienda. Por este documento, cuyos párrafos principales copiamos
a continuación, se ve que, gracias a Dios, reinaba en la Provincia
excelente espíritu religioso, ya que son pocas y no muy grandes las
faltas que advirtió la Congregación. Hélas aquí:
— 211 —
«La primera, en algunos colegios, no se aplican los maestros de
gramática con aquel celo y exacción que desea nuestra Compañía a
la enseñanza de los niños, por cuya causa suelen venir algunos al
curso de Filosofía totalmente faltos de latinidad e inhábiles para el
aprovechamiento que se pretende, y siendo el de las aulas de gramá­
tica uno de los principales ministerios de nuestra Compañía, como
que de la instrucción de la juventud, pende el que se formen minis­
tros aptos para la salvación de las almas, es cosa muy sensible el
que por el descuido de algunos maestros se malogre su enseñanza,
con no poco discrédito de nuestras escuelas. Y así encargo a V. R.
aplique todo su celo y vigilancia en que los maestros de gramática
asistan exactísimamente a su aula, persuadidos de que ésta es su pri­
mera obligación, más que la de otros ministerios.. . .
La segunda por la omisión que tal vez se ha notado en ajustar
los Libros y cuentas de lo que entra y se gasta en nuestros colegios,
se suele seguir grave confusión en ellos, o el olvido de algunas parti­
das bastantemente cuantiosas, con menoscabo de la santa pobreza;
por esto y por encargo que privadamente me hizo la Congregación,
ordeno a V. R. que tenga más cuidado en los Libros, y que cada
seis meses indefectiblemente se ajusten las cuentas de ellos, y se dé
parte a este Oficio, haciendo un resumen del recibo y gasto de los
seis meses, el que se estampará en los Libros, y un tanto [copia] se
remitirá al P. Provincial, para que así se eviten los inconvenientes
dichos, y se pueda íormar juicio del estado temporal, de sus progre­
sos y decadencia, para dar las providencias que parecieren más opor­
tunas. Y con esta ocasión ordeno que cada año indispensablemente
se ajusten las cuentas con los indios que nos sirven en las haciendas
o en los colegios; y se les pague prontamente lo que constase se les
debe, porque lo contrario es materia sobradamente escrupulosa, y
puede traer no poco descrédito a nuestro proceder que debe ser
siempre reguladísimo por las reglas de la caridad y de la justicia.
La tercera, resolvió la Congregación que yo con todas veras
recordase a los Rectores de los colegios la obligación que tenemos de
instruir a nuestros sirvientes y esclavos en los misterios de nuestra
santa fe, y cuidar de que los indios de nuestras haciendas sepan la
doctrina cristiana.. . Quisiera que en un punto tan necesario para la
salvación de las almas, que es el blanco principal de nuestro Institu­
to y por la misericordia divina veo en esta Provincia celosísimamen-
te actuado para con los extraños, sea mucho más ardiente el celo
y mayor el cuidado para con nuestros sirvientes y familiares, por lo
cual encargo a V. R. con la mayor seriedad que puedo, en cumpli­
miento de mi obligación, que cuide de que nuestros sirvientes y do­
mésticos e indios de nuestras haciendas, tengan toda la instrucción
necesaria, o enviando alguna vez un Padre que los doctrine, o lo
que será más oportuno, poniedo en cada hacienda quien los enseñe,
o usando de otros medios que la celosa prudencia de V. R. en mate­
ria tan grave hallare ser conducentes.
La cuarta, se resolvió en la misma Congregación que en las
noches de abstinencia sólo se dilatase la cena un cuarto de hora, y
— 212 —

las noches de ayuno sólo se dilatase inedia hora m ás.. . Ásí se prac­
tica en este Colegio Máximo».
Hasta aquí la circular enviada en nombre de la Congregación.
E l gobierno del P. Moneada tocaba a su término y tenía que regre­
sar a su Provincia del Perú. Sabiendo que el llamado a sucederle era
el P. Carlos Brentan, insigne misionero del Marañón, le había hecho
venir de las Misiones para que le sirviese de Socio, y con esto fuese
conociendo poco a poco a la Provincia, de la cual había vivido aleja­
do por razón de sus apostólicos ministerios. Con la misma solícita
previsión fué disponiendo las cosas, para que el cambio de Provin­
cial se hiciese con la mayor suavidad posible. Cuando todo estuvo
ya a punto, convocó a los consultores de Provincia, y en su presen­
cia abrió el despacho de Roma que contenía el nombramiento del
P. Brentan. Este acto tuvo lugar el 20 de Junio de 1742. Aquel
mismo día salió camino de Lima, en medio de las lágrimas de todos,
así propios como extraños.
El P. Moneada es sin duda alguna uno de los Superiores más
insignes que tuvo la Provincia de Quito. Habíase hecho cargo del
gobierno en circunstancias particularmente difíciles, a raíz de la
visita del P. Zárate que tantas amarguras y desasosiego causó en la
Provincia. Los ánimos hallábanse exacerbados o abatidos, y hasta la
situación temporal dejaba que desear. Todo lo remedió el P. Mon­
eada con suma destreza y suavidad, de suerte que antes de volver al
Perú, no sólo había conseguido devolver a la Provincia la paz y
unión de los corazones, sino que la dejaba en estado floreciente,
entablada la fiel observancia de la vida regular y la fervorosa apli­
cación a los ministerios apostólicos. Y no fué éste un mejoramien­
to pasajero; pues en este buen estado perseveró la Provincia hasta
la expulsión de Carlos III. Era el P. Moneada varón de eminente
virtud, muy espiritual y de rara prudencia. Pocos Superiores se
habrán dedicado con mayor empeño al gobierno de sus súbditos,
rigiéndoles más con sus sautos ejemplos que con sus palabras, y ani­
mando a todos a trabajar en su perfección y en la de sus prójimos.
Es tanto más de admirar el empeño con que se consagraba a cuidar
de los Nuestros, cuanto que era muy querido de los seglares, que
solicitaban con ahinco sus ministerios. En efecto, tuvo grande ha­
bilidad en la dirección de las almas, a muchas de las cuales supo
llevar a grande perfección, sobre todo por medio de los Ejercicios
espirituales de nuestro Santo Padre, cuyo uso entre los seglares
promovió con inmenso fruto de sus almas. A su tiempo hablaremos
de propósito de este glorioso ministerio, al que dió el primer impul­
so, siendo Provincial en Quito. Cuando salió la inicua orden gene­
ral de destierro para los jesuítas, decretada por Carlos III, mucho
trabajaron sus amigos para que se permitiera al Padre ya muy an­
ciano terminar sus días en América. Mas él prefirió seguir la suerte
de sus Hermanos, aunque no pudo acompañarlos hasta Italia. Car­
gado de años y de merecimientos, no menos que agobiado por la
terrible desgracia de la Compañía, murió plácidamente, el 29 de
Agosto de 1768, mientras navegaba en el canal de Bahama.
— 2 1 3-

N o es pequeño elogio del P. Brentan el que se pueda decir de él


que fué digno sucesor del P. Moneada. He aquí lo que sobre su per­
sona nos dice el P. Velasco: «Salieron de las Misiones para sus nuevos
empleos dos insignes misioneros que merecen especial memoria. El
p. Francisco Javier Zephyris, destinado Rector de Latacunga y
Maestro de novicios; sirvió en la Misiones dieciocho años con infati­
gable celo eu diversas poblaciones.. . El otro fué el P. Carlos
tfrentan, llamado a Quito para Socio del P. Moneada. Sirvió ca­
torce años en las Misiones con gran crédito por su virtud, por su
celo y por el trabajo con que de particular y de Superior adelantó
muchas diversas poblaciones. Siendo su nobleza de una de las fa­
milias más distinguidas de Alemania, se hallaba de actual general de
las armas del Imperio un hermano suyo, y siendo por su virtud y
talento merecedor de gobernar la Provincia, fué sacado a ella para
que estuviese pronto y preparado.... Este fué el primer Provincial y
el único que personalmente visitase toda la Provincia sin dejar par­
te más remota de ella, dejando en todas, memoria de su prudente y
próvido gobierno. Llamó de las Misiones del Marañón al Hermano
Coadjutor Jorge Vinterer, para que como eminente escultor empren­
diese la obra de los retablos de los altares que todavfa no se habían
principiado y terminase los demás», (i)

2— Tanto por cumplir con los encargos de la quinta Congrega­


ción Provincial como por la guerra entre España e Inglaterra los
PP. Procuradores no habfan podido regresar a la Provincia. Mas,
como se dilatasen las hostilidades, sin esperanza de próxima paz,
resolvieron dividirse, y que quedando por entonces en Europa el
P. Tomás Nieto Polo, se adelantase el P. Maugeri a todo riesgo con
unos cuarenta misioneros entre los cuales había varios novicios y aun
postulantes. La expedición se embarcó en Cádiz a mediados de Abril
de 1742 en una saetía catalana. Después de una travesía feliz en el
Océano, fueron acometidos a vista de Cartagena de Indias, en la
Punta de Canoas, por un barco inglés el día 2 de Junio de 1742.
No queriendo entregarse la saetía, tiró a vararse en una ensenada,
bajo el fuego del enemigo, cuyos disparos mataron a varios, entre1

(1) Velasco. o. c. año 1743. Era el H . Vinterer austríaco, natura) de un pueblecito del Tirol.
Por el P . Velasco conocemos también cuales fueron ios nombramientos de Superiores que se
hicieron juntamente con el P . Brentan. Dice así en su Historia: «El P . Brentan tomó por Socio
si P. Nicolás de la Torre, americano nacido en la ciudad de L a Plata, en el gobierno de Popa­
ban. Los demás Rectores y Superiores fueron como sigue: Rector del Colegio Máximo, P . José
Nieto Polo por cuya muerte prosiguió el P . Fernando Espinosa, que había sido nombrado V ice­
rrector por la muerte del P . Ignacio de Hormaegui acaecida el 15 de Julio de aquel mismo año.
Munendo también el P . Espinosa un mes después, entró en su lugar el P . Pedro de Tobar; de
San Luis el P . Jerónimo de Herce; de Latacunga el P . Francisco Javier Zephyris; de Popayán el
P José Vorés, después de él el P . Lucas Sata; de Cuenca el P . M iguel Manosalvas; de G uaya­
quil el P. Nicolás Crespo y por su enfermedad el P . Francisco Aguirre; de Ibarra el P . Nicolás
Saldaña y después el P . Francisco Santos; de Riobamba el P . Andrés Cobo de Figueroa y des­
pués de él el P . Baltasar V argas, y después e) P . Diego de A res; de Pasto el P . Lucas Sata,
y cuando este se mudó a Popayán, el P . Antonio Cuellar; de Loja el P . José Baca; y Superior de
I»« Misiones el P . Guillermo G rcbmer».
— 214

otros a tres misioneros, resaltando heridos otros dos. Los demás con
el P. Maugeri salieron de aquel lance, unos en lancha y otros na­
dando el espacio considerable de mar que mediaba entre el navio y
la playa, entre el silbido de las balas que se cruzaban sobre sus ca­
bezas. Llegaron a Cartagena sanos y salvos, pero con indecibles
trabajos perdiendo todo cuanto habfan llevado en la embarcación. Al
cabo de seis meses, se pudo rescatar alguna parte de lo que se tenia
por perdido, gracias a los empeños del P. José Fifíón, uno de los ex­
pedicionarios que se quedó en Cartagena con este intento. Los de­
más prosiguieron su viaje por el río Magdalena, en el que se ahogó
un novicio al bañarse; los demás llegaron a Popayán por Setiembre
y finalmente a Quito a fines de 1742. (x)
Mientras esperaban tiempo oportuno para embarcarse, los
PP. Maugeri y Tomás Nieto Polo junto con los Procuradores de Nue­
va Granada hicieron las diligencias necesarias para llevar a Quito y
a Santafé la primera imprenta que había de funcionar en estas dos
ciudades. El P. Diego de Torres, Procurador de la Provincia del Nue­
vo Reino de Granada, en nombre suyo y en el de los Procuradores
de Quito presentó una solicitud al Consejo de Indias, a 3 de Di­
ciembre de 1740, pidiendo licencia para instalar una imprenta en
uno o dos colegios de cada una de las dos Provincias, ya que se pa­
decía falta extrema de libros adecuados así en los colegios como en
las Misiones. La respuesta del Fiscal del Consejo fué como sigue:
«El Fiscal dice que respecto de no hallarse ley ni disposición
que prohiba tener imprentas en los Reinos de las Indias, parece que
se podrá conceder de esta parte licencia para ponerla en uno o dos
colegios en su Provincia para el fin que se expresa; y que ésta sea
con la precisa calidad de que antes de imprimir cualquier libro hayan
de preceder las aprobaciones y licencias acostumbradas y prevenidas
por las leyes, y que en consecuencia de lo mandado en la última del
título 24, libro primero de la Recopilación, entreguen en la Audien­
cia veinte libros de cada género de los que imprimieren para remitir­
los al Consejo; y sin que esta licencia se entienda privilegio, ni por
ella prohibida la impresión, ni venta de los libros que en ella se im­
primieren, a otras cualesquiera personas que lo ejecutaren, sino que
libremente los puedan imprimir y vender, guardando las reglas dadas
sobre el asunto, no obstante esta concesión». (2)
El P. Maugeri se embarcó con sus compañeros en Cádiz el 15
de Abril de 1743. Pero la imprenta concedida no llegó a suelo ecua­
toriano sino diez años más tarde, hacia 1754, y se instaló en el
colegio de Ambato como imprenta privada, siendo el primer tipógra­
fo el H. Coadjutor Adán Schwartz, natural de Hamburgo. Este
Hermano fué quien inició en su arte al primer tipógrafo nacional el
Maestro Raimundo de Salazar y Ramos. A fines de 1759 la impren-1

(1 ) A rchivo S .J . V entali con el P . Maugeri 18 Sacerdotes, 25 Hermanos Estudiantes y


Hermanos Coadjutores.
(2) A rchivo de Indias, 7 4 , 1 , 1.
- 215 - -

ta fué trasladada a Quito y el taller se montó en el colegio de San


Luis, (t)

3.— Al visitar al P. Brentan el colegio de Popayán el año de


1745, dejó establecida en él la Academia de San José. Consistía ésta
en las tres cátedras de Filosofía, Teología escolástica y Teología mo­
ral, conservando siempre el colegio las cátedras de primeros rudimen­
tos y de gramática latina que había tenido desde su fundación. Estas
tres nuevas cátedras se empezaron a leer desde el año de 1745. (2)
Las becas de los seminaristas por falta de fondos eran cinco tan sólo,
pero con motivo de la fundación de la Academia se añadieron otras
dos.
Para fundar esta Academia se echó mano de los 20.000 pesos que
había dejado D. Cristóbal Batín para fundar un colegio en Cali. El
P. General, como queda dicho, no admitió esta fundación, por lo
que esta suma pasó a disposición del Obispo quien la destinó al esta­
blecimiento de varias capellanías y otras obras pías. Más adelante,
el Sr. Obispo D. Juan Nieto Polo del Aguila, aplicó esta cantidad a
la Academia de San José, pareciéndole más conforme a la intención
del donante que la había dejado para fomentar los estudios.
Así que tuvo noticia el P. General de la fundación de la Aca­
demia, la admitió sin dificultad. Escribiendo al P. Carlos Brentan el
13 de Noviembre de 1746 le dice: «Las instancias que hizo a V. R.1

(1) C ír. José M . V argas O . P ., La cultura de Quito colonial, 1 8 9 -9 0 ; Carlos E . Sánchez, La Im­
prenta en el Ecuador, 3 5 -4 2 . Damos a continuación la lista de las primeras obras impresas que se
conocen:
1. Piísima erga Dei Genitricem Devotio.—H am bati,—Typis Societatis Jesu.—1755.—in 8 o—95 pp.
2. Carta pastoral que hizo leer el llustrfsime señor doctor don Juan Nieto Polo del A guila.. . .Impreso en
la V illa de A m bato, el mismo año de 1 7 5 7 .—in 4 o — 18 pp.
3. Novena en honra del Glorioso Patriarcha San J o s é .,..C o n licencia en H am b ato .— 1 7 5 8 .—in 12°
- 32 pp.
4. Oración Fúnebre predicada en las solemnes exequias.............del limo. Señor Doctor D. Nieto Polo del Agui­
l a . . . .por el R . P . Juan Bautista de A guirre de la Compañía de Jesús.—impreso en Quito,
año de 1760.—in 4 ° .—30 pp.
5. Divino Religionis propugnaculo Polari fidelium S y d e ri....s e suasque universae Philosophiae Theses
Venerabundus D. O. C . Joseph M aria Lanati Societ. Jesu. [Sin fecha, probablemente 1760]
6. Oraciin panegírica de Santa Rosa de lim a. . . . por el Doctor Francisco de Llanos y V aldés.—
Quito, impreso en la Compañía de Jesús.— 1760,—in 4 o—38 pp.
7. Catalogus personarum et officiorum Provinciae Quitensis.. . . 1761.—in I2 ° —39 pp.
8. El Santo més amable.. . .oración panegírica que en ei dia solemne de el glorioso S. Antonio de Padua.. . ,
predicò el P . Pedro José Milanesio de la Compañía de J e s ú s .. . . 1761.—in 4o—31 pp.
9. Panegirico funerario que a la dulce y venerable memoria de nuestro Rey Fernando VI el Justo dixo en la
Iglesia del Colegio Máximo de Quito de la Compañía de Jesús. . . . el P . Pedro José M ila­
nesio . . . . 1761 . —in 4o—30 pp.
10. Finezas de Jesús Sacramentado.. . .por F ray Juan Joseph de Santa T e r e s a ... 1763.—in 12o—
153 pp.
11. La Hidra de muchas cabezas.. . .por el P . Pedro José M ilan esio .. . . 1766.—in 4o—1 5 8 pp.
12. Breve Relación de los Ejercicios con que la Compañfa de Cavalleria de Voluntarios.. . . 1766—¡n 4° —5 ff.
13. Novena de la Santísima Virgen de las Nieves.. . . 1766—in 16°. -
(2) Según el P . Velasco en espacio de 22 años se leyeron siete cursos de filosofía con el si­
guiente orden de maestros: «en 1745, el P . Luis Tam ariz, español; en 1749, el P . Sebastián Ren­
don, americano de Loja; en 1752, el P . Mateo Folch, español; en 1755, el P . Pedro Troyano,
americano de Panamá; en 1758, el P . José Fernández, español; en 1761, el Francisco Javier Gon-
rález, español; en 1764, el P . Juan de Velasco, americano de Riobamba. Ultimamente estaba ya
señalado para el siguiente curso el P . José Antonio Masdeu, español; y dos meses antes de dar
principio se ejecutó el general estrañamiento de los Jesuítas». Velasco, o. c., año de 1639.
— 2 i6 —

la ciudad de Popayán para poner desde luego un Maestro de Filosofía


fueron tales y tan fundadas en razón, alegando a más de esto la prác­
tica de haberse enseñado Filosofía en aquel colegio en tiempos pa­
sados, que hizo bien V. R. y ha sido de mi aprobación que desde lue­
go les concediese un maestro de Filosofía. Los 20.000 pesos destina­
dos a la dotación de las cátedras, se impondrán cuanto antes en cosa
redituosa y segura para alimentos de los tres Maestros, procurando
que éstos sean tales que plenamente satisfagan a su obligación y a
la confianza que han hecho de la Compañía aquel limo. Ordinario y
la ciudad». Y en otra carta de la misma fecha añade: «Concedo tam­
bién facultad para que en el colegio de Popayán se funden las tres
cátedras que pide V. R., una de Filosofía, otra de Moral y la tercera
de Teología escolástica que ha dotado ya aquel Illmo. Prelado con
los 20.000 pesos que D. Cristóbal Botín dejó para la fundación de
Cali, que yo no admití; y que por muerte de éste toca ahora al dicho
Sr. Obispo aplicarlos a una obra pía, como los aplica a la erección
de las tres referidas cátedras, que no dudo hayan de ser muy útiles a
la ciudad de Popayán y sus vecindades». (1)
Aunque la fundación de la Academia fué bien mirada por los ha­
bitantes de Popayán y patrocinada por los dos cabildos, los dueños
de las capellanías, a las que se habían aplicado anteriormente ios
20.000 pesos, promovieron un pleito contra el nuevo destino que el
Sr. Nieto Polo del Aguila había dado a esta cantidad, y lo ganaron en
el Consejo de Indias. La Compañía hubo de devolver el dinero, pero no
por eso interrumpió la enseñanza que se daba en las tres cátedras re­
cién fundadas, esperando, como en efecto sucedió, que algunos veci­
nos acaudalados de Popayán repusiesen la fundación.
Hasta el siglo X V III el colegio de Popayán había funcionado
en una modesta casa, para cuya fábrica contribuyó generosamente
D. Agustín de Belalcázar, legítimo descendiente del Adelantado Con­
quistador y primer Gobernador Sebastián de Belalcázar. A principios
del siglo se dió comienzo a una casa e iglesia de nueva planta
y de notables dimensiones. E l nuevo edificio se inauguró en 1710,
siendo Rector el P. Jacinto Morán de Butrón. Duró esta iglesia sólo
veinticinco años; pues en el terremoto de 1735, se vino al suelo que­
dando en pie únicamente el retablo del altar mayor, el cual se colocó
en la nueva iglesia, que se terminó treinta y un años después, en
X766, siendo Rector el P. Luis Duque. La Compañía no disfrutó de
esta nueva iglesia en la que había gastado cerca de 200.000 pesos,
ya que al año siguiente los Jesuítas hubieron de salir camino del des­
tierro en virtud de la Pragmática de Carlos III.
Entre los insignes bienhechores del colegio de Popayán debe se­
ñalarse el marqués de San Miguel de la Vega, quien levantó en gran
parte el colegio que aún subsiste y la iglesia destruida en 1735. Des­
pués de la muerte del marqués siguió favoreciendo al colegio la Sra.
Dña. Dionisia Pérez Manrique, marquesa de San Miguel de la Vega,

( 1) A rch ivo S. J .
— 217

la cual en su testamento dejó por albacea y heredero al colegio de


P o p a y á n , pero con algunas mandas y condiciones que al principio no
se entendieron debidamente, por lo que el P. General, escribió al
P. Brentan, a 23 de Noviembre de 1746, que tenía mucha dificultad
en dar licencia para recibir la herencia de la marquesa; pues le pa­
recía que el colegio venía a ser como un mero administrador de los
bienes de la difunta, y que fuera de 600 patacones que había de reci­
bir cada aßo, todo lo demás se había de entregar al convento de Car­
melitas. Era, pues, de temer que hubiese dificultades y quejas entre
el colegio y las Religiosas.
En vista de esta negativa, el P. Nicolás de la Torre, que sucedió
en el gobierno al P. Bentan, al hacer la visita del colegio de Popa-
yán mandó al P. General una nueva copia del testamento de la mar­
quesa de San Miguel con todas sus circunstancias y también de los
legados confidenciales públicos y secretos de la misma marquesa. El
P. General examinó todos estos documentos, y en carta de 15 de
Enero de 1749, mandó al nuevo Provincial, P. Guillermo Grebmer
que revisase con el mayor cuidado el testamento, los legados confi­
denciales, todo lo hecho por los Rectores de Popayán.los PP. Brentan
y de la Torre, los legados confidenciales comunicados al P. Vorés, y si
todo está declarado por subsistente y fundado, le encarga aceptar la
donación de la bienhechora en su nombre, cuidando que se cumpla
exactamente lo mandado por ella, (x)

4.— Como ya indicamos, el P. Brentan fué el primer Provincial


de Quito que hizo personalmente la visita del inmenso territorio, en
el que se hallaban los colegios y Misiones de la Provincia, para cuyo
gobierno le había sacado la obediencia de las selvas del Marañón,
en que tan gloriosamente había trabajado por espacio de catorce años.
Terminada la visita del colegio de Quito y de los más cercanos
en la parte sur de la Provincia, encaminóse hacia el Norte, visitando
los colegios de Ibarra, Pasto y Popayán, en donde fundó, como aca­
bamos de ver, la Academia de San José. Desde allí con valor verda­
deramente heroico, pero que no debe extrañarnos en un misionero
avezado a recorrer las intrincadas selvas del Marañón,se dirigió a Pa­
namá con sus dos compañeros, los PP. Joaquín Alvarez y Claudio
Escobar, que llevaba para misioneros del Darién, a través de los bos­
ques de Barbacoas, del Chocó y del Darién, «con muchos impondera­
bles trabajos e incomodidades, por la aspereza de aquellos caminos y
las pocas o ningunas embarcaciones que en aquellos parajes se en­
cuentran», como él mismo escribe en carta de 21 de Febrero de 1744.
Llegó el P. Brentan con sus dos compañeros a Panamá a me­
diados de Febrero de 1744, siendo recibido con mucha benevolencia
por el Presidente de la Real Audiencia, D. Dionisio de Alcedo y He­
rrera. Deseoso de favorecer la empresa de los misioneros del Darién,
este magistrado, á petición del P. Brentan, anticipó por un año el sf-

( 1) Archivo S. J .
— 2i8 —

nodo de 300 pesos para cada ano de ellos, a fin de que pudiesen pro­
veerse de lo necesario para su entrada a las Misiones. La visita del
P. Brentan fué de grande consuelo para los Padres de Panamá. Estaba
de Rector el P. Pablo Maroni antiguo compañero suyo, como él mi­
sionero en el Marañón.
Después de dar orden y traza en los asuntos de aquel difícil co­
legio y en particular en lo relativo a las tres cátedras, de que diremos
más adelante, el P. Brentan se dirigió por mar a Guayaquil y a Qui­
to, con ánimo de entrar a las Misiones del Marañón, por el río Ñapo.
Como su ausencia había de ser un poco más larga, nombró de Vice­
provincial a su propio Socio, el P. Nicolás de la Torre, e hizos prepa­
rativos para su viaje, cuyo itinerario debía ser por Archidona, siguien­
do por el Ñapo y Marañón hasta Borja.
Avisados con tiempo los misioneros del Marañón, remitieron, a
fines de 1744, las canoas, provisiones y gente necesaria para el pue­
blo llamado Puerto del Ñapo; mas este plan quedó frustrado por la
enorme crecieute del río Ñapo que ocasionó una espantosa erupción
del Cotopaxi.
He aquí cómo refiere este fenómeno el P. Juan de Velasco, que
lo presenció, siendo novicio en la casa de formación de Latacunga:
«La quinta erupción del volcán Cotopaxi, mucho mayor que todas las
pasadas fué a las siete y media de la noche del 20 de Noviembre de
1744. La portentosa e increíble inundación de agua que arrojó conti­
nuadamente toda la noche, creyeron a los principios que fuese de
toda.la nieve deshecha con haberse caldeado el monte, porque se de­
jó ver al otro día todo limpio de nieve. Discurso no de filósofos sino
de ignorantes; pues ni toda la nieve deshecha era capaz de hacer una
milésima parte de la inundación, ni se hubiera podido hacer derra­
mándose por una sola parte como sucedió, sino en circunferencia por
todas. Salieron del error, cuando sobreviniendo las aguas, se lavó el
monte de la ceniza y arena que lo cubría todo y descubrió su nieve,
a excepción de la gran calle que abría desde la boca en la cumbre
hasta el pie. Era esta calle o cauce muy profundo y ancho más de
una legua el cual, no se vistió de nieve en algunos años, como lo ob­
servé yo mismo andando hasta más de la mitad.
Bajando el agua por aquel cauce formó al pie un mar mediterrá­
neo de muchas leguas, profundísimo entre montañas y cordilleras con
estrechos desahogos. Desde aquí se dividió rompiendo nuevos desa­
gües, por tres partes distintas, una por el Norte, uniéndose al río
Pedregal y siguiendo por el Guaillabamba y Esmeraldas, a descargar
al mar del Sur, otra por el Oriente tirando por el Ñapo, cuyo primer
origen es el Cotopaxi, a descargar al Marañón y mar del Norte, y otra
por el Sur, siguiendo el río Alaques, San Felipe y Pastaza a descar­
gar mucho más arriba al mismo Marañón. La parte del Sur que co­
rrió por el Alaques a Latacunga, no fué la mayor de las tres, y ocupó
no obstante una legua de anchura en terreno quebrado y profundo.
Subió su inundación hasta la plaza mayor de Latacunga, y tuvo
rodeado el colegio y noviciado por todas cuatro calles, metiendo el
agua por las rendijas de las puertas, y dejando cerca de una de ellas
— 219 —

un gran peñón de hielo endurecido. Fué tanta la ceniza, arena y


piedra menuda que cayó aquella noche que se desgajaron las ramas
de los árboles más robustos, quedando profundamente sepultados to­
dos los sembrados y esterilizándose la tierra por mucho tiempo. Que­
dó todo el cauce cubierto de pedrones, en parte negros y en parte
calcinados. Lo más admirable de este fenómeno fué no sentirse en
Latacunga, sólo ocho leguas distante del volcán, terremoto ninguno,
ni ruido subterráneo, siendo así que se experimentaron ambos efec­
tos por más de doscientas leguas de distancia. Tres días después de
esta avenida se siguió la mayor consternación, porque oscureciéndose
repentinamente toda la atmósfera desde la una de la tarde, no podían
distinguirse las personas las unas de las otras estando juntas, y per­
maneció esta lobreguez en que no servían ni los faroles, hasta el
siguiente día. . . .L a parte de la avenida que tiró por el Oriente y ori­
gen del río Ñapo, llegó a su Puerto en poquísimas horas. Los habi­
tantes que oyeron el espantoso rumor se refugiaron unos en una
altura inmediata; otros que no pudieron o no acertaron a huir, fue­
ron sumergidos y arrebatados de las ondas. Unos pocos subieron a la
casa del cura, situada en la parte más alta del pueblo. Llegó la inun­
dación, cubrió todo el pueblo y lo arrasó todo sin dejar vestigio. La
casa del cura donde estaban unos pocos fué nadando toda entera so­
bre las corrientes por largo trecho hasta que quedó varada en un
impedimento. Se partió la mitad quedando sepultados en las aguas
los que en ella iban; prosiguió la otra mitad, la que se varó también;
pero pudieron salvarse los pocos que en ella ib a n ...» . (i)
Con esta desgracia era imposible entrar por entonces a las Mi­
siones por el río Ñapo. El intrépido Provincial no desistió por ello
de la visita al Marañón, cambiando de ruta se dirigió a Loja para des­
de allí pasar a Jaén de Bracamoros y entrar a las Misiones por el
Pongo de Manseriche y Borja.
Estando en Loja, la ciudad de Piura le pidió con vivas ins­
tancias la fundación de un colegio. No había todavía lo suficiente
para la fundación ni el número de sujetos de la Provincia permitía
aceptar esta nueva carga, por lo que tuvo que contentarse con dar
buenas palabras, prometiendo su apoyo para con el P. General y con
el Real Consejo de Madrid, a quienes únicamente correspondía dar la
licencia.
Dejando para el libro tercero la relación de su visita a las Mi­
siones del Marañón, diremos tan sólo aquí que gastó en ella veintiún
meses, y que aprovechó esta oportunidad para completar y enrique­
cer con nuevos materiales su grande obra, años ha comenzada, de la
Historia de las Misiones del Marañón, la más completa y circunstan­
ciada de las que se han escrito sobre esta materia; pues comprendía
además de una amplia descripción de la flora y fauna de la región
amazónica, ilustrada con excelentes dibujos de vegetales y animales,
la geografía e historia, política y civil de la misma. Al ir, años ade- 1

(1) V elajco. o. c , afio de 1744.


220 —

lante, a Europa en calidad de Procurador el P. Brentan llevó consigo


el manuscrito, con intento de darlo a la estampa. Parece que la obra
había de constar de dos tomos en folio e intitularse Marannojiien-
sium S. J. Missionum generalis Historia iconibus illustrata. Mas a
su vuelta de Roma, el Padre murió el 18 de Noviembre de 1752, en
un lugarejo del Genovesado, perdiéndose con esta ocasión el manus­
crito, que no se ha vuelto a hallar. Lo único que se ha salvado.es el
mapa geográfico que debía acompañar a la obra y fué impreso prime­
ro en Quito y después en Roma, (r)

5.— El P. Brentan en su gobierno continuó y perfeccionó la obra


del P. Moneada. Pacificados ya los ánimos, se aplicó con notable celo
a consolidar todo lo que había hecho su predecesor para el adelanto
espiritual y temporal de la Provincia. Comprendiendo que lo que
más importaba a este propósito era la buena formación de los
Nuestros, tomó una serie de disposiciones todas ellas muy oportu­
nas. Hasta entonces los Hermanos Estudiantes, después de termina­
do el noviciado y hechos los votos del bienio, pasaban a proseguir sus
estudios en el colegio de Quito, porque las rentas del noviciado no
alcanzaban a cubrir los gastos necesarios para su sustento. El
P. Brentan no descansó hasta conseguir que estos Hermanos siguie­
sen en Latacunga después del noviciado hasta terminar sus estudios
de Retórica. Con este motivo se suscitó la cuestión de cómo se ha­
bían de sufragar los gastos de su manutención, ya que el noviciado no
tenía posibilidad de hacerlo.
Tratóse este punto en la consulta de Provincia y los pareceres
se dividieron. Los más opinaban que la pensión debía ser de 160 a
200 pesos, y que ésta debía dividirse en tres partes; la Provincia de­
bía pagar la una, la otra el Colegio Máximo y la tercera los demás co­
legios. El P. Brentan no quiso resolver por sí y consultó al P. Gene­
ral lo que se debía hacer, así como otros puntos relativos a la parte
del edificio que se estaba construyendo en Latacunga para la habita­
ción de los Juniores. El P. General en carta de 24 de Noviembre de
1746 dispuso que por ser el tramo que se estaba construyendo incó­
modo y expuesto a la vista y registro de los de fuera, convenía cons­
truir un segundo piso sobre el noviciado, que no tuviese esta inco­
modidad. Lo que estaba ya construido podía servir para escuela..
Acerca de la pensión añade: «Puesto que el Colegio Máximo ha
alimentado hasta ahora a los Retóricos, y que el colegio de Latacun­
ga espera tener dentro de tres años abundantes frutos de sus hacien­
das, y rentas suficientes para mantener a dichos Hermanos, convengo
en lo que V. R. me pide, y ordeno que el Colegio Máximo por es­
pacio de tres años pague al noviciado el alimento de los Retóricos o
en frutos o en dinero a razón de 150 pesos cada uno, sino es que an­
tes de dicho trienio, se juzgase en consulta plena a pluralidad de
votos, que el noviciado sin dicha contribución del Colegio Máximo,1

(1 ) Cfr. U riatte. Biblioteca de escritores de la Compañía de J esú s pertenecientes


a la antigua A sisten cia de España. P , I, 1. 1, 557.
— 221 —

o con sola alguna parte de ella, tiene ya suficientes rentas para ali­
mentar a los Hermanos Retóricos; pues en este caso deberá ser ali­
viado el colegio Máximo autes de cumplirse el trienio, o en todo o
en aquella parte que juzgare la consulta», (i)
Al ordenar el traslado del Juniorado de Quito a Latacunga el
P. Provincial tenía en vista no solamente el que nuestros jóvenes es­
tuviesen en un ambiente más favorable para su formación sino tam­
bién el alivio del colegio, sobre el que pesaba además del sustento de
una comunidad numerosa una deuda de 30.000 pesos y el pago de los
intereses de un capital de censos que pasaba de 52.000 pesos.
Por la misma razón se pensó en trasladar la tercera Probación al
colegio de Ibarra. Propuso el P. Brentan el caso a sus consultores,
pidiéndoles que diesen por escrito su parecer razonado. Los consul­
tores, atendiendo antes al provecho espiritual de los Padres que de­
ben hacer esta última probación que a ventajas temporales que podía
reportar al Colegio Máximo, opinaron todos que la tercera Probación
debía permanecer en Quito. Lo que mayor fuerza les hacía era que
en Ibarra no habría tanta facilidad como en Quito para ejercicios de
caridad y humildad en que se suelen ocupar los Padres de tercera
Probación.
El P. General aprobó de lleno esta determinación en carta de 15
de Enero de 1749, y añadió luego estas palabras: «Acerca de los Pa­
dres de tercera Probación celará V. R. que observen sus distribucio­
nes con más exacción, que no se empleen en predicar fuera de casa
sermones, panegíricos, y que tengan el año entero de probación; pues
suele faltarse en todas estas cosas, según las noticias que tengo. Y
aunque en caso de necesidad podrán enviarse a las Misiones algunos
que hagan allí la tercera probación, como ya concedí, esto deberá
hacerse con la condición que yo previne, de que preceda consulta so­
bre esto, y se juzgue en ella ser necesario, y no de otra suerte».
La tercera Probación siguió, pues, en Quito a pesar de los apu­
ros económicos del colegio. En cambio éstos dieron quizás ocasión
a que se cometiera con los expedicionarios que acababan de llegar de
Europa, una falta de caridad notable y bien ajena al espíritu y tra­
diciones de la Compañía. El P. General, cuando supo lo que había
pasado manifestó grandísimo sentimiento en una carta de 25 de No­
viembre de 1746, de la que extractamos estos párrafos: «He sabido
con gran sentimiento y dolor mío la poca caridad con que fueron re­
cibidos en el colegio Máximo los misioneros que fueron de Europa
con el P. Maugeri, faltándoles muchas de las cosas necesarias, hasta
las camas; siéndoles de escándalo y aflicción este mal recibimiento;
singularmente a los que llegaban enfermos, que.según se me refiere,
hubieran estado con mejor asistencia en el hospital que la encontra-1

(1) Para ajustar el precio de la pensión que se debía pagar para cada uno de los Juniores,
«ra preciso tener en cuenta el precio que tenían entonces las cosas de uso ordinario y cotidiano. H e
oquí algunos de estos precios por lo que se refiere ai vestuario: un sombrero 12 reales; una sotana
de estameña a 6 reales la vara; un bonete, un peso; tres pares de medias de estameña, 2 pesos 4
reales; 3 camisas con 10 varas de rúan, II pesos; dos sábanas, una de rúan, otra de lienzo, 6 pe­
sos y 6 reales; un sobreropa, 11 pesos; una frazada, 4 pesos; un manteo, 14 pesos.
— 222 —

ron en el colegio. El Rector se excusa (aunque no falta quien le atri­


buya la culpa de esto) por no haber sido avisado de los Procuradores
a tiempo oportuno, y por no saber cuándo había de llegar la misión.
Sobre esto deseo no solamente que se den prudentes y eficaces pro­
videncias, para que en adelante no se repita tal (alta y los misioneros
sean recibidos con aquella caridad que es propia de la Compañía, sino
también que V. R. examine si esta falta fué culpable o en el Vicrrec-
tor, o en el Procurador del colegio o de Provincia, o en algún otro;
y a los que hallare culpados los reprenderá muy seriamente y en nom­
bre mío, significándoles el dolor y desedificación que la noticia de
esto me ha causado, y mis deseos de que sean recibidos y tratados
con mucha caridad los misioneros. Y para asegurar esto, voy a decir
lo que se debe observar. Tratará V. R. en consulta con todos sus
consultores ordinarios y ad graviora, si toca al Colegio Máximo o
al Oficio de Provincia, así el vestir la tercera vez a los misioneros,
que suele ser al llegar a la Provincia, como el pagar los gastos que se
hacen en el Colegio Máximo para prevenir camas y las demás cosas
necesarias para el buen recibimiento de los misioneros, y a pluralidad
de votos de dicha consulta se determinará cuánto se debe pagar, para
que ninguno se excuse en adelanten. (i)
Durante el provincialato del P. Brentan el colegio de Riobamba
recibió una buena limosna el 28 de Julio de 1747. de parte del Alférez
D. José Jurado. Esta donación comprendía varias cosas cuyo total
hacía la suma de 11.134 pesos. Las principales eran la hacienda de
Macají, tasada en 2.000 pesos, su propia casa, tasada también en
2.000 pesos. Además había adelantado otros 2.000 pesos al P. Diego
de Ares para empezar la construcción de la iglesia y de la casa. La
Compañía debía comprometerse en retorno a pagar dos pensiones, una
al mismo D. José Jurado y otra a su hija monja, mientras ambos vi­
viesen. El P. Carlos Brentan aceptó la donación el 28 de Julio de
1747 y el P. General la ratificó el 22 de Diciembre de 1751. Por el
contrario el colegio de Guayaquil se hallaba en estos años en más
que ordinarios apuros; pues su Rector, el P. Francisco Zephyris, se
veía obligado a pedir licencia al P. Brentan para tomar 5.000 pesos a
censos a fin de tener con qué aliviar las necesidades de su comunidad.1

(1) A rchivo S. J En esta misma carta el P . General enviaba la profesión a los P P . S e­


bastián Correa, Ignacio Falcón, Nicolás López, Sancho A raujo, M anuel V iera y Javier Biedma,
difiriéndola por un año al P . Sebastián Rendón.
CAPITU LO SE X TO

LA C O N G R EG A C IO N P R O V IN C IA L D E I 747

SUMARIO: 1. Es convocada la Congregación; llega a Quito el P . Guillermo


Grebmer; su instrucción a los Procuradores.—2. V iaje de éstos a
Madrid por el Amazonas y Lisboa.—3. Gobierno del P . Angel Ma­
ría Manca.

VELASCO, Historia.. ..Crónica__ años 1747-1750.-AR C H IV O S. J.

i . — Terminada la visita de las Misiones,el P. Brentan regresó a


Quito el 31 de Marzo de 1747 para preparar la Congregación Provin­
cial que debía convocarse para el X? de Julio de 1747.
Reunida la Congregación, en vista de que el P. Brentan llevaba
cuatro años de gobierno y no había llegado todavía de Roma la lista
de los nuevos Superiores, se procedió en la misma Congregación a
abrir el casus mortis, como estaba mandado en semejantes casos. En
el primero venía nombrado como Viceprovincial el P. Nicolás Schin­
dler, que ya había muerto. En consecuencia se abrió el segundo y
resultó nombrado otro excelente misionero del Marañón, P. Guiller­
mo Grebmer, que había cumplido ya 23 años de misionero en las re­
ducciones de los Icahuates, Pinches y Jeveros, dos veces en la de
los Ycrimahuas, dos veces en la de La Laguna, la segunda de Supe­
rior. En todas partes se señaló por su acrisolada virtud y celo infa­
tigable, siendo universalmente amado y venerado de los indios.
La Congregación Provincial nombró como Procuradores a Roma
al P. Carlos Brentan, que todavía la presidía y a su Socio el P. Ni­
colás de la Torre.
El P. Grebmer, apenas recibió el aviso de la Congregación, se
puso inmediatamente en camino, y llegó a Quito a fines de Setiembre
o principios de Octubre de 1747. Se hizo cargo del gobierno de la
Provincia en calidad de Viceprovincial, y lo desempeñó con notable
prudencia por algo más de seis meses hasta que llegó el nuevo gobier­
no enviado por el P. General. Tomó por Socio al P. Tomás de L a-
rráin, y habiendo muerto el Rector del Colegio Máximo, P. Pedro de
Tobar, el 23 de Abril de 1748, señaló en su lugar como Vicerrector
al P. Andrés Cobo de Figueroa.
Terminada la Congregación los dos Procuradores nombrados pen­
saron en preparar su largo viaje. El P. Grebmer como Viceprovin­
cial les dió una instrucción sobre los puntos principales y más espi-
— 224

nosos que habfan de tratar en la Corte de Madrid. De esta instruc­


ción tomamos algunos datos más interesantes.
Les encarga ante todo que pidan al rey misioneros, así para la
Misión del Darién, que se estaba empezando, como para las antiguas
del Marañón. Debían rogar los Procuradores que pagase S. M. los
gastos del viaje hasta la Provincia, siquiera en la parte que el rey
acostumbraba pagar. Esta era ordinariamente la tercera y en años
anteriores no siempre se había pagado. Muy encarecidamente les re­
comienda luego que soliciten con toda exacción de S. M. las licen­
cias necesarias para pasar a Roma y para traer las cosas necesarias
para las casas y colegios de la Provincia, sujetándose puntualmente a
los registros acostumbrados en los puertos de S. M. Había habido en
esto algun descuido de parte de otros Procuradores y los ministros
Reales no desaprovecharon tan buena ocasión de hacer oír sus quejas
y lamentos contra los Jesuítas.
Antes de pedir gracias a S. M. examinen primero las varias Cé­
dulas del para conocer lo que ha concedido a otras Provincias, y no
se expongan a alguna repulsa por pedir lo que no se acostumbra con­
ceder.
Pedía también que se concediesen al Provincial de Quito, por
algún tiempo los indios de alguna encomienda de S. M. para que ayu­
dasen a edificar la iglesia del colegio de Popayán, destruida en el te­
rremoto de 173$. y las iglesias y casas de Pasto y de Loja, que aún
no se habían podido levantar pór falta de peones. Desde luego el
Provincial se comprometía a pagar a los indios el justo salario, y a la
Real Hacienda el tributo que correspondía a los naturales ocupados
en la obra, mientras ésta durase.
Para el fin de la instrucción reservaba el punto más difícil y es­
pinoso. La Provincia de Quito, por insinuación del P. General y por
no encontrar siempre Maestros aptos para desempeñar satisfactoria­
mente las dos Cátedras, había pedido al rey que los dos Maestros de
Sagrados Cánones fuesen Religiosos de la Compañía, corriendo a car­
go de un seglar sólo la Cátedra de Leyes. El Consejo de ludias con­
cedió el permiso pedido, pero limitándole a ocho años. Ya se entiende
que la concesión del Consejo no fué del agrado de los que aspiraban
a ocupar las Cátedras. Pronto se levantaron quejas y calumnias, las
cuales, como era de temer, encontraron favorable acogida en el Con­
sejo. A los dos años de enseñar Cánones los Jesuítas, vino una Real
Cédula a la Real Audiencia de Quito, encargándole que vigilase a
los Maestros Jesuítas y viese cómo desempeñaban su oficio. El
P. Grebmer trata de uno y otro punto en los siguientes párrafos:
«Después de dos años en que estaban establecidas y corrientes
en nuestra Universidad de San Gregorio las dos cátedras de Sagrados
Cánones, que S. M. concede lean los Nuestros por el espacio de ocho
años, se nos manifestó de parte de esta Real Audiencia una Cédula
Real despachada a los Sres. Ministros, en que S. M. ordena que los
catedráticos sean de la satisfacción de esta Real Audiencia, y que
este tribunal esté a la mira y cele sobre el modo y forma con que se
cumple con el ministerio de enseñar los Cánones y Leyes. En lo
225 —

que se ofrece suplicar dos cosas: la primera, que la gracia que se nos
ha hecho para enseñar estos estudios con la limitación de ocho años,
se prorrogue para enseñarlos perpetuamente, concurriendo muchos
motivos para solicitar esta nueva gracia: a) Que siendo ministerio tan
propio de nuestro Instituto enseñar los Cánones, es cosa indeco­
rosa que para él nos hayamos de valer y pagar de nuestras rentas
a catedráticos seglares, cuando lo podemos ejercitar nosotros; b) Es
cosa muy dura que de las rentas religiosas se hayan de sacar mil pe­
sos cada año para sustentar externos, estando como están expuestos
a varios contratiempos; pero habremos de pasar por este onus gravis­
simum, por la escritura de obligación que en los tiempos pasados hizo
esta nuestra Provincia, secularizando veinte mil pesos; lo que sólo ce­
lebró por evitar la ruina de nuestros Estudios y Universidad, que pre­
tendía Fr. Ignacio de Quesada, como consta del manifiesto impreso
del P. Calderón; c) Conduce al bien de nuestra Religión tener cate­
dráticos instruidos en estas Facultades, conduce esto mismo al pú­
blico, como se reconoce de varias consultas que el Cabildo en Sede
vacante ha remitido a nuestros catedráricos de Cánones, y conduce
principalmente a la mejor educación y mayor sujeción de nuestros
colegiales; porque,si se ponen cátedras seculares y de crédito, ocupa­
dos éstos como sucede en infinitos pleitos y negocios, no podrán
atender como se debe a la enseñanza de los discípulos, ni los Supe­
riores para constreñirlos a esto tienen tan libre la mano como sobre
sus Religiosos.
La segunda súplica se ordena a que el gobierno de estos Estudios
quede libre y sin subordinación a esta Real Audiencia, a) Porque de
otra suerte quedamos expuestos a varios desaires y violencias, y
habremos de pasar por ellos por no tener controversias con tan res­
petable tribunal, como ya se ha experimentado a costa de nuestra
tolerancia, b) Ni es necesario que los Ministros miren, celen sobre
el gobierno de los Estudios, como por la misericordia de Dios no lo
ha sido sobre él de otras Facultades, que por el espacio de siglo y
medio se han enseñado con crédito y común provecho en nuestra
Universidad.
Consultaráse también a S. M. si acaso se podrán admitir otras
Cátedras voluntarias que sin renta quieran servir algunos sin contra­
venir al Real rescripto que tenemos, en que se nos permiten tres Cá­
tedras dotadas, dos de Cánones y otra sobre Instituta». (i) En esta
última petición suponemos que se trataba de la cátedra de Medicina,
la que no hubiera corrido a cuenta de la Compañía, sino de modo ge­
neral bajo su vigilancia. Los Procuradores pudieron conseguir lo que
se pretendía, aunque no sin mucho trabajo y repetidas peticiones.
Terminados todos sus preparativos, los dos Procuradores em­
prendieron su viaje a Europa, no por la vía ordinaria de Quito, Po-
payán, el Magdalena y Cartagena, sino por el Ñapo, el Amazonas
hasta la ciudad del Gran Pará, desde donde pensaban les sería fácil(I)

(I) Archivo S.J.


226 —

pasar a Lisboa. La razón de este cambio de itinerario no pudo ser


otra, sino el deseo que tenía el P. Brentan de concluir el mapa que
tenía ya dibujado de todo el territorio que comprendía la Provincia
jesuítica de Quito, que él había recorrido en su totalidad, faltán­
dole tan sólo por visitar la parte comprendida entre la boca del río
Ñapo hasta el río Negro, en que el P. Samuel Fritz y otros misione­
ros de la Compañía habían predicado el Evangelio.
Salieron de Quito por Enero de 1748, y después de muchos
percances y no pocos peligros de la vida, llegaron a San Joaquín de
de Omaguas a principios de Agosto de aquel mismo afio, de donde par­
tieron el 20 del mismo mes para la ciudad de San Pablo. Por esperar
en ella el correo de Quito que traía la noticia del nuevo gobierno de la
Provincia se detuvieron ahí hasta el 3 de Setiembre, y llegaron a
Fracatua el seis del mismo mes. «Aquí,dice el P. Brentan en la Rela­
ción de su viaje, nos cogió el primer sobresalto con la noticia que
nos participó un portugués, de que en las fortalezas del río Negro,
Pauxis y de Curupá, había orden del Gobernador del Pará, de que
sus respectivos Capitanes no dejasen pasar para abajo a ningún cas­
tellano de la Provincia de Quito, de cualquier condición y estado
que fuese. Sin embargo por hallarnos ya de camino y por presumir
que esta orden no nos comprendería a nosotros, confiados en lo que
el P. Procurador general Tomás Nieto Polo nos tenía escrito desde
Madrid, y no menos en la diligencia que dos afios há habían hecho
los Padres del colegio del Pará, solicitando en la Corte de Portu­
gal la licencia para los PP. Procuradores de la Provincia de Quito
y para el Sr. D. Francisco de Borja y su familia, quisimos continuar
nuestra jornada hasta saber por ciencia experimental lo que hubie­
se de cierto en el caso». Siguieron pues nuestros viajeros su camino,
y el día 12 se encontraron con una de las canoas grandes que les
mandaba el P. Rector del colegio del Pará. El cabo que la dirigía
traía el pasaporte para el equipaje, pero no para los viajeros, del
capitán de la fortaleza de Pauxis. No dejó de llamar la atención del
P. Brentan esta singular manera de otorgar pasaporte, pero confian­
do que en el pasaporte del equipaje, estaría también incluido vir­
tualmente el del viajero, continuó su viaje hasta la fortaleza. Ahí
los dos Padres fueron recibidos con los honores militares, pero el
capitán no se atrevió a dejarlos pasar adelante sin nueva orden del
Gobernador del Pará. «Y así, escribe el P. Brentan, pudiendo más
la fuerza que la razón nos hubimos de sujetar a la dilatada cuarente­
na de una honrosa prisión». En consecuencia, el mismo día despacha­
ron a Manuel de Acosta al Pará a fin de que sacase el permiso de pa­
sar adelante. Esperaron ahí más de tres semanas sin que ningún per­
miso llegase, y habiendo entrado una peste de viruelas.se hizo todavía
más difícil el viaje por falta de remeros; pues, hasta los que habían
venido con los Padres de San Pablo, se huyeron todos, en una noche
dejándolos en situación de no poder ir atrás ni adelante.
Pidiéronlos Procuradores pasar de la fortaleza de Pauxis a la
primera Misión portuguesa de los Padres de la Compafiía, que se
hallaba dos días más abajo por el Amazonas, pero el capitán no se
— 227 —

la quiso conceder, y sólo vino en ello cuando se presentaron las vi­


ruelas. Salieron de la fortaleza de Pauxis por la noche el 31 de Oc­
tubre, llegando a Topayos, que es el nombre de la reducción, el 2 de
Noviembre; de este pueblo bajaron a Curupá, donde llegó por fin la
licencia del Gobernador del Pará, «en la cual nos concedía, prosigue
el P. Brentan, que considerando la buena fe con que nos introduji­
mos en los dominios de la Corona de Portugal, sin saber de la orden
y prohibición de su rey, y en consideración de la calamidad de la
peste que tenía consumidas y despobladas las aldeas, pudiésemos
bajar al Pará solamente a fin de habilitarnos con nuevo avío de gente
y de mantenimiento para regresar a tierras de Castilla; pues no le
era libre, puesta la orden de su rey, darnos licencia para pasar a
Lisboa. Grande y justo fué el sentimiento y desconsuelo que nos
causó la categórica declaración del Gobernador del Pará. Sin em­
bargo no perdiendo la esperanza de que una vez puestos en el Pará
podríamos vencer con nuestras fuertes y justificadas representacio­
nes la entereza del Gobernador, resolvimos pasar adelante, ponien­
do nuestra confianza en Dios». Salieron en efecto los dos Padres
de Curupá el día primero de Enero de 1749 y llegaron al Gran Pará
el 5 de Febrero del mismo aSo. La comunidad del colegio de la
Compañía de aquella ciudad salió a recibirlos hasta el desembarcade­
ro del puerto y el Sr. Gobernador los recibió con toda amabilidad,
pero se mantuvo firme en no permitir que pasasen a Lisboa sin nue­
vo permiso del rey; porque según él decía, si daba el permiso, per­
día el puesto. El 15 de Abril en que el P. Brentan termina su rela­
ción no había llegado aun el permiso solicitado de la Corte. Los
PP. Procuradores habían gastado en su viaje quince meses desde
principios de Enero de 1748 hasta mediados de Abril de 1749.
El permiso que los PP. Brentan y Nicolás de la Torre espera­
ban, no llegó tan pronto como ellos hubieran deseado; pues escribien­
do el P. Pedro de Altamirano, Procurador general en Madrid, el 3
de Octubre de 1749, decía al P. Francisco Monerris, Procurador de
Quito, que los PP. Procuradores estaban detenidos en el Pará, pero
que ya se tenía el permiso, y que este sería enviado en la primera
ocasión que se presentase, por su parte el P. General en carta de
26 de Mayo de 1750 escribía que los Procuradores no habían toda­
vía llegado a Europa.
Salieron finalmente del Pará con todos los pasaportes necesa­
rios y arribaron felizmente a la Corte de Lisboa el 13 de Diciembre
de 1750. Fueron recibidos en ella con singulares demostraciones de
agrado y lograron muchas audiencias del rey José I, y de la reina Ma­
ría Ana y de las princesas, las que tuvieron diversas conferencias
con ellos, y admitieron los donecillos de cosas especiales de América
que los Padres les presentaron.
Hallaron la misma acogida a la Corte de Madrid donde gracias
a las recomendaciones de Portugal, se esmeró la reina Dfía. Bárba­
ra en favorecerlos, lo mismo que su real esposo D. Fernando VI.
Mientras los Procuradores de la Congregación de 1747 eran tan
largamente detenidos en América, el P. Tomás Nieto Polo Procura-
— 228 —

dor de la Provincia en 1735 y compañero del P. José Maria Maugeri,


tenía que sufrir dilaciones no menos largas y molestas en Europa,
Pero no íué vano su trabajo; pues según el P. Velasco, consiguió to­
da la gracia del Sr, Felipe V, y entre otras Cédulas Reales, la de leer
los Jesuítas las Cátedras de Cánones en la Universidad de San Gre­
gorio. De aquí en adelante tuvo tanta aceptación entre los Ministros
y Sres. de la Corte, que el competidor de D. Francisco de Borja,
sobre la pretensión del Ducado de Gandía temió perder el pleito,
juzgando que el P. Tomás Nieto Polo era quien movía todo en favor
del americano. Se dió por eso, modo secretamente a hacer diligen­
cias para que el Padre saliese de la Corte, como lo hizo en efecto,
pasando al Puerto de Santa María. Ahí se estuvo por varios meses
siendo profesor en varias materias de los jóvenes que en su expedi­
ción habían de ir con él a América. Se embarcó por Pentecostés de
1750, llegando a Cartagena el 22 de Julio, y al castillo de Chagres el
i? de Noviembre. La expedición se detuvo algún tiempo en Panamá
esperando embarcación para Guayaquil, adonde llegaron después de
27 días de penosísimo y peligrosísimo viaje, y finalmente entraron
en Quito a mediados de Abril de 1751». (1)

3— En su relación el P. Brentan escribía que se había deteni­


do bastante tiempo, mientras se dirigía al Pará, en la ciudad portu­
guesa de San Pablo para esperar el nuevo gobierno o lista de los
nuevos Superiores de la Provincia. En efecto ahí tuvo el conoci­
miento de ella como deseaba, pues el P. General la había mandado
el 23 de Noviembre de 1746, habiendo tardado cerca de dos años en
llegar a su destino. Venía nombrado de Provincial el P. Angel Ma­
ría Manca. Los demás nombramientos eran como sigue: Rector del
Colegio Máximo, P. Tomás Nieto Polo; Rector de Latacunga,
P. Carlos Brentan; Rector de San Luis, P. Tomás de Larrain; de
Cuenca, P. Francisco Santos; de Riobamba, P. Andrés Suárez; de
Loja, P. Miguel Bastidas; de Guayaquil, P. Francisco Javier Zephy­
ris; de Popayán, el P. José María Maugeri; de Pasto, P. Marcos Bo­
nilla; de Ibarra, el P. Miguel de Manosalvas; de Panamá, el P. José
Fiñón. Para Buga se debía nombrar un Superior a pluralidad de
votos de la consulta y íué designado el P. Joaquín Bonilla. El cargo
de Superior de las Misiones del Marañón recayó en el P. Adam
Widman. Como entre los nombrados estaban dos muertos y dos
ausentes de la Provincia, fué necesario modificar la lista de Supe­
riores. El P. Andrés Cobo de Figueroa siguió de Rector del Colegio
Máximo hasta que el P. Tomás Nieto Polo regresase de Europa.
E l P. Guillermo Grebmer, que acababa de ser Viceprovincial, sus­
tituyó interinamente en el rectorado de Latacunga al P. Brentan,
que se hallaba camino de Madrid y de Roma. Por muerte del P. Mi­
guel Bastidas nombrado Rector de Loja, siguió en este cargo el1

(1) Velasco, Historia . . . . Crónica. . . . año de 1750. Cfr. Recio, Compendiosa dela­
ción de la cristiandad en el Reino de Quito, tomo. I, n. 167.
— 229 —

p. José Baca. A Popayán fué de Vicerrector el P. Juan Antonio Gi­


raldo, en vez del P. José Maria Maugeri. Este Padre siendo Superior
de Ambato había contraído fuertes compromisos pecuniarios, y no
queriendo dejar esta pesada carga al sucesor, pidió y obtuvo quedar­
se en Ambato hasta amortizar la deuda. A Ibarra debía ir el P. Mi­
guel de Manosalvas, más habiendo sido nombrado Socio del P. Pro­
vincial, fué en su lugar el P. Lucas Sata. Por fin el Provincial y los
consultores juzgaron que se debía negar la patente de Rector del
colegio de Panamá al P. Fiñón.
El nuevo Provincial P. Angel María Manca era natural de Cer-
deña y sujeto de relevantes prendas. El P. Visitador Andrés de
Zárate le había escogido por Socio, y estando la visita para terminar­
se, le envió, como vimos, a Roma en vez de los dos Procuradores
elegidos por la Congregación Provincial de 1735. El P. General
quedó prendado de su virtud y prudencia, y juzgando que por enton­
ces no era oportuno que volviese a la Provincia de Quito, en donde
la inquietud causada por la visita del P. Zárate no estaba aún del
todo sosegada, le encargó el gobierno de la Provincia del Nuevo
Reino de Granada desde 1742 a 1746. A 23 de Noviembre de este
año escribió al P. Manca que se restituyese a su Provincia de Quito
para seguir ejerciendo en ella el cargo de Provincial. Luego de reci­
bir la orden del P. General el P. Manca se puso al punto en camino,
y el 30 de Octubre de 1748, llegó a Popayán, primer colegio de su
Provincia, que visitó desde luego, dirigiéndose después a Quito por
Pasto e Ibarra.
La primera carta que le escribió el P. Retz contenía una reco­
mendación prudentísima. «¡Dirijo, decía, a V. R. la respuesta a las
cartas del P. Grebmer, suponiendo a V. R. en posesión del gobierno
de esa Provincia, a que yo le destiné; pues sé que llegó el 23 de
Julio de 1748 el nuevo gobierno que envié el año de 1746, y ha­
biéndole abierto llamaron luego a V. R. para el empleo de Provin­
cial, en que espero me haya de dar tanta satisfacción cuanta me ha
dado en el Nuevo Reino, y acreditar esta mi confianza con un go­
bierno prudente, celoso, caritativo y singularmente tan imparcial
cual piden las presentes circunstancias de esa Provincia, donde el
espíritu de nacionalidad que estos años pasados parecía estar sepul­
tado, vuelve a suscitarse de nuevo, y para extirparlo y atajar ios
daños que amenaza, convendrá mucho la igualdad de V. R., con
todos de cualquier nación que sean, sin otro respeto que los méri­
tos y talentos de cada uno y el mayor bien de la Religión y gloria
de Nuestro Señor». (1)
El P. Manca no defraudó las esperanzas del P. General. Si
hemos de creer al P. Juan de Velasco, testigo nada sospechoso,
tratándose de juzgar la conducta de un europeo, gobernó por espa­
cio de cuatro años con tanta igualdad, que nadie tuvo motivo de
quejarse en este punto.1

(1) Archivo S. J.
230

En general, bajo sa gobierno la Provincia gozó de mucha paz,


procediendo todos con fervor en la observancia de la disciplina
religiosa y en el desempeño de los ministerios apostólicos. El
P. Angel María Manca escribiendo al P. General, el 15 de Agosto
de 1750, después de haber visitado detenidamente todo la Provin­
cia, le certifica que era muy satisfactorio el estado de la observancia
regular en toda ella.
Esto mismo se deduce claramente de las faltas que anota el
P . General en respuesta a las cartas que le escribían los consultores
de Provincia y de las diversas casas. Sólo se mencionan aquellos de­
fectos que la fragilidad humana necesariamente supone y que son de
todo tiempo y lugar. Los principales eran la demasía en entender en
confesiones de monjas, el poco cuidado de algunos en las cosas
espirituales, el haber omitido otros los Ejercicios espirituales de año
y el trato y comunicación frecuente con seglares. Descendiendo a
casos particulares reprendía el P. General el mal humor y genio ás­
pero de dos ancianos, por lo demás muy beneméritos de toda la
Provincia, los PP. Maroni y Francisco Sanna, de cuya enmienda
Su Paternidad no parecía tener muchas esperanzas.
Llegó por estos años a oídos del P. General la antigua queja de
dureza en el gobierno de algunos Superiores. El P. Visconti trató,
al punto de poner eficaz remedio, y en este sentido escribió estas
palabras: «En algunos o en muchos Superiores, oigo decir que hay
demasiado despotismo y soberanía, y por consiguiente poco amor de
Padres eu ellos, poca confianza y satisfacción de hijos en sus súbdi­
tos». Gracias a Dios estas pocas palabras bastaron para que el go­
bierno de los Superiores se ajustase al espíritu de San Ignacio.
Por una feliz excepción en tiempo del P. Manca los correos fueron
más regulares entre Roma y la Provincia, y gracias a ello los Padres
y Hermanos pudieron hacer sus últimos votos a su debido tiempo,
sin teoer que esperar años enteros. Los profesos fueron veintisiete,
los Coadjutores espirituales catorce y los Coadjutores temporales
veintiuno. (1)
Las informaciones para los últimos votos solían enviarse varios
años antes que el sujeto hubiese terminado los estudios o la tercera
probación o tuviese, trantándose de los Coadjutores temporales, el1

(1) Fueron los P P . Francisco Javier A guilar, Juan A spergalo, Pascual López, M iguel Ortiz,
Sebastián Correa, Gregorio M ora, Hilario G arcía Lanza, Antonio Aguado Felipe Arosemena,
Tomás Pastor, Francisco Basterrica, Mateo Folch, Sebastián Imbert, Jacobo Torres, Pablo Torre­
jón, Estanislao Salas, Francisco Pallares, M ariano Ferrer, Juan G arriga, Juan Rosef, Luis Sal­
vador, Juan N adal, Manuel Talledo, Antonio V alencia. Hizo la profesión de tres votos al insigne
misionero del Darien, P. Jacobo W alburger, que habla hecho la incorporación el 22 de Noviem­
bre de 1747.
Los Coadjutores espirituales fueron los P P . M iguel Ibarra, M anuel U ñarte, Dionisio Ibañez,
Pedro Esquini, M año C icala, Juan Serrano, Juan U llauri, José Pérez, José Mafianes, Francisco
Pérez, Ignacio Ospina, Andrés Cobos Calzado y Salvador Ordines
Los Coadjutores temporales formados fueron los Hermanos Mateo Franchi. Joan Herraiz,
Juan CalopiRa. Simón Schenherr, Salvador Sánchez, José A lcedo, Jerónimo Hartman, Manuel
Baliñas, Roque Marino, José Toledo, Marcos Martínez, Fernando Manrique, Bernardino Viilavi-
cencio, José Iglesias, Francisco Gómez, M artín Lanz, José Imás, Tomás Inietta, José Fontanales»
Gaspar Lagunilla, Honorato Rafael, José M arín y Luis Ribadeneira.
— 231 —

tiempo edad y demás requisitos. Esto se hacía especialmente en


tiempos de guerra o cuando los corsarios infestaban los mares. El
p. Visconti mandó que se enviasen solamente tres años antes del
tiempo en que cada cual podía hacer los últimos votos. Con esta
ocasión renovó o modificó algunas de las disposiciones que ya exis­
tían sobre el modo de proponer ai P. General los sujetos que se
juzgaban aptos para desempeñar cargos de gobierno.
«La experiencia, decía, del modo con que vienen a este Oficio
las propuestas para gobierno de algunas de esas Provincias de Indias,
me precisan a prevenir a todas dos órdenes mías, cuya ejecución
exacta servirá sin duda así en las propuestas como en los nombra­
mientos. La primera es que cuando se junten los consultores ordina­
rios y extraordinarios o ad graviora, para tratar délos que deben
ser propuestos para el gobierno,. . . cada u n o .. . me escriba litteris
separatis, los que juzgare más aptos para los gobiernos mayores de
Provincial, Rector del Colegio Máximo, Prepósito de la casa Profe­
sa, donde la hay, y Rector o Rectores de la casa o casa de novicia­
do. Pero para todos los demás colegios y casas de la Provincia, no
han de proponer los consultores litteris separatis, sino que puestos
éstos en consulta con el Provincial. . . se hagan ternas para cada uno
de los colegios o casas, y éstas firmadas de todos los consultores se
envíen a este Oficio; pues de no hacerlo en esta forma y de propo­
ner cada consultor a su arbitrio a los que le parecen, resulta que yo,
aun después de haber malogrado inútilmente mucho tiempo, haya
de hacer inevitablemente a ciegas y quasi in incertum los nombra­
mientos. . . .
La segunda orden es que en adelante no se proponga jamás
por Provincial de esas Provincias, sujeto que atendidas las presen­
tes circunstancias de su edad, salud y fuerzas, no se crea con fun­
damento que pueda visitar por sí mismo toda la Provincia; pues
de nombrar sujetos que por sus achaques o por su edad avanzada
no puedan visitar la Provincia toda, se sigue que algunas casas de
ella, están seis, ocho y más años sin ser visitadas de sus Superiores,
sin tener muchos súbditos el consuelo de ver el rostro de sus Su­
periores, y sin poder desahogar en sus paternales pechos varios cui­
dados que tal vez los oprimen; quedando en todo este tiempo la
regular observancia sin ser promovida en muchas partes, y no pocos
ni pequeños defectos sin remediarse por mucho tiem po...» Esta
carta debía ponerse.. . en el Libro de las Ordenaciones generales en­
tre las que se solían leer en la consulta reunida con el objeto de pro­
poner los sujetos aptos ad gubernandum.
En otra carta añadía esta advertencia: «Estrechamente ordeno
que en las informaciones ad gubernandum que en adelante se me
envíen, se ponga y exprese si el sujeto que se propone ha estado o
nó en las Misiones de infieles, y los años que se ha ejercitado en
ellas para poder premiar y distinguir a los que más han trabajado en
tan santo ministerio».
El año 1751 nos encontramos con un hecho bastante singular,
cual es el nombramiento de un Comisario especial para las Provin-
— 232 —

das de Indias. Sabido es que este cargo cuya posibilidad considera


San Ignacio en la Parte Nona de las Constituciones se ha usado muy
pocas veces en la Compañía. Parece que el nombramiento de un
Comisario para América se debió a influjo del monarca español que
parecía desearlo mucho. No hemos podido averiguar cuál fuese el
sujeto nombrado para desempeñarlo. Esta circunstancia y la misma
vaguedad de los términos con que el P. General anuncia al Provincial
de Quito la venida del Comisario, nos hace pensar que no se atribuyó
mucha importancia al cometido que se le había encargado. Según el
tenor de la carta de Su Paternidad éste parece haber sido cercio­
rarse si los Jesuítas de América cumplían con el debido esmero las
Reales órdenes de S. M. Sea de esto lo que fuera, es lo cierto que
el paso del Comisario por la Pronvincia;de Quito, si es que llegó a
venir a ella, no ha dejado huella en nuestras Historias. Copiamos
a continuación el párrafo de una carta de 8 de Setiembre de 1751 en
que el P. Visconti anuncia el nombramiento del Comisario:
«En 21 de Julio de este presente año [1751]. escribí a V . R. dos
cartas de una misma sustancia y contenido, la una la remití por vía
regular, y la otra la entregué a los comisarios del rey para que con
certidumbre llegase a manos de V. R. y pudiese poner en ejecución
el proyecto que en ellas se significaban. Pero después de entregadas
y remitidas las dichas cartas, he entendido sería muy del agrado
del rey pasase alguno de los Jesuítas españoles a ponerlo en ejecu­
ción, por lo que me he visto obligado a señalar al P. Portador de
ésta por Comisario especial para este solo efecto, como verá V. R.
por la patente que lleva. En cuyo supuesto le obedecerá V. R. con
todos los demás sujetos de las Misiones, como a verdadero Superior
suyo, que está constituido en mi lugar con todas mis veces y facul­
tades: Yo siento mucho no tener el consuelo de haber experimenta­
do la gran satisfacción que tengo de V. R., por serme preciso dársela
al rey al ver el aprecio que hace la Compañía de sus Reales Ordenes;
pero confío no faltarán otras ocasiones en que yo pueda manifestar
a V. R. el buen concepto que tengo formado de sus religiosas pren­
das». (1)1

(1) Archivo S. J.
CAPITU LO SEPTIM O

CATEDRAS DE FILOSOFIA Y TEOLOGIA EN EL COLEGIO DE PANAMA

SUM A RIO : 1. D. Francisco Javier Luna Victoria funda cátedras de Filosofía y


Teología en Panamá.—2. Dificultades en proveerlas; el P . Grebmer
quiere rescindir el contrato; informe y proposiciones del P . Maroni.
3. Los Padres Generales mandan conservar estas cátedras; licencia pa-
ra dar grados en Panamá.

BORDA, Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva Granada, II, c. 6.—ARCHIVO S. J.

i — El 7 de Setiembre de 1641, el P. Ignacio Cayroni, Rector del


colegio de Panamá anunciaba al P. Provincial Baltasar de Moneada
que D, Francisco Javier Luna Victoria ofrecía con mucha voluntad
fundar dos Cátedras, una de Filosofía y otra de Teología Moral. Su
deseo era inaugurarlas, si fuese posible,cuando estuviese terminado el
edificio del nuevo colegio que había de sustituir al que pereció en
uno de los tremendos incendios que asolaban de vez en cuando a
Panamá. Con el propósito de dotar las cátedras,el Sr. Luna estaba edi­
ficando una casa en la calle Real, frente a la Merced, cuyo arriendo
serviría para pagar a uno de los Maestros, y la otra pensaba cons­
truir en el propio terreno del colegio, con el mismo intento de sufra­
gar con el producto del arriendo los gastos del otro Maestro. No
contento con haber manifestado su buena voluntad por medio del
Rector, nuestro bienhechor escribió personalmente al P. Moneada,
solicitando la venida de un Padre que se hiciera cargo de las cáte­
dras y enviaba para su viaje la cantidad de 300 pesos.
Más aún,escribió varias cartas al P. Retz, solicitando con ahin­
co la fundación de las cátedras. A la primera, que llevaba la fecha
de 29 de Octubre de 1740, contestaba el P, General con otra de 6
de Octubre de 1742, agradeciendo a D. Javier sus muchas bondades
para con la Compañía y manifestándole que aceptaba la fundación
de las dos cátedras y que en este sentido escribía al P. Provincial
de Quito. Otras dos cartas volvió a escribir D. Javier, el 16 de Ma­
yo de 1744 y el 4 de Octubre de 1745. Por haberlas recibido a un
mismo tiempo, el P. General contestó el 23 de Noviembre de 1746,
ratificando la aceptación y dando las gracias al fundador por su ge­
nerosidad. Con la misma fecha escribía al P. Carlos Brentan con-
234 —

firmando la aceptación de las cátedras que ya se había notificado


al P. Moneada, cuatro años antes en 1742.
No quedaba ya sino dar cumplimiento a lo convenido entre
D. Javier Luna Victoria y el P. General Francisco Retz. Por esto
cuando el P. Brentan vino a Panamá para hacer la visita del colegio,
uno de sus primeros cuidados íué entender en el establecimiento de
las cátedras proyectadas, conforme a las instrucciones recibidas del
P. General. Como acto previo a la fundación, D. Francisco Javier
Luna Victoria presentó el 30 de Enero de 1744 a la Real Audiencia
el acta de donación de las rentas necesarias para su sostenimiento.
En ella dice que hace esta donación llevado por el amor que tiene a
su patria, para procurar su lustre y para que se formen buenos sa­
cerdotes, por lo que quiere erigir tres cátedras, una de Filosofía y
otras dos de Teología escolástica y moral, para que nose malogren
muchos talentos que no tienen los medios necesarios para ir a for­
marse en otras Universidades. Como los cortos fondos de que dispone
el colegio no permiten mantener a los tres nuevos Maestros, él ofre­
ce para la cátedra de Filosofía un principal de 6.000 pesos, que se ha
de situar sobre dos casas suyas, por mitades, los cuales darán segu­
ramente al 5%,300 pesos al año. Para la cátedra de Moral ofrece
levantar a sus expensas en el solar del colegio de la Compañía, que
se quemó en 1737, un edificio nuevo de cal y canto de 8 lumbres
de frente, que hace 40 varas, y 12 varas dos tercios de ancho, de
un solo alto, para que con sus alquileres se pueda asimismo man­
tener el sujeto destinado a regentar la cátedra de Moral; pues se es­
pera que los alquileres darán más de 300 pesos. Para la cátedra de
Teología se hará sobre este mismo edificio otro segundo piso, que
también producirá la renta suficiente. Pero como puede haber en
esos alquileres varias contingencias, para asegurar los 300 pesos
a cada una de las cátedras, ofrece poner a censo en alguna hacien­
da productiva, 2.000 pesos de principal, para suplir por las deficien­
cias que pudiese haber en los alquileres. Los 6.000 pesos se impo­
nían a censo perpètuo redimible sobre sus dos casas por partes igua­
les de 3.000 cada una.
Al presentar esta su donación a la Real Audiencia para que la
aprobase e informase al rey, pedía asimismo que en esta especie de
Universidad que pretendía erigir, se pudiese conferir todos los grados
de Filosofía y Teología en la misma forma que en otras partes.
Bien comprendió el P. Brentan la carga pesadísima'que resulta­
ba para la Provincia, de aceptar estas cátedras, pero no tenía otra
cosa que hacer sino tomarlas animosamente, ya que el P. General
las había admitido. Presentó, pues, un informe a la Real Audiencia,
alabando la buena intención y generosidad de D. Javier Luna Victo­
ria; y reconociendo que los fondos que se expresan parecen suficien­
tes para redituar la còngrua sustentación de los catedráticos, y
continúa luego de este modo: «Ofrezco en buena correspondencia,
coadyuvando al celo del Sr. Licenciado, el que se señalará los suje­
tos más idóneos para el régimen de las cátedras correspondientes,
juzgando que en esto, ni hay, ni habrá de parte de la Compañía
— 235

ningún inconveniente que embarace su institución, ni conservación


excepto que por parte de nuestro P. General haya algún embarazo
para su continuación, a quien, como subordinado, debo participar
esta mi resolución y consentimiento», (i) En consecuencia pedía a
|a Real Audiencia que se extendiesen las escrituras.
El parecer del Fiscal de la Audiencia fué como sigue: «En vista
de la aquiescencia del P. Provincial que se ofrece a dar sujetos idó­
neos, se debe aceptar la fundación; pero que antes de proponerla al
rey, se deben pedir informes a los principales ciudadanos de Pana­
má». Se tomaron los informes de nueve ciudadanos que designó el
Presidente, y todos fueron favorables a la fundación, con lo cual la
Real Audiencia dió el decreto o auto de aprobación el 17 de Abril
de 1744- (2)
Se abrieron los cursos de Filosofía y de Moral por Octubre de
1744 con grande satisfacción de D. Javier Luna Victoria; pero el
gusto se trocó muy pronto en pesar y desengaño. Porque como dice
el P. Pablo Maroni Rector del colegio, «habiéndose hecho la prue­
ba en estos tres últimos años, se ha reconocido muy dificultoso
subsistan dichas cátedras, principalmente la de Filosofía, lo cual ha
causado mucho pesar y desabrimiento a D. Francisco Javier Luna
Victoria su fundador».
El primer profesor fué el P. Joaquín Alvarez. Había venido a
Panamá en compañía del P. Brentan para las Misiones del Dárien;
pero habiendo enfermado, los Superiores le llamaron a Panamá y le
encargaron la cátedra de Filosofía. No mejoró el mal estado de su
salud en este nuevo cargo, y tuvo que dejar la cátedra por no poder
desempeñarla. E 1 P. Provincial señaló para sustituirle al P. Francis­
co Javier Aguilar, que estaba para' llegar de Europa, y al que el
P. Rector debía detener a su paso por Panamá. Estas mudanzas de
catedráticos con las consiguientes interrupciones de clases, aunque
sucedieron sin culpa de nadie, causaron mucho daño al curso de
Filosofía durante todo el primer trienio. Entre los mismos alumnos,
los hubo que enfermaron y tuvieron que restituirse a sus casas, y
otros viendo la incertidumbre con que andaban las clases, desistie­
ron de su propósito de estudiar y se dieron a carreras menos aburri­
das. La cátedra de Filosofía estaba pues, en inminente riesgo de
cerrarse tanto por falta de maestros como de oyentes.

2 —En 1747 el P. Guillermo Grebmer se hizo cargo de! gobierno


de laP rovincia como Vicepcovincial.y advirtiendo el estado precario
de la cátedra de Filosofía de Panamá, resolvió suprimirla, por no te­
ner catedráticos que enviar a una ciudad donde todos perdían al poco
tiempo la salud. En consecuencia, el 17 de Febrero de 1748 escribió
una carta con términos bastantes secos, y aun desabridos, a D. Fran­
cisco Javier Luna Victoria, manifestándole la determinación que1

(1) Archivo. S. J .
(2) Archivo S.J.
— 236 —

había tomado. Principiaba alabando la buena intención y genero­


sidad del fundador, pero luego le venía a decir en sustancia que la
idea de establecer estas tres cátedras en Panamá era una idea
descabellada, y que sería más provechoso emplear aquel dinero en
la fundación de becas en otras Universidades. «Como, Vmd,, le
decía, no tiene conocimiento experimental de las varias contingen­
cias que suelen desgraciar y arruinar del todo los estudios, al em­
prender tan àrdua obra, necesitaba para el acierto de informes los
más considerados y reflexivos, y si he de decir lo que siento, no pa»
recen tales, ni tan arreglados a una prudente conducta los que han
sido suministrado a Vmd. Propondré los motivos que tengo, y por
ellos se conocerá claramente, que aunque nos desviamos Vuid. y yo
en la elección de los medios, ambos conspiramos como al fìn princi­
pal, al mayor provecho de sus paisanos. La institución de cátedras
de facultades mayores en la ciudad de Panamá es obra tan llena de
dificultades, que a los que tienen experiencia y conocimiento de lo
que requiere su enseñanza, pareció desde los principios una idea
que se debía contar entre las platónicas. Y para mencionarlas no
necesito referir la penuria que se suele experimèntar en esta Pro­
vincia de sujetos Jesuítas, libres de otras ocupaciones a que es pre­
ciso atender, proporcionados al ministerio y de la satisfacción y cré­
dito que la Compañía procura tengan sus catedráticos. También paso
en silencio dos inconvenientes contra el colegio de Panamá y que
saltan a los ojos. Uno contra sus rentas, y se reduce a que hayan de
cargar sobre ellas el avío de los maestros que han de pasar a ese co­
legio, que es de 400 a 500 pesos cada uno. Otro contra su crédito y
buen nombre; pues ya se nota en el lugar y se atribuye a codicia de
los Jesuítas, que por coger y apropiarse la renta destinada a los ca­
tedráticos, no reparan en permitir el libre registro de los seglares
sobre su casa desde la vivienda de alquiler. De esto hablaré después,
pero no puedo menos de anotar la sinrazón de este reparo, que sólo
podrá prohijarse a una total falta de reflexión; pues es constante que
a esos mismos catedráticos no les falta en otros colegios cierta de­
cencia en el trato religioso, y si allí han recibido renta sólo para ali­
mentarse, ha sido para poder servir al público sin que por esto se
refunda en el colegio la menor utilidad ni lucro.
Dejando estos reparos, que ciertamente no son despreciables,
sólo quiero que considere Vmd. los inconvenientes que se ofrecen
dirigidos contra los estudios. Ello es cierto, y bien lo ha mostrado
la experiencia, que el temple de Panamá no es acomodado ni para
que enseñen los maestros, ni para que aprendan los discípulos; por­
que esto se consigue a fuerza de tareas, y la fuerza y el rigor del ca­
lor se les hace insoportable y los trae continuamente expuestos al
riesgo de accidentes mortales. En esto procedemos no sólo por con­
jeturas, pero también por experiencias, como se vió en los discípu­
los del P. Joaquín Alvarez y en el mismo Padre, que hasta ahora
no se recobra de los males que contrajo en Panamá.
Lo segundo ¿qué importa que en el establecimiento de estos
estudios haya renta para sustentar a los catedráticos, si no la hay
— 237 -

para sustentar a los discípulos? Estos fuera preciso reducirlos a clau­


sura en algún colegio, porque cursantes de capa y sombrero, no apro­
vechan, y aquí se tiene ya por proverbio que de saecularibus non
datur scientia, que no hay que esperar ciencia de seglares. Lo ter­
cero lo que más anima a los mozos al trabajo y desvelos, es la emu­
lación, que no la habrá cuando el concurso es pequeño y corto y
son todos de un mismo país.
Lo cuarto, se tiene por experiencia que los hijos de la tierra
dentro de su misma patria, hacen muy poco, afeminados con las
caricias de los suyos. Lo quinto y principal, el que se logre un cur­
so depende de muchos adminículos que ya se hacen partes esencia­
les; que el Rector sea celoso y de talento, el Ministro vigilante, el
maestro ventajoso, los conmaestros muy instruidos y aun reñidos en
opiniones.
¿Este cúmulo cuando se verá verificado en Panamá? ¿Qué di­
go cuando se hallarán allí catedráticos o sujetos de otras Religiones
a propósito para las fundaciones públicas? Y cuando las haya, ¿cuán­
do se querrán sujetar continuamente a la molestia y faena de las
réplicas, sin que se espere correspondencias en semejantes actos?
De que se infiere que, o no se practicarán funciones públicas y lite­
rarias, o serán del todo deslucidas y sin provecho. Otras razoues
dejo, porque las que llevo propuestas sobran a voto de los inteli­
gentes, y estimaré que Vmd. las participe a los que tienen conoci­
miento de estas cosas, que yo fío suscribirán a favor de este parecer
y les parecerán concluyentes», (i)
Hemos querido trasladar aquí este escrito del P. Grebmer, por­
que nos da a conocer las ideas de aquel tiempo sobre educación y
en particular lo que se pensaba y practicaba en la Universidad de
San Gregorio de Quito. Terminaba su carta con un acto de desin­
terés para que la ciudad de Panamá y todos los malévolos enten­
diesen que la Compañía no tenía estas cátedras para apropiarse los
300 pesos que se daban a los catedráticos, aconsejando más bien
que en vez de dar esta renta a los Jesuítas en Panamá, la convir­
tiesen en becas para enviar a niños panameños a estudiar al cole­
gio de San Luis de Quito o a otras Universidades.
Esta carta, como dice el P. Maroni en su Informe de 26 de
Octubre de 1747 causó penosísima impresión a D. Francisco Javier
Luna Victoria, hasta decir que estaba arrepentido de lo hecho. Y
en verdad se debe reconocer que tenía razón, ya que él no había
hecho otra cosa en este negocio sino pedir las tres cátedras y do­
tarlas decentemente, sin tenerse por obligado a averiguar los incon­
venientes que la Compañía podía tener en la aceptación. Quiso sin­
cerar y aun vindicar su conducta para con el P. Grebmer, y en con­
testación a la suya, le escribió una carta en la que con modestia,
pero con firmeza rebatía sus cargos. Hacía notar que había empren­
dido este negocio de las cátedras por consejo del P. Rector del cole­
gio de Panamá, Ignacio María Cayroni, sujeto muy juicioso y de

(I) A rch ivo S .J .


— 238 —

grande experiencia en cuanto se refería a Panamá. Además en dos


ocasiones por lo menos, el P. General Francisco Retz había aproba­
do y alabado sn proyecto de establecer estas cátedras. Otro tanto
había hecho el Provincial anterior P. Carlos Brentan. Por tanto ha­
biendo él seguido el consejo de estos Padres, y cumplido de su parte,
con tan crecidos gastos suyos lo que había prometido, esperaba, co­
mo era justo que la Provincia cumpliese por la suya todo aquello a
que se había obligado por medio de los que la gobernaban. A la ver­
dad los argumentos de D. Javier no tenían réplica.
Por su parte el P. Rector Pablo Maroni se esforzó, cuanto le
fué posible, en suavizar las relaciones entre el P. Grebmer y el Sr.
Luna, y logró poco a poco calmar el desabrimiento de este último.
Estando ya para terminar su trienio de gobierno y dejar el cargo de
Rector al P. Lucas Portolani, propuso al Sr. Luna una especie de
plan intermedio que removía algunas de las dificultades, si bien no
todas. Las mayores eran tener listo en Panamá un profesor de Filo-
fía cada tres años cuando había que empezar el curso, y la otra el
corto número de alumnos, que siempre impedía el que aprovechasen
como era debido. El P. Maroni hacía notar que antes de 1670, tiem­
po en que florecían las cátedras de Filosofía y Teología regentadas
por los Jesuítas, la ciudad de Panamá tenía cerca de 600 vecinos
españoles, cuyos hijos en número suficiente frecuentaban nuestras
aulas. Pero ahora difícilmente el número de españoles llegaba a
cuarenta, y como los hijos de éstos eran los únicos que podían se­
guir los cursos de las cátedras, el número de alumnos sería siempre
muy corto y no valía la pena de ocupar a un maestro para media do­
cena de muchachos. En vista de esto proponía que no se exigiese
que hubiera un curso cada tres años, sino cuando hubiera un número
competente de oyentes, unos diez o doce por lo menos. En cuanto
a la cátedra de Moral, era más fácil tener los cursos regularmente
porque siempre habría clérigos que quisiesen repasar estas materias o
a quienes el Prelado obligase a que las repasen. Además no faltarían
seglares que quisiesen instruirse en ellas. Más aún, se podía obligar
a todos los sacerdotes que pedían licencia para oir confesiones a que
primero asistiesen el curso de Moral.
Para tener siempre en Panamá Maestros de Teología y Filoso­
fía el P. Maroni proponía a D. Javier Luna que «hiciera donación al
colegio de una finca suficiente a juicio de hombres entendidos, para
la manutención de dos o tres sujetos además de los cuatro que solía
haber en el colegio, y que viciversa el colegio y los Superiores de la
Compañía se obligasen, a título de gratitud o de justicia, conforme
a las Constituciones, a mantener constantemente otros dos o tres
sujetos, que puedan con lucimiento leer Filosofía y Teología, de
suerte que en habiendo siquiera ocho o diez discípulos hábiles y sin
impedimentos para ser después promovidos a las Ordenes Sagradas,
se lea indefectiblemente un curso de Filosofía. Si no los hubiese, o
mientras no los haya, el Maestro de Filosofía se ocupe en los minis­
terios a beneficio de los prójimos, principalmente en misiones circu­
lares por el Reino muy necesitado de este ministerio. Lo mismo se
— 239 —

ha de entender de los otros dos catedráticos de Teología escolástica


y moral. Aunque por lo que toca a la Moral, siendo el Maestro tal
que con su buena opinión y agrado sepa granjearse las voluntades de
los Sres. eclesiásticos, parece no han de faltar discípulos, así para
repasar privadamente con ellos los principios más esenciales de esta
facultad, como también para tener con ellos de cuando en cuando
algunas conferencias públicas. Por lo qué toca al Maestro de Peolo-
gía escolástica, parece no será preciso esté de antemano en este co­
legio, porque como es necesario que los que han de cursar esta Fa­
cultad concluyan primero el curso de Filosofía, el Maestro de Filoso­
fía podrá con tiempo avisar a los Superiores para que lo envíen», (i)
Tal fué el plan propuesto por el P. Pablo Maroni, el cual si no
allanaba las dificultades, hacía por lo menos viable la existencia de
las cátedras. .D. Javier Luna lo admitió y sobreponiéndose al desalien­
to que le había causado la carta del P. Grebmer se animó a proseguir
con la obra comenzada.

3 - E l P. General por su parte, urgía el cumplimiento de la obli­


gación contraída, diciendo que las dificultades con que ahora se tro­
pezaba, debían haberse examinado antes de aceptar la carga, pero
que después no restaba sino cumplir con la obligación. Por esto en
carta de 15 de Enero de 1748, al saber que el curso de Filosofía en
Panamá se había interrumpido, escribía: «Siendo mucho que el cur­
so de Filosofía, comenzado en Panamá con tan buenos principios y
aprovechamiento de los discípulos, se interrumpiese con notable de­
trimento de éstos, por tres o más meses, a causa de haber enfermado
el Maestro y enviádolo a Quito, sin haber quien le sustituyese has­
ta que llegó el P. Francisco de Aguilar para suceder al P. Joaquín
Alvarez en este ministerio. V. R. disponga que haya tales sujetos en
aquel colegio, que no falte quien sustituya en las cátedras cuando
enferme algún Maestro». Y más adelante añadía en carta del 26 de
Mayo de 1750: «Sobre las tres cátedras que fundó en aquel colegio
con aprobación y consentimiento mío el Sr. D, Francisco Javier L u­
na, me es de notable extrañeza la resolución que tomó el P. Greb-
mer con parecer de todos sus consultores, renunciando a dichas cáte­
dras como inútiles y de dotación insuficiente, escribiendo sobre esto
a dicho caballero para que se cerrase luego la habitación destinada a
los Maestros, y exhortándole a que con las rentas de las cátedras
fundase algunas pensiones para alumnos en el Seminario de Quito.
El P. Provincial Moneada y el Rector de Panamá que entonces era,
me aseguraron ser muy suficiente la dotación y de mucha utilidad las
cátedras por la grande distancia que hay de Panamá a Quito, y en
virtud de esto las acepté yo en 6 de Octubre de 1742 en mi primera
carta al P. Provincial, y en 23 de Noviembre de 1746 confirmé lo
mismo que había escrito. Y si bien es verdad que el asegurarse de la
suficiencia de la dotación y de no quedar gravado el colegio, lo re­
mití al juicio del Provincial y de sus consultores, no dejo de extrañar

( 1) A r c h iv o S . J .
— 240 —

y mucho, que habiéndose juzgado entonces ser suficiente la dotación


dándose principio y posesión a las cátedras e interviniendo mi apro­
bación y consentimiento, se haya ejecutado ahora tal novedad y
mutación sin noticia mía y sin esperar mi consentimiento. Por tanto
ordeno que dichas cátedras y Maestros prosigan en su ejercicio, y si
para quitarlas o suspenderlas juzga V. R. que hay suficientes moti­
vos, tratará de esto con sus consultores y me informará de lo que
juzgare, para determinar, y mientras no llegare mi determinación, se
continuará, como he dicho, sin hacer novedad alguna. Las providen­
cias que en dicho colegio dió el P. Grebmer, ordenando que los ex­
ternos [personas seglares] no viviesen en los entresuelos del colegio,
mientras la fábrica de los altos, hechos de tabla, no se disponía en
otra forma, son de mi aprobación, y me admiro mucho cómo permi­
tieron los Superiores que personas seglares habitase en dichos entre­
suelos, no sólo hombres sino mujeres, expuestos al registro de los
Nuestros», (i)
Los Padres del colegio de Panamá, aun antes de conocer la men­
te del P. General en este asunto, eran de parecer que no se debía
desistir del empeño de proseguir con las tres cátedras, ya que D. Ja­
vier Luna Victoria había consentido en pagar lo necesario para su
fundación por consejo del P. Ignacio Cayroni, y por el bien grande
que se esperaba de ellas. Esto escribía el P. Lucas Portolani, al
P. Guillermo Grebmer en carta de 6 de Noviembre de 1748. Añadía
también que este mismo era el parecer del Sr. Obispo de Panamá,
y que por haber enfermado a su vez el P. Francisco Javier Aguilar y
tener que salir de Panamá por consejo de los médicos, uno de los
Operarios de aquel colegio el P. Casaus, podría tomar el curs^ de
Filosofía a su cargo.
El 3 de Junio de 1749, el rey acediendo a la petición de la
Real Audiencia, dió su licencia para la fundación de las tres càte­
dres, y al mismo tiempo la facultad de conferir los grados de Ba­
chiller, Maestro,Licenciado y Doctor a los que cursaren debidamente
las dichas facultades. El P, Portolani presentó esta Cédula a la
Real Audiencia el 24 de Enero de 1750, la que fué obedecida aquel
mismo día. En fuerza de la carta del P. General de 15 de Enero de
1749, el P. Angel María Manca a quien iba dirigida, puso el mayor
empeño en buscar personal apto y suficiente para proveer las cáte­
dras de Panamá, y en 29 de Mayo de 1750 avisaba ya al P. General
que había provisto de buenos maestros aquellos estudios, y enviado
a ese colegio al P. Jerónimo de Herce en calidad de Visitador pri­
mero, debiéndose quedarse de Rector una vez terminada la visita.
El P. General en su respuesta de 22 de Diciembre de 1751 aprobó
de lleno lo hecho por el Provincial, y esperaba que el fundador1

(1) En estas últimas Ifnea» hace alusión el P . General s i tramo que el S r. Luna había he­
cho construir en el area del colegio para dotación de la cátedra de M oral. Tenía dos pisos; en
la parte inferior había tiendas y cuartos de alquiler, donde vivían ios seglares que los arredaban
y en la parte superior vivían los Nuestros, con separación completa; pero como el piso era de
tablas, sin ningún cielo raso, no dejaba de haber grietas que se trataba de calafatear.
— 241 —

D, Francisco Javier Luna Victoria, nombrado ya Obispo de Panamá


seguiría favoreciendo en lo posible su propia fundación.
Con todo, no desaparecieron las dificultades y oposiciones a las
cátedras. En la Provincia más de uno participaba de las ideas pesi­
mistas del P. Grebmer y juzgaba con él que la obligación contraída
con D. Javier Luna era tan onerosa como escasa en resultados que
compensasen los sacrificios necesarios para sostener aquellas cá­
tedras. Nuevas quejas llegaron a Roma y se renovaron las peticiones,
a fin de que se abandonasen las cátedras de Panamá. No lo consin­
tió el P. Visconti; antes bien, con fecha 5 de Setiembre de 1753 es­
cribió estas palabras: «En orden a la permanencia de las cátedras
fundadas por aquel limo. Sr. D. Francisco Javier Luna Victoria,
nombrado ahora a la Sede de Trujillo, no es justo, ni decoroso para
la Compañía que se piense en dejarlas, si no fuese con expreso con­
sentimiento del mismo limo. Señor. Aquí se dió la facultad de fun­
darlas después de pedir no una, sino repetidas veces informes a esa
Provincia de todas las circunstáncias que ocurrían y de la convenien­
cia o inconvenientes que podía haber en su erección o en el modo y
condiciones de la fundación. A estos' peligros estaba en los tiempos
pasados y estará siempre expuesto el nimio deseo de tener y admitir
fundaciones, y este deseo hace que no se prevean o se oculten en
los informes que a esta Curia se envfan los varios y no pequeños
inconvenientes que hay y después se lloran irremediablemente. Si
al limo, se le puede inducir con buen modo que aumente la dota­
ción, erija aula y destine para seminario lo que ahora es alquilado a
seglares, sería sin duda lo acertado; pero,si no se lograre, será preciso
ir adelante con la carga».
Tres años más tarde el 11 de Agosto de 1756, el P. Luis Centu­
rione vuelve a tratar el mismo asunto y reprende aquellas informa­
ciones en que todo se ve color de rosa. «Debemos esperar, dice
hasta ver en qué para la subsistencia de las cátedras de Panamá;
aunque, si el Ilustrfsimo no se resuelve a establecer para la manuten­
ción de los catedráticos mayor finca que la que hay hasta ahora,
poca esperanza podrá haber de que subsistan. Si antes de admitir
semejantes fundaciones se pesaran bien todas sus circunstancias y si
se dificultara más y más su admisión, no se experimentarían esas de­
sazones y sinsabores. Pero para admitir todo se facilita, cualquiera
suma para la alimentación basta y es suficiente, y después venimos a
parar en que faltan cien y más pesos para la conveniente alimenta­
ción de cada sujeto. Y esto proviene del hipo grande de admitir ta­
les fundaciones a título de que son muy útiles para las ciudades, sin
detenerse a preveer los inconvenientes tal vez grandes que puedan
resultar» (1)
La esperanza que manifestaba el P. General de que el Sr. Obis­
po de Trujillo aumentase la dotación de las cátedras que habían fun­
dado, quedó realizada en gran parte por lo menos; pues a 10 de

(1) A rchivo S. J .
— 242 —

Marzo de 1759 hizo donación de una huerta de frutales, seis escla­


vos, tres bestias mulares y un censo de 600 pesos.que esta huerta
tenía en su favor, de todo lo cual hizo donación al colegio, cuya ha­
cienda colindaba con esa misma huerta. Tenía, sin embargo,un gra-
vemen de 400 pesos de censo a favor del convento de Nuestra Señora
de las Mercedes de Panamá. Se hubo de admitir también otro gra­
vamen, porque teniendo la huerta un horno de ladrillos, el colegio
se obligó a dar cierto número de éstos para la construcción de la
catedral que se estaba levantando. (1)
E l P. Rector Juan Antonio Giraldo aceptó esta donación con
las condiciones antedichas. Además de esta huerta el limo. Sr. Luna
Victoria hizo donación al colegio de la casa que había edificado en
el solar mismo del colegio con miras a sacar de su arriendo la manu­
tención de uno de los catedráticos. A 16 de Mayo de 1764 el P. Ge­
neral Lorenzo Ricci escribía al P. Provincial José Baca: «Se me
escribe que el limo. Sr. D. Francisco Javier Luna Victoria, Obispo
de Trujillo, además de habernos fundado antes tres cátedras, una de
Filosofía y otras dos de Teología ha hecho recientemente la dona­
ción de una casa estimada en más de 16.000 pesos para la manuten­
ción de los Maestros, y además de esto ha cedido una huerta y tejar
con sus casas que tenía para la fabricación de la Iglesia Catedral,
por todo lo cual quería yo manifestar mi gratitud a su Urna., mandan­
do hacer los sufragios que corresponden a sus donaciones, pero igno­
rando el precio de la huerta, tejar y casas, me veo imposibilitado de
hacerlo.. . V. R. tendrá cuidado de avisarme cuánto importa lo que
su lima, ha dado a la Compañía, para que yo a medida de ios bene­
ficios intime los sufragios, o bien en vida de su lima, o bien en
muerte, según que fuere su voluntad».
Por lo que acabamos de decir, se infiere fácilmente que las tres
cátedras de Panamá fueron carga bastante pesada para la Provincia
por las muchas dificultades que siempre hubo en proveerlas de bue­
nos maestros. El fruto, sin embargo, fué proporcionado a las dificul­
tades vencidas, ya que aquellas cátedras contribuyeron a la formación
de no pocos sacerdotes ejemplares y de excelentes ciudadanos.1

(1 ) H e aquí lo que el colegio debía dar: «De los ladrillos ya íabricados para la catedral:
6.000 ladrillos chicos para la comiza, 8.S00 ladrillos cuadrados para el suelo, 6.500 cudrado»
dobles para el altozano. Además debía fabricar y tener preparados en la huerta para cuando s i
necesitasen: 6.300 ladrillos cuadrados ordinarios, 3.250 cuadrados dobles, 21.200 ladrillos chico*
ordinarios y 1.000 chicos gordos».
CA PITU LO O CTAVO

EL COLEGIO DE PANAMA Y LAS MISIONES DEL DARIEN

SUMARIO: 1 Principios de las nuevas Misiones del Darién.—2. El P . Esteban


Ferriol restaura las Misiones entre los indios Guamíes; trabajos ulte­
riores de los Padres Aspergalo y Portolani.—3. Informes de los Pa­
dres Walburger y Maroni sobre las Misiones del Darién.

VELASCO, Histeria. . . . Crónica.... 1747-1752.—OLANO, Pspayís en la Colonia.c. 15 - ARCHIVO S. J.

i . — A pesar del corto número de sujetos que hubo siempre en el


colegio de Panamá, nuestros Padres tomaron a su cargo una misión
en el Istmo, la cual,si no fué fecunda en hechos notables que registra
la Historia, lo fué en cambio en heroicos sacrificios y abnegación ge­
nerosa de parte de nuestros misioneros. A principios del siglo XVII,
hacia el año 1605, dos misioneros de la Compañía entraron en los
extensos bosques del Darién en la parte meridional del Istmo de
Panamá, y la ocasión de su entrada fué algo singular. Los mine­
ros españoles no pudiendo valerse con los indios para el trabajo de
las minas, rogaron a nuestros Padres para que viniesen a) Darién
con la esperanza de que los indios cristianos se mostrarían menos re­
fractarios al trabajo que se les quería imponer. Aceptaron los Nues­
tros la proposición de los mineros, aunque con miras muy distin­
tas de las que habían movido a éstos a solicitar la intervención de
los misioneros.
En aquellos primeros años no es decible lo que tuvieron que su­
frir los Padres que dieron principio a aquella penosa Misión. Desde
luego, procuraron reducir a vida y costumbres cristianas a los mu­
chos bautizados que se habían remontado por no sujetarse al trabajo
durísimo de las minas y llevaban en lo más espeso de las selvas una
vida peor que la de los mismos infieles. Muy poco consiguieron, por
el miedo que tenían los indios de verse otra vez obligados al laboreo
de las minas.
Algunos gentiles se convirtieron, pero a los pocos años de
puro trabajo y miseria, murió uno de los misioneros camino de Pa­
namá, a donde le llevaba su compañero para ver si allí recobraba la
salud. Por no haber entonces en el colegio ningún Padre que pu­
diese ocupar el puesto que el difunto dejaba vacío, se hubo de aban­
donar aquella Misión. Continuaron todavía los españoles por algu­
— 244 —

nos años en la explotación de sus minas, obligando por fuerza a los


indios a trabajar en ellas. Mas en 1719 los Darienes se rebelaron y
pasaron a cuchillo a cuantos españoles pudieron haber a las manos.
Unos pocos tan sólo se pudieron librar guareciéndose en las fortale­
zas que tenían levantadas. Después de este degüello, los Darienes se
hicieron fuertes y no admitieron en sus tierras sino a traficantes in­
gleses o franceses, con quienes mantenían relaciones puramente co­
merciales.
En 1740 se dejó ver en Panamá un cacique del Darién, llamado
por apodo el Príncipe del Playón, el cual según refiere el P. Velasco,
Centró con la magnífica pompa de soberano, acompañado de los
Grandes de su Corte, vestidos todos de ricas y vistosas g a la s... Fué
recibido, acariciado y regalado por el Presidente de la Real Audien­
cia, D. Dionisio Martínez de la Vega, quien dió cuenta al rey de las
buenas disposiciones del cacique y de su nación para recibir la reli­
gión cristiana; después de lo cual, se podía esperar el trabajo de las
minas de oro». El rey encargó al P. General que enviase misioneros
al Darién.
Recibida esta petición, el P. Retz escribió a 2$ de Marzo de
1741 al P. Provincial Baltasar de Moneada que no se podía diferir
por más tiempo el enviar misioneros al Darién en vista de la Cédula
del rey, pues si bien se podía temer la codicia de los mineros españo­
les, debía prevalecer la esperanza de hacer algún bien a aquellas po­
bres almas totalmente desamparadas. E l P. Moneada no tuvo tiem­
po para llevar a ejecución lo que le encomendaba el P. General. El
P. Brentan que le sucedió en el gobierno de la Provincia, tomó muy
a pechos el asunto del Darién. E l mismo llevó consigo a los des ope­
rarios que habían de dar principio a la Misión, los PP. Joaquin Al­
varez y Claudio Escobar.
Llegados a Panamá, se hicieron los preparativos más indispen­
sables en ropa y alimentos para no morir de hambre y pura necesi­
dad. Como hacía falta dinero para estos gastos, y el colegio se
hallaba sin un maravedí, determinó el P. Brentan pedir a la Real
Audiencia, que diese por adelantado por esta vez el estipendio seña­
lado a los misioneros, que era de trecientos pesos cada uno. La Real
Audiencia concedió lo pedido con todas las ceremonias y formalida­
des del caso, como se puede ver por la relación que extractamos.
«El 23 de Marzo de 1744 se juntó en pleno la Real Audiencia para
celebrar Junta de Hacienda, y sentados todos en forma de tribunal
se hizo presentación por el Sr. Presidente D. Dionisio de Alcedo y
Herrera de la pretensión que hace el R. P. Carlos Brentan, Reli­
gioso de la Compañía de Jesús y Provincial de la Provincia de Quito,
de que se le conceda permiso para remitir a la Provincia del Darién
dos sacerdotes misioneros apostólicos de la sagrada Compañía, a
instruir y enseñar la ley evangélica a los indios naturales de aquella
Provincia y su comarca, reduciéndolos con la suavidad de sus doctri­
nas al conocimiento de un verdadero Dios y de los misterios de
nuestra santa fe católica, apostólica y romana, despertándolos de la
ceguedad de su idolatría y dándoles clara luz de la perfecta religión.
— 245 —

Y visto por los dichos señores tan piadoso intento, con lo demás
que expone el R. P. Provincial en su representación del día dos de
Febrero del presente año, y los informes dados sobre el asunto por
los Capitanes, D. Félix Muñoz de Guzmán y D. Manuel de Arago,
Gobernadores de dicha Provincia, y del Cabo subalterno D. Joaquín
Valcarcel y Miranda, y lo que dijo el Señor Fiscal en su vista, con
lo demás referido que se hizo presente en esta Junta; uniforme­
mente y de un acuerdo resolvieron los dichos señores, que se haga,
como dice el Fiscal, la internación de los dos operarios evangélicos
de la sagrada Compañía a la Provincia del Darién, y para que ten­
gan medios de poderlo ejecutar se les anticipe un año de sínodo a
razón de 300 pesos cada Religioso con los que se les acuda por los
Oficiales Reales, y el Sr. Presidente de providencia en todas las
demás cosas que se deban prevenir concernientes al asunto. Y su
Sría. conformándose con los Señores de esta Junta la concluyó y
firmaron todos».
El 17 de Junio de 1746 el Virrey pidió informes al Presidente
de ia Real Audiencia de Panamá sobre los trabajos de los misioneros
del Darién. Antes de pasarles el estipendio de 300 pesos, quería
cerciorarse si la Misión producía algún resultado positivo. El Pre­
sidente encargó al P. Maroni, Rector de Panamá, la redacción del
informe. El i 9 de Julio de 1746, el Padre remitió el documento que
se le había pedido y de él sacamos las noticias que damos a conti­
nuación sobre el apostolado de nuestros misioneros en el Darién
desde 1744 a 1746.
El informe del P. Maroni está dividido en tres partes. En la
primera expone el trabajo realizado por los misioneros en estos dos
primeros años; examina luego los obstáculos que estorban y aun a
veces inutilizan el ímprobo trabajo de los misioneros; trata por ñn
de la pensión señalada, ya que este punto es el que había movido
principalmente al Virrey a pedir informes.
Sobre lo primero dice así: «Según las noticias que por escrito
y de boca vienen comunicadas, los Padres misioneros por lo tocante
al primer año, ambos penetraron hasta lo más interior de aquella
Provincia del Darién, aunque con muchas penalidades. Comunica­
ron con los dos principales caudillos de aquella nación, el P. Joa­
quín Alvarez, en Chucunaquf, con el célebre D. Juan Saniquín, que
por particular disposición divina, logró morir cristiano en manos del
Padre; el otro misionero P. Claudio Escobar con D. Felipe Urima-
quicha, perseguido de los franceses, y aun de algunos de los suyos,
por haber dado muestras de querer recibir a los misioneros. Se retiró
al territorio de nuestra Misión junto a Paya, donde se está trabajan­
do para formar un pueblo. Se han bautizado ya muchos niños y
algunos adultos. No se pudo formar ninguna población el primer
año por haber entrado la peste de las viruelas, de que murieron mu­
chos. El segundo año, se enfermaron los dos Padres y tuvieron que
salir, pero en su lugar entraron otros dos, que son los PP. Ignacio
María Franciscis y Jacobo Walburger. El P. Franciscis viendo cuán
poco de fiar eran los intérpretes, se esforzó en aprender bien la
— 246 —

lengua de los indios, y a los pocos meses pudo componer una gramá­
tica y un catecismo, que ha sido de mucha utilidad para todos. El
P. Walburger emprendió hacer una reducción en el río Chucuna, y
logró reunir hasta treinta indios de armas tomar, con esperanzas de
poder juntar mayor número, con tal de tener qué regalarles; porque
los indios no atienden más que a su interés y reparan dejar sus es­
condrijos.
Los obstáculos a la predicación del Evangelio son muchos
En la parte Norte del Darién, mientras no se expela de ah(
a los franceses, la Misión no podrá progresar, porque ellos fomentan
el comercio ilícito y alborotan a los indios en lugar de sosegarlos; les
persuaden el odio al misionero y con sus malos ejemplos los incitan
a todos los vicios. Lo que los franceses hacen en el Norte, lo hacen
algunos españoles y mulatos en el Sur, principalmente en el real de
minas de Santa María con su vida poco arreglada y otros muchos
desórdenés. Para corregir a esta gente sería menester tener particu­
lar cuidado de que los cabos, soldados y demás gente que allí se en­
vía, o tienen ahí su asiento, no sean de lo peor del Reino; porque, si
se reforma el real, los indios que ahí van con frecuencia, se dejarán
convencer más pronto con los buenos ejemplos que con las palabras.
Otro impedimento es que los Gobernadores pretenden para sí uno
cpmo especie de dominio y mando despótico sobre los misioneros,
como si fuesen sus inmediatos Superiores, poniendo límites a su celo
embarazándoles a veces la comunicación con los infieles, atacándoles
los pasos en lugar de ayudarlos en sus correrías, ocupando 1 los in­
dios en viajes, en vez de estar aprendiendo la dQctrina o trabajando
en la construcción del nuevo pueblo.
Pero uno de los mayores obstáculos para formar pueblos donde
poder instruir a los indios, es la suma pobreza, esterilidad y desdicha
del país, falto casi del todo de mantenimiento, porque por un lado
no hay pastos para cría de ganado vacuno y otro semejante; por otro
lado, en los montes la caza, y en los ríos la pesca, andan muy esca­
sas, de donde se sigue que el mantenimiento de un misionero, por
lo regular, no es otro que un pedazo de tasajo medio podrido, que
se remite desde esta ciudad de Panamá».* Termina el informe di­
ciendo que se necesitarían cuatro misioneros. En cuanto al estipen­
dio los 498 pesos que se dan, (debían ser 600) son del todo insufi­
cientes para el mantenimiento de los misioneros. (1)

2 .— Algunos años antes que nuestros Padres renovasen las Misio­


nes del Darién, el fervoroso P. Esteban Ferriol había conseguido
restablecer las Misiones que nuestros antiguos misioneros habían
asentado en el Istmo de Panamá entre los indios Guaimíes hacia el
año de 1606.
Habíanse formado entonces varios pueblos y los indios recibían
con gusto las enseñanzas de la ley evangélica. Mas los Gobernadores,

(1) A rch ivo S. J.


— 247 —

viéndoles tan quietos y sumisos, creyeron que era llegado el momen­


to de sujetarlos al duro trabajo de la explotación de las minas de oro.
Despechados los indios por lo que se les exigía, prendieron fuego
una noche a todas sus casas, y se remontaron todos a sus impene­
trables escondrijos en la selva. Por la culpa de los blancos esta Mi­
sión, como otras muchas, quedó deshecha y sin remedio hubo que
abandonarla.
En 1700 el P. Ferriol con la bendición de sus Superiores, se in­
ternó en aquellos bosques y breñas, donde no halló el más pequeño
rastro de cristiandad, sino tan sólo la noticia de que en otros tiem­
pos se les había predicado el evangelio. Como dominaba la difícil
lengua de los indios y era de genio muy afable, fué muy bien recibido
de aquellos pobrecitos. Más aún,se le entregaron de tan buena volun­
tad que pudo sacarlos de sus bosques y formar con ellos algunos pue­
blos, donde pudiese con más facilidad catequizarlos y reducirlos a
vida cristiana y civilizada. Hasta se dió traza para enseñarles algu­
nas artes mecánicas, que les podían ser útiles.
De vez en cuando el P. Ferriol salía a Panamá. Como era muy
conocido en la ciudad por ser nativo de ella, varias personas piado­
sas le proveían generosamente de las cosas necesarias para regalar a
sus indios y sostener su obra de cristiana civilización, Trabajó de
esta suerte por espacio de treinta y seis años, solo en medio de
aquellas selvas, pues por la suma falta de sujetos que había en el
colegio, no había como darle un compañero. El 31 de Julio de 1747
murió repentinamente en una de las poblaciones que él había fun­
dado.
Sus indios le lloraron inconsolables, pues con toda verdad ha­
bía sido su padre y su aposto!. Con la muerte del P, Ferriol la Mi­
sión quedó desamparada durante siete u ocho años, por no haber en
el colegio de Panamá quien ocupase su puesto. Esta interrupción
bastó para que se perdiese casi todo, a causa de la gran inconstancia
de los indios. La visita del P. Brentan inició una nueva era de pros­
peridad para ella.
«Llamó la atención y el cuidado del P. Provincial, dice el
P. Maroni en su Informe, la reducción de los indios Guaimíes, Vo-
rasques y Changuines, que viven dentro de los límites del Reino de
Veraguas, perteneciente a este Reino de Tierra Firme, y quienes
habitan las faldas de la Cordillera general, parte al Norte y parte al
Sur. Los Padres Franciscanos se opusieron a la entrada de los de
la Compañía pretendiendo que ese territorio les pertenecía; pero fué
fácil demostrar que por largos años los había catequizado el P. F e­
rriol, por lo cual la Real Audiencia adjudicó todo este territorio a la
Compañía por auto de 14 de Octubre de 1744». La misma Audien­
cia pidió al P. Maroni que mandase a dos misioneros a aquellas re­
giones. Solicitó el P. Maroni los nuevos operarios al Provincial de
Quito, y mientras llegaban a Panamá, él mismo como antiguo misio­
nero del Marañón y avezado a esta clase de trabajos, se internó en
el país de los Guaimíes en compañía de otro Padre, para reconocer
aquellos parajes. Después de haber dado misiones en las principales
— 248 —

poblaciones de Veraguas y Chiriquf, con mucho fruto de aquellas


gentes sumamente necesitadas de predicación, regresó a Panamá con
el consuelo de haber podido apreciar la docilidad y buen genio de
aquellas tribus, capaces de reducirse con facilidad.
En efecto, como consta de varias relaciones, los indios Guaimíes
eran de carácter, dulce y apacible, muy inclinados a la religión.
Pero nunca pudieron ser conquistados del todo por los españoles;
porque siempre que se vieron en peligro de perder su libertad y de
ser condenados al trabajo de las minas, apelaron a la fuga internán­
dose en lo más espeso de sus bosques.
Por Noviembre de 1745 llegaron de Quito los dos misioneros
que debían para evangelizar a los Guaimíes. Eran los PP. Juan de
Aspergalo y Lucas Portolani o Portulani, como lo llaman otros. En
su infórme de 1747 dice el P. Maroni que «ya estaban doctrinando a
los Guaimíes sin hacer caso de las imponderables molestias, fatigas
y trabajos que traen consigo aquellas peregrinaciones por sendas y
caminos tan intransitables, llenos de suma miseria y aun faltos de
lo necesario para sostener la vida. Esta entrada de los dos misione­
ros y su mantenimiento en el campo de las Misiones ha acarreado
crecidos gastos al empobrecido colegio de Panamá; pues, aunque pa­
ra los misioneros del Darién el sínodo señalado es del todo insufi­
ciente, hay siquiera alguna cosa, pero para los misioneros de los
Guaimíes no hay nada absolutamente».
Varias veces los PP. Procuradores en Madrid habían pedido el
aumento del sínodo o pensión para los misioneros. Mas aunque el
rey prometía y mandaba que se aumentase, no siempre estaban dis­
puestos a pagar los Oficiales. En vista de la extrema necesidad que
padecía ésta y otras Misiones, el P. Procurador general de Indias en
Madrid pidió en repetidas ocasiones que se duplicase el sínodo seña­
lado a los misioneros. A la última solicitud de 23 de Setiembre de
17ÇI, contestó el rey que se habían de pedir informes al Virrey y
Presidentes, pero, a juzgar por el resultado, nada se debió conse­
guir. (1)
La Misión de los Guaimíes, aunque en medio de grande pobreza,
perseveró hasta la expulsión de los misioneros por Carlos III.

3.— Mientras nuestros misioneros se esforzaban a costa de tan


imponderables trabajos por atraer a los Guaimíes a vida cristiana y
civilizada, los Padres encargados de la región del Darién tenían que
luchar con no menores dificultades, ocasionadas por los blancos, espa­
ñoles y no españoles. Lo más singular del caso es que estos mismo9
blancos eran los más empeñados en que esta Misión se conservase,
no ciertamente porque se les diese poco ni mucho del bien espiritual
y temporal de los indios, sino porque juzgaban que, una vez reduci­
dos los naturales a vida cristiana y juntados en pueblos, les sería
más fácil el sujetarles al trabajo de las minas al que tanto horror
ellos tenían.

(1) A rchivo S . J .
- 249 -

Con estas miras harto interesadas los colonos españoles hicieron


llegar a la Corte de Madrid los informes más fantásticos y falsos que
se pueden imaginar, tanto sobre el número de los indios Darienes,
como sobre las buenas prendas de que estaban adornados, la facilidad
de reunirlos en pueblos, convertirlos, civilizarlos y hacerlos tan ami­
gos de España, que ellos solos bastasen para defender todas aquellas
tierras contra cualquier potencia extranjera que quisiera apoderarse
de las costas de Tierra Firme. Encarecían sobre todo los informes,
e| niucho oro y las grandes riquezas de que abundaban todas aquellas
tierras del Darién.
Para poderlas explotar convenía que los misioneros ganasen pri­
mero el corazón de los indios y los reuniesen en poblaciones estables.
No paraban aquí los autores de estas disparatadas razones, sino que
tuvieron el descaro de aconsejar como muy conveniente a los intere­
ses de España el que las autoridades protegiesen y amparasen la co­
lonia de franceses establecida al Norte del Darién. Eran estos unos
sesenta foragidos, entre franceses, ingleses, holandeses y de otras na­
ciones, a los que se daba el nombre común de “ franceses” . Estos
hombres prófugos de la justicia en su propia patria, reos de innumera­
bles crímenes, varios de ellos escapados de los presidios habían logra­
do refugiarse en el Darién. En vista de tales informes, el rey los ha­
bía admitido en sus Dominios por cédula del año de 1740, ignorando
a buen seguro, qué clase de gente eran aquellos a quienes tan fácil­
mente había dispensado su real favor.
Nuestros misioneros se esforzaron por dar a conocer en Madrid
el verdadero estado de las cosas y por rebatir las acusaciones de los
que atribuían al poco celo de los Jesuítas el poco o ningún fruto que
se hacía entre aquellos indios. Reproduciremos aquí algunos párrafos
de los informes presentados por el P. Jacobo Walburger, el más celo­
so y abnegado misionero de los Darienes, y por el veterano P. Pablo
Maroni. El primero, que lleva la fecha de 13 de Agosto de 1749, dice
así: «Entramos en 1745 cuatro Padres, dos de Santa Fe para el Nor­
te, y dos de la Provincia de Quito para el Sur. Los Padres de la Pro­
vincia de Santa Fe han tenido que retirarsé por la inutilidad de sus
esfuerzos; ni siquiera hay esperanzas de que se conviertan aquellos
indios. Esta retirada causó en los interesados, al ver frustradas sus
esperanzas de lucro, graves disgustos, quejas de que los Jesuítas no
cumplían con su obligación; pero todo ello sin razón, suficiente por­
que habiendo entrado después los Padres Capuchinos enviados por el
Gobernador Villacorte, tampoco pudieron hacer fruto, a pesar de su
fervoroso celo, y ellos también tuvieron que abandonar la empresa».
Hablando de los Jesuítas de la parte del Sur, prosigue el P. W al­
burger de esta manera: «Mi compañero el P. Claudio Escobar, en el
pueblo de Payase no ha conseguido nada. Fueron a él 28 indios, no
para convertirse sino para cobrar la pensión que para atraerlos al
■ mor y servicio de España, les pasa el Gobierno, la que consiste en
30 pesos mensuales para los caciques y 13 pesos para los capitanes».
Y dando cuenta de su propia reducción, añade: «Había yo sacado de
los bosques 197 almas; y varias familias se han hufdo y han vuelto a
— 250 —

internarse. En 1748 había en el pueblo 149 almas cuando entró la


peste de alfombrilla. Murieron 40 personas, y de estos los indios ente,
rraron a seis todavía vivos; los demás han huido; quedan en el pueblo
25 personas. Todo el empeño de los indios del Sur es pasar al Norte
parà comerciar con los franceses, y éstos hacen cuanto pueden para
atraerlos, a fin de venderles pólvora, herramientas, armas de fuego y
otras cosas. Estos indios son muy traicioneros. En 1679 los enemi­
gos de España entraron por el río Mandinga hasta Chepo, auxiliados
por 200 indios Darienes, en 1727 se levantaron en siete pueblos,
matando a todos los españoles, y en 1747, mataron a veintidós». (1)
El P. Maroni es aún más pesimista. Advierte ante todo que 00
hay que fiarse mucho de los informes de los que actualmente gobier­
nan y trajinan dicha provincia del Darién, porque éstos no tienen
otra mira que la de conservar los sueldos que les paga la Real Hacien­
da y las pingües ganancias que sacan del comercio con los habitantes
del país, a quienes venden a precios muy subidos varios géneros de
bretaña y bayeta, aguardiente, tabaco, etc. Nada les importa la con­
versión de los infieles, ÿ muchos de ellos se profesan abiertamente
amigos de los franceses alzados en ei Norte, porque de ellos se sir­
ven para el trato ilícito con los ingleses y holandeses que asoman
a cada paso en aquella costa.
A la pregunta de cuántos indios habrá en realidad, responde que
los indios, así cristianos como infieles, apenas llegan por todos a cua­
tro mil almas. Lo mismo consta del informe del P. Walburger, quien
habiendo hecho las más exactas averiguaciones, afirma que cuando
más habrá al presente en toda la provincia, setecientos hombres de
armas, y por todo tres mil quinientas almas; en la parte del Sur ha­
brá unos 220 hombres de armas y unas 1.130 almas. El Gobernador
de Panamá en su informe hace unos pocos años decía que en el Da­
rién había poco más de tres mil personas.
Lo mismo qne el P. Walburger, el P. Maroni reconoce que se
tropieza con una dificultad moralmente insuperable para convertir
aquellos infieles. «La moral imposibilidad, dice, que hay de reducir
aquella provincia, sin más armas que la predicación evangélica, se
colige principalmente del genio sumamente brutal de los indios, y de
las costumbres perversísimas en que se crían desde sus tiernos años.
Estos bárbaros no tienen más ley que la de su brutal apetito. Los vi­
cios que prevalecen y tienen ellos por virtudes y señales de hombres
valientes, son la borrachera y la torpeza. Todo cuanto trabajan es
principalmente para beber. Estando borrachos no hay abominación
tan repugnante a la naturaleza que no ejecuten delante de todos. ..
Apenas hay adultos, aun de los que se tienen por cristianos, que no
tenga, cinco, seis y más mujeres, y entre éstas, dos o tres hermanas,
madres e hijas, lo cual tienen ellos por obra de caridad para que vi­
van todas juntas.
Mucha es también la barbarie que usan con sus parientes aun los

(1) A rch iv o S. J.
— 25 1 —

más cercanos, principalmente cuando enfermos; porque o los aban­


donan en un rincón de la casa, sin procurarles el menor alivio o con­
suelo, o llevándolos a la selva, los dejan tendidos en una hamaca col­
gada de dos palos, expuestos a las inclemencias del tiempo sin más
sustento que uno u otro vaso de su bebida insípida, y cuando mue­
ren los meten en un hoyo con todos sus trastos, o los arrastran al
r(o para que se los coman los caimanes. Otras veces, usando con ellos
de compasión, como ellos dicen, para que no estén penando, acaban
con ellos, clavándoles una lanzá en las costillas o los entierran vivos,
lo cual es muy frecuente. El P. Walburger refería que en un pueblo
que no tenía más que cien almas, habían enterrado vivos a nueve
adultos y a mucho mayor número de criaturas. Las madres usan en
muchas ocasiones el matar a sus propios hijos.
Aunque creen en un Dios propio suyo, pero muy inferior al Dios
de los españoles, y que no sabe nada de lo que pasa en la tierra, no
le dan culto, y sólo hacen caso de sus hechiceros, cuyas respuestas
veneran como oráculos infalibles; y no hay forma de persuadirles lo
contrario. Estos son sus jueces, médicos y maestros, su todo, y sin
el beneplácito de estos embusteros, ni hay que esperar que hagan al­
guna cosa. Estos son los caciques y capitanes, a quienes el rey da
cada mes 30 pesos a los primeros y trece a los segundos, sin otro
provecho que pervertir a todo el Darién, porque estos hechiceros así
pagados, persiguen de muerte a los misioneros, les quitan toda auto­
ridad, persuaden a todos que no hagan caso de sus enseñanzas ni de
sus consejos, que no asistan a sus instrucciones, que huyan de ellos,
que no les ayuden en nada, y que los tengan por sus mayores ene­
migos. Con esto destruyen e inutilizan por completo la acción del
misionero, y le ponen en la mayor imposibilidad de convertir a aque­
llos infelices. (1) No hay para el misionero del Darién ni siquiera el
consuelo de bautizar a los párvulos moribundos, porque los hechice­
ros tienen enseñadas a las madres que los escondan y que de ningún
modo permitan que se les administre el bautismo. Todos los Darienes
y en especial los hechiceros pagados del Real Erario tienen un odio
mortal a los españoles, y esta es la razón principal porque no admiten
la religión cristiana, por ser la religión de los españoles. La causa de
este odio es el maltrato que han recibido de los blancos y mulatos
que han entrado a sus tierras; y también del trato que tienen con los
llamados franceses, que siendo por su mayor parte protestantes, les
inspiran todo el odio que pueden a la religión y a España». (2)
El 22 de Diciembre de 1751. el P, General recomendaba al P.
Provincial Angel María Manca la Misión de los Guaimíes, pues daba
mayores esperanzas de copioso fruto. Para ello ordenaba retirar los
misioneros que hubiesen quedado en el Darién, para que hiciesen
entre los Guaimíes o en otra parte el fruto que no hacían en aquella
Misión.

. . (1) A estos hechiceros ej R eal Erario pagaba 36 0 pesos annales. En esterniamo tiempo los
misioneros recibían un subsidio de 300 pesos al año; |60 menos que los hechiceros!
(2) At chivo S . J .
CAPITU LO NOVENO

LOS PROCURADORES NOMBRADOS POR LAS


CONGREGACIONES PROVINCIALES

SUM ARIO: 1. Oficio de los Procuradores.—2. Las costumbres de la Provincia de


Quito en este particular.—3. Preceptos de los Padres Visconti y Cen­
turione.—4. Los P P . Brentan y de la Torre; muerte del P. Bventan.

VELA SCO . Historia.. . .C réaica.. . .alto lie 1 7 4 8 -1 7 5 3 ,- ARCHIVO S . J .

i . — Cada seis años debía reunirse la Congregación Provincial y


nombrar a dos Procuradores que fuesen a Roma con el objeto de
informar al P. General del estado espiritual y temporal de la Provin­
cia, y de solicitar del Sumo Pontífice las gracias espirituales que ésta
necesitase. Al principio no se nombraba más que uno,pero muy pron­
to se reconoció la necesidad de nombrar a dos al que se agregaba un
tercero como suplente, caso que alguno de los nombrados no pudiese
emprender el viaje. Estos Procuradores por las exigencias del Real
Patronato debían ir en primer lugar a Madrid, y aprovechaban esta
oportunidad para pedir al Real Consejo de Indias los favores que
creían necesarios para la Provincia y sus Misiones, los cuales eran
de ordinario muchos y no pocas veces de vital importancia por la de­
pendencia en que estaban los Nuestros del Estado en casi todas sus
actividades por causa del Real Patronato.
Los Procuradores tenían también como incumbencia muy prin­
cipal el reclutar sujetos para sus Provincias, porque los que entraban
en América no bastaban para que la Provincia pudiese atender debi­
damente a sus compromisos y obligaciones. En los tiempos en que
el Consejo prohibía que pasasen religiosos extranjeros a América, es­
tos sujetos se podían pedir tan sólo a las Provincias españolas, pero
después que Felipe V permitió que pasasen religiosos extranjeros sin
limitación de número, los Procuradores los pedían también a otras
Provincias de Europa. Por fin los Procuradores se encargaban de traer
de Europa las diversas cosas que pedían y pagaban los colegios y ca­
sas de la Provincia o las Misiones, como libros, ropa, ornamentos,
cosas de iglesia, herramientas y otras muchas que no era fácil encon­
trar en América.
Ofreciéndoseles tan buena ocasión como era la ida de los Procu­
radores muchas personas, así eclesiásticas como seglares, solicitaban
253 —

el que éstos se encargasen de traerlos algunas cosas que necesi­


taban. Siendo tan difíciles e inseguras en aquellos tiempos las co­
municaciones entre Europa y América, se comprende que nuestros
amig°s pidiesen este particular favor a personas en cuya integri­
dad podían descansar plenamente. Pero se entiende también a cuantos
abusos y aun faltas estos servicios podían dar ocasión y los compro­
misos a veces gravísimos en que nuestros Religiosos se veían enreda­
dos, cuando personas, a quienes por otra parte la Compañía debía
señalados favores.se empeñaban en que los Procuradores promoviesen
sUS intereses y pretensiones en las Cortes de Madrid o de Roma. Es
muy natural por consiguiente que los Padres Provinciales y más to­
davía los Generales se preocupasen de señalar normas claras y bien
definidas acerca de la conducta que debían observar los Padres Pro­
curadores, cuando se ofrecía hacer algún favor de esta clase a nuestros
amigos y bienhechores.

2, — Estas normas quedaron como codificadas en las Costumbres


de la Provincia y eran del tenor siguiente:
Se daba al Procurador el sello de su oficio, el cual contenía en
medio el JHS y en la orla en abreviatura: Procurator Provinciae
Quitensis S . J.
El primer Procurador, en virtud de su mismo nombramiento
era Superior de todos los Jesuítas que iban a Europa con él, o de allá
venían a América. Tenía facultad de admitir postulantes y aun no­
vicios, ateniéndose a las normas y condiciones con que se admitían
en la Provincia. Antes de salir para Europa, no podía recorrer la
Provincia, ni sus casas y colegios para informarse de su estado, ni por
otro motivo alguno.
Se le daba poder jurídico cumplido para todos los negocios que
llevaba a su cargo. En este poder se especificaba que en caso de ne­
cesidad, se le facultaba para sustituir a otros, y que por muerte o im­
posibilidad del primer Procurador se cometía todo por entero al se­
gundo.
La facultad de buscar dinero a interés o a censo, obligando a los
colegios o a la Provincia a la paga, no se solía conceder a los Procu­
radores, juzgando que era preferible remitir el caso a nuestro Padre
General, para que según las circunstancias, él determinase lo que
fuese más conveniente.
Las instrucciones que se le daban eran de dos clases: «Unas
dicen*las Costumbres que se puedan presentar al Consejo, donde las
suelen pedir. En éstas se le habían de encargar los negocios que se
debían tratar públicamente en el Consejo y otros Tribunales de Es­
paña, y las otras materias que no requieren secreto, ya sea pertene­
cientes a nuestra Compañía, a sus Misiones, o en utilidad de los in­
dios que están a nuestro cargo. Tales son por ejemplo, que se traigaa
tantos sujetos en la forma que concediere S. M., pidiendo el avia-
miento necesario y acostumbrado; que se conceda el socorro de aceite,
vino y medicinas a tales Misiones nuestras o colegios, como se suele
a otras iglesias pobres y necesitadas; que no sean dados en encomien-
— 254-

das los indios que convirtiere la Compañía, ni paguen tributo a S. M.


hasta 20 o 30 años después de su conversión, y el tributo sea cuanto
más leve ser pueda, que todos son privilegios de la Compañía en
otras Provincias de Indias, y otros privilegios semejantes.
No pase a Roma ninguno de los dos Procuradores sin licencia de
S. M., ni pase a Indias ninguno de los Nuestros sin la misma ticen*
cia; y sus leyes y órdenes se observen con toda puntualidad. Y asi­
mismo no traigan géneros algunos,si no es con licencia del rey y los
registros acostumbrados.. . .
Deben llevar instrucciones secretas con todos los puntos y ne­
gocios que conviene no sepa el Consejo, ni otros externos, por perte­
necer a nuestro gobierno, los que se han de tratar con Nuestro Padre
y con los Procuradores nuestros en razón de cuentas y otras depen­
dencias nuestras.
Se le dará una lista de todo el dinero que se le entrega por par­
te de la Provincia, señalando la cantidad que va deputada para pagar
lo que la Provincia debiera a la procura de Sevilla, según la prorata
que cabe a esta Provincia, y por suplementos o empréstitos que haya
hecho el procurador de Sevilla a favor de esta Provincia; y también
la de Madrid y alguna otra persona; y las cantidades que van seña­
ladas para pagar o entregar a señaladas personas; y no está en poder
del Procurador de la Provincia alterar o diferir la entrega, ni dispo­
ner de otro modo, fuera del expresado en la instrucción, inhibiéndole
y dando por nula cualquier otra disposición.
Se expresarán también las otras partidas de dinero qué le da la
Provincia para costear los negocios de ella, para los gastos necesa­
rios de su persona, los viajes, para su compañero y para los sujetos
que hubiere de conducir a la Provincia. Otra memoria se le ha de dar
de los géneros y alhajas que lleva de Indias, no para vender, por es­
tarnos muy prohibido, sino para su uso o de sus compañeros, o para
entregar a personas nuestras o externas por cuenta y encargo de la
Provincia.
Otra memoria se le ha de dar de ios géneros que ha de traer por
cuenta de la Provincia, y deben ser los necesarios para vestir a los
sujetos pertenecientes a ella y para el avío de sus haciendas, v. g.
papel, paño, estameña, lencería, hierro, acero, fondos, cosas de de­
voción, anzuelos, agujas, peines y semejantes para que el Provincial
pueda dar a los misioneros y a los indios de su cargo.
En cuanto al dinero que se le ha de entregar, no puede señalar­
se cantidad fija, porque depende de los negocios que se le encargan,
en que hay grande variedad. Pero conviene advertir que cuanto más
dinero se le diere por cuenta de la Provincia, tanto más útil será,
porque ahorrará tomar dinero a daño [interés] tan crecido como sue­
le costar para Indias, que es por lo menos a cincuenta por ciento. Por
esto encarga nuestro Padre que lleve bastante dinero.
Se le ha de dar el dinero necesario para pagar las procuras de
Sevilla y Madrid y las deudas que tuviere la Provincia. Del mismo
modo el dinero que las casas o'colegios quisieren remitir a Europa
para pagar sus deudas o comprar lo que necesitan. Todas estas listas
- 255 —

cantidades de la Provincia y de los colegios ha de registrar, apro­


bar y firmar el Provincial.
Para poder llevar dinero o tratar negocios de externos, eclesiás­
ticos o seglares, no le dará licencia el Provincial, si no es en caso ra­
rísimo, y. que la persona a quien pertenecen, sea de tal calidad, que
no pueda negársele a juicio de toda la consulta plena (esto es concu­
rriendo los consultores ordinarios y extraordinarios).
Antiguamente, cuando iba un solo Procurador, se le daba a un
H e r m a n o Coadjutor por compañero, pero ahora que van dos,no se les
p u e d e dar a un Hermano Coadjutor sino solamente a un criado pa­
ra lo s dos,
A la vuelta, el P. Procurador debe dar cuenta exacta al P. Pro­
vincial de todos los gastos o compras que hubiere hecho», (i)
Esto era lo que prescribían las Costumbres de la Provincia, y
los Padres Generales no dejaban de recomendar a menudo que se ob­
servase con fidelidad lo mandado a los Procuradores que iban a Eu­
ropa. No menos que estas recomendaciones, prueban la solicitud y
vigilancia de los Padres Generales en esta parte los serios avisos y
reprensiones que daban, cuando alguna falta se había cometido en es­
to. «Extraño mucho, escribía el P. Retz a 23 de Noviembre de 1746,
que se hayan traído de Cartagena a Quito, cuarenta cajones o cargas
pertenecientes a externos y a algunos particulares de los Nuestros.
Extraño mucho que tal cosa se haga en esa Provincia, y ordeno que
el Procurador de Provincia nada pague por la cocducción de aquellas
cosas que no tocan a su oficio, o si anticipa la paga de estas cosas,
sea con la seguridad de cobrar cuanto adelantare». (2)

3.— Los dos Procuradores de la última Congregación de 1747


habían gastado una gruesa suma en su dilatado viaje por el Marañón
y Lisboa, en vez de seguir la ruta ordinaria de Cartagena a Cádiz.
Habían además recibido muchos encargos de personas particulares y
de seglares, por la demasiada condescendencia del P. Viceprovincial
Guilermo Grebmer, que desde su venida de Europa había permane­
cido en las Misiones del Marañón, y a lo que parece no tenía todavía
suficiente conocimiento de las personas y cosas de Quito.
Por esto y por otros motivos juzgó necesario el P. Ignacio Vis­
conti dar una nueva instrucción acerca de los Procuradores enviados
a Roma por las Congregaciones Provinciales de las Provincias ame­
ricanas. Tiene por fecha el 15 de Noviembre de 1752. Hela aquí:
«Mando en virtud de santa obediencia, in nomine Jesu-Christi y
bajo las penas de pecado mortal y privación de voz activa y pasiva,
y con todas las demás penas que a mí y a mis sucesores pareciere,
que ninguno de los Nuestros, tanto Procuradores como sustitutos que
fuesen señalados y enviados de sus Provincias a Europa, puedan traer
a ninguno de los puertos de ella, plata u oro sellado o sin sellar, gé-1

(1) A r c h iv o S. J .
(2) A r c h iv o S . J .
— 256 —

neros, ni encomiendas de cualquier clase que sean, pertenecientes, o


no pertenecientes a la Compañía, sin expresa licencia del Provincial
de sus Provincias, y sin hacer registrar todo lo que traen en aquella
misma forma que lo hacen los seculares que registran sus caudales, y
pagando los derechos Reales en los puertos y aduanas que el rey Ca­
tólico tiene ordenado se paguen.
Item mando a dichos Procuradores y sustitutos bajo el mismo
precepto y penas, que antes de salir de sus Provincias hagan cuatro
listas de los efectos que en géneros y dinero traen a Europa con ti-,
cencía del P. Provincial, las cuales han de firmar dicho Provincial, el
P. Procurador de Provincia, el Procurador que va a Europa y el sus­
tituto o segundo procurador. La una dejarán en el archivo de Provin­
cia, y las otras tres las traerán consigo a Europa, para dejar una en
el Oficio de Indias en el Puerto de Santa María; otra remitirán a este
Oficio de Roma, y la otra servirá para su dirección.
En dichas cuatro listas mando bajo el mismo precepto, así a los
Padres Provinciales como a los Padres Procuradores y sustitutos, que
con distinción y claridad expresen los géneros y caudales que no son
de la Compañía, diciendo quienes son los dueños, a quien los envían
y para qué fin los envían; y los caudales y géneros de la Compañía se
han de poner de suerte que conste individualmente, lo que es de la
Provincia, lo que es de los colegios y lo que es de las Misiones, como
también los fines para que los envían, v. g. se ha de poner la Provin­
cia envía envía tantos pesos, tanto oro, tanta plata, tanto para los
gastos de los Padres Procuradores y conducción de la misión, y tanto
para los Oficios de Roma, Madrid o Puerto de Santa María, y de la
misma manera se pondrán las partidas de los colegios y Misiones.
Item mando bajo el mismo precepto y penas a dichos Procurado­
res y sustitutos, que luego que hayan desembarcado entreguen al
P. Procurador de las Provincias de Indias residentes en el Puerto de
Santa María o Cádiz, la lista firmada del P. Provincial, del Procura­
dor de su Provincia y de sus Reverencias, en donde se contienen los
efectos que traen, y por ella le harán entrega de todos ellos, sin ocul­
tar alguno, para que con la mayor presteza y diligencia remi­
ta a sus dueños los que constaren no ser de la Compañía, y pague al
rey los derechos que corresponden. Y los que fuesen de la Compañía
los tendrá en depósito y prontos para cuando los necesiten los Pro­
curadores de la Provincia a quien tocan.
Y bajo el mismo precepto y pena mando a los mismos Procura­
dores y sustitutos, que en la compra de géneros y mercancías que ha­
gan en Europa para el sostenimiento de sus Provincias, colegios y
Misiones, no excedan, ni puedan llevar más que lo que consta y se
expresa en la lista firmada del Provincial, del Procurador de Provin­
cia y de sus Reverencias.
Item con el mismo precepto y pena mando a los dichos Procu­
radores y sustitutos que todos los géneros y mercancías que llevan
para las Indias, lo registren fielmente y paguen los derechos Reales
de aquellos que no declarase el rey por libres. Y en caso de llevar al­
guna encomienda que no pertenezca a la Compañía, mando con el
— 257 —

mismo precepto, que declaren no pertenecer a ella, que paguen los


derechos Reales, y saquen del dueño de la encomienda un resguardo
en q u e haga declaración jurídica, de que, si perece la encomienda, o
0 no se entrega a quien va, queda la Compañía libre de la evicción y
saneamiento de ella.
Y bajo el mismo precepto y pena, mando a dichos Procuradores
y sustitutos que, antes de partir de Europa, hagan otras cuatro lis­
tas de los géneros y mercancías que llevan a las Indias, las cuales ha
de firmar con los Procuradores y sustitutos el Procurador de las
P r o v i n c i a s de Indias del Puerto de Santa María, en cuyo Oficio se
quedará una, y remitirá otra a éste de Roma; y las otras dos llevarán
c o n s i g o los Procuradores, una para su dirección y la otra para que
la entregue al Provincial de su Provincia, luego que lleguen a ella.
En dichas listas mando con el mismo precepto que se poDgan con
d i s t i n c i ó n , los géneros y mercancías que van para la Provincia, para
los colegios, para las Misiones, diciendo los precios en que se han
comprado. Y si van algunas encomiendas que no pertenezcan a la
Compañía, se dirá quién es el sujeto que las envía y a quién las
envía.
Y bajo el mismo precepto y penas, mando a los dichos Padres
Procuradores y sustitutos que luego que lleguen a su Provincia entre­
guen al P. Procurador de ella todos los géneros y mercancías que
llevan, para que por la lista las entreguen a sus respectivos dueños,
pagando antes, si hubiese que pagar algunos derechos de los que no
van francos.
Item mando a todos los Provinciales de las Provincias de Indias
que al presente son y en adelante fueren, en virtud de santa obedien­
cia y pena de pecado mortal, que cuando envíen Procurador a Euro­
pa, no les den licencia ni a éstos, ni a los sustitutos, para encargarse
de encomiendas de seculares, como no sean de distinguido carácter,
respeto y recomendación para la Compañía, para quien única y pre­
cisamente la podrán dar sólo los Padres Provinciales; pues respecto
de otras personas les quito toda la autoridad para hacerlo. Y cuando
la religiosa gratitud y circunstancias dichas piden se conceda seme­
jante licencia, mando con el mismo precepto que no la den a los Pa­
dres Procuradores sino con las dos siguientes indispensables condi­
ciones. La primera que se ha de registrar la encomienda y pagar los
derechos que se deben pagar, según las leyes; la segunda, que el su­
jeto que la remite a Europa ha de hacer resguardo jurídico de que no
pedirá cosa alguna a la Compañía, ni ésta queda obligada a la evic­
ción y saneamiento de la encomienda en caso de que perezca, o no se
entregue al sujeto a quien se remite; y consintiendo el dueño en estas
dos condiciones, y no de otra manera, se dará la licencia,para que el
P- Procurador y sustituto pueda traerla encomienda o llevarla, pero
se ha de notar en la lista de caudales, quién es el dueño de ella, a
quién la envía y para qué fines la envía.
Item mando a dichos Padres Provinciales bajo el mismo precepto
ÿ pena, que acompañados del P. Procurador de Provincia, hagan di­
ligente registro de los géneros y mercancías que llevan de Europa los
— 258 —

Padres Procuradores y sustitutos, y por la lista que entregarán firma,


da del P. Procurador de las Provincias de Indias, verán si llevan al­
guna cosa más, y por la que dejaron en el Oficio de Provincia en el
tiempo de su partida a Europa, examinarán también si han comprado
algunos géneros más que los que se les encargaron por la misma lis.
ta. Y si hubiesen faltado en uno u otro, los declarará por incursos en
la privación de voz activa y pasiva, y dará inmediatamente aviso a
este Oficio, para imponerles las demás penas que se tenga por con­
veniente.
Item al P. Superior o Procurador de las Provincias de Indias
que reside en el Puerto de Santa María o Cádiz, mando en virtud de
santa obediencia y pena de pecado mortal, que cuando a estos puer­
tos arriben Procuradores de Indias, tengan siempre, presentes los pre­
ceptos antecedentes para examiuar con religiosa diligencia si los
PP. Procuradores y sustitutos han faltado a alguno de ellos, y si
encontrase haber quebrantado alguno, dará cuenta a este Oficio,para
imponerle las penas correspondientes. Y lo mismo hará al tiempo de
de partir de Europa para su Provincia. Y para que no puedan con­
fundirse, ni equivocarse estos mis preceptos con los que han impues­
to mis predecesores en orden a estas determinadas materias de que en
los preceptos he tratado, revoco y anulo todos los que hasta aquí se
han impuesto, dejando solamente existentes los que van expresados
en esta mi carta, en la forma y manera que van escritos.
Y en esta misma forma y orden se escriban en el Libro de los
preceptos que cada año se leen a la Comunidad en los refectorios de
los colegios y se leerán en ellos. Demás de esto, para que en ningún
tiempo se pueda alegar que no están en uso, interim que por mí o por
mis sucesores no se mande lo contrario, se leerán también en las
Congregaciones Provinciales,después de hecha la elección de Procura­
dor y sustituto, a quienes se entregará una copia de estos preceptos,
para que les sirva de notificación, y sepan cómo han de ser castiga­
dos en caso de faltar a ellos, lo que Dios no permita», (i)
Con el mismo fin de prevenir inconvenientes, evitar crecidos
gastos y mayores disgustos en el manejo de los caudales de las Pro­
vincias de Indias, y en el desempeño del cargo de Procurador general
de Indias en Madrid, el P. Vicario General Juan Antonio Timoni
promulgó ocho preceptos que el P. Luis Centurione tenía ya prepara­
dos, pero que por su muerte no pudo publicar. Los copia el P. Timo­
ni, pero sin imponer ningún precepto, reservando esto a la disposición
del futuro General. El documento es del 9 de Noviembre de 1757. y
en él se dan normas acerca de los depósitos que tuviese en su poder
el P. Procurador general pertenecientes a personas que no sean de
la Compañía. Se establece además que las Provincias de Indias, para
sus diversas necesidades, tengan siempre algún dinero en poder del
mismo Procurador, enviándole a este fin mil pesos cada año.(I)

(I) Archivo S .J .
— 259 —

Todas las Provincias de Indias dieron sin duda algún motivo a


estos preceptos y prescripciones de los Padres Generales, pero la de
Quito no fue la que menor parte tuvo en ello. Ya dijimos cómo los
dos Procuradores PP. Brentan y de la Torre habían hecho grandes
gastos antes de llegar a Europa y los hicieron allí todavía mayores.
El dinero que necesitaron lo tuvieron que buscar dónde y como lo
pudieron hallar. Para colmo de desgracias el P. Brentan, cuando
terminados los asuntos de su oficio en Roma, preparaba ya su viaje
de regreso, cayó gravemente enfermo a principios de 1751 y se estu­
vo curando por espacio de dos años. El 5 de Setiembre de 1753,
escribía el P. General al P. Provincial de Quito que la detención de
los Procuradores se iba prolongando muchísimo, acrecentándose con
esto los gastos de un modo alarmante. Aún no se podía saber cuándo
les sería posible emprender el viaje de vuelta a causa de la enferme­
dad del P. Brentan. En vista de estos contratiempos, permitía que
la próxima Congregación Provincial se difiriese por tres años, de
manera que se tuviese a los nueve años después de la última.
Mientras el P. Brentan procuraba del mejor modo que podía
curarse una peligrosa llaga que se le había producido en una pierna,
el P. Nicolás de la Torre, iba recorriendo varias Provincias de Euro­
pa para buscar sujetos, con los gastos que ya se pueden suponer.
Por fin el P. Brentan pensó que podía ponerse en camino, y salió de
Roma a fines de Octubre de 1753, sólo y sin su compañero ocupado
en buscar misioneros. Las fatigas e incomodidades del viaje agrava­
ron de tal manera su mal, que vino a morir en un lugarejo del Ge-
novesado el 18 de Noviembre de 1753, y por no tener persona de
confianza que cuidase de lo que llevaba, se perdieron todas sus cosas
y todos sus papeles, entre ellos su Historia manuscrita sobre las Mi­
siones del Marafión.
«De la pérdida de los papeles, dice el P. Velasco, se originaron
muchos enredos por la confusión y pérdida de los encargos de mu­
chas personas particulares, cuya lista el Padre llevaba. Acudió el
P. Nicolás de la Torre e hizo cuanto le fué posible para poner reme­
dio a tantos males y desgracias, pero no lo pudo conseguir, y de ahí
resultaron crecidísimas deudas para la Provincia que tuvo que res­
ponder por los encargos que se habían hecho al P. Brentan y por
los papeles perdidos».
Refiriéndose a estos trabajos el P. Lorenzo Ricci en carta de
28 de Junio de 1758 al P. Provincial de Quito le decía que había
tenido grande pena con «el conocimiento de los inmensos gastos
y crecidísimas deudas que se le han ocasionado a la Provincia con
la larga demora y gran desbarato de caudales de los dos últimos
Procuradores incuriam,PP. Brentan y de la Torre,y no menos de las
grandes y en parte justas quejas que tienen los interesados seculares,
especialmente de la confusión y ningún orden con que el P. de la
Torre ha llevado todas las cosas contenidas en los muchos cajones
Que me dice V . R. haber conducido. Por no haberse ajustado el
P- de la Torre a los preceptos que últimamente impuso el P. Viscon­
ti a los Procuradores Indicos, no puede alegar excusa ni ignorancia;
— 2Ö0

porque los supo en Europa con tiempo, antes de su regreso, por 10


cual V. R. o su sucesor le harán cargo de ello, y si no diere otro des­
cargo del que ha dado hasta ahora, procederá contra él y le declara­
rá incurso en las penas que en los mismos preceptos están impuestas
contra los transgresores; porque, si éstos no se escarmientan con tal
ejemplo, los sucesores podrán más fácilmente contravenir sin miedo
de ser castigados».
Parece que el P. de la Torre no pudo sincerar del todo su con­
ducta, aunque hay que convenir que muchos de los disgustos fueron
ocasionados principalmente por la muerte del P. Brentan cuyas
cuentas no se pudieron poner en claro. La Compañía con todo tuvo
que satisfacer por el dinero que sin culpa suya se había perdido, y
sus enemigos a los pocos años no dejaron de achacar a avaricia y
mala fe todos estos sucesos desgraciados que eran puramente for­
tuitos.
CAPITU LO DECIMO

EL PLEITO DE LOS DIEZMOS

SUMARIO: 1. El pleito de los diezmos.—2. Su fallo en contra de las Religiones


en 1657.—3 . Se concede a la Compañía el uno de treinta.—4. Car­
los III revoca esta concesión

GONZALEZ SUA REZ, Historia General de la República del Ecuador, V , lib . 4 c. 2 .—ARCH IVO S . J .

i — El 24 de Febrero de 1750, el rey Fernando V I publicó una


Cédula en la que establecía para la Compañía el pagar en materia de
diezmos el uno de treinta, y no el uno de diez como se había acos­
tumbrado desde 1657.
Ya en otro lugar hemos hablado del pleito sobre diezmos que
sostuvieron, no sólo los Jesuítas sino también las demás Ordenes
religiosas en defensa de los justísimos privilegios otorgados por la
Santa Sede, en virtud de los cuales no tenían que pagar diezmos a
las Iglesias. El Soberano Pontífice como dueño supremo de los
bienes eclesiásticos podía hacer esta exención en su favor y nin­
gún motivo tenían las Iglesias de reclamar contra ella. Este pleito
vino a complicarse no poco por la parte que tomó en favor de las
Iglesias el Fiscal del Consejo, por la sencilla razón de que el fisco
percibía de los diezmos los Reales Novenos.
En esta Cédula se recuerda cómo el rey Felipe II rogó y encar­
gó por Reales Cédulas de 9 de Abril y 3 de Mayo de 1566 dirigidas
al P. Antonio Araoz, Comisario de la Compañía de Jesús en España,
y al P. Diego Carrillo Provincial de Castilla, para que enviasen Je­
suítas a los Reinos de las Indias, por la necesidad que había en ellas
de personas tales que entendiesen en la instrucción y conversión de
aquellos naturales, expresando S. M. que también le movía a hacer
esta petición el amor que tenía a la misma Compañía. Admitió la
Compañía fiada en que se cumpliría lo prometido en esas Cédulas, y
en la inteligencia de que de ningún modo se le limitarían los privi­
legios de que gozaba por concesiones Apostólicas, en virtud de lo
cual pasaron los Jesuítas a México el año de 1562 y al Perú en 1568.
«Y habiendo hecho mucho .fruto en aquellas partes, según se
relaciona en la Real Cédula de 12 de Mayo de 1575, escrita al
P* Everardo Mercurián, Prepósito General de dicha Orden, por otra
— 2Ó2 —

de 17 de Setiembre de 1577 volvió a encargar la Católica Majestad al


General de la referida Religión enviase mayor número de Jesuítas a
la Nueva España, en la que como en los demás Reinos de Indias
sujetos a la Real Corona, prosiguieron con celo infatigable convir-
tiendo almas y ganando dilatados dominios a S. M., a costa de sq
sangre y vida, que dieron muchos de la Compañía en tan gloriosa
demanda, y habiendo cumplido asf en esto como en los demás minis­
terios propios de su Religión con la utilidad común que es notoria,
y continuando en ellos por más de cincuenta años, gozando al mis­
mo tiempo de los privilegios que la Silla Apostólica les habfa con­
cedido en premio de los servicios hechos a la Iglesia, entre ellos el
de Pfo IV de 19 de Agosto de 1561, y de Gregorio XIII de i° de
Enero de 1578, confirmado por Gregorio X IV el 28 de Junio de
1591, de no pagar diezmo alguno, aunque los diezmos hubiesen sido
anteriormente concedidos a reyes, emperadores y otros Prínci­
pes. . . .» (x)
Por estas palabras de la Real Cédula constaba plenamente del
privilegio de los Jesuítas de no pagar diezmos, privilegio concedido
por autoridad pontificia, la única competente en esta materia. Reco­
noce además el documento regio que, si los Jesuítas no pagaban
diezmos, siguiéndose de allí para el Real Erario la pérdida de los
Reales Novenos, compensaban con inmensas ventajas esta pequeña
pérdida, conquistando dilatados dominios a S. M., y consolidando la
posesión de otros muchos, que sin duda se hubieran perdido sin la
ayuda de los misioneros de la Compañía y de otras Religiones.
La autoridad civil por su parte habfa reconocido expresamente
este privilegio en más de una ocasión, por ejemplo cuando la Real
Audiencia de México declaró por sentencia de vista el 22 de Agosto
de 1581 y de revista, el 6 de Febrero de 1582, «que no sólo eran
exentos los de la Compañía del Nombre de Jesús de pagar diezmos
de los bienes que tenían y en adelante tuviesen, sino que también
gozaban de la misma exención los colonos y arrendatarios de la mis­
ma Compañía». (2) De esta sentencia se sacó ejecutoria el 4 de No­
viembre de 1583, la que por no haberse suplicado de ella, parece
sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada.
Pero la Compañía tenfa enemigos, a los que azuzaba además el
prurito regalista de intervenir, en nombre del Real Patronato, en
asuntos eclesiásticos. He aquí cómo la misma Cédula de 1750 refiere
los principios del pleito sobre diezmos: «Hallándose la Compañía
en esa posesión más que cuadragenaria, con el justo título Real de
la ejecutoria, además de los privilegios Pontificios pasados por el
Supremo Consejo de Indias.. . y los que por Real Cédula despacha­
da en 27 de Enero de 1572 está dispuesto se observen en las In­
dias, . . . sin que en tan dilatado tiempo como había corrido desde el
ingreso de la Compañía en aquellos Reinos hasta principios de No-

S Archivo S.J.
Archivo S .J .
263 —

vienibre del año 1624, se hubiese contravenido a esta exención por


los ministros Reales ni eclesiásticos,. . . estando las cosas en este
estado, en I I de Noviembre de 1624 el Sr. Fiscal del Consejo de
I n d i a s puso demanda en forma ante el Consejo, pidiendo se declara-
ge pertenecer a la Corona y Patrimonio Real y alas Iglesias, en
virtud de priyilegios y Bulas apostólicas todos los diezmos de las
heredades y cualesquier bienes y frutos diezmables que tenían o tu­
viesen las Religiones de Indias, y que se les condenase a que paga­
sen a los Oficiales Reales, a S. M. y a quien en su Real nombre los
hubiese de cobrar y a las Iglesias todos los diezmos, así los causados
hasta entonces, como los que se causaren en ad elan te... Pedía el
Fiscal la anulación del privilegio de la Compañía y también de las
demás Ordenes religiosas». (1)
Las Ordenes religiosas de común acuerdo entablaron un pleito
o más bien se defendieron por ser causa eclesiástica y dimanar de
privilegios pontificios, cuya declaración por derecho común y por
las leyes de España pertenecía al Papa que los había concedido.
Mas el Consejo sin hacer caso de razones se declaró juez com­
petente el 27 de Junio de 1631 y el 23 de Marzo de 1632, y el
pleito quedó entablado.

2— Duró hasta el 20 de Febrero de 1655 en que el Consejo dió


sentencia obligando a todas las Religiones a que pagasen el diezmo
de todas sus haciendas y bienes diezmables, en conformidad con la
demanda del Fiscal, pero sólo desde el día en que se había puesto la
demanda. Apelaron las Religiones y se dió sentencia de revista el
16 de Junio de 1657, confirmando la sentencia de vista en orden a
los diezmos que en adelante se causasen, más no en cuanto a los
causados anteriormente. La Compañía no se dió por satisfecha, y co­
mo refiere la misma Cédula de 1750: «Habiendo suplicado de la
sentencia de revista, la Compañía interpuso el recurso de segunda
suplicación en 3 de Julio del mismo año 1657, con la pena y fianza
de la ley de Segovia, y habiéndose admitido por la Real persona, se
expidió la Real Cédula el 29 de Julio de 1 6 5 7 ... y cinco años des­
pués se despachó el 27 de Abril de 1662 la ejecutoria de las senten­
cias de vista y revista».
Se nombraron jueces para conocer de la apelación, se citaron
las Iglesias a que compareciesen, pero nada se pudo conseguir. Las
Iglesias no comparecieron, y viendo la mala voluntad de los jueces
y que nada se conseguiría,poco a poco las demás Religiones se fueron
retirando y prefirieron pagar los diezmos, antes que enredarse en
nuevos litigios.

3 -Comprendiendo el P. Pedro Altamirano, Procurador de las


Provincias de Indias de la Compañía, que no había esperanza ningu­
na. y que el pleito, como dice la Cédula, se dilataría por muchos
años, determinó «por último recurso valerse del medio justo y legal1

(1) Archivo S. J.
— 264

y más respetuoso a la Real Majestad,de ponerse en las Reales Manos


para que atendidas por su justicia y piedad las razones que milita!
ban por parte de su Religión, recomendadas por los servicios hechos
a la Real Corona, se dignase S. M. por vía de transacción, o por el
medio que fuese más de su Real agrado, poner fín a un pleito que
había durado más de ciento y veinte años, siguiéndose de la litispeu-
dencia gravísimos inconvenientes y escándalos con deservicio de
Dios y de Su Majestad».
El rey sometió esta petición y asunto el 22 de Mayo de 1748 a
una Junta de cinco Consejeros con el Fiscal, los cuales después de
«un prolijo y dilatado examen convinieron y acordaron en consulta
de 25 de Febrero de 1749, ser justa la presentación del P. Altamira-
no, y que en consecuencia se nombrasen Ministros que tratasen y
conferenciasen con el P. Altamirano sobre la cuota, medios y forma
en que debería ejecutarse el convenio que pareciese arreglar». Y en
vista de esta consulta se nombraron seis Ministros para disponer y
arreglar el contrato en sí mismo y en todos sus pormenores, (x)
Se confirió largamente con el P. Altamirano, y habiéndose
convenido en las proposiciones comprehensivas de ella, el Marqués
de la Ensenada propuso a S. M. el plan formulado por la Junta, y
por fin el 17 de Enero de 1750 se dió el siguiente decreto:
«. ..Y habiendo puesto en mi Real noticia los respectivos fun­
damentos que producen las partes en vista de ellos, del dictamen
que han formado los consejeros, y en atención a las razones alegadas
y recomendadas por el notorio mérito que en la propagación del
Evangelio y servicio mío ha adquirido la referida Religión en aque­
llos dominios de Indias,. . . he resuelto... decidir y fenecer para
siempre el referido pleito pendiente, y en su consecuencia mando
que desde el día primero de este mes y año en adelante perpetua­
mente, quede obligada la Religión de la Compañía de Jesús a pagar
de todos los frutos diézmales de las haciendas y bienes que hoy tiene
y en lo futuro adquiriese, (aunque sean novales) el diezmo conside­
rado de treinta y uno, a las Iglesias y personas que en mi Real nom­
bre los administren, y perciban, así en las Provincias de Nueva Espa­
ña y Filipinas, como a su imitación en las demás de todos mis Do­
minios de las Indias, y consiguientemente ponga perpetuo silencio a
mis Fiscales, a la Iglesia de México y demás Iglesias, y a la Compañía
de Jesús, para que en esta razón unos ni otros, no puedan pedir ni
demandar cosa alguna de las pretensiones contenidas en el referido
pleito, en ningún tiempo, ni por motivo alguno. Quiero que en la
exacción y cobranza de los diezmos en esta forma se esté y pase,
así por las Iglesias como por los fiscales o colectores que en mi
Real nombre hayan de percibirlos, por la declaración jurada que
dieren los Superiores del colegio o casa cuyos frutos sean diezma-
bles, exigiéndose sólo por ella el uno de treinta, sin que pueda po-1

(1) Lo» Ministros nombrados fueron: E l limo. D . José Ventura Güel y lo» consejero» de
Castilla, D Juan Ignacio de la Encina, D Francisco del Rallo, D. José Manuel de Rojas, y *•
Fiscal actual del Consejo, D. Manuel Pablo de Salcedo.
— 265 —

nerse con pretexto a tales declaraciones, óbice de erróneas, diminu­


tas o equívocas, sin embargo de que se quiera ofrecer prueba in­
continenti, aunque sea instrumental, pues no ha de admitirse instan­
cia alguna ante ningún juez, para evitar por este medio la ocasión
de nuevas contraversias y litigios, y.por tener yo total confianza de
que los Superiores de la Compañía no faltarán a la verdad para de­
fraudar lo que en justicia y conciencia deben pagar de diezmos» (i)
En esta conformidad se dió la ejecutoria el 7 de Febrero de
1750. Con motivo de este arreglo el P. General envió la siguiente
circular a todas las Provincias favorecidas por el rey: «Con el moti­
vo de haber transigido el rey católico los muchos y costosos pleitos
que ha sufrido la Compañía en esas Provincias sobre puntos de diez­
mos, juzgo ser debido así al agradecimiento que debe manifestar la
Compañía al favor grande que ha hecho S. M. en dicha transacción,
como también al desempeño de mi obligación y descargo de mi con­
ciencia, advertir a todos los Superiores de esas Provincias el exacto
cuidado que deben poner en diezmar con la mayor fidelidad el fruto
de los colegios, pagando sin falta de treinta uno, como manda
S. M., haciéndose cargo que después de dicha transacción, para
cuyo logro renunció la Compañía sus privilegios, ninguno puede va­
lerse de ellos para dejar de pagar aquella parte a que se obligó la
Compañía, la que en adelante se mirará como cosa debida a Dios
por la religiosa fidelidad, con que yo deseo y ordeno se pague de
treinta uno de los frutos que por ley o costumbre se diezman en esos
obispados. Y demás de ordenarlo así, cargo seriamente la conciencia
de los Superiores que faltaren en diezmar los frutos de sus respecti­
vos colegios o casas en la referida forma. Por lo que hará V. R. que
esta mi carta se lea públicamente en el refectorio de todos los cole­
gios y casas de la Provincia». (2)
Esta concesión de pagar el uno de trienta en vez del diezmo,
que pudiera parecer un gran favor hecho por el rey a la Compañía,
en realidad no lo era. Porque, en primer lugar, ella de suyo estaba le­
gítimamente eximida de todo impuesto eclesiástico por la suprema
autoridad de la Iglesia, y sólo por evitar escándalos y mayores atro­
pellos del Estado regalista renunció a su privilegio, cediendo a la
violencia que se le hacía. En segundo lugar los Jesuítas no sacaban
de sus bienes sino lo necesario para una honesta sustentación, para
el decoro del culto en sus iglesias, para el progreso de las ciencias
en la formación de bibliotecas, y para la conservación de sus Misiones
entre infieles. Todo lo demás lo expendían en provecho de la instruc­
ción pública, que sostenían a su costa y en el pago de becas para
estudiantes pobres. Al tratar de despojarles del privilegio que les
eximía del pago de los diezmos a las Iglesias, el Estado no hacía
sino restar las entradas con que se proveía a la instrucción del pue­
blo y a la civilización de los indios en la región amazónica.1

(1) Archivo S. J.
(2) Archivo S. J.
— 266 —

De igual manera las Iglesias que tan fiera oposición hacían al


privilegio de la Compañía, olvidaban que, entre nosotros por lo me­
nos, el clero secular se formaba en los seminarios dirigidos y sosteni-
dos aun económicamente por la Compañía y que lo que ésta no
pagaba en diezmos lo pagaba con creces en becas para seminaris­
tas pobres, y sobre todo en el cuidado y abnegación con que se esfor-
zaba por formar dignos ministros del altar. Este punto de vista
parecen no haberlo tenido en cuenta algunos de los que han tratado
este pleito de los diezmos.

4 — La Real Cédula de 24 de Febrero de 1750 no fué un favor


gratuito, si favor se le puede llamar. Porque fueron tantos los pasos
que hubo de dar el P. Procurador Pedro de Altamirano, tantas las
diligencias que se debieron hacer, tantas las propinas que fué menes­
ter dar a unos o a otros, que la Provincia de Quito tuvo que
pagar por su prorrata 1.250 pesos teniendo su contingente las demás
Provincias de Indias. El P. Provincial Angel María Manca repartió
esta suma entre los varios colegios de la Provincia, ya que todos
ellos tenían sus haciendas y beneficiaban de la gracia concedida por
el rey. La Provincia pagó 200 pesos, el Colegio Máximo, 300, el
colegio de San Luis 200,y los demás colegios lo restante de la suma.
Esta Real Cédula de Fernando VI, como bien puede sospe­
char el lector, no fué del agrado de ios interesados, y menos
de los enemigos de la Compañía. No hubo muchos alborotos por
entonces, pero pronto habían de llegar días para los Jesuítas en
que sus contrarios pudiesen libremente desfogar contra ellos todo
su odio y mala voluntad; pronto Carlos III había de subir al trono
y rodearse de ministros impíos y volterianos. A los dieciséis años del
decreto de Fernando VI el P. Lorenzo Ricci escribía a 3 de Setiem­
bre de 1766 al P. Miguel de Manosalvas Provincial de Quito: «Ha­
biendo su Majestad Católica, que Dios guarde, declarado nulo el
decreto de transacción expedido en 1750 sobre diezmos en esas Pro­
vincias de Indias, V. R. hará que en esa se observe puntualmente el
orden de S. M., diezmando por entero en todas nuestras haciendas,
ranchos e ingenios, y en mi nombre encargará a todos así Superiores
como particulares que no hablen más en el asunto y procuren una
buena armonía con las Iglesias, sin mostrar resentimiento alguno.
Y si S. M. declarare que se pague cuanto dejó de pagarse, desde que
se expidió el decreto de transacción, obedecerán todos con igual
puntualidad, allanándose a cuanto insinuaren los Ministros Reales,
y manifestando los frutos que en ese tiempo se han percibido, y si
su liquidación fuere difícil, se procurará una buena composición con
armonía de las partes.. . ( 1 )

(1) A rch ivo S. J .


CAPITU LO ONCE

LOS ESTUDIOS EN EL COLEGIO DE QUITO


SUMARIO: 1 Cátedras de Cánones y Leyes; los maestros seglares y religiosos.—
2. Informe del Fiscal del Consejo; los Jesuítas catedráticos de Cáno­
nes.—3. Constituciones de la Universidad.—4 . Los ejercicios litera­
rios; la Teología en el seminario; la clase de gramática; las diversiones
de los colegiales.

A RCH IV O S . J .

i — Referimos más arriba de qué manera se fundaron en 1705


en la Universidad de San Gregorio las cátedras de Cánones y Le­
yes, exigiendo el Consejo de Indias que los catedráticos fuesen se­
glares y no Religiosos. Los Jesuítas debían pagar la pensión y ena­
jenar un capital dei3.000 pesos de sus propios bienes, a fin de
asegurar la renta de las? Cátedras que se iban a fundar. Vinieron
en ello los Nuestros mirando al bien público antes que a su propio
provecho, pero sucedió lo que era de esperar. Los catedráticos se­
glares no tardaron en exigir que se les subiese la pensión, y para
satisfacerles, las autoridades, pidieron a los Jesuítas que enajena­
sen 7.000 pesos más de sus bienes, con lo que subió el capital a
20.000 pesos. Como no había entonces otra manera de tener un
capital productivo sino colocándolo en alguna hacienda fructífera,
estos 20.000 pesos se impusieron sobre la hacienda de Tigua, la que,
buen año mal afio, debía pagar con sus frutos, la renta de los cate­
dráticos seglares de la Universidad.
Los Jesuítas aceptaron esta nueva condición a pesar de ser tan
onerosa, por el bien grande que les constaba hacían con tener no sólo
gratis, sino también a su costa estas cátedras en su Universidad.
Se proveyeron éstas y los maestros principiaron a dictar sus
cursos. El P. General determinó que los colegiales convictores que
pagaban su pensión pudiesen estudiar indiferentemente Cánones o
Leyes, y que las becas se dividiesen por mitades entre Leyes, Cáno­
nes y Teología.
Sin embargo, en el decurso de pocos afios ya se pudo notar que
aquellos maestros seglares, o no dictaban sus cursos con la regula­
ridad necesaria, para que se pudiese guardar una misma manera de
disciplina en la Universidad, o no eran siempre idóneos para el fin
que se pretendía.
— 268

Por esto el P. Tomás Nieto Polo, Procurador de la Provincia de


Quito en la Corte, hizo presente al Consejo las dificultades con
que tropezaba la Universidad de San Gregorio con respecto a las
cátedras de Cánones y pidió a 28 de Abril de 1742, que en adelante
los maestros de Cánones pudiesen ser Religiosos de la Compañía,
El catedrático de Leyes debía seguir siendo seglar. En fuerza de las
razones aducidas, consintió el Consejo, aunque de mala gana, en que
los maestros de Cánones pudiesen ser Religiosos de la Compañía,
por lo que restringió la concesión a ocho años, y encargó a la Real
Audiencia vigilar con cuidado a los maestros nombrados, y avisar si
se podían encontrar maestros seglares. E l P. Procurador de la Pro­
vincia de Santafé hizo junto con el P. Tomás Nieto Polo la misma
petición para la Academia Javeriana de Santafé, que se hallaba en
idénticas circunstancias que la Universidad de San Gregorio y reci­
bió la misma respuesta del Consejo.

2 — Al terminarse el plazo de ocho años, volvieron los dos Pro­


curadores a presentar su petición el 14 de Marzo de 1754, pidiendo
se concediese sin limitación alguna que los catedráticos de Cáno­
nes fuesen en Quito y Santafé Religiosos de la Compañía.
El Fiscal en su dictamen al Consejo dió largas al asunto con­
tentándose con incriminar acerbadamente a las dos Reales Audien­
cias de Quito y Santafé. He aquí el texto de su informe: «El Fiscal
dice que la desidia y abandono con que han tratado las dos Audien­
cias de Santafé y Quito la grave materia de este expediente, sin
embargo de las Cédulas que respectivamente se han dirigido a una
y otra para que evacuasen los informes que se les pidieron, no per­
mite se tome por ahora providencia positiva acerca de la instancia
que introducen los Procuradores de aquellas Provincias. Los Minis­
tros de Santafé han sido tan morosos, que habiéndose aprobado la
erección de las tres cátedras que se dicen dotadas por aquel colegio
en Real Cédula de 25 de Noviembre de 1704 con las calidades refe­
ridas en el Memorial, y prevenídoseles remitiesen al Consejo los
estatutos que se hiciesen con arreglo a las de Salamanca, Lima y
M éxico,. . . no han dado la más leve noticia del cumplimiento de
esta Cédula, ni aun aviso de su recibo. Los Ministros de la Audien­
cia de Quito, no sólo han sido morosos, sino también contumaces,
porque habiéndoseles participado en Real Cédula de 14 de Mayo de
170$ la licencia dada al colegio de la Compañía de aquella ciudad
para fundar cátedras de iiCánones e Instituta, y prevenídoseles no
diesen el cumplimiento, hasta que el Provincial y Rector ratificasen
la escritura que otorgó en esta Corte el P. Procurador de aquella
Provincia, obligando para seguridad de la dotación de ellas los bie­
nes y rentas de aquel colegio, tampoco han dado noticia del cumpli­
miento de aquella Real Cédula ni aviso de su recibo, habiendo sido
causa su silencio que se les extrañase el que habían tenido sobre un
asunto tan importante, por otra de 28 de Abril de 1742, en que con
motivó de la representación que hizo el Procurador de aquella Pro.-
vincia sobre la imposibilidad de encontrar sujetos seglares que dig*
— 26 9 —

ñámente pudiesen obtener las cátedras, se les previno haber conce­


dido licencia, para que regentasen las dos de Derecho Canónico por
espacio de ocho años, mandándoles celasen sobre si había personas
seculares que las sirviesen, remitiesen los estatutos que se hicieren
V diesen cuenta de las resultas. A esta Real Cédula tampoco dieron
cumplimiento, como lo manifiesta otra posterior de 4 de Abril de
J752, en que culpándoseles su desidia y omisión en una materia tan
grave, se les dió noticia de haberse negado la instancia que entonces
introdujo el Procurador de aquella Provincia, sobre que mediante la
imposibilidad de encontrar seglares hábiles que regentasen las cáte­
dras, se permitiese a los Jesuítas servirlas perpetuamente, y se
les previno hiciesen poner edicto para que concurriesen opositores,
remitiesen al Consejo los autos y diligencias de la oposición y los
estatutos que ya entonces estarían formados, sin que tampoco ha­
yan dado cuenta del recibo de esta Cédula».
Supuestos estos antecedentes, juzga el Fiscal, que no sabiendo
aún si están erigidas formalmente las cátedras en uno y otro colegio,
si está asegurada su dotación, si se han hecho los estatutos, si hay
o no sujetos seglares que puedan regentarlas, no puede ni debe to­
marse providencia alguna sobre la instancia que ahora proponen los
Procuradores de las Provincias de Quito y Santafé en orden a que
por falta de seglares hábiles, se conceda a los Jesuítas el permiso
de regentarlas perpetuamente.
Siguiendo el parecer del Fiscal el Consejo se contentó con de­
cretar que «ese escribiesen Cédulas sobrecartando las que se citan a
las Audiencias.. . manifestándoles lo reparable que se ha hecho su
omisión, y advirtiendo que el Consejo queda muy a la mira para to­
mar la seria providencia que corresponda». (1)
Con esta negativa o suspensión de la petición, los Jesuítas, tanto
en Santafé como en Quito, se veían obligados a proveer sus cátedras
aun en seglares inhábiles, a pesar de tener la Orden sujetos que con
mucha competencia podían dictar aquellas materias. Parece final­
mente que el Consejo se persuadió de la conveniencia que había en
que los Jesuítas desempeñasen las cátedras de Cánones, y aunque
mal de su grado, concedió en 1746 la gracia que se había pedido.
Mientras el Consejo trataba de esta concesión y la difería, el
P. General debidamente informado de lo que pasaba en Madrid,
escribía el 18 de Diciembre de 1754 en esta forma al P. Provincial
de Quito: «Bien enterado del punto y circunstancias todas que desde
los principios concurrieron para lograr el establecimiento de tres
cátedras en esa Universidad, dos de Cánones y una de Leyes, a peti­
ción y repetidas instancias hechas en diferentes tiempos por esa
Provincia, obligando solemnemente, no una sino varias veces a ese
Colegio Máximo a pagar mil pesos ánuos para la manutención de
tres catedráticos seglares, dos de Derecho canónico y uno de Dere­
cho civil, advierto que ni yo puedo determinar, ni esa Provincia eje-

(I) A rchivo S . J .
— 270 —

aitar otra cosa, sin exponerme y exponerse la Provincia a la mur.


muración y maledicencia pública, sino que el Colegio Máximo dé lo*
mil pesos ánuos, y con ellos pague la renta o salario de todos tres
catedráticos, en caso que no tengan efecto las instancias que V. R,
ha encargado hacer en la Corte de Madrid, a fin de que S. M. permi-
ta que dos Jesuítas sean profesores de las cátedras de Cánones. Ca­
so que se obtenga esta gracia, como la ha tenido esa Provincia los
ocho pasados años,, . . sólo deberá pagar el Colegio Máximo el sala,
rio correspondiente al catedrático de Leyes seglar, como lo ha paga­
do hasta ahora. Pero no lográndose dicha gracia, ordeno que desde
el recibo de ésta, precediendo el concurso de los opositores seglares,
y señalados los dos catedráricos, el Colegio Máximo haya de pagar
cada año los mil pesos ánuos para la manutención de los tres cate­
dráticos, lo cual hará V. R. o su sucesor se ejecute sin falta». Así mi­
raba el P. General por el bien y adelanto de la enseñaza pública, aua
con dispendio propio, (i)

3— Las Constituciones y leyes de la Universidad que el Fiscal del


Consejo reclamaba en vano de las Reales Audiencias de Quito y de
Santafé, existían ya de mucho tiempo atrás para ambas Universi­
dades, pero no se habían presentado oficialmente al Consejo, ni a las
Reales Audiencias, porque éstas no las habían pedido. £1 Conse­
jo no debía necesitarlas mucho, cuando dejó pasar cuarenta años sin
exigirlas, pero ahora el Fiscal se acordó de la omisión, cuando había
que conceder un favor a los Jesuítas y hacerles sentir el dogal del
Real Patronato.
Al recibir el decreto del Consejo, las dos Audiencias pidieron los
estatutos de ambas Universidades. Tanto en Quito como en Santa­
fé, se presentaron las que habían regido desde el año de 1705, to­
mados con algunas modificaciones de poca importancia de los estatu­
tos de la Universidad de Lima.
£1 tenor de estas Constituciones y Estatutos en las Facultades
de Cánones y Leyes eran como sigue: «Constituciones que según la
Real Cédula de S. M. se han formado y se han de guardar en la
Universidad de San Gregorio de Quito por lo tocante a las cátedras
de Cánones y Leyes, sacadas las más de las Constituciones Limeo-
ses, y otras de las leyes ya aprobadas de esta Universidad Gregoria­
na, preséntase a la Real Audiencia de Quito para la aprobación.
1 . Habiéndose fundado en esta Universidad Gregoriana con
licencia y por Real Cédula de S. M. dos cátedras de Cánones y una
de Instituta, y habiéndose proveído la primera vez todas tres de
maestros idóneos, sin oposición pública y con aprobación de esta
Real Audiencia, de aquí en adelante y según lo previene dicha Real
Cédula y la constitución límense 87, se han de proveer por edictos y
oposiciones públicas.
2 . Arreglándose el estilo de esta Universidad a los de la Lí­
mense y sus leyes, cuando hubiere cualquier oposición de estas cáte-

(1) A rch ivo S. J .


— 271 —

dras, los legistas podrán votar en Cánones y los canonistas en Leyes,


n orden a determinar cuál de los opositores haya de llevarse la cá­
tedra. Esta votación ha de hacerse siempre por siete o nueve sujetos
ue nombrará el Rector de la Universidad, en cuyo número hayan
dé entrar siempre el mismo Rector para dirimir discordias, los que se
hallaren de catedráticos de las misma Facultades y los demás Docto­
res más antiguos dél a Universidad que hubiese presentes. Aquel
opositor se llevará la cátedra que a pluralidad de votos fuese juzgado
el más digno, y a éste presentará el Rector a la Real Audiencia en
primer lugar para su aprobación.
3 . Cada uno de los catedráticos leerá todos los días que no
fuesen feriados en esta Real Audiencia, guardando las vacantes acos­
tumbradas de la Universidad de Lima, y no sea libre a ningún cate­
drático el dispensar día alguno de curso, sino que deberán cumplir
exactamente la hora señalada, dictando tres cuartos de hora y ex­
plicando por un cuarto de hora lo que hubieren dictado, y si no lo
hicieren así, se les quitará la renta correspondiente a la falta del dfa
o días que tuvieren.
4 , En la lectura de las tres cátedras guárdense las horas seña­
ladas, sin que la hora de una lección concurra con la hora de otra
lección, (Límense, 76). Y para evitar este concurso, la cátedra de
Frima de Cánones tendrá su lección a las ocho y cuarto de la ma­
ñana, la de Vísperas de Cánones, a las nueve y media de la mañana,
la de Instituta, a las dos y media de la tarde.
’ 5 . Para el fervor de los estudios siempre han sido provechosí­
simas las conferencias y Actos públicos, y en unas y otros deben
insistir los catedráticos; por esa causa y hallarse cautelado en la
constitución 143 Limense, y ser costumbre en esta Universidad en
las Facultades mayores, cada uno de los catedráticos deberá .tener
en general, cada quince días una conferencia de lo que hubiere leí­
do, y cada año dos Actos públicos, que aquí suelen llamarse Sabatina.
Y aunque las vacantes mayores de estas cátedras suelen comenzar el
2$ de Abril y durar hasta el 18 de Octubre, día de San Lucas, según
la costumbre Limense, no por eso se entienda hayan de vacar estas
conferencias y Actos públicos sino desde el 22 de Julio. (1)
ó. Los catedráticos entre sí, los doctores y maestros en el
claustro y acompañamientos guardarán la antigüedad de sus cátedras
y de sus grados, y los canonistas, juristas y teólogos se reputarán
por uua misma Facilitad en cuanto a la antigüedad. Así se establece
ea la constitución Limense 43'.
7. Cualquier estudiante de estas Facultades deberá matricularse
cada año, y para ganar un curso estará obligado a oír y cursar a sus
horas señaladas ambas cátedras de Cánones y la de Instituta, según
la constitución Limense 143. Empero los clérigos podrán cumplir
sus cursos oyendo y cursando sólo los Cánones.(I)

(I ) Ettas conferencias eran repeticiones de la materia que se había visto en los quince días
precedentes, con dos que argüían.
— 272 —

8. Al fin de cada curso se examinarán precisamente de uno de


los Libros de la Instituta por su orden, según la costumbre antigua
así de Lima como de esta ciudad, y nadie podrá ser admitido a otro
curso, sin que primero dé este examen. Y para quitar el grave daño
y ociosidad que se originaba de el dejar en libertad de los cursantes
el tiempo para dar sus exámenes, se establece que en cada año de­
ben dar precisamente uno de estos exámenes, sin que se les pueda
dispensar sino es el Rector solo, por gravísimas causas y con parecer
de los catedráticos, quienes deberán todos concurrir a dichos exáme­
nes y preguntar los párrafos con su comentario y objetar y argüir al
examinando.
9 . En los exámenes secretos deben argüir los catedráticos o
alguno de los Doctores de la Facultad, quienes^ no podrán proponer
más que tres argumentos; y ningún Doctor ni Maestro que no sea
de la Facultad, se hallará en estas exámenes secretos como está
prevenido en las constituciones Limenses 56, ç8 y 59.
10 . El que concluido ya todos sus cursos y dados sus exámenes
anuales hubiere de graduarse de Bachiller en Cánones y Leyes, ha
de presentar ante el Rector testimonio de que oyó cuatro cursos la
mayor parte del año; porque este grado se ha de conferir atendien­
do no menos a la suficiencia que a los cursos, según las constitucio­
nes Limenses 181 y 189».

4 — Por lo demás en las otras Facultades los estudios seguían


su curso ordinario bajo el cuidado competente de los Rectores y pro­
fesores y la activa supervigilancia del P. General, que no dejaba de
amonestar a los Provinciales, siempre que se le señalaba algún defec­
to o descuido, aunque fuese eh sí cosa que pudiera parecer insignifi­
cante, y él mismo tomaba las decisiones y daba las órdenes que le
parecían oportunas para el adelanto de los estudios.
Así, por ejemplo, escribía el P. Visconti al P. Provincial el 17
de Febrero de 1751. «Ahora se me avisa que las conclusiones del
sábado se han omitido casi todo el año, pues son dos o tres las que
se han tenido len todo un curso entero, y esto no por otro motivo
que por querer estar desembarazados los Maestros para ir a confesar
acompañándose unos a otros para que no les falte compañero. V. R.
ordenará estrechísimamente que de ninguna manera se omitan las
sabatinas, que según el Ratio Studiorum deben tener nuestros Es­
colares, Hermános o Padres, teólogos o filósofos y si el sábado estu­
viese ocupado por el motivo dicho o por cualquier otro, las puede
V. R. trasladar al viernes o al día de la semana que esté desocupa­
do, pues aunque se llamen sabatinas no están ligadas al día, sino que
se pueden tener y de hecho se tienen en otras Provincias, en cual­
quier día de la semana, cuando está impedido el sábado».
Hubo también otra queja al P. General que de ser verdadera, co­
mo advertía el mismo Padre, «hubiera sido notablemente perjudicial
a la estimación y buen nombre en que hasta ahora habían estado los
grados que se han conferido en el colegio». Según se decía, el
P. Sanna, Prefecto de estudios, había conferido el grado de Doctor
— 273 —

en Cánones, a un sujeto que no los había estudiado, el de Doctor en


Leyes a otro que se hallaba en las mismas condiciones, y el grado
de Maestro en Artes a otro tercero que tampoco había estudiado
nada.
Dados los estatutos severos que regían la Universidad para la
colación de los grados en Cánones y Leyes, cualquiera entien­
de que semejante cargo contra el P. Francisco Sanna era falso,
y que no podía provenir sino de alguno que no había podido dar
su grado, y que por venganza contra el P. Prefecto había escrito
esas calumnias al P. General. Con todo, éste sin tener por ver­
dadera la denuncia, escribe el P. Provincial el 22 de Diciembre
de 1751: «Si estas noticias fuesen tan ciertas como a mí se me
asegura, V. R. tomará providencia que sea eficaz, para que en ade­
lante no se confieran grados de manera semejante, y en todo caso
quitará al P. Prefecto la facultad de conferirlos a su arbitrio,
dejándosela solamente para conferirlos según lo que está dispuesto
y ordenado en las Constituciones de la Universidad; lo que celará
V. R. por sí mismo, y recomendará seriamente al Rector del Colegio
Máximo no permita se confieran grados a sujetos que no sean verda­
deramente dignos y acreedores a ellos». (1)
En otra carta de la misma fecha vuelve a urgir la seriedad en la
colación de los grados y ordena al P. Provincial que cuide de que no
se confieran los grados «a sujetos indignos de ellos, o por falta de
ciencia, o por cualquiera otra falta de las que según el estatuto de
la Universidad se tienen por legítimo impedimento para cualquier
grado académico». Y como el P. Sanna había faltado con efecto al
cumplimiento de algunas prescripciones de los Estatutos, para que
en adelante no se repitiesen esas infracciones, ordena que se promul­
guen y lean en el refectorio todos los años los tres preceptos si­
guientes:
«En virtud de santa obediencia y pena de pecado mortal or­
deno que los Padres Prefectos de estudios mayores y examinadores no
dispensen en adelanté en los años de estudios que piden las Consti­
tuciones de la Universidad para los grados.
2? En virtud de santa obediencia ordeno también, bajo la mis­
ma pena de pecado mortal, que ninguno sea graduado, sin que sea
examinado primeramente y aprobado por votos secretos de los exa­
minadores.
Bajo la misma pena y precepto ordeno que no se le digan
previamente los puntos que ha de leer al que quiere tomar el grado,
sino que ha de leer precisamente aquel punto que él escoja de los
tres que le diere la suerte, picando en el P. Ripalda o Maestro de
las Sentencias, según sea el estilo de esa Universidad».
Por estos años parece que los estudios teológicos habían decaído
un tanto. Muchos de los seminaristas aspiraban al grado de Doctor

(I) A rchivo S .J .
— 274 —

en Derecho Canónico y descuidaban notablemente la Teología, sien­


do pocos los que optaban por el grado de Doctor en esta ciencia.
El P. Prefecto Francisco Sanna quiso poner remedio a este es­
tado de cosas, pero en una forma que por lo radical y tajante había
de resultar más bien contraproducente. En efecto, pensó en suprimir
en el seminario el estudio del Derecho canónico, a fin de obligar a
los seminaristas a dedicarse a la Teología. El P. General, informado
a tiempo de este proyecto, dió otro sesgo al asunto. Dispuso que las
becas que concedía la Compafiía se dividiesen en dos partes iguales,
la una para los que habían de cursar Teología, y la otra para los es­
tudiantes de Derecho Canónico y Civil, con la condición de que el
que no siga la Facultad para la cual se les dió la beca, la pierda, y
ésta se dé á otro. Los que se mantenían a expensas propias, podían
con entera libertad escoger la Facultad que más les agradase y cam­
biarla con otra cuando quisiesen.
E l P. General se interesaba no solamente por las Facultades
superiores sino también por los estudios inferiores de gramática..«En
las clases de gramática, escribe el P. V isconti'el 18 de Diciembre
de 1754, parece que hay poco cuidado, tal vez por desidia e inapli­
cación de los maestros, y por la poca solicitud de los Superiores en
fomentar este estudio, no obstante de ser tan recomendado, tan es­
timado de nuestro Santo Padre, y como el principio y puerta por
donde se había de procurar el amor a la virtud en los jóvenes, y aun
el amor y afición hacia nosotros». (1)
Diremos para terminar algo sobre el modo cómo nuestros colegia­
les y seminaristas pasaban las vacaciones; pues entonces no se estilaba
como ahora que los alumnos internos del colegio seminario volviesen
durante este tiempo, al seno de sus familias. En ios días de asueto
los colegiales iban a Iñaquito, donde el colegio poseía unas ocho
cuadras de terreno, o al Tejar del mismo colegio al pie del Panecillo.
Allí tenían sus juegos y entretenimientos. Las vacaciones de verano
las pasaban en la hacienda llamada de Alangasí, que incluía Santa
Clara y el Tingo, de la cual el seminario tenía el usufructo, aunque
no la propiedad. En cuanto a las diversiones y entretenimientos que
se permitía, eran conformes a las costumbres de la época, mucho
más sencillas en este punto que las modernas. Variaban también se­
gún los distintos Superiores. Parece que la representación de dra­
mas y comedias había dado lugar a bastante diversidad de opiniones.
L a última determinación sobre el particular fué la del P. Retz de
26 de Mayo de 1750. «Suponiendo, escribe, que en las come­
dias que se les permite representar a los alumnos del Semi­
nario de Quito, no se mezcla cosa alguna inhonesta o menos
decente, ni por su asunto, ni por otro modo, y no admitiendo en1

(1) En la Biblioteca Nacional de Quito existe un buen número de manuscritos que dejaron
los Padres que enseñaron en la Universidad de San Gregorio. Son la casi totalidad de ellos
cursos de Filosofía y Teología que estos Padres dictaron en la Universisdad. No estaban destinados
a la publicidad, y al tiempo de la expulsión llegaban al número de 394. Hermoso ejemplo del
empeño con que los antiguos Jesuítas quiteños tomaban el oficio de enseñar.
ellas mujer alguna, digo que pueden permitirse, encargando mucho
a los Superiores la vigilancia para evitar todo desorden. Si las co­
rridas de becerros que los mismos alumnos suelen tener para su di­
versión pudiesen evitarse, sería esto muy acertado, y se evitarían
muchos inconvenientes; mas si el concederles tal diversión se les ha
hecho casi necesario, convendrá que el P. Ministro del seminario o
algún Superior esté presente, para que no suceda ninguna desgra­
cia». (x)(I)

(I) Archivo S. J.
CA PITU LO D O CE

LAS ULTIMAS FUNDACIONES

SUM A RIO : 1 El P . General admite la Residencia de Ambato.— 2 . Proyectos de


fundación en Piura y Otavalo.—3. Donación al colegio de Loja; mi­
nisterios en el colegio de Guayaquil.—4 - Estado económico de los co­
legios en 1 7 5 2 .

VELASCO, H is to ria .... Oróni c a . . . . años 1 7 5 0 -1 7 5 8 .—RECIO, Compendiosa Relación de la cristi»,


dad en el Reino de Quito, T r. I I.—ASTRAIN, Historia de la Compadia de Jesús en la Asistencia de Espaia,
V II, lib . c . 6 .—ARCHIVO S . J .

i — La Real Audiencia de Quito a 27 de Setiembre de 1738, al


informar al rey sobre la conveniencia de que la Compañía fundase
un colegio en Buga, por el conocido fruto que hace con su apostóli­
co celo, se creyó en la obligación de presentar la misma petición
para la ciudad de Ambato, donde se podía esperar igual provecho
espiritual a mayor gloria de Dios Nuestro Señor.
El P. Campos había ya formulado la misma petición al P. Gene­
ral. Contestó Su Paternidad al P. Andrés de Zárate: «Me proponen
la fundación de un colegio en la ciudad de Ambato, distante veinte
leguas de Quito, en buena situación, de aire y temperamento sano,
ciudad bien poblada y de comercio». Como no había todavía la dota­
ción suficiente, el P. Campos había pedido que se aplicasen a esta
fundación varias sumas, cuyo uso dependía de su voluntad.
Más adelante, el Sr. Dr. D. Francisco José del Salto hizo dona­
ción a favor de un colegio de la Compañía de Jesús en Ambato, de
su hacienda de Guaslán, la que, hecha la avaluación,fué estimada en
la cantidad de catorce mil pesos, y no contento con esto, prometió
que después de cumplir con algunos cargos de conciencia y de desli­
garse de algunos otros compromisos daría todo lo que quedase libre
de sus bienes.
Hubo muchas peticiones al rey a fin de alcanzar la licencia nece­
saria para esta fundación, la que fué por fin concedida por la Real
Cédula de 9 de Agosto de 1747. No sabemos por qué motivo la Real
Audiencia se negó a obedecerla y el Presidente mandó suspender la
ejecución. (l>

(I) A rch ivo S. J .


277 -

Mientras se multiplicaban las instancias para alcanzar el regio


permiso para esta fundación, los Nuestros y algunos buenos seglares
representaban al P. General la conveniencia de que la Compañía tu­
viese casa en Ambato. En una carta de 25 de Marzo de 1751, se
expresaba de esta manera Nuestro Padre: «De la fundación de Am­
bato por la que de allá tanto se ha escrito, y que en nombre de
V. R. y de Ia Provincia me pidieron los PP. Procuradotes la admitie­
se, recelo que no sea en adelante cual se espera. Hasta ahora hay para
esta fundación por capital, la hacienda que D . Francisco del Salto
da, valuada en 14.OOO pesos, otra de D. Miguel Vallejo, estimada en
12.000, pero para después de sus días, 10.000 que ofrece D; Antonio
Flores, y 20.000 que espera poder aplicar de una obra pía para la
fábrica de la iglesia y casa el limo. Sr. Obispo de Quito. Mas, si los
buenos deseos del Sr. Obispo no se logran, quedan sólo 36.000 para
la fundación. Y aun de éstos, con cuyos réditos se debiera fabricar
la iglesia y la casa, sólo deben contarse por redituosos 29.000; pues
de los 14.000 de la donación de D. Francisco del Salto no redi­
túan nada por ser el valor de la casa y oficina de la hacienda. Y si
a esto se allega el justo recelo (que me lo confirman los PP. Procu­
radores, aunque no en esta materia), y bien experimentado en este
Oficio, de lo que se abultan y exageran los valores de las haciendas,
crece el temor del efecto que pueda tener esta fundación en adelan­
te. No obstante, por las repetidas instancias que se me hacen, por lo
mucho que me alaban la calidad del lugar, el buen afecto de susjmo-
radores, de quienes puede esperarse han de ayudar a la fundación, y
porque de ella puede seguirse alguna utilidad, aunque leve a las Mi­
siones, y porque Ambato está en paraje, principal motivo de mi con­
descendencia adonde con facilidad pueden venir los Hermanos que
hay, según me dicen, en varias haciendas cercanas, para confesarse
y hacer los Ejercicios y Triduos, convengo en que allí se ponga Re­
sidencia de los nuestros con esperanza de colegio cuando haya dota­
ción segura y suficiente». (l)
En Ambato se hacían grandes esfuerzos para llevar adelante la
dotación del colegio, ya que esto era lo único que faltaba, pues el
P. General había admitido la casa como Residencia. El P. José Ma­
ría Maugeri que era su Superior, ponía el mayor empeño en adelan­
tar la casa, y aun se propasó en hacer gastos y tomar obligaciones
que no alcanzaba el estado económico de la casa. Los vecinos por
su parte, cooperaban con mucha buena voluntad, según se puede
deducir del texto de una Real Cédula de 22 de Febrero de 1750,
que dice así: «En 9 de Agosto de 1747 se dió una Cédula despacha­
da por el Real Consejo de Indias, en que se dió licencia para fundar
un colegio, en cuya virtud tomó la Compañía posesión, pero la sus­
pendió el Presidente de Quito con cierto pretexto. Pero ahora el
Procurador de la Compañía suplicaba, que respecto de tener el cole­
gio bastantes fondos para su fundación y manutención, siendo evi-

(2) A rchivo S. /.
— 278 —

dente la necesidad de fundarle por el crecido vecindario de la ciudad


de Ambato, y no haber en ella sino un convento de Religiosos Fran-
císcanos con dos o tres individuos, se mandase despachar sobrecarta
de la expresada Cédula con orden al Presidente de Quito para que
restituya la posesión al colegio, y que con ningún motivo la inquiete
y perturbe. Enterado de esta instancia y teniendo presente lo que
sobre ello me ha representado el Cabildo eclesiástico y secular de la
ciudad de Ambato, su vecindario y el Tribunal de la Inquisición que
allí reside, confirmando la necesidad de la expresada fundación y la
utilidad espiritual que se seguirá de ella, he resuelto que corra la li.
cencía concedida por el Consejo de Indias en la Cédula arriba cita­
da para la fundación del referido colegio, no obstante lo proveído por
el Presidente de Quito, y sin embargo de cualesquiera Leyes, Cédu­
las y órdenes en contrario. Para que tenga efecto he mandado dirigi-
ros ésta, ordenándoos que luego que la recibáis, deis las providencias
correspondientes a fin de que no se embarace la fundación del refe­
rido colegio, que así es mi voluntad». (1)
A pesar de esta Cédula, el P. General Francisco Retz en carta
de 26 de Mayo de 1750 no mostraba tener muchas esperanzas de
de que esta fundación llegase a efecto. «Cuando me negué, dice, en
mi carta de 25 de Marzo de 1741 en admitir como colegio la funda­
ción de Ambato, y la admití sólo como Residencia, signifiqué bastan­
temente mis temores de que había de suceder lo que ya experimen­
tamos, de su poca utilidad y de la insuficiencia de la dotación. Y lo
que ahora más siento es la información poco verídica que entonces
se me hizo sobre la causa principal que me movió a la admisión de
Residencia, diciéndome ser muy conveniente, para que en tiempo de
Triduo, de Ejercicios y en otros tiempos se retirasen a ella los Her­
manos que suelen estar en las haciendas de San Ildefonso, de San
Javier y del Oficio de Provincia, y ahora me dice el P. Grebmer,
como testigo de vista, que dichas haciendas distan tanto de Ambato
como del Noviciado de Latacunga y de Riobamba, adonde con más
razón, por ser sus colegios, pueden retirarse en esos tiempos los
Hermanos administradores de las haciendas. Todo esto junto a la
cortedad de aquel lugar, a los grandes empefios que ha contraído la
fundación, por haber querido el P. Maugeri adelantar la construc­
ción de la casa antes de tiempo, será causa para que en este Oficio
tarde o nunca se admita la fundación del colegio».
También en la Provincia había diversidad de pareceres sobre la
fundación de Ambato. De los Padres que debían intervenir en este
asunto, unos eran muy favorables a ellas, otros en cambio hacían
fuerte oposición.
Uno de los más entusiastas y quien más trabajó y sufrió por sa­
car adelante este colegio fué el P. Superior de la residencia, José
María Maugeri. Deseaba que en él se estrenase la primera imprenta
que había de venir al territorio de Quito y para cuya adquisición el

(1) A rchivo S. J .
— 279

misino había dado los primeros pasos en 1740, cuando se hallaba en


Madrid de Procurador de la Provincia. Pero este mismo celo y fer­
vor le hizo cometer algunas imprudencias e indiscreciones. La prin­
cipal íué, como ya se dijo, el haber contraído para la construcción
¿el futuro colegio una fuerte deuda que no pudo pagar a su debido
tiempo. Había contado con el fruto de las haciendas, pero las cose­
chas o se perdieron o no resultaron tan abundantes como esperaba,
y como por otra parte las mismas haciendas estaban recargadas de
¿e censos, deudas y enredos, no hubo lo suficiente para satisfacer a
todo y a todos, no faltando los consiguientes disgustos. Hallábase en
estos apuros pecuniarios, cuando le llegó el nombramiento de Rector
del colegio de Popayán. Mas el P. Maugeri representó noblemente al
p. Provincial que no quería dejara su sucesor la pesada carga de las
deudas que él había contraído. Pidió en consecuencia que otro fuese
nombrado en su lugar Rector de Popayán y que se le permitiese que­
dar de Superior en Ambato hasta encontrar modo de salir de los com­
promisos pendientes. Consintió el P. Provincial de acuerdo con sus
consultores, y el P. Maugeri siguió en su puesto en la Residencia de
Ambato.
Otra imprudencia cometió también el buen P. Maugeri, cuando
llegó la Real Cédula de 22 de Febrero de 1750, que parecía censurar
la conducta del Presidente de la Real Audiencia de Quito por haber
suspendido la fundación del colegio de Ambato. Feliz con la deter­
minación del rey, emprendió con nuevos bríos la obra comenzada,
declarando a todos que la llamada hasta aquí Residencia de Ambato,
de aquí en adelante era y debía llamarse colegio. Sin duda el entu­
siasta Superior debió pensar, que para evitar confusiones entre los
seglares que poco o nada entendían de estas denominaciones de do­
micilios religiosos, era preferible llamar a la casa que gobernaba co­
legio ya que la Real Cédula le daba este nombre. Con todo, no hu­
biera debido lanzarse a hacer pública esta su manera de pensar sin
contar con sus Superiores, tanto más que la forma en que lo hizo
pareció a todos una condenación de la conducta del Presidente de
la Real Audiencia.
Informado de lo que había sucedido el P. General Ignacio Vis­
conti, escribió el 17 de Febrero de 1751 al Provincial, P. ADgel
María Manca, que las razones que había alegado el P. Maugeri para
no ir de Rector al colegio de Popayán, entre las cuales era la prin­
cipal las deudas por él contraídas como Superior de la Residencia
de Ambato, aunque en sí no eran suficientes para rehusar el recto­
r o de Popayán, eran suficientísimas para haberle sacado de Amba­
to y haberle enviado a cualquier otra parte, no ya de Rector sino
de simple súbdito. Pero ya que la cosa estaba hecha,él no quería por
ahora hacer ningún cambio. Sin embargo, deseaba que supiese el
Maugeri, que por parte suya no tenía ningún nombramiento como
Superior de Ambato, y terminaba con estas palabras: «Reprenderá
V- R. seriamente con el motivo de haber llegado la facultad Real,
para que se pudiese hacer colegio, sabiendo muy bien que no basta
la facultad Real para que una Residencia se haga colegio, sino que
— 280 —

es indispensable la facultad del P. G eneral.. . V. R. con sus consol,


rores le podrá mandar a cualquier otro colegio con el empleo donde pa.
reciere más conveniente». El P. Provincial que tenía bien conocidas
la gran virtud y fervoroso celo del P. Maugeri, juzgó que no conve.
nía por entonces retirarle de Ambato. Le dejó, pues, de Superior de
aquella Residencia, encareciéndole que obrase con más prudencia
y economía, (i)
Tanto el P. Maugeri como los Superiores que fueron nombrados
después de él para gobernar la Residencia de Ambato, se empeñaron
por todos los medios en mejorar su estado económico.
Una de las medidas que tomaron a este fin y que aprobó el
P. General en carta de 18 de Diciembre de 1754, fué el vender una
hacienda poco útil que tenía la Residencia para comprar otra que
vendía D. Tomás Granda en 15.000 pesos. De suyo había utilidad
en la venta y en la compra, pero resultó el beneficio mucho mayor,
por la generosidad de D. Tomás que, en realidad, simuló esta venta
para hacer una generosa donación a la Residencia. En efecto, asi
que se firmaron las escrituras, no quiso cobrar el precio de la
venta, sino que lo perdonó a la casa. Al saberlo, el P. General es­
cribió en la carta citada: «Al Sr. D. Tomás Granda, por los 15.000
pesos que ha dado o perdonado a la Residencia, le corresponden los
sufragios de una misa y una Corona en toda la Compañía, dos en la
Provincia de Quito y tres en la Residencia de Ambato, V. R. sepa
de él si los quiere en vida o después de muerto. Si los quiere en vi­
da, puede V. R. intimar desde luego los que le tocan en esa Provin­
cia y casa, y avisármelo,para que yo intime los demás. Déle también
V. R. las gracias por su caridad en mi nombre». (2)

2— Por estos mismos años la ciudad de Piura principió a hacer


grandes empeños para tener un colegio de la Compañía. No debía
forjarse el P. Visconti muchas ilusiones sobre la proyectada funda­
ción, cuando a 17 de Febrero de 1751 escribía lo siguiente: «No du­
do que será muy semejante a ésta de Ambato la nueva fundación
intentada en Piura, pero no estando aún admitida, podrá servir el
informe de V. R. para persuadirse más esta Curia de la ninguna
utilidad que hay para la Provincia en esta fundación; pues,conocien­
do como conoce V. R. muy bien las muchas fundaciones de Cáte­
dras y casas con que se ha cargado en estos últimos años la Provin­
cia, de suerte que casi le es imposible cumplir con ellas por falta de
sujetos, no me persuado será V. R. de dictamen que conviene añadir
una casa más donde precisamente se han de ocupar algunos sujetos,
aunque sea sacándolos de los ministerios principales de la Compañía,
que es la conversión de la gentilidad, único fin para que fueron eri­
gidas las Provincias de Indias. {'¿Qué gloria le puede dar ni a Dios,
ni a la Compañía que ésta tenga cuatro o seis casas más en esa Pro-

Í
l) Archivo S. J.
2) Archivo S. J,
28i —

vincia, si éstas le quitan para Superiores o para maestros aquellos


sujetos que se habían de emplear en la conversión de los indios?
Este es el mayor dolor que con razón aflige las Provincias de Euro­
pa ver que los sujetos que dan van a poblar los colegios de las In­
dias». Y en carta de 1 8 de Diciembre de 1 7 5 4 añadía: «Mucho me
alegro que nada se haya hecho, nada se haya admitido de nuestra
parte sobre la fundación de Piura; harto hay que hacer para proveer
de sujetos a la Provincia, especialmente con los atrasos que padece».
Con todos estos antecedentes la respuesta del P. Provincial a
los habitantes de Piura que pedían y suplicaban la fundación tenía
que ser desfavorable. No por eso se desanimaron los de Piura y no
tardaron en presentar una nueva solicitud. Ofrecióseles una ocasión
favorable con haber enviado el P. Provincial Jerónimo de Herce a
Piura a once teólogos para que los ordenara el Sr. Obispo de aquella
ciudad, D. Francisco Javier Luna Victoria, el gran bienhechor del
colegio de Panamá y fundador de las cátedras de Filosofía y Teolo­
gía de aquel colegio. Con esta vista se alborotó la ciudad y pidió
que se ejecutase la fundación cuyos informes del todo favorables se
habían remitido a Madrid desde el año de 1747. Los había llevado
el P. Brentan al ir a Europa, pero como con ocasión de su muerte
se hubiesen perdido todos sus papeles, se ignoraba la suerte que
hubiesen corrido estas informaciones, dándose el proyecto por aban­
donado. Ahora valiéndose del apoyo eficaz del Sr. Obispo, hicieron
nueva petición al P. Provincial y enviaron nuevos informes al rey
para alcanzar su licencia. Fueron estas instancias tales que el
P. Provincial se vió obligado a condescender en algo siquiera con
ellos, y envió a aquella ciudad a dos misioneros con orden de que,
acabada la misión, se quedasen allí por algunos meses. Fué por Su­
perior el P. Manuel Talledo. Al tener noticia de ello el P. General,
permitió que permaneciesen en Piura los dos misioneros, pero sin
constituir una Residencia de hecho. Una y otra vez renovaron los
vecinos sus instancias, y la última respuesta que se dió sobre este
particular fué la del P. Lorenzo Ricci de 28 de Noviembre de 1764
al P. Provincial Jerónimo Baca: «El Sr. Obispo de Trujillo, el Cle­
ro, Justicia y Regimiento de la ciudad de Piura, en el Reino del
Perú, me escriben pidiendo mi facultad para la fundación de un cole­
gio perteneciente a esa Provincia de Quito. Yo respondo cortésmen-
te, pero excusándome por ahora de admitir la fundación por falta de
sujetos y pretendientes para la Compañía, porque como los tiempos
presentes son tan calamitosos, se ha disminuido el número de los
que piden entrar en la Compañía.
Por otra parte, está prohibido por el rey que pase a América
ningún Jesuíta extranjero, y esta es la razón que en las presentes
circunstancias imposibilita el admitir dicha fundación...». En este
estado quedó la fundación de Piura, a manera de Estación provisio­
nal con dos o tres misioneros hasta la expulsión en 1767.
En 1761 se ofreció otra fundación de colegio en el Asiento de
Otavalo. La quería hacer el Maestro Ocampo, cura y Vicario de
aquel lugar, dando para ello su propia casa, qne parecía un colegio
— 282 —

pequeño, bien dispuesto y ordenado. Oírecía construir una iglesia


conveniente y consignaba una hacienda. Eran a la verdad muy ne-
cesarios allí algunos sujetos, porque siendo el lugar muy poblado, no
tenía casa ninguna de Religiosos y era sumo el abandono espiritual de
los habitantes. El P. Provincial tuvo que negarse a la peticióo, así
por la dificultad de conseguir operarios como por estar la Provincia
empeñada con muchas cargas y obras a las que a duras penas podía
satisfacer.

3— La condición económica de los colegios era poco más o me­


nos en estos años la de siempre, de notables atrasos y de mucha po­
breza, a pesar de las haciendas que tenían algunos; pues de ordinario
bastaba un año de malas cosechas, para que se viesen en notables
apuros pecuniarios y permaneciesen en ellos por muchos años, si
Dios no venía a mover el corazón de algún generoso bienhechor que
remediase su miseria con algún legado o alguna regular donación.
Tal sucedió en el colegio de Loja, a cuyo favor admitió
el P. Francisco Retz el 26 de Mayo de 1750 el legado hecho por
D. Miguel Valdivieso de la hacienda denominada El Hatillo, a pe­
sar de que esta donación no era enteramente gratuita, ya que incluía
la obligación de poner una escuela de primeras letras. Copiamos
aquí las palabras del P. General, para que se vea que la Compañía
aceptaba con gusto esta clase de enseñanza por el mucho bien que
con ella se hacía al pueblo. Dice así la mencionada carta: «Sobre
el legado de D. Miguel Valdivieso, el cual dejó en muerte al colegio
de Loja la hacienda llamada E l Hatillo, confinante con otras del
colegio, con sola la carga de tener el colegio un maestro de leer y
escribir, apruebo y confirmo la aceptación que de este legado con su
carga hizo el P. Grebmer, por la mucha utilidad que resulta, como
dicho Padre me refiere. Mas prevengo que ni en la escritura de acep­
tación se ponga cláusula que signifique obligación de justicia, ni la
escuela se confíe a maestro externo, sino que se señalará y será
siempre maestro uno de los Nuestros; pues de lo contrario se segui­
ría no cumplir con la voluntad del bienhechor que confió la escuela a
la Compañía y no a seglares. Por la misma razón digo que en el co­
legio de Guayaquil sea siempre uno de los nuestros el maestro de
leer y escribir». (1)
Por las Anuas que nos quedan del colegio de Guayaquil de 1742
a 1756, se nos facilitan algunas noticias más propias y especiales
acerca de este colegio. Destruidas totalmente la iglesia y la casa en
el incendio de 1737, el colegio se vió reducido a suma pobreza, pues
los Religiosos no tenían ni con qué sustentarse, ni dónde vivir
mientras no se reedificase el colegio. Por falta de un Hermano que
cuidase de las varias haciendas, éstas vinieron muy a menos, y y*
no daban ni lo suficiente para el mantenimiento de los tres Religio­
sos que ahí quedaron, que fueron el P. Rector, el maestro de gramá­
tica y otro Padre ocupado únicamente en el sagrado ministerio.

(1) A rch ivo S. J .


— 283 —

En medio de tanta estrechez se conservó la clase de gramática,


por atender a los hijos de los vecinos, aun en medio de las mayores
calamidades.
Esta clase, sin embargo, no era entonces, numerosa, ni nunca
lo fué mucho; pues, como dice el escritor de las Anuas: «Aunque
¡os Padres han procurado cumplir con su obligación estos años como
los antecedentes, ha habido siempre su más y su menos, ya sea por
la poca aplicación de los niños de este lugar al saber de otra cosa
que de comercio, como puerto de mar, o ya por la intemperie y ri­
gidez de estos países, siendo sus calores muy desproporcionados, de
modo que apenas llega el número a 26 que hay actualmente en
1745, y en otros tiempos ha habido menos.
En todos estos años se ha fomentado la enseñanza de los niños,
para cuyo efecto se instituyeron las escuelas de gramática y la de
los niños tiernos que aprenden a leer y escribir, doctrina cristiana y
vida racional. Estas escuelas en estos parajes son muy útiles y de
gran servicio de Dios y de la ciudad, donde desde la niñez aprenden
la ley de Dios y el modo de obseryarla, por lo que desde la primera
fundación del colegio se ha tenido cuidado de que se ocupen dos
sujetos en tan provechoso ministerio. Y aunque por falta de religio­
so que enseñase a los niños pequeños, hubo alguna disminución de
discípulos; porque,aunque por espacio de seis años, los dos enseñó un
Donado y los cuatro un secular, a quien el colegio pagaba su salario,
no enviaban con mucho gusto los padres a sns hijos, por reconocer
que más aprovechaban, cuando era Jesuíta el que les enseñaba, por
lo que en estos tres años últimos, de 1749 a 1751, ha sido un Her­
mano nuestro el maestro que ha ejercitado su oficio con toda apli­
cación, y se ha reconocido lo mucho que aprovechan los niños,
cuando el maestro es Jesuíta. Del mismo modo los Padres que han
sido señalados para enseñar gramática han procurado cumplir con
su obligación como los años antecedentes».
En todo tiempo la ciudad de Guayaquil habfa dado muestras de
sincera gratitud a nuestros Padres por su enseñanza y ministerios,
pero las dió de un modo especial y con las obras, al poco tiempo de
haberse quemado el colegio y la iglesia. Por no tener lo suficiente
para subsistir, fué preciso que algunos de los Religiosos del colegio
pasasen a otras casas, quedando solamente tres en Guayaquil. Corrió
la voz que estos tres tendrían también que retirarse. No lo permitió
la ciudad, sino que todos los vecinos se aunaron para mantener por
tres años a los tres Jesuítas dándoles todo lo necesario, y pasados los
tres años, lo siguieron haciendo en adelante, obligándose con sus
firmas a dar a cada religioso mil pesos al año.
Poco después del incendio se dió principio a la construcción del
nuevo colegio, y las obras adelantaron mucho en poco tiempo. El
nuevo edificio se alargó de 19 varas, con la intención de que el pi­
so bajo sirviese.de capilla, mientras se edificaba la nueva iglesia.
Uno de los principales bienhechores fué el Sr. D. Francisco Arella­
no. Terminada la iglesia, nuestras dos Congregaciones de la Buena
Muerte y de Nuestra Señora de la Luz tomaron a su cargo el pro-
— 284 —

veerla de ornamentos y de adornar los altares. Entre otras cosas


dieron varios ornamentos completos de brocado.
De modo parecido a las clases, sufrieron su merma los ministe­
rios sagrados con la ausencia de los operarios que tuvieron que pasar
a otros colegios; pero se puede decir que los tres que quedaron traba­
jaron heroicamente, sobre todo en las confesiones de sanos y enfer­
mos, así de día como de noche. No pudiendo dar misiones en la pro­
pia iglesia, las fueron dando sucesivamente en varios templos de la
ciudad, en la iglesia mayor, en la de San Francisco, en la de Ciudad
Vieja y en varias capillas de los arrabales. En todas partes fueron
los concursos muy numerosos y muchísimas las confesiones. Este
fruto se fué conservando y aun aumentando en años posteriores con
otros ejercicios devotos en las mismas iglesias, como varias novenas
a la Virgen Santísima, a los Santos de la Compatita y al glorioso
Patriarca San José. Todas se hacían con sus fervorosas pláticas o
ejemplos en que se proponía alguna virtud del Santo en cuyo honor
se hacía la novena, para que el pueblo tratase de imitarle. Á todos
estos piadosos ejercicios acudía muchísima gente por su devoción y
era crecido el número de los que se aprovechaban de esta ocasión
para* acercarse a la sagrada mesa.
Cuando llegó a Guayaquil el nuevo Rector P. Francisco Javier
de Zephyris, el P. Nicolás Crespo, Vicerrector que cesaba, no con­
tento con el crecido fruto que había recogido en la ciudad y sus ba­
rrios con el propio trabajo y el de sus compafieros, extendió su celo
a los pueblos más distantes. Emprendió una serie de misiones en los
numerosos caseríos del río Daule, en Jipijapa, en Portoviejo y en
otros muchos lugares de la costa, con grandísimo concurso de oyen­
tes en todas partes a los que doctrinaba con incansable caridad,
administrándoles luego los santos sacramentos. (1)
Sucedía que al llegar de Europa algún Padre destinado a la
Provincia de Quito, aprovechase su detención en nuestro puerto pa­
ra ejercitar fervorosamente los ministerios apostólicos. Así lo hizo
el Bernardo Recio, que desembarcó en Guayaquil a principios del
afio de 1751. E l con otro Padre dieron una fervorosa y bien concu­
rrida misión, mientras se estaban haciendo los preparativos para el
viaje a Quito. He aquí como él mismo la describe: «En esta misión
de Guayaquil se me aprovecharon muy bien todos, y me daba gran
materia de alabar a Dios el oír muchas sefialadas confesiones. Ha­
cíase la misión en la iglesia mayor muy capaz, a causa de que en un
incendio que precedió se había abrasado la nuestra, que después
fabricó de nuevo un caballero particular llamado D. Francisco Are-
llano. Algunos días saliendo las mujeres después del sermón, queda­
ban los hombres para el Miserere y disciplina. Terminaron todas
las funciones con una muy edificante precesión de penitencia, y &1

(1) A rchivo S ,J .
285 ~

mí me quedó a esta tierra un grande amor, que se aumentó con las


devotas excursiones que quiso Dios hiciese en años siguientes», (i)
Entre las misiones que se dieron en la comarca de Guayaquil
merecen particular mención, las de Baba y Palenque. «A ruegos del
S e ñ o r cura, se dice en la Relación, fué un Padre al pueblo de Baba,
a su anejo Samborondón y lugares circunvecinos, donde por el tiem­
po de un mes y diez días predicó y confesó incesantemente, siendo
el p r i n c i p a l fruto de la misión las amistades generales en el pueblo
de Baba, donde estaban en reñidísimos bandos las personas princi­
pales, y como éstos se habían empezado y aumentado por pasquines
y muchas voces públicas e infamatorias, unos a otros se dieron las
debidas satisfacciones en pública iglesia, desdiciéndose en público,
los que en público infamaron, y después prosiguieron la reconcilia­
ción visitándose en sus casas, cosa que la justicia ordinaria con todo
el brazo del Gobernador que pasó de Guayaquil a hacer esta compo­
sición no pudo conseguir, antes se armaron de una y otra parte para
vengar cada uno sus agravios. Pero fué Dios servido que al riego de
su doctrina y de su palabra que se sembró en estos corazones de ace­
ro para la venganza, cedieron blandos como de tierra preparada con
el afán de la divina palabra, y se convirtió en paz la guerra, y dió el
fruto tan crecido que no se esperaba, por ser muy rara la persona
que no se confesase en dicho pueblo y sus anejos, que acudieron a la
misión. Y los que no pudieron acudir esperaron, como fué el de Sam­
borondón con todas aquellas personas circunvecinas; pues, aunque
sólo se redujese a una pequeña capilla, comulgaron en toda su misión(I)

(I) El P Bernardo Recio habla llegado a G uayaquil en la expedición que traía el P . Pro­
curador Tomás Nieto Polo y constaba de 28 Religiosos de la Compañía Uno había muerto en
Panamá, y poco faltó para que pereciesen todos en las costas ecuatorianas. H e aquí como refiere
el suceso el mismo Padre Recio en su Relación, al describir su viaje de Panamá a G uayaquil.
«Al salir de Panamá el rumbo que a llí siguen es engolfarse a cierta distancia en alta mar y venir
a tomar la altura proporcionada para entrar en el puerto de G uayaquil en que consiste la peri­
cia de los pilotos. Después de muchos días de golfo, (pues la travesía de Panamá a G uayaquil
duró 28 días) reconocimos tierra en buena posición. Saludárnosla con Salve cantada a Nuestra
Señora la Virgen M aría de Montserrate santuario de allá, bien fausto a los navegantes que está en
un pueblo al que por lo elevado de un monte, llaman Montecristi Luego que se descubre la tie­
rra se va costeando por muchas leguas hasta Guayaquil. Y aquí fueron nuestros trabajos; porque
hallamos las aguas muy alteradas, y experimentamos la tempestad que llaman de quilla, que es
hallarse en el fondo o en el interior del mar alteradas las olas. Columpiábase mucho e l barco y
K )uzgó necesario deshacer la tolda, y por consiguiente pasar todos por la incomodidad que causa
en los navios la estrechez. Aumentóse esta pena con proseguir ei barco dando tales cabezadas
que parecía hundirse, ya por la proa, ya por la popa. Llegó finalmente a dar un envión tan des­
mesurado, que entró por la ventana de popa cuanta agua cupo. Un pobre Hermano Coadjutor
que por (alta de camarote tenía su cama cerca de dicha ventana, quedó todo bañado en agua, co­
mo bañado en un río. De la que salpicó reconocí bañado mi colchón, y saltando de mi camaro­
te para salvar y componer mi ropa, con estar en pié, con aquellos vaivenes me maree de modo
que lancé cuanto tenía en el cuerpo. Nuestros jóvenes todo era decirse: Hagamos esta y la otra
devoción, penetrados del susto. Yo que por no estar para nada- quería componer mi cama, llama­
os en mi ayuda al contramaestre que por Bernardo me solía obsequiar, (Bernardo, Bernardo! Pero
. y todos los marineros acudieron al mayor peligro, pues con el último golpe de mar se sintió el
trinquete, rompiéndose el baupré, y faltando varias otras piezas o aperos del navio que necesitaron
bien Ls manos de.todos. Demás de este gran susto, tuvimos la molestia de estar como presos más
de ocho días, sin poder doblar el cabo que llaman de San Francisco; la tierra a poquísima
distancia pero las olas contrarias que no nos dejaban dar un paso adelante, prosiguiendo las cabe­
zadas del barco. Salimos por fin y abonanzándose un tanto las olas descubrimos con gozo la punta
de Santa Elena. Compendiosa relación de la cristia n d a d en el Reino de Quito. T rat. I.
— 286 —

más de doscientas treinta personas. Y en otra casa donde paró ocho


días el Padre que daba la misión para confesar y explicar la doctrina
cristiana, acudieron tantos de los que le seguían de Baba y de aque­
llos contornos, que en aquella casa se dió la comunión a ciento y
dos personas de la parroquia de Baba, y además a algunos viajeros
que casualmente se hallaban de paso. Otro Padre dió una misión de
diez días en Palenque, donde se hallaba la hacienda principal del
colegio, llamada San Javier, y como premio de sus trabajos obtuvo
fruto copiosísimo con la confesión y comunión de todas esas gentes
y además la reforma general de las costumbres», (i)
Este fruto tan copioso de los ministerios extraordinarios fuera
de casa era de grande consuelo para nuestros operarios. No era me­
nor, aunque tal vez menos aparente y ruidoso, el que se conseguía
diariamente con los ministerios ordinarios del colegio. Según la cos­
tumbre establecida en todas las casas de la Provincia de Quito, el
colegio de Guayaquil tenía también sus Congregaciones. Dos eran
las principales, la una bajo la advocación de Nuestra Señora de la
Luz y la otra la de la Buena Muerte. Ambas tenían en días diferen­
tes sus ejercicios piadosos acostumbrados. Consistían éstos en tener
el día llamado del jubileo o comunión mensual en uno de los domin­
gos de cada mes, para la que se convocaba con aviso público a todos
los fíeles que quisiesen asistir y ganar la indulgencia plenaria. Había
en estos días una exhortación y media hora de adoración delante del
Santísimo Sacramento expuesto. Las mismas Congregaciones tenían
otro piadoso ejercicio cada semana,la de la Buena Muerte había esco­
gido el día viernes,y lo dedicaba a honrar las Sagradas Llagas de Nues­
tro Señor Jesucristo.
Celebrábase además cada semana en nuestra iglesia el piadoso
ejercicio de la “ Escuela de Cristo” ; se reducía éste, a una exhorta­
ción hecha por el P. Director, que proponía los puntos para una
meditación de media hora delante del Santísimo Sacramento.
Era asimismo muy concurrido cada semana el ejercicio llamado
la Decuria o de la explicación de la doctrina cristiana por las calles
y plazas. El día escogido era el domingo por la tarde, cuando ya dis­
minuía el calor.
«Se explicaba la doctrina, dice la Relación ya citada, todos 1os
domingos, saliendo por las calles algún Padre cantando con l,os niños
las oraciones, y convocando a los negros y gente pobre hasta la igle­
sia mayor o nuestra capilla, donde se hacía la p lá tica .. . En la calle
de mayor concurso se hace una exhortación a la mucha gente que
acude y a veces dos, y la procesión regresa a nuestra capilla, donde
el Padre que se señala por turno, hace la plática, precediendo antes
el diálogo que hacen los niños de la escuela, preguntándose y respon­
diéndose entre dos las oraciones con algunas breves explicaciones y
los misterios de nuestra santa fe.
En verano además de la procesión en la Ciudad Nueva, se hacía
a la misma hora otra en la -Ciudad Vieja. Otro Padre se va con el

(1) A rchivo S . f .
— 287 —

maestro de gramática convidando desde el principio de la dilatada


puente a los cristianos que desean oír la explicación de la doctrina
cristiana, y al fin de dicha puente, con algunos niños y gente circun­
vecina que concurre se forma la procesión y se empieza a cantarla
oración del Padrenuestro, convocando así a la gente hasta dar vista
„ la plaza de la Ciudad Vieja, donde en una de sus esquinas hace
uno de los Padres una breve exhortación, que sirve para que se pre­
paren mejor los corazones y se acabe de juntar la gente, y acabada
la exhortación, prosiguen cantando las oraciones con todo el concur­
so hasta llegar a la iglesia, donde el otro Padre sube al pùlpito y ha­
ce su plática doctrinal, la que acabada, se vuelven al colegio».
En la cuaresma era más frecuente la predicación; pues cada do­
mingo había un sermón de algún punto de la doctrina, juntamente
con los de la Decuria.
Los martes se tenía el ejemplo moralizado. Consistía este ejer­
cicio en proponer al pueblo algún ejemplo de los que podían llamar
más vivamente la atención de los oyentes, y sacar de él las consi­
deraciones prácticas más aparentes para confirmar a los oyentes en
la firmeza en la fe, frecuencia de sacramentos y sobre todo en la
enmienda de las costumbres. Esta manera de predicar, tan del gus­
to de la gente de pueblo, era de uso común no sólo en Guayaquil,
sino en toda la Provincia.
Así como en otras partes, en Guayaquil la ocupación más cons­
tante de nuestros operarios era la asistencia al confesonario sobre
todo en cuaresma. Eran asimismo muy llamados para ayudar a los
moribundos. «Todos, dice la Relación, acuden a la Compañía, para
que los sirvamos en nuestros ministerios, siendo a veces tantas las
confesiones, con ocasión de las pestecillas que a entradas y salidas
del invierno hay, que suele un operario ir a cuatro y cinco confesio­
nes de una sola vez que sale, y tal vez para ácudir a varios enfermos
que'piden confesión, salir al mismo tiempo varios sacerdotes». Los
Padres visitaban frecuentemente las cárceles y los hospitales adonde
eran continuamente llamados para oír las confesiones de los mori­
bundos.
Otro ministerio en que nuestros Padres se empleaban con mucho
provecho era el de dar los Ejercicios espirituales de San Ignacio en
público y en privado. Según refieren las Anuas, en Guayaquil «se
dieron los Ejercicios la primera vez en público, siendo mucha la gen­
te que acudía a recibir los puntos para las meditaciones, y de estos
oyentes no todos tenían las horas de meditaciones en la iglesia, sino
aquellas personas más fervorosas que seguían la distribución íntegra.
Mo obstante muchas personas desde por la mañana se venían a
nuestra iglesia a seguir todas las distribuciones, y al mediodía iban
a comer a sus casas, y a las dos de la tarde volvían a proseguir las
distribuciones de lección espiritual, oración y todo lo demás acostum­
brado. De donde se cogió el fruto de que se hiciesen mejores, perso­
nas de buena vida y otras la enmendasen, como hasta hoy no falta
quien persevere, Ejercicios privados se dieron por dos veces a los
bres. clérigos en una casa destinada a este efecto; en el colegio sólo
— 288 —

se han dado a dos ordenandos, pero en todos eilos se ha reconocido


gran provecho en los que los han hecho», (i)

4 - E n Julio de 1752 se tuvo la Congregación Provincial a los


seis años de la anterior conforme a la costumbre. El P. Provincial
por la gran pobreza déla Provincia había pedido al P. General que
se retardase por tres años. Su Paternidad accedió a lo que se le pedía,
pero su respuesta no llegó a tiempo oportuno. «Veo escribía el P. Ge­
neral a 18 de Diciembre de 1754, los grandes atrasos y deudas que
tiene esa Provincia, y me compadezco tanto más, cuanto observo que
sobre lo que tenía antes, se le habrán aumentado no poco con los
gastos que han hecho el difunto P. Carlos Breutan y su compañero
P. Nicolás de la Torre, con la expedición que éste llevó».
Según nuestra costumbre, daremos con ocasión del catálago de
la Provincia formado en la Congregación, un resumen del estado
económico de los colegios. Una vez más aparecerá cuán destituidas
de fundamento y aun cuán ridfculas son las ponderaciones del Sr.
González Suárez y otros acerca de las inmensas riquezas de los Je­
suítas. No se puede llamar rico el individuo o la Comunidad que tie­
ne sólo lo necesario para pasar la vida. Ahora bien, ésta era la con­
dición de todas las casas de la Compañía en la antigua Provincia de
Quito a mediados del siglo X VIII.
En 1752 la Provincia contaba 239 sujetos. El catálogo da cuen­
ta de ellos de la manera siguiente: «En el Colegio Máximo de Quito
viven 78 Religiosos; la renta anual estos seis años ha sido de 41.158
pesos; tiene 41.794 pesos de censos en contra, por lo que paga
1.582 pesos anuales; de censos en favor tiene 44.730, cuyo interés
es de 732 pesos; debe el colegio 17.749 pesos; se le deben 10.610
pesos; la renta es suficiente para la Comunidad; de lo que ha sobrado
se han fabricado los retablos de dos altares y se ha dorado la mitad
de la iglesia.
En Latacunga hay 34 Religiosos, de los cuales 12 Novicios Es­
colares y 2 Hermanos Coadjutores, y con los réditos anuales difí-
cilmen pueden mantenerse. Estos en efecto son de 5.772 pesos. Con
los gastos necesarios para el culto divino, la pensión para cada uno
viene a ser unos 140 pesos, y se calcula que debe llegar por lo menos
a unos 200 pesos. Los censos en contra son de 25.500 pesos con
1.275 de interés; los censos en favor 6.400; la deuda del colegio
6.227;se le deben a él 2.332 pesos de los que nada podrá recobrar; ¡os
demás colegios le socorren con 2.409 pesos.
En Popayán residen 13 Religiosos; la renta anual es de 12.611
pesos; tiene de censos en contra 2.000 pesos con 100 pesos de in­
terés; ni debe, ni le deben nada.
En Panamá hay 9 Religiosos; la renta anual es de 3.108 pe­
sos, tiene de censos en contra 14.550 pesos con 577 de interés; en
su favor tiene de censos 19.7S7 pesos con un interés de 355 pesos;

(1) A rchivo S .J .
— 289 —

debe el colegio 8.623 pesos; le deben 5.693 pesos. Apenas tiene lo


suficiente para vivir.
Guayaquil tiene 7 Religiosos; la renta anual es de 4.445; tiene
de censos en contra 2.409 pesos con 120 de interés; debe 1.406
pesos; le deben 3-354- Hay lo suficiente.
El colegio de Cuenca tiene 11 Religiosos; la renta anual es de
4 x63 pesos; censos en contra 18.590 pesos, con 930 de interés;
censos en su favor, 3.600; debe 2.560 pesos, le deben I.700. Ape­
nas si tiene lo suficiente para vivir.
En el colegio de Loja residen 7 Religiosos; la renta anual es
de 3.482 pesos; tiene de censos en contra 1.500 pesos con un inte­
rés de 75 pesos. Lo que sobra se gasta en la construcción de la igle­
sia y de la casa ya casi terminadas.
En el colegio de Ibarra viven 12 Religiosos; la renta anual es
de 4.506 pesos; debe el colegio 471 pesos; le deben 1.969 pesos.
Tiene lo suficiente para la vida.
En el colegio de Pasto hay 7 Religiosos; la renta anual es de
3.817 pesos; no debe ni le deben nada. Con lo que sobra de la ma­
nutención se construye la iglesia.
En el colegio de Buga hay 6 Religiosos; la renta anual es de
1.170 pesos. No hay lo suficiente para los Religiosos que allí viven.
En la Residennia de Ambato viven 5 Religiosos; la renta anual
es de 572 pesos. No hay lo suficiente para los que ahí viven.
En el Seminario de San Luis viven 5 Religiosos; la renta anual
es de 15.724 pesos; tiene de censos en contra 23.200 con un interés
anual de 988 pesos; no debe nada, le deben 1.341 pesos. Hay más
de 80 alumnos con 20 convictores que pagan su pensión, los demás
son bequistas.
En las Misiones del Marañón hay 24 misioneros; la renta anual
es de 2,494 pesos; tiene de censos en contra 28.930 pesos, con inte­
rés de 1 .157; en su favor tienen un censo de 6.000 pesos. E l esti­
pendio que da el rey es insuficiente para su manutención».
Falta el colegio de Riobamba, en la lista, pero sería poco más o
menos lo mismo que tenía algunos años después en 1764, en que ape­
nas tenía lo suficiente para pasar ja vida. A título de curiosidad aña­
diremos aquí lo gastado por el P. Juan María Aspergalo en su viaje de
Pasto a Quito: Flete de 5 mulas, dos de silla y 3 de carga, a 6 pesos
por ínula, 30 pesos; una arroba de bizcochos, 2 pesos; una arroba de
cecina, 2 pesos; una silla con todo lo adherente, freno, jáquima, es­
puelas, etc. 12 pesos; un par de petacas con cadenas y tres candados
10 pesos, total 56 pesos. De Quito a Guayaquil el viaje costaba 62
pesos.
CAPITU LO T R E C E

EL TERREMOTO UE LATACÜNGA

SUM ARIO : 1• La catástrofe; circular del P. Provincial; traslado de los Novicios


y Estudiantes.— 2. El noviciado en Quito.

VELA SCO , H isto ria....C r4 n iea ....l7 5 7 -1 7 6 0 .—GONZALEZ SUAREZ, Historia Generali« la RepáUia
del Ecuador, V , lib . 4 , c . 4 .-A R C H 1 V O S . J.

i — Como ya dijimos, antes que pasasen los Hermanos Juniores


del colegio de Quito al de Latacunga, se había levantado para reci­
birles un segundo piso sobre el tramo en que vivían los Novicios. Eo
1757 este nuevo tramo de la casa, todo él de cal y ladrillo estaba
completamente terminado, así como la hermosa iglesia del Noviciado
construida según el plan que en 1696 había dejado el P. Visitador,
Diego Francisco Altamirano. «Era, escribe el P. Velasco, de piedra
interiormente entallada con cúpula y tres naves, por su arquitectu­
ra y arte la segunda en todo el Reino, después de la del Máximo de
Quito».
Pero Ijuicios inescrutables de Dios! esta casa e iglesia levanta­
das a costa de tantos sacrificios, quedaron totalmente arruinadas al
poco tiempo de concluidas. He aquí cómo el P. Velasco refiere la
catástrofe: «El terremoto tuvo lugar el 22 de Febrero de 1757, mar­
tes, día último de carnaval, acabado de predicarse el sermón en la
iglesia, con el Sacramento expuesto para el sermón de las Cuarenta
Horas. Sólo duró el terremoto un momento, más de tan violenta
fuerza que cayó la iglesia toda, a excepción del altar mayor, donde
quedaron inmobles todas las velas sin apagarse, con el Sacramento
patente. Murieron oprimidas dentro de la iglesia más de doscientas
personas que no habían salido de ella. Cayó toda la fábrica nueva
hecha sobre el noviciado, quedando éste y todo el colegio bajo en
pie, aunque del todo inservible. Murieron oprimidos con esa ruina
el P. Diego Garcés nativo de Ambato que acababa de predicar en la
iglesia, el P. Miguel Bruguera español y el Hermano Francisco Riba-
deneira, joven escolar americano. Sacaron de la misma ruina al
P. Joaquín Ayllón nativo de Ambato con la cabeza abierta y desan­
grado todo, y habíanle puesto con los otros cadávares para sepul­
tarle; pero revivió después. Sacaron también con una pierna quebra-
da al H. Ramón Baca, del mismo Ambato, que era joven escolar y
pudo curarse. Murieron otros seculares bajo la misma ruina.
V En el resto del lugar cayeron a plomo todas las iglesias y conven­
tos de regulares; de las casas, aunque regularmente bajas, cayeron
muchas y todas las demás quedaron maltratadas. Murieron en las ca­
lles y casas menos de doscientas personas, de modo que, computados
todos los muertos, aunque se decía pasar de dos mil, no llegaron a
cuatrocientos. Los terremotos fortísimos precedidos siempre de bra­
midos y ruidos subterráneos se prolongaron por seis meses, en que
apenas pudieron causar más ruinas de las que hizo el primero. Ño
hube esta vez erupción del volcán Cotopaxi; mas los terremotos eran
s¡a duda provenidos de sus derrumbes interiores. Quedó el colegio
de Latacunga reducido a una miserable habitación, separada de todas
las ruinas inservibles,con iglesia,aunque grande toda de maderas», (x)
El 25 de Febrero, tres días después del desastre de Latacunga,el
p, Provincial Angel María Manca enviaba la siguiente circular a to­
das las casas de la Provincia: «La consternación y conflicto en que
se halla el P. Rector de Latacunga, Guillermo Grebmer por la ruina
de la mayor parte de su iglesia y de su colegio acaecida el día 22 del
corriente a la violencia de un furioso terremoto que asoló casi todo
aquel Asiento, me obligan a hacer sus veces, y pedir en su nombre a
V. R. intime a su Comunidad los acostumbrados sufragios por cuatro
sujetos nuestros que murieron oprimidos de las ruinas. Estos son el
P. Miguel Bruguera, (2) el P. Diego Garcés, el Hermano Juan Ri-
badeneira y el Hermano Ventura Sánchez, novicio Coadjutor. Tam­
bién quedaron sepultados en las ruinas el P. Joaquín Ayllón y el
Hermano Ramón Baca; pero a estos dos los han sacado vivos, aun­
que tan estropeados y llenos de heridas, que, según me avisan, muy
pocas o ningunas esperanzas pueden concebirse de su v id a .. . . » (3)
El P. Rector de Latacunga, Guillermo Grebmer, dirigió también
una carta circular a todos los colegios de la Provincia: «Doy a V. R,
la funesta noticia que Dios ha visitado a este Asiento con espanto­
so terremoto, el día 22, el martes de carnestolendas, a las cinco y
media de la tarde, que empezó con tanta violencia, que comenzar
era lo mismo que arruinar todo este Asiento. Hablando de nuestro
colegio, luego derribó toda la iglesia, en el edificio saltó el corredor
todo y niagún aposento quedó que sea servible. En la iglesia quasi
todas las personas que después del sermón quedaron en la iglesia
delante del Santísimo Sacramento quedaron aplastadas. De los Nues­
tros, aplastados murieron cuatro, el P. Diego Garcés, el P. Miguel
Bruguera, H. Francisco de Ribadeneira, Junior, el H. Ventura Sán­
chez, Novicio, quienes aunque con porte y proceder religioso nos
dieron seguras prendas de su salvación, sin embargo, si les hubie-(I)

(I ) Velasco, o. c., . . .. a ñ o 1757.


, (2) El P . General enviaba desde Roma la profesión de cuatro votos a l P . Bruguera el 23
de Febrero de 1757, un día después de su muerte.
._ (3) El P . A yllón estuvo curándose en Latacunga hasta el 16 de Marzo del mismo afio de
e» que se trasladó al colegio de Quito.
— 292 —

ra quedado algo que pagar en el Purgatorio, suplico a V. R.


mande hacer los sufragios sólitos en nuestra Compañía. Encomién-
dome en los santos sacrificios de V. R. y de los de su casa, porque
mucho lo necesitamos en tan lamentable estado. En la Tacunga y
Febrero 25 de 1757.
Muy afecto siervo de V. R. Guillermo Grebmer».
Como la casa hubiese quedado en ruinas los Hermanos Juniores
y Novicios se trasladaron a la hacienda de Chillo perteneciente al
Colegio Máximo de Quito, donde pudieron acomodarse, aunque con
bastante estrechez. El P. Bernardo Recio, que trabajó fervorosamen­
te en el ministerio de las misiones circulares, dió una en Latacunga
poco después del terremoto y como testigo presencial nos da algunos
pormenores interesantes sobre el siniestro.
«El P. Miguel Bruguera dice, iba a salir de su aposento en el
segundo piso, y apenas puso el pie en el corredor, cuando cayó con
él a tierra, y desplomándose los arcos y paredes le cayeron encima y
le sepultaron. Echándole de menos en casa lo buscaban solícitos,
pensando algunos hallarlo en algún confesonario de la iglesia, a que
era bien aplicado, pero cavando en aquel monton de ruinas, le de­
senterraron ya medio podrido. Era de muy buena índole y de apa­
cible condición.. . .
Algunos meses después el vecindario pidió una misión, y cabién­
dome a mí la suerte de ser uno de los enviados, pude ser testigo
ocular de los efectos de tan pavoroso y espantable estrago. Noté
lo primero por el camino, que es de diez y ocho leguas de Quito,
las reliquias del terremoto, viendo por el espacio dicho, ya caídas
las iglesias de algunos pueblos, ya las ruinas de muchas casas, sien­
do mayores estos rastros cuanto más nos acercábamos a Latacunga.
Y ya cerca del Asiento, confieso que me causó grima el ver las aber­
turas de la tierra por donde brotó la fuerza del terremoto. Pero
acercándonos más, apenas se podía ver sin lágrimas el espectáculo
de su ruina; pues en vez de la hermosa perspectiva que antes ofre­
cía a los ojos aquella noble población con la bella fábrica de su
iglesia y torres, ahora sólo se descubría un montón de ruinas que
atemorizarían cualquier duro corazón.. . . » (1)

2— Después de la destrucción del Noviciado de Latacunga,


había que pensar o en reedificarlo o en trasladarlo a otra parte
porque no podía permanecer mucho tiempo en Chillo sin de­
trimento de la formación de nuestros jóvenes y sin causar moles­
tias al colegio de Quito, a quien pertenecía la hacienda situada en
aquel valle. De tiempo atrás muchos de uuestros Padres anhelaban
que el noviciado estuviese en Quito, no el Colegio Máximo como
al principio, sino en casa propia, donde con el debido recogimiento
los novicios pudiesen entregarse a los ejercicios propios de este
tiempo de probación y hacer los experimentos prescritos por San1

(1) Redo,'Compendiosa relación de la cristiandad en el Reino de Quito, n. 266.


— 293 —

Ignacio, para lo cual había más comodidad en Quito que en Latacun-


ga o en otra ciudad de importancia secundaria. Además, estando el
noviciado en Quito, se seguían positivas ventajas así para tener
buenas vocaciones como para que el Provincial pudiese vigilar más
de cerca la formación de los Novicios.
Pero obstaban a este proyecto dos dificultades, cada cual más
seria; era preciso alcanzar autorización del Consejo para abrir en
Quito una nueva casa religiosa y después de obtenida esta licencia
allegar los fondos necesarios para la construcción de la nueva casa.
La divina Providencia solucionó estas dificultades de modo ines­
perado. El Obispo de Quito, D. Juan Nieto Polo del Aguila había
comenzado a edificar, como veremos en el capítulo siguiente, una
casa de Ejercicios a las puertas de Quito, en el lugar ocupado hoy
d(apor el Hospicio. El Consejo,informado de la obra que estaba ha­
ciendo el Prelado, vió en ella un atentado a las regalías y le envió
por ello una reprensión concebida en términos fuertes y aun grose­
ros. Hallábase el buen Obispo harto contrariado con esta actitud del
Consejo y sin saber qué partido tomar. En esto ocurrió la catástrofe
de Latacunga, y al saber cómo nuestros jóvenes Novicios y Estudian­
tes habían quedado sin casa,resolvió hacer donación a la Compañía dèi
edificio que estaba construyendo al pie del Panecillo para casa de
Ejercicios. Entregó además el solar en que pensaba levantar la capi­
lla y las alhajas que tenía destinadas para proveer a ésto de vasos
sagrados y ornamentos. El valor de estos donativos ascendía a 28.000
pesos.
La Real Audiencia de Quito compadecida de la desgracia que
acababa de experimentar la Compañía, y deseosa de poner fin de una
manera honrosa a la situación tirante en que estaba con el Sr. Obispo,
el mismo año de 1775 dió grata licencia para la apertura de esta
nueva casa religiosa en Quito, esperando conseguir sin dificultad que
el Consejo ratificase lo hecho. Así sucedió en efecto, pues en vista de
los informes tan favorables de la Audiencia, el Consejo expidió la
Real Cédula de 2 de Octubre de 1759, que autorizaba la nueva fun­
dación.
El P. General Lorenzo Ricci por su parte, aceptó en carta de
13 de Diciembre de 1758 la donación del Sr. Juan Nieto Polo del
Aguila y cuidó de que la nueva casa tuviese lo necesario para el
sustento de sus moradores. Dice así esta carta: «Toda la narración
que V, R. y el P. Grebmer me hacen del gran terremoto de Latacun­
ga me ha herido grandemente el corazón y compadezco a todos en
la aflicción que les cabría, pero veo que no hay otro remedio que la
resignación en las disposiciones del Señor, y apruebo las providencias
oportunas y prontas que V. R. tomó en aquel conflicto y las que va
tomando sucesivamente, para ver cómo se podría establecer y trans­
ferir el noviciado a Quito, menos expuesto a terremotos que Lata­
cunga.
La idea de transferir el noviciado a la casa que el limo, de Qui­
to tan benefactor de esa Provincia había comenzado a edificar y
adelantado mucho para Ejercitantes, me parece buena, pero en la
— 294 —

ejecución encargo y aun ordeno seriamente se observen tres cosas.


Primera. Que de ninguna suerte se proponga en la Corte de Madrid
para obtener la facultad regia para dicha fundación, fundo, hacienda
o renta que no sea existente, real y efectivamente aplicada a tal fin.
Segunda. Que si fuese verdad, como se me dice, que la hacienda de
Tumbaviro, que hoy está a dirección y utilidad del Oficio de Provin­
cia, se donó para renta y capital del noviciado, esa en primer lugar
y principalmente se deberá aplicar para la dotación de dicha casa;
porque no es razón que se le dé otro destino que el que quiso el que
la donó. Tercera. Que la dotación y capital de renta para la dicha
casa se procure hacer con el menor gravámen de otros colegios, y si
pudiere ser sin desmembramiento alguno de renta o hacienda de
otros, sino es que se reconozca estar sobrado alguno, y haber arbitrio
para dicho desmembramiento; porque lo demás sería quitar a nno
para dar a otro y quedar mal vestido uno y otro. Con dejar ahora de
hacer capilla pública, sino sólo la capilla interior para los Novicios,
o si acaso alguna pequeña para la gente de fuera, si es necesario e
inevitable construir alguna, con no poner en la casa más sujetos que
los que son indispensables para la buena educación y cuidado de los
Novicios y Juniores, sin pensar en otros ministerios y en otros sujetos
que los precisos para lo dicho, se podrá establecer la casa con menos
fondo y menos gastos», (i)
Y en carta de 20 de Diciembre del mismo año escribe, después
de haber oído de boca de los Padres Procuradores a Roma el relato
más circunstanciado de los acontecimientos: «Habiendo quedado el
noviciado y aun el pueblo de Latacunga tan asolado, como se me di­
ce de ese Oficio y me lo confirman los Padres Procuradores, que de
presente están en esta casa, y siendo aquel sitio de suyo tan expuesto
a semejantes frecuentes terremotos y desastres, se hace casi preciso
e indispensable que haya de traspasarse a otra parte, y ofreciéndose
en esa capital la grande oportunidad de la casa de Ejercicios que
había comenzado el limo. Sr. Obispo, y ahora por su gran bondad
y amor a la Compañía se la ha donado para ese fin de que sirva
para noviciado, y éste se transfiera a ella cuando se concluya la obra
y se obtenga la facultad regia, que con informes favorables de su
lima, y de esa Real Audiencia se solicita en la Corte de Madrid, si
yo diere también la mía; por lo que a ésta toca la doy desde luego
para cuando se consiga la del rey, y no de otra suerte; porque siem­
pre es necesario que para el efecto preceda la Real a la mía. En el
interim que llegue ahíla regia, continuará aquella pobre Comunidad
según las providencias interinas que se avisa de ese Oficio haberse
dado, en el modo menos incómodo que sea posible por lo que toca
a lo temporal y conveniencias; y por lo que mira a la observancia,
distribuciones, ejercicios propios de Novicios y la solfa toda propia
del noviciado, lo mejor que se pudiere.
- Pensarán Vuestras Reverencias, tratarán y establecerán con to­
da la certeza que cabe, el modo y los fondos con que se ha de man­

ti) A rchivo S. J .
— 295 —

tener, puesto que todo lo que hasta ahora ha cedido y donado el


5r. Obispo, aunque muy digno y acreedor al agradecimiento eterno
[a Compañía, no basta para la manutención de los sujetos que
necesariamente se han de mantener en esa casa. De contado, la ca­
ga de Latacunga parece que deberá contribuir con todo lo que pudie-
re y con el producto de cualesquiera haciendas o rentas, que en la
fundación o donación de ellas estuviere destinado a la manutención
y educación de los novicios, y está sin cláusula de aligación a aquel
determinado lugar o sitio; pues en caso de aligación al colegio será
mayor la dificultad, especialmente si no está hecha la aplicación
con la cláusula de mantener Novicios. Por esto convendrá examinar
bien las cláusulas con que están dejadas o dadas a aquel colegio las
haciendas o rentas que tiene, para ver si se pueden aplicar al novi­
ciado que se intenta en Quito, sin necesidad de comutación, e infor­
marme bien de todo, para que yo pueda determinar con acierto y sin
escrúpulos.
Yo escribo a ese limo, una carta llena de agradecimientos y le
doy el título de fundador de ese noviciado; pues aunque lo que efecti­
vamente ha dado hasta ahora no basta para eso, pero como tiene re­
suelto continuar en dar cuanto puede, no dudando yo que cumplirá
con lo que promete, si Dios le da vida, he querido darle este antici­
pado gusto, que siempre le moverá a completar cuanto antes lo que
falta para fundación completa. Los sufragios que le corresponden
por lo que ha dado los ordenaría yo luego, si supiese que los quie­
re en vida, pero por no saberlo, le digo que me avise si los quiere
ahora o en su muerte, para intimarlos según su voluntad», (i) 1

(1) A r c h iv o S , J .
CAPITU LO CATO RCE

LOS MINISTERIOS ESPIRITUALES

SUM ARIO: 1. Los ministerios ordinarios.— 2. Las Congregaciones Marianas; U


Escuela de Cristo; la Congregación de la Buena Muerte.— 3. Los
Ejercicios espirituales en la Provincia; la casa de Ejercicios de Qui*
to.— 4 . Las misiones populares.

RECIO, Ctmpeadiosa relación de la cristiandad en el Reins de Qnito, t. I I .— ARCH IVO S. J.

i — En los capítulos anteriores hemos tenido ocasión de referir


el fruto copioso que los Padres de la antigua Provincia de Quito ha­
cían con sus ministerios entre los moradores de las ciudades y aldeas
así oriundos de españoles como indios. Conviene ahora dirigir una
mirada de conjunto a sus actividades apostólicas y ver cómo cumplían
el fín de su Instituto, que es procurar intensamente la santificación
propia y el provecho espiritual de los prójimos. Acerca del celo con
que nuestros Padres se empleaban a mediados del siglo XVIII en
ayudar con sus ministerios a toda clase de personas, tenemos un tes­
timonio nada sospechoso de parcialidad, el de los autores de las No­
ticias secretas de América, el cual dice así: «La Religión de la Com­
pañía de Jesús sirve al público y es de grande utilidad en aquellas
ciudades, porque ella da escuela y enseñanza a la juventud; sus Reli­
giosos predican continuamente a los indios en días señalados de la
semana y los instruyen en la doctrina cristiana; asimismo hacen mi­
sión al público, tanto en las ciudades, Villas y Asientos donde tienen
colegios como en los pueblos donde no los hay, y continuamente se
emplea su fervor en la corrección de los vicios.
Los colegios son unas casas donde están depositados los opera­
rios espirituales para el bien de todos, y cumplen este Instituto con
tanta puntualidad que a todas horas dei día y de la noche están
prontos así para las confesiones que los llaman fuera o a ayudar a
los que están en agonía de muerte; así parece que aún más obligados
que los curas propios, acuden a estas obras piadosas con celo y efica­
cia nunca bien ponderada, y que a vista de su mucho fervor y pun­
tualidad han descargado sobre ellos esta obligación los mismos a
quienes les correspondía. Si por otra parte se va a examinar sus
iglesias, se hallará en ellas el culto a su mayor auge, decencia y re­
verencia, y con tan buena distribución, que a todas horas del día,
— 297 —

hasta la regular, por la mañana se celebran misas, con cuya provi­


dencia tiene el público el beneficio de cumplir el precepto en los
domingos y fiestas de guardar sin pérdida de tiempo ni detrimento.
En fin, las iglesias de la Compañía se diferencian de todas las demás
tanto en su mayor decencia, primor y adorno, cuanto en la mayor
concurrencia de gente que atrae a sí la devoción del culto divino y
su continuo ejercicio», (i)
Efectivamente en todas nuestras casas se atendía a los ministe­
rios ordinarios de predicación, confesiones de sanos y enfermos, co­
muniones, novenas y fiestas. Era regla y costumbre del colegio de
Quito, a pesar de las ocupaciones de la enseñanza, que las vísperas
de fiestas de gran concurso o de comuniones mensuales, bajasen to­
dos los Padres, aun el P. Rector, a oír las confesiones en la iglesia,
retirándose solamente cuando no había más penitentes.
En todas nuestras iglesias, pero principalmente en la de Quito
el esplendor del culto divino era extraordinario y contribuía podero­
samente a conservar y acrecentar la piedad y devoción en el pueblo.
Según refiere el P. Recio, «ya en 1752, además de los retablos de
los altares, que en las solemnidades se aparamentan con bellas alha­
jas de plata y reliquias, toda la bóveda, paredes y reliquias estaba
dorado todo, mezcladas con y por variedad algunas finas pinturas.
Lucen en el hueco de los arcos de las capillas los sagrados profe­
tas de muy selecto p in cel... Añaden adorno y esplendor hermosos y
grandes espejos colocados a trechos».
Cada altar tenía un Padre al que se daba el nombre de cape­
llán, el cual cuidaba de fomentar por todos los medios posibles el
culto que en él se tributaba a la Virgen o a los santos cuya ima­
gen estaba allí colocada. Nos puede dar una idea del celo y entu­
siasmo con que estos capellanes tomaban su oficio, lo que hizo el
P. Recio en el de San Luis que estaba a su cargo. «Puse los ojos
en ia bó.veda, dice, que estaba algo delustrada, blanqueada muy bien
la media naranja pensé en pintarla y dorarla toda.
Correspondió el efecto a mi deseo, pues empleando algún rega­
lo de sermones, que allá se premian magníficamente, ayudándome los
de casa y los de fuera, tuve para todo. Y porque entre las labores de
la hermosa media naranja hay varios óvalos, medallones y tableros,
valiéndome de la facilidad y destreza que allí hay en la pintura, me
pareció colocar a los de la frente dos pasos tiernos de la vida de San
Luis Gonzaga, a un lado San Carlos Borromeo dándole la primera
comunión, al otro Santa María Magdalena de Pazzis estática al con­
templarle en la gloria. En los dos tableros correspondientes se re­
presentaba al príncipe San Casimiro, de la misma edad que nuestro
Santo y a San Emérico, príncipe jóven de Hungría. En otros tres
óvalos se miraban nuestro príncipe San Hermenegildo con los dos
reyes San Fernando y San Luis. Acomodáronse en el retablo dos
lindas estatuas de dos santos niños, San Celso en cuya iglesia se

O) Parte II, c. 8.
— 298 —

bautizó solemnemente el Santo, y San Luis uno de los tres niños


martirizados en el Japón. Hacia también compañía a estos santos
niños, San Luis, príncipe Real, que en edad juvenil murió obispo de
Tolosa. Se bordó de azucenas el velo que cubre la estatua de Sao
Luis que cae en medio del altar, y por corona de esos adornos, se
abrió el primer cuerpo del retablo para formar en él un nicho y tro.
no a Nuestra Señora del Buen Consejo, que fué la Imagen que en
Madrid habló al Santo y le dijo que entrase en la Compañía».

2— Como en otras partes, las Congregaciones Marianas ofrecían


a nuestros operarios campo anchuroso para ejercitar su celo. Por
medio de la devoción a la Virgen que se puede decir connatural al
alma americana, conseguían en todas las clases sociales frutos tnuy
consoladores de santificación. En el siglo XVIII, la Bulla Aurea
de Benedicto X IV vino a dar nuevo impulso al fervor de nuestras
Congregaciones. À 1 comunicar a las Provincias el documento ponti­
ficio, el P. Retz exhortaba a poner al frente de las Congregaciones
los Padres más hábiles y celosos para que de día en día creciese el
fruto muy copioso que producían estas piadosas asociaciones. (1)
Las palabras del P. General no cayeron en el vacío y nuestros
Padres se esforzaron sinceramente en promover el florecimiento de
las Congregaciones establecidas en nuestras iglesias y colegios. Más
afin, por estos años se estableció en Quito la Congregación de sacer­
dotes, una de las primeras que se ha.bían fundado en el siglo XVI,
pero que había venido tan a menos que había acabado por desapare­
cer. A raíz de unos fervorosos Ejercicios que el P. Bernardo Recio
dió al clero en 1751, ^1 celoso obispo D. Juan Nieto Polo del Aguila
le sugirióla idea de formar con los clérigos una Congregación Mariana.
«Hablamos a los eclesiásticos, dice el P. Recio, excitándolos a obra
tan del agrado de Dios y complacencia del Prelado, y luego se puso
en planta una Congregación que comprendía a la clerecía de Quito
con el título de la Purificación de Nuestra Señora. Esta celebraba
sus actos todos los sábados en un salón del colegio de la Compañía.
Exponíase el Santísimo Sacramento y se empleaba el tiempo en lec­
ción, plática y oración. Todo el gasto corría por cuenta de su lima.,
que varias veces acudió para autorizar con su persona el concurso.
Sacóse un primoroso lienzo del misterio de la Purificación en que
campeaba el santo Simeón con el Niño Dios en los brazos, presen­
tando a los sacerdotes espejo en que mirarse para merecer el agra­
do de María Santísima. Formóse un librito de los estatutos y reglas
de la dicha Congregación, nombrándose primer Prefecto al Dr. D.
José Maldonado, tío del Sr. Marqués de Lises y cura de la Catedral,
siendo también Asistentes de ella el Sr. Canónigo D. Javier Saldaña
y el Prebendado Dr. Quijano».

( t ) «Illud tamen praecipue injungimus R ae. V ae. ut Sodalitatibus moderandis neminem prae­
ficiat posthac nisi cum exquisito delectu; eosquc ex omnibus deligat quorum sit probata virtus atque
prudentia; ne forte directorum socordia vel negligentia intereat fructus animarum, qui hactenus ex
noe ministerio, Deo favente, perceptus est, et quem uberiorem sperat Sanctitas S u a ».
— 299 —

Nuestros Padres promovían también otra obra piadosa, llamada


la Escuela de Cristo, destinada a fomentar la piedad en los fieles y
que hacía un bien inmenso en la sociedad tan hondamente cristiana
¿ e |a Colonia. «La Escuela de Cristo, dice el P. Recio, fundada de
antiguo en Quito, florece mucho, y apenas he visto ciudad donde se
haga con más aparato. Celébrase los Jueves a primera noche en la
iglesia del Sagrario.. . Allí siempre se expone el Santísimo Sacra­
mento; hay buena música para la oración y queda la iglesia hermo­
samente iluminada. Lo que en mi tiempo tuvo aumento fué la segu­
ridad del predicador; pues acudiendo aquellos fieles a nuestro vecino
colegio, impetraron que uno de los Nuestros les predicase siempre y
por caridad». No acudieron solamente al vecino colegio sino también
B| P. General, como consta de una carta suya de 26 de Mayo de
1750, en la que dice: «La Escuela de Cristo fundada en la Igle­
sia Catedral de Quito, me pide se les conceda un Jesuíta, el
cual les haga la exhortación que sus directores han acostumbrado ha­
cer delante del Santísimo Sacramento, y ahora no hacen; pues dicha
exhortación, aunque se hace de noche, es breve y el colegio sólo dis­
ta veinte pasos de aquella iglesia. Yo solamente les ofrezco hacer
una recomendación a V. R.,como la hago, y digo que, si hay sujeto a
a quien se le pueda encomendar esa exhortación y no hay inconve­
niente en hacerla, tendré gusto en que se atienda a log úeseos y
petición de la Escuela». (1)
Esta misma devoción de la Escuela de Cristo se practicaba en
nuestra iglesia de Guayaquil. En Cuenca esta Escuela no estaba a
cargo de los Padres del colegio como en Guayaquil, aunque predica­
ban en ella.
Otra asociación piadosa que alcanzó un grado notable de flore­
cimiento en los últimos años de la Provincia de Quito fué la Con­
gregación de la Buena Muerte, establecida en todas nuestras iglesias.
El altar de esta Congregación tenía siempre un Santo Cristo grande,
no pocas veces de tamaño natural, ante el cual se decía misa todos
los viernes del año con acompañamiento de música y cánticos devo­
tos. Terminada la misa, seguíase la exhortación del P. Director, en
la que era costumbre avisar de algún defecto que se advertía en los
Congregantes, pidiendo la enmienda siquiera parcial para el viernes
siguiente, o discurrir sobre el modo de confesarse, comulgar y oír
misa con fruto. Se rezaban luego varias devociones y se daba fin al
acto con un fervoroso acto de contrición.
Los terceros viernes de cada mes celebrábase la misa con el
Santísimo expuesto y había comunión general a la cual concurrían
no sólo los congregantes sino otros muchos fieles, para ganar la in­
dulgencia plenaria que se concedía con esta ocasión. Acto continuo
se rezaban los Dolores y Gozos dé Nuestra Señora, se tenía la pláti­
ca, terminando todo con el acto de contrición. Este mismo día por
la noche, los congregantes tenían otros cultos piadosos.

(1) A rchivo S . / .
— 300 —

El P. Pedro Milanesio, que dirigió en Quito esta Congregación


desde 1737 hasta 1766, en que fué nombrado Rector de Cuenca, hizo
labrar y dorar por completo el altar de la Buena Muerte, gastando
en este trabajo 1.132 pesos.
Otro de los ministerios principales de la Provincia era la expli­
cación de la doctrina cristiana. Desde el establecimiento de la Com-
pafiía en Quito, el año de 1586, la enseñanza del catecismo fué uná
de las ocupaciones a que con más cariño se dedicaron no sólo nues­
tros operarios sino también nuestros Hermanos Estudiantes, Este
fervor no descaeció nunca, y por las cartas de los Padres Generales
deducimos que se continuó con entusiasmo hasta la expulsión de
Carlos III.

3 — Pero entre todos los ministerios y obras de celo promovidas


por nuestros antiguos Padres de la Provincia de Quito, durante el
siglo X VIII, ninguno tan fructuoso y edificante como el de los Ejer­
cicios espirituales de nuestro Santo Padre Ignacio.
Según dijimos en el capítulo primero de este Libro, al
P. Moneada le corresponde la gloria de haber inciado una verdadera
campaña de Ejercicios en toda la Provincia y especialmente en Qui-
to, en donde fundó una de las primeras casas de Ejercicios, que hubo
en América. A 25 de Marzo de 1741, el P. General Francisco Retz
le escribía estas palabras de felicitación y aliento por la obra comen­
zada: «No puedo significar bien a V. R. mi consuelo y agradecimien­
to por su santo celo y empeño en promover los Ejercicios de nuestro
Santo Padre Ignacio, y que en la hacienda del Tejar, tan próxima a
Quito, fabricase con los dos que ya había, otros seis aposentos para
ejercitantes, esperando fabricar otros ocho. Este ministerio tan útil
y que tanto va floreciendo en las Indias, deseo que en esa Provincia
se fomente, y lo fomenten los Superiores. En esta parte sí hacen
una obra de mucho obsequio a Dios nuestro Señor y de mucho bien
de los prójimos, y a mí en pocas cosas me darán igual consolación
como en ver su celo y empeño en esto». (1)
Los Provinciales que luego se fueron sucediendo, siguieron el
camino trazado por el P. Moneada y rivalizaron en celo para que en
todos nuestros colegios floreciese tan provechoso ministerio. Por su
parte nuestros obreros evangélicos se valieron continuamente de esta
arma espiritual para la conquista de las álmas. Entre éstos se señaló
el ya citado P. Bernardo Recio, el cual encontró un eximio protector
para su obra en el limo. Sr. Obispo D. Juan Nieto Polo del Aguila.
Por propia experiencia conocía este santo Prelado la eficacia de los
Ejercicios de San Ignacio, pues acostumbraba hacerlos cada año, y
no se puede bastantemente ponderar el empeño que tuvo de hacer
participar a otros del fruto de los Ejercicios, así a los pecadores para
sacarlos de sus vicios y pecados como a los buenos para conservarlos
y acrecentarlos en el ejerció de las virtudes cristianas.

(1) A rchivo S. J .
— 301 —

Vamos a copiar aquí una preciosa relación del P. Recio, quien


„os describe, como testigo presencial las maravillas que la gracia divi-
Dg obraba en las almas por medio de los Ejercicios, que con tan
santo celo promovía el limo. Sr. Polo. Dice así:
«Solía el celoso Prelado acompañar las misiones con la práctica
de los sagrados Ejercicios de San Ignacio de Loyola, a los cuales,
fué afectísimo, y de ellos fiaba, así la conversión de las almas rebel­
des, como la perseverancia del fruto, que las santas misiones produ­
cían. Fiaba, digo, la conversión de los más obstinados corazones;
teniendo por muy verdadera aquella máxima o sentencia del sabio
Padre Godinez:
Si al impío los Ejercicios
no enmiendan de Ignacio, es cierto,
que ni el mismo infierno abierto,
le apartará de sus vicios.
Fiaba también de ellos la perseverancia en el bien, siendo tal
la diferencia de los Ejercicios a las misiones, como la de un tur­
bión de agua a la lluvia quieta, y continuada por oho días, que cala
la tierra, y la proporciona para el fruto más consistente, y colmado.
Como tan aficionado a tan santo medio, y mostrando con la
obra el aprecio de su eficacia, le practicaba en sí, retirándose cada
año a hacer los Ejercicios con la mayor abstracción. Fuera de esto,
quiso que la práctica de tan soberano medio fuse como el carácter de
su celo; porque quiso que fuese para todos su uso, ya que es remedio
universal. Hizo que se aplicasen a estos Ejercicios y experimentasen
sus bienes los señores canónigos, todos los clérigos, muchos nobles,
gran número de plebeyos, y, finalmente, todo el pueblo de hombres
y mujeres en lo público.
Apenas llegó a Quito, cuando por lograr la oportunidad de la
santa cuaresma, persuadió a muchos de sus canónigos le acompaña­
sen a hacerlos en el colegio de la Compañía, y fué, cierto un espec­
táculo de grande admiración y ternura, ver este conjunto de perso­
najes empleado con mucha edificación en el cultivo de sus almas.
Siguiéronse otras semanas de eclesiásticos particulares, hospedados
todos en nuestra casa, y atendidos en todos los menesteres por la
providencia del celoso Prelado.
Poco después de la Pascua llegó a Quito nuestra misión, de
que largamente hemos hablado, y hecha después de algún descanso
la misión universal, que dijimos, en nuestra iglesia y parroquias,
me tocó a mí por muy venturosa suerte el dar los Ejercicios a los
eclesiásticos que faltaban, en la casa propia de Ejercicios. Esta fué
la vez primera que di y disfruté los bienes de aquel santo retiro.
Fundólo pocos años antes el Padre Baltasar de Moneada, que natu­
ral de Lima, vino a Quito de Provincial, varón muy celoso y dado a
nuestros ministerios.
Está la casa en nn altozano, de donde se descubre con perspec­
tiva agradable lo más de la ciudad. Tiene, fuera de la hermosa capi­
lla y refectorio común,, diez y ocho o diez y nueve aposentos, todos
— 302 —

con pintoras y letras acomodadas al ministerio. Sirve de recreo y


ensanche un ameno jardín, y huerta bien capaz. Aquí estuve cuatro
semanas continuadas, entrando en cada una diez y ocho señores ecle­
siásticos, con quienes viví tan gozoso, que cuando me acuerdo de
aquella temporada.se me baña de gozo el corazón. Quedé muy edifi­
cado, al ver tan dóciles a aquellos señores, y tan aplicados a procurar
el bien de sus almas. Era grande la abstracción, pues allí, nadie en­
traba, sino los confesores. Se hacían penitencias en el refectorio al
tiempo de comer, y en la capilla las disciplinas con Miserere. La co­
munión, el último día, se hacía con grande aparato y consuelo, y así
a la despedida era grande la mutua ternura, con que todos se daban
mil parabienes de haber logrado tan santo empleo, saliendo así muy
dispuestos para servir a Dios y obedecer al Prelado en todo, con edi­
ficación de los seculares.
Pudiera parecer bastante lo hecho en la capital para calificar de
grande en nuestro Prelado, así su afición a los Ejercicios, como su
celo en procurar su práctica. Pero fué mucho más lo que practicó en
la ciudad de Cuenca. Allí se coronaron las funciones de la santa mi­
sión,con hacerse muy solemnemente los Ejercicios y con mayor ex­
tensión que en Quito. No había allí casa de Ejercicios, y así, después
de varias consultas se deliberó tomar para el efecto una casa de cam­
po, bien apartada de la ciudad. Habíala amplificado un cura rico,
que tuvo la iglesia mayor en años pasados, que la dió el nombre que
ahora tiene de Balsáin por haber dispuesto en aquel ameno retiro
un sitio del mayor recreo.
En Balsáin, pues, se tuvieron los Ejercicios, ocupando las pri­
meras semanas los señores eclesiásticos, y haciéndolos después los
más distinguidos caballeros: el corregidor, los regidores y los más
gruesos hacendados y mercaderes, mezclados con los varones de edad,
muchos jóvenes nobles y era, cierto, para alabar a Dios el ver la de­
terminación y veras con que todos, así clérigos como seglares, se
entregaban a la devoción y penitencia.
Aunque el trato en la comida era noble, causaba devoción, y
aun grima el ver las penitencias que en el refectorio se praticaban.
Porque unos comían en pie, otros de rodillas, otros se postraban a
la puerta, porque todos les pasesen por encima, éstos estaban co­
miendo descalzos y muy parcamente, aquellos estaban gran rato con
los brazos en cruz, quien medigando la comida por amor de Dios, se
sentaba a comer debajo de las mesas, quien venía con soga al cuello
y corona de espinas. A todos estos actos daba alma el rígido silencio
con que todos oían la lectura de ios puntos del día. Y si esto era en
el refectorio, [qué sería en el oratorio en los tiempos de oración,
lección y penitencial Hubo, entre otros, un hombre principal, tenido
por valiente y disparatado, el cual se halló tan movido, que andaba
siempre con un saco y una soga que le arrastraba y de compungido
no quería consolación alguna.
Pasando a la sazón por Cuenca el señor don Bernardo de No-
riega, factor de la Real Hacienda, admitió el convite que le hicieron
los capitulares para hacer los Ejercicios en Balsáin, y de lo que allí
303 -

vió y oyó se halló tan movido, que dió de limosna doscientos pesos,
para que entrasen a los Ejercicios y fuesen allí mantenidos muchos
del pueblo. Y aquí fué donde vi salir de sí la devoción, rompiendo
los diques de la moderación. Entre otros excesos de su devota com­
punción, tengo muy presente lo que me pasó con una de esos que me
confundió harto, pues yendo yo a oirle de confesión, vi que me sa­
lió al encuentro con una piedra en las manos, como allá San Jeró­
nimo. y mirándole al pecho le vi todo ensangrentado.
O temporal O mores! Cuando yo me acuerdo de aquella feliz
temporada, se me viene a la memoria lo que San Juan Clímaco re­
fiere de las penitencias y compunción que los antiguos monjes prac­
ticaron en el desierto. Quedó ciertamente santificado nuestra Bal-
sáin, y llegó a concebir tal veneración su memoria, que nueve años
después, pasando yo al gobierno del colegio de Cuenca, luego un
mercader ofreció cincuenta pesos, para ayuda de los gastos que se
hartan en los Ejercicios, que en todo caso deseaba se hiciesen en
aquel buen retiro, y siendo preciso complacerle, se hicieron de hecho
por muchos, a quienes la memoria de los primeros tiempos compelió
a su repetición.
Quedó como asombrada la ciudad con los primeros Ejercicios;
pues los que se habían ejercitado, no sólo se hacían lenguas del mi­
nisterio, sino que viviendo como otros hombres, y reformando sus
costumbres,pregonaban su eficacia. |0h! si perseveraran constantes!
¡Oh miseria, y lástima de nuestra naturaleza tan deleznable, que ol­
vida con el tiempo lo que una vez le conmovió tanto!
Muy gozoso quedó el celoso Prelado de ver efectuado con sua­
vidad lo que dispuso esta tierra para el logro de la labor de sus pas­
torales providencias. Y así, repitiendo después la visita, reiteró la
providencia de los Ejercicios santos, que se tuvieron en otras dos
ocasiones, en esta misma ciudad; aunque por estar la casa de Balsáin
muy retirada, se buscó otra en la ciudad. Y he aquí que se colocó
un nuevo desierto en lo más público, en una casa, sita en el centro
de toda ella.
Lastimáronse algunos de que se dejase a Balsáin, sitio ya santi­
ficado; pero Dios, que de todo saca bien, hizo que este nuevo retiro
produjese aún mayores frutos; pues, como más inmediato, difundía
más fácilmente el buen olor de los convertidos, y aun por esto mis­
mo tuvo más pobladores, porque el ruido de las disciplinas, el sonoro
reclamo de los instrumentos músicos, con que se obsequiaba en la
oración al Señor Sacramentado, y, por otra parte, el armonioso si­
lencio de aquella casa, hecha desierto en lo más poblado, atraía a
muchos y los compungía en todas maneras.
No contento el señor Obispo con que clérigos y seglares hiciesen
para su reforma los santos Ejercicios, extendió su celo a los regula­
res. Y así pidió a los respectivos Prelados, que en sus conventos les
hiciesen practicar a los Religiosos. Así lo hicieron. Mas el Comen­
dador de la Merced, aunque muy pronto a las insinuaciones de su
Uustrísima, alegó la poca oportunidad, por la estrechez de su casa.
Tiene esta Religión en Cuenca uno que llaman hospicio, con su
— 304 —

iglesia y algunas pocas celdas. Vive allí solo el Comendador y algú„


otro, pero los demás Religiosos viven dispersos en varias casas d8
sus parientes, aunque ya se trataba de completar la fundación. pro,
puso el señor Obispo y persuadió al Padre Comendador, que vinie­
sen todos a la casa común de los Ejercicios. El Comendador, qne
era muy bueno, vino en ello, y con esto vió Cuenca un espectáculo
bien admirable.
Paréceme que estoy viendo cómo los Religiosos, que eran trece,
venían procesionalmente, cantando a Marfa Santísima de la Merced,
que traían consigo, su himno Ave Maris stella, y juntamente trafan
a San Ramón en un tabernáculo muy bien puesto, y tan bueno como
el en que traían a su Santísima Madre, a encerrarse voluntariamente
por ocho días, para atender muy de veras al cumplimiento de sus
obligaciones. Así como entraron con edificación, se mantuvieron
muy editicativos, y muy observantes, y tuve yo mucho que notar en
su penitencia y santa devoción. Tenían un coro muy solemne y exac­
to. Cantaban los maitines alternadamente, una noche a las nueve y
otra a las doce horas. Las campanas de la iglesia Mayor de Santa
Ana, que cerca caía, hacían señal con solemne repique, y venía a oír
mucha gente, que se volvía bien edificada.. . .
Lo que en Cuenca hizo el señor Obispo acerca de Ejercicios,
hizo también a proporción en la ciudad de Loja, lo mismo, en la
ciudad de Guayaquil, lo mismo en la villa de Riobamba, y lo mismo
en otras partes. En todas ellas se elegía casa a propósito. Había so
oratorio con el Señor Sacramentado, y manifiesto en los tiempos de
oración. Acompañaba la música suave y devota de instrumentos que
endulzaba la hora. Se hacía a los concurrentes un trato noble en la
comida, dando el Prelado por bien empleado el gasto en cosa de
tanta importancia.
Como el señor Obispo compelía a todos los eclesiásticos a en­
trar en los Ejercicios, se movió la cuestión sobre el caso, siendo al­
gunos entendidos de parecer que no convenía exponer las margaritae
a los puercos. Yo siempre aprobé y alabé su conducta en esta parte;
porque es tiempo y ocasión de verificar lo del Evangelio: Compellt
illos intrare. El buen Pastor quería reducir sus ovejas, y aun a las
descarriadas las traía al redil, para que con tan santo medio se con­
virtiesen o mejorasen, Ahora, si la rebeldía de algunos no deponía
su obstinación, sibi tribuant. Ese mayor cargo tendrá en el juicio
de Dios. ¿Quién duda que algunos entraban de mala gana y sin áni­
mo? Pero, una vez allí, ya la compañía y ejemplo de los buenos, y*
las meditaciones y sentencias que, sin querer, se les entraban por los
ojos y por los oídos, ya finalmente la gracia y fuerza particular que
el cielo ha puesto en medio tan saludable, los ablandaban, los dispo­
nían y convertían. Así lo confesaban muchos al señor Obispo, dán­
dole las gracias, y así lo experimenté yo con un eclesiástico bien
graduado, que me dijo claramente: Padre, yo hasta aquí rebelde, y*
me rindo». (i>1

(1) o, c., c. II.


— 30 5 -

Entre las diversas casas de Ejercicios de la Provincia la prime*


ra y principal fué la de Quito, fundada, según queda dicho, por el
p. B altazar de Moneada. El P. Juan de Velasco refiere el comienzo
y progresos de esta casa con las siguientes palabras:
«Dió principio el Provincial [P. Baltasar de Moneada] a su fun­
dación... en la ciudad de Quito. Hizo fabricar un gran número de
cámaras adecuadas en la misma casa de recreación que tenfa el.Co­
legio Máximo al descenso del Panecillo, pequeña montaña cónica,
unida a la ciudad. Aparejóla de todo lo necesario para el santo minis­
terio o seminario de santidad; afincó los pocos fondos de los bene­
factores en la hacienda de Chaquibamba, con poco más de tres mil
pesos, que dió doña María de Córdova, vecina de Lima, y dos mil,
que dió el marqués de Solanda, don Pedro Sánchez, vecino de Quito.
Cuanto tuvo de más,se debió al celo, industrias y diligencias del mis­
mo Provincial, quien prosiguió haciéndolas por fomentar aquella casa
aun después de su regreso a Lima.
Tuvo esta casa de Ejercicios, el año de 1751; una grande y com­
pleta fundación, que hizo el señor don Juan Nieto Polo del Aguila,
Obispo de Quito. Comenzó la nueva suntuosa fábrica, aplanando, a
grandes costos, el pendiente declive del Panecillo, poco más abajo de
la primera, y más unida con la ciudad. Crecieron en breve tiempo
las paredes del magnífico edificio, y al mismo tiempo el de la iglesia
con puertas a la calle; y este fué el motivo de toda su desgracia, pues
sobre él fué exhortado de la Real Audiencia, y estuvo en términos de
ser extrañado el Obispo». (1)
Efectivamente la generosa iniciativa del señor Obispo Polo, en
la que tenía gastados ya mas de 16.000 pesos tropezó con mezquinas
contradicciones suscitadas por el Consejo en fuerza del Real Patro­
nato. A 17 de Abril de 1745 se expedía una Real Cédula del tenor si­
guiente:
«Reverendo en Cristo Padre, Obispo de la Iglesia Catedral de
San Francisco de Quito, de mi Consejo: D. Juan Gregorio Freire ha
presentado vuestra carta de 2 de Mayo del año próximo pasado, en
que informáis estar construyendo a Vuestras expensas una casa en lo
último de esa capital para que los Religiosos de la Compañía de Je­
sús den los Ejercicios de San Ignacio a los eclesiásticos y seculares
que quisieren entre año disfrutar de este espiritual beneficio, supli­
cando me digne conceder mi Real licencia, para que en la capilla que
es necesaria, y se está fabricando, se pueda abrir puerta a la calle,
a fin de que los vecinos que viven en aquel sitio de donde distan
bastante las iglesias, puedan asistir al santo sacrificio de la misa y
alguna vez oír la palabra divina.
Habiendo visto en mi Consejo de las Indias con lo que dijo mi
Fiscal y tenido presente ser esta casa en los términos y circunstan­
cias en que se propone una formal erección de lugar pío o sagrado,1

(1) VeIa»co, H is to r ia . . . . Crónica. . . . año 1739.


— 306 —

la cual no se debía empezar sin preceder mi Real permiso, aun cuan­


do concurriese urgente necesidad y justas causas, que no hay; pUes
la única que se anuncia de la estrechez y falta de aposentos en U
Compañía, para que puedan estar los ejercitantes, es facilísima de re­
mediar dándole el preciso ensanche, he tomado providencia para que
cese inmediatamente la obra y se cierre esa casa, de que estaréis ad­
vertido, como asimismo de haberme causado gran admiración pasáseis
sin el permiso y licencia debida y necesaria a poner en planta esa
idea contra lo prevenido y ordenado por las Reglas de mi Real Pa-
tronato; siendo el primero que debíais distinguiros en su puntual
observancia, así por el estrecho juramento que en este particular te­
néis hecho, como por lo que piden vuestros.. . . ( i ) . . .y carácter. De
Aranjuez a treinta de Abril de mil setecientos cincuenta y cuatro.
Yo el Rey».
A los cuatro meses y medio escasos de firmada esta Cédula, el
Rey creyó necesario despachar otra sobre la misma materia. Cuando
se trataba de defender las regalías de atentados reales o supuestos, el
celo del Rey Católico y de sus ministros no reconocía límites. Decía
así el nuevo documento: «Reverendo en Cristo Padre, Obispo de la
Iglesia Católica de San Francisco de Quito, de mi Consejo: Habién­
dose pedido en dos de Julio de mil setecientos cuarenta y ocho varios
informes sobre cierta instancia hecha por Fr. Francisco Bolaños, del
Orden de Nuestra Señora de la Merced, solicitando mi Real permiso
para erigir en convento de Recolección una ermita que su convento
principal tiene extramuros de la ciudad y reparádose enunciarse en el
que ejecutó el cabildo secular de ella, que los PP. de la Compañía de
Jesús tenían construido en un tejar suyo sito en esa jurisdicción una
capilla en que se hallaba colocado el Santísimo Sacramento y asistían
algunos Religiosos para la instrucción de los ejercitantes, vine por
Real despacho de diez de Octubre de mil setecientos cincuenta y dos
a esa mi Real Audiencia manifestar la extrañeza que había causado
la noticia, mandándole me informase cómo o con qué pretexto había
permitido semejante erección, sin la necesaria, precedente, Real li­
cencia, prevenida por leyes y repetidas Cédulas. En cuya consecuen­
cia lo ha cumplido en carta de veinte y cinco de Octubre del año
próximo pasado, expresando no haberse fundado tal capilla en el re­
ferido tejar en el cual sólo por tiempo de Cuaresma se dan los Ejerci­
cios de San Ignacio a los vecinos que quieren dedicarse a esta santa
ocupación; con cuyo motivo y para excitar más la devoción se descu­
bre el Santísimo Sacramento en un cuarto capaz y decente, quedan­
do dicha hacienda en casi todo el resto del año destinada para el
recreo de los Religiosos. Y visto en mi Consejo de las Indias, con lo
que dijo mi Fiscal, y teniendo presente que concurriendo en la ex­
presada casa y oratorio las circunstancias que informa, no hay reparo
en que se den los Ejercicios de San Ignacio, se celebre privadamente(I)

( I ) Palabra ilegible en el original.


— 307 —

1 santo sacrificio de la misa, y en esta ocasión se administre la sa-


orada comunión a los ejercitantes; he resuelto prevenirla que no se
jebe permitir, como por despacho de la fecha de éste le mando no
permita, que en el mencionado cuarto u oratorio, ni en otro alguno
privado, como éste lo es, se exponga públicamente el Santísimo Sa­
cramento, ni se practique ninguna otra solemnidad, acto, ni ceremo­
nia de la clase de aquellas que corresponden a las iglesias y santua­
rios públicos. Y os lo participo,para que como a quien principalmente
toca, cuidéis de la puntual observancia de esta mi Real resolución,
dándome aviso del recibo de este despacho en las primeras ocasiones
que se ofrezcan. De Buen Retiro a diez y siete de Setiembre de mil
setecientos y cincuenta y cuatro. Yo el Rey».
Mas estas molestias y contradicciones no fueron parte para im­
pedir que el empeño en dar y recibir los Ejercicios fuese siempre ade­
lante de un modo consolador. Ya dijimos cómo el Illmo. Sr. Juan
Nieto Polo del Aguila, viéndose imposibilitado, por las trabas que le
ponía el Real Patronato, de llevar a feliz término la obra de una gran
casa de Ejercicios en Quito, cedió el edificio que para este fin estaba
construyendo, a fin de que sirviese de Noviciado para la Compañía.
Pero como la antigua casa de Ejercicios quedaba contigua al Novicia­
do, en ella se siguió recibiendo ejercitantes,aunque no en número tan
grande como se hubiera podido hacer, de haber terminado el señor
Obispo la obra que había comenzado. Con todo, gracias a la muni­
ficencia del mismo Prelado, esta casa de Ejercicios se fué poco a po­
co ensanchando y en los últimos años de la Provincia podía recibir
cómodamente cada semana treinta ejercitantes.
Con el ejemplo del Obispo,y a vista del grande bien que se hacía
en esta casa, varias personas se sintieron movidas a favorecer una
obra de tanta gloria de Dios. Entre estos bienhechores debemos men­
cionar al Sr. D. Antonio Sánchez de Orellana, quien a más de dejar al
Colegio Máximo de Quito una gruesa limosna de 6.000 pesos, destinó
otros3.t¡oo, para que los pobres que no pudiesen pagar la módica
pensión que se exigía por la estancia y los alimentos.no quedasen pri­
vados del fruto de los Ejercicios.
Los Padres Generales por su parte no cesaban de alentar tan
santo y provechoso ministerio. A 5 de Setiembre de 1753, el P. Ig­
nacio Visconti escribía al P. Provincial Tomás Nieto Polo del Aguila,
hermano del Obispo, acerca de la casa de Ejercicios: «V. R. promué­
vala en su tiempo cuanto pueda; pues cada casa de éstas bien dispues­
ta es un pie firme para coger constantemente grande fruto y cosecha
de almas para Dios. Por lo tanto, no dude V. R., con especial cariño
y amor y a su tiempo la recomendaré a los Rectores y Procuradores
de Provincia, para que en todo tiempo subsista para bien de muchos.
V. R. piense despacio en el método, así de dar Ejercicios con la dis­
tribución de tiempo oportuno y acomodada a! país, como de ocurrir
en cuanto se pueda a los gastos precisos que ha de tener con la ma­
nutención de una casa semejante; y haciendo un plan de todo me lo
remita, para que yo lo apruebo.
— 308 —

Sobre la casa de Ejercicios de Quito y el fervor y fruto copioso


con que en ella se los hacía en los años que precedieron la expul_
sión de Carlos III, conservamos el testimonio del P. Ramón Viescas
que dice así: «Tenía, pues, la dicha casa, un competente número dé
aposentos acomodados para el efecto, y una capilla hermosísima, la
cual se adornaba para el tiempo de los Ejercicios con tal primor y tal
arte, que al mismo tiempo quedaban sobrecogidos los ojos de admira­
ción y los corazones de una dulce devoción y ternura. No era la casa
en lo material (a excepción de su capilla), ni hermosa, ni muy aco­
modada, ni tampoco rica ni preciosa en sus adornos y utensilios. Pe-
ro en lo formal de ella y en toda su economía espiritual y temporal,
parecía haberse nivelado con las ideas y espíritu del divino fundador.
De aquí nació el empefío que casi todos tenían de gozar de las
dulzuras de esta casa, a la cual se recibían indiferentemente ecle­
siásticos y seculares, ancianos y jóvenes, ricos y pobres. Y aunque la
mayor parte era de la primera nobleza de la ciudad, pero se daba mo­
do la ingeniosa caridad de los Jesuítas de dar lugar en ella a muchos
de inferior esfera, sin que la unión de diversas jerarquías causase el
más pequeño desconcierto en este pequeño cielo», (i)
Era tan grande el deseo de hacer Ejercicios que, según refiere el
mismo P. Viescas, había quienes con meses de anticipación y aun de
un año para otro, pedían puesto en algunas de las tandas, sobre todo
de Cuaresma, para no quedarse sin él. (2)
Tres sujetos se empleaban en la casa de Ejercicios: un director,
que era el que propiamente daba los Ejercicios, un lector, tanto para
el refectorio como para las otras lecturas espirituales, y un Herrtiano
Coadjutor para entenderse en la parte material del cuidado de los
ejercitantes.
En los años inmediatos a la expulsión por Carlos III, se princi­
pió a poner en práctica la idea del P. Maugeri de hacer extensivo a
las mujeres el fruto de los Ejercicios espirituales en retiro. Efectiva­
mente se dieron dos tandas a señoras reunidas en una casa particu­
lar. Más aún, se pensaba ya en abrir una casa de Ejercicios destinada
para mujeres solas con los bienes dejados para este fin por uua piado­
sa matrona, cuando el extrañamiento de nuestros Padres frustró tan
hermoso proyecto.12

(1) Relación de los sucesos acaecidos en el extrañamiento délos Jesuítas de la


Provincia de Quito.
(2) Como no era posible satisfacer tantas peticiones y muchos se quedaban sin poder ingre­
sar a nuestra casa de Ejercicios, un santo Religioso de la Merced, el P . Fr. Francisco Bolañoi,
comenzó a dar en la recolección del Tejar los Ejercicios de San Ignacio con grandísimo fruto de
los que acudían a ellos.
Otro caso nos refiere el P . Viescas muy edificante y más singular todavía. Un mulato, a
quienes las gentes llamaban comunmente el Hermano Juan, con limosnas que para ello recogía,
sustentaba en una casa pequeSa vecina a la iglesia de Jerusalem a hombres de su condición; I«1
instruía él mismo, como podía, en la manera de meditar y examinar sus conciencias; les leía 0
hacía leer la Diferencia entre lo temporal y lo eterno del P . Nieremberg u otros libro»
aparentes y devotos. Para platicarles y oír sus confesiones llevaba a algún buen sacerdote o algún
P adre del colegio, siendo consolador el fruto que se recogía con esta pobre gente, en general
muy abandonada y falta de cultivo espiritual.
— 309 -

En Cuenca, Guayaquil y Riobamba no existía casa de Ejerci­


cios formalmente establecida; pero se daban Ejercicios, sobre todo
eu Cuaresma, ya sea en nuestros colegios, ya en casas particulares
cedidas al efecto. En Guayaquil se pudo dar de esta manera los san­
tos Ejercicios no sólo a caballeros, sino también a señoras.
Finalmente es digno de notarse que la última fundación que se
intentó hacer en la Provincia de Quito, en 1766, un año exactamen­
te antes de la expulsión, fué la de una casa de Ejercicios. «Tuvo,
dice el P. Velasco, este año de 1766 una fundación, cuando ya era
tiempo de acabar con las antiguas. Era esta de una casa de Ejerci­
cios y juntamente de Residencia y principio de colegio en el pueblo
de Guano, cercano a Riobamba, muy populoso y de mucha gente es­
pañola. Fundó la casa de Ejercicios el caballero D. José Larrea,
comprando un hospital sólo comenzado y fabricando enteramente; de
modo que este año se dieron en él los Ejercicios. L a fundación de
la Residencia la había ajustado el mismo caballero en compañía de
otros benefactores; mas una y otra venían ya muy tarde. Esta casa
se quemó al poco tiempo de haber salido los Jesuítas al destierro».
Además de estos Ejercicios encerrados, se daban así en Quito
como en otras ciudades, principalmente en Guayaquil, Ejercicios pú­
blicos en nuestra iglesia, durante la cuaresma, con grandísimo con­
curso de fieles. Se solían tener dos actos al día, uno de media hora y
otro de hora. También se daban en Quito, Ejercicios particulares en
nuestro colegio a sacerdotes y a seglares escogidos, entre los que se
contaron a veces Oidores y a veces Presidentes de la Real Audiencia.
Por todo esto se ve cuánto incremento iba tomando en la Pro­
vincia de Quito el ministerio de dar los Ejercicios de nuestro Santo
Padre. La inicua expulsión decretada por Carlos III, acabó brutal­
mente con este movimiento lleno de las más halagadoras promesas.

4— Por este tiempo también estuvieron en todo su auge y fervor


las misiones populares, con que nuestros Padres procuraban conser­
var e intensificar la vida cristiana en las ciudades y aldeas. Entre los
Religiosos que se señalaron en este sagrado ministerio debemos hacer
particular mención de los PP. Bernardo Recio y Juan Hospital, que
habiendo venido de España en 1751, recorrieron sin descanso, hasta
el año de la expulsión todo el territorio de la actual República del
Ecuador.
El P. Recio hace notar que en estas misiones, aunque el fruto no
era igual, en todas era copiosísimo, y que rara vez quedaba algún pe­
cador endurecido que rehusase reconciliarse con Dios. Procuraban los
misioneros dar el mayor realce posible al culto exterior, tan del gus­
to de nuestro pueblo sencillo. Los dos misioneros llevaban siempre
consigo en sus misiones un estandarte en que iba pintada una Imagen
de Nuestra Señora, obra de un célebre pintor cuencano, llamado el
Maestro Vela, el cual habiendo quedado extremadamente movido en
la primera misión que los Padres dieron en Cuenca, había querido
darles esta muestra de afecto y gratitud. Dábase principio a la mi­
s'6“ colocando este estandarte en la Iglesia. La sola vista de la Ima-
— 310 —

gen, bastaba ya, para que con las primeras exhortaciones de los misio-
neros se moviesen muchos corazones, y muy pronto el estandarte se
hallaba coronado de luces. Usaban además llevar un crucifijo muy
primoroso, obra de un escultor de Quito, con una pintura del Reden­
tor en el paso del Ecce Homo; otra pintura llevaban en la que de un
lado iba pintada una alma en gracia de Dios, con rostro celestial, di­
fundiendo resplandores y vestida de hermoso ropaje, y al otro una
alma condenada, feísima y que en todo mostraba los horrores de là
desesperación. Uno de los actos finales, y como despedida de los Mi­
sioneros era la erección de la cruz dé la misión, en algún lugar a
propósito, donde de cerca o de lejos pudiese ser venerada como sím­
bolo de la Redención del género humano. Así, por ejemplo, se colocó
con muchísimo trabajo una de grandes proporciones en la cumbre del
Imbabura, después de una fervorosa misión dada en la Villa de Iba­
rra. Añade el P. Recio que la colocación de estas cruces, sirvió, no
pocas veces, para que los indios dejasen sus antiguas supersticiones,y
más tarde se hiciesen allí capillas, a las que venían los pobladores de
los contornos en devota peregrinación.
Mientras estos dos esforzados misioneros recorrían todas las pa­
rroquias de la extensa Diócesis de Quito, y aun los anejos más apar­
tados, otros operarios hacían otro tanto en torno de las poblaciones
en que estaban establecido los colegios a que pertenecían. El trabajo
de nuestros Padres aumentaba en tiempo de calamidades públicas,
como terremotos y pestes, que afligieron entonces las comarcas del
Reino de Quito. En 1751 se sintió un terremoto muy fuerte en la
capital. «Cayeron las torres de las iglesias, se desplomaron las casas,
los tejados echados a tierra cerraban el tránsito por las calles, la igle­
sia catedral quedó inservible. No permaneció nadie en la ciudad, has­
ta las Religiosas dejaron sus monasterios. Hubo innumerables confe­
siones, fervorosas misiones, numerosas procesiones de penitencia para
aplacar a Dios nuestro Señor. A todos procuraron atender nuestros
Padres, consolando y esforzando a todos en lo posible, exhortando a
la penitencia y a la paciencia cristiana, ya que en tales calamidades
no se podía hacer otra cosa, ni conseguir otro remedio». (1)
Los terremotos duraron varios meses, a lo que vino a añadirse y
aumentar notablemente el trabajo, una lluvia copiosa y continuada;
por donde se puede adivinar cuál sería el sufrimiento y miseria de la
gente mal acomodada en tiendas de campaña o en estrechísimas ca-
suchas donde se habían acogido para evitar los peligros del terremo­
to. El P. Luis Centurione al tener noticia de estas desdichas, escribía
al P. Provincial el 11 de Agosto de 1756: «Para acabar de responder
a las cartas del P. Tomás Nieto Polo,predecesor de V. R., no me falta
hablar sino de los terribles terremotos que experimentaron Vuestras
Reverencias .desde últimos de Abril del año pasado hasta los últimos
de Mayo en que se escribió la última carta. Y ¿qué puedo decir sobre
eso, siuo adorar los efectos de la divina Providencia que así lo dispo*1

(1) Recio, o. c, T. II. n. 254.


ne, que compadecerme machísimo de los muchos estragos que han
hecho y de los graves sustos de que todos participarían, que agrade­
cer muy de corazón lo mucho que se han esmerado todos los Jesuítas
de esa capital en consolar, en alentar, en predicar en todas partes,
en coníesar hasta en las plazas a toda clase de gentes que recurrían
para consuelo a los Nuestros con frutos conocidísimos de sus almas y
conciencias? Alabo a Dios nuestro Señor que dió fuerzas y espíritu,
celo y vigor a los Nuestros para atender así al alivio de todos, dando
a conocer que viven animados de aquel fuego del Santo Fundador.
Encargo a V. R. que a todos les dé en mi nombre muy encarecidos
agradecimientos, y muy en particular e individualmente a los que más
se han señalado en trabajar, asegurándoles que además del grande mé­
rito que habrán conseguido para con Dios, vivirán todos muy impre­
sos en mi corazón por lo que han contribuido al bien de tantas al­
mas y buen nombre de la Compañía», (i) (I)

(I) Archivo S. J.
CAPITU LO QUINCE

ULTIMOS AflOS DE LA PROVINCIA DE QUITO

SUMARIO: 1. La Congregación Provincial de 1756; el P. Herce e* nombrado


Provincial.— 2. Nombramiento del P. Baca; disposiciones del P. Ricci
— 3. Estado de la Provincia.— 4 . La guerra de Quito.

V ELASCO , Historia.. . .Crónica... .años 1756-1765. —RECIO, Compendiosa relación de la Cristiaefad


en el Reino de Quito, T . 111.-A R C H I V O S. J.

I.— Con la muerte del P. Luis Centurione acaecida el 2 de Oc­


tubre de 1757 y el nombramiento del P. Ricci en 21 de Mayo de
1758, llegamos con nuestra narración a los últimos sucesos de la Pro­
vincia de Quito, a la que destruyó el absolutismo brutal de un rey
inepto y los manejos maquiavélicos de unos ministros impíos y vol­
terianos.
Aunque nos consta que íué muy intenso el celo y trabajo de lo^
Nuestros en estos diez o doce últimos aSos, sin embargo muy poco es
lo que se ha consignado por escrito en todo este tiempo.
El x° de Julio de 1756 se tuvo la Congregación Provincial en la
que fueron nombrados Procuradores a Roma y Madrid los PP. José
Baca y Joaquín Alvarez. Se han perdido las Actas de esta Congrega­
ción, por lo que no tenemos ni los postulados al P. General, ni las
respuestas que éste les dió, pero sabemos que el P. Ricci quedó muy
satisfecho de esta Congregación y en carta de 28 de Junio de 1758,
aseguraba que «había servido de gran consuelo la buena armonía y
unión de ánimos con que se celebró la Congregación Provincial y la
elección tan acertada de Procuradores que en ella se hizo».
Por las dificultades pecuniarias y otras de diversa índole,los Pro­
curadores tardaron casi un afio en ponerse en camino. Salieron de
Quito el 25 de Junio de 1757, dirigiéndose por la vía de Popayán a
Cartagena, donde se embarcaron el 9 de Noviembre del mismo año.
Llegaron a España a principios de 1758, y hubieran podido pasar a
Roma para formar parte de la Congregación General que eligió al
P. Lorenzo Ricci,* pero no fué esto posible por ciertas d i f i c u l t a d e s
que se les presentaron para el viaje. En carta de 13 de Diciembre de
1758, el P. Ricci anunciaba que los dos Procuradores estaban en
Roma. Permanecieron poco tiempo en la Ciudad Eterna, regresando
a España para recoger misioneros. «Estaba ya en este tiempo, dice el
P. Velasco, muy cerrada la puerta para buscarlos en naciones extran­
jeras, por lo que dilataron bastante tiempo practicando las diligencias
para buscarlos en las Provincias de España. Con todos sus esfuerzos
— 313 -

no pudieron recoger sino veinte; todos jóvenes, uno solo sacerdote y


|oS demás escolares, coadjutores y novicios. Se embarcaron con ellos
en el “ Neptuno” , navio del rey y se dieron a la vela en Cádiz el 2 de
Febrero de 1760. Tuvieron próspera navegación hasta la Martinica,
donde errando el rumbo el piloto, se vieron en peligro de naufragar.
g| 19 de Marzo arribaron a Cartagena de Indias, y embarcándose el
16 de Abril en el río Magdalena, por la vía de Popayán llegaron
a Quito el 10 de Octubre de 1760».
Mientras los Procuradores se encontraban todavía en Europa,
se recibió en Quito una carta del P. Centurione, escrita poco antes
de su muerte, y en la que además de resolver algunos asuntos conce­
día el grado a varios Padres y Hermanos. (1)
Uno de los primeros actos del P, Ricci en lo que se refiere a la
Provincia de Quito, fué el envío del nuevo gobierno, como se acos­
tumbraba cada tres años. E l nuevo Provincial era el P. Jerónimo de
Herce; el Provincial cesante P. Angel María Manca quedaba nom­
brado Rector del colegio Máximo; el Rector de San Luis había de
ser el P. Tomás Nieto Polo. Como Socio el P. General señalaba al
P. Marcos de la Vega o al P. Luis Duque, a elección del P. Provin­
cial; éste escogió al segundo. Los demás Superiores eran los siguientes:
Rector del Noviciado, P. Joaquín Pietragrassa, actual Superior de las
Misiones del Marafión; de Panamá, el P. Bernardo Recio; de Popa­
yán, P. José de Escobedo; de Cuenca, P. Tomás Larráin; de Ibarra
P. Martín Iriarte; de Riobamba, P. Luis Tamariz; de Guayaquil,
P. Tomás Pastor; de Pasto era nombrado por el P. General, el que
no fuese escogido por Socio entre los dos propuestos,y por tanto que­
dó nombrado el P. Marcos de la Vega y de Buga el P. Marcos Boni­
lla. Como consultores ordinarios eran señalados los PP. Rectores del
Máximo, de San Luis, el Socio del P. Provincial y el P. Fernando
María Conosciuti; y como extraordinarios, dos solamente, los PP. Jo­
sé María Maugeri y Guillermo Grebmer; finalmente por Superior de
las Misiones del Marañón, el P. Pedro Esquini, No se hizo ningún
cambio en estos nombramientos; el P. Provincial y sus consultores
sólo tuvieron que nombrar un Vicerrector deLatacunga. En efecto, el
P. General había señalado para este puesto al P. Joaquín Pietragrassa,
pero el mismo P. General explicaba en una hoja adicional que había
puesto el nombre del antiguo noviciado de Latacunga, por no saber
si estaría ahí o si ya se habría trasladado a otra parte después del te­
rremoto. Para entonces el noviciado se había establecido ya en Quito;
por lo que el P. Pietragrassa quedó de primer Rector del noviciado*

(I ) Concedía la profesión de cuatro votos al P . Javier W eigel, insigne misionero del M ara­
tón, al P. Miguel Bruguera que murió en el terremoto de Latacunga y a los P P . Antonio lentske,
francisco Nicklust, Joaquín H edel, Juan Francisco Aguirre, José A res, Pedro Troyano, Vicente
Csbueñas, José Garrido, Ignacio Peramás y Agustín Martínez; a este último se le debía avisar
•ates de ciertos defectos de que debía enmendarse. El grado de Coadjutor espiritual se concedía
*1 P. Andrés Camacho y al P . Francisco Javier R eal, después de amonestarle seriamente de sus
oelectos. Por fin el grado de Coadjutor formado se concedía a los H H . Tomás Zurita, Tomás
Poveda, Francisco Martínez, M iguel Jaureguiberri y Claudio Canaus; al H . Ignacio Manosalvas
oespués de amonestación de sus defectos.
— SH -

de esta ciudad. En su lugar el P. Lucas Portolani fué nombrado


Vicerrector del destruido colegio de Latacungay como superior de. la
Residencia de Ambato el P, Pedro Jaramillo.
Poco después hizo el P. Herce una pequeña mudanza en el go.
bierno de las Misiones del Marañón, muy útil y provechosa, como
quiera que era ya prácticamente imposible que uu solo Superior go.
bernase bien tan extensa Misión. Para obviar a este inconveniente,
nombró de Visitador de todas la Misiones al P. Francisco Javier
Weigel, al P. Manuel Uriarte Vicesuperior de la Misión Baja del Ma-
rafión,quedando el P. Esquini, nombrado por el P. General.de Supe­
rior de la Misión Alta; también fué designado un Vicesuperior para
las reducciones del río Ñapo.

2 — Aprovechando la oportunidad de un barco que se hacía a la


vela para América, el P. General envió con bastante anticipación el
nombramiento del nuevo Provincial y de los Superiores locales. La
carta iba fechada el 13 de Enero de 1762, pero tardó casi dos años
en llegar a su destino.
Entre tanto el P. Provincial, mientras hacía la visita del cole­
gio de Ibarra, se sintió acometido de un mal repentino y falleció pia­
dosamente en esta ciudad, el 10 de Junio de 1762. Como se solía
hacer en casos semejantes, el 14 del mismo mes se abrió en Quito
el pliego llamado casus mortis, y se halló que contenía el nombra­
miento de Viceprovincial para el P. Tomás Nieto Polo, el inmediato
antecesor del difunto Provincial. Como la carta del P, Ricci tardó
tanto en llegar, el P. Nieto tuvo tiempo todavía de gobernar la Pro­
vincia por espacio de más de un año.
Llegaron por fin los nuevos nombramientos que eran como si­
guen: Provincial, el P. José Baca; Rector del Colegio Máximo, el
P. Jerónimo de Herce; Rector del Noviciado de Quito, P. Tomás
Larráin; de San Luis, P. Pedro Milanesio; de Panamá, P. Juan Na­
dal; de Popayáu, P. Luis Duque; de Cuenca, P. Bernardo Recio; de
Ibarra, P. Miguel de Manosalvas; de Riobamba, P. José Escobedo;
de Guayaquil, P. Juan Antonio Giraldo; de Pasto, P. Martín Inarte;
de Loja, P. Felipe Arosemena; de Latacunga, P. Nicolás López; de
Buga, P. Francisco Javier Azzoni; Superior de la Residencia de Am­
bato, P. Mario Cicala; P. Socio o el P. Luis Tamariz o Francisco
Javier Aguilar a elección del Provincial; consultores ordinarios, PP.
Jerónimo de Herce, P. Tomás de Larráin, P. Pedro Milanesio y el
P. Socio; consultores extraordinarios, PP. Joaquín Alvarez, y Fer­
nando Conosciuti; Superior de las Misiones, P. Francisco Javier
Weigel. (1)
En la carta que traía estos nombramientos decía así el P. Ricci:
«Renuevo y confirmo las órdenes y preceptos por mis predecesores
en orden a la solemnidad y ceremonias que deben observarse en la
apertura del gobierno, que debe hacerse en presencia de todos los

(1) A rch iv o S .J ,
— 315 -

consultores ordinarios y ad graviora, que para este efecto deberán


ser convocados. Presentes todos éstos, se depositarán en el lugar
acostumbrado los casus mortis de los Padres Provincial y Rector
del Colegio Máximo, cerrados y sellados en la misma forma que yo
los remito, y se quemarán con la misma solemnidad los que hubieren
quedado del gobierno antecedente. Ordeno igualmente que el go­
bierno que envío en este depacho, se ponga en ejecución en los mis­
mos términos que va dispuesto, sin alterar en él cosa alguna, entre­
gando las patentes a los sujetos a quienes yo las envío, si no es que
por graves causas y justificados motivos se juzgue en consulta plena
de todos los consultores ordinarios y ad graviora, a pluralidad de
votos, que no se debe entregar la patente a algunos de los sujetos
para quienes van, por estar conocidamente inhábiles o imposibilita­
dos para gobernar, o por no haber satisfecho en el gobierno de
aquel colegio el antecesor Superior, si lo era con patente enviada de
este Oficio, si no es que yo ahora lo promueva a otro gobierno. En
fin ordeno que, si fuere necesario nombrar allá algún Vicerrector, no
lo pueda ser ninguno de los que ahora van nombrados Superiores,
sino que precisamente ha de ser sujeto que no esté ocupado por
asignación mía en algún empleo».
El P. José Baca dió principio a su gobierno el 7 de Junio de
1763, y tomó por Socio al P. Luis Tamariz. La muerte del P. Her-
ce, que venía nombrado por Rector del Colegio Máximo, obligó a
hacer algunos cambios en los cargos que venían de Roma. En su
lugar quedó nombrado para el gobierno de este colegio, en virtud
del casus mortis, el P. Miguel de Manosalvas, a quien sustituyó en
el rectorado de Ibarra el P. Pedro Garrido. Mas, habiendo muerto
éste al poco tiempo, quedó finalmente de Vicerrector de este colegio
el P. Jacinto Ormaechea. Al frente del incipiente colegio de Piura
se puso al P. Manuel Talledo.
Entre las concesiones de últimos votos enviadas por el P. Ricci
en los años de 1758, 1762 y 1764 hubo varias que debemos mencio­
nar aquí. En primer lugar la profesión de tres votos concedida al
P. Audrés Camacho, el apóstol de los Jívaros, a quien el P. Luis
Centurione había concedido el grado de Coadjutor espiritual el 23
de Febrero de 1757.
Este fervoroso Padre, después de hacer los Ejercicios espiri­
tuales de mes y de pasar otros tres en tercera Probación, había alcan­
zado ir a terminarla entre los salvajes del Marañón, con el propósito
de consagrarse a la conversión de los Jívaros. Para conseguir mejor
lo que se proponía, entró a evangelizar una de las naciones vecinas
la de los Muratas, a fin de ir preparando de este modo poco a poco la
entrada a los Jívaros. Sus primeras excursiones estuvieron llenas de
grandes penalidades. En una de ellas llegó a un punto donde poco
antes se había librado alguna gran batalla, y en una choza encontró
60 cadáveres de indios, todos sin cabeza, y no le fué posible averi­
guar a qué tribu o nación pertenecían, ni tampoco quienes les ha­
bían dado la muerte, aunque tuvo vehementes sospechas de haberlo
becho los Jívaros que vivían en las selvas vecinas, por la costumbre
— 3i6 —

que tienen de llevarse las cabezas de sus enemigos vencidos. Aunque


horrorizado por semejante acto de barbarie, no se amedrentó, ni de­
sistió del propósito de entrar a aquellos bárbaros. En premio de su ani.
moso celo y de sus notables virtudes,el P. Ricci le mandó la profesión
de tres votos con estas palabras en carta de 20 de Diciembre de 1758,
dirigida al P. Provincial Jerónimo de Herce: «y porque del P. An­
drés Camacho se me escribe, que con mucho trabajo, fatigas, peligros,
constancia, celo y paciencia, ha sacado de las selvas la nación de los
Muratas, los ha reducido a un pueblo, los ha formado en él, los cui.
da y conserva con singular amor, V. R. tomará de él nuevas infor
maciones de su proceder y virtudes religiosas, y si le favorecen a
pluralidad de votos de los consultores ordinarios y extraordinarios,
le dará V. R. en premio de sus gloriosas fatigas la profesión de tres
votos ». Huelga decir que los votos del Provincial y de sus consul­
tores fueron unánimemente favorables al P. Camacho.
En 13 de Enero de 1762, el P. General concedió la profesión
solemne de cuatro votos a nuestro insigne historiador el P. Juan de
Velasco, pero no fué sin una advertencia particular. «A sus res­
pectivos tiempos, dice, harán la profesión de cuatro votos los Pa­
dres Juan de Velasco, avisado primero para la enmieuda de los de­
fectos que constan de las informaciones, Joaquín Ayllón, Antonio
Peña, Pedro Muñoz, Cipriano Peña, Manuel Orozco, Francisco Ro­
dríguez, Faustino Manosalvas, avisados antes de los defectos que
constan de sus informaciones». En 16 de Mayo de 1764 concedió
también la profesión de cuatro votos a dos hombres que ilustraron
las letras americanas, los Padres Domingo Coletti y Ramón Vies­
cas. (1)
De las disposiciones que dió el P. Ricci en el último decenio
escogeremos las más importantes para ponerlas aquí.
En carta de 14 de Julio de 1762, encarga a los Provinciales visitar
por sf mismos las Misiones de infíeles. No deben omitir esta visita
sin causa muy grave y con aprobación de sus consultores; «ya poique
tengan los pobres misioneros el consuelo de ver a su Superior y con­
solarse con él por algún tiempo en su soledad, ya porque pueda cer­
tificarse del religioso modo de proceder de aquellos, y de cómo ins­
truyen a los indios y con cuánto celo trabajan en beneficio de los
mismos indios, de quienes también deberán informarse si están
bien asistidos».
Después del terremoto de Latacunga, no habfa lugar señalado
páralos Padres de tercera Probación, y éstos la tenían donde buena­
mente se podía. El P. General prohibió que se la tuviese en el Cole-1

(1) La» demá» concesiones de último» votos hechas por el P . R icci son las siguiente». Ls
profesión a los P P . Francisco Zamora, Francisco Javier Peindendorfer, M anuel M esía, Silveatre
A rechúa, M iguel Delgado, José Palm e, Venceslao V ajeare, Ignacio Leitenberg y a su tiempo si
P . Juan M arschat; el grado de Coadjutor espiritual a los P P . M anuel Perlaza y Luis Vizoccbi,
M iguel R ipalda, Segundo del Castillo y Pedro Sierra; por fin el grado de Coadjutores tempo'4-
les formados a los Hermanos Juan M artinez, Andrés Lechner, Jaim e W ysser, Pedro Gacitua,
A dam Schwartz, Antonio Jijón y G abriel Bosch.
— 317 -

»jo Máximo de Quito. Indica que se envíe a los Padres que tienen
que hacer esta última Probación al colegio de Ibarra o que se edi­
fique y destine para ellos una parte del noviciado de Quito. El
j> Provincial y sus consultores optaron por este segundo partido,
por la mayor facilidad que había de cumplir con los experimentos
señalados en el Instituto para esta Probación.
Renovó el precepto de ios anteriores Generales sobre el pres­
tar libros de la biblioteca del Colegio Máximo. «Conviene, dice,
que se observen las órdenes que en punto de sacar libros de las
librerías tienen dados los RR. PP. Generales mis antecesores. De
éstos los RR. PP. Tirso González y Miguel Angel Tamburini im­
pusieron preceptúalos Padres Provinciales y Rectores del Colegio
Máximo, para que no permitiese sacar libro de la librería... Yo lo
renuevo y mando en virtud de santa obediencia y bajo pena de peca­
do mortal a los Provinciales de esa Provincia y a los Rectores del
Colegio Máximo, que no permitan que se saquen los libros de la
nueva librería, y a todos los demás de los Nuestros, ordeno y mando
en la misma (orma que no saquen libro alguno de dicha librería del
Colegio Máximo.
Este precepto dispondrá V . R. que se copie con buena letra
y se ponga en una tablita que deberá fijarse en un lugar público
de la misma librería. De la librería de la Universidad y del cole­
gio de San Luis, podrá sacarse una u otra vez algún libro precedien­
do la licencia del Superior, y anotando.. . en las respectivas librerías
el nombre del que saca, el libro, el autor, el título de la obra, el día
del mes y año en que saca y para cuánto tiempo, y concluido éste,
deberá volverse a la librería».
El P. Provincial Jerónimo de Herce había pedido con vivas ins­
tancias que se difiriese la Congregación Provincial proponiendo dar los
quince mil pesos, que era la suma ordinaria que se daba a los Procu­
radores, para alivio de los Padres portugueses víctimas de la perse­
cución neroniana del Marqués de Pombal. El P. General no admitió
ni el aplazamiento de la Congregación, ni los quince mil pesos. «Es­
ta mi determinación, añadía, tan desinteresada y en tales circuns­
tancias, manifiesta bien el deseo grande que tengo de oír a los Pro­
curadores, discurrir con ellos sobre las cosas de su Provincia, cuyo
bien espiritual antepongo a todos los bienes temporales. La falta de
estos temporales es tan grande, que no puedo excusar el suplicar a
V. R., que procure cuanto pueda enviarme alguna limosna para ali­
vio de tantas necesidades como por todas partes me cercan y me tie­
nen en grande ahogo», (i)
Llegó a tanto este ahogo de que habla el P. General, que
el 23 de Enero de 1765, envió al P; Provincial José Baca la carta
que aquí transcribimos, como prueba manifiesta de la extraordina­
ria pobreza que se experimentaba entonces en toda la Compañía.
«Sieudo tan urgentes y graves las necesidades que hoy padecen en lo

(I) Archivo S. /.
- 318-

temporal casí todas las Provincias de la Compañía, conviene ahorrar


cuanto se pueda dé gastos supérfluos para poder mejor acudir a |0j
necesarios. Y así,habiéndose aumentado ahora tan considerablemen­
te los gastos de cartas por los portes de América a España, V. R.
ordenará en toda esa Provincia, que según el estilo de toda España
se me escriba en cuartilla, cuando no pidiere más papel el asunto,
escusando todos episodios y narraciones no necesarias. Que aque­
llos Maestros que deben remitir a este Oficio censuras de exámenes
las remita cada uno todas debajo de una fórmula y carta en esta
forma: Ego N N . examinavi de more P P . N. N. N. N. et juratus
censeo P P . N. N. habere; P P . N. N. non habere tantum doctrinae
etc. Que de las fórmulas de los grados que se hicieren, se me remita
un ejemplar en cuartilla, y se reserve otro en pliego, separado el de
los votos simples que hacen los profesos del otro de la profesión, los
que se me remitarán, cuando venga Procurador a Roma. Que en las
demás informaciones, cartas y catálagos se escuse el papel que no
fuere necesario. Con esto será más llevadero este nuevo impuesto,
y podrán mejor las Provincias acudir a sus gastos precisos y a las ne­
cesidades presentes de la Compañía», (i)
Esta situación no era nueva, ya en carta de 4 de Marzo de 1764,
el P. Ricci había dado a conocer los apuros pecuniarios en que se
hallaba: «Renuevo mis súplicas decía, [de que el Provincial envíe al­
guna limosna] haciendo presente a V . R. que en la contribución que
se repartió a las Provincias de España, se atendió solamente al nú­
mero de sujetos de cada una, y siendo mayor el de las de Europa
que el de las de América, resultó que aquellas quedaron más grava­
das que éstas, y siendo a más de esto muy poco lo que se percibe
de la contribución impuesta, es muy grande el ahogo en que me
hallo, pues me veo en una situación mncho más lastimosa que aque­
lla de un pobre padre de familia que gime rodeado de hijos a quienes
no puede proporcionar el alimento necesario, por lo cual recurro a
la piedad de V. R., para que,compadeciéndose de la grande angustia
y aflicción de su Madre la Compañía, contribuya con alguna limosna
supernumeraria para el sustento de sus pobres Hermanos, desterra­
dos de sus colegios y Provincias. Y en esta ocasión en que oigo de­
cir que esa Provincia no tiene necesidad de crecido número de mi­
sioneros, podrá más fácilmente mostrar su liberalidad y caridad; pues
no serán tan crecidos, como acontece de ordinario, los gastos de la
conducción de misioneros. El Señor que sabe nuestra aflicción nos
dé el consuelo que Su Majestad fuere servido». (2)

3— ¿Cuál era el estado de la Provincia en los años que prece­


dieron a su total destrucción? Por la escasez de documentos no es
posible responder de un modo concreto a esta pregunta, pues no se
han conservado cartas u otros papeles que traten expresamente de
este punto. Con todo, poseemos pruebas indirectas más que sufi­

c i) Archivo S. J.
(2 ) Archivo S .J .
319 —

cientes de que el estado general de la Provincia en los últimos diez


aöos de su existencia era no sólo satisfactorio sino floreciente. Y
principiando por su vida interna, no hallamos en este tiempo faltas
graves que pidieran la intervención enérgica del P. General. Las
cartas del P. Ricci reconocen que florece la observancia y vida regu­
lar en todas nuestras casas. La misma libertad con que este Padre
avisa a Superiores y súbditos y aun al mismo Provincial las faltas de
que deben enmendarse, es una prueba de la vigilancia con que se­
guía la marcha de la Provincia y del celo con que procuraba alejar
de ella todo lo que pudiera menoscabar la perfección religiosa. Sa­
bemos por otra parte cómo el P. Ricci al ver cernirse sobre la
Compañía la horrenda tempestad que culminó con la supresión de
la Orden, no cesó de exhortar y urgir a todos sus hijos el espíritu de
oración y la fidelísima observancia del Instituto, a fin de impetrar
del cielo protección y misericordia en medio de tantas calamidades.
Ahora bien, las faltas <Jue reprende el P. Ricci en sus cartas a la
Provincia de Quito y cuya enmienda pide con ahinco, ni son faltas
generales, ni de esas que desdicen de una manera notable de
la santidad del estado religioso. Veánse, por ejemplo, las faltas que
avisa en carta de 4 de Marzo de 1764 al P. Provincial José Baca.
Se nota en algunos cierto exceso en ir a confesar Religiosas; en al­
gunos colegios pequeños, en donde es reducido el número de sa­
cerdotes, se omite con facilidad el tener la resolución del caso de
conciencia; algunos Hermanos Coadjutores no se someten de grado
a los Superiores en materia de gastos de casa. Al mismo Provincial
se le nota de que es poco mirado al hablar del gobierno de sus an­
tecesores, y de que se deja llevar a veces de parcialidad en el trato
con sus súbditos. «No quisiera, añade el P. General a este propósito,
que estas cosas que se me escriben del gobierno de V. R. fuesen ver­
daderas, ni yo se las aviso, porque las tenga por tales, sino para que
V. R. ponga la mano en el seno y examine si en algo que tengo di­
cho ha pecado y procure la enmienda. Y para dar una auténtica
prueba de que V. R. no tanto oye a los que le hablan al gusto de
su paladar, cuanto a sus consultores constituidos por mí para que
con su maduro y sano consejo inspiren y sugieran a V. R. acertadas
resoluciones, procurará llamarlos con frecuencia a consulta para oír
sus dictámenes, especialmente en las materias graves que ocurrie­
ren. Ultimamente, P. Provincial (aunque en mi corazón no ocupa
el último lugar, sino el primero), por el deseo que tengo de ver de-
sarriagado todo afecto nacional, encargo a V. R. con todas las veras
que puedo, que con prudente discreción e imparcialidad destierre de
esa Provincia dicho afecto y sofoque en sus principios la pestilente
semilla de las parcialidades, que todos se amen como hermanos,
pues todos son hijos de una misma Madre que abraza en su seno a mu­
chas naciones por diferentes que sean». (1)
De todo lo dicho se deduce claramente que, si había faltas, y no
podía menos de haberlas, éstas no menoscababan el rigor de la ob-

(I) A rchivo S. J .
— 320 -

servancia y eran debidamente corregidas o reparadas. El espirita de


nacionalismo que, siempre dió que hacer en la Provincia de Quito
por la aversión mutua y casi instintiva entre criollos y chapetones'
no tuvo manifestación de particular intensidad en estos últimos aftos'
lo cual es un argumento más del buen espíritu que reinaba en lí
Provincia. Porque, si se tiene en cuenta que en la época que estamos
reseñando, estaban ya fermentando en la sociedad americana, y muy
en particular en la de Quito, las ideas y los sentimientos que prepa,
raron el movimiento de emancipación, la paz, que gracias a Dios no
se alteró sustancialmente en nuestras comunidades, no se pudo con.
seguir sin el común esfuerzo de todos, a fin de mantenerla y fo.
mentarla en fuerza de ideales más levantados y del amor de la perfec.
ción religiosa.
Otro indicio no pequeño del buen estado de la Provincia es elfer-
vor con que en estos mismos años se ejercitaban los ministerios apos­
tólicos así en las ciudades y pueblos de la sierra y de la costa como en
las Misiones de la región oriental. De éstos hablaremos en el Libro
tercero y baste decir aquí queen los años que precedieron a la expul­
sión de Carlos III,las Misiones llegaron a su apogeo. En cuanto a los
otros ministerios, lo dicho en el capítulo anterior es más que suficiente
para probar la verdad de nuestro aserto. Sólo añadiremos aquí unos
datos muy edificantes sobre la asidua asistencia de los Padres del co«
legio de Quito a las confesiones de los moribundos fuera de casa.
Podemos dar números precisos, pues el Hermano portero Ignacio
Muns tuvo la prolijidad de llevar una lista exacta de los Padres que
salieron para este ministerio durante los años 1760 y 1761. En el pri­
mero, los Nuestros atendieron a 1.524 enfermos o moribundos de día
y a 605 de noche; en 1761 el número de estas confesiones fué de
1.731 de día y 631 de noche,lo cual da un total de 4.491 confesiones
para los dos años, de las cuales 1.236 durante la noche. Y débese
notar que la costumbre era asistir al enfermo hasta que expirase o
estuviera fuera de peligro inminente.

4 — En los años de 1764 y 1765 nuestros Padres tuvieron oca­


sión de intervenir en ciertos movimientos y tumultos populares, a fin
de aquietar los ánimos y hacer oficio de ángeles de paz. Sucedió en
1764 que los indios de Riobamba, Cajabamba, Yaruquíes y Licán se
alborotaron sobremanera con ocasión de haberse mandado hacer el
censo de los indígenas de aquella comarca, persuadidos de que se
pretendía imponerles nuevos tributos. Fué necesario que los párro­
cos, por orden del Obispo, explicasen a sus feligreses que no se tra­
taba de causarles ningún daño ni gravamen. Con esto se fueron los
indios sosegando poco a poco. A petición del Prelado, los Padres del
del colegio de Riobamba salieron a recorrer las numerosas parcialida­
des de indios establecidas en aquel distrito, y sus buenos oficios con­
tribuyeron no poco a facilitar la obra de pacificación.
Más grave fué el alzamiento que ocurrió en Quito el año siguien­
te de 1765, causado por las exacciones e inicuas tropelías que come­
tían de continuo los encargados de recaudar un nuevo impuesto so-
— 321 —

bre el aguardiente y otros géneros. El destino de este impuesto,


con que las colonias debían contribuir a la construcción del Palacio
R e a l de Madrid, aumentó su impopularidad, y no es extraño que el
n u e b lo en su exasperación diese fácilmente oídos a las instigaciones
j e los descontentos y se lanzase, como lo hizo, a los peores excesos.
Tenemos sobre este alzamiento, al que se llamó la guerra de
Q u i t o , y sobre la intervención que en él tuvieron los Jesuítas una re­
lación circunstanciada del P. Recio, que se halló en Quito a poco de
h a b e r estallado el movimiento y tomó parte activa en la reducción
je los amotinados. Vamos a reproducirla aquí.
Después de referir cómo trabajaban incansablemente nuestros
operarios para dilatar la cristiandad en las selvas del Oriente, prosi­
gue de esta manera: «Muy quietos y consolados estaban los misione­
ros entendiendo en la espiritual cultura de sus neófitos, y no dis­
frutaban menor paz los compañeros que atendían en los colegios de
la Provincia con celo y consuelo a todos nuestros ministerios, cuan­
do en gran parte lo turbó todo la guerra de Quito,y porque en su pa­
cificación trabajaron no poco nuestros Hermanos, me ha parecido
muy del caso hacer de ella muy expresa y particular mención de que
pienso gustará el lector.
Fué el origen y causa de ella la imposición de una nueva adua­
na. Fué toda la América muy privilegiada desde el principio de su
conquista en orden a pechos o tributos. Y aunque siempre a los in­
dios se les cargó un moderado pecho, pero los blancos y mestizos lo­
graron siempre toda exención.. . Pero después poco a poco fueron
los reyes o sus ministros imponiendo algunas cargas por las necesi­
dades o urgencias del Estado. Hará cosa de cien años [en 1592] se
impuso el tributo de alcabala. Aunque hubo entonces revolución y
fué menester tomar y valerse de las armas, plantóse en fin la alcaba­
la, pero moderada y poco cargosa. Todo lo demás hasta nuestros
días quedó libre, y así no había cosa estancada. El aguardiente, el
tabaco y así otros géneros se vendían a discreción, y causaba gozo
vivir en un país tan libre. Ya pues en el año de 1765 dispuso el
Sr. Virrey con orden de la Corte que se cercenase en gran parte tan
grande libertad, mandando se formase en Quito casa de aduana don­
de se registrasen los géneros, señalando ministros que diesen ejecu­
ción a este proyecto, y aunque es de creer que su Excelencia les
encargó la suavidad y prudencia para el entable de esta novedad,
los ejecutores se mostraron, según decían más formales y severos de
lo que convenía en aquellos principios. De ver que registraban al
entrar y desenvolvían la ropa y cuanto se traía de fuera, sin respetar
a persona alguna, y sobre todo el rumor falso que corrió y se exten­
dió por toda la Provincia y encendió de manera los ánimos que pro­
rrumpieron en un levantamiento muy general.
Porque contaban los descontentos y creían los más sencillos,
mayormente los indios temblorosos que de todo se había de pagar,
de los huevos que traían a vender, de la leña, carbón y de todos los
frutos excesivos, sin que estuviesen seguros sus pobres hijos reduci­
dos a esclavitud. Todo era hablar de este asunto, todo era esparcir
-3 2 2 —

quejas, y todo una fermentación del alboroto y levantamiento gene-


ral. Pues en el mes de Junio de dicho año, formada la trama del
alzamiento y convocándose los barrios, señalaron día y hora para
hacer o deshacer la nueva aduana.
Habíase comprado para ella una casa grande en que había vivi-
do un Oidor, contigua a la iglesia parroquial de Santa Bárbara. Dé-
janse ver a prima noche unos enmascarados y vestidos de Nazare­
nos, (que se cree fueron algunos de los descontentos negociantes), y
presentándose al cura de dicha iglesia, le pidieron papel y tinta por
señas, con que por escrito le dijeron que reservase al Santísimo Sa­
cramento y la iglesia cuidase, dando providencia pronta para preser­
varla del incendio, porque se iba a quemar la aduana. Poco después,
hecha la señal con las campanas, acudió de los barrios inmensidad
de gente que aplicando leña y fuego incendiaron la casa. Aunque el
Oidor semanero tuvo previa noticia del atentado, no hizo demostra­
ción alguna; pues con una mala compañía de soldados, que a la sazón
había en Quito, no pudiera resistir al ejército de tanta gente jun­
ta, y a poco rato habría quedado sin tropa y él habría totalmente
peligrado.
Iban armados con lo que tenían, y sobre todo cargados de pie­
dras, con las que rompieron las vidrieras y cuanto había en casa, en
que entrando los más ladinos mestizos, después de haber huido los
aduanistas llenos de espanto, medio desnudos, se tomaron a discre­
ción cuanto hallaron, la plata de las arcas, la ropa y los muebles de
algún precio, haciendo se cebase el fuego en todo lo demás. £1 albo­
roto que en la ciudad causó fué cual se puede pensar. £1 Sr. Oidor
Navarro llevó dos de los Nuestros más famosos predicadores, para que
hablando a la muchedumbre procurasen el posible remedio. Pero co­
mo muchos hubiesen ido a ver solamente, ocupando la plazuela no
era fácil penetrar a la casa, ni los que la ocupaban estaban capaces
de oír la palabra de Dios, llenos del aguardiente que allí hallaron re­
cién estancado. £n fin, la noche se pasó toda en desorden, embria­
guez y truhanería, y sobre todo en llevar cada cual a su casa lo que
podía robar. Venida la mañana aún duraban las llamaradas de fuego,
flamante también el incendio de la rebelión. Acercóse con aparato
de representación a la aduana que aún humeaba, el Sr. Oidor deca­
no, D. Manuel Rubio, que por muerte del Sr, Presidente,el Marqués
-de Montufar, quedó con sus veces, y viendo una inmensa turba tu­
multuante, haciendo señas de silencio, quiso perorar para contener­
la. Mas apenas empezó, cuando resonaron los silbos y gritos de la
muchedumbre, que perdiendo el respeto a su venerable ancianidad,
le tapó la boca, empleando la suya en desfogar insolencias.
Retiróse dolorido el Sr. Vicepresidente, y con los demás Sres.
Oidores y Magistrados de la ciudad, acordaron remediar con disimulo
tan universal desorden, y temiendo no cundiese esta plaga a las de­
más ciudades y Villas de la Provincia, ya bien descontentas, despa­
charon aviso a todas partes, para que las Justicias no insistiesen en
adelantar los estancos de aguardiente que ya se iban planteando.
32 3 —

Era tiempo de la Congregación Provincial que la Compañía ha­


bía de celebrar en Quito a fines de Junio. Yendo para ella desde el
colegio de Cuenca, encontré a medio camino un soldado que presu­
roso iba pregonando el levantamiento de Quito, y en el resto del
camino oía en la posada lo que la gente profería, siendo todo su
conversar sobre la aduana, que se holgaban mucho hubiese perecido.
Llegado a la capital observé el desorden en que todo estaba,
aunque mediante la prudente calma de los Sres. del Gobierno hubo
alguna calma hasta la víspera de San Juan. Providenciaron los Sres.
que en la plaza Mayor velase gran número de vecinos armados para
guardar las Arcas Reales, que estaban en el Palacio de la Presiden­
cia y contener a los barrios, que desde la acción no sólo se gloria­
ban triunfantes, sino que amenazaban osados. Hacían sus algazaras
y con estruendos y clamores se juntaban muchas noches visitándose
unos a otros, jugando, bebiendo y triunfando con lo que robaron, y
sobre todo dándose la mano y confirmándose en los deseos de resis­
tir, aunque viniese alguna tropa o de Santafé, donde residía el Sr.
Virrey o de Lima por la vía de Guayaquil, haciendo glorioso alarde
de su valor, como que pudieran debelar al Cid Campeador con to­
das sus fuerzas.
Así estuvo la ciudad con hartos temores hasta que por aquello
de San Juan paró esta guerra sorda en una muy declarada y terrible.
Fué el caso que el Corregidor de la ciudad, D. Juan Osorio, que solía
rondar con vigilancia para evitar desórdenes, teniendo noticia de
que aquella noche maquinaba no se qué la gente de los barrios cada
día más insolente, formando una buena patrulla de los más distin­
guidos europeos bien armados, se acercó al barrio de San Sebastián,
y encontrando una gran tropa de tumultuantes, les ordenó el retiro
a sus casas y les aconsejó la quietud, y como muchos de ellos respon­
diesen con insolencia, hecha la señal dispararon los valientes de la
patrulla y dejando a dos muertos y varios heridos ahuyentaron a los
demás.
Estos, en vez de tomar el partido de la quietud, alborotaron de
tal manera aquel barrio, y con avisos lastimosos alteraron de tal mo­
do a todos los otros barrios, que acudieron de todas partes a vengar
a sus compañeros, y pusieron a toda la ciudad en la mayor confu­
sión. He aquí la guerra formal que se emprendió en Quito, que todo
consistió en querer echar del mundo a los pocos soldados que había,
y a todos los europeos, por haber sido éstos los del encuentro.
Y por cuanto al disparar conocieron con el relámpago de la pólvora
por el color de su vestido a D. Angel Izquierdo, mercader natural de
Cádiz,corrieron en primer lugar a su casa, la que despojaron entera­
mente, llevándose a sus barrios los muchos fardos de ropa que aca­
baban de llegarle de España. Como entraron furiosos en su casa,
echándolo todo a rodar, la pobre señora, mujer de dicho mercader,
se hubo de meter y se escondió, aturdida debajo de su cama, y acu­
diendo en seguida su vecina, la marquesa de Maenza, empleó toda su
autoridad y con dificultad pudo librarla de sus manos.
Viendo el gobierno, la turbación de toda la ciudad y temiendo
— 324 —

la furia del pueblo alterado, se juntaron los Sres. que componían el


gobierno en la casa de la Presidencia, y despachando aviso a los más
honrados vecinos, dieron las más prudentes providencias para la de­
fensa. Hicieron sacar todas las armas y aprontaron algunos tiros de
artillería y coronaron con ella el bello espolón del pretil que adorna
y guarnece el palacio de la Audiencia, y domina no sólo toda la plaza
Mayor, sino también las bocas calles que se inundaron de gente,
porque acudieron los demás barrios, y todo era estruendo de arti-
Hería, fragor de arcabuces y gritería: Quum subit illius tristissima
noctis imago, IO que tan triste noche 1
Como estuvieron los pretiles coronados de luces, fué un valen­
tón a tomar una vela para reconocer e inutilizar una pieza de ca­
ñón de artillería que caía cerca; más, reconocido por la luz, le ases­
taron una bala con tan buen tino que le dejaron muerto. Mas los
compañeros quisieron ennoblecer su muerte con arrebatar la pipza
que caía en el extremo de la plaza, y la llevaron en triunfo con in­
decible gritería. Todo era furor, todo estragos, todo turbulencia.
Sin embargo.no fueron tantas las muertes como se podía temer, por­
que la piedad de los señores hacía disparar por alto, sólo para es­
pantar. Con todo esto, al caer las balas mataban a éste y herían al
otro. En 6n fué noche en que de alguna manera permitió el cielo a
los demonios su hora y potestad: Hora et potestas tenebrarum.
Al amanecer cesó el ruido en la plaza y calles. Mas resonaban
las voces de los que reconociendo el campo decían: Aquí hay un
mestizo muerto, allí un indio tendido, y contaban que en una que­
brada vecina habían echado los cadáveres a montones. Otros afirma­
ban que sus mismos compañeros habían retirado los muertos, el
número fijo no se pudo saber. Decían algunos que serían doscientos
y otros formaban mayor número. Pues, aunque a la alborada había
quietud en el centro de la ciudad, en los barrios había un furor infer­
nal. A campana tañida llamaban a los feligreses y enviaron pesquisi­
dores que convocasen y obligasen a acudir allá a algunos pobres ofi­
ciales que habían venido a trabajar en las tiendas, y forzados eran
llevados a la Junta general.
Ya el día claro, descendieron de sus barrios bien escuadronados
y armados, unos con arcabuces, otros con espadas y lanzas, y todos
a lo menos con palos y piedras, pero gritando y con tales asonadas
de voces, que daban bien a entender cuán llenos de aguardiente ve­
nían muchos y cuán revestidos de furor venían todos. ;0 Santo
Diosl qué día, las iglesias cerradas y en silencio mientras el estruen­
do furioso ocupaba las calles. Parecía tiempo de entredicho; apenas
había quien ayudase a misa. Todos los furiosos se encaminaban a la
plaza,donde los caballeros y gente fiel guardaban a los Sres. Oidores,
Magistrados y Casas Reales con el Tesoro que podía parar en manos
de los furiosos y llevado en su poder.
Como vieron los Señores, la osadía del pueblo y temiesen el to­
tal exterminio de la ciudad, despacharon a los eclesiásticos y casas
de Religión, para que de todas partes saliesen, capitanes del cielo,
contra aquellas huestes infernales. Salieron de todas partes eclesiás­
— 325 —

ticos y religiosos, que procuraron detener su furia con la pondera­


ción más viva de las razones de paz. Llegaron a sacar el Santísimo
Sacramento; mas ellos venerándole como buenos católicos, no aten­
dían a la paz que les ofrecía el Cordero inmaculado, como malos
cristianos.
De cuando en cuando hacían resonar los tiros para espantarlos,
pero aunque se retiraban por entonces, correspondían con tiros de
inmensas piedras; por otra parte el estruendo y fragor de la artille­
ría aguzaba y encendía los filos del furor en los que andaban más
lejos, y con mayor determinación se acercaban a la plaza. Acuérdo-
me que,habiendo yo dicho misa, me subí a la hermosa y devota capi­
lla interior de nuestro colegio, donde dando gracias condolido enco­
mendaba en mi tibieza a aquella pobre ciudad, cuya desolación te­
mía, cuando me mandaron los Superiores que yo también saliese a
apaciguar la gente. Salí a lo penitente, con corona de espinas y un
Santo Cristo, y porque en nuestra puerta había muchos Padres, fuf
más lejos por aquellas calles en que encontré al Sr. Provisor con
cruz en mano y varios clérigos, al P. Guardián de San Francisco que
venía de Roma, y a otros muchos. Yo entonces vi lo que es una gue­
rra civil; venían las mujeres cargadas de piedras, y también sus hijos
chiquitos. Como me conocían por las misiones, me oían, y haciendo
yo mis diligencias de hablarles lastimero en su lengua, de mirar y
clamar al cielo de postrarme en tierra, veía que se les caían las pie­
dras de las manos, y aun pude despojar a un mocetón de un chuzo
o lanza que junté a la cruz del Santo Cristo. Ordené también una
precesión de Doctrina y empezamos a cantarla, pero sonando un
tiro de artillería, todo se descompuso, y tomándome el mozo mestizo
su lanza corrió a incorporarse a los demás, yo también fui con todos,
porque era cerca de mediodía, y cuando vieron los de la plaza que
los del barrio de San Roque no cedían, salieron con el mayor coraje,
tirando a todo tirar la artillería, y saliendo ellos con sus arcabuces y
espadas desenvainadas, lograron hacerlos retirar, dejando algunos
bañados con su sangre las losas y gradas de San Francisco que ha­
bían tomado por guarida,
Después de comer envió a llamar el Sr. Obispo a las Comuni­
dades, porque la Real Audiencia le pidió que fuese en persona, auto­
rizado de lo más selecto del clero y Religiones a proponerles los
capítulos de paz, porque mientras yo y otros anduvimos por aquellos
alrededores, tres de los Nuestros fueron a los barrios más distantes y
Ies aplacaron con ciertas condiciones que expresaba un despacho de
la Real Audiencia, que insertaba a los tres Jesuítas como embajado­
res de la paz.
Encaminóse pues aquella eclesiástica escuadra a San Roque co­
mo el más aguerrido barrio, y apenas lo descubrimos desde la prime­
ra bocacalle, cuando admirárnoslo puesto en armas y que descendía
ya hacia nosotros. Yo que iba de los primeros, pude notar bien el
orden que traían y con que venían, con bandera, con armas y en
hileras. Cuando nos acercamos, empezaron a tirar piedras y hacer
huir a la piadosa comitiva. Yo echando de ver que tiraban flojas
— 326

las piedras, los esperé a todos, y postrándome los brazos en cruz


mirando al cielo, hice moverse a ternura el capitán, que levantán­
dome obsequieso a mí y a otros que se llegaron, oyó la razón de ve-
nir aquel aparato eclesiástico a hablar al pueblo todo para el bien
de la paz. Con esto hizo señal el capitán y se encaminaron todos
a la iglesia, aunque íbamos oyendo las desmesuras e insolencias que
proferían muchos que se resistían y hablaban tumultuosamente. Por
fin entrando en la iglesia el Sr. Obispo con la autorizada comitiva
y puestos en su presencia los capataces del barrio, se leyeron desde
el pulpito las proposiciones de paz que contenía el despacho, y per­
suadidos del Sr. Obispo se rindieron y dieron todos unánimes las
gracias.
Con esta diligencia y propuesta, y aceptada la paz, se tocaron a
fiesta las campanas, y bajamos todos al otro barrio de San Sebas­
tián, que estaba muy encarnizado, por haber sido allí la matanza de
de la primera noche, y tenían todavía en el cementerio de Santo
Domingo los dos muertos, acudiendo a renovar allí su furor. Des­
cendiendo, pues,a lo más bajo del barrio y rehusando ellos a llegarse
a la iglesia, allí en la calle más pública se tuvo el congreso. Hubo
muchos debates, leído el Despacho; mas haciendo el Sr. Obispo su­
bir a un alto al P. Joaquiín Alvarez a perorar, lo hizo ayudado de
Dios, con tal modo y energía, que se levantaron gritos de alegría y
y resonando los deseos de una sólida paz, clamando todos: iViva el
rey y venga la pazl Bien es verdad que muchos quedaron gruñendo
y mostrándose muy adversos a la paz.
Marchamos hacia el barrio de San Blas, habiendo visitado de
paso a Nuestra Señora del Rosario, que en su magnífica capilla esta­
ba coronada de luces. Pasando por una calle vímosla toda llena de
tejas, qué los inquietos habían así destejado por ser su dueño un va­
liente guerrero. Reconocimos el sitio donde habían muerto de maña­
na al escribano D. Antonio Dueñas y a un soldado llamado Astudillo
que se adelantaron mucho en una salida que por allí hicieron contra
los inquietos. Todo lo demás estaba en silencio espantoso y cerradas
las puertas.
Llegando a la plazuela de San Blas hicieron comparecer a los
principales vecinos, y un Sr. Canónigo que llevaba el estandarte del
rey, les hizo una plática muy cariñosa, y como hijo de vecino les
cayó en gracia y convinieron en la paz. Puedo afirmar aquí que me
causó horror lo que noté y fué que conforme llegamos a la plazuela,
acudieron a ella muchos labriegos del contorno que armados con es­
pantosas pértigas o gruesos garrotes, venían formando una funesta
procesión y con un silencio sañudo y bárbaro se iban apostando por
las paredes que ceñían la plazuela. Venían llamados como auxiliares
del barrio esperanzados de tener parte en el saqueo.
En estas tan espaciosas y penosas estaciones se nos pasó casi
toda la tarde; al fin acudimos todos a las Casas Reales donde el Sr.
Vicepresidente y los Sres. Oidores esperaban la resulta. Observé
que al venir con el Sr. Obispo vi el pretil de palacio guarnecido de
caballeros y mercaderes, varios de los cuales estaban con sus pañuelos
- 32; —

abarrados a sus cabezas o caras heridas de las crudas pedradas que


|eS tiraron aquella mañana. Mas al volver ya rio vi ninguno, el pretil
estaba solo y la plaza en silencio, y es que mientras que anduvimos
p0r los barrios, los Señores considerando imposible o muy arriesgada
la resistencia, deliberaron asegurar en el vecino colegio de la Com­
pañía los Reales Caudales y dar libertad a todos por no verlos vícti­
mas del furor de un pueblo tan encarnizado. Así se hizo.
Logrando aquella buena tregua, fueron llevando al hombro los
talegos de moneda, y hecho esto, se retiraron a los Conventos. Y en
efecto fué el medio más acertado; pues, aunque en los barrios se ha­
bían sujetado a la paz y lo habían pregonado, se verificó allí el:
Pax, pax; et non erat pax. De hecho, venida la noche, avinagrando
toda la masa el fermento que quedó de los inquietos, volvieron los
barrios a tumultuar, y bajando con orgullo y gritería a la plaza, la
rodearon varias veces en son de triunfantes, se llevaron las armas que
bailaron, y apellidando victoria la celebraron en sus barrios bebiendo
muy alegremente.
Por la mañana divididos en tropas de mestizos, iban como a ca­
za de chapetones, esto es europeos, y no viéndolos en sus casas, se
gloriaban de haberles infundido temor. Si acaso en las calles descu­
brían alguno se tiraban a él como perros rabiosos, como sucedió con
un catalán que poco antes había llegado a Quito, y viéndose perse­
guido echó a correr para guarecerse en nuestra iglesia al tiempo que
la cerraba el sacristán, llamó y le abrieron con dicha, que si no, le
hacen pedazos.
Andaban tan glorioriosos los mestizos, que contaba con gracia
tin Sr. Canónigo que, llegándose a él una tropa de ellos, dijeron:
Vivan los barrios, señor, y respondiendo él con algún desdén: Que
vivan, dijo uno más desvergonzado: Miren con que cara de vinagre
ha respondido él que vivan.
No contentándose ellos con verse dueños del campo, quisieron
hacer un glorioso alarde de su triunfo, y así volviéndose a juntar ha­
cia el mediodía, vinieron escuadronados a la plaza, y abriendo la
Casa Real, se robaron todas las armas y todas las piezas de artillería.
Pero |con qué clamores, con qué estruendo y con qué griteríal En
fin hicieron lo que quisieron. Ya no se oía ni el nombre de aduana,
y protestaban que no permitirían jamás estanco de ningún género.
Mas en fin, estimulados de su conciencia y persuadidos de piadosas
razones vinieron en conocimiento de sus excesos. Se presentaron a
los Sres. Oidores, los que asistiendo con autoridad en el pretil de la
Presidencia, y colocando allí con majestad el retrato del rey,hicieron
solemne protesta de mantenerse fieles vasallos con tal que no hubie­
se aduana y se les perdonase lo pasado. Así empezó a respirar algo la
ciudad y empezó a haber alguna quietud.
Hiciéronse muy devotas procesiones, saliendo por las calles
Nuestra Señora del Rosario con innumerables velas que costeó el
Sr. Oidor Santa Cruz. Este mismo señor fué con tropa de alborota­
dos a sacar amigablemente de los Conventos a los retraídos, que ha­
cían su refresco a los amotinados en señal de unión. Salióse tam­
— 328 —

bién de San Francisco la Madre Dolorosa simulacro el más venerado


en Quito. Los Nuestros hicieron misión en los barrios, y así con tao
santas diligencias, se iba o parecía irse asegurando la quietud. Pero
no bastaron estos remedios para curar la llaga que hizo el primer
desorden, y así cuando yo salí quedaba otra vez todo en tal confu­
sión, que me acuerdo decían las mujeres desde los balcones: |Di­
choso Padre, que se va a Roma!» (i'l
Con estos buenos oficios que se continuaron en los días siguien­
tes los mismos exaltados se fueron poco a poco sosegando, de suerte
que en la cuaresma de 1766, las cosas habían vuelto a su curso nor­
mal, antes que llegase Don Antonio Zelaya con las tropas que de
Lima y Panamá habían venido por la vía de Guayaquil.
El P. Recio termina su relato con esta lacónica írase: «Recibió
Quito el yugo de la ley y se subordinó a ella, y para que no pueda
levantar cabeza tiene sobre sí muchos soldados».
No nos toca a nosotros tratar de las consecuencias políticas y
sociales de la llamada guerra de Quito. Sólo hemos querido dar a co­
nocer la labor de conciliación que en ella desarrollaron nuestros
Padres. Como apuntó el P. Recio en su relato, las autoridades te­
miendo que las cajas Reales fuesen saqueadas por el populacho en­
furecido, juzgaron prudente ponerlas a buen recuado en nuestro
Colegio Máximo. Efectivamente, D. Manuel Rubio de Arévalo, Oi­
dor más antiguo y Vicepresidente dió el decreto siguiente a 25 de
Junio de 1765: «Por cuanto en la era presente se está experimentan­
do una perniciosa sublevación de la gente plebe que compone esta
capital, y tal vez se recela que pudiera acaecer una intolerable sus­
tracción del Tesoro que existe de S. M. (q. D. g.) en estas Reales
cajas; y atento a que la amenaza de la gente insultante existe perti­
naz en la deliberatión de su ánimo, debía de mandar y mandó se les
haga saber a los Oficiales Reales que las administran, para que luego
y sin la menor dilación trasladen todo el caudal que existiere en di­
chas cajas Reales al Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, para
que en él se mantega con toda aquella seguridad que se requiere». (2)
En presencia del escribano Santiago de la Guerra, los Oficiales
fueron abriendo los cajones del Tesoro para su inventario, que se
practicó en esta forma. Se abrió el primer cajón, con tres llaves di­
ferentes. En él se hallaban todos los papeles pertenecientes al Te­
soro. Se dejaron en él y se volvió a cerrar. Se abrió un segundo
cajón, cerrado asimismo con tres llaves; este contenía «cuarenta y
siete talegos de cañamazo con distintas monedas que dijeron los Ofi­
ciales que dentro de los talegos iban los brevetes de las cantidades
que había en cada talego, que era de dos mil, mil yquiuientos, y mil
pesos; con más de dos cofres forrados en vaqueta, que dijeron los
Oficiales haber dentro de ellos preseas de diamantes, oro y perlas,
los que se condujeron al colegio de la Compañía de Jesús a hombros
de los vecinos más nobles que componen esta capital, habiendo en1

(1) Recio, o. c., Tr. Ill, n. 121-161.


(2) A r c h iv o S. J .
— 329 —

e| primer viaje el capitán D. Salvador Pareja, Tesorero, quien se


quedó en el colegio haciéndose cargo y recibiendo los demás viajes
que se hicieron de dicha Real caja, en compañía del P. Procurador
del colegio. Se llevó también ahí el arca de los papeles. Se pidió al
p. Rector del colegio, Miguel Manosalvas, un aposento especial, que
estuviese en poder de los Oficiales Reales, a fin de que pudiesen sacar
libremente el dinero que fuesen necesitando», (i) (I)

(I) A r c h iv o S . J .
CAPITU LO D IE C ISE IS

LA ULTIMA CONGREGACION PROVINCIAL

SUM ARIO: 1. La Congregación Provincial de 1765; viaje de lo* Procuradores «


España; nombramiento de nuevos Superiores.—2. Temores y preludios
de general persecución.—3. V iaje de los Procuradores a Roma; su
arresto en Figueras.

VELA SCO , Historia.. . .Crónica.. . .afla de 1 7 6 6 .—RECIO, Compendiosa relación dola cristiandad ea d
Reino de Qnito t. 111.-A R C H IV O S . J .

I — i? de Junio de 1765 se celebró la última Congregación Pro­


vincial en la que salió electo de Procurador a Roma en primer lugar
el P. Tomás Larráin y en segundo lugar el P, Bernardo Recio. No
nos queda nada de esta Congregación, porqne todos los papeles de
los dos Procuradores se perdieron al tiempo de su prisión en Espa­
ña y también se han perdido las copias que quedarían en Quito. En
efecto, los papeles de los diez últimos años fueron recogidos y cuida­
dosamente examinados después de la expulsión, con la esperanza de
encontrar en ellos algún delito que la justifícase como lo había
prometido el Consejo Extraordinario. (1)1

(1 ) Los cuarenta profesos que formaron la Congregación eran los siguientes: P P . José Bscs,
Provincial; Francisco Santos, Guillermo Grebmer, Angel M arfa M anca, Francisco Reen, Tomài
Nieto Polo del A guila, Francisco Javier Zephyris, Francisco Campuz, Miguel de Manosalvai,
Rector del Colegio Máximo; Francisco Sanna, Pedro Jaram illo, Nicolás de la Torre Adan
Schefgen, Tomás Larráin, Rector del Noviciado; Jacinto Ormaechea, Rector de Pasto; Francisco
Monerris, Luis Tam ariz, Pedro José Milanesio, Rector de San Luis; José Ormaechea, Martin
Iriarte, Rector de Ibarra; Lucas Portolani, Marcos Bonilla, Gregorio Mora, Marcos de la Vega,
Joaquin A lvarez, Bernardo Recio, Rector de Cuenca; Sancho A raujo, Nicolás López. Rector de
Látacunga; M anuel V iera, Sebastián Rendón, Hilario Lanza, Antonio Aguado, Francisco Javier
Azzoni, Rector de'B uga; Francisco Javier Duque, Pablo Torrejón, José Escobedo, Rector de
Riobamba; Felipe Arosemena. Rector de Loja; Sebastián Imbert, Antonio V alencia, Francisco
Javier W eigel, Superior de las Misiones del Marañón. L a lista completa de los noventa y dos
profesos de la Provincia era ésta: P P . José Baca, Francisco Santos, Guillermo Grebmer, Angel
M aria M anca, Leonardo Deubler, Francisco Reen, Tomás Nieto Polo, Francisco Javier Zephyris,
Francisco Campuz, M iguel Mánosalvas, Francisco Sanna, Pedro Jaram illo, Nicolás Crespo, Jos-
qufn Bonilla,' Nicolás de lá Torre, A dam Schefgen, A dam W idm an, Tomás Larráin, Jacinto
Ormaechea, Ignacio Fránciscis, Francisco Monerris, Juan Antonio Giraldo, Luis Tamariz, Pedro
José Milanesio, José Ormaechea, Francisco Javier Crespo, M artin Iriarte, Lucas Portolani, Enri­
que Francen, Marcos Bonilla, Luis Duque, Gregorio Mora, Marcos de la V ega, Joaquin Alvarez,
Bernardo Recio, Sebastián Correa, Sancho A raujo, Nicolás López, Ignacio Falcón, Manuel Vie­
ra, Sebastián Rendón, Hilario G arcia Lanza, Antonio A guado, Francisco Javier Azzoni, Francisco
- 331 —

En esta última Congregación,conforme a lo que se había acostum­


brado en las anteriores, cada colegio presentó el estado exacto de sus
temporalidades. No nos detenemos en este punto, pues lo trata­
remos de propósito en el capítulo siguiente. Por lo demás en estos
últimos años no faltaron calamidades que menoscabaron considera­
blemente los bienes de la Compañía. Desde luego quedó destruido el
noviciado de Latacunga con el terremoto de 1757, y las haciendas
que poseía aquella casa sufrieron con esta ocasión pérdidas gravísi­
mas, de suerte que los demás cojegios y principalmente el de Quito,
tuvieron que soportar la mayor parte de los gastos de la restauración
del noviciado.
En 1760 un formidable incendio asoló la ciudad de Guayaquil,
si bien el fuego no destruyó esta vez el colegio. En efecto, según
escribe el P. Recio, «ya llegaba el voraz incendio con tal ímpetu,
que el fuego no tanto se pegaba o prendía de una casa a otra, cuanto
volaba. Ya ardía el tejado y casi la misma iglesia cuando Dios quiso
que amainase, no tanto por medio de una lluvia que sobrevino,
cuanto por sobrenatural protección. Ya todo lo precioso de la igle­
sia y sacristía estaba depositado, y ya se habían sacado todos los
muebles». Si la pérdida no fué total, no dejó de tener su importan­
cia, sobre todo si se tiene en cuenta la pobreza de este colegio.
El 8 de Noviembre de 1764, escribe el mismo P. Recio, hubo
en Guayaquil otro incendio más terrible todavía; las pérdidas en
la ciudad se valuaron a más de dos millones de pesos fuertes, y nues­
tro colegio se libró por un manifiesto milagro de San Estanislao de
Kostka. «Fué el caso que llegando a su inmediata cercanía las gran­
des lenguas de fuego, llevadas del viento impetuoso que corría por
aquella parte, se arrojó de propósito una estampa de papel del Santo
en medio de las llamas. Estas volvieron al momento para atrás,
calmó la furia del viento, y se halló ilesa la estampa de papel des­
pués de sostenida del vértice de las llamas por largo rato». (1)
En 1764 la Provincia se componía de 270 Religriosos distribui­
dos de la siguiente manera: En el Colegio Máximo vivían 102 Reli­
giosos, 6 en el colegio Seminario de San Luis y 22 en el Noviciado,
de los cuales 13 eran novicios. En el colegio de Popayán se halla­
ban 19 Religiosos, 14 en el de Cuenca, 10 en Ibarra y Guayaquil,
9 en Riobamba y Panamá, 8 en Loja, 7 en Latacunga, Pasto y Am-
bato, 6 en Buga y 3 en la Residencia de Piura. En las Misiones del
Marañón había 27 misioneros.
Terminada la Congregación, el P. Provincial dispuso que los
Padres Procuradores se pusiesen inmediatamente en camino para Es-
Duque, Pablo Torrejón, Frenetico Javier A guilar, José Escobedo, Juan M aría Aspergalo,
Felipe Aro&emena, Juan Garriga. Toma# Pastor, Mariano Ferrer, Mateo Folch, M anuel Talledo,
a " Llhuui, Lui* Salvador, Juan N adal, Sebastián Imbert, Francisco Pallares, Francisco Pérez,
Antonio Riofrío, Antonio V alencia, Ignacio Peramás, Francisco Javier W eigel, Francisco Javier
Nikclust, Pedro Troyano, José A rch i, Antonio Jenske, Joaquín H edel, M auricio C aligari, Juan
Hospital, Juan Bautista A guirre, Narciso Seco, José Montes, Agustín Moscoso, Francisco Javier
Conzález, José Garrido, Francisco Zamora, Francisco Javier Plindendorfer; José Fernández, M a­
nuel Metía, Joaquín A yllón, Antonio Peña, Pedro MuSoz, M anuel Orozco, Juan de Velasco,
■Sancisco Rodríguez, M iguel Delgado, Ramón Viescas.
(I) R ecio, l. c.
— 332 —

paña y Roma. Salieron de Quito con no poco susto, porque todavía


duraba la rebelión principiada en Mayo, pero iban confiados de qUe
la sotana de Jesuíta los protegería contra todo insulto del populacho.
Así sucedió efectivamente. Más aún, un español que se había distia-
guido en Quito por su arrojo contra los amotinados, huyó disfrazado
con la sotana de Jesuíta, en compañía de los dos Procuradores, de­
biendo a este ardid sú salvación, porque el pueblo le buscaba para
matarle. Como el P. Recio era Rector del colegio de Cuenca, se se­
paró de su compañero en el camino y se dirigió a esa ciudad para
arreglar los asuntos de su colegio antes de emprender su largo via­
je, y el P. Tomás de Larráin se fué a Guayaquil por la vía ordinaria
de Babahoyo.
En su relación dice el P. Recio que en el camino de Quito a Cuen­
ca en todas partes halló señales de tumulto y rebelión, en todas
partes estaba el pueblo alborotado, pero mucho más en Cuenca,
donde el populacho había atacado la casa de Estanco, de suerte que
sólo pudo escapar el dueño con mucha dificultad. Estando ya el Padre
en la ciudad pudo presenciar varios motines eu que fué atacada la casa
de un alcalde ausente. «Todo, escribe, era rondas en aquellos días, to­
do desconfianza y emulación de unos y otros, y porque se valieron
de la Compañía, trabajamos con todo nuestro poder en procurar la
quietud de aquella república tan alborotada».
No así en Guayaquil, prosigue, «aquí y en toda esta Provincia
no había guerra, todo era paz, pero llanto al mismo tiempo por el
incendio que había abrasado lo más de aquella .populosa ciudad», (i)
Nuestros viajeros se embarcaron en Setiembre de 1765 en Gua­
yaquil, de donde en tres semanas llegaron a Panamá, y a principios
de Enero de 1766 desembarcaron en Cartagena de Indias. Se detu­
vieron unos dos meses en Cartagena y prosiguieron su viaje, el 24
de Febrero en el navio llamado “ Brillante” , arribando felizmente a
la Habana,a pesar de haber encallado el buque en un banco de arena,
de donde pudo salir, pero con grandes averías. Se detuvieron cuatro
meses en la Habana para repararlo, gastando todo este tiempo nues­
tros dos Procuradores en fructuosísimas misiones en la ciudad y sus
alrededores. Salieron de la Habana el 13 de Julio de 1766 para
Cádiz. La travesía fué larga y peligrosa, duró en todo tres meses y
padecieron una fuerte tormenta en el canal de Bahama, donde se ha­
llaban el 12 de Agosto. Uno de los nueve navios que iban con el
“ Brillante” , naufragó, perdiéndose todo, cuerpos y bienes, fuera de
cinco pasajeros que lograron salvarse. Llegados a España nuestros
viajeros despacharon todos sus asuntos en la forma acostumbrada sin
que se les pusiese la menor dificultad ni estorbo. Notaron, sin embar­
go, que en el Puerto de Santa María estaban esperando la licencia
para embarcarse misioneros de cuatro Provincias de América, pero
no prestaron ninguna atención al hecho, pues esto de esperar el
tiempo de embarcarse por meses y aun años, era cosa corriente y
ordinaria.1

(1) Recio, /. c.
— 333 —

S a lie ro n del Puerto de Santa María para Madrid el 2 de No­


viembre de 1766. En la Corte tampoco tuvieron los dos Procurado-
s ei menor tropiezo y despacharon a su gusto y contento todos los
negocios que traían de su Provincia.
De Madrid el P. Recio pasó a Valladolid por ciertos asuntos de
familia y se detuvo algún tiempo en Alaejos lugar de su nacimiento,
de donde regresó otra vez a Madrid para preparar su viaje a Roma
con el P. Larráin su compañero.
Mientras iban de viaje a España los dos Procuradores, llegó a la
provincia el nuevo y último Gobierno. Se abrieron los despachos el 7
de Junio de 1766 en presencia de todos los consultores y resultó nom­
brado Provincial el P. Miguel de Manosalvas. «Sucedió en este gobier­
no,dice el P. Velasco, un caso bastante raro. Venía nombrado de Pro­
vincial por Roma el P. Bernardo Recio, que era uno de los dos Pro­
curadores a Roma, que ya estaba de viaje para España. Abierto el
casus mortis resultó nombrado el P. Miguel de Manosalvas quien
inmediatamente se hizo cargo del gobierno de la Provincia. Tomó
por Socio al P. Juan Bautista Aguirre. Los demás cargos eran como
sigue: P. José Baca, Rector del Colegio Máximo de Quito; del novi­
ciado, P. Tomás Nieto Polo; de Saii Luis venía nombrado el P. T o­
más de Larráin; por estar de viaje, tomó su puesto el P . Nicolás de
la Torre; de Panamá, el P. Francisco Pallares; de Popayán, el
P. Francisco Azzoni; de Latacunga, el P. Joaquín Alvarez; de Rio-
bamba, el P. Luis Duque; de Cuenca, el P. Pedro Milanesio; de Lo­
ja, el P. Ignacio Falcón; de Pasto, el P. Luis Tamariz; de Buga, el
P. Juan Garriga; de Ambato, el P. Juan Antonio Giraldo, que no
pudo por enfermo ejercer su cargo y en su lugar entró el P. Sebas­
tián Correa; de Guayaquil, P. Martín Iriarte; de Ibarra, P. Tomás
Pastor; Superior general de las Misiones, P. Francisco Aguilar; V i­
cesuperior de la Misión Baja, P. Romei; Vicesuperior del Ñapo,
P, José María Linati; Superior de Piura, P. Talledo».

2 —En todas las Provincias de España y de América circulaban


por entonces rumores de que se avecinaba alguna general persecu­
ción, aunque por lo pronto no había ningún fundamento cierto y
auténtico, sino tan sólo algunas aprehensiones que después de veri­
ficada la expulsión tuvieron algunos por profecías.
Más en qué pensar dieroo a nuestros Padres las cartas y reco­
mendaciones reiteradas del P. Lorenzo Ricci, en las que pedía ora­
ciones y encargaba la mayor prudencia en el hablar y escribir. Ya
el 2i de Junio de 1758, indicaba en una circular que Dios acostum­
bra mandarnos diversas calamidades y trabajos para que acudamos a
su Bondad con oraciones más frecuentes y más fervorosas, y que si
actualmente enviaba muchos y muy graves trabajos a la Compañía,
era para que adorásemos a la Mano divina que los mandaba para
castigo de los imperfectos, para ejercitar a los perfectos, y para ex­
citar a todos a la práctica de las virtudes y en particular de la ora­
ción. Por lo cual mandaba que los Provinciales dispusiesen que se
hiciera en todas las casas de la Provincia un triduo, en los tres días
— 334 —

que precedieran, a poder ser, una festividad de la Virgen, al modo de


los Triduos de Renovación, con el Santísimo expuesto en alguna
capilla, donde todos se recogiesen a orar por algán tiempo señalado
y la disciplina pública en el refectorio, '
Cuatro años más tarde, en carta de 13 de Enero de 1762, torna­
ba a consolar y esforzar a todos sus hijos por los trabajos que sufrían
algunas Provincias, y de los que participaba en mayor o menor grado
la universal Compañía. Con esta ocasión manifestaba que nò temía
tanto los daños y males que podían sobrevenir a la misma Compañía,
cuanto que entrase el desaliento en algunos, faltándoles la paciencia
en los trabajos y la confianza en Dios. Por esto les ponía delante
las más poderosas razones que se pueden aducir para confiar siempre,
aun en medio de los mayores peligros, en la amorosa providencia de
Dios, que nunca nos desampara.
Y escribiendo más en particular con fecha 28 de de Noviembre
de 1764 al P. Provincial José Baca sobre algunos defectos, y entre
otros sobre el afecto nacional desordenado, añade estas palabras:
«Acaso por esta falta nos envía Dios las tribulaciones con que se
ve agitado y bambanea [sic] todo el cuerpo de la Religión, y por eso
he intimado en toda ella que como en los años precedentes se con­
tinúen las humildes súplicas y fervorosas oraciones a Dios y a su
Santísima Madre, y se prosiga por todo el año de 1765 con la visita
diaria al Santísimo Sacramento, la Letanía Lauretana, y en la misma
forma, el Triduo de oración en los días que preceden a las cinco fes­
tividades mayores de María Santísima, poniéndola por intercesora
con su divino Hijo, a fin de lograr la deseada serenidad para esta su
Compañía, que funda sus esperanzas y el logro de sus deseos en su
poderosa protección, y en que todos sus hijos se renueven en el
fervor de vida y desprecio de las comodidades y honores del mun­
do». (1)
Junto con estos avisos espirituales enviaba el P. General algu­
nas normas que aconsejaban la prudencia en tiempos tan calamitosos,
a fin de no dar ocasión a nuestros enemigos de afligir a la Compañía
con nuevas persecuciones. Una de estas normas era que las cartas
que se enviaban a la Corte o a diversos Tribunales de Madrid se en­
viasen todas abiertas al P. Procurador general, el cual las debía exa­
minar y ver si convenía o no entregarlas a las personas a quienes
iban dirigidas.
En otra ocasión recomendaba suma prudencia y discreción en
sermones y pláticas particulares. La carta fechada a 29 de Octubre
de 1766 y dirigida al Provincial de Quito decía así: «Recelándome
que el celo de la salvación de las almas que nos está encomendado
en nuestro santo Instituto, pueda producirnos funestas consecuen­
cias, si no va regulado de la discreción, que es la maestra de las vir­
tudes y la que pone órden en todas las cosas, me ha parecido con­
veniente prevenir a V. R. que encargue a todos sus súbditos spreta­

ci) A r c h iv o S . J .
— 335 —

¿aniente una suma cautela y atención en cuanto dicen, hacen o


escriben, y principalmente en el ejercicio de nuestros ministerios,
no sea que a alguno por inadvertencia se le escape alguna expresión
ofensiva a los Tribunales de S. M., o a algunos de los Magistrados
que representan su persona. Yo a la verdad, estoy con sobresalto y
temor al considerar que entre tantos Jesuítas como hay en los Do­
minios de España, puede hallarse alguno que con menos prudencia
¿e lo que era menester, y con celo indiscreto toque en sus sermones,
etc. inoportunamente algunos puntos odiosos a los Reales ministros,
que por tanto debieran omitirse, y para precaver en cuanto es de
mi parte, los daños que por ello pudieran provenir a esas Provincias,
ordeno que los Nuestros no se metan en materias de Estado o go­
bierno, ni censuren públicamente los defectos de los que gobiernan,
no sea que se menoscabe la buena opinión y respeto que les deben
los pueblos, antes bien procuren hablar de modo que les concilien
el amor y veneración públicos. Ni me contento con esto, sino que
quiero támbién y espero de todos y cada uno de los Nuestros, que
aun en las conversaciones privadas y familiares, hablen con respeto
y veneración de todos, así regulares como eclesiásticos seculares, sin
ofender aun a aquellos de quienes se creen agraviados. Y al que fal­
tare le castigará V. R. severamente, sin que le valga la escusa de
que en otro tiempo se decía libremente lo mismo de que ahora se le
hace cargo, y me avisará el delincuente y juntamente la penitencia
que se le impuso. V. R. comunicará esta mi carta y orden a toda esa
Provincia, cuyos Superiores deberán celar el cumplimiento. Y que
nose escriban cartas inútiles, como de plácemes por gobiernos o de
noticias políticas, comunicándose sólo aquellas de que se puede es­
perar algún fruto. Y para averiguar quien falta y castigarle, usarán
del derecho que les da la regla para abrir sus cartas y hacer de ellas
el uso que previene la misma», (i)
No estaban de más estos prudentes avisos del P. General, pues
por aquellos años, los vientos adversos a los Jesuítas que soplaban en
la Corte, habían llegado a América. El mismo Virrey del Perú
D. Manuel Amat hizo muy pronto sentir a los Jesuítas de la Provin­
cia de Quito la mala voluntad que tenía a toda la Orden. E l pretex­
to que tomó para molestarles y vejarles fué la venta de paños fabri­
cados en los obrajes de San Ildefonso y de Chillos, los cuales, como
dijimos, no se podían vender sino en Lima.
El Virrey, según parece, había traído una gran remesa de paños
para venderlos al precio que bien le pareciese, y aun se dijo que todo
ese paño venía de contrabando, de acuerdo con algunos mercaderes
extranjeros. No podía, pues, ver con buenos ojos que los Jesuítas
vendiesen en Lima lo paños de sus obrajes del Reino de Quito como
que esta venta venía a resultar un obstáculo para sus negocios y
granjerias. Lo primero que hizo fué acusar a los Jesuítas de corner­

ei) A rchivo S. / .
— 336 -

dentes y de defraudadores de las rentas Reales, e hizo cuanto pudo


para cerrar las procuras y desterrar a los procuradores.
«El Virrey, escribía el P. Ignacio Falcón, procurador de la Pro.
vincia de Quito, el io de Diciembre de 1765 ha escrito a la Corte de
Madrid una carta contra los Jesuítas, en la que hay más mentiras que
palabras». Y el 22 de Octubre de 1766 añadía: El Virrey había pro-
ferido varias veces la amenaza que nos había de destruir, y para el
logro de sus pretensiones no reparaba en injusticias, ni examinaba ||
verdad, sino que tiraba a oscurecerla por todos Ja dos, para que triunfe
la mentira que es muy favorita de su Excelencia. Por todos lado*
en Lima la persecución está sobre nosotros, pero entre tantos des.
consuelos tenemos la felicidad de que toda la ciudad de Lima gri­
ta a nuestro favor, y tan alto que tememos que esto mismo nos sea
dañoso». (1) Poca mella habían de hacer enei ánimo del interesado
Virrey estas protestas de los buenos. Sabía muy bien que nada de lo
que hiciera contra los Jesuítas sería mal visto en Madrid y que por
tanto tenía las espaldas seguras.
Además de estas molestias, no faltaron en este tiempo a nues­
tros Padres otras señales del desafecto y mala voluntad con que el
rey y sus ministros miraban a la Compañía. «Una fué, dice el P. Ve-
lasco, la Real Cédula expedida en los últimos tiempos sobre el asun­
to de los diezmos, cuyas cláusulas y expresiones todas mostraban ya
con sobrada claridad el ánimo del 'soberano contra la Compañía.
Otra el haber sido ella sola excluida, o no nombrada entre las Reli­
giones, cuando llegó a Quito la órden de la Corte, para que se hicie­
sen allí las honras por la difunta Reina de España, Dña. Isabel
Farnesio.
Otra mucho más clara y expresa fué la individua noticia de nuesr
tro extrañamiento que se tuvo en diversas casas de la Provincia,
como Quito, Ibarra, Riobamba por diversos Religiosos de otra Or­
den', por cartas secretas que ellos habían recibido de España, y esto
aun antes del 27 de Febrero, antes que el rey firmase el decreto de
expulsión».

3— Hemos dejado a los dos Procuradores en España, disponiendo


su jornada para Roma, a fin de dar cumplimiento a la segunda y más
importante parte de su oficio, que era informar al Prepósito General
del estado y necesidades de la Provincia. Hechos los últimos prepa­
rativos, los PP. Tomás de Larráin y Bernardo Recio, salieron de
Madrid con pasaportes muy amplios y con una cláusula que nunca
se había puesto basta entonces en el pasaporte de Procurador alguno.
Era esta que «en ninguna parte se les hiciese el menor registro de
lo que llevaban». Antes de salir de Madrid un personaje de distin­
ción en la Corte se había presentado al P. Provincial de Toledo ro­
gándole que entregase a los dos Procuradores de la Provincia de
Quito un paquete que traía y en cuya cubierta se veía el sello de la
Nunciatura, para que los Padres lo entregasen al Cardenal Torrigiani,1

(1) A rchivo S. J .
— 337 —

Secretario de Estado de Su Santidad, pretextando que quería apro­


vecharse de ocasión tan segura, cual era la ida de los dos Padres a
Roma- El P. .Provincial admitió el encargo de muy buena voluntad,
y tomando el paquete sin la menor sospecha, lo entregó a los dos
padres Procuradores. ¿Qué contenía aquel pliego que iba con el se­
llo de la Nunciatura? Nadie lo supo por entonces; más tarde se llegó
a saber que era una copia del folleto escrito por un portugués sobre
la calumniosa bastardía de Carlos III. Antes de establecer la verdad
de lo que acabamos de decir, oigamos cómo el P. Recio nos cuenta
su viaje y su arresto en compañía del P. Larráin.
«Poco antes de la expulsión, dice, llegaron de la Provincia de
Quito a Madrid sus últimos Procuradores, PP. Tomás Larráin y
B e r n a r d o Recio, y saliendo bien despachados de la Corte, al querer
entrar en Francia fueron detenidos en la Villa de Figueras, donde
pasaron tales cosas, que yo, uno de los dichos Procuradores, grande­
mente admirado, no supe a qué atribuir tan extraño trato, suspenso
con esta admiración, hasta que establecido ya en Roma habrá algu-
Dos años, sonó con mucho ruido la declaración del ministro Car­
valho, que decían confesó cómo los émulos de la Compañía habían
con dolo hecho llevar a dichos Procuradores un paquete, en que
iba el libro de la ilegitimidad de nuestro rey. Cuando se publicó esto
en Roma, vino uno a preguntarme por el dicho pliego sellado y au­
torizado con subscrición “ El Nuncio’ ’, queriendo saber quién lo ha­
bía entregado. Yo entonces empecé a pensar que podía ser esto
verdad, y que esto pudo ser la causa del trato que nos dieron en
Figueras. Recapacité especies y eché de ver que todo podía venir
encaminado a este fin. Lo primero tengo presente que el P. Provin­
cial Antonio Mourin nos dijo tenía que encomendarnos cierto reca­
do, encargándonos lo llevásemos con el mayor cuidado. Se presume
fué dicho pliego que con engaño le presentaron a dicho P. Provin­
cial de parte del Nuncio. Y el Padre como tan obsequioso a perso­
najes del mayor carácter, (y más en tiempos tan climatéricos), ofre­
ció hacerlo con mil amores. Supimos que saliendo de Madrid, nos
fué siguiendo un Capitán de suizos con orden de echarse sobre noso­
tros si declinábamos a embarcarnos en algún puerto. Deteniéndonos
por nueve días por menesteres de Barcelona, iba dicho Capitán a
inquirir cuándo marchaban los Padres. Saliendo finalmente y llega­
dos a Gerona, fué de aquí un abogado con el Capitán, como por
Asesor de la causa. Haciendo mediodía en un lugarcito pasaron va­
rios soldados que dijeron al calesero se presumía iban a prender a
los Padres. Contáronnoslo y nos reímos. Luego que llegamos a F i­
gueras (a la raya de Francia) en el mismo portal del mesón, nos ha­
llamos embestidos del Capitán con soldados y el abogado, que lla­
mando al escribano del lugar dieron principio a su comisión. Hay
orden, dijeron, para que Ustedes sean detenidos y secuestrados sus
hienes. Señores, dijimos, he aquí los despachos recientes de la Cor­
te. Mostráronnos entonces una provisión firmada del Consejo E x­
traordinario.
— 338

Subiendo con nosotros al cuarto de arriba, comenzaron abajo


los ministros inferiores el registro del carruaje, abriendo cortinas y
palpando todo, por si venía encubierto algún secreto. Llevando
arriba los baúles desocuparon el uno, y en él iban echando los libros
y paquetes de cartas, no perdonando a manuscrito alguno con tal
rigor, que aun mi confesión general fué a dar allá. Yo dije, detenga,
señor, mire que es confesión. No importa, me dijeron. Vale Dios
que estaba en cifra, ininteligible. El abogado iba leyendo los rótulos
de los paquetes muchos que venían de América y España y los iba
amontonando en el baúl. Llegando al del Nuncio, me ha quedado la
especie que se detuvo, como dudando, y miró al Capitán, que levan­
tándose de su silla lo tomó y echó con los demás. Siguióse el regis­
tro de las personas hasta meter manos en faltriqueras y palpar el
cuerpo. Y como yo por el pecho adolorido trújese unos pliegos de
papel, el hombre que todo lo registraba dijo: Aquí suena; yo enton­
ces desabrochándome saqué y le mostré el papel blanco, no sin un
doloroso suspiro, (i)
Como íbamos, por la misericordia de Dios, tan ceñidos a las ór­
denes superiores, no hallaron más dinero que el viático y algunos po­
cos reales en sacocha que nos volvieron. , A los dos mozos sirvientes
que traíamos los registraron aún con más rigor, y los hallaron sin
cosa; porque pudieron ellos reservar allá abajo algunos dineritos que
traían. (2) Al uno de más forma que llevaba botones de oro en un
jubón blanco que estaba entre la ropa, (porque allá en América lo
estilan) se los quitaron, como algunas sortijas y tumbagas que lleva­
ban de encomienda para algunos de Roma, y a nosotros nos embar­
garon gran porción de cruces de Caravaca para aplicarles indulgen­
cias. Algunas eran de plata, la mayor parte de alquimia tan fína y
reluciente que les parecía oro, y anduvieron haciendo experiencia
para ver si lo eran en realidad. Y he aquí todo el fundamento para
las voces que corrieron, y aun decantaron las gacetas, que llevába­
mos oros y moros, como dicen. El registro fué tan prolijo y circuns­
tanciado, que era muy entrada la noche cuando nos dejaron, apla­
zándonos para la mañana en que nos esperaba un interrogatorio
muy formal, y haciéndonos saber cómo quedábamos arrestados.
(Qué reposo tendríamos y qué sueño! Ciertamente aun ahora me
horrorizo: \Quum subit illius tristissima noctis imago 1
Ameneció el día de San Gregorio, [12 de Marzo], en que no
oímos misa; pues toda la mañana nos ocupó el prolijo interrogatorio,
así nuestro como de los mozos sirvientes. Inquirieron quiénes era­
mos, de dónde y a qué veníamos, qué hubo en la guerra de Quito,1

(1) En el archivo de Simancas existe otra relación más breve escrita por el P . Larráin al día
siguiente del arresto, 13 de Marzo de 1767, y dirigida al P . Rector del colegio de Barcelona.
Hablando del registro añade el P . Larráin que fué «tan severo y rigido que no perdonó nuestra»
personas y faltriqueras, hasta reducimos a que desciñésemos el cingulo y mostrásemos el hombre in­
terior, para tentar más libremente nuestro cuerpo. |Cosa vergonzosa para un Religioso cargado de
años y canas!» Archivode Simancas. Gracia y Justicia, 111 , 104. Citado por March,
El Beato José Pignatelli y su tiemfo, I, 127.
(2 ) S e llamaban Tomás Pesantes y Plácido Segura. Pesantes h ab iasido Donado por tres año».
— 339 -

sUscitada por la imposición de la alcabala, por dónde vinimos, por­


qué nos detuvimos cuatro meses en la Habana. A todo satisficimos
con breves palabras: que en la guerra de Quito nos ocupamos en
pacificar la ciudad; que la detención en la Habana fué por detenerse
el navio Real en que veníamos, que había encallado y se reparaba,
gastando allí el tiempo loablemente. Pero los mozos se explicaron
más por extenso, diciendo con verdad cómo nos expusimos a las
balas con el santo Cristo en la mano para aquietar a la gente, y có ­
mo en la Habana se hicieron muy ruidosas y fructuosas misiones, así
en la ciudad como en varios lugares del contorno. Del pliego, o cosa
que coincidiese con eso, no preguntaron nada. Condujeron a Madrid
con mucho costo un gran maletón o fardo de nuestros libros y plie­
gos, y mientras venía respuesta nos dieron por arrestados».
¿Qué contenía el paquete entregado en Madrid a los Padres
procuradores e interceptado luego en Figueras? Nada se pudo saber
por entonces. Pero años adelante, cuando el P. Recio desterrado de
España, se recogió a Roma, encontró que allí circulaba el rumor de
que en aquel paquete iba un folleto escrito por un portugués y tra­
ducido al castellano por un tal Mañalic, en donde se ponía en tela
de juicio la legitimidad de Carlos III y se calumniaba de la manera
más infame y soez a la difunta reina Dña. Isabel Farnesio, madre
del monarca y al cardenal Julio Alberoni. Decíase que esto se había
averiguado por unas declaraciones que hizo Pombal en el proceso
que se le intentó durante el reinado de Dña. María. «Llegado a Ro­
ma, dice el P. Recio, v i . . . .abiertas las puertas de la esperanza de
lograr en esta santa ciudad una vida quieta y pacífica, y con lo que
oí de la declaración de Carvalho, me confirmé en la persuasión de
que pudo ser así por lo que teogo expresado en el trato de Figue­
ras, y creo mostrarían el paquete a nuestro rey para confirmarle en
sus impresiones contra la Compañía».
Cuatro años después en 1781 el P. Recio .llegó a convencerse,
sin poder ya dudar de ello, que el paquete que recibió en Madrid
contenía un ejemplar del infame folleto sobre la bastardía del rey.
En efecto, en una conversación que tuvo con el cardenal Vitaliano
Borromeo, este ilustre purpurado le aseguró, dándole pruebas con­
vincentes de ello, que el folleto fué presentado a Carlos III, hacién­
dole creer que por cuenta propia lo llevaban a Roma los Procu­
radores.
Este testimonio, que es de la mayor importancia, nos consta
por una relación interesantísima del Jesuíta riobambefio P. José
Dávalos, fechada el 20 de Junio de 1812 en Castel d’ Azano, y con­
servada en la Biblioteca Vittorio Emmanuele de Roma, (i) Vamos

f ( ' ) El P . José Davalo» era aún novicio de an año cuando te intimó en Quito la inicua Prag­
matica de Carlos HL Aunque por no eatar todavía ligado con votoa hubiera podido volver al
1010 de su familia, prefirió seguir a loa Padres camino del destierro. Hizo sus votos en Italia, y
probablemente después de suprimida la Compañfa, se ordenó de sacerdote. Fué muy querido de
lodos por su apacible virtud. Escribió esta relación a ruegos de un amigo que le pedía noticias so-
bre el destierro de lo» Jesuítas de los dominios de España. Cír. Boero, Isto ria de la vita del
‘ • Pxtdre Giuseppe M, Pignatelli, lib. 2, c. 7, 135.
340 —

a copiar los párrafos principales de este documento, traducidos del


original italiano.
Dice así: « __ Digo después que he narrado los hechos referi­
dos más arriba [el arresto y registro de Figueras] tales como oportu-
ñámente los oí de mis hermanos de religión y paisanos desterrados...
Me enteré de lo sucedido principalmente por medio de mis paisa­
nos y colegas de la Provincia jesuítica de Quito, a la cual pertenecía
el P. Bernardo Recio, y de la cual había venido como Procurador
general elegido por la Congregación Provincial que se tuvo en Quito
el año de 176 5.. .. Antes y después de esta época conocí al P. R e.
ció, lo mismo que a su compañero el P. Tomás de Larráin, nombra­
do primer Procurador general.. . En la gira que hice el año pasado
para visitar a mis paisanos y amigos desterrados, después de diecio­
cho años de ausencia, me detuve principalmente con los grupos
que se hallaban en Bolonia, Imola, Faenza, Forli así como en Ra-
vena, por estar aquellos formados por individuos procedentes de
Quito, mi patria.
De estos sujetos en particular averigüé las noticias, que tengo
el gusto de comunicarle. Ellos me la confirmaron plenamente, como
testigos oculares, por decirlo así, del suceso estrepitoso acaecido al
P. Recio y a su compañero el P. Larráin. Digo esto con tanto ma­
yor razón cuanto mis paisanos de Quito estaban perfectamente al
tanto de estas cosas por las cartas que el P. Recio, compañero suyo
y sujeto de la misma Provincia, les había escrito, informándoles de
todo, luego de su llegada a Roma. Tuve largas y particulares pláti­
cas sobre esta materia con los señores D. José Valdivieso, D. Miguel
Chiriboga, D. Mariano Andrade, (1) y tantos otros colegas y amigos
del Procurador general.
Ahora viniendo a un pormenor particular e interesante en prue­
ba de lo que llevo dicho, le diré que habiendo fijado mi domicilio en
Faenza después de la funesta abolición, iba de vez en cuando a Ra-
vena para visitar a mis paisanos, amigos y no pocos allegados ex­
jesuítas. Renové con este objeto mi visita en 1781, y al mismo tiem­
po a fin de cumplir con un deber de cortesía con el Exmo. Cardenal
Valentín Gonzaga, legado de la Romafia. Hallándome una mañana
con un sujeto de mi Provincia, que fué un tiempo mi Superior, el
P. Ignacio Peramás, me mostró él una carta del P. Recio, escrita
a Ravena a su amigo y compañero, el P. Juan Hospital de la mis­
ma Provincia de Quito. Yendo por la calle el P. Peramás me infor­
mó del contenido de la carta, la cual él la iba mostrando de mano
en mano a los otros paisanos, que ahora éramos muchos. En sus­
tancia decía el P. Recio a 17 de Julio de 1781 que estando alojado
en el colegio del Gesá en Roma, había recibido una visita del Car­
denal Vitaliano Borromeo, el cual entre otras cosas quería que le
informase de su viaje de Quito a Madrid, de su permanencia en la1

(1) Lo» P P . José Valdivieso, Miguel Chiriboga y M ariano Andrade, Jesuítas de la Provincia
de Quito, secularizados después de la supresión de la Compañía por Clemente X IV .
— 341 —

Corte, de su salida de ella, de su destino y particularmente de todo


lo que había pasado, sobre todo desde Madrid hasta la frontera entre
Francia y España. Llegando la plática al asunto del paquete que se
le encargó a nombre del Nuncio Pallavicini, preguntóle el Cardenal
Borromeo si sabía el contenido del paquete. Respondió el P. Recio
que no le era posible saberlo. Entonces replicó el Cardenal: por
cierto, P. Bernardo, Ud. no podía saberlo; mas yo se lo diré. El fa-
maso paquete maliciosamente consignado a Ud. y acompañado con
supuesto billete del Nuncio Pontificio, suplicándole lo llevase a
Roma, encerraba la inicua obra de la bastardía, compuesta por los
enemigos de los jesuítas; obra con la cual se tramó una negra calum-
oia, que ha producido la fatal abolición, y tiene por título. La bas­
tardía de Carlos I I I . (i)
Y he aquí por qué el bueu rey, en su decreto de extrañamiento
de los jesuítas, dice que se reserva en su real pecho las razones que
tenía para una tal resolución. (2) Yo mismo dijo el Cardenal Bo­
rromeo al P. Recio, he visto los procesos que acaban de llegar a
Roma y las explícitas declaraciones y retratacciones que en ellos
hace el ministro Pombal en favor de la inocencia de los Jesuítas y
la nobleza de Portugal, descubriendo las cabalas y las intrigas y
cuanto de maligno se forjó, mayormente contra la Compañía.
Quedó atónito el P. Recio al escuchar aquella relación como lo
quedaron todos sus compañeros, y todos a la vez, los españoles,
portugueses, italianos y franceses saltaban de gozo por descubrimien­
to tan feliz y glorioso para la Compañía». (3) Hasta aquí la relación
del P. Dávalos.
No han faltado autores, como Ferrer del Río, (4) y D. Modesto
Lafuente, (5) quienes califican de fábula excogitada por los apasio­
nados y parciales de los Jesuítas, lo de los escritos sobre la bastardía
que se pretendió haber encontrado en el aposento del Rector del
colegio imperial de Madrid y en el equipaje de los Procuradores de1

(1) El P . José M a March sospecha que Monseñor Vincenti, auditor de la Nunciatura al


tiempo del arresto de Figueras, íué quien por descuido o complicidad se prestó a la entrega del
luquete con sello de la Nunciatura. S i Vincenti íué entonces realmente culpable, después siendo
Nuncio en la Corte de España, reparó la falta cometida, abogando valientemente por la restau­
ración de la suprimida Compañía. Cfr. M arch; El restaurador de la Compañía de Jésús,
Beato José Pignalelli y su tiempo, 1, 127.
(2) Según atinadamente observa el P . Nonell, el folleto, interceptado en Figueras no influyó
directamente en la expedición de la Pragmática de extrañamiento, pues estaba firmada, cuando los
Padres lucran detenidos. En efecto, el arresto tuvo lugar en la tarde del 11 de Marzo y el regis­
tro ai día siguiente; la Pragmática Sanción se firmó el 27 de Febrero. Poco tiempo antes la policía,
nabía encontrado en el aposento del P . Joaquín Navarro, Rector del colegio imperial de M adrid
el mismo infame follefo introducido allí fraudulentamente. E l V. P. José Pignalelli, lib. I,
c- 8; 1, 164, nota I. Cfr. M arch, El Restaurador de la Compañía de Jesils, Beato José
"‘gitatela y su tiempo, I, 123.
Por esto el Recio se expresa con mucha exactitud al decir que mostrarían el paquete al rey
♦para confirmarle en sus impresiones contra la Com pañía». L, c.
(3) Biblioteca Vittorio Emmanuele, fondo jesuítico, 3518, 1389. Copia parte de este
documento el P. Boero en su Istoria della vita del V. Padre Giuseppe M. Pignatelli,
'• I c. 7, 135-37.
(4) Bistorta del reinado de Carlos IH, II, 182.
(5) Historia General de Es-paña> P . IIIf 1, 8» c. 7; X X , 232.
— 34 2 —

la Provincia de Quito. Ciñiéndonos a este último caso, que es el qUe


más directamente nos interesa, debemos advertir aute todo que el
hecho del arresto y del registro en Figueras es ciertísimo. La notici»
corrió entonces por todas las Gacetas y correspondencias, particula,
res o diplomáticas. Diecinueve días después del arresto, el 31 <je
Marzo de 1767, el mismo Nuncio Pallavicini lo comunicaba desde
Madrid al Cardenal Secretario de Estado. (1) No es menos históri­
camente cierto el ardid infame con que los ministros de Carlos III
trataron de exacerbar el odio fanático que habían logrado infundir
en el corazón del monarca contra la Compañía de Jesús; pues ha­
blan de él de manera clara y terminante las relaciones del P. Recio
y ’del P. Dávalos, cuya ingenua sencillez es garantía de su veracidad.
¿Con qué conciencia histórica se pueden llamar invención absurda,
como lo hace Lafuente, las afirmaciones tan categóricas de aquellus
dos venerables Religiosos, mientras no se pruebe que fueron unos
impostores y falsarios?
Además si las providencias tan minuciosas que se tomaron para
seguir los pasos a los Procuradores, desde su salida de Madrid, y pa­
ra detenerlos y registrarlos antes de que pasasen la frontera, no
obedecían a algún fin secreto, ¿cuál podía ser su objeto? ¿Acaso
interceptar algún despacho del Nuncio? Este, amicísimo de los mi­
nistros españoles y bastante a oscuras de lo que meditaban, no po-
día inspirarles mucho cuidado. Además estaban éstos avezados a in­
terceptar con toda facilidad los despachos de la Nunciatura, como lo
prueba el número de estos documentos que reposan en el fondo
Estado del Archivo de Simancas. Luego, al despojar violentamente
a los Procuradores de todos sus papeles, los muñidores de la expul­
sión buscaban otra cosà; esperaban sin duda encontrar en su equi­
paje algo que poder añadir al capítulo de acusaciones, base del ex­
trañamiento, y desde luego la acusación de haber propalado la ca­
lumniosa especie de la bastardía que fué uno de los temas más mano­
seados en conversaciones,corrillos y aúnen pasquines y hojas volantes
de aquel tiempo. (2)
Por lo demás en los sucesos de Figueras se pueden fácilmente
observar el mismo impenetrable sigilo, la misma refinada perfidia, el
mismo cinismo descarado en atropellar los derechos más sagrados,
con que se ejecutaron todos los actos que precedieron y acompa­
ñaron a la expulsión de la Compañía de los dominios del rey ca­
tólico.

l ) A rchivo de Simancas, fo n d o E stado, 5,072. Cfr. M arch, o. c. I, 127, nota 2.


Í2) M arch, o. c. I, 127, nota 2. En et Archivo de Simancas, fondo Gracia y Justicia,
1009, n. 294, fol. 534, se conserva una correspondencia del Jefe de Postas, Angulo, en la que
comunica a Roda, cómo al desembarcar en Cádiz los P P . Larráin y Recio, ha logrado registrar
los papeles del primero «sin estrépito y del modo más natural y sencillo». Puede verse el texto in­
tegro del documento, fechado a 3 de Setiembre de 1766, en Egufa Ruiz, E l P. Isidro L6ftz
y el motín de Esquiladre, 153, dota 31. Por el contenido de la correspondencia se puede de­
ducir con omnímoda certeza, que los ministros seguían cuidadosamente los pasos de los Procura­
dores desde su llegada a España.
34 3 —

Sólo resta ahora que digamos algo de la suerte que cupo a los
dos Procuradores tan estrepitosamente arrestados en Figueras. Lue*
«o de detenerlos en esta villa, los agentes del gobierno condujeron
I |os padres a Gerona, junto con los criados que habían traído con­
sigo desde Quito. En Gerona estos mozos fueron encerrados en la
cárcel pública, donde permanecieron siete aSos, por el úuico crimen
de haber acompañado a los Procuradores Jesuítas, a los que se re­
cluyó en el convento de la Merced. El pobre P. Larráiu, entrado
ya en años, no pudo soportar el peso de tantas penalidades y afren­
tas. Presa de honda melancolía, murió de pura pena a los seis me­
ses de su reclusión, el 12 de Octubre de 1767. Había nacido este
insigne Religioso en Santiago de Chile el 7 de Marzo de 1763; en­
tró en la Compañía el 27 de Noviembre de 1720 e hizo la profesión
solemne el 15 de Agosto de 1736. Después de enseñar Filosofía y
Derecho Canónico, gobernó los colegios de Cuenca e Ibarra. Era
Maestro de novicios en Quito, cuando la Congregación Provincial
le nombró primer Procurador a Roma.
Era hijo de D. Santiago de Larráin, Presidente que fué de la
Real Audiencia de Quito, y cuando este noble caballero volvió a Chi­
le, después de suprimida la Real Audiencia de esta ciudad, el P. L a­
rráin no quiso hacer uso de la facultad que le concedió el M. R. P.
Miguel Angel Tamburini, en atención a su padre, de pasar a la Vice­
provincia de Chile. Este hermoso ejemplo de desprendimiento es
tanto más digno de admiración, cuanto entonces el buen P. Tomás
00 tenía sino unos tres o cuatro años de vida religiosa. E l P. La­
rráin es benemérito en alto grado de la Provincia de Quito por haberla
servido no sólo con su persona, sino también con sus bienes; por­
que entregó toda su legítima, que ascendía a 40.000 pesos para la
fundación del noviciado en Quito y para sostener constantemente
una bina de operarios que recorriesen constantemente la diócesis de
Quito, dando misiones volautes por los pueblos y caseríos.
En cuanto al P. Bernardo Recio, permaneció casi diez años en
Gerona, primero recluido en el convento de la Merced, hasta el
Breve de Clemente X IV suprimiendo la Compañía en 1773, y des­
pués con la ciudad por cárcel hasta 1776. Entonces, a instancias
suyas, se le permitió seguir la suerte de los demás Jesuítas.
Con lenta navegación llegó a Roma a principios de 1777, y por
cierto en e) camino sucedió un caso que mostró bien cómo los traba­
jos y sufrimientos en nada habían disminuido el ardoroso celo del
P. Recio; porque viéndose precisado el patrón de la nave a dete­
nerse algún tiempo en uno de los puertos de escala, al punto apro­
vechó esta oportunidad para dar con licencia de la autoridad ecle­
siástica una misión de nueve días. Murió en la ciudad Eterna el
«7 de .Enero de 1791.
Fué el P. Bernardo Recio natural de Alaejos, pueblo cercano
a Valladolid, y nació el 20 de Agosto de 1714. Siguiendo el ejemplo
de su hermano Clemente, que fué con el tiempo Provincial de Cas
tilla, entró en la Compañía, apenas cumplidos catorce años, el 24
de Agosto de 1728. Pidió y obtuvo pasar a América en la expedición
que condujo el P. Tomás Nieto Polo en 1750. Fué uno de los ope.
rarios más celosos y activos que tuvo la Provincia de Quito en sug
últimos tiempos. Recorrió durante cinco o seis años la vastísima
diócesis de Quito, misionando con notable fruto en Quito, Cuenca,
Guayaquil, Portoviejo, Loja, Ambato, Latacunga, Riobamba, Ibarra
y Pasto. En 1760 fué nombrado Rector de Panamá y en 1763 de
Cuenca. Hombre de solidísimas virtudes, pensaba consagrarse a la
conversión de los infieles en el Marañón, a su vuelta de Europa.
Tres años después de su muerte el P. Gaspar Janer publicó su vida
en italiano. (1)

O) Vita del Sacerdote P . B ern ardo Recio d ata alla luce de Don Ca spare la.
ner Foligno 1794. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, IV,
col. 730,
CA PITU LO D IE C ISIE T E

U S RIQUEZAS D E LOS JE S U IT A S E N L A A N T IG U A P R O V IN C IA D E QUITO

SUMARIO: I Consideraciones generale*.—2. La* hacienda* de la Compañía.—


3. Verdadero estado económico de la Provincia en el siglo X V III.—
4. El limo. Sr. González Suárez y las riquezas de ios Jesuítas.

GONZALEZ SU A R E Z , Distaria Ceserai de la República del EcHader, I V , lib. 3 , c . 18; V , lib. 4


c. 5 .—A R C H IV O S . J .

i — Más de una vez en el transcurso de esta Historia, hemos te­


nido que rectificar exageraciones tendenciosas y aun errores mani­
fiestos acerca de las inmensas riquezas que atribuyen a los Jesuítas
de la Provincia de Quito algunos historiadores y en particular el
limo. Sr. González Suárez en su Historia General de la República
del Ecuador,
La especie calumniosa ha hecho fortuna. Bastante difundida ya
antes de la expulsión de Carlos III, ha tomado cuerpo en nuestros
días hasta el punto de que, no solamente el vulgo crédulo, siempre
dispuesto a dar oídos a semejantes consejas, tiene por verdad incon­
cusa la fabulosa opulencia de que gozaban los Jesuítas en tiempo de
la Colonia, sino que aun personas cultas y conocedoras de nuestra
Historia, apenas tienen otra idea de nuestros antiguos Padres sino la
de que fueron inmensamente ricos. Esta consideración nos ha movido a
tratar de propósito esta materia en un estudio de conjunto,en el que,
a base de datos rigurosamente comprobados, se esclarezca la verdad
histórica sobre los bienes y riquezas que poseyeron los Jesuítas de la
antigua Provincia de Quito. No es nuestro intento hacer en este
capítulo una apología de nuestra Orden. Sólo queremos exponer leal­
mente a la consideración de los espíritus sinceros el estado económi­
co de la Provincia de Quito tal como era en el campo de la realidad,
a fin de que, si nuestros argumentos tienen algún peso, cese por fin
una leyenda que resulta en grave desdoro de una Orden religiosa cu­
ya actuación ha sido tantas veces aprobada por la autoridad suprema
del Vicario de Jesucristo.
En la exposición de la materia tropezaremos necesariamente
c°n el limo. Sr. González Suárez, muchas de cuyas afirmaciones
tendremos que refutar y a cuyas acusaciones tendremos que respon­
der. Lo haremos con el respeto debido a su alta dignidad de Arzo-
— 346 -

bispo de Quito y coo la consideración y aprecio que nos merecen sus


ejecutorias como historiador, pero al mismo tiempo con la libertad
que debe acompañar a la investigación de la verdad histórica. Amicus
Plato sed magis amica veritas.
Para proceder con orden y claridad en asunto tan discutido, ha­
remos algunas advertencias preliminares destinadas a ilustrar el cri­
terio del lector que no esté tan familiarizado con la condición juridi­
ca de los bienes de los Religiosos conforme a las leyes de la Iglesia y
y a las Constituciones de la propia Orden.
Según la ley eclesiástica, los Religiosos en general y por consi.
guíente los Jesuítas no son dueños y propietarios de sus bienes en el
sentido estricto que se da a esta palabra en el Derecho civil; porque,
si bien las comunidades religiosas, lo mismo que cualquier persona
moral dentro de la Iglesia, pueden tener título de verdadero dominio
respecto de los bienes temporales, el ejercicio de este dominio está
sujeto y subordinado a la autoridad del Romano Pontífice, supremo
administrador de los bienes de la Iglesia.
Más importante todavía es para el esclarecimiento de la cuestión
que nos ocupa, el hecho de que en el terreno económico las casas de
la Compañía de Jesús son, conforme a lo prescrito en su Instituto,
enteramente independientes unas de otras; por donde la abundancia
o penuria de un colegio o casa en nada afecta al estado económico
de otra casa o colegio aun dentro de una misma nación o Provincia.
Por aquí se comprenderá que sería más exacto hablar de las riquezas
de tal o cual colegio, que de las riquezas de los Jesuítas de la Provin­
cia de Quito; pues, como de seguida veremos, mientras algunas ca­
sas de esta Provincia estaban regularmente proveídas, otras en cam­
bio padecían notable estrechez, y a temporadas verdadera miseria.
Pero sobre todo se debe tener en cuenta, para juzgar con verda­
dero conocimiento de causa de las riquezas de nuestros antiguos
Padres, que los Jesuítas de la Provincia de Quito no recibían
ni podían recibir un maravedí ni por sus ministerios espirituales, ni
como estipendio por misas, ni con título de pensión por la instrucción
que daban en sus clases de primeras Letras o en sus colegios y Uni­
versidad; porque todo esto lo debían prestar gratuitamente conforme
a su Instituto. Por otra parte no administraban parroquias con cuyos
proventos pudiesen ayudar a sus casas, como lícitamente lo hacían
otros Religiosos.

2— Ahora bien, ¿cómo allegar los fondos indispensables para


hacer frente a los cuantiosos gastos que exigían la manutención de
los Religiosos, la adquisición de libros y otros instrumentos de tra­
bajo de que necesitaban nuestros profesores, el pago de las becas para
estudiantes pobres, el sostenimiento del culto divino que en tiempo
de la Colonia se distinguía por lo extraordinario de su esplendor y
consumía sumas de dinero mucho mayores de lo que ahora nos ima­
ginamos? ¿Cómo ayudar con lo más preciso a nuestros heroicos mi­
sioneros, que palmo a palmo iban conquistando para el Evangelio y
para la civilización las selvas amazónicas?
— 347 -

La experiencia de largos años había enseñado a nuestros Padres


que para el sustento decente de diez o doce Religiosos, que eran los
necesarios para un colegio, hacía falta una suma de 40.000 pe­
sos que redituasen al dos o tres por ciento. Mas, como por razón
del atraso de la economía pública en la Colonia, el dinero era apenas
f r u c t íf e r o de por sí, se veían precisados nuestros Padres a colocarlo
en tierras, por ser prácticamente la única manera de hacerlo produ­
cir. (1) P°r est0» cuando las ciudades o los particulares hacían ins­
tancias para que la Compañía abriese algún colegio, lo ordinario era
ofrecer una o varias haciendas, con cuyos réditos pudiesen vivir los
sujetos que habían de integrar la nueva casa; y cuando en algunos ca­
sos contados, como en la fundación del colegip de Buga, la renta se
entregó en efectivo, por la razón antes dicha, fué menester invertir
este dinero en la compra de algún fundo productivo.
El sostenimiento de las Misiones del Marañón imponían, a su
vez, gastos muy crecidos; porque era preciso atender no solamente
a la manutención de los misioneros y al culto divino, sino también a
la compra de herramienta,utensilios y abalorios, que eran necesarios,
ya sea para hacer nuevas entradas, ya para proveer a los indios re­
ducidos de los instrumentos de trabajo más indispensables para sus
desmontes y sementeras.
Finalmente otra partida de gastos muy considerable la constituían
las expediciones periódicas de Religiosos, que de las Provincias de Eu­
ropa venían a trabajar en las de América,incapaces todavía de bastarse
a sí mismas. Porque, aunque el rey ayudaba con algo para el avío y
viaje de los expedicionarios, la mayor parte de los gastos debfa su­
fragarlos la Provincia, de suerte que se calculaba en unos 15.000 pe­
sos el costo mínimo de una expedición. Las Misiones y el Oßcio de
Provincia, que debía dar lo necesario para los viajes de los Procura­
dores y de las expediciones que ellos conducían a su regreso de
Europa, necesitaban por consiguiente tener también haciendas de
donde sacar los fondos imprescindibles para estos gastos.
Aquí tiene el lector la razón de porqué la Compañía poseía ha­
ciendas y fundos de mayor o menor extensión en América.
Daremos aquí el resumen completo de las haciendas que poseían
los Jesuítas en el territorio de la República al tiempo de la expulsión.
Lo tomamos del P. Juan de Velasco, que las había recorrido casi
todas personalmente y había administrado las del colegio de Ibarra en
calidad de Procurador. (2)*15 0

( ') Véase lo que sobre eato dijimos en el libro segundo, capitulo cuarto de este volumen;
pág. 194.
(2) El colegio de Quito tenia doce haciendas entre buenas y malas, grandes y pequeñas; y le
cían necesarias todas ellas para la manutención de su numerosa Comunidad, que rara vez bajaba
150 personas entre Religiosos y seglares, para el sostenimiento del culto divino en su iglesia y pa­
ra las limosnas ordinarias a los pobres. Administraba además el colegio, pero sin ningún emolumento
Propio la hacienda de Guachalá y el Obraje de Yaruqui en favor de las Misiones del Marañón; y
las haciendas de Cotocollao, A langasi con Santa Clara, el obraje de San Ildefonso con sus siete
hacienda: pequeñas anejas al mismo Obraje, con las que se provefan las becas del colegio de San
Luis.
— 348 —

De sobra veían nuestros Padres los grandes inconvenientes dete­


ner colocadas en esta forma las rentas que servían para el sustento pro­
pio y para el sostenimiento de sus obras y empresas apostólicas. Pel0
no tenían más remedio que acomodarse a las condiciones del tiempo»
del lugar en que vivían. Ya en 1592 el P. Diego de Avellaneda, Visi-
tador de la Provincia de México, exponía en un informe a Felipe II
estos conceptos que pueden aplicarse sin cambiar una palabra a la
Provincia de Quito. «Por ser [en estas partes] los censos tan mal se­
guros, [los Padres de la Compañía] no hallan en qué emplear sus fun­
daciones, si no es en estancias de ganado y labor, para sustentarse
con los réditos y frutos de ellas, los cuales son de tanto más ruido,
trabajo y distracción que provecho. Pues todas las casas y colegios
andan tan alcanzados y empeñados y los Religiosos que atienden al
gobierno de ellos cansados y afligidos, y acerca de los seculares, con
nombres de ricos y codiciosos. Y cierto que yo he deseado en gran
manera hallar traza con que poderse sustentar los de la Compañía
aquí conforme a nuestro Instituto, sin tan grande ocupación y dis­
tracción de los Padres que atienden a estas haciendas.. .Mas, como
d ije,. . .los censos valen poco, y así no he podido hallar otra cosa que
lo dicho». (1)
Pero aun admitiendo que los Jesuítas necesitasen haciendas pa­
ra vivir, ¿no era excesivo el número de las que poseían en la Provin­
cia de Quito? Así han pensado muchos, entre otros los célebres via­
jeros Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que recorrieron nuestras regiones
en la primera mitad del siglo X VIII. «Es innegable, dicen, que la
Compañía se ha hecho poderosa en las Indias, y que goza riquezas
muy crecidas, y aunque no perjudique tanto a los particulares, no
obstante, convendría poner límite a sus rentas; pues ha venido a su­
ceder, que con lo que unas Ancas les han producido, han adquirido
otras, y así, en los tiempos presentes, son suyas las principales y más
cuantiosas, de tal modo que una Provincia como la que Quito, en

L a Provincia tenía ocho, coyol producto» se invertían en traer misioneros de Europa para
que trabajasen aquí en la conversión de los infieles, en los ministerios sagrados o en la enseñanza
en los colegios; el producto de estas haciendas no siempre bastaba para cubrir los gastos. La Casa
del Noviciado tenía tres, que tampoco le bastaban para el sostenimiento de sus moradores. La Casa
de Ejercicios tenía una, cuyo producto se empleaba exclusivamente en la alimentación de los Ejer­
citantes. E l colegio de Latacunga tenía seis, cuyo producto era tan corto que no alcanzaba para
el mantenimiento de los Religiosos; manejaba además este colegio, sin ninguna utilidad propia, la
hacienda de Pilahaló que pertenecía a la Congregación de la Buena Muerte de Quito y la de
Tontapí que era del Noviciado. L a Residencia de Ambato tenía cinco, cuyo producto nunca [ué
suficiente para atender a los gastos de la casa y de la iglesia. E l colegio de Cuenca poseía también
seis con unas cuadras en el Ejido y un molino; administraba además, sin ningún provecho propio,
la hacienda de Pórtete que pertenecía a la Congregación de Nuestra Señora de Loreto de Cuenca.
E l colegio de Riobamba tenía seis con un tejar, un molino y unas cuadras de alfalfa cerca de la
ciudad. E l colegio de Loja tenía dos haciendas. El colegio de G uayaquil tiene siete haciendas,
una de ellas, Santa Catalina, daba diez pesos anuales de arriendo; las dos de Salinas y Guare es­
taban casi abandonadas. 171 colegio de Ibarra tenía cuatro haciendas con dos potreros y unas cua­
dras de alfalfa cerca de la ciudad y además un molino. Total sesenta y tres. De las otras sólo te­
nía la administración. Cfr. A rchivo S .J .
(I) Cfr. Astráin, H istoria de la Cotnhañía de J e s ú s en la Asisteneia de Estaño,
IV. 410-II.
— 349 —

ñafio, azúcares, dulces, quesos y otros frutos que producen las ha­
ciendas de la Compañía, hacen sumas muy considerables», (i)
Nada diremos aquí de las afirmaciones del limo. Sr. González
Suárez, porque las examinaremos de propósito al final de este capítu­
lo Las observaciones de los autores de las Noticias secretas de Amé­
rica, que acabamos de copiar, son a no dudarlo, reflejo de una opi­
nión bastante difundida entre los españoles de aquel tiempo. Ahora
bien, ¿qué fundamento tienen estas ideas sobre las riquezas de los
Jesuítas en el siglo XVIII? ¿Eran en realidad desmesuradas sus pose­
siones territoriales? En parte hemos contestado ya a esta pregunta
en el capítulo cuarto de esté libro. Allí vimos cómo habiendo he­
cho los Superiores de la Provincia por orden del P. General Francis­
co Retz un examen prolijo de las haciendas y de la renta líquida que
producían, con el intento expreso de averiguar si alguna o algunas
no eran necesarias a fin de venderlas inmediatamente, el resultado de
esta averiguación fué que todas hacían falta para el sostenimiento de­
coroso de los sujetos y de las obras emprendidas por la Compañía. El
cuadro del estado económico de la Provincia que vamos a presentar
a continuación hará ver a quienquiera que examine esta cuestión sin
ánimo prevenido, cuán justificado era el parecer negativo de los Pa­
dres a quienes se encomendó este examen. Allí se verá cómo el pro­
ducto de las haciendas de la Compañía en la Provincia de Quito,
lejos de ser una fuente inagotable de riquezas asombrosas, bastaba a
duras penas a satisfacer las necesidades más imprescindibles.
Mas, antes de abordar este punto, de cuyo esclarecimiento de­
pende el juicio imparcial y exacto que se haya de formar sobre las
riquezas de los Jesuítas de la Provincia de Quito, permítasenos hacer
algunas observaciones generales que ayudarán, según creemos, a apre­
ciar en su justo valor lo que representaban las posesiones de nuestros
antiguos Padres.
Y en primer lugar, ¿qué vale todo lo que tenía la Compañía en
los siglos X VII y X VIII en comparación de las riquezas que alcanza
cualquier mediano capitalista de nuestros tiempos? Por donde, aun en
el caso de que se probase que los Jesuítas de la Provincia de Quito
eran ricos, esto se había de entender respecto de la riqueza privada
en tiempo de la Colonia y dentro de las circunstancias económicas
peculiares de la época. No se vaya, pues, a creer que los bienes de
los Jesuítas equivaliesen de algún modo a la fortuna de algunos de
aquellos potentados del dinero que imponen la ley en las Bolsas de
de Londres o de New York.
Y si bien, computadas las cosas, la riqueza de los Jesuítas resulta
todavía notable para su tiempo, no era en realidad muy grande, ni
mucho menos excesiva, si se la compara con el número de sujetos que
se debían mantener con ella, los cuales eran 270, y con las obras del
culto divino, de la enseñanza pública y de la penetración misionera en
el Oriente, que se debían sostener. Un conjunto de haciendas, como1

(1) N oticias secretas de Am érica, 532.


— 35° —

el que poseían los Jesuítas de la Provincia de Quito al tiempo de su e*.


pulsión, en manos de una familia particular resultaría un espléndido
patrimonio, fuente de pingües y bien saneadas rentas; pero, el mismo
repartido entre varios centenares de individuos obligados a sostener
obras de grande amplitud y costo, puede constituir a lo sumo una
holgada medianía.
Adviértase finalmente, a fin de evitar graves errores en la apre­
ciación del número y extensión de las haciendas de los antiguos Jesuí­
tas, que es preciso tener cuenta con las condiciones peculiares de
la economía nacional y de la distribución de la propiedad en tiempo
de la Colonia. Si aun ahora, cuando la población del Ecuador es ocho
o nueve veces mayor, (i) no faltan en varias regiones de la Repú-
blica tierras baldías, que están esperando brazos que las pongan en
valor, se comprende que fuese entonces inmensa la extensión de tie­
rras disponibles para el cultivo. Por donde a nadie puede extrañar que
la Compañía y las demás Ordenes religiosas poseyesen grandes fundos
rústicos al igual de los particulares. La extensión de las propiedades
era en aquellos tiempos consecuencia natural de la escasez relativa
de propietarios. Por otra parte el valor de las haciendas, como fuente
de producción y de riqueza era incomparablemente menor del que
hoy tienen, ya por el atraso de la agricultura, ya por la poca salida
que lograban los productos. En general se puede afirmar que las ha­
ciendas en tiempo de la Colonia apenas si producían el tres por cien­
to. El Presidente Diguja en carta de 28 de Marzo de 1778 al conde
de Aranda, afirma que ni eso producían las haciendas incautadas a los
Jesuítas. (2)

3— Esto supuesto, bajemos de estas consideraciones de orden


general al terreno de los hechos concretos y particulares. Veamos con
números precisos sacados de documentos irrecusables cuál era exac­
tamente el producto de las haciendas de los Jesuítas en la Provincia
de Quito. Para ello presentaremos a nuestros lectores dos cuadros,
cuyos originales tenemos a la vista, en los que consta de una manera1

(1) E l cento de 1779 dio para la tierra, menot Cuenca y Loja, un total de 305.569 ha­
bitante!
(2) Diguja habia recibido una orden de venta y enajenación de lat íincat a favor de particu-
laret. H e aqui cómo expone la impotibilidad de efectuar etta venta a plazo o a cento con in­
terea del 3 %.
«Pero aun en el cato de que la Junta de Temporalidades hubiese arbitrado el admitir
para hipotecas de los créditos censuales, nasta en cantidad de la mitad de tu importe, aquello*
fondos que se suponen resultar a favor de los propietarios, además de los capitales, que reconocen
de censos consecuentes a la tasación de las haciendas al fin de mirar al fomento de estos vasa­
llos seculares, para que se arraiguen t y establezcan en ellas; no hubiera tenido efecto al fin de la
R eal Piedad, a cauta de que en las circunstancias que este país se halla, no producen las fincas
el 3 p. % libre de costos, sin contar el deterioro que suele ocasionar la intemperie de las estacio­
nes; debiendo resultar el que percibiendo los compradores menos renta de la que estaban obliga­
dos a satisfacer, ' : la que también se impende en otros gastos, echasen mano para pagar el ré­
dito en los primer, i años de los ganados que debían servir para manutención de las fincas u otras
iguales especies cuya extracción hiciese disminuir el usufructo; hasta que no pudiendo ya hacer
los anuales pagamentos se viese precisada la parte de Temporalidades con quebranto considerable
de ellas, a resumir o ejecutar la finca con las más que se hubiesen hipotecado, quedando destrui­
dos el principal y fiadores a quienes detea la benignidad del R ey nuestro Señor beneficiar». Ar­
chivo S ,J .
— 351

oficial el estado económico de la Provincia de Quito en el siglo XVIII


cuando, a juicio de los detractores de la Compañía de Jesús, ésta ha­
bía llegado a gozar entre nosotros de una opulencia poco menos que
fabulosa.
El primero es un informe, que lleva la fecha de 1764, destinado
a dar cuenta al P. General de la Compañía así del número de Religio­
sos que hay en la Provincia y en cada uno de sus domicilios, comò
del estado económico de las casas. En él se expone el promedio del
producto de las haciendas computado por espacio de nueve años, así
como las cargas, deudas y censos en favor o en contra de cada casa.
Trabajaron en su redacción el Procurador, el Rector, y cuatro Pa­
dres de los más respetables de cada colegio o Misión. Una vez termi­
nado, la Congregación Provincial de 1766 lo revisó y aprobó. Todos
tenían obligación de conciencia de decir la verdad lisa y sencillamen­
te. Dice así este documento de trascendental importancia, cuyo tex­
to original ponemos en nota.

«Estado de los bienes temporales de la Provincia de Quito


en el año de 1764

La Provincia consta de 270 Religiosos, de los cuales 8 pertene­


cen al Oficio de Provincia, 94 viven en el colegio Máximo, 22 en el
Noviciado, 6 en el colegio seminario de San Luis, 9 en el colegio de
Panamá, 19 en el de Popayán, .7 en el de Latacunga, 14 en el de
Cuenca, io en el de Ibarra, 10 en el de Guayaquil, 9 en el de Rio-
bamba, 7 en el de Pasto, 8 en «1 de Loja, 7 en la Residencia de Am-
bato, 23 en las Misiones de Mainas, 2 en las Misiones del Ñapo, 2 en
la Misión de Lamas, 3 en la Misión de Piura y 4 que se hallan fuera
del territorio de la Provincia. (1)
Las haciendas de Provincia mantienen a 8 de nuestros Religio­
sos^ Padres y 4 Hermanos Coadjutores. La renta anual es de 10.964
pesos, de los cuales hay que restar 1.066 pesos de un censo anual por
un principal de 35.450 pesos. Debe 2.080,le deben 60.68. Tiene en di­
nero 7.000 pesos. (2)
C O L E G IO M A X IM O DE Q U ITO

Mantiene 94 Religiosos; 48 Padres, 23 Estudiantes y 23 Herma­


nos Coadjutores. Uno de los Padres es Prefecto de Estudios, 6 son1

(1) «Status temporalis Provinciae Quitensis, anno 1764.


Sunt in hac Provincia Socii 270: ex quibus in Officio Provinciae 8; in Collegio Maximo
Quitfnsi 94; in Domo Probationis Quitensi 22; in Collegio S ti. Ludovici Quitensi 6; in Collegio
Panamensi 9; in Collegio Fopayanensi 19; in Collegio Tacungensi 7; in Collegio Conchensi 14;
in Collegio Ibarrensi 10; in Collegio Guayaquilensi 10; in Collegio Riobambensi 9; in Collegio
Pastensi 7; in Collegio Loxensi 6; in Collegio Bugensi 6; in Residentia Hambatensi 7; in Missione
Mainarum 23; in Missione Archidonae 2: in Missione Lamarum 2; in Missione Piurana 3; extra
Provinciam 4.
(2) A lit ex nostris 8 Socios; ex quibus sunt sacerdotes 4 et 4 Coadjutores. Annui reditus
K it 10.964 p., ex quibus sunt deducendi 1.066 annui census pro summa principali 35.430 pataco-
num. Debet 2.080, ipsi vero debentur 6.06 8 p. Habet in pecunia numerata 7.000 p.
352 —

Maestros, 3 de Teología Escolástica y Moral, 1 de Filosoíía y 2 de


Gramática. La renta anual es de 35.485 pesos, de los cuales hay qUe
restar 1.267 pesos de censo anual por un capital de 41.911 pesos. La
suma de censos en favor es de 15.930 pesos con un interés de 565 pe.
sos anuales. Tiene el colegio en Lima 35.154 pesos, parte pagados y
parte por cobrar. Hay lo suficiente para el mantenimiento de los que
moran en él; y con lo sobrante se está concluyendo la magnífica fa.
chada de nuestra iglesia, de piedra hermosamente labrada. (1)

N OVICIADO D E Q U ITO

En el Noviciado viven 22 Religiosos; son Sacerdotes 4 de éstos.


Hay 4 Juniores y un Coadjutor 11 Novicios Escolares y dos Novicios
Coadjutores. Uno de los Sacerdotes es Ministro de los Juniores. La
renta anual es de 2.634 pesos. Tiene un censo en favor que da anual­
mente 180 pesos de un capital de 6.000. Debe 1.752 pesos. (2)
C O LEG IO S E M IN A R IO D E SAN L U IS D E Q U ITO

Mantiene el colegio seminario 6 Religiosos; 3 Padres y 3 Her­


manos Coadjutores. La renta annal es de 3.902 pesos, menos 6 pesos
de rédito por un censo de 200 pesos. Tiene lo suficiente para los Re­
ligiosos y sus 80 alumnos, 20 de los cuales satifacen su propia pen­
sión. No tiene deudas. Al Seminario se le deben 1.987 pesos. Tiene
en Lima 17.500 pesos en dinero,además de otras cosas. Se han com­
prado 3 casas contiguas para construir allí el nuevo colegio, según
la cláusula del testamento del Sr. Rafael Sánchez Pavón y las dis­
posiciones de los Padres Generales. (3)

C O LEG IO D E P A N A M A

Moran en el colegio 9 Religiosos; 6 Padres y 3 Hermanos Coad-


jutores. Uno de los Padres es Prefecto de Estudios; 2 son Maestros
de Teología Escolástica y Moral, 2 de Filosofía y Gramática; uno de1

(1 ) Collegium Maximum Quítente


A lit Socio» 94, ex quibut sunt Sacerdotes 48, Scholares 33, Coadjutores 23. Ex Sacer­
dotibus unus est Praefectus Studiorum; 5 sunt Praeceptores, 3 Theologiae Scholasticae et Morali»;
1 Philosophiae; 2 Grammaticae.
Annui redditus sunt 35.485 p. ex quibus deducuntur 1.267 p. annui census, qui solvuntur pro
summa principali 41.911 pataconum. Exsistunt in favorem collegii 14.930 p. summae principalis, ex
quibus percipit singulis annis 565 p. Habet Limae 35.154 p. partim in pecunia numerata, partim
in pecunia quae ipsi debetur. Commode aluntur 94 Socii; et ex illis quae supersunt, in praesens
est fere consummatum magnificum ecclesiae frontispicium ex lapidibus affabre elaboratum.
(2) Domus Probationis Quitcnsis
A lit 22 Socios; ex quibus sunt Sacerdotes 4 ; Juniores 4; Coadjutor I; novitii scholares II;
novitii Coadjutores 2. Ex sacerdotibus unus est Juniorum Instructor. Annui redditus sunt 2.634 p.
Habet in favorem 6.000 p. ex quibus singulis annis percipit redditus 160 p. Debet 1.752 p.
(3 ) Collegium et Seminarium St». Ludovici Quítense
A lit 6 Socios. 3 Patres et 3 Coadjutores. Annui redditus sunt 3.902 p., ex quibus deducuntur 6 p.
pro summa principali 600 pataconum. Commode aluntur Socii simul et octoginta alumni, quorum
20, Convictores dicti, aluntur ex pecuniis quas pro suo victu unusquisque exhibet. Nihil debet; Se­
minario debentur 1.987 p. Habet Limae, praeter alia, in pecunia numerata 17.500 p., qui sicut et
1res contiguae domus jam pecuniis comparatae sunt in Sociorum Domum aedificandam juxta volun­
tatem et donationem Raphaelis Sanchez Pavón et ordinationes Romanae.
— 353

los Hermanos enseña Primeras Letras. A todas estas Cátedras está


obligado el colegio por dotación. La renta anual es 4.386 pesos. No
¿ ebe nada ni tampoco le deben. Los censos en favor casi igualan a
los censos en contra. La Comunidad se mantiene pobremente. (1)
COLEGIO DE POPAYAN
Viven en el colegio 19 Religiosos; 12 Padres y 7 Hermanos
Coadjutores; 1 Padre es Prefecto de Estudios; 2 son Maestros de Teo­
logía Escolástica y Moral y 1 de Filosofía, por obligación de funda­
ción, y i de Gramática sio ella. Uno de los Hermanos Coadjutores
enseña Primeras Letras por obligación de fundación reciente. La ren­
ta anual es de 8.253 pesos, de los que hay que restar 1.025 de censo
anual por un capital de 22.912 pesos. Debe el colegio 2.707. La
construcción del templo está casi terminada. Hay lo buenamente ne­
cesario para el mantenimiento de los Religiosos. (2)
COLEGIO DE LATACUNGA
Moran en el colegio 7 Religiosos; 5 Padres y 2 Hermanos Coad­
jutores. Uno de los Padres enseña Gramática, sin obligación de fun­
dación, un Hermano Coadjutor enseña Primeras Letras por obligación
de fundación. La renta anual es de 2.967 pesos; se pagan 195 pesos
por un censo de 6.500 pesos. Hay un censo en favor de 9.400 pesos
con un interés de 282 pesos anuales. Tiene 1.270 pesos de deuda; a él
se le deben 737 pesos. Los Religiosos se sustentan pobremente. (3)
COLEGIO DE CUENCA
Viven en el colegio de Cuenca 12 Religiosos; 10 Padres y 2
Hermanos Coadjutores. Uno de los Padres enseña Gramática,sin obli­
gación de fundación, un Hermano Coadjutof enseña Primeras Letras
por obligación de fundación. La renta anual es de 3.266 pesos,de los
que hay que restar 567 pesos por un principal de 18.915 pesos. El co­
legio tiene a su favor un censo de 3.600 pesos con un interés anual

(0 Collegium Panamense
A lii Socio« 9; ex quibus 6 sunt Sacerdotes, 3 Coadjutores. Ex Sacerdotibus 1 est Praefec­
tus Studiorum, 2 sunt Praeceptores Theologiae Scholasticae et Moralis, 2 Philosophiae et Gramma­
ticae. Ex Coadjutoribus 1 docet pueros. A d omnes istas praelectiones tenetur collegium ex dotatione
Annui redditus sunt 4.386 p. Nec debet nec ipsi debetur. Quotquot sunt contra ipsum annui census,
jere totidem sunt in favorem ipsius. Socii moderate aluntur.
Collegium Popayanense
Alit 19 Socios; ex quibus sunt Sacerdotes 12; Coadjutores 7. Ex Sacerdotibus 1 est Praefectus
cludiorum. 2 sunt Praeceptores Theologiae Scholasticae et Moralis, unus Philosophiae; ad quas
Praelectiones tenetur ex vi dotationis; et 1 Grammaticae, ad quam nulla obligatione tenetur. ExCoad-
jutoribus unus docet pueros, ad quod ex novissima dotatione obstringitur. Annui redditus sunt
¡”253 p. ex quibus deducuntur 1.045 p. annui census pro summa principali 22.912 p. Debet 2.707 p.
i emplj fabrica este (erme consummata. Socii mediocriter aluntur.
_ Collegium Tacungense
A lit Socios 7; ex quibus quinque sunt Sacerdotes, Coadjutores 2. Ex Sacerdotibus 1 est prae­
ceptor Grammaticae, ad quod nulla obligatione tenetur. Ex Coadjutoribus 1 docet pueros, ad quod
enetur vi fundationis. Annui redditus sunt 2.967 p., ex quibus deducuntur 195 p. annui census pro
‘ “mma principali 6.500 pataconum. Exsistunt in favorem collegii 9.40 0 p., ex quibus percipit
•nriuos census 282 p. Debet 1.270 p., ipsi vero debentur 737 p. Parce aluntur Socii.
— 354 —

de io8 pesos. Debe el colegio 3.004 pesos.se le deben 462. A duras pe.
nas mantiene el colegio a sus moradores, (i)
COLEGIO DE IBARRA
El colegio de Ibarra mantiene 10 Religiosos; 7 Padres y 3 Her­
manos Coadjutores. Uno de los Sacerdotes es Maestro de Gramática
un Hermano enseña Primeras Letras, pero sin obligación de funda­
ción. La renta anual es de 5.307 pesos con los cuales hay lo suficien-
te para el mantenimiento de la Comunidad. No tiene deudas ni nadie
le debe nada. (2)
COLEGIO DE GUAYAQUIL
Viven 10 Religiosos en este colegio; 7 Padres y 3 Hermanos
Coadjutores. Un sacerdote enseña Gramática sin obligación ninguna,
un Hermano enseña Primeras Letras, por obligación de fundación,
La renta anual es de 5.668 pesos,lo que basta para el mantenimiento
de los Religiosos. Se deben 1.420 pesos al colegio. En el incendio de
10 de Noviembre de 1764, en que se quemó casi toda la ciudad, cuao-
do ya empezaba a arder nuestra iglesia, se libró por singular benefì­
cio de Dios, por haberse levantado un fuerte viento contrario con
copiosa lluvia. (3)
COLEGIO DE RI0BAMBA
Viven en el colegio de Riobamba 9 Religiosos; 8 Padres y un
Hermano Coadjutor. Uno de los Padres enseña Gramática sin que
haya obligación. Hay asignada una escasa renta para la escuela de
Primeras Letras; actualmente la dirige un seglar piadoso. La renta
anual es de 1.654 pesos, de la cual hay que restar 324 pesos, interés
anual de un censo cuyo principal es de 10.800 pesos. Tiene en su fa­
vor un ceuso de 3750 pesos cuyo interés percibe. Debe el colegio
2.181 pesos y le deben 773. A duras penas se sustenta la Comunidad.
(4)1

(1 ) Collegium Cóncheme
A lit Socios 14; ex quibus 10 sunt Sacerdotes, 4 Coadjutores. Ex Sacerdotibus 1 est paaeceptor
Grammaticae; ad quod nulla obligatione tenetur. Ex Coadjutoribus 1 docet pueros, ad quod es
dotatione tenetur. A nnui redditus sunt 3.466 p., ex quibus deducuntur annui census 567 p. P< 0
principali 18.915 pataconum. Exsistunt in favorem collegii 3.600, ex quibus percipit annuos censu»
108 p. Debet collegium 3.002 p. Ipsi debentur 462. A egre aluntur Socii.
(2 ) Collegium Ibarrense
A lit Socios 10; ex quibus 7 sunt Sacerdotes, Coadjutores 3. Ex Sacerdotibus 1 est praecep­
tor Grammaticae, ex Coadjutoribus 1 docet pueros; ad neutrum tenetur ex obligatione. Annui reddi­
tus sunt 5.307 p ., ex quibus commode aluntur Socii. Nec debet nec aliquid ipsi debetur.
(3 ) Collegium Guayaquilense
A lit Socios 10; ex quibus 7 Patres, Coadjutores 3. Ex Sacerdotibus unus est praeceptor
Grammaticae sine una obligatione. Ex Coadjutoribus unus docet pueros, ad quod tenetur ex dota-
tione. Annui redditus sunt 5.668 p., ex quibus Socii commode aluntur. Collegio debentur 1.420 p-
A b incendio diei 10 Novembris e quo tota ferme civitas conflagravit, quum jam templum ardere
inciperet, peculiari Dei beneficio, exorto in contrario validiori vento et pluvia, liberatum est.
(4) Collegium Riobambense
A lit Socios 9; ex quibus sunt 8 Sacerdotes, Coadjutor unus. Ex Sacerdotibus unus est P»*-
ceptor Grammaticae, ad quod nulla obligatione tenetur. A d docendos pueros exiguam habet dola­
tionem; quae obligatio per virum pium saecularem impletur. Annui redditus sunt 1.654 ex quib«
- 355 - -

COLEGIO DE PASTO
Mantiene este colegio 7 Religiosos; 5 Padres y 2 Hermanos
Coadjutores. Uuo de los Padres enseña Gramática sin tener obliga­
ción. La entrada anual es de 3.207 pesos,con los cuales los Religiosos
escasamente pueden sustentarse. Algo queda para la construcción de
la iglesia. No tiene deudas. (1)
COLEGIO DE LOJA
En el colegio de Loja viven 8 Religiosos; 5 Padres y 3 Herma­
nos Coadjutores. Un Padre enseña Gramática sin obligación de fun­
dación; un Hermano tiene la escuela de Primeras Letras con obliga­
ción de esta clase. La renta anual es de 1.694 pesos. No tiene deuda;
le deben 1.064 pesos. (2)
COLEGIO DE BUGA
En el colegio de Buga viven 6 Religiosos; 5 Padres y 1 Herma­
no Coadjutor. Uno de los Padres es Maestro de Gramática, sin obli­
gación. La renta anual es de 1.316 pesos. Tiene un censo en contra
de 1,800 pesos con un interés anual de 90 pesos. Debe el colegio 640
pesos. Apenas si los Religiosos tienen con qué vivir. (3)
RESIDENCIA DE AMBATO
Viven en la Residencia 7 Religiosos; 5 Padres y 2 Hermanos
Coadjutores. Uno de los Padres tiene la clase de Gramática sin obli­
gación ninguna. La entrada anual es de 2.392 pesos. Paga 1.024 pesos
de interés por un capital de censos de 34.119 pesos. Tiene en su fa­
vor un censo de 224 pesos con un interés de 6 pesos al año.
Tiene una deuda de 2.01 x pesos. Le deben 3.681 pesos. Los más de
los que le deben son insolventes. Difícilmente hay lo suficiente para
la vida de sus moradores. (4)1

deducuntur redditus annui 324 p. pro summa principali 10.800 pataconum. Exsistunt in favorem co­
ltelli 3.750 quorum redditus percipit. Debet collegium 2.181 p., ipsi vero debentur 773 p. Aegre
iluntur Socii.
(1) Collegium Pástense
Alit 7 Socios; ex quibus 5 sunt Sacerdotes, Coadjutores 2. Ex Sacerdotibus unus est praecep­
tor Grammaticae sine ulla obligatione. Redditus annui sunt 3.207 p. ex quibus Socii mediocriter alun­
tur. aliquidque superest ad fabricam templi. Nullo aere alieno gravatum est.
(2) Collegium Loxense
Alit Socios 8; ex quibus 4 Sacerdotes, Coadjutores 3. Unus ex Sacerdotibus docet Gramma­
ticam, ex Coadjutoribus unus docet pueros. A d primum nulla obligatione, ad secundum tenetur ex
vi dolationis. Annui redditus sunt 1.194 p. Nibil debet, ipsi debentur 1,064 p.
(’ ) Collegium Buguense
Alit 6 Socios; Patres 5, Coadjutorem I. Ex Sacerdotibus unus est praeceptor Grammaticae sine
olla obligatione. Annui redditus sunt 1,316, ex quibus deducuntur 90 p. annui census pro summa
principali 1.800 p. Debet collegium 640 p., et Socii aegre aluntur.
W) Residentia Ambatensis
Alit 7 Socios; ex quibus Sacerdotes sunt 5, Coadjutores 2. Ex Sacerdotibus unus est praecep­
tor Grammaticae sine obligatione ulla. Annui redditus sunt 2.392 p., ex quibus deducuntur annui
census 1.024 p. pro summa principali 34.119 pataconum. Habet in favorem- 6 p annui redditus pro
•umma principali 224 p. Debet 2.011; ipsi debentur 3.681 p. Debitores vero ut plurimum sunt in­
solventes. Aegre aluntur Socii.
— 356 —

MISIONES DE MAINAS [o DEL MARATON]


Hay en las Misiones de Mainas 27 misioneros; 26 Padres y Un
Hermano Coadjutor, 20 de éstos se hallan en el Marañón, y 3 en el
Ñapo, 2 en Archidona y 2 en la Misión de Lamas. La entrada anual
de las haciendas délas Misiones es de 1.205 pesos, de los cuales hay
que restar 772 pesos por un censo cuyo capital es de 25.830 pesos.
Tiene en su favor un censo de 6.000 pesos con un interés anual de
180 pesos. De esto y de la pensión que les paga el rey [200 pesos al
año a cada misionero] apenas si tienen lo necesario. Se les deben
8.721 pesos [de las pensiones Reales], (1)
MISION DE PIURA
En Piura se hallan 3 Padres que viven a expensas del limo. Sr.
Obispo de Trujillo, D. Francisco Javier Luna Victoria. (2)
CASA DE EJERCICIOS DE QUITO
La entrada anual es de 870 pesos, de los que se deben restar 66
por un censo de 2.200 pesos. Tiene en su favor un censo cuyo princi­
pal es de 3.600 pesos con un interés anual de 108 pesos. Nada debe;
le deben 30 pesos. Los Ejercicios se dan solamente en la Cuares­
ma», (3)

Del Informe que acabamos de transcribir se deduce claramente


cuál era el estado económico de las casas y Misiones de la Compañía
establecidas en el territorio de la actual República del Ecuador. Helo
aquf:
Renta libre anual: 72.882 pesos.
Censos en favor: 48.504 pesos; censos en contra: 175.925 pesos;
Diferencia: 117.421 pesos en contra.
Créditos: 10.222 pesos; Deudas 12.286 pesos; Diferencia: 2.064
pesos en contra.
Si hacemos entrar en cuenta para el cómputo los colegios de
Buga, Popayán y Pasto que están hoy día en el territorio de Colom­
bia y el colegio de Panamá, tendremos que el estado económico de
toda la antigua Provincia de Quito era el siguiente:
Renta libre anual: 88.909 pesos.*2
3

0) . . . Missiones Mainarum
A lunt 27 Socios; ex quibus 26 sunt Sacerdotes et unus Coadjutor. Ex his 20 sunt in Rumine
Maragnon; 3 in Missionibus fluminis Napo; 2 in Missione Archidonae; 2 in Missione Lamarum.
A nnui redditus praediorum Missionum sunt 1.205 p.; ex quibus deducuntur 772 p. annui census pro
summa principali 25.830 p. Habent in (avorum 180 p, annui census pro principali summa 6.000 p.
E x his et ex stipendio a rege assignato parce aluntur Missionarii.
(2 ) ' Missio Piurana
A lit 3 Socios sacerdotes expensis Ulmi. D. D. Francisci X averrii a Luna Victoria, Episcopi
Truxillensie.
(3) ' Domus Exercitiorum Quitensis .
A nnui redditus sunt 870 p., ex quibus deducuntur 66 p. annui census pro summa principali
2.200 p. Habet in favorem 108 p. annui census pro summa principali 3.600 p. Ipsi debentur 30 p-.
nihil vero debet. In Quadragesima dumtaxat Exercitia traduntur». (A rchivo S. J.)
— 357 -

Censos en favor: 48.504 pesos; Censos en contra: 200.637 pesos;


Diferencia: 152-1 33 pesos en contra.
Créditos: 10.222 pesos; Deudas: 15.633 pesos\ Diferencia', 5.411
pesos en contra.
Y Estos datos corresponden al decenio de 1753 a 1763.
Vengamos ahora al segundo documento que confirma y corrobo­
ra plenamente los datos suministrados por el primero. Este documen-
{0 no ha sido compuesto por los Jesuítas ni por sus amigos o parcia­
les, s't10 Por l°s ministros o agentes, ejecutores de su expulsión y
deí secuestro de sus bienes. Téngase presente que los que redactaron
la liquidación que vamos a transcribir, eran los que administraron
los bienes incautados de los Religiosos expulsos, los cuales no sólo
estaban al tanto de lo que estos bienes producían, sino que tuvieron
a su disposición los Libros de cuentas de la Provincia y de todas las
casas. (1)
He aquí el documento copiado fielmente del original que tenemos
a la vista.
«Estado de la renta anual libre que han producido, computada
eo siete años con poca diferencia, las haciendas que fueron de los Re­
gulares de la extinguida Compañía en la comprehensión de este Go­
bierno de la ciudad de Quito, desde la expatriación de dichos Regu­
lares, como parece por menor en sus respectivos cuadernos de cuentas,
y en los particulares estados en que se hallan incorporados a ellas;
consideradas las fincas en la situación en que se secuestraron, con el
aumento o menoscabo que el presente les corresponde; sin haberse
incluido las rentas de los colegios de Popayán, Pasto, Buga y Pana­
má por no haberse tomado conocimiento de ello.(I)

(I ) Por una R eal Cédula de 27 de Marzo de 1769 se crearon juntas provinciales y munici­
pales, para entender en la administración y venta de los bienes ocupados a los Jesuítas. Para justi­
ficar el despojo, se había tratado de invertir aquellas rentas en otros fines de piedad y enseñanza,
ccníorme al dictamen que habían redactado los dos fiscales Moñino y Campomanes, a 14 de
Agosto de 1768. «Los bienes de los expulsos, escribe Don Marcelino Menéndez y Pelayo, sir­
vieron en gran parte para sostener las nuevas fundaciones, y digo en gran parte, porque la incau­
tación o secuestro se nizo con el mismo despilfarro y abandono con que se han hecho todas las
incautaciones en España. Libros, cuadros y objetos de arte, se perdieron muchos o fueron a enri­
quecer a los incautadores». H istoria de los H eterodoxos españoles, lib. 6, c. 2. ! Obras
completas, X V lii, 195-96.7
Refiriéndose más en particular a lo que sucedió en América, dice así el insigne polígrafo:
«...Los gobernantes de la metrópoli daban la señal del despojo (mucho más violento en aquellas
regiones que en éstas) y soltaban todos los diques a la codicia de ávidos logreros e incautadores
sin conciencia, a quienes la lejanía daba alas y quitaba escrúpulos la propia miseria. M ucha luz
ha comenzado a derramar sobre estas oscuridades una preciosa, y no bastante leída, colección de
documentos, que hace algunos años se dió a la estampa con propósitos mas bien hostiles que fa­
vorables a la Compañía. A llí se ve claro...de qué manera se disiparon como la espuma, en manos
de los encargados del secuestro, los cuantiosos bienes embargados». ibid . 1 7 7 -7 8
Por lo que toca a la Provincia de Quito, sabido es cómo desaparecieron en el secuestro obras
de arte y joyas de inestimable valor, sobre todo de la iglesia de la Compañía de Quito. Entonces
*e perdió la famosa custodia, cuyo paradero hasta hoy no se ha podido averiguar.
358 -

Renta Renta
antigua presente
Aumento Menoscabo
Tigua, hacienda arruinada
por el volcán Cotopaxi. . . . 3 .0 0 9 ,6 .. 1 ,2 4 6 ,4 .. 1.761 9
Pedregal deteriorada por el
mismo volcán............ 6 .0 1 0 ,2 .. 5 .2 6 6 ,4 .. 743 6
P ín tac............................... 2 .0 7 9 ,3 .. 1 .0 3 4 ,6 )4 1.044,4%
Chillo e Ichubamba. Consta
por la nota puesta en su res­
pectivo estado que para la
regulación de la renta pre­
sente con la antigua, resulta
de menoscabo 1.615 pesos
% real a cuyo respecto co
rresponde.................................. 9 .2 6 4 ,6 .. 7 .7 3 3 , 5 % 1.531,0%
Tanlagua, Guatos y N ieblí.. 2 .4 9 4 ,5 .. 4 8 2.7% 2.011.5J4
Santiago, Carpuela, Chalua-
yacu, Caldera, Concepción,
Chamanal, Tumba viro, Cota-
cache, Laguna y Agualongo 1 7 .2 3 6 ,4 ?4 1 7 .2 6 7 ,6 .. 3 1,1%
Cayambe, Cangagua, Yaru-
quí, Caraburo y Cotocollao. 5 .6 0 3 ,0 ..- 6 .1 9 9 ,0 .. 5 9 6 ,0 ..
Nagsiche.................................... 1 .9 0 2 Í 6 .. 1.733 5 % 169,0/4
Alangasí ............................... 1 .0 2 0 .6 .. 1 .3 0 3 .0 .. 2 8 2 ,2 ..
San Ildefonso...................... 7.979,1/4 8 .0 4 4 ,1 )4 6 5 ,0 ..
Conrogai.................................. 5 3 0 ,5 .. 3 8 4 ,1 .. 1 4 6 ,4 ..
Lloa.............. .......................... , 1 8 1 ,1 .. 4 1 6 ,4 .. 2 3 5 ,3 ..
Chaquibamba.......................... 8 3 6 ,7 .. 688 ,6% 148, %
L atacu n ga............................... 2 .1 8 2 ,2 .. 1 .5 5 0 ,1 )4 6 3 2 ,%
Ibarra................................ .. 5 .5 6 2 ,0 .. 7 .5 6 2 ,4 .. 2 .0 0 0 ,4 ..
Cuenca...................................... 3 .2 0 8 ,1 ^ 2.261,7)4 9 4 6 ,2 ..
G u ayaq u il.............................. 5 .7 4 8 ,1 .. 4 .8 0 0 ,5 .. 9 4 7 ,4 ..
Riobamba................................ 1 .5 0 3 .5 .. 1 .7 0 0 ,0 .. 1 9 6 ,3 ..
Hambato.................................. 1 .9 9 6 ,6 .. 2 .7 1 1 ,2 .. 7 1 4 ,4 ..
Loxa.............. .......................... 1 .4 6 3 .0 .. 1 .3 5 2 ,4 .. 1 1 0 .4 ..
7 9 .8 1 3 ,4 73.740 ,4% 4 .12 1,1% 10 .194,1%
7 3 .7 4 0 ,4}4 4.121,1%
Resulta de menoscabo anual 6 .0 7 3 .... 6 .0 7 3 ...»
O)
En la primera columna de este cuadro, bajo el epígrafe de “ Ren­
ta antigua” se halla el producto neto o la renta libre de 79.813 pesos
4 reales y medio, que por término medio y en su conjunto rendían
anualmente las haciendas de los Jesuítas en el territorio de la actual
República del Ecuador, computada en el espacio de siete años, desde
1760 a 1767; y en la segunda, bajo el epígrafe de “ Renta presente” ,
la renta libre que les hicieron producir los secuestradores en los siete
años siguientes, esto es, 73.740 pesos 4 reales y medio.(I)

( I ) Archivo S. J. Téngate presente, al efectuar las sumas, que lot pesot eran de a ocho
reales y no de a diez.
— 359 —

Tenemos, por consiguiente, que el promedio de la renta anual


que producían las haciendas de la Compañía en el siglo XVIII, era
je 72.882 pesos, según el Informe enviado a Roma por la Congrega­
ción Provincial, y de 79.813 pesos 4 reales y medio conforme a las
cuentas hechas por la Dirección de Temporalidades, que administró
estas haciendas después de la expulsión de los Religiosos. La diferen­
cia de 6.931 pesos 4 reales y medio, que se advierte entre estos dos
cómputos, se explica fácilmente,si se tiene en cuenta que el término
medio no se toma de los mismos años. Como se ve, los Padres de la
Congregación Provincial en 1766 y los agentes encargados de la ad­
ministración de los bienes de los Jesuítas desterrados, en 1773, coin­
ciden en señalar como promedio de la renta libre que dejaban las
haciendas, una cantidad que, en número redondos, oscilaba entre
73.000 y 80.000 pesos, para el mantenimiento de sus diez casas.
Ahora bien, el gasto de cada Religioso en aquel tiempo se calcula­
ba de 300 a 400 pesos anuales. Luego si tomamos como base de
nuestros cálculos la segunda cantidad de 80.000 pesos, la renta para
cada uno de los 270 Religiosos que formaban la Provincia, viene a
ser de un poco más de 296 pesos anuales, o sea menos de la cantidad
que se tenía por suficiente para una sustentación decorosa.
Si al gasto de cada sujeto se añaden los del culto y de los sala­
rios que se debían pagar a los criados, las limosnas y alguna que otra
contribución a obras de caridad o de celo, que no se^podía excusar,
cualquiera puede convencerse que las casas y colegios de la Compa­
ñía, considerados en su conjunto, tenían lo estrictamente necesario
para vivir. Y si, por razón de la independencia económica entre las
diversas casas de que hablamos antes, alguna como el colegio Máximo
de Quito y el seminario de San Luis gozaban de una situación econó­
mica, si no muy abundante por lo menos holgada, otros colegios en
cambio vivían en verdadera estrechez, y aun tal vez en angustiosa pe­
nuria. Así se comprenden las expresiones parce, mediocriter, aegre
aluntur, difícilmente se pueden sustentar, apenas si tienen lo nece­
sario, con que concluye el informe particular de varias casas.
Esta conclusión que no podrá menos de sorprender y aun de
desconcertar a más de uno de nuestros lectores, acostumbrado a oír
ponderar en todos los tonos las cuantiosas riquezas de los Jesuítas en
tiempo de la Colonia, es con todo un hecho rigurosamente compro­
bado. En algunas casas, como por ejemplo en el Noviciado y en el
colegio de Loja, no se podía llegar al fin del año sino haciendo pro­
digios de ahorro y pasando angustiosos apuros. Tal era la realidad de
la situación económica de la antigua Provincia de Quito, situación
que vino a evidenciar de la manera más convincente el brutal extra­
ñamiento decretado contra los Jesuítas por Carlos III.
Eu efecto, como todos saben, el conde de Aranda había no sólo
preparado con un extraordinario sigilo el golpe que debía herir de
muerte a la Compañía en España y en sus dominios de Ultramar,sino
que había tomado las providencias más estrictas y minuciosas para
que los Jesuítas, al ser arrestados, no tuviesen ni tiempo, ni posibili­
dad de esconder nada, ni menos de llevar cosa alguna consigo. La
— 36o —

Instrucción enviada a los Virreyes, Presidentes y Gobernadores que


habían de ejecutar la prisión y destierro de los Religiosos consideraba
hasta los últimos pormenores que se podían presentar.
En cumplimiento de esta Instrucción, el Presidente D. José DU
guja encargado de la ejecución de la Pragmática en Quito, obligó al
P. Provincial Miguel de Manosalvas a que impusiese precepto de
obediencia, bajo pena de pecado mortal, a todos sus súbditos, para
que declarasen todo el dinero que tenían. Exigió además, conforme
a las órdenes recibidas en la Instrucción, que los Padres Procurado­
res y Hermanos hacenderos, al terminar de rendir sus cuentas, certi-
fìcasen bajo la fe de solemne juramento que todo lo habían entregado
y que no se reservaban absolutamente nada. Todos estos requisitos
se cumplieron al pie de la letra. Pues bien, después de semejante lujo
de precauciones, para que no se escapase un centavo del dinero quq
tenían en su poder los Jesuítas, fué insignificante la cantidad que se
encontró en las diez casas que tenían en el territorio actual de la Re­
pública.
En Quito en donde era preciso alimentar diariamente a cerca de
doscientas personas, incluyendo a los colegiales y seminaristas que
no habían ido a sus casas para vacaciones, el dinero incautado no lle­
gó a 6.000 pesos; en Latacunga se secuestraron 900 pesos, en Ibarra
44 pesos y 2 reales, en Ambato 5Ô pesos, casi nada en Riobamba,
Cuenca y Lo ja; en Guayaquil 6.000 pesos, pero ajenos, porque esta
suma estaba destinada a la construcción de una Casa de Ejercicios.
Por consiguiente, en todas las casas de lo que boy es República del
Ecuador, el total de dinero embargado no llegó a 12.000 pesos.
Increíble fué la sorpresa, el desengaño, la irritación que produjo en
los ministros Reales el encontrar una cantidad tan inferior a los in­
mensos caudales que habían soñado hallar en poder la Compañía. Pe­
ro fué necesario rendirse a la evidencia; los Jesuítas no tenían más,
y todas las diligencias que se practicaron quedaron sin resultado, de
suerte que el Presidente Diguja se vió precisado a sacar 150.000 pe­
sos de las Cajas Reales de Quito y de Guayaquil para hacer frente a
los gastos del viaje de los Religiosos expatriados desde el territorio
de la Real Audiencia de Quito a Cádiz. Más aún, eran tan insuficien­
tes las prendas de vestir y los avíos necesarios para el viaje que se
encontraron en las casas de Quito, que el mismo Presidente creyó
que era un deber de humanidad el proveerlos de lo que faltaba, como
lo comunica al Conde de Aranda en carta de 11 de Octubre de 1767,
dos meses después del arresto. «Aquellos [los Jesuítas], dice, hicieron
constar su desnudez; que el que más, tenía tres camisas y aun esas
no todas buenas; que unos estaban faltos de ropa de verano, otros de
invierno; y generalmente de zapatos y otros menesteres para tan di­
latado viaje y de diversos climas. Y hecho yo cargo de que sin las in­
dispensables providencias, en tanto número de sujetos, es muy de
temer les sobrevenga alguna epidemia y que en ella perezcan muchos,
y que esto es contrario a la piadosa mente de S. M., dispuse que a
toda diligencia se repartiesen en los conventos de Religiosas y casas
de la ciudad, y se hiciesen mil quinientas camisas y demás ropa blan-
— ¡6 1 —

eg. y pot distintas manos se les proveyese de zapatos, ropas de lana,


catres, toldos, chocolate, tabaco y otras mil infinidad de cosas que
son indispensables cargar en estos despoblados países y en los que por
horas se varía de rigurosos cliinas». (i) En peores condiciones toda­
vía y en mayor pobreza se hallaron los Religiosos de los otros cole­
gios de la Real Audiencia,
En Quito y en todas partes causó tal estupor la noticia de que
lo s Jesuítas no tenían dinero, que muchos se resistieron á dar crédi­
to a lo que se afirmaba, y persistieron en creer que lo habían escon­
dido en subterráneos y en otros lugares seguros. El Presidente de la
Real Audiencia, D. José Villalengua y Marfil, según parece, partici­
paba de la misma opinión, y quiso dar con los supuestos tesoros. Pero
los hechos le proporcionaron un solemne desengaño.
Un negro, antiguo criado del colegio de Quito, llamado Pablo *7

(I) £1 Presidente Diguja pasó al Director de las Temporalidades una cuenta minuciosa de lo
que había gastado en proveer a los Jesuítas de lo más indispensable para el viaje, después de
haber sacado de las casas que tenían éstos en Quito, lo que podía servir al electo.
.Razón del dinero y electos que se sacaron de los oficios de la Procuraduría y de una tien­
da, de orden del S r. Presidente para el vestuario y avío de los Padres.
De la Procuraduría del Colegio Máximo un mil ciento ochenta y nueve pesos en dinero; iten
dos mil novecientas varas de rúan; iten, doscientas sesenta varas de crea ancha; iten, quinientas
veintitrés piezas de bretaüa angosta de a ocho varas; iten, setecientas y seis varas de añascóte ne­
gro; iten, doscientas veinte libras de tabaco en polvo; iten, seis quintales de hierro parejo fre-
aos, espuelas etc. De la procuraduría de M ainas, doscientas ocho varas de rúan; once medias pie­
zas de crea ancha; una pieza de añascóte negro; cuatrocientas varas de lienzo y choleta ordinarias;
ciento noventa y dos varas de jerga para cobijones y almolreces; sieta libras de pita torcida; ocho
suelas; diez pares de calzones de choleta; seis jubones; veinte piezas de cinta de hiladillo; doce
pares de medias de algodón; una docena de sombreros ordinarios para los criados; tres docenas
de badanillas.
De la tienda de Carlos A luisa perteneciente a la Provincia: mil ciento ochenta y dos pesos
dos reales y medio en dinero; veinticuatro arrobas quince y media libras de azúcar.
Y por no haber lo suficiente en las tres casas de los Jesuítas de Quito para lo que se necesi­
taba, (ué preciso que el administrador comprase lo que sigue. Géneros comprados: ciento veinte
varas de rúan a 7 reales; doscientas veinte y ocho varas de bretaüa angosta a 4 y medio reales;
ciento treinta y dos varas de crea ancha a 7 reales
Sigue la hechura y precio de todas estas obras: 110 toldillos de rúan de a 15 varas para el
mismo número de sujetos que hubo en el colegio Máximo, noviciado y haciendas; su hechura a
7 reales y medio importa 103 pesos y un real; 710 camisas de bretaüa angosta de a cuatro varas
y tres cuartos, que hacen 3.322 y media varas, su hechura a cuatro reales y medio, hacen 401
pesos 3 reales; 352 pares de calzoncillos de rúan de a 2 varas, hacen 724 varas, su hechura a
2 y medio reales hacen 113 pesos y I real; 204 pañuelos de a 3 cuartas de bretaüa angosta; 189
sábanas de crea de a 6 varas, hacen 1. 134 varas, su hechura e hilo hacen 43 pesos 5 reales y 3
cuartillos; 100 sábanas de rúan de 4 y media varas hacen 450 varas, su hechura a real y cuarti­
llo hacen 15 pesos 5 reales; 304 fundas de bretaüa angosta, de a vara y sesma, hacen 238 varas,
ju hechura a 3 cuartillos hacen 3 pesos; 204 pares de calzones de rayadillo de a 4 varas con el
forro de lienzo hacen 816 varas, a real y medio vara y la hechura a 2 reales y medio cada cal-
ron, hace 216 pesos 6 reales; 102 sotanas de añascóte de a 6 y media varas, hacen .663 varas, su
hechura a 7 reales, 8 9 pesos 2 reales; por la hechura de 100 ponchos, 2 pesos cada uno; 254
P*1« de zapatos, 216 pesos 2 reales; 112 jubones de crea de a 2 y media varas, son 280 varas, su
hechura y botones a 4 reales, son 56 pesos; 35 pares de medias en 21 pesos 7 reales; 80 gorros
blancos e hilo 2 pesos,
Otros gastos: 201 pesos 4 reales pagados al maestro herrero R uiz por las obras de herrería
jjue ha hecho; 52 pesos 6 reales a los maestros silleros por las obras de su oficio que han hecho;
.p*sot 2 reales que han tenido de costo las almolreces con otras menudencias; 9 2 pesos que han
tenido de costo 6 arrobas de chocolate. S e repartieron entre los Padres 220 libras de tabaco en
polvo. A los ocho Donados, 2 camisas cada uno, su hechura 7 pesos; y además se invirtieron 39
pesos y 3 regle, en vestir a los mismos de ropa de color y otra blanca. T otal: 2.371 pesos 1 real
o euartos». A rchivo S. J ,
— 362 —

Villegas, se jactaba de haber visto los tesoros de los Jesuítas


Según él afirmaba, el P. Procurador del colegio con un Hermanó
Coadjutor, le habían llevado a él, en altas horas de la noche, al ^ub-
terràneo donde los tenían escondidos, y se los habían enseñado. Ape.
nas D. José Villalengua tuvo aviso de la denuncia, mandó un Oficio
a Ibarra para que al punto hiciesen venir a Quito a Pablo Villegas
que vivía en el pueblo de San Pablo. Luego ordenó que Villegas, en
presencia del Rector del colegio Conciliar, del Director de Tempora,
lidades y de un escribano fuese a mostrar el subterráneo donde esta­
ban escondidos los codiciados tesoros. Fué con efecto Villegas seguido
de sus acompañantes; pero no pudo dar ni con los tesoros, ni con el
subterráneo, ni con la puerta por la que decía haber entrado. Sospe­
chando los que le acompañaban que tal vez los Jesuítas habían tapia­
do la puerta de entrada, hicieron desconchar con una barra toda la
pared, pero no se halló ni la menor señal de haber habido alguna
puerta en ella. Perdida la esperanza de enriquecer al rey con los te­
soros de los Jesuítas, se dió la búsqueda por terminada. Puede verse
en los Apéndices el Expediente de esta extraña aventura.
Deseará sin duda el lector saber en qué se invertía la renta que
los Padres de la Compañía sacaban de sus haciendas. Para muestra
pondremos aquí el destino de los fondos que manejaba el Procurador
del colegio Máximo de Quito, que además de las haciendas del cole­
gio, administraba las del colegio-seminario de San Luis, las de las
Misiones y las llamadas de Provincia, con que se atendía a los gastos
comunes.
Debíase primero atender a la manutención de unas i$o personas,
que entre Religiosos, Donados y seglares solían morar en el colegio,
sin contar un centenar de indios del Marañón, que cada año por un
par de meses se hospedaban en él y a su costa, con el objeto de lle­
var a los misioneros lo que necesitaban para el año siguiente.
Del mismo fondo se debía satisfacer la pensión de dos catedráti­
cos de Derecho Canónico y de uno de Leyes,que leían estas facultades
en la Universidad de San Gregorio, y que por imposiciones arbitra­
rias del Real Consejo de Indias no podían ser de la Compañía. Esta
pensión no bajaba de mil pesos al año y se pagaba con los réditos de
un censo de 20.000 pesos, con que estaba gravada la hacienda de
Tigua.
El producto de Tanlagua se repartía en limosnas a los pobres.
La renta libre de Santiago, Concepción, Tumbaviro, Cotacache, La
Laguna, Agualongo y Nagsiche servía para cubrir los gastos del
P. Provincial en su gobierno y para traer de Europa a los misioneros,
que venían a trabajar en las Misiones del Marañón o a enseñar en los
colegios. E l producto de las haciendas de Cangagua, Guachalá, Yaru-
quí y Caraburo, se gastaba exclusivamente en favor de los indios del
Marañón, en la compra de telas, herramientas, hachas, machetes, cu­
chillos, agujas, anzuelos y otras mil cosillas que necesitaban los misio­
neros para atraer y convertir a los indios infieles y conservar en la
religión a los ya bautizados.
Todo el producto de San Ildefonso con sus siete pequeñas ha-
— 3Ö3 —

ciendas anejas de Alangasf y Cotocollao se invertía en fomentar la


Instrucción pública, proporcionando becas para el colegio seminario
de San Luis, sin que nada cediese en provecho de los Jesuítas. La
hacienda de Lloa pertenecía a la Casa de Ejercicios de Quito, y su
producto se reservaba para la alimentación de los Ejercitantes que se
encerraban en tiempo de Cuaresma.
El colegio de Quito, fuera de sus propios gastos, ayudaba a sos­
tener la casa del Noviciado que no tenía lo suficiente, y cubría la ma­
yor parte de los crecidos gastos de las Misiones del Maraflón, puesto
que la pensión del Rey era muy corta y sólo principió a pagarse des­
de 1724 en adelante.
A este tenor eran las inversiones de la renta en las demás casas.
No estará por demás advertir que a estas necesidades, que se pueden
llamar ordinarias y a que tenían que atender los Procuradores, se
agregaban de vez en cuando gastos extraordinarios, ocasionados por
calamidades así públicas como privadas, que pesaban gravemente so­
bre el presupuesto de las casas y ponían en no pequeños apuros a los
Superiores y Procuradores.
Ahora bien, si se advierte que los 80.000 pesos a que ascendía el
producto de las haciendas en los mejores tiempos era la única entra­
da fija de que disponían nuestros Padres para los gastos ordinarios y
extraordinarios de sus diez casas y de las Misiones del Marañón, fá­
cilmente entenderá cualquier lector, libre de prejuicios, que no les
sobrarían millones para acrecentar sus caudales sin tasa ni medida,
hasta el punto de empobrecer la nación.

4-B a s ta lo dicho hasta aquí para demostrar la inanidad de las


acusaciones acumuladas por el limo. Sr. González Suárez contra los
Jesuítas de la Provincia de Quito, con motivo de sus pretendidas ri­
quezas. Pero como el Sr. González Suárez con su doble prestigio de
Prelado de la Iglesia y de historiador nacional de primer orden, ha
contribuido más que ningún otro a arraigar la opinión de las fantás­
ticas riquezas de los Jesuítas en la Colonia, no podemos disimular y
pasar de ligero sobre el asunto; porque la verdad y la justicia exigen
que ante el fallo de la posteridad, queden plenamente vindicados
nuestros antiguos Padres de la fea mancha de codicia que oscurecería
su memoria, si fuesen realmente verdaderas las afirmaciones estampa­
das en los tomos cuarto y quinto de la Historia General de la Repú­
blica del Ecuador. Fuerza es por consiguiente estudiar de cércalos
principales cargos formulados contra ellos por el limo. Sr. González
Suárez.
Además escribimos una historia, la Historia de la Compañía de
Jesús en el Ecuador en tiempo de la Colonia. Ahora bien, al histo­
riador le toca no sólo el indagar y establecer la verdad histórica sobre
las personas y sobre los acontecimientos, sino también el aquilatarla
con nuevas investigaciones y depurarla de los errores que tal vez la
desfiguran, hasta llegar a conclusiones cuya certeza esté plenamente
comprobada. Por donde, nunca puede dar su misión por terminada,
— 364
mientras se puedan aportar nuevos datos a la discusión y preparar así
la solución definitiva de los problemas históricos.
Reconocemos de grado que en el campo de la Historia nacional
un jalón, y por cierto de los más importantes es la obra del Umo'
González Suárez, pero no es ni puede ser la última palabra que
haya dicho acerca de todos los hechos de nuestra Historia y de las
personas que en ella han intervenido. Esto parecen olvidar algunos
admiradores del gran Arzobispo; y este olvido que tiende a excluir a
priori toda discusión acerca de sus aseveraciones históricas, sólo pue­
de tener por resultado el que no se dé un paso adelante en el esclare­
cimiento de muchos puntos importantes de nuestra Historia nacional.
Porque la discusión serena, basada en documentos y hechos fehacien­
tes, es condición indispensable para el progreso de los estudios histó­
ricos, de los que tan bien mereció el limo. Sr. González Suárez.
Por eso queremos confrontar aquf sus afirmaciones sobre la ri­
queza de los Jesuítas con la realidad de los hechos, no por animosi­
dad ni vano prurito de oposición, sino por espíritu de honradez histó­
rica y con el deseo sincero de que se entienda la verdad.
Lo primero que reprende en los Jesuítas de la Provincia deQuito
es un afán desmedido de riquezas temporales. Cuando el Illino. Sr.
González Suárez trata este punto,— que lo hace con una insistencia
rayana en pesadez,— diríase que pretende agotar los epítetos y pon­
deraciones a fin de estigmatizar, como se merece, el poderío financie­
ro de la Compañía de Jesús en la antigua Presidencia de Quito. Cita­
remos sus propias palabras.
He aquí lo que dice en el capítulo décimo octavo del libro ter­
cero que trata del establecimiento y desarrollo de los Jesuítas entre
nosotros. «En el siglo décimo séptimo [los Jesuítas] eran generalmen­
te respetados...aunque muchos los temían y miraban con recelo por
la sagacidad y destreza con que, en un momento se enriquecían, ad­
quiriendo bienes raíces, que eu sus manos alcanzaban rápido incre­
mento. (1) Los Jesuítas en toda la América Española se enriquecían
de una manera rápida y alarmante..., manía común a todas las co­
munidades de América íué la inmoderada codicia de bienes terrenos,
pero ninguna llegó a acumular tantos como los Jesuítas». (2)
Y un poco más abajo añade: «La solicitud por acrecentar bienes
raíces para sus casas y colegios íué uno de los síntomas de esa espe­
cie de ambición mundana que se apoderó en mala hora de los Padres
de la Compañía de Jesús;.. .todos los regulares amontonaron hacien­
das y bienes para sus casas; pero los Jesuítas se señalaron más que
todos en este punto.. .L a sagacidad de los Jesuítas para enriquecerse
llegó a ser proverbial y aun temible. (3) Los Padres de la Compañía
eran lo propietarios más ricos de la C o lo a ia ... (4) No había, pues,
en toda la Colonia quien pudiera competir ni igualarse con los Jesuí­
tas en riqueza». (5)*3
5
4

Í2)l) Ibid,
Historia General de la República del Ecuador, IV, 424.
436.
(3) Ibid., 447-48.
(4) Ibid., 451.
(5) Ibid., 449, nota.
- 365 - -

Ho son menos graves las cargas qne hace el ilustre historiador


8 la Compañía en el capítulo quinto del libro cuarto, correspondiente
los últimos años de la Provincia. «Otro medio poderoso de influen­
cia poseían los Jesuítas en la Colonia, y consistía en su riqueza ver­
daderamente asombrosa: ellos eran dueños de las Ancas más produc­
tivas, y con sus haciendas no podían competir ningunas otras ni en
extensión ni en rendimientos. Todos los colegios y casas tenían fun­
dos propios, pero el colegio de Quito disponía de un número casi
increíble de ellos, (i) Nada les hacía falta a los Jesuítas: disfrutaban
de los productos de todos los temperamentos de la región equinoccial
desde ¡a sal que puriñcaban en las salinas propias del colegio de Gua­
yaquil, hasta el vino que cosechaban en Patate, Tumbaco y Pimam-
piro; (2) aves de corral, cerdos, cabras, inmensas manadas de ovejas,
numerosas yeguadas, piaras de borricos, lucidas greyes de ganado
mayor vivían y prosperaban en sus haciendas. Con la abundancia y
variedad de los productos de ellas, los Jesuítas eran los capitalistas
más poderosos de la C olonia.. .(3) Sus riquezas no podían menos de
aumentar año por año con tan abundantes capitales, tanta constan­
cia en el trabajo, y sobre todo, con tan magistral economía». (4)
Por fin, después de recordar una vez más «esa casi fabulosa riqueza
que los constituía en árbitros de la Colonia», (5) termina con estas
palabras: «Séanos lícito deplorar aquí la triste aberración que de
acaudalar riquezas excesivas se apoderó, en mala hora, de los Jesuí­
tas de la antigua Provincia de Quito». (6)
Estas y parecidas frases que se repiten hasta la saciedad, no
pueden menos de dejar en el ánimo del que las lee la impresión de
que los Jesuítas en la Colonia eran escandalosamente ricos y que vi­
vían con la obsesión de acrecentar sin término sus posesiones y bie­
nes temporales: dos imputaciones a cual más falsa.
En cuanto a lo primero, después de lo que llevamos dicho, en la
primera parte de este capítulo, no será necesario extendernos mucho
en la refutación de las afirmaciones verdaderamente fantásticas del
limo. González Suárez.
En el primer tomo de esta historia hemos copiado íntegramen­
te la carta-cuenta del Hermano Procurador Miguel Gil del Madrigal
y la información jurídica que sobre la exactitud de los datos en ella
contenidos, se mandó hacer. También reproducimos íntegramente los
testimonios jurados de los nueve vecinos de Quito, todos ellos perso­
nas calificadas, llamados a deponer en esta información, (y)
Según estos documentos en 1633, o sea a principios del siglo
XVII, el colegio de Quito, el único hasta entonces establecido, go-1

(1) Ibid., V, 247.


(2) Adviértale que los Jesuíta« no tuvieron hacienda« en Tumbaco, i De dónde tacarían,
pues, el vino?
(3) Ibid., 248
(4) Ibid., 249. 5a
(5) Ibid., 257.
(6) Ibid., 266.
, , , (7) Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provìncia de Quito, I,
554-66; cfr, 136-4 a
3 66 -

zaba de una renta libre de 25.121 patacones. En el mismo tiempo l0s


gastos ordinarios de la casa ascendían a 21.747 patacones, quedan,
do un superavit de 3.374 patacones, con lo que entre otras cosas, g0
iba amortizando una deuda de 24.000 pesos. Como se ve, en sus pr¡Q.
cipios la Compañía en Quito tenía lo buenamente preciso para vivir
con decoro, y se comprende que, si bien la situación económica or-
dinaria no era de penuria, tampoco era de sobrada abundancia, sobre
todo cuando ocurrían gastos extraordinarios o pérdidas de cosechas.
Si de los primeros años de la Provincia de Quito pasamos a los
postreros, como nuestros lectores recordarán, nos han quedado de es­
ta época dos cuentas de origen totalmente distinto, hechas con pocos
años de diferencia, la una en 1.766 por los principales Padres de la
Provincia, a fin de informar oficialmente al Superior General del es­
tado económico de las casas y Misiones,y la otra en 1.773 por los en­
cargados de administrar, bajo la vigilancia del Presidente Diguja los
bienes de los Jesuítas desterrados. Estos documentos tienen también
carácter oficial y constituyen como el anterior una prueba de valor
irrecusable.
Ahora bien, según el primer cómputo, la renta líquida que pro­
ducían las haciendas de la Compañía era de 72.882 pesos anuales, y
conforme al segundo de 79.813 pesos,cuatro reales y medio al año. (t)
Tomando, pues, de estas dos cantidadesla más alta y reduciéndola a
números redondos, podemos asentar que la renta de que vivían los
Jesuítas residentes en el territorio actual del Ecuador era de unos
80.000 pesos. Las averiguaciones y demás diligencias hechas por Di­
guja, al tiempo de la expulsión, confirmaron de lleno estos datos.
Ahora bien, una renta de 80.000 pesos para 270 individuos, de
que constaba la Provincia, y con la que se tenía que atender a la la­
bor educacional de diez colegios y a la evangelización del Oriente
Amazónico, ¿puede llamarse «verdaderamente asombrosa, excesiva,
casi fabulosa»? ¿Puede decirse que unos hombres que por término me.
dio disponían de una renta anual de menos de 300 pesos, en un tiem­
po en que para vivir con razonable decoro se necesitaban de 300 a
400 pesos, estaban nadando en la abundancia y aun en una escanda­
losa opulencia? Si nada hacía falta a los Jesuítas, si disfrutaban de los
productos de todos los temperamentos de la zona equinoccial, si con
la abundancia y variedad de los productos de sus haciendas habían
llegado a ser los capitalistas más poderosos de la Colonia, sus verda­
deros árbitros en materia financiera, ¿cómo se explican las medidas
de Diguja a fin de proveerlos, a costa del real Erario, de lo más in­
dispensable, cuando marcharon al destierro? Para los espíritus serenos
e imparciales que no se pagan de exposiciones brillantes sino que bus­
can sin prejuicios la verdad histórica, ¿qué valor pueden tener ante la
evidencia de los números y de los hechos, lo que alguien ha llamado
«las acusaciones panfletarias del Arzobispo González Suárez»? (2)1

(1) Puede el lector comprobar estos números en las páginas 356 y 368.
(2) Jaramitlo A lvarado, L a Presidencia de Quito, 1, 125.
367 —

Se podrá objetar que respecto de las rentas y riquezas de los Je-


suítas, el limo. González Suárez da números distintos de los que
acabamos de presentar. Así es efectivamente; pero los números que él
ja carecen en absoluto de valor histórico, como lo vamos a compro­
bar al instante.
He aquí lo que escribe en la nota sexta del capítulo décimo oc­
tavo del libro tercero, refiriéndose al primer período que hemos con­
siderado, o sea a los principios de la Provincia de Quito: «Desde el
|9 de Enero de 1655 hasta el 31 de Agosto de 1659, entraron en caja
en el colegio de Quito 117.669 pesos 4 reales, según consta del libro
de cuentas del colegio, correspondiente a aquel año: parece, pues,
que a mediados del siglo décimo séptimo solo el colegio de Quito te­
nía de renta anualmente cerca de 40.000 pesos». (1) Si el lector se
toma el trabajo de hacer la operación aritmética correspondiente,
echará de ver sin dificultad, que dividiendo 117.669 pesos 4 reales en­
tre cuatro años y ocho meses, resulta un promedio anual no de 40.000
pesos aproximadamente, como dice el Illmo. González Suárez, sino
de 25.213 pesos 6 reales, o sea unos 15.000 pesos menosl
Respecto de las rentas de la Compañía en el siglo XVIII, los
errores numéricos en que incurre el célebre historiador son mucho
más graves aún. «Para calcular, dice,' de una manera aproximada y
no del todo exacta, los rendimientos de las haciendas de los Jesuítas,
presentaremos un dato suministrado por el Presidente Diguja. Desde
el 20 de Agosto de 1767 hasta el 31 de Diciembre de 1769, las ha­
ciendas produjeron 778.400 pesos, y esto después de la erupción es­
pantosa, que en abril de 1768 hizo el Cotopaxi, y con haberse pagado
por el diezmo el doble de lo que pagaban los Jesuítas: podemos, pues
conjeturar que las entradas anuales de los Jesuítas serían unos 350.000
pesos anuales, poco más o menos en 1767». (2)
Ahora bien, el monto del producto de las haciendas en aquellos
28 meses no es de 778.400 pesos sino de 118.400. En su afán de ha­
llar capítulos de acusación contra la riqueza de los Jesuítas, el Illmo.
González Suárez ha confundido el número 1 por el 7, resultando de
esta lectura equivocada 778.400 en vez de 118.400. Por increíble que
esto pueda parecer, no es posible dudar de ello. Basta la simple ins­
pección de la carta original de Diguja, que reposa en nuestro archi­
vo para convencerse de la verdad. Para que nuestros lectores puedan
verificar por sí mismos lo que afirmamos, ponemos a continuación el
facsímil foíotípico del párrafo utilizado por el Illmo. González Suá­
rez. Helo aquí:1

(1) Historia General de la República del Ecuador, IV , 344. Nota.


(2) Ibid., lib. 4, G. 4, nota ! 6; V . 251 -52 , nota.
— 363 —

o ícu ^ ^ cia n d a s délos C eltio s^ Jxocuxaaone» d t esteu O iûcQ


elucidò dt/dt ilo dt^/êÿôJto d u i7 G 7 la tta ultÙrU) d t^ lc ia n lz t JU / 7 G%
k o o j^ c lt x e n ta jf(Reducidos lo/caria/ i p u j O i a n , t n d L u ) tn,j?axtidcu ^
bjtciífí f u t ía n x& riiiidô ala, GmiacLuxia, &¿Icrn£' o ¿¡oxdvßrm.cum /¡^ ■

ùiMU destinas. £foûtzn, en dicio/ e fa io /(sd t include L x zp a m ned# a j¡^


lecha a, o f ima. d o n ò li7G%)m a / d t Ho n a ljp f xtÿdados aUsgxtcios cazziti*

------ ----— " — ■» ----------------------- y < ^ p v »í

cada, u^dorunùixaeùrn. deb/ tfeMxitcts; ne odiante. <x hùpd'caztt aljvuot


tfb a ttd ò Ohcarnal cpitpaÿalocns'

Al final de la secunda línea, inmediatamente antes de la suma


leída por él como si fuera 778.400, se halla la fecha del afío 1769,
donde cualquiera puede ver la diferencia entre el i y el 7, cosa que
hace inverosímil cómo haya podido tomar por dos sietes los dos unos
iniciales de la suma.
Por lo demás, le hubiera bastado echar una mirada al cuadro de
las cuentas de las haciendas confiscadas a los Jesuítas hecho por el
mismo.Diguja, para ver que,según los cómputos de este magistrado,
el promedio anual de las entradas en un espacio de siete afíos era de
73.740 pesos 4 reales y medio, y no de 350.000, o más exactamente
de 333.600, que es la cantidad que resultaría de las operaciones arit­
méticas, si el producto de dos años y cuatro meses hubiese sido
778.400 pesos. Con semejantes procedimientos históricos, ¿cómo no
han de crecer hasta lo infinito las rentas de los Jesuítas?
Mas, con ser tan graves estos errores, no son los únicos; pues, en
la larga y apasionada acusación del Illmo. González Suárez contra las
riquezas de la Compañía de Jesús se repiten los datos duplicados, tri­
plicados y aumentados aun en mayores proporciones. Vayan algunos
ejemplos.
Afirma el limo. González Suárez que sólo de la tenería de Chi­
llo los Jesuítas sacaban como unos 200 pesos mensuales. (1) Según
los libros de cuenta que tenemos a la vista, desde el año 1754 hasta
el de la expulsión [1767], no se trabajó en la tenería de Chillo, y
desde 1739 hasta 1753 la tenería produjo 1.747 pesos 5 reales, o sea1

(1) Historia Central de la República del Ecuador, IV, 449, nota.


— 369 -
8 pesos 5 reales por mes y no «como doscientos»! Y esto no ha­
ciendo entrar en cuenta los años 1749 y 1751 en que no se sacó
ningún provecho de la tenería. Dice asimismo que Conrogai rendía
800 pesos mensuales de la sola venta de aguardiente. (1) Sumando
las partidas del producto de aguardiente en esa hacienda desde 1740
hasta 1760, hallamos que en nueve de dichos años no se vendió una
gota y que la suma total en los demás asciende a 13.893 pesos; lo
que viene a dar unos 105 pesos mensuales en lugar de 800. Asegura
que en el Pedregal se recogían 1.000 arrobas de lana por año y que
la sola venta de quesos redituaba 200 pesos por semana. (2) Estos
datos son enteramente inexactos, porque mil arrobas de lana, supo­
niendo que toda ella fuese de la especie más barata, la negra, y
200 pesos semanales de quesos darían por sí solos un producto de
12.150 pesos anuales,(3) o sea algo más del doble de lo que, según las
cuentas de los ministros Reales que citamos más arriba, rendían
todos los productos de la hacienda, esto es 6.100 pesos 2 reales. (4)
No queremos cansar a nuestros lectores con nuevas y nuevas
rectificaciones que se pudieran hacer en este punto. Porque bastan
tamaños errores imperdonables en cualquier escritor serio y más en
un historiador de la talla del Iltno. González Suárez para desvir­
tuar por completo ante la sana crítica la fuerza de sus acusaciones
contra los cuantiosos haberes y fantásticas rentas de los Jesuítas.
Pondríamos aquí de buena gana punto final a esta enojosa discusión;
pero habiendo tratado el limo. González Suárez el asunto de las
riquezas de la Compañía también bajo otros aspectos, como el de la
extensión inmensa de sus predios rústicos y el del influjo preponde­
rante que ejercieron en la vida económica de la Colonia, nos vemos
obligados a seguirle en este terreno. Conforme a nuestra costumbre,
propondremos primero lealmente las palabras textuales del ilustre
historiador.
Si hemos de dar fe a lo que dice el limo. González Suárez, el
número, la extensión y la calidad de las haciendas de los antiguos
Jesuítas era algo que rayaba en lo inverosímil. «Sus haciendas, dice,
equivalían en el territorio de la moderna República ecuatoriana a
80 leguas cuadradas o a 4 grados geográficos; pues una de ellas, el
Obraje de San Ildefonso, comenzando en el valle de Patate, se ex­
tendía hasta las selvas orientales bañadas por el Ñapo, tras la cor-1

(1) ibid., V , 250, nota,


(2) Ibid., V , 249, nota.
(3) En 17661a arroba de lana negra se vendía de 13 a 15 reale«. Tomando el término me­
dio Ja 14 reales, mil arrobas producirían 14.000 reales o sea 1.150 pesos. S i a éstos se añaden
¡ “•400 pesos, producto anual de 200 pesos semanales de quesos, tendremos un producto total de
12.150 pesos.
(4) Para que se juzgue de la prolijidad con que el limo. González Suárez cita los docu­
mentos, nos permitiremos aducir un ejemplo más. En el libro cuarto, capítulo quinto, nota 24
c <V , 266) trae la serie de Provinciales de la Provincia de Quito con la fecha del año en
l i e dieron principio a su gobierno. Pues bien, de diecisiete fechas, tres son exactas y catorce
equivocadas^ En esa misma nota dice que la cédula de expulsión debió haber sorprendido a los
"adres 1 omás de Larráin y Bernardo Recio en Roma, siendo un hecho tan notorio y conocido
•Pe les sorprendió en su prisión de Gerona, en donde el P . Larráin falleció a los pocos meses.
dillera andina. Entre los particulares casi no había un solo propieta-
rio independiente, porque las casas de las ciudades, las granjas en
los campos, las haciendas extensas y hasta los cortijos pertenecían
de un modo directo o indirecto al estado eclesiástico y principal-
mente a los regulares: casi toda casa reconocía un censo, casi toda
propiedad pagaba un canon en dinero. Con las riquezas de los Jesuí-
tas sólo podía compararse la de las otras comunidades religiosas so­
bre todo la de los Dominicanos;.. . entre tanto, los seculares gemían
en la pobreza, y no había negocio ninguno en que pudieran trabajar,
porque en todos la competencia de los Jesuítas no podía ser venci­
da. Como ellos eran los mayores productores de la Colonia, ellos
daban la ley en el mercado público, vendiendo sus electos al precio
que mejor les parecía», (i) En el mismo sentido escribe en otro lu-
gar: «El estado en que se encontraban todas estas Provincias era
lamentable; pues habían caído en un extremo de pobreza y de mise­
ria casi irremediables. La propiedad territorial en toda la extensión
de la Presidencia, se hallaba distribuida de un modo desproporcio­
nado; la mayor parte de los mejores terrenos perteuecía a las co«
munidades religiosas, principalmente a los Padres de la Compañía
de Jesús; las fincas de los particulares eran pequeñas en comparación
de las de los Religiosos... Las haciendas o granjas de los particula­
res estaban gravadas con las pensiones del diezmo y de las primicias,
de las cueles se habían exonerado los Religiosos alegando privilegios
canónicos, y casi no había fundo alguno, tanto rústico como urbano,
que no estuviese gravado también con pensión de censo en favor de
alguna casa religiosa». (2)
Con la extensión corrían parejas la calidad y producción de las
haciendas de la Compañía: «Los bienes raíces de los Jesuítas, dice,
sus haciendas, eran sin disputa las mejores de todas estas comarcas,
porla calidad de los terrenos y por lo bien cuidado y administrado de
todas ellas; a cada únale sobraban indígenas para el laboreo de los
campos en los climas fríos, y negros esclavos en los valles ardientes
para el cultivo de la caña de azúcar; distribuidas en grupos o depar­
tamentos, cada uno de éstos era administrado por un Hermano
Coadjutor temporal el cual tenía bajo su dependencia un gran núme­
ro de mayorales y subalternos prontos a cumplir sus órdenes». (3)
«En sus haciendas cultivadas con esmero e inteligencia establecieron
la industria de curtir y adobar pieles, y los cordovanes que prepara­
ban en Chillo no tenían rival en toda la provincia; en sus rebaños
formados de millares de ovejas y de centenares de cabras poseían una
fuente inagotable de riqueza; de sus molinos salían grandes carga-1

(1 ) H istoria General de la República del E cuad or, lib. 4, c. 5; V , 257-58.


(2) Ibid., lib. 4 , c. 2; V , 45. Es falso que los Religiosos no pagasen el diezmo; lo pagaron
desde que perdieron el pleito de diezmos en 1657. Antes de esta época no estaban obligados a
pagarlo, porque los había eximido la autoridad competente. Los bienes raíces de los Religiosos es­
taban gravados de censos y pensiones lo mismo que los de los seglares. Cfr. H istoria de la
Compañía de J esú s en la A n tig u a P rovincia de Quito., T . 1, 21 4-18.
(3) Ibid., lib. 4, c. 5; V , 248.
— 371 —

nientos de harina, con los cuales hacían negocios pingües no sólo en


Guayaquil, sino hasta en Panamá; de sus dehesas venía el ganado
mejor y más bien cebado para la casa de rastro de esta ciudad.. . .
Vastas haciendas, manejadas por manos diestras y económicas, los
pusieron muy pronto en condiciones ventajosas, para monopolizar el
negocio de varios artículos de comercio interior; los que especulaban
en la introducción de ganado no pudieron competir con los Padres,
que traían el suyo de sus prados propios, y con los sirvientes de
sus haciendas; lo mismo sucedió con el negocio de mieles y con el
de cueros.
Los Padres de la Compañía eran los propietarios más ricos de
la Colonia. Los frailes competían con los Jesuítas en punto al acre­
centamiento de sus fincas y haciendas, de donde resultó una situa­
ción muy desfavorable para el progreso de las ciudades y villas de
la Colonia. Ese acumulamiento de bienes territoriales en ciertas y
determinadas corporaciones religiosas, fué parte para que la propie­
dad estuviera concentrada y la pobreza llegara a tomar proporcio­
nes alarmantes», (i) «Es necesario estudiar atentamente los docu­
mentos de aquel tiempo, para convencerse de que nuestros mayo­
res habían llegado a concebir una especie de horror a la riqueza de
los Jesuítas, y que ansiaban verse libres de ella. ¿Qué más? Cuando
la guerra de la Gran Bretaña contra la Península ¿no se pensó, aca­
so, en Quito, que era conveniente entregarse a Inglaterra para reme­
diar de una vez el estado de miseria en que se encontraba la Colonia,
a causa de las grandes propiedades de los Regulares?» (2)
Si reducimos a breve síntesis las ideas contenidas en estas citas
y en otras parecidas, que omitimos en gracia de la brevedad, las
acusaciones del limo. González Suárez contra las riquezas de la
Compañía de Jesús, se pueden condensar en tres puntos.
Primero: Las haciendas de los Jesuítas alcanzaron en extensión
proporciones verdaderamente fantásticas.
Segundo: El haberse concentrado lo mejor y principal de los
fundos rústicos en manos de los Religiosos, y de un modo especial
de los Jesuítas, fué causa del empobrecimiento de la Presidencia
de Quito.
Tercero: La preponderancia económica de los Jesuítas llegó a
pesar de una manera tan grave sobre los pueblos, que éstos acabaron
por concebir una especie de horror a sus riquezas y aun pensaron en
entregarse a Inglaterra para verse libres de su opresión.
Contestaremos una por una a estas proposiciones. La primera
que encarece la extensión excesiva de las propiedades territoriales de
los Padres de la Compañía de Jesús en la Colonia, queda refutada,
en cuanto a la substancia, en los primeros números de este capítulo,
cuando explicamos las razones por las cuales los antiguos Jesuítas se
vieron obligados a colocar en tierras las rentas ofrecidas por nues-1

(1) Ibid., lib. 5, c. 18: IV , 4 4 9 -5 1 ,


(2) Ibid., lib. 4 , c. 5; V , 2 6 0 -6 1 .
-3 7 2 —

tros amigos y bienhechores para la fundación de los colegios. Con.


sideradas en su conjunto y teniendo en cuenta los adjuntos geográfi.
eos y las condiciones de la vida económica en la Colonia, las pose.
ciones territoriales de la Compañía constituían, según vimos, una
fuente de riqueza apreciable, pero no excesiva. A fin de evitar inúti­
les repeticiones bastará, pues, evidenciar mediante un argumento ge­
neral, la injusticia y sinrazón de las graves acusaciones lanzadas por
el Sr. González Suárez contra los Jesuítas como acaparadores de la
riqueza pública en los siglos XVII y XVIII.
Si las haciendas de los Jesuítas tenían una extensión casi incon­
mensurable, si por otra parte eran las mejores entre las mejores en
cuanto a la feracidad del suelo y a la abundancia y variedad de sus
productos, hasta el punto de inundar el mercado con sus frutos y
constituir un verdadero monopolio de varios artículos, síguese por
lógica consecuencia que los ingresos de que disfrutaban las casas de
la Compañía debían alcanzar proporciones fabulosas. Es tan clara y
evidente esta deducción, que el limo. González Suárez, no trata de
eludirla, antes bien, sobre ella funda su afirmación de que los Jesuí­
tas habían llegado a ser entre nosotros una potencia económica for­
midable, con la cual nadie podía ya competir.
Ahora bien, si se estudia esta cuestión a la luz de los documen­
tos y con riguroso criterio histórico, ¿qué se encuentra? Que las
cuentas hechas por los enemigos de los Jesuítas, los informes de
los Superiores de la Orden y los del Presidente Diguja convienen en
que la Compañía sacaba de sus inmensas y maravillosas haciendas
una renta media de menos de 80.000 pesos, de modo que el producto
de cada hacienda, no llegaba por término medio a 2.000 pesos anua­
les. La exactitud de este cálculo se puede comprobar con rigor ma­
temático, con sólo inspeccionar el cuadro del producto de las ha­
ciendas de los Jesuítas formado por la Junta que administró sus bie­
nes después del extrañamiento.
Según este documento que reproducimos más arriba, (1) cinco
haciendas solamente produjeron una renta superior a 2.000 pesos
anuales: San Ildefonso, 7.979 pesos y 1 real y medio en poder de
los Jesuítas y 8.044 pesos y 1 real y medio en poder de los secues­
tradores; Pedregal, 6.010 pesos 2 reales en poder de los Jesuítas y
5.226 pesos 4 reales en poder de los secuestradores; Chillo e Ichu-
bamba, 4.632 pesos tres reales cada una por término medio en poder
de los Jesuítas y 3.866 pesos reales y medio en poder de los secues­
tradores; Tigua, 3.009 pesos 6 reales en poder de los Jesuítas, 1.246
pesos 4 reales en poder de los secuestradores.
Una sola hacienda, Píntac, tuvo una producción de 2.079 pesos
3 reales en tiempo de los Jesuítas, que baja a 1.034 pesos 6 reales
y medio en tiempo de los secuestradores. Todas las demás hacien­
das rindieron tan poco, que el producto anual no llega ni siquiera
a 2.000 pesos. No daremos los números correspondientes a todas1

(1 ) V éate página 358.


— 373 -

I,s h acien d as, para excusar prolijidad, pero por lo menos los de
algunas de ellas. ^
Las diez haciendas de Santiago, Carpuela, Chaluayaco, Calde­
ja Tumbaviro, Cotacache, Laguna y Agualongo daban
C h a m a n a l,
u0'a renta de 17.326 pesos 4 reales y medio con los Jesuítas y 17.267
pesos 6 reales con los secuestradores; por donde a cada una le co­
rresponde en números redondos 1.732 pesos y 1.726 pesos respecti­
vamente como producto anual. Tanlagua, Guatos y Nieblí rendían
3 494 pesos 5 reales con los Jesuítas y 382 pesos 7 reales y medio
con los secuestradores; luego el término medio de cada una era de
831 pesos 4 reales y 162 pesos 5 reales en uno y otro caso. Cha-
quibamba producía 836 pesos 7 reales con los Jesuítas y 688 pesos
6 reales tres cuartos con los secuestradores; Conrogai, 530 pesos
5 reales con los Jesuítas, 384 pesos 1 real con los secuestradores;
Lloa 181 pesos 1 real con los Jesuítas, 416 pesos 4 reales con los
secuestradores. Las seis haciendas del colegio de Riobamba produ­
cían 1.403 pesos 5 reales con los Jesuítas y 1.700 pesos con los se­
cuestradores, o sea cada una 250 pesos 3 reales y 283 pesos 2 reales
bajo los distintos dueños. Y así podríamos continuar encontrando
números todavía más bajos. (1) Imposible recusar la veracidad de
estos datos. Luego si la conclusión a que llega el limo. González
Suárez acerca de la renta fabulosa, que los Jesuítas sacaban de sus
haciendas, está en abierta contradicción con los datos y números
estrictamente verídicos, las premisas de las que ha deducido aquella
conclusión o son falsas, o por lo menos notablemente exageradas.
Podemos afirmar, por consiguiente, que el limo. Sr. González Suá­
rez ha desfigurado la verdad de los hechos, al encarecer y exagerar,
como lo ha hecho, la extensión e importancia de la riqueza territo­
rial de la Compañía de Jesús.
Pero no solamente ha exagerado en este punto la verdad, sino
la ha falseado con datos notablemente equivocados. Así por ejem­
plo en el capítulo quinto del libro cuarto, nota 16, presenta el limo.
González Suárez una lista impresionante de 77 haciendas pertene­
cientes a los antiguos Jesuítas, distribuidas por Provincias, y añade
que esta lista es incompleta, (2) Ya dijimos más arriba cómo el
P. Juan de Velasco enumera ton sólo 63 haciendas, al hacer el re­

f i) Este rendimiento tan escaso de las haciendas de los Jesuítas podrá tal vez sorprender y
aun desconcertar a algún lector acostumbrado a representarse, a través de las descripciones del
limo. González Suárez, como unas granjas—modelo en gran escala. M uy otra é r a la realidad
atestiguada por los documentos de la época. El estado de las haciendas de la Compañía era en
general deficiente por falta de personas competentes que las administrasen. Y a dijimos cómo la
Provincia de Quito padeció una dolorosa penuria de Hermanos Coadjutores, y esta falta fué causa
de que las haciendas, dejadas en manos de gente asalariada sin interés por hacerlas producir, diesen
una renta tan menguada, que con ser tantas, a duras penas bastaban a satisfacer las necesidades
®as perentorias En su carta de 25 de Marzo de 1740, el P . General Francisco Retz lamentaba
de que las haciendas prosperasen tan poco, por no haber un Hermano inteligente y abnegado que
las cuidase. A la escasez de la producción se sumaban las dificultades con que tropezaba la ex­
portación de los productos. Los paños elaborados en los obrajes, por ejemplo, no se podían vender
»■no en Lima. Y a se entiende con esto que las haciendas de los Jesuítas no eran el Potosí que
algunos han soñado.
(2) o. c., V. 249-51.
— 374

cuento de los bienes que poseía la Provincia al tiempo de la ex.


pulsión.
¿De dónde nace la diferencia que existe entre el número sumis,
trado por el P. Velasco y el que estampa el limo. González Suárez?
Es por demás instructivo a este propósito el cotejo del catálogo déla*
haciendas que el colegio de Quito poseía en la actual Provincia de
Pichincha, según el uno y el otro historiador. El P. Velasco señala
en este territorio 12 haciendas, número en que conviene también
la Junta que administró los bienes de los Religiosos desterrados, la
cual nos da además la nómina de estas haciendas, es a saber, Pe.
dregal, Chillo, Ichubamba, Tanlagua, Guatos, Nieblí, Cayambe,
Cangagua, Yaruquí, Conrogal, Lloa y Chaquibamba. (i)
El limo. González Suárez en cambio pone en su lista 23 ha*
ciendas, o sea casi exactamente el doble de las indicadas por Velas­
co y por la Junta. Mas para completar este número divide arbi*
trariamente la hacienda de Chillo en seis, la de Ichubamba en tres,
la de Yaruquí en dos; incluye además en la lista, como hacienda,
una cuadra que tenía el colegio de Quito al pie del Panecillo, para
tener en ella las bestias de silla o de carga que venían al colegio.
Pero hay más todavía, entre estas haciendas figura «Sacha, coa
cien mil caballerías de tierra». (2)
No sabemos si la hacienda de Sacha ha existido o existe en la
Provincia de Pichincha. Pero sea de esto lo que fuere, lo cierto es
que esta hacienda fantástica nunca perteneció a la Compañía. No
aparece por ningún lado en el Libro de recibos del colegio de Quito;
el Presidente Diguja no la menciona en la lista de las haciendas in­
cautadas y administradas bajo su dirección después del secuestro; el
P. Velasco en el citado recuento de las haciendas de la Provincia no
dice una palabra de ella. Nosotros después de revolver los documen­
tos de nuestro Archivo con el intento de identificar esta hacienda,
pudimos por fin dar con ella en un voluminoso manuscrito que lleva
este título: Testimonio del Seqüestro del colegio máx? de Quito
practicado el 20 de Agosto de 1767 . En el inventario del secuestro
practicado en la hacienda del Pedregal, fol. 325-v, se encuentra
esta partida que transcribimos integra sin cambiar una letra:
«Sacha estancia agregada
a la misma del Pedregal
Itten una casa larga cubierta de paxa con cuatro quartos, el uno
que sirve de capilla y dentro una Imagen de Nuestra Señora, otra
de bulto de San Juan y otra de lienso de San Bruno, un Atril, tres
jarras y quatro candeleros de palo.1

(1) En el informe se nombran además las haciendas de Alangasf, Cotocollao y Caraburo-


Pero adviértase que los Padres de la Compañía no administraban las dos primeras haciendas
en provecho propio, sino para sufragar los gastos de los alumnos y seminaristas pobres que «*"
tudiaban con beca en el colegio seminario de San Luis y estaban a cargo de la Compañía du­
rante toda su carrera, aun en tiempo de vacaciones. E l producto de Caraburo te aplicaba a ***
Misiones.
(2 ) O. c., V , 250, nota.
— 375 —

Itten en los quartos de vivienda una caja y una silla de sentar.


Itten una troge cubierta de texa con puertas, candado y llave, y
dentro una media de medir granos, un galápago de hacer texas». I
Aquí tiene el lector el caserío, el mobilario y los aperos de esta
hacienda de proporciones nunca vistas ni oídas. Pero no es esto to­
do, en los datos que nos da acerca de ella, el limo. González Suárez
contradice manifiestamente sus anteriores afirmaciones. En efecto,
pos dice que la superficie total de las haciendas de la Compañía en
el territorio de la actual República del Ecuador era de 8o leguas
cuadradas. Ahora bien, si Sacha tenía 100.000 caballerías, sola su
superficie seria dos veces mayor que la de todas las demás haciendas
juntas.
En efecto, siendo la caballería igual a 16 cuadras cuadradas,
loo.ooo caballerías darán una extensión de 1.600.000 cuadras cuadra­
das. Como por otra parte, la legua cuadrada equivale a xo.ooo cua­
dras cuadradas, resultaría que Sacha por sí sola tendría una superfi­
cie de 160 leguas cuadradas, o sea exactamente el doble de la su­
perficie que el limo. González Suárez señala para todas las haciendas
juntas, incluso Sachal Dejamos al recto juicio de nuestros lectores
el calificar semejantes errores. Y después de esto, ¿se puede exigir
razonablemente que demos un crédito ilimitado a todo lo que el-
Sr. González Suárez escribe sobre las rentas y riquezas de los Jesuí­
tas en la antigua Provincia de Quito?
La segunda imputación gravísima que se hace a la Compañía de
Jesús en los textos copiados más arriba, es la de haber empobreci­
do a la Presidencia de Quito por el exceso de sus riquezas. Bastaría
lo dicho hasta aquí para demostrar cuán inconsistente sea esta acu­
sación, puesto que se funda en un falso supuesto, el del número y
extensióu exorbitantes de sus haciendas. Por esto nos contentare­
mos con añadir aquí una sencilla reflexión.
Al cultivar sus haciendas, usando del derecho natural que. todo
hombre tiene de proveer a las necesidades de la vida, los Jesuítas
y los demás Religiosos a nadie hacían agravio, como expresamente
lo reconocen los autores de las Noticias secretas de América. Más
aún, daban un alto ejemplo de laboriosidad, harto necesario en
aquel tiempo en que los españoles que emigraban a América venían
con la ilusión fantástica de enriquecerse mucho con poco o ningún
trabajo. ¿No eran, por consiguiente, beneméritos de la nación unos
hombres que, en época de general desidia, con su industriosa dili­
gencia pusieron en valor tierras improductivas, mejoraron la agri­
cultura y dieron el primer impulso a la industria nacional en varios
de sus ramos, según confiesa el limo. González Suárez? (2)
En frases aceradas, como suele, este historiador estigmatiza los
absurdos prejuicios de los hidalgos españoles venidos a América, que
8e hubieran creído afrentados y envilecidos si trabajaran, así como1

(1) A r c h iv o S . J .
(2) O. c „ lib. 4, c. 5; V, 249.
— 376 —

la ociosidad y necia ostentación de los ricos criollos, que en el Iu;0


y en el juego derrochaban locamente las rentas de sus heredades. (A
¿No sería más lógico y más equitativo echar la culpa del empobre,
cimiento de la nación a la ociosidad y despilfarro de muchos nobles
a la reglamentación excesiva y al intervencionismo del Estado en |g
agricultura, verdadéra rémora para el progreso económico de ig,
colonias, al constante desagüe de las rentas hacia la Metrópoli, (2)
antes que a los Jesuítas que cultivaban sus propiedades para poder*
vivir, y que pagaban con creces al país lo que éste les daba, em­
pleándose sin descanso hasta última hora, en educar a la juventud,
moralizar al pueblo y civilizar al indio de las selvas orientales? Si lg
causa principal de la miseria pública fueron las riquezas de los Jesuí*
tas, como sobradamente lo da a entender el limo. González Suárez,
¿no quedaba subsanado el mal, cuando, expulsada la Compañía, sus
temporalidades vinieron a engrosar el caudal rentístico de la Presi-
dencia? Ahora bien, en las postrimerías de la Colonia, cuando yg
no existían Jesuítas, la situación económico social, lejos de mejorar
había empeorado, prueba manifiesta de que otra era la causa del
empobrecimiento nacional.
La tercera afirmación que contienen los textos antes citados, es
que los Jesuítas a causa de sus riquezas se habían hecho odiosos y te*
mibles a los pueblos de la Colonia. Hubiéramos deseado ver algunas
pruebas de una afirmación tan categórica y por otra parte de tanta
afrenta para la Compañía de Jesús. (3) Mas el limo. González Suá-1

(1) Ibid., IV , 445, 476; V , 56. nota.


(2) Cfr. Ballesteros, H istoria de E sp a ñ a ,V I, 686; Cevallos, Resumen de la Historia
del E cu a d or, T . Il, c I, parr. 6.
(3) En la nota vigésima del capitulo quinto del libro cuarto (o. c „ V , 25 6-60), el limo.
González Suárez aduce como prueba de la opresión que el pueblo sentia por parte de las rique­
zas de los Jesuítas una certificación de cierto reclamo hecho pos. el empleado del Cabildo civil
encargado de vigilar el precio de las subsistencias, al P . Provincial Baltasar de Moneada, acerca
del precio a que se vendía el azúcar en nuestro colegio. E l reclamo no íué atendido por el
P . Provincial.
Esta certificación se dió con motivo de haber tomado la residencia al Cabildo de Quito, uno
de los miembros de la R eal Audiencia.
¿Qué prueba de suyo este documento? Una sola cosa, que a mediados del siglo XVIII se
presentó una queja de que los Padres de la Compañía expendían el azúcar elaborado en sus ha­
ciendas a un precio demasiado subido.
Para que el documento constituyese un verdadero cargo contra la Compañía y su Provin­
cial el P . Moneada, sería menester demostrar que la acusación era fundada. (Acaso no se pueden
dar acusaciones falsas? No hace falta salir de la obra del limo. González Suárez para conven­
cerse de ello.
Ahora bien, el ilustre historiador se contenta con reproducir la acusación, sin decir una pa­
labra del valor objetivo que pudiera tener. Nosotros, en cambio, tenemos indicios más que
cientes para sospechar, y aun para afirmar que la tal acusación carecía de todo fundamento.
En primer lugar, según consta de la misma certificación, a los pocos días del requerimiento
que el empleado del Cabildo hizo al P . Moneada, la R eal Audiencia dió un decreto en todo fa­
vorable a la Compañía, permitiéndole seguir vendiendo el azúcar en las mismas condiciones ds
antes. De este decreto se deduce claramente una de dos cosas; o que los señores Oidores, exami­
nando el asunto, vieron que no había justo motivo para el reclamo del Cabildo, o que prevarica­
ron, al patrocinar un abuso clamoroso contra la justicia que tenían obligación estricta de h»c*
observar. Ahora bien, no es lícito acusar sin pruebas de un delito tan grave a la primera y °**
respetable corporación que había entonces en nuestro territorio.
Adem ás, si se advierte al tiempo en que se hizo este reclamo, se echará de ver que no fait*0
razones para sospechar que estamos en presencia de uno de aquellos actos de hostilidad, con q°e
- 3 77 —

fez só contenta con afirmar, sin aducir prueba de ninguna clase, co­
mo no sea el supuesto proyecto, que hubieran concebido los habitan­
tes de la Presidencia de Quito de entregarse a los ingleses para
verse libres de los Jesuítas, con quienes hubieran acabado los here­
jes. A la verdad, no deja de causar cierta extrafieza que el limo.
González Suárez haya dado cabida en su magna obra a esta burda
calumnia, estampada por vez primera en las Noticias secretas de
América. Nadie como él podía y debía saber que nuestro pueblo de
fe arraigadísima, a pesar de sus debilidades morales, hubiera sido
absolutamente incapaz de echarse en brazos de una nación protes­
tante, y menos para apoderarse de los bienes de los Religiosos. No
insistiremos más sobre este argumento harto infeliz y que ciertamen­
te no honra mucho al limo. Sr. González Suárez.
Por lo demás, si «nuestros mayores habían llegado a concebir
una especie de horror a la riqueza de los Jesuítas y ansiaban verse
libres de ella», ¿cómo se explica que desde 1586, en que nuestros
Padres llegaron a Quito, hasta 1767, afio de su expulsióo por Carlos
III, nunca cesasen en sus peticiones e instancias las poblaciones de
la Presidencia, a fin de tener casas de de la Compañía? No se desea
y busca con ahinco aquello a que se tiene horror y aborrecimiento.
Ahora bien, a excepción de la ciudad de Cuenca, que alcanzó
relativamente pronto el colegio que solicitaba, todas las demás ciu­
dades y villas hubieron de esperar largos años hasta ver cumplidos
sus deseos, renovando incesantemente representaciones y ruegos con
una constancia que conmueve y causa admiración. E l colegio de
Ibarra se fundó en 1685, a los sesenta y siete años de haberlo pedi­
do la Villa. Latacunga no obtuvo el colegio que pretendía fundar
sino después de 48 años de peticiones, Guayaquil después de 60,
Riobamba después de 63 y Lo ja después de 96, desde 1631 hasta
1727. En los últimos años de la Provincia, en 1748 se abrió la
Residencia de Ambato, por la cual se venía trabajando desde 1687.
En 1761 se dieron los primeros pasos para la fundación de Otavalo,
y en 1766, un año antes de la expulsión se terminaba en Guano-una
casa de Ejercicios, que debía con el tiempo transformarse en Resi­
dencia. Además de estos domicilios, la Provincia de Quito adquirió

el Cabildo civil de Quito hizo sentir su inquine contra los P P . Ignacio de Hormaegui y Andrés
de Zarate, los cuales por su (alta de tino se habían malquistado con los quiteños. Las manifesta­
ciones de desafecto llegaron al colmo en tiempo de la visita del P . Zarate, como ya lo indicamos
en el capítulo undécimo del primer Libro de esta Historia. Pero aun después de la partida del V isi­
t o r , y por consiguiente en los primeros años del gobierno del P . Moneada, se experimentaron
las consecuencias de la tirantez de relaciones que habían mediado entre el Cabildo y aquellos
dos Padres.
Débese tener en cuenta finalmente que el P . Moneada fué, sin duda alguna, el más insigne
de los Provinciales que gobernaron la Provincia de Quito. Entre nosotros dejó fama de varón no
¡°lo prudentísimo sino verdaderamente santo, y el vivísimo sentimiento que causó su partida es
buena prueba del aprecio y veneración que había sabido granjearse durante su permanencia en
nuestra capital. ¿Se puede creer que un Religioso de tan eximia virtud y por otra parte cumplido
caballero cometiese la injusticia y la ruindad de aprovecharse de una carestía para vender a un
Precio exorbitante un artículo de primera necesidad? H ay algunas hipótesis que por su misma
enormidad se refutan a sí mismas. Por lo menos estamos en derecho de exigir a quien directa o
'»directamente las formula, las pruebas de lo que afirma.
— 378 —

algunos otros en poblaciones, que boy no pertenecen a la Repúbl}.


ca del Ecuador, en Panamá, Popayán, Pasto, Cali y Buga, y en los
últimos años se estaba tramitando la fundación de una casa en
Piura.
Como se ve, no hubo una sola población de importancia en la
jurisdicción de la Provincia que no procurase con ahinco el estable,
cimiento de una casa de la Compañía. Estas fundaciones que se
sucedieron sin interrupción hasta la víspera del extrañamiento, son
la prueba más convincente de que los habitantes del Ecuador en
la Colonia miraban a los Jesuítas con veneración y cariño y no con
el recelo y horror con que el menesteroso mira al acaudalado cuya
influencia se le hace pesada y temible. La comparación es del limo.
González Suárez, ( i )
Hemos contestado hasta aquf a la primera acusación general
del limo. González Suárez contra las riquezas de la Compañía de
Jesús, o más bien dicho, a una serie de acusaciones agrupadas en
torno de la ¡dea central de que los Jesuítas en tiempo de la Colonia
eran desmesuradamente ricos. Réstanos decir algo de la segunda, o
sea de la insaciable ambición de bienes temporales, que según el
ilustre historiador, «se apoderó, en mala hora, de los Jesuítas de la
antigua Provincia de Quito». (2) Esta imputación es mucho más
grave de lo que a primera vista parece, porque si se llegara a probar
que la Compañía se dejó llevar entre nosotros «de la triste aberra­
ción . . . de acaudalar riquezas excesivas», (3) habría que convenir
que los Jesuítas quiteños faltaron gravemente a las leyes de la Igle­
sia y a las de su propio Instituto, que prohiben toda posesión de
bienes superfluos.
Pero de la misma enormidad del crimen de que se les acusa se
puede sacar una prueba manifiesta de su inocencia. Porque es un he­
cho universalmente comprobado en la Historia de la Iglesia que,
cuando una Orden religiosa abre la puerta a la demasía de bienes
temporales, al punto descaece del espíritu de su vocación y se
precipita en los más lamentables excesos. Ninguna Religión, que se­
pamos, ha tolerado impunemente que se menoscabe en ella el espí­
ritu de pobreza evangélica.
Ahora bien, si hay un hecho plenamente comprobado, es que la
Provincia de Quito, aun en los tiempos de las mayores turbaciones y
dificultades internas, nunca llegó,por la bondad de Dios, al abismo de
la relajación. No se vieron tampoco en sus miembros faltas y delitos
graves contra la pobreza religiosa, y cuando alguien se desmandaba
en esta materia, al punto los Padres Generales ponían el convenien­
te remedio, de suerte que nunca llegó a cundir el mal en una casa,
menos en toda la Provincia. En más de un lugar de esta Historia
hemos podido advertir con qué exquisita diligencia nuestros Superio­

r i ) O. e., V . 261.
( 2) ibid., 268.
(3) Ibid., 268.
- 3 7 9 -

res, sobre todo los Generales, celaban la incolumidad de la pobre­


za en la Compañía.
Es esto, por lo demás, tan evidente que el mismo limo. Gonzá­
lez Suárez no puede menos de admitirlo. Sus palabras que suenan,
sin pretenderlo, a verdadera apología son como sigue: «Entre ellos
[los Jesuítas] no se vió jamás el escándalo... de individuos particula­
re s, con hacienda y peculio propio: el individuo no fué nunca rico,
v iv ió siempre extraño a la codicia y nunca poseyó caudal propio, (i)
En su vida ordinaria se trataban con sobriedad: en sus casas lucía
la decencia: había limpieza, orden y decoro. (2) En las casas de los
Jesuítas había abundancia más nunca despilfarro». (3)
Estas afirmaciones no pueden ser ni más categóricas, ni más
perentorias. Ahora bien, ¿cómo pudieron coexistir a un mismo
tiempo en las casas de la Compañía la religiosa sencillez, la sobriedad
en ei trato, la debida economía y la opulencia, la riqueza, no sólo
grande sino excesiva, alarmante, casi fabulosa? ¿Cómo no se vió
nunca en ellas, a pesar de gozar de riquezas desmedidas, el peculio,
la codicia privada, y demás abusos contra la pobreza que aparecen
irremediablemente en las comunidades, en cuanto dan lugar a
excesos contrarios a la ley fundamental del estado religioso?
El limo. González Suárez parece haberse hecho cargo de esta
objeción, y, por esto procura prevenirla con una distinción ingeniosa
y sutil, pero que deja en pie la dificultad sin resolverla. Distingue
entre los Jesuítas considerados como individuos y los Jesuítas for­
mando un cuerpo moral. Los primeros vivían pobremente como a
Religiosos conviene, los segundos eran una potencia financiera cuya
influencia llegó a hacerse pesada y temible. «El individuo, dice, no
fué nunca rico, vivió siempre extraño a la codicia y nunca poseyó
caudal propio: las riquezas eran de la comunidad, pertenecían a cada
casa y los individuos, como individuos nunca, en ningún tiempo,
ejercieron dominio sobre ellas». (4) Y en otro lugar: «Las casas te­
nían riquezas, pero en los individuos resplandecía cierta mesura ama­
ble en todos». (5) Pocas veces se habrá hecho elogio más cumplido
de la pobreza de los Jesuítas de la comunidad de Quito, elogio tanto
más digno de apreciar, cuanto que viene a ser una confesión, arran­
cada por la evidencia de los hechos a su mismo acusador.
Mas estas distinciones y sutilezas no hacen al caso, pues están
en abierta contradicción con la Historia y con el sentido común.
En efecto, hasta ahora no se ha podido citar un solo caso de una
Orden o Congregación, infiel a las obligaciones que le impone la po­
breza religiosa, cuyos miembros no hayan sufrido serios quebrantos
en el fervor del espíritu y en la regularidad de la observancia. Por
algo d>ce San Ignacio que «la pobreza es como baluarte de las Reli-1

(1) O. c ., lib. 4 . c. 5, V . 248.


(2) Ibid., lib. 3 .C . 18,1V , 448.
(3) Ibid., lib. 4, c, 5; V , 250.
(4) Ibid, lib. 4, c. 5; V , 2 4 8 -4 9 .
(5) Ibid., lib. 3, c. 18; IV , 440.
— 38o —

giones, que las conserva en su ser y disciplina y las defiende de


nuestros enemigos», (i)
Además ¿se puede suponer sin rebasar los límites de lo creíble
que, durante más de siglo y medio, unos hombres que disponen de
inmensos caudales y de todas las facilidades para la vida, se van a
sujetar habitualmente a un régimen sencillo y austero, sin caer nun-
ca en la tentación de abusar de aquellos bienes que les sobraban con
exceso? Se podrá tal vez admitir que uno que otro individuo de cua-
lidades excepcionales logre sobreponerse con heroica entereza al
ambiente de regalo que le rodea; pero afirmar esto del conjunto es
cosa tan absurda como pretender que en medio de una región infec­
tada pueda vivir una población sana y robusta libre de todo contagio.
La conclusión que se desprende de estas consideraciones es cla­
ra. No es posible sostener que la Compañía de Jesús fuese en la
Colonia una potencia financiera temible para los pueblos, «una ver­
dadera casa fuerte», (2) y afirmar al mismo tiempo que los Jesuítas
considerados individualmente viviesen siempre y en todo ajustados a
las leyes de la pobreza religiosa. Porque, como acabamos de ver,
estas dos proposiciones entrañan una contradicción práctica. Luego
no las podemos admitir ambas a la vez; pues, de ser verdadera la
una, la otra es necesariamente falsa.
Ahora bien, después délo que llevamos dicho en este capítulo y
aun en la obra entera, y después de las confesiones palmarias del
limo. Sr. González Suárez, podemos dar como definitivamente ad­
quirido para la Historia el que los Jesuítas de la antigua Provincia
de Quito vivieron con la moderación que conviene a Religiosos que
profesan la pobreza evangélica. Luego aquello de las inauditas ri­
quezas de la Compañía y del ansia insaciable que aguijaba a sus
miembros para acrecentarlas sin tasa ni medida, debe relegarse al
número de las leyendas que han tenido la fortuna de introducirse en
el campo de la Historia, pero que están condenadas a desaparecer
de toda obra seria, a medida que el estudio concienzudo de los docu­
mentos y la discusión imparcial de testimonios fidedignos vayan es­
clareciendo la trama de los acontecimientos históricos.
La última puntada contra las riquezas de les Jesuítas la da el
limo. González Suárez a propósito del templo de incomparable gran­
diosidad, levantando por la Compañía en Quito. He aquí sus pa­
labras:
«Cierto es que de esas riquezas [los Jesuítas] supieron hacer
siempre buen uso, invirtiéndolas en obras grandiosas, que todavía
son orgullo y ornato de nuestra capital: ese templo suntuoso, donde
se ha gastado el oro con magnífica profusión; esa vistosa portada,
en la que los primores de la escultura y de la estatuaria han dado
vida y hermosura a la piedra; ese gran edificio que se levanta en el
centro de Quito, tocando con su ángulo occidental en la plaza de1

(1 ) Constituciones, P . X , n. 5.
(2) O. c „ lib. 3. c. 18; IV , 451.
- 38 i -
San Francisco, y saliendo con su extremo oriental a la plaza princi­
pal; Ia copiosa Biblioteca y las alhajas, vasos sagrados y paramentos
eclesiásticos para el culto divino dan testimonio de que sus rique­
zas recibían una inversión no indigna de Religiosos; pero el historia­
dor se complacería mucho, si pudiera presentarlos a la admiración de
|a posteridad, brillando más con desprendimiento de bienes terrena­
les, que con el esplendor de los suutuosos monumentos, que con sus
cuantiosas riquezas levantaron».
Los monumentos suntuosos a que alude el limo. González Suá­
rez se reducen a la iglesia, que lo es de verdad, porque el colegio,
aunque es edificio grande, nada tiene de suntuoso ni por dentro ni
por fuera, sobre todo en Quito, tierra clásica de los grandiosos y
artísticos conventos coloniales.
Hecha esta aclaración, pasemos a examinar el texto que acaba­
mos de transcribir. El limo. González Suárez tiene la lealtad de
reconocer que los Jesuítas usaron de sus bienes de una manera digna
y propia de Religiosos, pero hubiera preferido que no fuesen tan ri­
cos como para poder levantar un monumento de tan soberana mag­
nificencia, cual es su iglesia de Quito. Para él, este templo que no
tiene rival en América, da testimonio perenne de la inmensidad de
sus riquezas, algo así como las pirámides de Egipto proclaman, a
través de las edades, la grandeza y poderío de los antiguos Faraones.
Esto sería verdad, si para explicar la magnificencia del templo
de la Compañía se hubiera necesariamente de suponer que quienes
lo levantaron tenían a su disposición inmensos caudales. Pero no
es así. La grandeza y suntuosidad de una iglesia puede provenir de
otras varias causas. Puede algún munífico Mecenas costear la obra,
como sucedió con el Cardenal Farnesio, que construyó a sus expen­
sas el célebre Gesù de Roma; puede un pueblo edificarla en un
arranque de fe y de generosidad como Francia ofreció al Sagrado
Corazón su basílica votiva de Montmartre. Luego, si queremos
proceder con criterio netamente histórico, tenemos que buscar no
en apriorismos sino en los documentos, cómo y con qué fondos se
edificó el templo de la Compañía, riquísimo relicario de arte, que no
se cansan de admirar cuantos le contemplan.
Como ya dijimos en el tomo anterior, se dió principio a la obra
material de la iglesia en 1605, siendo Rector del colegio el P. Nico­
lás Durán Mastrilli, y se prosiguió por espacio de 85 años hasta
1690, en que quedó terminada la parte interior; pues la fachada co­
menzada en 1722 no se dió por acabada sino en 1766, en vísperas
de la expulsión. Por tanto la obra completa de la iglesia tal como
boy la tenemos duró 161 años, de 1615 a 1766. (1) Si los Padres

(1 ) Una lápida que actualmente te halla empotrada en el lado derecho de la misma fachada
dice así: «El año de 1722 el Padre Leonardo Deubler empezó a labrar las columnas enteras para
«te frontilicio, los bustos de los apóstoles y sus geroglíficos inferiores siendo Visitador el R . P Ig­
nacio M naurio. S e suspendió la obra al año de 1725. L a continuó el H . Venancio Gandolfi de
'* Compañía de Jesús arquitecto mantuano desde 1760 en el provincialato del R . P . Jerónimo de
Herce y 2? rectorado del R . P. Angel M. M anca. Acabóse el 24 de Julio de 1765 siendo Pon-
— 382 —

de la Compañía hubieran dispuesto de cuantiosos caudales para in.


vertirlos en su construcción, a buen seguro no hubieran empleado
más de siglo y medio en concluirla.
La verdad es que la obra no tenía fondos fijos fuera del sobrante
de la renta anual del colegio de Quito. Cada Rector procuraba
ahorrar lo que buenamente podía para la construcción de la iglesia
y alguno hubo de ser avisado por el P. General de que no extremase
las economías a costa del trato conveniente de la comunidad.
Es interesante a este propósito lo que encontramos en el infor­
me acerca del estado temporal del colegio de Quito, enviado a Ro-
ma en 1^52. Después de indicar a cuánto montan las entradas y
salidas, añade: «La renta es suficiente para la comunidad; de loque
ha sobrado se han fabricado los retablos de dos altares y se ha do­
rado la mitad de la iglesia». (1)
Pero evidente que una obra de las proporciones y riqueza de la
iglesia de la Compañía no se hubiera podido llevar a cabo con tao
escasos recursos, de no haber concurrido una serie de circunstancias,
que o disminuyeron considerablemente los gastos, o prestaron nota­
ble ayuda para la fábrica y ornamentación de la iglesia.
En primer lugar, las haciendas, que pertenecían al colegio de
Quito, proporcionaron gran parte de los materiales empleados en la
obra; así, por ejemplo, el Tejar junto al Panecillo subministraba los
ladrillos, la calera de Tanlagua la cal. La piedra para la fachada
venía de la hacienda de Tolóntag, propiedad de las monjas de Santa
Clara, las cuales lo cedieron por un precio tan ínfimo, que equivalía
a una donación. (2) Por otra parte la mano de obra era baratísima;
el jornal de los albañiles y peones no pasaba de dos o tres reales,
que a menudo se pagaban en granos o en prendas de vestir.
Mucho también contribuyó a disminuir los gastos la interven­
ción de varios Padres y Hermanos, que pusieron sus habilidades al
servicio de la obra. El diseño de la iglesia se debe al P. Durán Mas-
trilli, el de la fachada al P. Leonardo Deubler que dirigió en gran
parte su ejecución. Pero débense considerar como especialmente
beneméritos en esta parte algunos Hermanos Coadjutores, los cuales,
ya con su trabajo personal, ya al frente de los operarios, fueron el
brazo derecho de nuestros Superiores, e hicieron posible el llevar a
cabo con costo muy reducido una obra de tan asombrosa magnitud y
magnificencia. Ya hablamos del Hermano Jorge Vinterer que traba­
jó el retablo del altar mayor. Merece también particular mención ei

tffice Máximo Clemente XIII R ey de España y de las Indias el S r. Carlos III V irrey de estot ra­
nos el Excelentísimo Señor Don Fray Pedro Messia de la Cerda Gobernador de la R eal Audien­
cia D. Juan Pío Montuíar de A révalo Obispo el Ilustrisimo Señor Don Pedro Carrasco y Provin­
cial el Rdvo. P . José Baca, Rector el R . P . Miguel M anosalvas». Como acertadamente advierte
el Dr, José Gabriel Navarro en su monografía monumental sobre la iglesia de la Compañía, I«
fecha de 24 de Julio de 1765 se refiere a la conclusión arquitectónica de la fachada. La de la
conclusión material, que es la que aquí nos interesa, es de 12 de A bril de 1766, según consta de
un Libro de cuentas que lleva este título: Libro en que se asientan los g a sto s de la obra
de h -portada de la iglesia, Cfr, L a Iglesia de la Compañía en Quito, 87 -8 8 .
(1) Archivo S. J.
(2) Véase más arriba, pág. 268. Cfr, pág. 352.
— 383 -
H e r m a n o Venancio Gandolfi que terminó la ejecución de la fachada.
Otros hicieron oficio de maestros de obra, de talladores, de pintores,
je escultores, de plateros y orfebres. Puede decirse que 'la mayor
parte de la ornamentación de la iglesia o fué dirigida o ejecutada
por humildes Hermanos Coadjutores, a quienes la Compañía y aun
el E c u a d o r entero deben un tributo de eterna gratitud, (i)
Finalmente, para no formar juicios equivocados acerca de lo
que los Jesuítas gastaron en la fábrica de su iglesia de Quito, es pre­
ciso no olvidar la ayuda poderosa que recibieron de sus amigos y
bienhechores en orden a cubrir los crecidos gastos que ésta exigía.
No se ha conservado, por desgracia, la cuenta exacta de las limosnas
que se recibieron para el templo ya sea dinero, ya sea alhajas. Pero
teniendo en cuenta la tradicional generosidad del pueblo y de
la sociedad quiteña, cuando se trata del esplendor de los templos y
del culto divino, no podemos dudar que esta ayuda fuese muy consi­
d e r a b le . Sabemos desde luego que las capillas y altares laterales fue­
ron costeadas en todo o en parte por las Congregaciones o por perso-
sonas particulares. Así por ejemplo el P. Bernardo Recio pudo, gra­
cias a generosos donativos que recibió al efecto, ejecutar la orna­
mentación y dorado del altar de San Luis Gonzaga. (2) El P. Pedro
Milanesio, Director por muchos años de la Congregación de la Bue­
na Muerte, consiguió que esta piadosa asociación se encargase de
labrar y dorar su propio altar. La obra de carpintería con el tallado
costó 700 pesos y el dorado 1.132, siendo el gasto total de 1.832
pesos.
Aquí tienen nuestros lectores algunos datos estrictamente verí­
dicos cotí los cuales pueden formarse idea de cómo los Jesuítas, sin
disponer de fabulosas riquezas, pudieron llevar a feliz término este
monumento deque justamente se enorgullece el Ecuador como de una
maravilla del arte universal.
El limo. González Suárez alaba, como vimos, a los Jesuítas por
haber invertido en esta obra «no indigna de Religiosos» sus inmensos
caudales. {Menguado elogio, que suena a sangriento sarcasmo 1 Por­
que ¿no sería un proceder digno de fariseos el levantar templos sun­
tuosos a Dios y conculcar al mismo tiempo las graves obligaciones
de la pobreza religiosa, atesorando riquezas superfluas y hasta exce­
sivas, a despecho de los sagrados compromisos contraídos con el1

(1) La Historia ha conservado el nombre de algunos de ellos, como de los ya mencionados


Hermanos Vinterer y Gandolíi, asi como del H . Marcos Guerra, quiteño, que trazó y levantó la
iglesia del Carmen antiguo y ejecutó'en 1657 el embovedado del pedazo de quebrada que se halla
debajo del actual colegio y de la Universidad Central, obra que ha resistido hasta nuestros días
ja fuerza de varios terremotos y de las temibles avenidas que ocurren de vez en cuando durante
jo» inviernos. El Dr. José Gabriel Navarro, verdadera autoridad en la materia, da por muy proba­
ble que este Hermano fué quien trabajó las bóvedas del templo. L a Ig lesia de la Compañía
en Quilo, 91. Pero no es posible olvidar aquellos otros artistas y operarios anónimos que con ca­
nnosa piedad y admirable desinterés enriquecieron la iglesia con toda clase de obras de arte. Difí­
cilmente pueden los seglares formarse una idea cabal de lo que representa en una -comunidad el
trabajo inteligente y abnegado de nuestros Hermanos Coadjutores. Sin su eficaz concurso la ¡gle­
na de la Compañía no fuera la que es hoy.
(2) Véase más arriba pág. 29 7-98.
— 384 —

mismo Dios? ¿No sería la más lamentable de las inconsecuencia»


derrochar oro y plata a honra de Jesucristo y hacer caso omiso del
desprendimiento evangélico de los bienes terrenales que el mismo
Cristo impone a los que quieren abrazar el estado de perfección?
Gracias a Dios, la Provincia de Quito puede gloriarse, con la frente
limpia, de haber consagrado al Señor en nuestra capital un monu.
mento verdaderamente nacional y digno de la fe de nuestros mayo-
res, no con el exceso imaginario de sus riquezas, sino con la ayude
generosa de la sociedad quiteña y dando,a fuerza de industriosa eco*
nomfa, de lo que tenfa para vivir.
£1 limo. Sr. González Suárez pone fin al último capitulo en
que trata de las riquezas de la Compañía de Jesús con esta enfática
declaración: «¿También ahora se clamará contra nosotros,porque no
hemos tributado elogios incondicionales a los Jesuítas? Conste une
vez más: que a los Jesuítas,en nuestra condición de historiadores, no
les debemos más que la verdad, y esa la estampamos con sinceridad,
aquí y en todos los capítulos de nuestra Historia», (i) El historia­
dor de la Compañía de Jesús en la Provincia de Quito debe recoger
cuidadosamente estas palabras. El limo. González Suárez tiene ra­
zón. Á los Jesuítas no se les debe sino la verdad, ni ellos piden otra
cosa, menos todavía elogios incondicionales. Y si en este capítulo
nos hemos visto precisados a refutar punto por punto la aserciones
del ilustre Prelado, es porque estas aserciones no están conformes a
la verdad, porque presentan al lector una verdad desfigurada por da­
tos exagerados y falseada por palmarias equivocaciones. El limo.
Sr. González Suárez protesta de su sinceridad. No queremos dudar
de ella. Pero al historiador no le basta la voluntad de ser sincero;
se le pide también prolijidad y diligencia en el estudio de los docu­
mentos y en la investigación de los hechos. Ahora bien, en este
punto se advierte, como ya lo hemos puesto de manifiesto, una lige­
reza y un descuido imperdonables en la parte de la Historia General
de la República del Ecuador, que se refiere a la Compañía de Jesús.
¿Es admisible que sin sombra de documento, la mísera estancia de
Sacha se transforme en un colosal hacendón de cien mil caballe­
rías? ¿Es creíble que, en vez de los 118.400 pesos que se leen en 1»
carta del Presidente Diguja, copie el limo, González Suárez 778.400
y que partiendo de este número absurdamente exagerado, establezca
el monto de las entradas anuales de los Jesuítas? ¿Se puede tolerar
que en un capítulo en que se trata de aquilatar partidas y cantidades
numéricas, haga el historiador las operaciones, por lo demás senci­
llísimas, con tal descuido y desenfado,que llegue a estampar, sin dar­
se cuenta, resultados completamente falsos? Y esto no una sino
repetidas veces. ¿Y a esto se llamará escribir la historia de las rique­
zas de los Jesuítas?
Además si el lector se fija en los textos citados y mejor todavía
en el texto íntegro de la Historia del limo. González Suárez, verá1

(1) <?. lib. 4. c. 5; V ; 270.


- 385 -

ûUe sus acusaciones contra los Jesuítas son generalizacione arbitra­


bas y n0 una conclusión a la que se haya llegado por una inducción
legítima y completa de hechos particulares sacados de documentos y
debidamente discutidos. A pesar de todos sus alardes en contrario, la
documentación del limo. González Suárez sobre los Jesuítas es rela­
tivamente pobre, si se compara con la que hemos manejado en nues­
tros archivos para escribir esta Historia. Más aún, los documentos y
las realidades históricas que no se pueden eludir, dan demasiadas
veces un mentís categórico a las afirmaciones contenidas en los ca­
pítulos de la obra del gran Prelado, que tratan de las riquezas de los
Jesuítas, para que éstos se puedan seguir tomando como historia se­
ria e ¡mparcia\.
No nos incumbe a nosotros juzgar de la hegemonía intelectual
que en el campo de la historia ecuatoriana ha ejercido hasta ahora
el limo. Sr. González Suárez. Nos limitamos a la parte de esta his­
toria que se refiere a los Jesuítas, y apelamos a la imparcialidad y
buen sentido de los lectores para que sentencien si tiene o no la
Compañía de Jesús derecho para reclamar la fama y el buen nombre
que contra toda razón se le ha quitado.
Tampoco queremos pronunciarnos acerca de la posición por él
adoptada, al historiar la vida religiosa en la Colonia. Pero cierta­
mente, en lo que se refiere a la Compañía de Jesús, llegamos a la
conclusión de que quien busque sinceramente la verdad, no la en­
cuentra en la Historia del limo. Sr. González Suárez.
LIBRO III
Las Misiones de la Provincia de Quito

C A P IT U L O P R IM E R O

E S TA D O D E LA S MISIONES D ES PU E S D E L I N T E N T O D E CONQUISTA
D E LOS JIBARO S

SUM A RIO : 1 . Desastrosas consecuencias de las expediciones organizadas por e l


P . Viva contra los Jíbaros.—2. Expedición desgraciada contra los Cu-
ñivos.—3. Trabajos apostólicos de los Padres Gaspar V idal, Francis­
co Feijoo y Nicolás Durango.—4 . Gestiones en favor de los indios, -i
3. Ligero conflicto con los Padres Dominicos.

VELASCO, Historia. . . . Crónica.. . . aflos 1698-1704. —MARONI, Noticias auténticas del famoso río
Marafión, P . III, c. 3 ,—CHANTRE, Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañan español,
lib . 7 , c. 10 y 1 1 .—ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, V il, lib. 2,
c. 7.—ARCHIVO S. J.

i — La Provincia de Quito desplegó su celo apostólico por


la conversión de los infieles en dos campos de muy distinta exten­
sión e importancia, en el Istmo de Panamá y entre las tribus ribere­
ñas del gran río Marañón y de sus afluentes. En el capítulo octavo
del Libro segundo, hemos dado a conocer lo que trabajaron nuestros
Padres del colegio de Panamá en la difícil e ingrata Misión de los in­
dios Dairenes y Guaymíes. Ahora nos toca continuar la reseña de las
gloriosas hazañas de nuestros Misioneros en las selvas del Marañón.
Habíamos llegado con nuestro relato hasta el desgraciado intento de
conquista de los indios Jíbaros, en la que tuvo parte tan principal el
P. Francisco Viva. Ya apuntamos entonces los desastrosos efectos
que tuvo esta expedición en orden a la obra evangelizadora que traían
entre manos nuestros misioneros. Poco faltó para que se perdiera
miserablemente el fruto de tantos años de trabajo, de tantos sudores
y de tanta sangre derramada por nuestros mártires.
Para entender bien esto, es preciso no olvidar con cuánta re­
pugnancia habían tomado parte los indios cristianos en la guerra de
conquista que se intentaba llevar a tierra de los Jíbaros. Ni el ali­
ciente de las herramientas con que se les había de pagar hubiera bas­
tado para determinarles a acompañar a los españoles en la expedición,
— 388 —

medio; pues con fundamento se podfa temer de un momento para


otro un levantamiento generai con intento de acabar con los niisio-
neros y con los españoles residentes en Borja y en las demás pobla­
ciones del gobierno de Mainas. Porque, si hemos de creer al P. Diego
Gutiérrez que visitó las Misiones poco después, «estaban apalabrados
para levantarse y matar a todos sus misioneros y a los españoles; sólo
el cacique de la reducción de Chamicuros no entró en la conjuración
y descubrió lo que se tramaba. Con esto se impidió la terrible tra­
gedia. No se supo a tiempo para Cunivos, quienes la ejecutaron». Si
las cosas no llegaron a este extremo y las Misiones se salvaron,esto se
debió únicamente a la heroica mansedumbre y exquisita prudencia
con que los misioneros supieron tratar a los indios en tan difíciles cir­
cunstancias.
Poco a poco, como veremos, y a fuerza de paciencia, las cosas
fueron volviendo a su curso normal y nuestros Padres pudieron pen­
sar en nuevas conquistas espirituales. Pero la experiencia de lo pasa­
do les había hecho comprender que no habría paz ni seguridad para
las Misiones mientras quedase la puerta abierta para que se hiciesen
nuevas entradas a los Jíbaros. Era, pues, de todo punto necesario im­
pedir que se renovasen semejantes aventuras, porque era cosa sabida
que los que las emprendían, habían de exigir la cooperación de los
indios cristianos de las reducciones. Y como la causa principal de
que con tantas veras se procurase la conquista de los Jíbaros, era la
falsa persuasión en que muchos estaban de que las tierras de estos
infíeles eran otro «Dorado», capaz de enriquecer en poco tiempo a
todo Quito, nuestros Padres con muy buen acuerdo redactaron in­
formes bien documentados deshaciendo las fábulas que corrían acerca
de las riquezas ocultas en las serranías de los Jíbaros,y los remitieron
al Virrey de Lima. Gracias a Dios, este Magistrado se hizo cargo de
la situación y dió un corte definitivo al negocio, prohibiendo hacer
en adelante entrada alguna a los Jíbaros sin expresa licencia suya.
Por su parte el P. General mandó a los misioneros que no intentasen
la conversión de estos indios, sin que precediese su permiso. Con es­
tas medidas algo drásticas se previnieron daños de consideración pa­
ra las Misiones.

2 — Pero antes de emprender la obra de reconstrucción que se


imponía después de tantos desastres, urgía someter a los Cunivos al­
zados y escarmentar a los asesinos del P. Enrique Richter. Era me­
nester para ello formar un cuerpo expedicionario de indios volunta­
rios, que consintiesen en acompañar a unos pocos soldados españoles
escogidos para esta empresa. El Gobernador de Mainas, D. Antonio
Sánchez de Orellana, no mostraba ningún empeño en ocuparse de
este asunto y fué necesario que interviniese la Real Audiencia, y p°r
auto de 18 de Abril de 1698 mandase acudir inmediatamente al cas­
tigo de los Cunivos, so pena de una multa de 500 pesos. El Gober­
nador se hallaba entonces en Loja e iba dando largas. Por fin, des­
pués de varios alegatos se limitó a encargar a su Teniente de Borja
que prepárase la expedición.
389 —

Por la poca voluntad del Gobernador y a causa del estado de in-


jetud, en que se hallaban las reducciones, no se pudo juntar la tro-
\ suficiente hasta el año de 1698. Se reunieron entonces 46 soldados
¿e B o r j a y de las ciudades circunvecinas de Lamas y de Moyobamba
con u n o s trescientos indios guerreros y otros cuatrocientos de servi­
cio, b a g a j e y remos.
El ejército se dividió en tres partes; la vanguardia al mando del
capitán Nicolás Sánchez, quien llevaba a los españoles de Borja y de
las Misiones, que eran como unos 20, con un centenar de indios; la
otra iba al mando del capitán Diego de Armas, quien llevaba los sol­
dados de Lamas y Moyobamba con la correspondiente tropa de in­
dios; y la tercera al mando del capitán D. Juan de Rioja con el resto
de los indios. Iban como capellanes los PP. Gaspar Vidal y Francis­
co Feijoo. Desde su rebelión, los indios del Ucayale, temerosos del
castigo que les podía venir, habían puesto centinelas casi hasta la
boca del río, para que les avisasen con tiempo de la llegada del cuer­
po expedicionario. Viendo que éste tardaba, destruyeron los dos
pueblos de San Nicolás de Mananabobos con todas las sementeras, y
se fortificaron en la Trinidad de Cunivos.
■ Al subir la expedición por el río, los espías dieron aviso a los
suyos, pero éstos no ofrecieron ninguna resistencia, ni siquiera se de­
jaron ver. Subió la armada sin encontrar rastro alguno de seres vivien­
tes hasta el pueblo de San Nicolás que encontraron destruido hacía
ya muchos meses. Determinaron llegar hasta la Trinidad de Cunivos
que se hallaba dos leguas más arriba. En este punto tenían los indios
armada su emboscada. La playa formaba un grande arenal limitado
por todas partes por espesos cañaverales; y en éstos se escondieron un
gran número de los Cunivos armados. Unos pocos se adelantaron a
a recibir la vanguardia de la expedición que constaba como hemos
dicho, de veinte soldados españoles y de un centenar de indios. Les
preguntaron si venfan de paz y respondiendo ellos que sí. Los Cunivos
dijeron que también ellos venían de paz, ya que no tenían armas, y
que los asesinos del P. Richter, temiendo el castigo, habían huido a
otra región. Les convidaron a que saltasen en tierra y que comiesen
y bebiesen lo que les tenían preparado; pero añadieron que ya que
estaban de paz, dejasen sus armas en las canoas. Así se hizo, y mien­
tras todos estaban comiendo y bebiendo, a una señal convenida, los
indios escondidos se precipitaron sobre los expedicionarios, haciendo
una espantosa carnicería. De los veinte soldados sólo uno pudo esca­
par, y de los indios murieron 107. Todos los demás huyeron río aba­
jo; y cuando los otros dos cuerpos del ejército expedicionario supieron
el desastre de la vanguardia, viraron al punto y huyeron también a
toda fuerza de remo. Con este fracaso quedaron impunes los asesinos
<kl P. Richter, y se perdió para siempre la floreciente Misión del río
Ucayale; pues, aunque los misioneros hicieron lo posible para restau-
farla, no lo pudieron conguir.
La fe sin embargo había echado hondas rafees en algunos de
aquellos pobres indios; y aun después del fracaso de la expedición, se
veían venir algunos Cunivos al pueblo de La Laguna para hacer bau-
— 390

tizar a sus hijos. En 1704 el P. Breyer bautizó a cinco y exhortó (


sus padres a que volviesen y trajesen a otros; pero los rebeldes se lo
impidieron. En 1765, a los 60 y más años del alzamiento, se concu
bieron nuevamente grandes esperanzas de volver a abrir aquella Mu
sión; pues los PP. Leonardo Deubler y Francisco Javier W eigel ha.
bfan dado con felicidad los primeros pasos. Sobrevino entonces la
expulsión de los misioneros, que trajo consigo la ruina de todas las
Misiones.

3— Esta nueva desgracia y la muerte de tantos indios fué un rudo


golpe para la atribulada Misión. En tan triste situación,nuestros Padres
apenas si podían hacer otra cosa que consolar a los pobres indios cris,
tianos y sostener su constancia para que no abandonasen los pueblos,
con riesgo de volver a las costumbres y supersticiones de su gentilidad.
En general se advierte, por estos años, cierto ambiente de tristeza y
depresión entre los misioneros, a vista de tantas calamidades como ha*
bían sobrevenido como consecuencia de las expediciones a tierras de Jf.
baros y del ningún resultado que de ellas se había sacado para el adelan­
to de nuestra santa fe entre los infieles. El animoso P. Juan Lorenzo
Lucero en carta de 30 de Junio de 1697 describe.no sin cierta melan­
colía, el deplorable estado en que se hallaba el pueblo recién íundado
de los Naranjos. «El pueblo de los Naranjos, dice, fundadado el según,
do año de la expedición contra los Jíbaros en el río Santiago, con el in.
tento principal de que fuese como el granero donde se proveyesen lai
futuras expediciones contra esos infieles, se halla casi destruido; ape*
nas hay en él algunos indios. Se trajeron ciento sesenta del Alto
Ucayale, quedando siete personas; de los Sininaguas se sacaron 150.
familias, quedando tres; se sacaron 200 Aúnalas,murieron todos en su
viaje por el Marañón; se sacaron más de 200 Andoas, todos han pe*
recido en pocos días. Los Jíbaros se están en sus serranías, más difí­
ciles de conquistar que nunca, por los agravios que han recibido con
el pretexto de conquistarlos. Y aunque se han sacado a fuerza de ar­
mas más de 700 personas, han muerto los más de los cautivos en po­
der de los soldados que los recibieron como paga de sus trabajos. Y
como estos soldados tratan y contratan con piezas de Jíbaros, como
si fuesen piezas de ropa, quisieran durara otros siete años la conquis­
ta de Jíbaros. Este es el estado del pueblo de los Naranjos que tanto
perjuicio ha causado a nuestras Misiones; y en esto ha venido a parar
el empeño del P. Viva que prometió la conquista; pues por salir con
su intento estuvimos a pique de perder las Misiones». (1) El P. Lu­
cero con la autoridad de Visitador que había recibido, mandó que
volviesen a sus tierras todos los indios que a la fuerza habían sido
enviados a la población de los Naranjos, y con esto la llamada ciudad
de los Naranjos vino a quedar completamente deshecha.
Con tantos alborotos y desgracias no fué posible a los misione­
ros entender en nuevas conquistas de naciones infieles; con todo,algo1

(1) Archivo S. /.
— 39 1 —

je jntentó en este particular. El P. Gaspar Vidal dió principios a una


nueva población que llamó de San Miguel de Yarapa a orillas de una
«an Laguna de este nombre, formada por las aguas del Marafíón y
del Ucayaie en la desembocadura de este último río. La laguna era
^undantísima en toda clase de peces, y los contornos muy fértiles y
,parentes para toda clase de cultivos. Frente a ella, pero al otro lado
del Marafíón, en su orilla izquierda, se hallaba la tribu de los indios
Yarneos, tan numerosa, que según cálculo del P. Lucero, se podían
formar con ella hasta veinte pueblos. Por la otra banda, y sobre la
ribera izquierda del Ucayale vivía la nación de los Cahuapanas muy
»alientes y numerosos. Con estas dos naciones se pretendía formar el
nuevo pueblo de San Miguel de Yarapa.
El P. Francisco Feijoo, cura de Borja, pudo por su parte hacer
una visita a los indios Cahuapanas para ganar algunas nuevas parcia­
lidades a su antiguo pueblo de Tamiayacu. El P. Lucero y el P. Gas­
par Vidal, cuando eran curas de Borja, habían empezado la evange*
lización de estos indios; el P. Feijoo la continuó y consiguió en poco
tiempo reunirlos a todos en un nuevo pueblo llamado Angaisayacu.
Mucho esperaba el Padre de esta nueva población, por ser los indios
muy dóciles y naturalmente bien inclinados. Mas por desgracia no
pudo atenderlos personalmente, cuando se estaban reuniendo y ne­
cesitaban más de su presencia, porque tuvo que ir de capellán en la
expedición contra los Cunivos. Entre tanto aprovecharon la ausencia
del misionero algunos españoles de Moyobamba, cayeron sobre el
pueblo y cautivaron a los indios para llevarlos a sus haciendas co­
mo esclavos. Los que pudieron escapar de manos de los invasores
se huyeron a las selvas, con lo que quedó desbaratado el pueblo y
malogrados los afanes del P, Feijoo. Algunos años más tarde el
P. Francisco Vidra pudo reunir a estos indios dispersos y formar
con ellos por tercera vez en Tamiayacu el pueblo de la Concepción
de Cahuapanas.
Mientras el P. Feijoo se afanaba con los Cahuapanas a orillas
del Marañón, el P. Nicolás Durango ejercitaba su fervoroso celo jun­
to al Pastaza. Tenía a su cargo el pueblo de San Javier de Gayes, y
pasando a la vecina nación de los indios Pinches y a la de los Pebas,
logró dar principio a dos nuevos pueblecitos, llamado el uno San José
de Pinches y el otro Asunción de Nuestra Señora de Pebas, ambos en
la ribera derecha del Pastaza. Con estas nuevas conquistas se iban
reparando las pérdidas sufridas en el Ucayale. Por otra parte, no dis­
minuía en la Provincia el fervor para ir a trabajar en las Misiones, y
este mismo año de 1697 entraron en ellas dos nuevos operarios, el
P. Diego Gutiérrez natural de Cajamarca y el P. Juan Saldarreaga,
español.
En cambio, el año de 1701 la Misión estuvo a punto de perder
*1 P. Gaspar Vidal que llevaba doce años de trabajar en ella con gran­
dísima abnegación. En efecto, el P. General Tirso González le había
designado para Rector del Colegio de Panamá. El P. Vidal se hallaba
casualmente en Latacunga, en cumplimiento de una disposición del
*• Wego Francisco Altamirano, de que cada año fuese un Padre a
— 392 —

dar cuenta al P. Provincial del estado y de las necesidades de |ag


Misiones. Cuaado se supo en la Provincia el nombramiento del p. y¡.
dal para Panamá, propusieron varios de los Padres más graves mucha*
y muy poderosas razones para que se representase al P. General 1*
conveniencia de no privar a las Misiones de uno de sus mejores ope­
rarios. Así se hizo, y el P. Tirso, aprobó complacido, en carta de 30
de Junio de 17 0 2 , el que se hubiese dilatado la ejecución de la orden
que había dado hasta tener respuesta suya sobre el caso. En lugar
del P. Vidal el P. Provincial Francisco Daza envió a Panamá al
P. Elias Sieghardt, primero como Visitador y luego como Vicerrec­
tor.
En consecuencia, el P. Vidal volvió a sus amadas Misiones y
en ellas trabajó gloriosamente por muchos aSos. En una de sus car­
tas al P. Provincial encontramos un caso edificante, que no está fuera
de lugar en esta Historia. «Habrá seis años, dice, íuí con una arma-
dilla reconociendo algunas provincias de gentiles del río Tigre. Des­
pués de haber amistado a unos y cogido lenguas [niños para futu-
ros intérpretes] de otros, hallé un camino grande y muy trillado; y
no teniendo tiempo para recorrer aquella provincia, paré una cruz
en medio del camino; y en los brazos de la cruz puse una hacha, un
cuchillo de chacra, chaquiras, anzuelos, unas agujas y cascabeles, po­
co de cada cosa. Esta cruz con sus trastecillos la halló un cacique
muy valiente y de mucha gente; y dicho cacique ha hecho exquisitas
diligencias para saber quién la puso en sus tierras; y que aquel ha
de ser su amigo, y le ha de buscar y saber quién es. He tenido modo
de llamarlo desde Roamainas, y me asegura que dentro de dos meses
vendrá; espero en Dios que se hará una buena cosecha de almas para
el cielo». En años posteriores nuestros misioneros trabajaron activa­
mente en la conversión de los inñeles que vivían eu las cabeceras
del río Tigre.

4— El P. Durango es en alto grado benemérito de las Misiones


del Marañón, no solamente por los nuevos pueblos que ganó para el
Evangelio en la región del Pastaza sino por el ímprobo trabajo que
se tomó para asegurar la vida y la prosperidad de las reducciones tao
comprometidas por los trastornos que causaron las desdichadas expe­
diciones contra los Jívaros y los Cunivos. Más adelante veremos có­
mo estos afanes le costaron la vida,
Una de las consecuencias del espíritu de libertad e insubordina­
ción que cundió en las reducciones en los últimos años del siglo XVII
y primeros del XVIII, fueron ciertos desórdenes graves que los mi­
sioneros no podían reprimir y cuya impunidad hubiera creado funes­
tos precedentes para el porvenir. En este aprieto, el P. Durango acudió
a la Real Audiencia de Quito, a la cual pidió que el Gobernador de
Mainas mandase visitar cada año los pueblos de las Misiones y casti­
gar, previo juicio sumario, a los que hubiesen cometido algún grave
delito. El P. Procurador presentó la petición del P. Durango conce­
bida en estos términos: «Digo que el P. Nicolás Durango, sacerdote
de la Compañía, misionero en el río Marañón de las naciones de Ga­
— 393 —

yes y Semigayes, se halla en evidente peligro de perder la vida, y con


g r a v e s dificultades para reducir a estas naciones a la obediencia de
ambas Majestades, por no haber habido en muchos años visitas de es­
p a ñ o le s que averigüen y castiguen las insolencias de algunos indios,
que viéndose sin castigo cada dfa están más indómitos, inquietando a
los pacíficos; por todo lo cual pido a Vuestra Alteza que se sirva de
mandar que el Gobernador de Mainas o su Teniente que reside en
Borja, despache todos los años visita a estas naciones, aunque sean
sólo dos españoles; pues éstos bastan para refrenar las insolencias de
los indios». El Teniente de Borja se excusó el 27 de Febrero de 1700,
alegando que no era posible por entonces hacer esta visita por ser tan
p o c o s los vecinos de Borja, y estar algunos de ellos reponiéndose tra­
bajosamente de los daños que habían sufrido en la expedición contra
los Cunivos.
Este contratiempo no desalentó al intrépido P. Durango, y a
pesar de la falta incalificable de interés que encontraba en las auto­
ridades que tenían particular obligación de favorecer a las Misiones,
siguió empeñándose en defender a los indios de los atropellos de los
españoles y en asentar la paz y tranquilidad de las reducciones. En
1701 hubo de intervenir, a fin de amparar a los indios contra la codi­
cia de los encomenderos. Sucedió que por haber muerto casi todos los
Jíbaros cautivados en la expedición de 1691 y en las de los años si­
guientes, los encomenderos se encontraban sin peones para el cultivo
de sus haciendas o chacras. Diéronse, pues, en cautivar indios, sin
atender si eran o no cristianos. El P. Durango como Vicesuperior en
ausencia del P. Gaspar Vidal, que había salido- a Latacunga, quiso
poner a esta maldad el conveniente remedio. Con este objeto pidió al
Teniente de Borja que se hiciese un padrón exacto de todos los in­
dios de cada pueblo, para averiguar al punto si faltaba alguno y si se
lo habían llevado los encomenderos. Reclamaba en particular el pa­
drón para sus dos pueblos de San Javier de Gayes y de los Santos An­
geles de Roamainas donde había notado que los indios iban disminu­
yendo cada año. «Algunos españoles, decía en su petición, mirando
más a su interés temporal que al bien de las almas, tienen escondidos
en los tambos o en los montes, indios de edad mayor o menor, gen­
tiles o cristianos, y estos indios así apartados de los pueblos no pueden
ser instruidos en la doctrina, ni atendidos en sus almas y mueren
sin los sacramentos después de haber vivido en grande ignorancia.
Muchos de ellos han sido sacados furtivamente de sus pueblos, o con
engaño o a la fuerza. Que se obligue a cada encomendero a que diga
sinceramente los que tiene, y que se haga la lista de todo». (1)
Esta vez el misionero consiguió lo que pretendía, pues, por orden
fiel Teniente, se formó un padrón de los indios que tenían los enco­
menderos de Borja.
Aprovechando la buena voluntad que había mostrado el Tenien­
te, el Padre le hizo otra petición en favor de los indios del pueblo de1

(1) Archivo S, J .
— 394 —

Santa María de Andoas. En ella recordaba que en i688 el P. Tomà*


Santos había formado una pequeña población de indios Andoas en
una isla cercana a la ciudad de Borja, con el nombre de Santa Marla
de Andoas. El P. Santos había tenido la precaución de hacer constar
que los moradores de la nueva reducción no tenían que prestar servi,
cio personal a nadie. El P. Durango pedía a su vez que esta exención
de que gozaban, conforme a las leyes de Indias, los indios de las Mi'
siones, se reconociese de una manera formal y expresa en favor de
los de Santa María de Andoas. En efecto, como esta reducción en lo
espiritual pertenecía a la jurisdicción de Borja, los encomenderos
querían prevalerse de esta circunstancia para obligar a sus habitantes
a prestar el servicio personal tan odioso a los indios. El P. Durango
no cejó en su empeño hasta conseguir que se reconociese la indepen­
dencia en lo civil de Santa María de Andoas y que se dejase constan­
cia de este acuerdo en el Cabildo de Borja.
El deseo de asegurar la protección de los indios contra los abu­
sos y tropelías de los encomenderos movió a nuestros Padres a hacer
nuevas gestiones,para que se respetasen los derechos de los naturales.
Existía de antiguo una disposición dada por uno de los Virreyes del
Perú, de que no se sacase ningún indio de las Misiones de la Compa­
ñía bajo ningún pretexto. Desgraciadamente estas órdenes se quebran­
taban a cada paso, y a veces hasta con conivencia de las autorida­
des encargadas de urgir su ejecución. Distinguíanse en sus atropellos
a los indios de las Misiones los habitantes de Lamas y de Moyobam-
ba, los cuales en repetidas incursiones a los pueblos cristianos cauti­
vaban a los indios para sujetarlos al trabajo de sus haciendas y aun
para venderles como esclavos. Ya en 1657 el P. Gaspar Vidal, que
era entonces Superior de las Misiones, se había visto obligado a pre­
sentar una solicitud al Teniente de Borja, para que refrenase la osadía
de los de Lamas y Moyobamba; porque los indios recién convertidos,
escarmentados por las acometidas de los vecinos de estas poblacio­
nes y temerosos de caer en sus manos,se remontaban a lo más espeso
de sus bosques, con lo cual se perdía el fruto de tantos esfuerzos y
sacrificios como se habían hecho para reunirlos y avezarlos a la vida
cristiana y civilizada.
Ahora se renovó la solicitud, pero para que ésta tuviese mayor
eficacia, cuidaron nuestros Padres de que fuese presentada al Virrey.
«Mientras más son los indios convertidos, se decía en este documen­
to, más son los que se extraen para venderlos o aprovecharse de sus
servicios; y se pide que los culpables sean castigados, y que los indios
arrebatados sean restituidos a sus tierras».
El i*? de Octubre de 1701, el P. Gaspar Vidal recibió una provi­
sión del Virrey, en la que se intimaba a las autoridades y vecinos de
Chachapoyas, Moyobamba y Jaén de Bracamoros la prohibición de
sacar indios de las reducciones de la Compañía,so pena de una multa
de dos mil pesos en caso de contravención. La enérgica actitud del
Virrey y el temor de la multa contuvo por algún tiempo la codicia
desapoderada de los encomenderos.
El P. Nicolás Durango procuró consolidar el buen efecto de es-
— 395 —

las disposiciones, urgiendo el cumplimiento de las Ordenanzas que de­


jó a los Mainas su primer Gobernador D. Diego Vaca de la Vega, para
|o que hizo sacar copia legal del documento. Conforme al tenor de es­
tas Ordenanzas, los encomenderos «estaban obligados a cuidar de que
los indios fuesen a la iglesia, asistiesen a la doctrina los miércoles,
v i e r n e s y domingos; a tratarlos con blandura, hacer que tengan sus
chacras o sementeras propias, sus barbacoas con su cruz para dormir
y no en el suelo, que anden bien vestidos. Que en cada pueblo haya
ig le sia con todo lo requisito. Si no hay sacerdote, que los alcaldes y
fiscales de los indios hagan rezar las oraciones y la doctrina a los ñi­
ños, uno por uno.
Que los caminos de cada pueblo estén limpios y abiertos. Que
todos los veranos, o cuando se ofreciere, hagan entradas a las nacio­
nes de los infíeles, y se repartan por igual a los que cautiven para
enseñarles la religión.
Que ni lös encomenderos, ni otro alguno saquen ningún indio
de sus pueblos, ni tampoco vivan con los indios, españoles, mulatos o
mestizos; ni hagan tratos o contratos con los indios, y si algo les
vendiere alguno, que sea el precio corriente, so pena de perder la
mercancía.
A los españoles de Chachapoyas, Lamas y Moyobamba que co­
meten muchas injusticias en sus tratos con los indios, no se les ayude
sino que se los destierre.
Que los alcaldes y alguaciles de indios sean confirmados en sus
cargos por el Justicia mayor de Borja. Que no se obligue a hilar, ni
tejer a ninguna india embarazada, ni enferma; a los indios no se les
obligue a más trabajo de lo ordinario, que es cuidar de una chacra de
algodón de diez arrobas. Si los ocupan en otra cosa, sea pagándoles
cuatro reales por semana.
El indio no está obligado a bogar sino un dfa arriba y otro abajo;
lo demás se les pague un real cada dfa a cada indio con la comida; sa­
liendo del Pongo arriba se les dé cuatro reales». Como la moneda no
corría en las Misiones,el Gobernador señalaba el precio de varias co­
sas con las que se podía pagar a los indios, (i)

5 — El avance de nuestros misioneros por el Pastaza hacia el Oc­


cidente dió ocasión a un ligero conflicto con los Padres Dominicos,
que trabajaban en la Misión de Canelos. Como ellos bajaban hacia el
Sudeste y los Nuestros progresaban en sentido contrario, sucedió lo
que era inevitable, esto es, que los miembros de una y otra Religión1

(1) H e aquí algunos de estos precios: «Una libra de vainilla de la buena, 12 reales; una fi­
bra de ceta blanca, 4 reales; de cera negra, 1 real; una libra de caraña, 1 real; una arroba de
copal 4 reales; una arroba de brea, 10 reales; la vara de cachibanco de Mainas, 2 reales; cachi-
banco de Roamainas o bueno, 3 reales vara; una manta delgada y buena, 4 pesos; una hamaca bue-
j¡¡¡. ™ peso fuerte o patacón; por un real se dan 4 racimos de plátanos en Chamicuros, 5 en
Mainas, 6 en Jeveros, pueblos del G uallaga y Chayavitas; una gallina buena ponedora, 2 reales;
«n pollo, un real; una libra de achote, medio real; cada vara de cachibanco que se mande tejer,
ipedio real; peón con carga de dos arrobas, por tierra, 4 reales diarios; chasqui con cartas, real
diario,,
— 396 —

acabasen por encontrarse. Y como en aquellos tiempos no estaba de­


finida la línea de demarcación entre los territorios que correspon­
dían a las Misiones de la Compañía y a las de los Padres de Santo
Domingo, no es extraño que ambas Religiones pretendiesen sincera­
mente que la jurisdicción sobre algunas tribus limítrofes les pertene­
cía en derecho propio. Tal sucedió respecto de los indios Gayes.
Para dirimir la controversia se procedió, en 1701, a una i n f o r m a ­
ción jurídica. Seis vecinos de Borja llamados a deponer, declararon
que los Religiosos de la Compañía de Jesús habían entrado a los indios
Gayes y Semigayes antes que otros cualesquiera.Ellos habían tomado
posesión de estas tierras en nombre de S. M. Cuando fueron los cabos
que salieron del gobierno de Borja para su pacificación, los estaban
instruyendo Religiosos de la dicha Compañía, sin que interviniesen
Religiosos de ninguna otra Religión. Añadieron que les constaba que
el P. Raimundo de Santa Cruz, acompañado de dos españoles hablan
explorado todo aquel territorio. Asimismo el P. Lorenzo Lucero, al
regresar de Quito por el camino de travesía desde el Puerto de Ñapo
y los Oas, había llegado hasta los Gayes, quienes pactaron con él
amistad y le condujeron hasta el puerto del río Bobonaza, desde don­
de el Padre bajó a Borja. (1)
Poco después, con ocasión de haber reclamado el P. Fray Ma­
teo Giménez Quintana las naciones situadas desde el Marañón hasta
Huamboya, se hizo una nueva información, en la que el Teniente de
Borja y los testigos afirmarou que el territorio de las Misiones de la
Compañía de Jesús comprendía el territorio del río Morona hasta los
Jíbaros y vertientes de Macas, en el Pastaza todo el curso del río
hasta el Salto, en el Bobonaza hasta el Ponguillo. Como se había
alegado una Real orden, para que los Jesuítas cediesen a los Padres
de Santo Domingo una parte de los territorios que ocupaban, el Te­
niente respondió que no tenía conocimiento de este Real documen­
to. Así terminó este incidente, el cual, a Dios gracias, no tuvo mayo­
res consecuencias. (2)
A pesar de que la vida del misionero del Marañón era muy
dura, no faltaban nuevos misioneros, que se ofrecían a ocupar el
puesto de los que tenían que salir de las Misiones, de ordinario por
haber perdido en ellas la salud. En 1703 entraron los PP. Guiller­
mo Détré, belga y Matías Laso americano de Cali, y en 1705 los
PP. Andrés Cobo de Figueroa y Francisco Javier Fàbregas. El prime­
ro fué enviado a la reducción de los Payaguas donde trabajó glorio­
samente hasta 1708 en que fué llamado a Quito para enseñar Filoso­
fía; el P. Fàbregas fué'destinado a la reducción de los Pinches, pero
a los pocos meses, sufrió un grave colapso mental y fué necesario
sacarle a Quito. Más tarde, en 1707, entró el P. Pedro de Campos,
español, el cual antes de entrar en la Compañía había sido capitán
de los Reales ejércitos de España.1

(1) Archivo S. J.
(2) Archivo S.J,
CAPITU LO SEGUNDO

LAS R E D U C C IO N E S D E LOS O M AGUAS Y LA S IN VASIO N ES


D E LOS P O R T U G U E S E S

SUMARIO: 1. Estado de las reducciones de los Omaguas a principios del siglo


XV11I.—2. Disturbios y alzamientos provocados por al cacique Pa-
yoreva.—3. El P . Fritz Superior de las Misiones.—4 . Las invasiones
délos portugueses.—5. La expedición de Ituribe contra los invasores;
prisión del P . Sanna; los restos de las reducciones de los Omaguas y
Yurimahuas se establecen en el Alto Marañón.—6. Ultimos años del
P . Fritz; su santa muerte; elogio de sus virtudes.—7. Elogio del
P . Juan Lorenzo Lucero.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.,..años 1 7 0 0 -1 7 0 8 , —MARONI, Noticias auténticas del famoso rio Mata-
i » , p. l í l , c. 3 . —CHANTRE, Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañon español
lib. 6, c. 9, 13. -A S T R A 1 N , Historia de Ial,Conipañia'de Jesús en la Asistencia de España, V i l ; lib . 2,
c. 7 .-A R C H IV O S . J .

i — El incansable P. Fritz, cuyos trabajos hemos reseñado en


el tomo anterior, había logrado establecer una floreciente Misión
entre los indios Omaguas, que vivían en las islas que forma el Mara-
fión desde las bocas del Ñapo hasta cerca del Río Negro.- Eran
como unos cuarenta los pueblos que constituían otros tantos centros
de evangelización y de vida cristiana.
A pesar de una ausencia- de tres años, ocasionada por una grave
enfermedad y por el viaje forzoso que hubo de emprender a la ciudad
del Gran Pará y luego a Lima, estos pueblos se conservaron bas­
tante bien y aun fueron en aumento, hasta que en 1697 un
cacique principal empezó a sembrar la discordia entre los indios y a
alborotarlos con sus embustes, de suerte que algunos no recelaban
ya de mostrar su desafecto y rebeldía contra el P. Fritz.
En vista de estos desórdenes que no podía castigar personal­
mente, resolvió el misionero dirigirse a La Laguna y dar cuenta de
•o que sucedía al P. Superior, que era entonces el P. Gaspar Vidal,
a fin de determinar con él las medidas que pareciesen más oportu­
nas. Convinieron ambos pedir al Teniente de Borja un cabo con
algunos soldados españoles, para que éste castigase como Justicia
civil, los desmanes que no convenía castigase el misionero por sí mis­
mo. Pasó el cabo D. Alonso de Borja con algunos soldados a las tk
— 398 -

rras de los Omaguas, y fué tanto el miedo que éstos concibieron con
su vista, que su sola presencia bastó para aquietarlos a todos. El
P. Fritz por todo castigo exigió a los culpables que en presencia del
cabo, prometiesen que no volverían a alborotarse contra su mi­
sionero, lo que prometieron al instante.
Este oficial aprovechó de su expedición a los Omaguas para pasar
a las tierras de los indios llamados Pebas, Caumaris y Ticunas, más
o menos enemigos de los Omaguas y poco afectos al P. Samuel
Fritz. Bastó también en este caso la presencia del cabo y de los sol­
dados, para infundir un saludable temor a estos infieles, que optaron
por darse de amigos y aliados. D. Alonso de Borja que había llegado
a San Joaquín de Omaguas por Noviembre de 1697, pudo volver a
Borja el 24 de Enero del año siguiente, dejando del todo quieta y
pacificada las parcialidades de los Omaguas.
En vista del buen resultado que produjo esta visita, el P. Fritz,
al dar cuenta de ella al Virrey de Lima, sugirió la idea de que estas
visitas se repitiesen más a menudo, con tal que los soldados
fuesen pagados del Real Erario, para que no cayesen en la tentación
de cautivar a los infieles. Porque los soldados no tenían de ordinario
otra paga que la que sacaban de la venta de los prisioneros cogidos
en estas expediciones, por donde las entradas de soldados españoles
eran una de las mayores rémoras parala conversión de los indios gen­
tiles, que se figuraban que habían de recibir de los misioneros el
mismo trato que les daban los soldados.
En 1698 el P. Fritz tuvo el inmenso consuelo de recibir, después
de haber trabajado solo por espacio de doce años, a dos nuevos mi­
sioneros que venían a compartir sus apostólicas fatigas. Eran los
PP. Wenceslao Breyer y Francisco Vidra, llegados poco antes de
Europa. El P. Breyer se quedó con el P. Fritz en San Joaquín, y el
P. Vidra bajó a cuidar de la reducción de Guadalupe. No disfrutó
mucho el P. Fritz del descanso que le podían proporcionar estos
sus dos compañeros, porque aquel mismo año recibió carta del P. Su­
perior Gaspar Vidal, para que subiese con los más valientes de sus
Omaguas, a fin de tomar parte en la expedición organizada para cas­
tigar a los Cunivos asesinos del P. Enrique Richter, los cuales en­
valentonados por la impunidad, amenazaban bajar al Marañón y
pasar a cuchillo a todos los españoles e indios cristianos.
Mucho repugnaron a esta expedición los Omaguas de suyo poco
belicosos. Finalmente pudo el P. Fritz reunir un pequeño cuerpo
expedicionario, y con él a principios de Mayo de 1698, se encaminó
al Ucayale. Al llegar allí encontró una carta del P. Vidal que le
anunciaba la derrota sufrida a manos de los Cunivos, y le decía que,
en lugar de subir por el Ucayale, fuese a La Laguna a esperarle allí
hasta su vuelta.
Con esta contraorden, determinó el P. Fritz bajar a San Joa­
quín, para dejar allí a los indios que como soldados le acompañaban,
y disponer ahí su viaje a La Laguna. Antes de volver a subir el Ma­
rañón, tuvo que llamar a San Joaquín al P. Francisco Vidra, que
temía perecer en alguna celada de los indios infieles que vivían eo
— 399 —

los contornos de su reducción de Guadalupe. Se embarcó luego el


p. Fritz para La Laguna el 6 de Agosto y llegó a aquella reducción
e| j 9 de Setiembre de 1698.
A los pocos días desembarcaron los restos de la desgraciada ex­
pedición contra los Cunivos rebeldes, en la que habían perecido 19
soldados españoles con 107 indios por la mala disposición del capitán
Diego de Armas. El P. Fritz se quedó de Vicesuperior en La Lagu­
na, hasta fines de Diciembre de este mismo año; porque el P. Supe­
rior Gaspar Vidal tuvo que salir a Lojá y a Quito para verse con el
Gobernador de Mainas y los Superiores de la Provincia y. tratar con
ellos varios asuntos concernientes a la Misión.
Al poco tiempo le llegaron al P. Fritz noticias alarmantes de su
querida Misión de Omaguas. Los PP. Breyer y Vidra habían tenido
que retirarse precipitadamente de San Joaquín, porque se estaba
tramando una conspiración para quitarles la vida. A principios de
1699 el P. Fritz se dirigió a este pueblo. «Hallé, dice, no haber sido
sólo sospechas de los Padres, de que los indios querían alzarse, sino
en la realidad culpa de algunos indios, que por su naturaleza altivos,
extrañaban toda sujeción y castigo, y querían mantener ciertas cos­
tumbres gentílicas contrarias al cristianismo.y como los Padres lleva­
dos de su celo, querían con eficacia corregir aquel desorden, impa­
cientes los indios, llegaron a esparcir unas voces confusas que los
matarían, para ver si podían con esto amedrentarlos, conforme ha­
bían hecho también muchas veces conmigo». Bien averiguado el
caso, el P. Fritz pudo convencerse que no había en los indios verda­
dera voluntad de matar a los misioneros, sino tan sólo fanfarronería
de su parte. Volvieron los dos Padres a la Misión, y el P. Fritz per­
maneció con ellos hasta que fué llamado otra vez en 1700 a La La-
guua por el P. Superior Gaspar Vidal, para ir a Quito con el despa­
cho de cada año y traer nuevos misioneros.

2—Ya en este tiempo los Yurimahuas, huyendo de los portu­


gueses del Pará, habían subido por el Marañón más arriba de San
Joaquín en 25 canoas, y formado un nuevo pueblo, como a unas tres
leguas más abajo de la desembocadura del Ñapo.
El P. Fritz los puso al cuidado del P. Breyer, y en 20 de No­
viembre de 1700 emprendió por el río Ñapo su viaje a Quito, adonde
llegó el 22 de Enero del año siguiente de 1701. Se detuvo en la ciu­
dad hasta mediados de Mayo,despachó todos los negocios que traía de
la Misión, hizo administrar por el Sr. Obispo el sacramento de la
Confirmación a los 23 indios que había traído consigo, y dió principio
* su viaje de regreso el 18 de Mayo de 1701, llevando en su compañía
a un solo misionero que fué el P. Juan Bautista Sanna. El 6 de Agos­
to llegó al pueblo de Yurimahuas que no llevaba un año de fundado.
Antes de salir de Quito,había tenido la precaución de pedir a la Real
Audiencia de Quito una provisión para el Gobernador de Mainas,a fin
de que cada año mandase una escolta a Omaguas para castigar a los
culpables que pudiera haber. Apenas llegó a San Joaquín el 23 de
— 400 —

Agosto, se vió precisado a hacer uso de esta orden de la Real Au­


diencia.
Halló al P. Vidra muy afligido por las maldades que habían co­
metido algunos Omaguas, en vista de lo cual, hizo un despacho a
Borja, pidiendo al Teniente que bajase cuanto antes con algunos
soldados a visitar la provincia de Omaguas, conforme a la provi,
sión que había traído de Quito.
Obedeció el Teniente de Borja y mandó a San Joaquín una ar-
madilla compuesta de 20 soldados españoles y más de 200 indios al
mando del cabo D. Antonio Manrique. El cabo hizo averiguación
sobre el alzamiento y vino en conocimiento de que el cacique princi­
pal, llamado ^Payoreva, con los conjurados habían convidado a los
Caumaris y Pebas infieles a que asaltasen al pueblo, pegasen fuego a
la iglesia y a la casa del misionero. Ellos estarían prontos a matarle
a macanazos, caso que saliese vivo del incendio. No se ejecutó el
atentado porque los infieles se acobardaron. El cabo mandó prender
a Payoreva y a otro indio llamado Carnuda, reo de muchos delitos.
E l castigo fué de azotes, y para los más culpables, de destierro;
Payoreva fué llevado preso a Borja.
Mas el indio logró escaparse y volver a San Joaquín a principios
de Febrero de 1702. Allí con nuevos embustes tornó a inquietar a la
gente, y persuadió a todos que abandonasen el pueblo y se retirasen
al río Urúa, a tierra de infieles. Los más se dejaron seducir y huye*
ron con ánimo de juntarse con los infieles, y de acabar con los mi­
sioneros. El P. Fritz hubo de contemplar, el corazón traspasado de
dolor, cómo quedaban inutilizados dieciséis años de indecibles tra­
bajos, gastados en formar la reducción de San Joaquín. Temiendo
una acometida de los Caumaris, indios vecinos infieles, tomó consigo
todas las alhajas de la iglesia, y pasó al pueblo de los Yurimahuas
recién fundado, cerca de las bocas del río Ñapo, y ahí se quedó adoc­
trinando a estos nuevos cristianos hasta fines de Marzo de este año.
Con todo, la ruina de San Joaquín no fué definitiva. Del modo
más impensado el Padre consiguió reunir nuevamente a los indios y
restablecer el pueblo. Es el caso, que estando en Yurimahuas, sintió
un fuerte impulso interior de ir en persona en busca de sus Omaguas
fugitivos. Con este intento salió el 25 de Marzo de 1702, y encontró
a algunos en la reducción de Guadalupe que le prometieron volver a
San Joaquín; otro tanto le sucedió con los del pueblo de San Pablo,
y en el pueblo llamado de Ibiraté encontró a Payoreva, autor del
motín, y a los demás fugitivos. «Habléles, dice, con mucho amor, y
les persuadí la vuelta al pueblo, prometiendo a Payovera que no le
llevarían otra vez preso los españoles, con tal que diese prueba de su
enmienda.. . De ahí volví para San Joaquín conia mayor parte de
los huidos, dando muchas gracias a Dios de haber salido con bien en
esta mi jornada, que muchos tuvieron por muy arriesgada.. -•* W1

(1) A r c h iv o S . J .
— 401 —

3 —En 1704, el’ P. Fritz fué nombrado Superior de las Misiones,


partió, pues, para La Laguna, que era la residencia ordinaria de los
Superiores, dejando al cuidado del P. Juan Bautista Sanna la reduc­
ción de los Omaguas. El nuevo Superior había puesto los ojos en
este celoso misionero, como el más a propósito para salvar a la Mi­
sión de los Omaguas de la crisis peligrosa por la que estaba atrave­
sando. No quedaron fallidas sus esperanzas. El P. Sanna,a fuerza de
abnegación y paciencia, acabó por sosegar y recoger a los Omaguas
dispersos. Más aún, pudo reducir a los Caumaris y persuadirles a que
fundasen en las cercanías de San Joaquín un nuevo pueblo con el
nombre de San José, a fin de dar principio a su catequización.
El P. Fritz nunca pudo olvidarse de sus Omaguas; siempre que
se lo permitía su cargo de Superior, les hacía visitas para consolarlos
y alentarlos a ser buenos cristianos. Pero, como el mayor obstáculo
para la conservación de las Misiones y conquista de los infieles era
la falta de misioneros, resolvió pasar segunda vez a Quito en busca
de operarios, a pesar de los achaques ordinarios, que le aquejaban
causándole penosas molestias. Dejó por Vicesuperior al P. Wences­
lao Breyer, y salió de La Laguna a principios de Noviembre de 1706
con 40 indios de diferentes reducciones. Llegó a Quito el 21 de
Enero de 1707, donde pudo entender en el grabado de su mapa del
Marafión de que hablamos en el tomo anterior. (1)
El P. Provincial Luis de Andrade celosísimo del adelanto de las
Misiones, le concedió diez sujetos, los PP. Pedro Sérvela, Juan de
Saldarriaga, Andrés Cobo, Guillermo Detré, Pedro Bollaert, Gregorio
Bobadilla, Matías Laso, Pedro de Campos y Domingo Pérez. Los nue­
vos misioneros emprendieron el viaje a Archidona, divididos en dos
grupos; el primero compuesto de cuatro salió a principios de Mayo
de 1707. Debíale seguir inmediatamente el P. Fritz con los seis res­
tantes, pero en esos mismos días le postró en cama una fiebre vio­
lenta que duró tres o cuatro semanas, de suerte que no pudo ponerse
en camino sino a medio convalecer, en los primeros días de Junio,
cuando las lluvias torrenciales hacen más penoso el paso de la Cor­
dillera.
Después de imponderables penalidades se juntaron todos en
Puerto de Ñapo el 22 de Julio de 1707, de donde salieron el 5 de
Agosto para llegar a la reducción de Yurimahuas el 27 del mismo
mes, y allí tuvieron el consuelo de encontrar al P. Juan Bautista
Sanna, misionero de los Omaguas. Con él quedaron los PP. Andrés
Cobos, Pedro Bollaert, Matías Laso y Pedro Sérvela; los otros seis
con el P. Samuel Fritz prosiguieron el viaje el 9 de Setiembre para
Ca Laguna adonde llegaron el último día del mes, después de 56 días
desde su partida de Puerto de Ñapo. Al llegar a La Laguna, el
P- Fritz encontró que el P. Vicesuperior Wenceslao Breyer se había
dirigido a San Javier de Gayes con el Teniente de Borja y algunos
soldados que iban a castigar a los asesinos del P. Nicolás Durango.I

I 545^g^r· H is t o r i a d e l a C om p a ñ ía d e J e s ú s en la a n t ig u a P r o v in cia de Q u ito ,


— 402 —

Volvió el P. Breyer con la buena noticia de que se había restablecí,


do el pueblo de San Javier de Gayes con los indios Andoas y Semi-
gayes, que no habían tenido parte en la muerte de aquel santo mi.
sionero.

4— A las dificultades ordinarias con que tenían que luchar los


misioneros de los Omaguas, vino a sumarse otra mucho más grave
que fué la pretensión de los portugueses de apoderarse de todo e'l
territorio, que con tanto trabajo había evangelizado el P. Fritz.
Partiendo de la ciudad del Grau Pará, subían navegando por el Ma-
rañón e invadían las reducciones establecidas entre los Omaguas.
Alegaban los portugueses que el capitán Pedro de Texeira había sido
el primero en navegar todo el curso del Marañón desde la desembo­
cadura del Ñapo, y reclamaban en consecuencia como propios déla
Corona de Portugal todos los territorios en donde el P. Fritz había
establecido sus reducciones. Contestóles éste que la línea divisoria
de las dos Coronas de Castilla y Portugal pasaba cerca del Gran Pa­
rá, y que por tanto todo lo que quedaba al Oeste de esta línea, per*
tenecía a la Corona de Castilla.
Los portugueses sin hacer caso de las razones que oponía el
misionero, tuvieron por cosa más práctica dejarse de discusiones y
proceder por vía de hecho. Con una constancia que fué el secreto de
su éxito, fueron avanzando continuamente, Marañón arriba, y apode­
rándose poco a poco de los inmensos territorios que atraviesa el gran
río. Asomaban de vez en cuando partidas de portugueses con aparato
de armas, y cayendo de sorpresa sobre los pueblos y rancherías cau­
tivaban a todos los indios que podían haber a las manos, pasando a
cuchillo a todos los que intentaban resistir. Volvíanse luego con loa
prisioneros al Gran Pará, donde los vendían como esclavos. Con
los indios amigos o aliados procedían de distinta manera. Dábanles
en abundancia telas, vestidos, herramientas y todo cuanto suelea
estimar los naturales, con la condición de que habían de pagar eoo
indios que hubiesen cautivado. Subían luego a sus tiempos los portu­
gueses, y en pago de las mercancías que les habían adelantado se
llevaban a los cautivos al Pará. Los portuguses habían dado a es­
te trato infame el nombre sarcástico de «redimir cautivos». Cuan­
do los indios no habían podido apresar un número suñciente de
cautivos para satisfacer sus obligaciones, los portugueses se hacían
pago con sus mismos aliados.
Después que el P. Fritz hubo formado sus primeras cristiandades
prohibió severamente a los neófitos que fuesen a apresar a indios in­
fieles para entregarlos a los portugueses, como precio de las mercan­
cías, que éstos les cedían. Desde entonces empezó contra el P. Fritz
y los demás misioneros una campaña de difamaciones y violencias
que no terminó sino con la destrucción de los pueblos de O m a g u a s
y Yurimahuas formados por él. A los principios, mientras el intrépi­
do P. Fritz atendía personalmente a sus Misiones, la presencia del
misionero y sus enérgicas reclamaciones, lograron contener a los
invasores dentro de ciertos límites que no se atrevían a propasar.
-4 °3 —

Como las visitas de los portugueses se fuesen repitiendo periódi­


camente, el Padre aconsejó a sus neófitos, sobre todo a los que esta­
ban más cerca del enemigo, que abandonasen sus pueblos, y subien­
do por el Marañón fuesen a establecerse más arriba de la desembo­
cadura del Ñapo, donde nadie les molestaría. Muchos tomaron este
partido, entre ellos los indios Yurimahuas, que formaron un nuevo
pueblo en las cercanías del río Ñapo.
Esta medida contuvo por un tiempo la rapacidad de los portu­
gueses, pero cuando el P. Fritz fué nombrado Superior de las Misio­
nes y los pueblos de Omaguas quedaron a cargo del P. Juan Bautista
Sanna, las acometidas de los del Gran Pará se hicieron más violen­
tas y descaradas. Lo más triste del caso es que estos foragidos ve­
nían acompañados y en cierto modo capitaneando por un corista de
los Carmelitas calzados, llamado Fr. Antonio de Andrade.
A fines de 1707 una armadilla de portugueses hizo su aparición
en Santa María de Yurimahuas al mando del capitán José Pinheiro
Marques, quien traía consigo 11 portugueses y 100 indios bien ar­
mados. En realidad, como se vió en lo sucesivo, quien mandaba la
expedición era Fr. Antonio. El capitán'dijo al P. Sanna, que cuida­
ba de la reducción, que estaba en tierras de Portugal, porque todo el
Marañón pertenecía a su Rey. Fr. Antonio por su parte dijo que
venía a buscar a ocho indios remeros suyos que se le habían fugado.
Ocho días continuaron los intrusos en el pueblo sin hacer daño a
nadie. Entre tanto buscaban a los remeros o hacían como si los bus­
casen. Como no parecieron por ningún lado, Fr. Antonio mandó al
capitán que diese un asalto al pueblo. A media noche acometieron
con efecto los portugueses, originándose con esto un alboroto y con­
fusión inexplicables. Prendieron a la mitad de los habitantes, y aun­
que al día siguiente soltaron a los más, por indicación de Fr. Anto­
nio,conservaron cautivos a dieciocho familias. Aún permanecieron los
portugueses catorce días en el pueblo, retirándose por fin río abajo.
Pero todavía cogieron de paso un centenar de cristianos entre chicos
y grandes para venderlos en el Gran Pará.
El P. Bollaert que se hallaba entre los Omaguas, se encaminó
sin tardanza a La Laguna para informar al P. Fritz de lo sucedido.
Ante la gravedad de los acontecimientos el P. Superior juzgó que era
necesario que el P. Bollaert pasase a Quito, a fin de dar cuenta a la
Real Audiencia de los desmanes cometidos por los portugueses y del
peligro en que estaban de perderse aquellas Misiones. El P. Bollaert
emprendió este viaje a principios de 1708, y a fines de Noviembre
estaba de regreso con la noticia de que la Real Audiencia había dis­
puesto que se formase un cuerpo expedicionario de cien soldados pa­
ra contener a los portugueses y desalojarlos de las posiciones q,ue
habían usurpado.

Ç—La mobilización de estas fuerzas se hizo con desesperante


lentitud. Mientras tanto el i 9 de Febrero de 1709, el capitán portu­
gués Ignacio Correa subió a los Omaguas con una tropa de 12 ma­
melucos y 60 indios aliados. Notificó al P. Juan Bautista Sanna y a
— 404 —

los demás misioneros que abandonasen el Marañón y el río Ñapo


hasta Santa Rosa, porque todo este territorio pertenecía al rey de
Portugal, amenazándoles que, si no lo hacían dentro del plazo que
les fijó, los llevaría presos al Gran Pará. En vista del peligro el
P. Fritz pidió al Teniente de Borja que mandase cuatro canoas con
gente armada a los Omaguas para sacar de ahí a los misioneros. Su*
bieron por Mayo de 1709 a La Laguna los PP. Matías Laso y Pe.
dro Bollaert, quien llevaba consigo todas las alhajas de la iglesia de
San Joaquín; quedó solo el P. Juan Bautista Sanna para atendera
los cristianos y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Entre tanto se iba formando en Quitó el cuerpo expedicionario
que debía marchar contra los portugueses. Este contaba de 100 sol­
dados de Quito al mando del capitán D. Luis de Iturbide, .coman­
dante en jefe; se les juntaron en San Joaquín cuarenta soldados de
Borja y Moyobamba con el número competente de indios para bogas
y el equipaje. Estos últimos salieron del pueblo de La Laguna con
los PP. Samuel Fritz y Andrés Cobo de capellanes, el 8 de Julio de
1709, y estaban ya de marcha, cuando recibieron el auto que desde
Yurimahuas remitía el 4 de Julio el capitán D. Luis Iturbide a Borja,
de que todo aquel que no bajase contra el portugués incurriría en pe-
□a de la vida y sería tenido por traidor al rey.
El Presidente de la Real Audiencia D. Juan de Zozaya escribió
al P. Juan del Narváez, cura de Archidona, con fecha 6 de Abril de
1709. Le anunciaba que la primera compañía de 50 hombres saldría
pronto y le pedía que alistase a unos 100 indios para componer los
caminos, y hacer los puentes sobre los ríos. Dábale también parte
de las provisiones y prevenciones que llevaba aquella primera compa­
ñía. Consistían éstas en 20 quintales de bizcochos, 20 quintales de
carne, 10 cargas de sal, 10 botijas de pólvora, 2 quintales de cuerda
y 3.000 balas. El 29 de Abril volvía a escribir el Sr. Presidente al
P. Narváez, anunciándole que ya salían los 50 soldados contra los
portugueses; añadía que le daba mucho cuidado la noticia que había
tenido de que 50 soldados enemigos habían subido por el Ñapo. Y
finalmente el 4 de Junio en la tercera carta le avisa que iban 2 arro­
bas de hierro y 6 libras de acero para compostura de las armas que lo
necesitasen.
El 5 de Julio llegó por fin la tropa a Archidona. E l P. Narváez
recibió y agasajó lo mejor que pudo al capitán D. Luis de Iturbide y
a toda su gente, a la que tuvo que sustentar, gastando como unos
200 pesos en el mes que ahí se detuvieron. La conducta de los ex­
pedicionarios dejó mucho que desear; los cabos y soldados cometie­
ron muchas tropelías con los indios de Archidona y con los de
Puerto de Ñapo, tanto que estos últimos, no pudiendo ya sufrir por
más tiempo a los soldados,a una insinuación de su cacique se huyeron
al monte. Así que, cuando llegó el día de embarcarse la tropa, no hubo
ni indios, ni canoas, ni balsas, porque, al remontarse los indios las
habían echado río abajo. Hubo que fabricar cuatro nuevas balsas, y
en ellas se embarcó finalmente la expedición. Por desgracia, una
— 405 —

de esas balsas se volcó en uno de los rápidos del rio Napo y se per­
dieron 19 arcabuces.
El P. Juan de Narváez, en carta de 9 de Agosto de 1709, comu­
nica al P. Provincial Sebastián Luis de Abad la impresión deplorable
que le han causado estos soldados. De los de infantería unos se
huyeron y otros se volvieron a Quito con licencia verbal del capitán,
El P. Fritz quedó descorazonado cuando vió el aspecto miserable de
aquellas tropas. «A 17 de Julio de 1709, escribe en su Diario, llega­
mos a San Joaquín donde hallamos a los soldados de Quito, los más
son gente baladí, intolerables por los pleitos, hurtos y otras malda­
des; bisoQos sin saber manejar las armas; las que traen son unos ar­
cabuces bien malos, y por haberse trastornado la una de las balsas
en que venían, algunos vienen sin armas; espadas no han traído más
que cuatro o cinco. Con esto, si Dios no lo remedia ¿qué esperanza
puede haber se haga cosa de provecho?» (1)
Estos soldados, sin embargo, salieron de San Joaquín para en­
frentarse con los portugueses,llevando por capellanes a los PP. Fritz y
Sanna. El 7 de Agosto llegaron al pueblo de Zuruité, donde estaba
el capitán portugués D. Ignacio Correa con algunos mamelucos. Sa­
lió Correa a oponerse al desembarco, pero antes preguntó a los cas­
tellanos si venían de paz o de guerra. Contestaron los castellanos
que venían de paz, por lo cual Correa no se les opuso y entraron
sin combate en el pueblo. Después faltando a la palabra dada, de­
sarmaron a Correa y a los suyos y deteniendo a aquel, dejaron huir
a los mamelucos.
En este pueblo solía estar de asiento el corista Fr. Antonio de
Andrade; pero en esta ocasión no se halló en él por haber ido a la
ciudad del Gran Pará. En cambio se encontraron allí a los Omaguas
y Yurimahuas que él había cautivado en sus anteriores expedicio­
nes. (2)
El P. Fritz tuvo el consuelo de poner en libertad a estos pobres
cautivos y les convidó a que subiesen con él para formar nuevos pue­
blos junto al Ucayale o al Guallaga. Aceptaron los neófitos sin difi­
cultad la propuesta del Padre con la esperanza de verse libres de los
portugueses; pues les habían cobrado un horror del que no es fácil
dar idea.
Con la prisión del capitán portugués Correa, se dió por terminada
con felicidad la expedición y la armadilla regresó a San Joaquín. El
31 de Octubre de 1709 D. Luis de Iturbide emprendió el camino de
regreso a Quito con toda su gente. Faltaban 21 que habían muerto,
no en batalla alguna,-que no la hubo,-sino a consecuencia de sus ex­*

i l ) A rchivo S. J .
(2) Este Fr. Antonio de A ndrade tenia más bien vocación de mameluco que de Religioso y
nacía alarde d eq u e, si en sus expediciones incurría en alguna censura, tenía bastante dinero para ir
p y Pedir la absolución. Fué llamado a Portugal para responder de sus asaltos contra el
* - J 'ite y los Omaguas. Pero supo arreglarse tan bien que volvió al Marañón ordenado de sa­
cerdote. Siguió con el mismo oficio de capitanear las expediciones de mamelucos. Este desalmado
tuvo el fin que m erecía, porque habiendo asaltado en 1721 una casa de gentiles para cautivarlos,
Perec,o desastrosamente en la refriega en compañía de otros dos mamelucos.
— 4o6 —

cesos y desórdenes. Así acabó esta expedición, que según el P. Ma,


roni,costó 14,000 pesos al Real Erario y produjo muy escasos resulta,
dos, ya que no se desalojó al enemigo de ninguna de sus posiciones
avanzadas, ni siquiera se construyó alguna fortaleza, ni se dejó nin.
guna guarnición que pudiera impedir nuevas incursiones de los ma>
melucos del Pará.
Por Setiembre de este mismo año de 1709, murió de hidropesfa
el P. Pedro Ballaert y el P. Fritz se quedó en San Joaquín para jun.
tar el mayor número posible de indios y llevarlos consigo a La Lagu­
na a fin de establecerlos en parajes más seguros.
No le sufrió el corazón al P. Sanna el dejar abandonados a los
pobres indios, por quienes durante tantos años se había sacrificado.
•Siguió, pues, cuidando de los pocos que habían quedado en los pue­
blos de Omaguas, casi deshechos por las incursiones de los portu­
gueses. Con todo, no cesaba de instarles para que ellos también se
retirasen a los nuevos pueblos, fundados en la Misión Alta del Ma-
rañón, a fin de ponerse a cubierto de los asaltos y desafueros de
los mamelucos.
En Abril de 1610 dió aviso ál P. Fritz que subía mucha tropa
portuguesa al territorio de los Omaguas, por lo cual estaba urgiendo a
los cristianos de San Joaquín y de San Pablo que subiesen sin tardan­
za al pueblo de Yarapa fundado recientemente en la boca del Ucayale.
Habiendo bajado en persona hasta los Yurimahuas y Aisuares para
recoger los más que pudiese y llevarlos a este pueblo o a La La­
guna, volvía ya con muchos de ellos, y había llegado hasta Mu-
yuité, cuando, estando durmiendo una noche en un arenal con los
ocho bogas que le conducían, llegó de improviso una tropa de 300
mamelucos que le prendieron a él y a sus bogas el 8 de Junio de
1710. Lleváronle a los Aisuares,entre losque estuvo preso varios me­
ses y luego al Pará, de donde pudo pasar finalmente a Lisboa. Allí se
le puso en libertad, y él pidió volver a su Misión, pero no se lo permi­
tieron las autoridades portuguesas. Entonces se embarcó con una
expedición de misioneros que pasaban a la China.
Apenas tuvo noticia el P. Fritz de la prisión del P. Sanna, es­
cribió a la Real Audiencia de Quito, a fin de que se formase un nue­
vo cuerpo de expedición para rechazar la invasión portuguesa; pero
la Real Audiencia contestó por medio del P. Provincial, el 3 de
Abril de 171 x, que era imposible el envío de nuevas fuerzas milita­
res por falta de dinero. Quedaron, pues, perdidas para siempre las
florecientes Misiones de los Omaguas, Yurimahuas y Aisuares, y con
ellas un territorio de más de 300 leguas al Oriente para la Real
Audiencia de Quito y la Corona de Castilla.
Con los fugitivos de estas Misiones se. fundaron dos pueblos
nuevos. El primero se llamó Santa María de las Nieves de Yurima­
huas a orillas del río Guallaga, algunas leguas más arriba del
pueblo de La Laguna. Allí se fueron reuniendo poco a poco
los Yurimahuas y Aisuares. En un principio este pueblo estuvo al
cuidado del P. José Jiménez, misionero de Muniches, que era la re­
ducción más cercana. Muchísimos de los recién llegados murieron
— 407 —

je pestes y otras dolencias, que solían acometer a los indios, cuan«


j 0 se les trasladaba de un punto a otro distante del primero.
Los Omaguas se acogieron primero a la laguna de Yarapa, donde
se h ab ía empezado a formar un pueblo nuevo, por tener ahí pescado
en gran de abundancia. En 1712 ya estaban reunidos allí casi todos
los Omaguas y pedían misionero que los instruyese, porque desde
la prisió n del P. Sanna, no había quien tuviese cargo de ellos. Por
O ctu bre de 17x5 se les dió al P. Juan de Saldarriaga, pero antes de
un afío murió a 14 de Abril de 1716.
Tres años más tarde,el 14 de Mayo de 17x9 se hizo cargo de los
Omaguas, el P. Luis Coronado que poco antes había entrado a las
M isiones. Viendo cuán malsano era el clima de la laguna de Yarapa
donde se habían establecido, les buscó otro lugar más salubre donde
formasen su pueblo. Pudo persuadirles que se pasasen a la orilla iz­
quierda del Marafíón y se fijasen a una jornada más arriba de la de­
sem bo cadu ra del río Nanay. Se establecieron por entonces allí, pero
en 1726 trasladaron otra vez su pueblo a unas dos leguas más arriba,
donde permaneció definitivamente hasta la expulsión decretada por
Carlos III. A pesar del cambio de clima y de la mayor salubridad de
la tierra, el P. Luis Coronado falleció también muy pronto, a 21 de
Marzo de 1721.

6— El P. Samuel Fritz siguió gobernando las Misiones hasta


Diciembre de 1712. La destrucción de las reducciones de Omaguas,
en lasque había trabajado por más de veinte años íué un rudo golpe
para el veterano misionero. Después que el P. Gregorio de Bobadi­
lla le sucedió en ¿1 cargo de Superior de las Misiones, se retiró al
pueblo más antiguo de las Misiones, a la Limpia Concepción de Je-
veros. En este pueblo pasó los últimos once años de su vida. En el
libro de bautismos y casamientos de esta reducción, que aún se con­
serva, figura como párroco dçsde el 21 de Enero de 1714 hasta el
II de Febrero de 1725.
Sentía su salud muy quebrantada por tantos trabajos y enfer­
medades como había padecido, algunas de las cuales le habían pues­
to a punto de muerte. A pesar de estos achaques y de sus años,nunca
dejó de trabajar en la enseñanza y educación religiosa de los neófi­
tos. Como era habilísimo en toda clase de artes mecánicas, formó
de entre los indios mejor dispuestos excelentes obreros en varios ofi­
cios, principalmente en los de herrero y carpintero. «Es un asom­
bro, escribe el P. Velasco, el saber que en esa edad, hiciese con sus
manos enteramente de nuevo toda la iglesia y casa de habitación
del misionero, como quien trabaja por la eternidad, según lo firme y
bien hecho de todas sus obras; especialmente de puertas, ventanas,
mesas, cajonerías y todas las demás cosas de selectísimas maderas,
que causaban admiración y gusto». (1)
El P. Fritz teofa bastantes conocimientos de medicina, y ha­
biendo estudiado los síntomas de su averiada salud, llegó a conven­io

i o Velatco, o. « . , . . . . año 1714.


— 4 o8 —

cerse que moriría de maerte repentina, como de hecho sucedió.


Prevínose,pues, para este trance, y Dios Nuestro Señor, acrisoló sus
merecimientos con un tormento singular. «Murió al fin, dice el
P. Velasco, mártir de la honestidad y pudor, sin otro mal ni otros
verdugos que las niguas. Son éstas una especie de pulgas muy pe.
queñas, que en algunos climas ardientes de América son incomodisi,
ma plaga; porque, metiéndose con todo su cuerpo dentro de la car­
n e .. . engrosan dentro y arrojan íuera sus huevos, causando insuíri-
bles ardores, si estos animales no se sacan a tiempo. Se habían
apoderado éstos de todo el cuerpo del anciano y venerable P. Samuel
Fritz. Sus indianillos que tiernamente le amaban le sacaban coa
fuerza y con ruegos las que tenía en pies y manos, y aunque con
lágrimas le pedían que se dejase sacar las que tenía en otras partes
del cuerpo, nunca lo quiso permitir su virginal pudor. Sufriendo con'
gran paciencia un martirio tan prolongado y doloroso, muy débil y
casi sin movimiento con aquella inmunda plaga, le hallaron sus in-
dianitos muerto una mañana a medio vestir, sin haber tenido ni
habérsele conocido otro mal ninguno. Su sepulcro que consistía en
una caja bien cerrada y señalada por fuera con un marco, fué vene-
rado como de santo. Cayó la iglesia hecha por sus manos en un
gran terremoto el año de 1766, y cuando el misionero que estaba
entonces quitó las ruinas, sólo para sacar el venerable cadáver y
trasladarlo a la iglesia nueva, no se halló otro rastro dentro de la
caja que un pedazo de suela y otro de vestidura, habiendo consu­
mido todo lo demás y aun los huesos, una especie de hormigas que
llaman carniceras». (1)
El P. Pablo Maroni nos ha conservado unos apuntes sobre la
muerte del P. Fritz, hechos por su paisano el P. Wenceslao Breyer,
también misionero del Marañón y compañero del P. Samuel en la
Misión de Omaguas. De estas notas extractaremos algunos párrafos
que tratan de las virtudes del insigne misionero. «Sus virtudes, se
dice en esta relación, fueron cuales requiere el ministerio de un mi*
sionero apostólico, y en particular una suma pureza e inocencia de
costumbres. Quien por muchos años manejó su conciencia, afirma
con juramento que no cometió jamás culpa grave en toda su vida.
Aun de las más leves tenía grande horror, como se colige de la mu­
cha circunspección con que medía todas sus acciones y grande exac­
ción que tenía en la observancia religiosa. Su oración podemos
decir que fué continua y con muy particulares luces, como lo da so­
brado a entender un librito manual en que solía apuntarlas y que ha
sido la alhaja más preciosa que se halló después de su muerte. A
medida de la oración fué también su mortificación. En medio de
tanta tosquedad y desatinos de los indios, y lo que es más, en tan­
tos encuentros que tuvo con los del Pará, que subían por el Mara-
fíón a inquietar y hacer mil vejaciones a sus catecúmenos, nunca le
vieron inmutarse, si no es, cuando el celo de la gloria de Dios lo pe*

( 1) Ibid.
409 -

día, y entonces con mucha seriedad y pocas palabras representábales


|o que era de razón y justicia, de modo que ellos mismos se daban
por convencidos, prometían la enmienda y quedaban muy amigos
del Padre, hasta comunicarle lo más interior de sus conciencias La
mortificación exterior era como habitual en el Padre. Entre tantas
incomodidades de aguaceros, soles ardentísimos, falta de habitación,
sustento, vestido y otras mil penalidades que experimentó en su pe­
regrinación y viajes continuos, en medio de las enfermedades y
riesgos de la vida que pasó sin asistencia ni consuelo, nunca no se
le oyó jamás queja alguna, ni dió el menor indicio de que desease
librarse en algún tiempo de vida tan penosa, buscando algún descan­
so; antes toda su ansia y deseo era morir en la demanda y derramar
la sangre por la fe de Jesucristo. El sustento cotidiano lo tomaba tal
cual se lo ofrecían los muchachos, las más veces mal cocido y sin
sazón alguna, a más de ser de sí muy tosco. Repararon muchos no
ahuyentaba de sí los mosquitos y otras sabandijas que causan tanta
fatiga aun a los mismos indios, y es, en común sentir, la plaga más
penosa de estas tierras. A esto se atribuyen las muchas llagas que
tenía en todo el cuerpo y que sólo pudo manifestar su muerte, con
horror de los que amortajaron el cadáver. A la mortificación juntó
un odio y aborrecimiento sumo a la ociosidad, sin que ni el temple,
con exceso dejativo, ni los achaques, ni otro ningún motivo fuese
bastante a persuadirle más descanso de lo que pedía la pura necesi­
dad; o oraba, o doctrinaba a las gentes,o se empleaba en algún oficio
manual, a imitación de los Padres antiguos del Yermo y aun de los
mismos apóstoles. Este horror que tenía a la ociosidad fué el maes­
tro que le enseñó varios oficios, de escultor, pintor, carpintero,
albañil y arquitecto, que nunca antes había ejercitado, y esto con
mucha perfección y aseo, como lo dan a entender varias obras de
sus manos, especialmente pinturas y estatuas para las iglesias, que
es lo mejor que tiene en este género la M isión...
Aún no hemos hablado de sus más principales virtudes, que le
calificaron de hombre verdaderamente apostólico. Una de éstas fué
un celo incansable sin mezcla de interés ni otro cualquier motivo que
no mirase directamente a la mayor gloria de D io s .... Efecto de
este celo tan crecido fué también un amor especialísimo que tenía a
todos los indios, a quienes miraba y cuidaba como a verdaderos hi­
jos, y con que mereció que ellos también le mirasen y respetasen
como a padre, con tales demostraciones de cariño y ternura, cual
nose ha visto ni se verá jamás, no sólo entre bárbaros, sino también
en gente cristiana. Otra virtud tuvo el Padre en grado muy heroico,
de la cual podemos decir que fué entre todas como su característica.
Esta era una fortaleza y grandeza de ánimo superior a todas cuantas
borrascas puede y suele armar el infierno contra los que llevan por
empeño el adelantar la gloria de Dios. Perseguido, murmurado, ca­
lumniado de muchos modos aun con sus Superiores; buscado no po­
cas veces de cristianos e infieles para quitarle la vida; preso como
espía y violador de los derechos de una Real Corona, no cayó jamás
— 410 —

de ánimo, antes parecía que con las persecuciones cobraba más y más
esfuerzo para proseguir con sus apostólicas empresas.. . .
[Su muerte], auaque al parecer repentina, de ningún modo fué
tal respecto del Padre, a quien halló de antemano muy prevenido.
Dos días antes, esto es, el 18 de Marzo, dijo a un Padre que le
acompañaba: Non videbo diem nativitatis meae. (Es a saber que el
9 de Abril cumplía los 71 años de su edad). Ese mismo día, en que
se pudo decir se dió a sí mismo el Viático, habiendo hecho poco an­
tes confesión general, después de misa, estando junto todo el pueblo
en la iglesia, como quien se despedía de sus amados hijos, con parti­
culares muestras de ternura les dijo rogasen y pidiesen a Dios se
cumpliese en él su santísima voluntad en cuanto a vivir o morir, que
□o pedía la vida sino para cuidar de sus almas y mostrarles el ca­
mino de su salvación, y que, si muriese, rogasen a Dios por el des­
canso de su alma, pues les había querido mucho. Es de advertir,
que aunque por algunos meses andaba muy achacoso, a la sazón es­
taba aún en pie, ni daba indicios de que estuviese tan cerca su
muerte. El día siguiente, víspera de San Joaquín, que era el Santo
de su cariño, según dijimos en otta parte, a la noche dijo al compa­
ñero que esperaba al día siguiente tener alientos para decir misa a
su Santo; pero éste no quiso sino que fuese a celebrar su fiesta en
el cielo, pues amaneció muerto de un golpe, como se discurre, de
apoplejía. Así como se esparció la noticia en el pueblo, oyóse en
él un llanto universal, como cuando lloran la muerte de sus deudos
más inmediatos. Concurrieron todos a casa del Padre, sin querer
día y noche apartarse del cadáver, hasta que se enterró entre llan­
tos y sollozos continuos; no se hartaban de mirarle y decían que pa­
recía vivo». (1)

7— Diez años antes, el 14 de Octubre de 1714, había fallecido


santamente en Quito el P. Juan Lorenzo Lucero, el más grande de
los misioneros americanos que trabajaron en las Misiones del Mara-
fíón. Este varón extraordinario fué natural de Pasto, en donde nació
a xo de Agosto de 1635. Había entrado en la Compañía el 20 de
Julio de 1653, y desde el año de 1611 figura entre los misioneros del
Marañón. Permaneció en las Misiones 26 años, los más como Supe­
rior y Visitador, y no salió de ellas sino por orden de la obediencia
que le encomendó el gobierno de los colegios de Popayán y de
Cuenca. Todos nuestros historiadores encarecen a porfía la magni­
tud de las empresas y del celo del P. Lucero y lo heroico de sus
virtudes. «Fué, dice el P. Juan de Velasco, el mayor hombre que en
el siglo X V II vió el Reino de Quito, digno por su sabiduría y talen­
tos de gobernar una eutera monarquía. Fué quien más y con mayor
gloria trabajó en las Misiones del Marañón. Ganó la mayor parte de
las naciones, y su.fama esparcida por los bosques más retirados, hi­
zo que los indianos saliesen en busca suya, paraciendo cosa de eu-

(I) Maroni, o. c„ P. III, c, 3, § 8; 504-09.


canto el imperio que Dios le dió sobre los corazones», (i) Y el
p. Chantre añade a su vez estas palabras: «No hay duda de que
fueron tales sus peregrinaciones, viajes y fatigas, y cogió tanto fruto
de sus continuados sudores en la América occidental, que mereció
ser en alguna manera comparado al que cogió con los suyos el Após­
tol de las Indias eu el Oriente». (2)
Con ser tan grandes estos elogios, cierto que no se puede decir
que sean varias hipérboles. Porque, aun al lado de los misioneros
del Marañón, entre los que abundan las almas grandes y heroicas,
descuella la figura del P. Lucero como la de un gigante. Fué grande
como misionero, grande como Superior, y grande sobre todo como
organizador de aquellas dilatadas y difíciles misiones. Pocos le igua­
laron en el celo incansable por dilatar las fronteras del Evangelio.
Puede asegurarse que el P. Lucero es el primero explorador de las
hoyas del Guallaga y del Ucayale. E l fué quien primero exploró las
islas del Marañón ocupadas por los Omaguas y extendió el campo de
actividades de los misioneros de Quito, casi hasta la desembocadura
del río Negro. A él se debe la fundación de importantes reduccio­
nes y sobre todo la del pueblo de La Laguna, que situado en un pun­
to estratégico, llegó a ser el centro de la Misión y residencia
ordinaria del Superior. Pero el servicio más apreciable que el P. Lu­
cero prestó a éstas, fué la sólida organización que les dió y que hizo
posible los notables adelantos que experimentaron en el transcurso
del siglo X V III hasta su destrucción por obra de Carlos III.
No hay duda que los Padres Samuel Fritz y Juan Lorenzo Lu­
cero deben figurar en primera línea entre los grandes misioneros de
la Compañía.1

(1) H i s t o r i a . ... C ró n ic a , lib. 5, § 9.


(2) H is to r ia de la s M is io n e s de ¿a C o m p a ñ ía de J e s ú s en e l M a r a ñ ó n español,
lib. 6. c. 6, 281.
CAPITU LO T E R C E R O

VICISITUDES Y PROGRESOS DE LAS MISIONES


S U M A R IO : I . Muerte del P . Nicolás Durango; destrucción del pueblo de San
Javier de Gayes; su restauración por el P . Wenceslao Breyer.—2. Pri­
meras tentativas para la evangelización de los Yameos; trabajos de ios
P P . Pablo Maroni y Carlos Brentan.—3. Otras reducciones.—4. In*
forme sobre el estado de las Misiones en la primera mitad del si­
glo X V III.

VELASCO, Historia... .Crónica... .años 1696-1710,—MARONI, Noticias auténticas del famosorio


Marañen. P. II, c. 3., P. Ill, c. 4.—CHANTRE, Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús ct el
Marañón español, lib. 6, c, 12; iib. 7, c. 4.—ASTRA1N, Historia de la Compañía de Jesús en la Asisten!
de España, VII, lib. 2. c. 7.-ARCHIVO S. J.

i — Mientras nuestros misioneros se afanaban heroicamente por


conservar los pueblos situados en el extremo oriental de la Misión
contra las depredaciones de los portugueses del Gran Pará,logró el fer­
voroso P. Nicolás Durango la palma del martirio entre los Gayes en
la región del Pastaza. Era este Padre napolitano y su verdadero ape­
llido era Lanzamani. Había entrado en la Compañía en la Provincia
de Nápoles el 28 de Octubre de 1675, y hallábase estudiando Teolo­
gía en Roma, cuando en 1680 el P. Manuel Rodríguez, Procurador
de la Provincia, vino a la Ciudad Eterna en cumplimiento de su ofi­
cio. Allí se le juntó el joven Lanzamani con otro Hermano Estudian­
te napolitano, llamado Francisco Viva, que andando el tiempo había
de ser Superior de las Misiones.del Marañón y adquirir cierta celebri­
dad por haber sido el alma de la desastrada expedición contra los Jí­
baros.
Desde Sevilla el H. Lanzamani se hizo a la vela por Enero de
1681. El viaje fué bastante feliz para lo que se estilaba en aquellos
tiempos y llegó a Quito donde debía terminar sus estudios. Ordenado
de sacerdote se ocupó por algún tiempo en dar misiones circulares
antes de pasar al Marañón. Entró en diversas ocasiones a las Misio­
nes, y el 2 de Febrero de 1692, hacía en Jaén de Bracamoros la pro­
fesión de cuatro votos en manos de su antiguo compañero de viaje,
el P. Francisco Viva, Superior de las mismas. Quedó definitivamente
adjudicado al ministerio de la conversión de los infieles el año de
1696. Con esta ocasión, según parece, dejó su apellido de Lanzama­
ni, uo se sabe por qué motivo, para tomar el de Durango, con el cual
se le conoce en nuestras historias.
— 413 —

Trabajó como bueno en las reducciones del río Pastaza, sobre


todo en la de San Javier de Gayes, que mejoró notablemente, así en
|o espiritual como en lo temporal. Fundó, según vimos, varios pue­
blos o más bien anejos de pueblos, que eran como filiales de otros más
importantes. Los indios le cobraron bastante amor; pero como era
hombre de mucho carácter, no solía transigir en el cumplimiento de
sus obligaciones de cristianos. Esto le atrajo la enemistad de varios
caciques del pueblo, y llegó el descontento a tal punto que determi­
naron quitarle la vida y así lo efectuaron el 14 de Abril de 1707. El
p. Wenceslao Breyer que hacía de Vicesuperior en ausencia del
p. Samuel Fritz, refiere de esta manera la muerte del P. Durango en
carta de 1° de Noviembre de 1707. «Doy noticia a Vuestras Refe­
rencias de la desgracia sucedida en estas Misiones, en que los indios
Gayes el día 14 de Abril del corriente año de 1707 mataron bárbara­
mente al P. Nicolás Durango, napolitano, quien había sido su misio­
nero por once años y cuatro meses, doctrinándolos y asistiéndolos
con mucha caridad. Originádose ha su muerte de la altivez de los in­
dios, que extrañaban,mucho la sujección en que los tenía el Padre en
orden a la doctrina cristiana, costumbres y gobierno político del pue­
blo, en que pedía mucha puntualidad y aseo de ellos, como se dirá
en adelante. Con ocasión de un cerco que mandaba hacer el Padre
cerca de su casa, un indio que estaba de concierto con otros muchos
para matarle, buscando de propósito pretexto y ocasión para ejecutar
su maldad, puso un palo al revés de lo que se mandaba. Reprendién­
dole el Padre con alguna viveza y el indio, levantando la macana que
tenía prevenida, le dió con ella en el brazo derecho y se lo quebró;
luego, los otros acometiéndole le dieron muchos golpes en las espal­
das, teniéndole el uno agarrado de los cabellos. Mientras esto [ha­
cían], llegándose otro con una hacha en la mano y riñendo de burla
a los demás que así maltrataban al Padre, descargóle un golpe en
las sienes que bastó para derribarle al suelo. Dejándole así por muerto,
con grande algazara fueron todos a sus casas a coger las lanzas y ro­
delas; y vueltos a donde el Padre, hallaron que vuelto en sí, de ro­
dillas, con el santo Cristo que llevaba siempre en el pecho, en las
manos, estaba haciendo actos fervorosos. Entonces acabaron de ma­
tarle a lanzadas. Los Andoás, que es otra parcialidad de los que vi­
vían en el pueblo y no concurrieron de ningún modo a la muerte del
Padre, mucho le lloraron y enterraron en la iglesia al pie del altar
mayor. Me aseguran los que asistieron al Padre que el día antes tuvo
aviso de su muerte; y fué que rezando en el diurno delante de la igle­
sia, reparó caían en él unas como gotas de sangre, de lo cual espan­
tado dijo a los muchacho: ¿Qué me dirá esta sangre; por ventura in­
fieles han de venir a matarme?, sin recelarse de sus mismos feligreses.
X diciendo esto entróse a la iglesia, y se estuvo un buen rato de ro­
dillas en todos los altares del Santo Cristo, de la Virgen y de San
Javier, Patrón del pueblo, ofreciendo sin duda su vida en sacrificio y
previniéndose para la muerte que había de sucederle el día siguiente.
Fué el P. Nicolás religioso muy exacto en la observancia de sus
reglas, varón verdaderamente apostólico, que ha- trabajado mucho en
— 414 -

este partido de Roamainas y Gayes, entrando él mismo machas veces


a los montes a amistar infieles y reducir cristianos fugitivos, no obs­
tante que padecía mucho del asma y otros achaques. Podemos decir
haber sido si no autor [fundador], a lo menos restaurador del pueblo
de Gayes. Cuando se encargó de él halló poco más de setenta indios*
con sus entradas al Tigre y al Curaray, fué agregando muchos Andoas'
Semigayes, Maitiores y otros, hasta formar un pueblo de los más nu'
merosos de la Misión.
En lo que excedía esta Misión a las demás, era en el orden y
gobierno que causaba asombro a los que pasaban por ahí. Aquilas
fiscalías estaban repartidas hasta entre las mujeres para lo que se oiré*
cí? en lo espiritual y temporal. Para todo había sus síndicos y man­
dones, sin que faltasen en lo entablado, aun en las ausencias del Pa.
dre, averiguándose todo hasta la menor falta que hubiese habido
tocante a la iglesia y en lo que era obligación de cada uno. Había
enfermeros que cada día referían del estado de los enfermos, aplica­
ban remedios y les llevaban la comida. Otros avisaban puntualmente
si había algún niño o adulto que bautizar o sacramentar, en lo cual
suele ser mucho el descuido de los indios. Hasta la planta y disposi­
ción del pueblo la iba el Padre cada día puliendo más y más con tanta
hermosura y aseo, que no había cosa igual en toda esta montaña.
Todo el pueblo estaba siempre limpio como un jardín, y sus moradores
tan puntuales en todo cuanto se les mandaba, que era cosa rara y
nunca vista en las naciones bárbaras. Lo más apreciable era que to­
mando ejemplo de su misionero, los indios parecían llenos de celo
cristiano en buscar y atraer gentiles del monte a que se poblasen y
se hiciesen cristianos.
Estando todo en esta conformidad, cuando parecía había de ser
este pueblo el ejemplar de los demás, por permisión no pensada de
Dios, todo cayó; porque, aunque no todos los Gayes habían concu­
rrido a la muerte del Padre, temerosos de algún castigo, aunándose
de común consentimiento con su cacique Carlos Maniri, sabedor de
todo, determinaron retirarse a los montes y armarse contra la Justi­
cia, caso que fuesen los españoles a castigarlos. Luego quemaron la
casa del Padre, rajaron en el puerto las canoos, pusieron centinelas en
otras partes, para que los Andoas no fuesen a Borja a avisar, y para
matar a cuantos asomasen por ahí, mientras disponían su retirada.
Algunos de ellos bajaron al pueblo de Roamainas para convidar al ca­
cique Don Damián a que entrase también con su gente en el alza­
miento. No le hallaron,porque estaba ausente en los Pinches; y como
mediante un muchachillo se supiese a qué habían venido, avisado di­
cho cacique, que era indio leal y buen cristiano, luego despachó aviso
a Borja, y él en persona con 6o Pinches subió a los Gayes con inten­
to de prender a los matadores. No los halló, porque viéndose descu­
biertos, apresuraron la fuga habiendo quemado primero todas sus casas
y las de los Andoas. Quisieron hacer lo mismo con la iglesia; pero la
madre del cacique Gaye y unos Andoas se interpusieron, diciendo les
había de ir mal en su retirada. Por este miedo no se atrevieron a to­
car los cálices y ornamentos sagrados, menos la capa de coro y unos
— 415 —

manteles que llevaron los Semigayes para usar de ellos en sus bailes.
Los Andoas desparramáronse por el monte sin orden ni concierto,
recelosos no los matasen los Gayes, si se quedaban en el pueblo.
De esta manera deshízose por fin la reducción poco antes tan ce­
lebrada de San Javier, y en este estado la he hallado cuatro meses ha
nue subí por acá con alguna escolta a fin de favorecer a los Andoas.
Tengo ya recogidos hasta 6o de ellos, y espero seguirán en breve los
demás. Mientras esto, llegó también a este sitio el Teniente de Borja
D. Baltasar de Rioja; y de aquí luego se fué en seguimiento de los
apóstatas con 18 españoles y 200 indios amigos. La jornada ha sido
muy larga y penosa por haberse retirado muchos Gayes más allá del
Curaray, y haber quemado sus trojes de maíz, que había en el camino,
los Semigayes y Záparas a petición del cacique Maniri, para imposi­
bilitar, como ellos discurrían, a los españoles el llegar por ahí por fal­
ta de comida. Llegaron sin embargo hasta dar alcance a dicho cacique,
quien los aguardó emboscado con 30 indios y tuvo la osadía de hacer
un tiro contra un español con un trabuco que llevaba cousigo, y ha­
bía sido del Padre difunto. No tuvo efecto el tiro por la ligereza del
soldado en tenderse en el suelo al tiempo que prendía el polvorín.
Viendo esto el Teniente mandó a los de la armada embistiesen contra
los alzados. Apenas se empezó a tirar algunos dardos, que el cacique
cou los suyos se dieron a huir a toda prisa; y como estaban más lige­
ros y diestros en aquellos montes que los nuestros, ya rendidos con el
hambre y el cansancio, no se pudo darles alcance. Quedó sin embar­
go presa la madre, hermana, mujer e hijito único del cacique que acá
me los trajeron con otras setenta almas, que han ido recogiendo en el
camino. Entre estos hay algunos ¡ufieles de varias parcialidades, que
luego despaché libres para sus tierras con algunos dones a que me
traigan a sus curacas. No se qué efecto tendrá la embajada». (1)
Dos años después, habiendo vuelto algunos soldados españoles en
busca de los matadoree del P. Durango, prendieron a casi todos los
Gayes apóstatas, y en castigo los repartieron en diferentes pueblos
cristianos, donde no tardaron en irse consumiendo poco a poco. El
principal culpable, el cacique Maniri, acabó poco después con muer­
te desastrada a manos de los suyos.
La destrucción de San Javier de Gayes afectó dolorosamente a
nuestros misioneros y todos deseaban ver la reducción restaurada de
sus ruinas. Tomó sobre sí esta empresa el P. Wenceslao Breyer, y a
fines de Enero de 1708, ya había conseguido, después de muchos afa­
nes y fatigas, reunir a los Andoas dispersos desde la catástrofe del
mes de Abril anterior y formar con ellos en una quebrada vecina al
Bobonaza, el pueblo de Santo Tomé de los Andoas. Alentado con es­
te buen principio, trató de restablecer la destruida reducción de San
Javier con algunas parcialidades de Semigayes y logró juntar unas
ochenta y seis personas entre cristianos y gentiles. Pocos eran en
'erdad, pero al Padre le pareció que era preferible restaurar cuanto

0) Maroni, o. c., P. II, c. 3, § 7; 357-61.


— 4 i6 —

antes el pueblo, juzgando que de esta manera se podían reducir mj,


fácilmente los fugitivos, que andaban vagando por los bosques dej
contorno. Mandó, pues, que se limpiase la iglesia de la maleza que |a
había totalmente invadido. Cuando todo estuvo dispuesto, escogió el
día 14 de Setiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, a 6a
de dar de nuevo comienzo al pueblo de San Javier. Después de cantar
el «Alabado», hizo que todos pidiesen perdón a Dios de su apostasia
y al P. Durango que estaba allí enterrado, de la ingratitud con que
habían pagado sus beneficios. Aprovechando, luego, la circunstancia
de celebrarse la fiesta de la Cruz, ordenó que plantasen unas cruces
en el pueblo, y que todos las reverenciasen y besasen en desagravio
del sacrilegio que cometieron algunos, al abandonar el pueblo, alan,
ceando una de ellas.
Como el P. Breyer lo había esperado, desde entonces, muchos
indios, los más Semigayes, fueron saliendo de sus retiros para poblar
la reducción; pero, como no tenían misionero propio, se resolvieron a
bajar a vivir en compañía de los Andoas en el pueblo de Santo Tomé.
E l P. Breyer trabajó veinte años con estos indios,casi hasta su muer­
te; pues habiendo tenido que ir a Quito, murió al poco tiempo de su
llegada el 29 de Junio de 1729. A pesar de haberse acogido a la re­
ducción de Santo Tomé no pocos infieles, ésta no prosperó mucho;
pues en varias ocasiones la diezmaron varias epidemias. Años adelan­
te no pasaba de unas 450 almas. (1)

2 — Mientras en la región del Pastaza los esfuerzos del P. Wen­


ceslao Breyer conseguían salvar de la ruina las reducciones estableci­
das entre los Semigayes y los Andoas, un nuevo y dilatado campo se
ofrecía al celo y actividad de nuestros Misioneros en la nación de los
Yameos. Ocupaban estos indios el territorio o más bien los bosques
que se hallan entre los ríos Tigre, Ñapo y Marañón. Los ríos princi­
pales junto a los cuales tenían sus caseríos eran el Nahuapó, tributa­
rio del río Tigre, el Nanay que desemboca en el Marañón un día de
camino más abajo de la reducción de San Joaquín de Omaguas, el
Itayay afluente del Nanay, y al Este el Masha que desagua en el Na­
po. Los Yameos confinan al Occidente con los Aúnales y con los Bu­
cales del río Tigre, al Norte con los Semigayes, con los Záparas y
con los Iquitos, sus mortales enemigos; por la parte de Oriente, son
sus vecinos los Mayorunas, los Payaguas y los Caumares; y al Sur, sus
tierras se extienden hasta las islas de los Omaguas.
El P. Juan Lorenzo Lucero les visitó en 1680, en una de sus
excursiones apostólicas. Pero,aunque fué bien recibido de los Yameos,
nada pudo hacer en favor suyo por falta de misionero que los instru­
yese. Pasaron treinta y cinco años, sin que se diese un paso en el ne­
gocio de la conversión de esta populosa tribu, hasta que en 17*5
P. Gaspar Vidal acometió de una manera formal la empresa de re­
ducirla a vida cristiana y civilizada. Este fervoroso misionero tuvo

(1) Maroni, ibid., 362-63.


- 417 —

noticia de la existencia de los Yameos, y habiéndose amistado c o q


«na de sus parcialidades, empezó a juntar unas pocas familias en la
boca de un riachuelo que sale al Marañón, algo más arriba de la de-
jenibocadura del Ucayale. Mas, como se diese cuenta de la natural
repugnancia de los indios a abandonar las tierras en donde habían
nacido, concibió la idea de formar otro pueblo de Yameos en su pro­
pio territorio, y aun dió un principio de ejecución a este proyecto,
por desgracia, la muerte del P. Vidal, ocurrida én 1717 dió al traste
con lo que este Padre había comenzado. En este estado quedaron las
cosas hasta el año de 1723, en que la divina Providencia abrió una
puerta a la conversión de estas pobres gentes de un modo bien im­
pensado. Es el caso que «viendo los Omaguas que el sitio en que vi­
vían era muy incómodo y poco saludable, porque el Marañón en
tiempo de creciente, les entraba en sus casas y se volvía todo el pue­
blo una ciénega; pidieron licencia a su misionero, el P. Bernardo
Zürmuhlen, que recién había venido de Quito, de pasarse a tierra más
alta y cómoda. Escogieron un sitio llamado Yacuapana, como medio
día Marañón arriba, que es donde viven al presente. Al empezar a
desmontar para hacer sus casas, encontraron varias sendas y rastros
de Yameos y vieron también desde lejos a algunos de ellos que habían
venido allí a cazar. Dieron de todo cuenta al Padre, el cual les man­
dó cogiesen, en encontrándolos, a algunos, y se los trajesen. Así lo
hicieron. Al día siguiente trajeron al pueblo viejo donde estaba el
Padre siete Yameos y entre ellos a un curaca, hombre muy salvaje,
el cual daba aullidos como un perro, sin querer levantar los ojos del
suelo. Y como no había intérprete por quién hablarles, hablóles el
Padre con las obras y señales de agasajo. Repartióles algunas hachas,
machetes, cuchillos, agujas, anzuelos y otras dádivas semejantes y
mandó a los Omaguas los volviesen otra vez a ese sitio donde los
había cogido, sin hacerles el menor daño. Apenas habían pasado al­
gunos días, cuando empezaron a venir de varias partes tropas de Ya­
meos en busca del Padre, con esperanza de volver también ellos re­
galados a sus tierras. Con esto se empezó la amistad y comunicación
de los Yameos con los Omaguas, que van continuando hasta el día de
hoy, y se abrió la puerta para tratar más de cerca de su conversión;
pero como en estos años ha habido penuria de misioneros, no se ha
podido tratar con todo empeño de poblarlos, ni se ha señalado Padre
que tuviese únicamente a su cargo el promover la conversión de estos
pobres. No han dejado sinembargo de sacar mucho provecho con la
comunicación y salidas al pueblo de Omaguas, porque con esto, mu­
chos de ellos no sólo han aprendido la lengua omagua, como también
remar, pescar, tejer y otras cosas semejantes que antes ignoraban,
mas también se han ido poco a poco aficionando al modo de vivir
sociable y cristiano», (x)
Así las cosas, el P. Superior Juan Bautista Julián, habiendo reci­

t i ) C aita del P . Pablo Maroni al P . Angel M aría M anca en N oticias auténticas del
famoso rio Marañón, P . I ll; c 4, § I; 51 9 -2 0 .
— 4i8 —

bido un refuerzo de misioneros en 1729, quiso aprovechar esta 0p0r.


tunidad para dar un impulso decisivo a la reducción de los misioneroi*
los cuales no eran cristianos, únicamente por falta de Padre
que los instruyese. Encomendó, pues, este cuidado a uno de los Re.
ligiosos recién llegados, el P. Pablo Maroni. Detúvose éste un poco de
tiempo en San Joaquín de Omaguas,aprendiendo la lengua yainea con
algunos indios de esta nación que moraban en el pueblo. Cuando y»
pudo darse a entender algo, resolvió hacer una salida a las tierras de
los Yameos. Oigamos cómo él mismo cuenta esta primera expedición;
«Salí la primera vez de San Joaquín a 9 de Mayo del año de pasado'
acompañado de ocho Omaguas, dos Yameos lenguas [intérpretes] y
un mozo español. A los cinco días de navegación parte por el Mara-
ñón y parte por el Itatay, en que pasamos muy buena hambre, por
haber desaparecido los mitayos, que son los que nos proveen en los
caminos de mantenimiento, topamos en ñn el puerto de unos Yameos
llamados Paranos, no sin particular providencia de Dios, porque has­
ta entonces no había ido por allí embarcación alguna, y de los que
me acompañaban, uno solo tenía alguna noticia del puerto, a donde
había llegado otra vez por el monte. Llegados al puerto cerca de me­
diodía y dejados los indios con un muchacho para guarda de las ca-
noillas, fuimos los demás encaminándonos por el monte por camino
tan cerrado, que me obligó a los primeros pasos quitarme la sotana,
para que no me quedase hecha pedazos entre las espinas y ramas de
los árboles, sin más indicio que el hallar de cuando en cuando que­
bradas unas ramitas, que es la señal que dejan aquellos bárbaros de
haber pasado por ahí en algún tiempo». (1)
El curaca o cacique no miró con buenos ojos la llegada del Padre
y de sus compañeros y el primer encuentro estuvo muy lejos de ser
cordial. Pero cuando vió los cuchillos, abalorios y otras dádivas por
el estilo que el misionero le ofrecía, se sosegó algún tanto, y «en se­
ñal de amistad, prosigue el P. Maroni, trájome una olla con no se qué
potaje muy prieto, de que, obligados del hambre, comimos todos con
mucho gusto, sin examinar lo que era. Pasamos lo más de la noche
entre pláticas, mostrándole yo algunas imágenes que traía conmigo,
de que gustaban mucho, de dos en especial, de las cuales la una era
de María Santísima, quien les decía era la madre del curaca del cie­
lo, otra del demonio con un infiel debajo los pies. A estas miraban y
remiraban al derecho y al revés, convidándose unos a otros a con­
templarlas repetidas veces». (2)
Mas el carácter versátil y traicionero de los indios estuvo a
punto de dar al traste con estos buenos principios. Aquella misma
noche se cambió el ánimo del curaca y poco faltó para que matasen
alevosamente al Padre,mientras dormía. Por fortuna los Omaguas que
le acompañaban habían estado en vela, y esta circunstancia retrajo
a los indios de poner por obra el crimen que habían meditado. Avisa-1

(1) Ibid., 520-21.


(2) Ibid., 521-22.
419 —

¿0 del caso al despertar, el misionero afeó al curaca su conducta, y


aniso Dios que su noble serenidad en medio de tantos peligros impu­
liese al bárbaro. Poco a poco sus disposiciones fueron mejorando y
icabó por ofrecerse con entera voluntad él y los suyos a recibir el
santo bautismo. Aprovechó el P. Maroni esta buena disposición para
persuadirle a que se trasladasen todos a un sitio competente, en
d on d e se les pudiese enseñar los misterios de la religión cristiana.
T e m a r o n tan bien este aviso los Yameos, que al tercer día de estar
COn ellos el misionero, se fueron con él a orillas del Itatay y dieron
principio al desmonte para hacer sementeras, en que trabajaron todos
con mucho empeño. No pudieron permanecer más de dos días por no
haber traído suficientes provisiones de boca. Volviéronse, pues, los
indios prometiendo formar el pueblo, así que estuviese en sazón la
sementera. El P. Maroni, después de dar el santo bautismo a una hi-
jita enferma del curaca, dispuso la vuelta a San Joaquín, muy con­
tento del feliz suceso de esta jornada.
Tres meses después, por Julio del mismo año, emprendió el
P. Maroni su segunda expedición en compañía de algunos Cocamas de
La Laguna. Encaminóse esta vez a los Yameos que vivían en la ori­
lla izquierda del Marañón frente a la desembocadura del Ucayale y en
las cercanías del río Tigre. Había mandado por delante a un intér­
prete suyo llamado Antonio; y a los dos días de subir desde San Joa­
quín, Marañón arriba, encontró a este mozo que con quince Yameos
infieles venía a su encuentro. Detúvose con ellos tres días, y convi­
nieron en buscar un lugar aparente para establecer un nuevo pueblo.
Prosiguió el Padre su camino con rumbo hacia el río Tigre, y
antes de llegar, en un riachuelo que desagua inmediatamente en el
Marañón, salieron a encontrarle con muestras de mucho contento y
alegría unos cuarenta Yameos infieles con su curaca llamado Molon-
cé, quien llevó al Padre a un sitio que tenía destinado para el nuevo
pueblo, y mostrándole una casa recién edificada y la única que había
le dijo: «Esta es la casa que he hecho para tí; desde luego te la en­
trego,para que vivas en ella con condición de que te quedes con noso­
tros y nos enseñes el camino del cielo. Admitió gustoso la oferta, y
correspondiendo con algún regalo de herramientas, que es lo que más
aprecian, se dispuso a bajar otra vez a los Yameos de frente al Uca­
yale. En el camino, como supiese que cerca de otro riachuelo vivía
el cacique llamado Teniau, muy nombrado por sus valentías, se desvió
con intento de convidarle a que pasase con su gente a vivir cerca
del río Tigre o frente al Ucayale. Teniau recibió al Padre con cierta
altanería, diciéndole que le daba pereza de salir de su tierra y que el
Padre mentía prometiéndole herramienta, si le seguía. Rióse el misio­
nero con la salida del indio y sacando unos abalorios y anzuelos los
regaló a la mujer e hijos del cacique. Esto bastó para que prometiese
ir a juntarse con los Yameos del río Tigre, como lo hizo, siendo des­
pués uno de los más fieles y sumisos al P. Maroni. Estos fueron los
principios de los dos pueblos principales de Yameos, San Regis a me-
d¡a hora de distancia, Marañón abajo, del río Tigre, San Miguel,
frente al Ucayale en la orilla misma del Marañón.
— 420 —

Advirtiendo el P. Maroni con cuánta docilidad recibían sus insi­


nuaciones las parcialidades de Yameos que había logrado visitar, re~
solvió dar calor al negocio de la reducción de estos indios tan bien
dispuestos. En las cercanías de los ríos Nanay y Nahuapó vivían otra»
parcialidades que no había podido visitar en sus anteriores expedició-
nes. Como tampoco podía ahora ir a ellos, por no haber otro mi­
sionero que le supliese en San Joaquín, durante su ausencia, despachó
a algunos Omaguas y Yameos convertidos, para que reconociesen
estos ríos y procurasen atraer a los indios infieles y persuadirles a
que buscasen la amistad del misionero. Avistáronse los enviados del
P. Maroni con una parcialidad conocida con el nombre deNicahaláes
y después de ofrecerles algunos donecillos, les convidaron en nombre
del Padre a reunirse en un pueblo, para que se les pudiera instruir.
Respondió uno que parecía el principal de ellos que irían en breve a
ver al Padre, y que, si diese muestras de ser valiente, se quedarían
con él, si no volverían a sus tierras. Vinieron efectivamente y aquel
indio que hacía como de cabeza, dirigiéndose al misionero con bas­
tante altivez le pidió que le diese al punto una hacha y machete bien
grande. Poco a poco, amigo, replicó el P. Maroni, las hachas y ma­
chetes no se cogen de cosecha en la chacra, y acercándose a él, le
tendió de repente en el suelo. Levantóse el indio y con rostro satis­
fecho, vuelto a los compañeros les dijo: Valiente es el Padre, con él
me quedo. Con esto, después de haber recibido algunos regalos, asen­
taron la amistad y prometieron venir cuanto antes a juntarse con los
Yameos ya reducidos, (i)
Estando las cosas en tan buen punto, por Agosto de 1731, el
P. Maroni se sintió acometido de unas recias calenturas que le obli­
garon a hacer cama y le quitaron todo aliento para proseguir la em­
presa comenzada. En pocos días empeoró tanto que se llegó a temer
por su vida, por lo que el P. Superior le mandó traer a La Laguna,
donde le curaron y él fué convaleciendo muy poco a poco.
La enfermedad del P. Maroni hubiera sido fatal para el progre­
so de la evangelización de los Yameos, si Dios nuestro Señor no les
hubiera deparado en la persona del P. Carlos Brentan otro excelente
misionero que continuase la obra comenzada y la llevase a perfección.
En Agosto de 1732, algunos meses solamente después de la partida
del P. Maroni, el P. Brentan, que estaba de misionero entre los An-
doas, vino a hacerse cargo de la reducción de San Regis de Yameos.
E l mismo cuenta sus primeras impresiones en una carta a su prede­
cesor. «Habiendo llegado, dice, al pueblo de San Miguel de Ucayale,
para proseguir con la obra que V. R. había tan felizmente empezado,
el recibimiento que me hicieron sus moradores, todo fué pedir el uno
una hacha, el otro un machete, otros un cuchillo, otros un vestido.
A todos los consolé y les di lo que pude y convenía, yendo con algu­
na reserva en cuanto a la herramienta.. .Habiéndome instado mucho
uno de los más pedigüeños a que le diese una hacha, le dije que sí,1

(1) Cír. Ibid., 527-29.


— 421 —

con tal <lue fuese Pernero a unos conocidos o parientes suyos. Fuése
el indio y a los tres días me trujo a tres curacas con otros doce indios,
¡untándolos a todos les di a cada uno una camiseta nueva de lona,
agujas, chaquiras, cascabeles, para que pareciesen galanos en sus tie­
rras, y con est0 sus am'g°s viniesen también a verme. Todo aquel día
V el siguiente no se vió otra cosa en el pueblo que sastres Yameos que
a estos huéspedes estaban componiendo y ajustando sus galas de lona
que les había dado. Ya venían unos con sus camisetas acabadas a mi
casa, para que los viese y alabase, pareciéndoles que ya eran algo más
que lo que habían sido antes, cuando andaban desnudos. Era de ver
con qué cuidado se sentaban o trabajaban para no manchar el vesti­
do. Se fueron a sus tierras muy alegres prometiéndome que volverían
c u a n to antes con las mujeres y hijos para poblarse», (i)
Este año de 1732 y el siguiente de 1733 hizo el P. Brentan va­
rias entradas a las tierras de los infíeles cercanos y pudo conseguir
que un buen número de familias se agregasen al pueblo de San Miguel.
Parecía cosa cierta que, llegaría éste a ser uno de los pueblos más
numerosos, tanta era la facilidad con que los infieles abandonaban sus
selvas para que se les instruyera en la religión cristiana. Pero pronto
se hizo sentir el ordinario azote de los pueblos de indios recién fun­
dados. Cuando parecía que todo iba a ser prosperidad, fué Dios ser­
vido de visitar a los moradores de San Miguel con diversas y porfiadas
epidemias de romadizos, calenturas y disentería, con que pereció mu­
cha gente, sobre todo mujeres y niños. Como en estos casos no hay
para los indios otro remedio sino huir de poblado para evitar el con­
tagio, temiendo el P. Brentan que se huyesen todos a las selvas de
donde habían salido, él mismo cuidó de trasladarlos al pueblo recién
fundado de San Regis, donde se establecieron, y en el que el Padre
fijó también su residencia. Con esto quedó deshecho y abandona­
do el pueblo de San Miguel.
Desde San Regis el P. Brentan hizo varias entradas a los ríos
Nanay e Itatay, consiguiendo siempre atraer a muchas familias por el
cariño con que los trataba y los regalos que les hacía. Mas estas en­
tradas no se hacían sino a costa de grandes trabajos; él mismo des­
cribe lo que tuvo que sufrir en una de ellas, y por aquí se entenderá
cuán difícil y penoso era el trabajo ordinario de los misioneros para
sacar a los indios de sus bosques, y juntarles en pueblos donde vivie­
sen vida racional y cristiana. He aquí sus palabras: «La segunda jor­
nada que hice a los bosques con solos mis Yameos fué por Febrero de
1733. En esta jornada, si fué estéril la cosecha de almas, pues en­
contré sólo a dieciocho que pronto me siguieron, fué abundante la
cosecha de merecimientos para quien supo y quiso valerse de tan bue­
na ocasión para ejercitar la paciencia; pues no fueron pequeñas las
penalidades que se ofrecieron en este viaje, y sólo podrá hacer con­
cepto de ellas el que en algún tiempo experimentó lo que es andar1

(1) Carta del P . Brentan al P . Maroni en N oticias auténticas del fam oso rio Ufa-
•■ anón, P . I » , c. 4¡ § 2; 5 3 0 -3 1 .
— 422 —

por selvas llenas de abrojos, espinas y pantanos, en especial en tiern.


po en que abundan las aguas. Desde la hora en que salimos del puerto
hasta la vuelta, todo fué un continuo llover día y noche, de que Se
originó estuviesen crecidísimas las quebradas, inundado el monte y
los caminos, de manera que todo el día anduvimos empapados en
agua, vadeando unas quebradas hasta medio cuerpo y más, otras pa­
sando sobre unas varas delgadas y bejucos amarrados unos con otros
en lugar de puentes, con pasos más propios de un volantín que no de
un caminante por tierra. Lo que más me molestaba eran las hincha-
zones y llagas que en ambas piernas me causaban estas continuas
mojadas», (i)
No fueron con todo estériles tan increíbles trabajos y priva­
ciones. Algunos años más tarde, en 1738, el P. Breritan podía con­
templar con satisfacción los consoladores adelantos de la Misión de
los Yameos. «Tiene esta Misión, dice, seis pueblos fundados, de los
cuales el principal es el de San Juan Francisco Regis, situado a ori­
llas del río Marañóo, tres horas más abajo del río Tigre. Cuenta en
la actualidad 400 almas con 170 bautizados, los demás son catecúme­
nos. Su misionero es ei P. Mikel, quien poco ha vino de los Andoas
y está muy contento con esta gente. Estos son unos pobres indios,
humildes y deseosos de agradar al Padre. Hay entre ellos muy buenos
cazadores y pescadores, con que no falta lo necesario para el susten­
to, y aun para el regalo. Anejo de San Regis es otro pueblo que tie­
ne por patrón San Simón apóstol en una quebrada llamada Nahuapó
del nombre del cacique, y que desagua en el rfo Tigre. Se estableció
ahf su pueblo, porque no quería vivir a orillas del Marafión. Los Ya­
meos los llaman Motayaras o Barbones, porque crfan barbas muy
crecidas». (2)
Hacia el rfo Itatay se establecieron otras tres poblaciones for­
madas de. indios de tribus diversas, y que no se avenían a reunirse en
una misma población. La primera de San Juan Evangelista de los
indios llamados Miguianos,se principió en 1736, y distaba de San Joa­
quín de Omaguas dos horas y media de camino a través de las selvas,
y cosa de media hora de la orilla del río Itatay. Contaba con unas
trescientas almas, y se esperaba iría creciendo por la docilidad de los
indios. Su misionero era el P. Juan Magnin,el cual había entrado poco
antes a la Misión por el camino de Canelos y Pastaza.
La segunda población se llamaba San Andrés de los Paranos,
sobre la orilla del río del mismo nombre, y como a hora y media de
distancia de San Joaquín de Omaguas. Aunque los Paranos fueron de
los primeros que prometieron juntarse en un solo pueblo, no se pudo
formar esta reducción antes de 1736. Había en ella 150 almas. El
tercer pueblo fué el de San Felipe de Amaonos que se fundó en 1737-
Constaba de unas cien almas.
A orillas del Nanay se hallaba también San Pablo de Napeanos,1

(1) Ibid., 533-34.


(2) Ibid., 537-38.
— 423 -

llamados asf por su cacique Ñapé, población que se fundó en 1737 al


tiempo de subir por aquel rfo el P. Visitador Andrés de Zárate, con
e| intento de amistar a los Iquitos, llamados también Puca-umas o
Cabezas-rojas, porque se rapan la cabeza y se pintan con achote. Los
indios que iban con el P. Visitador entraron en una choza donde en­
contraron tan sólo a una mujer y la llevaron al Padre, quien le hizo
varios regalos y la envió a que llamase a los de su nación. En vista
de los regalos salieron los Napeanos sin armas y en señal de paz a ver
al Padre, Prometieron reunirse todos en un pueblo, y él mandó plan­
tar en el lugar escogido una gran cruz al rededor de la cual todos
eilos hicieron sus casas. El P. Visitador bautizó a los niños, y sesenta
indios Napeanos desde luego dieron principio al desmonte para el
nuevo pueblo.
Añadiremos aquí algunas noticias interesantes acerca de las cos­
tumbres y religión de esta importante tribu, una de las que mejor co­
rrespondió a los afanes de nuestros misioneros. «Son los Yameos,
escribe el P. Maroni, robustos, de estatura alta, más bermejos que
prietos, de genio alegre y tratable y lo bastante aplicado al trabajo
como lo dan a entender las chacras muy extendidas que he encon­
trado al rededor de sus casas. Cada curaca tiene de ordinario dos o
tres mujeres, algunos más, los demás se contentan regularmente con
una sola, la cual toman por suya con ocasión de alguna borrachera,
con tácita obligación de mantener a la suegra, cuando viuda; por lo
cual no se apartan fácilmente de la con quien celebraron una vez el
casamiento, recelosos de que la suegra no les haga algún daño con sus
hechizos. Son sumamente celosos, y es para ellos delito capital sen­
tarse en una red al lado de una mujer casada, ofrecerle o recibir de
su mano una taza o mate de bebida. Las mujeres son de ordinario
muy recatadas, pues aun en ocasiones de borracheras las más solem­
nes, no se juntan jamás a conversar con los hombres.. .
La principal gala [de los Yameos] consisten en llevar un palito o
unas plumas de pájaros o pelos de cualquier animal silvestre inserta­
dos en un agujero que abren diestramente en la ternilla de la nariz, y
dos pedazos de palo ligero del tamaño de una hostia y grosor de un
dedo, colgados de las orejas a modo de zarcillos.. .Cuando salen a pe­
learse pintan todo el cuerpo de achote y adornan la cabeza con guir­
naldas de plumas vistosas, el cuello y pecho con collares de cabezas
de pájaros y muelas de animales silvestres, a veces también de gente
humana que mataron en algún tiempo. Sus armas son unas macanas
de palo muy duro y pesado, dardos y lan zas...las más veces enve­
nenadas, y rodelas tejidas diestramente con hilos de una especie de
palma que llamamos Chambira.
A más de la yuca y maíz que tienen en abundancia y de que se
compone la comida y bebida ordinaria de los indios, su mayor regalo
es la carne del puerco montés y unos gusanos muy mantecosos que
crían en grande abundancia en unos palos huecos que se llaman ta-
zapatos. . .Con el caldo de estos güsanos mezclado con ajf y maíz tos­
tado y bien molido, sazonan sus comidas, y de los gusanos, mezclados
— 424 —

con ona yerba del monte, componen sus ollas, para ellos muy sa­
brosas.
£1 co ger.. .un puerco montés es para ellos proeza digna de mu.
cha alabanza. En señal de su triunfo dejan en el sitio en que le ma­
taron clavada la lanza y la punta del dardo cuando se quebró, atra­
vesada en otro palo, con unos pelos de puerco en forma de cruz. La
calavera bien limpia, la conservan colgada en sus posadas ad perpt.
tuam rei memoriam.
Las casas, en especial las de los curacas.. .son muy capaces, con
el techo hasta el suelo a modo de bóveda, sin más luz que la que
entra por dos puertecillas que tienen en los dos extremos. En lo in­
terior, están repartidas a los lados con esteras en varias celdillas en
que viven divididas las familias. En la mitad de la casa entierran a
sus difuntos, clavando al rededor del sepulcro las armas y gala que
usaron en vida.
De Dios, a quien los más confunden con el sol, y cosas de la
eternidad, no han tenido hasta ahora sino una muy confusa noticia.
Al demonio, comán enemigo, mucho le conocen y temen. Parece im­
posible lo que refieren del poderío que tiene sobre ellos y mal trato
que les da con frecuencia. Dicen que este maligno se deja ver a me­
nudo en traje y figura de español, sin duda para infundirles horror a
la nación, y por consiguiente también a la fe. Y se pone de repente
a su lado, cuando andan por los bosques, como quien quiere acompa­
ñarlos. Otras veces entra de improviso eu sus casas y se sienta en
una hamaca, estando entre tanto todos silenciosos y llenos de horror;
que si hay algún moribundo, no se aparta de él hasta verle expi­
rar». (i) Son muchísimos los testimonos de los misioneros sobre este
particular y no parece que se pueden poner en duda estos casos de
obsesiones diabólicas en los todavía gentiles.

3— Por estos mismos años en que se estaba asentando sobre só­


lidas bases la Misión de los Yameos, se llevó a cabo alguna que
otra fundación, de la que daremos una breve reseña.
A pesar de estar terminantemente prohibido el esclavizar a los
indios de las Misiones, algunos se dedicaban a cautivarlos y venderlos
a los habitantes de Lamas, que pagaban a buen precio las piezas para
servirse de ellos como esclavos en sus haciendas. Muchos de estos in­
felices se fugaban y volvían al territorio de las Misiones. El P. Grego­
rio de Bobadilla en 1718, procuró reunir a estos miserables prófugos
y formó con ellos un pequeño pueblo en la parte superior del río
Guallaga, al que dió el nombre de San Regis de los Lamistas. Este
pueblo vino a ser el refugio de todos los indios que huían de Lamas
o de sus contornos. Nunca fué muy numeroso, como de gente adve­
nediza, que abandonaba fácilmente el pueb'o, que le había servido de
refugio al tiempo de su mayor necesidad. Esta fuadación fué la última1

(1 ) Carts del P . Pablo Maroni al P . Angel M aria M anca en N oticias auténticas dtl
fa m oso rio M arañón, 1. c., 51 4 -1 8 .
— 425

je las muchas buenas obras que llevó a cabo el fervoroso P. Gregorio


Bobadilla en los doce años que permaneció en el Marañón; pues al poco
tiemp0 salió de las Misiones para hacerse cargo del colegio de Guaya­
quil del que había sido nombrado Rector a 23 de Marzo de 1719.
El P. Cipriano Español que había entrado a las misiones en 1726,
trabajó con mucho fruto en Santa María de Yurimahuas, junto al
Guallaga y en la reducción antigua de Chamicuros, pues tenía a su
cargo aquellos dos pueblos poco distantes el uno del otro. Compade­
cido de la vecina reducción de los indios Cahuapanes.que llevaba una
vida arrastrada por falta de misionero, se propuso sacarla de la pos­
tración en que yacía. Este pueblo había sido trasladado varias veces
a distintos lugares para librarle de las incursiones de los españoles de
Moyobamba, que salían de vez en cuando a cautivar indios para es­
clavizarlos. El pueblo se hallaba en la proximidad de un riachuelo
llamado Tamia-yacu. Reconoció el Padre que no había esperanza de
que nuevas familias fuesen a agregarse a él en este punto, por las
malas condiciones de aquel lugar. Les buscó un sitio que fuese más
a propósito, y fué tan acertado en su elección que a pesar de las mu­
chas dificultades que tuvo que vencer para efectuar la traslación, és^
ta se ejecutó en 1726 con notorias ventajas para el pueblo. Aunque
nunca llegó a ser muy numeroso el pueblo de la Concepción de Cahua-
panes, desde entonces se fué acrecentando y subsistió hasta la expul­
sión de los misioneros por Carlos III.

4 —De las demás reducciones son muy escasas las noticias que
han llegado hasta nosotros en estos años. Poco se debió escribir acer­
ca de los trabajos y ministerios efectuados en ellas, pues vemos que
en más de una ocasión los Padres Generales se quejan de este silencio.
En carta de 2 de Agosto de 1727 al P. Provincial Ignacio
de Hormaegui, el P. Tamburini escribía estas palabras: «De las
Misiones de los Mainas y del río Marañón deseo más individual in­
forme que el que me hace su antecesor [el P. Juan Bautista Mágica].
Y sin embargo de que me alaban mucho la prudencia con que las
gobernaba su Superior, el P. Bernardo Zurmühlen, no por eso debe
descuidar el Provincial el visitarlas en su trienio, así para reparar las
quiebras que hubieren padecido, como para consolar a los misioneros
y alentarlos a las apostólicas tareas». (1)
Como no recibiese aún las noticias cuales las deseaba, vuelve a
escribir el i? de Julio: «Echo de menos no se me dé noticia alguna
de las Misiones de esa Provincia, siendo más culpable este descuido
por haber ordenado se me diese esta noticia en mi despacho antece­
dente. Ordeno, pues, que en todos los despachos que se envíen a este
Oficio, así por V. R. como por sus sucesores, se me dé clara e indi­
vidual noticia del estado en que se hallan las Misiones, así en lo es­
piritual como en lo temporal. Son las Misiones las niñas de nuestros
°jos, y así necesito saber su estado para promover su aumento»,

(I) A rchivo S. J .
— 426 —

No eran nuevas estas providencias; pues en 20 de Marzo de m ,


por ejemplo, se había ordenado que junto con los catálogos quesol(a0
traer los Procuradores se añadiese otro de las Misiones. Mas, «ha
biéndose descuidado algunas de esas Provincias de Indias, advierte el
P. General, en la observancia del antiguo estilo de enviar a la Sagra,
da Congregación de Propaganda noticia de las Misiones y almas que
en ellas están al cuidado de la Compañía, privando a ésta del crédi­
to que le dan los gloriosos trabajos de sus misioneros, y a Su Santi,
dad y a la Sacra Congregación del consuelo que tendría su santo celo
con las noticias de la propagación de nuestra santa fe, he resuelto
ordenar y ordeno a V. R. que a los catálogos que traen los Procura-
dores, se añada otro en que se dé noticia de los pueblos, misiones y
almas que hay en cada una de ellas. Y para que en todas las Provin­
cias se observe uniformidad en el modo, en las primeras casillas de
cada llana se pondrá y dividirá esta noticia en los títulos siguientes:
Oppida, baptizati, conjugati, soluti, adolescentes, adolescentulae,
pueri, puellae. Debajo del título Oppida, se pondrá el nombre del
pueblo o Misión, y debajo de los otros el número que hay de aquel
estado en cada pueblo. De este catálogo se han de enviar duplicados
los ejemplares, firmados y sellados con el sello del Provincial, así
para este Oficio como para Su Santidad a quien se remitirán.
Para cumplir con la orden de 2 de Agosto de 1727 y recoger los
datos necesarios, el P. Ignacio de Hormaegui envió a visitar en nom­
bre suyo las Misiones al P. José Gutiérrez. Salió el Visitador de Qui­
to el 8 de Setiembre de 1727, y después de recorrer todas las reduc­
ciones, dió su informe fechado el 8 de Setiembre de 1729, según el
cual había en las Misiones del Marañón 22 pueblos sin contar Borja
la capital de la gobernación. La suma total de los indios bautizados
era de 5.194, de catecúmenos, 748, o sea entre todos 5.942, los que
sumados con los 109 españoles, que vivían en Borja, formaban un to­
tal de 6.051 almas.
El P. Gutiérrez no incluyó en este número a los indios y españo­
les de Archidona, por hacer poco tiempo que la Compañía había to­
mado esta parroquia.
D. Luis de Iturbide nombrado Gobernador de Mainas por el Vi­
rrey de Lima en 1715, había hecho su estadística en las Misiones algún
tiempo antes que el P. Gutiérrez; la copiamos aquí, porque contiene
datos interesantes sobre los indios y las distancias de unos pueblos a
otros.
«Borja, tiene 62 indios de lanza; en todo, 369. De Borja a La
Laguna hay cinco días de camino, 4 por el Marañón, uno el Guallaga
arriba; se llega a las dos o tres de la tarde.
La Laguna tiene 168 indios de lanza; los demás 850, todos,
1.018. De La Laguna a Chamicuros, pasando por Tibilos, hay ocho
leguas; de Chamicuros a Agúanos hay dos leguas; esas diez leguas
se andan a bestia.
Tibilos, Chamicuros, Agúanos tienen 74 indios de lanza; los de­
más 390; total, 464
Jeveros. De La Laguna a Jeveros hay tres días, cuatro horas
— 427 -

Guallaga abajo en que se coge el río Apena. Tiene 230 indios de lan­
ía, los demás son 1.111; total 1.341.
Chayavitas. De Jeveros a Chayavitas hay tres días. Se andan a
bestia; son caminos muy malos, y con decir que son caminos de
montaña de Mainas, se ha ponderado todo lo que pueden ser de ma­
los estos camiuos; hay 56 indios de lanza; los demás, 407; total 463.
Cahuapanas. De Chayavitas a Cahuapanas hay nueve leguas de
camino muy malo, a rato se va a bestia, hay que pasar la “ cuesta de
la penitencia” . Hay 58 indios de lanza; los demás 3x8; total 376.
Paranapuras. De Chayavitas a Paranapuras hay dos leguas por
tierra. Hay 30 indios de lanza, los demás 150; total 180.
M u n i c h e s y Otanavis. De Paranapuras a Muniches y Otanavis
hay dos leguas por agua. En ambos hay 30 indios de lanza; los de­
más 93; total, 123.
Yurimahuas. De Muniches a Yurimahuas, caminando un día por
tierra se entra al Guallaga, y subiendo media legua Guallaga arriba,
se llega a Yurimahuas. Está a orillas del río. Hay 65 indios de lanza;
los demás 275; total 330.
San Joaquín de Omaguas. De Yurimahuas a La Laguna, río aba­
jo, hay dos días y una noche; de La Laguna a Omaguas hay cinco
días de camino, medio día de La Laguna al Marañón por el Guallaga
y cuatro días de Marañón abajo. En San Joaquín de Omaguas hay 58
indios de lanza, los demás 348; total 606. De San Joaquín de Oma­
guas a la boca del Ñapo hay cinco días por el Marañón.
Andoas. De La Laguna a Andoas hay veinte días de camino, me­
dio día por el Guallaga, cuatro por el Marañón río arriba, lo demás,
Pastaza arriba. Hay 114 indios de lanza, los demás 550; total 664.
De Andoas a Quito hay de 35 a 40 días de camino.
Roamainas. De Roamainas a Andoas hay cuatro días, Pastaza
arriba; de La Laguna a Roamainas hay 16 días. Hay 15 indios de
lanza, los demás, 104; total 119.
En los Payaguas hay 397 personas.
En ioslcahuates hay 159 personas. Estos indios son muy incons­
tantes; se remontan fácilmente; hace poco dejaron abandonado al
P. Juan Bautista Julián, para que pereciese de hambre. Total de in­
dios en las Misiones: 6.609». (*)(I)

(I) D o cu m en to s a la M e m o r ia d e l P e r ú a l R e a l A r b itr o , 111, 216.


CAPITU LO CUARTO

C A L U M N IA S C O N T R A LOS M ISIONEROS

SUMARIO: 1. Acusaciones contra los misioneros; visita e Informe del P. José


Gutiérrez; visita del P . José Vorés.—2. Informe del P . Superior
Juan Bautista Julián.

ARCHIVO S. J.

I— No faltaron en estos años persecuciones y calumnias, que


ejercitaron la paciencia de los misioneros y acrisolaron sus mereci­
mientos.
Con ocasión de la conquista de los Jívaros, se les había acusado
de súbditos poco leales al rey y poco dscuidados en el Real servicio.
Ahora la malevolencia llegó a poner tacha en su conducta como Re­
ligiosos y como misioneros. Decíase que nuestros Padres se entrega­
ban al tráfico y a indignas granjerias; que tenían obrajes en tos que
ocupaban a las indias obligándolas a hilar todo el día,que sacaban pie­
zas, esto es indios para venderlos y que hacían entradas a tierras
de infieles con este intento; que habían causado graves sinsabores al
Gobernador D. Luis Iturbide, por su falta de sumisión a la autori­
dad. Añadían algunos haber tenido noticia de graves disgustos y riñas
entre los misioneros y del modo despótico con que trataban y casti­
gaban a los indios.
Es un hecho, varias veces repetido en la Historia de la Compa­
ñía, que las patrañas más absurdas se hacen verosímiles en cuanto
van dirigidas a denigrar a los Jesuítas. Así sucedió también esta vez.
Las especies calumniosas se difundieron rápidamente en Quito y eran
materia de comentarios en los corrillos y tertulias de la ciudad. El
P. Provincial Ignacio de Hormaegui juzgó que era de su deber salir
por la honra de nuestros misioneros tan indignamente vilependiados
por unos individuos sin conciencia. Encargó, en consecuencia, al
P. José Gutiérrez, sujeto de toda su confianza, excelente Religioso y
conocedor de las Misiones por haber trabajado en ellas muchos años,
que examinase con exacción si había fundamento para estas acusa­
ciones.
El P. Gutiérrez recibió el nombramiento de Visitador el 28 de
Setiembre de 1727 y entró a las Misiones a principios de 1728.
— 429 —

Gastó en el desempeño de su comisión todo aquel año y gran parte


del siguiente, como que no volvió a.Quito sino en Enero de 1730.
Pe la diligencia con que hizo la visita podemos juzgar por esta carta
escrita al P. Provincial el día 8 de Setiembre de 1729, al terminar la
visita: «Habiendo recibido, dice, dos cartas de V. R., mi P. Provin­
cial, en que me ordena visite en su nombre las Misiones todas y le
dé cuenta por extenso del estado de ellas, me dispuse luego a ejecu­
tar su mandato, ajustándome en cuanto he podido a la voluntad de
V. R., que es saber individualmente de todo como si acá estuviera
presente. Y para así cumplirlo ha sido preciso el dilatarme para aca­
bar y remitir este corto Informe a manos de V. R. por algunas en­
fermedades, y lo principal,porque he querido hablar con fundamento,
viéndolo todo, registrándolo todo, como lo he hecho con el cuidado
y diligencia posible. En este Informe, aunque me hallo en el curato
de Archidona, no hablo de él, porque no tengo especial orden de
V. R., y el que ha dado en la patente, es sólo de visitar las Misiones
de Mainas o del Marañón. Lo que hubiese de yerro, espero que
V. R. me lo perdouará; pues conoce mi poco ejercicio en esto y mi
sobrada inutilidad...» (1)
El Informe a que se refiere el P. Gutiérrez es el Informe general
sobre el estado de las Misiones, pues además de éste presentó al
P. Provincial otro particular y secreto sobre la persona de los misio­
neros, en que trata de propósito de las acusaciones que se habían
formulado contra ellos. Pondremos aquí los párrafos más salientes
de ambos documentos, que contienen datos interesantes para la
Historia.
En el Informe general principia el Visitador recordándo los
principios de las Misiones, según consta del Informe hecho por el
P. Francisco de Figueroa en 1661. Expone, luego, el estado actual
de las reducciones y acerca de la de los Omaguas hace esta adverten­
cia. «Son muy amigos de comerciar con los portugueses a quienes por
una hacha, y aun un cuchillo, dan a un indio o india de los que
cautivan en las playas del Marañón, o de los que sacan de las sel­
vas que ellos conocen muy bien. Esto hacían frecuentemente, sin
contar para nada con el misionero; especialmente cuando éste no
permanecía de asiento en la reducción deSan Joaquín, y aún después
lo han hecho, aunque a ocultas, por lo que ha sido menester casti­
gar a varios. Para este comercio se valen los portugueses de los in­
dios del pueblo de San Pablo, parientes y conocidos de los Omaguas.
Vienen los de San Pablo a San Joaquín con embajadas fingidas, tra­
yendo hachas, cuchillos, etc.; los de San Joaquín muestran especial
regocijo, cuando los ven, y entre los convites de bebidas fuertes tra­
tan sus negocios, procurando los Omaguas y Pablistas engañar al
Padre con la mejor maña que pueden y bien saben, diciendo que
vienen a ver a sus parientes y buscar algunas aves. Con esto hacen
su contrabando, y se llevan cuantos indios o indias pueden a los por­

ti) Archivo S .J .
- 430 -

tugueses que se los compran por una nonada y van a venderlos eg


el Pará. Todo este comercio ejercitado a hurtadillas por los indios se
atribuyó malignamente a los misioneros, y esta fué una de las causas
por que se les acusó de comerciantes».
Propone a continuación el P. Gutiérrez los medios que le pare
cen más adecuados para el adelanto de las Misiones, y también par«
su estabilidad. «El primero y principal, dice él, que todos conocen y
desean, es que cada pueblo tenga su misionero estable; pues, aunque
pocos días falte el misionero de su reducción, todo lo halla pertur­
bado o perdido, cuando vuelve, por causa de la suma volubilidad de
carácter de los indios, y también por sus pasiones desordenadas. El
segundo, que todos los Padres procuren en todo caso introducir U
lengua general del Inga en las reducciones, y esto se puede hacer
hablando siempre a los indios en esa lengua, principalmente a los
muchachos, a quienes se pueden dar lecciones de vocablos. Esto
creo que es muy necesario, pues hay mucha diferencia de un indio
bozal a un ladino, como todos tenemos experiencia, y el P. Figue*
roa dice muy bien que un bozal es tosco y bruto y no parece gente
delante de un ladino. Estos son los que gobiernan los pueblos y dao
buenos consejos a los toscos, y en los pueblos donde hay muchos la­
dinos, se avergüenzan de no serlo los bozales, y lo sienten también
porque viven despreciados. Y por esa causa a porfía entregan a sus
hijos a los Padres para que en su casa aprendan lengua, doctrina y
política.. . .
Para que las reducciones no se acaben, se prevenga con el Sr.
Gobernador, y aún con más fuerza el Tribunal mayor, para que los
indios no sean encomendados.
Este es medio muy principal. Por la misericordia de Dios está
bien cerrada la puerta a las encomiendas. Viven los indios de nues­
tra Misión libres, y por esto, quietos, menos los Mainas que desde
los principios fueron encomendados.
Que se mantengan en buen estado las fraguas de la Misión. Las
de Jeveros y Andoas están en buen estado, pero la de La Laguna es­
tá en mal estado. Se debiera establecer otra en Omaguas. En
algunás ocasiones los indios no se han rebelado por ver que no ten­
drían fragua adonde acudir para sus herramientas.
En cuanto a los caminos, con la experiencia que tengo, diré lo
que puedo en esta materia. El camino que sale a Baños se ha anda­
do y se anda, que aunque es. trabajoso y muy malo por los ríos del
Topo y Topillo que hay que vadear, y por la aspereza de los cerros y
peligros de los barrancos, es el más breve que hasta ahora se ha des­
cubierto. Me persuado que el mayor bien que se puede hacer a la
Misión es abrir y conservar el camino de travesía de Ñapo al Bobona-
za. De Puerto de Ñapo al puerto del Bobonaza hay cuatro días, que
con el tiempo se podrían recorrer a caballo. Del puerto del Bobona­
za al pueblo de Andoas, Bobonaza y Pastaza río abajo tres o cuatro
— 431 —

dias, y ‘tel P«eblo de Andoas a La Laguna, ocho días y aun me-

005 Examina por fin las causas de no haber adelantado más las Mi­
siones, y declara que, a su juicio,la primera y principal es el número
escaso de misioneros. Reconoce con todo que esta falta se ha reme­
diado notablemente con haber permitido el rey Felipe V que el
p. G e n e ra l pudiese enviar a las Misiones Religiosos de cualquier na­
cionalidad.
Pasando, luego, al Informe secreto, hace primero la siguiente
d eclaración : «Ahora en este papel que hago con mayor inteligencia,
protesto, siendo como debo ser fiel a nuestra Compañía, decir toda
la verdad a V. R., que en nada engaño, ni es mi voluntad engañar,
que todo c u a n t o he dicho y diré en este papel, es sin pasión a las
personas, y sólo ha sido y será relación del hecho como in Domino
juzgo debo decir».
Puesto este preámbulo refiere las acusaciones lanzadas contra
los Padres misioneros, y satisface a cada una de ellas. Al primer ca­
pitulo de que los Padres se dedican al tráfico responde, que aunque
no es verdad que los misioneros sean tratantes, habían tenido algu-
oos descuidos e imprudencias en esta materia, haciendo traer de
Quito algunas cosas que no eran para el provecho de los indios, sino
de otras personas.. En cuanto a los géneros que hacen venir de Qui­
to para utilidad inmediata de los indios como las bayetas, el hierro,
el acero, las herramientas, los anzuelos, las agujas, los abalorios,
hace el P. Visitador esta advertencia. Los PP. Guillermo Detré,
José Jiménez, Manuel Galiano, Juan Colomo, Gregorio de Bobadilla,
Juan de Saldarriaga, Ambrosio Acosta, Cipriano Javier Español, han
dado estos objetos de balde a los indios; los demás misioneros les han
exigido alguna compensación cambiándoselos con cera silvestre y otras
cosas por el estilo.
El P. José Albelda ha a enviado vender achote a Lima para te­
ner acero, cintas y algún dinero. Parece, pues, que algunos misione­
ros han tenido alguna falta de prudencia, dando con esto ocasión a
que se los tuviese por comercianses, si bien nada de lo que se han
procurado era para su propio provecho sino para los indios.
El segundo punto de que tienen obrajes, ocupando a las indias
en hilar todo el día, es falso. Solamente en algunos pueblos las in­
dias reciben algodón el domingo para hilarlo ellas de su voluntad du­
rante la semana, y llevan el hilo al misionero el domingo siguiente.
El tercer punto, que sacan piezas, esto es indios, para vender,
es falso. Es cierto que han confiado algunos de los infieles cogidos
en las entradas a españoles para que los alimenten y críen, pues
los Padres no podían .hacerlo por no tener con qué sustentarlos.
Algunos de estos españoles faltando a su obligación los han vendido
contra la voluntad de los Padres misioneros. Con esta ocasión y para
prevenir semejantes infidelidades, el P. Visitador Francisco Sierra

(I) Archivo S .J .
— 432 —

puso precepto de obediencia a los misioneros para que no se diese


ningún indio de nuestras Misiones, fiel o infiel a personas de fuera de
la Misión,
No ha habido tampoco graves disgustos de los misioneros entre
sf, sino alguna diversidad de pareceres en cuanto a las entradas a lai
tierras de infieles. Unos eran de opinión que se podían hacer, aun
con las armas, y que se podían regalar a los indios infieles así cog¡.
dos, para instruirlos y hacerles aprender algún oficio, que les fuese
de utilidad en adelante. Otros misioneros en cambio eran de opinión
que se debía respetar en absoluto la libertad de los indios, sin que se
la pudiesen quitar bajo ningún pretexto.
Los disgustos con el Sr. Gobernador, se reducían a que el P. Su­
perior Bernardo Zurmühlen había dispuesto una expedición de trein­
ta o cuarenta indios y había nombrado a cierto mestizo por cabo
sin dar parte de lo hecho al Gobernador. Era menester andar en es­
to con cuidado, tanto más que el Gobernador era muy puntilloso en
asuntos de cortesía y celosísimo de los derechos del Real Patronato.
Parece, sin embargo, que el P. Albelda le había faltado de palabra.
Termina el P. José Gutiérrez su Memorial con estas palabras:
«El otro punto que V. R. me manda averiguar y con precepto de
obediencia me manda decir la verdad. .. sobre lo que se ha dicho de
los sujetos que V. R. me nombra en su carta, digo que me hago car­
go de los preceptos, y obedeciendo en todo debajo de ellos a V. R.,
digo que los Padres que V. R. nombra en su carta son inocentes de
las calumnias que les han levantado...» (i)
Parece que con este Informe la inocencia de los misioneros que­
daba plenamente vindicada. Con todo, como no cesaban los rumores
malignos y aun se esparcían otros nuevos, resolvió el P. Hormaegui
hacer otra averiguación secreta sobre la persona y la conducta de
los misioneros. Encomendó este delicado asunto al P. JoséVorés
misionero de la reducción de los Cahuapanas.
He aquí las principales respuestas del P. Vorés, después de prac­
ticar con mucha pausa y solicitud la visita que le había mandado el
P. Provincial. Se acusaba a los misioneros de embriagarse. Rechaza
indignado el P. Vorés esta burda calumnia, por lo que toca a los
Padres que trabajan actualmente en las Misiones. Es verdad que ha
oído que en tiempos anteriores se cometió alguna imprudencia en es­
te punto, si bien el desorden no pasó de cosa ligera. Pero no ha po­
dido averiguar el caso con certeza y bien pudiera ser una imputación
calumniosa.
Respecto del cargo de haber vendido los Padres indios a los es­
pañoles, el P. Vorés es más explícito que el P. Gutiérrez. «Diré lo
que he sabido de tiempo antiguo y de ahora. En tiempo de los
PP. Superiores Samuel Fritz, Guillermo Detré y Wenceslao Breyer,
según afirman un viracocha [un español] y un indio de Paranapuras,
se entregaron varias piezas en Borja y en Moyobamba a los vira­
cochas, haciéndoles,hacer escritura de que se entregaban para tiempo

(1) A rchivo S .J .
— 433 -

determinado, y que,pasado este tiempo,los habían de volver. Pero de


go rja ya no los volvieron todos y en Moyobamba los viracochas los
vendían y los daban en dote a sus hijas,.y no volvió ninguno a las
fisiones,. . . y esto duró hasta que el P. Superior Gregorio Bobadi­
lla, hizo venir un papel de Quito, [el precepto del P. Visitador Fran­
cisco Sierra] de que no se sacase ningún indio de las Misiones, con
el cual los misioneros se abstuvieron de dar indios a los españoles».
El tercer capítulo que debía averiguar el P. Vorés, era si los mi­
sioneros mandaban azotar con crueldad a los indios. Esta acusación
resultó también falsa; los misioneros mandaban dar los castigos ya
determinados por los Gobernadores, pero nada más.
Estas acusaciones contra los misioneros, a las que a'gunos de
los Nuestros dieron crédito con demasiada facilidad, llegaron nada
menos que hasta el P. General. Sin esperar que se esclareciese el
asunto, el P. Pedro Félix Calvo de Segura había remitido a su Pater­
nidad una larga lista «de injustos y aun inhumanos desórdenes que
se ejecutan con los indios» en las Misiones del Marañón. Los prin­
cipales sindicados eran los PP. Gregorio de Bobadilla y Guillermo
Detré. Gracias a Dios se pudo comprobar que todo era pura falsedad.
Mucho hicieron sufrir a nuestros misioneros estas calumnias.
No era ciertamente pequeña la cruz que debían sobrellevar. Dentro
de la Misión tenían que luchar con la rudeza, inconstancia, barbarie
y brutalidad de los indios. En Quito y en las demás ciudades de es­
pañoles habían de sufrir las calumnias y murmuraciones envidiosas
de nuestros contrarios. Sucedió además que algunos Superiores de la
Provincia, con celo excesivo quisieron quitar todo pretexto a lo que
se decía contra los misioneros del Marañón, prohibiendo casi por
completo toda clase de entradas a tierras de indios infieles. Ahora
bien, como las entradas pacíficas, a fin de amistarse con los indios
no reducidos, eran la única manera de ponerse en contacto con ellos
y de invitarles a reunirse en pueblos, nuestros Padres se vieron con
las manos atadas para promover, como fuera razón, el adelanto de
la labor evangélica entre los infieles. Acudieron al P. General, y éste
en carta de 5 de Mayo de 1731, trazó a los Superiores de la Provin­
cia,la lineare conducta que se había de seguir en adelante. Los misio­
neros debían guardar y ejecutar a la letra con respecto a las entradas
a tierras de infieles lo que disponían las Bulas Apostólicas, Cédulas de
S. M., determinaciones de Sus Reales Consejos y Ordenes de los Pa­
dres Generales, esto es que las entradas se hiciesen con la justicia y
moderación debida y sin causar daño a los indios. Por esta resolución
pudieron los misioneros entrar, como de antes, a las naciones de los
infieles para convidarlos a la amistad con los cristianos y predicar­
les la religión de Jesucristo.
En medio de tantos trabajos fué uu verdadero consuelo para
nuestros misioneros el nombramiento de Provincial hecho en la per­
sona del P. Pedro de Campos que había trabajado como bueno
por muchos años en el Marañón. Al recibir la fausta noticia todos o
casi todos sus antiguos compañeros de Misiones le escribieron, feli­
citándole y felicitándose a sí mismos por el cargo. Entre otros el
— 434

P. Nicolás Schindler, misionero de San Joaquín de Omaguas, se ex-


presaba deteste modo el 15 de Diciembre de 1732. «Tengo por cierto
que el objeto principal de su gobierno será la mayor gloria de Di0s
el deseado bien de la Provincia, y el continuo adelantamiento de es'
tas Misiones, cuyos misioneros jamás podrán acordarse del apostólico
celoque V. R. mostró, siendo misionero en ellas,sin prometerse ahora
sólidos progresos en la conversión de estas pobres almas, por medio
de su paternal cuidado, protección y amparo». Y el P. Superior Juan
Bautista Julián: «Ha sido muy singular mi gozo y muy universal en
esta Misión cuando llegó por acá la noticia de haber caído la elec­
ción para gobernar esta Provincia en la persona de V. R., y esto
dejando aparte otros motivos, en particular por razón de concebir la
segura y cierta esperanza, de que los consejos, órdenes y dirección
de V. R. como capitán veterano en estas sagradas conquistas de las
Misiones, nos encaminarán al deseado acierto en reducir a estos po­
bres inñeles a que consigau el último fin de la felicidad eterna». (1)

2— En efecto, el P. Campos tomó muy a pechos el adelanto de


las Misiones. Como primera providencia pidió al P. Julián un informe
completísimo del estado de cada una de las reducciones, para pro­
ceder con pleno conocimiento de causa. Extractaremos aquí este
mismo informe por ser el documento más auténtico y fidedigno que
tengamos para conocer los trabajos de nuestros misioneros en estos
años y la injusticia de las calumnias esparcidas contra ellos.
«Para dar cumplimiento, escribe el P. Julián, a lo que V. R. me
manda, diré primero de los pueblos ya establecidos, de su número y
de los que asisten en cada uno de ellos, luego de las esperanzas cer­
canas que hay de entablar algunas reducciones nuevas o de aumen­
tar las antiguas, y después de los medios que usamos para este
efecto.
Cabeza de esta Misión es la ciudad de Borja, lugar muy corto,
ya que no llegau sus vecinos de sangre española al número de trein­
ta. A esta ciudad con sus tres anejos, que son San Ignacio, Santa
Teresa y el Alto de los Andoas libres (que el pueblo de San Miguel se
acabó), asiste el P. Adán Widman desde 1727, con tanto acierto,
prudencia y celo que confiesan los borjeños que no ha habido cura
semejante en ese lugar. Es tanto lo que le estiman y quieren, que si
oyeran de alguna mudanza de su cura, dicen que hubieran de hacer
todo lo posible, aunque fuera menester ir a postrarse a los pies de
V . R . para no perderlo. Y al paso que es el afecto de estos feligre­
ses a su cura grande y constante, es grande también y correspondien­
te el fruto que consigue el cura para el bien de las almas de sus súb­
ditos; especialmente son muchas y frecuentes las confesiones y co­
muniones de todos, no hay las inquietudes y discordias que en otros
tiempos desconcertaban todo el lugar, se enseña con mucho fruto a
la juventud, y en fiu se alcanza lo que otros no alcanzaron, ni por

(1) A rch ivo S. J ,


435 —

amenazas de excomuniones, como lo dicen y se admiran los mismos


borjefios, atribuyendo todo a la discreción, celo, prudencia y caridad
¿e| p. Adán Widman. En medio de todo esto, tiene el buen Padre
e| desconsuelo de que así los vecinos de ese lugar como de los ane­
jos vayan siempre a menos. Contando este verano los indios de los
tres anejos, hallamos que por todos llegan a sesenta no más, y ha­
ciendo el cómputo de todas las almas de Borja y de sus tres anejos,
entre chicos y grandes no habrá inás de unas 280 almas.
Bajando de la ciudad de Borja, se encuentra a mano izquierda
el río Pastaza y subiendo por él hay los dos pueblos de los Pinches
o Roaniainas, Pavas y Arazas, y el de los Andoas y Semigayes. Cui­
da de entrambos, aunque con harto trabajo por la distancia del uno
al otro, el P. Ignacio Mikel desde algunos meses tan sólo, habiendo
estado primero en la reducción nueva de los Payaguas, donde por
los grandes trabajos, discurriendo por aquellos montes de casa en
casa, a pie descalzo y con poco sustento, por juntar aquella gente,
enfermó gravísimamente, y se le hubo de sacar para su convales­
cència, y ahora goza ya de buena y perfecta salud. La primera de
estas reducciones que es de los Pinches, es corta en el número y
aun con los Arazas que se le agregaron el año pasado, no pasarán de
140 almas.
El pueblo de los Andoas, que es el otro en este río Pastaza,
sería muy numeroso, si no se consumiera por las continuas enferme­
dades y muertes que hay casi de continuo cada año. Tendrá al pre­
sente sus 490 almas, y hace cinco años había 550. De. lo otra banda
de nuestro Marañón, bajando, como dije, de Borja, se entra en el río
de Cahuapanas, y se llega al pueblo del mismo nombre situado en
una hermosa llanura; tendrá 352 almas. Aquí estuvo por cinco años
el P. José Vorés con mucho celo, religiosidad y prudencia, con lo
cual consiguió que algunos anteriormente retirados y escondidos en
los bosques como apóstatas, volviesen al pueblo y cumpliesen con
sus obligaciones de cristianos.
Dista de aquí un día el pueblo de Nuestra Señora de la Presen­
tación de Chayavitas, que tiene como unas 360 almas. Cuida de esta
reducción, desde 1731, el P. Cipriano Español, como también de
Nuestra Señora de Loreto de Paranapuras, que no pasará por todo
de 160 almas, y dista dos horas de los Chayavitas. Este mismo Pa­
dre tomará a su cuidado el pueblo de Cahuapanas, cuando el P. José
Vorés salga para su rectorado de Popayán, aunque procuraré que
pronto venga otro. Es este P. Cipriano un varón muy celoso y ca­
ritativo con los enfermos, enseña con grande aplicación la doctrina
cristiana a sus feligreses; pero su natural colérico y vehemente da
ocasión a quejas de los indios, que llegan tal vez a amenazar de reti­
rarse, como podrá informar de esto mejor verbalmente el P. José
Vorés, quien me dió aviso de esto mismo.
Volviendo al Marañón por el río de Cahuapanas, tres días más
abajo se entra en el río de Guallaga. Subiendo medio día arriba en
este río, se entra por un caño a una espaciosa laguna, en cuyas ori­
llas está el pueblo que de ella tomó su nombre, y se llama Santiago
— 436 —

de La Laguna. Cuenta este pueblo hasta mil y pico de almas, por |a


agregación de los Itucales, gente muy distante de toda comunicación
y no suficiente para ocupar a un misionero, especialmente cuando
no los hay de sobra y falta en partes donde se puede trabajar con
más fruto. Doctrina esta reducción de La Laguna, desde 1730, el
P. Bernardo Zurmühlen, que antes era Superior de las Misiones, con
grande caridad, celo y aplicación a sus ministerios, como también
con no menor cuidado de la casa material de Dios y de su decente
adorno. Vive allí mismo el P. Francisco Vidra, viejo ya benemérito
de más de 70 afios y 40 de misionero, y cuando no está de viaje,
asiste también allí el Superior de las Misiones.
Monte adentro a distancia de un dfa de La Laguna viven los
Chamicuros. Tiene este pueblo como 220 almas, y su anejo el pue.
blo de los Agúanos no pasará de un centenar. Su misionero es el
P. Javier Zephyris, quien los doctrina con especial fervor e indus-
tria, digna de aplicarle a una reducción más numerosa en alguno de
los pueblos de la Misión Baja, a lo que él repugna mucho por su
amor de la quietud y soledad y su propio aprovechamiento; le he
avisado que le enviaré a los Cahuapanas, cuando salga el P. José Vo-
rés. Donde quiera que estuviere hará mucho fruto por su especial
talento en enseñar y doctrinar a estos indios, talento que va acom­
pañado con una singular eficacia y muy provechosas y varias indus-
dustrias, para que ellos se hagan más capaces de su doctrina.
De la otra banda del río Guàllaga, casi enfrente de La Laguna,
se entra por el río Apena y caminando cuatro días se llega a la re­
ducción de la Limpia Concepción de Jeveros, la más numerosa en
toda esta Misión; tendrá 1.220 y pico de almas. Cuida de ella el
P. Guillermo Grebmer, varón de virtud sólida y muy ejemplar, con
grande celo y trabajo, esmerándose al mismo tiempo en el adorno
del templo material de Dios, con obras de sus propias manos y con
las preciosas alhajas que ha procurado de Quito.
Guallaga arriba, como a seis días de La Laguna, formaron la
población de Santa María de las Nieves los Yurimahuas y Aisuares;
el número de estas almas llega a 330. Media hora más arriba por el
Guallaga, se halla el anejo de Los Lamistas con unas 75 almas, y
finalmente a un día de distancia se hallan San Antonio de los Muni-
ches y San Estanislao de Otanavis con unas noventa almas. Cuida
de este partido el P. José de Albelda, cuyo celo se extiende aun has­
ta muy abajo a nuestros neófitos, a quienes socorre cuanto puede,
ya con lona para vestirlos, ya con otros regalitos para ganarles la vo­
luntad en orden a su perfecta reducción. Y lo mismo hacen otros,
en particular el P. Guillermo Grebmer, como quien tiene más oca­
sión para ello.
El último pueblo que tiene la Misión en el río Marafión es el de
San Joaquín de los Omaguas, los cuales por las enfermedades pasa­
das desde algunos años muchos se han consumido; por lo cual ellos
solos entre chicos y grandes no pasarán arriba de doscientos, per°
con la mezcla de otras naciones, como Yurimahuas, M a y o r u n a s ,
Caumares y algunos Yameos que quisieron quedarse aquí, llegan co­
— 437 -

io a 360 almas. Y hubiera muchos más, si do fuera porque muchos


infieles traídos de las selvas, de su voluntad, o se hayan retirado
otra vez, siendo tan inconstantes como se sabe, o hayan muerto.
g| misionero de esta reducción es el P. Nicolás Schindler, quien con
«rande empeño trata de su aumento con reducir a varias parcialida­
des e incorporarlas a su pueblo. Mostró este Padre los meses pasados
algún descontento y deseo de dejar este pueblo por la molesta e im­
portuna subida de los portugueses; pero ahora prosigue cou mucho
gusto, especialmente por la próxima esperanza de hacer mucho bien
en los infieles ya amistados, y porque parece que no le molestarán
ya más los portugueses».
Pasando el P. Julián a tratar de las esperanzas que había de
convertir a muchos infieles daba al P. Campos las siguientes noticias:
<Entrando por el río Itayay, cuyas cabeceras caen hacia el río Ti­
gre, de una y otra banda, aunque tierra más adentro, vive la nume­
rosa nación de los Yameos. Los más de ellos dieron ya palabra de
juntarse o con los dos pueblos que ya tienen, o de formar otro
aparte, por ser ellos mismos enemigos entre sí. De hecho salieron
al pueblo de San Miguel cinco caciques con su gente, y empezaron
a hacer sus casas. Permitió Dios que al mismo tiempo entrase la
enfermedad en toda esta gente con que se retiraron hasta que pasa­
se el achaque; pero confío en Dios que pronto volverán a salir y
proseguir en la obra comenzada, especialmente por conocer ellos
que en las selvas han muerto muchos de entre ellos, y que de los
que quedaron en el pueblo no ha muerto nadie, aunque casi todos
enfermaron. En el otro pueblo de Yameos de San Regis varios caci­
ques huyeron al monte por razón de las enfermedades; pero éstos
pronto han de volver. Los caciques del río Tigre dieron noticia de
otra nación llamada de Iquitos, que por no distar mucho no costará
tanto trabajo el reducirlos, a lo menos se harán las diligencias conve­
nientes. Y en este río Tigre hay sin duda otra mucha gente. Los
años pasados desde Andoas por la travesía, se buscaron a estos in­
fieles para amistarlos, pero se reparó que el trabajo sería inmenso y
que con más facilidad se podría llegar hasta sus tierras subiendo
por el mismo río T ig re .. . .
De todo lo dicho bien se echa de ver que es muy copiosa la
mies, y aun en gran parte ya madura. No obstante, no disimulo las
dificultades que hay y habrá hasta que se lleuen las trojes de nues­
tra Santa Iglesia. Lo primero, porque no vive junta toda esta gente,
y cada uno se gobierna por su cabeza, sin sujetarse a otro, por lo
cual no bastan los motivos de regalos solamente para todos, y de
otro motivo sobrenatural, por su rudeza, no se hallará capaz ni uno
al principio entre todos estos millares de infieles. Lo segundo, por
más que con regalos de hachas y cuchillos, etc. se hagan amigos,
traigan a bautizar a sus niños y prometan el juntarse, (sin juntarse
en un pueblo, viviendo ellos tan apartados entre sí en las selvas, es
imposible que se doctrinen) cuando llega el caso en que debieran po­
ner mano a la obra, los más, por inconstantes, flojos y haraganes se
retiran, y los pocos bien inclinados finalmente siguen el ejemplo de
-438 —

los demás, y es menester una paciencia férrea, ir trás de los unos *


de los otros, atrayéndolos, hasta que al fin, al cabo de muchos afios
se consiga el llevar a buen término el establecimiento de una re­
ducción. . . . »
Como se habfa calumniado groseramente a los misioneros sobre
su modo de ir a convidar a los infieles en sus propias tierras, para que
abrazasen la ley de Dios, el P. Julián expone a continuación el mé­
todo que en esto se tenía, a fin de mostrar que en ello no habla nada
digno de reprensión. Siempre que éntrelos indios ya cristianos ha­
bía parientes o amigos de los infieles que se quería reducir, los mi­
sioneros se servían de ellos para este intento; y a ser posible, el mi­
sionero iba con algunos de estos a solicitar la amistad de los
gentiles.
«Pero, ¿qué se debe hacer, pregunta el P. Julián,cuando no hay
ni parientes, ni amigos, ni conocidos, como acontece ahora con la
nación feroz de los Urarinas que viven en las cabeceras del rio Ti­
gre, y con los Iquitos de los ríos Nanay e Itayay? No se les puede
enviar a algunos indios sin armas, porque los matarían, como han
hecho ya los Iquitos. Es menester que vayan uno o dos mozos de
los que los Padres tuviesen a su disposición, con sus armas, y esta
es la escolta que necesita el misionero. Los mismos son necesarios,
cuando hechas las paces y pactada la amistad se trata de reunirlos
en una población. No lo ejecutarán, si el Padre no los urge cons­
tantemente, y en defecto del misionero el blanco o mozo que le
acompaña».
Habla sin embargo algunos misioneros, como el P. Cipriano
Español que de ningán modo querían que estos mozos o viracochas
se estuviesen en las reducciones, por los malos ejemplos que daban
a los indios. En todo había su dificultad.
En otra carta del año de 1733 al P. Campos, el P. Julián le re­
fiere los ministerios de los misioneros con los indios y el fruto que
mediante ellos han conseguido. He aquf sus palabras: «Ha sido muy
especial el cuidado y empeño de todos los misioneros en enseñar e
inculcar con varias industrias la doctrina cristiana a cristianos y
neófitos, de modo que los padres y ancianos publicaron no pocas
veces el consuelo que tenían en particular de ver a la juventud tan
bien enseñada, así por palabras como por obras, mostrando clara­
mente la grande estimación que tienen de sus misioneros, (que es
casi el fínico motivo de credibilidad entre estos pobres). Es cierta­
mente de admirarse lo que se ha conseguido entre esta gente, en
conservar a los unos su inocencia y en apartar a otros de sus malas
costumbres. Tocante a los primeros pudiera parecer exageración, y
no es sino la pura verdad, el que muchísimos, y en algunas naciones
los más de ellos, viven afios enteros con tanta integridad que no se
halla en ellos delito grave, y en muchos tenga el confesor el mayor
trabajo en descubrir alguna materia cierta para la absolución. En
conformidad de lo que voy diciendo, y yo mismo he experimentado,
me dijo otro Padre misionero, que en el espacio de tres meses en
que se había confesado de devoción y fuera de la cuaresma la mayor
— 439

parte de su gente, no había oído ningún pecado de cierto grave. T o­


jo lo cual es de estimar tanto más en esta gente, cuanto mayores y
más frecuen tes son las ocasiones para el vicio, entre tanta desnu­
dez que hacen irremediable el calor y la pobreza.
En orden a remediar y apartar de sus malas costumbres a los
tiznados con el vicio, no han sido menos eficaces nuestras industrias
y triunfante la gracia de Dios; pero como casi todo lo que se pudiera
decir en esta materia de conversiones más señaladas va escondido
debajo del sigilo sacramental, diré solamente el grande prodigio que
Dios obró en una alma. Estaba esta engañada por el demonio y me­
tida en una familiaridad estrecha con este enemigo infernal, y por
esto mismo hecha un infierno vivo de abominaciones. Aprovecharon
tanto con esta infeliz los consejos del confesor, que mediante la gra­
cia de Dios en poco tiempo quedó libre de tan infame cautiverio, sia
que jamás desde más de un año haya caído en pecado torpe de nin­
guna especie. No puedo añadir a este caso otras circunstancias que
abultarían aún más el prodigio. No poco ayudó para la enmienda de
otras almas, lo que sucedió con una persona cercana a la muerte.
Súpose que había tenido mala amistad. Enfermó de peligro, pero
como duró bastante tiempo la enfermedad, tuvo lugar para disponer­
se a bien morir, repitiendo varias veces el sacramento de la Peniten­
cia. Apretando el achaque, quedaba a veces como difunta, dando
apenas señal de vida. En una de estas ocasiones, como despertando
de un profundo sueño, contó con horror a los circunstantes que ha­
bía visto los terribles tormentos del infierno; y esto, aunque quizás
no había sido nada más que un sueño, bastó para que varias perso­
nas al día siguiente se confesasen y tratasen de veras de asegurar su
salvación. Pero el medio más eficaz de todos para eatablar una vida
cristiana fué el haberse introducido en casi toda la Misión mayor
frecuencia de sacramentos. En algunos de los pueblos muchos se
confiesan en las festividades mayores y sábados para comulgar el
domingo. En otros tienen los Padres misioneros repartidos todos los
meses del año,para que sus feligreses lleguen a confesarse tres o cua­
tro veces al año, y aun de los Omaguas, que es al parecer la gente
menos devota, escribe su misionero, que apenas pasa semana en que
no vengan algunos, aun los días ordinarios a confesarse. Habiendo
llegado a cierto pueblo un Padre que ignoraba la lengua de aquella
nación, luego que le vieron las indias, puestas de rodillas le rogaron
que las confesase. Respondióles el Padre era nuevo en la tierra y no
sabía su lengua. Ellas le dijeron que a trueque de ponerse en estado
de gracia, se sujetarían a decirle sus pecados por medio de un intér­
prete, como de hecho lo hicieron con grande admiración del Minis­
tro evangélico.
A muchos les parece no haber cumplido bien el precepto de la
confesión en la cuaresma, sino es que la acompañen con una disci­
plina muy sangrienta por Semana Santa. Uno de estos el año pasa­
do, habiéndose hallado por cuaresma fuera del pueblo, luego que vol­
vió a casa, su primera diligencia fué cumplir con la Iglesia, y el
viernes siguiente de noche, salió por sí solo a azotarse, haciendo con
440 —

mucha puntualidad todo aquel rodeo que se suele hacer con la pro.
cesión del Viernes Santo, causándonos al mismo tiempo risa y 8(j.
miración la simplicidad de este pobre, y ternura su buen ánimo»
devoción.
No puedo dejar de hacer también alguna mención de la devo­
ción del Santísimo Rosario, que se promovió mucho estos afio»
rezándolo cada día algunos misioneros con los muchachos de la doc'.
trina, y los sábados, según la costumbre antigua cou todo el pueblo,
En unos pueblos lo rezan saliendo en procesión por las calles, y e».
to, especialmente en Yurimahuas, tres o cuatro veces por semana,
interpolando las décadas o misterios con una canción devota que
atrae a toda la gente a este devoción.
Estas y otras que parecen menudencias, como también el empe­
ño en celebrar las festividades con todo el aparato posible, de ador­
nar las iglesias y altares con alhajas preciosas, como el frontal de
plata de los Jeveros, la custodia rica de los Yurimahuas, con orna­
mentos finos para las iglesias, que todo han procurado en estos año»
los misioneros a costa de su cuidado, no es fácil decir cuánto peso
tiene todo junto para imprimir en los corazones de estos neófitos un
alto concepto de las cosas divinas, y por consiguiente establecerlos
en la fe, la cual en los más de ellos ya no parece sino adulta, y suele
Dios premiarla con especiales y palpables beneficios.
Con esta fe vienen muchos a pedir agua bendita ordinaria, o
bendita con invocación de nuestro Santo Padre, y ésta ha sido muy
provechosa, y en algunos casos patentemente prodigiosa para las
mujeres que peligran de parto. Poco ha que esta misma agua pedía
un padre para su hijo enfermo, y la pidió repetidas veces dándosela
a beber al enfermo, y por más que este empeoraba, no perdió el buen
padre la confianza, y aun al tiempo que el chiquillo parecía ya mo­
ribundo, venía todavía el padre por dicha agua, avisando juntamente
al misionero del estado de su hijo, quien se fué a verle y hallóle en
las últimas, y no obstante su padre abriéndole la boca, como podía,
le echaba el agua bendecida. En presencia del misionero, al parecer
de todos, acabó de espirar el chiquillo y no lo dudaba el mismo mi­
sionero, por lo cual consolando a sus padres y habiéndoles dado al­
gunas enseñanzas, volvió a su casa. Apenas llegó cuando le avisaron
que ya el chiquillo había vuelto en sí, y así fué, convaleció y vive
hasta hoy día, premiando Dios la mucha fe del buen padre con la
vida de su hijo. Dejo otro caso muy parecido a este que sucedió a un
indio ya desahuciado, hizo voto a nuestro Beato Juan Francisco de
Regis de celebrar su vigilia con ayuno y el día con confesión y comu­
nión. Pareció asimismo a todos que había muerto, y al empezar a
amortajarle volvió en sí, y vive ahora asimismo sano y robusto.
Pasando ya por alto los demás ministerios propios de los misio­
neros como son cuidar de los enfermos en cuerpo y alma, asistir a
los moribundos, apaciguar a los discordes, vestir a los desnudos, en
que casi todos los días se ofrecen ocasiones de ejercitar la caridad y
celo, se puede con razón concluir ser la vida de un misionero un
ejercicio continuo de todo género de obras de misericordia, y junta*
mente de paciencia por las muchas penalidades que trae consigo este
retiro, como no ignora V . R . Quiera Dios darnos su gracia para no
malograr tantas ocasiones de merecimiento y aplicarnos constante-
mente a la enseñanza y alivio de estos pobres neófitos, que harto
tendrán en qué ejercitar su celo los pocos misioneros que hay aquí
al presente, aunque llegasen a faltarles los medios para adelantar
la conversión de los infieles, lo cual no permitirá la bondad infinita
de Dios», (i) (I)

(I) Archivo S. J .
CAPITU LO QUINTO

LA PA R R O Q U IA D E A R C H ID O N A Y LA S R E D U C C IO N E S DEL RIO Na Pq

SUMARIO: 1. Permuta de la parroquia de Colorados con la de Archidona; d¡f¡.


cultades con que tropiezan los misioneros.—2. Reducciones de los P»,
yaguas, Icahuates y Pebas.

VELASCO, H is to ria .... Cróm«a....aSo» 1719, 1720, 1725, 17 34 .— CHANTRE, Historia de las Mbit,
ses do la Compañía de Jesús en el Maraüón español lib . 7, c. 1-3, 5, —ARCHIVO S. J.

i — Aunque la entrada a las Misiones del Marañón por el río Na­


po tenía sus gravísimas dificultades, era con todo preferible en la ge­
neralidad de los casos a la entrada por Jaén' de Bracamoros o por el
río Pastaza; y si la Compañía dejó este curato en 1674 no fué sino
para evitar disgustos con el Obispo de Quito, indispuesto ya por
otros motivos contra los Nuestros. Ahora en 1706 se volvió a tratar
de devolver otra vez a la Compañía el curato de Archidona. Los cléri­
gos que habían hecho tan grandes empeños, para que esta parroquia
se quitase a los Religiosos y se diese al clero secular, después de te­
nerla por espacio de treinta y dos años, se habían convencido de que
no era ella el Potosí que ellos habían soñado. No solamente ya no
la apetecían, sino que la temían como a un destierro. Apenas se ha­
llaba alguno que otro clérigo pobre que quisiese ordenarse a título de
aquella còngrua, y si alguno lo hacía, era para abandonar la
parroquia a la primera ocasión.
En cambio a la Compañía le convenía establecerse en Archido­
na, para tener una entrada a las Misiones y un centro de donde pu­
diesen los misioneros penetrar más fácilmente a los gentiles del río
Ñapo y Curaray, que se sabía eran muy numerosos. Ninguna difi­
cultad ofrecieron las negociaciones con la autoridad eclesiástica, de­
seosa de deshacerse de esta parroquia. Pero era menester contar coa
el Real Consejo, sin cuya licencia no podía la Compañía hacerse car­
go de una Doctrina de indios. Como por estos años el Real Consejo
se mostraba bastante desafecto a los Nuestros, era de temer que se
•obstinase en negar el permiso necesario. Por este motivo los Padres
de la Congregación Provincial de 1705 excogitaron el arbitrio de ha­
cer una permuta entre la parroquia de los Colorados, que pertenecía
a la Compañía y la de Archidona, con lo cuál se evitaba la interven­
ción del Real Consejo; porque, aunque en virtud del Real Patronato
— 443

el Obispo no podía por su sola autoridad erigir una nueva parroquia,


podía en cambio permutar una ya existente. Sólo hacía falta la apro­
bación d e l P. General para hacer efectiva la permuta proyectada.
Ya dijimos cómo en un principio el P. Miguel Angel Tamburini llevó
,nuy a mal la propuesta que le hiciera el P. Provincial Luis de An­
drade, en nombre de la Congregación para dejar la parroquia de los
C o l o r a d o s y tomar la de Archidona. Con todo, mejor informado
de las conveniencias y aun de la necesidad de efectuar este cambio,
acabó por dar la licencia que se le pedía.
En la ejecución de la permuta era indispensable proceder con
mucha cautela para no herir las susceptibilidades del Real Consejo.
El Hermano Procurador Francisco Ruiz pidió el 9 de Enero de 1708
una copia legal de la Real Cédula de 21 de Abril de 1670, por la que
se confería el curato de Archidona al P. Lucas de la Cueva, y como
esta Cédula no había sido revocada, nada había perdido en derecho de
su valor. Obtenida la copia, hizo luego el Hermano la renuncia del
curato de Colorados,la que fué aceptada.
Facilitáronse no poco las gestiones gracias al parecer favorable
del Fiscal de la Real Audiencia dado el 24 de Noviembre de 1707, y
que era del tenor siguiente: «Porque se ha reconocido ser el camino
más fácil, breve, de mayores conveniencias para las Misiones que
tienen los Padres de la Compañía en el río Marañón y demás ríos
que entran en éste, el de la ciudad de Archidona, y siendo de la obli­
gación de todos los Ministros de S. M. adelantar una materia que es
de la mayor entidad en el servicio de Dios y del rey, y que el mayor
adelantamiento que por ahora se puede discurrir para la perseveran­
cia de las Misiones y que hará comunicación de esta ciudad a ellas,
es que la Compañía tenga escala fija y segura para la entrada, como
la tendrá encargándole el curato de la ciudad de Archidona, que es
puerto, para que se puedan embarcar allí los Padres misioneros y lo
que llevaren de avío para las Misiones; que es preciso conduzcan al­
gunos géneros, como son harinas, sal, vino algún vestuario, hierro,
acero, cuchillos, machetes y otros, lo que podrán hacer con mayor
comodidad encargando a los Padres el curato de Archidona, que
también debe reputarse por Misión viva, estando distante de esta
ciudad, siendo tierra fragosísima, y los indios que hay en aquella
tierra, casi montaraces o Jívaros, como se llaman vulgarmente. Y
siendo el curato de cortísima utilidad, de calidad que regularmente
se necesita obligar a un clérigo que lo acepte y tenga residencia en
él, no se perjudica la regalía del Ilustrísimo Sr. Obispo de esta ciu­
dad, ni de Vuestra Alteza como Vicepatrón en que se entregue a la
Compañía, ni se hace agravio al cura actual, dándole cualquiera
Doctrina que recibirá a gran felicidad conmutando el curato por
e|la; y atendiendo a las crecidas conveniencias que se siguen al ser­
vicio de Dios y del rey y causa pública, que se dé dicho curato a la
Compañía de Jesús». (1)

fl) Archivo S. J,
— 444 —

Concluía el Fiscal su informe con esta advertencia: «Que Con.


curriendo el Sr. Obispo, se le dé alguna Doctrina al cura actual de
Archidona,para que quede vaco el curato, y se haga exhorto a laRe.
ligión de la Compañía de Jesús para que acepte el hacerse cargo de
de los españoles y de los indios que residen en él para administrarles
los sacramentos», (i)
Mas, cuando todo parecía felizmente arreglado, surgió una nue­
va dificultad. El R. P. Provincial de San Francisco hizo oposición
a esta permuta. Mientras los Nuestros gestionaban el asunto con el
Obispo, él había hecho ciertos arreglos con el cura de Archidona, a
fin de cambiar esta parroquia con la de Caranqui que pertenecía a
los Religiosos de San Francisco. Interesaban éstos por la posesión
de Archidona, para que les sirviese este pueblo de escala para sus
Misiones del Putumayo. El Sr. Obispo, D. Diego Ladrón de Gueva­
ra, atendiendo a las razones de los unos y de los otros, dió la prefe­
rencia a la Compañía; pues, además de servir la parroquia de paso
y escala para las Misiones del Marañón, podía constituir un centro
de evangelización, desde donde se atendiese a los numerosos infíeles
que vivían en la cuenca del Ñapo. En el auto de 9 de Enero de
1708, por el cual se hace la permuta, leemos los siguientes párrafos:
«¡Vista la utilidad que se sigue de la entrega a la Compañía en servi­
cio de ambas Majestades, y teniendo presente la carta misiva, que
D. Jacinto Reinoso Carvajal escribió a Su Sría. lima., en que propo­
ne para descargo de su conciencia, débese entregar dicho curato a la
Compañía de Jesús, y asimismo que teniendo otra Religión esta en­
trada, se atrasará el estado de las Misiones que hoy se hallan tan
adelantadas,. . . declara no haber lugar la dicha permuta, [con los
Padres Franciscanos], atento a la Real voluntad expresada en dicha
Cédula [de 21 de Abril de 1670] de que se encargue dicho curato a la
Compañía de Jesús, . . . e n cuya virtu d .. . exhorta y requiere al
P. Provincial de la Compañía de Jesús, a que en nombre de susa­
grada Religión vuelva a encargarse de dicho curato y pase a propo­
ner los sujetos que fueren más a propósito para la provisión conforme
a las leyes del Real Patronazgo». (2)
E l 12 de Enero de 1708 el P. Provincial Luis de Andrade con­
testó al Sr. Presidente que aceptaba la Doctrina de Archidona, y que
para cura proponía en primer lugar al P. Juan de Narváez, en segun­
do, al P. Pedro Sérvela y en tercer lugar al P. Juan Coloma, entre
quienes Su Sría. como Vicepatrón a nombre de S. M. debía elegir el
que fuere servido para presentarle a que se le dé la institución ca­
nónica.
El elegido fué el P. Juan de Narváez, el cual pasó inmediata­
mente a hacerse cargo de la parroquia de Archidona en compañía
del P. Juan Coloma como compañero o coadjutor, Ambos fueron
bien recibidos, pero el P. Narváez no tardó en experimentar graves1

(1) A rchivo S. J .
(2) A rchivo ¿\ J ,
— 445 —

dificultades, así externas como internas. Entre las primeras no fué


la menor el tener que alojar y alimentar por espacio de un mes al
cuerpo expedicionario compuesto por cien hombres, al mando del
capitán Iturbide que iba a desalojar a los portugueses de las posicio­
nes que habían ocupado en el Marañón. Lo más grave del caso es
0ue esta tropa integrada por aventureros sin conciencia cometió toda
clase de desafueros y desmanes, que el Padre hubo de presenciar,
sin poder hacer nada para impedir tales escándalos. Pero, aunque
tan grave y molesta, esta tribulación fué pasajera. Mayores motivos
de sufrimiento dieron al P. Narváez sus mismos feligreses. Es el ca­
so que para mayor facilidad en orden a la doctrina de los indios, el
misionero había querido reunirlos en el pueblo viejo de Archidona,
en el sitio de la vega del Misahuallí, por ser más sano y de más fácil
acceso a los indios que audaban esparcidos en una distancia de cinco
leguas al rededor. Opusiéronse tenazmente a este proyecto los enco­
menderos apoyados,en esto por los mismos naturales,los cuales no que­
rían estar demasiado cerca de su cura, a fin de tener mayor libertad
para sus borracheras y desórdenes. Estas contradicciones impresio­
naron penosamente al buen P. Narváez, y a 17 de Setiembre de
1709, escribía al P. Viceprovincial una carta llena de melancolía en
la que pronosticaba que la parroquia de Archidona había de ser un
continuo manantial de pesadumbres para los Superiores de la Com­
pañía y para los curas que tuvieran que asistir en ella.
La profecía del P. Narváez salió más verdadera de lo que el
mismo se hubiera figurado. Por más esfuerzos que hicieron los Supe­
riores a fin de evitar dificultades con los encomenderos, enviando a
esta parroquia los sujetos más virtuosos y prudentes, la mala volun­
tad de los encomenderos hizo fracasar todas las providencias que se
tomaron a fin de suavizar las relaciones entre el cura misionero y los
feligreses. No contentos con el mal ejemplo que daban a los indios,
en más de uua ocasión les incitaron abiertamente a desobedecer a
los Padres. La situación de éstos se hacía cada vez más intolerable,
hasta el punto que se pensó en abandonarla por segunda vez. Con­
sultado el P. General respondió en carta de 1? de Julio de 1729 que
no era posible que la Compañía dejase este curato, después de haber­
lo pedido por dos veces.
Siguieron,pues, los misioneros con la cruz pesada de aquella pa­
rroquia, haciendo en ella todo el bien que podían consolándose de
lo mucho que en ella tenían que sufrir con el fruto que se iba cogien­
do entre infieles del río Ñapo y de sus afluentes.

2— Los primeros indios de la región del Ñapo que, por el año de


l 7®9, pidieron el Evangelio fueron los Icahuates, a quienes se cono­
cía también con el nombre de Encabellados. Habían tenido noticia
de la reducción de San Joaquín de Omaguas, y viendo los provechos
que les podía reportar la amistad de los Padres, hicieron saber al
misionero que residía en Omaguas, que ellos también querían reunir­
se en un pueblo y tener un misionero que los enseñase y dirigiese.
El P. Superior les prometió enviarles uno para el año siguiente.
— 446 —

Entretanto les ofreció un mozo español que tenía consigo, para q0í
les ayudase a formar el nuevo pueblo. Se fueron los Icahuates con
el mozo y se dió principio al desmonte para la nueva reducción.
Habiendo tenido noticia de lo que pasaba, una parcialidad de
Icahuates, llamados Yeivas, llevaron muy a mal la construcción
del pueblo y amenazaron matar a los indios que entendían en ella
si no desistían de su empeño y no mataban al español que tenían en
su compañía. Amedrentados los indios se juntaron con los Yeivas, y
para celebrar esta amistad dispusieron una solemne borrachera con
un gran banquete, en el que el plato principal fué el mozo español
que dirigía la construcción del nuevo pueblo y les servía de doc­
trinero.
Al enterarse de este acto de barbarie, el Teniente de Borja con
algunos soldados y buen número de indios amigos, entró a las tierras
de los Icahuates para castigarlos según su merecido, y defender al
misionero de los Omaguas, a cuya vida pretendían también atentar.
E l Teniente pudo haber a las manos a los culpables, en quienes hizo
un solemne escarmiento y envió algunos mozos a La Laguna para
que más tarde pudiesen servir de intérpretes.
Mientras se hacía este castigo contra los Icahuates y Yeivas, el
P. Luis Coronado misionero de los Omaguas, intentó en 1719 con­
vertir a los indios llamados Payaguas en sos propias tierras, situadas
en la orilla izquierda del Ñapo. Mostraron bastante docilidad los
Payaguas, y se dió principio a un pueblecito con el nombre de Nues­
tra Señora de los Angeles, de quien el P. Coronado era muy devoto.
Pero estando aún en sus principios, el pueblo vino a deshacerse a cau­
sa de la muerte del P. Coronado acaecida en 1723. El año siguien­
te de 1724 el P. Juan Bautista Julián volvió a ocuparse de aquella
pobre gente. Imponderables fueron las penalidades y trabajos que
pasó durante tres años, discurriendo por aquellas selvas de choza en
choza, no pocas veces descalzo y casi sin sustento, a fin de juntar a
los indios en un sitio aparente para poderlos instruir a la fe y cos­
tumbres cristianas. Lo que más pena la causaba era que no pocos
morían en sus retiros sin bautismo por la grande distancia que había
entre una ranchería y otra. Finalmente, parte con dádivas, parte
con amenazas, pudo formar un pequeño pueblo de sesenta familias
y fabricar una miserable iglesia, donde enseñaba diariamente la doc­
trina cristiana y bautizaba a los niños.
No duró mucho el consuelo que con estos comienzos experi­
mentó el P. Julián, porque al cabo de algunos meses, cediendo a su
natural inconstancia y atemorizados por las enfermedades que se
presentaron en el pueblo, sin previo aviso ninguno, se retiraron de
repente a sus bosques, dejándole solo y abandonado. Para no pere­
cer de hambre y miseria en aquel desamparo, el Padre se vió preci­
sado a pasar a la reducción de los Omaguas, distante más de sesen­
ta leguas en una canoa pequeña, sin más remeros que dos mucha­
chos que por casualidad se hallaban con él. Después del P. Julián,
el P. Ignacio Mikel en 1724, intentó nuevamente reducir a los Pa*
yaguas a vida civilizada, pero el resultado fué identico a los anterio-
— 447

fes. Después de pasar infinitos trabajos y aun peligros de la vida


„ara dejar establecido un pueblecito, los infieles le desampararon
una noche en una playa del río, sin esperanza de auxilio humano.
emprender la fuga, los bárbaros se llevaron parte de las canoas y
las que no necesitaban las echaron al agua para que el río se las
llevase. Vióse obligado el misionero a fabricar una tosca barquilla,
para que en ella fuesen a pedir socorro al pueblo de los Omaguas
los dos muchachos que tenía consigo, y él se quedó en la playa
aguardando la muerte por instantes.
No fueron bastantes tantas contrariedades para que los misio­
neros desistiesen de la empresa de trabajar en la conversión de los
infieles Payaguas, antes bien, por cuarta vez tornaron a atraer a
fuerza de dádivas, a aquellos desventurados infielos, y en 1732 ha­
bían logrado formar un pueblo con unas 300 almas. «A seis días, río
arriba de la desembocadura del Ñapo, escribe el P. Juan Bautista
Julián en su informe de 15 de Diciembre de 1732, están ahora redu­
cidos a la orilla de este río los Payaguas, gente que por su incons­
tancia nos costó indecible trabajo para su establecimiento. Por todo
habrá más de trescientas almas en el pueblo. Solamente estos años
pasados se pudo conseguir que se juntasen en una población usando
de los medios lícitos, sin hacer violencia a nadie. Espero en Dios
que viendo los que aún quedan en las selvas, el contento y conve­
niencias de los que viven ya en el pueblo, tendrán menos dificul­
tad en imitar su ejemplo y seguirlos. Tuve sin embargo que bajar
de La Laguna el año pasado de 1731 con algunos soldados y el T e­
niente de Borja para amenazar a los ya cristianos, que sino se su­
jetaban a la ley de Dios que con el bautismo ya habían abrazado,
serían llevados a otra parte para cumplir con esa ley de los cristia­
nos. Parece que bastó esto para que acabasen de reducirse y quedar
tranquilos. Pues ahora en este pueblo nuevo al P. Adán Schoeffgen
recién llegado de Quito, quien no dudo que con su prudencia y apa-
oibilidad hará entre ellos los progresos deseados en las costumbres
de cristianos y conservar a los ya reducidos». (1)
Otra nación muy numerosa solicitaba el celo de los misioneros,
la de los Icahuates o Encabellados de que ya hablamos. El P. Ju­
lián en su informe refiere que de antiguo se conocía a estos indios,
y que en la actualidad tenía ya formada una corta reducción, seis
días más arriba, del pueblo de los Payaguas, subiendo por el curso
del Ñapo. «Habrá entre todos, dice, unas 120 almas. Si hubiese
algún misionero que los tomase a su cargo se podrían reunir a mu­
chos tnás, porque andan muchos infieles por las selvas vecinas, y
aun a estos se podrían juntar los Yeivas. Cerca de la boca del Agua-
rico hay otra tribu de indios infieles con el mismo nombre de Ica­
huates, recientemente descubierta; hablan casi la misma lengua que
los Icahuates con poca diferencia. Los varones de esta tribu andan
totalmente desnudos mientras que los otros Icahuates usan siempre

(I) Archivo S, J ,
448 -

cierto género de vestido hecho de la corteza de un árbol que llaman


Yanchama. Llegué allá a sus tierras, por el mes de Octubre de 1732
y aunque por haber enfermado la mitad de la poca gente que traía
conmigo, me vi precisado a volver presto, antes que se me enferma­
sen todos. Las tres semanas que allí estuve salieron a verme hasta
cien indios de lanza, y por cuanto pude averiguar no vinieron a ver-
me de todas las casas, sino como de la mitad por estar los demás
muy retirados, y reparé que entre todos los que vinieron apenas ha­
bía dos o tres mozos de doce a veinte años, de lo cual se infiere
necesariamente que aun de las casas de donde habían venido, que­
darían allá muchos mozos y viejos, de donde se puede colegir que es
nación muy numerosa». (1)
En 1725 el P. Guillermo Grebmer fundó el pueblo de San Javier
de Icahuates valiéndose para este fin de los jóvenes Icahuates que
habían sido llevados prisioneros a La Laguna en 1721. Acompañado
de estos intérpretes penetró a las tierras de los infieles donde fué
bien recibido, y logró formar un pueblo de unas doscientas aimai
con el nombre de San Javier, a unos seis días río arriba de las bocas
del Ñapo.
En 1732 se dió principio a la evangelización de otra parcialidad
de Icahuates muy numerosa y les fundó una población ocho días más
arriba de San Javier cerca de la desembocadura del Aguarico en el
Ñapo, con el nombre de San José de Icahuates.
El primer origen de este pueblo fué un indio cristiano, fugitivo
de la Misión de Sucumbíos, que tenían a su cargo los Padres Fran­
ciscanos. Vivió entre indios por algunos años entregado a todos los
vicios entre los Icahuates, hasta que sin poder resistir a los estímulos
de su conciencia, resolvió convertirse y exhortó a los infieles con
quienes vivía a que saliesen a las orillas del Ñapo y llamasen a un
misionero de la Compañía. Salieron efectivamente estos al río y en
señal de su buena voluntad plantaron una gran cruz en la playa y se
volvieron a sus casas. Pasando por ahí casualmente un mozo que
servía a los Padres, al ver aquella cruz quiso averiguar quien la habí»
plantado. Se internó en el bosque, y siguiendo las pisadas de los
salvajes, llegó a sus chozas donde le dieron a conocer su intento.
Avisado de ello el P. Superior Juan Bautista Julián acudió luego
para entablar amistad con ellos. Le salieron a visitar unos cien in­
dios de lanza por donde entendió que,ya que no habían venido sino la
mitad de ellos, la nación era muy numerosa, y que entre todos llega­
rían a unas dos mil almas. Su lengua era con poca diferencia la de
los Icahuates ya reducidos en San Javier. El mismo P. Superior dió
principio al pueblo y lo encomendó al P. Leonardo Deubler, cuando
este entró a las Misiones en Marzo de 1733.
Con indecibles trabajos empezó el P. Deubler a enseñar a sus
neófitos, pero el fruto no correspondió a los afanes del m isionero,
porque de impoviso se retiraron a sus bosques, dejando al Padre

(1) A rchivo S .J .
— 449

e n t e r a m e n t e abandonado, viéndose obligado a retirarse a otra parte


para no perecer de hambre.
V Más felices fueron nuestros misioneros en la reducción de los
indios Pebas. El P. Julián da noticia de esta nación en su informe
del año de 1732. «Avísanme, escribe, los indios Omaguas que los
Pebas, amigos de los Caumares y Cavaches, que todos están medio
amistados y viven más abajo de la boca del Ñapo, han salido ya de
las selvas, por miedo de los Yahuas, gente feroz y comedora de carne
humana, y quieren hacer su pueblo a orillas de un riachuelo llamado
Chiquita que entra al Marañóu. Irá luego allá el capitán de los Oma­
guas, amigo de aquellas naciones y les propondrá o que vengan algo
más arriba de la boca del río Ñapo, para estarse más seguros
contra los portugueses, quienes hasta ahora han sido la causa de no
haber hecho su pueblo esta gente, o si no quisiesen dejar aquellas
tierras, por la mayor comodidad que ahí tienen para preparar su ve­
neno, hagan su pueblo allí mismo, en un paraje que hay muy a pro­
pósito». Las esperanzas del P. Julián llegaron a realizarse. Habien­
do los Pebas escogido el sitio más a propósito para la elaboración del
veneno, en que eran muy diestros, por los muchos bejucos de que
abunda el río Chiquita, subieron ellos mismos a San Joaquín de
Omaguas, a fines de Enero de 1733, para pedir un misionero. Bajó
con ellos el P. Nicolás Schindler que cuidaba de los Omaguas y ha­
lló que los Pebas estaban construyendo su pueblo sobre el río Chi­
quita que desagua en el Marañón, como día y medio de navegación
más abajo del río Ñapo. «El puesto que han escogido es alto, are­
nisco y llano; está limpio también de todas aquellas sabandijas, zan­
cudos, mosquitos, etc. que apestan todo lo de abajo, y más como
estos infieles hacen los mejores venenos, tienen muy cerca los beju­
cos y materiales para beneficiarlos en este sitio, por todo lo cual
nunca hubo forma de persuadirles que viniesen más arriba de la boca
del Ñapo».
Los Caumares y Cavaches habían conocido al P. Fritz en San
Joaquín de Omaguas, antes de la invasión de los portugueses. En el
tiempo de la invasión se internaron en sus selvas para verse libres del
cautiverio. Años adelante fueron hasta el nuevo pueblo de San Joa­
quín, en donde los trató el P. Schindler, cuando tenía esta reducción
a su cargo. Bajó luego a sus tierras acompañado de algunos Omaguas
conocidos de aquellos infieles e intérnándose por el río Huerari, pudo
dar con sus diversas rancherías. Les convidó a que fuesen con
él al pueblo de San Joaquín, y muchos aceptaron con muestras de
satisfacción. Pero pronto aconteció lo que era ordinario en estas
traslaciones de pueblos, se enfermaron los recién llegados y íué gran­
de la mortandad. El P. Schindler, para que no pereciesen todos, tu­
vo que remitirlos a sus tierras y los convidó a que se acogiesen al
pueblo de los Pebas, lo que aceptaron con gusto, pues los Pebas les
eran conocidos. En tiempos posteriores este pueblo alcanzó un grado
notable de florecimiento bajo el cuidado del P. Adán Widman.
CAPITU LO SEXTO

V IS IT A D E L A S M IS IO N E S PO R E L P . AN D RES DE ZARATE

SUMARIO: 1. V isita de las reducciones del Ñapo y del Bajo Marañón.—2. Ex.
pedición al país de los {quitos.—3. Visita de las demás reducciones.
—4 . Incidente con los portugueses.—5. Resultados de la visita del
P . Z árate.—6. Misioneros insignes de este tiempo.

VELASCO, Historia___ Crónica.. ..a ñ o s 1 7 3 5 -1 7 3 8 .—CHANTRE, Historia de las Misiones dek


Compañía de Jesús en el Marañón español, lib . 7, c. 7 .—GONZALEZ SU A REZ , Historia General de la Re­
pública del Ecuador, lib . 4, c. 2 .—ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de Essala.
V i l , lib . 2 . c. 7 .-A R C H I V O S . J., Memorial del P. Zárate.

I — En el último capítulo del Libro primero referimos la célebre


visita efectuada por el P. Andrés de Zárate en la Provincia de Qui­
to desde 1735 hasta 1738. Las disposiciones que adoptó para la reso*
lución de los graves problemas que se le presentaron en la Provincia
han dado margen, según vimos, a muy justos reparos. No así su ac­
tuación en las Misiones, que visitó personalmente y con mucha pausa
desde el 10 de Diciembre de 1736 en que llegó a Archidona hasta el
27 del mismo mes de 1737 en que salió a Baños por el río Pastaza.
L a visita había durado exactamente un año. (1)
De regreso a España, el P. Andrés de Zárate presentó a Felipe V,
el 28 de Agosto de 1739, un largo informe de esta visita. Este docu­
mento redactado con el mayor cuidado y fidelidad nos permite dar­
nos cuenta exacta del estado de las Misiones en 1737, esto es des­
pués de un siglo de existencia.
Llegó el P. Zárate con sus dos Socios, el P. Jerónimo de Herce
y el Hermano Coadjutor José Mugarza a Archidona el 10 de Diciem­
bre de 1736. Iba también en su Compañía el P. Pedro Cardiel nom­
brado cura de Borja.
Archidona, cuyo párroco era el P. Enrique Franzen, tenía dos
anejos, Tena que distaba del pueblo unas seis leguas cortas, y Puerto
de Ñapo que distaba ocho. El P. Visitador encontró que en toda la
parroquia había 480 casados, 220 muchachos y muchachas de dóc­il)

i l ) Afirm a el P . Astráin que ante» del P . Zárate ningún Provincial ni Visitador enviado de
Europa había descendido a las Misiones del Marañón (H istoria de la Compañía de J es?s
en la A sisten cia de E sp a ñ a , V il, 421.) Esto no es exacto. E l P . Ignacio de Meaurio las be­
b ía visitado en 1723.
tr¡na cristiana, 310 niños y niñas de menor edad, 90 mestizos con
mujeres e hijos, y solamente 10 catecúmenos; el total era de I.IIO
»Imas.
Terminada la visita de Archidona, el P. Zárate se dirigió con su
com itiva a Puerto de Ñapo, donde le esperaba el P. Superior de las
M isiones, Nicolás Schindler, con tres canoas grandes y en cada una
de ellas los remeros suficientes para conducir al P. Visitador a los
diferentes pueblos de las Misiones. (1)
Cada canoa grande iba acompañada de otra canoa pequeña en
que iban cuatro indios, llamados “ mitayos” , encargados de proveer
de alimentos a todos los que iban en la canoa grande, que les estaba
encomendada.
El primer dfa de navegación por el Ñapo fué azaroso; pues una
de las canoas grandes estuvo en gran peligro de naufragar en uno de
los remolinos que se hallan entre Puerto de Ñapo y Santa Rosa, y
sólo a la destreza de los indios se debió el que se pudiese evitar una
catástrofe.
Al llegar a la reducción de San José de Icahuates en el Aguarico,
después de cinco días de navegación, se detuvo el P. Visitador en
aquel pueblo el tiempo necesario para dejarlo bien asentado, pues su
estado era todavía precario. En efecto, el año anterior de 1735
los indios se habían remontado y abandonado a su misionero, el
P. Leonardo Deubler, por el único motivo de que el Padre había que­
rido obligar a un mancebo a que se separase de la concubina. Pero,
arrepentidos después de su falta, se habían acogido al P. Enrique
Franzen, cura de Archidona, para volver al pueblo abandonado. En
estas precisas circunstancias llegó a San José el P. Visitador.
En sus excursiones a San José de Icahuates, el P. Franzen se
había encontrado con otra parcialidad de indios que se decían tam­
bién Icahuates, y los había convidado a que hiciesen su pueblo cerca
de una laguna que forma el Ñapo algo más arriba de la confluencia
del Aguarico. Viendo el P. Visitador que estos indios estaban traba­
jando con ardor en la fábrica de las casas del futuro pueblo, admitió
la fundación con el nombre de San Bartolomé de Icahuates, que que­
dó a cargo del P. Franzen.
De San José de Icahuates, el P. Zárate se dirigió a San Javier
del mismo nombre, que se hallaba a tres días de bajada por el río.
Este pueblo fundado por el año de 1732, había tenido durante varias
temporadas misionero propio, pero ahora por falta de personal, ca­
recían de él. «Pidiéronme, escribe el P. Zárate, con grandes instan­
cias que les diese Padre estable, y habiéndolo ofrecido, se embarca­
ron tn nuestras canoas dos de ellos, diciendo que no habían de volver
a su pueblo sin su Padre misionero; y se estuvieron seis meses en
San Joaquín de Omaguas, hasta que llegó el P. Maroni a quien envié
a llamar de Quito para este pueblo, y después al P. Miguel Bastidas(I)

(I) Según escribe el P. Zárate cada una de estas tres canoas grandes llevaba 44 bogas o re-
»tíos; tenía de largo de 16 a 18 varas y de ancho de 6 a 7 cuartas. Todas eran de una sola pieza,
e,e es de un solo tronco de árbol.
— 452 —

para el de San José y el de San Bartolomé, para que los dos atien
dan a estos cuatro pueblos, y a la reducción de los demás gentile*
que habitan en gran número en una y otra banda del río Ñapo, como
son a la izquierda, los Payaguas, Yeivas, Cavaches, Caumares, Ticu.
nas y otros», (i)
El primer pueblo sobre el Marañón a que llegó el P. Visitador
fué el de San Joaquín de Omaguas, donde desembarcó a 15 de Enero
de 1737-
Sin visitar por entonces San Joaquín, prosiguió el P. Zárate su
viaje, el 24 de Enero de 1737, en dirección al pueblo de San Igna­
cio de Pebas formada de Pebas y Caumares. Su intento era no sólo
visitar todos los pueblos ya formalmente establecidos, sino también
los que estaban en sus principios, y aun extenderse a las naciones
que habían sido reconocidas por los misioneros y habían dado palabra
de reunirse en pueblo. Encontró al pueblo de San Ignacio dividido
en banderías; pues los Caumares intentaban una matanza general de
los Pebas, que vivían con ellos en el pueblo. Es el caso que estos úl­
timos, habiendo convidado a una gran borrachera a los Ticunas alia­
dos y amigos de los Caumares, habían matado a unos treinta de los
convidados. Los Caumares temerosos que los Pebas hiciesen otro
tanto con ellos, querían tomarles la delantera y acabar con ellos.
E l P. Visitador interpuso su autoridad para reconciliar a los dos
bandos, y con esto volvió la paz a San Ignacio. La reducción tenía
entonces 140 almas; todos los niños estaban bautizados, pero entre
los adultos no había sino cuatro cristianos, un Peba y un hombre y
dos mujeres Caumares.
De San Ignacio de Pebas volvió el P. Zárate a subir por el Ma­
rañón hasta el río Nanay; y de éste por camino de tierra, pasó al río
Itatay hasta la nación de los Yameos. Recorrió los pueblos de San
Felipe de Amaonos, recientemente fundado, San Andrés de los Para­
nos, San Juan Evangelista de Miguianos, San Regis de Yameos, San
Simón de Nahuapó, asimismo de reciente fundación, y finalmente
San Pablo de Napeanos, que acababa de fundarse el 27 de Marzo
de 1734.

2— El P. Superior Nicolás Schindler y el misionero de los Ya­


meos P. Carlos Brentan.que acompañaban al P. Zárate, deseaban vi­
vamente explorar las cabeceras del río Nanay, a doride hasta aquí
nadie había penetrado.
Tres eran los fines que se proponían al acometer esta empresa,
asentar las paces con los Masamaes, los cuales con sus continuas de­
predaciones al pueblo de San F elip e de Amaonos no dejaban adelan­
tar esta reducción de muchas esperanzas, reconocer hasta donde se
extendía la nación de los Yameos por el Norte y Noroeste, y por fh*
buscar la manera de entrar en relaciones amistosas con los feroces
Iquitos, llamados también Quituanes o Pucahumas.1

(1 ) In fo rm e del P. Zárate.
— 453

No desagradó la idea al animoso Visitador, y aun él mis­


mo quiso tomar parte en la expedición. Habían llegado en aquellos
días a San Joaquín, los indios del pueblo de La Laguna enviados pa­
ja conducir río arriba al P. Visitador. Con éstos y con los Omaguas
se {ormò una escolta competente para entrar a tierras de los Iquitos.
Salió la expedición navegando por el Nanay río arriba el 17 de Mar­
zo de 1739. y el 19 se encontraron con nueve canoas pequeñas de
los Masamaes, que se habían internado en las selvas, dejándolas para
tomarlas, cuando volviesen. Los expedicionarios no las tocaron y si­
guieron su camino adelante, pensando hablar a los Masamaes, cuando
estuviesen de vuelta. Continuaron río arriba y el día 30 llegaron a
las tierras de los indios Iquitos. Habiendo encontrado rastro fresco,
se dispuso la entrada con 66 indios divididos en tres grupos, cada
cual con un mestizo por cabo, para el día 31. Un grupo se encontró
con tres mujeres, detrás de las cuales venían hombres. Apresaron a
las tres mujeres e inmediatamente acudieron los hombres a su defen­
sa. Mas viendo el námero de los que juzgaban ser sus enemigos, seis
de ellos echaron pie atrás y fueron a buscar sus armas, pero el sépti­
mo, dice el P. Zárate, «con tres lanzas que tenía arremetió con tal
furia a los nuestros que los hizo retirar a todos, y los más de ellos
huyeron a rota batida hasta las canoas. £1 salvaje no hacía caso de
los tiros con sólo pólvora, y se fué acercando tanto que fué necesa­
rio dispararle algunos perdigones, y aun así herido, para sujetar­
le, después que uno de los nuestros le ganó la última lanza y se
echó sobre él, fueron menester otros siete, y entre los ocho tardaron
media hora. Fueron después a la casa donde encontraron a los otros
seis armados, y no atreviéndose a acometerlos, se retiraron a las ca­
noas con las tres mujeres y con el otro que ya habían atado. De los
ocho o nueve intérpretes que iban en la expedición, ninguno de ellos
entendió la lengua de los Iquitos, por lo que llevaron consigo al
hombre y a las tres mujeres, para que sirviesen de intérpretes en ade­
lante. Las mujeres se serenaron pronto; pero el hombre mostró gran­
de ira por dos días, hasta que se serenó él también, viendo que le
agasajaban y trataban con todo amor y cariño. Así fracasó esta pri­
mera expedición».
A la vuelta, la comitiva se detuvo en el pueblo de los Napeanos
donde el P. Visitador bautizó a veinte párvulos. Por el mes de Junio
siguiente, el P. Zárate envió al pueblo de Napeanos al presbítero
U. José Bahamonde, para que cuidase de ellos. Más tarde se encargó
de ellos el P. Juan Magnin destinado a las Misiones por el mismo
F Zárate, cuando ya había regresado a Quito. Por fin, después de
visitar las dos reducciones de San Simón de Nahuapó y de San Regis
el P. Visitador se dirigió a La Laguna.

3 — En este pueblo, los indios llamados Chepeos, originarios del


Ucayale, y que se habían establecido en él a raíz del alzamiento de
los Cunivos y muerte del P. Richter, suplicaron al P. Visitador que
enviase algún Padre al Ucayale, privado hacía ya años de misionero.
AHí tenían a sus parientes, cristianos, como ellos algún tiempo y aho-
— 454 —

ra destituidos de todo socorro espiritual. El P. Zárate se conmovió


profundamente al escuchar esta petición, y aun quiso ir en persona
a convidar con la paz a los Cunivos rebelados y exhortarles a que voi.
viesen a la práctica de la religión cristiana que en mala hora habían
abandonado. No pudo llevarse a cabo el generoso intento del P. Vi-
sitador por varios impedimentos que se ofrecieron. El principal era
el haberse perdido casi por completo, a causa de una plaga de gusa-
nos, la cosecha de yuca que era el principal alimento con que se hu­
biera debido abastecer a la escolta que debía acompañar al P. Visita-
dor en su viaje al Ucayale.
Ya que no pudo ir a los Cunivos, el P. Zárate quiso aprovechar
su permanencia en La Laguna a fin de hacer una breve excursión a
los Masamaes, que hostilizaban e inquietaban a menudo a los cristia­
nos de las reducciones vecinas. Si estos infieles se reducían a vivir en
pueblos como racionales y a aceptar la ley evangélica, se quitaba uno
de los principales obstáculos al progreso de las Misiones en las co­
marcas comprendidas entre el Marañón y el Ñapo. Gastó dieciséis
días en llegar hasta las tierras de los Masomaes, con las incomodida-
des y privaciones ordinarias en estas expediciones. Mas la impruden­
cia de unos indios de la escolta hizo fracasar por completo los planes
del P. Visitador. En efecto, al acercarse las canoas a la primera ran­
chería de los Masomaes, saltaron en tierra algunos de los que venían
en compañía del Padre, y, desobedeciendo la prohibición que tenían
de hacer uso de la fuerza, penetraron en una casa y prendieron a
cinco personas que hallaron en ella. Con este acto de violencia se al­
borotó y puso en armas toda la tribu. Fué imposible entablar nego­
ciaciones y el P. Visitador no tuvo más remedio que regresar sin
haber hecho nada.
En el viaje de regreso, como pasase muy cerca de San Ignacio
de Pebas, quiso repetir su visita a aquella reducción. Encontró al
pueblo muy mejorado en todo sentido, la paz no se había alterado
entre Pebas y Caumares, y todo hacía esperar que el orden y la tran­
quilidad se iría asentando de día en día. Para conservar y acrecentar
el fruto hasta entonces obtenido, dejó en él como misionero propio
al P. Adán Widman que venía en su comitiva.
En La Laguna el P. Zárate tuvo el dolor de perder a su fiel com­
pañero de viaje desde Europa, Hermano José Mugarza, joven Coad­
jutor de grandes prendas y mucha edificación, que sucumbió a los 32
años, después de mes y medio de una penosa enfermedad. Ya no que­
daban por visitar sino las reducciones más occidentales, situadas en
la cuenca del Pastaza. Detúvose en ellas el P. Visitador de paso para
Quito por la vía de Baños. Termina el P. Zárate su informe al rey
sobre la visita con estas palabras: «Entre otrçs cosas que dejé orde­
nadas con parecer y consulta de los Padres misioneros, una fué que
los indios hiciesen cada quince días ejercicio militar con las armas que
usa cada nación, para que de este modo estén ejercitados y diestros a
a resistir y defenderse en las entradas y de las invasiones de los por­
tugueses. Otra que cada Padre tenga seminario de muchachos, como
lo tenía ya en Omaguas el P. Carlos Brentan, con la distribución de
— 455 -

t e t a r a sus horas, oír misa y aprender algunos oficios mecánicos, en


que entran muy bien. La tercera que todos los días de fiesta publi­
que el misionero por lista los muchachos y muchachas que hubieren
cumplido la edad de casarse, exhortando a sus padres a que les den
estado cuanto antes para evitar muchos y graves inconvenientes que
se experimentan de lo contrario. Y en esto es bien digno de notarse
que ni ellos, ni ellas reparan en otra calidad, ni en dote, sino sólo si
es trabajador y de buena salud el novio, si es trabajadora y robusta,
la novia. El número de almas que viven en los pueblos de la Misión
serán cosa de diez mil personas; y los Padres que las cuidan son 18 y
con el sacerdote seglar D. José Bahamonde, son 19 los misione­
ros». (1)
En el Memorial que dejó al terminar la visita, el P. Zárate hizo
indicaciones muy oportunas y de mucho provecho para el adelanto de
las Misiones; el lectorías puede ver en los Apéndices. Pondremos aquí
una solamente, no porque tenga mayor importancia, sino porque nos
pone ante los ojos, los peligros de la vida en que se veían a veces
nuestros Padres y en los que casi ya no se reparaba, como en co­
sa ordinaria e inseparable de la vida de misionero.
Cuando hizo la visita de Borja, trató el P. Visitador de enterarse
puntualmente de las condiciones de la entrada o salida de los misione­
ros por el Pongo de Manseriche. Como es sabido, en este punto el Ma-
rafíón se estrecha entre altísimas peñas cortadas a pico, contra las
cuales chocan las aguas con violencia formando grandes remolinos.
Es tan arrebatada la corriente que con ser la longitud del estrecho
de unos i l kilómetros, una canoa lo atravesaba en menos de media
hora. En algunos meses del año, cuando las aguas venían crecidas,
era absolutamente intransitable. Pero aun en tiempos en que se podía
navegar, el paso era muy peligroso. Poco antes de la venida del P. Vi­
sitador, la balsa en que iba el P. Adán Widman fué a dar en un re­
molino, y allí se estuvo dando vueltas cuatro días y cuatro noches,
hasta que por fin los remeros lograron hacerla entrar otra vez en la
corriente, con lo cual se libraron de una muerte segura. En el mismo
trance se habíá visto el P. Francisco Reen, aunque él no estuvo sino
dos días y dos noches preso en el remolino. En vista de estos per­
cances y de las muchas muertes que habían acaecido en el Pongo
por naufragio, prohibió el Visitador que ninguno de los Nuestros se
aventurase en el Pongo, a no ser por obligación del sagrado minis­
terio.

4 —Una visita inesperada de los portugueses vino a turbar la paz


y tranquilidad de que disfrutó la Misión durante la visita del P. Z á­
fate. Dos grandes canoas y una mediana que venían del Pará, llega-
fon a San Joaquín el 22 de Enero de 1737. Seis meses antes, el
Superior Nicolás Schindler había escrito a Quito que se tenía
av‘so de que los portugueses intentaban invadir el territorio de las1

(1) Archivo S .J ,
— 456 -

Misiones con sesenta canoas grandes, en que vendrían los soldados


de la expedición y con otras seis cargadas con los materiales nece­
sarios para fabricar un fuerte en la boca del río Ñapo,
Los indios de San Joaquín, al saber que se aproximaban los por­
tugueses, huyeron unos a los montes y los demás se escondieron en
sus casas. No quedaron en el pueblo para recibirlos sino el P. Zára-
te, su Socio el P. Jerónimo de Herce, el P. Nicolás Schindler y el
P. Carlos Brentan. Por dicha íué mayor el susto que el peligro real;
porque desembarcando un alférez portugués con un Padre Carmelita,
dijeron que venían de paz y sólo para averiguar si era verdad que los
españoles hubiesen levantado un fuerte en el territorio que pertene­
cía al rey de Portugal. Siguiéronse algunas frases de cortesía, y a
los pocos lances, acabó el portugués por declarar sin ambages al P. Zá-
rate que el río Ñapo era el límite de las dos Coronas, y por tanto
que los misioneros castellanos se habían apoderado ilícitamente de
las islas de los Omaguas, ya que éstas se encontraban sin disputa en
territorio portugués. Contestó el P. Visitador, sosteniendo con fir­
meza los derechos de España y aun remitió al alférez una protesta
por escrito, en la que recordaba los títulos que tenían los Padres de
la Compañía para extender sus conquista espirituales hasta cerca del
río Negro.
Dicho se está que estas representaciones no produjeron ningún
resultado. Los portugueses se retiraron diciendo muchas bravatas y
asegurando que habían de llegar hasta el Perú y conquistarlo para
Portugal. En su informe al rey, el P. Zárate apunta la idea de que el
intento de los portugueses, al usurpar territorios que pertenecían de
una manera indiscutible a la Corona de Castilla, era abrirse camino
para introducir ropas y otras mercaderías al Perú, y proveer el mer­
cado de esclavos del Pará con indios cautivados en las Misiones cas­
tellanas del Amazonas y de sus afluentes.

5— Grandes fueron los provechos de la visita del P. Zárate a las


Misiones del Marañón. Animados por sus exhortaciones, nuestros mi­
sioneros, que tanto habían tenido que sufrir en años anteriores, re­
novaron su espíritu y con nuevos alientos dieron un vigoroso impulso
a sus tareas apostólicas. Buena prueba de los felices resultados que
produjo la visita es la gratitud que en su corazón conservaron nues­
tros misioneros al Visitador, que sin perdonar las fatigas de viajes
penosísimos por ríos y montes, a los que no estaba acostumbrado, ha­
bía querido llevarles el consuelo y aliento de su visita personal y de
su ejemplo.
El Superior de las Misiones, P. Nicolás Schindler en carta de
8 de Abril de 1738, unos cuatro meses después de terminada la visi­
ta, le daba las gracias por lo que había hecho en favor de los opera­
rios apostólicos que trabajaban en aquellas difíciles Misiones. El
P. Adán Widman añadía: «No sabemos dar bastantes gracias a Dios por
el manifiesto fruto que causó y sigue causando esta visita de V. R- Me
parece que por ella hemos salido del rigoroso invierno de los tiempos
pasados, y que hemos entrado en una alegre primavera y fértilísimo
— 457 —

otoño; por todas partes oigo: Messis est jam alba». Otro misionero
escribe: «El P. Zárate fué especial bienhechor de la Misión defen­
diéndola con informes muy favorables de las infamias que falsamente
le imputaron algunos apasionados, alcanzando muchos favores para
ella. Estas mismas entradas a paises infieles que la gente de Quito
criticó tan duramente, fueron para los misioneros que conocían por
experiencia las ¡numerables mortificaciones y privaciones que en ellas
se sufren, ocasión de admirar el celo y virtud del P. Visitador».
Estas últimas palabras son una condenación indirecta de la acti­
tud por demás injusta del P. Juan de Velasco, al referir esta visita.
Ciertamente el relato de nuestro historiador sobre este punto parti­
cular deja en el ánimo una impresión penosa; porque se reduce a repe­
tir las calumnias y dicterios que la malignidad de los enemigos del V i­
sitador acumuló contra él. Si nos hubiéramos de atener al juicio del
P. Velasco, la visita del P. Zárate a las Misiones fué una serie de
desaciertos, que no trajeron sino desórdenes y males sin cuento. In ­
creíble parece que la pasión haya podido cegar al P. Velasco, hasta el
punto de hacerle admitir sin más los dislates más absurdos inventa­
dos y propalados por ciertos seglares, con el intento de denigrar al
Visitador.

6 —Cerraremos este capítulo con una breve reseña de algunos


insignes operarios, a quienes Dios nuestro Señor llamó en estos años a
recibir el premio de sus heroicos trabajos. En 1740 moría el P. Fran­
cisco Vidra, natural de Bohemia y que trabajó en las Misiones cua­
renta y tres años continuos, sin jamás salir de ellas. Misionero casi
octogenario pasó los últimos años en La Laguna ocupado en atender a
los ministerios ordinarios de esta importante reducción de más de 1.200
almas. El P. General Francisco Retz manifestaba al P. Provincial el
deseo de conceder la profesión solemne de cuatro votos a tan bene­
mérito Religioso. «De ella, dice, es tanto más digno cuanto que su
silencio en este punto recomienda la virtud que otros de él me cele­
bran, con sentimiento de haberlo así olvidado. De dicho Padre y del
P. Enrique Franzeu pedirá V. R. o su sucesor a cuatro misioneros el
testimonio jurado in scriptis, según la fórmula del decreto II de la
Congregación X V ; y teniendo tres votos favorables y hechas las in­
formaciones ad gradum, siéndoles éstas también favorables, serán
promovidos a la profesión de cuatro votos, recibiendo estos votos el
Provincial o quien señalase en mi nombre. Espero que para en ade­
lante no se incurra en omisión semejante,respecto de los que sean be­
neméritos de semejante gracia». Sólo el P, Franzen pudo hacer la
profesión titulo linguae indicae, por haber muerto ya el P. Vidra
cuando esta carta llegó a Quito.
Otra sensible pérdida experimentaron las Misiones en 1740 con
la muerte del P. Nicolas Schindler. Había salido a Quito, para ges­
tionar como Superior ciertos negocios de importancia para las Misio­
nes, pero murió al poco tiempo de llegar. Fué misionero incansable y
nno de los mejores Superiores que gobernaron las Misiones. Acompa-
fió en su visita al P. Zárate, y no hay duda que muchos de los acier-
- 458 —

tos del Visitador se debieron en buena parte a la experiencia y no­


table talento práctico del P. Schindler.
Junto con estos dos ilustres operarios evangélicos el historiador
debe dedicar un recuerdo especial a tres Hermanos Coadjutores, que
con el ejemplo de sus virtudes y con la habilidad de que estaban dota­
dos, prestaron muy grandes servicios en las Misiones. El más cono­
cido de ellos es el Hermano Jorge Vinterer, a quien se debe el tallado
del retablo del altar mayor de la iglesia de la Compañía en Quito. An­
tes de ejecutar esta obra, se ocupó en las reducciones de San Ignacio
de Pebas y de San Joaquín de Omaguas en enseñar a los indios los
oficios mecánicos más útiles para ellos. Otro tanto hizo entre los
Yameos el H. Santiago Bastiani, natural de Córcega, varón humildí­
simo y de insigne virtud. El H. Julio Merlani, italiano, había veoido
al Marañón en calidad de Donado. Mas los Superiores prendados de
su virtud e incansable laboriosidad le recibieron en la Compañía. Vi­
vió con mucha edificación y amado de todos en las reducciones de
San Ignacio de Pebas y San José de Icahuates.
CA PITU LO SEPTIM O

LAS R E D U C C IO N E S DE LA R E G IO N D E L Ñ A PO

SUMARIO: 1. Fundaciones de pueblos en las cuencas del Ñapo y del Aguarico.


—2. Reducción de los Pay aguas.—3. Reducciones de los indios lla­
mados Encabellados. - 4. Visita del Gobernador D. Juan Antonio To­
ledo a las Misiones del Ñapo y del Aguarico.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.. . .años 1 7 3 3 -1 7 3 4 .—CHANTRE, Historia de las Misiones de la


Compañía de Jesús sr el Marañóe español, lib . 8, c. I - 6 . —ARCHIVO S. J.

i —Cuando el P. Zárate dió principio a su visita por las reduccio­


nes del rio Ñapo, cuatro eran los pueblos de esta región que habían
alcanzado algún asiento: San Bartolomé, San José y San Javier de
Icahuates, y los Santos Angeles de Payaguas. El gran obstáculo al
adelanto de estos pueblos era la inconstancia de los indios agravada
por la falta de misionero propio, que les estimulase al cumplimiento
de lo que habían prometido. El P. Zárate puso eficaz remedio a este
estado de cosas, confiando a dos excelentes operarios, que hizo venir
de Quito, el cuidado de promover la conversión de los infieles que
poblaban la importante cuenca del Ñapo. Eran éstos los PP. Miguel
Bastidas y Pablo Maroni.
El primero se hizo cargo de San José de Icahuates, y a poco de
su llegada fué a visitar el vecino pueblo de San Bartolomé asimismo
de Icahuates, recientemente establecido. Halló que el lugar era bue­
no, la caza y pesca abundantes, el terreno muy a propósito para los
sembríos. Los indios habían edificado algunas casas y hecho el des­
monte suficiente, cerca de la laguna para sus sementeras. Satisfecho
al ver el pueblo en tan buen pie de adelanto, dió principio a las ex­
plicaciones de la doctrina y a las otras prácticas propias de los pue­
blos de las Misiones. Parecía que todo iba a medida del deseo del
fervoroso misionero, cuando el día menos pensado, los indios desapa­
recieron del pueblo y se remontaron a sus antiguos escondrijos. Com­
padecido más bien 'que irritado contra estos infelices, de tan cortos
alcances, el P. Bastidas los fué a buscar en sus bosques y a fuerza de
agasajos, los volvió a traer otra vez al pueblo. Mas, para prevenir
una segunda fuga general, se propuso alejarles de sus antiguas mora*
das, y logró persuadirlos a que formasen un nuevo pueblo en la
orilla misma del río Ñapo, donde Ies sefíaló un lugar muy a propósito
para sus sembríos, y de caza y pesca muy abundantes.
— 46o —

Al P. Maroni encargó el P. Visitador el pueblo de San Javier de


Icahuates. Desde allí principió a hacer entradas a los territorios ve­
cinos, y en una de éstas se encontró con una tribu bastante bien
dispuesta para reunirse en pueblo y recibir la doctrina cristiana. ¡n_
vitóles el Padre a reunirse con otra tribu cercana, con la que acaba­
ba de fundarse la reducción de San Juan Nepomuceno sobre el r(o
Tiputini. Mostraron los indios suma repugnancia a admitir este par­
tido, pues como alegaba su cacique Maqueye, aventajaban en número
e importancia a los que se habían establecido en San Juan Nepomu­
ceno. El P. Maroni tuvo por prudente no insistir, y con esto Ma­
queye y los suyos tomaron con mucho empeño el desmonte y forma­
ción del nuevo pueblo a orillas del mismo río. Pronto se levantaron
las casas y quedó constituida la reducción del Nombre de Jesús de
Tiputini. Cosa singular, apenas formado el nuevo pueblo, los de San
Juan Nepomuceno pidieron trasladarse a él y así lo efectuaron.
A fines de 1737 se dió principio a la fundación de San Miguel de
Ciecoya en el riachuelo de este nombre a tres días más abajo del
Aguarico. Su cacique Becoaris prometió al P. Maroni que además de
su parcialidad agregaria al pueblo otras tribus vecinas, que eran ami­
gos suyos. Becoaris cumplió su palabra, al poco tiempo el sitio
escogido no fué lo bastante capaz para tanta gente, por lo que el
P. Maroni lo trasladó a una pequeña altura que se divisaba desde el
río, junto a un riachuelo que desaguaba en el Ñapo y podía servir de
puerto para las canoas.
Por este mismo tiempo, o sea el año de 1738, se fundó el pueblo
de San Estanislao de Zairaza, así llamado del nombre de su cacique.
Este Zairaza había oído ponderar cuán bien se hallaban los indios
que vivían en el pueblo de San Pedro del Aguarico y deseoso de cer­
ciorarse de la verdad se fué allá con algunos indios suyos. Quedó
satisfechísimo de todo y desde entonces hizo empeños, para que los
suyos gozasen de las mismas ventajas. Pero cuando el P. Maroni le
dió a entender que para esto era necesario venir a vivir en San Pedro
o en alguna otra reducción ya formada, no quiso oír hablar más del
ásunto y se volvió a sus tierras. No le sufrió el corazón al P. Maroni
dejar que por esa retirada, se perdiesen aquellas pobres almas. Subió
por el Aguarico cuatro días río arriba, y abriéndose camino a través
de la selva, llegó por fin a las tierras de Zairaza diciéndole que venía
a devolverle la visita. Recibióle con agrado el salvaje, y a poco de
tratar con él, se avino sin dificultad a juntar a su gente en un nuevo
pueblo con tal que no se les obligase a salir de sus tierras. Tuvo que
condescender el P. Maroni, y el cacique le prometió que dentro de
poco vería el pueblo'formado. Volvió el Padre a visitar a Zairaza, pa­
sados unos meses, y tuvo el consuelo de ver que ya estaba hecho el
desmonte para las casas y las sementeras. Con tan buenas esperan­
zas el misionero bautizó a todos los niños que le presentaron, y p«50
al nuevo pueblo el nombre de San Estanislao de Zairaza.
En este mismo viaje aprovechó el P. Maroni una buena ocasión
que se le ofreció para formar otro nuevo pueblo, al que puso el nom-
— 461 —

bre de San Luis Gonzaga de Guasitaya. Las cosas pasaron de este


modo. Cerca de este río y a dos días de camino más arriba del pue­
blo de San Estanislao hallábanse una tribu bien poblada que ocupaba
la región montañosa situada entre el Putumayo y el Águaiico. Reci­
bieron al Padre con grandes fiestas a su modo. Expuso el misionero
el objeto de su venida, y les invitó a hacer amistad con los indios de
Z airaza.y a que pasasen a su pueblo. Accedieron con gusto a lo prime­
ro, pero no admitieron la idea de formar un solo pueblo con ellos. En
cambio, ofrecieron edificar por su cuenta otro nuevo a poca distan­
cia sobre el río Guasitaya. El Padre, sin poder alcanzar otra cosa,
tuvo que contentarse con lo que le prometían y se .despidió de ellos
con buenos términos. Cuando después de un año volvió en 1/40, en­
contró el pueblo edificado con su iglesia y casa para el misionero.
No tardaron los Guasitayas en reunirse todos en el pueblo conforme
a lo que habían ofrecido. Estos indios, dicen las relaciones de los
misioneros, aun en su gentilidad, eran los más morales y ajustados a
la ley natural de todas las naciones del Marañón. Tenían por malos y
aun castigaban los amancebamientos y adulterios, aborrecían a los
homicidas y no tenían guerra con nadie.
El P. Maroni nunca había gozado de una salud muy fuerte y por
este motivo había tenido que salir de las Misiones en 1729. Los tra­
bajos que ocasionó la fundación de estos nuevos pueblos en la
región del Ñapo afectaron de tal suerte su no muy robusta constitu­
ción que enfermó gravemente y por segunda vez hubo de abandonar
el territorio de las Misiones. No pudo volver a ellas, si bien, años
adelante,trabajó todavía como bueno en las del Darién. Ya que no le
fue posible emplear sus fuerzas, como lo hubiera deseado, en la em­
presa de la conversión de los infieles, quiso por lo menos conservar
la memoria de las heroicas hazañas de nuestros misioneros en una
obra que lleva este título: Noticias auténticas del famoso río Mara-
ñón y Misión apostólica de la Compañía de Jesús de la Provincia de
de (Quito en los dilatados bosques de dicho río. Escribíales por los
años de 1738 un misionero de la misma Compañía, (1)

2— De las tribus del Ñapo y del Marañón la que' se mostró más


refractaria a abrazar vida cristiana y civilizada, fué la de los Paya-
guas. Varias veces se afanaron nuestros misioneros por juntarlos en
el pueblo de Nuestra Señora de los Angeles de Payaguas, pero otras(I)

(I) La obra está manifiestamente incompleta, pues varías cosas de que el autor promete ha­
blar después, no se encuentran en el decurso de la historia. Esto se explica fácilmente, si se tiene
en cuenta, que estando ocupado en la composición de esta obra, el P. Maroni fué destinado a
Panaméen 1742, y tuvo que ponerse en camino cuanto antes, pues iba a suplir al P . Ignacio
Layroni, arrebatado por una muerte prematura.
Tampoco lleva la obra nombre de autor. E l S r. Marcos Jiménez de la Espada, que la editó
P°r vez primera en M adrid en 1889, da por probabilísimo en la erudita A dvertencia, con que
'»cabeza la edición hecha por él, que el P . Maroni es el autor de las N oticias Auténticas
jjWfainoso rio Marañón. Los Padres Lorenzo López Sanvicente (L a M isión del Ñapo,
°4) y José Eugenio Uriarte (O bras anónim as y seudónim as de autores de la Compañía
, Jesús, I, 4 7 3 -7 4 , n. 134), después de nuevas investigaciones dan por cierto que la citada
obr» « del P. M aroni.
— 4Ö2 —

tantas se remontaron. La última dispersión del pueblo había tenido


lugar en 1731. El P. Miguel Bastidas en 1738, se propuso hacer un
último esfuerzo por reducir a los Payaguas remontados.
Después de varios lances y de vencer gravísimas dificultades
pudo encontrar en San Javier de Icahuates algunos indios que man­
tenían relaciones con los Payaguas. Concertóse con ellos para que
le llevasen a las tierras donde éstos se habían retirado. Largo y pe.
noso fué el camino por agua, y después por la espesura de la selva
húmeda y enmarañada, hasta que por fin el misionero pudo dar con
una casa de Payaguas que lo recibieron bastante bien. A las propues­
tas del Padre, los más opusieron razones necias para no aceptarlas.
Al fin uno algo más racional se ofreció a ir en busca de los demás y
hacerles saber que el Padre había venido a visitarlos. Con esta noti­
cia acudieron muchos a ver al misionero y como todavía no se habían
olvidado de todas las prácticas cristianas, le saludaban con el Alaba­
do y le besaban la mano.
Alentado por este buen principio el P. Bastidas, empezó a tra­
tar con mucho tino del objeto principal de su venida, que era propo­
nerles volver al pueblo que habían abandonado. Vencidos por las
razones y sobre todo por la invicta mansedumbre del misionero, pro­
metieron hacerlo así. Más aún, durante los tres o cuatro días de su
permanencia con ellos, muchos Payaguas le fueron a visitar y le lle­
vaban a sus hijos, presentándolos con los nombres propios que ha­
bían recibido en el santo bautismo. Otros le rogaban que bautizase a
los que habían nacido después de su fuga en los últimos siete años.
Accedió a esto el misionero con mucho consuelo de su alma, e hizo
además a todos mañana y tarde la doctrina, para que fueran recor­
dando algo de lo que habían aprendido.
Al emprender el viaje de regreso, el P. Bastidas llevó consigo
algunos muchachos, para que sirviesen de intérpretes, y ofreció a los
demás volver a visitarlos, luego que tuviese noticia de que habían
hecho el desmonte y preparado las sementeras. A los seis meses, su­
bieron algunos indios al pueblo de San José, en el que residía el
P. Bastidas a dar parte de que todo estaba listo para recibirle. Aco­
gióles el Padre con mucho cariño, y después de agasajarles con algu­
nos donecillos, les prometió ir, después de pocos días, para examinar
por sí mismo lo que habían ejecutado. Partido que hubieron los in­
dios, a poco tiempo les siguió el misionero. Pero grande fué su de­
sengaño, cuando no halló en el pueblo sino unas pocas familias,
albergadas en miserables casuchas. Conoció que el deseo de re­
cibir nuevos regalos les había hecho exagerar el trabajo realizado,
que era bien poco. No cayó por esto de ánimo el buen P. Bastidas,
repitió sus visitas y poco a poco consiguió que algunas familias más
saliesen del monte y se estableciesen en sus casitas.
Entre tanto, informado el P. Superior de la lentitud con que se
estaban juntando los Payaguas, decidió dar un corte al asunto en­
viándoles misionero propio que cuidase solamente de ello y les arrai­
gase de una vez en el pueblo. Puso ios ojos para esta empresa en el
— 463 —

p Martín Iriarte, hombre de mucho celo, rara prudencia y de seña­


lado talento para aprender las lenguas más enrevesadas de los indios.
«La gente que hallé a mi llegada, escribe él mismo en un infor­
me, apenas hacía el número de treinta aimas, entre párvulos y adul­
tos'. Las casitas en que vivían se reducían a ranchitos pequeños, en
gué se acomodaba con estrechez una familia. El gobernador tenía ya
concluida una casilla mediana, que,me dió para vivir en ella de pres­
tado, y hube de admitirla por no haber otra. Ella sirvió, con una
división que la partía por la mitad, de habitación y de capilla en
que decir misa, y hacer la doctrina a la poca gente que había. Pare­
ce excusado apuntar aquí la incomodidad y necesidades que son
inexcusables en los principios de una residencia como ésta, y las difi­
cultades que tuve que vencer para tirar a la gente del monte, que por
lo común son mayores de lo que se puede concebir, por quien no sa­
be por experiencia cuánto cuesta sacar a los que vuelven al monte
abandonando un pueblo».
El primer empeño del P. Iriarte íué congregar a todos los Paya-
guas en un mismo pueblo para instruirlos con más facilidad. Muy
pronto sin embargo tropezó con la oposición irreductible que dividía
a los Paj'aguas en dos bandos o parcialidades irreconciliables, sin
más fundamento que la mutua persuasión de que se perseguían con
brujerías y hechizos los unos a los otros. Comprendió el Padre, que
aunque en realidad todo era pura aprehensión, era imposible, dado
el estado de ánimo en que se hallaban, obligarles a vivir en un mis­
mo pueblo. Tuvo, pues, por bien permitir que hiciesen dos pueblos
uno en el sitio ya escogido antes, y otro en la boca del río Oravueya,
al que dió el nombre de Santos Angeles. Apenas los indios supieron
esta determinación, salieron del monte las dos parcialidades a esta­
blecerse cada cual en el pueblo que le correspondía. Audando los
años, estas dos reducciones adelantaron mucho. Cuando el P. Bren-
tan hizo la visita de las Misiones en 1744, Nuestra Señora de los
Angeles pasaba de 280 almas, y eran como unas 150 las que se ha­
llaban en los Santos Angeles.

3— Estando bastante bien establecidos estos dos pueblos de los


Payaguas, el P. Iriarte íué destinado a adelantar los pueblos de los
Encabellados, formados por el P. Maroni y privados de misionero
desde que éste tuvo que salir a curarse a Quito. Pareció al P. Su­
perior que nadie mejor que el P. Iriarte podía cuidar de estos pue­
blos por tener mucha práctica de los indios y saber a perfección la
lengua de los Encabellados. Llegó el P. Iriarte a San Pedro del
Aguarico por Marzo de 1741, y este mismo año agregó a la gente
del pueblo varias familias, de manera que se mantenían fijas en la
reducción al pié de 180 personas. Por las excelentes condiciones de
aquel pueblo de suelo sano, llano y extendido por más de medio día
de camino, con puerto seguro, con caza y pesca abundante, se propu­
so el misionero atraer poco a poco a San Pedro los habitantes de los
pueblos vecinos de San Miguel y San Bartolomé. Pero era menester
lr poco a poco y dar lugar al tiempo, para que los indios se fuesen
— 4Ö 4 —

acostumbrando a vivir en poblaciones despejadas y perdiendo Ia»f¡.


ción que tenían a sus madrigueras de los montes.
La tribu de los Encabellados era quizás la más extensa y pobl».
da de las que hasta entonces habían evangelizado nuestros misione-
ros; porque se extendía desde la cordillera oriental hasta la confluen-
eia del Putumayo en el Marafión, ocupando el inmenso trecho com-
prendido entre el Ñapo y sus afluentes y el mismo Putumayo. En
general las diversas parcialidades de Encabellados se mostraban no
sólo dispuestos sino también deseosos de reunirse en pueblos; pues
se habían dado cuenta de la ventajas evidentes que reportaban de
vivir vida racional y cristiana. Pero esta buena disposición, que hu­
biera de suyo facilitado en gran manera el trabajo de nuestros P¿.
dres, estaba contrarrestada por la repugnancia casi invencible que
una parcialidad sentía para cohabitar con otra en un mismo pueblo,
aun en el caso de que tuvieran entre si relaciones de amistad o pa­
rentesco. Nacía esta dificultad del absurdo temor que tenían los
unos de ser víctimas de las brujerías de los otros. Mucho tuvieron
que lidiar contra este prejuicio los PP. Iriarte y Bastidas, y en no
pocas ocasiones tuvieron que condescender con los indios y consen­
tir que cada parcialidad formase su pueblo propio, con lo cual se
multiplicaban los cuidados y las fatigas del ministerio apostólico.
Para dar una idea de cuáles y cuántos eran estos, pondremos aquí
lo que hubo de padecer el P. Bastidas en la fundacióu de Santa Ma­
ría de Guayoya. Tuvo noticia el misionero de que una parcialidad
bastante numerosa gobernada por el cacique Guanzamoya, vivía en
un paraje bastante distante del pueblo de San José. «Deseoso de
tirarle a este pueblo, entró por el río Guayoya con las incomodida­
des y molestias que llevan ordinariamente estas entradas. Cuando le
pareció conveniente, según las confusas noticias que tenía del caci­
que Guanzamoya, saltó en tierra y comenzó a abrir camino por los
bosques cortando árboles y rompiendo ramas, remudándose la gente
por no rendirse a la fatiga que duró por muchos días. Fuera del tra­
bajo de abrir camino por bosques cerrados y sombríos, pasaron to­
rrentes de mucha profundidad por puentes de palos, atravesando
lodazales, con el agua hasta la rodilla, y tal vez hasta la cintura, y
lo que era más penoso, pisando por espinas cuyas puntas se clava­
ban, sin poder excusarlo, por no ver el sitio donde se pisaba a causa
del agua y barro. El mantenimiento se reducía a plátanos verdes y
tal cual pez que se pescaba en las quebradas, o algún mono que se
cazaba en el monte. La cama fué siempre el duro suelo, o a lo más,
una piel presa de dos palos, sin más cubierta ni ropa que la que lle­
vaba cada uno sobre sí y sin más casa ni techo que el cielo. Estas
son las penas, incomodidades y trabajos que acompañaban a los mi­
sioneros en las entradas frecuentes a los gentiles, en las cuales se
necesita de grande ánimo y coraje, de mucha caridad y celo, de una
mortificación universal y continua, especialmente cuando se camina
sin destino cierto y ha de durar el viaje por muchos días. Pero el
P. Bastidas, ensayado ya en otros viajes, y aun curtido con la fre*
-4 6 5 —

cue„c¡a de estas correrías, aguantó ésta, aunque penosísima, hasta


jar con la gente deseada», (i)
Con éstos y semejantes trabajos fundó en estos años el P. Iriar-
te varios pueblecitos, los principales de los cuales fueron, Corazón
de María de Zancora, Santa Teresa de Puequeya y Santa Cruz de
Murnus, formado por indios remontados de las reducciones francisca­
nas del Putumayo. Este último pueblo tuvo vida efímera, a pesar
de ía buena voluntad de sus moradores, a causa de la temeridad y
desmanes de un fraile inquieto, que contra la voluntad de sus Prela­
dos se llevó a la fuerza la gente del pueblo para establecerla en otra
p arte .
El P. Iriarte pudo dar un impulso tan vigoroso a la reducción
de los indios que poblaban la cuenca del Ñapo, gracias a la ayuda
valiosa que le prestó el Hermano Coadjutor Santiago Bastiani. Este
buen Hermano tomó sobre sí la tarea difícil y penosa de hacer las
entradas que precedían de ordinario a la fundación de un pueblo y de
ir en busca de los indios remontados, hasta dar con ellos y volver a
traerlos a la reducción de donde se habían fugado. Fué incansable
en este ministerio y recorrió durante muchos años los bosques del
Ñapo y del Aguarico con grandísimo fruto; pues Dios le había dotado
de una rara habilidad para aficionar a los indios a la vida civilizada.
Mientras el P. Iriarte trabajaba gloriosamente entre las parciali­
dades más septentrionales de los Encabellados, situadas en las cabe­
ceras del Ñapo y en la cuenca del Aguarico, el P. Miguel Bastidas
extendía las conquistas del Evangelio en el centro de la misma na­
ción. El primer pueblo que fundó en estas partes fué Santa María
de Guayoya, de que ya hemos hablado, a este siguieron San Juan
deAipayacu y Nuestra Señora de los Dolores, que después trocó su
nombre en el de la Soledad.

4 — El nuevo gobernador de Mainas, D. Juan Antonio Toledo


hizo por estos años una visita a los pueblos más recientes del Ñapo
y del Aguarico, que se hallaban en el extremo Norte de su goberna­
ción y confinando con la de Popayán. Vino en compañía del P. Car­
los Brentan, y después de subir el Ñapo hasta la desembocadura del
Aguarico, navegó siete días, agua arriba, por este río, tomando pose­
sión en nombre de su Majestad Católica de los pueblos que iba en­
contrando en su ribera. Para la toma de posesión solemne de toda
la región convocó a los caciques al pueblo de San Estanislao.
Llegado el día señalado, «mandó el gobernador hacer señal para
que todos los indios de la armada tomasen sus armas respectivas y
Se‘s soldados españoles sus fusiles. Puestos en orden comenzaron a
marchar, formando dos alas con dos banderas correspondientes a dos
pedias compañías de arco, flecha y estólica la una, y de lanzas y
dardos la otra. En cada una sonaban cajas y pífanos, y ocupaban el
*ugar correspondiente los capitanes y sargentos con sus esportones y (I)

(I) Chantre, o. e., lib, 8, c. 5; 37 9-80.


— 466 —

alabardas, y los alféreces con sus banderas. El sargento mayor ib»


al frente vestido de militar, y el último de todos el gobernador con
uniforme lucido, a quien hacían la corte los seis soldados españoles
tres por cada lado, con sus fusiles al hombro. En este orden llegaron
a paso militar, grave y uniforme a la plazuela que correspondía a la
puerta déla iglesia. Cesaron cajas y pífanos y quedando todos en
pie, puestos en dos ñlas, con sus armas en las manos, hizo llamar el
gobernador por sus propios nombres los a caciques de los pueblos, y
mandó que se pusiesen a su lado en medio de las dos compañías.
Luego fué preguntando acáda uno en particular si se daba por amú
go de los españoles y si quería reconocer vasallaje al rey de España.
Los caciques ya prevenidos por el P. Martín Iriarte, su misionero
que les proponía en su lengua las preguntas del Sr. Toledo, respon.
dieron a uno y otro punto que sí querían, y añadían la súplica de que
en nombre de su majestad los tomase debajo de la protección real.
Yo, prosiguió el gobernador, en nombre de mi rey, amo y señor o»
tomo debajo de su real protección y os recibo por vasallos volunta­
rios de su corona, declarándome en su nombre amigo de vuestro«
amigos y enemigo de vuestros enemigos, y os pido en señal de fide­
lidad que tenga fuerza de juramento, el que paséis por debajo de
aquellas banderas y volváis a poneros delante de mí, y que llevéis a
bien os ponga en la cabeza este bastón que me autoriza en el oficio
de gobernador de estas tierras por S. M. Católica.
Como estaban los indios bien instruidos y oían estas intimacio­
nes en su propia lengua, comenzaron a caminar con despejo, acom­
pañados de los soldados españoles y con pífanos y cajas por delante.
Al llegar a las banderas hicieron su acatamiento como a la persona
del rey, y los oficiales les tremolaron y batieron por encima de las
cabezas de los caciques, y poniendo en ellas el asta de las banderas
las recogieron.
Vueltos a su sitio los principales, hicieron reverencia al goberna­
dor, que fué tocando a cada uno en la cabeza descubierta con el
bastón de su oficio. Hecha esta ceremonia, tendió el bastón en tierra
y tomando un puñado de ella la esparció por las cuatro partes, di­
ciendo por tres veces: iViva el Reyl A la última respondió toda la
gente: jViva, viva, vivai El escribano tomó luego testimonio en for­
ma del acto de posesión, con testigos y juramentos, y fué abrazando
a cada uno de los caciques, haciéndoles entender lo que significaba
aquel abrazo, que era señal de amistad, felicidad y buena corres­
pondencia.
Dió por último nueva señal de silencio el gobernador, y empe­
zando por el más antiguo, fué llamando a los caciques, y como iban
llegando, daba a cada uno el bastón que tenía prevenido, diciendo al
entregarlo: en adelante, seréis gobernador de vuestro pueblo, conio
nombrado por quien tiene potestad para ello. A Zairaza cacique de
San Estanislao, indio de más capacidad que los demás, no solamente
le hizo gobernador particular de un pueblo como a los otros, pef°
aun le señaló, a lo que parece, por su teniente en todo el río de
Aguarico, con superioridad a todos los demás.
— 467 —

Concluida la ceremonia y hecha la señal de marchar, dieron


vuelta al pueblo al son de cajas y pífanos hasta llegar otra vez a la
puerta de la iglesia, en donde a la gente del lugar y a la que había
venido de los otros pueblos, hizo el misionero un razonamiento bre­
ve en que le explicó lo que significaba y a que se dirigía aquella seria
(unción, y le puso delante la obligación de obedecer al rey y a sus
ministros, y la fidelidad que debían a los españoles. Ultimamente,po­
niéndose todos de rodillas, entonó el misionero el “ Alabado” en vez
del f e Deum laudamus, que cantaron según costumbre; y acabado,
se volvieron con el mismo orden con que habían venido, concluida
la función a gusto de todos», (i)
Hizo profunda impresión en los indios esta ceremonia, y el go­
bernador, que era verdadero caballero cristiano, aprovechó esta bue­
na coyuntura para encarecer a todos la sujeción y respeto a los Pa­
dres misioneros. Los efectos de esta visita perduraron en los años
siguientes y contribuyeron al feliz desarrollo de estas reducciones.(I)

(I) Chantre, o. c., lib, 8, c. 6; 384-85.


CAPITU LO OCTAVO

P R IM E R O S M IN IS T E R IO S E N T R E LOS IQU ITOS

SUMARIO: 1. D. José Bahamonde y sus tentativas de entrada a los indios !qu¡.


tos.—2. Ei P . Iriarte consigue reducir a los Iquitos Maracanos.—
3. Fundación de San Javier de Maracanos.

CHANTRE, Historia de las Misiones de la Compaiiía de Jesús en el Maraüón español, lib . 7, ce. 8 y 9¡
lib. 8, c. 7.-ARCHIVO S. J.

i — De tiempo atrás los misioneros habían fijado su atención en


los indios llamados Iquitos y también Pucaumas, o sea Cabezas ro­
jas, por la costumbre que tenían de pintársela con achote. Esta tribu
belicosa habitaba a orillas del Nanay, a tres o cuatro jornadas, rio
arriba, de la desembocadura, y hasta entonces se había mostrado
refractaria a la penetración de los misioneros. El P. Visitador An­
drés de Zárate se propuso dar principio personalmente a la conquista
espiritual de estos iudios, y con este inteuto organizó una pequeña
expedición. Los resultados, como vimos, no respondieron a las espe­
ranzas y nada se consiguió por entonces. Mas, Dios nuestro Señor
dispuso las cosas de manera que el bien que se pensaba hacer a los
Iquitos, se hiciese a otros indios a quienes no se buscaba y en cuyas
tierras fueron a dar los de la expedición por una feliz casualidad.
Eran estos indios los Napeanos, de índole dócil y sencilla, los cuales
aceptaron sin dificultad congregarse en un pueblo, que se puso bajo
la advocación del apóstol San Pablo. Señaló sucesivamente el P. Vi­
sitador para cuidar de los recién reducidos a dos misioneros vetera­
nos y muy prácticos en los trabajos que requiere la instalación de
un nuevo pueblo. Pero no pudiendo ir por entonces ni el uno ni el
otro, hízose cargo finalmente del pueblo un clérigo quiteño llamado
Don José Bahamonde.
No era nuevo en las Misioues este buen sacerdote. El año i72^
había venido a ellas acompañando como mozo al P. Carlos Brentan.
Dotado de buen ingenio y de un carácter afable y comunicativo,
principió a prestar exceleutes servicios a los misioneros en varias ex­
pediciones. Reparó el P. Brentan no sólo en las buenas prendas del
joven Bahamonde, sino también en el celo y espíritu con que se apli­
caba al culto espiritual de los indios, y juzgando que podía llegar a
ser un día auxiliar eximio de los misioneros, le mandó estudiar y pre'
pararse como pudiese para el sacerdocio. En 1736, recibió en Quito
— 469-

las sagradas Ordenes a título de misionero de los indios infieles del


Marañón. Trabajó desde entonces como uno délo mejores operarios,
« con su prudencia y pericia en aprender las lenguas de los indios,
adelantó gloriosamente la empresa de la reducción de los infieles.
Más aún, en momentos de gravísimos apuros fué el instrumento de
que Dios se valió para evitar lamentables fracasos. Dios nuestro Se­
ñor premió sus insignes virtudes y los grandes trabajos que arrostró
para la conversión de los indios, abriéndole las puertas de la Compa­
ñía, como él ardientemente lo deseaba, pero sin atreverse a pedir su
admisión por ser de nacimiento ilegítimo. El P. General informado
de los relevantes servicios y apostólico celo del presbítero Bahamon-
de, escribía al P. Provincial en carta de 25 de Marzo de 1741:
«A D. José Bahamonde dispenso en el impedimento de ilegítimo pa­
ra poder ser recibido en la Compañía, ya que este ejemplar y celosí­
simo sacerdote con tal empeño ayuda a nuestros misioneros en la
instrucción de los indios». Recibida esta respuesta, pasó D. José a
la reducción de San Joaquín de Omaguas, para hacer allí su novicia­
do bajo la dirección del fervoroso P. Adán Widman. Víctima, años
adelante, de la expulsión de Carlos III, murió en el destierro de Ra-
vena, el 11 de Mayo de 1786.
Pero volvamos a nuestra narración. Cuando Don José Baha­
monde llegó a San Pablo de los Napeanos, éncontró que los trabajos
para la formación del pueblo estaban bastantemente atrasados. No
decayó por esto de ánimo el misionero. En los seis primeros meses,
al mismo tiempo que daba calor al negocio de la fundación, se hizo
dueño de la lengua napeana, que llegó a hablar con rara maestría.
Procedió luego con tanto acierto y buena maña, y se hizo querer de
tal modo de los naturales, que en pocos años, logró lo que apenas se
había visto en otras fundaciones, el formar un pueblo cabal, que en
nada cedía a los más antiguos en cristiandad y buena organización.
Los Superiores habían encargado a Don José que no perdiese de
vista la reducción de los Iquitos, vecinos de los Napeanos. La em­
presa se presentaba llena de dificultades; pues otras dos expediciones,
que se habían hecho después da la del Visitador habían.tenido un éxito
tan desgraciado que se asemejaba a un desastre. A fin de proceder so­
bre seguro, informóse Don José de sus Napeanos acerca de los usos y
costumbres de los Iquitos. Por ellos supo, entre otras cosas, que si
bien estos infieles eran valientes y arrojados, eran con todo inferio­
res a los Yameos, los cuales con su táctica y destreza en armar em­
boscadas, casi siempre habían salido vencedores en sus frecuentes
encuentros con los Iquitos. Más aún, los mismos Napeanos se ofre­
cieron espontáneamente a ayudarle en la pacificación de sus beli­
cosos vecinos.
No necesitaba más Don José Bahamonde para acometer la em­
presa de ganar aquella nación para nuestra santa fé. Determinóse
a hacer la prueba de irlos a buscar en sus propias tierras, acompaña­
do de algunos indios Napeanos, y con una escolta de Yameos. En el
primer viaje los indios pudieron apresar a dos muchachos, el uno de
unos doce años y el otro de uuos catorce. Don José los acarició y so­
470 —

segó a fuerza de regalos. Por este medio consiguió que los dos joven,
citos volviesen a sus casas contentos y ufanos, llevando con mucho
cuidado las cosillas que les habían obsequiado.
Surtió buen efecto esta embajada, y no pocos Iquitos se acerca-
ron entre recelosos y admirados al misionero. Este les hizo nmy
buen trato, según su pobreza. Pero ni en esta ni en otra segunda
entrada pudo lograr que se redujesen a población; sólo dieron algu.
ñas débiles esperanzas para lo venidero. Con estas esperanzas entró
tercera vez y halló que otros Iquitos, diferentes de los que había
visitado en otras ocasiones, querían reunirse y formar una población.
No desperdició Don José Bahamonde la ocasión propicia y dió
principio a un pueblo con el nombre de San Juan Nepotnuceno, en
el cual a los pocos meses se juntaron un mediano número de gente
y las. casas y sementeras correspondientes. Con este ejemplo algunos
otros Iquitos,que hasta aquí se habían mostrado reacios, consintieron
en juntarse en otro sitio sobre el río Nanay, a tres días de camino de
San Pablo de Napeanos. Recibió este segundo pueblo el nombre de
Santa Bárbara de Iquitos.
Pronto corrió entre las demás parcialidades de los Iquitos la
noticia de los dos nuevos pueblos y de las ventajas que en ellas ha­
bían encontrado los que se habían reducido. Una parcialidad muy
numerosa llamada de los Maracanos, que vivía junto al Necamumu,
afluente del río Blanco, emprendió un largo viaje hasta Santa Bárba­
ra, para cerciorarse por sus ojos, si era verdad todo lo que contaban.
Agradó mucho al misionero esta visita, y como eran muy
numerosos, juzgó que sería mejor formasen una nueva población
en sus propias tierras. Con este intento se puso en camino en
compañía del Hermano Santiago Bastiani. Después dos días de
navegación por el río Nanay, penetró en el río Blanco, subiendo des­
pués tres días por este río hasta encontrar el río Necamumu, y subió
por él dos días, sin saber a punto fijo si estaban en tierras de los Ma­
racanos o de otros infieles. Los Napeanos, que llevaban consigo,
reconocían de vez en cuando el terreno para ver si encontraban algu­
na gente, hasta que descubrieron una choza, en la que por)el murmu­
llo conocieron que era poca la gente que había dentro. Los indios
contraviniendo a las recomendaciones expresas del misionero come­
tieron la imprudencia de asaltar la casa para apoderarse de la gente
que ahí estaba. Esta acción tan inconsiderada dió al traste con la ex­
pedición, porque los Maracanos viéndose atacados, se defendieron
briosamente, y después de matar a un Napeano huyeron para po­
nerse en salvo. D. José Bahamonde viendo la cosa perdida, mandó
que se embarcasen todos para volver a Santa Bárbara. A la mañana
siguiente les siguió una partida de indios, procurando hacerles todo el
daño posible, y uno de ellos se acercó tanto a la canoa del misione­
ro, que el Hermano Bastiani se vió obligado a descargarle una per­
digonada. Se detuvo el indio, al verse bañado en sangre,y los demás
huyeron a la desbandada.
Al año siguiente de 1742, se tuvo por conveniente hacer una
entrada contra los Iquitos Huasimoas. Tomaron parte en esta expe-
— 471-

jición el Gobernador de Mainas, D. Juan Antonio de Toledo, el


p. Brentan, D. José Bahamonde, 8 soldados de Borja y un núme­
ro co¡npetente de indios cristianos de varias reducciones. Habien­
do llegado el ejército a sus tierras, se formó el real. Pero antes de
usar ninguna violencia dispuso con muy buen acuerdo el Goberna­
dor que D. José Bahamonde entrase con un centenar de indios a
convidarlos a que hiciesen las paces. La suavidad con que D. José
trató a los infieles y algunos donecillos con que les agasajó, consi­
guieron lo que no se hubiera alcanzado por medio de las armas.
Tres tribus de mucha gente, se rindieron inmediatamente prome­
tiendo juntarse en pueblo, y fueron a rendir la obediencia al Sr. Go­
bernador. Los Padres bautizaron a todos los párvulos con el grato
beneplácito de sus padres. El Gobernador señaló el sitio de dos
pueblos, pero, por diversas causas, éstos que habían principiado con
tanta felicidad, no llegaron a sazón y nunca acabaron de formarse.

2 — Como queda dicho, en 1743, Don José Bahamonde recibido


ya en la Compañía, se retiró a San Joaquín de Omaguas, para hacer
su noviciado. Vino a ocupar su lugar en San Pablo de Napeanos el
P. Martín Iriarte.
Venía el nuevo misionero, aún no bien repuesto de la grave
enfermedad que contrajo en las reducciones de los Encabellados.
Con todo, no perdonó trabajo para adelantar a este pueblo eu la
doctrina cristiana y buenas costumbres, así como a los de San Juan
Nepomuceno y de Santa Bárbara de Iquitos, que tenía a su cargo.
Más aún, resolvió intentar nuevamente reducir a los Iquitos Mara-
canos, más enemistados que nunca, desde la fracasada expedición
del P. Bahamonde y del Hermano Bastiani,
Con la mucha experiencia que tenía de las entradas en orden a
la conversión de los infieles, en vez de ir a los Maracanos con algu­
na escolta, aunque fuese de solos indios, buscó otro medio que dió
muy buen resultado. Tenía en uno de sus pueblos un indio Iquito
ya cristiano, valiente y muy fiel, incapaz de ninguna bajeza, el cual
estaba casado con una mujer de la parcialidad de los Maracanos.
Determinó el P. Iriarte enviar a estos dos como embajadores a su
propia nación para convidarlos a hacer las paces con los cristianos.
Instruyóles bien acerca de lo que debían hacer para ganar la volun­
tad de sus paisanos y les proveyó de algunos regalillos para distri­
buirlos por vía de agasajo. Las cosas sucedieron como el misionero
lo había esperado. A las pocas semanas pudo ir a visitar a los Mara­
canos en sus tierras. Estos prometieron formar su pueblo, al que el
misionero llamó Sagrado Corazón de Jesús de Maracanos; hecho esto
se volvió a San Pablo de Napeanos después de bautizar a algunos
párvulos.

3 — Casi al mismo tiempo que se iba conquistando las tribus de


los Iquitos.se dió principio de la conversión de los indios Urarinas,pu­
diéndose formar con ellos un nuevo pueblo bajo la advocación de San
Francisco Javier. Vivían los Urarinas en las cabeceras del río Cham-
— 472

bira entre el Pastaza y el Tigre, y según era voz común,esta nación


era muy numerosa.
Su evangelización fué obra del P. José de Albelda, quien entró
a sus tierras en 1737, con una escolta de Cocamas y de Itucalescris­
tianos, que tenían relaciones de parentesco con los Urarinas. Salió el
P. Albelda de L a Laguna, y a los tres días de bajada por el Marañón
llegaron a las bocas del río Chambira. Subieron por él por espacio
de veinticinco días sin hallar rastro ninguno de infieles, y habían
perdido ya toda esperanza, tanto más que se les iban acabando los
alimentos, cuando llegó al mejor tiempo una buena provisión de v(.
veres, que el P. Albelda, hombre práctico en esta clase de viajes,
había hecho preparar de antemano, encargando que los subiesen río
arriba. Con este socorro se animaron todos a pasar adelante, y quiso
Dios que a poca distancia del lugar de donde querían volver, se ha­
llasen huellas frescas y rastros de gentiles cercanos. Les siguieron
con cuidado hasta llegar a las casas de los Urarinas, y lograron por
los medios ordinarios de blandura y donecillos, la amistad de toda
aquella nación, que era de buena índole, genio pacífico, sosegada y
laboriosa.
Entablada la paz con los Urarinas y habida la promesa de que
formarían su pueblo, volvió el P. Albelda a La Laguna desde donde
hizo frecuentes excursiones a sus nuevos neófitos, a pesar de los ma­
lísimos caminos que tenía que atravesar. Por fin pudo formar un
pueblo hermoso en la banda austral del río Chambira, al que dió,
como dijimos, el nombre de San Javier de Urarinas. En 1756 los
Urarinas trasladaron su pueblo a la orilla derecha del Marañón, fren­
te a la boca del río Chambira y dos años más tarde lo pasaron dos
días de camino Marañón arriba, y allí permaneció hasta la expulsión.
CAPITU LO NOVENO

trabajos y tr ibu lacio n es de los misioneros en los


AÍÍOS 1743 A 1750

SUMARIO: 1. Muerte gloriosa del P . Francisco del Real y pérdida de una par­
te de las reducciones del Ñapo y del Aguarico.— 2 . EI P . Martín
Iriarte restaura los pueblos destruidos.—3. Graves imprudencias del
H. Salvador Sánchez.—4. Dificultades en la conversión de los Paya-
guas; incendio de La Laguna.—5. Acusaciones calumniosas contra los
misioneros.

VF.LASCO, Historia. . . .Crónica....años 1744 - 1 7 4 5 .—CHANTRE, Historia de las Misiones de la Com-


fiiia de Jesús en el Marañen español lib . 8 , cc. 8 -1 4 .—ARCHIVO S . J.

i —Al P. Martín Iriarte, que tuvo que salir de los pueblos del
Ñapo y del Aguarico por sus achaques, sucedió el celosísimo P. Fran­
cisco del Real, joven sacerdote que acababa de ordenarse el 6 de
Enero de 1743. (1)
Llegó este apostólico varón a San Miguel de Ciecoya, que era
el lugar de residencia del misionero de Encabellados, por Julio de
1743. y se entregó desde luego con grande fervor a las ocupaciones
del sagrado ministerio. Pronto se dió cuenta del estado de todos los
pueblos que tenía a su cargo, y se propuso adelantar a cada uno con
la mayor diligencia posible. Se esmeraba de un modo particular en
la formación de los niños y niñas, segura esperanza del pueblo en lo
futuro. Para la educación de los niños, fundó una escuela en la que
además de explicar la doctrina cristiana, se procuraba enseñarles la
lengua general del Inga, y a los más listos y despejados el castellano.
Cuidaba también de adiestrarles en oficios manuales, que les fuesen
provechosos.
Aunque los indios en general estimaban y querían a su misione­
ro, no faltaban algunos mal avenidos con los mandamientos de la
ley de Dios, que deseaban sacudir su yugo para vivir a sus anchas.

(I) El P. Francisco del Real había nacido en el Genovesado, a 13 de Enero de 1706. Jo-
' tn l'on pasó a Cádiz con el intento de hacer fortuna en España. No hallando la oportunidad
Sue nobía esperado para adelantar sus negocios, se embarcó para Panamá, donde tampoco le favo-
15e10 la suerte. Allí trató con el P. Cayroni el cual le movió a entrar en la Compañía. Vino a
VMo y el P. Andrés de Zárate le admitió el 14 de Marzo de 1737. Apenas ordenado de sa-
r(lote pidió y obtuvo ser enviado al Marañón.
474 —

A la cabeza de los descontentos se hallaba un indio malvado e ¡n-


signe embustero, llamado Curuzaba, que dió en inquietar al pueblo
sembrando el rumor de que el Padre les engañaba, a fin de.entregar’,
les a los españoles como esclavos. Y como por este tiempo habla
mucho trajín de canoas que subían y bajaban por el Ñapo, a causa
de la entrada del Gobernador D. Antonio de Toledo, Curuzaba apro-
vechó, esta circunstancia para hacer creer a los indios que todo este
movimiento no tenía otro fin que recoger españoles y caer con todos
para cautivar a los naturales. Con tan maliciosos chismes se fué
alborotando la gente, y con más secreto del que se pudiera esperar
de hombres tan rudos, quedó tramada la conjuración.
El 4 de Marzo de 1744, a poco más de media hora de haber
anochecido, los sublevados cercaron la casa del misionero. Hallába­
se éste algo indispuesto, y así los recibió sentado en su camilla con
el rosario en las manos. De esta manera los indios pudieron cercarle
con toda facilidad, y mientras el santo varón hablaba con ellos ami-
gablemente sin recelar ninguna traición, Curazaba sacó una terrible
macana,que llevaba oculta y le asestó un fiero golpe en las sienes con
tanta fuerza que hizo estremecer la choza. Cayó en tierra el Padre
con el nombre de Jesús a medio pronunciar. Después de un rato los
indios que venían con Curuzaba rematarou a lanzadas al santo misio­
nero, que estaba ofreciendo su vida por sus verdugos. Mataron ade­
más a dos mozos que servían al P. Real y precipitaron sus cadáveres
en una quebrada. Ejecutadas estas crueldades, saquearon las pocas
cosillas que pudieron encontrar en la casa y profanaron los ornamen­
tos de la iglesia. Dieron luego fuego a las casas del lugar y se huye­
ron todos a sus bosques.
Pronto tuvo una vaga noticia de lo ocurrido el P. Joaquín Pie­
tragrassa, misionero del pueblo de San José. Al punto envió a algu­
nos indios para que averiguasen de cierto lo que había acontecido y
enterrasen a los muertos, si es que los había. Pero éstos, por el asco
supersticioso que tienen a los cadáveres de los que no son de su raza,
se contentaron con prender fuego a la casa del misionero donde se
hallaba el cadáver del P. Francisco del Real y el de uno de sus mozos.
Tres meses después del sangriento atentado un caballero flamenco
que acertó a pasar por el que había sido pueblo de San Miguel, reco­
gió los huesos calcinados del P. Real y los llevó a San José, donde el
P. Pietragrasa los enterró con el honor y reverencia que se merecían
estos sagrados despojos.

2— Tristísimas fueron para la Misión de los Encabellados las conse­


cuencias de esta sacrilega matanza. A causa de su carácter apocado
y pusilánime los indios de las demás reducciones temieron que los
españoles vengasen con terribles castigos a toda la nación la muerte
del misionero. Presa de terrible pánico y hostigados además por los
asesinos, los moradores de San Pedro, de Nombre de Jesús, de Santa
Teresa, de la Soledad, del Corazón de María y de San Estanislao
abandonaron sus pueblos y se remontaron a lugares inaccesibles, de
suerte que nunca se pudo averiguar el paradero de algunos de ellos.
- 475 —

El P. Pietragrasa consiguió con mucho trabajo conservar su pueblo de


San José de Guayoya; también permanecieron fieles los indios de
San Luis Gonzaga, de San Bartolomé de Necoya, de San Juan de
paratoas y de Santa María de Guayoya.
Honda pena causó a nuestros misioneros la muerte del P. Real,
la ruina de ocho pueblos y el peligro de perderse en que quedaban
tantas almas.
La Real Audiencia había mandado al Gobernador de Avila y Ar-
chidona que se formase un ejército suficiente para castigar a los au­
tores del atentado. Pero temiendo los Padres misioneros que este
plan tarde o nunca se llevase a cabo, como de hecho sucedió, deli­
beraron entre sí sobre el medio más conveniente para rehacer
aquellos pueblos y reparar tantas ruinas. Todos fueron de parecer
que, sin dar tiempo a los huidos a que volviesen a las costumbres de
su gentilidad, volviese el P. Martín Iriarte a los Encabellados, de
los que se había separado algún tiempo antes por motivo de salud.
El, en efecto, era el único que podía recoger otra vez a todos los
buidos, porque dominaba con perfección su idioma, y era de ellos
muy amado.
Llegó el P. Martín en 1745 a la reducción de Santa María de
Guayoya que se había manteuido fiel en la pasada sublevación, y to­
mó de este pueblo un número suficiente de indios para que le acom­
pañasen en busca de los remontados. El primer cacique de los huidos
con quien el misionero pudo avistarse fué el cacique de San Pedro
del Aguarico. Díjole el Padre que no se trataba de guerra, ni de
castigo, sino de perdón, puesto que los de San Pedro no habían te­
nido parte alguna en el crimen. Pidióle, pues, que volviese él y su
gente al pueblo abandonado. Apenas entendió el cacique que no se­
ría castigado, tornó a formar su pueblo en un cerrito que da vista a
la boca del Aguarico, más arriba de la junta de este con el Ñapo.
Con la misma facilidad logró el Padre atraer de nuevo a los in­
dios de Nombre de Jesús y de Corazón de María. En cambio los de
la Soledad se mantuvieron escondidos en sus bosques; de los de San
Estanislao, que habían perdido a su famoso cacique Zairaza, muerto
de pura melancolía y tristeza, sólo se recogieron algunas familias que
salieron a orillas del Aguarico. Los últimos en reunirse de nuevo
fueron los de San Miguel, donde se había perpetrado el crimen.
Prometióles el Padre el perdón, porque ya había podido averiguar
que los homicidas y autores de la rebelión pasada habían muerto
desastradamente. (1) Con esta seguridad salieron de sus escondrijos y
volvieron a formar su pueblo un poco más abajo del sitio donde se
hallaba el antiguo. Así se repararon, en parte por lo menos, las
quiebras ocasionadas por la muerte del P. Real y la desbaudada de
los indios.

(!) El principal culpable Curazaba hallándose un día en una choza del monte, revestido de
«na alba que había sacado del saqueo y envuelta la cabeza con una estola, se vio acometido
*n pleno día por unos gentiles amigos suyos, y uno de ellos le partió la cabeza de un hachazo.
Uieron también la muerte a su mujer y a otros de su parentela, llevando a vender a los demás a
bucumbíos.
— 476 —

3 — Pero Dios nuestro Señor, a lo que parece, había dispuesto


que la cristiandad en las partes del Ñapo y del Aguarico creciese y Se
afianzase en medio de las dificultades y tribulaciones. Porque aún
no estaba sosegada la deshecha tormenta levantada por la maldad de
Curazaba, cuando sobrevino otro grande trabajo.
Había trabajado y sufrido tanto el P. Joaquín Pietrograssa en
sostener a los indios de San José, para que no huyesen a los mon­
tes, y en aquietar a los demás pueblos, para que no se sublevasen
que enfermó de tanto afán y fatiga, y estuvo de tanto cuidado, que
el P. Superior se vió precisado a sacarle en 1746 a la reducción de
San Joaquín de Omaguas, de temple más sano y saludable. Por ra­
zón asimismo de salud, el P. Martín Iriarte tuvo que abandonar por
segunda vez las regiones del Ñapo y Aguarico, de suerte que las re­
ducciones de este partido quedaron sin sacerdote y al cuidado del
Hermano Salvador Sánchez, que había prestado buenos servicios al
P. Pietragrassa en la reducción de San José. Con estos antecedentes
el P. Superior juzgó que en tan críticas circunstancias la ayuda deP
Hermano Sánchez podía ser preciosa, como lo había sido la del Her­
mano Bastiani y de otros Coadjutores, que habían servido con nota­
ble celo y edificació'n en los ministerios que les habían encomendado.
Pero, así que se vió solo al frente de la3 reducciones el Herma­
no comenzó a descubrir su genio impetuoso e indiscreto y a dejarse
llevar de un celo imprudente, agravado por una notable dureza de
juicio. Había concebido el proyecto descabellado de limpiar de gen­
tiles la región del Ñapo y Aguarico, cautivándoles con la fuerza de
las armas. Quiso Dios que cuando, en compañía de una tropa de
indios bien armados iba a poner por obra este intento, para el cual
había prevenido buena cantidad de sogas con que amarrar a los pri­
sioneros, se encontró con el P. Iriarte, próximo ya a salir de aquellas
reducciones por el motivo que acabamos de indicar. E l Padre hizo
cuanto pudo para que desistiese de un modo de proceder tan ajeno
del espíritu evangélico y abiertamente contrario a las prescripciones
de los Superiores de la Compañía, que se habían reservado la facul­
tad de dar permiso para hacer entradas a tierras de infieles. Trabajo
costó al misionero impedir esta expedición. Pero, si en este lance le
pudo ir a la mano, no le fué ya posible, por haber tenido que reti­
rarse del Ñapo, estorbar otra de las ideas que el Hermano Sánchez
venía meditando de tiempo atrás. Era su intención sacar de los
pueblos recién formados a los mozos y mozas, y enviarles a Archido-
na y a otros pueblos antiguos, para que con el trato de cristianos
viejos, se amoldasen mejor a las costumbres cristianas.
Propúsose al mismo tiempo juntar, aunque fuese por fuerza, los
pueblos pequeños con los más numerosos, sin hacerse cargo de cuán
arriesgada y expuesta a disturbios era la ejecución de tales traslados,
como lo había enseñado una repetida experiencia. Fué increíble el
desasosiego que causaron en las reducciones las medidas del Her­
mano. Al querer sacar a los jóvenes para enviarlos a Archidona,
pueblo de Ñapo o Santa Rosa, casi todos se le huyeron dejándole
burlado, y al tratar de reunir varios pueblos entre s í, se le r e s i s t i e r o n
— 477 -

tan abiertamente, que por más que lo intentó no lo pudo conseguir


de ninguno. Los indios del pueblo de San Bartolomé que se preten­
día agregar a San José, se retiraron en masa a los bosques, y se es­
condieron de manera que no dejaron rastro, ni indicio de su paradero.
FȎ un verdadero milagro que con tantos desaciertos los indios no
quitasen la vida al H. Sánchez.

4— Mientras los misioneros lloraban las quiebras de las Misio­


nes del Ñapo y Aguarico, no faltaron trabajos en la Misión baja del
Marañón. El P. Superior Adán Widman los refiere asf, en su re­
lación de 23 de Noviembre de 1749: «Hablando ya de nuestros cate­
cúmenos y.reciéu bautizados, como son los Payaguas y Yameos que
empezaron a poblarse en sus mismas tierras, mucho se atrasaron
este año por las enfermedades, y más por haber enfermado de muer­
te los dos misioneros de estas reducciones nuevas. Y no es de admi­
rarse que se enfermen, atentas las desdichas, afanes y trabajos que
causan estos catecúmenos a los Padres, especialmente por su incons­
tancia. Los Yameos todavía como están inmediatos a los Omaguas,
viendo la vida y ejemplo de éstos, dan buenas esperanzas y prosiguen
de poblarse en dos parajes. La una parcialidad estaba ya algo dis­
traída y resfriada, por no descubrir sitio algo bueno para su reducción;
pero como lo hallaron este año y muy cómodo, en pocos meses lo
han desmontado, y supe después que ya tenían como trece casas, ya
empezadas, ya acabadas.. . De los Payaguas no sé lo que será. Todos
estos gentiles, especialmente los más retirados de la comunicación
con nuestros pueblos, se ríen, o no perciben o no quieren oír lo que
se les predica y enseña de nuestra fe, sino es como arriba tengo ad­
vertido, vean el ejemplo de otros cristianos más antiguos; y por eso
aunque salgan de sus retiros siendo convocados, y vengan a recibir
herramienta, luego se vuelven y no tratan sino de engañarnos. Si se
dejan allí en sus tierras, especialmente por razón de vivir ellos tan
divididos en ios montes, y siendo necesario para hacerse cristianos
el que se junten en un paraje para vivir en comunidad y enseñarlos,
como cuesta esto algún trabajo y se opone al amor del ocio y de su
vida brutal, no quieren reducirse a esto, mayormente no teniendo
ellos gobierno alguno, ni cabeza a quien obedecer. Por lo cual,aunque
después de repetidas instancias, visitas y regalos algunos se resuelvan
a hacer pueblo para ser cristianos, los otros lo repugnan, y aun los
mismos que hoy están bien dispuestos y resueltos, mañana ya se arre­
pienten y se retiran otra vez. Esto es lo que pasa con dichos gentiles
algo retirados y distantes de nuestros pueblos ya antiguos, como nos
lo enseña la experiencia de tantos años.
Aplicáronse con estos Payaguas en particular ya varios remedios
que parecía serían eficaces. Fuime allá, fuera de otras muchas veces,
especialmente en dos ocasiones, con harta gente para espantarlos
y amenazarlos que en caso que no quisiesen quedarse constantes, los
llevaríamos a otra parte. Duró poco este miedo; pues ellos fiados en
sus escondrijos de su montaña inacabable, luego allá mismo se volvie­
ron los más de ellos. No se ganó tampoco con este medio nada, sino
— 478 —

grandísimo trabajo para esta gente de la Misión; pues en ambas oca­


siones en que me fui allá con viracochas y hartas canoas... de vuel-
ta se me enfermó casi toda la gente, que echaba la culpa a que 10,
Payaguas los hechizaron, y no es creíble ni ponderable lo que se pa­
deció en este camino con tantos enfermos.. .He visto que, si estas
diligencias se hubieran de hacer más veces con estos Payaguas u
otros gentiles, se alborotaría finalmente la Misión, por ver que les
causamos tanto trabajo por reducir a los infieles y esto sin fruto...» (t)
Pero el principal trabajo se causó por haberse quemado en La
Laguna la iglesia, la casa del misionero y todo un barrio del pueblo
en que vivían los indios llamados Chepeos originarios del Ucayale.
Es el caso que el P. Ignacio Falcón, misionero de aquel pueblo,
estaba preparando una fiesta que debía celebrarse con mucha solem­
nidad dentro de pocos días. Había fabricado para el efecto una gran
cantidad de cohetes, por ser tan del gusto de los indios toda clase de
juegos pirotécnicos. Desgraciadamente,al probar uno de los llamádos
voladores, éste se le escapó del suelo donde lo tenía fijado y fué a
caer sobre el tejado de la iglesia, que era de hojas secas de palma.
Prendió el fuego al punto, y se propagó con tanta rapidez que no
hubo modo de contenerlo. Se quemó la iglesia con todo lo que con­
tenía, así como la sacristía y casa del misionero. El fuego se propa­
gó luego a las chozas y uno de los barrios ardió sin remedio. Ardieron
también 900 varas de lona, una gran cantidad de tabaco, muchas he­
rramientas con otras muchas cosas que perecieron o fueron hurtadas
por los indios. Pero la pérdida más irreparable fué la del Archivo que
allí se guardaba, porque los Superiores de toda la Misión solían resi­
dir de ordinario en La Laguna. Un sinnúmero de preciosos documen­
tos, que hubieran arrojado mucha luz sobre los acontecimientos que
se reseñan en esta Historia, fueron pasto de las llamas.
Muy sensible fué también para los misioneros, que las alhajillas
que los indios, para mayor seguridad, habían depositado en casa del
Padre, corriesen la misma suerte que las demás. Los Chepeos, que de
la noche a la mañana se encontraban sin casa, sin muebles y sin he­
rramientas para el cultivo de la tierra, se alborotaron contra el mi­
sionero, a quien hacían responsable del incendio, y de los daños que
se habían seguido. El pobre P. Falcón no estaba para serenarlos,
pues a vista del siniestro quedó como fuera de sf, y más al oír las fe­
roces amenazas de los Chepeos por las pérdidas que habían sufrido.
Fué menester que un indio Cocamilla se hiciese cargo del Padre y le
sujetase, pues daba muestras de haber perdido por completo el juicio.
El P. Superior que se hallaba ausente del pueblo, volvió a toda
prisa, apenas tuvo noticia de lo sucedido. Así que llegó, sosegó a los
Chepeos, prometiéndoles resarcirles los daños que habían sufrido.
Aplicóse, en efecto, a reconstruir las chozas quemadas y a propor­
cionar a los indios damnificados los muebles e instrumentos de tra­
bajo que habían menester.1

( 1) Archivo S,J.
— 479 —

El mismo P. Falcón, repuesto ya del enajenamiento mental cau­


sado por la impresión que recibiera en el incendio, levantó de nueva
planta una iglesia de tapiales, mejor que la primera, que no era sino
de bahareques. Cuidó asimismo de pintarla y enriquecerla con buenos
ornamentos; y cuando los Superiores le destinaron a Limaçon el car­
ga de Procurador, la siguió favoreciendo con nuevos donativos.

5 —Por estos mismos años ocurrió la espantosa avenida del Na­


po causada por la erupción del Cotopaxi, ocurrido el 20 de Noviembre
de 1744' Ya dimos cuenta en el capítulo quinto del Libro anterior de
los estiagos causados en las Misiones por esta creciente. Sólo añadi­
remos aquí, que el P. Javier Crespo, a cuyo cargo estaba la parroquia
de Archidona y su anejo Puerto de Ñapo se salvó de una manera pro­
videncial con visos de maravillosa. Hallábase en este último lugar
el 20 de Noviembre, fecha de la erupción, en compañía del Goberna­
dor de Quijos, D. Juan de Arteaga, y era su propósito permanecer allí
hasta el día siguiente. Mas, al llegar la tarde, experimentó una mo­
ción vehementísima de volver a Archidona y en ese mismo punto
resolvió hacerlo. Instóle el Gobernador a que se estuviese hasta el
siguiente día, y le respondió que no estaba en su mano el hacerlo,
porque el impulso interior era tan vehemente,para que partiese luego
que sin duda le significaba Dios alguna cosa grande que él no podía
entender por entonces. Al oír esto resolvieron, aunque era ya tarde,
el Gobernador y todos los españoles que allí se hallaban acompañar­
le hasta Archidona. A esta partida precipitada debieron su salvación,
pues a las pocas horas las aguas arrebatadas de la creciente lo arra­
saron todo. (1)
Otra contradicción que ejercitó, por entonces también, la pa­
ciencia de nuestros misioneros y Superiores, fué la absurda acusación
de que los Padres favorecían el contrabando con los portugueses del
Gran Pará. Dieron motivo a esta calumnia dos europeos de cuenta,
que subían por el río Ñapo con dirección a Quito trayendo consigo un
contrabatido nada despreciable. Al llegar a Archidona por ser tiempo
de lluvias torrenciales, temieron que se les dañasen las mercancías, y
no teniendo dónde depositarlas, se empeñaron en que el P. Felipe
Jara les guardase los fardos en la casa parroquial. Como el Padre se
resistiese, echando mano a las espadas, le obligaron por fuerza a re­
cibir los fardos que contenían el contrabando. El P. Jara dió cuenta
de lo sucedido al P. Provincial, con la primera oportunidad de correo
para Quito. Pero la carta del P. Jara, no se sabe por qué causa, en
vez de ser entregada al P. Provincial fué a parar a manos de los
Oficiales Reales. Estos enviaron al punto agentes suyos a Archidona
que decomisasen el contrabando que estaba todavía en la casa parro­
quial. Con esto principió a correr la voz en Archidona y en Quito
que el contrabando era de los Jesuítas, con haber sido bien conoci­
dos sus verdaderos dueños. Pasó la cosa tan adelaute que, a pesar de

(1 ) Velasco, H isto ria . . . . Crónica. . . . año 1744.


48o —

la evidente inocencia del misionero, el P. Provincial se vió obliga^


a desterrarle a lo más retirado del Marañón, donde se le formó caus»
por los jueces competentes, si bien no se le pudo probar culpabilidad
alguna. Hablando de este trabajo el P. General Francisco Retz, es­
cribía a 25 de Marzo de 1741, al P. Baltasar de Moneada: «Veo lo
que V. R. me dice de esas acusaciones y delitos, que contra algunos
de los Nuestros se han fingido. Yo admito la rectitud de las justifica­
ciones que V. R. me envía acerca de los acusados, Padres Hormae-
gui, Vicente Rojas, Felipe Jara, Jenaro Garofalo y el Hermano Pablo
Vila. Cuanto me es sensible tanta malignidad y con tanta publicidad,
tanto deseo que de esto mismo se saque el fruto de una especialfsima
advertencia y cuidado con el proceder, sin dar la más mínima som:
bra ni fundamento a semejantes ficciones».
Aunque ninguna ley ni divina ni humana prohibía a nuestros mi­
sioneros proveerse de los géneros que necesitaban, comprándolos a
los portugueses, que se los cedían en condiciones más ventajosas que
los españoles de Lamas o de Moyobamba, con todo para quitar a
nuestros émulos, aun el más leve pretexto de calumniar a la Compa­
ñía, el P. Viceprovincial Guillermo Grebmer impuso este gravísimo
precepto a 8 de Setiembre de 1748: «Pongo precepto grave de obe­
diencia de que uingún misionero, ni por sí, ni por otro cualquiera,
contrate con los portugueses, enviando géneros para abajo, o plata, o
comprando de los Frailes u otros portugueses cualquier género que
sea; y asimismo lo hagan observar a los que no son de la Compañía,
que no remitan plata u otros efectos para los portugueses para com­
prar o recibir géneros de ellos». (1)1

(1) Archivo S. J.
C A P IT U L O D E C IM O

V IS IT À D E L A S M IS IO N E S P O R E L D R . D IE G O R IO F R IO D E P E R A L T A

SUMARIO: 1. Es nombrado el Dr. Diego Riofrío para visitar las Misiones; su


Informe al rey.—2. Medidas propuestas por el Visitador para el ade­
lanto de las Misiones; estadística de los pueblos.

VELASCO, Historia. . .Crónica año 1 7 4 6 ,—ASTRAIN, Historiad« la Compañía de Jesús en la Asis


Itocia de España, V i l , lib . 2 , c. 7 .-A R C H IV O S . J .

i —Las calumnias de comercio y contrabando, de que hemos ha­


blado en el capítulo anterior, llegaron pronto al Consejo de Indias,
como no podía menos de suceder. Y aunque el Consejo tal vez no
les diese entero crédito, juzgó conveniente mandar un Visitador a las
Misiones del Marañón. En esta conformidad despachó una Real Cé­
dula el i i de Diciembre de 1742, al Sr. Obispo de Quito, D. Andrés
de Paredes y Armendáriz en la que se le «ordena y encarga informe
con toda individualidad del estado de las Misiones de su distrito, sus
principios y progresos, número de pueblos, la necesidad que haya de
enviar Religiosos,con expresión de lo que hubiere en cuenta a su Real
Patronato y tributos, con lo demás que le pareciere conveniente» (1)
Corno no pudiese el Sr. Obispo ir en persona por su avanzada
edad, nombró por Visitador al Sr. Dr. Diego Riofrío y Peralta, a la
sazón cura de la parroquia de Santa Bárbara de Quito.
No tuvo mayor importancia esta visita, pero queremos entresa­
car algunas noticias del extenso Informe que el Dr. Riofrío presentó
al rey en 1746, porque en él se da un cumplido testimonio del celo
de nuestros Padres.
Empezó la visita de nuestros misioneros por el curato de Archi-
dona, que estaba al cuidado del P. Javier Crespo, excelente Religioso
que lo tenía todo en muy buen estado. Prosiguió su viaje por el Ñapo
y a los cinco días tocó en el pueblo de San Miguel de Ciecoya; hallólo
desamparado y todas sus chozas quemadas. Saltando a tierra y regis­
trando el lugar encontró vestigios de una hoguera y en ella huesos de
dos personas, una escribanía descerrajada, libros desencuadernados,
dispersos varios papeles, y entre aquellos restos unos pedazos de so­
tana. Comprendió que allí había tenido lugar una sangrienta tragedia;
y al llegar a la siguiente reducción de San José de Guayoga, oyó de(I)

(I) Archivo S,J.


482 —

boca de su misionero el P. Joaquín Pietragrassa el relato del martirio


del P. Real, y cómo los indios de San José le habían estorbado el ¡r
a San Miguel para recuperar aquellos venerables restos.
Uno por uno fué reconociendo los pueblos de la Misión y en to­
dos halló que nuestros Padres atendían con esmero al culto divino
y al cultivo espiritual de los naturales. Le causó grata impresión ver
sobre todo, la decencia y ornato de las iglesias en aquellos pobres
pueblos de indios. «Las iglesias de las Misiones, dice se hallan aseadas
de adornos pobres, pero vistosos, que es lo que el país permite. En
las iglesias donde no hay recelo de la invasión de los infieles, tienen
el Señor colocado, valiéndose para la luz que mantienen de aceites
que sacan de simientes silvestres».
Hablando de nuestros misioneros se expresa de esta manera:
«Para subsistir en estas incultas montañas, no tienen más abasto de
carne que la de pájaros silvestres, papagayos, monos y puercos del
monte, tortugas y peje del río, plátanos y raíces silvestres; que todo
lo referido les traen los indios, no por obligación, sino por la contri­
bución que les hacen de lienzos de algodón para vestirlos, y hachas
y machetes para la labor del campo, harpones y anzuelos para la pes­
ca, de agujas y abalorios para el adorno de sus mujeres; y faltándo­
les esta moneda, carecen de los precisos alimentos, porque de la ciu­
dad de Quito, por la grandísima distancia y crecidos costos, no se les
puede conducir;.. .y aun de aquellos socorros anuales que les entran
pierden la mayor parte o todos e llo s...E n la estación presente se
hallan desprevenidos de todo lo necesario, así por la retención de sus
consignaciones en la Real Caja, que proviene de la presente guerra,
como por haber perdido la única hacienda que tenían las Misiones eo
las orillas del río de Tumbaco, que era de donde en defecto del es­
tipendio, se socorrían en alguna manera; y la pérdida fué tal, que no
deja esperanza de reparo, porque habiendo reventado el volcán que
asoló el Pueblo del Ñapo, la misma noche en las cabeceras arrasó di­
cha hacienda, dejando sólo la memoria donde había sido fundada ocu­
pando la madre del río el sitio de su fundación...»
Entre los elogios que tributa a algunos de nuestros misioneros,
es digna de mención la breve alabanza que escribe del P. Widman.
«En San Joaquín de la gran Omagua se hallaba por misionero el
P, Adán Widman, sujeto de tan grande espíritu como fortaleza. Su
iglesia era sin competencia la más decente de todas las que hasta allí
había visitado. Adornábase de varias pinturas dibujadas por el propio
misionero, que representaban los principales misterios de nuestra fé
y los novísimos, y las orlaban diversas flores y otros naturales visto­
sos atavíos. Los ornamentos para celebrar aseados, los libros de igle­
sia corrientes y todos los feligreses tan bien cultivados e instruidos,
que pudieran desconocerse a las puertas de Quito».
El Dr. Riofrío resume su impresión final con estas palabras: «To­
das las Misiones de la Provincia de Mainas están a cargo de la sagra­
da Religión de la Compañía; y según el gran fruto que han hecho y
hacen los pocos operarios que tienen, puede discurrirse, que si se
enviasen misioneros y dones correspondientes al abasto de la P r o v i n c i a
_ 4 83 —

estaría0 prontamente reducidas muchas de sus naciones., tanto por el


especial carácter de los Jesuítas para este ministerio, cuanto por ha­
berse manifestado estos indios más dóciles que otros».

2—En una segunda parte de su Informe propone el Visitador al­


gunas medidas que le parecen conducentes para «el alivio, subsisten­
cia y adelantamiento de las Misiones». La sustancia de estas medidas
se puede reducir brevemente a tres puntos principales.
Primero. En vez de pagar el saldo crecido de 2.000 pesos a los
Gobernadores de Mainas, muchos de los cuales suelen residir fuera
de su jurisdicción, sin preocuparse poco ni mucho de la reducción de
los indios a nuestra santa fe, se pudiera poner al frente del territo­
rio de Misiones un Justicia Mayor, con sueldo de 400 pesos y emplear
los 1.600 restántes en aumentar el sínodo de los misioneros. Con es­
to se pudiera aumentar el número de operarios evangélicos y sus po­
sibilidades de apostolado.
Segundo. Desmembrar la región del Ñapo y de sus afluentes del
Gobierno de Mainas y agregarie al de Quijos, cuyo Gobernador pu­
diera más fácilmente visitarla.
Tercero. Que el sínodo que el Real Erario paga a los misioneros
pueda tomarla el P. Procurador de las sumas que él debe entregar a
los oficiales Reales por los tributos de los indios. Con esto se simpli­
fica el pago de este sínodo el cual suele llegar a manos de los misio­
neros con meses y aun años de retraso.
Estas reformas propuestas por el Visitador, se las había su­
gerido probablemente el P. Brentan, el cual las había solicitado ya
en aíïos anteriores a la Real Audiencia de Quito. El Consejo las apro­
bó en principio, menos la última, pero aplazó su resolución para más
tarde. No sabemos que se llevasen a efecto en algún tiempo.
Reproduciremos finalmente aquí en sus puntos principales la mi­
nuciosa estadística que formó el Dr. Riofrío de los pueblos de las
Misiones.
Concepción de Archidona y anejos; P. Javier Crespo; 997 almas.
San Miguel y anejos: P. Francisco del Real, difunto; 2.063
almas.
San José; P. Joaquín Pietragrassa, 376 almas.
San Javier; Hermano Salvador Sánchez; 638 almas.
Borja y Anejos; P. Juan Magnin; 223 almas.
Concepción de Cahuapanes; P. Francisco Reen; 485 almas.
Concepción de Jeveros y anejos; P. Ignacio Mickel; 1.320 almas.
San Javier de Chamicuros y anejos; P. José Bahamonde; 336
almas.
Santo Tomás, San José de Andoas,Pinches y Gayes; P. Enrique
Franzen; 555 almas.
Presentación de Chayavitas y anejos; P. Ignacio Falcón; 672
almas.
La Laguna; PP. Adán Schaefgen y Guillermo Grebmer; 1.109
almas.
Nuestra Señora de las Nieves de Yurimahuas y anejos; P. Leo_
nardo Deubler; 534 almas.
San Javier de Urarinas; P. Francisco Pérez; 563 almas.
San Regis de Yameos; P. Sancho Araujo; 1.064 almas.
San Felipe de Amaonos; Hermano Juan Herráis; 205 almas.
San Simón de Nuahuapó; P. Sancho Araujo; 506 almas.
San Joaquín de Omaguas; P. Adán Widman; 896 almas.
San Pablo de Napeanos; P. Martín Iriarte; 545 almas.
San Ignacio de Pebas y anejos; P. Francisco Falconvelli; 605
almas.
Pueblos 40; además cinco que se están formando; cristianos,
9.856; catecúmenos, 2.939. Total, 12.853.
C A P IT U L O O N CE

P R I M E R O S T R A B A JO S D E L P . M A N U E L U R IA R T E

SUMARIO: 1. Los Padres Manuel Uriarte e Isidro Losa en los pueblos del Ñapo y
del Aguarico.—2. Atentado contra el P . U riarte.—3. Grave enfer­
medad del P . Uriarte y su traslado al Marañón.

URIARTE, Diario de un misionero de Mainas (Ms.) P. I. nn. 1-30.—CHANTRE, Historia de las


lisioaes de la Compañía de Jesús en el Maraúin español, lib. 9 .—ARCHIVO S. J.

i — En 1749, seis años después del martirio del P. Real, aún se


sentían en las reducciones del Ñapo y del Aguarico las funestas conse­
cuencias de la conjuración de Curuzaba. Los pueblos diezmados por las
epidemias y por las deserciones ofrecían el más triste espectáculo de
decadencia y de abandono. E l de Nombre de Jesús, que era el mejor
conservado, no contaba sino con un corto número de vecinos. Parecía
que esta Misión privada de sacerdote estaba condenada a desapa­
recer, cuando Dios la socorrió a fines de ese año con un refuerzo de
misioneros, entre los que venía el P. Manuel Uriarte, uno de los
operarios evangélicos que más se habían de señalar en los últimos
años de las Misiones. Había pedido varias veces al P. Provincial que
le destinasen al Marañón y luego de saberse en Quito la muerte glo­
riosa del P. Francisco del Real, renovó fervorosamente sus instan-
tandas, consiguiendo esta vez el logro de sus deseos.
Partióse de Quito el 25 de Diciembre de 1749, en compañía del
P. Isidro Losa y del Hermano Lorenzo Rodríguez. Después de des­
cansar uuos días en Archidona, para rehacerse de las fatigas del ca­
mino, el 20 de Enero los tres misioneros prosiguieron su viaje por el
Ñapo, hasta sus respectivos destinos. El P. Uriarte se quedó en Nom­
bre de Jesús con el Hermano Rodríguez y el P. Losa acompañado del
Hermano Salvador Sánchez pasó a Trinidad deCapocuy. Los nuevos
misioneros se consagraron fervorosamente a la ardua y penosa tarea
de levantar estos pueblos de la postración en que les habían dejado
las pasadas calamidades. No faltaron dificultades en estos principios.
Porque en la reducción de Nombre de Jesús se declaró, a poco de lle­
gar a ella el P. Uriarte una epidemia de catarros seguida de hemo­
rragias que dió bien qué hacer al Padre y al Hermano para dar
algún alivio a los enfermos. Pasado este trabajo, y cuando pensaban
tener algún consuelo, los del pueblo comenzaron a inquietarse, acha­
cando al Padre la culpa de la enfermedad. Vosotros nos habéis
— 4 86 —

traído el mal, decían los más viejos, y muerto a tantos; a nosotros


nos conviene irnos al monte. Con ésto no querían traer a los misio.
neros cosa de comer, de suerte que el Hermano tenía que buscar en
el bosque el sustento del Padre y el suyo. No costó poco trabajo so.
segarlos, pero, al fin, a fuerza de donecillos y de paciencia se fueron
ablandando y proporcionaban al Padre algún alimento, aunque a pre-
cios subidísimos.
Poco a poco consiguió entablar con regularidad la doctrina, el
rezo de las oraciones y las demás prácticas que se acostumbraban en
las reducciones, pero que los indios habían descuidado u olvidado,
desde el tiempo en que habían quedado sin misionero que les urgiese
sus obligaciones de cristianos.
Dado algún asiento a las cosas del pueblo del Nombre de Jesús,
empezó el P. Uriarte a discurrir acerca de la manera de recoger a los
indios que se habían huido al monte, a fin de restablecer los otros
pueblos del Ñapo y del Aguarico, que aún no se rehacían del todo
de sus anteriores desgracias. Había traído consigo, al venir al Ñapo,
a un buen hombre llamado José Vázquez, que se le había ofrecido
para ayudarle y servirle en su ministerio. Era persona de costumbres
ejemplares,muy dado a la oración y al recogimiento y al mismo tiempo
hacendoso y trabajador, por lo que todos le respetaban mucho. Pu­
do, pues, dejarle encomendada la reducción y emprender con el Her­
mano Rodríguez, su compañero, una gira por los pueblos comarcanos
con intento de hacer entradas a los montes a fin de reducir a los que
se habían fugado. Gastó toda la Cuaresma en estos viajes, en los que
tuvo mucho que sufrir por la poca experiencia que aún tenía de ellos.
Pero tantos trabajos no fueron estériles. Bautizó a muchos párvu­
los y a algunos adultos, celebró la Semana Santa en San Miguel,
donde se confesaron y comulgaron casi todos. Aunque no dejó de en­
contrar resistencia en algunos indios fugitivos para volver a juntarse
en sus antiguos pueblos, se dieron los primeros pasos para la restau­
ración de estas reducciones, que estaban casi deshechas.
Al volver a Nombre de Jesús, encontró que José Vázquez había
mantenido a la gente muy sosegada y con aplicación al rezo y a la
doctrina. Dios nuestro Señor le deparó entonces un socorro bien ines­
perado y que le fué de no poca ayuda para sus futuras empresas apos­
tólicas. Sucedió que dos mozos portugueses de alguna instrucción iban
con seis indios llevando en una canoa por el Ñapo arriba una buena
cantidad de mercancías de contrabando. Pero cerca de Puerto de
Ñapo, en uno de los raudales del río se les volcó la canoa y todo lo
perdieron salvando tan sólo las vidas. Llamábanse Pazmifío y Co­
rrea, y no teniendo con qué pasar adelante ni volver atrás, obligados
de la necesidad, se refugiaron en Nombre de Jesús. Recibiólos con
amor el misionero, y ellos en agradecimiento de la caridad con que
les había acogido se ofrecieron a quedarse en la Misión, en la que
trabajaron infatigablemente varios años.
Con este refuerzo se animó el P. Uriarte a dar nuevo impulso a
la organización del rezo y de la doctrina, y consiguió establecer con
tanto orden lo uno y lo otro, que no solamente los niños sino los
— 437 —

adultos nanea faltasen en los días señalados. Introdujo además la


costum bre de que los varayos o ministros de justicia, viniesen mafia-
„a y tarde a casa del misionero para avisar de lo que ocurría y para
recibir las órdenes que él tenía que dar. Ningún indio faltaba de no­
che del pueblo sin licencia del Padre, y habíales acostumbrado a ob­
servar esta orden tan exactamente, que estando a las veces ya reco­
gido y aun tal vez diciendo misa, se acercaban y gritaban diciendo:
padre, me voy al monte. Pero su mayor triunfo fué el haber consegui­
do desterrar casi por completo las borracheras, aun en aquellas fies­
tas, en que antes los indios solían más desmandarse. El nombramiento
de las autoridades, como fiscales, justicias y otros se hacía, al princi­
pio del año con toda solemnidad, y luego se disponía una vistosa pro­
cesión en la que los nuevos dignatarios salían con las insignias de su
mando. «Estaba, dice el P. Uriarte, la plaza del pueblo cubierta de
enramadas de palma y arcos. Iban delante los niños llevando de tre­
cho en trecho, en medio, unos pequeños cuadros de San José, San
Antonio, San Ignacio y San Javier, delante del estandarte del Niño
Jesús. Seguían las niñas y mujeres con la pequeña estatua de la Vir­
gen en sus andas de cañas con flores y plumas de varios colores. Al
fin iba el misionero cerrando la procesión Uevaudo en las manos un
crucifijo con reliquias de santos, y a los lados los viracochas, curacas,
dignidades; los fiscales iban en medio de trecho en trecho mante­
niendo las filas, ni faltaban sacristancitos que iban sembrando flores
y hojas de limón, y otros que zahumaban con incensarios de barro; y
a este modo eran las fiestas de Nuestro Señor y de la Virgen».
De este mismo modo procuraba el P. Uriarte levautar los otros
pueblos, haciéndoles frecuentes visitas, no sin muchas fatigas y fre­
cuentes peligros. Ayudábanlo en esto el Hermano Lorenzo Rodríguez
muy querido de los indios por su genio apacible, y los dos mozos
portugueses de que hablamos.
Mientras este incansable misionero se afanaba de este modo en
Nombre de Jesús y en las reducciones vecinas,su compañero el P. L o ­
sa hacía otro tanto en el pueblo de Trinidad de Capocuy, que había
escogido por residencia y como centro de operaciones. Restableció
el rezo de las oracioues, del rosario y de la doctrina, que había sido
abandouado. Más aún, consiguió con sus industrias y desvelos que
muchos indios, que se habían retirado al monte, volviesen a estable­
cerse en el pueblo. Duró esta prosperidad hasta el año de 1752, en
que entró la peste en el pueblo y en pocos días se llevó a un cente­
nar de personas, siendo mayor la mortandad entre los que poco antes
habían vuelto de las selvas a vivir en Capocuy. Con esta calamidad
huyeron casi todos los demás, y el P. Losa, viéndose solo y en grave
peligro de perecer de hambre y miseria, pidió canoas al P. Uriarte y
pasó a Nombre de Jesús con sólo diez familias que le quisieron se­
guir. Parecía que con este descalabro quedaba consumado la ruina de
la reducción de Trinidad de Capocuy. Pero no fué así; porque a fuer­
za de empeños, logró el P. Losa restablecerlo algunos meses después,
cuaudo hubo desaparecido el contagio. El Hermano Salvador Sánchez
que había sido señalado como compañero del P. Losa, al cabo de al­
488 -

gún tiempo hubo de volver a Quito, pues con su genio impetuoso y


turbulento, amedrentaba y ahuyentaba a los indios. Al fin los Supe_
riores se vieron precisados a despedirle de la Compañía, principal­
mente por su dureza de juicio y falta de obediencia.

2 — Aunque el P. Uriarte era todo caridad y mansedumbre con


los indios, con todo, de vez en cuando se veía obligado a usar de al.
gún rigor. El mismo cuenta en su diario el caso siguiente: «Un viejo
catecúmeno nunca quería venir a rezar, aunque su buen hijo Pablo se
lo rogaba, ni hacía caso de los fiscales, ni de mis ruegos. Un domin­
ilo estando todos en la iglesia me decían que el viejo tenía pereza y
que se la quitase. Solo fui con mi cruz a la casa del viejo que era la
última del pueblo, y como le apretase a que viniese, diciéndole que
era viejo, y que le quería instruir para que no muriese sin bautismo,
él cogió una lanza con punta de hierro y me dijo: Anda, que si no te
la tiraré; uo quiero rezar etc. Entonces se me acabó la paciencia, y
de un salto le quité la lanza que ya enristraba; rompila en la rodilla,
y dandole coscorrones con un pedazo de su palo, le hice correr a la
iglesia; con esto se acabó su pereza. No mucho después enfermó, lo
bauticé y murió al fin del año».
En otra ocasión le sucedió este lance con los indios llamados mi-
tayeros, que tenían el cargo de procurar, turnándose por semanas, la
comida al misionero. «Daba, dice, a mis indios ladinos cada día ve­
neno, agujas, anzuelos para que me trajesen cada día qué comer, y
ellos volvían de noche sin nada, diciendo, ya que no hallaron, ya que
el veneno era malo, ya que las peñas les cortaban los anzuelos, etc.
Por otra parte averigüé con mis muchachos que traían las canoas car­
gadas a un puerto escusado. Allí las descargaban en casa de un indio,
y habiéndome mentido, se iban de noche a comer y beber a satisfac­
ción. Acousejéles un par de días que no fuesen ingratos, que me tra­
jeran algo; pero prosiguiendo en sus escusas me mataban de hambre.
Una noche no tuve paciencia, y asegurando la puerta cuando dabao
sus escusas me remangué la sotana y les dije: Vosotros al viracocha
[blanco] oís, al Padre nó; mirad tengo calzón de viracocha y diciendo
y haciendo les di un par de repelones; y añadí: así haré cuando me
engañéis. No fué menester más. Diciendo ellos, el Padre está bravo,
se fueron muy humildes besando la mano», (i)
Mas, viendo las mala3 consecuencias que podían ocasionar los
más ligeros castigos en gente tan indómita y celosa de su libertad,
contúvose en adelante el Padre y procedió con la mayor s u a v i d a d y
dulzura, para no dar lugar a que los indios le cobrasen recelo. Con
todo sucedieron en el pueblo algunos escándalos, que el misionero no
pudo disimular. Castigó a los culpables con tanto tino y cuidado, que
su proceder hubiera debido moverles más bien a amor y gratitud.
Pero los indios guardaron el resentimiento encubierto en su c o r a z ó n
y, desde entonces principiaron a hacer juntas entre sí, y a urdir una1

(1) O. c„ P. 1., n. 22.


489 —

conjuración con el objeto de matar al Padre y de escaparse a los mon­


tes, a vivir a su gusto, sin obligación de asistir a la doctrina cristia­
na, ni de rezar las oraciones. Iban a poner por obra el plan premedi­
tado una noche después del rosario. Pero no se atrevieron entonces,
porque el misionero, avisado por unas mujeres fieles de lo que inten­
taban los conjurados, hizo que el mozo que lo acompañaba se pusie­
se con su escopeta al lado de la puerta. Tuvieron miedo los asesinos
y dejaron su proyecto para ocasión más favorable.
En vista del peligro pasó el P. Uriarte a Capocuy para consul­
tar al P. Isidro Losa, el cual le aconsejó que por entonces no vol­
viese al pueblo de Nombre de Jesús, sino que mandase entretanto a
los dos mozos portugueses Pazmiño y Correa, que se hallaban allí.
Fueron ellos con efecto, y llegando a la reducción hallarou que los
cabecillas de la conspiración habían muerto bárbaramente a dos mu­
chachos que vivían con el P. Misionero. Prendieron los dos portugue-
ser a los asesinos y los azotaron a satisfacción, después de lo cual los
pusieron en el cepo. Bajó poco después el P. Uriarte al pueblo y en
llegando mandó soltar a los presos que le prometieron la enmienda.
Pero duró ésta bien poco; porque, arrastrando en el alzamiento a casi
todo el pueblo, se huyeron a las selvas alborotando de paso a los in­
dios de San Miguel y de Capocuy. El P. Losa intentó en vano con­
tener a sus indios. Para estorbarles la fuga aseguró todas las canoas
del pueblo. Pero esta medida no arredró a los alzados, porque atrope­
llando por todo, atravesaron a pie más de treinta leguas de tupidísi­
mas selvas hasta detenerse en un paraje, doude sabían que el mi­
sionero no podría ir a buscarlos.
Al tener noticia de lo sucedido, el P. Provincial juzgando que pe­
ligraba la vida de los misioneros, ordenó que los dos Padres pasasen
al vecino curato de Avila, hasta tanto que los indios se sosegasen.
Sintió en extremo esta orden el P. Uriarte, que conocía muy bien
cuál era el estado de ánimo de sus neófitos, y cómo, si algunos se ha­
bían huido, quedaban muchos que no lo habían hecho, ni pretendían
hacerlo. Obedeció,sin embargo, pero antes visitó sus diversos pueblos
para dar las órdenes que le parecieron más oportunas, para que no
hubiese alteración alguna durante su ausencia. Lo mismo hizo el
P. Losa en la parte de Capocuy. Hecho esto, emprendieron la mar­
cha a la parroquia de Avila nuestros dos misioneros, dejando todos
los pueblos al cuidado del Hermano Lorenzo Rodríguez, que no esta­
ba comprendido en la orden de ir a Avila. El valiente Hermano sin
arredrarse por el peligro en que quedaba, se hizo cargo de los cristia­
nes que habían permanecido fieles. En cuanto a los Padres, después
rie un mes de navegación por el Ñapo y el Suno en que tuvieron que
padecer imponderables trabajos, llegaron a Avila y fueron muy bien
recibidos del párroco, a cuya caridad correspondieron ejerciendo fer­
vorosamente los ministerios apostólicos en su extensa parroquia.
Apenas llegado a Avila el P. Uriarte,escribió al P. Provincial una
larga carta explicándole minuciosamente el estado en que quedaban
las cosas de la Misión. Persuadido que el P. Provincial concedería
el permiso q u e p e d í a n de volver cuanto antes a'sus pueblos, sin
— 490 —

esperar respuesta se pusieron en camino nuestros dos misioneros


se encaminaron desde luego a Archidona, para verse con el P. Na_
dal, cura de aquella parroquia y consultarle sobre lo que debían hacer
De allí prosiguieron su viaje de regreso, quedándose el P. Losa eti
Trinidad de Capocuy y alargándose el P. Uriarte hasta Nombre de
Jesús. Ambos misioneros encontraron sus reducciones en estado de
bastante tranquilidad. Todo esto tenía lugar a fines de 1752 y princi­
pios de 1753.
Reanudaron los dos Padres sus faenas ordinarias del rezo de las
oraciones y explicación de la doctrina cristiana con otras devociones
que empezaron a implantar o renovar, especialmente durante la Se­
mana Santa que celebraron con procesiones, como solía hacerse en
los otros pueblos de la Misión. Todo prometía paz y tranquilidad; y
aun había cierta abundancia en lo temporal, porque el portugués Co­
rrea había enseñado a los indios a pescar peces de gran tamaño como
el bagre y la vaca marina.
Al escribir al P. Provincial desde Avila el P. Uriarte, en su cali­
dad de Vicesuperior, había pedido varios misioneros para los diversos
pueblos de los En cabellados y los esperaba con alguna ansiedad en el
despacho que debía llegar a fines de 1753.
Pero en lugar de misioneros, llegó un catalán, por nombre José
Pascual, a quien la Real Audiencia enviaba con el cargo de Vicete­
niente del Ñapo. Quedó el P. Uriarte apenadísimo por la falta de
operarios y harto preocupado con la llegada del catalán y de su comi­
tiva, porque bien sabía cuánto repugnaban los indios a que los vira­
cochas y extranjeros se estableciesen en sus tierras. Temió, no sin
fundamento, que se renovasen los disturbios, que lentamente se iban
apaciguando. El Viceteniente José Pascual era buen cristiano, fre­
cuentaba los sacramentos y oía puntualmente misa todos los días. Co­
mo tenía además muchas habilidades hubiera ayudado en gran manera
al misionero, si no le hubiese aguijado tanto el instinto del negocio.
Este vicio le perdió y fué causa de graves trabajos para la Misión.
Pronto disgustó a los indios a los que imponía trabajos pesados, y
castigaba fuertemente a los que en esto faltaban. Amonestóle varias
veces el P. Uriarte, procurando persuadirle a que tratase a los indios
con mayor benignidad. Pero él se aferró en su manera de proceder,
y los indios poco a poco se fueron alborotando en extraña manera.
Pronto lo experimentó el mismo Viceteniente, porque habiendo em­
prendido un vjaje por motivo de sus negocios, los indios que le
acompañaban, le abandonaron, al mejor tiempo, en una playa del
Ñapo, y se huyeron todos a los montes. Para no perecer de hambre
tuvo que hacer él mismo un mal remo del primer palo que encontró,
porque los indios se habían llevado los de la canoa en que venía, y
remando él mismo volver como pudo al pueblo de donde había sali­
do. Furioso contra los indios qne así se habían burlado de él, mandó
prender y poner en el cepo a algunos parientes suyos, asegurando que
no los había de soltar hasta que volviesen los delincuentes y fuesen
severamente castigados. Con este castigo inmerecido puso el colmo a
la exasperación de los indios, que de tal manera se alborotaron q“6
— 491 —

resolvieron acabar con el Viceteniente, con el P. Un'arte y con todos


|os viracochas. Señalado el día del atentado, que fué el 17 de Julio
de 1754» se acercaron al cuarto del P. Uriarte, cuando estaba cenan­
do con el Viceteniente José Pascual, como quienes querían tratar al­
gún asunto de importancia. Mientras estaban hablando, el cacique
M aqueye que se había puesto al disimulo detrás del Padre, le descar­
gó en la cabeza un fiero golpe con el hacha que traía escondida de­
bajo de la camiseta. Por fortuna erró un poco el golpe, por la incli­
nación de la cabeza, penetrando el hierro un poco más arriba de la
oreja izquierda. Cayó de bruces el Padre sobre la mesa echando un
río de sangre y privado de todo sentido. Sólo tuvo tiempo de pro­
nunciar los nombres de Jesús y de María. Al ver esto el Vicetenien­
te, apagó prestamente la luz y se escondió debajo de la mesa. Salien­
do luego del cuarto a favor de las tinieblas, pudo coger una escopeta
que no estaba cargada, con la cual se defendió como pudo de los que
le acometían, hasta que uno de los mozos que allí estaban pudo dis­
parar un tiro. Al ruido huyeron todos los indios, y se embarcaron a
toda prisa en sus canoas con sus mujeres, hijos y cosillas; pues tenían
todo preparado de antemano.
Viendo que los indios habían huido, José Pascual volvió al apo­
sento donde había dejado al P. Uriarte, y le encontró sentado, la
cabeza reclinada sobre la mesa, desangrándose abundantemente. Lavó
cuidadosamente la herida con aguardiente, lo vendó del mejor modo
que pudo y le recostó en la cama donde el Padre estuvo tres días en­
teros sin volver en sí.
Pronto se tuvo noticia en Capocuy de lo que había pasado en
Nombre de Jesús. El P. Losa envió sin tardanza al Hermano Loren­
zo Rodríguez para dar sepultura al P. Uriarte, dándole por muerto.
Mas,grande fué el consuelo del Hermano al encontrarle vivo todavía.
Con la ayuda del Viceteniente el Hermano siguió atendiendo con so­
licitud al enfermo, y cuando éste recobró las fuerzas suficientes para
que se le pudiese transportar hasta la embarcación, se dirigieron los
tres a Capocuy. De allí a fines de Setiembre el P. Losa le envió a
Archidona donde sería más fácil curarle. En efecto, poco a poco se
fué allí restableciendo gracias a los caritativos cuidados del P. Juan
Nadal, y del P. José Archs, su coadjutor.
La única y constante preocupación del P. Uriarte durante su
enfermedad, era la suerte desgraciada de los indios que habían aban­
donado Nombre de Jesús para remontarse a sus madrigueras; quería
ir a buscarlos y volver con ellos al pueblo. Por esto, apenas se sintió
con algunas fuerzas, quiso volver lo antes posible a su amada reduc­
ción. No se le permitieron sus compañeros, y para estorbarle le qui­
taron las canoas y los indios remeros, sin los cuales no podía poner­
se en camino.
Entre tanto, para hacer algo en favor de los indios huidos, de­
terminaron los misioneros de común acuerdo que el Hermano Loren-
z°i en compañía de Correa, fuese a Nombre de Jesús para convidar
de paz a los fugitivos, ofrecerles el perdón de parte del P. Uriarte y
recogerlos de nuevo al pueblo que habían desamparado. La expedi-
— 492 —

ción del Hermano resultó muy provechosa; en pocas semanas pu­


do recoger a los indios y llevarlos otra vez a sus propias casas
Lleno de gozo el P. Un'arte con tan fausta noticia, se puso en carni",
no rebosando de alegría, aún no del todo restablecido.
Al llegar a la reducción, todo el pueblo reunido le esperaba en
el desembarcadero, y en primera fila, arrodillado en el barro de la
playa, estaba el cacique Maqueye, que le había dado el hachazo en
la cabeza. El misionero le abrazó tiernamente y le volvió a dar el
bastón de cacique en señal de que le perdonaba a él y a todos los de­
más culpables.
Como la ausencia de los indios y del Padre había sido relativa­
mente corta, pronto pudo el P. Uriarte restablecer la doctrina cris­
tiana y las demás prácticas de piedad, y aun pudo notar con grande
satisfacción suya en los indios mayor fervor que en tiempos ante­
riores.

3— Por entonces sobrevino al heroico misionero una de las prue-


bas más duras, que hubo de sufrir en su vida, como él mismo después
lo afirmaba. Porque convencido el P. Superior de las Misiones, Joa­
quín Pietragrassa, que el P. Uriarte no podía convalecer debidamente
de tan grave herida como había recibido en medio de los asiduos tra­
bajos que a diario tenía en su reducción y en los tres anejos que
de ella dependían, determinó trasladarle a San Joaquín de Omaguas,
cuyos aires eran más benignos que los del Ñapo, para que allí des­
cansase un poco hasta rehacerse del terrible quebranto que había su­
frido. El fervoroso P. Uriarte representó humildemente en términos
conmovedores las necesidades de los pueblos a que él asistía, y los
vivos deseos que le daba Dios nuestro Señor de acabar sus días entre
aquellos pobres indios del Ñapo, por cuya salvación él hubiera desea­
do dar la vida. El P. Pietragrassa juzgando, como era verdad, que el
fervor del P. Uriarte iba más allá de sus fuerzas, permaneció inflexi­
ble. Lo único que concedió, a ruegos del P. Losa, fué que permane­
ciese en su puesto hasta que llegase de Archidona el P. Archs, que
le debía sustituir en Nombre de Jesús.
En este intervalo sucedió una desgracia, que afectó hondamente
al P. Uriarte. Una mañana envió a los dos portugueses Correa y Paz-
miño con todos los indios del pueblo a rozar y limpiar el sitio, donde
deseaba que se trasladase el pueblo, como más ventajoso. A eso de
las once, estando el Padre en la iglesia haciendo sus devociones, un
niño pequeño queriendo sacar con un tizón a una lagartija de un agu­
jero, prendió fuego a la casa donde estaba jugando, y el incendio se
propagó rápidamente a las casas vecinas, a la del misionero y a la
iglesia, porque el viento era fuerte. Nadie pudo contener el fuego,
porque como queda dicho, los hombres habían salido al trabajo, y oo
quedaban en el pueblo sino las mujeres y los niños. El P. Uriarte
con algunos de éstos procuró salvar las alhajas de la iglesia, mientras
las mujeres ponían en salvo sus ajuares. Pero poco fué lo que escapó
a la voracidad de las llamas, que redujeron en poco tiempo el pueblo
a pavesas.
— 493 —

Retiróse el Padre fatigado, sudado y mal herido en una pierna.


Se iba ya acercando la noche, cuando viniendo los indios de su tra­
bajo, divisaron desde lejos una confusa humareda, sin que apareciese
por ningún lado ni la iglesia, ni la casa del misionero, ni las vivien­
das del puebio. Con esto remaron a toda furia, deseando saber lo que
había pasado. Esperábales el P. Uriarte en el puerto para darles la
triste noticia. En el primer momento de desesperación, los indios
quisieron quitar la vida al padre del muchacho, que había sido el cau­
sante del siniestro, y fué necesario toda la autoridad del misionero
para apaciguarles. Pasaron toda la noche al raso, cuidando cada cual
lo que pudo y esperando la luz del día para reconocer mejor los es­
combros humeantes y buscar las cosas que faltaban.
Como el desmonte del lugar, que había de ocupar el nuevo pue­
blo, estaba muy adelantado, en pocos días edificaron en él los indios
sus casas, y pronto se pudieron entablar con orden las distribuciones
acostumbradas de Misa, rezos y doctrinas.
Pero a poco de esta mudanza comenzó el P. Uriarte a sentir las
consecuencias de la excitación y exceso de trabajo de aquellos días,
y cayó en una debilidad tan grande que pensaron todos ser llegado su
fin. Avisado el P. Losa vino de Capocuy y le administró los últimos
sacramentos que el enfermo recibió con mucho consuelo y devoción.
Cuando toda esperanza parecía perdida, quiso Dios que con algunos
remedios caseros se conjurase el peligro y a los pocos días el misio­
nero entró en convalescència. En esto llegó de Archidona el P. José
Archs para hacerse cargo de la reducción de Nombre de Jesús. Venía
el P. Archs en compañía de un español de calidad, llamado D. Javier
Orbe, que pasaba al Marañón. Parecióles a los Padres que no se debía
desaprovechar esta excelente oportunidad de enviar al P. Uriarte a
San Joaquín en tan buena compañía. Lleváronle en una camilla a la
canoa, en medio de las lágrimas de los indios. A los quince días de na­
vegación llegaron a San Joaquín, donde el misionero de aquel pueblo
P. Martín Iriarte le recibió con indecible cariño, como a uno de los
operarios más insignes de las Misiones, que tantos y tan grandes tra­
bajos acababa de padecer por la salvación de los pobres infieles.
Gracias a los solícitos cuidados que le prodigó, y al temple sano de
San Joaquín, el insigne misionero convaleció rápidamente y cuatro
meses más tarde se sentía ya con fuerzas para reanudar sus tareas
apostólicas.
CAPITU LO DOCE

MUERTE DE LOS PP. JOSE SANCHEZ CASADO Y FRANCISCO BAZTERRICA

SUMARIO: l . El P . Martín Inarte visita las Misiones.—2. Ministerios apostóli­


co* y martirio del P . Sánchez Casado.—3. Muerte del P . Bazterrica.

V E L A S C O , Historia. . . . Crónica.......años 1 7 4 4 - 1 7 4 5 .— C H A N T R E , Historiado las Misiones do b


Comparila de Jesús en el Marañón español, lib. IO, c. 1 y 2 .— A S T R A IN , Historia de la Compañía de Jests
en la Asistencia de España, V I I , lib. 2. c. 7 . — A R C H IV O S . J.

i — Más de una vez los Padres Generales habían exhortado a los


Provinciales de Quito a que visitasen personalmente las Misiones del
Marañón. Muy pocos pudieron hacerlo, así por las gravísimas dificul­
tades del viaje, como por ser necesario cerca de un afio, por lo me­
nos, para efectuar la visita de todas las reducciones. En 1750, el
P. Angel María Manca hubo de renunciar, a pesar de desearlo vi­
vamente, a pasar al Marañón y nombró para visitar las Misiones eo
su nombre al P. Martín Iriarte,Religioso de notable virtud y de mucha
experiencia en las Misiones, en las que había trabajado como opera­
rio infatigable. Empleó más de año y medio en hacer la visita, que
quedó terminada el 15 de Mayo de 1752.
Entre las disposiciones que consignó en el Memorial de la visita,
sobresalen por su importancia las que van encaminadas a urgir con
la mayor eficacia el esmero con que los misioneros habían de aten­
der a la instrucción religiosa y cultivo espiritual de los indios. Para
mayor uniformidad en la enseñanza de la doctrina cristiana, dispuso
el P. Iriarte,que todos se sirviesen del catecismo compuesto por el
P. Samuel Fritz e impreso en Lima. Sobre la asistencia a los mori­
bundos tiene estas hermosas palabras: «El mayor cuidado de nuestros
misioneros en sus pueblos debe ser de la buena y santa muerte de los
indios, pues es la hora en que se coge el fruto de nuestros trabajos,
y en que se pierden o ganan las almas que venimos a buscar y de que
debemos dar cuenta a Dios. Y así se encomienda y encarga a todos
los Padres con el mayor encarecimiento, que empleen todo su celo
con la mayor aplicación y vigilancia, en que no les falte a tiempo
oportuno ninguno de los sacramentos; y después de la Extrema Un­
ción repitan más a menudo las visitas, procurando hallarse presentes
al expirar a cuyo tiempo además de aplicar la indulgencia plenaria
que podemos aplicar, se dirá la recomendación del alma. Y pues la
- 495 —

Iglesia lo encarga a todos los que tienen cuidado de almas, bien se


ve |a obligación que corre a quien en todo profesa mayor perfec­
ción». (0 ,
La visita del P. triarte y las prudentísimas disposiciones que en
ella tomó, contribuyeron no poco al notable florecimiento que expe­
rimentaron estas Misiones en los últimos años de su existencia. Por
entonces también recibieron de la Santidad de Benedicto X IV un
insigne favor. Hasta entonces los indios cristianos habían quedado
privados del beneficio de la confirmación, a exepción de unos pocos
que la habían recibido en Quito. Ningún Obispo había venido jamás
al territorio de Misiones, y en vano nuestros Padres habían solicitado
la facultad de poder conferir este sacramento. Por fin, cuando el
p. Carlos Brentan estuvo en Roma como Procurador, obtuvo un
rescripto con fecha 8 de Setiembre de 1751, en el cual se concedía
al Superior de las Misiones que pudiese administrar la confirmación
con crisma, aun antiguo, si no se había podido conseguir el nuevo,
a condición de pedir licencia al Obispo de Quito una sola vez mien­
tras éste viviere. Concedía además que, si el Superior estuviere im­
pedido, pudiese delegar a uno o varios misioneros, y que en la hora
de la muerte cualquier misionero pudiese administrar este Sacra­
mento,

2— La reducción de San Ignacio de Pebas, en la que además de


estes indios vivían Caumares, Cavaches y Yahuas, había pasado des­
de su fundación por muy diversas vicisitudes. El P. Adán Widman
en sus priucipios la había adelantado notablemente. Sucedióle el
P. Francisco Falconvelli, el cual al año y meses de estar en él había
muerto de disentería. Desde entonces el pueblo había carecido de
misionero propio, y sólo de vez en cuando lo visitaba algún Padre
para que los cristianos no quedasen del todo abandonados. El P. Su­
perior encargó a un piadoso seglar, llamado Felipe Maneiro, que en­
señase la doctrina cristiana e hiciese rezar las oraciones a los indios.
D. Felipe con buena voluntad admitió el encargo, pero pronto
empezaron los indios a mirarle con recelo y desvío a causa de su ca­
rácter fuerte e imperioso; obedecíanle, porque le temían, pero no le
amaban. Cuando se fué D. Felipe, algunos misioneros, que visitaron
la reducción, tuvieron mucho que sufrir por la insubordinación
que reinaba entre los indios.
En vista de estas dificultades el P. Superior nombró como mi­
sionero propio de San Ignacio de Pebas al P. José Sánchez Casado,
sujeto muy cabal que se había acreditado entre los Yurimahuas y
Chayavitas de excelente misionero. Los indios de las cuatro naciones
que habitaban en Pebas eran de mala índole, toscos, inconstantes
y de poca docilidad. Los Yahuas en particular conservaban todavía
mucho de su antigua barbarie, y se retiraban con bastante frecuen­
cia al monte para tener allí sus borracheras, de las que se originaban(I)

(I) A r c h iv o S , J .
— 496 —

riñas, en qne perecían a veces familias enteras. El P. Casado se


hizo cargo de la dificultad y comprendió que sólo a fuerza de amor
caridad y paciencia podría hacer algún bien a aquellos pobrecitos*
Procuró desde luego con dádivas y regalillos ganarse la voluntad d¿
todos y estableció la doctrina cristiana, el rezo de las oraciones
conforme al uso de las otras reducciones. Pero pronto se con-
venció de que poco aprovecharía con los adultos ya hechos a sag
malas mañas. Por esto, sin descuidar a éstos puso todo su em­
peño y solicitud en la educación de los niños y niñas esperando que
por esta traza se llegaría un día a formar una reducción rendida
y obediente. Estableció dos escuelas, una para niños y la otra para
niñas, en las cuales gastaba siempre que podía, unas seis horas dia.
rias, enseñando la doctrina, la lengua del Inga y también todas aque­
llas artes que les pudiesen ser de utilidad en adelante.
Mucho consiguió el misionero con la gente joven, y aun los
adultos iban cada día dando mayores esperanzas, tanto que ya el
Padre, seguro ya de su fidelidad, estaba meditando hacer una entrada
a tierras de los Ticunas, que parece estaban bien dispuestos para
recibir al misionero. Mas todos estos proyectos se vinieron abajo
con la trágica, si bien gloriosa muerte del P. Casado.
Vivía amancebado en el pueblo un indio llamado Rafael, en
quien no hacían mella los buenos consejos y amonestaciones del Pa­
dre para que se apartase de su mala vida. Viendo que no bastaban
los medios suaves, resolvió acudir al castigo, aprovechando la ocasión
de haber bajado a San Ignacio de Pebas el Teniente de Omaguas. Su­
mariado el delito, el Teniente mandó dar públicamente a Rafael unos
cuantos azotes. El indio disimuló por entonces, y aun hacía del de­
sengañado, pero en su corazón había jurado vengarse del Padre y dar­
le la muerte. Para esto se coaligó con un hermano suyo llamado Ju­
lián. Cierto domingo ambos faltaron a la misa y doctrina, y se escon­
dieron con sus lanzas preparadas en el camino por donde sabían que
pasaría el misionero para ir a llamarlos y llevarlos a la iglesia, cuan­
do notase su ausencia. No se engañaron en su previsión, porque
echándoles de menos fué el Padre a buscarlos acompañados de dos
fiscales. Cuando sin sospechar el peligro que amenazaba su vida, el
Padre entró por el callejón estrecho donde estaban apostados los
dos indios, éstos cerraron contra él llenos de cólera, y a lanzadas le
quitaron la vida. Los dos fiscales que no venían armados, ni preve­
nidos para el caso, huyeron a toda prisa temiendo correr la misma
suerte. Estaba todavía en el pueblo el Teniente de Omaguas, y cuan­
do oyó lo lo que había sucedido, escoltado de algunos Pebas fieles,
se fué al lugar del crimen y halló al cadáver acribillado de heridas.
Mandó en seguida que con la mayor reverencia lo llevasen a la igle­
sia donde fué enterrado. Sucedió este martirio por Octubre de 1753*
Esta desgracia puso a todo el pueblo en inminente peligro de
perderse por completo. Huyeron los Caumares, de cuya parcialidad
eran Rafael y su hermano, y se empeñaron en arrastrar a los demás
indios. Efectivamente los Yahuas y Cavaches no tardaron en seguir­
les,y sólo permanecieron fieles la mayor parte de ios Pebas, a quienes
— 497 —

el P. Superior encomendó la guarda y defensa del pueblo, en caso


j e una acometida de los remontados, y como eran pocos en compa­
ración de éstos, el mismo Padre envió prontamente a San Ignacio de
Pebas a un mozo español con una buena escolta de indios bien arma­
dos, y como remedio eficaz para atajar el alzamiento de los indios,
pidió al Teniente que publicase cuanto antes un perdón general para
todos aquellos que no hubiesen tomado parte en el crimen. El T e­
niente tuvo el buen acuerdo de seguir el consejo y publicó el perdón
por medio de un bando. Esto bastó, para que los que habían huido
por miedo del castigo, se fuesen recogiendo al pueblo, que con esta
p ro v id e n cia se salvó de una total destrucción.
Pero lo que acabó de aquietarle fué la venida del P. José Baha-
monde, a quien el P. Superior señaló como misionero propio del
pueblo de Pebas. El P. Bahamonde tenía mucha práctica en el ma­
nejo de los indios y había estado diecisiete años en San Pablo de
Napeanos, dejando tan aventajada esta reducción, así en lo tempo­
ral como espiritual que no cedía en esto a ninguna, aun de las más
antiguas. Las esperanzas que el P. Superior había puesto en el celo
y buenas partes del P. Bahamonde no salieron fallidas. Procedió
el Padre con tanto tino y acierto que el pueblo no solamente se
restableció sino que fué en aumento, hasta el punto de llegar a ser
el número de sus habitantes más del doble del que era, cuando de él
cuidaba el buen P. Casado, cuya sangre parecía haber alcanzado esta
mudanza tan extraordinaria. Porque al acrecentamiento en número
correspondió al adelanto en el fervor. La asistencia a la doctrina era
puntualísima, el amor, respeto y obediencia al misionero como en
los mejores pueblos, Y lo que es más de admirar la parcialidad de
los Caumares, a la que pertenecían los asesinos y que había dado
la señal de la fuga, después de perpetrado el crimen, sobresalió
desde entonces por su buena conducta y fidelidad, llegando en esto
a ser ejemplo de los demás. En años posteriores no se entibió este
fervor y al tiempo de la expulsión, San Ignacio de Pebas era uno
de los pueblos mejor organizados de la Misión.
Cuando el P. Casado recibió la palma del martirio no debía pa­
sar mucho de los 33 años, si es que los tenía; porque en carta de 8
de Diciembre de 1754, el P. General Ignacio Visconti le enviaba la
profesión de cuatro votos. Era religioso verdaderamente santo.a quien
no parecían faltar ninguna de las partes que se requieren en un per­
fecto misionero. De complexión robusta y ánimo esforzado, guardaba
una serenidad imperturbable en medio de los mayores peligros y de
los lances más apurados. Su mortificación era muy grande, su sueño
escaso y en el suelo; era tan parco en el alimento y éste tan mal
aderezado que sus comidas más parecían ayuno y penitencia. A este
tenor eran también los rigores con que castigaba su cuerpo, pues
dos o tnás veces cada noche se disciplinaba reciamente. Y con ser tan
duro consigo, con los indios hacía extremos de bondad. Para soco­
rrerles llegaba a privarse aun del mezquino alimento con que se sus­
tentaba, y veces hubo en que se despojó de su ropa interior para
darla a los que la habían menester. Su muerte fué sentidísima, y
— 49^ -

desde Roma escribía el P. Luis Centurione el 2 de Junio de


«Es muy sensible, aunque por otra parte muy gloriosa la muerte d i
P. Casado; pues podía con su gran virtud y celo servir mucho a 1
Provincia y Misiones, Su muerte no desdice de la de muchos márt-
res, y si por acaso, ahora que es reciente, se pueden adquirir y acia”
rar las noticias que con el tiempo podrían contribuir a la declaración
de su martirio, incluyo una Instrucción bastante detallada del mod
cómo deben practicarse las diligencias para la averiguación de las no­
ticias». No nos consta que se hicieran estas averiguaciones.
En 1755, D. José Castellanos, Viceteniente del partido dió con
los dos hermanos, autores del bárbaro asesinato, y traídos al pueblo
les mandó administrar una buena tanda de azotes, desterrándoles
después al territorio portugués. Parece que uno y otro murieron de
muerte violenta.
E l 30 de Agosto de 1754 la misión perdió a otro insigne opera­
rio en la persona del P. Francisco Bazterrica, guipuzcuano, Religio,
so de alma angelical y de muy buen ingenio. A estas dotes juntaba
una rara prudencia, una profunda humildad, grande caridad y estre­
cha unión con Dios. En un principio fué destinado a San Joaquín de
Omaguas; luego le señalaron la reducción de San Regis, que bajo su
dirección adelantó notablemente. En 1754 recibió la orden de pasar
a San Javier de Urarinas. Al punto partió con el intento de trabajar
en aquel nuevo pueblo con el mismo fervor y celo como había hecho
en San Regis. Dios Nuestro Señor se contentó con esta buena vo­
luntad; porque estando de camino, se levantó una de aquellas tem­
pestades que suelen alborotar de vez en cuando las aguas del Mara-
fíón, y en ella se volteó la canoa. Los indios remeros pronto se
salvaron a nado, y aun un Donado que no sabía nadar logró salir a la
orilla, asido a uno de ellos. Sólo el P. Bazterrica no fué socorrido y
desapareció en las olas. Se levantaron fuertes sospechas, de que la
muerte del misionero era un asesinato disimulado, obra del indio
que hacía de timonero, a quien el Padre había reprendido aquel mis­
mo día, por los malos tratos que daba a su mujer. El sin em bargo
negó constantemente la imputación que se le hacía. Los indios que
amaban tiernamente al P. Bazterrica le lloraron inconsolables.
CAPITU LO T R E C E

TRABAJOS APOSTOLICOS DEL P. URIARTE ENTRE LOS IQUITOS

SUMARIO: 1. V a el P . Un'arte a San Pablo de Napeanos; estado del pueblo.—


2. El pueblo de Sagrado Corazón de Jesús de Maracanos.—3, Los
pueblos de {quitos hasta la expulsión.

URIARTE, Diario Je un misionero Je Mainas ( M í .), P . II, n. 9 - 2 5 .- C H A N T R E , Hísioria Je las Misiones


itla Compañía Je Jesús en el Marañóla español, lib. 10, cc. 4-6, 1 7 -2 0 ,— A R C H IV O S. J.

i - Cuando fué necesario trasladar al P. Bahamonde de San Pa­


blo de Nepeanos a San Ignacio de Pebas, nadie pareció más a propó­
sito al P. Superior Joaquín Pietragrasa para llevar a perfección la obra
comenzada en San Pablo por el gran misionero quiteño, que el fer­
voroso P. Manuel Uriarte, quien para este tiempo se hallaba ya com­
pletamente restablecido de sus males y con la herida de la cabeza
bien cicatrizada.
Salió el P. Uriarte de San Joaquín a principios de Setiembre de
1754, y en la infraoctava de la Natividad de la Virgen llegó a su
nueva residencia. Desde luego quedó gratamente sorprendido por el
orden y concierto que el P. Bahamonde había conseguido establecer
en todas las cosas del pueblo. «Está el pueblo, escribe en su Diario,
monte adentro, j'unto a una laguna que desemboca de Oriente a Po­
niente en el río Nanay. Había su j'ardfn de flores.. y algunas casitas
de patos y gallinas, tres vacas, cabras y puercos, que era grao pro­
videncia en aquel desierto. Ni faltaba su trapiche de mano y alguna
caña sembrada para socorro de los enfermos en aguardiente y miel
que son el sánalo todo de los indios; bastantes instrumentos de car­
pintería para oficio manual del misionero, con un medio carpintero
que ayudaba en lo que se ofrecía».
Tenía el pueblo una plaza muy capaz y despej'ada; estaba en ella
la iglesia, vistosa y de tres naves, junto a ella la casa del misionero
con sus claustros y tres aposentos altos y otros trabajos. Había un
jardín al lado de la iglesia, y otro detrás de la casa del Padre coa
frutales, higos, naranjos, limones y toronjas. Las casas de los indios,
fuera de estar bien formadas y colocadas con simetría mirando to­
das a la iglesia, estaban bien provistas de los muebles y alhajas ne­
cesarias.
El P. Bahamonde había introducido la costumbre de que todo
rezasen en sus casas en voz alta al despertar y al acostarse el Ave
goo —

maria y la oración por las almas del Purgatorio . La doctrina se te-


nía con puntualidad los domingos, miércoles y viernes, y los sábados
había plática y rosario a la tarde, acabándose todo con el canto de
la letanía por la plaza, con la ^Virgen del Rosario que se llevaba en
procesión. Los niños oían misa cada día, terminada la cual,repasaban
la doctrina de que el Padre les tomaba cuenta.
Un buen curaca y los dos alcaldes recogían el pueblo paralas
funciones de iglesia, y cuatro fiscales y cuatro fiscalitos mantenían el
orden en ella.
£1 pueblo constaba de unas 5°0 almas. Todos andaban bien
vestidos; los hombres tenían sus dos camisetas o cotonas, las mujeres
sus mantas teñidas y fajas. Los sábados limpiaban las mujeres la
plaza y calles, y los hombres una vez al mes batían la maleza con
macanas. En el puerto había una larga cadena pendiente de una
pértiga para asegurar las canoas, y casa en alto para tener las dos
grandes y las dos chicas del misionero protegidas del sol y de la
lluvia.
La recolección de la cera para el uso de la iglesia o para cam­
biarla en Quito o en Lamas con otros artículos, se hacía del modo
siguiente. Dábase licencia de dos semanas a cuatro indios antiguos,
para que fuesen a buscar cera por las selvas, y por cada tres libras
que entregaban, recibían una hacha o machete, por una un cuchillo
o un eslabón.
El P. Un'arte conservó cuidadosamente todos estos usos y cos­
tumbres; más aún en la exposición y enseñanza de la doctrina adop­
tó los mismos métodos de que se había servido el P. Bahamonde con
excelentes resultados. Como los habitantes del pueblo provenían de
diversas parcialidades, este misionero hacía el catecismo en lengua
iquita, yamea y en la general del Inga. El considerable aumento
de trabajo que de esto se seguía para el doctrinero, quedaba amplia­
mente compensado por el mayor fruto en los oyentes, que aprendían
la doctrina mejor y con más gusto. El P. Uriarte, en vista de los
buenos resultados obtenidos, se determinó a conservar a todo trance
la doctrina en las tres lenguas, ayudándose de los catecismos que ha­
bía compuesto el P. Bahamonde. Pero esto no lo pudo hacer en un
principio, sin tomar sobre sí el ímprobo trabajo de llegar a dominar
la lengua iquita y yamea, pues la lengua de los Encabellados que ha­
bía aprendido en el Ñapo y la de los Omaguas en la que se había
ejercitado en San Joaquín, poco o nada le servían en San Pablo. El
P. Uriarte con aquel entusiasmo y tesón que le eran propios, tomó
muy. a pechos el aprendizaje de estos nuevos dialectos, hasta que pu­
do expresarse en ellos con expedición.

2 — No bastaba al celo activo e industrioso del P. Uriarte lo mu­


cho que tenía que hacer en San Pablo. Supo darse modo de hacer
entradas por toda la región comarcana. El mismo nos ha d e ja d o una
relación bastante circunstanciada de lo que hizo con una p a r cia lid a d
de Iquitos establecida junto a los ríos Chabira y Necamumu, los
cuales, algunos años antes, se habían juntado en un pueblo que reci-
I,¡6 el nombre de Sagrado Corazón de Jesús de Maracanos. Trans­
pirem os parte de esta relación, así para que se conozcan los traba­
jos y celo incansable del P. Uriarte, como para dar una idea de la
Juanera cómo nuestros misioneros iban abriendo paso al Evangelio y
g |a vida civilizada en las selvas del Marañón.
Empieza el P. Uriarte su relato recordando los orígenes del pue­
blo de Sagrado Corazón de Maracanos. «El P. Bahamonde, dice,
algunos años antes, había hecho una entrada a esos indios, y aunque
al principio le recibieron con lanzas, y fué preciso que el Hermano
Bastiani les tirase una perdigonada, cuyas señales hallé en un indio,
después el Padre los amistó y animó a poblarse en un puesto alto, a
ocho días de San Pablo de Napeanos con el título del Sagrado Co­
razón de Jesús. De estos, como viniesen algunos a verme y yo los
agasajase, di a un viejo grave de entre ellos una hacha para que per­
maneciese cou los otros en su puesto, ofreciendo ir a visitarlos. Supe
después por otros, que viendo el hacha,por quitársela,mataron al po­
bre viejo, y que sus parientes estaban alborotados pensando en la
venganza. Por esto y por haber entonces comprado lienzos, lonas,
cuchillos y dos mil anzuelos.. . y tener los Napeanos maduras y
abundantes sus cosechas, habiéndolo encomendado a Dios les propu­
so mis deseos de entrar a los Necamumus... Me animé, fiado en
Dios, y tomando por Patrona a la Santísima Virgen de la Luz, cuya
imagen enarbolé,.. . salimos con cinco canoas, cuarenta indios y mi
mozo Ignacio de dieciséis años, un muchacho llamado Crisòstomo,
buen intérprete, y pasamos al segundo día de bajada en el antiguo
pueblo de Santa María de la Luz. Empezamos a subir el río Blanco,
que es más caudaloso que el Nanay, y al cuarto día ranchamos en
una playa. Y o dormía ya con mi mozo en la canoa-; . . y a eso de las
dos de la noche desperté.. . y peusé andaban los indios; mas no vien­
do a nadie y reparando iba hacia abajo, y se veían las fogatas de los
indios en la playa a lo lejos, conocí se había suelto mi canoa. Gri­
té y acudieron despavoridos los indios y echándose al agua cogieron
la canoa y la aseguraron mejor.
Al sexto día tomamos por el Necamumu a la derecha, dejando
al río Blanco a la izquierda. Tuvimos que cortar ramazón y palos, es­
pecialmente un gran árbol caído y atravesado nos dió bien que hacer;
fué menester cortarle tres veces. Apeándome, metido en el agua has­
ta los hombros animé a la gente que ya desmayaba, y logramos a
fuerza de brazos e iudustrias hacer resbalar las canoas entre los rai­
gones.
Al séptimo día reparamos en medio del río en una canófila a
un indio y una india, mandé a mis Napeanos me los trajeran, los que
viéndose cercados gritaron despavoridos. Soseguéles y habiendo ve-
n¡do, los agasajé diciendo no temiesen que los venía a ver y regalar.
Pósele al indio un calzón de rayadillo y a la mujer su pampanilla, lle-
néles las manos y los envié diciendo avisasen a sus parientes iba el
Padre a verlos y regalarlos. Partió el indio contentísimo y cumplió
tan bien con el encargo, que al día siguiente en que llegamos por la
mañana a su puerto, encontramos al curaca y toda su gente, que
— 5 02

preparados y pintados como diablos, saltaban y cantaban con «Q,


pífanos y tamboriles. Los hombres que usaban cerquillos como fra¡_
les, tenían sus coronas coloradas con achote, y muchos sus orejeraj
y narigueras de conchas. Las mujeres con sus pequeñas pampanilla*
de cuatro dedos tejidas de chambira con flecos de conchas y garganti.
lias de frutas blancas como abalorios y dientes de monos y puercos,
con sus arracadas de sartas de frutillas como mijo, que remataban
en conchitas triangulares. Los niños y niñas asimismo adornado«
super nudo se abalanzaron a la canoa, y las primeras palabras, en
una algarabía, pues hablaban todos a un tiempo eran: Padre, anzudo
[anzuelo],y arqueaban los indios el dedo en la boca. El curaca que era
un bello hombre me hizo sus homenajes, me llevó a una casa grande
que habían desocupado para mí y mi gente, luego trajeron sus bebi­
das, frutas, pescados, plátanos y yucas a montones, y hubo abundan,
tísimamente para todos los días que me detuvo.
Preguntábanme como había llegado a sus tierras. De aquí tomé oca­
sión para sacarlas [de la suya]. Contóles cómo sólo por quererlos había
dejado mis parientes y hermanos allá donde nace el sol; que después
sabiendo por los Napeanos que estaban sin anzuelos les venía a
traer para sus pescas, y luego repartí a cada uno el suyo, serían como
trescientas almas. Al curaca, sus suegros, sus mujeres les dije: Yo
he tenido gran trabajo en este viaje, se me soltó la canoa, los palos
atravesados me hicieron meter en el agua, y casi me ahogo. Yo os
quisiera ver a menudo y proveeros de herramienta y vestuario, es­
tando aquí nosotros, tan lejos no me atrevo a andar, ni mis pueblos
me dejan. He aquí las hachas que traigo (eran cuatro o seis), para
que si queréis, hagáis desmontes en la boca del río Blanco, cerca de
Napeanos, y las dejaré al curaca y principales, y os ayudarán mis
Napeanos con canoas para llevar vuestros trastes y con plantas y
semillas para vuestras chacras. Mientras éstas maduran podéis ir y
venir y hacer vuestras casas y primero la de Dios, luego una peque­
ña para el Padre. Admitieron muy gustosos y bauticé cincuenta ni­
ños. Nombré los dos fiscales y les di sus varas que eran un bastón de
palo colorado, labrado el pu ñ o... Viendo esto un viejo me pidió
otra, prometiendo cuidar de la iglesia. Corté un palo derecho y qui­
tando la corteza y hecha una cruz con el cuchillo, se lo di y quedó
más ufano que el rey con su cetro. Iba diciendo: Ahora mandaré eo
nombre del Padre, y como los Napeanos haremos una buena iglesia,
y nadie me ha de faltar a rezar».. .
Aprovechando el P. Uriarte esas buenas disposiciones, los llevó
en sus canoas hasta el antiguo sitio donde había estado el pueblo de
Santa María de la Luz destruido por la peste. Como todavía la ma­
leza no había crecido mucho, les fué fácil desmontar todo aquel lu­
gar y en él hicieron sus chozas. Nombró el Padre los alcaldes y fis­
cales y quedó fundado por segunda vez el pueblo de Santa María de
la Luz y de los Sagrados Corazones de Iquitos. «Pusimos primero,
dice, el P. Uriarte, una hermosa cruz en la plaza, y con barracas
o ranchos de prestado se pusieron las casas en pocos días en plan­
ta, con una cabaña más capaz para capilla y división para morada
— 503

del niisi°nero‘ El sitio es de lo más delicioso y cómodo que he visto,


lito, seco, tierra firme y de migajón; cógele el sol de Septentrión a
medio día, tiene al lado su quebrada o riachuelo de agua fresca, que
con ningún trabajo se puede divertir por medio de la plaza, le entra
por la izquierda un cuarto de legua arriba al Nanay el gran río Blan-
j 0i abundante en pesca, y delante del pueblo se forma una espaciosa
ensenada donde se aseguran las embarcaciones de vientos e inunda­
ciones, y en el verano forma en frente una gran playa, donde cre­
ciendo en breve la yerba hace uu prado hermosísimo, seco y fresco.
Para abajo tiene diversas lagunas de charapas, vacas marinas, zúnga-
ros, piravivas, tucunaris, pacos, etc., y los moutes vecinos llenos de
maderas selectas, chipâtes para cobijas, frutales, cacao, etc. Y como
antes fuá poblado, quedaron purmas, que llaman papayos, caimitos,
chontas y plátanos, que con poco trabajo, cortando los nuevos po­
bladores la maleza, volvieron a reverdecer.
La nueva planta del pueblo era en cuadro una gran plaza, donde
aliado del puerto cerraba la iglesia y casa del misionero, su cocina y
jardín o patio, y los otros tres lados casas de indios, todas de un ta­
maño, con puerta a la plaza y otro postigo atrás para sus jardines o
huertas cercadas; para lo cual y para evitar incendios, estaban divi­
didas, diez o doce varas una casa de otra, y el intento era hacerlas
de paredes y blanqueadas, como las tienen los Napeanos y algunos
de Santa Bárbara, únicos de la Misión con esta curiosidad, y sus re­
tretes adentro por la solicitud del P. Bahamonde.
Pues de cacería, puercos, monos, paujíes, pavas, perdices, etc.,
abunda todo este valle, porque acuden a la fruta infinidad de pájaros
y animales. Los indios crían muchos en sus casas, porque son aficio-
aadísimos a ellos. Tienen mansos muchos guacamayos, predicadores,
paujíes, loros, chirlicleses, periquitos y hasta dantas, tigritos, zahi-
nos, ratones, y todo género de monos, machinas blancos y negros,
choros, cotos, claras, frailecillos, chichitos, tutacusillos, bracilargos,
etc., les he visto criar y amansar con paciencia. Es cosa rara apenas
trajeron del monte un pájaro grande, le cortaron un poco las alas, y
dándole un plátano maduro, yuca, etc., ya está manso en menos de
una semana. A los tiernos, metiéndoles el pico en sus bocas, les dan
de comer como sus padres, a sus horas, su ración,y ya están mansos;
a los animales atan a una estaca y pasado un mes ya estan caseros
como un perrillo, y aun después los siguen al monte y vuelven con
sus amos. Muchos he visto de éstos con todos, pero mucho más con
estos indios Iquitos».
Así que quedó instalado el nuevo pueblo, el P. Uriarte se despi­
dió de sus neófitos, dándoles las instrucciones convenientes, para que
prosiguiesen en la construcción de sus casas y en el rezo de las ora­
ciones y de la doctrina. Prometióles volver a visitarles en cuanto le
fuese posible, y en dos días de camino por el Nanay arriba llegó a
San Pablo de Napeanos, donde tenía que celebrar la fiesta de las
Animas, devoción que el P. Bahamonde había logrado arraigar
Profundamente en el alma de los indios. «Se prepararon, dice el
E Uriarte, a esta fiesta con muchas velas de cera negra, prestando
— 504 -

las ancianas sus mejores mantas, que son de seis vaias, bien tenida»
de negro, y con mesas y escaños hicieron los sacristanes un alto
túmulo, que todo estuvo iluminado, con su cruz ciriales, y encima
su paño con su cruz amarilla y su calavera con un pequeño Cristo
Y en diversas sepulturas ponían aparte sus pañitos y velas, por ofreo^
da una gran porción de piña, que en este tiempo es la cosecha, son
riquísimas y como una tercia y más algunas de largo... Canté la mis»
a que asistieron muchos por devoción, como todos los lunes en
se aplicaba la misa por todos los difuntos del pueblo, y había proce­
sión con los niños y niñas y tres responsos».
Añadiremos como curiosidad lo que cuenta el P. Uriarte sobre
el modo como sus indios de San Pablo se divertían durante los días
de carnaval. «Estos tres días según usanza del Marañón, se les daba
huelga; oían misa y plática por la mañana, y de tarde con distinción
de gremios hacían sus danzas, mozos y niños aparte, mozas y niñas
en otra parte. Los más de los casados y viejos no se metían en es­
tas fiestas, sino se iban a sus pescas y sólo a boca de noche se jun­
taban a sus meriendas y bebidas, que acababan en un par de horas y
se iban a dormir. El martes pusieron su árbol clavado en la plazuela,
y arriba les hice colgar tabaco, cuchillos, anzuelos, etc., y ellos pu­
sieron sus chontas y frutas. Como a las cuatro de la tarde hicieron sus
ceremonias las viejas con una hacha galana y encintada de cortarlo,
dando cada una su hachazo al pasar la rueda de la danza. Y cuando
al fin cayó, fué la rebatiña, los mozos cargaron con el árbol, y brin­
cando y tocando, lo pasearon por el pueblo. Siguióse la función
de los camaricos, [regalos al misionero] y como en Pebas, aquí traían
sartas de pescado, de yucas y plátanos que echaban al lado del misio­
nero haciendo sus cabriolas y cortesías, y con esto se acabó lodo en
paz a las seis de la noche».
Al año más o menos de estar en Napeanos.tuvo noticia el P. Uriar­
te de un cacique de Iquitos infieles, llamado Riame, y fué en busca
suya para convidarle a juntarse con los demás de su nación. Ad­
mitió el cacique, pero con la condición expresa de que no se tratase
de obligarles a vivir juntos con los Napeanos ni con los Yameos.
Vino en ello el P. Uriarte, como quien conocía cuán grande era la
repugnancia que a veces tienen unas parcialidades de vivir con los
que no son de ella. Y así sucedió que poco después queriendo un
nuevo misionero juntar a Riame y a su gente con uno de los pue­
blos que había exceptuado, se huyeron todos al monte, sin que jamás
se pudiese averiguar su paradero.
Si grande eran el ánimo y celo del P. Uriarte no correspondían
a sus fuerzas corporales. Las muchas humedades que hubo de pade­
cer en sus continuos viajes y las malas noches del camino le ocasio­
naron unos dolores pertinaces de huesos que le dejaban del todo
desconcertado. Sin embargo, disimulando sus dolores seguía aten­
diendo a sus indios,hasta que complicándose la dolencia con vómitos,
calenturas y hemorragias, persuadido que era llegada su última hora,
consumió el Santísimo por viático. Los indios,viéndole tan acabado,
armaron una canoa y le llevaron en brazos a ella, a fin de conducir*
— 505
le a San Joaquín con todo cuidado y tiento. El Padre, así que se
vió en la canoa, se tuvo por muerto, y grande era su sentimiento de
que no hubiese un sacerdote que en este trance supremo le adminis­
trase la Extrema Unción. Pero ya que no era posible recibir el Sa­
cramento, quiso por lo menos ungirse a sí mismo con el óleo sagrado
deseando recibir los frutos del sacramento. Parece que Dios le inspi­
ró este pensamiento, pues al contacto de los santos óleos comenzó
la calentura a bajar, cesáronlos vómitos y se sintió con bríos para
emprender el viaje. Remaron los indios con tal empeño, que en
cinco días hicieron el camino de diez, y el Padre con solo el cambio
de aires iba mejorando a ojos vista y cobrando nuevas fuerzas. L le­
gado a San Joaquín fué recibido por el P. Iriarte con exquisita cari­
dad, y quiso Dios que con unos remedios caseros y un poco de quina,
fuese convaleciendo y recobrando la salud.

3— Los años que siguieron a la salida del P. Uriarte de San Pablo


de Napeanos fueron verdaderamente de prueba para las reduccio­
nes de los Iquitos.
Por Setiembre de 1758, el P. Joaquín Hedel, fué destinado para
ocupar el lugar del P. Un'arte; pero a los pocos meses cayó grave­
mente enfermo y fué necesario enviarle a Chayavitas. Tomó su
puesto el P. Mauricio Caligari, pero pronto tuvo que salir por la mis­
ma razón y trasladarse a Borja con el cargo de cura de esta pobla­
ción; el P. Antonio Jenske que estaba en Borja le sustituyó en San
Pablo de Napeanos. El P. Jenske enfermó a su vez y pasó a San Ja­
vier de Urarinas. Por fin el Hermano Coadjutor Pedro Shëneman se
hizo cargo de estos pueblos y los conservó en medio de indecibles
trabajos por espacio de diez años, hasta la expulsión. Viendo los
Superiores que todos los misioneros enfermaban en San Pablo de
Napeanos, quisieron mudar el pueblo a otro lugar que se juzgaba más
sano, en la desembocadura del Nanay en el Marañón. Mucho se opu­
sieron los indios, pero acabaron por ceder y se hizo el traslado. El
resultado fué desastroso, porque, como solía suceder en estos trasla­
dos, se declaró una violenta epidemia de la que murieron un cente­
nar de indios, huyendo los demás para evitar el contagio, con lo
que quedó deshecho San Pablo de Napeanos. El P. Bahamonde su
antiguo misionero fué llamado de Sán Ignacio de Pebas para recoger
a los dispersos. Pudo juntar a los Napeanos que estaban en San
Joaquín y a otros que se habían refugiado en las selvas. Más los
Iquitos se negaron a regresar a San Pablo sobre el Marañón, y prefi­
rieron incorporarse a los dos pueblos de su parcialidad, Santa Bárba­
ra de Iquitos y Santa María de la Luz.
A fines de 1763 llegó a los Misiones el nombramiento del P. Ig­
nacio Weigel por Superior de las mismas. Uno de sus primeros cui­
dados fué promover y adelantar la reducción de los Iquitos. Dos cosas
habían llamado la atención del P. Weigel en estos indios, su cons­
o c i a a pesar de las circunstancias tan adversas en que se habían
encontrado, como quedaídicho, después de la partida del P. Uriarte,
5' el amor que profesaban a sus misioneros. Ya vimos cómo ellos
— S06

mismos se habían encargado de llevar al P. Uriarte a San Joaquín


cuando le vieron enfermo de gravedad. Otro tanto hicieron con el
P. Vizzochi, al que los mismos indios metieron moribundo, sin ha­
bla y sin sentido en una canoa y llevaron a San Ignacio de Pebas
Allí entregaron al P. Bahamonde todas las cosas del enfermo, sin to­
mar nada para sí.
Grande era, pues, el deseo que tenía el P. Weigel de que |0g
Iquitos estuviesen mejor atendidos. Pero no era fácil encontrar un
misionero capaz de vivir de asiento en los pueblos de Iquitos, por el
temple de las regiones del Nanay, tan fuerte y malsano como el del
Ñapo. Uno en pos de otro, hombres robustos y animosos habían caí­
do rendidos a la fatiga y a la enfermedad. El último el P. Martín
Sweyna, había sido retirado en un estado que parecía vecino a la
muerte. Sólo el heroico Hermano Pedro Schöneman, gracias a su
constitución excepcional había podido resistir aquel mortífero temple
y sostenía, haciendo prodigios de celo, las reducciones de Iquitos.
Pero, aunque era hombre de eximia virtud e increíble resistencia al
trabajo, con todo no podía bastar para atender él solo a tantas co­
sas. Era indispensable sobre todo la presencia de un sacerdote para
la administración de los sacramentos. Pensaba mucho sobre este
particular el P. Weigel, buscando una solucción adecuada para esta
situación tan angustiosa, y no hallaba expediente para salir de este
apuro, hasta que tratando un día de él con el P. Uriarte, éste con
generosa resolucióu le dijo: Padre mío, ecce egot mitte me. Dió su
licencia el P. Superior, grandemente conmovido y edificado del san­
to celo del P. Uriarte, que iba a exponer nuevamente su vida; pues
el estado de su salud no era entonces muy satisfactorio.
A mediados del año de 1764, se puso en camino para los Iquitos
del Nanay, y a los seis días de navegación llegó al pueblo, de Nues­
tra Señora de la Luz, donde fué recibido con inexplicables transpor­
tes de alegría por aquellos pobres indios, que le habían conocido
siete años ante3. Porque acudían a bandadas a su encuentro, unos
en canoas, otros nadando, todos gritando o silbando para exteriori­
zar su contento. Apenas se pudo amarrar la canoa en que venía el
Padre, se metió en el agua un gran número de indios, queriendo
todos a porfía sacar a tierra a su misionero. Como todos pretendían
que se les escogiese para este obsequio, el Padre dió por fin la pre­
ferencia al curaca y a otro indio principal, los cuales haciendo arco
con los brazos, donde se sentó el Padre, le sacaron en triunfo sin
querer soltarle, por más que les decía basta, hasta meterle en el
pueblo. El buen Hermano Pedro Schöneman le recibió con su cruz
en la mano, y llorando de puro consuelo. Se abalanzó entonces la
gente sobre el Padre, así hombres como mujeres, niños y niñas, que­
riendo besarle la mano, que le fué preciso tener los brazos extendi­
dos, para que todos lograsen su piadoso deseo. Al cabo de un buen
rato el Padre y el Hermano seguidos de la gente entraron en la
iglesia, y hecha oración se cantó en acción de gracias el “ Alabado".
Este pueblo y los demás de Iquitos se habían conservado gracias
al cuidado que en lo espiritual y temporal había tenido de ellos el
— 507 —

Hermano Shöneman, misionero de todo punto insigne, y a quien los


indios llegaron a venerar como un verdadero santo. Era este Her­
mano holandés, oriundo de una familia católica, y aunque tenía
la instrucción suficiente para aspirar al sacerdocio, prefirió servir
a la Compañía en el grado de Coadjutor Temporal. Era hombre de
continua oración y presencia de Dios, muy penitente y de extraor­
dinaria inocencia de vida. Sus pláticas cuando podía estar en com­
pañía de algún otro misionero eran siempre de Dios, y aun con los
los indios sólo les hablaba para el bien de sus almas o cuerpos. En
el trato con mujeres era recatadísimo, y nunca las instruía, aunque
fuesen niñas, sino en presencia de muchos, ni permitía que entrasen
en su aposento, aun acompañadas de sus maridos. Celaba con mu­
cho tino e invicta paciencia los desórdenes que no podían faltar en­
tre cristianos recién sacados de su antigua barbarie, y se metía por
medio en sus riñas y bebidas, y a costa de descortesías y aun de gol-
pesque le daban conseguía componerles y sosegarles. Más admirable
aúnera su constancia en salir por montes y ríos en busca de los
que se escapaban, hasta reducirlos al pueblo,a fuerza de ruegos, done-
cilios y cariños. Sólo Dios sabe lo que tenía que sufrir en estas co­
rrerías, porque tenía una llaga en la pierna, que le molestaba mucho
sobre todo cuando tenía que trepar por riscos o abrirse paso entre la
maleza, y con todo nunca bastaron estos sufrimientos para hacerle
desistir de sus caritativos afanes.
A estas virtudes verdaderamente extraordinarias juntaba una
grande habilidad para las artes mecánicas. En los varios pueblos
en que estuvo como misionero dejó retablos de cedro labrado muy
hermosos y de buen gusto. Esmerábase asimismo en que las casas
de los pueblos estuviesen bien construidas, con el designio de aficio­
nar a los indios a vivir juntos en poblado, con las comodidades que
proporciona la vida racional, y de que se olvidasen de sus montes
donde no tenían estas ventajas, (i)
Con tan buen auxiliar y tan experimentado como era el Herma­
no Schöneman, se aplicó el animoso P. Uriarte a perfeccionar lo que
éste había logrado conservar con tanto trabajo y paciencia. Aprove­
chó la compañía del buen Hermano para dar la última mano al ca­
tecismo en lengua iquita, comenzado por los PP. Vizzochi y Schwei­
na. Porque, aunque estos Padres, ayudándose de buenos intérpretes
se habían empeñado mucho en limarle y pulirle, todavía el Herma­
no Schöneman, como tan práctico en esta lengua en la que había
formado un vocabulario, descubría cosas que se debían corregir o de­
clarar. Tres años gastaron en este trabajo, consiguiendo dejar una
obra perfecta en su género.
Entretanto el Padre con la actividad que le era propia iba en­
tablando de nuevo la doctrina y demás prácticas de los pueblos cris­
tianos. Después de atender a lo más urgente e indispensable, pensó
en la manera de traer de nuevo al pueblo algunas familias que se
habían remontado y aun en agregarle nuevas parcialidades de gen­

ii ) Cír. Uriarte, Diario de un misionero de Mainas, (Ma.) P. HI, n. 56, 57.


— 5o 8 —

tiles. Sirvióle mucho para estas entradas un mozo llamado Plácido


Segura, muy valiente y diestro en andar por el moute en busca de
los indios. En la primera expedición que hizo a las tierras de infie­
les desde Santa Bárbara,residencia ordinaria del P. Uriarte,consiguió
traer unos doscientos infieles. Venían todos o casi todos enteramente
desnudos, y el primer cuidado del misionero era proveerles de vesti­
do. Luego les repartía en casas de algunos cristianos, hasta que pu-
diesen hacer sus casas y sementeras, y hacer frente por sí mismos a
las necesidades de la vida. El Hermano Schöneman que residía en
Santa María de la Luz, hacía también sus entradas, y subiendo por
el río Blanco hasta la parcialidad de los Necamumus logró atraer a
otros doscientos infieles para que viniesen a vivir con sus parientes
y conocidos en Santa María.
Mientras de este modo se iban aumentando los pueblos de Iqui-
tos del Nanay, estaba en gran peligro de arruinarse el pueblo de San
Javier de Iquitos, formando sobre el río Tigre, unos pocos años am
tes por el P. José Palme con las reliquias de los indios Alábanos,
diezmados por las pestes y enfermedades. Es indecible lo que pade­
ció este valiente misionero en su reducción, acompañado tan sólo de
un mestizo, y expuesto a continuos peligros de muerte, con que le
amenazaban abiertamente algunos indios mal avenidos con las exi­
gencias de la ley cristiana. Para colmo de males entró la peste en el
nuevo pueblo, y buena parte de los habitantes huyeron a los bosques
a un lugar distante diecisiete días del pueblo. El P. Palme cayó
también enfermo, viéndose destituido de todo auxilio humano. Pudo,
sin embaigo, dar a conocer el peligro en que se hallaba al misionero
del pueblo de San Regis, y éste le envió al punto canoas, para que le
trajesen a aquella reducción. De este modo pudo salvar la vida. An­
tes de partir aconsejó a los indios que quedaban que se trasladasen a
la reducción de Santa Bárbara sobre el Nanay, y ellos lo pusieron fe­
lizmente por obra atravesando selvas impenetrables.
En esto fué nombrado Visitador de las Misiones el P. Francisco
Javier Aguilar, y como primera providencia dispuso que el P. Manuel
Uriarte pasase de Vicesuperior a San Joaquín de Omaguas. Con esto
quedaron otra vez sin sacerdote los Iquitos de Santa Bárbara y de
Nuestra Señora de la Luz, al cuidado de su infatigable apóstol el
Hermano Pedro Schöneman. Mucho sintió el P. Uriarte este desam­
paro en que quedaron sus fieles Iquitos y él mismo desde San Joa­
quín vino varias veces a visitarlos y consolarlos.
Pero, a pesar de estas visitas con la falta habitual de sacerdotes
y de sacramentos, los indios volvían poco a poco a las bárbaras cos­
tumbres de su gentilidad. Muchos se fugaban al monte, sobre todo
en tiempo de epidemias, que por entonces sobrevinieron, y el Her­
mano Schöneman se sentía impotente para contener a los demás.
El mismo P. Aguilar,al hacer la visita de estas reducciones, tuvo
que persuadirse que no se podían dejar siendo de formación tan re­
ciente, sin un misionero que los atendiese. Determinó en consecuen­
cia mandar al P. Manuel Uriarte, el cual entró al Nanay por tercera
vez. No poco costó al Padre volver a reducir a los indios que se ha-
— 509

bíati fugado y andaban desparramados por el monte. Como aún que­


daban en el pueblo muchos que habían permanecido fieles, éstos le
ayudaron eficazmente a recoger a los que se habían huido. Pocos
fueron los infieles que en esta entrada tercera pudo el Padre traer a
que hiciesen vida virtuosa y civilizada. Solamente un cacique llama­
do Anacachuja, que vivía en lo más alto del río Blanco, consintió en
seguir al misioneroy formar con su parcialidad un nuevo pueblo sobre
el río Nanay, tres días más abajo de Santa Bárbara. Este nuevo pue­
blo se puso bajo la advocación de San José, y no duró sino un afio,
pues sobreviniendo al siguiente el arresto de los misioneros, se des­
hizo, después de haber hecho concebir las mejores esperanzas.
CAPITU LO CA TO R C E

L A V ID A EN LA S R E D U C C IO N E S D E L M A R A T O N

SUMARIO: 1. Descripción del pueblo de San Joaquín de Omaguas; oficiales de


gobierno.— 2 . Abastecimiento del pueblo.— 3. El culto divino y U
santificación de las fiestas; la procesión de Corpus y del Sagrado Cora*
zón.— 4 . Celebración de la Semana Santa.

URIARTE, Diario de un misionero de Mainas (M s.) P . I y I V . — CHANTRE, Historia de las Misma


de la Couipaúla de Jesús en el Maraúón español, lib. I I , c c . í 8 - 2 0 ,— A R C H I V O S. J.

i — Antes de referir los últimos sucesos de las Misiones del Ma-


rañón, que precedieron a la salida de los misioneros de la Compañía
en virtud de la fatal Pragmática de Carlos III, daremos a conocer el
estado político-cristiano de los pueblos fundados y atendidos por los
Jesuítas de la Provincia de Quito. A fin de que estas noticias tengan
un carácter más concreto y preciso copiaremos aquí los pormenores
interesantes que el P. Manuel Uriarte consigna en su Diario acerca
de la reducción de San Joaquín de Omaguas. Por ellos podemos for­
marnos una idea bastante exacta del grado de cultura a que los Je­
suítas habían procurado levantar a los indios encomendados a su
cuidado.
Dice así esta curiosa relación: «Este pueblo de San Joaquín,princi­
pal del Marafión Bajo, me pareció muy bien. Tendrá como 6oo al­
mas entre Omaguas, Yurimahuas, Miguianos, Amaonos Mayorunas,
Masamaes y tal cual Cocama y Cocamilla. Estos dos últimos con los
Omaguas, y Yurimahuas, gente viva y capaz, sabían los más la len­
gua del Inga, grandes canoeros y carpinteros, y sus mujeres hilande­
ras y trabajadoras; pues cuando van a sus chacras, llevaban a veces
su algodón que hilar. Lo siembran, y hacen las Omaguas primero sus
mantas pintadas, a modo de piel de tigre para sus hijos y maridos,
como todo género de cosas de barro, con primor, a mano, y parece
hecho a torno, tinajones, cántaros, etc., y les dan un barniz y labo­
res que parece vidriado por diestros alfareros, y por dentro con hu­
mo de brea que aguanta el fuego y escupe toda suciedad. Las Yuri­
mahuas son primorosas en pintar mates o pilches con primor, que
duran, aunque pongan cosas calientes. Las Yameas son olleras bue­
nas y tejen hamacas de chambira delgadas, y algunas de diversos
colores, como también las Masameas. Los varones de estas dos na-
clones hacen pocunas o bodoqueras de 3 a 4 varas de largo, con palo
duro, unido en dos piezas, que agujerean en el corazón con gran
paciencia con venas [bejucos], y cierran con brea y cierta corteza
de árbol fortísima, poniéndole al fin su punto y al principio su enca­
je de pelo fuerte para soplar, el agujero como un dedo meñique, tan
igual como un cañón de escopeta y por defuera va en disminución
leinatando en el grosor de un ín d ice...
Lo que me causó más consuelo fué lo decente y puntuales que
iban a la iglesia las mujeres y niñas, con sus anacos y mantas teñidas
de negro y sus fajas pintadas, rosarios al cuello, gargantillas y pulse­
ras de pocas chaquiras, (no como las infieles del Ñapo que las amon­
tonan como ristras de ajo sobre las pampanillas), y la modestia con
que estaban y rezaban.
Había caído un par de años antes, el 5 de Setiembre de 1752,
la iglesia con un veudabal, pero con la providencia de Dios pudo el
P. Martín Iriarte sacar el Sagrario con el Sacramento (obra del
P. Samuel F ritz ),. . . y desencajar el hermoso retablo grande con
columnas, todo de cedro y plateadas y pintadas (trabajo del Herma­
no Jorge Vinterer, que a su modelo hizo mayor el célebre del cole­
gio Máximo de Quito, que llevó La Condamine dibujado a París).
Por esto, se suplía con una casa para la misa y rezo, y estaba el
Padre haciendo una nueva iglesia capaz, de tapiales de vara de grue­
so, y cuando yo llegué, trabajaba ya hacia el remate del altar y sa­
cristía, que por caer en pantano, (a causa de dar la fachada al Orien­
te, y el frente al Marañón) se aseguraba con estantes de palo fuerte
en medio, y en todas partes se cavaron cimientos de dos varas con
tierra y cascajo bien golpeados. Tenía por todo su cuerpo la iglesia
estantes gruesos, derechos y altos de 15 varas, que hacían como
tres naves y afirmaban la techumbre con traviesas de cedro. Había
seis ventanas vistosas con barandillas torneadas, una puerta principal
y dos laterales, todas de a dos postigos y de cedro labrado, y por de­
cirlo de una vez, con lo que después se añadió, vistosísima, pues se
puso un retablo lucido en el presbiterio. A éste se hizo su tumbado
de tablas de manapauba, blancas y fuertes, que se blanquearon más
con yeso.
Estrechaban lo conveniente dos tapiales que tenían sus puertas
colaterales para ir a la sacristía, muy clara, con dos ventanas, y ésta
tenía otra puerta secreta afuera, para el manejo, por donde se cerra­
ba todo, que tenía buenos cerrojos para adentro. Encima de estas
puertas había dos tribunas y otras dos correspondientes muy cerca
del altar con arcos, todas con bella escultura, que después se pinta-
fon y platearon. Subía la pared como diez varas hasta el arco y las
demás de la iglesia como ocho hasta la misma pared de la techumbre
bien ajustada, para que no entrasen sabandijas ni murciélagos. El
Meo del presbiterio era vistosísimo hasta casi la misma cumbrera
que era altísima, y también labrada, con su escudo y corona encima,
tn donde después de plateado y pintado se puso en medio a San
Martín Obispo dando limosna a un pobre, y por todo lo demás co­
ula un romanisco o franja vistosa de colores firmes y remataba en
— 512 -

borlas. En las ventanas había sus columnas y remates pintados con


sus óvalos, en cada uno diversos santos de devoción. La pared de la
portada cerraba todo hasta la cumbrera, y tenía encima tres venta­
nas grandes iguales, y al fin su óvalo todo pintado. Dentro corres-
pondía un coro capaz con buena escalera de cedro, y en los dos
estantes labrados a modo de basas, estaban dos hermosas esculturas
a modo de conchas para el agua bendita con sus cruces. Tenía de­
lante su alpendio o pórtico que recorría el ámbito de la iglesia a lo
largo como 16 varas y de ocho de ancho, cerrado con tapia francesa
[bahareque doble] ancha de dos cuartas y tres puertas anchas de a
dos postigos, una en medio y dos a los lados para entrar y salir las
procesiones y la gente, con poyos de tablas, donde se gozaba el río y
se hacía las doctrina de la tarde a los niños. El altar mayor tenía
dos gradas vistosas en lo alto; acabado el presbiterio había baranda,
comulgatorio de palo precioso, entre colorado blanco y negro, muy
bien torneado, seguíanse cuatro gradas majestuosas de cedro y en la
plana y pared de cada lado se pusieron dos altares con retablos de
cedro, columnas y remates de obelisco y sirenas con sus nichos ca­
paces, a la derecha, del Santo Cristo, cuerpo regular y de talla, a los
lados la Dolorosa, San Juan y la Magdalena. Todo se plateó y pintó
y se decía los viernes su misa con música. A la izquierda, el altar
del Santo Rosario, con estatua europea, con corona grande de plata,
también se pintó y plateó. Aquí se celebraba misa los sábados con
toda la gente. Ambos tenían sus cortinas decentes, candeleros, ma­
llas, etc. En el altar mayor estaba en su nicho grande, sobre peaña
de cedro, pintado y plateado de más de vara, el Patrón San Joa­
quín, estatua devota de Europa, con la Niña María Santísima en sus
brazos, ambos con diadema de plata, y a los lados se pintaron San­
ta Ana con su ofrenda y San José con el Niño Jesús, que tenía en la
mano una escuadra de carpintero, y por los lados Angeles y Serafines
y una buena cortina.
Acabado el segundo piso que sería como ocho varas de ancho, y
donde a la izquierda estaban las niñas en fila para el rezo y a la dere­
cha los niños en sus banquillos, se seguía otra baranda torneada más
alta con su grada, que cogía todo el ancho de la iglesia, y por dentro
estaban arrimados escaños con pasamanos y espaldares de barandi­
lla torneados, donde se sentaban los gobernadores, capitanes y vara-
yos en ambos lados, y había su silla de cuero plateado para el Sr.
Gobernador de Mainas. Tenía este segundo suelo dos ventanas a los
dos lados, fuera de las seis dichas, que daban luz a los dos altares
colaterales, que estaban de frente hacia la portada. Seguíanse junto
a otro pilar o estante, bajo la baranda otra concha para el agua ben­
dita a la colateral de la puerta izquierda, por donde iba el misionero
y Padres que concurrían a visitar el Sacramento. A la otra colateral
se hizo una puerta de barandilla torneada con su tapa de lona por
dentro, se alargó una capilla con dos ventanas con su altar de San­
ta Ana y con su retablito de cedro pintado y plateado, y delante más
abajo estaban pintadas las Animas, y más arriba el Sagrado Corazón
— 513 -

de Jesús con ángeles, que les daban la mano, y al un lado y al otro,


ro sa rio s y escapularios de que asían para salir de las Hamas, con que
les explicábamos a los indios, lo que valía la devoción al Corazón de
Jesús y a la Virgen.
En la sacristía se puso un grande cajón de cedro, cuya tapa ser­
vía para revestirse cinco o seis Padres juntos, y tenía cuatro gavetas
grandes, donde se guardaban extendidos los ornamentos, ropa blan­
ca, roquetillos de niños, palio de seda, estandarte de guión, roquete
de dar viático y otras cosas. En medio había otras gavetas menores,
como de vara de ancho y vara y media de largo en donde estaba en
una, la plata labrada: cuatro candeleros fornidos, otros cuatro me­
nores, seis mallas, custodia dorada y cáliz, don de Carlos II con su
nombre, otros cuatro cálices, platillos, vinajeras, relicario de nácar
con guarnición de oro, cruz, incensario con su naveta muy decentes.
Entre los ornamentos muy decentes, y de todos los colores, había
uno muy rico de tisú y una capa de coro nueva de persiana. En el
otro cajón o gaveta estaban los misales, velas, vinajeras de vidrio,
calderita de Asperges. . . .
Había dos grandes confesonarios, uno en frente de otro, de
cedro, bien lucidos; seguíanse hasta la puerta 24 bancos labrados
a ambos lados para sentarse los indios a vista del altar. Para cuan­
do había concurso de otros misioneros, a las consultas dos veces
al año, se pusieron otros dos confesonarios de quitar con solas
rejillas, que una era un IHS bien cavado y otro un Maria que
se encajaban en cada esquina de la baranda con una silla dentro
para el confesor. Podían decir misa a un mismo tiempo seis sa­
cerdotes, y en la capilla resguardada con lonas (que es una tela
gruesa de algodón) a los enfermos y cuando había muchos zancudos.
Púsose aquí a la izquierda del bautisterio un ataúd bien labrado con
barandillas, pies bajos torneados, arco arriba a sus cuatro puntas pa­
ra cargar, con cruz en el remate, todo bien teñido de negro con
parinari (resina). Para encima había una manta negra con una cruz
amarilla.. . .
Con esta idea délas andas se consiguió fueran dejando la cos­
tumbre de traer a los difuntos en hamacas. Para los niños se hicie­
ron otras pequeñas y curiosas y se entabló que les pusieran sus
guirnaldas de flores y otros ramos de ellas en las manos, y cuando
se podía llevaban los músicos y con repiques se les mostraba que sus
almas vivían en el cielo para consolar a las madres, que sienten mu­
cho estas sus prendas am adas.. . Añadiéronse después frontales pin­
tados para todos los altares, y otro de cuero plateado para el altar
mayor con cuatro candeleros de bronce, muchos de madera tornea­
dos, mallas, águilas, cuatro ‘ lámparas de lata estañadas, un espejo
grande, y un calvario con cruces y estampas finas con sus marcos
por las paredes donde rezaban los niños los viernes de Cuaresma las
estaciones con el misionero.
También se entabló la Congregación del Sagrado Corazón de
Jesús con los más juiciosos y mujeres sesudas, se rezaban sus oracio­
nes y se les hacían sus pláticas los primeros viernes, y el viernes
— 514 —

después de la octava del Corpus, su fiesta solemne y procesión con


que se remataba la solemnidad que se tenía todos los ocho días con
misa cantada y rosario a la tarde con la custodia descubierta. Y el
P. Iriarte que la entabló, envió después un grande cuadro del Sagra-
do Corazón de Jesús con Angeles, y a los lados abajo los Venerables
Colombière y Alacoque, que se exponía en sus juntas, y comulgaban
a menudo algunos congregantes más instruidos y los viracochas.
También introdujo dicho Padre, que a las Avemarias, dada después
señal con tres campauadas, acudiesen muchos y muchas al rosario
en la iglesia, y yo lo continué mientras me permitieron.
Fuera del pórtico había un cementerio capaz con cruz alta al
fin y a los lados dos campanarios con cuatro campanas.
E l pueblo estaba en un sitio bellísimo, todas las casas a cordel
con la cara al Oriente y Marañón que se extendía a la derecha por
arriba como dos leguas en una perfecta vuelta y por abajo en más de
tres en vía recta, teniendo toda la orilla fronteriza hermoseada con
platanares y chacras. Al frente hacia el puerto una larga calle dere­
cha al un lado y otro de la iglesia, con las casas iguales distantes por
las quemas como 20 varas, y después de casa a casa se tiraron pa­
redes de tarapotos (1) por uno y otro lado, donde plantaron los in­
dios flores para el Santo Cristo y las indias para la Virgen, y tenían
sus ajíes y algunos frutales. Por delante a distancia de unas diez va­
ras hácia el puerto, plantó el P. Martín Iriarte naranjos dulces de
trecho en trecho, y creciendo después, hacían una bella alameda y
abastecían a muchos; después seguían para arriba otras dos calles,
puestas las casas entre los huecos de los bajos, y como era declive el
terreno, todos gozaban de la vista del río y de muy lejos las divisaban
las canoas. Con el lado de la iglesia, el Cabildo, el trapiche en el
centro y la casa del misionero al otro extremo, se formaba una plaza
mediana, que tenía en medio su reloj de sol, y por delante un jardín
de flores, margaritas, claveles de árbol, aromas y otras coloradas co­
mo azucenas que daba todo el año, ni faltaban sus frutales, higueras,
naranjos dulces y agrios,limones, etc., y después se pusieron hortali­
zas, coles, lechugas, rábanos y aun parra y mucho café que se
logró de Portugal y todos daban excelentemente, ni costaba el man­
tenerlos más que un rato de oficio manual cada día del misionero con
sus muchachos.
Puso también dicho P. Iriarte ganado mayor y menor, con tres
vacas y un toro que trajo desde Borja, y algunas cabras que subió
Fr. Juan, Carmelita de San Pablo, sin más afán que hacerles sus
casitas para dormir y un par de muchachos de casa que se remudaban
de pastores. Fueron aumentando y sirvieron bien, pues en poco más
de siete años crecieron hasta 29 cabezas, y las cabras a más de se­
tenta. Matábamos los machos castrados, y se iban aficionando los
indios a comida salada y de cristianos, y más los viejos y enfermos
que pedían la leche con que se fortalecían. Tuvo también dicho1

(1) Tabla» hechas del tallo de una palma durísima.


515 —

padre puercos caseros hasta 18; más todos se acabaron casi de re­
pente, porque habían hocicado y comido yuca brava, que sin re­
flexión se plantó cerca y es venenosa.
Tuvo también el Padre palomas pequeñas, y un muchacho Lean­
dro Guevara, borjeño, porque le dieron una zurra que merecía, les
puso barbasco en su agua de beber, de que muere el peje, con que
murieron. Mas uno y otro se restauró con palomas grandes, mansas,
calzadas que bajamos del Ñapo y marranos de La Laguna, y con las
gallinas y patos había toda abundancia que ayudó en tiempo de epi­
demias. Y lo mismo se iba entablando en los demás pueblos del
Marañón. y es muy necesario este socorro, ni tan difícil de entablar.
Aun en Ñapo se consiguieron todas estas crías, y en Nanay, monte
adentro diez días, llevando en canoas terneros, lechoncitos y cabri­
tos. Y más purifican el aire contra pestes, ahorran a los indios el
limpiar [las cercanías del pueblo] a machete, porque impiden crecer
las hierbas y monte; finalmente enseñan a los indios a ser cuidadosos,
cerrando sus casas y poniendo barbacoas altas para secar sus cosas co­
mo lo hacían ya en Omaguas.porque no llegasen animales. Es verdad
que de cuando en cuando, hay sus plagas de murciélagos; mas para
esto sirven las casetas bien cerradas de tarapotos, en donde se res­
guardan, y para que los pastorcitos no pierdan su doctrina,se sueltan
después de misa y se encierran antes del rezo de la tarde.. ..

2 - Ahora pongo otras cosas de policía y economía que hallé en


Omaguas, y algunas que se adelantaron después, para instrucción de
los venideros que fueren a la Misión. Fuera del gobernador [indio]
de todo el pueblo, que era vitalicio, había capitanes de todas las
parcialidades, que eran sus antiguos principales o sus descendientes,
y se confirmaban por el Sr. Gobernador de Mainas. Había su alfé­
rez y sargento de milicia con sus insignias, y éstos juntaban la gen­
te pára las entradas, convidando unos 15 días antes con tambores
a los soldados que bastasen, y ponía el número el misionero...
Después de la fiesta de San Joaquín [el varayo que estaba de
semana] señalaba los que habían de ir a las charapas y a la sal, y
antes los que habían de salir a Quito con el despacho general.
Estos eran cuatro de cada pueblo.
Para la pesca de las charapas [tortugas], iban al Ucayale co­
mo unos quince indios,sólo varones con algún cabo de fiar. Llevaban
diez o más tinajones que daba el misionero, y recogiendo millares
de huevos que hay en las playas, comían a gusto y los demás aplas­
taban en las canoas y la manteca que sobresalía, ponían con unas
conchas en los tinajones, hervían en pailas y con un poco de sal de­
jada enfriar echaban a las tinajas que cerraban con hojas de vijao,
(como plátanos) y aseguraban con venas [bejucos], metiéndolas
después en las canoas grandes sobre bases pajizas.
A las noches, había indios de centinela para los tigres y para
observar,cuándo salían en otras playas charapas a poner huevos, que
suele ser por oposición de luna y en las playas retiradas. Aquí lo­
grando el lance, pasada media noche, avisaban a todos, que a dos
— 5iö —
manos volcaban cuantas querían, pues salían a millares, y así vueltas
no se pueden menear. Hacían un cerco de cañas donde había poca
agua y las mantenían así hasta acabar la balsa de palo fofo, en donde
las ponían derechas, una sobre otra de cien en cien, con un buen
cerco de palo atado con venas y a la punta una alta cruz, todo se
hacía en el río. Con que en unos 15 días o 20, bien proveídos de
ellas y [de] tazas llenas de charapillas tiernas tiraban río abajo y diri­
giendo la balsa, llegaban al pueblo.
Las canoas traían abarrotadas ya con tazas de charapillas, que
cada una tendría más de quinientas, (pues no son más grandes de un
real de a ocho), ya con huevos de que surtían sus casas y la del Pa­
dre. Fuera de la charapera del misionero, tenían los indios las suyas,
cubiertas como chozas pajizas, en que ponían muchas tortugas*
echándoles su hoja o gamalote se mantenían gordas todo el año,
siendo una despensa segura para todo trance.
Para las charapillas y otras maltonas que cogían los mitayos,
había destinada otra charaperilla, y observé que a los cuatro años
estaban como dos gemes de largo, de donde se infiere cuántos años
tendrían las madres, que pesan cuatro y más arrobas. Todas ellas
son gran sustento, pero las pequeñas, como pollos tiernos, y de su
manteca frita se guarda para guisar, que es excelente y blanca.. . .
Para la sal había pretendientes; señalaba el semanero avisado
del Padre quince indios con una canoa grande y otra mitayera que lle­
va la comida) y se les daba con qué pagar matalotajes en los pue­
blos (porque, aunque se daban éstos de balde en despachos comunes
de chasquis con correspondencia de unos pueblos a otros, mas los
particulares y de número de indios, los pagaba cada misionero).
Tardaban dos meses en este viaje, por lo que iban confesados, y el
cabo con advertencia de que oyeran misa en los pueblos, dieran buen
ejemplo y rezaran cada día, antes de partir, y a las noches las ora­
ciones y el acto de contrición. Llevaban algo de aguardiente y taba­
co, por si los mordían algunas culebras, y sus fisgas y veneno, dando
todo del misionero. Llegados a Yurimahuas, y con instrucción de su
misionero y si era menester un par de prácticos en los raudales, su­
bían al río de la sal [el Paranapura] como diez días, y allí hechos sus
ranchos, comenzaban su saca, que se reducía en el cerro de la orilla,
a prevenir tinajas horadadas con agua que iban soltando por donde
hacían canal con las hachas y ésta ablandaba la sal de piedra por
donde pasaba; luego con las mismas hachas y machetes, y mejor si
llevaban barretas, (que en Omagua habían) iban partiendo pedrones
de dos o más arrobas, y de los pedacitos llenaban sus tazas, y los
colocaban en las canoas. Si estas no aguantaban la carga hacían una
pequeña balsa que acompañaba la mitayera, y volviendo por Octubre
surtían al pueblo. La costumbre era entregar al misionero cada indio
una piedra y dos tazas, y todo lo demás para ellos, de más se les da­
ba su galardón de cuchillos, calzón, etc. Con esta sal fuera del gasto
preciso, socorría el misionero de Omaguas a los pobres, viudas y en*
termos, y enviaba a los Padres de los pueblos nuevos, como Nabua-
- 517 - -

p¿i Nanay, Tigre, y lo mismo de las mantecas y pescado salado al


Marañón Alto, Cerros, Muratas, Andoas, Lamas, etc.
Para el pescado salado se buscaba una laguna mediana donde
iba el misionero con toda la gente del pueblo, como en asueto, pre­
viniendo cargas de barbasco que tenía sembrado, y comprando de
los indios, si no alcanzaba. Salíase al amanecer dicha la misa. Iban
contentísimos todos, y llegados al sitio como a las ocho se repartía
el barbasco, e iban martajando con mazas sobre madera y echándole
a rededor y con canoillas por dentro. Y al cuarto de hora se llena­
ban las orillas de innumerables pejes pequeños que cogían los niños y
ninas, asaban y comían. Pasado más tiempo, iba apareciendo em­
briagado el pescado mayor, zúngaros, paicos, rayas, pacos y gamita-
nas, y sin tener más paciencia los indios los iban fisgando y hasta los
niños de seis años. Ya cada mujer tenía prevenido su fuego y barba­
coa, donde destripándolos los iban colocando. Y los fiscales y mu­
chachos iban salando todo, amontonando unos sobre otros llenando
las canoas, como los indios las suyas de ahumados y algunos curio­
sos, también sus salados, comían a placer, y a las cuatro de la tarde
ya estaban de vuelta. Muchos indios volvían al día siguiente a la
laguna y llenaban sus canoas de pescado que hallaban muerto y lo
ahumaban. Esta es la abundancia del Marañón, no por eso se este­
rilizaba la laguna, porque a la menor creciente corre agna nueva y
se llena otra vez de pescado. . (i)

3 —El esplendor del culto divino en las reducciones del Marañón


era una de las cosas que mayor admiración causaban a los españoles y
a los viajeros europeos, que tuvieron ocasión de ver la manera cómo
asistían a las ceremonias sagradas y celebraban sus fiestas aquellos
hijos de la selva.
En general los misioneros habían logrado infundir a sus neófitos
un altísimo aprecio del santo sacrificio de la Misa. Rarísimo eratel
indio adulto qne dejase de oír misa un día de precepto, y sucedía
muchas veces que estando ausentes, caminasen por tierra o navega­
sen día y noche, por llegar al pueblo el sábado o víspera de la fiesta,
para poder asistir a misa el dfa siguiente.
Aun en el vestido y aseo del cuerpo daban a entender los indios
la estima en que tenían el día de fiesta. Fuera del cuidado muy parti­
cular de las madres en hacer lavar a sus hijos las manos y la cara y
de peinarles para ir a la iglesia, los días de fiesta, cuidaban mucho
del aliño y aseo del vestido, dando a entender con esto la reverencia
y respeto que les inspiraba la casa del Señor. Y es esto tanto más
digno de notarse, cuanto es bien conocida la dejadez y desidia del
indio en lo que toca a la decencia de su persona.
La compostura exterior, la modestia y devoción con que esta­
ban, mientras asistían a la doctrina o rezaban sus oraciones, eran(I)

(I) D iario de un m isionero de M ainas, P. 1, nn. 30-36.


- 518 -

verdaderamente notables. Más aún, una de las cosas que más eo


rostro les daba, cuando iban a Quito o a otra ciudad de españoles
era la poca devoción con que éstos estaban en el templo.
Todos los domingos, además del repaso general de la doctrina
y de la misa cantada a que asistían siempre de rodillas, por la tarde
se rezaba el rosario con la solemnidad que cabía, por las calles barri­
das y limpiadas desde la mañana por los fiscales. Al primer repique
que se daba para el rosario, todos se vestían con la ropa más aseada
como para la misa, y acudían a la iglesia. «Causaba devoción, escri­
be el P. Chantre, el orden con que caminaban en dos filas, primero
los niños y niñas, y luego los adultos, separados los hombres de las
mujeres. Solía comúnmente acabarse el rosario al volver a la iglesia,
y colocada en el presbiterio la imagen de Nuestra Señora, que se
había llevado en procesión por el pueblo, se cantaban solemnemen­
te las letanías, respondiendo la gente con tanta uniformidad, que
mostraba bien la misma unión de las voces, la atención, gusto y de­
voción con que se cantaba», (i)
En todas sus Misiones de América, los Jesuítas procuraron
arriagar hondamente en el alma de los indios la devoción al Santísi­
mo Sacramento y más tarde el culto al Sagrado Corazón de Jesús,
que llegó a florecer de un modo increíble en nuestras reducciones
del Marañón. Nada nos puede dar una idea más cabal de cuán fe­
cundos habían sido en este punto sus afanes, como el júbilo y solem­
nidad con que celebraban las fiestas de Corpus Christi y del Sagra­
do Corazón.
«Era el primer cuidado el asear y componer la iglesia; cuya
disposición pertenecía inmediatamente a los sacristanes, que ayuda­
dos de los fiscales y de los niños de la doctrina en recoger ramos,
palmas, flores y hierbas olorosas, formaban en el pórtico mismo de
la iglesia una grande y vistosa portada, maravillosamente entretejida
con variedad de flores y con tan buena disposición de colores, que
hacía una vistosa perspectiva. De la misma variedad vestían los pila­
res de la iglesia, y añadiendo de trecho en trecho algunas velas
puestas en orden y simetría daban nueva gracia al adorno. De pilar
a pilar tiraban un arco figurado con ramos, y palmas abiertas y ex­
tendidas. Las ventanas aparecían también vistosas, entabladas por
los contornos de ramos frondosos y de flores agradables. Lo mismo
hacían con los altares, fuera del mayor, cuyo retablo quedaba del
todo descubierto, pero hermoseado con las mejores flores y más lu­
cidas palmas por los lados y en los nichos de los santos. Si no tenía
retablo el altar mayor, como sucedía en algunos pueblos, le forma­
ban de aquellos materiales y armaban un trono correspondiente al
viril, con gradas desde la mesa del altar, todas adornadas de tiestos
de hierbas olorosas y de jarrillas bien pintadas, llenas de flores en­
treverando candeleros de plata con mallas del mismo metal. Da­
ba nuevo realce un buen número de velas de cera blanca que ardíao

Ï b.) H11,istoria de la s
c. 18; 639.
M isiones de ¿a Compañía de J esú s en el Marañón t s í a'
519 —

en el altar, en las gradas y en el trono. Finalmente, el pavimento


de la iglesia, y más particularmente el presbiterio, estaba regado de
flores y de hierbas, que esparcían un olor agradable por toda ella.
Saliendo del aparato de la iglesia, propio de los sacristanes,
vengamos a otras prevenciones que tocaban también a otros. Algu-
n0S días antes de la fiesta, se empezaban a componer y allanar las
calles, que para la víspera debían estar aseadas y barridas. En la tar­
de de este día unos iban al monte y otros a las orillas de los ríos por
cantidad de ramos, palmas, árboles, flores y hierbas, para el adorno
délas calles y para la construcción de enrejados y castillos, procu­
rando traer el que podía algún animal vivo o pájaro vistoso, para
colocarlo en los castillos.
El día del Corpus, muy de mañana, repartía la gente el gober­
nador y alcaldes, y todos iban armando a un tiempo, conforme al
orden que habían recibido, arcos de palmas por uno y otro lado de
las calles por donde había de dar la vuelta la procesión. De tre­
cho en trecho se levantaban castillos u otros ingenios, en que se
colocaban los animales vivos, como monos, pájaros, charapas y otros
peces, con muchas frutas y varios géneros de comestibles. Armaban
los sacristanes sus capillas y altares para las pausas que había de ha­
cer la procesión, en donde colocado el viril o custodia, entonaban
los cantores acompañados de instrumentos, algún himno o canción
devota del Misterio. Disponíanse de modo las capillas, que desde
ellas podía el misionero echar la bendición a todas las partes del
pueblo. En algunas reducciones más adelantadas no faltaban algu­
nas mantas de gusto, por la pintura y labor delicada de los indios,
con que formaban sus capillas, y en otros pueblos las solían hacer de
mantas o cubiertas de lamas, las cuales eran vistosas y lucidas por la
pintura y variedad.
Para evitar la fuerza del sol en la procesión, se procuraba en
cuanto era posible anticipar la Misa a la hora acostumbrada en los
otros días de tiesta y acabadas las reconciliaciones de los que tenían
la devoción de comulgar, se cantaba con la mayor solemnidad y apa-
fato. Ordenábase inmediatamente la procesión con toda la ostenta­
ción que cabía. Un sacristán iba delante con una cruz alta, y a sus
lados dos niños con sotanillas y roquetes limpios que llevaban los ci­
riales. Seguían a éstos los niños de doctrina que eran muchos, en dos
filas y con los brazos cruzados; con el mismo orden y con la misma
compostura caminaban las niñas, a quienes seguían las mujeres adul­
tas, se dejaban después ver los varones, con las armas de su nación,
formando una o dos compañías con sus cabos, clarines, cajas y pífa­
nos. Iba el alférez en el centro con su bandera, el cual atrasándose
un poco, batía con aire y curiosidad su insignia al salir y entrar el
Sacramento en la iglesia. Nadie se excusaba de asistir a la procesión
fuera de los enfermos, y todos iban con tal compostura, modestia y
silencio, que nadie se desmandaba en cosa que desdijese algo de la
reverencia debida al Sacramento, a que ayudaban también los fisca­
les. que repartidos de trecho en trecho, celaban la reverencia, mo­
destia y compostura.
— 520 —

El sacerdote con capa de coro y con el viril en las manos, iba


dando ejemplo a todos debajo del palio, cuyas varas llevaban los más
autorizados del pueblo. Precedían cuatro niños, dos incensando con­
tinuamente y otros dos sembrando por la tierra flores, todos con
gran reverencia y con sotanas y roquetillos. Los cantores y tañedo­
res de instrumentos acompañaban de cerca al Señor y cantaban por
toda la procesión, ya el Pange lingua, ya el Sacris Solemniis. A dis-
tancia de seis a ocho pasos del sacerdote, iba por delante el estan­
darte o pendón que llevaba unos de los principales (el cual solfa
nombrarse cada año como mayordomo de la fiesta), y dos compañe­
ros recogiendo las borlas y cordón por uno y otro lado. Cerca del
estandarte hacia sus habilidades una turba de danzantes, que bien
ensayados de antemano, danzaban con garbo y gracia al son de una
flauta y tamborcillo que tocaba un indio. El sacerdote colocaba en
cada una de las capillas el Santísimo y daba lugar a que se tocase
algo de arpa y violín y se cantasen algunas coplillas devotas, y dicha
la oración del Sacramento, daba la bendición con el venerable.
Con este orden daba la vuelta la procesión por todo el pueblo,
y llegando a la iglesia se daba la última bendición desde el altar ma­
yor y se reservaba en el sagrario el Santísimo, con que se daba fin
a la función de iglesia. En algunos pueblos se detenía la gente cer­
ca de la iglesia, las mujeres en la plazuela de ella, y los hombres en
el corredor de la casa del misionero, mientras los fiscales recogían lo
que estaba dentro de los castillos y enrejados, y lo traían al Padre,
el cual delante de todos, los repartía a los más pobres del lugar. Se­
guíase el saqueo de uno de los castillos que se reservaba a este fin, y
se alargaba a la discreción y habilidad de los muchachos. Era fun­
ción divertida por el tropel con que embestían y por la porfía en
adelantarse unos a otros. Este caía, aquél resbalaba, uno llevaba un
empujón, otro quedaba con la rama en las manos. Allegábase a esto
la diligencia de los animales en no dejarse coger de los muchachos,
porque atados con cuerdas largas se burlaban de los que ya casi los
tenían en las manos, y venían a parar en las de aquellos que por la
poca fuerza y menos habilidad no podían subir por las ramas y esta­
ban muy atrás, sin esperanza de coger ni mono, ni pájaro, ni otra
cosa alguna de las encerradas en el castillo. Esta inocente diversión
daba 6n a la función de aquella mañana.
La fiesta del Corazón de Jesús seguía a la novena que se hacía
desde el día del Corpus hasta el viernes después de la octava. Toda
la gente del pueblo asistía indefectiblemente a ella, oía la Misa, re­
zaba las oraciones e intervenía al canto de los gozos en la novena.
En la solemnidad de este día, consagrado al Corazón de Jesús, se
observaba el mismo método y orden de la fiesta del Corpus con el
aparato y procesión por las calles que acabamos de decir, con sólo la
diferencia que salía más tarde la procesión, porque detenían al mi­
sionero las confesiones, que eran más en número que el día del Cor­
pus. Había prendido tan bien esta devoción en algunos pueblos de
la misión, que se había entablado su ejercicio en todos los viernes
del año con asistencia voluntaria de la mayor parte del pueblo, y e0
— 521 —

el primer viernes de cada mes se hacía con mayor solemnidad y de­


voción. Confesábanse en este día y comulgaban varios, se tocaban
los instrumentos a ratos y se cantaba con celebridad la Misa. Mas el
día destinado a la fiesta le guardaban como de los más clásicos del
año, siu salir a su trabajo ni emplearse en cosa que desdijese de una
fiesta de precepto», (i)

4 —Entre las ceremonias y ritos de la Santa Iglesia, parece que


ninguna gustaba tanto a los indios como las que usa en Semana
Santa. He aquí como refiere el P. Uriarte la manera que tenían los
¡quitos de celebrarla en sus reducciones. «Los cristianos y sacrista­
nes, dice, armaron un monumento vistoso con poca costa, de tres
frontis y cuatro altos, imitando algo al de Sevilla. Había más de 20
mocetones solteros; con éstos, dándoles sus regalitos, hice traer unos
20 palos largos y derechos de eguaratina, que es ligero como balsa y
fuerte, unas seis cargas de venas de árboles delgadas como cordón,
30 o 40 cargas de ácimas o mueretis; y a los muchachos, dándoles
agujas, hice buscar tierras de diversos colores, a los fiscales cuatro
cantaritos de leche de palo y a las niñas todo género de flores, los
sacristanes sólo trajeron cañas y palmas. En la plaza delante de la
iglesia se descortezaron las áchuas y con las cortezas hicimos tres
grandes esteras, una para el presbiterio de sus diez varas de ancho
por doce de largo, y las otras dos de seis varas de ancho y de unas
diez y seis de largo, para los dos lados de la iglesia, en que pudiesen
hincarse los hombres y sentarse las mujeres. Hízose el andamio o ar­
mazón con las eguaratinas, poniendo ocho clavadas en tierra, y sus pun­
tas atadas a las soleras del techo; otras tantas atravesadas en propor­
ción de cuatro cuerpos de mayor a menor. Seguía el dibujo de cañas a
modo de castillo antiguo que hacía tres caras, una sobresaliente'en
medio, y las dos de sesgo a los lados menores. A este armazón que so­
bresalía afuera dos varas y tapaba el altar,correspondía otra semejante
con el ancho correspondiente a los sesgos que excedían media vara a
cada lado, arrimada a la pared, en todos cuatro cuerpos con palos atra­
vesados y encima tarapotos... Después de hechos arcos de caña, ce­
nefas, columnas, pretílejos y candeleros, se vistieron con las áchuas
pintadas, y hacían sus nichos y torreones que alumbraban todo el
monumento, a cuatro en medio, a dosa los lados, con que con treinta
y dos velas estaba todo iluminado. En el primer nicho, con gradería
y pasamano, como el de Omaguas, se colocó el Sacramento, en el
segundo una Virgen de Dolores, con manta negra y su toca de bre-
taña.., en el tercero San Juan Evangelista de sacerdote, en el cuarto
un bello Santo Cristo de media vara. Los otros dos lados estaban ador­
nados con cuatro cuadros pequeños de San José, San Antonio, San Ig­
nacio y San Javier, correspondiendo a los cuatro primeros arcos, y los
otros cuatro de arriba, con las estampas de los Santos Borja, Regis,
Luis Gonzaga y Estanislao rematando en medio con los tres mártires(I)

( I ) Chantre, o . c., lib, 11, c. 19; 6 6 0 *6 2 .


— 522-

del Jap ón ... y en todo entreveradas rosetas de palmas, y (lores de


monte, en especial rosas de pasión y de diversos colores, que llaman
granadilla... Por detrás había un forro correspondiente a áchuas
pintadas en listas de arriba abajo. Y en todo no entró un clavo; pues
se amarró con venas que son más fuertes que bramante.. . .
Los tres días de Tinieblas, rezando en casa Maitines, canté Lau-
des con asistencia de la gente; luego hice sus pláticas de la Pasión*
hubo su Miserere de disciplina y procesión de penitencia. . El Jueves
Santo comulgaron los dos viracochas y algunos indios, y después de
la misa cantada se colocó el Santísimo en el Monumento y en el
copón se reservaron formas en el sagrario puesto en un altar colateral
abajo con su lámpara. . . .
El Viernes Santo,. . . al adorar la cruz velaron cuatro indios y
cuatro niSos el Santísimo Sacramento con sus rodelas lanzas, y con­
tinuó la gente todo el día sus estaciones. Viendo mi gente bien dis­
puesta, les dije que quería imitar con mis mozos el ejercicio de las
tres Horas que hacían los Padres en Quito, y asistiesen los que quisie­
sen desde las doce a las tres en que murió nuestro Dios hecho hombre
por nosotros. Dispuse un altar de frontal negro,seis velas negras y en
medio un devoto Santo Cristo, obra del célebre Felipillo en Quito, y
que lo encarnó el famoso Legardo... y saliendo con ciriales,sobrepelliz
y estola le expliqué en Inga y leí [las siete palabras]. Rezamos a pau­
sas el rosario con su poco de meditación y música a cada palabra.
Acudió casi toda la gente, y quedaron muy gustosos. Luego se llega­
ban y miraban compasivos al Santo Cristo, diciendo: Así murió por
mí mi Señor Jesucristo.
A la noche bajados los brazos del Santo Cristo, le puse en unas
andas hechas de áchuas, y rodeamos la plaza, precediendo unos ocho
niños en medio con los clavos, corona, columna, azotes, sogas, mar­
tillo y tenazas, todo pintado en tarjetas de áchuas de a media vara,
y muchos, disciplinantes, y otros con cruces, coronas de espinas, y
yo,por el ejemplo, y mis mozos también, con corona de abrojos y soga
al cuello. Acabado todo con el Miserere, les prediqué del caso, y he­
cho el acto de contrición y dicho el Alabado se fueron en silencio.
También el Jueves Santo hubo su comida a doce de los más po­
bres, cuatro Napeanos, cuatro Masamaes y cuatro Iquitos. La limos­
na fué cuzmas, camisas o calzón, cuchillo, anzuelos, y p e d a z o s de
tabaco. Luego su lavatorio, ni faltó quien rehusase dar el pie.
Prevínose para el Sábado Santo lo necesario, y al amanecer ya
estaba la gente en la iglesia al oír la matraca. Sacaron el fuego nue­
vo con el eslabón los fiscales en la puerta de la iglesia, y hechas to­
das las ceremonias, se bautizaron los catecúmenos ya instruidos,
todos con vestido blanco de lienzo o lona.
A la Gloria se bajó la estera grande del presbiterio que tapaba
el altar y la mitad del Monumento, se abrieron las ventanas, sona­
ron cajas y clarines, guitarras y pífanos en el coro, echaron los mo­
zos de lo alto en vez de aleluyas, chaquiras, con que se alborotaron
todos; y apareció en lo alto del nicho, el Niño Jesús resucitado con
su sitial y banderita de papelón pintado. Después de misa, procesión
— 523-

del encuentro del Niño Jesús con la Virgen en la puerta de la iglesia.


Cuatro niños llevaban al Niño Jesús, y cuatro niñas a la Virgen en
sus andas bien adornadas con ramos de flores», (i)
El P. Chantre añade otros pormeros interesantes que muestran
bien a las claras el celo de nuestros Padres para hacer concebir a los
indios una idea adecuada de los principales misterios de nuestra santa
religión. «En los más de los pueblos se hacían los oficios de la Se­
mana Santa que prescribe la Iglesia, empezando desde el domingo de
Ramos, con la procesión acostumbrada a que concurrían los indios,
llevando en sus manos palmas benditas, las cuales guardaban después
con mucho cuidado en sus casas. El Jueves Santo se depositaba el
Santísimo en un monumento vistoso que se disponía en el presbiterio
y se empezaba a formar algunos días antes, porque viendo por expe­
riencia los misioneros que esto exterior y visible movía mucho a
los indios, se esmeraban en hacer un monumento majestuoso y res­
petable. Su construcción no era uniforme en la figura por ser diver­
sos los gustos de los hombres, pero sí en los adornos. La idea más
común era la siguiente:
Desde la barandilla del comulgatorio hasta la mesa del altar
mayor se formaba de ramos y palmas una capilla, a manera o con
figura de bóveda bien arqueada, y se vestía de lienzos blancos, así
por los lados o paredes como por el cielo. Desde la entrada de la
capilla hasta el altar o plan de la mesa seguía una grada de doce o
catorce escalones, qne venía a terminar sobre el altar mayor, en el
cual, añadiendo otros escalones que daban más elevación, se formaba
un trono magnífico para la colocación del Santísimo. A uno y otro
lado de la grada corría al sesgo un pasamano de tres palmas de en­
rejado, con sus asientos para los candeleros, jarros de flores y otros
adornos, que se distribuían por ellos y por los escalones con gusto y
proporción. Las gradas estaban tan firmes, que subían y bajaban por
ellas los sacristanes con toda seguridad, y se cubrían con una especie
de alfombra o mantas azules o de otro color que ofrecían los indios a
porfía, y como estaban delicadamente matizados con listas de flores
de varios colores, hacían un agradable aspecto. El trono se disponía
con frontales de color o de otras piezas de colores gratos, curiosa­
mente te jid o s ....
La mañana del Jueves Santo era una de las más ocupadas para
el misionero en las confesiones y reconciliaciones de los que habían
de cumplir con la iglesia. Una hora antes de amanecer entraba en
ella, y ya encontraba un gran golpe de gente que le esperaba. No
eran las confesiones largas, porque no se oía comúnmente de con­
fesión en este día, sino a los que se habían confesado antes. Sin
embargo era tanta la multitud de reconciliaciones, que duraban hasta
medio día. Acabadas éstas, se hacía señal para la Misa, y antes de
empezarla exponía el Padre a la gente la institución del Santísimo
Sacramento, que celebraba la iglesia en aquel día y exhortaba a to­

il) D ia rio de un m isionero de M ainas, (Mo.) P. Ill, n. 30-34.


524 -

dos a dar gracias por tan singular beneficio, y encargaba una devota
asistencia a los divinos oficios y procesiones. Daba en la Misa la
santa comunión a los que estaban dispuestos para cumplir con U
iglesia, y siguiendo las rúbricas de ella colocaba el Sacramento en el
sitio prevenido, acomodándose a los demás que se practica en Eu­
ropa.
Pero no son de omitir algunas prácticas que se estilaban en los
pueblos en este día. Antes de la procesión, que se hacía por la iglesia,
dejaban el gobernador y capitanes de milicia los bastones, y los al­
caldes y fiscales sus varas debajo de los bancos de ayuntamiento, y
no volvían a tomar sus insignias hasta que en Sábado Santo se can­
taban las aleluyas. . . .
La gente del pueblo repetía sus visitas a la iglesia con silencio,
compostura y devoción que era de grande consuelo a los Padres por
ser unas muestras tan claras de piedad en gentes antes tan brutales y
bárbaras, que depuesta la ferocidad del gentilismo, emulaban la pie­
dad, fe y religión de pueblos católicos fervorosos. A los Oficios de la
tarde acudían todos, chicos y grandes, y en las noches del Jueves y
Viernes Santo a las procesiones. En ellas se veía un número crecido
de penitentes, de los cuales unos llevaban sobre los hombros desnu­
dos cruces pesadas, otros coronas de espinas en las cabezas, varios
caminaban, como suele decirse a gatas, deteniéndose a las veces
hincados de rodillas para azotarse con disciplinas secas, aunque era
más común picarse primero con rosetas de acero o pelotones de cera
armados con puntas de vidrio, y proseguir después, llamando la san­
gre con madejas de hilo de algodón. Algunos hacían estas peniten­
cias con tanta inhumanidad, que era necesario hacerlos retirar a sus
casas a que se curasen.
El Viernes Santo se predicaba el sermón de Pasión, exponién­
doles sencillamente los pasos de ellas, y no pocas veces se acababa
con una avenida copiosa de lágrimas en que se deshacían los indios.
A la adoración de la cruz, que se practica en este día, no eran admi­
tidas las mujeres, pero entraban todos los hombres de dos en dos,
empezando los de justicia y acabando los niños. Aunque no era toda­
vía común, se iba introduciendo en los pueblos de la misión la her­
mosísima y tierna devoción de las tres horas de agonía de Jesucris­
to en la Cruz. Empezó a introducir esta devoción en Quito por los
años de 1739 el P. Baltasar Moneada, Provincial de aquella Provin­
cia, y de aquí había pasado a las misiones del Marañón. Practicába­
se el Viernes Santo con un ejercicio largo de tres horas, empezando
a las doce eu punto y acabando a las tres de la tarde. Explicá­
base a ratos las siete palabras, y a ratos se meditaba sobre ellas;
rezábanse algunas oraciones vocales y tercios del rosario, y última­
mente se daba fin al ejercicio con una exhortación y devoto colo­
quio con Cristo moribundo, hasta el paso de la muerte. El ejercicio
de la Agonía es de los más tiernos, útiles y patéticos que pueden
practicarse, y se han visto maravillosos efectos.
A proporción de la devoción dolorosa y compasión del V ie rn e s
Santo, era la festiva del Sábado Santo. Al entonar el sacerdote el
— 525

Gloria in excelsis en la Misa cantada, se abrían de repente las ven­


tanas de la iglesia, llenándose toda de luz y alegría, ¡a cual se au­
mentaba con el repique de las campanas, y con el sonido repentino
de cajas y pífanos y clarines que las acompañaban desde fuera. Den­
tro de la iglesia revoloteaban pajaritos vistosos de varios colores que
se soltaban por todas partes, y al mismo tiempo caían sobre la gente
estampitas y vitelas que con idea y artificio tenían prevenidas los
sacristanes en el techo de la iglesia y las iban dejando caer con tanto
disimulo, que rara vez entendía la gente el arte y la tramoya.
Acabada la Misa, se hacía la procesión de la Resurrección, que
llamaban los indios el encuentro. Mientras se disponía a salir de la
iglesia con un Niño Jesús, bien vestido y con el Santísimo Sacra­
mento, iban las mujeres todas a sacar y acompañar una. imagen de
Nuestra Señora que tenían prevenida en la sacristía o en una casa
inmediata. Traíanla en unas andas vistosamente adornadas, con un
velo tendido y desplegado que la cubría si rostro, y al salir la proce­
sión de la puerta principal de la iglesia, se dejaban ver las mujeres
en alguna distancia con la imagen. Venían caminando en dos dos
filas al encuentro, y al acercarse inclinaban las andas, haciendo re­
verencia la imagen de María Santísima a su Hijo, la cual ceremonia
se repetía por tres veces. Al juntarse el Hijo con su Madre, una de
las mujeres quitaba con una vara el velo a Nuestra Señora, hincán­
dose a este tiempo de rodillas así las que cargaban con las andas
como las demás que las acompañaban. Manteníanse de rodillas has­
ta que pasaba por medio la procesión, y luego que pasaba el Santísi­
mo Sacramento, se levantaban y ponían al lado izquierdo fuera de
las que llevaban la imagen, las cuales iban siguiendo la procesión
detrás del sacerdote, y después de la imagen seguían el gobernador,
alcaldes, regidores, capitanes, y últimamente las mujeres hasta en­
trar a la iglesia, donde se acababa la función con la bendición del
Santísimo», (i)
Termina el P. Chantre esta relación con esta sentida y melan­
cólica advertencia, excusándose de haber sido prolijo en demasía al
consignar tantos pormenores y'menudencias: «Yo lo confieso y pido
excusa a los lectores, a quienes suplico que se hagan cargo de una
cosa que me aflige no poco, y es el temor grande en que estoy de
que al presente, cuando escribo, apenas haya vestigio en aquellas
tierras del gobierno cuyo establecimiento costó a los misioneros el
trabajo de ciento treinta años». (2)1

(1) Chantre, o. C., lib. 11, c. 20; 6 6 5 '6 8 ,


(2) /bid,, 668.
CAPITU LO QUINCE

ULTIMOS TRABAJOS APOSTOLICOS DE LOS MISIONEROS DEL MARATON

SUMARIO: 1. División del gobierno de las Misiones; estadística del P . Esqaj.


n i.—2. Epidemia de virnelas.—3. Intentos del P . W eigel para res­
taurar la Misión del U cayale.—4. Fundación de la reducción de lo»
Muratas; principio de la conversión de los Jívaros,— 5, Estado de las
Misiones 1768.—6. Juicio general sobre las Misiones del Marañón;
el limo. Sr. González Suárez y la obra misionera de la Compañía.

VELASCO, Historia.. . . Crónica....años^í7 6 2 - 1 7 6 9 ,—CHANTRE, Historia ¿e las Misiones dt la Cs«,


pañia de Jesús en ei Marañón español, lib . 10, cc. 2 1 . 2 5 , 26. —GONZALEZ SUAREZ, Historia Cese­
rai de la República del Ecuador, V I, lib . 4 , cc. 4 y 6 . - ARCHIVO S. J.

i — Al dejar de ser Superior el P. Martín Iriarte, entró a gober­


nar las Misiones el P. Pedro Esquini, por nombramiento del P. Ge­
neral en carta de 28 de Junio de 1758. El P. Esquini era florentino
y había entrado a las Misiones en 1747 en compañía de los PP. Se­
bastián Imbert, Dionisio IbaSez y del donado Bernardo Gutiérrez.
Tenía, pues, una experiencia de más de diez años para dirigir atina­
damente las actividades de los misioneros. Durante su gobierno se
llevó a cabo una mudanza de suma importancia para el buen régi­
men de las Misiones. Era en efecto sumamente penoso para un
solo Superior atender como era debido, a! buen desempeño de su
cargo, estando los súbditos desparramados en un espacio de territo­
rio que comprendía desde Lamas hasta Borja y Archidona. Por
esta razón, cuando el P. Provincial nombró para visitar en su nom­
bre, las Misiones al P. Francisco Javier Weigel, por insinuación
del P . Esquini, nombraba también al P. Manuel Uriarte por
Vicesuperior de la Misión Baja del Marañón, y al P. José Mon­
tes por Vicesuperior del Ñapo y Aguarico. Comprendían la Mi­
sión Baja todas las reducciones establecidas a orillas del gran río y
las que se encontraban tierra adentro desde San Regis de Yameos
hasta San Ignacio de Pebas. Todas las demás reducciones menos las
del Ñapo y Aguarico formaban la Misión Alta del Marañón. El go­
bierno de todas las reducciones quedaba pues repartido entre tres
Superiores, el Superior de todas las Misiones, que lo era al mismo
tiempo de la Misión Alta, con residencia en La Laguna, el Vicesupe­
rior de la Misión Baja con residencia en San Joaquín de Omaguas y
el Vicesuperior del Ñapo y Aguarico, que aún no tenía residen­
cia fija.
- 527 —

E l P. Esquini, según acostumbraban hacerlo todos los Superio-


fe5 del Marañón envió el 4 de Setiembre de 1760, al P. Provincial el
c uad ro estadístico de todas las reducciones que tenía bajo su gobier-
n0i De este cuadro tomamos los datos siguientes. En los 29 pue­
blos que tienen la Misión Alta y Baja del Marañón hay 11.746
»linas, con dieciocho misioneros; en los cinco del río Ñapo, cuatro
misioneros, y 483 almas. Hablando de los gentiles que quedaban
por convertir, asegura el P. Superior que ya no hay indios infieles en
to rn o a siete pueblos, que son La Laguna, Jeveros, Chamicuros,
Y u r i m a h u a s , Paranapuras, Chayavitas y Muniches, Infieles por con­
v e rt ir quedan algunos Mainas cimarrones en los bosques que se ex-
t ie n d e n entre el Pastaza y el Morona, los alzados del Ucayale, los
Jívar los gentiles de las cabeceras del río Tigre, los Mayorunas
que ocupaban la orilla derecha del Marañón, los indios del río Cura-
ray y los que vivían cerca de San Ignacio de Pebas.

2— El 14 de Julio de 1762 el P. Lorenzo Ricci enviaba la patente


de Superior de las Misiones al P. Francisco Javier Weigel, que aca­
baba de visitarlas en nombre del P. Provincial. Tenía, pues, adquiri­
da acerca del personal y de las obras de las Misiones una preciosa
experiencia, que puesta al servicio de un espíritu alentado y empren­
dedor, fué parte no pequeña para que su gobierno fuese muy prove­
chosa bajo muchos respectos. (1)
En estos años la mayor parte de los pueblos de las Misiones se
vieron afligidos por una terrible epidemia de viruelas, que los dejó
literalmente diezmados. El mal traído de Moyobamba hizo su apari­
ción eu las reducciones de la Misión Alta por Noviembre de 1761 y
siguió con toda intensidad hasta Agosto del año siguiente, causando
estragos espantosos en los indios. En La Laguna, Yurimaguas, Jeve­
ros y Chamicuros sucumbió la mayor parte de la población por no
haber huido a tiempo. Se acabaron las crías de ganado vacuno y por­
cuno, ya por falta de quien las cuidase, ya porque se mataron para
alimento de los enfermos. Por falta de trabajadores se perdieron
también las sementeras, con lo que a tantas calamidades vino a su­
marse la perspectiva del hambre.
En medio de tantas aflicciones brilló con resplandor desusado la
caridad de los misioneros, que sin temor al contagio se sacrificaron
por completo al socorro y ayuda de los apestados. Entre todos se

(1) En estos últimos años el movimiento de misioneros fué bastante intenso. En 1760 entró
*) P■Martín Schweyna y al año siguiente los PP. Antonio León y Antonio Jáuregui con dos
eonados. Mas estos dos últimos Padres permanecieron muy poco tiempo en el Marañón por (alta
de .alud. Casi por el mismo tiempo volvió a Quito, llamado por los Superiores el P. Ignacio
María Franciscis, misionero de todo punto insigne que dejó en pos de sí gratísimos recuerdos.
En 1762 llegaban a laa Misiones los PP. Francisco Aguilar, Segundo del Castillo y José
Palme; y cuatro años más tarde, en 1766 los PP. José Romei, José María Lusati, Máximo Ne-
SJJ**José C-enitagoya, Pedro Berroeta y Juan Imbusti. Algunos meses después vino el P. Juan
Msrschat, el último misionero de la Compañía que entró al Marañón. En cambio, aquel mismo
año tuvieron que salir para reponer su salud quebrantada los PP. Luis Vizzochi, Francisco Ja-
V|ar N'icklust, Antonio Jenske y Máximo Negri, que acababa de entrar.
— 528 —

distinguió por su heroica abnegación el P. Enrique Franzen. Habt»


venido enfermo desde Andoas para descansar y reponerse en La La­
guna. Más a poco de llegar se declaró la epidemia, y sin pensar más
en sus propias dolencias, dfa y noche se consagró no sólo a la asisten­
cia espiritual de los moribundos, sino a procurar alimentos y los re­
medios que podía a los enfermos, y cuando habían muerte, él perso­
nalmente cuidaba del entierro de los cadáveres, de que los indios por
temor al contagio, se apartaban con horror.
No fué motivo de pequeña admiración lo que sucedió durante
esta epidemia en la Misión Baja. Porque las viruelas no entraron en
ningún pueblo desde San Javier de Urarinas hasta San Ignacio de
Pebas, siendo así que hacían enorme estrago tanto en la banda de
Portugal como en la Misión Alta. Creció la admiración, cuando se
vino en conocimiento de que muchos indios atacados ya del contagio
habían penetrado en la Misión Baja, unos a escondidas, sin poder
impedirlo los Padres, y otros al descubierto y con su consentimiento.
Se atribuyó este favor a una protección especial de San Francisco
Javier a quien en San Joaquín de Omaguas los indios hicieron una no­
vena solemne para alcanzar su protección, continuándose las plega­
rias por espacio de seis meses. Pasada la peste, los misioneros tuvie­
ron que tomarse otra vez el ingrato trabajo de buscar y recoger a los
indios que se habían internado en los bosques, huyendo de la mor­
tandad y del contagio.
Estas tribulaciones no fueron parte para que en las regiones a
donde no llegó la epidemia, siguiesen muchos misioneros en su afán
nunca interrumpido de agregar a la Iglesia y a la civilización las
tribus o parcialidades, que aún andaban errando por los bosques.
Desde 1760 el P. Bahamonde consiguió,a vuelta de muchos trabajos,
dejar asentados los pueblos, Nuestra Señora de Loreto de Ticunas y
Nuestra Señora,del Carmen de Mayorunas.

3 — Por e9te mismo tiempo se hizo un nuevo esfuerzo para res­


taurar las reducciones del Ucayale perdidas desde que los Cunivos
habían sacrificado bárbaramente al P. Enrique Richter. Nunca
nuestros misioneros habían abandonado la idea de volver a recobrar
para el Evangelio, aquellas regiones regadas con la sangre del santo
mártir. Acrecentábanse estos deseos con los ruegos de los indios
Chepeos, oriundos del Ucayale, que habían venido a establecerse en
La Laguna, con el único objeto de vivir cristianamente, y que se
ofrecían a acompañar a los misioneros a sus antiguas tierras.
La empresa empero n o . carecía de dificultades. La nave­
gación hasta llegar a tierras de Cunivos duraba de mes y me-
dio a dos meses, y era preciso además ir con buena escolta no
sólo de indios, sino también de solddos. Ahora bien, hasta enton­
ces nunca se había podido reunirla en número competente. Los
misioneros para obviar este inconveniente intentaron encontrar
un camino de travesía desde la parte superior del río Guallaga
hasta el Ucayale, atravesando las selvas. Con esto se acortaría
considerablemente la distancia y los peligros de la subida por el
— 529 —

Ucayale. Pero nadie, ni siquiera los indios, tenían noticia de un tal


cam in o; sólo se conocía uno, poco frecuentado desde la parte infe­
ror del Ucayale hasta cerca del pueblo de Yurimaguas. Hallábase
precisamente el P. Leonardo Deubler en este pueblo de misione­
ro. Reparando que el Ucayale y el Guallaga tenían un curso casi
paralelo al del Marañón, le pareció que se podría abrir un camino
de travesía de un río a otro, el cual, según sus cálculos, no debía
pasar de unas treinta leguas. Para llevar a la práctica la realización
de este descubrimiento se propuso remontar un afluente del Guallaga
hasta sus orígenes y atravesando luego la línea divisoria de las cuencas
de los dos ríos Guallaga y Ucayale, buscar y seguir un afluente de este
último que llevase al término deseado. Así que tuvo bien madurado
este proyecto, entró por un río llamado Chipuranay lo siguió hasta sus
cabeceras. Buscó después otro río en la cuenca del Ucayale que fue­
se a desembocar en él. Repitió varias veces sus exploraciones, hasta
que en 1761 encontró el río deseado, que se llamaba Sarayacu. El
Padre no pudo pasar adelante hasta llegar al Ucayale, pero lo que
no pudo efectuar en persona lo hicieron los indios algún tiempo
después. Llevaron una canoa hasta donde les fué posible subir por
el Chipurana, de ahí la arrastraron por tierra un corto día de cami­
no y metiéndola en el Sarayacu, en día y medio sin haber encontrado
ningún estorbo, ni haberse avistado con indios gentiles, salieron al
Ucayale, entre la antigua reducción de San Nicolás y Trinidad de
Cunivos. Como no se atreviesen a subir más arriba por el Ucayale,
el Marañón y el Guallaga,volvieron a Yurimaguas. El camino de tra­
vesía que comprendía nueve días de subida por el Chipurana, un día
de varar o arrastrar las canoas por el bosque, y día y medio o dos
días de bajada por el Sarayacu hasta entrar en el Ucayale, estaba
descubierto.
Al año siguiente de 1762, el P. Francisco Javier Weigel quiso
averiguar personalmente la verdad de lo que habían referido los
indios sobre el camino de travesía de Yurimaguas al Ucayale. Salió
con unos pocos indios sin otro ánimo que el de hacer la experiencia
y explorar con cuidado el nuevo camino. Halló ser todo verdad;
pues desde la boca del Chipurana en el Guallaga hasta llegar a la del
Sarayacu en el Ucayale, gastó solamente once días. No se atrevió a
subir por el Ucayale arriba en vista de la poca gente que le acompa­
ñaba, y regresó el camino por donde había venido sin encontrar
ninguna dificultad especial ni grave estorbo.
Con este descubrimiento se encendieron los deseos de todos los
misioneros de que se abriese de nuevo aquella Misión santificada por
la sangre del P. Enrique Richter, y desde entonces se hicieron con
entusiasmo los preparativos convenientes.
En 1765 el P. Weigel tuvo que asistir en su calidad de Superior
de las Misiones a la Congregación Provincial, y en ella propuso la
restauración de la antigua Misión del Ucayale. El proyecto fué apro­
bado por aclamación, y él como Superior se encargó de ponerlo por
obra.
— 530 —

De vuelta a las Misiones, trató de ejecutar lo que se había acor­


dado en la Congregación. Con este fin se dirigió varias veces &|
Ucayale acompañado de los indios, pero éstos después de unos días
de navegación, no se atrevieron a seguir adelante por miedo de los
Cunivos. En vista de esta dificultad fué necesario pensar en (ormar
una expedición en toda regla. Pudo reunir para este efecto io
soldados de Borja y 200 indios escogidos entre ellos a los Chepeos
de La Laguna que tenían parientes entre los Cunivos, para que sir­
viesen de intérpretes.
Hechos todos los preparativos, la expedición se puso en marcha
por Agosto de 1766. Iba el P. Weigel en compañía del P. Francisco
Plindendorler. Al cabo de unos días la flotilla llegó a un punto, cer­
ca del cual había estado la reducción de la Trinidad de Cunivos.
Allí se encontró el P, Weigel con el Comisario de los Padres Francis­
canos de Tarma que le manifestó que el Virrey de Lima les había
confiado las Misiones del Ucayale.
No era este el lugar de discutir sobre derechos, y viendo el
P. Weigel que ya nada quedaba por hacer, dispuso el regreso de la
expedición. No perdió con todo la esperanza de conservar una par­
te siquiera de las Misiones del Ucayale para los misioneros del Ma-
rañón. En efecto, los Chepeos que le acompañaban le hicieron sa­
ber que sus parientes de Ucayale, preferían estar con los Padres del
Marañón que con los de Tarma. Con este recado el P. Weigel se
puso al habla con ellos y convino en que bajasen a la parte inferior del
Ucayale, más abajo de la antigua reducción de San Nicolás, donde
podrían formar el pueblo todos los demás que quisiesen seguirle. La ex­
pulsión de Carlos III, decretada al año siguiente, dió en tierra con ta­
les esperanzas. Los infieles del curso superior del Ucayale mataron a
los misioneros franciscanos, quedando nuevamente perdida esta
Misión.
Tanto al subir como al bajar por el Ucayale, dice el P. Velasco,
el P. Weigel fué «demarcando prolijamente su curso en una carta
geográfica, la cual iogirió al mapa general del Reino, con el fin de
hacerla dar a luz en Europa. Si esta su delincación sea legítima o
no, no sabré decirlo, pero sí hacer una reflexión, y es que el curso
del Ucayale fué observado en muchos viajes desde la boca hasta la
parte más alta por el venerable P. Enrique Richter, a quien el
P. Fritz respetaba como a maestro en la geografía. Fué el único que
corrió en el mundo hasta los tiempos presentes, y el que copiaron ios
mejores geógrafos de Europa, Ahora pues, entre este mapa y el del
P. Weigel hay tanta diferencia, que no convienen sino en el nombre
del río, sin que en la delineación se halle la más mínima analogía.
E l del P. Richter hace el curso casi todo directo, con pocas y
no notables inflexiones, el del P. Weigel pone las inflexiones tan
continuadas y tan prolongadas en vueltas y revueltas, que le hace
dar al río cuatro o seis tantos más de su curso sumamente serpen­
teado, respecto del otro mapa. Cuál de los dos sea el verdadero, lo
ignoro, y sólo sé que el primer autor lo navegó todo de arriba abajo
531 —

varias veces, y que el segundo no lo navegó sino una sola vez desde
menos de la mitad hasta la boca», (i)
4— Si era grande el deseo que tenían los misioneros del Mara­
tón de evangelizar el Ucayale, no era menor el que sentían de poder
entrar por fin a tierras de Jívaros, que hasta entonces se habían
mostrado tan poco dispuestos a recibir la fe. La ocasión de intentar
UDa vez más la conversión de los Jívaros fué ésta.
Una parcialidad de la nación de los Andoas, llamada de los
Muratas vivía esparcida en ambas orillas del río Guasaga. Los An­
doas iban hasta este río, así para sus pescas, como para fabricar sus
canoas de los árboles corpulentos de que abunda aquel paraje.
En una de estas excursiones, el año de x74 8, llegaron hasta una casa
que les pareció desierta. Pero entrando en ella vieron con horror
sesenta cadáveres, todos cercenada la cabeza, y varias rodelas y lan­
zas quebradas, que a su parecer eran armas de Jívaros. Con esto no
dudaron que los autores de la matanza fuesen estos indios, los cua­
les conforme a sus crueles costumbres se habían llevado como trofeos
las cabezas de las víctimas. Aunque no pudieron identificar a qué
tribu pertenecían los cadáveres,sospecharon que debían ser indios de
alguna parcialidad de su propia nación, pues les constaba que en
aquellos contornos habitaban indios que les eran allegados. Con
este incidente se despertó en los Andoas el deseo de encontrar a los
que presumían serían parciales suyos, y pidieron a su misionero,
P. Enrique Franzen, que les diese licencia para registrar las orillas
del Guasaga. Opúsose enérgicamente el misionero a este proyeto,
para no exponer a sus indios a un descalabro por parte de alguna
partida de Jívaros que merodease en aquellas partes. Pero tanto
insistieron los indios y al parecer con tan buenas razones, que el
P. Franzen acabó por ceder y darles la deseada licencia. Partieron
los indios, y llegaron hasta una ranchería. Los moradores sorpren­
didos con la llegada de los Andoas y creyendo que eran enemigos su­
yos, les acometieron bravamente y les hicieron huir con muerte de al­
gunos y heridas de varios. Pero lejos de desalentarse por este fracaso,
insistieron con más veras para repetir la expedición, asegurando que
ahora estaban ciertos que estos gentiles eran de su misma nación,
porque en la pasada refriega Ies habían oído pronunciar palabras
de su propio idioma. Esto sucedía en 1753.
El P. Franzen hizo más prolijas averiguaciones, y convencido
de que aquellos gentiles eran Andoas, determinó procurar su conver­
sión. Expuso el caso al P. Superior Joaquín Pietragrassa, y éste
determinó con el Teniente de Borja que se aprestase una expedición
en toda regla para reducir a estos infieles. Se reunieron para ella
25o indios y 13 soldados españoles, en cuya compañía iban como1

(1) Vela«co, H istoria.... Crónica. . . .año de 1765. La última afirmación del P. Velasco
"e es exacta. El P. Weigel subió tres veces por el Ucayale. aunque no todas hasta el lugar en
donde había estado la reducción de Trinidad de Cunivos.
- 53 2 —

capellanes los PP. Franzen y Andrés Camacho que acababa de He.


gar a las Misiones, (i)
Hechos todos los preparativos, la expedición salió de Santo To-
mé de Andoas en 1754, y bajando por el Pastaza lo bastante par#
tomar la boca del Guasaga, subió río arriba por espacio de quince
días, después de los cuales hicieron alto, pensando que ya habrían
llegado a las tierras de los gentiles que buscaban. Formaron su cam-
pamento, enviaron por todas partes destacamentos hasta ocho días
tierra adentro, pero no encontraron rastro ninguno de los infieles, y
la expedición tuvo que volver.
A pesar de tantos fracasos, los indios Andoas no desistieron de
su empeño de entablar amistad con los que sabían eran de su nación.
Para salir con su intento engañaron al P. Franzen, asegurándole
que en sus idas al río Guasaga para las pescas, habían encontrado
nuevos rastros de los infieles, y le pidieron ir ellos solos sin acom­
pañamiento de soldados. Al cabo de cinco o seis meses de porfía, con­
vino el P. Franzen en que fuesen en busca de los salvajes. Escogió
él mismo a los indios que debían ir en número de 80, los más fieles
y robustos, y les mandó en compañía del P. Andrés Camacho con
orden de sujetarse a lo que éste mandase,
Subieron por el Guasaga por espacio de quince días y formaron su
campamento. El Padre envió exploradores en varias direcciones con
la orden de no pasar adelante, cuando encontrasen alguna casa, sino
que volviesen a dar cuenta de lo que habían encontrado. En una de
estas expediciones encontraron los indios abandonada un hacha de pe­
dernal con su palo atravesado, señal evidente de que alguien la ha­
bía dejado caer. Alegrísimos con este hallazgo, escudriñaron con ma­
yor cuidado y atención todos los alrededores y pronto encontraron
señales evidentes de que vivía gente en aquel paraje, hasta que dieron
con una casa. Volvieron inmediatamente a dar aviso de ello al P. Ca­
macho. Al poco rato se presentó un mozo y los indios le pudieron
prender y llevar al Padre. El misionero le acarició con muchas de­
mostraciones de amor, y le aseguró que venía de paz, que no había
qué temer y haciéndole varios regalos, le puso en libertad, para que
volviese a los suyos. De esta manera pudo ponerse en comunica­
ción con el cacique y exponerle el motivo de su venida. En los dos
días que ahí se detuvo, no sólo hizo las paces, sino que pudo bauti­
zar a 28 párvulos y alcanzar del cacique la promesa de juntarse en
una población en las orillas del Guasaga. Estos eran en efecto los1

(1) En 1755 entraron con el P. Camacho, loa PP. Antonio de Valencia, Salvador Ordine»,
Andrea Cobo Calzado. Eate último al poco tiempo perdió por completo la cabeza y tuvo que
aalir precipitadamente de laa Misiones, Salieron también por entonces los PP. Ignacio Falcón,
nombrado Procurador de la Provincia en Lima, Adam Schoeígen después de haber trabajado
22 años en las Misiones como operario insigne en muchas reducciones. Fué también llevado a
Quito el P. Ignacio Mickel, después de haber pasado 27 aSos en varios pueblos de las Misiones.
De salud muy robusta trabajó gloriosamente, sobre todo con los Payaguas. Para sacarlos de sus bos­
ques y poblarlos en las riberas del Ñapo, hizo dieciséis penosísimos viajes, cargando siempre su
pobre cama y las cosas de su uso. No se desdeñaba de llevar sobre sus hombros a los indios en­
fermos, ni de manejar el remo en las navegaciones para aliviar a los remeros ya cansados.
— 53 3 - »

Muratas Andoas, que los misioneros habían buscado por tantos años.
En un segundo viaje se formalizó más y más la nueva reducción,
« los indios empezaron a fabricar sus casas y a labrar sus semente­
ras. Para dar m^s cal°r a esta fundación, el P. Franzen envió a
dos indios capitanes del pueblo de Andoas, para que dirigiesen la
construcción de la iglesia, de la casa del misionero y de las demás
del pueblo. El camino, subiendo por el Guasaga, era largo y pesado,
pero pronto los indios descubrieron otro por tierra desde el Pastaza
al Guasaga, en que se podía ir de un punto a otro en tres días, y
en 1761 se descubrió otro en que bastaba un día.
En 1756, como en los años anteriores, el P. Camacho hizo su
visita a los Muratas; mas halló su nueva conquista con el grande
trabajo de la peste, azote habitual de las reducciones nuevas. Con
todo, ios indios permanecieron fieles y constantes en el empeño de
formar su nuevo pueblo.
Cuando por tercera vez vino al pueblo, halló que toda la nación
de los Muratas se había reunido en él y que se habían preparado
las sementeras. Hizo la numeración de la población y encontró que
había quinientas almas. Faltaba, sin embargo, una familia compuesta
de cuarenta personas, la fué a buscar él mismo, pero en el viaje con­
trajo una grave enfermedad, y no teniendo entre los Muratas ni mé­
dico, ni medicinas, tuvo que regresar a Andoas. Durante su ausen­
cia entró otra vez la peste en el pueblo, de la que murieron unas
cien personas, pero los Muratas no huyeron a sus bosques. Estu­
vo, con todo, el pueblo en gran peligro de destruirse por otra causa.
Uno de los capitanes Andoas enviados por el P. Franzen para dirigir
los trabajos cometió la falta de enamorarse de una viuda Murata.
Sintió tanto el hijo la afrenta, que mató al capitán y huyó del pue­
blo con cuarenta de los suyos. Apenas los parientes del capitán An­
doas tuvieron noticia de la muerte,cuando sin decir nada a nadie, re­
solvieron tomar venganza de los Muratas,y en efecto mataron a cinco
y cautivaron a otros cinco. Temiendo ser asaltados los Muratas que
habían permanecido en el pueblo,huyeron de él,y bajando por el Gua­
saga, fueron a establecerse cuatro días más abajo. Cuando todos estos
disturbios llegaron a oídos del P. Camacho, mal restablecido aún de
su enfermedad, emprendió el viaje a los Muratas y los halló en las me­
jores disposiciones, y el nuevo pueblo en buen orden y las casas bas­
tante adelantadas. No le disgustó el nuevo sitio, y como no tenía em­
peño ninguno en que volviesen al primero, los dejó donde estaban,
y puso el nuevo pueblo bajo el amparo de María Santísima, lla­
mándole Nuestra Señora de los Dolores de Muratas.
El P. Camacho, después de asentada la fundación del pueblo no
perdonó trabajo para su adelanto. El mayor obstáculo era la distan­
cia de veinte días desde Andoas a Muratas, por lo que se propuso
acortarla. Por un momento pensó en trasladar la población más aba­
jo sobre las orillas del mismo Guasaga por no tener que subir por él
durante tantos días, pero desechó luego este plan, porque era contra­
rio o otro que acariciaba, cual era la conquista de los Jívaros.
— 534 —

Era, pues, indispensable buscar un camino más corto por medio


del monte, entre Andoas y Nuestra Seflora de Dolores de M uratas
Se puso a buscarlo ayudado de los indios prácticos en caminar por
los bosques, y encontró primero un camino de travesía de cinco
días, el que después se redujo a dos días y aun menos por las selvas
Mas el anhelo constante del P. Camacho era llevar la luz de¡
Evangelio a los Jívaros.
E l año de 1767 recibió del P. Ricci el permiso de poder entrar
a estos infieles. Era necesaria esta licencia, porque el P. Tirso
González por la inutilidad de la conquista por medio de las armas, y
por la poca esperanza que había entonces de conquistarlos por
medio suaves, había prohibido que los misioneros intentasen entrar
a los Jívaros, sin tener expresa licencia del P. General.
Alegre el P. Camacho con este permiso, no esperaba sino una
ocasión propicia para poner por obra su plan, madurado ya desde
tiempo atrás, con mucha refexión y continuas oraciones. Los Jívaros
vivían esparcidos en varios puntos,unos habitaban a orillas del río Mo­
rona,otros en las cercanías del Santiago,algunas parcialidades sobre el
río Guasaga y otros se habían establecido entre el Pastaza y el Mo­
rona. Con el corazón ardiendo en celo de la conversión de estos
indios, el P. Camacho se dirigió a Nuestra Señora de Dolores de
donde pensaba entrar, pero tuvo que regresar a Andoas por haber
fallecido el P. Enrique Franzen su misionero.
Terminados los funerales del P. Franzen, volvió el P. Cama­
cho a los Muratas, esperando la oportunidad de ponerse en contacto
con los Jívaros. Se presentó ésta de una manera bien inesperada.
En 17Ç7 algunos Muratas habían dado muerte a un Andoa, y perse­
guidos por los amigos y deudos del difunto, tuvieron que huir y se
fueron a refugiar entre los Jívaros. Estos los mataron a todos menos
a uno que en la pelea había dado muestras de mucho valor, por lo
que lo reservaron por valiente, y vivía entre ellos, como si fuese
Jívaro. Informado éste por sus parientes del bien que el P. Cama­
cho hacía en el pueblo de los Muratas, le fué a ver y le ponderó la
facilidad con que por .su medio podría entrar a las tierras de los
Jívaros y hacerlos a ellos el mismo bien que a los Muratas. Aprove­
chó el P. Camacho tan buena coyuntura para principiar a tratar con
los Jívaros. Fué muy bien recibido por el cacique Matucasa,
porque le vió solo, sin español ninguno, con unos pocos Muratas, y
advirtió además su liberalidad y desinterés, comprendiendo con esto
que no venía a buscar oro. En consecuencia resolvió asentar con los
Muratas una amistad firme mediante el juramento más sagrado entre
los Jívaros, el cual consistía en la ceremonia de trocar los vestidos.
Fueron regalados y festejados todos con recíprocas demostraciones
de confianza, y prometieron reunirse en un mismo pueblo. Lleno
de gozo el P. Camacho bautizó a algunos niños, y se despidió de ellos
prometiendo visitarlos pronto otra vez.
Los Jívaros cumplieron fielmente su promesa, y 130 de ellos
se agregaron al pueblo de Nuestra Señora de Dolores de Muratas,
~ 535 -

« durante la ausencia del Padre le enviaron sus regalos en señal de


nue no se habían olvidado de él.
’ Volvió el misionero por segunda vez a ver a sus neófitos.
Le recibieron con las mismas demostraciones de cariño, las
padres le ofrecieron sus hijos para que los bautizase, y el nú­
mero de estos bautismos llegó a doscientos. El Padre les ofreció
sus regalos y ellos le correspondieron con uno muy singular. En
la primera visita habían notado que el misionero usaba una sota­
na de algodón teñido, y se les ocurrió tejer con mucho primor una
tela de algodón y se la entregaron, para que la vistiese y usase como
recuerdo de su amistad. Aceptó el misionero enternecido esta prue­
ba de afecto y amor, en unos indios a quienes todos consideraban
como incapaces de sentimientos de humanidad. Mas la famosa sota­
na, regalo de los Jívaros, no le había de servir sino para emprender
con ella el camino del destierro a que le condenaba Carlos III, en
premio de haber conseguido, a fuerza de abnegación y de paciencia,
lo que ningún capitán ni gobernador español había podido conseguir.
Al volver a Andoas para preparar mejor la reducción de los Jíva­
ros, se encontró con la intimación de la fatal Pragmática, que ha­
bía de hacer recaer sobre el fatídico monarca la responsabilidad de
perderse la obra de civilización cristiana levantada durante ca­
si dos siglos por el heroísmo de los misioneros de la Compañía de
Jesús. El pueblo que el P. Camacho pretendía formar, y del cual ya
existían sólidos principios, debía llevar el nombre de Sagrado Cora­
zón de Jesús de Jívaros.

5— A fines de 1766 el P. Francisco Javier Aguilar recibió en


San Joaquín de Omaguas el nombramiento de Superior de las Mi­
siones. Concibió desde luego el proyecto de restaurar las Misiones
del Curaray, que años atrás se habían tenido que abandonar por
falta de personal. Ahora que había un número suficiente de opera­
rios, el nuevo Superior intentaba la conquista espiritual de
aquella porción de nuestro Oriente. Esta empresa, como las del
P. Weigel y del P. Camacho, quedó empezada y no pudo terminarse,
porque había llegado la hora señalada por Dios, para que comenzase
el doloroso calvario de los heroicos misioneros del Marafión.
Para terminar pondremos aquí el estado de las Misiones, al ve­
rificarse la expulsión de nuestros Padres en 1768. La tomamos del
P. Chantre y Herrera que, a más de tener a su disposición los pa­
peles y manuscritos relativos a las Misiones, compuso su obra con
la cooperación inmediata de algunos de los misioneros desterrados
en Italia, muy en particular de los PP. Martín Iriarte y Manuel
Uriarte que tanto trabajaron en aquellas Misiones, y por algún tiem­
po las gobernaron.
— 536 —

MISION A LT A DEL MARAÑON

Reducciones Fundación Almas Misioneros


Ciudad de Borja 1619 328 ) P . Francisco Javier W eigel
San Ignacio de M ainas
Santiago de L a Laguna
1645
1670
300 i
1.600 í P . A dán W idman
San Juan Evangelista de M ainas
L a Limpia Concepción de Je veros
1759
1638
100
1.500
rP . brancísco Javier Plindendorfer
San Javier de Chamicuros 1671 1.000 P. Carlos Abrizzi
Na 5 a de las Nieves de Yurimaguas 1689 300 ) P. Leonardo Deubler
San Regis de Lamistas 1718 200 f
Presentación de Chayavitas 1679 700 P. Dionicio Ibañez
N 1 S a de Loreto de Paranapuras 1652 300 ) P . Pedro Berroeta
San Estanislao de Muniches 1652 200 f
Concepción de Cahuapanes 1726 750 P. Pedro Esquini

MISION DEL PASTAZA

Reducciones Fundación Almas Misioneros


Santo Tomé de Andoas 1708 400 P . M artín Schewna
San José de Pinches 1698 200 P . Juan Cenitagoga
N a S * de los Dolores de M uratas 1755 800 I P . Andrés Camacho
Corazón de Jesós de Jívaros 1767 200 f

MISION BAJA DEL MARAÑON

Reducciones Fundación Almas Misioneros


San Joaquín de Omaguas 1689 600 ) P . José Palm e
San pernando de M ayoranas 1744 200 f
San Regis de Yameos 1730 500 P . M anuel Uñarte
San Javier de Urañnas 1737 600 P . Nauricio Caligari
San Pablo de Napeanos 1737 300 P . José Montes
San Ignacio de Pebas 1733 700 I P . José Bahamonde
N a S a del Carmen de M ayoranas 1761 100 í
J N * S a de Loreto de Ticunas 1760 700 P . Segundo del Castillo
Santa Bárbara de Iquitos 1740 500 )
Na S a de la Luz de Iquitos 1741 400 > P . Juap del Salto y H . Pedro Schft-
San José de Iquitos 1741 100 ) neman

MISION DEL ÑAPO Y AGUARICO

Reducciones Fundación Almas Misioneros


Nombre de Jesús de Tiputini 1737 300
Sm a. Trinidad de Capocuy i ) 1752 350
San M iguel de Ciecoya 1737 200 i P P . José Romei y Juan Iburti
Nombre de M aría de Guayoya ' 1742 100
San Javier de Icahuates 1725 100
San Pedro de Payaguas 1732 200

PUEBLOS ANEJOS A LAS MISIONES

Ciudades Almas Misioneros


Santa Cruz de Lamas 3.00 P P . Francisco Javier Crespo yJuanUllaur
Archidona 600 P . Francisco Zamora
Puerto de Ñapo 800 P . Juan Marschat
— 537 -

Por este cuadro se puede ver cómo, al tiempo de ejecutarse la


pragmática de Carlos III, existían en el territorio de las Misiones
cuatro ciudades o pueblos de españoles con sus respectivos anejos de
indios y treinta y dos reducciones o pueblos de indios reducidos, con
una población total de 19.234 almas, repartidas de este modo 14.834
en las reducciones propiamente dichas y en la ciudad de Borja, y
4.400 en los pueblos anejos a las Misiones. (1) De los indios de las
reducciones, un millar más o menos eran todavía catecúmenos, los
demás estaban ya bautizados. En los pueblos anejos toda la pobla­
ción era cristiana.
No poca extrañeza causa que, después de ciento treinta años
de incesante trabajo en que nuestros misioneros consiguieron reducir
a la mayor parte de las naciones o tribus comprendidas entre la Cor­
dillera y la desembocadura del Río Negro por una parte y entre el
alto Ucayale y la hoya del Putumayo por otra, la población de las
reducciones propiamente dichas alcanzase escasamente 15.000 almas
incluyendo en este número a los catecúmenos.
Este número tan corto de habitantes en las Misiones supone
necesariamente que los indios lejos de crecer habían disminuido.
Y así era en efecto. Las causas de despoblarse el territorio de las
Misiones pueden reducirse a tres capítulos principales.
En primer lugar es preciso advertir que la mortalidad infantil,
entre los indios del Marafión era crecidísima. Un misionero asegura
hablando en general de los indios de la América meridional que de
las cuatro partes, tres morían antes de llegar al uso de la razón.
Esta proporción nada tiene de exagerado tratándose de las Misiones
del Marañón. En cuanto a los adultos, es notable la facilidad con
que en ellos se cebaban las epidemias,las cuales de ordinario se pre­
sentaban en los naturales con caracteres muchos más graves que en
los blancos. De vez en cuando alguna de estas epidemias hacía su
aparición en los pueblos de Misiones, causando espantosos estragos,
y no era raro que pueblos enteros quedasen casi por completo aniqui­
lados. De sólo viruelas, en 1666, perecieron cerca de 80.000 indios.
En 1081, según testimonio del P. Juan Lorenzo Lucero, Superior
de las Misiones, el número de víctimas ascendió a 60.000. Pero la
más desastrosa de las epidemias se registró en 1749, en la que la
mortandad alcanzó tales proporciones que desaparecieron naciones
enteras. Se repitió esta calamidad en 1756 y 1762 de suerte que al
hacer el P. Weigel la estadística délas Misiones en 1764, no encon­
tró sino 12,000 neófitos y 6.000 catecúmenos.
Otro factor de disminución eran las invasiones portuguesas.
Desde fines del siglo XVII, los mamelucos del Pará, con una tenaci­
dad que nunca cedió, fueron haciendo frecuentes incursiones a los
pueblos más orientales de la Misión, llevándose cautivos a los indios1

(1) E n 'el cuadro anterior figuran las reducciones que existían al tiempo de la expulsión.
De otras que no aparecen en él, unas se habían perdidos consecuencia de diversas calamidades,
otras se habían refundido con pueblos vecinos y otras finalmente habían sido sustituidas por nue­
vas poblaciones.
538 -

para surtir los mercados de esclavos. Las autoridades portuguesas


lejos de reprimir este tráfico abominable los sostenían indirectamen'.
te con expediciones militares que tendían a adelantar los dominios
de Portugal lo más posible hacia el Oeste. No es creíble cuánto
perjudicó a las Misiones esta persecución sistemática. Los pueblos
florecientes de Omaguas y Yurimaguas acabaron por quedar total­
mente asolados, y lo poco que se salvó de ellos se refugió en el alto
Marafión.
A estas causas que pudiéramos llamar permanentes,se juntó otra
que contribuyó en ocasiones a mermar el número de los indios cris­
tianos. Fué esta el alzamiento violento de algunos pueblos, solivian­
tados por algún indio más influyente, cansado de las exigencias de
la moral evangélica. Estos alzamientos remataron casi siempre con
la muerte del misionero y la desbandada general de los indios. De
esta manera se perdieron los pueblos del Ucayale, y varios pueblos
de la región del Pastaza y del Ñapo. Aun cuando nuestros Padres
con heroica abnegación procuraban volver a juntar a los fugitivos,
muchos se quedaban en las selvas, si no es que el pueblo o los pue­
blos quedaban definitivamente perdidos, como sucedió con los del
Ucayale.
Por todos estos motivos vino a quedar tan reducida la población
indígena de las Misiones del Marañón,

6— Si dirigimos ahora una mirada de conjunto a la obra realiza­


da por los misioneros de la Compañía de Jesús entre las tribus ama­
zónicas comprendidas entre la Cordillera y la desembocadura del río
Negro, no podemos menos de sentirnos sobrecogidos de admiración
ante el heroísmo de unos hombres, que en medio de increíbles pena­
lidades y luchando con imponderables dificultades no cesaron de de­
rramar la luz del Evangelio y de proporcionar los beneficios de la
civilización a unos pobres indios hijos de la selva. Este gigantesco
esfuerzo de ciento treinta años para arrancar de la barbarie a las tri­
bus del Marañón es sin duda alguna una de las páginas más gloriosas
no sólo de la Historia de la Compañía sino de la Historia de Améri­
ca, una y otra tan fecunda en grandes heroísmos. Es esto tan cier­
to, que aun escritores poco afectos a la Compañía y a la iglesia se
inclinan con respeto ante la epopeya gloriosa, realizada por nuestros
misioneros en la grande hoya amazónica. He aquí como se expresa
el Dr. Pío Jaramillo Alvarado, al juzgar la obra de los misioneros:
«La acción misionera de los Jesuítas en el Amazonas es reconocida
como la más eficiente, según se ha demostrado, y sus exploraciones
fueron de positivos resultados. La abnegación cristiana de estos
hombres era sobrehumana. Nada detuvo su delirio místico evangeli-
zador, que la condujo al martirio, al desgarramiento de la vida en
las montañas saturadas de enfermedad, de soledad y de dolor. Su
conducta fué irreprochable; se les acusó de avaros o de ambiciosos
de riquezas, pero no se reprochó el puritanismo de su vida, respe­
tuosa del honor. Su corrección en ese sentido fué ejemplar, y este
era precisamente el secreto de su fuerza y de su prestigio. Se sabe
- 539 —

que el informe del Visitador de las Misiones de Mainas, D. Diego


Riofrío y Peralta, no tuvo qué acusar, y los Jesuítas no opusieron
resistencia alguna a la investigación, y dieron al Visitador todas las
facilidades para su perfecta información», (i)
El limo. Sr. González Suárez en el capítulo cuarto del libro
quinto de su Historia General de la República del Ecuador, discu­
rre largamente sobre los trabajos y sufrimientos sin cuento que los
misioneros de la Compañía tuvieron que arrostrar en su empeño de
ganar para la Iglesia y para la Patria las tribus ribereñas del Marañón
y de sus caudalosos afluentes. (2)
Las páginas que dedica a este asunto son uno de los elogios más
elocuentes que se han tributado a nuestros misioneros, cuya abnega­
ción y heroísmo encarece no sin cierta emoción. «Las Misiones del
Marañón, dice, según nuestro juicio, fueron las Misiones más difíci­
les y más penosas entre todas las Misiones de los Jesuítas, no sólo en
el nuevo sino aún en el antiguo mundo; ¡en ninguna eran tantas las
privaciones y tan arduos los trabajosl Fué necesaria una constancia
a toda prueba y el amor sobrenatural de las almas, para condenarse
voluntariamente a una vida de inquietudes y sobresaltos continuos,
sin halagos ni consuelo alguno en este mundo, y varios de los que
así voluntariamente se desterraron, eran hombres de letras, varones
dignos de consideración entre los suyos y merecedores de gran loa
por sus virtudes». (3)
Reconoce asimismo el ilustre historiador que los misioneros de
la Compañía, a pesar de las dificultades inauditas con que tenían
que luchar, implantaron el Evangelio de Cristo y la civilización en
las selvas amazónicas. Después de ponderar largamente los obstácu­
los de toda índole, que se oponían, cual barrera infranqueable a la
acción de los misioneros, prosigue de esta manera; «¿No es cierto
que la sincera conversión de los indios salvajes al cristianismo, con­
siderada desde un punto de vista meramente humano era casi impo­
sible? Sin embargo, esa conversión se verificó. Dios bendijo los afa­
nes de los misioneros y se formaron reducciones o pueblos de salva­
jes convertidos, donde florecieron las virtudes cristianas, con
admiración de los mismos misioneros. Los indios amaron la verdad y
la sinceridad, se aficionaron al trabajo, guardaron la fidelidad conyu­
gal, fueron pudorosos y tuvieron en alta estimación la castidad; de
vengativos se habían tornado mansos, y de ociosos diligentes. La
vida de algunos era inocente, y la santificadora influencia de la reli­
gión los conservaba con extraordinaria pureza de alma; de unos sal­
vajes sanguinarios y rencorosos el Evangelio había hecho niños, por
la inocencia y el candor de sus costumbres». (4)
Este estado de admirable florecimiento duró, según el limo.
González Suárez todo el tiempo que las Misiones estuvieron a cargo
de los Padres de la Compañía. «La época de lá prosperidad de las1

(1) L a Presidencia de Quito, 1 ,9 4 - 9 5 .


( 2) O. c., V I. 111 - 66.
(3) Ibid., 157-58.
(4) Ibid., 142.
— 540 —

Misiones de Mainas, dice, fué, pues, únicamente la que precedió la


expulsión de los Jesuítas; entonces estuvieron florecientes y asistidas
con esmero y constancia por misioneros ejemplares; después fueron
decayendo sin tregua hasta desaparecer algunas poblaciones», (i)
Después de oír aseveraciones tan categóricas acerca de los re­
sultados obtenidos por nuestros misioneros entre los indios del Ma­
rañón, ¿a quién no sorprenderá oír al mismo historiador afirmar no
menos categóricamente dos capítulos más abajo, que el sistema em­
pleado por los Jesuítas en sus Misiones fué del todo defectuoso y
contribuyó como causa principal al fracaso de las Misiones? Pero
oigamos sus propias palabras:
«Hace tres siglos que esa región fué descubierta y explorada,
durante trescientos años se ha trabajado,para que las gentes que pue­
blan esa región entren a formar parte moral integrante de la socie­
dad ecuatoriana civilizada, y no obstante, las tribus que moran en
esas provincias se mantienen todavía en el estado miserable del sal­
vajismo, o han pasado cuando más, del salvajismo a una triste y ver­
gonzosa barbarie. En esas provincias.. . . no hay ni una sola ciudad
siquiera, ni una aldea bien poblada ni centro alguno de civilización,
que ofrezca esperanzas de progreso para lo futuro, las numerosas
reducciones de los indígenas convertidos al cristianismo por los'mi­
sioneros en el siglo décimo octavo, han desaparecido todas y no ha
quedado ni una sola». ( 2 ) ....
Preciso es, pues, que investiguemos cuáles son las causas, por las
cuales los trabajos de los misioneros han sido infructuosos.
¿Qué ha faltado a los misioneros? ¿Cuáles son los motivos de
una esterilidad tan evidente? Las Misiones fundadas en las montaßas
del Ñapo y del Marañón, es evidente que no han producido resutados
satisfactorios permanentes; ¿cuál es la causa, en que han escollado
tantos afanes y tantas fatigas?» (3)
A estas preguntas, cualquiera medianamente versado en la his­
toria político-religiosa del siglo XVIII, se sentiría tentado a contes­
tar que la causa de haberse perdido las Misiones fué la separación
brutal de los misioneros en virtud de la Pragmática de Carlos III y
de sus Ministros volterianos. La crisis que sacudió las reducciones,
privándolas de una manera repentina de los que las cuidaban en lo
espiritual y en lo temporal, era demasiado fuerte para que la pudie­
sen sufrir sin grave quebranto. Los hombres que sucedieron a los
misioneros de la Compañía carecían de preparación y de vocación
para continuar la obra que ellos habían comenzado. En las críticas
circunstancias en que se hallaban los pueblos a raíz de la expulsión

Ibid., 201.
2) Esta afirmación no es exacta. Hoy d ía subsisten todavía varios de los antiguos pueblos
de las Misiones del Marañón situados casi todos ellos en territorio peruano, departamento de Lo­
reto. H e aquí algunos de ellos: Iquitos, L a Laguna, Jeveros, Yurimaguas, Paranapuras, Cahua-
panas, San Regis, Omaguas, Urarinas, Agúanos, Pebas, Pinches, Andoaa, San Miguel, Santa
Teresa, etc.
(3 ) Ibid., 2 3 2 -3 6 .
— 541 —

¿e los misioneros, no hicieron casi nada para salvarlos y más de una


veZ aceleraron su ruina. El extrañamiento de los misioneros y la
situación caótica que a él se siguió explican de una manera más que
suficiente que la obra civilizadora que se estaba llevando a cabo en
las selvas amazónicas quedase bruscamente detenida y no produjese
los frutos que se hubieran podido esperar.
Mas, no lo entiende así el limo. González Suárez. Para él los
Jesuítas son los responsables de este fracaso y la expulsión decretada
por Carlos III no fué sino la ocasión que puso de manifiesto lo de­
sacertado del sistema que habían empleado en la reducción de los
indios. Sus palabras a este respecto no pueden ser más claras: «El
sistema empleado, dice, en las Misiones del Ñapo y del Marañón fué
un sistema equivocado,y a pesar de las fatigas,de las privaciones y de
los sacrificios de los padres de la Compañía de Jesús, no produjo re­
sultado alguno estable y duradero; después cuando fueron los Fran­
ciscanos y los eclesiásticos seculares, la obra debía necesariamente
deshacerse y se deshizo y desapareció», (i)
Examinemos serenamente los hechos en que el limo. González
Suárez se apoya para formular un juicio tan grave contra la obra de
los misioneros del Marañón. ' Tres son a su juicio los errores funda­
mentales cometidos por los Jesuítas y a los que debe atribuirse la
esterilidad de su obra: el haber generalizado en las reducciones el
uso de la lengua del luga en vez del castellano, llamado a sustituir
las lenguas indígenas, el no haber concentrado en pueblos cercanos
los unos a los otros la población diseminada en una numerosa ex­
tensión de territorio; finalmente el haber descuidado de promover
eficazmente el mejoramiento social de los indios reducidos.
«El primer error cometido por los misioneros, dice, fué el haber
introducido y generalizado entre los indígenas convertidos la lengua
quichua, la lengua llamada del Inga. Esa lengua era mejor que los
idiomas de los salvajes, indudablemente; pero no sólo no era un me­
dio de civilización, sino que era un obstáculo para la civilización,
un obstáculo poderoso. Debieron, pues, los misioneros haber intro­
ducido y generalizado entre los neófitos indígenas la lengua castella­
na y no la lengua quichua, así lo que a los Padres les pareció un
acierto, fué un error trascendental.
De la lengua quichua no aprendían los salvajes sino un poco,
y eso poco lo aprendían ¡mal, lo que les bastaba para su comunica­
ción cotidiana con los misioneros y nada más. En cada reducción
había, pues, dos lenguas: la materna, la nativa de los indígenas y
la quicha, en aquella pensaban, hablaban y razonaban; en esta trata­
ban con el misionero y oían el sermón en la iglesia. Pero ¿de ese
sermón cuánto entendían? ¡Casi n a d a !....
La conversión de los salvajes al cristianismo era imposible,
mientras se conservara, como se conservó tenazmente, en mala ho­
rn, cual medio de civilización, la lengua quichua, junto con las otras1

(1) ibid., 24 2-43.


— 54 2 —

lenguas indígenas, pobrísimas de palabras y rudimentarias__ £1


mejor medio para instruir y civilizar a los indígenas hubiera sido
pues, introducir la lengua castellana, generalizarla y convertirla eo
lengua materna de los indígenas, lo cual se hubiera conseguido c u a n ­
do más a la tercera generación. . . Conservar, pues, con tesón los
idiomas de los salvajes era mantenerlos tenazmente incapacitados
para la ilustración intelectual y el mejoramiento social, (i)
Estas líneas del limo. Sr. González Suárez contienen varias
acusaciones que en el texto se hallan entreveradas unas con otras,
pero a las cuales, para mayor claridad, responderemos por separado.
Y ante todo, el principio sobre que se funda el cargo que formu­
la el ilustre historiador contra los misioneros de la Compañía de Je­
sús es, por decir lo menos, muy discutible. Quizás estaríamos más
en lo justo, al afirmar que es sencillamente falso y en un todo con­
trario a la práctica, que con aprobación de la Iglesia han abrazado
universalmente los misioneros católicos en nuestros días. Este prin­
cipio es que, para asentar sobre sólidas bases la conversión de los
indios gentiles y su adaptación a la vida civilizada, era preciso extir­
par y abolir poco a poco, son expresiones del mismo Sr. González
Suárez, y sustituirles por el castellano, de suerte que éste llegase a
ser para los indios como lengua materna suya. (2)
Esta sustitución de la lengua no es sin duda sino una parte del
programa o sistema, que él encarece como el único aparente para
civilizar la raza indígena, y que consiste en rodear y sitiar a ésta con
la civilización, hasta que quede paulatinamente absorbida y trans­
formada por ella. (3)
Ahora bien, las normas fundamentales, que han dirigido las con­
quistas de la civilización cristiana, desde los primeros tiempos de la
Iglesia, y las siguien dirigiendo en nuestros días, no se proponen des­
truir para luego civilizar y cristianizar, sino que tienden más bien a
adaptarse a la idiosincrasia de los pueblos infieles, aprovechando to­
do lo bueno que en cada uno de ellos se puede encontrar. Por esto
la Iglesia, ni antes ni hoy, ha pensado nunca en sustituir las lenguas
indígenas por las europeas so pretexto de que aquellas son demasia­
do pobres o rudimentarias para expresar los altísimos conceptos de
nuestra santa religión. Antes bien, manda á sus misioneros estudiar
a fondo las lenguas indígenas en función de la índole peculiar de los
pueblos que las hablan, a fin de poder adoptar mejor la enseñanza
religiosa a su propia mentalidad.
Esto precisamente hicieron los misioneros del Marañón, como
no puede menos de reconocerlo el limo. González Suárez. Si no
todos, los más de ellos llegaron a hablar bastante bien, y aun algu­
nos consiguieron dominar con perfección uno o varios dialectos de
los indios. Gracias a estos conocimientos pudieron componer cate-

( ! ) Ibid., 2 5 7 -3 8 .
(2 ) C ír. Id id . 238 con nota 6.
(3) C ír. Ibid., 242.
54 3 —

cisnios en las principales lenguas del Ñapo y del Marañón. Al


p, Richter solamente, se deben tres catecismos en los difíciles dia­
lectos de los Piros, Campas y Cunivos del Ucayale. (i) Del cuidado
con que se dedicaron a este trabajo puede dar idea la manera como
se formó el catecismo en lengua iquita. Lo habían principiado los
Padres Bahamonde y Schwyora, y durante tres años continuos lo
perfeccionó el P. Manuel Uriarte, enmendando y declarando lo que
por imperfección de la lengua podía resultar oscuro o no tan exacto.
Ayudóle en este trabajo el Hermano Schöneman, muy práctico en el
dialecto de los Iquitos y autor de un vocabulario. (2)
De modo semejante se compusieron catecismos en otras lenguas,
y se puede afirmar de un modo general que en todas las reducciones
existía un catecismo en la lengua propia de la región y otro en la
lengua quichua, haciéndose la doctrina a los indios en una y otra.
Estos catecismos se contaban entre los libros que estaban adscritos
a cada reducción y que el nuevo misionero recibía indefectiblemente
de su antecesor.
Con esto se satisface también a otro cargo, el cual, aunque no
se halla explícitamente formulado en el texto aducido más arriba,
sin embargo, se deduce de él con bastante claridad. Parece suponer
el limo. González Suárez que la lengua quichua era, por decirlo así,
la lengua oñcial de las Misiones; en ella trataba comúnmente el mi­
sionero con sus neófitos, en ella les dirigía las pláticas y hacía la
catequesis. «En cada reducción, dice, había dos lenguas: la materna,
la nativa de los indígenas, y la quichua: en aquella pensaban, habla­
ban y razonaban; en ésta trataban con el misionero y oían el ser­
món en la iglesia. Pero ¿de este sermón cuánto entendían?-1Casi
nadal» (3)
Entendida la cosa con esta generalidad, no puede ser más ine­
xacta. El misionero se aplicaba, como primera incumbencia suya, a
aprender la lengua del pueblo o partido que le era encomendado. (4)
En ella hablaba, catequizaba y confesaba a los indios, si bien se ser­
vían también de la lengua quichua con los que la sabían. Misioneros
hubo, como el P. Bahamonde por ejemplo, que teniendo en su re­
ducción a indios de distintas parcialidades, se tomaron el ímprobo
trabajo de hacer la doctrina en su propia lengua a cada parcialidad,
además de la que se hacía en quichua. ¿Qué fundamento hay, pues,
para acusar a los misioneros que daban a los indios la instrucción re­
ligiosa en una lengua, en la que éstos no entendían «casi nada». Por
lo demás, si la instrucción religiosa era tan deficiente, como no po­
día menos de serlo,si los indios no entendían casi nada de los sermo-1

(1) Cfr. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de J é sus , VI.


(2) Uriarte, Diario de un misionero de Mainas, P . 111, n. 64.
(3) O. c., VI, 237,
_ (4) Entre la» disposiciones del P . Provincial Hernando Cavero para los misioneros del M a­
rañón, la octava dice así: «Los Padres misioneros sean en aprender la lengua de su partido, sin la
cual no se hace nada y con ella se obra mucho y se gana a los indios, y éste será su primero y
principal cuidado; sobre todo importa mucho se entable la lengua general del Inga en todos los
pueblos que están a nuestro cargo». Véase el tomo primero de nuestra Historia, Apéndice E .
— 544 —

nes y catequesis que se les hacía ¿cómo se explica aquel estado tao
floreciente de la vida cristiana en las reducciones, que el mismo Sr
González Suárez describe unas páginas más arriba? Porque ¿cómo sé
puede creer que unos indios, poco ha todavía sumidos en la más ab­
yecta barbarie, llegasen, sin un cultivo esmerado, que no puede dar
quien carece de un medio de comunicación adecuado, a amar la verdad
a aficionarse al trabajo, a guardar la fidelidad conyugal, a tener eó
alta estima la castidad, a tornarse de vengativos mansos, de ociosos
diligentes, a proceder en fin con tanta inocencia y candor de costum­
bres, que pusiesen asombro a los mismos Misioneros? ]Ojalá el limo.
González Suárez, que tan rotundamente afirma una y otra cosa, nos
hubiera indicado el secreto de este verdadero enigmal
Pero lo que más reprende este historiador en los Jesuítas del
Marafión es el haber introducido y generalizado la lengua del Inga
entre los indios de sus Misiones. Ya era conveniente y aun necesario
implantar una lengua común a las diversas tribus y parcialidades re­
ducidas, ésta debía ser el castellano y en ninguna manera el quichua.
El haber descuidado sistemáticamente la difusión del castellano e
introducido con tesón el quichua.es, a su juicio, un error trascenden­
tal de nuestros misioneros, ya que tuvo por resultado mantener a las
tribus indígenas del Marañón «tenazmente incapacitadas para la ilus­
tración intelectual y el mejoramionto social», (i)
En primer lugar es de todo punto falso que los misioneros no hi­
ciesen nada por enseñar la lengua castellana a sus neófitos. Nos cons­
ta de varios de ellos que la enseñaban de propósito a los niños y jó­
venes más capaces; así por ejemplo el P. Bretan (2) y el P. Francis­
co del Real (3). Mas aún, en las doctrinas ordinarias a los niños y
niñas acostumbraban los misioneros enseñarles por la tarde algo de
castellano (4) Recuérdese la gratísima impresión que causó a los ha­
bitantes de Quito, el oír rezar en la Catedral el «Alabado» en caste­
llano a los indios Jeveros y Cocamas que trajo consigo el P. Raimun­
do de Santa Cruz (5). El mismo Sr. González Suárez reconoce por
lo demás en otro lugar que los misioneros enseñaban por lo menos a
algunos la lengua castellana (6). Si el Consejo de Indias no hubiese
puesto tantos obstáculos a la venida de los Hermanos Coadjutores,
éstos hubieran podido regentar escuelitas en los pueblos, como lo de­
seaban los misioneros, y con eso se hubiera podido difundir mucho
más el castellano en las misiones. Si esto no se hizo, la culpa no es
de los Jesuítas sino del Consejo.
Pero vengamos ya al cargo principal de haber introducido y ge­
neralizado como lengua general la del Inga o quichua. L a razón de
haberlo hecho así los misioneros la expone con claridad meridiana el

( !) O. í „ V I, 238.
(2) Cfr. M aroni, Noticias auténticas del famoso rio Marañón, 512.
(3) Véase más arriba, página 473.
(4) Cfr. Chantre, Historia de las Misiones de la Compañía de Jestís en el Mara­
ñón español, lib. 2, c. 15; 641.
(5 ) Véase el tomo primero de esta historia, pág. 413.
(6 ) O. c„ V I. 133-34.
— 545 —

p. Francisco de Figueroa, uno de los operarios de la primera hora y


que tanta experiencia tenía de estas Misiones. «A la verdad, dice,
conviene mucho que se ponga la mira y toda diligencia en procurar
introducirla (la lengua del Inga) en todas las reducciones, porque es
más proporcionada que la castellana a la capacidad de estos indios, y
se les pega y la hablan más fàcilmente». El Visitador, P. Andrés de
Zárate, de quien dice el limo. González Suárez que «manifes­
taba tener ideas levantadas en punto a la manera de dar cima,
con éxito duradero, a la obra de la reducción de los salvajes a la vida
c iv iliz a d a » , (i) no pensaba de otra manera sobre la conveniencia de
difundir la lengua del Inga entre los indios de las reducciones. Entre
las disposiciones, que dejó, a raíz de su larga visita y que pueden
verse en los apéndices, se encuentra éste: «Cuánto importa para la
inteligencia de los indios que se les instruya en la doctrina cristiana
en la lengua general del Inga, lo enseña la experiencia; pues los que
están instruidos en ella, se disponen a satisfacción del misionero para
recibir los sacramentos, y más a la hora de la muerte, y no asf, sino
con frecuentes desconsuelos los que no la saben; por lo cual ordeno y
encargo que todos los misioneros hagan todo lo posible para entablar
la dicha lengua del Inga en todos los pueblos». A idénticas preocupa­
ciones obedecían, a no dudarlo, las prescripciones del Concilio III de
Lima y de los Sínodos de Quito, que mandaban hacer la doctrina en
quichua a todos los indios, y a las que tenían que atenerse los misio­
neros, como no podía ignorarlo el limo. González Suárez.
En conclusión, las acusaciones más o menos apasionadas, en las
que este historiador inculpa a los misioneros de la Compañía por ha­
ber mantenido en mala hora el quichua y las otras lenguas indígenas
con perjuicio de la enseñanza del castellano, carecen de fundamento
serio, contienen no pocas inexactitudes de consideración y arguyen
un extraño olvido de las condiciones y circunstancias en que se de­
senvolvió la obra de evangelización en las selvas orientales. Ahora
bien,pesar a los hombres sin poner en el platillo de la balanza el peso
de las circunstancias, es pesarlos en balanza infiel. Con mucha razón
ha estampado el limo. González Suárez este criterio histórico funda­
mental «No conviene sacar a los hombres del siglo en que nacieron y
vivieron, para juzgarlos según las ideas y las exigencias sociales del
tiempo en que nosotros vivimos». (2) ¿Por qué lo olvidará tantas ve­
ces, cuando se trata de juzgar la actuación de los antiguos Jesuítas
quiteños?
El segundo cargo principal que encontramos en la Historia Ge­
neral de la República del Ecuador, lo expresa el autor en los térmi­
nos siguientes: «Otro error práctico fué el haber conservado las re­
ducciones diseminadas en una extensión inmensa de terreno, sin
comunicación expedita y fácil entre ellas. Unos pueblos estaban se­
parados de otros a distancias enormes y entre unos y otros no había
más medios de comunicación que los ríos y las montañas. El camino1

(1) O.C., V I, 152.


(2) Ibid., lib. V I, c. 1.; V il.
546 -

por las montañas, es decir, el camino de tierra, era el más largo, el


más penoso y el más d ifícil.. .E l viaje por agua era un poco meaos
trabajoso, pero siempre lleno de molestias y de peligros.. .Terreno
sobraba ¿no habría sido prudente, ya que se extraían de los bosques
las tribus salvajes, ir estableciendo las nuevas poblaciones una a con.
tinuación de otras, con menos distancia y más fácil comunicación en-
tre ellas?», (i)
Las medidas sugeridas por el limo. González Suárez en este pá­
rrafo sobre la manera de formar las poblaciones de indios reducidos
pueden, a primera vista, parecer muy puestas en razón y fáciles de
ejecutar. Pero quien considere la realidad de los hechos y repare así
en los adjuntos y circunstancias en que se solían formar los pueblos
de Misiones, como en las lecciones que los misioneros sacaron de una
repetida experiencia, no podrá menos de convencerse que era moral­
mente imposible juntar a los infieles convertidos en grandes pueblos
situados unos a continuación de otros. Desde luego, a lo sumo se hu­
biera podido pensar en agrupar en torno de uno o.varios centros prin­
cipales los pueblos de una región determinada, como los del Ñapo,
los del Pastaza, los del Nanay, los del Guallaga y otros.- Porque una
concentración más general de las tribus reducidas era sencillamente
irrealizable a causa de las enormes distancias a que hubiera sido ne­
cesario trasladarlas y de las dificultades insuperables que se oponían
a tales traslados.
Áun al querer juntar parcialidades distintas de una misma tribu o
□ación en un solo pueblo, o por lo menos, en parajes cercanos, tro­
pezaban casi siempre los misioneros con tan grandes resistencias que
muchas veces se veían obligados a desistir de su empeño, para no
fracasar en la empresa de formar nuevos pueblos. Los lectores que
hayan seguido nuestro relato recordarán la invencible repugnancia
que solían experimentar los indios así para alejarse de los sitios en
que se habían criado, como para convivir con elementos extraños a
su parcialidad. El recelo de los indios a emigrar a parajes lejanos na­
cía no solamente del apego al propio ¡terruño, sino también del temor
de las enfermedades, que solían cebarse con mucha fuerza en los in­
dios trasladados a lugares distantes de donde habían vivido.
Por esto mismo nuestros Padres se vieron obligados a no acer­
car demasiado las reducciones unas a otras, a fin de disminuir el pe­
ligro de propagación de las epidemias que traían su aparición en el
territorio de Misiones con relativa frecuencia, causando pavorosos
estragos. Contra la de viruelas, la más temible de todas, no se cono­
cía entonces otra manera de evitar el contagio sino desamparando los
pueblos.
Como se ve, el aislamiento de las reducciones, por cierto ten­
denciosamente exagerado por el Sr. González Suárez, era una necesi­
dad impuesta por las circunstancias, y no se puede razonablemente
culpar por ello a los Jesuítas. El mismo historiador lo reconoce así,1

(1) O. c., lib. V I, e. I.; V II.


— 547 —

unas pocas páginas más abajo. «La primera condición, dice, para qne
las Misiones se conservaran y prosperaran, debió haber sido la aper­
tura de un camino no sólo bueno sino cómodo, desde la capital de la
colonia hasta el embarcadero mejor en ei río Ñ a p o ... La segunda
condición acercar más los pueblos unos a otros y establecer colonias
formales de gente blanca junto a las reducciones, de manera que éstas
vinieran a quedar eslabonadas con aquellas. Pero, estas condiciones
eran moralmente imposibles de hacerse prácticas en el siglo décimo sép­
timo, en una colonia española americana. La apertura de caminos era
entonces imposible, porque no había dinero con qué costear el traba­
jo y porque el gobierno español recelaba que, abriendo caminos, se
facilitara la introducción del contrabando con artículos de comercio
prohibido; sin un buen camino, el establecimiento de las colonias de
gente blanca era irrealizable», (i)
Prescindiendo de lo utópico y aun peligroso del segundo medio
indicado en estas líneas, sólo advertiremos una cosa. Si los arbitrios
que el limo. González Suárez considera indispensables para poner
eficaz remedio al aislamiento de las reducciones eran imposibles de
realizar en el tiempo en que estas reducciones estaban al cuidado de
los Jesuítas, ¿cómo se puede hacer responsables a los misioneros de
los daños que, según el historiador de la República, se siguieron a los
indios de este,aislamiento? Si ni el gobierno de la Colonia, ni los go­
biernos después de la Independencia, han podido subsanar la falta de
vías de comunicación, que sirviesen de fácil enlace entre unas po­
blaciones y otras de la región oriental, ¿con qué fundamento se pue­
de inculpar a los Jesuítas de haber condenado las reducciones, a cau­
sa del aislamiento en que las mantuvieron, al retroceso, a la vida
salvaje, en cuanto les faltase la presencia del misionero? (2)
Es tanto más injusta y odiosa esta acusación cuanto que una de
las preocupaciones más constantes de los misioneros de la Compañía,
fué encontrar caminos que uniesen a las poblaciones de la sierra con
las del Marañón. Recuerde el lector lo que dijimos en nuestro tomo
anterior sobre las repetidas exploraciones y tentativas de los PP. Lu­
cas de la Cueva, Raimundo de Santa Cruz, Juan Lorenzo Lucero,
Agustín Hurtado y otros, para comunicar los centros de vida civiliza­
da con las Misiones. Las increíbles penalidades sufridas por aquellos
valientes adalides de la civilización en sus exploraciones por ríos y
montañas impracticables, y la muerte heroica del P. Santa Cruz en
aguas del Bobonaza, mientras enfermo y todo, buscaba una salida a la
sierra, son la prueba más irrecusable del positivo y vivísimo empeño
que tuvieron los Jesuítas para sacar a las Misiones del aislamiento en
que se hallaban y que el Sr. González Suárez les echa en cara como vi­
cio de su sistema (3). Más aún, no se contentaron con buscar por donde
se pudiera comunicar la sierra con el territorio de Misioneros, sino
que intentaron abrir caminos que de hecho estableciesen esta comuni­

al Ibid., 244-47.
(2) Ibid., 240.
(3) Véanse en el primer tomo de nuestra Historia los capítulos 12, 13 y 15 del libro cuarto.
— 54 8 —

cación. Ya en 1655, gracias a las diligencias del P. Lucas de la Cue-


va, se empezó a trabajar el camino que debía unir Ambato con el
Bobonaza por la vía de Baños y Canelos, (i) La obra no siguió ade­
lante por falta de apoyo de las autoridades. Años adelante con apro-
bación del Consejo, a quien había informado el Procurador P. T o m á s
Nieto Polo del Aguila, nuestros Padres emprendieron el componer y
mejorar a su costa el camino de herradura que por Patate, Baños y
Canelos,iba de Ambato hasta el río Topo. «La expulsión les sorpren­
dió luchando todavía con las graves dificultades de la entrada a la
montaña y al territorio de sus amadas Misiones». (2)
Estos esfuerzos de nuestros misioneros por la apertura de cami­
nos expeditos entre la meseta interandina y los bosques y llanuras de
la región amazónica, el limo. González Suárez los explica a su modo.
«Algunos años antes de la expulsión, dice, ya los mismos Jesuítas es*
taban convencidos de que las Misiones no podían adelantar ni conser­
varse, sino mediante un buen cam ino;.. . aunque esta convicción era
solamente un tardío resultado de la dolorosa experiencia de la este­
rilidad de los esfuerzos para defender las reducciones de las invasio­
nes armadas de los portugueses, y no de los vacíos de que adolecía su
sistema de Misiones, por el cual los salvajes estaban condenados ne­
cesariamente al estancamiento en la vida social». (3)
Esta afirmación, tal como suena, no puede ser más inexacta.
Los Jesuítas empezaron a trabajar con tesón por el descubrimiento y
apertura de un camino para llegar a la sierra, no «algunos años antes
de la expulsión», sino desde 1642, es decir, a los cuatro años de fun­
dadas las Misiones (4), y por lo menos cuarenta años antes de que las
primeras expediciones portuguesas hicieren su aparición en las tierras
de los Omaguas!
Pero de todos los cargos formulados por el limo. González Suá­
rez contra los misioneros del Marañón, ninguno más injusto ni más
infundado que el de no haber promovido el mejoramiento de las con­
diciones de la vida entre los indios convertidos. He aquí el texto de
esta acusación: «El aislamiento no fué el único error del sistema, hu­
bo también otro error.. .ese otro error consistió en que, una vez for­
madas las reducciones, no se trabajó activa y eficazmente para que
los neófitos mejoraran las condiciones materiales de su manera de vi­
da; pues, ni en vestido, ni en alimentos, ni en habitaciones adelan­
taron tanto cuanto era necesario que adelantaran, a fin de que las
nuevas generaciones fueran sedentarias y no errantes, como habían
sido sus mayores. Debió habérseles obligado a aprender y a perfeccio­
nar las artes; debió haberse estimulado más el trabajo de la agricul­
tura, y extendido el comercio, y con la agricultura y el comercio, el
trato y comunicación frecuente de unas poblaciones con otras. La
agricultura apenas existía como en rudimentos, el comercio era esca­

t i) V éase nuestra H istoria, tomo primero, página 430.


(2) González Suárez, o. c „ V I, 250, nota.
(3 ) 7 bid., 2 5 2 -5 3 , nota 9.
(4 ) V éase nuestra Historia, tomo primero, página 406.
— 549 —

sfsinio, las artes necesarias para la vida eran desconocidas. ¿Cómo


sorprendernos, pues, de que desaparecieran pueblos, donde no exis­
tan ni las artes, ni el comercio, ni la agricultura?.. .Los pueblos de
las Misiones, cien años después de fundados, no tenían moneda, ni la
conocían, y estaban reducidos todavía a trastrocar unas cosas por
otras: estado de atraso casi increíble!!» ( i )
De este párrafo se puede decir con verdad que hay en él casi tan­
tas falsedades cuantas afirmaciones contiene. Y en primer lugar lo
que se dice de la falta de adelanto suficiente respecto de las condicio­
nes materiales de la manera de vida de los indios con vestidos, está
en abierta contradicción con lo que sobre este punto refieren testigos
presenciales, como el P. Manuel Uriarte, que cuidó de diversas reduc­
ciones del Marañón desde el año 1750 basta el de la expulsión en
1768.
En los capítulos anteriores hemos reproducido algunas de las no­
ticias que este Padre nos ha conservado acerca de varios pueblos de
Misiones, en los que él moró más de asiento. De las descripciones mi­
nuciosas que hace de la planta y concierto de estos pueblos, podemos
inferir con claridad que las viviendas de los indios eran bien acon­
dicionadas y convenientemente alhajadas. (2) Otro tanto debe decirse
de la indumentaria. La desnudez más o menos completa que era co­
mún a hombres y mujeres en tiempo de su gentilidad, había desapa­
recido del todo. El vestido era sencillo y decente, acomodado al tem­
ple caluroso de la montaña. Los hombres solían usar camiseta con
mangas y calzón, teniendo prendas distintas para los días de trabajo
y para los de fiesta. Acerca del modo de vestir de las mujeres, todas
las relaciones encarecen su modestia, sin que faltase el aliño y adorno
propio de su sexo. ¿Qué más hacía falta para que los indios de las re­
ducciones ostentasen en el vestir la cultura y mudanza de costum­
bres propias de hombres que habían dejado el estado de barbarie para
acomodarse a los usos de los pueblos civilizados? ¿Acaso era necesa­
rio para ello adoptar la indumentaria europea?
Es, por lo demás, absolutamente falso que por falta de adelanto
en el vestido, alimentación y habitaciones, los indios convertidos del
Marañón no se hubiesen hecho a la vida sedentaria, perseverando en
sus antiguas costumbres montaraces y errabundas, como parece insi­
nuarlo el texto antes copiado. Si esto fuese verdad, ¿por qué no cita
el Sr. González Suárez algún caso siquiera de una tribu que, después
de algunos años de reducida, conservase aún la tendencia a la vida
errante? Los pueblos formados por los Jeveros, Omaguas, Yurimahuas,
Paranapuras, Andoas, Pebas, Pinches y otros se encuentran todavía
el día de hoy en el lugar en que los establecieron nuestros antiguos
Padres, al tiempo de reducirlos a vida cristiana y civilizada.
En el mismo texto se hace cargo a los Jesuítas de no haber obli­
gado a los indios a aprender y perfeccionar las artes mecánicas, de no
haber estimulado la agricultura ni extendido el comercio. Veamos qué1

(1) o. c., 241.


(2) Cír. Diario de un misionero de Afamas. (Ms.) P. 1, n. 33.
-550

hay de verdad en estas acusaciones. En cuanto a la enseñanza de lag


artes mecánicas, esta fué una de las, preocupaciones principales de
casi todos los misioneros, señalándose en esto los más ilustres de ellos
como los PP. Fritz, Brentan, del Real, Bahamonde y otros. Más
aún, los indios alcanzaron generalmente en los oficios que aprendie­
ron de los misioneros un grado de habilidad sorprendente. En los
principales centros de Misión existían fraguas en las que se ejecuta­
ban trabajos de toda clase. Casi todos los pueblos poseían carpinterías
en las que los oficiales indígenas ejecutaban no sólo las obras más or-
diñarías, sino otras más finas de ebanistería y torneado. Para las mu­
jeres se habían establecido telares en los que se fabricaban lienzos, de
que usaban los indios para sus vestidos y aun camisetas y cotones muy
bien labrados, (i) Junto con las artes mecánicas nuestros Padres cui­
daron de adiestrar a sus neófitos en la pintura y sobre todo en la mú­
sica, a la que eran tan oficionados los indios. Distinguiéronse en este
empeño los PP. Bernardo Zürmuhlen, Wenceslao Breyer, Francisco
Javier Zephyris, Martín Iriarte y Manuel Un'arte, quienes llegaron a
formar buenos coros de cantores y diestros tañedores de arpa y de
violín. A alguno que otro que mostraba excelentes disposiciones para
la música, se le envió a costa de la Misión a aprenderla en Quito. (2)
Además de lo que sobre esto se dice en las relaciones de los misione­
ros, tenemos el testimonio del célebre Gobernador de Mainas D. Fran­
cisco de Requena, el cual dice así: «En tiempo de los reguladores ex­
pulsos, procuraron que algunos aprendiesen los oficios de herreros,
carpinteros y tejedores, dedicaron otros a que se adiestrasen en la
práctica de la música; y tenían cuidado de que en los más pueblos
hubiese un pequeño almacén de herramientas y otros utensilios». (3)
Y después de esto preguntamos ¿qué se debe pensar de la rotunda
afirmación del limo. González Suárez de que en los pueblos de las
misiones encomendadas a los Jesuítas «las artes necesarias para la vi­
da eran casi desconocidas?» (4).
Tampoco descuidaron los misioneros el promover la agricultura y
aun introdujeron la ganadería, aunque en este punto los resultados no
correspondieron a los esfuerzos. En torno de los pueblos había sem­
bríos de maíz, de yuca.piñas, barbasco; había también platanales, al­
godonales y algunos plantíos de frutales. En algunas reducciones se
había introducido el cultivo de las hortalizas y en San Joaquín de
Omaguas lucía un hermoso cafetal, que se había logrado con plantas
traídas del Brasil. (5)
Es verdad que los productos servían casi exclusivamente para el
consumo y que apenas había comercio de intercambio y exportación.
Pero, si aun ahora, cuando los medios de explotación y las vías de
comunicación han adelantado tan notablemente, la agricultura y co­

t i ) Cfr. Uriarte. Ibid., P . I., n. 40; P . II, n. 57.


(2) Cfr. Chantre, Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el t 'a'
rañón español, lib. II, c. 17.
S
3) Descripción de la Provincia de Mainas. (Ms.)
4) O. c., V I, 241.
(5 ) Uriarte, o, c„ P . I, n. 33; P . II. n. 13.
- 551 —

mercio de nuestra región oriental, están tan atrasadas ¿hay motivo


para extrañarse que la agricultura y comercio de las reducciones fue-
gen rudimentarios y atribuir a este atraso la desaparición de las Mi­
siones?
No es menos infundada la sorpresa con visos de escándalo que
manifiesta el limo. González Suárez por «el estado de atraso casi in­
creíble» en que estaban los pueblos de las misiones, ya que, «cien
años después de fundados, no tenían moneda ni la conocían y estaban
reducidos todavía a trastrocar unas cosas por otras» (i). ¿Olvidaría
quizás el ilustre historiador, al escribir estas palabras,lo que él mismo
ha consignado en otros lugares de su Historia acerca de la angustiosa
falta de moneda circulante que se padecía entre nosotros en tiempo
de la Colonia? ¿No se daban prendas en Quito, a principios del siglo
XVIII, para adquirir artículos de primera necesidad como la car­
ne? (2). Y en tiempos del Presidente Pizarro, por los años de 1780,
¿no corrían las papas y otras especies semejantes en lugar de moneda
para los contratos? (3) Y sucediendo esto en Quito y en las demás ciu­
dades de la Presidencia, ¿hay razóu de culpar a los Jesuítas de haber
mantenido a los pueblos reducidas en un estado de atraso casi increí­
ble, porque en las selvas del Marañón los indios trastrocaban los gé­
neros para sus transacciones? ¿No es esto juzgar la obra de los misio­
neros de la Compañía, según las ideas y circunstancias del tiempo en
que vivimos, sacándoles del siglo en que ellos vivieron; juicio que el
limo. Sr. González Suárez declara enfáticamente injusto? (4)
Cierra el limo. Sr. González Suárez su larga invectiva contra el
sistema empleado por los Jesuítas en el gobierno político-social de
sus Misiones con esta extraña conclusión: «La fe de los salvajes con­
vertidos al cristianismo, ¿qué laya de fe eral.. .L a religiosidad de los
indígenas muy poca ha debido ser, pues que habían sido enseñados en
una lengua pobre, inadecuada para explicar en ella los misterios cris­
tianos, y esa lengua, no bien conocida por los intérpretes». (5)
Pasma en verdad cómo el autor haya podido estampar estas pa­
labras, .después de haber él mismo reconocido de la manera más
categórica, dos capítulos más arriba, que los indios salvajes se convir­
tieron sinceramente al cristianismo, que las virtudes cristianas flore­
cieron entre los convertidos hasta el punto de causar admiración a los
misioneros, que la santificadora influencia de la religión los conserva­
ba con extraordinaria pureza de alma. (6) Conocía el limo. González
Suárez la obra del P. Chantre y Herrera sobre las Misiones del Mara­
ñón, puesto que la ci.ta; conocía también la obra del P. Maroni sobre
la misma materia. En la primera refiere su autor con abundancia de
pormenores la devoción 'con que los indios santificaban los días de
precepto y su fervor en la celebración de la Semana Santa y de algu-1

(1) H istoria General de la Re-pública del Ecuador, V I, 241,


(2) O. c. Kb. 4. c. 2-, V , 49.
(3) Ibid., Kb. 4; c. 6; V , 292-93.
(4) Ibid., Kb. 6; c. 1; VH . 2 -3
(5) Ibid., Kb. 5, c. 6, V I, 242.
(6) Ibid., 142.
5 52 —

nas festividades más principales como la del Corpus y la del día del
Sagrado Corazón de Jesús, (i) Y el P. Maroni, al tratar de la nm.
danza de costumbres que la gracia obraba en los neófitos, trae una
carta notable de uno de los Superiores de la Misión, de la cual trans­
cribimos este testimonio que hace nuestro coro: (2) «Es ciertamente
de admirar lo que se ha conseguido con esta gente en conservar a
los unos en su inocencia y en apartar a otros de sus malas costum-
bres. Tocante a los primeros, pudiera parecer exageración, y no es
sino la pura verdad, el que muchfsimos, y en algunas naciones los
más de ellos, vivan años enteros con tanta integridad, que no se ha­
lle en ellos delito grave, y aun en muchos tenga el confesor su mayor
trabajo en descubrir alguna materia cierta para la absolución. En
conformidad de lo que voy diciendo (y yo mismo lo he experimenta­
do), me dijo otro Padre misionero, que en tiempo de casi tres me­
ses en que se habfa confesado de devoción y fuera de cuaresma la
mayor parte de su gente, no habfa oído ningún pecado de cierto
grave. Y poco ha que en uno de estos pueblos se descubrió una cons­
tante Susana, que mantuvo invicta su inocencia a vista de la muerte
que le amenazaba la pasión ciega de un amante perdido». (3)
En estos y semejantes documentos se habfa inspirado, a no du­
darlo, el limo. Sr. González Suárez, para escribir su breve pero
magnífico elogio del florecimiento de la vida cristiana en las reduc­
ciones del Marañón.
Ahora bien, conociendo,como conocía, datos tan concretos acer­
ca del modo como los indios convertidos entendían la práctica de
la ley evangélica y de las virtudes cristianas, ¿con qué conciencia
histórica ha podido asentar afirmaciones como la que copiamos más
arriba: «La religiosidad de los indígenas muy poca ha debido ser?»
¿No le debía bastar al Sr. González Suárez el que estos indígenas
viviesen meses y meses sin perder el estado de gracia, frecuentasen
los sacramentos y se mostrasen capaces de comprender y abrazar
con entusiasmo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, para que
tuviese su fe por sincera y su religiosidad por digna de todo res­
peto? (4)
Pero tiempo es ya de concluir. En el capítulo de su Historia,
que acabamos de extractar, el limo. Sr. González Suárez se propone1

(1) Historia de ¿as Elisiones de la Compañía de Jesús en el Marañón espa­


ñol, lib. 11, c. 18 -20,
(2) Por faltar el día y mes en que fué escrita la carta y sólo saberse que es del año 1/33.
no es posible determinar con certeza si es del P . Juan Bautista Julián o del P . Nicolás Schindler,
aunque es más probable que deba atribuirse al primero.
3) Noticias auténticas del famoso rio Marañón. P . I, c. 3, § 15; 164.
Í 4) En una de las consultas de Misioneros se determinó entre otras cosas que se difundiese la
devoción al Sdo. Corazón de Jesús, haciendo su fiesta cada año, y entablando donde se pudiese,
eu Congregación con reglas proporcionadas a la capacidad de la gente. De hecho se fundaron esta*
congregaciones en La Laguna y en San Joaquín de Omaguas. También introdujeron los miiione-
ros la costumbre de decir, en acabando el “A labado" de la Doctrina, las siguientes invocaciones,
que luego todos repetían: A labado sea el Sagrado Corazón de Jesús; A labado sea el Sagrado Co­
razón de M aría.
Cfr. U riarte, Diario de un misionero de Mainas. (M s.) P. Il, n. 55.
- 55 3 -

indagar las causas y establecer las responsabilidades de la rápida


destrucción que experimentaron las reducciones fundadas por los mi­
sioneros de la Compañía, después del año 1768. Es de advertir que
hasta esta fecha fatídica los pueblos de las Misiones se conservaron
por lo general en un estado de franca prosperidad, a pesar de las
calamidades que contribuyeron a mermar considerablemente la po­
blación indígena de las reducciones en los últimos años. Sobrevino
entonces el brutal extrañamiento de los Religiosos, que, por ciento
treinta años, habían cuidado de ellas, y al punto principió una rápida
decadencia que paró bien pronto en destrucción casi completa.
Ahora bien, entre la expulsión de los Padres y la ruina de las
Misiones no hay únicamente sucesión de hechos, hay también nexo
de verdadera causalidad. La obra de civilización cristiana, en que
por más de un siglo trabajaron los misioneros de la Compañía a ori­
llas del Marañón y de sus caudalosos afluentes, era de tal natura­
leza, que requería para conservar y adelantar, no solamente un in­
menso caudal de celo y abnegación para poder sobrellevar las pena­
lidades a veces gravísimas que se ofrecían en aquellas selvas, sino
también tiempo y espacio para que se fuese verificando la mudanza
profunda que tenía que producir en los hábitos, tendencias y menta­
lidad de los indios. Porque era necesario trabajar que recibiesen la
ley evangélica y viviesen conforme a sus exigencias unas gentes que
por siglos y siglos estaban acostumbradas a la barbarie y licencia de
un grosero paganismo; era indispensable además empeñarse en redu­
cir a sujeción y gobierno a unos hombres que acababan de salir de
sus bosques, sin más dependencia ni más ley que sus pasiones, sin
más guía que la propia libertad, antojo y gusto. ¿Quién no ve que
semejante transformación no podía conseguirse sino lentamente y
tenía que ser obra de varias generaciones? Ahora bien, las reduc­
ciones de la llamada Misión alta, que eran las más antiguas, conta­
ban poco más de un siglo de existencia, las de la Misión baja tenían
a lo más unos sesenta años, y las del Ñapo, Aguarico y Nanay eran
de fecha aún más reciente.
Teniendo en cuenta estos antecedentes y circunstancias, consi­
dere el lector la sacudida formidable que hubieron de experimentar
estas reducciones, cuando de un golpe, sin ninguna preparación pre­
via, se vieron privadas de los hombres que hasta entonces habían
sido todo para los indios, padres, maestros, guías, gobernantes, y
bajo cuyo cuidado y continua vigilancia ellos se habían ido avezan­
do a la idea cristiana y civilizada. Semejante sacudida tenía que
causar, y de hecho causó los efectos de un cataclismo. Por lo menos,
si los que sucedieron a los Padres al frente de las reducciones hubie­
sen participado de su espíritu y de su celo desinteresado para conti­
nuar la obra que quedaba así truncada de un modo tan repentino,
los pueblos hubieran podido rehacerse de este primer quebranto, y
después de un período de transición más o menos laborioso, reanudar
su marcha adelante. Pero no fué así; los que vinieron a ocupar el
puesto de los misioneros Jesuítas, salvo rarísimas y honrosas excep­
ciones no fueron los continuadores sino los destructores de la obra
— 554 -

que ellos habían levantado a costa de tan grandes afanes y heroís-


mos. Da grima leer en las relaciones y en los documentos de la épo.
ca, cómo para sustituir a los Jesuítas en sus Misiones enviaron»
clérigos sin vocación, ordenados con el intento exclusivo de que fue.
sen a hacerse cargo de las reducciones. Aun de estos, pocos perseve-
raron en las Misiones; porque, unos por haber enfermado, otros por
diversos motivos, desampararon después de algún tiempo las reduccio­
nes. De los que quedaron, no todos, por desgracia, procedían como
convenía a ministros del Evangelio, (i)
Y ahora preguntamos: ¿No bastarán a explicar la decadencia y
ruina de las Misiones los trastornos sustanciales ocasionados en ellas
por el extraSamiento de los Religiosos, y el abandono en que al poco
tiempo fueron quedando los indios? Como ya indicamos más arriba,
aunque el sistema empleado por los Jesuítas para el gobierno de sus
reducciones hubiese sido el más excelente y adecuado, su obra por
fuerza tenía que venir a menos y desaparecer siquiera en parte,
desde el punto en que se la privase de los hombres que habían con­
sagrado su vida a sostenerla, para poner en su lugar gente improvisa­
da, que no tenía, las más de las veces, interés alguno por su adelanto
y conservación. «No hay en el día escritor ilustrado, dice D. Anto­
nio Flores, que no reconozca los funestos resultados que tuve la
expulsión de estos sacerdotes pára la evangelización y conquista de
las tribus salvajes, en cuya reducción emplearon un método admira­
ble, acompañado de una constancia igual sólo a su intrepidez e in­
teligencia». (2)
Después de esto parece increíble que el limo. González Suárez,
al estudiar las causas que influyeron en la destrucción de las Misio­
nes del Oriente, ni siquiera mencione entre ellas la violenta separa­
ción de los misioneros en cumplimiento de las órdenes recibidas de
Madrid. Es verdad que refiere brevemente el arresto y expulsión de
nuestros Padres, y por cierto sin que tenga una palabra de censura
para los que perpetraron el crimen de lesa civilización de expulsar
como malhechores de los bosque y montañas de América a unos in­
defensos Religiosos, que todo lo habían de sacrificar para sacar a los
indios salvajes de su infidelidad y de su barbarie. (3) En cambio en1

(1 ) Cfr. González Suárez, H istoria General de la República del Ecuador, lib. 6,


c. 5; 182-86. V éase lo que a 12 de M ayo de 1769, escribía el Presidente Diguja al conde de
A randa: «Habiendo proveído 27 clérigos seculares a la dirección de un primero y segundo Supe­
rior, para que relevasen los misioneros Jesuítas que residían en los ríos Ñapo y Marañón.........
internaron todos a los países destinados, en los cuales enfermaron unos, y no midiendo tol erar la
intemperie otros, resultó el retroceso a esta ciudad del segundo Superior y de ocho clérigos, dejando
en aquellas Misiones un gran vacío que suplir, y que no se podía efectuar con menos intervalo que
el de un afio, por no poderse transitar los caminos y ríos sino en determinadas estaciones. Acor­
dé con el Reverendo Obispo suplir la falta de los que salieron con una remesa de otros clérigos,
que con este fin se ordenaban de presbíteros, por no querer entrar los que y a lo eran. Archi-
vo S .J ,
(2 ) E l Reino de Quito, según las relaciones de los Virreyes del N uevo Reino at
G ranada, I I . ,
(3) No hemos podido leer sin verdadera estupefacción estas palabras que estampa el limo.
González Suárez: «L a conservación y mejoramiento de las Misiones del Marañón fué objeto de
incensantes cuidados por parte del gobierno español, durante los reinados de Carlos 111 y °e
— 555 -

este mismo lugar de su Historia, vuelve a tratar, sin que haga nin­
guna falta, el tan manoseado asunto de las fantásticas riquezas de
los Jesuítas de la antigua Provincia de Quito. Y luego dedica cator­
ce páginas a hacer una crítica acerba de los métodos misioneros de
la Compañía de Jesús, tales como los aplicó en sus reducciones del
Marañón. Se esfuerza en probar que estos métodos eran intrínseca­
mente defectuosos y tenían que dar por resultado final la esterilidad
y el fracaso, y acumula testimonios de altos personajes de la Colonia
enemigos de la Compañía, para demostrar que las Misiones del Ma-
rafión no dieron el fruto que se esperaba.
lY a esto llama el limo. González Suárez escribir la Historia de
las Misiones de la Compañía con severa imparcialidad! (i) Si estas
catorce páginas en que abundan los datos erróneos, las contradiccio­
nes y los juicios apriorísticos desapareciesen de la Historia General
de la República del Ecuador, creemos que nada perdería esta. En
cambio ganaría, y no poco, la verdad y la filosofía de la H istoria.. . .
y también el mismo Sr. González Suárez.1

Carlos IV , su hijo y sucesor» O. c., V I, 186. iCarlos III y sus ministros, promotores y (autores
de las Misiones del Marañón!
(1) Ibid., 237; 243. nota 7. Con las impugnaciones del limo. González Suárez contra la
obra de los misioneros Jesuítas en el Oriente tiene alguna relación lo que escribe el mismo autor
con el íin de desvirtuar el valor histórico de las relaciones e Historias compuestas por los Jesuítas
acerca de sus célebres Misiones del Marañón.
Según el ilustre prelado d as obras escritas por los Padres de la Compañía de Jesús (sobre las
Misiones) respiran sinceridad; amando con fervor la Orden, a la cual se gloriaban de pertenecer;
narran los sucesos con sencillez, pero juzgándolos todos con criterio inconscientemente apasionado
de ahí que, en las Historias compuestas por ellos, la relación histórica trasciende a panegírico, y la
verdad histórica cede su lugar a la alabanza. Echase de menos la paciente investigación de docu­
mentos, y hace (alta en las obras que los Jesuítas han escrito sobre sus Misiones del Marañón
el espíritu crítico, que se detiene a comparar documento, con documento a fin de deducir la verdad».
0. c„ V II, 64.
Advertiremos en primer lugar que las obras a que alude el limo. González Suárez son, si se
exceptúa la del P . Brentan que se perdió, relaciones o historias de carácter doméstico, las cuales
no estaban destinadas, en la intención de sus autores, a ver la luz pública. M as no por eso descui-
ron el utilizar los únicos documentos que tenían a su disposición, como eran las cartas y relaciones
de los Misioneros, las órdenes de los Superiores y algunos documentos oficiales relativos a las M i­
siones, procedentes de los Gobernadores de M ainas, de la R eal A udiencia o del Consejo de Indias.
Pero vengamos ya al fondo de la cuestión suscitada por el limo. González Suárez. Según el
insigne historiador los escritos de los Jesuítas sobre sus Misiones adolecen de parcialidad, de falta
de crítica y de pobreza de documentación.
No vamos a discutir aquí hasta qué punto sean verdaderas estas inculpaciones. Sólo diremos
que ciertamente no llegan a viciar la sustancia de la verdad histórica de suerte que no se puedan
considerar como fuentes seguras para la Historia. Prueba de ello la tenemos en las Noticias au­
ténticas del famoso río Marañón, compuestas por el P . Pablo Maroni. Como queda dicho, esta
obra la editó y anotó el docto americanista Sr. Marcos Jiménez de la Espada, nada afecto a los
Jesuítas, como lo demuestran sus notas. Con todo, y a pesar del evidente prurito de corregir al
autor, sus rectificaciones, no siempre atinadas, versan todas sobre puntos de detalle, que no afec­
tan a la sustancia de los hechos. El cotejo imparcial de las obras de los P P . Figueroa, Uriarte,
Chantre y otros con los documentos de la época y con otras relaciones contemporáneas prueban así
mismo la exactitud de los historiadores de la Compañía .
LIBRO IV
Destrucción de la Provincia de Quito

CAPITULO PRIMERO

ESTADO DE LOS COLEGIOS V CASAS AL PUBLICARSE LA


PRAGMATICA SANCION

SUMARIO: 1. Personal y ministerios apostólicos en las tres casas de Quito.—2.


Personal y ministerios apostólicos en los colegios de Latacunga, Río-
bamba, Cuenca, Loja, Guayaquil, Ibarra y en la Residencia de Am-
bato.—3 . Personal y ministerios en los demás colegios de la Provincia.

V E LA SC O , Historia___ Cróaica....aaos 1767.-ARCHIVO S . J.

i — Cuanto vamos a decir en este capítulo está tomado casi al


pie de la letra del P. Juan de Velasco que había vivido en todos los
colegios de la Provincia, a excepción del de Panamá y quizás tam­
bién del de Buga, por lo que su testimonio como de testigo presen­
cial bien informado es de grandísimo valor.
En Abril de 1767 el Colegio Máximo de Quito tenía 96 reli­
giosos. Vivían ordinariamente fuera de casa los Padres y Hermanos
que cuidaban de las haciendas, es a saber, dos Padres y seis Her­
manos Coadjutores. Para el servicio doméstico de la casa, a más de
buen número de empleados seglares, se mantenía un competente nú­
mero de Donados. (1)1

(1 ) E l catálogo de loa Religioso» con lo» cargo» y oficio» que desempeñaban en 1767 era
como sigue:
R . P . M iguel de Manosalvas, Prepósito Provincial, desde el 7 de Junio.de 1766.
P . Juan Bautista Aguirre, Socio y Consultor de Provincia.
Hermano Coadjutor José M arín, Socio del P . Provincial.
R . P . José Baca, Rector del colegio Máximo y de la Universidad de San Gregorio, Consultor
de Provincia.
P . Juan A rteta, Ministro del colegio y Consultor de Casa.
P . A ngel M aría M anca, Admonitor, Consultor de Provincia y confesor en la iglesia.
P . Francisco Javier Zephyris, Padre espiritual de la Comunidad, confesor de los nuestros y de
los de fuera en la iglesia.
P . F rancisco Campuz, confesor de los Nuestros y de los de fuera en la iglesia.
P . Francisco A ntonio Sanna, Prefecto de Estudios mayores, de la Universidad y de la biblioteca
G regoriana, confesor de los Nuestros y de ios de fuera en la iglesia.
- 557 -

«Era mucho, dice el P. Velasco, lo que nuestros religiosos ha­


cían en todos los colegios y casas de la Provincia, así en orden a la
buena educación y enseñanza de la juventud, como al bien y socorro
espiritual y temporal de las alm as.. . Dividiéndose los ministerios en
tres clases principalmente, de enseñar, confesar y predicar, sería im­
posible reducir a una relación abreviada todo lo que se hacía en cada
una, y sólo se podrá apuntar por mayor lo que se trabajaba en todas
en el colegio Máximo de Quito. Eran 13 los Jesuítas que se emplea­
ban en la Universidad de San Gregorio, un Prefecto de Estudios
Mayores, otro de Estudios menores, un Maestro de Prima de Teolo­
gía escolástica, otro de Vísperas, otro de Moral, otro de Sagrada Es­
critura, otro de Filosofía, cuando no eran dos a un mismo tiempo,
un maestro de Gramática mayor, otro de menor, y por algunos años
un Maestro de Prima de Cánones y otro de Vísperas. Las dos C áte­
dras de Leyes eran siempre proveídas en externos.

P. Adán Schoefgen, Operario, consultor de Casa, confesor de los Nuestros y, de los de fuera en
U iglesia.
P. Jacinto Ormaechea, Instructor de los Padres de Tercera Probación.
P. Francisco Monerris, anciano inválido.
P. Marcos Bonilla, Procurador de Provincia y Director de la Comgregación de San José.
P. Sebastián Rendón, Operario.
P. Antonio A guado, Director de la Congregación de Nuestra Señora de Loreto, Operario en las
cárceles de la ciudad, consultor de Casa y confesor en la iglesia.
P. Sebastián Imbert, Maestro de Prima de Teología escolástica, consultor de Provincia.
P. Francisco Pérez, Operario.
P. José Troyano, Procurador de las Misiones y Director de la Congregación de San Francisco
Javier.
P. Francisco Javier Nicklust, Operario.
P. Juan Hospital, Maestro de Vísperas de Teología escolástica.
P. Joaquín A yllón, Maestro de Teología Moral.
P. Francisco Javier Rodríguez, Maestro de Filosofía y Director de la Congregación de San Es­
tanislao Kostka.
P. Faustino Manoaalvas, Operario.
P. Juan Domingo Coletti, Director de la Congregación de San Luis Gonzaga, Prefecto de iglesia
y de la biblioteca Ignaciana, encargado de la resolución de Casos de conciencia.
P. Ignacio M ickal, capellán del Hermano hacendero de Chillo.
P. Mariano Suárez, Operario y confesor en la iglesia.
P. Mariano A raujo, Operario, Director de la Congregación de la Presentación de M aría y Con­
sultor de Casa.
P. Juan de Dios Cuéllar, Operario.
P. Juan Serrano, hacendero de Nagsiche.
P. josé Mañanes, Operario, Director de la Congregación de la Santísima Trinidad.
P. José Pérez, Operario.
P. Isidro Losa, hacendero en la Concepción.
P. Andrés Cobo Calzado, inválido.
P. Luis Vizzochi, Operario.
P. Antonio Jáuregui, Operario.
P■ Pablo Portillo, medio inválido y compañero de los que salían de casa.
P- Agustín Martínez, inválido.
P. Mariano A ndrade, Maestro de gramática de mayores.
P- Feliciano Peña, Maestro de gramática de mínimos.
P. Máximo Negri, Operario.
P- Alonso Pacheco, Operario.
P- Francisco Rebolledo, Operario.
Padres que estaban en Tercera Probación: Ramón Baca, José A rrola, Nicolás A cuña, Guillermo
Peña, Agustín Gutiérrez, Ramón Rodero, Pedro Vicente V alencia, Ignacio A vilés, Ambrosio
Larrea.
- 55» -

Las Escuelas se componían parte de jóvenes Jesuítas, que co-


múnmente eran de veinte a treinta, parte de gramáticos, que eran
de sesenta a ochenta y parte de los colegiales de San Luis, que a ve-
ces pasaban de ciento, llegando hasta ciento cincuenta, sin poner
en este número los “ manteistas” o colegiales externos.
El trabajo de educar y enseñar las diversas clases de j u v e n t u d
según las Facultades que estudiaban era indecible. La vigilancia con*
tinua para infundirles la virtud y buenas costumbres, al mismo tiem­
po que las Letras, no les permitía, por lo común, un instante de
reposo. Eran continuas las tareas escolásticas de lecciones, confe­
rencias, actos domésticos de prueba, conclusiones públicas, sabatinas,
exámenes, tentativas, o sea exámenes previos y privados para los
que optaban para los grados públicos, grados y mil otras funciones;
muchas de las cuales concurrían tal vez en un mismo día, ocupando
diversas horas del día y de la noche.
De los mismos sujetos del Máximo, algunos eran además exa­
minadores sinodales, otros teólogos del Presidente y del Obispo,
otros consultores de los letrados y también de las gentes de toda
clase. A más del resolutor de casos de conciencia qne había para los
nuestros, había siempre otro para toda la clerecía de fuera que acu­
día a nuestro gran salón de casa el día señalado cada semana...
En orden al confesar trabajaban los sujetos del Máximo exce­
sivamente, así en la iglesia como en el salón de la Penitenciaría,
así en las parroquias y monasterios de monjas como en las cárceles y
hospitales, así dentro de la ciudad como fuera de ella. Es cosa cons­
tante que toda la inmensa plebe y casi toda la nobleza de una ciudad
tan populosa se confesaba con los Jesuítas, no sólo para mantener
entre año la gran frecuencia de sacramentos fomentada por su celo,
sino también para cumplir con el precepto anual y cuando se halla­
ban en el artículo de la m uerte.. . En nuestro salón de Penitenciaría
había diez confesonarios y en la iglesia catorce, los cuales todos, los
más domingos del año, viernes, días de retiro, fiestas y jubileos,
que eran muchos, se veían llenos de Padres que confesaban desde

Hermano« estudiante« teólogo«: Tercer afio, Toma« Rum bea; Segundo año, Gabriel Roca, Joaqula
Escriba, José Izaguirre, Ignacio Romo, Tomás Ribadeneira, Marco« Viescas, Manuel Blanco,
Domingo Crespo, Antonio Gutiérrez, José Cisneros, Vicente Salcedo; Primer aflo, Joaquín Ojeas.
Hermanos estudiantes íilósofos: Primer aBo, Ramón Espinosa; Segundo año, Manuel Frías, Javier
González, Joaquín Larrea, Juan Hacha, Vicente Suárez, Tomás Cisneros.
Hermanos Coadjutores: H . Alejandro A ndrade, oficios diversos; H . Antonio Banchieri, hacendero
en Chillo; H . José Cuéllar, oficios diversos; H . Ignacio Muña, portero; H . José Iglesias, Procuts-
dor del colegio; H . Francisco Gómez, sacristán; H . José Fontanales, ropero; H . Miguel J*“’®'
guiberri, hacendero en la Caldera; H . Ignacio Manosalvas, oficios diversos;H. Baltasar Medina,
oficios diversos; H . Pedro Gazitúa, oficios diversos; H . Juan Martínez, hacendero en Santiago,
H . Ignacio Lyro, enfermero y primer boticario; H . Andrés Lechner, segundo boticario; H. J*"
cobo W isser, socio del P . Procurador y relojero; H . Gabriel Bochs, refitolero y carpintero;
H . Antonio P adilla, hacendero en Chamanal; H . Francisco R eac, hacendero en Tumbaviro!
H . Nicolás Garzáin, oficios diversos; H . Lorenzo Carrión, hacendero en Carpuela; H. ■“wo
M elo, enfermero; H . Julián de la Torre, despensero; H . Gregorio Espinosa, oficios varios; H. J®*"
quín Moreno, oficios varios. V elasco, o. c., lib. i, § I.)
- 5 5 9 -

las cinco hasta las diez y once de la mañana, especialmente en los


jubileos y fiestas principales; en los tiempos de Cuaresma y mi­
siones se confesaban mañana y tarde.
Dos dfas a la semana iban seis n ocho sacerdotes a los cuatro
monasterios de monjas a confesarlas, mañana y tarde, fuera de otros
muchos dfas de comunión de regla, Ejercicios o retiros en que iban
más sujetos. Todos los sábados se señalaban seis u ocho Padres que
fuesen a confesar a los enfermos de los hospitales, a más de otras
veces que entre semana iban llamados por particular necesidad o pe­
ligro, y a más de las vísperas de varios dfas en que habían de comul­
gar, para lo cual iban de tarde y de mañana para disponerlos y con­
fesarlos ocho o diez Padres.
Cinco o seis veces al año, se señalaban otros tantos por cada
vez, para que por el espacio de ocho días confesasen tarde y mañana
eD la parroquia donde se habían hecho sermones de doctrina, con
especie de misión circular por todas las parroquias, que no cesaban
jamás. Las confesiones de los enfermos de toda la ciudad a que sa­
lían los nuestros llamados de día y especialmente de noche, eran
unos días de ocho, otros de doce, otros de veinte y tal vez más, de
modo que computando por los cuadernos de la portería unas sema­
nas con otras y unos meses con otros, correspondía, cuando menos,
a diez o doce por día y a más de treinta por semana y a más de dos
mil por año. (i)
Fuera de todo lo dicho se hacía todos los años la gran función
del sábado de la infraoctava de la Resurrección, en que salían todos
los sujetos del colegio, los sacerdotes para confesar, los estudiantes
y Coadjutores para acompañarlos. Todos éstos distribuidos según la
lista que se hacía, por todos los barrios y parroquias de la ciudad,
iban confesando y disponiendo a todos los enfermos, para que cum­
pliesen con la iglesia, de modo que cada uno hacía entre confesiones
y reconciliaciones, doce o veinte, cuando menos, entrando a todas
las casas o tiendas donde veían puesto la insignia de que había en­
fermo.

(1) H e aquí la lista de las confesiones de enfermos en los años 1760 y 1761 apuntadas con
todo cuidado por el Hno. portero fgnació Muns.
1760 1761
De dfa De noche De día De noche
Enero............... .......... 31 Enero.................. .............1 5 1 . . . .
febrero.......... Febrero..........
Marzo.. . . .......... 72 M arzo. . . . . . . ............... 1 9 6 . . . .
Abril............... .......... 49 A b ril.................. ..............2 0 1 . . .
M avo.. . M ayo .................. .............1 3 5 . . . .
Junio.......... .......... 48 Jun io .................. ..................8 6 . . . .
Julio.......... . . . . 69 ..............105___ ....................... 75
Agosto.......... .......... 38 A gosto. . . . . . . ....................... 56
Setiembre.. . , .......... 71 Setiem bre. . . . ............. 1 5 8 . . . .
Octubre.......... .......... 49 O ctubre............. ..............1 4 8 . . . . .......................39
Pjoviembre..,..................1 1 5 ...................... .......... 63 Noviembre. . . ............... 1 3 7 . . . . ....................... 59
u *ciembre,. , .......... 47 D iciembre. . . . .............. 1 2 9 . . . . ....................... 57
1.524 605 1.741 "631
— 56 o —

Al tenor de esta gran frecuencia de confesiones y reconciliació,


nes que se hacían, aun fuera de la ciudad, para lo que había siempre
dentro del colegio dos mulas preveuidas, era también la frecuencia de
comuniones en nuestra iglesia, todos los días del año, más o menos
de manera que por apuntes del sacristán, que siempre contaba las
formas para llenar los copones, se sabía cada año a punto fij0 de
Enero a Enero el excesivo número de comuniones. El año de nues­
tro arresto, que no llegó más que hasta Agosto, constaban de dichos
apuntes 83.400.
En orden al predicar, pasaba de 800 veces al año entre pane­
gíricos, sermones morales y pláticas, así en nuestra iglesia como en
los monasterios de monjas, parroquias, cárceles, hospitales, calles y
plazas. Cada semana se hacía en nuestra iglesia una plática de hora
a la Congregación de la Buena Muerte los viernes,otra de tres cuartos
de hora los sábados, en la Congregación de Loreto, otra de media
hora, a los niños de las dos aulas de gramática en su Congregación
de la Concepción de Nuestra Señora. Fuera de nuestra iglesia se ha­
cía todos los domingos sermón de misión de una hora en alguna de
las parroquias y media hora de la explicación de la doctrina, a más
de una o dos pláticas que se hacían ese mismo día por las calles.
Cada semana se platicaba dos veces por espacio de media hora en la
Escuela de Cristo, que se hacía en la iglesia rectoral o del Sacramen­
to. [El Sagrario]. Cada semana una plática en una de las cárceles
por turno y dos en los hospitales de hombres y mujeres. Todos los
domingos predicaba en nuestra iglesia, en la lengua nativa de los in­
dios, un estudiante antes de la primera misa.
Cada mes se hacía el retiro en nuestra iglesia con dos pláticas,
una a la mañana y otra a la tarde, y al mismo tiempo o en diversos
días se hacía el mismo retiro en los cuatro monasterios principales
de monjas, que eran los dos Cármenes, Concepción y Santa Clara,
con plática en cada uno.
Cada año se daban los Ejercicios públicos en nuestra iglesia, por
ocho o nueve días con grandísimo concurso y dos pláticas al día, una
de media hora y otra de hora. Asimismo se daban en nuestra Casa
propia de Ejercicios por cinco semanas, a las personas más distingui­
das, con otras dos pláticas al día, y entraban cada semana cosa de
cuarenta personas. De la misma suerte se daban los Ejercicios en
los cuatro monasterios principales, a que acudían muchas personas
seglares; asimismo se daban por dos o tres semanas en otra casa par­
ticular a la gente pobre, fuera de que varios años entraban a dichos
Ejercicios, aun dentro del colegio Máximo, no solamente la clerecía
en gran número, sino también el Sr. Obispo y varios Prebendados, y
los Sres. Presidentes y Oidores de la Real Audiencia, siendo de ad­
vertir que en los últimos tiempos se iba también entablando el dar­
los a las señoras principales separadamente en una casa que se bus­
caba para este efecto.
En tiempo de cuaresma se predicaba todos los días a excepción
de uno solo en la semana, y siempre con grandísimo concurso. El do­
mingo había sermón de Historia Sagrada y Evangelio de más de una
56i —

hora por la tarde, el lunes sermón moral de hora, con ejemplo por la
noche, el miércoles, otro sermón moral de la misma suerte por la
mañana, precediendo salir toda la Comunidad por las calles con las
escuelas que iban cantando. Al mismo tiempo hacía otro sujeto una
plática doctrinal a los niños en otra parte separada. El viérnes, a
más de la plática de hora en la Congregación de la Buena Muerte,
otro sermón moral de otra hora por la noche con ejemplo. El sába­
do asimismo plática de la Congregación de Loreto. Los tres días de
carnaval, tres sermones morales, y otros tres sermones de Pasión
que se predicaban el Martes, Miércoles y Viernes Santo, en que se
remataba el trabajo de nuestros Operarios con la solemnísima fun­
ción de las tres Horas de agonía de Cristo.
Todo lo dicho era sólo en nuestra iglesia, pues fuera de ella se
predicaban en la misma cuaresma otros tres sermones de historia,
uno en la iglesia rectoral [El Sagrario], otro en el Carmen Alto y
otro en el Carmen Bajo, en las cuales partes se explicaba por espacio
de media hora la doctrina cristiana. En los cuatro monasterios se
platicaba una vez cada semana durante la cuaresma, del mismo modo
que se hacía en el Adviento. En los mismos monasterios se hacía la
función de las tres Horas de Agonía. . . Asimismo se platicaba cada
semana en la Casa de mujeres recogidas de Santa Marta. En la Igle­
sia Catedral se predicaban en la cuaresma dos sermones panegírico
morales, el uno en la Dominica de Verdades, y el otro en la Domi­
nica in Passione; otros dos asimismo panegírico-morales en la capi­
lla Real, a los Sres. Oidores de la Real Audiencia y otro de Pasión
en la iglesia rectoral. Ultimamente se había entablado hacer la ex­
plicación de la doctrina, los viernes de cuaresma en la iglesia del
hospital.
Nuestras Congregaciones tenían distribuidos los días de la sema­
na por todo el año, de modo que cada cual hacía el día que le tocaba
la misa solemne con el rezo, música, etc., y en llegando el tiempo de
la novena, se esmeraban a competencia los Prefectos de ellas, y ha­
cían pláticas todos nueve días.
Los sermones panegíricos eran todos los años cosa de cuarenta.
En nuestra iglesia se predicaban quince, y eran Circuncisión, Dolo­
res, San Gregorio el Magno, para el que se alternaban uno nuestro
con un externo graduado en la Universidad, dos de Nuestra Señora
de Loreto, el uno en lengua de los indios; San Juan Nepomuceno,
Santísima Trinidad, San Luis Gonzaga, nuestro Santo Padre Igna­
cio, Todos los Santos, San Javier, La Presentación de Nuestra Se­
ñora, San Luis rey de Francia, titular del colegio de San Luis y San
Francisco de Borja, fuera de la oración latina que se hacía el día de
San Lucas para dar principio a los Estudios.
En la Catedral se predicaban comunmente once, de los cuales
cinco eran siempre de tabla y de obligación, y eran San Felipe y
Santiago, Espíritu Santo, San Lorenzo, San Jerónimo y San Lucas,
los restantes, que predicaban casi siempre los Nuestros, eran Concep­
ción, Dolores, Sangre de Cristo, Santa Rosa, Nuestra Señora del
Quinche y Nuestra Señora de Guápulo. En la iglesia rectoral, casi
— 562 —

siempre dos, Los Sagrados Corazones y San Nicolás. En el Carmen


Alto, siempre tres, San José, Nuestra Señora del Carmen y Santa
Teresa. En el Carmen Bajo, cuatro, Sagrados Corazones, San José
San Joaquín y Santa Teresa. En el monasterio d éla Concepción
otros cuatro, Concepción, Asunción, Buen Suceso y Sacramento
En la capilla de la Reina de los Angeles casi siempre su fiesta.
Cada dos años o cuando más cada tres, se hacían las misiones
en nuestra iglesia y al mismo tiempo en todas las parroquias de la
ciudad, en que era increíble el trabajo de toda nuestra comunidad,
que se distribuía para tantos “ asaltos” , pláticas sermones, doctrinas
y confesiones, casi siempre con grandísimo concurso, fruto y prove­
cho. Este mismo trabajo se repetía extraordinariamente, siempre
que lo pedía la necesidad o por jubileos extraordinarios, o por epide­
mias, terremotos, erupciones de volcanes, etc., no sólo en la ciudad,
pero también en los lugares y pueblos comarcanos.
Cada afío se enviaban cuatro o a lo menos dos sujetos para que
hiciesen misiones en nuestras propias haciendas, así a los esclavos
como a la gente libre de servicio, vacando enteramente del trabajo
durante dicha misión, por ocho o más días, según la necesidad.
Fuera de todo lo dicho había dos sujetos señalados para misio­
neros circulares de toda la dilatada Diócesis, los cuales ordinaria­
mente acompañaban al Sr. Obispo, cuando salía a la Visita; para lo
cual eran como precursores que disponíau las ciudades, villas y
pueblos del obispado con las acostumbradas misiones que eran de
grandísimo fruto. Del mismo modo, aunque no salían en tiempo de
la Visita, recorrían con las misiones por las partes donde los llamaba
la necesidad y caridad, sin olvidarse aun de los obrajes de paños, en
que vivían las gentes miserables en una especie de cautiverio y muy
destituidas de socorro espiritual. Esas misiones circulares se hacían
a cuenta del colegio».
En otro ministerio entendían los Jesuítas de vez en cuando, y
era en disponer a los malhechores condenados a muerte. «Tres días
antes de ejecutarse la sentencia los asistían remudándose de día y de
noche, el día del acto de justicia salía casi toda la Comunidad a au­
xiliarlos y acompañarlos hasta el suplicio, y al ñn platicaba uno lar­
gamente, sirviéndole de pùlpito el cadalso, ministerio que continuán­
dose dos o tres veces cada año, jamás fiaron los jueces a otros sacer­
dotes que a los de nuestra Compañía».
También atendían nuestros Padres al ejercicio de la caridad.
Socorrían «ordinaria y extraordinariamente a innumerables necesita­
dos, no sólo de la gente plebeya, sino también de varias familias
ilustres, que se hallaban en miseria, con gruesas limosnas. Las que
se distribuían diariamente en nuestra portería en plata, frutas, pan
y comida, importaba cada año cinco mil pesos; las que daban la
procura de las Misiones y el colegio de San Luis importaban mil pe­
sos anuales. Fuera de éstas daba el portero muchas y abundantes de
cuenta separada, habiendo llegado a formar como otra procura de
pobres, ya con su propia industria, ya con ocultos socorros de varias
per sonas piadosas que las querían dar por su mano, así en orden a
— 5 63 —

providencia de víveres, como de vestidos y dineros;.. Eran frecuen­


tes las limosnas que se hacían en las cárceles públicas, donde en los
días señalados iba toda nuestra juventud con el P. Ministro, cargan­
do personalmente las grandes ollas de comida y canastos de pan con
no poca edificación de la ciudad y alivio de aquellos pobres».
Del Colegio Máximo pasemos al Noviciado, establecido, como
recordará el lector, poco después del famoso terremoto de Latacunga,
al pie del Panecillo, en el lugar que ocupa actualmente el Hospicio.
Vivían en aquella casa, el año 1767, cuatro Padres, seis Hermanos
estudiantes de Letras, dos Hermanos Coadjutores, nueve Novicios
Escolares y dos Novicios Coadjutores. (1)
«Como esta casa, prosigue el P. Velasco, no miraba inmediata­
mente al bien del público, ni tenía iglesia con puerta a la calle, por
haber prohibido el Real Consejo de Indias que los fieles oyesen misa
en aquella capilla, se reducían todos los ministerios de los nuestros
a la buena educación de nuestra juventud. Esta se dividía en dos
clases, una de los Juniores o seminaristas que estudiaban letras hu­
manas y tenían su Instructor o maestro separado, en habitaciones
del todo independientes, y otra de los novicios, cuya instrucción co­
rría inmediatamente por el Rector y Maestro de novicios y un Minis­
tro. No obstante que estos sujetos atendían a su fin principal, hacían
cuanto les era posible en beneficio del público'en algunas confesio­
nes, exhortaciones, consultas, etc., y en las limosnas que distribuían
a los pobres de lo poco que sobraba en casa».
La tercera casa de la Compañía en Quito era el Colegio de San
Luis. De ella dice el citado autor: «Siendo el colegio de San Luis
para la crianza y enseñanza de la juventud secular que estudiaba
las Artes Mayores en nuestra Universidad de San Gregorio, aten­
dían a solo este fin los sujetos que en el estaban. (2)
«Vivían en el colegio Máximo todos los Maestros de las Facul­
tades, por lo que se mantenían en este colegio los precisos necesa­
rios para el cuidado de la crecida comunidad de jóvenes que ordina­

t i ) H e aquí la distribución de personas y oficios conforme al catálogo:


R. P . Tomás Nieto Polo del A guila, Rector, Maestro de novicios, Consultor de Provincia.
P• Justo Pastor M era, Ministro y Consultor de casa.
P. Antonio V alencia, Admonitor, Padre espiritual y Consultor de casa.
P• Miguel Chiriboga, Instructor de Juniores y Consultor de casa.
Los Hermanos Juniores eran: Joaquín V alencia, José D ávila, Miguel Carvajal, Eduardo Vásco-
nes, Antonio EgUez, Luis A viles.
Los Hermanos Coadjutores veteranos: M anuel M arco, despensero y Juan Ruiz, portero.
Los Hermanos novicios estudiantes: Rafael Bracho, José Dávalos, José Núñez, Francisco EgUez,
José Aguilera, M anuel G arcía, Francisco Ontaneda, M anuel V iteri, José Aispur.
Los Hermanos novicios Coadjutores: Joaquín Gurumendi, Antonio P adilla.
(2) Eran estos:
R. P. Nicolás de la Torre, Rector del colegio y Consultor de Provincia.
P. Ramón Viescas, Ministro.
P. Cipriano de la Peña, Pasante de filósofos.
Hermano Coadjutor M artín Lanz, Procurador de este colegio y también de las casas de noviciado
Y Ejercicios.
Hermano A dam Schwartz, portero, despensero e impresor.
Hermano Alonso Sánchez, hacendero en San Ildefonso.
— 564 —

riamente pasaban de ciento treinta. Este cuidado era de tres espe-


cies. La primera, en orden a lo temporal, de que cuidaban un
Procurador y un Hermano despensero, para que estuviesen bien asis.
tidos en el refectorio. Para esto manejaba el Procurador las hacien­
das, que en parte eran fundos propios de los Jesuítas y en parte de
los colegiales, cobraba las rentas eclesiásticas de los que eran semi­
naristas, y las tasas de las becas de los convictores.
La segunda, en orden a la instrucción y enseñanza, para la cual
había un Ministro, además del Rector que atendía a todo. A cargo
del Ministro estaban especialmente los teólogos, canonistas y legis­
tas, asistía y presidía a las leccioues y funciones que se tenían den­
tro de este colegio, independientes de las públicas y de las que se
tenían en las aulas. Otro sujeto con el título de Padre de Sala o
Pasante, asistía especialmente a los filósofos, teniendo asimismo con
ellos, fuera de las funciones públicas y de aulas, otras privadas de
salpicones o lecciones, explicaciones, conferencias, tentativas y prue­
bas, así en la capilla como eu el refectorio, a que asistían también
los otros Padres. ..
La tercera, en orden a la educación en buenas costumbres, era
sin duda de mayor cuidado y trabajo para los Padres, porque velaban
con incesante celo sobre tan numerosa juventud, en que jamás falta­
ban algunos licenciosos, con peligro de perversión para los demás.
Procuraban remediar sus desórdenes a costa no pocas veces, de gra­
ves pesadumbres y alborotos. Para eucaminarlos a la virtud se les
hacía una plática moral cada quince días, se procuraba con exhorta­
ciones públicas y privadas la frecuencia de sacramentos, como en
efecto la mantenían por lo común, aun fuera de los días de constitu­
ción del colegio. En el tiempo de la cuaresma se les predicaba en
su capilla dos series de sermones morales con ejemplo por la noche;
se les daban por ocho días los Ejercicios con puntos y pláticas dos
veces al día, y se les hacía en su capilla la solemne fiesta de Dolores
con panegírico, que compuesto por uno de los nuestros, lo predicaba
uno de los colegiales. Socorría este colegio muchas necesidades con
limosnas ordinarias y extraordinarias, públicas y secretas».

2— Si de la capital pasamos a las provincias, vemos la misma


intensa y fervorosa aplicación a los ministerios espirituales. La asi­
dua asistencia al confesonario, la frecuencia con que se predicaba la
palabra divina y se enseñaba la doctrina cristiana, la solemnidad de
los actos religiosos, sobre todo los propios de las Congregaciones, y
el fervoroso culto tributado a nuestros santos son rasgos comunes a
todas las casas de la Provincia. Lo que hemos admirado en Quito,
lo vemos repetido en mayor o menor escala en los demás colegios.
Es evidente que la lectura de los documentos contemporáneos que
han llegado hasta nosotros, incompletos y todo como son, deja la
impresión de que nuestros Padres ejercían en todas, las clases socia­
les, por medio de sus ministerios, una acción sobremanera extensa y
profunda.
565 -

Con esta advertencia podemos recorrer los diversos colegios de


|a Provincia, refiriendo tan sólo algunos hechos más salientes, en
gracia de la brevedad, y remitiendo a la narración circunstancial del
p, Velasco al lector que desee más pormenores. Principiaremos por
el colegio de Latacunga. Después del terremoto de 22 de Febrero de
1757. el personal de esta casa fué siempre escaso. Vivían en ella de
ordinario, además del Rector, cuatro Padres y un par de Hermanos
Coadjutores, (x)
«El Rector con los cuatro o cinco Operarios y el maestro de
gramática eran siempre muy pocos para desempeñar debidamente
los ministerios de nuestra Compañía. Entre estos ministerios tenían
el primer lugar la enseñanza de la juventud y de la niñez, ésta en
una numerosa escuela de primeros rudimentos en que se ocupaba un
Hermano Coadjutor, y aquella en una clase de gramática a cargo de
un sacerdote. El confesonario se podía decir continuo de todo el
año, sin interrupción alguna; pues siendo bien asistido todos los días
aun los ordinarios, era crecido los días de fiesta, de modo que desde
la madrugada se mantenían los Operarios hasta el medio día y no
pocas veces hasta una hora después. Este trabajo, que entre año era
grande, era incomparablemente mayor eu la cuaresma; pues a más
de la numerosa gente del lugar, tenía costumbre de acudir a nuestra
iglesia la de los varios pueblos circunvecinos. Eran continuas del
mismo modo las confesiones fuera de nuestra iglesia a enfermos de
día y de n oche.. .
La Congregación de Loreto, una de las más antiguas y célebres
de la Provincia, que la señaló Dios con visibles maravillas en diver­
sos tiempos, tenía plática todos los sábados del año, como también
la de Dolores en los viernes. Asimismo los domingos por la tarde se
hacía la “ Escuela de María” en nuestra iglesia, y fuera de ella, la
decuria, en que salía el maestro de gramática con los niños de las
dos escuelas cantando las oraciones por las calles y remataba en a l­
guna otra iglesia o capilla con una plática moral o explicación de la
doctrina.
En los nueve días precedentes a la Pascua de Pentecostés se
daban en nuestra iglesia los Ejercicios públicos, las misiones eran(I)

(I ) Eran esto» en 1767:


R. P. Joaquín A lvarez, Rector.
P• José de Ormaechea, Admonitor, Consultor de casa, Padre espiritual y Director de la Con­
gregación de Nuestra Señora del Consuelo.
P. Nicolás López, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de la Buena
Muerte.
P• Joaquín H edel, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de Nuestra S e­
ñora de Loreto.
P. Pedro Sierra, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de los Desam­
parados.
P. Francisco Caballero, Maestro de gramática, Director de las decurias de los niños y Prefecto
de iglesia.
Hermano Coadjutor Silvestre P lata, Procurador.
Hermauo Ambrosio Astudillo, Portero y despensero.
Hermano Lorenzo González, Maestro de la escuela de los niño» y sacristán.
— 566 —

más frecuentes en este lugar respectivamente a los otros, por )0g


continuos azotes con que lo afligía el Cielo en las repetidas erupc¡0.
nes del volcán vecino, causando ya inundaciones, ya terremotos.
Este colegio, aunque tan deteriorado con estas calamidades, socorría
con limosnas considerables a los pobres que diariamente se juntaban
en nuestra portería, donde antes de darles de comer se les hacía al­
guna exhortarción o explicación de la doctrina».
En el colegio de Riobamba residían ocho sacerdotes y un her-
mano coadjutor, (i)
De estos siete u ocho sacerdotes el Rector, Procurador y Padre
hacendero era poco lo que podían ocuparse en el sagrado ministerio,
teniendo que atender gran parte del tiempo al cuidado de lo tempo­
ral y visita de las haciendas, por lo que todo el peso de nuestros mi­
nisterios cargaba sobre los tres o cuatro restantes, especialmente en
los últimos años. La escasez de Hermanos Coadjutores había obliga­
do a pagar un maestro secular para que cuidase de la numerosa es­
cuela de primeras letras, aunque siempre bajo la vigilancia de los
Nuestros y dando a los niños pobres cuanto necesitaban en materia
de libros, papel y plumas.
Entre los tres Operarios y el Maestro de gramática estaban dis­
tribuidas las cuatro Congregaciones, la de Jesús María y José, que
tenía los lunes del año, la de Nuestra Señora de la Luz, los miérco­
les, la de la Buena Muerte' los viernes y la de Loreto los sábados, en
cuyos días tenía cada una su misa solemne con música y rezo__
Todos los viernes del año, cerca de la noche, era grande el con­
curso a nuestra iglesia para el ejercicio de la Buena Muerte, espe­
cialmente de la nobleza. Se daba principio con la lección espiritual
a que se seguía una plática, y después los puntos de la meditación,
ésta se tenía expuesto el Santísimo Sacramento y con varios colo­
quios, se daba fin rezando el rosario. Estos mismos ejecicios de la
Buena Muerte se hacían, expuesto el Santísimo Sacramento, los se­
gundo domingos del mes desde las cinco hasta las ocho de la maña­
na, devoción que se remataba haciendo todo el concurso los actos de
fe, esperanza y caridad. Todos los otros domingos del año hacía la
Congregación de Loreto por la mañana otro ejercicio semejante con
el Señor patente, y lo mismo en las festividades de Cristo y de su
Madre Santísima.1

(1 ) Eran estos:
R . P . Luis Duque, Rector.
P . Javier Duque, Admonitor y Procurador del colegio.
P . Narciso Seco, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de Nuestra Señora
de Loreto.
P . Agustín Moscoso, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de la Buena
Muerte.
P . M iguel Ibarra, hacendero en San Javier.
P . Domingo Hoyos, Operario, Consultor de casa y Director de la Congregación de Nuestra Se­
ñora de la Luz.
P . Felipe Raym er, maestro de gramática, Director de la Congregación de Jesús, M aria y J°**
y de las decurias de niños, Prefecto de iglesia.
P . Vicente Recalde, estaba de huésped para pasar a otro colegio.
Hermano Coadjutor, José Toledo, despensero, portero y sacristán.
— 567 —
Los mismos domingos por todo el año tenía el maestro de gra­
mática la “ decuria” por la tarde, saliendo desde el colegio en forma
de procesión, cantando las oraciones con los gramáticos y niños de
la escuela. Iba turnando las parroquias y otras iglesias, explicando
en cada una un punto de doctrina cristiana por cuatro domingos, pa­
ra que ganasen el jubileo circular a que exhortaba con pláticas. Lo
mismo hacía en la cárcel su Prefecto todos los sábados por la tarde.
Se daban cada año los Ejercicios al público, y dentro de nuestro
c o l e g i o los tenían muchas personas nobles, y por no caber más se da­
ban asimismo en la casa del cura, donde los dirigían los Nuestros,
En los tiempos acostumbrados, y cuando lo pedía alguna extraordi­
naria causa, se hacían las misiones o ya por los del colegio o por los
misioneros circulares de la Provincia. Al tenor del pulpito era el
trabajo del confesonario de todo el año, con sola la diferencia de
mayores concursos en los días festivos, en los de las Congregacio­
nes y jubileos. Durante la cuaresma y por largo tiempo después de
ella, era mucho el trabajo para los pocos operarios, siendo estos
mismos Humados continuamente a confesar enfermos y auxiliar mo­
ribundos. . . .
Era en fin este colegio el general refugio y consuelo del lugar
ya por las limosnas que los pobres recibían en su puerta, ya por las
consultas con que acudían muchos, ya porque valiéndose los Nuestros
de la común estimación y aprecio, eran los que componían las dis­
cordias, y ya porque toda la gente principal se había entregado por
decirlo así en manos de los Nuestros, manteniendo constantemente
una gran frecuencia de sacramentos, y un continuado ejercicio de
actos de religión, de devoción y de piedad; tanto que el Prefecto de
sacristía tenía la costumbre los días primeros de cada mes, de distri­
buir como en Comunidad religiosa las cedulillas de los Santos de
mes, y mandarlas a las casas de las señoras,cuando por alguna ocupa­
ción no las recibían en persona.
En el colegio de Cuenca, por ser ciudad de mucha población,
vivían ordinariamente nna docena de Religiosos, y aun así eran pocos
para sobrellevar el mucho trabajo de los ministerios, (i) 1

(1) Eran estos en 1767:


R. P. Pedro José Milanetio, Rector, Procurador del colegio, Director de la Congregación de
Nuestra Señora de Loreto.
P. Nicolás Crespo, Operario.
P. Pablo Torrejón, Admonitor, Consultor del colegio y Director de la Congregación de San
Francisco Javier.
P . Felipe Arosemena, Operario.
P. Pedro Muñoz, O perario.
P- Manuel Orozco, Operario, Consultor de casa, Director de la Congregación de la Buena
Muerte y de las decurias de niños.
P. Francisco Arellano, Consultor de casa y maestro de gramática.
P- Antonio Dávila, Operario.
F' Juan Moreno, Operario y Consultor de casa.
Hermano Coadjutor M anuel Navarro, maestro de la escuela de niños.
Hno, Sebastián Franco, portero, despensero y sacristán.
Hno. Salvador Sánchez, (íué despedido en Julio de 1767).
Hno. Domingo Barros, hacendero en Yunguilla.
— 568

Las confesiones en nuestra iglesia, que eran de todos los dfas


del año, se aumentaban los días de fiesta de suerte que se levanta­
ban los Padres del confesonario con el toque de la campanilla para
comer, dejando las más veces mucha gente por confesar. En lag
cuaresmas y después de ellas era doblado el trabajo, porque después
de haber empleado toda la mañana, volvían después de un corto
reposo a la misma tarea hasta cerrar la noche. Las confesiones fue­
ra de casa eran frecuentísimas, ya de los enfermos que llamaban
ya de los dos monasterios de Carmelitas y Conceptas a que iban los
días señalados, ya de los presos de la cárcel, ya de los enfermos
del hospital; siendo en las dos últimas partes incomparablemente
más lo que se trabajaba, cuando era tiempo de que se cumpliese
con el precepto de la Iglesia y cuando había reos condenados a
m uerte.. . .
A los panegíricos de nuestra iglesia precedían las respectivas no­
venas con pláticas, a más de la segunda que se hacía a San Javier
para el doce de Marzó. La Congregación de la Buena Muerte, que
aquí llaman de Dolores, tenía todos los domingos del año dos horas
de ejercicios espirituales, con distribución de lección, plática, puntos
y oración mental, teniendo expuesto el Santísimo Sacramento. Los
viernes tenía la misma, su misa solemne con música y re zo .. . .
La escuela de Cristo establecida en la iglesia mayor, se puso al
cuidado de la Compañía los últimos años, a ruegos e instancias de la
ciudad, y tomó en poco tiempo mucho auge, con ir uno de los nues­
tros a platicar en ella tres veces a la semana, en los domingos, jueves
y viernes de noche.
Las funciones de cuaresma principiaban por el Jubileo de Cua­
renta Horas, haciendo ua sermón panegírico-moral el último día,
los domingos por la tarde, sermón de Historia Sagrada, los miérco­
les y viernes por la noche, sermón moral con ejemplo; los jueves
por la mañana, explicación de la doctrina. El Viernes Santo sermón
de Pasión por la mañana y después las Tres Horas de Agonía.
Fuera de nuestra iglesia se predicaban en la cuaresma por los
nuestros cuatro pláticas cada semana, una el lunes en la cárcel,
otra el sábado en el hospital y dos en los dos monasterios, en los
cuales se tenían también las Tres Horas el Viernes Santo. En la
iglesia mayor un sermón panegírico-moral en la cuarta Dominica.
Aunque no había casa propia para los Ejercicios, se daban den­
tro de nuestro colegio en los aposentos desocupados, no sólo en tiem­
po de cuaresma sino en cualquier otro del año. Muchos años se
cogió una casa separada donde entraba un gran número bajo la di­
rección de los Nuestros, y tal vez obligados por el Obispo entraron
a tenerlos, no sólo todos los eclesiásticos seculares, sino también los
Regulares de diversas Ordenes, que vivían fuera de sus conventos.
En nuestra iglesia se daban al público la semana precedente a la
Pascua de Pentecostés, asimismo se daban en los dos mencionados
monasterios.
Se hacían las misiones cada tres años, no sólo en la ciudad,
sino también en sus cercanías. Todos los meses se hacía el retiro
— 569 —

en nuestra iglesia con asistencia de muchísima gente, de mañana y


de tarde, con pláticas y demás distribuciones.
Todos los años se hacía a San Juan Nepomuceno su quincenario
con pláticas, y el último día con misa cantada. Todos los días de do­
mingo y fiestas de precepto, se decía una misa antes del día, para la
c o m u n i d a d de las personas impedidas y de los viajeros. Luego que
en l o s domingos se acababa esta misa, subía otro de los Nuestros al
pùlpito y explicaba por media hora la doctrina en lengua de los in­
dios, para lo cual se hacía de antemano una señal con campana.
Socorría el colegio con larga mano a los pobres así en la porte­
ría como en las casas de diversas personas pobres de distinción, y
en la cárcel, donde fuera del socorro ordinario, llevaba un día de Se­
mana Santa la Comunidad sobre sus hombros mucha comida y la
distribuía con edificación del pueblo; pero principamente socorría a
los niños de la escuela proporcionando a los pobres libros, papel,
plumas y tinta.
El colegio de Loja, prosigue el P. Velasco, se reputaba por uno
de los más pequeños y por el más descansado de la Provincia en or­
den a ministerios. Este concepto, que sólo hacían aquellos que no lo
habían experimentado, lo desmentían cuantos habían vivido en él, ya
que sabían por experiencia propia que, con la diferencia de poco
más o menos, se trabajaba en él como en las demás partes de la Pro­
vincia. Eran comúnmente en número de siete u ocho los Religiosos
que en él moraban . . . . (i)
El confesonario era constante, no sólo en los días festivos sino
también el de los feriados en nuestra iglesia, y como en todas partes,
era muy prolongado en tiempo de cuaresma tarde y mañana. Fuera
de nuestra iglesia eran frecuentes las confesiones de los enfermos y
asistencia de los moribundos, como también de las Religiosas en el
monasterio de las Conceptas, donde iban los días acostumbrados».
En el colegio de Guayaquil se hallaban en 1767 trece religiosos,
ocho sacerdotes y cinco Hermanos Coadjutores. (2)1

(1) En 1767 eran loa siguientes:


R. P. José Valdivieso, Rector y Procurador.
P. Sancho A raujo, Admonitor, Consultor de Casa y Operario.
P. Manuel V allejo, Padre espiritual. Consultor de Casa y Operario.
P• Juan Cenitagoya, Consultor de Casa, Maestro de gramática. Prefecto de iglesia y de las decu­
rias de los niños.
P Francisco Arsalluz, Consultor de Casa y O perario.
Hno. Santiago Bastiani, portero, despensero y sacristán.
Hno. Juan Calopiña, maestro de la escuela de niños.
Hno. Tadeo R ecalde, hacendero en Catamayo.
(2) Eran éstos:
R. P. Martín Iriarte, Rector y Procurador,
P. Ignacio M aría Franciscis, Admonitor, Director de la Congregación de la Buena Muerte y
^Operario.
P. José Escobedo, Operario.
P- Juan M aría Aspergalo, Consultor y Operario.
P. Luis Salvador, Consultor, Director de ía Congregación de Nuestra Señora de la Luz, de los
_ ' Sagrados Corazones y de las decurias de los Negros, Operario.
P. Silvestre Arechúa, Consultor y Prefecto de iglesia, Operario.
P- Ignacio M aría C icala, Consultor y Procurador de los colegios en este puerto.
— 570 —

«Se daba en este colegio, lo mismo que en los demás, principio


a la cuaresma por el jubileo de las Cuarenta Horas y un sermón el
martes de carnaval. Los domingos sermón de historia, los lunes v
viernes ejemplo y los jueves explicación de la doctrina, todos los
cuales se hacían de noche a causa del excesivo calor del día; |0s
miércoles se tenía la “ Escuela de Cristo” , que fuera de la cuares­
ma, era los domingos. Durante la cuaresma iba cada semana uno a
predicar un sermón moral en la capilla de Ciudad Vieja, que es ayu-
da de parroquia, otro en la iglesia mayor la dominica de Pasión, los
Viernes Santos las tres Horas de Agonía, uno en nuestra iglesia y
otro en la capilla de Ciudad-Vieja.
La fiesta de Dolores se celebraba en nuestra iglesia con gran
solemnidad y excesivo concurso, precediendo el novenario con
pláticas.
Aunque desde el principio de la cuaresma era grande el concur­
so, al fin era con tanto exceso, que nunca pudieron ser bastantes
nuestros Operarios, siendo por lo común siete sacerdotes y tal vez
más, por cargar sobre ellos no solamente la gente de la ciudad,
pero también de los pueblos comarcanos, La Puná, Jipijapa, Monte-
cristi, El Morro, Samborondón, Baba, Yaguachi, Babahoyo y Pa­
lenque.
En este mismo tiempo se daban los Ejercicios a muchos caba­
lleros dentro de nuestro colegio, entrando cada semana veinte, y ve­
ces más, de suerte que tal vez se desocupó la escuela de los niños,
por ser pieza grande, para que cumpliesen los que con tanta ansia
pretendían lograr el beneficio. Habiendo sido también costumbre
el darlos a las mujeres en nuestra iglesia, se dieron el último año en
tres casas particulares que se desocuparon para este fin, entrando
en tres semanas noventa señoras. Asimismo se entabló en los últi­
mos años, hacer pláticas en tiempo de cuaresma en el hospital y en
la cárcel.
Fuera de cuaresma se exponía en nuestra iglesia el Sacramento
los primeros domingos para el jubileo; se hacían solemnes las fies­
tas de San Ignacio, San Javier y Corazón de Jesús y María, con
plática en la novena y panegírico en el día. Las ñestas de Circun­
cisión, y San Juan Evangelista, si bien haciéndosele a éste su nove­
na, eran sin pláticas; se hacía también la novena de Nuestra Señora
del Carmen y a veces tenía panegírico, la de San Javier por Marzo,
la del Aguinaldo por Diciembre; se celebraba el novenario del Cora­
zón de Jesús, exponiendo a la mañana el Sacramento, con misa,
música y oraciones, y dando por la noche los puntos a que se seguían

P . Carlo« Pérez, Maestro de gramática. Director de la Congregación de Nuestra Señora del Car­
men y de las decurias de los niños.
Hno. Tomás Poveda, despensero y sacristán.
Hno. Venancio Gandolfi, arquitecto, perteneciente al colegio de Quito.
Hno. Francisco Figueroa, hacendero en San Javier.
Hno. Juan Oviedo, maestro de la escuela de niños.
H no, Juan de A raujo, portero.
- 571 —

la oración y otros ejercios devotos. Del mismo modo se hacía la


“ Escuela de la Buena Muerte” , la cual en cuaresma se mudaba a
otro día. Los mismos domingos por la tarde se hacía la decuria, para
la que salía el maestro de gramática con los niños de todas las es­
cuelas de la ciudad, que se agregaban a la nuestra muy numerosa,
cantando por las calles, y volvían a nuestra misma iglesia donde se
explicaba algún punto de doctrina.. .,
En el tiempo del invierno se doblaba el trabajo de las confe­
siones, por los muchos que entonces caen enfermos con tercianas y
otros males. En la asistencia de éstos que muchas veces era espiri­
tual y corporal, y en el socorro de varios pobres, así en común co­
mo en particular, hacía el colegio mucho bien a la ciudad, aun
supuesto no haber en ella tantos mendigos como en otras partes
respectivamente.
El colegio de Ibarra, que por su benigno temperamento era co­
mo la casa de convalescència de la Provincia, se reputaba común­
mente por muy descansado y de poquísimo trabajo, con pocos minis­
terios, por causa de hallarse el lugar casi destruido, Es verdad que
había siempre en él algunos ancianos, que después de gastadas sus
fuerzas en los ministerios de otras partes, iban a descansar aquel
tiempo que les parecía, o a pasar en él sus últimos días, pero por eso
mismo era de doblado trabajo o fatiga para los pocos mozos que lle­
vaban sobre sí casi todo el peso de nuestros ministerios.
Se hallaba el lugar no poco arruinado en caudales y casi des­
truido en las familias uobles, y por eso mismo cargaba toda la pobre
gente sobre el colegio, como sobre el único alivio socorro y con­
suelo, así en lo espiritual como en lo temporal, de modo que los que
gozaban de salud y fuerzas para el trabajo tenían, aquí, respectiva­
mente más que en otros colegios, en que ocuparse en beneficio del
bien común con grande provecho y fruto.
Eran por lo común, nueve o diez sacerdotes; (i) mas sólo tres
o cuatro cargaban con todo el trabajo, haciendo los enfermos y an­
cianos lo que buenamente podían.1

(1) En 1767 eran los siguientes:


R. P . Tomás Pastor, R ector.
P. Francisco Reen, Operario.
P. Gregorio Mora, Consultor, encargado de resolver los casos de conciencia, y Director de la
Congregación de Nuestra Señora de Loreto, Operario.
P. Marcos de la V ega, Admonitor y Padre espiritual.
P. Manuel V iera, Operario, Consultor de casa, Prefecto de iglesia y Director de la Congregación
de la Buena Muerte.
P. Manuel M esia, Operario, Consultor de casa.
P. Miguel Delgado, Procurador del colegio y Director de la Congregación de Nuestra Señora
de la Luz.
P. José Orozco, Operario, Consultor de casa.
P. Agustín Berroeta, Maestro de gramática y Director de las decurias de los niños.
Hno. Nicolás Insaurdieta, oficios varios.
Hito. Garracina,! hacendero en Cuajara.
Hno. Felipe M erizalde, portero.
Hno. José Ortega, maestro de la escuela de niños y despensero.
— 572 —

Cada año se daban los ejercicios en nuestra iglesia y en el m


nasterio de monjas por la Ascención, y se hacían las acostumbrad°*
misiones cada tres años. El confesonario que en nuestra iglesia »**
harto frecuente, principalmente los miércoles, viernes, sábados *
días festivos, era tan grande en la cuaresma y por largo tiemn^
después de ella, que siempre sobraba mucha gente sin poderse con
fesar, por más que tarde y mañana trabajasen nuestros Operarios-
porque a más de la gente de la Villa, concurría la de muchos pUe’
blos y haciendas vecinas, donde les era a tantos miserables más diff.
cil el despacho. Entre año eran harto frecuentes las que se hacían
fuera con los enfermos y en la cárcel, siendo también continua la
asistencia a los confesonarios de las monjas.
Uno de los ministerios más señalados de este colegio era el cui­
dado y asistencia de los pobres que se hacía de dos maneras, una
curando los enfermos y otra socorriendo con larga mano a los nece­
sitados. La primera provenía de que no habiendo por lo común mé­
dico ninguno en el lugar, moría innumerable gente con las tercianas,
que son frecuentísimas en todas las haciendas y lugares circunveci­
nos, de donde los llevaban a sus únicos médicos que eran nuestros
Operarios, a quienes proveía el colegio de quina y otros menesteres.
Las limosnas eran grandes, pues ningún año bajaban de setecientos
pesos, y los que eran de alguna epidemia de dos o tres tantos más,
por distribuirse de casa en casa, dinero, azúcar, harina y carne con
grande abundancia. Entre año se mataban dos novillos cebados cada
semana, que casi enteramente se distribuían de limosna. Todo esto
era fuera de lo que en particular daban nuestros Operarios, según lo
que podían, que no era poco.
Era costumbre prevenirse.el colegio para el Viernes Santo con
grandes cantidades de pan, de modo que fuese bastante para toda la
gente de la Villa, pues aun las personas acomodadas tenían la pia­
dosa costumbre que guardaban inviolablemente de no comer aquel
día en que ayunaban a pan y agua, otro pan que el que pedían de
limosna al colegio.
No era menos considerable la limosna que se hacía todo el año
a los niños de la escuela, pues a más de proveerlos de maestro, o po­
niendo un Hno. Coadjutor, o pagando a un seglar, se les proveía
de papel, plumas y libros, pasando por lo común los niños de cieuto
y tal vez de doscientos»
La Residencia de Ambato tenfa de ordinario cinco sacerdotes y
dos Coadjutores, (i) 1

(1 ) V ivían en ella en 1767:


R. P . Sebastián Correa, Vicesuperior y Procurador.
P- Pedro Jaram illo, Admonitor, Padre espiritual y Consultor.
P. Juan Antonio G iraldo, Consultor, Operario.
P. H ilario G arcía Lanz, Consultor Operario, Director de la Congregación de Nuestra Señora de
Loreto.
P . Antonio León, Consultor, Maestro de gramática. Director de las Congregaciones de la Buena
Muerte, San Javier y de las decurias de los niños.
Hno. H ilario A drián, enfermero, despensero y portero.
Hno. Luis Ribadeneira, hacendero en Pitula.
— 573 -

«Tomó sobre sí desde los principios, dice el P, Velasco, tanto


trabajo que apenas lo podía sobrellevar y tantas funciones de iglesia,
s¡n fondos para ello, que apenas podían subsistir. Fué la razón ha­
berse efectuado su fundación, (que era para colegio y el título de
tal sólo estaba suspendido) en un lugar por una parte populoso, y
por otra enteramente falto de Obreros evangélicos} que cultivasen la
Vifía del Señor.
No tenía más casa de Religión que un pequeño convento de
San Francisco, y éste retirado a gran distancia fuera del lugar, y
que en nada podía contribuir a la instrucción de las gentes, ni menos
de su juventud. Entró por eso la Compañía para su remedio y recur­
so en todo. Cargó con todo el trabajo de la enseñanza de los niños,
cuya cátedra mantenía cosa de treinta gramáticos, de insoportable
confesonario, de continuado pùlpito, de muchas funciones de devo­
ción y de más fiestas que las que los uingunos fondos y la prudencia
requerían, especialmente no teniendo todavía más que una pequeña
cap illa incómoda para todo.
Entre año el maestro de gramática tenía la decuria los domingos
de tarde, saliendo por las calles, cantando las oraciones con los ni­
ños y concluyendo en alguna iglesia con la explicación de la doctrina
cristiana. Tenía entabladas, a expensas por la mayor parte de los
mismos directores varias Congregaciones, de las cuales, lade Nuestra
Señora de la Luz tenía los miércoles misa solemne y rezo, la de San
Javier el jueves, por la mañana, y por la noche la ‘ Escuela de Cris­
to” en la iglesia mayor, con lección, plática y oración delante del
Santísimo Sacramento; los viernes misa y rezo de la Congregación de
Dolores o de la Buena Muerte, y los sábados la de Nuestra Señora
de Loreto, y por la tarde, Salve, lección espiritual y oración mental
en la misma Congregación y “ Escuela de María’ ’.
El confesonario de nuestra capilla era continuado en todo el
año, con harto concurso en los días festivos y jubileos y mucho más
en las cuaresmas. Era muy frecuente la asistencia a los enfermos y
moribundos, y si bien estaba tan pobre y endeudada la Residencia,
socorría no obstante a los mendigos con pan que se distribuía los sá­
bados en la puerta».
Añadiremos por vía de complemento una breve reseña de lo que
trabajaban nuestros Padres en las poblaciones de Panamá, Popayán,
Pasto y Buga, que no pertenecen en la actualidad a la República del
Ecuador. Como ya dijimos anteriormente el colegio de Panamá fué
siempre difícil de llevar, así por el mucho trabajo que se ofrecía en
aquella ciudad como por lo insalubre del temperamento al cual mu­
chos no se podían aclimatar, (i) 1

(1) En 1767 el personal era el siguiente:


R . P . Francisco Pallares Rector del colegio y de la Universidad Javeriana.
P. Juan N adal, Padre espiritual, Prefecto de Estudios mayores, Admonitor, Consultor de Casa y
maestro de Teología escolástica.
P . Ignacio Peramás, Operario, Consultor de casa, Director de la Congregación del Corazón de
Jesús y de las decurias de los Negros.
574 -

Además de las ocupaciones de cátedra nuestros sacerdotes se


ocupaban fervorosamente en toda clase de ministerios. Florecía de
modo consolador la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, a
la cual el celoso P. Peramás había logrado dar notable impulso, de
suerte que era una de las más prósperas de la Provincia y aun de
América en el siglo X VIII. A los trabajos en la ciudad, se añadían
los ministerios en el Istmo, sobre todo en cuaresma. Como el clero
era tan escaso, la gente desparramada en el monte cerrado carecía
de todo auxilio espiritual. Por esto nuestros Operarios tomaron so­
bre sí el ímprobo trabajo de recorrer cada año los caseríos de la
montaña, para disponer a sus moradores al cumplimiento pascual.
El colegio de Popayán con la “ Academia de Estudios Mayores
de San José’ ’ y el seminario conciliar que le estaba agregado con
sola separación de viviendas, tenía ocupados a unos diez Padres y
cuatro o cinco Hermanos Coadjutores, (i)
Además de las tareas escolares, los Padres de este colegio se
dedicaban fervorosamente como en otras partes a los ministerios de
predicar y confesar. Parece que en Popayán el número de sermones
que estaba a cargo de los Nuestros era mayor que en otras poblacio­
nes. A más de la predicación ordinaria en la ciudad, durante el ve­
rano solían nuestros Operarios dar misiones muy fructuosas en los
pueblos y lugares circunvecinos y en los Reales de Negros.
«A todo lo dicho hay que añadir la frecuente asistencia a los
moribundos a cualquier hora del día y de la noche, las consultas del
clero y principalmente del Obispo, los exámenes así para Ordenes
como para beneficios, los frecuentes empeños para componer las dis­
cordias y enemistades en las familias, y sobre todo el cuidado de la
cárcel, cuyo Prefecto tenía que hacer no poco en todo el año. Este
iba cada semana a consolar a los presos, a exhortarlos y ver si alguno1

P . José Archs, Maestro de Teología Moral y Consultor de c a sa .


P , Ignacio Leytenberger, Maestro de gramática, Director de las decurias de los niños y Prefecto de
iglesia
P . Antonio Brasca, Maestro de Filosofía.
P . Venceslao Vaicara, Consultor Operario, Director de la Congregación de la Buena Muerte.
Hno. Coadjutor M anuel Baliñas, hacendero
Hno Coadjutor Francisco Martínez hacendero.
Un donado tenía cuidado de la portería, sacristía y despensa.
(1 ) E l personal en 1767 era:
R . P . Francisco Javier Azzoni, Rector del colegio y de la Academ ia J o s e f hiana, Director
de la Congregación del Corazón de Jesús y de la de San José, Procurador de la casa.
P . José Antonio Masdeu, Ministro del colegio, Director de las decurias de los Negros, Consultor.
P . Mateo Fole, Admonitor, Consultor, Prefecto de Estudios mayores, Padre, espiritual. Director
de la Congregación de la Escuela de Cristo.
P . Antonio Riofrío, Operario, Director de la Congregación de la Buena Muerte, Prefecto de
iglesia.
P . José Garrido, Maestro de Teología M oral, Consultor, encargado de la resolución de casos de
conciencia, Director de la Congregación de Nuestra Señora de Loreto.
P . José Antonio Fernández, Maestro de Teología escolástica, Prefecto de Estudios menores y
Consultor.
P . Juan de V elasco, Maestro de Filosofía y Director de la Congregación de Nuestra Señora de
la Luz.
P . M iguel R ipalda, [recien llegado], hacendero de Llano Grande.
P . M ariano Gómez, Maestro de gramática y Director de las decurias de los niños.
— 575 -

quería confesarse. Tenía lista de todas las personas de la ciudad, que


distribuidas por meses y semanas querían concurrir voluntariamente
a socorrerlos. Para el cumplimiento pascual iban cuatro Padres a la
cárcel para exhortar a los presos, explicarles la doctrina cristiana y
confesarlos. Asimismo cuando algún reo era sentenciado de muerte
le asistían de día y de noche.
Era considerable la cantidad de limosnas todos los sábados en
nuestra portería; pero mucho más la que por tabla se daba a varias
casas de señoras pobres y monjas, ya en dinero, ya en carne y otros
efectos. Estas limosnas se aumentaban mucho más, siempre que ha­
bía alguna epidemia o carestía de víveres, en que se distribuían por
las casas pobres varios efectos de haciendas como azúcar, harina,
arroz y otros granos. Era no poca la limosna que se hacía también
cou la escuela de niños, que aunque tenía seis mil pesos de dotación
en nuestro colegio, era mucho más lo que éste gastaba en mantener
dicha escuela, proveyéndola de un todo, después de darle habitación
suficiente para ciento cincuenta o doscientos, que eran por lo co­
mún, asistidos de un Hermano Coadjutor, y cuando tal vez faltaba
éste, de un sacerdote».
Con el mismo fervor intenso y con el mismo fruto espiritual se
trabajaba en los colegios de Pasto y de Buga. (i) De este último nos
da el P. Velasco algunos pormenores interesantes que conviene con­
signar aquí.
«El colegio de Buga que era el menor de los colegios, tenía
grande trabajo en el ejercicio de nuestros ministerios, a causa del
excesivo calor de la ciudad, que nunca deja hacer cosa alguna sin
gran fatiga. Los sujetos eran por lo común sólo cinco, incluso un

Uno. Juan de Alexandro, oficio» vario», ya anciano.


Hno. Manuel M achado, oficio» vario».
Hno. Simón Schenherr, maestro de obra», carpintero y enfermero.
Hno. Marco» M artínez, oficio» vario», despensero.
Hno. Claudio Canau, oficio» vario».
Hno. Antonio Jijón, hacendero en Tapio.
Hno. Bernabé Haona, Maestro de la escuela de niño».
(1 ) H e aqui el personal de estos dos colegios en 1767.
Colegio de Pasto:
R. P. Lui» Tam ariz, Rector y Procurador.
P. Lucas Portolani, Admonitor, Padre espiritual, Consultor y Director de la Congregación de la
Buena Muerte.
P. Mariano Ferrer, Operario.
P. Antonio Jenske, Operario, Consultor.
P. Salvador Ordines, Operario, Consultor.
P . José Araoz, Maestro de gramática. Consultor, Director de las decurias de los niños y Prefecto
de iglesia.
Hno. José V idales, portero. ■
Hno. Francisco Osores, despensero.
Colegio de Buga:
R- P . Juan G arriga, Rector y Procurador.
P' Francisco Javier González, Admonitor, Padre espiritual, Consultor, Operario.
P. Antonio Peña, Operario, Consultor.
P ■ Martín Romero, Maestro de gramática, Consultor, Director de la Congregación de Nuestra
Señora de Loreto y de las decurias de los niños. Prefecto de iglesia.
Hno. Tomás Zurita, sacristán, portero y despensero.
- 576 —

Hermano Coadjutor, pues aunque la fundación del colegio fué muy


copiosa, se llegó a deteriorar en tanto extremo, que apenas se podían
mantener aquellos pocos. Era menester que todos esos sacerdotes
trabajasen con exceso para el consuelo de una ciudad tan escasa de
obreros evangélicos como abundante de mies, en todo el año. Esto
provenía de venerarse en una iglesia aneja a la parroquial, una prodi­
giosa imagen del Señor, llamada de los Milagros, donde el concurso
de los devotos y peregrinos, que recibían las gracias que pretendían
hacía de todo el año una cuaresma sin interrupción, en la continua
frecuencia de sacramentos.
Por otra parte la nueva Casa de Ejercicios para hombres y mu­
jeres, que-a diligencias y esmero de Compañía se estableció, desde
el año de 1761, ocupaba todo el año un sujeto, sin que casi pudiese
atender a otra cosa que al gobierno espiritual de dicha Casa, y estar
dando Ejercicios, una semana después de otra, la mayor parte del
año.
En nuestra iglesia las confesiones eran diarias con no poco con­
curso, el cual era grande los miércoles, viernes y sábados y días de
fiesta, y era excesivo en los días de jubileo y cuaresma; siendo pre­
ciso a tan pocos Operarios no interrumpir el trabajo sino en los pre­
cisos ratos de comer y descansar, para volver a la tarea, a pesar de
los grandísimos calores que los sofocaban. Como este gran concurso
provenía de no tener la ciudad otros confesores, era forzoso el con­
fesar, asistir y auxiliar a todos o casi todos. Añadíanse a éstas no
pocas confesiones de fuera de la ciudad, y en parajes bien distantes
de uno o dos días de camino, adonde iban en bestias, las de las cár­
celes así de la ciudad como de sus contornos, a las cuales asistían con
harta frecuencia, especialmente cuando habían de cumplir los presos
con el precepto anual».
Hemos querido poner aquí éste como cuadro de conjunto de las
actividades literarias y de los ministerios apostólicos en la antigua
Provincia de Quito, para que el lector pueda formarse una idea ade­
cuada del trabajo de nuestros Padres en bien de toda la sociedad,
trabajo que quedó brutalmente interrumpido por la ejecución de la
Pragmática de Carlos III, de que vamos a hablar en el capítulo si­
guiente.
CAPITU LO SEGUNDO

E JE C U C IO N D EL D ECRETO D E E X T R A Ñ A M IE N T O EN LA
PR O V IN C IA D E Q U ITO

SUMARIO: 1. El V irrey de Santafé remite al Presidente Diguja la Pragmática


Sanción.—2. Arresto de los Religiosos del Colegio Máximo y de las
otras dos casas de Quito.—3 . El arresto en el resto de la Provincia.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.. . .añ o 1 7 6 7 .— G O N Z Á L E Z S U Á R E Z , Historia General do la Repú-


tilica del Ecuador, V , lib . 4 , c. 5 . -A R C H I V O S. J.

i — A fines de Julio y primeros días de Agosto de 1767, Quito


estaba celebrando en honor del nuevo Presidente, Coronel D. José
Diguja y Villagómez, los festejos con que se solía dar la bienvenida
al primer magistrado de la Presidencia. Hallábase Diguja en estas
fiestas, cuando recibió de Santafé un ejemplar impreso de la Prag­
mática Sanción que ordenaba la expulsión de los regulares de la Com­
pañía de Jesús. El documento estaba firmado por el Conde de Aran­
da, Presidente del Consejo de Castilla, y había sido dirigido al Virrey
de Nueva Granada, el cual lo remitía a Diguja con una carta, fechada
el 7 de Julio de 1767, que copiamos a continuación.
«Sin embargo de que estoy persuadido de que por la vía de Pa­
namá habrá recibido el Real Decreto, Instrucción y Adición que
acompañó, con las órdenes correspondientes para su efectivo cum­
plimiento, a fin de que éste no se frustre o retarde en materia de
tanto peso, me ha parecido indispensable dirigírselo a V. S. por este
extraordinario, como de la Corte se me insinúa, para que lo haga
llevar a efecto con aquella prontitud, sigilo, prudencia y demás pre­
cauciones que en ellos se contienen; en inteligencia de que en esta
ocasión comunico orden con iguales documentos al Gobernador de Po-
payáD, para que se ejecute lo mismo en el distrito y términos de su
jurisdicción, y porque conviene que la voluntad de S. M. se halle
obedecida antes que la noticia y avisos de lo practicado en unas pro­
vincias transciendan a las otras, advierto a V. S. que mi deliberación
en cuanto a la parte que inmediatamente me toca, es la de verificar­
lo a fines del mes corriente o a principios de Agosto próximo, lo que
podrá servir V. S. de regia para dirigir sus providencias, sin aven­
turar el logro de lo mandado. Dios guarde a V. S. muchos años.
Santa Fe el 7 de Julio de 1767.
El Bailío Freí Pedro Messias de la Zerda» (1) 1

(1) Archivo S. J.
- 578 -

Esta carta remitida por correo expreso, fué puesta en manos de


Diguja el 6 de Agosto, tardando apenas un mes para llegar a su des­
tino. El ejemplar que Dignja debía recibir directamente de la Corte
por la vía de Panamá,no llegó a Quito sino el 17 de Octubre de 1767
cuando ya la expulsión estaba ejecutada.
Apenas recibió Diguja esta orden, como primera providencia hizo
sacar, con el mayor sigilo varias - copias del decreto, Instrucción y
Adición que le acompañaba para remitirlas a los Corregidores de las
ciudades donde había algún colegio o Residencia de Jesuítas dentro
de los límites de la Real Audiencia de Quito. Prevenía a todos que en
un mismo día cumpliesen lo que el rey les mandaba y que él haría lo
mismo el 20 de Agosto. Señalaba la ciudad de Guayaquil como depó­
sito general donde debían ser dirigidos inmediatamente todos los ex­
pulsos de donde se embarcarían para Panamá. En la instrucción di­
rigida al Gobernador de Guayaquil le prevenía que, además de enten­
der en la expulsión de los Jesuítas del colegio de aquella ciudad, debía
aprontar víveres y alojamiento para los que fuesen llegando de otras
partes, y preparar asimismo embarcaciones para que pasasen a Pa­
namá.
La circular de Diguja decía así: «En vista de ésta, abrirá Vuesa
Merced el adjunto secreto pliego, e inteligenciado del Real Decreto e
Instrucciones que incluyen, inmediatamente les dará el más efectivo
cumplimiento, arreglándose muy exactamente a dichas Instrucciones.
Y respecto de que éstas previenen cuanto es necesario para la eje­
cución de lo resuelto por S. M. nada tengo que advertir a V. Md.;
sólo sí que he dispuesto sea la Caja general la ciudad de Guayaquil, a
donde V. Md., dispondrá se dirijan cuantos en el Real decreto se
previenen, a fin de que aquel Gobernador continúe sus providencias,y
que el día 20 del corriente lo ejecutaré yo en esta ciudad. V. Md. me
avisará de todas las ocurrencias con puntualidad y a su tiempo me re­
mitirá los instrumentos que se previene en las instrucciones, quedan­
do yo en continuar las providencias que juzgue necesarias en el asun­
to, para de sus efectos dar cuenta a S. M. y al Excmo. Virrey de
Santa Fe. Dios guarde a V. Md. muchos años. Quito, Agosto 12 de
1767. José Diguja». (1)
No se remitió el Real Decreto al Gobernador de Popayán, en
cuya jurisdicción se encontraban los colegios de Pasto, Popayán y
Buga; pues le constaba que este magistrado debía recibirlo directa­
mente del Virrey de Santafé. En cambio cuidó de mandarlo junto
con las instrucciones a Panamá, para que el Presidente de aquella Real
Audiencia, que no lo había recibido, debidamente enterado, mandase
a los expulsos que le llegasen de Guayaquil al puerto de Cartagena o
a la Habana, si se presentaba una ocasión favorable para embarcarse.
Avisábale también que llevase cuenta exacta de los gastos que ocasio­
nase el paso de los Jesuítas por Panamá. Entretanto procuraría en­
viar con la posible brevedad la suma de 24.000 pesos para el mismo1

(1) A rchivo S .J .
- 57 9

objeto enviaba por tierra, por medio de Real Situado, 30.000 pe­
sos a Cartagena.

2 — Como para ejecutar la expulsión eran necesarios un Juez ase­


sor con dos testigos de mayor excepción, juntamente con el escriba-
co, el día 20 de Agosto, el Presidente Diguja, acompañado única­
mente del escribano Enrique Osorio, sin ningún aviso previo, a las
tres y media de la madrugada, fué a sacar de sus casas, en nombre
del rey y para evacuar ciertos asuntos muy importantes del Real ser­
vicio, para los que necesitaba su presencia, al Sr. Dr. D. José Ferrer
Oidor de la Real Audiencia,al Sr. Marqués de Villa Orellana, D. Cle­
mente Sánchez de Orellana, al Sr. Conde de Selva Florida, D. Ma­
nuel Guerrero Ponce de León y al Capitán D. José Antonio Ascásubi,
para que éste impartiese las órdenes necesarias para tener lista la tro­
pa que se necesitaba. Las citaciones se hicieron con toda formalidad
a cada uno de estos caballeros, en nombre del rey y so pena de incu­
rrir en el crimen de lesa majestad, si no obedecían.
Antes de las cuatro de la mañana los soldados del Capitán Ascá­
subi rodeaban ya las cuatro calles del edificio del Colegio Máximo, y
a las cuatro y cuarto el Presidente Diguja, acompañado de sus testi­
gos y de un piquete de 20 soldados con sus oficiales, se presentó a la
portería del colegio, tocó la campanilla, y abierta la puerta,entró con
los soldados, que fueron distribuidos en la escalera y en los corredo­
res, con orden terminante de que no dejasen entrar ni salir a persona
alguna de cualquier condición que fuese. Practicadas estas diligencias
con grande orden y puntualidad, pidió que se le condujese al aposen­
to del P. Provincial Miguel de Manosalvas; y habiendo entrado, le
maudó en nombre del rey hiciese juntar toda la comunidad en una
pieza común, porque así convenía para el servicio de S. M. Ejecutóse
al punto esta orden, juntándose en la sala de recreación todos los Re­
ligiosos del Colegio Máximo, y los del colegio de San Luis, que ha­
bían sido llamados de orden del P. Provincial por medio de un oficial
del ejército; reuniéronse allí también los donados. Estando todos jun­
tos, entró el Presidente con el escribano y sus tres acompañantes que
ignoraban, menos el escribano, el motivo de tan insólita junta. En­
tonces, escribe el P. Velasco, «Diguja hizo saber el fin a que iba y la
providencia que llevaba. Formó su razonamiento; mas con tanta pru­
dencia y con términos tan expresivos de su dolor y sentimiento, que
a pesar de la entereza a que se esforzó cuanto pudo, se desató en so­
llozos y continuado llanto. Dió el Real decreto para que lo leyese el
escribano, cuya extraña turbación y lágrimas no permitieron que oye­
sen los Nuestros cosa alguna. Hizo por eso que lo fuesen leyendo y
pasando los Padres unos a otros».
El decreto era copia auténtica del mismo que firmando el rey
con su mano, lo cometió para su ejecución al Conde de Aranda con
fecha de 27 de Febrero de 1767, y el mismo queen la Pragmáti­
ca Sanción en fuerza de ley se publicó en la Corte el día 2 de Abril
del mismo año. Decía así: «Habiéndome conformado con el parecer
de los de mi Consejo Real en el Extraordinario, que se celebra con
— 58o —

motivo de las ocurrencias pasadas, en consulta de 29 de Enero próxi


rao, y de lo que sobre ella me han expuesto personas del más elevado
carácter, estimulado de gravfsimas causas relativas a la obligación en
que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad
y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias, q(le re.
servo en mi Real ánimo, usando de la suprema autoridad económica
que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección
de mis vasallos y respeto de mi Corona, he venido en mandar se ex­
trañen de todos mis dominios de España e Indias, Islas Filipinas y
demás adyacentes, a los Religiosos de la Compañía, así sacerdotes
como Coadjutores o legos que hayan hecho la primera profesión, y a
los novicios que quisieren seguirles; y que se ocupen todas las Tem­
poralidades de la Compañía en mis dominios. Y para su ejecución uni­
forme en todos ellos, os doy plena y privativa autoridad; y para que
forméis las Instrucciones y órdenes necesarias, según lo tenéis enten­
dido y estimáreis para el más efectivo, pronto y tranquilo cumpli­
miento. Y quiero que no sólo las Justicias y Tribunales superiores de
estos Reinos ejecuten puntualmente vuestros mandatos, sino que lo
mismo se entienda con los que dirigiéreis a los Virreyes, Presidentes,
Audiencias, Gobernadores, Corregidores, Alcaldes mayores y otras
cualesquiera Justicias de aquellos Reinos y provincias; y que en virtud
de aquellos requerimientos, cualesquiera tropas, milicias, paisanajes
den el auxilio necesario, sin retardo ni tergiversación alguna, so pe­
na de caer el que fuera omiso en mi Real indignación. Y encargo a
los Padres Provinciales, Prepósitos, Rectores y demás Superiores de
la Compañía de Jesús, se conformen en su parte a lo que se les pre­
venga puntualmente; y se les tratará en la ejecución con la mayor
decencia, atención, humanidad y asistencia, de modo que en todo se
proceda a mis Soberanas intenciones. Tendréislo entendido para su
exacto cumplimiento, como lo fío y espero de vuestro celo, acti­
vidad y amor a mi Real servicio; y daréis para ello las órdenes e ins­
trucciones necesarias, acompañando ejemplares de este mi Real de­
creto, a los cuales estando firmados de Vos se les dará la misma fe y
crédito que al original. Rubricado de la Real mano. En el Pardo a
27 de Febrero de 1767. Al Conde de Aranda, Presidente del Consejo»
«Habiendo leído unose impuéstose otros, continúa el P. Velas­
co, de lo contenido en el susodicho decreto, se levantó el P. Provin­
cial Miguel de Manosalvas y en nombre de todos, dió el obedecimien­
to con tan discretas medidas y religiosas cláusulas, especialmente
hablando de los ancianos, que enternecieron en extremo a todos. Le­
vantóse después el P. Francisco Antonio Sanna, de avanzada edad y
uno de los beneméritos de la Provincia, y dió también con gran ter­
nura las gracias al Presidente por la grande discreción, urbanidad y
caridad con que había ejecutado su comisión».
El auto de intimación del 20 de Agosto, formado por Diguja des­
pués de referir cómo se cumplieron todas las formalidades termina
con estas palabras: «Dijeron [los Jesuítas] que habiendo oído y enten­
dido el Real decreto con ciega obediencia abrazaban la Real résolu-
ción que se les había intimado; y que estaban prontos a cumplir con
dicho Real decreto».
Después de actuadas por el escribano todas las formalidades y
hechas las listas de los Religiosos conforme a la Instrucción que
acompañaba al decreto, la hicieron también de los donados y de los
sirvientes seculares que servían en el colegio. Los donados eran ocho.
A éstos les quitaron la sotanilla parda que solían vestir, y los envia­
ron libres a sus casas, dando a cada uuo un vestido de seglar y dos
camisas.
«Luego, dice el P. Velasco, tomaron las llaves de todos los ar­
chivos y procuradurías, a excepción de las de las Misiones que se ol­
vidaron. Tomadas asimismo las llaves de la iglesia, sacristía y capilla
interior, dijo el Presidente que según la Real Ordenanza era necesa­
rio destinar una pieza común, para que durmiesen todos los sujetos
juntos el tiempo que tardasen en salir. Respondió a esto el P. Provin­
cial que estaba pronto; pero que no hallaba otra parte donde cupiesen
todos que los patios y corredores. Determinó por eso el Presidente
que todos, a excepción de los PP. Procuradores, estuviesen sin nove­
dad en sus mismos aposentos, los cuales no se visitaron, ni inventa­
riaron hasta después que salieron todos, si bien, hicieron pasar por
la tarde todos los libros y papeles a la librería grande; exceptuando
aquellos pocos de devoción que quisieron cada cual llevar consigo, (i)
Las disposiciones que dió inmediatamente fueron todas con pru­
dente arreglo; mandó primeramente que el P. Provincial llamase por
cartas que contenían preceptos de obediencia a los ausentes; y estas
cartas las llevaron luego los indios alcaldes en calidad de correos Rea­
les. (2)
2. Que durante la demora dijesen libremente misa así en la ca­
pilla interior como en la iglesia a puerta cerrada.
3. Que el Hno. José Iglesias, Procurador del Colegio Máximo,
prosiguiese con la entera administración de su oficio hasta que se le
tomasen las cuentas, corriendo con la intendencia de las tiendas del
colegio en las que se vendían los efectos de las haciendas; no menos
que con las haciendas mismas los Hermanos hacenderos, a quienes
ordenó asimismo que prosiguiesen administrándolas hasta que se les
tomasen las cuentas.
4. Que el Hermano Procurador entrase siempre que se le ofre­
ciese libremente a la procura, llevando solamente un testigo, y que1

(1) A cerca de la visita que se hizo el dia 20 de los aposentos, el auto final se expresa así:
«El Sr. Presidente con asistencia del R . P . Provincial y del Hno. Procurador José Iglesias, hizo
recoger de cada uno de los aposentos, empezando por el del P . Provincial, todos los libros, que
íué lo único que se encontró; a excepción de un poco de chocolate y tabaco en algunos; y expre­
saron que dichos libros son del colegio y que sólo los tenían para su uso con permiso del Provin­
cial; y los hizo trasladar a la biblioteca común para inventariarlos después». A rchiv o S J .
(2) Los ausentes eran: el P . Juan Bautista Aguirre, Socio del R . P . Provincial; los P P .
Marcos Bonilla, procurador de Provincia, Antonio Aguado, Juan Coletti, Francisco Antonio Re-
bolleda, Feliciano Peña, M ariano A ndrade y el Hno. Coadjutor Julián Torre, con los Padres y
Hermanos estudiantes que se hallaban de vacaciones en Chillo. También el P. Provincial mandó
entonces la misma orden con precepto de obediencia a los misioneros del Marañón.
— 58 2 —

fuese gastando todo el dinero y efectos que juzgue necesarios para


vestir y aperar con decencia a toda la Comunidad, sin reparar eQ
gastos.
5. Que para la pronta expedición de dichos aperos fuesen obli­
gados a ir a trabajar al colegio los sastres, zapateros y silleros de la
ciudad.
6. Ordenó asimismo al P. Pedro Troyano, Procurador de las Mi-
siones, cuya oficina jamás embargó, a que contribuyese para vestir a
la Comunidad con los efectos que tuviese de ropa, y que si los misio­
neros debían algo los proveyese, como si no hubiese novedad alguna.
7. Ordenó que entrasen y saliesen libremente todos los oficiales
de artes mecánicas, mayordomos y sirvientes, no sólo del colegio,pe­
ro de personas de fuera que llevasen alguna cosa a los Nuestros.
8. Dió facultad para que los Religiosos pudiesen salir fuera, si
quisiesen; a ir a visitar a los estudiantes del Colegio de San Luis y a
los Religiosos del noviciado, o despedirse de algunas personas, gracia
de que usaron sólo unos pocos, que tal vez pasaron a San Luis.
9. Dió orden para que todos los que tuviesen en su poder aigu-
nos depósitos o alhajas de personas de fuera, lo fuesen depositando
en un aposento separado con rótulos y distinción, para entregarlos a
sus respectivos dueños, como se efectuó después.
10. Quiso que la botica quedase libre y sin ningún embargo, ad­
ministrándola el mismo Hno. boticario; hasta que después de la sali­
da de todos se hiciese la entrega; por si entre tanto necesitasen al­
gunos de la Comunidad de aquel socorro...
Mientras se daban las expresadas disposiciones, llegaron al Máxi­
mo los que, concluidas las vacaciones en la hacienda de Chillo,
regresaban ese mismo día, esto es, varios Padres, Hermanos Coadju­
tores y toda la Escuela. Habiendo salido estos de la hacienda sin la
menor noticia, la supieron en la loma de Puengasí, ya cerca de la
ciudad, donde entraron sumamente consternados y afligidos, entre
los tumultos de gentes que los seguían con ayes y lamentos (mos­
trando la ciudad de Quito su sentimiento de la manera que le era
posible).
Concluidas las formalidades del arresto el primer día, el día si­
guiente ya no dejó Diguja sino un solo oficial con un piquete de sol­
dados dentro de la casa quitando todos los de parte de fuera. Anduvo
con el escribano todos los corredores haciendo dar fe como había
tomado posesión de todos los aposentos, mas sin hacer de ellos inven­
tario alguno, ni entrar, ni aun preguntar por curiosidad de quienes
eran. Todos los días de nuestra demora visitó al P. Provincial, para
tratar con él sobre las expresadas determinaciones y providencias.
Mostró en todas sus acciones una gran confianza y satisfacción de to­
dos los Nuestros; siendo de advertir que esto no provenía de amistad
o conocimiento que tuviese con los de Quito, donde acababa de
llegar con su empleo de Presidente, tanto que se hallaba actualmente
en las fiestas con que la ciudad celebraba su venida; provenía sí del
conocimiento que tenía de la Religión en general, del entrañable
amor con que la había apreciado siempre con ternura y de tener un
— 583 —

hermano o Jesuíta en Europa, (i) Verdad es que se ratificó en Qui­


to en el alto concepto que siempre había formado de nuestros proce­
deres, habiendo observado no pocas acciones de pundonor y limpieza
en aquellos pocos días que los trató; de las cuales sólo apuntaré dos.
Una íué del Provincial, quien sacando del pecho le entregó un día
una canastilla con porción de gruesas y finas perlas de gran valor,
diciéndole que las había tenido en su aposento con destino a hacer
alguna alhaja para' la iglesia, las cuales no estaban inventariadas, no
constaban en ninguna parte de los Libros. La otra fué del Hermano
sacristán, quien haciendo después de la salida de los sujetos la entre­
ga de las alhajas de la sacristía y de la iglesia, entregó varias de
las nuevas que tampoco constaban todavía en los inventarios y eran
de valor.
Pasadas las primeras formalidades de la ejecución, entró al co­
legio Máximo el limo. Sr. D. Pedro Ponce Carrasco Obispo de Qui­
to. Este caballero que siempre se había mostrado prescindente con
los Jesuítas, y que aun era notado de desafecto por algunos, visitó
muy condolido a nuestros Superiores. Instó con grande empeño al
P. José Baca, Rector del Máximo para que se quedase por sus males
y avanzada edad, cargándole para esto la conciencia, si bien nunca
quiso convenir dicho Padre aunque lo proponía y ofrecía también el
Presidente para cuantos lo quisiesen hacer por alguna justa causa;
instando en particular al P. Angel María Manca, por muy anciano,
sin que tampoco se redujese a ello. Determinaron por eso que que­
dasen solamente tres, el P. Francisco Campuz, anciano y totalmente
ciego desde muchos años, el P. Andrés Cobos Calzado, demente y
loco, y el Hermano teólogo Ramón Espinosa también loco».
Quería quedarse entre éstos el P. Mariano Suárez, alegando
además de su avanzada edad una gran quebradura que le molestaba
mucho. Convino en ello el Presidente; mas no lo quiso consentir el
P. Provincial, juzgando que podría seguir a los demás en vista de
que lo hacían otros más ancianos y más enfermos que él. Instó el
P. Suárez sobre el asunto, y diciéndole el P. Provincial que no con­
sentiría en que se quedase con la sotana, sino sólo cuando lo quisiese
hacer sin ella y con patente de expulso,tomó el P. Suárez este parti­
do, y fué despedido de la Compañía con parecer de algunos consulto­
res el 24 del mismo mes de Agosto. Salió fuera del colegio llevando
consigo todas sus cosas, mas después de pasados algunos días le obli­
gó el Sr. Presidente a que expulso y sin sotana de Jesuíta, saliese con
ellos a cumplir la orden de destierro. Su cobardía recibió el debido
castigo.
Luego se procedió a la ocupación de las Temporalidades del Co­
legio Máximo. Además de las haciendas y del dinero en efectivo que
entregaron los Procuradores, el Colegio Máximo entregó dos tesoros
de inestimable valor, su sacristía con las joyas de la iglesia y su
biblioteca.
La entrega de las cosas de la iglesia y sacristía la hizo ei Hermano(I)

( I ) Era éste el P . Clemente Diguja.


— 584 -

sacristán Francisco Gómez, después de la salida de los Nuestros¡


«Asistió a ella el Sr. Obispo, dice el P. Velasco, quien asombrado de
la limpieza de nuestro proceder, al ver entregar muchas cosas de
valor, que por nuevas aún no constaban en los inventarios, y admi­
rado de la gran riqueza de las alhajas, exclamó repetidas veces, qtle
ni había imaginado semejante legalidad, ni había visto jamás iglesia
tan bien apeorada, siendo lo único en que veía verificados los decan­
tados tesoros de los Jesuítas. Se entregaron a más de las preciosas
custodias de oro, plata y pedrerías, muchas joyas de gran valor de las
Imágenes, gran cantidad de vasos sagrados, mucha espejería, fronta­
les y otras alhajas de cristal anotado, gran cantidad de ornamentos
muy preciosos, de exquisitas telas y bordados de Génova, fuera de la
multitud de ordinarios, setenta marcos de plata en candeleros, mallas
y otras alhajas de adorno, fuera de lo mucho que no se pudo pesar
por clavado en otras materias, un gran número de relicarios precio­
sos, unos guarnecidos de plata y piedras preciosas, y otros en arcas
con reliquias insignes y cuerpos enteros de Santos, entre los cuales
se entregó también con particular dolor, el de Nuestra Venerable
virgen Mariana de Jesús.....
La librería grande, ella sola era el mayor tesoro que en esta
línea tenía todo el Reino de Quito, ya por la magnífica pieza bien
adornada, ya por los muchos millares de volúmenes de libros muy
selectos; que al caro preciodeaquellaspartes.no podía pagarse ni
con sesenta mil pesos, (i) Agregados a éstos los libros de las otras
dos librerías menores y los de todos los aposentos hacían ellos solos
un caudal considerable».
Concluidas las formalidades del arresto en el Máximo, el Sr.
Presidente pasó al colegio de San Luis. Tomó las llaves del archivo
y de la procura, sin hacer la menor demostración que exasperase a
los colegiales, sino más bien muchas expresiones de condolerse con
ellos, y sin dejar soldados en ninguna parte de este colegio. Este
mismo día que era el 20 de Agosto señaló en nombre de S, M. por
Rector de este colegio y de nuestra Universidad Gregoriana al Sr.
Dr. D. Antonio Viteri, Tesorero de la Santa Iglesia de Quito, y uno
dé los nobles hijos de este colegio. Dió poco después providencia
para las Cátedras en algunos Religiosos de San Francisco.
El mismo día 20 de Agosto y a la misma hora se hizo el arresto
de la Casa noviciado. El comisionado fué D. Luis de Santa Cruz y
Centeno, Caballero de la Orden de Calatrava y Oidor decano de la
Real Audiencia de Quito. El Presidente Diguja le mandó citar en
nombre del rey para que se presentase a palacio antes de las tres y
media de la mañana del día 20 de Agosto. Allí le indicó el objeto
de su comisión y le dió un piquete de soldados al mando de un
capitán.1

(1) Según el inventario practicado en 1767, después de la expulsión se hallaron en la bilicte-


ca deì Colegio Máximo trece mil cuatrocientos setenta y dos (13. 472) volúmenes, incluyendo
trescientos noventa y cuatro (394) manuscritos, y en el colegio de San Luis dos mil setecientos
diez y ocho (2.718) volúmenes.
-5 «5 -

Santa Cruz llevó como testigos al Dr. D. Felipe de SanTMartín


abogado de la Real Audiencia, al Mayorazgo D. Francisco Villacís y
al capitán D. Francisco de Borja y Larraspuru. «Ejecutó el arresto
el Sr. Santa Cruz, dice el P. Velasco, de tan diverso modo que
D i g u j a , que se portó con demasiada entereza, nimiedad, poca aten­
c i ó n y ninguna compasión, al fin como expulso de nuestra Compañía
c u y o trabajo no le mereció la piedad que a otros extraños».
Leído el decreto de expulsión por el notario el P. Rector y
Maestro de novicios Tomás Nieto Polo manifestó en su nombre yen
el de sus súbditos que se sometía a la disposición de S. M., e in­
mediatamente el comisionado les notificó la prisión que debían
guardar. En casa no había sirvientes sino un donado que hacía de
cocinero acompañado de un mestizo con tres indios; estos quedaron
libres.
Puestos los Religiosos en reclusión no muy estrecha, pasó el co­
misionado a entender en el asunto de los novicios para los cuales
Aranda había dado instrucciones especiales, las cuales eran de este
tenor: «N? lO.-En los noviciados (o casas en que hubiere algún no­
vicio por casualidad), se han de separar inmediatamente los que no
hubiesen hecho todavía sus votos religiosos, para que desde el ins­
tante no comuniquen con los demás, trasladándolos a casa particu­
lar, donde con plena libertad y conocimiento de la perpetua expa­
triación que se impone a los individuos de su Orden, puedan tomar el
partido a que su inclinación los indujese. A estos novicios se les debe
asistir de cuenta de la Real Hacienda mientras se resolviesen según
la explicación de cada uno, que ha de resultar firmada de su nombre
y puño, para incorporarlo, si quiere seguir, o ponerlo a su tiempo en
libertad con sus vestidos de seglar al que tome este último partido;
sin permitir el comisionado sugestiones para que abrace el uno o el
otro extremo, por quedar del todo al único y libre arbitrio del intere­
sado, bien entendido que no se les asignará pensión vitalicia por ha­
llarse en tiempo de restituirse al siglo o trasladarse a otra Orden
religiosa, con conocimiento de quedar expatriados para siempre».
En consecuencia ordenó el comisionado que se trajesen a los
novicios sus manteos y sus sombreros como se hizo, y mandó al ca­
pitán D. Francisco de Borja, que en compañía del escribano de la
actuación, pasase a ponerlos en depósito en las casas de personas de
distinción de la ciudad, en nombre de Su Majestad, haciendo a cada
dueño la prevención de que se los mantengan hasta que otra cosa se
mande, sin permitirles comunicación alguna con ninguna persona, de
cualquier estado, calidad o condición que sea, aunque sean sus mis­
mos padres. Cada novicio fué recluido separadamente en una casa,
cuyos dueños eran los siguientes señores: D. Pedro Fernández Sal­
vador, D. Tomás Salvador, capitán Mariano Uvillús, capitán Pedro
Buendía, capitán Francisco de Borja, capitán Francisco Villacís,
capitán Tomás Bustamante, capitán Bernardo León, capitán Joaquín
Rojas, Sargento Mayor Diego Donoso. El auto añade: «Los cuales
novicios se mantendrán en dichos depósitos, tratándolos con toda
humanidad, benevolencia y caridad, hasta que con plena libertad y
— 586 -

conocimiento de la perpetua expatriación de los individuos de su


Orden puedan elegir el partido a que se inclinasen», (i)
El día 24 de Agosto los novicios fueron examinados sobre su
resolución, si querían o no volverse al siglo, o ser fieles a su voca­
ción y seguir al destierro perpetuo y sin pensión, a los demás Rel¡.
giosos de la Compañía. En tan angustiosas circunstancias de los
diez que había en Quito, cinco fueron infieles a su vocación y opta­
ron por abandonar la Compañía, los otros cinco permanecieron
constantes y escogieron resueltamente el destierro, lo que para ellos
significaba el despedirse para siempre de sus padres y familia. Fue­
ron éstos los HHms. José Gurumendi, Manuel Viten, José Dáva-
los (sobrino del P. Juan de Velasco) José Núñez y Francisco Egüez.
Mas antes de restituirles a la Casa del Noviciado «nuevamente y a
cada uno de por sí, se les hizo requerir por el escribano cerca de su
libre albedrío, y se ratificaron con sus antecedentes consentimientos,
para incorporarse con ios demás Religiosos de su Instituto, en cuya
conformidad fueron restituidos a la Casa del Noviciado y entregados
al R. P. Tomás Nieto Polo.su Rector». (2)
Faltaba un noviciado llamado Juan Rafael Bracho, que por en­
fermo había ido a curarse en la hacienda de la Concepción pertene­
ciente al colegio de Quito. Fué preso con los demás religiosos del
colegio de Ibarra, remitido a Quito y depositado en la casa del co­
rregidor de Quito, General D. Ñuño Apolinar de la Cueva Ponce
de León, y examinado el día y de Setiembre sobre su vocación res­
pondió que «resueltamente su voluntad era el seguir a los Padres
de la Compañía de Jesús». Por lo cual el día 8 de Setiembre fué
incorporado a los Jesuítas de Ibarra, que salían para el destierro.
Pocos fueron los bienes que se pudieron incautar en el noviciado
que era muy pobre. A los Hermanos Estudiantes se les permitió
llevar consigo al destierro algunos libros de estudio y de devoción, a
saber, Juvencio, Cicerón, Sidonio, Ovidio, Virgilio, Faccioluti, un
Gradus ad Parnassum, Requejo y Villacastín.
El mismo día 20 de Agosto el Presidente hizo notificar al Corre­
gidor de Quito D. Ñuño Apolinar de la Cueva Ponce de León que
aprontase cien mulas de silla y doscientas de carga para el transporte
de los Jesuítas, sus camas y necesarios utensilios. Más tarde hizo
preparar otras cuatrocientas. Entre tanto para proveer convenien­
temente a los desterrados mandó fabricar entre el vecindario ro­
pa blanca encerrar en el colegio Máximo sastres, zapateros,
silleros o talabarteros y otros oficiales para que fabricasen lo
concerniente a su oficio, hizo salar carnes, amasar biscochos o galle­
tas, labrar chocolate y prevenir otros alimentos para la manutención
en estos caminos, en que es necesario cargar todo menos agua. Tam­
bién fué preciso prevenir cabalgaduras de montar con todo lo adhe­
rente y bestias para el bagaje, habiéndose puesto para lo expresado1

(1 ) A rch iv o S. J .
(2 ) A rchivo S. J .
— 587 —

en movimiento y ocupación toda esta ciudad y su comarca». Así


comunica el mismo Diguja a Aranda, l i de Octubre de 1767. (i)
Por fin el 27 de Agosto Diguja dió el siguiente auto: «Que me­
diante a tener dadas ya todas las providencias concernientes a la ha­
bilitación de todos los Religiosos de la Compañía para su transporte
a la ciudad de Guayaquil, puerto destinado a su embarco, y expedi­
das las órdenes correspondientes a los Corregidores y Justicias de la
vereda, para que en los respectivos pueblos de sus jurisdicciones
tengan prontos alojamientos, y en los despoblados, cómodo y sufi­
cientes tambos, para que igualmente sean alojados, y así éstos como
los pueblos provistos de víveres necesarios, mulas para reemplazo de
las que fallecen y demás que sea necesario, y al Gobernador de
Guayaquil que tenga prontas en las Bodegas de Babahoyo las balsas
necesarias (faltan únicamente los nombramientos de sujetos proce­
dentes que los conduzcan), debía mandar y mandó se les notifique a
D. Miguel Olmedo Alcalde ordinario de esta ciudad y Comisario de
guerra, y al Sr. D. Ignacio Checa personas en quienes concurre esta
circunstancia, se apronten para marchar el día 29 del corriente acom­
pañando a los Religiosos de esta ciudad hasta su embarque, evitan­
do con sumo cuidado que se les haga el menor insulto, requiriendo
a las Justicias para el castigo de los que en esto se excedieren, tra­
tándoles con la mayor decencia y caridad, e impidiéndoles toda co­
municación externa de escrito o por palabra, sin distinción ninguna
de clase ni de personas (2), para cuyo cumplimiento irán auxiliados
de tropa suficiente, y se les entregará por los oficiales Reales los
caudales que necesitaren». (3) Se les obligó a que diesen la promesa
de que habían de cumplir fielmente con su cometido, y que si no
daban buena cuenta del dinero que se les adelantaba lo habían de
pagar con sus propios bienes.
Cuatro días después, el 31 de Agosto salieron de Quito 61 Re­
ligiosos, no todos juntos sino separadamente los del Máximo y los
del Noviciado, juntándose tan solo al fin de la primera jornada en
Tambillo. Iba de Superior el P, Angel María Manca.
«Fué, escribe el P. Velasco, suma la consternación de la ciudad
en este día, habiendo sido grande desde el día del arresto, en que co­
menzó el llanto general de todas las gentes, que no sólo nos habían
amado siempre con ternura sino también venerado, respetado y aun
casi adorado por nuestros ministerios. Duró muchos días de llanto
lastimero con que lamentaban su desgracia en nuestra pérdida, por­
que acompañaron por largas jornadas muchísimas gentes y varias
hasta la montaña de Chimbo, distante 40 leguas de la ciudad, llenan­
do de ayes los caminos, y atravesando con sus gemidos los corazones».
Con estas palabras concuerdan las del presbítero Roa, el cual se
expresa de esta manera: «A 19 de Agosto de este mismo año de1

(1) A rchivo S. J .
(2) Esta líltima disposición es de A randa en el N° 29 de <u Instrucción. Con todo los Je­
suítas tuvieron toda libertad de tratar con quienes quisieron.
(3) A rchivo S. J .
588 —

1767 se verificó por este Presidente la terribilísima y muy sensible


extinción de los RR. PP. Jesuítas de la Compañía de Jesús, con
notabilísimo general sentimiento, mezclado con mucho llanto y do-
lorosísimas lágrimas de toda la ciudad. Y a las tres semanas fueron
expatriados y desterrados de esta ciudad con tanto sentimiento y
lágrimas producidas del imponderable dolor, que no sé cómo no que­
damos muertos en el rato de su marcha». (1) Las demostraciones de
afecto y cariño a los Religiosos expulsos, al par que de pena y hondo
pesar se fueron repitiendo a todo lo largo del camino. Al final de este
capítulo volveremos de propósito sobre este punto, al juzgar las ase­
veraciones del limo. Sr. González Suárez sobre la indiferencia con
que Quito vió salir a los Jesuítas desterrados en 1767.
Tardaron nuestros viajeros hasta el día 14 para llegar a las Bo-
degas de Babahoyo y el 18 a Guayaquil, aunque no desembarcaron
hasta el día siguiente.
He aquí según el P. Velasco, el itinerario que siguió la primera
expedición desde Quito a Guayaquil, que fué poco más o menos el
mismo para las siguientes. «El 31 de Agosto, a Tambillo; el de
Setiembre, a Chisinche, hacienda del marqués de Solanda; el 2, a
la Ciénega, hacienda del marqués de Maenza; el 3, a Nagsiche, ha­
cienda nuestra de Provincia; el 4 a Ambato, donde no fueron hospe­
dados en nuestra Residencia, sino en las casas de Baca y Castillo y
donde se detuvieron el siguiente día 5; él 6, a Mocha; el 7, a la Tras­
quila, hacienda de Mancheno; el 8, a Isinchi; el 9, a Guaranda, don­
de se detuvieron el día IO; el 11, a Chimbo, donde habiendo enfer­
mado el P. Angel María Manca, se quedó en la “ Chima” con un sa-
cedote y tres estudiantes que luego siguieron; el 12, a Angas; el 13
a las Playas de Oliva; el 14, a las Bodegas de Babahoyo, donde fue­
ron hospedados en la Aduana Real; el 15, se embarcaron en una (alúa
y diversas balsas, y navegando el río llegaron aquel día hasta cerca
de Pimocha; el 16, cerca de Baba y Samborondón donde los alcanzó
el P. Manca, que restablecido siguió con los tres compañeros; el 17,
cerca de Yaguachi; el 18, llegaron al puerto de Guayaquil.. . . »
La segunda expedición se compuso de 36 religiosos. Iba en ella
el P. Provincial Miguel Manosalvas y también el expulso D. Maria­
no Suárez. Salieron de Quito el 4 de Setiembre. El conductor fué
D. Ignacio Checa, caballero piadoso que los trató en todo el camino
con mucha atención, caridad y amor. Llegaron a Bodegas de Ba­
bahoyo el 17 de Setiembre, y el 22 del mismo mes desembarcaron
en Guayaquil. En Quito quedaban tan sólo los Padres Procuradores,
los Hermanos que tenían que rendir cuentas de las haciendas y en­
tregar todo cuanto poseía la Compañía, el anciano P. Campuz com­
pletamente ciego, los dos dementes y el P. José Pérez que habiendo
salido con la primera expedición, de resulta de una caída de la mula
se había fracturado las piernas y quedado enteramente baldado. Este
último fué asilado en el convento de la Merced. Los demás tuvie­
ron que guardar prisión en el convento de San Francisco. Como las1
(1 ) Las Memoria» del piebitero R oa fueron publicada» el año 1903 en L a Ley. El ,eIl°
citado »e encuentra en el número de 17 de Febrero, n. 24 de la Epoca II.
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órdenes de Aranda sobre este punto eran terminantes, el Presidente


D i g u j a pasó el siguiente exhorto al R. P. Guardián:
«En atención a prevenirse en la instrucción que acompaña al
Real decreto de extrañamiento de los Jesuítas, a que los procura­
dores, ancianos o enfermos que no puedan seguir a los demás en el
día de la salida, deban trasladarse a Convento de Orden que no siga
la Escuela de la Compañía, y sean los más cercanos, concurriendo
esta circunstancia en el Máximo de San Francisco de esta ciudad,
debía su Señoría requerir, como requería en nombre de S. M. al
P. Fray José Obregón,Guardián de dicho convento para que apronte
ocho celdas para recibir en ellas al P. Marcos Bonilla, Procurador de
Provincia, al Hno, José Iglesias, Procurador del colegio Máximo, al
Hno. Martín Lanz, que lo es del de San Luis, noviciado y casa de
Ejercicios, el Hno. Francisco Gómez a cuyo cargo corre la sacristía
y todo lo perteneciente a la iglesia, al P. Troyano Procurador de las
Misiones de Mainas, y a los Padres Andrés Cobo, Ramón Espinosa y
Francisco Catnpuz. los dos primeros dementes y el último viejo y
ciego a los cuales encarga su Señoría tenga el P. Guardián sin comu­
nicación externa a su disposición, y sin trato de unos con otros, ni
con sus mismos Religiosos, y que sean asistidos con caridad religiosa
en el seguro de que por S. M. se abonarán las expensas de lo que se
gastase en su permanencia.. . .2> (i)

2— En los demás colegios de la Provincia se ejecutó el decreto de


expulsión con las mismas formalidades, no habiendo otra diferencia
que la de querer mostrar algunos comisionados mayor celo que Di­
guja por el Real servicio, ocasionando por ello mayores pesadumbres
a los pobres desterrados.
En el colegio de Ibarra se ejecutó el arresto el 24 de Agosto,
sabiendo ya los Religiosos que en él moraban, aunque en confuso
lo que se había hecho en Quito. La causa del atraso fué el haber
estado ausente de la Villa el comisionado que era el Corregidor
D. Ramón Redín. Llegó a Ibarra el día 23, y habiendo sitiado el co­
legio la mañana del 24, entró con aquellos que eran de alguna re­
presentación como testigos, que fueron D. Manuel Jijón, alcalde
ordinario de segundo voto, D. Miguel Juan de Gangotena, D. Gre­
gorio de Larrea y el escribano, Luis García Valdéz. En todo se por­
tó con grade atención, respeto y humanidad. Mandó luego orden
para que sin hacer cambio alguno el Hermano hacendero prosiguiese
en la administración de la hacienda de Cuajara. Dispuso también
que el novicio Rafael Bracho que estaba convaleciendo en la ha­
cienda de la Concepción fuese traído al colegio. Desde este día has­
ta el primero de Setiembre en que salieron para Quito, mantuvo a(I)

( I ) El P . R icci en carta de 28 de Noviembre de 1764 había escrito al P . Provincial que


» el P . Andrés Cobo volvía en su juicio y pedía las demisorias se las podrían dar, pero que
mientras siguiese con la enfermedad se le podía permitir que viviese en casa de su madre con traje
de clérigo secular. A sí se hizo. No se ve porqué ahora le arrancaran del cuidado de su madre
pata encerrarlo en el convento de San Francisco, y desterrarle después a España. Esta falta de
humanidad no podía tener otra causa que el odio de Carlos 111 y de sus ministros a los Jesuítas.
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los Religiosos en reclusión no estrecha, haciendo entretanto los pre.


parativos necesarios para el viaje.
Pero si no mostró rigor con los Religiosos fué severísimo con
los criados, a los que ni siquiera permitió se acercasen al colegio so
pena de ser severamente castigados; dió orden al sacristán que
cuando tuviese que ir a componer la lámpara del Santísimo no en­
trase por la puerta de la iglesia sino por la de la sacristía, avisán­
dole cada vez, porque quería acompañarle en persona. El colegio
no tenía en la procura cuando el comisionado la ocupó sino cuaren­
ta y cuatro pesos y dos reales y poco más de mil en los azúcares
puestos a veoder eu Quito. Poco antes del arresto había redimido
unos censos y pagado las deudas que tenía; por aquel mismo tiempo
se había concluido a grandes costos el magnífico altar mayor de
nuestra iglesia, una de las más hermosas y mejores de la Provincia.
El día de la salida para el destierro fué el i? de Setiembre,
pero no todos pudieron emprender el viaje aquel día. Quedaron en
Ibarra el P. Miguel Delgado Procurador hasta rendir cuentas y en­
tregar todos los bienes. En el entretanto fué depositado en casa del
alcalde primero D. Manuel Jijón. Por enfermos e incapacitados para
viajar, quedaron el P. Marcos de la Vega al que se depositó en casa
del alcalde segundo D. Santiago Beltrán y el Hermano Nicolás In-
saurdieta que permaneció en casa del depositario general de la Villa
D. Miguel Juan de Gangoteua. Por conductor de los viajeros fué
D. José Ibarrondo, el cual, según testimonio del P. Velasco, lo hizo
positivamente mal por su genio adusto, dando no poco que sufrir y
padecer a los Religiosos por el camino.
«Siendo en todas partes de donde salimos, general y justo el
sentimiento de perdernos, añade el P. Velasco, fué con razón justí­
simo y respectivamente mayor el que mostraron en esta Villa. Di­
jimos hablando de los ministerios de este colegio, que casi toda la
pobre gente que compone este lugar, estaba dependiente así en lo
espiritual como en lo temporal de los Jesuítas, sin tener otro con­
suelo, alivio y socorro que el de ellos en una y otra línea. Mostra­
ron por eso, agradecidos al mucho bien que recibían, su entrañable
dolor desde el momento del arresto, llenando con sus lágrimas y
lastimeras voces las calles y plazas, y lamentando, aún más que los
Nuestros su desgracia. Aumentáronse mucho más el día de la salida
sus ayes y sus llantos, cuando mostrándose muy condolido un buen
Religioso, convocó a toda la gente a toque de campana, echando la
voz de que la quería consolar en su aflicción y justo sentimiento.
Acudieron gustosos en tropeles a su iglesia, sabiendo el fin para que
los convidaba. Subiendo al pùlpito les dió una agria, áspera y ve­
hemente reprensión, diciendo que en aquellas demostraciones de
sentimiento por los Jesuítas, mostraban que no eran fieles y leales
vasallos del rey; pues contradecían expresamente a su soberana vo­
luntad que mandaba que nadie sintiese, ni llorase por ellos, que si
los Jesuítas les habían hecho algún bien con sus ministerios, él y
los suyos quedaban por hacer eso y mucho más. Al oir estas pala­
bras interrumpieron las que iba a proseguir levantando todos a uoa
— 591 —

la voz y el llanto, y sin querer proseguir escuchando semejante asun­


to, salieron de la iglesia dejando al predicador solo por más que se
esforzaba de detenerlos».
El viaje fué de jornadas cortas, la primera hasta la Laguna de
San Pablo, la segunda a Cayambe, la tercera a Guayllabamba y la
cuarta a Cotocollao a la hacienda del colegio de San Luis, donde se
detuvieron cuatro días para procurarles la ropa necesaria de que ca­
recían. «Entre tanto, dice el P. Velasco, llevaron al novicio Rafael
Bracho a Quito para las pruebas prevenidas por la Pragmática, y
hallándolo constante y firme en su vocación, a pesar de las fuertes
baterías, le volvieron al mismo Cotocollao y le unieron con los
Nuestros a que prosiguiese el viaje».
El día diez salieron muy de madrugada de Cotocollao, y pa­
sando al amanecer por Quito, sin apearse en ella fueron a hacer
noche en Turubamba. Prosiguieron su viaje, y el i? de Octubre lle­
garon a Guayaquil desembarcando el mismo día, sin haber tenido
trabajo ni contratiempo especial en el camino.
El arresto en el colegio de Latacunga se hizo el mismo día 20
de Agosto. Tuvo la comisión para ejecutar el arresto el Corregidor
D. Pedro Yangüez y Valencia, y se portó con humanidad, atención
y respeto. Sorprendió a los del colegio a las cuatro de la mañana e
hizo que saliesen el día siguiente a las dos y media de la madrugada
es decir en el espacio de 22 horas; Aranda en su instrucción conce­
día sin embargo 24.
Es interesante la relación hecha por el mismo comisionado so­
bre la manera cómo se hubo en el desempeño de su cometido. Dice
así en su informe a Diguja: «Habiendo recibido el día de ayer 19
de Agosto una carta de su S r fa ... a las 5 y media de la mañana con
una instrucción escrita y una cédula de nuestro rey (que Dios guarde)
y visto todo por mí a solas, estando de pie y destocado, la cogí, la
besé y puse sobre mi cabeza en señal de verdadero obediente. Y en
conformidae del capítulo 1? de la citada instrucción, pasé personal­
mente el dicho día de ayer a reconocer las paredes d éla Compañía
de Jesús de este Asiento con todo disimulo.
Hecha esta diligencia mandé llamar a los vecinos de este lu­
gar, por no haber tropa alguna, ni de presente, ni inmediata; que lo
fueron, D. José Bustos, soldado de la compañía de caballo, D. Nico­
lás Avila, D. Manuel Vela y Soto, D. Antonio González del Pino,
alguacil mayor y otros, quienes estando ayuntados y congregados en
las casas de mi morada a las ocho de la noche, les intimé que todos
concurrieren a las tres y media de la mañana a mi casa con sus
armas donde les daría la orden necesaria, valiéndome para esto del
nombre de S. M.» (1)
En este corto espacio de tiempo de 22 horas hizo trasladar to-
das las alhajas de la iglesia y sacristía al cuarto de la procura de(I)

(I) Archivo S, J,
592 —

donde no se movió. Dió uno que otro pedazo de lienzo a los sujetos
más necesitados que se lo pidieron.
Las prevenciones del camino fueron también escasas. El se­
ñalado por conductor hasta Guayaquil fué D. Nicolás de Avila, ca­
ballero atento que se portó muy bien durante todo el camino. Se
quedó en Latacunga tan sólo el Hermano procurador Silvestre
Plata hasta entregar todos los bienes. £1 viaje fué bastante feliz
«prosiguiendo la marcha por el camino de Guaranda, Playas y Bode­
gas de Babahoyo sin haber tenido la menor desgracia ni contratiem­
po. Se embarcaron en una balsa el io de Setiembre, y habiendo
navegando con la misma felicidad hasta el dfa 13, en que entraron
en Guayaquil, se vieron aquel último dfa en gran peligro de perderse
todos. Fué el caso que al querer hacer la travesía del río, los cogió
un viento fuertísimo que llegó a desatar y desbaratar en gran parte
los palos de la balsa. De nada sirvieron las maniobras y trabajos de
ios marineros, tanto que rendidos ya y desesperados de remedio, sólo
pensaban todos en disponerse a morir, cuando sin diligencia alguna
de parte de ellos, con señalado favor del cielo a quien todos clama­
ban, comenzó a echar el mismo viento la casi deshecha balsa que iba
caminando por popa y la arrimó a la misma parte del puerto donde
llegan y descargan todas. Saltaron a tierra dando a Dios mil gracias
por tan conocido beneficio, y fueron introducidos a la ciudad con no
poca admiración de ella a vista de tan extraño suceso». (1)
La ejecución del decreto ea la Residencia de Ambato se hizo
antes del dfa determinado para Quito y sus cercanías, «Fué la causa
dice el P. Velasco, porque D. José Merizalde Teniente del lugar, a
quien le fué la comisión no tuvo tanta cautela que no se trasluciese
la disposición a varias personas. Habiendo ido la tarde del dfa 19 a
la Residencia, sin ánimo ni prevención de hacer entonces otra cosa
que visitar a amigos, le siguieron muchas personas que creyeron iba
a la ejecución y se entraron tras de él por la curiosidad de ver lo
que pasaba cuando el Teniente se vió con tantas personas dentro y
conoció que era ya la cosa pública, se vió precisado a anticiparci
arresto y lo ejecutó de pronto aquella misma tarde, poniendo por
guardas dentro y fuera de casa a aquellas personas que por curiosidad
le habían seguido. Hizo llamar al escribano para que actuase la eje­
cución y aprehendió las llaves, cualesquiera que se encontrasen a
mano. Portóse en todo con mucha humanidad, política y atención,
sin preguntar si tenían depósitos, ni estrecharlos en la reclusión, ni
impedir las puertas para cuanto se ofrecía».
Los Señores que intervinieron en el arresto como testigos fue­
ron, D. Domingo Navarrete, D. Nicolás Bahamonde, D. Vicente
Mera, D. Narciso Rodríguez, D. José Rodríguez, D. Hipólito Pare­
des, D. Tomás Góngora y el escribano público D. Joaquín Baca de
Ortega. Se determinó que de los ocho Religiosos presos se quedasen
los cuatro, el Hermano hacendero de Pitula, Luis Rodríguez, a quien1

(1 ) Velm co, l, c.
- 5 93 —

después de llamarle a la Residencia le volvieron a la hacienda de


Pitula para que la administrase hasta las cuentas, el P. Correa, Pro­
curador hasta que entregase todo cuanto tenía, el P. Hilario García
Lanza, enfermo, hasta que sanase, y el Hermano Hilario Adrián, por
anciano enfermo e incapaz de viajar, hasta que muriese.
Se ocuparon aquí 50 pesos en dinero efectivo, y fué mucho;
porque estaba debiendo esta Residencia, enredada desde su funda­
ción con muchos censos y pleitos, 990 pesos que era el rédito en que
estaban gravadas sus haciendas. Las alhajas de sacristía eran pocas,
siendo lo más considerable los vasos sagrados, [seis blandones, unas
pocas mallas y una silla de Nuestra Señora de Loreto que todo teníá
cosa de cuarenta marcos de plata.
El P. García Lanza, por estar en vía de curación quedó deposi­
tado en la misma, y el Hermano Adrián en el convento u Hospicio
de Santo Domingo.
Para los cuatro Religiosos que habían de emprender el viaje in­
mediatamente fué de conductor un buen hombre llamado Bonifacio
de Zurita, quien les sirvió con mucho amor en los caminos, sin más
guardas ni soldados que el paje que cada cual quiso llevar. Salieron
con muchas lágrimas, acompañados de toda la afligida gente el día
24 de Agosto. El viaje fué feliz y llegaron a Guayaquil el día 18 de
Setiembre.
Los Religiosos del colegio de Riobamba no fueron arrestados el
día 20, sino el 22, ejecutando su comisión con mucho respeto, pie­
dad y generosidad el Corregidor D. Francisco Villa Roldan. El mo­
tivo de haberse diferido dos días fué el hallarse dicho caballero en
la cobranza de los tributos.
«Fueron aquí imponderables, escribe el P. Velasco, los senti­
mientos que hicieron las gentes todas a medida de la particular esti­
mación y aprecio que habían hecho siempre de nuestra Compañía.
Levantaron desde la mañana del arresto el llanto, y continuaron
todos los días de la demora las expresiones de su dolor, de tal manera
que las calles a que miraban las ventanas del colegio estaban llenas
de día y de noche, aun de las señoras principales que muy de asiento
se ponían a lamentar, como se suele hacer con los muertos. Duró el
tesón de sus tristes alaridos no sólo hasta que salieron, sino mucho
después, porque salieron acompañándolos en lastimeras tropas por
los caminos».
El P. Javier Duque y el P. Miguel Ibarra se quedaron para en­
tregar todos los bienes. El P. Duque fué recluido en el convento de
Santo Domingo, pero con facultad de entrar y salir con tal que fuese
con algún compañero. El conductor de los demás fué D. Juan Gon­
zález, expulso de nuestra Compañía, quien se portó medianamente
bien. Salieron de Riobamba el 24 de Agosto, y llegaron con felicidad
a Guayaquil el 3 de Setiembre.
La expulsión se verificó en el colegio de Cuenca el 25 de Agosto
en que después de sitiado el colegio con mucha gente armada, entró
a las cinco de la mañana el Corregidor D. Joaquín Merizalde. Tenía
este caballero un hermano carnal y un primo hermano en la Compa­
— 594 -

ñía, donde él se había criado. No obstante que por estos títulos la


amaba tiernamente y la apreciaba con veneracióu y respeto, se v¡6
precisado a ejecutar no pocas violencias y excederse a muchas cosas
que no eran de su jurisdicción con no poco escándalo de la ciudad'
por haber consultado a una persona buena, pero llena de temores y
aprehensiones, que le dió instrucciones secretas mucho más estrictas
que las de la Corte.
De los doce Religiosos, que a la sazóa vivían en el colegio, seis
estaban ausentes cuando se ejecutó la prisión. Terminado el arresto
y cogidas las llaves, se puso a los Religiosos en estrecha vigilancia,
había mucha gente armada que rodeaba las cuatro calles del colegio,
y se publicó un bando para que nadie pasase por ellas, ni abriese en
ellas puertas, ventanas, ni balcones, pena de la vida entendiéndose
del mismo modo para no abrir las ventanas del colegio. Quedó en
vigor esta rigurosa prohibición hasta que salieron del colegio los
seis Religiosos que en él se hallaban, causando gravísimo trabajo a
todos los dueños de las casas vecinas, y ésta se renovó luego que
llegaron los ausentes y sólo se levantó la prohibición cuando éstos a
su vez salieron. La guardia exterior después de la ejecución del
arresto se continuó asimismo, más ya solamente en número de i$o
soldados que se iban remudando. A los Religiosos prisioneros se les
intimó con la reclusión que ninguno hablase con persona de fuera,
ni tampoco entre sí para cuya observancia les puso guardas en la
pieza en que estaban recluidos.
Los testigos de la ejecución del Decreto fueron el general de
caballería, D. Antonio Andrade, el Maestre de Campo D. Ignacio
García Rendón, D. Diego Valencia y el escribano Ricardo Hurtado.
«Los Religiosos permanecieron arrestados hasta el día 27 en
que fueron sacados a medio día con gran consternación y llanto de
toda la ciudad. £1 F. Milanesio no quiso quedarse para las cuentas
y dejó en su lugar al P. Pablo Torrejón.
Fué señalado para conductor de los cinco que salían un hombre
de baja esfera, tendero y sirviente de nuestro mismo colegio, circuns­
tancia que pareciendo debía ser de alivio fué uno de los más duros,
amargos y sensibles golpes que recibieron los expulsos por su atrevi­
miento y desgraciada vileza. No se les dió ni una hilacha de nuevo
para vestir y las providencias del camino fueron escasas y malas.
Los condujeron entre piquetes de soldados con gran celo de que
ninguno hablase palabra con persona alguna hasta Balsáin, donde los
recluyeron en un cuarto pequeño con una sola cama para los cinco.
Por fuera guardaban el aposentillo varios soldados y uno la puerta
espada en mano y si salían para cualquier necesidad corporal tenían
que ir acompañados. Fueron a esa casa varias señoras de Cuenca
para ver si ahí podían hablar a los desterrados y no pudieron conse­
guirlo, otras les enviaron algunas limosnas, y éstas no fueron en­
tregadas a los Jesuítas ni restituidas a los que las habían enviado.
Esta misma estrechez, maltrato e incomodidad experimentaron du
rante todo el viaje por el gran celo y esmero del conductor, el
cual iba sumamente engreído con el título de capitán que le había
— 595 -

dado el Corregidor, y quiso lograr la ocasión de mostrar la superio­


ridad que tenía sobre aquellos que pocos días antes habían sido sus
amos».
Las Religiosas Carmelitas descalzas también tuvieron que sufrir
con los Jesuítas, «porque habiéndose esparcido la voz por algunos
nial afectos que los Jesuítas, sabiendo lo que les había de suceder
habían transpuestos y depositado en aquel monasterio sus caudales
y alhajas, sitió el Corregidor aquel convento del mismo modo que
nuestro colegio, y entrando en él con sus testigos y el escribano,
recluyó a todas las Religiosas eu una sala, y de una en una recorrie­
ron todas las celdas del monasterio, sin omitir rincón alguno que no
registrasen con prolijo examen hasta revolver los más pequeños
trastes, camas y cajuelas de costura. No encontraron el más peque­
ño rastro de lo que se decía, y volviendo a las Religiosas les toma­
ron juramento en toda forma, y ellas lo hicieron de buena gana de­
clarando que ninguna tenía ni había tenido cosa alguna de los Je­
suítas».
Al tiempo del arresto el 2Ç de Agosto faltaban cinco Religiosos
que se hallaban ocupados en otras partes. Estos fueron llamados por
el P. Rector, y sabiendo el Corregidor que estaban viniendo el día
29, el mismo fué a capturarlos en las llanuras de Tarqui a cuatro
leguas de la ciudad, y acompañado de veinte soldados. Llegados al
colegio le volvió a sitiar por las cuatro calles, repitió el mismo ban­
do que se había dado anteriormente, y al día siguiente les hizo con­
ducir a “ El Alto” , donde los esperaban los cinco primeros. Mucho
tuvieron que sufrir durante todo el camino y el día 8 se embarcaron
todos en una balsa en el río Naranjal y desembarcaron en Guayaquil
el día 10 de Setiembre.
El ejecutor del arresto en el colegio de Loja fué el Sr. D. Ja­
vier Valdivieso. Se portó en todo como verdadero caballero aunque
se ajustó a la letra del Decreto. Vivían entonces en el colegio ocho
Religiosos, cinco sacerdotes y tres Hermanos Coadjutores. No pudo
coger sino unos pocos pesos en dinero, porque si bien el colegio no
tenía deudas, tampoco era rico.
Los testigos fueron, D. José Jaramillo Carrión, D. José de Ai-
varado y Sánchez.
Fué arrestado el colegio de Guayaquil el día 29 de Agosto por
el Gobernador D. Juan Antonio de Zelaya, quien pocos días antes
había vuelto de Quito, concluido el empleo de Presidente de aquella
Audiencia. Este caballero prudente, político y muy amante de la
Compañía se portó en todo con gran generosidad, piedad y amor,
sin faltar en nada a las instrucciones de su comisión, de modo que
parecían ir a competencia para compadecerse y favorecer cuanto po­
dían a los Jesuítas este Gobernador y el Presidente de Quito.
Después de sitiado el colegio entró a las cuatro y media de la
mañana con 20 soldados que distribuyó en las partes interiores, cua­
tro testigos de los caballeros principales y el escribano. Fueron éstos
el Maestre de Campo, D. José Borda y Villasefior, el Sargento Ma-
— 596 -

yor D. Francisco Casaus, D. Antonio Agote y Zapata Regidor y


Capitán de la Sala de Armas, D. José Crespo Teniente de caballería
Intimado con macha temara y sentimiento el Decreto y actuad
da la ejecución con todas las formalidades prescritas en la Pragmá­
tica, aprehendió todas las llaves y tomó posesión del colegio, dejan­
do a los sujetos en reclusión nada estrecha. Hizo que el Rector
llamase por cartas a los ausentes, echó a las guardias de dentro y de
fuera y dejó solamente seis para que se fuesen remudando de porte­
ros, los cuales se hicieron disimulados, sin impedir jamás la entrada
a cuantos querfan visitar a los Padres. £1 trato que les dió hasta
que salieron de este puerto fué excelente en comida, providencias y
todo lo demás.
De los trece que se'hallaban en el colegio, estaban los tres au­
sentes el P. Juan María Aspergalo en la hacienda de San Javier, te­
niendo vacacioues, el Hermano Francisco Figueroa, de hacendero de-
la misma hacienda y el P. Ignacio María Cicala, en las Bodegas de Ba-
bahoyo,quien como Procurador de los colegios de la Sierra se hallaba
allí remitiendo cargas de algunas providencias para dichos colegios.
Estos se recogieron al cabo de algunos días a la llamada, sin
que quisiese quedar ni el Hermano hacendero, por más que se lo
instaron; pues viendo que los mismos esclavos iban saqueando li­
bremente la hacienda, sin poderlo impedir por más diligencias que
hizo, quemó el inventario de ella y a los cinco días del arresto estu­
vo en el colegio con los otros.
No pasaron muchos días sin que se reconociese con evidencia
la falta que hacían los Jesuítas en esta ciudad; pues a los quince
cabales del arresto habían muerto ya siete personas sin confesión.
Ni provenía esto de falta de sacerdotes, sino de que se excusasen
unos y se negasen otros, no pudiendo solos los párrocos dar abasto a
tanta gente.

— 3«E 1 arresto del colegio de Panamá,que se hizo primero que nin­


gún otro de la Provincia, fué muy señalado, según refiere el P. Velas­
co, por un muy raro y prodigioso suceso. Habiendo recibido la comisión
el Gobernador D. José de Blasco y Orozco, sintió en extremo aque­
lla gran novedad, como muy amante de nuestra Compañía. Hacién­
dosele muy duro el llevar la comisión a su debido efecto por una
parte, y dejar de obedecer al orden del Soberano por otra, puesto
en suma consternación, recurrió a San Juan Nepomuceno, de quien
era muy devoto, para implorar su luz y saber lo que debía hacer en
aquel caso. Comenzó a hacerle una fervorosa novena, y habiendo
enfermado al tercer día murió brevfsimamente. Después de su muer­
te se encontró detrás de la imagen del Santo un papel escrito y fir­
mado de mano del Gobernador difunto en el cual le pedía al Santo,
que si le convenía ejecutar la comisión le dejase con vida, pero que
si le convenía, le alcanzase de Dios el que muriese luego sin ejecu­
tarla. Al encontrarse el escrito se supo la petición y se conoció la
causa de la muerte, pero se ignoraba cual fuese la comisión de que
se trataba.
— 597 -

Mientras venía a Panamá el Gobernador de Portobelo, que era


quien debía sucederle en caso de muerte, debía hacer sus veces el
Teniente del rey. Este era por entonces el Dr. D. Joaquín Cobrejo
a quien nuestros Padres de Bogotá habían ayudado y favorecido
mucho. En vez de mostrar su agradecimiento portándose de una
manera decente y conveniente, fué todo lo contrario.
Sitió el colegio con los soldados de aquella plaza la madruga­
da del día 2 de Agosto, y entrando en él de mano armada con mu­
chos otros, ejecutó el arresto portándose en todo con desatención,
crueldad y tiranía, de modo, que asombró a la ciudad y concitó
contra sí la común abominación. Puso a los Religiosos en reclusión
estrecha, prohibió con todo rigor el que pudiesen comunicar con per­
sonas de fuera, los trató indignamente en la comida, les quitó todo
lo que tenían, aun como particulares, y hasta exigió lo que tenían
en los bolsillos, y finalmente los envió al destierro a los 26 días de
reclusión estrecha, faltos de un todo, especialmente de ropa. El día
del arresto por la tarde, avisó el negro que cuidaba de la lámpara
del Santísimo Sacramento que estaba apagada, y que era necesário
arreglarla. Respondióle el oficial a cuyo cargo estaba el colegio, que
no era menester encender la lámpara, porque también el Sacramen­
to estaba arrestado por el rey. El Sr. Obispo al saber esta respuesta
mandó que el Sacramento se pasase a la Catedral, pero para no
causar mayor pena a los habitantes sé determinó después que un sa­
cerdote dijese la misa el día siguiente en nuestra iglesia y consumie­
se el Sacramento».
La orden de arresto de los Padres y Hermanos de los colegios
de Popayán, Pasto y Buga vino directamente del Virrey de Santafé.
No entraremos en los pormenores de la ejecución de la Pragmática,
que pueden verse en el P. Velascó, a quien el arresto sorprendió en
Popayán, cuyo Gobernador se señaló por el despotismo con que tra­
tó a los expulsos. Los Religiosos detestas tres casas fueron encami­
nados al puerto de Cartagena.
Para completar la relación de los sucesos que atañen en la ex­
pulsión de los Jesuítas de la Provincia de Quito, sólo nos queda de ­
cir algo de la suerte que corrieron los que se hallaban fuera de terri­
torio de la Provincia. Ya referimos largamente cómo fueron arresta­
dos en Figueras los dos Procuradores Padres Tomás de Larráin y
Bernardo Recio. También sufrió el arresto en España el P. Marcos
de Escorza, Procurador de las Provincias de Indias en el Puerto de
Santa María. El sentimiento que le causó el desastre de la Compa­
ñía fué tal, que acabó con su vida. Murió al mes del arresto el 4 de
Mayo de 1767, y fué enterrado en la Capilla del Hospicio que le
servía de prisión, aquel mismo día en que salieron para Córcega los
demás Religiosos.
El P. Juan Roset, se hallaba en el colegio de la Habana. Des­
pués de haber acompañado por bastantes años al limo. Sr. Arzobis­
po de Guatemala, Dr. D. Francisco José de Figueredo, tuvo carta
del P. General en que le daba licencia para quedarse en la Provincia
,de Méjico o volverse a la suya de Quito. Estando en el colegio de la
- 59« —

Habana le cogió la expulsión y íué remitido a España de donde pasó


a Córcega.
Por fin debemos hacer mención del P. Ignacio Falcón, Procura­
dor de la Provincia de Quito en Lima con su compañero el Herma­
no José Imás. El arresto se ejecutó en Lima el 8 de Setiembre de
1767. Salió primero el Hno. Imás por la vía de Panamá embar­
cándose el 15 de Diciembre de aquel mismo año, y después el P. Ig.
nació Falcón que hizo su viaje por el Cabo de Hornos embarcándose
el 24 de Abril de 1768.
Como queda dicho, los Padres Procuradores y Hermanos hacen­
deros el día de la expulsión fueron separados de los demás y deposi­
tados en varios conventos. A todos estos, al tiempo de dar cuenta
de los bienes que habían administrado se les exigió juramento de que
ninguna otra cosa quedaba por declarar, ni que tampoco nada se ha­
bía ocultado, y todos ellos lo prestaron asegurando que entregaban
absolutamente todos los bienes de sus respectivos colegios.
Cuando se hubieron terminado todas las cuentas, todos estos
Padres y Hermanos formaron una expedición que se dirigió a Guaya­
quil, puerto señalado para el embarque de los sujetos que vivían en
el actual territorio de la República, menos los misioneros del Mara-
ñón de que hablaremos en el capítulo siguiente.
De Quito salieron el 11 de Diciembre de 1767 en número de
19 habiéndose juntado a ellos el P. Juan Marschat, cura de Puerto
de Ñapo que había llegado a Quito la víspera de la partida. En el
camino se fueron agregando a esta expedición los Procuradores y
hacenderos de los demás colegios del tránsito juntándose en Guaya­
quil hasta el número de 25. Se embarcaron para Panamá el día 30
de Diciembre de 1767.
Al salir de Quito los Procuradores y hacenderos se renovaron
los dolorosos lamentos de la ciudad.
El limo. Sr. González Suárez da a entender en su relato de la
expulsión de los Jesuítas, que Quito y las demás poblaciones de la
Real Audiencia les vieron salir con indiferencia y hasta con cierta sa­
tisfacción. (1) ¿Documentos para comprobar este aserto? Ninguno.
Nosotros pondremos a continuación algunos testimonios que
prueban, que si bien el vecindario de Quito y de las otras ciudades
en que había casas de la Compañía, acató como no podían menos de
hacerlo la voluntad del Soberano, dió muestras inequívocas del in­
menso pesar que le causaba la partida de nuestros Padres.
Además del P. Velasco, que recogió de labios de los expulsos
los pormenores de su extrañamiento y que presenció las escenas de
dolor que ocurrieron en Popayán, lugar de su residencia, al tiempo
de la salida, tenemos el testim onióla citado.de un testigo contemporá­
neo el presbítero Roa, cuyas principales claúsulas repetiremos aquí:
«Año 1 7 6 6 .... Se verificó por este Presidente [Diguja] la terribilísi­
ma y muy sensible extinción de los RR . PP. Jesuítas con notabi­

li) Cír. H is t o r ia G en era l de la República del E cu a d or, lib. 4, c. 5; V, 250-62.


— 599 —

lísitíio y general sentimiento, mezclado con mucho llanto y doloro-


síáimas lágrimas de toda esta ciudad... producidas del imponderable
dolor que no sé cómo no quedamos muertos en el rato de su mar­
cha». O)
Estas palabras bastarían para poner de manifiesto cuánto dista
de la verdad la afirmación categórica del limo. González Suárez de
que «Quito los vió partir sin hacer demostración alguna en su
favor». (2)
Ádemás si, como afirma el mismo autor, «los Jesuítas quedaron
desconceptuados ante la opinión pública», (3) si ricos y pobres, no­
bles y plebeyos se regocijaron de su desgracia, (4) ¿cómo se explica
que, apenas restituida la Compafiía de Jesús en el orbe católico por
la Santidad de Pío VII en 1814, y abrogada la Pragmática de Carlos
III por su nieto Fernando VII en 1815, llegasen del territorio de la
Real Audiencia una y otra petición a la Corte de España, para que
se restituyera la Compañía a nuestras ciudades que no habían cesado
de añorar su ausencia?
En efecto apenas se supo en América que el Rey había derogado
la Pragmática a 29 de Mayo de 1815, Cuenca solicitó inmediatamen­
te del monarca diez o doce Religiosos de la Compañía. Unos días
más tarde, el 6 de Enero de 1816 el Cabildo, Justicia y Regimiento
de Quito presentaba al rey idéntica solicitud. En ella se leían estas
palabras: «Juzga este Cabildo rendir un tributo de justicia a la ver­
dad, asegurando a V. M. que después de su extinción, [la Compañía]
no ha dejado más que el olor de las virtudes, los monumentos de su
saber y de su celo, y el sentimiento de su pérdida». (5)
El Presidente Toribio Montes en la carta que acompañaba la
petición del Cabildo, añade por su cuenta: «Los Jesuítas han dejado
en estas provincias una memoria muy grata, contándose de ellos
el incansable tesón en predicar, enseñar la doctrina cristiana, en
administrar los Santos Sacramentos, su beneficencia con menestero­
sos, su desvelo en la educación pública, y su exacta probidad. Por
tanto se ha recibido con el mayor júbilo el Real Decreto de S. M.
de 29 de Mayo de 1815 . . . . » (6)
De Riobamba el Licenciado D. José Veloz y Suárez une sus sú­
plicas a las del cabildo de Quito para la vuelta de los Jesuíatas, «cuya
memoria, dice, ha quedado en bendición en toda esta Pro viuda». (7)
El Alcalde mayor de primer voto de la ciudad de Loja, apoyando la
petición del Cabildo, escribe: «No es fácil explicar a V. M. el general
júbilo de sus habitantes [de Loja], y el particular del Cabildo» por1

(1) La Ley, año 1903, 17 de Febrero, n. 24 de la Epoca II.


(2) H istoria General de la República del E cuad or, líb. 4, c. 5; V , 254.
(3) Ibid., 256.
(4) Ibid., 259-60, 262.
(5) Irías, Memoriales a Fernando V I I pidiendo Jesu íta s p a ra el E cuad or,
Archivum Hislcrium Soc. Ies., 1937, V I, 85,
(6) Ibid., 87.
(7) Ibid., 89.
— 6o o —

los Reales Decretos sobre el restablecimiento de los regulares, de la


Compañía de Jesús, (i)
Estas peticiones y proyectos no tuvieron por entonces el efecto
deseado; pues los trastornos políticos y civiles que acompañaron y
siguieron a las guerras de la Independencia no los dejaron llegar a
sazón. Pero no por eso dejan estos documentos de ser una prueba
fehaciente de la estima y del amor que los antiguos Jesuítas déla
Provincia de Quito habían sabido granjearse de los pueblos en medio
de los cuales trabajaron, amor y estima, que lejos de menoscabarse
con las persecuciones y desgracias de la Compañía, se acrecentó con
la ausencia, como lo demostraron los constantes empeños para que
volviesen al territorio de la República y las manifestaciones de entu­
siasmo y sincero cariño con que fueron recibidos entre nosotros
en 1850.1

(1) Ibid., 92.


CAPITU LO T E R CE R O

LA EXPULSION DE LOS MISIONEROS DEL MARATON

SUMARIO: 1. Llega al Marañón la noticia del arresto.—2. Los sacerdotes secu­


lares se hacen cargo de las Misiones.—3. Partida de nuestros misio­
neros y su viaje a la frontera portuguesa.—4 . El éxado de los mi­
sioneros del Ñapo y de Lamas.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.. . .año 1 7 6 7 ,— URIARTE, Diario de un misionero de Mainas (M s.)


CHANTRE, Hfsioria de las Misiones déla Compañía de Jesús en el Marañón español, lib. 1 2 . — ARCHIVO S. J.

i — Al tiempo de publicarse la Pragmática Sanción de Carlos III


las misiones del Marañón se hallaban en un estado de franco flore­
cimiento. Quedaban ya pocos infieles en comparación de los indios
reducidos, y los más reacios de aquellos, los indómitos Jívaros, princi­
piaban a recibir gustosos el suave yugo de Jesucristo. El porvenir se
presentaba, pues, lleno de esperanzas cuando Dios permitió en sus
inescrutables designios que triunfase la impiedad de los Ministros de
Carlos III, y que en un momento se destruyesen estas florecientes
Misiones después de 130 años de existencia.
Al mes de ejecutado el arresto de los Jesuítas en Quito, el 20
de Agosto de 1767, llegó la funesta noticia a conocimiento de los
misioneros del Marañón. Se la comunicó un Religioso Dominico,
que residía en las Misiones de Canelos a los misioneros del pueblo
de Andoas, de donde se extendió rápidamente a todas las demás
reducciones. Nuestros misioneros quedaron consternados y el P. Su­
perior Francisco Javier Aguilar no quiso dar crédito a la noticia,
por parecerle una de las mayores iniquidades que se pudieran come­
ter en el mundo. Todos convinieron en guardar el más profundo
secreto, para que no se alborotasen los indios y 00 huyesen a los
bosques, por el temor de que se les impusiese algún tributo, y lo
consiguieron por espacio de unos tres meses. Pero finalmente se
traslució la noticia de que los misioneros habían de dejarlos y que
vendrían otros sacerdotes a ocupar su puesto. Desde aquel momen­
to fué indescriptible la turbación de los indios, los cuales no pensa­
ron en otra cosa sino en retirarse a sus selvas, convidando cariño­
samente^ los Padres a que los siguiesen, prometiéndoles ampararles
y defenderles. Refiere el P. Manuel Uriarte que mucho le costó so­
segar a los indios de su pueblo de San Regis donde se hallaba; que­
— 602 —

rían a todo trance retirarse a lo más escabroso y retirado de sus


selvas. Procuraba calmarlos diciéndoles que el Jatun Apn el “ Amo
Grande’ ’ los llamaba, que había que obedecerle, que les mandaría
otros misioneros, que estos los cuidarían bien, les darían muchas co­
sas, pero no querían aquietarse. Les dió cuanto tenía para regalarles
como eran anzuelos, lienzos, veneno y otras cosillas, y para que nò
pensasen en esas cosas y distraerlos un poco, hizo que aseasen la ca­
sa, los jardines, las plazas y calles, las chacras del misionero y las
suyas propias, pero siempre volvían a lo mismo.
«Tuvieron, dice el P. Velasco, en diversos pueblos varios pro­
yectos, ya de retirarse enteramente a I03 bosques, abandonando a
los pueblos y reduciéndolos a cenizas, como de hecho hicieron los
Muratas y Jívaros con el suyo de Nuestra Señora de los Dolores, ya
de hacer resistencia y de no dejar jamás salir a los misioneros, te­
niendo por asunto de poca monta el oponerse y aun destruir a los
españoles que les quisiesen obligar por la fuerza a lo contrario. La
valiente nación de los Jívaros fué una de las que más lo sintieron y
desearon con ansia la ocasión de arreglar el asunto por medio de las
armas. Un cacique délos principales de aquella nación, llevó al
P. Camacho varias calaveras envueltas en pedazos de tela de breta
ña, ya casi deshechas por su antigüedad y le dijo: Lo que hicieron
auestros antepasados con los españoles de las ciudades de Logroño y
Sevilla del Oro y Macas, cuyas son estas cabezas, eso mismo hare­
mos con los que vinieren a quitarnos a nuestros Padres. Y en una
ocasión mataron a varios españoles de Cuenca que habían ido a bus­
car oro, porque les dijeron que los Padres habían sido desterrados».

2— Llegó por fín la noticia oñcialy el Gobernador de Mainas,


D. Antonio de la Peña y Cordovez, pidió cuatro canoas grandes, por
orden del Presidente de la Real Audiencia, al. P. Superior. Este, de­
jando la empresa de la conversión de los infieles del Curaray para
la que las tenía destinadas, se las mandó con otras tres más pequeñas.
El Presidente por su parte, en cuanto salieron los Jesuítas de
Quito camino del destierro, entendió en el extrañamiento de los
del Marañón. Lo primero y más espinoso de su cometido fué buscar
entre los miembros del clero secular y regular quienes pudiesen ocupar
los puestos,que los 27 misioneros iban a dejar vacíos en las reduccio­
nes. Carlos III al responder al Breve de Clemente XIII le aseguraba
que «principalmente había atendido [en la expulsión de los Jesuítas]
a la felicidad eterna de sus súbditos, con exacto esmero a que nin­
gún socorro espiritual.les falte, aun en los países más remotos». Pe­
ro por los apuros que tuvo que pasar Diguja, parece que Carlos III
se había olvidado de las Misiones del Marañón, porque según afirma
el P. Velasco «la mayor y casi insuperable dificultad fué el hallar
clérigos que quisiesen ir; ofreciéronles en nombre del rey a los más
pobres y desvalidos el darles 500 pesos anuales; prometiéronles sa­
carlos a los dos años para premiarlos con las mejores parroquias de
las ciudades, y después de todo no encontraron quien quisiese ir.
6o3 —

Tomóse por esta causa el arbitrio de que el Sr. Obispo de Quito,


D, Pedro Ponce Carrasco, que desde su entrada se había conservado
en el cerrado empeño de no ordenar sino a los más nobles, virtuosos
y probados en las ciencias, ordenase ahora, como lo ofreció hacer
prontamente, a los de baja esfera, sin letras y aun con varios impe*
dimentos canónicos, en número suficiente para irlos reclutando en
lugar de los misioneros Jesuítas. Ejecutóse este proyecto digno de
mil reflexiones oportunas». Las reflexiones que no quiso hacer el
P. Velasco, las hizo el limo. Sr. González Suárez. «El Sr. Ponce y
Carrasco, dice, obedeciendo a las órdenes terminantes del Gobierno
de Madrid, puso clérigos en todos los pueblos de las Misiones, nom­
brando,como lo mandaba el rey, un Superior que vigilara sobre todos
ellos; pero para dar cumplimiento a lo dispuesto por el monarca acu­
dió el bueno del Sr. Carrasco a un arbitrio por demás censurable.
Fijó edictos excitando para ser ordenados de presbíteros a todos los
que desearan entrar a las montañas, y ocuparse como párrocos en
los pueblos de las Misiones. Así con poca o ninguna preparación re­
cibieron las Ordenes sagradas unos dieciocho individuos que partie­
ron al Marañón para sustituir a los Jesuítas», (i)
Tan pronto como estuvieron listos estos improvisados misione­
ros, el Presidente Diguja procedió a nombrar al comisionado para la
expulsión, por decreto de 27 de Noviembre de 1767 en que decía:
«Por cuanto ha llegado el tiempo oportuno de traficar las montañas
que medían entre esta capital y las Misiones del río Marañón, y ha­
llarse habilitado suficiente número de sacerdotes seculares que pue­
dan relevar a los RR. PP. misioneros Jesuítas, que residen en las
Gobernaciones de Quijos y Mainas; siendo necesario el que vayan
convoyados por persona de talento, prudencia y expedición para po­
derlos conducir a sus destinos, establecerlos en ellos y acompañar a
los Padres que actualmente viven en esas Misiones para su egreso,
con la mayor brevedad que el tiempo permitiese; concurriendo estas
circunstancias en D. José Basave, Gobernador que fué de Quijos y
provincias adyacentes, le concede Su Sría. todas las facultades nece­
sarias para que conduzca los sacerdotes seculares a los Gobiernos de
Quijos y Mainas y auxilie las disposiciones que diere el Dr. D. Ma­
nuel de Echeverría, cura del pueblo de Saquisilí, Superior y Vicario
nombrado para dichas Misiones, que asimismo vaya en su compañía
procurando que se efectúe todo con la mayor moderación, evitando
el que se ofrezca comodón alguna, arreglándose para ello a las Rea­
les órdenes e instrucciones de que lleva un ejemplar impreso, que
pondrá por cabeza de autos y del presente para el mejor acierto,
tanto en las comisiones que se han expresado, como en hacer un in­
dividual estado de las poblaciones y habitadores de aquellos parajes,
con razón de las naciones confinantes, haciendo padrones con ins­
pección de los individuos, si hubiere total seguridad de que no ha de
producir la menor alteración esta diligencia, y por el contrario la1

(1) H isto ria General de la República del E cuador, lib. 5, c. 5;_VI, 182-83.
— 6 o4 —

practicará por medio de los padrones que tuvieren los Padres misio­
neros, comparándolos con un estado general hecho el año pasado de
1765 por los mismos, de que se le entrega copia, anotando lo qUe
hubiere de exceso o disminución, lo que también practicará en los
inventarios de iglesias y sacristías, que deberá hacer con individuali-
dad, con asistencia de dicho Vicario y vista de los Libros en que hu­
biere razón de ello, firmándolos con el inventario, en conjunto del
Vicario el Padre misionero, en los pueblos donde concurriese, y q ue
hiciese la entrega, sacerdote que recibe y testigos, actuando por sí
y ante sí por falta de escribano, y en los que no asistiere dicho Vi­
cario, con el Padre misionero, sacerdote y testigos. Todo lo cual
deberá ejecutar con el esmero y exactitud que sus circunstancias
prometen, haciéndose acreedor a la Real satisfacción por el impor­
tante servicio que hará a S. M. Y le asigna su Sría. 2.000 pesos
anuales de sueldo que se le pagarán de estas Reales Cajas; haciéndo­
se saber a los oficiales Reales, entregándoseles testimonio de este
expediente, para que tomen razón en el Libro de este cargo. Para
todo lo cual confiere su Sría. todas sus facultades al expresado D. Jo­
sé Basave, inhibiéndolo de los Gobernadores de las provincias de su
comisión, a quienes ordena le impartan todos los auxilios que necesi­
tare, como a sus Tenientes y otras cualesquiera Justicias, para que
tengan el debido efecto los mandatos de Su Majestad». (1)
Iba con el nombramiento de Vicario y Superior de todos estos
sacerdotes el Sr. Dr. Manuel de Echeverría, hombre digno en verdad
del cargo que iba a ejercitar. Se estableció en el pueblo de La La­
guna que era la residencia de los Superiores de las Misiones. «Em­
prendieron, escribe Velasco, el 2 de Enero de 1768, los nuevos mi­
sioneros su viaje, no tanto atentos a lo presente cuanto a lo futuro,
esperando poder mejorar pronto su condición por lo mucho que les
habían prometido. Salieron también el comisionado y el Vicario ge­
neral, y habiendo llegado después de largos tiempos y mil trabajos a
los primeros pueblos del Ñapo, que son puerta y entrada para las
dilatadísimas Misiones, murió uno, retrocedieron otros, espantados
de los trabajos y dificultades, y quedaron otros en el pueblo de Ca-
pocuy que es la misma entrada.. . . » Estas palabras concuerdan con
lo que el Presidente Diguja en carta de 12 de Mayo de 1769 informa
al Conde de Aranda. «Habiendo despachado, dice, veintisiete cléri­
gos seculares con un primero y segundo Superior... se internaron
todos a los países destinados, en los cuales enfermando unos, y no
pudiendo tolerar la intemperie otros, resultó el retroceso a esta ciu­
dad del segundo Superior y de ocho clérigos, dejando en aquellas
Misiones un gran vacío que suplir». (2) Y no podía ser de otra ma­
nera. Estos sacerdotes, algunos de los cuales venían a las Misiones
movidos por motivos e intereses humanos, no estaban preparados
para sufrir los imponderables trabajos y privaciones que lleva consigo1

(1 ) A rchivo S. J .
(2) A r c h iv o S . J .
— 6o 5 —

la vida de misionero. El Vicario dejó a cuatro de los eclesiásticos que


le quedaban en Archidona y en las reducciones del Ñapo, y prosiguió
adelante con los demás. «A fines de Abril,dice el P. Uriarte, dieciseis
clérigos con el Sr. Echeverría y el Sr. Basave, llegaron a la reduc­
ción de San Joaquín y aquí quedaron a descansar por espacio de dos
meses, pues venían estropeados, por no estar hechos a tales viajes.
Tuve cartas de Quito en que me avisaban que algunos venían con
sotanas de Jesuítas para disimular con los indios; algunos habían sido
mis discípulos en gramática en el colegio de Quito», (i)
Desde San Joaquín de Omaguas el comisionado Basave envió
a los misioneros el anuncio de su próxima llegada y del encargo que
tenía de ejecutar la expulsión.
Un poco antes que se recibiese este aviso, el P. Superior Fran­
cisco Javier Aguilar había ordenado a los misioneros que tuvie­
sen todas las cosas listas para la futura entrega. «Yo, dice el citado
Padre Uriarte, hice mi prevención para el viaje que consistió en un
colchón de lana de ceibo, un par de sábanas de lienzo grueso de
Lamas, que aún me duran, [esto escribía el año de 1776], y remen­
dé mis camisas, sotanas y zapatos, porque no habían traído nada
nuevo».
Refiere luego, como se ejecutó el arresto en el pueblo de San
Regis, donde se hallaba de misionero. Trasladaremos aquí esta re­
lación; pues por ella podemos deducir de qué modo se verificó el
extrañamiento en las demás reducciones.
Recibió el 12 de Julio de 1768 carta del Sr. Basave, pidiéndole
que hiciese preparar carne, pescado y otras cosas para él, para el
Vicario y para los clérigos que iban con él hasta el pueblo de
San Javier de Urarinas. Avisó el Padre misionero a los indios, y és­
tos trajeron inmediatamente y en cantidad, plátanos, yuca, carne y
pescado, se hicieron arcos de palmas desde el puerto hasta la igle­
sia, y además los indios tuvieron listos por su propia cuenta tinajo­
nes de bebida.
El día siguiente a las cinco de la tarde llegaron el Vicario,
el Sr. Basave y los clérigos; los indios besaron la mano al Sr. Vicario
y a los clérigos, cantaron el “ Alabado sea el Santísimo Sacramento"
y acompañaron a la comitiva hasta la puerta de la iglesia donde el
P. Uriarte esperaba con capa pluvial y agua bendita. Hecha una
corta oración salieron todos de la iglesia y se fueron a la del misio­
nero, donde se les dió a todos algún refresco o limonada.
De los sacerdotes seculares que venían con elSr. Vicario siete ha­
bían estudiado en el seminario de San Luis; de los otros nueve, uno
que tenía por nombre Escobar, venía lleno de granos y murió en bre­
ve, otro llamado Andino,era tan pobre que venía medio desnudo, y el
Padre le dió una sotana y a todos repartió sus libros. Al Vicario le
dió el Hortus Pastorum, y más tarde le entregó dos tomos en cuarto
grandes de los diarios que había escrito desde su entrada a las Misio-1

(1) D i a r i o de u n m isio n ero de M a in a s (Mt.) P. IV, n. '100.


— 6o6 —

nes, pero guardando para si un compendio que él mismo había he­


cho, además los diarios del P. Bastidas, una instrucción a los misio­
neros y vocabularios de varias lenguas.
El día 15 de Julio fué el señalado para notificarle la expulsión
decretada por Carlos III; este día, hubo misa, doctrina y plática a
los indios reunidos, al fin de la misa el Sr. Echeverría les echó tam­
bién una plática en quichua.
A las diez el Sr. Basave fué al aposento del Padre con dos testi­
gos y con mucha delicadeza y grande sentimiento le intimó la orden
de destierro, después de lo cual añadió: Es voluntad del Sr. Presi­
dente que V. R. prosiga con los indios hasta el punto en que salga,
y así sin hacer novedad lo hará, mandando en todo como hasta aquí;
el clérigo está ya advertido.
A todos los misioneros se les hizo este mismo encargo menos a
los del río Pastaza, adonde el comisionado no fué personalmente,
sino que los avisó por cartas que se dirigiesen a San Joaquín de Oma­
guas. Aunque esta situación resultaba harto difícil y penosa nuestros
Padres, pasaron por ella a fin de hacer algún bien a los indios e ins­
truir mejor a sus sucesores. Mas el P. Carlos Albrizzi misionero de
Chamicuros, no quiso estar un día más en su reducción, desde el mo­
mento que estuvo en ella el clérigo que había de tomarla a su cargo,
diciendo que él había abandonado Venecia su patria para trabajar
en servicio de Dios y del rey de España, entendiendo en la conser­
vación de los indios, pero ya que el rey le arrojaba de su territorio,
no quería estar un punto más en él, y aquel mismo día se embarcó
y se fué hasta la reducción de Nuestra Señora de Loreto de Ticu­
nas, el último pueblo de la Misión en la raya de Portugal, y ahí es­
peró a sus compañeros de destierro.
El Sr. Basave lejos de poner alguna dificultad a los misioneros
para que llevasen los objetos que les pareciese necesarios,
les invitó a hacerlo. Y así después de terminar el inventario de la
iglesia en San Regis, dijo al P. Uriarte: V. R. puede llevar lo de
su uso, y añadió: lleve cuanto pueda porque tendrá necesidades. El
Padre se aprovechó de este permiso para llevar además de la pobre
ropa que tenía, un altar portátil, por si acaso se le ofrecía la oca­
sión de poder decir misa. Por la tarde del día 15 se dispuso el viaje
del Sr. Basave a Urarinas y salió el día siguiente, tocando los indios
sus tambores y las campanas.
Habiendo apuntado en su Diario como se le notificó la expul­
sión y la entrega que hizo de su iglesia al sucesor, prosigue el
P. Uriarte de esta manera: «Los buenos clérigos, unos me decían,
aludiendo a las pocas cosas que veían en la casa: ¿Y dónde están las
ricas alhajas que nos decían tenían Vuestras Reverencias adquiridas
de Portugal? ¿Estas son las riquezas que tanto nos decían tenían en
la Misión? Otros viendo la decencia de la iglesia: Esto sí que es
para alabar a Dios, en esto se han esmerado Vuestras Reverencias.
¿Y cómo han proveído sus iglesias de tantas alhajas? ¿Las ha dado el
rey? Todo, les respondía, está puesto aquí a costa de los misione­
ros, y con algunas limosnas que han hecho personas piadosas. ¿ *
— 6o 7 —

cómo podremos pasar, decían, sin pan, ni carne, ni otras cosas de


afuera? Esto sólo era para Padres Jesuítas que quieren padecer por
Dios. Ya se harán Uds. a la tierra, les respondía, ánimo que Dios
dará fuerzas para todo. Sóbrelo bien entablado de la gente se ha­
cían lenguas. No están así los curatos de Quito, decían, Vuestras R e­
verencias los tienen a estos bárbaros como a unos santos. Ya lo ve­
rán Uds., decía yo, a fuerza de agasajos y enseñándoles continua­
mente se consigue esta regularidad. Otros añadían; ¿Y el oro de
camaricos que nos decían? Ahí conocerán Uds.,les decía yo,lo que se
habla en el mundo; ese par de yucas o plátanos que ponen a la puer­
ta las mujeres casadas solamente, los días de doctrina, éste es el oro,
y ésto sirve de diezmos y primicias, ni hay más derechos; aquí to„do
se ha de hacer de caridad, y los 200 pesos que da el rey se gastaban
en proveer a estos pobres de un todo. Hagan Uds. así, y espero en
Dios que se mantendrá la Misión. Aquí se encogían de hombros y
cabeceaban», (i)
El P. Uriarte se extiende más largamente en su diario sobre lo
que le pasó con el, sacerdote que le debía sustituir en la reducción de
San Regis. «Hecha la entrega, dice, vino inmediatamente mi suce­
sor, D. Miguel Morán, de unos 50 años y me dijo: Padre mío, yo
vengo mandado del Obispo, harto lo siento (2), V. R. por Dios me
instruya en lo que debo hacer que estaré como novicio, observando
hasta que se vaya, ni en nada de iglesia o pueblo me m e te r é ....
Lo fui pasando con mi clérigo viejo en santa paz; Aunque quise co­
rrer sólo en lo espiritual con el pueblo no quiso, pretextando la or­
den del O b isp o ... Pero estaba lejos de acostumbrarse. Habiendo
mandado a mis mitayos que llevasen al clérigo lo que encontrasen,
lo mismo que al Padre, me dijo: Padre, entiéndase V. R. con sus
mitayos. Era el caso que uno le había traído una charapilla [tortuga
tierna], el mejor bocado del Marañón, y él se la había tirado a la ca­
beza diciendo: i Yo he de comerese diablo!. . . . Se admiraba d éla
reserva con que yo trataba a las mujeres, y le advertí que era esto
preciso por la edificación y nuestro honor. Y así una vez que vinien­
do una moza casada a no se qué negocio y la tocó por cariño, ella
se le huyó. El decía de cuando en cuando ¿quién ha de vivir con
esta gente tan esquiva? Padre, prepáreme canoa que yo me vuelvo
a Quito. Me muero aquí de melancolía quedando solo. Cuando visi­
tábamos a los enfermos, y entre ellos a un Iquito enteramente cu­
bierto de sarna, granos y despellejado, y veía el modo con que el
Padre le curaba, él hacía mil aspavientos.
Habiendo venido para el Sr. Gobernador D. Antonio Peña un
pliego, que sé decía venía del rey, corrió la voz que era la revoca­
ción de la orden de destierro dada contra los misioneros. Al saber
esto el clérigo daba saltos y decía: Hoy, día de Santa Rita, abogada1

(1) D iario de un m isionero de M ainas, (M s.) P . IV , n. 106.


(2) El mismo contaba que por una pendencia que había tenido en la V illa de Ibarra con un
tal González, el Obispo le había despedido y enviado a la Misión por modo de penitencia.
— 6o8 —

de imposibles, ha venido esto; yo ya me vuelvo a mi tierra. Vuestra


Reverencia, gracias a Dios, se queda en la Misión. Pero pronto se
supo la verdad. La carta era del Ministro Wall dirigida al Virrey, y
éste la remitía al Gobernador. Su coutenido se reducía a que ha­
biéndose antojado al Príncipe de Asturias ver los pájaros hermosos
de las Indias, mandaba el Virrey que todo misionero hiciese recoger
cuanto antes los más especiales de la Misión a costa del Real Era­
rio, y los remitiese, si se podía vivos, y sino las plumas, (i)
En cuanto lo supo el Maestro Morán no quiso ni leer la carta,
diciendo: ]Le parece al chapetoncillo que, como los Jesuítas, hemos
de ser sus criados los clérigosl |que busque criados que le sirvanl
¿Querrá hacer méritos a nuestra costa? Yo he menester juntar plu­
mas para hacer una colcha y frontal a San Miguel, en cuyo día nací.
E l clérigo de Urarinas cuando le presentaron el papel en que se le
encargaba mandase coger pájaros, puso las siguientes palabras en el
sobre del escrito que le presentaron: Esta carta será para algún ma­
yordomo, no para nesotros, pase adelante».
El Maestro Miguel Morán se alborotó otra vez cuando vió pasar
el despacho que iba a Quito a mediados de Setiembre y no podía ir
él. El Padre pudo tranquilizarle, y se celebró la fiesta de San Mi­
guel en el pueblo en honor del nuevo cura, con una novena y fiestas
que hicieron los indios. El P. Uriarte compuso algunas cuartetas en
honor de San Miguel que el buen clérigo cantaba en su guitarra.
Este estado de tristeza, de desaliento y deseo de volver a la
Sierra era bastante general en los demás sacerdotes que acaban de
llegar para ocupar el puesto de los antiguos misioneros. Poco se po­
día esperar de ellos para el florecimiento de las Misiones.
Así lo entendió el Sr. Presidente Diguja y se lo escribió a
Aranda a 12 de Mayo de 1769: «La experiencia que tengo de este
país, me ha hecho comprender con evidencia que las Misiones
de Mainas no pueden subsistir por medio de la dirección de sa­
cerdotes seculares, porque destinándose por lo común, a hacer
méritos para ser promovidos a beneficios eclesiásticos, sólo pro­
penden a conseguir el fin con la mayor brevedad, habiendo pru­
dentes recelos de que desamparen, si se demora el acomodo de
ellos». (2)
Por esta razón Diguja, a los dos años retiró a los clérigos de las
Misiones y las encargó a los Religiosos Franciscanos. Pero esta me­
dida fué desaprobada por la Corte que mandó que volviesen los sacer­
dotes seculares a hacerse cargo de las Misiones de Mainas.1

(1) EI P . Uriarte hizo que lot indios cogiesen con tut bodoqueras lot pájaros pedidos, y el
Gobernador pudo recoger de toda la Misión un buen cajón, que los misioneros expulsados lleva­
ron a Europa,
(2 ) A rchivo S. J .
— 6og —

3— Por Setiembre de 1768 el Sr. Basave recibió una comunica­


ción de Diguja en que le daba a conocer la orden venida de Madrid,
de que los misioneros desterrados fuesen a España por la vfa del
Gran Pará y de Portugal, y que con esta facilidad de viajar de­
bían salir todos sin excepción, aun los viejos y enfermos; pues así lo
mandaba la Corte. Avisábale al mismo tiempo que daría providencia
para que el Gobernador del Pará proveyese de todo a los misioneros
a cuenta del rey de España. Diguja sin duda ninguna mandó este
aviso, porque él tenía ya todo preparado para proveer a los misione­
ros, si hubiesen salido por Quito, pero el Gobernador del Pará o no
recibió la orden, o si la recibió no la cumplió, y los misioneros pa­
saron a Europa sin el vestido necesario.
Al dar a conocer esta nueva disposición de la Corte a los misio­
neros les encargó también que estuviesen listos para salir a mediados
de Octubre. Con esta noticia algunos misioneros se alegraron pen­
sando que de este modo llegarían más pronto a Italia, pero otros
temieron mucho al ver que caían en las garras de Pombal y no se
engañaron.
En conformidad con la orden del comisionado, los misioneros de
la Misión Alta se dirigieron todos a la reducción de San Regis, donde
se hallaban ya reunidos el día 28 de Octubre, preparados para em­
prender el camino del destierro.
Reinaba entre todos gran caridad y animación, a pesar de lo
triste de las circunstancias. Los indios por otra parte lo observaban
todo y quedaban admirados al ver que tantos Padres se les iban, sin
adivinar la causa porque mandaba el rey que los abandonasen.
Al día siguiente 29 de Octubre, los Padres dicha la santa misa
se embarcaron en San Regis de los Yameos para proseguir el viaje,
menos el P. Uriarte que quiso despedirse particularmente de sus in­
dios y darles los últimos abrazos y regalos. Pero su emoción fué
tanta que no pudo, y encargó al Maestro Morán que distribuyese en
su nombre lo que tenía reservado, y llorando a lágrima viva, fué a
embarcarse en el Marañón. Siguiéronle al puerto todos los morado­
res del pueblo, hombres y mujeres, niños y viejos, con grandes la­
mentos y gemidos, pidiéndole que volviese pronto. «Mandé, dice el
Padre, bogar para abajo rezando la letanía, y abandonado a una pro­
funda molancolía, bogamos todo aquel día hasta que con motivos
sobrenaturales me pude sosegar. Iban conmigo dos muchachos que
me servían en lo que se ofrecía, y no se me apartaron hasta que los
obligué a volver de San Pablo de los Portugueses. Confieso que ni
en la muerte de mi padre y madre tuve lágrimas y sentimiento más
vivo que en ese día». (1)
Llegó a San Joaquín de Omaguas, donde quiso detenerse para
saludar a sus antiguos feligreses, y como hacía unos seis meses que
había salido el misionero de la Compañía, «hallé, dice, los alares
de la iglesia caídos sobre las ventauas, y ella todo oscura; toda aque-1

(1) O.Í..P. IV.n. 120.


— 6io —

lla bella fábrica, pórtico, plaza, y aun la hermosa casa, tan desaliña-
dos, que no se conocían casi lo que {fueron, porque nacía se había
tocado ni compuesto». Los indios le decían: «Después que vosotros
os vayais, nosotros iremos a Quito al Presidente, y le pediremos os
vuelva presto; si no lo hace nos meteremos en un escondrijo, que
todos los viracochas no lo sepan y ahí estaremos hasta vuestra
vuelta».
Al pasar por San Pablo de Napeanos se le juntaron otros tres mi­
sioneros, a quienes el Sr. Basave había llamado por carta pero que no
habían llegado a tiempo para juntarse con él y con los demás Padres
que iban delante. Eran estos los Padres Juan del Salto, José Montes y
el Hermano Coadjutor Pedro Schöneman. Este último le dió a co­
nocer el estado de las reducciones de los Iquitos del Nanay y río
Blanco. «Padre Manuel, decía, ya se acabará la misión Iquita muy
pronto, si Dios no hace algún milagro; el P. Juan del Salto y yo ve­
nimos a una carta del Sr. Basave, y entregamos a los Iquitos al clé­
rigo, el cual aunque traía consigo a un hermano seglar para cuidarlo,
ya hombre hecho, el mismo dijo no podía aguantar aquel temple y
ya pidió salir, y dice que si Echeverría no lo concede, él se irá, que
el derecho natural le obliga a conservar la vida. Por otra parte los
indios mismos con su viveza, cuando les manda algo responden:
¿Acaso tu eres Padre como los otros? y otros disparates; y lo mismo
contaba el P. Salto de Santa Bárbara de Iquitos»
El P. Unarte salió de San Pablo de Napeanos el 2 de Noviem­
bre, y al pasar frente a las bocas del río Ñapo, se le renovaron todas
sus penas, recordando su primera Misión entre los indios Encabe­
llados, los pueblos que habían formado, y se lamentaba de no haber
muerto allí cuando los indios atentaron contra su vida.
Un poco después de pasado el Ñapo dió el alcance a los otros
misioneros. Juntas ya las 18 canoas en que iban todos los Padres
con otra en que iba el Sr. Basave, se le ocurrió al P. Superior Fran­
cisco Javier Aguilar, hombre algo estrecho y escrupuloso imponerles
una distribución como de comunidad. «Empezó, dice el P. Uriarte, a
juntarnos a comer y cenar, leyendo en la mesa el Hermano Schöne­
man, al detenernos en las playas del río, y tocándose la campanilla a
oración, examen, letanías y rosario, habiéndome hecho distributa­
rio. Leíase la vida del P. Realino y por lección espiritual el Kempis,
para los puntos Avancini. . . Los Padres alemanes principalmente
tenían esto por extravagancia, pero el buen Superior, escrupuloso,
lo miraba como necesario. Tocábase a Avemarias a la mañana, me­
dio día y al atardecer, y un poco después a las Animas. Al amanecer,
decía el P. Superior misa que oíamos tocios y después cada cual se
metía en su canoa y tomaba su desayuno andando», (i)
Llegaron a San Ignacio de Pebas el día 4 de Noviembre, y ahí
se les juntó el P. José Bahamonde, misionero de aquel pueblo. El
día 12 llegaron al último pueblo de la Misión, Nuestra Señora de

( l ) Ibid., n. 123.
— 6 11 —

Loreto de Ticunas, ahí los estaba esperando el P. Carlos Albrizzi,


que no había querido estar ni un momento con el clérigo que le ha­
bía de reemplazar en Chamicuros. El 13 día de San Estanislao, tu­
vieron todos la dicha de poder celebrar el santo Sacrificio de la
misa. El 14,los diecinueve misioneros desembarcaron en San José de
Yavarí, primer pueblo de Portugal. Era este pueblo una reducción
fundada por los Jesuítas portugueses, con el nombre de San Ja­
vier de Yavarí, pero al ser expulsados los misioneros, se cambió tam­
bién el titular del pueblo, llamándose San José de Yavarí en ade­
lante, Casi todos los indios se habían huido después de la expulsión
de los Padres, por lo que el pueblo estaba en gran parte des­
truido. Al ir a decir misa el día siguiente nuestros misioneros, en­
contraron pegado en la puerta de la iglesia el siguiente papelón:
«Ningún vasallo de Su Majestad Fidelísima trate directa, ni indirec­
tamente con alguno de los llamados de la Compañía de Jesús, pena
de la vida y tenerse por reo de lesa Majestad, por ser los dichos,
enemigos declarados de la Corona», Nuestros misioneros principia­
ban a sentir el odio satánico de Pombal.

4 - En cuanto a los misioneros del río Ñapo, para cumplir con


el decreto de destierro, fueron saliendo por la vía de Quito y Gua­
yaquil, los más voluntariamente, sin que se les intimase el decreto
de expulsión, ni diese ninguna instrucción sobre la manera de cum­
plirlo. Estaban entonces en las reducciones del Ñapo los siguien­
tes misioneros: R. P. José María Linati, Vicesuperior de la Misión,
P. Francisco Zamora, cura de Archidona, P. Juan Marschat, coad­
jutor de Archidona, P. José Romei, misionero de Puerto de Ñapo,
P. Juan Ibusti, misionero de Capocuy, P. José Cenitagoya, misione­
ro de Pinches, que salió a Quito para curarse. El primero de los seis
que tomó el camino de la capital fué el P. Juan Marschat, que llegó
el 10 de Diciembre de 1767 y salió el día siguiente para Guayaquil en
compañía de los Padres Procuradores y Hermanos hacenderos. Lue­
go salieron los Padres Linati, Romei y Cenitagoya,los cuales fueron de­
positados en la Recolección de los Padres Franciscanos en Pomasqui.
A estos siguió el P. Zamora, que habiendo recibido en su
curato de Archidona a nuevos curas misioneros que pasaron por
Enero a internarse en las Misiones, salió el día 3 de Marzo de 1768
a Quito y fué internado en San Francisco, así que llegó, el 16 del
mismo mes. El último fué el P. Ibusti el cual salió de su pueblo de
Capocuy por Agosto de 1768. Cuando llegó a Quito ya no encontró
a sus compañeros de Misiones que habían salido el 20 de Setiembre
de 1768 para Guayaquil. Se puso inmediatamente de camino y pudo
alcanzarlos en aquella ciudad, donde ellos habían llegado con toda
felicidad el día 4 de Octubre.
Los dos misioneros más retirados eran el P. Javier Crespo,
cura de Lamas y su Coadjutor el P. Juan Ullauri. Habían tenido no­
ticia de la expulsión y cansados de esperar, no sabían cómo, ni por
dóude habían de salir, ni a quién habían de entregar aquel curato.
Esto se debió a que ni el Presidente de Quito dió resolución pa-
— 612

ra esta parte, porque estando fuera de su jurisdicción, juzgaba que


la había dado el Virrey de Lima, ni éste tampoco tomó résolu,
ción ninguna, o por no ser Jesuítas pertenecientes a la Provincia de
Lima, o por ignorar que estaban en el territorio del Virreinato. Re.
cibieron finalmente carta del Presidente Diguja en respuesta a la
suya, el día 16 de Abril de 1768 en que les ordenaba que entregando
el curato a algún clérigo de Trujillo, saliesen para Jaén de Bracamo-
ros y Piura, y por aquella vía a Guayaquil. El día 6 de Junio pu­
dieron entregar el curato a un clérigo de Moyobamba, y aquel mismo
día salieron para embarcarse en el Guallaga hasta llegar a La Lagu­
na. El día 10 de Julio empezaron a subir por el Marañón, llegando
a los 50 días al puerto de Jaén de Bracamoros. Desde ahí pasaron a
Piura, andando por pésimos caminos, y de Piura adonde habían lle­
gado tan sólo el primero de Noviembre, se dirigieron a Paita donde
se embarcaron y llegaron a Guayaquil el 27 del mismo mes, habiendo
pasado trabajos que sólo el que los ha experimentado puede apreciar­
los en su justo valor.
CA PITU LO CUARTO

V IA JE D E LOS JE S U IT A S D E LA P R O V IN C IA D E Q U ITO A E U R O P A

SU M ARIO: 1. Las diversas expediciones de desterrados; muerte del P. Provincial.


— 2. Viaje de los misioneros del Marañón.— 3. Los enfermos.

VELASCO, Historia.. . .Crónica.. . .años 1 7 6 7 -6 8 ,—URIARTE, Diario de un misionero de Mainas (M s.)


P. I V ,—CHANTRE, Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el MarañóH español lib. 12,
cc. 3 -1 5 -A R C H IV O S . J .

i — Los Jesuítas desterrados que se juntaron en Guayaquil,inclu­


yendo los 13 que se hallaban en ese colegio, llegaron al número de
189. Los primeros en llegar fueron los del colegio de Riobam-
ba que desembarcaron el 3 de Setiembre de 1767; los demás fue­
ron siguiendo en diferentes fechas, hasta el 2 de Noviembre de
1768, en que se presentaron los dos últimos,los Padres Javier Crespo
y Juan Ullauri que venían de Lamas. Todos fueron muy bien tratados
y atendidos por el Gobernador D. Antonio Zelaya, que en todo se
portó como verdadero caballero cristiano. Bien se echó de ver esto
en lo que sucedió con la primera expedición de desterrados que llegó
a Guayaquil, que fué, como dijimos, lo que procedía del colegio de
Riobamba. «Estando para desembarcar, escribe el P. Velasco, alis­
tó la gente de su compañía el capitán D. José Crespo para con
ella puesta en armas, recibirlos y conducirlos a la casa prevenida
para su alojamiento. Sabiendo esta prevención militar el Sr. Go­
bernador, reprendió agriamente al capitán por haberse metido en lo
que no le tocaba, y no se le había dado orden, en atención a que
los sujetos iban a entregarse libremente por sus pies, sin guarda al­
guna que los condujese. Avergonzóle con esta razón y le dió orden
para que a éstos y a las demás que fuesen llegando, los recibiesen en
la ciudad sin el menor bullicio, ni tropelía, sino antes con toda ur­
banidad y respeto. Cumplióse con todos esta orden. No tuvieron
estrictez ninguna en la reclusión, ni hubo celo de que no tratasen o
comunicasen con las personas de fuera, antes sí entera libertad, por­
que los guardas de la puerta sólo eran para formalidad y cumplimien­
t o .. . Ninguno de cuantos llegaron a aquel puerto fué hospedado en
el colegio, ni en conventos de regulares, sino en diversas casas de
caballeros particulares. A todos trataron igualmente bien, asistién­
dolos con gran caridad en todo, tanto que a este esmero se atribuyó
— 6 i4 —

principalmente, el que siendo nn país malsano y en la estación más


peligrosa y ardiente para los que bajan de la Sierra, ninguno murie­
se, ni aun enfermarse de algún cuidado».
Según que se presentaba la portunidad de navios, el Gobernador
iba remitiendo los Religiosos a Panamá. Hicieron esta travesía en
ocho barcos más o menos bien acomodados, pero el viaje fué gene­
ralmente feliz y próspero para todos, aunque todos, por una razón
o por otra tuvieron bastante que ofrecer a Dios Nuestro Señor. Lo
que el Gobernador no toleraba era excusa de parte de los capitanes
de los barcos. Su fórmula al requerirlos solía ser la siguiente: «Sin
excusa, bajo 2.000 pesos de multa y cuatro años de presidio, apreste
su navfo para ir al puerto de Perico de la ciudad de Panamá».
Según iban llegando a Panamá se fueron reuniendo en nuestro
antiguo colegio, corriendo su custodia a cargo de un oficial de gue­
rra, con muchas precauciones y guardas de soldados del regimiento
de la Reina, que se hallaba entonces en aquella plaza, remudándose la
guardia dos veces al día. La reclusión fué siempre harto estrecha,muy
escasa la comida, no tanto porque la ciudad estuviese poco abas­
tecida de víveres, cuanto por el descuido y miseria de aquellos por
cuyas manos corría el gasto para la manutención de los Jesuítas.
Experimentaron todos muy mal trato en todo, de tal suerte que no
habiendo muerto ni enfermado hasta aquf por tan diversos caminos
de mar y tierra, en que fueron bien cuidados y asistidos, según la
Real ordenanza, desde aquí, donde se faltó a ella en casi todo, desde
que se ejecutó inicuamente el arresto de aquel colegio, comenzaron
a enfermar y morir, según diremos luego, por las pésimas y muy es­
casas providencias que se dieron hasta el puerto de Cartagena.
«Cuando fueron llegando los sujetos de la Provincia a Panamá,
había tomado posesión de aquella plaza el Gobernador de Portobelo,
quien aunque no se mostró ni caritativo ni afecto, a lo menos no se
mostró tan inhumano ni contrario como el anterior. Usó de un po­
co de atención a los principios, disimulando y permitiendo el que
entrasen a cumplimentar al Provincial y demás Religiosos varios ca­
balleros de la ciudad. Al ver esto entró también el limo. Sr. Obispo
Moreno, quien condolido de nuestro trabajo dió a todos los sacerdo­
tes facultad para que usasen altar portátil por todo el camino y para
que confesasen a cuantos se les llegasen...» (i)
A los quince días de su llegada, que fué el 27 de Octubre, enfer­
mó gravemente el P. Provincial Miguel de Manosalvas con fiebre
aguda, que acabó su vida a los 8 días. Hallándose cercano a la
muerte nombró de Viceprovincial al P. Tomás Nieto Polo y con
grande edificación de todos, por los grandes ejemplos que había da­
do en el arresto, en los caminos y en la enfermedad, murió el día
20 de Noviembre de 1767.
Mandó el Gobernador que no se doblasen las campanas, dando
por razón que había muerto excomulgado, en cualidad de reo de1

(1 ) V elatco. I, c.
— 6 15 —

Estado y en desgracia del rey. Escribióle sobre este asunto una carta
nluy discreta el P. Socio Juan Bautista Aguirre, y como resultado
permitió que se doblasen las campanas, aunque tarde por la noche.
Hubo sobre el entierro mil dificultades y diferencias, hasta que pi­
dieron hacerlo por su cuenta los Padres Agustinos Descalzos, los
cuales si bien no alcanzaron licencia expresa del Gobernador consi­
guieron su permiso y disimulo.
Sacaron ellos el cuerpo de nuestro colegio, hasta cuya puerta
y no más, fuó permitido a los Nuestros que lo acompañasen, entre
las guardias de los soldados. Estos Religiosos lo condujeron a su
iglesia, y besando las manos uno por uno al cadáver, le hicieron
el entierro con grande solemnidad, depositándolo en una caja sepa­
rada de los suyos con rótulo que pudiese servir para lo venidero.
A los dos días de muerto el P. Provincial,llegó a Panamá el -Her­
mano Coadjutor Francisco Gómez, conduciendo varios fardos de ro­
pa blanca y negra, que el caritativo cuidado del Presidente de
Quito D. José Diguja enviaba para suplir lo que no se había dado a
los Religiosos de los otros colegios de la Audiencia. El P. Tomás
Nieto Polo la hizo distribuir según las necesidades de cada uno.
Cumplido aquí el tiempo de su noviciado hizo los primeros votos
el Hermano estudiante Manuel Viteri, por Enero de 1768. Los hu­
biera hecho antes el Hermano Rafael Bracho que había mostrado
tanta constancia en seguir su vocación, triunfando de los fuertes
asaltos con se la habían combatido; mas agravándosele la enferme­
dad de que había padecido, fué preciso remitirle a su familia que se
hallaba en Panamá, de donde él era nativo.
De Panamá los pobres desterrados pasaron a Cartagena en ocho,
partidas con suerte diferente. La primera que salió de Panamá la
componían los Religiosos expulsados de aquel mismo colegio. Eran
nueve y habiendo enfermado gravemente uno de ellos, el Hermano
Coadjutor Manuel Baliñas, los restantes fueron sacados, a los 26 días
de estrecha prisión, y echados ignominiosamente, sin que se les die­
se provisiones para el viaje, y en extremo faltos de ropa. Salieron
de Panamá el 28 de Agosto de 1767, y haciendo por tierra dos jorna­
das hasta Cruces con no poco trabajo, se embarcaron en el río Cha-
gres en una “ chota” hasta Portobelo. Aquí sin hacerlos saltara tie­
rra los trasbordaron a una balandra que los condujo a Cartagena
eu siete días. Llegaron todos ocho con felicidad el día 8 de Setiem­
bre de 1767.
La segunda partida se compuso de 76 Religiosos. Iban dividi­
dos en dos grupos de 38. Salió el primero el día 22 de Octubre de
1767, y el segundo, el día 26 del mismo mes, juntándose otra vez
en Cruces el día 27. Descansaron allí dos días y el 30 salieron to­
dos para el castillo de Chagres, distribuidos en cinco piraguas. El 31
llegaron a Chagres; durmieron unos a bordo y otros en tierra El
2 de Noviembre partieron en las mismas piraguas a Portobelo,a don­
de llegaron tres de ellas, al anochecer de aquel mismo dfa. Las otras
dos corrieron peligro a causa de un repentino temporal. La una
— 6i6 —

en que iban ocho Religiosos estuvo en gran riesgo de perderse


porque se le quebraron el timón y el palo de la vela. Tuvieron
sin embargo la fortuna de poder acogerse a fuerza de remos, a una
ensenada, donde pasaron la noche, y llegaron al siguiente día a Por»
tobelo sin haber comido bocado en 36 horas.
Mayores peligros aún corrió la otra piragua que llevaba dieci-
seis Religiosos. Tuvo que salir de Chagres contra la voluntad
de su patrón, que se resistía a darse a la mar por tener roto el timón,
faltarle varios aparejos necesarios, y no tener más vela que un trapo
lleno de mil agujeros. Mas, como le amenazasen los oficiales con la
cárcel, se vió obligado a salir en compafiía de las otras embarca­
ciones, Cogió a todas igualmente el temporal, mas no teniendo ésta
gobierno alguno, comenzó a fluctuar desde luego y hundirse rápida­
mente, y acabó por naufragar en Punta de Brujas. Luego que se vie­
ron perdidos, echáronse todos dieciseis al agua, sin que peligrase nin­
guno, porque tenía el mar poco fondo en aquella parte, y la tierra no
distaba sino dos cuadras. Pasaron aquella noche en la playa, desnu­
dos, comidos de mosquitos, sin un bocado de alimento y expuestos
por completo a la inclemencia y desabrigo.
Al día siguiente en que pasaba el correo en una “ chota” , reco­
gió a seis de ellos y los puso el mismo día en Portobelo. Los diez
restantes prosiguieron en el mismo desamparo en la playa, hasta que
sabiendo en Chagres la desgracia, les mandaron el día 4 otra “ cho­
ta” con algún socorro. Si tardaba ésta un poco más, podía no haber
encontrado sino los cadáveres, despojos del hambre, de la desnudez
y del frío; llegaron ese mismo día a Portobelo.
Después de juntos los setenta y seis en Portobelo,los pusieron en
dos embarcaciones, la “ F eliz” y la “ Víbora” . La “ Feliz” acababa
de desembarcar en Portobelo un cargamento de negros atacados de
la peste, cuya insufrible hediondez aún se percibía. No tenía cama­
rotes, pero sí innumerables agujeros por donde entraba el agua y
lo pudría todo. En ella pusieron 55, y en la “ Víbora” los 21 res­
tantes, sin exceptuar a los que se hallaban gravemente enfermos,
usando con ellos de inhumanidad tan grande que no se hiciera creí­
ble, ni entre las naciones más bárbaras del mundo.
Embarcados en la forma dicha los setenta y seis, segunda vez re­
clamaron los que iban de Superiores representando el estado de los
que se hallaban gravementé enfermos. No se dió oído a sus reclama­
ciones y todos salieron de Portobelo el 13 de Noviembre de 1767.
La misma noche padecieron un temporal muy recio. La “ Víbora"
volvió al día siguiente a Portobelo de arribada, así para repararse del
maltrato, como por hacer alguna provisión de víveres de que ibaú
sumamente escasos. Acabando de arribar murió el día 14 en la misma
balandra el P. José de Ormaechea. Juntamente con su cuerpo, al
cual dieron sepultura en tierra, sacaron muy malos al P. Domingo
Hoyos y al Hermano Coadjutor Ambrosio Astudillo, sin permitir que
ningún otro saltase a tierra. Metieron alguna corta provisión de vi-
— 6 17 —

veres y obligaron a que la balandra saliese segunda vez al día si­


guiente en que murió el Hermano Astudillo. Se dió a la vela el día
i$ con tan próspero viaje, que en cinco días dió fondo en Cartagena
el día 19 del mismo mes, aunque los Nuestros tuvieron que lamentar
la muerte del P. Luis Salvador, que falleció el mismo día de la en­
trada. De esta manera desembarcaron sólo 17 Jesuítas, y de ellos
estaba de tanta gravedad el P. Juan Antonio Giraldo que murió a
los pocos días. La “ Feliz” , aunque no volvió de arriba a Porto-
belo la noche del temporal, tuvo más larga y trabajosa navegación
a causa de los vientos contrarios y de los muchos enfermos inficio­
nados por el contagio de los negros. Durante la travesía murieron
tres, el P. Antonio León y el Hermano Coadjutor Adán Schwartz,
el día 26 de Noviembre, y el P. José Ibarrola, el 1? de Diciembre.
El 3 del mismo mes de Diciembre llegaron 51 a Cartagena, por
gran ventura, pues lo natural era que la mayor parte hubiese pere­
cido, porque además de haber ido en un navio apestado y lleno de
mil incomodidades, no llevaban más víveres que para tres o cuatro
días, o con suma escasez para ocho. Como durase la navegación 21
días, nuestros viajeros no tuvieron para su sustento sino la carne sa­
lada y galleta que había sobrado de los negros, y aun la galleta era
tan escasa, que una sola que era la última, la comieron entre varios,
el día dos, víspera de llegar a Cartagena.
Sin contar los muertos, desembarcaron ocho enfermos, y entre
ellos tan malos algunos, que les estaban ayudando a bien morir.
Convalecieron luego, porque' su enfermedad era de hambre. Se
impuso de todas estas miserias el Sr. Murillo, Gobernador de Carta­
gena. Este magistrado sobremanera indignado contra el capitán
responsable de tamaña inhumanidad, entró en persona en la nave,lue­
go que dió fondo, y consolando a los Jesuítas con amor y caridad, los
hizo sacar luego para procurarles todo el alivio posible.
La tercera partida se compuso de veinte Religiosos, siendo seña­
lado para Superior el P. Tomás Pastor. Salieron de Panamá el día
3 de Noviembre de 1767, y llegando a Cruces, dejaron allí gravemen­
te enfermos al P. Pedro Vicente Valencia y al Hermano Coadjutor
José Dávila. Los dieciocho restantes pasaron en piraguas a Portobe-
lo donde pusieron a bordo de la goleta “ El Correo” a solo doce por­
que uo cabían más. Se dieron estos a la vela el 25 de Noviembre y
llegaron con felicidad a Cartagena el 2 de Diciembre. Los otros seis
se detuvieron en Portobelo hasta el 13 de Enero de 1768, en
que, puestos a bordo de otra goleta de correo, llamada “ Lebreta” ,
se dieron a la vela el mismo día. El siguiente día 14 sufrieron un
fuerte Norte que los arrojó sobre el banco de San Blas, viéndose por
tres ocasiones en grave peligro, la primera encallando con un recio
golpe, la segunda varando del todo con otro golpe mayor, tanto que
capitán y marineros dándose por perdidos confesaban a gritos sus
pecados, entre tanto que los Nuestros se disponían también para la
muerte, reconciliándose los unos con los otros. Hicieron varios votos
— 6l8 -

y teniendo ya abandonada la goleta sin maniobra alguna, ésta de por


sí salió estremeciéndose con un fuerte golpe. La tercera ocasión de
zozobra fué, cuando, al tiempo de salir de unos escollos que sobresa­
lían del agua, llevó el viento la goleta a dar contra uno de ellos tan
recio golpe de popa, que juzgaron se abría toda. Salieron del banco
y de sus peligros con particular fortuna, y teniendo en lo demás feliz
navegación, llegaron a Cartagena el 20 del mismo mes de Enero.
En la cuarta partida iban veintinueve. Salieron de Panamá el 30
de Setiembre de 1767 y en Cruces se les juntó el Hermano José Dâ­
vila y el P. Pedro Vicente Valencia, que habían quedado en­
fermos en aquel pueblo. Prosiguieron su viaje en piraguas a Portobelo
donde se embarcaron para Cartagena el ix de Enero de 1768 sólo
treinta, por haber muerto el P. Pedro Vicente Valencia el 29 de No­
viembre. Llegaron felizmente a Cartagena el 22 del mismo mes de
Enero después de una navegación algo penosa y de haber estado en
grave peligro de naufragar en la boca del mismo puerto.
Los de la quinta partida en número de treinta salieron de Pa­
namá el 18 de Enero de 1768. En Portobelo se embarcaron en la
“ Víbora” que ya había hecho un viaje con Jesuítas, y que se hallaba
en tan pésimo estado que tenían el propósito de abandonarla por in­
servible. El P. Justo Pastor Mera en una carta escrita a su hermana
el 25 de Febrero de 1768 nos da a conocer lo que pasó en este viaje.
«Para llevarnos a 29 Jesuítas de Portobelo a Cartagena enviaron una
balandra llamada “ Víbora” que por tan vieja y maltratada estaba ya
sentenciada a ser echada a pique... Una noche nos vimos sobre un
banco de peñas sin viento y la corriente nos arrastraba a las peñas.
A fuerza de remos y como por milagro zafamos de ese peligro. Por
tres veces nos sucedió este mismo peligro sobre otros trabajos, y el
mayor fué que una noche sumamente oscura se nos levantó una re­
cia tempestad de un viento impetuosísimo contrario y muchas olas
en alta mar, que ni el piloto sabía donde nos hallábamos. Con el
choque de las olas, se nos abrió cerca de la quilla en la proa una
grieta de más de vara de largo y dos dedos de ancho, y otro tanto en
la popa. Así con evidente peligro caminamos dos noches y un día
hasta entrar en el puerto, y a la entrada quedó la embarcación va­
rada toda la noche sobre là arena. Al otro día saltamos a Cartage­
na. Y cuantos pilotos y marineros registraron la balandra, confesa­
ban que era imposible que hubiese caminado así y que sin milagro no
podíamos sino habernos ido todos a fondo. Quisieron aligerarla a to­
da prisa, y en esta operación se partió de popa a proa y se hundió
sin dar tiempo al capitán para sacar sus cosas».
En la sexta partida llegaron a Cartagena cuarenticinco Religio­
sos de la Provincia del Perú con tres de la de Quito que eran los Pa­
dres Angel María Manca y Domingo Hoyos con el Hermano Coadju­
tor José Imás. Desembarcaron el 28 de Febrero de 1768.
La séptima partida fué la de los Padres Procuradores y Hermanos
hacenderos en número de veinticinco. Uno de ellos el P. Isidro Lo­
sa refiere de este modo los percances del viaje en su Diario. «El día
12 de Febrero de 1768 salimos de Panamá para Portobelo y nos es-
— 6 ig —

coltaron 12 soldados y un oficial. Llegamos al pueblo de Cruces el


día 13, por camino de tierra con mulas malas y sillas peores, aunque
el camino fué bueno, así por el tiempo de verano que hacía, como
por estar lo más, aderezado y empedrado, adonde llegamos aunque
mortificados por el mal avío, pero con felicidad. El alcalde nos re­
cibió y avió en tres piraguas a la fortaleza de Chagres, a la cual lle­
gamos el día 20. Aquí nos hospedaron en algunos galpones abiertos,
que había en la marina, y nos trataron muy mal por la escasez del
lugar y por el descuido del oficial nuestro conductor. Este era un
alférez del regimiento de la Reina, muy tnozo y sin experiencia de
caminos y ninguna economía, de suerte que en comiendo él, daba
por comidos y satisfechos a los veinticinco Jesuítas que traía a su
cargo. En fin aquí nos quedamos dos noches sin cenar y los más dur­
mieron a la inclemencia y comidos de mosquitos. En la fortaleza nos
esperaba una balandra llamada “ San Mateo’’ . . . en la que nos em­
barcarnos para pasar a Portobelo el día 22 de Febrero, adonde llega­
mos el 25. El gobernador D. Francisco Fabro nos recibió con toda
caridad y trato muy fino.
El día 2 de Mayo nos embarcamos en Portobelo en una balan­
dra para Cartagena y nos hicimos a la vela de mañana con viento
contrario. El día 11 de Marzo volvimos a Portobelo de arribada por
habérsenos quebrado el palo mayor. Nos vimos esa noche en evi­
dente peligro de perdernos. Dios se apiadó de nosotros, y el piloto y
la gente de la nave determinaron arribar sin habernos dicho el inmi­
nente peligro en que estábamos. Ocho días cabales estuvimos en el
mar y fué harto lo que tuvimos que ofrecer a Dios; pues en dicha
embarcación todo concurría a aumentar nuestra congoja. E l piloto
y marineros parece que se habían unido para afligirnos con su mal
modo, palabras pesadas y desprecio de nuestras personas, hablándo­
nos con tono descompasado, como lo hace un señor con su siervo,
no querían permitirnos salir a tomar un poco de aire arriba, obligán
donos a estar día y noche metidos unos en la cámara y otrbs en la
bodega de la embarcación donde había multitud de mosquitos, hor­
migas y arañas tan grandes como un peso, y las más de nuestras po­
bres camas venían sobre el lastre; y fué rara la que no salió mojada
con el agua del mar. Aquf se nos iba todo el tiempo en sudar día y
noche, sin dormir por el sumo calor que hacía, como por la congoja
que padecían nuestros corazones al vernos tratados en dichos tér­
minos. Que sea Dios bendito y glorificado por siempre jamás, Amén.
Luego que llegamos a Portobelo nos hospedaron con toda caridad,
y aunque no nos quejamos al Sr. Gobernador de los maltratos que
nos habían hecho, él lo supo por el oficial nuestro conductor y pasó
a la pesquisa de los culpados. Siguió causa al piloto, que era un viz­
caíno de mal genio a quien puso preso en el castillo de San Jeróni­
mo, y al cabo de algunos días le puso en libertad. Fué también
preso un marinero sevillano por la misma causa pero injustamente,
pues él no nos dió la más pequeña causa de sentimiento. En fin se
remendó el palo de la balandra, la que se puso en mejor orden para
— 620 —

nuestro embarque y alguna comodidad, que aunque muy corta fué de


alivio, 16 camarotes que se hicieron en la bodega, que antes déla
arribada iban nuestras camas sobre el lastre de la embarcación. El
día i? de Abril de 1768 nos volvimos a embarcar en este Poitobelo
para Cartagena, día Viernes Santo por la tarde, en la misma embar­
cación, y llegamos a Cartagena el 15 de Abril. Tuvimos hartos tra­
bajos y riesgos de perdernos en esta navegación por la poca pericia
del piloto, quien a los doce días recaló en unas islas que no conocía
ni sabía el paraje donde se hallaba, ni en la embarcación había tam­
poco práctico ninguno, pero Dios nos deparó tres negros pescadores
y el uno de ellos práctico, quien se hizo cargo de la embarcación
hasta Bocachica, como en realidad nos puso allí. Después comenzó
a gobernar el piloto y varó la balandra en la entrada del canal ha­
biéndonos visto en evidente riesgo de perdernos, pero con algunas
diligencias que se practicaron pudo navegar la balandra y dimos fon­
do en la babía». (1)
Los últimos que hicieron la travesía de Panamáa Cartagena
fueron los dos misioneros de Lamas y los cinco del Ñapo. Salieron
de Panamá con otros diecisiete de diversas Provincias, el 24 de
Febrero de 1769, y llegaron a Cartagena el 25 de Marzo después de
haberse vistos en dos, ocasiones en grave riesgo de perderse.
Sumando todas las listas de las varias expulsiones, llegaron a
Cartagena doscientos trece Jesuítas de la Provincia de Quito. Los di­
funtos fueron: en Panamá, el P. Miguel de Manosalvas; en Cruces,
el P. Pedro de Valencia; en Portobelo, el Hermano Coadjutor Am­
brosio Astudillo; en el mar de Portobelo, el P. José Ormaechea; en
la navegación de Portobelo a Cartagena, los Padres Antonio León y
José Ibarola y el Hermano Coadjutor Juan Adán Schwartz.
Según que fueron llegando los doscientos trece Religiosos fueron
recibidos sin particular ceremonia y alojados con toda decencia en él
que fué nuestro colegio, perteneciente a la Provincia de Nueva Gra­
nada. El colegio, siempre que había Jesuítas en él, estaba con guar­
dias dobles del regimiento que llamaban el “ Tiro de Cartagena” , los
cuales estaban divididos por diversas partes de dentro. Vivían allí co­
mo superiores o intendentes de las cosas de casa, el alférez de armas
y el segundo ayudante de plaza. Los registros de los baúles que traían
los Religiosos fueron superficiales y de puro cumplimiento. La re­
clusión no fué tan estrecha que no entrasen a ver a nuestros Padres
los que quisieron, quedando la puerta franca, especialmente para
todos los sirvientes y criados.
Decían misa todos los días, cuando eran pocos, en la capilla
interior añadiendo altares, y cuando eran muchos en la iglesia. En
orden a la ropa representaron los de la primera partida del colegio
de Panamá la necesidad en que venían, y el Gobernador los prove-1

(1) Archivo S, /.
— 621 —

yó de todo lo necesario. Los muchos que llegaron enfermos con el


maltrato de tan largos como penesos viajes, fueron bien asistidos
en todo lo necesario, por lo cual los más se restablecieron pronto.
Murieron solamente tres de la Provincia de Quito, que fueron, el
p. Juan Antonio Giraldo, el 3 de Diciembre de 1768, el Hermano
Coadjutor Manuel Marcos, el 17 de Diciembre de 1767 y el Herma­
no Coadjutor Sebastián Franc, el 16 de Febrero de 1767. Por otra
parte el Hermano Coadjutor novicio Joaquín Gurumendi, cogió tan­
to horror al mar en el viaje de Portobelo a Cartagena, que sin áni­
mo para proseguir, se resolvió a dejar la sotana y quedarse, como
lo hizo.
Como debían pasar muchos desterrados de las diversas Provin­
cias de Sudamérica por Cartagena, el Gobernador aprovechó todas
las ocasiones que se le presentaron para remitir a los que estaban
ya en la ciudad, o directamente a Cádiz, o por lo menos a la Haba­
na. Los primeros de la Provincia de Quito que salieron de Cartage­
na, fueron los ocho que pertenecían al colegio de Panamá. Estos
se embarcaron, el 23 de Octubre de 1767 con otros setenta y ocho
de la Provincia de Nueva Granada, entre los cuales iba el P. Provin­
cial Manuel Bolsátegui. Llegaron a la Habana el 9 de Noviembre, de
donde volvieron a hacerse a la vela el 16 del mismo mes y desem­
barcaron en Cádiz el 6 de Enero de 1768, con navegación bastante
feliz de 52 días, en que tuvieron mediano trato en la comida y harta
estrechez en la vivienda.
La segunda partida se compuso de los diecisiete expulsos de los
colegios de Popayán y de Buga, que habían llegado a Cartagena el 31
de Octubre de 1767. Se les agregó un Hermano Coadjutor de la Pro­
vincia de Nueva Granada que habfa quedado por enfermo. Se hicieron
a la vela el día 10 de Noviembre de 1767, en un bergantín llamado
“ San Juan Nepomuceno” . En esta partida iba el P, Juan de Velas­
co, el cual refiere copiosamente en su Diario todo los incidentes de
aquella navegación. Por ser los viajes por mar en aquellos tiempos
muy parecidos entre sí, aunque de muchos trabajos todos ellos, to­
maremos tan sólo algunos pormenores de lo que refiere el P. Velas­
co, por donde se entenderá fácilmente lo mucho que todos los Je­
suítas desterrados tuvieron que ofrecer a Dios Nuestro Señor, en
calidad de mártires de la vida religiosa, pues si tenían tanto que
sufrir era únicamente por ser Religiosos de la Compañía de Jesús.
No hubo cosa digna de mención en el viaje desde Cartagena
hasta el puerto de Batabanó donde fueron a desembarcar para pasar
desde ahí por tierra a La Habana el día 28 de Noviembre. Había
eutre ellos tres enfermos los Hermanos Coadjutores Juan Masi de la
Provincia de Nueva Granada,medio baldado y Simón Schenherr y An­
tonio Jijón de la de Quito,con fuertes calenturas. Describe así el
P. Velasco el viaje por tierra al través de la Isla. «El día primero de
Diciembre de 1767, por la tarde, llegó un capitán de Dragones con
un piquete de soldados y las cabalgaduras necesarias para la conduc­
ción por tierra. El día 2, salieron todos los Jesuítas del bergantín
y fueron puestos en caballos muy ruines, unos sin frenos, otros sin
--- 6 2 2 —

estribos y todos sin espuelas, y escoltados de soldados, también «


caballo, con las corazas quebradas del mucho sudor de modo qUe
parecía cáda uno de ellos la viva imagen del caballero andante
D. Quijote de la Mancha. A nuestros dos enfermos y al de Santafé
los cogieron los soldados por delante metidos en una especie de
cestones. Así caminaron siete leguas de camino montuoso y malo
moviéndose mutuamente no menos a compasión que a risa. El capi'
tán de Dragones que era una figurilla contemptible, del codo a la
mano, iba de retaguardia y los soldados distribuidos a proporción y
pegados a cada uno de los sujetos, con gran celo y cuidado de qué
ninguno se apartase un punto. Así llegaron con la noche al Bejucal,
ciudad por mal nombre, que apenas tiene apariencias de un mal
pueblo, a excepción de un gran palacio mediano que vulgarmente
llaman del Marqués de Cañamazo, porque sn dueño hizo fortuna
vendiendo las telas de aquel nombre. Allí dejaron a los Nuestros ro­
deados por todas partes de la guardia de Dragones, que estaba can-
sada de tanto contarlos por el camino. Se esmeró mucho en esa
prolijidad y otras circunstancias de gran cuidado el capitancillo,
cuya figura y meneos eran materia de bastante diversión en medio
de los trabajos.
El día 3, día de nuestro glorioso apóstol de las Indias, prosi­
guieron la marcha en sus rocinantes, escoltados, contados y guarda­
dos con el mismo celo por el Real servicio. El Hermano Simón que
por habérsele agravado el mal, era el principal objeto del cuidado,
iba tendido casi difunto sobre unos palos que cargaban dos caballos,
y los H H . Jijón y Masi que no estaban tan malos, iban con un
soldado a las ancas para que los pudiese sostener. Todo era objeto
de compasión y lástima, que no faltó en algunas personas de primera
suposición en la Habana para salir a verlos y hablarlos en el camino
a despecho del capitancillo, que propiamente estaba hecho un dra­
gón. Al fin de las otras siete leguas, aunque largas, de buen camino,
llegaron con la tarde a la bahía del puerto... y sin tocar en la ciu­
dad los pasaron al depósito llamado la "R egla” . Los tres Hermanos
enfermos fueron conducidos al hospital de Belén.
Para recibir a los quince Jesuítas el capitán de la "R egla" pu­
so en dos filas a 50 soldados con bayoneta calada, y hecha la entre­
ga con interminables formalidades, los metieron en una casa llamada
el palacio de Oquendo que de día y de noche estaba rodeado de
guardias dobles y siempre con llaves. Ahí encontraron ya encerrados
a sesenta Jesuítas de la Provincia de México.
La suma estrictez, que los desterrados experimentaron en esta
cárcel parecía excesiva, aun para los facinerosos más exsecrables
por sus delitos. El registro de los baúles se hizo muy despacio y
con demoras de muchos días. Para hacerlo se levantaba en el corre­
dor un tribunal en que asistían cuatro figurones y un escribano; sa­
caban un baúl de las bodegas, llamaban a su dueño por lista y en su
presencia pasaban una por una todas las cosas con rigoroso examen
y menudo inventario.. . No era lícito a persona alguna de fuera ha­
blar siquiera una palabra con los Nuestros, ni los mozos que entra*
623 —

ban a darles de comer podían hablar con ellos, ni aun entre sí, ni
responder palabra a ninguno, so pena de ir por la primera infracción
por años,a la cárcel y por la segunda de perder la v id a .. . Era gran­
de la estrechez en la habitación; pues siéndola casa reducida res­
peto de setenta u ochenta que allí había commúnmente, las camas
estaban como los catres en un navio. Quedaba en medio de la pieza
un estrecho callejón para que pudiesen menearse, y ese lo hacían ba­
rrer en cada sala con la barbaridad más inaudita y menos esperada
entre cristianos, sólo para atormentar tantos ojos religiosos que ro­
deaban aquellos catres. Metían para que barriesen dos negros boza­
les, que no entendían palabra alguna de castellano para que así no
pudiesen hablar con los Jesuítas, y los metían enteramente desnudos,
sin una hilacha en el cuerpo, para que no pudiesen sacar escondido
algún papel y meterlo de fuera.
La comida era mala y fría por meterse de fuera con grandes tar­
danzas y miserias. Vivía dentro de la casa como superior, un capi­
tán, figurón espantable, que se intitulaba y firmaba así: El capitán
D. Joseph de la Cuesta, Gobernador de los Regulares de R e g la .. . .
Visitaba continuamente este figurón todas las piezas y todas las ca­
mas, por si alguno escribía algún papel, y tuvo el atrevimiento de
decirles a los mismos Jesuítas que esperaba ascenso de la Corte en
premio de lo mucho con que los mortificaba, como en efecto lo ob­
tuvo. . . En los días que demoraron en esta cárcel, decían misa en
un solo altar por turno, cincuenta sacerdotes, por no haber podido
conseguir el que les pusiesen otro, y no era permitido que la dijesen
más de dos a tres al día. . . En el hospital de la ciudad no era menos
rigurosa la reclusión de los enfermos y convalescientes, sin poder
visitarse, ni consolarse de una a otra pieza. El día 18 del mes de
Diciembre, murieron más de siete de Méjico, uno de Santafé y uno
Quilo que fué el buen Hermano Simón Schekenherr. A los primeros
no les doblaron las campanas, y los enteraron a escondidas sin cere­
monia alguna eclesiástica, hasta que envió a preguntar el Sr. Obispo
si acaso los Jesuítas morían excomulgados, para no hacerles aquellas
demostraciones de caridad y piedad, que jamás se niegan a los más
infelices reos que mueren en los cadalsos. Hasta esta fecha iban ya
muertos de la Provincia Mexicana cincuenta y nueve y de la nuestra
de Quito trece».
Grande fué la satisfacción de los Jesuítas cuando por fin pudie­
ron salir de su prisión del palacio de Oquendo. «El día 21 de Di­
ciembre, precediendo mil formalidades de vistas y revistas, fueron
llamando por lista a todos los que estaban en la cárcel o purgatorio
de Oquendo, y escoltados de guardias dobles los llevaron a embarcar
en dos urcas del rey, llamada la una la “ Bizarra” y la otra la “ Pe­
regrina’ ’. En aquella pusieron ochenta de la Provincia de Méjico,
con su Provincial el P. Salvador de la Gándara, y en esta setenta y
siete los más de la misma Provincia, y los quince de la de Quito, pues
aunque sacaron del hospital al Hermano Antonió Jijón, vieron que
era crueldad hacerlo embarcar, y lo volvieron al hospital todavía
rouy enfermo».
— 624 —

A los dos navios nombrados se juntaron otros cuatro con lo qUe


se formó un convoy de seis embarcaciones. Salieron de la Habana el
24 de Diciembre de 1767. No los seguiremos en su camino que no
tuvo cosa particular, fuera de dos muy fuertes tormentas y las dem ás
cosas ordinarias en semejantes viajes. No murió ninguno de nuestra
Provincia, y llegaron a Cádiz el día 28 de Marzo de 1768. Desem­
barcaron el día 31, y fueron recluidos en nuestra antigua casa del
Hospicio de Indias, en el Puerto de Santa María.
La quinta partida se compuso de treintisiete Jesuítas de la Pro-
vincia de Quito que se pusieron a bordo del “ San Juan Nepomuce-
no’ ’ que hacía su segundo viaje con desterrados. Salió de Cartagena
el 7 de Marzo de 1768 y siguiendo la misma ruta que en el primer
viaje, dió fondo en Batabanó el Miércoles Santo, 29 de Marzo. Sal­
taron a tierra y haciendo por ella su viaje, escoltados de la guardia
de Dragones, y habiendo hecho noche en el palacio del Marqués de
Cañamazo, fueron llevados al Depósito de Regla, donde experimen­
taron los mismos trabajos que los anteriores. A los 16 días de
estar ahí recluidos seles juntó el Hermano José Imás que acababa de
llegar. A los 20 días de estrecha cárcel en la Regla, sacaron a los
treinta y ocho de la de Quito, y los pusieron a bordo de la fragata
“ Venganza” el 33 de Abril de 1768, en que se hicieron a la vela.
El 2 de Junio hizo en la misma embarcación sus votos del bienio
el Hermano novicio escolar José Dávalos, y llegaron a Cádiz el 12
de Junio de 1768. Fueron recluidos en el Hospicio del Puerto de
Santa María.
La sexta partida, la más desgraciada entre todas, se compuso de
treinta desterrados. Salió de Cartagena el 16 de Mayo de 1768, y
llegó sin particular contratiempo a la Habana el,'23 de Junio del mismo
año. Ahí fueron recluidos en la cárcel de Regla donde tuvieron que
sufrir toda clase de malos tratos, lo mismo que los anteriores. To­
maremos la relación de lo que aconteció en el viaje desde la Haba­
na, España del Diario del P. Isidro Losa, que fué testigo de vista.
«Al cabo de 59 diasque estuvimos en la Habana nos volvimos a
embarcar en el “ San José” para España, el día 23 de Agosto de
1768, de mañana con viento favorable, pero tuvimos la pesadumbre
de haber muerto el P. Hilario García Lanza de vómito negro el 25 de
A g o sto ... El día 29 de Agosío murió a las cinco d éla tarde el
P. Baltasar de Moneada de la Provincia del Perú, sujeto de 86 años
de edad y de mucha graduación; pues fué Provincial de la Provincia
de Quito y de la del Perú. El día 30 de Agosto murió por la mañana
el P. Sebastián Bruno Correa, Superior que fué de la Residencia de
la Villa de Ambato, y el mismo día a las cinco de la tarde murió el
Hermano Felipe Garracino, Coadjutor formado. Las muertes acele­
radas de estos dos sujetos nos pusieron en la mayor consternación, y
acudimos al patrocinio de San José por medio de una novena, con
la cual se disipó la peste que había prendido y convalecieron dos su­
jetos que habían ya recibido los Sacramentos y esperaban la muerte
de un momento a otro.
Desembocado el canal de Bahama, tuvimos doce días de fuerte
viento contrario en que con los balances nos maltrató muchísimo el
m a r.... El día 13 de Octubre a las cinco de la mañana, murió el
p. Angel María Manca de 80 años de edad, sujeto de graduación;
pues fué tres veces Provincial, la una en Santafé y las dos en la Pro­
vincia de Quito, donde fué también Maestro de novicios y dos veces
Rector del colegio Máximo de Quito. Murió sin calentura y sólo de
pesadumbre y suma melancolía, algo de mareo a que se agregó la fal­
ta de alimento que no había.
El 23 del mismo mes de Octubre, murió también el P. Santiago
pastor de la Provincia del Perú. Murió también de pura necesidad.
El día 23 de Noviembre de 1768 dimos fondo en la bahía de Cádiz,
en cuyo día se cumplieron tres meses y tres días de viaje. Llegamos
sumamente flacos y traspillados por la falta de alimento, tanto que
el día que dimos fondo, se había dado a la cocina la última carne sa­
lada y para adelante no quedaba otro alimento que galleta y agua.
Habiendo desembarcado en el Puerto de Santa María nos lleva­
ron al Hospicio donde hallamos doscientos cincuenta y dos Jesuítas
de varias Provincias de Indias y entre ellos al P. Viceprovincial T o­
más Nieto Polo con varios sujetos de Q u ito .. . . » (1)
El P. Ignacio Falcón, de la Provincia de Quito, que se hallaba
de Procurador en Lima, no vino a España por Cartagena sino por el
cabo de Hornos. Se embarcó en el Callao a bordo del “ Prusiano”
con otros setenta y nueve Jesuítas de las Provincias del Perú, Chile y
Paraguay el 24 de Abril de 1768, y con muy feliz navegación llegó a
Cádiz el 28 de Agosto del mismo año, siendo recluido con los demás
de la Provincia de Quito en el Hospicio del Puerto dé Santa María.

2 —Tócanos ahora referir brevemente el viaje de los misioneros del


Ñapo y del Marañón. Como queda dicho los siete misioneros del Ñapo
y los dos de Lamas desembarcaron en Cartagena el 25 de Marzo de
1769. Aquí se embarcaron en varias naves con otros dieciseis de di­
versas Provincias y los soldados del regimiento de la Reina que volvía
a España. Hiciéronse todos a la vela el 12 de Mayo de 1769, y tarda­
ron un mes entero hasta llegar a la Habana en donde no tomaron tie­
rra sino el 13 de Junio, después de no pocos trances peligrosos. En la
Habana se estuvieron 14 días en los navios sin que se les permitiese
saltar a tierra. Volvieron a zarpar con rumbo a Cádiz, el 29 de Junio
de 1769 y llegaron al término de su viaje el 1? de Setiembre del mis­
mo año, con excelente temporal. De ahí pasaron al Puerto de Santa
María.
Si los misioneros del Ñapo tuvieron un viaje a España relati­
vamente llevadero no se puede decir lo mismo de los diecinueve mi­
sioneros del Marañón, cuyo éxodo fué un verdadero Calvario. En
efecto, a más de las pesadumbres que hubieron de sufrir y de las
crueldades inhumanas de que fueron objeto por parte de los agentes

(!) Archivo S. J.
— Ö2Ö —

de Pombal, tuvieron harto que padecer de quien menos lo podían es­


perar, de su propio Superior. Era el P. Francisco Aguilar muy buen
Religioso y celoso misionero, pero estrecho y escrupuloso, como ya
indicamos. Es muy creíble que la impresión de los sufrimientos del
arresto y del abandono de las Misiones, que él, como Superior sen­
tía más, le trastornase algo el juicio y le hiciese cometer con sus
hermanos las inconcevibles faltas de sentido común, con que les pro­
porcionó, aunque de buena fe, hartas ocasiones de merecer.
Así que llegaron los cuatro barcos portugueses que les habían de
conducir al Pará, con la escolta y el capitán que la mandaba, el
P. Superior comenzó a angustiarse y a temer que los pocos papeles
que los misioneros habían traído consigo, les pudiesen comprometer.
Hizo, pues, grandes empeños para que todos quemasen cuantos pa­
peles traían. Eran éstos apuntes y noticias sobre las Misiones, o
notas sobre las diversas lenguas del Marafión. No se puede bastante
deplorar la pérdida de estos manuscritos que constituirían hoy día
documentos preciosos para la Historia. He aquí cómo refiere el
P. Uriarte lo sucedido: «En este tiempo, nuestro buen Superior con
mil recelos de lo que podía suceder, nos aconsejó que diéramos a
Basabe algunos libros y cosas, que teníamos con su beneplácito,
de ningún va lo r.. . . A mí me pidió la llave de mi arquita, y respon­
diéndole que no había más que papeles espirituales, apuntes de len­
guas, pláticas etc., haciéndome mil preguntas, y diciendo que, co­
mo el Venerable P. Lancicio ofreció a Dios la pérdida de los papeles,
le hiciera yo el sacrifìcio de los pobres míos, y diciendo yo: haga
V . R. lo q u e le parezca, todos los hizo quemar amontonados....
Ni pude traer el P. Rodríguez, que había repartido en tres tomos
con los compañeros. De dinero, gracias a Dios, no tenía ni un real.
E l buen viejo P. D eubler.. . . quemó todas sus obras en (olio, que
llevaba para imprimir en su Provincia, de linda letra. Estas eran
vidas de varones Ilustres de la Misión, Teología Moral Máinica, y
otro tomo de Expositiva, y Escrituras. Hubo uno que estaba tan
turbado, quemando el librito de las Reglas, que tenía juntamente
los Ejercicios de nuestro Santo Padre, todo en latín. Llegué a tiem­
po a la hoguera, ya las Reglas se habían quemado.. . .Saqué los
Ejercicios enteros y tengo aún aquí», (i)
El día 3 de Diciembre el Sr. Basabe hizo la entrega de los des­
terrados a las autoridades portuguesas. Eran estos los PP. Francisco
Javier Aguilar Superior, Francisco Javier Weigel, Adán Widrnan,
Francisco Javier Plindendorfer, Carlos Albrizzi, Leonardo Deubler,
Dionisio Ibañez, Pedro Berroeta, Pedro Esquini, Martín Sweyna,
Andrés Camacho, José Palme, Manuel Uriarte, Mauricio Caligari,
José Montes, José Bahamonde, Segundo del Castillo, Juan del Salto
y el Hermano Pedro Schöneman.1

(1 ) D ia rio de un m isionero de M ainas (M s.) P . IV , n. 128.


— 627

Para la entrega de los misioneros el capitán portugués puso


sus soldados en dos filas con un notario. Luego leyó los nombres
de cada uno con la lista de los objetos que llevaban. Firmó el acta
con el Sr. Basabe y prometió llevar a los Padres al Gran Pará.
Cuando se trató de emprender la marcha, por no caber todos
en el barco del capitán, se dispuso que los Padres Adán Widman,
Leonardo Deubler y José Palme fuesen en un mal barco pequeño y
que el alférez recibiese en el suyo a los Padres Weigel, Plinderdorfer
y Uñarte. «Ibamos, dice este último, de manera que no nos podía­
mos sentar ni tener la cabeza derecha, pero nos dejaban salir al
combés de donde volvíamos a entrar a gatas en nuestro escondri­
jo para dormir o rezar. Tendría nuestra mansiuncula dos varas y
media de largo, dos de ancho y medio en el medio, porque como el
techo estaba arqueado acababa en ambos lados con una cuarta donde
habfa un par de ventanillas, de modo que los dos alemanes de cor­
pachones y yo apenas cabíamos estrechados, cuando nos tendía­
mos, ni había forma de otra postura». (i)
En otro barco al mayor iba el Superior con diez sacerdotes y
el Hermano Coadjutor. A medio día se juntaban todos los barcos
cerca de alguna orilla, y los soldados traían la comida que era por lo
común arroz, carne, fréjoles y trago. Al principio se permitía sa­
lir a la orilla a alguna necesidad, más después el P. Superior pro­
hibió toda salida y también hablar con los soldados y mucho más
con los indios.
«Tocábase el tambor en el barco en que iba el capitán al alba, y
al anochecer las Avem arias.. . Lo más de la noche lo pasábamos en
en vela, así por el calor y bochorno, como porque vestidos y sobra
tablas. En el barco del P. Superior se tocaba a distribuciones y se
guardaba silencio, excepto en algún tiempo después de la comida y
cena y también un rato por la tarde, la cena se tenía de ordinario a
las seis; se leía en la mesa». (2)
El capitán, el alférez y aun los soldados se portaron muy bien
cou los pobres desterrados, tratándoles con toda consideración. El
alférez sobre todo no se recelaba de alabar a boca llena la Compañía,
afirmando que lo mucho que al presente padecía no era más que en­
vidia de los malos cristianos, y odio de los herejes. «[O Padres, les
dijo un día, dichosos, Dios les de a Uds. paciencia! que este ingra­
to mundo, así los trata, cuando les debía traer en palmas, y agrade­
cer lo que sirven a Dios y a los reyes. Yo espero que volverá Su
Majestad por la inocencia». (3) No poco valor se necesitaba para
hablar así en tiempos de Pombal y de Aranda.
El bueno del capitán se mostraba también muy condecendien-
te. Sólo tuvo una peregrina .ocurrencia que molestó bastante a los

( ! ) Ibid., a . 12 9-30!.
(2) Cfr. Ib ii., n . 1 3 0-3!.
(3) Ibid., n. 152.
— 628 —

Padres. Es el caso, que siendo en otras cosas muy amplio, regla­


mentó con rigor el tiempo en que habían de ir a alguna necesidad
corporal, no permitiendo que se hiciesen estos menesteres en otro
alguno. «De esta manera, observa juiciosamente el P. Chantre, pre­
tendía el capitán una cosa bien dificultosa, queriendo reducir a arte
tiempo y hora la necesidad indispensable de la naturaleza, que llama
cuando quiere, y avisa cuando le parece», (i)
Pero lo que no hubieron de sufrir de los extraños, lo sufrieron
por causa de las exigencias del escrupuloso Superior. Fueron éstas
tantas que el P. U riarte dice que «un Maestro de Novicios no inven­
taría tales pruebas para sus novicios». (2)
Véase la manera cómo obligó a sus súbditos a hacer este peno­
so viaje de más de mes y medio. «Esta fué la distribución diaria
que entabló en los barcos por todo el tiempo de la navegación. En
cuarenta días y cuarenta noches, que duró el viaje hasta el Pará,
bogando los indios a toda furia y ayudados los barcos de la corrien­
te, observaron los misioneros las distribuciones siguientes: Á1 mis­
mo apuntar el día, y antes de las cinco de la mañana, se daba aviso
con una campanilla para levantarse. Pasada media hora, se hacía
señal para la oración mental, que duraba conforme a nuestra cos­
tumbre una hora entera; concluida ésta, se rezaba de comunidad el
Itinerario, y el Superior celebraba la Misa, que no omitió día ningu­
no, y gozaban de ella nueve misioneros, que iban en su mismo bar­
co, los demás tenían a bien oirla mentalmente y de memoria, fuera
de los días de fiesta en que juntos los barcos, oían la misa todos
los de la comitiva.
A la refección del alma, seguía la del cuerpo, que se reducía a
una jicara de chocolate con su tortita de harina de yuca brava.
Hácense estos panecillos de cierta raíz que, podrida en agua, seca
y molida y reducida a polvo, da una especie de harina de que se for­
man unas tortillas bastante buenas.
Después de este desayuno que tomaba cada Padre en el sitio
destinado para descanzar, rezar y estudiar, se decían las Horas y se
oraba, o se leía, o se estudiaba según la devoción de cada uno, sin
ser permitido a ningún misionero hablar la más mínima palabra aun
entre ellos mismos. Tan riguroso silencio se guardaba, que jamás le
observaban con mayor estrechez los cartujos más ajustados. Media
hora antes de comer se hacía señal con la campana para las letanías
de todos los santos, y se empleaba el último cuarto para el examen
de conciencia. En tiempo de comer se juntaban los barcos, de ma­
nera que, los sirvientes pudiesen pasar fácilmente de uno a otro y
llevar las raciones correspondientes a los Padres, los cuales estaban
atados a su purgatorio, sin serles permitido levantarse del sitio, y
proseguían con su candado en la boca, aun cuando la abrían para1

(1) H istoria de la s M isiones de la Compañía de J esú s en el Marañón español,


lib . 12. c. 4¡ 685.
(2 ) D ia rio de un m isionero de M ainas (M í .) P . IV , n. 133.
— 629
comer, leyendo. . . . la Biblia uno de los misioneros, entretan­
to que duraba la comida. Dicha la acción de gracias, se saludaban
los Padres unos a otros y se desahogaban por una hora, según la
costumbre de los colegios. Mas a la hora puntual se hacía señal de
retiro a silencio, que servía de siesta o de descanso.
A poco tiempo se tocaba a levantar de descansar, lo que se ha
de entender per fictionem ju r is porque todo el descanso, se redu­
cía a estar en silencio, y guardar su puesto cada uno, sin estudiar,
leer o rezar entre tanto. Dada la señal, se empezaba la lección, el
rezo y el estudio como por la mañana hasta ponerse el sol, que era
el tiempo señalado para rezar el rosario de comunidad y de rodillas.
Acabada esta santa distribución se servía la cena en la misma forma
que la comida, y después de la hora de quiete, se leía la meditación
para el día siguiente, por un cuarto de hora y en el siguiente se ha­
cía el examen de la conciencia. No dejaba de ser tan pesada una
distribución tan seguida, uu silencio tan desacostumbrado y una ali­
gación tan precisa a un pequeño sitio a aquellos buenos misioneros,
viejos unos, otros enfermos y casi todos cansados de los trabajos y
achaques contraídos en las misiones por diez, veinte y treinta y aun
cuarenta años. Parecía bastante el que guardasen en tanta miseria
y apertura, las distribuciones más sustanciales, de oración, exáme­
nes, etc., pero al Superior le pareció conveniente entablar el orden
dicho y los buenos viejos se acomodaron a ello, cargando con esta
nueva cruz que su Superior les ponía, sin hacerse cargo que es
máxima poco acertada en el gobierno, querer el Superior medir por
sus fuerzas a una comunidad entera donde nunca faltan súbditos fla­
cos, enfermos o achacosos.
Pero si la distribución de entre día era penosa, en llegando la
noche, se puede decir con toda verdad que empezaban ios apuros,
las aflicciones y desconsuelos; porque en un clima tan ardiente co­
mo es el del Marañón que lleva su curso entero a pocos grados
paralelo con la línea, el único tiempo que se puede respirar y
tomar un poco de ambiente fresco, es el de la noche; pero era
necesario sacrificar este corto alivio y tan necesario en las cir­
cunstancias, a la obediencia que no permitía la más mínima di­
lación o demora. Dada la señal para salir del examen, metían­
se al punto los misioneros debajo de una toldilla, compuesta de
bejucos, mimbres y hojas, y comenzaban a sudar las entrañas en
esta cárcel con el mutuo fomento de los cuerpos y por la estrechez
del sitio, habiendo de estar no sólo contiguos, pero aun pegados unos
a otros, y estrujados como sardinas en banasta, de manera que les
era preciso a algunos dormir encogidos, sin serles absolutamente po­
sible el extenderse a lo que pedía su natural estatura», (i)
El capitán portugués, viendo el silencio y estrechez en que iban
los Padres, no pudo contenerse y dijo una tarde al P. Superior. «Mu­
cho rigor es éste, dé V. R. algún descanso a esos Padres que van1

(1) Chantre, H istoria de las M isiones de la Compañía de J esú s en el M arañón


español, lib. 12, c. 4; 685-87.
— 630 —

muy oprimidos», (i) Pero de poco aprovechó la sensata observación


del capitán.
Por fin el 19 de Enero de 1769 llegaron los misioneros al Gran
Pará, después de un viaje de 44 días, andando de día y de noche
y parando sólo media hora para comer y media para cenar. Llega­
ron a tiempo para poder desembarcar de día, pero el Gobernador
mandó que se detuviesen esperando órdenes. A las nueve de la no­
che echaron a andar y a las once llegaron al muelle o desembarcade­
ro, y ahí aguardaron todavía otra hora y media antes de salta: a tie­
rra. Fueron llamados por sus nombres por el capitán y entre dos
filas de soldados con las bayonetas caladas a uno y otro lado. «Iba­
mos, dice el P. Uñarte, en medio de aquella soldadesca riéndonos
interiormente de ver tanta guardia y reparo para unos pobres misio­
neros. De trecho en trecho pasaban oficiales de prisa contándonos
como a carneros. Reparé que nadie se asomó a ninguna ventana pa­
ra vernos, porque como después supimos por algunos centinelas,
había pena de la vida el hacerlo así», (2)
Los llevaron a un palacio al lado de la catedral. Hiciéronles en­
trar en una sala de ocho varas de largo por seis de ancho, que tenía
en medio de la pared de la puerta un altar, pero cerradas las puerte-
cilla s.. . Era esta pieza el oratorio, estaba bien blanqueado y el sue­
lo de tablas muy lisas. Tenía dos ventanas grandes a los lados que
caían a la calle y bien cerradas. En frente de la puerta había paso
de la sala para la recámara bien espaciosa, que tenía el mismo largo
que la sala y de ancho dos varas y media.
Vino el Gobernador para contarlos otra vez y además preguntar
a cada uno el grado que tenía en la Compañía. Después entraron un
notario con otros oficiales para hacer el inventario de cuanto tenía
cada uno, aunque nada quitaron. El Gobernador negó el permiso de
decir misa, haciendo saber por medio de un soldado que los presos no
oyen misa, y mandó quitar el cajón del altar portátil. Quedó un cen­
tinela dentro de la pieza y los demás se hallaban fuera. Esta fué la
prisión de los misioneros; ambas ventanas estaba clavadas, sin que se
pudiesen abrir. Sólo había dos respiraderos de cuatro dedos de ancho
por doce de largo encima de las dos ventanas. No entraba luz nin­
guna, y la estancia era iluminada con lámparas. La comida durante
todo el tiempo de la prisión fué buena; la limpieza la hacian algunos
presos de la cárcel, indios y negros, que venían arrastrando sus ca­
denas. L a distribución impuesta por el Superior era la de antes. A
la comida precedía el examen, durante ella leía el Hermano Schöne-
man; después de ella, las letanías y se tenía un rato de recreo, y aca­
bado éste se guardaba silencio. Había varias lámparas en las paredes,
y además una colocada sobré una mesita con dos taburetes al rede­
dor; por lo que cada sacerdote se iba acercando por su turno para1

(1 ) D iario de un m isionero de M ainas, (M «.) P . IV , n. 137.


(2 ) Ibid., n. 158.
— 631 —

rezar el breviario; ésta fué la distribución ordinaria de los So días


que ahí pasaron.
«El calor y la humareda de tanta lámpara, escribe el P. Uriarte,
en lo alto de las paredes y estar bajo la línea en el tiempo más ardien­
te, no cesando de sudar, nos fué debilitando tanto, que pensamos
morir todos en la prisión; se meneaban dientes y muelas, ni se podía
comer el pan fresco y buenos guisados, que nos d aban ... Como la
ropa que uno traía se empapaba tanto con el calor, tomó el Teniente
el cuidado de sacarla a secar al sol, y aun de lavarla y remendarla
cada sem ana.. . E l más anciano de todos el P. Deubler, enfermó de
cuidado y también el P. Palme; vino el cirujano que tenía venera de
la Orden de Cristo, y dió varias recetas para el viejo P. Deubler
con las que quedó como muerto, y el párroco le administró la Extre­
ma Unción. Los dos Tenientes se esmeraban en visitarlo y traerle
sustancias con que volvió en sí, aunque algo chocheaba. Se empeñó
el P. Superior en que se dispusiese para que recibiese el Viático y
aunque primero le dijo algunas claridades, como que se le quitase de
delante, que él sabía su obligación, al fin vino en e llo ... y al día si­
guiente recibió el Viático de mano del párroco. Estuvo desvariando
por algún tiempo, pero al fin se repuso, lo mismo que el P. Palme
que por algún tiempo estuvo de gravedad. Otros muchos se habían
llenado de zarpullido y granos, y el médico recetó unas sangrías de
pocas onzas con que se aliviaron.. . También mandó el médico que
se apagasen varias lámparas de las paredes, que aumentaban el calor
y la hediondez de la habitación, continuamente cerrada, con el
aceite de tortuga que en ellas se quemaba; pero este alivio se tuvo
sólo después de pasado un mes. Temiendo que muriesen todos, los
quisieron dividir, pero ellos no aceptaron por sufrir juntos y fomen­
tar la caridad.. . Los centinelas, buenos todos, nos avisaron varias
cosas, que debíamos entrar de noche y pena de muerte al que mirase
por la ventana, que nos tenían tan cerrados, porque temían que si
nos viesen los del Pará, se levantarían contra el Gobernador, por­
que desde que faltaban los Jesuítas padecían muchas violencias y ha­
bía muchas personas principales presas. También nos avisaron que
nuestra detención era porque se esperaba un navio de Castilla para
que nos llevara, y como tardaba disponía el Gobernador una corbeta
en que se habían conducido negros.
Cumpliéndose ya las siete semanas de nuestro encierro, nos
avisaron los centinelas que ya se metían víveres en la corbeta.. . y
el 20 de Marzo se hizo la reseña de todos nosotros, a eso de las ocho
de la noche, por un notario, anotando entre las facciones hasta
cuantos dientes y muelas nos faltaban, y el n sábado y séptimo de
la novena de nuestro San Javier, a media noche nos sacaron, nom­
brando por sus nombres a todo el notario puesto en la puerta. Ya
habían llevado nuestros trastos, y saliendo el último cargado en su
red [el P. Leonardo Deubler], bajamos la escalera, y rodeados co ­
mo al entrar de dos filas de soldados, bayoneta calada, nos fueron
llevando al puerto en silencio, alumbrando la oscuridad con dos
— 632 —

grandies teas, una al principio y otra al fin de esta procesión muda


Llegados al barco que era como una pequeña saetía catalana, noj
mandaron subir, y estando todos en medio del combés, un notario v
otros ministros nos fueron nombrando con papel uno por uno desde
el Superior, y luego que cada cual era nombrado, le entregaba el no­
tario al capitán tocándole por la espalda, y éste le hacía bajar por
una escalerilla de la boca de la escotilla a nuestro destinado retrete
o calabozo. Acabados de bajar todos e idos los ministros todos, en
sumo silencio, quitaron la escalera y corriendo una tabla levadiza
(de nuestra reclusión) de media vara de ancho y una de largo, echa­
ron llave», (i)
El capitán se excusó con los Padres, diciéndoles que las órdenes
del general eran muy precisas y que el venir así encerrados era ex­
preso mandato de la Corte. El mismo tenía testigo de vista, por si
no cumpliese con lo mandado, pero por su parte procuraría todo el
alivio que le fuese posible, como lo hizo en efecto. El P. Superior que
en los ahogos del Pará había dado algún rato más de recreo, deter­
minó aquí que se guardase más silencio y se tuviese seguida la distri­
bución, aunque sin campanilla. El P. Un'arte quedaba nombrado de
bedel y debía avisar para levantarse, tener la oración, exámenes,
letanías, lectura espiritual en el Kempis, De profundis y puntos en
el Avancini.
El P. Deubler siguió enfermo y aun chocheando; el P. Widman
se enfermó también, y porque pidió algo de dulce al capitán que ve­
nía a visitar a los enfermos, fué reprendido públicamente por el
P. Superior, por acudir a un extranjero, y no al Superior; asimismo
reprendió a los Padres Weigel y Plindendorfer por hablar alemán.
El P. Widman llegó a agravarse de tal manera que creyó que se mo­
ría y con grande humildad pidió perdón a todos. El capitán no per­
mitió que los Padres oyesen misa, aunque iba un capellán a boido,
ni siquiera comulgasen el día de Pascua de Resurrección. Pero donde
más tuvieron que sufrir fué en una deshecha tormenta que duró siete
horas.
El 7 de Mayo de 1769 dieron fondo en la barra de Lisboa. Es­
peraron ahí hasta el día 10, en que por la tarde los hicieron desem­
barcar en tres lanchas y los llevaron a una casa de campo, donde les
dieron muy bien de cenar. Al llegar la noche los hicieron montar
cada cual sobre su borrico con enjalma, y para los enfermos previ­
nieron dos carros de bueyes. Un paje acompañaba a cada sujeto, y
cerca de media noche llegaran a Azeitao, palacio del ajusticiado du­
que de Aveiro.
Introdujeron a los misioneros en gran salón, donde un notario
fué pidiendo los nombres y apellidos y patria. Les enseñaron des­
pués la hermosa capilla, diciéndoles que podían decir misa en ella
pues había todo lo necesario, y les dijeron también que se acomoda­
sen en aquel departamento alto y bajo que ponían a su disposición.1

(1) D ia rio de un m isionero de M ainas, (M *.) P . IV , n. 140-45.


— 633 —

Se despidieron corteses, no dejaron centinela por dentro, y el cabo


de guardia cerró la puerta por fuera. Se preparaban para ir a des­
cansar, cuando les avisaron que el P. Deubler se estaba muriendo.
Acudieron inmediatamente todos, al lugar separado donde estaba,
pero lo hallaron ya difunto; le amortajaron y se fueron a descansar.
El veterano misionero fué enterrado en la iglesia de un pequeño
convento de Dominicos que se Hallaba al lado del palacio del duque
de Aveiro. El mismo día el P. Widman se puso de cuidado y decía
a todos que pronto había de seguir al P. Deubler.
Para acomodar a los misioneros del Marañón en el palacio de
Aveiro, el día ' anterior a su desembarco habían sacado de ahí a 30
Padres portugueses que estaban presos en él y los habían llevado a
Belén. Sólo habían dejado a dos Padres viejos enteramente baldados.
«La distribución puesta por el P. Superior, dice el P. Uriarte,
era de un estrecho noviciado con lección de tarde en común en la
capilla, letanía oración mental y rosario, había un rato de pólizas en
refectorio y tablero, todo a campana tañida.. . Por lo que toca al
sustento, no hallé especial falta, aunque no sobraba; cada uno guar­
daba un poco de pan y vino de la cena para tomarlo por desayuno
con un poco de mantequilla; al día se daba un pan regular, que se
partía guardando la mitad por la noche. A mediodía había buena
escudilla de caldo, un estofado de tres tajaditas de vaca bien hecho,
su olla pequeña y fruta. Nos hicieron zapatos, prometieron ropa
blanca y negra, pero ésta nunca lle g ó .. .» (1)
La enfermedad del P. Widman duró ocho día3. Al segundo día
del encierro en el palacio de Aveiro, vino el médico para verle y re­
cetó sangría. El Padre había dicho que moriría si le sangraban; obe­
deció sin embargo al médico y después de la sangría empeoró inme­
diatamente. Se le administraron todos los sacramentos. Murió hacia
la media noche del día 18 de Mayo de 1769, asistiéndole el P. Iba-
ñez, a quien por turno le tocaba velarle. Se le rezó el oficio da
difuntos en la capilla y cuatro soldados llevaron el cadáver a la igle­
sia para enterrarle al lado del P. Leonardo Deubler. «El P. W id­
man, añade el P. Uriarte, era hombre angelical y sólido religioso,
como el P. Deubler, ambos paisanos y amigos, a quienes Dios quiso
llevar casi juntos para descansar de sus trabajos». (2)
«El día diez de Julio de 1769 vino el juez a intimarnos la orden
de viaje a España. Para ir hasta el buque nos prepararon cabalgadu­
ras. El primero que montó en la enjalma de un burro fué el P. Pe­
dro Esquini, corpulento, y cayó en la puerta oprimido el anim al...
Los pajes al dar latigazos a las bestias, a veces tocaban las espaldas
de los jinetes y especialmente le tocó su varazo al P. Weigel. Al ir
en lanchas hasta la balandra tuvimos un viento recio y entró alguna
agua, mas llegamos con felicidad. Luego que pusimos pie en la na­
ve, entregados sin mucha ceremonia al capitán irlandés, se fué el1

(1) Ibid., n. 154.


(2) Ibid., n. 158.
— 634 —

juez y padecimos írío un rato hasta que bajamos al entrepuente


esa noche la pasamos como se pudo. A la mañana acomodamos
nuestras camas en unos pequeños camarotes, como cajas de muer-
tos, que había al rededor, porque todo lo demás era bodega, y só.
lo había una división en la popa para el capitán.. . [que] era un hotn-
brazo como un filisteo, alto y grueso, pero nadie entendía su lengua
Las provisiones de boca eran muy escasas, bizcocho duro, un peda'
cito de queso y trago de vino era el mayor regalo, y este último aún
fa ltó .. . Pero en fin pasamos muy contentos los seis días por ir en
libertad de ver el cielo y el mar».
Los misioneros entraron en la bahía de Cádiz el 17 de Julio
por la tarde. La mañana del 18 llegó un barco grande que los trans­
portó a todos al Puerto de Santa María. Al saltar a tierra ya estaban
los soldados esperando «y se admiraba la gente de vernos con nues
tras sotanas viejas de algodón y sombreros de venas [bejucos] del
monte y con bordones que eran nuestras cruces quitado el brazo». (1)
e Fueron hospedados en el antiguo Hospicio de Indias, teniendo
al entrar su especie de registro de aduana. «Traídas las cajas, prosi­
gue el citado P. Uriarte, hubo registro de nuestros trapos. Al regis­
trar mi baúl un guardián halló chocolate, y diciendo: esto es esto­
macal, se iba metiendo los bollos en la faltriquera. El tabaco de
polvo y hoja que llevábamos dijeron: es contrabando y se lo lleva­
ron; dijeron lo volverían mas no pareció, sino algunos mazos de
chupar, si bien nos dieron tabaco de Sevilla. Luego nos acomo­
damos en los aposentos de tres corredores. . . cada uno en el su­
yo . . . . Tuvimos nuestra quiete y el Superior intim ó.. . . la distri­
bución que se había de tener; ésta era fuera de lo dispuesto en el
camino, barrer todos los días por la tarde los corredores, y después
dos horas de poder hablar, y los demás del día en silencio sin po­
der entrar en aposento de otro sin particular licencia. Por la maña­
na el chocolate común a todos». (2)
Al marqués de la Cañada parece que no le gustó este acto de
superioridad del P, Aguilar, y juntando a todos los Padres les dijo:
He puesto al Superior en un convento de Franciscanos, porque es
muy rígido; Uds. elijan entre sí Superior que los trate con más be­
nignidad. Como el P. Aguilar había designado al P. Uriarte en caso
de ausencia suya, el marqués no quiso que fuese Superior, temiendo
que el P. Aguilar le hubiese puesto algún precepto de rigor con los
misioneros. Urgían los Padres al P. Uriarte a que lo fuese sin que
lo supiera el marqués, pero el P. Uriarte se cerró en que no conve­
nía. Dijeron entonces que le tocaba al profeso más antiguo; éste
era el P. Weigel, quien se negó porque se diría que él había apeteci­
do el cargo y echado al Superior. Entonces por mera fórmula para
con el marqués, quedó nombrado el P. Pedro Esquini que había sido
Superior de las Misiones antes del P. Weigel y del P. Aguilar. El1

1 ) Ibid., n. 159, 160.


¡2) lbid ., n. 161.
— 635 —

p. Aguilar edificó notablemente en el convecto donde le recluyó el


marqués de la Cañada.
«Para descansar las cabezas, dice el P. Uriarte, teníamos nues­
tro oficio manual. El P. Weigel perfeccionó sus mapas, y el P. Su­
perior de los mexicanos que era su conocido y curioso, los enmendó
y pintó, teniendo los dos algunas visitas ocultas de noche después de
acostados todos. El P. Palme se entretenía en la pintura al temple
de unas estampas del Corazón de Jesús y María. El P. Saltos tam­
bién se dió a pintar y sacó dibujos de los animales y pájaros de la
Misión, que el P. Albrizzi quería imprimir cou su historia en Ve-
necia. . . . » (i)

3— El último viaje de los Jesuítas de la Provincia de Quito fué


el de los enfermos, que exceptuados por la imposibilidad de ponerse
en camino para el destierro, habían quedado en varios colegios sien­
do luego recluidos como en cárcel perpétua en varios conventos.
En Quito habían quedado cuatro, dos en Ibarra y cuatro en Pasto.
Cometiendo un acto de verdadera barbarie y salvajismo, el conde de
Aranda ordenó al Presidente Diguja en carta de 2 de Octubre de
1770 que todos fuesen remitidos cuanto antes a España. Contes­
tó a esta carta Diguja el 10 de Julio de 1771, que no había in­
tervenido para nada en la expulsión de los Jesuítas de Pasto y
Popayán, pero que sabía por carta del Sr. Virrey de Santafé
que aquellos cuatro enfermos se habían puesto en camino. Uno
había salido para España,otro estaba detenido en un pueblecito antes
de llegar a Neiva, y los otros dos estaban recluidos en conventos de
Popayán, más bien para emprender el camino del cementerio que el
de España. Ya había dado orden para que los dos que estaban en
Ibarra pasasen a Quito, y los mandaría a todos en tiempo que
se pudiese emprender el viaje a Guayaquil. En carta de 15 de Se­
tiembre de 1772 añade que el 9 de este mismo mes partieron a
Guayaquil el P. Francisco Campuz sardo, de edad de 75 años ente­
ramente ciego; el P. Marcos Vega, enfermo de males incurables; el
P. José Pérez totalmente baldado; el P. Andrés Cobo, loco y quebra­
do; el estudiante teólogo Ramón Espinosa loco; el Hermano Coad­
jutor Nicolás Insaurdieta, enfermo de males incurables. Se han pro­
porcionado a estos enfermos todas las comodidades que este país
permite. Dos caminan en camas portátiles a hombros de peones;
otros dos asimismo conducidos en sillas que aquí llaman “ guandos” ;
habiendo sido necesario tomar este arbitrio por no ser posible tran­
sitarse de otro modo los muy ásperos caminos que se encuentran
en 80 leguas que median hasta Guayaquil, y los otros dos van en
cabalgaduras.
Los cuatro que habían quedado en Pasto eran el P. Luis Tama­
riz que al tiempo la expulsión, a consecuencia de una grave enfer-
dad había quedado con muchas llagas en las piernas que le impedían(I)

(I) /bid., n. 178.


— 636 -

viajar sobre todo a caballo. El segundo era el P. Lucas Portolani


anciano de 75 años y enteramente paralizado del lado derecho
de suerte que no podía hacer ningún movimiento. El tercero
era el P. Mariano Ferrer asmático y que arrojaba frecuentement*
sangre por la boca, el cuarto el Hermano Coadjutor José Vidales
que tenía úlceras en el estómago, por lo que arrojaba frecuentenien-
te sangre y materias purulentas.
Para cumplir con las órdenes tiránicas de Madrid se pusieron
los cuatro enfermos en camino. Como era imposible que el P. Por­
tolani montase a caballo fué menester que dos hombres le pusiesen
en peso sobre la silla, y que para que, después de puesto en ella no
cayese al suelo, tuvieron que sostenerle uno de un lado y otro del otro
durante toda la jornada. Caminaron de esta manera hasta la ciudad
de La Plata, más allá de Popayán. Pero al llegar a La Plata ya no
se trataba de enfermos sino de moribundos, y íué preciso a los con­
ductores detenerse en esta ciudad. Las autoridades tuvieron que re­
conocer que era imposible que siguiesen adelante, si no se les quería
acelerar la muerte. Algo restablecidos con el forzoso descanso vol­
vieron a Popayán el P. Portolani con el Hermano José Vidales,
donde fueron recluidos en varios conventos. Prosiguieron su viaje
los Padres Tamariz y Ferrer hasta el pueblecito de Aipe, recién
fundado en las orillas del Magdalena. Pero ya ahí el P. Ferrer no
pudo proseguir su camino y consultado el Sr. Virrey mandó que se
detuviesen en esa población. El P. Tamariz habiendo conseguido
que se le cerrasen sus llagas con .un remedio casero, siguió sólo ade­
lante y llegó a Cartagena el 28 de Setiembre de 1770. Se embarcó
en esa ciudad el 2 de Noviembre de ese mismo año y llegó felizmen­
te a Cádiz el 2 de Marzo de 1771; en cuanto al P; Ferrer se quedó
en Aipe.
Los seis enfermos que salieron de Quito el 9 de Setiembre de
1772, llegaron a Guayaquil a los 12 días coa el quebranto que se de­
ja suponer en esos caminos, en que aun los sanos y buenos jinetes
tenían siempre mucho que sufrir en aquellos tiempos; y estos tra­
bajos y aún peores se repitieron para ellos al atravesar el istmo de
Panamá. Los Padres Francisco Campuz, José Pérez, Marcos de la
Vega, Andrés Cobo y el Hermano Insaurdieta, llegaron a Cartagena
el 30 de Diciembre de 1772, y habiéndose embarcado para España
el 9 de Febrero de 1773 con dos criados para cuidarlos, tomaron
puerto en Cádiz el 18 de Junio del mismo año. El Hermano Ramon
Espinosa estuvo enfermo 195 días en el hospital de Cartagena, hasta
el 12 de Julio de 1773. en que le hicieron embarcar para España.
Este episodio de los enfermos es uno de los más vergonzosos y
repugnantes de la expulsión de los Jesuítas de la Provincia de Quito.
¿Qué habían hecho o qdé podían hacer estos pobres enfermos
contra el rey Carlos III o contra su trono? ¿Qué motivo podía haber
para tomar estas medidas neronianas, con semejante lujo de inhu­
manidad? Eran Jesuítas y el conde de Aranda mandaba en España.
CA PITU LO QUINTO

C O N S E C U E N C IA S D E LA E X P U LS IO N D E LOS JE S U IT A S D E L A
PR O V IN C IA DE Q U ITO

SUMARIO: 1. Carta de Diguja a Carlo* III.—2. Despojos de las obras


pías; daños causados a la instrucción pública.—3. Daños causados al
culto divino y a las Misiones.

ARCHIVO S. J.

i — Daremos principio a este capítulo por la carta que el Pre­


sidente D. José Diguja dirigió al rey, con fecha de 3 de Enero de
1768 y que merece conocerse y conservarse. Dice así:
«A pocos días de haberme posesionado de esta Presidencia, re­
cibí Vuestro Soberano decreto de expatriación y ocupación de tem­
poralidades de los Religiosos de la Compañía de Jesús con las Ins­
trucciones para su cumplimiento, libradas por el Conde de Aranda,
Presidente de Vuestro Consejo Real. Inmediatamente distribuí las
que me parecieron oportunas a la Villa de Ibarra, Tacunga, Amba-
to, Riobamba, Cuenca, Loja y Guayaquil, para que los comisiona­
dos en los respectivos colegios, el 20 de Agosto las pusiesen en eje­
cución, en inteligencia de que yo haría lo mismo en los tres cole­
gios de esta capital; señalándoles para Caja general el puerto de
Guayaquil, previniendo a su Gobernador el apronto de alojamientos
y víveres para los sujetos que fuesen concurriendo, cómodas embar­
caciones, que en ellas los fuese embarcando y dirigiendo a Panamá,
a cuyo. Gobernador advertí hiciese llevar separada cuenta de todos
los gastos que causasen en su manutención y transporte a Cartage­
na, la Habana o hasta Cádiz, para que de dichos gastos se reinte­
grase la Real Hacienda cou el producto o valor de las temporalida­
des. Anticipadas dichas providencias sin estrépito y con buen orden,
el 20 de Agosto del año próximo pasado, a las cuatro de la mañana
pasé al Colegio Máximo e hice saber al R. P. Provincial y su Co­
munidad y la del colegio de San Luis, (que por ser corta y mediar
sólo la calle dispuse pasase al Máximo) el Real decreto que fué obe­
decido con rendida sumisisión, y con urbana atención se puso en
práctica cuanto previenen las Instrucciones, ejecutándose lo propio
por el Oidor decano en el colegio noviciado y en la Casa de Ejerci­
cios para cuyo efecto íué destinado.
- 638 —

Para la conducción de los sujetos al puerto de Guayaquil, y n0e


fuese conforme con las Reales y piadosas intenciones, libré las co­
rrespondientes órdenes a la vereda para el apronto de alojamientos
víveres,remudas de mulas, construcción de tambos o alojamientos en
los despoblados, y otras concernientes a la decencia y comodidad de
los individuos que debfan transportarse.
Y hecho cargo del dilatado viaje y variedad de climas, crecido
número de sujetos y su escasez de ropa, dispuse que a toda diligen­
cia se hiciesen 1.500 camisas, ropas de invierno y verano, zapatos
catres, toldos, chocolate, tabaco y otra infinidad de cosas de que
fueron proveídos, como precisas en estos climas y despoblados'países-
en las que tuve presentes los sujetos de los demás colegios, persua­
diéndome no lo ejecutarían así los Corregidores comisionados, co­
mo se verificó. Al mismo tiempo se aprontaron 700 mulas de silla y
carga, preciso número para la conducción de los Padres, los que los
acompañaron y sus equiqajes, y por lo poco que cada mula condu­
ce por estos agrios caminos en los que se viaja con los menesteres
de una casa y campaña.
En los días 31 de Agosto y 4 de Setiembre, a cargo de un Al­
calde ordinario y un distinguido vecino, provistos de necesarios cau­
dales, asistentes, cocineros y trenes de cocina, partieron de esta
ciudad para la de Guayaquil 97 sujetos, y con corta diferencia de
días los de los demás colegios, y los 17 y 25 de Setiembre y 3 de
Octubre, en tres proporcionadas fragatas del comercio del Perú fue­
ron embarcados para el puerto de Panamá 153, al que llegaron con
felicidad, quedando los Procuradores y hacenderos de los colegios y
algunos eufermos para seguir después y en todos 24; y más seis in­
capaces de viajar, los dos dementes, uno ciego y viejo y tres igual­
mente ancianos, depositados tres de los dichos en el convento de
San Francisco de esta ciudad, dos en el de la Villa de Ibarra y uno
en el Asiento de Ambato. Quedaron asimismo 26 misioneros emplea­
dos en las riberas del Marañón, Archidona y Mainas, que seguirán
luego que por I03 precisos tiempos sean relevados de sus ministerios.
Habiendo partido los expresados Religiosos con todo buen or­
den, con asistencia del Rdo. Obispo, testigos de excepción, Procu­
radores y sacristán mayor y con presencia de los Libros,con [los de] la
visita de los Provinciales, se evacuaron los inventarios de sacristía,
Congregaciones,iglesia y capilla interior,depositando todas sus alhajas
y ornamentos en proporcionada pieza, a cargo de un depositario y
dobles llaves en mi poder, y por el mismo orden los muebles de la
casa, aposentos, librería, procura de la casa, sus enseres, depósitos
en ella, papeles, libros de Caja y correspondencias, archivo de la
casa, el de la Provincia y Misiones, tomando individual razón de
todas sus dependencias, practicando por el mismo orden las diligen­
cias que correspondieron al colegio de San Luis, y hechas en él y
en las casas de esta ciudad y Gobernación entregas legales, si»
controversia, confusión y con toda caridad, partieron los Procura­
dores y hacenderos equipados como los antecedentes al puerto de
— 639 -

y en número de 25, incluso un misionero de Mainas que


G u a y a q u il
por casualidad llegó a esta ciudad, y a la fecha hago en Panamá.
En oportuno tiempo se dieron las providencias para la conti­
nuación de los estudios en la Universidad y colegio de San Luis,
encargando sus Cátedras a los sujetos más condecorados de la Reli­
gión franciscana, a dos clérigos de las de gramática, continuando
dos seglares en las de Cánones y Leyes, y el rectorado de dicha
Universidad al Maestrescuela de esta santa Iglesia, siguiéndose hoy
en lugar de la Escuela Suarista, con la misma aplicación y método,
la Escotista.
El Rdo. Obispo de esta diócesis, con la mayor eficacia y su
natural prudencia ha contribuido con los medios que han sido de su
inspección, y entre sus providencias habilitó prontamente 29 cléri­
gos a cargo de un Vicario Visitador a quien ha subdelegado sus fa­
cultades, y todos han partido a relevar los misioneros del Marañón y
Mainas de que separadamente informo a V. M.
Además del depositario de temporalidades nombré un conta­
dor y administrador general de ellas, con tres sujetos a su direc­
ción, para que en formal contaduría se lleve una prolija cuenta y
razón. Dispuse a representación de dicho contador y con libramien­
to mío, se hiciesen todos los gastos de esta dependencia por cuenta
de la Real Hacienda en Cajas Reales, y en separado Libro, y des­
pués de tomada razón de los -enunciados gastos que a representa­
ción del mencionado Contador con decreto mío y después de tomada
razón en dicha oficina, se hiciesen en Cajas Reales los enteros del
producto de las temporalidades, y en separado Libro se lleve razón
de lo que perteneciente a aquellas se recaudase, para que con este
método se pueda hacer pronto balance, así por los libros de oficina
como por los de la Caja Real, y por él venir en conocimiento de
si las temporalidades alcanzan a la Real Hacienda o ésta a las tem­
poralidades.
Las haciendas se quedan administrando en cuanto es posible
sobre el mismo pie y método que lo ejecutaban sus antiguos posee­
dores, reduciendo sus frutos a plata, que inmediatamente pasa a
Cajas Reales. Las alhajas, muebles y cuanto se secuestró está alma­
cenado bajo de distintas llaves y cuerpo de guardia para custodiar
los almacenes, sin que se haya vendido valor de medio real a excep­
ción de los frutos. Igualmente se hallan almacenados todos los de­
pósitos, que pertenecientes a distintos sujetos, se encontraron en las
procuras, interim que V. M. a consecuencia de los informes que en
estos asuntos vaya dirigiendo, resuelva lo que fuere de vuestro so­
berano agrado.
Las temporalidades en los colegios de la Gobernación de mi
cargo que son: tres en esta ciudad, el de la Villa de Ibarra, Tacungá,
Asiento de Ambato, Riobamba, Cuenca, Loja y Guayaquil, y sin in­
cluir los colegios de Popayán, Pasto, Buga y el de Panamá, que
aunque pertenecientes a esta Provincia están situados en distintos
Gobiernos. Considero que inclusas las fábricas conventuales, alhajas
de sus iglesias y el de todas sus haciendas ascienden a cuatro mi-
— 640 —

Hones de pesos, (i) bien que si se hubiesen de reducir a especie de


plata, después de mucho tiempo para conseguirlo, no importaría una
cuarta parte de la suma porla probreza del país,lo que me ha m o v i d o
a no vender nada, interim V. M. sea informado con documentos de
la calidad de las temporalidades secuestradas.
A la fecha quedo examinando lo actuado por los demás comisio­
nados y confrontando los inventarios con los libros de cargo y data
de los colegios justificados con las visitas de los Provinciales, y arre­
glados que sean los autos, comenzaré a extractarlos y formar prolijos
estados, en los que por separados ramos pueda V. M. tomar perfecto
conocimiento de esta dependencia, y de la exactitud, prolijidad y le-
galidad con que la he desempeñado, quedando por ahora con la satis­
facción que según las noticias con que me hallo de lo operado en
otras partes, en ninguna como en esta Gobernación se ha ejecutado
con más sosiego, menos estrépito, más de sorpresa, los sujetos más
caritativa y políticamente tratados y de un todo habilitados, sin que
se haya notado extracción alguna, ni vendido ni enajenado la más
mínima cosa de las secuestradas. Que tampoco se notara más prolija
cuenta y razón ni mayor claridad que la que aquí se observa como
más bien lo manifestaran los documentos y particulares planos de
cada ramo, sin que hasta la fecha en esta tan àrdua dependencia ha­
ya ocurrido dificultad, agravio, ni recurso, ni controversia. ...> (2)
Hasta aquí la carta del Presidente, destinada ante todo a hacer
la apología de su conducta. Permítasenos hacer aquí algunas obser­
vaciones acerca de los bienes incautados y de la inversión que se hizo
de su producto.

2 —Los bienes temporales de los Jesuítas prevenían todos de


fundaciones pías que se habían ido efectuando en el transcurso del
tiempo, para el bien y provecho de las ciudades donde los colegios
o casas se fueron sucesivamente levantando. Personas piadosas y ge­
nerosas que querían hacer algo en favor de sus conciudadanos, o co­
mo solía decirse entonces, declarar por heredero a su propia alma,
daban la renta suficiente o parte de ella, según su posibilidad, para
abrir un colegio de la Compañía, en la seguridad de que los Jesuítas
cuidarían del aprovechamiento espiritual de las almas de aquel lugar
por medio de su sagrado ministerio, y también del adelanto temporal
mediante la enseñanza gratuita, así primaria como secundaria.
Todo colegio era pues una obra pfa y con miras al bien común
del lugar donde se erigía. Según esto, se ve claro cuán evidente e
infeuo fué el despojo cometido por Carlos III, al apoderarse de estas
haciendas destinadas finalmente al bien de las poblaciones que las
habían proporcionado a los Jesuítas, a veces con mucho trabajo; por-1

(1) Debe notarte que en esta suma Diguja incluye no sólo las haciendas sino los edificio*,
con sus muebles y las iglesias con los tesoros y alhajas que encerraban.
(2) A rchivo S. J .
641 —

que en todas estas fundaciones el óbolo del pobre iba mezclado con el
donativo valioso del rico. Aun en el caso en que Carlos III hubiese
estado autorizado para expulsar a los Jesuítas, los bienes debían que­
dar intactos para que otros maestros sustituyesen a los Jesuítas y
ocupasen su lugar. Pero lo minucioso, lo circunstanciado y lo prolijo
de la Instrucción de Aranda, que acompañaba al Real decreto de ex­
pulsión, acerca de la ocupación de los bienes temporales, otras pres­
cripciones que después se remitieron, dan claramente e entender que
lo principal e importante en la expulsión, era apoderarse de todos
los bienes de los Jesuítas.
Para asegurar bien todos los bienes de los expulsos, apenas el
Presidente Diguja hubo intimado el Real decreto de expulsión, exigió
todas las llaves de la iglesia, de la sacristía y de todos y cada uno
de los aposentos de la casa, de suerte que desde aquel momento no
quedó ni una llave en poder de los Jesuítas. Con estas llaves y
acompañado de sus testigos, el Presidente fué recorriendo la casa
toda, abrió y reconoció las procuras, los aposentos, la iglesia, la sa­
cristía y todas las dependencias, volviendo después a cerrar todo pa­
ra hacer más tarde un inventario prolijo y detallado.
En cumplimiento de las instrucciones recibidas de la Corte,
exigió del R. P. Provincial que mandase con precepto de obediencia
a todos los Padres Procuradores y Hermanos hacenderos que bajo la
fé del juramento, diesen cumplida y exacta cuenta de cuanto habían
manejado y declarasen que nada se había ocultado, y aclarasen todas
las dudas que se ofreciesen sobre los bienes temporales. De todos
los Procuradores y hacenderos a su tiempo se exigió este juramento.
Era pues moralmente imposible que ocultasen ni un centavo.
El depositario nombrado por el Presidente, fué D. Francisco de
Borja y Larraspuru sujeto de toda la confianza de Diguja, «por las
circunstancias y amor al rey que en él concurren». No tenía otra
obligación sino la de «registrar, visitar y reconocer a distintas horas
del día, la sala donde estaban recogidas todas las cosas y alhajas»,
de la cual él tenía una llave y Diguja otra diferente. No era mucho
el trabajo, sin embargo se le asignó una renta de 500 pesos al año.
E l administrador general y principal de todos los bienes robados
a los Jesuítas en la Presidencia de Quito fué D. José Antonio Ascá-
subi, personaje también de toda la confianza de Diguja. Se le asignó
un sueldo de 1.500 pesos anuales, pero el Presidente insinuó a Aran­
da que convenía subírselo a dos mil.
El mismo día 10 de Setiembre de 1767 fueron nombrados para
ayudar al administrador general de temporalidades, cuatro oficiales
secundarios, un segundo administrador o contador, con un sueldo de
800 pesos al año, otros dos oficiales de pluma, el primero de los cua­
les tenía un sueldo de 200 pesos, el otro de 150 al año, y lo mismo
otro empleado que se ocupaba en cualquier diligencia que se ofrecie­
ra en la oficina. Más tarde se nombró también el abogado defensor
de temporalidades con un sueldo muy crecido. (1)1

(1) Cfr. A rchivo S. J .


— 642 —

La primera y más inmediata inversión que se hizo de los bienes


de la Compañía fué, por consiguiente, el sueldo de los empleados a
quienes se confió la administración de las Temporalidades confiscadas
a los expatriados. Estos sueldos, junto con los gastos de escritorio
montaban más o menos a lo que gastaban anualmente dos colegios
de Jesuítas, siendo así que el trabajo de estos empleados lo desem­
peñaban sin ahogo el Procurador de Quito con la ayuda de uno o dos
Hermanos Coadjutores.
Otra inversión cuantiosa de estos bienes, destinados a obras pías
y a enseñanza, fué la que se aplicó a cubrir los gastos de viaje de los
desterrados. Como no llegó a 15.000 pesos el dinero en metálico que
se ocupó en las diez Casas de los Jesuítas, en todo el territorio de la
Presidencia, Diguja se vió precisado a sacar 150.000 de las Cajas
Reales para hacer frente a los gastos urgentes que se le presentaban
a diario. Y si bien al principio, para proporcionar la ropa suficiente
a los desterrados pudo echar mano de las telas y paños que se halla­
ban en las procuras del Colegio Máximo y en algunas tiendas, des­
pués tuvo que pagar con el dinero sacado de las Cajas Reales.
Los gastos de viaje fueron bastante fuertes. De Quito a Pana­
má se gastaron 62.334 pesos, de Panamá a Cartagena, 19.434 pesos,
de Cartagena a Cádiz. 61.083 pesos, lo que da un total de 142.851
pesos. Y como es consiguiente, todos estos gastos se sufragaron con
los bienes de los Jesuítas, mejor dicho con los de las fundaciones
piadosas, con que sostenían su enseñanza y sus sagrados ministerios.
En efecto nada tuvieron que perder las Cajas Reales, porque en 24
de Enero de 1770, Diguja escribía a Aranda que hasta aquella fecha,
con el producto de los bienes secuestrados a los Jesuítas, había podi­
do reintegrar 110.000 pesos a las Cajas Reales, y que esperaba poder
reintegrar pronto otros 40 000 que faltaban para ajustar la suma de
150.000 que de ellas había sacado. Nada tuvo que sufrir la Real ha­
cienda, pero sí los fieles, los pobres, las escuelas, los colegios y las
Misiones.
Por lo demás,grandísimo fué el desengaño que se llevó el Conde
de Aranda, cuando no aparecieron en los colegios y casa de los Je­
suítas de la Península, los millones que esperaba encontrar. Viendo
defraudada esta esperanza, pensó que los tesoros de las casas de las
Colonias compensarían lo que no se había hallado en las de la Me­
trópoli. En este sentido envió órdenes terminantes a los Virreyes,
Gobernadores y Presidentes de Indias. El 12 de Mayo de 1769, me­
nos de dos años después del entrañamiento, nos encontramos con
una carta de D. José Diguja excusándose por no haber aún remitido
a España el dinero proveniente de los bienes incautados en la Presi­
dencia de Quito. Pero como lo que Aranda quería no eran excusas
sino dinero, Diguja recibió a vuelta de correo otra orden más apre­
miante para que cuanto antes aprestase las sumas que se le pedían.
El Presidente cogió entonces de una parte y otra lo que le fué
posible allegar y escribió a Lima reclamando el importe de la venta
de los paños trabajados en los obrajes de Quito, el cual, según sus
cálculos, debía ascender a unos 120.000 pesos. Contestó, pues, al
— 643 —

Conde de Aranda en carta de 24 de Enero de 1770, que pronto le


enviarían de Lima en su nombre y a cuenta de los bienes de los Je­
suítas 120.000 pesos. Este primer envío no llegó a efectuarse, por­
que hubo en Lima otro más listo que Diguja, el Virrey Amat que se
había gastado lo que habían producido la paños. Aranda sobremane­
ra sorprendido al ver que nada recibía de Quito, urgió el envío de
fondos con orden todavía más apremiantes. Con esto Diguja, sin
fiarse esta vez de los agentes que tenía en Lima, el 7 de Marzo de
1772, mandó por camino de tierra, de Quito a Cartagena, la suma
de 138.203 pesos, lamentándose de no haber podido ajustar la de
200.000 pesos, como lo había procurado con la mayor eficacia. No
fué ésta la única remesa de dinero enviado a España. Otras se fue­
ron sucediendo en épocas posteriores, de suerte que los bienes que
las ciudades y los particulares habían ofrecido a la Compañía para el
sostenimiento de sus obras de enseñanza y apostolado, imponiéndose
a veces para ello verdaderos sacrificios, fué a engrosar los caudales
de los ministros y agentes de Carlos III, los únicos que lograron en
el reparto de los despojos de la Compañía de Jesús.
Mas el secuestro de los bienes de los Jesuítas no tuvo solamente
por resultado privar a las poblaciones de la Presidencia de Quito
del fruto que con razón podían esperar de sus fundaciones piadosas,
sino que infirió una herida gravísima a la instrucción pública. He
aquí cómo el ilustre polígrafo D. Marcelino Menéndez y Pelayo juz­
ga las consecuencias del extrañamiento de los Jesuítas en España.
«Aquella iniquidad, dice, que aún está clamando al cielo, fué, al mis­
mo tiempo que odiosa conculcación de todo derecho, un golpe mor­
tífero para la cultura española, sobre todo en ciertos estudios, que
desde entonces no han vuelto a levantarse; un atentado brutal y
obscurantista contra el saber y contra las letras humanas». (1)
Si esto se ha podido decir de España, ¿qué se deberá decir del
Ecuador, en donde casi no había otra enseñanza secundaria y supe­
rior, que la que gratuitamente proporcionaban a sus alumnos los
maestros de la Compañía de Jesús? Por más que se procuró subsa­
nar el vacío que dejaba la expulsión de la Compañía, aplicando a la
enseñanza, lo que de sus bienes había podido escapar a la rapaci­
dad de los incautadores, los resultados en el aspecto de la instruc­
ción pública fueron desastrosos. A 7 de Febrero de 1816 escribía al
rey el Presidente Toribio Montes. «Ha evidenciado la experiencia
haber degenerado la educación de la juventud, subrogando a los co­
nocimientos sólidos, o la ignorancia, o un saber frívolo y perjudi­
cial, echándose menos la preciosa aplicación de los Jesuítas a la
enseñanza pública, su buen ejemplo, que era un poderoso estímulo
para tod os.. . . » (2)1

(1 ) H istoria d é lo s Heterodoxos españoles, lib. 6 , c. 2, § 3 (obrat com pletat, X V III,


174-75).
(2) Cfr. Frías, M em oriales a Fernando V i l -pidiendo J esu íta s p a ra el E cuad or,
Archivum Historicum Soc. Jes., (1937), V I, 87.
- 6 4 4 -

Hablando de Riobamba, escribe el Licenciado D. José Veloz


y Suárez: « . . . .queda su juventud sin instrucción, porque faltando
los Jesuítas, empezaron a decaer las lecciones públicas de primeras
letras y gramática, no teniendo hoy los jóvenes una decente ocupa­
ción en que emplearse los primeros años». (i)
Las mismas ideas se encuentran en un informe del Alcalde Or­
dinario de primer voto de la ciudad de Loja. «Talvez habían pocos
lugares, dice, como los del distrito de Loja, que necesiten más de
estos Maestros de la religión y de las costumbres, porque sus mora­
dores, al par que abundan en deseos y buena disposición para ser
instruidos cristiana y políticamente, no han logrado por la distancia
y falta de comunicación otros iguales para la enseñanza, desde que
perdieron a los Jesuítas, que la dispensaban con amor, edificación y
acierto». (2) Esto mismo pudieran referir todas las ciudades secunda
rias de la antigua Presidencia de Quito. No es, pues, extraño que el
limo. Sr. González Suárez, que tan poco afecto se muestra a los Je­
suítas, convenga sinembargo en que después de todo, su expulsión
fué una grave calamidad para la Colonia. (3)

3— Grande sin duda y muy de lamentar fué el daño causado por la


expulsión de los Jesuítas a la instrucción pública, que ellos princi­
palmente tenían a su cargo en especial fuera de Quito. Pero sin
comparación mayor fué el causado al cultivo espiritual de las almas
y a los pobres que beneficiaban de sus obras de caridad. Por de
pronto se acabaron las copiosas limosnas que en fodas las casas o co­
legios de la Compañía se hacían a los pobres públicos o a los vergon­
zantes, que tal vez eran más en número. Cesaron también los mi­
nisterios de confesiones, sermones, exhortaciones explicaciones de
la doctrina cristiana, a que con tanto celo y asiduidad se dedicaron
nuestros antiguos Padres, con fruto extraordinariamente copioso.
Quedaron asimismo deshechas aquellas fervorosas Congregaciones
que fueron para muchas personas escuelas de verdadera santidad,
en una palabra cesó todo el bien que los Jesuítas hacían a las almas.
Y débese notar que no hubo, ni podía haber quien sustituyese a los
Jesuítas,- por la sencilla razón de que todos los demás sacerdotes así
seculares como regulares tenían sus propias ocupaciones y propios
ministerios, y no podían con mengua de la propia obligación en­
cargarse de ocupaciones ajenas, por más grande y ardiente que fuese
su celo. Mentía, pues, Carlos III, o más bien el Conde de Aranda,
cuando aseguraba al Papa que las almas no habían de sufrir n in g ú n
detrimento con la expulsión de los Jesuítas por haber previsto quie­
nes los pudiesen suplir y con ventaja. Basta recordar la reseña de los
ministerios ejercitados por nuestros Padres, que dimos , en el capítu­
lo primero de este libro para comprender cuán doloroso quebranto
sufrió la vida cristiana en nuestra patria con la expulsión de la Com­
pañía de Jesús.1
(1) Ibid., 89.
(2) Ibid., 95.
(3) Cfr. H istoria General de la República del E cuador, lib. 4, c. 5; V , 262-63.
— 645

Cerraremos este capítulo con el inicuo despojo del tesoro reli­


gioso que poseían los Jesuítas principalmente en su iglesia de Quito.
Da grima pensar que tantas joyas de inestimable valor, con que la
generosidad de los quiteños quiso glorificar a Jesucristo, prisionero
de amor en nuestros altares y a su Santísima Madre, fuesen en su
mayor parte arrebatados no sólo a la Compañía sino al Ecuador, para
satisfacer la codicia sacrilega de los incautadores. (i)
En efecto los objetos sagrados secuestrados tuvieron diverso
destino. Los ornamentos y vasos sagrados propiamente dichos, co­
mo cálices, copones, patenas, custodias, etc., aunque perdieron al­
gunas de sus piedras, preciosas, conservaron su propio destino,siendo
repartidos entre otras iglesias. Otro tanto sucedió con la ropa blanca.
Los demás objetos como ciriales, blandones, lámparas, incensarios,
etc., se dividieron en tres clases, primera, segunda y tercera, según
su riqueza y valor. No nos consta lo que se hizo con los de la prime­
ra clase. En cuanto a los objetos de segunda y tercera clase, Diguja
nos dirá lo que se hizo de ellos en carta a la Corte de Madrid, cuyo
tenor es el siguiente: «Habiendo propuesto a S. E. el Conde de
Aranda en cartas de 5 de Octubre de 1770, 27 de Abril y 10 de Julio
de 1771 remitir a esa Corte la plata labrada secuestrada a los regula­
res de la extinguida Compañía, informé a S. E. con data de 28 de
Euero de 1772, que entretanto llegaba su determinación para la re­

f i ) Enumeraremos aquí algunos de los objetos preciosos incautados, tales como constan en
el inventario formado por el Presidente Diguja.
Una custodia de plata sobredorada que pesó 37 marcos (18 libras y media).
Dos copones de plata sobredorada, uno enjoyado con esmeraldas menudas, con peso los dos
de 16 marcos.
Un par de vinajeras de plata dorada, enjoyadas de piedras de Bohemia.
Cuatro ciriales de plata, una cruz alta, dos incensarios de plata.
Un sagrario de plata, con su media naranja y remate de JH S , de plata dorada.
Seis blandones de plata con el peso de 198 marcos.
Otros 22 blandones de plata con el peso de 223 marcos.
Un sitial, dos atriles, dos arañas, cuatro candeleras, una lámpara; todo esto de plata; un arco
de plata con su armazón de madera, con peso de tres arrobas.
Seis águilas grandes de plata con su armazón de madera con peso de 234 marcos.
Un cáliz y patena de oro con 127 esmeraldas, de valor de 2Ì 3 castellanos.
Una custodia con Sol y sobrepuestos de oro.
Una diadema de una tercia de diámetro de plata sobredorada, cubierta de sobrepuestos de
oro, enjoyados de esmeraldas y amatistas de diferentes tamaños, y en el fondo una esmeralda cir­
cular de más de una pulgada de diámetro, con muchos jardines y veinte rayos que la rodean.
Un JH S de oro de más de una sesma de diámetro con veinte y cuatro rayos y remates de
de estrellas. El JH S es de amatistas, y todo su cerco y rayos enjoyados de esmeraldas con veinte
y tres aguacates de lo mismo.
Un relicario esmaltado de diamantes, rubles y esmeraldas, fabricado en Roma y avaluado en
5.200 pesos, de más de vara y tercia de altura, con reliquias para todos los días del año.
De la Virgen de Loreto; Una gargantilla de oro con ocho broquelillos y ocho pendientes,
una joyas en medio, lazo y cruz, todo con ochenta y seis esmeraldas y diez y nueve chispas de
diamantes; con el peso de veintiún castellanos.
Un par de zarcillos de oro con setenta esmeraldas y diez aguacates.
Otro par de zarcillos pequeños de oro con treinta perlas pequeñas y ocho chispas de dia­
mantes.
Diez y seis hilos de perlas de cadenilla con vara y tercia de cinta de tela, y todo peta una
libra y nueva adarmes.
De la Congregación de Nuestra Señora de Loreto de Cuenca; Una águila de oro, esmaltada
con perlas, chicas y grandes, siete esmeraldas, cuatro ojuelos y una amatista en medio, con el peso
de treinta castellanos; una joya de oro y esmeraldas con el peso de 24 castellanos.
- 646 —

mesa expresada y de la vereda por donde se hubiese de hacer, había


arreglado treinta y seis cajones de ella, que se hallaban prontos para
la marcha 0006.529 marcos 3 onzas y 7 adarmes, según constaba
de su empaque, con más el relicario grande de plata fabricado en Ro-
ma, dos planchas de oro guarnecidas de esmeraldas y algunas otras
piezas de menor valor, habiéndose exceptuado en conformidad de
las Reales Instrucciones los vasos sagrados para darles la aplicación
prevenida por la Real Piedad, cuando llegase el caso de hacerse.
Posteriormente recibí la Real Provisión de 6 de Marzo de 1773 en
que se ordena la división que se debía hacer en tres clases de la pla­
ta labrada,a tiempo que la segunda y tercera, (a excepción de algunas
coronas, diademas y aureolas de Santos) se hallaba no sólo encajo­
nada, sino abollada para su colocación y enteramente inservible sin
nueva forma». (1)
La plata reunida en Quito, tanto del Colegio Máximo como de
las demás casas, con el fin de remitirla a España, montaba a 7.609
marcos 3 onzas 9 adarmes; las alhajas de oro a más de 307 castella­
nos, entre éstas se encontraba la custodia valuada en 31.804 pesos
4 reales. Por no haber entonces la suficiente seguridad en los mares
para que la plata llegase a la Península, la Corte mandó que la plata
abollada y contenida en los 36 cajones, se vendiese en América, co­
mo se efectuó. Por ser plata de segunda y tercera clase, los tasado­
res juramentados tasaron el marco a ocho pesos. El importe de los
36 cajones con separación de las alhajas fué de 51.048 pesos 3 reales.
De hecho no se vendieron sino 5.204 marcos una onza con un octa­
vo de la plata contenida en los cajones, alcanzando al producto de
la venta la suma de 41.765 pesos 4 reales. Quedó reservada y sin
venderse hasta consultar al rey la plata labrada de extraordinario
mérito y se encerró en seis cajones, su peso era de 858 marcos.
Por entonces se mandó a España el precioso relicario y algo más
tarde, según parece, la famosa custodia, labrada en Madrid y de ines­
timable valor así por la hechura como por la cantidad de predrería de
que estaba adornada ¿Cuál ha sido el paradero de joyas tan valiosas?
Hasta ahora no se ha podido averiguarlo y sólo Dios sabe a cuánto
ascienden las pérdidas ocasionadas por el inicuo despilfarro de los
tesoros que la tradicional piedad de los habitantes de Quito había
consagrado al culto de Dios nuestro Señor.
En cuanto al magnífico templo de la Compañía, poco antes ter­
minado, después del extrañamiento de los Padres, quedó cerrado al
culto por espacio de varios años. En 1781 se volvió a abrir al públi­
co en tiempo del limo. Sr. Minayo, atendiendo en ella cuatro sacer-
tes en calidad de capellanes. A fines de 1793, por tener que hacerse
reparaciones en la catedral, el limo. Sr. D. José Madrid, dispuso
que se trasladasen los oficios de la iglesia metropolitana a la de los
expatriados Jesuítas. Estuvo, pues, nuestra iglesia haciendo las ve­
ces de catedral por algunos años.1

(1 ) A rchivo S. J .
— 647 —

«El 23 de Agosto de 1807, según refiere el Sr. Roa en sus Me­


morias, entraron a esta ciudad cuatro Religiosos cruciferos de la Or­
den del glorioso San Camilo. . . y a las tres y media vinieron en
público, con el mejor acompañamiento que se pudo, a tomar posesión
de su iglesia y casa que fué de los expatriados de la Compañía de
J esú s....» (1)
Así fué desapareciendo rápidamente todo lo que había pertene­
cido a los Jesuítas desterrados, todo lo que directa o indirectamen­
te podía contribuir a conservar su memoria, para que, conforme al
anhelo de Carlos III y de sus ministros volterianos, no quedase ni
rastro de la extinguida Compañía de Jesús.
Pero, entre las empresas apostólicas de nuestros Padres, la que
sufrió más irreparable quebranto con su extrañamiento, fué la de la
cristianización de los indios infieles de la región oriental. Después
de la salida de los misioneros de la Compañía, las reducciones del
Marafíón y del Ñapo caminaron con paso rápido a la decadencia y
ruina total. Refiriéndose al estado en que se hallaban en 1788, vein­
te años después de haberlas dejado los Nuestros, se ha podido escri­
bir: «Comparadas las dos situaciones, esto es, la que tenían las Mi­
siones antes de 1768, y la en que se encontraban en 1788, puede
decirse que actualmente no es otra cosa sino un esqueleto gigante,
al cual no le han quedado sino 41 huesos descarnados, quiero decir
41 pueblos, compuestos de las últimas reliquias de diversas nacio­
nes, tan pequeños los más, que todos juntos, podían componer uno
de aquellos que antiguamente se llamaban principales». (2)
En su informe de 7 de Febrero de 1816, el Presidente Montes
expone sin ambages cuál era la situación de nuestras antiguas Misio­
nes en vísperas de la Independencia. «He manifestado a V. E. dice,
en informes anteriores, que las Misiones del Marañón se hallan en
un sensible atraso, faltándoles el número competente de celosos mi­
nistros evangélicos, que conserven y procuren reducir a esos habi­
tantes al gremio de la Iglesia Católica, haciéndoles sentir las venta­
jas de la vida civil. En prueba de ello acompañé copia de un informe
del Gobernador del Ñapo, donde se ve, que a falta del necesario cul­
tivo, han vuelto varias poblaciones a la barbarie y gentilidad de que
fueron sacados a grande costa, y que aun ha sucedido que los portu­
gueses, subiendo el Marañón, cargasen sus buques de indios pertene­
cientes a los dominios del Rey Nuestro Señor, y los transportasen a
sus colonias.
No sucedía así cuando estas Misiones corrían a cargo de los
Padres de la Compañía de Jesús de esta Provincia; pues servidas las
doctrinas de Religiosos los más distinguidos por su virtud y letras,
como que antes se hacía prueba de su vocación para este difícil mi­
nisterio, no sólo se conservaba en ellos la verdadera religion y una
ejemplar regularidad de costumbres, sino que se aumentaba el rebaño

publicado en La Ley,
Í1)2) Texto
Texto citado en H eredia, L a
19 de Enero de 1904, n. 151.
A ntigua P rovincia de Quito. Resumen s in o óni-
co de la H isto ria , 38.
648 —

del Señor con las continuas conquistas que hacían poniendo en pr¿c.
tica el buen celo, el ejemplo, el desinterés, y todos los medios capa­
ces de ganar el afecto y estimación de aquellos naturales. Muchas
pruebas se han hecho desde la expatriación de los Jesuítas para re­
mediar esta decadencia; pero nada ha bastado pues corriendo a pasos
largos se ve hoy en el peor estado aquel fértil país, cuya extensión y
preciosidad le hacen digno de consideración. Los Jesuítas tenían sus
casas parroquiales proveídas de las necesarias librerías, y todas las
iglesias decentemente adornadas, de que apenas ha quedado rastro'
ellos proporcionaban a las poblaciones las comodidades de la vida,
habiendo hecho exportar para solo bien de ellas ganados de varias
especies, que iban multiplicando y cuya raza se halla ya extinguida;
ellos en fin aplicando sus desvelos al conocimiento de la lengua ge­
neral quechua, y a las particulares de cada nación, se ponían en esta­
do de catequizar perfectamente a los indios, sin exponerlos al re-
traente de decir sus pecados por medio de intérpretes, habiendo por
tanto formado yo el juicio de que no era asequible llenar el hueco de
los Padres de la Compañía de Jesús», (i)
Los deseos del Presidente Montes y del Cabildo de Quito no se
pudieron cumplir por entonces, y las Misiones acabaron de perderse,
y esta pérdida debe contarse entre las causas lejanas, que contribu­
yeron a que el patrimonio territorial, adquirido en la cuenca amazó­
nica para el Ecuador, por el trabajo y por la sangre de sus misione­
ros, se perdiese â su vez en tiempos posteriores, para la Patria.1

(1 ) Fri»«, Memoriales a Fernando V i l pidiendo J esu íta s J a r a el Ecuador,


Atchivum Historicum Soc. Je«., (1937), V I, 86-87.
CAPITU LO SEXTO

L A P R O V IN C IA D E Q U ITO E N E SPAÑ A Y E N IT A L IA

SUMARIO: 1. La detención de los desterrados en España; los novicios; los disi­


dentes.—2. El viaje a Córcega y a Italia.—3. La Provincia de Quito
en Italia.—4 . La supresión de la Compañía por Clemente X IV .—5.
Los Jesuítas quitenses en la época de la supresión y su actividad lite*
raria; el P . Juan de V elasco.—6. Esperanzas del restablecimiento de
la Compañía.

ARCHIVO S. J.

i — Desde el 6 de Enero de 1768, en que llegó a España el pri­


mer convoy de Jesuítas desterrados, hasta el i 1? de Setiembre de
1769, desembarcaron en Cádiz 219 Jesuítas déla Provincia de Quito,
incluyendo en este número los misioneros del Marañón. A todos se
les recibió sin ceremonias pesadas, ni estrépito de armas, conducién­
doles luego con cortesía a las Casas destinadas para su detención.
En general el registro de sus equipajes se hizo en tal forma que
pudo llamarse de puro cumplimiento. El mismo día que llegaban, les
abrían los almofreces para la formalidad de ver si llevaban algún ta­
baco, reservando para después los baúles y petacas. Estos, que que­
daban depositados en la bodega, se registraron después superficial­
mente.
Como la ciudad del Puerto de Santa María era el depósito gene­
ral de todos los Jesuítas de las siete Provincias de América, desti­
naron por orden de la Corte para su alojamiento principal la Casa
de Hospicio, que en esta ciudad tenían construida a.su costa las mis­
mas Provincias, y en que esperaban el tiempo de hacerse a la vela las
expediciones de misioneros a América. Siendo esta, aunque en corto
espacio, una de las mayores casas de Europa, albergó durante
todo el tiempo de la detención de los expulsos en España, un crecido
número de Jesuítas.
Cuando estuvo llena la Casa de Hospicio, los Jesuítas america­
nos fueron hospedados en otras partes, como en la casa de la
Guía, en la Victoria y en el convento de San Francisco.
La reclusión en estas diversas casas, y generalmente ha­
blando, dice Velasco, quien la experimentó, fué en nada estre­
cha, y sólo en orden a que no saliesen de ellas. Por lo demás,
tuvieron los seculares gran libertad y franqueza en entrar y salir,
en visitar y tratar, en hacer encargos y prestar servicios, y aun
en ir diariamente como de costumbre los vendedores con aquellas
bagatelas de que podían necesitar o gustar los Jesuítas. Eu la Casa
del Hospicio estaban abiertas las puertas todo el día y gran parte de
la noche, con sólo dos o tres soldados y un oficial del regimiento de
los Suizos. En la casa de la Guía jamás pusieron un soldado, ni
guardas, y menos en las otras casas de Regulares. Si alguno o algu­
nos de los Nuestros depositados en alguna casa, o por el deseo de
juntarse con otros, parientes, amigos, conocidos, querían mudarse a
otra casa, lo conseguían sin mucha dificultad. Con esta facilidad pu­
do el P. Velasco informarse de cuanto quiso para la historia que pre­
tendía escribir, (i)
«El trato en la comida y en lo demás, según el mismo autor,
fué malo mientras D. Lorenzo de la Vega, secretario del Gober­
nador y Regidor de la ciudad de Santa María corrió con el gasto
para mantenerlos; la comida era tan escasa y mala que perecían de
hambre los que no podían buscar de por sí otra cosa, pero mejoró no­
tablemente desde que el marqués de la Cañada tuvo a su cargo el
proveer a los expulsos de lo necesario. Siempre sin embargo, hubo
mucha estrechez de local en la Casa del Hospicio, donde comunmen­
te había unos cuatrocientos reunidos, por lo que tenían que comer y
dormir aun en los tránsitos de la casa.
En el gobierno doméstico,hubo sus más y sus menos según
el número de los que se juntaban y el celo que tenían los respec­
tivos Superiores para acomodar la observancia regular a las in­
felices circunstancias en que se hallaban. No hay duda que las
casas donde no había mezcla de diversas Provincias estaban mejor
gobernadas, porque faltando la diversidad de usos y costumbres, se
arreglaban más fácilmente las distribuciones y la subordinación re­
ligiosa.
No obstante, en lá concurrencia que hicieron varias veces,
mezclados unos con otros, se señalaron en dar buenos ejemplos las
Provincias de México y Quito, tanto que por su modo y costumbres,
los distinguieron aun los mismos seglares. En ocasión en que vivie­
ron en el Hospicio hasta 400 de diversas Provincias y empezaron a
experimentar alguna confusión y desorden, entraron en acuerdo to­
dos los de casa y nombraron al P. Lizasuain de la Provincia de Mé­
xico con el título de Ministro para que cuidase del orden interior de
la casa, en cuanto a la iglesia, refectorio, viviendas, enfermos y todo
lo demás que se ofrecía, llevando también la voz de todos con los
de fuera.
E l señalaba los lectores, los sirvientes, por orden de turno de
Provincias, para todas las mesas, y asimismo los altares y turnos de
misas en la iglesia, coro y antecoro, procurando tener dispuestos
siempre nueve altares. La ropa la daban muchos de comunidad y se
lavaba de cuenta del rey, y los que no querían, tomaban libremente

(1) Velasco, libro IV § 2.


-6 5 1 -

sus disposiciones de la manera que les gustase. Solamente en la ha­


bitación fué suma la incomodidad y la estrechez, pues siendo en nú­
mero tan crecido como de 400, a más de llenar todos los aposentos,
la galería, las torres, llenaron también de camas todos los corredores,
altos y bajos, con separaciones de esteras y de lo que podían».
Pero al fin estas estrecheces e incomodidades eran consecuencia
inevitable del destierro, y nuestros Padres las sobrellevaban con in­
victa paciencia, y aun alegre resignación. Incomparablemente más
dolorosa fué para ellos la artera persecución, con que el conde de
Aranda y demás ministros de Carlos III procuraron provocar deser­
ciones en sus filas. De un modo particular se enseñaron con los no­
vicios, y en las sentidas palabras, con que el P. Velasco da cuenta de
estos atropellos, se siente aún vibran el dolor e indignación que cau­
saron a los pobres desterrados los ruines manejos, que emplearon a
fin de apartar de su vocación a quellos jóvenes, que para seguirla ha­
bían aceptado gustosos el perpetuo destierro de su patria. «Apenas
habrá, escribe Velasco, quien pueda o quiera creer, lo que a cara
descubierta se ejecutó en tierra de cristianos con los novicios de
la Compañía de Jesús de diversas Provincias; mártires invictos que
padecieron la más fiera persecución del mundo, sirviendo de volun­
tarios instrumentos para ella algunos miembros de otras Ordenes
sagradas, indignos a la verdad de que se les dé el nombre de Reli­
giosos».
Laprimera arbitrariedad que se cometió contra ellos en el Puer­
to de Santa María fué el separarlos de los demás, con pretexto de
que con entera libertad pudiesen examinar su vocación y seguir o no
a los Religiosos al destierro. Pero este examen ya se había practica­
do con rigor a raíz del arresto en cada noviciado, y ¿qué motivo ha­
bía, para repetirlo?
Con estos nuevos vejámenes algunos novicios, cansados de tan­
tas luchas, acabaron por rendirse. Pero los más dieron en esta oca­
sión un ejemplo hermosísimo de constancia y amor a la vocación,
en los precisos momentos en que la Compañía era blanco de la in­
justicia y del odio universal. Señaláronse entre todos los novicios
de la Provincia del Paraguay, en número de ocho. Habíanlos reclui­
do en el convento de San Francisco. Sabemos lo que con ellos pasó
por una carta, que se dieron maña para hacer llegar a manos de su
Maestro P. Juan de Escandón. Estaba fechada a 22 de Febrero de
1768, y decía así: «Vino a este convento de San Francisco el Señor
Gobernador a tomarnos la declaración. Exploró nuestra voluntad, y
halló que perseverábamos todos en seguir a la Compañía, no obstan­
te un nuevo decreto, el más estrecho que se podía pensar, hecho en
el Consejo Extraordinario del 8 de este mes, en que se manifestaba
la voluntad del Soberano, ordenando que los novicios que quisiesen
seguir la Compañía de Jesús, se costeasen a expensas propias el viaje
hasta el lugar de su destino, y esto en traje secular, sin permitirnos
llevar sotanas, y no contento con esto,añade otra condición durísima
que ha de ser forzosamente por tierra. No obstante estas durísimas
condiciones, resolvimos unánimes seguir la Compañía del dulce Nom-
— 652 —

bre de Jesús, y hacer nuestro viaje, aunque sea a pie, en traje de


peregrinos, e imitación de nuestro Santo Estanislao de Kostka
hasta la misma Roma, a fin de conseguir la sotana, que si no es à
pedazos y por fuerza no nos la han de quitar.. . . »
Siguieron el ejemplo de estos ocho del Paraguay, otros dieciseis
que llegaron de la Provincia de Nueva Granada, y fueron deposita­
dos en el mismo convento de San Francisco. A estos se agregaron
otros diecisiete de la Provincia de México el día 17 de Abril y final­
mente dos de la Provincia del Perú que completaron el número
de cuarenta y tres.
El día i? de Mayo de 1768 los sacaron del convento de San
Francisco y los trasladaron a Jerez de la Frontera, para que estu­
viesen más lejos de los Padres y no se pudiesen comunicar con ellos
de ninguna manera. Allí para conseguir más fácilmente apartarlos de
su vocación, los depositaron divididos en varios conventos, y los en­
tregaron a varios Religiosos, que se habían ofrecido empeñar todo su
celo por el Real servicio en orden a contrastar las voluntades de
aquellos inocentes engañados, como decían. Todos los medios pare­
cieron lícitos para conseguir el inicuo intento, ruegos, amenazas,
promesas, cárceles; más aún se trató de formarles falsas concien­
cias, diciéndoles que si se empeñaban en seguir la Compañía incu­
rrían en un triple pecado mortal, el primero de infidelidad al rey,
pues no hacían su gusto, el segundo, por incurrir en excomunión
cualquiera que murmura contra el gobierno de su Majestad, el ter­
cero, por faltar a la obligación que todos tienen de conservar su
propia honra. A algunos se les negó' la absolución sacramental
por el pecado de querer seguir a los Jesuítas al destierro. Se llegó
hasta prohibirles visitar al Santísimo Sacramento.
Así desamparados sin poder aconsejarse de nadie, resolvieron
acudir a sus Padres Maestros que estaban en el Puerto. «Se valie­
ron para esto, prosigue el P. Velasco, del poco dinero que habían
llevado, recibido de limosnas, y ganando con él la confianza y vo­
luntad de un fraile lego, pudieron escribir sus papeles y enviarlos
con seguridad al Puerto, dando noticias del estado en que se halla­
ban y pidiendo algunos la licencia a los Provinciales para hacer sus
votos, la que se les envió para su consuelo».
De los novicios de la Provincia de Quito, que habían seguido
los Padres al destierro, todos menos uno habían hecho los votos
del bienio durante el viaje. El último llamado José Núnez no tuvo
suficiente valor para seguir el heroico ejemplo de sus compañeros y
dejó la sotana poco antes de salir los desterrados para Italia.
A los que permanecían fieles no se les daba ya sino el nombre
de engañados o de protervos. Les intimaron finalmente de parte del
rey que si no dejaban la Compañía, saliesen de todos sus dominios
dentro del plazo de dos meses, pena de la vida. Ni este terrible
golpe fué bastante para rendirlos, siendo así que no tenían a quien
volver los ojos ni a quien pedir socorro. Por medio del lego, de
quien hablamos, pudieron hacer saber a los Padres detenidos en el
— 653 —

puerto de Santa María el aprieto en que se hallaban. Estos juntaron


de su pobreza unos 500 pesos, de los que el Viceprovincial de Quito
dió generosamente 100, con ser que ya no tenía ningún novicio. Un
piadoso eclesiástico dió otros cien pesos, y con algunas limosnas que
se pudieron conseguir, se reunió la cantidad suficiente para pagar el
viaje a Italia de aquellos novicios, a quienes bien podemos llamar
mártires de su vocación.
Los agentes reales no se contentaron con incitar insidiosamente
a los novicios a que abandonasen su vocación, sino que trabajaron
en el mismo sentido con los.demás. Aprovechando el cansancio y el
tedio, que habían producido los trabajos de la larga navegación de
América a Europa, y el miedo y temor de los que les esperaban hasta
Italia, se dió a entender a los desterrados,que los que abandonasen la
Compañía serían mirados por el rey como súbditos fieles y leales, e
hijos queridos; que se les permitiría volver a América, y que ahí po­
drían optar por todos los cargos y dignidades, civiles y eclesiásticas,
lo mismo que los otros súbditos leales de S. M. Estas vanas esperan­
zas fueron causa de que algunos cayesen en la tentación e hiciesen
recurso al Conde de Aranda, pidiendo ser dimitidos de la Compañía,
obligándose a prestar el juramento de fidelidad según la Real Or­
denanza.
Llegó la respuesta de Aranda el 27 de Mayo de 1768, con gran
dolor de los Jesuítas que permanecían fieles a su vocación y que ha­
bían ignorado el paso dado por los apóstatas, a los que en adelante
se llamó "Disidentes". Mandaba Aranda que estos desertores y los
que en adelante quisiesen seguir su ejemplo, fuesen separados de los
demás Religiosos, aunque no se les dispensaba de la obligación de ir
como ellos a Italia. Allí tenían que obtener la solución de los votos
religiosos, y entonces se les haría saber la resolución del rey en or­
den a regresar a los dominios de España.
Esta real resolución fué el primer desengaño que sufrieron los
Disidentes. Habían pensado que al punto tendríau cumplimiento
las promesas con que se les había halagado, a fin de quebrantar su
constancia. Y ahora se veían obligados a emprender con sus anti­
guos hermanos el camino de un penoso destierro, sin tener como
ellos el consuelo de saber que padecían persecución por el nombre de
Jesús. Nada en concreto habían obtenido, puesto que lo único que
se les ofrecía era darles a conocer en Italia la última resolución
del rey.
El número de Disidentes en el Puerto de Santa María era de
un centenar más o menos, a io de Junio de 1768. Pertenecían a to­
das las Provincias americanas, si bien los más eran de la Provincia
del Perú. De la Provincia de Quito, siete fueron infieles a su voca­
ción y pasaron a los Disidentes, es a saber los Padres Ignacio Avilés y
Antonio Dávila, que aún no habían hecho los últimos votos, los
Hermanos Escolares Javier González, Eduardo Váscones y Luis
Avilés, y por fin el Hermano Coadjutor Juan de Araujo. Si a éstos se
añade el novicio José Núñez, de quien hablamos antes, el número
de los que se apartaron en la Compañía en España asciende a ocho.
654 —

Desde el 28 de Mayo, los Disidentes fueron separados de los de-


más Religiosos y alojados en los conventos de San Francisco y de
San Agustín. Allí de común acuerdo dirigieron al rey una nueva so­
licitud, suplicándole les dispensasen del viaje a Italia y les permi­
tiese volver cuanto antes a América. Para hacer méritos cometieron
la ruindad de tentar con cartas la constancia de los que habían per-
manecido fieles a su vocación, invitándoles a pasarse a su bando.
Muy poco consiguieron, pues fueron contadísimas las defecciones,
después de la separación de los Disidentes. Pero de nada les valió
esta villanía en orden a conseguir sus intentos de no ir a Italia. La
Corte que con sus promesas no pretendía sino hacerles apóstatas de
la Religión, se mostró inexorable.
El 6 de Junio de 1768, un oficial real intimó a los Religiosos,
detenidos en las diversas casas del Puerto de Santa María, la próxi­
ma salida de España. A los Disidentes se la intimó personalmente el
Marqués de la Cañada. Dióles las gracias por su fidelidad en nom­
bre de S. M. Católica, prometióles su Real protección y ensalzó su
buena crianza y doctrina. Más estas alabanzas y cortesías termina­
ron para los Disidentes con un solemne desengaño, justo castigo de
su cobardía; porque el Marqués terminó su razonamiento intimándo­
les como a ios demás el destierro a Italia.
En el Puerto de Santa María descansan los restos de cinco Re­
ligiosos de la Provincia de Quito, el P. Marcos de Escorza, fallecido
el 4 de Mayo de 1767, el Hermano Juan Alejandro de 77 años, sujeto
muy edificante, que murió santamente el 24 de Abril de 1768, los
Hermanos Juan Calopiña y Manuel Baliñas, muertos en Mayo y Ju­
lio del mismo año; finalmente a 27 de Enero de 1770 acabó piadosa­
mente su vida en el Hospital de San Juan de Dios, el P. Juan Ibusti
antiguo misionero en las reducciones del Ñapo, a quien dejaron en­
fermo en aquel Hospital, al tiempo de la partida para Italia.

2— El día 9 por la tarde ya se dió principio al traslado de los


bultos y equipajes de los que debían embarcarse, operación que duró
hasta el catorce. Para ese día todos estaban ya a bordo de los dife­
rentes navios, que los habían de llevar a Italia. En el "Santa Isa­
bel” barco de guerxa de 70 cañones, iban 103 Jesuítas extranjeros
de diversa nacionalidad y pertenecientes a todas Provincias de Amé­
rica; en el "Jason” iban todos los Disidentes; en el "Nerón” pu­
sieron a 181 todos americanos, 10 de la Provincia de México, 19
de la del Perú, 17 de la de Chile, 25 de la del Paraguay, 15 de la
Nueva Granada y 67 de la de Quito. Entre estos il?a el P. Juan de
Velasco. Los demás fueron distribuidos en los seis buques restantes
hasta completar el número de 1.043.
De los Jesuítas de las Provincias americanas que habían estado
juntos en el Puerto de Santa María, habían muerto 10 hasta la fecha
del embarque, quedaron como enfermos 38 y 43 novicios en Jerez,
que todavía no habían salido, de suerte que el total de los desterra­
dos era de 1.134.
- 655 -

En la travesía de España a Córcega no ocurrió cosa especial, a


no ser las continuas arbitrariedades que se cometían con los pobres
desterrados. Sin motivo alguno se les prohibió decir misa. Cada
barco llevaba un capellán del clero secular y alguno de estos seño­
res ejercitó no poco la paciencia de los Nuestros. Del capellán del
“ Nerón” dice el P. Velasco que «dispensó benignamente para que
los Jesuítas pudiesen rezar en comunidad el rosario, dando por razón
que no todas las acciones de piedad les estaban permitidas». Otro
negó la comunión a algunos Jesuítas que se la pidieron, exigiendo
que primero se confesasen con él y dando por inválidas y nulas las
confesiones que habían hecho mutuamente.
El 15 por la mañana levaron anclas los nueve navios en que
iban los Jesuítas desterrados, y el 20 por la noche fondearon en
Cartagena. Allí fué necesario dejar uno de los barcos la “ Constan­
za” , porque hacía tanta agua, que amenazaba hundirse de un mo­
mento a otro. Los 64 Religiosos que iban en ella fueron distribui­
dos entre los demás navios del convoy. Siguieron su camino coa
vientos ya favorables ya contrarios. Avistaron el 28 de Junio a Ma­
llorca, el 5 de Julio a Cerdeña, el 8 se acercaron a Córcega, y el 9,
dieron fondo casi todos los barcos a un tiempo en la bahía de Ajac­
cio muy cercanos a la ciudad. El día siguiente el comandante del
convoy saltó a tierra, para saber si los Jesuítas que traía podían de­
sembarcar en aquella ciudad. Respondióle el mariscal francés que no
era posible admitirles por ser la ciudad pequeña y estar ya en ella
900 Jesuítas españoles. Había además una guarnición de 2.000 sol­
dados franceses y se temía de un momento para otro el rompimien­
to de la guerra con los corsos. Pero dió licencia de buen grado
para que pudiesen saltar a tierra y visitarse entre sí todos los Je­
suítas. Permitió asimismo que los extranjeros pudiesen fletar a su
cuenta algún barco para dirigirse a sus propios países. Aprovechán­
dose de esta licencia los Padres Austriacos fletaron un navio y el
día 14 salieron para Génova; el 15 salieron en otra embarcación pe­
queña cinco Padres Sardos, entre ellos el P. Francisco Antonio
Sauna de la Provincia de Quito, anciano cargado de merecimientos.
En este puerto hubo también algunas defecciones y ocho se pasaron
a los Disidentes; dos pertenecían a la Provincia de Quito el P. Mi­
guel de Ripalda y el Hermano Coadjutor Juan Ruíz.
El 16, así que contestó el Gobernador Conde Marboeuf que ad­
mitía a todos los Jesuítas del convoy en su ciudad de La Bastia, las
naves se hicieron a la vela, con muy escaso viento y muchas veces
contrario, de suerte que tardó 9 días hasta llegar a la bahía de San
Florencio donde todas dieron fondo. La intención del capitán era
que desembarcasen en este lugar todos los Jesuítas y que de allí pa­
sasen a La Bastia por tierra, pues distaba un día escaso de camino.
Todos admitieron gustosos la proposición y el 29 de Julio se dió a
todos la pensión Real para dos meses, que consistía en 12 pesos fuer­
tes y 4 reales para los sacerdotes y escolares, y 10 pesos fuertes y
2 reales para los Hermanos Coadjutores. Debían emprender el via-
- 6$6 —

je el 31 de Julio día de San Ignacio, pero la noche del 30 rompieron


los corsos impensadamente las hostilidades contra los franceses en
el mismo San Florencio, antes que se cumpliese el plazo de las tre­
guas que habían ajustado. Con esto turbóse tanto el capitán español
que en un mismo día expidió seis órdenes diferentes y aun contradic­
torias. Primero mandó que se hiciese el viaje por tierra, luego que
se hiciese por mar, pero no en los barcos grandes sino en pequeños
que cada cual fletase por sí. Como esta orden duró más tiempo que
las otras algunos fletaron con efecto algunas embarcaciones y trasla­
daron a ellas sus cosillas. Mas luego hubo contraorden que todos
fuesen en los navios grandes. En medio de tanto desorden los ex­
tranjeros que quedaban fletaron, para sí un barco que los condujera
a Spezzia y salieron aquella misma noche en número de 97.
Los Disidentes que estaban en el “ Jason” partieron asimismo con
rumbo a un puerto de Italia. Los demás se dirigieron a La Bastia
donde llegaron, aunque no a un mismo tiempo el día 6 de Julio de
1768.
Para entonces el número de Jesuítas hospedados en varias po­
blaciones de la isla de Córcega, era de de 3.134.
Tomamos del P . Velasco las impresiones que experimentaron
nuestros viajeros al saltar a tierra: «Desembarcaron al fin en los días
5 y 6 de Agosto, y esto es cuanto se puede decir, siendo imposible
explicar los trabajos y amarguras de aquellos días. Esperaban que
éstos fuesen muy alegres y gustosos, por ser los primeros en que ha­
bían de saltar a tierra, libres, después de un año de prisiones, solda­
dos y guardas, y aun se puede decir estrecha cárcel, por tierra y por
mares. Esperaban comodidad y alivio en las habitaciones; porque
mucho antes les habían asegurado que estaban compradas por el rey
de España varias casas muy cómodas en La Bastia, con el fin de ato­
jarlos en ellas, esperaban que se separasen a los sujetos de una Pro­
vincia según la diversidad de naciones, con que fueron desde Cádiz
asegurados que los llevaban a distintos puertos. Mas todo salió enga­
ño, todo falsedad, todo embuste. Conforme fueron saliendo de las
embarcaciones del convoy confusamente, y saliendo de los barquitos
pequeños en el muelle, ya diez, ya veinte, ya más, ya menos, los
precisaron los soldados y oficiales que estaban a la mira, a ir luego
al punto a una iglesia, no a dar gracias a Dios por la llegada, sino
a rendir la obediencia a uno que los esperaba allí, y era de nación
genovés, de nombre Gneco, de profesión mercader y de oficio en La
Bastia Comisario de España para entender inmediatamente en las
cosas de los Jesuítas y pagarles a su tiempo el vitalicio.
Este, pues, según el número de los que iban entrando en la igle­
sia, en pequeñas tropas, daba una boleta con el nombre de de una
casa, la llave de ella y el número que le correspondía en la puerta.
Era el caso que les tenían prevenidas las habitaciones, no de casas
enteras, sino de piezas determinadas, las más, indecentes, estrechas,
incómodas, sin las separaciones de las casas particulares, arrendán­
dolas a razón de una lira por mes por cada uno, la cual había de salir
del mismo vitalicio. Los precisaron a estas determinadas ruines ha-
657 -

bitaciones, sin dejar libertad para elegir otras, así por cobrarles la
tal cual composición que debían haber hecho, como porque no es­
torbasen a los franceses, los cuales distribuidos por toda la ciudad
en la misma forma, ocupaban las mejores casas, habitaciones y pie­
zas. Por eso para el conocimiento y buen orden en tanta confusión
de Jesuítas y de soldados habían numerado de antemano todas cuan­
tas puertas de casas y tiendas había en la ciudad.
Cogiendo pues los infelices desterrados la boleta y llave, y sin
más guía ni conductor que el número de todas las puertas que as­
cendían a no pocos millares, andaban por aquellas calles, dando mil
vueltas por encontrar su número, y por conducir con gran trabajo y
gasto las camas y demás equipajes, experimentando desde aquellas
primeras acciones, el genio codicioso, desatento y atrevido de los
Corsos. No fué este el mayor trabajo, sino que entraron en aquellas
casas, todos o casi todos muertos de hambre, y no encontraron en
ellas sino únicamente el suelo firme en que dormir, y talvez ni sue­
lo firme, porque se le veía mover con la inmundicia de los chin­
ches. No había en dichas habitaciones sino paredes, y así fué necesa­
rio que cada cual buscase primeramente por tiendas, calles y plazas
algún bocado con que acallar el hambre, y luego todo lo demás que
era indispensablemente necesario, como catres, mesas, sillas y tras­
tos de cocina, o por arrendamiento o por compra, a que se siguió
el comprar también los víveres, el agua, la leña, en una palabra,
un todo.
Unos concertaron cocineros o cocineras que les diesen la comi­
da hecha por un tanto al mes, proyecto en que los más salieron
menos mal; otros buscando todas sus cosas, eran ellos mismos sus
cocineros o del todo o en gran parte, y estos salieron mejor, otros
concertaron el trabajo y dieron compradas todas las providencias.
Era cosa de edificación, de compasión y muchas veces de risa ver
por todas horas y por todas las calles, bandadas de Jesuítas, (ado­
rados y servidos en el otro Mundo), que iban todos en sotanilla,
buscando y comprando de tienda en tienda, cuanto habían menes­
ter, cargando en sus manos o en sus espaldas los canastrojos, los
trastos de barro, la carne, la fruta, el agua o la leña, casi sin tener
tiempo para otra cosa que para buscar con ese trabajo y esa fatiga,
todos los días el sustento.
Una de las cosas en que padecieron más fué en decir misa;
pues habiéndose privado de este consuelo, a excepción de tal que
otra vez, en el espacio de un año, cuando pensaron decirla todos
los días en esta ciudad, apenas lo consiguieron algunos pocos, que­
dando muchos sin decir misa ninguna, porque habiendo pocas igle­
sias y muchos frailes y prestes, eran tantos los Jesuítas que se estor­
baban unos a otros, sin tener mucho tiempo para aguardar, por ser
preciso ir a buscar el sustento. A más de esto, les costaba a cada
uno el decir misa o llevar cera, vino y hostias, o pagar lo corres­
pondiente».
Los Superiores de las diversas Provincias procuraron remediar
el estado tan aflictivo de sus súbditos de la mejor manera que les fué
— 658 -

posible, jantando a los de una misma Provincia por medio de cam­


bios mutuos, esforzándose en juntar a los jóvenes en casas de mayor
capacidad para que pudiesen proseguir sus estudios, pero fué muy
poco lo que se pudo conseguir por presentarse cada día nuevas di­
ficultades. No les quedaba otro recurso sino poner por obra lo que
les recomendaba el P. Ricci, en una carta que se leyó el 14 de Agos­
to y en la que daba a todos las gracias {por su constancia en la vo­
cación, exhortándolos a gran paciencia-y a sufrir todo por amor
de Dios.
£1 mismo dfa 14 se publicó un bando por el jefe francés en que
se mandaba que todos los Jesuftás comprasen en ciertas tiendas de­
terminadas, lo que necesitasen y no en otras, pena de 20 liras y
otros tantos días de cárcel. «Se hizo y publicó este bando, dice el
P. Velasco, a instancias del Comisario de España, Gneco, el cual
queriendo como mercader de profesión hacer su propio negocio a
costa de los miserables Jesuítas desterrados, alegó al Conde de Mar-
boeuf que tenía hechas provisiones de víveres por encargo de la
Corte de España, para que no les íaltasen a los Jesuítas por causa
de la guerra, de modo que si ellos no le compraban los víveres,
podía perderlos. En realidad no tenía a la sazón sino unas malas
harinas que por baratas las cogió de un barco mercante, y unos to­
ros flacos que había contratado a trueque de ropa. Mas viendo la
obediencia de los Jesuítas y cuán bien le iba para el adelantamien­
to de sus intereses tiemporales, hizo luego largas providencias de lo
peor y más barato que pudo hallar entre los mismos vendedores de
las tiendas, cargóles el treciento por ciento, y llamando con grande
autoridad a les Superiores, les intimó que cogiesen a proporción de
los súbditos unas listas que el tenía formadas de varios comestibles
como harina, arroz, granos, bacalao, etc., todo a cuenta de la pen­
sión vitalicia que él tenía que dar. Pasaron por todo los Superiores
a más no poder».
No habían estado un mes en estos trabajos cuando llegó a La
Bastia el general írancés Marqués de Chauvelin, el cual intimó a los
Superiores al aviso de que estuviesen preparados para abandonar
dentro de corto plazo la isla de Córcega. Era el plan concertado en­
tre España y Francia para enviar a los Jesuítas al Estado de Gèno­
va y de ahí, por tierra, poco a poco y sin ruido meterlos en los Esta­
dos Pontificios. En conformidad con estas disposiciones, el Comi­
sario español dió orden a todos los Superiores el día 29 de Agosto
para que concurriesen a cierto lugar designado, a fin de señalar
cuántos habían de ir en cada uno de los barcos ya prevenidos. Con­
currieron el día 30 los Superiores a la hora señalada y lugar deter­
minado y se les destinaron, dice el P. Velasco, «unos pocos barqui­
llos pequeños, de suerte que, aunque se acomodasen como sardinas
en barril, era imposible el que cupiesen todos. Verbi gratia para
ciento que eran de nuestra Provincia de Quito, estaba señalada una
tartana pequeña en que apenas cabían veinte, y así para las demás
Provincias. Hicieron sus representaciones, pero les fué respondido
que si no cabían en estos, que fletasen otros a su costa, pero que
— 659 -

debían estar todos a bordo el día 31 a las cinco de la tarde. No


tuvieron otro remedio que fletar otros barquichuelos a su costa, y
el 31 de Agosto se tiró el cañón de leva a las cinco y media de la
tarde.
La navegación fué relativamente buena y el día 2 de Setiembre
entraron en la rada de Puerto Fino. Ahí los detuvieron a bordo
seis días, sin que ninguno pudiese saltar a tierra, padeciendo lo que
no se puede ponderar por la suma estrechez de los barquichuelos en
que venían, llegando a ser extrema la necesidad y el hambre, y gran­
dísima también la angustia de sus ánimos, pues no sabían adonde
los iban a llevar. Finalmente les declararon que debían pasar a Ses-
tri, pero que para efectuar ese viaje era preciso que cada Jesuíta die­
se cinco pesos para fletar nuevas embarcaciones. Por más que se
resistieron a semejantes extorsiones, no hubo medio de poderse li­
brar de otra manera, y así los cien Jesuítas de la Provincia de Quito
tuvieron que pagar quinientos pesos por unos miserables barquichue­
los y por un viaje de dos días. Llegaron a Sestri el 8 de Setiembre.
Descansaron en esa ciudad el dfa 9, y el 10 «mandaron salir para
los Estados Pontificios el primer trozo, que se compuso de 27 su­
jetos de la Provincia de Quito y todos los de Santafé, unos y otros
en número de 150. De todos estos, sólo 20 salieron montados en
mulas de carga y con albardones y todos los demás a pie, por obli­
garlos a esto los ministriles que había de parte de Francia, después
de haberles sacado el dinero, prometiendo cabalgaduras para todos.
Los 130 a pie emprendieron la marcha sin más desayuno que el de
un par de higos y un pedazo de queso podrido,y comprando cada cual
un pedazo de palo para bordón. A la puerta de un palacio que esta­
ba a la salida, hizo dar una señora piadosa un pan a cada uno, y no
alcanzando para todos, fué no obstante aquella toda la comida que
tuvieron en aquel día. Fué indecible el trabajo que experimentaron
en aquella jornada, pues sobre el quebranto y debilidad de tantos
malos días en el mar y en Puerto Fino, casi sin comer, hicieron a
pie este camino de montañas, lleno a cada paso de aguas, en que era
preciso descalzarse. Llegaron los más a Varese, lugar pequeño del
mismo Genovesado, quedándose algunos pocos cansados y esparci­
dos por el camino». (1)
Al día siguiente continuaron su camino sin más provisiones que
un pedazo de pan, y a pie con mil penalidades después de andar todo
el día, llegaron a Borgotaro, primer lugar del ducado de Parma,
donde fueron bien recibidos y obsequiados con una buena cena en el
convento de Santo Domingo.
Los demás sujetos de la Provincia fueron saliendo de Sestri en
diversos días y experimentaron iguales o mayores trabajos aún en el
camino. Quedáronse en aquella localidad los Padres Juan Nadal e
Ignacio Peramás para cuidar de los baúles y de las cargas; que da-
ron también por hallarse enfermos al tiempo de emprender la mar-(I)

(I) Velaico. I. c.
— 66o —

chalos Padres Tomás Pastor y Juan de Velasco en compañía del


P. José Orozco y del Hermano José Toledo que se ofrecieron para
cuidarlos. Así que los enfermos estuvieron en estado de continuar el
viaje, se pusieron en camino juntándose a un grupo de 79 sujetos de
la Provincia de Aragón, llegando felizmente, a Faenza aunque can
sados y molidos, el 24 de Octubre de 1768. Casi un mes después, el
17 de Noviembre, llegaron por fin los Padres Nadal y Peramás con
todas las cargas.
La ciudad de Faenza se mostró muy hospitalaria con los deste­
rrados. Algunos de los vecinos hospedaron a varios Jesuítas en sus
propias casas, el Conde Cantoni recibió a treinta en la suya. Los de­
más Religiosos se alojaron en los mesones u hospederías de la ciudad.

3— Cuando la situación de los infelices expulsos se normalizó


algún tanto, el P. Jacinto Ormaechea, que con anuencia del P. Ge­
neral hacfa las veces de Viceprovincial, llamó a una especie de con
salta a todos los profesos, y les expuso llanamente la situación casi
desesperada en que todos se hallaban. Los más no tenían ya posibi­
lidad alguna de seguir pagando su estancia en los mesones. Menos
todavía podían pasar a otras ciudades, pues carecían de lo necesario
para pagar el costo del viaje. Cada cual expuso libremente lo que se
le ocurría y por fin, determinaron escoger, como el partido que ofre­
cía menos inconvenientes, el quedarse todos en Faenza. Para aten­
der a lo más urgente, que era el problema de las subsistencias, re­
solvieron que para los gastos comunes, contribuyese cada cual con
lo que le quedaba de la pensión vitalicia. Con todo, como algunos
eran de parecer que era preferible intentar a establecerse en Rimini
o en Ravena, el P. Viceprovincial concedió que pudiesen los que gus­
tasen ir a explorar si se podrían recoger algunos en estas dos ciuda­
des. El resultado fué favorable y diecisiete optaron por ir a vivir en
Rimini. El P. José Masdeu que se había dirigido a Ravena, volvió el
24 de Setiembre con la noticia de que el Vicelegado había dado li­
cencia para que se pudiesen trasladar a aquella ciudad treinta sujetos
tan sólo, por ser grande la pobreza del país.
Llegó entre tanto la noticia de que el Papa Clemente XIII,
consentía benignamente en que los Religiosos de la Compañía,
expulsados de los dominios del rey Católico, pudiesen fijar su resi­
dencia en una de las cuatro Legaciones de Ferrera, Bolonia, Ravena
y Urbino. Al punto, el nuevo Viceprovincial P. Joaquín Alvarez tra­
bajó con el mayor empeño en establecer en Faenza, Rimini y Rave­
na tres casas, a donde se recogiesen los Padres y Hermanos de la
Provincia de Quito.
En Faenza se establecieron treinta y nueve en varias casas, pe­
ro con la esperanza de poder reunirse pronto en una sola llamada de
San Nebulón que, según informa el P. Velasco, se estaba disponien­
do a manera de colegio, con aposentillos separados para todos los
41 que estaban destinados para vivir en ella. El 26 de Setiembre
en que estaban ya corrientes las oficinas comunes, y puestas en el
mejor orden que se pudo todas las cosas, se pasaron los 41, y co­
mieron juntos en el refectorio con indecible gusto y consuelo en
medio de tantas penalidades. El único trabajo que aún les quedó
fué el salir a buscar donde decir misa, a causa de no haberse con­
cluido, la capilla interior. Trabajo en realidad grande; pues si alguno
que otro hallaba comodidad en alguna iglesia, los más pasaban mil
sonrojos y demoras, y tal vez volvían sin celebrar. Fué Dios servido
de que esto no durase mucho; porque el 14 de Noviembre se pudo
estrenar la capilla interior, dispuesta con la decencia posible, con
cinco altares y los ornamentos correspondientes, que en parte rega­
laron las monjas de Sommagloria. El P. Luis Duque, Rector del
colegio de Riobamba al tiempo de la expulsión, recibió el nombra­
miento de Superior de esta casa.
Los 17 que pasaron a Rimini en un principio se hospedaron en va­
rias casas. Mucho les ayudaron nuestros Padres italianos que tenían
un colegio en la ciudad, buscándoles algunas limosnas. También
se mostró muy generoso el Sr. Obispo. Consiguieron por fin alqui­
lar por cuarenta pesos al afio una casa, que aunque pequefia, era
bastante cómoda. Fué nombrado Superior el P. Antonio Pallares,
que al tiempo de la expulsión, era rector del colegio de Panamá,
Más trabajo costó el establecerse en Ravena. El pueblo los re­
cibió con algún recelo, temiendo que su presencia hiciese subir el
precio de la vida. El Arzobispo por el contrario les favoreció mu­
chísimo y les hizo una limosna de cien pesos. Más aún, por ser
tiempo de vacaciones los tuvo durante quince días en su seminario.
Buscaron una casa, que arrendaron por cuarenta pesos al afio, suma­
mente pequefia e incómoda. Por no poder hallar otra, se pasaron a
ella hasta poder encontrar una que fuese más a propósito. Como
se trataba de poner la casa de estudios en esta ciudad, se pidió
al legado licencia para que en vez de 30, como él había concedido,
pudiesen estar allí 40, a fin de que estuviesen juntos todos los es­
tudiantes con sus profesores.
Vivían en esta casa llamada “ Contarelli” del nombre de su due-
fio, el P. Joaquín Alvarez, Viceprovincial, su Socio el P. Felipe Aro-
semena, el P. Sebastián Imbert Prefecto de Estudios, el P. Juan
Hospital Maestro de Matutina, el P. Joaquín Ayllón Maestro de Ves­
pertina, el P. Ramón Viescas Maestró de Moral, el P. Cipriano Peña
Maestro de Filosofía, veintiún Hermanos estudiantes y cinco Her­
manos Coadjutores. Con el dinero de la pensión recibida pudieron
luego alquilar otras casas y salir de la estrechez en que se hallaban.
Recibiéronse también en ellas a algunos otros de la Provincia que
todavía no habían salido de España. Por Mayo de 1769 existían
en Ravena cinco casas; casa “ Nagla” , residencia del P. Provincial
con I I Padres y 6 Hermanos Coadjutores; casa “ Madona” con 10
Padres, 6 Hermanos Estudiantes y 5 Hermanos Coadjutores, casa
“ Prandi” , con 20 Padres, 7 Hermanos estudiantes y 4 Hermanos
Coadjutores, casa “ Contarelli” , con 6 Padres y 5 Hermanos Coadju­
tores, y casa “ Contadini” , con 5 Padres y 2 Hermanos Coadjutores.
— 662 —

En estas casas y en las de Faenza y Rimini se hallaban 151 Re.


ligiosos de la Provincia de Quito; quedaban todavía 61 en España de
nuestra Provincia entre los 700 que había de varias Provincias de
América.
De estos 61 habían quedado en Cádiz por enfermo el P. Car-
los Pérez; los dos Hermanos Coadjutores Ignacio Lyro y Jacobo
Wysser se embarcaron en Cádiz para Alemania, y el P . Ignacio
María Franciscis se embarcó para Civitá Vecchia. Los demás salie­
ron de Cádiz el 3 de Febrero de 1769 y con feliz navegación llega­
ron a Puerto Spezzia el 25 del mismo mes. De los extranjeros que
quedaban, y que llegaron hasta Puerto Spezzia el P. Juan Marschat
fué con todos hasta Bolonia, de donde se dirigió a su Provincia de
Alemania, el Hermano Antonio Banchieri desde Spezzia fué a Gèno­
va su patria y se restituyó a su antigua Provincia, el P. Ignacio M¡-
ckel llegó hasta Faenza y de ahí se dirigió a Baviera, el P. Milanesio
fué también hasta Faenza, visitó todas las casas y por Loreto se di­
rigió a su Provincia de Milán, el Hermano Santiago Bastiani no qui­
so separarse de la Provincia de Quito, así como el Hermano Pablo
Melo. Los demás sujetos que desembarcaron en Puerto Spezzia se
dividieron luego en seis pequeñas partidas, la última de las cuales lle­
gó a Faenza el 31 de Marzo. Quedó enfermo en Puerto Spezzia el
P. Tomás Nieto Polo que venía con esta expedición, pero luego de
restablecido llegó a Faenza el 27 de Abril de este mismo año de
1769. No quedaban ya de la Provincia de Quito en el Puerto de San­
ta María sino diecisiete misioneros y alguno que otro enfermo. El 3
de Setiembre de 1770 se les notificó el viaje a Italia. El 5 del mis­
mo mes salieron de Cádiz los Padres Javier Crespo, Nicolás Ullauri,
Francisco Zamora, José María Linati, José Romei y José Zenitagoya
con el P, Carlos Pérez, que por enfermo no había salido en la expe­
dición anterior. Con feliz navegación desembarcaron en Puerto
Spezzia el 30 del mismo mes. Salieron el 4 de Octubre y llegaron a
Bolonia el 18, de donde los Padres José María Linati y José Romei
pasaron a su Provincia de Venecia y los demás a Faenza,
Los diecisiete misioneros del Marañón, después de quince meses
de penosa reclusión, salieron de Cádiz el 18 de Octubre y tomaron
puerto felizmente en Spezzia el 29 del mismo mes. Desde allí
los nueve extranjeros se restituyeron a las Provincias de donde
habían venido y los ocho españoles o americanos llegaron a Faenza
el 14 de Noviembre de 1770. Finalmente el último de todos llegó el
P. Luis Tamariz; habiendo salido de Cádiz el 6 de Agosto de 1771»
desembarcó en Génova el 4 de Setiembre y estuvo en Faenza el 2 de
Octubre de este mismo año de 1771. Con su llegada se hallaban en
Italia todos los Jesuítas españoles o americanos de la Provincia de
Quito que habían podido ponerse en camino.
Aunque a los principios, según que iban llegando unos y otros a su
destino, experimentaron todos, como era natural, alguna satisfacción
al poder descansar de tantas, tan prolongadas y tan penosas peregrina­
ciones por mar y tierra, después no dejaron de sentir algún tedio mu­
chos de los sacerdotes con la casi total inacción a que se veían re-
— 663 -

ducidos, por no poder ejercitar ninguna actividad ni ministerio.


Los estudiantes en Ravena prosiguieron sus estudios, y en Febrero
de 1769 el Sr. Arzobispo de aquella ciudad confirió el presbiterado
a once teólogos, y poco después a ocho, los Juniores tuvieron sus
clases de Humanidades y Retórica desde el principio, y el 2 de No­
viembre de 1770 se abrió el último curso de Filosofía con los cinco
Juniores que pasaron a estudiarla, siendo su profesor el P. José
Orozco.
El P. General iba concediendo el grado correspondiente a los
Padres y a los Coadjutores temporales que tenían para ello la edad y
las condiciones que requiere el instituto de la Compañía. Poco an­
tes de la extinción dió también la profesión a varios Padres que no
eran sino Coadjutores espirituales, entre ellos al famoso misionero
del Marañón P. Manuel Uriarte.
El 31 de Octubre de 1771 recibió su nombramiento el último
Provincial de la Provincia de Quito el P. Tomás Nieto Polo, que ha­
bía ejercido el cargo de Viceprovincial desde la muerte del P. Miguel
de Manosalvas fallecido en Panamá el 20 de Noviembre de 1767.
Como, al tiempo de la partida de los desterrados para Italia, el
P. Nieto Polo hubo de quedarse en Cádiz, y por haber enfermado
luego de gravedad en Puerto Spezzia, los Padres Jacinto Ormaechea
y Joaquín Alvarez le remplazaron interinamente en el gobierno de
la dispersa Provincia.
Como se ve la vida de ésta se iba regularizando poco a poco,
en cuanto lo consentía la anormalidad de las circunstancias. El 13
de Enero de 1772 se pudo abrir en Faenza la casa de tercera proba­
ción, con tres Padres que tenían por Instructor al P. Antonio Va­
lencia.

4 — En vísperas de la extinción la Provincia estaba dispersa en


la forma siguiente: en Ravena vivían en seis casas 82 Religiosos, 60
Padres, 5 Filósofos, 17 Hermanos Coadjutores; en Faenza había en
dos casas 28 Padres y 11 Hermanos Coadjutores; en Rimini en una
sola casa 7 Padres y 3 Hermanos Coadjutores. Además de éstos vi­
vía uno en Forli con los de la Provincia de Toledo, otro en Bolonia
con los de la Provincia de Castilla y el P. Bernardo Recio en su pri­
sión de Gerona. En cuanto a los enfermos, el P. Marcos de la Vega
estaba hospitalizado en un convento de Andujar en España; en el
hospital del Puerto de Santa María estaban los Padres Francisco
Campuz, José Pérez y Andrés Cobo y el Hermano estudiante Ramón
Espinosa; por ñn el Hermano Coadjutor Nicolás Insaurdieta en un
convento de Jaén. Se hallaban todavía en América, el P: Lucas Por­
tolani con el Hermano Coadjutor José Vidales, en un convento de
Popayán el P. Mariano Ferrer en el pueblecito de Aipe cerca de la
ciudad de La Plata donde ejercía el ministerio parroquial, en cuan­
to se lo permitían las fuerzas y su quebrantada salud. En resumen
la Provincia de Quito tenía entonces 146 Religiosos, 136 en Italia,
7 en España y 3 en América. Por estos datos se puede ver que en
1772, la Provincia había perdido, desde el infausto día del 20 de
- 664 —

Agosto de 1767 en que se notificó a nuestros Padres la Pragmática


de extrañamiento, a 115 de sus miembros, es decir a cerca de la mi­
tad de su personal, ya que en aquella fecha tenía 262 sujetos. N0
era una misma la causa de esta disminución, porque 39 habían
muerto en la Compañía, 38 habían salido de ella por su voluntad
menos el novicio Rafael Bracho, a quien a pesar suyo fué menester
dejar en Panamá por enfermo, uno el P. Juan Roset había pasado a
la Provincia de México con permiso del P. General; finalmente 38
de nacionalidad extranjera tuvieron que volver a los Provincias, de
las que generosamente se habían separado para venir a trabajar entre
nosotros.
En cuanto al linaje de vida y al espíritu religioso de los disper­
sos, he aquí lo que dice el P. Velasco. «Estas casas de Italia eran
como otros tantos colegios de observancia religiosa, gobernados por
sus inmediatos Superiores señalados por el General de la Compañía.
Tenían para su espiritual consuelo capillas interiores, y en algunas
de ellas,, colocado el Sacramento, en las cuales celebraban diaria­
mente y hacían las demás funciones sagradas, y aun sus fiestas y no­
venarios a proporción de las infelices circunstancias. Tenían tam­
bién pláticas y exhortaciones para animarse mutuamente a los traba­
jos, la resoluciones de casos de conciencia y todas las demás distri­
buciones que conducen a la santificación propia, ya que no estaban
en estado de ayudar a los prójimos con los ministerios de su Insti­
tuto, sino cnando más con el buen ejemplo. Se tenían asimismo en
la casa de Estudios las funciones literarias de la juventud con todas
las formalidades antiguas, de modo que la aplicación a las letras, la
observancia, la unión y la caridad fraterna hacían llevar con pacien­
cia, conformidad y aun con gusto todos los trabajos penalidades y
miserias del destierro. Hallándose en este estado se deshizo y se
acabó todo en un momento, deshecha y acabada la santa y sagrada
Compañía de Jesús, por los altos e incomprensibles juicios de Dios.
El golpe, aunque mucho ha previsto, fué tan sensible que talvez
habría sido menos amarga la muerte. Fué forzoso obedecer con re­
signación humilde, y fué necesario que desapareciese del mundo en
un momento aquella sombra que había quedado de Provincia de
Quito, de casas de Religión, de unión fraterna, de regular obser­
vancia».
El 22 de Agosto de 1773, prosigue el P. Velasco, «llegó por la
posta ordinaria a las ciudades de Romaña el Breve abolitivo con la
comisión a los Obispos. Apenas tuvieron los Conventuales de la ciu­
dad de Faenza la noticia extraoficial, cuando se juntaron todos ellos
y cantaron en comunidad el Te Detim laudamus por el suspirado y
señalado triunfo de su Santísimo Padre Fr. Lorenzo Ganganelli, con
escándalo y admiración de varios seculares. Fué intimado en algu­
nas partes el día 23; más en Faenza y la mayor parte de las ciuda­
des, el día 24. Impusieron los comisionados la obligación de vestirse
todos cuanto antes de seculares.. . .
El 25 se intimó a todos los abolidos, así italianos como españo­
les y portugueses esparcidos en las cuatro Legaciones, de orden de
— 66ç —
Su Santidad, para que ninguno se moviese del lugar en que estaba;
luego se les intimó otra para que todos diesen sus nombres, patrias,
edades,grados, etc., por medio de los párrocos a quienes pertenecían.
El 8 de Setiembre se les hizo saber que quitaba el Papa la sobre­
dicha orden y permitía que los abolidos pudiesen ir libremente, ex­
ceptuada la ciudad de Roma, a cualquier parte del mundo, sin más
circunstancia que los pasaportes de los respectivos comisarios, los
que eran extranjeros. Con esta facultad creyeron los españoles que
regresarían pronto a sus países y que hubiese convenio para esto
entre las Cortes de Madrid y Roma, de modo que muchos malba­
rataron sus cosas para estar prontos y expeditos a la marcha. Mas se
engañaron, porque al fin del mismo mes de Setiembre les intimaron
los Ministros Reales nuevamente el perpètuo destierro con modo
mucho más doloroso y sensible. Mandaron una hoja impresa a dos
columnas, reproduciendo en la una la Pragmática S a n ción ... y en
la otra el Breve de abolición.. . El mayor dolor de este golpe lo tu­
vieron aquellos que con la vana esperanza del regreso habían salido
de la Compañía antes de la abolición. Estos como privilegiados y
mantenidos bajo la Real Protección, podían vivir en Roma, donde
se hallaba la mayor parte, esperando por momentos el cumplimiento
de las gloriosas promesas que les habían hecho en España, con tal
que desertasen de la odiada Compañía. Mas tuvieron el desengaño
de que a ellos solos, y no a los demás, se les intimó de parte de
S. M. Católica la orden, para que cada seis meses, al tiempo de reci­
bir la pensión debiesen presentar la certificación de vita et moribus
firmada de los respectivos párrocos, los que vivían en Roma, y de
los Ordinarios los que vivían fuera de ella, bajo la pena de perder la
pensión».
Los que habían seguido a la Compañía en el tiempo de la expul­
sión como novicios se habían sustentado con la pensión de los demás
pero ahora, deshechas las Comunidades, se encontraron enteramente
faltos de todo medio de subsistencia. Recurrieron algunos por medio
de repetidos memoriales al rey, y los que habían sido novicios en la
Provincia de Nueva Granada consiguieron, que se les diese la pen­
sión como a los demás Religiosos. En 1774 alcanzaron la misma
gracia, Francisco Egüez, Manuel Viteri y José Dávalos, de la Pro­
vincia de Quito.
Por Julio de 1774, casi un año después, se dió a todos el socorro
de catorce pesos fuertes para que con ellos se vistiesen de seculares,
según lo que se les había ordenado al intimarles la extinción. Por
obedecer unos se habían quitado el pan de la boca, y otros habían
contraído deudas, esperando que se les daría pronto el dinero sufi­
ciente para este gasto forzoso pasando, luego, mil sonrojos para sa­
tisfacer las deudas contraídas.
Entre los muchos vejámenes de que siguieron siendo objeto los
pobres abolidos de parte de la Corte de Madrid citaremos los si­
guientes, que tomamos del P. Velasco. «Por Agosto de 1773 inti­
maron a todos la entera separación, de modo que en ninguna casa
quedase un número considerable que formase comunidad, ni menos
— 666 —

que hubiese alguno que retuviese, ni aun sombra de superioridad


sino cuando más dos o tres, y éstos sin mezcla de jóvenes con profe­
sos, aunque fuesen parientes o hermanos, y sin apariencia de go-
bierno doméstico, así en lo espiritual como en lo económico, so
pena de perder la pensión. Aunque los comisarios intimaron esa
qrden ruin y odiosa de la Corte, ellos mismos la moderaron en la
práctica, porque veían muy bien que era imposible encontrar casas
o habitaciones para tantos, por ser muy corta la pensión, (i) por
tener algunos adelantadas las pagas y otros por tener hechas sus
anticipadas providencias, y principalmente por haber muchos ancia­
nos, enfermos, a los cuales era impiedad el hacer que separados
pereciesen entre extraños. Pero el año siguiente de 1775, urgidos
por la Corte, se empeñaron en ejecutar la orden en todo su rigor,
obligando a mil miserias, trabajos y sonrojos a los pobres desterra­
dos, los cuales se vieron como la hez y la basura del mundo en la
forzosa necesidad de ponerse al abrigo de los zapateros, barberos y
demás vil canalla de las ciudades por no ser capaces, por falta de
dinero, a aspirar a otro más decente acomodo. Se les intimó al mis­
mo tiempo que ninguno pudiese mudarse del departamento de un
comisario al de otro sin graves causas y sin expresa licencia del res­
pectivo comisario; todo bajo la ruin amenaza de perder la pensión,
que era lo mismo que decir bajo pena de la vida, y pena repetida
tantas veces, que se hacía amargo y vergonzoso el vivir».
Hasta en las gracias espirituales que concedía la Santa Sede,
quiso la Corte tiranizar a los ex-Jesuítas. Pío V I con mucho gusto
les concedió varios favores, como rezar de los Santos de la Compa­
ñía, gozar de altar privilegiado, bendecir cruces y medallas, y
otras gracias. Como eran muchas las peticiones, los amanuenses
mandaron al primero ex-Jesuíta que hizo la petición que extendiese
su memorial en nombre de todos los demás. Hfzolo así el P. Javier
Julián de la Provincia de Nueva Granada, de este modo se proveye­
ron los memoriales en común para todos. No había pasado un mes,
agrega el P. Velasco, cuando pidió el Real Ministro de España la
revocación de aquellos rescriptos, querellándose por haberlos dado
en común y con términos que denotaban existente la Compañía.
Reprendió agriamente el Real Ministro al P. Julián, y juzgando que
todo provenía de hallarse en Roma muchos ex-Jesuítas de la nación,
escribió a los comisarios para que les prohibiesen el ir a Roma en
adelante....» .
Con el tiempo el Ministro y los comisarios, cansados de mor­
tificar a los abatidos miembros de la Compañía, les fueron dando
alguna libertad para moverse de una parte a otra, y para vivir no
solamente en diversas ciudades del Estado Pontificio, inclusa la ca­l)

l l ) De la insuficiencia de la pensión R eal da testimonio el P . Justo Pastor M era: «L a pen­


sión que S . M . da a los Jesuítas es de una peseta, esto es un real y medio de Indias por día; de
esto han de comer, vestir, pagar casa, médicos, medicinas, etc.» Lo mismo afirma el P . Joaquín
A yllón . «No alcanzan mis cortos medios para lo tasadamente necesario a un pobre clérigo des­
t e r r a d o ....»
667 —

pital Roma, sino también en los Estados de los otros Príncipes de


Italia, como son los Ducados de Florencia, Massa-Carrara y Milán, y
en las Repúblicas de Génova y Venecia. Cada cual tiró libremente
por aquel camino que le deparó la fortuna o la natural inclinación.
Muchos supieron hacer frente con decoro a la tristísima situa­
ción de expatriados y de ex-Jesuítas, a que les había reducido el ex­
trañamiento decretado por Carlos III y la supresión de la Compañía
de Jesús. Algunos, gracias a su esfuerzo y a sus méritos personales,
llegaron a figurar con ventaja en la sociedad de su tiempo, honrando
en tierra extraña la patria que les viera nacer. Otros se dedicaron a
los ministerios apostólicos en la medida que las circunstancias y la
benevolencia de los Prelados diocesanos se lo permitían. Otros en fin
aprovecharon el ocio forzoso a que, a pesar suyo, se veían condena­
dos, para consagrarse al estudio, y puede decirse que no hay arte,
facultad ni ciencia en que algún Jesuíta de la antigua Provincia de
Quito no haya ensayado su pluma y aun dado a luz alguna obra de
verdadero mérito. De todos diremos un poco en este capítulo.
Entre los que consiguieron conquistarse por su trabajo y por su
talento una posición desahogada y honrosa, deben figurar en primer
término los Padres Juan Bautista Aguirre y Ramon Viescas, benemé­
ritos uno y otro de las letras ecuatorianas en el siglo XVIII. El
primero oriundo de Daule en la actual Provincia de Los Ríos, se
había distinguido como maestro de Filosofía y de Teología Moral en
la Universidad de San Gregorio. Al tiempo del destierro desempeña­
ba el cargo de Socio del P. Provincial Miguel de Manosalvas. En
Italia después de una corta estancia en Faenza y en Ravena, vivió
en Ferrara, de cuyo colegio le nombró rector el P. General Lorenzo
Ricci. Allí principió a darse a conocer como hombre de ciencia y de
singular prudencia, de suerte que el Arzobispo le nombró Examinador
sinodal. Extinguida la Compañía por el Breve Dominus ac Redemptor
de Clemente XIV, el P. Aguirre reducido a la condición de sacerdote
secular, recorrió varias ciudades de Italia y acabó por fijar su re­
sidencia en Roma, bajo el Pontificado de Pío V I. En la Ciudad
Eterna lo mismo que en Ferrara el P. Aguirre llegó a ser muy pron­
to el hombre, cuyo dictamen era buscado por toda clase de personas
así eclesiásticas como seculares. Refiriéndose a esta época de su
vida, afirma el Arcediano de Tívoli en el informe que dió sobre el
P. Aguirre después de su muerte que «los eminentísimos Cardenales
le buscaban como teólogo y muchos de éstos se servían de su opinión
en las Congregaciones del Santo Oficio y de Propaganda Fide de
suerte que para satisfacer a la solicitud de todos, jamás salía de su
casa por la mañana», (i)
Al cabo de cinco años, motivos de salud obligaron al P. Aguirre
a trasladarse de Roma a Tívoli, y en las inmediaciones de esta ciu­
dad pasó los últimos años de su vida, siendo el amigo y consejero(I)

( I ) Este informe ha sido publicado por el Sr. Francisco Campos en su Galería B iblio grá­
fica, pág. 374.
— 668

asiduo de los tres Obispos que ocuparon la silla de Tívoli, mientras


él vivió, siendo uno de ellos Monseñor Bernabé Chiaramonti, el fu-
turo Pío VII. Hasta su muerte ocurrida el 15 de Junio de 1786, gozó
de la consideración universal, así de parte de sus antiguos hermanos
en Religión como del cabildo eclesiástico y secular. No era raro que
algún eminentísimo purpurado, sobre todo cuando veraneaban en las
villas de los contornos, honrase con su visita a nuestro P. Aguirre y
solicitase su parecer especialmente en cuestiones de Moral. Más
aún, Monseñor Manne, que sucedió a Chiaramonti como Obispo de
Tívoli, le coníió la cátedra de esta facultad en el colegio público de
la ciudad.
El P. Aguirre fuésiempreexcelente Religioso,y en su nuevo estado
vivió como verdadero hijo de San Ignacio. El informe antes citado se
expresa de esta manera acerca de sus virtudes: «Su humildad fué pro­
fundísima, su oración fervorosa, su caridad hacia los pobres admirable
y su muerte llorada. Su cuerpo (en el cual se encontró un cilicio
metido entre la carne, señal de su penitencia) fué enterrado en la
iglesia de los Padres Jesuítas». (1)
Ingenio fácil y universal, el P. Aguirre cultivó con felicidad casi
todas las facultades conocidas en su tiempo. Filósofo y Moralista de
verdadero mérito, no fué extraño a las ciencias naturales y aun al­
canzó, según parece, no vulgares conocimientos de medicina. El
P, Aguirre se distinguió como orador sagrado y poeta y, aunque pa­
gó tributo al mal gusto literario de la época, los discursos y poesías
que de él se conservan denotan cualidades sobresalientes que le hacen
acreedor a un puesto muy honroso entre los poetas americanos del
siglo XVIII. A juicio de D. Gonzalo Zaldumbide, «fué en la oscura
Colonia y luego eu la Italia pontifìcia y discutidora, hombre de cien­
cia y de influencia. Pocos americanos en su tiempo y aun de su
orden, y acaso ningún ecuatoriano, si exceptuamos al quiteño Fray
Gaspar de Villarroel, alcanzaron tan señaladas distinciones en Eu­
ropa». (2)
El segundo Jesuíta que se distinguió en Italia en tiempo de la
extinción fué el quiteño P. Ramón Viescas. Al igual del P. Aguirre
ejercitó su talento así en las ciencias eclesiásticas como en las letras.
El decreto de expulsión le sorprendió en Quito, joven aún, cuando
se disponía a dar principio a la enseñanza de la Filosofía en la Uni­
versidad de San Gregorio. En el reparto que se hizo de los Jesuítas
de la Provincia de Quito por las ciudades de las Legaciones, el
P. Viescas fué destinado a Ravena y allí continuó, después de la ex­
tinción de la Compañía, regentando en el seminario una cátedra de
Filosofía, con cuyo sueldo vivía.
Habiendo venido a Ravena en calidad de Legado, el Cardenal
Luis Valenti Gonzaga, favorable a la Compañía, se aficionó del

Galeria Bibliográfica, ibid.


!2)1) Campo«,
Un g r a n poeta gttayaquileño del siglo X V l l l . Revista de la Sociedad Jurídi­
co —L iteraria, 1918, X X I, 8.
66g —

P. Viescas y le nombró Prefecto de las Escuelas públicas de Ravena,


cargo que desempeñó con general satisfacción por espacio de quin­
ce años. Hablando Raisi de la restauración de la enseñanza lle­
vada a cabo en Ravena por el Cardenal Gonzaga, .dice así a propó­
sito del cargo de Prefecto de las Escuelas, creado recientemente por
elilustre purpurado: «El primero escogido entre muchos.para el
efecto fué el señor abate Ramon Viescas, de Quito, hombre de mu­
cha ciencia y bastante competente para tal empleo», (i)
. Más afortunado que el P. Aguirre, a quien la muerte impidió dar
a la estampa su Tratado Polémico Dogmático, el P. Viescas publicó
una obra bastante extensa acerca de la cuestión moral del probabi­
lísimo tan discutada en el siglo XVIII. Esta obra, que es hoy una
verdadera rareza bibliográfica, se imprimió en Cesena en 1792. (2)
Su pluma se ensayó también en otras varias obras teológicas o li­
terarias, que aún permanecen inéditas, pero que dan testimonio del
ingenio fecundo y de la laboriosidad del P. Viescas.
Acerca de su mérito literario como poeta he aquí como se ex­
presa el Exmo. Sr. Dr. D. Manuel M^ Pólit Laso en la monografía so­
bre el P. Viescas, publicada en las Memorias de la Academia Ecua­
toriana'. «En la pléyade de los antiguos Jesuítas literatos y versifi­
cadores fáciles y fecundos descuella é l . . . y sólo pueden disputarle
la palma Orozco (José) y Aguirre (Juan Bautista): éste por la agude­
za de ingenio y novedad de inspiración, aquel por el mayor esfuerzo
para acometer asuntos grandes. Es, con todo indudable que las poe­
sías de Viescas se leen con más agrado y se acercan más a la norma
y elegancia de los clásicos, sin alcanzarlas por supuesto en perfec­
ción. Además, posee cierta suavidad de sentimientos sincera, tier­
na,comunicativa y muy propia de la genuina poesía». (3) Y a juicio de
D. Marcelino Menéndez y Pelayo, «el P. Ramon Viescas es de todos
estos poetas [ecuatorianos del siglo XVIII] el que muestra más arte,
mejor gusto y más sólidos conocimientos de humanidades». (4)
El P. Viescas murió en Ravena casi septuagenario el y de Marzo
de 1799.
Deben también conservarse para la posteridad la memoria de
algunos Jesuítas de la Provincia de Quito, los cuales, aunque no tu­
vieron como los Padres Aguirre y Viescas una actuación notable en
el mundo civil y eclesiástico de su tiempo, sinembargo ejercitaron
una intensa actividad literaria durante los años aciagos de la Supre­
sión. Unos como los Padres Mariano Andrade, Pedro Berroeta, Nico­
lás Crespo, José Garrido,Ignacio Falcón, Ambrosio y Joaquín Larrea,1

(1) Pólit Lato, E l P ad re Ramon Viescas. Memoria» de la A cadem ia Ecuatoriana, Ju­


lio 1924, 24.
(2) E l título de la obra es como sigue: Riposta alle O bservazioni sop ra le due
lettere que riguardan o il Sagram enio della Penitenza, e che chuidono V opera
intitolala il Sacerdote santificato, dell’ Abate Ratmondo Viescas, Q uittense.— In
Cesena M D C C X C C II per g l i eredi P ia n a n i, ali’ insegna d i Pallade. Cfr. Sommervo­
gel, Bibliothèque de la Compagnie de J ésus. V ili, col. 740. L a obra que consta de tre»
partes, (orma un grueso tomo en 8° de cerca de 300 paginas.
(3) E l P ad re Ramon Viescas. Memorias de la Academia Ecuatoriana, Julio 1924, 2 8 .
(4 ) H istoria de la poesia hispan o-americana, 11, 91. (Obras completas, III, 91).
— 670 —

José Orozco y Francisco Rebolledo cultivaron con mayor o menor


felicidad la poesía y «honraron el nombre de su patria en los centros
de la cultura italiana». (1) Otros, como los Padres Bernardo Recio
y Manuel Uriarte contribuyeron a enriquecer la Historia doméstica
de la Compañía, y de sus escritos todavía manuscritos, hemos apro­
vechado abundantemente en esta obra.
Pero el más célebre de todos es el P. Juan de Velasco, cuya
ocupación principal durante su destierro en Italia fué el escribir la His­
toria moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de. la
Compañía de Jesús del mismo Reino, por encargo del Viceprovincial
P. Joaquín Alvarez y a ruegos de todos sus hermanos en Religión.
El mismo refiere cómo llevó acabo la obra que le habían encomen­
dado. «Me apliqué, dice, a la constante fatiga de recoger impresos
y manuscritos, de que fui formando los convenientes extractos;
averigüé muchos puntos con varios sujetos no menos doctos que prác­
ticos de aquellos países especialmente misioneros; gasté el espacio
de seis años en viajes, cartas y apuntes; y al tiempo que me hallaba
medianamente proveído y en estado de ordenar a lo menos aquellos
indigestos materiales, quiso Dios que me faltase del todo la salud.
Dediqué por eso, el tal cual trabajo, después de una total inacción
de nueve años, al pacífico templo del olvido». (2)
Pero si el P. Velasco no pensaba ya más en su Historia, no se
olvidaban de ella su antiguo Superior, el P. Joaquín Alvarez, ni tam­
poco sus amigos,todos los antiguos Jesuítas de la Provincia de Quito,
que le urgían con grandes instancias a que terminase la obra co­
menzada.
Cediendo a los ruegos de tan queridos amigos y con «el deseo
de hacer un corto servicio a la Nación y ala Patria», (3)resolvió por
su poca salud acortar el plan primitivo de la obra que, según él
calculaba, «no podía salir en menos de cuatro o cinco tomos
gruesos». (4)
El manuscrito original que se conserva en el Archivo de la
Provincia de Toledo de la Compañía de Jesús, consta de tres tomos
en cuarto, el primero de 397 páginas, el segundo de 459, y el tercero
de 572; los tres llevan la fecha de 1788.
El P. Velasco compuso también otra obra, que algunos autores
han confundido con la primera, cuyo título es Historia del Reino de
Quito, En 1789 estaba terminada, habiéndola empezado probable­
mente en América, y aquel mismo año la remitió al Conde Antonio
Porlier, Ministro de Carlos IV.

1) Menéndez y Pelayo, ibid., 89.


Í2) H istoria antigua del Reino de Quito. Prefación. Este prefacio o prólogo había
permanecido inédito hasta ahora. Lo publiqué por vez primera en los B reves ra sg os biográ­
fico s del Padre Ju a n de Velasco S. J. que encabezan la edición crítica de la H istoria moder­
na del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de J esú s del mismo
Reino publicada bajo la dirección del Dr. R aúl Reyes y Reyes. El texto citado se halla en la
pág. 39 del tomo primero,
(3) Ibid.
(4 ) Ibid.
— 67 1

Durante los últimos años de su vida el P. Velasco se dedicó a for­


mar una especie de florilegio de poesías en castellano, en latín o en ita­
liano, que intituló Colección de poesías varias hechas por un ocioso
en la ciudad de Faenza. Los cinco tomos manuscritos de esta obra
son una contribución de no escaso valor a la Historia de la poesía
americana en el siglo XVIII. Sin la diligencia y trabajo de nuestro
historiador los nombres y las obras de varios autores ecuatorianos
hubieran quedado eu la sombra de perpetuo olvido.
Como se ve, la actividad literaria del P. Juan de Velasco abarcó
diversas materias; pero su mérito principal es, sin duda alguna, el
que se granjeó como primer historiador de nuestra Colonia. A pesar
de todos los lunares sus libros de Historia, y pese a todas las críticas
que de ellos se han hecho, siempre serán «la piedra angular de
Duestro edificio histórico», (1) que ha servido de base para Historias
posteriores. La crítica histórica se muestra, cada vez más justiciera
con el P. Velasco y reconoce en él no sólo al Padre de nuestra His­
toria oacional, sino al primer ecuatorianista y al primer orientalista
que hayamos tenido. El amor a su patria es uno de los rasgos ca­
racterísticos del Jesuíta riobambeño, que tanto se afanó por darla a
conocer ventajosamente en todo sentido. Tal era el objeto a que
dirigía sus continuas investigaciones y el caudal enorme, y tal cual
vez farragoso, de su erudición enciclopédica. Nadie había dado a
conocer al mundo el Reino de Quito, si bien existía alguna que otra
monografía particular. Las noticias que corrían venían envueltas en
las pertenecientes ya al Perú, ya a Nueva Granada; de modo que la
obra del P. Velasco, en lo que respecta a su patria formó época,
como que se presentaba única en su género y amplitud. Contenía en
efecto con que satisfacer abundantemente la curiosidad de los erudi­
tos en geografía, física y política, en historia natural, en sociología,
en etnografía, en historia antigua y moderna, en noticias variadas
sobre las razas, los monumentos antiguos, fundaciones y creaciones
españolas, estado civil, eclesiástico y religioso.
Naturalmente no pudo nuestro historiador conservar igualdad
de erudición y documentación, achaque propio de todo trabajo enci­
clopédico, obra de una sola cabeza. Pero de ordinario sale airoso de
su empeño, y la Real Academia de la Historia no dudó en caracteri­
zar su obra por una de las mejores que se han escrito en América.
Gomo historiador doméstico, el P. Velasco nos ha dejado una
obra, que con pocas deficiencias, es en su conjunto una buena His­
toria de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús. La obra
consta, como dijimos, de tres tomos y abarca los principales aconte­
cimientos de la Provincia desde la entrada de los Jesuítas al actual
territorio de la República del Ecuador, hasta la supresión de la Com­
pañía por Clemente XIV. Sigue el orden cronológico y va insertan­
do año por año los principales sucesos así de los colegios como de1

(1) Pólit Lato, E l P ad re Juan de Velasco. Memorias de la A cadem ia Ecuatoriana, Oc­


tubre 1927. 1.
— 672 —

las Misiones. Los dos primeros tomos van consagrados a la Historia


de la Provincia de Quito desde 1575 hasta 1767, época de la expul­
sión de Carlos III, En general el historiador se extiende más en las
noticias délas Misiones, en especial del Marañón, tanto porque tenfa
a su disposición mayor número de manuscritos, cuanto por la relación
fidedigna de los últimos misioneros, con los que trató familiarmente
en el destierro de Italia. Esta parte de su obra, que se refiere a las
Misiones orientales, es excelente.
En la relación de los trabajos y ministerios de los colegios es
más bien escaso e incurre en algunos errores. Esto tiene fácil ex­
plicación. El P. Velasco conocía el riquísimo archivo que tenía en­
tonces el colegio de Quito, y sabía que los Superiores de la Provin­
cia lo pondrían gustosos a su disposición siempre que lo necesitase.
No tenía, pues, para que gastar el tiempo en sacar copiosas notas y
apuntes como lo hacía en otras partes. Pero sobrevino el destierro,
y se encontró del todo imposibilitado para consultar el archivo en el
cual confiaba. Tuvo que suplir este defecto con las nociones gene­
rales que le quedaban,o con algunos recuerdos, tal vez poco precisos,
de lo que había leído y de lo que otros, con mayor o menor exactitud,
le habían referido.
El tercer tomo es, a nuestro juicio, obra perfecta y acabada.
Abraza el espacio de tiempo de 22 años, desde el 2 de Abril de 1767
en que fué publicada la Pragmática Sanción en España, hasta el año
de 1789. Después de hacer el recuento de los trabajos y ministerios
de los Nuestros en cada colegio o residencia y en las Misiones, des­
cribe la expulsión y el modo como se efectuó en cada una de las ciu­
dades en donde se hallaban Jesuítas, el amor entrañable que en to­
das partes mostraron a los expatriados toda clase de personas, a
pesar de las terribles amenazas del conde de Aranda, las penalidades
inauditas del viaje a España e Italia, y finalmente la reorganizazión
de la deshecha Provincia en los Estados Pontificios, el fervor de
todos en la regular observancia, su resignación en el destierro y la
obediencia y rendimiento con que acataron la resolución del Supre­
mo Jerarca de la Iglesia, cuando obligado por los enemigos de la
misma Iglesia y de Dios, publicó el Breve de Supresión.
Lo que más resalta en esta parte de su Historia es su amor a la
Compañía de Jesús, amor avivado todavía por las inconbevibles des­
gracias que oprimían a esta madre tan amada. Siéntese vibrar toda
su indignación en las páginas en que narra los combates, que los no­
vicios tuvieron que sostener para ser fieles a su vocación, y las indig­
nidades que contra ellos se cometieron. No se olvida de ninguno de
sus hermanos en Religión; para todos tiene un recuerdo desde el
Provincial hasta el último novicio. Esto da a su relato particular in­
terés, y los historiadores que acometan la magna empresa de darnos
una Historia completa de la Supresión y Restauración de la Compa­
ñía, no podrán menos de consultar este tercer tomo de la obra del
P. Velasco, para aprovechar el riquísimo venero de noticias narradas
con la exactitud e interés de un testigo presencial. El P. Juan de
— 673 —

Velasco es benemérito como pocos de la antigua Provincia de Quito


y acreedor a la gratitud y veneración de los Jesuítas ecuatorianos.
Lleno de méritos y agobiado por los propios sufrimientos y los
de sus hermanos,entregó su espíritu al Señor el 29 de Junio de 1792,
a los 65 años de su edad y 48 después de su entrada en la Compañía.
Diremos para terminar,algo sobre la suerte que cupo a los últimos
Jesuítas de la Provincia de Quito en su destierro de Italia. Reducidos
por el Breve de extinción a la condición de clérigos los que eran sa­
cerdotes,y de seglares todos los demás, tuvieron que buscarse la vida,
pues la mezquina pensión, que les pasaba el Real erario, escasamente
les bastaba para atender a los gastos más indispensables de la vi­
da. Algunos consiguieron colocarse como maestros en escuelas
públicas o particulares, otros, de los que no eran sacerdotes, se de­
dicaron al comercio en pequeña escala y aun tuvieron que ganarse la
vida en ocupaciones más humildes. Algunos buenos ancianos vivie­
ron recogidos, disponiéndose piadosamente a la muerte, que había
de poner fin a las tristezas y amarguras de la supresión y del des­
tierro.
Antes de la promulgación del Breve de abolición de Clemente
XIV habíanse ordenado de sacerdotes los catorce estudiantes, que vi­
nieron de Teólogos y los cuatro que vinieron de Filósofos. Después
de la supresión de la Compañía, recibieron la ordenación sacerdotal
otros tres, Francisco Egüez y José Dávalos, que habían salido de
Quito, siendo todavía novicios, y el Coadjutor José Fontanals, que
había sido ropero del colegio de Quito. Fué sacerdote muy santo y
muy estimado de todos. Había adquirido los conocimientos necesa­
rios para su nuevo estado con la asidua lectura de la Suma de Santo
Tomás, que sabía casi de memoria.
A medida que transcurrían los años, los Padres y Hermanos de
la antigua Provincia de Quito iban bajando uno en pos de otro al
sepulcro, en el destierro, lejos de la tierra que los viera nacer, por el
único crimen de haber consagrado su vida al servicio de Dios y de
sus prójimos en la suprimida Compañía de Jesús. Cuando el 7 de
Agosto de 1814 la Santidad de Pío VII la restableció en todo el orbe
católico, de los 269 Religiosos, que contaba la Provincia de Quito a
2 de Abril de 1767, sólo sobrevivían, prescindiendo de los salidos,
diecisiete: José Araoz, Pedro Berroeta, Domingo Crespo, Miguel
Chiriboga, José Dávalos, Antonio Egüez, Francisco Egüez, Antonio
Gutiérrez, José Izaguirre, Joaquín Larrea. Pedro Larrea, José Orte­
ga, Justo Pastor Mera, Antonio Rumbea, Ignacio Romo, Pedro Sie­
rra, José Valdivieso y José Valencia. (1)1

(1) Todos eran sacerdotes. (Volvieron todos a incorporarse a la Compañía después de su res­
tablecimiento? No es posible determinarlo por (alta de documentos conocidos. De cuatro nos consta
con certeza que volvieron a dar su nombre a la Compañía y murieron en ella, el P . A raoz en
Murcia el 3 de Octubre de 1816, el P . Berroeta en Sevilla el II de Julio de 1821, el P . Crespo
en Orihuela el 15 de Febrero de 1820, el P . Romo en Roma el 26 de Setiembre de 1818. Es
muy probable,' y aun casi seguro, que otros se hayan reincorporado a la Compañía en España
o en Italia, cuyos nombres no han aparecido todavía.
— 674 —

6 — Dorante la lóbrega noche de cuarenta y on años que duró la


supresión, nunca se extinguió del todo en los antiguos Jesuítas la
esperanza de ver restaurada en la Iglesia la obra deshecha por Cle­
mente XIV. Estremeciéronse de gozo y esperanza los corazones de
los pobres proscritos, cuando se supo en Italia que la Compañía no
había muerto del todo, sino que por una Providencia amorosísima,
subsistía una porción de ella, aunque pequeña, en las apartadas re­
giones de la Rusia Blanca, o sea de la Polonia recientemente anexio­
nada al Imperio moscovita.
Parte del libro IX y todo el libro X de las poesías, colecionadas
por el P. Velasco en Faenza, están dedicados a celebrar en sentidos
versos la maravillosa conservación de los restos de la Compañía sal­
vados en Rusia. Las principales de estas composiciones son de los
Padres Manuel Orozco y Ambrosio Larrea de la Provincia de Quito.
Como muestra de los sentimientos de nuestros Padres para con
su madre muerta y tiernamente amada, copiaremos aquí tres estro­
fas de las décimas del P. Orozco a la conservación de la Compañía.

Quien llora el rigor extraño,


cautivo en la Berbería,
ser jura el instante un día,
y ser cada día un año.
Luego, con doblado engaño,
llegando la redención,
imagina su aprehensión,
preocupada del contento,
que fueron solo un momento
los años de su prisión.

Así yo, que sepultado


en la congoja he vivido,
llorando por perdido
mi ánico bien adorado:
Así cuando restaurado
apenas lo considero,
todo lo aprecio, y lo quiero;
cuanto hay, me gusta, y agrada;
nada me asusta, ni enfada;
todo se me hace ligero.

De la noche el negro horror


miro ya claro y risueño;
y me parecen un sueño
los años de mi dolor.
Del mar fiero en el fragor
siento ya dulce harmonía;
y en todo tanta alegría,
— 675 —

y contento siente mi alma,


que por gozar de esta calma,
a naufragar volvería, (i)

El mismo acento de gozo alborozado se advierte en la compo­


sición del P. Ambrosio Larrea a Monseñor Estanislao Siestrenczewicz,
Delegado Apostólico en Rusia, el cual dió licencia en 1779 para la
apertura del noviciado, que era prenda y germen de vida para la
Compañía allí providencialmente conservada.

Entre las cenizas yertas


halló reliquias de fuego
y admirado dijo: Luego
no están las cenizas muertas.
Ya de tu sueño despiertas
Compañía de Jesús;
tu ardor lo dice y la luz
con que brillas todavía;
y yo mostraré algún día
tus triunfos desde la Cruz.

Dijo; y este gran Campeón


formó nueva Compañía
de soldados, y no hay día,
que no crezca su escuadrón.
Las armas de éstos o el blasón,
es de Dios la mayor Gloria;
con ella ya no hay victoria,
que del mundo no consigan,
ni vicio que no persigan
hasta acabar su memoria. (2)

Más todavía que estos desahogos poéticos, prueba el entrañable


amor que conservaban a la Compañía, los desterrados Jesuítas de la
Provincia de Quito, esta breve oración encontrada entre los papeles
de uno de ellos, el P. Pedro Berroeta, y de la cual escribe él mismo:
«Empecé a practicar esta devoción el 5 de Mayo, que fué día de la
Ascención del Señor 1785».
El texto de la oración es del tenor siguiente:
«Oración por la Compañía de Jesús.
Señor Jesús, acuérdate de aquella tu palabra con la cual diste
pábulo a mi esperanza: (3) Si dos de vosotros se uniesen entre sí1

(1) Colección d e P o e s ía s v a r i a s h ech a f o r u n o cio s o en ¡a c iu d a d de F a e n z a .


(M s.), IV , 2 10-11,
( 2 ) Ib id .. 129-36.
(3 ) P .„ 1 18. 4 9 .
— 676 —

en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por
mi Padre que está en los cielos, (x) Te ruego, pues, Señor Jesús, en
unión de todos los que juntaren su oración a la mía para pedirte esta
gracia, por tu Sacratísimo Corazón, por el Sacratísimo Corazón de tu
Madre María, que el último acto de nuestra vida sea un acto sobre­
natural de perfecto amor de Dios, y que la Compañía de Jesús sea
cuanto antes restablecida en todo el orbe, aún mejorada de lo que
antes fué. Concédeme por tu misericordia morir en ella. Así sea.
Padre nuestro. Ave María y el Salmo: In te Domine speravi, como
en Completas». (2)
E l P . Berroeta y los demás Padres, que aún sobrevivían,
restos gloriosos de la antigua Provincia de Quito, vieron cumplido
lo que pedían en esta súplica conmovedora, en la mañana del do­
mingo 7 de Agosto de 18x4 cuando el inmortal Pío V II promulgó
solemnemente en la antigua capilla de las Congregaciones Marianas
de Roma la Bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum, por la que resta­
blecía la Compañía en todo el orbe católico.
Podemos piadosamente pensar que las oraciones y el íntimo
martirio de los proscritos de la antigua Provincia de Quito, recaba­
ron de la divina Bondad, que al andar * de los años, el 11 de Julio
de 1850 y el 26 de Marzo de 1862, sus hermanos en Religión volvie­
sen al Ecuador, que aún recordaba con amor, con cuánto celo y de­
sinterés le habían servido los hijos de San Ignacio, cómo muchos
le habían ilustrado con su saber y con su virtud, cómo otros habían
regado con su sudor, y aun algunos con su sangre, los montes y
selvas del Oriente.1

(1 ) M t.. 18. 19.


(2 ) H e aquí el texto original de esta oración copiado por el P . Lorenzo López Sanvicente de
los papeles del P . Berroeta, que se conservan en el Archivo de la Provincia Bética en Sevilla:
« Oratio pro Soc. J .
Domine /esu, memor esto verbi tu i in quo m ihi spem d ed isti, quando di­
x is ti: S i duo ex vobis consenserint super terram , de om ni re quamcumque petie­
rint, fie t illis a P a tre meo q u i in Coelis est. Oro te ig itu r , Dme, J esu in unione
omnium, q u i mecum de hac re consenserint, p er Sacratissim um Cor tuum, et Cor
Sacratissim um M atris tuae M ariae, ut ultim us vitae nrs. actus s it supernatura-
lis et perfectus am oris D ei, et ut Societas /esu quan prim um , in toto Orbe et in
m elius quan antea restitu atur, mihique in ea m ori m isericorditer concede. Arnen
P a te r noster, et A ve et Psalm . In. te Dne speravi et ut in Completorio ».
APENDICES
APENDICE A
Usos y costumbres de la Provincia de Quito

Usos y costumbres de esta Provincia de Quito, sacados de los antiguos, confirmados por
nuestro P. General Vincendo Carrafa, dispuestos por el P. Visitador Diego Francisco
Altamirano, o reconocidos por ei P. Provincial Pedro Calderón, habiéndolos consultado
con sus Consultores de Provincia, el 27 de Marzo de 1697.

P A R T E P R IM E R A

§ I.-IG LESIA: ABRIR Y CERRAR L A IGLESIA; SU UMPIEZA.

1. Abrese la iglesia a las 5 y tres cuartos; ciérrase en acabando las misas;


días de 40 Horas, Jueves Santo y cuando hay misa de 5 se abre a las 5; y
otros dias a juicio del Superior, como cuando hay concurso extraordinario, v. g.
en Semana Santa, en misiones y otros jubileos célebres. Nunca se abre por la
tarde, sino es en vísperas de jubileos nuestros, cuando hay pláticas de Congre­
gación, en tiempo de cuaresma, de misión, de Vísperas solemnes y otras a juicio
del Superior; y entonces es a las 2 de la tarde. Ciérrase la iglesia por la tarde
antes de las Avemarias; y luega se llevan las llaves al P . Rector.
2. Bórrese la iglesia por nuestra Comunidad a los tres cuartos para las 2,
cuando hay impedimento por la tarde, como son sabatinas etc.; o cuando se en­
tra temprano a lección; y cuando no, a las 2. Riega el sacristán la iglesia y to­
ca a barrer uno de los Hermanos Prefectos de limpieza que se señalan cada
mes; los cuales cuidan de coger la basura; el P . Ministro señala todos los meses
dos Hermanos estudiantes o coadjutores por su turno; no se barre la víspera de
Pascua de Navidad y Espíritu Santo, ni los días de nuestros Santos. En colegios
pequeños cuida el Hno. sacristán de tocar a barrer.
3 . Todas las semanas se barre el sábado, fuera de Semana Santa y las se­
manas en que viernes y sábados fueren fiestas, y los sábados en que está adorna­
da la iglesia para vísperas. Cuando es fiesta el sábado no se barre el viernes,
pero cuida el Hermano sacristán de barrer. Después de barrido el Prefecto de la
iglesia bendice el agua que el sacristán tiene preparada. Y dicho sacristán va
después con un plumero sacudiendo el polvo de los altares; luego da el agua ben­
dita por los aposentos. Sacude también el polvo por la mañana en abriendo la
iglesia. Por el mayor aseo se cubren los altares que se pueden mientras se ba­
rre y se ponen badanas debajo de los candeleros; por el mismo fin nunca se pone
estera sobre le mesa del altar. Y por evitar ios daños de la humedad no se hace
este de ladrillo sino de madera cubierta antes de los tres manteles con algún
lienzo grueso debajo del ara. Los candeleros y vinajeras se limpian cada semana
y los cálices por el pie; y más de propósito todo esto para las Pascuas y día de
nuestro Santo Padre. '
La ropa de la sacristía se lava sin mezclarla con la común. Cada mes se
mandan las palias, cada semana los purificadores y amitos, y cada quince días la
demás ropa; y dos veces a la semana la toalla.
En los amitos siempre se ponen pañuelos, sino es en los que sirven a hués­
pedes externos; todos los cuales amitos están cada uno en su cajoncito pequeño,
rotulado cada uno con el nombre o número para quien es; las hostias se hacen
— 68o —

por nuestro sacristán en lugar limpio y libre de aire y polvo; y no se hacen más
que para 15 días.
§ 2.- M isas ordinarias

La noche antes previene el sacristán ornamentos según hubiere sacerdotes y


según orden del P . Rector, observando que la primera misa es a las 6. Después
de la primera misa, como un cuarto de hora, se toca a la segunda; y después,
guardando el mismo orden que se guardó en la segunda, se ava tocando a las de­
más, como están señaladas en la tabla de la sacristía; y al fin, haciendo alguna
pausa, se dan tantas campanadas como son las misas que se dicen; tres, si es la
tercera, cuatro si es la cuarta, y así de las demás, siguiendo las misas hasta las
10 inclusive en el altar mayor, donde hay número de sacerdotes.
En colegios grandes se añade una misa a las 5 y cuarto y otra a las 11. Es­
ta de 11 se dice después del sermón los días (estivos que hay fiesta en casa. Na­
die deja la misa sin licencia. Mientras misa primera de 6, domingos y fiestas,
nadie la dice en los colaterales ni mientras hay sermón. Las misas colaterales
ayudan los seglares, especialmente gramáticos que señalan sus maestros. En las
del altar mayor ayuda la primera el sacristán u otro Hermano Coadjutor; la se­
gunda y tercera un Hermano Estudiante; y las demás colegiales gramáticos, todos
con sobrepelliz. Los domingos y fiestas, las de 5 y 6, Hermanos Coadjutores, y
las demás Hermanos estudiantes, como también los días en que no hay lección.
Todo esto señala el Prefecto de la iglesia en la tabla que hace de las mi­
sas, fiestas y vigilias entre semana y de las misas y coronas que según regla deben
decir algunos de los Nuestros cada semana, y quien dice la letanía. Esta tabla
se pone en el anterefectorio, sábado por la noche, mientras primera y segunda
mesa; y el domingo en la noche, según regla, se lee en ambas mesas al fin de
toda la lectura. También se señala en la tabla el Padre que dice misa en la Ca­
pilla, y un Hermano Estudiante, fuera del capillero que le ayude; y ninguno di­
ce misa en la Capilla sin licencia del Superior. Todos entran en el reo (1) de esta
tabla, aunque sean Maestros y Procuradores del Colegio o Provincia. El P . Mi­
nistro no tiene misa señalada en esta tabla; a los Maestros actuales y procurado­
res no se les señala más abajo de la tercera misa, exceptuando el de primera que
no pasa de la segunda; a la misa de 11 y a la de 5 entran todos por su orden;
el P . Rector dice la de 6 en la iglesia los domingos y fiestas, y la de la Capilla
los días de trabajo. El P . Provincial y sus compañeros no se nombran para nada
en la tabla.
Para que los Padres que no tienen misa en el altar mayor no pierdan tiem­
po, haya orden y tengan hora fija, y así se les señalan en la tabla misas colatera­
les, de suerte que puedan entrar todos en tiempo de la primera, segunda y
tercera misa, poniendo ornamentos proporcionados; v. g. hay doce Pa­
dres para misas colaterales: pues se sacan cuatro ornamentos; se señalan cuatro
para mientras misa primera; otros cuatro para mientras misa segunda y otros cua­
tro para mientras misa tercera; y aun cuando son muchos, puede extenderse hasta
la misa cuarta; y quien no acude a su reo señalado, pierde su reo. A huéspedes
y forasteros se Ies saca ornamento particular.

§ 3 .- C O S A S QUE SE OFRECEN EN L A MISA

Todas las misas ordinarias se alumbran con dos velas de cera, y al abrir el
primer M e m e n t o se enciende en el altar mayor un cirio al lado de la Epístola, el
cual se apaga en dando las últimas vinajeras; vuélvese a encender al dar la co­
munión. En las píxides para las formas consagradas se ponen tembladeras de(I)
(I) «Reo» es lo mismo que tumo.
plata doradas, tapadas con la misma tapa de la píxide, y encima de todo un ca­
pillo blanco; también usamos cubrir dichas tembladeras con tapas de plata y sirve
además de eso para tener tapadas en el altar después de consagradas. Aunque
no hay obligación, ya usamos poner ara fuera de los corporales en el Sagrario, y
doquiera que se pone el Santísimo. La hostia grande que se guarda consagrada,
cuando el viril no puede caber en el sagrario, no se guarda en patena, por el
peligro de indecencias sino en píxide cubierta.
Los corporales tienen en medio de una orilla una cruz, los purificadores cua­
tro a las esquinas; el amito una al medio de una orilla, la estola y manípulo una
en medio; los pañuelos ninguna, ni la palia.
Dase la paz en la misa a todas aquellas personas que acostumbra la Cate­
dral y las demás Religiones; pero si no lo acostumbran no se da; ni a mujer al­
guna aunque sea Virreina, por no ser conforme al Ceremonial Romano.
La Colecta «F a m u lo s t u o s , e i e . » se puede decir tres veces como las demás
oraciones en la misa; y siempre se nombra primero el obispo que el rey. No se
dice la Colecta en misa de difuntos, ni en Oficios de Semana Santa, pero en las
Cantadas se puede, y en las feriales de cuaresma antes de la oración «S u p e r
p o p u lu m » .

§ 4 . - Misas cantadas

En el altar donde se canta misa se pone en hilera 6 candeleras con sus ve­
las, tres a un lado y tres al otro, ni menos ni más; ni otro adorno allí que reli­
quias entre ellos, y no adelante o atrás. En las misas cantadas se canta el C r e d o ,
el D o m in u s v o b i s c u m que está después, luego el O r e m u s y el Prefacio. Y a usa­
mos el que de ordinario nuestras misas cantadas sean con diácono y subdiácono,
que sean de casa o de fuera de ella.
Las misas cantadas que usamos en casa, (porque fuera no usamos cantar,
ni aun misa rezada en casas particulares, sino es en tiempo de plegarias públi­
cas) son de San Ignacio Nuestro Padre, de San Francisco Javier, Circuncisión, la
de la Noche de Navidad, del Patrón del colegio, que en el colegio de Quito es
San Fortunato; también cantamos los Oficios de Jueves, Viernes y Sábado Santo,
la bendición de la Ceniza y de los Ramos; cántase también la misa de San Fran­
cisco de Borja y de otros Santos cuando la casa hace la fiesta. Cantamos el ofi­
cio de difuntos por todos los fieles, por los difuntos de nuestra Compañía, por los
soldados, por el fundador, cuando muere alguno de los Nuestros, cuando hace­
mos honras, por el rey o por nuestro P . General. A todos los cuales oficios co­
mo a las vísperas solemnes de Nuestro Padre San Ignacio, de San Francisco Ja­
vier, de la Circuncisión, cuando son en la iglesia, bajamos con sobrepellices.
También usamos cantar los Maitines de Navidad.
Las misas cantadas que se han dicho suelen cantar los Nuestros. Otras de
fiestas particulares dotadas y de Congregaciones, las cantan sacerdotes de fuera.
A las primeras se toca la campanilla de comunidad, y bajan con manteo todos
los Nuestros; y en los bancos señalados todos juntos oyen sermón o asisten a los
oficios con sobrepellices según las circunstancias, sin salirse acabado el sermón.
En las segundas no se toca la campana de la comunidad, ni hay obligación de
asistir sino a los que Ies toca por Prefectos, o cuando se han de recibir los Ca­
bildos, Obispo, Presidente, etc., que entonces asisten los que el Superior señalare
de la Comunidad.
Si hay incensario, sale primero con su naveta; luego los acólitos con ciriales
encendidos, que suelen llevar Hermanos Estudiantes Artistas, cuando los hay; y
a su falta Hermanos Teólogos o Coadjutores; y están con ellos al Introito y al
Evangelio cerca del que lo dice; luego los ponen en el altar hasta tiempo de
alzar; y en acabando de alzar los vuelven a poner en el altar hasta acabada la
— 682 —

misa, que entonces lo vuelven a tomar para volver a la sacristía. El sacerdote


sale puestas las manos, porque el cáliz y el misal han de estar ya en el altar o
credencia. En llegando al altar se quita el bonete y lo da a un acólito; y hacien­
do reverencia en el plano antes de la última grada al Santísimo, empieza el In­
troito. En el lado de la Epístola dice el Sacerdote los K y r i e s rezados.
En tiempo del sermón no se quita el bonete sino inclina la cabeza en las
oraciones; tampoco se hinca de rodillas al Avemaria, sino inclina un poco el cuer­
po para rezarla. Acabado el sermón sin rezar lo que el predicador encomienda,
va al altar. AI «I n c a r n a t u s esU del C r e d o cant ado, híncase de rodillas y también
en algunas palabras cuando lo reza. Mientras el coro canta la G lo r i a o C red o,
en rezándolo, preste y diáconos pueden sentarse y cubrirse; pero han de quitarse
el bonete a las cláusulas en que se manda inclinar la cabeza en el altar. En las
misas cantadas y siempre que hay función en el altar mayor, como plegarias, etc.
o está patente el Santísimo, como en 40 Horas, etc. y el Jueves, Viernes y Sá­
bado Santo, asiste el Hermano sacristán con sobrepelliz en dicho altar.
El 12 de Marzo todos los Padres dicen la misa y los Hermanos comulgan,
ofreciendo la comunión y corona en acción de gracias por la canonización de
nuestro P . S . Ignacio y de S . Francisco Javier. A 27 de Setiembre, día de
S . Cosme y S . Damián todos los Padres dicen la misa y los Hermanos co­
mulgan ofreciendo la comunión y corona en acción de gracias por la confirmación
de la Compañía y por el buen progreso de ella.
Eli 16 de Octubre se celebra en el colegio de Quito la fiesta de San Fortu­
nato, patrón del colegio, con octava. No hay sermón pero sí misa cantada por el
fundador y bienhechores. Lo mismo se hace en colegios pequeños el día que cae
el Patrón de dichos colegios; los Padres dicen la misa y los Hermanos la corona
y comulgan ofreciéndolo por el bien espiritual y temporal del colegio. A esta mi­
sa asisten los estudiantes gramáticos. Ese día acabada la misa el que la dice, dice
la letanía; y los demás días después de la misa última se sube la reliquia del
santo a la capilla, y se dice esta letanía hasta el día octavo. La víspera de esta
fiestas se pone cédula antes de los Santos en que se avisa a toda la comunidad
de dicha misa, comunión y corona, o se apunta en el martirologio.
§ 5.- M isas nuevas; Ultimos votos

Nuestras misas nuevas se dicen rezadas, sino es que el día, según nuestros
usos, pida otra cosa; hay en ella un solo padrino que suele salir con capa de
coro; no se convida nadie para ellas. No se admite ofrendas.
A l acabar la misa da a besar las manos primero a los Nuestros por las pal­
mas, juntas las dos manos; al pueblo vueltas. Para esto al tiempo de alzar toca
el sacristán la campanilla de la comunidad, y bajan todos los Nuestros con manteo.
Ese día se suele sentar el misacantano en el refectorio al lado del Superior, el
cual le echa que diga la bendición de la mesa; se le adorna el asiento con flores.
Lo propio se estila con los Sacerdotes y Hermanos que toman grado fijo en la
Compañía el día de su grado. A la misa nueva, Profesión y formación, prece­
den 8 días de Ejercicios, si ya no los ha hecho como se acostumbra. Los que
han de hacer su formación o Profesión, han de salir por la ciudad tres días an­
tes para pedir limosna, la cual se entrega al Superior. En estos días suele haber
oración latina, o poema o sermón de algún Hermano estudiante. A sí los misa-
cántanos como los que reciben el grado se abrazan al entrar en la sacristía.
§ 6.- S ermones y ejemplos en nuestra iglesia; platicas de comunidad y
FUNCIONES DE CUARESMA Y CUAREN TA HORAS

H ay sermones en todo nuestros colegios los días de Nuestro Santo Padre Ig­
nacio; y este día también por la tarde sermón del Santísimo, conforme pareciere
— 683 —

al Superior; de San Javier, de la Circuncisión, de 40 Horas, por la mañana y tar­


de, en colegios grandes; y sólo por la tarde en colegios pequeños. Los domin­
gos por la tarde en la Cuaresma, Historia Sagrada; lunes, miércoles y viernes de
Cuaresma por la noche, ejemplos; en colegios pequeños, solos los viernes; en
Quito los jueves de Cuaresma, explicación de la doctrina cristiana, que es a las
10; señala el Sr. Obispo el día para ganar el jubileo de la Doctrina; y ese día
por la tarde se hace la procesión general por la ciudad a que asiste la comunidad
y los niños de las escuelas; los cuales se previenen algunos días antes del Her­
mano que cuida de la decuria. A la vuelta es el sermón de la perseverancia y
otros puntos morales de importancia. Cuando el jubileo de la Doctrina de Cua­
resma se publica para la Dominica I n P a s s i o n e , el sermón de Historia por la
tarde se deja, y se hace la plática de la perseverancia. A sí la explicación de la
doctrina como la Historia, se suele encomendar a un Padre de satisfacción. Jue­
ves Santo en la noche sermón de Pasión; en Quito suele hacerse en los días de
Martes, Miércoles y Viernes Santo, y es de esta manera; Martes y Miércoles
Santo hay misa rezada, y al fin de ella es el sermón; señálanse Padres para di­
chas misas y Hermanos Estudiantes para ayudarlas o Coadjutores. El Martes se
empieza la misa a las 9, porque se aguarda que vuelva a casa la procesión de los
Pasos de la Pasión, la cual la hace una de nuestras Congregaciones. V a a esta
procesión el P . Prefecto de dicha Congregación, y se señalan dos Hermanos
Coadjutores que la guíen; lo cual se hace en las demás procesiones de casa, y
nunca se señalan Hermanos Estudiantes que asistan a semejantes procesiones. Tó­
case Martes y Miércoles Santo la campanilla de Comunidad después de haber
alzado el sacerdote que dice la misa; estos días baja la Comunidad con manteo
para oír el sermón de Pasión.
Tócase a sermón el Martes a las 8 y a las 9 sale la misa; y el Miércoles
sale la misa a las 8 y media y se toca a la media para el sermón. El Viernes
Santo se toca con la matraca a sermón desde las 6 y media a las 7, y empieza
el sermón a las 7. Tócase este día a Comunidad con la matraca, y salimos a sen­
tarnos en los escaños con sobrepellices. Este día acabado el sermón de Pasión,
se hace la procesión de la Sábana Santa, la cual llevan 4 sacerdotes revestidos
con ornamentos negros; los demás asisten con sobrepellices y velas encendidas.
Señálanse estos días para llevar la cruz con dalmática los Hermanos Teólogos y
a su falta los Hermanos Metafísicos.
M ás, hay en Quito en la plaza sermones los viernes de Adviento por la maña­
na, precediendo la doctrina de los niños de las escuelas, que para esto se convidan;
va la Comunidad con manteos como los jueves de Cuaresma; y salen de nuestra
casa en procesión en que van también los gramáticos, cantando las oraciones y
nuestros colegiales. Llevan delante los niños una cruz, y uno de casa toca una
campanilla, y detrás de todos va el estandarte de estudiantes gramáticos, que
lleva su Prefecto. Van de ordinario en esta procesión los maestros de gramática
que gobiernan los muchachos, dos Hermanos Estudiantes que cantan las oracio­
nes y él que ha de platicar; y el Hermano Prefecto de la decuria que ha de ex­
plicar la doctrina cristiana antes de empezar la plática. V a uno de los Superiores
el que hace persignar a los muchachos antes de empezar la procesión. Tócase
este día a las 9 y media a Comunidad; y hasta que sea hora de ir no salen las
escuelas.
Para la procesión de la doctrina que se hace los jueves de Cuaresma, se
suele convidar pata llevar el guión alguna persona de autoridad, como Presiden­
te, Obispos y Sres. Canónigos etc.
H ay sermón todos los meses el domingo de la comunión general, que en
Quito es el cuarto de cada mes, descubierto el Santísimo por la tarde. Tócase a
sermón de las 2 a las 3, que se toca la campanilla de la Comunidad, y bajan to­
dos con manteo a oírle. Antes de empezar el sermón se canta la letanía del San­
— 684 —

tísimo que oímos todos de rodillas, y luego el sermón. Este día no hay letanía
en la capilla.
Cuando el domingo de la comunión general es primer día de Pascua no hay
sermón por la tarde; y entonces se encierra por la mañana el Santísimo a las 9 y
media, o a la misa de las 10, precediendo la letanía que dice el Padre que dice
la misa; y al fin se encierra el Santísimo repartiendo velas a todos, dando un re­
pique de campanas; esto mismo se hace cuando se encierra por la tarde acabado
el sermón.
Todos los domingos del año, menos los de comunión general, hay en nues­
tra iglesia sermón de lengua [quichua] antes de la primera misa y por la tarde
explicación de la doctrina cristiana [en quichua] ; esta explicación la hace un Pa­
dre o un Hermano lenguaraz. La Historia de los domingos de Cuaresma es a las
3 de la tarde, y precede Miserere cantado, el cual se canta todo y no se empie­
za hasta que el Superior esté en el presbiterio con toda la Comunidad; y enton­
ces se hace señal con la campanilla para que empiecen los músicos.
Los ejemplos son a las 6 y media de la noche; tócase a las 6 hasta la me­
dia; y de las 6 a la media se leen en el pulpito por los Hermanos Estudiantes de
buena voz la «Diferencia» [entre lo temporal y eterno] u otro libro semejante; lue­
go entra el ejemplo; y se remata con Miserere y disciplina, el cual cantan los mú­
sicos en la iglesia.
Nuestros predicadores toman la bendición antes del primer Evangelio, y an­
tes del último en misas rezadas; siempre se dice el Alabado antes del sermón o
plática, doctrinas o ejemplos de noche, pláticas en las calles o de novenas de nues­
tros Santos, que son con manteo y sin salutación; las demás con sobrepellices. Des­
pués de la salutación, dicho el tema, se hace venia sin decir nada a todos, em­
pezando por el preste. Si está alguno Cabeza de la República se le nombra. Al
Obispo cuando es religioso, se le dice Ilustrísimo y Reverendísimo Señor; y si no
lo es, Ilustrísimo Señor; a la Audiencia, Muy poderoso Señor; y entonces no se
nombra a otro sino al Sr. Obispo; al Presidente que está sin Audiencia, Sr. Pre­
sidente; al Gobernador, Sr. Gobernador; a los Cabildos, Alcaldes y Corregidor
no se les nombra; pero se puede observar el uso de la tierra. Lo mismo es al
volver la cabeza al empezar y acabar las misas, vísperas, etc. Cuando hay Santí­
simo, dícese: Omnipotente Señor sacramentado, hincando las rodillas, y entonces
a nadie se hace venia.
Las noches de ejemplo de Cuaresma, no se toca a las Animas hasta que se
haya acabado el ejemplo. Estas noches se señala un Hermano Coadjutor que
ayude al Hermano portero. También en días de concurso y funciones de Semana
Santa y otros días festivos se señala un Hermano Coadjutor para que ayude al
Hermano sacristán. El día siguiente del sermón puede dormir una hora más; pero
no puede sin licencia, el que hace plática o doctrina; mucho menos el que predi­
ca en el refectorio.
Las pláticas de comunidad duran por media hora, que es la única antes de
cenar o hacer colación. Comunmente se hacen los viernes todo el año, menos en
cuaresma o vacaciones; aunque en dichas vacaciones se hace alguna. Desde el
segundo viernes después de la renovación de Reyes hasta el viernes antes de la
Quincuagésima, en vez de plática se leen los órdenes de los P P . Provinciales; y
acude la comunidad tocando a ellos como a plática. Para ésta se echa a medio
día en el refectorio la cédula antes de leer los Santos en que se avisa a todos,
y a qué hora se ha de tocar a ella. Desde Pascua de Resurrección hasta la de
Espíritu Santo se hace una [plática]. Estas de ordinario las hace el P . Rector o
las encomienda a algún Padre grave. Tócase a éstas con toque largo con la cam­
panilla de la comunidad; y cuida de tocar el Hermano capillero. Cuando estas
pláticas las hace el P . Provincial, vienen los del colegio mayor como también
vienen a las pláticas de renovaciones de votos y a las demás que se hacen entre
685 -

año, alternándose. En las pláticas del Provincial no se toca a la mesa hasta que
haya acabado de platicar. En los colegios pequeños, donde el número de suje­
tos es muy corto, se puede en lugar de plática leer un libro espiritual, juntándo­
se todos en el aposento del P . Rector o en otro a juicio del Superior; y se lee
los mismos días y horas de la plática,
A los Hermanos Coadjutores todos los domingos se les hace plática de doc­
trina cristiana, fuera de los domingos de Pascua y los que hubiese plática o ser­
món en nuestra iglesia de los que a todos tocan por mañana o por tarde. Señá­
lase un Hermano Coadjutor que toque la campanilla con cuatro golpes a las 7
de la noche, y avise al Padre que ha de hacer la doctrina y a los Hermanos
Coadjutores que acudan a ella, dando razón al Superior de los que faltan. De
las siete de la noche hasta la media, dura la explicación de la doctrina.
En Cuarenta Horas se descubre el Señor por la mañana a las 5, y se en­
cubre a las 6, o cerca de las Avemarias en todos los tres días; y se dice una
misa mientras oración en estos días en el altar mayor abierta la iglesia; y asisten
desde entonces confesores. Después de haber acabado el sermón y misa de la
mañana hasta el sermón de la tarde, se vela el Señor con sobrepelliz por media
hora; y después del sermón de la tarde se sigue velando hasta encerrar. Velan
todos los Hermanos Estudiantes como los Coadjutores, de dos en dos, por espa­
cio de media hora. Para lo cual hace tabla el Prefecto de iglesia, y pone en ella
los Hermanos Estudiantes en primer lugar y luego los Hermanos Coadjutores; se­
ñala los que ofician por mañana y tarde. También se procura que en Quito velen
los colegiales sin sobrepellices detrás de los Nuestros. En colegios pequeños se
compone el P . Rector con clérigos y estudiantes gramáticos, y sólo hay en ellos
sermón por las tardes; y en el colegio de Quito por mañana y tarde. Todos estos
tres días, como en día de toros, no se sale de casa sino a confesiones. El sermón
de la tarde es a las 4; y desde la una y media a las 4 hay siesta de buenos
músicos; después del sermón prosigue la música y por último se dice la letanía y
se encubre el Señor después de puesto el sol. Estos tres días no hay letanía en
la capilla. Para los Hermanos Estudiantes hay asueto en estos días desde las
dos por la tarde.
La semana última antes de cuaresma se llama al médico para que le con­
sulten los que han de comer carne; y se echa cédula en el refectorio para que
acudan. El Miércoles de Ceniza vacan las lecciones por la mañana; comulgan
los Nuestros a la misa de las 6 que la dice el P . Rector o la encomienda a
otro Padre para que la diga. Tócase a la Ceniza con campanilla de comunidad a
las 7, y bajan todos con manteo; y habiéndola recibido el celebrante, que suele
ser el Superior, del Padre más antiguo, que se la da con sobrepelliz sin estola,
la recibimos todos de mano del celebrante. Otro Padre con sobrepelliz la da al
pueblo; y en Quito salen cuatro Padres con sobrepellices para darla; los cuales
señala el P . Prefecto de la iglesia; lo demás como estila la iglesia.
En Quito y noviciado y en los colegios donde hay número de sujetos, se
canta la Ceniza en la iglesia, y con campana grande se toca un cuarto antes como
a ejemplo. Este día se echa cédula en el refectorio en que se señalan las mesas
para los que comen carne. Ninguno de los que comen carne se sienta en otra me­
sa; lo cual se observa también entre año en las vigilias, viernes y sábados. Este
día por la tarde se limpia la cocina y las demás oficinas, fregando y limpiando to­
do lo que sirve en ellas. El P . Ministro hace algunos días antes una tabla todos
los años de las comidas de cuaresma: antes, escudillas, etc. Cántase en Quito,
noviciado y en colegio donde hay número de sujetos, la bendición de los Ramos;
comulgan ios Nuestros a la misa primera. Tócase a las 8 con campana de comu­
nidad y bajamos todos a cantarla con manteos y los recibimos de mano del cele­
brante, que suele ser el Superior. Tócase antes de la bendición media hora como
a ejemplo.
— 686 —

Semana Santa

El Miércoles Santo por la tarde distribuyen los coreros las sobrepellices por
los aposentos de los Padres y Hermanos Estudiantes, y se señalen dos Hermanos
Coadjutores que despabilen; componen el coro de arriba los Hermanos coreros.
Miércoles, Jueves y Viernes Santo cantamos Tinieblas después de pasadas las
procesiones, si las hubiere; empezamos los Oficios todos los tres días a las 5 y
media o tres cuartos; asistimos a cantar con sobrepellices. Tócase a entrar a los
Oficios el Miércoles con la campana de comunidad y los dos dias siguientes con
matraca. El Sábado antes del Domingo de Ramos, señala el Prefecto de ig le s ia
todos estos Oficios, quiénes cantan las lecciones. Desde la Gloria del Jueves
Santo hasta la Gloria del Sábado Santo, no hay más campana que matraca.
Los Oficios del Jueves Santo son comunmente a las 10; y a las 9 y media se
toca a la misa como el Domingo de Ramos; los del Viernes a las 7 de la maña*
na en Quito, cuando hay sermón de Pasión; y los del Sábado Santo a las 8.
Jueves Santo no hay más misa en nuestra iglesia que la cantada. En la ca­
pilla se dice una temprano para comulgar los oficiales precisamente ocupados; los
demás, y también los sacerdotes con estolas, comulgan en la cantada.
La noche del Jueves Santo se toca a colación a las 8; y esa noche hay li­
cencia para estar en oración todo el tiempo que quisieren; y nadie sale a la igle­
sia sin licencia. En nuestro monumento no se ponen velas de sebo, ni al lado
del crucifijo plata para limosnas, ni en nuestras puertas hay demandas para el
monumento. Vélase de dos en dos en el monumento como se dijo en Cuarenta
Horas; y se empieza a velar luego que se encierra el Señor, y dura este velar
hasta las 10 o 10 y media de la noche, que se cierran las puertas de la iglesia.
Las Estaciones visitamos de día, o el Jueves Santo en la tarde, o el Viernes
Santo por la mañana. Los Hermanos Juniores van juntos con su Instructor; y
cuando son muchos, va con la mitad de ellos por la tarde, y con la otra mitad
por la mañana. Los Hermanos Estudiantes antiguos que quisieren ir, avisan con
tiempo al P . Ministro, y habiendo bastantes, como son 6 u 8, va con ellos; y
los que no van a las Estaciones las hacen en casa desde el coro, conforme a
nuestros privilegios, y siguen el orden de velar en el monumento. Y los Padres
van unos con otros, de dos en dos o con Coadjutores a dichas Estaciones, y los
señala el P . Ministro consultándolo con el P . Rector; y vuelven a tiempo que
no hagan falta a los Oficios.
El Viernes Santo dáse a todos comida de pescado, exceptuando los que
están en la cama, que a esos se les da de carne; y si alguno la necesitare preci­
samente va a la enfermería a comer. La comida ese día por la mañana es una
escudilla de garbanzos y un plato de pescado; y no se da postre ni otra cosa
alguna; por la noche yerbas y no más. Baja ese día la comunidad con sobrepe­
llices para el sermón; para la adoración de la cruz se dan sobrepellices a los Her­
manos Coadjutores, si las hay; y si no, adoran con manteo.
Sábado Santo se adorna el altar de Pascua; y después de la misa el mismo
preste y ministros van por el Santísimo a la capilla donde se guardó el Jueves
Santo; y le llevan en procesión solemne que entra en nuestra iglesia por la puer­
ta principal hasta el altar mayor. También a ese mismo tiempo se celebra el pa­
so de la resurrección; para lo cual se convidan algunas personas de autoridad que
lleven la Virgen y otras que lleven el Niño Jesús.
Para esta mañana se previenen dos altares en la portería; los cualen hacen
los dos maestros de gramática, y se procura adornar la portería por donde pasa
el Santísimo. Señálase para la noche del Viernes un Hermano de satisfacción que
tenga las llaves hasta las once y que luego cierre las puertas y dé las llaves al
Superior; también es estilo que haya fuegos esa mañana. No se permite que
entren mujeres para ver los altares.
— 687 -

Después de haber llegado el Santísimo al altar mayor y cantado el Tantum


e r g o y dada la bendición al pueblo con la misma píxide, le encierra el diácono
estando todos de rodillas. Asistimos los de casa con sobrepellices y velas encen­
didas a dicha procesión; la cual se procura hacer con toda solemnidad de mú­
sica, etc.
El día de San José, Dominica in Passione, día de la Encarnación, u otro,
conforme señalare el Ordinario, es el jubileo de las doctrinas; por lo cual ocho
días antes se hacen doctrinas todos los días en casa y en las parroquias y con­
ventos de monjas que pareciere, señalando sujetos para eso. El último domingo
hay doctrina general por las calles; y según el concurso de gente se hacen pláti­
cas en la plaza y el pretil de nuestra iglesia; y a la vuelta a casa, es el sermón
de perseverancia. Señálanse los Nuestros que vayan apareados de dos en dos, que
vayan entonando la doctrina, según fuere necesario para que toda la gente la oiga
y siga cantando. Lleva el guión de los niños un Padre grave y otro la campani­
lla, dos Hermanos Estudiantes las borlas del guión. Otro guión o el Santo Cris­
to lleva una persona de las principales de la ciudad. Todo este tiempo se abre
la iglesia a las dos de la tarde y bajan confesores. Abrese también a la misma
hora desde la Dominica in Passione, y bajan los confesores; y se señalan dos
Hermanos Estudiantes para suplir las aulas de gramática y se obliga a los maes­
tros a que confiesen. La víspera de la Dominica in Passione, o el mismo do­
mingo, se dan los pasos de la Pasión a la comunidad. Los Hermanos Estudian­
tes que suplen se señalan desde el Lunes Santo por la mañana, o desde el lunes
del Domingo de Ramos según el concurso de la gente. El modo de encerrar el
Santísimo es con capa de coro y con ciriales que llevan los Estudiantes o Coadjuto­
res. Señálase también un Hermano Estudiante que lleve el incensario. Siempre
que se lleva al Santísimo en procesión se señala un Padre para incensar. Todos
estos señala el P . Prefecto de iglesia, quien tiene cuidado de ir señalando a los
Padres y Hermanos por su orden.

§ 7.—Misiones, Doctrinas y otros ministerios

En todos los colegios hay misiones cada año por la comarca. Cuando no
hay quien salga, avisa el Superior al P. Provincial para que provea. En Quito
se hace cada año, si pareciese conveniente; un año en nuestra iglesia y otro por
las parroquias; en los demás colegios cada tres o cuatro años. Cada año se en­
vían dos Padres a Riobamba a predicar la Cuaresma; y a Pasto y a Guayaquil
cuando hay quien vaya. En todos los colegios hay un Prefecto de misiones que
cuida de las alhajas, y de avisar a los misioneros; todo con dirección del Supe­
rior a quien se acuerda este cargo.
El jubileo de las doctrinas se publica cada año junto con la misión si se ha­
ce en nuestra casa, o por la cuaresma; y si no el día de San José o la Domini­
ca in Passione, o el día festivo que señalare el Ordinario. Cada semana se
señala en Quito un Padre para cárceles y otro para hospitales; y lo mismo se
hace en los demás colegios. Los domingos de cada semana hay decuria de los
niños en Quito, y se señala a un Padre que vaya a explicar la doctrina a las pa­
rroquias; y en cada parroquia se explica tres domingos la doctrina y el cuarto se
señala para ganar el jubileo. El Padre que explica la doctrina sale en procesión
con los niños y lleva el estandarte; señálanse dos Hermanos Estudiantes de satis­
facción para que entonen las oraciones; y uno de ellos es el Prefecto de la de­
curia; esto mismo se hace en los colegios pequeños. Una vez por lo menos cada
semana se enseña la doctrina a la gente de nuestro servicio, por los días que al
Superior pareciere. En Quito se enseña todos los días por un Hermano Estudian­
te lenguaraz, por un cuarto de hora, antes de darles la comida. Suélese enviar un
- 688 —

Padre para confesar cada año y doctrinar la gente de nuestras haciendas, donde
no le hubiere de asiento.
Cuando hay ahorcados, luego que avisan se les asiste continuamante, suce­
diendo unos Padres a otros; podránse señalar Hermanos Estudiantes teólogos a
juicio del Superior a falta de Padres, y más cuando son lenguaraces. Procúrase
asistir desde las 5 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche; podrá dárseles
la comunión muy de mañana el día que han de ser ajusticiados. Cuando se va a
ayudar a bien morir, si el enfermo está en artículo de muerte, no se le deja has­
ta morir; y si tarda demasiado, vuelve a casa el Padre que le asiste y avisa al
Superior para que envíe a otro.
El día de Todos los Santos, después de sermón, se dan santos a los segla­
res; los cuales previene el Hermano capillero o el sacristán a su falta; para eso
señala el P . Rector dos Padres que los repartan. Esa tarde se dice la letanía
de la V irgen en la iglesia antes de empezar el sermón.

§ 8 . -C O N FE SIO N , COMUNION, VIATICO Y EXTREM A UNCION DE LOS NUESTROS

Tócase a confesiones a las 5 de la tarde con toque largo con la campanilla


de la comunidad, los días que son regla o costumbre en la Compañía; como son
los sábados, vísperas de los Apóstoles, Pascuas, Jueves Santo, Ascensión, Cir­
cuncisión, Corpus Christi, renovación, miércoles de Ceniza, S . Gregorio Papa,
S . Cosme y S. Damián, Todos Santos, las 5 Festividades de la Virgen y nues­
tros Santos. Las confesiones son de 5 a 9 y no en otra hora, aunque se confie­
sen por devoción. Los que se confiesan puestos a la mano derecha del confesor,
luego que se persignan dicen: fube Domine benedicere, y el sacerdote dice:
Dominus sii in corde tuo et in labiis tuis ut recte confitearis peccata tua.
In nomine Patris, etc.; y luego el penitente dice la confesión hasta la mitad.
La comunión de los Nuestros es de ordinario en la iglesia al fin de la misa
de 6, al rededor del altar mayor, sin mezclarse con seglares o Donados; porque
éstos comulgan a la barrandilla o dentro de ella, ellos juntos después de nuestros
Hermanos. Noche de Navidad y Jueves Santo comulgan después de consumir el
sacerdote. A llí mismo en el presbiterio sin apartarse unos de otros dan gracias
hasta las 7; y además hasta como un cuarto de hora, los que quisieren, si no
tienen otra precisa ocupación. Comulgamos dos días arreo pero no tres; porque
siendo todos tres de regla se deja el de en medio; y siempre que comulgamos es
con manteo, aunque sea en el campo; los sacerdotes con estola, mas no los diá­
conos. Los días de votos y renovación comulgan los Hermanos en la capilla y se
da la comunión después de consumir el sacerdote.
La comunión de los enfermos, que la reciben todos los días es en esta for­
ma. La tarde antes, después de tocado a confesiones, va el enfermero y pregun­
ta a los enfermos, que cuándo llamará y a qué confesor; y le llama; y pregunta
al P . Ministro que quién dará la comunión y le avisa. Por la mañana previene
una sobrecama curiosa y paño de comunión, (uno y otro sirve sólo para estos ca­
sos), echa la sobrecama en la cama del enfermo por la decencia; y si ha de ser­
vir a otro enfermo, se adelanta y la pone al otro; y así de los demás. El apo­
sento y vasos siempre se suponen limpios; y suele haber flores y yerbas oloro­
sas regadas por el aposento; lo que principalmente se observa cuando se da el
Viático; y aun entonces se puede sembrar de flores todo el camino por donde ha
de pasar el Señor. Previene también un altarico con corporales y dos velas, por
si se ofreciere, o el sacerdote quiere poner en él el Santísimo; previene fuera de
esto un vaso para purificar.
Por la mañana al primer cuarto de oración, el sacerdote señalado con sobre­
pelliz, estola y muceta, saca el Santísimo y le acompañan los Hermanos que se
hallan en la capilla o de los sujetos que hubiere, con sus velas encendidas; los
— 689 -

cuales responden a los salmos que el sacerdote va rezando, uno de los cuales
precede tocando la campanilla.
Cuando no se lleva el Santísimo de la capilla, se saca una forma de la píxi­
de de la iglesia y se lleva en otra píxide o cáliz. Y entonces consumido el
Santísimo se apagan las luces; y el enfermero le toma la sobrepelliz al sacerdote.
Cuando es Viático sólo se añade que se toca la campanilla de la comunidad que
acude a la iglesia; y vamos todos con manteos y velas encendidas, y se dice:
P a x h u i e d o m u i . Y dicha la confesión, haciendo la profesión de fe, se le da el
Santísimo. Y por último se le dice cómo le falta otro Sacramento, etc. Añádese
también que se va con palio que llevan sacerdotes (y a falta, Hermanos) con so­
brepellices, guión, incensario y otros dos acólitos que llevan el acetre, manual,
cruz pequeña y linterna encendida; todos con sobrepellices. Después del Viático
procura el Superior que siempre acompañe alguno al enfermo; y si es posible,
que sea sacerdote; lo que principalmente se observa después de la Extrema Un­
ción, que siempre ha de asistir sacerdote hasta que pase el peligro.
Cuando se da el Viático a alguno de nuestros sirvientes o Donados se ob­
serva casi lo mismo; pero no va nuestra comunidad sino media docena, que el
P . Ministro señala; y los demás sirvientes se procura que acudan.
En la Extrema Unción no usamos más ceremonias qne las que usa la Iglesia;
la especial es que se toca la campanilla de la comunidad y vamos todos al apo­
sento del enfermo y acudimos a la recomendación del alma, la que se dice no
sólo en la Extrema Unción, sino después, cuando pasando algún tiempo después
de la Extrema Unción, está el enfermo en artículo de muerte. A esta recomen­
dación se llama también con la campanilla de la comunidad, si no es que suceda
ya después de tocado a acostarse. El Sacerdote que lleva los Santos Oleos va
acompañado de dos o tres acólitos con sobrepellices, que llevan acetre, manual
lanterna y cruz pequeña; y fuera de esto van otros dos Hermanos con velas en­
cendidas.

§ 9 . -C O M U N IO N DE LOS DE FUERA

Comulgan los seglares a la barandilla donde hay toallas que se ponen y


quitan cada día en acabando las misas. La comunión se da y el Santísimo se
descubre sin I n t r o i t o , y en todo lo demás se observa el ceremonial romano.
Si la comunión se da al principio de la misa, ha de ser antes del I n t r o i t o
diciendo el acólito la confesión, y entre tanto saca el Sacerdote la custodia [e l
copón] del sagrario, destápala, y después dice el M i s e r e a t u r etc. Para el E c c e
A g n u s se vuelve del todo al pueblo en medio del altar, aunque esté descubierto
el Santísimo. Nunca se interrumpe la misa para dar la comunión a los seglares;
dáseles al fin del último Evangelio, sino es el Jueves Santo en la misa mayor.
En los jubileos y concursos extraordinarios se señalan dos o tres Padres, según
los altares donde estuviese el Santísimo para dar la comunión; los cuales dicen
misa mientras primera oración, y salen con sobrepelliz y estola a dar la comu­
nión y asisten a confesar.

§ 1 0 .-CO N FE SIO N ES DE LOS DE A FUERA

Los domingos y fiestas y días de jubileo y de concurso todos los sacerdotes


aunque sean Superiores, Maestros, Procuradores, etc., asisten al confesonario a
que están expuestos, excepto el P . Ministro en noviciado y colegios de estudios,
que debe atender a que todos los demás acudan al confesonario, y a la observan­
cia doméstica. El Superior señala los que han de confesar en la iglesia, y nadie
baja si no tiene confesonario. Confiésase a todas las mujeres a d c r a t e s , aunque
sean niñas. Todos los demás bajan a confesar hombres. En el jubileo de las doc­
— 690 —

trinas, por cuaresma, y en los jubileos de misiones y otros a juicio del Superior
cuando el concurso es extraordinario, dicen misa algunos de los Operaiios, 'ano
de la iglesia como de la portería, los cuales señala el Superior, mientras primera
oración; para que con eso se hallen más desembarazados para las confesiones. En
Quito y en donde es necesario, se tienen dos mulas en casa para las confesio­
nes de afuera.
§ 1!.- N ovena de S. francisco J avier y de N. S. Padre

Hácese la novena de S . Francisco Javier nueve días antes de la fiesta del


Santo; dícese todos los días misa votiva, pero con ciriales, incensarios y acólitos.
Dicho en ella el I n t r o i t o , se descubre el Santísimo cantando el coro el T a n tu m
e r g o . Acabada la misa, en que hay alguna música, se platica por media hora
con manteo en el pùlpito; y luego el preste con capa de coro en la peaña del
altar dice la novena, y por último se encierra el Santísimo. No quita esto que a
cuatro de Marzo se haga también sin pláticas dicha novena y entonces se lee
un pedazo de la vida del Santo; y se gana el jubileo el día doce, el cual jubileo
está concedido por quince años. La abstinencia del viernes se pasa a la víspera
de la fiesta de San Javier.
En la misma forma, nueve días antes del Santo se celebra la novena de
N. P . S. Ignacio; y el día antes es ayuno para los Nuestros, el cual pone en la
tabla de la sacristía el P . Prefecto de la iglesia.
§ 12— JUBILEOS COMUNES

H ay indulgencia plenaria los días de Nuestro Santo Padre, San Francisco


Javier y San Francisco de Borja. Item el de la comunión general un domingo de
cada mes; el de las doctrinas una vez al año en el día de fiesta que señala el
Ordinario y en las iglesias donde se enseña la doctrina; el jubileo de la Misión
donde se hace, que dura todos los días que dura la misión; el de cuarenta Horas;
el día de la Circuncisión; el titular de nuestras iglesias; el titular de cualquiera
de nuestras Congregaciones agregadas a la Primaria de Roma, y son para todos
los fieles. Item acá en las Indias los cuatro jubileos, cuyos días señala el P . Pro­
vincial; y los señalados son: la Purificación, el día día S . Pedro, la Asunción
de la Virgen y la Inmaculada Concepción; el día de todos los fieles difuntos; el
día de los siete Dolores; día de S . Gregorio Papa y el día del Patrocinio de
Nuestra Señora si hubiere misa cantada.
Acerca de lo cual se observa lo primero: que el Prefecto de la iglesia por
medio del sacristán ocho días antes del jubileo hace poner una tabla a la puerta
de la iglesia que lo diga; y en los más festivos, como son N. S . Padre, S. Ja­
vier, la Circuncisión, Cuarenta Horas etc., pónense también cédulas en las puer­
tas de otras iglesias. Lo segundo que los días de jubileo no hay por la mañana
sermón de lengua [quichua]. Lo tercero, que estos jubileos y otros particulares se
estila en una tabla de la sacristía para memoria.
Celébrase la comunión general un domingo de cada mes que señala el
P . Provincial. Descúbrese el Señor a las dos de la tarde y a las tres hay sermón
del asunto moral que el predicador quiere; y luego se encierra el Santísimo pre­
cediendo su letanía. Si en colegios pequeños no puede haber sermón, bastará de­
cir la letanía a las tres.
§ 1 3 .—COMO Y CUANDO SE TOCAN L A S C A M PAN AS

Tócase con una sola campana a las misas del altar mayor, dado veinte o
treinta golpes un cuarto antes de bajar el sacerdote; y al salir cada misa se dan
tres golpes. En misas solemnes en que no hay sermón, se repica un cuarto a las
Avemarias, en las vísperas, otro cuarto después de las Avemarias por la maña­
na y un cuarto antes de empezar dicha misa. Exceptúanse los oñcios de Semana
Santa; que se toca sólo con una campana media hora antes que empiecen; y
cuando pasan procesiones de la Pasión por nuestra casa. En las misas solemnes
de sermón y jubileo se añade solo un repique de un cuarto la víspera a las do­
ce. Para las misas de difuntos se dobla en las horas que se toca en las misas
cantadas sin sermón; y cuando muere se dobla también; si no es que muera des­
pués de las nueve de la noche, que entonces no se dobla hasta las Avemarias
por la mañana. Dóblase también mientras el Responso y oficio de sepultura, mas
no mientras la 'misa.
Para los sermones de fiestas solemnes de por la mañana, se toca a las 7
de la noche como media hora, empezando con un repique, continuando luego
con el toque del sermón y acabándole con otro repique. Lo mismo por la maña­
na en tocando las Avemarias, sin tocar mientras la oración, lo que nunca se
hace; y media hora antes de la misa se dan otros repiques, dos o tres, interpo­
lados con el toque del sermón; haciendo al fin señal de dejar con cada campana­
da de por si, al modo que se dan las tres campanadas al salir la misa rezada.
Para los sermones que se predican por la mañana sin misa cantada, se toca
sólo con una campana por media hora la víspera a las 7 de la noche. Por la
mañana al salir de la oración, un cuarto; y media hora antes de la mi­
sa rezada, que se dice toda entera antes del sermón. Para los sermones de la
tarde, si son de Cuaresma, misión o ferias que no haya de estar el Santísimo des­
cubierto, se toca con una sola campana un cuarto de hora después de las doce
del día; y después media hora antes de empezarse. A los ejemplos de noche se
toca como a sermón por media hora. Si ha de estar descubierto el Santísimo o
se celebra fiesta o jubileo, se toca a las mismas horas antes y después de tocar a
sermón; y para descubrir y encerrar al Señor un rato breve.
Cuando el Sr. Obispo viene y sale de nuestra iglesia y casa se repica un
rato breve. Cuando pasa el Señor por nuestra calle, y cuando pasa alguna proce­
sión fuera de Semana Santa. Los días y vísperas de ¡os Patriarcas de otras R eli­
giones se repica como para Nuestro Santo Padre; nunca se toca por la mañana la
víspera, ni el día antes de tocar a levantar.
Cuando hacemos rogativas en nuestra iglesia y baja la comunidad con man­
teo, tócase la campanilla de la comunidad al fin de la misa de los Estudiantes,
que suele ser a las 10 y media poco más o menos; y el sacerdote que dice la
misa dice la letanía de los Santos. A esta rogativa asisten también los Estudian­
tes gramáticos. Lo mismo se hace cuando por alguna necesidad del colegio se
hace el novenario a San Fortunato su Patrón; y entonces se empieza a tocar a
plegaria cuando el sacerdote empieza la letanía y dura todo el tiempo que ésta
se dice. Tócanse a las Avemarias a las cuatro y tres cuartos por la mañana, a
las 12 y al anochecer; y a las 7 de la noche las Animas; y cuando toda la ciu­
dad toca por algo, tocamos también, si ha de haber escándalo de lo contrario.

§ 1 4 .- F I E S T A S A Q U E V A M O S

Nunca va a fiestas nuestra comunidad, sino a los Conventos de los Religio­


sos el dia de sus Patriarcas, y algunas otras que pide la buena correspondencia;
pero no a vísperas. A otras fiestas y las que predican los Nuestros y de monjas
no envía el Superior a nadie. Si alguno pide licencia para ir, verá el Superior
si se la dará, con tal que no vayan muchos, ni Padres mozos a Conventos de
monjas.
— ÓÇ2 —

§ 15.—Procesiones

A las procesiones de Semana Santa y si otra alguna hubiere general, $a|¡.


mos todos a recibirlas con manteos y luces a la puerta de la iglesia; y al fin se
sale a la esquina de la cálle junto a nuestra puerta a despedirlas; tócase con cam­
panilla de comunidad un poco antes que vengan; pónense seis velas encendidas
en el altar mayor; no se interrumpen los oficios por recibirlas. Nunca vamos a
procesiones; cuando del rey nuestro señor no pudiéremos escusar alguna, toma­
mos el lugar que nos dieren. Lo común es hacer nosotros rogativa aparte, yendo
nuestra comunidad con sobrepellices o cantando letanías, o callando a la iglesia
señalada para decir misa, etc. Nuestras procesiones son las de Semana Santa y
Corpus, el día de Nuestro Santo Padre; y esas al rededor de nuestra iglesia; y
cuando más se sale a la puerta de la calle y al claustro el Sábado Santo, con
tal que no entren mujeres.

§ 1 6 . - ACOMPAÑAMIENTOS Y RECIBIMIENTOS

Siempre que hay (unción de comunidad bajan todos con manteos, y aguar­
dan en el salón o portería que baje el Superior; y en bajando y siendo hora han
de ir, van primero los Hermanos y después los Padres, y ese mismo orden se
guarda al volver; lo cual se entiende tanto en los actos y (unciones de letras co­
mo en los demás de comunidad.
No usamos salir a recibir a nadie a los caminos, ni a externos ni a domés­
ticos, aunque sea el P . Provincial. Lo más que se permite es salir como una le­
gua del lugar sin convocar seglares; y esto ha de ser Padre grave el que viene.
El salir a tratar algunas cosas (orzosas con el Provincial no es recibimiento, como
también el salir a llevar lo necesario, conducir y distribuir los misioneros que
vienen de Europa.
En la (unciones de iglesia cuando viene la Audiencia, o se convidan Reli­
giones, etc., se toca media hora antes de los oficios la campanilla de la comu­
nidad, y bajamos todos con manteo a la puerta de nuestra iglesia. El Superior
da agua bendita a los personajes que se reciben, y luego se acompaña en esta for­
ma: A Presidente, 'Audiencia, Obispo y comunidad, toda la Comunidad; a
Provinciales, Oidores, Prebendados, media docena de sujetos y entre ellos dos
Padres graves; a Priores, Guardianes, Contadores y semejantes, cuatro sujetos;
A los demás Religiosos y personas de alguna cuenta, solos dos sujetos. Acom-
páñanlos hasta dejarlos de rodillas o en su lugar; y en acabando el sermón, o
cuando hubieren de salir, vuelven todos los Nuestros a la puerta a despedirlos.
Cuando el Superior no puede salir señala a un Padre grave que conozca a los
personajes y les dé agua bendita.
En otras fiestas supernumerarias y de Congregaciones, convidan y reciben
sus Prefectos y cuando más el Padre que «uida. Y si por haber convidado nosotros
fuere necesario recibir, señala el Superior cuatro o seis sujetos, (que pueden ser
estudiantes y entre ellos un sacerdote) que acudan, y no más. A l Sr. Obispo
cuando entra y sale de casa,a son de campanilla le acompaña toda la comunidad;
al Sr. Presidente los más que se pudiere; nosotros unos a otros no nos acompa­
ñamos.
A las conclusiones y (unciones literarias nuestras y oraciones de S. Lucas,
acuden todos los que pertenecen a escuelas a recibir a los convidados. A las
funciones de colegiales, acompañan ellos; y a las de estudiantes seglares, bajan
los Prefectos.
— 693 -

§ 1 7 .- E n t ie r r o s d e a f u e r a

No vamos a entierro de afuera; solo hermano, hijo o nieto del difunto podrá
asistir solamente en la iglesia. Si el difunto fuere recibido en la Compañía a la
hora de la muerte, se pueden enviar algunos sujetos al entierro y aun a cargar el
cuerpo. Cuando se entierra en casa algún personaje de cuenta, baja la comunidad
con manteos y velas, si las dan, a recibir el entierro; pero no con capa ni cruz.
No asistimos a los oficios, pero sí al Responso; y luego se despide el acompaña­
miento como se recibió. Señala el Superior dos Padres que asistan a los oficios
para dar sus asientos a los convidados. Dóblase por un cuarto de hora poco más
o menos, y al venir el entierro otro tanto. Las ofrendas y velas podemos tomarlo
cuando las dejan.
Cuando se hacen honras en nuestra iglesia por la muerte de algún persona­
je, señala el Superior Padres para recibir la gente de cuenta y cabildos; y en
alzando empieza a doblar el sacristán y se toca la campanilla de la comunidad y
asisten los Padres al Responso, pero no los Hermanos, si ya no es que alguno
de los Hermanos es pariente del difunto, que entonces podrá asistir.
A honras de reyes vamos juntos con manteos para asistir a las vísperas, vi­
gilia, responso, etc. A los entierros de Obispos, Presidentes, benefactores, pue­
de enviar el Superior cuatro o seis Padres.
Cuando muere algún sirviente en casa, o algún donado, el prefecto de la
iglesia y el sacristán lo entierran con entierro rezado, y hace que acudan todos
los sirvientes, aunque por el rato cesen todas las ocupaciones. Dóblase por ellos
con campanas menores. El Superior manda decir una misa a todos los Padres y
una corona a todos los Hermanos del Colegio; para lo que se hecha cédula en
el refectorio que lo diga. Cuando muere algún esclavo de las haciendas, estila el
Superior mandar decir una misa a todos los Padres y una corona a todos los
Hermanos del colegio. Y si los esclavos son de la Provincia, se hace lo mismo
en aquel colegio donde está adjudicada la hacienda.
Cuando muere padre o madre de algún sujeto de casa, el Superior echa cé­
dula en el refectorio para que los Padres digan una misa y los Hermanos la
corona por los dichos difuntos.

§ 1 8 .-E N T IE R R O S Y HONRAS DE LOS NUESTROS Y OFICIO DE DIFUNTOS

A ninguno de los Nuestros se hacen honras, sino es al P . General. Háce-


seles el oficio, se les dice la misa y se pone la iglesia como el día que se hace
el aniversario por los difuntos de nuestra Compañía.
Este aniversario se hace después del día de los finados, en el primero que
no sea doble de obligación, ni domingo. Pónese toda la iglesia de negro y se
pone túmulo como en el día de los finados. Cantamos con sobrepellices un Noc­
turno y misa con diáconos y responso y al fin con velas encendidas. El día an­
tes se echa cédula para que todos los Padres digan una misa y los Hermanos
la corona por los difuntos de nuestra Compañía, o se apunta al fin de los Santos
de 3 de Noviembre para que se lea entonces. No se convida a externos; pero
acuden todos los de nuestras escuelas.
Luego que muere alguno de los Nuestros manda el P . Ministro por medio
de alguno que vaya avisando a todos por sus aposentos que encomienden a Dios
al sujeto que ya murió; y aún a son de campanilla hay orden que por un cuarto
de hora se haga oración por él. Si muere alguno después de tocado a acostarse,
se dilata esta noticia y se da por medio del despertador; dicha noticia se omite
cuando asistió la comunidad a la muerte. En la primera ocasión se echa cédula
en el refectorio para las tres misas y coronas; y esta cédula se pone en la sacris­
tía; lo que se observa también por los sufragios que se piden de Roma y por los
- 694 —

que mueren en otras partes de la Provincia; luego se amortaja; a los sacerdotes


con todas las vestiduras sacerdotales y a los demás con sotana y manteo, a los
Estudiantes con bonete y a los Hermanos Coadjutores con birrete. Pónese des­
pués el cuerpo en media tabla o ataúd que sirve para todos. Y mientras es hora
de enterrarlo lo tienen en la capilla o en otra pieza capaz y se le asiste siempre
hasta enterrarlo, y también toda la noche remudándose de dos en dos. Pénenle
cuatro luces. No se convida a externo alguno para nuestros entierros; todos se
entierran sin ataúd, sino es alguno de extraordinaria santidad a juicio del Su­
perior.
Por el cuerpo va nuestra comunidad con sobrepellices y luces etc.; y le po­
nen en una como tarima en la capilla mayor (y no tumba alta) cubierta con baye­
ta o paño negro; el sacerdote la cabeza hacia el altar y al contrario los que no lo
son, con cuatro hachas a las esquinas y tres velas a un lado y tres a otro y no
más; y esta es también la cera que gastamos en los aniversarios.
Si es por la tarde el entierro, se dice el Nocturno sin Laudes, d u p l i c a t i s
aniiphonis; si es por la mañana, Nocturno con su misa; la cual misa se dice
aunque sea día de fiesta, observando que entonces sólo el altar mayor se pone de
negro, y se dice la misa temprano, para que después quitado el frontal negro, etc.
prosiga la festividad. Y las misas colaterales se dicen con el ornamento de la
fiesta y no de Requiem, aunque la intención sea por el difunto.
Si el día no fuere doble o domingo, se ponen los altares de negro y se di­
cen las misas de Requiem. Y lo mismo los dos días siguientes, si fueran ferias
semidobles o simples. Si el entierro es por la tarde, no se dice la misa de cuer­
po presente hasta que no sea doble de obligación ni domingo. Y el túmulo que
usamos queda puesto estos tres días con cruz, acetre, .etc; y allí van los Nues­
tros a decir responsos rezados después de misa.
Después de esto da cuenta en la primera ocasión el P . Rector, y a su fal­
ta cualquiera de la Compañía al Provincial y a todos los colegios y casas de la
Provincia para que le hagan los sufragios; y cuanto antes pueda envíe la carta de
edificación al P . Provincial y a los colegios. Y por último se nota el fallecimien­
to en el Libro que para esto tienen los Rectores con día, mes y año. A dos de
Noviembre hay jubileo. Como a las 9 se toca a misa Cantada de difuntos con
diáconos. Vamos todos con sobrepellices, dícese la vigilia, y al fin de todo, tres
responsos; el primero, Qui Lazarum con la oración, Deus qui inter apostóli­
cos', el segundo, N e recorderis, con la oración Deus veniae largitor', el terce­
ro, Libera me, con la oración Fidelium. Si hay fundador, se dice también res­
ponso. Pónese la iglesia toda de negro y un túmulo pequeño con una tumba; y
seis velas sobre el túmulo, ciriales y cruz delante y cuatro o seis hachas a los
lados. Este día por la mañana no hay lecciones.
A 3 de Noviembre el aniversario por nuestros difuntos, ut supra; y al fin
un responso; y al día siguiente lo mismo; los tres días cantan los músicos y ba­
jamos con sobrepellices.
A 5 de Noviembre, o el primero día desembarazado, el aniversario por los
soldados difuntos. Omnia ut supra. Añádese que no hay lecciones aquella ma­
ñana, que confiesan y comulgan los estudiantes externos y acuden eon los Nues­
tros a la misa; que todos ofrecemos las obras de aquel día; los sacerdotes la mi­
sa, y los Hermanos la corona por dicha causa para lo cual se hecha cédula; y
que este día a este fin se da limosna a los pobres de la cárcel.

§ 1 9 .—L e t a n í a

Dícese la letanía de los Santos con el A v e m a r i s S t e l l a en todos los cole­


gios aunque pequeños, si no es cuando por razón de alguna fiesta particular a que
debamos asistir, se dice en la iglesia de Nuestra Señora o del Santísimo; y en-
— 695 -

tonces no hay más letanía. Dícese después de quiete a medio día. Nunca se deja
del todo sino la V igilia de Navidad, (que si cae en sábado tampoco se barre la
iglesia), Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado Santo.
Nombramos en ellas nuestros tres santos canonizados. Dícese la oración pro
infirmo . cuando hay alguno al que se ha dado el Viático, por todo el tiempo que
durare el peligro de muerte. Item la oración pro navigantibus, desde que salen
de la Provincia nuestros Procuradores a Roma hasta que vuelven a ella; y otras
oraciones según que ocurran necesidades comunes, como de peste, sequedad, etc.
También se dice la oración del Patrón del colegio.
Cuando hay reliquia vase a adorar al fin de la letanía; y el que la dice se
pone sobrepelliz y dice las oraciones en pie. Pónese la reliquia sobre una mesa
con paño de seda rico con dos velas para la letanía y dos más al lado de la
reliquia. Cuando la hay la avisa el Hermano sacristán al Hermano capillero có­
mo la suba arriba a la capilla; y dicho capillero la previene para la letanía la
cual acabada se besa la reliquia. Lo mismo se hace el día de la Invención de
Cruz en ios colegios donde hay reliquia del Lignum Crucis.

§ 20.—Oficio divino

Rezamos con octava del Santo titular de nuestras iglesias; del Santo Patrono
principal del pueblo, de quien reza su matriz, rezamos con octava ad libitum.
Fuera del titular de nuestra iglesia podemos tener un Patrono y rezar de él con
octava.
Usamos rezar de Santiago el lunes, el jueves del Sacramento, el sábado de
la Concepción; y cualquier día de la semana de Nuestro Santo Padre y de San
Franciscisco Javier. Esto se entiende por privilegio y en días no impedidos, y
no en Cuaresma ni en Adviento.

§ 21 - V O T O S , PROFESIONES, FORMACIONES Y RENOVACION

Siempre que hay votos, profesión, formación o renovación, se toca la cam­


panilla de la comunidad a la mitad de la misa, para que asistan todos a la igle­
sia o a la capilla. Los votos y renovación se hacen en la capilla cuando la hay
y los otros grados en la iglesia. En todas las cuales ocasiones se adorna el altar
y se pone una docena de velas y se dice misa rezada con acólitos e incensario.
T al vez puede suceder que algún obispo diga la misa de profesión, etc. En­
tonces sale el Padre de casa que la ha de recibir con su manteo al tiempo de
consumir, y puesto al lado del Sr. Obispo recibe los votos y el papel y en la
sacristía lo mismo. Y aún lo mejor es decir una misa antes o después de la del
obispo y en ella recibir la profesión.
Hácese la renovación en esta forma: A l consumir del sacerdote dicen los
acólitos la confesión; luego descubre el sacerdote la píxide de formas consagradas,
y vuelto a los renovantes dice: Misereatur, Indulgentiam, etc; quédase así
medio vuelto y oye entonces los votos de todos. Y luego inmediatamente toma la
custodia [el copón] y dice Domine non sum dignus. etc. los comulga. Los Pa­
dres renuevan primero y no comulgan; los Hermanos después sin guardar orden
entre sí; y los demás Hermanos que no renuevan comulgan también en esta misa
con los renovantes. Si hay novicios que tengan hechos votos de devoción, tam­
bién dicen sus votos después de renovar y comulgar los antiguos. La fórmula de
los votos ha de estar en una tablilla, en latín para los Escolares y en romance pa­
ra los Coadjutores.
En los grados de profesión y formación hasta que el sacerdote dice Miserea-
tur, etc., es como en la renovación. De ahí se diferencia en que el sacerdote
toma la custodia [el copón] del Santísimo en la mano y dicho el Domine ?ton
— 6g6 —

s u m d i g n u s , etc., así oye el papel del grado; y luego inmediatamente le comul­


ga y recibe el papel; y en la formación no hay más que abrazar a todos en la
sacristía. El profeso, acabada la misa, va a la sacristía que estará aderezada con
un altar de seis velas y allí hincado de rodillas y el sacerdote en pie y quitada
la casulla, dice los votos simples, que lleva escritos en un papel distinto del pa­
pel de la profesión. El sacerdote o el Superior luego le abraza y los demás des­
pués. La fórmula de la profesión está en la quinta parte de las Constituciones.
La fórmula de los votos simples que hacen los profesos en la sacristía está inme­
diatamente después del fin de la parte décima de las Constituciones. La fórmula
con que se forman los Padres Coadjutores espirituales está en la parte quinta de
las Constituciones, capítulo cuarto; y en ella por orden del P . General Tirso
González, en carta de 15 de Enero de 1695, se ha de expresar no sólo el nom­
bre de oficio, pero también el nombre propio del General.
Los votos del bienio son como la renovación; sólo hay diferencia que al de
los votos se le abraza; y a los renovantes no.

LO DEMAS QUE TOCA A SOLO RENOVACION


Avisa con tiempo el Superior a los Hermanos o administradores de las ha­
ciendas que vengan a triduo, aunque sean formados o profesos o no hayan de re­
novar. Las renovaciones son ordinariamente por la Epifanía y S . Pedro, y extra­
ordinariamente cuando ordena el P . Provincial, y aunque él no lo ordene, si viene
visitando y estuviere cerca, se dilata dicha renovación hasta su venida, como no
pase de un mes la dilación. Siempre precede el triduo de recogimiento.
Ocho días antes se avisa en el refectorio a primera y segunda mesa el día
que ha de ser y los confesores de aquellos días, que fuera de los ordinarios se
señalan dos, tres o cuatro, según el número de sujetos. También se ordena ese
día en dicho papel, que en el triduo los que han de renovar no han de ser lla­
mados a la puerta para hablar o tratar negocios con los de afuera, y que procuren
estos días dar algún tiempo más al recogimiento y ejercicios espirituales de
oración, lección, etc. Divídense estos días los renovantes en pólizas para tener
quietes en que preside un Padre de los ancianos y se cuenta ejemplo. En la reno­
vación de Reyes se advierte también que los antiguos suelen hacerse por aquel
tiempo la confesión general a que están obligados una vez al año. La víspera del
triduo se pone a la puerta de la capilla un papel de los que renuevan, otro de la
distribución, otro de la quiete, otro de los Padres y Hermanos que descubren y
encierran el Santísimo y la hora de eso, el que da los puntos y la hora; y los re­
novantes acuden al lugar señalado para la oración.
Los puntos se dan por el Prefecto o el que señala el Superior del último
cuarto de quiete de noche hasta examen, a que acuden todos los que renuevan, y
se toca a los tres cuartos con un toque largo.
H ay dos horas de oración; una la ordinaria y otra antes de cenar y al fin de
esta se dice la letanía; y así toman cinco cuartos antes de cenar para oración y
letanía. Descúbrese el Santísimo al principio de cada hora y se encubre al fin de
la misa y letanía. Por la mañana encubre el mismo que dice la misa. Señálense
para esto Padres y acólitos distintos, si los hay; y todos revestidos acuden de ro­
dillas. H ay en dicho tiempo música de instrumentos y letras devotas; y esto por
la noche.
Dáse capelo el último día del triduo a todos los que renuevan, levantándose
en pie cuando los nombran, si están sentados; y al fin se encarga a todos la dis­
ciplina pública de aquella noche. Para esto junta el P . Rector sus consultores
con el P . Ministro y se hace consulta de las faltas que hubieren notado y se di­
ce también las comunes. Este día sirven a la mesa los Padres profesos y Coadju­
tores espirituales formados. El último día del triduo, que siempre es de abstinen-
— 697 -

cia, al fin de la oración y letanía se hace plática a la Comunidad, que puede


durar tres cuartos de hora.
Lo que se lee en tiempo de renovación es lo siguiente, y se empieza a
leer por lo menos tres días antes del triduo y se prosigue después, si fuere nece­
sario: Primero la instrucción del P . Carrafa para la renovación y triduo; segun­
do la del P . Juan Paulo Oliva sobre el secreto de la cuenta de conciencia; ter­
cero, las reglas de los Hermanos Estudiantes y Coadjutores; cuarto, los Avisos
generales que llaman M o n it a g e n e r a l i a ' , quinto, lo que se habla en las quietes;
sexto, Preceptos y censuras particulares y comunes de la Provincia y colegios y
casos reservados; séptimo, la carta sobre la renovación del espíritu de N. P . Clau­
dio Aquaviva, la de N. P . General Mucio Vitelleschi; octavo, lo que se suele
leer cada mes al principio, sino que haya poco que entró el mes y se leyese an­
tes; nono, las reglas de la modestia. Léese por Reyes, en la renovación que se
hace, la Bula de Clemente VIH d e l a r g i t i o n e m u n e r u m ; y en la renovación que
se hace por San Pedro los Usos y costumbres.
DISTRIBUCION DEL TRIDUO
Hasta salir de misa, Io ordinano. De 6 y media a 8 y cuarto, lección de re­
glas y espiritual, y prepararse para la confesión general; de 8 y cuarto a 10 y
media tienen sus lecciones, y cuando no fas hay, ejercicios espirituales; el cuarto
que queda. C o n t e m p t u s m u n d i .
De dos a cuatro y media, historia y sus devociones, y la lección si la hu­
biere, a su tiempo; de cuatro y media a cinco, rosario; de cinco a la media, pre­
pararse para la confesión general; de cinco y media a seis, lección espiritual; de
seis al cuarto preparar los puntos; de seis y cuarto a siete y cuarto oración, y
hasta la media letanía; y después lo ordinario.
Estos días no hay conferencias, ni poste. La última noche empieza la ora­
ción a las 6 o 6 y media; y al fin cantan los músicos la Salve y letanía del
Santísimo. Y el Padre que encierra, después de haber incensado mientras se
canta la letanía, dice la oración de la Virgen y del Sacramento. Antes de la le­
tanía se canta la Salve que entona el preste.
Los puntos de la meditación para el triduo los da el Padre señalado el úl­
timo cuarto de quiete de noche, y se toca la campanilla de la comunidad con
toque largo para que acudan todos los renovantes a la capilla. Por la renovación
que se hace el día de Reyes se empieza a dar los puntos a 2 de Enero; y a 25
de junio se dan los otros puntos. Cuida de tocar el Hermano capillero.
§ 2 2 .—ORACION Y LOS DEMAS EJERCICIOS ESPIRITUALES

A todos los que predican se les permite estar en la cama más de lo ordi­
nario; pero no a los que predican en el refectorio, ni a los que hacen plática o
doctrina. También se permite dicha hora al que preside y sustenta conclusiones
generales, y a los que después de tocado a acostar se les envía a confesiones de
afuera. Item los 15 días de vacaciones en el campo y los asuetos generales cuan­
do se va al campo. En todas estas ocasiones que piden algunos licencia para que­
darse, se despierta a los que se quedan a las cinco y media, y de seis a siete
tienen la oración y se los visita. Los que oyen misa y tienen oración en la capi­
lla se les despierta a la hora dicha, y tienen oración de las seis y media a las
siete y media; con los huéspedes es lo mismo, exceptuados los días que tienen de
platillo, que no se Ies despierta ni visita. Pero si el huésped es de otra Provin­
cia y va de paso, el Superior dará orden de lo que se ha de hacer según las
circunstancias.
A todos se despierta y se visitan luces, exámenes y cuadrante a la mañana;
al procurador no se suelen visitar luces; a los Superiores mayores, Rectores,
— 698 —

Ministros no se les visita nada. A los enfermos y convalescientes no hay más


visitas que las que ordenare el Superior, según circunstancias; y lo propio es pa­
ra despertarlos. El examen de medio día no se visita cuando hubo sermón en
nuestra iglesia y asistió la comunidad.
La hora de avisar de todas estas visitas es la que el Superior señalare. Uno
de los Superiores asiste a la oración de la capilla. Los Hermanos que se orde­
nan de sacerdotes antes de acabar los estudios, tienen oración en la capilla con
los demás hasta acabar los estudios.

§ 2 3 .-P U N T O S

Los puntos de la meditación por Villacastín, Arnaya, Puente o semejantes,


se leen todas las noches al salir de quiete; y si los puntos no bastan para llenar
el cuarto hasta el examen', se prosigue leyendo un libro espiritual. Léanse me­
ditaciones proporcionadas al tiempo [del año], y el P . Ministro señala a los
Hermanos que leen. Podrán omitirse los dichos puntos las noches de plática de
comunidad y los días de asueto general. Los domingos que han tenido doctrina los
Coadjutores no se les obliga a asistir. Los triduos y cuando se platican Ejercicios
a la comunidad, se conmutan los puntos en los que se dan para las meditaciones
de aquellos días; y así se les obliga a asistir a todos los que suelen acudir a
puntos. Estos son todos los Hermanos Estudiantes y Coadjutores no formados;
los Coadjutores formados acuden miércoles y sábados. Y estos días por lo menos
da los puntos i n v o c e el Prefecto de espíritu, el cual asiste todos los demás
días y a su falta el P . Ministro. El lugar señalado para esto es la sala de la quiete.

§ 2 4 .- E je r c ic io s a n u a l e s d e l o s Nu e s t r o s

Los Ejercicios anuales tiene la Comunidad por Octubre, empezándolos a


cinco de dicho mes. Un mes antes se señala un Padre grave o el mismo Supe-
perior que los platique. A esta plática acuden todos los ejercitantes; y se toca a
ella con la campanilla de comunidad, como a plática; la hora de dar estos pun­
tos es a las siete de la noche hasta la media.
En la primera semana entra toda la comunidad, sino es los precisos para
los oficios y ministerios. Para eso se llama con tiempo los procuradores, Padres
y Hermanos de las haciendas; y en Quito se llaman también los del Colegio
Mayor; luego inmediatamente en la segunda semana entran los que no pudieron
en la primera. Y los que ni aun en ésta pudieron, los tienen en la primera oca­
sión; observando que al sacerdote que tiene Ejercicios en particular, no se le
platica, pero sí a los Hermanos y el Superior tiene cuidado de señalar quien les
dé los puntos. Cuando el P . Rector o Ministro los hacen, señalan también quien
cuide de sus oficios. S i alguno tuvo aquel año los Ejercicios, o los ha de tener
por razón de profesión, Ordenes, etc., no se les obliga a tener más aquel año,
suponiendo también que los tuvo el año antecedente.
A nadie se permite tener los Ejercicios en el campo, sino al P . Rector; los
demás que quieren tenerlos en el campo necesitan licencia del P . Provincial.
Los Hermanos Estudiantes, a juicio del Superior, suelen suplir en este
tiempo los oficios de Coadjutores; pero se atiende a que los de Facultad no fal­
ten a sus lecciones.
Es buen estilo el que por estos ocho días los Hermanos Estudiantes lleven
sus papeles y libros de estudio al aposento del P . Ministro, o a otra parte segu­
ra, para lo que se puede echar cédula la víspera; y a los bedeles se les encarga
la ejecución. Déjenseles solo los libros espirituales convenientes.
A los porteros se avisa que no llamen a los Nuestros; y que despidan cor­
tam ente a los que los buscaren, diciendo que están en Ejercicios, etc.
— 699 -

Usase leer por este tiempo en el refectorio algunas meditaciones acomoda­


das, como de Fr. Luis, Eusebio, etc.
Hay quiete; y ésta se divide en pólizas de a seis o siete cada una, en que
preside un Padre que cada día, aunque festivo, hace contar un ejemplo. Estas
pólizas y el lugar de cada una se ponen en un papel a la puerta de la capilla;
item el papel de la distribución, y otro de los que entran en Ejercicios; esto sue­
le hacerse dos días antes.

DISTRIBUCION DE EJERCICIOS

De 4 y media a 6 y media lo ordinario. De 6 y media a las 7, C o n t e m p t u s


m u n d i . De 7 a la media, Horas menores, y hasta las 8 leer reglas. De 8 a 9
lección espiritual y prepararse para la oración.—De 9 a 10, oración y hasta el
cuarto, examinarla; y hasta el examen reflectir y otras devociones.—De 10 y tres
cuartos a una y media examen, quiete, comer y descansar.
P o r l a t a r d e . De una y media a 2, Vísperas y Completas.—De dos a la
media, Historia.—De 2 y media a tres, lección espiritual, prepararse para la
oración.—De 3 a 4 oración, y después examinarla; y hasta la media oficio ma­
nual a solas. De 4 y media a 5, rosario.—De 5 a la media, Maitines y Laudes.
—De 5 y media a 6, lección espiritual y prepararse para la oración.—De 6 a 7
oración; y hasta la media oír el ejercicio.
Los que dicen y ayudan misa, en tiempo de otra distribución hacen lo que de­
bían de hacer el tiempo señalado de la misa; y así de otros casos. El C o n t e m p t u s
m u n d i que se deja en tiempo de comunión, se puede leer por un cuarto en el
tiempo de lección espiritual. Los Hermanos Coadjutores en tiempo de Horas ha­
cen sus oficios propios.

§ 2 5 .- E je r c ic io s d e e x t e r n o s

En nuestros colegios de estudios al principio del curso, con los demás ofi­
cios de año, señala el superior un Padre por Prefecto de Ejercitantes seculares,
muy versado en los Ejercicios y de espíritu; cuyo oficio es convidar los secula­
res y darles los Ejercicios en cualquiera tiempo del año. Se le señala un compa­
ñero y suele ser un Hermano teólogo, a juicio del Superior, el cual da providen­
cia de que se den las alhajas necesarias, si ya no las hay aparte para este fin,
como las debe haber.
Pénenselos retirados de los Nuestros y a cada uno en su aposento, y no se
dejan comunicar unos con otros. Si concurren muchos, suele desembarazarse un
tránsito nuestro, aunque los sujetos de casa, principalmente estudiantes se estre­
chen y vivan juntos; lo cual principalmente es por Cuaresma.
A cada ejercitante se le pone un jarro con agua, toalla, cama, cilicio, dis­
ciplina; servicio, distribución, libros convenientes y alguna imagen devota. Y si
fuere persona de cuenta se le pone más adorno según circunstancias. Dáseles de
comer lo ordinario de nuestro refectorio y no más; aunque sean días solemnes o
de ayuno; y a los colegiales lo ordinario del refectorio o colegio.
A l tiempo de irse se observa que no lleven nada, ni (os papeles de Ejerci­
cios; y dicho Prefecto recoge todo y lo guarda. A ninguno de los nuestros es lí­
cito visitarlos, sin expresa licencia del P . Rector, que no la dará sino es comu­
nicándolo con el Prefecto; y mucho más se ha de impedir que externo alguno los
vea, ni se les dé recado de nadie; sino es que en caso raro, la prudencia dicte
otra cosa; pero siempre avisando primero al Prefecto.
Señálanse Hermanos de satisfacción que los ayuden y que lleven luz a la
tarde, porque a la mañana se la dará nuestro despertador a la hora que a los
Nuestros. Cuando son muchos, comen y cenan juntos, mientras primera o según-
— 700 —

da mesa; y uno de los Hermanos que asisten, les leen mientras comen y cenan
algún libro espirirual, a juicio del Prefecto; y otro les lleva de comer. Acabada
la comida Va a darles quiete el Prefecto; y a falta de él algún Padre a juicio del
Superior. También suele dárseles, especialmente si lo piden, tinta y papel; pero
esto no hasta el día cuarto o quinto; y sólo para escribir los propósitos y confe­
sión general.

DISTRIBUCION
De 4 y media a 5 levantarse y prepararse para la meditación.
De 5 a Ó oración, y hasta la media, examinarla, y lección espiritual. De 6
y media a 7 oír misa. De 7 a la media, devociones; y de la media a las 8 leer
Historia. De las 8 a la media examinarse para la confesión general. De la media
a las 9 preparar los puntos para la oración. De 9 a 10 oración. De 10 al cuarto
examinar la oración. Del cuarto a los tres cuartos leer el C o n t e m p t u s m u n d i .
De los tres cuartos a las 11 examinar la conciencia. De 11 a la media comer.
De la media hasta las 12 y media, o tres cuartos, si es tiempo de cuaresma,
hablar de cosas espirituales. De la media hasta la una y media descansar.

POR LA TARDE

De una y media hasta las dos, leer historia de Santos. De 2 a tres cuartos,
rezar el rosario y otras devociones. De los tres cuartos a las 3 preparar la medi­
tación. De 3 a 4 oración. De las 4 al cuarto examinar la oración. Del cuarto a
las 5 apuntar los propósitos o algunas cosas más. De 5 a la media preparar la
meditación. De cinco y media a seis y media, oración. De seis y media a siete
examinar la oración y leer C o n t e m p t u s m u n d i . (En tiempo de cuaresma de seis
y media oír ejemplo o examinarse para la confesión general, o leer lección espi­
ritual). De siete a la media oír los puntos para la meditación. (En tiempo de
cuaresma de siete y media a ocho y media C o n t e m p t u s m u n d i y recibir puntos)
De siete y media a ocho cenar. De ocho a nueve hablar de cosas espirituales. (En
tiempo de cuaresma de ocho y media a nueve hacer colación y hablar cosas espi­
rituales). De nueve al cuarto preparar la meditación. Del cuarto a la media exa­
minar la conciencia y acostarse.
Esta suele ser la distribución ordinaria; pero según el sujeto, muda el Pre­
fecto lo que juzga convenir. También quita desde el cuarto día las horas que
necesitare para examniarse para la confesión general.
En los demás colegios se señala dicho Prefecto de Ejercitantes según hubie­
re conveniencia; el cual debe solicitar que de todos estados se aficionen a los
Ejercicios, disponiendo que los hagan en el tiempo que le fuere a cada uno más
cómodo. A los conventos de monjas debe procurar ef P . Rector de cada colegio
por sí o por medio de dicho Prefecto, en la mejor forma que pudiere, el que los
haga toda la comunidad una vez al año, dividiéndola endos semanas, al modo
que se divide la nuestra; pero de ninguna manera se darán Ejercicios a cada re­
ligiosa de por sí.

§ 2 6 .-M ISIO N E S

Cada Superior debe enviar a sus súbditos a hacer misiones por los territorios
que le están señalados, aunque no haya dotación para dichas misiones, a costa
de su colegio; ni es necesario esperar especial licencia del P . Provincial, a quien
pedirá con tiempo sujetos aptos, si no los tiene en casa. La distribución para ca­
da territorio y de cada colegio y casa en esta Provincia de Quito es la que si­
gue: Para el de Quito; dentro, una vez cada año, mudando las iglesias; fuera,
— 701 —

toda su jurisdicción hasta la V illa exclusive por una parte, y por otra hasta La-
tacunga exclusive; itera Riobamba, Guayaquil, Baba (1) con todos sus partidos.
En Popayán, dentro de la ciudad, una vez cada tres años; fuera, todo lo que
alcanza la diócesis. Item Llano Grande, Buga, Cali, etc. Exceptuándose A n­
tioquia, Aburra y sus partidos.
En la V illa de S. Miguel de Ibarra, dentro una vez cada tres años; fuera
toda su jurisdicción hasta la ciudad de Pasto inclusive.
En Latacunga, dentro una vez cada tres años; fuera, toda su jurisdicción
hasta Arabato y su partido inclusive; y por Cotopilahaló hasta el pueblo de Sig-
chos.
En Cuenca una vez cada tres años; fuera, toda su jurisdicción y la de Lo­
ja, Jaén y Valladolid.
En Panamá, dentro una vez cada tres años; fuera, toda su jurisdicción, dió­
cesis y Gobierno.
En la Misión de Mainas cuidará el Superior que se anden todos los parti­
dos, que por allí hay pertenecientes a la diócesis de Quito entre cristianos, sin
hacer falta a los feligreses de nuestro cargo.

§ 2 7 .—CASO S M AS PARTICULARES TOCANTES A LA S FIESTAS


DEL COLEGIO DE QUITO

La cera que se pone en las fiestas de Quito es como sigue: el día de la


Circuncisión cien velas de a libra o media. El día de Nuestro Santo Padre, si
nosotros hacemos la fiesta, doscientas velas. El de S . Borja, cincuenta; está do­
tada; El de S . José, está dotada. El de S . Javier, cuando la hacemos nosotros,
ciento. En cuarenta Horas, cincuenta. Siempre que hay Santísimo, seis bujías
por delante y seis velas por lo menos en el altar. Día de votos, renovación y
grados nuestros, doce velas. Sábado Santo, cincuenta velas; en la Ascensión,
veinticuatro velas; domingo de comunión general y Buena Muerte, doce velas;
cuando se dedican conclusiones a algún Santo, veinticuatro velas, pero no hachas.
Mas en la fiesta de Nuestro Santo Padre se ponen veinticuatro hachas; y da el
P . Procurador veinticuatro pesos al Hermano sacristán para el adorno del altar y
de la cera y del gasto da cuenta al Hermano procurador dicho Hermano sacristán.
S . Estanislao y S . Luis Gonzaga, seis velas. Siempre que hay reliquia se pone en
el altar mayor con cuatro velas; dia de Todos los Santos ciucuenta velas; Noche
Buena treinta velas: novena de San Javier y de Nuestro Santo Padre doce velas
cuando la hace el colegio; en las Rogativas ocho velas.
Nunca se ponen velas más arriba del primer cuerpo del altar mayor. La vís­
pera de Nuestro Señor Padre durante la Hermandad [í? ], se usa poner solas
ochocientas luminarias y se hace un castillo de fuegos. Las luminarias se ponen
sólo en la torre y no en la media naranja. En las demás fiestas no pasarán de
ciento. Tampoco conviene que entren harpas a los corredores de la media naranja.

§ 2 8 .-O R D E N Y DISTRIBUCION DEL DIA

A las cuatro y media se toca a levantar, a los tres cuartos se tocan las
Avemarias, a las cinco a oración; a las seis a salir de oración con tres golpes y a
misa. A las diez y tres cuartos a examen, a las once a comer;' los dias de ayu­
no un cuarto después; a las doce las Avemarias; a las doce y media a salir de
quiete y letanía. Siempre que hay platillo hay un cuarto más de quiete. A las
siete de la noche, las Animas que se rezan en pie. Las Avemarias sobre tarde
no se tocan hasta que se tocan en la catedral o matriz; a las siete y cuarto se1

(1) Eso se entiende antes que hubiese colegio en esas ciudades,


— 702 —

toca a p r o p r i m a y a las siete y media a cenar. En los días de abstinencia es


media hora después, y los de ayuno una hora; y entonces se tocan tres golpes co­
mo a médico. Las noches de plática no se toca a p r o p r i m a , aunque haya cena.
A las nueve se toca a salir de quiete,. y por un cuarto se preparan los puntos y
se lee lección espiritual. A las nueve y cuarto se toca a examen y a las nueve y
media a acostarse.
Aunque en días de sermón por la mañana no se toca a examen, tócase p r o
p r i m a ; y lo mismo es en cuaresma los días que hay explicación de doctrina en
nuestra iglesia. Los días que se come tarde, se toca a letanía al salir de la se­
gunda mesa. Tócase también un cuarto más tarde a comer los días que hay con­
clusiones en casa.
A l otro día de los cuatro asuetos generales se despierta a la comunidad una
hora más tarde; empero se toca la campanilla a las cuatro y media como los de­
más días. A las seis empieza la misa en la capilla, la cual acabada empieza la
oración de seis y media a siete y media. Las misas de la iglesia empiezan a la
hora de los demás días.

§ 2 9 .—PORTERIA COMUN Y REGLAR

Las llaves de la portería reglar se llevan a las Avemarias ai Superior y las


de la otra puerta recoge el P . Ministro después de cenar, cuando visita las
puertas y las entrega al P . Rector. Por la mañana no se abre la puerta hasta
después de misa. La puerta reglar se abre a los tres cuartos de oración, para que
entre la gente de servicio. También se entregan al P . Rector las llaves de sa­
cristía e iglesia. Por la puerta reglar no entran recados ni visitas a los Nuestros y
siempre está cerrada, como la otra también, si no es en los días de estudio en
Quito; pero ciérrense a lo menos desde tocar a examen hasta las dos de la tarde;
y no se permite que entren seculares a los Nuestros. Y a nadie en tiempo algu­
no se deja entrar a lo interior ni subir arriba, sino a personas de mucho respeto.
Ni se llama Estudiante alguno a la puerta sin licencia del Superior avisándole
primero.
El portero avisa todos los días al Superior de los seglares que están en casa
después de las Avemarias, y de todos los Nuestros que salieron aquel día; por
lo cual ni el ser portero se fía nunca de donado, ni secular alguno.
Desde segunda mesa, mientras come el portero, señala el P . Ministro otro
que tenga las llaves, el cual las tiene hasta la una y media, (pero no en la puer­
ta reglar), y después va a quiete y letanía. En el patio de la puerta reglar duer­
me toda la gente de servicio.
El portero de la puerta reglar, que siempre es Hermano, y nunca se permite
que sea donado, según orden de N. P . General, come a primera; y después a
segunda reparte la limosna. Cuando el Hermano portero trasnochó por avisar a
confesiones, se señala por la mañana otro Hermano que cuide de las llaves.

§ 3 0 .—ENFERMOS Y ENFERMERIA

Nuestros enfermos cuando necesitan médico se llevan a la enfermería; se les


guisa en cocina aparte, en ollas de barro, comen en platos y con ropa de mesa
que no sirven a la comunidad, y lo mismo es de la ropa de cama.
Todas las ñochas se avisa al Superior del estado de cada enfermo; y todos
los días señala el P . Ministro dos Hermanos que le vayan a dar quiete; y éstos
por la noche les suelen hacer la cama y limpiar los vasos, si no lo hubiese he­
cho el enfermero.
Búscaseles el mejor médico a nuestros enfermos; y ninguno busca otro sin
licencia del Superior. Siempre que viene el médico, el portero toca tres campana-
- 703 -

das y al barbero y al cirujano dos campanadas. El miércoles de ceniza se llama


al médico para que diga los que han de comer carne la cuaresma.
La comida de los enfermos extraordinariamente es lo que manda el médico
en calidad, cantidad y tiempo; ordinariamente puede ser un cuarto de ave o
de otra cosa de carne para almorzar. Para comer, un ante de medio pollo y su
olla con carnero, un cuarto de ave, garbanzos y tocino, aunque no se suele dar a
los calenturientos, y su postre. A cenar, colada bien hecha o ensalada cocida de
lechugas, etc., con aderezo de vinagre, azúcar, etc., porción de medio pollo y
su postre.
Los convalescientes necesitan de más alimento y que sea bueno; y así se les
da comida como a los enfermos, pero en mayor cantidad; por lo cual por la no­
che y a mediodía, fuera del medio pollo, y porción, se les añade otro guiso de
carne, a manera de los antes de la comunidad, pero más bien aliñado. Lláman-
se convalescientes para estar en la enfermería y comer de regalo todo el tiempo
que han menester para cobrar fuerzas y seguir la comunidad; en lo cual más vale
exceder que faltar. Los purgados, el día de purga y el otro día comen como los
convalescientes; y los que se sangran en sana salud, el día en que se sangran.
Esta comida de los enfermos se guisa con especia Una, aceite, vinagre de
Castilla, etc.; la carne y pollos escoge el enfermero que sea todo bueno. Para
los postres ha de tener preparados dulces de azúcar y almíbar, como son conser­
vas de ovillas, duraznos; ya dulces secos de las mismas frutas y calabazas, talles
de lechuga y semejantes; item azúcar rozado y de flor de borraja para los refres­
cos. También usamos para el mayor alivio de los enfermos unas mesitas peque­
ñas de pies cortos, para que puestas sobre la cama, coman; también unos espal­
dares de tabla aforrados en badana, para gue se arrimen el tiempo que se hubieren
de sentar en la cama.
Con los achacosos y ancianos, que apenas o con mucho trabajo pueden se­
guir la comunidad, no hay más regla que la caridad y prudencia del Superior. Lo
general puede ser que tengan todos los días su almuerzo caliente, su trago de vi­
no y su cena de carne, aunque sea día de viernes, ayuno o abstinencia; y que
por algunos días vayan a recrearse al campo.

§ 3 1 .- D e spe n sa

El despensero fuera de lo que mandan sus reglas no tiene que hacer, sino
tener horas señaladas en que hacer sus cosas, qüe conviene mucho para expedi­
ción y buen gobierno; v. g. por la noche a las 7 o antes si hay plática, corta las
porciones y la carne de almuerzo y ante; y al acabar la mesa segunda, se la da
al cocinero y enfermero; y también los garbanzos, tocino, hortalizas, legumbres,
pescado, huevos, etc. para el otro día, Por la mañana en saliendo de misa da
el pan al refitolero que ha de servir para almorzar y comer. A las ocho da el pan
a la gente, según la orden del procurador y Superior; luego da lo demás que sir­
ve en el refectorio, miel, queso, fruta, etc. A las diez puede partir la carne para
la cena; y eso y todo lo demás darlo al cocinero y enfermero; pero el pan, velas
y postre dará a las seis de la tarde.
Todos los días recoge lo que sobra en el refectorio de fruta, pan, queso,
miel, cabos de vela, etc.; todos los sábados, de cinco a seis de la tarde, da
velas a todos los que vinieren por ellas; a los Padres cuatro o seis, a los Estu­
diantes y Coadjutores tres o cuatro y dos a cada aposento de donados. Todos
los sábados, después de haber dado lo necesario para el refectorio, a las siete
de la tarde va por los aposentos y recoge los cabos de velas. Cada día, como
a las cinco y media de la tarde, da al lanternero las velas para las lámparas.
También cuida de que las tinajas del agua estén llenas y limpias, y que cada
día se llenen las que cada día se vacían, sino es que venga el agua mala y que
— 704 -

se gasten las tinajas que ha más tiempo que se llenaron, para que se beba asen­
tada el agua. Y siempre que se llena una tinaja pone un colador de lienzo crudo
bien tupido, para más limpieza y salud. Tiene el despensero las llaves de la car­
ne y gallinero y cuida de todo.
§ 3 2 .—C o c i n a

El cocinero después de cenar toma del despensero todo lo necesario, lava


la carne y dispone la leña; de suerte que por la mañana a las cuatro y tres cuar­
tos no hace más que pegar fuego; y dejándolo encomendado, a su hora va a la
oración. A los dos cuartos de oración sale y dispone si ha de haber almuerzo ca­
liente, y si la olla está espumada; y encomendando que la espumen va a las seis
a oír misa. En saliendo de misa da de almorzar y echa las verduras en la olla.
A sí desembarazado de almuerzos, como a las ocho barre la cocina y limpia todo
lo que hay que limpiar; va disponiendo el ante y lo demás que hubiere hasta las
diez. Desde las diez y cuarto hasta la media tiene examen; de la media a las on­
ce compone el caldo y pone todo a punto de repartir. Come a segunda cuando
más tarde, al acabar de echar las porciones, y su ausencia suple el sotominis-
tro o ayudante.
En comiendo vuelve a la cocina y distribuye las sobras según tenga orden.
Deja buen cobro en la cocina, va a letanía y descansa. A la una y media o a las
dos vuelve, pone la cena, barre la cocina, friega y limpia todo lo que lo necesita;
y en el resto de la tarde reza sus devociones o lee lección espiritual; y a las seis
hasta la media tiene la media hora de oración que le faltó por la mañana.
Procura tener siempre cerrada la puerta de la cocina y que no entre en ella
más gente que la precisa. No permite sacar porciones, ni caldo de la olla para
almorzar. Todos los sábados limpia muy bien el fogón y las demás hornillas; y
todas las Pascuas y vispera de Nuesto Santo Padre, la chiminea; procura que
siempre haya agua caliente para fregar, y esté bueno el fregadero y haya estro­
pajos buenos y delantales. Tiene una tabla en la cocina de los guisos y potajes
que comúnmente ha de hacer por todos los días de la semana; limpia todos los
días los portadores.
§ 3 3 .-R O P E R IA

El ropero ha de procurar de su parte tener doble siquiera de todo géne­


ro de ropa, así de sujetos como de oficinas; v. g. dos pares de sábanas para ca­
da uno, dos almohadas, etc.; pero esto no se entiende con manteo, sotana, etc.;
que basta tener algunas más para cuando se ofrezca mudar.
Cuando el sábado lleva la ropa y él la recoge, lleva tintero y pluma y va
sentando lo que cada uno ha perdido o deja de entregar y da cuenta de ello al
Superior. Cuando reparte, lleva la ropa de tal manera dispuesta en sus ataditos pa­
ra cada uno que no sea menester nabucarla [ w ] ; poniendo encima la ropa de aque­
llos por quienes empieza y por el mismo orden se recoge. No sólo las camisas,
sino toda la demás ropa que a cada uno pertenece, es bueno señalar y ponerla
en el nicho que corresponde al número de la ropa.
Cuida también de los zapatos; y así al zapatero como a los sastres los pone
a trabajar en una pieza apartada de la ropería, donde no puedan hurtar; y les da
las tareas por cuenta y razón.
Toda la ropa que se reparte se mira si tiene que remendar; y el sábado an­
tes de repartir se entiende en esto. Luego que se van los huéspedes tiene cuida­
do de recoger el colchón y la demás ropa que dejan, sin aguardar a que el
hospedero se descuide.
Para cumplir su regla de visitar cada mes los aposentos y añadir lo necesa­
rio y quitar lo superfluo, se puede componer con el P . Ministro y visitar los dos;
o pedir llave para entrar cuando no está el sujeto en el aposento.
— 705 -

§ 3 4 .- R efecto lero

El refectolero todos los días limpia los vasos, cuchillos y cucharas; las cu­
charas con polvillo de ladrillo y los cuchillos con ceniza; esto se entiende por
la mañanita; fuera de esto, enjuaga ios vasos para la segunda y para la noche;
y para el mismo tiempo lava con agua caliente los cuchillos. Todos los días lim­
pia y lava los saleros; y cada sábado por la tarde lava con estropajo limpio los
jarros y alcuzas de vinagre y llena dichas alcuzas. Item cada sábado lava con
estropajo limpio las fuentes, porque no yeda el agua. Cada primer día del mes
lava las tablas de los vasos con estropajo y agua caliente; y lejía es mejor. Y ca­
da año para la fiesta de N. S . Padre limpia todo el refectorio de alto a bajo, los
cuadros, las paredes y el techo. Cada jueves muda las tobajas y servilletas, y
cada domingo toda la ropa.
Todos los días por la mañana, antes de aliñar las mesas, barre el refecto­
rio; y todas las noches después de cenar desembaraza todas las mesas hasta de­
jar doblados todos los manteles. A esto le ayudan todos los no sacerdotes que no
leen y sirven a segunda mesa, fuera del cocinero y algún otro que tenga instante
y forzosa ocupación.
En el anterefectorio tiene una escobilla para limpiar los bonetes; uno
o dos pesebrillos con pajas; una tinaja cerrada con llave común para que beban
los que tuvieren licencia y las tobajas; pero éstas se recogen de noche y por la
mañana en levantándose pone alguna para que se limpien los que se lavan.
Las servilletas las desdobla, sacude y dobla a mañana y tarde para que se cai­
gan las migajas. Por Pascuas, renovaciones. Circuncisión, S . Javier y día de
N. S.Padre pone manteles largos; y también en otros días festivos a juicio del
Superior.
§ 3 5 .—O t r a s c o s a s d é l r e f e c t o r io

Sólo el P . Provincial, Superior de toda la casa, Maestro de novicios, tienen


lugar señalado en el refectorio. Los Padres tienen mesa aparte de los Hermanos;
pero entre sí, unos y otros, no guardan orden. También se señalan mesas para
los que comen de carne; y sentarse en ellas los días de pescado, es señal de co­
mer carne; y lo contrario es confusión. El que queda con veces de Superior no
toma lugar si la ausencia es menos de un mes.
Todos acuden a primera mesa, si no es los que tuvieren licencia, la cual no
se entiende comunmente dada para los domingos y dias de fiesta, y otros días
que hay solemnidad o sermón en el refectorio. Los procuradores y el P . Minis­
tro siempre comen a segunda, si no es cuando falta Superior a primera.
A l entrar al refectorio no esperan al Superior, ni los Hermanos a los Pa­
dres. Cada uno entra en lavándose; y los Hermanos dejando libres las dos pri­
meras mesas de arriba, se ponen siempre delante de las demás a esperar la ben­
dición, a que todos responden con voz inteligible; estando esperando, los Padres
se ponen el bonete y los Hermanos no. Los Padres no se quitan el bonete a to­
dos los que entran sino al Superior y al inmediato que se le pone al lado, y el
primero de un lado ai primero del otro.
Este primero que está en mejor lado echa la bendición a falta de Su*
perior; pero cuando asiste él señala. Echase siempre la bendición larga,
aunque sea en colegios pequeños. Los que comen a segunda, puestos ya en pie
en el asiento, echan por sí la bendición breve; y lo mismo a las gracias. La ben­
dición por el tiempo se varía, según señala el breviario, Dicha bendición no se
interrumpe por el toque de Avemarias. Tampoco se interrumpe el sermón u ora*
ción que se hace en el refectorio; pero sí cualquiera leyenda. Dichas Avemarias
las rezan sentados los que están sentados, en pie a los que cogen entre las me­
sas; y los que sirven rezan conforme usa la Iglesia.
— 7o6 —

Sentados ya a la mesa empieza el lector; el Superior desdobla la servilleta y


siguen los demás, y hasta entonces ninguna hace mortificación. Cada uno en aca­
bando de comer dobla la servilleta y el Superior el último, quien avisa al lector
que lo deje, o también el Ministro; y a falta de éstos, quien está en mejor lu­
gar, Acabada la mesa puestos en su lugar para la acción de gracias, se salen de
dos en dos, empezando el Superior. Cuando no hay Superior, empieza el de la
mano derecha sin andar en cumplimientos. Sin licencia nadie envía plato de una
a otra mesa; y el que lo recibe se quita el bonete. También se quita el bonete el
que habla a otro, el que escucha o responde y el que es nombrado desde el pul­
pito; y al Superior cuando besa los pies y cuando se va a sentarse o cuando sale
del refectorio, estando los demás dentro.

§ 3 6 .- M o r t if ic a c io n e s d e l r e f e c t o r io

Pénese picola en el refectorio todos los días de trabajo; pero no en los días
de asueto general, ni los 15 días de vacaciones en la casa donde se tienen, ni
los días de nuestros Santos, ni días de 40 Horas, ni Jueves y Sábado Santo, ni
la noche de Navidad, ni los días de Actos mayores de todas las Artes o Teolo­
gía, cuando el sustentante es Hermano Estudiante, ni los días de votos, grados o
misa nueva, ni los días de S. Gregorio y S . Cosme y S . Damián, ni el día de
Sto. Tomás de Aquino en Quito, ni otros días en que ocune alguna extraordi­
naria festividad a juicio del Superior.
Los que comen en la picola de rodillas o en pie, suelen sentarse en comien­
do el ante; mas no se sientan cuando hacen colación o abstinencia; los sacerdo­
tes suelen cubrirse en la picola. Los que toman disciplina y se ponen en cruz,
cesan luego que el Superior les hace señal, y esto es breve. Los que besan los
pies se sientan en besando a ocho o diez; pero los que por penitencia, besan los
pies a todos; como también los que por penitencia comen en pie o de rodillas,
prosiguen toda la mesa. El que con licencia sale con disciplina, dice: R R . P P .
y carísimos Hermanos: Esta disciplrna tomo por esto o aquello, o en reverencia
de tal Santo, etc. Cuando es por penitencia no dice náda, si no se lo mandan, ni
otro alguno le acompaña.
Las culpas que se dicen desde el pùlpito se leen también a segunda; y el
contenido [f ie ] está descubierto todo el tiempo que dura lo que le pertenece. Dí-
celas de rodillas: R R . P P . etc.; luego besa el suelo; el cual se besa tam­
bién al ponerse en cruz y al dejarlo, antes de besar los pies y al acabar. El que
da ios capelos se pone arriba de la picola y se quita el bonete al principio y al
fin de leerlo; inmediatamente le da el papel al Superior en acabando de ¡eer. El
que lo recibe está de rodillas más arriba de la picola en medio del refectorio o
se sienta en la picola según le ordenan. Si le coge comiendo, se descubre todo
el capelo; y es uso besar los pies al fin cuando no está sentado.
También es uso comer en el suelo debajo de las mesas; y los que comen asi
primero comen el ante de rodillas, y luego se sientan en el suelo. Comemos tam­
bién de rodillas y pedimos la comida y bebida de limosna a los que están senta­
dos. M as, usamos postrarnos a la puerta del refectorio, y decir la culpa por las
faltas cometidas en la observancia de las reglas. Para hacer estas mortificaciones
se pide licencia al P . Rector o al P . Ministro.
Cuando en el refectorio hay función de capelo, sermón, etc. cuida el P. Mi­
nistro de que se avise a todos para que asistan a la primera mesa. A l que se le
da capelo le avisa el P . Ministro por medio de otro estando ya en la bendición.
§ 37.—Servir y leer a la mesa y fregar

Todo» »irven a la mesa y lo» Superiore» también; y también friegan de


mañana y también por la nocbe. Los Padres no sirven ni friegan los días de fies­
ta, ni los días de asueto general, ni lo» días que hay función en el refectorio,
ni cuando se entra tarde a la mesa. Los Padres sirven a primera repartidos por
días y friegan mientras primera mesa; para lo cual se hace tabla al principio
del año y se fija en el refectorio; los Hermanos y tercerones se señalan por se­
manas; pero dichos tercerones no sirven a segunda. No se señalan los oficiales
precisamente ocupados.
El servir es con delantales blantos, que previene el refitolero y con portado­
res que tiene limpios el cocinero. Los sirvientes meten juntos los primeres por­
tadores de cada plato; pero se da primero al Superior. Pónense al fin de primera
y segunda mesa platos para recoger las migajas. A l fin de primera mesa se aliñan
algunos asientes y se enjuagan los vasos para segunda y se llenan de agua los
jarros todos como a primera; y se friegan las cucharas.
Suelen leer a las mesas Hermanos Estudiantes, Padres tercerones y Herma­
nos Coadjutores; pero éstos no, cuando hay número de Estudiantes; los tercero­
nes no suelen leer a segunda; a falta de todos estos leen los Padres. El lector
de segunda lee lo que el de primera. Empiézase leyendo la Biblia, lo que dura el
ante; y el de segunda lee todo menos la Biblia. En Pascua, Epifanía, Ascensión,
Asunción, Corpus Christi se leen homilías de los Santos Padres por toda la octa­
va; y así en Pascua de Navidad y Epifanía, S. Bernardo o S. León, Resurrec­
ción. Ascensión o Asunción, S. León u otro Padre que tuviere los sermones o
homilías de dichas festividades. Por Corpus Christi, S . Lorenzo Justiniano, y
el día de la Santísima Trinidad, S. Agustín. A l fin, a mediodía se leen los San­
tos [Martirologio] y se acaba diciendo: En otras partes otros muchos márti­
res, etc. Y si hay varones ilustres se leen luego, sentado y cubierto, como tam­
bién las homilías; más el Evangelio y Biblia descubierta, en pie. Cuando se lee
homilia, no se lee la Biblia. Cuando hay cédula breve que leer, es al fin de la
mesa y antes de los Santos.
Por Pascua de Resurrección acabada de leer la fiesta se leen las meditacio­
nes del P . La Puente propias del tiempo por toda la octava de la Pascua; y lo mis­
mo se hace por la Ascensión y Pascua de Espíritu Santo. Después de la primera
semana de Cuaresma, se empieza a leer el P . Luis de la Palma de Pasión, y
desde el domingo de Ramos se empieza a leer la Pasión en la Biblia y las M e­
ditaciones de Fr. Luis de Granada hasta el Sábado Santo en que se lee V e s p e r e
a u t e m S a b b a t i , etc. del Evangelio de S . Mateo, Desde cuando empiezan los
Ejercicios de comunidad hasta que se acaban se leen las meditaciones de Fr. Luis
de Granada. Siempre se lee algún libro espiritual y las vidas de los Santos en
sus días; y en vacaciones alguna historia eclesiástica. Dícese siempre el título
del libro y el capítulo; y cuando es prosecución, dícese: p r o s e q u i t u r c a p u t , tal;
y si no se acaba dícese: r e s t a t e x eo d e m , c a p i t e . En los demas libros, si no se
empieza el capítulo se dice: prosigue el capítulo tantos de la vida, etc. y repite
el capítulo.
El lector está descubierto lo que dura el repetir lo que le corrigen; y el co­
rrector no lo hace cuando come en picola o de rodillas. A l principio de cada
mes se leen las reglas, etc. El domingo en la noche se lee la tabla de misas,
benefactores y fiestas de aquella semana y quien dice la letanía. Los días de
abstinencia se lee por la noche un capítulo de C o n te w ip tu s m u n d i , así a primera
como a segunda mesa; y si el capítulo es breve se lee otro.
Cuando en tiempo de primera mesa hay oración o sermón; etc. el lector de
segunda lee una vida de un santo extravagante, o el libro de la lección ordinaria
cuando falta de leer a segunda lo que se leyó a primera.
— 708

El que lee a primera previene medio cuarto antes de bajar la comunidad lo


que se ha de leer. Cuando por alguna festividad se ha bajado algún libro, el que
lee a segunda mesa cuida de volver a su lugar el libro; y lo mismo hace con
otros papeles que se leen; los papeles de culpa entrega el que lee a segunda mesa
al P . Ministro después de haberlos leído.
Jueves, Viernes y Sábado Santo, no se leen Santos a mediodía; se lee la
institución del Santísimo Sacramento, y los Santos del Jueves y del Sábado San­
to. No se lee la fiesta de la Pascua sino el mismo domingo de Pascua con los
Santos del día siguiente, según están en el Martirologio, según lo advirtió el
P . Luis de Andrade Provincial. La vigilia de Navidad se leen los Santos de
noche, en tiempo de colación, y no se empieza hasta que estén todos sentados.
A l decir: Jesucristo, Dios Eterno, que se dice en voz alta, se descubren todos
hasta que empiece el lector a leer de otro santo. Lo mismo se hace la vigilia de
Nuestro P . S . Ignacio, al decir en el martirologio S . Ignacio, hasta acabar lo que
toca a dicho santo.
El año bisiesto se lee la vigilia de S . Matías; y el día siguiente para leer
Santos, no se lee a 25 sino a 24; y así se lee S . Matías y los santos correspon­
dientes al día 25 que no se llama 25 sino 24; y la razón es porque llamándose
bisiesto, no se ha de repetir dos veces el día 24: I d e m b i s s e x t u s a n t e K a l e n ­
d a s M a r tis.
§ 3 8 .—A s u e t o s

Play cuatro generales en el año: uno antes de Adviento; otro antes de


Ascensión; otro antes de Septuagésima y otro a fin de Julio, antes de N. S. Pa­
dre. Fuera de esto hay asueto para todos las tardes de Pascuas, Circuncisión,
renovaciones, N. S . Padre, Asunción de Nuestra Señora, S . Francisco Javier y
Concepción. Además de esto, para la Escuela, hay asueto de todo el día uno
cada mes y una tarde cada semana; item cuatro asuetos generales en los quince
días, de vacaciones, y dos de la tarde cada semana de vacaciones, cuando vuel­
van a casa.
Los asuetos generales y mensuales empiezan a las siete de la mañana, y se
acaban a las Avemarias por la noche; los de la tarde empiezan a las dos y se
acaban a las Avemarias. En cualquier asueto se procura ir al campo, si el tiempo
da lugar; menos en Cuaresma y Adviento.
Los asuetos ordinarios de los Estudiantes son los jueves por la tarde, o el
día de fiesta cuando le hay entre semana;, y el P . Ministro va con ellos al cam­
po. Si concurren Juniores, tienen estos el asueto el miércoles, y va con ellos el
Instructor. Los tercerones verá el Superior con quién podrán ir. Los Maestros
tienen licencia para quedar en casa en los asuetos que no son generales; mas no
para irse por la ciudad en lugar de asueto.
En los asuetos cuando son en casa, se dice la letanía a su hora y se lee to­
da la mesa; cuando son fuera léese tan sólo un capítulo de C o n t e m p t u s m u n d i ,
y se dice la letanía en el campo a las dos, y a la noche en casa se leen los San­
tos. En los mensuales dicen los que van la letanía en el campo. Ehi tiempo de
vacaciones hay un asueto general para los que quedan en casa.
Cuando se ha de ir al campo en los cuatro asuetos generales, consultándolo
con el P . Rector, señala el P . Ministro la noche antes compañeros a los Padres
o entre sí o con Coadjutores; y el P . Ministro con los Estudiantes va a las siete
o antes, si han de tener oración por el campo, que puede hacerse en los asuetos
y en otras ocasiones a juicio del Superior. Deja en casa sujeto de juicio que la
guarde; y así a éste como a los que quedaren se les envía la comida; la cual con­
viene hacerla en el campo, para evitar nota, y enviar de noche lo necesario. Este
día se acaban en casa las misas a las nueve, y las lecciones de gramática s>
las hay.
- 709 -

En la casa de campo se permite algún instrumento, como arpa, etc. que la


toque algún seglar; mas en casa, en tiempo de comer nunca, ni el día de N. S. Pa­
dre. No se permite entrar seglares en la casa de campo, más de los precisos.
Llévanse y juéganse los juegos permitidos, en que no peligra la modestia, de que
cuidan los asueteros, como de componer el refectorio. Para entre día hay alguna
bebida fría, y nunca es garapiña; y todos tienen licencia de beber dos veces ai
día fuera de los tiempos acostumbrados; mas no comer. Puédense dar estampas
y cosas de devoción para jugar. Por la tarde suelen salir al campo a hacer ejer­
cicio, y vuelven para merendar; por la noche nadie se acuesta sin licencia antes
de la hora ordinaria. Por la mañana se despierta una hora más tarde, y de seis
a siete es oración; pero el tocar las campanas es a la hora ordinaria; y las misas
de la iglesia empiezan como siempre, a las seis.
Los Hermanos Coadjutores por el trabajo que tienen se les da asueto por
la tarde una vez al mes, yendo con los Estudiantes o con un Padre Operario; y
cada quince días va la mitad de ellos.
§ 3 9 .—Q u i e t e s

Pascuas, asuetos generales, días de votos, de nuestros grados, de renova­


ción, de Circuncisión, de N. P . S. Ignacio y S. Javier, se juntan las quietes pri­
mera y segunda. Nadie, aunque no haya comido o cenado puede faltar de quiete
sin licencia. En los noches de colación es libre venir a quiete. No hay quiete des­
de el Miércoles Santo a Tinieblas hasta el Sábado Santo a mediodía exclusive.
La quiete empieza después de salir del anterefectorio. Paséase por media hora en
lugar señalado por el Superior, que suele ser el tránsito que está junto al refecto­
rio, o el que está junto a la capilla, y despuás se sientan en. el lugar señalado
de quiete. Y un cuarto antes de salir se cuenta ejemplo en la quiete de a medio
día, todos por su turno desde el Superior, y se señala un día antes; y el que
tiene este cuidado le avisa también al salir de comer.
Los días de asueto, de fiesta y platillo, cuando se toman santos, en vaca­
ciones, no se cuenta ejemplo, como ni en día de sermón en nuestra iglesia cuan­
do asistimos todos.
§ 4 0 .-H U É S P E D E S Y HOSPEDERO

En los colegios grandes se señalan dos Hermanos, y suelen ser Estudiantes


por hospederos. Cuidan de tener limpio el aposento del huésped, y le ponen en
dicho aposento candelera y velas, escoba, bacinica, cama, tintero con plumas, un
cuadernillo de papel, pila de agua bendita, un par de libros espirituales, llave
del aposento y común, sobreropa y bonete si fuere menester y alguna imagen de­
devota, tres o cuatro sillas, si fuere sacerdote, y si fuere Hermano, dos. Si es
huésped de alguna cuenta que va de paso, se le pone también jarro de agua y
paño de manos; y a los tales suele llevárseles de comer o cenar al aposento. A
huéspedes de otra Provincia o venidos de Europa, se les ponen flores en el
aposento, dulces y bebida para los días del hospedaje. Lo demás se deja a la
caritativa prudencia del Superior.
Para fomentar el celo de nuestras Misiones en nuestros Hermanos Estu­
diantes, cuando vienen indios Mainas o de otras naciones, se señalan dos que
los cuiden, den de comer y enseñen la doctrina.
§ 4 1 .- L i m o s n a s y q u ie n l a s reparte

En todas nuestras casas se da limosna según nuestra posibilidad y orden de


los Padres Provinciales. Práctica común es que haya uno llamado “ pobrero” ,
el cual suele ser el Hermano despensero u otro Hermano a juicio del Superior;
el cual recoge las sobras del refectorio y cocina; y compuesto y caliente, lo ha­
— 7 io —

ce llevar a la puerta reglar, en donde el portero de dicha puerta la reparte a loa


pobres, o el pobrero con otro Hermano. Señálase un Padre con un Hermano
todas las semanas para enseñar la doctrina todos los días en la portería, en el
altosano de la iglesia; y el Hermano con el portero principal de la puerta repar­
te el pan.
A los pobres de la cárcel se lleva la comida después de mediodía; y se va
sólo con sotana y sombrero; y acabada de dar la comida se vuelven de dos en
dos. Estos dias suelen ser el aniversario de los soldados, los domingos del jubi­
leo de mes, los domingos infraoctavam de N. S. P. Ignacio y S . Francisco Ja­
vier y los segundos días de Pascuas. El P . Ministro ¿señala estos Padres y
Hermanos.
§ 4 2 .—S a n t o s de m es y de año

Danse los Santos de cada mes el último día del antecedente, y los de año
el último del año; y los pasos de Pasión el sábado antes de la D o m i n i c a i n
P a s s i o n e . Cuida de sacarlos el Hermano capillero. Tócase a ellos al salir de
mesa segunda a las doce; y van todos, y él que los toma se pone de rodillas junto
a la mesita que está con un paño y un crucifijo y ofrece algo en honra del Santo.
Los Padres llegan primero sin orden de antigüedad, y después los Hermanos; y
el que cuida de prevenir lo necesario, que suele ser el sacristán de la capilla, to­
ma al fin para los ausentes, El Superior toma al fin y se le da al Padre más cer­
cano y todos se descubren cuando toma. Dicho Superior antes de darlos propone
las necesidades comunes para encomendarlas a Dios. Es uso en el colegio de
Quito dar el día de Todos los Santos, por la tarde después del sermón, Santos
a los que acuden a nuestra iglesia.

§ 4 3 .-D O N A D O S

Nuestros donados viven juntos en cuarto aparte de nuestra vivienda; no se


llaman Hermanos; andan en cuerpo con sotanilla corta a media pierna y medio
cuello, y el manteo es más corto; uno y otro es de paño pardo. Permíteseles an­
dar con birrete y .nunca con sombrero, sino cuando salen fuera, que es raras ve­
ces, acompañados entre sí con licencia del P . Rector. Comen juntos en una
mesa aparte, no en el refectorio, con sólo manteles; y su comida es la porción y
escudilla y cuando más algún postre de miel o queso que sobre; y en días solem­
nes y de platillo, lo que quisiere añadirles de las sobras el P. Ministro; pero to­
dos los días que no son de ayuno se les da de almorzar, y basta que se les de
pan de mayordomos.
Toda su ropa blanca es de tocuyo, fuera del colchoncillo, almohada, y dos
frezadíllas; si los donados fueren españoles se les puede dar sábanas y escarpi­
nes. Nunca se mezclan a jugar con los Nuestros; acuden a la doctrina que de
noche se les hace de seis a la media, o a mediodía de la una y media a las dos;
y el Hermano que les enseña la doctrina, después de enseñarla o explicarla lee
un libro espiritual hasta llenar la media hora. Enséñaseles la doctrina todos los
días, o por lo menos cuatro veces en la semana por un Hermano Estudiante u
otro que señala el Superior. Conviene que haya un Padre que los instruya en lo
espiritual; señálaseles tiempo para rezar el rosario; tienen el examen de la noche
en el coro juntos; y a los que son capaces se le enseña a tener oración.

§ 4 4 .—ACOM PAÑAR A LOS PREDICADORES

Señálanse con tiempo los compañeros para los que predican o platican fuera
de casa, los cuales suelen ser Hermanos Coadjutores. Luego que el Superior
señale a alguno para acompañar, avisa al Padre si ha de decir misa y a qué ho-
ra. Barren el aposento del Padre, componen la cama y el estante; y sì ha me­
nester mudar camisa, previene un calentador con lumbre y zahumerio. Pregúntase
al predicador si ha menestar algo aquel día que predica, y no más; así como el
barrer el aposento, etc. Después que ha vuelto a casa el predicador le sube un
poco de vino y bizcochuelo, que tiene prevenido antes. Dicho Hermano avisa
con tiempo en la cocina, o al Hermano Sotoministro o al P . Ministro, de cómo
predica el Padre, para que prevenga lo que se ha de dar. Si el predicador quie­
re comer o cenar en el aposento, se le pregunta; y en queriendo se le sube la
comida o cena, etc; y así de lo demás. Cuanda el el sermón o plática es fuera
de casa, señala el compañero el P . Rector, y cuando es dentro el P . Ministro.

§ 4 5 .—OFICIOS QUE SEÑALA EL PREFECTO DE ICLESIA

Los semaneros para decir misas y coronas; y las del reo de la tabla y las
cantadas; todos los acólitos, diáconos y subdiáconos; los que encubren y descu­
bren el Santísimo y los que velan por su orden. El que reparte la ceniza y da
los Ramos al pueblo. Quien lleva la cruz en procesión, y el Santísimo el Jue­
ves Santo a la capilla, y lo vuelve el Sábado Santo; quien lleve el guión, varas
del palio y reparte las velas. Los que ofician en misas de difuntos y entierros y
cargan el cuerpo, etc.; los que apuntan antífonas, empiezan salmos, cantan lec­
ciones y profecías; los dos Padres que cuidan de dar su lugar a los religiosos
convidados; al sacristán le dice las horas en que ha de tocar, y qué ha de hacer
cuando hay duda.

§ 4 6 .—OFICIOS QUE SEÑ ALA EL P . RECTOR Y EL P . MINISTRO

Cada año al principio del curso señala estos oficios el P . Rector: bedel de
teología, bedel de Artes, bedel del Seminario, relojero, libreros, asueteros, hos­
pederos, sacristán de la capilla, prefecto de coro, ejemplero, o quien señala ejem­
plos, Padre que asiste a los tonos, quien señale a fregar, quien sea prefecto de
Ejercitantes y su ayudante, rasuréVo, el cual suele ser un donado, y a su falta un
Hermano Coadjutor que previene todo lo necesario para el día de la rasura, ca­
lienta agua, etc. tintorero que haga y cure la tinta, prefecto de la decuria de los
niños, y el que cuide de avisar los de las escuelas para las doctrinas.

OFICIOS Q UE SE SEÑALAN CADA MES

Despertadores, visitadores de oración y exámenes, los cuales suelen ser


Hermanos Teólogos, u otros a juicio del Superior, visitadores de luces, que apa­
gan las lámparas y visitan los aposentos. Dichos visitadores dejan encendidas las
lámparas de la capilla y la otra pública, lanternero. Estos oficios los suelen te­
ner los Hermanos Artistas cuando los hay y los Teólogos de primer año. Tiene
cuidado el sotoministro de hacer limpiar la casa dos veces cada año; señala quien
haga la doctrina a los sirvientes; quien la haga en Quito todos los días a los oficia­
les a mediodía; prefectos de limpieza que tocan a barrer los sábados y cogen la
basura, los cuales son Hermanos Estudiantes y Coadjutores a juicio del Superior,
señalándolos por su turno.

OFICIOS DE CADA SEMANA

Quien va a cárceles y hospitales; y quien lea los puntos; quienes lean a pri­
mera mesa, que suelen ser Teólogos o Metafísicos u otros de buena voz a juicio
del Superior, y a segunda, Artistas o Gramáticos; quienes sirvan a primera, que
suelen ser Teólogos y Metafísicos, y a segunda, que suelen ser Artistas, Gramáti-
— 712 —

cos o Coadjutores; quienes tengan las llaves de la portería mientras come el


portero, que suele ser un Hermano Coadjutor; quien reparte la limosna en la
portería después de primera mesa, que es Hermano Estudiante y a su falta Coad­
jutor; y Padre que enseñe la doctrina, siguiéndose por su turno, empezando des­
de el más antiguo.
Estos suele señalar el P . Ministro, y también los de mes suele encomen­
darle el P . Rector; y asimismo el señalar compañeros en los asuetos y conclusio­
nes y sabatinas de afuera; y fuera de esta quienes van a cárceles cuando se lleva
la comida a los presos.
La tabla de sermones, pláticas, doctrinas y ejemplos hace el P . Rector al
principio del año a u d i t i s c o n s u l t o r i b u s .

§ 4 7 y últim o .—VESTUARIO , C A M A , APOSENTOS, CAMINOS Y V A R IA S O TR A S COSAS

El vestido que usamos es: medias de estameña negra o parda en tierra fría;
y en tierra caliente de crea teñida; manteo y sotana de paño negro en tierra fria,
y en tierra caliente, de estameña negra; item sobreropa de paño ordinario de co­
lor parduzco. Medias de punto no usamos, ni paño de Castilla, sino es cuando
lo traen los Procuradores; y a ninguno se permite vestido que arrastre ni toque
al suelo. En nuestros aposaetos no hay más alhaja que una imagen de poco cos­
to, unos libros, tres o cuatro sillas ordinarias, y los no sacerdotes dos, y un ban­
quillo o mesita para la cabecera. La cama es de un colchón, almohada, frazada,
sobrecama de paño pardo o negro y dos sábanas, la una es de tocuyo; en la al­
coba una cortina de manta o de estameña negra o parda.
En cuanto al llevar o no llevar en los caminos pajes, mulas, botas, etc. no
hay uso fijo, sino es el parecer del Superior, que atiendè a las circunstancias del
camino de las personas y el tiempo. El uso asentado es que ningún particular
tenga cosa alguna de estas cosas de camino, ni capote, ni ornamento, ni mulas,
ni otra cosa de lo que sólo se usa en los caminos.
Los Hermanos Estudiantes viven de dos en dos o de tres en tres, según la
capacidad de los aposentos. El P . Ministro, consultándolo con el P . Rector, mu­
da cada año al principio del curso los compañeros; lo cual se hace a la vuelta
de vacaciones o antes de empezar el curso. Lo mismo es de ios Hermanos Coad­
jutores no formados, sino es que por razón de algún oficio, como Sotoministro,
etc., juzgue el Superior que estén solos.
Las sotanas que se dan a todos los que no son sacerdotes ni coadjutores for­
mados, son cerradas hasta la cintura; también se dan sotanas cerradas a los Pa­
dres tercerones.
Los que salen fuera de la ciudad, cuando han de dormir fuera de casa, da­
rán su llave al Superior. La casa toda se barre cada ocho días; lo cual ordena
el P . Ministro y cuida que se ejecute. Y si hace que los Hermanos Estudiantes
llenen el cuarto de hora de barrer conducirá mucho.
Parabienes de conclusiones y sermones y bienvenida a huéspedes, es estilo
ir a dar a los aposentos, por haber licencia para esto. Y a es uso acudir todos
los Nuestros a la oración de S . Lucas y conclusiones generales de los Nuestros.
El día de la Ascensión a las diez, se toca a los puntos de la meditación co­
mo a sermón; a las diez y media, o algo antes, se llama con la campanilla de la
comunidad; bajan todos con manteo; y un Padre asimismo con manteo da los
puntos; después descubre el Santísimo un Padre con capa de coro y acólitos, y
empieza la hora de oración de once a doce; estamos en pie mientras la oración
en el presbiterio. A los tres cuartos un Padre con capa de coro y acólitos dice la
letanía; a que nos hincamos de rodillas; y a las doce se encierra el Santísimo
con solemnidad; tocándose instrumentos músicas.
Los días de asuetos generales que se tiene fuera de casa, no queda ningún
— 713 -

indio oficial en las oficinas; y sólo se dejan en la panadería y cocina los precisos.
La vigilia de Pascua de Navidad, por la noche, no entra nadie al refectorio pa­
ra la colación hasta que haya entrado el Superior. Tócase esa noche a colación
a las siete, y a las ocho a salir de quiete; y a las ocho y inedia a acostarse. A
las once y media se toca a Maitines por media hora; despiértase y dase luz a la
comunidad. Un poco antes de las doce se toca la campanilla de la comunidad
y van todos a coro; y los que no son sacerdotes van con manteo para bajar a co­
mulgar a su hora. Cantamos los Maitines con sobrepellices, y asisten al Superior
que hace de preste, dos Padres. A l T e D e u m la u d a m u s , se repica un poco
para la misa primera, que luego se canta con diáconos, y en ella al consumir co­
mulgan los Nuestros, los cuales inmediatamente suben a Laudes que empiezan
al acabar la primera misa. Asiste un Padre a cantar Laudes. Dícense todas tres
misas.
Después de Maitines los Padres asisten en el confesonario mientras hay
penitentes. Los Hermanos después de Laudes y misa tienen licencia para tener
oración o para recogerse. Esta noche hasta que acabe la primera misa cantada
no sale otra. Los Padres que tienen misa en la tabla van siguiendo su reo des­
pués de estas tres primeras misas, diciendo cada uno tres misas; y el que tiene
de once puede empezar a las diez, si hubiere de decir tres misas.
El día de Pascua de Navidad se cena a las siete; y el segundo día de Pas­
cua se toca a levantar a las cinco y media; hay oración por la mañana. Los pri­
meros días de las tres Pascuas son de asueto para todo el día, como también el
día de la Circuncisión y de N. P . S . Ignacio. Los otros días de Pascua de R e­
surrección y de Espíritu Santo tienen asueto por las tardes los Hermanos Estu­
diantes, y el segundo día van al campo.
Desde el día de Pascua de Navidad por la noche hasta el día de la Cir­
cuncisión se toco a cenar a las siete; a la cual hora se toca también el día de la
Epifanía por la noche. Los cuatro días de fiesta de Pascua de Navidad, día de
Circuncisión y R eyes, tienen los Hermanos Estudiantes asueto todo el día; dán­
doles algunas cosas de devoción para que se entretengan al modo que en vaca­
ciones, pero no en presencia de externos. En las tardes de dichos días podrán
salir ai campo y por las noches de los mismos días se les permite algún instru­
mento músico para que toquen a juicio del Superior, quien procurará no entre ni
asista a semejante función persona alguna de afuera, ni aua nuestros mismos
sirvientes. Asistirá el P . Ministro con los Hermanos en estas ocasiones.
Siempre que el P . Provincial sale a visitar los colegios, o vuelve de dicha
visita se toca la campanilla de la comunidad y bajamos todos a la puerta reglar.
La hora señalada para almorzar [desayunar] es de las seis y media a las
ocho y media; y pasada esa hora a nadie se da de almorzar sin especial licencia.
La plata que sobra del viático se da al Superior de la parte o colegio donde
va a residir el sujeto; y ninguno puede gastar de la plata del viático, sino en
su avío con decencia religiosa. Las limosnas que se adquieren en el camino per­
tenecen al colegio a donde va el sujeto.
Viernes y Sábado Santo se toca a levantar a las cinco y media y a cola»
ción a las ocho y a acostarse a las nueve. El Viernes Santo no hay oración de
comunidad, mas el Sábado Santo, sí. No hay quiete desde el Miércoles Santo a
Tinieblas hasta el Sábado Santo.
Se leen estos Usos y Costumbres, según orden de los Padres Provinciales,
todos los años en la renovación que se hace por S . Pedro.
714 -

§ 4 8 .—COMIDA ORDINARIA

Dase de comer y cenar nn pan como de ocho a diez onzas, y éste bien
hecho; en colaciones y abstinencias, sólo medio pan. De ordinario no usamos
beber vino ni otra bebida compuesta; pero pónese una medida pequeña de vino a
los que el Superior dijere, que suelen ser los ancianos y achacosos. En días de
carne, el ante es de carne variando cada día de guisos. Por la noche, y tam­
bién en días de pescado a mediodía, el ante es de hierbas, hortalizas, o legum­
bres, etc; y por la noche puede ser de leche o mazamorra.
La escudilla en dias de carne, es de caldo bien aliñado con huevos; la de
los viernes es de almidón, leche migada, arroz con grasa o con leche, garbanzos,
plátanos u otra fruta en miel, maní y semejantes. Cada tercer día suele darse
también los días de carne escudilla de farro.
La porción de mediodía es una media libra de carne, medio de vaca y
medio de carnero donde lo hay, acompañado de algo de hortaliza, legumbre, to­
cino, etc. La porción de la noche media libra de carne diferentemente guisada
cada noche. La carne del ante también tiene el peso de seis u ocho onzas. La
porción de los días de pescado, casi siempre es de pescado en buena cantidad;
tal vez es de tres huevos o de dos huevos con sopas; y siempre que se dan de
porción huevos solos, son tres. Los platillos de los viernes y ayunos son: tortas
de calabaza, quinua, requesón o semejantes, huevos en cáscara, en tortilla, en
peregil, perdidos, etc. Item pescado cuando se ofreciere o sopas con huevos.
El postre de a medio día de ordinario es queso con alguna fruta o requesón
con miel, l-os días de ayuno son dos frutas y queso; y lo mismo se da en las
meriendas. Por la noche de ordinario es miel o conserva de miel, v. g. naran­
jas, higos, cidras, etc.; y esto líquido o rallado. Guísase la comida con especias
de la tierra y de Castilla, que da cada mes el procurador.
Uso es poner alguna fruta en la mesa cuando las hay de cosecha y sobra.
También es uso cuando se matan puercos, ir dando sobre el ante, en corta canti­
dad, sus menudencias; y también de ellas solas puede ser el ante. También se
da de más cuando hay algo de presente; se da a los Padres, si no alcanza a to­
dos; y a primera mesa si no alcanza a las dos mesas. Salsa se suele dar el do­
mingo y el jueves; de perejil, mostaza o équivalante.
De todo hace dos tablas el P . Ministro y la fija en la cocina o sotoministre-
ría; una de lo que se come en cada día de la semana de cuaresma; y otra de
los demás días del año. Dicho P . Ministro observa quien no come algún plato y
le da a otro, principalmente si es porque le hace daño; mas no respeto de la
escudilla.

§ 4 9 .—COMIDA EXTRAORDINARIA Y PLATILLOS

Tres platillos sedan sólo el día de N. S . Padre. Dos platillos se dan los
días de Circuncisión, S . Javier, renovación, asuetos generales y los cuatro de las
vacaciones de los Estudiantes y primeros días de Pascua de Navidad, Resurrec­
ción y Espíritu Santo. Un platillo se da en días de votos, profesión o forma­
ción, de misa nueva de los Nuestros, los días de carnestolendas y el domingo
dos, y el uno es de ave; las cinco fiestas de guarda de Nuestra Señora, los días
de Apóstol, Ascensión. Corpus Christi, S. Juan Bautista, Epifanía, S. Borja,
Todos Santos, los días de Pascua distintos del primero y día de asueto de mes
para los Hermanos Estudiantes; y para los mismos los quince días de vacacio­
nes, aunque como es dicho, cuatro días de estos tienen a dos platillos.
Mejórase el ante y se da platillo los días de nuestros santos mártires, de
S . Luis Gonzaga y S . Estanislao, de S . Gregorio y S . Cosme y Damián, y en
Quito el día de Sto. Tomás de Aquino. Dase platillo y postre al Maestro y
— 71 5 -

discípulo que tienen prueba de Acto. ■A l que hace conclusiones y al que las
preside se les da un platillo a medio día, y a la noche dos. A l que sustenta y
preside sabatinas, se le da a la noche un platillo. Nunca se da al proponente,
sino un postre.
A l que hace sermón, plática, doctrina o ejemplo dentro y fuera de casa, se
le da un platillo; y en la cuaresma al que predica sermón, dos. A los huéspe­
des dos platillos el primer día, y uno los demás. A l huésped de otra Provincia
que pasa por la nuestra, déjase a la prudencia de los Superiores que lo regalen
como les pareciere. A l que sale de casa de camino un platillo, aunque sea en
el almuerzo. Dáseles platillos a los que vienen de Europa quince días; a ios que
vienen de Mainas o de otra Provincia de Indias, ocho días. A los que vienen
de más lejos que de la V illa y Latacunga, cuatro días, y tres a los de la V illa y
Letacunga. A los que vienen de misiones entre cristianos, ocho días si hubieren
tardado más de tres meses; y cuatro si menos. A l procurador y demás que vie­
nen de las haciendas, sólo el día que vienen, y entonces sólo un platillo. A l
Prefecto y examinadores cuando examinen y al examinado se les da postre de
almíbar; y lo mismo se les da a los que asisten al ahorcado el día que ha de
ser ajusticiado. Dase también postre de almíbar a los Maestros cuando hay prue­
ba de Acto.
El Jueves Santo y Sábado Santo se mejora la comida y colación en calidad
mas no en cantidad; el postre del Jueves en la noche, es de almíbar. El Jueves
en la noche se toca a colación a las ocho.

ADVERTENCIAS SOBRE LO DICHO

Siempre que se da platillo a particulares, se les da vino Dase vino a la Co­


munidad sólo los días de N. S . P . y vigilia de Navidad por la noche; cuando
hay dos platillos se da algún género de bebida de la tierra o clarea. Vino y biz-
cochuelo8 se da a los que acaban de predicar, platicar, hacer doctrina, decir
ejemplo, y a los que acaban de presidir y sustentar sabatinas o conclusiones.
Todos los días de platillo se da ante y postre especial a juicio del Supe­
rior, y suele ponerse alguna fruta en la mesa; los días de dos platillos fuera del
postre se puede añadir otro plato de dulce, y dos el día de N. S . Padre. Los
días de platillos puede ponerse en la mesa por vía de fruta, regadas pasas y co­
lación y algún plato pequeño de orejones. El día de N. S . Padre dos platillos
pueden ser de ave; cuando es día de dos platillos sólo el uno puede ser de ave;
y en los días de un platillo no se da ave, exceptos los días de S . Borja, forma­
ción, profesión, Corpus Christi y misa nueva de los Nuestros. Los platillos de
particulares serán de la calidad que al Superior pareciere, según personas y cir­
cunstancias. Estos platillos, ni nunca nuestra comida es exquisita, ni los dulces
con olores de amizele etc.; s e m p e r e n i m m e m o r e s e s s e d e b e m u s p a u p e r t a t i s . A
la comunidad no usamos dar platillo de noche. Cuando concurren dos fiestas que
ambas traen platillo, no por eso se duplica la comida, sino que se da según está
señalado para la más solemne. Siempre que se da platillo a los Maestros por
alguna función o por vacaciones, etc., se da también al Superior, como es el
P . Rector y Provincial; y lo mismo se entiende cuando se da a los dichos Maes­
tros postre especial; lo cual también se hace con el Prefecto de Estudios mayores.

§ 5 0 .-A L M U E R Z O S Y MERIENDAS

Puédese almorzar sin particular licencia todos los días del año, fuera de los
días de ayuno, triduos, abstinencia, Ejercicios, comuniones de regla, viernes y
sábados; exceptuándose los días de Pascua, de N. S. Padre, S . Javier, Reyes,
Circuncisión y algunos otros a juicio del Superior que por haber fiesta en casa
— 7i6 —

se ha de comer tarde. Es estilo y orden de Roma almorzar en pie; la hora co­


mún es a las 6 y media; y a esta hora bajan juntos los Escolares y Coadjutores,
sino es cuando estuvieren por obediencia ocupados, que podrán ir en desembara­
zándose. Dase almuerzo caliente a los sacerdotes, al portero de la portería y al
Hermano que asiste en la Botica; a los demás Hermanos, así Estudiantes como
Coadjutores sólo el lunes y jueves y otros días que al Ministro le pareciere, el
cual aun los días que no hay almuerzo puede dar licencie de almorzar y meren­
dar a los que lo necesitan. Tiene almuerzo caliente el Hermano cocinero y otros
oficiales a juicio del Superior. En el almuerzo y merienda se da medio pan y se
acompaña con fruta, queso, miel, conserva, etc. Las meriendas rara vez son de
cosa caliente; y de ordinario se dan frutas, queso, etc. Las meriendas de días
solemnes, asuetos, vacaciones, puede ser algo de conserva o de dulces secos o co­
sa semejante; pero la cantidad es como la ordinaria; y a ninguno se le permite
guardar algo de la comida o merienda, aunque sea en el campo ni comer fuera
de tiempo.
La hora de merendar es a las cuatro. Todos bajan juntos y se sientan en
las mesas del refectorio, y entonces se guarda silencio; y al que no baja a esa
hora no se le da merienda. En el campo también meriendan juntos; y ninguno an­
da ni juega comiendo. Las meriendas principalmente hablan con los Hermanos
Estudiantes y Novicios,aunque todos pueden hacerlo cuando es asueto para todos,
y todos los que van a vacaciones por aquellos quince días; en el cual tiempo a
los Padres que no merendaron por la tarde, se les da la merienda por la noche
con la cena; y aun toda la comida de vacaciones, si aquellos quince días queda­
ron en el colegio. Lo bedeles o asueteros son los que de ordinario cuidan de
estas meriendas; y el sotoministro les da lo necesario y también el Hermano
despensero.

§ 5 1 .—AYUNOS, ABSTINENCIAS Y ADVIENTO

Fuera de los ayunos de la Iglesia no tenemos otro que la víspera de N. S. Pa­


dre. Tócase a las once y cuarto a comer y a las ocho y media a colación, dando
tres campanadas como a médico; y la quiete es a d l i b i t u m aquel cuarto que
hay de noche. Dase platillo a medio día, y la colación es a medio pan, un plato
de yerbas o equivalente y un postrecillo de algo para beber, Lo mismo es la abs­
tinencias y también en cuanto a la comida de medio día; diferénciase en que a
a la noche hay bendición, mas no acción de gracias, y se lee C o n t e m p t u s m u n ­
d i ; y se toca a abstinencia media hora más temprano que a colación; y en que en
el día de ayuno a medio día se echa la bendición de la noche.
Jueves Santo, Sábado Santo, víspera de N. S . Padre no se añade cosa a la
cantidad de la comida de ayuno ordinario; pero se procura que los platos se me­
joren en la calidad, como también las colaciones. La colación de Navidad (y no
otra) es mayor en cantidad; pero de los géneros de colación, y no pescado,
huevos, ni lacticinios. Dánse cinco platos: uno el postre, dos pueden ser de dul­
ce y dos de agrio; dase vino aquella noche a la comunidad, y puede ponerse
fruta en la mesa y alguna bebida de la tierra; mas ninguno saca cosa de la mesa.
Danse dos platos de colación a los Nuestros a los que predican, platican,
sustentan o presiden sabatinas o conclusiones; a los huéspedes, oficiales, predi­
cadores de cuaresma, que predican todas las semanas, y a los confesores desde
la D o m i n i c a i n P a s s io n e ', y a todos el Jueves Santo; y a tal cual día que por
especial circunstancia al Superior pareciera, y la víspera de N . S . Padre; y a
los Escolares ios días de ayuno en vacaciones.
A los que tienen necesidad se les da carne las noches de ayuno y abstinen­
cia, y cenan a las siete y media; y si fueren a lo menos tres se juntan a quiete;
pero para dar carne es necesaria la licencia del Superior.
— 717 —

Todos los viernes del año es abstinencia, sino es la semana que hay ayuno
y las que hay de Resurrección a Pentecostés. Cuando hay renovación de votos
de la comunidad, se pasa la abstinencia a la víspera de la renovación; y esto
aunque haya ayuno entre semana.
Cuando las. fiestas de la Purificación, Concepción y Natividad de la Virgen
caen en semanas que ha de haber abstinencia, la del viernes se pasa al día an­
tes de dichas fiestas; y si el día es de carne se da al medio día carne con pla­
tillo y a la noche se da como en día de abstinencia. Un día antes de Adviento
se echa cédula que diga que los que quisieren hacer abstinencia los miércoles,
viernes y sábado de dicho Adviento avisen al Superior. Y si la mayor parte de
la comunidad la quiere hacer, se toca a la hora de abstinencia; y el miércolès y
días de abstinencia que fueren de carne, se da carne a medio día, añadiendo un
platillo que puede ser de torta, huevos etc. Una de estas abstinencias se pasa a
la vispera de San Javier....

Diego Francisco Altamirano. Pedro Calderón»

[Arch. Coll. Quüensis]


APENDICE B
Expediente sobre los presuntos tesoros ocultos en los
subterráneos del Colegio de la Compañía de Jesás en Quito

En la ciudad de Quito en pnce días del mes de Julio de mil setecientos


ochenta y nueve años. El Sr. D. Juan Josef de Villalengua y Marfil, del Conse­
jo de S . M ., Presidente Regente de esta Real Audiencia, Gobernador de lo po­
lítico y militar, Suplente de R eal Audiencia: Dijo: Que por cuanto hoy día de
la fecha, se le ha hecho presente por el Dr. D. Mariano Venegas, abogado y
relator de esta R eal Audiencia, que con motivo de haber llegado a esta ciudad
un mozo llamado Ignacio Valenzuela y Ortega, vecino del pueblo de S. Pablo
en la jurisdicción de) Corregimiento del Asiento de Otavalo, y hospedádose en
las casas de su morada, le pregunto: ¿Qué se habian hecho los muchos espejos
que tenían los Jesuítas en la iglesia de la Compañía? Y que a esta pregunta res­
pondió que ignoraba que se habian hecho. Y entraron en conveisición, expli­
cándose el dicho Ignacio Valenzuela, haber oido por dos ocasiones a su suegro
Pablo Villegas, haber servido desde sus tiernos años al Padre Procurador Man-
cheno; y que tenía un aposento subterraneo, cubierto de una piedra lisa, inme­
diato a la procura; y que el se depositaban todos los caudales que entraban en
la Compañía, reservando sólo el que era preciso para el gasto ordinario; y que
para guardar este caudal en aquel aposento subterráneo se hacia en lo más silen­
cio de la noche por el Padre Procurador; a el que había acompañado y entrado
con el Padre Procurador el expresado Pablo Villegas; por cuyo motivo no se ha­
bía hallado caudal alguno en la expatriación de los dichos Jesuitas.
Y para proceder en negocio de tanta importancia en servicio del rey, le
formase un Memorial para hacer la denuncia i n s c r i p t i s ante Su Señoría el Sr.
Presidente; a que le respondió lo iba a consultar con dicho Dr. Mariano Vene-
gas; y para venir en conocimiento de la verdad de esta denuncia y proceder a
las demás diligencias relativas: Debía mandar y mandó se haga comparecer a di­
cho Ignacio Valenzuela y Ortega, para que debajo de juramento declare todo lo
que le constare sobre esta denuncia; y se escriba Carta de Oficio al Corregidor
de la V illa de Ibarra, para que haga comparecer en esta ciudad al expresado
Pablo Villegas, residente en el pueblo de las Salinas; de quien inmediatamente
se recibirá la correspondiente declaración; y que interim se mantenga en esta ciu­
dad el dicho Ignacio Valenzuela. Y asi lo proveyó y firmo de que doy fe.
Juan Josef Villalengua. Ante mi Joseph Enriquez Ossorio.

En la ciudad de San Francisco de Quito en trece días del mes de Julio de


mil setecientos ochenta y nueve años.
En cumplimiento de lo mandado por el auto de la vuelta, compareció Igna­
cio Valenzuela y Ortega, vecino del pueblo de San Pablo y al presente residen­
te en esta ciudad, ante el Sr. Presidente Regente de esta Rea! Audiencia; de
quien por ante mi el escribano, le recibió juramento por Dios Nuestro Señor y
una señal de cruz que hizo según derecho y so cargo de él, prometió decir ver­
dad. Y siendo examinado al tenor del auto que antecede, dijo: Que con motivo
de haberse casado ahora siete meses y días con la hija de Pablo Villegas, le hi­
zo saber había servido desde sus tiernos años en la Compañta al P . Procurador
Mancheno y que había visto tenía un aposento subterráneo inmediato a la procu­
ra, sirviendo de puerta una piedra lisa, en que a deshora de la noche se abría
y depositaba todo el caudal y alhajas que entraba en la Compañía; a él que ha­
bía entrado y acompañado el expresado Villegas; reservando sólo el que era ne-
- 719 -

cesano para el gasto del colegio; y que por este motivo no se había hallado
caudal en la expatriación de los Jesuítas; y que al tiempo de ella se había halla­
do sirviendo de mayordomo en la hacienda de trapiche conocida con el nombre
de Concepción. Y después que dejó de serlo se había retirado a otros lugares;
y habiendo quedado en lo que queda dicho la conversación con su suegro y
retirádose el declarante con su mujer Mariana Villegas a la casa de su morada,
le dijo esta haber oído a su padre: que habiéndose estado en esta ciudad ahora
tres o cuatro años y entrado en el colegio Máximo, había pasado de curioso a
ver si existía la piedra que servía de puerta a aquel aposento subterráneo, y ha­
berla hallado en el mismo lugar, sin que se hubiese desquiciado. Y esto es lo
que le expresó a D. Pedro Gutiérrez, y la consulta que éste hizo con dicho L i­
cenciado Joaquín Ruiz para la expresada denuncia, y la verdad para el juramen­
to que tiene hecho; que habiéndosele leido este su dicho se afirmó y ratificó en
él. Y los firmó con su Sría. quedando advertido deber mantenerse en esta ciu­
dad, Ínterin viene su suegro. De que doy fe. Villalengua; Ignacio Balenzuela y
Ortega. Ante mi Joseph Enriquez Ossorio,

En la ciudad de S . Francisco del Quito, en primero día de Agosto de mil


setecientos ochenta y nueve años.
En cumplimiendo de lo mandado en el auto que antecede, pareció presente
un hombre que dijo llamarse Pablo Villegas, vecino del pueblo de S . Pablo ante
el Sr. Presidente, de quien ante mi el escribano, le recibió juramento por Dios
Nuestro Señor y una señal de cruz que hizo según derecho; y so cargo de él pro­
metió decir verdad. Y siendo examinado al tenor de dicho auto dijo: Que ha­
biéndolo sido criado en la hacienda de trapiche conocida con el nombre de
Cuajara, el Hermano Manuel Navarro religioso lego que fué de la Compañía y
hacendero de dicha hacienda, había el tiempo de treinta años poco más o menos
que vino al colegio Máximo a curarse de cierta enfermedad que padecía, en
compañía del testigo, que en la ocasión seria de diez a doce años, hallándose
de actual procurador el P . Bruno Sata; y manteniéndose en el colegio el referido
Manuel Navarro, y al testigo le atajó una noche para que le acompañara; y como
a hora de las nueve de ella en que estaba en silencio, acompañó a ambos reli­
giosos, llevando un farol en la mano con una vela encendida; y habiendo en­
trado a un aposento que a él seguían otros dos, que servía de procura de casa,
abrió el P . Sata una puertecita que caía a la pared del tercer aposento; y ade­
lantándose el declarante bajó con los dichos Padres por una escala subterránea
que tenía doce gradas; y llegado a una puerta de tablas la abrió el mismo P . Sa­
ta; y pasando por ella pasaron a otro cuarto igualmente subterráneo que tenía tres
gradas, y de él se oía el agua que corría por la quebrada: y estando en el vió
el testigo en una esquina de dicho aposento había una porción de doblones,
pesos fuertos entre un poco de afrecho; y al otro lado otro montón más peque­
ño de reales de a cuatro, y en los estantes de madera, de trece a quince fras­
cos llenos de oro en polvo, a excepción de uno que estaba algo vacío, que bajó
el mismo P . Sata diciendo: éste solo no está lleno de oro; y entonces llegó a co­
nocer que todos los demás estaban llenos de oro en polvo, que lo volvió a po­
ner en el mismo estante de donde lo bajó. Y estando en conversación entre es­
tos dos religiosos, les oyó decir haber entrado a sacar dinero para comprar una
hacienda conocida con el nombre de Piava en términos del pueblo de Cotacache
Y con esto se volvieron a salir sin sacar caudal, dejando cerradas las puertas y
con llave dichos aposentos subterráneos, y que solo en esta ocasión acompañó a
dichos Padres. Y esto dijo ser la verdad por el juramento que tiene fecho; que
habiéndosele leído este su dicho se afirmó y ratificó ea él, y lo firmó con dicho
Señor de que doy fe. Y este estado añade que habiéndose hallado el P . Manuel
Machado de hacendero en la hacienda de la Concepción y el declarante sirvien­
— 720 —

do de mayordomo, lo mandó a el declarante con unas cartas para el P . Torrejón


que se hallaba de actual Procurador, y habiéndoselas entregado y detenido dos
días por la respuesta, entró a la procura de casa hasta el tercer aposento; y echan­
do la vista al lugar por donde entraron a los aposentos subterráneos, no dió
con la puerta por donde entraron. Y lo firmó con dicho Señor, de que doy fe.
Villalengua, Pablo Billegas. Ante mí Joseph Enriquez Ossorio.

Quito 1 de Agosto; Hágase saber a Pablo Villegas que con asistencia del
Director D. Antonio de Aspiazu, del Rector del Colegio Conciliar y del pre­
sente escribano pase inmediatamente y reconozca los aposentos qne servían de
procura de casa en el colegio Máximo y señale la puerta o sitio por donde entró
con los Padres Manuel Navarro y Bruno Sata a los subterráneos que afirma en
la declaración que tiene hecha; y sentada la diligencia con toda claridad se
traiga.
Villalengua. Ante mi Ossorio.

En la ciudad de San Francisco de Quita en primero de Agosto de mil se­


tecientos ochenta y nueve años. En cumplimiento de lo mandado por el decreto
que antecede estando en el colegio Máximo que quedó vacante en la expatria­
ción de los Regulares de la extinguida Compañía, con asistencia del Dr. Alexan­
dro Josef de Egües Rector del Colegio Conciliar, canónigo de esta Santa Iglesia
Catedral, de D. Antonio Aspiazu, Director de Temporalidades, de Pablo V ille­
gas y del presente escribano. Y habiéndose abierto las puertas de los aposentos
que servían a los procuradores de Provincia y Casa y entrado en la del primero
lo reconoció con mucho sosiego el expresado Pablo Villegas; y hallando no ser
ese se pasó a la del segundo que igualmente reconoció de uno en uno hasta el
tercer aposento; que no habiendo señalado el lugar o puerta por donde entró con
el Hermano Manuel Navarro y el P . Bruno Sata a los aposentos subterráneos que
afirma en la declaración que tiene hecha, se mandó limpiar con una barra lo em­
pañetado y blanqueado de una pared doble de cal y ladrillo en la que no se ha­
lló hasta casi el pavimento del suelo indicio, ni señal de haber habido entrada
para los aposentos subterráneos; y preguntado dijese con verdad y señalase la ex­
presada puerta, respondió hallarse confuso; porque no hallaba señal de haberse
cerrado posteriormente. Con lo que quedó evacuada aquella diligencia; y lo firma­
ron de que doy fe. Dr. Atexandro Josef de Egües y Villamar, Antonio Aspiazu,
Pablo Billegas. Ante mi Joseph Enriquez Ossorio.
[Arch. Coll. Q uilensis]
APENDICE C

Provinciales de la Provincia de Quito

(1 6 9 6 -1 7 7 3 )1

P. P edro C ald eró n 1696 — 1700


P. F r a n c is c o D aza 1700 - 03
P. J uan de T o bar 1703 - 06
P. Luis d e A n d r a d e 1706—08
P . Luis S e b a s t i a n A b a d de C eped a (i) 1708 — 11 ( ¿ ? )
P. F r a n c is c o S ie r r a ( 2) I 7 I I — I2(¿?)
P. Luis de A ld e re te ( i ) 1712 - 15
P. N ic o l a s de A ráuz 1715 -2 1
P . I g n a c io de M e a u r io ( 2) I 72 I — 23
P. N ic o l a s de A ráuz ( i ) I 723 — 24
P. J uan B a u t ist a M ú g ic a 1724— 27
P . I g n a c io de H o rm aegui I 727 - 3 I
P. M ig u e l de S alazar (i) I7 3 I— 32
P. P edro de C am po s I7 3 2 -3 5
P. A n d res de Z á ra te ( 2) 17 3 5 -3 8
P. I g n a c io d e H o rm aeg ui ( 3) 1736-37
P. B a lt a sa r de M oncada 1738-42
P. C arlo s B ren tan 1742— 4 7
P. G u il l e r m o G re bm er ( i) 1747-48
P. A n g el M a r ía M anca 1748-52
P. T omás N ie t o P o lo 1752— 54
P. A n g el M a r ía M anca 1755— 58
P. J e r ó n im o de H erce 1758-62
P. T omás N ie t o P o lo ( i ) 1762 —63
P. J o sé B aca 1763-66
P. M ig u e l de M a n o sa lv a s 1766—67
P. T omás N ie t o P o lo ( 4) 1767— 73
P. J a c in t o O rm aech ea ( 5) 1768— 69
P. J o a q u ín A lvarez ( 5) 1768-69

(1) Viceprovincial
(2) Visitador y Viceprovincial
(3) Viceprovincial mientras el P, Zarate visitaba las Misiones del Marañón.
(4) Viceprovincial de 1767 a 1771 a la muerte del P, Manosalvas, Provincial desde 1771.
(5) Viceprovinciat durante la enfermedad del P . Nieto Polo.
APENDICE D
Superiores y Visitadores de las Misiones del Marañón
(1638-1768)

P. G aspar C ugía 1638 - 51


P. A ndrés de A rtieda , Visitador 1644 - 5 1
P. B artolomé P érez 1651 - 5 3
P. R aimundo de S anta C ruz 1653 - 6i ( ¿ ? )
P. F rancisco de F igueroa 1661 - 6 5
P. T omás Majano 1665 - 69 ( ¿ ? )
P. J uan L orenzo L ucero 1669 -88
P. F rancisco V iva 1689 - 9 5
P. Juan L orenzo L ucero , Visitador 1695-- 9 6
P. G aspar V idal 1695 -1704
P. S amuel F ritz 1704 -12
P. G regorio de B obadilla 1712 - 19
P. G uillermo D etré 1719 -2 6
P. I gnacio de Meaurio , Visitador 1721
P. B ernardo Z urmühlen 1726 -2 9
P. J uan B autista J ulián 1729 - 3 6
P. D iego G utiérrez , Visitador 1727-- 3 0
P. J osé V orés , Visitador 1730 ( ¿ ? )
P. N icolás S chindler 1736 - 4 4
P. A ndrés de Z árate , Visitador 1736 - 3 7
P. G uillermo G rebmer 1744 -4 8
P. A dán W idman 1748 - ?
P. Martín I riarte , Visitador 17.50-—52
P. Martín I riarte ? -1758
P. P edro E squini 1758-—62
P. r ?
P. r ? (O
P. F rancisco J avier W eigel 1762-—66
P. F rancisco J avier A guilar (I) 1766 -68

( I ) Probablem ente en 1761.


APENDICE E
Catalogus generalis Provinciae Quitensis
ab anno 1696

ex L ibro A dmissorum aliisque documentis confectus


Hic catalogus continet nomina eorum qui vel in Provincia Qui-
tensi ingressi sunt, vel in aliis Provinciis ingressi ad eam quondam
sunt adscripti. (/)

A ? AGUILERA EMMANUEL, nat. Loia 1701:


ing. 19 Jul. 1716..........

P. ABAD DE CEPEDA DIDACUS, nat. Rio- P. AGUIRRE FRANCISCUS X A V ., n at.


bamba 1637; ing. 25 M aii 1655; Prof. 4 G uayaquil 17 Oct. 1692; ing. 10 M art.
vot. 15 A ug. 1672; ob. Quito 1708. 1709; Prof. 4 vot. 1 Nov. 1726; ob..........

P . ABAD DE CEPEDA FRANCISCUS, nat P . AGUIRRE JOANNES BAPTISTA, nat. Dau-


Cuenca 1 1 Dec. 1702; ing. 20 Nov. 1728 le 11 A p. 1725; ing. 11 A pr. 1740; Prof.
. . . . ob.......... 4 vot. 15 A ug. 1758; ob. Tivoli (Italia),
15 Jun. 1786.
P . ABAD DE CEPEDA LUDOVICUS SEBAS-
TIANUS, nat. G uayaquil 20 M aii 1643; P . AGUIRRE JOSEPH, nat. Pamplona (H ispa­
ing. 2 Jul. 1664; Prof. 4 vot. 15 A ug. nia) 10 maii 1691; ing. 12 A pr. 1710; Prof.
1682; ob Quito 12 A ug. 1727. 3 vot. 4 Febr. 1751; ob..........

P. ACO STA AMBROSIUS, nat. Cuenca. 7 C. AGUIRRE R A PH A E L, nat. Quito 15 M aii


Dec. 1691; ing. 24 A ug. 1709; Coad. 1705; ing. 22 M aii 1 7 2 7 ...
spirit ex.
N. S. AISPUR JOSEPH, nat. Quito 19 M art.
S. ACOSTA PHILIPPUS, nat. Quito 1687; 1752; ing. 30 Jul. 1766; ex.
ing. 6 Dec. 1706; ex.
C. ALARCÒ N JOANNES, nat. Ambato 1722;
C . ACO STA M A RTIALIS, nat. Cuenca 1705; ing. 17 Jan. 17 44 ; Coad. temp. appr.. . o b .. .
ing. 25 Nov. 1729; ex.
? A LBA ISIDORUS, nat. de Panama 1693; ing.
P. ACUÑA NICOLAUS, nat. Panamá 28 Feb. 18 M aii 1707; ex.
1729; ing. 10 A p i. 1755; Sch. appr.; ex.
? A LBA PETRUS nat. Panama 8 Ju l. 1691.
C . ADRIAN HILARIUS, nat. Quito 14 Jan. ing. 10 M aii 1707; ex.
1700; ing. 21 Nov. 1718; Coad. temp,
form. 16 Jan. 1727; ob. A m b a to .. . 1770. P . ALBELDA JOSEPH, nat. V iana (Hispania)
18 Dec. 1691; ing. 8 Jan . 1713; Prof. 4
P. AGUADO ANTONIUS, nat. Quito 5 Jun. vot. 24 Nov. 1726; ob. Ibarra 21 F ebr.
1718; ing. 6 Jun. 1733; Prof. 4 vot. 15 1762.
A ug. 1751 ; ob. Bologna (Italia). . ..Jul. 1788
P . ALBRIZZI CARO LUS, nat. Venezia (Italia)
P . A G UILAR FRANCISCUS X A V .,nat. Mon­ 8 Jan. 1733; ing. 27 Ju l. 1753; Coad. spir.
tilla (H ispania) 19 A pril. 1720; ing. 6 Oct. 15 A ug. 1766; Prof. 4 vot. 13 Sept. 1772;
1735; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1753; ob. R i­ ob..........
mini (Italia) 31 Jan . 1789.
C. ALCEDO JOANNES JOSEPH, nat. Cádiz
P . AGUINAGA GABRIEL, nat. P op ayán (C o­ (Hispania) 16 M art. 1714; ing. 17 Sept.
lom bia) 1661; ing. 9 J u l. 1 6 7 9 . . . . o b . . . 1 1740; ob..........

(1) En este catálogo consta la fecha del nacimiento ( nat.), de la entrada en la Compañía
(ing.), délo s últimos votos (P ro f. 4 v o l.-,r> o f. 3 vote, Coad. spire, Coad, temp, formi)-,
de Ta venida a Am erica los extranjeros (ad Am er.) de la muerte (oò.) o salida de la Compañía
(ex.). Los datos que faltan están reemplazados por puntos suspensivos.
— 724
P . ALDERETE LUDOVICUS, nat. Fremo (His- vot. 15 A ug. 1729; ob. Latacunga 29 Jul.
pania) 23 Oct. 1668; ing. 3 A pr. 1685;
ad A m er. 1696; Prof. 4 vot. I Nov.
1702; ob.......... P. ANDRADE M ARIANUS, nat. Quito 22 Febr.
1734; ing. 25 Nov. 1750; Prof. 4 vot. 2
C . ALESSANDRO JOANNES, nat. Salerno (Ita­ Feb. 1768; ob. Ravena (Italia) 21 Dec
lia) 27 Dec. 1691; ing. 24 M aii 1713; 1811.
Coad. temp. form. 15 A ug. 1723; ad Amer.
1724; ob. Puerto de Santa M aria (Hispa- ? ANDRÍA IGNATIUS..................................................
nia) 24 A pr. 1768.
P . ANGULO P A U L U S, nat.Q uito 17Jan. 1722;
C . A LFA RO ALOISHJS, n a t. S ev illa (H isp a­ ing. 6 Jul. 1739; Prof. 4 vot. 20 Jul. 1756;
n ia ) 16 N ov. 1662; ing 1699; C oad. temp, ob. Quito 21 Jul. 1766.
form. 6 S ep t. 1711 ; o b . . . .
P . A RA O Z JOSEPH, nat. Sevilla (Hispania)
C . ALMEIDA BERNARDUS ALPHONSUS, nat. 19 M aii 1736; ing. 25 M aii 1754; Prol. 4
Ibarra 20 A ug. 1649; ing. 17 Jul. 1683; vot. 15 A ug. 1771; ob. Murcia (Hispa­
Coad. temp. form. 8 Jul. 1 6 9 6 o b .. . . nia). 3 Oct. 1819.

P. A LV A R E Z BERNARDUS, nat G uayaquil C . A RA Q UE FRANCISCUS, nat. Quito 15


20 A ug. 1669; ing. 6 A pr. 1721; Coad. Nov. 1680; ing. 28 Nov. 1 7 2 1 ... .o b .. . .
spir. 8 M art. 1733; ex.; iterum receptus,. .
C. A RA Q UE JOANNES, nat. Quito 24 Jun.
P. A LV A R E Z DOMINICUS, nat. Quito 1661; 1678; ing. 7 Sept. 1709; Coad. temp. form.
ing. 24 Dec. 1 6 7 8 ;. . . . o b . . . . 8 Sept. 1727; ob..........

P . A LV A R E Z JOACHIM, nat. 22 Jul. 1713; C. A R A U JO DOMINICUS, n a t.. . . 7 A ug. 1717;


A ndujar (H ispania); ing. 24 M art. 1731; ing. 13 Nov. 1734; ex,
ad Amer. 1743; Prof 4 vot. 15 A ug. 1747;
ob Ravena (Italia) 13 A pr. 1791, P . A RA U JO JOANNES MARIANUS, nat.
Quito 14 Dec. 1713; ing. 19 Jan. 1730;
P. A LV A R E Z JOANNES, nat G uayaquil 1660; Coad. spir. 27 M aii 1751; ob. Faenza (Ita­
ing. 12 M art. 1684; Coad. spir. 2 Febr. lia) 3 A pr. 1783.
1700; o b . . . .
C . A RA U JO JOANNES, nat. Quito 24 Jun.
) A LV A RE Z JOANNES, nat..........ing. 1 7 5 2 .... 1746; ing. 6 M aii 1764; ex.

P. A LV A R E Z JOSEPH, nat. G uayaquil 7 Jul. ? A RA U JO PETRUS, nat. Redón (Hispania);


1674; ing. 14 M art. 1694; schol. appr.; ex. ing. 3 Nov. 1741. ex.

î A LV A R E Z THEODORUS nat. Guayaquil P. A RA U JO SANCHO, nat. Quito 5 Jun. 1715;


1684; ing............ Nov. 1700; ex. ing, 18 M art. 1732; Prof. 4 vot. 2 Feb.
1750; ob. Faenza (Italia) 10 Feb. 1777.
S . A LV A R E Z VINCENT1US, n at. P an am a 16
A p r. 1728; ing. 2 6 A u g . 1744; S ch . appr. P . A R A U Z BARTHOLOM AEUS, nat. Quito 16
. . . . ob.......... J u l. 1657; ing. 27 Sep . 1680; P rof. 4 vot.
15 N ov. 1690; ob...........
? A LV A R E Z QUINONES FRANCISCUS, nat.
20 Nov. 1705 Trujillo (Hispania); ing. 27 P. A R Ä U Z NICOLAUS, nat. Quito 15 Oct.
Oct. 1727; ex. 1659; ing. 29 Jul. 1676; Prof. 4 vot. I
Nov. 1692; ob. Quito 24 Sept. 1724.
P. ANDfA ANTONIUS, nat. G uayaquil 1678;
ing. 19 M art. 1694; Sch. appr.; o b . . . . 1 ARÂUZ NICOLAUS................ex.

C . ANDINO TH O M AS, n a t .. . . ; ing. 18 M art. P . ARBOLEDA C A RO LU S, nat. P opayán (Co­


1743 . . . lom bia) 2 6 A p r. 1718; ing. 14 A pr. 1733;
S ch . ap p r.; ob. Q uito 17 A u g . 1742.
C . ANDRADE ALEXANDER, nat. Guayllabam-
ba 3 Jan. 1709; ing. 7 Dec. 1727; Coad. P. ARCE EMMANUEL, nat: Q uito. . . 1664; ing.
temp. form. 31 Jul. 1742; ob. Pessaro (Ita­ 8 A p. 1684; Coad. spir. 2 Feb. 1667; ob.
lia) 2 Oct. 1778,

î ANDRADE BONAVENTURA, nat. Quito 26 P. ARCE GREGORIUS, nat. Quito 12 Mart.


Nov. 1730; ing. 14 M art. 1 7 4 6 . . . . 1662; ing. 10 M aii 1677; Coad spir. 21
Jan . 1696: o b ..........
P . ANDRADE LUDOVICUS, nat. Cuenca 4
A ug. 1690; ing. 24 M art. 1716; Prof. 4 P. ARCENTALES PETRUS, nat. Loja 6 Jul.
- 725 —
1685; ing. 26 Feb. 1700; Prof. 4 vot. 2 P. ASPERGALLO JOANNES M A RIA, nat.
Feb. 1718; ob.......... Pavia (Italia) 29 A pr. 1719; ing. 6 Nov.
1740; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1754; ob. M i-
P . A RC H S JOSEPH, nat. Martorell (H ispania) laño (Italia) 10 Dec. 1778.
16 M aii 1723; ing. 12 Dec. 1743; Prof.
4 vot. 2 Feb. 1758; ob. Ravena (Italia) C . ASTUDILLO AM BROSIUS, nat. C uenca
12 Dec. 1777. 25 Jul. 1735; ing. 26 Sep. 1760; ob. Por-
tobelo (Panam á) 14 Nov. 1767.
P . A RE CH Ú A SILVESTER, nat. Panamá 31
Dec. 1728; ing. 2 A ug. 1749; Prof. 4 > ASTUDILLO IGNATIUS, nat. Cuenca 7 A ug.
vot. I M art. 1767; ob.......... 1717; ing. 19 Nov. 1739; ex.

P . ARELLAN O FRANCISCUS, nat. G uayaquil J A V ALO S FRANCISCUS, nat. Latacunga 1691;


5 A p . 1737; ing. 28 Jun . 1 7 5 6 ; . . . o b . . . ing. 1 Nov. 1707; ex.

P . A RÊ S DIDACUS, nat. Pontevedra (H ispa­ ? A V A LO S JOSEPH, nat...........1695; ing. 31


nia) 30 Sept. 1690; ing. 5 A pr. 1713; Prof. M art. 1708; ex.
4 vot. 15 A ug. 1730; ob..........
S. AVILÉS ALOIS1US, nat. Cuenca 2 0 M art.
C. A R E T A EMMANUEL, nat. A lava (Hispa­ 1749; ing. 28 Oct. 1764; Sch. appr.; ex.
nia) 7 Febr. 1709; ing. 24 Oct. 1731; ex.
? AVILÉS ANTONIUS, nat. Cuenca 3 M art.
1689; ing. 27 M aii 1705; ex.
C. ARESPEZUETA ANTONIUS, nat. Bilbao
(H ispania) 1676; ing. 3 A ug. 1693; o b .... P . AVILÉS IGNATIUS, n at. G uayaquil Jul.
28 J ul. 1702. 1743; ing. 2 M aii 1759; S ch . appr.; ex.
? ARGUELLES ANTONIUS, n at. Q uito 30 S. A Y A LA ANTONINUS, nat. Panamá 10
A p r . 1706; ing. 25 A p r. 1722; ex. M aii 1729; ing. 15 Jul. 1749; Sch. appr.;
ob..........
S . ARGUELLES ANTONIUS, nat. in Hispania;
Sch. appr.; o b . . . . ? A Y A L A TH O M AS, nat. C ali (Colombia);
ing. 27 Ju l. 1693; ex.
? A R IA S DE L A VEGA JOANNES nat. Iba­
rra 1693; ing. 9 A ug. 1719; ex. P . A Y BA R STEPHANUS, nat. Quito 1655; ing.
10 A pr. 1671; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1696;
J A RIZA G A JOSEPH MELCHIOR, nat. C uen­ ob. « • . •
c a 1713; ing. 2 6 Nov. 1729; ex.
? A U X JO SE PH , nat..........ing. 11 Febr. 1 7 4 2 ...
P . ARMENDONI FRANCISCUS, nat...........1700;
ing. 17 Febr. 1717; ad A m er. 1 7 2 4 . . . . P. AYLLÓN JOACHIM , nat. Ambato 30 Jun.
ob . . . . 1728; ing. 29 Jul. 1743; Prof. 4 vot. 25
M art. 1763; ob. Roma 4 M art. 1808.
P . A RN A LLU Z FRANCISCUS, nat. Buga (Co­
lombia) 2 Dec. 1730; ing. 13 A pr. 1748; P. AZZONl FRANCISCUS X A V , nat. Praha
Coad. spir. 15 A ug. 1769; ob..........1805. (Bohemia) 25 Nov. 1717; ing. 21 Oct.
1734; Prof. 4 vot. 2 Febr. 1752; ob.
P . AROSEMENA PHILIPPUS, nat. Panama 27 Praha 5 Ju l. 1788.
M aii 1720; ing. 24 A p r. 1737; Prof1 4
vot. 15 A u g . 1754; ob. Ravena (Italia) B
18 Nov. 1795.
P. BA CA GERVASIUS nat. Latacunga 19 Jun.
? AROSEMENA JOANNES, nat. Panamá 1690; 1672; ing. 6 Nov. 1692; Coad. spir. 15
ing. 17 M art. 1708; ex. A ug. 1707; o b . . . .
C. ARREDONDO PE TRU S, nat. Cuenca 1675; ? BA CA IGNATIUS, nat. Ambato 16 Jan.
ing. 19 Sept. 1 7 9 2 ... .o b . . . . 1730; ing. 29 Nov. 1 7 4 6 . . . .

C. ARREDONDO FRANCISCO X A V ., n a t .. . . P . BA C A JOSEPH, nat. C ali (Colombia) 19


ing. 30 Jul. 1972; ex. M art. 1696; inh. 6 Ju l. 1718; Prof. 4 vot.
2 Febr. 1733; ob. Faenza (Italia) 2 A pr.
C . ARRO YO ANDREAS................................ 1769.

P . A R T E T A JOANNES, nat. G uayaquil 3 ? BA CA N A R C ISU S,.. ; ing. 29 Nov. 1 7 4 6 . . .


M art. 1741; ing. 28 Jun. 1756; Prof. 4
vot. 2 Feb. 1771; ob. Ravena (Italia) P . BA C A RAYMUNDUS, nat. A m bato 31 A u g .
3 0 Sept. 1796. 1737; ing. 27 Nov. 1753; Prof. 4 vot. 15
— 726 —

A ug. 1771 j ob. Faenza (Italia) 9 A gg. C. BERARDO JOANNES, nat. Genova fit,,
1809. lia) 24 Jun 1650; ing. 25 Nov. 1691 •
Coad. temp. form. 15 A ug. 1704; ob___
P . BA C A O RTECA AUGUSTINUS, n at. Popa-
yán (C o lom b ia).. . . 1697; ing. 6 Jul. 1715 C, BERDUGO EMMANUEL, nrt. Quito 5 Auo
, . . . o b .......... 1710; ing. 21 Maii 1727; ex.

P . BAHAMONDE JOSEPH, nat »Q uito 1 Jan. C. BERMEO FRANCISCUS; nat. Tixán 24


1710; ing. IO Nov. 1742; Prof. 3 vo t.. . . ; Feb. 1709; ing. 29 Nov. 1731; ex.
ob. Ravena (Italia) 1 1 M aii 1786.
C. BERNAL NICOLAUS, nat. Ibarra 4 Maii
C. BALIÑAS EMMANUEL, nat. Pontevedra 1682; ing. 30 Jan. 1699; Coad. temp. form.
(H ispania) 4 M aii 1711; ing. l i Jul. . . . . ; ob..........7 Sept. 1741.
1741; Coad. temp. form. 15 A ug. 1751;
ob. Puerto de Santa M aria (H ispania). . . P. BERROETA AUGUSTINUS, nat. Cuenca 22
Ju l. 1768. Nov. 1735; ing. 8 Sept. 1751. Coad. apir
15 A ug. 1769; Prof. 4 vot. 2 Febr. 1771;
C . BANCHIERI ANTONIUS, nat. Carzi (Italia) ob. Roma (Italia) 18 Oct. 1803.
11 Jun. 1711; ing. 1 Nov. 1731; Coad.
temp. form. 1 A pr. 1741; ob . . . P. BERROETA PETRUS, nat. de Cuenca 29
Jun. 1737; ing. 1 Jun. 1752; Prof. 4 vot.
C . BARAH ON A JOANNES, n at. C u e n c a . . .. 15 A ug. 1771; ob. Sevilla (Hispania) II
1678; ing. 5 A p r. 1 7 0 2 . . . . Jun. 1821.

C . BARAHONA JOSEPH, nat. Q uito. . . . Oct. ? BLANCO EMMANUEL; nat. Ceuta (Hispa-
1708: ing. 22 M art. 1730; ex. nia) 2 Jan . 1744; ing. 26 Sept. 1758; ex.

S. BARBA GABRIEL, nat. Quito 28 M art. P. BLASQUEZ IGNATIUS, nat. Quito 1667;
1730; ing. 12 Jun. 1745; Schot, appr.; ob. ing. I Oct. 1 6 8 2 . . . . ob. . .
Quito 28 Nov. 1756.
P. BOBADILLA GREGORIUS, nat. Cuenca 12
) BA RBA JOANNES, nat. Loja 6 M aii 1691; M art. 1677; ing. 13 A p r. 1691: Coad.
ing. 21 Nov. 1706; ex. spir. 3 M aii 1711; o b . . . .

Î BA RRAG ÁN ANTONIUS, nat. Ibarra 8Oct. P. BOIGUES JOSEPH, nat. Manresa (Hispania)
1722; ing. 6 Oct. 1 7 3 9 . . . . 20 Febr. 1682; ing. 20 Jan. 1698; Prof. 4
vot. 25 M art. 1718.; ob. . . .
> BARRO S DOMINICUS, nat. M ambril (Hispa­
nia) 15 Febr. 1708; ing 29 Nov. 1 7 5 4 ... P. BOLLAERT PETRUS, nat. Malines (Belgi­
c a ). . . . 1675; ing. 25 Sept. 1689; ad Amer.
P. BA STERRICA FRANCISCUS, nat. Ataun . . . .ob. San Joaquín de O m aguas.. .Sept.
(H ispania) 6 Jun. 1719; ing. 28 de Jun. 1709.
1738; ob. in Ilumine Marañón prope San
Regis 30 A ug. 1754. S. BONIFAZ FRANCISCUS, nat. Quito 17 Jan.
1694; ing. 9 Jan . 1 7 0 9 ... . o b . . . .
C . BASTIANI JACO BUS, nat. in insula Corsica
25 Ju l. 1713; ing. 24 Jul. 1736; Coad. ? BORJA VINCENTIUS, nat..........;in g . 29 Apr.
temp. form. 15 A ug. 1747; ob. Faenza 1 7 4 1 ....
(Italia) 10 M aii 1771.
C. BOSA LEONARDUS, nat____ 1681; ing. 19
P . BASTIDAS MICHAEL, nat. Subiza (Hispa­ Oct. 1 7 0 1 ...
nia) 20 Febr. 1706; ing. 9 Jan. 1730; Prof.
4 vot. 8 Sept. 1741; o b ... 12 Oct. 1745. C. BOSA EMMANUEL, nat..........1681; ing. 19
Oct. 1 7 0 1 . . . .
P. BASTIDAS ANTONIUS...........
C. BOSCH GABRIEL; nat. Ausburg (Germania)
C . BECERRA FRANCISCUS, nat. B uga (Co­ 24 M art. 1724; ing. 30 A pr. 1752; Coad.
lombia) . . . . 1679; ing. 24 Dec. 1698; ex. temp. form. 25 M art. 1763; ob . . . .

S. BECERRA M ARTINUS, n a t ----- ; ing........... N. S. BRACHO RAPHAEL, nat. Panama 24


Sch. appr.; o b . . . . O ct 1748; ing. 17 Dec. 1763; ex.

S . BENAVIDES DOMINICUS,nat..........; i n g . . . ; P. BONILLA JOACHIM, nat Popayán (Colom­


Sch. appr.; ob. Quito 4 A p r. 1755. bia) 30 Jan. 1699; ing. 30 Jan . 1718; Prof.
4 vot. 21 M aii 1735; ob..........
C . BENITEZ SA L V A T O R , nat. Ibarra. . . . 1661 ;
ing. 10 M aii 1 6 8 0 . . . . P. BONILLA MARCUS, nat. Popayán (Colom-
— 727 —

bia) 25 A pr. 1697; ing. 27 Sept- 1733; bamba (Perú) 3 Dec. 1692; ing. 28 Jan .
Prof. 4 vot. 27 Sept. 1743; ob. Faenza 1707; ex.
(Italia) 17 Feb. 1773.
? CAICEDO JOSEPH, nat. Popayán (Colom­
P . BRAVO ANTONIUS,. ing. 1752; ex, bia) 19 M art. 1689; ing. I A pr. 1705; ex.

C- BRAVO DOMINICUS, nat. Mambril (Hispa­ ? CAICEDO RAIMUNDUS, nat. Moyobamba


nia) 15 Febr. 1708; ing. 29 Nov. 1754; (P e r ú ).. . . 1693; ing. 27 Febr. 1709; ex.
Coad. temp. form. 14 A ug. 1767; ob R e­
vena (Italia) 7 Ju l. i 790.
S. CALATAYU D PETRUS, Sch. app.; ob. in
? BRAVO JO A CH IM ,. . . . ; ing. 2 4 A pr. 1766; via ad Americani.
ex.
J CALDERÓN JOANNES JOSEPH, nat. Lam-
? BRAVO JOSEPH, nat. M adrid (H isp an ia).. . bayeque (Perú) 23 Jun. 1687; ing. 20 A pr.
1676; ing. 13 Ju l, 1692; ad A m er. 1 6 9 5 ... 1704; ex.

P . BRENTAN C A RO LU S, nat. Komorn (Hunga- P. CALIGARI MAURITIUS, nat. Augsburg


ria) 24 A ug. 1694; ing. 3 Oct. 1714; Prof. (Germania) 22 Sept. 1723; ing. 3 Sept.
4 vot. I l Jun. 1733; ob. in Italia prope 1741; Prof. 4 vot. 16 A pr. 1758; o b .
Genova 18 Nov. 1752. Augsburg 7 A ug. 1773.

P . BREYER W ENCESLAUS, nat. Dub (Boe- C . CALOPIÑA MARCUS, nat. Latacunga 25


m ia) 20 Jan. 1662; ing. I Jan . 1680; Prof. A pr. 1708; ing. 21 Sept. 1739; ex.
4 vot. 2 Feb. 1697; ob. Quito. 26 Ju n .
1729. C. CALOPIÑA JOANNES, nat Latacunga 22
M aii 1722; ing. 8 M aii 1739; Coad. temp,
P . BRIONES SA L V A T O R , nat. L o ja 20 A u g . form. 8 Dec. 1753; ob. Puerto de Santa
ing. 13 A p r. 1697; C o ad . spir. 15 A u g . M arfa (Hispania) 24 M aii 1768.
1715; o b . . . .
í CALORCA ALOISIUS,__ ; ob. in via ad
P . BRUGUERA MICHAEL, nat. Barcelona (His­ Americam.
pania) 26 Jan. 1723; ing. 24 A ug. 1741;
. . . ,ob. Latacunga 22 Feb. 1757. P. CA LV O JOANNES, nat. M adrid (Hispania)
- 15 Oct, 1632; ing. 11 A p r 1651; Prof. 4
P . BRZOSCHA ANTONIUS, nat. Oppeln (Ger­ vot. 1668: ob. Quito . . .. F e b r . 1713.
mania) 6 Jun. 1732; ing. 16 M aii 1753;
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1766; o b . . . . P. CALV O DE SEGURA FELIX..........

C . BUCETA PA SC H A L, nat. Pontevedra (His­ P. CAMACHO ANDREAS, nat. Popayán (Co­


pania) . . . . 1699; ing. 2 Dec. 1719; ex. lombia) 19 Oct. 1726; ing. 7 Jan. 1744;
Prof. 3 vot.; ob. Ravena (Italia) 29 Jul.
P . BUSTINZA BARTHOLOM AEUS, nat. Pam­ 1792.
plona (Hispania) 19 Oct. 1697; ing..........
M aii 1702; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1715; P. CAMPOS JOSEPH, nat. Quito 24 Oct. 1711
ob.......... ing. 26 Febr. 1729; . . . .ex.

P . BUTRÓN ALOISIUS, nat. Calatayud (H is­ P. CAMPOS PETRUS,, nat. de Zaragoza (His­
pania) 1666; ing. 25 Jan . 1 6 8 3 ... . o b . . . . pania) 30 Jun. 1681; ing. 3 Oct. 1697;
ad Amer. 1706; Prof. 4 vot. 15 A ug.
1718; ob. Quito 18 Jan . 1748.
C
P. CAMPUZ FRANCISCUS, nat. Osilo (S ardi­
P . CABALLERO FRANCISCUS, nat. Jerez de
nia) 13 Jul. 1697; ing. 3 Jun. 1715; ad
la Frontera (H ispania) 5 M art. 1730; ing.
Amer. 1724; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1730;
10 Jun. 1751; Prof. 4 vot. 13 Nov. 1768; ob. Puerto de Santa M aria (H isp an ia).. . .
ob. . . . 1775.
? CABUEÑAS VINCENTIUS, nat. Quito 15
C. CANAU CLAUDIUS, nat. S a in t-M a lo (G al­
Nov. 1725; ing. 18 Jun. 1 7 4 2 . . . . lia) 8 Sept. 1720; ing. 5 M aii 1748; Coad.
temp, form, 10 Sept, 1758; o b . . . .
C . CACERES J O A N N E S ,....; ing. 1 S ep t.
1 7 4 2 ....
C. CANO FRANCISCUS, nat. Q u ito .. . .168 6;
S . CADORNIGA EMMANUEL...........; S c h .a p p r.; ing. 4 Jun. 1704; ex.
ob. in via ad Am ericans.
C. CARASSA EMMANUEL' nat. Quito 5 A pr.
? CAICEDO FRANCISCUS X A V ., nat. M oyo- 1687; ing. 1 7 0 2 . . . .
— 728 —

P. CARDIEL PETRUS, nat. L a Guardia (His- la Frontera (HispaBia) 5 M art. 1730-ino


pania) 24 M ail 1707; ing. 26 A pr. 1625; ex. 10 Jun. 1 7 5 1 . . . . g-

C. CARPIO JOSEPH PETRUS, nat. Martoa P. CAYRONI IGNATIUS, nat. Brontes (Italia!
(H ispania) 19 M art. 1678; ing. 30 Ju l. 15 Nov. 1705; ing. 10 A pr. 1723; ad
1696; ad Am er. 16% ; Coad. temp. form. Amer. 1 7 3 1 ;.. .ob. Panama 20 Dec. 1741.
15 A ug. 1715; o b . . . .
? CAZO RLA JOSEPH, nat. Valdemoro (Hispa­
C. CARRASCO EMMANUEL, nat. Quito 30 n ia). . . .167 8; ing. 2 A p r. 1693; ad Amer.
M art. 1667; ing. 8 Jan. 1702; Coad. temp, 1 6 9 6 ....
form. 15 A ug. 1715; ob . . . .
P. CEDEÑO SEBASTIANUS, nat. Cuenca 15
P . CARRERA BLASIUS, n a t P an am a. . .1662; A ug. 1632; ing. 19 Jun. 1655; Prof. 4 vot.
ing. 7 Ju l. 1 6 6 1 . . . . 15 A ug. 1670; o b . . . .

P. CARRERA JOANNES, nat..........28 Febr. P . CENITAGOYA JOANNES, nat. Quito 1 1


ing. 18 M art. 1717; ex. M aii 1734; ing. 9 Jun. 1749; Coad. spir.
15 A ug. 1767; ob. Ravena (Italia) 29
P . CARRIÒN JOSEPH, nat. Piura (Perd) 11 A ug. 1784.
M aii 1726; ing I Sept. 1742; Coad. spir.
15 A ug. 1756; ex. P . CENITAGOYA JOSEPH, nat. Quito 12 Feb.
1736; ing. 9 Jan. 1751; Prof. 4 vot. 2
C. CARRIÓN LAURENTIUS, nat. Palm a (His­ Febr. 1771: ob Faenza (Italia) 25 Dec.
pania) 17 A pr. 1737; ing. 24 A ug. 1754; 1776.
Coad. temp. form. 15 1767; ob. Forli
(Italia) 21 M a ii 1781. ? CERDA EMMANUEL DE L A , nat. Q u ito .. .
1689; ing. 22 Nov. 1706; ex.
P. CA RVA JA L JOSEPH, nat. Quito 8 Ju n .
1715; ing. 24 Febr. 1 7 3 2 . . . . ob.......... 7 CERDA JOANNES DE L A , nat. Quito . .
1691; ing. 21 Nov. 1706; ex.
P. C A R VA JA L MICHAEL, nat. Popayán (Co­
lombia) 23 Nov. 1745; ing. 20 Jan . 1764; 7 CERDA PETRUS DE L A , nat. Quito 29 Oct.
. . . . ob........... 1690; ing. 21 Nov. 1706; ex.

C. C A R V A LLO IGNATIUS, nat. Quito 1 A ug. C . CESARO MICHAEL, nat. Napoli (Italia) I
1715; ing. 5 Sept. 1 7 3 4 ... . ¡ A . . . . Nov. 1686; ing. 15 A ug. 1714; Coad.
temp. form. 21 Nov. 1723; a d Amer.
1724; ob..........
P. CASES JOSEPH, nat. Valencia (H ispania) 5
M art. 1644; ing. 28 M art. 1667; Prof. 4 P . CEVALLO S ANTONIUS, nat. C a li (Colom­
vot..........1687; ob. Cartagena (Colombia) b i a ) . . . . A u g . 1688; ing. 2 4 M art. 1705;
19 M art. 1698. Prof. 4 vot. 2 Ju l. 1723; ob..........2 Nov.
1756.
P. C A SA U S FRANCISCUS, nat. Guayaquil 30
S ep t. 17 22; ing. 16 A ug. 17 3 8 . . . ob. . . . Î CHACÓN C A RO LU S...........ex.

P . CASTAÑEDA JOANNES, nat. M adrid (His- P . CH AVEZ JOSEPH, nat. Quito 24 Mart.
pania) 30 M art. 1666; ing. 25 A pr. 1685; 1689; ing, 23 Jun. 1706; ex.
ad A m er. 1696; Prof. 4 vot. 7 Jun. 1703;
ob. . . . P. CHIRIBOGA MICHAEL, nat. Riobamba 13
1736; ing. 28 Sept. 1751; Prof. 4 vot. 15
C. CASTILLO FRANCISCUS JOSEPH, nat. Se­ A ug. 1769; ob. . . .
villa (H isp an ia).. . . 1690; ing. 18 M art.
1711; ex. P . CICALA M ARIUS M A RIA, nat. Fiumedini-
si (Italia) 19 Jan . 1718; ing. 13 M art.
P. CASTILLO SECUNDUS, nat. Ampudia (H is­ 1742; Coad. spir. 15 A ng. 1752; ob. . . .
pania) 20 M aii 1736; ing. 15 Dec. 1750; in Italia
Coad. spir. 15 A ug. 1766; Prof. 3 vot.
15 A ug. 1771; ob Ravena (Italia) 22 Jun. P . CISNEROS JOSEPH, nat. A m b ato 4 Febr.
1781. 1744; ing. 4 M a ii 17 5 9 . . . . ob ..........

? CASTRILLÒN FERDINANDUS, nat. Quito P . CISNEROS NICOLAUS, nat Q u ito .. . 1668;


2 Jun. 1710; ing. 20 A p r. 1726 . . . . ing. 12 Mart. 1684: Prof. 4 vot. 2 Febr.
1701; ex.
C. CASTRO MICHAEL, nat. Oviedo (Hispania)
. . . . 1 7 9 8 ; ing. 1 Jan. 1 7 1 7 . . . . P. CISNEROS THOMAS, nat Ambato 13 Sept.
1747; ing. 4 Sept. 1762; ob Bologna (Ita­
7 CAVALLERO FRANCISCUS, nat. Jerez de lia) 28 Oct. 1781.
? COBO NARCISUS, nat. Riobam ba. . . . 1732; P . CRESPO FRANCISCUS X A V ., nat. C uenca
ing. 2 A pr. 17 47............... 7 A p r. 1707; ing. 14 A p r. 1725; Prof. 4
vot. 8 Sep t. 1742; ob. F aenza (Italia) 3
P . COBO DE FIGUEROA ANDREAS, n at. Ja n . 1777.
Popayán (Colombia) 15 Dec. 1673; ing.
31 Dec. 1698; Prof. 4 vot. 8 Sept. 1715; ? CRESPO LUDOVICUS BERNARDUS, nat.
ob. Quito 11 Jan . 1758. C uenca 3 A p r. 1713; ing. 19Ja n . 1730; ex.

P . COBOS CALZADO ANDREAS, nat. P op a­ P . CRESPO JIMÉNEZ NICOLAUS, nat. C uenca


yán (Colombia) 3 Sep t. 1722; ing. 20 Nov. 20 M art. 1701; ing. 12 M art. 1720; Prof.
1742; Coad. spir. 15 A ug. 1752; o b . . . . 4 vot. 17 A p r. 1735; ob. R aven a (Italia)
6 A u g . 1769.
P . COLETI JOANNES DOMINICUS, nat. V e­
nezia (Italia) 29 Sep t. 1727; ing. 26 Ju l. C . C RE SPO .....................
1753; P rof. 4 vot. 15 A u g . 1766; ob. V e­
n e z ia. . . .D ec. 1798. P . CRUZ ANTONIUS DE L A . nat. B uga (C o ­
lom bia) 16 Sep t. 16 80 ; ing. 19 A p r. 1695;
P. COLOMA FRANCISCUS, nat. Loja 3 Oct. . . . . ob. . . .
1663; ing. 9 Ju l. 1679; Prof. 4 vot. 2
Feb. 1697; o b . . '. . C . CRUZ JOANNES DE L A , nat. Q uito 1657;
ing. 24 A u g . 1678; C o ad . temp. form. 21
P . COLOMA JOANNES, nat. L o ja ___ Jun Jun . 1696; o b . . . .
1680; ing. 13 A pr. 1697; Prof. 4 vot. 15
A ug. 1715; o b . . . . C . CRU Z M ARCUS DE LA , nat. Q uito 25
A p r. 1679; ing. 13 A p r. 1697; ex.
? COMICI TH O M AS, nat...........1731; ing. 27
Ju l. 17 5 3 ;o b . . . . 27 Oct. 1759. P . C UELLAR ANTONIUS, nat. Q uito, 6 F eb.
1706; ing. 2 Jun . 1721; Prof. 4 vot. 15
P . CONOSCIUTTI FERDINANDUS M A RIA, A u g . 1742; ob. F aenza (Italia) 21 F eb.
nat. Ferrara (Italia) 12 Oct. 1689; ing. 1777.
4 M art. 1705; Prof. 4 vot. 6 Oct. 1726;
ob. . . . P . C UELLAR JOANNES, nat. Q uito 8 M a ii
1710; ing. 2 D ec. 1726; C o ad . spir. 3
? CORDOVA FRANCISCUS, nat. Ceinos de D ec. 1744; o b . . . . 2 Nov. 1756.
Campos (Hispania) 15 M art. 1711; ing.
3 A pr. 1727; ex.
P. C UELLAR JOANNES A DEO, nát...........;
? CORELLA JOSEPH, nat. Quito 8 Sept. 1727; i n g . . . C oad. spir. 31 ju l. 1742; ob. F aen­
ing. 30 Nov. 1745; ex. za (Italia) 20 F eb. 1777.

P. CORONADO ALOISIUS, nat. Granada (His­ C . CUELLAR JOSEPH, nat. Q uito 19 O ct.
p a n ia ).. . . 1673; ing. 26 Jun. 1687; ob. 1712; ing. 18 M art. 1732; C o ad . temp,
San Joaquín de Omaguas 2 M art. 1723. form. 31 A u g . 1745; ob. F aenza (Italia) 12
Ja n . 1777.
P. CORREA JOSEPH, nat. Popayán (Colom­
bia) 28 Jun. 1693; ing. 26 Oct. 1707; ex. C . CUELLAR MICHAEL...........; o b . . . 27 D ec.
1755.
P . CORREA SEBASTIANUS, nat. Popayán (Co­ C . CUENCA FRANCISCUS...........
lombia) 15 A ug. 1715; ing. 14 A pr. 1731;
Prof. 4 vot. 20 A pr. 1749; ob. in mari, ? CUERO BLASIUS, ...
prope insulam Cuba 30 A ug. 1768.
C . CUESTA ALOISIUS, nat. Q uito 19 M art.
C . CORTÉS JOSEPH, nat. L atacunga___ 1693; 1718; ing. 19 D ec. 1733; o b . . . .
ing. 11 A pr. 1711; ex.
C. CUESTA ALPHONSIUS...........ob. in v ia ad
P. CORTÉS MICHAEL, nat. Sevilla (Hispania) A m er.
1673; ing. 16 Oct. 1693; Prof. 4 vot. 15
A ug. 1711; o b . . . . ? CUESTA IGNATIUS, nat. Q uito 19 M a rt.
1718; ing...........1 7 3 3 . . . .
? COTEL JOSEPH PA U LU S, nat. C artagen a
(C o lo m b ia). ..1 6 9 3 ; ing. 15 M art. 1709; ex. ? CUESTA JOACHIM, n at. Q uito 24 M art-
1713; ing. 16 M a ii 1730...........
P. CRESPO DOMINICUS, nat. V aiverde (H is­
pania) 7 A u g. 1738; ing. 15 Oct. 1758; C . CUESTA JOSEPH, nat. Q uito 2 6 M art
Sch. appr.; ob. Orihuela (H ispania) 15 1715; ing. 16 M a ii 1730; ex.
Feb. 1820.
— 730 —

D ? DUQUE IGNATIUS, nat. Quito 8 Nov. I7|Q.


ing. 7 Sept. 1 7 3 8 . . . . ; ob. Quito 8 Jun
? DALBOSCO B A L T H A SA R ,

P. D Â V ALO S JOSEPH, nat. Riobamba 8 A pt. P . DUQUE JOANNES, nat. Quito 13 Nov.
1749; ing. 16 Jun. 1766; Sch. appr.......... 1665; ing. 7 Dec. 1 7 3 8 ;... .ob. 31 M aii
1745.
P . A v i l a ANTONIUS, nat. C uenca 18 Nov.
1740; ing. 9 A p r. 1757; Prof. 4 vot. 15 P . DUQUE LUDOVICUS BERNARDUS, net
A u g . 1773; o b . . . . Quito 25 A ug. 1713; ing. 19 Jan. 1730;
Prof. 4 vor. 2 Feb. 1747; ob. Faenza
C. DEIXELBER JOANNES............. (Italia) 27 M art. 1777.

C . DELAG E.......................: ad A m er. 1690. P. DUQUE M A RCUS X A V ., nat. Quito 4 Sept.


1710; ing 2 Dec. 1726; . . . . o b . Faenza
Î DELGADO FRANCISCUS, nat. Panama 1677 (Italia) 21 Feb. 1781.
ing. 14 Sept. 1699; ex.
C . DUQUE NICOLAUS, nat. Quito 1668; ing.
C. DELGADO FRANCISCUS X A V ., nat. Uyum- 21 M a ii 1681; . . . . o b . . . .
bicho 3 Dec. 1704; ing. 23 Jun. 1723; ex.
? DUQUE DE ESTRAD A FRANCISCUS, nat.
P . DELGADO JOSEPH, nat. Panamá 10 Jul. Burgos (H isp an ia) . . . . 1700; ing. 14 A pr.
1667; ing. 20 Jul. 1682; Prof. 4 vot 2 1720; ex.
Feb. 1700; ex.
C. DURÂN JOSEPH, nat. Tunja (C olom bia)..
P . DELGADO MICHAEL, nat. Buga (Colom ­ 1663; ing. 14 A ug. 1 6 9 3 . . . . ; o b .. . .
b ia ) 1 Oct. 1730; ing. 31 A u g . 1746;
Prof. 4 vot. 19 M art. 1765; ob..........20 P. DURANGO NICOLAUS, (1) nat. Napoli
Nov. 1768. (Italia) 1659; ing. 31 Oct. 1675; ad Amer.
28 Jan . 1681; Prof. 4 vot. 2 Febr, 1692;
C. DETORY FRANCISCUS, nat. A lg u er (S a r ­ ob pro fide San Javier de Gayes 14 Apr.
d in ia) 4 A p r. 1720; i n g . . , . C o ad . temp, 1707.
form. 2 F eb . 1739; o b . . . .
E
P. DÊTRÉ GULIELMUS (1 ) nat. Douai (Gal­
lia) 29 Sept. 1669; ing. 30 Sept. 1688; ) EGÜEZ ANTONIUS .......... ; ing. 1 7 6 3 . . . .
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1704; ad Amer. 1706;
ob. Quito 18 Feb. 1745. P . ECÜEZ FRANCISCUS, nat. Ambato 4 Oct.
1747; ing. 20 Jan . 1766; Sch. appr.; ob . . .
P . DEUBLER LEONARDUS, nat. Bamberg
(Germania) 22 Jan . 1689; ing. 14 Jul. ? EIZAGUIRRE JOSEPH, nat. Oñate (Hispa­
1709; ad Amer. 1722; Prof. 4 vot. 1 Nov. nia) . . . . : ing. 10 Sept. 1709; ex.
1726; ob. Lisboa (Lusitania) II M art.
1769. > EIZAGUIRRE JOSEPH, nat. Logroño (Hispa­
nia) 3 1 M art. 1741; ing. 4 M art. 1758..
C. DÍAZ PHILIPPUS, nat. Tunja (Colombia) 8
Jan . 1677; ing. 30 M aii 1701; Coad, P. ENGRAVA PETRUS, nat. León (Hispania)
temp. form. 1 Jan . 1711; o b . . . . 13 Oct. 1720; ing. 3 Jun. 1 7 3 5 ; . . . . ob.
9 M aii 1746.
î DIAZ STEPHANUS...........
C. ERASO MICHAEL, nat. A tuntaqui. . . 1708;
Î DIEZ N A V ARRO JOANNES, nat. Riobam­ ing. 7 Dec. 1727; ex.
ba 11 Jul. 1687; ing. 12 Jul. 1702; ex.
P . ERASO SA LV A T O R , nat. Pasto (Colombia)
C. DOMINGUEZ CUSTODIUS, nat. Y aru q u f.. . . .. 1 6 8 4 ; ing. 3 M aii 1704; ex.
1691; ing. 19 Ju l. 1716; ex.
P, ERO LA PETRUS, nat. Urgel (H ispania) 8
C . DUQUE ANTONIUS ............; ing. 18 Sept. Nov. 1699; ing. 27 M aii 1720; ad Amer.
1 7 4 0 .... 1731; Prof. 4 vot. 21 M aii 1735; ob..........

P. DUQUE FRANCISCUS X A V ., nat. Quito 4 ? ESCANDÓN IGNATIUS, nat. Cuenca 23


Sept, 1710; ing. 21 Jun. 1726; Prof. 4 vot. M aii 1716; ing. 14 M art. 1733; ex.(I)
14 M aii 1752; ob. Faenza (Italia) 21 Feb.
1781.
( I ) Su verdadero nombre era Nicolás Lan-
zamani que cambió por el de Durango al hacer
(1 ) Otros escriben D’E tré. la Profesión.
- 731 -

P . ESCOBAR CLAUDIUS, n a t A m bato 1 A p r.


1713; ing. 3 Ja n . 1 7 3 2 ; . . . . ob. in D arien P. ESQUINI PETRUS, nat. Firenze (Italia) 9
(P an am á) Dec, 1717; ing. 10 Dec. 1740; Coad. spir.
31 Dec. 1751; o b . . . .
P . ESCOBAR SANCHO, nat. Quito 1 Nov.
1716; ing. 14 M art. 1733; ex. í ESTRADA ANTONIUS RAYMUNDUS, nat.
Quito 27 A pr. 1725; ing. 3 Dec. 1742; ex.
P . ESCOBEDO JOSEPH, nat. M arto« (H isp a­
n ia ) 25 N ov. 1718; ing. 4 A p r. 1734;
Prof. 4 vot. 8 D ec. 1753; ob. J a é n . . . . ? ESTRELLA JOANNES, nat. Latacunga. . . .
1802. 1692; ing. 4 Nov. 1710; ex.
'P . ESCORZA M A RC U S, nat Q uito 21 F eb. C. EVERARDO JOANNES..........; Coad. temp.
1690; ing. 2 0 S ep t. 1705; P rof. 4 vot. 21 form. 15 A ug. 1704..........
Sep t. 1722; o b . Puerto de S a n ta M arfa
(H isp an ia) 4 M a li 1767.
F
P . ESCRIBA JOACHIM , n at. Orba (H isp an ia)
16 S ep t. 1741; ing. 2 2 D ec. 1757; o b . . .
P. FÂBREGAS FRANCISCUS X A V ., nat. V a­
lencia (Hispania) 19 Ju l. 1682; in g.. . ; .
? ESCUDERO FRANCISCUS, n at. C u e n c a . . .
A pr. 1698; ad Amer. 1705; C o ad . spir. 11
1718; ing. 14 O ct. 17 33; ex.
Jun. 1711; ob. Pasto (Colombia) 3 M art.
1758.
P . E SLA V A JOSEPH, nat............ 18 M art. 1679;
ing. 23 N ov. 1706; Prof. 4 vot. 3 0 Nov.
C . FÂBREGAS SEBASTIANUS, nat. Palma
1723; ob...........10 J u l. 1740.
(H ispania) 23 Jun. 1677; ing. 2 D ec.
1704; ex.
Î E SLA V A PETRUS, nat. Pam plona (H isp ania)
2 9 Ju n . 1686; ing. 2 J u l. 1701; ex.
C . FAJARDO EMMANUEL, nat. Y aguach i. . .
1696; ing. 10 Sept. 1715; Coad. temp,
? ESPAÑA MICHAEL, nat. Pasto (C olom bia)
form. I Nov. 1726; ob . . .
. . . . 1 6 9 1 ; ing. 31 O ct. 1707; ex.
P. FALCÓN IGNATIUS, nat. Popayán (Co­
P . ESPAÑOL CYPRIANUS, na t . . . . 9 M art.
lombia) 26 Jul. 1713; ing. 2 Dec. 1732;
1685; ing...........Sep t. 1700; P rof. 4 vot. 25
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1750; ob. Ravena
A u g . 1718; ad A m er. 1724; o b . . . .
(Italia) 21 Jan . 1772.
C . ESPINOSA A LBERTUS, nat. L atacu nga 5
P . FALCONVELLI FRANCISCUS, nat. Torino
F eb . 1690; ing. 1 F eb . 1710; C oad. temp, (Italia) 8 Oct. 1698; ing. 4 Jul. 1719;
form. 3 D ec. 1722; o b . . . . Prof. 4 vot. 25 A ug. 1733; ob. in Miss.
Maragnon. 14 Nov. 1745.
P . ESPINOSA FERDINANDUS DE, nat. Cuen­
ca 3 0 M a ii 1 6 % ; ing. 7 Sep t. 1715; Prof. P . FEIJÒO FRANCISCUS, nat. Cuenca 17 Sept.
4 vot. 15 A u g . 17 29; ob. Q uito 27 A u g .
1668; ing. 17 Sept. 1683; Coad. spir. 6
1742. M aii 1700; ob..........
C . ESPINOSA GREGORIUS, nat. A la u si 23
M art. 1741; ing. 6 J u l. 1762; . . . . o b . . . . C . FELIS FRANCISCUS, nat. Ibarra 24 Jul.
1716; ing. 1 9 Dec; 1 7 3 3 . . . .
C . ESPINOSA JOANNES, n at. Q uito 1688;
ing. 5 D ec. 1706; ex. P . FERNANDEZ ANTONIUS JOSEPH, nat.
T u y (H ispania) 12 M aii 1725; ing. 22
C . ESPINOSA JOSEPH, n a t. L atacu n ga 19 M aii 1743; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1760; ob.
M art. 1697; ing. 2 0 D ec. 1719; ex. Ravena (Italia) 12 A pr. 1807.

C . ESPINOSA LU C A S, n at. L atacunga 1667; C . FERNANDEZ BASILIUS, n at. M onterrey


ing. 7 O ct. 1692; ex. (H isp an ia) 14 Ja n . 1682; ing. 21 A p r.
1704; C o ad . temp. form. 15 A u g . 1715;
? ESPINOSA RAYMUNDUS, nat. Q uito I Jun . ob. . . .
1734; ing. 9 J a n . 1 7 5 1 . . . .
C . FERNANDEZ EMMANUEL............ ; ex.
C . ESPINOSA TH O M AS, nat. L atacu n ga 11
A u g . 1698; ing. 2 8 A u g . 1721; ex. C . FERNANDEZ A RA Q U E FRANCISCUS, nat.
Quito 15 Nov. 1680; ing. 29 Nov. 1 7 2 1 ..
î ESPINOSA DE LOS MONTEROS JOANNES,
. . . . ; . . . . o b . 2 6 J u l. 1747. C . FERNÁNDEZ GALLEGO...........

î ESPINOSA DE LOS MONTEROS LUCA S, C . FERREIRO BERNARDUS, nat. Villanova


nat. Q uito 1694; ing. 13 D ec. 1742; ex. (Italia) 20 A ug. 1666; ing. 30 Jul. 1696;
732 -

Coad. temp. form. 15 A ug. 1715; o b . . . C. FREIRE DE ANDRADE BASILIUS, nat.


28 Feb. 1759. P e lile o .. . . 1711; ing. 31 Ju l. 1731; ex.

S. FERRER IGNATIUS,. . . . ; Sch. app.; o b . > FRIAS EMMANUEL, nat. Guayaquil 18


in via ad Am er. M art. 1740; ing. 19 Oct. 1 7 5 9 . . . .

P. FERRER MARIANUS, nat. Tarragona (Hia- C . FRIAS URIBE LAZARUS, nat. Vitoria
pania) II Sept. 1721; ing. 3 M art. 1741; (Hispania) 14 Jun. 1683; ing. 14 Mart.
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1755; o b . . . . 1705; ex.

F. FERRIOL STEPHANUS, nat. Panamà 2 P. FRITZ SAMUEL, nat. Trautenau (Bohemia)


A ug. 1681; ing. 13 A ug. 1697; Prof. 4 5 Jun. 1651; ing. 28 Oct. 1673; ad Amer.
vot. 15 A ug. 1715; ob. in Mi««. Darien. 1684; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1687; ob. La
(Panam a) 31 Jul. 1737. Laguna 25 M art. 1725.

P. FIGNON JOSEPH, nat. Palermo (Italia) 10 ? FUENTE JOSEPH DE LA, nat. G uayaq uil..
A pr. 1702; ing. 2 A p r. 1719; Prof. 4 vot. 1692; ing. I Nov. 1708; ex.
15 A ug. 1736; ad Am er. 1742; o b . . . .
? FUENTE PASCHALIS DE LA, nat. V alla­
? FIGUEREDO FRANCISCUS, nat. Popayán dolid (Hispania) 6 A pr. 1687; ing. 23 Nov.
(Colombia) 19 M art. 1664; ing. 8 Apr. 1706; ex.
1705; ex.
? FUICA FRANCISCUS, nat. Panamá 20 Dec.
? FIGUEREDO THOMAS, nat. Popayán (Co­ 1705; ing. 28 Feb. 1722; ex.
lom bia). . . . 1686; ing. 24 M art. 1705; ex.
G
C. FIGUEROA FRANCISCUS, nat. Ambato 11
Oct. 1735; ing. 12 Feb. 1760; Coad. P. GABRIEL FRANCISCUS, nat. Tempio (Sar­
temp. form. 2 Feb. 1770; o b . . . . dinia) . . 1664; ing. 15 Nov. 1663; . . ob. . .
P. FOLCH MATHEUS, nat. Cambril» (Hispa­ C. GACITÚA PETRUS, nat. Quito 18 Apr.
n ia). . .Jun. 1722; ing. 24 M aii 1741; Prof. 1733; ing. 13 A pr. 1748; Coad. temp,
4 vot. 15 A ug. 1755; ob. Ravena (Italia) form. 15 A ug. 1763; ob. Bologna (Italia)
7 Jul. 1781. 14 M aii 1781.
C. FONTANALS JOSEPH, nat. Martorell (His- P. GALIANO EMMANUEL, nat. Riobamba 24
pania) 21 Jun. 1719; ing. 4 A ug. 1743; Dec. 1677; ing 17 Jan. 1693; Prof. 4 vot.
Coad. temp. form. 15 A ug. 1753; ob. 1 Jan . 1711; o b . . . . 1738.
Faenza (Italia) 7 Ju l. 1785.
? GALÍNDEZ PETRUS, nat. R io b a m b a ....
P. FORÉS ISIDORUS, nat. V alencia (Hiapania) 1677; ing. 4 Sept. 1 6 9 2 . . . .
. . .. 1 6 3 0 ; ing. 2 2 Jul. 1645; Prof. 4 vot.
3 Dec. 1654; o b . , . P. GALLEGOS ISIDORUS, nat Puebla (Hispa­
nia) . . . . 1647; ing. 17 Sept. 1662; Prof. 4
? FRANCÉS MICHAEL, nat. Balleria» (Hiapa­ vot. 15 A ug. 1682; o b . . . .
nia) 20 Jun. 1717; ing. I l Ju l. 1 7 3 9 . . . .
C. CANDOLFI VENANTIUS, nat. Mantua (Ita­
C. FRANCHI MATHAEUS, nat............21 Dee. lia) 6 M art. 1725; ing. 2 Jun. 1753; ad
1711; ing. 7 Sept. 1738: o b . . . . Am er. 1754; Coad. temp. form. 8 Jan.
P. FRANCISCO IGNATIUS, nat. Palermo (Ita- 1766; ob. . . .
Ha) 18 M aii 1705; ing. 23 M aii 1719;
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1739; ob. Palerm o. . . C. GAONA BARNABAS, nat. Ambato 11 Jun.
Dec. 1777. 1736; ing. 6 Jan . 1757; Coad. temp,
form. 15 A ug. 1767; ob. Ravena (Italia)
C. FRANK SEBASTIANUS, n at.. . . 20 Jan. 13 M aii 1775.
1694; ing. 17 A pr. 1722; Coad. temp,
form. 2 Feb. 1739; ob. Cartagena (Colom­ P. GARCÉS DIDACUS, nat. Ambato 13 Feb.
bia) 16 Feb. 1768. 1727; ing. 4 Sept. 1 7 4 4 ; . . . . ob. Latacun-
ga 22 Feb. 1757.
P. FRANZEN HENRICUS.nat. Strasbourg (G al­
lia) 10 M art. 1699; ing. 2 Jul. 1722; C. GARCÉS ISIDORUS, nat. Ambato 16 M aii
Coad. »pir. 2 Feb. 1743; ob. Santo Tomé 1691; ing. 16 M aii 1706; . . . o b . . . .
de Andoas 30 M aii 1767.
? GARCÉS VINCENTIUS, nat. A m b a to ....
C. FREIRE DE ANDRADE ALEXANDER, nat. 1687; ing. 9 Oct. 1703; ex.
G uayllabam ba. ..1 7 1 1 ; ing. 7 Dec. 1727;
. . . . ob. . . . P. GARCÍA AUGUSTINUS JOANNES, nat. Pa-
733 -

namá 7 Jan. 1673; ing. 4 Sept. 1692; C. GARZÓN SA L V A T O R , nat. Q uito 7 Nov.
Prof. 4 vot. 5 A ug. 1715; ob. 1697; ing. 18 Nov. 1711; ex.

C . G ARCÍA EMMANUEL, nat. Espineiro (H is­ P. GASTNER PETRUS, nat. Straubing (Ger­
p a n ia ) .. . . 1667; ing. 14 M art. 1705; ex. mania) 10 Oct. 1689; ing. 27 Sept. 1708;
ad Amer. 1 7 2 0 ; . . . . ob. Archidona 3 Feb.
? GARCÍA EMMANUEL, nat. P iu ra (P erú ) 24 1726.
D ec. 1746; ing...........O ct. 1766; ex.
C. GAUTHIER JOACHIM, nat. Langres (Gal­
? GARCÍA EMMANUEL ..........; ing. 18 D ec. lia) 1729; ing. 30 Apr. 1763; ex.
1765; ex.
î GAVILANES FRANCISCUS X A V ., nat. Rio-
C . G ARCÍA FRANCISCUS IGNATIUS, nat. bamba 14 A pr. 1697; ing. 25 A pr. 1722; ex.
O caña (H is p a n ia ) .. . . 1683; ing. 23 Nov.
1706; ex. ? GIL CRUZADO EM M ANUEL ..........; ob. Car­
tagena (Colom bia). . . . 1731.
C. GARCÍA JACOBUS, nat. Ibarra___ 1709;
ing. 4 Oct. 1727; ex. P. GILBERTI PETRUS, nat. Ferrara (Italia) 28
Jun. 1732; ing. 23 Oct. 1 7 5 3 ...; o b . . . .
î GARCÍA MATTHIAS, nat. Ibarra. . . . 1702;
ing. 7 Dec. 1719; ex. P. GIRALDO JOANNES ANTONIUS, nat. P a­
namá 23 Feb. 1705; ing. 1 Feb. 1722;
P . GARCÍA MICHAEL, nat. P a n a m i. . . 1674; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1739; ob. Cartagena
ing. 24 Sept. 1 6 9 2 ... . o b . . . . (Colombia) 3 Dec. 1767.

? GARCÍA MICHAEL, nat. Buga (Colombia) C. GOLDSTEIN JOANNES, nat. Urban (Bohe­
14 Dec. 1740; ing. 23 Ju l. 1 7 5 9 . . . . mia (Bohemia) 17 Dec. 1691; ing. 4 Jun.
1 7 2 2 .. . . 0b.......
? G ARCÍA DE C A SA SO LA ANTONIUS, nat.
L im a ( P e r ú ) . . . 1691; ing. 2 D e c . 1710; ex. > GÓMEZ FERDINANDUS, nat. Santander
(H ispania) 31 M ai; 1685; ing. 5 Nov.
P . G ARCÍA LAN ZA HILARIUS, n at. Q uito 1701; ex.
15 Jun 1718; ing. II Feb. 1733; Prof. 4
vot. 2 Feb. 1751; ob. in mari prope ins. C. GÔMEZ FRANCISCUS, nat. Trigueros (H is­
Cuba 25 A ug. 1768. pania) 27 A pr. 1722; ing. 2 A pr. 1743;
Coad. temp. form. 15 A ug. 1753; ob. M i­
? G ARCÍA RUIZ M ARTINUS, nat. Fuenma- lano (Italia) 16 Jan . 1779.
yor (H isp a n ia ).. . . 1675; ing. 16 Jun,
1698; ex. C. GÓMEZ MARIANUS, nat. Ambato 2 Oct.
1735; ing. 5 Sept. 1750; Coad. temp. form.
C . CARINO JOSEPH, nat. A licante (H ispania) 2 Feb. 1769; o b . . . .
15 Sept. 1735; ing. 1 Ju l. 1753; ex.
P. GÓMEZ MICHAEL, nat. G ranada (Hispa­
P . GAROFALO JAN U ARIU S, nat. Napoli (Ita­ nia) . . . 1672; ing. 27 Sept. 1689; Prof. 4
lia) 17 Sept. 1663; ing. 10 Oct. 1683; vot. 8 Dec. 1706; ob. . . .
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1698; o b . . . .
C. GÓMEZ MORAN DOMINICUS, nat. Valbre-
C. GARRACINO PHILIPPUS, nat. Genova
ga (Hispania) 1685; ing. 1 4 Jan . 1 7 1 8 . . . .
(Italia) 8 Sept. 1718; ing. 1 Jun. 1749;
Coad. temp. form. 2 Feb. 1760; ob. in C . GONZALEZ ANTONIUS, n at. in G alicia
mari prope ins. Cuba 30 A ug. 1768. (H is p a n ia ) .. . 1678; ing. 16 M a ii 1704; ex.
P . GARRIDO JOANNES, nat. San Jorge (H is­
pania) 5 Jun. 1718; ing. 24 A u g . 1741; P. GONZALEZ FRANCISCUS XA V., nat. Hor­
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1755; ob. Ravena (Ita­ miguera (H ispania) 20 A pr. 1723; ing. 7
lia ) 10 Jul. 1770. M aii 1746; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1759; ob.
Rimini (Italia) 7 Jun . 1784.
P. GARRIDO JOSEPH, nat. Loja 18 Nov. 1741;
in g.. . Prof. 4 vot. 2 Feb. 1760; ob. Faenza J GONZÁLEZ FRANCISCUS X A V.. n a t Quito
(Italia) 26 A p r. 1780. II M aii 1742; ing. 26 A pr. 1 7 6 2 . . . .
P . GARRIDO PETRUS, nat. Loja 31 Jan . 1722;
ing. 6 A ug, 1736; Prof. 4 vot. 2 F e b . C . GONZALEZ JOANNES............ ; ing. 3 0 Sep t.
1755; o b . . . . 1 7 5 2 .. . .

C . GARZAIN NICOLAUS, nat. Calahorra (H is­ ? GONZÁLEZ JOANNES FRANCISCUS, nat.


pania) 30 Nov, 1740; ing. 29 Jun. 1758; Campillo (H ispan ia). . . .Jan . 1737; ing. 8
. . . . o b .. . Sept. 1752; ex.
- 734 —

C . GONZÁLEZ LAURENTIUS, nat. Osma C . GUZMAN EMMANUEL, nat. C azorla (HU-


(H isp an ia) IS A u g . 1725; ing. 12 A u g . pan ia) 3 0 D ec. 1682; ing. 15 Nov. 1699-
1762; o b . . . . C o ad . temp. form. 2 F e b . 1713; o b ___ ’

? GONZALEZ PETRUS, nat. Ib a rra . . . .Ju l. ? GUZMAN JOANNES, nat. Quito 23 Jun.
1726; ing. 2 4 A p r. 1743; ex. 1705; ing. 23 Jun. 1723; ex.

? GONZÁLEZ PHILIPPUS, nat. Quito 2 M ail H


1742; ing. 26 A pr. 1 7 6 0 . . . .
C . HACH A JOANNES, nat. Quito, 7 A pr. 1746-
? GORD1LLO EMMANUEL, nat. Q uito___ ing. 1 6 Jan. 1763; . . . , o b . . . .
1687; ing. 21 M aii 1 7 2 0 . . . .
C . HARTMANN HIERONYMUS, nat. Innsbruck
) GRAFIÑA DOMINICUS, nat............ 12 F eb. (A ustria) 25 Jan. 1718; ing. 15 A ug. 1740;
1702; ing. 9 J u n . 1 7 1 9 ... Coad. temp. form. 20 M aii 1750; ex.

? GRARAD E TH O M AS, nat. Latacunga 7 P. HEDEL JOACHIM, nat. Gratz (Austria) 30


M art. 1705; ing. 28 Feb. 1723; ex. Jul. 1724; ing. 10 Oct. 1740; Prof. 4 vot.
9 A pr. 1758; o b . . . .
P . GREBMER GULIELMUS, nat. Ersingen (Ger­
mania) 4 Ju l. 1685; ing. 14 Sept. 1705; P HERCE HIERONYMUS, nat. Logroño (His-
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1718; ob. Quito 11 pania) 30 Sept. 1695; ing. 9 A ug. 1712;
Jun. 1766. Prof. 4 vot. 15 A ug. 1729; ob Ibarra II
Jun. 1762.
P . GUAR1NI C A E SA R , nat. Solofrano (Ita lia )..
1662; ing. 24 Feb. 1680; Prof. 4 vot. 15 P . HERNANDEZ GALLEGO JOSEPH, nat
A ug. 1695; ad Am er. 1696; ob.......... I b a rra .. . . 1701; ing. 5 Jan . 1716; Prol. 4
vot. 15 A ug 1736; ob. . . .
P . GUELLS P A U LU S, n at. Barcelona (Hispa­
nia) 27 Feb. 1718; ing. 3 M art. 1741; Prof. > HERNANDEZ GALLEGO MICHAEL, n at.
4 vot. 15 A ug. 1751; ob. Cuenca II Dec I b a rra .. . . 1693; ing. 22 Feb. 1707. . .
1762.
C . HERNANDEZ GALLEGO PETRUS, nat.
P . GUERRERO B A LT A SH A R ...........; ex. Ibarra 3 A pr. 1691; ing. 22 Feb. 1 7 0 7 ...

C . GUERRERO BERNARDUS, nat. Cuenca 20 C . HERRAIS JOANNES, nat. V allecas (H ispa­


A ug. 1701; ing. 23 Jun. 1723; ex nia) 10 Jul. 1711; ing. 28 A ug. 1737; ob.
Quito 5 A ug. 1761.
? GUERRERO JOACHIM, nat. Quito 15 Dec.
1717; ing. 14 M art. 1 7 3 3 . . . . C. HERRERA JOANNES, nat. Pasto (Colom­
bia) 14 A ug. 1701; ing. II Jun. 1724; ex.
N. C . GURUMENDI JOACHIM , n at. P opayán
(C olo m bia) 18 M art. 1747; ing. 7 Sep t. P . HERRERA JOANNES BA P T IST A , n a t.. . .
1766; ex. G u ayaqu il; ing ............1708; o b . . . .

P. GUTIÉRREZ ANTONIUS, nat. Navalcarne- ? H ERRERA CAMPUZANO PETRUS, nat.


ro (H ispania) 10 M aii 1741; ing. 17 Dec. G uayaquil. . . . 1702; ing. 6 Jul. 1718; ex.
1758 . . . ; o b . . . .
C . HICKSCHUIK FRANCISCUS, nat. Tisza
? GUTIÉRREZ AUGUSTINUS, nat. Popayán (Hungaria) 26 Dec. 1731; ing. 14 Jan .
(Colombia) 27 A ug. 1742; ing. 28 A u g . 1753; o b . . . .
1757: . . .ob. Puerto de Santa M arla (H is­
pania) 29 Jan . 1790. P. HINOJOSA BA RN ABAS, nat. Q uito.. . 1667;
ing. 29 Jun. 1 6 8 2 . . . . o b .. . .
P . GUTIÉRREZ DIDACUS, nat. Cajamarca
(Perd) 1 M aii 1685; ing. 5 A pr. 1702; C . HONORATO R A PH A E L, nat. A nlillo de
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1718; o b . . . . Campos (Hispania) 1 Jan. 1705; ing. 28
Jun. 1738; Coad. temp. form. 16 Jul. 1750;
P. GUTIÉRREZ JOSEPH, nat. Algalzobil (His­ ob. Ibarra 24 Jun. 1762.
pania) 7 M art. 1667; ing. 17 A p . 1684;
P . HORMAEGUI IGNATIUS DE, nat. Lequei-
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1701; o b .. . .
tes (H isp an ia) 3 0 J u l. 1672; ing. 4 A p r.
1693; ad A m er. 1 6 % . P rof. 4 vot. 7 Jan .
C . GUTIÉRREZ JO SEPH............. 1711; ob. Q uito 15 Ju n . 1742.

? GUZMÂN ANDREAS, nat. I b a rra .. . . ; ing. P . HOSPITAL JOANNES, nat. Banyoias (H is-
25 Nov. 1733; ex. an ia) 11 F eb . 1725; ing. A u g . 1743; Prof.
- 735 —

4 vot. 15 A ug. 1758; ob. Ravens (Italia) ? INFANTE PHILIPPUS, nat. L atacunga 1
23 Nov. 1800. M a ii 1688; ing. 2 M a ii 1703; ex.

P . HOYOS DOMINICUS, nat. Cajamarca (Pe­ C . IN1ESTO TH OM AS, n at___ 1724; . . . ob.
rú) 3 Sept. 1732; ing. 9 M ail 1753; Coad. Panama 8 M art. 1759.
spir. 15 A ug. 1769; Prof. 4 vot. 15 A ug.
1771; o b . . . . C . INSAURDIETA NICOLAUS, nat. Mondra­
gon (Hispania) 12 Sept. 1720; ing. 8 M aii
? HURTADO BERNARDINUS, nat. Popayán 1746; Coad. temp. form. 5 Sept. 1756; ob.
(Colombia) 20 M aii 1729; ing. 20 M aii
1 7 4 4 ....
P . INVIZIATI JOANNES BA PTISTA , nat.
? HURTADO G U N D ISA L V U S,------; ing. 19 Alessandria (ltia lia )___ 1671; in g ....J a n .
Nov. 1741; ex. 1686; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1704; o b ___

P. HURTADO SEBASTIANUS, n at. C u e n c a .. P . IRIARTE M ARTINUS, nat. C alar (Hispa­


1638; ing. 18 Ja n . 1655; Prof. 4 vot. 15 nia) 23 Nov. 1707; ing. 9 Jan . 1750; ad
A u g . 1672; o b . . . . Am er. 1739; Prof. 4 vot. 9 Sept. 1742;
ob. Ravena (Italia) 23 A pr. 1779.
I P. IZAGU1RRE JOSEPH, nat. Logroño (H is­
pania) 19 M art. 1741; ing. 4 M art. 1758
P . 1BÁÑEZ DIONISIUS, nat. L a G uardia (His- . . . . ob. . . .
pania) 8 A p r. 1717; ing 9 Dec. 1738;
Prof. 4 vot. 31 Dec. 1756; ob. Ravena P . IZQUIERDO JOANNES, nat. M ariquita (Co­
(Italia) 30 Nov. 1790. lo m b ia )... 1652; ing. 19 A pr. 1671: Prof.
4 vot. 15 A ug. 1696; ob . . . .
? IBARRA J O S E P H ,....

P . IBARRA MICHAEL, nat Popayán (Colom­ J


bia) 8 M aii 1721; ing. 8 M aii 1741; Coad.
»pir. 23 Jul. 1752; o b . . . . P . JA R A ANTONIUS, nat. Latacunga 25 Feb.
1695; ing. 3 Feb. 1 7 1 0 . . . . o b .. . .
P . IBARRO LA JO SE PH , nat. Quito 7 A pr
1736; ing. 30 A pr. 1 7 5 4 ;... .ob. in mari P. JA R A PHILIPPUS, nat. Cuenca 25 Feb.
prope Cartagena (Colombia) 1 Dec. 1767. 1697; ing. 7 Sept. 1728; ex.

P . IBUSTI JOANNES, nat. Domezain-Berrante P . JARAM1LLO PETRUS, nat. Loja 29 Jun.


(G allia) 9 Feb. 1734; ing. 24 A ug. 1757; 1701; ing. 26 Jul. 1716; Prof. 4 vot. 3
. . . ob. Puerto de Santa M arfa (Hispania) A pr. 1735; ob. Faenza (Italia) 22 A ug.
27 Jan . 1770. 1773.

C . IDROBO BERNARDUS, nat. Latacunga. . . P. JÁUREGUI ANTONIUS, nat. San Andrés 16


1709; ing. 4 Oct. 1 7 2 7 . . . . o b . . . . Jun, 1728; ing. 4 Dec. 1747; Coad. spir.
15 A ug. 1766; ob. Faenza (Italia) 27 Sept.
C . IGLESIAS JOSEPH, nat. Còrdova (Hispa­ 1781.
nia) 18 M art. 1717: ing. 18 M art. 1743;
Coad. temp. form. 15 A ug. 1753; ob. R a­ C . JÁURF.GUIBERRI MÍCHAEL, nat. Oloron
vena (Italia) 30 Nov. 1780. (G allia) 1 Jun. 1723; ing. 6 Jun. 1747;
Coad. temp. form. 8 Dec. 1757; ob. R i­
C . IMÁS JOSEPH, nat. Idiazábal (H ispania) 27 mini (Italia) 21 Dec. 1788.
Jun. 1717; ing. 9 Jun. 1743; Coad. temp,
form. 15 A ug. 1753; ob. Savignano (Ita­ P. JENTSCHE ANTONIUS, nat. Breslau (Ger­
lia) 11 A p . 1786. mania) 4 M art. 1724; ing. 9 Oct. 1740;
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1758; o b . . . .
P . IMBERT SEBASTIANUS, nat. T aulis (G allia)
20 Jan . 1723; ing. 24 M aii 1741; Prof. 4 C. JIJÓN ANTONIUS, nat. Quito 17 Jan. 1735;
vot. 2 Feb. 1756; ob. Ravena (Italia) 26 ing. 16 Feb. 1752; Coad. temp. form. 17
M aii 1773. Feb. 1765; ob............ 28 Feb 1792.

? INESTINO BA LTH A SA R ..........; in g. 21 A pr. P . JIMÉNEZ JOANNES, nat. G u a y a q u il....


1747.......... 1650; ing. 20 A pr. 1671; Coad. spir. 2
Feb. 1697; o b . . . .
? INESTROSA FRANC1SCUS...........ex .
P. JIMÉNEZ JOSEPH, nát. G uayaquil 3 M aii
C . INESTROSA JOANNES, nat. Quito 3 A pr, 1677; ing. 4 Sept. 1692; Coad. spir. 2 Dec.
1711; ing. 24 A ug. 1 7 3 2 . . . . 1706; o b . . . .
- 736 -

P . JULIAN JOANNES BA PTISTA , n at. Neu­ F eb . 1676; ing. 2 2 A u g . 1696; Prof. 4 V0(
markt (Germania) 16 Oct. 1690; ing. 7 1 Ja n . 1711; ob. in m ari 1721.
Sept. 1710; ad Am er. 1720; Prol. 4 vot.
24 Nov. 1728; ob. Latacunga 28 A pr. P . L A ST R A IGNATIUS...........; o b . . . .in via ad
1740. A m er.

? JURAD O DE LA PEÑA M ATH AEUS, nat. C . LECHNERR ANDREAS, nat. M ünchen


M urcia (H itp a n ia ).. . 1670; ing. 19 Jan . (G erm ania) 24 Sep t. 1725; ing. 31 Oct.
1710; ex. 1751; C oad. temp. form. 25 M art. 1763-
ob. Q uito 19 M a ii 1767.
C. JU ST JOANNES, nat. Caatelnuovo (Italia) 6
M aii 1652; ing. 25 Feb. 1676; Coad. temp, P . LEDEA JOANNES, nat. P anam a 26 A u e
form. 15 A ug. 1688; o b . . . . 1676; ing. 2 4 Sep t. 1 6 9 2 . . . . ; ob . . .

K C . LEGARDA IGNATIUS, nat. Quito 31 Ju l.


1732; ing. 18 M art. 1 7 5 2 . . . . o b . . . .
C . KELNER JOANNES, nat. Trebitsch (Bohe­
m ia) 20 Jun. 1653; ing. 2 Dec. 1675;
P . LEITENBERGER IGNATIUS, nat. Lóbau
C o ad. temp. form. 2 Feb. 1686; o b . . . . (G erm ania) 7 M a ii 1731; ing. 16 M aii
1752; ad A m er. 1754; P ro f. 4 vot. 15
P. KNESTRICHT HENRICUS, nat. Siegen
A u g . 1768; o b . . . .
(Germ ania) 14 Nov. 1711; ing. 17 Oct.
1729; Prof. 4 vot.; ob..........4 Nov. 1746.
C . LEITÓN BERNARDUS, nat. Ib a rra . . . 1649;
ing. 17 Ju l. 1683; C o ad . temp. form. 8
P . KOLLER MAXIMILIANUS, nat. H aid (Bohe­
J u t 1696; o b . . . .
mia) 12 Sept. 1734; ing. 16 M aii 1753;
. . . . o b . Quito 21 M art. 1762. P . LENA JOSEPH, n at. L u ca (Ita lia ) 4 A pr.
1705; ing. 24 N ov. 1726; ad A m er. 1731;
C . K RA FT ANDREAS, nat. Cronach (Germa­
. . . . ob. R iobam b a 19 M art. 1744.
nia) 28 Jun. 1718; ing. 31 Oct. 1751; . .
4 M aii 1756. P . LEÓN ANTONIUS, nat. L icán , Jun . 1728;
ing. 1 Ja n . 1746; C o ad . spir. 15 A ug.
L 1766; ob. in m ari prope C artagena (Colom­
b ia ) 2 6 Nov 1767.
S. L A FUENTE FRANCISCUS,. . .jS c h . appr.;
ob...... in via ad Amer. P . LEÓN FRANCISCUS X A V ., nat. Q uito 16
O ct. 1670; ing. 18 A u g . 1698; Prof. 4
} LA N D ERAS FRAN CISCUS, n at. G ijón (H is­ vot. 1 Ja n . 17 27 ; o b . . . .
pan ia) 15 A u g . 1723; ing. 23 Sep t. 1 7 4 0 ..
? LEÓN JOACHIM, nat. L atacu n ga 15 Nov,
C . LAN Z MARTINUS. nat. Pamplona (Hispa­ 1725; ing. 10 A p r . 174 2 ...........
nia) 18 Sept. 1720; ing. 4 Jun. 1743;
Coad. temp.- form. 15 A ug. 1753: ob. R i­ ? LEÓN JOSEPH, n at. L atacu n ga 13 ’ A p r.
mini (Italia) 17 Nov. 1789. 1727; ing. 10 A p r. 1 7 4 2 . . . .

P . LANZAMANI NICOLAUS, v id e DURANGO J LEÓN NICOLAUS ANTONIUS, n at. Q u ito ..


1727; ing. 2 2 O ct. 17 58; ex.
P . LA RRAIN TH O M AS, nat. Santiago de Chi­
le, 7 M art. 1703; ing. 27 Nov. 1720; Prof.
4 vot. 15 A ug. 1736; ob. Gerona (Hispa­ C . LEÓN VINCENTIUS, nat. A lica n te (H ispa­
nia) 12 Oct. 1767. n ia) 24 F eb . 1695; ing. 2 9 N ov. 1 7 3 1 ; . . .
ob. Q uito 17 A u g . 1740.
P . LA R R E A AM BROSIUS, nat. R io b am b a 20
Dec. 1742; ing. 20 Jun. 1759; Sch. appr.; > LEÓN TERCERO JOSEPH, nat. P a n a m i 28
ob. Faenza (Italia) 19 Sept. 1773. A p r. 1705; ing. 2 8 F eb . 1722; ex.

P. LA R R E A JOACHIM , nat. Riobamba 30 C . LEQUERICA PETRUS, nat...........15 A u g .


Nov. 1743; ing. 23 Jun. 1761; Sch. appr. 1684; ing. 10 M a ii 1710; C o ad . tem p,
form. 15 A u g . 1720; a d A m er. 1724;
ob. . . .
C . LARREATEGUI ANTONIUS, n at. Loja 5
J u l. 1688; ing. 2 Nov. 1709; o b . . . . ) LESCANO JOSEPH, nat...........A p r. 1689; ing.
14 Ju n . 1705; ex.
) LASSO HYACINTHUS, . . . . ; ing. 4 Ju n ,
1747........... P . LINATI JOSEPH, nat. Busento (Italia) 2 2
Ju n . 1735; ing. 5 O ct. 1751; ad A m er.
P . LA SSO M ATHIAS, n at. B uga (C olom bia) 24 1754; P ro f. 4 vot. 2 F eb . 1771; o b . . . .
- 737 -

P . LIPPERT CHRISTOPHORUS............... ob. in C . MACHADO EMMANUEL, nát. Gualaceo


via ad Amer. 6 A ug. 1704; ing. 11 A pr. 1721; Coad.
temp. form. 2 Feb. 1739; ob. Faenza (Ita­
C. LÓPEZ ANTONIUS, nat. Paredes (Hispania) lia) 14 Nov. 1775.
2 Sept. 1661; ing. 30 M aii 1708; Coad.
temp. form. 21 Sept. 1722; ob. Cuenca 7 P. MAGN1N JOANNES, nat. Hauterive (Helve­
Nov. 1759. tia) 14 A pr. 1701; ing. 10 Oct. 1720;
ad Amer. 1724; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1735;
P . LÓPEZ FRANCISCUS, nat. Cuenca 14 Oct. ob. Quito 20 Jul. 1753.
1683; ing. 24 Dec. 1 6 9 8 . . . . ; o b .. . .
C. MALDONADO BERNARDUS, nat. Santafé
C . LÓPEZ GABRIEL, n a t . . . . . 1681; ing. 24 (Colombia). . . . 1669; ing. 23 Jul. 1692;
Ju l. 1704; ex. Coad. temp. form. 1 Sept. 1704; o b . . . .

C . LÓPEZ IG N A T IU S,., .o b . in via ad A m er. P. MAÑANES JOSEPH, nat. V illaquerida (H is­


pania) 9 Oct. 1716; ing. 5 M art. 1737;
? LÓPEZ JOANNES, nat. Tumbaviro 5 Dec. Coad. spir. 4 Jul. 1751; ob. Faenza (Ita­
1690; ing. 29 Sept. 1705; ex. lia) 28 Jan . 1789.

? LÓPEZ M ARTINUS, n at. £ a r a v a c a (H isp a­ P. M ANCA ANGELUS M A RIA, nat. Alguer


n ia) . . . . 1676; ing. 12 Nov. 1692; ad (Sardinia) 12 0 c t . 1667; ing. 27 Jan 1704;
A m er. 1 6 9 6 . . . . Prof. 4 vot. 25 M art. 1722; ad Amer.
1724; ob. in mari prope ins. Bahamas 13
P. LÓPEZ NICOLAUS, nat. Panam á 6 Dec. Oct. 1768.
1711; ing. 7 Oct. 1732; Prof. 4 vot. 2
Feb. 1750; ob. Ravena (Italia) 28 Jun. P. M ANO SALVAS DIDACUS, nat. Quito 12
1777. Feb. 1659; ing. 13 A ug. 1697; . . . . o b .
Quito 2 Jan . 1724.
P . LÓPEZ PA SCH A LIS, nat. U beda (Hispania)
30 M art. 1720; ing. 4 Feb. 1736; Prof. 4 P. M ANO SALVAS FAUSTINUS, nat. Ibarra
vot. 15 Feb. 1753; ob. Tumaco (Colom­ 15 Feb. 1732; ing. 27 Feb. 1745; Prof. 4
b ia ). . . . 1762. vot 15 A ug. 1765; ob. Faenza (Italia) 15
M art. 1797.
P. LO RA ANTONIUS, nat. Panam á___ 1674;
ing. 4 Sept. 1692; . . . . o b . . . . C. M ANO SALVAS IGNATIUS, nat. Ibarra
21 Sept. 1728; ing. 13 Oct. 1745; Coad.
C. LORENZO ANTONIUS............ ing............. Nov. temp. form. 2 Feb. 1759; ob. Faenza (Ita­
1741; . . . . o b . . . . lia) 26 Jul. 1788.
? LO RESA ANTONIUS, nat. Jaén de Braca- P. M ANO SALVAS MICHAEL DE, nat. Ibarra
moros 3 Dec. 1684; ing. 23 M aii 1700; ex. 28 Sept. 1697; ing. 27 Feb. 1720; Prof. 4
P . LO SA ISIDORUS, nat. Quito 20 M aii 1725: vot. 15 A ug. 1730; ob. Panamá 20 Nov.
ing. 10 A pr. 1742; Coad. spir. 25 Feb. 1767.
1756; ob. Roma (Italia) 3 M art. 1782
C . MANRIQUE FERDINANDUS, nat. Cádiz
P. LUCERO JOANNES LAURENTINUS, nat. (Hispania) 30 M aii 1715; ing. 1 A ug. 1741
Pasto (Colombia) 10 A ug. 1635; ing. 20 . . . .o b ....
Jul. 1653; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1672; ob.
Quito 14 Oct. 1714. C. MANTILLA TH O M AS, nat. O tavalo 27
Sep t. 1727; ing. 7 F eb . 1744; . . . o b . . .
? L U N A A L V A R U S DE, nat. G uayaq uil___
1693; ing. 16 M art. 1709: ex. ? MAQUEDA EMMANUEL, nat. M archena
(H isp an ia).. . .170 7; ing. 10 Ju l. 1 7 2 8 ...
C. LUNA CAIETANUS, nat. Loja 7 A ug. 1711
ing. 18 M art. 1732; ex. C . M ARCOS EMMANUEL, nat. Torre del Pi­
nar (H ispania). . . . ; ing. 30 A pr. 1763;
? LUNA DOMINICUS, nat. Q u ito .. . 1694; ing. Coad. temp. ap p r.. . ob. Cartagena (Colom­
29 Oct. 1707; ex. b ia ). . . . 1767.

C . LYRO IGNATIUS, n a t Troppau (Bohemia) P , M A RIACA EMMANUEL, nat. Riobamba 7


23 Jul. 1729; ing. 5 Jan . 1750; C o ad.. A pr. 1765; ing. 31 M art. 1708; Prof. 4
temp. form. 2 Feb. 1760; ad A m e r.l754; ob. vot. 27 Sept. 1722; o b .. . . 17 M art. 1752.

M C. MARfN JOSEPH, nat. Ibarra 6 M art. 1720;


ing. 31 M art. 1743; Coad. temp. form. 15
? M ACERA NICOLAUS, nat. C uenca 13 S e p t A ug. 1754; ob. Faenza (Italia) 24 A ug.
1711; ing. 26 A ug. 1728.......... 1773.
- 73» -

C . MARINO HYACINTHUS, n a t . . . 1 6 A u g . C . MEDINA FERD1NANDUS, nat. Quito K


1721; ing. 6 O ct. 1 7 4 0 ; ___ o b . . . . Sep t. 1662; ing. 5 M art. 1681; C oad. temo
form. 2 F eb . 1700; o b . . . .
? M A RISC AL JOSEPH, nat. G u a y a q u il....
1694; ing. I N ov. 1707; ex. P. MEDINA MICHAEL, nat. P anam a 28 Sem
1688; ing 24 N ov. 1703; Prof. 4 vot 3
C . M A R L E S M IC H A E L ,... ex. D ec. 1722; o b . . . .

P . MARONI PA U LU S, nat. in F riu l (Italia) ? MEDINA MICHAEL, nat. A m b alo 3 Nov


I N ov. 1695; ing. 2 8 O ct. 1712; Prof. 4 1707; ing. 3 N ov. 1722; ex.
vot. 16 A p r. 1730; ob. Quito 23 Nov.
1757. C . MELIÂ CHRISTOPHORUS, nat. in insula
M allo rca (H isp ania) I Nov. 1667; ing. 16
P . M A R SA L ANTONIUS, nat B afrin (H isp a­ F eb . 1696; C o ad . temp, form 2 F eb . 1701
n ia ) . . . . ;P ro (. 4 vot...........; o b . . . . ob. Ibarra 5 D ec. 1743.

P . M A RSC H A T JOANNES, nat. H oradew itz (?) Í MELO CHRYSOSTOMUS, nat. Q uito 25 Jan.
(B ohem ia) 3 A p r. 1735; ing. 16 M a ii 1714; ing. 24 Nov. 1731; ex.
1753; ad A m er. 17 54 ; Prof. 4 vot. 15 A u g .
1769; ob. P ra h a (B ohem ia) . . . . 1788. C . MELO HIERONYMUS, nat. Quito 13 Feb.
1710; ing. 2 6 F eb . 1729; ex.
C . MARTÍNEZ ALPHO NSUS, n at. V alv erd e
( H is p a n ia ).. ,1 7 0 4 ; ing. 2 4 O ct. 1731; ex. C. MELO MARIANUS, nat. Quito 21 Sept.
1711; ing. 14 J u l. 1731; ex.
P . MARTÍNEZ AUGUSTINUS, nat. G ranada
(H isp an ia) 27 S ep t. 1725; ing. 14 M art. C . MELO PAULUS, n a t.. . . 2 A p r. 1717;
1 7 4 1 ; . . . ob F aenza (Ita lia ) 25 N ov. 1787. ing. 18 A p r. 1759; C o ad . tem p. form. 15
A u g . 1769; o b . . . .
C . MARTÍNEZ BLASIUS, n at. O rgiva (H isp a­
n ia) 2 F eb . 1703; ing. 25 M art. 1 7 3 9 . . . ? MENDOZA JOSEPH, nat Ibarra 2 2 Feb.
ob. . . . 1708; ing. 2 0 A p r. 1726; ex.

C . MARTÍNEZ FRANC1SCUS, nat. N avarrete ? MERA ALOISIUS, n a t. A m bato 16 S ep t.


(H isp an ia) 28 M a ii 1721; ing. 6 J u n . 1747; 1736; ing. 7 Ja n . 1753; ex.
C o ad . tem p. form. 15 A u g . 1756; o b .
R im ini (Ita lia ) 10 F eb . 1771. P . MERA HIERONYMUS, nat. A m bato 18Jun.
1677; ing. 29 M a ii 1702; C o ad . spit. 29
C . MARTÍNEZ M A RCUS, nat. C alatay u d (H is­ Ju n . 1712; o b . . . .
pan ia) 2 6 A pr. 1719; ing. 10 Oct. 1740;
C o ad . temp. form. 3 J u l. 1752; ob. R ave- ? MERA JOANNES......
na (Italia) 19 A p r. 1783.
? MERA JOSEPH......
P . MARTÍNEZ MICHAEL, nat. A lc a lá (Hispa­
n ia ) 3 0 S ep t. 1670; ing. 25 A u g . 1 6 9 0 .. . P . M ERA JU STU S, nat. A m bato 11 A u g . 1734;
ob. . . . ing. 7 Ja n . 1753; P rof. 4 vot. 15 A ug.
1769; ex.
C . MARTÍNEZ PA U LU S, nat. L atacu nga 9
Jun. 1741; ing. 13 O ct. 1 7 6 1 . . . . o b . . . . C . MERIZALDE AUGUSTINUS, n at. Quito 13
D ec. 1744; ing. 2 M a ii 1764; . . . o b . . . .
C . MARTÍNEZ PETRUS, nat. C alatañazor
(H isp an ia) 22 N ov. 1644; ing. I 6 ju l. 1668; C i MERLANI JU LIU S, nat.......... ; ing. 18 M art.
. . . . ob. 1740; . . . . o b . L atacu nga 10 N ov..........

P . MASDEU jb S E P H , n at. P alerm o (Italia) 9 P . MESIA EMMANUEL, nat. L atacunga 2 M aii


Ju n . 1739; ing. 3 0 O ct. 1753; Prof. 4 vot. 1721; ing. 12 M a ii 1743; Prof. 4 vot. 15
15 A u g . 1772; ob, R om a (Italia) 2 9 D ec. A u g . 1761; ob. R im ini (Italia) 19 A u g .
1810. 1790.

P. MAUGERI JOSEPH M A RIA, nat. V izzin i C. MESOÑ JACOBUS, n at. E dim burg (Sco tia)
(Ita lia ) 1 F eb . 1690; ing. 5 O ct. 1712; ad 1 M a ii 1724; ing. 9 A u g . 1749; C o a d .
A m er. 1720; Prof. 4 vot. 1 N ov. 1726; temp. form. 15 A u g , 17 59; o b . . . .
ob. Q uito 2 2 O ct. 1759.
? M ESTANZA SEBAST1ANUS, nat. G uayaquil
C . MEDINA B A LT H A SA R , n at. Q uito I Dec. . . . . 1677; ing. 14 M art. 1 6 9 4 .. . . o b . . . .
1729; ing. 21 A p r. 1747; C o ad . temp,
form. 2 F eb . 1759; ob. R av en a (Ita lia ) 19 P. MICKEL IGNATIUS, nat H äusling (Austria)
S ep t. 1777. 12 Nov. 1692; ing. 12 N ov. 1712; ad
- 739 —

A m er. 1724; C o ad . spir. 16 M art. 1729; ob. C . MORA EMMANUEL, nat. Santafé (C olom ­
L andsberg (G erm ania) 23 Ju n . 1780. (1 ) b ia ) . . . . 1709; ing. 2 D ec. 17 26; ex.

C . MIER AUGUSTINUS, nat. P eñam elera (H is- P. MORA GREGORIUS, nat. C ali (Colombia)
pan ia) 18 O ct. 1663; ing. 14 A p r. 1687; 13 A pr. 1713; ing. 20 Jun. 1733; Prof. 4
C o ad . temp. form. 2 F eb . 17 0 0 ; o b . . . . vot. 21 Jun. 1747; ob. Faenza (Italia)
8 Jul. 1775.
C . MILAN JOANNES B A P T IS T A .. . .
? M ORALES JOANNES, nat. Ib a rra ___ 1699;
P . MILANESIO PETRUS, nat. Torino (Ita lia ) ing. 21 Oct. 1 7 1 5 . . . .
14 M art. 1707; ing. 16 M a ii 1722; ad
A m er. 1731; Prof. 4 vot. 31 J u l. 1742; C. MORÂN DOMINICUS, nat. in G alicia (H is­
ob. T orino 11 S ep t 1788 pania) 4 A ug. 1687; ing. 14 Jan . 1718;
C oad. temp. form. Jul. 1728; o b . . . .
C . MIRAES GULIELMUS, nat. M allo rca (H is-
pan ia) 6 J a n . 1693; ing. 2 A u g . 1725; ex. ? MORÁN FRANCISCUS X A V ., nat. G uaya-
quii 3 Dec. 1689; ing. 8 A pr. 1705; ex.
P . MIRANDA JOANNES, nat. A m b a to ___
1666; ing. 16 OcL 1 6 8 3 . . . . o b . . . . P . MORÂN DE BUTRÓN HYACINTHUS, nat.
G uayaquil 9 M aii 1668; ing. 11 M art.
P . MIRANDA M ARTINUS, n a t. A m b a t o .. . . 1684; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1703; ob. Gua-
1674; ing. I l Sep t. 1 6 9 2 .. . . o b . . . . yaquil 6 M aii 1749.
C . MOLINA HIERONYMUS,___ ; ob. A m b a­ C . MORENO BARTH OLO M AEUS, nat. Sev i­
to 17 M a rt. 1752. lla (H isp ania) 14 A u g . 1688; ing. 8 M a ii
1710... o b .. . .
G . MOLINERO ANDREAS, nat. A m b a to ------
1697; ing. 1 Ja n . 1717; . . . . o b . . . . P. MORENO FELIX, nat. Morón (Hispania) 5
Dec 1704; ing. 14 M art. 1725; ad Amer.
P . MONERRIS FRANGISCUS. nat. Benilloba 1731; Prof 4 vot. 19 A ug. 1742; ob.
(H isp an ia) 15 F eb . 1684; ing. 9 Sep t. Cuenca 13 Nov. 1757.
1726; P rof. 4 vot. 2 F eb . 1739; ob. Q uito
4 A u g . 1767. C. MORENO JOACHIM, nat. Popayán (Co­
lombia) . . . . A ug 1746; in g. . . M art. 1765
C . MONREAL JULIAN US, nat. Trejuncoa (H ia- . . . . ob. . . .
p an ia) 7 M a rt. 1696; ing. 4 A p r. 1720;
C o ad . temp form. 10 A p r. 1735; ob. Co- P. MORENO JOANNES, nat. Burgos (H ispa­
tacach i 16 J u l. 1742. nia) 28 Dec. 1734; ing. 1 Nov. 1758;
Coad. spir. 2 Feb. 1769; o b . . . .
? MONTALVO MARTINUS, n a t Q uito 19
A p r. 1706; ing. 19 A p r. 1723; ex. P. MOSCOSO AUGUSTINUS, nat. Pasto (Co­
lombia) 30 A ug. 1725;- ing. 5 A pr. 1742;
P . MONTALVO PETRUS, nat. I b a r r a .. . 1674; Prof. 4 vot. 15 A ug 1759; ob. Savigna-
ing. 14 M art. 1 6 9 4 . . . . o b . . . . no (Italia) 2 Nov. 1781.
? MONTEJO JO SE P H ,___ P . MOSCOSO CHR1STOPHORUS, nat. Quito
10 A pr. 1657; ing. 21 Sept. 17 09; Coad.
P . MONTEJO PHILIPPUS, n at. L im a (P erú ) spir. 3 Dec- 1722; o b ___
2 6 M a ii 1673; ing. 4 Ja n . 1 7 0 4 . . . o b . . .
C . MONTENEGRO MARCELLINUS, nat. M a ­
riquita (C olo m bia) 20 Jun . 16 60 ; ing. 24 ) MOSCOSO CHRISTOPHORUS, nat. Latacun-
A p r. 1677; C o ad . temp. form. 15 A u g . g a . . . . 1684; ing. 24 M art. 1704; ex.
1 6 % ; ob. Q uito 18 F eb . 1744.
P. MOYA PETRUS, nat. V illar de Encina (His­
P , MONTES JOSEPH, n at. in S a rd in ia 2 9 Sep t. pania). . . . 1687; ing. 22 Oct. 1 7 0 3 . . . .
1712; ing. 15 M a ii 1741; Prof. 4 vot. 15 o b .. . .
A u g . 1758; ob. in S a r d in ia .. . . 1778.
S . MOYA PETRUS, nat...........; ing. 1 Feb. 1740;
P . MONTESINOS JOSEPH, n at. L u b ián (H isp a­
Sch. appr.; ob. Quito 16 Oct. 1742.
n ia ) 18 A p . 1682; ing. 13 O ct. 1702;
P rof. 4 vot. 21 Sep t. 1722; o b . . . . P. MÚGICA JOANNES BAPTISTA, nat. Toral-
ba (?) (Sardinia) 1 Dec. 1676; ing. 8 Sept.
P . MONTOYA JOANNES...........; ing. 27 A p r. 1693; Prof. 4 vot. 1 Jan. 1711, ob. Quito
1701; . . . . o b . . . . 16 Oct. 1742.

? MUNAR PETRUS, nat. Sarria (H ispania) 26


(1 ) Otros escriben M ikel o M ichael. Jan . 1689; ing. 1 A pr. 1705; ex.
- 740

C . MUNS IGNATIUS, nat. Barcelona (Hispa­ Popayán (Colombia) 28 Dec. 1695; ino
nia) 31 Jul. 1715; ing. 24 A ug. 1741; 10 Sept. 1715; Prof. 4 vot. 2 9 Jn n . 1729-
Coad. temp. form. 2 Feb. 1752; ob. R e­ ob. Ravena (Italia) 3 A pr. 1777.
vena (Italia) 10 M aii 1779.
C . NOGALES EMMANUEL, nat. Q u i t o . . . .
P . MUÑOZ PE TRU S, nat. Riobamba 3 Jun. 1683; ing. 2 6 N ov. 1 6 9 9 ;. .. . o b . . . . ”
1728; ing. 15 A ug. 1745; Prof. 4 vot. 25
M art 1763; ob. Verona (Italia) 7 Dec N. S. NÚÑEZ JOSEPH, nat. Quito 11 Sept
1799. 1751; ing. 7 Sept. 1766; ex.

C. MUÑOZ PETRUS, nat. Popayán (Colom­


b ia ) .. . . 1642; ing. 22 A ug. 1660; Coad.
o
temp. form. 2 Feb. 1675; o b .. . .2 0 Jan.
1702. P . OBREGÓN SEBASTIANUS, nat. Guayaqui
16 Jun. 1666; ing. 12 M art. 1684; Prof
? MUÑOZ AYALA PETRUS, nat. Pasto (Co­ 4 vot. 2 Feb. 1700; ob. . . .
lom bia). . . . 1691; ing. 23 Nov 1706; ex.
P. OJEDA JOACHIM, nat. Loja 10 Feb. 1744;
N ing. 30 Ju l. 1762; . . . .ob. Roma (Italia) 26
Nov. 1775.
P . NADAL JOANNES, n at. Vergues (Hispania)
28 Nov. 1720; ing. 24 Nov. 1741; Prof. Î OLEA DIDACUS, nat. S ev illa. . . . 1641; ing.
4 vot. 2 Feb. 1756; ob. Rimini (Italia) 17 21 Oct. 1 6 9 6 . . . .
Jan. 1771.
7 ONAGOITIA JOANNES, nat. Q uito. . . 1698;
P. NARVÁEZ JOANNES DE, nat. V alencia ing. 7 Sept. 1717; ex.
(H ispania) 28 Mart. 1664; ing. 5 M aii 1679;
Prof. 4 vot. 8 Dec. 1706; o b . . . . ? ORTANEDA FRANCISCUS, nat. Quito 4
Oct. 1751; ing. 4 Oct. 1766, ex.
? NAVARRO ALEXANDER, nat. Guayaquil
28 A pr. 1687; ing. 28 A p r. 1 7 0 7 . . . . Î ONTANEDA MARIANUS, nat.......... ; ing. 21
A pr. 1766; ex.
C. N A V A R RO EMMANUEL, nat. Ibarra 6
A ug. 1707; ing. 20 Jul. 1726; Coad. temp, C . ORBEA VINCENTIUS, nat. L a ta cu n g a ___
form. 15 A ug. 1737; ob. Faenza (Italia) 8 1673; ing. 3 M art. 1693; . . . . o b . . . .
Sept. 1775.
P . ORDINES SA L V A T O R , nat. Palm a (His­
7 NAVARRO EUGENIUS, nat. Riobam ba___ pania) 23 A pr. 1720; ing. 10 M aii 1744’
1677; ing. 27 Jun. 1710; ex. Coad. spir. 11 A ug. 1755; Prof. 4 vot. 15
A ug. 1769; o b . . . . 11 Sept 1794.
? N A V ARRO JOANNES, nat. G u a y a q u il___
1684; ing. 14 Sept. 1699; ex. P . ORMAECHEA BRUNO, nat. Quito 6 Oct.
1714; ing. 2 M aii 1730; . . . ,ob. Quito 28
S. NAVARRO MICHAEL IGNATIUS,.. . ; ing. A ug. 1742.
. . . .S ch . appr.; ob. in via ad Am er..........
? ORMAECHEA FRANCISCUS, . . .
C. NAVARRO DIEZ JOANNES..........; ing. 12
Ju l. 1 7 0 2 . . . . P . ORMAECHEA HYACINTHUS, nat. Quito
13 Jun. 1706; ing. 2 Jun. 1721; Prof. 4
P . NEGRI M AXIMUS, nat. Pavia (Italia) 8 Jan. vot. 6 Sept. 1738; ob. Ravena (Italia) 14
1736; ing. 2 Dec. 1753; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1777.
Feb. 1772; o b . . . .
P . ORMAECHEA JOSEPH, nat. Quito 12 Sept.
? NE1RA THOMAS, nat. C uenca. . . . 1701 ; ing. 1708; ing. 30 Jul. 1723; Prof. 4 vot. 31
12 A pr. 1716; ex. Jul. 1742; ob. in mare prope Portobelo
(Panam á) 14 Nov. 1767.
P . NICLUTSCH FRANCISCUS X A V ., nat. M a-
trei (A ustria) 15 Feb. 1723; ing. 10 Oct. > ORMAECHEA NICOLAUS, nat. Q u i t o .. . .
1747; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1757; ob. Mün­ 1713; ing. 5 Nov. 1 7 2 8 . . . .
chen (Germania) 6 Dec. 1800.
P. ORNA PETRUS, nat. Q u ito .. . .Jun . 1690
P. NIETO POLO JOSÉPH, nat. Popayán (Co- ing.......... 1 7 2 6 ... . o b . . . .
lombia) 14 M art. 1680; ing. 19 A pr. 1695; ■
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1715; ob. Quito 18 P . OROZCO EMMANUEL, nat. Riobamba 21
Jun. 1742, Dec. 1729; ing. 8 Sept 1745; Prof. 4 vot.
25 M art. 1763; ob. Ravena (Italia) IS
P. NIETO POLO DEL AGUILA THOMAS, nat. Oct. 1786.
— 741 —

P. OROZCO JOSEPH, nat. Riobamba 18 M art. C . PALACIO VINCENTIUS...........ing. 7 D ec.


1733; ing. 14 A ug. 1746; Prof. 4 vot. 15 1740....
A ug. 1766; o b . . . .
C. PALACIOS ANTONIUS, nat. Tanicuchf
C . OROZCO SEBASTIANUS, nat ...........; ing. 6 11 Jun. 1725; ing. 7 Dec. 1747; . . . o b . . .
M art. 1 7 4 2 ; . . . . ob. . . .
P . PALM E JOSEPH, nat. R um burg-W arnsdorf
C. ORTEGA JOSEPH, nat. Quito 6 Jan . 1709; (B ohem ia) 25 O ct. 1733; ing. 16 M a ii
ing. 20 Dec. 1721; ex. 1753; ad A m er. 1754; Prof. 4 vot. 15 A u g .
1768; ob. Bologna (Italia) 4 D ec. 1770.
C . O RTECA JOSEPH, nat. San André» 3 Feb.
1739; ing. 30 Jul. 1759; Coad. temp. form. C. PALOMINO ALPHONSUS, nat. V illa (H is­
15 A ug. 1769; ob . . . pan ia) 2 M art. 1670; ing. 2 0 Ja n . 16 9 7 ; ex.

C . ORTIZ JOANNES FRANCISCUS, nat. Lima P . PA LLA RÈ S FRANCISCUS, nat. B enifallet


( P e r ú ) ... 1716; ing. 2 6 Jan . 1 7 3 4 . . . . (H isp an ia) 15 Sep t. 1719; ing. 3 Ju l.
1739; Prof. 4 vot. 15 A u g . 1756; ob. R a ­
P . ORTIZ MICHAEL, nat. A ntenna (Colom­ vena (Italia) 17 S ep t. 17 78.
b ia) 29 Sept.1717; ing. 14 M art. 1733;
. . . . ob . . . . ? PAPINI JA CO BUS........... ing...........1752; ad
A m er. 1 7 5 2 . . . .
î ORTIZ MICHAEL, nat Loja 2 Nov. 1683;
ing. 2 Dec. 1698; ex. ? PAREDES FRANCISCUS X A V ., nat...........
3 D ec. 1683; ing. 2 9 M art. 1706; ex.
C. OSORES FRAN CISCUS, nat. L a Guardia
(H ispania) 1 Iui. 1742; ing. 14 Oct. 1758; C . PAREDES HIERONYMUS, n at. M ad rid
Coad. temp. form. 15 A ug. 1772; ob. R a- ( H is p a n ia ).. . . 1683; ing. 4 O ct. 1727; ex.
vena (Italia) 5 A ug. 1775.
î P A R R A DE A R A U JO EMMANUEL nat.
P. OSPINA IGNATIUS, nat. Buga (Colombia) Q uito 1 1 D ec. 1709; ing. 2 D ec. 1 7 2 6 ..
I A ug. 1719; ing. 26 Sept. 1737; . . . .ob.
Buga 7 M aii 1759. C. PARREÑO RAPH AEL, nat. Q uito.. . 1669;
ing. 4 Sep t. 1 6 9 2 ; . . . . o b . . . .
P . OSTENS THEOPHILUS, nat. Bruges (B el­
gica). . . . 1665; ing. 11 Jan . 1685; Prof. 4 P . PA STO R TH O M AS, n at. A lica n te (H isp a­
vot. 2 Feb. 1703; ad Am er. 1705; o b .. n ia) 26 Jun . 1710; ing. 6 D ec. 1737; Prof.
4 vot. 2 F eb . 1755; ob. R im ini (Ita lia ) 14
P . OVIEDO JOANNES, nat. Cortes (H ispania) Sep t. 1792.
8 Feb. 1669; ing..........Sept. 1696; Prof. 4
vot. IS A ug. 1715; ob.......... P . PAYÂN JOANNES, nat. San tafé (Colom ­
b i a ) . . . . 1626; ing. 12 J u l. 1642; P ro f. 4
C. OVIEDO JOANNES, nat. Ibarra 2 Nov. vot. 18 O ct. 1661; o b . . . .
1744; ing. 22 Oct. 1761; C o ad . temp,
fo rm ...; ob. Ravena (Italia) 26 Jun. 1775. ? P A Z ANTONIUS, n at. P anam a 2 6 A pr. 1724
ing. 2 2 O ct. 1 7 4 0 . . . .
P
C . PAZM1ÑO B A LT H A SA R , n at. Q u i t o . . . .
P. PACHECO ILDEPHONSUS, nat. Jérez de 1702; ing. 2 9 M a ii 1728; ex.
de la Frontera (H ispania) 24 Nov. 1737;
ing. 18 A ug. 1754; Prof. 4 vot. 15 A ug. ? PAZOS HYACINTHUS, nat. A lc a lá (Hispa­
1771; ob. Ravena (lia lia ) 6 Jan. 1805. n i a ) . . . . ; ing. 4 Ju n . 1 7 4 7 . . . .

C . PAD ILLA ANTONIUS, nat. A requipa (Pe- C . PEDREGAL ANDREAS, nat. T o razo (H is­
n i) 13 Jun. 1731; in g.. ..O c t. 1766; ex. p a n ia ). . . 1660; ing. 23 M art. 1691; C o ad .
temp. form. 15 A u g . 1701; ob. Quito 5
C. PA D ILLA ANTONIUS, nat. M ackachi 26 N ov. 1711.
Jan . 1735; ing. 30 A pr. 17 5 4 ; . . . . o b . . . .
P . PELÂEZ JOSEPH, n at. L im a (P e r ú )------
C . PAD ILLA ILDEPHONSUS...........ing. 6 A p r. 1675; ing. 12 O ct. 1 6 9 2 ;. .. o b . . . .
1 7 0 9 ....
P . PEÑA ANTONIUS, nat. B uga (C olo m bia)
C PAD ILLA J O S E P H ,.. ing. 3 0 Jan . 1766;ex. 23 Jan . 1727; ing. 29 Nov. 174 3 ; P rof.
4 vot. 25 M a rt. 1763; ob. R av en a (Ita lia )
C . PAD ILLA MICHAEL, nat Cuenca 28 Sept. 21 Ju n . 1799.
1681; ing. 6 A pr. 1709; ex.
P . PEÑA CYPRIANUS, nat. P iu ra (P e r ú ) 15
P . PÂ EZ JOANNES, nat. Quito 28 Dec. 1714; A u g . 1733; ing. 9 M a ii 17 49 ; Prof. 4 vot.
ing. 7 Dec. 1737; ex. 15 A u g . 1776; o b . . . .
742 —

P. PEÑA FELICIAMUS, nat. P iu la (Perú) 20 PLINDENDORFFER FRANCISCUS X A V .


Ju l. 1736; ing. 20 Jul. 17 5 1; . . . . ob. Faen­ nat. Wegscheid (Austria) 30 Oct. 1726-
za (Italia) 24 Ju l. 1769. ing. 12 Jun. 1742; ad Amer. 1753; Prof'
4 vot. 25 M aii 1760; ob. . . .
P . PEÑ A GULIELMUS, nat. Piura (Perú) 10
Feb. 1741; ing. 17 M aii 1755; Prof. 4 vot. ? POLANCO X A VERIUS, nat. L a Plata (Co-
15 A ug. 1773; o b .. . . lombia) 27 Sept. 1745; ing. 10 A ug. 1760;
ex.
? PEÑAHERRERA ANTONIUS, nat..........; ing.
30 Ju l. 1 7 6 2 . . . . P. POLO ALOISIUS, nat. Popayán (Colom­
bia) ----- 1664; ing. I Dec. 1689; C o ad.
P. PERAMÄS IGNATIUS PAULUS, nat. M a­ spir. 2 Feb. 1700; ob. Quito 18 Jan. 1742.
taró (H ispiania) 16 Sept. 1722; ing. 4 A ug.
1743; ad Am er. 1750; Prof. 4 vot. 24 C. PO RTA JOANNES, nat. Bellvert (Hispa­
A ug. 1757; ob. M ataró 23 Oct. 1799. nia) 31 Jan. 1702; ing. 31 Jan. 1731;
Coad. temp. form. 2 Feb. 1742; ob....
C. PEREIRA FELIX, nat. Lisboa (P o rtu g al).. P. PORTERO FRANCISCUS, nat. A m b a to ...
1681; ing. 5 Nov. 1699; ex. 1667; ing. 12 M art. 1 6 8 4 ;... . o b . . . .
P. PÉREZ CAROLUS, nat. Cádiz (Hispania) P. PORTILLO PAULUS, nat. Ocaña (Hispa­
3 Nov. 1737; ing. 3 Jun. 1754; Prof. 4 vot. nia) 7 A pr. 1702; ing. 1 A pr. 1737; ob.
15 A ug. 1771; o b .. . . Ravena (Italia) 27 Dec. 1783.
P, PÉREZ DOMINICUS, nat. A m o (H ispania) P. PORTOLANI LUCAS, (1) nat. Firenze (Ita­
6 A ug. 1671; ing. 14 M aii 1704; Coad. lia) 8 Jun. 1708; ing. 20 A pr. 1725; ad
spir. 15 A ug. 1715; o b .. . . Am er. 1731 ; Prof 4 vot. 3 Nov. 1742; ob.
Popayán (Colombia) 4 Oct. 1784.
P. PÉREZ FRANCISCUS, nat. Bóveda de To­
ro (H ispania) 12 Oct. 1720; ing. 22 A pr. C. PÒVED A THOMAS, nat. Ambato 7 Mart.
1737; Prof. 4 vot. 24 Oct. 1756; ob. Bo­ 1725; ing. 6 Feb. 1746; Coad. temp, form
logna (I ta lia ).. . .A p r. 1807. 18 Dec. 1757; o b . . .
C . PÉREZ FRANCISCUS, nat. San Cristóbal î PRÊNDEZ PETRUS, nat. Panamá 4 Jul. 1719;
(H ispania) 3 Oct. 1702; ing. 16 A ug. ing. 7 Dec. 1733; ex.
1730; ad Am er. 1731; . . . . o b . . . .
C. PUENTE FRANCISCUS DE LA , nat. Lata-
? PÉREZ IGNATIUS, nat. Patate 31 Jul. 1706; c u n g a ... ; ing. 28 M aii 1723; ex.
ing. 11 A pr. 1 7 2 6 ....
P. PUENTE NICOLAUS DE LA , nat. Quito
P. PÉREZ JOSEPH, nat. A lcalá la R eal (His­ 6 Dec. 1677; ing. I l M art. 1684; Prof.
pania) 16 Feb. 1718; ing. 16 Oct. 1735; 4 vot. 2 Feb. 1701; o b . . . .
Coad. spir. 22 M aii 1752; o b . . . .
? PUJADOR PAULUS, nat. Villafranca (Hispa­
P. PERLASA EMMANUEL, nat C ali (Colom­ nia) 27 Feb. 1718; ing. 3 M art. 1 7 4 1 ...
bia) 29 Nov. 1745; in g .. . . ; ex.

P. PESANTES CHRISTOPHORUS, nat. Cuen­ Q


ca 21 Nov. 1683; ing. 2 Dec. 1698; Coad. C. QUERO BLASIUS, nat. Quito 3 Feb. 1691;
spir. 8 Sept. 1722; o b . . . . ing. 3 Feb. 1709; ex.

P . PEZ SA L V A T O R , nat. C agliari (Sardinia) î QUEVEDO FRANCISCUS, n a t Quito. ..1 6 8 9


3 0 Jul. 1690; ing. 2 Jul. 1716; Coad. spir. ing. 22 M aii 17 09 ; ex.
2 Feb. 1721; ad A m er. 1721; ob. in Sar­
dinia 1772 (7). ? QUINTANILLA CHRYSANTHUS, n a t .. . . ;
ing. 30 A ug.. 17 4 0 . . ..
P . PIETRA G RA SSA JOACHIM, nat. Pavia (Ita­
lia ) 30 A pr. 1707; ing. 8 Oct 1723; R
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1741; ob. Ibarra 2 Jun. P. RAIMER PHILIPPUS, n at. Viterbo (Italia)
1764. 16 Jun. 1736; ing. 31 Oct. 1752; ad
Am er. 1754; Prof. 4 vot. 15 A u g . 1770;
? PINO ANTONIUS, nat...........; ing. 16 A p r.
ob. . . .
1 7 4 2 ....
C. RAMÍREZ DE ARELLAN O JOANNES, nat.
C . P L A T A SILVESTER, nat. Torquemada (His­ Zaruma 11 A pr. 1684; ing. 24 Feb.
pania) 31 Dec. 1729; ing. 4 Nov. 1749; 1712; ex.1
Coad. tem p. form. 2 Feb. 1760; o b .Faen­
za (Italia) 22 M art. 1788. ( 1 ) Otros escriben PO RTULA N l.
- 74 3

í RAMOS ANDREAS ..........ob in m ati 3 Jun. (H isp an ia).. . . 1654; ing. 11 M aii 1667;
1743. Coad. temp. form. 2 Feb. 1700; o b . . . .

P . R EA L FRANCISCUS DEL, nat. Foirane S . RIBADENEIRA FRA N CISCU S,.. .S ch . appr.;


(Italia) 13 Jan . 1706; ing. 14 M art. 1737; ob. Latacunga 22 Feb. 1757.
Sch. appr.; ob. pro fide San M iguel de Cie-
coya 4 M art. 1744. P . RIBADENEIRA TH O M AS, nat. Ibarra
7 M art. 17 41;ing. 22 A p r. 1 7 5 8 .. . o b . . . .
P . R EA L FRANCISCUS DEL, n a t .A m b a t o l7
A p r. 1727; ing. 16 M a ii 1 7 4 2 . . . . o b . . . . C . R1BOT PE T R U S, nat. in ins. M allorca (H is­
pania) 15 Feb. 1663; ing. 4 A pr. 1701;
? R E A L FRANCISCUS X A V ., nat.
Ambato Coad. temp. form. I Jan . 1711; o b . . . .
26 A u g. 1697; ing. IS A ug. 1721; ex.
C. RIGATI NICOLAUS, nat. Rebone (Italia)
C . REATEGU1 ANTONIUS, nat. L o ja .. . 1688; II Nov. 1691; ing. 29 M art. 1713; Coad.
ing. 2 N ov. 1709; ex. temp. form. 6 Oct. 1726; o b .. . .
P. REVOLLEDO FRANCISCUS, nat. Popaydn P . RIOFRÍO ANTONIUS, nat. Loja 17 Nov.
(Colombia) 22 Jul. 1740; ing. 2 Jun. 1759; 1723; ing. 9 Jul. 1739; Prof. 4 vot. 2 Feb.
. . . . o b . Faenza (Italia) 15 Sept. 1773. 1757; ob. Genova (Italia) 15 Dec, 1788.
C . RECALDE THAD D AEUS, nat. Urcuqui P . RIOFRÍO STEPHANUS, nat. Segovia (His­
3 Jun. 1742; ing. 10 Feb. 1762; . . .o b .. . pania) 17 M aii 1667; ing. 27 Dec. 1680;
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1700; ad A m er. 1705;
P . RECALDE V1NCENTIUS, nat. Ibarra 15 ob. . . .
A p r . 1730; ing. 1 A p r. 1751; C o ad . apir.
13 Jul. 1766; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1772; C. RIOS FRANCISCUS, nat. Brindisi (Italia)
ob. Roma (Italia) 4 M art. 1806. 13 A pr. 1684; ing. 17 M aii 1730; ex.
P . RECIO BERNARDUS, nat. Alaejos (Hispa­ P . R(OS JOSEPH DE LOS, nat. Panama 19
nia) 20 A ug. 1714; ing. 24 A ug. 1728; M art. 1704; ing. 26 M art. 1637; ex.
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1748; ob. Roma (Ita­
lia) 17 Jan . 1791. P . RIPALD A MICHAEL, nat. Buga (Colombia)
29 M art. 1728; ing. 31 A ug. 1746; Coad-
P . REEN FRANBISCUS X A V ., nat. Gesecke spir. 2 Jun. 1765; ex.
(Germania) 30 Oct. 1690; ing. 15 Jun. I
1711; ad Am er. 1721; Prof. 4 vot. 3 Nov. C . RIPOLL PA U LU S, nat. Tarragona (Hispa­
1726; ob. in mari in freto Floridiano 20 n ia). . . . 1699; ing. 1 Feb. 17 3 9 .. . o b . . . .
Feb. 1768.

C . REGENAUER JACO BUS, nat. in Baviera P. RIRMAIR C A RO LU S...........ob. C artagena


2 0 Jul. 1697; ing. 4 Jul. 1722; . . . . o b . (C o lo m b ia ).... 1731.
Quito 19 Ju l. 1743.
C. RIV A S ANTONIUS, nat. Ondemar (His-
C REH A C FRANCISCUS, nat. W arnadorf pania) 20 Jun. 1647; ing. 11 M aii 1667;
(B ohem ia) 2 M a ii 1726; ing. 10 F eb. Coad. temp. form. 2 Feb. 1700; ob . . .
1754; . . . . o b . in m ari 15 N ov. 1768.
? RIVERA Y MENDOZA AGUSTINUS. nat.
Ibarra 5 Sept. 1711; ing. 9 Nov. 1727; ex.
P . RENDÔN SEBASTIANUS, nat. Loja 5 M art.
1715; ing. 14 Jan . 1733; Prof. 4 vot. 20
Sept. 1750; ob. Faenza (Italia) 20 Sept. C. RIVERO JOSEPH, n at. Q u ito . . . . 1701 ;
1776. ing. 16 A pr. 1 7 1 9 . . . . o b . . . .

C . RENGEL ANTONIUS, nat. Q u ito .. . .169 8; C . RIVERO PETRUS, nat. Fuenterrabia (H is­
ing. 24 M art. 1716; Coad. temp. form. pania) 1682; ing. 14 A pr. 1720; ex.
1 Nov. 1728; o b . . . .
> RIVERO PETRUS, nat. Piura ( P e r d ).. . .
C . RIBADENEIRA ALOISIUS, nat. Quito 12 1698; ing. 4 A ug. 1717; ex.
Oct. 1724; ing. 21 Ju l 1744; Coad. temp,
form. 15 A ug. 1754; ob. Bologna (Italia) P . R1ZZIO JOANNES FRANCISCUS, nat. in
24 M aii 1783. ins M alta 12 Sept. 1656; ing. 24 Dec.
1674; Prof. 4 vot. 26 A pr. 1693; ob. Qui­
P . RIBADENEIRA ANTONIUS, nat. Q uito 15 to 13 Feb. 1744.
M art. 1686; ing 22 A p r . 1703; C o ad .
•pir. 2 F e b . 1718; o b . . . , 1741. ? RO CA GABRIEL, nat. X aló (V alencia) 27
M aii 1740; ing. 1 Dec. 1 7 5 7 ;... . o b . . . .
C . RIBADENEIRA ANTONIUS, n at. O ndem ar 29 Feb. 1812.
— 744 -

P. RODERO RAYMUNDUS, nat. Santa Cruz P. RUA PETRUS DE LA, nat. A m b.te
de M údela (Hispania) 19 M art. 1739; ing. 14 Oct. 1637; ing. 2 M art. 1655; P ro(. 4
30 A ug. 1758; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1769; vot. 15 A ug. 1670; ob. Quito 31 Jul. ] 724
ob. Ravena (Italia) 17 Dec. 1784.
C. RUA SILVESTER DE LA , nat. in Galicia
? RODRÍGUEZ ANDREAS, nat. Utrera (Hispa­ I Hispania) 31 Dec. 1687; ing. 28 A pr.
nia) 24 Jan . 1735; ing. 13 A pr. 1753; ex.

C. RODRÍGUEZ BALTHASAR, nat. Santafé C. RUALES NICOLAUS, nat. Ibarra. . . 1684-


(C o lo m b ia).. . . 1697; ing. 30 Dec. 1706; ing. 12 Jan . 1708; ex. ‘
ex.
? RUBIO DIDACUS, nat..........1675; ing. 3 Maii
P. RODRIGUEZ FRANC1SCUS, nat. L a Guar­ 1693; ad Am er. 1 6 9 3 . . . .
dia (H ispania) 14 Jan . 1730; ing. 20 Jul.
1746; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1763; o b . P. RUBIO PETRUS, nat. Badajoz (Hispania)
Quito 2O J 0I. 1767. 20 Oct. 1707; ing. 3 Dec. 1728; ad Amer.
1731; . . . .ob. Quito 24 M aii 1742.
> RODRÍGUEZ JOANNES......
C. RUIZ ANTONIUS, nat. Panama.. . . 1698;
C. RODRIGUEZ LAURENTIUS, nat. Quito ing. 15 Sept 1 7 1 6 ;... . o b . . . .
10 A ug. 1725; ing. 20 Oct. 1745; . . . . ob.
20 Dec. 1758.
C. RUIZ BONIFATIUS..........Coad. temp. form.
28 Dec. 1699; o b . . . .
C. RODRÍGUEZ LAURENTIUS, nat. Cuzco
(Perú).. . .1 6 7 5 ; ing. 24 Aug. 1 6 9 2 . . . .
P. RUIZ FERDINANDUS, nat. Tunja (Colom-
C. RODRÍGUEZ NICOLAUS, nat. Sevilla (His­
bia) 29 M aii 1661; ing 16 Sept. 1676;
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1696; o b . . . .
pania) 1685; ing. 23 Dec. 1708; ex.

> RODRÍGUEZ DE ORTEG A JOANNES, nat. C. RUIZ FRANCISCUS, nat. Cazorla (Hispa-
Pomasqui I Ju l. 1712; ing. 24 Oct. 1731; nia) 4 Oct. 1650; ing. 24 Dec. 1665; Coad.
ex. temp. form. 15 A ug. 1678; ob. Quito 16
Feb. 1726.
P. ROJAS EMMANUEL, nat. Loja 20 M art.
1684; ing. 24 M art. 1700; Prof. 4 vot. C. RUIZ IGNATIUS, nát. R iobam ba. . . 1696;
8 Sept. 1722; o b . . . . 1743. ing. 9 Jan . 1710; ex.
C. ROJAS EMMANUEL, nat. Tunja (Colom- P . RUIZ ILDEPHONSUS, nat. G u a y a q u il....
b ia ) . . . . 1633; ing. 27 Nov. 1653; Coad. 1627; ing. 3 Feb. 1647; Prof. 4 vot. 2Dec,
temp. form. 15 A ug. 1668; o b . . . . 1661; o b ..

P. ROJAS VINCENTIUS, nat. Loja 31 Oct. C. RUIZ JOANNES, nat M oyobam ba. . . 1663;
1691; . . .. P r o f . 4 vot. 1 Nov. 1726; ob. ing. 7 Feb. 1668; Coad. temp. form. 28
Patate 27 M art. 1757. Dec. 1699; o b .. . .
C. ROMANO MARCUS, nat. Pinto (Hispania) C. RUIZ JOANNES DE DEO, nat. Guayaquil
. . . .1641 ; ing. 30 M aii 1676; Coad. temp, 14 M art. 1744; ing. 24 Oct. 1 7 6 2 ... ob.. .
form. 15 A ug. 1696; o b . . . .
P. RUIZ MARCELLINUS, nat. Riobamba 2 Jun.
P . ROMEI JOSEPH, nat. Bologna (Italia) 2 A ug.
1666; ing. 12 M art. 1684; Prof. 4 vot. 2
1731; ing. 29 A ug. 1755; Prof. 4 v o t...
Feb. 1703; o b .. . .
1768; o b . . . .
P. RUIZ DE HEGUINO ALPHONSUS......
C. ROMERO PHILIPPUS, nat. Ibarra 30 A p r.
1708; ing. lO Jun . 1732; ex.
P . RUMBEA THOMAS, nat. Panamá 21 Dec.
1739; ing. 11 Ju l. 1763; . . . . o b . . . .
P. ROMO IGNATIUS, nat. Ibarra 18 Jun . 1738;
ing. 10 A p r. 1758; . . . . o b . . . .
C. RZCHAK FRANCISCUS......
? ROMO IGNATIUS, nat. Ibarra 14 A pr. 1704;
ing. 25 A pr. 1 7 2 2 . . . . s
P. ROSET JOANNES, nat. Guimerà (H ispa­ C. SAAVEDRA EMMANUEL, nat. I b a rra .. . .
nia) 14 M art. 1718; ing. 24 Nov. 1741; ing. 17 A ug. 1719; ex.
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1756; o b . . . .
C. SAINZ PETRUS, nat. Burgos (Hispania)
? ROSILLO-MENDOZA PETRUS, nat. Quito 8 Feb. 1684; ing. 12 Nov. 1702; Coad.
. . .. 1 7 0 0 ; ing. 27 Feb. 1720; ex. temp. form. 6 Sept. 1715; o b . . . .
- 745 -

? SALAS EMMANUEL, nat. Q uito___ 1691; ciana (H isp an ia).. . . 1687; ing. 8 A pr.
ing. II Feb. 1710; ex. 1710; ex.

P. SALAS STANISLAUS, nat..........A pr. 1722; ? SANCHEZ CHRISTOPHORUS, nat. Cuenca


ing. II Jul 1741; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1756; 26 Jul. 1707; ing. 9 Oct. 1723; ex.
ob. Riobamba 17 Nov. 1757.
P. SANCHEZ JOANNES, nat. L o ja ___ 1676;
P. SALAS THOMAS, nat. Tarragona (Hispa­ ing. 25 A ug. 16 9 2 . . . . ob . . . .
nia) 21 Ju l. 1693; ing. 4 A pr. 1709; Prof.
4 vot. 15 Sept. 1726; ad Am er. 1731; ob. C. SANCHEZ JOANNES, nat. Burgos (Hispa­
Cuenca 12 Nov. 1756. n ia ). . . . M art. 1668; ing. 2 Jun. 1700;
Coad. temp. form. 1 Jan. 1711; o b . . . .
C. SALAZAR MATTHAEUS, nat. Quito 21
Nov. 1666; ing. 10 Dec. 1701; ex. ? SANCHEZ JOANNES BAPTISTA, nat. Cuen­
ca 9 M aii 1709; ing. 17 Jan . I725;ex.
P. SALAZAR MICHAEL DE, nat. Quito 29
Sept. 1662: ing. 3 Nov. 1677; Prof. 4‘ C. SANCHEZ JOSEPH ALPHONSUS, nat. A l­
vot. 15 Oct. 16% ; o b . . . .1744 (?) manza (Hispania) 26 A pr. 1714; ing. 22
M aii 1735; Coad. temp. form. 15 A ug.
P. SALAZAR VESPASIANUS, nat..........in S i­ 1745; ob. Forli (Italia) 20 Jan . 1779.
c ilia ___ ob. in v ia ad Amer.
C. SANCHEZ MARTINUS..........; ing. 1 Dec.
P. SALCEDO ANTONIUS, nat. Buga (Colom­ 1 7 5 1 ;... . o b . . . .
bia) 2 Nov. 1743; ing. 23 Jul. 1 7 5 9 . . . .
ob. . . . C. SANCHEZ PASCHALIS, nat. L atacu n ga.. .
1677; ing. 5 A ug. 1 6 9 3 . . . . o b . . . .
? SALDAÑA CLEMENS, nnt. Cuenca 25 A pr.
1665; ing. 10 M art. 1707; ex. C. SÁNCHEZ SALVATOR, nat. Uyumbicho
28 Feb. 1724; ing. 1 Feb. 1740; Coad.
? SALDAÑA JOANNES, nat. R io b a m b a .... temp. form. 2 Feb. 1755; ex.
1 6 9 1 ....
? SANCHEZ THOMAS..........
P. SALDAÑA JOSEPH, nat. Cuenca 17 Nov.
1691; ing. 19 Nov. 1706; Prof. 4 vot. N. C. SANCHEZ V E N T U R A ,.... ob. Lata­
1 Nov. 1726; ob. Latacunga 7 Nov. 1753 cunga 22 Feb. 1757.

P. SALDAÑA NICOLAUS, nat. Cuenca 20 Jun. P. SANCHEZ CASADO JOSEPH, nat. V illa-
1682; ing. 19 M aii 1702; Prof. 4 vo t nueva del Duero (H ispania). . . . 1720 (?);
2 Feb. 1716; o b . . . . ing..........; Sch. appr.; ob. pro fide San Ig­
nacio de P e b a s .. . .O ct. 1753 (1)
P. SALDARRIAGA JOANNES, nat. Elizondo
(H ispania) 26 Dec. 1661; ing. 20 Ju n . Ì SANCHEZ TAMAYO PETRUS, nat. Otavalo
1668; Coad. spir. 8 Dec. 1702; ob. prope 28 Jun. 1707; ing. 30 Ju l. 1 7 2 3 . . . .
lacum Y arapa 14 A p r. 17)6.
? SANDOVAL FRANCISCUS..........ing. 8 A ug.
î SALCADO FRANCISCUS. nat. Ib arra. . . . 1 7 4 6 ...
1704; ing. 8 M aii 1728; ex.
C. SANDOVAL JOANNES MARTINUS, nat.
? SALINAS ANDREAS, nat..........6 Dec. 1731; Q u ito .. . . ; ing. 14 Oct. 1 7 2 6 . . . . o b . . . .
ing..........Nov. 1752; ad Am er. 1 7 5 2 . . . .
o b .. . . ? SANDOVAL MARIANUS, nat. A m ba.o 18
Dec. 1739; ing. 4 Feb. 1 7 6 2 . . . .
P . SALTO JOANNES DEL, nát. Ambato 25
Jun. 1733; ing. 30 Jan. 1748; Coad. spir. > SANDOVAL PAULINUS, nat. Ambato 20
15 A ug. 1766; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1770; Jun. 1715; ing. 24 Feb. 1733; ex.
ob. . . .
P. SANNA FRANCISCUS, nat. Cagliari (Sardi­
P . SALVADOR ALOISIUS, nat. V alencia nia) 17 Sept. 1697; ing. 21 Dec. 1712; ad
(H ispania) 19 Sept. 1721;. ing 15 Sep t. A m er. 1731; Prof. 4 vot. 3 A pr. 1735;
1741; Prof. 4 vot. 2 Sept. 1756; ob. in ob. . . .
mari prope Cartagena (Colombia) 19 Nov.
P . SANNA JOANNES BAPTISTA, nat. C aglia­
1767.
ri (Sardinia) 23 Jun. 1666; ing. 8 Feb. 1
? SANCHEZ AUGUSTINUS, nat. Quito 23 A ug.
1727; ing. 7 Jan. 1 7 4 4 . . . . (1) En carta de 8 de Diciembre de 1754 el
P . General Ignacio Visconti le concedia la Pro­
C. SANCHEZ CHRISTOPHORUS, nat. Chi- fesión de cuatro votos.
- 746 —

1688; ad Am er. 1696; Prof. 4 vot. 8 M ail C. SCHWARTZ JOSEPH ADAM, nat. Dil-
1701; o b . . . . lingen (Germania) 20 Feb. 1730; ing. 12
Nov. 1751; Coad. temp. form. 25 Mart.
P . SANS LEONTIUS, nat. Alm anza (Hispania) 1763; ob. in mari prope Cartagena (Col
. . . . 1668; ing. 27 Jun. 1683; Prof. 4 vot. lombia) 26 Nov. 1767.
15 M aii 1701; ob. Panamá 30 Jul. 1705.
P. SCHWEYNA MARTINUS, nat. Olmütz
C. SANS PETRUS, nat..........1 6 4 0 ;____ob. P a­ (M oravia) 11 Nov. 1724; ing. 14 O ct.
namá 21 A ug. 1716. 1743; Coad. spir. 27 A pr. 1760; ob . . . .

P . SANS VITERI SEBASTIANUS, nat. Riobam- P. SECO NARCISUS, nat. Betanzos (Hispania)
ba 2 Jan . 1683; ing. 24 A ug. 1 7 0 0 . . . . 28 Oct. 1716; ing 28 A pr. 1741; Prof.
ob. . . . 4 vot. 15 A ug. 1758; ob. Savignano (Ita­
lia) 11 Sept. 1785.
P. SANTA CRUZ JOANNES, nat. Ibarra___
1627; ing. 3 Jul. 1647; Prof. 4 vot. 1 Dec. P. SEGURA PETRUS, nat. Panamá 8 Ju n .
1661; o b . . . . 1663; ing. 118 Dec. 1682; Prof. 4 vot.
2 Feb. 1697; o b . . . .
C. SANTA CRUZ MICHAEL, nat. Cuenca 29
Sept. 1663; ing. 7 M aii 1686; Coad. temp, P. SEITZ JOSEPH, nat. Komotau (Bohem ia).,
form. 10 Jun. 1696; ob. . . . ing. 15 M aii 1752; ad Am er. 1754; . . .
ob . . . .
C. SANTIAGO BERNARDUS..........
C. SELLER FRANCISCUS, nat. Novelda (His­
> SANTIAGO DE MORALES JOANNES, nat. pania) 24 Oct. 1702; ing. 16 M aii 1722;
Ib a rra .. . . 1699; ing. 22 Oct. 1 7 1 5 . . . . ad Amer. 1724; ex.

C . SERRANO FRANCISCUS, nat. Calpe (?)


P . SANTOS FLORENTIUS, nat. Quito 24 Oct. (H is p a n ia )... 1656; ing. 16 Dec. 1710;
1668; ing. 10 A pr. 1683; Prof. 4 vot. 2 Coad. temp, form 21 Dec. 1722; o b . . . .
Feb. 1700; o b . . . . 21 Ju l. 1737.
P. SERRANO HYACINTHUS, nat. Riobamba
P . SANTOS FRANCISCUS. nat. Quito 10 M art.
21 A pr. 1708; ing. II Jun. 1724; Prof. 4
1681; ing. 12 M art. 1695; Prof. 4 vot.
vot. 31 Jul. 1732; o b . . . .
15 A ug. 1715; ob. Quito 24 M art. 1766.
P. SERVELA IGNATIUS PETRUS, nat. Natá
C. SARMIENTO THOMAS, nat. Quito 20 Dec.
(P a n a m á ).. . . 1653; ing..........1662; Prof.
1703; ing. 2 Dec. 1726; ex. 4 vot.......... 1698; o b . . . .
P . SATTA LUCAS, nat. in Sardinia 20 A ug. P. SIEGHARDT ELIAS IGNATIUS, nat. in Si­
1699; ing. 3 Jun. 1716; ad A m er. 1731; lesia 24 M aii 1659; ing. 15 Q ct. 1680;
Prof. 4 vot. 3 A pr. 1735; ob. Cuenca 29 ad Amer. 16% ; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1698;
Dec. 1755. o b .... (I)
C. SCHENHERR SIMON, nat. prope Trieste P. SIERRA PETRUS, nat. A lausi 25 Dec.
(Italia) 4 Jun. 1711; Coad. temp. form. 1731 ; ing. 14 A ug. 1748; Coad. spir. 15
20 Ju l. 1751; ob. L a H abana (Cuba) A ug. 1766; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1771;
18 Dec. 1767. ob . . . .
P . SCHINDLER NICOLAUS, nat. Pressatb (Ger­ P. SCHNEERICK (?) FRANCISCUS..........; ob.
mania) 12 Ju l. 1695; ing. 28 Oct. 1711; Cartagena (C o lom b ia).. . . 1731.
ad A m er. 1724; Prof. 4 vot. 21 Nov.
1728; ob: Quito 2 A ug. 1740. P. SOLÂ JOSEPH, nat. Trigueros (Hispania)
15 Sept. 1711; ing. 21 Jun. 1725; ex.
C . SCHMIDT JOANNES, nat. Liebenau (A us­
tria) 19 Jan . 1730; ing. 15 M aii 1753; ad C. SOLÓRZANO THOMAS, nat. Tunja (Co-
A m er. 1754; o b .. . . lo m b ia).. . . 1685; ing. 22 Feb. 1710; ex.

P . SCHOEFFGEN ADAM, nat. Aschaffenburg ? SOSA EMMANUEL, nat. Quito 4 M art.


(Germania) 26 A ug. 1698; ing. 13 Ju l. 1712; ing. 7 Dec. 1727; ex.
1718; ad A m er. 1731; Prof. 4 vot. 28 Jul.
1736; o b . . . . C. SOTOLONGO JOSEPH, nat. L a Habana
(C uba) 2 A ug. 1702; ing. 10 A ug. 1727;
C . SCHOONEMAN PETRUS, nat. prope Haar- Coad. temp. form. 2 Feb. 1739; o b . . . . (I)
len (N eerlandia) 9 Nov. 1711; ing. 7 Oct.
1737; Coad. temp. form. 2 Feb. 1748; (I) Aalgunos escriben, españolizando su nom­
ad A m er. 1754; ob..........1778. bre, SICART.
- 747 -

P . SU Á REZ ANDREAS, nat. Quito 30 Nov. C . TOLEDO JOSEPH...........o b . . .


1690; ing. 12 Nov. 1705; Prof. 4 vot.
15 A ug. 1727; o b . . . . C . TORRE JULIANUS DE L A , nat. Tumbaviro
23 M aii 1736; ing. 30 Jul. 1759; Coad.
P . SU Á REZ DIDACUS, nat. Quito 12 Nov. temp. form. 15 A ug. 1769‘- o b . . . .
1687; ing. 12 Nov. 1707; Coad. spir. 3 Dec.
1722; o b . . . . P . TORRE NICOLAUS DE L A , nat. L a P lata
(Colombia) 10 Sept. 1702; ing. 12 Dec.
P . SU Á R EZ M ARIAN US, nat. Quito 14 A u g . 1719; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1736; ob. prope
1701; ing. 24 M art. 1719; Coad. > p ir .... Bocachica (Colombia) 29 Dec. 1767.
A pr. 1735; ex.
P . TORREJÓN PA U LU S, nat. Arévalo (H is­
? SUÁ REZ VINCENTIUS, nat. Ibarra 27 A p r. pania) 25 Jan. 1720; ing. 16 Feb. 1737;
1706; ing. 25 A p r . 1722; ex. Prof. 4 vot. 15 A ug. 1753; ob. Ravena
(I ta lia ).. . .O ct. 1786.
? SUÁ REZ VINCENTIUS, nat. Neiva (Colom­
bia) 13 A ug. 1746; ing. 18 A pr. 1 7 6 3 ... P. TORRES FRANCISCUS, nat. Panamá 4 Oct.
1726; ing. 22 Oct. 1740; Prof. 4 vot.
N. C . SUÁREZ DE C A S T R O , ob. in via 2 Feb. 1756; ob. Faenza (Italia) 6 M aii
ad A m er. 1778.

? SUAST1 PA U LU S, nat. Ibarra 24 A pr. 1704; P . TORRES JACO BUS, nat. Barcelona (H isp a­
ing. 25 A p r. 1722; ex. n ia) 27 D ec. 1721; ing. 1 O ct. 1741;
Prof. 4 vot. 2 F eb. 1755; o b . . . .
T
P . TORRIJANO FRANCISCUS. nat. P opayán
Î TA BE RA CHRISTOPHORUS, nat. Quito 28 (C olom bia) 24 Jul. 1688; ing. 17 N o v .
M art. 1710; ing. II Jun. 1724; ex. 1706; . . . . o b . . . .
P . TALLEDO EMMANUEL, nat, A yab aca (P e­ ? TRUJILLO M A RCU S, nat. Buga (Colombia)
ru) 9 Jun. 1720; ing. 17 Jun. 1742; Prof. I Nov 1716; ing. 18 Ju l. 1735; ex.
4 vot. 15 A ug. 1755; ob. Faenza (Italia)
6 M aii 1785. P. TRUJILLO VINCENTIUS...........
P . TA M A R IZ LUDOVICUS, nat. Sevilla (His­
pania) 25 Oct. 1707; ing. 3 A pr. 1720; u
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1741; ob. Ravena
(Italia) 8 Sept. 1777. ? UBILLÚS IGNATIUS, nat. Quito 25 J u l.
1706; ing. 2 Ju n . 1 7 2 1 ... .
? T A P IA EMMANUEL, n at Q uito 2 Ja n . 1713;
ing. 12 D ec. 1728; ex. P, ULLAURI JOANNES, nat Loja 5 Jan . 1722;
ing. 28 Sept. 1737; Prof. 4 vot. 2 Feb.
? TEDESCHI ANTONIUS, nat Bozen (A us­ 1756; ob. in Italia 2 Sept. 1801.
tria) 12 Oct. 1696; ing. 10 Dec. 1713;
ad Am er. 1 7 2 4 ;... . o b . . . . P . URIARTE EMMANUEL, nat. C alaho rra
(H isp an ia) 14 Sep t. 1720; ing. 3 D ec .
Î TE JAD A DIDACUS, nat..........22 Oct. 1713; 17 37; C o ad . spir. 3 A p r. 1752; Prof 3 vot.
ing. 6 M aii 1 7 3 4 . . . . II Dec. 1771 ; ob. in H ispania. . . 1800 (7)

? TE JAD A GREGORIUS, nat. Quito 20 Nov. V


1711; ing. 24 Oct. 1 7 3 1 . . . .
? V A LC A RC E PETRUS...........
C . TELLERÍA ANTONIUS, nat. Legaspi (His­ ? V A LC A RC E SEBASTIANUS, nat. Loja 31
pania) 1664; ing. 11 A pr. 1680; Coad. Jan . 1708; ing. 14 Jun. 1724; ex.
temp. form. 8 Sept. 1693; o b .. . .
C. VALDEÓN EMMANUEL, nat. Riobamba
Î TENA EMMANUEL, nat. Quito 23 Dec. 10 Nov. 1705; ing. 29 Nov. 1721; ex.
1686; ing. 24 Dec. 1701; ex.
P . VALDÊS ANTONIUS, nat. Quito 17 Jan.
C , TERÁN JOSEPH, nat. Otavalo 30 A pr. 1676; ing. 13 A pr. 1697; Coad. spir.
1736; ing. 24 Feb. 1756; ex. 1 Jan . 1711. o b . . . .

P . TO BAR PE TRU S, nat. Popayán (Colombia) P . VALDIVIESO ANTONIUS, nat. Loja 6 M aii
27 Oct- 1699; ing. 7 Dec. 1719; Prof. 4 1736; ing. 31 Ju i. 1 7 5 0 ; . . . . o b . . . .
vot. 2 Feb. 1733; o b .. . .3 A pr. 1748.
P . VALDIVIESO JOSEPH, nat. Loja 24 Jan .
C . TO LA FRANCISCUS, nat. in S a rd in ia .. . . 1735; ing. 9 M aii 1753; Coad. spir. 15
1662; ing. 25 Feb. 1702; . . .o b . . . A ug. 1766; o b . . . .
- 748 —

P. VALDIVIESO PETRUS X A V ., na». Loja P. VELASCO JOANNES DE, hat. Riobam ba


29 Jan. 1686; ing. 3 A pr. 1703; C oad. 6 Jan. 1727; ing. 22 Jul. 1744; Prof. 4 vot.
spir. 18 Oct. 1722; ob.......... 12 M aii 1763; ob. Faenza (Italia) 29 Jun.
1792.
P. VALENCIA ANTONIUS, nat. Popayán (Co­
lombia) 13 Jim . 1724; ing. 6 Nov. 1739; P. VELASCO PETRUS, nat. Torres (Hispania)
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1757; ob. Bologna 5 A ug. 1670; ing. 7 Jan. 1685; Prof. 4 vot.
(Italia) 14 Feb. 1802. 15 A u g . 1707; o b .. . .

î VALENCIA JOACHIM..........ing. 1766; ex. ? VENEGAS ANTONIUS, nat. Quito 20 Sept.


1714; ing. 27 Feb. 1730........
J VALENCIA JOSEPH JOACHIM, nat. Popa­
rán (Colombia) 19 A ug. 1747; ing. 23 C. VERARDO JOANNES, nat. Gènova (Italia)
Nov. 1 7 6 3 . . . . . . .. 1 6 6 9 ; ing. 25 Nov. 1 6 9 0 ;... . o b . . .

P. VALENCIA NICOLAUS, nat. in S icilia (Ita­ ? VICTORIA ROCHUS, nat. Panam á. . . 1678;
lia ) ...1 6 6 1 ; ing. 7 Dec. 1677; Prof. 4 ing. 20 A pr. 1695; ex,
vot. 13 M art. 1695; ob . . . .
P. VIDAL GASPAR, nat. Mompalau (Hispa­
P. VALENCIA PETRUS DE, nat. Popayán n ia ) .. . . 1672; ing. 3 A ug. 1682; Prof. 4
(Colombia) 5 A pr. 1741; ing. 31 Oct. vot. 14 Sept. 1696; ob. prope flumen Uca-
1768; . . . ob. Cruces (Panam á) 19 Nov. y a le .. . . 1717.
1767.
P. VIDALES JOSEPH, nat. in H is p a n ia ....
C. VALLADARES SEBASTIANUS, nat.......... 21 M art. 1707; ing. 13 A pr. 1735; . . o b . .
19 Jan . 1712; ing. 5 Jan. 1732; ex.
C. VIDALES JOSEPH, nat. Quito 4 Dec.
P . VALLEJO EMMANUEL, nat. Riobamba 1709; ing. 27 A ug. 1733; Coad. temp,
15 A ug. 1711; ing. 5 Nov. 1 7 2 8 ;..o b . . . form. 21 Ju l. 1742; ob. Popayán (Colom­
bia) 15 O ct 1784.
> VALLEJO JOSEPH, nat. R io b am b a.. . 1714;
ing. 19 A pr. 1731; ex. P. VIDMAIR FRANCISCUS...... ob. Cartagena
(Colombia) . . .. 1 7 3 1 .
P. VALLEJO PETRUS, nat. A lm ería (Hispa­
nia) 4 Feb. 1731; ing. I Jun. 1749; ex. P. VIDRA FRANCISCUS, nat. Szewitz (Bohe­
mia) 5 Oct. 1662; ing. 10 Dec. 1680;
î VALPUESTA JOSEPH, nat. G uayaquil___ ad Amer. 1696; Coad. spir. 2 M aii 1700;
1692; ing. 18 M art. 1 7 0 9 . . . . ob. L a Laguna. 9 J a n . 1740.
? VALVERDE PETRUS, nat. Quito 29 Jun. P. VIEDMA X AVERIUS, nat. Cuenca 3 Dec.
1708; ing. 23 Jun. 1723; ex. 1717; ing. 7 Sept. 1738; ex.
P. VARELA CAAMAÑO ANTONIUS, nat. in P. VIERA EMMANUEL, nat. Quito 21 Dec.
G alicia (H ispania) 13 Jun . 1686; ing. 23 1717; ing. 21 Dec. 1732; Prof. 4 vot.
Jun. 1723; ex. 2 Feb, 1750; ob. Faenza (Italia) 7 Feb.
1775.
P. VARGAS BALTHASAR, nat. Quito 7 Jan.
1705; ing. 11 Jun. 1724; Prof. 4 vot. 15 P . VIESCAS MARCUS, nat. Ibarra 25 A pr.
A ug. 1742; o b . . . . 1744; ing. 25 A p r. 1758; . . . . ob. . . .

ï VÂSCONEZ EDUARDUS, nat. Ambato 25 P. VIESCAS RAYMUNDUS, nat. Quito 11 Dec.


Sept. 1748; ing 25 Sept. 1 7 6 4 . . . . 1731; ing. 24 A pr. 1748; Prof. 4 vot.
19 M art. 1765; ob. Ravena (Italia) 7 M art.
P . VÂSQUEZ PETRUS, nat. Tunja (Colom­ 1799.
b ia ). . . . 1668; ing. 21 Nov. 1684; ex.
C. VILLA PAULUS, nat. Barcelona (Hispania)
15 A ug. 1707; ing. 17 Jun. 1730; ad
P . VEDINGER MAGNUS.......... ob. Cartagena
Am er. 1731 ; . . . . ob . . .
(C o lo m b ia).. . .1 7 3 1 .
Ì VILLAN UEVA FRANCISCUS,.......; ing.
> VEGA BALTHASAR..........
4 Sept. 1 7 4 7 ..
P . VEGA MARCUS DE LA, n at. Trujillo (V e­
) VILLAREAL SEBASUIANUS, nat. Cádiz
nezuela) 25 A pr. 1714; ing. 24 A p r. 1734;
(H ispania) 20 Jan . 1679; ing. 8 M ail 1710;
Prof. 4 vot. 21 Jun. 1747; o b , . . ,
ex.
Î VEGA JOANNES, nat. Quito 23 M art. 1687; C . VILLAROEL EMMANUEL, nat. Riobamba
ing. 16 Jun. 1703; ex. 16 A pr. 1671 ; ing. 26 Oct. 1 6 9 2 ;... o b .
— 749

C. VILLARO EL SEBASTIANUS, nat. Riobam- nia) 24 Dec. 1695; ing. 3 Oct. 1718; ad
ba 15 M art. 1644; ing. 7 Dec. 1689; Coad. Amer. 1724; Prof. 4 vot. 31 Jul. 1736; ob.
temp. form. 2 Feb. 1700; o b . . . . Lisboa (Lusitania) 19 M aii 1769.

C. VILLAVICENCIO BERNARDUS, nat Qui­ C. WIESER JACOBUS, nat. M atrei (Austria)


to 10 A ug. 1708; ing. 1 1 M aii 1 7 3 2 ;... 12 Jul. 1726; ing. 31 Oct. 1751; Coad.
ob . . . . temp. form. 25 M art. 1763; ob. . .

C. VINTERER GEORGIUS, nat. in Tyrol (A us­ P. WINGARTNER PAULUS ..........Prof. 4 vot.;


tria) 20 A pr. 1695; ing. 17 A pr. 1722; ob. in via ad Amer.
Coad. temp. form. 1 M aii 1739; ad Amer.
1742; o b . . . Y
C. VINUESA THOMAS, nat. I b a r r a ... 1675; C . YÁÑEZ TH O M AS, nat. Ibarra 21 Dec.
ing. 30 Nov. 1693; . . . . o b . . . . 1665; ing. 5 M art. 1681; Coad. temp. form.
8 Jul. 1696; o b . . . .
C. VISOS MICHAEL, nat. Viveros (Hispania)
14 A pr. 1674; ing. 17 M aii 1695; Coad.
temp, (orm . 15 A ug. 1715; o b .. . . z
C. ZAMBRANO ANTONIUS, nat. Ibarra___
î VISOSO SANTOS...... 1680; ing. 3 M aii 1704; . . . . o b . . . .
? VITERI EMMANUEL, nat. Latacunga 29 Jun . ? ZAMBRANO AUGUSTINUS, nat. Pasto (Co­
1748; ing. 8 Jan . 1 7 6 6 ... lom bia). . . . 1701; ing. 15 A pr. 1719; ex.
P. VITERI SEBASTIANUS, nat. Riobamba Î ZAMBRANO JOSEPH, nat. Riobam ba___
6 M art. 1683; ing. 24 A ug. 1700; Coad. ing. I Feb. 1762; ex.
spir. 23 M aii 1723; o b . . . .
C. ZAMBRANO NICOLAUS, nat. Ibarra 24
P. V IVA FRANCISCUS, nat. Lecce (I ta lia ).. . A ug. 1688; ing. 3 M aii 1704; Coad. temp,
1654; ing. 20 M aii 1670; Prof. 4 vot. form. 15A ug. 1715; o b . . . ,
I Jan. 1689; ad A m er. 1681; ob. Cuenca
12 M aii 1703. P. ZAMORA FRANCISCUS, nat. Latacunga
10 Oct. 1726; ing. 12 Jun. 1742; Prof.
? VIZCAÍNO ASENSIUS, nat. Chiclana (His­ 4 vot. 7 Feb. 1760; ob. Rimini (Italia)
pania). . . . 1695; ing. 8 A pr. 1710; ex. 5 Feb. 1780.
P. VIZZOCHI LUDOVICUS, nat. Prato (Ita­ C . ZÂ RA TE SA L V A T O R , nat. San tafé (C o­
lia) 9 A pr. 1720; ing. 7 Dec. 1752; Coad. lom bia) II A p r. 1621; ing. 2 6 A p r. 1651;
spir. 8 Sept. 1763; ad Amer. 1754; o b . . . C o ad . tem p. form. 2 4 Jun. 1696; o b . . . .
P. VORÉS JOSEPH, nat. Menorca (Hispania) P. ZAUREK MARCUS, nat. Hustopetsch (M o­
8 M aii 1690; ing. 4 A pr. 1708; ad Amer. ravia). . . 1643; ing. 22 Oct. 1678; ad
1724; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1727; ob. Am er. 1696; Prof. 4 vot. 2 Feb. 1700;
ob..........7 M art. 1702.

W P. ZEPHYRIS FRANCISCUS X A V., nat. Brixen


(A ustria) 22 Jun. 1695; ing. 27 Oct. 1712;
P. W ALBURGER JACOBUS, n a t Innsbruck ad Am er. 1724; Prof. 4 vot. I Nov. 1729;
(A ustria) 18 Jun. 1715; ing. 1 A pr. 1731; ob. W ien (A ustria) 17 Dec. 1769.
ad Amer. 1 7 4 2 ; . . . . ob..........1759 ( î).
? ZUAZO DIDACUS, nat Zamora 3 0 N ov.
P. W ALCHARS WENCESLAUS. nat. Freiberg 1734; ing. 14 Jan . 1756; ex.
(M o ra v ia ).. . . 1728; ing. 15 M aii 1753;
Prof. 4 vot. 15 A ug. 1765; ob. . . . C . ZURITA THOMAS, nat. Ambato 22 Dec.
1721; ing. 14 Jun. 1746; Coad. temp. form.
P. WEIGEL FRANCISCUS X A V ., nat. Graz 2 Feb. 1758; ob. Faenza (Italia) 19 Jul.
(A ustria) 4 Dec. 1723; ing. 16 Oct. 1738; 1777.
Prof. 4 vot. 2 Feb. 1758; ob. Klagenturt
(A ustria) 19 A pr. 1798. P. ZURMÜHLEN BERNARDUS, nat. Münster
(Germania) 27 Jan. 1687; ing. 15 Ju n .
P. WIDMANN ADAM, nat. Eichstädt (Germa­ 1706; Prof. 4 vot. 15 A ug. 1720; o b . . . .
INDICE ANALITICO
Los nombres en letra bastardilla son nombres geográficos.

A Alvarado y Sánchez, José, 595.


Alvarez, Joaquín, s. i., 217, 235, 239,
Abad de Cepeda, Diego, s. i., 20. 244, 245, 312, 326, 565, 6 6 0 -
Abad de Cepeda, Luis, s. i. 5 3 -5 5 ,6 0 ,9 4 . 63, 670.
Acosta, Ambrosio, s. i., 431. Alvarez, José, s. i., 61.
Acuña, Nicolás, s. i., 557. A m aon os (tribu). 510.
Adrián, Hilario, s. i., 572, 593. Amat, Manuel, 335.
A g a to (Hacienda), 99. A m a z o n a s (río), véase Marañón.
Agoti y Zapata, Antonio, 596. A tubalo, Pide y obtiene una Residen­
Aguado, Antonio, s. i., 557, 581. cia de Jesuítas, 276-79, 289,
A g ú a n o s (tribu), 436, 540. 355, 572, 592, 639.
A g u a r ic o (río), 475, 476, 484, 553. Anacachuja, (cacique), 509.
Aguilar, Francisco Javier, s. i., Es nom­ A n d o a s (tribu), 427, 430, 517, 528,
brado Visitador de las Misiones, 531-35; 549, 601.
508; es nombrado Superior de las Andrade, Alejandro, s. i., 558.
mismas, 535: sale para el destie­ Andrade, Fray Antonio, 403-05.
rro, 626; su extraño rigor con los Andrade, Gral. Antonio, 594.
desterrados, 628-34; es recluido Andrade, Luis de, s. i. Es nombrado
en un convento de Franciscanos, Provincial, 53; envía 16 misione­
6 3 4 . - 2 3 5 , 239, 240, 601, 605, ros al Marañón, 54; deja el cargo
910. de Provincial, 55.— 20, 23, 58,
Aguilera, José, Nov. s. ¡., 563. 137, 140, 141, 144, 153.
Aguinaga, Gabriel de, s. i., 9. Andrade, Mariano, s. i., 340, 5 5 7 ,5 8 1 ,
Aguirre, Juan Bautista, s. i., Cargos 669.
que desempeñó en el destierro, A n g a y sa y a cu (pueblo), 391.
667, 669, 556, 581, 615. A n se r in a (Colombia), 132,
Aispur, José, Nov. s. i., 563. A p e n a (río), 436.
A is u a r e s (tribu), 406. Arago, Manuel de, 245.
Alacoque, Sta. Margarita María, 514. Aranda, Conde de. Diversas disposi­
A la n g a s í (H da.), I l , 2 7 4 ,3 6 3 . ciones para el extrañamiento de
A lb a n o s (tribu), 508. los Jesuítas, 577, 579, 580, 587,
Albelda, José, s. i., 431, 432, 472. 589, 604, 608, 627, 634, 637,
Albrizzi, Carlos, s. i., 536, 606, 626, 641, 644, 653, 672.
635. Araoz, José, s. i., 575, 673.
Alcedo y Herrera, Dionisio, 217, 244. Araujo, Juan de, s. i., 570, 653.
Alderete, Luis de, s. i., Viceprovincial Araujo, Mariano, s. i., 557.
de Quito, 66; Rector de Latacun- Araujo, Sancho, s. i., 484, 569.
ga, 9 4 ;—63, 68, 69, 72, 101, Aráuz, Bartolomé, s. i., 69.
127. Aráuz, Nicolás de, s. i., 65; Es nombra­
Alexandro, Juan de, s. i,, 575. 654. do Provincial, 90.-20, 6 7 ,7 1 , 79.
Alfaro, Luis de, s. i., 63. A ra za s (tribu), 435.
Altamirano, Diego Francisco, s. i., 5, 6, Archs, José, s. i., 491, 492, 493, 574.
I I , 37. 679. Attentates, Pedro, s. i., 77, 95.
Altamirano, Pedro, s. i., 263, 264, Arecháa, Silvestre, s. i., 569.
266. Arellano, Francisco, 283, 284, 567.
— 752

Argandoña, Pedro de, 109. Becoaris (cacique), 460,


Arizaba, Pedro de, 110. Belaicázar, Agustín de, 216.
Archidona , 4 0 1 ,4 0 4 , 442, 443, 479, Benedicto Xili, 172.
481, 490-93, 526, 536. Benedicto XIV, 495.
Arosemena, Felipe, s. i., 567, 661. Berroeta, Agustín, s. i., 571.
Airóla, José, s. i., 557. Berroeta, Pedro, s. i., 527, 536, 626,
Arteaga, Juan de, 479. 669, 673, 675, 676.
Arteta, Juan, s. i., 556; Blanco (río), 501, 503, 508, 509.
Ascásubi, José Antonio, 579, 641. Blanco, Manuel, s. i., 558.
Aspergalo, Juan M aría, s. i., 2 4 8 ,2 8 9 , Blanco y Orozco, José, 596.
569, 596. Bobadilla, Gregorio de, s. i., 424, 425,
Astráin, Antonio, s. i.. Refutación de su 4 3 1 ,4 3 3 .
juicio sobre la Provincia de Quito, Bobonaza (río), 430, 547, 548.
6 4 - 1 3 8 , 145, 45Ç. Bosch, Gabriel, s. i., 558.
Astudillo, Ambrosio, s. i., 565, 616, Boigues, José, s. i., 77.
617, 620. Bolaños, Francisco, 306, 307.
A v e i r o (palacio de), 632, 633. Bollaert, Pedro, s. i., 401-06.
Avellaneda, Diego, s. i. 348. Bolsátegui, Manuel, s. i., 621.
A vila (curato de), 489, 490. Bonilla, Joaquín, s. i., 209.
Avila, Nicolás. 591, 592. Bonilla, Marcos, s. i., 557, 589.
Avilés, Ignacio, s. ¡,, 557, 653. Borda y Villasenor, José, 595.
Avilés, Luis, s. i., 563, 653. Borja (ciudad), 388, 483, 434, 505,
Ayllón, Joaquín, s. ¡., 290, 291, 557, 514, 526, passim.
661. Borja, Alonso de, 397, 398.
Azzoni, Francisco Javier, s. i.. 574. Borja y Larraspuru, Francisco, 587, 641.
Borromeo, Vitaliano (cardenal), 339,
B 3 4 0 ,3 4 1 .
Botin, Cristóbal, funda el Colegio de
Baba, 285, 286, 570. Buga, 1 3 2 - 3 4 , 208, 215.
Babahoyo, 570. Bracho, Juan Rafael, Nov. s. i., 563,
Baca, Jerónimo, s. i., 281. 615, 663, 668, 691.
Baca, José, s. i., 229, 242, 312, 314, Brentan, Carlos, s. i., Es nombrado
315, 317, 319, 334, 382, 556, Provincial, 210-22; es nombrado
583. Procurador a Roma, 223; viaja a
Baca, Ramón, s. i., 291, 557. Lisboa por elAmazonas. 2 2 6 -3 8 ;
Bahamonde, José, s. i., Como sacerdote entra al Darién, 244; visita a los
secular entra a las Misiones. 468- Guaraníes, 247; enferma en Ro­
470; es recibido en la Compañía, ma y muere en el Genovesado,
4 7 1 ;—483, 497, 4 9 9 ,5 0 6 , 528: 2 5 9 ;—212, 215, 2 1 7 ,2 1 8 , 281,
536, 543, 550, 610, 626. 288, 420-22, 452, 456, 468,
Bahamonde, Nicolás, 592. 483, 495, 544, 550.
Baliñas, Manuel, s. i., 574, 615, 654. Breyer, Wenceslao, s. i., 398. 399,
Balsáin, 302. 400, 401, 408, 413, 415, 416,
Banchieri, Antonio, s. i., 558, 662. 550.
B a ñ o s , 430, 454, 548. Briones, Salvador, ». i., 94, 104, 109.
Barros, Domingo, s. i., 567. Brzoscha, Antonio, s. i., 574.
Basabe, José, 603, 605, 609, 610, 627. Bruguera, Miguel, s. i., 290, 292.
Bastiani, Santiago, ». i., 465 , 470, B u g a (Colegio), 132, 134, 208, 276,
4 7 6 ,5 0 1 ,5 6 9 . 289, 355, 556, 573, 575, 578.
Bastidas, Miguel, s. i., 228, 451, 459, Bustamante, Tomás, 585.
462, 464, 465. Bustinza, Bartolomé, » . ¡,, 94, 140.
Bazienica, Francisco, s. i., 494, 498. Bustos, José, 591.
- 753 —

C Castillo, Segundo del, s. i., 536, 626.


Castro Guzmán, Toribio, 21.
Caballero, Francisco; s. ¡., 565. Cayroni, Ignacio, s. i., 182, 184, 187,
Cádiz (España), 649, 656, 662. 188, 191-93, 233, 237, 240.
Caguají (H d a .), 21. Caumares (tribu), 398, 400, 4 0 1 ,4 4 9 ,
Caicedo, José, 68, 70, 71. 495-497.
Caicedo Inostroza, Nicolás, 131. Cavaches (tribu), 495, 496.
Caldera (H d a .), 3 7 3 . Cavero, Hernando, a .i., 179.
Calderón, Pedro, s. i., Es nombrado Centurione, Luis, Prepósito General, s. i.
Provincial de Quito, 5; visita la 241, 258, 310, 312, 313, 498.
Provincia, 6-11; se le concede li­ Cenitagoya, José, s. i., 527, 536, 611.
cencia para volver a la Provincia Cenitagoya, Juan, s. i., 569.
del Nuevo Reino, 13; su muerte Cicala, Ignacio María, s. i., 569, 596.
y elogio, 13—32, 38, 679. Cisneros, José, s. i., 558.
Cali (Colombia), 131. Cisneros, Tomás, s. i., 558.
Caligari, Mauricio, s. i., 505, 536, 626. Clemente XIV, 671, 674.
Calopiña, Juan, s. i., 569, 654. Cobo Calzado, Andrés, s. i., 532, 557,
Calvo, Juan, s. i., 20. 583, 589, 635 , 636, 663.
Calvo, Tomás, 78. Cobo de Figueroa, Andrés, s. i., 94,
Calvo de Segura, Pedro Félix, s. i., 433. 118, 140, 223, 228, 396, 401,
Camacho, Andrés, s. i., 315, 316, 532- 404.
36, 602, 626. Cobrejo, Joaquín, 597.
Campos, Pedro de, s. i., Es nombrado Cocamas y Cocamillas (tribu), 478,
Rector del Seminario de San Luis, 510, 544.
94; su actuación en el motín de Colegio (H da.), 156.
los Seminaristas, 104-07; dis­ Colteti, Juan Domingo, s. i., 316, 557.
gustos con el Obispo, 109 - 12; Concepción (H da.), 6, 362.
es nombrado Procurador a Madrid, Consejo de indias, Opónese a la funda­
128; es nombrada Provincial, 130; ción del Colegio de Guayaquil 26-
su actuación como Provincial, 131, 28; su hostilidad contra la Com­
134, 135, 139; sale desterrado pañía, 37; dificultades que opone
por el P . Visitador a Cuenca, 140, a la fundación de la casa de Ejer­
143-47, 150-51; promueve el cicios en Quito, 3 0 5 ;—277, 293,
adelanto de las Misiones del Ma- 2 9 4 ,4 8 1 .5 6 3 .
rañón 396, 433, 434-38. Conosciuto, Fernando María, s. i., 99,
Campuz, Francisco, s. i., 556, 583, 117, 141.
589, 635, 636, 663. Conrogai (H da.) 99.
Canelos, 395, 548, 601. Cérdova, María de, 305.
Cañada, Marqués de la, 654. Correa (mozo portugués) 486, 489,490,
Cañamazo, Marqués de, 622. 491. 492.
Carlos 111, 341, 342, 510, 535, 537, Correa, Sebastián, s. i., 572, 593, 624.
540, 541, 576, 599, 601, 606, Coloma, Juan, s. i., 4 3 1 ,4 4 4 .
636, 637, 640, 643, 651, 667, Córcega, 655, 656, 658.
672. Coronado, Luis, s. i., 407, 446.
Carlos IV. 555, 670. Cortés, Miguel, s. i., 180.
Cargúela (H da.), 373. Coiacachi (H da.), 362.
CarriÓD, Lorenzo, s. i., 558. Cotocollao (H da.), 363.
Cartagena (Colombia), 578, 579. Cotopaxi, 218, 479.
Cartago (Colombia), 132, 134, 135. Crespo, Domingo, s. i., 167, 558, 673.
Carvajal, Benito, s. i., 11. Crespo, Francisco Javier, s. j., 479,
Carvajal, Miguel, s. i., 563. 481, 536, 613, 662.
Castañeda, Francisco, s. i., 68,70, 75. Crespo, José, 596, 613.
Castellanos, José, 498. Crespo, Nicolás, s. i., 284, 567, 669.
Castillo, Fernando del, 80. Cruz, Salvador de la, 79.
— 754 -

Cuadrado, Juan, 20, 60. Deubler, Leonardo, s. i.. Es nombrado


Cuéllar, José, s. i., 558. Rector de Pasto, 140; cargos que
Cuéllar, Juan de Dios, s. i., 557. se le hacen, 143, 144; entra a las
Cuenca, (Colegio), 353, 556, 599, misiones. 3 9 0 ;—91, 137, 139
567, 593, 639. 141, 382, 448, 451, 529, 536'.
Cuesta, José de la, 623. 6 2 6 .6 2 7 ,6 3 1 ,6 3 2 , 633.
Cueva, José Fausto de la, 135. Diguja, Clemente, s. ¡.. 583.
Cueva, Lucas de la, s. i., 547, 548. Diguja y Villagómez, José, Presidente de
Cunivos (tribu), 388, 398, 453, 454, la R eal Audiencia, 360; facsí­
528, 530, 543. mil de su carta - informe sobre los
Cttzubamba (H da.), 7. bienes de los Jesuítas, 368; su
Cuzucpán (H da.), 20, 48. circular de extrañamiento a los Je­
Curaray, 414, 527, 535. suítas, 578; intima la Pragmática
Curazaba (cacique), 474, 4 7 5 ,4 7 6 ,4 8 5 . en el Colegio de Quito. 579; hace
lo mismo en el Seminario de San
Ch Luis, 584; sus provisiones huma­
nitarias para el destierro de los Je­
Chachapoyas, 394, 395. suítas, 586, 587; su informe a
Chaluayaco (H da.), 373. Carlos III, 637-40;—384. 577,
Chamanesl, 373. 580, 585. 589. 591, 598, 604,
Chambira (río), 500. 608, 612, 615, 636, 640, 641-
Chamicur os (tribu), 388, 436, 527, 643.
606. Donoso, D iego, 585,
Chantre y Herrera, José, s. i., 518, 523, Dominicos, Padres, 395.
525, 535, 551, 555, 628. Duque, Javier, s. í., 566, 593
Chaquibamba (H da.), 305, 373. Duque, Luis, $. i., 216, 566, 661.
Chauveiin, Marqués de, 658. Durán Maslrilli, Nicolás, s. ¡., 381, 382.
Chavarria, Juan de, 22. Durango (Lanzamani), Nicolás, s. i..
Chayavitas (tribu), 495, 505, 527. Sus trabajos y glorioso martirio,
Checa, Ignacio, 587, 588. 412-14; 391-94.
Chepeos (tribu), 453, 478, 428, 530.
Chariamonti, Bernabé (Pío VII), 668. E
Chipurana (río), 529.
Chiquita (río), 449.
Chiriboga, Miguel, s.i., 340. 563, 673. Escandón, Juan de, s. i., 651.
Chiriqui (río de Panamá), 248. Escobar, Claudio, s. i., 244, 245, 249.
Chucuna (río del Darién), 246. Escobar, Javier de, 109.
Escobedo, José, s. i., 569.
D Escorza, Marcos, s. i., 131, 140, 150,
160, 594, 654.
Darién (Misiones), 217, 243, 445, Echeverría, Manuel de, 603-05.
248, 251. Egilez, Antonio, s. i., 563, 673.
Daubenton, Guillermo, s. i., 26. Egüez, Francisco, s. i ., 563, 586, 665,
D a u l e (río), 284. 673.
Dávalos, José, s. i., 339, 341, 342, Eslava, José de, s. i., 140, 166.
563. 586, 624, 665, 673. Encabellados (tribu), 474, 475, 490,
Dávila, Antonio, s. i., 567, 653. 500, 610.
Dávila, José, s. i., 563 , 617, 618. Español, Cipriano, s. i., 425, 431, 435.
Daza, Francisco, s. i., 13, 14, 16, 22. Espinosa, Fernando de, s. i., 152, 166.
Delgado, José Ignacio, s. i., 52, 53. Espinosa, Gregorio, s. i., 558.
Delgado, Miguel, s. i., 571, 590. Espinosa, Ramón, s, ¡„ 558, 583, 589,
Delgado, Sebastián Ignacio, 188, 189. 635, 636, 663.
Détré, Guillermo, s. i., 94, 96, 396, Esquini, Pedro, s. i., 313, 526, 527,
4 0 1 ,4 3 1 ,4 3 3 . 536, 626, 633 , 634.
- 75 5 -

F García Rendón, Ignacio, 594.


García Valdez, Luis, 589.
Fàbregas, Francisco Javier, s, i,, 396. Garofalo, Genaro, s. i., 52, 6 9 ,9 4 , 106,
Faenza , 660, 662, 663, 664, 671. 108, 111, 480.
Falcón, Ignacio, s. ¡., 336, 478, 483, Garracino, Felipe, s. i., 571, 624.
532, 625, 669. Garrido, José, s. i., 574, 669.
Falconvelli, Francisco, s. i., 484, 495. Garriga, Juan, s. i., 575.
Farnesio, Cardenal, 381. Garzáin, Nicolás, s. i., 558.
Feijóo, Francisco, s. i., 389, 391. Gayes (tribu), 396, 401, 412, 413,
Felipe Y, 92, 111, 209, 450. 483.
Fernández, José Antonio, s. i., 574. Génova, 584.
Fernández Montero, Beatriz, 179. Gil de Madrigal, Miguel, s . i., 365.
Fernández Salvador, Pedro, 585. Giménez Quintana, Mateo, 396.
Fernando VI, 261, 266. Giraldo, Juan Antonio, s. ¡., 229, 242,
Fernando VII, 599, 648. 621, 672.
Ferrer, José, 579. Gómez, Franciscus, s. i., 5 5 8 ,5 8 4 ,5 8 5 .
Ferrer, Mariano, s. i., 575, 636, 663. Gómez, Mariano, s. i., 574.
Ferriol, Esteban, s. i., 246, 247. Gonzaga, Cardenal Luis Valenti, 340,
Figueredo, Francisco José, 597. 668, 669.
Figueroa, Francisco, s.i ., 545, 555, González, Javier, s. i.. 558, 575, 653.
570, 596. González, Juan, 593.
F i l i p i n a s , 580. González, Lorenzo, s. i., 565.
Fignon, José, s. i., 214, 229. González, Tirso, Prepósito General s . i.,
Flores, Antonio, 277, 554. A laba al colegio de Quito, 7; in­
Ffilch, Mateo, s. i., 574. culca la selección de candidatos,
Fontanals, José, s , i. 558, 673. 6; su conducta con los salidos, 9 ;
Franciscis, Ignacio M aría, s. i., 245. acepta la fundación del colegio de
Franco, Sebastián, s. i., 567, 621. Cuayaquil, 22, regula los grados
Franzen, Enrique, s. i., 4 5 0 ,4 5 1 , 457, de la Universidad de S . Grego­
483, 528, 531, 532-34. rio, 3 5 ;—43, 534.
Freire, Juan Gregorio, 305. González del Pino, Antonio, 591.
Frías, Manuel, s. i., 581. González Hidalgo, Cristóbal, 48.
Frilz, Samuel, s. i., Es nombrado Su­ González Suárez, Federico, Arzobispo de
perior de las Misiones, 401; su Quito, Tendenciosa narración del
muerte y elogio, 408-10;—226, motín del Seminario, 111 ; refuta­
397, 398, 400-410, 494, 511, ción de sus exageraciones sobre las
530, 550. riquezas de los Jesuítas, 363-85;
Fuentes, Francisco de, 21. rectificación de su juicio sobre las
Misiones de la Compañía, 538-
G 5 5 ;— 150, 151, 163, 187, 288,
588, 598, 603 , 644.
Gacitúa, Pedro, s. i., 558. Gran Farà, 225 , 226, 402, 403,
Gándara, Salvador de la, s. i., 623. 412, 479.
Gandolfi, Venancio, s. i., 381, 383, Granda, Tomás, 108, 280.
570. Grebmer, Guillermo, s. i., 217, 223,
Ganganelli, Lorenzo, (Clemente X IV ), 228, 235, 237 , 238. 240, 2 s2 ,
664. 291-93, 436, 448, 480, 483.
Gangotena, Miguel Juan de 589, 590 Guaimies, (tribu), 177, 246, 248,
Galiano, Manuel, s . i., 58, 61, 66, 431. 251.
Garcés, Diego, s . i., 290, 291. Guallaga (río), 528, 529, 546.
García, Juan Agustín, s. i., 61. Gnano, 309, 377.
García, Manuel, s. i., 563. Guanzamoya (cicique), 464.
García Lanz, Hilario, s. i., 572, 593, Guazaga (río), 531, 532, 533. 534.
624. Guaslán (H da.), 276.
— 756 —

Guatos (H d a.), 3 73. Insuardieta, Nicolás, s. 571, 590


Guayaquil, Pide colegio de la Compa­ 635, 636.
ñía, 21-22; cédala de fundación, Iñaguito, 274.
27-28; estado temporal del cole­ Iquitos (tribu), 453, 470, 471, 499.
gio, 354; -2 8 3 -8 5 ,2 8 9 ,2 9 9 ,3 0 9 , 500, 503, 504-06, 521, 522,
569, 595. 540, 543.
Guerra, Marcos, s. i., 383. Iriarte, Martin, s. i., Trabaja activa­
Guerrero Ponce de Lein, Manuel, 579. mente en las Misiones, 493-66;
Guevara, Leandro, 515. restaura pueblos destruidos, 473
Gurumendi, Joaquín, Nov. s. i., 563, —76; es nombrado Visitador de las
621. Misiones, 4 9 4 ;—505, 511, 514.
Gutiérrez, Agustín, 557. 526, 535, 550.
Gutiérrez, Antonio, s. i., 558, 673. Irubí (H d a.), 99
Gutiérrez, Bernardo, 526. Itatay (río), 418.
Gutiérrez, Diego, s. i., 388, 391. Iturbide, Luis, 404, 405, 426, 428.
Gutiérrez, José, s. i., Es nombrado Rec­ Izaguirre, José, s. i., 673.
tor del Colegio Máximo, 104; in­
terviene en el motín del Semina­ J
rio 106-07; es nombrado Visita­
dor de las Misiones. 426-32. Jaén de Bracamoros, 219, 394, 412,
442.
H Jara, Felipe, s. í., 479, 480.
Jaramillo, Pedro, s. i., 572.
Jaramillo Alvarado, Pío, 538.
Hacha, Juan, s. i., 558.
Jaramillo Carrión, José. 595.
Hatillo (H da.), 282.
Jáuregui, Antonio, s. i., 557.
Hedel, Joaquín, s. i., 505, 565.
Jaureguiberri, Miguel, s. i., 558.
Herce, Jerónimo de, s. ¡., 104, 106, Jenske, Antonio, s, i., 505. 527, 575.
108, 140, 141. 144, 145, 157,
J e v e r o s (tribu), 527, 540, 544, 549.
240, 281, 313, 317, 456.
Jívaros (tribu), 386, 526. 527, 531,
Herráis,. Juan, s. i., 484.
533, 534, 601, 602.
Herrera, Juan Bautista de, 22, 23.
Jiménez, José, s. i., 406. 431.
Hospital, Juan, s. i., 340, 557, 661.
Jiménez de la Espada, Marcos, 555.
Hoyos, Domingo, s. i., 566, 616, 618.
Jipijapa, 284, 570.
Hurtado, Agustín, s. i., 547.
Jijón, Antonio, s. ¡., 575, 621-23.
Hurtado, Ricardo, 594.
Jijón, Manuel, 589, 590.
Julián, Javier, s. i., 666.
I Julián, Juan Bautista, s. i., 140, 166,
417, 434, 438, 446-49, 552.
Ibáñez, Dionisio, s. i., 526, 536, 626. Jurado, José, 222.
Ibarra (Colegio), 310, 354, 556, 635,
571, 589, 639. L
Ibarra, Miguel, s. i., 566, 593.
(barróla, José, s. i., 617, 620. La Bastia, 655. 656, 658.
Ibarrondo, José, 590. Ladrón de Guevara, Diego, Obispo de
(busti, Juan, s. ¡., 536, 611, 654. Quito, 444.
Icahuates (tribu), 445, 446, 447, 451. Lafuente, Modesto, 341, 342.
Ichubamba (H da.), 21, 372. La Laguna, 387,389, 398, 401,403,
Iglesias, Cayetano, 105, 106, 110. 406, 435, 453, 454, 578, 515,
Iglesias, José, s. ¡., 558, 581, 589. 526-30.
Imás, José, s. i., 598, 618. La Laguna (H da.), 362.
Jmbabura, 310. Lamas, 389, 394, 395.
Imbert, Sebastián, s. i., 526, 557, 661, Lana, Martín, s. i., 563, 589.
Inocencio XIII, 93. Larráin, Tomás, s. i., Es nombrado Pro­
757 -

curador a Roma, 330; es apresa­ rro, 587; su muerte. 6 2 5 ;— 140,


do en Gerona 337 ; muere en esta 153, 154, 228, 229, 240, 251,
ciudad, 3 4 3 ;- 1 5 5 , 157, 223, 266, 2 9 1, 494, 556, 588, 618.
332, 333, 336, 340, 597. M a n d in g a (río del Darién), 250.
Larráin, Santiago de, 110, 115, 343. Maneiro, Felipe. 495.
Larrea, Ambrosio, s. i., 557, 669, 674, Maniri, Carlos. 414, 415.
675. Manosalvas, Faustino, 557.
Larrea, Joaquín, s. i., 558, 669, 673. Manosalvas, Ignacio, s, i., 558.
Larrea, Gregorio de, 589. Manosalvas, Miguel de, s. i., Es nom-
Larrea, José, 309. nombrado Provincial, 333; muere
Larrea, Pedro, s. i., 673. en Panamá, 614-15;— 152, 166,
Laso, Matías, s. ¡,, 22, 58, 90, 396, 266, 329. 360, 382, 556, 579-
401, 404. 81, 588, 620, 663.
L a ta c u n g a , (Colegio),Es destruido por Manrique, Antonio, 400.
el terremoto, 290-94;—288, 353, Mañanes, José, s. i., 557.
5 5 6 ,5 6 3 , 565. 591, 639. M a r a ñ ó n (río y region), 289, 356,
Lechner, Andrés, s . i . , 558. 386, 387, 402-04, 481, 485,
Lenis Gamboa, María, 133, 134, 208. 494, 505, 510, 511, 514, 517,
León, Antonio, s. i., 572, 617, 620. 518, 524, 526, 527, 535, 537-
León, Bernardo, 585. 44. 547, 548, 549, 552, 553,
León, Francisco Javier, s . i . , 160. 601, 609, 626, 647, 672.
Leytenberger, Ignacio, s . i., 574. Marboeuf, Conde de, 655, 658.
L im a , 479, 494. Marco, Manuel, s. i., 563, 621.
Linati, José M aría, s . i., 611, 662. March, José María, s. i., 341.
L is b o a , 226. Mariana de Jesús, Beata, 51.
López, Francisco, s. i., 77. Marin, Juan, s. i., 556.
López, Martín, s. i., 94. Maroni. Pablo, s. ¡., 218, 230, 235,
López, Nicolás, s. i., 565. 237-239,245, 247-50, 408, 418,
López Sanvicente, Lorenzo, s. i., 676. 419, 420. 451, 459, 460, 461,
Losa, Isidro, s. i., 485, 487, 489, 490 551. 552, 555.
-9 3 . 557, 618. Marqués de Montúfar, 322.
(Colegio), 135, 136, 282, 289,
L o j'a , Marqués de San Miguel de la Vega, 216.
304, 355, 556, 569, 639. Marqués de Solanda, 48.
Lucero, Juan Lorenzo, s. i., 53, 61, Marschat, Juan, s. i., 527, 539, 598,
390, 391, 410, 411, 537, 547. 611, 662.
Luna Victoria, Francisco Javier, Funda Martínez, Agustín, s. i., 557.
cátedras en el colegio de Panamá Martínez, Juan, s. i., 574, 558.
233-39; 240-42, 281. Martínez, Marcos, s. i., 575.
Lyro, Ignacio, s. i., 558, 662, Martínez de Ripalda, Juan, s. i., Obtiene
L lo a (H da.), 363. cédula real para fundar el colegio
de Guayaquil, 24-27; es nombra­
do Procurador a Madrid, 4 0 ;—
M 32, 3 8 ,4 1 , 42, 45.
Martínez de la Vega, Dionisio, 188, 192,
M a c a jí (H da.), 222. 244.
M a cas, 396. Martínez Rubio, Juan, s. i., 5.
Machado, Mannel, s. i., 575. M a sa m a es (tribu), 453-54, 510, 522.
Madrid, José, 646. Masdeu, José Antonio, s . i., 574, 660.
Magnin, Juan, s. i., 158,422, 4 5 3 ,4 8 3 . Masi, Juan. 621.
M a in a s (Provincia y tribu), 482, 483, Mata Ponce de León, Mateo, 33.
512, 515, 527, 540, 603. Matamoros, Margarita, 188.
M a llo r c a , 655. Malucasa, (cacique), 534.
Manca, A ngel María, s. i., Es nombra­ Maugeri, José María, s. i., Propaga la
do Provincial, 230; va al destie­ devoción al Corazón de Jesús; elo­
-7 5 8

gio de sus virtudes, 184-87;— . Moscoso, Agustín, s. ¡., 566.


117, 153, 1 5 4 ,2 1 4 ,2 2 9 ,2 7 7 -7 9 , M o ta y a ra s, (tribu), 422.
280. Mourin, Antonio, s. i,, 337.
Maqueye (cacique), 460. 491, 492. M oyobam ba, 389, 391, 394-95, 480.
M a y o ru n a s (tribu), 510, 527. Mújica, Juan Bautista, s. i., 147, 152
Meaurio. Ignacio, s. i., 71, 75, 81, 82, 169.
89, 90. 103, 381, 450. Mugarza, José, s. i., 139, 157, 158,
Medina, Baltasar, s. i., 558. 450, 454.
Melgar, Gabriel de, s. i., 179. M u n ic h e s (tribu), 527.
Melo, Pablo, s. i., 558, 662. Muns, Ignacio, s. i., 320, 558.
Menéndez y Pelayo, Marcelino, 3 5 7 ,6 4 3 , Muñoz, Pedro, s. i., 11, 567.
669. Muñoz de Guzmán. Félix, 245.
Mera, Justo Pastor, s. i., 5 6 3 ,6 1 8 , 673 M u í a l a s (tribu), 526, 534, 602.
Mera, Vicente, 592.
Merizalde, José, 592. N
Merizalde, Joaquin, 593.
Mesía, Manuel, s. i., 571. Nadal, Juan, s. i., 490, 491, 659.
Messia de la Cerda, Pedro, 382, 577. N a g s i c h i (H da.), 362.
Mickel, ( a l i a s Michael), Ignacio, s. i., N a h u a p ó (río) 416, 420, 517.
422, 435, 446, 483, 557. N a n a y (río), 407, 420, 453, 499, 501,
M iq u ia n o s (tribu), 510. 5 0 3 ,5 0 5 -0 9 ,5 1 5 , 5 1 7 ,5 4 6 ,5 5 3 .
Milanesio, Luis, s. i., 137, 300, 383. Ñ a p o Puerto de, 4 0 1 ,4 0 3 , 404, 430,
Milaaesio, Pedro José, s. i., 567, 594, 442, 450, 479, 482, 484, 536,
662. 598.
Minano, Agustín, 105, 106. Río y Región, 226, 454, 474-76,
Miranda, Martín de, s. i ., 48*. 4 2 9 ,4 8 1 ,4 8 6 , 4 8 9 ,;4 9 0 , 492,
M i s a h u a lli , 445. 506, 511, 515, 626, 638, 540,
Moloncé, (curaca). 419. 541, 543, 547. 553, 647, 654.
Moneada, Baltasarde, s. i.. Es nombra­ N a r a n jo s , 390.
do Provincial, 166; funda la Casa Narváez. José de, s. i., 95.
de Ejercicios, 3 0 5 ;— 165, 167, Narváez, Juan de, s. i., 47, 48, 180,
168, 170, 173, 173, 188, 191, 181, 404, 405, 444.
193, 199, 211, 212, 233, 239. Navarrete, Domingo, 592.
244, 300. 301, 524, 624. Navarro, Joaquín, $. i., 341.
Monerris, Francisco, s. i., 557. Navarro, José Gabriel, 382, 383.
M o n t e c r i s i i , 570. Navarro, Manuel, s. i., 567.
Montes, José, s. i., 536, 610, 626. N e ca m u m u (río), 500, 501.
Montero, José, 157. Negri, Máximo, s. i., 527, 557.
Montes, Toribio, Presidente de la Real N e g r o (río) 226, 537, 538.
Audiencia, 599, 643 , 647, 648. N ic a h a lá e s (tribu), 420.
Mora, Gregorio, $. i., 571. Nickiust, Francisco Javier, s. i., 527,
Morán, Francisco Javier, 67, 68, 69. 557.
Morán, M iguel, 607, 608, 609. Nieto Polo, José, s. i., 95, 152.
Morán de Butrón, Jacinto, s. i., Cae en Nieto Polo del Aguila, Tomás, s. i., Trae
manos de piratas y pierde el ma­ la primera imprenta al Ecuador,
nuscrito de la V ida de la Bta. 214; es nombrado Viceprovincial,
Mariana 51-52; es acusado de ser 3 1 4 ;— 153, 154, 166, 167, 207,
el autor de un pasquín 67-72; — 208, 213, 226, 268, 307 , 310,
6 3 ,6 6 ,7 8 , 1 5 2 ,2 1 6 . 3 4 4 ,5 4 8 ,5 6 3 ,6 1 5 ,6 2 5 ,6 6 2 ,
Moreno, Joaquín, s. i., 558. Nieto Polo del Aguila. Juan, Obispo de
Moreno Juan, s. i., 567. Quito, Dona un edificio para No­
M o r o n a (río), 396, 527, 534, viciado de la Compañía, 293; fun­
M o r r o , 570. da la Casa de Ejercicios, 305-07 ;
Morsillo Rubio, P ed ro , 189. - 2 1 5 , 216, 298, 300.
- 759 -

Noriega, Bernardo de, 302. Paredes, Hipólito, 592.


Núñez, José, 563, 586, 652, 653. Paredes y Armendáriz, Andrés, 481.
Pareja, Salvador, 329.
O Pascual, José, 4 9 0 .4 9 1 .
P a s t o s a (río), 391, 396, 435, 442,
O cañ a (Colombia), 24, 25. 527, 533, 538.
Obregón, José, 589. P a s to , (Colegio), 1 8 ,1 9 , 355, 573,
Obregón, Sebastián, s. i., 140. 575, 578, 597.
Ojeda, Joaquín, s. i., 558. Pastor, Santiago, s. i., 625.
Olmedo, Miguel, 587. Pastor, Tomás, s. ¡,, 5 7 1 ,6 1 7 , 660.
O m a g u a s (tribu), 397, 398, 401-06, P a u x i s , 266.
418, 436, 451, 500, 510, 515, P a v a s (tribu), 435.
5 1 6 ,5 3 8 ,5 4 9 . P a y a g u a s (tribu), 396, 446, 447, 477,
Ootaneda, Francisco, Nov. s. i., 563. 478.
Orbe, Javier, 493. Payoreva, (cacique), 400.
Ordines, Salvador, s. i., 532, 575. Pazmiño (mozo portugués), 486, 489,
Ormaechea, Jacinto, s. i., 5 5 7 ,6 6 0 ,6 6 3 . 492.
Ormaechea, José de, s. i. 5 6 5 ,6 1 6 ,6 2 0 . P e d a s (tribu), 398, 496, 497, 549.
Ormaegui, Ignacio, s. i., Es nombrado P e d r e g a l (H da.), 374.
Rector del colegio de Ibarra, 94; Peña, Antonio, s, i., 575.
y Provincial, 117; quejas contra Peña, Cipriano de la, s. i., 563, 661.
su gobierno, 126-28; es nombrado Peña, Feliciano, s. i., 557, 581.
Rector del Colegio Máximo, 140; Peña, Guillermo, 557.
- 9 8 , 100, 113, 120, 124-25, Peña y Cordovez, Antonio, 602, 607.
136-37,139,142-48,157,425-26. Peñalver y Moya, Miguel de, 133.
Orozco, José, s , i . , 571, 6 6 0 ,6 6 3 ,6 6 9 , Peramás, Pablo Ignacio, s. ¡., 192, 340,
670. 573, 659.
Orozco, Manuel, s. i., 567, 674. Pérez, Carlos, s. i., 570, 662.
Ortega, José, s. i., 571, 673. Pérez, Domingo, s. i . , 401.
Ortiz, Miguel, s. i., 77. Pérez, Francisco, s. i., 484, 557.
Osores, Francisco, s. i., 575. Pérez, José, s. i., 557, 635.
Osorio, Enrique. 579. Pérez Manrique, Dionisia, 216.
Osorio, Juan, 323. Pesantes, Cristóbal, s. i., 127..
O ta v a lo , 281. Pietragrassa, Joaquín, s. ¡., 184, 186,
Oviedo, Juan, s. i., 570. 4 7 4 -7 6 ,4 8 2 ,4 8 3 .4 9 2 , 4 9 9 ,5 3 1 .
P in c h e s (tribu). 391, 549.
p Pinheiro, Marqués de, 403.
Pío VI, 666.
Pacheco, Alonso, s. i., 557. P ir o s (tribu). 543.
Padilla, Antonio, s. i., 558. P i u c a , 280, 281, 356.
Padilla, Antonio, Nov. s. i., 563. Plata, Silvestre, s. i., 565.
Palacios, Manuela, 100. Plindendorfer, Francisco Javier, s. i., 530,
P a le n q u e , 285, 286, 570. 626, 627, 632.
Palme, José, s. i., 508, 536, 6 4 6 ,6 2 7 , Pólit Laso, Manuel M aría, Arzobispo
631. 635. de Quito, 669.
Pallares, Francisco, s. i., 573. Pombal, Marqués de, 626, 627.
Pallavicini, (Nuncio), 341, 342. Ponce de León, Nicolás, 124, 148.
P a n a m á , (Colegio), historia de su fun­ Ponce Carrasco, Pedro, Obispo de Qui­
dación 174-77;—6. 13. 14, 184, to, 583, 603.
234, 288, 352, 386, 573, 578, P o n g o de M a n s e r ich e , 219.
597, 614-20. P o p a y á n , (Colegio), 215, 216, 229,
P a n e c i l l o , 293, 563. 288, 353.
Pantoja, Alonso de, s. i., 180. Porlier, Antonio, 670.
P a r a n a p u r a (rio), 516, 527, 549. Portillo, Pablo, s. i., 557.
— 76o —

P o r to b e lo , 181, 614, 615, 616. 330; es preso en Gerona, 336-41;


P o r t o v ie jo ,284. muere en Roma, 3 8 3 ;—284, 285
Portolani, Lucas, s. i., 182, 238, 240, 297, 298, 300, 309, 310, 331-
248, 575, 636. 333, 343, 597, 670.
P o r tu g a l, 538. Redín, Ramón, 589.
Poveda, Tomás, s. i., 570. R educcion es'.
P u e n g a s i, 582. Asunción de Ntra. Sra. de Pe-
Puente, Luis de la, s. i., 109. bas, 449.
Puente, Nicolás de la, 75. Concepción de Archidona, 483,
P u e r to de S ta , M a r ia (España), 649, Concepción de Cahuapanas, 391,
6 5 0 ,6 5 3 , 654. 425, 483, 536.
P u e r to F in o , 659. Concepción de Jeveros, 407, 436,
P u n á (isla), 570. 483, 536.
P u tu m a y o (río), 537. Corazón de Jesús de Jívaros, 536.
Corazón de Jesús de Maracanos,
Q 471, 499, 501.
Corazón de M aría de Zancora,
Q u ijo s , 479, 483, 603. 465, 474.
Quirós, Alonso de, s. i., 38. Nombre de Jesús de Tiputini, 475,
Q u ito . Colegio, su estado temporal, 485-93, 536.
351 ; personal y ministerios del co­ Nombre de M aría de Guayoya,
legio al tiempo de la expulsión, 536.
556-64, arresto de los Religiosos N» del Carmen de Mayoranas,
del Colegio, 579; expediente acer­ 528, 536.
ca de los presuntos tesoros escon­ ,, ,, de los Dolores de Mura­
didos en él, 718-20; passim. tas, 533, 534. 536, 602.
Ciudad, passim. ,, ,, de Loreto de Paranapuras,
Provincia. Usos y costumbres de 435, 536.
la Provincia de Quito, 679-717; ,, ,, de Loreto de Ticunas, 528,
católogo de los sujetos que per­ 536, 606.
tenecieron a ella, 723-49; catá* ,, ,, de la Luz de Iquitos, 502-
logo de los Provinciales, 721; ca­ 08, 568, 536.
tálogo de los Superiores y Visita­ ,, ,, de las Nieves de Yurima-
dores de las Misiones, 7 2 2 . guas, 484, 536.
„ ,, de la Presentación de Cha-
R yavitas, 435, 483, 536.
San Andrés de Paranos, 422.
Ramirez de Arellano, Francisco, 64. ,, Bartolomé de Nicoya, 475.
Pavena, 660, 661, 663. ,, ,, ,, Icahuates, 451,
Raymer, Felipe, s. i., 566. 452, 459,
Reac, Francisco, s. i., 558. ,, Estanislao de Muniches, 536.
Real Audiencia de Quito, 5, 6, 134, 276 , ,, ,, de Zairaza, 460,
578. 474.
Real, Francisco del, s. i., Es martiriza­ ,, Felipe de Amaonos.422,452,
do, 474, 475;—473, 482, 483, 452, 484.
485, 544, 550. ,, Fernando de Mayoranas, 536
Rehollado, Francisco Antonio, s . i . , 557, ,, Ignacio de Pebas, 452, 484,
670. 495, 497, 505, 506, 526,
Recalde, Tadeo, s. i ., 569. 527, 528, 536.
Recalde, Vicente, s. i., 566. ,, Ignacio de Mainas, 536.
Recalde Durán, Mateo, 1 lo . ,, Javier de Chamicuros, 483.
Recio, Bernardo, s. i., Su relación de 536.
la guerra de Quito, 321-28; es ,, „ de Gayes, 391, 393,
nombrado Procurador a Roma, 415.
San Javier de Icahuates, 536. Santísima Trinidad de Capocuy,
,, ,, de Iquitos, 508. 485, 4 8 7 ,4 8 9 , 490, 4 9 1 ,4 9 3 ,
,, ,, Urarinas, 471, 472, 536.
483, 484, 498, 505, Santísima Trinidad de Cunivos,
528, 536, 605. 389, 529, 530.
,, Joaquín de Omaguas, 226, Santo Tomé de Andoas, 415,
397 , 398, 401-06, 418, 483, 532, 536.
436, 451, 500, 510, 515, Santos Angeles de Roamainas,
538, 549, 550, 605, 609. 393.
,, José de Andoas, 483. Reen, Francisco, s. i., 455, 483, 571.
,, ,, de Guayoya, 475, 481, Reiooso Carvajal, Jacinto, 444.
482, 483. Rendón, Sebastián, s. i., 557.
,, ,, de Iquitos, 536. R e sid e n cia s de los J e s u íta s de la
,, ,, de Pinches, 391, 396, P r o v in c ia de Q u ilo en Ita lia '.
435, 483, 536, 549. Contarelli, Contarini, Madona,
,, Juan de Alpayacu, 465. Nagla.
., ,, de Paratoas, 475. Reiz, Francisco, Prepósito General, a. i.,
,, ,. Evangelista de Mainas, Admite la fundación de Buga,
536. 135; envía de Visitador al P . Zá-
,, ., ,, de Miguia- rate, 138; procura componer los
nos, 422, desaciertos de este Visitador, 168;
452. sus órdenes sobre las haciendas,
,, ,, Nepomuceno, 466, 470. 198; carta sobre las misiones, 480;
,, Luis Gonzaga de Guasitaya — 121, 128, 139, 155, 2 0 0 ,2 2 9 ,
461, 475. 234, 238, 278, 282, 457.
„ Miguel de Ciecoya, 460, Reyes y Reyes, R aúl, 670.
„ „ 473 , 480-83, 486, Ribadeneira, Antonio, s. i., 77.
489, 536. Ribadeneira, Francisco, s. i., 290, 291.
,, ,, de Yameos, 419. Ribadeneira, Luis, s. i. 572.
,, ,, de Y aràp a,391.4 7 4 . Ribadeneira, Tomás, s. i., 558.
,, Nicolás de Cunivos, 529. Ribera, Simón de la, 109, 110.
., ,, Mananabobos, 389. Ribot, Pedro, s. i., 48.
,, Pablo de Napeanos, 422, Ricci, Lorenzo, Prepósito General, s. i.,
452, 469, 484, 497 , 499, 242, 266, 281, 312, 313, 318,
500-05, 536, 610. 333, 527, 534, 658, 667.
,, Pedro de Aguarico, 461, Riccio, Juan Francisco, s. i., 104, 107.
463, 474, 475. Richter, Enrique, s. i., 387, 388, 528,
,, ,, de Payaguas, 536. 529, 530.
,, Regis de Lamistas, 424, 536 R i m in i , 660, 661, 662, 663.
,, ,, de Yameos, 419,420, R io b a m b a , (Colegio), 18, 19, 289,
421, 484, 498, 526, 305, 354, 556, 599, 566, 593,
5 3 6 ,6 0 1 ,6 0 5 ,6 0 9 . 639.
,, Simón de Nahuaió, 452, Riofrio, Antonio, s. i., 574.
453, 484. Riofrío de Peralta, Diego, 481, 482,
Santa Barbara de Iquitos, 503, 483, 539.
505, 508, 509, 536. Riofrío, Esteban de, s. i., 94.
,, Cruz de Lamas, 536. Rioja, Baltasar de, 415.
,,. ,, de Mumus, 465, Ripalda, Miguel, s. i,, 574.
,, M aria de Andoas, 394. Rodero, Ramón, s. i.,' 557.
„ ,, de Guayoya, 465, Rodríguez, Francisco, 48, 135.
475. Rodríguez, Francisco Javier, s. i., 557.
Santa Teresa de Pequeya, 465, Rodríguez, Lorenzo, s. i., 485 , 486,
474. 489, 491.
— ?Ö2 —

Rodríguez, L uis, s. i., 592. 116, 119, 120, 122, 196, 197,
Rodríguez, Narciso, 592. 207.
Roca, Gabriel, s. i., 558. Sánchez, Ventura, s. i., 291.
Rojas, Joaquín, 585. Sanna, Francisco Antonio, s. i., 556
Rojas, Vicente, s. i., 480. 5 8 0 ,6 5 5 .
Romei, José, s. i., 536, 611, 662. Sanna, Juan Bautista, s. i., 13, 272-74,
Romero, Luis Francisco, Obispo de 399, 401. 403, 405, 406.
Quito, 103, 111. S a n ta A n a (H da.), 48.
Romero, Martín, s. i., 575. ,, B á r b a r a (parroquia), 481.
Romo, Ignacio, s. i., 558, 673. ,, C la r a (convento), 90.
Rosa, Agustín de la, s. i . , 110. ,, C r u z (H da.), 48.
Roset, Juan, s. i., 597, 664. Santa Cruz, Miguel de, s. i., 90.
Rúa, Pedro de la, s. i., 53. Santa Cruz y Centeno, Luis, 584, 585.
Rubio, Manuel, 110, 322, 328. Santa Cruz, Raimundo, s .i., 544, 547.
Ruiz, Fernando, s. i., 22, 30, 48, 94. S a n ta L u c i a (H da.), 6.
Ruiz, Francisco, s, i., 443. ,, R o s a (pueblo), 476.
Ruiz, Juan, s. i., 563, 655. Santiago, Juan de, s. i., 6.
Ruiz, Marcelino, s. i., 94. S a n tia g o (H da.), 362.
Rumbea, Antonio, s. i., 673. S a n tia g o (río), 390, 534.
Rumbea, Tomás, s. i., 558. S a n to D o m in g o (H da.), 48.
Santos, Florencio, s. ¡., 14, 53, 6 1 ,9 6 ,
131, 140.
S Santos, Tomás, s. i., 394.
Sata, Lucas, s. i., 229.
S a c k a (estancia), 374. Schenherr, Simón, s. i., 575, 6 2 1 ,6 2 2 ,
Salas, Tomás, s. i., 137. 623.
Salazar, Miguel de, s .i., 90, 127, 140. Schlindier, Nicolás, s . i. , 141,223, 434,
Salazar y Ramos, Raimundo de, 214. 437, 449, 4 5 1 ,4 5 5 , 456, 457.
Saldaña, Nicolás, s. i., 166. Shoeneman, Pedro, s. i., 505, 506, 508,
Saldarreaga, Juan, s. i., 391, 401, 407, 536, 543, 610, 626, 630, 631.
431. Schaefgen, Adán, s. i., 483, 532, 557.
Salto, Francisco del, 276, 277. Schwatlz, Juan Adán, s. i., 214, 563,
Salto, Juan del, s. i., 536, 610, 626, 617, 620.
635. Schewna, Martín, s. i., 5 0 6 ,5 0 7 , 527,
Salvador, Luis, s. i., 569, 617. 5 3 6 ,6 2 6 .
Salvador, Tomás, 585. Seco, Narciso, s. i., 566.
S a m b o ro n d ó n , 285, 570. Segura, Plácido, s. i., 508.
S a n B l a s (barrio), 326. S em ig a y es (tribu), 393.
S a n Ild e fo n s o (H da.), 120, 122, 196- S e m in a r io de S a n L u i s , 11, 12, 101*
200, 362. 106, 289, 352.
,, R o g u e (barrio), 325. Serrano, Juan, 557.
,, S e b a s tiá n (barrio), 323. Sérvela, Pedro, s. i., 444.
Sandoval Portocarrera, Agustín, 155. S ic a lp a (H da.), 79.
Sánchez, Alonso, s. i., 563. Sieghart, Elías, s . i . , 13,-20, 180, 181,
Sánchez, Nicolás, 389. 392.
Sánchez, Pedro, Marqués de Solanda, Sierra, Francisco, s. i., 51, 60, 63, 65,
305. 68, 70, 72, 75, 126, 1 5 8 ,4 3 1 .
Sánchez, Salvador, 476, 4 8 3 ,4 8 5 , 487, Sierra, Pedro, s. i., 565, 673.
567. „ Sosa, Francisco de, 79.
Sánchez Casado, José, s. i., 494, 495, Soto, Fernando de, 105, 106, 107,109,
496, 497, 498. 110.
Sánchez de Orellana, Antonio, 307, 388. Sotolengo, José, s. i,, 207.
Sánchez de Orellano, Clemente, 597. Suárez, Mariano, s. i., 557, 583.
Sánchez de Pabón, R afael, 62, 83, 92, Suárez, V icen te, s. i., 558.
- 763
S u cu m b io s (tribu), 475. (Mauri, Nicolás, s. i., 662.
S u n o (río), 489. Universidad de San Gregorio, 31, 267, 278,
563.
T UreRa, Diego de, s. i., 11.
Uriarte, Manuel, s. i., Historiador y mi­
Talledo, Manuel, s. i., 281, 315. sionero, 485-93, 499, 500-10,
Tamariz, Luis, s. i., 315, 575, 635, 521, 526, 535, 536, 543, 549,
636, 662. 550, 605-10, 626-33, 670.
Tamburini, Miguel Angel, Prepósito Ge­ Urimaquicha, Felipe. 245.
neral, s. i., Su carta sobre el nacio­ U n ía (rio), 400.
nalismo, 73; envía de Visitador al Uvillús, Mariano, 585.
P . Meaurio, 81; carta sobre los
desórdenes en el Seminario de San V
Luis, 101 ; —46, 51. 54, 57, 63,
72, 82, 95, 153, 158. Vaca de la Vega, Diego, 395.
T a m ia y a cu (pueblo), 391. Váscones, Eduardo, s. ¡., 563, 653.
T a m ia y a cu (río), 425. Valcarcel y Miranda, Joaquín, 245.
T a n la g u a (H da.), 362, 382. Valcars, Wenceslao, s. i . , '5 7 4 .
T a p io (H da.), 62. Valdivieso, Pedro Javier, s. i., 595.
T e j a r , E l, 274, 382. Valdivieso, José, s. i., 340, 569, 673.
T e n a , 450. Valdivieso, Miguel, 282.
Texeira, Pedro de, 402. Valencia, Antonio, $. i., 532, 563.
T ic u n a s (tribu), 398, 496. Valencia, Diego, 594.
T i g r e (río). 3 9 2 ,4 1 8 , 419, 5 0 8 ,5 2 7 . Valencia, Joaquín, s. i., 563.
T ig n a (H da.), 362. Valencia, Pedro Vicente, s .i., 5 5 7 ,6 1 7 ,
T in g o , El, 274. 618. 620.
Timoni, Juan Antonio, s. i., 258. Vallejo, Manuel, s. i., 569.
Tobar, Juan de, s. i., 24, 28, 46-49, Vallejo. Miguel. 277.
53. Vázquez, José, 486.
Tobar, Pedro de, s . i . , 223. Vega, Lorenzo de la, 650.
Toledo, José, s. i., 566, 660. Vega, Marcos de la, s. i., 571, 590,
Toledo, Juan Antonio, 465, 474. 635, 636, 663.
T o lô n ta g (H da.), 382. Vela y Solo, Manuel, 591.
T o p i lio (río), 430. Velasco, Juan de, s. i., Historiador, ha­
T opo (río), 430. ce su profesión religiosa, 136; jui­
Torre, Juan de ia, 109. cio sobre su obra histórica, 670-
Torre, Julián de la, s. ¡., 558, 581. 72; su muerte en el destierro,
Torre, Nicolás de la, s. i., 563. 6 7 3 ;—92, 114, 137, 163, 164,
Torrején, Pablo, s. ¡., 567, 594. 213, 290, 373, 530, 556, 557,
Torrigiani, Cardenal, 336. 563, 565, 569, 573, 579, 580,
Troyano, José, s. i., 557. 584-598, 602, 613, 621, 649,
Troyano, Pedro, s. i., 582, 589. 651-56, 660, 664, 665.
T u m b a co (rio), 482. Velasco, Pedro, s. i., 69.
T u m b a b ir o , 294, 362. Veloz y Suárez, José, 599, 644.
T u m i a n u m a (H da.), 48. Venegas, Pedro de, s. i,, 94.
Vera y Pizarro, Antonio de, 99, 100.
u V era g u a s (Panamá), 248.
Vergara, Diego Fermín de, 150.
Ubillus, Ignacio, s. i., 127. Victoria y Luna, Francisco Javier, Obispo
U ca y a le (río y Misión) 387, 389, 390, de Trujillo, Funda las cátedras de
398, 478, 526, 528, 531, 420, Filosofía y Teología en el colegio
515, 527-30, 537, 538. de Panamá, 233-42;—138.
U c h in a (H da.), 48. Vidal, Gaspar, s. i., 387, 389, 391,
Uliauri, Juan, s. i., 536, 611, 613. 392, 394, 397, 416.
— 764 -

Vidales, José, s. i., 575, 636, 663. Wiesser, Jacobo, s. ¡,, 558, 662.
Yidra, Francisco, s. ¡., 15, 391, 398, Walburger, Jacobo, s. i., 245, 246, 249.
400, 436, 457, 250, 251.
Viera, Manuel, s. i., 571.
Viescas, Marcos, s. i., 558. Y
Viescas, Ramón, s. i., 308, 563, 661, Y a cu a p a n a , 417.
666, 668, 669. Y a h u a s (tribu), 495, 496.
Vila, Pablo, s. i., 480. Y a m eo s (tribu) 416, 419, 477, 510.
Villa Orellana, Marqués de, 579. Yangiiez y Valencia, Pedro, 591.
Villa Roldán, Francisco, 593. Yánez Lucero, Tomás, s. i., 61.
Villalengua y Marfil, José, 361, 362. Y a g u a c h i, 21, 570.
Villacis, Francisco, 585. Y a ra p a (tribu), 406.
Villafañe, Mateo, 69. Y e iv a s (tribu), 399, 400, 401, 403,
Villarroel, Gaspar de, 668. 404. 510, 516, 527, 529, 538,
Villegas, Pablo, 362. 549.
Villegas Pailón, Pedro, 20. 49.
Vinterer, Jorge, s. i., 193, 213, 382, Z
458, 5 H . Zaldumbide, Gonzalo, 668.
Visconti, Ignacio, Prepósito General, s.i., Zamora, Francisco, s. i., 536, 611,662.
230, 231, 232, 241, 272, 274, Zárate, Andrés de, s. i., Es nombrado
280 , 3 0 7 ,3 1 6 ,4 9 7 . Visitador, 121; su visita y duro
Viteri, Antonio, 584. proceder en el Colegio de Quito,
Viteri, Manuel, Nov. s. i., 563 , 586, 140-45; juicio de su visita, 145-
6 1 5 ,6 6 5 . 146; su visita a las Misiones, 450-
Viteri, Sebastián, s. i., 117. 5 7 ;- 1 3 6 , 138, 139. 150-54,
Viva, Francisco, s. i., 386, 387, 390, 157, 158, 166-68, 196, 229,
412. 423. 545.
Yizzochi, Luis, s. i., 506, 507, 557. Zárate, Diego de, 110.
Yorés, José, s. i., 150, 217, 432, 435. Zaureh, Marcos, s . i . , 15.
Zelaya, Juan Antonio, 328, 595, 613.
W Zenitagoya, José, s. i., 662.
Weigel, Francisco Javier, s. i., 390, 505, Zepbiris, Francisco Javier, s. i., 213,
506, 526-30, 536, 537, 626,627, 222, 284, 436, 550, 556.
632-35. Zozaya, Juan de, 404.
Widman, Adán, s. i., 228, 434, 435, Zurita, Tomás, s. ¡., 575.
455, 456, 469, 477, 482, 484, Zurmühlen, Bernardo, s. i., 90, 417,425,
495, 536, 626, 627, 632, 633. 432. 436, 550.
INDICE GENERAL

LIBRO PRIMERO

La Provincia de Quito hasta 1738

C A P IT U L O I. Estado de la Provincia a raíz de la división. . . . 5-17


1. Nombramiento del P . Pedro Calderón, 5.—2. R eal Cédula
contra los expulsos de la Compañía, 8 .—3 . Dificultades en el Semina­
rio de San Luis, 11.—4. El P . Francisco Daza es nombrado Provin­
cial; visita de la Provincia; disciplina religiosa; disposiciones varias del
P . General, 13.

C A P IT U L O II. Los colegios de Riobamba, Pasto y Guayaquil. . 18-30


1. Precauciones en la admisión de nuevos colegios, 18.—2. Los
colegios de Riobamba y Pasto; 19 .—3 Principios del colegio de Gua­
yaquil, 21

C A P IT U L O III. La Universidad de San Gregorio y el Semina­


rio de San Luis................... ............................. 31-36
1. Se fundan las cátedras de Cánones y Leyes en nuestra Univer­
sidad; su dotación, 3 1 .—2. Se limitan los excesos en las conclusio­
nes, 3 3 .—3- La cuestión de los grados académicos para los de la Com­
pañía, 3 5 .—4. El Seminario de San Luis; jurisdicción del Rector, 35.

C A P IT U L O IV . Los tnisioneros de Provincias extranjeras. . . . 37-45


1. El Consejo de Indias y los misioneros extranjeros, 3 7 .—2. P a­
recer del Fiscal y del Consejo; regreso de ocho misioneros a su A sis­
tencia, 3 8 .—3. Memorial del P . Juan Martínez de Ripalda, 4 0 .—
4 . R eal Cédula de 27 de Junio de 1703, 42.

C A P IT U L O V . La Congregación Provincial de 1705............. 46-59


1. Principios del gobierno del P . Juan de Tobar, 4 6 .—2. La
Congregación Provincial; sus postulados; respuestas del P . General;
los Procuradores a Roma, 4 9 .—3. El P . Luis Andrade, Provincial;
el fomento de las Misiones, 53.—4 . Varias disposiciones del P . Ge­
neral, 57.
— j6 6 —

C A P IT U L O V I. E l P. Visitador Francisco Siet ra................. 60-80


1. El gobierno del P . Viceprovincial Luis Sebastián Abad de
Cepeda, 6 0 .—2. Visita el P . Sierra la Provincia a satisfacción del
P , General; estado de la Provincia, 6 3 .—3. El pasquín contra el
P . Francisco Sierra; sus presuntos autores, 6 5 .—4 . Él P . Jacinto Mo-
rán de Butrón se sincera ante el P . General y los Superiores de la
Provincia, 6 7 .—5. Declaración de D. José Beltrán de Caicedo; noble
actitud del P . Sierra. 7 0 .—6 . Carta del P . General reprendiendo cier­
tas faltas de observancia y los excesos del espíritu nacional, 7 2 .—7.
Congregaciones Provinciales de 1712 y 1719; estado económico de los
colegios, 75.

C A P IT U L O VII. Visita del P. Ignacio de Meaurio................. 81-91


1. Nombramiento del P . Meaurio; el asunto del donativo de
D. Rafael Sánchez Pabón, 8 1 .—2. Visita de la Provincia; importante
carta del P . General sobre la falta de caridad en el gobierno y sobre
otros defectos, 8 5 .—3. Visita de las Misiones del Marañón; regresa el
P . Visitador a su Provincia, 89.

C A P IT U L O VIII. Gobierno del P. Juan Bautista Mágica........ 92-100


1. Actuaciones del P . Mágica en Europa; es nombrado Provin­
cial a su regreso, 9 2 .—2 . Las Anuas de la Provincia, 9 6 ,—3. Dona­
ción de D. Antonio de Vera y Pizarro, 99.

C A P IT U L O IX . E l motín del Seminario de San Luis............. 101-116


1. Antecedentes del motín, 101.—2. El alzamiento y desmanes de
los seminaristas, 104.—3. Intervención del P . Provincial; el P . Cam­
pos en M adrid, I I I . —4 . Disposiciones del P . General sobre el Se­
minario, 112.—5. El Seminario de San Luis y la Universidad de San
Gregorio, 114.

C A P IT U L O X . Gobierno de los PP. Ignacio de Hormaegui y


Pedro de Campos................................................. 1*4 117-137
1, Principios del gobierno de1 P . Hormaegui, 117.—2 Los obra­
jes de San Ildefonso y de Chillo. 119.—3. Inquietudes y pesadumbres
en la Provincia, 126.—4. La Congregación Provincial de 1729; los
nuevos Superiores, 128. —5. Fundación de los colegios de Loja y de
Buga, 131,—6. Estado de la Provincia; el caso del P . Deubler, 136.

C A P IT U L O X I. La visita del P. Andrés de Zárate................. 138-164


1. Llegada a Quito del P . Andrés de Zárate; castigo del P . P e­
dro de Campos y de sus consultores, 138,—2. Juicio sobre la senten­
cia dada contra estos Padres, 142.—3. Intromisión del Cabildo secular
de Quito y del pueblo en los asuntos internos de la Compañía, 148.—
4. La Congregación Provincial de 1735 y el asunto del viaje de los
Procuradores, 152.—5. Algunas disposiciones particulares sobre la
disciplina religiosa y los ministerios; la hacienda de Cotocollao, 154.
— 767 -

—6. V isita de las Misiones del Marañón, 157.—7. El P . Astráin y


la Provincia de Quito; juicio de este historiador sobre el P . Juan de
Velasco, 158.

LIBRO SEGUNDO

Florecimiento de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Restablecimiento de la tranquilidad en la Pro-


vinàa.......................................... ......................... 165-173
1. El P . Provincial Baltasar de Moneada, 165.—2. Enmienda
de algunos yerros cometidos por el P . Andrés de Zárate; juicio de la
actuación de este Visitador, 166.—3. Algunas prescripciones del
P . Retz sobre la disciplina religiosa, 170.—4. El P . Moneada y los
ministerios apostólicos en la Provincia, 172.

C A P IT U L O II. E l colegio de Panamá........................................ 174-183


1. Principios del colegio de Panamá; la primera clase de gramá­
tica, 174.—2. Los ministerios espirituales; florecimiento y destrucción
de la Misión entre los indios Guaimíes, 176.—3. Pobreza del cole­
gio; el saqueo de 1671, 178,—4 . El colegio hasta 1741, 180,—5.
Construcción de la nueva casa e iglesia, 162.

C A P IT U L O III. Principios del Reinado del Sagrado Corazón en


la antigua Provincia de Quito.......................... 184-193
1. El P . José M aría Maugeri y su libro sobre la devoción a los
Sagrados Corazones de Jesús y de M aría, 184.—2. El P . Ignacio
Cayroni y la Congregación del Sagrado Corazón en Panamá, 187.—
3. La devoción al Corazón de Jesús en la antigua Provincia de Qui­
to, 193.

C A P IT U L O IV. Instrucciones del P . Retz sobre la administra-


ción de bienes temporales y sobre las Misiones.. 194-209
1. Disposiciones del P . Retz sobre las haciendas, 194.—2. La
hacienda de San Ildefonso es aplicada a las Misiones y nuevamente al
colegio-seminario de San Luis, 196.—3. Circular del P . Retz sobre
colegios y Misiones, 2 0 0 .—4. Fundación del colegio de Buga, 207.

C A P IT U L O V . Gobierno del P. Carlos Brentan ....................... 210-222


1. La Congregación Provincial de 1741; circular en nombre de
la Congregación; el P . Moneada vuelve a Lima, 210.—2. Regreso
del P . Maugeri; la primera imprenta en Quito, 2 1 3 .—3. El cole­
gio de Popayán y la Academia de San José, 215.—4. Visita de la
Provincia por el P , Brentan, 2 1 7 .—5 . Gobierno de la Provincia, 220.
— 768 —

C A P IT U L O V I. La Congregación Provincial de 1747 .................... 223-232

I . Es convocada la Congregación; llega a Quito el P . Guillermo


Grebmer; su instrucción a los Procuradores, 223.—2. V iaje de éstos a
Madrid por el Amazonas y Lisboa, 2 2 5 .—3. Gobierno del P . An­
gel María Manca, 228.

C A P IT U L O VII. Cátedras de Filosofía y Teología en el colegio


Panamá ............................................................. .............. 233-242

1. D. Francisco Javier Luna Victoria, funda cátedras de Filoso­


fía y Teología en Panamá, 2 3 3 .—2. Dificultades en proveerlas; el
P . Grebmer quiere rescindir el contrato; informe y proposiciones del
P . Maroni; licencia para dar grados en Panamá, 235.—3. Los Padres
Generales mandan conservar estas cátedras, 239.

C A P IT U L O VIII. E l colegio de Panamá y las Misiones del


Dariin ............................................................................ 243-251

1. Principios de las nuevas Misiones del Darién, 2 4 3 .—2. El


P . Esteban Ferriol restaura las Misiones entre los indios Guaimíes,-
trabajos ulteriores de los Padres Aspergalo y Portolani, 246.—3 . Infor­
mes de los Padres Walburger y Maroni sobre las Misiones del Da­
rién, 248.
C A PIT U L O IX . Los Procuradores nombrados por las Congre­
gaciones Provinciales................................................... 252-260

1. Oficio de los Procuradores, 2 5 2 ,—2. Las costumbres de la


Provincia de Quito en este particular, 2 5 3 . - 3 . Preceptos de los Pa­
dres Visconti y Centurione, 255.—4 . Los P P . Brentan y de la Torre;
muerte del P . Brentan, 259.

C A P IT U L O X . E l pleito de los diezmos................................................. 261-266

I. El pleito de los diezmos, 2 6 1 .—2. Su fallo en contra de las


Religiones en 1657, 2 6 3 .—3. Se concede a la Compañía el uno de
treinta, 263.—4 . Carlos III revoca esta concesión, 2é6.

C A P IT U L O X I. Los estudios en el colegio de Quito......................... 267-275

1. Cátedras de Cánones y Leyes; los maestros seglares y religio­


sos, 267.—2. Informe del Fiscal del Consejo; los Jesuítas catedráti­
cos de Cánones, 268— 3. Constituciones de la Universidad, 2 7 0 .—
4 . Los ejercicios literarios; la Teología en el Seminario; la clase de
gramática; las diversiones de los colegiales, 272.

C A P IT U L O X II. Las últimas fundaciones............................................ 276-289

1. El P . General admite la Residencia de Ambato, 2 7 6 ,—2.


Proyectos de fundación en Piura y en Otavalo; 2 8 0 .—3. Donación al
colegio de Loja; ministerios en el colegio de Guayaquil, 2 8 2 .—4. Es­
tado económico de los colegios en 1752, 288.
— 76 9 —

C A P IT U L O XIII. E l terremoto de Latäcunga.................................... 290-295

1. La catástrofe; circular del P . Provincial; traslado délos No­


vicios y Estudiantes, 2 9 0 .—2. El noviciado en Quito, 292.

C A P IT U L O X IV . L o s m i n i s t e r i o s e s p i r i t u a l e s ................................ .. 296-311

1. Los ministerios ordinarios, 296.—2. Las Congregaciones M a­


rianas; la Escuela de Cristo; la Congregación de la Buena Muerte,
2 9 8 .—3. Los Ejercicios Espirituales en la Provincia; la casa de Ejer­
cicios de Quito, 300.—4 . Las Misiones populares, 309.

C A P IT U L O X V . Ultimos años de la Provincia de Quito. . . . 312-329

1. La Congregación Provincial de 1756; el P . Herce es nom­


brado Provincial, 312.—2. Nombramiento del P . Baca; disposiciones
del P . R icci, 314.—3. Estado de la Provincia, 318.—4 . La gue­
rra de Quito, 320.

C A P IT U L O X V I. La última Congregación Provincial............... 330-344

1. La Congregación Provincial de 1765; viaje de los Procuradores


a España; nombramiento de nuevos Superiores, 330.—2. Temores
y preludios de general persecución, 333.—3. V iaje de los Procurado­
res a Roma; su arresto en Figueras, 336.

C A P IT U L O X V II. Las riquezas de los Jesuítas en la antigua


Provincia de Quito........................................ 345-385
1. Consideraciones generales, 345.—2. Las haciendas de la Com­
pañía, 346.—3. Verdadero estado económico de la Provincia en el
siglo X VIII, 3 5 0 .—El limo. Sr. González Suárez y las riquezas de
los Jesuitas, 363.

LIBRO TER CER O

Las Misiones de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Estado de las Misiones después del intento de


conquista de los Jibaros...................................... 386-396
1. Desastrosas consecuencias de las expediciones organizadas por
el P . V iva contra los Jíbaros, 386.—2 . Expedición desgraciada contra
los Cunivos, 3 8 8 .—3. Trabajos apostólicos de los Padres Gaspar V i­
dal, Francisco Feijóo y Nicolás Durango, 390.—4. Gestiones en favor
de los indios, 392.—5. Ligero conflicto con los Padres Dominicos, 395.

C A P IT U L O II. Las reducciones de los Omaguas y las invasiones


de los portugueses .......................................... 397-411
1. Estado de las reducciones de los Omaguas a principios del si­
glo XVIII, 397.— 2 , Disturbios y alzamientos provocados por el caci-
— 770 -

que Payoreva, 3 9 9 .—3. EI P . Fritz Superior de las Misiones, 401.


—4. Las invasiones de los portugueses, 402.—5. La expedición de
Ituribe contra los invasores; prisión del P . Sanna; los restos de las re­
ducciones de los Omagnas y Yurimaguas se establecen en el Alto Ma-
rañón, 403.—6 . Ultimos años del P . Fritz; su santa muerte; elogio de
P . Juan Lorenzo Lucero, 410.

C A P IT U L O III. Vicisitudes y progresos de las Misiones......... 412-427


1. Muerte del P . Nicolás Durango; destrucción del pueblo de
San Javier de Gayes; su restauración por el P . Wenceslao Breyer,
411.—2. Primeras tentativas para la evangelización d élo s Yameos;
trabajo de los P P . Pablo Maroni y Carlos Brentan, 4 1 6 .—3. Otras
reducciones, 4 2 4 .—4. Informe sobre el estado de las Misiones en la
primera mitad del siglo XVI11, 425.

C A P IT U L O I V .. Calumnias contra los misioneros................... 428-441


1. Acusaciones contra los misioneros; visita e Informe del P . Jo­
sé Gutiérrez; visita del P . José Vorés, 4 2 8 .—2. Informe del P . Su­
perior Juan Bautista Julián, 434.

C A P IT U L O V . La parroquia de Archidona y las reducciones


del río Ñapo..................................................... 442-449
1. Permuta de la parroquia de Colorados con la de Archidona;
dificultades que que tropiezan los misioneros, 4 4 2 .—2. Reducciones
de los Payaguas, icahuates y Pebas, 445.

C A P IT U L O V I. Visita de las • Misiones por el P. Andrés de


Zárate................................................................ 450-458
I . Visita de la reducciones del Ñapo y del Bajo Marañón, 450.
—2. Expedición al país de los Iquitos, 452.—3. Visita de las demás
reducciones, 4 5 3 .—4. Incidente con los portugueses, 4 5 5 .—5. R e­
sultados de la visita del P . Zárate, 456.—6. Misioneros insignes de
este tiempo, 457.

C A P IT U L O V II. La reducciones de la región del Ñapo.......... 459-467


1. Fundaciones de pueblos en las cuencas del Ñapo y del Agua-
rico, 459.—2. Reducción de los Payaguas, 4 6 1 .—3. Reducciones de
los indios llamados Encabellados, 4 6 3 .—4. Visita del Gobernador
D. Juan Antonio Toledo a las Misiones del Ñapo y del Aguarico, 465.

C A P IT U L O VIII. Primeros ministerios entre los Iquitos........... 468-472


1. D. José Bahamonde y sus tentativas de entradas a los indios
Iquitos, 4 6 8 .—2. El P . Iriarte consigue reducir a los Iquitos Maraca-
nos, 471.—3. Fundación de San Javier de Maracanos, 471.
— 771 —

C A P IT U L O IX . Trabajos y tribulaciones de los misioneros en los


años de 1743 a 1750 ................................................... 473-480

1. Muerte gloriosa del P , Francisco del Real y pérdida de una


parte de las reducciones del Ñapo y del Aguarico, 4 7 3 .—2. El P . Mar­
tín Iriarte, restaura los pueblos destruidos, 474.—3. Graves impruden­
cias del H . Salvador Sánchez, 4 7 6 .—4. Dificultades en la conversión
de los Payaguas; incendio de La Laguna, 477.—5. Acusaciones ca­
lumniosas contra los misioneros, 479.

C A P IT U L O X . Visita de las Misiones por el Dr. Diego Rio-


de Peralta ......................................................................... 481-484

1, Es nombrado el Dr. Diego Riofrío para visitar las Misiones;


su informe al rey, 481.—2. Medidas propuestas por el Visitador para
el adelanto de las Misiones; estadística de los pueblos, 483.

C A P IT U L O X I. Primeros trabajos del P. Manuel Uriate.......... 485-493

1. Los Padres Manuel Uriarte e Isidro Losa en los pueblos del


Ñapo y del Aguarico.—2. Atentado conrra el P . Uriarte, 4 8 8 .—
3. Grave enfermedad del P . Uriarte y su traslado al Marañón, 492.

C A P IT U L O X II. Muerte de los Padres Josi Sánchez Casado y


Francisco Bazterrica................................................. 494-498

1. El P . Martín Iriarte visita las Misiones,, 4 9 4 .—2. Ministerios


apostólicos y martirio del P . Sánchez Casado, 495.—3. Muerte del
P . Bazterrica, 498.

C A P IT U L O XIII. Trabajos apostólicos del P. Uriarte entre los


Iquitos .............................................................................. 499-509

1. V a el P . Uriarte a San Pablo de Napeanos; estado del pue­


blo, 499.—2. El pueblo de Sagrado Corazón de Maracanos, 500.—
3. Los pueblos de Iquitos hasta la expulsión, 505.

C A P IT U L O X IV . La vida en las reducciones del Marañón. . . . 510-525

1. Descripción del pueblo de San Joaquín de Omaguas; oficiales


de gobierno, 510.—2. Abastecimiento del pueblo, 516.—3. El culto
divino y la santificación de las fiestas; la procesión de Corpus y del Sa­
grado Corazón, 519.—4. Celebración de la Semana Santa, 521.

C A P IT U L O X V . Ultimos trabajos apostólicos de los misioneros


del Marañón.................................................................... 526-555

1. División del gobierno de las Misiones; estadística del P . Esquini,


5 2 6 .—2. Epidemia de viruelas, 5 2 7 . - 3 . Intentos del P. W eigel para
restablecer la Misión del Ucayale, 528,—4, Fundación de la reduc­
ción de los Muratas, principio de la conversión de los Jíbaros, 531.—
5 . Estado de las Misiones en 1768, 535.—6. Juicio general sobre
— 773 -

las Misiones dei Marañón; el limo. Sr. González Suárez y la obra mi­
sionera de la Compañía, 538.

LIBRO C U A R T O

Destrucción de la Provincia de Quito

C A P IT U L O I. Estado de los Colegios y casas al publicarse la


Pragmática Sanción............................................. 556-576
1. Personal y ministerios apostólicos en las tres casas de Qui­
to, 556.—2. Personal y ministerios apostólicos en los colegios de La-
tacunga, Riobamba, Cuenca, Loja, Ibarra y en la residencia de Am-
bato, 564.—3. Personal y ministerios en los demás colegios de la
Provincia, 573.

C A P IT U L O II. Ejecución del decreto de extrañamiento en la


Provincia de Q uito................... ....................... 577-600
1. El V irrey de Santafé remite al Presidente Diguja la Pragmá­
tica Sanción, 577.—2. Arresto de los Religiosos del Colegio Máximo
y de las otras dos casas de Quito, 579.—3. El arresto en el resto
de la Provincia, 589.

C A P IT U L O III. La expulsión de los Misioneros del Marañón. .. 601-612


1. Llega al Marañón la noticia del arresto, 6 0 1 .—2. Los sacer­
dotes seculares se hacen cargo de las Misiones, 602. —3. Partida de
nuestros misioneros y su viaje a la frontera portuguesa, 609.—4 . El
éxodo de los misioneros del Ñapo y de Lamas, 611.

C A P IT U L O IV . Viaje de los Jesuítas de la Provincia de Quito


a Europa......................................................... 613-637
1. Las diversas expediciones de desterrados; muerte del P . Pro­
vincial, 6 1 3 .—2. V iaje de los misioneros del Marañón, 6 2 5 .—3. Los
enfermos, 635.
C A P IT U L O V . Consecuencias de la expulsión de los Jesuítas de
la Provincia de Quito......................................... 638-648
1. Carta de Diguja a Carlos III, 638.—2. Despojos de las obras
pías; daños causados a la instrucción pública, 6 4 1 .—3. Daños causa­
dos al culto divino, 645.

C A P IT U L O V I. La Provincia de Quito en España y en Italia 649-676


1. La detención de los desterrados en España; los novicios; los
disidentes, 649.—2. El viaje a Córcega y a Italia, 6 5 4 .—3. La Pro­
vincia de Quito en Italia, 660.—4. La supresión de la Compañía por
Clemente X IV , 663.—5. Los Jesuítas quitenses en la época de la
supresión y su actividad literaria; el P . Juan de Velasco, 6 6 6 .—
6. Esperanzas del restablecimiento de la Compañía, 674.
773 -

APENDICES
APENDICE A . Usos y costumbres de la Provincia de Quito.......... 679
,, B. Expediente sobre los presuntos tesoros ocultos en
los subterráneos del Colegio de la Compañía de
Jesüs en Quito....................................................................... 716
,, C . Provinciales de la Provincia de Quito....................... 721
,, D. Superiores y Visitadores de las Misiones del M a-
rañón........................................................................................ 722
E. Catalogus generalis Provinciae Quitensis ab anno
1696.......................................................................................... 723

INDICES
Indice an alítico ........................., .................................................................... 751
Indice generai................................................ 765
CORRIGENDA

Página Línea Dice Léase

9 15 Previyendo Previendo
21 1 llamado llamada
74 33 no podemos nos podemos
101 .11 procuremos procuraremos
106 38 Januario Jenaro
127 23 cuénto cuánto
144 18 riega niega
192 44 P . Reino P . Recio
215 13 Batín Botín
217 12 Bentan Brentan
365 1 las cargas los cargos
389 50 conguir conseguir
409 15 muchos no muchos que no
410 34 1611 1681
418 2 misionesos Yameos
428 5 dscuidados cuidadosos.
430 35 indios no se han indios se han. . .
431 26 Coloino Coloma
505 40 P . Ignacio W eigel P . Francisco Jav. W eigel
537 33 1081 1681
542 19 poco a poco, son poco a poco las lenguas
indígenas, so n .. .
544 15 ya era ya que era
550 23 reguladores regulares
552 5 coro caso
553 21 trabajar que trabajar para que
586 19 Noviciado novicio
596 48 si le convenía si no le convenía
599 45 Irías Frías
SE ACABO DE IMPRIMIR
EN LA CIUDAD DE QUITO
EL 12 DE MARZO DE 1943.

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