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Pese a la insistencia de AMLO, las instalaciones eólicas y solares avanzan, a paso de tortuga.

Sin
embargo, estamos lejos de la meta de transición energética de París: 35% de producción por fuentes
renovables de energía eléctrica en 2024.

A pesar de que México ya tiene una capacidad instalada para satisfacer el 31% de nuestra demanda con
fuentes renovables, su producción efectiva en 2019 solamente llegó al 12.5%, mientras que el 84% fue
cubierta por combustibles fósiles.

El consumo real de energía depende de factores climáticos, sociopolíticos y económicos: la


hidroeléctrica ha sido subutilizada, la eólica se mantiene en problemas legales (y generó apenas
0.95%), la solar solamente representó el 0.7% de la producción. La geotérmica, 1.8%.

La única que avanza en silencio es la biomasa (5.7%, la mitad de todas las energías renovables),
generada a partir de desechos orgánicos. La gran apuesta del gobierno son las hidroeléctricas: CFE
plantea modernizar 60 centrales, para cubrir el 21-24% de la demanda de energía.

Actualmente no existe una forma 100% limpia: La hidroeléctrica genera daños al ecosistema y libera
gas metano en los embalses; la eólica y la solar necesitan de minería de rare earth que utiliza
explotación infantil y tiene un alto costo ambiental que pocas veces se contempla;

la nuclear genera residuos tóxicos (aunque los últimos modelos reutilizan el material radioactivo hasta
dejarlo prácticamente inocuo, Laguna Verde no es uno de ellos) y tienen una pequeña probabilidad de
crear otro Fukushima. También tienen consecuencias sociales:

en La Parota (una presa apenas cancelada), no se consultó debidamente a la población afectada y hubo
alteraciones en la MIA. La lucha contra el proyecto ha dejado al menos seis asesinados y muchos
detenidos políticos.

El Parque Energía Eólica del Sur, en el sur de Oaxaca y el más grande de Latinoamérica, con capital
japonés, mantiene un conflicto eterno con sus pobladores (a quienes además debe la renta). La falta de
participación pública y acceso real a la información es la norma.

Para el gobierno, la energía es tema de seguridad; para otros, es un gran negocio. Para el medio
ambiente, sin duda alguna, lo mejor será siempre reducir lo más posible el consumo de energía.

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