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INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre los componentes simbólicos del
estatuto servil aplicados a una parte de los campesinos navarros en el transcurso del
siglo XIII. En concreto, sobre las formas simbólicas de poder y dominación que se
inscriben en el universo social de las familias dependientes, lo que supone que serán
marginadas aquellas evidencias de la servidumbre ligadas a la renta, al trabajo o a
la regulación de conflictos, que, sin duda, tienen también una vertiente simbólica
muy definida. Esta orientación hacia el contexto familiar impone observar qué
sucede en este mismo espacio social con los hombres libres, que, en el marco jurí-
dico navarro de este periodo, pueden ser equiparados a grandes rasgos con los
nobles1. Los estatutos funcionan como un juego de espejos que ofrece imágenes
1
Sobre el tema, cf. F. MIRANDA GARCÍA, "La población campesina del reino de Pamplona en
el s. XI. Variantes léxicas y ecuación conceptual", Primer Congreso General de Historia de
Navarra. 3. Comunicaciones. Edad Media, Anejo 8, Príncipe de Viana, XLIX (1988), pp. 117-
127; "Notas para el estudio de la sociedad medieval navarra. Comunidad vecinal y comunidad
familiar campesinas en el siglo XI", Notas y estudios de ciencias sociales, III (Uned. Navarra,
1990), pp. 57-64; "La heredad servil en tierras pamplonesas (siglo XI)", Príncipe de Viana,
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invertidas, por lo cual nobles y siervos deben ser analizados conjuntamente para
comprender la lógica del sistema y desvelar su trasfondo social.
Anejo 14, LIII (1992), pp. 429-437. En las fuentes documentales, "pechero" y "collazo" son las
formas más habituales de referirse a los campesinos dependientes, en sustitución (desde media-
dos del siglo XII) de "mezquino", mientras "villano" es el término utilizado por el Fuero
General. "Infanzón" es el vocablo genérico para designar la condición nobiliaria.
2
C. LALIENA CORBERA, "Documentos sobre la servidumbre en la sociedad navarro-aragone-
sa del siglo XI", Príncipe de Viana, LVIII (1997), pp. 371-392. A la bibliografía allí reunida,
conviene añadir únicamente, J. J. LARREA, La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peuplement et
société, Bruselas-Paris, 1998.
3
C. LALIENA CORBERA, "La servitude au nord de la Péninsule Ibérique: modalités du
déclin", La servitude dans les pays de la Méditerranée Occidentale chrétienne au XIIe siècle et
au-delà: déclinante ou renouvelée? École Française de Rome, 8-9 de octubre de 1999.
4
P. FREEDMAN, Els orígens de la servitud pagesa a la Catalunya medieval, Barcelona, 1993
y "Catalan Lawyers and the Origens of Serfdom", Mediaeval Studies, 48 (1986), pp. 288-314;
E. CONTE, "Declino e rilancio della servitù. Tra teoria e pratica giuridica", La servitude dans
les pays de la Méditerranée, cit., y Servi medievali. Dinamiche del diritto comune, Roma, 1997.
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HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
tumbre originó a una doctrina que no era en absoluto homogénea, en la que el dere-
cho ayudaba a algunos campesinos a conseguir una emancipación definitiva -nor-
malmente, con un documento escrito-, a la vez que apoyaba a los señores que inten-
taban ensanchar la servidumbre a partir de la legislación antigua5. Paradojas simi-
lares se producían con relación a la influencia de las ciudades en la disolución de
los estatutos serviles o respecto a la posición de los siervos en el seno de las comu-
nidades campesinas, por no citar más que dos cuestiones muy significativas.
El crecimiento de este grupo servil durante el tramo final del siglo XI está bien
establecido, pero la evolución en el periodo siguiente es menos evidente en las
fuentes. En mi opinión, en las décadas centrales del siglo XII se produjo una sepa-
ración en este aspecto de las trayectorias de las sociedades navarra y aragonesa, por
otra parte tan semejantes en su configuración geográfica, social y económica.
Mientras los "mezquinos" y la servidumbre se diluyeron progresivamente en la
Canal de Berdún, las Cinco Villas y la Jacetania, la fórmula servil se reafirmó en la
cuenca del Aragón, las tierras de Pamplona y Estella o los altos valles del Pirineo
navarro. La causa de esta disparidad fue, a mi juicio, la diferente posición de los
respectivos Estados feudales respecto a la nobleza local. Así, desde Alfonso II, los
monarcas aragoneses prosiguieron una política de reagrupamiento y control de las
poblaciones rurales del cuadrante noroccidental del reino aragonés, que se remon-
ta a la época de Sancho Ramírez, para lo cual utilizaron con profusión las liberta-
des urbanas concedidas a Jaca un siglo antes. Por el contrario, los monarcas nava-
5
S. COLLAVINI, "Il servaggio in Toscana nel XII e XIII secolo: alcuni sondaggi nella docu-
mentazione diplomatica", La servitude dans les pays de la Méditerranée, cit.
3
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rros, muy amenazados a lo largo de toda la segunda mitad del XII, y necesitados de
legitimidad en el momento del cambio dinástico de 1234, evitaron interferir en los
sistemas de costumbres dominados por los linajes terratenientes del norte de
Navarra, y permitieron que la servidumbre evolucionase según los modelos alto-
medievales. La argumentación es más compleja, pero se puede resumir diciendo
que los estatutos discriminatorios tendieron a desaparecer en Aragón y se mantu-
vieron como un factor decisivo del panorama social en la Navarra septentrional.
FUENTES Y METODOLOGÍA
La fuente que servirá de base para esta aproximación es el Fuero General de
Navarra, "uno de los más enigmáticos documentos de la historia del derecho espa-
ñol", como señala Rafael Gibert7. Se trata de una compilación privada de mediados
del siglo XIII, resultado de una desordenada acumulación de materiales jurídicos,
que obtuvo un reconocimiento oficial efectivo antes de 1330, cuando Felipe III
dictó un "Amejoramiento" del Fuero. Los manuscritos forales que poseemos se arti-
culan en dos grupos: los que contienen redacciones "protosistemáticas" -es decir,
6
P. FREEDMAN, Images of the Medieval Peasant, Stanford, 1999, p. 239: "the problem of ser-
vitude: arbitrary mistreatment , symbolic degradation".
7
Cit. por J. F. UTRILLA UTRILLA, El Fuero General de Navarra. Estudio de las redacciones
protosistemáticas (Series A y B), Pamplona, 1987, p. 14 [cit. abreviadamente FGN.].
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8
Cf. la nota anterior. A los manuscritos estudiados por J. F. Utrilla hay que añadir el publicado
por A. J. MARTÍN DUQUE, "Fuero General de Navarra. Una redacción arcaica", Anuario de
Historia del Derecho Español, LVI (1986), pp. 781-862, que contiene alrededor de la mitad de
los fueros de las restantes recopilaciones y suele presentar ligeras variaciones lingüísticas, pero
no de contenido. Cf. J. M. LACARRA, "En torno a la formación del Fuero General de Navarra",
Anuario de Historia del Derecho Español, LI (1980), pp. 93-110. Agradezco las amables indi-
caciones del prof. J. F. Utrilla Utrilla, sin duda el mejor conocedor del Fuero, sin que eso sig-
nifique que sea responsable de la utilización que hago de las características y cronología de este
conjunto legislativo.
9
Este autor señala que Teobaldo I con motivo de su entronización juró guardar los fueros, que
debían ser dictaminados por una comisión constituida en 1238: se trata del Fuero Antiguo, com-
puesto por una docena de capítulos, núcleo del Fuero General, en sus variantes protosistemáti-
cas: J. M. LACARRA, El juramento de los reyes de Navarra (1234-1329), Madrid, 1972.
10
Cf. R. COLLINS, "Visighotic law and regional custom in disputes in early medieval Spain", W.
DAVIES y P. FOURACRE (eds.), The Settlement of Disputes in Early Medieval Europe,
Cambridge, 1986, pp. 85-104.
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11
La expresión es de C. GEERTZ, "Conocimiento local: hecho y ley en la perspectiva compara-
da", en Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona, 1994,
p. 216.
12
J. LE GOFF y J. C. SCHMITT, "L'histoire médiévale", Cahiers de Civilisation Médiévale, 39
(1996), pp. 9-25.
13
Ibid. La cita completa pretende distinguir la historia de las mentalidades de la antropología: "La
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Sin embargo, estos no son los temas ni el enfoque que me interesa de la antro-
pología. El adjetivo "social" hace alusión a la tradición académica anglosajona por
contraste con la francesa o con la antropología cultural norteamericana, y, por tanto,
identifica una corriente muy específica dentro de esta disciplina. La antropología
social incluye métodos, programas de investigación (paisaje, ecología, hábitat,
organización económica, organización del parentesco, de la comunidad, estructuras
políticas, rituales y valores), y presupuestos teóricos propios: un cierto funcionalis-
mo que implica que las partes de una sociedad se explican a través del todo, bas-
tante alergia al estudio del cambio social, la admisión de la existencia de racionali-
dad de los comportamientos y creencias distintos o alternativos a los nuestros, así
como una intensa confianza en la comparación entre sociedades o prácticas socia-
les homogéneas.
Desde este punto de vista, las nociones que quiero comparar proceden de la
experiencia de campo de los antropólogos "mediterraneístas", pero forman parte del
acervo de nuestra cultura y rondan siempre la mente de los historiadores, quizá más
historia de las mentalidades ha tenido el efecto, entre otros méritos, de situar en el centro de las
preocupaciones de los historiadores, objetos (la muerte, la memoria, la familia, el niño, la cul-
tura popular, la magia, el cuerpo, el milagro) que no están alejados de la antropología social,
incluso aunque ésta formule los problemas en términos diferentes sus problemáticas. Sobre
todo, la historia de las mentalidades es por naturaleza englobadora, constituye una especie de
pegamento entre los aspectos más diversos de las realidades sociales y materiales: se podría
decir que es espontáneamente estructural".
14
C. WICKHAM, "Comprender lo cotidiano: antropología social e historia social", Historia
Social, 3 (1989), pp. 115-128, cita p. 124.
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15
Sin embargo, merece la pena señalar la atención que les concede J. A. GARCÍA DE
CORTÁZAR, La sociedad rural en la España medieval, Madrid, 1988, pp. 167-172: "El pres-
tigio y la estima social constituyen, probablemente, los elementos de acotación sociológica
menos medibles para un medievalista y más evidentes para un medieval" (p. 167).
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relevado de su promesa, y la mujer es desheredada, de tal forma que los bienes que
le hubieran correspondido en la herencia no revierten en su padre, madre, herma-
nas, hijas de hermanas o hijos de barragana, sino en el hijo mayor (es decir, su her-
mano), el hijo de éste, el primo hermano o, en defecto de todos ellos, en cualquie-
ra de los parientes paternos. Si no los hay, entonces, dice el Fuero, deyssen-la en
paç16.
16
FGN. ¶ 68 De casamiento de escossa, pp. 202-203. Dadas las dificultades del texto, se ha pre-
ferido parafrasearlo, lo cual no está exento de problemas, puesto que en definitiva, se trata de
una interpretación. Además, el texto concluye insistiendo que las mujeres no pueden obtener
los bienes de una mujer deshonrada, que pueden incluso pasar al hermano mayor de su padre,
en defecto de otro miembro masculino de la parentela.
17
"Vergüenza" aparece en una "fazaña" (un caso que sienta jurisprudencia, incluido en el Fuero),
en la que una mujer es acusada falsamente de adulterio y, aunque Dios la protege de la lapida-
ción, de uergüença fuyo-sse la muier de la tierra —FGN. ¶ 475 De fazania, pp. 380-381—.
18
FGN. ¶ 59 De partiellya de yfançones casados, pp. 195-196.
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las familias y, con ellas, a su honor. De este modo, rehusar en más de una ocasión
el marido propuesto por el padre -y debemos suponer que después de haber inicia-
do una aproximación a la familia del candidato- era un síntoma de que la joven tenía
algo que ocultar. Es fácil suponer que se interpretaba que el rechazo no estaba vin-
culado tanto a las condiciones físicas o psicológicas del pretendiente cuanto al
deseo de evitar el escándalo. En definitiva, es una cuestión en la que se hallaba muy
presente la posibilidad de la murmuración que constituía un serio detrimento del
honor familiar.
Además, la deshonra es castigada con la exclusión de la herencia. Es conve-
niente subrayar que una mujer desdeñada por un potencial marido por no ser vir-
gen, obviamente estaba expuesta a que ningún otro hombre quisiera casarse con
ella, algo que se agravaba decisivamente con la desaparición del derecho a tener
bienes con los que ser dotada. Con mala fama y sin dote, el porvenir de la mujer a
partir de entonces era muy incierto. Por otra parte, la exigencia de que los bienes
que le hubieran correspondido se incorporasen a la parte de los varones es también
significativa. Sugiere que eran objetos o tierras contaminados por la vergüenza, que
no podían ser añadidos a las posesiones de los padres (los responsables de asegurar
el honor de la hija), ni repartirse entre las hermanas (a las que avergonzarían). Más
prosaicamente, es probable, además, que se intentara evitar que rencores o rivali-
dades entre hermanas (o incluso primas) indujesen a murmurar contra la novia con
la esperanza de eliminarla de la serie de dotes19.
Muchos de estos argumentos alrededor de la honestidad de la novia se encuen-
tran en comunidades rurales mediterráneas descritas en los años cincuenta y sesen-
ta, antes del desarrollo industrial. La violencia que genera la ruptura de un matri-
monio acordado, por ejemplo, es patente en el estudio de los pastores sarakatsani
de las montañas del Epiro, en Grecia, de John Campbell: la reputación de la novia
quedaba dañada irreparablemente. O el énfasis en la virginidad, que centraba la
"vergüenza sexual" de las mujeres que, junto con la "hombría" de los varones, con-
figuraba el honor de la nueva familia, por citar solamente uno de estos trabajos20.
19
Es preciso tener en cuenta que la murmuración favorece la exigencia del prometido de la
demostración de la virginidad. Sobre este asunto, cf. los comentarios de J. DAVIS,
Antropología de las sociedades mediterráneas, Barcelona, 1983, p. 189.
20
J. K. CAMPBELL, Honour, Family and Patronage. A Study of Institutions and Moral Values of
a Greek Mountain Community, Oxford, 1964 (reed. 1974), en especial pp. 124-149 y 185-212.
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Violencia sexual
La agresión contra las mujeres del grupo familiar es también un asunto de
honor que, sin embargo, el Fuero General contempla con menor exigencia para los
componentes masculinos de lo que es habitual encontrar en la bibliografía antropo-
lógica. La casuística es, no obstante, muy completa y nos permite reencontrarnos
con el tema de la caracterización de los estatutos serviles.
21
FGN. ¶ 73 De muyller casada forçada de non casado, pp. 205-206.
22
FGN. ¶ 81 De muyller casada forçada de ome casado, p. 209.
23
FGN. ¶ 75 De yfançona forçada de uillano, p. 206.
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infanzón que viola a una villana, sí lo hacen24. Éste último dice que si un hidalgo
fuerza a una mujer villana que esté acompañada por una moça de edad tal que sepa
hablar, y el perjuicio puede ser probado por un infanzón y un villano conjuntamen-
te, el culpable debe satisfacer "medio homicidio", por tanto, la tasa estipulada en la
comarca para compensar una muerte. Si no es posible presentar testigos, el presun-
to violador se libra con un juramento de inocencia. Sin embargo, señala el Fuero,
"si ella iba sola, no debe caloña (multa judicial) ni salva (juramento)". Si el infan-
zón deja embarazada a una villana casada por fuerça o por grado, y queda proba-
do según el procedimiento señalado, debe, según el capítulo foral 77, satisfacer el
pago judicial de "medio homicidio"25.
Finalmente, el capítulo 79 del Fuero juzga cuando un infanzón fuerza a una
infanzona soltera. Si ella, dice el texto, "valiera menos que aquel que la forzó", el
agresor debe casarse con la agredida; si no lo hace, sus bienes le son arrebatados,
el rey lo destierra y los parientes de la mujer le declaran la enemistad. Existe la
posibilidad, no obstante, de que el noble se comprometa a ayudar a casar a la joven
con las mismas ventajas de que habría dispuesto si siguiera siendo virgen (lo que se
traduce en una fuerte aportación a la dote, seguramente), con lo cual se evita el
enfrentamiento y es obligatorio mantener la paz para los parientes de la mujer.
Si la violada fuera de mejor condición que el infanzón que la atacó, debe pagar
una multa de seiscientos sueldos al monarca y otros tantos a la mujer, además de
padecer el destierro y la inquina del linaje de la mujer. Todo ello siempre que la vio-
lencia fuera demostrada por "hombres creíbles", puesto que en caso contrario (o en
el caso de que no hubiera un querellante: el padre, la madre o un pariente cercano)
el supuesto agresor puede librarse con un juramento26.
Naturalmente, hay un procedimiento para saber si la mujer estaba de acuerdo
con su raptor27: el capítulo 80 trata de "la dueña que se va con un hidalgo por su pla-
24
FGN. ¶ 76 De ifançon qui força a uillana, p. 207.
25
FGN. ¶ 77 De yfançon qui faç creatura con uillana casada, p. 207.
26
FGN. ¶ 79 Qui força muyller non casada et es ifançon, p. 208.
27
El rapto consentido para forzar un matrimonio desaprobado por la familia de la mujer era fre-
cuente en Andalucía en la década de 1940, según J. A. PITT-RIVERS, "Honor y categoría
social", J. G. PERISTIANY (ed.) El concepto del honor en la sociedad mediterránea,
Barcelona, 1968, p. 49, y entre los sarakatsani griegos en la misma época, J. K. CAMPBELL,
Honour, Family and Patronage, pp. 129-131.
12
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cer". En síntesis, los parientes de ambos deben elegir algunas personas neutrales y
un lugar asimismo neutral para colocar a la mujer en disposición de elegir libre-
mente. Si se vuelve hacia sus padres o miembros de su parentela, el que la había
raptado se convierte en enemigo y es perseguido por el rey; si se dirige al otro lado,
su hermano o sus parientes deben desheredarla28.
28
FGN. ¶ 80 De dueyna que saylle con fidalgo por plazenteria, pp. 208-209. La situación de la
mujer que elige a su raptor es similar a la que ha perdido la virginidad por su voluntad y la pena
la misma.
29
FGN. ¶ 282 Por omizidio, p. 293. El importe de la multa variaba según las comarcas y otros
fueros recogen distintas cantidades por la composición.
30
Por ejemplo, FGN. ¶ 235 Tayllazon de montes, p. 268.
13
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31
E. RAMÍREZ VAQUERO, Solidaridades nobiliarias y conflictos políticos en Navarra, 1387-
1464, Pamplona, 1990.
14
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32
J. K. CAMPBELL, Honour, Family and Patronage, pp. 124-149; A. BARRERA GONZÁLEZ,
Casa, herencia y familia en la Cataluña rural, Madrid, 1990.
33
Una discusión sobre la dote, en J. GOODY, La evolución de la familia y el matrimonio en
Europa, Barcelona, 1986, pp. 325-353. Todavía a principios del siglo XX, un comentarista cata-
lán relacionaba el escreix otorgado por el marido como una especie de regalo por la virginidad:
A. BARRERA GONZÁLEZ, ob. cit., p. 113, n. 21.
34
Lo especifican los fueros contenidos en FGN. ¶ 71 y 72 De uillano biudo y De uillana biuda,
pp. 204-205.
35
Sobre dotes, cf. L. TO FIGUERAS, Família i hereu a la Catalunya nord-oriental (segles X-XII),
Barcelona, 1997, pp. 151-162.
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lan la separación de los cónyuges de ambas extracciones sociales, con una nítida
diferencia: Infançon ninguno maguer que's parta de sua muyler non deue calonia
ninguna -'ningún infanzón que deje a su mujer debe multa judicial alguna'-; todo
ome peytero que sea, si's parte de su muyler deue un buy -'cualquier pechero que
deje a su mujer debe pagar un buey'-. El señor del pechero recibirá esta multa, de
un animal elegido entre los del campesino, ni de los mejores ni de los peores. A
cambio, se indica explícitamente que la Iglesia no tenía jurisdicción sobre este tipo
de divorcios campesinos -todo pechero qui d'esta guisa se partia de su muyler, gle-
sia no auia mandamiento-. Una tradición oral incluida en el Fuero reseña la pro-
testa del obispo pamplonés Pedro de Paris ante Sancho VI, en algún momento de la
segunda mitad del siglo XII, por estos casamientos que eran a perdicion de las
almas, y el compromiso con los nobles navarros de que la estabilidad del matrimo-
nio sería válida para aquellos que oyeran misa y recibieran los anillos de un cura -
pero incluso entonces, continuaba vigente la exigencia de fiadores para el acuerdo
y la entrega de arras-36. Sea cual fuere la validez de esta tradición, apunta al difícil
encaje de las fórmulas canónicas en las sociedades campesinas montañesas, con
costumbres ancestrales que permitían la separación de los esposos.
36
FGN. ¶ 59 De partieylla de yfançones casados, pp. 195-196.
37
FGN. ¶ 58, cit. Cf. también FGN. ¶ 74 De muyller casada si fuere por plazenteria con otro nin-
guno, p. 206, que plantea dos situaciones: una, que la mujer abandone al marido y entonces
pierde las arras (o los derechos a los bienes maritales), aunque no sus hijos, que las heredan. Y
16
HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
Los capítulo forales 69 y 70 aluden a estas uniones con hijos, bajo dos forma-
tos, "mujer" -o "esposa"- y manceba soldada, una 'criada asalariada', concubina del
infanzón, y bajo tres posibilidades: infanzón con villana que haya pagado pecha,
con villana que no lo haya hecho, o infanzona con villano. Examinémoslas sucesi-
vamente. Si la villana había pagado tributo a un señor y sus hijos siguen viviendo
en el mismo lugar del señor o en otro en el que éste tenga propiedades, deben pagar-
le la pecha. Por el contrario, si residen en una villa ajena al señor de su madre, que-
dan exentos de la pecha, lo que, en definitiva, significa la libertad. Para explicar esta
norma, es necesario entender que si la villana había dado la pecha, significa que en
algún momento había tenido participación en la herencia paterna y podía trasmitir
estas tierras a sus hijos. Si éstos vivían en otra localidad, era señal de que renun-
ciaban a esta posibilidad y, en consecuencia, otro siervo del señor emparentado con
la mujer unida al infanzón obtenía los campos, con lo cual quedaba roto cualquier
lazo entre los descendientes y el señor.
Si la villana no había sido pechera, los hijos estaban exentos de servicio y eran
tenidos por infanzones, non prendiendo algo de partes de la madre d'eyla (sic) ni
heredat ni mueble. Si el señor pidiera pecha a la villana, el infanzón que convive
con ella puede eximirla con la declaración de fiadores de que es su mujer o su cria-
da.
La situación inversa, cuando una infanzona se unía a un villano, figura en los
epígrafes 70 y 83, en los que se afirma que si a una mujer de esta condición que sea
otra, que el marido maltrate a la mujer, y ésta se refugie en casa de parientes suyos, sin tener
relaciones sexuales con otro hombre, de manera que, en este caso, puede volver con su marido
y recobrar sus derechos más adelante.
38
FGN. ¶ 203 y 279 De ifançon de auarca y Fuero de ifançon de auarca, pp. 257 y 291-292.
17
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o que non sea casada con uillano le fuere exigida la pecha (como signo de servi-
dumbre personal), debía jurar una vez al año que no estaba casada y evitaba el pago
de la pecha39. Si lo estaba, entonces seguía probablemente la suerte del marido. Los
hijos que continuaban habitando el lugar del señor de su padre (y se entiende,
explotando la heredad paterna) eran indefectiblemente siervos. Conviene recordar
aquí que en las regiones del Pirineo central no existió algo parecido a una remença,
de modo que la renuncia a las tierras del señor suponían la emancipación. No es
extraño, por tanto, que el Fuero admita que los descendientes de parejas mixtas que
abandonen las heredades serviles sean libres, pero es verosímil que esta posibilidad
fuera más real para los hijos de infanzones y villana que a la inversa, como sugiere
el propio Fuero.
La cara oculta del matrimonio es el adulterio y su aspecto más sombrío para
las familias nobles y campesinas de esta región, el engendramiento de hijos adulte-
rinos. Las creaturas concebidas en putage, los bastardos, no son aceptados en la
familia, ni en la herencia, ni se les admite como fiadores, testigos o juradores en la
iglesia; es decir, son personas que no merecen ninguna fe. La diferencia en este
aspecto entre infanzones y villanos, como recalcan los capítulos 66 y 186, es que
los villanos y villanas adúlteros pagaban una multa de "medio homicidio", de la que
ya se ha puesto de relieve la cuantía40. Un serio castigo que ratifica la inferioridad
legal, social y simbólica de los campesinos, similar a la cugucia, que aparece ins-
crita en los "malos usos" catalanes de la misma época como un dato confirmatorio
de la servidumbre41.
39
FGN. ¶ 70 De creaturas de ifançon et de uillana que no dio peyta, p. 204 y ¶ 83 De ifançona
blasmada que sea casada con uillano, p. 210. El ms. O.31, ¶ 85 Infançona ser con uillano, p.
819 tiene alguna pequeña variante interesante. En ambas transcripciones, el texto es ininteligi-
ble con la puntuación de los editores. Propongo la siguiente lectura: Si ifançona s'ouiere con
uillano e fuere acusada o blasmada que sea o que non sea casada con uillano, si por tal razon
li demandare peyta, porque esta con el uillano, deve cada ayno iurar una uegada que no es
casada; et con atanto no li deuen demandar peyta por fuero. Pero si uiuieren las creaturas
ennas uezindades d'aqueyl seynor, deuen peytar et ser coylaças d'eyl. Blasmada es forma de un
verbo equivalente al francés "blâmer", 'censurar', 'reprobar'.
40
FGN. ¶ 66 De creatura que es fecha en adulterio, pp. 201-202, que es el más general (véase
también ¶ 425 Creatura que no es de pareia, p. 361), y ¶ 186 Uillano o uillana en adulterio
trobados, p. 251.
41
P. H. FREEDMAN, Els orígens de la servitud, pp. 128-131.
18
HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
La regulación de los limitados deberes de los padres para con los hijos extra-
matrimoniales incluye matices en los que no vamos a detenernos, pero si quisiera
comentar el capítulo 67, "viuda infanzona que hace puterío", según el cual si se
queda embarazada, el hermano mayor debe ponerla a buen recaudo y vigilarla hasta
el momento del parto, cuando tres o cinco mujeres de confianza la atenderán y mos-
trarán a los parientes cómo sale del útero la criatura, para confirmar su bastardía y,
con ella, la pérdida de los derechos legales de la madre en la herencia o la propie-
dad42.
Las penas en que incurrían las familias de campesinos siervos cuando los cón-
yuges se separaban o alguno transgredía la fidelidad marital, manifestaban pública-
mente la vergüenza que debía recaer sobre ellos, una vergüenza que no se confina-
ba al círculo familiar, como entre los nobles. El deshonor de las mujeres de éstos se
traducía en la exclusión de la infractora de las posesiones del linaje y en una situa-
ción difícil dentro de él, pero no en una demostración (y castigo) públicos. No hace
falta insistir en que la vergüenza hecha patente se multiplicaba a sí misma y, a pesar
de que en las aldeas campesinas es difícil que los avatares de las familias de los
señores se escapasen a la murmuración, el trato a la deshonra -en este caso, feme-
nina- era muy diferente, era de orden, si se puede decir así, privado.
42
FGN. ¶ 67 De biuda que faç putage, p. 202.
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CARLOS LALIENA CORBERA
El acuerdo sobre esos roles es bastante general: una conducta sexual casta de
las mujeres y la acción de los hombres para proteger, en sentido amplio, a sus muje-
res y vengar las ofensas hechas al grupo familiar. Pitt-Rivers lo condensa diciendo
que hay una estrecha "asociación del honor masculino con la familia y las cualida-
des para defenderla"46. Raymond Jamous, que estudió los clanes bereberes del Rif,
es más sugerente: "el honor consiste en el ejercicio de una autoridad sobre los domi-
nios de lo prohibido ... y en la transgresión de los dominios prohibidos de los
43
J. PITT-RIVERS, "Honor y categoría social", en J. G. PERISTIANY (ed.), El concepto del
honor en la sociedad mediterránea, Barcelona, 1968, p. 22 [el título original del libro es:
Honour and Shame. The Values of Mediterranean Society, Londres y Chicago, 1965]. Cf. tam-
bién J. PITT-RIVERS, Antropología del honor o política de los sexos. Ensayos de antropolo-
gía mediterránea, Barcelona, 1979 [The Fate of Shechem or The Politics of Sex. Essays in the
Anthropology of the Mediterranean, Cambridge, 1977] y Los hombres de la Sierra. Ensayo
sociológico sobre un pueblo de Andalucía, Barcelona, 1971. J. PITT-RIVERS y J. G. PERIS-
TIANY (eds.), Honor y gracia, Madrid, 1993.
44
J. PITT-RIVERS, "El honor y la posición social en Andalucía", en Antropología del honor, p.
44
45
J. DAVIS, Antropología de las sociedades mediterráneas, Barcelona, 1983 [People of the
Mediterranean. An essay on comparative social anthropology, Londres, 1977], p. 83.
46
J. PITT-RIVERS, ob. cit., p. 55. Esa vinculación es enfatizada por J. K. CAMPBELL, Honour,
Family and Patronage, p. 193: "objetivamente, por tanto, el honor es un aspecto de la integri-
dad y del valor de la familia, tal y como es juzgado por la comunidad: subjetivamente, repre-
senta la solidaridad moral de la familia, un círculo ideal que debe ser defendido contra toda vio-
lación por los extraños". Sugiere también, p. 199, que los sarakatsani pensaban que "la volun-
tad de la mujer es vulnerable y su sensualidad mala. Es el eslabón débil de la cadena. Por esta
razón, su pureza sexual es un símbolo apropiado del honor de la familia".
20
HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
El hecho de que el honor dependa del cumplimiento de estos roles sociales -y,
naturalmente, otros que no podemos retener aquí- introduce la idea de que el honor
tiene una especie de geometría variable; puede aumentar (individual y colectiva-
mente) o disminuir, según las actuaciones de hombres y mujeres dentro de los gru-
pos de parentesco y las comunidades sociales. No nos interesa ahora destacar cuá-
les son las acciones honorables que preservan e incrementan el honor y cuáles lo
deterioran, que pueden diferir mucho localmente, aunque haya rasgos bastante
generales. Sin embargo, es necesario hacer notar que la fluidez del honor -se puede
tener más o menos, acrecentarse o dilapidarse- es un factor decisivo, que se situa
detrás de la separación conceptual en que lo divide Julian Pitt-Rivers y que será
muy útil para nuestro trabajo. Este autor observa en el honor una faceta relaciona-
da con la posición social, el honor como prioridad o precedencia, algo básicamen-
te masculino, y otra relacionada con la vergüenza, como sentimiento unido en par-
ticular con la conducta sexual femenina. Ambas son estrictamente complementarias
y, en los aspectos concretos que nos conciernen aquí, tienden a reforzar la jerarquía
social.
A pesar de que los antropólogos, influidos por sus informantes, suelen insistir
en que el honor es igual para todos los hombres (y que todas las mujeres lo poseen
mientras no lo pierdan) y que, en este aspecto, las comunidades mediterráneas son
igualitarias, las contradicciones afloran con facilidad en múltiples trabajos, lo cual
simplemente demuestra que el ideal de honor no es equiparable al desarrollo que se
hace de él. El honor de los poderosos no es igual al de los débiles; el de los nobles
igual que el de los campesinos; el de los ricos igual al de los pobres. Esa constata-
ción apunta a una idea que John Davis ha defendido, en mi opinión con toda la
razón: el lenguaje del honor describe la estructura social y contribuye a asignar los
47
R. JAMOUS, "De la muerte de los hombres a la paz de Dios: violencia y paz en el Rif", J. PITT-
RIVERS y J. G. PERISTIANY (eds.), Honor y gracia, p. 223.
21
CARLOS LALIENA CORBERA
Por esta razón, lo que intento es más bien analizar de qué manera la existencia
de estas reglas legales y su conocimiento -muchas de ellas provenían de un sistema
de costumbres, que debemos suponer muy difundido- expresaban y a la vez conso-
lidaban la ordenación social. Asignar o negar honor, conferir o imponer la ver-
güenza eran condiciones importantes de la dominación social y creaban un "capital
simbólico" (Pierre Bordieu) en favor de la elite social: el Fuero era un instrumento
para capitalizar las distinciones de estatus que se generaban alrededor del honor
entre nobles y siervos. Puesto que el Fuero se interesa por discernir el honor y la
vergüenza socialmente diversificados, podemos estar razonablemente seguros que
traducía las tensiones y luchas entre las clases sociales de la Navarra septentrional.
48
J. DAVIS, Antropología de las sociedades mediterráneas, pp. 80-86 y 95-106. La cita de J.
PITT-RIVERS, en "Honor y categoría social", p. 25.
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HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
Para ser más exactos, el honor y la vergüenza constituían un campo en el que inte-
ractuaban individuos, familias, clanes y comunidades rurales, nobles y campesinos,
una palestra figurada en la que se desarrollaban las estrategias de estos agentes
sociales; en esa palestra, por continuar con la metáfora, el derecho foral, tal y como
lo hemos mostrado, estructuraba la realidad y era a su vez estructurado por ella.
Fomentaba las distinciones de estatus y las reflejaba, determinaba las relaciones de
poder y las exhibía como legítimas, declaraba lo que era lícito y lo que no podía
hacerse. Pero el derecho era solamente una de las fuerzas que intervenían en ese
campo imaginario generado por el honor: el poder y las alianzas, la riqueza, la
intervención del Estado feudal en diversas formas, los demás valores individuales,
ligados o no a la honorabilidad, y un largo etcétera de otros factores intervenían en
la negociación del honor, su atribución personal y su reconocimiento social.
Legitimidad y genealogía
Quizá merezca la pena poner de relieve que los aspectos que hacen del Fuero
General un derecho interesado por el honor y cuanto éste lleva asociado, no son
exclusivamente de tipo familiar; contiene muchas otras regulaciones que reafirman
las diferencias de estatus y la subordinación simbólica de los siervos. Dos ejemplos
servirán de muestra. El capítulo 104 del Fuero estipula que -y parafraseo- "si el
hidalgo tiene querella con un villano del rey o de órdenes y [el villano] no puede
encontrar un fiador, que jure que no lo halla, y [el infanzón] échele una soga al cue-
llo y estando así preso, llévelo a juicio delante del alcalde o en la corte"49. La cuer-
49
FGN. ¶ 104, pp. 220-221. El mismo artículo en la serie B [vol. II. ¶ 191, p. 160] es más claro:
Si el fidalgo ouiere quereylla del uillano del rey o de la orden, y el uillano dize que non puede
fayllar fiador, iure que non puede auer fiador, e echen-le una soga al pescueço; e assi, preso
estando, lieue pleyto con el fidalgo o con el yfançon delant el alcalde o en la cort.
23
CARLOS LALIENA CORBERA
En el epígrafe 197, se indica que "si un villano mata a un hidalgo no puede ser
retado como traidor, si no lo mata durante una tregua, porque no tenemos derecho
a desafiar a los villanos, ya que así es el fuero"; una variante textual añade la des-
cripción del castigo: mas el rey deve fazer enterrar al villano bivo so el infançon
muerto51. Los nobles no pueden desafiar a quienes no son nobles, puesto que se des-
honrarían al combatir a hombres sin honor: sólo entre iguales es posible la vengan-
za, entendida como la lucha honorable, precedida por el ritual conveniente. El villa-
no que mata a un noble debe ser ejecutado y la infamia radica en el modo ritual de
hacerlo, enterrándolo vivo bajo el muerto. Dadas las fórmulas habituales de sepul-
tura de los nobles y caballeros de esta época, es improbable que tan brutal fórmula
se cumpliera, pero la violencia simbólica del castigo persiste intacta.
Así pues, creo que se puede afirmar que la costumbre en las tierras del norte
de Navarra, convertida en normativa legal, estaba particularmente atenta a los asun-
tos relacionados con el honor y a los elementos que permitían subrayar la inferiori-
dad de estatus de los villanos, pecheros, collazos, o, en definitiva, siervos. He argu-
mentado, asimismo, que, en lo que concierne al honor familiar, la contraposición
entre infanzones y villanos permite observar mejor los rasgos de la diversidad de
estatutos y, añadiré ahora, su función social. Mi objetivo es desarrollar esta cues-
tión, para lo cual debemos reagrupar los aspectos contenidos en los fueros comen-
tados anteriormente en torno a dos ejes centrales, la legitimidad y la preeminencia.
A lo largo del recorrido por este puñado de disposiciones forales, sobresale una
intensa atención por la virginidad de las mujeres infanzonas y, por extensión, a su
conducta sexual, que eventualmente incluye la existencia de bastardos. En cierto
modo, se podría incluir aquí lo que se refiere a la suerte de las uniones desiguales
y sus hijos. La conclusión que se desprende de este material jurídico es bastante
50
D. BARTHÉLEMY, La mutation de l'an mil a-t-elle eu lieu? Servage et chevalerie dans la
France des Xe-XIe siècles, Paris, 1997, p. 139
51
FGN. ¶ 197, p. 255.
24
HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
Una barrera similar impide a los bastardos (sean del padre o de la madre) par-
ticipar en la distribución de bienes paternos, si bien el Fuero consiente algunas
excepciones, que no desmienten esa idea general52: la mácula del honor se transfie-
re de padres a hijos. En el mismo sentido, las posesiones que constituyen las arras
sólo pueden ser heredadas por hijos legítimos.
52
Véanse, por ejemplo, los fueros ¶ 305 De criar fijos de ganancia, pp. 303-304, y ¶ 382 Si
ifançon muere sines destin, pp. 341-342, y ¶ 383 Destin de yfançon, pp. 342-343.
25
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53
Los Fueros de Aragón: la Compilación de Huesca, ed. A. PÉREZ MARTÍN, Zaragoza, 1999,
pp. 122-123, 332-336, 342-343, 358-361.
54
Cf. J. J. LARREA, La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peuplement et société, Paris-Bruselas,
1998. En general, cf. A. J. MARTÍN DUQUE, "Imagen histórica medieval de Navarra. Un bos-
quejo", Príncipe de Viana, LX (1999), pp. 401-458.
55
Un excelente estudio: J. CARRASCO PÉREZ, "El Camino navarro a Compostela: los espacios
urbanos (siglos XII-XV)", Las peregrinaciones a Santiago de Compostela y San Salvador de
Oviedo en la Edad Media, Oviedo, 1993, pp. 103-170.
26
HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
Así pues, las campiñas navarras asistieron en el transcurso de los siglos XII y
XIII a un proceso de "saturación rural" (L. J. Fortún), en el que la población, a todas
luces considerable, encontraba dificultades para garantizar su subsistencia con las
posibilidades agrícolas del país, a pesar de que éstas crecieron sustancialmente56.
Sin ánimo de extenderme mucho en estas notas sumarias, cabe sugerir que el desa-
rrollo navarro no llevaba aparejado cambios sociales significativos, y que, en gene-
ral, en todas sus manifestaciones tiene una fuerte apariencia de arcaísmo social57.
Desde una perspectiva de larga duración, el crecimiento parece haber prorrogado
sus rasgos altomedievales: proliferación de aldeas de escasas dimensiones, cada vez
más numerosas pero no por ello más pobladas; permanencia de un sistema de cos-
tumbre sucesoral que primaba la división de la herencia y que tendía a fragmentar
las explotaciones agrarias, señoriales o campesinas; multiplicación rampante de los
nobles, dotados de un estatuto propio, pero de una riqueza menor que mediana;
ampliación de los dominios eclesiásticos a costa de los bienes nobiliarios, respe-
tando no obstante su aspecto y gestión; lenta emergencia de una actividad comer-
cial que, incluso teniendo en cuenta el camino compostelano, animaba los merca-
dos rurales pero no estaba en condiciones de invertir los parámetros sociales bási-
cos.
56
L. J. FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA, "Espacio rural y estructuras señoriales en Navarra (1250-
1350)", Europa en los umbrales de la crisis (1250-1350). XXI Semana de Estudios Medievales
de Estella, Pamplona, 1995, pp. 129-169. Véase también M. BERTHE, Famines et épidemies
dans les campagnes navarraises à la fin du Moyen Age, Paris, 1984.
57
Es muy útil la comparación con Gascuña, cf. B. CURSENTE, Des maisons et des hommes. La
Gascogne médiévale (XIe-XVe siècle), Toulouse, 1998.
58
J. J. LARREA, ob. cit., pp. 553-573.
27
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59
Cf. E. RAMÍREZ VAQUERO, Solidaridades y conflictos políticos en Navarra, pp. 51-53. Cf.
también los trabajos de A. J. MARTÍN DUQUE, "Nobleza navarra altomedieval" y E.
RAMÍREZ VAQUERO, "La nobleza bajomedieval navarra: pautas de comportamiento y acti-
tudes políticas", La nobleza peninsular en la Edad Media, Fundación Sánchez Albornoz, Ávila,
1999, pp. 227-254 y 297-324, aunque ninguno de estos autores se ocupa de la nobleza en los
siglos XII y XIII.
60
M. P. DI BELLA, "El nombre, la sangre y los milagros: derecho al renombre en la Sicilia tra-
dicional", J. PITT-RIVERS y J. G. PERISTIANY (eds.), Honor y gracia, pp. 201-220.
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HONOR, VERGÜENZA Y ESTATUS EN LAS FAMILIAS SERVILES DEL PIRINEO CENTRAL....
Esta privación pública del honor no se restringía a la esfera familiar, por amplia
que ésta sea; los medios de prueba son siempre un factor decisivo: los siervos de-
bían aportar testigos cualificados para sostener sus reivindicaciones, mientras que
el juramento era suficiente para librar de culpa a un infanzón. No puedo alargarme
en este tema, pero el Fuero exige a los siervos defender su derecho en múltiples
casos mediante ordalías; valga el ejemplo de las mujeres que reclaman la paterni-
dad de un hijo, que deben coger el hierro caliente para acreditar la veracidad de su
petición61. La palabra de un siervo carecía de valor alguno y su testimonio debía ser
corroborado por al menos un infanzón y otro campesino. Frente a esa invalidez, el
juramento era la manera honrosa de subrayar el estatus social. Piénsese que el
juramento reenvía a una relación directa con el ámbito de lo sagrado, que está
prohibida a los campesinos. Pitt-Rivers ha hecho hincapié precisamente en la unión
de la esfera de lo sacro con la del honor, aquí afirmada para unos y rechazada para
otros62.
61
FGN. ¶ 87, De muyller que faç salua por creatura, pp. 211-212.
62
J. PITT-RIVERS, "Introducción", en J. PITT-RIVERS y J. G. PERISTIANY (eds.), Honor y
gracia, cit.
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63
A. GUERREAU e Y. GUY, Les cagots du Béarn. Recherches sur le développment inégal au sein
du système féodal européen, Paris, 1988. pp. 41-43.
64
P. BOURDIEU, Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, 2000, la cita en p. 17.
30