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Portada del primer número del Mercurio Peruano.

El periodismo propiamente dicho, hace su aparición en la segunda mitad del


siglo XVII, con La Gaceta de Lima, que apareció en 1744, su finalidad
informativa fue de carácter local, sin proyecciones a mayor ámbito virreinal y
solo se publicó hasta 1777. Pero el primer diario, en toda su extensión de la
palabra, lo fundó un joven de veintiséis años llamado Jaime Bauzate y Meza
en 1790; se llamó El Diario de Lima, Erudito y Comercial, el cual insertaba en
sus páginas variadas noticias, informaciones y avisos (considerado la primera
publicación del continente). Al año siguiente, en 1791, se fundó el periódico
más importante en su jerarquía intelectual, cultural y patriótica, El Mercurio
Peruano, auspiciado por La Sociedad de Amantes del País y gran difusor de
la Ilustración. Le siguen El Peruano, El Satélite del Peruano, La Gaceta del
Gobierno de Lima, El Peruano Liberal, El Verdadero Peruano, El Argos
Constitucional, El Investigador; que fueron los periódicos que circularon casi al
terminar el siglo XVII y comienzos del siglo XVIII; todos ellos difundieron las
ideas liberales de la Ilustración, convirtiéndose en los voceros de la actividad
independiente.

Arte y cultura[editar]
El arte durante los primeros años virreinales fue exclusividad de los religiosos y
su uso tuvo un fin práctico, principalmente en el adoctrinamiento. La ciudad de
Lima jugó un rol preponderante en el desarrollo del arte en el virreinato del
Perú. Su rápido crecimiento urbano, la acumulación de riqueza por parte de los
encomenderos y la construcción de templos e iglesias fueron motivos para la
demanda de pinturas y esculturas de las principales ciudades de los reinos
españoles. Especial preferencia se tuvo por las obras provenientes
de Flandes e Italia, aunque las obras sevillanas y andaluzas tuvieron
igualmente gran demanda.
Lima, como centro político del más importante virreinato durante el siglo XVI,
fue plaza importante para destacados artistas que no dudaron en venir y
ofrecer su arte a la Iglesia. Destacan Angelino Medoro, Bernardo Bitti, Mateo
Pérez de Alesio, entre otros. Otro rasgo importante en la evolución de las artes
durante la colonia lo constituye la exquisitez de la arquitectura religiosa. Los
templos fueron encomendados a alarifes que dominaban las técnicas de la
edificación en piedra y barro, por lo que erigieron obras de buena factura, muy
superior a las realizadas en otras partes del continente.
En el interior del virreinato la situación no fue diferente. En Cuzco,
Arequipa, Cajamarca, Huamanga, Puno y Trujillo hubo una clara tendencia
hacia la búsqueda de lenguajes propios, basados en la utilización de elementos
locales. La utilización del sillar en Arequipa o la Piedra en el Cuzco es muestra
clara de la adaptación del arte europeo y su transformación para el uso local.
El barroco dominó casi por dos siglos las artes en el Perú e impuso su sello en
la pintura, escultura, arquitectura, música y literatura. El siglo XVIII se
caracterizó por la llegada de nuevas tendencias procedentes
de Francia, Austria y Alemania. Las artes ya no fueron exclusividad de los
religiosos, por el contrario, fueron los civiles y la corte los principales
compradores de estas tendencias. Uno de estos estilos fue el rococó.
Impulsado por los reyes borbónicos, este estilo manifiesta un gusto exquisito y
refinado, mostrándose principalmente en la pintura y la arquitectura. Destaca la
torre de la catedral de Santo Domingo, bello ejemplo de rococó en el Perú y
atribuida al diseño del mismo virrey Manuel Amat y Juniet.
Por otro lado, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del lenguaje
artístico traído por los españoles. Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus
creencias en pinturas representativas de la Sagrada Familia, superponiendo
para ello elementos andinos sobre figuras sagradas.
Pintura[editar]
La adoración de los Reyes Magos, pintura anónima realizada entre 1740 y 1760, perteneciente a
la Escuela cusqueña de pintura. Es una representación mestiza de una célebre pintura de Rubens.

En la etapa inicial del virreinato la pintura recibió, aparte de la evidente


influencia española, una determinada influencia italiana, debido a la llegada de
muchos artistas de ese país al Perú. El primer italiano en llegar fue el
jesuita Bernardo Bitti, quien desde 1575, difundió su obra por todo el virreinato,
a pesar de que su taller se encontraba en Lima. Con la llegada de Bitti se
produce la época de mayor auge de la influencia del renacimiento italiano en el
virreinato. Junto al maestro jesuita Bernardo Bitti destacan, dentro de la
corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.
Los primeros síntomas de las nuevas corrientes naturalistas barrocas llegaron
al virreinato peruano con las pinturas encargadas en 1608 por el provincial de
la Orden de Santo Domingo a los sevillanos Miguel Güelles y Domingo Carro
para el convento de Nuestra Señora del Rosario o de Santo Domingo de Lima.
La serie, dedicada a la vida de santo Domingo de Guzmán, debía constar de
cuarenta y un lienzos de los que se conservan treinta y seis. Aunque
desiguales de factura, se advierte en ellos una combinación de idealismo
aún manierista e incipiente naturalismo muy característica de la pintura
sevillana del momento y que iba a serlo también de la pintura local del siglo
XVII.13 En este siglo la proliferación de aristas españoles propició la apertura de
varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales ciudades del
virreinato peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-
1664) uno de sus principales referentes. Muchos de sus cuadros fueron
copiados o sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera,
algunas de sus obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción
para la orden religiosa que lo había encargado (En Lima algunas de sus obras
se pueden apreciar en la iglesia de la Buena Muerte).
En el siglo XVII, surgió una pintura mestiza, cuya máxima expresión sin duda
se dio en el Cuzco; convirtiéndose así en uno de los referentes pictóricos más
importantes del virreinato. La presencia de Bernardo Bitti (1583-1585 y 1596-
1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica cusqueña. Sin embargo,
a pesar de que el "movimiento italiano" fue base para muchas de las obras
producidas en esta ciudad, lo cierto es que se empezó a dejar elementos y a
incorporarse otros propios de la región. En otras palabras, se desarrolló con los
años una personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la
personalidad de los pintores (la gran mayoría andinos y mestizos) y también
cual era su base de inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los talleres
cusqueños), dando así lugar al estilo denominado “Escuela cuzqueña de
pintura“; que se caracteriza por el colorido brillante y profusa riqueza de los
retratos y marcos. Sus principales representantes fueron: Diego Quispe Tito,
Basilio de Santa Cruz Pumacallao, Juan Espinoza de los Monteros, Marcos
Zapata, Basilio Pacheco; aunque la mayoría de los obras de esta escuela es de
artistas anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cusqueña
pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local.
Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de gran
influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la iglesia. La
corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través de los retratos.
Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje pictórico mucho más
profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de Cristóbal de Lozano
y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los virreyes
más importantes del siglo de las luces.
Arquitectura[editar]
Artículo principal: Arquitectura virreinal peruana

Los claustros fueron uno de los tipos de edificios más difundidos en el Virreinato del Perú como el
Claustro redondo de Santo Tomás en Lima.

La arquitectura virreinal alcanzó su máxima expresión en la edificación de


iglesias, claustros, casas y mansiones señoriales, y en menor medida
fortalezas y cuarteles. Su desarrollo fue incentivado fundamentalmente por la
actividad religiosa, la cual construyó catedrales, claustros y conventos urbanos
y rurales, dispersos por toda su geografía. La mayoría de las iglesias de fines
del siglo XVI poseían planta gótico-isabelina con nave alargada y separada por
presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado toral. Sin embargo,
son pocos los ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Algunas casas-patio de
Lima y Cuzco, y ciertas iglesias en provincia son la única muestra de las
construcciones de aquella época. Del siglo XVI destacan la casa de Jerónimo
de Aliaga en Lima, La Merced en Ayacucho, la Iglesia de San Jerónimo en
Cuzco y la Asunción en Juli, Puno.
El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo llegó al Perú
en un momento de gran madurez artística de los alarifes afincados en el Perú.
La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio local hicieron de la
arquitectura virreinal peruana una expresión nueva y original del barroco
americano. Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio en la
construcción y diseño de las naves. Las iglesias dejarían las plantas isabelinas
y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el crucero.
Son ejemplo del barroco San Francisco el viejo, iglesia de las Trinitarias, iglesia
de La Merced, la Portada del Perdón de la Catedral de Lima, Santo Domingo,
San Francisco, Santa Catalina en Cuzco, etc. A este estilo también pertenece
el Palacio de Torre Tagle. Otro estilo que tuvo mucha aceptación en el Perú
virreinal fue el churrigueresco, ejemplos de esto lo constituyen los templos
de San Agustín y San Marcelo en Lima así como los retablos en pan de oro de
muchas de las iglesias virreinales del Perú.

Patio del Palacio de Torre Tagle, una casona virreinal en la ciudad de Lima.

En la segunda mitad del siglo XVIII aparece el rococó por influencia francesa, en
el virreinato; dejando ejemplos de su estilo, la iglesia de las nazarenas y la
Quinta Presa en Lima; la Casa del Almirante en Cuzco, etc. Al final del
siglo XVIII surge el estilo arquitectónico neoclásico que tuvo su inspiración en
los moldes de la Grecia antigua y la roma imperial. Corresponde a este estilo
los retablos de la Catedral de Lima, la fachada de la iglesia de San Pedro, el
altar mayor de la iglesia de San Francisco, etc.
En las ciudades, la vivienda tuvo una fuerte influencia peninsular,
especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán en
el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él
llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un patio dominaba el ingreso
rodeado de los dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se
encontraba la sala que usualmente conectaba a un segundo patio y finalmente
a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban
productos de pan llevar. Las casas de dos pisos tuvieron usualmente
un balcón cerrado por donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y XVII
estos balcones poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se
construyeron bajo los cánones del neoclasicismo y del estilo imperio,
imponiéndose el uso de ventanas de guillotina, como se puede apreciar en
la Casa de Osambela en Lima. Los balcones de Lima le confirieron a esa
ciudad una personalidad propia, ya que en ninguna ciudad americana
existieron tantos balcones como en la capital del Virreinato del Perú.
Escultura[editar]
Artículo principal: Escultura en el Virreinato de Perú
La escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato peruano
por la iglesia. La escultura virreinal produjo obras maestras, tanto por la
delicadeza y la minuciosidad en los detalles, como por la magnífica expresión
del conjunto. Se esculpieron, mayormente, imágenes religiosas, para
embellecer los altares, en los que predominaba el dorado y la policroma;
igualmente, otras estatuas de santos, como aquellas que adornan las fachadas
de los templos, a la vez de altares, púlpitos y confesionarios. En todos los
casos se empleó mayormente, la madera y excepcionalmente la piedra. La
presencia de maestros españoles durante el siglo XVI y principios del XVII
consolidó a Lima como importante fuente de producción escultórica.

Baltazar Gavilán. Cristo, siglo XVIII.

Entre los más importantes escultores del virreinato figuran Juan Martínez de
Arrona, excelente ebanista especializado en cajonería religiosa. Su obra más
importante es la Cajonería de la Catedral (1608) realizada bajo los cánones del
renacimiento pues debía armonizar con el estilo de Francisco
Becerra, alarife de la catedral. Otro importante escultor fue Pedro de Noguera,
autor de la Sillería de la Catedral (1632), acaso la obra escultórica más bella de
Lima construida en el siglo XVII. De los talleres del andaluz Juan Martínez
Montañés (1568-1649) destaca el retablo del Monasterio de la Concepción
(actualmente se encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo describe
en sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde Sevilla, durante
quince años a la Ciudad de los Reyes (1607-1622). Otra obra importante es la
escultura de Melchor Caffa titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De
origen maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra en honor a la santa
peruana posee bastante parecido con la Santa Teresa de Jesús de Bernini.
En el siglo XVII, ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar Gavilán.
Con un manejo exquisito del barroco, sus obras imprimen un realismo sin
precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa realizada para el
convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín. De
1.95 m, esta escultura representa el fin de la vida (esqueleto con un arco y
flecha en la mano) y según una tradición de Ricardo Palma fue el mismo
Gavilán víctima de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras una pesadilla el
autor se levantó y a media luz se encontró con la horrible figura de "La muerte",
muriendo de la impresión.
Literatura[editar]
Artículo principal: Literatura de la Colonia del Perú

Primera página de la Historia natural y moral de las Indias del padre jesuita José de Acosta.

Las primeras manifestaciones literarias del Perú virreinal recibieron marcada


influencia renacentista e italiana, expresada en los depurados
modelos grecolatinos en prosa y verso (gusto aristocrático). Luego, el
florecimiento de la literatura española entre los siglos XVI y XVII, el
llamado siglo de oro, sentaron su influencia sobre las letras peruanas, pero sus
características, al fusionarse con el espíritu del Perú virreinal, dieron resultados
que prestigian a la literatura mestiza.
Los principales representantes fueron:
• Inca Garcilaso de la Vega, autor de las célebres obras histórico-
literarias: Comentarios reales de los incas, La Florida del
Inca e Historia General del Perú.
• Juan de Espinosa Medrano, autor de Apologético en favor de Don
Luis de Góngora y La novena maravilla.
• Antonio de León Pinelo, autor de Paraíso en el Nuevo Mundo.
• Pedro Peralta y Barnuevo, escribió numerosas obras de las que se
destaca Lima Fundada.
• Amarilis, desconocida poeta huanuqueña, que escribiera Epístola a
Belardo (dirigida al dramaturgo español Lope de Vega)
• Diego de Hojeda, autor de La Cristiada.
• Juan del Valle y Caviedes, autor de Diente del Parnaso.
• Pedro de Oña, autor de Arauco Domado.
• Juan de Miramontes y Zuazola, autor de Armas Antárticas.
• Diego Dávalos Figueroa, autor de Miscelánea Austral.
• Otros destacables literatos coloniales fueron: Juan Dávalos de
Ribera, Toribio Rodríguez de Mendoza, José Eusebio de Llano
Zapata, Pablo de Olavide, Alonso Carrió de la Vandera y José
Hipólito Unanue.
Teatro[editar]
Las representaciones escénicas o teatrales surgieron a comienzos del
virreinato. Fueron los jesuitas, hacia el año de 1568, los primeros en inaugurar
representaciones al aire libre en la plazuela de San Pedro (Lima). Estas
funciones se hacían en las tardes; pero después, se programaron en horario
nocturno.
Es así que a inicios del virreinato, las primeras presentaciones teatrales se
daban en los atrios de las iglesias, con el público en la plaza frente del templo,
con el transcurso de los años, las presentaciones eran sobre tabloides de
madera ubicados en el centro de la plaza, finalmente, ya cuando el teatro entra
en apogeo, las presentaciones teatrales se daban en coliseos, como el
denominado coliseo de las comedias de Lima (las comedias gozaban de la
predilección del público antes que el drama). El teatro virreinal principalmente
en la ciudad de los Reyes (Lima) ya se había beneficiado con mejoras en
infraestructura hasta el siglo XVIII, desafortunadamente el terremoto de 1746
destruyó el Teatro principal de la ciudad, Inmediatamente fue reconstruido por
el dramaturgo e icono de la Ilustración y el pensamiento intelectual
rebelde, Pablo de Olavide, lo que originó un conflicto entre la iglesia y la
administración virreinal porque los principales templos de Lima demandaban
reparaciones, en ese sentido acusaban de gasto impío aquella reconstrucción
del teatro, como era lógico el limeño Pablo de Olavide fue señalado
responsable, entonces deshonrado Olavide viaja a España y es allí donde
reforma la escena teatral con su espíritu rebelde. El Teatro Principal de Lima,
hoy llamado Teatro Segura aún existe.
Además de Olavide, logró celebridad como dramaturgo el intelectual Pedro de
Peralta Barnueva, quien compuso obras que constituyen la representación
peruana en el teatro hispanoamericano, como el drama “triunfo de amor y
poder”, y la comedia “Afectos vencen fuerzas” Asimismo, se destaca el drama
incaico, compuesto en quechua, denominado Ollantay, aparecido en el siglo
XVIII, donde el párroco Pedro Valdés, quien recogió la leyenda incaica, y la
adoptó con mentalidad europea para su puesta en el teatro.
Se destacó en el siglo XVIII a una gran actriz, que se convirtió en un
antecedente de las grandes divas que proliferaron en el siguiente siglo: Micaela
Villegas y Hurtado (1748-1819), más conocida como La Perricholi, considerada
la reina de los escenarios limeños. Fue y sigue siendo fuente de inspiración
para una vasta producción intelectual que abarca géneros diversos de obras
poéticas, dramáticas, musicales, cinematográficas y de las artes plásticas.
Oratoria[editar]
Durante el virreinato, el ejercicio de la oratoria estuvo circunscrito a la oratoria
de carácter religioso y sacramental. En este aspecto destacaron los jesuitas por
sus sermones dominicales o en las grandes festividades también se cultivó
esta actividad en la enseñanza, especialmente en los colegios máximos y,
preferentemente, en la cátedra universitaria.
Medicina[editar]
El conocimiento médico durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A
pesar de enseñarse en las universidades, la medicina se restringió a aminorar
las dolencias que no causaban muerte, como el caso de un resfrío o torceduras
de huesos. Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía mucho por
hacer pues no poseía la técnica ni los conocimientos necesarios para curar
enfermedades como el cáncer, hidropesía, apoplejía, "alfombrilla" o tercianas,
muy comunes y estudiadas durante el virreinato.
Fue común que los barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la
práctica empírica de la medicina. Los escritos indican que fueron especialistas
en sacar muelas y en preparar ungüentos y "parches" para los huesos. Barbero
y médico empírico fue San Martín de Porres antes de consagrarse hermano
lego dominico.

La capital virreinal[editar]

Entrada del virrey Diego Morcillo Rubio de Auñón en Lima.

Por decisión de la Corona española, la ciudad de Lima, fundada originalmente


con el nombre de Ciudad de los Reyes, fue la capital y el centro político y
administrativo del Virreinato del Perú. Era la ciudad más rica y poderosa del
continente en los siglos XVII y XVIII. El comercio de la zona estaba
concentrado en el puerto del Callao al cual llegaban todos los navíos
provenientes de Panamá teniendo una suerte de monopolio en el comercio
regional, esto provocó el asedio de los corsarios, el más famoso de ellos fue
Francis Drake. Para evitar estas invasiones el virrey Melchor Navarra y
Rocafull, Duque de la Palata mandó a construir las célebres murallas limeñas.
La opulencia de Lima[editar]
La riqueza encontrada y extraída del territorio del antiguo Imperio inca, además
de los yacimientos minerales de Potosí y Charcas, dio la posibilidad de una
vida social intensa y llena de ostentosos dispendios [cita requerida].
En Lima, la tres veces coronada ciudad, se fue creando un boato, una
magnificencia, una opulencia y una vida cortesana de un nivel al que llegaban
escasas capitales europeas[cita requerida].
La autoridad del virrey, como representante del rey era particularmente
importante, ya que este destino suponía un ascenso político y social y la
culminación de una carrera en la administración indiana.
Las llegadas a Lima de los nuevos virreyes eran especialmente fastuosas. Para
la ocasión, se adoquinaban las calles con barras de plata desde las puertas de
la ciudad capital hasta el Palacio del Virrey. A todo lo largo de esta misma vía,
se levantaban arcos al estilo del Imperio romano[cita requerida], adornados con
pinturas y esculturas. Además, el virrey disponía para su persona de un cuerpo
de protección y escolta, la Compañía de Gentiles hombres, Lanzas y
Arcabuces.
Cuzco, postrera capital[editar]
Bajo el gobierno del último virrey José de la Serna la ciudad del Cuzco se
convirtió en la capital del Virreinato del Perú, estableciéndose allí el 31 de
diciembre de 1821, y trasladando la sede del gobierno virreinal al Cuzco el 30
de enero de 182214 hasta finalizar el dominio español en el año 1824 tras la
capitulación de sus ejércitos en la Batalla de Ayacucho y el traspaso de
poderes por el virrey interino y último representante de la Corona, Pío de
Tristán y Moscoso.

Véase también[editar]
• Historia del Perú
• Historia del Virreinato del Perú
• Lista de virreyes del Perú
• Platería en el Virreinato del Perú
• Quinto del Rey
• Capitanía General de Chile
• Expediciones españolas a Tahití
• Expediciones españolas a las islas Salomón y Vanuatu
Otros Virreinatos[editar]
• Virreinato de Nueva España
• Virreinato de la Nueva Granada
• Virreinato del Río de la Plata

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