Está en la página 1de 10

Obraje en el Virreinato del Perú.

Las tierras destinadas a la agricultura se encontraban relativamente cercanas a


las ciudades debido a que muchos de los alimentos no aguantaban más de
cinco días de camino sin malograrse. Alrededor de Lima y Potosí, por ejemplo,
hubo grandes hectáreas destinadas solamente a la producción local. Dentro de
esta producción no se descuidaron los productos locales como el olluco y
la coca. Hacia 1600 la producción local fue lo suficientemente estable como
para sustituir las importaciones que se hacían desde la España europea,
causando gran molestia a los comerciantes españoles. Es desde entonces que
el comercio intraamericano empezó a tener auge, principalmente entre las
regiones del Perú, Chile y Centroamérica.
Productos traídos por los españoles[editar]

• Ganado: Vacuno, lanar, caprino, porcino y equino.


• Cereales: Trigo, cebada y centeno.
• Otros vegetales: Caña de
azúcar, lentejas, garbanzos, frijoles, lechugas, col, espinaca, apio, es
párrago, zanahoria, nabo, betarraga, rábanos, bananas, naranja, lim
ón, etc.
Los obrajes[editar]
Fueron centros laborales de gran importancia en el Virreinato dedicados a la
manufactura de textiles e hilos de lana, algodón y cabuya. El primer obraje fue
instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció rápidamente debido
a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de
diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros,
costales). Su producción no pudo superar lo artesanal porque el monopolio
peninsular no dejaba que se expandiera o elaborara productos de mejor calidad
dentro de sus territorios de ultramar.
La Iglesia en el virreinato[editar]
Ambiente religioso[editar]
Artículo principal: Diócesis católicas indianas españolas

Corpus Christi en el Cuzco.

Una de las causas del descubrimiento de América fue la difusión de la


religión católica y desde la creación del virreinato peruano la sociedad se
caracterizó por profesar el catolicismo y por poseer un profundo espíritu
religioso.
En el siglo XVII, la Iglesia católica prosperó enormemente: en Lima, con 26 000
habitantes, contaba con diecinueve iglesias y monasterios y el diez por ciento
de su población estaba constituido por sacerdotes, canónigos, frailes y monjas,
que penetraron profundamente en la vida del pueblo, en cuyas familias era casi
una actitud tradicional destinar a uno de los hijos a la vida religiosa y observar
rigurosamente los rezos del Ángelus a mediodía y del rosario, además de
asistir a las diversas actividades de culto.
Fundada Lima, se estableció un obispado en 1541 que, en 1548, fue elevado a
la categoría de arzobispado, durante el gobierno del pacificador Pedro de la
Gasca. Este arzobispado tenía bajo su jurisdicción a todos los demás
obispados que, por entonces, funcionaban en la América del Sur, y eran el
obispado de Cuzco, Panamá, Papayán, Quito, Charcas y Paraguay. El primer
arzobispo fue fray Jerónimo de Loayza hasta que, en 1581, fue nombrado
como arzobispo fray Toribio Alfonso de Mogrovejo, considerado el verdadero
organizador del sistema eclesiástico en el virreinato, para cuyo efecto reunió en
Lima dos concilios provinciales. De acuerdo a esto la iglesia peruana se
organizó en arzobispados, obispados y curatos. Se contaba también con los
curas doctrineros en las reducciones.
Las órdenes religiosas[editar]
Basílica y Convento de San Francisco, en la ciudad de Lima perteneciente a la orden de
los franciscanos.

Junto con los miembros del clero secular llegaron también


los religiosos del clero regular organizados bajo la advocación de un santo y
que tuvieron como tarea fundamental la propagación de la fe católica y el
adoctrinamiento de los indígenas dispersos por todo el virreinato. Todos ellas
fundaron conventos y monasterios y edificaron hermosas iglesias en Lima y
otras ciudades del Perú.
Las órdenes religiosas que se establecieron en el Perú fueron la Orden de
Predicadores o dominicos, la Orden de Frailes Menores o franciscanos,
la Orden de la Merced o mercedarios, la Orden de San Agustín o agustinos y
la Compañía de Jesús o jesuitas.
Dominicos[editar]
La Orden de Predicadores fue la primera en llegar al Perú con fray Vicente de
Valverde en 1532 (destacada actuación en la captura del inca Atahualpa y
primer obispo del Cuzco). Su primer convento lo construyó sobre el templo inca
del Coricancha, (Cuzco); fundó en Lima la Universidad de San Marcos (1551) e
implementó inicialmente el tribunal de la Santa Inquisición. Destacó por su
defensa de las poblaciones andinas, siguiendo la lucha del fraile
dominico Bartolomé de las Casas, y por su gran labor de adoctrinamiento de
las poblaciones indígenas (fray Domingo de Santo Tomás quien fue el primer
fraile en estudiar el quechua).
Franciscanos[editar]
La Orden de Frailes Menores llegó al Perú en 1533, dedicándose
especialmente a las misiones, es decir, a la difusión del catolicismo en el
virreinato. Llegó a instalar conventos
en Arequipa, Huamanga, Trujillo, Chachapoyas y otras ciudades (construyeron
el Convento de Ocopa, en Huancayo). Fue una de las órdenes que más trabajó
con misiones a las inhóspitas regiones de la selva.
Mercedarios[editar]
La Orden de la Merced llegó al Perú en 1533 y su centro de operación fue la
ciudad de Lima. Sin embargo el número de miembros de la orden no fue
significativo en comparación con el número de las otras órdenes religiosas. Su
carácter misionero hizo que la orden mercedaria llegara a las altas cumbres
cordilleranas en búsqueda de nativos americanos para evangelizar. Fueron
mercedarios Fray Martín de Murúa, cronista que se dedicó a la recopilación de
la historia del Tahuantinsuyo y autor de la crónica "Origen y Descendencia de
los Incas" y Fray Diego de Porres, misionero dedicado a la enseñanza de la fe
católica, apoyándose en instrumentos nativos como el quipu. Explotó bienes
inmuebles incursionando en las haciendas y otro tipo de negocios
(repartimientos, encomiendas). Logró controlar la Santa Inquisición desde
mediados del siglo XVIII.
Agustinos[editar]
La Orden de San Agustín llegó en 1551 y se instaló en Lima como la Provincia
Nuestra Señora de Gracia del Perú, y en varias partes del virreinato peruano,
principalmente en la Sierra, extendiéndose incluso hasta el Alto Perú. Tomaron
a su cargo el célebre santuario de Copacabana, a orillas del Lago Titicaca, a
partir del cual predicaron con gran eficacia la doctrina católica a las poblaciones
indígenas.
Jesuitas[editar]
La Compañía de Jesús vino al Perú en 1568, como una organización moderna
y poderosa, al servicio de la Contrarreforma, es decir, a la lucha contra
los protestantes europeos. Con ese antecedente, tuvo gran empuje en su labor
misional en el Perú, asumiendo con gran éxito la administración de haciendas y
fundando multitud de colegios (también incursionaron en el estudio del quechua
y del aimara). Con los años, esta labor adquirió gran prestigio e influencia en
los ámbitos políticos, culturales y económicos locales. Los jesuitas
fueron expulsados de España y de América por orden de Carlos III, en 1768,
preocupado por el poder que ejercían y las posiciones sobre las libertades
políticas que dejaban entrever. Esto constituyó un rudo golpe para la cultura y
economía del virreinato.
Estas cinco órdenes proporcionaron la mayor parte de religiosos que
asumieron la tarea evangelizadora en el virreinato del Perú.11
Proceso de evangelización[editar]
La evangelización en el Virreinato del Perú empezó el mismo día en que los
españoles arribaron a estas tierras y emprendieron su empresa de conquista.
La labor evangelizadora se dio de manera paulatina a medida que llegaban las
órdenes religiosas, pero también con cierto desorden pues la dispersión de los
misioneros impedía una eficaz labor centralizada. Las primeras acciones
importantes de evangelización empezaron después del primer Concilio
Limense en 1551. La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que
en el acto debían abandonar las prácticas autóctonas y todas las formas que
iban contra las leyes eclesiásticas y contradecían los mandamientos católicos.
Santa Rosa de Lima.

En el segundo Concilio Limense (1567-1568) se retomó la idea de destruir


las huacas y de colocar en su lugar cruces o levantar una iglesia o ermita en
caso que la huaca haya sido un importante lugar de culto.
El Tercer Concilio Limense (1582-1583) marcó un cambio significativo en la
evangelización peruana. Lo nuevo fue en materia de textos y catecismos. Las
distintas órdenes debían utilizar los mismos materiales de enseñanza y
adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo la lengua quechua (y sus
variantes). Los jesuitas fueron los más entusiastas con esta nueva metodología
de evangelización debido a que el catecismo era una de sus principales
virtudes.
Los materiales visuales fueron especialmente importantes como métodos
persuasivos para lograr la conversión de los indígenas.11 Dieron lugar, también,
a la creación de escuelas de artes en el virreinato, como la de Cuzco, que se
encargaron de decorar las iglesias, monasterios y conventos.11 Gisbert señala
que el 70% de los artistas de la escuela cuzqueña eran nativos americanos.11
Sin embargo, a principios del siglo XVII los sacerdotes aún estaban destruyendo
reliquias incaicas, quemando momias del Incario y
descubriendo llamas destinadas a un sacrificio entre las andas de los santos.
Fue entonces que el intento de extirpación de idolatrías se hizo más riguroso:
los curas destruyeron todo objeto incaico considerado hereje, se obligó a
los nativos americanos a asistir a misa bajo pena de azote y a bautizar a sus
hijos con nombres cristianos y se persiguió a hechiceros y brujos.
Santidad en el Virreinato[editar]
La fe que profesaba la población dio como frutos que en el Perú hubiese la
mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en todos los virreinatos
españoles. La mayoría apareció entre 1570 y 1660, muchos de ellos
coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso de San Martín de
Porres, San Juan Masías, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco
Solano y, muy especialmente, Isabel Flores de Oliva, virgen y mística que fue
canonizada con el nombre de Santa Rosa de Lima, patrona principal del Nuevo
Mundo (América), Filipinas e Indias Occidentales.
Factor activo en el acrecentamiento de la religiosidad virreinal fue el terremoto
del 31 de marzo de 1650 en el Cuzco, que dio lugar al culto del Señor de los
Temblores, y el del 20 de octubre de 1687, en Lima, que originó la festividad
del Señor de los Milagros.
La Inquisición en el Virreinato[editar]

Camino hacia la plaza mayor de Lima para la condena de la Inquisición.

En el Virreinato peruano el Tribunal de la Santa Inquisición se estableció


durante el gobierno del virrey Francisco Álvarez de Toledo, por real cédula de
25 de enero de 1569. Empezó a funcionar el año siguiente, en 1570. La
jurisdicción de la Inquisición limeña se extendía hasta las audiencias de
Charcas, Chile y Quito, que en ocasiones actuaban con gran autonomía,
después de que en 1610 se crease un nuevo distrito con sede en Cartagena.
En un comienzo, su acción se centró en la población blanca, quedando -por lo
tanto- excluidos de sus pesquisas los indígenas, que constituían la parte mayor
de la población. La misión primordial de la Inquisición era combatir
la herejía pero pronto sus atribuciones se ampliaron a la persecución de
la blasfemia, la bigamia o la hechicería. Así, desde el primer momento, los
procesos por herejía representaron en el tribunal limeño una pequeña parte del
total de causas. Dentro de los condenados por luteranismo fue significativo el
número de los extranjeros, incluyendo a algunos corsarios ingleses, entre ellos
un sobrino de Francis Drake, tres de los cuales acabaron en la hoguera. Pero
el mayor número de condenas a la última pena se dio entre los judaizantes, en
su mayor parte portugueses. Solo un natural de Lima fue condenado a la
hoguera: el bachiller Juan Bautista del Castillo, por proposiciones contra la fe.
El mayor número de causas -blasfemia y delitos relacionados con la
sexualidad- perseguía mantener el orden de valores y la moralidad
establecidos y se saldaban con la reconciliación y pequeñas penas espirituales.
A partir de 1620 la actuación del tribunal se redujo notablemente, con la
excepción del proceso a los judaizantes portugueses de 1639, once de los
cuales fueron quemados.
En el siglo XVIII tan solo se celebró un auto público de fe, en 1736, y en él se
dictó la última sentencia de muerte, recaída contra la judaizante María
Francisca Ana de Castro.
El último autillo de fe se celebró el 17 de julio de 1806. En los tiempos finales
se incorporaron a los tipos delictivos algún caso de pertenencia a
la francmasonería y lectura de libros prohibidos. En 1813, el Tribunal de la
Inquisición fue abolido por las Cortes de Cádiz y la sede limeña fue objeto de
saqueo. Todavía fue restablecido tras la llegada de Fernando VII al poder, pero
su existencia fue más que nada testimonial hasta su definitiva supresión en
1820.
Este rígido y severo tribunal, cuya jurisdicción se extendía a los territorios de
Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina, envió a la hoguera en sus
más de doscientos años de existencia a treinta y dos personas, de las que
veintitrés lo fueron tras ser condenadas por judaizantes, seis como
herejes protestantes —todos ellos extranjeros—, dos por delito de
proposiciones y uno por alumbrado. Todos eran blancos y solo uno criollo.
Además, el tribunal sentenció a unas 1474 personas a penas diversas. 12

La educación en el virreinato[editar]
La educación virreinal estuvo sometida a los moldes europeos y se caracterizó
por el memorismo, la religiosidad, la rigurosidad y el clasicismo. En ella
influenció y desempeñó gran papel la Iglesia a través de sus órdenes
religiosas, destacando en esta labor los jesuitas. La implantación de la
educación siguió en orden inverso al de la educación actual, es decir, primero
se implantó la educación superior, después el grado intermedio y, por último, la
educación elemental.
Educación elemental o de primeras letras[editar]
La educación básica se dio a través de las escuelas conventuales, parroquiales
y las escuelas misionales. Allí se enseñaba a leer a los niños, escribir, cantar,
así como los preceptos básicos. Las mujeres estuvieron casi marginadas del
proceso educativo. También existían colegios menores que eran dirigidos a
párrocos e indígenas. Los objetivos eran enseñar a leer, escribir, además, a
catequizar.
Educación intermedia[editar]
La educación intermedia en el Virreinato del Perú se dio en los colegios
mayores y de caciques; estos asumían una mezcla de lo que hoy se conoce
como educación secundaria o intermedia. Los colegios mayores cumplían una
suerte de función auxiliar con determinadas universidades, como el caso de los
colegios San Felipe y San Martín, que servían de internado para los alumnos
de la Universidad de San Marcos.
Entre los principales colegios mayores se puede mencionar los siguientes:

• Colegio Máximo de San Pablo de Lima, de los jesuitas, en 1568.


• Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos, en 1575.
• Colegio Real de San Martín, en 1582.
• Centro de Estudios del Real Colegio Secular de los Agustinos de
San Ildelfonso, de la Orden de San Agustín, en 1608.
• Colegio San Buenaventura, en Cusco a cargo de los franciscanos,
en 1611.
• Colegio San Antonio Abad, de los jesuitas en Cusco, en 1619.
• El Colegio de Yungay, Ancash, fundado el 30 de noviembre de 1614,
gracias a la generosidad de doña Inés de Salas Viuda de López de
Villoso, quien donó testamentariamente sus haciendas "Santa
Catalina" y "Chorrillos" con el objeto de que sus rentas sirvan para la
educación de los niños y niñas de la Villa de Yungay. Esta institución
educativa fue regentada, en sus inicios, por los frailes dominicos.
• En 1619, los jesuitas establecieron el la ciudad del Cusco el colegio
de San Bernardo funcionando continuamente y en 1825, Simón
Bolívar, a su paso por la ciudad del Cusco, creó sobre su base
el Colegio de "Ciencias y Artes"; pero después del terremoto que
asoló a la ciudad del Cusco, y luego de la construcción del nuevo
local terminó con el nombre de "Colegio Nacional de Ciencias", que
funciona hasta la actualidad. Acumulando un total de 393 años de
vida académica.
• Colegio de San Pedro de Nolasco, fundado en Lima, a cargo de los
mercedarios, cuyas instalaciones hasta hoy se conservan.
• El Colegio del Príncipe, creado por Real Cédula del Rey Carlos
III después de la expulsión de los jesuitas, era el antiguo Colegio de
Caciques para nativos americanos nobles, creado durante el
gobierno del Virrey Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de
Esquilache, en Lima. Su equivalente cuzqueño fue el Colegio San
Francisco de Borja, destinado a los hijos de los caciques, los cuales
recibían enseñanzas del castellano y religión.
• Colegio La Victoria de Ayacucho en Huancavelica, fundado por los
jesuitas en 1709.
• Colegio de la Villa de Moquegua, fundado en 1711 por los jesuitas.
• Colegio de Ica, fundado en 1719 por los jesuitas.
• Colegio de San Carlos, fundado en 1770, siendo virrey Manuel de
Amat y Junyent, se creó en compensación de la expulsión de los
jesuitas y funcionó en lo que hoy es la Casona de San Marcos. Fue
en este colegio donde Don Toribio Rodríguez de Mendoza y
Fray Diego Cisneros iniciaron los movimientos de la reforma en la
enseñanza.
• Colegio Santo Tomás en Lima, a cargo de los dominicos.
Los colegios de caciques como el Colegio San Francisco de Borja en el Cusco,
se implementaron, entre otros motivos, como parte de las medidas de
extirpación de idólatras, a fin de adoctrinar a caciques e hijos de caciques en la
doctrina católica, en la gramática castellana, en el latín, en los cánticos
religiosos, etc., y que ellos, a su vez influyan sobre las poblaciones indígenas
aún no asimilados al catolicismo. Fueron notables los colegios el príncipe de
Lima y San Borja del Cuzco.
Además de estos dos tipos de colegios, existieron en la colonia los seminarios,
que formaban a los futuros sacerdotes. Entre ellos se cuenta el de Santo
Toribio de Mogrovejo (Lima), San Antonio Abad (Cuzco), San Cristóbal
(Huamanga), San Jerónimo (Arequipa), San Marcelo y San Carlos (Trujillo).
Educación universitaria[editar]
Casona antigua de la Universidad Mayor de San Marcos, en Lima.

La enseñanza propiamente superior se brindaba en las universidades. La


enseñanza universitaria en el Perú se inauguró en 1551 con la fundación de
la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos en Lima, por obra de
los dominicos, la fue la institución de educación superior más antigua del
continente americano y la primera universidad de América que fue oficial y
solemnemente constituida, es decir, con todas las formalidades reales y
canónicas exigidas en la época.
Otras importantes universidades fundadas en el virreinato fueron:

• Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1548


• Universidad Santo Tomás, en 1580.
• Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de
Chuquisaca, actual Sucre, en 1624.
• Universidad de Córdoba, en 1613.
• Universidad de San Cristóbal, en Huamanga, actual Ayacucho,
en 1677.
• Universidad de San Antonio Abad, en el Cuzco, en 1692.
• Universidad de San Agustín, en Arequipa, en 1714.
• Real Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile, en 1738.
Contribuyeron a la educación, como a la difusión de la cultura en el virreinato
peruano, la instalación de la imprenta, en Lima, en 1581, a cargo de Antonio
Ricardo. En 1583, previas licencias respectivas, se publicó el primer libro,
Doctrina cristiana y catecismo para la instrucción de los nativos americanos,
escrito en tres idiomas: español, quechua y aimara (consagrado como el
primero de su género en América). Otras publicaciones aparecieron en 1594,
en tiempos del virrey García Hurtado de Mendoza, con motivo de la captura del
corsario Hawkins.
Los inicios fueron restringidos pues solo se podía imprimir con el permiso y
conocimiento de La Corona. Las obras trataban generalmente sobre temas
religiosos y gramática quechua. En el siglo XVII la imprenta aumenta su
producción y se imprimen libros de interés médico y crónicas históricas; pero
cobraría importancia años después con el ingreso del periodismo.
Portada del primer número del Mercurio Peruano.

El periodismo propiamente dicho, hace su aparición en la segunda mitad del


siglo XVII, con La Gaceta de Lima, que apareció en 1744, su finalidad
informativa fue de carácter local, sin proyecciones a mayor ámbito virreinal y
solo se publicó hasta 1777. Pero el primer diario, en toda su extensión de la
palabra, lo fundó un joven de veintiséis años llamado Jaime Bauzate y Meza
en 1790; se llamó El Diario de Lima, Erudito y Comercial, el cual insertaba en
sus páginas variadas noticias, informaciones y avisos (considerado la primera
publicación del continente). Al año siguiente, en 1791, se fundó el periódico
más importante en su jerarquía intelectual, cultural y patriótica, El Mercurio
Peruano, auspiciado por La Sociedad de Amantes del País y gran difusor de
la Ilustración. Le siguen El Peruano, El Satélite del Peruano, La Gaceta del
Gobierno de Lima, El Peruano Liberal, El Verdadero Peruano, El Argos
Constitucional, El Investigador; que fueron los periódicos que circularon casi al
terminar el siglo XVII y comienzos del siglo XVIII; todos ellos difundieron las
ideas liberales de la Ilustración, convirtiéndose en los voceros de la actividad
independiente.

Arte y cultura[editar]
El arte durante los primeros años virreinales fue exclusividad de los religiosos y
su uso tuvo un fin práctico, principalmente en el adoctrinamiento. La ciudad de
Lima jugó un rol preponderante en el desarrollo del arte en el virreinato del
Perú. Su rápido crecimiento urbano, la acumulación de riqueza por parte de los
encomenderos y la construcción de templos e iglesias fueron motivos para la
demanda de pinturas y esculturas de las principales ciudades de los reinos
españoles. Especial preferencia se tuvo por las obras provenientes
de Flandes e Italia, aunque las obras sevillanas y andaluzas tuvieron
igualmente gran demanda.

También podría gustarte