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Resumen ejecutivo

Mientras el presidente venezolano Nicolás Maduro busca consolidar su poder, su


país se sume en un hoyo de miseria. La hiperinflación ha agravado la escasez de
alimentos y medicinas. Las epidemias de enfermedades prevenibles y la crisis de
desnutrición infantil son cada vez más mortales, mientras que el crimen violento se
ha disparado. Se estima que cuatro millones de venezolanos han emigrado y que
decenas de miles cruzan la frontera con Colombia cada mes en busca de un
nuevo hogar. Los vecinos de Venezuela, que una vez optaron por mantenerse al
margen de sus tensiones internas, hoy enfrentan una catástrofe en sus fronteras.
Los gobiernos de América Latina, la ONU, la Unión Europea y los EE.UU. deben
redoblar sus esfuerzos para manejar la crisis humanitaria, incluso garantizando
que los países vecinos tengan los recursos para hacerle frente. También deberían
presionar, idealmente junto con China, para que se reanuden las conversaciones
entre el gobierno y la oposición con el objetivo de llevar a cabo reformas que
permitan una política más representativa y la recuperación económica; amenazar
con nuevas sanciones podría ayudar a empujar al gobierno hacia concesiones.
La turbulencia del 2017 ha magnificado el sufrimiento que padece Venezuela y la
dificultad de encontrar soluciones. Mientras que el gobierno sí logró extinguir los
disturbios civiles después de varios meses, despojar de su poder a la Asamblea
Nacional, en manos de la oposición, y establecer una nueva Asamblea Nacional
Constituyente con autoridad sobre todas las instituciones venezolanas, poco ha
hecho por aliviar los problemas económicos del país. Sin embargo, afirma que
está protegiendo al pueblo venezolano contra las potencias extranjeras y sus
aliados internos, y denuncia que los reportes acerca de la muy real crisis
humanitaria son mentiras destinadas a provocar una “intervención imperialista”,
bloqueando bajo esta lógica los esfuerzos por proporcionar alimentos y asistencia
médica.
¿Qué está pasando? Mientras el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se
prepara para buscar la reelección, la implosión socio-económica del país se ha
convertido en un problema mayor para sus vecinos. Cientos de miles de
venezolanos están huyendo del hambre y la pobreza, mientras que las
enfermedades y el crimen se están extendiendo a través de las fronteras.
¿Por qué sucedió? Los bajos precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión
estatal han devastado la economía. Un gobierno profundamente impopular,
consciente de que ya no puede ganar elecciones competitivas, ha optado por la
represión. Los intentos de negociar un acuerdo entre el gobierno y la oposición
han fracasado.
¿Por qué es importante? El colapso financiero y la hiperinflación convierten a
Venezuela una zona de desastre económico. La crisis ya no está limitada
confinada a una nación: los refugiados y migrantes fluyen hacia los países
vecinos. Las epidemias y el crimen violento también permean las fronteras,
poniendo en peligro el frágil proceso de paz colombiano en las regiones
fronterizas.
¿Qué debe hacerse? La prioridad es el apoyo internacional para la asistencia
humanitaria a lo largo de las fronteras. Una transición negociada es esencial para
restablecer un sistema político más representativo y el bienestar social y
económico. Eso requiere una presión externa, que incluya amenazas de
sanciones específicas y exigencias realistas al gobierno de Maduro, de parte de
una coalición liderada por los gobiernos regionales pertenecientes al Grupo de
Lima.

Papel político
Tres sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela en solo
cinco días han golpeado a la oposición y reabierto el debate sobre el estado de la
democracia en el país.
En ese breve periodo, el TSJ nombró un nuevo Consejo Nacional Electoral en el
que los afines al gobierno de Nicolás Maduro son abrumadora mayoría y
suspendió a las juntas directivas de Acción Democrática y Primero Justicia, dos de
las principales fuerzas de la oposición.
El gobierno ha anunciado que antes de que termine 2020 se celebrarán en el país
las elecciones parlamentarias que deberán renovar la Asamblea Nacional, la única
institución en la que la oposición conserva la mayoría, y muchos analistas
interpretan los últimos acontecimientos como un intento de asegurar el triunfo del
oficialismo.
El líder opositor, Juan Guaidó, se refirió a las últimas decisiones del TSJ como
“atropellos de la dictadura”. Maduro acusó a los opositores de utilizar la Asamblea
Nacional para “trabajar contra el pueblo”.
Estados Unidos, la Unión Europea, el Grupo de Lima (Bolivia, Brasil, Canadá,
Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y
Santa Lucía) y el Grupo Internacional de Contacto (Uruguay, Ecuador, Costa Rica,
Panamá, España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Países Bajos, Portugal y
Suecia) rechazaron en diferentes términos las últimas decisiones del TSJ.
El viernes 12 de junio, el TSJ anunció la primera de sus polémicas decisiones, la
designación del nuevo Consejo Nacional Electoral, cuyos integrantes son casi
todos cercanos al oficialismo.
Poco después, juraban sus cargos en la sede del alto tribunal en Caracas, pese a
las protestas de la oposición y sus aliados internacionales.
El Consejo Nacional Electoral es una institución clave, a la que corresponde de
acuerdo con la Constitución garantizar la imparcialidad de las votaciones.
Su composición y funcionamiento han sido motivo de enfrentamiento entre el
gobierno y la oposición en los últimos años.
La Constitución establece que la elección de sus miembros corresponde a la
Asamblea Nacional, pero la falta de acuerdo entre chavistas y opositores había
bloqueado su renovación. El TSJ declara ahora el problema resuelto.
El lunes llegaba un nuevo fallo por el que el Tribunal suspendía la junta directiva
de Acción Democrática y nombraba al frente de esta histórica formación
opositora una nueva cúpula.
24 horas después hacía lo mismo con Primero Justicia, otro de los partidos
contrarios a Maduro.
El Tribunal no publicó el contenido de las resoluciones, ni los argumentos legales
que justifican la sustitución de la dirigencia anterior por otra vista por la mayoría de
observadores como afín al gobierno sin mediar consulta a los militantes.
Muchos integrantes de ambos partidos se quejaron en las redes, como el que
fuera candidato presidencial Henrique Capriles.
Por qué es importante
Cuando en enero de 2019, Juan Guaidó se declaró presidente interino de
Venezuela y obtuvo el reconocimiento de la mayoría de democracias occidentales
lo hizo invocando su condición de presidente de la Asamblea Nacional y el papel
que la Constitución le confiere como tal.
Aunque desde que la oposición ganó la mayoría, el Parlamento ha perdido casi
todos sus poderes y competencias debido a decisiones como la creación de una
Asamblea Nacional Constituyente impulsada por el presidente Nicolás Maduro, el
gobierno ha repetido que recuperar el control del legislativo es una prioridad,
frente al mal uso de la institución del que culpa a la “oposición extremista”.
De acuerdo con la Carta Magna, el mandato de la Asamblea expira a los cinco
años y, pese a que sus rivales le reclaman unas presidenciales, Maduro ha
repetido que las legislativas serán las únicas elecciones en Venezuela en 2020
Si la oposición pierde la Asamblea Nacional, perderá también una de las últimas
parcelas de poder institucional que conserva.
Las últimas decisiones del TSJ alejan también la posibilidad de un acuerdo que
desbloquee el largo conflicto político, en un momento en el que los venezolanos
sufren los efectos de la pandemia del coronavirus, que ha hecho todavía más
difícil la vida en un país que ha visto evaporarse la mitad de su Producto Interno
Bruto desde que Maduro llegó al poder en 2013.
Por qué actúa ahora el Tribunal Supremo
Phil Gunson, del International Crisis Group, afirma que “el Tribunal Supremo no
actúa de manera autónoma, sino que desarrolla políticas del gobierno”.
Para Eric Farnsworth, analista de Americas Society/Council of the Americas, el
chavismo está "sencillamente cooptando por decreto a los partidos opositores”.
El consultor político Dimitris Pantoulas indica que lo que está ocurriendo revela
que “Maduro se siente fuerte porque ya no sufre la presión internacional ni de las
protestas en la calle”.
Pese a que la Unión Europea ha empleado un tono más suave sobre la crisis
venezolana que el del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos y ha
abogado insistentemente por una solución negociada, Maduro respondió al
comunicado del alto representante para Política Exterior en el que rechazaba la
designación de un nuevo CNE: “La Unión Europea que se vaya largo al carrizo”.
Una declaración que sugiere que el gobierno tiene ahora poco interés en ningún
diálogo.
Pantoulas cree que después del fracaso de la llamada Operación Gedeón, un
turbio intento de incursión armada con el que se vinculó a Guaidó, “Maduro se ha
convencido de que la oposición no tiene fuerza para sacarlo del poder, menos
ahora que Estados Unidos está centrado en sus problemas internos”.
“Maduro rediseña el mapa político de Venezuela simplemente porque puede”,
concluye el experto.
Gunson subraya que, en un momento en que los dirigentes opositores debatían si
participar o no en las parlamentarias pese a que no ven suficientes garantías, las
últimas decisiones del TSJ “dejan sin espacio a los moderados y hacen imposible
que acudan a las elecciones”.
Qué significa para la democracia en Venezuela
El martes, Maduro aseguró que "una buena parte de la oposición ha anunciado
que participará en las elecciones parlamentarias". "¡Bienvenida!, se están dando
garantías extraordinarias para la participación de todos. Bienvenidos, vamos al
juego electoral y que gane el que tenga que ganar", dijo.
Sin embargo, los representantes de la oposición llevan años denunciando que en
el país se ha instalado una “dictadura”, especialmente después de las
presidenciales de 2018, en las que Maduro resultó ganador en medio de las
denuncias de irregularidades de sus rivales y de gran parte de la comunidad
internacional.
Investigadores de diversas orientaciones llevan años debatiendo sobre la
naturaleza del sistema político fundado bajo los gobiernos de Hugo Chávez,
mientras en los últimos tiempos cada vez más voces denuncian un deterioro de las
libertades públicas y de la situación de los derechos humanos en el país.
El último informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos de Naciones
Unidas sobre Venezuela señaló que durante al menos una década el gobierno ha
aplicado “leyes y políticas que han acelerado la erosión del estado de derecho y el
desmantelamiento de las instituciones democráticas”.
El informe, rechazado por Maduro como un cúmulo de “falsedades”, documentó
“graves violaciones de los derechos humanos”, incluyendo miles de ejecuciones
extrajudiciales presuntamente perpetradas por las fuerzas de seguridad.
Por su parte, el informe de Libertad de Prensa Gobal de Reporteros Sin Fronteras
situó al país en el puesto 147 de un total de 180, mientras que el Índice de
Democracia de la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist catalogó a
Venezuela como un “régimen autoritario”.
Para Pantoulas, las últimas sentencias muestran que “Maduro ha decidido
terminar con la última apariencia de democracia”.
El analista venezolano John Magdaleno, de la consultora Polity, reclama a la
oposición “una mayor coordinación estratégica”, algo que tradicionalmente le ha
costado forjar.
Un nuevo episodio de la crisis venezolana sacude la política de ese país.
El denominado "Acuerdo de la Mesa de Diálogo Nacional" anunciado el lunes por
el oficialismo y un grupo de opositores siembra nuevas incertidumbres respecto
al desarrollo del conflicto político que se vive en Venezuela.
Representantes de los partidos políticos Cambiemos, MAS, Avanzada Progresista
y Soluciones, que son parte de la coalición liderada por el presidente de la
Asamblea Nacional (parlamento), Juan Guaidó, rubricaron el documento
presentado en Caracas.
El acuerdo contempla la reincorporación de casi 50 miembros del oficialista
Partido Socialista Unido de Venezuela al ente legislativo, además de la liberación
de algunos líderes opositores presos, una reforma del Consejo Nacional
Electoral (CNE)y otros aspectos relacionados con la economía, la escasez de
alimentos y la soberanía nacional.
La Asamblea está controlada por la oposición desde las elecciones celebradas a
finales de 2015, en las que logró dos tercios del órgano legislativo. Poco después,
el ente fue declarado en desacato por las autoridades judiciales, afines al
gobierno.
El anuncio del acuerdo se produjo un día después de que Guaidó diera por
concluido el diálogo con el gobierno de Maduro que tenía lugar con la mediación
de Noruega.
Minoría
"Son un conjunto de partidos que, si no me equivoco, tienen menos de 8 diputados
de más de 160 que hay en el poder legislativo", le explica a BBC Mundo Geoff
Ramsey, investigador del centro de estudios WOLA (The Washington Office on
Latin America) y especializado en Venezuela.
Por ello, añade, la oposición seguirá controlando la mayoría de la Asamblea
Nacional.
El experto señala que, si bien este acuerdo puede beneficiar al gobierno de
Nicolás Maduro a corto plazo, por exponer las diferencias dentro de la oposición,
no le traerá mayores beneficios a largo plazo.
"Es poco probable que reciba ningún tipo de apoyo internacional, a menos que el
diálogo lleve a elecciones presidenciales, pero por el momento, no se ha
mencionado eso", considera Ramsey.
Por su parte, Gustavo Ocando, colaborador BBC Mundo en Venezuela, destaca
que los que firmaron el acuerdo con el gobierno son "opositores que vienen
de partidos realmente minoritarios de la oposición venezolana".
Algunos de esos partidos, dice el periodista, "no tienen una representatividad ni
siquiera en el Parlamento nacional".
El hecho de que este sector sea una minoría dentro de la oposición hace que este
acuerdo -en su opinión- no tenga un verdadero impacto en la crisis política
venezolana.
"Es un golpe simbólico más que efectivo, porque el poder real en la Asamblea
Nacional sigue en manos de la oposición", señala Ocando.
Perspectivas para la crisis
El analista político Fernando Posada sostiene que el pacto añade más
incertidumbre en el desarrollo de la crisis venezolana y no ve que las posiciones
del oficialismo o de la oposición más numerosa y liderada por Juan Guaidó vayan
a cambiar.
"Todo lo que ha sucedido nos está demostrando que las posturas no se mueven.
El gobierno de Maduro está decidido a perpetuarse en el poder y, por otro lado, los
opositores tienen el objetivo de que caiga el régimen. No hay mucho punto medio",
señala a BBC Mundo.
El experto sostiene que este acuerdo puede precipitar un nuevo cambio de
estrategia en la oposición y que incluso se puede llegar a situaciones de violencia
no calculadas.
En este contexto, Posada augura que la dinámica en la Asamblea Nacional tras el
acuerdo de reincorporar a los asambleístas del chavismo no cambiará.
Respecto al rol del oficialismo, Geoff Ramsey sostiene que si bien el gobierno
muestra "una cara más flexible al mundo y que está dispuesto a negociar, en
realidad lo está haciendo bajo sus propios términos".
Pone como muestra de ello la falta de interés en el mundo diplomático en apoyar
este diálogo.
"La prueba es la declaración de hoy de la Unión Europea, que dijo que rechaza
este proceso por falta de representación de todas las facciones de la oposición
venezolana", apunta.
Sin embargo, el diplomático noruego Dag Halvor Nylander, quien encabeza la
mediación en el diálogo, aseguró este domingo que Noruega sigue dispuesta a
servir de mediadora en el proceso de negociaciones, si persiste el interés de
ambas partes.
Grave crisis política y económica
Guaidó dijo en el comunicado que, con el abandono de las conversaciones por
parte de Maduro, el gobierno está "bloqueando una salida pacífica, rechazando
discutir y acordar una propuesta sensata realizada por nuestra delegación para
ponerle fin a este conflicto".
Al momento de escribir esta nota, el gobierno de Maduro no había respondido al
comunicado de Guaidó.
"Noruega facilita el proceso de negociación en Venezuela a solicitud de los
principales actores políticos del país, y reitera su disponibilidad para continuar
en este papel siempre y cuando las partes lo consideren oportuno, y avancen
en la búsqueda de una solución negociada", dijo en Twitter.
Venezuela atraviesa una grave crisis política y económica, como consecuencia de
la cual unos cuatro millones de personas han abandonado el país desde finales de
2015, según un cálculo de la ONU divulgado en junio.
En enero pasado, cuando Maduro juró otro período de 6 años como presidente del
país, la oposición y parte de la comunidad internacional acusaron al mandatario
de "usurpador", entre otras cosas porque a los principales líderes opositores se
les impidió participar en esos comicios.
En respuesta, Juan Guaidó se adjudicó las competencias del Ejecutivo como
"presidente interino", en interpretación de varios artículos de la Constitución
venezolana.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció este miércoles que
suspende el proceso de diálogo con la oposición liderada por Juan Guaidó.
Su decisión llega dos días después de que el presidente de Estados Unidos,
Donald Trump, ordenara congelar todos los activos del gobierno de Venezuela en
territorio estadounidense.
En un comunicado, el gobierno venezolano afirmó que la suspensión del diálogo
se debe a que Guaidó "celebra, promueve y apoya estas acciones lesivas".
El lunes, Guaidó dijo que las sanciones impuestas por EE.UU. son "la
consecuencia de la soberbia de una usurpación inviable e indolente. Aquellos que
la sostienen, beneficiándose del hambre y del dolor de los venezolanos, deben
saber que tiene consecuencias".
El gobierno de Maduro, por su parte, calificó las medidas anunciadas por Trump
como "terrorismo económico".
Estaba previsto que la tercera ronda de conversaciones entre gobierno y oposición
venezolana se celebraraen Barbados este 8 y 9 de agosto.
Pese a que la delegación de Guaidó se encuentra ya en la isla, Maduro anunció
que "ha decidido no enviar a la delegación venezolana en esta oportunidad en
razón de la grave y brutal agresión perpetrada de manera continuada y artera por
parte de la administración Trump contra Venezuela".
Asimismo, el ejecutivo chavista informó que revisará "los mecanismos de ese
proceso (de diálogo) a fin de que su continuación sea realmente efectiva y
armónica con los intereses de nuestro pueblo".
1. Negociación
Para los expertos, en Venezuela va a tener que haber una negociación tarde o
temprano.
Vaticinan un proceso lento y complejo de diálogo que cuente con un mediador
imparcial, como ocurrió en Centroamérica con al famoso Grupo Contadora, y que
parta del hecho de que ambas partes están dispuestas —genuinamente— a
dirimir, sacrificar y conceder.
Es decir: sacrificar fortalezas y admitir debilidades.
Los intentos de diálogo en el caso venezolano, en 2014 y 2017, se vieron
frustrados, en general, porque el chavismo llegó a las pláticas sin nada que
ganar: tenía todo el poder del Estado y amplio reconocimiento internacional.
Pero en los últimos meses, y sobre todo después de esta semana, ese escenario
cambió: quedó claro que hay quiebres importantes en el chavismo, decenas de
funcionarios del gobierno están sancionados por Estados Unidos y la Unión
Europea y Maduro no es reconocido como legítimo presidente por grandes
potencias o socios comerciales clave para el país.
Y las sanciones de Washington agravan la crisis económica.
La oposición desconfía del chavismo, en parte porque, según ellos, "destruyeron
la democracia" y se sintieron burlados en los intentos de diálogo anteriores.
En una negociación se pueden tratar aspectos muy de fondo —como unas
elecciones libres con veeduría internacional, o renovación de los poderes
judiciales y electorales, o liberación de políticos presos— como también temas
más puntales y urgentes —resolver el problema eléctrico.
Pero más allá de los detalles, los expertos coinciden en que ambas partes deben
partir de una premisa innegable: el otro es un actor político con el que me tengo
que entender para evitar la violencia.
"Tiene que haber un reparto de poder negociado entre las dos partes",
asegura Dimitris Pantoulas, politólogo griego con base en Caracas.
"Luego, deberían buscarse unas elecciones generales en las que compitan todos
con muchas garantías (políticas y judiciales) para el después".
"Una solución negociada no incluye necesariamente a Maduro: actores
importantes de su entorno podrían dejarlo a favor de un gobierno de
transición que represente los intereses de todos, reforme las instituciones y
plantee unas elecciones", asegura McCoy.
Pero una implosión del chavismo también podría dar con un escenario
violento, sobre todo si se mantiene el estancamiento político.
Los llamados colectivos, por ejemplo, son grupos armados chavistas de
civiles que también sufren la crisis económica y ya han manifestado
descontento con Maduro.
Son colectivos contrarios a la oposición, a la que ven como una derecha
extrema apoyada por Estados Unidos que combatirá su fuerza y privilegios.
Pero también son herméticos y heterogéneos factores de poder militar y
territorial que pueden agudizar la violencia en varios sentidos, incluso en
enfrentamientos con militares, como ocurrió en pequeños episodios en los
últimos años.
Golpe de Estado
Venezuela tiene una larga historia de golpes de Estado que mantiene abierta esa
posibilidad cada vez que hay un desarrollo político en este país.
El último, en 2002, sacó del poder a Hugo Chávez por 48 horas y no solo dividió al
país, sino que empoderó y radicalizó al chavismo y le acercó a Fidel Castro.
Los llamados de la oposición a las Fuerzas Armadas para unirse a su causa han
ido creciendo en los últimos años, hasta que Guaidó, este año, lo convirtió en una
de sus principales estrategias. Lo repitió este martes, rodeado de una decena de
militares.
Es difícil saber cuántos o qué militares están dispuestos a rebelarse a Maduro,
pero Guaidó asegura que son "muchos" y varios especialistas en Fuerzas
Armadas venezolanos reportan un descontento generalizado.
Ahora bien: la disposición a rebelarse no necesariamente implica apoyo a la
oposición.
Vladimir Padrino, el jefe de las Fuerzas Armadas, se ha mostrado leal al
presidente.
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana se declara "esencialmente
antiimperialista" hace casi una década y muchos de sus miembros desconfían de
una oposición aliada con Washington.
A este escenario, además, entra el poder de los colectivos, originalmente creados
para "defender a la revolución".
Un golpe de Estado puede acabar con la parálisis política, pero no garantiza paz ni
soluciones a la crisis general del país, dicen los observadores.
5. Intervención internacional (real o hipotética)
No son pocos los observadores que creen que la única forma de destrabar el
escenario político en Venezuela es acabar con el chavismo a través de una
intervención militar internacional.
Los críticos de esta postura, sin embargo, dicen que Venezuela es un país más
complejo, donde hay unas Fuerzas Armadas más grandes, colectivos armados en
todo el territorio y un apoyo político de grandes potencias como China y Rusia al
gobierno.
Con los desarrollos de los últimos meses Venezuela se convirtió en un escenario
de lucha entre grandes potencias que dificulta y, sobre todo, relativiza el éxito de
cualquier tipo de intervención.
El gobierno de Donald Trump insiste en que "todas las opciones están sobre la
mesa" y algunos creen que mantener abierta la posibilidad de una intervención,
más allá de que la haga o no, puede ayudarle en la campaña por la reelección en
2020.
Cualquier intervención, en todo caso, en teoría debe ser aprobada por las
Naciones Unidas, donde China y Rusia tienen poder de veto.
También puede ser aprobada en otros escenarios, como la Organización de los
Estados Americanos, donde el debate sobre su conveniencia puede prolongarse
por meses sin que en realidad ocurra ni haya soluciones.
En dicho caso, dentro de Venezuela se mantendría eso que muchos llaman el
"empate catastrófico".

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