HUMANIDADES: LENGUA CASTELLANA

JUNIO 7 – JUNIO 18

LA LITERATURA EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA

Las guerras de Independencia comenzaron en El ROMANTICISMO llegó a Latinoamérica y fue

las colonias españolas en 1810 y terminaron
hacia 1825. En todos los países, los periódicos
sirvieron como medios para divulgar
pensamiento ilustrado y para promover las
ideas de libertad. De hecho, fue en este medio
en donde se forjó la prosa de los escritores de
ese momento.
El proceso de independencia no trajo la tan
esperada felicidad. Los pueblos de la América
hispánica habían terminado arruinados y con su
población diezmada. Al liberarse del yugo
español, en cada provincia se desataron el
despotismo o la guerra civil.
En el siglo XIX, las guerras de Independencia
se aplacaron y las naciones de Hispanoamérica
comenzaron a buscar su propia identidad. Los
ánimos revolucionarios se calmaron y los
escritores, cansados de la literatura ilustrada y
racionalista tomaron rumbos diferentes.
un fenómeno cultural, no solamente literario,
sino que se impuso en el arte y en la vida como
el un modo de ser. El Romanticismo expresaba la
libertad, la fantasía y el sentimiento. Los
escritores hispanoamericanos escogieron
temas como el paisaje natural, la raza,
nacionalismo, vida, muerte y las formas de vida
de acuerdo con las variadas circunstancias
sociales.
Los escritores románticos enfrentaron con sus
ideas a los gobiernos y por tal razón fueron
perseguidos y condenados al exilio. Los más
importantes escritores de este grupo en
Colombia son: Rafael Pombo (1833 – 1912),
Julio Arboleda (1817 – 1862) José Eusebio
Caro (1817 – 1853) y Jorge Isaacs (1837 –
1895).

Actividad 1: A partir de la anterior lectura realiza el siguiente ejercicio de interpretación:

1. Reescribe el siguiente enunciado, pero reemplazando el termino subrayado por un sinónimo.

“Los pueblos de la América hispánica habían terminado arruinados y con su población diezmada”.
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_________________________________________________________________________________
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2. Nombra tres elementos evidentes en la literatura del Romanticismo.
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______________________________________
1. ¿Por qué eran perseguidos los escritores de esta época?
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5. Nombra seis temas escogidos por los escritores del Romanticismo.
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Actividad 2: Lee las siguientes biografías de algunos escritores del Romanticismo y completa
el cuadro comparativo.

Rafael Pombo (1833 – 1912)

Nacido en Bogotá, Pombo fue uno de los poetas más importantes del movimiento romántico no solo
en Colombia, sino también en el resto del continente. Escribió fábulas famosas como La pobre
viejecita y El renacuajo paseador.
Fue escritor, traductor, intelectual y diplomático, dedicado a la labor literaria desde los diez años.
En su obra, Dios, la naturaleza y la mujer son protagonistas. Trata al vigor, la rebeldía y la ironía en
gran parte de su obra.
Julio Arboleda (1817 – 1862)
Nacido en Timbiquí, Arboleda pertenecía a la aristocracia caucana. Fue un importante abogado,
poeta, orador, militar, periodista, diplomático, político, parlamentario, estadista, y dramaturgo.
En 1861, fue elegido presidente de la República Granadina (hoy en día Panamá y Colombia).
Fue además un poeta del Romanticismo, reconocido por el trasfondo erótico y amoroso en su obra.
Autor también de poesía política. Se le reconoce en el ámbito literario como un héroe del
Romanticismo.
José Eusebio Caro (1817 – 1853)
Fue un poeta y escritor que vivió en la generación posterior al grito de independencia de Colombia.
Perteneció a la primera etapa del Romanticismo colombiano y fue uno de los fundadores del Partido
Conservador Colombiano. A pesar de no conseguir terminar sus estudios en derecho, fue un
parlamentario exitoso y el administrador de hacienda de la república. Fundó varios periódicos en los
que colaboró como redactor.
Esencialmente fue un poeta lírico del Romanticismo, constantemente inquieto y rectificando su
ideología.
Jorge Isaacs (1837 – 1895)
Nacido en Santiago de Cali, Isaacs es el autor de la obra más importante del movimiento romántico
en Colombia: La María.
Fue el hijo de un judío inglés de origen jamaiquino, casado con la hija de un oficial de la Marina de
España. Jorge Isaacs se dedicó, sin mucho éxito, al comercio e intervino activamente en la política
La María, su principal obra, ha sido una novela leída durante estos más de 150 años sin perder
vigencia.

NOMBRES Y
APELLIDOS

LUGAR DE
NACIMIENTO

AÑO DE
NACIMIENTO

AÑO DE
FALLECIMIENTO

OFICIOS

GÉNERO
LITERARIO
Lee el siguiente fragmento de María.
MARÍA (Fragmento)
La luna, que acababa de elevarse llena y
grande bajo un cielo profundo, iluminaba las
faldas selvosas cubiertas por las copas de los
yarumos, argentando los torrentes
espumosos y difundiendo su claridad
melancólica hasta el fondo del valle. Las plantas
exhalaban sus más suaves y misteriosos
aromas. Aquel silencio, interrumpido solamente
por el rumor del río, era más grato que nunca a
mi alma.
Apoyado de codos sobre el marco de mi
ventana, me imaginaba ver a María en medio de
los rosales entre los cuales la había sorprendido
en aquella mañana primera: estaba allí
recogiendo el ramo de azucenas, sacrificando
su orgullo a su amor. Era yo quien iba a turbar
en adelante el sueño infantil de su corazón:
podría ya hablarle de mi amor, hacerla el objeto
de mi vida. ¡Mañana!
Su mirada, al encontrarse con la mía, no tendría
ya nada que ocultarme; ella se embellecería
para felicidad y orgullo mío.
Nunca las auroras de julio en el Cauca fueron
tan bellas como María cuando se me presentó
al día siguiente, momentos después de salir del
baño, la cabellera suelta y a medio rizar, las
mejillas de color de rosa suavemente
desvanecido, pero en algunos momentos
avivado por el rubor; y jugando en sus labios
cariñosos aquella sonrisa castísima que revela
en las mujeres como María una felicidad que no
les es posible ocultar. Su mirada, ya más dulce
que brillante, mostraba que su sueño no era tan
apacible como había solido. Al acercármele
noté en su frente una contracción graciosa y
apenas perceptible, especie de fingida
severidad que usó muchas veces para conmigo
cuando después de deslumbrarme con toda la
luz de su belleza, imponía silencio a mis labios,
próximos a repetir lo que ella tanto sabía.
Era ya para mí una necesidad tenerla
constantemente a mi lado: no perder un solo
instante de su existencia abandonada a mi
amor; y dichoso con lo que poseía y ávido aún
de dicha, traté de hacer un paraíso de la casa
paterna. Hablé a María y a mi hermana del
deseo que habían manifestado de hacer
algunos estudios elementales bajo mi dirección:
ellas volvieron a entusiasmarse con el proyecto,
y se decidió que desde ese mismo día se daría
principio.
Convirtieron uno de los ángulos del salón en
gabinete de estudio; desclavaron algunos
mapas de mi cuarto; desempolvaron el globo
geográfico que en el escritorio de mi padre
había permanecido hasta entonces ignorado;
fueron despejadas de adornos dos consolas
para hacer de ellas mesas de estudio. Mi madre
sonreía al presenciar todo aquel desarreglo que
nuestro proyecto aparejaba.
Nos reuníamos todos los días dos horas,
durante las cuales les explicaba yo algún
capítulo de geografía, leíamos algo de historia
universal, y muchas páginas del Genio del
Cristianismo. Entonces pude evaluar toda la
inteligencia de María: mis frases quedaban
grabadas indeleblemente en su memoria, y su
comprensión se adelantaba casi siempre con
triunfo infantil a mis explicaciones.

Actividad 3: Contesta las siguientes preguntas en tu cuaderno:

1. ¿Qué sentimiento se expresa en el fragmento de la novela?
_________________________________________________________________________________

2. ¿cómo crees que era la vida de una mujer en el siglo XIX?

_________________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________________

3. ¿Qué palabras emplea el autor para describir cada uno de los siguientes elementos del paisaje
natural?
Luna:
_________________________________________________________________________________
Cielo:
_________________________________________________________________________________
Torrentes:
_________________________________________________________________________________
Claridad:
_________________________________________________________________________________

Actividad 4: Busca en el anterior fragmento las palabras subrayadas y coloca la que

corresponde a cada uno de los siguientes significados.

Género de árboles muy comunes en Colombia. ____________

Mesa de adorno. ____________
Muy pura y limpia: ____________
Plateado. Que tiene brillo semejante al de la plata. ____________
Que siente muchas ansias de algo. Ansioso, codicioso. ____________
Que tiene la propiedad de no poder quitarse o borrarse. ____________
 VERTIENTES LITERARIAS EN EL ROMANTICISMO
El Romanticismo abarca narraciones históricas que evocan las épocas de la conquista, historias
sentimentales que tratan el amor puro e imposible y narraciones costumbristas que describen escenas
populares y domésticas en cuyo fondo se desarrollaba la trama del relato.
El costumbrismo (siglo XIX) recoge aspectos típicos de las regiones, así como formas de ser,
costumbres y tradiciones. Los costumbristas tomaron conciencia de que la literatura se podría construir
desde la cultura propia, más que de la imitación de los modelos culturales y artísticos europeos.

Lee el siguiente cuento costumbrista escrito por Tomás Carrasquilla.

EN LA DIESTRA DE DIOS PADRE

Tomás Carrasquilla

Este dizque era un hombre que se llamaba
Peralta. Vivía en una casa grande y vieja, en el
propio camino real y afuerita de un pueblo
donde vivía el Rey. No era casado y vivía con
su hermana Regina quien era soltera, algo
viejona y muy aburrida.
No había en el pueblo quién no conociera a
Peralta por sus acciones de caridad: él asistía a
los enfermos, enterraba a los muertos, se
quitaba el pan de la boca para dárselo a los
pobres; pero de tanto dar, estaba en la pura
miseria. La hermana vivía de mal genio porque
no estaba de acuerdo con que Peralta
mantuviera en la casa a tantos limosneros y
leprosos. "¿Qué ganas tú, -le decía la hermana-
con trabajar tanto, si todo lo que consigues lo
botas vistiendo y alimentando a tanto perezoso
y holgazán? Cásate, hombre; cásate para que
tengas hijos a quién mantener". "Calle la boca,
hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito
de hijos ni de mujer porque tengo mi prójimo a
quien servir. Mi familia son los prójimos". "¡Tus
prójimos! -gritó la hermana-. ¡Será por tanto que
te lo agradecen! ¡Ahí te veo siempre más
harapiento e infeliz que los limosneros a quien
ayudas! Bien podrías comprarte una muda y
comprarme una a mí; o tan siquiera traer
comida, ya que pasamos tanta hambre. Pero tú
no te afanas por lo tuyo: tienes sangre de
gusano". Esta era siempre la cantaleta de la
hermana, pero Peralta seguía peor: siempre
zarrapastroso, la despensa en las puras tablas,
los bolsillos vacíos y la casa llena de limosneros
y enfermos.
Un día llegan dos extraños a la puerta de la casa
y piden posada a Peralta: "Con todo corazón les
doy posada, buenos señores -les dijo Peralta-;
pero lo van a pasar muy mal, porque en esta
casa no hay ni un grano de sal ni una pastilla de
cacao con qué hacerles una comidita. Pero
sigan, que la buena voluntad es lo que vale".
Entraron los dos hombres. El uno era un viejito
con los cachetes muy sumidos, ojitriste, de
barbitas canosas y largas. El otro
muchachón, muy buen mozo, medio mono, algo
zarco y con una mata de pelo en cachumbos
que le caían hasta media espalda. Los dos
tenían sombreritos de caña y alpargatas. Se
sentaron en una banca, muy cansados, y se
pusieron a hablar. Los Peralta veían que el viejo
respetaba más al muchacho que el muchacho
al viejo y sentían un olor que trascendía toda la
casa: aquello parecía de flores de naranjo, de
albahaca y de romero; era un olor que los
Peraltas no habían sentido ni en el monte, ni en
las jardineras, ni en el santo templo de Dios.
Peralta le dijo a la hermana: "Esculca la cocina,
a ver si encuentras alguito que darles a estos
señores. Míralos qué cansados están; se les ve
la fatiga".
La hermana, sin saberse cómo, salió muy
cambiada de genio y se fue derechito a la
cocina. No halló más que media arepa tiesa y
requemada. Abrió la despensa y quedó muy
sorprendida: en aquel mueble, en el granero y
por el suelo, había de todo para comer. Del palo
largo colgaban carnes, costillas, longanizas y
chorizos. En una mesita había quesos, bolas de
mantequilla y tutumadas de cacao molido. Junto
al granero, había costales rebosados de
verduras, frijol y papas. En un rincón había un
cerro de canastas de huevos; en otro rincón
había sal y panela y sobre la estufa, una vasija
repleta de arepas que no parecían hechas en
este mundo. "Por fin mi Dios le premió las
buenas obras a Peralta -pensó la hermana-.
Pues, aprovechemos".
era
Y dicho y hecho: trajo el cuchillo y echó a cortar
de todo; trajo la batea grande y la colmó; y al
momentico sirvió la mesa. El viejito comió
bastante, pero el joven no comió mayor cosa. A
Peralta no le quedó duda que aquello era un
milagro; y con lo menos roto y sucio de la casa
les arregló las camas a los dos hombres. Se
dieron las buenas noches y cada cual se acostó.
Peralta se levantó y no encontró a los
huéspedes; pero sí encontró una mochila muy
grande llena de monedas de oro en la cabecera
de la cama donde durmió el más joven. Corrió
muy asustado a contarle a la hermana y se
encontró con los enfermos y los tullidos, pero
los halló sanos y caminando, como si en su vida
no hubieran tenido un achaque. Salió como loco
en busca de los huéspedes para entregarles la
mochila. Echó a andar y a andar, cuesta arriba,
porque por allí dizque era que habían cogido los
dos hombres. Los divisó por allá muy arriba y
como pudo les gritó: "¡Hola, señores;
espérenme!". Y alzaba la mochila para que la
vieran. Los hombres se detuvieron y al ratico
estuvo cerca de ellos. "Bueno, señores, aquí
está su plata"-dijo Peralta-. “Cuenten y verán
que no les falta nada!". El joven le dijo:
"Siéntate, amigo Peralta, en esa piedra, que
tengo que hablarte". Y Peralta se sentó. "Este,
y señaló al viejo, es Pedro mi discípulo, el que
maneja las llaves del cielo; y yo soy Jesús de
Nazareno. No hemos venido a la tierra más que
a probarte, y en verdad te digo, Peralta, que te
luciste en la prueba. Otro que no fuera tan
cristiano como tú, hubiese guardado el dinero.
Voy a premiarte: el dinero es tuyo; y voy a darte
de encima las cinco cosas que me quieras
pedir.
Peralta se puso a pensar a ver qué pedía.
Todos tres se quedaron callados como en misa,
y a un rato dice San Pedro: "Hombre, Peralta,
fíjate bien en lo que vas a pedir, no vayas a salir
con una bobada". "En eso estoy pensando,
sumercé", contestó Peralta, sin nadita de susto.
Al rato voltea a ver al Señor y le dice: "Bueno,
Su Divina Majestad; lo primerito que le pido es
que yo siempre gane cualquier juego en el que
participe". "Concedido", dijo el Señor. "Lo
segundo - siguió Peralta- es que cuando me
vaya a morir me mande la Muerte por delante y
no a la traición". "Concedido", dijo el Señor.
Peralta seguía haciendo la cuenta en los dedos,
y San Pedro se rascaba la calva, tosía, alzaba
el brazo y, con un dedo, le señalaba a Peralta el
cielo; pero Peralta no se daba por notificado.
Después de mucho pensar, dice Peralta: "Pues,
bueno, Su Divina Majestad; lo tercero que me
ha de conceder es que yo pueda detener al que
yo quiera en el puesto que le señale y por el
tiempo que me parezca". "Rara es tu petición,
amigo Peralta, pero tu deseo es concedido” -dijo
el Señor-. San Pedro lo tiró con disimulo de la
ruana, y le dijo al oído, muy sofocado: "¡El cielo,
hombre! ¡Pide el cielo! ¡No seas bestia!".
"La cuarta cosa -dijo Peralta sumamente fresco-
es que me dé la virtud de achiquitarme, hasta
volverme como una hormiga". “Concedido", dijo
el Señor. San Pedro no pudo contenerse y le
dijo: No has pedido lo principal y no te falta sino
una sola cosa". Rato después, salió Peralta con
esto: "Bueno, Su Divina Majestad; antes de
pedirle lo último, le quiero preguntar una cosa.
El Señor le dijo: "Pregunta que todo te lo
contestaré a tu gusto". " Yo quería saber si el
diablo es el que manda en el alma de los
condenados, o es usted, o el Padre Eterno". "El
diablo es amo de los condenaos y manda en
sus almas” -dijo el señor-. "Pues bueno -dijo
Peralta muy contento-. Si así es, voy a hacerle
el último pedido: yo quiero que Su Divina
Majestad me conceda la gracia de que el diablo
no me haga trampa en el juego". "Concedido",
dijo el Señor. Y en ese mismo instante, Él y el
viejito se volvieron humo.
Peralta se quedó otro rato sentado y se puso a
pensar. ¡Valientes cosas las que iba a hacer! No
iba a quedar pobre sin su muda nueva, ni vieja
hambrienta en el pueblo. Se metió el dinero
debajo del brazo y echó falda abajo. Parecía un
limosnero: tan chiquito, con aquella carita tan
fea, sin pizca de barba y aquellas pestañotas
que parecían de ternero.
La noticia del dinero que tenía Peralta corrió por
todo el pueblo, así que todos querían jugar con
Peralta para ganar alguna moneda de oro. Por
más trampas que le hacían, Peralta les ganaba
a todos y como no era ningún bobo, se dejaba
ganar en algunas ocasiones para engañarlos.
Lo más particular era que Peralta no se daba
gustos en la ropa, ni en la comida ni en nada:
andaba con su misma ruana y sus mismos
calzones fundillirrotos. Pero eso sí: daba
grandes limosnas, ayudaba a los enfermos y su
casa siempre estaba llena de pedigüeños. El
cura le decía que arreglara la casa y Peralta
decía: "¿Para qué, señor? La plata que he de
gastar en eso, la gasto en mis pobres: yo no soy
el Rey para tener palacio". Por el contrario,
Regina, la hermana de Peralta, compró casa de
balcón en el pueblo y compró ropa muy buena.
Peralta recorrió muchos pueblos. En todas
partes ganaba y en todas partes socorría a los
pobres; pero los mismos que él protegía y los
mismos que él alimentaba murmuraban
diciendo que sus pecados eran muy horribles.
Peralta sabía todo lo que decían de él, pero
seguía siendo humilde.
Estaba un día Peralta haciendo los montoncitos
de plata para repartir, cuando, ¡tun, tun! en la
puerta. Fue a abrir, y era la Muerte, que venía
por él. El Señor Jesús cumplió lo segundo:
Mandar la Muerte por delante y no a la traición.
Traía en la mano derecha una guadaña y en la
otra mano un manojito de pelos para probar el
filo de la herramienta. Cada rato sacaba un pelo
y lo cortaba en el aire. "Vengo por ti", le dijo a
Peralta. "¡Bueno! -le contestó éste-. Pero me
tienes que dar un placito para confesarme y
hacer el testamento". "Con tal que no sea
mucho.” -Contestó la Muerte-. “Date una vuelta
-le dijo Peralta, mientras yo me arreglo. Mira
aquel árbol tan alto; trépate a él para que divises
el pueblo”. La Muerte, que es muy ágil, dio un
brinco y se montó en lo más alto del árbol y
nunca pensó lo difícil que sería bajarse a ahí.
Peralta sabía que su Divina Majestad no mentía
y sabía que él podía detener al que quisiera en
el puesto que le señalara y por el tiempo que le
pareciera. "¡Date un descanso, viejita, hasta
que a mí me dé la gana -le dijo Peralta a la
muerte-.
Pasó un año y vinieron muchas enfermedades,
pero nadie moría. Vinieron pestes sobre los
animales y tampoco se murieron. El cura, el
sacristán y el sepulturero pasaron hambres
porque no hubo ni un solo entierro en esos días.
Aquello se volvió una confusión tan horrible,
como si al mundo le hubiera entrado algún
trastorno y al fin determinaron que la Muerte se
había muerto. Mientras tanto, en el Cielo y en el
Infierno estaban ofuscados y confundidos, sin
saber qué sería aquello tan particular. Ni un
alma asomaba las narices por esos lados. San
Pedro, en la puerta del cielo, y el diablo, en la
puerta del infierno, se morían de aburrimiento.
Hasta que un día Cristo le dijo a Pedro Señor: "
Vuelve al mundo y trata a ese hombre con harta
maña, para ver si nos presta la muerte, porque
la necesitamos".
Esa misma noche, casi al amanecer, Peralta
dormía quieto y sosegado en su cama. De
pronto oyó que le gritaban desde afuera:
"¡Ábreme, Peralta!". Se levantó Peralta, y al
abrir la puerta se encontró con san Pedro que le
dijo: "Hombre; no vengo a que me des posada;
¡vengo mandado por el Maestro para que nos
prestes la muerte por unos días, porque tú la
tienes en algún encierro!". "La tengo muy bien
asegurada, pero no encerrada -dijo Peralta- y se
la presto con mucho gusto, con la condición de
que a mí no me haga nada". "¡Cuenta conmigo!"
-le dijo San Pedro-. Entonces, salieron los dos a
descolgar a la Muerte. Estaba flacuchenta y con
los huesos llenos de moho y verdes. Peralta y
San Pedro necesitaron la ayuda divina para
descolgarla del palo y apenas recobró fuerza,
volvió a afilar la guadaña... y tomó el mundo.
Estaba tan descontrolada que, en una semana,
hacían montones de difuntos y los tapaban con
tierra. Peralta se la pasaba amortajando los
difuntos y consolando a los vivos.
Después de esa semana, la Muerte se aplacó
un poquito y los que quedaron vivos volvieron a
su oficio. Cómo los vivos heredaron tanto
dinero, el vicio del juego volvió a agarrarlos a
todos. Peralta consiguió más plata, pero un día
amaneció con una pata hinchada y al
momentico pidió cura porque se puso a pensar
que iba a morir. Mandó en su testamento que su
fortuna la dieran de limosna, que en su tumba le
colocaran los dados y la baraja. Apenas se le
presentó la Muerte, cerró el ojo, estiró la pata y
le dijo: "¡Mátame pues!" ¡La muerte le asestó un
tremendo golpe, con todo el rencor que le tenía!
Peralta se encontró en un sitio muy feo,
parecido a una plaza. Volteó a ver por todas
partes y descubrió un camino muy angosto. "Ya
sé a dónde se va por ese camino -pensó
Peralta-. ¡El mismo que mencionaba el cura en
las prédicas! ¡Mejor cojo por el otro lado!". Cogió
por el camino más ancho e iluminado y se fue
encontrando con señoras muy bonitas que
parecían princesas. El camino estaba lleno de
rosas y claveles, pero aquellas flores estaban
muertas.
En el camino, alcanzó a divisar un lugar muy
grande. Todos entraban por la puerta y Peralta
entró también. Comprendió que era el Infierno,
por el humo y la candela, además, por el suelo
corrían unas aguas muy mugrientas y pidió revancha muchas veces hasta que el
asquerosas. Peralta escuchó gritos y se asomó
por una rendija para saber qué pasaba: era una
señora a la que le estiraban la lengua y Peralta
escuchaba como le gritaban qué eso le pasaba
por mentirosa y chismosa.
Peralta huyó y se metió a un salón que tenía
hornos en todas las paredes como los roticos de
las colmenas por donde se meten las abejas.
Ahí estaba el diablo acostado en un colchón y
tan pronto vio a Peralta le dijo: "¿Qué haces
aquí? "¿Quién eres?". "Yo soy un pobre del
mundo que ando perdido y si yo le puedo servir
-dijo Peralta haciéndose el lambón-, mándeme
lo que quiera". El diablo le dijo que quería
entretenerse en algo. "Pues, si sumercé quiere
podemos jugar -dijo Peralta muy disimulado-.
Sacó la baraja y los dados. "Peralta -dijo el
diablo-, lo malo es que no tienes que apostar".
"¿Cómo no he de tener -dijo Peralta-, si yo
tengo un alma como la de todos? Yo la juego
contra otra alma de las que usted tiene en el
infierno". El diablo, que le tenía ganas al alma
de Peralta, aceptó.
Determinaron jugar cartas y ¿qué había de
resultar? Que Peralta ganó. Se puso el diablo
muy bravo y le pidió a Peralta la revancha.
Siguieron y Peralta volvió a ganar. El diablo
diablo dijo: "¡Ya no más!". "¿Pero por qué no
seguimos, sumercé? -dijo Peralta como
suplicando-. Es cierto que le he ganado más de
treinta y tres mil millones de almas; pero veo
que quedan más almas". "¡Cierto, pero no
arriesgo más!". Al rato le dijo a uno de sus
esclavos: "¡Anda, hombre, sácale a este Peralta
sus almas y que se largue de aquí". Las almas
que salían del infierno se iban poniendo más
negras y horribles. Aquellas almas
endemoniadas fueron haciendo en el aire un
remolino hasta que todo quedó en la pura
tiniebla.
Peralta, tan desentendido como si no hubiera
hecho nada, se fue yendo muy despacio, hasta
que se encontró con las puertas del Cielo.
Apenitas lo vio San Pedro, le dijo: "¡Quita de
aquí! ¿Te parece que te has portado muy bien?
"¡No se fije en mí, viejito; fíjese en lo que viene
por aquel lado! Vaya a ver cómo acomoda esa
gentecita, y déjese de enojarse". Volteó a ver y
apenas entendió el enredo, cerró la puerta y la
trancó por dentro. San Pedro le hizo una seña
al Señor y bajó el Señor de su trono. San Pedro
manoteaba y el Señor, que había estado muy
sereno oyéndole las cosas a San Pedro, le dijo
muy pasito a lo último: "¡Eso no se puede de
ninguna manera: los condenados, condenados
se tienen que quedar por toda la eternidad.
Se volvió el Señor para su trono y se reunió con
un cura y una monja. El cura y la monjita se
sentaron, la monjita se puso a escribir mientras
el cura le dictaba. Por allá al mucho rato, la
monja le hizo seña al Señor de que ya había
acabado. El Señor, se paró y dijo: "¡Qué entre
Peralta!". Y después se volteó hacia la monjita,
y muy cariñoso, le dijo: "Lee el escrito, hijita". La
monjita leyó: “Por mandato de Nuestro Señor,
hemos venido a resolver un punto muy
trabajoso. Peralta le ganó al diablo muchas
almas, pero esas almas no pueden entrar al
Cielo, sino quedarse afuera. Como todas las
cosas de Dios tienen remedio, esta cosa se
puede arreglar. El arreglo sería así: estas treinta
y tres mil millones de almas se arrojarán a la
tierra en cuerpos de recién nacidos y tan pronto
mueran esos cuerpos, esas almas volverán a
entrar en otros cuerpos y después a otros, y
seguirá la misma fiesta hasta que cambien y
ganen el perdón de Dios o hasta el día del juicio;
por los siglos de los siglos, amén. Estas treinta
y tres mil millones de almas se distinguirán fácil
porque serán los envidiosos y su vida en la tierra
será un infierno porque nunca se alegrarán con
los triunfos de los demás. Algunos cambiarán y
podrán entrar al cielo, pero otros no”.
Peralta entendió muy bien el acuerdo y se puso
contento. En ese mismo instante se dio cuenta
que estaba en el Cielo. Aquello era una cosa
redonda, enladrillada con diamantes y piedras
preciosas de todo color. En redondo, había
flores de oro y plata creadas por Dios. En la
entrada, estaba el trono de la Santísima
Trinidad. Estaban el Padre y el Hijo, y en la parte
de arriba estaba prendido el Espíritu Santo,
aliabierto y con el piquito de para abajo. De la
punta del piquito le salía una luz mucho más
alumbradora que la del sol, y esa luz se regaba
por arriba y por abajo, de frente y por todos los
costaos del Cielo, y todo relumbraba, y todo se
ponía brilloso con aquella luminaria.
El Padre Eterno que en todo este cuento no
había hablado palabra, se paró y dijo: "Peralta;
escoge el puesto que quieras. ¡Nadie ha
ganado tan alto favor, porque tú eres el real
ejemplo de la humildad y la caridad! Escoge el
puesto. ¡No te humilles más, que ya estás
ensalzado!". Peralta, que todavía no había
usado la virtud de achiquitase, se fue
achiquitando, achiquitando, hasta volverse un
Peraltica de tres pulgadas; y derechito, con la
agilidad que tienen los bienaventurados, se
brincó a la diestra de Dios Padre, se acomodó
muy bien y se abrazó con la Cruz. ¡Allí está
Peraltica por toda la Eternidad!
Actividad 5: Responde las siguientes preguntas luego de haber leído el cuento: En la diestra de
Dios Padre.

1. ¿Por qué Peralta estaba en la miseria?

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2. Según el texto, ¿dónde almacenaban las carnes los campesinos?

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3. ¿Qué creencia existe respecto a las personas que obran bien y son caritativos como Peralta?
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4. ¿Por qué a peralta le concedieron la oportunidad de pedir cinco deseos?
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5. ¿Quiénes eran los peregrinos?

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6. ¿Cuáles fueron los cinco deseos?

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7. ¿Qué quería Pedro que Peralta pidiera?
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8. ¿Qué hacía Peralta con todo lo que ganaba en los juegos?

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9. ¿Qué hizo la hermana de Peralta con el dinero?

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10. ¿Por qué la muerte quedó atrapada en un árbol?

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11. ¿Qué pasó mientras la muerte estaba atrapada?

En la tierra:
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En el cielo:
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En el infierno:
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12. ¿Qué síntoma en el cuerpo de Peralta le dio a entender qué era la hora de su muerte?
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13. ¿Qué hizo la muerte cuando por fin le tocaba el turno a Peralta?
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14. Según el texto, ¿qué pasa cuando morimos?
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15. ¿Qué creencia existe respecto a los pecadores?
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16. ¿Qué pasó con las almas que Peralta sacó del infierno?
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17. ¿Cómo sabemos si una persona en la tierra tiene el alma de una de las rescatadas por Peralta?
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18. Según el texto, ¿cómo es el infierno?
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19. Según el texto, ¿cómo es el cielo?
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20. ¿Por qué el texto se llama en la diestra de Dios Padre?
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LA DESCRIPCIÓN Y SU CLASIFICACIÓN

Describir es dar a entender con palabras, de manera detallada y ordenada, cómo son las personas,
lugares, objetos, animales, etc. Existen diferentes tipos de descripción:

Prosopografía: Describe rasgos físicos o apariencia externa.

Etopeya: Rasgos psicológicos, forma de pensar o concebir la vida, manera de ser y de actuar.

Retrato: Combina descripción física y moral, une la prosopografía y la etopeya.

Caricatura: Exagera los rasgos físicos y psicológicos, marcando especialmente sus defectos.

Topografía: Describe lugares.

Obeictografía: descripción de objetos.

Zoografía: descripción de animales.

Actividad 6: Toma un ejemplo del texto: En la diestra de Dios padre, para cada uno de los tipos
de descripción.

Prosopografía de San Pedro:

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Etopeya de Regina:
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Retrato de Peralta:
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Caricatura de la muerte:
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Topografía del cuarto donde estaba el diablo:
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Obeictografía de la alacena:
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LA COMA
La coma (,) tiene como función principal indicar que en la lectura se debe hacer una pausa. El uso de
la coma hace más armónica y clara la lectura.

Actividad 7: Coloca el número de comas indicado en los ejemplos.

1. Coma enumerativa:
Se emplea para separar los miembros de una enumeración.
Ejemplos:
Acudió toda la familia: abuelos padres hijos cuñados etc. (Colocar cuatro comas)
El perro el gato y el ratón son animales mamíferos. (Colocar una coma)
2. Coma vocativa:
Se escribe una coma para aislar el vocativo del resto de la oración.
Ejemplos:
Julio ven acá. (Colocar una coma)
Estoy alegre Isabel por el regalo. (Colocar dos comas)

3. Coma incidental:
Los incisos son información adicional que se usa para aclarar o ampliar lo dicho.
Ejemplos:
Toda mi familia incluido mi hermano estaba de acuerdo. (Colocar dos comas)
Los vientos del Sur que en aquellas abrasadas regiones son muy frecuentes incomodan a los viajeros.
(Colocar dos comas)

4. Coma apositiva:
Las aposiciones son información adicional acerca del sujeto de la oración.
Ejemplos:
Adrián el marido de mi hermana dijo que nos ayudaría. (Colocar dos comas)
Pregúntale a Carlos el carpintero del barrio. (Colocar una coma)

5. Coma hiperbática:
Cuando se invierte el orden regular de las partes de una oración.
Ejemplos:
Dinero ya no le queda. (Colocar una coma).
De acuerdo con la decisión del grupo Carlos no participará del campeonato. (Colocar una coma).

6. Coma conjuntiva:
Antes de las conjunciones y locuciones adverbiales. En algunos casos se coloca coma antes y después.
Ejemplos:
Puedes llevarte mi cámara de fotos pero ten mucho cuidado. (Colocar una coma)
Este tipo de accidentes están causados generalmente por errores humanos. (Colocar dos comas)

7. Coma elíptica:
Cuando se omite un verbo, porque ha sido anteriormente mencionado o porque se sobrentiende.
Ejemplos:
El árbol perdió sus hojas; el viejo su sonrisa. (Colocar una coma)
Carolina corrió ocho kilómetros; Daniel cinco. (Colocar una coma)