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Staff
Moderadora de traducción
Alysse Volkov

Traductoras
Alysse Volkov Black Rose
Bella´ Micafp_2530
Niika Emile Eyre
EstherMaslow Leidy Vasco
Mave Lipi Sergeyev
Cjuli2516zc RRZOE
∞PurpleGirl∞ Yira Patri

Corrección y Revisión Final


*Andreina F* & Taywong

Diseño
JanLove

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Índice
Sinopsis Capítulo 18
Dedicatoria Capítulo 19
Prólogo Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Epílogo
Capítulo 17 Sobre el autor
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Sinopsis
Graham Russell y yo no estábamos hechos el uno para el otro
Yo estaba impulsada por la emoción; él estaba apático. Soñaba
mientras él vivía en pesadillas. Lloraba cuando no tenía lágrimas que
derramar.
A pesar de su corazón congelado y mi disposición a correr, a veces
compartíamos segundos. Segundos cuando nuestros ojos se entrelazaban
y veíamos los secretos del otro. Segundos cuando sus labios saboreaban
mis miedos, y yo respiraba sus dolores. Segundos cuando ambos
imaginábamos lo que sería amarnos uno al otro.
Esos segundos nos dejaron flotando, pero cuando la realidad nos
golpeó fuerte, la gravedad nos obligó a descender.
Graham Russell no era un hombre que sabía amar, y yo no era una
mujer que sabía cómo. Sin embargo, si tuviera la oportunidad de caer de
nuevo, caería con él para siempre.
Incluso si estuviéramos destinados a chocar contra el terreno sólido.

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Al amor, y todo el dolor de corazón que lo agobia.
Al amor, y todos los latidos del corazón que lo levantan.

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Prólogo
Lucy
2015

Traducido por Alysse Volkov

A
ntes de que mamá falleciera hace cinco años, dejó tres regalos
para mis hermanas y para mí. En el porche de la casa de mi
hermana Mari se hallaba la mecedora de madera que mamá le
dio. Mari recibió la mecedora porque a mamá siempre le preocupó que su
mente estuviera siempre en movimiento. Mari era la hija del medio y tenía
una manera de sentir constantemente como si estuviera perdiendo algo en
la vida, lo que la llevó a menudo a vivir en el limbo. “Si no dejas de pensar
demasiado, vas a poner tu cerebro a toda marcha, bebé. Está bien ir más
despacio a veces”, le diría mamá. La mecedora era un recordatorio para
que Mari redujera la velocidad y tomara unos momentos para abrazar la
vida, para no dejarla pasar.
Nuestra hermana mayor, Lyric, recibió una pequeña caja de música
con una bailarina. Cuando éramos niñas, Lyric soñaba con ser una
bailarina, pero a lo largo de los años, hizo desaparecer ese sueño. Después
de crecer con mamá, quien era una niña salvaje de por vida, Lyric comenzó
a resentir la idea de una carrera basada en la pasión. Mamá vivió su vida
de la manera más apasionada y, a veces, eso significaba que no sabíamos
de dónde vendría nuestra próxima comida. Cuando venciera el alquiler,
estaríamos empacando las maletas y rumbo a nuestra próxima aventura.
Lyric y mamá peleaban todo el tiempo. Creí que mi hermana se
sentía responsable de todos nosotros, sintiéndose como si tuviera que ser
madre de su propia madre. Mari y yo éramos jóvenes y libres; nos
encantaban las aventuras, pero Lyric lo odiaba. Odiaba no tener un lugar
sólido para llamar hogar, odiaba el hecho de que mamá no tenía ninguna
estructura en su vida. Odiaba que su libertad fuera su jaula. Cuando le
llegó la oportunidad a Lyric de irse, se apartó de nosotras y se convirtió en
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una abogada de lujo. Nunca supe lo que le sucedió a la pequeña caja de


música, pero esperaba que Lyric aún se aferrara a ella. “Siempre baila,
Lyric”, solía decirle mamá a mi hermana. “Siempre baila”.
Mi regalo de mamá fue su corazón.
Era una diminuta gema en forma de corazón que llevaba alrededor
del cuello desde que era una adolescente, y me sentí honrada de recibirla
de ella. —Es el corazón de nuestra familia —me dijo—. De un salvaje a
otro, para que nunca olvides amar completamente, mi Lucille. Necesitaré
que mantengas a nuestra familia unida y que estés allí para tus hermanas
durante los tiempos difíciles, ¿de acuerdo? Serás su fortaleza. Sé que lo
harás porque ya amas tanto. Incluso las almas más oscuras pueden
encontrar algún tipo de luz en tu sonrisa. Protegerás a esta familia, Lucy,
sé que lo harás, y es por eso que no tengo miedo de decir adiós.
El collar no se salió de mi cuello desde que mamá falleció hace años,
pero esa tarde de verano lo sostuve con más fuerza en mi mano mientras
miraba la mecedora de Mari. Después de la muerte de mamá, Mari fue
sacudida hasta el fondo, y cada creencia que le enseñaron sobre
espiritualidad y libertad se sentía como una mentira.
—Ella era demasiado joven —me dijo Mari el día en que mamá
falleció. Creía que se suponía que el tiempo que teníamos era cercano a
para siempre—. No es justo —gritó.
Tenía solo dieciocho años cuando ella murió, y Mari tenía veinte. En
ese momento, parecía que el sol nos fue robado y no teníamos ni idea de
cómo seguir adelante.
—Maktub —susurré, abrazándola. La palabra se encontraba tatuada
en ambas muñecas, significaba “está escrito”. Todo en la vida sucedía por
una razón, sucedía exactamente como debía, sin importar lo doloroso que
pareciera. Algunas historias de amor estaban destinadas a ser para
siempre, y otras solo por una temporada. Lo que Mari olvidó era que la
historia de amor entre una madre y su hija siempre estaba presente,
incluso cuando cambiaban las estaciones.
La muerte no era algo que pudiera alterar ese tipo de amor, pero
después de que mamá falleciera, Mari abandonó su naturaleza de espíritu
libre, conoció a un chico y sembró sus raíces en Wauwatosa, Wisconsin…
todo en nombre del amor.
Amor.
La emoción que hizo que la gente se elevara y se estrellara. La
sensación que encendía a los humanos y quemaba sus corazones. El
comienzo y el final de cada viaje.
Cuando me mudé con Mari y su esposo, Parker, sabía que no sería
una situación permanente, pero me quedé completamente sin trabajo
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cuando lo atrapé yéndose esa tarde. El aire del final del verano era agudo
con el aroma del frío del otoño esperando en las sombras. Parker no me
oyó caminar detrás de él; parecía demasiado ocupado arrojando unos
pocos bultos en su sedán gris.
Entre sus apretados labios tenía dos mondadientes, y su traje de
diseñador azul marino yacía perfectamente plano contra su piel con el
pañuelo doblado en el bolsillo izquierdo de su chaqueta. Cuando llegara el
día de su muerte, seguramente querría ser enterrado con todos sus
pañuelos. Era una extraña obsesión suya, junto con su colección de
calcetines. Nunca vi a alguien planchar tantos pañuelos y calcetines antes
de conocer a Parker Lee. Me dijo que era una práctica común, pero su
definición de común difería de la mía.
Por ejemplo, comer pizza cinco días a la semana era una práctica
común para mí, mientras que Parker la veía como carbohidratos
innecesarios. Eso debería haber sido una gran señal de advertencia
cuando lo conocí. Él tenía muchas banderas rojas en el camino. Un
hombre que no le gustaba la pizza, los tacos o los pijamas los domingos
por la tarde no era alguien que debía cruzar mi camino.
Se inclinó hacia su maletero y comenzó a mover sus maletas para
hacer más espacio.
—¿Qué haces? —pregunté.
Mi voz lo hizo perder el equilibrio y saltó unos centímetros en el aire,
golpeándose la cabeza contra el capó.
—¡Mierda! —Se levantó y frotó la parte posterior de si cabeza—.
Jesús, Lucy. No te vi allí. —Sus manos recorrieron su cabello rubio antes
de meterlas en sus pantalones—. Pensé que te hallabas en el trabajo.
—El padre de los niños llegó temprano —dije, refiriéndome a mi
trabajo de niñera mientras mis ojos miraban el maletero de su auto—.
¿Tienes una conferencia de trabajo o algo así? Deberías haberme llamado.
Podría haber vuelto a…
—¿Eso significa que estás perdiendo dinero por hoy? —preguntó,
interrumpiéndome y evitando mi pregunta—. ¿Cómo vas a ayudar con
todo? ¿Con las cuentas? ¿Por qué no tomaste más horas en la cafetería? —
El sudor goteaba de su frente cuando el sol del verano caía sobre nuestra
piel.
—Renuncié a la cafetería hace unas semanas, Parker. No traía
exactamente a casa el tocino. Además, pensé que, si estás trabajando,
podría ayudar más aquí.
—Jesús, Lucy. Eso es muy parecido a ti. ¿Cómo puedes ser tan
irresponsable? Especialmente con todo lo que sucede. —Comenzó a
caminar, lanzando sus manos con ira, molesto y gimiendo,
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confundiéndome más y más a cada segundo.


—¿Qué está pasando exactamente? —Di un paso hacia él—. ¿A
dónde vas, Parker?
Se detuvo y sus ojos se volvieron pesados. Algo cambió dentro de él.
Su estado de irritación se transformó para revelar su remordimiento
oculto.
—Lo siento.
—¿Lo siento? —Mi pecho se tensó—. ¿Por qué? —No sabía por qué,
pero mi pecho comenzó a ceder cuando una avalancha de emociones se
apoderó de mi mente. Ya prediciendo la ruina de sus próximas palabras
elegidas. Mi corazón estaba a punto de romperse.
—No puedo hacerlo más, Lucy. Simplemente, no puedo hacerlo.
La forma en que las palabras ardieron en sus labios hizo que se me
erizara la piel. Lo dijo como si se sintiera culpable, pero las bolsas en su
auto mostraban que incluso con esa culpa, había decidido. En su mente,
ya se había ido.
—Está mejorando —dije, mi voz temblorosa con inquietud y miedo.
—Es demasiado. No puedo… ella es… —Suspiró y pasó la palma de
la mano por su sien—. No puedo quedarme y verla morir.
—Entonces quédate y mírala vivir.
—No puedo dormir. No he comido en días. Mi jefe se está metiendo
en mi caso porque me estoy quedando atrás, y no puedo perder ese
trabajo, especialmente con los gastos médicos. Trabajé demasiado duro
para obtener todo lo que tengo, y no puedo perderlo por esto. No puedo
sacrificar más. Estoy cansado, Lucy.
Estoy cansado, Lucy.
¿Cómo se atreve a usar esas palabras? ¿Cómo se atreve a decir que
está agotado como si fuera el que pasaba por la pelea más dura de su
vida?
—Todos estamos cansados, Parker. Todos estamos lidiando con esto.
Me mudé con ustedes dos para poder cuidarla, para que sea más fácil para
ustedes, ¿y ahora simplemente renuncias a ella? ¿A tu matrimonio? —Sin
palabras de él. Mi corazón… se rompió—. ¿Ella lo sabe? ¿Le dijiste que te
vas?
—No. —Sacudió la cabeza tímidamente—. No lo sabe. Pensé que esto
sería más fácil. No quiero que se preocupe.
Resoplé, sorprendida por las mentiras que lanzaba en mi dirección,
aún más atónita por cómo él de alguna manera creía que esas palabras
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eran verdad.
»Lo siento. Dejé algo de dinero en la mesa del vestíbulo. Voy a hablar
contigo para asegurarme de que ella está bien, para asegurarme de que
esté cómoda. Incluso puedo enviarte más dinero si lo necesitas.
—No quiero tu dinero —dije, mi voz no simpatizaba con su expresión
de dolor—. No necesitamos nada de ti.
Separó los labios para hablar, pero los cerró rápidamente, sin poder
formar oraciones que pudieran facilitar la situación. Observé cada paso
que daba para llegar a la puerta del lado del conductor, y cuando lo hizo,
lo llamé por su nombre. No se giró para mirarme, pero sus oídos
reaccionaron, esperando.
»Si dejas a mi hermana ahora mismo, no puedes volver. No puedes
llamar cuando estés borracho o venir cuando estés triste. Cuando supere
este cáncer, porque lo hará, no podrás dar un paso atrás y fingir que la
amas. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo.
Esas dos palabras eran las mismas que él solía prometerle a Mari a
través de la enfermedad y la salud. Esas dos palabras se sentían ahora
empapadas en agonía y en sucias mentiras.
Entró en su auto antes de irse sin tocar ni una vez los frenos. Me
quedé en el camino de entrada por unos momentos, sin saber cómo entrar
y decirle a mi hermana que su marido la abandonó durante la tormenta.
Mi corazón se rompió de nuevo.
Mi corazón se rompió por mi hermana, la inocente en un mundo
lleno de crueldad. Renunció a su vida de espíritu libre para vivir una vida
más estructurada, y ambos mundos se volvieron en su contra.
Respiré profundamente y coloqué la palma de mi mano alrededor de
mi collar en forma de corazón.
Maktub.
En lugar de correr como Parker, fui a ver a Mari. Se hallaba
acostada en su cama descansando. Le sonreí y me devolvió la sonrisa.
Lucia tan flaca, su cuerpo empujando cada día para luchar contra la
expiración. Llevaba su cabeza envuelta en una bufanda, su una vez larga
cabellera morena ahora no era más que un recuerdo. A veces la ponía
triste, mirándose al espejo, pero no veía lo que yo. Era tan hermosa,
incluso en la enfermedad. Su verdadero brillo no podía ser robado por esos
cambios en su cuerpo, porque su belleza provenía de su alma, donde solo
residían la bondad y la luz.
Ella estaría bien, sabía que lo haría, porque era una luchadora.
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El cabello volvería a crecer, los huesos recuperarían la fuerza y el
corazón de mi hermana todavía latía, lo cual era motivo suficiente para
celebrar todos los días.
—Hola, Pea1 —susurré, metiéndome a la cama y arrastrándome
hasta quedar a su lado. Me acosté de lado y ella se giró para enfrentarme.
Incluso en su debilidad, ella encontraba una manera de sonreír cada
día.
—Hola, Pod2.
—Hay algo que necesito decirte.
Cerró los ojos.
—Se fue.
—¿Lo sabías?
—Lo vi empacar cuando creyó que dormía. —Las lágrimas
comenzaron a rodar por las esquinas de sus ojos, que mantuvo cerrados.
Por un tiempo, nos quedamos allí tumbadas. Su tristeza se convirtió en
mis lágrimas, y sus lágrimas expresaron mi tristeza.
»¿Crees que me extrañará cuando muera? —me preguntó. Cada vez
que mencionaba la muerte, quería maldecir el universo por herir a mi
mejor amiga, a mi familia.
—No digas eso —regañé.
—¿Pero crees que lo hará? —Abrió sus ojos, se inclinó hacia mí y
sostuvo mis manos en las suyas—. ¿Recuerdas cuando éramos niñas y
tuve ese horrible sueño sobre la muerte de mamá, pasé todo el día
llorando, y luego nos dio una charla sobre la muerte? ¿Sobre cómo no es el
final del viaje?
Asentí.
—Sí, nos dijo que la veríamos en todo: los rayos del sol, las sombras,
las flores, la lluvia. Dijo que la muerte no nos mataba, solo nos despertaba
a más.
—¿Alguna vez la has visto? —susurró.
—Sí, en todo. En absolutamente todo.
Un pequeño gemido cayó de sus labios, y asintió.
—Yo también, pero sobre todo la veo en ti.
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1 En español puede significar “guisante” o “frijol”.


2 En español puede significar “vaina”; usan estos como apelativo cariñoso por ser dos
elementos que están relacionados, y se deja en inglés por su pronunciación.
Esas palabras fueron las más amables que me había dado.
Extrañaba a mamá cada segundo de cada día, y hacer que Mari dijera que
la veía dentro de mí significaba más de lo que nunca hubiera imaginado.
Me acerqué más a ella y la abracé.
—Te extrañará. Te echará de menos mientras estés viva y saludable,
y te echará de menos cuando seas parte de los árboles. Te echará de
menos mañana, y te echará de menos cuando te vuelvas el viento
acariciando su hombro. El mundo te echará de menos, Mari, aunque aún
estarás aquí por muchos años más. En el momento en que estés mejor,
vamos a abrir nuestra tienda de flores, ¿está bien? Tú y yo, vamos a
hacerlo.
Toda nuestra vida, mi hermana y yo estuvimos enamoradas de la
naturaleza. Siempre soñamos con abrir una tienda de flores e incluso
fuimos a asistir a la Escuela de Diseño de Flores de Milwaukee. Obtuvimos
títulos en negocios, así que teníamos todo el conocimiento disponible para
nosotras. Si no fuera por el cáncer, tendríamos nuestra tienda. Entonces,
una vez que el cáncer desapareciera, planeaba hacer todo lo que estuviera
a mi alcance para darle vida a esa tienda.
»¿De acuerdo, Mari? Vamos a hacer eso —dije una vez más,
esperando sonar más convincente, con la esperanza de tranquilizarla.
—Está bien —dijo, pero su voz goteaba de dudas. Sus ojos marrones,
que tenían la forma de los de mamá, se veían llenos de la más profunda
expresión de tristeza—. ¿Puedes conseguirme el frasco? ¿Y la bolsa de
monedas?
Suspiré, pero acepté. Me apresuré a la sala donde dejamos el frasco
y la bolsa de cambio la noche anterior. El frasco Mason estaba envuelto
con cinta rosa y negra, y se encontraba casi lleno de monedas.
Comenzamos el frasco cuando Mari fue diagnosticada hace siete meses. El
frasco tenía las letras PN escritas en el costado, lo que significaba
“pensamientos negativos”. Cada vez que una de nosotras tenía una mala
carrera de pensamiento en nuestras mentes, colocábamos una moneda en
el frasco. Cada pensamiento negativo conducía a un bello resultado:
Europa. Una vez que Mari estuviera mejor, usaríamos el dinero para ir
como mochileras por Europa, un sueño que siempre quisimos traer a la
vida.
Por cada pensamiento negativo presente, las monedas eran un
recordatorio de mejores mañanas.
Ya teníamos ocho frascos llenos hasta la cima.
Me senté de nuevo en la cama de Mari, y ella se levantó un poco y
luego agarró la bolsa de cambio.
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—¿Pod? —susurró.
—¿Sí, Pea?
Las lágrimas corrían por sus mejillas cada vez más rápido a medida
que su pequeño cuerpo se apoderaba de la emoción.
—Vamos a necesitar más cambio.
Vertió todas las monedas en el frasco y cuando terminó, la envolví en
mis brazos donde continuó desmoronándose. Habían estado casados y
sanos durante cinco años y solo se necesitaron siete meses de enfermedad
para hacer que Parker desapareciera, dejando a mi pobre hermana con el
corazón roto.

—¿Lucy? —Oí mientras me sentaba en el porche delantero. Estuve


sentada en la mecedora durante la última hora mientras Mari descansaba,
haciendo todo lo posible para comprender cómo iba a desarrollarse todo lo
que estaba destinado a pasar. Cuando levanté la vista, vi a Richard, mi
novio, apresurándose en mi camino mientras saltaba de su bicicleta y
luego la apoyaba contra el porche—. ¿Qué está pasando? Recibí tu
mensaje de texto. —La camisa de Richard se hallaba cubierta de pintura
como siempre, como resultado de que fuera el artista creativo que era—.
Lo siento, no respondí tus llamadas. Tenía mi teléfono en silencio mientras
bebía mis tristezas de que me rechazaran una invitación a otra galería de
arte.
Se acercó a mí y me besó en la frente.
»¿Qué sucede? —preguntó de nuevo.
—Parker se fue.
Solo se necesitaron dos palabras para que la boca de Richard cayera
abierta. Lo puse al corriente de todo, y cuanto más decía, más se quedaba
sin aliento.
—¿Bromeas? ¿Está bien Mari?
Negué con la cabeza; por supuesto que no.
»Deberíamos entrar —dijo, alcanzando mi mano, pero la rechacé.
—Tengo que llamar a Lyric. Estuve intentándolo durante horas, pero
no ha respondido. Voy a seguir intentándolo por un tiempo. ¿Crees que
puedes observarla y ver si necesita algo?
Asintió.
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—Por supuesto.
Extendí la mano y limpié un poco de pintura amarilla de su mejilla
antes de inclinarme para besarlo.
—Lo siento por la galería.
Richard hizo una mueca y se encogió de hombros.
—Está bien. Mientras estés de acuerdo con salir con un tonto que no
sea lo suficientemente bueno para que se muestre su trabajo, entonces
estoy de acuerdo.
Había estado con Richard desde hace tres años, y no me podía
imaginar estar con nadie más que él. Solo odiaba cómo el mundo no le
daba la oportunidad de brillar todavía; él era digno de éxito.
Pero, hasta que llegara, me pondría a su lado, siendo su mejor
animadora.
Mientras entraba, marqué el número de Lyric una vez más.
—¿Hola?
—Lyric, al fin. —Suspiré, sentándome más recta cuando escuché la
voz de mi hermana por primera vez en mucho tiempo—. He estado
tratando de contactarte todo el día.
—Bueno, no todos pueden ser la señora Doubtfire3 y trabajar medio
tiempo en una cafetería, Lucy —dijo con sarcasmo fuerte y claro.
—En realidad, solo soy niñera ahora. Renuncié a la cafetería.
—Impactante —respondió—. Escucha, ¿necesitas algo o solo te
aburriste y decidiste llamarme repetidas veces?
Su tono era el mismo que conocí la mayor parte de mi vida: completa
desilusión en toda mi existencia. Lyric tenía una forma de aguantar las
peculiaridades de Mari, especialmente desde que Mari finalmente se
estableció con Parker. Lyric fue, después de todo, quien presentó a la
pareja. Cuando se trataba de mi relación con mi hermana mayor, era todo
lo contrario. A menudo pensaba que me odiaba porque le recordaba
demasiado a nuestra madre.
Con el paso del tiempo, me di cuenta de que me odiaba porque no
era más como yo.
—Sí, no. Es Mari.
—¿Está bien? —preguntó, su voz empapada de preocupación falsa.
Pude oír que seguía escribiendo en su computadora, trabajando hasta
altas horas de la noche—. ¿Ella no está…?
—¿Muerta? —Resoplé—. No, no lo está, pero Parker se fue hoy.
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3Película cómica de 1993 dirigida por Chris Columbus y distribuida por 20th Century
Fox.
—¿Se fue? ¿Qué quieres decir?
—Solo se fue. Hizo las maletas, dijo que no podía lidiar con verla
morir, y se alejó. La dejó sola.
—Oh, Dios mío. Eso es una locura.
—Sí, estoy de acuerdo.
Hubo un largo momento de silencio y yo escuchando su tecleo antes
de que volviera a hablar.
—Bueno, ¿lo molestaste o algo así?
Dejé de mecerme en la silla.
—¿Qué?
—Vamos, Lucy. Desde que te mudaste para ayudar, estoy segura de
que no has sido la persona más fácil para convivir. Eres mucho para
manejar. —Ella de alguna manera lograba hacer lo que siempre hacía
cuando me encontraba involucrada en cualquier situación… me hizo la
villana. Me echaba la culpa de un cobarde que dejó a su esposa.
Tragué e ignoré su comentario.
—Solo quería que supieras, eso es todo.
—¿Parker está bien?
¿Qué?
—Creo que lo que querías decir es “¿Mari está bien?”, y no, no lo
está. Está lidiando con el cáncer, su marido acaba de dejarla, y apenas
tiene un centavo a su nombre, y mucho menos la fuerza para seguir
adelante.
—Ah, ahí está —murmuró Lyric.
—¿Ahí está, qué?
—Me llamas por dinero. ¿Cuánto necesitas?
Mi estómago se anudó ante sus palabras y un sabor de asco se
extendió por mi lengua. ¿Pensó que la llamé porque quería dinero?
—Te llamé porque tu hermana está sufriendo y se siente sola, y
pensé que querrías venir a verla y asegurarte de que esté bien. No quiero
tu dinero, Lyric. Quiero que comiences a actuar como una maldita
hermana.
Otro momento de silencio pasó, junto con más tecleo.
—Mira, estoy hundida en el trabajo. Tengo estos casos para la
empresa, y no puedo alejarme de ellos ahora mismo. No hay forma de que
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pueda pasar por su casa hasta la próxima semana o la semana siguiente.


Lyric vivía en el centro de la ciudad… a unos veinte minutos en auto,
pero, aun así, estaba convencida de que se hallaba demasiado lejos.
—No importa, ¿de acuerdo? Solo pretende que nunca llamé. —Mis
ojos se llenaron de lágrimas, conmocionados por la frialdad de alguien a
quien una vez admiré en mi vida. El ADN me decía que era mi hermana,
pero las palabras que pronunció transmitían que no era más que una
extraña.
—Detente, Lucy. Para con el enfoque pasivo agresivo. Dejaré un
cheque en el correo mañana, ¿está bien?
—No lo hagas, en serio. No necesitamos tu dinero, y no necesitamos
tu apoyo. Ni siquiera sé por qué te llamé. Solo márcalo como un punto
bajo mío. Adiós, Lyric. Buena suerte con tus casos.
—Sí, de acuerdo. ¿Y, Lucy?
—¿Sí?
—Es posible que desees recuperar el trabajo en el café tan pronto
como sea posible.

Después de un rato, me levanté de la mecedora y caminé hacia la


habitación de invitados donde me estuve quedando. Cerré la puerta de la
habitación, sostuve mi mano alrededor de mi collar y cerré los ojos.
—Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de mí, agua que
me rodea… —Respiré profundamente y seguí repitiendo las palabras que
mamá me enseñó. Cada vez que perdía el equilibrio en la vida y se sentía
lejos de estar castigada, repetía ese canto, encontrando su fuerza interior.
Aunque repetí las palabras, me sentí como un fracaso.
Mis hombros cayeron y mis lágrimas comenzaron a caer mientras
hablaba con la única mujer que alguna vez realmente me entendió.
»Mamá, tengo miedo, y lo odio. Odio tener miedo, porque eso
significa que estoy pensando lo que Parker pensaba. Una parte de mí
siente que no lo logrará, y me siento aterrorizada cada día.
Existía algo tan desgarrador en ver a tu mejor amiga derrumbarse. A
pesar de que sabía que la muerte era simplemente el siguiente capítulo de
sus bellas memorias, no me resultaba más fácil entenderlo. En el fondo de
mi mente, sabía que cada abrazo podría ser el último, sabía que cada
palabra podía ser un adiós.
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»Me siento culpable, porque por cada buen pensamiento que tengo,
pasan cinco negativos. Tengo quince frascos de monedas en mi armario
que Mari ni siquiera sabe que existen. Estoy cansada, mamá. Estoy
agotada, y luego me siento culpable por casi derrumbarme. Tengo que ser
fuerte, porque no necesita que nadie se derrumbe a su alrededor. Sé que
nos enseñaste a no odiar, pero odio a Parker. Dios no lo quiera, pero si
estos son los últimos días de Mari, odio que los manchara. Sus últimos
días no deberían estar llenos del recuerdo de que su marido la abandonó.
No era justo que Parker hiciera las maletas y escapara a una nueva
vida sin mi hermana. Él podría encontrar el amor de nuevo algún día, pero
¿y Mari? Él sería el amor de su vida, y eso me dolía más de lo que nunca
sabría. Conocía a mi hermana como la palma de mi mano, sabía lo dulce
que era su corazón. Ella sentía que cada dolor era diez veces más que la
mayoría de la gente. Su corazón residía en su manga, y permitía que todos
escucharan sus hermosos latidos, incluso aquellos que no merecían
escuchar los sonidos. Rezaba para que amaran los sonidos de su corazón,
también. Siempre quiso sentirse amada, y odiaba que Parker la hiciera
sentir como un fracaso. Dejaría el mundo con la sensación de que de
alguna manera falló en su matrimonio, todo en nombre del amor.
Amor.
La emoción que hacía que la gente se elevara y se estrellara. La
sensación que encendía a los humanos y quemaba sus corazones. El
comienzo y el final de cada viaje.
A medida que pasaron los días, los meses y los años, Mari y yo
escuchamos cada vez menos tanto de Parker como de Lyric, las visitas de
lástima se volvieron menos frecuentes y los cheques controlados por culpa
dejaron de llegar por correo. Cuando los papeles del divorcio llegaron al
buzón, Mari lloró durante semanas. Me mantuve fuerte por ella a la luz, y
lloraba por su corazón en las sombras.
No era justo cómo el mundo tomó la salud de Mari y luego tuvo el
valor de volver para asegurarse de que su corazón también se rompiera en
un trillón de piezas. Con cada inhalación, ella maldijo su cuerpo por
traicionarla y arruinar la vida que construyó. Con cada exhalación, oró
para que su esposo regresara a casa.
Nunca se lo dije, pero con cada inhalación, le suplicaba que sanara,
y con cada exhalación, rezaba porque su esposo nunca volviera.
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1
Graham
2017

Traducido por Bella’

D
os días antes, compré flores para alguien que no era mi
esposa. Desde la compra, no salí de mi oficina. Los papeles
se encontraban dispersos por todas partes: tarjetas, notas
adhesivas, trozos de papel arrugados con garabatos sin sentido y palabras
tachadas. En mi escritorio había cinco botellas de whisky y una caja de
puros sin abrir.
Mis ojos ardían de cansancio, pero no podía cerrarlos mientras
miraba fijamente a la pantalla de mi computadora, escribiendo palabras
que luego borraría.
Nunca le compré flores a mi esposa.
Nunca le di chocolates en San Valentín, encontraba los animales de
peluche ridículos, y no tenía ni idea de cuál era su favorito.
Ella tampoco tenía ni idea de cuál era el mío, pero yo sabía de su
político favorito. Conocía sus puntos de vista sobre el calentamiento global,
ella conocía mis puntos de vista sobre la religión, y ambos conocíamos
nuestros puntos de vista sobre los niños: nunca los quisimos.
Esas cosas eran lo que más importaba; esas cosas eran nuestro
pegamento. Ambos estábamos impulsados por la carrera y teníamos poco
tiempo el uno para el otro, por no hablar de una familia.
Yo no era romántico, y a Jane no le importaba porque ella tampoco
lo era. No nos veían a menudo tomándonos de la mano o intercambiando
besos en público. No nos gustaba acurrucarnos o las expresiones de amor
de las redes sociales, pero eso no significaba que nuestro amor no fuera
real. Nos preocupábamos a nuestra manera. Éramos una pareja lógica que
entendíamos lo que significaba estar enamorados, estar comprometidos el
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uno con el otro, pero nunca nos sumergimos verdaderamente en los


aspectos románticos de una relación.
Nuestro amor era impulsado por un respeto mutuo, por una
estructura. Cada gran decisión que tomamos siempre fue cuidadosamente
pensada y a menudo incluía diagramas y gráficos. El día que le pedí que
fuese mi esposa, hicimos quince diagramas circulares para asegurarnos de
tomar la decisión correcta.
¿Romántico?
Tal vez no.
¿Lógico?
Absolutamente.
Por eso su actual invasión de mi fecha límite era preocupante.
Nunca me interrumpía mientras yo trabajaba, y para irrumpir mientras
me hallaba en una fecha límite era más que extraño.
Me quedaban noventa y cinco mil más.
Noventa y cinco mil palabras antes de que el manuscrito fuera al
editor en dos semanas. Noventa y cinco mil palabras equivalían a un
promedio de seis mil setecientas ochenta y seis palabras al día. Eso
significaba que las próximas dos semanas de mí vida las pasaría frente a
mi computadora, sin apenas apartarme para respirar aire fresco.
Mis dedos iban a toda velocidad, escribiendo y tecleando tan rápido
como podían. Las bolsas de color púrpura bajo mis ojos mostraban mi
agotamiento, y me dolía la espalda por no salir de mi silla durante horas.
Sin embargo, cuando me senté frente a mi computadora con mis dedos
alterados y mis ojos de zombi, me sentí más como yo mismo que en
cualquier otro momento de mi vida.
—Graham —dijo Jane, sacándome de mi mundo de horror y
trayéndome al suyo—. Deberíamos irnos.
Se encontraba de pie en la puerta de mi oficina. Llevaba su cabello
rizado, lo cual era extraño ya que su cabello siempre lucia liso. Cada día se
despertaba horas antes que yo para domar la cresta rubia y rizada sobre
su cabeza. Podía contar con mi mano derecha el número de veces que la vi
con sus rizos naturales. Junto con el cabello salvaje, su maquillaje se veía
manchado, dejado de la noche anterior.
Solo vi llorar a mi esposa dos veces desde que estábamos juntos:
una vez cuando se enteró de que estaba embarazada hace siete meses, y
otra cuando llegó una mala noticia hace cuatro días.
—¿No deberías alisar tu cabello? —pregunté.
—No alisaré mi cabello hoy.
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—Siempre alisas tu cabello.


—No he alisado mi cabello en cuatro días. —Frunció el ceño, pero no
hice ningún comentario sobre su decepción. No quería lidiar con sus
emociones esa tarde. Durante los últimos cuatro días, ella fue una ruina,
lo opuesto a la mujer con la que me casé, y yo no era una persona que se
ocupara de las emociones de la gente.
Lo que Jane necesitaba hacer era recomponerse.
Volví a mirar fijamente la pantalla del ordenador y mis dedos
volvieron a moverse rápidamente.
»Graham —refunfuñó, acercándose a mí con su muy embarazado
vientre—. Tenemos que irnos.
—Tengo que terminar mi manuscrito.
—No has dejado de escribir en los últimos cuatro días. Apenas llegas
a la cama antes de las tres de la mañana, y luego te levantas a las seis.
Necesitas un descanso. Además, no podemos llegar tarde.
Aclaré mi garganta y seguí escribiendo.
—Decidí que voy a tener que perderme este estúpido compromiso. Lo
siento, Jane.
De la esquina de mi ojo, vi su mandíbula aflojarse.
—¿Estúpido compromiso? Graham… es el funeral de tu padre.
—Dices eso como si debiera significar algo para mí.
—Sí significa algo para ti.
—No me digas qué significa o no algo para mí. Es denigrante.
—Estás cansado —dijo.
Ahí vas otra vez, hablándome de mí.
—Dormiré cuando tenga ochenta años, o cuando sea mi padre.
Estoy seguro de que está durmiendo bien esta noche.
Se estremeció. No me importó.
—¿Has estado bebiendo? —preguntó, preocupada.
—En todos estos años de estar juntos, ¿cuándo me has visto beber?
Estudió las botellas de alcohol que me rodeaban y dejó salir un
pequeño suspiro.
—Lo sé, lo siento. Es solo que... has añadido más botellas a tu
escritorio.
—Es un tributo a mi querido padre. Que se pudra en el infierno.
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—No hables tan mal de los muertos —dijo Jane antes de hipear y
colocar sus manos sobre su estómago—. Dios, odio esa sensación. —Me
quitó las manos del teclado y las puso en su estómago—. Es como si me
diera patadas en cada órgano interno que tengo. No puedo soportarlo.
—Cuán maternal de tu parte —me burlé, mis manos todavía sobre
ella.
—Nunca quise tener hijos. —Suspiró, con hipo una vez más—.
Jamás.
—Y, sin embargo, aquí estamos —respondí. No me sentía seguro de
que Jane hubiera llegado a un acuerdo con el hecho de que, en dos breves
meses, estaría dando a luz a un ser humano real que necesitaría su amor
y atención veinticuatro horas al día.
Si existía alguien que daba menos amor que yo, era mi esposa.
—Dios —murmuró, cerrando los ojos—. Hoy se siente raro.
—Tal vez deberíamos ir al hospital —le ofrecí.
—Buen intento. Irás al funeral de tu padre.
Maldición.
»Todavía necesitamos encontrar una niñera —dijo—. La firma me dio
unas semanas libres por maternidad, pero no necesitaré todo el tiempo si
encontramos una niñera decente. Me encantaría una anciana mexicana,
preferiblemente una con tarjeta verde.
Mis cejas se arrugaron, perturbadas.
—Sabes que decir eso no solo es desagradable y racista, sino que
también decírselo a tu medio-mexicano esposo es bastante desagradable,
¿no?
—Difícilmente eres mexicano, Graham. Ni siquiera hablas una pizca
de español.
—Lo que me hace no mexicano… debidamente anotado, gracias —
dije con frialdad. A veces mi esposa era la persona que más odiaba.
Mientras que estábamos de acuerdo en muchas cosas, a veces las palabras
que salían de su boca me hacían repensar cada diagrama de flujo que
hicimos.
¿Cómo puede alguien tan hermosa ser tan fea a veces?
Patada.
Patada.
Mi pecho se apretó, mis manos aun descansando alrededor del
estómago de Jane.
Esas patadas me aterrorizaban. Si existía algo que sabía con
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seguridad, era que yo no era material de padre. La historia de mi familia


me hacía creer que todo lo que venía de mi linaje ancestral no podía ser
bueno.
Le rezaba a Dios que el bebé no heredara ninguno de mis rasgos, o
peor aún, los de mi padre.
Jane se recostó contra mi escritorio, cambiando mi papeleo
perfectamente ordenado mientras mis dedos yacían contra su estómago.
—Es hora de ducharse y vestirse. Colgué tu traje en el baño.
—Te lo dije, no puedo hacer este compromiso. Tengo una fecha
límite para cumplir.
—Si bien tienes una fecha límite para cumplir, tu padre ya ha
cumplido con la fecha límite, y ahora es el momento de enviar su
manuscrito.
—¿Su manuscrito es su ataúd?
Las cejas de Jane se fruncieron.
—No. No seas tonto. Su cuerpo es el manuscrito; su ataúd es la
cubierta del libro.
—Una maldita tapa de libro cara, también. No puedo creer que
eligiera uno que esté cubierto de oro. —Me detuve y mordí mi labio—.
Pensándolo bien, me lo creo fácilmente. Conoces a mi padre.
—Mucha gente estará allí hoy. Sus lectores, sus colegas.
Cientos aparecerían para celebrar la vida de Kent Russell.
—Será un circo. —Gruñí—. Llorarán por él, con total y absoluta
tristeza, y se sentarán incrédulos. Empezarán a verter sus historias, su
dolor. “Kent no, no puede ser. Él es la razón por la que le di una
oportunidad a esto de escribir. Cinco años sobrio por culpa de ese hombre.
No puedo creer que se haya ido. Kent Theodore Russell, un hombre, un
padre, un héroe. Premio Nobel. Muerto”. El mundo llorará.
—¿Y tú? —preguntó Jane—. ¿Qué vas a hacer?
—¿Yo? —Me recosté en mi silla y crucé los brazos—. Terminaré mi
manuscrito.
—¿Estás triste de que se haya ido? —preguntó Jane, frotando su
estómago.
Su pregunta nadó en mi mente durante un rato antes de que yo
respondiera.
—No.
Quería extrañarlo.
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Quería amarlo.
Quería odiarlo.
Quería olvidarlo.
Pero en vez de eso, no sentía nada. Me tomó años para enseñarme a
mí mismo a no sentir nada hacia mi padre, a borrar todo el dolor que me
infligió a mí, a los que más quería. La única manera que sabía cómo
apagar el dolor era encerrarlo y olvidarme de todo lo que me hizo, de todo
lo que yo deseé que fuera.
Una vez que encerré el dolor, casi me olvidé de cómo sentir
completamente.
A Jane no le importaba mi alma encerrada, porque ella tampoco
sentía mucho.
—Respondiste demasiado rápido —me dijo.
—La respuesta más rápida siempre es la verdadera.
—Yo lo extraño —dijo, su voz bajando, comunicando su dolor por la
pérdida de mi padre. En muchos sentidos, Kent Russell era un mejor
amigo de millones a través de sus libros de cuentos, sus discursos
inspiradores y la persona y la marca que vendía al mundo. Yo también lo
habría echado de menos si no hubiera conocido al hombre que realmente
era en la privacidad de su hogar.
—Lo extrañas porque de hecho nunca lo conociste. Deja de
lamentarte por un hombre que no vale la pena.
—No —dijo bruscamente, su voz se agudizó con dolor. Sus ojos
comenzaron a aguarse como lo estuvieron haciendo los últimos días—. No
puedes hacer eso, Graham. No puedes socavar mi dolor. Tu padre era un
buen hombre para mí. Era bueno conmigo cuando tú eras frío, y te
apoyaba cada vez que yo quería irme, así que no me digas que deje de
lamentarme. No se llega a definir el tipo de tristeza que siento —dijo, una
emoción se apoderó de todo su cuerpo mientras se sacudía con un torrente
de lágrimas cayendo de sus ojos.
Incliné mi cabeza hacia ella, confundido por su repentino arrebato,
pero luego mis ojos cayeron sobre su estómago.
Desorden hormonal.
—Cielos —murmuré, un poco asombrado.
Se sentó derecha.
—¿Qué fue eso? —preguntó, un poco asustada.
—Creo que acabas de tener una crisis emocional por la muerte de mi
padre.
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Tomó un respiro y gruñó.


—Dios mío, ¿qué me pasa? Estas hormonas me están haciendo un
desastre. Odio todo lo de estar embarazada. Juro que me voy a atar las
trompas después de esto. —Se levantó, intentando calmarse, y secó sus
lágrimas mientras respiraba más profundamente—. ¿Puedes al menos
hacerme un favor hoy?
—¿Cuál?
—¿Puedes fingir que estás triste en el funeral? La gente hablará si te
ven sonriendo.
Le di un falso ceño fruncido.
Puso los ojos en blanco.
»Bien, ahora repite después de mí: mi padre fue verdaderamente
amado, y se le extrañará mucho.
—Mi padre era un verdadero imbécil, y no se le extrañará en
absoluto.
Me dio una palmadita en el pecho.
—Suficientemente cerca. Ahora ve a vestirte.
Levantándome, me quejé todo el camino.
»¡Oh! ¿Pediste las flores para el servicio? —gritó Jane en mi dirección
mientras me deslizaba mi camiseta blanca sobre la cabeza y la tiraba al
suelo del baño.
—Los cinco mil dólares de plantas inútiles para un funeral que
acabará en pocas horas.
—A la gente le encantarán —me dijo.
—La gente es estúpida —respondí, entrando en el agua ardiente que
caía de la ducha. En el agua, hice lo mejor que pude para pensar en el tipo
de elogio que daría por el hombre que era un héroe para muchos, pero un
demonio para mí mismo. Intenté desenterrar recuerdos de amor,
momentos de cuidado, segundos de orgullo que él me entregó, pero me
quedé en blanco. Nada. No se podían encontrar sentimientos reales.
El corazón dentro de mi pecho, el que él me ayudó a endurecer,
permaneció completamente entumecido.
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2
Lucy
Traducido por Bella’

—A
quí yace Mari Joy Palmer, una dadora de amor, paz y
felicidad. Es una pena la forma en que dejó el
mundo. Fue repentino, indescriptible, y más doloroso
de lo que nunca pensé que sería. —Miré fijamente hacia el cuerpo inmóvil
de Mari y limpié mi cuello con una pequeña toalla. El sol a primera hora
de la mañana irradiaba por las ventanas mientras yo intentaba recuperar
el aliento.
—Muerte por yoga caliente. —Suspiró Mari, inhalando
profundamente y exhalando desigualmente.
Reí.
»Vas a tener que levantarte, Mari. Tienen que prepararse para la
próxima clase. —Le tendí la mano a mi hermana, que yacía en un charco
de sudor—. Vámonos.
—Sigue sin mí —dijo teatralmente, agitando su bandera invisible—.
Me rindo.
—Oh, no, no lo harás. Vamos. —Agarré sus brazos y la empujé a
una posición de pie, con ella resistiéndose todo el camino hacia arriba—.
Has pasado por la quimioterapia, Mari. Puedes manejar el yoga caliente.
—No lo entiendo —se quejó—. Pensé que el yoga debía hacerte sentir
conectado a la tierra y traer paz, no cubos de sudor y cabello asqueroso.
Sonreí con una mueca, mirando su cabello largo hasta el hombro
que se veía encrespado y anudado en la parte superior de su cabeza. Ella
había estado en remisión por casi dos años, y estuvimos viviendo nuestras
vidas al máximo desde entonces, incluyendo la apertura de la floristería.
Después de unas rápidas duchas en el estudio de yoga, salimos
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afuera, y cuando el sol del verano besó nuestra piel y nos cegó, Mari gimió.
—¿Por qué diablos decidimos montar en bicicleta hoy? ¿Y por qué el
yoga caliente a las seis de la mañana es algo que consideraríamos?
—Porque nos preocupamos por nuestra salud y bienestar, y
queremos estar en la mejor forma de nuestras vidas —me burlé—.
Además, el auto está en el taller.
Puso sus ojos en blanco.
—¿Este es el momento donde vamos en bicicleta a un café y
comemos donas y croissants antes del trabajo?
—¡Sí! —dije, desbloqueando mi bicicleta del poste y saltando sobre
ella.
—¿Y por donas y croissants quieres decir…?
—¿Bebidas de col rizada verde? Sí, sí, claro que sí.
Se quejó de nuevo, esta vez más fuerte.
—Me gustabas más cuando no te importaba una mierda tu salud y
comías una dieta estable de dulces y tacos.
Sonreí y comencé a pedalear.
—¡Te reto!
Le gané la carrera a Sueños Verdes, obviamente, y cuando llegó
adentro, arrojó su cuerpo sobre el mostrador delantero.
—En serio, Lucy… yoga regular, sí, ¿pero yoga caliente? —Hizo una
pausa, respirando profundamente—. El yoga caliente puede volver
directamente al infierno de donde vino para morir una larga y dolorosa
muerte.
Una trabajadora se acercó a nosotras con una sonrisa brillante.
—¡Hola, señoritas! ¿Qué puedo servirles?
—Tequila, por favor —dijo Mari, levantando finalmente la cabeza del
mostrador—. Puedes ponerlo en una taza para llevar si quieres. Entonces
puedo beberlo de camino al trabajo.
La camarera miró fijamente a mi hermana, y yo sonreí.
—Tomaremos dos jugos verdes y dos envolturas de huevo y patata
para el desayuno.
—Suena bien. ¿Quieres trigo integral, espinacas o envolturas de
linaza? —preguntó.
—Oh, la pizza rellena de masa estará bien —contestó Mari—.
Acompañada de patatas fritas y queso.
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—Linaza. —Reí—. Tomaremos la linaza.


Cuando nuestra comida salió, agarramos una mesa y Mari se
sumergió como si no hubiera comido en años.
—Así que —empezó, sus mejillas hinchadas como una ardilla—.
¿Cómo está Richard?
—Está bien —dije, asintiendo—. Ocupado, pero bien. Nuestro
departamento parece un tornado con su último trabajo, pero está bien.
Desde que se enteró de que tiene una vitrina en el museo en unos meses,
ha estado en modo de pánico tratando de crear algo inspirador. No está
durmiendo, pero es Richard.
—Los hombres son raros, y no puedo creer que estés viviendo con
uno.
—Lo sé. —Reí. Me tomó más de cinco años para finalmente
mudarme con Richard, principalmente porque no me sentía cómoda
dejando de lado a Mari cuando enfermó. Habíamos vivido juntos los
últimos cuatro meses, y me encantaba. Lo amaba—. ¿Recuerdas lo que
mamá solía decir de los hombres que se mudaban con mujeres?
—Sí… en cuanto se sientan lo suficientemente cómodos como para
quitarse los zapatos en tu casa e ir al refrigerador sin preguntar, es hora
de que se vayan.
—Una mujer inteligente.
Mari asintió.
—Debí haber seguido sus reglas después de que falleció, así podría
haber evitado a Parker. —Sus ojos se pusieron pesados durante unos
segundos antes de que parpadeara su dolor y sonriera. Apenas hablaba de
Parker desde que él la dejó hace más de dos años, pero cada vez que lo
hacía, era como si una nube de tristeza se cerniera sobre ella. Sin
embargo, luchaba contra la nube, y nunca dejaba que lloviera para que
entrara. Se esforzaba por ser feliz, y en su mayor parte lo era, aunque a
veces tenía segundos de dolor.
Segundos cuando recordaba, segundos cuando se culpaba a sí
misma, segundos cuando se sentía sola. Segundos cuando permitía que su
corazón se rompiera antes de empezar a reconstruirlo rápidamente.
Con cada segundo de dolor, Mari hacía su tarea de encontrar un
minuto de felicidad.
—Bueno, vives según sus reglas ahora, lo cual es mejor que nunca,
¿no? —dije, tratando de ayudarla a deshacerse de la nube que está por
encima de ella.
—¡Exacto! —gritó, sus ojos volviendo a encontrar su alegría. Era
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extraño cómo funcionaban los sentimientos, cómo una persona podía estar
triste un segundo y feliz otro. Lo que más me asombraba era cómo una
persona podía ser ambas cosas en el mismo segundo. Yo creía que Mari
tenía una pizca de ambas emociones en ese momento, un poco de tristeza
entremezclada con su alegría.
Pensaba que era una hermosa forma de vivir.
—Entonces, ¿vamos a trabajar? —pregunté, levantándome de mi
silla. Mari gimió, molesta, pero aceptó mientras se arrastraba de vuelta a
su bicicleta y empezaba a pedalear hasta nuestra tienda.
Monet's Gardens el sueño de mi hermana y mío hecho realidad. La
tienda fue creada a partir de las pinturas de mi artista favorito, Claude
Monet. Cuando Mari y yo finalmente lleguemos a Europa, planeaba pasar
mucho tiempo en los Jardines de Monet en Giverny, Francia.
Impresiones de sus obras de arte se hallaban esparcidas por la
tienda, y a veces hacíamos arreglos florales para que coincidieran con las
pinturas. Después de que firmamos nuestras vidas con préstamos
bancarios, Mari y yo nos pusimos manos a la obra para abrir la tienda, y
con el tiempo se unió a la perfección. Por poco ni siquiera conseguimos la
tienda, pero Mari obtuvo un préstamo final. Aunque era mucho trabajo y
tomaba tanto tiempo que nunca pensé en tener una vida social, no podía
quejarme de pasar mis días rodeada de flores.
El edificio era pequeño, pero lo suficientemente grande como para
tener docenas de diferentes tipos de flores, como tulipanes, lirios,
amapolas y, por supuesto, rosas. Atendíamos a todo tipo de eventos
también; mis favoritas eran las bodas y lo peor eran los funerales.
Hoy era uno de los peores, y me tocaba a mí conducir el camión de
reparto para entregar el pedido.
—¿Segura que no quieres que yo haga la boda de Garrett y tú el
funeral de Russell? —pregunté, organizando todos los bultos blancos de
gladiolas y las rosas blancas para que se movieran en el camión. La
persona que falleció debe haber sido muy querida, basándose en el
número de arreglos ordenados. Había docenas de rosas blancas para el
atomizador de ataúdes, cinco caballetes cruzados diferentes con fajas que
decían “Padre” a través de ellos, y docenas de ramos de flores al azar para
ser colocados alrededor de la iglesia.
Me sorprendía lo hermosas que podían ser las flores para una
ocasión tan triste.
—No, estoy segura. Sin embargo, puedo ayudarte a cargar la
camioneta —dijo Mari, levantando uno de los arreglos y regresando al
callejón donde se encontraba estacionada nuestra camioneta de reparto.
—Si haces el funeral hoy, dejaré de arrastrarte al yoga caliente cada
mañana.
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Soltó una carcajada.


—Si tuviera un centavo por cada vez que he oído eso, ya estaría en
Europa.
—¡No, lo juro! No más sudar a las seis de la mañana.
—Eso es mentira.
Asentí.
—Sí, eso es una mentira.
—Y, no más demoras en nuestro viaje a Europa. Vamos a ir
oficialmente el próximo verano, ¿verdad? —preguntó, sus ojos
entrecerrados.
Gemí. Desde que se enfermó hace dos años, estuve posponiendo
nuestro viaje. Mi cerebro sabía que ella estaba mejor, sana y fuerte, pero
una pequeña parte de mi corazón temía viajar tan lejos de casa con la
posibilidad de que algo fuera mal con su salud en otro país.
Tragué fuerte y acepté. Sonrió ampliamente, complacida, y entró en
el cuarto trasero.
—¿A qué iglesia voy a ir hoy? —pregunté en voz alta, saltando al
ordenador para sacar el archivo. Me detuve y entrecerré los ojos al leer las
palabras: UW-Milwaukee Panther Arena.
»Mari —chillé—. Esto dice que es en la arena de la ciudad… ¿es eso
correcto?
Volvió corriendo a la habitación y miró al ordenador y luego se
encogió de hombros.
—Vaya. Eso explica todas las flores. —Se pasó las manos por su
cabello, y sonreí. Cada vez que lo hacía, mi corazón se llenaba de alegría.
Su cabello en crecimiento era un recordatorio de su vida en crecimiento,
de lo afortunadas que éramos de estar en el lugar donde estábamos. Me
sentía tan feliz de que las flores del camión no eran para ella.
—Sí, pero, ¿quién tiene un funeral en la arena? —pregunté,
confundida.
—Debe ser alguien importante.
Me encogí de hombros, sin pensarlo demasiado. Llegué a la arena
dos horas antes de la ceremonia para montar todo, y el exterior del edificio
ya se hallaba rodeado de numerosas personas. Juré que tenía que haber
cientos de personas en las calles del centro de Milwaukee, y la policía
recorría el área.
Los individuos escribían notas y las colocaban en los escalones
delanteros; algunos lloraban mientras otros conversaban profundamente.
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Mientras conducía la camioneta hacia atrás para descargar las
flores, uno de los trabajadores de la arena me negó el acceso al edificio.
Abrió la puerta y usó su cuerpo para bloquear mi entrada.
—Disculpe, no puede entrar aquí —me dijo el hombre—. Solo acceso
VIP. —Tenía un gran auricular alrededor de su cuello, y la forma en que
cerró ligeramente la puerta detrás de él para evitar que yo mirara dentro
me hizo sospechar.
—Oh, no, solo estoy entregando las flores para el servicio —comencé
a explicar, y él puso sus ojos en blanco.
—¿Más flores? —Gruñó, y luego señaló hacia otra puerta—. La
entrega de flores está a la vuelta de la esquina, tercera puerta. No puedes
perderte —dijo simplemente.
—De acuerdo. ¿De quién es exactamente este funeral? —pregunté.
Me puse de puntillas y traté de echar un vistazo a lo que pasaba dentro.
Me disparó una mirada sucia llena de molestias.
—A la vuelta de la esquina —ladró antes de cerrar la puerta. Tiré de
la puerta una vez y fruncí el ceño.
Cerrado.
Un día dejaría de ser tan entrometida. Pero obviamente ese día no
era hoy.
Sonreí para mí misma y murmuré—: Encantada de conocerte
también.
Cuando conduje la camioneta a la vuelta de la esquina, me di cuenta
de que no éramos la única floristería que fue contactada para este evento.
Tres furgonetas iban en fila delante de mí, y ni siquiera pudieron entrar en
el edificio; había empleados recogiendo los arreglos florales en la puerta.
Antes de que pudiera estacionar el auto, los trabajadores se colocaron en
la parte de atrás, golpeando las puertas traseras para que las abriera. Una
vez que lo hice, empezaron a agarrar las flores sin mucho cuidado, y yo me
acurruqué por la forma en que una de las mujeres manejaba la corona de
rosas blancas. La tiró sobre su brazo, destruyendo las verdes Campanas
de Irlanda.
—¡Cuidado! —grité, pero todos parecían sordos.
Cuando terminaron, cerraron mis puertas, firmaron mi papeleo y me
dieron un sobre.
»¿Para qué es esto?
—¿No te lo han dicho ya? —La mujer suspiró pesadamente, y luego
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puso las manos sobre sus caderas—. Las flores son solo para mostrarlas, y
el hijo del Sr. Russell instruyó a los floristas que las devolvieran después
del servicio. En el interior está su entrada para el evento, junto con un
pase para ir a los camerinos después a recoger sus flores. De lo contrario,
serán desechadas.
—¿Desechadas? —exclamé—. Cuán derrochador.
La mujer arqueó una ceja.
—Sí, porque no existía ninguna posibilidad de que las flores no
hubieran muerto por sí solas —afirmó sarcásticamente—. Al menos ahora
puedes revenderlas.
¿Revender flores funerarias? Porque eso no era morboso.
Antes de que pudiera contestar, ella me hizo señas sin despedirse.
Abrí un sobre y encontré mi boleto y una tarjeta que decía: “Después
del servicio, por favor presente esta tarjeta para recoger los arreglos florales;
de lo contrario serán desechados”.
Mis ojos leyeron el boleto repetidamente.
Un boleto.
Para un funeral.
Nunca en mi vida presencié un evento tan extraño. Cuando doblé la
esquina de la calle principal, noté que aún más gente se reunió alrededor y
colocaba cartas a las paredes del edificio.
Mi curiosidad llegó a un nuevo punto alto, y después de dar vueltas
alrededor unas cuantas veces en busca de estacionamiento, me metí en
una estructura de estacionamiento. Estacioné la furgoneta y salí a ver qué
hacía todo el mundo allí y de quién era el funeral. Mientras caminaba en la
acera empacada, noté a una mujer arrodillándose, garabateando en un
pedazo de papel.
—Disculpa —dije, golpeándola en el hombro. Levantó la mirada con
una brillante sonrisa en su rostro—. Lamento molestarte, pero... ¿de quién
es este funeral exactamente?
Se levantó, todavía sonriendo.
—Kent Russell, el autor.
—Oh, de ninguna manera.
—Sí. Cada uno está escribiendo sus propios elogios sobre cómo salvó
sus vidas y pegándolas al costado del edificio para honrar su memoria,
pero entre tú y yo, estoy muy emocionada de ver a G. M. Russell. Es una
pena que tuviera que ser para un evento como éste.
—¿G.M. Russell? Espera, ¿como en el mejor autor de thriller y
horror de todos los tiempos? —balbuceé, y finalmente me di cuenta—. ¡Oh,
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Dios mío! ¡Me encanta G. M. Russell!


—Caramba. Te llevó bastante tiempo conectar esos puntos. Al
principio pensé que tu cabello rubio era teñido de ese color, pero ahora veo
que en realidad eres una verdadera rubia —bromeó—. Es un evento tan
grande porque sabes cómo es G. M. cuando se trata de apariciones
públicas, apenas las hace. En los eventos de libros, no se relaciona con los
lectores excepto por su gran sonrisa falsa, y nunca permite fotografías,
pero hoy podremos tomarle fotos. Esto. Es. ¡Grande!
—¿Los fans fueron invitados al funeral?
—Sí, Kent lo puso en su testamento. Todo el dinero está siendo
donado a un hospital infantil. Tengo asientos sólidos. Se suponía que mi
mejor amiga Heather iba a venir conmigo, pero se metió en labor de parto,
los niños arruinan todo.
Reí.
»¿Quieres mi boleto extra? —preguntó—. Está súper cerca al frente.
Además, prefiero sentarme al lado de otro fan de G. M. que uno de Papá
Russell. Te sorprendería saber cuánta gente está aquí para él. —Se detuvo,
arqueó una ceja y se fue a escarbar en su bolso—. Pensándolo bien, tal vez
no, ya que fue quien murió y todo eso. Aquí tienes, están abriendo las
puertas ahora. —Me dio su boleto de repuesto—. Oh, y mi nombre es Tori.
—Lucy —dije con una sonrisa. Dudé por un momento, pensando en
lo extraño y fuera de lo común que era asistir al funeral de un extraño en
una arena, pero luego de nuevo... G. M. Russell se hallaba dentro de ese
edificio, junto con mis flores, que iban a ser desechadas en unas horas.
Llegamos a nuestros asientos, y Tori no pudo dejar de tomar fotos.
—Son asientos increíbles, ¿no? No puedo creer que haya conseguido
este boleto por solo dos mil.
—¡¿Dos mil?! —Jadeé.
—Lo sé, ¿verdad? Tal robo, y todo lo que tenía que hacer era vender
mi riñón en Craigslist4 a un tipo llamado Kenny.
Se giró hacia el caballero de mayor edad sentado a su izquierda.
Tenía que estar en sus setenta y tantos años, y era tan guapo como
siempre. Llevaba puesto un abrigo de trinchera abierto, y debajo de él, un
traje de gamuza marrón con un lazo azul de lunares y una pajarita blanca.
Cuando miró hacia nosotras, tenía la sonrisa más genuina.
»Lo siento, por curiosidad, ¿cuánto pagaste por tu asiento?
—No pagué —dijo con la sonrisa más amable del mundo—. Graham
es un antiguo alumno mío. Me invitaron.
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4 Es un sitio web de anuncios clasificados con secciones dedicadas al empleo, vivienda,


contactos personales, ventas, ítems, servicios, comunidad, conciertos, hojas de vida, y
foros de discusión, entre otras.
Los brazos de Tori volaron en un estado de completo y total shock.
—Espera, espera, espera, espera, ¿eres el profesor Oliver?
Sonrió con suficiencia y asintió.
—Culpable de los cargos.
—Eres como... el Yoda de nuestro Luke Skywalker. Eres el mago
detrás de Oz. ¡Eres la maldita mierda, profesor Oliver! He leído todos los
artículos que Graham escribió y debo decir que es genial conocer a la
persona de la que hablaba tan bien G. M. Russell, lo que no es muy
importante, si me entiendes. —Rio entre dientes—. ¿Puedo estrechar su
mano?
Tori continuó hablando durante casi todo el servicio, pero se detuvo
en el momento en que Graham fue llamado al escenario para dar el
discurso. Antes de que sus labios se separaran, desabrochó la chaqueta de
su traje, se la quitó, se desabrochó los puños y se subió las mangas al
estilo masculino. Juro que rodó cada manga en cámara lenta mientras
frotaba sus labios y dejaba salir un pequeño suspiro.
Guau.
Era tan guapo, y sin esfuerzo también.
Era más guapo en persona de lo que pensé que sería. Toda su
persona era oscura, encantadora, pero extremadamente poco atractiva.
Llevaba su cabello corto y negro de medianoche peinado hacia atrás con
pequeñas ondas sueltas, y su afilada mandíbula cuadrada cubierta con
unos días de crecimiento de barba. Su piel de color cobrizo era lisa e
impecable, no tenía imperfecciones en ninguna parte, excepto una
pequeña cicatriz que corría por su cuello, pero eso no lo hacía imperfecto.
Si prendí algo sobre las cicatrices de las novelas de Graham, era que
también podían ser hermosas.
No sonrió ni una vez, pero eso no era sorprendente… después de
todo, era el funeral de su padre, pero cuando habló, su voz salió suave,
como el whisky en las rocas. Como todo el mundo en la arena, no podía
arrancar mis ojos de él.
—Mi padre, Kent Russell, me salvó la vida. Me desafiaba a diario a
no solo ser mejor narrador de historias, sino también a ser mejor persona.
—Los siguientes cinco minutos de su discurso condujo a cientos de
personas a llorar, aguantando el aliento y deseando que ellos también
fueran parientes de Kent. Nunca leí los cuentos de Kent, pero Graham me
hizo sentir curiosidad por buscar uno de sus libros. Terminó su discurso,
miró al techo y sonrió con fuerza—. Así que, terminaré esto con las
palabras de mi padre: “Sé inspiración. Sé sincero. Sé aventurero”. Solo
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tenemos una vida que vivir, y para honrar a mi padre, planeo vivir cada
día como si fuera mi último capítulo.
—Oh, Dios mío —susurró Tori, secando las lágrimas de sus ojos—.
¿Lo ves? —preguntó, señalando con la cabeza hacia su regazo.
—¿Ver qué? —susurré.
—Cuán enorme es mi invisible erección. No sabía que era posible
excitarse por un discurso.
Reí.
—Ni yo tampoco.
Después de que todo terminó, Tori intercambió números conmigo y
me invitó a su club de lectura. Después de despedirnos, llegué al cuarto
trasero para recoger mis arreglos florales. Mientras buscaba mis rosas, no
podía dejar de pensar en lo incómoda que me sentía por el esplendor del
funeral de Kent. Casi parecía un poco... como un circo.
No era de las que entendían los funerales, al menos no los típicos.
En mi familia, nuestras despedidas finales normalmente consistían en
plantar un árbol en memoria de nuestro ser querido, honrando su vida
trayendo más belleza al mundo.
Mientras una trabajadora pasaba con uno de mis arreglos florales,
jadeé y la llamé.
—¡Disculpe! —Sin embargo, los auriculares en sus oídos le
impidieron oírme, así que me apresuré, abriéndome paso a través de una
multitud, intentando seguirle el ritmo. Se acercó a una puerta, la mantuvo
abierta, y sacudió las flores afuera antes de cerrar la puerta y salir
bailando al son de su música.
»Esas eran flores de trescientos dólares. —Gemí en voz alta,
corriendo a través de la puerta. Mientras se estrellaba, corrí hacia las
rosas que fueron arrojadas a un cubo de basura en un área cerrada.
El aire de la noche rozó mi piel, y me bañé con la luz de la luna
brillando mientras recogía las rosas. Cuando terminé, inhalé
profundamente. Existía algo tan pacífico en la noche, cómo todo se
ralentizaba un poco, cómo la actividad del día desaparecía hasta la
mañana.
Cuando abrí la puerta para volver a entrar, me entró el pánico.
Tiré del mango repetidamente.
Cerrado.
Oh, mierda.
Mis manos formaron puños y empecé a golpear contra la puerta,
haciendo todo lo posible para volver a entrar.
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»¿Hola? —grité durante diez minutos seguidos antes de darme por


vencida.
Treinta minutos más tarde, me senté en el cemento y miraba
fijamente a las estrellas cuando oí la puerta que se abría detrás de mí. Me
retorcí y jadeé un poco.
Eres tú.
Graham Russell.
De pie justo detrás de mí.
—No hagas eso —soltó, notando mi mirada pegada a él—. Deja de
fijarte en mí.
—¡Espera, espera! Las… —Me levanté, y justo antes de decirle que
sujetara la puerta, la escuché cerrar—. Cerraduras.
Arqueó una ceja, procesando mis palabras. Tiró de la puerta y luego
suspiró pesadamente.
—Tienes que estar bromeando. —Tiró una y otra vez, pero la puerta
siguió cerrada—. Está cerrada.
Asentí.
—Sí.
Se dio palmaditas en los bolsillos de los pantalones y gruñó.
—Y mi teléfono está en la chaqueta de mi traje, que está colgada en
la parte de atrás de una silla dentro.
—Lo siento, te ofrecería mi teléfono, pero murió.
—Por supuesto que lo hizo —dijo con humor—. Porque el día no
podía ser peor.
Golpeó la puerta durante varios minutos sin resultados y luego
empezó a maldecir al universo por una vida extremadamente apestosa. Se
acercó al otro lado de la puerta y puso sus manos detrás de su cuello.
Parecía completamente exhausto ante los acontecimientos del día.
—Lo siento mucho —susurré, mi voz tímida y baja. ¿Qué más podía
decir?—. Siento mucho su pérdida.
Se encogió de hombros, desinteresado.
—La gente muere. Es un aspecto bastante común de la vida.
—Sí, pero eso no lo hace más fácil, y por eso, lo siento.
No respondió, pero no tenía que hacerlo. Todavía me sorprendía
estar tan cerca de él. Aclaré mi garganta y volví a hablar porque el silencio
no era algo que supiera hacer.
»Ese fue un discurso hermoso. —Giró su cabeza en mi dirección y
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me miró fijamente con frialdad antes de dar vuelta hacia atrás. Continué—
: Realmente mostraste lo amable y bondadoso que era tu padre y cómo
cambió tu vida y la de los demás. Tu discurso esta noche… solo fue tan…
—Me detuve, buscando las palabras correctas para describir su discurso.
—Basura —declaró.
Me senté más recta.
—¿Qué?
—El discurso fue una mierda. Lo saqué de fuera. Un desconocido lo
escribió y lo puso en el edificio, alguien que probablemente nunca habría
pasado diez minutos en la misma habitación que mi padre, porque si lo
hubiera hecho, sabrían cuán mierda de persona era Kent Russell.
—Espera, ¿así que plagiaste un panegírico para el funeral de tu
padre?
—Cuando lo dices así, suena horrible —contestó secamente.
—Probablemente suena de esa manera porque así es.
—Mi padre era un hombre cruel que manipulaba situaciones y
personas para conseguir lo mejor por su dinero. Se rio del hecho de que
pagaran dinero por su pila de libros inspiradores y vivieran sus vidas
basadas en la basura que escribió. Quiero decir, ¿su libro “Treinta Días A
Una Vida Sobria”? Escribió ese libro borracho hasta el culo. Literalmente
tuve que levantarlo de su propio vómito y suciedad más veces de las que
estoy dispuesto a admitir. ¿“Cincuenta Maneras De Enamorarse”? Se tiró a
prostitutas y despidió asistentes personales por no acostarse con él. Era
basura, una broma de un humano, y estoy seguro de que no salvó la vida
de nadie, como muchos me han dicho esta noche. Los usó a todos para
comprarse un barco y un puñado de aventuras de una noche.
Mi boca cayó abierta, aturdida.
—Caramba. —Me reí, dando patadas alrededor de una pequeña
piedra con mi zapato—. Dime cómo te sientes realmente.
Tomó mi desafío y se giró lentamente para enfrentarse a mí,
acercándose, haciendo que mi corazón se acelerara. Ningún hombre
debería haber sido tan espléndidamente oscuro como él. Graham era un
profesional haciendo muecas. Me preguntaba si sabía sonreír.
—¿Quieres saber cómo me siento realmente?
No.
Sí.
Um, ¿quizás?
No me dio la oportunidad de contestar antes de seguir hablando.
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»Creo que es absurdo vender entradas para un funeral. Me parece


ridículo sacar provecho de la muerte de un hombre, convirtiendo su
despedida final en un circo de tres pistas. Pienso que es aterrador que los
individuos pagaran extra para tener acceso a una reunión VIP después,
pero entonces, otra vez, la gente pagó para sentarse en el mismo sofá
donde Jeffrey Dahmer5 se sentó. No debería sorprenderme en absoluto por
los humanos, pero, aun así, cada día tienden a sorprenderme con su falta
de inteligencia.
—Vaya... —Alisé mi vestido blanco y me balanceé de un lado a otro—
. Realmente no te gustaba, ¿verdad?
Su mirada cayó al suelo antes de volver a mirarme.
—En lo más mínimo.
Miré hacia la oscuridad de la noche, mirando las estrellas.
—Es gracioso, ¿no? Cómo el ángel de una persona podría ser el
demonio más grande de otra.
Pero no le interesaban mis pensamientos. Regresó a la puerta y
empezó a golpear de nuevo.
»Maktub. —Sonreí.
—¿Qué?
—Maktub. Significa que todo está escrito, que todo sucede por una
razón. —Sin pensarlo mucho, extendí mi mano hacia Graham—. Soy Lucy,
por cierto. Abreviatura de Lucille.
Entrecerró los ojos, sin moverse.
—De acuerdo.
Reí entre dientes y me acerqué más, aún con la mano extendida.
—Sé que a veces los autores pueden perderse las señales sociales,
pero este es el momento en que se supone que debes estrechar mi mano.
—No te conozco.
—Sorprendentemente, es exactamente cuando se supone que debes
estrechar la mano de una persona.
—Graham Russell —dijo, no tomando mi mano—. Soy Graham
Russell
Bajé mi mano, una mueca de vergüenza en mis labios.
—Oh, sé quién eres. No quiero sonar a cliché, pero soy tu mayor fan.
He leído cada palabra que has escrito.
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5 Jeffrey Lionel Dahmer, apodado El Caníbal de Milwaukee o El Carnicero de Milwaukee


(21 de mayo de 1960 - 28 de noviembre de 1994), fue un asesino en serie responsable de
la muerte de 17 hombres y chicos entre 1978 y 1991.
—Eso es imposible. Hay palabras que he escrito que nunca han sido
publicadas.
—Tal vez, pero si lo hicieras, te juro que las leería.
—¿Has leído “La Cosecha”?
Arrugué mi nariz.
—Sí…
Sonrió, no, fue como un retorcijón en sus labios. Mi error.
—Es tan malo como creo que es, ¿no? —preguntó.
—No, yo solo... es diferente a los otros. —Mordí mi labio inferior—.
Es diferente, pero no sé por qué.
—Lo escribí después de que mi abuela murió. —Se movió de un lado
a otro—. Es una mierda y no debería haber sido publicado.
—No —dije con impaciencia—. Todavía me robó el aliento, de una
manera diferente, y créeme, te lo diría si pensara que era una completa
basura. Nunca he sido una buena mentirosa. —Mis cejas se menearon y
mi nariz se arrugó mientras me movía de puntillas, como hacía mamá, y
volví a mirar fijamente a las estrellas—. ¿Has pensado en plantar un
árbol?
—¿Qué?
—Un árbol, en honor a tu padre. Después de que alguien cercano a
mí falleció, fue cremada, y mi hermana y yo plantamos un árbol con sus
cenizas. En los días festivos tomamos su caramelo favorito, nos sentamos
debajo del árbol, y comemos el caramelo en su honor. Es un círculo de
vida completo. Ella entró como energía del mundo, y regresó a él de la
misma manera.
—Realmente alimentas esos estereotipos milenarios, ¿no?
—Es una gran manera de preservar la belleza del medio ambiente.
—Lucille…
—Puedes llamarme Lucy.
—¿Cuántos años tienes?
—Veintiséis.
—Lucy es un nombre para una niña. Si alguna vez quieres hacerlo
en el mundo, deberías ir por Lucille.
—Anotado. Si alguna vez quieres ser el alma de la fiesta, deberías
considerar el apodo de Graham Cracker6.
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6 En español Galletas Graham (marca de galletas americanas)


—¿Siempre eres tan ridícula?
—Solo en funerales donde la gente tiene que comprar entradas.
—¿Cuál era el precio de venta?
—Osciló entre doscientos y dos mil dólares.
Jadeó.
—¿Estás bromeando? ¡¿La gente pagó dos mil dólares para ver un
cadáver?!
Pasé mis manos por mi cabello.
—Más impuestos.
—Estoy preocupado por las generaciones futuras.
—No te preocupes, la generación anterior también se preocupaba por
ti, y es obvio que eres una gran persona brillante y encantadora —me
burlé.
Casi sonrió, creo.
Y fue casi hermoso.
»¿Sabes qué? Debería haber sabido que no escribiste ese discurso
basado en cómo terminó. Era una gran pista de que no lo escribiste tú.
Arqueó una ceja.
—En realidad escribí ese panegírico.
Reí.
—No, no lo hiciste.
No se rio.
—Tienes razón, no lo hice. ¿Cómo lo supiste?
—Bueno… escribes historias de horror y thriller. He leído cada una
de ellas desde que tenía dieciocho años, y nunca terminan felices.
—Eso no es verdad —argumentó.
Asentí.
—Lo es. Los monstruos siempre ganan. Empecé a leer tus libros
después de que perdí a uno de mis mejores amigos, y la oscuridad de ellos
me trajo un poco de alivio. Saber que existían otros tipos de heridas en el
mundo me ayudó con mi propio dolor. Curiosamente, tus libros me
trajeron paz.
—Estoy seguro de que uno terminó feliz.
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—Ni uno solo. —Me encogí de hombros—. Está bien. Siguen siendo
obras maestras, pero no tan positivas como el panegírico de esta noche. —
Me detuve y volví a reír—. Un panegírico positivo. Esa fue probablemente
la frase más incómoda que he dicho.
Permanecimos en silencio otra vez, y Graham volvió a golpear la
puerta sellada cada pocos minutos. Después de cada intento fallido,
suspiraba con desilusión.
»Lamento lo de tu padre —le dije una vez más, observando lo tenso
que parecía. Fue un día largo para él, y odiaba lo claro que era que quería
estar solo y yo era quien se interponía en su camino. Literalmente fue
enjaulado con un extraño el día del funeral de su padre.
—Está bien. La gente muere.
—Oh, no, no lamento su muerte. Soy de las que creen que la muerte
es solo el comienzo de otra aventura. Lo que quiero decir es que lo siento
por ti, él no fue el hombre que era para el resto del mundo.
Se tomó un momento, pareciendo considerar decir algo, pero luego
eligió el silencio.
»No expresas tus sentimientos muy a menudo, ¿verdad? —pregunté.
—Y tú expresas los tuyos demasiado a menudo —respondió.
—¿Escribiste alguno en absoluto?
—¿Un panegírico? No. ¿Pusiste uno afuera? ¿Era tuyo lo que leí?
Reí.
—No, pero escribí uno durante el servicio. —Fui cavando en mi bolso
y saqué mi pequeño pedazo de papel—. No es tan hermoso como el tuyo, tú
eres una extensión de una palabra, pero son palabras.
Extendió su mano hacia mí, y puse el papel en su mano, nuestros
dedos rozándose ligeramente unos a otros.
Fangirl enloqueciendo en tres, dos...
—“Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de mí, agua
rodeándome...” —leyó mis palabras en voz alta y luego silbó bajo—. Oh —
dijo, asintiendo lentamente—. Eres una hippie rara.
—Sí, soy una hippie rara. —La comisura de su boca tembló, como si
se estuviera forzando a no sonreír—. Mi madre solía decírselo a mis
hermanas y a mí todo el tiempo.
—Así que tu madre también es una hippie rara.
Un ligero dolor golpeó mi corazón, pero seguí sonriendo. Encontré
un lugar en el suelo y me senté una vez más.
—Sí, lo fue.
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—Fue —murmuró, sus cejas juntándose—. Lo siento.


—Está bien. Alguien me dijo una vez que la gente muere, que es un
aspecto bastante común de la vida.
—Sí, pero... —empezó, pero sus palabras se desvanecieron. Nuestros
ojos se quedaron inmóviles y por un momento, la frialdad que tenían se
fue, y la mirada que me miraba se veía llena de tristeza y dolor. Era una
mirada que pasó todo el día escondiéndose del mundo, una mirada que
probablemente pasó toda su vida ocultándose de sí mismo.
»Escribí un panegírico —susurró sentándose en el suelo junto a mí.
Dobló sus rodillas y levantó las mangas de su camisa.
—¿Sí?
—Sí.
—¿Quieres compartirlo? —pregunté.
—No.
—Está bien.
—Sí —murmuró en voz baja.
—De acuerdo.
—No es mucho… —advirtió, buscando en su bolsillo y sacando un
pedazo de papel doblado.
Empujé su pierna.
—Graham, estás sentado afuera de una arena atrapado con una
hippie rara que probablemente nunca volverás a ver. No deberías estar
nervioso por compartirlo.
—De acuerdo. —Aclaró su garganta, sus nervios más intensos de lo
que deberían haber estado—. “Yo odiaba a mi padre, y hace unas noches
murió. Era mi mayor demonio, mi mayor monstruo y mi pesadilla viviente.
Sin embargo, con él muerto, todo a mi alrededor se ha ralentizado y
extraño los recuerdos que nunca existieron”.
Vaya.
Sus palabras eran pocas, pero pesaban tanto.
—¿Eso es todo? —pregunté, con la piel de gallina en mis brazos.
Asintió.
—Eso es todo.
—¿Graham Cracker? —dije suavemente, girando mi cuerpo hacia él,
moviéndome unos centímetros más cerca.
—¿Sí, Lucille? —respondió, girándose más hacia mí.
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—Cada palabra que has escrito se convierte en mi nueva historia


favorita.
Mientras sus labios se separaban para hablar de nuevo, la puerta se
abrió, rompiendo nuestra mirada. Me giré para ver a un guardia de
seguridad gritando detrás de él.
—¡Lo encontré! Esta puerta se bloquea una vez cerrada. Supongo
que se quedó atrapado.
—¡Dios mío, ya era la maldita hora! —dijo una voz de mujer. En el
momento en que salió para encontrarnos, mis ojos se entrecerraron con
confusión.
—Jane.
—¿Lyric?
Graham y yo hablamos al mismo tiempo, miramos fijamente a mi
hermana mayor, a la que no había visto en años: mi hermana mayor, que
se encontraba embarazada y tenía los ojos muy abiertos mientras miraba
en mi dirección
»¿Quién es Jane? —pregunté.
—¿Quién es Lyric? —contraatacó Graham.
Los ojos de Lyric se llenaron de emoción y puso las manos sobre su
pecho.
—¿Qué demonios haces aquí, Lucy? —preguntó, su voz temblorosa.
—Traje flores para el servicio —le dije.
—¿Pediste de Monet's Gardens? —le preguntó Lyric a Graham.
Me sorprendió que supiera el nombre de mi tienda.
—Pedí en varias tiendas. ¿Qué importa eso? Espera, ¿cómo se
conocen? —preguntó Graham, todavía confundido.
—Bueno —dije, mi cuerpo temblando mientras miraba fijamente al
estómago de Lyric, y luego a sus ojos, que coincidían con los de mamá.
Sus ojos se llenaron de lágrimas como si se hubiera visto atrapada en la
mentira más grande, y mis labios se separaron para decir la verdad más
grande—. Ella es mi hermana.
Página43
3
Graham
Traducido por Niika

—¿T u hermana? —pregunté repitiendo las palabras de


Lucy, miré perplejamente a mi mujer, quién no se
defendía en absoluto—. ¿Desde cuando tienes una
hermana?
—¿Y desde cuando estás casada y embarazada? —preguntó Lucy.
—Es una larga historia —dijo en voz baja, colocando la mano contra
su estómago y encogiéndose un poco.
»Graham es hora de irse. Se me están hinchando los tobillos y estoy
agotada.
Los ojos de Jane —los ojos de Lyric— se dispararon hacia Lucy,
cuyos ojos seguían como platos por la confusión. Sus ojos eran del mismo
color, pero esa era la única semejanza que compartían. Un par de ojos
chocolate era tan fríos como siempre mientras que el otro par eran suaves
y llenos de calidez.
No pude quitar la mirada de Lucy mientras registraba mi mente,
tratando de entender cómo alguien como ella podía haber estado
relacionada con alguien como mi esposa.
Si Jane tenía un opuesto, esta sería Lucy.
»Graham —espetó Jane, rompiendo mi mirada de la mujer con
cálidos ojos. Me giré en su dirección y arqueé una ceja. Ella cruzó los
brazos sobre su estómago y resopló fuertemente—, ha sido un día largo, es
hora de irnos.
Se dio la vuelta y comenzó a alejarse cuando Lucy habló, mirando a
su hermana.
—Mantuviste en secreto las partes más importantes a tu familia.
Página44

¿Realmente nos odias tanto? —preguntó Lucy con voz temblorosa.


El cuerpo de Jane se congeló por un momento y se irguió, aún sin
darse la vuelta.
—Tú no eres mi familia.
Con eso, se marchó.
Estuve ahí parado por un par de segundos, sin estar seguro de si
mis pies me permitirían moverme. En cuanto a Lucy, fui testigo de cómo
se rompió su corazón justo en frente de mí. Totalmente y sin
remordimientos, comenzó a desmoronarse. Una ola de emoción llenó esos
dulces ojos, y ni siquiera trató de evitar que las lágrimas cayeran por sus
mejillas. Permitió que sus sentimientos la sobrepasaran por completo, sin
oponerse a las lágrimas y a los temblores de su cuerpo. Casi podía ver,
cómo colocaba el mundo entero sobre sus hombros, y cómo el mundo la
asfixiaba lentamente. Su cuerpo físicamente se dobló, haciéndola parecer
más pequeña de lo que era mientras el dolor la recorría. Nunca vi a alguien
sentir tan libremente cuando se trataba de las emociones, no desde…
Detente.
Mi mente viajaba de vuelta a mi pasado, a los recuerdos que enterré
profundamente dentro de mí. Alejé mi mirada de ella, desenrollé mis
mangas, y traté de bloquear el ruido del dolor que ella sentía.
Mientras me acercaba a la puerta, la cual el guardia seguía
manteniendo abierta, miré de regreso a la mujer que se desmoronaba y
aclaré mi garganta.
—Lucille —llamé, enderezando mi corbata—, un pequeño consejo.
—¿Sí? —Envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo y, cuando me
miró, su sonrisa había desaparecido, remplazada por una seria mueca.
—Siente menos. —Exhalé—. No permitas que los demás manejen tus
emociones de tal manera. Apágalas.
—¿Apagar mis emociones?
Asentí.
»No puedo —alegó, todavía llorando. Sus manos se posaron sobre su
corazón y sacudió la cabeza de un lado a otro—. Esto es quién soy. Soy la
chica que lo siente todo.
Podía decir que era verdad.
Era la chica que lo sentía todo, y yo era el hombre que no sentía
nada en absoluto.
—Entonces el mundo hará todo lo que pueda para convertirte en
nada —le dije—. Cuantos más sentimientos des, más te robarán. Créeme.
Página45

Recobra la compostura.
—Pero… ella es mi hermana y…
—No es tu hermana.
—¿Qué?
Pasé mi mano contra la parte trasera de mi cuello antes de
colocarlas dentro de mis bolsillos.
—Acaba de decir que no eres su familia, lo que significa que le
importas una mierda.
—No. —Sacudió su cabeza, sosteniendo el colgante con forma de
corazón en su mano—. No lo entiendes. Mi relación con mi hermana es…
—Inexistente. Si amaras a alguien, ¿no dirías sus nombres? Ni una
sola vez supe de ti.
Permaneció en silencio, pero sus emociones redujeron la velocidad
un poco mientras se limpiaba las lágrimas. Cerró los ojos, tomó una
profunda respiración y suavemente comenzó a hablar para sí misma.
—El aire por encima de mí, la tierra por debajo, el fuego dentro de
mí, el agua rodeándome y el espíritu se convierte en mí.
Se mantuvo repitiendo las palabras, y yo entrecerré los ojos,
confundido acerca de quién realmente era Lucy como persona. Estaba por
todas partes: voluble, aleatoria, apasionada y emocionalmente
sobrecargada. Era como si fuera completamente consciente de sus errores
y los permitía existir a pesar de todo. De alguna manera esos errores la
completaban.
—¿No te agota? —pregunté—. ¿Sentir tanto?
—¿No te cansa el no sentir nada en absoluto?
En ese momento me di cuenta de que me encontré cara a cara con
mi polo opuesto, y no tenía ni idea de qué más decirle a una desconocida
tan extraña como ella.
—Adiós, Lucille —dije.
—Adiós, Graham Cracker —respondió.

—No mentí —juró Jane mientras conducíamos de regreso a casa. No


la llamé mentirosa, no le hice ninguna pregunta en absoluto acerca de
Lucy, o del hecho de que no sabía de ella hasta esta tarde. Ni siquiera le
mostré a Jane algún tipo de enfado en relación con el asunto, y, aun así,
seguía diciéndome que no mintió.
Página46

Jane.
¿Lyric?
No tenía ni idea de quién era la mujer sentada junto a mí, pero, en
realidad, ¿realmente sabía quién era antes de la revelación de la hermana
de esta tarde?
—Tu nombre es Jane —dije, mis manos agarraron el volante.
Asintió—. ¿Y tu nombre es Lyric?
—Sí… —Sacudió la cabeza—. No, bueno, lo era, pero lo cambié hace
unos años, antes incluso de que te conociera. Cuando empecé a aplicar
para las universidades. Sabía que ningún lugar me tomaría en serio con
un nombre como Lyric. ¿Qué tipo de firma de abogados contrataría a
alguien llamada Lyric Daisy Palmer?
—Daisy. —Resoplé—. Nunca antes me dijiste tu segundo nombre.
—Nunca lo preguntaste.
—Oh.
Alzó una ceja.
—¿No estás furioso?
—No.
—Guau. —Tomó una profunda respiración—. De acuerdo entonces.
Si fuera, al contrario, yo estaría tan…
—No es al contrario —la interrumpí, sin tener ganas de hablar
después del día más largo de mi vida.
Se removió en su asiento, pero se quedó callada.
El resto del camino a casa, estuvimos sentados en silencio, la cabeza
me daba vueltas por las preguntas, una gran parte de mí no quería saber
las respuestas. Jane tenía un pasado del que no hablaba, yo tenía un
pasado del mismo tipo. Existían partes de todas las vidas que era mejor
dejarlas en las sombras, y suponía que la familia de Jane era un ejemplo
excelente. No existía motivo para entrar en detalles. Ayer no tenía una
hermana y hoy la tenía.
Sin embargo, dudaba que Lucy viniera para Acción de Gracias
próximamente.
Me dirigí directamente a nuestra habitación y comencé a
desabotonarme la camisa. Solo le tomó unos cuantos segundos seguirme
dentro de la habitación con una mirada nerviosa cubriendo su rostro, pero
no dijo ni una palabra. Ambos empezamos a desvestirnos, y ella se movió
hacia mí, callada, y me dio la espalda, pidiéndome silenciosamente que le
bajase la cremallera de su vestido negro.
Hice lo que pidió, deslizó el vestido fuera de su cuerpo antes de
Página47

ponerse una de mis camisetas, las cuales siempre usa de camisones. Su


estómago en desarrollo las estrechaba, pero no me importaba.
Minutos más tarde, nos paramos en el baño, cepillándonos los
dientes, sin intercambiar palabras. Nos cepillamos, escupimos y nos
enjuagamos. Era nuestra rutina habitual; el silencio era siempre nuestro
amigo, y esa noche no cambió nada.
Cuando nos metimos en la cama, apagamos las lámparas colocadas
sobre nuestras mesillas y no murmuramos ni una palabra, ni siquiera
para decir buenas noches.
Mientras mis ojos se cerraban, hice mi mejor intento por apagar mi
cerebro, pero algo de ese día abría mis recuerdos. Por lo que, en vez de
preguntarle a Jane por su pasado, me arrastré fuera de la cama y fui a mi
oficina para perderme en mi novela. Todavía necesitaba alrededor de
noventa y cinco mil palabras, por lo que opté por caer en la ficción para
olvidar la realidad por un rato. Cuando mis dedos trabajaban, mi cerebro
no se concentraba en nada más que en las palabras. Las palabras me
liberaban de la confusión que mi mujer dejó sobre mi regazo. Las palabras
me liberaban de recordar a mi padre. Las palabras me liberaban de caer
demasiado profundo en mi mente, donde guardaba todo el dolor de mi
pasado.
Sin la escritura, mi mundo estaría lleno de pérdida.
Sin las palabras, estaría destrozado.
—Ven a la cama, Graham —dijo Jane, de pie en la entrada. Era la
segunda vez en un día que me interrumpía mientras escribía. Esperaba
que no se estuviera convirtiendo en algo común.
—Tengo que acabar mi capítulo.
—Estarás despierto por horas, solo como en el último par de días.
—No importa.
—Tengo dos —dijo cruzándose de brazos—. Tengo dos hermanas.
Hice una mueca y volví a teclear.
—No vamos a hacer esto, Jane.
—¿La besaste?
Mis dedos se congelaron y mis cejas descendieron mientras me
giraba hacia ella.
—¿Qué?
Pasó los dedos por su cabello, y las lágrimas caían como riachuelos
por su rostro. Lloraba… de nuevo. Demasiadas lágrimas de mi esposa en
un día.
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—Dije, ¿la besaste?


—¿De qué hablas?
—Mi pregunta es bastante sencilla. Solo respóndela.
—No vamos a hacer esto.
—Lo hiciste, ¿verdad? —Lloró, cualquier tipo de actitud racional que
previamente tuvo, era cosa del pasado. En algún lugar entre nosotros
apagando nuestras lámparas, y yo dirigiéndome a mi oficina, mi mujer se
convirtió en una ruina emocional, y ahora su cabeza se inventaba historias
creadas totalmente de fantasías—. La besaste. ¡Besaste a mi hermana!
Mis ojos se entrecerraron.
—Ahora no, Jane.
—¿Ahora no?
—Por favor, no tengas una crisis hormonal en este momento. Ha
sido un día largo.
—Solo dime si besaste a mi hermana —repitió, sonando como un
disco rayado—. Dilo, cuéntamelo.
—Ni si quiera sabía que tenías una hermana.
—Eso no cambia el hecho de que la besaste.
—Ve a acostarte, Jane. Te va a subir la presión arterial.
—Me has engañado. Siempre supe que pasaría esto. Siempre supe
que me engañarías.
—Estás paranoica.
—Solo dímelo, Graham.
Enhebré mis dedos por mi cabello, sin saber qué hacer aparte de
contarle la verdad.
—¡Jesús! No la besé.
—Lo hiciste —chilló, limpiando las lágrimas de sus ojos—. Sé que lo
hiciste porque la conozco. Conozco a mi hermana. Seguramente sabía que
eras mi marido y lo hizo para vengarse de mí. Destroza todo lo que toca.
—No la besé.
—Ella es esta… esta molesta enfermedad que nadie ve. Sin embargo,
yo la veo. Es tan parecida a mi madre, arruina todo. ¿Por qué nadie más
puede ver lo que hace? No puedo creer que me hayas hecho esto a mí… a
nosotros. ¡Estoy embarazada, Graham!
—¡No la besé! —grité, mi garganta ardió mientras que las palabras
saltaban de mi lengua. No quería saber nada más del pasado de Jane. No
le pedí que me hablara de sus hermanas. No indagué. No la acosé, pero,
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aun así, de alguna manera terminamos discutiendo acerca de una mujer


que difícilmente conocía—. No tengo ni idea de quién es tu hermana, y no
me interesa saber nada más de ella. No sé qué demonios está
consumiéndote en la cabeza, pero deja de desquitarte conmigo. No te he
mentido. No te he engañado. No he hecho nada malo esta noche, así que
para de atacarme, precisamente hoy.
—Para de actuar como si te importara este día. —Susurró, dándome
la espalda—. Ni siquiera te importaba tu padre.
Mi mente tuvo un fogonazo.
Aún con él ausente, todo a mi alrededor de alguna manera se
ralentizó y extraño los recuerdos que nunca existieron.
—Ahora es un buen momento para parar de hablar —advertí.
No lo hizo.
—Es verdad y lo sabes. No significaba nada para ti. Era un buen
hombre y no significaba nada para ti.
Permanecí en silencio.
»¿Por qué no me preguntaste acerca de mis hermanas? —preguntó—
¿Por qué no te importa?
—Todos tenemos pasado del que no hablamos.
—No he mentido —dijo una vez más, pero yo nunca la llamé
mentirosa. Era como si estuviera tratando de convencerse de que no
mintió, cuando, de hecho, eso era exactamente lo que hizo. La cosa era
que no me importaba, porque si aprendí algo de los humanos, era que
todos mentían. No confiaba en nadie.
Una vez que una persona rompía la confianza, una vez que la
mentira se daba a conocer, todo lo que han dicho, verdadero o falso, se
sentía como si, como mínimo, estuvieran parcialmente cubiertas por la
traición.
»Bien. De acuerdo, vamos a hacer esto. Vamos a poner todo ahí
sobre la mesa. Todo. Tengo dos hermanas, Mari y Lucy.
Me encogí.
—Para, por favor.
—No hablamos. Soy la mayor y Lucy la más pequeña. Ella es una
ruina emocional. —Era una declaración irónica, viendo cómo Jane en este
momento se hallaba en medio de su propia crisis nerviosa—. Y es la viva
imagen de mi madre, quien murió hace años. Mi padre nos abandonó
cuando yo tenía nueve años, y ni siquiera puedo culparle… mi madre era
una chiflada.
Bajé las manos golpeándolas sobre mi escritorio y me di la vuelta
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para enfrentarla.
—¿Qué quieres de mí, Jane? ¿Quieres que diga que estoy molesto
contigo por no contármelo? Bien, estoy molesto. ¿Quieres que sea
comprensivo? Bien, lo comprendo. ¿Quieres que diga que has hecho lo
correcto al abandonar a esas personas? Genial, has hecho lo correcto al
abandonarlas. Ahora, ¿puedo volver a trabajar?
—Háblame de ti, Graham. Háblame de tu pasado… ya sabes, ese del
que nunca hablas.
—Déjalo en paz, Jane. —Era muy bueno manteniendo a raya mis
sentimientos. Muy bueno en no involucrarme emocionalmente, pero ella
me presionaba, poniéndome a prueba. Deseaba que parara, porque
cuando daba rienda suelta a los sentimientos de la oscuridad de mi alma,
no era tristeza o pena lo que salía disparado.
Era ira.
La ira se acercaba sigilosamente, y golpeaba mentalmente un mazo
contra mí.
Me obligaba a convertirme de nuevo en el monstruo que no había
sabido que se tumbaba a su lado cada noche.
—Vamos, Graham. Háblame de tu infancia. ¿Qué hay de tu madre?
Tienes que tener una de esas, ¿verdad? ¿Qué le sucedió?
—Detente —dije, cerrando fuertemente los ojos, mis puños formaron
puños, pero ella no lo dejaría pasar.
—¿No te amó lo suficiente? ¿Engañó a tu padre? ¿Murió?
Salí de la habitación, porque la sentía subiendo a la superficie. Sentí
mi ira volviéndose muy grande, demasiado, demasiado predominante. Hice
mi mejor intento para huir de ella, pero me siguió a través de la casa.
»De acuerdo. No quieres hablar de tu madre. ¿Qué te parece si
hablamos de tu padre? Cuéntame por qué desprecias tanto a tu padre.
¿Qué hizo? ¿Te molestó que fuera un trabajador ocupado todo el tiempo?
—No quieres hacer esto —advertí una vez más, pero había ido
demasiado lejos. Quería hacer el papel de mala, pero jugaba con la
persona equivocada.
—¿Te quitó tu juguete favorito? ¿De niño no te dejó tener una
mascota? ¿Olvidó tu cumpleaños?
Mis ojos se hicieron más pesados y ella lo notó cuando mi mirada se
encontró con la suya.
»Oh —murmuró—, se perdió un montón de cumpleaños.
—¡La besé! —estallé finalmente, girando el rostro hacia mi mujer,
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cuya mandíbula colgaba abierta—. ¿Es lo que quieres? ¿Esa es la mentira


que quieres que cuente? —siseé—. Juro que actúas como una idiota.
Estrelló sus manos contra mí.
Fuerte.
Cada vez que me golpeaba, otra emoción comenzaba a llegar a la
superficie. Cada vez que me abofeteaba, un sentimiento alcanzaba mi
estómago.
Esta vez, era arrepentimiento.
»Lo siento —dije con una exhalación—. Lo siento.
—¿No la besaste? —preguntó mientras su voz temblaba.
—Claro que no.
—Ha sido un día largo y… ay —susurró mientras se doblaba de
dolor—. ¡Auch!
—¿Qué es? —Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, mi
pecho se desplomó. Sus manos agarraron su estómago y sus piernas
estaban empapadas y temblando mientras se quedaba parada en mi
estrecha camiseta—. ¿Jane? —susurré nervioso y confundido—. ¿Que
acaba de suceder?
—Creo que se me ha roto la fuente.

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4
Graham
Traducido por Niika

—E
s demasiado pronto, es demasiado pronto, es
demasiado pronto —seguía murmurando Jane para
sí misma mientras la llevaba al hospital. Sus manos
reposaban sobre su estómago mientras las contracciones seguían llegando.
—Estás bien, todo está bien. —La tranquilicé en voz alta, pero en mi
cabeza, me sentía aterrado. Es demasiado pronto, es demasiado pronto, es
demasiado pronto…
En cuanto llegamos al hospital, fuimos precipitados a una
habitación en donde estábamos rodeados de enfermeras y doctores
haciendo preguntas mientras trataban de averiguar lo que pasó. Cada vez
que hacía una pregunta ellos sonreían y me decían que tenía que esperar
para hablar con el asistente en neonatología. El tiempo pasaba
lentamente, y cada minuto se sentía como una hora. Sabía que era
demasiado pronto para el niño… solo tenía treinta y un semanas. Cuando
por fin el neonatólogo entró en la habitación, tenía el historial de Jane en
su mano y una pequeña sonrisa en su rostro mientras tiraba de la silla de
al lado de su cama.
—Hola, soy el Doctor Lawrence, y soy del que te vas a hartar muy
pronto —comenzó, ojeando su carpeta y pasando una de sus manos contra
su velluda barbilla—. Me parece que tu bebé te está dando bastante pelea
en estos momentos, Jane. Dado que todavía es demasiado precoz en el
embarazo, estamos preocupados por la seguridad de llevar a cabo el parto
cuando todavía hay unas buenas doce semanas más hasta que estés
preparada.
—Nueve —corregí—. Solo quedan nueve semanas.
Las pobladas cejas del Doctor Lawrence descendieron mientras
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ojeaba su papeleo.
—No, definitivamente doce, lo cual ocasiona algunos pequeños
problemas complejos. Sé que seguramente ya has revisado todas estas
preguntas con las enfermeras, pero es importante saber qué está pasando
contigo y con el bebé. Así que, en primer lugar, ¿has estado bajo algún tipo
de estrés últimamente?
—Soy abogada, así que esa es la definición de mi vida —responde.
—¿Algún tipo de alcohol o drogas?
—No y no.
—¿Fumas?
Dudó.
Alcé una ceja.
—Vamos, Jane. ¿En serio?
—Solo ha sido un par de veces a la semana —explicó, dejándome
atónito. Se giró hacia el Doctor y trató de explicarse—. He estado bajo un
montón de estrés en el trabajo. Cuando descubrí que me encontraba
embarazada intenté dejarlo, pero un par de cigarrillos al día era mejor que
mi medio paquete.
—Me dijiste que lo habías dejado —dije a través de los dientes
apretados.
—Lo intenté.
—¡Eso no es lo mismo que dejarlo!
—¡No tienes que gritarme! —vociferó, temblando—. Cometí un error,
tengo mucho dolor y que me grites no va a ayudar nada. Jesús, Graham, a
veces deseo que pudieras ser más amable, como tu padre.
Sentí sus palabras profundamente en mi alma, pero hice mi mejor
esfuerzo por no reaccionar.
El Dr. Lawrence hizo una mueca antes de recuperar de nuevo esa
pequeña sonrisa.
—De acuerdo, fumar puede conducir a muchas complicaciones
diferentes cuando se trata del parto, y, a pesar de que es imposible saber
la razón exacta de ello, es bueno que tengamos esta información.
Considerando que eres muy prematura y estás teniendo contracciones,
vamos a darte medicamentos tocolíticos para intentar detener el parto
prematuro. El bebé todavía tiene que crecer mucho, así que vamos a hacer
todo lo posible para mantenerlo dentro un poco más. Te mantendremos
aquí y te monitorizaremos durante las próximas cuarenta y ocho horas.
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—¿Cuarenta y ocho horas? Pero, ¿qué pasa con mi trabajo…


—Te escribiré un justificativo médico muy bueno. —El Dr. Lawrence
guiñó el ojo y se puso de pie para marcharse—. Las enfermeras volverán
en un momento para controlarte e iniciar el tratamiento.
Mientras se marchaba, me levanté rápidamente y le seguí fuera de la
habitación.
—Dr. Lawrence.
Se giró hacia mí y dio un paso hacia mí.
—¿Sí?
Me crucé de brazos y entrecerré los ojos.
—Tuvimos una pelea justo antes de que rompiera la fuente. Grité y…
—Hice una pausa y pasé una mano por mi cabello antes de cruzarme de
brazos de nuevo—. Solo quería saber si esa fue la causa… ¿Yo hice esto?
El Dr. Lawrence sonrió por el lado izquierdo de su boca y sacudió la
cabeza.
—Estas cosas suceden. No hay forma de saber la causa, y echarte la
culpa no le va a hacer ningún bien a nadie. Todo lo que podemos hacer en
estos momentos es vivir el presente y asegurarnos de hacer lo mejor para
tú esposa y tu bebé.
Asentí y le di las gracias.
Hice mi mejor esfuerzo en creer sus palabras, pero en el fondo de mi
mente, sentía como si todo fuese mi culpa.

Después de cuarenta y ocho horas, y de que la presión del bebé


descendiera, el doctor nos informó de que no tenía otra opción más que
dar a luz al bebé vía cesárea. Todo se hizo borroso cuando sucedió, y mi
corazón se atascó en mi garganta todo el tiempo. Estuve parado en el
quirófano, inseguro de qué sentir una vez que el bebé fuera dado a luz.
Cuando los médicos terminaron con la cesárea y el cordón umbilical
fue cortado, todo el mundo alrededor se apresuró, gritándose el uno al
otro.
Ella no lloraba.
¿Por qué no lloraba?
—Un kilo y cien gramos —declaró una enfermera.
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—Vamos a necesitar una CPAP —dijo otra.


—¿CPAP? —pregunté cuando me sobrepasaron apresuradamente.
—Presión positiva continua en las vías respiratorias, para ayudarla a
respirar.
—¿No está respirando? —le pregunté a otra.
—Lo está, solo que la respiración es muy débil. Vamos a trasladarla
a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, y tendremos a alguien que
se ponga en contacto con usted cuando esté estable.
Antes de que pudiera preguntar algo más se marcharon con el bebé
a toda prisa.
Unas cuantas personas se quedaron para ocuparse de Jane, y una
vez que fue desplazada a la habitación de hospital, pasó un par de horas
descansando. Cuando finalmente despertó, el doctor nos puso al corriente
sobre la salud de nuestra hija. Nos informaron de sus problemas, de cómo
hacían todo lo posible para cuidar de ella en la Unidad de Cuidados
Intensivos, y cómo su vida seguía en riesgo.
—Si algo le sucede, que sepas que fue tu culpa —me dijo Jane
cuando el doctor dejó la habitación. Alejó su cabeza de mí, hacia la
ventana—. Si muere, no es mi culpa. Es la tuya.

—Comprendo lo que dice, Sr. White, pero… —Jane se hallaba de pie


en la Unidad de Cuidados Intensivos con su espalda hacia mí mientras
hablaba por su móvil—. Lo sé, señor, lo entiendo totalmente. Es solo que
mi hija ha estado en la Unidad de Cuidados Intensivos, y… —Se detuvo,
moviendo sus pies nerviosamente, y asintió—. De acuerdo. Lo entiendo.
Gracias, Sr. White.
Colgó el teléfono y sacudió la cabeza de un lado para otro, secándose
los ojos antes de darse media vuelta hacia mí.
—¿Está todo bien? —pregunté.
—Solo cosas del trabajo.
Solo asentí una vez.
Nos quedamos quietos, bajando la mirada, hacia nuestra hija, quien
luchaba con su respiración.
»No puedo hacer esto —susurró Jane y su cuerpo comenzó a
temblar—. No puedo solo quedarme aquí sin hacer nada. Me siento tan
inútil.
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La noche anterior, creímos que habíamos perdido a nuestra pequeña


chica, y en ese momento, sentí que todo dentro de mí comenzaba a
derrumbarse. Jane no lo manejaba para nada bien, y no consiguió ni un
minuto de sueño.
—Está bien —dije, pero no lo creía.
Sacudió la cabeza.
—No firmé para esto. No firmé para nada de esto. Nunca quise
niños. Solo quería ser Abogada. Tenía todo lo que quería. Y ahora…´—Jane
seguía moviéndose nerviosamente—. Se va a morir, Graham —susurró y se
cruzó de brazos—. Su corazón no es lo suficientemente fuerte. Sus
pulmones no están desarrollados. A duras penas está siquiera aquí.
Sobrevive solo por todo esto —Hizo un gesto con la mano hacia las
máquinas unidas al diminuto cuerpo de nuestra hija—, esta mierda, ¡¿y se
supone que solo nos sentemos aquí y la observemos morir?! Es atroz.
No respondí.
»No puedo hacer esto. Han sido casi dos meses en este lugar,
Graham. ¿No se supone que empiece a mejorar?
Sus palabras me molestaban, y su convicción de que nuestra hija ya
estaba demasiado mal me asqueaba.
—Quizás deberías irte a casa y ducharte —ofrecí—. Tómate un
descanso. Tal vez ve a trabajar para ayudar a aclarar tu cabeza.
Se movió en sus zapatos e hizo una mueca.
—Sí, es verdad. Tengo un montón con lo que ponerme al día en el
trabajo. Volveré en un par de horas, ¿de acuerdo? Entonces podemos
intercambiarnos y tú puedes tomarte un descanso y ducharte.
Asentí.
Se acercó a nuestra hija y bajó la mirada hacia ella.
»Todavía no le he dicho a nadie su nombre. Parece absurdo,
¿verdad? Decirle a la gente su nombre cuando se va a morir.
—No digas eso —espeté—. Todavía hay esperanza.
—¿Esperanza? —Los ojos de Jane se llenaron con confusión—.
¿Desde cuando eres un hombre optimista?
No tenía una respuesta, porque tenía razón. No creía en señales, o
en la esperanza, o en nada de esa naturaleza. No reconocí el nombre de
Dios hasta el día en que mi hija nació, y me sentía muy estúpido para
siquiera ofrecerle una plegaria.
Era realista.
Creía en lo que veía, no en lo que esperaba que podría ser, pero aun
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así, hubo una parte de mí que miraba a esa pequeña figura y deseaba
saber cómo rezar.
Fue una necesidad egoísta, pero necesitaba que mi hija estuviera
bien. Necesitaba que se recuperara, ya que no sabía si superaría el
perderla. El momento en el que nació, mi pecho dolió. Mi corazón de
alguna manera despertó después de años estando dormido, y cuando lo
hizo no sentí nada más que dolor. Dolor por saber que mi hija podría
morir. Dolor por no saber cuántos días, horas, o minutos me quedaban
con ella. Por eso, necesitaba que sobreviviera, así el dolor de mi alma
desaparecería.
Era mucho más fácil sobrevivir cuando estaba apagado.
¿Cómo hizo eso? ¿Cómo me encendió con simplemente haber
nacido?
Ni siquiera he dicho su nombre…
¿Qué tipo de monstruos éramos?
—Solo vete, Jane —dije con voz distante—. Yo me quedaré aquí.
Se marchó sin otra palabra, y me senté en la silla, al lado de nuestra
hija, cuyo nombre, también, me sentía demasiado nervioso de decir en voz
alta.
Esperé horas antes de tratar de llamar a Jane. Sabía que a veces se
quedaría absorta en el trabajo, se olvidaría de alejarse de su oficina, de la
misma manera en la que yo me quedaba absorto en mi escritura.
No hubo respuesta en su teléfono. Llamé de nuevo por las siguientes
cinco horas, sin respuesta, así que seguí adelante y llamé a la recepción de
su oficina. Cuando hablé con Heather, la recepcionista, me sentí
decepcionado.
—Hola, Sr. Russell. Lo siento, pero, um… en realidad fue despedida
esta mañana. Se perdió demasiado y el Sr. White la despidió… supuse que
lo sabría. —Su voz se apagó—. ¿Cómo está yendo todo? ¿Con el bebé?
Colgué.
Confundido.
Enfadado.
Cansado.
Traté de llamar de nuevo al móvil de Jane, y fue directamente al
buzón de voz.
—¿Necesitas un descanso? —me preguntó una de las enfermeras,
viniendo a comprobar la sonda gastronasal de mi hija—. Pareces exhausto.
Puedes ir a casa y descansar por un rato. Te llamaremos si…
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—Estoy bien —digo, interrumpiéndola.


Comenzó a hablar nuevamente, pero mi severa mirada hizo que
cerrara sus labios. Terminó de comprobar todas las estadísticas y después
me dio una pequeña sonrisa mientras se marchaba.
Me senté con mi hija, escuchando el pitido de las máquinas
funcionando, esperando a que mi esposa regresara a nosotros. Cuando
pasaron horas, me permití ir a casa para ducharme y para tomar mi
laptop, así podría escribir en el hospital.
Lo hice rápidamente, metiéndome en la humeante agua, dejándola
golpear y quemar mi piel. Después me vestí y me apresuré a mi oficina
para tomar mi laptop y algo de papeleo. Ahí fue cuando la noté… la pieza
doblada de papel posada sobre mi teclado.
Graham,
Debería de haber parado de leer ahí. Sabía que no podría salir nada
bueno de sus próximas palabras. Sabía que nada bueno saldría nunca de
una carta inesperada escrita con tinta negra.
No puedo hacer esto. No puedo quedarme y verla morir. Hoy
perdí mi trabajo, la cosa por la que más duro luché, y se siente como
si he perdido parte de mi corazón. No puedo sentarme y ver otra
parte de mí desvanecerse también. Todo es demasiado. Lo siento.
—Jane.
Miré fijamente el papel, releyendo sus palabras varias veces antes de
doblar el papel y colocarlo en mi bolsillo trasero.
Sentí sus palabras profundamente en mi alma, pero hice mi mejor
esfuerzo por no reaccionar.

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5
Lucy
Traducido por Niika

—M e quedé totalmente en blanco —me contó un


desconocido con la voz temblorosa—. Quiero decir,
ambos fuimos inundados de exámenes, y solo
estoy tratando de mantener la cabeza sobre el agua, me olvidé
completamente de nuestro aniversario. Era un hecho cuando apareció con
mis regalos y arreglada para una cena que olvidé reservar.
Le di al chico una sonrisa y asentí mientras me contaba la saga
completa de por qué su novia se sentía molesta con él en estos momentos.
»Y no ayuda que también me perdiera su cumpleaños, considerando
que acabo de ser rechazado por la Escuela de Medicina la semana
anterior. Eso me puso en una gran depresión, pero, hombre. De acuerdo,
sí, lo siento… solo llevaré esas flores.
—¿Eso será todo? —pregunté, marcando una docena de rosas rojas
que el chico escogió en un intento de pedirle perdón a su novia por
olvidarse de las únicas dos fechas que tenía que recordar.
—Sí, ¿crees que es suficiente? —preguntó ansiosamente—.
Realmente la he jodido, y no estoy seguro de siquiera cómo empezar a
disculparme.
—Las flores son un buen comienzo —le dije—. Y las palabras
también ayudan. Bueno, creo que tus actos tendrán más peso.
Me agradeció mientras pagaba y salió de la tienda.
—Les doy dos semanas antes de que se separen —dijo Mari con una
sonrisita en sus labios mientras recortaba unos cuantos tulipanes.
—Srta. Optimista. —Reí—. Está intentándolo.
—Le pide un consejo sobre su relación a una extraña. Está
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fracasando —contestó sacudiendo la cabeza—. No lo entiendo. ¿Por qué los


chicos tienen la necesidad de disculparse después de que la joden? Si solo
pudieran no joderla, no habría nada por lo que disculparse. No es tan
difícil solo… ser bueno.
Le di una tensa sonrisa, viéndola cortar el tallo de la flor
agresivamente mientras sus ojos se llenaban con emoción. No admitiría el
hecho de que en este momento se desquitaba con las hermosas plantas,
pero era evidente que lo hacía.
—¿Estás… bien? —pregunté mientras recogía un puñado de
margaritas y las metía en un florero.
—Estoy bien. Es solo que no comprendo cómo los chicos pueden ser
tan insensibles, ¿sabes? ¡¿Por qué demonios te pediría consejo?!
—Mari.
—¿Qué?
—Tu nariz está ensanchándose y agitas las tijeras como una loca
porque un chico le compró flores a su novia por olvidarse de su
aniversario. ¿De verdad estás molesta por eso o tiene algo que ver con la
fecha de hoy? Ya que sería tu…
—¿Séptimo aniversario? —Cortó dos rosas en diminutos pedazos—.
¿Eh? ¿Es hoy? Difícilmente me di cuenta.
—Mari, aléjate de las tijeras.
Levantó la vista hacia mí, y luego la bajó a las rosas.
—Oh, no, ¿estoy teniendo uno de esos momentos de crisis mental?
—preguntó mientras me acercaba y lentamente sacaba las tijeras de su
agarre.
—No, estás teniendo uno de esos momentos humanos. Está bien, de
verdad. Tienes permitido estar enfadada y triste durante tanto tiempo
como lo necesites. ¿Recuerdas? Maktub. Solo se convierte en un problema
cuando empezamos a destrozar nuestras propias cosas por un idiota,
especialmente las flores.
—Ugh, tienes razón. Lo siento. —Gimió, colocando la cabeza en las
palmas de sus manos—. ¿Por qué me sigue afectando? Han pasado años.
—El tiempo no apaga tus sentimientos, Mari. Es bueno, pero
también es bueno que nos reservara una cita para esta noche.
—¿En serio?
Asentí. —Consiste en tacos y margaritas.
Se animó un poco.
—¿Y salsa de queso?
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—Oh, síp. Toda la salsa de queso.


Se levantó y me envolvió en un hermético abrazo.
—Gracias, Pea, por estar siempre para mí incluso cuando digo que
no te necesito.
—Siempre, Pod. Déjame ir a tomar una escoba para limpiar tu
desastre de manejo de la ira. —Entré rápidamente en la trastienda y
escuché sonar la campana en la parte delantera de la tienda, anunciando
la llegada de un cliente.
—Hola, uh. ¿Estoy buscando a Lucille? —dijo una profunda voz,
haciendo que mis oídos reaccionaran.
—Oh, acaba de irse a la parte trasera —respondió Mari—. Saldrá en
un…
Salí a toda prisa a la parte delantera de la tienda y me quedé ahí,
mirando fijamente a Graham. Se veía diferente sin su traje y corbata, pero,
aun así, en cierto modo igual. Llevaba puesto unos vaqueros azul oscuro y
una camiseta negra que se ceñía a su cuerpo, y la misma distante mirada
que residía en sus ojos.
—Hola —dije sin aliento, me crucé de brazos y me adentré más en la
habitación—. ¿En qué te puedo servir?
Jugueteaba con sus manos, y cuando hicimos contacto visual,
apartó la mirada.
—Solo me preguntaba, ¿has visto recientemente a Jane? —Se
encogió un poco y aclaró su garganta—. Quiero decir, a Lyric. Es decir, tu
hermana. ¿Has visto a tu hermana recientemente?
—¿Eres Graham Cracker? —dijo Mari, levantándose de su silla.
—Graham —dijo duramente—. Mi nombre es Graham.
—No la he visto desde el funeral —le dije.
Asintió, un atisbo de decepción hizo que sus hombros se inclinaran
hacia delante.
—De acuerdo, bueno, si lo haces… —Suspiró—. Olvídalo.
Se giró para irse, y dije en voz alta tras de él—: ¿Está todo bien?
¿Con Lyric? —Me detuve—. Jane. —Mi pecho se apretó mientras las peores
posibilidades atravesaron mi mente—. ¿Está bien? ¿Es el bebé? ¿Está todo
bien?
—Sí y no. Dio a luz al bebé hace casi dos meses, una niña. Fue
prematura y ha estado en el St. Joseph desde entonces.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Mari, colocando una mano sobre su
pecho—. ¿Están mejorando?
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—Nosotros... —empezó a contestar, pero la forma en que sus


palabras se desvanecieron demostró su duda, de la misma forma en que
sus duros ojos exhibieron sus miedos—. No es eso por lo que estoy aquí.
Estoy aquí porque Jane está desaparecida.
—¿Eh? —Mi mente iba a toda velocidad con toda la información que
me daba—. ¿Desaparecida?
—Se marchó ayer, en torno a las ocho de la noche y no he tenido
noticias de ella desde entonces. Fue despedida de su trabajo, y no sé
dónde está o si está bien. Solo pensé que tal vez tuvieron noticias suyas.
—No lo he hecho. —Me giré hacia Mari—. ¿Sabes tú algo de Lyric?
Sacudió la cabeza.
—Está bien. Siento haberme pasado. No quería molestarte.
—No estás… —Antes de que pudiera acabar mi frase, había salido
por la puerta—. Molestando —murmuré.
—Voy a intentar llamarla —dijo Mari, corriendo hacia su teléfono,
seguramente su corazón corría a la misma velocidad que el mío—. ¿Dónde
vas? —preguntó cuando me dirigí hacia la puerta principal.
No tenía tiempo para contestar mientras me marchaba con la misma
prisa con la que lo hizo Graham.
—¡Graham! —grité, solo un segundo antes de que entrara en su Audi
negro. Levantó la mirada hacia mí, casi como si estuviera desconcertado
por mi entera existencia.
—¿Qué?
—Yo… lo que… no puedes solo irrumpir en mi tienda, soltar toda
esta información y después huir. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo
ayudar?
Sus cejas descendieron y sacudió la cabeza.
—No puedes. —Entonces se metió en su auto y se alejó, dejándome
perpleja.
Mi hermana desapareció y tenía una sobrina luchando por su vida,
¿y no existía nada que pudiera hacer para ayudar?
Encontraba eso difícil de creer.
—Voy a ir al hospital —le dije a Mari cuando entré de nuevo en el
edificio—. Para saber cómo está todo.
—Yo también iré —ofreció, pero le dije que era mejor si mantenía la
tienda abierta y funcionando. Había mucho que hacer, y si ambas nos
íbamos, nos retrasaríamos demasiado en todo.
—También sigue intentando contactar con Lyric. Si va a
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contestarnos a alguna de las dos, sería a ti.


—De acuerdo. Promete llamarme si algo va mal y me necesitas —me
dijo.
—Lo prometo.

Cuando entré en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, lo


primero que vi fue la espalda de Graham. Se hallaba sentado en una silla,
encorvado, con los ojos pegados en la pequeña cuna que contenía a su
hija.
—Graham —susurré, haciéndole levantar la mirada. Cuando se giró
para verme, parecía esperanzado, casi como si pensara que era Jane. El
relámpago de esperanza desapareció mientras se ponía de pie y daba un
paso más cerca de su hija.
—No tenías que haber venido a aquí —me dijo.
—Lo sé. Solo pensé que debería asegurarme de que todo estaba bien.
—No necesito compañía —dijo cuando caminé más cerca. Cuanto
más me acercaba, más tenso se ponía.
—Está bien si estás triste o asustado… —susurré, mirando los
diminutos pulmones de la pequeña trabajando tan duro para respirar—.
No tienes que ser fuerte todo el tiempo —dije.
—¿Mi debilidad la salvará? —espetó.
—No, pero…
—Entonces no malgastaré mi tiempo.
Me removí en mis zapatos.
—¿Has tenido noticias de mi hermana?
—No.
—Volverá —dije, esperando que no fuese una mentirosa.
—Me dejó una nota que decía otra cosa.
—¿En serio? Eso es… —Mis palabras se desvanecieron antes de que
pudiera decir que era sorprendente. En cierto modo, no lo era. Mi hermana
mayor siempre fue un poco de las que huyen, como nuestro padre. Cambié
de conversación—. ¿Cuál es su nombre? —pregunté, bajando la mirada
hacia la pequeña niña.
—No hay sentido en decírselo a la gente si va a… —Su voz se quebró.
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Sus manos formaron puños y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, algo
cambió en su fría mirada. Por un instante, se permitió sentir mientras
observaba a su hija haciendo todo lo que podía por vivir. Bajó la cabeza y
susurró—: Si va a morir.
—Ella sigue aquí, Graham —prometí asintiendo en su dirección—.
Sigue aquí y es hermosa.
—Pero, ¿por cuánto tiempo? Solo estoy siendo realista.
—Bueno, con suerte para ti soy esperancista.
Sus manos se apretaban tan fuertemente que forzaba a que su piel
se volviera roja.
—No te quiero aquí —me dijo, girando en mi dirección. Por un
momento, consideré cuán irrespetuosa era, quedándome cuando no era
bienvenida.
Pero entonces vi su temblor.
Era un pequeño temblor en su cuerpo mientras se quedaba mirando
a su hija, mientras se quedaba mirando lo desconocido. Fue justo
entonces cuando supe que no podía dejarlo.
Extendí la mano y abrí sus puños, tomando su mano en mi agarre.
Sabía que la niña luchaba una dura batalla, y podía decir que también
Graham se encontraba en guerra. Sostuve su mano, y noté que liberó una
pequeña exhalación de sus labios.
Tragó duro y dejó caer mi mano un par de segundos más tarde, pero
pareció ser suficiente para hacerle parar de temblar.
—Talon —murmuró, su voz era baja y temerosa, casi como si creyese
que decirme el nombre significaba besar a su hija con el deseo de la
muerte.
—Talon —repetí suavemente, una pequeña sonrisa se extendió sobre
mis labios—. Bienvenida al mundo, Talon.
Entonces, por primera vez en mi presencia, Talon Russell abrió sus
ojos.

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Graham
Traducido por Niika

—¿E stás seguro de que estás bien? —preguntó Lucy,


ignorando que alargó demasiado su estancia en el
hospital. Estuvo en el hospital cada día durante las
pasadas dos semanas, revisando a Talon, revisándome a mí. Con cada día
que pasaba, me irritaba más y más su persistencia en venir. No la quería
aquí, y era evidente que mi parada en la floristería en busca de Jane fue
una mala idea.
¿Lo peor de todo? Lucy nunca se callaba.
No era alguien que alguna vez dejara de hablar. Era como si cada
pensamiento que tuviera necesitara atravesar sus labios. Lo peor era que
cada palabra estaba llena de palabrería positiva hippie. Lo único que
faltaba en sus discursos eran los porros, cristales de roca y colchonetas de
yoga.
»Puedo quedarme, si necesitas que lo haga —se ofreció una vez más.
Iban a quitarle la sonda gastronasal a Talon y los médicos se sentían
seguros de que sería capaz de empezar a comer por sí sola, lo cual era un
paso en la dirección correcta tras meses de incertidumbre.
»De verdad, Graham. Para mí no es problema el quedarme un par de
horas más.
—No. Vete.
Asintió y finalmente se puso de pie.
—De acuerdo. Volveré mañana.
—No lo hagas.
—Graham, no tienes que hacer esto solo —insistió—. Puedo
quedarme aquí y ayudar si…
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—¿No lo ves? —espeté—. No eres querida. Ve a molestar a otra
persona con tu compasión.
Sus labios se separaron y dio un par de pasos hacia atrás.
—No te compadezco.
—Entonces debes de compadecerte a ti misma por no tener una vida
propia —mascullé, sin hacer contacto visual con ella y aun así viendo la
dolorosa mirada en su rostro por el rabillo de mi ojo.
—Hay momentos cuando te veo, ya sabes… cuando veo cuán herido
estás, cuando veo tu dolor y tu preocupación, pero entonces vas y lo
anulas con tu grosería.
—Para de actuar como si me conocieras —le dije.
—Para de actuar como si fueras insensible —contestó. Fue a
escarbar en su bolso y sacó papel y bolígrafo, después garabateó su
teléfono—. Aquí, toma eso, por si me necesitas o cambias de opinión. Solía
ser niñera, y podría echarte una mano si lo necesitas.
—¿Por qué no lo entiendes? No necesito nada de ti.
—¿Crees que esto es por ti? —dijo con una risita, sacudiendo la
cabeza mientras envolvía sus dedos en torno a su collar con forma de
corazón—. Parece que tu comportamiento ególatra te impide que veas la
verdad del asunto. No estoy aquí por ti. Difícilmente te conozco. Lo último
que me pidió mi madre fue que cuidara de mis hermanas, y dado que Lyric
está perdida en acción, considero importante para mí cuidar de su hija.
—Talon no es tu responsabilidad —discutí.
—Puede que no —dijo—. Pero te guste o no, es mi familia, así que
por favor no dejes que tu orgullo y tu inapropiada ira te impidan acudir a
mí sí me necesitas.
—No te necesitaré. No necesito a nadie —le grité, sintiéndome
irritado por su generosa personalidad. Cuán absurdo era para ella dar
tanto de sí misma tan libremente.
Sus ojos se entrecerraron y ladeó la cabeza, estudiándome. Odiaba
la manera en que me miraba. Odiaba cómo cuando nuestros ojos se
entrelazaban, me miraba como si viera una parte de mi alma que yo ni
siquiera había descubierto.
—¿Quién te lastimó? —susurró.
—¿Qué?
Dio un paso más cerca de mí, desplegó mi apretada mano y colocó
su número en mi agarre.
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—¿Quién te lastimó tanto que te hizo tan frío?


Cuando se marchó, mis ojos la siguieron, pero ni una sola vez miró
hacia atrás.

Pasaron tres semanas antes de que los médicos y enfermeras me


informaran de que era hora de que Talon y yo fuéramos a casa. Me llevó
alrededor de dos horas el asegurarme de que el asiento del auto estuviera
instalado correctamente, sumado con cinco enfermeras distintas revisando
para asegurarse de que se hallaba amarrado de forma segura.
Nunca conduje tan despacio en mi vida, y cada vez que me giraba
para comprobar a Talon, ella dormía tranquilamente.
Voy a joder esto.
Sabía que lo haría. No sabía nada acerca de ser padre. No sabía
nada sobre cuidar a una niña. Jane habría sido genial en ello. Claro, ella
nunca quiso un hijo, pero era una perfeccionista. Se hubiera enseñado a
convertirse en la mejor madre del mundo. Habría sido la mejor opción
cuando se trataba de uno de nosotros cuidando de Talon.
Tenerla se sentía como un error cruel.
—Shh. —Trate de calmarla mientras llevaba la sillita a la casa.
Empezó a llorar en el momento en que la saqué del auto, y mi estómago se
tensaba por los nervios.
¿Tiene hambre? ¿Necesita un cambio de pañales? ¿Tiene mucho
calor? ¿Mucho frío? ¿Acababa de faltarle la respiración? ¿Son lo
bastantemente fuertes sus pulmones? ¿Siquiera superará la noche?
Cuando Talon se encontraba en la cuna, me senté sobre el suelo
junto a ella. Siempre que se movía, me ponía de pie comprobándola. Cada
vez que no se movía me ponía de pie para comprobarla.
Voy a joder esto.
Los médicos se equivocaban. Sabía que lo hacían. No deberían de
haberla mandado a casa todavía. No estaba preparada. Yo no me sentía
preparado. Era demasiado pequeña, y mis manos eran demasiado
grandes.
Le haría daño.
Cometería un error que costaría la vida de Talon.
No puedo hacer esto.
Página68

Sacando mi teléfono, hice una llamada al número al que estuve


llamando durante semanas.
—Jane, soy yo, Graham. Solo quería dejarte saber… Talon está en
casa. Está bien. No va a morir, Jane, y solo quería dejarte saber eso. Ya
puedes venir a casa. —Mi agarre en el teléfono era apretado, mi voz
rígida—. Ven a casa. Por favor. No puedo… no puedo hacer esto sin ti. No
puedo hacer esto solo.
Era el mismo mensaje que le dejé varias veces desde el momento en
el que los médicos me dijeron que Talon iba ser dada de alta. Pero, aun
así, Jane nunca regresó.
Esa noche fue la más dura de mi vida.
Cada vez que Talon empezaba a gritar, no podía hacer que parara.
Cada vez que la alzaba me sentía aterrorizado de que la rompería. Cada
vez que la alimentaba y no comía, me preocupaba por su salud. La presión
era demasiado. ¿Cómo alguien tan pequeño podía depender de mí como su
soporte vital?
¿Cómo se suponía que un monstruo criara a una niña?
La pregunta de Lucy de la última vez que la vi, sonaba una y otra vez
en mi cabeza.
¿Quién me lastimó tanto que me hizo tan frío?
La parte del “quién” era fácil.
Era el motivo el que estaba borroso.

Página69
7
Undécimo cumpleaños

Traducido por Lipi Sergeyev

E
l chico se detuvo en el oscuro pasillo, inseguro de si su padre
quería que lo notara. Estuvo solo en casa por un tiempo esa
noche, y se sentía más seguro cuando era el único allí. El niño
sabía que su padre llegaría a casa ebrio, porque eso era lo que el pasado le
enseñó. De lo que no estaba seguro era de qué versión borracha entraría por
la puerta esta vez.
A veces su padre era juguetón, otras veces, extremadamente cruel.
Su padre llegaría a casa tan cruel que el chico a menudo cerraba los
ojos por la noche y se convencía a sí mismo de que había inventado las
acciones del hombre borracho, diciéndose a sí mismo que su padre nunca
sería tan frío. Se decía a sí mismo que ninguna persona podía odiar tanto su
propia carne y sangre… incluso con la ayuda del alcohol.
Sin embargo, la verdad del asunto era que a veces los seres queridos
eran los monstruos que nos arropaban por la noche.
—Ven aquí, hijo —llamó el hombre adulto, haciendo que el chico se
parara más alto. Se apresuró a entrar en la sala de estar donde vio a su
padre sentado con una mujer. El padre sonrió mientras las manos de la
mujer descansaban en su agarre—. Esta —dijo, sus ojos claros,
prácticamente brillantes—, es Rebecca.
La mujer era hermosa, con cabello color chocolate que caía sobre sus
hombros y una nariz esbelta que encajaba perfectamente entre sus ojos
marrones. Tenía los labios llenos y pintados de rojo y, cuando sonreía, le
recordaba al niño a su madre.
—Hola —dijo Rebecca en voz baja, su voz rebosaba amabilidad y
confianza perdida. Ella extendió su mano hacia el chico—. Es maravilloso
conocerte finalmente.
El chico se quedó a cierta distancia, inseguro sin saber qué decir o
Página70

sentir.
—Bueno —le regañó su padre—, dale la mano. Di hola, hijo.
—Hola —dijo el muchacho en un susurro, preocupado de que
estuviera entrando en la trampa de su padre.
—Rebecca va a ser mi nueva esposa, tu nueva madre.
—Tengo una madre —gritó el chico, su voz más fuerte de lo que quería
que fuera. Aclaró su garganta y volvió a sus sonidos susurrantes—. Tengo
una mamá.
—No —corrigió su padre—. Ella nos dejó.
—Ella te dejó —argumentó el chico—. ¡Porque eres un borracho! —
Sabía que no debería haberlo dicho, pero también sabía cuánto le dolía el
corazón al pensar que su madre lo abandonaría, dejándolo con el monstruo.
Su madre lo amaba, estaba seguro de eso. Un día ella se asustó demasiado,
y ese miedo la alejó.
A menudo se preguntaba si ella se daría cuenta de que lo dejó atrás.
A menudo rezaba para que regresara algún día.
Su padre se enderezó y sus manos formaron puños. Cuando se
hallaba a punto de golpear a su hijo gritón, Rebecca le puso la mano en el
hombro, calmándolo.
—Está bien. Esta es una nueva situación para todos nosotros —dijo,
moviendo las manos para frotar su espalda—. No estoy aquí para
reemplazar a tu madre. Sé que significaba mucho para ti, y nunca me
gustaría reemplazar su lugar. Pero, espero que algún día encuentres un
lugar para mí también en tu corazón, porque eso es lo que pasa con los
corazones, cuando crees que están completamente llenos, de alguna manera
encuentras espacio para agregar un poco más de amor.
El chico permaneció en silencio, inseguro de lo que debería decir.
Todavía podía ver la rabia en los ojos de su padre, pero algo en el toque de
Rebecca lo mantenía calmado. Parecía ser la belleza que de alguna manera
domesticaba a la bestia.
Por esa sola razón, el chico secretamente esperaba que ella se
quedara a pasar la noche, y quizás también la mañana.
»Ahora, vamos a las cosas divertidas —dijo Rebecca, poniéndose de
pie y caminando hacia la mesa del comedor. Regresó con un muffin en la
mano y llevaba una vela amarilla y verde a rayas—. Se rumorea que es tu
undécimo cumpleaños. ¿Es eso cierto?
El chico asintió con cautela.
¿Cómo lo supo?
Su propio padre ni siquiera lo mencionó en todo el día.
Página71

»Entonces debes pedir un deseo. —Rebecca sonrió, como solía hacer


su madre. Buscó en su bolso, sacó un encendedor y encendió la llama. El
chico vio cómo la mecha de la vela comenzaba a arder, la cera goteaba
lentamente por los lados de la vela, derritiéndose en el glaseado—.
Adelante, apaga la vela y pide tu deseo.
Hizo lo que ella dijo y ella sonrió aún más que antes.
El joven cometió un error esa noche, y ni siquiera se dio cuenta.
Sucedió tan rápido, entre el momento en que abrió la boca para apagar la
vela y el momento en que la llama se disipó.
En esa fracción de segundo, en ese pequeño espacio de tiempo,
accidentalmente abrió su corazón y la dejó entrar.
La última mujer en recordar su cumpleaños fue su madre, y cómo la
amaba tanto.
Ella le recordaba mucho a su madre, desde su amable sonrisa y su
confianza fuera de lugar, sus labios pintados y sus ojos saltones ante su
disposición a amar.
Rebecca no se equivocaba acerca de los corazones y el amor. Los
corazones siempre daban la bienvenida al nuevo amor, pero cuando ese
amor se instalaba, el desamor a veces también comenzaba a arrastrarse en
las sombras.
En las sombras, la angustia envenenaba el amor, convirtiéndolo en
algo más oscuro, más pesado, más feo. La angustia tomó el amor y lo
mutiló, lo humilló, lo marcó. La angustia comenzó lentamente a congelar los
latidos del corazón que una vez fueron tan acogedores para el amor.
»Feliz cumpleaños —dijo Rebecca, arrastrando su dedo por el
glaseado de su muffin y colocándolo en su boca—. Espero que todos tus
deseos se hagan realidad.

Página72
8
Lucy
Traducido por Black Rose

E
ra la mitad de la noche cuando mi teléfono comenzó a sonar.
Me di la vuelta en mi cama en busca de Richard, pero no
estaba allí. Miré hacia el pasillo, donde brillaba una luz y se
escuchaba música ligera de jazz, lo que significaba que trabajaba en su
obra de arte. Mi teléfono seguía sonando, y froté mis ojos cuando fui a
responder.
—¿Hola? —Bostecé, haciendo todo lo posible para mantener los ojos
abiertos. Las sombras se dibujaban en mi habitación y no se veía la luz del
sol, lo que indicaba claramente que se hallaba lejos de ser de mañana.
—Lucille, es Graham. ¿Te desperté? —preguntó, su voz temblorosa.
Escuché un bebé llorando al fondo mientras me sentaba en mi cama
y bostezaba una vez más.
—No, siempre estoy despierta a las tres de la mañana. —Reí entre
dientes—. ¿Qué es? ¿Qué pasa?
—Talon llegó a casa hoy.
—Eso es genial.
—No… —respondió, su voz se quebró—. No deja de llorar. No quiere
comer. Cuando está dormida, creo que está muerta, así que verifico los
latidos de su corazón, lo que a su vez la despierta y la lleva a llorar
nuevamente. Cuando la pongo en la cuna, grita aún más fuerte que
cuando está en mis brazos. Necesito... yo…
—¿Cuál es tu dirección?
—No tienes…
—Graham, dirección, ahora.
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Cumplió y me dio indicaciones para llegar a su casa en River Hills, lo


que me dijo al menos una cosa: vivía una vida cómoda.
Me vestí rápido, arrojé mi desordenado cabello rizado en un moño
incluso más desordenado, y corrí a la sala donde vi a Richard sentado.
Miraba intensamente uno de sus dibujos de carbón.
—¿Sigues trabajando? —pregunté.
Sus ojos se clavaron en mí, y alzó una ceja.
—¿A dónde vas? —Su rostro lucia diferente, su barba
completamente afeitada, dejando solo su bigote.
—No tienes barba —comenté—. Y... sí bigote.
—Sí, necesitaba inspiración, y sabía que afeitarme el rostro
provocaría algún tipo de expresión. ¿Te gusta?
—Es... —Moví mi nariz—. ¿Artístico?
—Qué es exactamente lo que este artista está buscando. Así que
espera, ¿a dónde vas?
—Graham acaba de llamarme. Llevó a Talon a su casa desde el
hospital y está teniendo muchos problemas con ella.
—Son las... —Richard miró su reloj con ojos entrecerrados. Perdió
sus lentes en algún lugar del lío de su creación, seguramente—. Tres de la
mañana.
—Ya sé. —Me acerqué a él y lo besé en la parte superior de la
cabeza—. Eso es exactamente por lo que debes dormir un poco.
Me hizo un gesto para que me fuera.
—Las personas que reciben muestras en museos no duermen, Lucy.
Ellos crean.
Reí, caminando hacia la puerta principal.
—Bueno, intenta crear con los ojos cerrados por un momento.
Volveré pronto.
Cuando entré en el camino de entrada de Graham, quedé aturdida
por el tamaño de su casa. Por supuesto, todas las mansiones en River Hills
eran impresionantes, pero la suya era inquietantemente impresionante. La
propiedad de Graham era muy parecida a su personalidad, aislada del
resto del mundo. El frente de la casa se encontraba rodeado de árboles,
mientras que el patio trasero tenía un poco de terreno abierto. Había
senderos de guijarros que marcaban las áreas que se suponía que se
convertirían en jardines, pero el pasto silvestre crecía en esas áreas.
Hubiera sido genial para un hermoso jardín. Pude imaginar los tipos de
flores únicas y vides que podrían existir en dicho espacio. Detrás del área
de campo había más árboles que viajaban muy atrás.
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El sol aún no había salido y su casa se veía a oscuras, pero todavía
era hermosa. Frente a su porche tenía dos enormes estatuas de leones, y
en su azotea tres gárgolas.
Caminé hacia su puerta con dos tazas de café, y justo cuando estaba
a punto de tocar el timbre, Graham ya se hallaba allí, llevándome dentro.
—Ella no dejará de gritar —dijo, sin saludarme, solo apurándome a
entrar a la casa con el bebé llorando. La casa estaba completamente
oscura, a excepción de una lámpara sobre la mesa de la sala. El drapeado
de todas las ventanas era de terciopelo rojo pesado, lo que hacía que la
casa se sintiera aún más oscura. Me condujo a la habitación de Talon,
donde la niña pequeña se encontraba acostada en su cuna, con el rostro
rojo como el día en que gritaba.
»No tiene temperatura, y la acosté sobre su espalda, porque ya
sabes... —Se encogió de hombros—. Leí mucho sobre el SMSL7, y sé que
no puede rodar, pero ¿y si lo hace por error? Y no está comiendo mucho.
No estoy seguro de qué hacer, así que iba a intentar el método madre
canguro.
Casi río de sus nervios, excepto por el problema de que Talon estaba
en peligro. Miré alrededor de la habitación, notando que la habitación de la
niña era dos veces más grande que la mía. Dispersos en el piso había
docenas de libros para padres abiertos en ciertas páginas, con otras
páginas dobladas para poder volver a ellas en otro momento.
—¿Qué es el método madre canguro? —pregunté.
Cuando levanté la vista de los libros, noté un Graham sin camisa
parado frente a mí. Mis ojos bailaron sobre su pecho tonificado y su piel
color caramelo antes de obligarme a dejar de mirarlo boquiabierta. Para un
autor, era desconcertantemente guapo y en forma. Un tatuaje recorría su
brazo izquierdo, envolviendo la parte posterior de su omóplato, y sus
brazos parecían tener bíceps en sus bíceps, que dieron a luz a sus propios
bíceps.
Por un momento, consideré si realmente era un autor y no Dwayne
Johnson.
Después de quitarle el mameluco de Talon, dejándola con solo un
pañal, metió la mano en la cuna, levantó al bebé llorando en sus
musculosos brazos y comenzó a balancearse hacia atrás y hacia delante
mientras su oreja se apoyaba en su pecho, sobre su corazón.

7 El síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) se define como la muerte repentina e
inesperada de un niño menor de un año aparentemente sano. También se le conoce como
Página75

«síndrome de muerte súbita infantil», «muerte en cuna» o «muerte blanca». Generalmente


se encuentra muerto al bebé después de haberlo puesto a dormir, no mostrando signos de
haber sufrido.
—Es cuando el padre y el niño tienen contacto piel con piel para
formar un vínculo. Funciona mejor para las madres, creo, aunque las
enfermeras me dijeron que debería intentarlo, lo cual parece inútil —
refunfuñó mientras el llanto continuaba. La sostuvo como si fuera una
pelota de fútbol y se tambaleaba frenéticamente, casi como si se estuviera
desmoronando por no poder calmarla.
—Tal vez deberíamos intentar alimentarla de nuevo —ofrecí—.
¿Quieres que haga una botella?
—No. —Negó con la cabeza—. No sabrías cuán caliente debería estar.
Sonreí, sin molestarme por su falta de fe en mí.
—Está bien. Aquí, entrégamela y podrás ir a hacer la botella. —
Frunció el ceño y la duda se dibujó en su ceño fruncido, profundizándolo.
Me senté en la silla gris deslizante en la esquina y extendí mis brazos—.
Prometo no dejarla ir.
—Tienes que proteger su cabeza —me dijo mientras lentamente, muy
lentamente, colocaba a Talon en mis brazos—. Y no te muevas hasta que
regrese.
Reí.
—Tienes mi palabra, Graham.
Antes de salir de la habitación, me miró, como si esperara que el
bebé estuviera en el piso o algo ridículo. Aunque no podía culparlo por sus
miedos; parecía que a Graham le costaba mucho confiar, especialmente
después de que mi hermana lo abandonó.
»Hola, hermosa —le dije a Talon, deslizándome en la silla,
sosteniéndola cerca de mí. Era hermosa, casi una obra de arte. Hace unas
semanas ella era un maní pequeño, y desde la última vez que la vi, ganó
dos kilogramos. Era una sobreviviente, un faro de esperanza. Cuanto más
me deslizaba en la silla, más se calmaba. Para cuando Graham regresó a
la habitación, ella dormía pacíficamente en mis brazos.
Él arqueó una ceja.
—¿Cómo hiciste eso?
Me encogí de hombros.
—Creo que realmente ama esta silla.
Hizo una mueca y alcanzó a Talon, sacándola de mi agarre y
colocando a su durmiente en la cuna.
—Vete.
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—¿Qué? —pregunté, confundida—. Perdón, pero, ¿hice algo mal?


Creí que querías...
—Puedes irte ahora, Lucille. Tus servicios ya no son necesarios.
—¿Mis servicios? —Observé, aturdida por su frialdad—. Solo vine a
ayudar. Me llamaste.
—Ahora te estoy des-llamando. Adiós.
Me llevó rápidamente a la puerta de entrada y me acompañó sin
decir una palabra más. Ni siquiera mencionó un agradecimiento antes de
azotar la puerta en mi cara.
—¡No te olvides de tomar el café que te traje y dejé en el mostrador!
—grité, golpeando su puerta—. Es negro, ya sabes, como tu alma.

—¿Te llamó a las tres de la mañana? —preguntó Mari, abriendo la


tienda a la mañana siguiente. Cerramos los domingos, pero fuimos a
prepararnos para la próxima semana—. Por supuesto, me sentía feliz
cuando no viniste a despertarme a las cinco de la mañana para un yoga
caliente, pero me preguntaba dónde estabas. ¿Cómo está el bebé?
—Bien, ella está bien. —Sonreí al pensar en ella—. Es perfecta.
—¿Y él está... manejándolo todo solo?
—Lo mejor que puede —dije, caminando dentro—. Está luchando,
creo. El llamarme fue una gran lucha, lo pude notar.
—Es tan raro que te llame. Apenas te conoce.
—No creo que tenga familia propia. Creo que su padre fue la última
familia que tuvo. Además, le di mi número en caso de que necesitara la
ayuda.
—¿Y luego te echó?
—Síp.
Mari puso sus ojos en blanco.
—Eso parece totalmente un arreglo de vida estable para un niño. Me
di cuenta cuando entró en la tienda que tenía astucia en él.
—Definitivamente es rudo, pero creo que realmente quiere hacerlo
bien con Talon. Fue forzado a una situación y pensó que tendría una
compañera para ayudarlo, pero ahora lo hace todo por su cuenta.
—No me lo puedo imaginar —dijo mi hermana—. No puedo creer que
Lyric simplemente lo dejara. Uno pensaría que estaría más pensativa
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después de ver lo que pasó con Parker y conmigo.


—Ella abandonó a su bebé recién nacido en el hospital, Mari.
Cualquier consideración que creímos que poseía Lyric salió directamente
por la ventana y ahora está vacía. —Era una locura cómo podías conocer a
una persona durante toda tu vida y luego darte cuenta de que no sabías
nada de ellas en absoluto.
El tiempo era una maldición, la forma en que lentamente
transformaba las relaciones en asuntos exteriores.
Mari negó con la cabeza.
—Que desastre. Pero, en una nota más brillante, tengo una sorpresa
para ti.
—¿Es un batido verde?
Arqueó una ceja.
—Dije una sorpresa, no una planta molida asquerosa. ¡Estamos
contratando oficialmente un florista adicional! Entrevistaré a algunas
personas durante estas próximas semanas.
Desde que abrimos nuestra tienda de flores, siempre hablamos de
contratar más personal, pero no habíamos tenido suficientes ganancias
como para hacerlo. Entonces, el hecho de que estábamos ahora en esa
etapa en la que podíamos permitirnos contratar más personal fue
emocionante. No existía nada más estimulante que ver crecer tu sueño.
Cuando fui a responder, sonó el timbre sobre la puerta principal, lo
que hizo que ambas levantáramos la mirada.
—Lo siento, en realidad no estamos abiertos h… —Ni siquiera pude
terminar mi frase cuando vi quién se paraba allí con un ramo de rosas.
—Parker —dijo Mari mientras exhalaba, su fuerza se disipó mientras
su nombre salía de su lengua. Su cuerpo reaccionó físicamente a él
cuando sus hombros cayeron y sus rodillas se doblaron—. ¿Q-Qué estás
haciendo, haciendo aquí? —Su voz tembló, y deseé que no fuera así.
Distinguió el efecto que tuvo sobre ella, el efecto que obviamente quería
tener.
—Yo, um... —Rio nerviosamente y miró las flores—. Creo que es un
poco estúpido llevar flores a una florería, ¿eh?
—¿Qué haces aquí, Parker? —dije, mi voz mucho más severa que la
de mi hermana. Crucé mis brazos y no aparté la mirada de él por un
segundo.
—Es bueno verte también, Lucy —comentó—. Tenía la esperanza de
hablar con mi esposa por un minuto.
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—Ya no tienes esposa —dije. Cada paso que daba hacia Mari,
interferí—. La perdiste cuando hiciste las maletas y te fuiste hace todos
esos años.
—Está bien, está bien, es suficiente. Me lo merezco —respondió.
Mari murmuró algo en voz baja, haciendo que Parker arqueara una ceja—.
¿Qué dijiste?
—¡Dije que no mereces una mierda! —ladró Mari, su voz aún
temblorosa, pero más fuerte ahora. Mari no era alguien quien usualmente
maldijera, así que cuando la última palabra se le escapó de la lengua, supe
que realmente la sacudió.
—Mari —comenzó Parker. Ella le dio la espalda, pero él siguió
hablando—. Habrían sido siete años hace unas semanas.
Ella no se giró para enfrentarlo, pero vi que su cuerpo reaccionaba.
Mantente fuerte, hermana.
»Sé que lo arruiné. Sé que parece una verdadera mierda de hacer el
aparecer aquí después de todo este tiempo con algunas flores de mierda,
pero te echo de menos.
Su cuerpo reaccionó más.
»Nos extraño. Soy un idiota, ¿de acuerdo? Cometí muchos errores de
mierda. No te estoy pidiendo que me aceptes hoy, Mari. No te estoy
pidiendo que te enamores de mí. Solo soy un chico, parado frente a una
chica, pidiéndole que tome un café conmigo.
—Oh, Dios mío. —Gemí.
—¿Qué? —preguntó Parker, ofendido por mi molestia.
—¡Robaste esa línea de Notting Hill!
—¡No exactamente! Julia Roberts le pidió a Hugh Grant que la amara.
Solo pedí una taza de café —explicó Parker.
No pude rodar mis ojos lo suficientemente fuerte.
—Lo que sea. Vete.
—No te ofendas, Lucy, pero no vine aquí por ti. Vine por Mari y ella
no me ha dicho que...
—Vete —dijo Mari, su voz redescubriendo su fuerza mientras se
giraba para mirarlo. Se mantuvo firme, como un fuerte roble.
—Mari... —Se acercó más a ella, y ella levantó una mano para
detenerlo.
—Dije, vete, Parker. No tengo nada que decir, y no quiero tener nada
que ver contigo. Ahora solo vete.
Dudó un segundo antes de dejar las flores sobre el mostrador y se
fue.
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En el momento en que la puerta se cerró, Mari dejó escapar el


aliento que estuvo conteniendo, y corrí a la habitación de atrás.
—¿Qué haces? —llamó.
—Conseguir el palo de salvia —grité. Cuando éramos niñas, mamá
tenía un palo de salvia en nuestra casa que quemaba cada vez que había
una discusión de algún tipo. Siempre decía que las peleas traían mala
energía a un espacio, y era mejor limpiarlo de inmediato—. No hay nada
bueno en la energía de Parker, y me niego a dejar que su negatividad se
filtre en nuestras vidas otra vez. Hoy no, Satanás. —Encendí la salvia y
caminé por la tienda, agitándolo.
—Hablando de Satanás —mencionó Mari, recogiendo mi teléfono
cuando comenzó a sonar.
Extendí la mano hacia él, y el nombre de Graham apareció en la
pantalla.
Cautelosamente, respondí, pasando el palo de salvia a mi hermana.
—¿Hola?
—La silla no funciona.
—¿Qué?
—Dije que la silla no funciona. Me dijiste que le gustaba la silla
deslizante, y así es como conseguiste que se durmiera, pero no funciona.
Lo he intentado toda la mañana y ella no va a dormir. Apenas come y... —
Sus palabras se detuvieron por un momento antes de volver a hablar en
voz baja—. Vuelve.
—¿Disculpa? —Me apoyé contra el mostrador, estupefacta—. Me
empujaste fuera de tu casa.
—Lo sé.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿Que lo sabes?
—Escucha, si no quieres venir a ayudar, está bien. No te necesito.
—Siílo haces. Es por eso que llamas. —Mordí mi labio inferior y cerré
los ojos—. Estaré allí en veinte minutos.
—Bueno.
Nuevamente, no un gracias.
»¿Lucille?
—¿Sí?
—Que sean quince.
Página80
9
Graham
Traducido por Black Rose

L
ucy llegó a mi casa en su destartalado auto color borgoña, y yo
abrí la puerta antes de que siquiera saliera de su vehículo.
Sostuve a Talon en mis brazos, meciéndola mientras lloraba de
incomodidad.
—Eso fue veinticinco minutos —la regañé.
Solo sonrió. Siempre sonreía.
Tenía una sonrisa que me recordaba mi pasado, una hermosa
sonrisa llena de esperanza.
La esperanza era el remedio del hombre débil para los problemas de
la vida.
Solo sabía que eso era cierto por el pasado que viví.
—Me gusta llamarlo elegantemente tarde.
Cuanto más se acercaba, más tenso me sentía.
—¿Por qué hueles a hierba?
Rio.
—No es hierba, es salvia. Lo estaba quemando.
—¿Por qué quemabas salvia?
Una sonrisa astuta la encontró y se encogió de hombros.
—Para luchar contra energía negativa como la tuya.
—Ah, cierto, hippie rara. Apuesto a que viajas con cristales y piedras
contigo también.
Sin ningún esfuerzo, metió la mano en su bolso sobre el hombro y
Página81

sacó un puñado de cristales.


Porque, por supuesto que sí.
—Aquí. —Extendió la mano, tomó a Talon de mis manos, y comenzó
a mecerla—. Necesitas descansar. La vigilaré. —La culpa que tenía por el
hecho de que Talon parecía tan tranquilamente calmada en los brazos de
Lucy era fuerte.
—No puedo dormir —dije.
—No, tú puedes. Eliges no hacerlo porque estás paranoico de que
algo le suceda a tu hija, lo cual es una reacción muy razonable de la que
estoy segura que atraviesan muchos nuevos padres. Pero, no estás solo en
este momento, Graham. Estoy aquí.
Dudé, y ligeramente me dio un codazo en el hombro.
»Ve. Puedo hacer esto.
—Dijiste que fuiste niñera antes, ¿verdad?
—Sí, un par de gemelos y su hermano pequeño. Estuve allí desde la
primera semana hasta que se fueron a la escuela. Graham, te lo prometo,
Talon está bien.
—Está bien. —Pasé mi mano por mi velludo mentón y comencé a
caminar hacia mi habitación. Una ducha sonaba agradable. No recuerdo la
última vez que me duché... o comí. ¿Cuándo fue mi última comida? ¿Tengo
incluso comida en mi refrigerador? ¿Mi refrigerador aún funciona?
Facturas.
¿Pagué mis facturas? Mi teléfono aún no se ha apagado, lo cual es
una buena señal, porque tengo que llamar al pediatra de Talon por la
mañana.
Doctor.
Cita con el doctor: tengo que programar citas con el doctor.
¿Niñera? Necesito entrevistar a las niñeras.
—Cállate —me ladró Lucy.
—No dije nada.
—No, pero tu mente gira con todo lo que podrías estar haciendo en
lugar de dormir. Antes de que puedas ser productivo, tienes que descansar
y, ¿Graham?
Me giré para ver sus amables ojos mirando en mi dirección.
—¿Sí?
—Estás haciendo todo bien, ya sabes, con tu hija.
Aclaré mi garganta y metí mis manos en los bolsillos de mis
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vaqueros. Lavandería: ¿cuándo fue la última vez que hice la lavandería?


—Ella llora todo el tiempo. No es feliz conmigo.
Lucy rio, la clase de risa donde echa la cabeza hacia atrás y su
sonrisa se extiende tan amplia. Reía demasiado fuerte, y en el momento
equivocado.
—Los bebés lloran, Graham. Es normal. Esto es nuevo para los dos.
Es un mundo completamente nuevo, y ustedes dos hacen lo mejor que
pueden para adaptarse.
—Ella no llora contigo.
—Confía en mí —Lucy sonrió, mirando a la algo calmada Talon en
sus brazos—, dale unos minutos y te suplicaré que cambies de lugar
conmigo, así que vete. Ve a descansar un poco antes de devolvértela.
Asentí, y antes de irme, carraspeé una vez más.
—Me disculpo.
—¿Por?
—La forma en que te empujé lejos esta mañana. Fue grosero, y por
eso lo siento.
Su cabeza se inclinó y me miró con ojos inquisitivos.
—¿Por qué siento que hay un millón de palabras flotando en tu
mente, pero solo permites que escape cierto número?
No respondí.
Mientras la miraba mecer a mi hija que parecía cada vez más
enojada, Lucy sonrió y me guiñó el ojo.
»¿Ves? Te lo dije. Solo está siendo un bebé. Me ocuparé de ella por
un tiempo. Continúa y cuídate.
Le di las gracias en mi mente, y ella sonrió como si me escuchara.

En el momento en que mi cabeza golpeó la almohada, me quedé


profundamente dormido. No sabía que me sentía tan cansado hasta que
realmente tuve un momento para descansar. Era como si mi cuerpo se
derritiera en mi colchón y el sueño me tragara entero. No me encontraron
pesadillas ni sueños, y por eso, me sentía agradecido.
No fue hasta que oí a Talon gritar que me volví y giré en mi cama.
—Jane, ¿puedes traerla? —susurré, medio dormido. Entonces abrí
los ojos y miré hacia el otro lado de la cama… seguía completamente
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hecho, sin arrugas en las sábanas. Mi mano rozó el lugar vacío que me
recordó que estaba solo en esto.
Me levanté de la cama y, mientras caminaba por los pasillos,
escuché un suave susurro.
—Estás bien, estás bien.
Cuanto más me acercaba al cuarto del bebé, más me calmaba la voz
amable. Me quedé en la puerta, mirando a Lucy mientras sostenía a Talon
y la alimentaba.
Quizás de muchas maneras, mirar fijamente a mi cama vacía era un
recordatorio de que Jane se fue, pero ver a Lucy ante mí era un pequeño
recordatorio de que no estaba solo.
—¿Está bien? —pregunté, haciendo que Lucy se girara, sorprendida.
—Oh, sí. Simplemente con hambre, eso es todo. —Sus ojos viajaron
a través de mi cuerpo—. Veo que ya no hueles a alcantarilla.
Mis manos recorrieron mi cabello todavía húmedo.
—Sí, me di una ducha rápida y una siesta más rápida.
Asintió y caminó hacia mí.
—¿Quieres alimentarla?
—Yo… no. Ella no...
Lucy asintió hacia mí sobre la silla mecedora.
—Siéntate. —Comencé a protestar, pero ella negó con la cabeza—.
Ahora.
Hice lo que me dijo, y cuando me senté, colocó la bebé en mis
brazos. En el momento en que sucedió el intercambio, Talon comenzó a
llorar, e intenté devolvérsela rápidamente a Lucy, pero se negó a tomarla.
»No vas a romperla.
—A ella no le gusta cuando la abrazo. No está cómoda.
—No, tú no estás cómodo, pero puedes hacerlo, Graham. Solo
respira y calma tu energía.
Hice una mueca.
—Tu lado hippie raro se está mostrando.
—Y tu miedo se está mostrando —respondió. Se inclinó, colocó la
botella de Talon en mi mano y me ayudó a alimentarla. Después de unos
momentos, Talon comenzó a beber y calmarse, cerrando sus ojos
cansados—. No vas a romperla, Graham.
Odiaba cómo podía leer mi mente sin mi permiso. Me sentía
aterrorizado de que cada toque mío sería el que acabaría con Talon. Mi
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padre una vez me dijo que todo lo que yo tocaba, se arruinaba, y estaba
seguro de que ese sería el caso con mi bebé.
Apenas podía conseguir que tomara una botella, y mucho menos
criarla.
La mano de Lucy seguía envuelta en la mía mientras me ayudaba a
alimentar a Talon. Su toque era suave, gentil y sorprendentemente
acogedor para mi alma no acogedora.
»¿Cuál es tu mayor esperanza?
La confusión me golpeó en su pregunta.
—¿Qué significa eso?
—¿Cuál es tu mayor esperanza para la vida? —preguntó de nuevo—.
Mi madre siempre nos preguntaba a las chicas eso cuando éramos niñas.
—Yo... yo no tengo esperanza.
Sus labios bajaron, pero ignoré su decepción en mi respuesta. Yo no
era un hombre para la esperanza; era un hombre que simplemente existía.
Cuando Talon terminó su botella, se la pasé a Lucy, quien la hizo
eructar y luego la recostó en su cuna. Los dos estábamos parados sobre la
cuna, mirando a la niña que descansaba, pero el nudo que estuvo en mi
estómago desde que nació Talon se mantuvo.
Se retorció un poco con una pequeña mirada gruñona en su rostro
antes de relajarse en un profundo descanso. Me preguntaba si soñaba
mientras tenía los ojos cerrados, y si algún día tendría una gran
esperanza.
—Guau —dijo Lucy, con una pequeña sonrisa en los labios—.
Definitivamente tiene tu ceño fruncido.
Reí entre dientes, haciéndola girar en mi dirección.
—Lo siento, ¿acabas de...? —Señaló con un dedo hacia mí y me dio
un golpe en el brazo—. ¿Graham Russell acaba de reír?
—Un lapso de juicio. No volverá a suceder —dije secamente,
poniéndome de pie.
—Oh, cómo me gustaría que lo hiciera. —Nuestros ojos se
entrelazaron mientras estábamos a centímetros de distancia el uno del
otro, sin palabras encontrándonos a ninguno de nosotros. Su cabello rubio
era salvaje con rizos apretados, y parecía ser su estado natural; incluso en
el funeral, su cabello fue un desastre.
Un hermoso desastre, de alguna manera.
Un rizo suelto cayó sobre su hombro izquierdo y extendí la mano
para moverlo cuando vi algo atrapado en él. Cuanto más acercaba mi
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mano, más noté que se tensaba.


—Graham —susurró—. ¿Qué haces?
Pasé mis dedos por su cabello, y ella cerró los ojos, su nerviosismo
era evidente.
—Date la vuelta —ordené.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Solo hazlo —dije. Enarcó una ceja, y puse mis ojos en blanco antes
de lanzar un—: Por favor. —Hizo lo que dije, e hice una mueca—. ¿Lucille?
—susurré, inclinándome más cerca de ella, mi boca a unos centímetros de
su oreja.
—¿Sí, Graham Cracker?
—Hay vómito en tu espalda.
—¡¿Qué?! —exclamó, girándose en círculos, tratando de ver la parte
de atrás de su vestido de verano, que lucía cubierto por la regurgitación de
Talon—. Oh, Dios mío. —Gimió.
—También está en tu cabello.
—Oh, fóllame hacia atrás8. —Se dio cuenta de sus palabras y tapó
su boca—. Lo siento, quiero decir, oh, mierda. Solo esperaba no volver al
mundo real cubierta de vómito.
Casi río de nuevo.
—Puedes usar mi ducha, y puedo prestarte algo de ropa mientras la
echo a la lavadora.
Sonrió, algo que hacía muy a menudo.
—¿Es esa tu manera astuta de pedirme que me quede para ayudar
con Talon por unas horas más?
—No —dije con dureza, ofendido por su comentario—. Eso es
ridículo.
Su sonrisa cayó y rio.
—Estoy bromeando, Graham. No te tomes todo tan en serio. Afloja
un poco. Pero, sí, si está bien, me encantaría aprovechar tu oferta. Este es
mi vestido de la suerte.
—No puede ser tan afortunado si tiene vómito. Tu definición de
suerte está dañada.
—Guau. —Lucy silbó, sacudiendo la cabeza—. Tu encanto es casi
repugnante —se burló.
—No quise decirlo en... —Mis palabras se apagaron, y aunque siguió
sonriendo, vi el pequeño temblor en su labio inferior. La ofendí. Por
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8 Fóllame hacia atrás: El original fuck me backward que en español también significa
jódeme la espalda.
supuesto que la ofendí, no a propósito, pero, aun así, sucedió. Me moví
antes de pararme más alto. Debería haber dicho más, pero las palabras no
vinieron a mi mente.
—Creo que iré a casa para lavarlo —dijo, bajando la voz mientras
buscaba su bolso.
Asentí en comprensión; no me gustaría quedarme cerca de mí
tampoco.
Mientras ella salía, hablé—: Soy malo con las palabras.
Se dio vuelta y negó con la cabeza.
—No, he leído tus libros, y eres genial con las palabras… casi
demasiado bueno. Lo que te falta son habilidades con las personas.
—Vivo mucho en mi cabeza. No me relaciono con la gente muy a
menudo.
—¿Qué hay de mi hermana?
—No hablamos mucho.
Lucy rio.
—Eso hace una relación difícil, estoy segura.
—Estábamos lo suficientemente cerca de estar conformes.
Su cabeza se sacudió de un lado a otro, y entrecerró sus ojos.
—Nadie enamorado debe estar nada menos que conforme.
—¿Quién dijo algo sobre amor? —respondí. La tristeza que inundó
su mirada me hizo mover.
Cuando parpadeó, la tristeza desapareció. Apreciaba la forma en que
no vivía demasiado tiempo en la emoción.
—¿Sabes lo que ayudará a tus habilidades con las personas? —
preguntó—. Sonreír.
—Sonrío.
—No. —Rio—. Frunces el ceño. Subes la ceja. Haces muecas. Eso es
todo. No te he visto sonreír una vez.
—Cuando encuentre una razón válida para hacerlo, me aseguraré de
notificarte. Por cierto, lo siento, ya sabes, por ofenderte. Yo... sé que puedo
parecer algo frío.
—Subestimación del año. —Rio.
—Sé que no digo mucho, y lo que digo normalmente es incorrecto,
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así que me disculpo por ofenderte. No has sido más que desinteresada con
Talon y conmigo, y por eso estoy un poco perdido. No estoy acostumbrado
a que las personas den solo por... dar.
—Graham…
—Espera, déjame terminar antes de decir algo más que arruine todo.
Solo quería darte las gracias por hoy y por las visitas al hospital. Sé que no
soy fácil de tratar, pero el hecho de que sigas ayudando significa más para
mí de lo que nunca sabrás.
—De nada. —Mordió su labio inferior y gimió mientras murmuraba
la palabra “Maktub” repetidas veces antes de volver a hablarme—.
Escucha, realmente podría terminar arrepintiéndome de esto, pero si
quieres, puedo pasar por las mañanas antes del trabajo, y luego puedo
ayudar. Sé que en algún momento tendrás que volver a escribir tu próximo
éxito de ventas, y puedo cuidarla mientras escribes.
—Yo... puedo pagar por tus servicios.
—No son servicios, Graham, es una ayuda, y no necesito tu dinero.
—Me sentiría mejor si te pagara.
—Y me sentiría mejor si no lo hicieras. En serio. No me ofrecería si
no lo dijera en serio.
—Gracias, y, ¿Lucille?
Levantó una ceja, esperando mi comentario.
—Es un vestido muy bonito.
Giró levemente de puntillas.
—¿Vómito y todo?
—Vómito y todo.
Bajó la cabeza por un momento antes de mirar hacia mí.
—Eres ambos, tan frío como caliente al mismo tiempo, y no puedo
por mi vida descifrarte. No sé cómo leerte, Graham Russell. Me
enorgullezco de poder leer personas, pero eres diferente.
—Tal vez soy una de esas novelas en las que tienes que seguir
pasando la página hasta el final para entender el significado.
Su sonrisa se estiró, y comenzó a caminar hacia atrás hacia mi baño
para limpiar el vómito. Sus ojos se mantuvieron clavados en los míos.
—Una parte de mí quiere saltar a la última página para ver cómo
termina, pero odio los adelantos, y amo un buen suspenso. —Cuando
terminó de limpiarse, se dirigió al vestíbulo—. Voy a enviar un mensaje
para ver si me necesitas esta noche, de lo contrario me detendré temprano
mañana por la mañana, y, ¿Graham?
—¿Sí?
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—No te olvides de sonreír.


10
Lucy
Traducido por Bella

L
as semanas siguientes giraron en torno a los arreglos florales y
Talon. Si no me encontraba en Monet's Gardens, estaba
ayudando a Graham. Siempre que iba a su casa, apenas
hablábamos. Me pasaba a Talon y luego se dirigía a su oficina, donde
cerraba la puerta y escribía. Era un hombre de pocas palabras, y si
aprendí algo, era que sus pocas palabras eran duras. Por lo tanto, su
silencio no me causó ningún daño.
En todo caso, me trajo paz.
A veces pasaba por su oficina y le oía dejar mensajes de voz para
Lyric. Cada mensaje era una actualización de la vida de Talon, detallando
sus altos y bajos.
Un sábado por la noche, cuando llegué a la casa de Graham, me
sorprendió un poco ver una camioneta marrón esperando en la entrada.
Estacioné mi auto, me acerqué a la puerta principal y toqué el timbre.
Mientras esperaba, balanceándome de un lado a otro, mis oídos se
levantaron cuando escuché la risa que venía de dentro.
¿Risas?
¿De la casa de Graham Russell?
—Quiero que tengas menos grasa y más músculo la próxima vez que
vuelva —dijo una voz unos segundos antes de que se abriera la puerta.
Cuando vi al hombre, sonreí ampliamente—. Hola, jovencita —dijo
alegremente.
—Profesor Oliver, ¿verdad?
—Sí, sí, pero por favor, llámame Ollie. Tú debes ser Lucille. —
Extendió su mano para que le sacudieran, y yo le di la mía.
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—Puedes llamarme Lucy —le dije—. Graham piensa que Lucy es
demasiado informal, pero yo soy una chica muy informal. —Sonreí a
Graham, que se paró unos metros atrás, sin decir una palabra.
—Ah, Graham, el caballero formal. Hace años que intento que deje
de llamarme Profesor Oliver, pero se niega a llamarme Ollie. Cree que es
infantil.
—Es infantil —insistió Graham, agarrando la sombrilla marrón de
Ollie y dándosela directamente—. Gracias por venir, Profesor Oliver.
—Por supuesto, por supuesto. Lucy, es un placer conocerte. Graham
habla muy bien de ti.
Me reí.
—Encuentro eso difícil de creer.
Ollie agitó la nariz y rio.
—Cierto, cierto. No ha hablado mucho de ti. Es un poco idiota
silencioso de esa manera, ¿no? Pero, verás, Lucy, si pudiera contarte un
secreto.
—Me encantaría escuchar cualquier secreto y consejos que pueda
conseguir.
—Profesor Oliver —dijo severamente Graham—. ¿No dijo que tenía
otro compromiso al que ir?
—Oh, se está poniendo irritable, ¿no? —Ollie rio y siguió hablando—
. Pero aquí hay una pista para tratar con el Sr. Russell: no habla mucho
con la boca, pero cuenta una historia completa con los ojos. Si lo miras de
cerca, sus ojos te contarán la historia completa de cómo se siente. Es
realmente un libro abierto si aprendes a leer su idioma, y cuando le
pregunté por ti, me dijo que estabas bien, pero sus ojos me dijeron que se
sentía agradecido por ti. Lucy, la chica con los ojos marrones, Graham
piensa que eres lo máximo, aunque no lo diga.
Miré hacia Graham, y noté un ceño fruncido en sus labios, pero
también una pequeña chispa de suavidad en sus ojos que derritió mi
corazón. Talon tenía la misma belleza en su mirada.
—Está bien, viejo, creo que ya hemos tenido suficiente de tus
tonterías. Está claro que has exagerado tu bienvenida.
Su sonrisa se agrandó, y parecía completamente indiferente a la
frialdad de Graham.
—Y, sin embargo, sigues pidiéndome que vuelva. Te veré la semana
que viene, hijo, y por favor, menos grasa, más músculo. Deja de venderte a
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ti mismo con una escritura media cuando estás muy por encima de ella. —
Ollie se giró hacia mí y se inclinó un poco—. Lucy, fue un placer.
—El placer fue todo mío.
Mientras Ollie pasaba junto a mí, se puso el sombrero, y silbó todo el
camino hasta su auto con un poco de saltos en su paso.
Sonreí a Graham, que no devolvió la sonrisa. Nos quedamos en el
vestíbulo durante unos momentos en silencio, simplemente mirándonos
fijamente. Fue incómodo, eso era seguro.
—Talon está durmiendo —me dijo, arrancando su mirada de la mía.
—Oh, bien.
Sonreí.
Hizo una mueca.
Lo de siempre.
»¿Bueno, puedo hacer un poco de meditación en tu terraza si te
parece bien? Me llevaré el monitor del bebé conmigo, y revisaré a Talon si
se despierta.
Asintió una vez, y pasé junto a él antes de que volviera a hablar.
—Son las seis de la tarde.
Me di la vuelta y levanté una ceja.
—Sí, lo es.
—Ceno a las seis en mi oficina.
—Sí, lo sé.
Aclaró su garganta y se movió en sus zapatos. Su mirada se posó en
el suelo durante unos cuantos latidos antes de mirarme.
—La esposa del Profesor Oliver, Mary, me envió dos semanas de
cenas congeladas.
—Oh, guau, eso fue dulce de su parte.
Asintió una vez.
—Sí. Una de las comidas está ahora en el horno, y preparó cada
sartén con lo suficiente para más de una persona.
—Oh. —Se quedó mirándome fijamente, pero no dijo nada—.
¿Graham?
—¿Sí, Lucille?
—¿Me estás pidiendo que cene contigo esta noche?
—Si quieres, hay suficiente.
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Un momento de incertidumbre me llegó cuando me pregunté si
soñaba o no, pero, sabía que si no respondía rápidamente, el momento
desaparecería en un santiamén.
—Me encantaría
—¿Tienes alguna alergia alimentaria? ¿Vegetariana? ¿Sin gluten?
¿Intolerancia a la lactosa?
Reí, porque todo sobre Graham era tan seco y serio. La mirada en su
rostro cuando enumeró cada artículo era tan severa e intensa, que no
pude evitar reírme yo misma.
—No, no, lo que sea estará bien.
—Es lasaña —dijo, su voz agudizándose como si no pudiera estar
bien.
—Eso está bien.
—¿Estás segura?
Me burlé.
—Graham Cracker, estoy segura.
No mostró ninguna emoción, solo un asentimiento.
—Pondré la mesa.
Su mesa de comedor era ridículamente grande, lo suficientemente
grande como para sentar a doce personas. Puso el revestimiento y la vajilla
de plata en cada extremo de la mesa, y me hizo un gesto para que tomara
asiento. Parecía asombrosamente tranquilo mientras servía la comida, y se
sentaba en el otro extremo.
No había muchas luces en la casa de Graham, y a menudo las
sombras se dibujaban sin dejar pasar mucha luz solar en absoluto. Sus
muebles también eran oscuros y escasos. En toda su casa, estaba segura
de que yo era el objeto más brillante que existía con mi colorida ropa y mi
escandaloso cabello salvaje y rubio.
—El clima es agradable afuera, ya sabes, para un día de primavera
en Wisconsin —dije después de varios minutos de incómodo silencio. La
charla sobre el clima era la más suave de todas, pero era todo en lo que
podía pensar. En el pasado, ese gusto por la conversación siempre ayudó a
aliviar cualquier situación.
—¿Lo es? —murmuró, sin interés—. No he salido.
—Oh. Bueno, lo es.
No hizo ningún comentario en absoluto, solo siguió comiendo su
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cena.
Hmph.
»¿Has pensado en poner un jardín afuera? —pregunté—. Es el
momento perfecto para empezar a plantar cosas, y tienes un hermoso
patio trasero. Todo lo que necesitaría es un poco de tapicería y podrías
alegrar el lugar
—No estoy interesado en eso. Es un desperdicio de dinero.
—Oh. Bueno, está bien
Hmph.
»Ollie parece amable —mencioné, intentando una última vez—. Es
todo un tipo, ¿verdad?
—Está bien por lo que es —murmuró.
Incliné mi cabeza, observando su mirada, aplicando el consejo que
Ollie compartió conmigo.
—Realmente te preocupas por él, ¿verdad?
—Era mi profesor universitario y ahora es mi entrenador de
escritura… nada más ni nada menos
—Te oí reír con él. No ríes con mucha gente, pero te oí reírte con él.
No sabía que tenías sentido del humor.
—No tengo.
—Claro, por supuesto —concordé, sabiendo que mentía—. Pero
parecía que ustedes dos eran íntimos.
No contestó, y ese fue el final de nuestra conversación. Continuamos
la cena en silencio, y cuando el monitor del bebé nos alertó de Talon
llorando, ambos saltamos para ir a verla.
—Iré por ella —dijimos al unísono.
—No, yo… —empezó, pero sacudí mi cabeza.
—Por eso estoy aquí, ¿recuerdas? Termina tu comida y gracias por
compartirla conmigo
Asintió, y fui a ver cómo estaba Talon. Tenía sus ojos muy abiertos y
dejó de llorar, las lágrimas reemplazadas por una pequeña sonrisa en su
rostro. Era como imaginaba que sería la sonrisa de Graham. Cuando le
preparé una botella y comencé a darle de comer, Graham entró en la
habitación y se apoyó contra el marco de la puerta.
—¿Está bien? —preguntó él.
—Solo hambrienta.
Asintió y aclaró su garganta.
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—El Profesor Oliver tiene una fuerte personalidad. Es atrevido,


hablador y lleno de tonterías el noventa y nueve por ciento del tiempo. No
tengo ni idea de cómo su esposa o su hija soportan su ridiculez y sus
payasadas salvajes. Para un hombre de unos ochenta años, actúa como
un niño, y a menudo parece como un culto payaso.
—Oh. —Bueno, al menos sabía que no le gustaba a todos tanto como
yo no le gustaba.
La cabeza de Graham se inclinó y miró fijamente a sus dedos, que
juntó.
—Y es el mejor hombre y amigo que he conocido.
Se dio la vuelta y se alejó sin decir otra palabra, y así como así,
durante una pequeña fracción de segundo, Graham Russell me mostró un
vislumbre de su corazón.
Alrededor de las once de esa noche, terminé de limpiar la habitación
de Talon y me dirigí a la oficina de Graham donde escribía, su enfoque se
centraba completamente en sus palabras.
—Oye, me voy a casa.
Tomó un segundo, terminó de escribir su oración, y se giró para
enfrentarme.
—Gracias por tu tiempo, Lucille.
—Por supuesto. Oh, y solo un aviso, el viernes no creo que pueda
hacerlo. Mi novio va a tener una exposición de arte, así que tendré que
estar allí.
—Oh —dijo, un pequeño tic en su labio inferior—. De acuerdo.
Tiré la correa de mi bolso por encima del hombro.
—Sabes, si quieres, puedes traer a Talon al evento. Podría ser
agradable sacarla y llevarla a otros lugares que no sean el consultorio del
médico
—No puedo. Tengo que terminar estos capítulos para el sábado.
—Oh, está bien... bueno, que tengas una gran noche.
—¿A qué hora? —dijo justo cuando entré en el pasillo.
—¿Umm?
—¿A qué hora es el espectáculo?
Un bulto de esperanza se formó en mi tripa.
—A las ocho en punto, en el museo de arte.
Asintió una vez.
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—Podría terminar temprano. ¿Vestimenta elegante?


Ni siquiera pude mantener la sonrisa para mí misma.
—Corbata negra.
—Anotado. —Debe haber notado mi emoción porque entrecerró sus
ojos—. No es una promesa de que lo haré. Prefiero estar informado por si
acaso asisto.
—No, por supuesto. Te pondré en la lista de invitados, por si acaso.
—Buenas noches, Lucille.
—Buenas noches, Graham Cracker.
Mientras me alejaba, no podía evitar pensar en la forma en que
progresó la noche. Para la persona promedio, sus interacciones habrían
parecido normales en el mejor de los casos, pero yo sabía que, para
Graham, fue un día extraordinario.
Por supuesto, no me garantizó que llegaría al espectáculo, pero
existía una pequeña posibilidad. Si éste era el hombre al que se convirtió
después de una visita del Profesor Oliver, en secreto rezaba para que
viniera todos los días.

Hubo pequeños momentos a veces que presencié con Graham


mientras cuidaba de su hija. Esos momentos eran los que yo guardaba
cuando él era más frío que el hielo. A menudo lo veía sin camisa, tendido
en el sofá con Talon en los brazos. Todos los días se preocupaba de hacer
el método madre canguro, por miedo a no relacionarse con Talon. Pero
estaban más unidos de lo que él podría haber notado. Ella lo adoraba, tal
como él la adoraba. Una vez, mientras descansaba en la sala de estar, lo
escuché en el monitor del bebé hablando con su hija mientras trataba de
calmar su llanto.
—Eres amada, Talon. Prometo cuidarte siempre. Prometo ser mejor
para ti.
Nunca habría mostrado ese lado de su corazón si estuviera junto a
mí. Nunca se le habría visto en un estado mental tan vulnerable. Sin
embargo, el hecho de que no temiera amar a su hija con tanto cuidado en
la tranquilidad de su hogar, me animaba por dentro. Resultó que la bestia
no era un monstruo después de todo. Era simplemente un hombre que fue
herido en el pasado y se abría lentamente debido al amor de su hija.
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Llegué al museo poco después de las ocho debido a una entrega
floral tardía, y cuando entré usando mi vestido púrpura brillante, me
sorprendió la cantidad de gente que ya estaba allí. La exhibición de
Richard se colocaba en el extremo oeste del museo, y los presentes iban
vestidos como si estuvieran en la Met Gala de Nueva York.
Encontré mi vestido a la venta en Target.
Mis ojos corrieron por la habitación en busca de Richard, y cuando
lo vi, me apresuré.
—Hola. —Sonreí, entrando en la conversación que tenía con dos
mujeres sobre una pieza de su obra de arte. Las mujeres lucían
impresionantes en sus vestidos rojos y dorados que llegaban hasta el
suelo. Llevaban su cabello perfectamente atado y su maquillaje era
impecable.
Richard me miró y me dio una media sonrisa.
—Oye, oye, lo lograste. Stacy, Erin, ella es Lucy.
Las dos señoras me miraron de arriba abajo mientras me acercaba
más a Richard y les tendía la mano a cada una de ellas.
—Su novia.
—No sabía que tenías novia, Richie —dijo Erin, estrechando mi
mano con una expresión de desagrado en sus labios.
—Yo tampoco —contestó Stacy.
—De cinco años —dije apretando los dientes, tratando de dar una
sonrisa falsa.
—Oh —dijeron al unísono, la incredulidad goteando de la palabra.
Richard aclaró su garganta, colocó su mano en la parte baja de mi
espalda, y empezó a guiarme lejos.
—Señoras, vayan a tomar algo. Le voy a mostrar a Lucy un poco los
alrededores.
Se fueron, y Richard se inclinó un poco hacia mí.
—¿De qué iba eso?
—¿De qué hablas? —pregunté, intentando resaltar el hecho de que
no fui completamente normal en esa interacción
—Toda tú, “este es mi hombre, apártate, perra”, persona allí atrás.
—Lo siento —murmuré, parándome derecha. No era una chica
celosa, pero el sentimiento que esas señoras me dieron era tan incómodo;
era como si estuvieran disgustadas por toda mi existencia.
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—Está bien, de verdad —dijo Richard, quitándose las gafas y
limpiándolas con un paño de bolsillo—. Tu vestido es corto —mencionó,
mirando alrededor de la habitación.
Me giré un poco.
—¿Te gusta?
—Es corto, eso es todo. Además, tus tacones altos son de color
amarillo brillante y muy altos. Eres más alta que yo.
—¿Y eso es un problema?
—Me hace sentir un poco socavado, eso es todo. Cuando te presente,
me veré como el chico pequeño junto a su novia gigante.
—Son solo unos centímetros.
—Pero aun así, es denigrante.
No sabía cómo tomar sus palabras, y antes de poder contestar, me
comentó sobre mi cabello.
»Y hay pétalos de rosa en tu cabello.
Sonreí y toqué la corona de flores que hice en la floristería antes de
venir. Estaba hecha de rosas, tulipanes y aliento de bebé, y se sentaba
sobre mi cabello, que llevaba colocado en una gran trenza francesa que se
extendía sobre mi hombro izquierdo.
—¿Te gusta? —pregunté.
—Luce un poco infantil —contestó, colocando sus gafas de nuevo—.
Pensé que te dije lo importante que es este evento para mí, Lucy. Por mi
carrera.
Entrecerré mis ojos.
—Lo sé. Richard, todo esto es increíble. Lo que has hecho es
increíble.
—Sí, pero parece un poco extraño que llegues vestida así.
Mis labios se separaron, sin saber qué decir, pero antes de que
pudiera contestar, se disculpó diciendo que necesitaba ir a saludar a
algunas personas muy importantes.
Aclarando mi garganta, me alejé por mi cuenta y recorrí la
habitación antes de llegar al bar, donde un simpático caballero me sonrió.
—Hola, ¿qué puedo servirte?
—Un vestido diferente —bromeé—. Y tal vez un par de tacones más
cortos.
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—Te ves hermosa —comentó—. Y entre tú y yo, creo que eres la
mejor vestida de la habitación, pero, ¿qué sé yo? Solo soy un camarero, no
un artista.
Sonreí.
—Gracias. Solo tomaré un agua con una rodaja de limón por ahora.
Alzó una ceja.
—¿Segura que no quieres vodka? Esto parece una habitación que
necesita grandes cantidades de vodka.
Me reí, sacudiendo la cabeza.
—Aunque estoy de acuerdo, creo que ya estoy llamando la suficiente
atención. No hay necesidad de permitir que la versión borracha de mí
misma escape. —Le agradecí por el agua helada, y cuando me di la vuelta,
vi la espalda de un hombre parado frente a una de las pinturas de
Richard. A su lado se hallaba un asiento de seguridad que sostenía a la
niña más hermosa del mundo. Una ola de consuelo me acompañó al verlos
ante mí. Era difícil explicar cómo ver esos dos rostros familiares me
proporcionó un nivel de confianza.
»Lo lograste —exclamé, dirigiéndome a Talon y agachándome para
besar ligeramente su frente.
Graham se giró un poco hacia mí antes de mirar hacia atrás al
cuadro.
—Lo hicimos. —Se puso de pie en un traje negro con una corbata
gris profunda y puños grises. Sus zapatos brillaban, como si estuvieran
recién pulidos para la gala. Tenía el cabello peinado con un poco de gel y
su barba bien arreglada.
—¿Eso significa que terminaste tus capítulos?
Sacudió la cabeza una vez.
—Terminaré una vez que llegue a casa.
Mi pecho se apretó. Ni siquiera terminó su trabajo, pero aún tenía
tiempo para aparecer.
»¿Lucille?
—¿Sí?
—¿Por qué estoy mirando una pintura de tres por tres metros de tu
novio desnudo?
Solté una risita para mí misma, sorbiendo mi agua.
—Es una colección de autodescubrimiento donde Richard se
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sumergió profundamente para expresar sus pensamientos, miedos y


creencias internas a través de cómo se ve a sí mismo usando diferentes
medios, como la arcilla, el carbón vegetal y los pasteles.
Graham miró alrededor de la sala el resto de los autorretratos y
creaciones de barro de Richard.
—¿Es esa una estatua de un metro ochenta de alto de su pene? —
preguntó.
Asentí incómodamente.
—Ésa es una estatua de un metro ochenta de alto de su pene.
—Hmph. Está bastante confiado en su… —Inclinó ligeramente la
cabeza y aclaró su garganta—… hombría
—Me gusta creer que la confianza es mi segundo nombre —bromeó
Richard, acercándose a nuestra conversación—. Lo siento, no creo que nos
conozcamos.
—Oh, sí, claro, lo siento. Richard, este es Graham. Graham, este es
Richard.
—El novio de Lucy —dijo Richard con un poco de fuerza en sus
palabras mientras intentaba estrechar la mano de Graham—. Así que, ¿tú
eres el que ha estado robando el tiempo de mi novia día y noche, eh?
—Más Talon que yo —respondió, tan seco como siempre.
—¿Y tú eres un autor? —preguntó Richard, sabiendo muy bien que
Graham era realmente G. M. Russell—. Lo siento, no estoy seguro de
haber oído hablar de tus novelas. Creo que nunca he leído nada que hayas
publicado. —Se comportaba extrañamente agresivo, haciendo que toda la
situación fuera incómoda.
—Eso está bien —respondió Graham—. Suficiente gente lo ha hecho,
así que tu falta de conciencia no inflige ningún daño a mi éxito.
Richard rio a carcajadas y golpeó a Graham en el hombro.
—Eso es gracioso. —Rio torpemente y luego metió las manos en sus
bolsillos. Los ojos de Richard viajaron al vaso en mi mano y levantó una
ceja—. ¿Vodka?
Sacudí la cabeza.
—Agua.
—Bien, bien, bien. Probablemente es mejor que no bebas esta noche,
¿verdad, cariño?
Le di una tensa sonrisa, pero no contesté.
Graham hizo una mueca.
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—¿Por qué es eso? —preguntó.


—Oh, bueno, cuando Lucy bebe, se vuelve un poco... tonta. Muy
habladora, si puedes creerlo. Es como si aumentara todas sus rarezas, y
puede ser mucho que manejar a veces.
—Parece lo suficientemente madura para tomar sus propias
decisiones —respondió Graham.
—Y su elección fue no beber esta noche —respondió Richard
sonriendo.
—Estoy seguro de que puede hablar por sí misma —dijo Graham,
con la voz fría—. Después de todo, le dieron sus propias cuerdas vocales.
—Sí, pero habría dicho exactamente lo que yo he dicho.
Graham dio una forzada y tensa sonrisa. Era la sonrisa más infeliz
que vi en mi vida.
—Por favor, discúlpenme, debo ir a otro lugar que no sea aquí mismo
—dijo fríamente Graham, levantando la silla de bebé y caminando.
—Guau. —Richard silbó bajo—. Qué imbécil.
Empujé ligeramente su hombro.
—¿Qué fue eso? Fuiste un poco agresivo, ¿no crees?
—Bueno, lo siento. No sé lo cómodo que me siento contigo estando
en su casa todo el tiempo.
—Estoy allí ayudando a cuidar de Talon, que es mi sobrina, mi
familia. Sabes esto.
—Sí, pero parece que dejaste de lado el hecho de que parece un
maldito dios griego, Lucy. Jesucristo, ¿qué clase de autor tiene brazos del
tamaño del Titanic? —exclamó Richard, sus celos en voz alta y clara.
—Se ejercita cuando tiene bloqueo de escritor.
—Debe haber mucho bloqueando a ese escritor. De todos modos, ven
aquí. Hay algunas personas que necesito que conozcas. —Tomó mi brazo y
empezó a empujarme hacia delante. Cuando me di la vuelta para ver a
Graham, se hallaba sentado en un banco, sosteniendo a Talon y
mirándome fijamente. Su mirada era intensa, como si su mente estuviera
corriendo con un millón de pensamientos.
Richard me llevó por la habitación, presentándome a un grupo de
gente que vestía mucho más elegante que yo. Cada vez hablaba de mi
ropa, mencionando lo extraño que era, como mi corazón. Lo dijo con una
sonrisa, pero pude sentir el ceño fruncido debajo.
—¿Puedo tomarme un descanso? —pregunté después de hablar con
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una mujer que me miraba como si fuera basura.


—Solo dos personas más. Esto es importante… son la pareja con la
que hablar esta noche.
Aparentemente mi descanso tendría que esperar.
»El Sr. y la Sra. Peterson —dijo Richard, extendiendo su mano para
estrechar la mano—. Estoy tan feliz de que hayan podido venir.
—Por favor, no seas tan formal, Richard. Solo llámenos Warren y
Catherine —dijo el caballero mientras ambos nos saludaban con cálidas
sonrisas.
—Claro, por supuesto. De nuevo, estoy tan feliz de que estén aquí.
Catherine llevaba un chal de piel alrededor de sus hombros, y su
cuerpo iba adornado con joyas caras, haciendo que su sonrisa brillara aún
más. Llevaba sus labios pintados de fucsia, y lo cargaba a sí misma como
si fuera de la realeza.
—No nos lo habríamos perdido por nada del mundo, Richard. Y tú
debes ser Lucy. —Sonrió y tomó mi mano en la suya—. He estado
preguntando mucho sobre la dama en la vida de este talentoso hombre.
—Esa soy yo. —Reí sin entusiasmo, tirando de la parte inferior del
vestido con mi mano libre, esperando que Richard no hiciera comentarios
al respecto—. Lo siento, ¿cómo es que ustedes dos se conocen?
—El Sr. Pet… Warren es uno de los artistas más grandes del mundo,
y es de Milwaukee, Lucy —explicó Richard—. Te he hablado de él muchas
veces.
—No —dije en voz baja—. No estoy segura de que lo hayas hecho.
—Sí, lo he hecho. Estoy seguro que lo has olvidado.
Warren rio entre dientes.
—No te preocupes, Lucy. Mi propia esposa se olvida de mí unas
cincuenta veces al día… ¿no es eso cierto, Catherine?
—Lo siento, ¿te conozco? —bromeó su esposa, guiñándole un ojo a
su marido. Aunque no eran más que agradables, podía decir que Richard
se sentía un poco molesto conmigo, aunque estaba segura de que nunca oí
hablar de ellos.
—Entonces, Richard, ¿cuál es el siguiente paso en tu carrera? —
preguntó Warren.
—Bueno, un amigo mío me invitó a una exhibición en Nueva York —
dijo.
—¿Oh? —pregunté, sorprendida de oírlo en ese momento—. No tenía
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ni idea.
—Ocurrió esta tarde —dijo, inclinándose y dándome un beso—.
¿Recuerdas a Tyler? Va a una gran gala de arte en la ciudad y dijo que
podía quedarme en su apartamento.
—Oh, ¿la Gala de Arte Rosa? —preguntó Warren, asintiendo—. Pasé
muchos años en la Rosa. Es una semana de magia. Juro que cada artista
debe participar en ella al menos una vez. He encontrado algunas de mis
influencias artísticas más fuertes durante esos tiempos.
—Y también perdió muchas neuronas —bromeó Catherine—. De
vapores de pintura, alcohol y marihuana.
—Será increíble, eso es seguro —concordó Richard.
—¿Tú también vas, Lucy? —preguntó Warren.
—Oh, no. En realidad, está dirigiendo una floristería —interrumpió
Richard, ni siquiera me dio la oportunidad de responder. Ni siquiera me
invitó—. Pero ojalá pudiera venir.
—¿Eres florista? —preguntó ansioso Warren—. Deberías considerar
emparejarte con un artista para el espectáculo floral que el museo alberga
aquí. Haces un arreglo floral, y luego el artista pinta una pieza basada en
tu creación. Es muy divertido.
—Eso suena increíble —concordé.
—Si necesitas un artista, avísame y veré qué puedo hacer. Estoy
seguro de que también puedo poner tu nombre en el programa. —Warren
sonrió.
—Ahora es el momento de la pregunta más importante de la noche:
¿qué estás bebiendo, Lucy? —preguntó Catherine.
—Oh, solo agua.
Ella hizo curvar su brazo con el mío y empezó a caminar conmigo.
—Bueno, eso no servirá. ¿Eres una chica de ginebra? —preguntó.
Antes de que pudiera contestar, Richard habló—: Oh, le encanta la
ginebra. Ella tendrá lo que tú tengas, estoy seguro.
Cuando los cuatro empezamos a caminar hacia el bar, Catherine se
detuvo.
—¡Oh Dios mío, Warren! ¡Warren, mira! —Asintió en dirección a
Graham, que ponía una Talon dormida de nuevo en su asiento del auto—.
¿Es ese G. M. Russell?
Warren metió la mano en su bolsillo y sacó sus gafas.
—Creo que lo es.
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—¿Conocen su trabajo? —preguntó Richard, sin excusas.


—¿Conocerlo? Estamos enamorados de él. Es uno de los mejores
autores… además de su padre, por supuesto. Que descanse en paz —dijo
Warren.
—Oh, no. Es mucho mejor que Kent. Escribe con tanto dolor que es
encantadoramente hermoso.
—Sí. —Warren asintió—. Estoy completamente de acuerdo. De
hecho, mi serie Sombras se inspiró en su novela Amargo.
—Esa es una de mis favoritas —relaté, recordando la novela que
tenía un lugar permanente en mi librería—. ¡Y ese giro!
—¡Oh, Dios mío, cariño, ese giro! —concordó Catherine, sus mejillas
se volvieron rojas—. Oh, me encantaría conocerlo.
No estaba segura si era posible que mi novio pudiera estar lleno de
más basura en una noche, pero seguro que seguía sorprendiéndome con
sus mentiras fuera de este mundo.
—En realidad es un buen amigo de Lucy —dijo sin esfuerzo. Graham
se encontraba lejos de ser mi amigo, aunque era lo único que se sentía
bien en la habitación aquella noche—. Lucy, ¿crees que puedes
presentarlo?
—Um, claro, por supuesto. —Sonreí a la pareja emocionada y los
llevé a hablar con Graham—. Hola, Graham.
Se levantó y alisó su traje y luego puso sus manos frente a él, con
los dedos atados.
—Lucille.
—¿Te diviertes? —pregunté.
Permaneció en silencio, torpemente. Después de un momento, aclaré
mi garganta y señalé a la pareja.
»Estos son Warren y Catherine. Son…
—Dos de tus mayores fans —exclamó Catherine, extendiéndose y
cogiendo la mano de Graham, agitándola rápidamente. Graham le dio una
gran sonrisa, que era falsa y forzada, también conocida como su “marca de
autor”, asumí.
—Gracias, Catherine. Siempre es un placer conocer a los lectores.
He sido informado esta noche de que algunos no han oído hablar de mi
trabajo, pero el hecho de que ustedes dos lo hayan hecho es refrescante —
respondió Graham.
—¿No han oído hablar de tu trabajo? ¡Blasfemia! No puedo pensar
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en un alma que no supiera de ti —dijo Warren—. Eres una leyenda


viviente en cierto sentido.
—Lamentablemente, el bueno de Richard parece estar en desacuerdo
—se burló Graham.
—¿En serio, Richard? ¿No conoces el trabajo de Graham? —dijo
Catherine, un poco de decepción en su voz.
Richard rio nerviosamente, frotando su nuca.
—Oh, no, claro que conozco su trabajo. Solo bromeaba.
—Tu definición de broma es un poco inadecuada —respondió
secamente Graham.
Talon empezó a quejarse un poco, y me agaché para recogerla,
sonriendo a su dulce rostro mientras Graham y Richard libraban una
extraña guerra entre ellos.
El grupo pudo sentir la tensión, y Warren sonrió mucho antes de
mirar a su alrededor.
—Así que, Richard, tu trabajo es bastante único.
Richard se levantó, orgulloso.
—Sí. Me gusta pensar en ello como un despertar a todas mis
sombras más profundas y oscuras. Ha sido un proceso para mí cavar tan
profundo, y durante mucho tiempo tuve muchas fallas emocionales acerca
de ser tan vulnerable y abierto conmigo mismo, y mucho menos la idea de
permitir que otros entraran en mi alma. Fue un momento muy duro para
mí, eso seguro, muchas lágrimas, pero lo hice.
Graham resopló, y Richard le disparó una mirada severa.
»Lo siento, ¿dije algo gracioso?
—No, excepto por cada palabra que salió de tu boca —respondió
Graham.
—Parece que lo sabes todo, ¿no? Bueno, adelante, dime lo que ves
cuando miras a tu alrededor —instó Richard.
No lo hagas, Richard. No despiertes a la bestia.
—Confía en mí, no quieres saber mis pensamientos —dijo Graham,
orgulloso de sí mismo.
—No, vamos, ilumínanos, porque estoy harto de esa actitud —
contestó Richard—. Tu tono pretencioso es extremadamente injustificado,
y francamente, extremadamente irrespetuoso.
—¿Falta de respeto? ¿Pretencioso? —preguntó Graham, arqueando
una ceja.
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Oh, no. Tomé nota de la vena que salía del costado del cuello de
Graham, y aunque mantenía su voz calmada, se irritaba cada vez más
mientras hablaba.
»Estamos parados en una sala llena de pinturas y esculturas de tu
pene, que, si soy honesto, parece ser nada más que un hombrecito
tratando de sobre compensar por algo que le falta en la vida. A juzgar por
su estatura y la necesidad de obligar a la gente a entrar en una habitación
para mirar sus genitales caricaturescos y sobredimensionados, le falta un
poco.
Las bocas de todo el mundo se abrieron, aturdidas por las palabras
de Graham. Mis ojos se mantuvieron abiertos, mi pecho apretado mientras
tiraba del brazo de Graham.
—¿Puedo tener unas palabras en la otra habitación? —pregunté,
pero era mucho más una demanda que una petición educada.
»¡¿De qué iba eso?! —grité en voz baja, llevando a Talon a la oscura
exhibición donde Graham se dirigía.
—¿De qué hablas?
—Tú. Todo ese número de ahí atrás.
—No sé de qué hablas —respondió.
—¡Vamos, Graham! Por una vez en tu vida, ¿no puedes dejar de ser
condescendiente?
—¿Yo? ¿Condescendiente? ¿Bromeas? Hizo retratos, de sí mismo,
desnudo, y lo consideró una obra de arte cuando en realidad es una
mierda de moda que no pertenece a este museo.
—Tiene talento.
—Tu idea de talento está trastornada.
—Lo sé —contesté con dureza—. Después de todo, leo tus libros.
—Muy buena, Lucille. Realmente lo dijiste —dijo, poniendo sus ojos
en blanco—. Pero a diferencia de tu supuesto novio, conozco mis defectos
en cuanto a mi destreza. Él cree que es el mejor de los mejores.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué quieres decir con “supuesto” novio?
—Él no te conoce —dijo asertivamente, haciéndome levantar una
ceja.
—Hemos estado juntos por más de cinco años, Graham.
—Y aun así no tiene ni idea de quién eres, lo que no es
sorprendente, porque parece tener la cabeza tan metida en su propio culo
que no tiene tiempo para concentrarse en nadie más.
—Guau —dije, completamente desconcertada por sus palabras—. No
lo conoces.
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—Conozco su tipo, el tipo de personas que tienen el más pequeño


sabor del éxito y sienten que pueden desechar las cosas y la gente de su
pasado. No sé cómo solía mirarte, pero te mira como si ahora no fueras
nada. Como si estuvieras por debajo de él. Le doy a tu relación dos
semanas. Apuesto a que acabará en un mes, como mucho.
—Estás siendo un imbécil.
—Te estoy diciendo la verdad. Es un pedazo de mierda arrogante.
¿Sabes cuál es el apodo de Richard? Es Idiota, lo que es tan apropiado9.
Quiero decir, Lucille, sabes cómo escogerlos.
Hervía, su rostro rojo brillante mientras jugaba con sus puños sin
parar. Nunca lo vi tan enojado, tan lejos de su normal yo no emocional.
—¿Por qué estás tan enfadado? ¿Qué pasa contigo?
—No importa, olvídalo. Entrégame a Talon.
—No, no puedes hacer eso. No vas a explotar y ser irrespetuoso con
mi novio y luego me dices que lo olvide.
—Puedo, y lo hice.
—No. Graham, basta. Por una vez en tu vida, solo di lo que
realmente sientes.
Separó sus labios, pero las palabras no escaparon de él
»¿De verdad? ¿Ni una palabra? —pregunté.
—Ni una palabra —contestó suavemente.
—Entonces creo que tienes razón. Creo que es hora de que te vayas.
—Estoy de acuerdo. —Se paró a centímetros de mí, sus calientes
respiraciones derritiéndose contra mi piel. Mi corazón golpeó contra mi
caja torácica mientras me preguntaba qué hacía, y se tomó unos segundos
antes de acercarse. Enderezó su corbata, bajó la voz, y habló tan
severamente—. Solo porque sonrías y actúes libre no significa que la jaula
no exista. Solo significa que has bajado tus estándares para saber hasta
dónde te vas a permitir volar.
Lágrimas quemaron en la parte de atrás de mis ojos mientras
agarraba a Talon de mi agarre y se giraba para irse. Justo antes de salir
del área oscurecida, se detuvo y respiró profundamente. Se giró hacia mí,
mirándome a los ojos, y sus labios se separaron un poco como si fuera a
hablar de nuevo, pero yo levanté la mano.
—Por favor, solo vete —susurré, mi voz temblorosa—. No creo que
pueda aguantar más esta noche, señor Russell.
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9 En inglés se escribe “dick”, y puede ser traducido tanto a “idiota” como a “polla” o
“pene”.
Mi frialdad usando su apellido le hizo ponerse de pie más recto, y
cuando desapareció, mis lágrimas comenzaron a caer. Mis dedos se
envolvieron alrededor de mi collar y respiré profundamente.
»Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de mí, agua
alrededor de mí... —repetí las palabras hasta que mis latidos del corazón
volvieron a un ritmo normal. Repetí las palabras hasta que mi mente dejó
de girar. Repetí las palabras hasta que borré la conmoción que Graham
causó en mi alma. Luego volví a la gala con una sonrisa falsa en los labios,
y en la cabeza repetí mis palabras un poco más.

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Lucy
Traducido por Emile Eyre

—¿T odavía te está llamando? —pregunto Richard,


limpiando su cepillo de dientes en el lavabo del baño.
Me recosté sobre la pared del pasillo, viendo fijamente
el nombre de Graham que parpadeaba en la pantalla.
—Síp. —No había visto a Graham desde que explotó en la gala de
Richard hace cinco días y no dejó de llamarme desde entonces.
—¿Y no deja un mensaje?
—Nop.
—Bloquéalo. Él es la definición de psicópata.
—No puedo. ¿Qué si algo le pasa a Talon?
Richard me miro con una ceja arqueada.
—Sabes que en realidad ella no es tu responsabilidad ¿verdad? En el
sentido de que no es tu hija.
—Lo sé, es solo que… —Mordí mi labio inferior y miré hacia mi
teléfono—. Es difícil de explicar.
—No, lo entiendo, LuLu. Eres una persona generosa, pero debes
tener cuidado, porque un hombre como él es solo un oportunista. Tomará
todo de ti y te tratará como una mierda.
En mi mente pensé en la cena que Graham y yo tuvimos la semana
pasada, la noche cuando me mostró una pequeña y suave parte de él de la
que me maravillé. La cosa sobre Graham Russell es que siempre vivió
completamente en su mente. Realmente nunca invitó a una persona a ver
sus propios pensamientos o sentimientos. Así que, la noche en que explotó
en la exposición de arte, fue un completo ochenta por ciento de quien yo
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creía que era.


En lugar de involucrarme en más conversaciones sobre Graham,
cambié la conversación.
—¿Realmente tienes que irte por una semana?
Richard pasó junto a mí, a la sala de estar donde sus maletas se
hallaban abiertas.
—Lo sé, desearía no tener que hacerlo, pero ahora que estoy en el
museo, tengo que mantenerme por el momento y cuando te invitan a la
gala en Nueva York, debes ir.
Caminé detrás de él y coloqué mis brazos a su alrededor.
—¿Estás seguro de que la novias no puede seguirte a todas partes?
—bromeé.
Se dio vuelta con una sonrisa y besó mi nariz.
—Lo desearía. Te voy a extrañar.
—También te voy a extrañar. —Sonreí, dándole un beso suave—. Y si
quieres podría mostrarte exactamente lo mucho que te voy a extrañar.
Richard hizo una mueca y miró su reloj.
—Aunque suena realmente tentador, tengo que irme para el
aeropuerto en unos veinte minutos y casi no he terminado de empacar.
Separó nuestros cuerpos y volvió a sus maletas para empacar sus
brochas.
—Bien. Bueno, ¿estás seguro que no quieres que te lleve al
aeropuerto?
—No, está bien, en verdad. Tomare un taxi. Vas a entrenar a la chica
nueva hoy, ¿cierto? —Miró su reloj una vez más antes de mirarme—. Creo
que ya llegas tarde.
—Sí, tienes razón. Bien, bueno. Escríbeme un mensaje antes de que
el avión despegue y llama cuando aterrices. —Me incliné sobre él y lo besé
en los labios.
—Bueno, suena bien… y, ¿nena?
—¿Sí?
—Bloquea ese número.
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—Lamento llegar tarde —dije corriendo por los Monet´s Gardens a


través de la puerta trasera.
Mari revisaba los pedidos semanales con Chrissy, nuestra nueva
florista. Chrissy era una hermosa mujer cerca de los setenta años quien
una vez fue dueña de su propia tienda de flores. Enseñarle las entradas y
salidas de la tienda era fácil… sabía más que Mari y yo cuando se trataba
de flores.
Cuando mencionamos que ella estaba sobre calificada para el
empleo, estuvo en desacuerdo, diciendo que fue una solicitada florista y
dueña de su tienda por muchos años, pero que había sido mucho trabajo
para seguirle el ritmo. Dijo que sus amigos le recomendaron retirarse, pero
su corazón sabía que necesitaba estar rodeada de flores por un poco más
de tiempo y el empleo en nuestra tienda era perfecto.
—No te preocupes. —Sonrió Chrissy—. Ya comencé a organizar los
pedidos para hoy.
—Sí, y también me enseñó este nuevo sistema de organización de
computadoras… en otras palabras, creo que contratamos a un mago —
bromeó Mari—. ¿Richard se va a Nueva York?
—Síp, por desgracia, pero regresara pronto.
Mari entrecerró sus ojos.
—Esta es la primera vez que ustedes dos pasan una semana
separados… ¿estás segura que puedes manejar la separación?
—Estoy planeando atracarme con comida chatarra… como chips de
coles risadas y guacamole.
—Encanto, sin ofender, pero los chips de coles risadas no son
comida chatarra —dijo Chrissy con descaro.
—¡Eso es lo que le he estado diciendo durante el último millón de
años! —dijo Mari con un suspiro mientras se acercaba a la puerta
delantera y abría la tienda—. Pero, bueno, me voy a llevar a Chrissy
conmigo para organizar una boda en Wauwatosa, ¿necesitaras algo de
nosotras?
Sacudí mi cabeza.
—No, ¡diviértanse! Estaré aquí cuando vuelvan.
Mientras ellas caminaban cerca de la puerta de entrada, un
caballero mayor con un sombrero de fieltro entró y se quitó el sombrero.
Mi pecho se apretó al verlo y cuando su mirada conecto con la mía,
sonrió ampliamente.
—Lucy —dijo cálidamente, inclinado su sombrero en mi dirección.
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—Hola, Ollie. ¿Qué haces aquí?


Él caminó un poco alrededor, estudiando las flores de la tienda.
—Tenía la esperanza de comprar unas pocas rosas para una mujer
especial. —Me dio su sonrisa encantadora y empezó a silbar mientras
paseaba por la tienda—. Sin embargo, no estoy seguro de cuáles le
gustarían. ¿Me ayudarás?
—Por supuesto. Cuéntame un poco sobre ella.
—Bien, ella es hermosa. Tiene esos ojos que simplemente te atrapan
y cuando te mira, te hace sentir como la persona más importante del
lugar.
Mi corazón se calentó al oírlo hablar tan cariñosamente sobre la
mujer, mientras continuaba, caminamos alrededor de la tienda, tirando de
una flor por cada faceta de su personalidad.
»Es gentil y cariñosa. Tiene una sonrisa que ilumina la habitación.
Es inteligente también, muy inteligente. No tiene miedo a ayudar, aun
cuando sea difícil. Y la última palabra que la describe… —dijo,
extendiendo la mano y tomando una rosa roja—. Es pura. Ella es pura, no
ha sido tocada por la crueldad del mundo. Simple, fácil y hermosamente
pura.
Tomé la rosa que él tenía, una sonrisa descansaba en mis labios.
—Suena como una mujer maravillosa.
Asintió.
—De hecho, lo es.
Caminé hacia el mostrador y comencé a cortar las flores para Ollie,
mientras el escogía un jarrón rojo. Las flores eran un adorno de diferentes
colores y estilos, una impresionante colección. Esta era la parte favorita de
mi trabajo: cuando la gente llegaba a la tienda y no tenían ni idea de lo
que querían. Las rosas eran esplendidas, sí, y los tulipanes eran bonitos,
pero existía algo tan creativamente gratificante en ser capaz de tener una
gama libre y crear una pieza que expresara la personalidad artística de la
persona a quien amaba el cliente.
Mientras ataba un lazo alrededor del jarrón, Ollie entrecerró sus ojos
hacia mí.
»Estás ignorando sus llamadas.
Hice una mueca por un segundo, buscando a tientas el lazo.
—Es complicado.
—Por supuesto que lo es —concordó—. Después de todo, estamos
hablando de Graham. —Bajó la voz y sostuvo su sombrero de fieltro contra
su pecho—. Cariño, lo que sea que haya hecho, lo siente.
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—Fue cruel —susurré, el moño no era lo suficientemente perfecto, lo


que me llevó a desatar la cinta para comenzar de nuevo.
—Por supuesto que lo fue —concordó—. Después de todo, estamos
hablando de Graham. —Soltó una risita suavemente—. Pero, de nuevo, él
es Graham, lo que significa que no es lo que quiso decir.
No dije nada más sobre el tema.
—Así que, las flores cuestan cuarenta y cuatro dólares con treinta y
dos, pero te daré el descuento de visita por primera vez, llevándolo a
treinta y cuatro dólares con treinta y dos.
—Eso es muy amable de tu parte, Lucy. Gracias. —Metió la mano en
su billetera y me entregó el dinero. Luego se colocó el sombrero de fieltro
sobre la cabeza y se giró para irse.
—Ollie, olvidas tus flores —le llamé.
Se giró hacia mí y negó.
—No, señora. Un amigo mío me pidió que pasara a escogerlas para
ti. Le pregunté algunas características sobre ti y esa es la creación que
surgió.
—¿Graham dijo esas cosas sobre mí? —pregunté, mi pecho
tensándose un poco mientras miraba fijamente el arreglo.
—Bueno, me dio una de las palabras, y yo me limité a reunir las
demás por mi cuenta, basándome en los pocos momentos que pasamos
juntos. —Aclaró su garganta e inclinó la cabeza—. Escucha, no estoy
diciendo que tengas que volver, pero si lo haces, demostrarás que se
equivoca.
—¿Demostrar que se equivoca?
—Graham vive una vida en la que cree que todos se van. Si su
pasado le ha enseñado algo, es eso. Entonces, una parte de él siente alivio
de que te hayas ido. Después de todo, estaba seguro de que desaparecerías
eventualmente, de todos modos. Es por eso por lo que no puede
soportarme en su vida. Sin importar qué, sigo apareciendo, y eso lo vuelve
loco. Así que, si de alguna manera o forma deseas regresarle algo a
Graham por lastimarte, la mejor venganza es demostrarle que se equivoca,
que no todos se van a ir. Te lo prometo, actuará como si te odiara por ello,
pero recuerda: la verdad está en sus ojos. Sus ojos te lo agradecerán un
millón de veces.
—¿Ollie?
—¿Sí?
—¿Qué palabra te dio él? ¿Para describirme?
—Pura, querida. —Volvió a inclinar su sombrero una vez más y abrió
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la puerta—. Él te llamó pura.


Su ceja fruncida y los brazos cruzados me recibieron cuando me
acerqué a él.
—Regresaste —dijo Graham, sonando sorprendido mientras me
quedaba parada en frente al porche de su casa—. Honestamente, pensé
que regresarías días atrás.
—¿Por qué pensarías eso? —pregunté.
—El Profesor Oliver me dijo que recibiste las flores.
—Sí.
Levantó una ceja.
—Eso fue hace cuatro días.
—Umm sí.
—Bueno, te tomó suficiente tiempo venir a decir gracias. —Sus
palabras duras y secas no fueron impactantes, pero, aun así, por alguna
razón, me sacudieron.
—¿Por qué debería darte las gracias por las flores? Ni siquiera las
elegiste.
—¿Qué importa eso? —preguntó, acariciando la parte posterior de su
cuello—. Aun así, las recibiste. Pareces desagradecida.
—Tienes razón, Graham. Soy la grosera aquí. De todos modos, solo
estoy aquí porque dejaste un mensaje que decía que Talon se enfermó. —
Entré a la casa sin que me invitara, me quité la chaqueta y la puse en la
silla de su sala de estar.
—Una pequeña fiebre, pero no estaba seguro de… —Hizo una pausa.
—. ¿Regresaste porque se enfermó?
—Por supuesto que volví. —Resoplé—. No soy un monstruo. Si Talon
me necesita, aquí estoy para ella. Simplemente no dejaste un mensaje
antes de hoy.
—Sí, por supuesto. —Asintió—. Escucha…
—No te disculpes, parece demasiado débil.
—No iba a pedir disculpas. Iba a decir que te perdono.
—¡¿Perdonarme?! ¿Por qué?
Se movió, recogiendo mi chaqueta del sofá y colgándola en el
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armario delantero.
—Por ser infantil y desaparecer por días.
—¿Bromeas, no?
—No soy de los que bromean.
—Graham… —comencé a hablar, cerré los ojos y respiré
profundamente para evitar decir algo de lo que me arrepentiría—. ¿Puedes
al menos por un segundo aceptar algún tipo de culpa por tu actuación en
el museo?
—¿Culpa? Quise decir cada palabra que te dije esa noche.
—¿Cada palabra? —Resoplé, sorprendida—. Así que, ¿no lo sientes?
Se irguió orgulloso y puso sus manos en los bolsillos de sus
vaqueros.
—Por supuesto que no. Solo dije la verdad, y es una pena que seas
demasiado emocional para aceptarla por completo.
—Tu definición de verdad y mi definición de verdad son muy
diferentes. Nada de lo que dijiste tenía algo de verdad. Solo expresabas tus
pensamientos obstinados, los cuales no fueron solicitados.
—Él te trató como…
—Solo detente, Graham. Nadie te preguntó cómo me trató. Nadie
vino a ti por tus pensamientos. Solo te invité al evento porque pensé que
sería lindo alejarte a ti y a Talon de las mismas cuatro paredes. Mi error.
—No pedí tu compasión.
—Tienes razón, Graham. Tonta por tender la mano a alguien, por
tratar de construir una relación de algún tipo con el padre de mi sobrina.
—Bueno, es tu culpa. Tu necesidad de encontrar vida en todo y
todos es ridícula y revela tus estilos infantiles. Dejas que tus emociones
impulsen todo lo que eres, lo que a su vez te debilita.
Mis labios se abrieron con incredulidad y sacudí ligeramente mi
cabeza.
—El hecho de que no sea como tú no significa que soy débil.
—No hagas eso —dijo en voz baja.
—¿Hacer qué?
—Hacer que me arrepienta de mis comentarios.
—No te obligué a hacer eso.
—Entonces, ¿qué hago?
—No sé, tal vez tu conciencia.
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Sus ojos oscuros se entrecerraron y cuando Talon comenzó a llorar,


comencé a ir en su dirección.
—No lo hagas —dijo—. Puedes irte, Lucille. Tus servicios ya no son
necesarios.
—Estás siendo ridículo —le dije—. Puedo ir por ella.
—No. Solo vete. Es obvio que quieres irte, así que vete.
Graham era un monstruo nacido de las circunstancias más feas. Era
dolorosamente hermoso de una manera tan oscura y trágica. Sus palabras
me instaron a irme mientras sus ojos me suplicaban que me quedara.
Pasé por delante de él, nuestros hombros rozando el uno contra el
otro, y me erguí, mirando sus ojos oscuros.
—No voy a ir a ningún lado, Graham, así que puedes dejar de
malgastar tu aliento diciéndome que me vaya.
Entrando en la habitación de Talon, en parte esperaba que Graham
intentara detenerme, pero nunca me siguió.
»Hola, cariño —dije, extendiendo los brazos a Talon y tomándola en
ellos. Sabía que solo pasó una semana desde la última vez que la vi, pero
juré que parecía más grande. Su cabello rubio se veía más largo, y sus ojos
color chocolate sonreían por sí mismos.
También sonreía más, incluso con su poco de tos y su frente algo
cálida. La acosté en el suelo para cambiar su pañal y silenciosamente
tarareé para mí mientras ella me sonreía alegremente.
Me pregunté si la sonrisa de su padre se parecería a la de ella si
alguna vez tomaba parte en la expresión. Me pregunté cómo serían sus
labios carnosos si se curvaran hacia arriba.
Durante unos treinta minutos, Talon se sentó en su columpio y leí
los libros que tenía en su pequeña estantería. Ella sonrió y soltó una risita,
e hizo los sonidos más lindos del mundo mientras su pequeña nariz
funcionaba. Eventualmente, se durmió, y no tuve el valor de intentar
llevarla de vuelta a su cuna. Se veía más allá de lo cómodo mientras la
silla se balanceaba hacia delante y hacia atrás.
—Necesitaré darle el medicamento en aproximadamente una hora —
dijo Graham, haciendo que apartara la mirada de la bebé dormida. Miré
hacia la puerta, donde se hallaba parado con un plato en la mano—. Yo,
emm… —Movió sus pies y evitó el contacto visual—. Mary preparó pastel
de carne y puré de patatas. Pensé que estarías hambrienta y que no
querrías comer conmigo, así que… —Lo colocó en el tocador y asintió una
vez—. Aquí tienes.
Le hizo daño a mi mente con la forma en que torcía mis opiniones
acerca de la persona que realmente era comparada con la persona que se
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presentaba a sí mismo. Era difícil seguirle el ritmo.


—Gracias.
—Por supuesto. —Todavía evitaba el contacto visual, y vi como sus
manos se apretaban y soltaban repetidamente—. Me preguntaste qué
sentía esa noche. ¿Recuerdas? —preguntó.
—Sí.
—¿Puedo compartirlo ahora?
—Por supuesto.
Cuando su cabeza se levantó y nuestros ojos se encontraron, juré
que de alguna manera apretó mi corazón con su mirada. Cuando movió los
labios, bebí cada palabra que salía de su lengua.
—Sentí enojo. Sentí tanta ira contra él. Te miró como si fueras
indigna de su atención. Insultó tu ropa toda la noche mientras te
presentaba a la gente. Te discutió como si no fueras lo suficientemente
buena, y por el amor de Dios, miró boquiabierto a otras mujeres cada vez
que le dabas la espalda. Fue insensible, grosero y completamente idiota.
Dejó caer su cabeza por una fracción de segundo antes de volver a
mirarme a los ojos, su mirada una vez fría ahora suave, gentil, cuidadosa
mientras sus labios seguían moviéndose.
»Fue un completo idiota por pensar que no eras la mujer más
hermosa en esa habitación. Sí, lo entiendo, Lucille… eres un bicho raro
hippie y todo sobre ti es ruidoso y extravagante, pero, ¿quién es él para
exigirte que cambies? Eres un premio de mujer, con pétalos de rosa en tu
cabello y todo y te trató como si no fueras nada más que un esclavo
indigno.
—Graham… —comencé, pero levantó una mano.
—Me disculpo por hacerte daño y ofender a tu novio. Esa noche solo
me recordé un pasado que una vez viví y estoy avergonzado por haberlo
hecho de esa manera.
—Aprecio y acepto tus disculpas.
Me regaló una media sonrisa y se giró para irse, dejándome intrigada
por saber que sucedió en su pasado que lo molestaba tanto.
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12
Fin de Año

Traducido por Mave

—L
legó a la lista de los más vendidos del New York
Times el día de hoy. ¿Sabes lo que eso significa,
Graham? —preguntó Rebecca, extendiendo un nuevo
mantel sobre la mesa del comedor.
—Significa otra razón para que papá se emborrache y muestre su
casa a la gente —murmuró, lo suficientemente fuerte como para que lo
oyera.
Ella rio disimuladamente y tomó el elegante mantel, le tendió un
extremo y tomó el otro en sus manos.
—No será tan malo este año. No ha estado bebiendo tanto
últimamente.
Pobre, dulce e ingenua, Rebecca, pensó Graham. Debe haber estado
ciega a las botellas de whisky que se posaban en el cajón del escritorio de
su padre.
Mientras la ayudaba a preparar la mesa para los dieciséis invitados
que llegaban en dos horas, sus ojos viajaron a través de la habitación hacia
ella. Estuvo viviendo con él y su padre durante dos años ahora, y nunca
supo que podría ser tan feliz. Cuando su padre se enojaba, Graham tenía la
sonrisa de Rebecca para recurrir. Ella fue el destello de luz durante las
oscuras tormentas eléctricas.
Además, todos los años, tenía un pastel de cumpleaños.
Se veía hermosa esa noche con su elegante vestido de Víspera de Año
Nuevo. Cuando se movió, el vestido dorado viajó con ella, arrastrándose
ligeramente por el piso detrás de ella. Usaba zapatos de tacón alto que
estiraban su pequeño cuerpo, y aun así parecía tan pequeña.
—Te ves bonita —le dijo Graham, haciéndola levantar la mirada y
sonreír.
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—Gracias, Graham. Te ves bastante guapo.


Él devolvió la sonrisa, porque ella siempre lo hacía sonreír.
—¿Crees que algún niño vendrá esta noche? —preguntó. Odiaba cómo
las fiestas siempre tenían adultos y nunca niños.
—No lo creo —le dijo—. Pero tal vez mañana pueda llevarte a la YMCA
para pasar el rato con algunos de tus amigos.
Eso hizo feliz a Graham. Su padre siempre se encontraba demasiado
ocupado para llevarlo, pero Rebecca siempre hacía tiempo.
Rebecca echó un vistazo al elegante reloj en su mano, uno que su
padre le dio después de una de sus muchas peleas.
»¿Crees que todavía está trabajando? —preguntó, levantando una
ceja.
Él asintió.
—Um sí…
Ella mordió su labio inferior.
—¿Debería interrumpir?
Sacudió la cabeza.
—Nuh-huh.
Rebecca cruzó la habitación, sin dejar de mirar su reloj.
—Se enojará si llega tarde. Iré a comprobarlo. —Caminó hacia su
oficina, y fueron solo unos segundos antes de que Graham escuchara los
gritos.
—¡Estoy trabajando! ¡Este próximo libro no se va a escribir solo,
Rebecca! —gritó Kent justo antes de que Rebecca volviera corriendo al
comedor, visiblemente sacudida, con sus labios retorcidos en un fruncido.
Le sonrió a Graham y se encogió de hombros.
—Ya sabes cómo es con las fechas límite —dijo, inventando excusas.
Graham asintió. Lo sabía mejor que la mayoría.
Su padre no era más que un monstruo, especialmente cuando estaba
atrasado en su conteo de palabras.
Más tarde esa noche, justo antes de que los invitados comenzaran a
llegar, Kent se puso su traje de marca justo a tiempo.
—¿Por qué no me avisaste más temprano? —le gritó a Rebecca
mientras ella preparaba los aperitivos en la sala de estar—. No estaría tarde
si no hubiera visto la hora porque tuve que usar el baño.
Graham le dio la espalda a su padre y puso sus ojos en blanco.
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Siempre tenía que darle la espalda para burlarse de su padre, de lo


contrario sería su padre el que se burlaría de él.
—Lo siento —respondió Rebecca, no queriendo cavar más profundo y
molestar a Kent. Era la Víspera de Año Nuevo, una de sus fiestas favoritas,
y se negaba a discutir.
Kent resopló y resopló, enderezando su corbata.
—Deberías cambiarte —le dijo a Rebecca—. Tu atuendo es demasiado
revelador, y lo último que necesito es que mis amigos piensen que mi esposa
es una ramera. —Su voz era pequeña, y ni siquiera miró a Rebecca mientras
escupía las palabras.
¿Cómo se lo perdió?, pensó Graham para sí mismo. ¿Cómo su padre
no se daba cuenta de lo hermosa que se veía Rebecca?
—Creo que te ves hermosa —expresó Graham.
Kent arqueó una ceja y miró a su hijo.
—Nadie te pidió tu opinión.
Esa noche, Rebecca se cambió a algo más, y todavía se veía hermosa
para Graham.
Todavía se veía hermosa, pero sonreía menos, lo que simplemente le
rompió el corazón.
Durante la cena, el papel de Graham fue sentarse y estar callado. Su
padre prefería que se camuflajeara, casi como si no estuviera en la
habitación. Los adultos hablaron sobre lo genial que era Kent, y Graham
puso sus ojos en blanco repetidamente.
—Rebecca, qué deliciosa comida —comentó un invitado.
Rebecca separó los labios para hablar, pero Kent habló antes que
ella.
—El pollo está un poco seco y la ensalada un poco inadecuada, pero
por lo demás es comestible —dijo con una sonrisa—. Mi esposa no es
conocida por sus habilidades culinarias, pero lo intenta.
—Es mejor que yo —intervino una mujer, haciendo un guiño a Rebecca
para aliviar el aguijón del comentario pasivo agresivo de Kent—. Difícilmente
hago macarrones y queso de una caja.
La comida continuó con algunas insinuaciones más de Kent, pero
declaró sus quejas sobre Rebecca con tal humor que la mayoría de la gente
no creía que hablara en serio.
Graham lo sabía mejor, aunque desearía que no.
Cuando ella se estiro por más vino, Kent colocó su mano sobre la de
ella, deteniéndola.
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—Ya sabes cómo te afecta el vino, mi amor.


—Sí, tienes razón —respondió Rebecca, retirando su mano y
colocándola en su regazo. Cuando una mujer preguntó al respecto, sonrió—.
Oh, solo me marea un poco, eso es todo. Kent solo me está cuidando. —Su
sonrisa se volvió más falsa a medida que avanzaba la noche.
Después de que se sirvió la cena, Graham fue enviado a su habitación
por el resto de la noche, donde pasó tiempo jugando videojuegos y mirando
la cuenta hacia atrás de la Víspera de Año Nuevo en el canal ABC. Observó
la bola caer primero en la ciudad de Nueva York, y luego otra vez cuando
volvieron a reproducir el clip para celebrar la medianoche en Milwaukee.
Escuchó a los adultos que gritaban en la otra habitación y pudo oír
débilmente los sonidos de los fuegos artificiales explotando sobre el Lago
Michigan.
Si Graham se ponía de puntillas, echando un vistazo por la ventana
hacia la izquierda y levantaba la mirada, podía ver algunos fuegos
artificiales pintando el cielo.
Solía verlos todo el tiempo con su madre, pero eso fue hace tanto
tiempo que a veces se preguntaba si era un recuerdo real o uno que inventó.
Cuando la gente comenzó a dejar la casa, Graham se metió en la
cama y llevó sus palmas de las manos a sus oídos. Hacía todo lo posible por
ahogar el sonido de su padre gritándole borracho a Rebecca sobre todos sus
errores esa noche.
Fue increíble cómo Kent pudo contener su enojo hasta que su
compañía se fue.
Entonces, simplemente se derramó de todos sus poros.
Una cantidad tóxica de ira.
—Lo siento —siempre terminaba diciendo Rebecca, a pesar de que
nunca tenía nada por lo que disculparse.
¿Cómo podía su padre no ver lo afortunado que era de tener una
mujer como ella? Le dolió el corazón saber que Rebecca sufría.
Cuando la puerta de Graham se abrió unos minutos después, fingió
estar durmiendo, sin saber si era su padre o no.
»¿Graham? ¿Estás despierto? —susurró Rebecca, parada en su
puerta.
—Sí —susurró en respuesta.
Rebecca entró en la habitación y secó sus ojos, eliminando cualquier
evidencia de que Kent le causó dolor. Deambuló hasta su cama y peinó su
cabello rizado fuera de su rostro.
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—Solo quería decir Feliz Año Nuevo. Quería pasar antes, pero tuve que
limpiar un poco.
Los ojos de Graham se llenaron de lágrimas mientras miraba los ojos
de Rebecca, que se notaban llenos de cansancio. Ella solía sonreír más.
»¿Qué es, Graham? ¿Qué pasa?
—Por favor, no... —susurró. Cuando las lágrimas comenzaron a rodar
por sus mejillas y su cuerpo comenzó a temblar en la cama, hizo todo lo
posible para ser un hombre, pero no funcionaba. Su corazón seguía siendo el
corazón de un niño, un niño que se sentía aterrorizado de lo que sucedería si
su padre no trataba mejor a Rebecca.
—¿Por favor, no qué, cariño?
—Por favor, no te vayas —dijo, con la voz tensa por el miedo. Se sentó
en su cama y puso sus manos en las de Rebecca—. Por favor, no te vayas,
Rebecca. Sé que es malo y te hace llorar, pero te prometo que es por tu bien.
Eres buena y él es malo. Él empuja a la gente lejos, lo hace, y puedo decir
que te pone tan triste. Sé que te dice que no eres lo suficientemente buena,
pero lo eres. Eres lo suficientemente buena, y eres bonita, y tu vestido era
hermoso, y tu cena fue perfecta, y por favor, por favor no nos dejes. Por
favor, no me dejes. —Ahora lloraba en toda regla, su cuerpo temblando por
la idea de que Rebecca se encontraba a dos maletas de dejarlo para
siempre. No podía imaginar cómo sería su vida si ella no estaba. Ni siquiera
podía comenzar a imaginar cuán oscura sería su vida si se alejaba.
Cuando estaba solo con su padre, se sentía muy, muy solo.
Pero cuando Rebecca llegó, recordó cómo se sentía ser amado de
nuevo.
Y no podía perder ese sentimiento.
No podía perder su luz.
—Graham. —Rebecca sonrió, las lágrimas caían de sus propios ojos
mientras trataba de limpiar los suyos—. Estás bien, por favor, está bien.
Cálmate.
—Vas a dejarme, sé que lo harás. —Sollozó y cubrió su rostro con sus
manos. Eso era lo que hacia la gente… irse—. Es tan malo contigo. Él es
demasiado malo para ti y te vas a ir.
—Graham Michael Russell, detente ahora mismo, ¿de acuerdo? —
ordenó, sosteniendo sus manos fuertemente en las suyas. Colocó sus manos
en sus mejillas y asintió una vez—. Estoy aquí, ¿de acuerdo? Estoy aquí, y
no voy a ir a ningún lado.
—¿No te vas a ir? —preguntó, hipando mientras trataba de respirar.
Sacudió su cabeza.
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—No. No me estoy yendo. Piensas demasiado en todo. Es tarde y


necesitas descansar, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Lo recostó y lo metió, besando su frente. Cuando se levantó para irse,
él la llamó por última vez.
»¿Y estarás aquí mañana?
—Claro, cariño.
—¿Lo prometes? —susurró, su voz aún un poco temblorosa, pero
Rebecca se mantuvo fuerte y segura.
—Lo prometo.

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13
Graham
Traducido por Mave

L
ucy y yo volvimos a nuestra rutina normal. Por las mañanas,
aparecía con su tapete de yoga y hacía su meditación matutina
en la terraza interior, y cada vez que no trabajaba en un evento
especial, venía a mi casa por la noche para ayudar a cuidar a Talon
mientras trabajaba en mi novela. Cenábamos juntos en la mesa del
comedor casi todas las noches, pero no teníamos mucho más de que
hablar aparte del resfriado que encontró su camino en el cuerpo de Talon y
el mío.
—Bebe —me dijo Lucy, trayéndome una taza de té.
—No bebo té. —Tosí en mis manos. Mi escritorio seguía salpicado de
pañuelos de papel y botellas de jarabe para la tos.
—Vas a beber esto dos veces al día durante tres días, y te hará cien
por ciento mejor. No tengo ni idea de cómo estás funcionando con esa
horrible tos. Entonces, bebe —ordenó. Olí el té e hice una mueca. Ella
rio—. Canela, jengibre, limones frescos, pimientos rojos picantes, azúcar,
pimienta negra y extracto de menta, además de un ingrediente secreto del
que no puedo hablar.
—Huele como el infierno.
Asintió con una pequeña sonrisa.
—Una bebida perfecta para el mismísimo diablo.
Durante los siguientes tres días, bebí su té. Ella casi tuvo que
forzarme a comer, pero para el cuarto día, la tos desapareció.
Estaba casi seguro de que Lucy era una bruja, pero al menos con su
té pude aclarar mi mente por primera vez en semanas.
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El siguiente sábado por la noche, la cena estaba en la mesa, y


cuando fui a buscar a Lucy, noté que se hallaba en la terraza interna con
su teléfono.
En lugar de interrumpir, esperé pacientemente hasta que el pollo
asado estuviera frío.
El tiempo pasó rápido. Ella estuvo parada en la terraza interna con
su teléfono durante horas. Con sus ojos pegados a la lluvia que caía desde
el cielo mientras movía sus labios, hablando con quienquiera que estuviera
al otro lado de la línea.
Vagué por la habitación de vez en cuando, mirándola mover las
manos para expresarse, viendo cómo las lágrimas caían de sus ojos.
Cayeron pesadamente, como la lluvia. Después de un rato, colgó, se sentó
con las piernas cruzadas y miró por la ventana.
Cuando Talon estuvo dormida, entré a la terraza para ver cómo
estaba.
—¿Estás bien? —pregunté, preocupado por cómo alguien tan
brillante como Lucy podría parecer tan oscura esta tarde. Era casi como si
ella misma se hubiera mezclado con las nubes grises.
—¿Cuánto te debo? —preguntó, sin girarse hacia mí.
—¿Deberme?
Se giró, sollozando, y permitió que las lágrimas cayeran por sus
mejillas.
—Apostaste a que mi relación terminaría en un mes como máximo y
tú ganas. Entonces, ¿cuánto te debo? Tú ganas.
—Lucille... —comencé, pero negó con la cabeza.
—Él, um, dijo que Nueva York es el lugar para artistas. Dijo que era
el lugar para que desarrollara su oficio, y que hay oportunidades allí que
no tendría en el Medio Oeste. —Resopló un poco más y se secó la nariz con
su manga—. Dijo que su amigo le ofreció un sofá en su apartamento, por
lo que se quedará allí por un tiempo. Luego dijo que una relación a larga
distancia no era algo que realmente le interesara tener, así que mi
estúpido corazón se apretó, pensando que me invitaría a estar con él. Sé lo
que estás pensando, también. —Soltó una risita nerviosa, luego se encogió
de hombros y negó con la cabeza—. Estúpida Lucille, inmadura e ingenua,
creyendo que el amor sería suficiente, pensando que era digna de alguien
para siempre.
—Eso es... no es lo que pensaba.
—Entonces, ¿cuánto? —preguntó, poniéndose de pie—. ¿Cuánto te
debo? Tengo algo de dinero en mi bolso. Déjame ir a buscarlo.
—Lucille, detente.
Página124

Caminó en mi dirección y puso una sonrisa falsa.


—No, está bien. Una apuesta es una apuesta y ganaste, así que,
déjame ir a buscar el dinero.
—No me debes nada.
—Eres bueno para leer a la gente, ¿sabes? Eso es probablemente lo
que te hace un fantástico autor. Puedes mirar a alguien durante cinco
minutos y conocer toda su historia. Realmente es un don. Viste a Richard
por un momento y supiste que rompería conmigo. Entonces, ¿cuál es mi
historia, eh? Odio los adelantos, pero me encantaría saberlo. ¿Qué va a
pasarme? —preguntó, su cuerpo temblando mientras las lágrimas rodaban
por sus mejillas—. ¿Siempre voy a ser la chica que siente demasiado y
termina sola? Porque, yo... yo... —Sus palabras se convirtieron en un
desastre borroso cuando sus emociones comenzaron a dominarla. Cubrió
su rostro con las manos y se derrumbó justo en el medio de la terraza.
No sabía qué hacer.
No estaba hecho para este tipo de momentos.
No era de los que daban consuelo.
Eso era cierto, pero cuando sus rodillas comenzaron a temblar y sus
piernas empezaron a parecer como si fueran a colapsar, hice lo único que
podía hacer.
La envolví en mis brazos, dándole algo a lo que aferrarse, dándole
algo para sostenerla antes de que la gravedad la obligara a descender a
tierra firme. Envolvió sus dedos en mi camisa y lloró sobre mí, empapando
mi hombro mientras mis manos descansaban sobre su espalda.
Ella no me soltó, y pensé que no debería pedirle que recobrara la
compostura de sus emociones.
Estaba bien que ella y yo manejáramos las cosas de una manera
diferente. Ella llevaba su corazón sobre su manga, y yo mantenía mi
corazón envuelto en cadenas de acero en lo más profundo de mi alma.
Sin pensarlo, la abracé más cerca mientras su cuerpo continuaba
temblando. La mujer que sentía todo se inclinó más cerca del hombre que
no sentía nada en absoluto.
Por una fracción de segundo en el tiempo, sentí un poco de su
dolor mientras ella se encontraba con mi frialdad, y a ninguno de los dos
parecía importarle.
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—No puedes irte a casa —le dije, mirando mi reloj, viendo que era
casi medianoche—. Llueve a cántaros y condujiste tu bicicleta hasta mi
casa.
—Está bien. Estaré bien —me dijo, tratando de agarrar su chaqueta
del armario del frente.
—No es seguro. Yo te llevaré.
—De ninguna manera —argumentó—. Talon tiene un resfriado. No
debería salir de la casa, especialmente bajo la torrencial lluvia. Además, tú
también estás un poco enfermo —me dijo.
—Puedo manejar un resfriado —dije.
—Sí, pero tu hija no puede. Estaré bien. Además, hay whisky de
regreso a casa —bromeó, con los ojos todavía hinchados por su crisis
emocional sobre el idiota.
Sacudí levemente mi cabeza, en desacuerdo.
—Quédate aquí por un momento. —Me apresuré a entrar en mi
oficina, recogí tres de las cinco botellas de whisky colocadas sobre mi
escritorio, y las llevé al vestíbulo donde se encontraba Lucy de pie—. Tuyos
para elegir. Puedes tomar todo el whisky que quieras y una de las
habitaciones libres para pasar la noche.
Entrecerró sus ojos.
—No vas a dejar que me vaya en mi bicicleta a casa esta noche, ¿no?
—No, definitivamente no.
Mordió su labio inferior y entrecerró sus ojos.
—Bien, pero no puedes juzgarme por el intenso romance que
Johnnie y yo vamos a tener —dijo, tomando la botella de whisky Johnnie
Walker de mi mano.
—Trato. Si necesitas algo, puedes llamar a la puerta de mi oficina.
Estaré despierto y puedo ayudarte.
—Gracias, Graham.
—¿Por qué?
—Me atrapaste antes de tocar el suelo.
Página126

Toc, Toc, Toc.


Eché un vistazo a la puerta de mi oficina cerrada y arqueé una ceja
mientras escribía las últimas oraciones del capítulo veinte de mi
manuscrito. Mi escritorio se hallaba cubierto de pañuelos y tenía una
media botella de jarabe para la tos a mi lado. Mis ojos quemaban un poco
de cansancio, pero sabía que todavía necesitaba otras cinco mil palabras
antes de que pudiera dejarlo por hoy. Además, Talon estaría despierta en
unas pocas horas por una botella de leche, por lo que parecía inútil ni
siquiera considerar ir a la cama.
Toc, Toc, Toc.
De pie, me estiré un poco antes de abrir la puerta. Lucy se quedó allí
con un vaso de whisky en la mano y una sonrisa notablemente amplia en
los labios.
—Hola, Graham Cracker —dijo, tropezando un poco mientras se
balanceaba de un lado a otro.
—¿Necesitas algo? —pregunté, completamente consciente y alerta—.
¿Estás bien?
—¿Eres un psíquico? —preguntó, poniendo el vaso en sus labios y
tomando un sorbo—. ¿O un mago?
Arqueé una ceja.
—¿Te ruego me disculpes?
—Quiero decir, tienes que ser uno de esos —dijo, bailando por el
pasillo, de ida y vuelta, girando, girando, tarareando—. Porque, ¿cómo
sabías que Richard... eh, Idiota, rompería conmigo? He estado pensando
en eso repetidas veces con Johnnie esta noche, y he llegado a la conclusión
de que la única forma en que podrías haberlo sabido es si eres un
psíquico. —Se acercó a mí y tocó mi nariz una vez con su dedo índice—. O
un mago.
—Estás borracha.
—Estoy feliz.
—No, estás borracha. Simplemente cubres tu tristeza con una manta
de whisky.
—Que sera, sera10. —Soltó una risita antes de intentar mirar dentro
de mi oficina—. Entonces, ¿es ahí donde sucede la magia? —Soltó una
risita y luego se cubrió su boca por un segundo antes de acercarse más y
susurrar—: Quiero decir, magia como en tus historias, no en tu vida
sexual.

10 En español en el original. Es una expresión usada desde principios del siglo XVII como
expresión espontánea de una actitud fatalista, pero siempre en un contexto
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angloparlante; la frase fue popularizada y adoptada en la actualidad gracias a la canción


titulada «Que Sera, Sera» de 1956, compuesta por Jay Livingston y Ray Evans, e
interpretada por Doris Day en la película de Alfred Hitchcock, El hombre que sabía
demasiado.
—Sí, lo imaginé, Lucille. —Cerré la puerta de mi oficina, dejándonos
de pie en el pasillo—. ¿Te gustaría algo de agua?
—Sí, por favor, del tipo que sabe a vino.
Pasamos por la sala de estar, y le dije que me esperara en el sofá
para tomar la bebida.
»Oye, Graham Cracker —gritó—. ¿Cuál es tu mayor esperanza?
—Ya te lo dije —grité en respuesta—. No tengo esperanza.
Cuando volví, se hallaba sentada en el sofá con una sonrisa en su
rostro.
»Aquí tienes —dije, entregándole el vaso.
Tomó un sorbo de agua y sus ojos se abrieron, aturdidos.
—Oh, Dios mío, sé quién eres ahora. No eres un psíquico, no eres un
mago… ¡eres el Jesús opuesto! —exclamó, con los ojos abiertos de par en
par en asombro.
—¿El Jesús opuesto?
Asintió rápidamente.
—Has convertido el vino en agua. —Incluso yo no pude contener mi
sonrisa por eso, y se dio cuenta rápidamente—. Lo hiciste, Graham
Cracker. Sonreíste.
—Un error.
Inclinó su cabeza, estudiándome.
—Mi error favorito hasta el momento. ¿Puedo contarte un secreto?
—Por supuesto.
—Puede que no seas psíquico, pero a veces creo que lo eres, y tengo
esta psíquica sensación de que algún día voy a llegar a ti.
—Oh, lo dudo. Eres bastante molesta —bromeé, haciéndola reír.
—Sí, pero, aun así. Soy como una uña encarnada. Una vez que
alguien me deja entrar, entierro mis garras.
—Qué cosa tan desagradable para compararte. —Hice una mueca—.
Quiero decir, esa es, literalmente, la peor comparación que he escuchado
antes.
Hincó su dedo en mi pecho.
—Si terminas usando eso en una de tus novelas, quiero regalías.
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—Haré que mi abogado hable con tu abogado. —Sonreí.


—Oh, lo hiciste de nuevo —dijo, inclinándose hacia mí con
asombro—. Sonreír te queda bien. No tengo idea de por qué evitas hacerlo.
—Simplemente piensas que se ve bien en mí porque estás ebria.
—No estoy ebria —insistió, arrastrando sus palabras un poco en el
proceso—. Estoy perfectamente sobria.
—No podrías caminar en línea recta si tu vida dependiera de ello —le
dije.
Lo tomó como un desafío y saltó del sofá. Cuando comenzó a
caminar, extendió sus brazos como si estuviera caminando en una cuerda
invisible.
—¡Mira! —dijo un segundo antes de tropezar, forzándome a lanzarme
para atraparla. Ella se recostó en mis brazos, miró hacia mis ojos y
sonrió—. Lo tenía totalmente.
—Lo sé —le dije.
—Esta es la segunda vez que me atrapas en un día.
—La tercera es la vencida.
Su mano descansó en mi mejilla y me miró a los ojos, haciendo que
mi corazón se detuviera por unos momentos.
—A veces me asustas —dijo con franqueza—. Pero la mayoría de las
veces tus ojos me ponen triste.
—Lo siento, por cualquier cosa que haya hecho para asustarte. Es lo
último que quisiera hacer.
—Está bien. Cada vez que entro y estás jugando al escondite con
Talon, veo tu verdadera aura.
—¿Mi aura?
Asintió una vez.
—Para el resto del mundo, pareces tan oscuro y sombrío, pero
cuando miras a tu hija, todo cambia. Toda tu energía cambia. Te vuelves
más ligero.
—Estás borracha —le dije.
—¡Puedo caminar en línea recta! —discutió de nuevo, tratando de
mantenerse en pie, pero fallando—. Oh, espera, no puedo, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—Definitivamente no puedes.
Siguió tocando mi rostro, sintiendo mi barba en sus manos.
—Talon tiene mucha suerte de tenerte como su padre. Eres un
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humano realmente de mierda, pero un padre increíble. —Su voz se sentía


empapada en amabilidad y confianza inapropiada, lo que hizo que mi
corazón latiera de una manera que estaba seguro que me mataría.
—Gracias por eso —dije, aceptando por completo ambos de sus
comentarios.
—Por supuesto. —Soltó una risita antes de aclarar su garganta una
vez—. ¿Graham Cracker?
—¿Sí, Lucille?
—Voy a vomitar.
La tomé en mis brazos y la llevé al baño. En el momento en que la
puse en el piso, envolvió sus brazos alrededor del inodoro, y envolví su
cabello salvaje en mis manos, manteniéndolo fuera del camino mientras
Lucy parecía perder todo lo que alguna vez puso en su estómago.
—¿Mejor? —pregunté después de que terminara.
Se echó hacia atrás un poco y negó con la cabeza.
—No. Se suponía que Johnnie Walker me haría sentir mejor, pero
mintió. Me hizo sentir peor. Odio a los chicos que mienten así y rompen
corazones.
—Deberíamos llevarte a la cama.
Asintió y se levantó, pero estuvo a punto de caerse.
»Te tengo —le dije, y asintió una vez antes de permitirme levantarla
en mis brazos.
—La tercera vez es la vencida —susurró. Cerró sus ojos mientras
apoyaba la cabeza contra mi pecho, y los mantuvo cerrados todo el tiempo
que aparté las mantas, la acosté y coloqué la manta sobre su pequeño
cuerpo.
»Gracias —susurró mientras apagaba la luz.
Dudaba que recordara alguno de los eventos de la noche cuando
llegara la mañana, lo cual era probablemente lo mejor.
—Por supuesto.
—Lamento que mi hermana te haya dejado —dijo, bostezando con
sus ojos todavía cerrados—. Porque a pesar de que eres frío, todavía eres
muy cariñoso.
—Lamento que Idiota te dejara —respondí—. Porque incluso cuando
estás enojada, sigues siendo muy amable.
—Duele —susurró, envolviendo sus brazos alrededor de una
almohada y acercándola más a su pecho. Sus ojos permanecieron
cerrados, y observé algunas lágrimas deslizarse—. Ser dejado atrás duele.
Página130

Sí.
Duele.
Me quedé parado por unos momentos, incapaz de apartarme de su
lado. Como alguien que fue dejado atrás antes, no quería que se durmiera
estando sola. Tal vez no me recordaría allí de pie por la mañana, y tal vez
ni siquiera se hubiera preocupado. Pero sabía lo que era irme a la cama
solo. Sabía el frío que la soledad dejaba flotando a través de una
habitación oscura, y no quería que ella sufriera ese mismo sentimiento.
Por lo tanto, me quedé. No pasó mucho tiempo para que se durmiera. Sus
respiraciones eran suaves, sus lágrimas se detuvieron, y cerré la puerta.
No podría entender por qué una persona dejaría a alguien tan gentil como
ella, con o sin su extraño palo de salvia y cristales.

Página131
14
Lucy
Traducido por Mave

A
y, ay, ay.
Lentamente me senté en la cama, dándome cuenta
rápidamente de que no era mi cama en absoluto. Mis ojos
examinaron la habitación, y me moví un poco en las sábanas. Mis manos
cayeron sobre mi frente.
¡Ay!
Mi cabeza giraba mientras trataba de recordar lo que sucedió la
noche anterior, pero todo parecía borroso. Sin embargo, la información
más importante vino a mí inundándome de nuevo… Richard eligió Nueva
York por encima de mí.
Giré a mi izquierda y encontré una pequeña bandeja en la mesita
de noche con un vaso de jugo de naranja, dos tostadas, un tazón de bayas,
un frasco de ibuprofeno y una pequeña nota.
Lo siento por engañarte anoche.
Soy un idiota. Aquí hay algo de medicina y desayuno para
compensarte haciéndote sentir como una mierda esta mañana.
—Johnnie Walker.
Sonreí y metí unas bayas en mi boca antes de tomar el ibuprofeno.
Al enderezarme, caminé hacia el baño y lavé mi rostro… mi rímel se veía
corrido por todas partes, haciéndome parecer a un mapache. Luego, utilicé
la pasta de dientes del cajón superior y el dedo como el cepillo para limpiar
mi desagradable aliento de la mañana después del whisky.
Cuando terminé de lavarme, oí a Talon llorar y rápidamente fui a ver
cómo estaba. Entré en su cuarto de bebé y me detuve cuando vi a una
Página132

señora mayor de pie junto a ella, cambiándole el pañal.


—¿Hola? —pregunté.
La mujer se giró por un momento y luego volvió a su tarea.
—Oh, hola, debes ser Lucy —exclamó la mujer, levantando a Talon
en sus brazos y rebotando a la niña sonriente. Se giró hacia mí con una
gran sonrisa—. Soy Mary, la esposa de Ollie.
—¡Oh, hola! Encantada de conocerte.
—A ti también, cariño. He escuchado mucho sobre ti de Ollie. No
tanto de Graham, pero, bueno, conoces a Graham. —Guiñó un ojo—.
¿Cómo está tu cabeza?
—De alguna manera sigue ahí —bromeé—. Anoche fue duro.
—Los jóvenes y sus mecanismos de afrontamiento. Espero que te
sientas mejor pronto.
—Gracias. —Sonreí—. Um, ¿dónde está Graham exactamente?
—Está en el patio trasero. Me llamó temprano esta mañana para
pedirme que viniera a ver a Talon mientras él hacía algunos recados. Como
sabes, eso es un gran problema para Graham, pedir ayuda a la gente, así
que me precipité para vigilarla mientras él se iba y tú descansabas.
—¿Me dejaste el desayuno? —pregunté—. ¿Con la nota?
Sus labios se estiraron más, pero negó con la cabeza.
—No, señora. Todo eso fue Graham. Lo sé… estoy tan sorprendida
como tú. No sabía fuera capaz.
—¿Qué hace en el patio trasero? —pregunté, caminando en esa
dirección.
Mary me siguió, haciendo rebotar a Talon todo el camino. Entramos
en la terraza y miramos por los amplios ventanales a Graham mientras
cortaba el pasto. Sobre el pequeño cobertizo tenía bolsas de tierra y palas.
—Bueno, parece que está haciendo un jardín.
Mi pecho se apretó ante la idea, y las palabras no vinieron a mí.
Mary asintió una vez.
»Le dije que esperara para cortar el pasto, ya que llovió ayer por la
noche, pero parecía ansioso por empezar.
—Eso es increíble.
Asintió.
—También pensé lo mismo.
—Puedo cuidar a Talon por ti, si necesitas irte —ofrecí.
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—Solo si te sientes bien. Necesito irme si voy a preparar la


ceremonia religiosa de la tarde. Aquí tienes. —Me entregó a Talon y besó
su frente—. Es increíble, ¿no? —preguntó—. Cómo hace unos meses, no
estábamos seguros de si ella iba a lograrlo, pero ahora está más aquí que
nunca.
—Tan, tan increíble.
Colocó su mano en mi antebrazo, un toque suave, y me dio una
sonrisa cálida, al igual que su marido.
—Me alegra que finalmente pudiéramos conocernos.
—Yo también, Mary. Yo también.
Salió de la casa unos minutos más tarde. Talon y yo nos quedamos
en la terraza acristalada, observando a Graham trabajar duro afuera,
girando su cabeza de vez en cuando para toser. Tenía que estar helado allí
después de la fría lluvia de la noche anterior, y no podría haber estado
haciendo nada bueno para su resfriado.
Caminé hacia la puerta trasera que conducía al patio y la abrí, una
brisa fría rozando mi cuerpo.
—Graham, ¿qué haces?
—Solo arreglando el patio trasero.
—Hace mucho frío aquí, y estás empeorando tu resfriado. Entra.
—Ya casi termino, Lucille. Solo dame unos minutos más.
Arqueé una ceja, confundida de por qué parecía tan decidido.
—Pero, ¿por qué? ¿Qué haces?
—Me pediste que hiciera un jardín —dijo, secando su frente con el
dorso de la mano—. Así que te estoy haciendo un jardín.
Mi corazón.
Explotó.
—¿Estás haciendo un jardín? ¿Para mí?
—Has hecho mucho por mí —respondió—. Has hecho aún más por
Talon. Lo menos que puedo hacer es construir un jardín para que puedas
tener otro lugar para meditar. Compré una tonelada de fertilizante
orgánico… me dijeron que era el mejor, y pensé que un bicho raro hippie
como tu disfrutaría de la parte orgánica. —No se equivocaba—. Ahora
cierra esa puerta antes de hacer que mi hija se congele.
Hice lo que me dijo, pero ni por un segundo quité mis ojos de él.
Cuando terminó, estaba cubierto de tierra y sudor. El patio trasero lucia
hermosamente recortado, y lo único que faltaba eran las plantas.
»Me imagino que puedes elegir las flores, las semillas o las jardineras
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de cualquier jardín —me dijo mientras limpiaba su frente—. No sé nada


sobre este tipo de cosas.
—Sí, por supuesto. Guau, esto es solo... —Sonreí, mirando al patio—
. Guau.
—Puedo contratar a alguien para plantar lo que elijas —me dijo.
—Oh, no, por favor déjame. Esa es mi parte favorita de la
primavera… hundir las manos en la tierra en el suelo y sentirme a mí
misma reconectarme con el mundo. Es muy sólido.
—Y una vez más, tu lado raro se está mostrando —dijo con un
pequeño brillo en los ojos, como si estuviera... ¿burlándose de mí?—. Si te
parece bien, me gustaría ducharme. Entonces puedo tomar a Talon para
que comiences tu día.
—Sí, por supuesto. Sin prisa.
—Gracias.
Comenzó a alejarse, y yo lo llamé.
—¿Por qué hiciste esto? —pregunté—. ¿El jardín?
Bajó su cabeza y se encogió de hombros antes de mirarme a los ojos.
—Una mujer inteligente una vez me dijo que era un humano de
mierda, y hago mi mejor esfuerzo para ser un poco menos de mierda.
—Oh, no. —Puse el cuello de mi camisa sobre el rostro y arrugué mi
nariz—. Lo dije anoche, ¿no?
—Lo hiciste, pero no te preocupes. A veces la verdad necesita ser
expresada. Era mucho más fácil escucharlo de alguien tan risueño,
borracho y amable como tú.

—Lo siento, ¿vamos de nuevo? —me preguntó Mari esa tarde


mientras caminábamos con nuestras bicicletas hacia la ruta de
senderismo. La primavera siempre era emocionante porque podíamos
andar en bicicleta mucho más y explorar la naturaleza. Claro, me
encantaba más que a mi hermana, pero en algún lugar profundo,
profundo, profundo de su alma, estaba segura de que se sentía agradecida
de tenerme para mantenerla sana.
—Lo sé. —Asentí—. Es raro.
—Es más allá de lo extraño. No puedo creer que Richard rompiera
contigo a través de una llamada telefónica. —Jadeó. Luego hizo una
mueca—. Bueno, pensándolo bien, me sorprende que hayan tardado tanto
Página135

en romper.
—¡¿Qué?!
—Quiero decir, solo digo. Ustedes dos eran muy parecidos al
principio, Lucy. Fue un poco molesto la clase de pareja perfecta que
ustedes dos eran, pero con el tiempo, ambos parecieron... cambiar.
—¿De qué hablas?
Se encogió de hombros.
—Solías reírte todo el tiempo con Richard, pero últimamente... no
puedo pensar en la última vez que te hizo reír. Además, dime la última vez
que te preguntó cómo te iba. Cada vez que lo veía, él hablaba de sí mismo.
Escuchar eso de parte de Mari no hizo que fuera más fácil lidiar con
el hecho de que Richard rompió conmigo. Sabía que ella también tenía
razón. La verdad del asunto era que Richard no era el mismo hombre que
se enamoró de mí hace tantos años, y yo estaba lejos de ser la chica que él
sabía que era.
—Maktub —susurré, mirando hacia abajo a mi muñeca.
Mari sonrió en mi dirección y saltó sobre su bicicleta.
—Maktub, de hecho. Puedes mudarte conmigo, entonces no estarás
atrapada en su departamento. Será perfecto. Necesito más tiempo de
hermana. Míralo de esta manera… al menos ahora no tienes un bigote
yendo hacia abajo.
Reí.
—Richard no ha ido abajo en lo que parecen años.
Su boca se abrió con incredulidad.
—Entonces deberías haber roto con él hace años, hermana. Un tipo
que no baja no tiene derecho a tus servicios una vez que sube.
Mi hermana se encontraba llena de conocimiento irrefutable.
»No pareces tan triste por eso —mencionó Mari—. Estoy un poco
sorprendida.
—Sí, bueno, después de beber mi peso en whisky ayer por la noche y
pasar el resto de la mañana meditando hoy, me siento bien. Además,
Graham me hizo un jardín esta mañana.
—¿Un jardín? —preguntó, sorprendida—. ¿Es esa su forma de
disculparse?
—Creo que sí. También compró una tonelada de fertilizante orgánico.
—Bueno, él obtiene una A por eso. Todo el mundo sabe que el
camino hacia el perdón de Lucy es a través de la tierra y el fertilizante
orgánico.
Página136

Amén, hermana.
—Entonces, ¿todavía vamos a ir a visitar el árbol de mamá al norte
para la Pascua? —pregunté mientras comenzábamos a andar en bicicleta
por el sendero. Todas las vacaciones, Mari y yo hacíamos todo lo posible
para compensar la visita de mamá. Uno de los viejos amigos de mamá
tenía una cabaña en el norte que no usaba a menudo, y allí fue donde
plantamos el árbol de mamá hace tantos años, rodeado de gente de todo el
país que formaban su familia.
Si aprendí algo de todos mis viajes con mamá, fue que la familia no
era construida por sangre, sino que era construida por el amor.
—Así que me vas a odiar, pero voy a visitar a un amigo ese fin de
semana —dijo Mari.
—¿Oh? ¿Quién?
—Iba a tomar el tren a Chicago para ver a Sarah. Ella está de vuelta
en los Estados Unidos visitando a sus padres, y pensé que aparecería, ya
que no la había visto desde que estoy mejor. Han pasado muchos años.
Sarah era una de las amigas más cercanas de Mari y una viajera del
mundo. Era casi imposible determinar dónde estaría Sarah un mes
después, así que comprendía completamente la elección de Mari.
Simplemente apestaba porque con Richard fuera, serían las primeras
vacaciones que estaría pasando sola.
¡Ay, Maktub!

Página137
15
Graham
Traducido por Mave

E
l Profesor Oliver se hallaba sentado frente a mí en mi
escritorio, sus ojos vagando por el primer borrador de los
capítulos diecisiete al veinte de mi novela. Me senté
esperando impacientemente mientras volteaba cada página lentamente,
sus ojos entrecerrados, sumido en sus pensamientos.
De vez en cuando miraba en mi dirección, hacía un leve tarareo y
luego volvía a leer. Cuando finalmente terminó, volvió a colocar los papeles
en mi escritorio y permaneció en silencio.
Esperé, arqueé una ceja, pero, aun así, sin sonido.
—¿Bien? —pregunté.
El profesor Oliver se quitó las gafas y cruzó la pierna sobre su
rodilla. Con una voz muy tranquila, finalmente habló—: Es como si un
mono tomara una gran mierda e intentara escribir en ella su nombre con
la cola. Solo que el nombre del mono es John y él escribió María.
—No es tan malo —argumenté.
—Oh, no. —Sacudió la cabeza—. Es peor.
—¿Qué está mal con él? —pregunté.
Se encogió de hombros.
—Es solo algo sin valor. Todo gordo, sin carne.
—Es el primer borrador. Se supone que es una mierda.
—Sí, pero se supone que es mierda humana, no mierda de mono.
Graham, eres uno de los más vendidos del New York Times. Eres uno de
los más vendidos del Wall Street Journal. Tienes millones de dólares en tu
Página138

cuenta bancaria gracias a tu destreza en la creación de historias, y hay


numerosos admiradores en todo el mundo con tus palabras tatuadas en
sus cuerpos. Por lo tanto, es una pena que hayas tenido el valor de
entregarme esta completa y absoluta mierda. —Se puso de pie, alisó su
traje de terciopelo y negó con la cabeza—. Talon puede escribir mejor que
eso.
—Bromeas. ¿Leíste la parte sobre el león? —pregunté.
Rodó los ojos con tanta fuerza, tanto que seguramente sus ojos se
perderían en la parte posterior de su cabeza.
—¡¿Por qué diablos hay un león suelto en la Bahía de Tampa?! No…
simplemente no. Encuentra una forma de relajarte, ¿de acuerdo? Debes
relajarte, liberarte un poco. Tus palabras se leen como si tuvieras un palo
en el culo, y el palo ni siquiera te está molestando.
Aclaré mi garganta.
—Eso es realmente raro de decir.
—Sí, bueno, al menos no escribo mierda de mono.
—No. —Sonreí—. Solo la hablas.
—Escucha atentamente, ¿de acuerdo? Como el padrino de Talon,
estoy orgulloso de ti, Graham.
—¿Desde cuándo eres su padrino?
—Es un título autoproclamado, y no mates mi espíritu, hijo. Como
decía, estoy orgulloso de cuán gran padre eres para tu hija. Cada minuto
de tu día lo pasas cuidando de ella, lo cual es increíble, pero, como tu
mentor de escritura, te pido que te tomes un tiempo para ti. Fuma un poco
de crack, folla a un extraño, come hongos extraños. Solo relájate un poco.
Te ayudará con tus historias.
—Nunca antes tuve que relajarme —le dije.
—¿Antes tampoco follabas? —respondió con una ceja arqueada.
Bueno, mierda.
»Adiós, Graham, y por favor, no me llames hasta que estés drogado o
tengas sexo.
—Probablemente no voy a llamarte mientras estoy teniendo sexo.
—Está bien —dijo, agarrando su sombrero de fieltro del escritorio y
colocándolo en su cabeza—. Probablemente no duraría lo suficiente como
para que marques mi número de todos modos —se burló.
Dios, odiaba a ese hombre.
Lástima que fuera mi mejor amigo.
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—Oye, Talon está lista para una siesta. Solo quería ver si querías
que ordenara una piz... —Las palabras de Lucy se desvanecieron cuando
entró en mi oficina—. ¿Qué haces? —preguntó cautelosamente.
Dejé mi teléfono sobre mi escritorio y aclaré mi garganta.
—Nada.
Sonrió y sacudió la cabeza.
—Te tomabas una selfie.
—No lo hacía —argumenté—. Una pizza está bien. Solo queso en mi
mitad.
—No, no, no, no puedes cambiar el tema. ¿Por qué te tomas selfies
mientras estás vestido con traje y corbata?
Me enderecé la corbata y volví a mi escritorio.
—Bueno, si tienes que saberlo, necesito una foto mía para subirla a
este sitio.
—¿Que sitio? ¿Te unirás a Facebook?
—No.
—Entonces, ¿en qué sitio? —Soltó una risita para sí misma—.
Cualquier cosa menos Tinder y estarás bien.
Mi mandíbula se tensó, y dejó de reír.
»Oh, Dios mío, ¡¿te unirás a Tinder?! —vociferó.
—Dilo un poco más fuerte, Lucille. No estoy seguro de que los
vecinos te hayan escuchado.
—Lo siento, yo solo... —Entró hacia mi oficina y se sentó en el borde
de mi escritorio—. G.M. Russell se unirá al mundo de Tinder... sabía que
se sentía un poco fría la casa.
—¿Huh?
—Quiero decir, cuando te conocí por primera vez, pensé que eras el
demonio, lo que significaba que tu hogar era un infierno, lo que significa
que ahora que está haciendo frío, que…
—El infierno finalmente se ha congelado. Inteligente, Lucille.
Agarró mi teléfono celular y comenzó a intentar desbloquearlo.
—¿Puedo ver tus fotos?
—¿Qué? No.
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—¿Por qué no? Sabes que Tinder es como... un sitio de buscar


parejas, ¿verdad?
—Soy plenamente consciente de lo que es Tinder.
Sus mejillas enrojecieron y mordió su labio inferior.
—Estás tratando de follar, ¿eh?
—El Profesor Oliver está convencido de que mi escritura sufre por el
hecho de que no he tenido sexo en un tiempo para relajarme. Piensa que
estoy tenso.
—¡¿Qué?! —Jadeó—. ¡¿Tú?! ¡¿Tenso?! ¡De ninguna manera!
—De todos modos, está cien por ciento equivocado sobre el
manuscrito. Es bueno.
Frotó sus manos, cautivada.
—¿Lo es? ¿Puedo leerlo?
Dudé, y puso sus ojos en blanco.
»Soy tu mayor fan, ¿recuerdas? Si no me gusta, sabrás que Ollie
tenía razón. Si me encanta, sabrás que tienes razón.
Bueno, me encantaba tener razón.
Le di los capítulos, y se sentó a leer, sus ojos recorriendo las páginas
de un lado a otro. De vez en cuando me miraba con una mirada
preocupada. Finalmente, terminó y aclaró su garganta.
—¿Un león?
Mierda.
Puse mis ojos en blanco.
—Tengo que follar.
—Quítate la corbata, Graham.
—¿Disculpa?
—Necesito que desbloquees tu teléfono y te quites la corbata y la
chaqueta del traje. Ninguna chica que intenta tener sexo está en busca de
un hombre con un maldito traje y corbata. Además, abrochaste el botón
superior de tu camisa.
—Es elegante.
—Parece que tu cuello tiene un muffin en la parte superior.
—Estás siendo ridícula. Este es un traje de diseñador hecho a
medida.
—Ustedes los ricos y sus etiquetas. Todo lo que escucho es que no es
un pene, y por lo tanto elimina tus oportunidades de tener sexo. Ahora,
desbloquea tu teléfono y quítate la corbata.
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Enfadado, seguí sus órdenes.


—¿Mejor? —pregunté, cruzando los brazos.
Hizo una mueca.
—Un poco. Aquí, desabrocha los tres botones superiores de tu
camisa.
Hice lo que me dijo, y asintió, tomando fotografías.
—¡Sí! Pelo en el pecho… las mujeres que tratan de acostarse aman
un poco de vello en el pecho. Se sienten como los tres cerditos; tiene que
ser la cantidad correcta. No demasiado, no muy poco, tu cabello es
simplemente correcto. —Sonrió.
—¿Has estado bebiendo de nuevo? —pregunté.
Rio.
—No. Esta soy solo yo.
—Eso es a lo que me temía.
Después de tomar algunas fotos, las estudió con el ceño fruncido
más grande que jamás haya visto.
—Sí, no. Tienes que quitarte la camisa por completo.
—¿Qué? No seas ridícula. No me quitaré la camisa frente a ti.
—Graham —se quejó Lucy, poniendo sus ojos en blanco—. Te quitas
la camisa cada dos días haciendo esa cosa de canguro con Talon. Ahora
cállate y quítate la camisa.
Después de discutir un poco más, finalmente cedí. Incluso me hizo
cambiar a unos vaqueros negros oscuros… para “lucir más varonil".
Empezó a tomar fotografías, diciéndome que girara a la izquierda y a la
derecha, que sonriera con mis ojos, fuera lo que fuese lo que eso
significara, y ser temperamental pero sexy.
—Bien, una más. Gira hacia un lado, baja un poco la cabeza y
desliza las manos en los bolsillos traseros. Mira como si odiaras todo
acerca de que esté tomándote fotos.
Suficientemente fácil.
—Allí —dijo, sonriendo de oreja a oreja—. Tus imágenes ahora están
cargadas. Ahora todo lo que queda por hacer es perfeccionar tu biografía.
—No es necesario —le dije, alcanzando mi teléfono—. Ya hice esa
parte.
Levantó una ceja, parecía insegura, y luego fue a leerla.
—“Autor más vendido del New York Times que tiene una hija de seis
meses. Casado, pero la esposa se escapó. Buscando pareja. Además, mido
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un metro ochenta”.
—Todo el mundo parece poner su altura. Supongo que es algo.
—Esto es horrible. Aquí, lo arreglaré.
Me apresuré hacia ella, parándome detrás para mirar lo que
escribía.
Buscando sexo. Soy un gran idiota11.
—Creo que quieres decir que tengo una gran polla —comenté.
Respondió maliciosamente—: No, quise decir lo que escribí.
Gruñí y fui a agarrar mi teléfono.
»Está bien, está bien, ¡intentaré de nuevo!
Buscando sexo casual, sin compromiso alguno.
A menos que te guste estar atada.
Buscándote, Anastasia12.
—¿Quién es Anastasia? —pregunté.
Lucy arrojó mi teléfono y rio para sí misma.
—Todo lo que importa es que las mujeres lo entenderán. Ahora todo
lo que tienes que hacer es deslizar el dedo hacia la derecha si las
encuentras atractivas, a la izquierda si crees que no lo son. Entonces, solo
espera a que suceda la magia.
—Gracias por tu ayuda.
—Bien, me diste un jardín, así que lo menos que puedo hacer es
hacer que folles. Ahora voy a ordenar la pizza. Estoy agotada después de
todo eso.
—¡Solo queso en mi mitad! ¿Oh, Lucille?
—¿Sí?
—¿Qué es Snapchat13?
Entrecerró sus ojos y negó con la cabeza dos veces.
—No, ni siquiera toques ese tema. Solo una aventura en redes
sociales por noche. Dejaremos el snapping para otro día.
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11 En inglés Dick, que en español también significa Polla.


12 Haciendo referencia al personaje de Anastasia Steele de Cincuenta Sombras de Grey.
13 Aplicación de mensajería, con soporte multimedia de imagen, videos, etc.
16
Lucy
Traducido por RRZOE

L
a primera cita de Graham en Tinder fue un sábado, y antes de
irse, lo obligué a cambiar su traje y corbata y ponerse una
camiseta blanca y vaqueros oscuros.
—Se siente demasiado informal —se quejó.
—Um, no es como si tu ropa se fuera a quedar de todos modos.
Ahora ve. Ve y separa algunas piernas, haz algunos movimientos pélvicos,
y luego regresa a casa y escribe sobre historias de terror y monstruos.
Se fue a las ocho y media de la noche.
A las nueve, regresó.
Arqueé una ceja.
—Um, no pareces totalmente irrespetuoso con tu hombría y todo
eso... fue la ronda de sexo más rápida en la historia del sexo.
—No me acosté con ella —respondió Graham, dejando caer sus
llaves sobre la mesa del vestíbulo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Resultó ser una mentirosa.
—¡Oh, no! —Fruncí el ceño, sintiendo que mi pecho se tensaba por
él—. ¿Casada? ¿Niños? ¿Cien kilos más grande que su foto? ¿Tenía un
pene? ¿Se llamaba George?
—No —dijo con dureza, desplomándose sobre el sofá de la sala.
—Entonces, ¿qué era?
—Su cabello.
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—¿Huh?
—Su cabello. En la aplicación, era morena, pero cuando llegué allí,
era rubia.
Parpadeé repetidamente. Con la mirada completamente en blanco.
—¿Podrías repetirlo?
—Solo digo que es obvio que, si miente sobre algo así, mentiría sobre
la gonorrea y la clamidia. —La forma en que lo dijo con un rostro tan serio
me hizo estallar en un ataque de risa.
—Sí, Graham, así es exactamente cómo funciona. —Reí, me dolía el
estómago por reír tanto.
—Esto no es divertido, Lucille. Resulta que no soy una persona que
puede simplemente dormir al azar con alguien. Estoy en una fecha límite,
y no puedo imaginar cómo voy a terminar a tiempo para enviar el libro a
mi editor. Se suponía que estuviera listo cuando Talon naciera. Eso fue
hace más de seis meses.
Sonreí ampliamente y mordí mi labio inferior.
—¿Sabes qué? Creo que tengo una idea, y estoy ciento por ciento
segura de que vas a odiarla.
—¿Qué es? —preguntó.
—¿Alguna vez has oído hablar del yoga caliente?

—Soy el único hombre aquí —susurró Graham mientras entraba en


el estudio de yoga conmigo el domingo por la mañana. Él usaba una
camiseta sin mangas blanca con pantalones deportivos grises, y lucía
aterrorizado.
—No seas tonto, Graham Cracker. El instructor es un chico. Toby.
Encajarás bien.
Mentí.
No encajaba bien, pero al menos ver a un hombre adulto con
músculos en la parte superior de los músculos tratando de hacer un
saludo al sol fue lo más destacado de mi vida, y de las vidas de todas las
mujeres en clase esa mañana.
—Ahora viaja de la cobra al perro acostado hacia el pichón con
movimientos controlados —instruyó Toby.
Graham gimió, haciendo los movimientos, pero quejándose todo el
tiempo.
Página145

—Cobra, pichón, camello, ¿Por qué cada movimiento lleva el nombre


de una posición sexual? —preguntó.
Solté una risita.
—Sabes, la mayoría de la gente diría que esos son nombres de
animales, Graham Cracker, no de posiciones sexuales.
Giró hacia mí y después de un segundo, la comprensión se abrió
paso. Una pequeña sonrisa se formó.
—Touché.
—Estas súper tenso —señaló el instructor a Graham mientras
caminaba para ayudarlo.
—Oh, no, no tienes que… —comenzó a decir Graham, pero ya era
demasiado tarde. Toby lo ayudaba a ajustar sus caderas.
—Relájate —dijo Toby con su voz tranquilizadora—. Relájate.
—Es difícil relajarse cuando un extraño está tocando mi... —Los ojos
de Graham se abrieron de par en par—. Sí, ese es mi pene. En realidad,
me estás tocando el pene —murmuró Graham mientras el instructor lo
ayudaba con una de las posiciones.
No podía dejar de reírme de lo ridículo e incómodo que parecía
Graham. Su rostro era tan severo, y cuando Toby hizo que Graham
sacudiera el trasero, las lágrimas rodaban por mis mejillas por la risa.
—Bien, clase, un respiro final. Entran las buenas energías, salen las
malas. Namasté. —Toby se inclinó ante todos nosotros, y Graham
simplemente se quedó allí, tirado en el piso en una pila de sudor, lágrimas
y su hombría.
Seguí riéndome para mí misma.
—Vamos, levántate. —Me acerqué a él, y tomó mi mano mientras lo
levantaba. Cuando se puso de pie, sacudió su desagradable y sudoroso
cabello sobre mí—. ¡Ew! Eso es asqueroso.
Con una sonrisa astuta, dijo—: Hiciste que me tocaran en público,
así que disfruta mi sudor.
—Créeme, tienes suerte de que sea Toby quien te haya tocado en vez
de las mujeres que ahora te están mirando en la esquina justo ahora.
Se giró para ver a las mujeres que lo miraban, saludando.
—Ustedes, mujeres y sus mentes impulsadas por el sexo —bromeó.
—Dice el hombre que hace el camello como una posición sexual.
¿Qué haces exactamente? ¿Simplemente te sientas de rodillas y "empujas
sus caderas" haciendo esto repetidas veces? —Seguí haciendo el
movimiento de joroba, que volvió el rostro de Graham aún más rojo de lo
que fue durante la clase.
Página146

—Lucille.
—¿Sí?
—Deja de follar al aire.
—Lo haría, pero tu vergüenza es muy gratificante en este momento.
—Reí. Era tan fácil humillarlo, y sabía que estar cerca de mí en público
sería horrible para él. Tomaría todas las oportunidades para hacerme
parecer una tonta—. Está bien, no hace falta decir que el yoga caliente no
es lo tuyo.
—De ningún modo. En todo caso, me siento más estresado y un
poco violado —bromeó.
—Bueno, déjame probar algunas cosas más para ver si te ayudan.
Él arqueó una ceja como si pudiera leer mi mente.
—Vas a quemar salvia en mi casa, ¿verdad? ¿O poner cristales en el
alféizar de mi ventana?
—Oh, sí. —Asentí—. Voy a salir de tu casa con hippies extraños, y
luego me vas a ayudar en el jardín.

Pasé las siguientes semanas en el patio trasero, enseñándole a


Graham los pormenores de la jardinería. Plantamos frutas, vegetales y
hermosas flores. Hice líneas de girasoles que se verían tan hermosas a
medida que crecieran. En un rincón del patio había un banco de piedra,
que sería perfecto para las meditaciones energéticas de la mañana y
excelente como un rincón de lectura por la tarde. Lo rodeé con hermosas
flores que iluminarían la zona: lirios peruanos, nepeta faasseniis,
coreopsis, nomeolvides y margaritas de gloriosa. Los colores serían
hermosos mezclados. Los rosas, azules, amarillos y morados agregarían un
toque de color a la vida de Graham, eso era seguro.
Cuando el monitor de bebé comenzó a sonar, Graham se levantó de
la tierra.
—La voy a buscar.
Solo pasaron unos minutos antes de escucharlo gritar mi nombre.
—¡LUCILLE!
Me senté en el suelo, alarmada por la urgencia en el grito de
Graham.
»¡LUCILLE, DE PRISA!
Me levanté de un salto, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, la
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tierra cubría mi rostro y corrí a la casa.


—¿Qué pasa?! —vociferé de vuelta.
—¡En la sala de estar! ¡Apresúrate! —gritó una vez más.
Corrí, aterrorizada por lo que estaba a punto de presenciar, y
cuando llegué al espacio, mi corazón aterrizó en mi garganta mientras
cubría mi boca con mis manos.
—Oh, Dios mío —dije, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras
miraba a Talon.
—Lo sé, ¿verdad? —dijo Graham, sonriendo a su hija. Durante
mucho tiempo, hizo todo lo posible para mantener sus sonrisas, pero no
había podido últimamente. Cuanto más reía y sonreía Talon, más se abría
el corazón de Graham.
Él sostenía a Talon en sus brazos, alimentándola.
Bueno, él no la alimentaba… ella se estaba alimentando,
sosteniendo la botella con sus propias manos por primera vez.
Mi corazón estalló de emoción.
»Estaba alimentándola, y ella envolvió sus manos alrededor de la
botella y comenzó a sostenerla por si misma —me dijo, sus ojos abiertos de
par en par con orgullo.
Mientras la animábamos, Talon comenzó a reírse y escupió leche en
el rostro de Graham, haciéndonos reír a ambos. Agarré un trapo y limpié
la leche de su mejilla.
»Ella me sorprende todos los días —dijo, mirando a su hija—. Es una
pena que Jane... —Hizo una pausa—. Que Lyric se esté perdiendo de eso.
No tiene idea de lo que dejó atrás.
Asentí estando de acuerdo.
—Se está perdiendo todo. Es triste.
—¿Cómo fue crecer juntas? —Preguntó.
Me sentía un poco sorprendida, habíamos pasado meses juntos y él
no me preguntó ni una vez sobre mi hermana.
Me senté en el sofá junto a él y me encogí de hombros.
—Nos mudamos mucho. Nuestra madre era un poco indecisa, y
cuando mi papá no pudo soportar más, nos dejó. Lyric era mayor y notó
más problemas que Mari y yo. Todos los días con mi madre se sentían
como una nueva aventura. La falta de un hogar real nunca me molestó
porque nos teníamos la una a la otra, y cada vez que necesitábamos algo,
sucedía algún tipo de milagro.
»Pero Lyric no lo vio de esa manera. Ella se parecía mucho a nuestro
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padre, con los pies en la tierra. Odiaba no saber de dónde vendría nuestra
próxima comida. Odiaba que a veces mamá diera el poco dinero que
teníamos para ayudar a un amigo necesitado. Odiaba la inestabilidad de
nuestras vidas, así que cuando finalmente tuvo suficiente, cuando ya no
podía tomar a la persona que era mamá, hizo exactamente lo mismo que
nuestro padre, se fue.
—Siempre ha sido una corredora —afirmó.
—Sí, y una parte de mí quiere odiarla por lo distante y fría que se
volvió, pero otra parte comprende. Tuvo que crecer rápido, y de alguna
manera, Lyric no se equivocaba. Nuestra madre era de alguna manera una
niña, lo que significaba que no tuvimos mucha crianza cuando crecíamos.
Lyric sintió como si tuviera que asumir ese papel y ser madre de sus
padres.
—Por eso probablemente nunca quiso tener hijos —dijo—. Ya había
hecho el papel de padre.
—Sí. Quiero decir, no perdona sus acciones, pero las hace más
comprensibles.
—Creo que podría decir cuando la conocí que era una corredora.
Además, estoy seguro que ella podría decir que yo era frío, que nunca le
pediría que se quedara.
—¿La extrañas? —pregunté, mi voz baja.
—No —respondió rápidamente, sin vacilación alguna—. Ella y yo
nunca estuvimos enamorados. Tuvimos un acuerdo tácito de que, si
alguno se sentía listo para irse en algún momento, era libre de hacerlo. El
arreglo matrimonial fue algo que pensó que la ayudaría a avanzar en su
carrera.
»Simplemente éramos compañeros de habitación que a veces tenían
sexo. Antes de Talon, hubiera estado bien si se hubiera ido. Hubiera sido
completamente aceptable. Demonios, me sentía algo sorprendido de que se
quedara tanto tiempo. No me habría importado, pero ahora... —Le sonrió a
Talon mientras eructaba para él, y luego la acostó sobre la manta en el
suelo—. Ahora la llamo cada noche y le pido que regrese, no por mí, sino
por nuestra hija. Sé lo que es crecer sin una madre, y nunca querría eso
para Talon.
—Lo siento mucho.
Se encogió de hombros.
—No es tu culpa. De todos modos, ¿cómo está el jardín?
—Perfecto. Es perfecto. Gracias de nuevo por el regalo. Significa más
para mí de lo que puedas imaginar.
Asintió.
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—Por supuesto. Supongo que te irás este fin de semana, ¿para las
vacaciones? —Se deslizó del sofá al suelo y comenzó a jugar al escondite
con Talon, lo que hizo que mi corazón hiciera volteretas.
—Se suponía que debía estarlo, pero resulta que pasaré sola las
vacaciones.
—¿Qué? ¿Por qué?
Le expliqué que Mari estaría fuera de la ciudad, y que normalmente
hacía el viaje al norte, pero no quería hacer el viaje sola.
—Deberías venir a la casa del Profesor Oliver con Talon y conmigo —
ofreció Graham.
—¿Qué? No. No, está realmente bien.
Sacó su teléfono y marcó un número.
—¿Hola? Profesor Oliver, ¿cómo está?
—¡Graham, no! —susurré-gritando, extendiendo mí brazo para
detenerlo, pero se puso de pie y no me permitió agarrar el teléfono.
—Bien, estoy bien. —Pausa—. No, no estoy tratando de echarme
atrás. Te llamo para ver si puedes agregar otra silla a tu mesa. Parece que
Lucille iba a sentarse en su apartamento para Pascua y llorar con una
pinta de helado Ben & Jerry's, y aunque creo que eso es algo
completamente normal, pensé que vería si pudieras alojarla en tu casa.
Otra larga pausa.
Graham sonrió.
»Muy bien. Gracias, Profesor Oliver. Te veremos este fin de semana.
—Colgó y se giró hacia mí—. Tomaran un almuerzo a la una. Seremos
nosotros, el Profesor Oliver y Mary, y su hija, Karla, y su prometida, Susie.
Deberías traer un plato.
—¡No puedo creer que hayas hecho eso! —grité, agarrando una
almohada del sofá y lanzándola hacia él. Él sonrió aún más.
Dios, esa sonrisa.
Si hubiera sonreído con más frecuencia antes, seguramente Lyric
nunca habría podido dejar su lado.
Levantó la almohada y me la arrojó, haciéndome caer hacia atrás
sobre el sofá.
—Podemos conducir allí juntos. Puedo recogerte en tu casa.
—Perfecto. —Agarré la almohada y se la arrojé—. ¿Código de
vestimenta?
Me la arrojó por última vez y mordió su labio inferior, dejando que
apareciera el pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.
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—Cualquier cosa que uses será lo suficientemente buena para mí.


17
Graham
Traducido por RRZOE

L
legué a la casa de Lucy para recogerla para el almuerzo de
Pascua, y cuando bajó por la escalera del apartamento, me
senté más recto en el asiento del conductor de mi auto. Talon
balbuceó, y asentí una vez.
—Exactamente. —Lucy se veía hermosa. Usaba un vestido amarillo
con tul debajo de la falda que lo hacía brillar. Su maquillaje era escaso a
excepción del lápiz labial rojo manzana que combinaba con sus tacones
altos. Llevaba su cabello trenzado con margaritas enhebradas, como una
corona.
Salí del auto y corrí al lado del pasajero para abrirle la puerta. Ella
me sonrió con un ramo de flores en una mano y un plato en la otra.
—Bueno, no eres simplemente apuesto. —Sonrió.
—Solo un traje y una corbata —dije, quitándole el plato. Caminé
hacia el otro lado del auto y abrí la puerta, colocando el plato en el asiento.
Cuando volví a subir al asiento del conductor, cerré la puerta y miré
una vez a Lucy.
»Te ves preciosa.
Rio y le dio unas palmaditas a su cabello antes de alisarse el vestido.
—No se equivoca, señor.
Condujimos a la casa del Profesor Oliver, y cuando llegamos, le
presenté a Lucy a la hija de Ollie, Karla, y a su prometida, Susie.
—Es un placer conocerte, Lucy —dijo Karla mientras entrábamos en
la casa—. Diría que he oído hablar mucho de ti, pero conoces a Graham, el
tipo no habla —bromeó.
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—¿En serio? —pregunto Lucy sarcásticamente—. No puedo hacer


que el chico se calle nunca.
Karla rio, tomó a Talon de mis brazos y besó su frente.
—Sí, esa es una boca muy ruidosa.
Karla era lo más cercano que tuve a una hermana, y discutíamos así
también. Cuando era niña, ella entró y salió del programa de crianza y se
encontró en muchos problemas con las drogas y el alcohol. Aunque nunca
la conocí en ese momento. Cuando la encontré, ella ya había descubierto
la vida. Era esta hermosa mujer afroamericana que era una fuerte activista
para niños que no tienen un lugar al que llamar hogar.
El Profesor Oliver y Mary no se dieron por vencidos cuando era una
adolescente, y Karla siempre dijo que, por eso, algo cambió en su corazón.
No se les pediría a muchos niños ser adoptados a la edad de diecisiete
años, sin embargo, Oliver y Mary no la dejarían ir.
Tenían esa habilidad sobre ellos, ver las cicatrices de las personas y
llamarlas hermosas.
—Aquí, tomaré ese plato —ofreció Susie, tomando la bandeja de
Lucy de ella. Susie también era una persona sensacional. Era una bella
mujer asiática que luchaba arduamente por los derechos de las mujeres.
Si alguna vez hubo una pareja destinada a una verdadera historia de
amor, eran Karla y Susie.
Nunca fui una persona de personas, pero estas personas eran
buenas.
Como Lucy.
Solo personas sinceras que no pidieron nada más que amor.
Cuando entramos en la cocina, Mary se hallaba allí, cocinando, y se
apresuró a darme un beso en la mejilla y hacer lo mismo con Talon y Lucy.
—Te han pedido que te unas a Ollie en su oficina, Graham. Se
suponía que debías traerle nuevos capítulos de tu libro para leer, y está
esperando —dijo Mary. Miré a Lucy y Mary rio—. No te preocupes por ella,
encajará bien. Cuidaremos bien de ella.
Lucy sonrió, mi corazón se expandió, y luego me dirigí a la oficina
del Profesor Oliver.

Se sentó en su escritorio leyendo los últimos capítulos que le


presenté, y esperé con impaciencia mientras sus ojos se movían de un lado
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a otro.
—Saqué el león —le dije.
—¡Shh! —ordenó, volviendo a leer. De vez en cuando hacía
expresiones faciales mientras pasaba las páginas, pero, sobre todo, nada—
. Bueno —dijo, terminando y bajando los papeles—. ¿No tuviste sexo?
—No.
—¿Y nada de cocaína?
—No.
—Bien. —Se recostó en su silla con incredulidad—. Eso es
impactante, porque sea lo que sea lo que te hizo intensificar tu juego, es
alucinante. Esto... —Sacudió la cabeza con incredulidad—. Este es el
mejor trabajo que has escrito.
—¿Me estás jodiendo? —pregunté con un nudo en mi estómago.
—No te jodo. Lo mejor que he leído en años. ¿Qué cambió?
Me encogí de hombros y me levanté de la silla.
—Empecé a trabajar en el jardín.
—Ah. —Sonrió conocedor—. Lucy Palmer sucedió.

—Entonces, Karla, te debo cincuenta dólares —dijo Oliver, llegando


a la mesa del comedor para el almuerzo después que terminamos de
hablar en su oficina. Se enderezó la corbata y se sentó a la cabecera de la
mesa—. Tenías razón sobre Graham, él todavía sabe cómo escribir.
Resulta que no es una maravilla de veintisiete libros.
Lucy rio entre dientes, y sonaba hermosa.
—¿Apuestas contra las palabras de Graham?
Él arqueó una ceja.
—¿Leíste su último borrador?
Ella hizo una mueca.
—¿Cuál fue el trato con el león?
—Lo sé, ¡verdad! —vociferó, asintiendo—. ¡Ese maldito león!
—Está bien, está bien, entendimos, apesta. ¿Podemos seguir con la
conversación? —pregunté.
Lucy me dio un codazo en el brazo.
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—Pero el león.
—Era espantoso —coincidió el Profesor Oliver.
—Mal escrito.
—Extraño.
—Impar.
—Completa basura —dijeron los dos al unísono.
Puse mis ojos en blanco.
—Dios mío, Lucille, eres como la versión femenina de Oliver, mi peor
pesadilla.
—O tu sueño favorito hecho realidad —se burló el Profesor Oliver,
moviendo las cejas de una manera cómplice. Lo que él sabía... demonios si
pudiera decirlo. Extendió la mano sobre la mesa en busca de tocino, y
Karla le dio una palmada en la mano.
—Papá, no.
Gimió, y agradecí el cambio de tema.
—Unos trozos de tocino no me matarán, cariño. Además, es un día
festivo.
—Sí, bueno, tu corazón no sabe que es feriado, así que dedícate al
tocino de pavo que mamá hizo para ti.
Él hizo una mueca.
—Eso no es tocino. —Le sonrió a Lucy y se encogió de hombros—.
Tienes un mini ataque al corazón una vez y tres cirugías menores de
corazón, y la gente se toma esas cosas tan en serio por el resto de tu vida
—bromeó.
Mary le sonrió a su marido y le dio unas palmaditas en la mano.
—Llámanos sobreprotectores, pero solo te queremos alrededor para
siempre. Si eso incluye que nos odies por forzarte a comer tocino de pavo
—Puso tres tiras en su plato—, que así sea.
—Touché, touché. —El Profesor Oliver asintió, mordiendo el tocino
sin tocino—. Realmente no puedo culparlos. También me gustaría estar
rodeado por mí para siempre.
Pasamos el resto del almuerzo riendo entre todos, intercambiando
historias embarazosas y compartiendo recuerdos. Lucy escuchó las
palabras de todos con tanta gracia, haciendo preguntas, deseando más
detalles, participando plenamente en las conversaciones. Adoraba eso
sobre ella, cómo era una persona tan popular. Hacía que cada habitación
se llenara de luz cada vez que entraba al espacio.
—Lucy, estamos muy felices que te hayas unido a nosotros hoy. Tu
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sonrisa es contagiosa —dijo Mary mientras terminábamos la tarde. Todos


nos sentamos en la mesa del comedor, llenos y disfrutando de la buena
compañía.
Lucy sonrió ampliamente y alisó su vestido.
—Esto realmente ha sido increíble. Hubiera estado en casa sentada
sola. —Rio.
—Normalmente no pasas las vacaciones sola, ¿verdad? —cuestionó
Karla frunciendo el ceño.
—Oh, no. Siempre estoy con mi hermana, pero este año una vieja
amiga suya regresó a los Estados Unidos por un corto período, así que fue
a visitarla. Normalmente, Mari y yo vamos a la cabaña de un amigo a
visitar el árbol de mi madre cada día festivo.
—¿Su árbol? —preguntó Susie.
—Sí. Después de que mi madre falleció hace años, plantamos un
árbol para honrar su memoria, quitar una vida y hacerla crecer, incluso
después de la muerte. Entonces, cada día de fiesta que vamos, comemos
regaliz, el dulce favorito de mamá, y nos sentamos alrededor del árbol,
escuchando música y respirando en la tierra.
—Eso es tan hermoso. —Karla suspiró. Se giró hacia Susie y le dio
una palmada en el brazo—. Cuando muera, ¿plantarás un árbol en mi
memoria?
—Plantaré una cerveza, parece más adecuado —respondió Susie.
Los ojos de Karla se abrieron de par en par y ella se inclinó para
besar a Susie.
—Voy a casarme contigo tan duro en tres meses, mujer.
Los ojos de Lucy se abrieron de alegría.
—¿Cuándo se van a casar?
—Fin de semana del Cuatro de Julio, el fin de semana que nos
encontramos —dijo Karla, mareada—. Íbamos a esperar hasta el próximo
año, pero no puedo esperar más. —Se giró hacia el Profesor Oliver,
sonriendo ampliamente—. Solo necesito que mi papá me lleve por el pasillo
y me entregue a mi amor.
—Va a ser el mejor día —respondió Oliver, tomando la mano de su
hija y besándola—. Solo superado por el día en que te convertiste
oficialmente en mi hija.
Mi corazón se expandió aún más.
—Bueno, si necesitas una florista, sería un placer —ofreció Lucy.
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Susie abrió sus ojos de par en par.


—¿En serio? Eso sería sorprendente. Me gusta, más que increíble.
Si no fuera por el amor que vi entre el Profesor Oliver y Mary, y el
amor entre Karla y Susie, hubiera estado seguro que el amor era una
leyenda urbana, algo hecho solo para libros de cuento de hadas.
Pero la forma en que esas personas se miraban entre sí, la forma en
que amaban con tanta libertad y en voz alta...
Es verdad, el amor romántico era real.
Incluso si nunca hubiera podido sentirlo por mí mismo.
—Sabes, Graham aún necesita un acompañante para la ceremonia.
Pista, pista. —Susie sonrió ampliamente.
Puse mis ojos en blanco, sintiendo un nudo en mi estómago. Un
cambio de tema era necesario.
—Susie y Karla son increíbles cantantes —le dije a Lucy,
inclinándome y empujándola en el costado—. Así es como se conocieron,
en un escaparate de música del Cuatro de Julio. Deberías pedirles que
canten algo.
—Graham está lleno de mierda —respondió Karla, arrojándole un
trozo de pan.
—No, no lo está. —Mary sonrió—. Podría ser un poco parcial, pero
son increíbles. Vamos, chicas, canten algo. —Justo en ese momento, el
monitor de bebé de Talon comenzó a sonar, diciéndonos que se levantó de
su siesta—. La agarraré, y ustedes, damas, elijan una canción —ordenó
Mary.
—Mamá, cielos, no hay presión, ¿eh? —Karla puso sus ojos en
blanco, pero había un poco de luz en su mirada que reveló cuánto le
gustaba actuar—. De acuerdo. ¿Qué piensas, Susie? ¿Andra Day?
—Perfecto —concordó, poniéndose de pie—. Pero no cantaré en la
mesa. Esta diva necesita un escenario.
Todos nos dirigimos a la sala de estar, y me senté en el sofá junto a
Lucy. Mary entró con mi hija en sus brazos, y por un momento consideré
que así era como una abuela debía lucir. Contenta. Saludable. Todo. Llena
de amor.
Talon no tenía idea de lo afortunada que era de tener a Mary.
No tenía ni idea de lo afortunado que era de tener a Mary también.
Karla se sentó al piano en la esquina, estiró los dedos y comenzó a
tocar “Rise Up” de Andra Day. La música que flotaba desde el piano era
impresionante por sí sola, pero cuando Susie comenzó a cantar, pensé que
toda la habitación sentía escalofríos. Los ojos de Lucy permanecieron
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pegados a la actuación, mientras que los míos se quedaron pegados a ella.


Su cuerpo comenzó a temblar, y sus piernas temblaban mientras veía a las
chicas actuar. Era como si las palabras se la tragaran por completo
mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.
Sus lágrimas caían cada vez más rápido a medida que la letra de la
canción encontraba su corazón y plantaba sus semillas. Se sonrojó
nerviosamente y trató de secarse las lágrimas, pero cuando se las limpió,
llegaron más.
La próxima vez que fue a limpiarlas, tomé su mano en la mía,
deteniéndola. Se giró hacia mí, confundida, y apreté ligeramente su mano.
—Está bien —susurré.
Sus labios se separaron como si fuera a hablar, pero luego solo
asintió una vez antes de girarse hacia las chicas y cerrar sus ojos. Las
lágrimas seguían cayendo mientras escuchaba las bellas voces, su cuerpo
se balanceaba ligeramente mientras yo sostenía su mano.
Por primera vez, comencé a comprenderla por completo.
La hermosa chica que sentía todo.
Sus emociones no eran lo que la debilitaba.
Eran su fortaleza.
Cuando las chicas terminaron de tocar, Lucy comenzó a aplaudir,
las lágrimas aún caían.
—Eso fue tan increíble.
—¿Estás segura que no estás llorando porque apestamos? —Rio
Karla.
—No, fue tan increíble. Mi madre hubiera... —Hizo una pausa por
un momento y respiró hondo—. A ella simplemente le hubiera encantado.
Mis ojos se posaron en nuestras manos, que seguían juntas, y liberé
mi agarre, junto con la sensación de tirón en mi pecho.
Cuando llegó la noche, empacamos nuestras cosas, agradeciendo a
todos por incluirnos.
—Fue increíble —les dijo Lucy a Mary y Ollie cuando los abrazó con
fuerza—. Gracias por evitar que me quedara sentada en mi sofá comiendo
Ben & Jerry's esta noche.
—Siempre eres bienvenida aquí, Lucy —dijo Mary, besando su
mejilla.
—Voy a poner a Talon en su asiento del auto —me dijo Lucy,
tomando a Talon de mis brazos antes de darles las gracias a todos una vez
más.
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Mary me dio una sonrisa tensa y me dio un abrazo.


—Me gusta —susurró mientras me daba unas palmaditas en la
espalda—. Ella tiene buen corazón.
No se equivocaba.
Una vez que volvió adentro, el Profesor Oliver se quedó parado en el
porche delantero, sonriendo ampliamente.
—¿Qué? —pregunté, mis cejas se anudaron.
—Oh, señor Russell —cantó, colocando las manos en los bolsillos,
meciéndose adelante y atrás.
—¡¿Qué?!
Silbó bajo, moviendo la cabeza hacia delante y hacia atrás.
—Es gracioso que te suceda a ti de todas las personas, y pareces
cien por ciento ignorante de ello.
—¿De qué hablas?
—Creo que es más difícil ver la trama cuando eres el que vive la
historia.
—¿Alguien se olvidó de tomar sus píldoras locas de nuevo? —
pregunté.
—En cada historia, llega el momento en que los personajes pasan del
primer acto, el viejo mundo, al segundo acto, el nuevo mundo. Tú lo sabes.
—Sí... pero, ¿qué tiene eso que ver con algo?
El Profesor Oliver asintió hacia Lucy.
—Tiene todo que ver con todo.
La realidad se hizo presente y aclaré mi garganta, irguiéndome.
—No, eso es ridículo. Ella solo me ayuda con Talon.
—Mhmm —dijo, casi burlonamente.
—No, de verdad, y, a pesar de tus extravagantes juegos mentales,
ella es la hermana de Jane.
—Mhmm —respondió, volviéndome loco—. El caso es que el corazón
nunca escucha la lógica del cerebro, Sr. Russell. —Me dio un codazo en el
costado con un tirón omnisciente en su voz—. Simplemente siente.
—Realmente empiezas a molestarme.
Él rio y asintió.
—Es gracioso, ¿no? Cómo los personajes principales nunca saben
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sobre las aventuras que están a punto de seguir.


Lo que más me molestaba acerca de sus palabras era cuánta verdad
contenían. Sabía que mis sentimientos por Lucy crecían, y sabía lo
peligroso que era permitirme desarrollar cualquier tipo de emoción hacia
ella.
No podía recordar la última vez que me sentí de la manera que lo
hice cuando tomé su mano, o cuando la vi cuidando de Talon, o incluso
cuando la vi simplemente existir.
»¿Qué piensas de ella, Graham? —preguntó el Profesor Oliver.
—¿Qué pienso de Lucille?
—Sí. Tal vez si no puedes estar con ella, tal vez todavía tengas
espacio para una amistad.
—Es todo lo contrario a mí —le dije—. Lucille es un personaje tan
extraño, un fenómeno de la naturaleza. Es torpe y siempre habla fuera de
lugar. Su cabello siempre es salvaje, y su risa es a veces molesta y
demasiado fuerte. Todo sobre ella es desastroso. No es más que un
desastre.
—¿Y aun así? —me instó a seguir.
Y, aun así, quería ser como ella. Quería ser un personaje extraño, un
fenómeno de la naturaleza. Quería tropezar y reír a carcajadas. Quería
encontrar su hermoso desastre y mezclarlo con mi propio desastre. Yo
quería la libertad en la que nadaba, y su valentía de vivir en el momento.
Quería saber qué significaba ser parte de su mundo.
Ser un hombre que sentía todo.
Quería abrazarla, pero aun así dejar que se moviera libremente en
mis brazos. Quería probar sus labios y respirar una parte de su alma
mientras le daba un vistazo a la mía.
No quería ser su amigo, no.
Quería ser mucho más.
Sin embargo, sabía que la posibilidad de eso era imposible. Ella era
la única cosa fuera de los límites, y lo único que anhelé. No era justo, la
forma en que esta historia se desarrollaba para mí, sin embargo, no era
para nada impactante. Nunca escribí felices para siempre, y Lucy nunca
aparecería en mi último capítulo.
»Estás pensando demasiado en algo ahora, Graham, y te insto a
creer en lo contrario —me dijo—. Jane se ha ido hace casi un año y,
admitámoslo, nunca la miraste de la misma forma en que miras a Lucy.
Tus ojos nunca se iluminan como lo hacen cuando entra a una habitación.
Pasaste la mayor parte de tu vida luchando para evitar abrazar una forma
de felicidad, hijo mío. ¿Cuándo diablos te permitirás liberarte de las
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cadenas que colocaste sobre ti? Esta vida es corta, y nunca sabes cuántos
capítulos te quedan en tu novela, Graham. Vive cada día como si fuera la
última página. Respira cada momento como si fuera la última palabra. Sé
valiente, hijo mío. Sé valiente.
Puse mis ojos en blanco y comencé a bajar los escalones.
—¿Profesor Oliver?
—¿Sí?
—Cállate.

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18
Lucy
Traducido por Lipi Sergeyev

—T
engo que pasar por la tienda para agarrar algunos
pañales. Espero que esté bien —me dijo Graham
mientras conducía el auto al estacionamiento de un
supermercado de veinticuatro horas.
—Está bien.
Se apresuró a entrar, y cuando salió, arrojó algunas bolsas en el
maletero y saltó al auto.
—Está bien —dijo, poniendo el auto en el camino—. ¿Qué camino
tomamos para llegar a la cabaña?
—¿Qué?
—Dije, ¿qué camino tomamos? ¿Para visitar el árbol de tu madre?
Mi pecho se tensó, y sacudí mi cabeza. Sus palabras se reprodujeron
en mi cabeza mientras lo miraba en blanco.
—¿Qué? De ninguna manera, Graham. Ya estás atrasado en tu libro,
y no puedo imaginar que conduzcas tan lejos solo para…
—Lucille Hope Palmer.
—¿Sí, Graham Michael Russell?
—Nunca te has perdido unas vacaciones visitando a tu madre,
¿verdad?
Mordí mi labio inferior y asentí.
—Correcto.
—Bien entonces. ¿Qué camino tomamos?
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Mis ojos se cerraron, y mi corazón latió más y más rápido cuando


me di cuenta de que Graham no iba a dejar ir esta. Ni siquiera mencioné
cuánto me dolía el corazón no haber visto a mamá ese día. Ni siquiera
mencioné lo difícil que era ver a Susie y Karla amar a su madre esa noche.
Una lágrima rodó por mi mejilla, y una sonrisa llegó a mis labios.
—Puedes tomar la autopista cuarenta y tres norte durante dos
horas.
—Perfecto —dijo mientras salía del lugar de estacionamiento.
Cuando abrí los ojos, miré hacia atrás a una Talon durmiendo, y mis
manos se envolvieron alrededor de mi collar en forma de corazón.
Cuando llegamos, era de tono oscuro hasta que enchufé el cable de
extensión en la salida de la cabaña. El enchufe iluminó el área con las
luces blancas que Mari y yo colgamos en diciembre para nuestra visita de
Navidad. El árbol de mamá se iluminó y caminé hacia él, parándome
mientras veía brillar las luces. Me senté en el suelo y entrelacé mis dedos,
mirando hacia el árbol. Era agridulce, mirando las hermosas ramas. Cada
día que crecía era un día en que mamá se había ido, pero visitarla en la
primavera era mi momento favorito para venir, porque era cuando las
hojas comenzaban a florecer.
—Ella es hermosa —dijo Graham, caminando hacia mí con Talon
envuelta en sus brazos.
—¿No es así?
Asintió.
—Se parece a su hija.
Sonreí.
—Y su nieta.
Él metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un paquete de
caramelos, haciendo que mi corazón saltara un latido.
»¿Los recogiste en la tienda de comestibles? —pregunté.
—Solo quería que hoy fuera bueno para ti.
—Lo es —respondí, abrumada por su amabilidad—. Es un muy buen
día.
Mientras estábamos allí sentados mirando, respirando, existiendo,
Graham sacó su teléfono y comenzó a tocar “Rise Up” por Andra Day.
—Dijiste que a ella podría gustarle —me dijo.
Una vez más, comencé a llorar.
Y fue hermoso.
»¿Somos amigos, Lucille? —preguntó Graham.
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Me giré hacia él, mi corazón se sentía apretado en mi pecho.


—Sí.
—Entonces, ¿puedo contarte un secreto?
—Sí, por supuesto. Cualquier cosa.
—Después de decirte, necesito que finjas que nunca hablé de ello,
¿de acuerdo? Si no lo digo ahora, me temo que la sensación no hará más
que crecer y se meterá con mi cabeza aún más de lo que es ahora.
Entonces, después de esto, necesito que finjas que nunca dije eso.
Después de esto, necesito que vuelvas a ser mi amiga, porque siendo
amigos me haces una mejor persona. Me haces un mejor ser humano.
—Graham…
Giró y colocó a Talon durmiendo en su asiento del auto.
—Espera, solo dime primero… ¿sientes algo? ¿Algo más que amistad
cuando hacemos esto? —Extendió la mano y tomó mi mano en la suya.
Nervios.
Se movió más cerca de mí, nuestros cuerpos más cerca de lo que
nunca estuvieron.
»¿Sientes algo cuando hago esto? —susurró, rozando lentamente el
dorso de su mano contra mi mejilla. Mis ojos se cerraron.
Escalofríos.
Se movió aún más cerca, sus pequeñas exhalaciones flotando sobre
mis labios, sus exhalaciones convirtiéndose en mis inhalaciones. No podía
abrir los ojos porque vería sus labios. No podía abrir los ojos porque
ansiaba estar más cerca. No podía abrir los ojos porque apenas podía
respirar.
»¿Sientes algo cuando estamos tan cerca? —preguntó en voz baja.
Emoción.
Abrí mis ojos y pestañeé una vez.
—Sí.
Una ola de alivio viajó a través de él y buscó en su bolsillo trasero,
sacando dos pedazos de papel.
—Hice dos listas ayer —me dijo—. Me senté en mi escritorio todo el
día enumerando todas las razones por las que no debería sentir lo que
siento por ti, y esa lista es larga. Se detalla con viñetas que expresan todas
y cada una de las razones por las cuales esto… sea lo que sea que haya
entre nosotros… es una mala idea.
—Lo entiendo, Graham. No tienes que explicarte a ti mismo. Sé que
no podemos…
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—No, solo espera. Ahí está la otra lista. Es más corta, mucho más
corta, pero en esa lista intenté no ser tan lógico. Intenté ser más bien como
tú.
—¿Como yo? ¿Cómo es eso?
—Estoy tratando de sentir. Imaginé lo que sería ser feliz, y creo que
eres la definición de felicidad. —Sus ojos oscuros se fijaron en los míos, y
aclaró su garganta dos veces—. Traté de enumerar las cosas que
encuentro agradables, fuera de Talon, por supuesto. Es una lista corta,
realmente, solo dos cosas hasta ahora, y curiosamente, comienza y
termina contigo.
Mi corazón latía contra mi pecho, mi mente giraba más y más rápido
cada segundo que pasaba.
—¿Yo y yo? —pregunté, sintiendo el calor de su cuerpo. Sentí sus
palabras rozando mi piel y penetrando tan profundamente en mi alma.
Sus dedos lentamente se arrastraron a lo largo de mi cuello.
—Tú y tú.
—Pero... —Lyric—. No podemos.
Asintió.
—Lo sé. Es por eso que después de decirte esto último, necesito que
finjas que solo somos amigos. Necesito que olvides todo lo que he dicho
esta noche, pero, primero, necesito decirte esto.
—¿Qué pasa, Graham?
Su cuerpo se alejó lentamente de mí y miró las luces parpadeantes
del árbol. Mis ojos vieron cómo sus labios se movían muy lentamente.
—Estar cerca de ti hace algo extraño para mí, algo que no ha
sucedido en tanto tiempo.
—¿Qué pasa?
Tomó mi mano en la suya y luego la llevó a su pecho, y sus
siguientes palabras salieron como un susurro.
—Mi corazón comienza a latir de nuevo.
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19
Lucy
Traducido por RRZOE

—¿E stamos bien? —preguntó Graham unos días después


de Pascua mientras lo llevaba al aeropuerto para
tomar su vuelo. Su editor necesitaba que volara a
Nueva York para hacer entrevistas y firmara algunos libros en la ciudad.
Había pospuesto viajes desde que nació Talon, pero lo obligaban a asistir a
las reuniones. Era la primera vez que estaría lejos de Talon por un fin de
semana, y podría decir que se sentía lleno de nervios sobre la separación—
. Quiero decir, ¿después de nuestra charla la otra noche?
Le di una sonrisa y asentí.
—Está bien, de verdad.
Era una mentira.
Desde que mencionó esos sentimientos por mí que vivían dentro de
su pecho, no pude dejar de pensar en ello. Pero, como él fue lo
suficientemente valiente como para ser más como yo al sentir todo esa
noche, me forzaba a ser más como él tratando de sentir un poco menos.
Me preguntaba si así era toda su vida, sintiendo todo solo en las
sombras.
—De acuerdo.
Cuando llegamos al aeropuerto, salí para ayudarlo con sus maletas.
Agarré a Talon del asiento trasero, y Graham la sostuvo tan cerca de su
pecho. Sus ojos vidriosos mientras miraban a su hija.
—Solo son tres días —le dije.
Asintió una vez.
—Sí, lo sé, es solo... —Bajó la voz y besó la frente de Talon—. Ella es
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mi mundo.
Oh, Graham Cracker.
Hizo que fuera tan difícil no enamorarse de él.
»Si necesitas algo, de día o de noche, llámame. Quiero decir, te
llamaré en cada descanso que tenga. —Hizo una pausa y mordió su labio
inferior—. ¿Crees que debería cancelar y quedarme en casa? Ella tenía un
poco de fiebre esta mañana.
Reí.
—Graham, no puedes cancelar. Ve a trabajar, y luego vuelve a
nosotras. —Hice una pausa por mi elección de palabras y le di una sonrisa
apretada—. De vuelta a tu hija.
Asintió y luego besó su frente una vez más.
—Gracias, Lucille, por todo. No confío en mucha gente, pero te confío
mi mundo. —Tocó mi brazo ligeramente antes de entregarme a Talon y
marcharse.
En el momento en que puse a Talon en el asiento del auto, comenzó
a gritar y yo hice todo lo posible por calmarla.
—Lo sé, pequeña dama. —La abroché y besé en su frente—. Voy a
extrañarlo también.

Al día siguiente, Mari me pidió que fuera a un paseo en bicicleta con


ella, pero como tenía a Talon, se convirtió en una caminata.
—Ella es simplemente hermosa —dijo Mari, sonriéndole a Talon—.
Tiene los ojos de mamá, al igual que Lyric, ¿no?
—Oh, sí, y el descuido de mamá también. —Reí mientras
comenzábamos a caminar hacia el comienzo del sendero—. Me alegra que
finalmente podamos pasar un tiempo juntas, Mari. Siento que, aunque
vivimos en el mismo departamento, casi nunca te veo. Ni siquiera pude
preguntar cómo fue ver a Sarah.
—No la vi —espetó, haciendo que detuviera mis pasos.
—¿Qué?
—Ni siquiera se encontraba en la ciudad —confesó, sus ojos
corriendo alrededor nerviosamente.
—¿De qué hablas, Mari? Te fuiste todo el fin de semana. ¿Dónde
estuviste?
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—Con Parker —dijo Mari con indiferencia, como si sus palabras no


estuvieran empapadas en toxicidad.
Mis ojos se entrecerraron.
—Lo siento, ¿repítelo?
—Hace un tiempo, se detuvo junto a Monet´s cuando estabas fuera,
y accedí a verlo. Hemos estado hablando durante unos meses.
¡¿Meses?!
»Estás enojada. —Hizo una mueca.
—Me mentiste. ¿Desde cuándo nos mentimos la una a la otra?
—Sabía que no aprobarías que lo viera, pero quería hablar conmigo
sobre las cosas.
—¿Hablar de las cosas? —Me hice eco cuando la ira se disparó a
través de mí—. ¿Qué demonios podría haber para hablar? —Bajó la cabeza
y comenzó a trazar su zapato en la tierra—. Oh, Dios mío, él quiere hablar
sobre volver a estar juntos, ¿no?
—Es complicado —me dijo.
—¿Cómo es eso? Te dejó en el peor momento de tu vida, y ahora
quiere volver en el mejor momento.
—Él es mi esposo.
—Ex-esposo.
Su cabeza bajó.
—Nunca firmé los papeles.
Mi corazón se hizo añicos.
—Me dijiste…
—¡Lo sé! —gritó, pasando las manos por su cabello, caminando de
un lado a otro—. Sé que te dije que terminó, y lo hizo. Mentalmente,
terminé con mi matrimonio, pero físicamente... nunca firmé los papeles.
—Tienes que estar bromeando, Mari. Él te abandonó, cuando tuviste
cáncer.
—Pero aún…
—No. No “pero aun”. ¡Él no recibe un pase, y mentiste sobre
divorciarte! ¡A mí! Se supone que eres mi persona, Pea. Se supone que
debemos poder contarnos todo, y todo este tiempo has estado viviendo una
mentira conmigo. ¿Sabes lo que mamá siempre dijo sobre las mentiras? Si
tienes que mentir al respecto, probablemente no deberías hacerlo de todos
modos.
—Por favor, no me cites a mamá ahora, Lucy.
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—Tienes que dejarlo, Mari. Físicamente, emocionalmente,


mentalmente. Él es tóxico para ti. No va a salir nada bueno de esto.
—¡No tienes ni idea de lo que es estar casado! —Su voz se
intensificó. Mari nunca levantaba la voz.
—¡Pero tengo una idea de lo que es ser respetado! Jesús, no puedo
creer que hayas mentido todo este tiempo.
—Lamento haber mentido, pero si somos honestas, no has sido la
persona más honesta últimamente.
—¿Qué?
—Esto —dijo, haciendo un gesto hacia Talon—. Todo este asunto de
Graham es extraño. ¿Por qué cuidas a su hija? Es obviamente lo
suficientemente mayor para que él la cuide por sí mismo, o demonios,
podría contratar a una niñera. Dime la verdad, ¿por qué sigues ahí?
Mi estómago se apretó.
—Mari, eso no es lo mismo...
—¡Es exactamente lo mismo! Dices que me quedo en un matrimonio
sin amor porque soy débil y estás enojada porque te mentí, pero me has
estado mintiendo a mí y a ti misma. Te estás quedando con él porque te
estás enamorando de él.
—Para.
—Lo estás.
Mi mandíbula cayó abierta.
—Mari... esto, ahora mismo, esto no se trata de mí, ni de Graham, ni
de nada más que tú. Estás cometiendo un gran error al hablar con él. No
es saludable y...
—Me voy a mudar a casa.
—¡¿Qué?! —exclamé, el impacto reverberó a través de mí. Me puse
de pie más recta—. Ese no es tu hogar. Soy tu hogar. Somos el hogar de la
otra.
—Parker cree que será lo mejor para nosotros, trabajar en nuestro
matrimonio.
—¡¿Qué matrimonio?! Mari, él te llamó después de que estuviste en
remisión por dos años. Esperó para ver si el cáncer volvería. Él es una
serpiente.
—¡Basta! —gritó, sacudiendo las manos hacia delante y hacia atrás
con fastidio—. Solo para. Él es mi esposo, Lucy, y me voy a casa con él. —
Bajó la cabeza y su voz se quebró—. No quiero terminar como ella.
—¿Como quién?
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—Mamá. Murió sola, porque nunca permitió que ningún hombre se


acercara lo suficiente para amarla. No quiero morir sin ser amada.
—Él no te ama, Pea...
—Pero puede. Creo que, si cambio un poco, si me convierto en una
mejor esposa…
—Eras la mejor esposa, Mari. Tú fuiste todo para él.
Lágrimas cayeron de sus ojos.
—Entonces, ¿por qué no era suficiente en ese momento? Él me está
dando otra oportunidad, y puedo hacerlo mejor esta vez.
Fue una locura lo rápido que sucedió, cuán rápido mi enojo se
transformó en pura tristeza para mi hermana.
—Mari —dije en voz baja.
—Maktub —dijo, mirando el tatuaje en su muñeca.
—No hagas eso. —Negué con la cabeza, doliéndome más de lo que
ella nunca sabría—. No tomes nuestra palabra y le des algún tipo de
significado sucio.
—Significa que todo está escrito, Lucy. Significa que todo lo que
sucede debe ser, no solo lo que crees que está destinado. No solo puedes
aceptar lo positivo en la vida. Debes aceptarlo todo.
—No. Eso no es cierto. Si una bala se dirige hacia ti y tienes
suficiente tiempo para moverte, no te quedas ahí parado y esperas a que
golpee. Te mueves de lado, Mari. Esquivas la bala.
—Mi matrimonio no es una bala. No es mi muerte. Es mi vida.
—Estás cometiendo un gran error —susurré, lágrimas cayendo por
mis mejillas.
Asintió.
—Tal vez, pero es mi error para cometer, al igual que el tuyo con
Graham. —Se cruzó de brazos y se estremeció como si un escalofrío la
hubiera encontrado—. Escucha, no quería decírtelo así, pero... me alegra
que lo sepas. Mi contrato de arrendamiento terminará pronto, así que
tendrás que buscar un lugar. Mira... todavía podemos ir a la caminata si
quieres, para despejar nuestras cabezas.
—¿Sabes qué, Mari? —Hice una mueca y sacudí la cabeza—.
Preferiría que no.
La parte más difícil de la vida era ver a un ser amado caminar
directamente al fuego cuando todo lo que podías hacer era sentarte y
observarlos mientras se quemaban.
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—Te quedarás con nosotros —dijo Graham durante la video llamada
desde su habitación de hotel en Nueva York.
—No, no seas ridículo. Encontraré algo. Empezaré a buscar en el
momento en que regreses en dos días.
—Hasta entonces te quedarás con nosotros, sin “y si”, “y´s” o
“peros”. Está bien. Mi casa es lo suficientemente grande. Sin embargo, lo
siento, por Mari.
Me estremecí al pensar en todo, ante la idea de que ella volviera con
Parker.
—Simplemente no entiendo. ¿Cómo puede simplemente perdonarlo?
—La soledad es una mentirosa —me dijo Graham, sentándose en el
borde de su cama mientras hablaba—. Es tóxica y mortal la mayor parte
del tiempo. Obliga a las personas a creer que están mejor con el mismo
diablo que estando solos, porque de alguna manera estar solo significa que
fallaste. De alguna manera estar solo significa que una persona no es lo
suficientemente buena. Entonces, la mayoría de las veces, el veneno de la
soledad se filtra y hace que una persona crea que cualquier tipo de
atención debe representar amor. El amor falso que se construye en un
lecho de soledad fracasará. Debo saberlo. He estado solo toda mi vida.
—Odio que hayas hecho eso. —Suspiré—. Odio que hayas tomado mi
molestia con mi hermana y me hayas hecho querer ir a abrazarla.
Rio entre dientes.
—Lo siento. Puedo llamarla por sus nombres si... —Sus ojos se
entrecerraron mientras miraba su teléfono. Noté el pánico en su mirada al
instante—. Lucille, tengo que devolverte la llamada.
—¿Está todo bien?
Colgó antes que pudiera recibir una respuesta.

Página170
20
Graham
Traducido por RRZOE

Y
o era un maestro de historias.
Sabía cómo nacía una gran novela.
Una gran novela no implicaba juntar palabras que no se
interconectaban. En una gran novela, cada oración importaba, cada
palabra tenía un significado para el arco de la historia general. Siempre se
advertían los giros de la trama y los diferentes caminos por los que la
novela viajaría. Si un lector mirara lo suficiente, siempre podrían ser
testigos de las señales de advertencia. Podría probar el corazón de cada
palabra que sangraba en la página y, al final, su paladar estaría
satisfecho.
Una gran historia siempre tenía estructura.
Pero la vida no era una gran historia.
La vida real era un desorden de palabras que a veces funcionaba, y
otras veces no. La vida real era una serie de emociones que apenas tenían
sentido. La vida real era un primer borrador de novela con garabatos y
oraciones tachadas, todo escrito en lápiz de color.
No era hermosa. Venia sin previo aviso. Venía con facilidad.
Y cuando la novela de la vida real llegaba a joderte, se aseguraba de
eliminar el aire de tus pulmones y dejar tu corazón sangrante para los
lobos.
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El mensaje era de Karla.


Trató de llamarme, pero la envié al buzón de voz.
Miraba a Talon.
Dejó un mensaje de voz, pero lo ignoré.
Miraba a Lucille a los ojos.
Luego me envió un mensaje que hizo que una parte de mí muriera.
Papá está en el hospital.
Tuvo otro ataque al corazón.
Por favor ven a casa.

Tomé el próximo vuelo a casa, mis manos apretadas todo el tiempo,


demasiado nerviosas para respirar por completo. Cuando el avión aterrizó,
tomé el primer taxi que pude encontrar y corrí al hospital. Entrando
apresuradamente, sentí que mi pecho ardía. La sensación de ardor me
sacudió cuando traté de parpadear para alejar la emoción que corría por
mis venas.
Él debe estar bien.
Tiene que estar bien...
Si el Profesor Oliver no sobrevivía a esto, no estaba seguro de que yo
sobreviviría. No estaba seguro de sobrevivir si no iba a estar siempre a mi
lado. Cuando llegué a la sala de espera, primero miré a Mary y a Karla.
Entonces, noté a Lucy sentada con Talon durmiendo en su regazo.
¿Cuánto tiempo estuvo allí? ¿Cómo lo supo? No mencioné que regresaría.
Cada vez que intenté escribir las palabras, las borraba al instante. Si
enviaba las palabras de que el Profesor Oliver tuvo un ataque al corazón,
sería real. Si hubiera pensado que era real, seguro habría muerto en el
vuelo a casa.
No podría ser real.
Él no podía morir.
Talon ni siquiera lo recordaría.
Ella necesitaba recordar al hombre más grande del mundo.
Necesitaba conocer a mi padre.
—¿Cómo lo supiste? —pregunté a Lucy, acercándome y besando
gentilmente la frente de Talon.
Página172

Lucy asintió hacia Karla.


—Ella me llamó. Vine de inmediato.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Estoy bien. —Lucy hizo una mueca, tomó mi mano y la apretó
ligeramente—. ¿Y tú?
Entrecerré mis ojos y tragué con dificultad, hablando tan bajo que
no estaba seguro de que la palabra realmente saliera de mis labios.
—No.
Mis ojos se dirigieron hacia Mary y le dije a Lucy que volvería. Me
dijo que tomara todo el tiempo que necesitara. Me sentía agradecido por
eso, que cuidara a Talon, por estar allí para mi hija y para mí mientras yo
necesitaba estar allí para los demás.
»Mary —dije, llamándola. Levantó la vista y mi corazón se rompió al
ver el dolor en su mirada. La mirada rota de Karla me rompió el corazón
una vez más.
—Graham —exclamó Mary, apresurándose hacia mí.
Envolví mis brazos alrededor de ella, abrazándola cerca de mí.
Separó su boca para decir más, pero no salió ninguna palabra. Comenzó a
sollozar incontrolablemente, al igual que su hija, a quien tiré en un fuerte
abrazo. Las sostuve a las dos contra mí, tratando de convencer a sus
cuerpos temblorosos de que todo estaría bien.
Me mantuve erguido como un árbol, sin temblar porque me
necesitaban como base. Necesitaban fuerza, y yo desempeñé el papel.
Porque eso era lo que él hubiera querido que fuera.
Valiente.
»¿Qué pasó? —pregunté a Mary una vez que pudo calmarse. La llevé
a las sillas de la sala de espera, y nos sentamos.
Su espalda se curvaba mientras juntaba sus dedos, aún temblaba
un poco en su alma.
—Estaba leyendo en su oficina, y cuando fui a verlo... —Su labio
inferior comenzó a temblar—. No tengo idea de cuánto tiempo estuvo
abajo. Si hubiera podido llegar más rápido... si...
—No “si”, justo ahora —le dije—. Hiciste todo lo que pudiste. Esto no
es tu culpa, Mary.
Asintió.
—Lo sé, lo sé. Nos hemos estado preparando para este día, pero no
pensé que llegaría tan pronto. Pensé que teníamos más tiempo.
—¿Preparándose? —pregunté, confundido.
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Hizo una mueca e intentó limpiar sus lágrimas, pero más siguieron
cayendo.
—No quería que te dijera...
—¿Decirme qué?
—Ha estado enfermo por un tiempo, Graham. Hace unos meses, le
dijeron que, si no se sometía a una cirugía, solo tendría unos meses antes
de que su corazón se rindiera. La cirugía también era muy arriesgada y él
no quería hacerlo. No después de todas las cirugías que tuvo antes. Luché
mucho y duro para lograr que lo hiciera, pero tenía mucho miedo de ir ese
día y no volver, en lugar de pasar todos los días rodeado de amor.
¿Él sabía?
—¿Por qué no me lo dijo? —pregunté, un poco de enojo subiendo en
mi pecho.
Tomó mis manos entre las suyas y bajó la voz.
—No quería que lo alejaras. Pensó que si sabias sobre su
enfermedad, te volverías frío, para protegerte de sentir demasiado. Sabía
que te hundirías más en tu mente, y esa idea le rompió el corazón,
Graham. Se sentía tan aterrorizado de perderte, porque eras su hijo. Eres
nuestro hijo, y si te ibas durante sus últimos días... hubiera dejado este
mundo con el corazón roto.
Mi pecho se sentía apretado y se necesitó todo dentro de mí para no
llorar. Bajé la cabeza un poco y la sacudí de un lado a otro.
—Él es mi mejor amigo —le dije.
—Y tú eres el suyo —respondió ella.
Esperamos y esperamos a que el médico viniera a contarnos qué
sucedía. Cuando finalmente regresó, carraspeó.
—¿Señora Evans? —preguntó. Todos salimos disparados de nuestras
sillas, nuestros nervios se dispararon.
—Sí, estoy aquí —respondió Mary mientras tomaba su mano
temblorosa en la mía.
Sé valiente.
—Su esposo sufrió una insuficiencia cardíaca. Está en la Unidad de
Cuidados Intensivos en máquinas de respiración artificial, y la verdad del
asunto es que, si las quitamos, hay una gran posibilidad de que no lo
logre. Lo siento mucho. Sé que esto es mucho que asimilar. Puedo hacer
arreglos para que se reúna con un especialista para ayudarla a decidir
cuál es la mejor opción para seguir adelante.
—¿Quiere decir que tenemos que decidir desconectar las máquinas o
Página174

mantenerlo en su estado actual? —preguntó Mary.


—Sí, pero por favor entienda, él no está en buen estado. No hay
mucho que podamos hacer por él excepto mantenerlo cómodo. Lo siento
mucho.
—Oh, Dios mío. —Lloró Karla mientras caía en los brazos de Susie.
—¿Podemos verlo? —preguntó Mary, su voz temblorosa.
—Sí, pero solo familia por ahora —dijo el médico—. Y tal vez solo
una persona a la vez.
—Tú vas primero —dijo Mary, girándose hacia mí, como si la idea de
que no fuera de su familia fuera ridícula.
Negué.
—No. Deberías ir, realmente. Estoy bien.
—No puedo. —Lloró—. No puedo ser la primera en verlo. ¿Por favor,
Graham? Por favor ve primero para que puedas decirme cómo esta. Por
favor.
—Está bien —le dije, todavía un poco preocupado por no estar allí
para sostenerla. Antes de que pudiera decir algo más, Lucy se hallaba de
pie al otro lado de Mary, estrechando su mano y prometiéndome con sus
dulces ojos que no la soltaría.
—Te llevaré a la habitación —me dijo el doctor.
Mientras caminábamos por el pasillo, hice mi mejor esfuerzo para
mantenerme unido. Hice mi mejor esfuerzo para no mostrar cuánto me
dolía el corazón, pero en el momento en que me dejaron solo con el
Profesor Oliver en esa habitación, lo perdí.
Se veía tan roto.
Tantas máquinas sonando, tantos tubos e intravenosas.
Respiré hondo, acerqué una silla a su cama y luego carraspeé.
—Eres un imbécil egoísta —dije, severo, enojado—. Eres un imbécil
por hacerle esto a Mary. Eres un imbécil egoísta por hacerle esto a Karla
semanas antes de su boda. Eres un imbécil egoísta por hacerme esto. Te
odio por pensar que, si lo hubiera sabido, correría. También te odio por
tener razón al respecto, pero, por favor, Profesor Oliver... —Mi voz se
quebró y mis ojos se llenaron de lágrimas. Quemaron, de la forma en que
mi corazón ardía por el dolor—. No te vayas. No puedes irte, maldito
egoísta imbécil, ¿de acuerdo? No puedes dejar a Mary, no puedes dejar a
Karla y, absolutamente, al ciento por ciento, no puedes abandonarme.
Me desmoroné, tomé su mano en la mía, y oré a un Dios en el que
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no creía, ya que mi corazón frío que recién se derritió comenzó a romperse.


»Por favor, Ollie. Por favor no te vayas. Por favor, haré lo que sea...
solo... solo…
Por favor no te vayas.

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21
Día de Navidad

Traducido por Cjuli2516zc

A
él no le gustó su regalo, así que se permitió un trago. Sin
embargo, Kent nunca tuvo solo una bebida. Una llevó a dos,
dos a tres y tres a un número que sacaba sus sombras.
Cuando Kent vivía en sus sombras, no existía nada capaz de traerlo de
regreso.
Aunque Rebecca era hermosa.
Aunque Rebecca era amable.
Aunque Rebecca se esforzaba todos los días para ser suficiente.
Era más que suficiente, pensó Graham.
Durante los últimos cinco cumpleaños, ella lo vio apagar las velas.
Ella era su mejor amiga, la prueba de que existía el bien, pero eso no
duraría, porque Kent tuvo una bebida… o diez.
—¡Eres una mierda! —le gritó a ella, arrojando su vaso de whisky
contra la pared, donde se rompió en un millón de pedazos. Él era más que
un monstruo, era la oscuridad, el peor tipo de hombre que haya existido
jamás. Kent ni siquiera sabía por qué se sentía tan enojado, pero se
desquitó con Rebecca.
—Por favor —susurró ella, temblorosa mientras se sentaba en el
sofá—. Solo descansa, Kent. No has tomado un descanso desde que
comenzaste a escribir.
—No me digas qué hacer. Arruinaste la Navidad —mal artículo,
tropezando hacia ella—. Lo arruinaste todo, porque eres una mierda. —
Levantó su mano para descargar su ira sobre ella, pero antes de que
pudiera abofetearla, su palma golpeó la frente de Graham mientras se ponía
en camino para proteger a Rebecca—. ¡Muévete! —ordenó Kent, envolviendo
sus manos alrededor de su hijo y tirándolo a un lado de la habitación.
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Los ojos de Graham se llenaron de lágrimas cuando vio a su padre


golpearla.
¿Cómo?
¿Cómo podría golpear a alguien tan bueno?
—¡Detente! —gritó Graham, corriendo y golpeando repetidamente a su
padre. Cada vez Kent lo alejaría, pero Graham no se detenía. Siguió
levantándose del suelo y volviendo por más, sin miedo de cómo su padre lo
lastimaría. Todo lo que sabía era que Rebecca estaba siendo lastimada, y
sabía que tenía que protegerla.
Lo que duró unos minutos se sintió como horas. La habitación giró
mientras Graham fue golpeado, y Rebecca fue lastimada, y no fue hasta que
los dos yacieron allí, sin intentar luchar, que finalmente se detuvo. Tomaron
golpes y puñetazos, y se mantuvieron quietos hasta que Kent se cansó de
todo. Se fue a su oficina donde cerró la puerta de golpe y probablemente
encontró un poco más de whisky.
Rebecca envolvió sus brazos alrededor de Graham al segundo que
Kent se fue, y lo dejó desmoronarse en sus brazos.
—Está bien —le dijo.
Él sabía que no debía creer en tal cosa.
Más tarde en esa noche, Rebecca se detuvo junto a la habitación de
Graham. Seguía despierto, sentado en la oscuridad de su habitación,
mirando al techo.
Cuando giró hacia ella, la vio con su abrigo y sus botas.
Detrás de ella había una maleta.
—No —dijo, sentándose. Sacudió la cabeza—. No.
Lágrimas rodaban por sus mejillas, que se veían magulladas por las
manos de la oscuridad.
—Lo siento mucho, Graham.
—Por favor. —Lloró, corriendo hacia ella y envolviendo sus brazos
alrededor de su cintura—. Por favor, no te vayas.
—No puedo quedarme aquí —le dijo ella, su voz temblaba—. Mi
hermana está esperando afuera, y solo quería decírtelo cara a cara.
—¡Llévame contigo! —suplicó, las lágrimas caían cada vez más rápido
a medida que el pánico de ella abandonándolo con la oscuridad se
asentaba—. Seré bueno, lo juro. Seré lo suficientemente bueno para ti.
—Graham. —Respiró hondo—. No puedo llevarte... tú no eres mío.
Esas palabras.
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Esas pocas e hirientes palabras le partieron el corazón por la mitad.


—Por favor, Rebecca, por favor... —Sollozó en su camisa.
Ella lo empujó hacia atrás unos centímetros y se inclinó para que
estuvieran al nivel de los ojos.
—Me dijo que, si te llevo, enviará a sus abogados. Me dijo que
pelearía. No tengo nada, Graham. Me hizo dejar mi trabajo hace años. Firmé
un acuerdo prenupcial. No tengo nada.
—Me tienes a mí —le dijo.
La manera en que parpadeó y se puso de pie le dijo que no era
suficiente.
En ese momento, el corazón del niño comenzó a congelarse.
Se fue esa noche y nunca miró hacia atrás. Esa noche, Graham se
sentó en su ventana, mirando hacia donde Rebecca se alejó, y se sintió mal
del estómago mientras trataba de comprender. ¿Cómo podría alguien estar
allí por tanto tiempo y luego simplemente irse?
Miró el camino cubierto de nieve. Las huellas de los neumáticos
seguían en el suelo, y Graham no les quitó la vista ni una vez.
Una y otra vez en su cabeza, tres palabras se repetían.
Por favor no te vayas.

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22
Lucy
Traducido por Cjuli2516zc

S
us ojos lucían hinchados cuando regresó a la sala de espera.
Karla y Susie se fueron a buscar café, y Graham le dio a Mary
una sonrisa falsa y un abrazo rápido antes de que se fuera a
visitar a Ollie.
—Hola. —Me levanté y caminé hacia él—. ¿Estás bien?
Hizo una mueca, su postura firme, pero sus ojos tan destrozados.
—Si algo le sucede... —Tragó y bajó la cabeza—. Si lo pierdo...
No le di la oportunidad de decir una palabra más. Envolví mis brazos
a su alrededor mientras su cuerpo comenzaba a temblar. Por primera vez,
se permitió sentir, se dejó lastimar, y yo me encontraba allí para
consolarlo.
—¿Qué puedo hacer? —pregunté, abrazándolo más cerca—. Dime lo
que puedo hacer.
Puso su frente contra la mía y cerró los ojos.
—Simplemente no te vayas. Si te vas, correré. Dejaré que me supere.
Por favor, Lucille, simplemente no te vayas.
Lo sostuve por unos minutos, pero parecieron horas. Contra su oído,
hablé suavemente—: Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de
mí, el agua me rodea, y el espíritu se convierte en mí... —Seguí repitiendo
las palabras, y sentí que sus emociones lo superaban. Cada vez que sentía
que se resbalaba, sostenía mi cuerpo más cerca y me negaba a dejarlo ir.
No pasó mucho tiempo hasta que Talon se despertó en su asiento de
bebé y comenzó a quejarse. Graham lentamente me soltó y caminó hacia
su hija. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, ella detuvo su
Página180

alboroto y se encendió como si acabara de conocer al hombre más grande


vivo. Había completo amor en sus ojos, y lo vi suceder… el momento de
alivio que le entregó a su padre. Él la levantó en sus brazos y la abrazó.
Ella colocó sus manos sobre sus mejillas y comenzó a balbucear, haciendo
ruidos con la misma hermosa sonrisa que se parecía a la de su padre.
Por ese momento en el tiempo, por ese pequeño segundo, Graham
dejó de sufrir.
Talon llenó su corazón de amor, el mismo amor que una vez creyó
que ni siquiera existía.
Por ese momento en el tiempo, él parecía estar bien.

Mary decidió esperar para ver si las cosas cambiaban. Vivió esas
semanas con un nudo en el estómago, y Graham permaneció a su lado
durante todo el proceso. Él apareció en su casa con comida, obligándola a
comer, y obligándola a dormir cuando todo lo que quería hacer era
quedarse en la sala de espera del hospital.
Esperando un cambio.
Esperando un milagro.
Esperando a que su esposo volviera con ella.
Karla me llamó cuando llegó el momento de tomar la decisión más
difícil de la vida de su familia. Cuando llegamos al hospital, la luz en el
pasillo parpadeó repetidamente, como si fuera a morir en cualquier
momento.
El clérigo entró en la habitación y todos nos paramos alrededor de
Ollie, nuestras manos se unieron mientras nos preparábamos para
nuestro último adiós. No estaba segura de cómo alguien volvería de una
pérdida como esta. Conocía a Ollie por tan poco tiempo, pero sabía que él
ya había cambiado mi vida para mejor.
Su corazón siempre estaba lleno de amor, y sería extrañado para
siempre.
Después de la oración del clérigo, preguntó si alguien tenía algunas
últimas palabras para decir. Mary no podía hablar mientras las lágrimas
corrían por sus mejillas. El rostro de Karla se hallaba envuelto en el
hombro de Susie, y mis labios se negaron a moverse.
Graham nos sostuvo a todos. Se convirtió en nuestra fortaleza.
Mientras las palabras fluían de su alma, sentí el estrujamiento de mi
corazón.
Página181

—Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de mí, el agua me
rodea, y el espíritu se convierte en mí.
En ese momento, todos comenzamos a desmoronarnos en el reino de
la nada.
En ese momento, una parte de cada uno de nosotros se fue con el
alma de Ollie.

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23
Graham
Traducido por Cjuli2516zc

T
odos se fueron. Mary, Karla y Susie se fueron para tratar con
los próximos pasos, y yo sabía que debería haber ido con ellos,
pero no podía obligarme a moverme. Me quedé inmóvil en el
pasillo del hospital con la luz parpadeante. Su habitación fue vaciada, y no
existía nada más que pudiera hacerse. Él se fue. Mi profesor. Mi héroe. Mi
mejor amigo. Mi padre.
Ido.
No lloré. No lo procesé en absoluto.
¿Cómo era posible que este fuera el resultado? ¿Cómo podría
desvanecerse tan rápido? ¿Cómo podría él irse?
Pasos avanzaban en mi dirección, las enfermeras pasaban a sus
siguientes pacientes, los médicos revisaban a los que todavía tenían pulso,
como si el mundo no hubiera dejado de girar.
—Graham.
Su voz era profunda, empapada de dolor y tristeza. No levanté la
vista para verla; mi cabeza no se apartaba de la habitación donde acababa
de decir mi último adiós.
—Tenía razón —susurré, mi voz temblorosa—. Pensó que, si yo
conocía sobre su corazón, si sabía que estaba a punto de morir en
cualquier momento, habría corrido. Hubiera sido egoísta y lo hubiera
abandonado, porque me hubiera cerrado. No hubiera sido capaz de lidiar
mentalmente con él muriendo. Hubiera sido un cobarde.
—Estuviste aquí —dijo—. Siempre estuviste aquí. No hubo nada
cobarde en ti, Graham.
—Podría haberlo convencido de la cirugía —argumenté—. Podría
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haberlo convencido de pelear.


Dejé de hablar. Por un momento, me sentí como si estuviera
flotando, como si estuviera en el mundo, pero ya no formara parte de él,
flotando en la incredulidad, la negación, la culpa.
Lucy entreabrió los labios como si fuera a ofrecer algún tipo de
consuelo, pero luego no salieron las palabras. Sabía que no existían
palabras que pudieran mejorarlo.
Nos quedamos quietos, mirando la sala mientras el mundo se movía
a nuestro alrededor.
Mi cuerpo comenzó a temblar. Mis manos temblaron
incontrolablemente a los costados mientras mi corazón se hundía en mi
pecho. Él se ha ido. Realmente se ha ido.
Lucy bajó la voz y susurró—: Si necesitas caer, cae en mí.
En cuestión de segundos, la gravedad me encontró. Cada sensación
de flotación desapareció, cada sensación de fortaleza ya no era mía.
Comencé a descender, cada vez más rápido, estrellándome, esperando que
me golpeara el impacto, pero ella se encontraba allí.
Justo a mi lado.
Me atrapó antes de tocar el suelo.
Se convirtió en mi fuerza cuando ya no pude ser valiente.

—Ella finalmente está durmiendo, aunque puso bastante pelea. —


Los ojos de Lucy eran pesados, como si estuviera exhausta, pero obligando
a sus ojos a permanecer abiertos—. ¿Cómo te sientes? —preguntó,
apoyada contra el marco de la puerta de mi oficina.
Estuve sentado en mi escritorio, mirando mi cursor parpadeante
durante la última hora. Quería escribir, quería escapar, pero por primera
vez en mi vida, realmente no existían palabras para encontrar. Se acercó a
mí y colocó sus manos sobre mis hombros. Sus dedos comenzaron a
amasar mis omóplatos tensos, y di la bienvenida a su toque.
—Ha sido un día largo —susurré.
—Ha sido un día muy largo.
Mis ojos se movieron hacia las ventanas, viendo caer la lluvia afuera.
Las hojas de agua golpeaban el exterior de mi casa. El Profesor Oliver
habría puesto sus ojos en blanco por la coincidencia de la lluvia el día que
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falleció. Qué cliché.


Apagué mi computadora.
Ninguna palabra iba a venir esa noche.
»Necesitas dormir —me dijo Lucy. Ni siquiera estuve en desacuerdo.
Se extendió por mis manos, y le permití tomarlas. Me levantó y me
acompañó a mi habitación para intentar cerrar mis ojos y descansar.
»¿Necesitas agua? ¿Comida? ¿Algo? —preguntó, sus ojos se llenaron
de preocupación.
—Hay una cosa.
—¿Sí? ¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó.
—Quédate conmigo. Esta noche, yo solo... —Mi voz se quebró, y
mordí el interior de mi mejilla para contener la emoción—. No creo que
pueda estar solo esta noche. Sé que es una cosa rara para pedir, y eres
libre de irte, por supuesto, es solo que... —Respiré hondo y metí las manos
en los bolsillos de mis pantalones—. No creo que pueda estar solo esta
noche.
Ella no dijo una palabra más. Simplemente caminó hacia la cama,
bajó la manta y se acostó. La mano de Lucy dio unas palmaditas en el
lugar a su lado y me acerqué, tumbándome a su lado. Comenzó
lentamente, nuestros dedos se acercaron el uno al otro. Cerré los ojos y las
lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Entonces, de alguna manera
nuestros dedos se unieron, el calor de Lucy llenando lentamente mi frío
corazón. Entonces, su cuerpo se acercó más y más. Mis brazos de alguna
manera encontraron su camino a su alrededor, y mientras yacía allí
abrazándola, dejé que el sueño encontrara su camino hacia mí.
Oh, cuánto necesitaba que alguien se quedara esa noche.
Me sentía tan agradecido de que fuera ella.

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Lucy
Traducido por EstherMaslow

C
uando llegó el día del funeral de Ollie, no había tanta gente
como en el último funeral al que asistí; no era nada parecido
al servicio de Kent. Estábamos en un campo abierto, rodeados
de naturaleza, en el lugar donde se le declaró a Mary hacía muchas lunas.
Ella dijo que era el día en que su vida comenzó y solo parecía correcto
regresar allí para absorber el mismo amor que sintió hace años.
Y, oh, había amor. Mucho, mucho amor apareció para Ollie,
incluyendo antiguos estudiantes, colegas y amigos. Aunque el espacio no
se encontraba lleno de reporteros, fans o cámaras fotográficas, estaba
lleno de lo único importante en el mundo: amor.
Todos se aseguraron de consolar a Karla y a Mary lo mejor que
podían, y las dos nunca estuvieron solas. A medida que el servicio
continuó, hubo lágrimas, risas e historias llenas de luz y amor.
El tributo perfecto para un hombre perfecto.
Cuando el pastor preguntó si a alguien le gustaría compartir
palabras, a Graham solo le llevó un segundo levantarse de su asiento. Mis
ojos se fijaron en él mientras me entregaba a Talon.
—¿Un panegírico? —susurré, mi corazón acelerado. Sabía lo difícil
que sería algo así para Graham.
—Sí. —Asintió—. Puede que no sirva de nada.
Negué lentamente con mi cabeza y tomé su mano, apretándola
ligeramente.
—Será perfecto. —Cada paso que dio al podio fue lento y controlado.
Todo sobre Graham siempre fue controlado. Casi siempre se mantenía
erguido, nunca vacilando de un lado a otro. Mientras mis ojos
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permanecían pegados a él, mi estómago se apretó cuando lo vi tropezar un


poco. Tomó el podio y reorientó su postura.
El espacio permanecía en silencio y todos los ojos se enfocaban en
él. Podía oler las lilas y jazmín rodeándonos mientras el viento soplaba a
través de ellos. La tierra seguía mojada por toda la lluvia que cayó en los
últimos días, y cuando el aire pasaba, casi podía saborear la humedad.
Mis ojos no se movieron de Graham. Estudié al hombre que aprendí a
amar en silencio mientras se preparaba para despedirse del primer
hombre que me enseñó cómo debía ser el amor.
Graham aclaró su garganta y aflojó su delgada corbata negra. Abrió
los labios, mirando sus hojas de papel, que estaban llenas de palabras
delante y detrás. Una vez más, su garganta fue aclarada. Entonces, intentó
hablar.
—El Profesor Oliver era un... —Su voz se rompió y bajó la cabeza—.
Profesor Oliver... —Sus manos formaron puños en el podio—. Esto no está
bien. Verán, escribí este largo discurso sobre Oliver. Pasé horas y horas
preparándolo, pero seamos honestos, si le hubiese entregado este ensayo,
él lo llamaría una completa mierda. —El cuarto se llenó de risas—. Estoy
seguro de que muchas de las personas aquí presentes han sido sus
estudiantes y una cosa que todos sabemos es que el Profesor Oliver era un
tipo duro cuando se trataba de calificar los exámenes. Recibí de él mi
primera F en un ensayo y cuando lo desafié en su oficina, me miró, bajó la
voz y dijo “Corazón”. No tenía ni idea de lo que hablaba, pero me sonrió un
poco y me repitió “Corazón”. Luego entendí que eso era lo que faltaba en
mi ensayo.
»Antes de sus clases, no tenía ni idea de cómo poner corazón en una
historia, pero se tomó el tiempo para enseñarme cómo se veía; corazón,
pasión, amor. —Graham tomó sus hojas de papel y las rompió por la
mitad—. Y si tuviera que calificar mi discurso, me reprobaría. Mis palabras
hablan de sus logros en su carrera. Fue un gran erudito y recibió
numerosos premios que reconocieron sus talentos, pero eso es solo algo
sin valor. —Graham rio entre dientes, junto con otros estudiantes que
tuvieron a Ollie como profesor—. Todos sabemos cómo Oliver odiaba
cuando la gente añadía algo sin valor extra a sus documentos para llegar a
las cuentas de palabras requeridas. “Agreguen músculo, no grasa,
estudiantes”. Así que, ahora, solo agregaré el músculo más fuerte, añadiré
el corazón. Les diré la esencia de quién era el Profesor Oliver.
»Oliver era un hombre que amaba sin disculpas. Amaba a su esposa
y a su hija. Amaba su trabajo, sus estudiantes y sus mentes. Oliver amaba
el mundo. Amaba los defectos del mundo, amaba los errores del mundo,
amaba las cicatrices del mundo. Creía en la belleza del dolor y en la gloria
de un mañana mejor. Él era la definición del amor y pasó su vida tratando
de difundir ese amor a tanta gente como pudo. Recuerdo mi segundo año
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de secundaria, me sentía tan enojado con él. Me dio mi segunda F y me


enojé mucho. Marché directamente a su oficina, irrumpí sin invitación y
justo cuando estaba a punto de gritarle por este escandaloso asunto, me
detuve. Allí se hallaba, sentado en su escritorio, llorando con el rostro en
las palmas de sus manos.
Mi estómago se apretó mientras escuchaba la historia de Graham.
Sus hombros cayeron y trató de mantenerse firme mientras hablaba.
»Soy la peor persona en esas situaciones. No sé cómo consolar a la
gente. No sé cómo decir las cosas correctas… ese era normalmente su
trabajo. Así que solo me senté. Me senté frente a él mientras sollozaba
incontrolablemente. Me senté y le permití sentir que su mundo se
desmoronaba hasta que pudo expresar lo que le hacía tanto daño. Fue el
día en que uno de sus antiguos alumnos se suicidó. No había visto al
estudiante en años, pero lo recordaba; su sonrisa, su tristeza, su fuerza y
cuando se enteró de que el estudiante murió, el corazón de Ollie se rompió.
Me miró y me dijo “El mundo es un poco más oscuro esta noche, Graham”.
Luego secó sus lágrimas y dijo “Pero, aun así, debo creer que el sol saldrá
mañana”.
Las lágrimas inundaron los ojos de Graham y tomó un instante para
recuperar el aliento antes de continuar, hablando directamente con la
familia de Ollie.
»Mary, Karla, Susie, cuento historias para vivir, pero no soy muy
bueno con las palabras —dijo en voz baja—. No sé qué puedo decir para
darle sentido a esto. No sé cuál es el significado de la vida o por qué la
muerte la interrumpe. No sé por qué se lo llevaron y no sé cómo mentirles
y decirles que todo pasa por una razón. Lo que sí sé es que lo amaron y él
las amó con cada gramo de corazón que poseía.
»Tal vez algún día ese hecho sea suficiente para ayudarles a pasar
cada día. Tal vez algún día ese hecho les traerá paz, pero está bien si ese
día no es hoy, porque no es ese día para mí. No siento paz. Me siento
engañado, triste, herido y solo. Toda mi vida nunca tuve un hombre a
quien admirar. Nunca supe lo que significaba ser un verdadero hombre
hasta que conocí al Profesor Oliver. Era el mejor hombre que he conocido,
el mejor amigo que he tenido, y el mundo es mucho más oscuro esta noche
porque se ha ido. Ollie era mi padre —dijo Graham, las lágrimas cayendo
libremente por sus mejillas mientras respiraba profundamente por última
vez—. Y siempre seré su hijo.

Durante las últimas noches, he estado compartiendo cama con


Graham. Parecía estar más tranquilo cuando no estaba solo y todo lo que
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yo quería era que encontrara un poco de paz. Las lluvias de mayo


estuvieron cayendo intensamente y era nuestra música de fondo cuando
nos quedábamos dormidos.
Un domingo por la mañana, me desperté en medio de la noche
debido al sonido de un trueno y me giré en la cama para ver que Graham
desapareció. Saliendo de la cama, fui a ver si estaba con Talon, pero una
vez que llegué a su cuarto, vi que ella dormía tranquilamente.
Caminé por toda la casa buscándolo y no fue hasta que entré en la
terraza que vi una sombra en el jardín. Rápidamente me puse las botas de
lluvia y agarré un paraguas, caminando afuera para verlo. Se encontraba
empapado de pies a cabeza con una pala en las manos.
—Graham —lo llamé, preguntándome qué hacía hasta que miré al
cobertizo donde se asentaba un gran árbol, esperando ser plantado.
El árbol de Ollie.
No se giró para mirar hacia mí. Ni siquiera estaba segura de que
escuchara mi voz. Seguía paleando el suelo, cavando un hoyo que
sostendría el árbol. Fue desgarrador verlo mojado, cavando más y más
profundo. Caminé hacia él, todavía sosteniendo mi paraguas y le di un
ligero golpecito sobre sus hombros.
Se giró hacia mí, sorprendido al verme allí parada y ahí fue cuando
vi sus ojos.
La verdad está en sus ojos, me dijo Ollie.
Esa noche lo vi y vi que Graham se rompía. Su corazón se rompía
minuto a minuto, segundo a segundo, así que hice lo único que podía
pensar hacer.
Coloqué el paraguas en el suelo, levanté otra pala y empecé a cavar a
su lado.
No se intercambiaron palabras, no fue necesario. Cada vez que
tirábamos la tierra del suelo a un lado, respirábamos honrando la vida de
Ollie. Una vez que el agujero era lo suficientemente grande, le ayudé a
cargar el árbol, y lo colocamos abajo, cubriendo la base con barro.
Graham se echó al suelo, sentado en el desorden de la naturaleza
mientras la lluvia continuaba golpeándonos. Me senté a su lado. Dobló las
rodillas y apoyó las manos sobre ellas con los dedos entrelazados. Me
senté con las piernas cruzadas y las manos en el regazo.
—Lucille —susurró.
—¿Sí?
—Gracias.
—Siempre.
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Graham
Traducido por EstherMaslow

—¿L ucille? —llamé desde mi oficina una tarde. En las


últimas semanas, me obligué a sentarme en mi
escritorio y escribir. Sabía que eso era lo que el
Profesor Oliver hubiera querido que hiciera. Hubiera querido que no me
diera por vencido.
—¿Sí? —preguntó, entrando en la habitación.
Mi corazón saltó. Se veía exhausta, sin maquillaje, con el cabello
sucio y absolutamente todo lo que yo quería.
—Tengo que enviar algunos capítulos a mi editor y, normalmente, el
Profesor Oliver los leería, pero... —Hice una mueca—. ¿Crees que podrías
leerlos para mí?
Sus ojos se abrieron de par en par y su sonrisa se extendió.
—¿Bromeas? Por supuesto. Déjame ver.
Le entregué los papeles y se sentó frente a mí. Cruzó las piernas y
comenzó a leer, recogiendo todas mis palabras. Mientras sus ojos
permanecían pegados al papel, mi mirada permanecía pegada a ella.
Algunas noches me preguntaba qué habría pasado sin ella. Me preguntaba
cómo habría sobrevivido sin el bicho raro hippie en mi vida.
Me preguntaba cómo pasé tanto tiempo sin decirle que era una de
mis personas favoritas en todo el mundo.
Lucy Palmer me salvó de la oscuridad y nunca podría agradecerle lo
suficiente.
Después de un tiempo, sus ojos se aguaron y mordió su labio
inferior.
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—Guau —susurró para sí misma mientras volteaba las páginas. Se


veía profundamente concentrada mientras leía mis palabras, tomándose
su tiempo—. Guau —murmuró de nuevo. Cuando terminó, puso todas las
páginas en su regazo y negó con la cabeza un poco antes de mirarme y
luego dijo—: ¡Guau!
—¿Lo odias? —pregunté, cruzando los brazos.
—Es perfecto. Es absolutamente perfecto.
—¿Cambiarías algo?
—Ni una sola palabra. Ollie estaría orgulloso.
Un pequeño suspiro dejó mis labios.
—De acuerdo. Gracias. —Se puso de pie y empezó a caminar hacia
la puerta y la llamé una vez—. ¿Crees que te gustaría ser mi acompañante
en la boda de Karla y Susie?
Una suave sonrisa cayó en sus labios y se encogió de hombros.
—He estado esperando que me lo pidieras.
—No estaba seguro de que quisieras venir. Es decir... parece raro
llevar a una amiga a una boda.
Su voz bajó y sus ojos de chocolate mostraron un toque de tristeza
mientras miraba en mi dirección.
—Oh, Graham Cracker —dijo en voz baja. Su voz era tan baja que
por un momento me pregunté si imaginé las palabras—. Qué no daría por
ser más que tu amiga.

El día de la boda, esperé en el salón mientras Lucy terminaba de


prepararse en su dormitorio. Mi pecho se sentía apretado esperando verla
y, cuando apareció, era mejor de lo que yo podría haber imaginado. Salió
como una chispa de perfección. Llevaba puesto un vestido azul y tenía
flores aliento de bebé en su cabello.
Llevaba sus labios pintados de rosa y se veía más bella que nunca.
Cada segundo que la vi, me enamoré un poco más.
Además, sostenía a Talon en sus brazos, y la forma en que mi hija,
mi corazón, se acurrucaba en esta mujer me hizo enamorarme aún más.
Se suponía que no debíamos sentirnos así.
No se suponía que nos enamoráramos el uno del otro, ella y yo.
Sin embargo, parecía que la gravedad tenía una forma de acercarnos
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más.
—Te ves hermosa —le dije, levantándome del sofá y alisando mi
traje.
Sonrió mientras caminaba hacia mí.
—Papá —dijo Talon, balbuceando y extendiéndose hacia mí. Cada
vez que hablaba, mi corazón crecía en tamaño—. Papapa.
Nunca vi que el amor fuera tan real.
La tomé en mis brazos y besé su frente mientras ella me devolvía el
beso. Lucy se adelantó, enderezando mi corbata de lazo, que ella escogió.
Escogió todo mi conjunto. Se hallaba convencida de que mi armario
contenía demasiado negro, así que me forzó a salir de mi zona de confort
con un traje gris claro y una corbata de lazo de lunares azul.
Conduje a casa de Chrissy, la empleada de Lucy, antes de ir a la
ceremonia. Chrissy dijo que cuidaría de Talon por la noche y una parte de
mí se preocupó. Talon nunca pasó tanto tiempo con nadie más que Lucy o
yo, pero Lucy me dijo que confiaba en Chrissy y, a su vez, yo confiaba en
Lucy.
—Si necesitas algo, tienes nuestros números —le dije a Chrissy
mientras le entregaba a Talon, quien parecía tímida al principio.
—Ah, no te preocupes, vamos a pasar un buen rato. Todo de lo que
tienen que preocuparse es de pasarla bien esta noche. Aprovechen cada
momento.
Le sonreí ampliamente antes de inclinarme para besar la frente de
Talon por última vez.
»¿Y, Graham? Siento lo de tu padre. El Profesor Oliver parecía un
gran hombre —me dijo Chrissy.
Le di las gracias mientras Lucy tomaba mi mano y la apretaba
ligeramente.
Mientras caminábamos hacia el auto, me giré en dirección a ella.
—¿Le dijiste que era mi padre? —pregunté.
—Por supuesto. Era tu padre y tú eras su hijo.
Tragué con fuerza y abrí la puerta de su auto para ayudarla a
entrar. Mientras ella subía dentro, esperé un segundo antes de cerrar la
puerta.
—¿Lucille?
—¿Sí?
—Haces el mundo mucho menos oscuro.
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Llegamos a la ceremonia unos diez minutos antes de que comenzara
y nos sentamos en una fila central al borde del pasillo. El espacio se
hallaba rodeado de hermosas flores, que la misma Lucy arregló para el
evento e instaló más temprano esa mañana. Era la mejor para hacer cada
momento hermoso.
Cuando llegó el momento, todos los presentes se pusieron de pie
mientras Susie caminaba por el pasillo primero con su brazo enlazado con
el de su padre. Ella sonreía ampliamente y se veía impresionante en su
vestido blanco. Una vez que llegó al frente, su padre besó su mejilla y se
sentó. Entonces, la música cambió y fue el turno de Karla. Parecía un
ángel, sosteniendo su hermoso ramo de rosas rosadas y blancas. Su
vestido fluía sin esfuerzo, pero sus pasos parecían ser una lucha. Con
cada una de ellas, podía decir lo que pesaba en su corazón: echaba de
menos a su padre, el hombre que se suponía que la llevaría al altar el día
más feliz de su vida.
A la mitad del pasillo, sus pasos se detuvieron, tapó su boca con la
mano y comenzó a llorar, el abrumador dolor de la situación se la tragó
entera.
En segundos, estuve allí. Mi brazo envuelto alrededor del suyo, me
incliné más cerca de ella y le susurré—: Te tengo, Karla. No estás sola.
Se giró hacia mí, sus ojos llenos de pedazos rotos de su alma y
envolvió sus brazos a mí alrededor. Se tomó unos segundos para
desmoronarse y yo la sostuve cada segundo que pasaba. Cuando estuvo lo
suficientemente fuerte, mantuve su brazo unido al mío y la llevé por el
pasillo.
El oficiante sonrió ampliamente cuando llegamos al final del pasillo.
Susie me miró fijamente a los ojos durante un momento y me agradeció en
silencio. Simplemente asentí una vez.
—¿Quién entrega a esta hermosa novia? —preguntó el oficiante.
Me enderecé, mirando fijamente a Karla.
—Yo lo hago. —Sequé algunas de sus lágrimas y sonreí—. Con cada
gramo de mi ser, lo hago.
Karla se giró y me abrazó tan fuerte que la sostuve mientras hablaba
en voz baja.
—Gracias, hermano.
—Para siempre, hermana.
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Caminé de regreso a mi asiento y me senté junto a Lucy, que tenía


lágrimas en su rostro. Se giró hacia mí y me sonrió como nunca antes. Sus
labios se separaron y susurró—: Estoy enamorada de ti. —Y luego se giró
para enfrentarse a la ceremonia.
En segundos, mi corazón se llenó de más amor del que pensé que
era posible.
Debido a que esa era la cosa acerca de los corazones, cuando
pensabas que estaban completamente llenos, de alguna manera
encontrabas espacio para agregar un poco más de amor.
Amar a Lucy Hope Palmer no era una elección; era mi destino.

El resto de la ceremonia transcurrió sin contratiempos. La noche se


sentía llena de amor, risas, luz, y baile. Mucho baile.
Cuando se oyó una canción lenta, Mary se acercó a mí y me extendió
la mano, pidiéndome un baile. Me levanté y la acompañé a la pista de
baile. Cuando puso su mano sobre mi hombro, empezamos a
balancearnos.
—Lo que hiciste por Karla... nunca podré agradecerte lo suficiente
por eso —dijo Mary, una lágrima rodando por su mejilla.
Me incliné y besé su lágrima antes de que cayera al suelo.
—Cualquier cosa que necesiten, señoritas, estoy aquí para ustedes.
Siempre, Mary. Siempre.
Sonrió y asintió.
—Siempre quise un hijo.
—Siempre quise una madre.
Bailamos, y apoyó su cabeza contra mi hombro, permitiéndome
guiar nuestros movimientos.
—La forma en que la miras —dijo, hablando de Lucy—. La forma en
que te mira...
—Lo sé.
—Déjala entrar, querido. Ella te hace sentir como Ollie me hizo
sentir a mí, completa, y un amor como ése no es algo que uno deba dejar
pasar. Podría haber un millón de razones por las que piensas que no
podría funcionar, pero todo lo que necesitas es una razón por la que podría
funcionar. Esa razón es el amor.
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Sabía que tenía razón sobre Lucy y el amor.


Si el amor fuera una persona, sería ella.
Cuando terminó nuestro baile, Mary besó mi mejilla y dijo—: Dile.
Cuéntale todo lo que te asusta, todo lo que te emociona, todo lo que te
mueve. Díselo todo y déjala entrar. Te prometo que cada momento valdrá
la pena.
Le agradecí y tomé un respiro al darme la vuelta para ver a Lucy
terminando un baile con uno de los caballeros mayores de setenta y tantos
años. Podía oír al Profesor Oliver en mi cabeza, y podía sentirlo en mi
corazón mientras latía.
Sé valiente, Graham.
La encontré en nuestra mesa y se sentó radiante de felicidad. Era
como si la felicidad fuera el único modo que ella conocía.
—Gracias por traerme, Graham. Esto ha sido…
La interrumpí. No existía posibilidad de que pudiera esperar un
minuto más. No podía perder ni un segundo más donde mis labios no
estuvieran contra los de ella. Mi boca se estrelló contra la suya, haciendo
que mi mente se arremolinara mientras sentía sus labios sobre los míos.
Sentí todo su ser envuelto en mi alma, absorbiéndome, transformándome
en un hombre mejor de lo que jamás pensé que podría ser. Había muerto
un millón de veces antes de darle una oportunidad a la vida y mi primer
aliento de vida fue quitado de sus labios.
Mientras me alejaba un poco, mis manos permanecieron apoyadas
alrededor de su cuello mientras mis dedos le daban un ligero masaje en el
cuello.
—Eres tú —susurré, nuestros labios aún tocándose un poco—. Mi
mayor esperanza es y siempre serás tú.
Y luego, ella me devolvió el beso.

Página195
26
Lucy
Traducido por Black Rose

N
o sabíamos cómo actuar el uno con el otro después de
nuestro primer beso. Nuestra situación no era la norma
cuando se trataba de construir una relación. Hicimos todo al
revés. Me enamoré de un chico antes de nuestro primer beso, y él se
enamoró de una chica a la que no se le permitía tener. Nuestra conexión,
nuestros latidos del corazón, coincidían entre sí en nuestro mundo de
cuento de hadas, pero en realidad, la sociedad nos consideraba un terrible
accidente.
Tal vez éramos un accidente, un error.
Tal vez nunca se suponía que debíamos cruzar el camino del otro.
Tal vez solo estaba destinado a ser una lección de vida y no una
marca permanente.
Pero, aun así, la forma en que me besó...
Nuestro beso fue como si el cielo y el infierno chocaran juntos, y
cada elección fuera correcta e incorrecta al mismo tiempo. Nos besamos
como si estuviéramos cometiendo un error y la mejor decisión, todo al
mismo tiempo. Sus labios me hicieron flotar más alto, pero de alguna
manera descender. Su respiración de alguna manera hizo que mi corazón
latiera más rápido cuando se detuvo por completo.
Nuestro amor fue todo lo bueno y malo envuelto en un beso.
Una parte de mí sabía que debería haberme arrepentido, pero la
forma en que sus labios calentaron las frías sombras de mi alma... la
forma en que dejó su marca en mí...
Nunca me arrepentiría de encontrarlo, abrazarlo, incluso si solo
tuviéramos esos pocos segundos como uno solo.
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Él siempre valdría esos pequeños segundos que compartimos.


Siempre valdría esa sensación de conexión de almas que creamos
cuando nuestros labios se tocaron.
Siempre sería el único con el que pasaría las noches soñando con
estar cerca.
Siempre valdría la pena para mí.
A veces, cuando tu corazón quería una novela completa, el mundo
solo te daba unos capítulos y, a veces, cuando querías un para siempre,
solo tenías esos pocos segundos en el ahora.
Y todo lo que podía hacer, todo lo que cualquiera podía hacer, era
hacer que cada momento fuera importante.
Después de que fuimos a casa esa noche, no hablamos sobre eso en
absoluto. Ni la semana siguiente tampoco. Me concentré en Talon. Graham
trabajó en su novela. Creí que los dos estábamos esperando el momento
adecuado para venir a hablar con el otro, pero eso fue lo delicado: nunca
era el momento correcto.
A veces solo tienes que saltar y esperar que no te caigas.
Afortunadamente, en una cálida tarde de sábado, Graham saltó.
—Estuvo bien, ¿verdad? —preguntó, sorprendiéndome cuando
cambiaba el pañal de Talon en la habitación de la bebé.
Me giré ligeramente para verlo de pie en la puerta, mirando en mi
dirección.
—¿Qué estuvo bien? —pregunté, terminando de abrochar el pañal.
—El beso. ¿Pensaste que fue bueno?
Mi pecho se tensó cuando levanté a Talon en mis brazos. Aclaré mi
garganta.
—Sí, estuvo bien. Fue increíble.
Asintió, acercándose. Cada paso que daba hacía que mi corazón
doliera con anticipación.
—¿Qué más? ¿Qué más pensaste?
—¿La verdad? —susurré.
—La verdad.
—Pensé que estuve enamorada antes. Pensé que sabía lo que era el
amor. Creía entender sus curvas, sus ángulos, su forma. Pero luego, te
besé.
—¿Y?
Página197

Tragué.
—Y me di cuenta de que eras la primera y única cosa que hizo que
los latidos de mi corazón cobraran vida.
Me estudió, inseguro.
—¿Pero? —preguntó, acercándose. Deslizó las manos en sus
bolsillos y mordió su labio inferior antes de volver a hablar—. Sé que hay
un “pero”. Lo veo en tus ojos.
—Pero... ella es mi hermana.
Hizo una mueca a sabiendas.
—Jane.
Asentí.
—Lyric.
—Entonces, ¿piensas que nunca? ¿Tú y yo? —El dolor en sus ojos
por su pregunta rompió mi corazón.
—Creo que la sociedad tendría mucho que decir al respecto. Esa es
mi mayor preocupación.
Estaba aún más cerca que antes, lo suficientemente cerca para
besarme de nuevo.
—¿Y desde cuándo nos importa lo que piensa la sociedad, mi hippie
rara?
Me sonrojé, y él movió mi cabello detrás de mi oreja.
»No va a ser fácil. Puede ser muy difícil, y extraño, y fuera de lo
normal, pero te lo prometo, si me das una oportunidad, si nos das un
momento, haré que valga la pena todo tu tiempo. ¿Di que sí?
Viví en el momento, y mis labios se separaron.
—Si.
—Quiero llevarte a una cita. Mañana. Quiero que uses tu atuendo
favorito y me permitas invitarte.
Reí.
—¿Estás seguro? Mi atuendo favorito incluye rayas, lunares y un
millón de colores.
—No esperaría nada más. —Sonrió.
Dios. Esa sonrisa. Esa sonrisa me hacía cosas. Puse a Talon en el
piso para que pudiera gatear mientras Graham seguía hablando.
»¿Y, Lucille?
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—¿Sí?
—Tienes popó en tu mejilla.
Mis ojos se abrieron con horror cuando me acerqué al espejo y tomé
una toallita para bebé para limpiar mi rostro. Miré a Graham que se reía
para sus adentros, y mis mejillas no dejaron de ponerse rojas. Crucé mis
brazos y entrecerré mi mirada.
—¿Acabas de pedirme una cita a pesar de que había popó en mi
rostro?
Asintió sin vacilar.
—Por supuesto. Es solo un poquito de popó. Eso no cambiaría el
hecho de que estoy enamorado de ti y quiero invitarte a una cita.
—¿Qué? Espera. ¿Qué? Dilo de nuevo... —Mi corazón se aceleró, mi
mente giraba.
—¿Quiero invitarte a una cita?
—No. Antes de eso.
—¿Que es solo un poquito de popó?
Agité mis manos.
—No, no. La parte después de eso. La parte sobre...
—¿Que te amo?
Ahí estaba de nuevo. El corazón acelerado y la mente en movimiento.
—¿Estás enamorado de mí?
—Con cada pedazo de mi alma.
Antes de que pudiera responder, antes de que las palabras salieran
de mi boca, una niña pasó ante mí. Mis ojos se abrieron al mismo
momento exacto en que Graham lo hizo mientras miraba a su hija.
»¿Ella...? —preguntó.
—Creo... —respondí.
Graham tomó a Talon en sus brazos, y juré que su emoción iluminó
toda la casa.
—¡Acaba de dar sus primeros pasos! —exclamó, girando a Talon en
sus brazos mientras ella soltaba una risita ante los besos que le daba en
las mejillas—. ¡Acabas de dar tus primeros pasos!
Los dos empezamos a saltar de un lado a otro, animando a Talon,
que seguía riendo y aplaudiendo. Pasamos el resto de la noche en el piso,
tratando de que Talon diera más pasos. Cada vez que lo hacía,
vitoreábamos como si fuera una medallista de oro olímpica. En nuestros
ojos, era exactamente eso.
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Fue la mejor noche de mi vida, viendo al hombre que me amaba


amar a su bebé tan libremente. Cuando Talon finalmente se durmió esa
noche, Graham y yo nos dirigimos a su habitación y nos abrazamos antes
de que el sueño nos alcanzara.
—¿Lucille? —susurró contra mi cuello mientras me acurrucaba más
cerca de su calor.
—¿Sí?
—No quiero que sea cierto, pero quiero prepararte. Llegará un
momento en que te defraudaré. No quiero, pero creo que cuando la gente
se ama, a veces se decepcionan mutuamente.
—Sí. —Asentí, a sabiendas—. Pero soy lo suficientemente fuerte
como para levantarme nuevamente. Habrá un día en que también te
defraudaré.
—Sí. —Bostezó antes de acercar mi cuerpo al suyo—. Pero estoy
seguro de que en esos días de alguna manera te amaré más.

A la mañana siguiente, seguía en lo más alto gracias a Graham y a


Talon. Eso fue hasta que entré al trabajo. Mari se sentó en la oficina de
Monet's Gardens con los dedos entrelazados mientras examinaba las
carpetas de contabilidad. Normalmente ella manejaba el papeleo del
negocio mientras yo manejaba el frente de la casa. Ella también era buena
en lo que hacía, pero cuando entré a la oficina esa tarde, casi podía ver la
nube pesada sentada sobre ella.
Sabía exactamente lo que mamá habría dicho si hubiera visto a su
bebé en ese momento.
¿Sobre-pensándolo, otra vez, mi Mari Joy?
—¿Qué pasa? —pregunté, apoyándome contra el marco de la puerta.
Me miró, con el ceño fruncido, y se reclinó en su silla.
—Esas son casi el máximo número de palabras que me has dicho
desde que...
—¿Regresaste con tu ex?
—Mi esposo —corrigió ella.
Realmente no hablamos desde que explotó la situación de Parker y
regresó con él. Evité toda conversación al respecto, porque sabía que ella
tomó una decisión. Esa era una cosa sobre Mari: pensaba demasiado todo,
pero cuando tomaba su decisión final, seguía adelante. No existía nada
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que pudiera decir para que dejara al monstruo con el que compartía la
cama.
Todo lo que podía hacer era esperar pacientemente a reconstruir su
corazón cuando él la destruyera, otra vez.
—¿Qué pasa? —pregunté, asintiendo con la cabeza hacia el papeleo.
Sacudió su cabeza.
—Nada. Solo estoy tratando de entender nuestros números.
—No es nada. —No estaba de acuerdo, caminando hacia el escritorio
sentándome frente a ella—. Tienes esa mirada.
—¿Esa mirada? —preguntó.
—Ya sabes, tu mirada preocupada.
—¿De qué hablas? No tengo una mirada preocupada.
Le di una mirada de “qué tratas de decir en serio”.
Suspiró.
»No creo que podamos mantener a Chrissy en el personal.
—¿Qué? Ella es genial. Es realmente demasiado buena, mejor que
nosotras dos. La necesitamos. De hecho, iba a hablar contigo sobre darle
un aumento.
—Esa es la cuestión, Lucy, no tenemos el dinero para darle un
aumento. Apenas tenemos suficiente para mantenerla aquí. Creo que es
mejor si la dejamos ir.
Entrecerré mis ojos, confundida por sus palabras y segura de que
habían sido manchadas.
—¿Hablas tú o Parker?
—Soy mi propia persona, Lucy, con un título universitario. Esta soy
yo.
—Ella ama su trabajo —dije.
Mari se encogió de hombros levemente.
—Me gusta ella también, pero esto es un negocio, nada personal.
—Ahora suenas como Lyric. —Resoplé—. Toda negocios, nada
corazón.
—Ella tiene corazón, Lucy. Ustedes dos juntas nunca trabajaron
realmente.
Arqueé una ceja, estupefacta por Mari respaldando a Lyric.
—Abandonó a su hija, Mari.
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—Todos cometemos errores.


—Sí. —Asentí lentamente, aún confundida—. Pero un error es
derramar leche, quemar una pizza, olvidar un aniversario. ¿Abandonar a
tu hija recién nacida que estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos
durante semanas? ¿Permanecer ausente cuando la bebé está
completamente bien? Eso no es un error, esa es una elección.
Hizo una mueca.
—Solo pienso que es extraño cuán involucrada estás con todo esto.
Quiero decir, ni siquiera conocías a Graham, y está claro que tú y Lyric
tienen sus problemas. ¿Por qué empeorar las cosas? Simplemente no tiene
sentido. No es normal.
—También podrías conocerla más, sabes. Ella es tu sobrina, nuestra
sobrina. Le estamos organizando una primera fiesta de cumpleaños el
próximo fin de semana... tal vez si vienes, lo entenderás.
—¿Le estamos organizando una fiesta? ¿Nosotros? ¿No ves que eso
es raro? Lucy, ella no es tu hija.
—Sé eso. Solo estoy ayudando a Graham...
—Estás viviendo con él.
—¡Me echaste!
Sacudió su cabeza.
—No te eché exactamente, y definitivamente no te empujé a su casa.
Tu corazón hizo eso.
—Detente —dije, mi voz se hizo más grave a medida que se formaba
un nudo en mi estómago.
Mari me dio su mirada sabia.
—Lucy, sé que te estás enamorando de él.
Parpadeé algunas lágrimas que trataban de caer.
—No sabes de lo que hablas. No tienes idea de lo que hablas.
—Estás cometiendo un error. Él estaba con Lyric. Ella es tu
hermana —exclamó Mari—. Sé que vives por tus emociones, pero esto no
está bien.
Mordí mi labio inferior, sintiendo crecer mi enojo.
—Ah, claro, porque eres la más conocedora del mundo sobre cómo
debería ser una relación.
—¿Una relación? —siseó—. Lucy, no estás en una relación con
Graham Russell. Sé que te dolerá escuchar esto, pero entiendo a Lyric
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cuando se trata de ti. Eres demasiado como mamá. Eres demasiado libre,
y la libertad puede ser sofocante. Si te tranquilizas, no te conformes con él.
Él no es tuyo para amar.
No sabía qué hacer. La quemazón en mi pecho fue muy dolorosa.
Separé mis labios para hablar, pero no salió ningún sonido. No podía
pensar en las palabras que necesitaba decir, así que di la vuelta y me fui.
No me tomó mucho tiempo encontrarme en la naturaleza. Me dirigí a
mi sendero favorito, respiré hondo y dejé escapar un suspiro antes de
comenzar a correr. Corrí a través de los árboles, permitiendo que el aire
golpeara mi piel mientras corría cada vez más rápido, tratando de librarme
del dolor y la confusión.
Una parte de mí odiaba a Mari por las palabras que decía, pero otra
parte se preguntaba qué tanta razón tenía.
En mi mente, jugué el cuento de hadas de lo que Graham y yo
seríamos. Egoístamente, pensé cómo podría ser si tal vez algún día nuestro
amor nos condujera a un para siempre. Egoístamente, me permití sentir
completamente.
Yo era una soñadora, como mi madre, y aunque siempre había
adorado ese hecho, poco a poco empecé a ver sus defectos. Ella flotaba
más de lo que caminaba, saltaba más de lo que permanecía parada y, sin
importar nada, nunca se enfrentaba a la realidad.
Entonces, cada vez que la realidad venía por ella, siempre estaba
sola.
Eso me aterrorizaba… estar sola.
Pero no estar con Graham y Talon me aterrorizaba más que nada.

Cuando llegué a la casa de Graham, no tuve valor para entrar.


Incluso la carrera no aclaró mi mente, así que, en cambio, fui y me senté
en el patio trasero cerca del árbol de Ollie. Me senté con las piernas
cruzadas, mirando el pequeño árbol que tenía tantos años de crecimiento
por recorrer. Me quedé allí por segundos, minutos, horas. No fue hasta que
el sol comenzó a ponerse que Graham se unió a mí afuera. Iba vestido con
un traje perfectamente ajustado y lucía increíblemente fuera de este
mundo. Me sentí muy mal al perder nuestra cita, pero sabía que debido a
mis emociones no estaría lista para salir con él. Mari puso más culpa en
mi corazón de lo que sabía que podía contener. Tal vez estaba siendo
ingenua sobre la forma en que Graham me hacía sentir... tal vez estaba
siendo tonta.
—Hola —dijo.
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—Hola —respondí.
Se sentó.
Me miró fijamente.
Habló—: Estás triste.
Asentí.
—Sí.
—Has estado aquí por cuatro horas.
—Lo sé.
—Quería darte espacio.
—Gracias.
Asintió.
—Sin embargo, creo que has tenido suficiente espacio. Solo puedes
estar sola durante tanto tiempo antes de que comiences a convencerte de
que mereces ser así… créeme, lo sé, y tú, Lucille Hope Palmer, no mereces
estar sola.
No fueron intercambiadas más palabras, pero la sensación de
plenitud fue fuerte y clara. Si tan solo el mundo pudiese sentir la manera
en que nuestros corazones latían como uno, entonces tal vez no serían tan
duros para juzgar nuestra conexión.
—Esta es una primera cita terrible. —Reí, nervios sacudiendo mi
voz.
Metió la mano en el bolsillo de su traje, sacó un paquete de regaliz y
me lo tendió.
—¿Mejor? —preguntó.
Suspiré y asentí una vez antes de abrir el paquete.
—Mejor. —Estar a su lado siempre parecía correcto para mí. Como
en casa.
De esa manera, yo era diferente a mamá. Mientras que ella siempre
quiso alejarse flotando, mi corazón anhelaba quedarse junto a Graham
Russell.
Por primera vez en mi vida, desesperadamente quería pararme en
tierra firme.
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Graham
Traducido por EstherMaslow

—D
eberías llamarla —le dije a Lucy mientras daba
vueltas por la casa, inventando razones para
distraerse. Durante meses, ella y su hermana Mari
no hablaron de otra cosa que de asuntos relacionados con el trabajo, pero
aparentemente tuvieron una gran pelea durante algunos días antes. Podía
decir que los problemas se la comían viva, pero intentó no hablar de ello.
—Está bien. Estamos bien —respondió.
—Mentirosa.
Se giró hacia mí y levantó una ceja.
—¿No tienes un libro que terminar o algo así?
Sonreí por su malicia.
Me encantaba ese lado de ella.
Amaba todos los lados de ella.
—Solo estoy diciendo que la extrañas.
—No —dijo, su cara de póquer comunicando todo lo contrario de sus
palabras. Mordió su labio inferior—. ¿Crees que es feliz? No creo que sea
feliz. No importa. No quiero hablar de ello.
—Lucil…
—Quiero decir, él literalmente la dejó durante los peores días de su
vida. ¡¿Quién hace eso?! Lo que sea, es su vida. He terminado de hablar de
ello.
—De acuerdo —concordé.
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—Quiero decir, ¡es un monstruo! ¡Y ni siquiera es un monstruo


lindo! Lo odio y estoy tan enfadada con ella por elegirlo a él antes que a mí.
Y ahora esta tarde es la primera fiesta de cumpleaños de Talon y Mari ni
siquiera estará aquí. No puedo creerlo… ¡oh, mierda! —gritó, corriendo
hacia la cocina. La seguí para ver cómo sacaba el pastel de chocolate de
Talon, que estaba muy quemado—. No, no, no, no —dijo, colocándolo en la
encimera.
—Respira —le dije, caminando detrás de ella y poniendo mis manos
sobre sus hombros. Sus ojos se aguaron y yo reí—. Es solo un pastel,
Lucille. Está bien.
—¡No! No, no está bien —dijo, girando su cuerpo hacia mí—. Íbamos
a ir de mochileras por toda Europa. Empezamos a ahorrar cuando se
enfermó. Empezamos un frasco de “Pensamientos Negativos” y cada vez
que pensábamos algo negativo sobre su diagnóstico o miedo se apoderaba
de nuestras mentes, teníamos que poner una moneda en el frasco.
Después de la primera semana, el frasco se llenó hasta el borde y tuvimos
que conseguir otro frasco. Quería irse justo después de estar en remisión,
pero yo me sentía demasiado asustada. Temía que no fuera lo
suficientemente fuerte como para que fuera demasiado pronto, así que la
mantuve en casa. La mantuve encerrada porque no era lo suficientemente
fuerte como para subirme a un avión con ella. —Tragué duro—. Y ahora no
me habla a mí y yo no le hablo a ella. Es mi mejor amiga.
—Cambiará de opinión.
—La invité hoy, para la fiesta de Talon. Eso es lo que empezó la
discusión.
—¿Por qué era eso un problema?
—Ella... —La voz de Lucy se agrietó y respiró hondo mientras
estábamos a centímetros de distancia—. Cree que todo esto está mal, tú y
yo, Talon. Piensa que es raro.
—Es raro —le dije—. Pero eso no significa que no esté bien.
—Me dijo que ustedes no eran míos. Dijo que no eran míos para
amar.
Antes de que pudiera contestar, sonó el timbre de la puerta, y se
alejó de mí, encontrando una sonrisa falsa para ponerla en su rostro.
»Está bien, de verdad. Solo estoy molesta porque quemé el pastel.
Abriré la puerta.
Me quedé ahí, mirando fijamente el pastel y luego saqué un cuchillo
para ver si de alguna manera podía salvarlo raspando algunas de las
partes no comestibles. Lucy necesitaba una victoria ese día. Necesitaba
algo para hacerla sonreír.
—Dios mío. —Oí de la otra habitación. La voz de Lucy sonaba
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aterrorizada y cuando entré en la sala de estar, supe exactamente por qué.


—Jane —murmuré, mirándola en mi puerta con un osito de peluche
y un regalo en la otra mano—. ¿Qué demonios haces aquí?
Separó los labios para hablar, pero luego sus ojos volvieron a Lucy.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella, un poco de aguijón atando
sus palabras—. ¿Por qué diablos estarías aquí?
—Yo... —empezó Lucy, pero podría decir que sus nervios se
encontraban demasiado agitados para que las palabras salieran.
—Jane, ¿qué haces aquí? —pregunté una vez más.
—Yo... —Su voz tembló de la misma manera que Lucy lo hizo un
momento antes—. Quería ver a mi hija.
—¿Tu hija? —Resoplé, sorprendido por el valor que tenía para entrar
en mi casa y usar esas palabras.
—¿Podemos hablar, Graham? —preguntó Jane. Sus ojos se
dirigieron a Lucy, y los entrecerró—. ¿Solos?
—Cualquier cosa que digas se puede decir delante de Lucille —le
dije.
El corazón herido de Lucy ya estaba recibiendo otra paliza.
—No, está bien. Me iré. Probablemente debería hacer algo de trabajo
en la floristería. Voy a agarrar mi abrigo.
Mientras pasaba junto a mí, la tomé del brazo y le dije en voz baja—:
No tienes que irte.
Ella asintió lentamente.
—Creo que es mejor que hablen. No quiero causar más problemas.
Le dio a mi mano un ligero apretón y luego la soltó. Cuando agarró
su abrigo, salió de la casa sin decir otra palabra y la habitación de alguna
manera se llenó de oscuridad.
—¿Qué es lo que quieres, Jane?
—Ha pasado un año, Graham. Solo quiero verla.
—¿Qué te hace pensar que tienes derecho a verla? La abandonaste.
—Tenía miedo.
—Fuiste egoísta.
Hizo una mueca y se movió en sus zapatos.
—Aun así, tienes que dejarme verla. Como su madre, me lo merezco.
Es mi derecho.
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—¿Madre? —siseé, mi instinto lleno de asco. Ser madre no


significaba simplemente dar a luz. Ser madre significaba alimentar a
última hora de la noche. Ser madre significaba dormir al lado de una cuna
porque tu hija estaba enferma y tenías que cuidar sus respiraciones. Ser
madre significaba saber que Talon odiaba los ositos de peluche. Ser madre
significaba que te quedabas.
Jane no fue una madre, ni por un minuto.
Era una extraña para mi hija. Una extraña en mi casa.
Una extraña para mí.
»Tienes que irte —le dije, incómodo por el hecho de que
aparentemente creía que podía volver a entrar en nuestras vidas después
de todo este tiempo.
—¿Estás acostándote con Lucy? —me preguntó, lanzándome una
completa curva.
—¿Perdón? —Lo sentí en mi estómago y empezó a elevarse hasta la
garganta… mi ira—. Abandonaste a tu hija hace meses. Te fuiste sin más
que una nota de mierda. No te tomaste ni un segundo para mirar atrás
una vez. Pero, ahora, ¿crees que tienes derecho a preguntarme algo así?
No, Jane. No puedes hacerme preguntas.
Empujó sus hombros hacia atrás. Aunque se paró en sus tacones
altos, noté un temblor en su voz.
—No la quiero cerca de mi hija.
Caminé hacia la puerta principal y la abrí.
—Adiós, Jane.
—Soy tu esposa, Graham. Talon no debería estar cerca de alguien
como Lucy. Es una persona tóxica. Me merezco…
—¡Nada! —vociferé, mi voz golpeando un nuevo pico de ira, pánico y
repugnancia—. No mereces nada. —Se pasó de la raya usando la palabra
esposa. Cruzó una línea más grande hablando mal de Lucy, la que se
quedó. Cruzó la línea más grande diciendo cómo criar a Talon—. ¡Vete! —
grité una vez más. En el momento en que grité, Talon empezó a llorar y
tragué con fuerza.
Crecí en un hogar con gritos y era lo último que quería que mi hija
presenciara.
Bajé la voz.
»Por favor, Jane. Solo vete.
Salió, su cabeza seguía en lo alto.
—Piensa en lo que vas a hacer, Graham. Si cierras esta puerta,
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significa que debemos luchar. Si cierras esta puerta, significa que habrá
una guerra.
Sin pensarlo, respondí—: Haré que mis abogados llamen a los tuyos.
Con eso, cerré la puerta.

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Lucy
Traducido por Black Rose

—L
yric está de vuelta en la ciudad —dije,
apresurándome en Monet´s Gardens, donde Mari
armaba una nueva vitrina.
Me miró y me dio un pequeño asentimiento.
—Sí, lo sé.
—¿Qué? —pregunté, sorprendida—. ¿Cuándo te enteraste?
—La vi hace dos días. Se detuvo en la casa de Parker para hablar. —
La forma en que las palabras salieron de su boca tan sin esfuerzo y sin
cuidado me confundieron. ¿Quién se llevó a mi hermana, mi persona
favorita en el mundo, y la cambió?
¿Qué le pasó a mi Mari?
—¿Por qué no me dijiste? —pregunté, mi pecho doliendo y mi
corazón comenzó a resquebrajarse—. Me viste ayer.
—Iba a mencionarlo, pero nuestra última conversación no nos
condujo al mejor lugar. Te marchaste —me dijo, levantando el jarrón y
moviéndolo hacia las ventanas—. Y, ¿qué importa si ella regresó? Su
familia está aquí, Lucy.
—Ella los abandonó por meses. Dejó a su recién nacida en la Unidad
de Cuidados Intensivos porque era egoísta. ¿No crees que es terrible para
ella regresar a la vida de Graham? ¿A la vida de Talon?
—Realmente no tenemos voz en eso, Lucy. No es de nuestra
incumbencia.
Más pedazos de mi corazón se rompieron, y Mari actuó como si no le
importara.
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—Pero... —Mari inspiró profundamente y se cruzó de brazos,


mirando en mi dirección—. Tenemos que hablar sobre el negocio. Pensé
que podría aguantar un rato más, pero dado que estamos aquí ahora,
podríamos hablar.
—¿Sobre qué? —pregunté, confusión llenándome.
—Lyric está un poco preocupada por cómo están sumando algunas
cosas en la contabilidad, y quiero decir, creo que tiene razón. Creo que nos
apresuramos contratando a Chrissy. No estamos obteniendo suficientes
ganancias.
—¿Por qué diablos hablas con Lyric sobre la tienda? —Mari hizo una
mueca, y arqueé una ceja—. ¿Qué no me estás diciendo?
—No te asustes —dijo, lo que por supuesto me hizo enloquecer aún
más—. ¿Recuerdas cuando estábamos empezando y no pudimos obtener
un préstamo para cubrir el resto de nuestras necesidades?
—Mari... dijiste que obtuviste otro préstamo del banco. Dijiste que
después de meses de intentarlo, finalmente se concretó.
Continuó, desviando su mirada de la mía.
—No sabía qué hacer. Te sentías tan feliz y emocionada de seguir
adelante después de que me enfermé, y no tuve las agallas para decirte la
verdad. Dejaste gran parte de tu vida por mí, y todo lo que quería era darte
nuestra tienda.
—¿Me mentiste sobre el préstamo? —pregunté a Mari, mi pecho
apretado—. ¿Le pediste un préstamo a Lyric?
—Lo siento, Lucy, realmente lo hago. Con las facturas médicas y
todo acumulándose, sabía que nunca podría conseguir un banco para
ayudarme...
—Así que fuiste a mis espaldas y le pediste a Lyric el dinero.
—Nunca me dejarías tomarlo si te lo dijera.
—¡Por supuesto que no! ¿Crees que te lo dio por la bondad de su
corazón? Mari, todo es apalancamiento con Lyric. Ella solo hace cosas que
la beneficiarán.
—No —juró Mari—. Hizo esto por nosotras, para ayudarnos a volver
a ponernos de pie. No hubo ataduras.
—Hasta ahora. —Resoplé, mis manos cayendo a mi cintura—. Si no
fuera porque tomaste su dinero, dejándola sostener algo tan grande sobre
nosotras, esto ni siquiera sería un problema, Mari. Ahora está tratando de
decirte cómo dirigir nuestra tienda. Podríamos haber trabajado más duro
para obtener el préstamo nosotras mismas. Podríamos haberlo hecho, pero
ahora ella quiere arruinar todo lo que hemos construido, todo porque
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confiaste en la serpiente. Necesitamos destruir el trato.


—No lo haré —dijo con severidad—. Hablaba con Parker sobre todo,
y él piensa...
Solté un bufido.
—¿Por qué me importaría lo que él piense? No es de su incumbencia.
—Es mi esposo. Su opinión me importa.
—No entiendo por qué. Él te abandonó cuando más lo necesitabas.
Estuve allí, ¿recuerdas? Yo fui quien recogió tus piezas después de que él
te destruyó.
—¿Y qué? —preguntó ella.
—¿Y qué? —contesté, estupefacta—. Eso significa que al menos
deberías confiar en mi opinión sobre la suya.
Asintió lentamente.
—Dijo que dirías eso.
—¿Disculpa?
—Dijo que sacarías la tarjeta del cáncer, recordándome que estuviste
allí para mí cuando no había nadie más. Parker cometió un error, ¿está
bien? Y en función de los últimos meses de tu vida, sabes lo que es
cometer un error.
—Eso no es justo, Mari.
—No, ¿sabes lo que no es justo? Sostener sobre mi cabeza todos los
días que te quedaste. Recordarme cada vez que tenga algún tipo de
sentimiento de que fuiste tú quien se quedó para ayudarme durante el
cáncer. Entonces, ¿qué, estoy ahora en deuda contigo para siempre? ¿No
puedo seguir y vivir mi vida?
—¿Crees que trabajar bajo Lyric va a hacer que vivas tu vida? Todo
esto sucede debido a la necesidad de Lyric de controlar todo.
—No, todo esto sucede porque te acostaste con el esposo de tu
hermana.
—¿Qué? —susurré, sorprendida por las palabras de mi hermana,
por la forma en que cayeron de sus labios sin esfuerzo, y me quedé allí por
un segundo, aturdida, esperando que se disculpara, esperando a que su
mirada fría se ablandara, esperando que mi hermana, mi mejor amiga, mi
Pea volviera a mí.
»Retíralo —dije en voz baja, pero ella no lo haría.
Fue envenenada con amor, el mismo amor que una vez la destruyó.
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Me sorprendió que el amor pudiera doler tanto.


—Mira, Parker piensa... —Hizo una pausa y tragó—. Parker y yo
pensamos que Lyric ayudará al tomar el control y que no dañará las cosas.
Ella es una mujer de negocios. Conoce las leyes y cómo ayudar a construir
la tienda. Quiere lo mejor para nosotras. Es nuestra hermana.
—Ella es tu hermana —corregí—. Es tu hermana, y esta tienda ahora
te pertenece a ti y a ella. No quiero tener nada que ver con esto. No quiero
tener nada que ver con ninguna de ustedes. Ni siquiera te molestes en
despedir a Chrissy. Renuncio.
Caminé hacia la parte de atrás, recogí todas mis pertenencias y las
arrojé a una caja de cartón. Cuando caminé hacia el frente de la tienda,
saqué las llaves de mi llavero y las coloqué en el mostrador.
Los ojos de Mari todavía eran fríos, y podía decir que no iba a
cambiar de opinión. Sabía que tampoco iba a cambiar la mía, pero antes
de poder irme, tenía que decir mis últimas verdades, aunque ella pensara
que eran mentiras.
—Van a defraudarte, Mari. Van a usar tu confianza y defraudarte y
lastimarte. Esta vez, sin embargo, es tu elección. Tienes el libre albedrío
para tratar con los demonios o no, y simplemente no vengas a llorar
cuando te quemen.
—Sé lo que estoy haciendo, Lucy. No soy estúpida.
—No —concordé—. No eres estúpida. Eres demasiado confiada, que
es un millón de veces peor. —Tragué y parpadeé para contener las
lágrimas que querían caer—. Para que conste, nunca me acosté con él. Lo
amo con cada gramo de mi corazón. Me encanta la forma en que me ama
tan tranquilamente, pero nunca dormimos juntos, ni una sola vez, porque
nunca pude pasar la idea de hacerle algo así a mi hermana. Ahora, sin
embargo, veo la verdad… ser una hermana no solo se define por sangre.
Está definido por amor incondicional. Lyric nunca fue mi hermana, y
nunca lo será. —Agarré el collar con forma de corazón que tenía alrededor
de mi cuello y lo puse en las manos de Mari—. Pero, eres mi corazón, Mari,
y sé que soy el tuyo. Entonces, cuando te lastimen, encuéntrame.
Encuéntrame y reconstruiré tu corazón, y entonces tal vez puedas
ayudarme a solucionar las grietas del mío.

—Hola, ¿dónde has estado? Te he estado llamando, pero tu teléfono


iba directo al buzón de voz —dijo Graham mientras me hallaba en el
porche, exhausta. Sus ojos lucían llenos de preocupación y una gran dosis
de culpa mientras sostenía a Talon en sus brazos—. ¿Estás bien?
Página213

Asentí lentamente y entré en su vestíbulo.


—Sí. Me detuve en Monet´s y me metí en otra gran pelea con Mari.
Luego fui a correr para aclarar mi mente, y cuando mi teléfono se apagó,
me di cuenta de que mi cargador estaba aquí, así que solo vine a buscarlo.
Espero que esté bien. —Pasé por su lado y parpadeé un par de veces,
tratando de ocultar la emoción que se filtraba de mi espíritu.
—Por supuesto que está bien, solo me sentía preocupado. —Sus ojos
permanecieron pegados a mí, su preocupación nunca se aliviaba, pero hice
mi mejor esfuerzo para no darme cuenta cuando entré a la habitación de
Talon para agarrar mi cargador.
Mi corazón latía incontrolablemente mientras hacía mi mejor
esfuerzo para no desmoronarme. Mi mente daba vueltas, pensando en todo
lo que acababa de desencadenar con Mari en la tienda. Era como si mi
persona favorita en todo el mundo hubiera sido drogada y estuviera siendo
controlada por las manos del odio y la confusión, y sin embargo, me dije
que era el amor el que impulsaba sus decisiones.
Era desgarrador ver a tu mejor amiga prepararse para un corazón
roto.
—Lucille —dijo Graham, siguiéndome.
Parpadeé.
Oh, Graham...
La comodidad de su voz suave fue directo a mi alma.
—Estoy bien —dije, pasando junto a él con mi cargador. Evité el
contacto visual, porque sabía que el contacto visual me haría derretir, y no
podía fundirme con él. Tal vez Mari tenía razón, tal vez todo lo que sentía
por el hombre delante de mí estaba mal.
Si solo el amor llegara con una línea de tiempo e instrucciones.
Si lo hubiera hecho, me habría enamorado de él cuando nuestro
momento fuera el correcto. Si el amor llegara con una línea de tiempo,
Graham Russell siempre habría retenido mi corazón.
»Creo que solo voy a quedarme en un hotel por unas noches. Creo
que es demasiado desordenado quedarse aquí sabiendo que Lyric ha
vuelto. Voy a tomar algunas de mis cosas.
—Eso es ridículo —dijo—. Te estás quedando aquí. Esta es tu casa.
Casa.
Si él me conociera, sabría que toda mi vida, mi hogar siempre
cambiaba. Nunca planté mis raíces en ningún lado, y cuando llegaba el
momento de moverme, era hora de moverse.
Incluso si irme significaba abandonar los latidos de mi corazón.
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—No, de verdad, está bien —dije, evitando el contacto visual. No


quería derrumbarme, no delante de Graham. Esperaría hasta llegar al
hotel para perderme. Siente menos, Lucy. Siente menos.
Eso fue casi imposible cuando sentí que una pequeña mano se
acercaba y tiraba de mi camisa.
—LuLu —dijo Talon, haciéndome girar hacia ella. Tenía la sonrisa
más brillante y los ojos más hermosos que miraban hacia mí. Oh, cómo su
sonrisa hizo que mi corazón latiera—. LuLu —repitió, tendiéndome la
mano para levantarla.
Rompió mi corazón, el cual trataba de mantener intacto.
—Hola, cariño —dije, tomándola de los brazos de Graham. Sabía que
no estaba bien, sabía que ella no era mía, pero esa niña me cambió de
muchas maneras más de lo que jamás hubiera imaginado. Nunca me miró
con juicio por mis errores. Nunca me dio la espalda. Solo amaba
incondicionalmente, completamente, honestamente.
Cuando la abracé tan fuerte en mis brazos, mi cuerpo comenzó a
temblar. La idea de que no despertaría a sus sonidos todos los días pesaba
en mi alma. La idea de que el año pasado con Talon y Graham sería el
último año que todos pasemos juntos era desgarrador.
Sí, Talon no era mía, pero yo era de ella. Todo de mí amaba a esa
niña. Todo de mí daría mi mundo por ella y su padre.
No podía dejar de temblar, no podía luchar contra las lágrimas que
comenzaron a inundar mis ojos. No podía cambiar a la persona que
siempre fui.
Yo era la chica que sentía todo y, en ese momento, todo mi mundo
comenzó a desmoronarse.
Sostuve a Talon contra mí y lloré en su camisa mientras ella seguía
hablando sus palabras al azar. Mis ojos se cerraron mientras sollozaba
contra la hermosa alma.
Aquí fue donde lo sentí por primera vez.
Cómo se sentía ser feliz
Cómo se sentía ser amada.
Cómo se sentía ser parte de algo más grande que yo.
Y ahora, me obligaban a irme.
Una mano cayó sobre mi espalda baja, y me curvé ante el toque de
Graham. Se puso de pie detrás de mí, alto como los árboles de roble en el
bosque, y bajó los labios contra mi oreja. Cuando las palabras salieron de
su boca y penetraron en mi espíritu, recordé exactamente por qué era el
hombre que elegí amar por completo. Cuando habló, sus palabras
marcaron para siempre mi alma como suya.
Página215

—Si necesitas caer, cae sobre mí.


29
Graham
Traducido por micafp_2530

J
ane regresó al día siguiente, como si tuviera derecho a pasar
cuando quisiera. Odiaba el hecho de que no sabía lo que tenía
bajo la manga. Odiaba la inquietud que sentía acerca de la idea
de que ella volviera a la ciudad.
Sabía que era capaz de cualquier cosa, pero mi mayor temor era que
intentara alejarme de Talon. Si sabía algo sobre Jane, era que era
inteligente... y furtiva. Uno nunca sabía realmente lo que haría, y eso hizo
que mi piel se erizara.
—¿Está ella aquí? —preguntó Jane, entrando en el vestíbulo de la
casa. Sus ojos recorrieron el espacio, y puse mis ojos en blanco en
respuesta.
—No lo está.
—Bien. —Asintió.
—Llevó a Talon a dar un paseo.
—¡¿Qué?! —exclamó Jane, sorprendida—. Te dije que no la quería
cerca de mi hija.
—Y te dije que no tienes voz en el asunto. ¿Qué haces exactamente
aquí, Jane? ¿Qué deseas?
Hubo un momento en que sus ojos se encontraron con los míos. No
se parecía en nada a su hermana. No existía luz en sus ojos, solo sus
oscuros iris que no contenían mucho corazón dentro de ellos, pero su voz
contenía más dulzura de la que vi antes.
—Quiero recuperar a mi familia —susurró—. Te quiero a ti y a Talon
en mi vida.
Página216

No podía creer la osadía que tenía, pensar que podía caminar de


regreso a nuestras vidas como si no hubiera tomado unas vacaciones de
un año.
—Eso no sucederá —dije.
Apretó los puños.
—Sí, lo hará. Sé que cometí un error al irme, pero quiero hacerlo
bien. Quiero estar aquí por el resto de sus años. Merezco ese derecho.
—No te mereces nada. Nada. Esperaba que no tuviéramos que ir a la
corte, pero si así es como será, así será. No tengo miedo de luchar por mi
hija.
—No hagas esto, Graham. Realmente no quieres —advirtió, pero no
me importaba—. Soy Abogada.
—Lucharé contigo.
—Voy a ganar —me dijo—. Y la alejaré de ti. La alejaré de este lugar
si eso significa que Lucy no estará cerca de ella.
—¿Por qué la odias tanto? —espeté—. Ella es la mejor persona que
he conocido.
—Entonces necesitas conocer a más personas.
Mi pecho ardía ante la idea de que este monstruo me quitara a mi
hija.
—No puedes volver y decidir qué estás lista para ser madre. Así no
es como funciona, y nunca en mi vida te dejaría hacer eso. No tienes
derecho a ella, Jane. No eres nada para esa niña. No significas nada para
ella. Eres simplemente un humano que abandonó a un niño debido a sus
propias necesidades egoístas. No estás capacitada para quitarme a mi hija,
incluso si eres Abogada.
—Puedo hacerlo —dijo con confianza, pero noté la vena que saltaba
de su cabeza de ira construida—. No me quedaré parada y veré a mi hija
transformarse en la persona que es Lucy. —Sus palabras me hicieron
arder la piel. Odiaba la forma en que hablaba, como si Lucy fuera el
monstruo en nuestras vidas. Como si Lucy no me hubiera salvado de mí
mismo. Como si Lucy fuera algo menos que un milagro.
—¿Y quién eres tú para decir quién puede o no puede estar con
Talon? —pregunté, mi cabeza doliendo mientras mi corazón latía
rápidamente.
—¡Soy su madre!
—¡Y yo soy su padre!
—¡No, no lo eres! —gritó, con la parte posterior de su garganta
ardiendo de ira mientras sus palabras rebotaban en las paredes y
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golpeaban mi alma.
Era como si una bomba explotara en la sala de estar y sacudiera
toda la base de mi vida.
—¿Qué? —pregunté, mis ojos entrecerrados y bajos—. ¿Qué acabas
de decirme?
—¿Qué? —preguntó una voz detrás de nosotros. Lucy se quedó allí
con Talon en la carriola, aturdida.
El cuerpo de Jane permanecía quieto, a excepción de sus manos
temblorosas. Cuando sus ojos se encontraron con los de Talon, sus
hombros se redondearon, y vi que sucedió… su corazón comenzó a
romperse, pero no me importó. Ni por un momento me importó su
expresión de dolor. Todo lo que me importaba era el hecho de que ella
trataba de arrancarme a mi familia de mí.
—Dije, tú no eres... —Tragó fuerte, mirando al suelo.
—Mírame —ordené, mi voz severa y fuerte. Levantó la cabeza y
parpadeó una vez antes de soltar un profundo suspiro—. Ahora repítelo.
—No eres su padre.
Ella mentía.
Era malvada.
Estaba sucia.
Era el monstruo que siempre pensé que sería.
—¿Cómo te atreves a entrar aquí con tus mentiras para tratar de
llevártela? —susurré en voz baja, haciendo mi mejor esfuerzo para no dejar
que me alcanzaran: mis sombras, mis fantasmas, mis miedos.
—No es... —Hizo una mueca y sacudió su cabeza hacia atrás—. Yo,
um...
—Es hora de que te vayas —dije, sonando fuerte, ocultando mi
miedo. Una parte de mí le creía. Una parte de mí sentía que siempre
existía ese sentimiento en algún lugar en lo profundo de mi mente y yo
hacía lo posible por ocultarlo, pero una gran parte de mí miraba a Talon y
veía fragmentos de mí en su mirada. Me veía en su sonrisa. Veía las
mejores partes de mí en su alma. Ella era mía, y yo era de ella.
—Te encontrabas en una gira de libros —susurró, su voz
temblorosa—. Yo, um, estuve enferma durante semanas en ese momento,
y recuerdo estar molesta que pasaras una semana lejos sin siquiera
consultarme mientras estuviste en la carretera.
Mi mente comenzó a correr hacia ese período de tiempo, tratando de
captar cualquier recuerdo, tratando de captar cualquier tipo de pista.
Talon fue prematura. Cuando creí que tenía treinta y un semanas, tenía
veintiocho, pero no dejé que esa idea cobrara vida. Talon era mi hija. Mi
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bebé. Mi corazón. No podía imaginar que eso fuera algo menos que cierto.
—Tuviste gripe y seguiste llamándome.
—Solo quería... —Hizo una pausa, insegura de qué más decir—. Se
detuvo para ver cómo estaba.
La voz de Lucy era baja.
—¿Quién es él? —preguntó ella.
Jane no respondió, pero yo sabía exactamente de quién hablaba
Jane. Ella me contó la historia muchas veces. Qué cariñoso era él
mientras yo era frío. Cómo era amable con todas las personas. Cómo
siempre estaba allí para los extraños, y verdaderamente allí para aquellos
que amaba.
—Mi padre —dije, mi voz se quebró. Kent Theodore Russell, un
hombre, un padre, un héroe.
Mi infierno personal
Había partes de mí que veía en los ojos de Talon, pero una gran
parte de mí miraba a Talon y veía trozos de él en su mirada. Lo vi en su
sonrisa. Vi partes de él en su alma y, sin embargo, ella no era suya, y él no
era de ella.
Aun así, fue suficiente para romper mi alma.
—Deberías irte —le dijo Lucy a Jane.
Jane se enderezó y negó con la cabeza.
—Si alguien debe irse, eres tú.
—No. —Gruñí, sin saber cómo mi corazón aún latía—. Si alguien
debe irse, eres tú. Ahora mismo.
Jane fue a discutir, pero lo vio, el fuego dentro de mí. Sabía que, si
se acercaba un poco más, la quemaría en el suelo. Recogió sus cosas y se
fue después de afirmar que volvería.
Cuando se fue, me apresuré hacia Talon y la levanté en mis brazos.
¿Cómo podría ella no ser mi mundo?
Ella era mía, y yo era de ella.
Yo era de ella, y ella era mía.
Ella me salvó.
Me dio algo por lo que valía la pena vivir, y ahora Jane regresó para
tratar de arrancarme eso.
—¿Puedes cuidarla? —pregunté a Lucy, sintiendo que el mundo se
estrellaba contra mí. Ella se acercó y la sacó de mi agarre. La mano de
Lucy aterrizó en mi brazo y me alejé un poco.
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—Háblame —dijo.
Negué con la cabeza y me alejé, sin decir una palabra. Fui a mi
oficina, cerré la puerta detrás de mí y me quedé mirando el cursor
parpadeante en la pantalla de mi computadora.
Lo odiaba. Odiaba cómo él me controlaba. Odiaba que incluso
después de la muerte, él de alguna manera destruyó mi vida.

Página220
30
Acción de gracias

Traducido por Cjuli2516zc

—D
ebes ser la mujer que inspira la escritura de mi hijo
—dijo Kent, entrando en la casa de Graham
segundos antes de irse con Jane para presentarla al
Profesor Oliver por primera vez.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Graham a su padre, frialdad en su
voz, dureza en su mirada.
—Es Acción de Gracias, hijo. Esperaba que pudiéramos ponernos al
día. Vi que tu último libro llegó al número uno, y aún no celebramos el éxito.
—Kent le sonrió a Jane, que lo miraba con los ojos abiertos de par en par,
como si fuera una leyenda frente a ella en lugar de un monstruo—. Se
parece a su padre.
—No soy como tú —ladró Graham.
Kent rio disimuladamente.
—No, eres un poco gruñón.
Jane soltó una risita, y el sonido hizo que Graham se volviera loco.
Despreciaba cómo todos reían cuando estaban cerca de Kent.
—Nos vamos a cenar —dijo Graham a Kent, queriendo nada más que
irse.
—Entonces seré rápido. Escucha, mi publicista se preguntaba si
harías una entrevista para ABC News conmigo. Piensa que será grandioso
para nuestras carreras.
—No hago entrevistas, especialmente contigo.
Kent mordió su labio y su boca se crispó ligeramente. Era una señal
de advertencia de que empezaba a molestarse, pero a lo largo de los años,
aprendió a controlarlo con extraños. Graham, sin embargo, conocía bien la
mirada, y conocía la ira que ardía a fuego lento bajo la superficie de su
Página221

padre.
—Solo piénsalo —dijo, un poco de ladrido en su tono que Jane perdió.
Kent se giró hacia ella y le dio la sonrisa que hacía que todas las personas
se enamoraran de él—. ¿Cuál es tu nombre, cariño?
—Jane, y tengo que decir que soy su mayor fan —dijo efusivamente.
Kent sonrió más ampliamente.
—¿Un admirador más grande de la que eres de mi hijo?
Graham hizo una mueca.
—Nos vamos.
—Bien, bien. Simplemente envíame un correo electrónico si cambias de
opinión, y, Jane —dijo Kent, tomando su mano y besándola—. Fue un placer
conocer tal belleza. Mi hijo es un hombre afortunado.
Las mejillas de Jane enrojecieron y ella le agradeció por sus amables
palabras.
Cuando dio vuelta para irse, permitió que sus ojos danzaran sobre la
figura de Jane una última vez antes de hablarle a Graham.
»Sé que hemos pasado momentos difíciles, Graham. Sé que las cosas
no siempre han sido fáciles para nosotros, pero quiero arreglar eso. Creo que
esta entrevista es un paso en esa dirección. Espero que pronto me dejes
volver a tu vida. Feliz Día de Acción de Gracias, hijo.
Kent se fue, dejando a Graham y Jane de pie en el porche. Jane se
movió en sus pies.
—Parece encantador —comentó.
Graham bajó las cejas y metió sus manos en los pantalones,
caminando hacia su auto.
—No sabes nada sobre el monstruo de quien hablas. Simplemente
estás cayendo en su trampa.
Corrió detrás de él, tratando de mantenerse en sus tacones altos.
—Pero, aun así —argumentó—. Él fue amable.
No dijo nada más, pero Graham sabía lo que pensaba, que Kent era
amable, divertido, encantador, y lo opuesto al hombre que Graham
presentaba ser.
Kent irradiaba luz mientras Graham vivía en las sombras.
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31
Lucy
Traducido por micafp_2530

E
lla lo preparó. No le dio ninguna opción real en su futuro
controlando su corazón. Graham no se conformó con la idea
de no ser el padre de Talon. Luchó contra él lo mejor que
pudo, y cuando se hizo la prueba de paternidad, creí que su corazón
esperaba que Lyric estuviera equivocada. Cuando llegaron los resultados,
vi que la luz en su interior desaparecía.
Lyric le presentó la mejor opción de su vida, aunque ni siquiera era
una elección, realmente: invitarla de nuevo a su vida para que pudiera
quedarse con su hija, o quedarse conmigo y ella se llevaría a Talon.
El día que le dijo, yo estaba allí. Estuve a su lado cuando amenazó
con destrozar su mundo. Ella tenía todo el control sobre cada parte de
Graham, y yo sabía que existía una sola cosa para mí de hacer.
Tuve que hacer las maletas e irme. Estaba segura de que tenía que
hacerlo antes de que regresara también. Estuve hablando con un Abogado
toda la tarde, y sabía que, si no me iba ahora, solo haría las cosas más
difíciles para él. No podía perder a su hija; él no podía perder su alma.
Y entonces, comencé a hacer las maletas.

—¿Qué haces? —preguntó, su voz cargada de confusión.


—Graham. —Suspiré cuando lo vi de pie en la puerta del baño. Sus
pesados ojos color moka me miraron mientras alcanzaba una toalla y la
envolvía alrededor de mi cuerpo—. No sabía que estabas en casa.
Página223

—Vi tus cosas en el vestíbulo delantero.


—Sí.
—Te vas —dijo sin aliento. Se afeitó el día anterior y, sin embargo,
su sombra de barba ya había vuelto. Sus labios estaban apretados, y sabía
que apretaba también los dientes. Su cincelada y cuadrada mandíbula era
siempre más evidente cuando apretaba los dientes.
—Creo que es lo mejor.
—¿Realmente lo crees? —Entró al baño, cerrando la puerta detrás de
él. El sonido del agua corriente era el único ruido durante unos segundos
mientras nos miramos el uno al otro.
—Sí, lo hago —respondí mientras la boca de mi estómago caía y mi
corazón tamborileó. Seguí su mano mientras alcanzaba el picaporte y lo
cerraba. Sus pasos hacia mí fueron lentos mientras el calor se enroscaba
en mi espina dorsal—. Graham, por favor —supliqué, aunque no sabía si
imploraba que se quedara o que se fuera.
—Te necesito —susurró. Él se hallaba frente a mí, su mirada fija en
la mía, y aunque todavía no me tocó, sentí todo su ser—. Por favor —
suplicó, su pulgar levantó mi barbilla mientras mordía su labio inferior—.
No me dejes. —Sus manos agarraron mi trasero a través de la toalla y mi
aliento se atascó. Su boca rozó mi cuello y susurró entre besos mientras
me levantaba, obligándome a tirar mi toalla al suelo—. Quédate conmigo.
Por favor, Lucy, solo quédate.
Sabía lo difícil que era para él, pedirle a alguien que se quedara, pero
también sabía las razones por las que no podía hacerlo.
Mi mente chisporroteó cuando sostuvo mi cuerpo contra el suyo y
pisó el borde de la bañera, forzando la ducha a llover sobre nosotros. Sus
labios mordieron mi pecho antes de tomar mi pezón en su boca, chuparlo
con fuerza. Mi mente se empañó cuando empujó mi espalda contra la
pared de la ducha, su ropa empapada y pegada a su piel.
—Gra... —Me sentí mareada, débil, feliz, ligera. Tan drogada…
Sus dedos bajaron por mi pecho, por mi estómago, y los deslizó
dentro de mí con necesidad, con deseo, con dolor.
—No me dejes, Lucille, por favor. No puedo perderte —susurró
contra mis labios antes de descubrir mi boca con su lengua—. Te necesito
más de lo que crees. Te necesito.
Todo se aceleró: sus movimientos, sus manos, sus dedos, su lengua.
Rápidamente le desabroché los vaqueros, enviándolos al fondo de la
bañera, y acaricié su dureza a través de sus calzoncillos empapados.
Cuando los quité, sacó sus dedos de mi centro y me miró a los ojos.
Hicimos una elección que agregamos a nuestra lista de errores.
Página224

Usamos el cuerpo del otro para drogarnos. Nos remontamos cuando nos
tocamos, gemimos y suplicamos. Subí mientras levantaba mis nalgas y me
golpeaba contra la pared de azulejos. Grité mientras deslizaba su dureza
hacia mí, centímetro a centímetro, llenándome de una calidez
indescriptible. Besé el cielo cuando me hizo el amor como el pecado.
Mientras el agua caía a nuestro alrededor, silenciosamente rezaba para
que esto fuera mío, Graham y yo, por siempre y para siempre. Mi corazón
me dijo que lo amaría por siempre. Mi cerebro me dijo que solo tenía unos
momentos más y que debería disfrutar de cada uno, pero mi instinto...
Mi instinto me dijo que tenía que dejarlo ir.
Mientras continuaba haciéndome el amor con cada centímetro de su
cuerpo, movió sus labios hasta el borde de mi oreja. Sus cálidas
respiraciones rozaron mi rostro mientras hablaba.
—Aire sobre mí... —Agarró uno de mis pechos en su mano y pellizcó
ligeramente mi pezón—. La tierra debajo de mí…
—Graham —murmuré, aturdida, confundida, culpable, enamorada.
Envolvió sus dedos en mi cabello y lo jaló ligeramente, poniendo una
curva en mi cuello. Una chispa bajó por mi espina mientras él comenzaba
a chupar mi piel.
—Fuego dentro de mí... —continuó deslizando su dureza más y más
fuerte dentro de mí, tomando control de su velocidad, tomando control de
sus deseos, tomando control de nuestro amor. Me trasladó a la otra pared,
y el agua humeante nos abofeteó mientras yo gemía su nombre y él gemía
sus palabras contra mi cuello—. El agua me rodea...
—Por favor —supliqué, flotando al borde de la fantasía, sintiendo la
acumulación final de nuestro último error mientras colocaba una mano
contra la pared y una mano alrededor de mi cintura. Sus brazos estaban
apretados, cada músculo definido con líneas apretadas y agudas.
Cerramos los ojos y mi cuerpo comenzó a temblar. Me encontraba tan
cerca... tan cerca del éxtasis puro, tan cerca de nuestro último adiós—. Por
favor, Graham —murmuré, insegura de si le suplicaba que me dejara ir o
que me abrazara para siempre.
Su boca se estrelló contra la mía, besándome más fuerte de lo que
alguna vez me besó antes, y podía decir mientras su lengua bailaba con la
mía, mientras me chupaba con sus heridas y su amor, que también sabía
lo cerca que estábamos de despedirnos. Él también trataba de mantenerse
en lo alto, aunque ya se caía al suelo.
Me besó para decirme adiós, y lo besé para orar por más segundos.
Me besó para darme su amor, y lo besé para darle el mío. Me besó con su
siempre, y lo besé con mi para siempre.
Justo después de volar a nuestras alturas más altas, descendimos y
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nos estrellamos en nuestros puntos más bajos, pero no antes de que su


aire se convirtiera en mi aliento, no antes de que su tierra se convirtiera en
mi terreno. Sus llamas eran mi fuego, su sed era mi agua, ¿y su espíritu?
Su espíritu se convirtió en mi alma.
Entonces, nos preparamos para despedirnos.

—No pensé que sería tan difícil —susurré, escuchando los pasos de
Graham detrás de mí mientras me quedaba parada en la habitación de
Talon, donde dormía pacíficamente. La idea de que no estaría allí para
verla crecer hizo que mi pecho doliera más que nunca.
—Puedes despertarla —me dijo Graham mientras se apoyaba en el
marco de la puerta.
—No. —Negué con la cabeza—. Si veo esos ojos suyos, nunca seré
capaz de irme. —Sequé las lágrimas que caían de mis ojos y respiré
profundamente, tratando de enfrentar a Graham. Cuando nos miramos el
uno al otro, los dos no queríamos nada más que permanecer juntos, ser
una familia, ser uno.
Pero, a veces, lo que uno quería no era lo que uno recibía.
—Tu taxi está aquí, pero aún puedo llevarte al aeropuerto —ofreció.
Finalmente di el salto y cobré todas las deudas que conseguí a lo
largo de los años. Haría el viaje a Europa que Mari y yo siempre soñamos.
Tenía que escapar, tan lejos como pudiera, porque sabía que, si mi
corazón seguía en el mismo continente que Graham, encontraría el camino
de regreso a él.
—No, está bien, de verdad. Es más fácil de esta manera. —Puse mis
dedos en mis labios, los besé y luego los puse en la frente de Talon—. Te
amo más de lo que el viento ama los árboles, dulce niña, y siempre estaré
aquí para ti, incluso cuando no me ves.
Mientras avanzaba hacia Graham, él se acercó más como si fuera a
abrazarme, a tratar de quitar mi dolor, pero no lo permitiría. Sabía que, si
caía de nuevo en sus brazos, le rogaría que nunca me dejara ir. Me ayudó
a sacar mi equipaje de la casa y lo cargó en el automóvil.
—No diré adiós —me dijo, tomando mis manos en las suyas. Llevó
las palmas de mis manos a sus labios y las besó suavemente—. Me niego a
despedirme de ti. —Soltó su mano y caminó de regreso al porche, y justo
cuando iba a abrir la puerta del taxi, me llamó. Cuando abrió los labios,
dijo—: ¿Cuál es el secreto, Lucille?
—¿El secreto?
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—Para tu té… ¿cuál es el ingrediente secreto?


Estreché mis cejas y mordí mi labio inferior. Mis pies comenzaron a
caminar en su dirección. Cuanto más me acercaba, más pasos daba hacia
mí. Cuando nos paramos uno frente al otro, estudié el color caramelo de
sus ojos, un color que quizás nunca volvería a ver, y sostuve esa visión
cerca de mi corazón. Recordaría esos ojos mientras pudiera.
—Dime qué ingredientes crees que hay en él, y luego te diré el
último.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
Cerró los ojos y comenzó a hablar.
—Canela, jengibre, limones frescos.
—Sí, sí, sí.
—Pimientos rojos calientes, azúcar, pimienta negra.
—Uh-huh. —Exhalé, escalofríos recorriendo mi espina dorsal.
—Y extracto de menta. —Cuando abrió los ojos, me miró como si
pudiera ver una parte de mí que aún no había descubierto.
—Eso es todo correcto —dije.
Sonrió, y casi lloré, porque cuando sonreía, siempre me sentía como
en casa.
—Entonces, ¿qué es? —preguntó.
Eché un vistazo alrededor del área, asegurándome de que nadie
estuviera al alcance del oído, y me incliné más cerca de él, mis labios
rozaron levemente su oreja.
—Tomillo —le dije. Di un paso atrás y le di la clase de sonrisa que lo
obligó a fruncir el ceño—. Solo agrégale un poco de tomillo.
—Tomillo. —Asintió lentamente, alejándose más de mí.
—Lo siento, señora, pero no puedo esperar aquí todo el día —me
llamó el taxista.
Me giré hacia él y asentí antes de mirar de nuevo a Graham, quien
seguía mirándome.
—¿Algunas últimas palabras? —bromeé, los nervios sacudiendo mi
estómago.
Entrecerró sus ojos hacia mí y peinó mi cabello detrás de mis orejas.
—Eres el mejor ser humano de todos los seres humanos.
Página227

Tragué. Lo extrañaba. Lo extrañaba mucho, a pesar de que se


encontraba parado justo delante de mí. Todavía podía extender la mano y
tocarlo, pero por alguna razón, se sentía cada vez más lejos.
—Algún día estarás feliz de que no funcionáramos —le prometí—. Un
día te despertarás con Talon en tu lado izquierdo y otra persona a tu
derecha, y te darás cuenta de lo feliz que estás de que tú y yo no
resolviéramos esto.
—Un día me despertaré —respondió, con un humor sombrío—, y
serás tú la que esté a mi lado.
Mi mano fue a su mejilla, y puse mis labios contra los suyos.
—Eres el mejor ser humano de todos los seres humanos. —Una
lágrima rodó por mi mejilla, y lo besé lentamente, deteniéndome contra
sus labios por un momento antes de finalmente dejarlo ir—. Te amo,
Graham Cracker.
—Te amo, Lucille.
Cuando abrí la puerta del taxi y entré, Graham me llamó por última
vez.
—¿Sí?
—Tiempo —dijo en voz baja.
—¿Tiempo?
Encogió su hombro izquierdo y lo dejó caer rápidamente.
—Solo dale un poco de tiempo.

Página228
32
Graham
Traducido por ∞PurpleGirl∞

E
sa noche me desperté de un sueño solo para encontrarme en
una pesadilla real.
El lado izquierdo de mi cama se hallaba vacío, y Lucy estaba
en un vuelo, viajando lejos de mí. Tomó todo dentro de mí no rogarle que
se quedara cuando el taxi se detuvo frente a la casa. Me tomó cada gramo
no permitir que la gravedad me obligara a arrodillarme. Si se hubiera
quedado, nunca la habría dejado ir otra vez. Si se hubiera quedado,
hubiera empezado desde el primer día, aprendiendo cómo amarla aún más
de lo que ya lo había hecho. Si se hubiera quedado, siempre habría volado,
pero sabía que no lo haría, no podría. Con mi situación actual, no existía
forma de que pudiera mantenerla y darle el amor que ella merecía.
Ella era mi libertad, pero yo era su jaula.
Me quedé en la cama, con el pecho apretado por el anhelo que sentía
mi corazón, y casi me desmayé en ese mismo momento. Casi dejé que mi
corazón volviera a endurecerse como antes de que Lucy entrara en mi vida,
pero luego una hermosa niña comenzó a llorar en el cuarto de bebé, y me
apresuré a buscarla. Cuando llegué, ella buscó por mí y de inmediato
detuvo su llanto.
—Hola, amor —susurré mientras se acurrucaba contra mí,
apoyando la cabeza en mi pecho.
Regresamos a mi habitación, nos tumbamos y, en cuestión de
minutos, ella dormía. Sus respiraciones se elevaron y cayeron, y roncó
ligeramente mientras se acurrucaba contra mí.
Fue en ese momento que recordé por qué desmoronarse no era una
opción. Recordé por qué no podía permitirme caer en un pozo de soledad,
Página229

porque no estaba solo. Tenía la razón más hermosa para seguir adelante.
Talon era mi salvadora, y me prometí ser un padre para ella, no
simplemente un padre. Cualquier persona podría ser un padre. Le tomaba
a un hombre real intervenir en el papel de ser padre. Y le debía eso a ella.
Ella merecía tenerme completamente.
Mientras se aferraba a mi camisa y encontraba sueños que la
reconfortaban, también me permití descansar.
Me sorprendió cómo el amor funcionaba.
Me sorprendió que mi corazón pudiera estar tan roto y tan lleno a la
vez.
Esa noche, mis pesadillas más grandes y mis sueños más hermosos
se entremezclaron, y sostuve a mi hija más cerca, como un recordatorio de
por qué tendría que levantarme en la mañana, como el sol.

Jane movió sus cosas a la casa la semana siguiente. Se puso


cómoda en una casa que no tenía amor por ella. Hizo las cosas como si
supiera lo que hacía, y cada vez que recogía a Talon, me encogía.
—Esperaba que los tres pudiéramos salir a cenar, Graham —me dijo
mientras desempacaba sus maletas en mi habitación. No me importó lo
suficiente como para decirle que no durmiera en mi habitación. Dormiría
en la habitación de mi hija—. Sería bueno para nosotros comenzar a
reconectarnos.
—No.
Levantó la mirada, desconcertada.
—¿Qué?
—Dije que no.
—Graham...
—Solo quiero dejarte algo muy claro, Jane. Yo no te elegí. No quiero
saber nada de ti. Puedes vivir en mi casa, puedes abrazar a mi hija, pero
debes comprender que no hay ni una pizca de mí que te quiera. —Mis
manos formaron puños y mi frente se frunció—. La elegí. Elegí a mi hija.
La elegiré cada segundo de cada día por el resto de mi vida porque ella es
mi todo. Entonces, dejemos de pretender que alguna vez vamos a vivir
felices para siempre. Tú no eres mi última oración, no eres mi última
palabra. Simplemente un capítulo que desearía poder eliminar.
Me di la vuelta y me alejé de ella, dejándola de pie aturdida, pero no
me importó. Cada momento que pudiera, sería pasado con mi hija en mis
Página230

brazos.
Un día, de alguna manera, Lucy volvería con nosotros dos.
Porque siempre estuvo destinada a ser mi última palabra.

—No deberías estar aquí —me dijo Mari cuando entré en Monet's
Gardens.
Me quité el sombrero y asentí.
—Lo sé.
Se levantó y movió sus pies.
—Realmente deberías irte. No me siento cómoda contigo estando
aquí.
Asentí una vez más.
—Lo sé. —Pero me quedé, porque a veces lo más valiente que una
persona puede hacer es quedarse—. ¿Él te ama?
—¿Disculpa?
Sostuve mi sombrero contra mi pecho.
—Dije, ¿él te ama? ¿Lo amas?
—Escucha...
—¿Te hace reír tanto que tienes que echar la cabeza hacia atrás?
¿Cuántas bromas internas comparten? ¿Intenta cambiarte o inspirarte?
¿Es lo suficientemente bueno para ti? ¿Te hace sentir digna? ¿Eres lo
suficientemente buena para él? ¿A veces te acuestas en la cama junto a él
y te preguntas por qué sigues allí? —Hice una pausa—. ¿La extrañas? ¿Te
hizo reír tan fuerte que tuviste que echar la cabeza hacia atrás? ¿Cuántas
bromas internas compartiste? ¿Ella intentó cambiarte o inspirarte? ¿Eras
lo suficientemente buena para ella? ¿Te hizo sentir digna? ¿Era ella lo
suficientemente buena para ti? ¿A veces te acuestas en la cama y te
preguntas por qué se fue?
El pequeño cuerpo de Mari comenzó a temblar mientras hacía las
preguntas. Separó los labios, pero las palabras no dejaron su lengua.
Entonces, continué hablando.
»Estar con alguien con quien no debes estar, sin miedo a estar solo,
no lo vale. Te lo prometo, pasarás la vida más sola con él de lo que estarías
sin él. El amor no empuja las cosas. El amor no se sofoca. Hace que el
mundo florezca. Ella me enseñó eso. Me enseñó cómo funciona el amor, y
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estoy seguro de que te enseñó lo mismo.


—Graham —dijo suavemente Mari, lágrimas cayendo por sus
mejillas.
—Nunca he amado a tu hermana mayor. He estado insensible
durante años, y Jane era solo otra forma de entumecimiento. Ella tampoco
me amó nunca, pero Lucille... ella es mi mundo. Es todo lo que necesitaba,
y mucho más de lo que merezco. Sé que tal vez no entiendas eso, pero iría
a la guerra por su corazón por el resto de mi vida si eso significaba que
volvería a encontrar su sonrisa. Entonces, estoy en tu tienda en este
momento, Mari, preguntando si lo amas. Si él es todo lo que sabes que es
amor, quédate. Si él es tu Lucille, entonces no te alejes un segundo de su
lado. Pero, si no lo es... sí hay incluso una astilla de tu alma que dude de
que él es el elegido, corre. Necesito que corras hacia tu hermana. Necesito
que vayas a la guerra conmigo por la única persona que siempre se quedó,
incluso cuando no nos debía nada. No puedo estar allí para ella en este
momento, y su corazón está roto a la mitad a través del mundo. Entonces,
este soy yo, yendo a la guerra por ella viniendo a ti. Este soy yo, rogándote
que la elijas. Te necesita, Mari, y voy a suponer que tu corazón también la
necesita.
—Yo… —Comenzó a desmoronarse, temblando mientras cubría su
boca con sus manos—. Las cosas que le dije... la forma en que la he
tratado...
—Está bien.
—No lo está —dijo, su cabeza temblando—. Ella era mi mejor amiga,
y la aparté a ella y sus sentimientos. Los elegí por encima de ella.
—Fue un error.
—Fue una elección, y nunca me lo perdonará.
Hice una mueca y entrecerré mis ojos.
—Mari, estamos hablando de Lucille aquí. El perdón es todo lo que
conoce. Sé dónde está ahora. Te ayudaré a llegar allí para que puedas
hacer lo que sea necesario para recuperar a tu mejor amiga. Manejaré
todos los detalles. Todo lo que tienes que hacer es correr.

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33
Lucy
Traducido por Leidy Vasco

L
os Jardines de Monet en Giverny eran todo y más. Pasé tiempo
caminando por la tierra, respirando las flores, disfrutando de
las vistas día tras día. En esos jardines, casi me sentía como yo
misma. Estar rodeada de tanta belleza me recordó a los ojos de Talon, a la
sonrisa torcida de Graham, a mi hogar.
Mientras caminaba por un camino de piedra, sonreí a todos los
transeúntes que disfrutaban de la experiencia de los jardines. A menudo
me preguntaba de dónde venían. ¿Qué los llevó al punto en el que estaban
en ese mismo momento? ¿Cuál era su historia? ¿Alguna vez amaron? ¿Los
consumió? ¿Se habrían ido?
—Pod.
Mi pecho se tensó ante la palabra y el reconocimiento de la voz que
la produjo. Me giré y mi corazón aterrizó en mi garganta cuando vi a Mari
de pie allí. Quería dar un paso más cerca, pero mis pies no se movían. Mi
cuerpo no se movía. Me quedé quieta, como ella.
»Yo... —comenzó cuando su voz se quebró. Sostuvo un sobre
apretado en su pecho y lo intentó de nuevo—. Él me dijo que estarías aquí.
Dijo que visitas todos los días. Simplemente no sabía a qué hora. —Ni una
palabra de mi parte. Lágrimas se formaron en los ojos de Mari e hizo todo
lo posible para mantenerlas unidas—. Lo siento mucho, Lucy. Perdón por
perder mi camino. Lo siento por establecerme. Perdón por alejarte. Solo
quiero que sepas, dejé a Parker. La otra noche estaba acostada junto a él
en la cama, y sus brazos se hallaban fuertemente envueltos a mí
alrededor. Me abrazaba tan cerca, pero sentí como si me estuviera cayendo
a pedazos. Cada vez que me decía que me amaba, me sentía cada vez
menos como yo. He estado tan ciega a la verdad que dejé que mi miedo a
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estar sola me llevara a los brazos de un hombre que no me merecía. Me


preocupaba tanto ser amada, que ni siquiera me importaba si me amaban.
Y luego, te empujé lejos. Has sido la única constante en mi vida, y no
puedo creer que te haya lastimado de la manera en que lo hice. Eres mi
mejor amiga, Lucy, eres mi corazón, y lo siento, lo siento, estoy…
No tuvo tiempo de decir nada más antes de que mis brazos se
envolvieran alrededor de su cuerpo y la atrajera hacia mí. Sollozó en mi
hombro, y la abracé más fuerte.
»Lo siento mucho, Lucy. Lo siento mucho por todo.
—Shh —susurré, acercándola más a mí—. No tienes ni idea de lo
bueno que es verte, Pea.
Suspiró, el alivio la atravesó.
—No tienes idea de lo bueno que es verte, Pod.
Después de un tiempo de calmarnos, cruzamos uno de los muchos
puentes en los jardines y nos sentamos, con las piernas cruzadas. Ella me
entregó el sobre y se encogió de hombros.
»Me dijo que te diera esto, y me dijo que no te dejara salir de los
jardines hasta que leas cada página.
—¿Qué es?
—No lo sé —dijo, poniéndose de pie—. Pero me dieron instrucciones
de darte tiempo para leerlo por ti misma. Voy a explorar y nos
encontraremos aquí cuando hayas terminado.
—Bueno. Suena bien. —Abrí el paquete y había un manuscrito
titulado “La Historia de G.M. Russell”. Inhalé con fuerza, su autobiografía.
—Oh, ¿y Lucy? —gritó Mari, haciéndome girar para mirar en su
dirección—. Me equivoqué sobre él. La forma en que te ama es inspiradora.
La forma en que lo amas es impresionante. Si alguna vez tengo la suerte
de sentir incluso la cuarta parte de lo que ustedes dos tienen, entonces
moriré feliz.
Mientras se alejaba, respiré profundamente y comencé el capítulo
uno.
Cada capítulo fluyó sin esfuerzo. Cada oración era importante. Cada
palabra fue requerida
Leí la historia sobre un niño que se convirtió en un monstruo que
lentamente aprendió a amar de nuevo.
Y luego, llegué al capítulo final.
La Boda
Sus palmas se sentían sudorosas cuando su hermana, Karla, le
enderezó la corbata. No sabía que podría estar tan nervioso por tomar la
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mejor decisión de su vida. Durante toda su vida, nunca imaginó enamorarse


de ella.
Una mujer que sentía todo.
Una mujer que le mostró lo que significaba vivir, respirar, amar.
Una mujer que se convirtió en su fuerza durante los días oscuros.
Existía algo romántico en la forma en que se movía por el mundo, la
forma en que bailaba de puntillas y reía sin que pareciera ridícula. Existía
algo tan cierto acerca de cómo mantenía su mirada, y la forma en que
sonreía.
Esos ojos.
Oh, cómo pudo haberse quedado mirando esos ojos por el resto de su
vida.
Esos labios.
Oh, cómo pudo haberse quedado besando esos labios por el resto de
sus días.
—¿Eres feliz, Graham? —preguntó Mary, su madre, mientras entraba
a la habitación para ver los ojos de su hijo brillantes de emoción.
Por primera vez en siempre, la respuesta fue tan fácil.
—Sí.
—¿Estás listo? —cuestionó.
—Sí.
Unió su brazo con el suyo, y Karla tomó el otro.
—Entonces vamos a buscar a la chica.
Él se paró al final del pasillo, esperando su para siempre unirse a él…
pero primero, su hija.
Talon caminó por el pasillo, dejando caer pétalos de flores y girando
en su hermoso vestido blanco. Su ángel, su luz, su salvadora. Cuando llegó
al final del pasillo, corrió hacia su padre y lo abrazó con fuerza. La levantó
en sus brazos y los dos esperaron. Esperaron a que ella se les uniera.
Esperaron a que esos ojos se encontraran con su mirada y, cuando lo
hicieron, el aliento de Graham fue robado de su alma.
Era hermosa, pero eso no era una sorpresa. Todo en ella era
impresionante, real, fuerte y amable. Verla caminando hacia él, hacia su
nueva vida, lo cambió en ese momento. En ese momento, le prometió todo de
él, incluso las grietas; después de todo, era en ellas donde la luz brillaba.
Cuando se pararon juntos, unieron sus manos como si fueran uno
solo. Sus labios se separaron cuando llegó el momento, y dijo las palabras
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que soñó con decir.


—Yo, Graham Michael Russell, te tomo a ti, Lucille Hope Palmer, para
que seas mi esposa. Te lo prometo todo a ti; mi pasado roto, mi presente
marcado y mi completo futuro. Soy tuyo antes de ser mío. Tú eres mi luz, mi
amor, mi destino. Aire sobre mí, tierra debajo de mí, fuego dentro de mí,
agua que me rodea. Te doy toda mi alma. Te doy todo de mí.
Luego, en cada cliché posible, en cada faceta de sus vidas, vivieron
felices para siempre.
El Fin

Miré sus palabras, mis manos temblaban mientras las lágrimas


rodaban por mis mejillas.
—Tiene un futuro felices para siempre —me susurré a mí misma,
aturdida. Graham nunca en su vida escribió un final de felices para
siempre.
Hasta mí.
Hasta nosotros.
Hasta ahora.
Me levanté del puente y rápidamente encontré a mi hermana.
»Mari, tenemos que volver.
Sonrió ampliamente y asintió a sabiendas.
—Esperaba que dijeras eso. —Se quitó el collar en forma de corazón
que mamá me dio y lo puso alrededor de mi cuello—. Ahora vamos —dijo
en voz baja—. Vamos a casa.

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Lucy
Traducido por Leidy Vasco

M
e paré en el porche de Graham, mi corazón latía en mi
pecho. No sabía lo que había al otro lado de la puerta, pero
sabía que lo que fuera no me haría correr. Me iba a quedar.
Por siempre y para siempre, me quedaría.
Toqué algunas veces y toqué el timbre, y luego esperé.
Y esperé.
Y esperé un poco más.
Cuando giré el picaporte, me sorprendió encontrarlo abierto.
—¿Hola? —grité.
La habitación estaba oscura, y era claro que Graham no se
encontraba en casa. Cuando escuché pasos, me tensé. Lyric salió del
dormitorio apresuradamente, con dos maletas en sus manos. No me vio de
inmediato, y cuando levantó la vista, había una mirada de pánico en sus
ojos.
—Lucy —dijo sin aliento. Su cabello era salvaje, como siempre se
había visto mamá, y sus ojos se veían inyectados en sangre. Sabía que no
le debía nada. Sabía que no tenía ni una palabra para decirle, ni consuelo
que darle para seguir su camino.
Pero el aspecto de sus ojos, la pesadez de sus hombros…
A veces las personas más feas eran las que estaban más rotas.
—¿Estás bien? —pregunté.
Rio disimuladamente y algunas lágrimas cayeron de sus ojos.
—Como si te importara.
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—¿Por qué crees que te odio? —espeté—. ¿Por qué diablos me odias?
Movió sus pies y se irguió.
—No sé de lo que hablas.
—Claro que sí, Lyric. No sé por qué, pero parece que siempre has
tenido un problema conmigo, especialmente después de que mamá falleció.
Nunca entendí por qué. Siempre te admiré. —Resopló, sin creerme—.
Seriamente.
Separó los labios y, al principio, no salieron las palabras, pero luego
lo intentó de nuevo.
—Ella te amaba más, ¿de acuerdo? Siempre te amó más.
—¿Qué? Eso es ridículo. Ella nos amaba a las tres de la misma
manera.
—No, eso no es verdad. Tú eras su corazón. Ella siempre hablaba de
ti, de lo libre que eras, de lo inteligente que eras, de lo increíble que eras.
Tú eras su luz.
—Lyric, ella te amaba.
—Me molestaba. Me molestaba cómo te amaba, y luego, volví aquí y
él también te ama. Todos te han amado siempre, Lucy, y yo me quedé sin
amor.
—Siempre te amé, Lyric —dije, con el pecho dolorido por el dolor en
su voz.
Rio incrédula mientras su cuerpo temblaba y las lágrimas rodaban
por sus mejillas.
—¿Sabes lo último que mamá me dijo mientras se hallaba acostada
en su lecho de muerte y yo sostenía su mano?
—¿Qué fue?
—Ve por tu hermana —dijo, con la voz quebrada—. Quiero a Lucy.
Lo sentí, también, la forma en que esas palabras rompieron el
corazón de mi hermana, cómo nunca desde eso ella fue capaz de volver a
unir las piezas.
—Lyric… —comencé, pero negó con la cabeza.
—No. He terminado. Ya terminé. No te preocupes, puedes tener tu
vida. Yo no pertenezco aquí. Nada en esta casa es un hogar para mí.
—¿Te vas? —pregunté, confundida—. ¿Graham sabe que te vas?
—No.
—Lyric, no puedes dejarlos, no de nuevo.
—¿Por qué? Lo hice antes. Además, él no me quiere aquí, y no quiero
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estar aquí.
—Pero al menos podrías haber dejado una nota como la que hiciste
la última vez —dijo Graham, obligándonos a mirarlo. Cuando sus ojos se
encontraron con los míos, sentí que mi corazón recordaba cómo latir.
—No pensé que fuera necesario —dijo Lyric, agarrando las manijas
de sus maletas.
—Está bien, pero antes de que te vayas, espera aquí —dijo Graham,
caminando hacia mí con Talon en sus manos—. Lucille —susurró él, su
voz baja, sus ojos llenos con la misma dulzura que vi hace unos meses
atrás.
—Graham Cracker —respondí.
—¿Puedes sostenerla? —preguntó.
—Siempre —respondí.
Fue a su oficina, y cuando regresó, tenía papeles y un bolígrafo.
—¿Qué es esto? —preguntó Lyric mientras él le acercaba las hojas
de papel.
—Los papeles de divorcio y trámites legales que me otorgan la
custodia total de Talon. No puedes volver a correr sin hacer esto bien,
Jane. No te puedes ir y luego dejar la posibilidad de que te lleves a mi hija
lejos colgando sobre mi cabeza.
Su voz era severa, pero no mezquina, directa, pero no fría.
Ella separó los labios como si fuera a discutir, pero cuando miró a
Graham, probablemente tomó buena nota de su mirada. Sus ojos siempre
le decían a una persona todo lo que alguna vez necesitaron saber. Estaba
claro que él nunca sería suyo, y finalmente hizo clic en la cabeza de Lyric
que nunca lo quiso realmente. Asintió lentamente de acuerdo.
—Los firmaré en tu escritorio —dijo, entrando en su oficina.
Cuando estuvo fuera de la vista, vi un pesado suspiro dejar el
cuerpo de Graham.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Él me besó para decir que sí.
—Volviste a mí —susurró, sus labios contra los míos.
—Siempre regresaré.
—No —dijo con severidad—. Simplemente nunca te vayas de nuevo.
Cuando Lyric regresó a la habitación, nos dijo que la documentación
estaba firmada y que no habría más problemas. Cuando salió por la puerta
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principal, la llamé.
—Las últimas palabras de mamá para mí fueron: “Cuida a Lyric y
Mari. Cuida a tus hermanas. Cuida a mi Lyric. Cuida mi canción favorita.”
Fuiste su último pensamiento. Tú fuiste su último aliento, su última
palabra.
Lágrimas rodaron por sus mejillas y asintió, dándome las gracias por
un nivel de paz que solo podía darle a su alma. Si hubiera sabido lo mucho
que pesaba sobre su corazón, se lo habría dicho hace años.
—Dejé a Talon un regalo —dijo—. Pensé que era mejor para ella de lo
que era para mí. Está sentado en su mesita de noche. —Sin otra palabra,
Lyric desapareció.
Cuando nos dirigíamos al cuarto de la bebé, mi mano se posó en mi
pecho cuando vi el regalo que Lyric le dejó a su hija, la pequeña caja de
música con una bailarina que mamá le regaló. Sentada allí con una nota
en la parte superior, y las lágrimas cayeron por mis mejillas mientras leía
las palabras en el papel.
Siempre baila, Talon.

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35
Lucy
Traducido por Yira Patri

C
uando llegó la Navidad, Graham, Talon y yo tuvimos tres
celebraciones. El día comenzó con nosotros envueltos y
tomando café en el jardín con el árbol de Ollie. Cada día
Graham visitaba ese árbol y se sentaba y hablaba con su mejor amigo, su
padre, contándole cada una de las historias del crecimiento de Talon, de
su crecimiento, de nosotros. Me alegré de que tuviera esa conexión; era
casi como si Ollie pudiera vivir para siempre de alguna manera.
Era hermoso ver su árbol erguido cada mañana y cada noche.
Esa tarde, nos dirigimos a la casa de Mary para celebrar el día con
su familia. Mari se unió a nosotros, y todos nos quedamos cerca, riendo,
llorando y recordando. La primera Navidad sin un ser querido siempre era
la más difícil, pero cuando te rodeas de amor, las heridas duelen un poco
menos.
Esa noche, Graham, Talon y yo empacamos el automóvil para pasar
el resto de las vacaciones con el árbol de mamá. Mari nos dijo que nos
encontraría allí unas horas más tarde. En todo el viaje a la cabaña, me
quedé mirando mi mano unida con la de Graham. Mi aire, mi fuego, mi
agua, mi tierra, mi alma.
No sabía que un amor podía ser tan cierto.
—Estamos haciendo esto, ¿verdad? —susurré, mirando hacia atrás a
Talon, quien dormía en el asiento trasero—. ¿Permanecer eternamente
enamorados?
—Para siempre —prometió, besando la palma de mi mano—.
Siempre.
Cuando llegamos a la cabaña, todo estaba ligeramente cubierto de
Página241

nieve. Graham bajó del automóvil y corrió hacia el árbol, llevando el


asiento del auto de Talon en su mano.
—Graham, deberíamos ir adentro. Hace frío.
—Deberíamos al menos decir hola —me dijo, mirando el árbol—.
¿Puedes enchufar las luces? Me preocupa si bajar el asiento del auto de
Talon, llorará.
—Por supuesto —dije, apurándome en el aire frío. Cuando las
conecté, me volteé hacia el árbol de mamá y mi pecho se tensó cuando vi
las luces que deletreaban palabras que cambiarían mi vida para siempre.
¿Te casarías con nosotros?
—Graham —susurré, temblando mientras lentamente me volteaba
para enfrentarlo. Cuando lo hice, él estaba sobre una rodilla, sosteniendo
un anillo en su mano.
—Te amo, Lucy —dijo, sin llamarme Lucille por primera vez—. Me
encanta la forma en que das, la forma en que te importa, la forma en que
te ríes, la forma en que sonríes. Amo tu corazón y cómo late para el
mundo. Antes de ti, me sentía perdido, y gracias a ti, encontré el camino a
casa. Tú eres la razón por la que creo en el mañana. Tú eres la razón por
la que creo en el amor, y planeo nunca dejarte ir. Cásate conmigo. Cásate
con Talon. Cásate con nosotros.
Las lágrimas se formaron en mis ojos cuando me paré frente a ellos.
Bajé así que me hallaba arrodillada junto a él. Envolví mi cuerpo alrededor
del suyo, y él me abrazó mientras le susurraba que sí repetidamente, la
palabra salió de mis labios y directamente a su alma.
Deslizó el anillo en mi dedo, y cuando me abrazó, mi corazón latía
cada vez más, sabiendo que mi mayor esperanza finalmente se hizo
realidad.
Finalmente plantaba mis raíces en un hogar tan cálido.
—Entonces, ¿este es nuestro felices para siempre? —pregunté
suavemente contra sus labios.
—No, mi amor, este es simplemente nuestro capítulo uno.
Cuando me besó, juré, en la oscuridad de la noche, que sentí el calor
del sol. Página242
Epílogo
Graham
Seis años después

Traducido por Yira Patri

—¿Y él era tu mejor amigo, papá? —preguntó Talon


mientras me ayudaba a cavar en el jardín. El sol de
verano nos dio en el rostro mientras recogíamos
pimientos verdes y tomates para cenar esa noche.
—Mi mejor amigo —le dije, con la rodilla en la tierra. Los girasoles
que plantamos hace unos meses eran tan altos como Talon. Cada vez que
el viento soplaba a través de nosotros, las flores que Lucy elegía
iluminaban nuestros sentidos.
—¿Puedes contarme su historia otra vez? —preguntó, colocando su
pala en el suelo. Luego tomó un pimiento verde y lo mordió como si fuera
una manzana, como su madre. Si estaba dentro y no podía encontrarnos,
normalmente estábamos en el patio comiendo pepinos, pimientos y
ruibarbo.
—La suciedad es buena para el alma —bromeaba siempre Lucy.
—¿Otra vez? —pregunté, arqueando una ceja—. ¿No acabo de
contarte la historia anoche antes de acostarte?
—Maktub —respondió con una sonrisa maliciosa—. Significa que
todo está escrito, lo que significa que se supone que debes contar la
historia otra vez.
Reí.
—¿Es eso así? —pregunté, acercándome a ella y tomándola en mis
brazos.
Ella soltó una risita.
Página243

—¡Sí!
—Bueno, está bien, ya que todo está escrito después de todo —
bromeé. La acompañé al árbol del Profesor Oliver, donde había tres sillas
alineadas. Dos sillas de tamaño completo y una silla de plástico para un
niño. Puse a Talon en su silla, y tomé la mía junto a ella—. Entonces, todo
comenzó cuando iba en la universidad y reprobé mi primer trabajo.
Le conté la historia de cómo el Profesor Oliver vino a mi vida y cómo
plantó una semilla en mi corazón que se convirtió en amor. Él era mi mejor
amigo, mi padre, mi familia. Talon siempre amó la historia, también. La
forma en que sonreía mientras escuchaba de cerca siempre me llenaba de
amor. Escuchaba como Lucy, sinceramente con un brillo en los ojos.
Cuando terminé la historia, Talon se levantó como lo hacía cada vez,
caminó hacia el árbol y lo abrazó con fuerza.
—Te amo, abuelo Ollie —susurró, dándole un beso a la corteza.
—¿Otra vez? —preguntó Lucy, hablando de la historia del Profesor
Oliver, mientras salía. Se acercó a Talon y a mí, con su estómago
completamente crecido, y cuando se sentó en su silla, suspiró
pesadamente como si acabara de correr cinco kilómetros completos.
—Otra vez. —Sonreí antes de inclinarme hacia ella y besar sus
labios, y luego su estómago.
—¿Cómo estuvo tu siesta, mamá? —preguntó Talon, llena de
energía. Era increíble verla correr y emocionarse. Hace años ella cabía en
la palma de mi mano. Años atrás no era seguro que sobreviviera, y hoy,
era la definición de la vida.
—La siesta estuvo bien —respondió Lucy, bostezando, todavía
cansada.
En cualquier momento, perderíamos incluso más horas de sueño
cada noche.
Nunca estuve más emocionado y preparado en mi vida.
—¿Necesitas algo? —pregunté—. ¿Agua? ¿Jugo? ¿Cinco pizzas?
Sonrió y cerró los ojos.
—Solo el sol por un momento.
Los tres nos sentamos afuera durante horas, sumergidos en la luz
del sol. Me sentía increíble, rodeado por mi familia.
Familia.
De alguna manera terminé con una familia. Nunca en mi vida pensé
que mi vida terminaría así, feliz. Las dos chicas que se sentaban a mi lado
Página244

eran mi mundo, y el niño que estaría aquí pronto ya controlaba los latidos
de mi corazón.
Cuando llegó el momento de preparar la cena, ayudé a Lucy a
levantarse de la silla, y en el momento en que se levantó, ambos nos
detuvimos un momento.
—Mamá, ¿por qué te hiciste pis en los pantalones? —preguntó
Talon, mirando a Lucy.
Enarqué una ceja, dándome cuenta de lo que acababa de pasar.
—¿Hospital? —pregunté.
—Hospital —respondió.
Todo fue diferente a cuando nació Talon. Mi hijo fue bienvenido en el
mundo con cuatro kilos y cuatrocientos gramos. Vino al mundo gritando,
permitiéndonos a todos ser conscientes de sus fuertes pulmones.
A menudo miraba hacia atrás en los segundos más felices de mi vida
y me preguntaba cómo un hombre como yo se volvió tan bendecido. Hubo
el momento en que Talon fue liberada de la Unidad de Cuidados Intensivos
Neonatales. La primera vez que el Profesor Oliver me llamó hijo. La vez que
Lucy me dijo por primera vez que me amaba. La segunda vez que se
aprobaron los documentos de adopción, Talon se convirtió oficialmente en
mi hija y de Lucy. El día de mi boda. Y ahora, mientras sostenía a mi
apuesto hijo por primera vez en mis brazos.
Oliver James Russell.
Ollie para abreviar.
Nos dirigimos a casa un día después de que nació Ollie, y antes de
que Talon se fuera a la cama esa noche, se acercó a su hermano, que
dormía en los brazos de Lucy, y besó su frente.
—Te amo, bebé Ollie —susurró, y mi corazón se expandió más.
Creció cada día, estando rodeado por mis amores.
Llevé a Talon a su cama, sabiendo que en medio de la noche se
encontraría durmiendo entre su madre y yo. Le daba la bienvenida cada
noche con un abrazo y un beso, porque sabía que llegaría un día en que
no se estaría metiendo junto a Lucy y a mí. Sabía que llegaría un día en
que sería demasiado vieja y demasiado fría para estar cerca de sus padres.
Así que cada vez que entraba a nuestra habitación, la abrazaba y le
agradecía al universo por tener a mi hija que me mostraba cómo era el
verdadero amor.
Después de arropar a Talon, me dirigí al cuarto de niños, donde
Lucy empezaba a quedarse dormida en la mecedora con Ollie aun dormido.
Lo tomé de sus brazos y lo acosté en su cuna, besando suavemente su
frente.
Página245

—Hora de dormir —susurré a mi esposa, besando suavemente su


mejilla y ayudándola a ponerse de pie.
—Hora de dormir —murmuró, bostezando mientras la llevaba a
nuestra habitación. Después de retirar las sábanas de la cama y acostarla,
me arrastré a la cama junto a ella y la sostuve cerca de mí.
Sus labios rozaron mi cuello mientras se acercaba.
»¿Feliz? —Bostezó.
Besé su frente.
—Feliz —respondí.
—Te amo, mi Graham Cracker —dijo suavemente segundos antes de
quedarse dormida.
—Te amo, mi Lucille —dije, besando su frente.
Mientras estábamos allí acostados esa noche, pensé en nuestra
historia. Cómo me encontró cuando me sentía perdido, cómo me salvó
cuando más la necesitaba. Cómo me obligó a dejar de alejar a la gente y
me demostró que el verdadero amor no era algo de los libros de cuentos de
hadas. Ella me enseñó que el amor real toma tiempo. El amor real toma
trabajo. El amor real toma comunicación. El verdadero amor solo crece si
los involucrados se toman el tiempo para nutrirlo, regarlo, darle luz.
Lucille Hope Russell fue mi historia de amor, y me prometí a mí
mismo que pasaría el resto de mi vida siendo la de ella.
Después de todo, Maktub… ya estaba escrito.
Estábamos destinados a vivir felices para siempre mientras nuestros
corazones flotaran cerca de las estrellas y nuestros pies permanecieran en
tierra firme.

Fin.

Página246
Sobre el autor Brittainy C. Cherry siempre ha
estado enamorada de las palabras. Se
graduó de la Universidad de Carroll con
una licenciatura en Artes Teatrales y
una especialización en Escritura
Creativa. Brittainy vive en Brookfield,
Wisconsin, con su familia. Cuando no
está haciendo un millón de diligencias y
elaborando historias, probablemente
esté jugando con sus adorables
mascotas o viajando a nuevos lugares.
Serie Elements
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The Silent Waters

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TRADUCIDO, CORREGIDO &
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