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10.1. La poesía durante la Guerra Civil (Miguel Hernández). La poesía en los años
cuarenta: poesía arraigada (Luis Rosales) y desarraigada (Dámaso Alonso)
A) La poesía durante la Guerra Civil (Miguel Hernández)
Al estallar la Guerra Civil se desarrolla una literatura de propaganda ideológica. La poesía responde a la
ideología de uno u otro bando (nacional o republicano). Los rasgos temáticos de la poesía se fundamentan en
las circunstancias históricas, políticas y sociales, en el desahogo del odio al enemigo y en la exaltación de los
héroes propios y del pueblo. El panorama dramático y trágico requería el compromiso de los escritores,
quienes respondieron con lo que se denominó como "literatura de urgencia".
La poesía arraigada se caracteriza por un ser un tipo de poesía esteticista y de evasión, en la que
predomina la actitud conservadora de sus miembros. Los poetas recurren a Garcilaso de la Vega como
modelo, escriben una poesía heroica, religiosa o amorosa y siente predilección por las formas métricas
clásicas (soneto, la décima, la silva) y por la elegancia y el orden del clasicismo. Asimismo, expresan una
visión del mundo optimista y esperanzador. En la difusión de esta poesía arraigada hay que mencionar a
dos revistas: “Garcilaso” y “Escorial”.
Luis Rosales (1910-1992). La obra de Luis fue evolucionando desde un clasicismo a un estilo
personal impregnado por la irracionalidad y cercano al vanguardismo surrealista. Los temas
predominantes en su poesía son el amor, la memoria, el recuerdo, el sentimiento religioso y la
cotidianidad. Su obra Abril (1935) se encuentra adscrita al clasicismo esteticista y de influencia
garcilasista. En la posguerra su poesía inicia un camino un distinto, sus versos se cargan de
sentimiento y de dudas existenciales.
Su obra Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940) es una muestra de la poesía
deshumanizada. Es una obra clásica que recrea un sentimiento religioso puro y espontáneo. La casa
encendida (1949) es el punto culminante de su poesía rehumanizadora. En ella recurre a un
lenguaje sencillo y presenta sus recuerdos en forma de visiones para reflejar el misterio de su vida
personal y de la existencia humana. En El contenido del corazón (1969) se aleja de la estética
clasicista. Es una meditación emotiva sobre la memoria y su papel en la existencia.
La poesía desarraigada se caracteriza por la búsqueda de una poesía comprometida, más directa, de
lenguaje sencillo, por tanto, menos retórica. Es una poesía dominada por la angustia ante los enigmas del
hombre (la muerte, la existencia, la ausencia de Dios, la soledad, la desesperación), pero también ante el
dolor humano producido por las injusticias del presente. Estos poetas adoptan la idea de la poesía
entendida como comunicación. La primera manifestación de esta poesía procede de dos obras: Hijos de la
ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, publicadas en 1944. Esta poesía
quedó representada por la revista “Espadaña”. En ella se observan los primeros indicios de protesta social y
política.
Dámaso Alonso (1898 - 1990). En su primer libro Poemas puros. Poemillas de ciudad (1921)
se percibe el influjo de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Algunos críticos han visto en él una
aproximación a la corriente de “poesía pura”. En Oscura noticia (1944) se percibe el ansia de
bucear en los misterios de la vida y de la muerte, y se introduce el tema religioso.
Hijos de la ira (1944), la novedad de esta obra se encuentra en la desnudez de los procedimientos
estilísticos y en lo comprometido de la temática (protesta socio-existencial y literaria). En ella el
autor indaga en el enigma de la vida y de la naturaleza humana desde una actitud desesperada. Todo
le parece monstruoso, extraño, inexplicable, absurdo. De esta manera llega a la degradación, pero,
aun así, recurre una y otra vez a Dios. Junto a las dudas existenciales aparece el grito de dolor que
arranca de la injusticia, de la deshumanización de un mundo hostil y del desamparo de muchos seres
humanos, pero en medio de tanta miseria, tiene cabida la fuerza del amor y la afirmación del impulso
vital.
Con Hombre y Dios (1955) su poesía evoluciona desde la desesperación al análisis más sereno
del conflicto. En ella lo humano y lo divino van siempre fundidos. En esta obra, persiste la inquietud
existencial y la angustia humana, pero el poeta lo aborda desde una perspectiva distinta, pues se
inclina al lado dulce, tierno y posiblemente optimista, olvidando la terrible angustia de la bajeza de la
vida.
10.2. La poesía social de los años cincuenta: Gabriel Celaya y Blas de Otero.
Hacia 1950 cobra auge la poesía social. Esta pretende mostrar la verdadera realidad del ser humano y del
país. Sus integrantes consideran que la poesía debe testificar y denunciar las injusticias, las
desigualdades sociales o la falta de libertades políticas. De este modo siguen la estela de los espadañistas y
de los autores que cultivan “la poesía desarraigada” y defienden que la poesía ha de servir para cambiar la
sociedad y mejorarla. Se convierte, según Gabriel Celaya, en “un instrumento para transformar el
mundo”. Su destinatario es la inmensa mayoría (oposición al lema de Juan Ramón Jiménez). Así, el “yo
poético” se convierte en la poesía social en un “nosotros”.
La preocupación por España, el recuerdo y la superación de los odios provocados por la Guerra Civil,
el anhelo de libertad y de un mundo mejor son temas permanentes en esta poesía. El lenguaje que
emplean estos autores es cotidiano, sencillo, directo, coloquial y muchas veces prosaico. Se produce
una mayor preocupación por los contenidos que por la estética por lo que destaca el desdén por el formalismo
expresivo. La poesía social se consolida hacia 1955 con la publicación de Pido la paz y la palabra de Blas
de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Los principales poetas de esta corriente fueron Blas de Otero,
José Hierro y Gabriel Celaya.
B) LOS NOVÍSIMOS
En los años setenta se produce un distanciamiento de la poesía social y aparece un grupo de poetas
más jóvenes. Estos poetas nacidos después de la guerra reciben el nombre de Novísimos debido a que en
1970 José Mª Castellet los reúne en una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles. En ella
aparecen: Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Leopoldo María
Panero, Ana María Moix, Vicente Molina Foix, Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez.
En ellos influyen Luis Cernuda, Gil de Biedma, César Vallejo, Octavio Paz. Además conocen la poesía
extrajera (Eliot, Cavafis, el Surrealismo). En su formación cultural y en los temas de su poesía se mitificaba
la cultura de los medios de comunicación (radio, cine, tebeos, canciones). Su poesía se aleja del
realismo y regresa a los experimentos relacionados con las vanguardias (escritura automática y uso del
collage) o con el Modernismo (gusto por lo exótico, por el ritmo del lenguaje, por el léxico culto). Asimismo
destaca el gusto por el Surrealismo (gusto por la irracionalidad, la sorpresa). Manifiestan una extrema
preocupación por el lenguaje y por el poema como creación autónoma.
De esta forma, durante los años setenta la influencia de la poesía de los novísimos se ramifica en distintas
tendencias: Culturalista, Clasicista, Experimental y Metapoética.