Psicoanalistas consideran que el significado de poder es la prohibición, la ley, el hecho de decir no. Esta es una concepción jurídica, insuficiente y formal del poder. Voy a tratar mostrar en qué dirección se puede desarrollar un análisis del poder. La etnología siempre intento destacar sistemas de poder en sociedades diferentes a las nuestras en términos de sistemas de reglas ¿Porqué concebimos siempre al poder como sistemas de regla y prohibición? Se debe a la influencia de Kant, pero esta explicación es insuficiente. El problema consiste en saber si Kant tuvo tal influencia. El crecimiento del Estado en Europa fue garantizado por el desarrollo del pensamiento jurídico, representado en el derecho. La burguesía tenía un interés en desarrollar ese sistema de derecho que le permitiría dar forma a los intercambios económicos, que garantizaban su propio desarrollo social. Burguesía y monarquía instalaron una forma de poder que representaba como discurso, como lenguaje, el vocabulario del derecho. Cuando la burguesía se desembarazó de ese poder monárquico, ese discurso fue utilizado en contra de la propia monarquía. En el libro II de “El Capital” podemos encontrar que en el fondo no existe un poder, sino varios poderes. Poderes quiere decir, formas de dominación, formas de sujeción que opera localmente que poseen su propia modalidad de funcionamiento; procedimiento y técnica. Son formas de poder heterogéneas. El sistema de poder que la monarquía había logrado presentaba para el desarrollo del capitalismo como inconvenientes mayores: inconvenientes en procesos económicos, diversos mecanismos de algún modo quedaban fuera de control, y exigían la instauración de un poder continuo, de algún modo, atómico. El segundo gran inconveniente es que eran sistemas excesivamente onerosos. Porque la función del poder era esencialmente el poder de recaudar. Lejos de estimular el flujo económico era, permanentemente, su obstáculo y freno. Aparecía una segunda necesidad de encontrar un mecanismo de poder tal que al mismo tiempo que controlase las cosas y las personas hasta en sus más mínimos detalles, no fuera tan oneroso, que se ejerciera en el mismo sentido que el proceso económico. Hubo una mutación tecnológica del poder en Occidente. En la tecnología política hubo toda una invención a nivel de formas de poder a lo largo de los siglos XVII y XVIII. De un lado existe la tecnología de disciplina, el mecanismo de poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales, eso es, los individuos. Técnicas de individualización del poder. Cómo vigilar a alguien, cómo controlar su conducta, su comportamiento, sus aptitudes, cómo intensificar su rendimiento, cómo multiplicar sus capacidades, cómo colocarlo en el lugar donde será más útil, esto es lo que es la disciplina. Un lugar en el cual vemos aparecer esta nueva tecnología de disciplina es la educación. Primero en los colegios y luego en la escuela secundaria, los individuos son individualizados dentro de la multiplicidad. A pesar de esa multiplicidad de alumnos, que se logre una individualización del poder, un control permanente, una vigilancia en todos los instantes, lleva a la aparición del vigilador o celador y las notas cuantitativas. Los ojos del profesor pueden individualizar a cada uno. Esa tecnología enfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos. Una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos. Estas tecnologías se enfocan en la población, en un grupo de seres vivos que son atravesados, comandados, regidos, por un proceso de leyes biológicas. El poder se debe ejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad biológica. Esa población como máquina de producir todo, riquezas, bienes, hasta de producir otros individuos. La biopolitica aparece con los problemas como el del hábitat, el de las condiciones de vida de una ciudad, el de la higiene pública, o la modificación de las relaciones de natalidad y mortalidad. La biopolitica no enfoca a los individuos como individuos sino como población. Población como un grupo de seres vivos que son atravesados, comandados, regidos por procesos d leyes biológicas. Hay dos grandes revoluciones en la tecnología del poder: descubrimiento de la disciplina y descubrimiento de la regulación, perfeccionamiento de una anátomopolítica y de una biopolitica. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico. Debe lidiar con esas cosas reales que son el cuerpo, la vida. La vida entra en el dominio del poder. El sexo se vuelve a partir de ese momento (s XVIII), una pieza absolutamente capital, porque en el fondo el sexo está ubicado en el lugar de la articulación entre las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la población. A través de ese control de la sexualidad se podía vigilar a los colegiales, a los adolescentes a lo largo de sus vidas, a cada instante, aún durante el sueño. El sexo se tornará un instrumento de disciplina, uno de los elementos esenciales de la anátomopolítica, pero por otro lado es el sexo el que asegura la reproducción de las poblaciones. El sexo es el eje entre la anátomopolítica y la biopolítica. El sistema de prisión represiva, como castigo. La prisión va a ser un sistema de reeducación de los criminales. Después de una estadía en la prisión, gracias a una domesticación de tipo militar y escolar, vamos a poder transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes. En los primeros tiempos no produjeron ese resultado, sino el opuesto. El sistema de prisiones debería haber desaparecido. Pero permaneció y continúa, producen delincuentes, y la delincuencia tiene una cierta utilidad económica-política en las sociedades que conocemos. Cuanto más crímenes haya más miedo tiene la población y cuanto más miedo hay en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La delincuencia posee también una utilidad económica; la prostitución, el tráfico de armas, el de drogas, etc. La delincuencia sirve a toda una forma de alteraciones políticas tales como romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros, servir de mano de obra y guardaespaldas de los jefes de los partidos políticos. La prisión que fabrica un delincuente profesional, posee una utilidad y una productividad. Vivimos en una sociedad en la que el crimen ya no es más simplemente la trasgresión de una ley, sino el desvío en relación a una norma ¿Cómo forma parte del desarrollo del capitalismo esta mutación de la tecnología del poder? Fue el desarrollo del capitalismo lo que hizo necesario esta mutación tecnológica, pero, por otro lado, esta mutación hizo posible el desarrollo del capitalismo. Si usted admite que la función del poder no es esencialmente prohibir, sino producir, producir placer, en ese momento se puede comprender, al mismo tiempo como se puede obedecer al poder y encontrar en el hecho de la obediencia placer, que no es masoquista necesariamente. Marx sabía perfectamente que lo que hace la solidez de las relaciones de poder es que ellas no terminan jamás, atraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relaciones de poder, ejerce relaciones de poder. Todos estamos en situación de poder. Es interesante saber, como en un grupo, en una clase, en una sociedad operan mallas de poder, cual es la localización exacta de cada uno en la red de poder, cómo se ejerce, cómo se conserva, cómo impacta en los demás.
MÁS RESUMIDO: Foucault realiza un análisis de la noción de poder. Para ello aborda la dicotomía instinto / cultura planteada por Freud, esquema que busca modificar. Para Foucault el instinto es algo ya penetrado por la represión, lo que supondría una modificación de la vieja noción de instinto sexual que Freud propone. En ese sentido se propende a “pensar el instinto no como un dato natural, sino como una elaboración, todo un juego complejo entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos culturales que aseguran el control sobre el pueblo”. Adosado a este cuestionamiento del concepto freudiano de deseo, se problematiza la noción de poder. Foucault sostiene que ha regido una concepción negativa del poder, donde éste es sinónimo de prohibición. Se trata de una concepción jurídica y formal que responde a un límite entre lo permitido y lo prohibido. Este esquema restrictivo tendría su origen en los sistemas establecidos desde la Edad Media, donde el derecho fue siempre el instrumento de legitimación del poder monárquico. Posteriormente, ese instrumento fue heredado por la burguesía, clase que mediante el discurso jurídico pudo liberarse del poder monárquico. Esta concepción jurídica del poder presentó dos grandes inconvenientes para el desarrollo del capitalismo. En primer lugar suponía un poder global poco detallista, a cuyo control escapaban un número casi infinito de prácticas. Esto determinó el pasaje a un poder atómico individualizante, donde “cada individuo, en él mismo, en su cuerpo, en sus gestos, pudiese ser controlado en vez de esos controles globales y en masas”. El segundo gran problema fue que los mecanismos de poder de la monarquía eran eminentemente predatorios, signados por un afán de recaudar. Eso suponía un freno al flujo económico; lo que determinó la necesidad de un esquema de poder que controlase a los individuos de manera detallada, pero que a su vez fuera ejercido en el mismo sentido de los procesos económicos. Foucault sostiene que la concepción negativa del poder se vincula con un análisis de la representación del mismo. En oposición, la concepción positiva tendría que ver con un análisis de funcionamiento de sus mecanismos. Para centrarse en la concepción positiva del poder se parte de una referencia a Marx. En el libro II de El Capital se habla de la no existencia de un poder único, aludiéndose a una multiplicidad de poderes locales. Esas formas de dominación obrarían localmente de acuerdo a modalidades propias. El desarrollo del capitalismo se vinculó con una mutación tecnológica del poder, de la que se distinguen dos capítulos de invenciones. El primero tiene que ver con la disciplina, mecanismo por el cual se logra una individualización del poder y un enfoque en el cuerpo y el comportamiento de los hombres. Estos mecanismos se engloban dentro de lo que se denomina una Anátomopolítica. El segundo corresponde a tecnologías que ponen el blanco en la población, a las que Foucault categoriza como regulación. En este grupo entrarían técnicas de observación como la estadística, pero también los organismos administrativos, económicos y políticos. Se vincularían con el perfeccionamiento de una Biopolítica. Esta nueva concepción del poder es materialista, ya que tiene su objeto en la vida y el cuerpo de los individuos y las poblaciones. El sexo, como elemento bisagra entre la Anátomopolítica y la Biopolítica, se vuelve una pieza fundamental. A la vez de ser instrumento de disciplina individual, asegura la reproducción de las poblaciones. Esto da origen a una verdadera política del sexo, que pasa a integrarse dentro de una política de la vida. Se habla de una concepción positiva del poder porque su función no es esencialmente prohibir, sino producir placer. Ese placer puede estar en el cumplimiento o la obediencia al poder, por ejemplo. Al respecto de su carácter omnipresente, Foucault asegura: “lo que hace a la solidez de las relaciones de poder es que ellas no terminan jamás, que no hay de un lado algunos y de otro lado muchos; ellas la atraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relaciones de poder, ejerce relaciones de poder”. Esta idea supone también una crítica al dualismo clase dominante/ clase dominada que es frecuentemente empleado en cierto marxismo académico.