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DE MEXICO
INGENIERIA ELECTROMECANICA
AHORRO DE ENERGÍA
GRUPO 3
INVESTIGACION
PERIODO:
6.5 BIOCOMBUSTIBLES
Los biocombustibles ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero.
Los biocombustibles contienen componentes derivados a partir de biomasa, es
decir, organismos recientemente vivos o sus desechos metabólicos. Los
biocomponentes actuales proceden habitualmente del azúcar, trigo, maíz o semillas
oleaginosas.
Todos ellos reducen el volumen total de CO2 que se emite en la atmósfera, ya que
lo absorben a medida que crecen y emiten prácticamente la misma cantidad que los
combustibles convencionales cuando se queman.
Debido a la actual aplicación simultánea de tecnologías de componentes en los
motores de los vehículos que se fabrican en la mayoría de los países, los
biocomponentes son a menudo mezclados con los carburantes en pequeñas
proporciones, 5 o 10%, proporcionando una reducción útil pero limitada de gases
de efecto invernadero. En Europa y Estados Unidos, se ha implantado una
legislación que exige a los proveedores mezclar biocombustibles hasta unos niveles
determinados.
Los biocombustibles son combustibles de origen biológico obtenido de manera
renovable a partir de restos orgánicos. Estos restos orgánicos proceden
habitualmente del azúcar, trigo, maíz o semillas oleaginosas.
Todos ellos reducen el volumen total de CO2 que se emite en la atmósfera, ya que
lo absorben a medida que crecen y emiten prácticamente la misma cantidad que los
combustibles convencionales cuando se queman, por lo que se produce un proceso
de ciclo cerrado.
Los biocombustibles son a menudo mezclados con otros combustibles en pequeñas
proporciones, 5 o 10%, proporcionando una reducción útil pero limitada de gases
de efecto invernadero. En Europa y Estados Unidos, se ha implantado una
legislación que exige a los proveedores mezclar biocombustibles hasta unos niveles
determinados. Esta legislación ha sido copiada luego por muchos otros países que
creen que estos combustibles ayudarán al mejoramiento del planeta a través de la
reducción de gases que producen el denominado ‘Efecto Invernadero’.
Biodiesel: ¿Qué es el biodiesel?
El biodiesel es un biocarburante líquido producido a partir de los aceites vegetales
y grasas animales, siendo la colza, el girasol y la soja las materias primas más
utilizadas en la actualidad para este fin. Las propiedades del biodiesel son
prácticamente las mismas que las del gasóleo (gasoil) de automoción en cuanto a
densidad y número de cetano. Además, presenta un punto de inflamación superior.
Por todo ello, el biodiesel puede mezclarse con el gasóleo para su uso en motores
e incluso sustituirlo totalmente si se adaptan éstos convenientemente.
La definición de biodiesel propuesta por las especificaciones ASTM (American
Society for Testing and Material Standard, asociación internacional de normativa de
calidad) lo describe como ésteres monoalquílicos de ácidos grasos de cadena larga
derivados de lípidos renovables tales como aceites vegetales o grasas de animales,
y que se emplean en motores de ignición de compresión. Sin embargo, los ésteres
más utilizados, como veremos más adelante, son los de metanol y etanol (obtenidos
a partir de la transesterificación de cualquier tipo de aceites vegetales o grasas
animales o de la esterificación de los ácidos grasos) debido a su bajo coste y sus
ventajas químicas y físicas.
A diferencia de otros combustibles, los biocarburantes o biocombustibles presentan
la particularidad de utilizar productos vegetales como materia prima. Esto es la
causa de que sea preciso tener en cuenta las características de los mercados
agrícolas, junto a la complejidad que ya de por sí presentan los mercados
energéticos. En este sentido, hay que destacar que el desarrollo de la industria de
los biocombustibles no depende principalmente de la disponibilidad local de materia
prima, sino de la existencia de una demanda suficiente. Al asegurar la existencia de
una demanda de biocombustibles, el desarrollo de su mercado puede aprovecharse
para potenciar otras políticas como la agrícola, favoreciendo la creación de empleo
en el sector primario, la fijación de población en el ámbito rural, el desarrollo
industrial y de actividades agrícolas, y reduciendo a la vez los efectos de la
desertización gracias a la plantación de cultivos energéticos.
En cuanto a la utilización del biodiesel como combustible de automoción, ha de
señalarse que las características de los ésteres son más parecidas a las del gasoil
que las del aceite vegetal sin modificar. La viscosidad del éster es dos veces
superior a la del gasoil frente a diez veces o más de la del aceite crudo; además el
índice de cetano de los ésteres es superior, siendo los valores adecuados para su
uso como combustible. ASTM ha especificado distintas pruebas que se deben
realizar a los combustibles para asegurar su correcto funcionamiento.
¿Qué es el Bioetanol?
El bioetanol, también llamado etanol de biomasa, es un alcohol que se obtiene a
partir de maíz, sorgo, caña de azúcar o remolacha. Permite sustituir las gasolinas o
naftas en cualquier proporción y que generan contaminación ambiental. Brasil es el
principal productor de bioetanol, 45% de la producción mundial, Estados Unidos
representa el 44%, China el 6%, la Unión Europea el 3%, India el 1% y otros países
el restante 1%.
El bioetanol puede proceder del maíz como en los EEUU o de la caña de azúcar
como el que se fabrica en Brasil. En este último país se ha venido utilizando el
alcohol como combustible de automoción desde los años 60 aproximadamente.
La caña de azúcar, la remolacha o el maíz no son la única fuente de azúcar. Puede
ser utilizada la celulosa para obtener azúcar. La celulosa es una larga cadena
formada por “eslabones” de glucosa. De este modo, casi todo residuo vegetal será
susceptible de ser transformado en azúcar y luego gracias a la fermentación por
levaduras obtener el alcohol destilando el producto obtenido.
¿Qué es el Biogás?
El biogás, resulta de la fermentación de los desechos orgánicos. Este combustible
es una alternativa más en la matriz energética del país.
¿Qué es la Biomasa?
Esta fue la primera fuente de energía que conoció la humanidad. La madera o
incluso los excrementos secos son biocombustibles. Si se administra bien la madera
de los bosques puede ser un recurso renovable y mal administrado puede
convertirse en un desastre ecológico. De este modo se propuso la biomasa como
fuente de energía. Biomasas pueden ser virutas o aserrín de madera, producto de
la limpieza de bosques o incluso de su explotación racional.
¿Cómo funcionan?
El avanzado proceso de producción de biocombustibles: del cultivo al vehículo.
Los biocombustibles convencionales como el etanol y el biodiesel proceden
habitualmente del maíz, la caña de azúcar, la remolacha, el trigo o semillas
oleaginosas.
Trabajando con investigadores, agricultores y otros asociados, BP y DuPont tienen
como objetivo identificar y desarrollar cultivos específicamente mejorados para
biocombustibles, incluidos cultivos no comestibles y hierba de crecimiento rápido,
cultivadas especialmente para combustibles y labradas de forma sostenible.
Posteriormente los cultivos son recogidos y procesados para convertirlos en
biocombustibles.
Los investigadores de BP y DuPont están desarrollando nuevos procesos
tecnológicos para utilizar nuevas materias primas y producir moléculas mejoradas
para la creación de biocombustibles.
Ventajas de los biocombustibles.
Pueden ser mezclados en grandes cantidades con carburantes
convencionales, los cuales pueden ser usados en vehículos sin modificar.
Tienen un mayor contenido energético (más kms por litro).
Facilidad de introducción dentro del proceso de suministro de carburantes.
Reducción del volumen total de emisiones de CO2 a la atmósfera.
En la actualidad.
Los biocombustibles suponen el 3% de la producción de combustibles para
transportes, aunque se espera que la cifra aumente hasta el 30% en mercados
clave. Los biocombustibles avanzados proporcionan una opción viable para el
aprovisionamiento de energía y una aceleración del cambio a carburantes de
transporte renovables con un bajo índice de emisiones de gases de efecto
invernadero.
¿Un mejor ambiente?
Uno de los argumentos que se ofrecen para promover los biocombustibles es que
su impacto ambiental sería menor que el de los combustibles fósiles. En un estudio
realizado por Jorn Scharlemann y William Laurence, del Instituto Smithsoniano de
Investigaciones Tropicales, se midió la influencia de los biocombustibles en las
emisiones de CO2. Los autores del estudio concluyen que 80% de los
biocombustibles reducen las emisiones de CO2 en un 30%. El etanol reduciría las
emisiones en 13% y el biodiesel en 79%, comparados con el diésel petrolero.
Además, según este estudio, se producen menos partículas suspendidas y hollín,
que son nocivos para el sistema respiratorio. Scharlemann y Laurence señalan
también que la relación entre la energía invertida y la obtenida (balance energético)
del biodiesel es positiva; por cada unidad de energía fósil invertida en producirlo el
biodiesel da 3.2 unidades de energía. En el etanol obtenido a partir de la
fermentación del azúcar, el rendimiento energético es de 1.98 unidades; es decir,
se obtiene casi el doble de la energía invertida.
Sin embargo, otros autores no dan cuentas tan alegres; ellos afirman que los
cultivos de los que se extraen biocombustibles presentan balances energéticos
negativos: para producirlos se necesita invertir más energía de la que se obtiene.
Por ejemplo, se ha calculado que, en el caso del etanol de maíz, por cada unidad
de energía fósil gastada en su producción se recuperan 0.78 unidades; y que en el
peor de los casos (el del biodiesel producido a partir de la soya) se recuperan 0.53
unidades, ¡la mitad de lo invertido!
Y si se contabiliza la deforestación, el costo ambiental total de los biocombustibles
puede resultar mayor que el de usar combustibles fósiles. Producir biocombustibles
requiere superficies muy extensas para cultivar maíz, caña de azúcar, soya o palma
de aceite. Convertir ecosistemas en superficies de cultivo contribuiría a aumentar el
calentamiento global. Los bosques y muchos otros ecosistemas naturales se
consideran “sumideros de carbono” porque los tejidos vegetales fijan el dióxido de
carbono por medio de la fotosíntesis. Con la deforestación, estos sumideros o
depósitos se perderían y se afectaría la biodiversidad. Hasta la fecha se observa
que los cultivos de palma aceitera y soya que se emplean para producir biodiesel
ya han hecho desaparecer selvas tropicales, pantanos y pastizales en Indonesia,
así como importantes extensiones de la selva amazónica, ecosistemas que
almacenan una gran cantidad de carbono. Al convertirlos en tierras de cultivo se
libera a la atmósfera casi 420 veces más CO2 del que se ahorró al usar los
biocombustibles.
Estos cálculos permiten concluir que los balances energéticos del biodiesel y del
bioetanol dependen en gran medida de la materia prima que se elija, la eficiencia
tecnológica, el proceso utilizado y el lugar donde se producen los cultivos; es decir,
si se usan campos ya abiertos al cultivo o se eliminan ecosistemas naturales para
establecerlos. En nuestro país se ha comenzado a fomentar el cultivo de la palma
aceitera, el pino piñonero y diversas especies del género Jatropha como materias
primas de biocombustibles, aunque todavía se debate la conveniencia de producir
biocombustibles. Rafael Elvira Quesada, secretario del Medio Ambiente y Recursos
Naturales, ha opinado que el etanol producido a partir del maíz no es una buena
opción para México.
La crisis alimentaria.
Desde hace algunos años el mundo atraviesa una crisis alimentaria por el aumento
de precios de alimentos básicos como el maíz, el arroz y el trigo. Entre las causas
de esta crisis se encuentra la demanda de tierras y productos para la producción de
biocombustibles.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la oferta alimentaria de
granos se ha reducido y los precios de los alimentos han aumentado debido en parte
a que países como Brasil y Estados Unidos usan grandes extensiones para cultivar
la materia prima de los biocombustibles en lugar de alimentos. Este fenómeno
afecta a los grupos humanos más vulnerables del planeta. Según predicciones de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), si se
utilizara etanol para producir el 10% de los combustibles empleados en el transporte
en Estados Unidos, se requeriría que el 30% de la superficie agrícola de ese país
se dedicara al cultivo de materias primas; un porcentaje que en el caso de la Unión
Europea ascendería al 72% de la superficie arable; a nivel mundial esta cifra sería
del 9%. Es probable que los países desarrollados promuevan cultivos para
biocombustibles fuera de sus territorios para después comprarlos, y no enfrentar así
las consecuencias ambientales ni sociales de su producción.
Finalmente, debe hacerse notar que el uso de biocombustibles está asociado con
los intereses de grandes empresas que tienen una enorme oportunidad de crecer y
enriquecerse con su producción y comercialización. La organización Grain —un
organismo no gubernamental que promueve el uso sustentable de la diversidad
agrícola—, sostiene que estas empresas pretenden “reemplazar millones de
hectáreas de sistemas agrícolas locales y a las comunidades rurales que trabajan
en ellos, erradicando los sistemas indígenas de cultivo y pastoreo para sustituirlos
con grandes plantaciones de monocultivo e ingeniería genética, en las que las
empresas multinacionales tengan el control”.
La alternativa parece ser entonces no producir biocombustibles a partir de
alimentos, sino con desechos de industrias como la forestal, la agrícola y la
papelera. Estos biocombustibles, que se hacen con celulosa, madera de desecho o
algas cultivadas, llamados de segunda generación, pueden ser una mejor opción
porque no requieren grandes superficies de cultivo. Su uso permitiría además
manejar los desechos de manera adecuada y no competir con la industria
alimentaria. En México ya se desarrollan proyectos para producir biocombustibles a
partir de desechos orgánicos, como cáscaras de frutas o aceite quemado.
Las alternativas.
Usar formas alternativas de producción de energía puede ser una opción más limpia
y eficiente (véase “Un rayo de Sol, un soplo de viento”, ¿Cómo ves?, No.121). Una
de estas fuentes es el viento. La energía eólica es renovable, gratuita y limpia. Tiene
algunos inconvenientes, por ejemplo, que los molinos de viento alteran el paisaje
con su tamaño y su número, pues tienen que ser cuantiosos para producir suficiente
energía y pueden afectar a las poblaciones de aves migratorias. Sin embargo, los
beneficios tecnológicos, sociales, y económicos asociados con su uso, además de
la reducción de las emisiones de carbono, hacen de la energía eólica una buena
opción para sustituir a los combustibles fósiles.
Otra fuente de energía alternativa es la solar. Hay diversas tecnologías que permiten
aprovecharla, en especial las celdas de semiconductores que se activan con la
radiación solar (celdas fotoeléctricas) y producen electricidad. Al igual que la energía
eólica, la solar es autónoma y descentralizada, pues proviene de una fuente gratuita
e inagotable y puede obtenerse en prácticamente cualquier sitio, aunque es más
eficiente en zonas calurosas con baja nubosidad, como los desiertos. En conjunto
estas energías verdes y los biocombustibles pueden disminuir en gran medida
nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Los biocombustibles podrían ser una buena alternativa si se lograra producirlos sin
emplear combustibles fósiles. Hasta ahora, debido a que se producen a partir de
cultivos agrícolas, lejos de representar una alternativa sustentable, son una fuente
de problemas ambientales, sociales, políticos y económicos más graves que los que
resultan de usar combustibles fósiles.
6.6 HIDRÓGENO
El fin de la era del petróleo ya se vislumbra y un candidato cada vez más firme para
obtener energía es el hidrógeno. Los átomos de este elemento químico se
componen de tan sólo un protón y un electrón, y son los más abundantes: cerca del
90% de todos los átomos que existen en el Universo son de hidrógeno.
En nuestro planeta este elemento no es tan abundante: aproximadamente el 15%
de todos los átomos son de hidrógeno y juntos constituyen apenas el 0.9% de la
masa total del planeta. La mayoría de los átomos de hidrógeno que existen en la
Tierra están en las moléculas de agua. Pese a su relativa escasez en este planeta,
el hidrógeno forma parte de un mayor número de compuestos químicos que ningún
otro elemento.
En estado elemental, el hidrógeno es un gas formado por moléculas diatómicas,
que sólo alcanzan a ser una millonésima parte de la atmósfera; por ser tan ligeras,
la gravedad de la Tierra no alcanza a retenerlas.
La reacción entre el hidrógeno (H2) y el oxígeno elementales (O2) produce
moléculas de agua y desprende una importante cantidad de energía. Esto sucede
porque los enlaces de la molécula de agua son más fuertes que los enlaces en las
moléculas de H2 y O2.
2H2 + O2 2H2O
Ésta es la reacción que se usó, por ejemplo, en los cohetes Saturno V (uno de los
cuales puso en el espacio al Apolo 11, la primera misión tripulada a la Luna) y los
transbordadores espaciales, que utilizan hidrógeno elemental como combustible.
La sombra del Hindenburg.
La reacción del hidrógeno con el oxígeno es peligrosa por explosiva, pero el peligro
se ha exagerado desde la explosión del dirigible Hindenburg, en 1937. El esqueleto
del Hindenburg estaba armado con varas de madera, cuerdas de seda y laca. Para
la cubierta se usó tela de algodón, recubierta primero con una capa de acetato de
celulosa, uno de los componentes de la pólvora, y después con aluminio metálico
en polvo. La violenta reacción del aluminio metálico pulverizado con el oxígeno se
utiliza también en los combustibles de los cohetes espaciales y es el principal
responsable de la gran luminosidad de la llama de éstos. El incendio del Hindenburg
fue provocado por una chispa de electricidad estática del aire, que causó que el
aluminio de la cubierta se incendiara y con él el resto de los materiales, todos
inflamables, con los que estaba hecho el globo; y desde luego, también el
hidrógeno. El hidrógeno arde con una flama casi invisible y por su extrema ligereza,
tiende a dispersarse hacia arriba. En el caso del Hindenburg, se tiene registro de
que todo el hidrógeno que contenía se consumió en tan solo 37 segundos. El fuego
que se ve en las fotos no puede atribuirse a la combustión del hidrógeno, sino a la
de los materiales del globo y al combustible diésel que alimentaba sus motores.
De los 97 pasajeros y tripulantes del dirigible, 36 perdieron la vida, 33 de ellos por
haber caído o saltado intencionalmente al vacío. Sólo tres de las víctimas más
murieron por quemaduras, seguramente causadas no por la combustión del
hidrógeno, sino por la del diésel usado como combustible del dirigible, ya que la
cabina de los pasajeros se ubicaba bajo el globo. El diésel y el resto de los
materiales inflamables tardaron 10 horas en consumirse.
¿Adiós a la gasolina?
Hoy en día existen varios prototipos de automóviles impulsados por la energía
mecánica generada por la reacción del hidrógeno con el oxígeno. Los fabrican
compañías como BMW de Alemania y Mazda de Japón, asociada con la
estadounidense Ford. Para hacer automóviles de combustión interna impulsados
por hidrógeno elemental se requiere una tecnología parecida a la que se usa para
producir motores movidos por gas natural, que ya abundan en nuestros días. La
combustión del hidrógeno en estos motores aún no es perfecta. Su fuente de
oxígeno es el aire, por lo que inevitablemente una pequeña fracción de nitrógeno
interviene en la combustión y forma óxidos de nitrógeno, NOx, que producen el
esmog fotoquímico y el ozono "malo".
Comparado con la gasolina, el hidrógeno como combustible extiende la vida del
motor y reduce el mantenimiento, ya que no se acumula carbón en la cámara de
combustión ni en las bujías, y los gases resultantes son tan limpios que casi no se
necesita cambiar el aceite del motor, solo hay que restituirlo periódicamente. Sin
embargo, los inconvenientes siguen siendo mayores que las ventajas. Como las
moléculas de hidrógeno son tan pequeñas, se requiere mucha energía para
comprimirlo o licuarlo. Por la misma razón, el gas se fuga con mucha facilidad de
los recipientes que lo contienen; incluso en el mejor tanque, el H2 se evapora a una
tasa de 3% diario.
Del hidrógeno a la electricidad.
Otra posibilidad es aprovechar la energía química liberada cuando el hidrógeno
reacciona con el oxígeno, no como energía mecánica o térmica, sino almacenándola
como energía eléctrica. Esta alternativa se va haciendo cada vez más viable. Los
dispositivos que producen electricidad a partir de esta reacción se conocen como
celdas de combustible (véase recuadro).
En las celdas de combustible la energía química se convierte en electricidad sin
necesidad de combustión. Se hace reaccionar el hidrógeno con el oxígeno en dos
electrodos (los "polos", o "bornes", de una pila) separados por una membrana de
plástico delgada. En uno de los electrodos las moléculas de hidrógeno se despojan
de sus electrones. Éstos se suministran al circuito externo al que la celda alimenta
para realizar trabajo. Los protones de las moléculas de hidrógeno atraviesan la
membrana y van al otro electrodo, donde se mezclan con el oxígeno y los electrones
en circulación para dar agua. Es decir, las celdas de combustible permiten obtener
energía eléctrica totalmente limpia a partir de la reacción química entre el hidrógeno
y el oxígeno.
Uno de los reactivos necesarios, el oxígeno, se obtiene directamente del aire y es
virtualmente inagotable. Cómo obtener el hidrógeno es otra historia.
Las fuentes.
El hidrógeno se encuentra combinado en forma de agua o de compuestos
orgánicos. Por lo tanto, se puede obtener de esas fuentes, pero para separarlo de
sus compuestos es preciso suministrar energía. Hoy en día el hidrógeno se obtiene
principalmente de sustancias extraídas del petróleo: hidrocarburos gaseosos como
el metano y el propano, o alcoholes como el metanol o el etanol, que son líquidos.
Obtener hidrógeno del metano, por ejemplo, tiene dos inconvenientes. El primero
es que el metano del que se parte se obtiene principalmente del petróleo, que se
está agotando. Este inconveniente podría evitarse porque se puede extraer metano
de biomasa (mediante fermentaciones llevadas a cabo por microorganismos sobre
materia orgánica de desecho) y este proceso podría volverse la principal fuente de
metano. El segundo inconveniente es que el proceso genera dióxido de carbono,
igual que cuando se quema el gas natural, lo que contribuye al calentamiento global.
La obtención de hidrógeno a partir de metanol, CH3OH, tiene las mismas
desventajas que a partir de metano. La ventaja que ofrece el metanol sobre el
metano es que mientras que éste es un gas, aquél es un líquido, que podría
transportarse y almacenarse de manera semejante a la gasolina. El inconveniente
es que la materia prima para obtener metanol, es justamente el metano. El etanol
también puede utilizarse para obtener hidrógeno, con la ventaja de que es un
alcohol más fácil de obtener biotecnológicamente, mediante la fermentación de
azúcares.
Desde luego, también es posible obtener el hidrógeno elemental a partir del agua,
que en tanta abundancia tenemos. Sin embargo, la manera más simple y directa de
separar el agua en sus componentes, la electrólisis, no representa ninguna
ganancia en cuanto al balance total de energía: para efectuarla hay que
proporcionar la misma cantidad de energía eléctrica que la que se obtiene al realizar
la reacción inversa. Si esa energía eléctrica se obtuvo a partir de la principal fuente
actual en nuestro planeta, una planta termoeléctrica, estaremos sólo dando la vuelta
al problema y seguiremos quemando combustibles fósiles.
Pero existen otras posibilidades. Si para hidrolizar el agua usamos electricidad
proveniente de una planta nuclear, hidroeléctrica o eólica, las pilas de combustible
se convierten en una buena manera de almacenar y transportar esa energía. La
energía del Sol también puede ser la solución, ya sea porque la electricidad
requerida para hidrolizar el agua puede provenir de celdas solares, o porque la luz
solar por sí misma es capaz de separar el agua en sus componentes mediante el
uso de catalizadores adecuados.
Los coches eléctricos hoy.
Los primeros automóviles eléctricos se desarrollaron en la primera mitad del siglo
XIX y llegaron a tener cierto auge durante la primera década del siglo XX. Sin
embargo, la poca durabilidad de las baterías disponibles en aquel entonces y el
advenimiento del automóvil con motor de combustión, así como el incremento en
las exploraciones petroleras, hicieron que los autos eléctricos se convirtieran en una
curiosidad. En 1912 un automóvil eléctrico costaba 1 750 dólares, mientras que uno
con motor de gasolina se adquiría por 650. El interés en los coches eléctricos
resurgió a partir de los años 70 con las crisis energéticas provocadas por los
embargos petroleros de los países árabes.
En la actualidad, los vehículos eléctricos más populares no son solamente
eléctricos, sino híbridos. Se llama híbrido a cualquier vehículo que utilice dos fuentes
de energía, pero actualmente el término se ha vuelto casi exclusivo para designar
autos impulsados por energía eléctrica y energía proveniente de la combustión de
gasolina. Esta combinación logra rendimientos de gasolina del orden de 20
kilómetros por litro, con una potencia comparable a la de los autos con motores
tradicionales a base de gasolina. En realidad esta tecnología es solamente un paso
en la transición de los vehículos altamente contaminantes con motor de combustión
interna hacia vehículos impulsados por fuentes de energía limpia, como podrían ser
las celdas de combustible.
La mayoría de las compañías fabricantes de automóviles llevan a cabo hoy en día
intensos programas de investigación y desarrollo encaminados a producir autos
movidos por celdas de combustible. Por ejemplo, Ford tiene ya un modelo de
automóvil de este tipo, del cual ha distribuido, a manera de prueba, varias decenas
en los Estados Unidos, Canadá y Alemania. La producción de estos vehículos a
nivel comercial está a la espera de un sistema de distribución de hidrógeno que
permita a los consumidores reabastecer sus autos. Ford, en colaboración con su
socio Mazda, ha promovido la instalación de estaciones de hidrógeno en Hiroshima,
Detroit y Berlín. Honda no sólo tiene planes de producir comercialmente su vehículo
de celdas de combustible para el año 2010, sino que también participa en el
desarrollo de una estación casera de energía, capaz de producir hidrógeno a partir
de gas natural en una escala doméstica.
El petróleo empieza a escasear y el hidrógeno abunda; la transición no será fácil,
pero es inexorable. Nos dirigimos hacia una nueva tecnología energética, que traerá
profundos cambios en el ámbito económico y social.