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LAS COSTAS IGNORADAS

[…] constituiré tribunal que dure para siempre.


Esquilo. Las Euménides.

[…] un ángel hechicero


todo el querer de mis floridos años.
Juan Clemente Zenea. Diario de un mártir.
JORNADA I
Ritual de iniciación / Pasión de Juan Clemente Zenea

El Poeta, sucio y harapiento, limpia el alma, está de rodillas con el rostro


alzado, las manos colgando a los lados como cascadas de despojos. Mira a los
espectadores entrar, acomodarse. Los recibe con una alegría de muerto, de
resucitado débil, recién llegado al mundo con un cuerpo pesado que sostener.
Parece una serpiente la que mira.
El Poeta. (A los espectadores.)
Un batir de alas
como cada noche…

¿Qué haces tú
que vienes de tu nido
para ver cómo un hombre se devora?

¿Qué haces tú
golondrina suave
con tanto plumaje de invierno
que te calienta el cuerpo
viniendo aquí
donde mueren de frío los desnudos?

¿Qué haces tú
con la boca cerrada
y los ojos abiertos
esperando el regalo de la voz de un pobre?

¿Quieres el grito
después de la mordida?

¿Qué haces tú
que vienes de tu nido
de tan lejos
para ver cómo un hombre se devora?
Suena una flauta que
excita un serpentino
arrastrarse en el Poeta. El
Demonio de la flauta,
niño, está tocando.
El Demonio. Hoy es el día de tu juicio.
El Poeta. Que es mi juicio, dice el niño…
El Demonio. Hoy se hará un tribunal que duré para siempre.
El Poeta. Para siempre dice el niño… (Suena la flauta incitando al baile.)
Para siempre…
Conozco esa canción
ecos perdidos
de ayer y del jardín
sí, la recuerdo
ella se fue
y vi el piano vacío
ella se fue
vacío en el espejo.

Conozco esa canción


pero no duermo
y sueño acaso
y la canción me pierde
conozco esa canción
en mis oídos
en mis oídos voces de la muerte…

…voces y voces que reclaman


reclaman funeral
a la esperanza.
Entra un Mensajero, todo
de negro, una silueta. La
música se detiene.
Mensajero. Ella está aquí, la traigo con mis voces.
El Poeta. ¿Qué dices, bicho? ¿Qué escucho?
Mensajero. La luz que no se ha visto me manda a iluminarte.
El Poeta. No eres más que una sombra, ¡me das asco!
Mensajero. Ella no vendrá nunca—jamás vendría a verte a este sitio—
pero me envía en su lugar, porque te ama.
El Poeta. Ella es todo el amor, pero no viene.
Mensajero. Ella está aquí y ahora… Mira… Mírame…
El Poeta. Ella es toda la luz, pero no alumbra.
Mensajero. Ella está aquí y ahora… Mira… Mírame…
Un ciprés aparece en la
escena y el Mensajero se
esconde en él.
Mensajero. Mírame…
El Poeta se acerca al ciprés buscando al mensajero, pero este sale de su
escondite vuelto una muchacha muy joven y hermosa, casi una niña. La
Muchacha se mueve ligera y alegre de un lado a otro evitando al Poeta. Se oye
la flauta y él hace mímica de estar tocando. Ella se acerca embelesada por la
música, pero descubre el cuerpo sucio y harapiento del Poeta y se aleja
llorando.
El Poeta. (Que se acerca lentamente a la muchacha.) ¿Por qué lloras?…
Ahora estás aquí… estoy yo… ¿Por qué lloras?… ¿Por qué?… (Va
volviéndose insistente.) ¿Por qué? Dime… ¿Por qué?…
Muchacha. ¡Para comprar tu libertad estoy llorando!
El Poeta. (Por el suelo.) ¿Por qué? Dime por qué…
Muchacha. ¡Para comprar tu libertad estoy llorando!
Ambos continúan en esta
letanía hasta que el Poeta
llega a la Muchacha y se
abalanza sobre ella con
un abrazo, suplicante al
comienzo, luego más viril
y sensual. Ella va
tornándose cada vez más
rígida y tensa durante el
abrazo. Finalmente deja
en la mano del Poeta una
esquela.
Muchacha. (En cuanto da la esquela al Poeta.) ¡Abran la puerta ahora
mismo! ¡Ábranla!
Salen del ciprés las
Sombras de los invitados
al baile. Las Sombras
rompen las ramas del
ciprés y las toman como
lanzas; separan al Poeta
y la Muchacha, visten a
esta con un velo negro y
comienzan a bailar con
ella, que se vuelve una
Mujer: madura como
soberbia.
El Poeta. (Lee la esquela en voz alta. Lentísimo. Con una duda
trascendental.)
Si muero y ella llegara
al hogar de los otros
como huérfana y virgen en la noche

mi gracia estará con quien la ampara


en su desnuda habitación de pobre…
Tras de la lectura de la esquela las sombras han terminado el baile con la
Mujer; la han dejado tendida en el centro de la escena con las lanzas
acostadas a su alrededor en forma de círculo. Las sombras se retiran para
cantar el Salmo del matrimonio. Mientras las Sombras cantan, el Poeta va
hacia la Mujer con la lentitud de estar descubriendo su cuerpo desnudo, luego
va adquiriendo ímpetu sexual; entonces comienza a levantar, una a una, las
lanzas para clavarlas en el vientre de la mujer. Cada vez que usa una de las
lanzas, la deja luego en el mismo lugar del suelo, pero apuntando hacia el
cuerpo de la mujer, de forma tal que figure la representación de un sol con la
Mujer al centro una vez que el Poeta haya usado todas las lanzas. La Mujer
sangra blanco con cada punzada que recibe, un blanco que mancha y cubre
todo el velo. El Poeta cae extenuado junto a la mujer en cuento termina.
Sombras. (A coro, durante el rito sexual. Canto silábico.)
[Salmo del matrimonio]
Mis ojos ven las aves
el hilo del sol y de la esfera ardiente
los tuyos buscan la paz bajo mi sombra
y el rumoroso impulso de la tierra

mi anhelo es ciego en tus ojos


tu deseo imposible a mis intentos
y entre mi aliento como nubes pesan
y en tu temblor las piedras se levantan

porque tu noche es mi hogar


y tu hogar la noche mía
y hay tanto frío en la noche
que apenas si podemos comenzar el camino
y yo miro las aves, los ángeles, el viento
y pido una visión de tu secreto fuego
y miras tú la tierra, la entraña, la serpiente
y te impacientas por saber mi sangre

y no hay unión
hay baile
al filo del abrazo
y un par de voces que hacen el silencio.

SILENCIO
La Mujer se levanta, toda de blanco: ahora es la madre del Poeta, el Ángel de
la poesía. El Ángel toma al Poeta en sus brazos maternalmente. Entra
correteando el Demonio de la flauta: un niño con frac negro y flauta en mano,
como preparado por la madre preocupada para su primer concierto. El
Demonio va de un lado a otro, dando trompicones, juega con la falda del Ángel
y ella le sonríe. Finalmente, este queda atónito y curioso mirando muy de cerca
el cuerpo del Poeta.
El Ángel. (Da un beso en la frente al Demonio. Llena de gracia maternal.)
Ve. Dale. Ayúdame.
El Demonio. (Lleno de alegría.) ¡Haremos tribunal que dure para siempre!
El Demonio de la flauta sale corriendo y regresa con una palangana y una jarra
llena de agua. El Ángel lava la suciedad del Poeta. «En el silencio más grande
se oye la suave carrera del agua, la silenciosa sonrisa de la madre, la inquieta
curiosidad del hijo, la respiración descansada del hombre que despierta» …
El Ángel. (A los espectadores. Una vez que el Poeta ha despertado,
sosteniéndolo aun en sus brazos.) A veces es saludable el terror. Conviene que
se asiente en el ánimo, y que allí esté vigilante; que los remordimientos ayudan
a aprender a vivir. ¿Qué ciudad, ni qué persona, rendirá culto a la justicia si se
crían sin ningún temor de corazón, y solo en la bien andanza?
JORNADA II
En el teatro / Descenso a los Infiernos

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