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en el corazón
Sembrar bambú
en el corazón
R E L AT OS D E C H I NA
DIOSCÓRIDES
Rector
Ignacio Mantilla
Vicerrector Sede Bogotá
Jaime Franky
Decana Facultad de Artes
Martha Luz Salcedo
Directora Centro de Divulgación y Medios
Clara Forero
Diseño editorial
Marcela Godoy
Corrección de estilo
Ángela Lizcano y Ana María Montaña
Grabado de portada, ilustraciones y fotos
Dioscórides Pérez
Proceso editorial
Centro de Divulgación y Medios
ISBN: 9789587754346
I Ching
Quiero dedicar amorosamente estos relatos a Salomé,
e intérprete que me salvó del analfabetismo de la lengua y del espíritu, que nos
acompañó al Tíbet y en la exposición “Cinco pintores colombianos en China”,
primera muestra de artistas colombianos realizada en el Palacio de las Exposi-
ciones de Beijing. A Lin Yun, la Chiquita, quien nos guío con amorosa paciencia
durante el tiempo de exposición de los cinco en Hong Kong y Macao. Especial
agradecimiento a Xu laoshi, el Risueño, mi maestro de mandarín. También a
xiao Li, por su taichi de seda. A Bo Mai, por inspirarme el relato de la casa de los
leones. Lao Liu y Lao Tai, por señalar el camino del Tao. Al señor Chang, por sus
consejos. Al señor Feng por acercarnos a la trastienda de la Ópera de Beijing. A
Ming laoshi por los anales de la historia. Al “maestro volador del sur”.
También agradezco, simbólicamente, a la bandera roja estrellada de
China, mi segunda patria, a las Tres Gargantas del Yangtsé, a la Montaña Huang
Shan, al Templo Taoísta de la Nube Blanca, al Palacio Potala, a la Ciudad Prohibi-
da, a la Colina del Carbón, a las Grutas de Dunhuang, a la tumba del Emperador
Qin y sus Guerreros de Terracota, al puente de Marco Polo, todas puertas del
asombro y de los sueños. Quiero agradecer también a tantos seres anónimos,
bellos hombres, hermosas mujeres, sabios ancianos, que en el Instituto de Idio-
mas y en la Academia Central de Bellas Artes de Beijing, en los talleres de arte,
en el teatro de la Ópera China, en lamaserías y monasterios, en el Palacio de las
Exposiciones, en la Ciudad Prohibida, en la Gran Muralla y el desierto, en las co-
cinas de los institutos, en los hutones de la ciudad o en los caminos y montañas,
me ayudaron a sobrevivir compartiendo el arroz, el té, la palabra, sus gestos,
consejos y sus mitos, para que yo pudiera inventarme otro mundo. A mis padres
y hermanos que me llenaron de rezos y bendiciones para el viaje. A la “Trinidad
Salazar”, Gloria, Lilian y Alba, y Georgina Echeverry en Pereira; a Almintra, el
oráculo de la montaña; a la bruja Estela Cruz, por entregarme su bastón de cha-
mán embera; a la abuela boliviana de Johana Aguirre, por regalarme un podero-
so talismán. A Alba Salazar, por alojar a los cinco colombianos en nuestra escala
en Los Ángeles. Y a todos los amigos anónimos y estudiantes que me empacaron
música, remedios y regalos en la maleta de ida. A quienes nunca me desampara-
ron con su amorosa correspondencia. Al Icetex (Instituto Colombiano de Crédito
Educativo y Estudios en el Exterior) por intermediar la beca. Finalmente, mi
agradecimiento especial a la Universidad Nacional de Colombia, a la Facultad de
Artes, por la comisión de estudios que me permitió vivir tres años al otro lado
de la tierra, y me permite hoy mantener abierto el círculo de taichi en el campus.
A Salomé y a la poeta María Cecilia Sánchez por la lectura crítica, de-
tectar errores y ayudar a anudar el texto. A xiao Lin Yun por la caligrafía titular.
I n t r o d u c c i ón
Sembrar bambú en el corazón narra el encuentro con el sitio de la siembra, sus raíces deben hundirse en el
unas prácticas orientales para adiestrar el cuerpo y el es- estómago, área del cuerpo privilegiada por la alquimia
píritu y hacer que la vida sea una modesta obra de arte. taoísta, llamada Mar del chi. Es allí donde se reacti-
La siembra en el corazón es una metáfora que, apoyada va la respiración del “cielo anterior”, aliento de fuego
en el taichi, muestra un camino de salud, imaginación y recibido originalmente en el estómago de la madre, y
creación. No se trata de un manual de ejercicios, sino de que nos conecta con todas las dimensiones del tiempo
la narración de mi experiencia personal con una cultura y del espacio. Por eso estos relatos están dedicados,
que señala cómo los secretos de la vida se encuentran a la también, en el más allá: a mis padres Rosalina y Gui-
vista en el vacío del cosmos, en la nube y la lluvia, en una llermo, quienes amorosamente unieron su aliento y
roca, en la rama del pino, en la pequeña flor de cerezo, en me hicieron nacer sobre una piedra en la orilla del río
una gota de rocío o en un grano de arena. Y que la clave Otún, y me echaron al agua de la vida en ese caudal-
para encontrarlos está en el silencio, el asombro y el soplo. serpiente que un día me llevó desde Pereira hasta Chi-
El soplo, chi (o qi), es la base del pensamien- na y el Tíbet, y una noche me trajo de regreso a casa
to chino. Si bien la metáfora señala al corazón como sobre el lomo de un dragón.
Nu d o d e m emo ri a s
Vivir en China más de mil días con sus noches fue una la muralla de piedra, la nostalgia del hogar y la lejanía
experiencia maravillosa que me permitió “sembrar de la tierra me harían derramar lágrimas de sangre.
bambú en el corazón”, gracias a la empatía que hice con Durante esta larga estancia, los hechos y
la tierra, la gente y las artes del país de los dragones. sucesos se fueron amarrando unos con otros y hoy
Pero el contacto inicial y el primer año no fueron nada son una cuerda con nudos, un antiguo método chino
fáciles. El I Ching advirtió en su momento que debía de guardar memoria. Sembrar bambú en el corazón,
tener mucha prudencia: “Una brillante partida puede cuya esencia está resumida más adelante en “La esfera
terminar trágicamente”. Partir hacia oriente implicó de- china”, es también un intento de desanudar los nudos
jar sola a mi mujer y a mis dos hijos pequeños, padres de esa memoria y recuperar los hilos del olvido para
y hermanos, en la realidad de una Colombia en guerra, tejer un relato que cuente la experiencia de la siembra,
para aventurarme como El Loco del tarot en un país la resonancia y los ‘haceres’ en esa tierra mítica. Soy
mítico y desconocido, que quedaba al otro lado del glo- dibujante, grabador, y me queda muy fácil armar una
bo. Una tierra encerrada por la Gran Muralla, donde el historia con líneas de tinta, pero muy difícil urdir y
tiempo del reloj estaba adelantado trece horas, pero su tramar un tejido de imágenes con palabras. Segura-
milenaria cultura parecía atrasada del ritmo de Occi- mente, algunas cosas estén mal mencionadas, y deta-
dente por algo más de medio siglo. Aterricé allí cuan- lles importantes de esta experiencia queden ocultos
do el dragón despertaba de su letargo de años, para entre las palabras o se pierdan en el vacío. Muchas
insuflar su aliento a una nueva China, cuyo gobierno otras están latentes en algún rincón del camino reco-
socialista abría la puerta de la muralla al capitalismo rrido, en el significado antiguo de algún caracter, en el
occidental, para instaurar sobre el mausoleo de Mao la giro de las monedas en el aire, en el aroma del té o en
novedosa política de “un país, dos sistemas”. Aunque se el vapor que exhala una taza de arroz, en el trazo de
trató de un exilio voluntario y alegre, una vez dentro de tinta de algún dibujo o en la mancha de una imagen
16 N ud o de mem o rias
Estos relatos recuperan solo unas pocas imágenes, de los “diez mil
nudos” que até durante la experiencia de contacto íntimo con la cultura china.
El relato sobre el taichi, la xilografía y la caligrafía, cuenta la forma lenta como
me adentré en el mítico jardín de Pan Yun Tuan, sitio referido por Luis Racio-
nero en su libro Textos de estética taoísta, quien cita un dístico clavado en la
puerta que reza: “La belleza penetra gradualmente”. Fue realmente con pa-
ciencia y perseverancia que inventé dicho jardín y sentí en mi propia carne la
transformación alquímica de la siembra, el temple y la eclosión creativa. Dicha
transformación, corporal y espiritual, estuvo marcada por la historia de Pan
Gu, el demiurgo chino, cuyo cuerpo se convierte en la columna que mantiene
equilibrada la relación entre el cielo y la tierra.
A pesar de que durante mi estadía y mis viajes dentro de China me
acompañó el oráculo del I Ching, no pude profundizar en sus secretos, porque el
uso de este arte adivinatorio, que oculta un complejo sistema simbólico que ha
dirigido las acciones de los chinos por miles de años, estaba prohibido. También
lo estaban el arte geomántico del feng shui, las prácticas adivinatorias, los ritua-
les mágicos y los juegos de azar. Esto, a pesar de que se cuenta que Mao no dio
un solo paso durante su Larga Marcha de liberación sin consultar este antiguo
oráculo de varillas de milenrama. Cuando triunfó la revolución, Mao instauró
un taichi simplificado como ejercicio obligatorio para el pueblo. Pero se ocultó
que sus movimientos son una puesta en escena de los trigramas del I Ching, y
también un maravilloso ejercicio de geomancia corporal, destinado a armonizar
el cuerpo y el espíritu y a conectarlo con la naturaleza y el cosmos. Esto expresa
el juego chino de ocultar la esencia de una cosa dentro de otra, gracias a lo cual
se logra que un secreto permanezca oculto, pero latente al descubrimiento.
Aprovecho para señalar, por si lo olvido, que el fin último de los
ejercicios de taichi, la meditación y la práctica de la caligrafía, es el cultivo del
aliento chi, la energía vital que llena el vacío desde donde emergen los “Diez
mil seres”. Es la acción del chi, operando en el vacío medio del yin yang, lo que
le da forma y voluntad de ser a todas las cosas. Al Tao apenas me referiré, pues
no tengo la sabiduría ni la palabra para ahondar en lo que existe antes de que
el tiempo empezara a andar, lo que es sin ser y lo que no tiene nombre ni lu-
gar. Pero señalo que, en su momento, entendí que al dar la primera inhalación
consciente, el primer paso en el taichi, el primer trazo en la caligrafía, el corte
inicial en la madera, entraba en el Camino. Nada sucede fuera del Tao porque
su espacio no tiene límite y ninguna acción puede escapar a su tiempo, su
forma y su mandato. ¿Cómo podríamos escapar a nosotros mismos? François
Cheng, en Una pasión por las lenguas, dice que:
18 N ud o de mem o rias
Estoy en el filo del amanecer. Desde el tercer piso del De las ramas de los viejos y retorcidos saúcos
taller, situado frente al costado sur del campus de la Uni- recostados contra la malla metálica que encierra el campus
versidad Nacional de Colombia, veo a través de los ocho cuelgan frondosos racimos de flores blancas cargadas con
cristales del ventanal un bosque de eucaliptos y urapanes sus pequeños frutos de color uva. De repente, una mirla ne-
que sobrepasa en altura al edificio. Los fuertes y añejos gra de pico amarillo y patas anaranjadas canta fuerte y vue-
troncos, que hunden sus raíces en la tierra hasta la casa la entre el follaje y saca a los afrecheros de sus nidos con
de los demonios y elevan sus ramas hacia el recinto de sus agresivos picotazos. Estos escapan con vuelo menudo y
los dioses, duermen protegidos por sus tupidos vestidos, su protesta chillona desata un concierto de trinos que inun-
y guardan entre el follaje el color de la noche. El paisaje da el paisaje. El colibrí cruza como una flecha persiguiendo
horizontal, quieto y silencioso, extraña al viento. Cuando a su pareja, mientras emite su canto de cortejo.
un pálido albor asoma detrás de los cerros orientales, el Hace dos horas dejé mi casa de campo en Funza,
vaho blanco de la neblina abraza lentamente los troncos donde duermo entre pinos, jazmines y sauces llorones, y
y ramazones, y delinea siluetas de guerreros gigantes de atravesé la Sabana para venir a mi taller en Bogotá. Que-
armadura oscura y gesto congelado, que vigilan detrás ría subir caminando la montaña a preparar el cuerpo y el
del telón blando de un teatro de sombras chinas. El cés- espíritu para iniciar la tarea de escribir algunos recuer-
ped, húmedo de rocío, está cubierto por una red brillante dos de los mil días que viví en China. Desde hace años,
de hojas secas, que atrapa las semillas olorosas de los cada sábado, subo hasta la cima del cerro de Monserrate
eucaliptos y deja surgir algunos hongos blancos y rojos. para practicar entre las nubes los ejercicios del taichi.
20 L as s ombras