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La palabra líder, deriva del verbo en inglés “to lead” que significa conducir o guiar; por definición,
involucra una relación entre personas, que interactúan y se comunican bajo un contexto
determinado.
Analistas e investigadores del mundo entero se concentran en estudiar este concepto y coinciden en
resaltar dos características adicionales a las tradicionales habilidades descriptas:
Capacidad de adaptación
Cooperación para sobrevivir en los turbulentos contextos nacionales.
En periodos de crisis, como los que nos tocan vivir, los líderes quedan expuestos tanto por su nivel
de conducción como piloto de tormenta o como motivador de equipo en la adversidad.
Existe cierta expectativa de acción, conducción y comunicación que ilumine el camino, pero
también explique el destino.
Guía, para explicación y sobre todo persuadir a los fieles y seguidores o al público en
general.
Valentía, para desafiar el statu quo o perseverar hacia los objetivos planteados.
Habilidad en la tarea planteada.
Eficiencia y eficacia en los resultados, sin ellos los caminos se hacen cuesta arriba.
Si los triunfos no llegan más complicado es el desarrollo
Valores destacados en primer plano. Mucho más que consignas vacías o ideas
ególatras de enaltecer su propio nombre.
Además…
Culturalmente concebimos a los líderes con una serie de características muy particulares.
Como si debieran tener varias de estas habilidades: los concebimos transformadores, de una
inteligencia superior, motivadores, fuertes, decididos, ganadores, efectivos hasta
carismáticos…. Esperaríamos que las tuvieran. Seguramente si no las tienen, marquemos
eso como una falta, como una cuestión que debe mejorar.