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Parte 1.

Venimos viendo día a día cómo los distintos sucesos son expresiones de la crisis en la que se encuentra el sistema capitalista.
La pandemia del Covid 19 es la expresión más cabal de lo que ha generado un modo de producción que avanza sobre la
naturaleza destruyendo los recursos naturales y los ecosistemas que evitan que ciertos virus se crucen entre especies evitando
pandemias de este tipo. Incluso el modo en que producimos nuestros alimentos son potenciales focos de desarrollar nuevas
pandemias como los feedlots que consiste en encerrar a los animales en lugares donde reciben los alimentos a través de
comederos, producto de que las tierras que se utilizaban para el pastoreo ahora son destinadas para el cultivo de soja y de
otros cereales, así como las fábricas de cerdos, donde se crían a los animales amontonados. La semana pasada, Nestlé una de
las empresas alimentarias más grandes del mundo, reconocía en un documento interno que más del 60% de los productos que
vende no cumplen con los criterios necesarios para ser saludables y manifestó que algunas de las categorías de bebidas y
alimentos que produce “nunca serán saludables por mucho que se renueven”. Es decir, la producción de los alimentos básicos
de nuestra dieta como la carne, los lácteos, lo cereales, etc, están bajo la lógica del capital que tal como lo demuestra Nestlé
no se trata de lograr mejores alimentos en base a los adelantos científicos y tecnológicos, sino que los mismo están para lograr
cada vez más ganancias, por lo que su calidad no es la que necesitamos los pueblos, sino la definida por el capital en pos de su
ganancia.

En este sentido, el avance del capital sobre los recursos naturales no sólo está en relación al agotamiento de los recursos, sino
también a los alimentos básicos que necesitamos para vivir, y aquí como en todos los aspectos, no hay posibilidad de que cada
uno lo resuelva, ya que no se trata -ni tenemos las condiciones- de que cada uno produzca sus alimentos. Por esto, se nos hace
vital la derrota de la burguesía, dado que nuestra vida está amenazada incluso en lo que comemos. No podemos analizar el
problema de los alimentos como algo aparte de lo ecológico y de la forma en que producimos. El agotamiento de los recursos,
de la tierra, del espacio, del aire limpio, son los problemas inmediatos que tenemos que resolver para poder seguir existiendo
como humanidad. Esta semana en un informe de la ONU se instaba a los países a reconstruir ecosistemas en 1.000 millones de
hectáreas de tierras degradadas por diversos tipos de actividad humana con el objetivo de mantener el aumento de la
temperatura global por debajo de 2°C, garantizar la seguridad alimentaria de la creciente población humana y reducir el ritmo
de extinción de especies. Plantean que hay un plazo límite de 10 años para poder recuperar ciertas condiciones ecológicas y
que esto mismo aumentaría la seguridad alimentaria para 1.300 millones de personas. El agotamiento del sistema se expresa
muy claro en este aspecto, ya no tienen condiciones de reproducir la vida humana ni la del planeta, la burguesía va contra la
posibilidad de que las mayorías nos desarrollemos por esto se nos plantea su reemplazo.

Esta semana un compañero planteaba: “¿Qué significa que el sistema no va más? No termino de entender por qué el
neoliberalismo no va más”. “¿Cómo hay que hacer para construir lo que tenemos planteado armar?”. Esto es lo que
permanentemente discutimos con nuestros vecinos, familiares, compañeros de trabajo, por eso necesitamos desarrollar las
herramientas necesarias para entender por qué el actual sistema económico está agotado. Dado que de esta manera podemos
definir de manera precisa cuál es el problema a resolver, quiénes son los enemigos del pueblo que nos ofrecen una vida en
condiciones cada vez más paupérrimas y, por ende, plantear qué tenemos que hacer los trabajadores, entendiendo que si no
nos ponemos a la altura de la pelea corremos el riesgo de hundirnos junto a ellos. Es decir, entender cabalmente lo que
plantea el compañero, es tomar acciones, generar una práctica política que le de salida a esta situación.

Con la pandemia han quedado muy claro ante nuestros ojos los límites de este sistema para los desafíos que enfrentamos
como humanidad. La pobreza extrema en la que han caído 120 millones de personas y la pérdida de 144 millones de puestos
de trabajo generan una inestabilidad cada vez mayor en nuestras vidas. A su vez, los países que se posicionaron como los
gendarmes del orden global, hoy son fuertemente cuestionados por todo el mundo, ante la evidencia de que anteponen
“salvarse solos” a expensas de los demás. Estados Unidos hoy se dedica a vacunar a toda su población, incluso a población
fuera de riesgo; no exportó una sola vacuna, y acaparó en tal escala, que esta semana tenía lotes de decenas de miles de
vacunas por vencer. Por mucho que Biden maquille esta esencia regalando vacunas que le sobran para competir con China, los
pueblos del Tercer Mundo no compramos gato por liebre… China y Rusia son los únicos países que han entregado vacunas a
las naciones más pobres del globo, priorizando inmunizar en todo el mundo a la población de riesgo, no al 100% de su
población primero. Que las potencias occidentales viven a costillas nuestras no es nuevo, pero el centro es que ya no pueden
presentarse como garantes del bien común, y esto no es una cuestión de voluntad, como veremos.

El gobierno de Biden ha desplegado un plan de ¡6 billones! de dólares con el fin de relanzar la economía norteamericana en la
pelea contra China. Es el endeudamiento más grande que van a realizar desde la Segunda Guerra Mundial, y se va a orientar
hacia planes de educación y servicios sociales e infraestructura. El “crecimiento” de la economía yanqui (6% en los últimos 3
meses del 2020), ha sido en base a inyectar dinero para aumentar el consumo; sólo han incorporado a 1,5 millones de
trabajadores a la fuerza de trabajo, quedando todavía afuera entre 8 y 10 millones de personas. Es decir, el crecimiento es en
base a “darle a la maquinita”, imprimir billetes y hacerlos circular para sostener el consumo. Mientras tanto, la deuda de la
economía norteamericana está en niveles récord, 102,3% de su PBI, muy por encima de lo que sus organismos (FMI, Banco
Mundial) nos recomiendan a los demás países del mundo.

El agotamiento de esta situación lo muestra un informe de la organización Oxfam donde exponen que las ganancias
combinadas de las 10 personas más ricas del mundo durante la pandemia del coronavirus alcanzaron los US$ 540.000
millones, esta cantidad sería suficiente para evitar que los habitantes del mundo caigan en la pobreza a causa del virus y pagar
una vacuna para todos, según la ONG. Es decir, si dejamos en manos de la burguesía la situación actual, van a seguir haciendo
lo de siempre que es buscar mayores ganancias sin importar la situación de millones de personas, no pueden hacer otra cosa
porque eso sería ir contra ellos mismos, ya que el sistema ha llegado a un cuello de botella tan profundo que toda medida
tiene impacto en el resto del mundo. Los datos mencionados muestran que seguir produciendo de la misma manera no hace
más que profundizar la brecha entre los que más tienen y los despojados y esto nos lleva a un mundo cada vez más inestable y
a conflictos sin resolver.

Ahora bien volvemos al planteo del principio “qué significa que el sistema no va más”, que es poder explicarnos por qué no
hay salida dentro del sistema capitalista. Un compañero esta semana decía: “El problema más importante es entrar en la
realidad. Muchos somos conscientes de la realidad que vivimos. Pero no se quiere entrar en la realidad, es por la amargura del
día a día de entrar en esa realidad, la plata no alcanza, políticamente no se hace nada, no se puede hacer nada. Eso es lo que
yo veo. Yo veo una persona que no puede comer, me da bronca, vos como persona lo podes ayudar un día, para ayudarlo
tenemos que ser muchas personas. La organización vence al tiempo, si te organizas podes vencer a cualquiera, no podes entrar
en el que te doy para que vos salgas. La teoría de los libros es la teoría superficial, es un concepto abstracto de un problema, en
cuanto a experiencia de ellos.” La realidad de la que habla el compañero, que nos encontramos en nuestra propia vida y
cuando vamos a hablar con los vecinos, es que los que no tienen trabajo viven cada vez en peores condiciones y los que tienen
también, en la medida que son cada vez más explotados. Son cada vez más los trabajadores de distintas ramas y lugares que
vienen trabajando más horas de las establecidas y trabajando más, es decir, les vienen exigiendo una mayor productividad no
solo en horas de trabajo sino en la cualificación de las mismas. Un compañero contaba que muchos de los trabajadores de su
fábrica no van por los contagios del covid “y la empresa quiere que saquemos la misma producción con menos trabajadores,
poniendo en riesgo nuestra vida, ya que por el agotamiento que tenemos el riesgo de cometer más errores”. El capital
concentrado no puede detener su producción, no existe pandemia o situación ecológica que lo frene porque no es un
problema de voluntad, la posibilidad de su reproducción dependen de generar mayores ganancias, si detienen este proceso
perecen.

La formación de los monopolios en la segunda mitad del siglo XIX marca la última etapa del desarrollo del capital. La
competencia entre estos grupos los llevó a repartirse el mundo, tanto para obtener mercados como para asegurarse el
aprovisionamiento de recursos naturales necesarios. En esa competencia, precisan lograr producir más en menos tiempo que
sus rivales, por lo que introducen cada vez más tecnología en el proceso productivo. Esta es le pelea a la que se enfrentan los
capitales cada día para poder reproducirse, necesitan como el agua adquirir medios de producción más desarrollados para
dejar afuera del juego a aquellos que son sus competidores y poder quedarse con mayores porciones de mercado.

Sin embargo, esta situación ha llegado al día de hoy a un grado de contradicción que es imposible de resolver para estos
grupos, ya que producir cada vez más en menos tiempo implica que el objeto que se produce contiene cada vez menos horas
de trabajo, lo que hace que tenga menos valor, y por lo tanto menos “potencial ganancia” para la burguesía. Para revertir esta
situación los monopolios están empujados a producir cada vez más cantidades de mercancías, pero tienen el problema de que
al dejar cada vez más gente afuera de la producción tampoco hay quienes compren eso que producen, y fundamentalmente,
la escala a la que están obligados para sobrevivir requeriría más de cinco planetas. Es decir, necesitan cada vez más robotizar
la producción para poder competir, lo que deja ingentes masas de obreros afuera y al mismo tiempo lo que producen contiene
menos valor, por lo cual deben vender más y no tienen a quién hacerlo. Les explota la contradicción en la cara, no tienen
posibilidades de resolver este problema, que en nuestra vida cotidiana se expresa en que los trabajadores son cada vez más
explotados y los que se quedaron afuera ya no vuelven a entrar a la producción.

El capital concentrado no tiene posibilidades de revertir o alivianar esta situación, no puede dar respuesta a la necesidades de
nuestros pueblos y eso es su ocaso, queda a la vista de todos que un grupo concentrado es el que se lleva los beneficios del
trabajo de millones y que esto ya no se sustenta, ya que trabajamos y nuestras condiciones de vida se empeoran cada vez más.
Tenemos planteado como clase tomar medidas, la única forma que tenemos de resolver es controlar lo que a la burguesía se
le fue de las manos, tenemos las condiciones para producir y cubrir las necesidades de la población trabajando una cantidad
de horas que nos permita desarrollarnos de manera integral. Tenemos la tarea de organizar nosotros la producción y hacia eso
vamos, la construcción política en cada territorio son los pasos necesarios para esto, por eso la discusión en la casa de cada
trabajador es el principio fundante de la sociedad nueva que vamos a construir.

Parte 2.
En esta última semana una serie de planteos de compañeras y compañeros nos orientan para seguir avanzando en las
soluciones necesarias de los problemas que aquejan a las grandes mayorías de la sociedad derivadas de las relaciones de
producción capitalistas. En nuestras conversaciones cotidianas los laburantes reflexionaban sobre dos cuestiones centrales
con relación a las tareas por delante: el agotamiento de la organización solamente entorno a la conquista de mejores salarios
o de condiciones laborales que tanto la realidad muestra que muchos laburantes ya no acceden a esto y, en segundo lugar,
poder entender cuáles fueron los puntos centrales de la derrota como clase que sufrimos a manos de la burguesía y, así
comenzar a salirse del desánimo que esta genera en nuestras filas obreras para seguir peleando.

Como lo hacíamos en nuestro Ejes… de hace dos semanas atrás mirando los indicadores de cómo esta nuestra fuerza en
materia de empleo podremos ver la base estructural del problema a enfrentar. La ocupación laboral de nuestro país roza los
13 millones de trabajadoras y trabajadores activos pero la disputa entre los monopolios y, por lo tanto, la organización de la
producción en sus manos hace que la disposición de esta fuerza de trabajo este fragmentada hoy en: 5 millones de
trabajadores ocupados “en blanco” bajo patrón; 3 millones de trabajadores “en negro” también bajo patrón; 1 millón
seiscientos mil de laburantes precarizados que son monotributistas; 1 millón y medio que están sub ocupados, o sea que
trabajan menos horas de lo que necesitan para vivir; y finalmente hay 1 millón 700 mil desocupados de los cuales, al menos,
200mil argentinos y argentinas que ya ni buscan trabajo porque no lo encuentran. Con estos números podemos ver
palpablemente el caos que es la producción monopolista y como atraviesa nuestras vidas ya que la angustiante situación de
desocupación y subocupación en la que nos encontramos afecta a 1 de cada 4 compañeros y compañeras. Días tras día un 23%
del total, o sea más de 3 millones de personas, no sabe si tendrá la posibilidad de hacerse del sustento diario mínimo para
vivir. A su vez, la fragmentación de la estructura laboral entre ocupados “en blanco”, “en negro”, precarizados bajo formas
“autónomas”, entre quienes trabajan en actividad privada y están fijos y el personal temporario o “a prueba”, entre estatales
en planta y estatales bajo formas precarias de contrato, incluso entre distintas formas de contrato, etcétera – que expresa no
solo en la estabilidad o inestabilidad del trabajo de cada situación, sino también las diferencias en las diversas escalas
salariales y acceso a otro tipo de recursos como obra social, sindicalización, etc.- actúa objetivamente como fuerza para la
división entre obreros y obreras.

Teniendo en cuenta esta situación se hace más entendible cierto grado de bronca y desánimo entre nuestras filas. “Pero uno
no puede pelear solo, tiene una familia e hijos atrás. ¿Qué le decís a una patronal que te hace laburar 17 horas? ¿Qué le decís?
Es muy complicado, porque querés luchar, pero también querés vivir, comer un asado. No tenemos que conformarnos. El
ahorro no es reventarse para juntar guita. (…) No podemos pelearla, tenemos que bajar la cabeza. Yo sé que los que nos pagan
el sueldo no están sufriendo. ¿Cómo peleamos contra eso? No tenemos gente preparada. (…) Los cuadros se formaron con esos
compañeros de 60 y eso se disolvió. Derrotaron las mentes de los compañeros, antes volanteabas y todos te agarraban. Ahora
no creen más en nadie, ni en vos, ni en Cristina, ni en Néstor. Es muy difícil recuperarlos. (…)Pero no es que el pueblo esté
apichonado, está desunido. Tenemos a los pibes fumando porrito y hay que moverlos. Y me preguntó, ¿dónde los meto? Yo
charlaba con compañeros de mi vieja militancia y me dicen que están cansados, que ya no quieren nada. Eso te duele. Era
gente que peleó junto a uno por ese otro sistema. Pero no vamos a hacer la revolución mi generación, sino los que vienen
adelante. Tal vez la llegué a vivir y diga ‘puse mi granito de arena’”, nos decía un compañero trabajador carpintero de aluminio
de unos 55 años de edad.

Esta reflexión de nuestro compañero podemos desbrozar el entrampe en el que nos han sumergido las relaciones sociales
monopólicas. El país que tenemos hoy fue forjado por la burguesía -clase antagónica a la nuestra- mundial y sus brazos en
nuestro país, los sectores oligárquicos, a la luz de la repartija de los mercados mundiales y la división internacional del trabajo
por parte del capital financiero internacional a mediados del siglo XIX. La necesidad de desarrollo del capital a escala global
hizo que las tierras más productivas del mundo, nuestra Pampa Húmeda, fuera incorporada a esa división del trabajo
satisfaciendo esencialmente la demanda de productos de la tierra para la creciente industria europea, fundamentalmente la
inglesa. Granos y carnes para alimentar a las hambreadas mayorías proletarias de Europa y, lanas, cueros o maderas para
abastecer la producción industrial de ese entonces.

Derrotadas las fuerzas federales en la batalla de Caseros; aniquilado el pueblo paraguayo en la Guerra de la Triple Alianza -
financiada por los capitales británicos que se expresaban en los bancos Baring Brothers y Rothschield- exterminada la indiada
pampeana-patagónica por los ejércitos encabezados por Roca y, proletarizado el gaucho tras una declarada guerra de policía
contra él las llanuras con mejor rindes del mundo pasaron de ser fértiles a ser productivas en base a las de necesidades de los
capitalistas locales y foráneos. El papel de nuestro país en el mundo quedo determinado entonces por la producción de
materias primas y, en condiciones excepcionales para la acumulación capitalista dado su alto grado de productividad. De esta
manera aquellos pocos que se apropiaron de la tierra impusieron condiciones de vida a las grandes mayorías populares a
través del control de la renta agraria.

Todos aquellos compatriotas que fueron expropiados y expulsados de este medio altamente productivo, en conjunto con los
obreros europeos que migraban por las penurias a las que los sometía el capital financiero en sus tierras, fueron
constituyéndose en la poderosa clase obrera argentina. Indios y gauchos fueron convirtiéndose en trabajadores asalariados, a
la vez que proletarios del viejo mundo fueron convirtiéndose en amerindios. Las luchas reivindicativas sectoriales y por
mejores condiciones laborales hicieron posible que las y las trabajadores de esta época forjaran un pueblo y un país que
respondiese a las necesidades de las grandes mayorías populares. Los congresos obreros, las asambleas en fábricas, las
discusiones en las barriadas, el casa por casa, el conventillo por conventillo, el papel de los núcleos de partido de las diferentes
corrientes de pensamiento de la clase, fueron las luces que alumbraron el destino de liberación necesaria a la explotación
capitalista. Esta estrategia de la clase trabajadora finalmente triunfaría el 17 de octubre de 1945 cuando millones de obreros y
obreras movilizados a lo largo y ancho del país le torcieran el brazo al régimen y, liberaran a Juan Domingo Perón para
profundizar el armado de un país en pos de un destino común.

El plan de gobierno peronista, forjado por la lucha de los laburantes, tuvo un pilar en el control de la renta agraria para pasar a
desarrollar medios de producción que permitiesen acumular valor/riqueza en pos de los intereses del pueblo en su conjunto.
El centro de la disputa estuvo ahí. La estrategia popular radicaba en que ese excedente que el mundo le reconoce a la
Argentina a través del pago de la renta de los productos agropecuarios quedara en manos de las y los trabajadores y, ya no en
manos de ese cada vez más minúsculo grupejo de monopolios globales y sus socios locales. Las fuerzas obreras empujaron a
que en los dos primeros gobiernos de Perón se nacionalizara la banca, las telecomunicaciones, el gas, las usinas eléctricas, los
ferrocarriles, las tierras que los contienen. Se adquiere soberanía. Entonces, se emprende el desarrollo autónomo de nuestro
país respecto de los centros imperialistas y, se realizaran obras monumentales como un gasoducto de 1700 km, desde
Comodoro Rivadavia hasta Buenos Aires, que incrementa el abastecimiento de gas en 630%; se construyen 37 diques; se
inaugura la planta de tolueno sintético que independiza al país de la dependencia en industria química; se siembran canteras a
lo largo y ancho del país y, así se indagan y explotan el hierro y el carbón además de empujar ascendentemente la explotación
de petróleo; para 1954 la Argentina produce todo el aluminio, el hierro, el petróleo y el gas que consume. Con tal desarrollo
en infraestructura se logra crear, entre otras cosas, el centro atómico de Ezeiza y se desarrolla la siderurgia nacional con
SOMISA la mayor fábrica en el país todo el acero que se necesitaba por aquel entonces para abastecer a las diferentes
industrias livianas nacionales para la producción de autos, camiones, trenes, ferrocarriles, aviones, heladeras, etcétera,
etcétera, etcétera. La clase obrera había logrado así controlar la producción y poner sus beneficios en pos de sus intereses:
educación, salud, deporte, artes de carácter público y gratuito junto a una elevada calidad además de una notoria alza en los
salarios de los y las trabajadoras y, de una mejora sustancial en el poder adquisitivo de los mismos.

Ya hemos analizado en EJES… anteriores de como en la reconfiguración del bloque imperialista, especialmente de la pata
yanqui, en la salida de pos Segunda Guerra con las políticas del Estado de Bienestar y, el plan de crédito para la reconstrucción
de Europa llamado Plan Marshall se constituye un “nuevo orden mundial” en donde los monopolios logran tomar el mando de
la producción mundial. Lo realizado por nuestra fuerza en nuestro país, descripto anteriormente, solo tenía 10 años de
desarrollo y, la correlación de fuerzas en occidente hizo que fuera virulentamente atacado y, finalmente derrotado, por las
fuerzas imperiales que derrocaron a Perón y, voltearon nuestro modelo de país, en 1955. Nuevamente la producción nacional
quedaba en manos de nuestros enemigos de clase encauzando el desarrollo de las fuerzas productivas en favor de “su
desarrollo”, contrario a nuestros intereses.

Hace pocas semanas atrás una compañera afirmaba que era posible retomar en manos nuestras esta senda de desarrollo. La
trabajadora sentenciaba que la disputa por el control de la hidrovía Paraná/ Del Plata había que resolverla desde el control
obrero de la misma. No vamos a meternos ahora en esta discusión pero sí vamos a apoyarnos en la misma para profundizar
los planteos que estamos analizando ahora. Con las experiencias de lucha y, de planes de gobierno de nuestra clase vemos que
es perfectamente posible construir un país desde nuestros intereses. Lo que nos entrampa en la coyuntura de hoy, lo que nos
desanima o nos hace preguntar cómo hacemos esta tarea, es creer que podemos realizarla desde la concepción de
trabajadores como consumidores en dónde nos han metido las relaciones capitalistas de la producción. El repaso de todo lo
que logramos en los períodos de gobierno que nos tuvieron como sujeto permite ver claramente lo que logramos cuando nos
concebimos y actuamos como productores de nuestros propios medios de vida.

En diciembre de 2017 fuimos nosotros como laburantes los que salimos a las calles para comenzar a desterrar las políticas
neoliberales que degradaban precipitosamente nuestras vidas. Caída en la participación de los trabajadores en la distribución
de las riquezas por nosotros producidas; deterioro del poder adquisitivo de los salarios o aumento de la inflación; avance
sobre los recursos previsionales de todos los trabajadores y trabajadoras fue lo que no empujo a profundizar la lucha callejera
y en todos los planos, contra el neoliberalismo encarnado en el gobierno de los CEOs. Nuestros hermanos latinoamericanos en
Chile o Colombia transitan los mismos caminos. Por lo que analizamos en nuestro primer apartado ya no es posible seguir
pidiéndole a los grupos concentrados de la producción que entiendan nuestros planteos y los hagan realidad. Somos nosotros
y nosotras los que debemos desarrollar nuevas relaciones sociales partiendo desde el punto en dónde están hoy desarrolladas
las fuerzas producción. Se trata de construir un plan de gobierno entendiendo el mundo tal cual esta, resolviendo los
problemas que hoy aquejan a las grandes mayorías y, no de añorar el que supimos crear.

Hoy la concepción de un mercado interno, con formato estado nación, fue superada por el propio desarrollo de las fuerzas de
la producción a escala global. El carácter cada vez más social de todas las mercancías que producimos a nivel mundo hace que
un plan de gobierno desde los trabajadores contemple el poner los medios de producción en este sentido y en
correspondencia de esta base material. El recupero de los excedentes de la renta agraria por parte de los laburantes
argentinos sigue siendo la tarea clave pero ahora esta tiene que estar puesta en beneficio de los trabajadores de todo el
planeta, comenzando por los de la Patria grande. Necesitamos dominar la producción para desarrollarnos juntos a nuestros
pares de clase de todo el mundo. El dominio de la producción que, no refiere solo al momento de fabricación de mercancías,
sino que contemple el desarrollo integral de nuestro ser. Dominar las artes, las ciencias, los deportes, el trabajo es la tarea que
nos permitirá entender por qué y cómo fuimos derrotados y superar el desánimo que nos producen para seguir peleando.

Parte 3.
“Tenemos que construir nuevos pilares” planteaba un joven compañero en una mesa territorial. Hay que modificar la realidad
desde sus fundamentos. ¿Cuáles son los “viejos” y “deteriorados” fundamentos en los que se sostiene este sistema? Hemos
visto que el capital financiero no puede mantener su ciclo de acumulación sin destruir, al mismo tiempo, las vallas de
contención con que sujetó durante más de 70 años a vastos sectores de la clase obrera y del pueblo desviándolos de la lucha
por su emancipación. El llamado “estado de bienestar” fue un desvío. Fue una estrategia del capital monopólico para dividir a
la clase trabajadora: dádivas y un gran aparato ideológico por un lado, palo y desapariciones por el otro. Pero ahora, sin los
recursos económicos y políticos se debilitan las barreras que separan a las masas de la intervención política directa. “El
pueblo”, decía una compañera en su mesa barrial “está con ganas de actuar pero todavía estamos muy divididos”.

Venimos discutiendo en todas las mesas y con nuestros vecinos y vecinas la necesidad de desarrollar la discusión profunda y
comprometida casa por casa. La REVISITA como acción elemental para (re)organizar nuestra comunidad de trabajadores. Hay
una certeza muy arraigada en nosotros y nosotras: “Hay que ir casa por casa, ver cómo están los vecinos, qué horarios tienen”,
se debatía en una mesa la semana pasada. Esta afirmación es muy clara, significa que estamos decididos a pasar de la
discusión “general” sobre la coyuntura, sobre las problemáticas con los vecinos y vecinas “en abstracto”, para convocarlos a
una práctica concreta en donde cada uno y una juegue un papel activo, actúe, ponga en juego sus ideas, su conocimiento, su
tenacidad, su creatividad, contribuyendo, en cada paso nuevo que damos como movimiento, a sacar conclusiones respecto de
cómo lo podemos hacer mejor. A aprender a organizarnos mejor. A realizar la tarea no tan espontáneamente, “cuando
puedo”, sino regularmente, comprometidamente con el otro.

En este sentido una compañera hacía una autocrítica medular, narrando un dialogo en su revisita telefónica: “La vecina me
planteó: siempre me respondieron cosas vagas y no entiendo que es lo que hacen. Hice un esfuerzo enorme en la conversación,
y cuando corté me di cuenta que le tiré cosas vagas. Generalidades”. Es una reflexión muy profunda, porque estamos sacando
las conclusiones, ganando confianza en el pueblo y en nosotros: nuestro vecino ya está peleando, tiene la necesidad de
resolver los problemas y está actuando, pero solo y, al chocar con esa impotencia de la desunión, está buscando el ámbito de
acción colectiva para desarrollar esa lucha que le permita (nos permita) superar el conflicto, o sea vencer. En este sentido, la
propuesta práctica es el contenido central de la Revisita. Vemos que hay un gran ánimo de salir, estimular el debate entre
vecinos y vecinas para que confluyan, en un plan común, nuestras prácticas individuales que se deshilachan cuando no se
pueden desarrollar en una experiencia colectiva que vaya más allá. La práctica colectiva que hacemos tiene esta dimensión: la
de construir nuevas relaciones sociales cuyo contenido no es el incremento del beneficio privado sino, precisamente contra
este, el desarrollo del interés común de los y las trabajadoras.

En este sentido, se desarrolla ante nuestros ojos una crisis laboral de dimensiones históricas. Estamos discutiendo esta
situación con los y las trabajadoras del territorio. Ante todo necesitamos saber, para un mejor conocimiento de la fuerza que
contiene cada territorio, la realidad laboral del mismo: niveles de ocupación, subocupación y desocupación, ramas de la
actividad en la que los vecinos trabajan y posición de éstos y éstas en la producción y circulación de bienes y servicios,
conflictos y tensiones en cada lugar de trabajo. Con nuestros vecinos discutimos la participación en el control del territorio,
asumiendo la organización del plan integral territorial en sus aspectos educativo, sanitario, cultural, deportivo y laboral.
Precisamente el plan territorial es el ejercicio de aprender a organizarnos positivamente en relación a las problemáticas
comunes siendo la problemática central la del trabajo, cómo nos reproducimos. De nuestro trabajo depende el resto de los
aspectos de la vida social. La problemática laboral estalla por todos lados de manera creciente, cuestión que hemos recorrido
en los apartados anteriores de esta publicación. Analizar y proyectar esta situación con los vecinos y vecinas de la clase
trabajadora es una tarea fundamental. Porque lo que estamos discutiendo en cuanto a la construcción de nuevas relaciones
sociales, en cuanto al asumir los problemas comunes en nuestras manos, es fundamentalmente el control de la producción.

Este proceso de controlar lo que producimos y su distribución no arranca en la fábrica, digamos, sino en la periferia territorial
de los centros productivos. Entonces asumir que superar las relaciones que impone el capital financiero supone contar con la
fuerza para controlar el aparato productivo nos estimula a discutir y conocer con los vecinos la situación laboral de cada uno.
La desorganización territorial, el problema educativo, sanitario, etc. se derivan de la crisis laboral, que es crisis de las
relaciones de producción capitalistas que se descomponen aceleradamente. Sabemos que el proceso de concentración y
centralización es objetivo y, que en éste, el empleo se reduce creciendo la masa de población desocupada y subocupada. Este
problema es el que está contenido en todas las problemáticas territoriales.

Ante la agudización de la crisis del sistema, y sus manifestaciones en el trabajo, se avecinan tareas importantes. Por un lado,
en la medida en que los quebrantos y cierres de establecimientos aumenten sabemos que la clase obrera va a pelear, por
sostenerlos, por la cooperativización de los mismos. Esta experiencia se hizo bastante generalizadamente en la crisis del
2001/2002. Fue una enorme pelea que sirvió para mantener el trabajo de un sector de los laburantes y hasta ahí llegamos.
Ahora bien, justamente la experiencia ya hecha también nos permite sacar la conclusión de que la pelea solo por “mantener”,
en la medida en que quede ahí, no es suficiente. Compañeros que han participado y puesto el cuerpo en estas luchas hoy nos
dicen que “las cooperativas no funcionan”, porque han/hemos chocado con toda la conducta que la relación de subordinación
nos impregna.

Por lo tanto, la situación actual requiere que el control de esos establecimientos forme parte de un plan general de control de
la producción nacional. Durante un período de transición podrán ser, las empresas cooperativizadas, un polo productivo que,
en manos de los trabajadores, actúe como una fuerza productiva y social común. El eje de la acción cooperativa, debe
encarnar el salto que dimos los trabajadores en 2017 cuando combatimos las intentonas de avance del neoliberalismo sobre
nuestros conquistas históricas a la vez que dimos pasos en (re)construir las fuerzas capaces de desbancarlo del gobierno. Es
decir, debemos poner las cooperativas en función de la derrota de nuestro enemigo, en función de las necesidades de las
grandes mayorías y la construcción de las nuevas relaciones de producción necesarias para superar este sistema. Forjar la
conducta para transformar las relaciones entre nosotros y con la naturaleza, a la vez que mantener e incrementar las fuentes
de trabajo. Como siempre advertimos, los problemas que nos ha generado este sistema son enormes, por lo tanto, lejos de
“sobrar” trabajadores, necesitamos a cada uno de los laburantes produciendo, trabajando, transformando, resolviendo. Así
nuestra experiencia se transforma, convirtiéndose en el embrión de controlar el conjunto de la producción nacional, sin este
control, sabemos que la experiencia se agota y el problema laboral se incrementa.

El elemento central que une la revisita de todos los días con la cooperativa que tenemos planteado desarrollar es la batalla
ideológico-política al interior de nuestra clase por reconocernos como productores, por hacernos cargo de la totalidad del
proceso, por volcar en eso todo nuestro conocimiento, nuestra capacidad, nuestro espíritu, por desprendernos de la inercia
con que venimos, en que el trabajo nos es algo ajeno, extraño, muchas veces inaguantable, asfixiante. A su vez, esos mismos
compañeros que han llevado adelante la lucha en las recuperadas, también saben que “no le podés competir a las grandes”,
“no te quieren vender los insumos”, “no te quieren comprar la producción”, etcétera.

Todos estos son problemas con los que ya hemos chocado, y nada nos impide preparar, anticiparnos, mejorar nuestras
herramientas para enfrentarlos. Estamos entonces convocando a los vecinos y vecinas trabajadoras a discutir y reflexionar
sobre todo esto que en cada revisita surge de manera perentoria. En cada cuadrícula se conoce a los y las vecinas del
movimiento obrero, dispuestos a participar en el plan territorial y a discutir sobre la problemática de la producción y el
trabajo.

Las mesas gremiales vienen avanzando en el estudio de las ramas de la actividad, en base a los saberes que tenemos los y las
trabajadoras de manera parcializada (según nuestra actividad laboral) y a partir de éstos vamos construyendo un
conocimiento científico general. De modo que podamos armarnos el mapa productivo, los sectores estratégicos de la
producción y circulación y el movimiento del mecanismo económico a nivel nacional y regional. Para lo cual el estudio
sistemático es una herramienta vital para comprender la tarea de organizar el control de la producción como trabajadores
reemplazando la función del capital. Este es un insumo, decimos, necesario en la medida en que estalle la situación laboral en
múltiples conflictos. Las mesas gremiales y el debate en el territorio con los compañeros de la clase se orientan a un mismo
objetivo que es la formación de los núcleos de la clase que aporten a esa larga experiencia de lucha proletaria, y a la búsqueda
actual de una salida, elementos para definir mejor las metas del movimiento: que en cada lucha esté contenido el interés del
conjunto de la clase y no el del colectivo específico de esa fábrica o de un sector del gremio. Sino de la totalidad de los
trabajadores. Tanto ocupados como desocupados.

Por eso, visto desde una perspectiva más amplia la discusión por el control de la producción tiene como eje que todos y todas
tengamos un trabajo estable, una cantidad de horas de trabajo al día. Son varias las voces que están planteando la situación
objetiva de realizar jornadas de trabajo de 4 horas para repartir el trabajo entre todos. Esto supone discutir el control no sólo
de la producción en un sentido estricto, sino del resto de la jornada: cuántas horas le vamos a dedicar al estudio, al plan de
vivienda del territorio, al plan de promoción sanitario, al plan cultural, deportivo, etc.

El reparto de las horas de trabajo entre toda la masa de trabajadores es una meta elemental. ¿Eso en el mediano plazo qué
significa? Ir asumiendo la necesidad de organizar el trabajo cooperativo entre compañeros ocupados y desocupados. Que los
trabajadores con un laburo estable se pongan al frente de los planes de trabajo cooperativo en cada territorio, en función de
las necesidades de éste, organizando y formando a los jóvenes que están sin trabajo.

Entonces estamos debatiendo con los y las vecinas el relevamiento y la ampliación del conocimiento de la situación laboral
objetiva y en torno a los conflictos laborales de los vecinos/as del territorio; el estudio de las ramas en las que participamos
para elevar nuestro conocimiento previo del mismo con eje en las mesas gremiales; la organización de la producción para que
todos tengamos trabajo una cantidad de horas, y como mediación el desarrollo de cooperativas de trabajo organizadas por los
propios laburantes con la meta de aportar a la solución del conjunto de la clase y no de un sector o grupo.

En este sentido discutimos y convocamos a un sector más predispuesto ahora de nuestros vecinos y vecinas. Quienes están
actuando o con voluntad de hacerlo de modo inmediato. Dispuestos y dispuestas a construir relaciones no mercantiles entre
compañeros. A aprender juntos a desarrollar relaciones sociales donde tengamos en cuenta la necesidad de los otros. Un
compañero señalaba con mucho cariño en una mesa territorial: “A mí me pone contento tener sus mensajes, cuando me
llaman, porque siento que me tienen en cuenta. Yo quiero aprender para enseñarles a otros. Enseñarles a luchar.” Este “tener
en cuenta” al compañero, buscarlo, llamarlo y convocarlo a una pelea común es el corazón de la revisita. Y su proyección: lo
hacemos, decíamos, con los vecinos y vecinas más dispuestos pero teniendo en cuenta que esta pelea cuenta con la
participación de todos los vecinos y vecinas del país. Avanzar en niveles de control territorial de cara al control de la
producción es una tarea del conjunto de la clase y del pueblo. En la que ya está participando la clase trabajadora pero de
modo disperso. Situación con la que está chocando y por eso buscando herramientas de organización superior.

En cada revista estamos discutiendo esto. Paso a paso, sin pausa y con bastante prisa y pasión aprendiendo a organizarnos
independientemente del mando del capital financiero y contra este a favor nuestro.

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