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Este año, muchos, hemos dedicado nuestros días, a administrar el asombro, a garabatear recetas para

alcanzar el éxito, detrás de un escritorio. Hemos asistido a ceremonias somníferas que lo único que han
hecho es revelar la nada silenciosa que nos corroe.

Este año, muchos de nosotros hemos tratado de responder, las preguntas que nos martillan, de
encontrarle solución a las sospechas que nos consumen y de, anular los látigos que castigan nuestros
sueños y carcomen nuestras vigilias.

Este año hemos vivido, frente a la presencia del mal en el mundo, en un mundo en donde el crimen es
para algunos, pura diversión; el desenfreno parece candor, el aullido melodía y la mofa ternura.

Que este 2018, una fuerza creadora nos encierre en un círculo de intereses y esperanzas. Y que sobre la
circunferencia de la vida, la felicidad se pasee, encontrándose nada mas que con ella misma.

QUE EL 2018 INSTALE EN TU VIDA LA FELICIDAD Y EL ÉXITO

Estamos en el ultimo mes del año, es tiempo ya, de hacerles una confesión más, como tantas otras que
tendré que hacerles: en muchas ocasiones no puedo contenerme y habitualmente manifiesto
propensiones libidinosas, como sin duda le sucede a la mayoría de mis colegas; yo solía soñar despierto,
sentar en mis piernas a hembras especiales, saborear sus labios frescos, deslizar mis manos en sus
caderas firmes, protuberantes y suaves; hembras de ojos brillantes, francos e intensos. Ellas, todas,
siguen para mi, presentes en el color de las flores, en el horizonte sin horas, en las sombras, en mi
sombra. No tengo duda que el olvido no permite que nos quedemos sin olvido.

Nacionalizado migueleño desde hace varios años, aprendí a hablar el Jalvadoreño sin mucha dificultad,
en la escuela fui un desastre aunque después de muchos esfuerzos logre aprender a jugar el “jaibol” y si
no hubiera sido por eso, nadie se hubiese dado cuenta de que no poseía capacidad alguna, para hacerle
frente al mundo y me hubieran tenido que encerrar en algún manicomio por alguna especie de
inadaptación... por lo que expreso eterna gratitud a mis profesores en tan difícil materia: Tony Mont,
Mincho Ten, Carlitros Orellana, Quintin, Leonelitro Garay, Chele Moran Q. y otros mas que por el
momento se me escapan. Pido disculpas por ese innombrable olvido.

En otros tiempos, en mis largas, nerviosas y locas correrías, yo solía emborracharme los fines de semana
en la casa de Osmin, en la Colonia Luz. Territorio pactado de vívida hermandad. Era mi hermano, mi
alter ego. Hacíamos la “cabuda” para pagar las copas. Claro, nadie se daba cuenta que el alcoholismo
estaba progresando en nosotros. Éramos jóvenes, con extravagancias desmesuradas en nuestras
mentes, lectores de Time, Life, de Reader's Digest y de la revista Siempre. Escolásticos de la revolución,
publicábamos en la revista AVANCE, poesías obscenas, dibujos de calaveras. Lívidos jeroglíficos,
envueltos en espirales de caracolas.

Adentro de la botella de Tick-Tack, se charlaba de los buenos tiempos, de la banda The Trammps, David
Bowie, de los días The Jacksons. Pasábamos las noches despiertos, escuchando con los ojos y las orejas o
serenateando en la ventana de Maribel. Una época que permanecíamos pegando la oreja a la pared de
la bolsa de la vida, una época en la que los sueños valen oro.

Cuando el gozo cabalgaba en espléndidos ropajes, devorábamos el fuego del sexo en hoteluchos con
camas de pita, bebimos en los bares de la Praviana, en el Night and Day, sufríamos sábado tras sábado
los tormentos de las resacas en el purgatorio, días de sueños, pesadillas de la consciencia y juergas
continuas, copas llenas de adoraciones a las hembras de la Colonia Manzano, con nuestros torpes labios
logramos abrir algunos espíritus y muchas piernas.

En esas celestes fechas ni un poco de dolor asomaba en nuestras vidas, éramos alegres, multiformes,
flacos, juveniles, tranquilos, ángeles apocalípticos, santos de los subterráneos. Golondrinas sobre los
tejados de las casas de nuestro San Jacinto querido.

Las derrotas, si pueden llamarse así, eran una experiencia corriente, una experiencia trivial. A estas
alturas del partido podemos decir que la lluvia se secó pero dejó su aroma, podemos decir que a pesar
de las experiencias más degradantes y dolorosas que la vida puede ofrecer a un hombre, el espíritu del
amor sobrevive para ennoblecer nuestras vidas, si tenemos, desde luego, la inteligencia, y el valor, y la
fe, y el arte de perseverar.

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