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Love Books


Créditos

Moderadora de Traducción
Mich Fraser

Traductoras
Mich Fraser Cjuli2516zc

Jessibel Tannia Maddox

Lvic15 Pagan Moore

Purple Girl Myr62

Moderadora de Corrección
Jessibel

Correctoras
Florpincha Nuwa Loss

Jessibel Daliam

Tamij18

Lectura Final
Jessibel

Diseño
Jessibel

Índice
Sinopsis Capítulo 20
Dedicatoria Capítulo 21
Prólogo Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Sobre El Autor
Capítulo 19 Agradecimientos

Sinopsis

Un secreto. Múltiples víctimas.
Todo lo que le han dicho a Melody Callahan sobre su pasado, es una
mentira. Su padre mintió. Su esposo mintió. Pero como todos los secretos…
salen a la luz. No sólo su madre, Aviela, está viva, sino que no se detendrá
hasta que destruya todo lo que Liam y Melody han estado construyendo
desde el año pasado.
Con un nuevo objetivo y los medios de comunicación centrándose en
su familia mientras se acercan las Elecciones Presidenciales, Liam y Melody
deben luchar en dos frentes de batalla. Melody está dividida entre estar
enamorada de Liam y querer matarlo por mentirle.
Estar enamorada y mostrar amor son dos cosas diferentes en su
mundo. Liam quiere hacer cualquier cosa para proteger a su familia, incluso
si eso significa herir a la gente que ama.
La familia es todo… pero, ¿qué pasa cuando ellos van por tu sangre?
Todo lo que han pasado no es nada comparado con lo que viene…

Advertencia: Este libro tiene lenguaje y material adulto, incluyendo violencia


gráfica y sexo explícito que puede ser inquietante para algunos lectores. Este
libro no está dirigido a lectores menores de 18 años.

Dedicatoria
A todos aquellos que no son tan educados en sus mentes.
Los entiendo.

Prólogo
“Si tan solo estas paredes pudieran hablar… el mundo sabría lo difícil que es
decir la verdad en una historia en donde todo el mundo es un mentiroso.”
—Gregg Olsen

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Nuwa Loss

Melody
—Todos estarán a la espera en el momento en que volvamos del
descanso comercial. Todo lo que tienen que hacer es gritar: ¡Buenos días,
Chicago! Todos se ven perfectos. —Nos dice el productor de Buenos Días
Chicago, mientras que ella y el resto del equipo de cámaras se mueven a sus
lugares.
—De nuevo, ¿de quién es esta maldita idea? —murmuró Liam justo a
mi lado, colocando su mano en mi espalda y moviéndola hacia abajo.
—Liam.
Suspiró, su mano se detuvo en mi trasero mientras todos estábamos de
pie, esperando como una gran familia feliz en medio del parque recién
renovado en el que habíamos gastado millones sólo por la “comunidad.”
Para marcar la inauguración, estábamos teniendo un gran picnic en el
vecindario. Me encontré observando a la multitud, mientras que más y más
gente se reunió con sus estúpidas mochilas y manos sucias buscando llevarse
algo a la boca. Lo peor eran los payasos que caminaban alrededor de
nosotros repartiendo sombreros de globos.

—No te atrevas —murmuré para mí, mientras miré al monstruo


marchar con sus pies gordos hacia mí. Sacó un globo blanco, retorciéndolo
hasta que hizo una especie de sombrero. Se inclinó cómicamente y me lo
entregó.
—Una corona para una reina —dijo él.
Liam rió disimuladamente a mi lado, y luché contra el impulso de
golpearlos a los dos. Agarrándolo, sonreí y lo puse en mi cabeza.
—Gracias. —Tú estúpido de mierda.
—Y entramos en diez… —El productor nos señaló, volviéndonos a
enfocar.
Nos acurrucamos uno al lado del otro, como si nos hubiéramos amado
tanto que estuviéramos pegados. Normalmente Liam y yo estaríamos en el
centro de la familia para estas cosas, pero hoy no. En su lugar, Olivia y su
familia se pararon al centro, mientras que nosotros fuimos empujados a un
lado.
Esto era porque el Senador Colemen se postuló para Presidente
después de todo, y como hoy era el día de las elecciones primarias, una
buena prensa no podía perjudicar. Las elecciones sólo eran concursos de
popularidad. ¿Cuánto das? ¿Cuánto tomas? ¿Qué tan unidos es tu familia?
¿Puedes tirar un balón de fútbol? ¿Te gustan los Beatles? Eso era todo lo que
importaba para ellos, no importaba cuando fingieran preocuparse por los
problemas. Y todo eso podía ser fingido. Todos éramos falsos; Mintiendo a
la gente que se mentía a ellos mismos.
Tres.
Dos.
Uno.
—¡Buenos días, Chicago!

“Todo asesinato impune le quita algo de seguridad a la vida de cada hombre.”


—Daniel Webter

Traducido por Mich Fraser y Jessibel


Corregido por Nuwa Loss

Liam
Simplemente quería cerrar los ojos. Habíamos pasado todo el maldito
día en ese jodido parque, y ahora teníamos que pasar la tarde sonriendo para
más cámaras. Pero ese no era ni siquiera el menor de mis problemas. No
estaba seguro de lo que vendría, pero sabía que algo venía directo del
infierno.
No quería lidiar con esto. No quería pasar mis días y noches tratando
de descubrir el misterio de la madre de Mel. No quería que esta foto que
tenía en mis manos fuera real, porque ahora tendría que decirle a mi esposa
por qué había estado ocultándole la verdad. Ella había buscado las
respuestas sólo para llegar con las manos vacías. Esto era otra cosa por la
cual tendría que disculparme; Tenía a Declan borrando todo lo que había
encontrado para que ella no pudiera ponerle las manos encima. Pensaba que
estaba trabajando con él, pero en cambio, él estaba haciendo todo lo posible
para tratar de ocultarle información.
Ella me va a matar. Suspiré.
Eventualmente, ella llegó a la conclusión que Vance le había estado
mintiendo. Tristemente, él no estaba. Odiaba cuando los mentirosos

comenzaban a decir la verdad; era malo para el negocio. La madre de Mel


estaba viva, pero muy viva, de hecho. Habíamos descubierto que estaba en
el sur de Francia justo antes de que entrara a los Estados Unidos.
—Así que, tengo que decirle —dije, mientras pellizqué el puente de mi
nariz. La pregunta era cómo. Ella iba a matarme.
—Recuérdale que simplemente estaba siguiendo órdenes. Prefiero no
morir esta noche —dijo Declan frunciendo el ceño y ajustando su corbata
para la gala de esta noche.
—Incluso eso no te salvara. —No es que deje a Melody a solas con él
de todos modos. Podría matarlo, y él no intentaría nada, pero disfrutaba de
verlo amenazado cada vez que se acercaba demasiado a mi esposa. Los
únicos sentimientos que él debería tener por ella eran temor y respeto.
Ambos permanecimos en silencio en la sala de seguridad. Esta era la
calma antes de la tormenta, la ruptura antes de la última ola.
—Dile a Anna que me encuentre en la gala —dije, saliendo de la
habitación y entrando al estudio.
Arreglando mis gemelos mientras caminé, me aseguré de asentir
mientras pasé. Regla treinta y tres: Respeta la ayuda, ellos saben más de lo que
aparentan.
Ninguno de ellos diría nada, pero todavía era una regla. Al entrar a la
sala, encontré a mi bella esposa, su cabello oscuro estaba perfectamente
peinado con ondas y ojos marrones pegados a la carta que terminó de
escribir antes de entregarla a Fedel, quien estaba en la esquina de la
habitación, casi como su sombra.
El resto de la familia se sentó alrededor de la televisión como figuras
esperando para ser pintadas. Los únicos que parecían fuera de lugar eran los
padres de Olivia, y nuestra nueva especialista en estrategia política, Mina
Sung. Ella y el senador permanecieron de pie, como si temieran que nuestros
muebles se los comieran vivos, mientras la señora Colemen se sentó junto a
su hija y apretó su mano.

¿Por qué estaban tan preocupados? Ganaríamos con ventaja.


Melody asintió hacia Fedel cuando se levantó con gracia de su silla y
se acercó a mí. Declan, con su cabello castaño oscuro y cepillado, con traje
negro, entró y fue hacia Cora. Besó su mejilla morena antes de apoyarse en
el brazo del sofá a su lado.
Mis ojos se centraron en Melody y la forma en que su vestido se aferró
a cada centímetro de su cuerpo. Su piel aceitunada me suplicó que la besara,
y ansiaba desprenderla lentamente de su vestido… antes de que me lo
impidiese.
—Te ves más allá de lo hermoso.
—Gracias —dijo—. Ahora, ¿qué es lo que me estás ocultando, Liam?
Has estado actuando de manera extraña por semanas. He hecho esta cosa de
esposa y te he dado tu tiempo, pero estás empezando a enfadarme. —
Terminó de arreglar las pulseras en su brazo.
—¿Qué crees que te escondo, esposa?
—Ahora estás evitando mi pregunta. —Frunció el ceño mientras me
miró. Después extendió su mano y ajustó mi pajarita. Iba a tratar de
estrangularme con ella o simplemente estaba molesta por cómo la até… lo
más probable era la primera.
—Lo que sea que piensas que te escondo, estás equivocada.
—Pero estás escondiendo algo.
Por suerte para mí, mi mamá subió el volumen de la pantalla.
¡Ahí lo tienes, América! Es oficial. El Senador Daniel Colemen es el candidato
republicano de este año y nuestro contendiente para futuro presidente. Como nuestro
favorito, esta noticia no debería sorprender a nadie. Esta noche, él estará dando un
discurso de la victoria en la gala ofrecida por los Callahans. Su única hija, Olivia-
Ann quien se casó con Neal Callahan hace cinco años. Esta noche, ellos celebran, él
tiene trabajo que hacer si quiere derrotar al actual presidente, Franklin Monroe.

—Tienes trabajo —dijo Mina, mientras silenció la televisión y giró para


enfrentarnos.
—¿Qué? Todos me aman —respondió el Senador Colemen, sonriendo
a la televisión desde su asiento—. Gané por una victoria aplastante.
Te lo dije.
Mi papá negó con la cabeza mientras se sirvió un vaso de brandy.
—Eso es porque el otro candidato era un idiota.
—O no lo suficientemente rico para hacerte campaña —añadió Declan.
—Todo eso es cierto, sí —dijo Mina, mientras caminó por el sofá y se
detuvo justo detrás de la silla de Olivia—. La gente te ama, el problema es tu
alteza real aquí.
—No he hecho nada. —Olivia la fulminó con la mirada.
Melody y yo habíamos estado haciendo todo lo posible por
mantenernos fuera de esto. Cuanto menos estuviéramos involucrados
durante la elección, con menos probabilidad las personas pondrían en duda
los favores. Lamentablemente, los Colemens eran un grupo de tontos
políticos que no tenían idea de cómo trabajar en el sistema. Me hubiera
sorprendido si sabían en donde estaba la maldita Casa Blanca. Esa era la
razón por la que personalmente contraté a Mina Sung; Una segunda
generación de Coreana-Americana, con un coeficiente intelectual casi tan
alto como el mío. Luché con ella por ser el mejor de la clase mientras estaba
en Dartmouth. Ella era un animal político, que haría cualquier cosa para
ganar. Era pequeña, con gafas gruesas y cabello negro sedoso, siempre atado
en un moño. No podía despedir a nadie que sabía cómo hacer su trabajo.
Durante los últimos seis meses, ella casi vendió su alma para destruir a
cualquier candidato que se le interpusiera en su camino. Melody y yo la
llamamos nuestro pequeño pitbull.
—Ese es el problema. —Suspiré. No tenía tiempo para esta estupidez—. La
gente piensa que eres fría y sin corazón, con un marido rico y padre

poderoso. No les gusta y les seguirá disgustando hasta que pares de mostrar
quién verdaderamente eres y empieces a ser lo que ellos quieran que seas.
—No podría haberlo dicho mejor —dijo Mina mientras ajustó sus
gafas—. La gente no sólo está eligiendo a un presidente, sino que está
escogiendo a una primera familia. Les agrada tu padre, les agrada tu madre,
pero tú eres la oveja negra que necesita ser teñida de blanco.
—Bien —dijo Melody—. Yo me ocuparé de Olivia. Sigue trabajando en
los demás.
—¿Tú? —preguntó Neal preocupado, pero con un toque de diversión.
—Sí, yo —espetó mientras se puso de pie—. La mujer que la gente ama.
La mujer que bate sus pestañas ante las cámaras, que acepta estúpidas
coronas de globos de payasos molestos, y dona una mierda de dinero a
tantos chicos que quieren nombrar la maldita biblioteca como yo. Sé cómo
actuar en público. Tu esposa, por otro lado, necesita unas pocas lecciones.
Deberías estar contento que no la tiré del puente por el voto de compasión.
—No lo harás. —Los ojos de la señora Colemen se ensancharon cuando
se levantó rápidamente. De pie junto a su hija eran muy similares, la única
diferencia era la arrugada piel de la señora y el cabello rubio oscuro con
canas.
—Lo haría —respondió mi mamá. Odiaba cuando nos peleábamos.
Crearías que estaba acostumbrada a ello. ¿Cuándo no peleábamos?
—Lo disfrutaría también. —Coraline sonrió. Melody había
“arreglado” a Cora, como a ella le gusta decir. En otras palabras, Coraline
ahora vivía con nosotros en el lado oscuro de la luna.
La señora Colemen se puso de pie.
—Aquí todos somos familia…
—No, nosotros somos familia. —Me señalé y a mi familia inmediata—.
Ustedes son la pieza clave del ajedrez, un trampolín para nuestros objetivos,
señora Colemen. Es rudo, lo sé. Pero es la verdad, y es mejor que lo escuchen
ahora para que no tengamos ningún malentendido en el futuro. Usted no

tiene otro valor más que estar del dulce brazo de su esposo. Pensé que lo
dejamos claro cuando le pedimos que volviera a casarse por el bien de la
campaña. Ese es el trato que hizo. Así que para salvar su vida, siéntese de
nuevo, antes de que no tenga piernas para estar de pie. Hay un montón de
rubias bonitas en el mar para remplazarle.
Sorprendida, se sentó de nuevo.
Bienvenida a la familia.
Tal vez ahora por lo que ella firmó estaba finalmente golpeándola.
Quería ser la primera dama para que pudiera ser la cara en el cambio
ambiental y educativo. Ese era el trato. Melody y yo éramos las manos, y si
nos mordía, le sacaríamos cada uno de sus dientes.
—Bueno, Senador, deberíamos repasar su discurso una vez más —
Mina le dijo al Señor Colemen mientras escribía en su tableta.
—Creo que me voy —dijo la señora Colemen. Sonrió nerviosamente
antes de salir.
—Son mis padres, ¿podrías por favor abstenerte de amenazarlos? —
siseó Olivia entre dientes, haciendo que Neal agarrara su mano.
—¿Por qué? Te amenazamos a ti y estás casada con la familia —dijo
Melody y sonrió. Olivia miró a Evelyn y Sedric, quienes parecían tener su
propia conversación privada y ella pisoteó su pie como la mocosa que era.
Mis padres no podían hacer una mierda, ni ellos. Evelyn… bueno, mi mamá
estaba feliz cuando mi papá estaba contento, y siempre y cuando pudiera
lanzar fiestas como quería, estaba bien. Mi papá estaba fuera de este
“negocio”, estaba manteniendo sus manos limpias y en su lugar se centró en
nuestros asuntos más legítimos. La familia Callahan no sólo controlaba
drogas. Estaban los hoteles, restaurantes, spas, clubes… teníamos tanto que
sinceramente perdí la cuenta. Por no hablar de la cantidad de acciones que
ahora poseíamos en algunas de las empresas más grandes del mundo, eso
debido a la familia Giovanni, quienes sólo consistían en Mel. Los Callahan
ocultaron nuestro secreto detrás de las pequeñas empresas comerciales a lo

largo de las generaciones, pero como Melody casi había reconstruido a los
Giovanni por sí misma, necesitaba una manera más rápida de esconder su
dinero sangriento. Entre los dos, en verdad poseíamos la ciudad… el estado,
y Olivia, después de todo este tiempo, no parecía entender eso.
—Esta familia está jodida de la cabeza y tan disfuncional —espetó
Olivia, caminando hacia la puerta—, se supone que nos cuidamos la espalda
el uno al otro y nos protegemos. Sin embargo, lo único que haces es
recordarnos que no dudarás en matar a cualquiera de nosotros.
—Aparentemente no te lo recordamos mucho. —Mis ojos se
estrecharon mientras me moví hacia ella. Sus ojos se abrieron, y Neal
inmediatamente se interpuso entre nosotros.
—Apártate, hermano —dije en voz baja—. No le haré daño.
Neal apretó su mandíbula y sólo dio un ligero paso hacia la derecha,
permitiéndome caminar delante de Olivia.
—Todos los días, actúas como una perra y gimoteas contra nosotros, y
todos los días logras despertar. Eso no es suerte, ni siquiera la voluntad de
Dios; Es porque eres de la familia. Esa es la única razón por la cual tu lengua
no ha sido arrancada de tu garganta. Estás viva porque mi hermano, al cual
tengo que cuidar, fue lo suficientemente estúpido para enamorarse de ti. Por
años, se te ha dado libertad de expresión, pero ahora estoy revocando ese
derecho. —Acaricié el lado de su cara y pude sentir a Neal a mi lado—.
Nunca vuelvas a decirme cómo se supone que es esta familia. Porque si lo
haces, Olivia Callahan, no habrá suficiente amor en el mundo para
protegerte de mí.
Cuando retrocedí, estaba más pálida que el vestido azul que llevaba.
—Tal vez deberíamos descansar en privado por el resto de la noche
antes de la gala —dijo mi mamá mientras se acercó a mí y envolvió su mano
alrededor de la mía. Tiró de mi hacia atrás, dándole un momento a Neal con
Olivia.

—Brillante idea, mamá. —besé su mejilla antes de girar hacia Melody.


Ver la mirada de lujuria en sus ojos me hizo olvidar todo lo demás.
Busqué su mano. —Esposa.
Sacudió la cabeza. —Olivia y yo trabajaremos en arreglar su aparición
pública antes de esta gala.
—Creo que Olivia ha tenido suficientes lecciones por una noche —dijo
mi padre, mirando a la mujer todavía pálida en los brazos de Neal. Eso me
enfermó; Parecía a una de esas muchachas estúpidas de la portada de libros
románticos.
—Todavía hay tiempo antes de la gala —dijo Melody—. Espero que
esto no tome mucho.
—¿Debería ir? —preguntó Neal, era el código para, no iras a ninguna
parte con mi esposa a menos que yo siga.
Melody no retrocedió, ni pensé que lo haría. —Olivia no quiere que
vengas. O por lo menos fue lo que le dijo a Adriana cuando le contó nuestros
planes para esta noche.
Sólo Dios sabía lo que significaba eso.
—Estaré bien, Neal —dijo Olivia, dejándolo ir.
—¿Yo voy? —preguntó Coraline alegremente, casi golpeando su silla.
Declan la miró con curiosidad, envolviendo su brazo alrededor de su
cintura. Ella lo fulminó con la mirada, pero no lo apartó. La terapia les estaba
ayudando… lentamente, pero ayudando.
—Lo siento, Cora, es una reunión privada —respondió.
Antes que pudiera irse, la hice retroceder, ignorando la emoción que
me recorrió al sólo tocarla.
—¿Qué haces amor? —pregunté, besándola profundamente cuando
abrió los labios para responder.
—Lo descubrirás pronto —dijo—. Regresaremos dentro de una hora.

Tenía un mal presentimiento sobre esto, pero que Mel matara a Olivia
era la menor de mis preocupaciones en este momento.

Melody
Lo dejé y al resto de la familia detrás, sabiendo muy bien que Olivia
seguiría. Toda la noche había ido tan perfectamente, que habrías pensado
que podía ver el futuro. Sin embargo, con cada día que pasa, Olivia se estaba
convirtiendo en un problema más grande. Ella no parecía entender el mundo
a su alrededor. No podía ver el panorama más grande, y cuanto más tiempo
se quedara ciega a la realidad de nuestras vidas, la responsabilidad que
enfrentamos será más grande. La familia, para nosotros, era todo, pero
también era la única cosa que nos podría destruir.
Los policías no derribaron a los más grandes jefes en la historia,
destruyendo a sus familias, a las personas que previeron y protegían. Fueron
los idiotas que tuvieron la suerte suficiente para ya sea, compartir ADN o
tener un anillo en su dedo. Ellos disfrutaron de todas las recompensas —el
dinero, la fama y el respeto. Pero ninguno de ellos realmente entendió lo
frágil que era todo, especialmente las esposas. Nuestro eslabón más débil era
Olivia, y yo estaría condenada si la dejo continuar por la forma en que ella
era.
Había tomado a Liam y a mí semanas de planificación para averiguar
exactamente lo que queríamos. No era como que acaba de despertar una
mañana y dijimos, vamos a tener la Casa Blanca. Fuimos hacia atrás y hacia
adelante sobre si debemos o no utilizar al senador Colemen, puesto que ya
estaba tan cerca de la familia. Pero fue por esa razón que él era perfecto.
—¿A dónde vamos? —preguntó Olivia, una vez que entramos en el
garaje. Fedel me entregó antes las llaves de mi Aston Martin blanco y me
entregó una pistola.
—Entra en el coche, Olivia —fue todo lo que dije, pero ella se congeló
con sus ojos azules fijos en el arma en la mano.
—Fedel. —Suspiré, tomando asiento detrás del volante.

—¡Suéltame! —Olivia gritó, mientras él la agarró y la forzó a entrar en


el coche.
Sujetándola, la abrochó antes de cerrar la puerta de golpe y pisé el
acelerador. —¿Qué diablos quieres de mí, Melody? —gritó.
—Quiero que seas una Callahan, no una Colemen —le contesté,
relajada en mi asiento.
—¿Qué demonios significa eso? Soy una Callahan. Yo era una antes
que tú lo fueras, ¿recuerdas? —resopló, mirando por la ventana.
Me reí; ella de tan mala manera quería algo con qué ganarme. —No,
eres una Colemen escondida en la ropa de Callahan. Eres una zorra como un
Colemen, te escondes como un Colemen, y no tienes bolas como un
Colemen. Lo que significa que pareces a tu madre, pero actúas como tu
padre. Tan asustada de lo que en realidad podrías ser si pones el esfuerzo.
Parece que Liam y yo tenemos que enseñar a toda tu familia de cómo
hacerles crecer las bolas.
—Gracias, Obi Wan Kenobi, pero no lo necesito, ni quiero tu ayuda.
¡Llévame a casa o voy a caminar! —espetó ella, mientras hacía girar su pelo
rubio entre sus dedos.
Me molestó.
—¿En un par de setecientos dólares de Jimmy Choo? Ese será el día. —
Sin embargo, estaba algo impresionada de que ella sabía quién era Obi Wan
Kenobi. Debe haber sido debido a Neal.
—Cualquiera que sea el juego...
—Yo no juego, Olivia. Los juegos son para los niños. Trabajo. Cada
momento de cada maldito día, también trabajo. Trabajo para que esta familia
—nuestra familia— pueda mover montañas. Trabajo tanto para que nunca
quiera nada, de modo que pueda obtener lo que yo quiera. En este momento,
estoy trabajando en ti, así que cierra la puta boca. —Quería machacar a su
maldita cráneo.

Por suerte, ella no dijo nada más, y pronto alcanzamos nuestro destino;
un acantilado que daba al lago Michigan.
—Lo siento, mi puerta no se balancea en esa dirección —bromeó ella,
pero no era en absoluto divertida. —Es un lugar bonito para una cita sin
embargo.
—¡Fuera, Olivia!
Ella me miró como siempre, pero hizo lo que le dije.
Dando un paso a la parte trasera del coche, abrí el maletero. —Es hora
de que crezcas, Olivia.
—¿Sabes qué, Melody...? —Se detuvo el momento en que bajó la vista
y vio al hombre desnudo, acurrucado en una bola en el maletero.
Retrocedió lentamente, se tapó la boca, y sus ojos brillaron con
lágrimas. El hombre luchaba contra sus cadenas y gritó en contra de la
mordaza en la boca. Cada sonido que hizo, sacudió a Olivia. Por último,
vomitó todo lo que acababa de comer y sollozó.
—Estaremos de vuelta. Reunión familiar —dije antes de cerrar el
maletero de nuevo. Saltando encima de él, la miré mientras hacía todo lo
posible para calmarse.
—¿Qué hiciste? —gritó.
Pensé que era obvio.
—Es uno de los hombres que te violó, ¿verdad? ¿Matt, el mejor amigo
de Harvey? Lo traje aquí para ayudarte.
—¡No me está ayudando! ¡No necesito tu ayuda! ¡Nunca pedí tu
maldita ayuda! —rugió, haciendo que todo su cuerpo temblara.
Suspirando, me incliné hacia delante.
—No le dijiste a nadie más que a mí. No a Neal, no a Evelyn, ni siquiera
a tus padres. Yo personalmente rastreé tus registros. Busqué en todo el
universo cibernético y encontré un kit de violación, sólo tienes que iniciar la
sesión como Courtney A. O'Brien, altura: 5'8, tipo de sangre: AB, el color del

cabello: rubio, color de los ojos: Azul... Ella eres tú. CAO, ¿tus iniciales al
revés? Estabas asustada y no podías llegar a mentir lo suficientemente
rápido. Tus padres eran nadie que estaban a punto de ser alguien. Fuiste al
hospital e incluso presentaste un informe de la policía. Todos los cuales
fueron encontrados con tanta facilidad una vez que tenías ese nombre. Cada
año, en el aniversario, terminas en el hospital por vómitos violentos y
pérdida de peso...
—¡Cállate, Melody! —apretó las manos sobre las orejas como si eso
ayudara.
—Todos los años, has estado esperando a alguien para conectar los
puntos. Para hacer justicia, para ayudarte. Es por eso que llegaste a mí...
—¡He venido a ti porque no ibas a salir de la maldita cama! —exclamó.
—Llegaste a mí porque Adriana habló contigo. En el fondo, querías
esto. Llorabas por esto. Querías encontrar a tus violadores y en el fondo, no
quieres que se vayan a la cárcel. Los querías muertos. Querías que sufrieran
como has sufrido. Llegaste a mí para que yo pudiera hacerte una Callahan.
—Salté del maletero y la agarré, forzando sus manos de los oídos.
—Estás esperando a que alguien te salve, pero nadie puede hacer eso.
Necesitas salvarte a ti misma. Puedo ayudarte. Pero no puedo salvarte,
Olivia. Eres un puto Callahan. Nunca somos víctimas; somos los victimarios.
El castigo por venir a por nosotros es, y será siempre, la muerte. Es hora de
tu retribución.
Se veía tan perdida cuando le entregué el arma. —No soy como tú,
Mel. No puedo matar a otra persona. No soy una asesina. Esta no es la
justicia que quería —declaró, una vez más mintiendo a sí misma.
Odiaba a los mentirosos. Caminé hasta el maletero, lo abrí y el cerdo
estúpido chilló de nuevo.
—Parece que obtendrás ir de regreso a Cancún —le dije a él. —No te
preocupes por la chica que violó y asesinó allí, nos aseguramos de limpiarlo.
Sus afligidos padres la enterrarán este fin de semana...

—¿Qué estás haciendo? No puedes dejar que se vaya! —gritó Olivia,


pero no se atrevía a venir más cerca del coche.
—Querías justicia, así que, de acuerdo con la ley, esto es justicia. Hay
un estatuto de limitaciones a la violación. Courtney A. O'Brien ni siquiera es
tu nombre real; tu caso sería desestimado. No voy a matarlo. Él no es mi
demonio. Así que mis manos están atadas —dije, tirando del cerdo del
maletero. Sonreí a sus muñecas atadas. —Mala elección de palabras, ¿eh?
Olivia no dijo nada, así que empujé más.
—Estoy esperando de que esto servirá como una lección. Pero lo dudo.
Cerdos como usted no puede dejar de rodar en el barro. ¿En dónde te
esconderá Harvey ahora, una vez le hayas dicho? Él es el único que te envió
a México después de que Olivia aquí se convirtió en una Callahan, ¿no?
Al tirar de la mordaza en su boca, trató de hablar, pero Olivia tenía el
arma en su cráneo. —No hables, sólo corre muy lejos —fue todo lo que le
dijo.
¿En serio? ¡Mátalo!
El cerdo ni siquiera esperó por mí para desenlazar las piernas antes de
tratar de correr. Cayó de rodillas, pero aún así trató de correr.
—Recuerda, no quiere decir no. —Fruncí el ceño, y justo cuando había
renunciado a ella, Olivia apretó el gatillo. No una sola vez, no dos veces, más
bien ella vació el cargador en su cuerpo.
—¡No es no! ¡Dije que no! ¡Le dije que no! —gritó a su cuerpo antes de
caer sobre mí. Yo no era una idealista; A decir verdad odiaba todas las
formas de contacto con excepción de Liam. Sin embargo, necesitaba algo, así
que dejé su abrazo en mi cintura mientras acariciaba su cabeza.
—Una Callahan, de principio a fin.
Progreso.

Liam
—¡Señor Callahan! —Los buitres con cámaras gritaron una vez que salí
del coche. Ajustando mi chaqueta, les di un saludo con la mano, sonriendo
con mi bonita sonrisa de chico… lo comieron como pastel.
—¿Quién es este guapo colega? —Una mano pasó a través de mi
espalda y giré hacia Melody, descendiendo.
—Liam Callahan, ¿y tú eres? —Sonreí mientras ella puso sus ojos en
blanco.
—Melody Callahan. ¿Puedes levantarme ahora? —preguntó
dulcemente, haciendo que los buitres se rieran.
—Bueno, pero este no es mi día de suerte. —Sonreí, acercándola y
susurrando—. ¿Dónde has estado, amor, y porque te cambiaste?
Ahora estaba vestida con un vestido rojo sangre que abrazaba cada
curva.
—Ahora no, Liam —dijo a través de su sonrisa antes de girarse a las
cámaras.
—Señor y señora Callahan —dijo un reportero—. Muchos dicen que
su apoyo al Senador Colemen fue lo que lo ha llevado a este punto. ¿Lo están
apoyando sólo porque es el padre de su cuñada?
—Claro que no —respondió Mel con amabilidad—. Apoyamos al
Senador Colemen porque creemos que es el mejor hombre para el trabajo. Es
amable, extrovertido y trabajador. Pero encima de eso, su política es la que
apoyo.
—El año pasado, su padre fue asesinado por un bombardeo en
Turquía, del cual nadie fue condenado. Si el Senador Colemen se convierte
en Presidente, será uno de los primeros presidentes republicanos
firmemente contra la pena de muerte y la guerra. Las víctimas de terrorismo

como tu padre, no recibirán justicia —declaró y sentí la necesidad de poner


una bala entre sus ojos.
—No puedo hablar mucho sobre la guerra, pero como católica, no creo
en la pena de muerte. Sin embargo vamos a salvar todas las cuestiones
políticas para el candidato. Soy una votante, al igual que usted. —guiñó su
ojo y él pareció eyacular en sus pantalones.
—Estoy totalmente de acuerdo con mi esposa —dije como si estuviera
leyendo una tarjeta de conferencia, haciéndoles reír.
Nos quedamos un segundo más antes de abrirnos camino, y pronto
vislumbré el cabello rubio ondulado de Anna; Ella podría haber estado aquí
hace mucho tiempo, técnicamente no debería estar aquí, pero ella era familia
sin importar qué. Cuando llamé, respondió, incluso cuando no quería
hacerlo.
—Vuelvo enseguida, amor —susurré a Melody mientras besé su
mejilla.
Miró a la mujer de atrás vestida de verde, y me complací por la forma
en que sus cejas que contrajeron. —¿Quién es ella? ¿Tienes algo por las
rubias, no?
—Ella no es… —Suspiré—. Lo explicaré más tarde.
Me encantaba cuando estaba celosa.
La besé de nuevo, mi lengua rozó la de ella y disfruté lo dulce que sabía
cuando gimió en mi boca. Tuve que obligarme a alejarme.
—Cuando gimes así, nena, no quiero nada más que levantar ese
vestido, abrir tus muslos y tomarte hasta que tus piernas se quiebren —le
susurré al oído.
—Entonces hazlo —me retó, con una sonrisa diabólica en sus labios
rojos—. Tómame tan duro que me tenga que deslizar al suelo cuando hayas
terminado. Hazme gritar tu nombre hasta que mi voz se haya ido, por favor,
Liam. Tómame.

Jesucristo. No podía hablar, estaba tan excitado. Mi pene palpitó en mis


pantalones ahora demasiado ajustados, y ansiaba darle lo que ella
exactamente quería, exactamente como lo quería.
—Tu amiga está esperando. —Me guiñó el ojo antes de limpiar el labial
de mis labios, y se alejó de mí.
La miré irse, y anhelé seguirla.
Después. En este momento tenía negocios.
Me giré y fui hacia Anna. Asentí hacia ella con la cabeza para que me
siguiera por las escaleras, dejando al pobre bastardo con el que estaba
flirteando. Comprendí cómo se sintió. Anna hizo lo posible por permanecer
invisible mientras caminó por el balcón superior que daba al salón de baile.
—Habla rápidamente —dije mientras miraba a mi esposa.
—Me alegro de verte también, primo. ¿Te cortaste el cabello? Es
bonito…
—Anna.
Ella rió. —Corrí la foto a través de la base de datos de la Interpol y sí,
todo lo que has descubierto sobre ella es verdad. Se hace pasar por Aviela,
Aviela DeRosa, de la familia de crimen DeRosa. Mis contactos dicen que es
la mejor asesina a sueldo contratada por el lado occidental. Su padre, Iván
DeRosa, no ha sido visto sobre la tierra por diecisiete años. Todavía no
tenemos idea de cómo luce él.
—DeRosas. —Maldita sea. En el momento que derribamos a una
familia, otra rosa estaba en su lugar.
—DeRosas —confirmó—. Nunca han sido grandes en Estados Unidos,
pero son una de las familias más despiadadas de Europa y Brasil. Por lo que
puedo ver, este Iván estaba usando a Valero para permanecer oculto. Ha
habido todo tipo de denuncias y acusaciones contra él, pero el hombre es
jodidamente intocable. Aviela es la competencia más grande o alguien en
crecimiento.

—Lo sé. —Fue la razón por la cual nos quedamos fuera de Brasil en su
mayor parte. El resto de Sudamérica la teníamos en nuestras mano, pero
Brasil… no valía la pena perder hombres. Mientas DeRosas se quedaron allí,
no tuvimos problema… pero si Aviela era una DeRosa, significaba que
Melody no era de una, sino de dos familias criminales. Está mierda se estaba
complicando rápidamente.
Anna me entregó la memoria USB.
—¿Qué es esto?
—Su lista de matar. Nada confirmado, pero estoy dispuesta a apostar
que ella fue la que mató a cada persona en esa lista. Ella deja una tarjeta de
visita en algún lugar de la escena. Guantes blancos. No tengo idea de lo que
significa, pero…
—Eso es todo, Anna —interrumpí.
—Liam, si ellos vienen a por ti, tal vez quieras retroceder de esto. Tú
estás completamente loco, pero las cosas que hacen los DeRosas… he estado
haciendo todo lo posible para cubrir, pero incluso yo tengo jefes, Liam, no
manejo a la Interpol. Hay cientos de personas trabajando en esta mierda, y
sólo hay mucho que puedo hacer para mantenerte limpio. Reduce la
velocidad, aplasta las escotillas antes de que esto se salga de control…
—¿Ves a esa mujer de allá abajo? —pregunté mirando a Melody.
—¿Tu esposa? —Frunció el ceño.
—Tiene derecho a saber quién es en verdad su madre. —Incluso si puede
sacarla del extremo profundo y estrellarse contra las llamas.
—Mierda —dijo Anna—. ¿Ella es una DeRosa? Mierda.
Mis pensamientos exactamente.
—No sé lo que quieren, Anna, pero esto no desaparecerá. Por ahora
sólo quédate y vigila… además, de los cientos de personas que trabajan en
esto, nunca sabes quién está de nuestro lado. —guiñé un ojo. Era curioso
cómo ella pensaba que era la única espía que trabajaba en el gobierno.

—Liam…
—Disfruta de la gala Anna —dije mientras me alejaba.
Por ahora, tendría que encerrar al monstruo dentro de mí que no
quería nada más que quemar a mi suegra viva. Tenía que pretender ser un
miembro honorable de la sociedad que no creía en la pena de muerte e iba a
la iglesia los domingos. Por esta noche, sería el Dr. Jekyll, y mañana el Sr.
Hyde. Cuando los ojos de Mel se encontraron con los míos, sólo pude
imaginar en el monstruo que se desataría una vez que ella lo supiera.

2
“El asesinato es como las patatas fritas: no se puede parar con uno solo.”
—Stephen King

Traducido por Jessibel


Corregido por Nuwa Loss

Olivia
—¿Estás bien? —me susurró Neal al oído mientras bailábamos por
décima vez.
No pude responder. Sólo podía aferrarme a él. Le agarré con tanta
fuerza, que podría pensar que esta era la última vez que estaríamos juntos.
Tenía que decirle, pero estaba muy asustada. Tenía miedo de lo que
podría pensar, lo cual era estúpido, la verdad. Neal era un asesino, y ahora,
también yo lo era. Pero le gustaba el hecho de que mis manos estaban
limpias. Siempre decía que no era lo suficientemente bueno para mí, pero
fue al revés. La única cosa que tenía —mis antecedentes sin sangre— había
desaparecido. Lo que me molestó fue lo feliz que estuve de apretar el gatillo.
Quería matar a ese animal. Se repetía una y otra vez en mi mente.
Matt y el resto eran como objetivos, y había eliminado a uno y estaba
lista para pasar al siguiente. Estaba lista para volver a matar.
Quería matar de nuevo.
Estaba mal, pero era la justicia, mi justicia, al igual que Melody me
había dicho. Me sentí como si hubiera estado en la oscuridad durante tanto

tiempo, encerrada para el resto del mundo, y ahora estaba a un paso más
cerca de ser libre; para correr salvaje con los otros monstruos.
—Maté a un hombre esta noche, Neal —susurré mientras bailábamos,
y sentí que se paralizó.
Se echó hacia atrás y sus ojos color avellana miraron fijamente a los
míos, como si él sería capaz de saber de sólo mirarme. Él frunció el ceño ante
mí alejándose de la pista de baile. No habló pero de alguna manera, todo el
mundo supo que debían salir de su camino. No se detuvo hasta que
estuvimos fuera con el conductor.
—Señor Callahan...
—Las llaves —espetó al hombre. —¡AHORA!
El hombre comprobó por todo el cuerpo antes de agarrar las llaves y
entregarlas a Neal. Abrió la puerta para mí, la cerró antes de sentarse en el
asiento del conductor. Cuando él decía de cero a cien en tres segundos, no
estaba de broma. Apretó de golpe el acelerador con tanta fuerza que podría
pensar que estábamos en carreras de resistencia.
—Di algo Neal, por favor —rogué.
No lo hizo. Sólo se sentó, frotó sus labios con el dorso de su dedo
pulgar mientras conducía más y más por el camino.
Deja vu, pensé mientras miraba hacia el cielo nocturno.
Sólo se detuvo cuando estábamos en la parte delantera de la mansión. Con
un suspiro, se recostó en el asiento.
—Voy a averiguar una manera de conseguir sacarte —susurró,
tomando mi mano.
—¿Qué?
Él besó mi mano.
—Creo que si somos discretos, si hacemos lo que pidieron, entonces
eventualmente todos aprenderemos a vivir unos con otros. ¡Pero siguen
cruzando la línea! Melody no tenía derecho a forzarte a hacer cualquier cosa

que implica el negocio. Ella transformó a Coraline en este gatito sediento de


sangre en los últimos meses, y ahora está tratando de joder contigo. Puede
que no sea capaz de matarla, pero te protegeré. No voy a tenerla
corrompiéndote más de lo que ya lo hacen sobre una base diaria. ¡Ha
cruzado la maldita línea!
No lo merezco.
—Ella me estaba ayudando —dije en voz baja, tratando lo mejor
posible de luchar contra las lágrimas que se formaban, pero fue en vano;
quemaron mientras me cegaban.
—¿Ayudarte? —Espetó—. ¿Esta es la forma en que te ayuda? Ella hace
de todos en un monstruo para que pueda sentirse mejor consigo misma.
¡Está enferma! Ella es...
—¡Me estaba ayudando! —grité, secando mis ojos.
Sólo arranca la venda.
—Estaba… —tartamudeé—, he matado a uno de los hombres que me
violó. Le disparé, hasta que no quedó balas. Tomé una llave inglesa y golpeé
su cabeza, una y otra vez. Después Melody me ayudó a tirar su cuerpo por
el precipicio y cambié mi ropa. Lo haría de nuevo. ¡Lo haría de nuevo! ¡Ella
me estaba ayudando! Me ayudó a deshacerme de una de mis demonios,
Neal.
Todo salió mientras me miraba fijamente, como si él no sabía qué decir
ni por dónde empezar.
—Tú fuiste… —No podía siquiera decirlo.
—Violada. V-I-O-L-A-D-A. Fui forzada a una habitación por un grupo
de idiotas en la universidad y violada una y otra vez y otra vez hasta que se
cansaron de mí y se fueron. Pienso en ello todos los días, y me odio a mí
misma. Fui violada. Nadie supo. Ni tú, ni Evelyn. Ni incluso mis padres.
—¿Pero le dijiste a Melody? —estaba tratando de mantener la calma,
pero estaba temblando tanto como yo.

—¡Ella hace que hables! —dije—. Te mira a los ojos y sabe que puede
entrar en la parte más oscura de tu mente y todavía se las arreglan para
sonreír para una foto. No sé por qué le dije. Estaba tratando de inclinarme
ante la maldita reina como me dijiste. ¡Quería que entendiera! Ella lo hizo.
Ella entendió mejor que nadie. Encontró a uno de ellos.
—¡Podría haber hecho eso! —rugió—. ¡Lo habría hecho con gusto peor
que esos cinco años atrás cuando me casé contigo! ¡No entiendo por qué no
me lo dijiste!
—Porque tuve vergüenza, porque quería negarlo, porque los habrías
matado. —Me detuve, pensando en la última parte. —Yo... yo... tenía que
matarlos por mí misma.
Eso era lo que necesitaba.
Nos sentamos allí, tensos, por lo que parecieron horas, solo con la
mirada fija en la casa.
—La próxima vez, aplasta sus cabezas, mientras estén vivos y luego
les disparas —susurró Neal—. Cuanto más tiempo sufren, mejor. —Me tomó
la mano de nuevo.
Las estúpidas lágrimas no se irían.
—Está bien —fue lo único que pude pensar en decir.
—Y estaré allí cuando encontremos a los otros.
—Está bien.
—Me voy a quedar. Te amo, y me puedes decir lo que quieras, siempre.
Voy a estar allí, y Melody se puede ir a la mierda.
—Te amo demasiado. Y voy a decirle que dijiste eso.
Él palideció, y quería tener ese efecto en los hombres un día... incluso
con mi marido.

3
“Deberías haber muerto cuando te maté.”
—John le Carré

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Florpincha

Melody
—¿Qué es lo que me estás escondiendo, Liam? —pregunté mientras
bailamos en medio del salón de baile.
Me acercó más a él. —Podría decir lo mismo de ti, amor.
—Cierto, pero estoy hablando de esos secretos con la familia, no con
extraños. —Busqué a la rubia con la que había estado hablando, pero
desapareció y nadie más pareció notarlo o importarle. No era alguien con
título o fama, pero tenía o sabía algo valioso para poder hablar con Liam en
privado.
—¿Estás celosa, amor? —Apretó mi culo—. Porque no deberías estarlo.
Te amo a ti, y solo a ti.
—Ese es el quinto te amo de la noche. ¿En realidad te voy a matar
cuando descubra que es, no? —dije tranquilamente. Sería así hasta que me
diera una razón para no estarlo. Realmente quería golpearlo hasta la mierda
hasta que me dijera.
Suspiró.
—Tú, amor, puedes matarme cuando te lo diga.

—Liam…
Me besó con tanta fuerza y apasionadamente que casi me levantó del
suelo.
—Después de la gala —susurró mientras sus ojos me suplicaron que lo
dejara—, ¿bien? ¿Después de la gala?
No me gustó eso. En absoluto me gustó. Lo que sea que estaba
escondiendo, lo que lo hacía actuar de esa manera, como si yo fuera una
bomba de tiempo esperando para estallar, probablemente me haría hacer
eso.
—¿Alguna vez deseaste poder ser como ellos? —preguntó, asintiendo
hacia los políticos internos que nos ayudaban con la campaña de los
Colemen. Todos tenían la misma edad, sino más, que nosotros.
—¿Quieres decir que si deseo que mi vida estuviera nada más que llena
de exámenes y escuela, obteniendo un título que no usaré para un trabajo
que odio y préstamos estudiantiles que no puedo pagar? ¿Una vida de
borrachera y sexo horrible que es bueno debido a la borrachera? —Los
miré—. No, no quiero ser como ellos. Sería una mierda ser como ellos. Por
eso están aquí, esperando si están lo suficientemente cerca y dicen las cosas
correctas, así tienen la oportunidad de escapar de sus vidas de mierda.
—No te detengas amor, no está en tu naturaleza. —Se rio, girándome
antes de traerme de vuelta a él—. ¿Nunca has deseado que tu vida fuera
sencilla?
—Es como es. Consigo lo que quiero y si te interpones en mi camino,
te eliminaré de la faz de la tierra, y después iré detrás de todos los que
compartan tu ADN. Simple. —Sonreí.
También sonrió.
—Ahora solo estas tratando de excitarme.
—Siempre estás esperando para ser excitado. —Probando mi punto,
empujé mis senos contra él y pude sentirlo endurecerse contra mi estómago.

—¿Tienes un arma más pequeña? —le pregunté, tratando de sentirla.


Gimió cuando lo agarré a través de los pantalones, apretando
fuertemente antes de tirar. Me estaba divirtiendo mucho jugando con él esta
noche. Sus ojos verdes me fulminaron con la mirada mientras se volvió hacia
Sedric y Evelyn interrumpiendo su baile.
—Evelyn, ¿te importa si interrumpo? Liam quiere bailar contigo.
Evelyn me miró cuidadosamente como si pudiera leer mi maldita
mente. La mujer tenía su propio conjunto de super poderes, lo juré.
Negando hacia mí, besó a Sedric antes de volverse hacia Liam quien
me miró maliciosamente.
—Ten cuidado, Sedric tiene dos pies izquierdos. Me tomó años trabajar
con ello. —Guiñó un ojo antes de agarrar las manos de su hijo.
—Ella exagera —bufó Sedric, ofreciéndome su mano.
—Estoy segura, simplemente no me pise los dedos de los pies. —Si lo
hiciera, metería el talón en su rodilla.
—Haré lo mejor que pueda, su alteza. —Se rio, mirando alrededor de
la habitación—. Debo decir que tu plan para este país me preocupa.
—¿Por qué, porque es posible? —pregunté.
Asintió.
—Exactamente. Yo me habría confirmado con un juez en el Tribunal
Supremo. Pero, de nuevo, ya no tengo ese poder.
—No, no lo tienes. —Siempre parecía olvidarlo—. Mi papá renunció al
poder porque estaba muriendo. ¿Por qué lo hiciste tú? Eres joven… lo
suficiente, y no pareces estar muriendo.
—Sabes la respuesta a eso. —suspiró, mirando a Evelyn—. Se suponía
que esto nunca fuera mi vida. Vi lo que mi padre hizo para ganarse la vida
y lo disfrutó. Lo disfrutó como tú y Liam lo disfrutan. Lo vio y solo me dejo
trabajar más duro. Nunca entendí por qué mi hermano mayor iba a tomar el
relevo.

Lo sabía, pero lo dejé hablar de todos modos.


—Murió joven —susurró tristemente—. Todos morimos jóvenes. En
ese entonces él tenía alrededor de tu edad. Yo acababa de cumplir los
dieciochos años y conocí a Evelyn. Nos enamoramos. Cualquier momento
que pude encontrar, estaba con ella, lo que a su vez la llevó a quedar
embarazada de Neal. Mi plan era que tomáramos mi herencia y viviéramos
en alguna isla remota en alguna parte. Pero, cuando mi hermano murió, tuve
que dar un paso adelante. Odiaba la vida con pasión.
—Y ahora no lo puedes dejar ir.
Era bueno en lo que hacía. Las historias del joven Sedric eran cosas que
te hacían tener pesadillas.
—Es como una posesión —susurró—. Se arrastra hasta tu alma y se
arraiga. No tienes control sobre ello. Lo dejas crecer, porque ayuda. Es la
razón por la que dejas que la sangre fluya en el piso como vino fino y no
vacilas. Te ayuda a convertirte en el monstruo que necesitas ser. El único
efecto secundario es que siempre está ahí. Ninguna cantidad de agua bendita
puede lavarlo. Así que hay que dejarlo ir. Siempre seré quién me permitiré
ser, y la persona a la que he permitido gozar del caos.
Las verdaderas palabras nunca fueron habladas.
—A Evelyn le encanta oír hablar de eso.
—Lo entiende. Hay dos mitades de mí, siempre en desacuerdo entre
sí, pero ella siempre gana. —Se rio entre dientes hacia su dirección.
—El verdadero amor lo conquista todo —me burlé, puse los ojos en
blanco antes de mirar a Liam.
—Entonces, ¿por qué estás torturando a mi hijo? —preguntó mientras
bailamos mucho más lento que todos los demás.
—Porque me está escondiendo cosas. Cosas importantes de las cuales
no sabrás nada, ¿verdad, mi querido suegro? —Lo miré a los ojos y arqueó
una ceja.

—¿Veo que ahora mis pensamientos valen algo? —preguntó.


—Sí, ahora lo hacen. Así que, de nuevo, ¿lo sabes? —Odiaba cuando la
gente hacía que repitiera las cosas, ¿por qué malgastar las palabras?
—Nada, querida nuera —respondió, girándome un poco torpe, pero
me acomodé—. Lo que me molesta es ver a Liam hablando con la Interpol.
Me detuve.
—Repite la última parte.
Se congeló, dándose cuenta de que en realidad sabía algo que yo no.
—Sedric, ahora es el momento de usar más palabras, no menos. —
Clavé las uñas en su brazo.
—Anna, la mujer rubia con la cual habló, es familia o ex familia. La
segunda prima de Liam, sus padres planeaban traicionar a la familia, mi
padre los mató. A Anna se le dio dinero, pero no conexiones y entró…
—Me importa una mierda sobre quién es o cómo nació. Quiero saber
por qué mierda Liam está hablando con la Interpol. —Ahora estaba enojada,
me alejé de él, mientras giré hacia Liam y su madre.
Estaban hablando casualmente, pero después de esta noche, no
hablarían si no me decía lo que quería saber.
—Una vez más, Evelyn, lo siento mucho —interrumpí, mirando a los
ojos de Liam—. Pero parece que su hijo y yo necesitamos tener una pequeña
charla.
Evelyn puso los ojos en blanco.
—Por favor, no hagas una escena querida. No olvides a la prensa.
—Claro, hay habitaciones privadas aquí, ¿no? —Ni siquiera esperé a
que contestara. En lugar de eso, pasé por delante de Liam y hacia la gran
escalera. Pude sentirlo, su calidez, y el calor que rodó mientras me siguió.
Abrí una de las puertas, lo dejé entrar primero.

Me miró a los ojos antes de entrar. Lamentablemente, la vista de


Caroline cabalgando a Declan con la cabeza echada hacia atrás y la cara de
él enterrada en su pecho, besando sus pechos, nos saludó.
—¡Fuera! —grité, haciendo que ambos saltaran.
Caroline lo empujó y tiró de la sábana rápidamente, sus ojos castaños
anchos y sorprendidos.
Declan por el otro lado estaba lívido.
—¿Estás jodiendo conmigo? ¡Es la primera vez que tenemos intimidad
en meses!
—Esta soy yo jodiendo. Fuera, o te juro, Declan, te daré de comer tu
propio pene.
—Deberías irte. —Liam suspiró, buscando el minibar.
—Ahora.
—¡Voy! Por el amor a Cristo, Liam, ¿ya le dijiste? —gritó, agarrando
sus bóxer.
Liam gruñó en voz alta.
—¿Por qué tú y Neal no parecen poder cerrar sus jodidas bocas? ¿De
qué está hecha ella, Kriptonita? ¿En el momento que ella viene no pueden
sostener el agua? ¡Cuando te diga que cierres la puta boca, eso significa que
cierras hasta tu culo!
Le dijo a su primo… ¿antes que a mí?
—Declan, siéntate, tú también Caroline. Ambas podemos ser viudas al
final de la noche.
Declan se levantó, pero le apunté con una pistola y se sentó de nuevo.
—Es mejor que alguien comience a explicar antes que empiece a
disparar. —Esperé y ninguno habló—. ¿Están planeando eliminarme?
—¿Qué diablos, Melody, en serio? —dijo Liam.

—Bueno ya ves, las cosas no me suman, Liam. Estás hablando con la


gente; estás hablando con la policía. Dímelo a la cara, bastardo. ¿Me estás
tomando por una estúpida? ¿Me quieres eliminar, no?
Solo se vio atónito… y dolido.
—¿En verdad piensas que después de todo lo que hemos pasado te
traicionaría? Eres mi esposa.
—Piénsalo como un cumplido. Sé cuánto te gusta el poder, Liam.
Conmigo fuera del camino, podrías tomar…
—Encontramos a tu madre —me dijo bruscamente, mientras sus fosas
nasales se agitaban—. Tenía a Declan borrando y rescribiendo códigos
mientras buscabas, porque quería estar seguro que lo que encontré no era un
maldito agujero de conejo. Estaba tratando de protegerte porque estaba
preocupado de lo que te haría. Cómo te lastimaría. Todo lo que hago es para
ti, y ¿crees que me vendería? ¿Para qué? ¿Por poder, el cual ya tengo?
Volví a mirar a Declan, quien ahora estaba con Caroline detrás de él,
sin moverse, sin atreverse a hablar.
Lentamente, mi mano bajó mientras traté de pensar.
—Mi madre fue asesinada en un accidente de avión por Valero.
—Tu madre es Aviela DeRosa, y ella controlaba a Valero, o al menos
tu abuelo lo hizo como parte de la familia DeRosa. Ella es un pitbull para él,
una pistola contratada. Aquí. —Sacó una memoria—, está una lista de cada
persona a quien ha matado. Tu madre es una asesina a sangre fría. Tu abuelo,
es un jefe de la mafia, y sabían de ti, pero aun así tenían a Valero detrás de
nosotros. Lo más probable es que lo enviara tras los dos. Ahora que Valero
se ha ido, ¿quién sabe quién vendrá después? —espetó.
Mi mente estaba girando.
—Debiste habérmelo dicho —susurré, tratando de pensar, pero estaba
en blanco—. ¡Cruzaste la línea! ¡Cómo te atreves, Liam! ¿Quién demonios te
crees?

—¡TU ESPOSO! —gruñó—. ¿Quieres una disculpa? Pídesela a tu


madre, mejor aún, pídesela a tu maldito padre. Fueron los que te mintieron
por años, ¡yo no! Hice lo que tenía que hacer. Habrías comprometido todo
emocionalmente. No porque seas débil, sino porque eres humana. Todo lo
que eres, es producto de lo que te pasó. Eres quién eres porque tu madre fue
supuestamente asesinada. Pero no lo fue. Descubriendo eso…
—¡Crees que me conoces! ¿Qué, después de un año? Jódete, Liam
Callahan. Soy quien soy porque me hice de esta manera. ¡Tenía derecho a
saberlo! Pero en vez de eso, fuiste detrás de mi espalda como una perra de
dos rabos. —Todo mi cuerpo tembló, todo lo que pude ver era rojo.
—Fui detrás de tu espalda porque quería venir a ti con toda la
información, no la mitad. ¿Por qué? ¡Porque sabía que exagerarías!
—Esto es una reacción exagerada —siseé, apuntando mi arma hacia él.
—Mel…
Disparé.
¡A la mierda con él! Que se jodan todos ellos.

4
“¡Honestamente, no entiendo por qué la gente se ponen tan nerviosos acerca de un
pequeño asesinato!”
-Patricia Highsmith

Traducido por Jessibel & Mich Fraser


Corregido por Florpincha

Liam
—¡Perra! —grité, mientras agarraba mi muslo. Esta fue la segunda vez
que esta mujer, esta maldita condenada esposa mía, me había disparado. La
bala me rozó la cara interna del muslo, pero todavía duele como un hijo de
puta... maldita sea. Si no fuera por el maldito silenciador, todo el maldito
hotel habría oído. Me había dado cuenta de ambos, Declan y Coraline
haciendo su escape.
—Ahora tienes el conjunto que hace juego. —Ella lo fulminó con la
mirada, y sin pensarlo, la ataqué por sus piernas como un maldito jugador
de fútbol americano, tirándola al suelo y sujetando los brazos hacia abajo.
—¡Me estás sacando de quicio mujer maldita! —grité mientras me
arañó.
—¡Podría decir lo mismo de ti!
—Juro por Dios todopoderoso que, si no te calmas de una puta vez, te
daré una paliza. —Grandioso, ahora sonaba como un golpeador de mujeres. Sin
embargo, ella no era cualquier mujer, era Melody. Incluso el diablo me daba
lástima.

Ella me miró ferozmente, sus ojos castaños parecían puro negro. Ella
forcejeó, tratando de alejarme, pero a pesar de sus habilidades, seguía siendo
mucho más pequeña de lo que yo era.
Finalmente, pensé, cuando parecía que había renunciado, pero como
una maldita piraña, la perra mordió mi labio inferior con tanta fuerza que
podría probar la sangre. En ese momento, le solté las manos, y ella aprovechó
la oportunidad para darme un puñetazo en la garganta antes de patearme
lejos.
—Jura por cualquier Dios que quieras —dijo entre dientes, justo antes
de estirar las piernas para patearme.
Tomé una y la empujé contra la pared. Ella alcanzó la lámpara y la tiró
en mi cabeza. Reaccionando de forma rápida, me agaché solo para ver su pie
chocando contra mi mandíbula.
Limpié la sangre de mi barbilla, estaba terminado. Cuando ella trató
de patear de nuevo, le agarré del brazo y tiré de ella hacia mí antes de
embestir su cuerpo directo en el espejo. Se rompió en el impacto. Me gusta
la serpiente maldita, envolvió su cuerpo alrededor del mío, apretando con
fuerza, lo que hizo casi imposible sacarla de encima.
Girando a otra pared, de nuevo choqué su espalda contra ella y su
poder sobre mi cedió solo lo suficiente para empujarla de nuevo. Agarré su
cuello, sostuve mi arma en su cráneo.
La mirada en sus ojos me perseguía; ya no era oscura, sino llena de
dolor que estaba matando su ira, y fragmentando lejos la mía.
—Hazlo —exigió—. Aprieta el gatillo, Liam.
—Estás loca —le dije antes de besarla con fuerza. Ella tenía que estar
loca para pensar que quería matarla; que iba a considerar siquiera apretar el
gatillo... yo nunca la traicionaría. No quería nada más que hacer que se
calme, para hacerle saber que la quería. Ella solo era demasiado cabeza dura
y emocional... solo como sabía que sería.

Su vestido en este punto estaba casi desgarrado en ambos lados. Sin


embargo, lo tiré de la parte superior, rasgando para abrirlo como una
chaqueta. Rompí su sostén, lo tiré justo al lado del vestido. Se veía mejor en
el suelo de todos modos.
—Realmente tienes un problema con mi ropa —dijo ella, rompiendo el
beso mientras envolvía sus piernas alrededor de mí.
—Si. —No había ninguna razón para mentir—. Así que deja de vestirte
cuando estoy cerca.
Antes de que pudiera hablar, me empujó dentro de ella y su espalda
se arqueó contra la pared mientras tiraba de mi pelo.
—Ahh... —Su boca se abrió mientras su cuerpo se sacudió en estado
de choque y placer.
Por mucho que la quería, todavía estaba molesto porque ella me
disparó... otra vez. Todavía quería darle una paliza, pero estaré encantado
de penetrarla hasta dejarla sin sentido, a cambio.
—Liam...
—¿Recuerdas lo que me pediste hacer para ti? —Apreté los muslos,
empujé hacia adelante una y otra vez, tan duro, de hecho, que cualquier cosa
todavía colgando en la pared cayó al suelo. Sus uñas se clavaron en mis
hombros—. Que te joda hasta que tus piernas se debiliten me dijiste.
Una vez más, me azoté en ella, disfrutando de la fuerza de sus paredes
apretadas para mí.
—Vete a la mierda hasta que grites mi nombre... suplicaste. —Cuanto
más rápido iba, más fuerte eran sus gemidos.
—Liam... yo... Ohh… —Sus pechos se balanceaban sin control mientras
cerró los ojos.
—Si pudieras ver la cara que estás haciendo, bebé —susurré mientras
lamía el labio inferior y ella abrió la boca para mí. Pero no la besé, en cambio,
mordí el lóbulo de la oreja cuando me enterré entre sus muslos.

—Liam no puedo…
—¿Te quieres venir bebé? —Reduje la velocidad y casi lloriqueó. Mi
Melody lloriqueó. Era un espectáculo—. Porque tendría que bajarte después
de lo que me hiciste esta noche.
La besé. Reduje la velocidad, hasta que fue casi demasiado doloroso
de soportar, sacándola de la excitación que ella estaba alcanzando.
—No, Liam, estoy tan cerca… —gimió cuando mi pene se deslizó
lentamente dentro y fuera de ella. Estaba cada vez más húmeda, goteando
por sus muslos e incluso en mis manos.
Tiré de su pelo hacia atrás, obligándola a mirarme a los ojos.
—Tú no controlas esto. Yo lo hago. Y me hiciste enojar, esposa.
Ella, por supuesto, me dio una bofetada, y sonreí para mí mismo
mientras la sacaba por completo y me froté contra ella en sus húmedos y
resbaladizos pliegues. Ella negó con necesidad, estaba tan cerca.
—Dilo, Melody. Me estoy saliendo solo por verte retorcer.
Solo dilo maldición, Jesucristo esto me estaba matando.
—No puedo, porque te odio en este momento —dijo con los dientes
apretados, solo para molestarme.
Le di la vuelta y sin cuidado en el mundo, me agarré de su culo.
Cuando abrí sus nalgas separándolas, se preparó contra la pared y me
sonrió.
—No te atrevas a moverte —le ordené.
Agarré sus pechos, sus pezones duros en mis manos, me deslicé
dentro, presionando los dos contra la pared. —Todo esto es para mí. Es un
placer. —Gruñí mientras la tomaba duro y rudo, empujando más y más en
su culo.
Una de mis manos agarró la suya por encima de su cabeza
aferrándome a ella mientras besaba la parte posterior de su cuello.

—¡Melody! —Me derramé en su interior.


Cuando la solté, sus piernas cedieron, obligándola a apoyarse contra
la pared.
—¡Maldita sea, LIAM!
Se quedó allí sentada, desnuda, frustrada y cubierta de sudor, sangre
y mi semilla... nunca estuve más orgulloso.
Preparándome, tomé algunas respiraciones profundas antes de que me
fulminara con la mirada.
—Tengo una herida de bala que tengo que atender, junto con un primo
que necesito matar. Estás enojada, lo entiendo, pero toda tu ira no es para
mí. Si pudiera hacerlo todo de nuevo, todavía no te lo diría. Si ésta es tu
reacción hacia mí a causa de retener información, imagina lo que habrías
hecho antes. Tenemos mucho corriendo en nuestra imagen pública en este
momento como para convertirte en una perra homicida.
¡Estaba tan furioso con ella, maldita sea! El dolor en el muslo apenas
comenzaba a molestar, ahora que la adrenalina se estaba disipando de la
bruma de nuestra lucha y el sexo. Cuando estaba enojada, debería usar sus
palabras de mierda y no la pistola, al menos para mí. Aquí estábamos, diez
pasos atrás, cuando no teníamos tiempo para marchar hacia atrás.
—No vayas —dijo al abrir la puerta para salir.
—Tal vez se te olvidó, pero me disparaste y tengo una herida…
—Liam...
Me miró y pude ver que estaba por fin en calma... herida y calmada.
—Voy a necesitar puntos de sutura —murmuré, mientras me movía de
nuevo hacia donde estaba y se sentó en el suelo otra vez. El dolor estalló de
mi cuerpo e hice una mueca.
—Llamaré a Coraline para un botiquín y ropa —susurró mientras se
quitaba los pantalones y utiliza la parte desgarrada de su vestido para
envolver la herida.

Ella no levantó la vista hacia mí y no la empujé. Cerré los ojos.


—La primera vez que te besé, recibí un disparo en el muslo. La primera
vez que tuvimos sexo, recibí un disparo en el brazo. Parece que te gusto
ensangrentado, señora Callahan.
—Me gustas —afirmó, y abrí los ojos para encontrarla de rodillas entre
mis piernas, todavía desnuda, con el pelo revuelto, los ojos salvajes, y estaba
cubierta de cortes y raspaduras de nuestra lucha. Ella era una belleza salvaje
en este momento—. Todavía creo que te equivocaste al esconder esto de mí.
—Y no lo hago. Así que estamos en un callejón sin salida a
continuación. Yo te creo y tengo un sistema especial para hacer frente a
nuestros problemas.
—Ya lo hemos jodido, Liam.
—Solo porque estoy sentado aquí no significa que no estoy molesto
contigo, esposa... créeme, hay mucho de nosotros que nos queda por
trabajar. —Le guiñé un ojo.
Con los dos desnudos en los brazos del otro, no había nada que no
podíamos superar.


















Melody
En el momento en que salí del baño del hotel, me encontré cara a cara
con una muy enojada Coraline en las ruinas de la habitación. Suspiré,
cerrándole la puerta a Liam para terminar.
—Te traje un cambio de ropa y hay un coche en la parte de atrás
esperando para llevarte a casa para evitar a la prensa. La gala está
terminando, pero algunas personas aún son persistentes. —Se refirió a la
bolsa que colgaba en lo que quedaba del marco del espejo.
No dije una palabra, simplemente pasé por encima de los pedazos de
vidrio.
—Una cosa más —dijo.
Cuando me di la vuelta, me dio una bofetada en toda la cara. Mi cabeza
cayó hacia atrás, y el lado de mi cara ardía como el infierno, pero no dije una
palabra mientras la miraba.
—Te has metido con mi marido el tiempo suficiente. Podrías haberlo
matado, pero estabas tan ciega...
Agarré su cuello, tiré de ella a mi cara.
—Dejaré pasar el golpe, porque estaba un poco temperamental.
Recuerda, Coraline, te hice. Te di las bolas que estás tan dispuesta a mostrar,
trata de sermonearme de nuevo, y te las voy a rasgar justo por debajo tuyo,
y luego iré después por Declan. ¿Está claro? —pregunté, apretando solo un
poco más antes de soltarla.
Así que, aluciné. No quería un sermón de Liam, y te aseguro que no
quería uno de Coraline. Tosió sosteniendo su cuello antes de seguir
hablando.
—Lo siento. Siento que tu madre es una...
—Me estás empujando, Coraline —dije mientras tiré la toalla.

—Que así sea entonces. Todavía voy a decir lo que pienso, con o sin
bolas. Somos familia; eres mi hermana, ¿de acuerdo? Estoy de tu lado,
Melody, lo prometo. Solo por favor, ubícate en el mío. —Con eso, me dejó
sola para terminar de vestirme.
Aquellos quienes se excitaban ocasionalmente deberían saber que el
bajón era horrible, especialmente si no estás preparado para ello. La vida
estaba muy bien para Liam y para mí; todo lo que queríamos estaba cayendo
lentamente en nuestro regazo, y luego esto.
Mi madre... estaba muerta. Murió cuando yo era joven... fue asesinada
cuando era pequeña... pero eso fue una mentira. Era como si mi cerebro, no
podía aceptar ese pensamiento.
Cuando era más joven, había llegado a un acuerdo con el hecho de que
era huérfana. El primer Día de la Madre después de su muerte, lloré hasta
que Orlando me sentó y me dijo que no llorara. No importa lo mal que
nuestra vida estaba, los Giovannis no lloraban. Era una niña, llorar era una
de las cosas que los niños hacían, pero después de ese momento, las lágrimas
se fueron. Encontré la parte más profunda de mi alma y enterré mi dolor allí.
La única vez que realmente recuerdo haber cedido a las lágrimas y el
dolor fue el año pasado, justo después de perder a nuestro hijo. Esa fue la
primera vez en años que realmente había sentido el dolor de esa manera.
Cuando Liam estuvo herido, por lo que ahora sé era su propio plan, sentí
miedo. Es por eso que necesitaba mi venganza y maté a Saige. Todavía me
daba satisfacción pensar en ella y los veinte kilómetros que manejé antes de
que sus gritos se detuvieran.
Esa noche, hice a Liam gritar de una manera diferente. No era una gran
fan de la sumisión, pero atarlo mientras lo torturé sexualmente durante
horas fue muy divertido. Al final, prácticamente suplicó ser liberado.
Cuando él estaba, la habitación era muy parecida a la habitación del hotel
como se veía ahora... como dos animales salvajes que habían sido soltados.
En un año, había sentido miedo y dolor. Ahora, parecía que pasé del
dolor a la rabia. Todas las razones por las que estaba cansada para llegar a

explicar la existencia de Aviela DeRosa no retuvo las aguas. Nada podría


explicar cómo podía estar viva... cómo podía haber sido dejada. Cómo podía
ser nada de lo que pensé que sería. Los zapatos blancos eran una mentira...
los guantes blancos eran una mentira. Ella no tiene las manos limpias; se
sumergieron en tanta sangre como las mía. Literalmente me había dejado en
el medio del océano cuando era una niña, aferrándome a la vida. Las
posibilidades de que cualquier persona viviera a través de eso eran casi
nulas, y sin embargo ella tomó esa oportunidad y yo era su hija.
De rodillas, alcancé la memoria portátil que a Liam se le debió haber
caído durante nuestra lucha; sabía que, si abría su contenido, habrían más
preguntas que respuestas. La más grande era, ¿por qué mi propia madre me
odia tanto que tenía a gente tratando de matarme y matar a mi familia? Si la
viera hoy, ¿sería capaz de matarla a ella también? Desde el mismo día en que
naces, dicen que la familia lo es todo. Aún si tiene que hacerles daño, de vez
en cuando, la familia todavía era lo primero. ¿Sería capaz de matarla? Eso
esperaba. Tenía la esperanza de ser capaz de mostrar por qué no dejamos a
nadie vivo.
Cuando me di la vuelta, me encontré con Liam apoyado en la puerta
del baño, parecía el mismo Satanás, con el pelo marrón oscuro goteando
mojado y despeinado, y sus ojos verdes enfocados solo en mí.
—Coraline está todavía siguiendo tus pasos, parece. —Se secó el
pelo—. ¿Qué pasó allí siendo solo una Melody sanguinaria?
Aspiré.
—Coraline aún tiene mucho camino por recorrer. De cualquier
manera, ella es de la familia ¿verdad?
Me miró y una suave sonrisa creció en su rostro mientras envolvía sus
brazos alrededor de mí.
—Vamos a casa. Tengo algo para ti.
Conocía esa mirada.

—Liam, una vez que volvamos, tenemos trabajo que hacer. Nada de
sexo de ningún tipo —declaré. Pero él no parecía estar escuchando.





Liam
Bebí de ella, con mi lengua lamiendo todo lo que me daba mientras se
liberó en mi cara. Rebotó y se balanceó contra mi lengua, apoyándose contra
la cama; mientras me preparé entre sus muslos.
—¡LIAM! —gritó mientras se vino por toda mi cara.
Me deleitaba con sus jugos, disfrutando cada gota. Derrotada, se alejó
de mí y se detuvo a mi lado. Vi su pecho levantarse y caer mientras trató de
recuperar el aliento. Mientras yo lamía mis dedos de ella, se giró para
mirarme.
—¿Sin hacer el amor de ninguna manera? —me mofé, sentándome
contra la cabecera—. Supongo que eso salió por la ventana en el momento
que te sentaste en mi cara. Por cierto, tienes un sabor divino.
—Jódete —dijo, mientras tiró de las sábanas a su alrededor y buscó su
computadora al lado de la cama.
—En realidad ya lo hice tres veces, y muy bien puedo añadir. —Me reí
cuando me miró.
Ninguno de los dos había hablado en el coche. Ni siquiera nos
miramos, pero todavía hubo tensión sexual entre nosotros, porque siempre
había tensión sexual entre nosotros. En el momento que llegamos a la casa,
ambos estábamos excitados y molestos. El sexo pareció ser la única cosa en
la que podíamos estar de acuerdo.
Sabía que ella me estaba utilizando como una distracción. No quería
concentrarse en la mierda que tenía al frente. Ninguno de los dos lo quería,
en realidad, así que en vez de eso nos llenamos de brandy, vino y sexo.
Todo el sexo la había calmado y ahora estaba lista… o al menos
esperaba que estuviera lista. Dos balas de ella eran suficientes para toda la
vida.

Se sentó a mi lado y puso la memoria mientras me incliné hacia atrás


para ver la lista. Cientos de nombres, algunos que ya conocía, otros de
tiempo antes de mí, y otros que nunca supe que habían existido. Cada
persona tenía un nombre, una foto, fecha de nacimiento, y el día en que
fueron asesinados, al menos de hace veinticinco años… Aviela DeRosa había
estado matando por un largo tiempo.
—Orlando —susurró Mel suavemente, mientras miró el nombre y la
foto. No decía Orlando, sino Manos de Hierro.
—Ella no lo mató —dije siendo obvio.
Intenté agarrar la computadora, pero me dio unas palmadas y lo hizo
ella misma.
—Manos de Hierro. Arsénico —leyó antes de congelarse. Dentro del
archivo había una foto de lo que pasó a ser otra lista con fechas y dosis.
—Lo envenenó —susurró Mel—. Por seis años seguidos. Lo envenenó
lentamente. Orlando nunca lo supo porque siempre pensó sobre el cáncer.
Hizo todo para evitarlo, pero cuando llegó, solo pensó que no había lucha
contra él. Que era demasiado fuerte en nuestra línea familiar. Ella le provocó
el cáncer. Lo envenenó y solo esperó.
Cuando agarré el ratón de ella, no luchó contra mí; estaba
conmocionada.
—¿Cuál es el nombre de tu abuelo por el lado de tu padre? —pregunté
tratando de ordenar.
—Ignazio Giovanni II —dijo, todavía aturdida.
Cuando presioné la tecla de entrar, allí estaba. Murió a los setenta y un
años después de ser diagnosticado con cáncer de colon en etapa cuatro;
murió en cuatro meses, su dosis de arsénico fue diez veces mayor que la de
Orlando. Lo querían muerto rápidamente, pero sin levantar sospechas.
—Orlando tenía un hermano mayor, Francesco Ángelo Giovanni.
Murió a los veintiséis años. —Buscó y él salió también. Murió un año antes

que su padre. Pasó dos meses asesinándolo. Parecía que la única persona
que torturó durante tanto tiempo fue a Orlando.
Uno por uno Melody escribió los nombres de los que supuse que eran
su familia, y uno a uno aparecieron.
—Ha estado matando a tu familia por años —susurré. ¿Pero por qué?
—Y ahora ella viene por el último Giovani. —Mel se tensó.
—Eres una Callahan, no una Giovanni —dije—. Y ella no se acercará a
ti, ni a nadie en esta familia, a menos que esté en una bolsa para cadáveres.
Me miró de nuevo, sus ojos aún ardían con fuego.
—Todo lo que sé es una mentira. Ella es la única que sabe la verdad.
Cuando le pongamos las manos encima, podemos romperla, pero no la
mataremos hasta que sepa la verdad —dijo antes de mirar hacia la pantalla.
Pero mientras pasaba por la lista, buscando a cualquiera de mi familia
y no encontrándola, me pregunté si una mujer como Aviela, que había
matado al padre de su hija, y había dejado a esa misma niña, podría ser
quebrantada.
¿Cómo podías romper algo que obviamente nunca estuvo entero para
empezar?

5
"Todos los motivos para el asesinato están cubiertos por una A y tres L: Amor,
Lujuria, Lucro y Locura."
-P.D. James

Traducido por Myr62 & Mich Fraser


Corregido por Florpincha

Melody
—Bendíceme, Padre, porque he pecado. Han pasado siete días desde
mi última confesión, en ese tiempo he...
—Tú has mentido —me interrumpió el padre Antonio.
—Sí, padre y yo...
—Has matado, robado, y mucho peor —me cortó de nuevo. Solo un
hombre de Dios podía hacer eso y todavía tener su lengua.
—Está saliéndose del guion, padre —susurré, apoyada en mi asiento.
No podía verme, ni yo, pero me sentía más cómoda. No porque me sintiera
avergonzada, más porque me gustaba la oscuridad aquí; era el único lugar
en el que no tenía miedo. Me gustaba la paz que tenía dentro de la iglesia.
—Sí, bueno, no puedo ofrecerte perdón. —suspiró—. Has venido aquí
una vez por semana durante el último año pidiendo lo mismo. Sin embargo,
ni yo, ni Dios, podemos perdonarte por algo por lo que realmente no deseas
perdón. No funciona de esa manera.
—¿Puedo continuar, Padre? —le pregunté.
—Muy bien —dijo.

—Ya que he confesado mis pecados pasados, confesaré mis futuros. —


Sentí la rabia y el odio arrastrarse dentro de mí mientras pensaba en ello—.
Mataré a mi madre. Lo juro.
Estaba en silencio. Ambos estuvimos callados por lo que pareció una
eternidad.
—Honra a tu padre y a tu madre, Melody. De todos los pecados que se
rompen entre los hombres, uno de los que hablas es...
—¿Honra a tu padre y a tu madre? —Fue mi turno de cortarlo—.
¿Dónde está el honor de tu hijo? ¿Por qué no está escrito en piedra en algún
lugar para que podamos tenerlo por encima de nuestras cabezas? ¡Algunos
padres y madres no deben ser honrados! A algunos no se les debe dar el
título.
—¿Qué te hicieron, hija mía? —susurró, pero no le respondí. En
cambio, miré fijamente el vitral.
Me hizo pensar en mi infancia.
—Cuando yo era una niña, la iglesia era el único lugar en el que me
sentía en paz. Me recostaba en los bancos y miraba las pinturas del techo. A
veces hablaba con Dios, a veces soñaba, pero muchas veces pensaba en mi
mamá. Deseando que ella viniera a buscarme, preocupada porque no podía
encontrarme en la casa. Incluso oré por ello y Dios nunca respondió. Sabía
que no era así. Pero, estaba enojada. En mi mente, él era Papá Noel, y lo único
que quería, él no me lo daría. —Suspiré ante mi propia estupidez—. Aquí
estoy, años más tarde, y mi madre está viva y bien.
—¿No es algo para estar agradecida? —preguntó, un poco confundido.
Miré a la pantalla bloqueando nuestras caras.
—No cuando ella es peor de lo que soy... mucho peor, y tristemente,
no estoy siendo sarcástica.
—Ya veo. —Podía sentir su preocupación, aunque no podía verlo—.
¿Hay un pecado que puedas pedirle al padre que perdone, uno en el que te
arrepientes?

Lo pensé por un momento.


—Le disparé a mi marido —le dije.
—¿Todavía está vivo? —preguntó con diversión.
—Sí por ahora. Todavía está vivo. Le disparé de ira, y lo siento. Abuso
de él a menudo, en realidad.
—No pareces arrepentida —añadió.
—Lo estoy. —Eso no fue una mentira—. Yo lo... lo amo. Pero, no soy
buena cuidando de nadie más que de mí misma y mis propias necesidades.
Cada día que pasa me doy cuenta de que más sexo no lo distraerá.
—¿Distraerlo de qué?
Yo sabía que me engañaba a mí misma, pero no quería pensar en ello.
—Distraerlo de hacerlo más cercano a ti —contestó su propia
pregunta—. Tú lo amas, pero vives una vida de pérdida constante. No
quieres hacerle daño. No quieres amarlo. Prefieres alejarlo porque quieres
tener el control sobre cómo lo pierdes... sí es que lo pierdes.
No quise decir nada. No quería admitirlo. Pero tenía razón. Era una de
las razones por las que volvía cada semana. Él era el único fuera de la familia
que no me juzgaba y nunca podía hablar de nuestras conversaciones, incluso
con un arma en la cabeza.
—Sí, Padre —susurré finalmente.
—Ora a nuestra madre por su guía y corazón amoroso. Pide a nuestro
padre la fuerza para perdonar. Ve y haz estas cosas, porque eres perdonada,
hija mía. Da gracias al Señor, porque él es bueno.
—Su misericordia dura para siempre, Amén. —Me bendije antes de
dejar mi confesionario en la parte posterior de la iglesia.
Suspiré mentalmente ante la vista de Coraline y Olivia, ambas
sentadas al frente en los bancos. Cuidar de la familia era tratar todas sus
cuestiones, sus problemas, esperanzas y temores. Quería volver al

confesionario y descansar. Pero era mi trabajo, el mío y el de Liam, cuidar de


la familia, mantener las cosas en pie, mantenerse seguros.
A pesar de la matanza que habíamos hecho, realmente no era nuestro
papel. No fuimos asesinos contratados. Éramos gente de negocios que a
veces tenía que darles a unas cuantas cabezas para asegurarse de que las
cosas se hicieran.
Ésa era la primera parte.
La segunda parte era asegurarse de que la familia estuviera feliz y
segura. Eso significaba escuchar y manejar los problemas en sus vidas. Sí,
hubo momentos en los que tuvimos que darles algún sentido, pero esa era la
vida.
Mis tacones rojos resonaron por toda la iglesia mientras caminaba justo
delante de ellas y hacia el altar para encender una vela antes de arrodillarme
para orar. Yo creía en Dios, pero hablar con él era difícil. Yo iniciaba las
conversaciones. Escuchaba y reaccionaba. Liam era el hablador.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado arrodillada allí antes
de escuchar a Coraline o al teléfono celular de Olivia vibrar, por lo que tenía
que ser la novena vez. Me levanté, me volví hacia ellas; quería tirar una
maldita vela en una de sus caras.
No mates en la casa del señor. No mates en la casa del señor.
—Lo siento, es Evelyn —susurró Coraline—. Llegamos tarde para el
desayuno tardío de caridad.
—Somos Callahans, nunca llegamos tarde. Todos los demás son
tempraneros e impacientes —dije mientras tomaba el teléfono de ella y lo
apagaba antes de arrodillarme en el altar. Pero tan pronto como mis rodillas
tocaron la almohada, el teléfono de Olivia sonó. Me volví hacia ella de nuevo,
y el miedo que cruzaba su rostro significaba que vio el infierno que iba a
desencadenar en ella si no apagaba su teléfono inmediatamente. Ella solo
hizo que mi teléfono privado explotara.
Miré hacia la cruz y suspiré. —¿Ves lo que tengo que soportar?

Liam
—¿Cuándo fuiste tan bueno en el combate cuerpo a cuerpo? —Declan
rió mientras esquivaba el puño de Neal.
—Haré todo lo posible para no tomar eso como un insulto —gruñí,
bloqueando mi cara antes de saltar hacia atrás y aterrizar al lado de la cara
de Neal.
Él y yo bailamos alrededor del ring, mirándonos como leones
hambrientos.
Durante el último año, esto había sido cosa mía y de Neal. Después de
años de no hablarnos, excepto cuando era necesario, estábamos trabajando
nuevamente la condición de hermano. No estaba seguro de cuánto tiempo
iba a tardar, pero todos los sábados, mientras mi hermosa esposa estaba en
confesión y caridad, nosotros peleábamos. Cuando Neal estaba en su modo
de pelea, no hablaba, solo hizo ataques calculados. Era casi como un robot.
Pero en los momentos que nos separaban de nuestros intentos de matarnos,
hubo una mirada o una sonrisa que pasaba entre nosotros. Esa sonrisa dijo
mucho más que cualquier palabra. Estábamos en un lugar mucho mejor del
que estábamos hace un año.
—¿No es obvio? —pregunté, me agaché un poco mientras el puño de
Neal se acercaba a mi mandíbula—. Mi esposa intenta asesinarme cada dos
semanas. Algunas de aquellas veces, de hecho han conducido a un
combate… entre otras cosas.
—Un día tu pene se va a caer. No estoy seguro de si te castrará primero;
durante el sexo o la lucha antes del sexo. —Declan rió.
—El sexo —dijo mi padre desde la línea lateral—. ¿Sabes que las
paredes son lo suficientemente delgadas como para que cada sonido se
escuche, ¿verdad? Todos podemos oírte.

—Lo sé, no me importa un carajo. —Traté de golpear a Neal una vez


más, pero él lo bloqueó—. Es mi maldita casa, si queremos hacer el amor en
el centro de la mesa de comedor en la cena, lo haremos.
—Por favor, no lo hagas —dijo.
—¿Ella pone una bala en tu muslo y haces el amor? Aún no entiendo
tu relación. Después de un año, aún no se ha calentado por ti —dijo Declan
cuando Neal me dio una patada en el costado.
Por supuesto que él pensaría eso. Mi Mel no mostró mucha emoción
aparte de la ira o la falsa bondad en público. Sin embargo, era diferente
cuando estábamos solos. Habíamos ido de compañeros asesinos a marido y
mujer. Ella me dejó abrazarla, lo que a menudo llevó a más sexo. Pero incluso
después de eso, nos dormimos en los brazos del otro. Ella no decía Te amo
con tanta frecuencia como yo, pero cuando lo hizo, me hizo querer quedarme
en la cama con ella para siempre. El amor no era su cosa. Luchaba con ello.
¿Cómo podrían esperar que alguien que nunca recibió amor lo expresara a
otros? No iba a empujarla más de lo que ya tenía.
—¿Cómo puedes entender mi relación cuando estás empezando a
entender la tuya? —gruñí mientras Neal se abalanzaba sobre mí. El maldito
gigante.
—Idiota —gritó—. Estamos en terapia.
—Algo con lo que todavía no estoy de acuerdo —soltó Sedric—. No
entiendo por qué permitiste tal cosa, Liam. Los asuntos dentro de la familia
deben ser manejados por la familia o un sacerdote, si tú insistes.
—Ha estado ayudando. Finalmente estamos hablando y no gritando.
Había tanto que no veía o simplemente pasaba por alto. He aprendido que
amar a alguien no es suficiente —dijo Declan, y pude ver a Neal sonreír por
una fracción de segundo antes de que yo lo golpeara en su cara.
—Lo permití. Tu esposa destruyó un millón de dólares de equipo, con
un bate de béisbol... mi bate de béisbol. Casi prefería cuando daba todo

nuestro dinero a organizaciones benéficas —respondí justo antes de que


Neal me derribara.
—Ella da a causa de sus padres, es la única manera en que se siente
necesaria. Le gusta estar allí para los demás porque entonces al menos la ven.
Si te dije que sus padres la trataron... —Sonaba peor que yo, y era yo el que
estaba recibiendo mi rostro golpeado.
—¿No podrías haber hablado conmigo y con tu tía? Hubiéramos
ayudado.
—Ambos nos habríamos sentido como si nos estuvieras juzgando.
Sabemos que no lo harías, pero queríamos hablar con alguien en el mismo
campo de juego que nosotros...
—¡Somos Callahans, nadie está en el mismo campo de juego que
nosotros! —grité, volteando y devolviendo el favor a Neal.
—Bien, alguien debajo de nosotros entonces. —Él puso los ojos en
blanco—. De cualquier manera, está funcionando. ¡Incluso íbamos a tener
relaciones sexuales por primera vez en meses, antes de que tu esposa entrara
como el maldito Exterminador!
—¡Por favor, archiva tu queja con la oficina de “Me Importa Una
Mierda” y voy a asegurarme de no regresártelo!
No era mi culpa que sus necesidades sexuales vinieran en el momento
equivocado.
—Bueno, su alteza, me preguntaba si podíamos manejar a sus padres
como represalia —dijo, forzándome a mirarlo. Efectivamente, estaba tan serio
como siempre.
Neal aprovechó la oportunidad para golpearme en la mandíbula y
estrangularme. Traté de luchar contra mi salida, pero él tenía la ventaja.
Lamentablemente, iba a perder esta ronda.
Gracias, Declan homicida.
Di un toque hacia fuera y Neal me soltó.

Me senté, tomé algunas respiraciones profundas antes de levantarme


y caminar hacia el borde del ring.
—No estamos matando a sus padres —dije antes de arrojar un chorro
de agua en mi boca y luego verter algo sobre mi cabeza.
Declan me fulminó con la mirada.
—Dije manejar, no matar. Además, ellos jodieron con ella...
—Ellos jodieron, tiempo pasado. Las heridas que tiene Coraline se
curan. ¿Le has preguntado si ella los quería muertos? —Miré hacia atrás y él
negó—. Y por eso estás en terapia. Deja de actuar por tu esposa y actúa con
ella, idiota. Coraline no es el mismo ratón de esposa que antes. Puedes
agradecer a mi esposa por eso, por lo bueno y lo malo que causó. Sin
embargo, si Coraline quiere algo, te lo preguntará.
—Ella querría manejarlos. —Sus ojos se oscurecieron.
—Son sus padres. —Neal habló finalmente —. Independientemente de
lo que hayan hecho, siguen siendo sus padres. Sí, recuerda lo malo, pero
siempre recordará lo bueno también, por muy breve que fuera. No es tan
fácil matar a la familia como todo el mundo lo hace parecer.
—Este momento de sabiduría fue traído a usted por… —Me cortaron
cuando una botella de agua vino volando a mi cabeza. La tomé y me eché a
reír.
—Tiene razón —respondió nuestro padre—. No podemos seguir
matando a todos... especialmente a nuestros suegros.
Es cierto que nos quedábamos sin lugares para ocultar los cuerpos. Me reí del
pensamiento.
—Hablando de matar, Fedel me ha informado que encontraron a otro
de los hombres que violaron a Olivia —dije sin rodeos, y los sentí ponerse
rígidos. Neal, sin embargo, parecía de piedra. Yo no iba a endulzarlo porque
Mel y Olivia no lo hacían.

Mel me había informado de los hallazgos durante nuestra ducha


juntos, lo que efectivamente mató mi dureza. Cuando bajamos las escaleras,
mi madre lloraba; Declan ya estaba en el teléfono, y mi padre y Neal estaban
listos para ir a la guerra. Era la primera vez que mi madre me exigía que
matara a alguien inmediatamente. Cuando Olivia le dijo que lo iba a hacer
ella misma, se quedó paralizada. La miré a los ojos y asentí.
A la mañana siguiente, el desayuno era un asunto silencioso, y sabía
que todo el mundo estaba perdido en sus pensamientos. Bueno, no todo el
mundo. Era un poco retorcido, tal vez un poco enfermo de mí, pero mi
esposa me había puesto caliente y no pude evitar llegar bajo la mesa para
tocarla. Ninguno de ellos lo notó, pero la mirada de mi esposa aguantando
un gemido era jodidamente sexi.
—Entonces, ¿cómo vas a hacer esto? —preguntó Declan, sacándome
de mis dulces pensamientos.
—Ya ha asesinado a uno —respondí, tomando una toalla mientras nos
dirigíamos a la sala de sauna. Dejé caer mis pantalones justo allí antes de
entrar sin cuidado.
—Por lo que yo entiendo, Mel se lo sacó de encima —expresó Declan
al vapor, estirándose un poco. Sedric echó el agua sobre las piedras antes de
inclinarse hacia atrás—. Ahora que lo ha hecho, dudo que la segunda vez sea
tan dura como la primera. Digo que debería cortar las pelotas del hijo de
puta y hacer que se las coma.
Ese fue un pensamiento repugnante, pero encajaba con el crimen.
—Lo que sea que elija, depende de ella. —Neal trató de terminar la
conversación.
Odiaba pensar en ello y no lo culpaba. Ahora miraba a Olivia de otra
manera; su pasado explicaba muchas de sus acciones durante los últimos
años, y me pregunté cómo se sentía Neal. Nunca sabría o querría saber.
Dudaba que pudiera sucederle a una mujer como Mel, pero no quise alguna
vez tentar el destino con tal cosa.

—Vamos después de Aviela DeRosa —les dije, cambiando el ardor de


Neal.
—Neal, creo que le pegaste demasiado —dijo mi padre, haciéndolos
reír—. Mató al padre, tío y abuelo de tu mujer. Por no decir que ella dejó a
tu esposa al borde de la muerte cuando era niña.
—¿De veras, padre? No lo sabía. —Por supuesto que lo sabía. Le dije—:
Hay demasiadas piezas en el rompecabezas. Por ejemplo, ¿por qué
demonios iba a tener un hijo con un hombre al que odiaba y planeaba matar?
—¿O por qué escogió ese método para matarlos? Ella envenenó a
Orlando durante seis malditos años, eso requiere dedicación y paciencia —
dijo Neal.
La paciencia no era uno de nuestros puntos fuertes. Bueno, tal vez con
excepción de Declan.
—¿Tal vez le guste? Tal vez así es como disfruta —se preguntó Declan,
pero mi padre sacudió la cabeza.
Cerró los ojos y respiró hondo.
—No coincide con el perfil de un asesino contratado. Su trabajo es
matar y no dejar rastros y seguir adelante. El camino de Aviela lo hace, pero
significa invertir más tiempo de lo que ella desearía.
—Como dije, demasiadas piezas perdidas. Monte lo estudiará. Mel y
yo tenemos mucho que hacer para estar envueltos en los misterios del
pasado de su familia ahora mismo —le dije—. Todavía estamos tratando de
arreglar todo el daño que Valero hizo el año pasado. La mayor parte de
nuestra población de heroína en México fue destruida. Sin embargo, ahora
estamos haciendo el contrabando desde Afganistán... su mierda es mejor de
todos modos. —suspiré, frotándome el hombro.
—Es mejor, pero nos cuesta más —agregó Declan—. Si elevamos los
precios, perderemos a nuestros drogones de gama baja. Lamentablemente,
no hay suficientes estrellas del rock para vivir de ellos.
Tenía razón.

—Las cosas eran mucho más fáciles en tu día, ¿verdad, Pa? ¿Todo el
amor libre y la mierda? ¿Podías esconder la heroína en tus pantalones
acampanados? ¿O todos seguían usando los tirantes de Larry King? —Neal
resopló y mi padre lo miró.
—Sí, Neal, cuando los dinosaurios corrían a través de la tierra, la
mierda era más fácil —le espetó, haciendo que Declan y yo nos riéramos.
—No nos va a costar tanto —contesté, derramando más agua sobre las
piedras.
—¿Quieres compartir? —preguntó mi padre. El idiota entrometido.
Todos esperaron y puse los ojos en blanco.
—Hemos donado a algunos cementerios.
—¿Así lo vas a arreglar? —presionó Declan.
—Los soldados mueren. ¿Qué mejor manera de traer nuestro producto
al país con la ayuda del tío Sam? —Todos se quedaron mirando, mientras
las posibilidades se hundían.
—Eso es jodidamente brillante —dijo Neal—. Se hará aún más fácil
cuando Colemen se convierta en presidente. —Sonrió.
—¿Idea de Mel? —Mi padre me miró.
Yo lo fulminé con la mirada. Mi mocoso interior quería decir que era
trabajo en equipo, pero realmente fue idea de Mel.
—También estaremos contrabandeando semillas de marihuana. Las
cuales van a crecer en Colorado —añadí, cambiando de tema.
Neal parecía confundido.
—¿Por qué Colorado?
Suspiré, sintiendo la necesidad de lanzar una piedra caliente en su
cara.
—¿Nunca ves las noticias? —exclamó Declan.

—No, es demasiado deprimente —dijo—. Comienzan la noche con un


buenas noches, y luego continúan para contarte todas las razones por las que
es una noche de mierda en todo el país.
Mi padre suspiró como lo hacía cuando éramos niños, cuando
hacíamos o decíamos algo que no podía entender.
—Ellos legalizaron la marihuana, idiota —dijo, y no pude evitar reír.
Era solo una mañana de sábado regular con la familia.
—Me pregunto si las conversaciones de las chicas son así. —Declan rio.
—No lo son y probablemente mi pobre esposa esté matando. —Podía
verla ahora, pensando en arrancarle los ojos con un tenedor—. Un
movimiento equivocado, tal vez quieras ver las noticias de esta noche, Neal.





Melody
—Mátame… —dije en voz alta mientras nos traían otra pintura para
ofertar. El dinero que recaudaran iría hacia la construcción de alguna
estúpida escuela primaria.
—Vamos, señoras y señores, saquen esas chequeras, llamen a sus
maridos si es necesario. ¡Esta escuela es demasiado importante para no
hacerlo! —gritó la joven mujer.
En mis dedos había un pequeño tenedor. Sabía que podía lanzarlo con
la suficiente fuerza para atinarle. Pero, Evelyn puso una mano en mi muñeca,
otra vez, y me quitó el tenedor.
Suspiré y me recosté en mi asiento, viendo a las mujeres pagar entre
cinco y novecientos dólares por cualquier obra de arte.
—Muchas gracias a todos, lo estamos haciendo bien, ¡tan solo nos
quedan diecinueve cuadros más! Vamos, señoras, sé que los quieren —gritó
la estúpida mujer.
¿Diecinueve más? ¿Diecinueve jodidas pinturas más? No puedo hacerlo. No
puedo. Arrancaré mis propios ojos con una cuchara si tengo que sentarme por una
pintura más.
Me puse de pie, haciendo que todos se volvieran y me miraran, y puse
mi sonrisa de esposa.
—¿Los cubrirá 250,000 dólares?
Hubo jadeos, seguido de una ronda de aplausos mientras la mujer me
miró atónita.
—Señora Callahan, en verdad usted es un regalo de Dios. ¡Muchas
gracias! —dijo, comenzando con los aplausos de nuevo. Sonreí y saludé
como una muñeca rota antes de tomar asiento de nuevo.

—Ahora tendremos que sentarnos sobre muestras de arte cada maldito


mes —suspiró Olivia.
Entonces compraría pinturas cada maldito mes.
—Esto concluye la tarde. ¡Todas sus obras serán enviadas en la noche!
—indicó la mujer. Escribí un cheque, lo entregué a uno de los artistas para
que me lo arrancara como un animal salvaje.
Todos salimos corriendo de allí, y no fue hasta que estuvimos en el
coche que Coraline se echó a reír.
—Gracias a Dios. Llegamos tarde y todavía sentí como si hubiéramos
estado allí por siempre.
—Ahora todas ustedes saben cómo me siento. ¿Cómo se atreven a
dejarme sola con esa gente? —se burló Evelyn, sacando su teléfono.
—Lo siento, pero Dios viene primero, ¿qué puedo decir? —añadí,
finalmente siendo capaz de relajarme en mi asiento.
—No puedo creer que compraras todas esas pinturas. ¿En dónde las
vas a poner? —preguntó Olivia, haciendo todo lo posible por ser amable
conmigo.
—No lo sé y me importa una mierda. Solo quería salir de ese lugar. —
Estaba empezando a tener dolor de cabeza con la voz de esa mujer.
Coraline miró por la ventana y frunció el ceño.
—Esa no es la dirección a la casa.
—Eso es porque Olivia y yo estamos haciendo una parada —respondí,
haciendo que Evelyn y Coraline hicieran una pausa, y Olivia se congelara.
No me importó el silencio, disfruté del viaje. No se lo dije antes a Olivia
porque no quería que lo pensara. Eran tan cliché: un almacén. Eso era porque
Liam no lo quería en nuestra casa. A mí no me importaba de ninguna
manera. Declan, Neal y Sedric estarían presentes, y normalmente eso sería
estúpido. Fuera de la casa y en apariciones públicas, nunca estábamos todos
juntos en el mismo lugar. Pero, Neal insistió, Sedric no se negó y Declan fue

el único que comprobó las cámaras. Otra razón por la que odiábamos estar
todos juntos era por la cantidad de tiempo que pasábamos en seguridad. Era
simplemente molesto.
Cuando nos detuvimos, el conductor abrió la puerta para mi y Olivia,
y me di cuenta de que Antonio, junto con cuatro francotiradores, estaban en
los tejados.
—Yo voy. —Evelyn salió junto con Coraline.
—Esto no es un viaje de campo, e incluso si lo fuera, sería la maldita
persona que firma el permiso. Ninguna de ustedes vendrá —les dije a ambas.
Sin embargo, Evelyn se me acercó y me miró a los ojos, algo que muy
muy pocas personas podían hacer.
—Iré. Trata de detenerme, cariño. —Miró furiosa, y quería mostrarle
que podía hacer más que intentarlo.
—Mel, no quieres añadir más de una hora de confesión —dijo Coraline
rápidamente, tratando de interponerse entre Evelyn y yo.
—Ustedes siguen presionándome y después actúan todas
sorprendidas cuando me rompo. —Tomé una respiración profunda antes de
dar la vuelta.
Esto era malo. Olivia no necesitaba a toda la familia para esto. Tal vez
pudo matar una vez, pero la empujé… saqué el bebé asesino y despiadado
de ella. Pero seguía siendo un bebé. Los bebés se asustaban y se ponían
nerviosos. Algunos incluso tenían problemas.
Cuando entramos, lo primero que tuve que acostumbrarme era al olor
de malezas en todas las plantas de la habitación. El segundo eran los gritos
de Neal cuando cortó al cerdo.
—¿Qué demonios? —dijo Liam mientras miró a su madre y a Coraline.
Evelyn se acercó a Sedric, que pareció tan sorprendido como Liam, y le besó
la mejilla.

—Quisieron venir. Dije que no, pero no escuchan —dije mientras


Coraline y Declan se tomaban de las manos.
—¿Desde cuando la gente que no te escucha te detiene en tu camino?
—preguntó, divertido y pasando la mano suavemente por mi lado. Me alejé
un poco; las muestras de afecto en público no eran lo mío. Frunció el ceño,
pero dejó caer su mano para sacar su teléfono.
—Desde que me casé contigo, no pensé que te gustaría verme usando
un francotirador en tu madre —le respondí, acercándome a él.
—Gracias, eres tan amable.
—Me lo dijeron todo el día…
—Neal, ¡detente! —gritó Olivia, recodándome por qué estaba aquí.
Neal, sin embargo, no se detuvo. Siguió cortando.
—¿Crees que esto es malo? —siseó, agarrando el pulgar del hombre—.
Espera que me dirija al sur, estúpido hijo de puta, chupa penes, pedazo de
mierda.
El hombre parecía aturdido, pero hablaba de todos modos.
—Créeme, esa perra no tenía pene cuando chupé.
Eso lo hizo.
Pensé que el término “ira y rabia” era generalmente usado en exceso,
pero en este caso, Neal en verdad tenía la mezcla de “ira y rabia”. Las pinzas
cayeron al suelo cuando empezó a golpear al cerdo.
—¡DETENTE NEAL! —gritó Olivia.
Pero no lo hizo. Ni siquiera estaba segura si él podía escuchar algo en
este momento. Quería sangre.
—Llévalo fuera —dijo Liam. Tomó a dos de nuestros hombres y Declan
obligarlo a retroceder.

—¡Quiero acabar contigo! —gritó, tratando de liberarse de sus


manos—. ¿Me escuchas? ¡Me aseguraré de que hasta la última persona de tu
familia se queme!
—Y esa es la razón por la que quería contarles después de que ella los
matara a todos —susurré una vez que finalmente salió.
—Ellos querían venir. —Liam se burló de mí—. Dije que no, pero no
querían escuchar.
Le agarré el trasero.
—Amor, si me quieres, todo lo que tienes que hacer es decirlo. —Sonrió
antes de guiñar un ojo.
Olivia se quedó quieta por un momento, mirando hacia la puerta antes
de volverse hacia el cerdo medio muerto. Él escupió sus dientes, tratando lo
mejor posible por abrir los ojos y respirar.
—Te recuerdo. La chica de Harvey.
Él tosió.
—¿Esto es la venganza? ¿No es un poco tarde? Han pasado años. Dudo
que ninguno de ellos recuerde como yo. Harvey siempre fue un vigilante.
Nunca podría sacar ese sonido de mi cabeza. Ese grito cuando me convertí
en tu primero… ya sabes lo que dicen, nunca olvidas a tu primero.
Evelyn se movió hacia delante, pero Sedric la detuvo para que todo lo
que pudiera hacer fuera escupirle y soltar unas palabrillas coloridas que
nunca pensé que escucharía a Evelyn decir.
Incluso la mano de Liam se movió hacia su pistola.
—Están equivocados —fue todo lo que dijo Olivia antes de apuñalar
las pinzas en la cabeza. Las sacó solo para apuñalarlo de nuevo y las soltó.
Sus manos temblaron cuando retrocedió.
Esa era una manera de hacerlo.
Él tembló violentamente antes que su cuerpo se desmayara. Lo tiró, se
fue para buscar a Neal.

—No me importa cómo sacarán la basura, solo asegúrense que esté


hecho —dijo Liam a los hombres, antes de llevarme a nuestro coche privado,
y por un momento, mis ojos se conectaron con Olivia mientras Neal la
abrazaba.
—De nada —le dije antes de entrar.
Cuando Liam tomó asiento, me arrastré sobre su cuerpo y me subí a
su cintura. Su mirada fue por mi pierna, deteniéndose sobre mis pechos
antes de mirarme a la cara.
—Hola, esposa —susurró, agarrando mi muslo. Lo besé
profundamente, lo sentí ponerse duro mientras me acerqué a él.
—Te amo, sabes eso, ¿verdad? No lo digo a menudo, no soy buena en
decirlo o mostrarlo…
Me interrumpió, girándome hacia el asiento trasero.
—Toma el camino largo a casa, Sal —le dijo al conductor mientras me
miró.
—Sí, señor —expuso mientras subió la separación.
Poco a poco, Liam desabrochó mi vestido, sin hablar, solo respirando
pesadamente. Traté de quitarle la hebilla del cinturón, pero apartó mis
manos.
—Sí, sé que me amas —susurró, besando mi pecho—. Sé que no lo
dices a menudo, pero no olvido que lo haces. Incluso cuando me disparas.
Traté de hablar, pero me volteó y golpeó mi culo. Odiaba lo mucho que
me gustaba eso y lo húmeda que me ponía. Sacó el resto de mi vestido, me
besó la espalda, frotando mi culo suavemente antes de golpearme más
fuerte. Esta vez un gemido se escapó de mis labios.
Me encantaba cuando él se ponía así.
—Mi única pregunta es, ¿qué trajo esto? —murmuró, mientras besó mi
nuca.

—Una revelación en el confesionario. —Me estremecí cuando alcanzó


a pellizcar uno de mis pezones.
—¿De verdad? —Me besó el hombro—. ¿Qué te dijo el buen padre?
En el momento que abrí la boca, golpeó de nuevo mi culo y me mordí
el labio para controlarme… no funcionó.
—Jesús, Liam… —gemí.
—Sí, lo sé todo sobre Jesús. Estoy preguntando sobre tu confesión. —
Besó la mejilla de mi culo.
Lamí mis labios, tomé una respiración profunda.
—Temo perderte.
Sus dedos se detuvieron solo brevemente antes de que estuvieran de
vuelta en mi oído.
—Mi tonta esposa, no puedes perderme. Nada me impedirá tener tu
mente, alma y cuerpo —dijo la última parte mientras golpeó mi culo otra
vez.
—Yo…
—Shh, amor. Te voy a dar algo que necesitas confesar más tarde. Tal
vez más de una vez —dijo, golpeándome el culo una y otra vez hasta que me
retorcí de placer debajo de él.
—¿Duele, amor? —preguntó, frotando mi piel.
Gemí algo, pero no estaba segura de qué. Se rio, me golpeó unas
cuentas veces más antes de poner tres de sus hermosos dedos dentro de mí
mojado sexo.
—Maldita sea, estás mojada. ¿Te gusta cuando te castigo? —preguntó
antes de sacar los dedos y montarme en su regazo una vez más.
—Solo en la cama, e incluso entonces, depende. —Lo besé, alcanzando
su pene dentro de sus pantalones.

—Cuando estamos en el coche, como ahora mismo, te quiero de


rodillas con esos hermosos labios tuyos en mi pene —dijo mientras lo
acariciaba.
—¿Y si digo que no? —Sonreí, besé su nariz.
—En realidad debes amar cuando te tomo por detrás. —Sonrió.
—No finjas que no te gusta tampoco. Es más una recompensa que un
castigo, ¿no? —pregunté. Antes de que pudiera responder, me deslicé hasta
arrodillarme y lo llevé a mi boca.
—¡Demonios! —gimió en voz alta, agarrando mi cabello.
Estaba orgullosa de poder tomar la mayoría de él en mi boca, eso no
era algo fácil.
Empujó una vez más antes de soltarme el cabello, y me empujó hacia
él. Ni siquiera esperó antes de empujarme adelante y contra la ventana.






Liam
Amaba a mi esposa. No había duda en mi mente que ella tenía un don
de Dios sobre mí, pero…
—No puedo creer que hayas comprado toda esta maldita mierda —
dije, agarrando la botella de vino antes de unirme a ella en el piso de nuestro
dormitorio. Tenía que haber, por lo menos, quince o veinte cuadros por toda
la habitación.
—¿Qué habrías echo tú si hubieras tenido que pasar por toda esa
mierda? —preguntó, mordiendo su fresa. Miré el jugo correr por el lado de
sus labios antes de inclinarme y lamerlo.
—Una servilleta también hubiera funcionado. —Puso los ojos en
blanco mientras se limpió la comisura de la boca.
—Sí, pero entonces no habría podido saborearte. —Sonreí cuando
agarré una fresa—. Además, me amas, ¿recuerdas?
—Ese paseo en el coche fue una mala idea —dijo mientras intentó
estirar el nudo en su cuello.
—Blasfemias. El sexo en el coche nunca es mala idea. Además, lo
disfrutaste tanto como yo.
—¿Qué crees que es de todos modos? —preguntó, cambiando de tema
para señalar la pintura más cercana a nosotros.
Miré de cerca y sonreí.
—Veo a dos personas teniendo sexo en la ducha.
—Es abstracto. —Rio.
—Abstractamente veo a dos personas teniendo sexo en la ducha —
susurré, tirándola hacia mí.

—Tal vez tengas una visión del futuro. Aunque yo veo un baño de
burbujas caliente. —Sonrió.
Me encantaba verla sonreír.
—Puedo lidiar con eso —respondí, cargándola.
En verdad amaba a mi esposa.

6
“No basta con mirar los escalones, hay que subir las escaleras.”
—Vaclav Havel

Traducido por Myr62 & Mich Fraser


Corregido por Florpincha

Declan
—¿No has tenido sexo todavía? —dijo el doctor Bell, nuestro terapeuta,
sin rodeos. Miré a Coraline, que se limitó a mirar sus uñas.
—No, no lo hemos hecho —respondí—. Quiero decir, íbamos a…
pero...
—No pudiste...
—¡No! —dije bruscamente. Yo sabía a dónde iba, y no me gustaba—.
Mi pene funciona bien, gracias.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó.
—Nuestra cuñada nos cortó. Eso mató el estado de ánimo —respondió
Coraline.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Hace cinco días —expresé.
—¿Y en esos cinco días no has podido volver a entrar en el estado de
ánimo?
Ninguno de los dos respondió.

—¿Cuánto tiempo hace que ninguno de ustedes ha tenido relaciones


sexuales?
—No...
—Siete meses, dos semanas, cinco días y tres horas —dije, haciendo
que Coraline me mirara con los ojos abiertos. Incluso el Dr. Bell me miró
extrañamente.
—Estoy bien con los números —indiqué, sentándome en mi silla.
—Ya veo —dijo—. La razón por la que me preocupa es porque una
vida sexual saludable es muy importante en un matrimonio. Te acerca más
y permite ver del uno al otro de la manera más íntima. Cuanto más tiempo
se aleje uno de otro, más difícil es encontrar el camino de regreso. Declan,
¿qué fue lo que marcó el estado de ánimo la última vez?
Me encogí de hombros.
—Ella se veía hermosa en su vestido y no podía quitarle los ojos de
encima mientras bailábamos. Además, era el tiempo más largo que pase
abrazándola.
—¿Coraline?
—Me miró como solía... —suspiró, finalmente mirándome—. Como si
le importara.
—Tú me importas. Tú me importas mucho, más que nada. —Le tomé
la mano.
—Es una cosa decirlo, pero otra es demostrarlo —susurró, apartando
su mano.
—Mira, ese es nuestro problema —gemí mientras me sentaba hacia
adelante—, estoy intentándolo todo el tiempo. Estoy jodidamente tratando,
pero siempre retrocede un paso y me culpa por todo en el pasado. Sé que la
he fastidiado, pero siento que nunca vamos a superar ese punto.
—¡A lo mejor no deberíamos! —me gritó, y sentí el súbito impulso de
estrangularla.

—¿Es eso lo que realmente quieres, Coraline? ¿Quieres un divorcio? —


le preguntó el doctor Bell y sentí que mi corazón se hundía lentamente. Ni
siquiera pude mirarla. Fue peor cuando ella no respondió.
—El divorcio significa algo completamente diferente en esta familia,
Doc. —respondió, con una indirecta sarcástica que él no comprendió.
—¿Qué quieres decir? —investigó. Ella no dijo nada.
—En cualquier caso, no creo que quieras divorciarte —respondió el
doctor—. Creo que quieres hacerlo sufrir porque tú has sufrido. Quieres que
sienta todo lo que sientes. Sabes que él te ama y lo amas, pero sigues enojada.
Eso me llamó la atención.
—Tal vez. —Ella frunció el ceño y todos nos quedamos en silencio.
Era bueno en dejarnos callar. El hijo de puta cobraba por hora de todos
modos.
—Bien, sigo enojada y herida. Él no va a conseguir entrar con su
encanto y hacerlo todo mejor. ¡Solo quiere limpiar la pizarra y fingir que
nunca hizo nada! —Me señaló.
—¡No, no lo hago! Quiero limpiar la pizarra para poder dejar de
dormir en el maldito cuarto de huéspedes y mantener a mi esposa de nuevo.
¡Quiero borrar la pizarra para que podamos seguir adelante! Eso no significa
que quiera olvidar. No creo que haya podido olvidar los siete meses de bolas
azules y golpes cortos que me has dado. ¿Quieres que sufra, Coraline?
¡Bueno, estoy sufriendo! ¡Tengo una esposa hermosa, increíble, que no me
dejará abrazarla, y que ni siquiera me hablará! ¡Estoy sufriendo! —grité.
Me puse de pie.
—Ya he terminado el día, Doc. —Y con eso, me fui.

Coraline
—Sé que estás herida, Coraline. Pero tienes que dejar ir eso o a tu
marido, porque no es justo para ti o él —me dijo el doctor Bell y me quedé
mirando mi anillo de bodas.
No sabía que él estaba sufriendo. Parecía estar bien, siempre contento
de verme cuando salía al pasillo. También estaba cansada de esto…
—Gracias, doctor. Nos vemos la próxima semana —dije mientras salí.
En el momento que bajé hacia el coche, el chofer abrió la puerta. Declan
estaba sentado con la cabeza erguida y los ojos cerrados.
—Pizarra limpia —dije, agarrando su mano.
Me miró. —¿Qué?
—Es tiempo de tener la pizarra limpia, y a partir de ahora —susurré.
—Pizarra limpia —repitió conmocionado mientras me senté en su
regazo para besarlo.
—Dios, te he extrañado —murmuró mientras me rodeó con sus brazos.
Tendría que tomar pequeños pasos de bebé, pero ya era tiempo.

7
“Todas las cosas buenas son difíciles de lograr; Y las cosas malas son muy fáciles de
conseguir.”
—Confucio

Traducido por Myr62 & Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Liam
—Por favor, dime que te oí mal. —Estaba haciendo todo lo posible para
mantener la calma, pero parecía que el mundo estaba en el modo de
enfadado con Liam.
Sedric suspiró, se sirvió una copa de brandy. —Me temo que no, hijo.
Aparentemente tu abuelo hará una parada en los Estados Unidos.
—Pero el abuelo odia a los Estados Unidos —Declan declaró lo obvio,
haciéndome quererle arrojar mi copa en la cara.
Mel se apoyó en el escritorio, obligándome a calmarme con los ojos.
Podría hacer eso ahora. Su propia pequeña superpotencia; Donde podía
controlar lo que sentía con sus hermosos ojos marrones. Pero ella no podía
entender cuánto odiaba a mi abuelo y cuánto me odiaba. Ni siquiera quería
darle la satisfacción de hablar de él.
—¿Cuándo estará aquí? —preguntó Neal, sin molestarse en absoluto.
De entre todos, él era el único al que nuestro abuelo —quería—. Si lo hiciera
a su manera, nuestro abuelo me habría matado hace mucho tiempo.

—¡Me importa un carajo, él no se queda aquí! Puede llevar a su viejo y su


maldito bastón y meter...
—¿Metérmelo dónde, nieto? —dijo el diablo, vestido con un traje de
diez mil dólares, mientras mi madre abría la puerta para él y sus tres
guardaespaldas.
Mi padre, Neal, Declan e incluso mi propia madre se pusieron de pie,
cada uno de ellos le dio a mi abuelo el respeto que ordenaba su título. Puedo
ser el que ahora dirige el clan Callahan, pero mi abuelo fue quien lo
construyó. Él era el original. Antes de él, éramos un grupo de matones de la
calle. Él creó nuestro imperio después de ser un corredor de la droga para
un jefe mucho más viejo y más sabio que él mismo. Un día, él irrumpió y
tomó un hacha para el hijo de puta. Estalló la guerra. Mi abuelo tenía tres
habilidades muy simples: matar, pensar y robar. Si quería algo, podía
tenerlo.
—Creo que ibas a decir, métetelo en tu viejo culo. —Mel dijo con
facilidad, haciendo que toda la familia se detuviera. Ni siquiera yo podía
hablarle así al idiota.
No importa lo alto que era, no importa lo poderoso, la costumbre lo
hizo imposible. Cuando nuestro abuelo pasó el negocio de la familia, hizo
que mi padre firmara un contrato —el mismo que tuve que firmar—
declarando que recibiría el cinco por ciento de todo y que siempre fuera
tratado con merecido respeto. Todo se puso en la escritura como si fuera un
negocio civilizado. Solía basarse en el honor, pero todo el mundo se dio
cuenta de que era muy rápido. Las familias tenían que firmar sus almas con
tinta para asegurarse de que la gente conocía su lugar.
Su vieja y arrugada mano agarró firmemente su bastón de madera
mientras daba un paso adelante. Si mi padre tuviera treinta años más y el
cabello plateado, él y mi abuelo tendrían exactamente la misma apariencia.
Cuando niños, Declan y yo solíamos bromear que la razón por la que tenía
tan pocas arrugas era el hecho de que él las espantaría cuando se mirara en
el espejo. Aunque ahora parecía bastante desgastado.

—Viejo, estás en mi casa. Eso te convierte en un maldito invitado. No


te debo una mierda y me respetarás si quieres mi respeto. Mi nombre es
Melody. Sra. Callahan si te conviene, pero... —se inclinó hasta que sus
narices casi se tocaron—. Era más baja, pero los tacones negros le ayudaban.
—Si alguna vez me llamas vaca de nuevo, te mataré lenta y
dolorosamente. No me importa cuántos malditos guardaespaldas tengas.
Dos de sus guardaespaldas sacaron sus armas y el último tenía un
cuchillo escondido en su manga.
Mierda. Pensé mientras sacaba su arma. Declan y Neal ya la apoyaban.
Mi padre sólo puso sus ojos en blanco y llevó a mi madre a la esquina,
mientras bebía su brandy. Esto era ridículo.
—Baja tus armas —dijo el abuelo mientras le miraba a los ojos—. La
vaca italiana...
En el momento en que lo dijo, tres balas volaron hacia ellos. Una en el
pecho, una en la muñeca y la otra en la rodilla; Todos cayeron como cartas.
Tú no le sacas un arma a Mel.
—¿Qué jodidos? ¿De dónde sacó la pistola? —susurró Neal—. Lo juro,
ella es un maldito ninja.
—M—E—L—O—D—Y. Me—lo—dy. Dejaré deslizar la segunda vez
debido a su vejez. He oído que la pérdida de la audición es común. —Se echó
hacia atrás, mirando a los guardias mientras sacaba el silenciador de su
arma—. Por favor, deja de sangrar por toda nuestra alfombra, es bastante
grosero.
Mi abuelo miró hacia abajo y sonrió.
—Vergüenza. Este era su primer día también, les advertí que podías
ser tan despiadada como tu petición exigió, Giovanni.
—Mejor... ¿quién dice que no puedes enseñarle a un perro viejo nuevos
trucos? —respondió Mel, y mi sangre comenzó a hervir—.¿Cruzaste el
maldito océano sólo para probar a mi esposa?—Dije, dando un paso adelante

también—. ¡Adriana!—Rugí, haciendo que el ex—patito feo entrara—. Pide


a un médico que se ocupe de estos idiotas, y luego trae una alfombra nueva.
Ella asintió, abriendo la puerta para que los hombres se arrastraran
como los pedazos de mierda que eran.
Mi abuelo simplemente dio un paso alrededor de ellos, sacó una pipa,
limpió el mango de la silla y se sentó como si le perteneciera.
—He oído hablar que la sanguinaria Melody ahora era parte de mi
familia y pensé que un viaje a este país olvidado por Dios valía la pena, para
poder hablar cara a cara —dijo mientras apagaba el humo.
—Intenta usar Skype la próxima vez. —Lo miré fijamente.
Él le devolvió la mirada antes de dirigirse a mis padres—. Deberías haber
seguido mi consejo y haberle quitado el ingenio cuando era niño.
—No se puede quitar la personalidad, Shamus —dijo Evelyn
respetuosamente—. En realidad lo disfruto. —Por supuesto que sí —suspiró,
volviéndose hacia mi padre—.Hijo, ¿no recibo una bienvenida?
—Bienvenido, Shamus —fue todo lo que dijo Sedric.
—Abuelo…
—Habla cuando se te habla, hijo, ¿o todas esas convulsiones
distorsionaron tu cerebro cuando eras joven? —me preguntó, recordándome
una vez más por qué lo odiaba.
—Me ayudaron a convertirme en la cabeza de esta maldita familia, así
que, con respeto, te estoy pidiendo que te levantes de mi silla —siseé entre
mis dientes.
—Y qué hombre eres. Permitiendo que su casa se queme, su esposa
pierda a su hijo, y pierda millones en el proceso, te aplaudo. Me inclino ante
tu grandeza, niña. —Él rió y Melody se adelantó, pero fue mi turno de
mirarla.
Esta no era su pelea.

—Señor y señora Callahan —interrumpió Mina—. Tenemos que


marcharnos para la reunión. Senador... —Se quedó inmóvil al ver la sangre
en la alfombra.
—Estábamos saliendo, Mina.
No me molesto en volverme hacia ella. Cuando la puerta se cerró, di
un paso adelante, inclinado sobre mi escritorio.
—Mi familia y yo nos iremos. Yo sugiero…
—Hermoso, voy a ir. —Shamus sonrió, cortándome una vez más—.
¿Cuál es el punto de estar tan ocupado si nadie me puede ver? —Se puso de
pie, soplando el humo de su pipa en mi cara.
Caminó hacia delante sólo para detenerse justo al lado de Mel para
presentar su brazo.
—Preferiría colgarme mientras estuviera en llamas —le dijo Mel, pero
él tomó su brazo de todos modos.
—No lo estaba preguntando, querida. No hay necesidad de ser tan
hostil, somos una familia —dijo mientras la conducía hacia la puerta. Él,
como todos los hombres Callahan, tenía encanto, y me disgustó.
—Me llamaste vaca. Dos veces —dijo sin emoción.
—Estoy seguro de que te han llamado peor. —Él guiñó un ojo y la
mirada en la cara de Mel me preocupó. Ella no lo odiaba.
Sedric se paró frente a mí mientras trataba de entender las palabras
que debía decir. Pero, como siempre, cuando se trataba de Shamus Callahan,
no había palabras. Mi madre besó mi mejilla mientras me apoyaba contra el
escritorio. Uno por uno, todos se fueron cuando llegó el equipo de limpieza.
—Mejor que no quede una maldita mancha. —Terminé el resto de mi
brandy antes de irme.

Melody
—¿Dónde está Liam? —pregunté, saliendo del coche. Había estado
esperando media hora y ese imbécil todavía no había entrado en el coche.
Las criadas, quien aún no me molesté en llegar a conocer, se quedaron
esperando. No se suponía que salieran de la calzada hasta que nos fuéramos.
Ninguno de ellos parecía incómodo, pero eso fue años de formación en el
trabajo.
—Mamá —dijo uno de ellos—. Se fue a cambiar a su habitación y
nunca volvió a salir.
—Me despidieron —les dije, cuando entré. No tenía ni idea de qué
demonios era su problema, pero necesitaba ponerme mis pantalones de niño
grande y tratar con él.
En el momento en que Sedric trajo a Shamus, Liam se fue. Conocía a
Shamus; Él había matado, robado y sobornado a su manera en los libros de
historia... pero por otra parte, todos lo hacíamos. Las cosas que había hecho
eran cosas que yo misma había estudiado y copiado. Me impresionó, y no
soy una persona fácil de impresionar. Shamus era mortal, engreído y un
imbécil. Exigía respeto, que ganó, pero nunca le daría esa satisfacción. Estaba
en mi casa.
En el momento en que entré a nuestra habitación, seguí la música
flotando en el aire desde el armario de Liam. Su armario tenía que ser tan
grande como el mío, si no más grande; El cabrón amaba sus trajes.
En el extremo de la pared del centro había un piano vertical negro.
Caminé detrás de él, agarré su cabello y lo tiré hacia atrás, llevando mi
cara a un lado de su mejilla.
—Odio estar de pie, Liam.
—Pídele a mi abuelo que te lleve —se quejó como un niño.

Solté su pelo y me senté en su regazo.


—Eso fue pasivo—agresivo. ¿Qué demonios te pasa?
Suspiró, acercándome a él mientras me besaba. Lo besé de nuevo antes
de morder su labio inferior.
—No vas a usar el sexo como una forma de salir de esto. Por mucho
que me guste poner a tu abuelo en su lugar, necesito saber qué nivel de perra
ser —le dije sinceramente.
—Odio a Shamus con una pasión ardiente —susurró mientras me
mantenía más apretada.
—Veo eso. ¿Por qué? —Tenía que haber alguna razón por la que él
tenía tal odio.
Me pareció sexy. Sin embargo, él sentía dolor, y estaba comenzando a
gustarme. No estaba segura de cuándo habíamos cambiado a esta
encantadora pareja, pero con cada día que pasaba, se estaba convirtiendo en
una parte más grande de mi alma. Una parte de mí seguía preocupada.
—Shamus siempre ha creído en la supervivencia del más apto. Mi
padre pensaba que la ciudad era una de las razones por las que estaba tan
enfermo. Nos llevó a Irlanda y la primera vez que lo conocí, me miró de
arriba abajo y me dijo: En la naturaleza, los animales comen a sus crías si están
enfermos. Él y mi padre se pelearon... aunque, era más como mi padre
gritando y Shamus fumando en su silla. Le dijo a mi padre que si él era
demasiado débil para ponerme abajo, él haría los honores. Que un hombre
en su posición no podía tener un hijo como yo; Que debería estar feliz de que
le dieran otro hijo y pudiera elevar a Declan para que me reemplazara si
quisiera. —Su agarre en mi muslo se tensó, pero lo dejé apretar tan
fuertemente como él necesitó.
—Pero sobreviviste y eres el más apto —susurré, sosteniendo el lado
de su cara.
Me besó en la palma de mi mano.

—A Shamus le gustan las cosas hechas a su manera. Quería que la


compañía fuera a Neal y mi padre se negó. Mi padre se ha vuelto muy bueno
en rechazar a mi abuelo. Nunca debió casarse con mi madre. Ella, después
de todo, no era una raza pura. Ser medio irlandés es tan bueno como ser
italiano. —Me miró, dejándome entre besarlo y romperle la cara.
—Mi sangre completa de italiana puede patear a cualquier irlandés.
—Sí, lo sé, cariño. Eres una chica dura. —Él sonrió mientras apretó mi
trasero.
—¿Evelyn no tuvo a Neal cuando era joven? —Tenía que tener
dieciséis o diecisiete en ese entonces.
—Ella nos tuvo a todos cuando era joven. Mi abuelo jura que Sedric la
embarazó a propósito. Sabía que Shamus no aprobaría que su único hijo vivo
se casara con alguien que no fuera su elegida. Sin embargo, después de que
Evelyn quedó embarazada, no había nada que pudiera hacer —explicó—.
Somos buenos católicos, ¿sabes? —Dijo en su acento.
—Tá tú ar leathcheann1—dije, mientras me bajaba de él.
—Tú me amas, tú me odias, toma una maldita decisión, esposa. Estoy
consiguiendo un látigo. —Él sonrió, levantándose también.
—¿Tienes un látigo? ¿En qué clase de mierda estás, Callahan? —le
pregunté, haciéndolo empujarme contra su espejo.
Su expresión se oscureció y sus labios flotaron sobre los míos.
—Vamos a averiguarlo. Sólo Dios sabe lo que tengo en este armario.
Lo empujé contra él.
—¿Te refieres al uniforme de porrista de los Chicago Bulls que has
escondido detrás de tus trajes grises? ¿O el traje de monja muy putesco que
tienes en el compartimiento oculto debajo de tus calcetines? —Sus ojos se
abrieron y sólo pude sonreír.


1
Eres un idiota.

Mantén tu pene bloqueado, que llegamos tarde al rally —dije,


empujándolo antes de salir del armario.
—Al menos puedo mirar tu trasero —gritó detrás de mí y yo le mostré
mi dedo medio.

Liam
—Sé que muchos de ustedes no me conocen —dijo Olivia a la
multitud—. Sé que muchos de ustedes no piensan que pueden relacionarse
conmigo, o la vida con la que he sido bendecida de vivir. Sin embargo, quiero
contarles una historia. Acerca de una joven universitaria, que era ingenua y
nueva ante el mundo que la rodeaba. Su padre, el hombre que siempre
buscaba monstruos bajo la cama y leía en voz animada, quería hacer todo lo
posible para mantener a su hija a salvo. Lamentablemente, a veces el mundo
es un lugar oscuro. A veces, una estudiante universitaria con todo se le da
un nuevo título: víctima de violación. Es un título que he intentado tan duro
de esconder porque no tenía la voz para afrontarlo. No tuve el coraje para
decirle a mi padre, hasta la noche anterior. Él me abrazó y me dijo: cuando
sea Presidente, no habrá estatuto de limitación para la violación.
La multitud aplaudió y gritó, cegándonos con destellos mientras
comieron sus palabras dulces.
—Cuando la gente pregunta por qué creo que mi padre es el mejor
hombre para el trabajo, pienso en los momentos como los de anoche. Cuando
me sostuvo y prometió luchar siempre por la justicia. Él luchará por mí,
luchará por cada hombre y mujer en este país. Mi padre es un buen hombre
y con su apoyo será un gran Presidente. —El Senador Colemen abrazó a su
hija una vez más antes de tomar su lugar en el podio para dar su propia
mierda política.
Neal abrazo fuertemente a Olivia, con lo que estoy seguro que habrían
hecho una gran portada para el New York Times.
—Es buena —le susurré a mi esposa mientras nos paramos como muñecos
en el escenario.

—Lo es. La amarán, y aquellos que no lo hagan obtendrán un contragolpe


por no apoyar a una víctima de violación —respondió, saludando con la
mano a la multitud.
Esa era mi esposa, siempre planeando y tratando de averiguar cómo
conseguir una pierna de todos aquellos que la rodeaban.
Me sentí como si hubiéramos estado en exhibición por horas,
saludando y sonriendo mientras el Senador Colemen hablaba sobre cómo
salvaría el medio ambiente, reduciría la tasa de desempleo y aseguraría las
fronteras; La misma mierda que dicen todos los que quieren ser Presidente.
En el momento que fuimos libres para ir hacia nuestras habitaciones
privadas por las escaleras, casi había olvidado todo sobre Shamus… hasta
que vi al imbécil comiendo su cordero, en la silla principal de la mesa. Detrás
de él había dos guardias mucho más fuertes, que miraban a mi esposa con
lujuria y miedo.
Un miedo equivocado.
Agarré la mano de Mel y saqué su silla antes de tomar asiento en el
lado opuesto. En el momento que me senté, el resto de la familia tomó sus
asientos también.
—¿Entonces, este es tu gran plan? ¿Tienes al tonto y a su familia en la
presidencia? —preguntó, pero no respondí. En lugar de eso tomé un sorbo
de brandy.
—No hablamos de negocios en la cena —dijo Mel con amabilidad,
pateándome. La miré a los ojos y por un segundo pensé que los
guardaespaldas tenían razón en temerle.
Esto parecía ser nuestra nueva cosa; La capacidad de mirarnos a los
ojos y simplemente poder leerlos.
—No seas dulce, Giovanni. No te queda. —Él se rió como un viejo
cerdo antes de volverse hacia Olivia—. ¿Algunos hombres te violaron o
fueron mentiras que dijiste al público?
Olivia lo fulminó con la mirada, pero asintió.

—Sí, señor…
—Neal, espero que hayas corregido esta situación —la interrumpió
para dar su atención al favorito.
—Ya lo hice, abuelo, Olivia ha estado manejando las cosas por su
propia cuenta —siseó. Pero esa ira tenía más que ver con la violación de
Olivia, y el hecho que todavía no podíamos encontrar a Harvey, que las
palabras del abuelo.
—Huh. —Frunció el ceño, mirando a Coraline—. Bonito cabello,
¿cuándo te convertiste en lesbiana?
—Nunca —dijo Declan y Coraline al mismo tiempo. Ellos no hablaban
mucho cuando Shamus estaba alrededor.
—Cuán lejos te has desviado de la tradición —dijo, cortando su
cordero.
Para ser un viejo decrépito, tenía un agarre fuerte.
—¿Cuánto tiempo planeas quedarte, Shamus? —preguntó
suavemente Evelyn mientras comía.
—Tanto como me plazca —espetó, haciendo que mi padre agarrara su
cuchillo. Sin embargo mi madre le sostuvo el brazo. Ojala no lo hubiera
hecho.
—Para alguien que viajó desde muy lejos para verme, tú y yo no hemos
hablado mucho. No me importa cuánto tiempo te quedes, mi pregunta es:
¿por qué estás aquí? —Mel miró con furia.
Shamus rió entre dientes, tomando su tiempo para masticar.
—Es una lástima que no seas varón. Podría respetarte más.
—Es una lástima que no tengas modales. Ahora responde mi pregunta,
viejo, o te la sacaré. —Fue la respuesta de ella, haciendo que Shamus se riera,
dejándonos ver la comida en su boca.
—Tratas muy duro de ser algo que nunca podrás ser. Una mujer nunca
será el jefe. No importa cuánta gente mates, no importa cuánto amenaces.

Siempre serás una perra. Todas las mujeres son perras, ojalá mi nieto hubiera
encontrado una con una gota de sangre irlandesa en sus venas para
compensarlo. —Esperaba que Mel perdiera los estribos, pero en vez de eso,
lo miró con cuidado.
—Has bajado tus estándares. He oído que incluso ser la mitad irlandés
no era lo suficientemente bueno para ti —dijo Mel, mucho más tranquila que
yo.
Él había entrado a mi casa sin ser invitado y nos había insultado a
todos. Habló como si no fuéramos más que goma de mascar debajo de su
zapato. Como si ni siquiera fuésemos de la familia. Shamus era un cerdo.
Cada vez que hablaba, la presión de mantener la boca cerrada se acumulaba
detrás de mis ojos.
—No era irrazonable. Después de todo, si mi hijo hubiera elegido a la
mujer que conseguí para él, estoy seguro que no hubiera tenido a un idiota,
un ratón y un lisiado como hijos. Pero al parecer, mis palabras caen en oídos
sordos. —El cerdo se burló.
Un idiota… Neal.
Un ratón… Declan.
Un lisiado… yo.
Todos conocíamos nuestros títulos, nos lo había aclarado cuando
éramos niños, pero siempre dijo que prefería tener a un idiota o ratón que a
un lisiado.
—Me hubiera matado antes de casarme con Catharine Briar —
murmuró mi padre y de nuevo mi mamá lo detuvo.
—¡Tal vez lo tuviste que hacer y así haberme salvado imbécil! —gritó
Shamus. Recé para que el hombre sufriera un derrame cerebral.
—Así que por eso estás aquí, por los Briar —dijo Mel, mirándolo
detenidamente—. Déjame adivinar, querías que Liam se casara con su hija.

—Mírate, usando ese pequeño cerebro tuyo. Ojala hubieras hecho lo


mismo cuando apartaste a Natasha Briar.
Traté de averiguar dónde estaban los puntos conectados. Por lo que
sabía, la familia Briar no tenía nada que valiera la pena, y sin embargo,
parecía terco en casarnos con la basura.
—Esa fue idea de tu nieto. Quería matarla. Yo estaba cerca en la iglesia
—confesó Mel.
Cómo ella podía estar tan tranquila, estaba más allá de mí.
Shamus se volvió hacia mí mientras lo miraba, mordiéndome la lengua
de nuevo. Me miró, con la nariz en alto, como si fuera suciedad.
—¿Cómo ustedes dos, de todas las personas se convirtieron en jefes?
Tú, Liam nunca serás grande —dijo—. Siempre serás el niño lisiado tratando
duro de ser un hombre. Supongo que por eso puedes manejar estar casado
con alguien con las pelotas más grandes.
Agarré el cuchillo de la mesa justo como mi padre, queriéndolo meter
en su maldita garganta, pero Melody apretó mi pierna.
—Creo que voy a tomar eso como mi hora de salir. Estos viejos huesos
míos necesitan descansar —dijo Shamus mientras se levantó con ayuda de
su bastón—. Disfruten la velada.
—Padre —gritó Sedric, estirando la palabra hasta el punto que hizo una
mueca sólo con decirlo.
Shamus se detuvo, volviéndose hacia él y pareció tan sorprendido
como yo.
—No pases la noche en nuestra casa —dijo.
—Ahí es donde te equivocas, hijo. Es mi casa. Todo esto, todo lo que
tienes, todo lo que has logrado, es por los tratos que yo hice.
Con eso se fue.

Melody
Nadie dijo nada. Con cada momento que pasaba, Shamus me
disgustaba. Tuve la tentación de matarlo en el segundo que vi el lugar donde
estaba sentado. Sin embargo eso no era mi problema. Ya tenía los suficientes
con mi línea familiar.
Liam agarró su plato y arrojó la maldita cosa a la puerta por la cual
Shamus salió.
—¡Quiero que se largue! —gritó—. ¡No me importa cómo, métanlo en
el fondo de un maldito avión y envíenlo de vuelta a Irlanda! ¡Será mejor que
no vuelva a nuestra maldita casa!
—Liam —susurré, pero no dijo nada, sólo se alejó de la mesa tratando
de respirar mientras buscaba la botella del armario.
—Señor y señora Callahan, quisiera recordarles que esta no es su casa
—dijo Mina—. Hay cámaras por todas partes, por no mencionar, no sé, ¡un
candidato político! ¿Pueden parar de ir al estilo Rambo o cualquiera que
pasó por la puerta?
—¿No podemos comprar el edificio? —preguntó Coraline. Mina
respiró hondo antes de arrastrar al senador Colemen fuera de la sala.
Caminó hacia Liam y puse mi mano sobre su hombro.
—Pensé que éramos bastante civilizados, ¿no? —le pregunté a Liam.
Miró alrededor del edificio.
—Honestamente, si la gente deja de provocarnos, el mundo sería un
lugar mucho mejor.
—Ambos son tan… —comenzó Olivia, pero se detuvo, tal vez
recordando que ella también tenía sangre en sus manos y quería más.
Cuando eres parte de esta familia, no puedes juzgar a nadie… todos hicimos
la elección de estar aquí.

—Bueno entonces, mi esposa y yo nos vamos —dijo Liam, agarrando


mi mano.
Ninguno dijo nada mientras salimos por la parte de atrás, donde todos
nuestros coches estaban estacionados y esperándonos. Monte y Fedel tenían
dos coches por delante mientras Dylan, la nueva mano derecha de Liam
desde la muerte de Eric, manejaba los coches detrás de los nuestros.
Sólo cuando tomamos asiento, Liam se quitó la corbata y se echó hacia
atrás, pellizcando su puente de la nariz.
—Necesito matar a mi abuelo —dijo—. Pero si lo hago, será una guerra
total. Tenemos una carga de mierda viniendo mañana, y no puedo sacar al
superhombre de Irlanda. Él lo sabe. Ha estado bombeando dinero al país
durante tanto tiempo que estoy sorprendido que aún no lo hayan hecho rey.
Es intocable.
—Si puedes verlo, entonces es tocable. Ser intocable es sólo una ilusión
que la gente como nosotros crea para intimidar a otros. Todo el mundo tiene
una debilidad. Vamos a tratar con él, no se saldrá con la suya por hablarte
de esa manera, lo juro —dije, mirando por la ventana.
—¿Cuándo te hiciste tan dulce? —Besó el dorso de mi mano.
Odiaba cuánto disfrutaba eso y como no podía admitirlo.
—No sé a lo que te refieres. El que te llamara lisiado fue un insulto
para mí. Como si me hubiera casado con alguien con menos pelotas que las
mías.
Sonrió tan amplio que me hizo sentir incómoda. Como si supiera algo
que yo no.
—¿Qué?
—Nada. De todos modos, ¿no te resulta extraño que mi abuelo, un ex
rival de tu familia, haya llegado a la ciudad al mismo tiempo que tu madre
apareció de repente? —preguntó mirando la ciudad.
—No creerás que…

—No sé lo que pienso. Pero si yo fuera mi abuelo, después de todo lo


que pasó el año pasado, tal vez quiera retomar su negocio.
—Sobre mi cadáver —murmuré, sacando mi teléfono—. No vamos a
descansar hasta que podamos hablar con el padre del crimen.

8
Los niños no son libros de colorear. No se pueden rellenar con tus colores favoritos.
—K Colemend Hosseini

Traducido por Tannia Maddox & Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Evelyn
No estaba segura de qué decir a él. No, eso era una mentira. Sabía lo
que quería decir. Sabía cómo lo quería decir. Desgraciadamente, no pude.
No sería justo. Nunca les hice una mueca a las acciones de Liam o Melody.
Mi brújula moral fue destrozada después de la reparación, pero eso no me
molestaba tampoco. Cuando me case con Sedric, sabiendo lo que su vida iba
ser, pensaba que podría mantener mi cabeza en alto, por encima de todo.
Pero esta vida te aparta de lo bueno… cómo no, cuando estás rodeado de lo
peor de la gente. Nunca he matado a un hombre físicamente, pero dos veces
en mi vida he pedido venganza, y dos veces Sedric se había asegurado que
estaba hecho para mí.
—¿Qué vas a hacer?— susurré mientras yacía en la cama. Él miró hacia
arriba en el techo, sin molestarse de mover al gato gordo después. Conocía
a este Sedric. Él iba a hacer algo… algo malo.
—No tengo ni idea de qué estás hablando —dijo, mientras quité mis
tacones.
Originalmente eran de Melody y la maldita niña quería quemar
novecientos dólares de Jimmy Choos, sólo porque eran blancos.

Éramos del mismo tamaño y, al igual que la adicta a los zapatos, los
tomé con gusto. Sin embargo, parecía que estaban moldeadas para sus pies
solamente y que iban a matarme.
—Eres un mal mentiroso. Gracias a Dios te tengo encerrado. —Me reí,
subiendo a la parte superior de él.
—Soy un excelente mentiroso. Sólo que nacimos con un fuerte detector
de mentiras.
—Criar a tres niños —cuatro si te cuento— requería la habilidad.
Se rió, pero no respondió.
—Sedric, ¿qué vas a hacer?
—Shh… —susurró, sólo me abrazó.
Me detuve luchando, permitiendo que él sólo me abrazara. Es lo que
hizo, lo que hacía siempre. Me sostuvo como si estuviera preocupado que
jamás le perdonaría por lo que él iba a hacer, pero siempre lo hacía. No
importaba, yo siempre lo haría.
Nos sentamos allí, envueltos en los brazos del otro, y me sentí una
adolescente de nuevo. Me sentí como esa misma boca ruidosa, sabelotodo,
erupción cutánea, enamorada adolescente que vio a su príncipe encantador
e hizo temblar las rodillas en el momento en que él miraba mi camino.
—¿Qué? —preguntó, mientras me sonrió.
—Nada —dije, y en un rápido movimiento, me volteó en mi espalda y
me ancló en él.
Observó mis ojos con una sonrisa en sus labios.
—Mujer, ¿por qué es tan condenadamente divertido?
—Hombre —levanté la cabeza hasta él—, no dije nada.
—Por el duro camino entonces…
—Sedric, no… —antes de que pudiera detenerlo, él abrió mi camisa de
un tirón—. Maldición, Sedric, esa camiseta fue un regalo.

—Mi regalo será mucho mejor. —Besó mi cuello y con una mano,
desgarró mi sostén de mi pecho.
—¿En serio? —lo reté, cruzando mis brazos sobre mi pecho, pero en el
momento que cubrieron mis pechos, las apartó.
—¿No es obvio? —susurró, uno de sus manos vagó por el lado de mi
brazo, se ancló sobre mi cabeza, hasta que llegó a mis pezones. Jugó con ellos
mientras me miró fijamente a los ojos.
—Sedric…
—¿Qué mejor forma de demostrarle a mi esposa que me importa, que
darle placer? —Él susurró nuevamente, besando mis labios antes de ir detrás
del lado de mi mandíbula—. Darnos tanto placer.
—Padre, Liam quiere…— Neal interrumpió a través de la puerta antes
de que yo pudiera hablar—. Jesús, puta madre, Cristo de Nazaret, ¡mis ojos!
Agarré una almohada, y Sedric alcanzó su pistola en un arrebato de
ira.
—¿Qué te dije sobre llamar a la puerta? —Él rugió, antes de disparar
una ronda en la cabeza de Neal.
Neal esquivó pero despegó un pedazo de la puerta.
—Lo siento…
—Neal, lo juro, si no te vas, ¡Te voy a despellejar!—gritó Sedric,
saliendo de la cama una vez que yo estaba cubierta.
Neal bajó la cabeza y me esforcé por no reír. Lucía que lo hizo cuando
él era un niño y nos atrapó haciendo la misma cosa.
—Liam dijo…
—No me importa lo que tu hermano dijo. No me importa si la maldita
luna está cayendo del cielo. ¡Sal, muchacho! —rugió.
Su garganta iba a estar adolorida por la mañana.

—Padre, prefiero morir en tus manos que en las de Liam… o peor, las
de Mel. Dame un segundo para decirte y, entonces, voy a correr más rápido
que Forrest Gump.
Eso lo hizo, no pude retener mi risa, y Sedric me miró fijamente,
obligándome a poner mi mano sobre mi boca.
Se paró delante de Neal, él no podía ver porque estaba obligando a sus
párpados quedarse cerrados, y puso una pistola en su cráneo.
—Sedric…
—¿Prefieres que te mate yo a Liam o Mel? —preguntó, y yo quería
golpearlo en la cabeza.
Neal sonrió socarronamente.
—Tú me mataría rápidamente, y luego mamá destrozaría tu trasero.
Liam y Mel tendrían una página del libro George Bugs Morgan y colgarían
mis testículos con cable de piano de un techo. Luego quemarían mis ojos con
cigarrillos. Así que sí, tengo miedo de ellos mucho más de lo que te temo,
porque son unos locos de mierda.
Sedric apretó la mandíbula.
—Neal, ¿qué es? —le pregunté, antes de que Sedric, realmente,
apretara el gatillo.
—Aviela DeRosa se encuentra en Chicago, y Liam cree que ella está
relacionada con el abuelo de alguna manera. El abuelo todavía no llega a
casa, pero estamos en el bloqueo. Lo que significa…
—Yo te enseñé las malditas reglas, sé lo que significa, ¡idiota! —espetó
Sedric, tirando de Neal por el oído solo como acostumbraba—. ¡Fuera! —lo
empujó fuera de la puerta.
—Liam quiere una reunión familiar…
—Dile a tu hermano que tu madre y yo estamos teniendo nuestra
propia reunión. ¡Con la gracia de Dios, quizá podamos tener otro hijo para
sustituir tres cabezas huecas! —dijo, golpeando la puerta en su cara.

¿Otro niño? ¿Qué éramos, Abraham y Sara?


—¡Urgh! ¿En realidad? ¡Como si no me hubieran traumado para toda
una vida! —la voz apagada de Neal resonó a través de la puerta.
—Llévate una silla a la terapia para Declan y llora con ellos —gritó
Sedric volviendo antes de caer en nuestra cama—. Yo sabía que el muchacho
siempre estaría bloqueando mi pene. Lo sabía desde el primer mes que él
estaba en casa.
Riendo, lo besé en la espalda antes de dormir junto a él. Él tenía razón.
Entre todos nuestros hijos, Neal fue el único que siempre nos atrapó en el
acto. Los demás pueden haber escuchado, pero sólo Neal siempre llegaba y
mataba nuestro momento. Lo hizo como un bebé, lo hizo como un joven
muchacho, e incluso como un adolescente. Y ahora, lo hizo como un adulto.
—Recuerda, él es también quien te hace reír más que el resto. Neal es
el risueño. Declan, el observador silencioso. Liam es…
—Un sabelotodo, controlador, con un complejo de dios para rivalizar
a mi padre —añadió, volviendo a mirar y sacó la almohada lejos para verme.
Sacudí mi cabeza.
—No, Liam es el pensador, el maestro jugador de ajedrez. Es por eso
que lo amo tanto. Siempre es una ida y vuelta entre ustedes. Pero cada uno
de ellos es como tú. Neal irradia alegría, en la forma como tú lo haces; Declan
lee como tú, estudia como tú, escucha como tú. Disfruta de la paz…
—Y, entonces, Liam, ¿es como la madre sabia? —Él sonrió
socarronamente, besando mi mano.
—Liam es la pequeña parte de ti que desea alcanzar la grandeza a toda
costa. Sí, él es duro, y sí, es controlador. Puede incluso tener un complejo de
Dios. Pero lo ves y ves lo que nunca podrías haberte convertido y lo respetas.
Tú y yo sabemos que si Liam no hubiera nacido enfermo, Shamus habría
intentado adoptarlo.
—Lo sabía incluso cuando él estaba enfermo —susurró. Por alguna
razón, su voz fue atrapada en este nivel conmigo esta noche—. Luchó tanto.

Solía decirme mientras estaba en la cama que alguna vez cuando estuviera
mejor, iba a comprar el maldito hospital, tan sólo para así abastecerlo con
mejor comida. Cuando le pregunté por qué él no sólo lo sugería, dijo: Eso es
mucho para hablar y yo lo quiero hacer. Tenía siete años. Llevé a los chicos a
pescar cuando tenía trece años. Neal capturó cinco peces, Declan tres, y yo
siete.
—¿Liam no cogió nada? ¿Estás seguro? —fruncí el ceño, intentando lo
mejor de mi para recordar aquellos días, pero él y yo sabíamos que el
momento para mí fue como la edad oscura.
—Él capturó uno. Simplemente estaba cansado de su viaje desde el
hospital y todavía un poco débil. Me sorprendió que pescó algo. Sólo quería
que respirara aire fresco y se relajara. Habíamos acampado junto al lago,
pero cuando me desperté en la mañana, Liam se había ido…
—¡Sedric! —golpeé su brazo.
—Ouch. ¡Maldita sea, mujer! —gritó, sujetándome más fuerte—.¿Lo
encontré, no? El pequeño mocoso tomó el barco, salió al agua y a la pesca
hasta capturó 18 peces. El chico estaba medio congelado, sus dedos estaban
cortados de los cables. ¡Nunca quise a patear su culo tanto!
Podía ver cómo ahora, años más tarde, que él mismo no podía dejar de
sonreír por el recuerdo.
—Él estaba tan decidido por vencernos a todos. Él podría haber
detenido a los diez, pero no, el maldito chico tenía que doblarlo. Estaba tan
orgulloso de sí mismo, a pesar de que apestaba —añadió.
—Eso suena como nuestro Liam. Él tiene que ser el número uno, y todo
el mundo tiene que saber. —Me reí.
—Sí. —Besó mi cabeza—. Es la forma en que supe que él era quien iba
a tomar el relevo. Liam apenas podía pararse y postrarse ante mí. Si se tratara
de Neal o Declan, sé que él se hubiera roto o matado a ellos. Nunca en mi
vida he estado más agradecido con Neal que cuando él lo aceptó sin
cuestionamiento.

—Eso es porque él es como tú y nunca quiso hacerse cargo. Odia


trabajar bajo presión.
—Su mayor éxito fue encontrar Mel, sabes, ¿verdad? Liam no sería la
mitad del hombre que él es ahora si no fuera por ella —agregó.
—Ambos tienen cosas buenas y malas. Bueno para la familia y la
empresa. El mundo puede simplemente aborrecerme por eso. Liam se
alimenta de ella, y ella de él. A ambos les gusta vencer al otro y es aterrador.
Liam habría matado a Shamus, pero Melody tiró de él hacia atrás.
Yo podía ver en sus ojos. El orgullo.
—¿Qué vas a hacer? —le pregunté por tercera y última vez.
Él me besó antes de sentarse.
—Voy a tener una conversación con mi padre.

Sedric
Llega el momento en la vida de cada niño donde tienen que mirar a
sus padres a los ojos y decir lo suficiente.
Siempre me pregunté cuándo llegaría ese momento. O cómo podría
mirar al demonio de mi padre a los ojos, de pie con la cabeza en alto, sin
miedo. Todos tenemos miedo de algo o alguien. Shamus siempre había sido
esa persona. Pero, mientras caminábamos por los bloques traseros detrás de
nuestra casa, no sentía nada… nada en un sentido familiar.
Fue así como pasé casi treinta años dirigiendo a la familia. Hubo breves
momentos de alivio; El momento en que conocí a Evelyn, el momento en que
nacieron mis hijos y el momento en que Evelyn volvió a mí. Pero aquella
sensación de nada siempre estaba allí, comiéndome.
—No busqué compañía —Shamus habló desde la oscuridad, mientras
el viento sopló las hojas sobre nosotros.
—No busqué tu presencia —dije, moviéndome para estar junto al
árbol. Odiaba ir tan lejos en nuestra propiedad, pero todavía hacía el viaje
una vez al año con Evelyn, sólo para ver las lápidas que descansaban justo
debajo de la hierba. Una de mi madre y la otra para la hija que nunca
llegamos a criar.
—Te dije que ese muchacho tuyo echaría a perder todo lo que he
construido.
No respondí por un momento, disfrutando del viento frío mientras nos
levantamos.
—¿Por qué estás aquí, Shamus?
—Porque la muerte viene —respondió. Volviéndose hacia mí, me di
cuenta por primera vez que tenía un arma en la mano—. No tienes idea de

lo que hiciste cuando organizaste su matrimonio. Hay reglas que tenemos


que seguir.
—Cualquier regla que rompí fue porque fallaste en enseñarme —
contesté—. ¿De verdad vas a matarme aquí, en el bosque, delante de mi
madre e hija?
—No a ti —dijo antes de girar la pistola hacia el mismo.
Antes de que pudiera parpadear, el disparo resonó durante la noche.
Su cuerpo cayó sobre las hojas, y no me inmuté. Ni siquiera un poquito.
Me arrodillé, lo miré fijamente.
—Tuviste que haber hecho eso hace tanto tiempo.
Suspirando, saqué mi teléfono. Liam iba a estar enojado.

9
“Los hombres viejos son los que declaran la guerra. Sin embargo, es la juventud la
que debe luchar y morir.”
—Herbert Hoover

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Liam
—Perdona, ¿qué demonios dijiste? —preguntó Neal a nuestro padre
mientras se servía un trago.
—Tu abuelo se disparó en la cabeza con una nueve milímetros
mientras hablábamos en el bosque —repitió antes de bajar el vaso por
completo.
Abrí la boca, pero por primera vez en mi vida, no estaba seguro de qué
demonios decir. ¿Cómo él podía quedarse ahí, tan tranquilo y compuesto,
como si nos acabara de hablar sobre el clima y no el suicidio de un hombre?
Melody, Declan, Neal y yo nos sentamos allí, y dejé que las noticias se
hundiera en ellos.
—¿Shamus acaba de suicidarse? —preguntó Melody, mirándolo—.
¿En el bosque?
—Siento como si estuvieras insinuando algo. Lo cual es extraño porque
siempre eres tan directa. —La miró.
Melody cruzó las piernas y dobló las manos en su regazo.
—Bueno, entonces déjame ser directa; ¿Mataste a Shamus?

—No, pero lo planeé. Al igual que el bastardo va y arruina eso para mí


también. —Frunció el ceño, todavía más frío que el hielo.
Este era el padre que me había enseñado todo lo que se necesita saber
cuando crecí.
—El Shamus que conocía se amaba demasiado a sí mismo para
quitarse la vida —dijo Declan.
—Todos tenemos miedo a algo, no importa cuánto intentemos negarlo
—respondió, moviéndose para mirar por la ventana—. Sólo puedo imaginar
que tiene algo que ver con la madre de Melody.
—No tengo una madre —dijo Melody rápidamente.
—Como sea, las últimas palabras de Shamus fueron: No tienes idea de
lo que hiciste cuando organizaste su matrimonio. Hay reglas que tenemos que seguir.
Así que quienquiera que sea esa mujer, él tenía el miedo suficiente para
quitarse la vida por ella.
—Nada de esto tiene sentido —gimió Neal frotando su sien—. Quiero
decir, no puedo ser el único confundido.
No lo era, y el hecho que estuviera tan confundido como mi hermano
me molestaba hasta el fin.
—Es suficiente —dije—. Hemos estado detrás de esto por tanto
tiempo. Quiero respuestas. Las quería ayer. ¿Quién demonios es esta mujer?
¿Qué quiere con nuestra familia?
Melody se incorporó y giró hacia mi padre.
—Shamus hizo dos cosas cuando vino: Nos insultó y dijo que deberías
casarte con Catherine Briar.
—He revisado la familia Briar —respondió Declan—. No son más que
un pequeño grupo de matones irlandeses. Tienen algunas relaciones con el
éxtasis y otras drogas de segunda categoría, pero ni siquiera pueden ser
competencia para nosotros.

—Eso no importa —dije mirando a Melody. ¿Estaba pensando lo que


yo estaba pensando? —Si Shamus desperdició su aliento, entonces tiene que
ser algo importante. Tenemos que llegar hacia los Briar para que podamos
unir las piezas de lo que esté pasando.
—El único problema es que después que lanzaste a Natasha a la casa
de los frutos secos, su familia se escondió. Nadie los ha visto —dijo Neal.
—¡Entonces haz tu maldito trabajo y encuéntralos! —gritamos Melody
y yo al mismo tiempo.
Declan sacudió la cabeza pero se levantó junto a Neal, yendo hacia la
puerta. Fue sólo entonces cuando se fueron que me volví hacia mi padre—.
¿De verdad lo ibas a matar? —pregunté, ya sabiendo la respuesta.
No respondió, sólo miró por la ventana.
—Ambos tienen un misterio que resolver y yo tengo un padre que
enterrar.
—¿De verdad vas a enterrar a ese bastardo?
—Regla cuarenta y cuatro —respondió antes de salir por la puerta.
Melody me miró con la ceja levantada e interrogándome.
—Regla cuarenta y cuatro: La familia es familia, incluso cuando desees
que no lo fueran —expliqué.
Se echó a reír mientras se movía a mi lado.
—Si esto tiene algo que ver con mi familia también, voy averiguarlo.
—Todos en tu familia están muertos.
—Regla 171. —Sonrió y la miré confundido.
—¿Quieres compartir?
Sonrió besando mi mejilla.
—Regla 171: incluso los hombres son familia.
Sonreí.

—Acabas de inventar eso.


—Eso no lo hace menos regla.
Cierto.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto. Todo esto —dije.
—Yo también.
Tal como había sospechado, algo salía del infierno y venía hacia
nosotros. Y estaba llegando rápido.

10
Solía matar a gente por dinero, pero estos días es más como una técnica de
supervivencia.
—Jennifer Estep

Traducido por Lvic15


Corregido por Jessibel

Fedel
Algunas personas creen que tienes que ser un jodido hijo de puta loco
para vivir la vida que vivo. Los veo caminar con la cabeza muy en alto,
hablando por sus teléfonos, pretendiendo ser buenas personas. Pero la
verdad es que no lo son. La verdadera buena gente, es muy difícil de
encontrar, no piensan que son buenas personas. Creen que están haciendo lo
que los demás harían. La verdad es que el noventa por ciento de nosotros
nos escondemos del mundo y de nuestro verdadero ser. Nos obligamos a
hacer lo “correcto” porque tenemos miedo de las consecuencias de hacer lo
que realmente queremos hacer.
Solía ser una de esas personas. Solía mentirme también. Sabía lo que
mi padre —Gino El Tuerto— hacía para ganarse la vida. Sólo lo veía en
vacaciones, y en mi cumpleaños, pero sabía que no quería ser como él. Cada
vez que mi madre lavaba la sangre de sus camisas, sentía mi disgusto
acumularse. No quería ser como él, no quería su vida, y no quería pasar mi
tiempo besando los zapatos de las personas.
Y luego volvió en una silla de ruedas y me dijo que yo iba a ir a trabajar
para el mismo diablo. La lealtad de Gino a Orlando no conocía límites, y

supongo que a Orlando le gusta el viejo. Por eso, cuando Gino perdió sus
piernas, Orlando le permitió una salida de la vida y para demostrar su
gratitud, y Gino me entregó; trabajaría en su lugar, de esa manera nadie
podría pensar que él se había convertido en una rata. Un hombre podía
delatar a su jefe, pero un verdadero hombre nunca podría delatar a su único
hijo.
Lo odiaba por ello. Traté de escapar. Empaqué toda mi mierda en una
bolsa, salté por la ventana y corrí por la calle, sólo para encontrarme a la hija
de Orlando apoyada contra un gastado y viejo Chevy.
—Le dije a mi padre que ibas a escaparte —dijo, mientras la pared de
músculo que conocía como Antonio abrió la puerta para ella y para mí. La
mirada en sus ojos mientras sostenía la puerta abierta, y su arma visible, me
dijo que no tenía ninguna opción en la materia.
Melody no me habló. En cambio, se echó hacia atrás, hojeando un
diccionario irlandés—inglés. Intenté conseguir que hablasen, les llamé cada
nombre en el libro, pero la única respuesta de Melody fue sacar un cuchillo
y pasar su hoja profundamente por el tablero. Eso me calló rápidamente.
Cuando llegamos a su mansión, ella estableció la ley.
—Tu lealtad es con mi padre y conmigo por el resto de su vida —dijo—.
Matarás por nosotros, lucharás por nosotros, y mentirás por nosotros. A
cambio, no sólo serás un hombre muy rico, sino que estarás mucho más
seguro de lo que estarías sin nosotros. Tu padre ha enfadado a mucha gente,
todos ellos matarían sólo por devolvérselo. Escápate de nuevo, y Antonio
pondrá una bala en detrás de tu cráneo. Buenas noches. —Y con eso, se bajó
del coche y entró en su casa, y me dejó totalmente perplejo.
—¿Qué edad tiene? —le pregunté a Antonio.
—Catorce —dijo, mientras negaba, con una leve sonrisa en sus labios—. El
jefe quería llevarla al instituto, pero tenía miedo de que se comiera a los otros
estudiantes. —Se rio—. Vamos, es momento de mostrarle al nuevo perro su

jaula. No querría matarte tan pronto. Ella no estaba bromeando acerca de las
reglas.
No, no lo hacía. Durante los años que pasé allí, llegué a entender mi
lugar. Me hice más leal a ella. No estaba seguro de por qué. Ella sólo tenía
una manera de entrar en tu cabeza y permanecer allí. Trabajaba diez veces
más duro que el resto de nosotros, y nunca pedía nada a cambio. Ella sólo
trabajaba... más de lo que debería cualquier chica de su edad. Querías hacer
su vida más fácil. Querías hacer lo que fuera que necesitase. Y siendo nada
más que fría, calculadora y asesina, se ganó nuestra lealtad. Era la razón por
la que estaba haciendo este trabajo ahora.
—Gino —dije al teléfono.
—¿Fedel? ¿Por qué…
—No tengo tiempo, Pa. Tengo una pregunta y necesito que la contestes
lo más honestamente posible. —Podía sentir su mirada en la parte de atrás
de mi cuello.
—No puedo mentir —mintió al teléfono.
Luché contra la urgencia de poner mis ojos en blanco—. ¿Qué sabes
acerca de Aviela, la ex esposa de Orlando?
—¿Aviela? ¿Porque lo preguntas? Esa mujer murió hace años —
respondió, mintiendo otra vez.
Maldita sea, Pa.
—¿Sabes algo? —le pregunté de nuevo.
—No hijo, no lo sé.
Con eso, colgué.
Iba a tener que hacer esto de la manera difícil.
—¿Y bien? —preguntó, sentada detrás de mí mientras Antonio se
detenía en el manicomio. Ella nunca hablaba a menos que tuviera que
hacerlo.

Me encontré con sus ojos castaños en el espejo retrovisor.


—Está mintiendo, señora. Sabe algo —dije con honestidad, y la
observé mientras me miraba—. ¿Puedo confiar en ti para hacer lo que hay
que hacer? —preguntó.
—Sí. —Porque era leal; la jerarquía de mi vida era Melody, Liam, Dios,
entonces la familia. Era jodido, pero eso era sólo parte de la vida.

Melody
¿Era mi pedido demasiado para Fedel? ¿Realmente haría todo lo que
había que hacer para hacer el trabajo? Sólo el tiempo lo diría, y en este
momento, tenía cosas más importantes que hacer. Mientras subía por las
escaleras hacia la estructura de piedra —que parecía que pertenecía a una
novela de Stephen King— las ratas entraron libremente en el edificio.
—Señora Callahan, estaba tan conten...
—Quiero a Natasha Briar, puedes besarme el culo más tarde —le dije
al médico de baja estatura, que parecía como que tenía que ser un paciente
él mismo.
—Puede esperar aquí.
—Llévame a ella. —Me incliné hacia su rostro—. Ahora.
Dio un salto, y las enfermeras detrás de él dieron un paso atrás cuando
abrió la puerta para mí. Podía sentir a Antonio caminando a mi lado. En el
momento en que se abrieron las puertas, todo lo que pude oír fue un
galimatías mezclado con diferentes niveles de gritos. Era una casa de locos,
eso era seguro. Las mujeres tenían todas el cabello muy encrespado y el
rostro pálido, y parecían estar en sus propios mundos. Algunas estaban
sentadas en la esquina temblando, mientras que otras jugaban con sus manos
o hablaban con ellas mismas.
—¡Zapatos! —gritó una mujer de repente, tratando de alcanzarme.
Antonio la agarró, aunque dudo que se diera cuenta—. ¡Zapatos! ¡Quiero los
zapatos! ¡Zapatos rojos! ¡Quiero los zapatos rojos!
—¿De qué sirven los zapatos si no tienes pies? —le advertí, justo
mientras el médico les decía a las dos enfermeras que se la llevaran.
—Salí con una chica como ella una vez —declaró Antonio—. En
realidad, creo que podría muy bien haber sido ella.

—Lo siento por eso, señora Callahan —dijo el médico—. Trato de


hacerlas salir de sus habitaciones para que puedan socializar y para que no
se sientan como animales enjaulados. Créame, usted es perfectamente…
—¿Estás tratando de venderme algo, doctor? —pregunté.
—No, señora…
—Entonces deje de hacerme perder el tiempo —siseé entre dientes,
haciendo que se le cayeran sus llaves. Las agarró con rapidez antes de salir
corriendo por el pasillo.
Su “habitación”, que se parecía más a una celda, era la última puerta a
la izquierda. A través de la pequeña ventana, pude ver su cabello rubio en
el suelo mientras estaba sentaba en la esquina. Cada vez que se apartaba un
mechón, parecía caerse de nuevo adelante, lo que la hacía sollozar... me
recordaba a Orlando.
—Señora Briar, la señora Callahan está aquí para verte. —En el
momento en que dijo que era yo, ella estaba de pie y empujando atrás en la
pared.
—No. No. No. Por favor, no. ¡NO! —gritó antes de comenzar a llorar.
El médico se giró buscando a las enfermeras, pero eso no ayudaría.
—Abre la puerta —exigí. Antes de que pudiera discutir, Antonio le
quitó las llaves y abrió la puerta él mismo.
—¡NO! ¡POR FAVOR NO! —rogó Natasha, curvándose en una bola.
—No. No. No. Oh cállate —dije bruscamente, tirando de ella desde el
suelo. Sus ojos estaban muy abiertos, y estaba cubierta de suciedad y sangre
seca, sólo Dios sabe de qué o de dónde. Se veía como una completa salvaje,
y también olía como una.
—Es tu día de suerte. He venido a salvarte.
—No —dijo de nuevo—. Tú no sabes cómo salvar. Dios salva. El diablo
destruye.

—Lo bueno es que no soy ni uno ni el otro. Pero puedo ser ambos.
Ahora, ¿quieres irte o prefieres quedarte aquí con el buen doctor? —No le di
tiempo para pensar antes de empujarla hacia Antonio.
—¡No puede simplemente llevársela! —gritó el médico mientras
salíamos.
—¿Quién me va a detener? —grité mientras me alejaba—. Cuidado,
doctor. Me gusta destruir cosas mucho más que salvarlas.
En el momento en que salimos, Neal y Monte detuvieron en el coche
detrás de Fedel. Monte caminó hasta ella y presionó la aguja en su brazo.
—¿Qué estás haciendo? Detente, por favor, detente —gritó Natasha,
obligándome a tomar una respiración profunda.
—Estamos limpiando tu sistema de cualquier medicamento que te
hayan administrado. Así que deja de luchar —respondí, esperando a que
Monte terminase, mientras Fedel mantenía abierta la puerta para nosotros.
Neal me dio la hamburguesa y el batido antes de ayudar a Natasha a
entrar en el coche. Sólo cuando se hubo sentado entré y le entregué la
comida. Lo miró antes de mirarme.
—No habría hecho todo este trabajo sólo para envenenarte. —Me
apoyé en el asiento, enviando un mensaje a Liam para hacerle saber que
estábamos de regreso. Con Antonio conduciendo, estaríamos allí en dos
horas.
Ella no habló. En cambio, comió todo lo más rápido y salvajemente
como le fue posible. Lamiendo sus manos y labios, Fedel se volvió hacia ella,
lo que hizo que ella fuera más despacio y se congelara.
—¿Necesitas algo, Fedel? —Lo miré, obligándole a mirarme—. No,
señora —dijo, dándose la vuelta una vez más.
Le di un pañuelo de papel y se ralentizó, pero todavía siguió comiendo
a un ritmo constante, mientras me observaba detenidamente.

—Si no quieres matarme, ¿qué quieres? —preguntó. Sonaba tan


cansada, como si no hubiera dormido en años.
Al menos no ha perdido la cabeza todavía.
—Sólo come y descansa. Podemos hablar de eso más tarde. Te prometo
que no te haré daño. —Ella era la única pieza del rompecabezas que
teníamos.
Ella me fulminó con la mirada y casi le dio el aspecto de la antigua
Natasha... casi.
—Ya me he hecho daño a mí misma. Así que lo que sea…
—Natasha —le corté—. No me importa tu dolor. No me importa tu
sufrimiento. Te advertí y no hiciste la elección correcta. Elegiste tu destino y
perdiste. Pero ahora has vuelto a ser útil de nuevo, y tienes una segunda
oportunidad. No la jodas, Natasha. Sé inteligente.
Me miró de nuevo, haciéndola ver como un ciervo atrapado por unos
faros, antes de dejar caer la cabeza y terminar su comida.
Me coloqué las gafas de sol de nuevo, traté de calmar el dolor de
cabeza que había aparecido de forma intermitente durante la última semana.
Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar. No importaba cuánto Liam o
yo tratábamos de unir las piezas del misterio de nuestras vidas, ambos nos
quedábamos con las manos vacías. Todos los registros de Shamus habían
sido limpiados. Ni siquiera había rastros de que él hubiera tenido registros.
Hasta el último centavo de su fortuna se había ido también. No había manera
de que esa cantidad de dinero pudiera simplemente ser borrada del sistema
sin ningún rastro. Incluso si se tratara de una cuenta privada en el extranjero,
todavía habría un rastro.
Alguien había casi borrado a Shamus de la historia. La mayoría de las
cosas que llevaban su nombre habían desaparecido o carecían de
importancia. No me gustaba esto. Me sentía como si estuviéramos en medio
de una especie de novela de espionaje. Esto era la mafia. No tenía tiempo
para estar persiguiendo secretos o tratando de encontrar la clave al pasado.

Teníamos un cargamento de droga que llegaba esta mañana y en vez de


echarle un vistazo con Liam, estaba aquí, en un coche con Natasha.
—Señora, su teléfono —dijo Fedel, sacándome de mi línea de
pensamiento. Mi teléfono estaba sonando.
—¿Y bien? —pregunté en el receptor.
—Hola amor. ¿Cómo estás hoy? ¿Me extrañaste? Esas son las
preguntas que me gustaría escuchar cuando contestas al teléfono —dijo
Liam.
—Liam, yo no... —me detuve, no porque quisiera, sino porque el
teléfono ya no estaba en mi mano, y yo ya no estaba en mi asiento... y el coche
no estaba más en camino... En ese momento, todo estaba en el aire.
El cristal se hizo añicos. Metal contra metal rozó, arrancando parte del
coche mientras rodábamos. Natasha gritó, o parecía que estaba gritando,
pero yo estaba sorda. Se sintió como horas —años, quizás— cuando el coche
finalmente se detuvo. Estaba demasiado aturdida como para moverme por
un momento. Me quedé allí sentada, colgando boca abajo, mirando a la
sangre que goteaba del brazo de Fedel.
¿Estaba muerto?
—¿Qué pasó? —gritó Antonio, tratando de sacarse el cinturón de
seguridad—. ¿Qué...? ¿Qué ha pasado? —Fue entonces cuando me di cuenta
de la gran pieza de vidrio en su brazo. Estaba perdiendo sangre —una gran
cantidad de sangre— y estaba entrando en pánico.
—Antonio, respira. —No me estaba escuchando—. ¡Antonio!
Escúchame ahora.
Quité mi cinturón de seguridad, caí directamente a la parte superior
del coche. Natasha se quedó allí, noqueada, pero todavía respirando. Me
arrastré hacia delante, saqué mi cuchillo de mi muslo, y extendí la mano para
cortar su cinturón de seguridad.
—¿Estás viva allí, cariño? —Alguien llamó, y me quedé helada.
Antonio me miró a los ojos antes de quitarme el cuchillo de las manos.

—¿Osa Mel? Voy a estar muy decepcionada si estás muerta.


Aviela.
Luché contra los recuerdos; unos de mí en sus brazos mientras me
llamaba Osa Mel. Agarré un fusil que había caído, lo metí en la parte trasera
de mis pantalones antes de hacer un movimiento hacia la ventana.
—No vayas —susurró Fedel—. Trampa.
—Ayúdale cuando estés estable, Antonio. —Fue todo lo que me atreví
a decir mientras me arrastraba sobre mi vientre y mis manos, haciendo caso
omiso de los fragmentos de vidrio que cortaban mi piel.
Salí a través de la ventana, y caí a la hierba, sólo para descubrir seis
armas apuntando a mi cara, y mi madre, con guantes blancos y todo,
sonriéndome. Ella, a diferencia del resto de sus hombres, parecía que iba a
almorzar con la reina y no que estuviera sedienta de sangre.
Se parecía tanto a mí. Su cabello oscuro cortado a la altura de sus
hombros con ojos marrones brillantes que me miraban. Uno de sus hombres
me levantó por el brazo, y por el rabillo del ojo, vi a Neal saliendo
arrastrándose de su coche destrozado, pero no pude ver a Monte en ningún
lugar.
—A pesar de la sangre y el lodo, tengo que decir, que hice una niña
atractiva. —Sonrió Aviela.
Escupí a sus pies y fui golpeada por uno de sus hombres. Sentí la
sangre acumulándose en el lado de mi boca.
—Tan grosera. ¿Es esto lo que tu padre te enseñó? —preguntó,
caminando hacia mí.
—Me enseñó un montón de cosas antes de que lo mataras. —Con mi
única mano libre, pude llegar a mi arma y disparar a la espalda del hombre
que me había abofeteado.
Gritó y una bala atravesó mi hombro, enviándome hacia atrás.

—Grosera y rápida —dijo Aviela, arrodillándose junto a mí mientras


me cogía de mi hombro y luchaba contra el impulso de gritar.
—Será mejor que me mates ahora, Aviela —le siseé—. O juro por Dios,
que no descansaré hasta que te arranque la cabeza de tus hombros.
Sacó una pistola y la puso en mi herida.
—Eres una cachorrita. Soy una leona, cariño. Cuenta a tus estrellas de
la suerte que no estás en mi lista de hoy. —Con eso, me disparó una vez más
antes de levantarse.
El sol estaba contra mis ojos y todo lo que pude ver era su sombra
mientras se quitaba sus guantes blancos—. Soy tu hija... —susurré mientras
comenzaba a desvanecerme.
—Nunca te quise. Tenía órdenes. Las seguí, y fuiste un efecto
secundario. Sin resentimientos. —Otra bala sonó, pero no la sentí. Todo se
volvió oscuro y todo en lo que podía pensar era en... Liam.

Liam
—¿Dónde está mi mujer? —rugí a la enfermera del hospital tras el
escritorio.
—Liam, hijo, respira. —Sedric tiró de mí mientras yo trataba de
mantener la calma. Pero eso era imposible en este punto. Apenas podía ver
bien.
—Estoy respirando, ¿dónde demonios está mi mujer? —grité de nuevo,
tirando de la primera enfermera que salió.
Ella me miró, con los ojos abiertos, moviéndose bajo mi agarre—. Mi
esposa —le susurré a la cara.
—Yo... me haces daño —sollozó, tratando de alejarse.
—Liam, la acaban de llevar a la habitación 228 —gritó Declan y corrí.
Corrí como un hombre sin cabeza.
Me estaba volviendo loco. Lo sabía.
Podía sentirlo.
En un momento ella estaba allí, al teléfono y al siguiente, todo lo que
podía oír eran las ventanas rompiéndose, los sonidos del metal, y,
finalmente, un coro de gritos.
Una y otra vez llamé al teléfono.
Una y otra vez intenté hacerles llegar un mensaje a cualquiera de ellos,
pero nada. Durante más de dos horas, no tuvimos nada excepto silencio de
radio. El localizador había sido quitado de todos nuestros coches. Le exigí a
Jinx que me llevara a la última ubicación de la señal, pero ella no estaba allí.
No fue hasta que mi madre llamó, diciéndome que alguien había
filtrado a la prensa acerca de un accidente de coche, que fuimos capaces de
encontrarla. Estaba en algún hospital pequeño en la periferia de la ciudad, y

ni siquiera sabía si estaba viva o... no sabía nada. No respondía a mis


llamadas. Tampoco mi hermano. Pero sabía que era más que un accidente
de coche. Los casquillos de bala y el cráneo de Natasha lo habían
demostrado.
La habían matado. Dos disparos en la parte posterior de su cabeza. Esa
era ahora Natasha Briar. Su cuerpo fue encontrado a tan sólo tres kilómetros
del “accidente” y en el momento en que lo vimos, me temí lo que le habría
pasado a Mel... mi Mel.
En el momento en que abrí —más bien pateé— la puerta, me encontré
cara a cara con Neal, que estaba sentado a su lado; con el ojo reventado, las
costillas y el brazo rotos. Se veía fatal.
Pero Mel, quien estaba pálida como una sábana en la parte superior de
su cuerpo, parecía mucho peor.
—Nos jodieron, hermano... —susurró Neal—. Aviela DeRosa y sus
hombres. Esperaron hasta que conseguimos a Natasha y nos sacaron de la
carretera. Todo sucedió muy rápido. Disparó a Mel tres veces... lo intenté.
Traté de cogerla, pero estaban los hombres de Aviela. Ella tenía el poder de
matarnos. Ella pudo habernos matado. Ella quería que supiéramos que podía
jodernos. A nosotros. Nosotros los Callahans, que podía ponernos de rodillas.
Agarré su cara, cogiendo su mano antes de caminar hacia mi esposa.
Me senté en el borde de la cama, le aparté el pelo hacia atrás, tratando lo
mejor por no imaginarla siendo disparada tres veces.
—Descansa, hermano —dije—. Descansa mucho. Descansa bien.
Porque pagaran por esto. Voy a hacerla sufrir. Lo juro. Cree que nos puede
poner de rodillas, pero no puede. Nadie puede. —Besé los labios de Mel
antes de acostarme a su lado y me sentí tranquilo ante el sonido de su
corazón.
Neal parecía como si no me creyese. Como si hubiera visto al diablo, y
de repente ya nada le parecía tan temible.
Pero esto no había terminado. Esto está lejos de terminar.

Negó antes de salir, y vi un destello de pelo rubio que tenía que ser su
esposa.
—Ella estaba jugando conmigo —susurró Mel, agarrándome contra su
pecho. Acercándome más, besé la parte superior de su cabeza—. No sabía
que estabas despierta.
—Ella juega conmigo como con un niño. Me superó con facilidad, y me
dejó en el suelo sin poder detenerla, Liam. Ella…
—Shh, amor. Descansa. Solo descansa. Este no es el final —le dije—.
No es el final, porque ella me dejó vivir.
El pensar que la habían “permitido” vivir me irritaba más que nada.
—Mel, descansa —susurré, sosteniéndola con más fuerza.
Aviela pagaría. Pagaría caro. Nada, ni siquiera Dios podría impedir
conseguir mi venganza. Pero en este momento lo que necesitaba era
mantener a mi esposa calmada. Necesitaba a la familia calmada. Saldríamos
en la cima. Éramos Callahans, sin importa qué, salíamos mejores y más
fuertes. No podíamos ignorar esto. No podíamos ignorarla.
No jodías con mi negocio. No jodías con mi hermano, y te aseguro que
malditamente no jodías con mi esposa. Habría sangre. Iba a llover sangre
hasta que se hiciese justicia.
Íbamos a ir a Irlanda.
—Liam —susurró Mel en mi oído mientras acariciaba su brazo—. Si,
amor.
—...estoy embarazada de nuevo.
Dios tenía un retorcido sentido del humor.

11
El negocio del asesinato toma tiempo, paciencia, habilidad y tolerancia para lo
monótono.
—J.D. Robb

Traducido por Pagan Moore


Corregido por Jessibel

Liam
Ninguno de los dos habló. Ninguno de nosotros sabía realmente qué
decir, ni por dónde ni siquiera empezar. Muchas cosas habían ocurrido en
las últimas cuarenta y ocho horas. Demasiado hechos, y todavía estaba
tratando de ordenar completamente todo en mi mente. Intenté concentrarme
en su respiración, en el latido de su corazón mientras sonaba en las máquinas
que nos rodeaban. Traté de calmarme y aclarar mi mente, pero luego me
golpeó. Me golpeó como el coche que la golpeó. Casi la pierdo... ellos. Todo
habría terminado.
—Ahh… —gimió Mel, obligándome a sentarme rápidamente.
—¿Qué pasa? —Escaneé su cuerpo, pero aparte de lo obvio, no pude
encontrar nada malo.
—Nada —mintió ella, poniéndose cómoda una vez más en la cama del
hospital.
Ignorándola, fui a ver su historial clínico, Neal ya había sido
trasladado a otra habitación.
—No eres un doctor, baja mi historial clínico —dijo, tirando la
almohada hacia mí. La agarré, se la devolví mientras leía.

—¿Rechazaste todos los analgésicos? —Ella estaba aferrándose al


dolor. ¿Qué diablos le pasaba?—¿Cuándo rechazaste los medicamentos? He
estado contigo desde que llegué aquí.
—Estabas en el baño. Además, el médico dijo que estaba bien.
—Después de que probablemente lo amenazaste. ¿Has perdido la
cabeza? Tienes dos tiros en el hombro y uno en el muslo. Por no hablar de
los innumerables moretones que puedo ver arriba y abajo de las piernas y el
brazo. Toma los malditos medicamentos, Melody. —Traté de no hacerle
daño, pero sólo tuve dos horas de sueño. Esta no era la pelea que quería tener
con ella.
Ella me fulminó con la mirada y le devolví la mirada.
—Sin drogas —siseó.
—Tienes dolor. Tú vas a tener tus medicamentos, aún si tengo que
dispararte. —Cuando me acerqué para llamar a la enfermera, ella agarró mi
muñeca.
—Sin drogas, Liam —susurró— . Ellas aumentan las posibilidades de
aborto involuntario y muerte fetal. No puedo perder este. Si lo hago, he
terminado, no puedo...
La miré por un momento, sin decir nada. Ni siquiera había pensado en
el bebé; No había tenido tiempo de procesarlo todo.
—Está bien. Está bien, sin drogas.
Una vez más, caímos en silencio. No estaba seguro de lo que pasaba
por su mente. Todavía no podía creer que estuviera embarazada. Quiero
decir, sí, era más que posible. Nos lanzábamos uno sobre el otro cuando
estábamos solos. Yo era adicto a ella.
Ella me fulminó con la mirada y la quise, ella estornudó y la quise. Ella
era todo, y había pasado más de un año desde que perdimos... pero como la
ciencia detrás tenía sentido. Era sólo un resultado.
—¿Qué quieres hacer, Mel? —le pregunté. No respondió enseguida.

—¿Tenemos que decírselo?


—No, podemos esperar. —Hasta que estuviéramos más cómodos con
la idea... hasta que yo supiera qué hacer. Tenía mucho que planear y pensar.
—Mel —susurré, caminando y tomando su mano—. Te amo. Me
encanta quién eres y lo que hacemos, pero tiene que ser diferente. No
puedo... no puedes pelear esta batalla. No puedes ir contra Aviela. Ahora no.
Así no. No puedo perder a nuestro hijo otra vez. Tienes que dar un paso
atrás...
—Liam.
—Mel, no estoy debatiendo esto contigo. Juro por todo lo que es santo,
que le haré pagar a Aviela. Les haré pagar a todos. Pero…
—Déjame hablar —dijo ella bruscamente mientras se incorporaba, sólo
aumentando su malestar. Tratando de ayudarla, sólo le di la oportunidad de
empujarme con su único brazo.
—Mel…
—¿Quieres dejar de interrumpirme? Eso me molesta y tú lo sabes.
¿Cuál es el punto de que te diga que tu mierda me molesta cuando
malditamente no escuchas de todos modos? —siseó ella entre dientes.
Entornó sus ojos castaños e intenté mi mejor esfuerzo para no sonreír. Ella
era sexi cuando estaba enfadada conmigo.
Incluso con sus labios magullados, los cabellos enmarañados y los
vendajes, mi esposa todavía lucía muy caliente.
—¿Hormonas ya? ¿Debería comprar la tienda de batidos? —La mirada
en su rostro habría asustado a cualquier hombre, yo por otra parte lo
encontraba gracioso a estas alturas.
Ella se estiró y agarró lo primero que pudo, y lo tiró a mi cabeza.
Lamentablemente, era su propio teléfono. Lo esquivé lo más rápido posible
y se rompió al impactar contra la pared.

—Eres un asno, Liam Callahan. Primero, esto no es por las "hormonas",


soy yo. Yo con tres agujeros de bala en mi cuerpo, un idiota como marido...
Y el encuentro con Aviela. —Dijo la última parte suavemente—. La mujer
que me dio a luz, y también resulta ser una desquiciada. He tenido unos días
difíciles, mi reacción es completamente normal —dijo.
Pero sus reacciones no eran normales para mí. Si esto fuera cualquier
otra persona, mi Melody se habría cosido de nuevo, me hubiese gritado por
llegar tarde y luego exigido que cazáramos a quien fuera el hijo de puta que
estuvo en ese momento. Su reacción... bueno, estaba herida. Lo que era peor
era el hecho de que ni siquiera se daba cuenta de cuánto.
—¿Qué necesitas? —le pregunté suavemente, haciendo que su puño se
apretara.
—Necesito ver a mi madre de la manera en que ella me miró —dijo
mientras se volteaba lejos de mí, pero la hice mirar hacia mí.
—Mel. Nunca te voy a juzgar. No necesito que seas fuerte en todo
momento. Necesito que me dejes entrar ahora más que nunca.
—Ella me disparó, Liam. —Su voz se quebró—. Sin remordimientos ni
dudas, me disparó con facilidad. Dijo que yo no era más que un efecto
secundario no deseado de su trabajo. Pero debería haberlo sabido ¿no? Todo
lo que habíamos descubierto sobre ella decía que era una perra de corazón
frío, pero realmente no pensé que dispararía. No sé por qué. Oí su voz y
sonaba como la misma mujer que solía leerme por la noche.
No estaba seguro de qué decir en respuesta. ¿Qué podría decir? Una
parte de mí no creía que Aviela pudiera apretar el gatillo tampoco. Por el
amor de Dios, era su hija, su propia carne y sangre. Melody y yo no
dibujábamos líneas en la arena, pero eso era algo que nunca podría soñar
con hacer.
Al colocar mi mano sobre su estómago, Mel suspiró y se recostó en la
cama antes de cubrir mi mano con la suya.
—Mel…

—Bien.
—¿Qué? —susurré.
Me miró a los ojos.
—Por nuestro hijo y por tu cordura, no perseguiré a Aviela. Pero
quiero que lo hagas. De ahora en adelante, ella es tu amante.
—¿Disculpa? —Traté de no abatirme. Tal vez estaba drogada.
Se echó a reír, tirándome hacia ella hasta que de nuevo me acosté en el
pequeño catre que se atrevieron a llamar cama. Se sentía como un colchón
de la prisión.
—Aviela es tu amante de la cual yo no debería saber nada de ella. Todo
lo que la involucre será guardado en secreto para mí. Incluso con los
hombres. Si me dicen algo sobre "la amante", amenázalos con cortarles las
bolas y que las tendrán que usar como aretes —explicó suavemente.
Sólo mi esposa podía hablar de castración y sonar como un ángel.
La miré escépticamente.
—¿Vas a retroceder y mantenerte a salvo del peligro?
—Depende cuál sea tu definición de peligro —declaró.
—Melody…
—No me llames Melody. No eres mi padre. Te estoy dejando tomar la
caza de Aviela; Te ayudaré si me necesitas. Pero no me necesitas. Me conozco
lo suficientemente bien como para saber que si me involucro, voy a querer
tomar el control. Querré cazarla yo misma. Pero tampoco me voy a convertir
en ama de casa. Si hemos aprendido algo, es que Aviela no puede ser
subestimada. No puedes concentrarte en el negocio y en ella al mismo
tiempo …
—Entonces, ¿quieres gestionar las drogas? —la corté. Si fuera alguien
más, me habría roto el cuello.
—Liam...

—No me llames Liam —dije—. ¿Quieres que busque a tu madre


mientras estás haciendo tratos con el resto del país? —Definitivamente estaba
drogada.
—Es más seguro y lo sabes —susurró.
Yo sólo podía sacudir la cabeza hacia ella. Sólo en nuestro mundo
vender drogas sería más seguro que tratar con la familia.
—Lo que sería más seguro es que pasaras el día en centros comerciales
y eventos de caridad, mientras yo manejo esto... —Ella apretó mi mano tan
fuertemente que sentí sonar a mis nudillos—. Ay. Maldición, bebé.
—Este es el trato, Liam. Tómalo o déjalo —exigió ella.
Siempre la perra exigente. Ella tuvo suerte de que yo la amara. No sé
por qué, pero como un tonto, lo hice.
Agarrando su brazo bueno, la miré fijamente.
No estás en condiciones de hacer tratos, amor. Estás embarazada y no
te vas a poner en peligro. Tú no eres tu madre, y no harías daño a nuestro
hijo dejando que suceda lo mismo dos veces. ¿Cómo se vería, tener a mi
esposa embarazada tratando a los drogadictos y a los traficantes que
pondrían una bala en la cabeza de su madre sólo para obtener una línea?
¿Por qué no podía pasar nueve meses viendo reestrenos y pintándose
las uñas en la cama? Ella frunció el ceño y se estremeció.
—Liam, me haces daño.
—Mierda, amor. Lo si... —En el momento en que solté su brazo, ella
me dio un golpe en la cabeza.
—He estado embarazada durante siete semanas. No afectó mi
habilidad para manejar a los drogadictos. Lo entiendo, estás nervioso, yo
también. Pero tenemos mucho trabajo por hacer. No puedes hacerlo solo, ni
tendrías que hacerlo —dijo Melody—. Encárgate de Aviela por mí.
Concéntrese en eso. Puedo manejar todo lo demás. Sabes que puedo, y si me
dices que no, sólo te ignoraré. Entonces, ¿por qué me peleas por esto? Es un

buen plan. Es el único plan que tenemos ahora mismo. Liam, no estoy
pidiendo permiso. Soy dueña de la mitad de nuestra familia. Voy a hacer
esto, o nos ocupamos de ambas situaciones.
Odié esto.
No quería esto. La quería fuera del negocio. No para siempre. Sólo
hasta... hasta saber que están a salvo. Afortunadamente, antes de que
pudiera responder, mi teléfono sonó.
—Tengo que irme —le dije, besándola rápidamente antes de agarrar
mi chaqueta de la silla.
—¿Adónde vas? —preguntó ella.
—A averiguar más acerca de mi amante. —La mirada en sus ojos
mientras se sentaba me dijo que esto sólo duraría un minuto antes de que
me estuviera sacando los detalles.
—Sólo me llevo a Fedel, el resto de los hombres se quedarán aquí para
protegerte... —Me detuve, mirándola una vez más. No quería dejarla—. Para
protegerlos a los dos.
—¿Y quién va a protegerlos a ellos? —Ella miró ferozmente,
recostándose. Sacudiendo la cabeza, caminé hacia la puerta.
—Te amo —dije.
Ella suspiró.
—Yo también te amo, ¿de acuerdo? ¿Contento? Te amo. Ahora vete
antes de que te metas con más de mis emociones.

Melody
Cuando se fue, miré al techo frotando mi estómago plano. Mi
estómago plano con un niño dentro de él. Un chico en un muy mal momento.
Nuestro niño; Mi hijo y el de Liam.
Yo iba a ser madre... si lo lograba. Si no conseguía matarlo de nuevo,
iba a ser madre; Una madre que no le dispararía a su hijo a quemarropa.
—Nunca te quise. Tenía órdenes. Yo las seguí y tú fuiste un efecto secundario.
Sin resentimientos.
Podía oír su voz, la voz que ansiaba desesperadamente cuando era
niña, y ahora deseaba que ella estuviera muerta. Sentí la presión
aumentando en la parte posterior de mi garganta, y traté de empujarla hacia
abajo. Pero no pude, y el sollozo se apoderó de mí antes de que llegaran las
lágrimas.
Yo no era una llorona. Ésta no era yo. Pero esto dolía. Todo dolía. Me
dolía tanto y sólo quería olvidarlo todo.
Al oír un golpe en la puerta, me limpié los ojos y la nariz rápidamente
antes de tomar una respiración profunda.
—Entra —grité, y Adriana entró caminando.
—El señor Callahan dijo que le gustaría un poco de té verde a base de
hierbas para el dolor —dijo, sosteniendo la taza con fuerza mientras se
acercaba a mí.
Me miró y supe que mis ojos me habían delatado, pero sólo asentí y
tomé el té.
—¿Liam dijo que me dieran té de hierbabuena verde? —pregunté,
mirando la taza.
—No —dijo ella—. Él dijo, mi esposa tiene dolor. Encuentra alguna
mierda natural para que se sienta mejor antes de que yo vuelva.

—Dartmouth es el mejor —susurré, rodando los ojos mientras bebía,


sólo para escupir el líquido—. Esto sabe como a mierda y barro.
Adriana agarró algunas servilletas, limpiándome.
—Estoy bien. Pero no voy a beber esto. —Le entregué la taza y me
recosté.
—¿Hay algo que pueda hacer por usted, señora? He estado tratando
de obtener información de las enfermeras y los médicos, pero están un poco
demasiado asustados para hablar. —Ella frunció el ceño, mirando el historial
clínico al final de mi cama.
¿Desde cuándo todos se convirtieron en médicos?
—Me dispararon dos veces en el hombro, pero eludieron el hueso, así
que necesitaré una honda pero no un yeso. Tengo que mantenerme lejos de
mi pierna durante unas semanas, además de terapia física. —Gracias, mamá.
—¿Quieres que haga llamadas? Puedo conseguir el mejor de…
—Sin desconocidos. Si necesito ayuda, acudiré a ti.
Me miró con extrañeza.
—Señora, no tengo ningún entrenamiento en ... —La miré. Hoy no era
el día—. Veré lo que puedo hacer —susurró.
—Haz eso —respondí, tomando de nuevo el té. Si iba a ayudar con el
dolor, yo lo soportaría—. Pero antes de que te vayas, necesito información.
—¿De qué, señora?
—Del perfil de Aviela DeRosa.
Se quedó inmóvil y me miró.
—Señora, no sé…
—Adriana, no te lo pediré de nuevo. Perfil de Aviela DeRosa —pedí.
Ella suspiró.

—Por lo que puedo decir, Aviela DeRosa es una sociópata


extremadamente narcisista. Ella no cuida de nadie sino de sí misma, y nunca
ha sentido nada por nadie, nunca. Parece ser encantadora, pero es hostil y
dominante, y ve a sus víctimas como instrumentos para ser utilizados. Le
gusta dominar y humillar a sus víctimas. Ella nunca permanecerá en un
lugar por demasiado tiempo. Es probable que pase el resto de su vida
saltando de un lugar a otro. Me sorprendería si incluso tuviera una casa.
También la culpo de su infancia, pero ha habido casos en que algunas
personas simplemente nacen sin sentimientos.
—Entonces, ¿por qué me tuvo? Podría haber tenido un aborto y
terminado con ello.
—Podría haber muchas razones. Podría haber querido que otra
persona la alabara. Otra persona la controlara. Podría haber…
—Adiós Adriana —la corté, bebiendo el resto del té.
Ella asintió antes de salir de la habitación. Me quedé mirando la
puerta. Sus palabras se repetían una y otra vez en mi mente.
Aviela era una perra enferma y retorcida, y quería cortarle la cabeza y
dejarla arder. Quería cazarla como un perro maldito. Pero no podía hacer
eso.
Froté mi estómago, recordé cómo se sentía tener acero dentro de mí,
dentro de nosotros. Hacía frío y calor al mismo tiempo. Saige, en un
segundo, me había robado a alguien. A nosotros. Liam nunca me culpó, pero
fue mi culpa. Había puesto mi orgullo por encima de mi familia. En ese
momento, me había convertido en algo así como mi madre, y nunca podría
hacer eso de nuevo. Yo estaba viva, mi hijo y yo estábamos vivos, porque
Aviela no lo sabía. Si lo hubiera hecho, tendría otra herida de bala. Una parte
de mí esperaba que Liam la encontrara y otra parte de mí esperaba que se
escondiera como una serpiente en un agujero hasta que yo sepa que nuestro
hijo está a salvo.

Por el bien de Liam, por el bien de nuestro hijo y de nuestra familia,


me alejaría de ella. Lo odiaba. No estaba en mi naturaleza, pero tenía que
hacerlo. Tengo que ceder el puesto hasta que esté seguro... más seguro.
Esperemos que las drogas sean una distracción saludable. Teníamos
heroína sentada en el sur que necesitábamos mover. Por no hablar de la mala
hierba que Liam había comprado justo antes del accidente. Todavía yo no
sabía nada de eso. Nunca tuve la oportunidad de ver la información.
Alcancé el botón de llamada, esperé a que alguien viniera.
Lamentablemente, era la rubia maldita que había mirado a Liam cuando
pensaba que yo estaba durmiendo.
—¿Cómo puedo hacerte sentir mejor hoy, señora Callahan? —
preguntó con una falsa sonrisa de megavatio.
—Dile a Declan Callahan que me gustaría verlo. —Ella sabía quién era.
Todo el mundo sabía quiénes eran los hermanos Callahan.
Entornó sus ojos hacia mí.
—Señora Callahan, esto es un hospital. Las enfermeras no están aquí
para ejercer favores personales.
Hoy no.
—Las enfermeras están aquí porque dimos un gran cheque que evitó
que la junta despidiera a la mitad de su personal. Si quisiera, yo podría ser
dueña de este maldito hospital y despedir a tu trasero y en la lista negra tan
rápidamente, que terminarías con cupones de comida hasta que tengas
noventa años. Supongo que es muy difícil proveer para una familia, ¿o no lo
es? ¿Cuatro dólares al día? Así que si yo fuera tú, cerraría mi boca, daría la
vuelta y me haría un favor personal... ¿podrías? —le dije, haciendo que sus
ojos y boca se abrieran—. No te estás moviendo.
Ella tragó saliva y asintió antes de darse la vuelta, casi tirando a Declan
de nuevo en la habitación. Declan miró entre la chica yéndose y yo.
—Incluso en una cama de hospital todavía puedes asustar a la gente.

—Es un don. ¿Qué pasó con la compra? —Si todo salió bien,
deberíamos haber ganado veinte millones de dólares en hierba.
Declan frunció el ceño, moviéndose hacia el final de mi cama. Cuando
miró mi historial clínico, sentí que mis ojos se contraían.
—Tócalo y haré que tratar con Coraline parezca pan comido. —Estaba
tan harta de la gente que me mira como una víctima. Me habían disparado,
sucedió. Era hora de volver a trabajar, los estúpidos idiotas.
—Mel, debes…
—¿Recuerdas la última vez que pensaste que debía descansar? —Justo
después de perder a nuestro último hijo.
Él suspiró.
—El acuerdo no salió como estaba planeado. Nos acomodamos en
veinte mil. Querían treinta mil. Liam estaba a punto de, bueno, ser Liam y
comenzar a cortarlos, él estaba hablando contigo, y luego pasó lo de el
accidente. Se acomodó en treinta y nos fuimos.
Podía sentir el dolor de cabeza. Mis dientes y puños estaban apretados.
—¿Liam le pagó a esos hijos de puta treinta millones de dólares? ¿Esta
mala hierba estaba mezclada con cocaína? —¡El idiota!
—Mel, no estaba pensando bien. No quería...
—¡Cállate y dame un teléfono!
—Sabes que ganaremos el doble. Estábamos pagándoles mal de todos
modos. Eso…
Saqué el suero de mi brazo, me deslicé de la cama, haciéndolo correr
hacia mí con los ojos muy abiertos. Balanceándome sobre un pie, salté hacia
él. —Declan, llámalos y diles que quiero que me devuelvan mi dinero. —Le
miré a los ojos.
—Esto no es Bergdorfs, Mel, no puedes...
Agarré su chaqueta y tiré de él a mi cara.

—Llámalos de vuelta, o me van a pagar esos diez extras.


—¿Cómo diablos se supone que debo hacer eso? —Él estaba entrando
en pánico.
—No es mi problema. Hazlo o nunca serás un padre. —Sonreí,
abofeteando su mejilla suavemente antes de soltarlo y regresar a la cama.

Liam
Me senté en la habitación de Fedel, comiendo su Jell—O mientras él
yacía en la cama. Revisé mi reloj de nuevo, miré su cara cortada. Glass era
una perra.
—Está llegando tarde —le dije mientras tomaba otro bocado.
—Está en una silla de ruedas y mi madre se ha ido. Le llevará un
momento llegar hasta aquí —susurró Fedel, encendiendo la televisión.
Sí, Gino estaba en una silla de ruedas sólo porque mi padre lo puso
allí.
—¿Sabes que te mataré delante de él si no me dice lo que quiero oír?
—le dije honestamente, viendo el juego.
Por el rabillo del ojo, no vi ningún signo de miedo en sus ojos, y no
estaba seguro de si eso era porque él no me creía o porque él ya había
aceptado su destino.
—Si voy a morir, ¿puedo por favor tener mi última comida de vuelta?
—preguntó, mirando la comida que yo estaba robando.
—Es una porquería —le dije, entregándole todo excepto el Jell—O.
—El Jell—O también —dijo.
—¿En serio? —sonreí, mirando la taza de gelatina a medio comer.
Él asintió.
—Es mejor que tengas la esperanza de que no sea tu última comida. —
Le tendí la taza mientras la puerta se abría.
—¡Gino! —Me levanté. La enfermera rubia lo empujó hacia adentro.
Caminé hacia ella, agarré las asas de su silla y lo empujé a la cama de Fedel.
—¿Necesita...? —dijo la enfermera.

—No, puedes irte —le dije. Después de que ella lo hiciera, la habitación
quedó en silencio.
Gino miró a Fedel con cólera y preocupación, pero a cambio, Fedel lo
ignoró, comiendo su Jell—O como si ni siquiera notara que él estaba aquí.
Gino no parecía viejo, parecía antiguo. Como si se hubiera ido al
infierno y hubiese regresado, y ahora estaba esperando para volver otra vez.
Su rostro se estaba derritiendo, su largo cabello se había ido y sólo unos
cuantos cabellos grises le cubrían la cabeza. Pude ver las cicatrices que
estaban marcadas en sus brazos. Estaba orgulloso de ellas; Eran sus cicatrices
de batalla.
—Señor Morris...
—Deja la mierda, Callahan —escupió con asco—. ¿Que quieres de mi?
Tomé una respiración profunda, intenté controlarme, pero yo no
estaba hecho con control. Lo tomé por el cuello y casi levanté al anciano de
su asiento.
—Estaba tratando de ser civilizado. Fuimos enemigos una vez, pero a
causa de mi esposa, tú te convertiste en parte del paquete. Es por eso que no
te voy a romper el brazo. Me dirás lo que sabes sobre Aviela DeRosa. Si tu
lealtad se encuentra con la familia Giovanni, entonces se encuentra conmigo,
y esto es una orden.
Cuando su rostro se volvió azul, lo dejé caer en su silla y retrocedí un
paso, tratando de recuperar mi compostura.
Gino tosió y aspiró un soplo de aire mientras se aferraba a su garganta
como si estuviera tratando de expandir su vía aérea con sus propias manos.
—Aviela DeRosa está muerta —dijo, y me pellizqué el puente de la
nariz.
Voy a matar a este hombre.
—Me estás mintiendo, Gino —susurré sacando mis nudillos de
bronce—. Gino, no tengo el tiempo ni la paciencia para desperdiciar

palabras. Aviela DeRosa está viva. Lo sé porque ella le disparó a mi esposa


tres veces. Tu hijo, que estoy a punto de matar justo delante de ti, está en esta
habitación por ella. Así que di la verdad o bien su hijo va a morir, y pasarás
tu vida como vegetal.
—Yo... no puedo. —Él negó con la cabeza mientras miraba a Fedel.
Fedel le suplicó con los ojos.
—Papá, estamos en el mismo equipo. Melody es la hija de Orlando.
Ella es una Giovanni, y somos leales a los Giovannis.
Gino se inclinó hacia delante, su cuerpo ahora estaba rígido.
—Por eso no puedo. Le juré a Orlando que yo…
—Maté a Orlando. Está muerto, así que júrame y luego lidia con su
mierda en el cielo o en el infierno, Gino. Dudo que él quisiera esto, así que
sé inteligente por primera vez en tu vida.
Realmente quería esto y él era mi única ventaja. Todo lo demás, Aviela
lo estaba destruyendo lentamente.
—Papá. Si no es por mí, si no es por Liam, entonces por la niña de
Orlando —dijo Fedel, y tuve que contenerme de no poner los ojos en blanco.
Mel no era una niña. Él lo sabía. Pero bueno, lo que sea por conseguir el
trabajo hecho.
—Orlando siempre tuvo algo por los más decididos. —Suspiró,
mirando sus manos—. Estábamos en el sur de Italia, y allí estaba ella, Aviela
Costa, se llamaba a sí misma así. Ella tenía a todos comiendo de la palma de
sus manos, y Orlando la quería. Parecía que ella también lo deseaba.
Estuvieron la noche entera en la parte trasera del club, sólo bailando y
hablando. La conversación siguió, y lo siguiente que sé es que la llevé a casa
de Orlando cuando regresamos a los Estados Unidos. Él estaba tan
enamorado que no pudo dejarla. Yo no confiaba en ella; Sus ojos no tenían
emociones reales. Comprobé sus antecedentes, pero todo salió bien. Ella era
Aviela Costa, pero todavía tenía este sentimiento…

—Pregunté en los alrededores y nadie sabía mucho sobre ella. Pero su


familia estaba muerta. Así que tuve a los chicos revisando dos veces los
rastrojos de papel. Descubrieron que casi todos nuestros archivos —tanto
digitales como físicos— habían sido manipulados.
—¿Le dijiste a Orlando? —le pregunté, caminando delante de él.
Gino sólo se rió.
—Las manos de hierro eran más como una cabeza de hierro, y su
miembro tampoco. El tonto estaba demasiado profundo. No tenía ni idea de
que ella lo estaba engatusando. Estábamos sangrando dinero, perdiendo
conexiones, y estábamos a punto de perder todo lo demás, y sólo había
estado en nuestras vidas durante tres meses. Pensó que éramos nosotros.
Que le estábamos robando. Creo que lo estaba perdiendo. Parte de él sabía,
y la otra parte de él estaba enamorado. Puso una trampa. Hasta el día de
hoy, todavía no sé cómo descubrió que era ella. Pero lo vi en el momento
siguiente. Él sostuvo su cuello, listo para romperlo y la perra sólo dijo—:
Adelante, mata a tu hijo también y salva el problema.
Parte de mí deseaba que él hubiera matado a la perra, pero ella seguía
siendo la madre de Mel.
—¿Qué hizo él?
Mel estaba aquí, así que no la mató.
—Lo que cualquier loco haría. La encadenó a la cama y contrató a una
enfermera. Su habitación se convirtió en su prisión. Aviela luchó y maldijo,
incluso intentó su encanto, pero Orlando no la dejó ir. Ella se cortó la
muñeca. Él persuadió a un médico y despojó toda la habitación para que no
pudiera lastimarse. Trató de morir de hambre, así que le dimos sus drogas
por las venas y le alimentamos a través de tubos. Fue así durante meses hasta
que finalmente cedió. De repente comenzó a comportarse como una esposa,
y a Orlando le encantó. Pero fue sólo después de dar a luz que él la
desencadenó.
—Mierda. —Suspiré.

¿Por qué nuestras vidas eran tan complicadas? Todo lo que quería
hacer era vender drogas, hacer el amor con mi esposa, y gobernar en paz.
—Ella corrió, ¿no? —pregunté.
Gino sacudió la cabeza.
—No, se quedó. Pensé que estaba secuestrada, obligada, la cosa de
Estocolmo de la que oyes hablar. O tal vez amaba a su hija. Pero pronto
descubrí que no era el caso. Orlando había encontrado al amante de Aviela,
Leonardo Severino. Si había alguien a quien le importaba a ella, era él. Nadie
más, sólo él. Por rencor, Orlando lo tenía encerrado en el sótano, y cada vez
que hacía algo que no le gustaba, le cortaba una extremidad y se la daba a
ella como un regalo.
—Aquellos guantes blancos que llevaba era un regalo de su amante,
juró que no los quitaría hasta que quedaran manchados con la sangre de
Melody y de Orlando. Dijo que no estaría satisfecha hasta que todo el color
blanco se hubiera puesto rojo. Orlando quería que Mel tuviera una madre,
una que la amara, así que lo soportó. La pequeña Melody creció con su
madre maldiciéndole cada paso. Fue sólo cuando Mel tenía seis años que
empezó a notar que el "amor" de su madre por ella no era realmente amor.
Así que Orlando aceptó dejar que ella y Leonardo se fueran, siempre y
cuando no volvieran a acercarse a su hija.
Las cosas estaban teniendo sentido, pero en cierto modo, todavía
estaba confundido.
—Si esto es cierto, ¿cómo llegó Mel a ese avión? Orlando nunca la
habría dejado marchar.
Gino frunció el ceño.
—Por eso Aviela la robó. Los llevamos al aeropuerto, incluso
esperamos a que subieran al maldito avión. Necesitábamos asegurarnos de
que se hubieran ido. Pensamos que estábamos seguros. Sin embargo, ella de
alguna manera logró robar a Melody en frente de nuestras narices. Pasó de
mal a malditamente peor. Orlando no se dio cuenta de que ella tenía a

Melody. Ninguno de nosotros lo hizo. Fue él quien bajó el avión. Tenía todo
la cosa de transferencia para volar. Él la odiaba tanto. No había manera de
que la dejara ir. Para cuando nos dimos cuenta de dónde estaba Melody,
Orlando... Orlando estuvo a su lado con dolor. Pensó que había matado a su
propia hija. Fue entonces cuando descubrimos que Aviela era una DeRosa.
Nos dieron la noticia uno de nuestros espías en la casa de Vance, que los
hombres de Vance habían ido y la habían salvado. Los explosivos no
funcionaron como estaba previsto. Sacaron las alas pero el piloto logró
aterrizar en el agua. El video estaba bastante destruido, pero…
—¿Había una cámara? ¿En un avión... en los años 90? —le preguntó
Fedel, hablando por primera vez.
Gino declaró—: Orlando la tenía instalada, quería ver cuando ella se
quemaba. Como los hombres de Vance no sabían nada de Melody, y Aviela
no estaba despierta para matarla, Melody vivió. La dejaron viva porque los
hombres de Vance sólo querían asustarla y dejarla paralizada. Orlando
nunca dio las gracias a Dios más de lo que lo hizo esa noche después de que
la tuviera. Todos los recuerdos de la infancia de Melody son básicamente
una mentira y él quería mantenerlo así. Nos hizo jurar que nunca le
dijéramos y quemaría cualquier cosa que revelara la verdad.
Suspirando, me senté en el borde de la cama de Fedel.
—Soy un Callahan. Dirijo una de las organizaciones más fuertes, si
no la más fuerte, del mundo. Tratamos y vendemos. Matar es sólo un efecto
secundario de eso. No tengo tiempo ni paciencia para lidiar con tus jodidas
vidas. ¡No quiero perder mi tiempo, dinero u hombres en la mierda de tu
familia!
—Entonces te casaste con la mujer equivocada. —Gino frunció el
ceño—. Sabíamos que Aviela era una DeRosa porque ella no era una
Callahan, y ella asegura como el infierno que no era Valero. Cuántas otras
familias tienen suficiente poder para pisarnos. En aquel entonces eran los
Callahans liderados por Sedric, los Valeros dirigidos por Vance, los
Giovannis dirigidos por Orlando y finalmente los DeRosas encabezados por

Iván. Toda la información que Aviela nos había robado terminó en manos
de Iván DeRosa. Ni siquiera he visto al hombre, nadie lo ha hecho, pero ese
bastardo siempre ha estado un paso por delante de nosotros. Los Giovannis
y los DeRosas han estado en desacuerdo desde que el abuelo de Melody
asesinó a la familia de Iván. ¿Crees que Aviela está jodida? Su padre quiere
que todos los Giovanni se borren de la existencia. Esto es sólo una gran
batalla por la venganza.
—Melody es una Callahan. Es mi esposa. —Me dolía la cabeza; Podía
sentirlo creciendo—. Tiene que haber más. ¿Qué tenían los DeRosas sobre
los Callahans? ¿Y cómo diablos hicieron que Shamus hiciera lo que querían?
—¿Shamus? —preguntó Gino, enfadándome—. ¿El viejo idiota que
está demasiado ocupado por chuparse a sí mismo para dar una mierda sobre
cualquier otra persona?
—Ése es mi abuelo —le recordé, no es que importara.
—Lástima —escupió con disgusto—. No sé nada de Shamus o los
Callahans. Te dije todo lo que sé. Aviela quería que Melody muriera antes
de que naciera.
—Después de este ataque, es más probable que salga del país que del
Estado. Aviela ataca y luego se va. Ella no puede permanecer en un lugar
por mucho tiempo. La prisión de Orlando casi la volvió loca... más loca.
—Hay más de esto. —Agarré el Jell—O—. Él habló —le dije a Fedel—. No
es tu última comida, afróntalo.
Salí. Ya había terminado con esta red de mentiras y pistas. ¿A quién
diablos me parecía, a Nancy, la maldita madre de Drew?
El paseo hasta la habitación de Mel era breve, y me di cuenta de que
Declan me estaba dando una mirada de muerte mientras hablaba por
teléfono. Yo no sabía cuál era su problema, pero si no dejaba de mirarme
como si yo fuera un criminal de bajo nivel, le rompería los dientes. No tenía
el tiempo, ni la energía, y odiaba los hospitales. Había muchos drogadictos
y gente muerta en un solo lugar.

Necesito unas malditas vacaciones.


Le entregué la taza vacía de Jell—O a Monte, quien me miró con
extrañeza. Caminando hacia la habitación de Mel, me apoyé contra la puerta.
—Quiero una nueva amante —le dije.
—¡Quiero un nuevo marido! —espetó ella—. ¿Has comprado la
mierda por treinta? ¿Qué diablos te pasa?
Realmente necesito unas malditas vacaciones, y brandy. Un montón de
brandy.

12
“Hasta que la muerte nos separe.”

Traducido por Mich Fraser & Cjuli2516zc


Corregido por Jessibel

Neal
—Ouch, nena, estoy bien. —Traté de alejarme de ella, pero no soltó mi
cara.
Liam me había permitido volver a casa, y en el momento que entré en
la habitación, la mujer casi me atacó, y no de una manera que a todo hombre
le gustaba.
—¿Estás bien? —espetó—. ¡Tienes un ojo morado, cuatro costillas rotas
y un tímpano reventado! Por no mencionar…
—Nena… —Agarré sus manos, obligándola a mirarme a los ojos—.
Estoy bien. Un poco golpeado, pero estoy bien. Así que por favor, sólo
bésame.
Me fulminó con la mirada, golpeándome en el brazo antes de besarme
profundamente. La agarre con un brazo y la empujé sobre la cama.
—Neal estás herido —gimió mientras besaba su cuello.
—Olivia —gemí mirándola a los ojos—. Una mujer me pateó el culo,
una mujer muy pequeña, y sólo quiero olvidarlo todo. ¿Podemos hacer eso?
¿Puedes ayudarme a olvidar?
Cepilló mi cabello entre sus manos.

—Ponte de espaldas.
Sonriendo, rodé, permitiéndole encajar en mi cintura. Lentamente,
empezó a desabotonarme la camisa.
—Maldita sea, eres hermosa —susurré mientras la sostuve por la
cintura.
Antes de que pudiera hablar, la puerta se abrió y mi padre entró.
—¡Por el amor a la mierda, papá! —grité mientras Olivia agarró la
sábana.
—Oh, ¿bloqueé tu pene? —Sedric sonrió—. Mis disculpas, sólo quería
revisar a mi primer hijo.
—¡Fuera! —Traté de ajustarme mientras Olivia aguantaba la risa.
Sedric sonrió.
—Tu madre quiere verte, no la hagas esperar.
Respiré profundamente.
—La veré en el…
—Regla diecinueve: Nunca…
—Nunca mantengas a tu madre esperando —terminé por él—. Lo sé,
¡pero no quiero verla con esta erección! Así que sal antes que me mude. —Esta
casa era enorme y sin embargo se sentía jodidamente pequeña todo el
tiempo.
—¿De verdad? —Olivia se rió. Me encantaba escuchar su risa—. ¿A
dónde quieres ir?
—No importa. La familia permanece unida. Regla cinco: Una familia,
un techo. —Sedric guiñó un ojo antes de cerrar la puerta. Agarré una
almohada y la arroje a la madera antes. Sólo quería a mi esposa.
Olivia me dijo mientras besaba mis labios suavemente—: Ve a ver a tu
madre. Siempre estaré aquí. Siempre.

Desde que había tenido su primer asesinato, Olivia había cambiado. O


mejor aún, sanado. Ella sonreía y se reía sin importar. Estaba feliz, y verla
feliz me hacía feliz a mí. Me hizo tenerle gratitud a Mel. Sólo Dios sabía
cuánto tiempo Olivia había mantenido su ira. Todavía no habíamos
encontrado a Harvey, pero cuando lo hiciéramos, ayúdame Dios, él pagaría.
Tomé su mano, la besé suavemente antes de acercarla a mí.
—Mi mamá puede esperar —susurré.
—Pateará mi trasero si te mantengo alejado de ella —susurró, pero
nunca dejó de besarme.

Sedric
—¿Dónde está? —preguntó mi esposa mientras ella caminaba en
nuestro dormitorio. Seguí viendo mi libro.
—Lo más probable es que este disfrutando la noche con su esposa.
Algo que a mí me gustaría poder hacer —dije. Si Neal estaba ocupado con
Olivia, yo podría estar ocupado. Sin embargo mi esposa odiaba cuando la
familia estaba separada.
—¿Cómo puede estar teniendo sexo cuando Mel está mal herida? —
preguntó—. Por no mencionar lo cerca que estuvo de perder su vida.
¡Debemos tener una reunión familiar, o por lo menos, deberíamos estar con
ellos en el hospital! Podríamos…
—Cariño, Liam no nos quería allí…
—Liam es una ruina emocional. Su esposa acaba de ser disparada, ¿por
qué diablos dejas que haga las elecciones? —espetó.
Eran tiempos como estos que Dios pareció demostrar elegir un tipo
especial de mujer para enloquecer a los hombres de nuestra familia.
Dejé mi libro en la mesita de noche, suspiré sólo mirándola.
—¡No me mires así, Sedric Callahan! Nuestra hija fue disparada tres
veces por una perra estúpida fingiendo ser madre, y ni siquiera pudo verla.
Sin mencionar que sabemos cómo Liam lidia con esto. ¡Deberíamos estar en
el hospital! —Era hermosa, aunque estaba loca.
—Cariño, acuéstate a mi lado. —Exigí y me fulminó con la mirada. Me
sentí como si estuviera en un concurso con ella, hasta que finalmente se dio
por vencida y se metió a la cama a mi lado.
—Liam es el jefe de esta familia, y si él y su esposa piensan que
necesitan un momento, entonces hacemos lo que él dice. Sé que quieres

convertirte en la mamá oso, bien, pero dales un momento —susurré,


sujetándome a ella.
—Estoy preocupada por Mel. Era su madre… no puedo decirle a esa
perra madre. ¿Quién le dispara a sus hijos? ¿Qué clase de jodido enfermo,
pedazo de…
—Cuida tu lenguaje. —reí, haciéndola dar la vuelta y me golpeó.
—Estoy hablando en serio, Sedric. —frunció el ceño.
—Lo sé, cariño. Lo sé. —Suspirando, hice todo lo posible para no
pensar en ello.
Alguien había atacado a mi familia; Le habían hecho daño a mi hijo y
a mi hija. Quería incendiar su sangre. Querías arrancarles todos los
miembros, uno por uno, pero ese ya no era mi lugar. Era el de Liam, y si
pensaba en ello, me hacía querer… me hacía querer matar.
Liam necesitaba matar a esa perra rápido o yo me rompería.

Declan
—A mi jefe no le gusta el trato que hiciste —dije en el teléfono. Esto iba
a terminar mal.
—Demasiado jodidamente mal. ¿Están ustedes retractándose de su
palabra? Tu jefe dio su palabra...
—Mi jefe dio su palabra cuando estábamos trabajando en los veinte, y
nos jodiste con treinta. No estamos satisfechos, y cosas malas tienden a
suceder cuando no estamos satisfechos —siseé en el teléfono.
—Pagaste, el trato está hecho. Vete a la mierda. —Y con eso, colgaron.
Frustrado, agarré el teléfono, listo para lanzarlo cuando Coraline apareció
ante mí. Me miró con los ojos muy abiertos.
—Soy una adicta a la compras en recuperación, no puedes romper tu
mierda. Me da ganas de comprar cosas nuevas. —Sonrió, caminando a mi
lado.
—Lo siento. Mel está siendo irrazonable. —Suspiré, colocando el
teléfono en mi bolsillo.
—Entonces, ¿ella está siendo Mel? —preguntó, y sonreí.
—Sí, supongo que es una buena señal. —Podría ser peor. Podría estar
en la cama, mirándome con ojos muertos mientras todos tratábamos de
hacerla funcionar.
Coraline miró hacia la pared donde Monte, Duncan y Antonio —quien
llevaba un yeso en el brazo— estaban parados fuera del cuarto de Mel. Se
parecían a esos guardias británicos que no sonreían, parpadeaban o
malditamente respiraban. Sólo permanecieron allí, esperando un momento
para derribar a cualquier hijo de puta que intentara entrar en esa habitación.
—¿Qué quiere que hagas? —susurró Coraline. Solo la miré y ella puso
sus ojos en blanco—. Sabes que los tipos dicen a sus esposas mierda así.

—Sí, pero eso suele ser después de que la esposa la engañó con el sexo.
—Ni siquiera había pensado en eso cuando lo dije.
Esperaba que ella sea brusca conmigo, pero solo sonrió.
—Anotado. Lástima que estés de turno. Todas estas camas. Neal está
en casa haciendo de las suyas con Olivia. Liam y Mel estarán en ello el
momento en que ella este mejor. Parece que te gusta tener bolas azules,
Declan.
Miré mientras me guiñaba, luego se alejó.
Mel y Liam iban a matarme, pero si tuviera una oportunidad de tener
a Coraline una última vez antes de morir, tenía que tomarla.
Seguí como un cachorro, observando su trasero mientras caminaba
hacia una habitación trasera. La tomé del brazo, tire de ella rápidamente
antes de empujarla contra la puerta.
—No me provoques, mujer. He llegado al límite de mi paciencia. —
Jadeé cuando se retiró y permitió que su abrigo cayera.
—Pero quiero provocarte, Declan —gimió, y casi me corrí en mis
pantalones. Allí mi pequeña esposa se paro, desnuda y esperándome.
—Jesucristo, Coraline —dije antes de agarrarla.
Empujándome de vuelta, agradecí a Dios por este momento.
Reservaría mi habitación en el infierno por esto.

13
“Asesina, todo lo que necesito eres tú.”
—Jarod Kintz

Traducido por Purple Girl


Corregido por Jessibel

Liam
—Tienes que estar bromeando conmigo —les dije mientras miraba las
pilas sobre pilas de cajas que subían hasta el techo de mi biblioteca.
—A tu abuelo nunca le gustaron las computadoras. —Sedric rió
mientras los hombres traían más de la mierda. A esa velocidad, íbamos a ser
enterrados vivos.
—Él hizo esto para joder conmigo. El bastardo sabía que iba a ir detrás
de su mierda con el tiempo. —Podía oír al maldito viejo riendo más allá de
la tumba. Lo habría arrojado al río, pero mi madre pensó que sería mejor al
menos mostrar algún tipo de respeto a nuestro querido y difunto abuelo. Su
cuerpo sería enterrado en el cementerio local, separado para siempre de su
amada Irlanda.
Neal, el gigante que era, dejó caer las últimas cinco cajas alrededor de
mi escritorio.
—Eso es todo.
—Fuera —dije. Todo el mundo excepto mi padre se fue rápidamente.
Odiaban cualquier papel que no fuera efectivo.

—¿Así que vas a leer todo esto solo? —preguntó Sedric, mirando a su
alrededor lo que alguna vez fue un hermoso estudio verde y oro.
Tomé una de las cajas marrones y me dirigí a una silla.
—Hasta que nuestra serpiente favorita Aviela salga de cualquier roca
en la que se oculte, esto es todo lo que puedo hacer. Con suerte, esto
conducirá a un atajo para decapitarla. —La cabeza de Aviela rodando de su
cuello valdría la pena los próximos cortes de papel.
—¿Cómo está Melody? —preguntó, agarrando una caja.
— Yo no…
—Sí, lo haces. —Él me interrumpió. Odiaba cuando la gente me
interrumpía—. Necesitas ayuda y estás recibiendo ayuda. Ahora, ¿cómo está
tu mujer?
Pellizcando el puente de mi nariz, suspiré. —¿Te refieres a la loca
mujer homicida que dispuso que me casara?
El bastardo rió.
—Sí, esa mujer, de la que estás locamente enamorado y eres demasiado
protector.
—No hay un marido demasiado protector en la mafia —respondí—.
¡Y la mujer me está volviendo loco! Ella no me escucha en absoluto.
—Mi pobre, pobre hijo. ¿No has aprendido? Las mujeres no escuchan,
hablan. Escuchar es nuestro trabajo. A cambio, tenemos sexo, niños y
comida. —Rió, haciendo luz de lo caótico que todo estaba.
—¡Estoy escuchando! ¡Está hablando locuras! Juro que a veces quiero
agarrar su cuello muy bonito—. Otras veces sólo quería besarla...
Concéntrate.
—Sí, ellos también lo hacen... puede ser la Sangrienta Melody, pero
sigue siendo una mujer, una mujer embarazada —declaró.
Me quedé inmóvil, mirándolo fijamente. Habían pasado tres semanas
desde el accidente y Mel todavía no estaba mostrando. Ella era genial,

viendo como ninguno de los dos estaba listo para contarle a la familia. Pero
aparentemente no fuimos lo suficientemente cuidadosos. Mel iba a estar
enojada.
¿Tal vez había esperanza?
—¿Madre lo sabe?
—Todo el mundo lo sabe.
Jódeme.
—Urgh…
—Honestamente, Liam, hace tres semanas que no bebe nada más que,
¿té y agua? Ella pidió a Neal que usara colonia nueva anoche en la cena. No
somos descerebrados, todos podemos conectar los puntos —dijo
simplemente, mientras sacaba un archivo marrón.
—Genial, todos pueden conectar los agujeros de bala cuando se entere
—murmuré bajo mi respiración; Ni siquiera sabía por qué nos habíamos
molestado en tratar de ocultarlo de ellos.
—Liam —dijo en serio—, vas a mantenerla a salvo, a salvo, pero si no
te relajas, a estas alturas vas a tener el cabello gris o peor, perderlo.
Resoplé.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a un Callahan calvo?
—Liam...
—Te oído, papá. Sólo necesito creerte. Nada de esto tiene sentido.
Aviela no tiene sentido. Si quería que Mel muriera, la habría matado, pero
no lo hizo. No compro por un segundo que la mujer tenga algún tipo de algo
maternal. —Hice una pausa, soltando un suspiro—. La familia de Natasha
se ha ido. Tomaron su cuerpo y se fueron. Estos papeles y los Briar son todo
lo que tenemos y sólo quiero ponerle fuego a los dos. Mientras tanto, la
misma mujer por la que me estoy matando está gritando con los
narcotraficantes y vendiendo droga. —Brandy. Mi mente suplicó.

Me levanté y maniobré alrededor de cajas, agarré la botella en el otro


extremo de la habitación.
—¿Qué esperabas que hiciera?
—¿Qué esperabas que hiciera una mujer embarazada? —me quejé,
bebiendo de la botella—. Lo juro, ella queda embarazada en los peores
momentos posibles. Sólo para matarme lentamente.
—Sí. Ella planeaba quedar embarazada sola...
—¿De qué lado estás? —Siseé, haciéndole reír. Estos eran nuestros
momentos de padre e hijo. Siempre supo cómo meterse bajo mi piel.
—Y es por eso que los hombres te llaman el Sombrerero Loco. —¿Qué
mierda?
—¿Me llaman qué? —No tengo un apodo. Es Liam a la familia, jefe,
señor, y Ceann Na Conairte a cada otro hijo de puta.
—Sabes, el Disney…
—¡Yo sé quién carajo es!
Él se echó a reír, haciéndome querer arrancar su lengua de su boca y
graparla a la mesa cubierta de papel.
Simplemente señaló a mi cara antes de repasar algunos papeles.
—Eso, justo allí, y lo que estas pensando es la razón. Calma, creo que
encontré algo.
Respirando por mi nariz, agarré la hoja de papel que estaba mirando.
Pero no vi nada que valiera la pena el esfuerzo.
—Es sólo un contrato que dice que tú y la madre de Natasha debían
casarse. —Afortunadamente, el sentido del humor de Dios no era tan cruel.
Si esa mujer fuera mi madre, la habría perdido hace mucho tiempo.
Sedric me agarró la botella y señaló la firma del testigo justo al lado de mi
abuelo.
Jesús, ¿por qué?

Melody
—Liam me matará —dijo Declan por centésima vez mientras conducía.
—Di eso una vez más y él no tendrá que hacerlo. —A veces actuaba
como una pequeña perra.
Afortunadamente, no dijo más y no tuve que hacerle daño. Me incliné
en el asiento, comí chocolate lentamente mientras nos llevó a las
profundidades de la ciudad cubierta de nubes. Tuve que admitir, había algo
en el centro de Chicago por la noche que me hacía sonreír. Disfruté de lo
hermoso que parecía desde lejos, pero de cerca, mientras conducías por las
calles, mirabas a los matones y las calles sospechosas. Ante eso, no pude
evitar sonreír. Chicago era nuestra ciudad. Todos los que caminaban por las
calles eran nuestros huéspedes. Vivían por nosotros y morían por nosotros.
Miré a un corredor por la calle esperando. Lo supieran o no, trabajaban
para nosotros. Estaban trabajando en nuestras calles. Después de todo, este
era nuestro patio de recreo.
—Este es —dijo Declan, cuando se detuvo frente al club. No había una
línea o incluso una señal para el caso. Sólo un hombre vestido de negro,
fumando, lo más probable mi yerba. Miró nuestro coche cuidadosamente, y
con envidia; Los Morris Bentley tendían a tener ese efecto en las personas.
Abrí la guantera, puse mi chocolate antes de agarrar mi arma con la
mano derecha. Seguía estando un poco tiesa, pero seguro que no podía
trabajar mucho con la izquierda. Afortunadamente, todavía podía disparar
un arma. Probablemente no tan bien como antes, pero lo suficiente bien para
tener mi punto de vista.
—Melody, estás…
—Cierra la boca, Declan y quédate en el auto —dije, poniendo la
pistola detrás de mi espalda antes de agarrar mi bastón y abrir la puerta. En

el momento que salí, el guardia se puso recto y me sonrío. Después de todo,


¿qué podía salir mal con una mujercita usando un bastón?
—Estás en la calle equivocada, señora —dijo—. Este lugar no es para
su tipo.
Luché contra el impulso de poner mis ojos en blanco, pero logré sonreír
amablemente en su lugar. —Estoy aquí para ver a Chuck.
Sus ojos se abrieron antes de entornarlos.
—No estás aquí para ver a Chuck, porque Chuck no está viendo a
nadie hoy.
—¿Oh? —Idiota—. ¿Ni siquiera a la señora Callahan?
—¿Usted es la señora Callahan? ¿La esposa de Liam Callahan? —
balbuceó. Lo hubiera disfrutado sino hubiera dicho “esposa” como si fuera
algún tipo de accesorio.
Ni siquiera me dio la oportunidad de responder antes de abrir la
puerta.
—Mel…
—Siéntate, Declan. Los adultos están trabajando —dije antes de
caminar, más bien cojear. Mi pierna ardía, pero había un matón en mi patio
y odiaba a los matones. Conocía el tipo de club con el que me estaba
metiendo, y no era la primera vez que entraba en él. Sin embargo, el olor a
sexo, sudor y otras fragancias diversas, me hizo querer arrojar algo. El lugar
era tan tenue que me sorprendió que la gente pudiera ver las cuerdas que
estaban usando para atarse los unos a otros; O incluso podían concentrarse
en la música. Pero la prefería fuerte. Tal vez por la misma razón que ellos lo
hacían. Cuanto más fuerte, más difícil era de oír a alguien gritar.
—¿Estás buscando un buen momento, conejita? —Un hombre me
sonrió, mirándome de pies a cabeza. Su pene parecía como si fuera explorar
sus pantalones de cuero y atacarme.
—¿Conejita? —pregunté sin emoción.

Sonrió, acercándose a mí.


—Ya sabes, linda, dulce. —Miró mi bastón—. Herida. Has venido a
explorar tu leona interior, ¿no? No te preocupes…
Simplemente lo rodeé, pero me agarró del brazo. Antes de que pudiera
darle una bofetada, Declan me lo quitó de golpe.
—Tócala de nuevo, y yo te mataré —siseó y por primera vez, pude ver
cómo él y Liam estaban relacionados. Sus ojos verdes lo miraron.
—Me equivoqué, hombre…
Ignorándolos a los dos, continué mi camino, sin molestarme de hacer
contacto visual con ninguno de los otros hombres cachondos… y mujeres,
que podían estar buscando compañera. Pero, dudaba que la mayoría de ellos
me estuvieran prestando atención a mí.
—La señora Callahan busca a Chuck —le dije al hombre frente a la
puerta que estaba en la parte de atrás del club; ni siquiera vaciló.
Simplemente abrió la puerta.
La habitación, estaba cubierta nada más que de alfombras de pieles
baratas y lámparas de lava, parecía como si hubiera retrocedido en el tiempo
y entrado en la habitación porno de Austin Powers. Y ahí estaba Chuck,
recibiendo la mamada de su vida, de una pequeña pelirroja. Estaba tan ido
que ni siquiera pareció darse cuenta de mí o de los cinco hombres que lo
“cuidaban” para el caso. Ellos se pararon contra la pared de piel de oso,
mirando al hombre con asco.
—Ugh. ¡En serio! —espetó Declan cuando entró, haciendo que los ojos
de Chuck se abrieran.
Sus ojos se abrieron de par en par en Declan, pero no dejó de empujar
la boca de la chica… pobre chica. Cómo si pudiera encontrar su pene con
toda esa grasa rodando fuera de él, eso estaba más allá de mí. Y cuando se
corrió, parecía un jabalí moribundo. Gruñó antes de sonreír y salirse de su
boca.

—¿Qué demonios quieres, Callahan? ¿Ya acabaste todas las drogas


que te vendí? ¿Lo agregaron a tu té y galletas o algo de mierda? —dijo entre
respiros.
Ni siquiera me miró. Declan, por el contrario, se volvió hacia mí como
si me preguntara qué era lo siguiente.
—Deberías irte —le dije a la chica en el piso.
La diminuta cabeza roja se levantó de sus rodillas, se secó la boca y
miró a Chuck, insegura de qué tenía que hacer.
—La perra se queda —dijo bruscamente.
Suspirando, asentí, tirando de mi arma rápidamente antes de
dispararle en la rodilla. Nadie escuchó hasta que empecé a disparar.
En el momento que cayó al suelo gritando, le entregué mi arma a
Declan antes de levantar mi bastón hacia el lado de su cara. No me detuve
hasta que se rompió la puta cosa y perdí el equilibrio. Sin embargo, una vez
más, Declan me agarró, ayudándome a recuperar el equilibrio.
—¡Pensaste que me podías joder! ¿Mi familia? ¿Has enloquecido? —le
siseé.
Temblando, trató de alcanzar su arma, pero uno de sus hombres la
agarró antes.
—¿Qué haces? ¡Mátala! —gritó mientras tosió entre dientes y sangre.
La pelirroja corrió a su lado, pero la empujó.
Ninguno de sus hombres se movió.
—Hace tres semanas, acordamos la mercancía por treinta, después la
compraste por veinte. Pero de repente, no estamos vendiendo porque
alguien tiene un producto mucho más barato. ¿Sabes quién es? —pregunté,
empujando a Declan para estar de pie por mi cuenta. Sentí como si cuchillas
estuvieran corriendo a través de mi piel, pero las ignoré.

Chuck no respondió, estaba demasiado ocupada tratando de evitar


que la sangre fluyera de su cara mientras sostenía su rodilla. Miró alrededor,
pero ninguno de sus hombres se molestó en ayudar.
—Tú. —Chasqueé los dedos a uno de sus hombres. El más pequeño de
todos, pero también el mejor vestido, dio un paso adelante. Lo que
significaba dos cosas: quería el trabajo de su jefe y estaba lo suficiente
enfermo para hacer algo para conseguirlo.
—Ayuda a Chuck a encontrar su lengua —dije, ni siquiera vaciló.
Agarró al jabalí, tirándolo del suelo antes de golpearlo hasta la mierda en su
cara. Idiota—. Jesús, ¿honestamente? —suspiré.
Declan rió antes de caminar y alejar al hombre. Aferrando la mano de
Chuck, la puso sobre el escritorio antes de agarrar una pluma y atravesarla.
—Lección uno —gritó Declan sobre los gritos de Chuck—. No golpees
a un hombre en la cabeza mientras está siendo interrogado. ¿Cómo podrá
responder si su cerebro está rodando en su cráneo?
—¡Lo que sea que esta perra te pague, lo doblaré! —gritó Chuck.
Pobre, estúpido Chuck.
—¿Quieres decir después de darles su cuota del producto que has
estado vendiendo? Hemos ganado mucho dinero Chuck, y sin embargo
nadie parece estar haciendo nada. Has estado robando de la manada. —
Sonreí, tomando asiento en una de sus sillas de piel. El hombre parecía que
tenía un fetiche.
Miró fijamente la pluma en su mano, haciendo todo lo posible por
alcanzarla, pero por la forma en que Declan lo tenía encerrado, no podía.
Un sollozo escapó de sus gruesos labios.
—¡Lo iba a compartir con ustedes, lo juro! Quería asegurarme de que
era posible… ¡ahhh! —gritó mientras Declan sacó la pluma con tanta fuerza
antes de elegir otro lugar para empujarla.
¡Qué pluma tan fuerte!

Declan sonrió.
—Lección dos: Mentirosos y ladrones. Causa daño corporal una
segunda vez y dirán la verdad. ¿No es cierto, Chuck?
Pobre Chuck estaba entrando en estado de shock, pero asintió de todos
modos.
—¡Te lo pagaré! Por favor…
Declan agarró una pluma nueva y una vez más hizo un nuevo agujero.
—¿Lección tres? —pregunté, sonriendo, tratando de ignorar el horrible
olor que irradiaba de la silla.
Declan se encogió de hombros antes de sonreír de nuevo.
—Me colgó cuando lo llamé por nuestro dinero.
—Di que no es así, Chuck. —Le fruncí el ceño antes de volverme hacia
al resto de sus hombres—. Si muriera, ¿quién se hace cargo?
Parecieron confundidos.
—No tenemos un sistema —dijo uno de ellos—. Quien sea que tenía el
mayor poder…
—Yo me encargo —dijo en mismo hombre muy bien vestido, tal como
lo pensé. Era joven… más viejo que yo, pero joven. No era musculoso, pero
tenía cerebro y aquellos con cerebro odiaban estar en segundo lugar.
—Échale un buen vistazo a Chuck —dije, volviéndome hacia el
hombre cuya sangre corrió por la mesa como vino derramado—. Está soy yo
siendo amable. De hecho, esta soy yo de buen humor. Chuck pensó que era
intocable. Chuck pensó que nos podía joder, no sólo una vez, sino dos veces.
Pero Chuck estaba equivocado.
Para probar mi punto, Declan alcanzó la taza de plumas, pero estaba
vacía. Sonriendo, sacó un cuchillo y lo clavó, justo en el pulgar de Chuck.
—¿Lección cuatro? —pregunté.

—El hijo de puta estaba recibiendo una mamada en la presencia de una


dama. —Él respiró entrecortadamente, mirando fijamente la chica que
estaba paralizada en estado de shock en el suelo. Sus ojos azules eran anchos
mientras lo miró fijamente, con gritos. Tuvo que haberse ido cuando se lo
dije.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté al hombre.
—Roy, señora —dijo rápidamente.
—Roy, Declan es el hombre que va a montar todo nuestro negocio.
Ahora vamos a comprar a quince. Deberías saber, en algún momento, te
preocupara por alguien o algo muy profundamente. Si alguna vez te
enfrentas a mi familia, tomaré esa cosa y la destruiré frente a ti. —Asentí
hacia Declan, quién tomó a la pelirroja y la empujó hacia uno de los hombres
anteriores de Chuck.
—Encárguense de los dos —les dijo Declan.
Los ojos de Roy se abrieron ligeramente, pero asintió. No matamos
delante de otros a menos que también perdieran sus vidas.
—¿Alguien tiene un problema con eso? —pregunté por la habitación,
pero nadie respondió. Asintiendo, me levanté, tropezando un poco, pero
Declan se acercó a mí y tomó mi brazo. Dejamos a Chuck atado a la mesa,
sollozando como un niño.
—Creo que hemos hecho nuestro punto. Buenas noches, caballeros. —
Comencé a caminar hacia la puerta cuando Declan se volvió y le entregó a
uno de ellos una pistola. Cuando uno de ellos le disparó a Chuck a través de
sus ojos, volvió hablar.
—Lección cinco; Nunca molestes a un Callahan. Es peligro para su
salud.
—Espero que mi presencia aquí sea lo suficiente para perseguirlos por
toda la vida, porque nunca volveré a esta mierda en ningún momento en el
futuro previsible. Y ninguno de ustedes me ha conocido. —dije mientras
salíamos.

Estaba a sólo unos pasos de la salida cuando una de las luces


estroboscópicas iluminó la cara de un hombre.
—Declan, ¿ves a quién veo? —pregunté cuando volvimos junto al resto
de los amantes sexualmente frustrados de cuerdas y cadenas.
Escudriñó el club débilmente iluminado y una vez más vi que la
oscuridad salía de sus ojos.
—Llama a todos —dije, dirigiéndome al bar. No podía beber nada,
pero mi pierna me estaba matando, y cuando Declan alcanzara su teléfono,
toda la familia estaría en camino. Incluso Evelyn.
Eso me hizo reír y encogerme ante la idea de Evelyn en un club de
sadomasoquismo. ¿Pero que podía hacer yo? A Vermin le gustaba
esconderse en la oscuridad.
—¿Entonces esperamos? —preguntó.
Simplemente asentí.
Permaneció en silencio por un momento antes de susurrar. —¿Por qué
no me dijiste que habías comprado a sus hombres?
—Porque no tenía que hacerlo, Declan. No estoy segura por qué sigues
subestimándome. O por qué pareces pensar que soy una niña tonta tratando
de jugar a la mafia. No soy una idiota, ni de buena gana pondría en peligro
a la familia, al negocio o a mi misma. Si no fueras de la familia, no estarías
aquí. —De hecho la segunda vez que dudara de mí, le cortaría las manos.
—Mis disculpas, todavía no estoy acostumbrado a todo esto —
respondió.
—Tu esposa parece hacerlo. —A pesar que en realidad no había tenido
el tiempo de pasarlo con la mujer.
Simplemente se rió. —Coraline ha cambiado, pero sigue siendo mi
Coraline. No importa lo mucho que entrene, no importa lo mala que se
convierta, sigue siendo mi dulce Coraline. Ella es el sol y tú eres Plutón.

—¿Una roca fría, muerta y flotante? —Entorné mis ojos contra él—.
¿Eso es lo que le dices a todas las chicas en un club de sadomasoquismo?
Sus ojos se abrieron de par en par mientras trataba de averiguar qué
decir, sin embargo, sabiamente se dio cuenta que era mejor tener la boca
cerrada.
Volviendo a la multitud, luché contra el impulso de frotarme el
estómago. Era como si quisiera comprobar que todavía estaba allí. Pero bajo
mi camisa holgada, podía sentir el bulto. El chico estaba jodiendo con mis
emociones, y no de la manera en que me gustaría. Estaba feliz, caliente o
hambrienta. ¡A veces las tres al mismo tiempo! Me estaba volviendo loca y
haciendo difícil concentrarme.
—Están aquí —dijo Delcan, mirando hacia la puerta.
Y claro, ahí estaba mi marido, vestido de negro y aunque no pareció
complacido, todavía se miraba sexi.
Sus ojos verdes escudriñaron el club antes de que aterrizaran sobre mí.
Me miró como si quisiera torcerme el cuello. Y si lo hacía, estábamos
en el lugar correcto para hacerlo.
—Me va a matar. —Suspiró Declan.
—Posiblemente —dije, observando el modo en que todos parecían
estar alrededor de Liam mientras caminaba hacia mí. Podía sentir que mi
lujuria por él crecía a cada paso que daba. Cuando me alcanzó, solo quería
saltar a él.
—Esposa —siseó.
—¿Vienes aquí muy a menudo? —Sonreí.
—Voy a encontrar a Neal antes que lo pierda —dijo Declan,
dejándonos rápidamente.
Liam apretó su puente de la nariz antes de dirigirse hacia el camarero.
—Tu mejor escocés —exigió.

—¿Escocés? Alguien está tenso.


—Tal vez porque mi esposa está en un club de sadomasoquismo en el
centro de Chicago, con sólo un hombre a su lado. Melody…
—Tal vez pueda llevar a tu hijo, pero no soy una. Respira y celebra. No
sólo estamos comprando a quince, sino que Chuck está muerto, y acabamos
de ver a Harvey. Es un buen día. Bebe y sé irlandés, Liam. —Me volví hacia
Fedel y Dylan quien sacaban a Harvey muy borracho de las mujeres que lo
rodeaban.
Liam se puso delante de mi cara.
—Tu y yo esposa, vamos a charlar más tarde.
—¿Es un código para decir que me vas a tomar con enojo? —Sonreí y
él respiró hondo antes de besarme fuertemente, tirando de mí en la silla.
—Cállate y deja que me enoje contigo —dijo cuando se separó.

Liam
¿Cómo podría una mujer ponerme tan loco? Allí estaba ella, sentada
en el bar mientras los hombres eran azotados y las mujeres encadenadas en
las paredes. Parecía completamente fuera de lugar, pero ni siquiera se
inmutó, sólo se sentó allí bebiendo, lo que esperaba que fuera jugo de
arándano.
—Deja de estar enojado conmigo para que podamos manejar eso y
volver a casa —añadió antes de sonreír.
Ella estaba haciendo eso mucho. Sonriendo y riendo… en público.
Sabía que eran las hormonas; Era precioso, pero no quería acostumbrarme.
Con toda la mierda pasando, estaba feliz que ella estuviera feliz. Nunca
podría estar enojado con ella por más de dos segundos antes que me
desarmara con esa sonrisa. En mi mente, sabía que era obra de Dios. Tenía
que serlo. Quedó embarazada en los peores momentos posibles.
Sin embargo, por lo que había aprendido, esto era mucho más
profundo que el odio de Aviela por los Giovannis. Y ahora que sabía,
necesitábamos seriamente ir a Irlanda.
—¿Qué está pasando? —Ella frunció el ceño, mirando por encima de
mi cara como si estuviera leyendo algo.
—¿Mas tarde? —dije, besando sus labios—. Olivia quiere manejar esto
en la mansión. Podemos hablar de eso después.
Sus ojos se estrecharon, pero asintió.
Nos íbamos a casa, mirábamos a Olivia matar a Harvey y después
tendría que explicarle a mi esposa por qué mi “amante” era parte de un
rompecabezas mucho más grande.


14
“El silencio nunca es la respuesta; a menos que la ecuación sea un asesinato.”
—Silent Assassin

Traducido por Cjuli2516zc & Jessibel


Corregido por Jessibel

Liam
—Jesucristo, Mel. —Suspire, cayendo a su lado.
—¿Ya cansado? —susurró, besando mi pecho sudoroso. Estaba
tratando de matarme.
—Mel, necesitamos... —comencé a decir, pero en el momento en que
su boca se envolvió alrededor de mi pene, no pude abrir mis ojos, y mucho
menos hablar.
¿Qué número era este? ¿Quinto? ¿Sexto?
No lo sabía, ni me importaba. Su boca era el cielo, y su resistencia era
el infierno.
—¿Necesitamos qué, esposo? —dijo, mientras lamía la punta de mi
pene y me miraba perder mi mente y mi voluntad. En sus labios, manos y
ojos, yo era impotente.
—¿Y bien? —preguntó, apretándome una vez más, y antes de que
pudiera hablar, su boca me rodeó de nuevo.
Se movió tan jodidamente lento que fue doloroso. Yo estaba muriendo.

—¡Demonios! —solté, tirando de su pelo y forzándola sobre su


espalda. Mi esposa quería algo más que sexo, quería control, quería pelear
conmigo aquí y ahora, y una parte de mí sabía que quería que yo la
dominara.
Sus uñas rojas arañaron mi pecho mientras empujó, haciendo todo lo
posible para que me recostara así yo podía ser su perra.
—¡NO! —grité en su cara, fijando sus manos sobre su cabeza.
Sus fosas nasales llamearon, pero pude ver la diversión en sus ojos. Yo
no quería diversión. Sostuve mi pene, pero la perra cerró sus piernas.
—Entonces, haz lo que quieras —le dije, mientras solté mi agarre sobre
ella y la empujé sobre su estómago. Antes de que ella pudiera moverse,
agarré su trasero y empujé hacia adelante.
—Ahh... —gimió, agarrándose a las sábanas.
—Mi dulce esposa... —la llamé, mientras le besaba el hombro y me
dirigí hacia el lado de su cuello. Me retiré, sólo para golpear más profundo
dentro de ella.
—Liam...
—Has empujado al hombre equivocado, esposa. No puedes seguir
tentándome así —le dije, agarrándola del trasero mientras la cogía con
fuerza.
Trató de hablar, pero ahora estaba en la misma posición en que estaba
yo: sin palabras, al borde. Agarrándonos al borde de nuestra cama, se aferró
firmemente, haciendo que la cama se balanceara con nosotros.
—Oh no, esposa... —murmuré, tirando de ella. Le sostuve los pechos,
dejándola montarme. Sus manos volaron hacia atrás en busca de mi pelo,
tirando rudamente cuando lo encontraron.
—Liam... joder... —gimió, y no pude evitar sonreír.
—Eso es lo que estoy haciendo, amor —gruñí, mientras besaba su
espina dorsal antes de que no pudiera retenerme más.

—Liam...
—Espera... —gemí, tratando lo mejor posible para pelear, pero no
pude. No con ella. Así no—. ¡Mel! —jadeé cuando me vine con ella, antes de
caer en un montón de miembros enredados.
Me retiré y me tumbé a su lado, respirando el olor de nuestro sexo.
—Maldito seas —susurró, apartándose el pelo de la cara. Se veía tan
jodidamente salvaje, tan bellamente extasiada que la deseé de nuevo. Mi
pene se iba a caer.
—Maldita seas tú. De todos modos, esto es tu culpa. —pronuncié, sin
querer nada más que besarla.
Sonrió socarronamente, sentándose y dejándome ver no sólo sus senos
perfectos, sino el pequeño bulto que era su estómago. Levantándome, la
atraje hacia mí.
—Urgh, estás sudoroso. —Se rió.
—¡Y tú también! —Le respondí, poniendo mis ojos en blanco—. Y
ninguno de nosotros estaría sudoroso ahora si no me hubieras asaltado en el
coche.
—No te asalté. Simplemente te toqué —dijo, relajándose en mis brazos.
Me encantaba cuando ella era así conmigo.
—Agarraste mi pene. Bien podrías también haber saltado sobre mí.
El plan era llegar a casa, matar a Harvey, tener una charla. ¿Pero mi
esposa alguna vez escuchó mis planes? No. En su lugar, agarró mi pene y
porque soy adicto a ella, no había vuelta atrás. Tuvimos sexo en el coche.
Estábamos uno encima del otro en el pasillo y luego terminamos haciéndolo
contra la pared de nuestra habitación antes de que terminamos en la cama.
Me apartó el pelo, mirándome a los ojos.
—Tenía hambre de ti y ahora que he alimentado esa hambre, tengo
hambre de algo de comida real.

—El chocolate no es comida, amor. —Sonreí, haciéndola fulminarme


con los ojos.
—La comida es lo que digo que es, Liam. Ahora ve a buscarme algunos
s'mores —exigió, haciendo todo lo posible para empujarme de la cama.
La amaba.
Salí de la cama, miré cómo se estiró antes de envolver las sábanas
alrededor de sí misma.
—Voy, caray. Pero es mejor comer algo más saludable...
Pero antes de que pudiera terminar, ella golpeó mi trasero. Giré
rápidamente hacia ella, la encontré sonriendo con suficiencia.
—Lo pusiste en mi cara, ¿qué más se supone que debía hacer? —La
manera inocente en que lo dijo fue criminal.
Me incliné para besarla profundamente antes de separarme.
—Ese es el tipo de toques que hará que te tome sin piedad otra vez.
—Aliméntame y podemos hablar de ello —dijo antes de inclinarse
para besarme una vez más. Nunca quise que esto terminara, pero tenía que
hacerlo, al menos por el momento.
—Voy a conseguir los s'mores. Pero aséate, necesitamos por lo menos
averiguar qué está pasando con Olivia. —Y entonces ella necesitaba
empacar.
Pasó la mano por su cara y se sentó.
—O puedes llamar a alguien para que nos lo traiga mientras nos
limpiamos juntos. Podría dejar de comer por una ducha.
En el momento en que me besó, mordiéndome el labio inferior, supe
que estaba perdido.
Maldita sea ella. Maldita sea ella.

Melody
—Señora —dijo Monte, entregándome un plato de s'mores junto con
un vaso de leche mientras me sentaba en el sótano. Aparentemente, Liam y
yo nos habíamos perdido nada, incluso con la ducha extra larga que
tomamos.
Se suponía que Olivia debía manejar esto por su cuenta, pero se negó
a ver a Harvey. Aún no estaba preparada para enfrentar al monstruo. Se
podría pensar que estaría muriendo por cortar la garganta del hijo de puta,
pero no. Estaba aterradoramente oculta.
Liam había ido a buscarla —es decir, meter un poco de jodido sentido
en ella— dejándome a solas con el violador. Eso sonaba horrible... para él.
Todavía estaba amordazado y atado a la pared. Su camisa estaba rasgada,
sus pantalones de cuero estaban casi hasta los tobillos; lucía como si acabara
de salir de un club de sadomasoquismo bien; fue en general una vista
lamentable. Su cabello era grasiento, su bigote parecía como si estuviera
dibujado con un rotulador y sus ojos eran fríos.
¿Este era el pedazo de mierda al que ella no quería enfrentar? Me
esperaba más.
—No entiendo a las mujeres, Monte —le dije mientras miraba a
Harvey, y me comía mi s'more.
—Si no lo hace, señora, no hay esperanza para el resto de nosotros.
—¿Cómo lo matarías? —pregunté, haciendo que los ojos de Harvey se
abrieran de par en par mientras nos miraba—. Si fue tu amor el que había
violado, ¿qué le harías?
Monte miró fijamente al hombre.

—Sacaría una página de la Pasión del maldito Cristo, lo encadenaría a


la pared y le quitaría la piel con latigazos... y por puro gusto, lo enrollaría en
sal. —Escupió a sus pies.
—Puedes hacerlo mejor, Monte. —Sonreí, bebiendo mi leche.
—¿Crucificarlo de cabeza? —Sonrió abiertamente, mirándome.
—Veo que alguien ha regresado a la iglesia. —Monte no era una
persona muy religiosa, pero de vez en cuando pasaba semanas en la iglesia.
No estaba segura de por qué, pero bueno, funcionaba para él.
El violador balbuceó, luchando contra sus cadenas como si eso fuera a
ayudarlo. Quería verlo sufrir lentamente.
—Lo siento, tienes bolas en la boca. No puedo oírte —le dije antes de
tomar un bocado. Él me fulminó con la mirada, ladrando algo que no
entendí.
—Creo que la está insultando, señora. ¿Puedo demostrarlo? —Parecía
ansioso.
—Tristemente no, la muerte es de Olivia y ella va a matarlo, incluso si
le lleva toda la noche. —Fruncí el ceño—. Pero podemos sugerirlo como una
opción. Nunca he visto a un hombre crucificado antes.

Liam
No tengo tiempo para esta mierda.
—Olivia Callahan, saca tu trasero de aquí y mata a ese hijo de puta,
tengo mierda que hacer —grité a la puerta de roble. Todavía podía oírla
sollozar.
—¡No estás ayudando! —gritó Neal, pero en el momento que sus ojos
se encontraron con los míos, retrocedió como debía.
Mirando fijamente la puerta de roble de doscientos años de la familia,
tallada a mano que mi madre había importado de Irlanda, pensé en lo fácil
que sería simplemente abrir un agujero a través de ella y sacarla. Al pellizcar
el puente de mi nariz, pude sentir los ojos de mi padre en mí. Él quería ver
lo bien que podía manejar a la familia. Siempre me observaba y eso a veces
me molestaba.
Suspirando, tomé una gran respiración y di un paso adelante.
—Olivia, no entiendo tu dolor, ni lo haré jamás. Nada de lo que pueda
decir invertirá la mierda que pasaste. Sin embargo, en este momento tienes
una oportunidad de justicia que muy pocas personas tienen en esta vida.
Eres una Callahan. No lloramos, ni siquiera lo pensamos, doblamos la escala
a nuestro favor y lo dejamos allí. Tengo mucho que hacer que sentarme aquí
y escucharte deshonrar a esta familia. Si no estás fuera en cinco segundos,
Neal se divorciará de ti. Él no quiere, pero lo hará porque yo sí. Y su próxima
esposa no será una jodida miedosa.
—Eres un idiota, Liam Callahan —gritó ella, saliendo de la habitación
antes de saltar por el pasillo de mármol. Neal sacudió la cabeza hacia mí, con
la mandíbula apretada, antes de seguirla.
Declan y mi papá sólo me miraron.

—¿Hay una razón por la que ustedes perras me estén mirando


fijamente?
—Nop, iré… haré algo útil —dijo Declan en voz baja. Pude haber
jurado que el hijo de puta murmuró—: el sombrerero loco vuelve a golpear.

Melody
Al escuchar la puerta abierta, Monte y yo giramos para encontrar a
Olivia, su cara estaba hinchada y roja, sus ojos se centraron sólo en Harvey.
—Quiero estar a solas con él —exigió.
Asentí con la cabeza, miré a Monte, que pasó por delante de ella.
—Eso significa que tú también —me espetó. Obviamente, se olvidó
quién la había empujado a este punto.
—Eres graciosa —le dije. —Ahora, date prisa y mátalo, me quedan
pocos aperitivos.
—Mel.
—Olivia. —Mi voz descendió sin bromear.
Suspiró, ella no dijo nada. En cambio, se sentó en una silla que le permitió
arrastrar contra el suelo —de metal o en hormigón— antes de que se detuvo
y se sentó cerca de mí.
—No sé cómo matarlo. Quiero que sufra. Es sólo que no sé... —agregó
mientras miraba a Harvey, que se limitó a mirar fijamente como si estuviera
rogando con los ojos.
—El problema más fácil que nunca podrías tener. —Dije, dándole un
malvavisco. Ella me miró como si estuviera loca—. Cuando una mujer
embarazada te ofrece comida, la tomas y sonríe.
Sabía que ellos sabían. La forma en que Declan me estaba tratando en
el coche, tenía que haber sabido, lo que significaba que Coraline sabía, y si
Coraline sabía, todos lo sabían.
Lo tomó, dio un bocado y sonrió. Era falsa, pero lo que sea, yo estaba
siendo agradable, lo menos que podía hacer era aceptarlo.
—Monte dijo que lo deberías crucificar —le dije.

Pensaba en ello, sorbiendo un poco antes de sacudir la cabeza.


—Demasiado esfuerzo y gente. Quiero que seas tú quien lo mate. No
es un proyecto de grupo.
Me tomó un segundo, pero sonreí como Grinch después que robó la
Navidad.
—Olivia, ¿alguna vez has perforado a través de la carne de un hombre?
—pregunté.
—¿Qué? —escupió.
—Neal, tal vez puedes mostrarle —dije en voz alta, a sabiendas de que
ellos podían oírnos, antes de levantarse.
Un momento después, Neal llegó con no uno, sino dos taladros. La
emoción en sus ojos, o mejor aún, la falta de emoción en sus ojos era hermosa.
—Ella lo mata —fue todo lo que dije, agarrando mi plato y el vaso para
irme. Quería quedarme, pero siempre los taladros llegaban a ser tan
malditamente sucios.
Liam se quedó fuera de la puerta, moviendo la cabeza hacia mí.
—¿Qué? —Pregunté, girando para mirar desde la seguridad de la
ventana.
Llegó detrás de mí, envolvió sus manos alrededor de mi cintura.
Estábamos en público y era extraño para mí no estar empujándolo lejos. Pero
por alguna razón, cada vez que estaba cerca, me sentía tranquila. Me sentí
relajada.
—Eres implacable, esposa —murmuró.
—Alguien tiene que serlo, ¿por qué no yo? —Le contesté, apoyándome
en él, mientras veía a Neal aguantando la mano de Olivia. Ella fue a por el
puto ombligo. Eso iba a doler.
—¿Qué te ha tenido tan estresado antes? —murmuré, pero él no
respondió. Él sólo frotó mi vientre lentamente—. Liam...

—Todo el mundo fuera —declaró, y ni siquiera me había dado cuenta


de todo el mundo, pero en un instante ya no estaban. Me giré a él, me dio un
beso y me hizo reaccionar al dejar caer el plato y el vaso, antes de que
recuperé mis sentidos y lo aparté, dándole una palmada en la cara.
—¡Mierda, Mel! —espetó, agarrando su cara—. Es necesario que
compruebes esa mierda antes de que llegue nuestro hijo.
—Tienes que dejar de distraerme cuando estoy hablando de trabajo,
maldición. ¿Qué demonios está pasando? —Grité de nuevo.
Suspiró, poniendo los ojos en blanco.
—En primer lugar, tus cambios de humor me están volviendo loco. En
segundo lugar, se trata de tu abuelo.
Me quedé helada.
—El padre de Orlando murió hace años.
—No él. Iván, el padre de Aviela. Firmó como testigo en el contrato de
matrimonio entre mi padre y la madre de Natasha. Por alguna razón, él
quería casarse. —Él frunció el ceño, mirando a Olivia y a Neal. Parecía
celoso, como si prefería estar perforando en la columna vertebral de un
hombre que tratar con esto.
A su lado, observé en silencio.
—¿Por qué? ¿Qué quiere obtener de tu padre casándose con la madre
de Natasha?
—No estoy seguro. —Se encogió de hombros—. Pero la única manera
de averiguar nada es viendo a los Briars. Tenemos que ir a Irlanda.
No puede evitar gemir.
—Sabes que muy probablemente tomarán represalias por todo lo que
le pasó a Shamus.
Se volvió hacia mí, apoyado en la ventana justo cuando la sangre
salpicó sobre ella.

—Ellos lo harán. Pero no tenemos otra opción. Tenemos que averiguar


lo que está pasando.
—Bien. —Suspiré—. Pero Olivia y Neal tendrán que quedarse.
Todavía tenemos que tratar con el senador Colemen. Él tiene que convertirse
en el presidente. Ahora que Chuck está muerto, no vamos a tener que
preocuparnos por el mercado por un tiempo. El trabajo de Roy estará
eliminado para él en su intento de demostrar su valía.
—¿Quién diablos es Roy? —me fulminó con la mirada, y solo puse mis
ojos en blanco.
—Nuestra nueva mula. Respira, sólo te la estaba chupando ¿no?
Él rió entre dientes como el pervertido que era cuando me miraba. En
el momento en que él dio un paso hacia mí, di un paso atrás.
—Cálmate. ¿Cuándo nos vamos?
Él no escuchó. En su lugar, me empujó contra la ventana. Sentí que
alguien golpeaba una y otra vez sobre el mismo. Con el ceño fruncido, Liam
miró a la ventana manchada de sangre, donde Harvey estaba gritando por
ayuda. Alcanzando el intercomunicador, Liam estalló—: ¿Puedes mantener
al hijo de puta fuera del cristal? Por Dios. Juro que la gente no sabe cómo
matar correctamente.
—Están divirtiéndose. Podrían usarlo. Tal vez Olivia finalmente deje
de ser un dolor en el trasero. —Me mofé.
Le habían dejado salir de sus cadenas sólo para que pudieran verlo
rogar por su vida y le gritaron hasta la mierda.
—¿Dónde estábamos? —Se volvió hacia mí.
—Estabas a punto de besarme contra el cristal sangriento —respondí,
y él asintió con la cabeza antes de levantarme y presionarme contra el vidrio.
—Así que, ¿Irlanda? —suspiró, mirándome fijamente.
—¿Vas a llevar una de esas camisas Béseme que soy irlandés?
Él puso los ojos en blanco.

—No.
Le di un beso.
—Tal vez —susurró cuando me separé. Lo besé de nuevo. Más
profundo.
—Tal vez.
—Estás haciendo trampa, Liam. —lo fulminé.
—Sí, estoy. —Él sonrió, besándome de nuevo.

15
“Hermoso y brillantemente rico; Su defecto fatal es el asesinato.”
—Abigail Gibbs

Traducido por Mich Fraser


Traducido por Jessibel

Neal
Si hace un año me hubieras dicho que estaría viendo a mi esposa
perforando la columna de un hombre, me habría reído en tu cara. Olivia no
era una asesina. Olivia no quería matar, pero al parecer estaba a favor de la
tortura.
—Te reíste —se burló sobre el zumbido del taladro. El cerdo gritó alto
y mientras trataba de alejarse de ella, su voz, al igual que sus huesos se
quebraban—. ¡Te dije que te detuvieras! ¡Te rogué que te detuvieras y te
reíste!
La sangre que salpicaba su cara me hizo sentir agradecido de
conseguirle una máscara y gafas. Parecía un carnicero salvaje. Un monstruo.
Se miraba jodidamente sexy.
Ella se levantó mirándome fijamente. —¿Por qué te detuviste?
¿Por qué me detuve? Pensé, mirando la sangre que goteaba de la punta
de mi taladro.
—Es tu muerte, nena —dije, tomando asiento contra la pared. Sentí la
lujuria de sangre; Esa lujuria de sangre de los Callahan me suplicaba que lo

acabara, que le cortara la cabeza y perforara sus ojos. Fue esa lujuria
sanguinaria que llevó a mi padre y Liam. Estaba en nuestro ADN. Los
Callahan y la sangre iban de la mano. Si no estuviéramos en la mafia,
probablemente todos seríamos asesinos en serie.
Olivia me miró, sacando su taladro de la espina dorsal, causando un
repugnante sonido que hizo eco a través de la habitación. Colocándola en el
suelo, se acercó a mí y se sentó a mi lado, donde pertenecía.
—¿Siempre es así? —preguntó mientras apoyó la cabeza en mi
hombro. Harvey no se movía. Tal vez estaba muerto. Por lo que pude ver,
tenía setenta y nueve perforaciones de taladros, desde el tobillo hasta los
omóplatos. Hice todo lo posible por mantenerla alejada de su cuello y
cabeza; No tenía que morir tan rápido.
—¿Así cómo?
Suspiró, apartando la máscara de su cara.
—No lo sé. ¿Siempre tan fácil? ¿Sólo matar y no lamentarlo? Ahí está
el hombre, el hombre que me causó tanto dolor y disfrutó cada momento.
Eso fue tan fácil. Tan fácil como matarlo. Aunque lo odiaba. ¿Siempre es tan
fácil?
Lo pensé y asentí.
—Sí. Después de tu primer asesinato se hace más y más fácil hasta que
es tu segunda naturaleza. Hay una línea en el mundo. Hay quienes pueden
ser jodidos y quienes no pueden. Si la gente conociera su lugar, entonces el
mundo sería más seguro. Sólo considero eso como un regulador.
No dijo nada y no estaba seguro de cómo tomar eso. Esta era la parte
de mí que hacía todo lo posible por esconderla de ella. La sangre Callahan,
la parte de mí que pensaba que estaba bien cortar lenguas de los hombres si
hablaban mal de nuestra familia. Sin embargo, aquí estábamos, viendo a su
violador desangrarse. Liam quería que la habitación fuera limpiada y re—
cementada para esconder toda la sangre.

Olivia
No sentí más alivio y eso fue tan extraño para mí. Esperaba enojo,
dolor, culpa… cualquier emoción, pero nada más vino. ¿Era tan fácil matar
a la gente? ¿O era porque sabía que eran malvados? Con ellos fuera del
mapa, no sentí ninguna necesidad de volver a caminar por este camino de
nuevo… entonces, ¿por qué lo hacían Melody y Liam?
—¿Podemos irnos? —pregunté a Neal—. Está muerto. ¿Podemos
irnos? Sólo quiero una ducha.
Asintió, colocó su mano detrás de mi espalda antes de entregarme un
arma.
—Va a morir de todos modos si no es que ya lo está, pero agrega un
tiro de gracia.
Tomé la pistola, me volví hacia Harvey, mi violador. Mi monstruo. De
pie, me acerqué a su cuerpo, mirando hacia su cabeza cuando se movió.
Un seco sollozo rompió a través de sus labios, todo su cuerpo tembló
como el mío tembló después de esa noche. Me miró cubierto de su propia
sangre.
—Lo siento. Lo siento tanto. —sollozó suavemente.
—No, no lo haces —dije antes de dispararle el cráneo.
Respiré hondo, casi salté cuando Mel entró en la habitación
aplaudiendo lentamente.
En su cara había una sonrisa perversa. Era la peor forma que solía
mirar a todos. Sus sonrisas eran burlonas; Como si supiera algo que no sabías
y que iba a usar en tu contra.
—Bienvenida a la familia. —Sonrió mientras Liam apareció detrás de
ella, colocando la mano en su cintura.

Miró alrededor de la habitación y sacudió la cabeza antes de mirar a


Neal, quien se puso de pie bajo la mirada de su hermano.
—Vamos a Irlanda —dijo Liam—. Tú y Olivia se quedarán aquí.
¿Puedo confiar en ti para vigilar esto mientras estamos fuera?
Me volví hacia Neal. Él amaba Irlanda. Quería que fuéramos allí este
verano, pero el rey Liam no lo permitió. Ahora el idiota estaba llevando a
su esposa. Sin embargo, Neal no pareció molesto, miró a su hermano con
orgullo. Nunca entendería su relación.
—Sí. Cuidaré todo. Declan me contó algo sobre los nuevos precios y
nuestro nuevo contacto. Velaré por eso y el senador Colemen —respondió.
Los ojos de Mel se entornaron en él.
—Vamos a regresar así que no te acostumbres a sentarte en nuestro
trono.
—Claro que no.
Aquí estaba yo, de pie en una habitación llena de asesinos y yo era uno
de ellos. Era una Callahan. Dios ayude a quienquiera que esté en camino de
esta familia.

16
"Te voy a matar en pocos minutos. Será bueno para ti."
—Frederick Weisel

Traducido por Jessibel


Corregido por Jessibel

Liam
—¿Nos quedaremos en el castillo? —preguntó Coraline, sonriendo por
la ventana del avión—. No he estado allí desde que nos casamos.
Me di la vuelta para mirar a mi hermano, que sonrió muy
ampliamente, estaba sorprendido de que sus dientes no se cayeron mientras
observaba a Coraline en su propio país de las maravillas personal.
Aparentemente estaban bien.
—No estoy seguro. ¿Jefe? —Giró hacia mí.
Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza, sabiendo que no estarían
contentos con lo que nos vamos a quedar.
Hubo un silencio largo en nuestra amplia cabina. Nos quedaban sólo
tres horas en un vuelo de ocho horas a Dublín, y yo sabía que iba a perder la
cabeza.
Debería haber conseguido un avión más grande.
Después que Colemen fuera presidente, tomaría el Air Force One,
maldita sea.

—Liam —mi madre dijo lentamente, interrumpiendo su conversación


privada con mi padre para dirigirse a mí.
—No me digas… —Sedric se arrastró, enderezando su corbata
mientras miraba hacia el lado de mi cráneo. Podía sentir la rabia que estaba
tratando de reprimir.
—¿No me digas qué? —Coraline miraba entre nosotros, como si
estuviera viendo dos resultados muy diferentes de mi respuesta.
Declan miró, entrecerrando los ojos, su cuerpo estaba rígido, pero
asintió.
—Liam...
—Nos vamos a quedar en la casa de Shamus en el pueblo —estallé,
pellizcando el puente de mi nariz. Por el amor de Cristo, ¿por qué no se
podían callar?
—¿La casa de Shamus? —Coraline repitió en voz baja. —Al igual que,
Shamus, quien todo el mundo cree fue asesinado en nuestra casa, el hombre
que vive en las colinas de Irlanda con sus hombres... sus hombres muy leales.
La fulminé con la mirada.
—No, Coraline. Me refiero a Shamus, el fantasma del pasado de la
mafia. ¿Qué carajos?
Ella frunció el ceño, inclinándose hacia atrás en su asiento, haciendo la
ceja de Declan temblar mientras me miraba. Sin embargo, hubo una pequeña
risita de la mujer delante de mí. Eché un vistazo a ella, me di cuenta de que
no había estado durmiendo como pensé.
—No sabía que estabas despierta. —Me senté, agarrando su mano.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Quién podría dormir con todo el ruido que la gente está haciendo?
—Mi esposa embarazada podría. —Le respondí, haciendo que
pellizque mi muñeca. Tomé su otra mano, le di un beso antes de sentarse de
nuevo.

—Así que, la casa de Shamus… —Ella sonrió, inclinándose hacia atrás


también—. Un poco morboso, ¿no crees?
No podía dejar de gemir, al oír unos pocos agradecimientos de la galería
de cariñito que era mi familia.
—No, tú también, esposa.
—Mórbida, pero no está mal. Después de todo, los romanos mataron
y lo hizo su propia casa...
—Sí y el Imperio Romano cayó —mi padre la interrumpió
bruscamente, haciendo que las sonrisas en nuestras dos caras cayeran a
medida que nos giramos hacia él.
Mi madre sacudió la cabeza hacia él, hojeando su revista como si no
había una posibilidad de que tendría una daga a un lado de la cara de mi
propio padre.
—Sí —declaró Mel, sus ojos fríos—. El Imperio Romano cayó, y sin
embargo, los italianos todavía tiene toda la gloria. Los mismos trajes que
usas, los zapatos en tus pies, ¿están hechos de dónde? —Su voz se apagó—.
No eres poderoso a menos que tengas algo italiano.
Puse mis ojos en blanco.
—Tu ego en este momento…
—¿Cuál era el nombre de ese coche que estaba tratando de comprar?
—Ferrari En… —Declan dejó de hablar cuando mi padre me dio un
golpe en la parte posterior de la cabeza, antes de volver a su libro, sin decir
una palabra.
—No es el ego cuando dices la verdad.
Mel sonrió mientras se echó hacia atrás en su silla. Se frotó las sienes y
cerró los ojos una vez más. Los dolores de cabeza son cada vez más y más
frecuente con cada día que pasa.
Nos había tomado una semana después de la muerte de Harvey para
conseguir finalmente tener todo listo para salir. Habría necesitado sólo tres

días para no obligar a mi esposa a ver a un médico. Estaba malditamente


cerca de hacerle una tomografía yo mismo. Necesitaba saber que estaba bien.
Que esto era sólo una fase. Fue sólo después de haber llevado al médico a
nuestra casa que ella finalmente aceptó.
Ella y el bebé estaban bien, había dicho. No debería preocuparme de
acuerdo con él. Pero, ¿cómo podría no hacerlo cuando la mujer que casi
nunca vi hacer una mueca ni siquiera podía sostener la cabeza después de
unas horas?
—Deja de mirarme así. Estoy bien, vi tu maldito médico. Tu niño está
jodiendo con mi mente antes de que nazca —ella dijo con los ojos cerrados.
Aspiré.
—¿Cómo se convirtió en mío, de repente?
Sus ojos se abrieron de golpe.
—¿Él? Lo siento, ¿tu y Dios tiene una conversación privada sin mí?
No había necesidad. Dios sabe que no hay manera en el infierno que
podía manejar mentalmente una chica en este momento. Tampoco quiere ver
el caos que se desplegaría cuando sea incapaz de decir a una pequeña
niña no —le contesté mientras mi padre y hermano rieron.
—Eres un idiota narcisista —espetó ella—. Sabías cuando te casaste
conmigo. —Me guiñó un ojo.
—Bueno, ¿no son ambos lindos? —Declan se rió entre dientes,
haciendo que tanto Mel como yo nos congeláramos, sin embargo, por dos
razones completamente diferentes.
Ella me miró y yo podía sentir su sangre hirviendo.
—Tu primo me acaba de llamar linda.
Aquí vamos.
Agarró su botella de agua y la arrojó al otro lado del pasillo a la cara.
—Voy a ir a acostarse antes de que te mate y te deje en algún lugar sobre el

Océano Atlántico. —ladró en su cara, tratando de levantarme rápidamente


sólo para tropezar hacia adelante.
Tanto mi padre y yo estábamos de pie, al mismo tiempo, llegando a
agarrarla. Pero ella nos empujó lejos a ambos.
—¡ARGH! ¡Este chico está tratando de matarme! No puedo caminar en
línea recta. No puedo pensar con claridad. ¡No tengo control de mi propio
maldito cuerpo! Y ahora tengo gente que me llama linda. ¡Como si fuera un
puto perrito! —Ella se burló de mí, empujándome a un lado con el fin de
seguir su camino—. ¡Soy Melody Giovanni Callahan, linda no es el adjetivo
usado para describirme!
Y con eso, cerró la puerta de la habitación. Dejando a los demás, más a
mi madre y a mi un poco confundidos.
—Es por esto que no podemos viajar en vuelos comerciales —mi
madre susurró, sacudiendo la cabeza ante nosotros.
—¿Qué he dicho? —preguntó Declan, por lo que me dio ganas de
golpear la puta mierda de él.
—Llamaste a uno de los líderes de la mafia irlandesa e italiana linda —
mi madre informó al puto imbécil que se suponía iba a ser mi primo mayor.
—Mientras ella está embarazada, Mel no quiere ser tratada de manera
diferente, ni quiere perder el respeto sólo porque ella está compartiendo su
cuerpo. Ella va a torturarte por esto.
No sólo a él.
Una parte de mí estaba disfrutando de mi delicada esposa. Melody
parecía relajada y el hecho de que estaba casi siempre en estado de ánimo
para el sexo, lo cual no era muy diferente de cuando era fría, era una ventaja.
Incluso nos abrazamos. Me dijo que me amaba antes de ir a dormir. Estaba
siendo dulce para mí y la familia. Para el resto de los hombres, Mel era una
especie de perra rabiosa hormonal sin embargo. Nunca sabían si estaba
sonriendo porque era feliz o porque tenía la intención de cortar el pulgar de
un hombre.

—¿Debería ver cómo está ya que Adriana no está aquí? —preguntó


Coraline, mirando hacia la puerta.
—Sí, porque a mi mujer le encantaría ser comprobada. —A ella le
gustaba Coraline, pero podría disparar contra ella un día.
Sacudí la cabeza hacia ella, miraba hacia el hombre que estaba
ligeramente en la esquina frente a la mini bar. No pareció sorprendido por
la locura de nuestra familia. Mel me había dicho su nombre, pero olvidaron
que estaba incluso alrededor... No confiaba en eso.
—Tu nombre —exigí, llamando la atención de todos al pequeño
servidor. Al parecer no fui el único que olvidó que estaba a bordo.
Dio un paso hacia delante.
—Nelson Reed.
—¿Estás en mi avión porque...?
Él trató de mantener la calma, pero podía ver el aumento de su
nerviosismo.
—He volado con la señora Callahan antes, y la Sra. Angeli...
Antes de que pudiera terminar, Mel se precipitó fuera, sin molestarse
en mirar a cualquiera de nosotros. En su lugar, se volvió a Reed, que se giró
rápidamente y preparó el té en cuestión de segundos. Al entregarlo a ella,
habló—: Estoy muerto de miedo por usted, señora.
Ella asintió con la cabeza, mirándome.
—Deja a mi gente quieta, la tuya me incordiaban.
No voy a lograrlo. Tírame fuera del avión ahora.
Gemí, pellizcando el puente de la nariz mientras estaba de pie.
Entonces, la seguí a la habitación.
Antes de entrar, me detuve frente al gusano.
—Besa a mi esposa de nuevo y rasgaré los labios de tu cara.
Sus ojos se abrieron y asintió rápido cuando entré.

Allí, sentado en medio de la cama con su dedo meñique elevado


mientras bebía su té como la maldita reina de Inglaterra, estaba mi esposa.
La habitación era pequeña, por supuesto. Sólo era para siestas cortas; la cama
ocupaba toda la maldita habitación. Sin embargo, mientras estaba sentada
allí, me miró mientras daba sorbos, y yo no estaba seguro de qué hacer con
ella. ¡Me estaba volviendo loco! Si discutía con ella, iba a perder y sólo la
enojaría. No estaba segura de si era lo suficientemente racional para no
dispararme a treinta mil pies en el aire. No podía hablar tranquilamente con
ella sin que pensara que le estaba hablando en voz baja.
—Mel…
—Voy a ser una madre horrible —dijo de la nada. —Lo siento. Estoy
enojada y molesta con ella todo el tiempo. Sigo deseando no estar
embarazada, porque entonces podría pensar con claridad, y no le haría daño
a mi cabeza. Me pica la piel, y las hemorragias nasales...
—¿Picazón en la piel y hemorragias nasales? ¿Qué carajo, cuando
sucedió esto? —Le pregunté, tomando asiento en el lado de la cama.
Ella puso los ojos en blanco, dejó la taza sobre la mesa auxiliar.
—No es raro, he hablado con el médico acerca de ello. Dijo que debería
aliviarse en unas pocas semanas. Y cito, tu cuerpo se está ajustando. El bebé está
bien. No lo estoy. ¿Qué pasa si soy como ella? ¿Qué pasa si hago esto a ella y
por eso…?
—Detente —espeté—. Las mujeres, han tenido embarazos difíciles
mucho antes de tu madre o tú. Ninguno de ellos resultó ser como tu madre.
Ella es...
—Ella es mi madre y compartimos el mismo ADN. Podría ser...
—¡Tú no eres como ella! —Grité, haciendo que ella se alejara de mí y
girara sobre su lado, mirando a la pared.
Dios, esto es Liam Callahan. He pecado pero no me gusta este castigo, recé.

La moví de un tirón sobre la cama, me agarré de ella, tirando hacia mí.


Ella, siendo mi esposa, luchó por supuesto, pero yo no aflojé.
—Liam deja…
—No te encadenaré a una cama. No tienes un amante al que estoy
amputando las partes del cuerpo en el sótano... pero si alguna vez lo haces...
—Liam —ella sonrió.
Yo continué.
—Ambos elegimos esto. Probablemente somos la pareja más veraz
sobre la faz de la tierra. Cualquiera que sea la causa de que tu madre sea lo
que es no tiene nada que ver con tu destino. Tu me amas.
—Idiota narcisista —murmuró.
Sonreí de nuevo y besé su hombro.
—Y te amo... nuestro hijo va a ser feliz, porque a pesar de todo, estamos
contentos.
—Tu sensibilidad me está matando poco a poco —respondió ella,
mientras se frotaba el estómago y puso su cabeza en mi pecho.
Ella está de vuelta.
—Es parte de mi encanto, y necesito que encuentres tu encanto cuando
aterricemos —le recordé. La cama crujió y se balanceó como si estuviéramos
en un barco y no en el cielo. Apoyó la cabeza, suspiró.
—Supongo —dijo—.¿Cuántos de esos hombres leales tenía Shamus?
Demasiados.
—Lo Callahans son de la ladera irlandés, y durante décadas nuestra
familia se ha hecho cargo de todas las personas dentro de nuestra ciudad.
Desde mi bisabuelo, a Shamus...
—Pero no Sedric.
—No Sedric. —Asentí—. La gente es fiel a nuestra familia, pero se
sienten como si ellos cometieron traición por irse y no volver nunca más.

Envié a algunos de los hombres por delante de nosotros, pero si queremos


saber, no podemos ir como agresores. Lo más probable es que nos odian por
la muerte de Shamus, pero no pueden hacer nada porque todavía estamos
los Callahans. Nos damos cuenta de lo que necesitamos saber, no matamos
a nadie, y nos vamos.
—Lo dice el hombre con problemas de manejo de la ira.
—No tengo... —me detuve cuando ella sonrió—. Si la gente no siempre
me hiciera enojar, no habría ninguna razón para manejarlo.
—De todos modos —dijo mientras puso sus ojos en blanco—, vamos a
tu país de origen, sé agradable con la gente del lugar y qué, ¿sólo entregas a
los Briars?
—Sí.
—Eso va a durar unos diez minutos antes de que uno de nosotros
estalle.


Melody
En el momento que salimos del avión sentí que el cuerpo de Liam se
puso rígido ante la visión de no uno, sino cinco viejos autobuses misteriosos
estacionados frente a nuestras Range Rovers. Habíamos tomado un avión
más pequeño a Dublín hacia las colinas con el fin de reducir el tiempo en la
carretera y mantener nuestra ubicación en secreto hasta que llegáramos. Los
pastos privados en los que aterrizamos no parecían muy privados.
Dylan, Antonio, Monte y Fedel parecían estar parados en posición e
intentando fingir que no lo estaban.
Alguien iba a morir si se quedaban así.
¿Por qué eso sólo me hizo sonreír? No queríamos empezar una guerra,
pero disparar a los irlandeses era lo que hacíamos los italianos… o al menos
lo que hacían los Giovannis. Orlando solía decir que era como controlar un
perro salvaje.
—Viejo Doyle —gritó Liam mientras nos acercamos al hombre peludo
que estaba apoyado contra el autobús fumando su pipa.
El viejo Doyle no parecía mucho mayor que Sedric. Era tan joven, que
parecía que apenas le estaban saliendo canas, las cuales estaban entrelazadas
con el color marrón rojizo. Sin embargo, su barba era gruesa, y no quería más
que sujetarlo y afeitar su cara.
Él no respondió, sólo fumó, soplándolo como si tuviéramos todo el
tiempo del mundo para sus tonterías. Uno de los hombres, supongo, se
adelantó, bloqueando mi visón del idiota fumando.
Me miró antes de volverse hacia Liam. —Bienvenido a Irlanda, cara de
pene desviste llamar antes. —Escupió a nuestros pies—. Ahora llévate a tu
jodida perra italiana y a toda tu jodida familia y sácalos al infierno de aquí.

Yo sólo estallé en risas, asustándolos a todos. Volviéndome hacia Liam,


quien tenía que morderse la lengua, negué con la cabeza.
—Cuando dije “eso va a durar diez minutos” aparentemente me
refiero a cinco —dije mientras me volvía hacia el hombre muerto caminando.
Siempre llevaba tacones porque me hacía más fácil amenazar a la gente
cuando no tenías que levantar la vista, sin embargo, viendo que no podía
caminar, tenía que mirar los pelos de la nariz de este hombre.
—Dime perra de nuevo, te reto. Y empujaré tu lengua en tu culo… ¿o
es trasero? Así que quita tu jodida cara y mal aliento, porque ambos sabemos
que no puedes hacer una mierda —le dije.
—Parece que a la perra italiana…
Antes que el hombre de Doyle pudiera terminar, una bala atravesó su
pie y Liam dio un paso adelante, tirándome hacia su lado mientras el hombre
gritó. Las armas salieron y por el rabillo del ojo, vi como Declan y Sedric
ponían a Evelyn y Coraline en el coche.
—Ella te lo advirtió. —Liam suspiró. Sabía que él no quería esto, pero
tampoco podíamos permitirlo. Era mejor ponerle fin ahora.
—Basta —dijo el viejo Doyle—. ¿No estás cansado de poner balas en
tu propia clase, Callahan?
—Shamus se mató como un cobarde —dije.
Un divertido Declan añadió—: Sin embargo fue una bala.
Ninguno de ellos lo encontró divertido. El viejo Doyle sopló el humo
por su nariz mientras su mandíbula se tensó.
—¿Es una mentira la que dices? ¿Shamus se quitó la vida? Debes
pensar que somos los reyes de la estupidez. Shamus era familia. —Se burló
de Liam, quien se encogió de hombros.
—Mi familia. No la tuya. Los asuntos de mi familia no te incumben —
dijo Liam—. Como mi esposa y mi padre dijeron semanas atrás; Shamus se
quitó la vida. Quiero saber la razón y creemos que los Briar tienen la llave de

eso. Eso es todo. Apunta en la dirección correcta, mantén a tus perros con
correa, y la fortuna Callahan todavía fluirá a través de la ciudad como
siempre lo ha hecho. Sus esposas no quieren enterrar a sus maridos e hijos,
así que baja la guardia, se menos, pero un hombre vivo.
Él escupió el suelo frente a nosotros antes de volver al viejo autobús,
donde el idiota estaba usando como apoyo.
—Tienes una semana, Callahan, y después queremos que te vayas. —
Se metieron a sus coches, dejándonos ahí entre la hierba manchada de
sangre.
—¿Has perdido la jodida cabeza, Melody? ¿Qué paso con el encanto?
—Liam rugió.
—Jódete, Liam. A la mierda, estamos en Irlanda, trato de encajar. —
Sonreí antes de caminar al coche.
Maldita sea, mis pies duelen.

Liam
Pude sentir mi ceja contrayéndose mientras la miraba alejarse de mí.
—Me gusta cuando está embarazada. Es absolutamente hilarante. —
Mi padre se echó a reír y se acercó a mi lado.
—¿También te gustaría una bala en tu pie? —grité, agitando mi arma
hacia él—. Es como si ella estuviera jodidamente drogada.
—Mierda, hermano —dijo Delcan, observando a los hombres mientras
terminaban de cargar todas nuestras cosas—. Tienes que admitirlo, fue
encantadora. Puede que ellos no lo demostraran, pero estaban sorprendidos,
algunos excita…
—Termina esa frase y tendré que matar a mis parientes —siseé,
dejándolos a ambos riendo. Pude ver a dos idiotas por el resto del viaje.
Abrí la puerta, los ojos marrones de Mel se acercaron a mí. Me miró
como si estuviera sorprendida que entrara al coche. Al notar la corriente de
mensajes que estaban zumbado, me senté.
—¿Qué?
—El Presidente fue asesinado, y no por nosotros.
Por amor al jodido Cristo, no puedo tener un descanso.

17
“La verdad te hará libre, pero primero te molesta”.
—Gloria Steinem

Traducido por Pagan Moore


Corregido por Jessibel

Neal
Entré en la oficina de Liam y Mel, intenté hacer lo posible por no gemir
ante la llamada telefónica que me esperaba. Todo Chicago estaba
básicamente asustado, mientras el resto del maldito país estaba de luto. De
todos los lugares que el Presidente podría haber sido baleado, ¿por qué
carajos tuvo que haber sido aquí?
Me quité la corbata y la dejé caer sobre el escritorio antes de sentarme.
Era extraño mirar esta oficina —la de mi padre y ahora la de Liam— desde
esta posición. Nunca había notado lo aburrido y oscuro que era el estudio.
Todo, desde el escritorio de madera de cerezo hasta las estanterías que
cubrían ambas paredes, e incluso el pequeño bar provisto de brandy de Liam
junto con el vino de Mel, era de época. La silla de cuero oscuro que mi trasero
ahora lo estaba adornando fue traída de Italia como si mi madre supiera hace
años que un italiano se sentaría en ella.
—El poder luce bien en ti, cariño —pronunció Olivia desde las puertas,
sacándome de mis propios pensamientos.
Me incliné para mirarla.
—¿De Verdad? ¿Ya tengo los pelos grises?

—Neal, sólo se han ido por una semana —respondió, acercándose a mí


y jugando seductoramente con las perlas alrededor de su cuello. Se veía
peligrosa de negro; Parecía rebotar en sus ojos azules y preparar tormentas.
—Sólo una semana y el presidente fue liquidado en nuestra ciudad, lo
que significa que no podemos operar con los federales rasgando esta ciudad
por el asesino. —Lo que significó que poder mover nuestros productos sólo
se puso más difícil. Los jefes iban a estar enojados.
—Bebé, el presidente Monroe no es el primer presidente asesinado —
supuso ella, caminando detrás de mí para frotar mis hombros—. Estoy
segura de que los federales ya tienen un sospechoso. Mel y Liam…
Fue cortada en el momento en que sonó el teléfono y supe quién era.
—Hablando del diablo —dijo ella.
Cogí el teléfono.
—Demonios...
—Neal, ¿podrías explicar por favor lo que estás haciendo? —La voz de
Mel sonó suave a través del teléfono. Tan suave, de hecho, que no estaba
seguro de si debería estar preocupado o reorganizando mi voluntad de
nuevo.
—Jefa, Chicago está cerrado. Hay una persecución masiva y a cada
hora más y más policías están llegando por todo el país. —Esperé a que ella
hablara, pero no dijo nada.
—No es prudente mover el producto ahora mismo. El envío a través
del muelle ya se ha cuidado, pero no hay manera de que podamos sacarlos
a los distribuidores ahora...
—¿Qué pasa con el senador Colemen? —preguntó. Una vez más, sonó
tranquila; Todavía me asustaba.
Miré a Olivia, quien sólo se encogió de hombros, le dije la verdad—:
Por lo que sé, Mina está trabajando en otra declaración, pero él está bien.
—¿Está bien? —repitió antes de respirar hondo.

Oh, mierda.
—¡Él no debe estar jodidamente bien! —replicó ella—. ¡No está cerca
de estar bien! ¿Por qué? ¡Porque hasta donde yo sé, la gente es simpática, sin
cerebro, los parásitos saltan de un anfitrión a otro!
—Um ¿qué? —¿De qué diablos estaba hablando?
—Idiota. ¡Enciende las noticias!
Encendiendo la computadora, Olivia fue a una transmisión en vivo de
la Primera Dama.
Parecía cansada, pero energizada; Extraño ver cómo su marido fue
asesinado justo en frente de toda la nación, si no el mundo.
—Mis compatriotas estadounidenses, por muy duro que sea estar aquí frente
a ustedes, no tengo otra opción. Mi marido era un hombre fuerte, que nunca se
doblaría a la voluntad de terroristas y criminales. Creo que es verdaderamente debido
a él que he encontrado la voluntad de decirle al hombre que disparó el gatillo: no
ganarás. No callarás la mayor democracia del planeta con una bala. Porque al matar
a mi marido, has despertado la bestia en mí. Voy a postularme como Presidente.
Llevaré la antorcha de mi esposo a la línea de meta y no callarás a América.
—Oh, mierda —dijimos Olivia y yo al mismo tiempo.
—Exactamente lo que pensé —dijo Mel—. Ahí tienes. ¡El discurso
escuchado en todo el mundo! ¿Quieres saber a quién se parece? Jackie O.
¿Quieres saber cuál es la primera dama que todo americano ama tanto? La
maldita Jackie O. Entonces, ¿qué tan bien te sientes ahora, Neal? ¡Porque en
la escala de molesta a maldita madre enfurecida, estoy lista para
malditamente explotar!
Quité el teléfono de mi oreja, hice todo lo posible para no vacilar.
—Mel, ¿qué quieres que haga?
—Despacha tu gordo trasero y trabaja o ayúdeme, no me importa lo
que hagas. Yo sugeriría que durante el bonito discurso de Colemen le

pusieran dos balas, e incluso al maldito campo de juego de nuevo... —Antes


de que pudiera detenerla, Olivia agarró el teléfono.
—¿Has perdido la puta cabeza? ¡Ese es mi padre!
—Te compraré uno nuevo —oí a Melody decir—. Ahora sal del
maldito teléfono, estás desperdiciando mis malditos minutos.
—Jefa —dije, agarrando el teléfono antes de que Olivia lo aplastara
contra la pared—. Estoy…
—¿No le dijimos a Liam cuán importante era para nosotros asegurar
la presidencia, Neal? Podría ser la Sra. Colemen como Presidente o podrías
apuntar a las piernas de Colemen. Todo lo que sé es que, si tienes una idea
mejor, empieza a trabajar en ella, porque si tengo que saltar con mi trasero
embarazada por el estanque para hacerlo yo misma, seguro que lo haré. En
cuanto a las drogas, haz que se muevan. Véndelas a la mitad del maldito
precio si es necesario. Pero cuanto más nos sentamos en ella, más débil nos
vemos y más dinero perdemos. A los drogadictos no les importa que el
presidente está muerto, sólo quieren su solución y lo que el cliente quiere,
¡lo obtiene! —Y con eso se había ido.
—¡Ella es un monstruo! —gritó Olivia mientras yo colgaba, agarrando
mi corbata y caminando hacia la puerta—. ¡Neal! ¿Qué vas a hacer?
No le respondí porque con toda honestidad ni siquiera estaba seguro.
Demasiado por tener poder.

18
“A veces hay que coger el arma para bajar el arma.”
—Malcolm X

Traducido por Lvic15


Corregido por Jessibel

JINX
No me gusta la gente. No me gusta estar cerca de ellos, y no me gusta
caminar entre ellos. Mi lugar siempre ha estado en el cielo. Nací en el cielo,
en algún lugar sobre Vermont de todos los lugares. Mi madre me dio a luz
en un avión, y desde entonces, es el lugar donde he tratado de quedarme.
Siendo un italiano de primera generación con una madre casi ciega y un
estúpido padre alcohólico, no había mucho espacio para que expandiera mis
alas de niño. Pasaba mis días tratando de evitar que mi padre matase a mi
madre, y que mi madre se suicidase.
Fue sólo cuando cumplí dieciocho años que me fui. Le di un beso de
adiós a mi madre, le dejé a mi padre un paquete de seis cervezas y me uní a
las Fuerzas Aéreas. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en
meses, y más rápido de lo que podía parpadear, me estaba bañando en
medallas de honor. El tiempo vuela cuando uno se divierte, y vuela aún más
rápido cuando vives a mil metros de altura. Mi trabajo era natural para mí;
lo habría hecho gratis.
Me pusieron Jinx de apodo porque sin importar cuánto alguien trató
de eclipsarme, fracasaron. Les robo su aspecto. En los bares las mujeres dejan
a los otros chicos para estar cerca de mí. En el aire, nadie podía acercarse a
mí por si algo no salía bien. Para mí era suerte, para ellos Jinx.

La vida era buena, hasta que descubrí que la chica a la que estaba
viendo estaba embarazada, justo cuando me dieron otra asignación. Lo
último que le dije fue que mantuviera al bebé y que hablaríamos de ello más
adelante.
Soltar el paquete sobre Corea del Norte, volver a casa, casarme, ser el
padre que el mío no había sido, y tener una vida de clase media feliz como
todos los demás. Pero, ese día nunca llegó, porque aparentemente, morí… o
al menos eso dijo el gobierno.
Momentos después de dejar caer el paquete, me dispararon en el cielo
como a un pato durante la temporada de caza. Me sacaron de la máquina
destrozada y humeante que una vez había llamado mi bebé, y me torturaron.
Pero tomé esa por mi país, pensando que vendrían a rescatarme. Tenían que
hacerlo. Día tras día, durante cuatro años fui golpeado hasta el borde de la
muerte, siempre las mismas preguntas una y otra vez.
—¡Las armas! ¿Quién quiere las armas? —No lo sabía entonces, pero
el paquete que había dejado caer estaba lleno de armas estadounidenses para
armar a los rebeldes coreanos. Estados Unidos no iba a venir en mi ayuda.
Negarían hasta su último aliento que yo siquiera estaba en el espacio aéreo
coreano.
Me habían elegido no porque fuera bueno, sino porque parecía los
suficientemente extranjero y estúpido como para no hacer preguntas. Así
que durante cuatro años hice mi tiempo en el infierno, sólo para escapar
durante un pequeño disturbio. Corrí durante horas haciendo mi mejor
esfuerzo por no ser visto, mezclándome con los que trataban de abandonar
el país. En Corea del Sur, me tomó cuatro años más y un pasaporte falso para
llegar finalmente de nuevo a la “tierra de los libres, el hogar de los valientes”.
Descubrí que no sólo el mundo había seguido adelante, sino que ya no
importaba dentro de él. Todo lo que una vez había llevado mi nombre se
había ido; mi identidad había sido limpiada. En algún lugar en Vermont, mis
padres estaban muertos, mi padre había matado a mi madre y luego se

suicidó. La mujer y el niño que había dejado atrás se habían ido sin mí. Ellos
estaban felices... ¿quién era yo para quitarles eso? Así que estaba solo.
Vagué por las calles, haciendo pequeños trabajos aquí y allá por todo
el país. Vivía debajo de los puentes, comía de los contenedores de basura, y
en ocasiones, me duchaba en los baños del metro. Mi suerte se había ido y
ahora realmente no sentía nada sino mala suerte.
Entonces, un día, mientras estaba acostado en mi lugar detrás del
contenedor de basura, vi como un Tahoe blanco entraba en mi callejón.
Delante de él, un pobre chico irlandés buscaba una salida. Le rogó al Tahoe
blanco como si estuviera hablándole a un Dios, diciendo que le devolvería
su dinero. Lo juró por su vida, pero no le sirvió de nada. En su lugar, el coche
pasó por encima de él como si no fuera más que una rata. Nunca olvidaré el
sonido de sus gritos, amortiguados por la sangre en su boca, ni se me
olvidará jamás la mirada en sus ojos mientras salía del asiento del conductor
para mirar su trabajo. Se dio cuenta de que ahora era un testigo, me sacó de
mi casa improvisada y me obligó a arrodillarme ante ella.
Me miró, sin decir una palabra, dado que tenía una pistola en la cabeza;
no podía sentir nada más que gratitud. Pero ella no apretó el gatillo. En su
lugar miró mis placas de identificación —los escasos restos de mi pasado.
—¿Por qué un teniente de la Fuerza Aérea está viviendo detrás de un
contenedor de basura? —preguntó. La miré con seriedad y simplemente
dije—. Recortes de presupuesto.
Algunos de sus hombres rieron, pero ella no. Ni siquiera esbozó una
sonrisa. Me miró como si realmente pudiera verme.
—Teniente…
—Jinx.
Me fulminó con la mirada.
—Bueno, Jinx, ¿te gustaría unirte a mi ejército?
—¿Tengo elección? —Después de todo, ya tenía una pistola en la
cabeza.

—Todos tenemos elección. La tuya es simple: pasar el resto de tus días


viviendo en la inmundicia o unirte a mí y caminar sobre el agua.
No tenía nada que perder. Ella vio algo en mí, y debido a eso, yo tenía
mis alas de nuevo. Volar por primera vez después de años de ser puesto en
tierra era su propia marca personal. Me dio lo que necesitaba, y a cambio
tenía mi lealtad. Moriría por ella y, sin embargo, había veces...

Melody
Caminé lentamente a través de la hierba mojada, me paré al lado de
Jinx, mirando más allá de los acantilados hacia el cielo, colinas y lagos. Tenía
que dárselo a los irlandeses: su país era hermoso... y verde, muy verde.
—¿Pensando en saltar, Jinx? —pregunté en voz baja mientras el viento
soplaba entre nosotros con un aullido.
Soltó una risita a mi lado, el viento sopló su sucio y rubio cabello que
le llegaba hasta los hombros.
—Estoy seguro de que podría encontrar un nuevo piloto, señora.
Agarré su brazo, lo alejé de la niebla para que me mirase. El viento se
levantó, pero nos quedamos mirando el uno al otro. En ese momento, sus
ojos azules seguían tan rotos como el día en que lo conocí.
—Estás en ese lugar oscuro, Jinx —declaré mirando lejos de él—. ¿Tu
hija?
—Sí. Debería estar orgulloso, ¿no? Ella no quiere o necesita mi dinero.
—Sonriendo, miré hacia el cielo—. Feminista entonces.
—Dios no lo quiera. —Escupió sobre el borde del acantilado y
simplemente me reí, abriendo los brazos y permitiendo que el viento soplara
a través de mí otra vez.
Durante kilómetros, todo lo que podía oler era hierba fresca y agua de
mar. Me dieron ganas de volar... era como si estuviera volando.
—Cuidado, señora —susurró, agarrándome de mi cintura.
—Shh, Jinx —murmuré, empujando sus manos lejos—. Estoy en la
cima del mundo.
Era tranquilo en el borde. Mi vida era aún más caótica de lo que había
imaginado.

—Esposa.
Y de esa manera, se fue mi paz.
Giré y allí estaba mi marido, con nada más que unos vaqueros y una
camisa blanca. El viento soplaba a través de su pelo, empujándolo hacia
atrás, haciendo que sus ojos parecieran vidriosos mientras miraba a Jinx.
—Ve a ayudar a Fedel. Ahora. —Le espetó, sus fosas nasales estaban
dilatadas.
Jinx me miró, una ceja levantada, antes de caminar hacia la casa. Liam
le observó como un león acechando a su presa, vigilante a cualquier
movimiento repentino. No fue hasta que Jinx estuvo muy lejos del alcance
del oído que me dio su atención de nuevo.
—¿Has dormido con él? —siseó entre dientes.
¿En serio? ¿Está celoso?
—No he dormido con él desde que entraste en mi vida, marido.
Acarició un lado de mi mejilla, pasó un dedo sobre mis labios, robando
el aire de la burbuja pequeña que nos rodeaba.
—Esa no es una respuesta, esposa.
—Es una respuesta. Simplemente no es la que deseas escuchar —dije
antes de cerrar la brecha entre nuestros labios. Él me acercó a él, agarrando
mi trasero y mi pelo.
—Tú…
—Déjalo ir. Liam. Mi pasado es mi pasado. El tuyo es tuyo. No me ves
mirando mal a todas las mujeres con las que te has acostado. —Si lo hiciera,
mi cara estaría atascada en un ceño permanente.
—Con excepción de Natasha.
—Eso no fue mi culpa, vino a buscarte de nuevo.
—No quiero que estés a solas con él.
Y estábamos de vuelta con Jinx.

—Es una pena —le contesté, liberándome de sus brazos y caminando


hacia la casa.
—Estoy hablando en serio, Melody —gritó. Sólo iba a tener que
superarlo. Podía sentirlo pisando fuerte a través de la hierba detrás de mí.
Siempre lo podía sentir, incluso cuando no quería. Los hombres de mi
pasado no eran de su incumbencia. Él sabía muy bien que no era virgen
cuando le conocí. El estúpido doble estándar del idiota misógino.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Declan inocentemente,
apoyado en el marco de la puerta de la cabina, limpiándose las manos con
un trapo viejo.
—¿Llamas a esto paraíso? —pregunté, mirando alrededor de la casa
que había pertenecido a Shamus. No era más que una cabaña de piedra de
tres dormitorios encima de la parte superior de un acantilado de hierba con
unas cuantas ovejas y pollos. Ahora sabía por qué Coraline odiaba estar aquí
y quería el castillo. No era de ninguna manera glamoroso; era como
retroceder a la Edad Media, o convertirse en Menonita.
Todo el mobiliario estaba hecho a mano y la única luz provenía de las
velas. Esta mañana, Evelyn había ordeñado una oveja, y yo medio esperaba
a Sedric yendo de caza con algún tipo de milicia irlandesa. Era divertido,
siempre puedes detectar a un policía o a un mafioso por donde elegían vivir.
Shamus se había asegurado de que podía ver la ciudad desde su puerta
delantera y nada más que el cielo abierto a su espalda.
—A veces, alejarse de la ciudad es el paraíso —susurró Declan,
tomando una respiración profunda.
—Para los débiles tal vez. —Para aquellos que eran como yo, las
ciudades eran el paraíso. El único lugar donde podías encontrar el cielo y el
infierno en la misma cuadra.
Él negó, mirando a su hermano.
—¿ Qué le has hecho ahora?
—Nada, excepto recordarle en qué década estamos.

—Sí, aquel en el que las mujeres se acuestan con sus empleados y se


preguntan por qué no reciben ningún puto respeto —espetó Liam, pasando
junto a su primo para entrar.
Declan me miró antes de alejarse rápidamente. Al menos uno de ellos
era inteligente.
Respira profundo, Mel.
—¡Qué mierda es tu problema, Liam! —espeté, siguiéndole.
—¿Qué mierda es mi problema? —rugió desde la mesa de la cocina—.
¡Vengo afuera para encontrar a mi esposa, mía, riendo y sonriendo con otro
hombre como una adolescente tonta! No con tu falsa sonrisa tampoco, sino
tu real. ¡Las que me das a mí y sólo a mí, no a un idiota sin hogar que
contrataste hace años! Eso fue repugnante…
Ni siquiera traté de detenerme. En su lugar, mi puño conectó con su
nariz y me deleité con el sonido del golpe que sonó después.
—¡Estás caminando sobre una fina línea! —grité, mientras se sostenía
su nariz, la sangre goteando en su mano—. Nada de lo que digas, y sin
importar cuán alto lo digas, cambiará mi pasado, ni quiero que lo haga.
¿Dormí con Jinx? Sí. ¿Estaba enamorada de él? ¿Dibujaba corazones en torno
a nuestros nombres y soñaba con casarme con él? No. Era sexo. Fue hace
años.
—¿Has dormido con todos ellos? —preguntó, limpiando la sangre de
su cara con su manga.
—Jódete —susurré mientras alguien llamó—. ¡Vete!
—¡Adelante! —respondió Liam.
Nos miramos el uno al otro antes de que Fedel abriese la puerta.
—¿Alguna vez te has acostado con mi mujer? —preguntó Liam.
—¡No respondas a eso y SAL!
—¡QUÉDATE!

—¡Juro por Dios Todopoderoso, Fedel, te cortaré en pedacitos y te daré


como alimento a los jodidos pollos si respondes a esa pregunta!
Él sólo podía mirarnos con los ojos abiertos antes de girarse hacia
Liam.
—Encontramos a los Briars, están en las estribaciones justo al norte de
aquí. Monte siguió adelante para asegurarse de que no trataban de huir.
Con eso, se fue tan rápido como le fue posible, dejando sólo silencio
entre nosotros.
—¿Quieres que esté avergonzada de mí misma? ¿Quieres que diga que
lo siento? No, no lo haré, porque entonces estaría mintiendo.
—Si me disculpas, esposa, tengo que ir a averiguar acerca de mi amante,
al menos con ella puedo esperar que me joda —dijo antes de salir—. ¡Y me
llevo a Jinx conmigo!
Suspiré y pasé mi mano por mi pelo.
—¿No se supone que soy yo la hormonal?
—No le hagas caso —Sedric rió, caminando por las escaleras con
Evelyn a su lado—. Él está maldito con los celos Callahan.
—En primer lugar, ¿el qué? —pregunté—. Y, en segundo lugar, ¿a
dónde van ustedes dos? —Era media tarde y ambos estaban vestidos como
si fueran a ver a la reina.
—Vamos a la fiesta de esta noche en la ciudad y la maldición es más
bien una excusa que Sedric utiliza para justificar por qué siempre perdía la
cabeza cuando otro hombre me tocaba cuando estaba embarazada. —Evelyn
rió entre dientes, mientras ponía sus pendientes de rubíes en su lugar.
—No perdía mi cabeza —resopló, tratando de arreglar su corbata de
lazo—. Solo expresaba mi disgusto con los que se acercaban demasiado.
—¡Casi rompiste la mano de un anfitrión que cogió mi abrigo! —
Evelyn soltó una risita.

—La única razón por la que un hombre se tomaría ese tiempo para
ayudarte a quitarte tu abrigo es si tuviera un fetiche sobre los hombros.
—Estaba embarazada de siete meses, Sedric, le tomó tanto tiempo
porque apenas podía moverme.
Me senté a la mesa, negando. —Perdón por preguntar.
Los dos se volvieron, como si hubieran olvidado que estaba allí.
Podrían perfectamente haber seguido con su paseo por los recuerdos.
Evelyn se inclinó hacia mi y me besó en la mejilla.
—Lo que estamos tratando de decir es que Liam se pondrá un poco
más posesivo contigo con su hijo en camino. No quiere serlo, y
probablemente no tenga ni idea de por qué está actuando de esta manera.
—¿No puedo simplemente sedarlo durante los siguientes seis meses?
—Si no, yo no podría continuar.
Sedric rió a carcajadas.
—¿Y lidiar con toda esa rabia una vez? Es más seguro tomarlo en dosis.
—Si eso no funciona, las galletas de marihuana hacen maravillas. —
Sonrió ella, haciendo que la cara de Sedric cayera.
—¿Me drogaste? —gritó.
Evelyn se puso de pie con rapidez y se dirigió hacia la puerta.
—Ven, amor, no queremos llegar tarde. Estoy segura de que a Mel le
encantaría un poco de tranquilidad.
—Evelyn. —Caminó hacia adelante, pero ella se había ido, corriendo
tan rápido como pudo, riéndose todo el camino. Él me guiñó un ojo antes de
correr tras ella.
—Esta es una familia jodida —alegué, frotando mi estómago. Traté de
imaginar su futuro con nosotros, pero no pude. No podía ver cómo podría
funcionar esto... especialmente si mataba a su padre.

—No está permitido que estés loco, ¿me escuchas? —murmuré hacia
abajo antes de levantarme. Sin embargo, me quedé inmóvil, mirando con los
ojos abiertos a mi estómago.
—¿Mel? —llamaron Declan y Coraline, entrando también vestidos
para impresionar. ¿Qué clase de fiesta era ésta?
—¿Estás bien? —exclamó Coraline, corriendo a mi lado.
—No. Sí. Estoy bien, el bebé acaba de moverse... Creo que me ha oído.
—No importa lo mucho que lo intentara, no podía evitar la gran sonrisa que
florecía.
Se sentía raro, pero era algo bueno.
—¿Puedo tocar…
—No —espeté, con más rudeza de la que pretendía—. Liam ya está
enfadado, él debe ser el siguiente en sentirlo. Declan, ¿funciona el Internet
de nuevo?
—Sí, también los teléfonos. El cableado en esta casa es una mierda,
pero debería estar más estable.
—Bueno, entonces, cuando hayas terminado de bailar en las calles,
comprueba a nuestro amigo Roy.


Liam
Podría fácilmente cortarle el cuello desde aquí, pensé mientras le fulminaba
con la mirada desde detrás de su cráneo.
Él la tocó. Estuvo con ella en un momento antes que yo, y me hacía
hervir la sangre. La forma en que la miró en ese acantilado, y el hecho mismo
de que había tocado su cintura fue suficiente para hacer que me gustase
arrancarle la cabeza de su cuello.
—Esto es todo. —Fedel aparcó y Jinx salió, abriendo la puerta para mí
sin emoción en su rostro. Se puso de pie hombro con hombro conmigo.
—Estoy inclinado a matarte —le dije, subiéndome las mangas.
—Sí señor.
—Dame una razón para no hacerlo.
—Estaba tan borracho que no recuerdo nada —afirmó—. Y soy un
piloto muy bueno.
Monte dio un paso fuera de la maldita casa, sosteniendo la puerta para
que entrara.
—Eso dices, pero esto no ha terminado.
Caminé adelante, no pude dejar de notar que los Briars habían bajado
de estatus de manera drástica. Nos había tomado una semana encontrarlos
porque habíamos pensado que una familia aristocrática y estirada como los
Briars no soportarían pasar tiempo en el campo. Y, sin embargo, allí estaban,
en una pequeña cabaña de un dormitorio infestada de ratas con un agujero
en el techo y en el suelo. Era como si se estuvieran escondiendo de Hitler.
Habían desaparecido los vestíbulos opulentos y los marcos dorados. Ahora
no tenían nada más que la ropa que llevaban puesta y necesitaba saber por
qué.

Estaban sentados en silencio en la sala de estar, frente a la puerta,


mientras yo entraba en la cocina. Suspiré, agarré la última cerveza de la
nevera y me senté ante la familia muy estúpida que había tratado de huir de
mí.
—Natasha está muerta, señor Briar —le dije, abriendo mi cerveza con
el borde de la mesa.
El hombre mayor frunció el ceño y se limitó a asentir.
—¿Has venido hasta aquí para decirme eso, Liam? Una carta habría
sido suficiente.
Antes de que pudiera hablar, la pistola de Fedel conectó con su
mandíbula, sacando un pequeño río de sangre y un diente de entre sus
labios. Sentí su dolor. El golpe de Mel dolía como una perra y se vería peor
por la mañana.
—Es señor Callahan para ti —se burló Fedel, tirando su cabeza hacia
atrás.
Quien dijo que una buena ayuda era difícil de encontrar, obviamente, no
estaba buscando en los lugares correctos.
—Permítame rehacer mi pregunta: ¿por qué tu hija está muerta? —No
es que la perra no estuviese jugando con su suerte de todos modos.
—La mataste. —El señor Briar escupió otro diente y sangre en mis
zapatos.
—Lo siento, respuesta incorrecta. —Le hice una seña a Fedel, quien
golpeó la cara de Briar con el puño—. Vamos a intentar esto de nuevo. ¿Por
qué tu hija está muerta?
—¡No lo sé! ¡Si no la mataste, no sé! Sólo déjanos —rogó. Los hombres
adultos no deberían rogar. Ni siquiera por la muerte.
—Fedel.
Fedel sacó su pistola y disparó al estómago del hombre. Me senté de
nuevo y di un sorbo impasible a mi bebida; no sabía nada, y como diría mi

mujer, él estaba desperdiciando palabras. Su esposa y su segunda hija


estaban de pie junto a las escaleras mirando con horror como se dejaba caer
en la silla.
—¡DORAN!
—¡PAPÁ!
Gritaron. No estoy seguro de porqué, sin embargo.
—Sangrará y morirá aquí si no recibo respuestas, señoras.
—¡Eres un monstruo! —gritó a su esposa.
—Si me dieran un dólar por cada vez que alguien me llama monstruo,
podría acabar con el hambre del mundo.
—¡Sólo déjanos en paz! ¡Lo que quieras, llévatelo, sólo déjanos solos,
maldición! —sollozó, cayendo de rodillas cerca del cuerpo de su marido. Su
sangre empapó sus pantalones vaqueros y chaqueta, mientras que su hija
parecía demasiado sorprendida incluso como para moverse, y mucho menos
hablar. Se sentó allí, mirando el charco de sangre a medida que se acercaba
a ella.
Me levanté, tiré de ella por su pelo antes de girarla hacia su madre y
su padre; estaba temblando tanto contra el cuchillo de Jinx, que le estaba
cortando su cuello.
—¡Quiero respuestas! —declaré estoicamente en su cara mientras su
hija luchaba contra mí—. ¡Te juro que no sólo tendrás que enterrar a tu
marido, sino al resto de tus hijos, así que encuentra tu puta voz!
Solté a su hija, y ella cayó al suelo, sollozando mientras lo hacía. Pasé
por encima de ella, miré los viejos ojos marchitos de la madre de Natasha
mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
—Él... él dijo... dijo que nos iba a matar a todos —me dijo.
Alejé el cuchillo de Jinx, sequé sus lágrimas.
—Él no te hará el mismo daño que yo si no encuentro lo que necesito
saber.

—¡Es todo culpa de tu padre! —declaró con los ojos abiertos—. Se


suponía que iba a casarse conmigo. Shamus hizo un trato con Iván. ¡Todo el
mundo hizo un trato con Iván DeRosa porque eso es lo que se suponía que
tenías que hacer! —Ella empezó a temblar, dejando caer su cabeza mientras
se envolvía con sus brazos. Joder, la estaba perdiendo.
—Vamos —hablé, agarrando sus hombros y obligándola a mirarme.
Miró a través de mí—. ¿Qué quieres decir, eso es lo que se supone que tenías
que hacer?
—Para mantener el orden. El negocio de la droga es grande. Ningún
hombre puede controlar todo. Tiene que haber un equilibrio; sólo así se
puede ser muy poderoso. Sólo hay tanto crimen que el mundo ignorará antes
de que te llamen a la justicia. Iván es la escala. Él tiene el poder y te permite
tener piezas de él dentro de lo razonable. Shamus era demasiado poderoso,
demasiado arrogante, y los federales lo atraparon. Pero Iván hizo que
despareciera, puede hacer que cualquier cosa desaparezca, todo lo que
Shamus tenía que hacer era conseguir que Sedric se casase conmigo —
susurró para sí misma mientras se balanceaba hacia atrás y adelante.
¡Esto no tenía sentido!
—¿Por qué? ¿Por qué tú?
—Porque mi familia conocía el juego, pero no eran jugadores. No
podíamos hacerle más poderoso de lo que era. Pero él se casó con Evelyn. A
Iván no le gustaba, pero la familia de Evelyn no era nada. Lo dejó ir porque
había equilibrio. ¡Pero ustedes, los Callahans, siempre se casaron con la
gente equivocada! —gritó, escupiendo en mi cara mientras lo hacía.
Di un paso atrás, me limpié el lado de la mejilla y me tomé un
momento para pensar. Esta era la locura más grande que jamás había oído.
Tanto Jinx como Fedel me miraron esperando; en realidad no estaban en
absoluto sorprendidos por sus palabras. Pero deberían haberlo estado. Todo
lo que habíamos estado luchando para averiguar era por esto.

—¡Iván no tiene el monopolio de la mafia! —No pude evitar reírme.


No sólo era estúpida como la mierda, ¡sino simplemente poco realista!
—¡Y no sólo te casaste estúpidamente con su nieta, sino que te casaste
con la jefa de la mafia italiana! Cada policía, abogado y juez a quien pagues
en el mundo, él consigue una parte. ¡Si tú y tu estúpida esposa lo controláis,
seréis colocados en la lista negra de todos! Es una reacción en cadena...
—Jinx. Fedel. Limpien esta mierda, voy con mi esposa. Esto fue una
pérdida de tiempo. —Agarré mi cerveza y salí mientras ella gritaba.
—¡Iván es el que hace el juego, no tú! —dijo—. Eres un jugador,
encuentra una manera de encontrarte con él a mitad de camino.
Giré, levanté la botella hacia ella.
—¡Soy el jodido Liam Callahan! No me encuentro a medio camino con
nadie. Ellos se inclinan ante mi camino, señora Briar.
Monte se quedó fuera, manteniendo abierta la puerta del Range. Me
senté en mi asiento y terminé mi bebida.
—Bueno, esto fue decepcionante —dije en voz baja, mirando a la casa
de ladrillo desvanecerse entre las colinas verdes. No estaba seguro de lo que
esperaba, pero esto no era. Mi “amante” era una perra, mi esposa me estaba
volviendo loco, y lo único que quería era una aspirina.

19
"Los reyes matan por imperios, los locos por aplausos."
—Juan Dryden

SOS Traducido por Jessibel, Pagan Moore &


Purple Girl
Corregido por Jessibel

Melody
Sabía que era él, y sabía que estaba despierta. ¿Cómo puede alguien
dormir con él cerrando los cajones de nuestra cómoda tan fuerte? Quería
darle una actualización del bebé y preguntarle qué le había pasado para
desencadenar su ira, pero no me atrevía a hablar. ¡Él me estaba haciendo
enojar!
¡GOLPE!
—Hemos estado aquí por una semana —dije—. ¡No hay nada en el
maldito armario! Así que, o se trocean para leña o déjalo como está.
—¡Por supuesto, su alteza! Dios me libre de hacer que se sienta
incómoda. —Cerró el armario con tanta fuerza que los libros encima de ella
cayeron al suelo.
Con un suspiro, me mordí la lengua, intentando lo mejor para no
estallar de nuevo.
¡GOLPE!
—¡URGH! —Grité, agarrando la almohada detrás de mi cabeza para
tirarla a su cara. Él la atrapó con facilidad y luego la dejó caer mientras me
levantaba de la cama. Pero fingió que ni siquiera se fijó en mí.

—Ustedes, los hombres y sus dobles estándares estúpidos. ¿Cuántas


criadas has fastidiado, Liam? ¿Cuántas de ellas siguen trabajando en nuestra
casa? No soy tu...
—¡Ahí es donde estás equivocada! —Ladró, finalmente
reconociéndome—. ¡Eres mía! Estás tan empeñada en recordarme que
perteneces a nadie más que a ti misma. Pero eso es mentira. Es mi último
nombre unido al tuyo. ¡Tu me perteneces! Y yo te pertenezco, y cuanto antes
obtengas eso a través de tu dura cabeza, ¡menos cabellos grises tendrás!
—¿Tengo una cabeza dura? Eres tú quien... —me detuve, rápidamente
agarré mi estómago cuando el movimiento llegó a ser peor.
—¿Cariño? —Liam corrió, sosteniéndome.
—Oh, ¿ahora soy cariño? —le susurré, empujándolo cuando me
tambaleé hacia la cama—. Maldita sea, niño, no puedes estar ya de su lado.
—Mel —gritó, acercándome más a él en la cama—. ¿Qué es?
Suspiré, me senté de nuevo agarrando mi estómago.
—El niño se movió justamente después de que saliste. No me dolió
entonces, pero lo hace ahora.
Sentado a mi lado, me frotó lentamente el estómago.
—¿Estás bebiendo el té?
—Uf, estoy tan cansada de beber esa porquería. Pero si ayudará,
entonces voy a beber un poco por la mañana. —No era una persona de té,
pero la última cosa que necesitaba era más dolor.
—Cuando volvamos a los Estados, vamos a tratar otra cosa —
respondió él, besando mi hombro.
—Todavía estoy enojada contigo —dije en voz baja, apoyándome en
él.
—Pero no puedo estar enojado contigo porque estás llevando a mi hijo,
hablando de doble estándar —respondió y yo sólo iba a tener que dejar ese
desliz.

—Liam, no estoy avergonzada de mi pasado. Mucho antes de que


llegaras, tuve sexo con...
Se alejó de mí, después de rodar sobre su espalda.
—¡Ahh, por favor no lo compartas! Lo entiendo. No me gusta, pero por
favor, no lo compartas.
Giró, vi su cara tensarse en una mueca como si hubiera olido algo
espantoso.
—Los hombres nunca van a cambiar. —Me reí, recostada hacia abajo
cuando la música comenzó a fluir a través de las ventanas.
Era ruidoso, como mil irlandeses borrachos tratando de cantar a la luna—.
¿Es el festival?
Inclinó la cabeza hacia la ventana, Liam en silencio escuchó un
momento antes de sentarse.
—Olvidé que era Féile Na Beatha.
—¿El Festival de la Vida? —traduje rápidamente.
Sonrió y asintió.
—Se originó como un festival para los dioses y diosas para marcar el
cambio de verano a otoño. Elogiándolos con canciones, mientras se comparte
el vino, todo con la esperanza de que iban a cosechar lo suficiente para pasar
el invierno. Ahora es sólo una excusa para cantar terriblemente alto en
estado de embriaguez en las calles.
—¿Dioses y diosas Celtas?
Estaba tratando lo mejor que pude para no reír, sin embargo, no pude
evitarlo. Tiró de mí en sus brazos, luchamos encima de las sábanas por sólo
un segundo antes de que me inmovilizó.
—¿Te ríes de los antiguos dioses de mis parientes? —Sonrió encima de
mí, a sólo unas pulgadas de mi cara.
—Estoy segura de que no hubiera importado, ya que esta es
probablemente la primera conversación sobre ellos en generaciones. Tus

dioses antiguos son los peores. —Sonreí mientras negaba con la cabeza hacia
mí.
—El hecho de que no reciben ofertas de películas no significa que
apesten.
—Eso es exactamente lo que significa. Tenemos a Júpiter, Apolo,
Marte. Grecia tiene a Hércules y los dioses del Olimpo. Mierda, la mayoría
de las regiones germánicas tienen a Thor y los dioses nórdicos, y luego está
el irlandés. Explica por qué todos ustedes saltaron al cristianismo tan
rápidamente.
—Hércules era un héroe, no un dios. —Él frunció el ceño, liberando
mis brazos mientras besaba mi cuello.
—Ahora me tienes intrigada con este Féile na Beatha. —gemí, tratando
lo mejor para no ceder a él, pero maldición, él sabía dónde besar.
—Tenemos que ir y ser testigos de su gente en todo su esplendor. —
Agarrando mis pechos, se detuvo y me miró a los ojos—. Más tarde.
Yo conocía esa mirada.
—Liam, es mejor que no...
Descansa en paz.
Miré hacia abajo, mi sujetador ahora estaba expuesto antes de
encontrarme con su mirada.
—Pendejo.
Sonriendo, se desabrochó el cinturón lentamente.
—Como quieras, amor.
—Oh no, no. —Me reí, empujándolo sobre su espalda delante de él a
horcajadas—, me has molestado hoy.
—Déjame hacerlo bien entonces —dijo él. Me volcó antes de que
pudiera parpadear, sus manos ya estaban tirando de mis pantalones
vaqueros con facilidad.

Usó sus dientes para tirar de mi ropa interior lentamente hasta que
estuvieron alrededor de los tobillos y luego empezó a besar su camino hacia
arriba.
—Liam… —contuve un gemido cuando su dedo se encontraba dentro
de mí.
—¿Sí, cariño? —dijo inocentemente, deteniendo sólo sus labios para
mirar mientras yo gemía debajo de él.
Se movió dentro y fuera de mí poco a poco... muy lento, riéndose
cuando me sacudí contra sus dedos y traté de obligarlo a moverse más
rápido.
—Liam… —Me dio un beso duro, mordisqueando mis labios mientras
me penetraba con los dedos.
—Tu me hiciste enojar también. Pero me estás compensando con ello.
—Se detuvo momentáneamente—. Me gusta ver que te retuerces debajo de
mí.
—Hmmmm… —gemí de nuevo cuando sus dedos fueron más rápido,
lo que hizo que me apretara alrededor de ellos.
—¿Todo esto debido a tres dedos, bebé? —Se rió, sabiendo
exactamente lo que estaba haciendo—. Me pregunto qué tan fuerte mi
lengua te hará gritar.
—Liam, sólo… —Él no me dio la oportunidad de hablar. Sacó los
dedos de mí, extendió las piernas anchas antes de atacar a mi sexo—.¡Oh
Dios mío! —gemí, mientras envolvía mis piernas alrededor de su cabeza y
me incliné para agarrar su pelo.
Su lengua... jodido Jesús Cristo su lengua. Se aferró a mi cintura, su
lengua fue más profundo dentro de mí, sacudía a mi núcleo cuando empujé
contra su boca. No pude controlarme. Yo quería montar su lengua. Quería
más de él.
—Liam… Maldición… —grité cuando llegué. Me aferré a él por un
momento, tratando de respirar antes de caer a su lado.

Le oí aspirar una bocanada de aire muy necesaria en sus pulmones


antes de meterse hasta el resto de mi cuerpo, dejando cortos y rápidos, besos
en mi piel.
—Definitivamente ha salido todo bien —logré susurrar, jugando con
su pelo suave. Él me tomó en sus brazos antes de tumbarse hacia abajo.
No dijo nada; ni siquiera me miró. En su lugar, simplemente miró fijamente
el techo, jugando con mis dedos. La mirada en sus ojos me molestó. A decir
verdad, lo que fuera que preocupa a su mente, teniendo su atención lejos de
nosotros, me molestaba enormemente.
—Por favor, dime que no está pensando en Jinx —susurré, apoyando
mi cabeza en su pecho. Finalmente me miró, rió entre dientes, cepillando mi
pelo detrás de la oreja.
—Cariño…
—Liam, estuve con otros antes de ti. No puedo tomarlo de nuevo. No
quiero tomarlo de nuevo, ni debería tener que hacerlo. Sin embargo, hay una
clara diferencia entre tu y todos los demás —declaré, tomando sus manos en
la mía.
Me quedé mirando nuestros anillos de boda. Era tan extraño para mí.
Aquí estaba yo, casada, embarazada, enamorada. ¿Donde se había ido la vieja
Mel? Apenas fui capaz de decirle a mi padre que lo amaba cuando estaba
vivo. A menudo, ni siquiera estaba segura de si era amor o simplemente
respeto. Y, sin embargo, con él… Me hizo sentir blanda. Lo hizo bien para
que sea blanda.
—¿Y esa diferencia es? —preguntó, sacándome de mis pensamientos.
Gimiendo, me incliné hacia arriba para apenas morder su pezón.
—Demonios, Mel.
—Sabes lo que es, idiota. No los amé. Realmente no me preocupé por
ellos. No eran más que hombres. Te amo. Me preocupo por ti, y eres mi
marido. Ninguno de ellos me importaba.

—Mira, eso no fue tan difícil, ¿verdad? —rió. Me encantó la forma en


que rió. Era como un viento helado que siempre cortaba a través de mí.
Intentando lo mejor para no sonreír, me dirigí hacia mi ropa.
—¿Dónde diablos vas? No hemos terminado de tener sexo todavía! —
gritó detrás de mí.
—Tu fuiste el que se tomó un descanso. Ahora, quiero ver esto del Féile
na Beatha.
Él frunció el ceño, sus ojos vagaron por mi piel.
—Esto no ha terminado.
—No soñaría con ello. —Le guiñé un ojo, agarrando un vestido antes
de ir al cuarto de baño.
—Mel —susurró, en voz tan baja que casi lo perdí.
—¿Sí?
—Te amo. Me preocupo por ti, y tú eres mi esposa.
Me quedé allí un momento, sólo mirándolo y él a mí. ¿Quiénes éramos?
¿Cómo llegamos aquí?
¿Cuándo nos convertimos en esto… en amor?
¿Y por qué no estaba más preocupado por ello?
Era tan extraño estar tan abierta con alguien. Confiar en alguien
completamente.
—Bien —fue todo lo que pude decir antes de encerrarme en el baño y
apoyarme en la puerta.

Liam
Navegar a través de un mar de borrachos irlandeses y mujeres era una
habilidad que mi esposa no poseía. En el momento en que lo hicimos en la
ciudad de ladrillo degradado que fue apodada Killeshin, se vio obligada a
enterrar su nariz en mi camisa para evitar enfermarse. Había suficiente
alcohol en el aire para dejar a un elefante borracho, y si eso no te molestaba,
siempre estaba el olor de cordero asado mezclado con el hedor del sudor
humano.
Sin embargo, no vinieron aquí para la comida, o incluso el
alcohol. Vinieron por la música; Que resonaba en todas las piedras, postigos
y seres vivos.
—Podemos regresar —dije, tirándola entre mis brazos mientras la
manada nos tragaba por completo.
—Estoy bien, solo necesito un segundo para adaptarme —murmuró,
respirando hondo otra vez en mi camisa.
La forma en que se aferraba a mí la hacía parecer dulce e inocente, como un
gentil cachorro. Era aterrador lo bien que podía esconder quién era
realmente.
—¿Liam?
—Sí.
—¿Qué están haciendo tus padres? —preguntó ella, deteniéndose para
mirar a mi madre y mi padre que estaban a sólo unos pasos por delante de
nosotros, más cerca de la banda Celta.
Ninguno de los dos parecía darse cuenta de los idiotas a su alrededor.
Estaban demasiado ocupados haciendo el amor con sus ojos. Lentamente mi
padre cayó sobre una rodilla, sacando una pequeña caja roja para ofrecérsela.

—Él está pidiendo su mano en matrimonio de nuevo —dijo Caroline


detrás de nosotros mientras caminaba de la mano con Declan. Ella sonrió tan
ampliamente que su rostro parecía como si fuera a romperse por la mitad.
—Tío, el delicado criminal —gruñó Declan, rodeando a Coraline con
los brazos.
—Le propuso matrimonio la primera vez aquí, ¿verdad? —preguntó
Coraline.
Por qué, no estoy seguro, ya que ella tenía que saber la respuesta.
—Sí, creo que mamá estaba tan embarazada que ni siquiera podía ver
los dedos de sus pies y mucho menos el anillo que él le había comprado.
—Por lo menos tenía un anillo, Declan.
—Nunca vas a dejar que me olvide de eso…
—Vaya, ¿no es el clan Callahan? —exclamó el viejo Doyle, y así, la
música se cortó, el mar de borrachos se abrió y sus hombres nos rodearon
como buitres a sus presas. Soplando humo de su nariz, sus viejos ojos
echaron un vistazo sobre Mel con disgusto—. Y esta vagina italiana también.
Sus hombres se rieron, y uno por uno todos los demás espectadores, al
menos los que tenían la más mínima capacidad mental, se retiraron a sus
hogares.
—Deberías desechar la pipa, viejo. No te quedan muchas células
cerebrales —siseó Mel, liberándose completamente de mí para estar sola.
Usó su bastón y se adelantó una vez más.
—En mi época, las mujeres como tú mantenían la boca cerrada y las
piernas abiertas. Nada más y nada menos.
Su mano se movió en la dirección de su arma, hábilmente escondida
en la parte posterior de su sostén. Avancé, me metí entre ellos, mi padre y
Declan estuvieron a mi lado en cuestión de segundos.
—Bonito sombrero, Doyle. —Sonreí al viejo sombrero de tela que
estaba sobre su cabeza gris—. ¿Qué diablos quieres?

Colocó su pipa en su boca una vez más, succionó profundamente y


sopló el humo en nuestras caras.
—Conociste a los Briars. De hecho, me han informado que casi mataste
a uno. Tu semana ha terminado, y lo mejor es que tu familia regrese a las
profundidades del infierno del que vino.
—¿O qué? —pregunté, agarrando la pipa de su boca—. ¿Qué vas a
hacer si mi familia y yo decidimos pasar unos días más, tal vez incluso
meses, aquí?
Sus fosas nasales se abrieron y casi pude oír cómo sus huesos se
resquebrajaban mientras intentaba ponerse de pie.
—Estás jugando con fuego, jovencito. —Escupió a mis pies. En el
momento en que lo hizo, una multitud de hombres lentamente nos rodeó.
Incluso el hijo de puta estúpido que le había disparado en el pie sostenía su
arma a nuestro lado.
—Somos del infierno, ¿recuerdas? —Mel respondió, sus ojos
escudriñando cada rifle negro—. Cuando naces del fuego, no puedes herirte.
—Tan joven, tan tonta —dijo peligrosamente mientras sacaba
lentamente una foto del bolsillo de su chaqueta—. ¿Crees que puedes venir
a nuestro país y caminar sobre el agua? ¿Crees que eres intocable? Los
colegas están matando por ti mientras derribas a los colegas. Todo lo que se
necesita es uno, antes de que otros se enfrenten a ti. Vete a casa. Saca tu
inmundicia de mi país porque no lo harás otra noche aquí.
Giró hacia mi padre y solo me sonrió, sacudiendo la cabeza ante el
tonto frente a nosotros. Mi madre siendo mi madre parecía aburrida y
molesta, apretando su regalo en su mano.
Miró hacia abajo a mi esposa, ella solo asintió. Antes de que pudiera
parpadear, mi puño chocó con el lado del rostro arrugado de Doyle. Su
sombrero de copa voló de su cabeza, rodando sobre mis pies. Saqué la pistola
de su funda, agarré su cuello y le clavé el cañón en el ojo.

—Primo, ¿está tonto tratando de chantajearme? —Me burlaba,


cavando más profundamente en su ojo.
Declan frunció el ceño, con la misma expresión en su rostro que
nuestra madre.
—Eso creo. Me pregunto si sabe que no tiene hombres para respaldar
sus amenazas.
Con su único ojo libre, miró a los hombres que él pensaba que lo
apoyaban. El hombre que disparé antes cojeó, agarrando el sombrero de
copa de Doyle y se lo entregó a Mel.
—¿Dónde está tu jodida lealtad? —gritó, luchando bajo mis pies.
—¿No es obvio? —Mel respondió, quitándole el sombrero antes de
colocarlo en su cabeza—. Con nosotros. —Tiró de su rostro más cerca del
mío, le sujetaba su garganta firmemente.
—Se acabó tu suerte.
—Un día… —se esforzó por hablar.
—Deja la mierda santurrona, Doyle. Lo he oído todo antes. Irlanda no
te necesita. Esta ciudad no te necesita, y cuando tu sangre salpique sobre sus
calles, será la lluvia y nada más que la lave.
—Liam —mi madre llamó, dando un paso adelante—. Es domingo.
Miré mi reloj con cólera, saqué mi arma de su ojo antes de golpear sus
mejillas suavemente.
—Qué suerte tienes, Viejo Doyle.
Me levanté del suelo, luchando contra el impulso de patear la mierda
viva fuera de él; Viejo o no, había amenazado a la familia equivocada.
El viejo se levantó del suelo, se sacudió el polvo y miró a todos antes
de retroceder lentamente. Los pocos hombres leales le ayudaron a subir a su
camión al final de la calle antes de despegar.

La única prueba de que había alguna vez un festival en las calles eran
las luces que colgaban azotadas por los vientos, las botellas dispersas en las
aceras que todavía estaban goteando con el ron y los instrumentos
abandonados que sólo momentos antes estaban vivos con la música.
—Todo lo que necesitamos es una planta rodadora girando en el viento
—bromeó Coraline, desde dentro del abrazo de Declan. Algo pasaba en
aquellos dos.
—¡Alguien toque por nosotros antes de que olvide que es domingo! —
grité, forzando lo que parecía Dylan, Monte y Jinx al escenario.
Tomé la mano de mi esposa en la mía y la empujé hacia la música.
—¿A quién mataste? —preguntó mientras bailábamos.
—Dijiste que no querías saber de esto.
Sus labios se tensaron en una línea recta. Me preguntaba por cuánto
tiempo podría manejar estar en la oscuridad. Suspiró profundamente, echó
un vistazo a los nuevos hombres —los hombres que convenientemente
habían saltado a los lados, a los hombres sin lealtad— y era como si yo
pudiera leer sus pensamientos.
—No matamos los domingos —le recordé.
—No lo hacemos —respondió ella—, pero otros a nuestra disposición
nunca hicieron tal compromiso. Saqué el sombrero de copa de su cabeza y
lo puse en la mía—. Pobre Viejo Doyle.
—No sólo él, todos ellos. No necesitamos gente nueva y estoy segura
en no confiar en hombres que tan fácilmente traicionarían a los suyos.
Precisamente.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté, girándola rápidamente.
—Es domingo, Liam. Seguimos ejemplos de la Biblia los domingos. Y
recuerdo claramente un pasaje sobre matar hombres en su sueño. Todo ese
alcohol debería estar pateando pronto. Irlandeses o no, ustedes necesitan
dormir. —Ella sonrió, envolviendo sus manos alrededor de mi cuello.

—Si así está escrito, entonces se hará —dije mientras la música


terminaba. Apartándonos, nos pusimos de pie y aplaudimos en las calles
vacías de Killeshin.
—Declan —susurró, inclinándose hacia él—. Reúne a los hombres —
nuestros hombres—y mata a todos, no me importa cómo. Salimos al
amanecer; Creo que Liam ha conseguido todo lo que necesita.
Ellos aprenderían, todos ellos. Aquí en Irlanda, de vuelta en los
Estados Unidos, y en todo el mundo. Esto no era un juego. Esta era nuestra
puta familia, y nada triunfaba sobre la familia.

20
“¿Qué es un Rey para Dios? ¿Qué es Dios para un rey?”
—J. J McAvoy

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Declan
Empujo mi cuchillo en la bota, abrí nuestro baúl y revisé la ropa de
Coraline para encontrar mis nuevas armas.
—¿Pensé que no matábamos los domingos? —me preguntó, reuniendo
nuestras cosas por la habitación.
—Melody y Liam no. No estoy seguro de la razón. Es como si en
verdad creyeran que Dios lo aprecia —murmuré mientras cargaba las balas.
Riendo, se acercó y rodeó mi cuello con sus brazos y besó mi mejilla.
—¿Ahora hablas de Dios?
Pongo mis ojos en blanco hacia ella y agarré mis silenciadores.
—No, pero un asesino a las 11:59 pm y a las 12:00 am sigue siendo un
asesino.
—¿Eso nunca te molesta? —Me susurró al oído.
No respondí; Sólo cargué.
—Declan.

—No, Coraline, nunca me ha molestado. Nunca me molestará. Quiero


que estemos a salvo —repliqué, mirándola a los ojos—. Me gusta saber que
nuestra familia está a salvo, me gusta ser la razón por la cual temen a nuestra
familia.
Simplemente asintió.
—¿Puedo ir?
—Ya sabes la respuesta.
—Declan, dije que tal vez esté embarazada. Puedo disparar con una
pistola. Estoy bien. Lo sabes —gruñó, soltando su agarre en mí. Extrañaba
su toque.
Me levanté y la besé, mientras la agarré de sus muslos para levantarla
y presionarla contra la pared.
—Podemos tener esta pelea después de que te lleve al médico, G. I
Jane. —La dejé caer, frunció el ceño, pero eso desapareció cuando mis labios
se encontraron con los de ella.
—Ve a cortarle el dedo a alguien.
—Te haré un collar. —Reí mientras su cara se amontonaba
horrorizada. Agarré mi chaqueta, salí por la puerta para encontrar a Monte
ya esperándome en lo alto de las escaleras.
—¿Ellos saben? —pregunté mientras descendíamos. Había pasado
menos de cuatro horas desde que Liam dio la orden. Estábamos en
desventaja, obviamente, pero eso no importaba si estaban fuera de combate
para luchar. Saliendo por la puerta trasera, me encontré a Dylan y Fedel,
junto con Gavin y Kieran; Seis contra trece no era tan malo. Ambos de ellos
habían estado con nosotros durante años, pero trabajaban principalmente en
las calles, manteniendo un oído a favor de cualquier comerciante que
pudiera estar sorprendiéndonos, o peor, hablando, después venían a mí. No
confiaba en ellos lo suficiente para permitirles pasar demasiado tiempo con
Liam o Mel.

—Todo lo que saben es que estamos lastimando algunas personas —


respondió Monte.
Asintiendo, los miré rápidamente antes de sacar mi arma.
—Los hombres que sacaron las armas a los jefes, no llegarán a ver la
luz del día. Mátenlos en silencio. Si alguien se interpone en su camino
desháganse de ellos también. ¿Alguna pregunta?
Ninguno de ellos habló, dos sacaron sus cuchillos y otros pistolas antes
de salir. Los vi alejarse en la oscuridad como monstruos en las
profundidades del infierno.
Respiré la hierba mojada y el aire fresco, miré la casa de Shamus para
encontrar a Coraline mirándome fijamente. Guiñó antes de cerrar la ventana.
Camino hacia delante como los monstruos antes que yo, no pude evitar
pensar en el hombre afortunado que era, cuán venerada era nuestra familia,
y no podía esperar compartir esa grandeza con cualquier niño que
tuviéramos. Camino hacia delante contra los aullidos de los vientos, me
quedé mirando la llama que brillaba a través de la ventana de nuestro viejo
amigo Doyle. Era lo único que realmente hizo que su casa destacara del resto
de los edificios rotos. Cuando éramos niños y Liam, Neal y yo veníamos a
visitar a Shamus, siempre nos encontrábamos aquí; Fumando y bebiendo
con una baraja de cartas delante de él.
No importaba lo duro que Liam hubiera tratado de sentarse en la
habitación con nosotros, no podía. El humo le dolía tanto en los pulmones
que tenía que irse. Shamus le decía que dejara de tratar estar en un lugar
donde no pertenecía, y el viejo Doyle rió cada vez, diciéndole a Neal y a mí,
cómo necesitábamos enseñarle a nuestro hermano a ser un hombre.
—Liam nunca llegará ser nada, muchachos. Es un hecho triste que a veces no
todos los hombres son creados iguales, a veces luchan débilmente y después mueren.
Ninguno de ellos dos lo sabía, pero yo vi a Liam a los doce años,
parado en la puerta. Sólo había saludo para respirar y volvió para probarse
a sí mismo. Con una mirada embrujada en sus ojos, vi una parte de él morir.

A través de la niebla del humo, se encontró con mi mirada y supe que él


nunca lo olvidaría. Salió por la puerta, fingiendo que nunca estuvo allí para
empezar.
—Estaba esperando a Liam. —El viejo Doyle se sentó en la mesa de
póquer con un cigarro en la boca y la pistola en la mesa.
Caminé hacia delante, me senté en la mesa.
—Esto está por debajo del salario de mi hermano.
—¿Y no del tuyo? —Rió, dándome cartas.
—Estoy haciendo esto como un regalo para mi primo, ningún pago
requerido —contesté, agarrando las cartas.
Riendo, sacudió la cabeza.
—¿Quién habría pensado que ese perro callejero se convertiría en todo
esto?
Mirando la escalera en mis manos, simplemente negué con la cabeza.
—Yo lo hice —dije, mostrando mi mano. Lo miró por un momento
antes de alcanzar su arma. Pero antes de levantar la mano, metí una bala en
el costado de su cara. Su cuerpo se estrelló contra el suelo y su sangre fluyó
hacia mí en la superficie de mármol. Agarré su puro, fumé lo que quedaba
justo cuando mi teléfono sonó.
—¿Sí, Neal?
—Dime que estás pasando un rato mejor que yo. —Suspiró en el
teléfono.
—No lo sé. Acabo de ganar un juego de póquer y tengo un buen puro
en mis manos. La vida aquí es buena. —Sonreí, mirando al viejo.
—Bueno, suertudo. Podrías decirme, ¿en dónde demonios esta la perra
de Roy? Acabo de enterarme que tiene conos de nieve de alta gama a la
venta.

—¿Conos de nieve de alta gama? Alguien como él, ¿de dónde saco
tanto?
—Realmente me importa una mierda. Todavía estamos tratando de
averiguar quién puso la bala en el presidente Monroe. —Casi había olvidado
eso.
—Trata con la mierda presidencial. Dejaré que Mel y Liam sepan lo de
Roy. Nos vamos a casa en un par de horas, entonces puedes devolver la
corona.
—Pesada es mi cabeza —respondió.
—Neal, ¿eso fue una referencia a Shakespeare? ¿Cuándo aprendiste a
leer? —Reí.
—¡Vete a la mierda! —dijo antes de colgar.
—También te amo primo —le dije a nadie. Al levantarme de mi silla
fui hacia la ventana y soplé la vela solitaria.
—Adiós, tío abuelo. Dile al viejo que dije hola.

21
"Ser poderoso es como ser una dama... si usted tiene que decirle a la gente que lo
eres, no lo eres."
-Margaret Thatcher

Traducido por Jessibel & Cjuli2516zc


Corregido por Daliam

Melody
Tamborileo los dedos sobre la mesa, me desplacé a través de las
encuestas que aparecieron en mi teléfono.
—Voy a matar a su hermano, Liam. Lo juro. —¿Qué tan difícil era hacer
que la gente te gustara?
Tomó mi teléfono de mi, lo metió en el bolsillo delantero y se inclinó
en su silla antes de mover de un tirón a través de su libro. —Las encuestas
políticas no significan una mierda. No hay por qué preocuparse de ello. Una
vez que aterricemos, vamos a arreglar esto, viendo cómo mi hermano no
puede encontrar sus bolas.
—Él citó a Shakespeare a principios de esta mañana. —Declan rió,
untando mantequilla a su tostada en el pasillo.
—¿En serio? —Coraline rio entre dientes, robando su desayuno antes
que él tuviera la oportunidad de aprovechar los despojos de su trabajo.
—¿Pueden todos ustedes dejar de actuar como si mi hijo está con
muerte cerebral? Los talentos de Neal son mucho mayores que sus defectos.

—Evelyn frunció el ceño, mientras bebía su café. Sedric dijo nada mientras
se ajustaba las gafas y continuó leyendo a través del papel.
—Por supuesto, madre…
—¡De todos modos! —dije bruscamente, tratando de volver sobre el
tema—. Le dije para igualar el campo de juego, y sin embargo, aquí estamos,
enterrados bajo una montaña de mierda. ¡Esta perra estúpida debería sufrir
por su marido, no correr en su lugar! Nadie reacciona a los asesinatos
correctamente nunca más.
Liam negó con la cabeza hacia mí riendo, pero antes que pudiera
hablar, la voz de mala suerte vino a través del intercomunicador.
—Señor, señora, estaremos llegando al aeropuerto internacional de
Chicago en diez.
Suspirando, me recosté para abrochar el cinturón de seguridad. Miro
hacia abajo, me encontré con mi estómago cernido sobre mi cintura.
¿Cuándo había llegado a ser tan grande?
Mirando hacia arriba, me di cuenta no sólo de Liam, sino que Coraline
y Evelyn estaban mirándola también.
—Declan, ¿te pusiste en contacto con Roy sobre los conos de nieve? —
pregunté, tratando de no poner más atención a mi estómago.
—¿Conos de nieve? —preguntó Sedric, doblando su papel hacia abajo
para mirar a nosotros—. ¿Cuánto?
—Ocho mil —respondí—. Es mucho, pero queremos asegurarnos que
es puro.
—Si lo es, ¿de dónde un concesionario de bajo nivel como Roy
consigue cocaína pura? —preguntó Liam, me mira fijamente a los ojos. Los
leo por un momento, tensos a medida que obtuve lo que estaba
insinuando—. ¿Crees que es una trampa.
—¿Con qué frecuencia te encuentras con heroína pura como la que está
vendiendo? —Él tenía un punto.

Crujo mi cuello, pensando en eso por un momento.


—Le advertí la noche que sacamos a Chuck.
—Lamentablemente, la estupidez es una fuerza a tener en cuenta.
—¿Confías en él? —Coraline preguntó, casi demasiado inocente.
—Confío en nadie. —Hice una pausa y miré a Liam—. Confío en nadie,
sino en la familia. ¿Qué debemos hacer?
—Declan y yo iremos —declaró Sedric cuando el avión comenzó su
descenso.
—Y voy a esperar en las inmediaciones para ver. —Porque si Roy era
tan estúpido como para establecernos sólo unas semanas después de que yo
le había advertido, quería matarlo yo misma.
—Demasiados miembros de la familia en un solo lugar. Si se trata de
una configuración, la policía estará allí —agregó Declan, al parecer, ya
molesto.
—El presidente fue asesinado simplemente. —Evelyn nos recordó,
sosteniéndose en su asiento ya que los neumáticos se reunieron con la calle
por debajo de nosotros—. ¿De verdad piensas que harían una operación
encubierta ahora?
Ella también tenía un punto. Pero había demasiados criminales en este
plan, y Liam y yo teníamos que pensar.
—Hemos llegado —declaró Jinx.
Liam simplemente puso los ojos en blanco mientras se levantaba de su
asiento. —Gracias, capitán...
—Liam.
—¿Qué? Él es un capitán, ¿verdad? —respondió Liam, su sonrisa
pulida, con los ojos brillando con algo más oscuro.
—Eso no era lo que ibas a decir y lo sabes —le susurré antes de caminar
más allá de él. Sedric mantuvo la puerta abierta para Evelyn y yo. Tomando

mi mano en la suya, ella me bajó por las escaleras como un niño que necesita
ayuda. Mirando fijamente a hacia atrás a Liam, articulé—: Sé agradable. —
Suspirando, me aferré a ella mientras caminábamos.
En la parte inferior Olivia y Neal se pararon frente a nuestros
automóviles, vestida de blanco. Incluso Adriana se quedó con un traje de
pantalón blanco.
—Bienvenida de nuevo. —Olivia sonrió, tirando de mí en un abrazo—. La
ciudad no ha sido lo mismo sin ti.
Ella me está tocando.
—Puedes dejarlo ir ahora, Olivia. La gente puede empezar a creer que
eres genuina —dije, mientras me liberé de sus brazos huesudos.
Sus ojos y sus fosas nasales se estrecharon, pero sonrió de todos modos,
lo que demostró mi punto. Neal dio un paso adelante, preparándose para
darme un abrazo también, pero la retiré y fue a Evelyn para aceptarla en mi
lugar. Él disimuló, besando a Evelyn en la mejilla.
—¿Hay alguna razón por la que están vestidas de blanco? —Les
pregunté.
Neal asintió.
—El senador Colemen está teniendo una cena conmemorativa y de
caridad esta noche para ambas partes. Se le pidió a todos los asistentes vestir
de blanco como un llamado a la paz, la esperanza y la perseverancia en este
tiempo oscuro —recitó.
Lo miré por un momento antes de tomar el brazo de Evelyn, una vez
más.
—Un tele apuntador viviente. No puedo esperar a escuchar su
discurso de por qué está Colemen tan atrás en las encuestas. Creo que ha
sido rodado dos veces.

Adriana mantuvo abierta la puerta para nosotros, y cuando Evelyn


tomó un asiento dentro, me di cuenta de Liam aún tenía que bajar del avión
con Jinx.
—¿Señora? —Adriana llamó mi atención.
Tomé asiento, simplemente negué con la cabeza a Liam. Curiosamente,
no estaba furiosa; era sólo mi marido siendo mi marido.
—Así que, ¿cómo estás? —Preguntó Evelyn, acariciando mi mano.
—Evelyn. —Miré fijamente su extremidad fuera de lugar.
Suspiró, puso sus ojos en blanco y me soltó.
—Bien. Quiero saber sobre el bebé. Tú y Liam no han hablado al
respecto y sólo quiero detalles. ¿Cuándo es tu próxima cita con el médico?
—Evelyn...
—Melody, dame un respiro. Este es mi primer nieto y estoy muriendo
aquí. Estaba tan cerca —ella sostuvo su dedo pulgar e índice apenas
separados—, de llamar a tu médico para obtener tus registros médicos.
Adriana rió en voz baja.
—Adriana, mi cita es en dos semanas, asegúrate que sea posible que
Evelyn y Sedric estén. —En el momento en que lo dije, ella me tomó en sus
brazos.
—Una vez más, con los abrazos.
—Supéralo, Melody. Soy una abuela, es lo que hago. —Ella rió
mientras nos separamos—. Adriana, ¿qué nos hemos perdido?
—Neal y Olivia me han mantenido bien lejos. Sin embargo, por lo que
pude recopilar a través de Antonio, Olivia despidió la mayor parte del
personal antiguo y contrató personal nuevo, redecoró los salones...
—¿Ella qué? —Evelyn se incorporó con dureza, tirando contra el
cinturón de seguridad.

—La gala benéfica de esta tarde se llevará a cabo en la casa. Por lo que
entendí, era una táctica política, razón por la cual despidió a todos los
inmigrantes.
Pellizqué el puente de mi nariz, un hábito que estaba recogiendo de
Liam, sólo pude cerrar los ojos y descansar la cabeza contra la silla.
—¿Qué otra cosa, Adriana?
—Neal está trabajando en algo grande para la noche. Sabía que había
una probabilidad minúscula de que tú o Liam descansaran con extraños en
la casa, así que me tomé la libertad de preparar toda su ropa y sus
pertenencias junto con el resto de la familia. También he añadido al menos
treinta cámaras alrededor de la propiedad para esta noche. Incluso en las
habitaciones.
—Dios, dame la fuerza para no matar a mi propio hijo —oró Evelyn.
Miré por la ventana, vi a los árboles por la falta de definición y trataba
de envolver mi mente alrededor de este, sin perder la calma. Quería exprimir
tanto de ellos, pero lo único que podía hacer era ir a esta maldita función y
mirar. Después, tendría que lidiar con Roy.
—Adriana, organiza una reunión para mí.

Liam
Esperé en el avión por la única razón de hacer frente a Jinx solo. Todo
el vuelo, me quedé mirando a mi mujer con respeto, éxtasis y amor, antes de
darme cuenta de que todavía no sabía mucho acerca de su pasado. Sabía
sobre su pasado criminal, pero no su personal. Ella era más que el arma en
sus manos, y la sangre bajo sus talones, y quería saber más. Por lo tanto,
esperé a las afueras de la cabina mientras aparcaba nuestro jet.
El momento en que él abrió la puerta, se encontró cara a cara conmigo
y se detuvo, dejando caer la bolsa en el suelo.
—¿Jefe?
—Estabas mintiendo cuando dijo que estabas borracho cuando
dormías con mi esposa.
—Jefe…
—Nunca me interrumpas, Jinx. Me estás dando una excusa para
matarte —le dije. Él asintió con la cabeza, parado derecho con las manos
detrás de su espalda.
—A lo que iba, no estabas borracho. Y me gustaría creer que mi esposa
no ha saltado en la cama con nadie. Ustedes dos estaban cerca, ¿no?
Él respiró profundamente y asintió.
—Bueno, entonces ¿qué es lo que no sé de ella? Las pequeñas cosas
personales que ella señalaría tan insignificantes que no se molestaría en
compartir. Sé que le teme a la oscuridad, pero dime más.
Él mantuvo la boca cerrada.
—Ya he terminado de hablar, Jinx.
—Le encanta nadar, pero creo que lo sabías.
—Sí.

—Ella también ama la ópera. No se da gustos a menudo. De hecho, ella


no ha ido desde la muerte de su padre...
—Y ella se casó conmigo.
Él asintió con la cabeza.
—¿Qué tipo de ópera? —No era lo mío, pero podría aprender a amarlo
si era lo de ella.
—Italiana, por supuesto. Su favorito es Bianca e Falliero de Felice
Romani. Ella nunca lo admitiría sin embargo. También disfruta de
documentales. En realidad, no importa de qué se trata, ella hace una nota
mental para verlo más tarde. Nunca la deje a cargo de la cocina a menos que
quiera ser envenenado accidentalmente. Su padre le prohibió entrar después
de que consiguió dejar la estufa ardiendo. Su comida favorita es alcachofas
rellenas. Eso es todo lo que sé, señor.
—Y aun así, es más de lo que sabía. —Me molestó.
—Nunca se había enamorado de mí, señor. No fue algo romántico.
Pasó su vida encerrada en la casa. Yo era sólo un perro herido que trajo.
—¿Qué hay sobre ti?
—¿Yo?
—¿Acaso la..? —Hice una pausa—. ¿La amas?
—De esa manera, no. No entonces, tampoco. Tengo a alguien. Tenía a
alguien. Como he dicho, yo era sólo un perro herido.
No dije nada más mientras caminaba fuera del avión. Mi padre se puso
en la parte inferior de las escaleras con Neal y Declan a su lado. Fijé mi
chaqueta de traje, los ignoré con Jinx justo detrás de mí.
—Maldita sea. —Declan suspiró, entregando a mi padre un sobre de
lo que sólo podía suponer era efectivo.
—Neal, tú vienes conmigo. —Le dije, mientras nuestro Range Rover se
detuvo, y Monte abrió la puerta para mí.

Ni siquiera esperó a que él cerrara la puerta antes de preguntar—:


¿Qué demonios has estado haciendo, y quién sumergió tu vestido en una
tormenta blanca?
Sonrió antes de enderezar su corbata.
—En un par de horas va a ser la función de la caridad en la mansión.
Melody me dijo que incluso eliminara obstáculos por cualquier medio
necesario, esto es una parte de mi plan. Alguien tiene que saber más sobre el
presidente. He estado buscando por el caso durante varios días. No era un
imbécil con un hacha para moler. Fue un sicario contratado; Lo sé.
Dispararon desde al menos doce yardas de distancia.
—Neal, quiero que esté terminado. Demuestra lo que necesitas probar
y logra que se haga, porque si no, voy a matarlo, suegro o no.
Necesitábamos la presidencia, y si Colemen no pudo lograrlo, iba a
encontrar personalmente a alguien que pudiera.
—Mel lo dejó claro. Entiendo, y no te defraudaría, hermano. Lo juro.
—Muy bien, entonces —dije cuando sonó su teléfono.
—¿Padre? —Neal contestó antes de entregarlo a mí.
—¿Sí?
—Tu esposa acaba de llamar a Declan y a mí, exigiendo que nos
encontremos en Roy cerca de los muelles en cuarenta y cinco minutos. Ella
quiere que la encuentre en su coche, que estará estacionado a una cuadra.
—¿Qué carajo está pensando? No hemos comprobado la zona todavía.
—preguntó Neal, oyendo por casualidad. No pude evitar sonreír, sabiendo
exactamente lo que mi esposa estaba pensando.
—¿Por qué no me llamó? —pregunté.
—Por la misma razón que no lo hice. El teléfono sigue apagado. Regla
cuarenta y dos...
—Nunca apagues tu teléfono. Gracias, padre, lo sé. Estaremos allí
pronto. —Antes de que pudiera hablar, colgué.

—Liam, no puede ser…


—Hiciste nuestro trabajo durante una semana, hermano. Melody y yo
lo hemos estado haciendo mucho más tiempo, no pienses por un segundo
que sabes más que nosotros. Se programó la reunión para no dar a Roy
tiempo para ponerse en contacto con los federales en caso de que esto sea un
montaje. Ella también posee algunos de los edificios abandonados cerca de
los muelles donde algunos de sus hombres, nuestros hombres, hacen
guardia. Y, querido hermano, ella tiene un encubierto. Si la policía tiene que
actuar con rapidez, van a hacer ruido y se oirán. Así que, sí, vamos en serio
—declaré rápidamente. Si había algo en lo que mi esposa era buena, era que
improvisaba.
Apretó la mandíbula, él asintió con la cabeza y miró al conductor.
—Llévanos a los muelles.
—¿Y hay una estación de radio Opera? —le pregunté.
El hombre mayor se encontró con mis ojos a través del espejo por un
momento antes de asentir.
—Sí, señor.
Cerré los ojos, apoyé la cabeza cuando la música flotó a través de los
altavoces. No entendía la ópera; No conseguía qué era la gran cosa. Pero, de
nuevo, nunca me ha importado, así que quizá era sólo la falta de exposición.
En el peor de los casos, me gustaría invertir en tapones para los oídos y
simplemente ver sus reacciones.
Cuanto más escuchaba, más pensaba en ello. ¿Por qué a ella le
encantaba? ¿Qué le hacía sentir? Tantas preguntas, pocas respuestas. Muy
pronto, la voz de la mujer se desvaneció y la música cambió en algo más
sombrío. Era como una súbita inesperada oscuridad que había caído en un
día brillante, y había sucedido tan rápidamente que se tomó un momento
para ajustar sus sentidos. No entendía las palabras que el hombre cantaba,
pero algo me dijo que era sobre la muerte.
—Liam...

—Shh —dije en voz baja, tratando de descifrar la oscuridad en su voz.


Era algo más que la muerte, sino del asesinato, algo de lo que no se
arrepentía.
Al abrir los ojos, me volví hacia mi hermano mayor. Él simplemente
me miró como si hubiera perdido la cabeza, y tal vez lo hice.
—Estamos aquí —dijo, pero no estábamos en los muelles. Estábamos
en el puente y allí estaba mi mujer, apoyada en los carriles con un par de
binoculares en sus manos, y Adriana a su lado.
—Vete a casa, Neal. Hay suficiente familia aquí.
Al salir del coche, disfruté de la esencia pura que era Chicago. No pude
evitar sonreír, me encantó esta ciudad, me encantó el viento, ya que soplaba
a través de las calles, que empuja todo hacia adelante, y se aseguraba de que
nada se alojara en un solo lugar por mucho tiempo. La ciudad de grandes
hombros para llevar grandes sueños. Mi ciudad.
—Te he llamado —dijo ella mientras me apoyaba en la barandilla junto
a ella. No me miró, en su lugar miraba a través de sus binoculares, mientras
el viento soplaba por nosotros una vez más.
—Mi teléfono estaba apagado. Acabamos de bajar de un vuelo.
—Regla cuarenta y dos...
No pude evitar sonreír.
—¿Quién te enseñó todas las reglas?
Dejó caer los prismáticos, me devolvió la sonrisa.
—Tu padre me dijo cuando lo llamé. ¿Cuántas reglas están ahí? Porque
creo que la gente simplemente la componen sobre la marcha.
—Mi padre tiene ciento seis reglas —le dije, tomando sus prismáticos
para mirar a lo largo de los muelles—. Su padre tenía ochenta y siete. Dios
sabe cuántos voy a mantener o añadir.
Tiré de los prismáticos hacia abajo, me obligó a mirarla a los ojos.

—Regla cinco de nuestras reglas. Siempre contesta mis llamadas.


—Sí, señora.
—Bien. —Ella asintió, inclinándose sobre la barandilla—. Llamé a
Brooks.
—¿El topo?
Ella asintió con la cabeza una vez más.
—Sí, al parecer, la policía de Chicago está recogiendo la cosecha para
el FBI, para lograr una operación encubierta. Tienen que encontrar al asesino
del Presidente y cada momento que pasa, se ven peor. Ellos no se preocupan
por las drogas hoy en día.
—Así que Roy está subiendo como la espuma —dije, dando la espalda
a la escenografía para centrarme en ella.
—Beau dice que hay un rumor circulando de que mataron al
Presidente a fin de conseguir llevar a Colemen a la Casa Blanca.
—Yo no lo pondría por delante de nosotros —bromeé, a lo que ella
simplemente puso los ojos en blanco, pero vi las comisuras de la boca
aumentar.
—Una peste a drogas podría ser una manera de conseguir que nos
esposaran. Entonces tal vez llegaríamos a un acuerdo para obtener
información sobre el Presidente.
Eso sería genial, sin embargo...
—La policía de Chicago son un grupo de idiotas que tienen miedo de
su propia sombra. Dudo mucho que ninguno de ellos sería capaz de sacar
ese tipo de cosas, incluso con el FBI.
—Señor, Señora —Adriana habló, mirando por encima de los
muelles—. No hay movimiento.
Giré y miré a través de los prismáticos para encontrar solamente nueve
hombres de todo el pescado en el hielo girando hacia la fábrica. Uno por uno,
remaron en el salmón rosado y escanearon la zona.

—¿Se ve eso como que vale ocho millones de dólares? —pregunté


—Creo que vamos a averiguar. Si es así, tenemos que conseguir que
salga de la pista —dijo en el viento, sacando su teléfono.
Ella tenía razón. Si se trataba de cocaína de calidad, entonces, dejar caer
la temperatura podría causar que se convierta en húmeda, gruesa, y pierde
su fuerza.
—Sedric, ¿estás seguro de que viste? —Dijo ella en el teléfono antes de
callar—. Muy bien, Liam y yo veremos desde aquí.
Adriana me dio una tableta con una transmisión en vivo del interior
de la fábrica. Vi cuando mi padre se dirigió con Declan a su lado. Parecía que
estaban solos, pero todos sabíamos mejor. Roy y sus hombres no podían ver
las armas de fuego por encima de ellos.
—Sr. Callahan, estoy feliz que eligió un lugar sin marcadores —dijo
Roy a Declan. No sonreía, en su lugar se acercó a uno de los peces, sacó un
cuchillo y le apuñaló, desgarrando su piel. Los paquetes de polvo blanco se
derramaron.
—¿Marcadores? —pregunté.
—Hermano y hermana en unión. —Ella sonrió, observando
atentamente la pantalla.
Mi padre probó un poco con su dedo antes de mirar a Declan. Sus caras
estaban frías, blancas... malvadas. Declan miró por encima de todos los
peces.
—¿De dónde sacaste esto, Roy?
—Parece que es real. —Si no fue así, estoy seguro de Declan le habría
destripado.
—Respeto, eh, Callahan, de hecho, me da miedo, eh, sin embargo, no
puedo renunciar a mi pueblo. ¿Puedes entender eso, ¿verdad?
—No —respondió.

—Sedric —declaró Mel, aún en el teléfono—, acéptalo y asegúrate que


lo venda fuera. Si lo hace, vamos a dejar que su proveedor se deslice por
ahora.
Ella me miró y yo asentí, apagando la señal.
—Trae una muestra para nosotros. —Ella le repitió a mi padre antes de
colgar.
—Ocho millones de dólares de cocaína se invierte con facilidad en la
calle. Él podría hacer trampa —le dije.
—Podría y luego graparé marcadores en su brazo. Por ahora, nos
vamos a casa y hacer frente a los políticos.
—Grandioso. Cena con más gente tratando de robar mi dinero ganado
duramente.

Melody
—¡Tienes que estar jodidamente bromeando conmigo! —grité en el
espejo de mi armario, haciendo que Liam entrara como un ángel erótico del
infierno. Llevaba sus pantalones blancos, camisa y blazer impecablemente,
mientras yo, por otra parte, estaba lista para enloquecer.
—¿Qué pasa? —preguntó estúpidamente, sacando un hilo suelto de su
blazer.
—¿Qué pasa? —repetí, con las fosas nasales en llamas—. ¡Lo qué
mierda pasa, es ESTO!
Me di la vuelta para mostrarle la cremallera que se había roto menos
de la mitad de mi espalda. Nunca, ¡nunca en mi vida no había sido capaz de
usar alguna de mi ropa!
Él rió. El idiota irlandés solo se rió.
—¡Esto no es gracioso! —Lo maldije, sacudiendo el vestido, esperando
que por algún milagro la cremallera se reparara y subiera todo el camino.
Caminando detrás de mí, agarró mis caderas y me atrajo hacia él.
Encontró mi mirada en el espejo, esa sonrisa todavía se extendía por su
rostro.
—Verte, mi esposa de toda la gente, volverte loca sobre la ropa es lo
más divertido que he visto esta semana.
—Entonces necesitas salir más —dije bruscamente, mirando el
estúpido vestido blanco aferrado a mi cuerpo—. Y para que conste, no estoy
enloqueciendo. No debería estar luchando con mi ropa por al menos otras
dos o tres semanas.
—¿Y tienes esas estadísticas cómo?
No respondí.

—¿Has estado leyendo libros para bebés sin mí?


—¡No! —dije demasiado rápido, haciendo que su ceja izquierda se
elevara—. Lo busqué en Google. —Me aparté, mientras me quité el estúpido
vestido con la estúpida cremallera. Iba a llamar personalmente a Giorgio
Armani más tarde.
Sus ojos exploraron mi cuerpo y odiaba lo sexy que parecía ahora. No
me estaba ayudando en absoluto. Lo que empeoraba las cosas fue el hecho
de que podía ver su erección tan clara como el día, presionando contra sus
pantalones.
—¡Liam, no! Tenemos a solo Dios sabe cuántas personas en nuestra
casa ahora y necesito un vestido. No estamos teniendo sexo en mi armario.
Acechando hacia mí, solo sonrió abiertamente. Di un paso hacia atrás
hasta que estaba presionada contra mis Jimmy Choos. Se dirigió
directamente a mi cuello, presionando su cuerpo contra el mío. Apretó mi
pecho con una mano mientras que su otra mano agarró mi culo.
—Liam, vas a arruinar tu ropa. —Fue todo lo que pude pensar en
pronunciar.
—Bueno, entonces podemos ir desnudos —me susurró al oído,
mientras se aferraba a los muslos y me levantaba con facilidad—. Ahora deja
de luchar conmigo y grita mi nombre.
Yo iba a ceder. Ni siquiera quería luchar contra él. Maldito sea.
—Señora, pude... —Adriana se paralizó a medio paso con un vestido
nuevo en sus manos.
Gracias Jesús.
—Déjalo, Adriana y vete —espetó Liam, sin molestarse en mirarla.
—No —dije, haciendo todo lo posible para sacudirme de sus manos—.
Necesito estar lista. Ve a refrescarte en el balcón, saldré en un momento.

Me miró unos segundos. La rabia, la lujuria y la decepción se formaban


en sus ojos. Me bajó al suelo, se dirigió bruscamente hacia Adriana que sólo
esperó, cabeza erguida y postura firme.
—La próxima vez, golpea —le siseó antes de salir.
—No le hagas caso, ¿tienes otro vestido? —pregunté.
Ella asintió y me entregó la bolsa.
—Sí, es hasta el piso, mangas casquillo y drapeado para mantener a su
pancita de bebé discreta.
—Lo tengo, puedes ir a prepararte —le dije. Era bastante simple y
quería un momento para mí. Cuando se fue, colgué el vestido en la puerta,
y me volví hacia un lado para contemplar mi estómago otra vez. Sólo iba a
hacerse más grande, el niño sólo iba a hacerse más grande.
Suspiré, fui a vestirme, sin preocuparme realmente por mi pelo o
maquillaje. Sólo quería acabar con esto y podría dormir. Estaba agotada.
Entrando en mis tacones rojos, tomé una respiración profunda, y
chasqueé mi cuello antes de salir. Liam estaba de pie, esperando en el balcón
como yo había pedido, mirando a la gente en los jardines de abajo. Podía oír
sus risas cacareando, falsos elogios y el chasquido de cámaras.
Coloqué mi mano sobre su espalda, me apoyé en la baranda a su lado.
—Todos la quieren. —Frunció el ceño, mirando a la Sra. Monroe
mientras la gente se reunía para estrecharle la mano y tomar su foto como si
ya fuera la presidenta—. Necesitamos algo, cualquier cosa para derribarla o
perderemos, y no puedo esperar otros cuatro años.
—¿Cuándo fue la última vez que perdimos algo, Liam? —pregunté. Él
sonrió con satisfacción, volviéndose hacia mí. Dando un paso hacia atrás, me
miró—. Estás hermosa.
—Lo sé. Ahora, portémonos bien con el gobierno antes de que intenten
fijarnos por evasión de impuestos.
Sonrió, besando el dorso de mi mano.

—Me gustaría verlos intentarlo.


22
“El lenguaje político… está diseñado para hacer que las mentiras sean verdaderas,
el asesinato sea respetable, y para dar apariencia de solidez al viento puro”.
—George Orwell

Traducido por Mich Fraser & Purple Girl


Corregido por Daliam

Melody
—Es como si el tiempo se hubiera detenido. La tierra debajo de mis
pies se abrió y el mismo demonio se alzó y me tiró al infierno. Grité, tratando
de alcanzar a mi marido en medio del caos. Quería morir, porque sabía en
mi corazón que él se había ido. No podía deshacer lo que miré, ¡lo que
América miró! Sólo momentos antes, nos sentamos en la parte trasera de la
limusina y mi marido, el Presidente Monroe, me dijo lo humillado que estaba
de ser un servidor de este gobierno, de ustedes, su pueblo. Me contó sus
sueños para este país. Siendo de Texas, donde todo es grande, sus sueños
eran aún más grandes. Es por eso que no puedo parar de llorar, porque todo
lo que puedo hacer es honrar hasta su último sueño hasta que tenga mi
último aliento.
Uno por uno, miré a la gente que nos rodeaba, algunos con lágrimas
en sus ojos brillando, otros listos para ir a la guerra por esta mujer. Estaban
aplaudiendo, celebrando. No quería estar de pie, no quería aplaudir, todo lo
que quería hacer era tomar un bate de acero y estamparlo en cada una de sus
caras.

—Sonríe y ponte de pie, cariño. Las cámaras están parpadeando —mi


esposo susurró, mientras me levantaba. Estaba tan tenso como yo.
—¿Cómo alguien puede tomar en serio a esta mujer? Su cabello tiene
forma de una colmena —murmuré hacia él.
—Su marido era el líder del pueblo. Así que ahora, era la viuda del
pueblo, colmena o no. Aplaude.
Aplaudí en cólera reprimida, vi a la morena en el escenario sonreír y
saludar a su público adorador.
Estábamos perdiendo. Ninguna cantidad de dinero podría ganar el
amor de la gente. Y cada vez que esa perra hablaba, la amaban aún más. Ella
tragó y siguió hablando. Se suponía que sólo debía ser un rápido discurso
sobre este evento, pero ahora me sentía como si estuviéramos en una reunión
de campaña.
—Quisiera dar las gracias al senador Colemen —agregó. Por primera
vez, el hombre al que queríamos como presidente se centró en la realidad—.
Muchos de ustedes no saben esto, pero el Senador Colemen y mi esposo eran
compañeros universitarios y buenos amigos. Cuando se enteró que Colmen
iba a postularse contra él, se volvió hacia mí y me dijo, Será mejor que venga
para navidad cuando pierda. Espero que todavía lo haga, incluso ahora.
—¡Siempre! —El senador Colemen rió, levantándose para tomar su
lugar en el podio—. Muchas gracias, primera dama.
—Odio cuando son humildes. —Liam suspiró, volviendo a su asiento
junto a la mayoría de los invitados.
Seguí el ejemplo.
Olivia miró rápidamente el mar de mesas.
—¿Dónde está Neal?
—Espero que arreglando esta mierda —susurró Declan, bebiendo su
brandy mientras Coraline luchaba para no dormirse. Parecía agotada. No
estaba segura por qué; Ella no había hecho nada.

—¿Neal les ha contado cómo planea arreglar esto? —preguntó Evelyn,


lanzando su chal blanco sobre sus hombros.
—No —siseó Olivia—. Todo lo que sé es que su alteza le dijo que le
disparara a mi padre. —Con la excepción de Liam y Sedric, los ojos de todos
me miraron. Como si eso fuera tan sorprendente.
—Estoy a favor de eso. —La señora Colemen rió entre dientes,
sirviéndose otra copa de vino.
—¡Mamá! —gritó Olivia, agarrando su mano—. Ya has tenido
suficiente y no podemos hablar seriamente de matar a mi papá en este
momento.
Coraline miró a su alrededor, alzando la cabeza de los hombros de
Declan.
—Neal, no lo haría… ¿verdad?
—No sería la primera vez que uno de nosotros mata al padre de su
esposa —susurró Sedric detrás de su copa. A lo que Evelyn simplemente
desvió la mirada al senador Colemen mientras hablaba. Lamentablemente,
ella era la única que en verdad le daba la hora del día.
Con el puño cerrado sobre la mesa, Olivia se acercó al borde de su silla.
—Mi padre ha hecho todo lo que su gente a pedido. Es un ser humano,
no un peón de su juego.
—Cariño, relájate, la gente está mirando, además no es como si hubiera
sido el mejor padre del mundo. —La señora Colemen rió antes de beber de
nuevo.
—¡No! —espetó—. Es mi padre. Dile a Neal que encuentre otra
manera, porque si mi padre muere, estará en tus manos, Melody Giovanni.
Él es mi familia, y si jodes con mi familia, jodes conmigo, perra.
—Nena —susurró Declan—. Vamos… a otro lugar. —Trató de sacar a
Coraline de la mesa.

—De ninguna manera en el infierno. Esto se acaba de poner interesante


—susurró.
Tomé una respiración profunda, doblé mis manos sobre la mesa y me
senté.
—Olivia Colemen, he estado jodiendo contigo desde el primer minuto
que entré en esta casa. —Sacudí la cabeza lentamente, como si estuviera
realmente desconcertada—. Crees equivocadamente me importa una mierda
sobre cómo te sientes o lo que piensas. Es como si realmente, en lo más
profundo de tu corazón, creyeras que me importaría una mierda si te
mueres. Una bala podría pasar por tu cerebro ahora mismo y ni siquiera
parpadearía. Sim embargo…
Levanté mi pie, golpeé mi talón contra su pierna. No era lo suficiente
para sacar sangre, pero si lo suficiente para hacerla jadear del dolor.
La nivelé con una mirada estoica, hablando tan tranquilamente como
podía, lo suficiente para ser escuchada.
—Si alguna vez me amenazas de nuevo, lo único que colgará es tu
cuerpo en la ventana de mi baño. —Cavé el tacón con más fuerza, ella gritó—.
Así que cállate, escucha a tu madre y da gracias a Dios que eres de la familia.
Porque si no lo fueras, te habría matado desde la primera vez que abriste esa
boca inyectada.
Dejé caer mi pie, aplaudí cuando el Senador Colemen terminó su
discurso. La señora Colemen se puso de pie, dando la bienvenida a su
marido con brazos abiertos para las cámaras. Todos estábamos de pie para
la foto, sonriendo.
—¿De qué estaban hablando? —preguntó el senador Colemen,
mirando alrededor de la mesa, tal vez sintiendo la tensión.
—El bebé se movió de nuevo y mi mamá casi trepó por la mesa para
sentir —Liam mintió con facilidad.
Él sonrió.

—Lo puedo imaginar. Los niños son geniales, no puedo esperar a tener
nietos.
—Sí, por favor discúlpame —le dije, levantándome de mi asiento.
Liam se levantó.
—¿A dónde vas?
—Al baño, papá. Regresaré. Eres tan malditamente sobreprotector.
Besando mi mejilla, se inclinó y susurró en mi oído.
—Eres sexi cuando estas enojada.
—Siempre soy sexi —susurré.
Sonrió.
—Siempre estás enojada.
Sacudiendo la cabeza, me aparté.
Era interesante estar rodeado de tantas figuras políticas a la vez. Todos
parecían no haber venido por una buena causa, sino con la esperanza de ser
cabilderos. Cada uno tratando de explicar por qué necesitaban financiación
para cualquier mierda que estaban en esta semana.
En mi camino hacia el vestíbulo de la casa, no pude dejar de
preguntarme: si ellos eran los guardianes de la ley, la gente que elegíamos
para mantener la justicia, cómo alguien podía estar tan sorprendido por el
tipo de personas que éramos. Nosotros éramos los buenos criminales.
Tomábamos sólo lo que era nuestro, se vendía sólo a los que querían y
matábamos a los que lo merecían… en su mayor parte. Incluso devolvíamos
a nuestra comunidad diez veces más que ellos.
Cuando doblé la esquina, vi a la primera dama entrar al estudio, al mío
y de Liam, tirando de una mujer detrás de ella con prisa.
¿Romance lesbiano? Pensé, haciendo todo lo posible por no sonreír. ¿Tan
pronto después del asesinato de su marido? Si algo así se escapara a los medios,

podría ser golpeada directamente del infierno por supuestamente


experimentar el día de la muerte de su esposo.
Me acerqué a la pared, como nos gustaba llamarle, la pared había sido
dispara hace un año y destruido la pintura de Evelyn. Ella no había podido
encontrar otra pintura para cubrirla, así que tenía una fuente en su lugar.
Para llegar a la habitación eran tan simple como empujar una baldosa suelta.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunté, haciendo que
Adriana saltara de los brazos de Antonio.
Antonio se puso más recto.
—Neal me dijo que mirara las cámaras, señora.
—Señora…
—Los dos salgan, ahora.
Parpadeé cuando ambos se apresuraron. Al levantar la cámara, vi
claramente a la primera dama. Sin embargo, la mujer con la que estaba se
preocupaba más por nuestros libros, sus rasgos estaban obstruidos por el
ángulo de la cámara.
Una cosa desalentadora era clara: yo estaba equivocada, esa mujer no
era su amante. La primera dama pareció aterrada, sacudida, como si
estuviera de pie delante del diablo.
—No deberías estar aquí —dijo débilmente.
—¿Por qué? —preguntó la mujer, sacando un libro—. Pagué mucho
dinero por ese plato de pescado.
En el momento que su lenta voz llegó a mis oídos, mi corazón empezó
a correr; Me sentí sofocada, apenas podía respirar. La herida de bala quemó
en reconocimiento, Aviela, la voz de mi madre. Ella permaneció allí con su
traje blanco y zapatos aún más blancos mientras hojeaba las páginas de mi
libro con sus guantes blancos engañosos.
—¡Ya sabes por qué! —La primera dama se lamentó
desesperadamente—. Alguien podría vernos juntas y saber…

—¿Y saber qué? —preguntó Aviela—. ¿Qué me contrataste para fusilar


a tu marido, tu querido presidente, entre los ojos?
Oh mierda.
Me quería ir pero mi mano fue a mi estómago. Así que en vez de eso
alcancé el teléfono.
—Callahan —respondió Liam.
—Ve al estudio ahora. Aviela está allí —le dije antes de colgar.
La primera dama tomó el libro de sus manos, arrojándolo a través de
la habitación. —¡Eso no es lo que pasó! Nunca te pedí que lo mataras. ¡Me
iba a dejar, prometió ayudarme en mi carrera política! ¡Te pedí que ayudaras
asegurar mi futuro!
Aviela la tomó por el cuello y acercó su cara.
—Y aquí estamos. Te estás postulando, incluso algunos dicen que ya
has ganado la carrera por el líder del mundo. Ese es bastante seguro ante mis
ojos. Ahora, recoge ese libro antes de que te rompa el patético cuello y
encuentra a un nuevo títere.
La arrojó al suelo como si fuera basura.
Jadeando por aire, la mujer más poderosa del mundo se arrastró hasta
el libro y lo levantó por encima de su cabeza. Caminando, Aviela lo tomó
antes de sentarse en mi silla. Ajustó los papeles dispersos como si no pudiera
evitarlo.
A pesar que fue apenas unos minutos desde que hice la llamada, no
pude evitar preguntarme qué le estaba tomando a Liam tanto tiempo.
—¿Qué quieres de mí? —gritó la primera dama, sin molestarse en
pararse. Siguió balbuceando débilmente en la derrota, era tan diferente de la
mujer que había subido al podio hace menos de media hora—. No tienes
idea de lo que has hecho. Lo que hemos hecho. No puedo hacer esto, van a
averiguar…

—Oh, cállate y toma una Xanax. Has estado muy bien, la gente te ama
y a ese pelo grande que tienes. —Aviela sonrió, levantado sus pies.
En el momento en que Aviela habló de su cabello, se sentó,
limpiándose la cara y alisando el traje.
—¿Ves? Ya pareces más presidencial.
—Cuando gane las elecciones, no quiero que vengas. ¿Cuánto costará
que desaparezcas? —preguntó, aparentemente tratando de recuperar el
decoro.
Aviela sonrió levantándose.
—Nada.
—¿Qué?
—Gana y asegúrate que los Callahan nunca lleguen a la Casa Blanca.
Así es como me pagas —le dijo antes de salir de la habitación.
—No. no. no —siseé, tratando de ver a dónde iba. Aparentemente, la
perra había quitado la mayoría de nuestras viejas cámaras. Si no fuera por
las nuevas que Neal había instalado, si siquiera la hubiéramos capturado en
el estudio.
—¡Maldita sea! —grité mientras Liam, Declan y Sedric entraban al
estudio para encontrarlo vacío. Como si pudiera sentir mi rabia, Liam
atravesó furiosamente la habitación, recogiendo el libro que Aviela había
dejado sobre el escritorio.
—Encuéntrala —dijo con la mandíbula cerrada antes de salir de la
habitación.
Traté de calmarme, tomé una respiración profunda. Cuando las
puertas de la sala de control se abrieron, tiré al instante de mi cuchillo. Liam
miró fijamente el cuchillo encima de la cabeza antes de mirarme a los ojos.
—¿Qué descubriste de los Briars? —pregunté, todavía intentando
recuperar el aliento.

Me entregó mi arma, miró a los monitores, poniendo su pistola. —


¿Qué estaba haciendo ella?
—¿Qué descubriste de los Briars? —repetí.
—Mel…
—Ella mató al presidente, Liam. Mató al líder del mundo, sólo para
asegurarse que no consiguiéramos la casa blanca. Ahora mismo, no me
preocupo por ella. ¡Quiero saber lo que está pasando ahora!
Miró por encima de las pantallas, todavía buscándola. Ambos
sabíamos que se había ido. No había manera que pudiéramos llegar a ella
ahora mismo. Así no. entró a nuestra casa sin que la notáramos; Podía salir
con la misma facilidad.
—Ella o un cómplice de alguna manera encontró e inhabilitó las viejas
cámaras en el estudio. No eran conscientes que Neal acababa de instalar unas
—él susurró, haciendo clic a través de los monitores—. Se fue por el pasillo
oeste, pero…
—Liam —dije con impaciencia.
—Tu abuelo. Él era un monopolio que se hacía cargo de la mafia —
espetó—. Ha estado creando matrimonios durante décadas, todo con el
único objetivo de asegurarse que ninguna familia sea demasiado dominante.
Está tratando de difundir la riqueza, drogas y el poder.
—Así, que básicamente no le gusta el hecho que google y bing estén
juntos en la cama —susurré, tratando de averiguar qué significaba esto.
—¿Quién es Google y Bing en esta analogía?
—Aviela me tenía a punta de pistola. Mierda, por qué no me disparó.
¿Por qué no me mató? Dudo que fueran sus instintos maternales que le
dieran la vuelta. —Nunca podría pensar en hacer nada remotamente dañino
para mi propio hijo. ¿Cómo ella podía?
Él se apoyó contra el escritorio, lo pensó.
—¿Qué pasó cuando Ceasar cayó?

—Todo el mundo trató de convertirse en él.


—Por eso no te mató. Matándote justo entonces, despertaría la
necesidad de venganza de aquellos leales a ti. Matarnos a ambos abriría la
puerta a la anarquía y más derramamiento de sangre, todo el mundo trataría
de llenar los zapatos que dejaríamos atrás.
Me pasé la mano por el cabello, intenté hacer lo más posible por
ignorar la sensación de puñalada que sentía. —¿Qué saca Iván de esto? ¿Por
qué le importa? ¿Dónde estaba su eslabón en todo esto?
—¿Una patada para controlar la mafia sin ensuciarse las manos? —
Frunció el ceño.
—Tiene que haber más de esto, ¿no?
Él pensó por un momento y se encogió de hombros.
—Quién sabe, pero al menos tenemos algo que colgar en el cuello de
esa mujer. Me pregunto cómo se sentirá la gente cuando se enteren.
—Creo que sacarán la guillotina. Dudo que ella en verdad sepa quién
es Aviela. Tal vez ni siquiera la conoce como Aviela. Pero esa mujer sólo
tiene prisas para confesar, sólo tenemos que darle un jabón para resbalar.
—Será mejor que llame a Neal y le diga que no se moleste con cualquier
plan idiota en el que esté trabajando. —Suspiró, enviando mensajes a su
idiota hermano.
—No es que hubiera funcionado de todos modos. He visto cachorros
que son más útiles que él. Aunque tenemos que darle crédito por las
cámaras.
Liam negó con la cabeza.
—No, no lo hacemos.
Traté de sonreír, pero estaba ese dolor de nuevo.
—¿Estás bien? —preguntó, extendiendo mi mano.

—Sí estoy bien. Sólo… Maldita sea, Liam. Quiero que ella se vaya.
¡Quiero que todos ellos se vayan! La vi y por primera vez en mi vida, estaba
realmente asustada. Si yo fuera quien era antes, habría entrado allí en el
momento que oí su voz… pero… —Hice una pausa para mirar mi estómago
sobresaliendo.
—Mel…
—No me gusta tener miedo. No sé cómo tenerlo. Esa no es mi
naturaleza, y sin embargo, allí estaba yo —susurré.
Tomando mis manos, besó la parte detrás de ellas.
—No estabas asustada, estabas siendo madre, amor. Pusiste tu cólera
y necesidad de venganza a un lado y eso protegió a nuestro hijo. Esa es tu
naturaleza.
La sonrisa en su cara, a pesar de todas las cosas que pasaban, me hizo
querer sonreír. Pero no podía. Un momento estaba sentada, al siguiente,
estaba encorvada para ver sangre, mi sangre, manchando rápidamente el
vestido blanco.
No. por favor, no. No otra vez.
—¿Mel? ¡Mel!

Liam
No sé qué pasó. Todo era un borrón. En un momento estuve
asombrado de ella, tan orgulloso que había estado abierta conmigo. La
siguiente, estaba rodeado por la prensa mientras la llevaba a una
ambulancia. No estaba seguro si me había quedado sordo o si mi cerebro se
había cerrado momentáneamente, permitiéndome concentrarme sin
romperme realmente.
Durante el viaje al hospital, todo se movió con tanta rapidez. Mel me
estaba apretando la mano con tanta fuerza, y sin embargo, estaba congelada,
insegura de lo que pasaba, sin saber qué decir ni qué hacer, así que tomé su
mano, le aparté el cabello y besé su frente. Estaba acurrucada en posición
fetal y no había nada que pudiera hacer. Estaba a punto de llamar a un
hombre para que fuera el próximo presidente y, sin embargo, no podía
ayudar a mi esposa.
En el momento en que entramos en el hospital, la alejaron, cortándole
el vestido a medida que iban. La enfermera ya se estaba preparando para
poner una suero en su brazo, pero me acerqué para detenerla.
—No queremos drogas.
—Señor. Callahan. —Levanté la vista para encontrar a ese doctor,
Am... algo. —Miró a Mel, presionando su abdomen suavemente, lo que hizo
que Mel volviera a llorar.
—Tu trabajo es curarla, no hacerla sentir peor —dije, deseando
arrancar su fea cabecita de su cuello.
—Señor Callahan, lo siento, pero va a doler antes de que mejore. De
cualquier manera, ella va a necesitar los líquidos, y los analgésicos tienen un
doble propósito. Necesita estar tranquila o corremos el riesgo de perder a
este bebé —replicó ella de inmediato.

La enfermera me miró directamente, esperando que soltara su brazo,


cuando lo hice, tenía la aguja en el brazo de Melody antes de que pudiera
parpadear.
—Vamos a necesitar una ecografía —dijo ella a mi lado, todavía
presionando el estómago de Mel. Cada vez que aplicaba presión, Mel
apretaba mi mano. Fue así por lo que se sentía como horas, pero en realidad,
era probablemente sólo unos pocos minutos; Empujar, apretar, hasta que
Mel dejó de apretar y su cuerpo se relajó. La miré, ella me miró,
completamente relajada con los ojos bien abiertos. Estaban asustadizos como
mierda, y sin embargo le di la bienvenida de todos modos.
—Te ves como una mierda —susurró con una sonrisa.
—Así es como se ven todos los hombres con esposas que los
aterrorizan —susurré de regreso, arrodillada junto a su cama. Ella puso sus
ojos en blanco antes de mirar a la enfermera que estaba tomando su presión
arterial.
—¿Qué me estás dando?
—Acetaminofén. —La doctora de cabello rubio sonrió, mientras
agarraba el ultrasonido—. No te preocupes, está a salvo.
—¿Qué le pasa, doctora?
—Dr. Lewis —corrigió ella—. Dr. Amy Lewis nos conocimos el año
pasado y sólo quiero...
—Pregunta uno: ¿qué pasa conmigo? —Mel preguntó, interrumpiendo
directamente al punto—. Pregunta dos: ¿cómo está mi bebé?
—Estoy revisando a su bebé ahora mismo, pero él o ella debería estar
bien —dijo mientras la enfermera cerraba la puerta y las persianas.
—¿Y la pregunta uno? —pregunté.
—Ustedes no pierden tiempo...
—Porque no tenemos tiempo que perder —Mel y yo dijimos al mismo
tiempo—. Y por favor no me haga volver a preguntar.

Casi quería reírme de su intento de ser amable y usar 'por favor'. Esto
la hizo sonar aún más molesta.
—Señora Callahan, por lo que sabemos, tienes preclamsia. Todavía no
es peligroso para la vida. Sin embargo, su presión arterial es muy alta. Si esto
no cambia, existe una alta posibilidad de que desarrolle eclampsia, lo cual
puede ser peligroso tanto para su salud como para la del niño no nacido. Vas
a tener que tomarlo con calma en las próximas semanas, ¿de acuerdo?
Levantando su vestido y poniendo una manta sobre sus piernas, la Dr.
Lewis colocó una especie de gel en el estómago de Mel.
—¿Fácil? ¿Cómo reposo en cama fácil? —preguntó ella. La única
manera de asegurarse de que Mel no se relajara era decirle que lo hiciera.
—No, no creo que sea tan grave todavía, pero sinceramente
recomiendo tomar un tiempo libre del trabajo.
—¿Una Callahan que realmente trabaja? —La enfermera susurró
detrás de nosotros, sin darse cuenta de que podía oírla y yo estaba a unos
dos segundos de estrangularla con la manga de suero de Mel. Sin embargo,
antes de que pudiera comentar, un pequeño whoosh resonó a través de la
habitación. Era como un pequeño tambor submarino.
—Ese es el latido del corazón de su bebé.
Mel se echó a reír, extendiendo las manos a su estómago mientras el
ruido continuaba. Era fuerte y hermoso al mismo tiempo. Era como la
música que podía imaginar a Dios disfrutando, y no podía por mi vida,
arrancar mis ojos lejos de la imagen en blanco y negro en el monitor.
Sonriendo, la doctora Lewis miró la pantalla, moviendo la varita sobre
el estómago de Mel.
—¿Quiere conocer el sexo?
—Sí.
—No.
—¿No? —La miré fijamente. Ahora estábamos descubriendo el sexo.

—Tus padres realmente querían saber con nosotros. Evelyn me


acorraló en el coche. ¿Ella está aquí?
No tenía ni idea. Todo había sucedido tan rápidamente y mi principal
preocupación era conseguir que ella llegara lo antes posible.
—¿Puedes comprobar si el resto de la familia Callahan ha llegado? —
La Dr. Lewis instruyó a una enfermera. Cepillando su cabello castaño hacia
atrás, vi como Melody luchaba contra el impulso de caer dormida.
Estábamos trabajando con casi dieciocho horas sin dormir. Eso no podría
haber ayudado a su condición. Necesitaba descansar más.
—¿No podemos encontrar una segunda vez con ellos en la habitación?
Estoy seguro de que puedo fingir una cara de sorpresa.
Con los ojos entreabiertos, sacudió la cabeza.
—Esto es lo menos que puedo hacer por tu mamá. Además, tal vez se
tranquilice un poco.
—Parece que no conoces a mi madre.
—¿Estás hablando mal de mí, hijo?
Habla de ángeles y aparecen.
Caminó hacia nosotros, con mi padre a una pulgada detrás de ella,
besó la frente de Mel.
—Nos has dado un susto, jovencita —le dijo mi padre.
Riendo, ella agarró su mano.
—Ahora, Sedric, tú y yo sabemos que te apetecía escapar de esos
asesinatos políticos.
Sólo pudo sonreír antes de besarle la frente.
—¿Está bien el bebé? —Preguntó Evelyn, hipnotizada por la pantalla
en blanco y negro.
—¿Puedo decirte el sexo ahora? —preguntó la doctora Lewis
directamente a Mel.

Ella no dijo nada, solo respiró hondo, agarró mi mano y asintió.


—Bueno, pues, tu hijo va a estar bien, siempre y cuando mamá se
tranquilice.
—¿Un niño? —susurré con una sonrisa tan amplia que me sentí como
si se rompiera por la mitad.
Ella asintió con la cabeza y nos mostró al pequeño muchacho, que
aparentemente se estaba exponiendo al mundo con orgullo.
—Al igual que su padre. —Mel sonrió.
Le besé la frente, la nariz y las mejillas antes de besarle los labios. Todo
lo que pude decir fue—: Gracias.
—Otro joven maestro Callahan. ¡No puedo esperar para ayudar con su
cuarto de niños! —Mi madre, casi saltó de su piel.
—Apuesto a que puedo conseguir que le guste el golf temprano —
agregó mi padre.
A lo que mi madre sólo podía sacudir la cabeza.
—¡Sedric, querido, eres el único hombre en esta familia que piensa que
es un verdadero deporte!
—Hijo, no la escuches. Ahora tu padre no era bueno, pero con los genes
de tu madre, hay esperanza para ti —le habló al estómago de Mel.
Mel simplemente me miró.
—¿Y creías que esto iba a calmarlos?

23
“Las acciones son la primera tragedia en la vida, las palabras son la segunda.
Las palabras son quizás las peores. Las palabras no tienen piedad...”
—Oscar Wilde.

Traducido por Lvic15


Corregido por Daliam

Coraline
Odiaba los hospitales. Todo el mundo estaba o moribundo o muerto.
Sin embargo, en este momento me sentía como que iba a morir de emoción.
O nerviosismo.
—¿Qué te hace parecer una bombilla de un megavatio? —preguntó
Olivia, sentada frente a mí y comprobando su teléfono con calma.
—¿Qué?
—Tu cara. Te ves como si estuvieras a punto de estallar en una canción
de un musical. Lo cual es un poco retorcido dado que Mel está perdiendo su
bebé otra vez.
Ella era una perra.
—Olivia, no sabes eso —susurró Neal, sentado en su silla de plástico.
—Ella estaba sangrando, y enroscada en una bola, estoy segura que
cada medio de comunicación está hablando de ello ahora...

—A menos que mágicamente hayas ido a la escuela de medicina en las


últimas dos horas, cállate, Olivia. No sabes una mierda. —No pude evitar
espetarle.
Me volvía loca.
Puso sus ojos azules en blanco hacia mí, luego frunció el ceño.
—Se me olvidaba, eres su pequeña lacaya. Me pregunto cuánto tiempo
durará cuando planeé matar a tu padre.
—Olivia, suficiente. —Neal la agarró del brazo.
Le miró directo a los ojos.
—Ibas a matarlo, ¿verdad? Desde donde quiera que estuvieras
escondiéndote, ibas a matarlo al final de la noche.
—Este no es el momento ni el lugar para esto —le dijo entre dientes.
—¿Para qué? ¿Para discutir sobre tu lealtad? Porque al parecer ni
siquiera puedes defenderme a mí, tu esposa. Otros hombres moverían cielo
y tierra. Tú, por otra parte, no te importa un comino. Todo es sobre la jodida
y rebuscada Mel, y ahora el karma le está mordiendo en el culo. Así que
suéltame —gritó, tirando de su brazo y obligándolo a dejarla ir. Ella fue a
levantarse, pero antes de que pudiera salir, Declan vino.
Sonrió, pasándose las manos por el cabello.
—Está bien. También su hijo.
—¿Un chico? —Salté a sus brazos—. Evelyn debe estar viniendo en
este momento.
—¿Quién dice que Dios no tiene favoritos? —Olivia se burló antes de
caminar a alguna parte aleatoria del hospital.
—Dile a Liam que dije felicidades —dijo Neal, estrechando la mano de
Declan antes de seguir a su esposa—. Olivia me está volviendo loca —dije
en voz baja, agarrándome a él.
Ella besó mi nariz y se limitó a sonreír.

—¿Qué?
—Mel está bien. Estamos en un hospital con todo tipo de dispositivos
que pueden averiguar si estás o no embarazada —susurró.
Mordiendo mis labios, asentí mientras me llevaba a recepción.
—¿Hay alguna forma en que podamos obtener una prueba de
embarazo ahora? —Le hizo un guiño a la mujer que sólo pudo sonreír y
asentir.
—Si, Evelyn tendrá un ataque al corazón si se lo decimos ahora. —
Podía ver su cara; no siendo capaz de procesar la información que le decían
antes de que saltara sobre mí.
—Entonces se lo diremos más tarde y lo haremos nuestro pequeño
secreto por ahora. —Él sonrió, besando mi mejilla.

Olivia
No es justo. Siempre era a la que le daban mierda. Siempre era la que
miraba mientras todos los demás seguían hacia delante mientras a mí me
tiraban atrás. ¡Mel era una malvada perra! Rompió todas las leyes; cada
mandamiento bajo Dios, y, aun así, su vida era perfecta. Su vida era justo de
la manera en que quería que fuera.
—¡Apestas, sabes! —grité hacia el cielo—. ¡No estoy segura de lo que
haces todo el día, pero no está funcionando! La vida es una mierda y lo sabes.
—¿Me estás gritando a mí o a Dios? —Neal gritó detrás de mí.
—¡Vete, Neal! —me disgustaba.
Tocó mi hombro suavemente y tuve la tentación de apoyarme en él.
—Olivia...
—¿Ibas o no a matar a mi padre esta noche? —Me volví para mirarle
fijamente a los ojos, pero no pudo mirarme—. No me lo puedo creer.
—Olivia... —Intentó tirarme hacia él
—¡NO! —dije bruscamente, tirando de sus brazos—. ¡Desde que esa
mujer ha entrado en nuestras vidas, todo ha ido mal! ¿Qué pasa con las
reglas? ¿Matábamos por la familia, morimos por la familia? ¡Sin embargo,
nadie está a salvo! Dios no permita que parpadees en su dirección. La familia
solía ser importante para ti y todos los demás. Pero ahora, que le jodan. Es
cada persona por sí mismos, y que ni siquiera me defiendes. Nadie me
defiende excepto yo. Por lo que la mierda tú, a la mierda Melody Giovanni,
y a la mierda todo lo que pretendes defender.
Traté de salir, pero me agarró los brazos, empujándome contra la
puerta y llevándome de nuevo al hospital.
—¡Suéltame! —Empujé—. Neal...

—¡No! ¡Has hablado, ahora es mi turno! —gritó, agarrando mis


manos—. En primer lugar, te he defendido. Te he defendido desde el
momento en que entraste en mi vida. Te he defendido incluso cuando no
podías confiar en mí con tu secreto. Incluso después de que mi familia me
dijera que no me casara contigo. Siempre te he defendido porque por alguna
estúpida razón te amo. No iba a matar a tu padre esta noche.
—¿Qué?
Él frunció el ceño.
—Me senté en la parte superior de ese techo, con mi rifle apuntando a
la primera dama. Hablé con tu padre, tenía que empujarla fuera del camino
y tomar una bala en su brazo. Siempre estoy de tu lado. Así que a la mierda
tú por no confiar en mí de nuevo.
Me soltó y tomó la maneta de la puerta a mi lado.
—Muévete, Olivia.
—No —dije en voz baja, mientras saltaba a sus brazos, tratando de
darle un beso—. Lo siento.

Declan
—¿Por qué tarda tanto tiempo? —Coraline suspiró, moviendo sus
piernas atrás y adelante en el borde de la cama.
La enfermera se había ido con sus muestras de sangre hacía más de dos
horas. Si hubiera sabido que tomaría tanto tiempo hacer una prueba de
embarazo, estoy seguro que Coraline habría preferido que esperásemos e
hiciéramos esto en la comodidad y privacidad de nuestra propia casa.
—Bebé, estoy seguro que van tan rápido como les es posible. —Traté
de esconder mi escepticismo. Ella estaba emocionada. Estaba tratando
mucho de no estarlo, pero no podía evitarlo. Todo su cuerpo estaba
temblando y, por tanto, también el mío.
Habíamos llegado tan lejos en el último año y medio. No habíamos
arreglado todo, y todavía íbamos a terapia, pero éramos felices. Seguía
tratando de imaginarnos como padres. ¿Qué le enseñaríamos a él o ella? ¿A
quién se parecería? Tenía la esperanza de que nuestras niñas se verían como
ella; tendrían su sonrisa.
—Deja de mirarme así. —Ella rió, golpeando con sus pies.
—Así es como siempre te miro —contesté, agarrando sus piernas y
besando sus muslos—. Y estaba pensando en nombres para nuestro hijo,
Brendan.
—¿Brendan Callahan? Suena tan aburrido y simple.
—Bueno, perdón, ¿qué nombres tienes en mente?
—Nuestro primer niño será niña. —Ella rió.
—Lo siento cariño. Los nadadores Callahan parece que sólo producen
machos.

Antes que pudiera responder, la puerta se abrió. Me puse de pie


cuando el médico entró.
—Por favor, no nos hagan esperar un segundo más. Ambos estamos
volviéndonos locos aquí. —Ella le sonrió, tomando mi mano.
Sin embargo, había algo extraño. El médico ante nosotros no sonrió,
parecía como si estuviera dolorido. Como si no quisiera romper nuestros
corazones. Cuando frunció el ceño, sentí que ella trataba de apartar su mano.
—No estamos embarazados —dijo lentamente, tratando de no llorar—.
Siento que le hayamos hecho perder el tiempo, estábamos emocionados.
Creo que deberíamos irnos.
—Señora. Callahan, ¿puede responder a algunas preguntas para mí?
—nos dijo. Los dos nos quedamos inmóviles, mirándonos antes de mirarle.
—¿Por qué? No estamos embarazada, ¿verdad? —pregunté.
Negó.
—No, lo siento, no están embarazados. Pero encontramos algo más en
nuestras pruebas que plantearon algunas preguntas.
—¿El qué?
—Hemos encontrado que tiene niveles anormalmente elevados de CA
125. A partir de ahí, hicimos otras pruebas... —Hizo una pausa y respiró
hondo como si se estuviera preparando.
—Los altos niveles de esta proteína indican que existe una forma de
antígeno. Tiene síntomas que le llevaron a creer falsamente que estaba
embarazada. Hay una alta probabilidad que el antígeno esté atacando a
partes de su sistema reproductivo. Usted explicó anteriormente a la
enfermera que se había sentido cansada, que había experimentado dolores
abdominales, así como dolores en la parte baja de la espalda, estos síntomas
pueden ser un signo de estrés, otras actividades físicas, o…
—Sólo escúpalo ya —le espeté; iba a hacer que ella entrase en pánico.

Pareció hacer una pausa para recuperar el aliento, como si se estuviera


preparando para otro largo discurso.
—Lo siento mucho, señora Callahan, pero tales niveles de CA 125 nos
lleva a pensar que hay una posibilidad que puede tener un tumor canceroso
en su cuerpo. Hay otros motivos aparte de altos niveles de CA 125, pero ya
que es joven y no está en la pre menopausia, es mi opinión profesional que
estos indicadores son evidencia de cáncer de ovario. Hay otras pruebas… —
En el momento en que pronunció su juicio condenatorio, ella tropezó hacia
atrás como si la hubiera abofeteado en la cara. Se agarró a la cama, tratando
de recuperar el aliento.
—Señora Callahan, existen procedimientos y pruebas...
—¡Fuera! —le rugí, lo que le hizo tropezar. Él era la causa de su
malestar, su infelicidad. Todo pensamiento racional me dejó mientras
tropezaba débilmente hacia la puerta. No me importaba que tenía la
desafortunada tarea de transmitirnos este tipo de noticias, no importaba
que fuera su trabajo hacerlo, todo lo que vi fue lo que decía y que, como
resultado, mi esposa, mi propósito en la vida, aparentemente estaba siendo
rasgada en dos delante de mis ojos. Él debía salir. Sentí el impulso irracional
de hacer que Coraline sonriera, como hacía diez minutos antes, por cualquier
medio que fuera necesario.
Uno de esos medios podría haber incluido quitarle la cara a él de su
cuerpo.
Di un paso hacia mi esposa, sosteniéndola con fuerza y con la
esperanza que de algún modo me llevara yo toda esta carga. No me
importaba que el matrimonio se suponía que era un reparto al cincuenta por
ciento, cuando se trataba de cualquier cosa que hiciera daño a mi esposa, yo
llevaba toda la carga sin pensar.
—Coraline. Coraline, bebé, respira. —Me aferré a ella, pero seguía
llorando, hasta que sus rodillas se doblaron y los dos caímos al suelo.
—Lo siento —lloró en mi camisa.

Mordí mis labios, luché contra mis propias lágrimas; no necesitaba eso
de mí, no ahora.
—No tienes nada que lamentar, bebé. Vamos a luchar contra esto —
susurré, besando su cabeza—. Vamos a luchar contra esto y a ganar.
Ella sólo lloró con más fuerza, y perdí la batalla contra las lágrimas, ya
que comenzaron a rodar por mi cara. Hacía quince minutos, estábamos
pensando en nombres de bebé, riendo, felices, con ganas de escuchar dos
pequeñas palabras: están embarazados. Ahora estaba tratando lo mejor que
podía en no pensar en funerales, o en perderla a ella, mi razón de vivir.
Me encontré hablando con Dios mientras miraba las luces
parpadeantes. De verdad le hablé por primera vez en lo que parecía desde
siempre.
Si piensas que puedes llevártela lejos de mí sin luchar, estás jodidamente
equivocado. Ella no va a morir de esto; no voy a dejar que lo haga.

24
“Vida, aunque sólo sea una acumulación de angustia, me es querida, y la
defenderé”.
—Mary Shelley

Traducido por Mich Fraser, Jessibel & Cjuli2516zc


Corregido por Daliam

Liam
“Noticias de última hora y sin precedentes. Sólo a unas horas después del baile
de caridad del Senador Colemen y la hospitalización de Melody Callahan, la Primera
Dama Julie Monroe fue arrestada y acusada de traición y asesinato de su esposo, el
Presidente Monroe. Esto la convierte en la primera mujer con un asesinado del
Presidente de Estados Unidos en sus manos. El FBI afirma que se les dio pruebas
anónimas de su participación. La primera dama Julie Monroe hace unos días juró
postularse en lugar de su esposo para las elecciones de este año. Todo esto es muy
confuso y honestamente insondable. Pero estaremos al tanto. Esperamos
mantenerlos actualizados”.
—¿Te estás comiendo mi gelatina? —susurró Mel, tratando de abrir los
ojos.
Miré fijamente el vaso en mis manos, fruncí el ceño.
—Pensé que odiabas la gelatina.

—Pensaste mal, ahora dámela. —Se incorporó, tomando el vaso de mis


manos y comiendo una cucharada.
—¿Cómo te sientes? —pregunté.
—Como si estuviera demasiado tiempo en la cama… y con hambre —
murmuró, escarbando lo poco que quedaba en la pequeña taza.
—Dieciséis horas de sueño te hacen eso. —Me acerqué a su cama,
agarré el segundo vaso de la bandeja. Miró mi mano antes de agarrar mi
gelatina otra vez.
—¿Dieciséis horas? ¿Por qué demonios me dejaste dormir tanto?
—No has dormido bien en días. Además, no hay nada para ti que
puedas hacer. —Si la hubiera despertado me hubiera matado.
Se detuvo en medio de una mordida, mirándome.
—En nuestro trabajo siempre hay algo que hacer. Así que la verdadera
pregunta es: ¿tú, qué has estado haciendo?
Todo lo que pude hacer fue poner mis ojos en blanco y subir el
volumen de la televisión.
“La gente de todo el mundo todavía se está recuperando del arresto de la
Primera Dama, Julie Monroe. Hace sólo unas horas el FBI anunció que la Primera
Dama fue arrestada en relación con el Presidente Monroe. De lo que se nos ha
informado, sólo se necesita una pista anónima para develar esta tragedia nacional…
—¿Le diste la pista? —preguntó.
—No, infiltré a tu topo. Merece un aumento, ¿no lo crees? Atrapar al
asesino del Presidente es un gran paso —contesté, marcando a Declan por lo
que tenía que ser la novena vez.
—¿Eso fue todo lo que hiciste hoy? —Suspiró, mirando fijamente el
vaso ahora vacío.

—¿En verdad? —Sonreí, negando con la cabeza—. No estás matando


mi autoestima hoy, esposa. Voy a tener un hijo y estoy a punto de tener la
Casa Blanca.
Ella rio, mientras frotaba su estómago con cariño.
—Primero, lo siento, es el hambre hablando. Segundo, vamos a tener
un hijo.
Sentado a su lado, le besé la frente, tomando sus manos en las mías.
—Vamos a tener un hijo —le susurré.
—¿Estás nervioso? —susurró de vuelta.
—Creo que lo estaría en este punto. Pero como he dicho, estoy
entumecido de la felicidad. ¿Estás nerviosa?
—Sí. —Ella se recostó contra la almohada y respiró profundo.
—Serás una gran madre. Entonces, ¿qué quieres comer? —le pregunté,
marcándole a Adriana.
Sonrió ampliamente.
—¿Sopa de cebolla francesa con alcachofas rellenas y un batido de
chocolate?
—¿Eso es todo?
Me golpeó el brazo.
—¿Señor? —dijo Adriana en la otra línea.
—Quiero un tazón de sopa de cebolla francesa con alcachofas rellenas
y un batido de chocolate…
—Grande —dijo Mel, mordiendo la cuchara.
—Lo llevaré en media hora —respondió.
—Date prisa, antes que me muerda el brazo por un bocadillo —dije
rápidamente antes de colgar. Ella se acercó para golpearme de nuevo, pero
agarré su mano y besé el interior de su muñeca en su lugar.

—No me mires así —espetó.


—¿Así cómo?
—Como… —fue interrumpida por el teléfono en mi bolsillo—. ¿Ese no
es mi teléfono?
—Lo es —le dije, respondiendo—: Callahan.
—¿Señor? Llama el oficial Brooks y creo que podemos tener un
problema.
Me levanté, puse el teléfono en altavoz.
—¿Crees que tenemos un problema o sabes que tenemos un problema?
La sonrisa en la cara de Mel cayó mientras miraba el teléfono en mis
manos.
—Señor, aquí hay una señorita que dice que escuchó la conversación
con la Primera Dama y Aviela cuando regresó a casa para conseguir sus
pertenencias después. También afirma que vio mucho más dentro de la casa
Callahan. Pero eso no es todo lo que dice, no hablará en detalle hasta que
inmigración le dé una visa. El FBI está tratando de hacer esto un doble golpe
y darle cargos a usted también. Tiene menos de veinticuatro horas de
protección.
—Mierda. ¡Estúpida Olivia! —siseó Mel—. Brooks, espera y asegúrate
que ella no pueda hablar hasta que te pueda llamar.
—¿Esto cómo involucra a Olivia? —le pregunté cuando él colgó.
Negando con la cabeza, respiró profundamente. —Ella despidió a
todos los ilegales trabajando para nosotros por la mierda de la caridad.
Quienquiera que sea esta mujer, probablemente está afilando su hacha para
nosotros, queriendo vengarse por lo que la perra esposa de tu idiota
hermano hizo. Maldita sea. ¡Esta es la última vez que dejamos a Olivia a
cargo de cualquier cosa!
—Amor, relájate. El bebé.

Ella se paralizó, colocando una mano sobre su vientre antes de


moverse hacia mí.
—Tenemos que movernos rápidamente.
—Beau no puede matarla —pensé en voz alta—. Ya hay demasiada
concentración allí y alrededor en este momento ya que sabe lo suficiente
sobre nosotros para usarlo como ficha de negociación. ¿Ella no debería tener
más miedo?
—No creo que las camareras fueran tan brillantes para empezar —
suspiró, intentado lo mejor por mantener la calma, pero estaba furiosa. Pude
verlo.
—Incluso un idiota sabe cuándo tener miedo.
El miedo era de la naturaleza humana. La gente instintivamente sabía
cuándo permanecer lejos. Es lo que mantuvo viva a la raza humana.
Mel se congeló, mirándome. —No, a menos que ella tenga más miedo
si no habla. Su visa, Liam. Por alguna razón, necesita ese visado y ahora
mismo.
—Relájate. —Besé su frente—. Te pondré al corriente después que lidie
con eso.
—Liam…
—No, Mel.
La última cosa que necesitaba era estrés. No valía la pena.
Afortunadamente, antes de que pudiera llamarme idiota sexista, Adriana
entró con una bandeja llena de su comida.
—Aliméntala, volveré pronto —dije, ya marcando mientras caminaba
hacia la puerta.
—No soy un perro, maldito chupa penes y no hemos terminado aquí.
Quié…
Cerré la puerta y grité rápido—: ¡También te amo!

Entrando al pasillo, me encontré con un montón de enfermeras


paradas mirando hacia la puerta.
—¿Qué están mirando todos? ¿Qué no tienen gente que salvar o algo
así?
Miraron hacia otro lado de inmediato, fingiendo estar ocupadas.
—Declan, esta es mi novena llamada. Es mejor que estés muerto o
mueras en alguna parte. —Esta familia estaba empezando a sacarme de
quicio hasta la mierda.
—Liam, ¿Mel está bien? —Mi mamá se acercó a mí con un montón de
brillantes girasoles en su mano y Olivia junto con otros. Ella levantó la
cabeza y puso su mano con su estúpido manicure sobre las estúpidas perlas
que siempre llevaba.
No me molesté en contestarle a mi madre. En cambio, agarré el brazo
de Olivia y tiré.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¡Déjame en este instante! —gritó
como la horrible niña que era.
La empujé hacia la escalera, la agarré del cuello, forzándola contra la
pared.
—¿Sabes lo que tengo que hacer ahora? Tengo que limpiar tu mierda.
¿Parezco un tipo que limpia mierda?
—Yo… no puedo… respirar… —jadeó, agarrando mis manos tan
severamente que sus uñas falsas salieron.
—Si no puedes respirar, no puedes hablar. Estoy a segundos de sacar
tu fea cabeza de tus hombros…
—¡Quita tus jodidas manos de mi esposa! —Neal me empujó hacia
atrás, su puño rápidamente chocó con mi mandíbula.
Olivia jadeó por aire cuando cayó al suelo, sus manos estaban
alrededor de su garganta, mientras Neal se cernía sobre ella.

—¿Has perdido la jodida mente? —gritó.


Limpié mi labio, miré fijamente la mancha roja en mi manga. Pude
sentir la sonrisa sádica tirando de mis labios mientras miraba a mi hermano.
—Esta es tu última advertencia, Neal. Controla a tu mujer o juro por
Dios que la mataré.
—¿Yo tengo que controlar a mi esposa? ¿Qué tal si no dejas que tu
jodida esposa te controle a ti? ¡Todo es sobre ella! ¿Qué ha hecho Olivia? ¿No
estuvo de acuerdo con los zapatos de Mel?
—El drama entre mi esposa y la tuya no me concierne. Tú, de todas las
personas debería saber que Mel no me necesita para luchar esas batallas por
ella. —Volví a limpiar mi labio magullado, mirando fijamente al imbécil
delante de mí—. Sin embargo, en el momento que tu lloriqueante mujer
despidió a las cridas de mi casa sin consultarme o explicarles lo que pasaría
si hablaban con la policía, tu esposa se convirtió en una enemiga.
Él se congeló como si estuviera encerrado en el hielo.
—No pensé que ninguna de ellas… —dijo débilmente.
—¡Tú no piensas! —grité, haciéndole retroceder—. El drama que has
creado en esta familia puedo y tengo que pasarlo por alto. El drama que has
creado en mi trabajo, en mi forma de vida, ¡tienes suerte que sigas viva!
Respira en la dirección equivocada y no vivirás lo suficiente para
arrepentirte.
Caminando hacia la puerta, el bulto de mierda de mi hermano me
llamó.
—Liam, ella…
—¡No la excuses! —rugí. Tomé una respiración profunda, tratando de
calmarme antes que le hiciera estallar los sesos en este hospital—. Todo lo
que necesito de ti es que encuentres a Declan y que conteste su jodido
teléfono.

Mi mamá me esperaba al salir al pasillo. El paquete de girasoles que


una vez estaba en sus brazos ahora fue remplazado con un botiquín de
primeros auxilios. Sus ojos fueron directo a mi labio antes de caer a los
rasguños de mi brazo y mano.
—Disculpe, querida. —Tiró de un enfermero—. ¿Podemos conseguir
una habitación privada, por favor?
—Mamá.
—Señora, lo siento, no puedo…
—Permítame reformular esto, ¿puedes mostrar a mí y a mi hijo
sangrando una habitación en este hospital que él ayudó a financiar y salvarlo
de la maldita quiebra? —Su voz era cortés, pero el agarre que sostenía en el
brazo del enfermero era hostil.
Asintiendo, señaló una cama vacía. —Yo puedo atender sus heridas.
—No, gracias querido. —Le dio unas palmaditas en el brazo—. Vamos,
Liam…
—Madre, estoy bien. Deja de ser ridícula.
Dio un paso adelante y aunque tuve que bajar la cabeza para encontrar
su mirada, sabía que era mejor peleando en esto. Esto… era el código tengo
que hablar contigo, así que cierra la boca y escucha.
Saqué mi teléfono, hice una llamada mientras caminamos a la cama
privada.
—Sabía que uno de ustedes iba a necesitar esto. —Suspiró, sacando las
vendas.
—Estoy bien. Estaría mucho mejor si la gente respondiera sus malditos
teléfonos.
—Cuida tu lenguaje.
No pude evitar poner los ojos en blanco. —¿En verdad, mamá?

—Sólo trato de ayudarte. ¿Quieres que tu hijo salga maldiciendo?


Debes prepararte para censurarte. Ahora, dame la mano. —Obedecí, intenté
contactar de nuevo a Brooks, pero siguió enviándome al buzón de voz. Algo
estaba pasando.
—¿Declan?
—No —siseé por el alcohol que derramó en mis cortes—. Trabajo.
Trabajo que no debería hacer, pero tu nuera se ha convertido en nada más
que un dolor canceroso en mi… ¡ah! ¡Maldita sea, Ma!
—Deja de ser un bebé. —Ella rió mientras envolvía la mano—. ¿Has
dormido desde que todo esto empezó?
No respondí, no porque no hubiera dormido, sino porque sabía que no
era suficiente. Pasé la mayor parte del día viendo cintas de seguridad, los
signos vitales de Mel y los contactos de la policía.
—Has nacido con un fusible corto, Liam. Se vuelve más corto cuando
se pierde el sueño.
—Durmiendo o no, Olivia cruzó una línea, y estaba tan cerca de
matarla en este momento.
—Pero no lo hiciste porque en el fondo amas a tu hermano, a pesar de
lo mucho que quieres odiarlo.
—Así que esto no es sobre mis acciones contra Olivia, sino de Neal. —
Tuve que haberlo sabido.
—Tanto como amo a sus esposas, mi primera prioridad será tu
felicidad y la de tus hermanos. Sea lo que sea con Olivia, los está separando.
Neal ha esperado años…
—Mamá, no me importa. Si quiere estar conmigo, el lugar está abierto.
Pero necesita asegurarse que su esposa sepa dónde está parada y lejos de mí.
Ya no confío en ella.

—Si no puedes soportarla ahora, como la esposa de tu hermano, ¿cómo


la soportarás como la hija de tu Presidente? Estás elevando su estatus.
Recuerda, Frankenstein no era el monstruo, sino el médico.
Odiaba cuando hacía esto. —Vas a hacer que fume, má.
—¿Fumar? ¿No beber? —Se rió.
—Papá lo hizo hace años.
Antes que ella pudiera responder, mi teléfono vibró; era una llamada
bloqueada intentando entrar. Sólo una persona tenía ese número… Brooks.
—Callahan.
—Señor, recibí sus llamadas. No podía hablar…
—¿Qué está pasando?
—El FBI está preparando una visa, todo lo que necesitan es que ella
diga las palabras. Creo que tiene un hijo al otro lado de la frontera.
—¿Crees? —¿Por qué carajos todos creen y nadie sabe nada?—Brooks,
arregla esto. Encuentra una manera de hacer saber lo que pasará si abre la
boca. Nuestra imagen pública no se verá afectada por esto, ¿me entiendes?
—Estoy en ello, señor.

Beau
Cerré mi teléfono, miré a todas las insignias en frente de mí. La
mayoría de ellos saludándome mientras caminaban alrededor.
—Así se hace, Brooks.
—Brooks, trabajando a su manera.
—Felicidades, Brooks.
Todo lo que pude hacer fue asentir, tomar una respiración profunda, e
ingerir el olor de sudor y café rancio, antes de repetir la misma vieja línea—: Sólo
hago mi trabajo. —Durante años, no era más que un patrullero, y nunca pedí
ser mucho más. Mi verdadero trabajo era vigilar las calles. Ahora, la palabra
en todo el departamento era que yo estaba en la lista restringida para
convertirme en un detective.
Necesitaba llegar a esa sirvienta tan pronto como sea posible, pero el
FBI la tenía encerrada en la parte trasera del recinto. Ellos querían sus
nombres en esto, ya que no podían obtener sus etiquetas de la esposa del
presidente. Pero arrestar a los Callahan era lo más cercano al primer lugar
según llegaron.
—¿Crees que es cierto? —preguntó mi compañero—. Si es así, tenemos
que estar en este caso. —Se apoyó en mi escritorio.
—Eres un cachorro, Scooter. Deja de tratar de abarcar casos en los que
ni siquiera tienes dientes —le dije, mirando la botella de agua en mi
escritorio. Tenía un plan, sólo necesitaba más tiempo.
—Dicen que los Callahan son lo peor que le ha pasado a esta ciudad
desde Al Capone. Que asesinan a hombres, mujeres y niños, sin problemas.
Mueven drogas en la niebla; marihuana, cocaína, heroína. Si es ilegal, lo
venden y hacen millones en todo el país, sin embargo, son todavía...

—¡Eso es porque no tenemos nada! —grité, llamando la atención hacia


nosotros—. ¿Alguien ha hablado con un distribuidor que haya señalado con
el dedo a una Callahan?
—Todo el mundo sabe que es porque tienen miedo.
—¿Quién es todo el mundo? ¿Todo el mundo va a declarar en el juicio?
Nunca ha habido ninguna prueba que demuestre que los Callahan son otra
cosa que los buenos ciudadanos de esta ciudad. Ni siquiera tenemos un
boleto de aparcamiento para fijar en ellos. Todo lo que he oído en mi vida
eran sólo rumores de un policía a otro, dicho durante una cafetera fría.
Obtuvimos oficiales tratando de hacer casos de la nada para tratar de
demostrar su valía. Probar que podían hacer lo que muchos otros habían
dejado de hacer. Dame pruebas y daré una palmada sobre ellos. Pero hasta
entonces, guarda tus historias de fantasmas y drogas en la niebla para tus
compañeros de juego y lárgate de mi cara.
Dio un paso atrás, mordiéndose los labios antes de colocar el sombrero
en la cabeza rubia.
—Bueno, tenemos una sirvienta, su sirvienta.
—No, tenemos un inmigrante ilegal que se siente despechada después
de ser despedida, y ahora está chantajeando al gobierno de Estados Unidos
para una visa.
—¿Sabes lo que es Brooks? Todos nosotros estamos haciendo algo.
¡Estamos tratando! Estamos tratando de salvar a nuestra ciudad. Para
llevarla de vuelta de los mafiosos y delincuentes, de los Callahan. ¿Por qué
no empiezas apoyando al equipo?
Eso me detuvo. Me tomó todo para no lanzarle un puñetazo en la cara.
—¿Apoyo a mi equipo? —Me reí, tirando de mi abrigo—. Hijo, he
estado aquí por siete años. Me han disparado, pasado por encima y casi
volado. Trabajo en los casos que puedo conseguir detenciones. Esto no es un
juego, muchacho. Mi chaleco dice Chicago PD no Equipo Policiaco. Mi placa
oficial dice Brooks. ¿Quieres probar tus galones? ¿Quieres ver a los Callahan

ir hacia abajo, a pesar de que no tiene idea de lo que son? Está bien, lo que
sea. Encuéntrame en interrogación en cinco minutos.
Agarré una botella de agua y salí del bolígrafo.
—No soy ningún novato más —gritó desde detrás de mí. ¿Qué más
podía decir?
—Cierra tu maldita boca, chico y consíguenos un poco de café —gritó
alguien detrás de mí, pero no me molesté en que me importe o para mirar
hacia atrás.
Siempre se puede saber cuándo los federales estaban en la ciudad;
arrebataban todo caso de gran notoriedad y se aseguraban de golpear sus
nombres en un Big Bird2 amarillo por todos lados. No me encontré con la
mirada de cualquier persona, mientras caminé por el pasillo, antes de entrar
en la sala de archivos. No me quedaba mucho tiempo. Estaba jugando con
un nuevo tipo de fuego aquí.
Esta botella de agua era la única oportunidad que me quedaba.
La clave para ser un mentiroso era que había que creer tus mentiras.
Era tan simple como eso. Di mentiras que puedas creer, y cuando lo hace, el
mundo las va a creer junto contigo. Así que cuando entré en el pasillo, sabía
lo que quería ver. Sabía la mentira que creería; la sirvienta era una mentirosa
y yo iba a hacer que lo admita.
Todo se sentía agudo; mis sentidos nunca habían estado tan claros, e
iba a jugar cada tarjeta que tenía. Los agentes del FBI estaban en espera, con
la esperanza de que tenían algo. Junto a ellos estaba Scooter, que estaba justo
antes de frotarse las manos.
Miré a la mujer de piel bronceada, pelo oscuro, rezando en la mesa,
traté de no abandonar el personaje. —¿Ella dijo algo?
No podía haber tenido más de treinta años, ¿tal vez?


2Big Bird – Se le llamó Big Bird al auto Ford Thunderbird, que en sus años fue el auto de pasajeros más
grande hasta la fecha.

—Ella no quiere hablar hasta que vea una visa. No tiene sentido sin
embargo. Tiene un niño más en la frontera. ¿Por qué no pedir para él un pase
libre? ¿En su lugar, quiere una visa para ella? —preguntó Scooter.
—Después de que nos dijo sobre la Primera Dama, ella decía “Ave
María llena de gracia", una y otra vez. Si yo fuera María, estaría molesto —el
oficial a mi derecha se burló antes de volverse hacia el espejo de dos vías—. Esto
es una pérdida de tiempo. Están interrogando a la primera dama en este
momento. Es tu cuello el que deberías vigilar.
—Estaré allí en un minuto. Sólo quiero intervenir con ella primero.
—Nosotros —dijo Scooter—, nosotros queremos intervenir con ella.
—Disfrútalo. Pide a Madre María rezar por mí. —Se rio antes de
caminar. Paso uno; hecho.
—Entonces, ¿cómo vamos a ir con ella? —preguntó Scooter, tratando
de entrar, pero lo detuve en la puerta—. No eres un agente de policía,
¿recuerdas? Eres un animador. Puedes apoyar al equipo desde atrás del
vidrio.
Al entrar, lo primero que oí fueron sus oraciones—: Dios te salve,
María, llena eres de gracia, el Señor es contigo...
—Antoniodita tú eres entre todas las mujeres, y Antoniodito es el fruto
de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén —terminé por ella,
poniendo la botella de agua sobre la mesa antes de ayudar a sostener la silla.
—María, la madre de todas las madres —dije sacando mi propia silla—. Mi
madre también la amaba.
—¿Tiene mi visa? —preguntó con un fuerte acento.
—No.
—Entonces no tengo nada para ti.
—No creo que alguna vez tuvo nada para mí, para empezar.

—¡Yo trabajaba en esa casa! ¡Vi cosas! ¡He oído cosas! —Me gritó.
—Un poco de agua —le dije, deslizando la botella de agua sobre la
mesa.
Ella la empujó de vuelta. —Estoy bien, policía.
—¿De veras? Porque has estado aquí un tiempo y lo último que quiero
es que esté deshidratada. Además, espero que hables mucho —dije,
empujando el agua hacia ella.
—Sin visado, no hay confesión —repitió antes de llevar la botella a los
labios. En el momento en que bajó la vista, se congeló. Sus ojos oscuros
leyeron lentamente las palabras escritas en el lado de la parte trasera de la
etiqueta.
—¿Está bien, Sra. Morales?
Ella me miró con los ojos abiertos, totalmente congelada.
—Es sólo agua. —Dije, agarrando la botella—. No es veneno. Estás a
salvo aquí.
Para probar mi punto, agarré el agua y bebí.
—Los Callahans.... —susurró, inclinando la cabeza hacia abajo.
—Sra. Morales, sé que esto es aterrador. Mi pareja, me recordó las
acusaciones contra los Callahan. Cómo algunos dicen que mataron a
hombres, mujeres e incluso niños. Cómo no tienen ningún respeto por la ley.
Cómo iban a cazar a cualquiera que intente interponerse en su camino. Si eso
es cierto, no me puedo imaginar lo que debe haber pasado en esa casa. Lo
que pudo haber visto. Sabemos acerca de su hijo a través de la frontera.
Ella se puso tensa, el agua se acumuló debajo de sus párpados mientras
los labios y los brazos temblaban.
—Mi madre era una ilegal, trabajó toda su vida para gente como los
Callahan. No le importaba sin embargo. Ella sólo quería que sus hijos
obtuvieran la mayor oportunidad en la vida. Habría echo cualquier cosa por
los niños… por mí. Incluso enfrentar a gente como los Callahan. Es por eso

que quieres una visa, ¿verdad? Por lo que podrías traerlo de la manera
correcta. Por lo tanto no sería etiquetado como un inmigrante ilegal. Quiero
ayudarla, Sra. Morales, pero tengo que ser honesto conmigo. Usted es la
única que puede derribar a los hijos de puta asesinos. La protegeremos. Yo
personalmente la protegeré.
Me aseguré de que podía leer mis ojos, e hizo que las lágrimas rodaran
por sus mejillas. Limpiándose la nariz, ella asintió.
Se sentó más derecha y admitió—: Mentí. No sé nada. Sólo quería algo
para mi hijo.
—¿No tienes nada de los Callahan? —Dije de nuevo, mirando a los
ojos.
Una vez más, ella asintió.
—No tengo nada de los Callahan. Sólo quería vengarme de ellos. Me
han despedido sin razón, no tengo nada, y se lo llevaron todo. Ellos tienen
tanto, ¿sabes? Sólo quería algo para mi hijo.
Sacudí la cabeza hacia ella, agarré el agua. —Agárrate fuerte, Sra.
Morales. Agárrate fuerte.
—Por favor, no me deporte. ¡Por favor! Soy la única enviando
cualquier cosa de vuelta. Mi hijo es todavía joven. Como su madre, sólo
quería darle lo mejor, hacerme con un buen trabajo. ¡Necesito tu ayuda por
favor! Necesito la visa.
No había nada más que podía decirle, por lo que simplemente me fui.
Scooter se quedó mirando a la mujer, que había regresado a orar, a través
del espejo de dos vías.
—Maldita sea. Ella tiene que saber algo. Puedo sentirlo. Tenemos que
hacerla hablar. Debemos acusarla; obstrucción de la justicia, presentación de
un informe falso...
—Sí, Scooter vamos a acusar al único testigo ocular que tenemos a la
decepción de la primera dama, porque ella no nos dijo lo que estábamos

esperando oír —le espeté—. Si sigues dando saltos de cabeza primero en


todo, tu cerebro salpicará toda la acera lo suficientemente pronto.
Fue sólo después de haber salido de la comisaría que me atreví a
romper el papel de la botella de agua. En Inglés traducido a tres oraciones
simples: Tu hijo llegó a casa de la escuela con seguridad el día de hoy. Tus
palabras ahora determinarán si lo hace a través de la noche. No nos hagas hacer esto.
Saqué mi otro teléfono, marqué, esperando a ser dirigido. —
Bienvenido a Melody’s Flowers…
—Dos docenas de flores silvestre de otoño para el jefe.
—Por favor espere.
Sólo tomó un segundo antes de escuchar su voz.
—Callahan.
—Está hecho. Ella se retractó.
—Buen trabajo. Siéntala, asegúrate de que no vuelva a intentarlo.
—Hecho.

Melody
—Ha sido manejado —declaró Liam, finalmente trayendo su
lamentable culo a la habitación. Se había ido hace horas con mi maldito
celular.
—Bueno, ¿no te sientes tú mismo? —me burlé, sin molestarme en
mirarlo mientras me metía en mis zapatos. Adriana esperaba con mi
chaqueta.
—¿Sigues con hambre?
Estaba preparada para sacarle la mierda, pero parecía que alguien ya
había empezado. —¿Qué diablos le pasó a tu cara y mano?
—Olivia. —Suspiró, acercándose a mí.
—¿Ella luce peor?
—Se siente peor.
—No me importa cómo se siente, Liam.
—Conseguiré el auto —declaró Adriana mientras salía.
Me acercó a él y besó mis labios con tanta fuerza que pude sentir el
corte en el interior de su mejilla y pude probar su sangre.
Toc.
—Vuelve más tarde —gritó Liam.
Pero no escucharon. La puerta se abrió de golpe y una persona que
solía conocer como Declan tropezó con la misma ropa blanca, ahora cubierta
de suciedad, pelo desordenado y bolsas bajo sus ojos rojos.
—Jesucristo, Declan. —Liam me soltó, caminando hacia él justo
cuando Declan cayó de rodillas sollozando—. Declan...

—Coraline tiene cáncer de ovario. Ella no me hablará. Ni siquiera se


moverá. No sé qué hacer. No sé cómo luchar contra esto. No quiero
perderla... yo...
—Respira, hermano. Solo respira —susurró Liam, mientras se
arrodillaba para aferrarse a él.
Caminé detrás de ambos y cerré la puerta. Esto era personal. Esto era
familiar, y nadie más necesitaba ver esto.
Liam me miró, como a su hermano, no su primo, estaban mucho más
cerca que eso. Declan sollozó en sus brazos. Sus ojos me hicieron una
pregunta con una respuesta que odiaba: ¿Cómo luchamos contra el cáncer?
Sabía muy bien que a veces no podías. El cáncer era una perra que no
sabía cuándo morir. Coloqué mi mano en la cabeza de Declan, permanecí
allí. No estaba segura de qué más hacer. ¿Por qué estaba sucediendo todo
esto ahora? ¿Por qué no podríamos solo lidiar con un puto problema a la
vez?
Porque esta era la vida real.

25
“Mi madre me protegió del mundo y mi padre me amenazó con él”.
—Quentin Crisp.

Traducido por Florpincha


Corregido por Daliam

Neal
Había muy pocas cosas que odiaba más que reunirme a mi padre en
su antiguo estudio. Me trajo todos mis momentos de fracaso, estupidez e
indignidad. El estudio de mi padre significaba algo diferente para cada uno
de nosotros. Para Declan, cada vez que lo traían aquí, era porque mi padre
necesitaba ayuda para cablear algo en su computadora. Para Liam, era el
lugar donde se unían; el lugar en el que bebían brandy, hablaban de
negocios. Para mí, era el lugar donde mi padre me recordaba que era una
gigantesca mierda.
Supe después de la mierda con Olivia, que Liam no había terminado
de vomitar; sólo pensé que sería lo suficientemente hombre para
enfrentarme por él mismo en lugar de llamar a Sedric. Me tomó todo lo que
no tenía poner los ojos en blanco en el anciano sentado detrás del escritorio
de roble aún mayor, rodeado de los más viejos libros. Era como si estuviera
teniendo un retroceso a mi juventud.
—¿Querías verme, padre? —pregunté, sin molestarme en sentarme.
Estaríamos en la garganta del otro en un momento.

Lanzó su bolígrafo sobre la mesa, se echó hacia atrás y me miró antes


de cruzar los brazos. —¿Sabes quién soy? —preguntó suavemente.
—Sí, señor.
—Recuérdamelo.
Odiaba estos momentos de Yoda. —¿Recordar qué, señor?
Podía ver sus dientes apretados mientras él levantaba sus manos,
haciendo gestos a todo lo que nos rodeaba. —Dime la historia que te conté
cuando eras niño, Neal. Dime cómo me senté en esta silla, en esta casa, con
este apellido.
—Tú solo tenías veintidós años, estudiando en la Universidad Loyola
de Chicago, cuando el abuelo llamó, y te dijo que era hora de hacerse cargo
de la familia. Tu hermano mayor había sido asesinado a tiros, madre estaba
embarazada, y el crimen afiliado a pandillas estaba en un punto máximo.
»Todos los días, Chicago estaba sangrando bajo las manos de cinco
capos. Estaban esperando la oportunidad de matarse. No tenías la mano de
obra, el dinero o la influencia para hacer algo, pero de alguna manera
lograste encontrar a los cinco y quemar sus cuerpos, pero no antes de
decapitarlos. A los veintitrés, usted se hizo cargo de Chicago en una noche.
—Yo recité como un monólogo bien memorizado.
Aplaudió, levantándose de su silla. —Esa fue la historia que te dije
como un padre orgulloso. Te perdoné los detalles, y así es mi culpa. Lo hice
sonar fácil. No te conté las balas que tomé, todas las costillas que me he roto,
o cicatrices que tengo. Y seguro que no te dije cómo tu madre se acostó
encima de ti en la bañera cuando ciento setenta y dos balas destrozaron
nuestro apartamento. Ella tomó una bala por ti. Cuando llegué allí, la senté
en mi regazo, tiré de tu madre a mi pecho y les prometí a los dos el mundo
en una bandeja de oro. Juré que ninguno de los dos querría nada y que
siempre estarían a salvo.
—No, no me dijiste nada de eso. —Y no estaba seguro de por qué me
lo decía ahora.

—No pensé que tuviera que hacerlo. —Su rostro permaneció sin
emoción—. Después de todo lo que hice, ni una sola vez me ataron a la
policía. De hecho, prefiero que mi nombre nunca caiga en la lengua de una
sangre azul.
—Yo sé esto.
—¿Y tú? —se adelantó—. ¡No sabes nada, muchacho!
Y así empezamos.
—Ahora descubro que tu esposa fue la razón por la que una de nuestras
criadas habló con la policía.
—Fue un error.
—¿Fue un error? —rugió, agarrando el lado de mi cara—. ¡Casarte con
ella, ese fue el error! Lo sabía. Pero lo permití porque pensé tontamente qué
daño podría hacernos una muñeca tonta. Pensé que mi hijo sería lo
suficientemente inteligente como para controlar a su esposa. Nuestras
esposas son un reflejo de nosotros mismos, ¡y tú me estás fallando! Estás
fallando a tu hermano, y estás fracasando con esta familia.
Traté de alejarme de él, pero él sólo se aferró más fuerte, forzándome
a encontrar sus ojos.
—Dejé todo por esta vida, esta familia; todo. ¿Y te paraste frente a mí
diciéndome que fue un error? Tú eres mi sangre, mi primogénito, y te amo
mucho, pero necesito que te encargues de tu esposa, o por lo menos,
ayúdame Dios, yo iré tras su cabeza. —Me empujó y se volvió hacia su silla.
—Tú y tu esposa deberían ir a empacar. Los dos se unirán ahora a los
viajes en autobús del Senador Colemen. Representarás a la familia Callahan
lejos por ahora, hasta que todo se acabe.
No podía jodidamente hablar en serio. —Liam me necesita, Declan es
un desastre...
—Y sin embargo, incluso como un desastre, Declan es aún más útil.
Liam necesitaba a su hermano, y una vez más eligió otro lado sobre la sangre.

—¡Olivia es familia!
—Olivia tiene un anillo en su puto dedo, y un nombre en una maldita
hoja de papel; ella no es sangre. Si mañana muere, no sería más que viejas
fotografías e incluso recuerdos más antiguos.
—¡Podrías decir lo mismo de Coraline o Melody! —Era un jodido
hipócrita.
—Coraline está en el tablero de seis organizaciones benéficas, ella
organiza numerosas funciones que tenemos, en ocasiones, como una
fachada. Además de eso, dirige muchas pequeñas empresas en nuestro
nombre. Estaba haciendo eso incluso antes de que Melody llegara a esta
familia. Ella nos mantiene limpios para el público. Melody, entre todo lo que
ha agregado y dado a esta familia, también va a tener un hijo. Está
empezando la próxima generación de Callahans. Ellos tienen valor. Dime,
aparte del hecho de que su padre es senador, ¿qué ha traído tu mujer a la
mesa?
No había nada más que decir mientras se acercaba y se sirvió un trago.
—¿Y qué? ¿Nos estás separando de la familia para enseñarle una
lección? —dije finalmente.
—No —bromeó, acercándose a la ventana—. Esta lección es para ti,
hijo. Allí, no nos entienden, nos odian. Detrás de sus sonrisas, son buitres,
esperando que caigamos para que puedan recoger los restos. Allá fuera, no
puedes ser tú mismo. Debes filtrar cómo hablas, tomar toda la mierda que te
lanzan humildemente, y sonreír para sus cámaras. Allí, serás un títere
político; y sé que te enloquecerán porque eres un Callahan. Así que hasta
que empieces a pensar y actuar como tal, Liam no te necesita. Liam no confía
en ti y yo tampoco. No puede matarte; porque ni tu madre ni yo lo
permitimos. Pero cuando esté listo para ver a ti y a tu esposa otra vez, él
llamará. Hasta entonces, nos vemos más tarde, hijo.
—Adiós, padre.

Antes de llegar a la puerta, llamó de nuevo. —Arregla esto, Neal. Me


niego a elegir entre mis hijos. Incluso si uno casi nos cuesta todo.
—¿A quién elegirías?
Ya sabía la respuesta, pero quería oírlo decirlo.
Sonriendo, meneó la cabeza. —Declan. Nunca me ha dado tanta
mierda. Por suerte, es más como tu madre que mi hermano. Tú y Liam son
demasiado parecidos a mí; lados opuestos de la misma maldita moneda
tratando de dispararse el uno al otro.
—Olivia y yo nos iremos en la mañana después de visitar a Coraline.
—No había nada más que decir. Yo nunca debería haber entrado en esa
oficina para empezar.

26
“Hace muchos pero muchos años, en un reino junto al mar…”
—Edgar Allan Poe

Traducido por Mich Fraser & Jessibel


Corregido por Jessibel

Melody
Me estacioné fuera de mi antigua casa, tomé una respiración profunda
y disfruté del aire frío. Era sólo el comienzo otoño, pero era lo suficiente frío
para ver mi aliento en el aire. Era como caminar a través de una zona de
guerra. Había pedazos de vidrio y madera astillada en todas partes y
paredes de pie, las cuales ya no estaban conectadas a nada. Esta era mi casa.
Es mi hogar.
Quién habría pensado que sería nada más que escombros en un solo
año después de mi partida. Liam me dijo que la reconstruyera, pero no
parecía tener buen punto. Sería una nueva casa sin recuerdos. Incluso si no
fuera nada más que un montón de ceniza quemada en medio de la nada,
todavía era mi hogar y podría recordar todo. Todavía podría recordar las
elecciones que hice aquí…

Fruncí el ceño, mientras cortaba la línea de coca una vez más y la froté entre
mis dedos. Este era el verdadero negocio. Encontrar la mierda de alta calidad como
esta costaba una pequeña fortuna. Me incliné en el asiento de mi padre, miré a los
cuatro guardias, cada uno de ellos de pie en los pilares en las esquinas. Estaban todos
en el borde, como ratas que no estaban seguros si estaban en un barco que se hunde
o simplemente luchando a través de un huracán. Se rumoreaba que nos golpearon;
Algunos incluso dirían, sangrando dinero. Tenían razón. Las cosas se estaban
desmoronando. Los Callahans estaban comprando la mitad de la maldita costa oeste,
los Valero estaban arrollando en Italia y los Giovannis, estábamos muriendo. La
mitad de ellos no habían visto a mi padre en un mes, y pensaban que estaba enfermo.
La otra mitad pensaba que yo corté su garganta mientras dormía.
Parte de mí quería dejarlo. No había manera que pudiera manejar todo esto
por mi cuenta. Podría dejarlo morir con mi padre, y sería capaz de trabajar mi camino
a través de la escuela; Acababa de recibir mi carta de aceptación en la mañana de la
UCLA (universidad). Podría alejarme de todo esto aquí y ahora. Podría dejar
Chicago. Mis cosas estaban empacadas; Ya tenía un boleto de avión y sin embargo,
no podía arrancar mis ojos del maldito paquete en el escritorio frente a mí. Veinte
mil dólares de golpe justo allí, tentándome.
Levanté la mirada hacia el rubio hombre grasiento, manchado de sudor,
delante de mí. Durante las últimas tres semanas, él había estado dando vueltas por
las calles como un idiota, hablando de cómo sabría dónde conseguir “la mierda
buena”. Nadie le creyó. Quiero decir, ¿por qué lo harían? Vestía ropas que pudo
haber robado de un cadáver, tenía el cabello tan sucio que colgaba por sus hombros,
y sus zapatos parecían tan desgastados, que ni siquiera estaba segura de la razón por
la cual se molestó en ponérselos. Parecía un drogadicto sin hogar.
Cuando me llegaron las palabras, pedí por él. En verdad no pensé que él lo
traería.
Abriendo el cajón, agarré una pila de cuentos antes de dejarlos caer sobre la
mesa.
Se apresuró hacia la pila de dinero como si fuera pan y estuviera hambriento.
Tal vez lo estaba. —¿Es bueno, verdad? Como dije, cien por ciento cocaína. Lo mejor.

—¿De dónde has sacado esto? ¿Señor…?


—Brooks. Beau Brooks, y me dieron la noticia de este verdadero polvo. La
gente está susurrando sobre cómo él tiene montañas de esta mierda, que apenas cabe
en sus almacenes; Millones de ganancias simplemente siendo masticadas por las
ratas. Te lo digo, niña, tengo las conexiones… tu padre y yo debemos hablar. Estoy
seguro que a él le gustaría.
—Mi padre no está aquí. Cuando él no está aquí, tú hablas conmigo. Así que
vamos a escuchar, voy a decidir si esto vale la pena o no. —Cruzando las piernas,
esperé mientras caminaba delante de mí.
—No estoy seguro si debería decírselo a una niña —dijo finalmente.
—¿Una niña? ¿Me veo como una niña? Además, esta niña es quién te dio mil
dólares, en efectivo. —Hice todo lo posible por mantener mi compostura. Sus ojos
fueron directamente a mis piernas expuestas antes de mirarme de nuevo.
—No, supongo que no.
—Entonces, ¿de dónde sacaste esto? —Odiaba repetir mis palabras.
—Un viejo amigo está estacionado en América del Sur. Ha estado trayendo
pequeños envíos a un lado para ganar dinero extra. Pero no puedo moverlo todo, no
sin arriesgar su trabajo. Por el precio justo, se lo venderá sólo a usted…
—¿Y usted es su portavoz?
Asintió, dejando caer pequeños copos de su cabeza.
—No deberías. —Fruncí el ceño en disgusto—. Pero dile que si renuncia a
todo el producto que tiene con él, tenemos un trato.
Saqué la bolsa de dinero, miré por un momento. Se suponía que debía ser mi
plan de respaldo, mi salida, y sin embargo aquí estaba, dejando caer la bolsa marrón
justo delante de él. Sus ojos se iluminaron y justo cuando la alcanzó, agarré su mano,
tirando de su cuerpo hacia mí.
—Esto es lo suficiente para un cuarto de ello. Los hombres de mi padre te
seguirán a casa. Una vez que estés en casa vas a llamar a tu amigo y tener todo el

producto entregado en las próximas dos horas a una fábrica abandonada cerca de las
riberas. ¿Me entiendes?
Fue sólo cuando asintió que lo dejé ir y le di la bolsa antes de señalar a uno de
los hombres para que lo llevaran. Cuando se fueron, me dejé caer hacia atrás,
tratando de respirar. Esto era una locura. Estaba loca.
¿Por qué simplemente no podía irme?
—¿Sabes que es por eso que ninguno de ellos te respeta o teme, verdad? —
Fiorello, la mano derecha de mi padre entró con una bandeja de plata con lo que solo
pude suponer era comida.
Fiorello había estado con mi padre por siempre. Sus padres eran sirvientes de
aquí. Él a cambio, no sólo era el mayordomo principal, sino que también veía toda
nuestra comida. Era quien probaba antes de que comiéramos. Se aseguraba que la
villa fuera una máquina bien engrasada aunque sus huesos se agrietaran y saltaran
al caminar.
—Tal vez no me importe una mierda. Tal vez estoy cansada —respondí,
poniéndome de pie. Me acerqué al gabinete de brandy de mi padre.
—Sí, claro que sí. Después de todo, eres una mujer. Bueno, no una mujer, una
niña jugando a ser adulto —dijo, su mano enguantada rozó la coca sobre la mesa
antes de bajar la cena.
—Tu no…
—Oh, créeme, lo entiendo, señora —dijo—. Has hecho todo lo que tu padre te
ha pedido. Entrenaste, estudiaste y aceptaste casarte. Pero aún eres joven. Ahora
estás a punto de hacer tu propio camino. Piensas que el mundo fuera de esto tiene
vida que ofrecerte, pero te equivocas. Estás dispuesta a tirar el legado de tu padre, y
cuando él muera, no tendrás nada por lo que recordarle. Serás una niña inútil sin
protección, sin dinero y sin futuro. Estás luchando por tu vida, tu derecho a existir
y ni siquiera lo sabes. Pero a quién le importa, estás cansada. —Levantó la tapa para
reverla un plato antes de inclinarse y dar la vuelta para marcharse.
—¿Y si no puedo hacer esto, Fiorello? ¿Qué pasa si lo defraudé y muere
sabiendo que soy un completo fracaso?

—Por lo que conozco a tu padre, estaría felizmente sorprendido si lo intestaste


y fallaste, que si renuncias para empezar. Sé de lo que eres capaz, quién eres. Lo he
visto. Por eso estoy desconcertado que intentes ocultar tu naturaleza.
Con eso, se había ido y me encontré bebiendo directo de la botella, lo que sólo
me hizo toser. —Ugh, odio el brandy. —Necesitaba encontrar una nueva bebida.
Dejé la botella sobre la mesa y tapé la comida. No quería comer. Honestamente sólo
quería emborracharme hasta la mañana.
Todo lo que había hecho era por el bien de mi padre, por su trabajo. No era mi
culpa que él estuviera tirando todo. Había sido capaz de superar una ronda de
quimioterapia en secreto sólo hace unos años. Venció el cáncer una vez, y ahora
estaba de vuelta para la segunda ronda. El único problema era que yo no quería
pelear; Estaba demasiada cansada. Tenía que rogarle que lo intentara de nuevo. Él
estaba de acuerdo, sólo si podía ser tratado en casa.
A nadie se le permitió verlo, pero estaba esperando por su llamada. Tomé las
llaves, fui a través del pasillo de mármol hasta la última puerta a la derecha. Parecía
un armario mal colocado. Sin embargo, detrás de la cerradura de acero había otro
dormitorio y allí sentado estaba mi padre, afeitándose la cabeza.
—Te dije que no entraras aquí, Melody —susurró, sin molestarse en levantar
la vista de lo que estaba haciendo. Estaba tan pálido como siempre. Su mano
izquierda temblaba cada pocos momentos, pero él continuaba cortando. Los rizos
oscuros que una vez adornaban su cabeza, se deslizaban al suelo.
—Quería asegurarme que…
—Vete —dijo bruscamente—. Deja que un viejo muera.
No podía moverme; Sólo seguí viendo cómo caía su cabello.
—¡Melody, vete! —espetó.
—¡No! —dije rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí—. ¿Has estado
recibiendo tu quimioterapia?
Dejó caer la navaja en el tocador, se puso de pie y me fulminó con la mirada.

—Sabes que la terquedad no es atractiva. Tú, Melody Nicci Giovanni, no eres


más que una niña, una ingrata. ¡No me cuestionas y no me levantas la voz! ¡Yo
manejo este hogar! Puedo estar muriendo, ¡pero todavía soy Orlando Giovanni! Ni
tú ni nadie me tratarán de manera diferente. ¿He sido claro?
—¡No estás muriendo! ¡No estás tan enfermo como crees! ¡Ten la
quimioterapia, Orlando! Me niego a meterte en una tumba. Desde que era niña, me
has dictado cada parte de mi vida. Te dejo hacerlo por lealtad y amor por ti. ¡Tengo
que hacerlo porque eres todo lo que tengo! Así que no vas a morir. ¡No puedes
dejarme sola con esta mierda y simplemente renunciar, Oh, gran señor, Orlando
Giovanni!
En el momento que terminé, su mano derecha agarró mi cuello y me acercó.
—Tu lealtad debe ser para ti. ¡Tu amor sólo para ti! Nadie te protegerá más que tú
misma. He pasado años tratando de perforar eso a través de su bonita cabecita, pero
te niegas a entenderlo. Estas sola. Nunca me has tenido. ¡Es hora que crezcas y
encuentres tu propio maldito camino en lugar de aferrarte al mío!
La crema de afeitar todavía en su cabeza cayó a medias sobre mi mano mientras
trataba de alejarme. Me soltó, dejándome como un trapo húmedo. Sostuve mi cuello,
traté de respirar. Traté de controlarme, pero estaba hecho.
—¿Crecer Orlando? ¿Crecer? —grité, levantándome del suelo—. ¡He crecido
desde que tengo seis años! ¡Es un milagro que no soy una asesina en serie con la
mierda que he pasado y las cosas que he visto! Puede que hayas arrojado dinero,
entrenadores y tutores en mi camino, pero tú no me criaste, y tú, por supuesto nunca
estuviste ahí para aferrarme. Pero bueno, si quieres morir, adelante, ¡Anda cobarde!
Mientras tanto, voy a ejecutar este… este puto imperio todo jodido y no me rebajaré
en tomar el primer lugar, lo ganaré.
—¿Crees que puedes sentarte en mi silla? —Se rió, tambaleándose un poco
cuando alcancé la manija de la puerta—. Te he visto intentarlo, y es demasiado
grande para ti. Lo has intentado cariño. Pero no te preocupes, he invertido una
pequeña fortuna junto con algunos contactos que los Callahan estarán interesados.
Eso debería ser suficiente para que todavía quieran casarse contigo. No quiero que
mi hija termine en las calles.

Lo miré tropezar sobre sus nuevas botellas, agarró una y bebió profundamente.
Ya estaba borracho. Lo tragó todo antes de alcanzar la siguiente.
—¡Por el cáncer, la perra que nunca muere! —Brindó antes de beber otra vez.
Lamentablemente, esa botella sólo duró unos segundos antes de ser lanzada
contra la pared. Se rompió en el impacto, manchando el papel pintado.
Como si alguien hubiese sacado sus baterías, cayó sobre la silla frente al espejo.
Trató de recoger la maquinilla de afeitar, pero entre su mano temblorosa y su visión
indudablemente borrosa, no pudo.
Suspiré, me encontré caminando y tomando la maquinilla por él. —Lo haré,
pareces que perdiste una pelea con las tijeras —fue todo lo que pude decir.
Resoplando, asintió. —Estoy con el veneno —dijo—. Me detuvo por un
tiempo, pero empecé de nuevo esta mañana. No tuve que haberme detenido, pero es
tan doloroso como la última vez.
No pude mirar al espejo para ver su cara. Sabía que le dolía. Hablé con todos
sus médicos y el dolor sólo era un efecto secundario; No podía hacer más que darle
medicamentos. Pero las medicinas lo hacían enojar, y a veces violento. Fue una de
las razones por las que intentó encerrarse.
—¿De cuánto fue esa pequeña fortuna? —pregunté, tratando de cambiar el
tema.
—¿Pequeña fortuna?
—Con la que has enganchado al cerdo irlandés y a su familia de ratas.
—Mel…
—No me digas Mel cuando tengo una navaja en tu cráneo, Orlando. Tengo
otro uso para ella y no será desperdiciada en esa gente.
—¿Qué querrías hacer con ese dinero que no puedas hacer ahora?
Encontré su mirada en el espejo y sólo sonreí.

Iba hacer lo que el no creía que yo podía. Iba hacer una fuerza de nuevo. Iba
asegurarme que teníamos de nuevo el monopolio de la cocaína y heroína. Iba
asegurarme que no necesitáramos a los Callahan y al maldito Valero.
—No confío en esa mirada en tus ojos. —Frunció el ceño, mirándome
cuidadosamente. Incluso borracho, todavía estaba tratando de leerme.
—¿Por qué, porque te recuerda la mirada en tus ojos?
—No, porque me recuerda a tu madre. Siempre supe que una tormenta se
acercaba cuando vi esa mirada. —Señaló al espejo mis ojos marrones y sólo sonreí.
Agarré la toalla, limpié la crema que quedaba en su cabeza y le besé. —Tengo
que irme, Orlando. Descansa un poco.
Me llevé la navaja de afeitar, lo dejé sentado allí, con el resto de cabello sobre
el frío mármol. Caminé hacia el armario, cerré la puerta detrás de mí antes de irme.
No era la única entrada a su habitación. Había una puerta atrás de los jardines donde
los doctores iban y venían, pero él quería que esta puerta estuviera cerrada, así que
lo obligué.
—Fiorello, justo el hombre que necesitaba ver. —Sonreí, saliendo al pasillo.
—Hay alguna razón por la cual esté en el armario, ¿señora? —preguntó, pero
ya sabía por qué. Las paredes tenían oídos y las criadas hablaban. Siempre hablaban.
—Olvida eso. Mi padre tiene dinero para sostenerme.
—Señora…
—No me mientas, Fiorello. Necesito saber cuánto y dónde está. Después de
todo, estoy luchando aquí por mi vida.
Luchó contra una sonrisa arrugada tratando de deslizarse de su cara. —¿Y
cómo ayudarían siete millones de dólares?
Siete millones de dólares no eran una pequeña fortuna; Era grande y sólo lo
suficiente para pagar deudas junto la adquisición de unas docenas de kilos de cocaína.
—Ustedes dos. —Señalé a los hombres de pie en el pasillo.
Caminaron hacia mí, se quedaron rectos. —Sí, señora.

—Nombres.
—Fedel Morris, hijo de Gino Morris, fuiste tú quién…
—Deja de hablar —le dije antes de mirar al otro—. ¿Tú?
—Monte…
—Beau Brooks. Tráeme todo lo que puedan sobre él, acósenlo si es necesario.
Averigüen quién es su distribuidor y después háganlo mío con la fuerza necesaria.
¿Estamos claros?
—Sí…
—Entonces, ¿por qué siguen aquí?
Se miraron por un momento antes de irse.
—Mírate —dijo, Fiorello.
—No hay nada que mirar porque tienes un banco al cual llamar. ¿Por qué no
estás haciendo eso? —Su ceja se levantó antes de que se inclinara y marchara.

Liam
Abandonó el hospital tan rápidamente, que juro que dejó una estela de
humo detrás de ella. Yo sabía que el anuncio de Declan la afectaría, pero no
estaba seguro de cómo hacerlo. ¿Qué pasaba por su mente en este momento?
No podía haber estado pensando con claridad; si lo estaba, no se habría ido
sin avisar a nadie. Había agarrado las llaves de la Range, se fue y no podía
llamarla porque todavía tenía su maldito teléfono.
Ella me iba a volver loco, podía sentirlo. Estaba a punto de perderla y
asesinarla un día. Si no fuera por el maldito GPS en el coche, hubiera estado
jodidamente listo para llamar a la Guardia Nacional.
No pasó mucho tiempo para que la viera cuando saqué los restos de lo
que solía ser la Villa Giovanni; su antiguo hogar aquí en Chicago, el lugar
donde la encontré por primera vez, y fui disparado por ella. Se sentó sobre
un montón de viejas tuberías oxidadas, sólo mirando, completamente ajena
al mundo que la rodeaba. El aparcamiento estaba justo al lado de su coche,
agarré la botella de agua. El momento en que entramos, un disparo explotó
y me dejé caer al suelo. Ella sólo estalló en risas.
—¿Te has vuelto loca? —le grité, mirando el agujero en la puerta del
coche.
—Deja de acecharme. ¡Quería estar sola!
—¡Entonces, utiliza tus malditas palabras! ¡Podrías haberme matado!
—Deja de ser melodramático —dijo—. Sabía que no te iba a golpear.
Soy mejor tiradora que tú. —Ella suspiró, mirando a las estrellas.
Al diablo con eso, ella puede deshidratarse por todo lo que me importa, pensé,
lanzando la botella de agua en el coche.
—Oye, ¿no era para mí? —preguntó, observando cuando llegué a ella.

—No, el agua es para la mujer que no me dispararía —le contesté,


mirando a la Glock en la mano. Ella frunció el ceño.
—¿Cuántas esposas tienes, señor Callahan?
—Por mucho que me encante nuestras bromas, ¿qué haces aquí, señora
Callahan? —No entendía por qué no acaba de reconstruirla. Después de que
la casa fue incendiada, no permitía que nadie la tocara. No era más que
chatarra oxidada, porcelana rota, y un par de paredes que luchaban para
mantenerse erguidas.
—¿Sabías que fue aquí donde decidí totalmente unirme y correr el
negocio de la familia?
—No, no era consciente de que pasaste mucho tiempo en Chicago. —
No estaba seguro de cómo iba a saber.
—Por lo general vengo por dos razones: mi padre tenía negocios que
atender, o tenía una cita con el médico.
—¿No había médicos en California?
—Había, asno —dijo ella, poniendo los ojos en blanco—. Sin embargo,
el Dr. Anderson estaba aquí. Nunca supe por qué tenían dicha unión. Pero
él fue el que me ayudó a entregar, así que supongo que nunca le dijo a la
policía que Orlando se aseguró de que Aviela no se marchó. La lealtad era
una gran cosa para él, sin embargo, aún no mantuvo ninguna. Una vez me
dijo, con las manos alrededor de mi garganta, sé siempre fiel a ti misma. Para
sólo amarme a mí misma.
—¿Él puso sus manos alrededor de tu cuello? —Ahora estaba más que
contento de haber puesto la aguja en el brazo.
—Cálmate, macho man. Mi padre no me abusó, era el cáncer hablando.
Mientras estaba en quimioterapia, se ponía muy violento, muy frío. Se estaba
muriendo, y debido a eso no quería tomarlo. Teníamos peleas semanales al
respecto. Él se encerró para no enloquecerse conmigo. Y cuando tenía
diecisiete años, estaba dispuesta a alejarme. Ya lo había hecho. Estaba
cansada. Me había metido en la UCLA, mi padre estaba casi cerca de la

bancarrota y la gente estaba abandonando el barco más rápido de lo que


podría parpadear.
—Y diste la vuelta. —Todo el mundo en nuestro mundo creía que había
sido su padre quien había dado vida de nuevo al nombre Giovanni una vez
más. Ella era increíble.
Cuando ella me sonrió, sus ojos brillaban, con una mirada que sabía
que solo traería problema.
—¿Quieres saber cómo?
No estaba seguro.
—¿Bien? —Le contesté, tomando asiento junto a ella.
—Mi padre tenía dinero escondido lejos de ti. —Ella se rió, pasando
las manos por el cabello oscuro—. Estaba preocupado de que no te casarías
conmigo si yo no tenía dinero, y peor aún, sin poder. Mantuvo un libro negro
de todos los jueces, oficial de policía, y político que estaban en deuda con la
familia. Por no hablar de algunos tramos de los campos de mariguana en el
sur. Estaba tan molesta cuando lo vi. En primer lugar, valgo mucho más de
siete millones.
—Sí, ahora —bromeé, a lo que ella sólo levantó la pistola hacia mí—.
¿En serio?
No podía dejar de reír. —Así que, ¿tomaste mis siete millones y...?
—Tomé mis siete millones y compré el producto a través de uno de los
socios de Beau.
—¿Beau? ¿Al igual que el oficial Brooks?
—Sí, no era más que un pobre mendigo cuando lo conocí. Todavía no
sé si era un drogadicto o no.
—¿Qué pasa contigo y los vagos? Primero Jinx, ¿ahora Brooks? —Ella
sí que le gusta los perros callejeros. Afortunadamente eso estaba fuera de su
sistema.

—No voy a preguntar cómo sabías de Jinx, porque te podría disparar.


—Sus ojos marrones se entornaron en los míos. Me hacía quererla más
cuando me miraba de esa manera.
—De todos modos, Beau conocía a un soldado en América del Sur de
contrabando allí. Le ofrecí un trabajo, me ofreció todo lo que tenía:
conexiones, trabajadores, contrabandistas. A cambio, le di una salida. Al
parecer, tenía dos hijos que alimentar y no quería ser un traficante de drogas
durante toda su vida. Siete millones fue suficiente; Yo tenía todo, y el
momento en que hice ...
—La quimera del oro —dije en voz baja, sonriendo—. Estabas detrás
de la fiebre del oro. Sé muy bien que molestó a papá. Cada drogadicto y
distribuidor en el maldito país sólo querían la fiebre del oro. Tú vendiste más
barato y más fuerte de lo que jamás podría. Nos sangraban dinero y no
teníamos ni idea de quién estaba detrás de ello.
Mi padre estaba malditamente cerca de la loca búsqueda de la fuente de su
mierda.
—Siete millones se convirtió en veintiocho millones de dólares en el
primer mes. A finales de ese verano, había detenido la hemorragia, y todas
esas ratas que nos dejaron volvieron corriendo.
—Estoy seguro de que tuviste un día de campo con ellos. —Las ratas
tenían ninguna lealtad después de todo.
—Fiorello se hizo cargo de ellos. —Ella rió y se estremeció, no por el
aire frío, pero de algo que claramente no entendía.
—¿Fiorello? —le pregunté, poniendo la chaqueta sobre sus hombros.
Ella se quedó mirando fijamente por un momento, luego a mí antes de
asentir con la cabeza, estirando sus piernas en los escombros—. Nuestro
mayordomo principal. El día que viniste, muy probablemente se doblegó.
—Ah, el chico de Downton Abbey.
—Sí —ella puso los ojos en blanco—. Para celebrar, invité a todos los
hombres a un gran banquete en esta misma villa. Un vídeo fue reproducido

de todos los hombres que se marcharon. Para probar su lealtad, se suponía


que debían disparar a sí mismos. Ninguno de ellos lo hicieron, así que tuve
francotiradores que lo hicieron. El resto de ellos fueron advertidos por
Fiorello.
—¿No quisiste a Fiorello contigo cuando te mudaste?
Ella frunció el ceño una vez más y lo odiaba.
—No. Él no hubiera venido, y no lo forzaría. Se quedó por mi padre y
después de que mi padre murió, volvió a Italia. Descubrí que Brooks había
aplicado fuerza, pero fue rechazado un año antes de venir a mí. Una parte
de mí creía que podía llevar a mi familia y conseguir el crédito si se unía.
Aún así, he usado el libro negro de mi padre, cobré algunos favores, y él
estaba; mi encubierto personal, trabajando en la policía de Chicago. Me llevó
años, pero lo hice. Incluso después de que Valero quemó nuestros campos,
los Giovannis aún estaban en la parte superior. Después de la fiebre del oro,
los federales estaban a la caza de todos modos, así que se centraron en el
cristal y la heroína.
—Y Coraline... —Ni siquiera me atrevía a decirlo. Era tan extraño. Ella
era buena. Hizo todo lo posible para ser tan dura y tan mala como nosotros,
pero era demasiado buena. Me gustaba eso de ella.
—Y la enfermedad de Coraline trajo todo de vuelta. Me hizo
preguntarme cómo las cosas habrían sido si mi padre nunca lo hubiera
tenido. ¿Me habría ido a la UCLA? ¿Quién sería yo?
—Una dulce y linda graduada de universidad, más positivamente
todavía casada conmigo. Mi vida de seguro habría sido más fácil.
—Realmente quieres que te dispare, ¿verdad?
Riendo, la atraje hacia mí, envolviendo mis brazos alrededor de ella.
—Puedo verlo. Podrías ser realmente tan inocente como pareces.

—Todo lo que veo es a ti caminar por todo mi cuerpo y doblegarme


para el sexo como tu juguete personal. —Ella empujó hacia atrás, hizo clic
sobre la seguridad antes de guardar el arma.
Verla manejar su arma hizo que quisiera doblegarla por ahora. Este no
era el lugar. La última cosa que necesitaba era que ella se enferme de nuevo,
pero el coche...
—¿Por qué me miras de esa manera? —preguntó ella, a lo que me
limité a sonreír. Inclinándome, agarré sus piernas y la levanté al estilo de
novia.
—¡Liam maldito Callahan, bájame en este momento!
—No hasta que te doblegue en el coche. ¡De los cuales me debes uno
nuevo de todos modos! —Sonreí.
—¡Tú estúpido, bruto irlandés!

27
“Todo muere. Esa es la ley de la vida: la amarga ley inmutable”.
—David Clement—Davies

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Declan
Subí por los pasillos, por los corredores, en círculos, corriendo. Ella
acababa de subir, sin molestarse en hablar con una enfermera o incluso
enviarme un mensaje. No tenía idea de dónde estaba ni hacia dónde iba, y
lo que más me enojaba era el hecho que era mi culpa. Nunca debí haberla
dejado sola, pero sólo necesitaba un maldito segundo para respirar, para
recoger mis propios pedazos rotos. Tuve que haberme quedado con ella;
Nunca debí haber dejado su lado.
—¿Declan? —Mi padre me atrapó en medio del vestíbulo, pero no
pude encontrar sus ojos. Me quedé mirando a todas las caras que pasaban,
algunos vestidos blancos como la nieve, otros trajes azules, pero la mayoría
de ellos simplemente eran visitantes que vagaban por allí. Ninguno era
Coraline.
¿En dónde estaba? Maldición, ¿en dónde estaba?
—¿Declan? ¿Hijo? ¿Qué pasa? Háblame. —Me sacudió como lo hacía
cuando era niño, obligándome a encontrar sus ojos. Parecía cansada como la
mía. No me sorprendería si ahora tenía las arrugas que él tenía.

—Coraline. Se ha ido. No sé a dónde se fue. La enfermera dijo que


salió.
Se fue sin mí, sin nadie de la familia.
—Hijo, está en la iglesia en la calle. Hice que Monte la siguiera…
Ni siquiera esperé a que terminara antes de salir corriendo por las
puertas dobles automáticas y entrando a las calles. No tenía idea en qué calle
estaba, mi mente se deshacía en cada momento que ella no estaba a mi lado.
La iglesia de la que mi padre habló estaba a la vista, más abajo en el
camino. Empujé a través de la multitud, hice todo lo posible para no correr,
para mantener la calma y pensar en lo que iba a decirle. Con cada paso que
me acercaba a la catedral de ladrillos, sentí que las palabras escapaban de mi
cerebro y desaparecían en un canal.
No sabía qué decir. Estaba perdiendo la mente. Como un loco, había
estado corriendo por todo el maldito hospital, llamando a su teléfono una y
otra vez. Ahora estaba de pie en las puertas de Saint Margaret, inseguro de
lo que podía decirle.
Mi mente volvió a la primera vez que la conocí. Entré a una cafetería
para escapar del clima que se estaba derramando por la ciudad. En el
momento que la vi correr, sin aliento, goteando y riendo como una loca, me
encontré incapaz de apartar la vista de ella. Tenía esta presencia sobre ella y
me atrajo.
Se sentía como toda una vida.
Suspirando, agarré la puerta de la iglesia y tiré. Cuando la puerta se
abrió, la miré. Ella sobresalía como… bueno, como un borracho en una
iglesia. Se sentó en la catedral iluminada por las velas apoyadas en el banco
y una botella de vodka estaba en su mano. Ningún alma se atrevió a levantar
la cabeza. Me persigné, caminé por el pasillo, mis pasos resonaban mientras
corría para alcanzarla. Ni siquiera levantó la vista. Sólo bebió.
—Te llamé —le susurré.

—Mucha gente me llamó. Tiré el teléfono por la ventana. —De nuevo,


puso la botella en sus labios.

Era racional.
—Bien.
—Bien.
Estaba esperando algo… cualquier cosa. Para que se derrumbara como
antes, tal vez incluso gritara, pero en su lugar se sentó cómodamente en la
segunda fila mirando la cruz que cuelga sobre el mar de velas.
—Coraline, habla conmigo. Por favor.
—No quiero hablar. Sólo quiero beber.
—Coraline…
—¿Quieres hablar? Habla con Dios. Pregúntale por qué es tan idiota.
¿Por qué te da una mano y con la otra te abofetea la cara?
Se levantó del banco y se tambaleó hacia delante. La alcancé, pero
simplemente me empujó, derramando el vodka sobre su mano y sobre mí.
Ignorándola, continué avanzando hacia el altar.
—¿Sabías que sólo el cuatro por ciento de las mujeres con mi edad son
diagnosticadas con cáncer de ovario? —preguntó—. Golpeé en el tiro,
¡gracias gran chico! —Se echó a reír, bebiendo al pie de la cruz—. ¡Tengo
etapa dos, lo que significa que dos de mis ovarios han sido golpeados!
Porque, ¿quién jodidos necesita ovarios, verdad? Oh, y también mi útero. No
es que haya estado muriendo por querer un niño de todos modos. Muriendo,
qué divertido, chico grande. ¡Eres hilarante!
—Coraline…
—¡Deja de decirme Coraline! ¡Maldición! Si vivo…
—¡Vivirás! —Quise agarrarla, pero siguió caminando lejos de mí.
Mirarla me estaba volviendo loco.

—Sí, porque eres un todopoderoso Callahan. Ustedes lo ven todo, lo


saben, todo, son todo, ¿no? ¡Cada uno de ustedes camina sobre el agua!
¡Todos ustedes pueden hacer lo que quieran y Dios simplemente mira hacia
otro lado! Olivia tiene razón, él tiene favoritos, pero, ¿qué hay de nuevo con
eso? Pensamos que nos enteramos antes, ¡que equivocados estábamos! Me
equivoqué tanto… tanto… que pensé que estaba embarazada. ¿Qué tipo de
idiota piensa que está embarazada? ¿Cómo no lo sabía? No vi las señales
hasta que era demasiado tarde. ¿Cómo no me di cuenta?
Trató de beber, pero su botella estaba vacía. Alzó su brazo hacia atrás,
se dispuso a tirarla, pero se la quité antes que pudiera. La empujé en mis
brazos, sólo la abracé. No estaba seguro de qué decir, ni cómo podría hacerla
sentir mejor.
—¿Quieres la guinda del pastel? —susurró, inclinándose hacia mí—.
Esta iglesia, la iglesia al otro lado del hospital, se llama Santa Margaret. Ella
era la santa del parto, la de las mujeres embarazadas y personas
moribundas…
Respiró hondo y fue como si alguien nos hubiera apuñalado a ambos.
—No estás sola en esto. Somos tú y yo. Tú y yo tenemos cáncer.
Nosotros tenemos cáncer. Y te juro que nunca dejaré tu lado, pero necesito
que pelees contra esto. Necesito que vuelvas al hospital —susurré, besando
su nuca.
—No puedo. No puedo hacer la quimioterapia. No me puedo inyectar
con veneno, perder todo mi cabello, dejar que mis huesos se vuelvan frágiles,
por no mencionar… no puedo, Declan. Sólo…
—Puedes, porque no puedo vivir sin ti. Puedo vivir sin un hijo, en
verdad puedo, pero tú… tú no estás a debate. Te quedarás por el tiempo que
yo me quede y planeo vivir mucho tiempo, un largo tiempo. Así que por
favor, por el amor que me tienes, vuelve y luchemos contra esta perra para
que podamos volver a nuestras vidas.
Ella es lo más importante para mí. Ella lo es todo.

28
"La defensa es nuestro mejor ataque."
—Jay Weatherill

Traducido por Jessibel & cjuli2516zc


Corregido por Jessibel

Liam
—¿Cuánto nos va a costar este niño? —Mi padre suspiró, fumando
como una máquina de vapor mientras se inclina en contra de mi Mustang
'69.
Reajusté mis guantes.
—$58,378.23. Pero he pagado sesenta fijos para acabar de una vez.
Dios, odio el frío. Pero, ¿qué podía esperar de un invierno en Chicago?
Los últimos meses se desaparecieron dolorosamente lento, y ahora, aquí
estábamos, de pie fuera y congelando nuestras pelotas por un niño.
—Podría pensar en diez cosas diferentes que hacer con sesenta
grandes, y ninguno de ellos gira en torno a un niño de contrabando por la
frontera.
Sesenta grandes era como un grano de arena en una playa para
nosotros. Él sólo estaba aburrido, muy aburrido, de hecho, el hombre ni
siquiera se había ocupado en escribir.
—No tienes que venir, padre.

—Se te han acabado los hermanos por el momento. Me imaginé que


podíamos tener tiempo de calidad ahora, ya que estas a semanas de
convertirte en padre.
La mayor tormenta de mierda que había caído sobre nosotros en el
último par de meses fue Coraline, y casi no podía culparla. Había tenido una
histerectomía, y cada día que veía a una Mel ampliada, se venía abajo.
Finalmente fue demasiado, y Declan se la llevó de vuelta al castillo en
Irlanda. Todavía tenía meses de recuperación que soportar, para añadir otra
ronda de quimioterapia. Yo les daba todo el tiempo que necesitaban. Declan
no era sólo mi primo, él era mi hermano, y Coraline era su corazón. Neal y
Olivia, por el contrario, eran un paso por detrás dejando caer la faz del
planeta. Después de su exilio, él y Olivia solamente me hablaban cuando
estaban al mismo tiempo, en la campaña electoral. Tengo que darles crédito,
finalmente fueron buenos en algo: ser marionetas. Sonrieron para las
cámaras y nos hicieron quedar bien. En unas pocas semanas, estarían en
casa, y yo tendría que hablar con Neal, pero por ahora, es necesario
asegurarse de que todas las escotillas estaban cerradas.
Eso fue exactamente por qué estábamos aparcados momento justo fuera de
la ciudad, esperando bajo el puente mi paquete.
—¿Estás nervioso? —preguntó mi padre, y me entregó su cigarro. Lo
rechacé con la mano; no valía la pena el lío que Mel me daría si llegaba a casa
con olor a humo. Ella estaba más que sensible ahora.
—¿Nervioso por qué?
—Acerca de tu hijo. Entendí por qué tú y Mel no querían hablar de ello
mientras todavía había una posibilidad de que pudieran perderlo. Tu madre
y yo hemos tratado de darle mucho tiempo para dejar que lo absorban, pero,
los dos estamos impresionados que no has tenido más preocupaciones.
Ninguno de los dos incluso han mencionado un cuarto de niños, ni tampoco
Mel quiere un fiesta prenatal...
—No quería una fiesta prenatal porque los dos sabíamos que ella
habría destrozado y matado hasta el último de nosotros. —Sólo podía verla

ahora, un cascabel de bebé en la mano, machacando el cráneo de un pobre


idiota. Y ese pobre idiota, probablemente habría sido yo.
Mel y yo habíamos hablado sobre el bebé; pasamos la mayor parte de
las noches hablando de él. Qué nombre le daríamos, cómo íbamos a manejar
nuestro trabajo y la crianza. Mel no se abría bien a la gente. Había tomado
dos años de matrimonio para que ella verdaderamente se abriera, incluso
conmigo. El ir a mis padres no era algo que pensé que podía hacer por el
momento.
—Te conozco y mamá quiere ser incluida más —dije—, pero Mel no es
buena con ser personal, sabes esto. Ella está trabajando en ello y no puedo
empujarla. Estamos pensando en llamarlo Ethan Antonio Callahan.
—¿Ethan? —Él sonrió, girando hacia mí.
—Sí. —Sonreí a cambio—. Quería algo irlandés, y me dijo que me fuera
a la mierda, que su apellido era suficiente irlandés. Se mantuvo leyendo
nombres italianos, me preguntaba si era un nombre de un aperitivo o
entrada. Bajamos por una línea de nombres con «E» y Ethan acabó de saltar
en nosotros. No dudes en pasarlo a mamá para que pueda comenzar a
bordar suéteres y monogramas en platería. Con suerte, eso la mantendrá
fuera de la cosa de la fiesta prenatal.
—Sobre eso... —se detuvo.
—Por favor, dime que no lo hizo. Por favor, por el amor de Dios, no me
digas que mamá va adelante con ello. —Empujando el coche, me volví hacia
él.
Él continuó fumando, haciendo lo posible por no encontrar mi mirada.
—¿Estás bromeando? Estoy haciendo todo lo que pueda para
jodidamente hacerlo en el siguiente par de semanas. Ella va a pensar que
esto soy yo.
—¿Vaya, el pobre jefe tiene miedo de su gran esposa, embarazada? —
Se rió, tirando el cigarro en el suelo.

—Lo dice el hombre que probablemente trató de hablar a su esposa de


esto y fracasó. Y le haré saber que la llamaste grande. —Como si pudiera
hacer frente a su esposa tampoco. Los dos estábamos jodidos, y en el
momento que me dio la oportunidad, yo lo estaba lanzando debajo del
autobús.
—Tu paquete está aquí. —Él asintió con la cabeza hacia la van
conduciendo a través del pequeño arroyo hacia nosotros.
Miré hacia arriba en el puente, vi a las armas a la espera mientras el
vehículo más viejo se detuvo justo enfrente de nosotros. Odiaba tratar con
traficantes de seres humanos; me enfermaban. La mierda que hicimos fue
por propia voluntad de cada persona. No mantuvimos la aguja en sus venas
o polvo en sus narices. Todo fue por su propia voluntad. Los traficantes
estaban enfermos y merecen todo lo que venía a ellos, pero todavía sabían
cómo conseguir un cuerpo. Y necesitaba a este chico.
Los cuatro hombres sacaron el niño pequeño de la camioneta. Ambas
manos estaban atadas, una venda sobre los ojos. El niño pobre debe haber
permanecido en mi cadera. Luchó y luchó contra los hombres, con lágrimas
rodando por su rostro. Ellos sostenían el cuello de la camisa rota y cubierta
de suciedad.
—Te dije que no sería dañado y que era para estar informado de donde
lo estabas tomando —dije.
—Él está vivo, ¿verdad? Suerte también porque tenemos otra oferta
para él. Te va a costar otros diez. O lo tomaremos y nos iremos.
¿Por qué la gente eligió poner a prueba mi paciencia cuando estaba
más allá de mí? Era como si querían que probase varias veces que estaba
dispuesto a vencer a la mierda fuera de ellos. Mi padre me miró con una
sonrisa enfermiza en su cara que sólo podría haber sido igualada por la mía.
Asentí y él sabía lo que esto significaba.

—Deja que el chico se vaya y obtén el dinero que acordamos, junto con
tus armas —le dije. Se sonrieron el uno al otro antes de agarrar el chico de
nuevo.
—¡No! ¡No! Déjame ir. ¡Dejar ir! —exclamó el muchacho, tratando de
luchar.
Suspiré, tiré del fajo en mi chaqueta y la tiré a uno de sus pechos.
—Esa es la mitad que te debo —les dije antes de lanzar otros diez hacia
él—. Y ese es el diez. Ahora entrega mi paquete.
Todos estaban disfrutando del hecho de que tenían solo bloqueando a
un Callahan. Dejaron caer al niño como un saco de patatas en el suelo.
Caminé hacia él, le quité la venda y las cuerdas.
—¿Quién habría pensado que el legendario Callahan tenía una cosa
por los chicos jóvenes exóticos? —Uno de los hombres dijo—. Podemos
hacer de esto una continua aventura empresarial.
—Espera un segundo —dije antes de mirar hacia abajo—. Estás a
salvo. Estás a salvo —le susurré al niño en el suelo. Sus ojos marrones muy
abiertos, estrechos, y nada más que reflejando una piscina de miedo. Me
gustaba la expresión en los adultos —en hombres— pero en los niños que ni
siquiera tienen todos sus dientes, me molestó.
—Te voy a llevar con tu madre —le dije—. Lo prometo, toma asiento
en mi coche. —Miró a mi padre y luego a mí.
—¿Me llevarás con mi mamá?
—Lo prometo.
Asintiendo lentamente, me tomó la mano y caminamos los tres pies de
regreso a mi coche, mi padre simplemente abrió la puerta para él y usó su
cuerpo para proteger la ventana. Nuestros ojos se encontraron justo antes de
que me quité la chaqueta, lanzándola en el capó y permitiéndoles ver las dos
armas de fuego en mi espalda. Él Simplemente sacó otro cigarro, el hombre
siempre estaba empaquetado.

—¿Qué mierda es esto, Callahan? —gritaron, desatando todas sus


armas cuando dos de mis coches nos encajonaron. Uno por uno, mis
hombres salieron con sus cañones apuntando hacia ellos.

—Esto, mis amigos, es lo que pasa cuando tratas de hacer trampa.


Cuando me insultas. Cada uno de mis hombres están deseando arrancar sus
cabezas. Le sugiero que tiren sus armas.
Sus oscuros ojos miraban más a los nueve barriles apuntando a la cara
antes de dejar que la gravedad se apoderara de sus armas; las lanzaron a sus
pies, sosteniendo sus manos en señal de rendición.
Crucé los brazos sobre el pecho, me quedé mirando fijamente al último
hombre de la derecha, todavía con mi dinero en sus manos peludas. Extendí
la mano, el pequeño hombre me lo entregó todo antes de dirigirse de nuevo
a la línea. Paseando a lo largo de mi chaqueta, guardé el dinero y empecé a
silbar. Saqué mi cuchillo y la pistola antes de girar alrededor.
—Desnudos —ordené.
—Jódet… —Antes de que pudiera terminar, tiré el cuchillo a la derecha
en la nariz. Su cuerpo cayó hacia atrás mientras se sofocaba en su propia
sangre, desesperadamente buscando aire, llorando de dolor hasta que no
pudo llorar más.
El resto de ellos comenzó a desvestirse.
—No tengo ningún respeto por ustedes cerdos, pero estaba dispuesto
a dejar que se deslizaran por negocios. Luego llegan a mí, tarde, ingratos, y
es una falta de respeto. Me duele. —Suspiré, cargando seis balas en el
revolver lentamente. Disfruté viéndolos entra en pánico mientras hacía
esto—. Y cuando me duele, otra persona tiene que sentir mi mal. Es lo que
hace que mi mundo gire.
Sonriendo, disparé al primer hombre en la ingle. El gritó tan fuerte que
estoy seguro de que estalló una vena en el cuello.

—¿Sientes el mundo girar? —Sonreí.

Melody
Me siento como una obesa Jackie Kennedy.
Suspiré, fijando el estúpido sombrero rojo en mi cabeza justo antes de
que Fedel y Monte abrieran la puerta para mí.
En el momento en el que mi pie cruzó la línea y la puerta se cerró detrás
de mí, estaba en territorio enemigo, y yo sobresalía como un hombre de
mediana edad en vacaciones de primavera. Cada tarjeta se volvió hacia mí,
algunos con los ojos abiertos, otros de pie rectos y fijando sus corbatas. Me
sentí como si estuviera en la pantalla, pero ese era el punto. Es por eso que
había llevado este abrigo de lunares con los guantes y el sombrero. Quería
que cada maldito oficial de este departamento se fijara en mí mientras entré
en su casa.
—¿Puedo ayudarle, señora Callahan? —preguntó un joven, oficial
rubio, intensificando rápidamente—. ¿Sabes quién soy? —Sonreí.
—Todo el mundo sabe quién es usted, señora. El nombre de
su marido está en casi todo alrededor de aquí. ¿Puedo ayudarle en algo?
No me gustó la forma en que se refirió a Liam, había un filo en la parte
posterior de su voz, pero yo no era Mel en este momento. Tenía que ser
Melody Callahan, la dulce esposa de un gato gordo millonario de Chicago.
Había pasado un tiempo desde que había derribado a la primera dama y
todo había estado en silencio. Jodidamente tranquilo. Y con la elección a la
vuelta de la esquina, estaba asegurándome de que no habría más sorpresas
este mes de noviembre; estábamos en la recta final.
—Sí, Oficial…
—Oficial Scooter.

—Bien Oficial, estoy buscando a la señora Morales. Ella era una


sirvienta en mi casa. No he sido capaz de llegar a ella por algún tiempo y
estoy bastante preocupada.
Su lenguaje corporal cambió totalmente. Sus brazos fueron a la cintura,
y su expresión, junto con su mandíbula, se endureció.
—Bueno, señora, no hay ninguna necesidad de preocuparse. Aparte
de estar sin trabajo y sin su hijo, está muy bien. Debido a los recientes
acontecimientos con el Presidente, estamos manteniendo nuestro testigo
bajo protección.
¿Está este desgraciado tratando darme un revés bajo venganza?
—Sólo recientemente he descubierto que ella perdió su trabajo —le
dije—. Si pudiera, por favor hacerle saber que puede tenerlo de nuevo una
vez que todo esto haya pasado, estaría agradecida. —Y no cortaré tu garganta.
Él frunció el ceño, mirándome cuidadosamente antes de mirar hacia
Fedel y Monte.
—Una gran cantidad de poder tiene allí sólo para ver a una sirvienta.
Estoy seguro de que ustedes pueden encontrar una nueva sirvienta en un
instante.
—¿Quién, ellos? —Le señaló a Fedel y Monte—. Mi marido es tan
paranoico a veces, y ahora que estoy embarazada, él simplemente se pone
loco. La Sra. Morales ha estado trabajando para nosotros durante años. Ha
estado tratando de traer a su hijo de nuevo. Cuando oí que mi cuñada la
despidió, me sentí muy mal. Ella no sólo ha hecho tanto por nosotros, pero
ahora está de pie contra la injusticia, contra la mujer más poderosa del país.
Con ese tipo de fuerza, me gustaría poder hacer más por ella. Yo realmente
quiero hacerle saber que los Callahan están en su esquina si necesita algo.
Usted puede hacer eso, ¿correcto oficial? No estoy rompiendo un código de
policía súper secreto, ¿verdad?
—Sí. —Asintió—. Haré que le pasen la información una vez que
testifique mañana.

—Gracias, Oficial Scotty…


—Scooter.
—Lo siento mucho. Soy terrible con los nuevos nombres. Es cerebro de
embarazada. ¿Puede creer que estoy casi en los ocho meses ya? Bueno, voy
a estar fuera. Gracias de nuevo. —Alcanzando su mano, sonrió mientras
estrechaba la mía.
—Usted también, señora Callahan. Felicidades por la victoria del
senador.
—Él no ha ganado todavía. La elección no es hasta dentro de tres
semanas. —¿O él tiene una bola de cristal en el culo?
Se encogió de hombros.
—Todo el mundo sabe ahora que la primera dama está fuera de la
imagen, el hombre está a punto de convertirse en el líder del mundo libre.
Ustedes, Callahans, siempre tiene la mejor suerte. ¿Cómo lo haces todo?
¿Él quiere hacer esto ahora?
—Estamos bendecidos, creo. Las cosas buenas pasan a gente buena,
¿verdad? Todavía no puedo creer todo ese lío con la primera dama.
—Usted sabe —se rió—, está este rumor loco dando vueltas sobre
cómo estabas todo conectada en esto de alguna manera. Que todo esto era
parte del plan maestro de tu marido para conseguir que su chico llegara a la
Casa Blanca para su propia agenda. La primera dama dijo que tuvo ayuda,
pero ella no sabía el nombre de la mujer. ¿Qué opinas de eso?
Él estaba empujando a la mujer hormonal equivocada en este momento.
—¿Debo llamar a mi marido... o mi abogado o algo así? —le pregunté,
frotándome el estómago.
Antes de que pudiera hablar, Brooks se acercó a su lado.
—¿Señora. Callahan? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? Lo siento
tanto, ninguno de nosotros sabía que venía en la actualidad.

—No, ¿oficial...?
—Brooks, señora. Su familia ayudó a pagar las lesiones de mi antiguo
compañero de ese incendio en la fábrica de Chicago el año pasado. —Él se
acercó y extendió la mano. El momento en que sus manos ásperas
encontraron las mías, la apreté antes de soltarlo.
—Por favor, no nos agradezca o pida disculpas. Soy yo quien llegó sin
previo aviso. Tenía un poco de información que quería transmitir a la señora
Morales. Pero el Oficial Scatter...
—Scooter.
—Cierto. —Me sonrojé—. Me dijo que iba a manejarlo. Realmente
debería ponerme en marcha antes de que mi marido llame en busca de mí.
Antes de que pudiera salir, el hijo de puta de cabellos de oro tenía que
conseguir la última palabra.
—Estoy contento de ver que los rumores de usted casándose con un
Callahan por poder eran todas falsas. Ambos parecen muy felices.
Mordiendo mi lengua, me obligué a sonreír una vez más.
—Todos son rumores. No es de extrañar que no todo puede reducir la
tasa de criminalidad. Parece que todo lo que hacen es chismear. Buenos días.
Monte abrió la puerta de la calle cuando el coche se detuvo en la acera.
Me tambaleé despacio por las escaleras con Fedel revoloteando detrás de mí.
Todos ellos hicieron eso, y ahora que estaba mostrando tanto, no podía ni
levantarme de la cama sin ayuda. Me deslicé dentro, me quité el sombrero,
lanzándolo contra el asiento.
—¡Eso no es bueno cabrón de mierda! ¡Quiero su cabeza! ¡Quiero
vencer a la mierda fuera de él hasta que se rompa el cuello y luego dejarlo
caer sobre un maldito cañón! —Grité, respirando por la nariz mientras
frotaba círculos en mi estómago.
—Señora, por favor. El Sr. Callahan...

—Juro por tu cabeza que si me dices que me calme por miedo a mi


marido, Fedel, voy a recordar quién soy —con o sin puto bebé. ¿Me
entiendes? —Liam casi había perforado en sus mentes que yo estaba en la
necesidad de no sólo un guardaespaldas, también alguien que me
mantuviera en calma.
Él asintió con la cabeza, mirando por encima de Monte como
queriendo decir: que estás haciendo.
—¿Quieres que me ocupe del funcionario, señora? —Monte me
devolvió la mirada.
—No. —Quería ser quien me hiciera cargo de ese autosuficiente
imbécil. Pero él no podía morir, no todavía—. Quiero los ojos puestos en él
en todo momento. No quiero lidiar con otro policía aspirante a héroe. En este
momento, estoy más preocupada por asegurarme de que este plan funcione.
—Señora, ¿por qué ir a través de todo este problema por una
sirvienta? —preguntó Fedel—. Ella no ha dicho nada a la policía en meses.
—Por alguna razón, su voz estaba solo irritando la mierda de mis
nervios.
—No podemos matarla si la policía la tiene bajo protección, y matarla
sólo haría quedar mal. Aviela pasó por mucho para impedir llegar a la Casa
Blanca, y en cuestión de semanas, vamos a tener ochenta y siete por ciento
del electorado. Tiene que haber un contragolpe por eso, y no queremos
que utilicen a la sirvienta en contra de nosotros. Así que tenemos que
mantener la única ventaja que tenemos: su hijo. Ella puede tener un trabajo
y su hijo, que es tan bueno como haberla comprado. Aviela no puede llegar
a nosotros a través de ella.
—¿Pero le dejaremos saber a la sirvienta?
Sonriendo, asentí y miré por la ventana. Esperé por la llamada
telefónica que sabía sería lo próximo. Cuando Beau llamó para informarnos
sobre la ambición de su compañero, habíamos pensado que era mejor matar
a tantas aves como sea posible con una sola bala. Queremos evitar que Aviela

tome cualquier acción contra nosotros a través de la sirvienta, asegurando


que no podía matarla, y ahora le habíamos dado al Oficial Scooter un maldito
hueso.
—Señora, Beau está en la línea. —Monte giró, y me entregó el teléfono.
—Ponlo en el altavoz —susurré, frotando círculos en mi estómago
mientras cerraba los ojos. Tenía muchas ganas de tomar un baño caliente y
descansar; los dolores en los tobillos eran una molestia.
—Ya está —dijo Monte a él.
—Señora, tenías razón, Scooter quiere que la sirvienta vaya encubierta
a la casa después de que ella testifique. Está dirigiendo por encima del jefe
ahora. Debería...
—Ayúdalos de todas las posibles maneras, Brooks. Adiós.
—Oh, mierda. —Declaró Fedel obligándome a abrir los ojos de golpe.
Ambos miraron por la ventana con la boca abierta antes de que Fedel
encontró mis ojos en el espejo retrovisor.
Miré hacia fuera, sentí comenzar a hiperventilar. Allí, en la inmensa
entrada de los Callahan estaba un masivo letrero azul envuelto en pájaros
feos, sonajeros y cunas.
—Por favor, dime que no dice lo que creo que dice —dije entre dientes,
mis fosas nasales se dilataron mientras conducimos.
Me quedé mirando la embestida de los coches que pululan como una
especie invasora en nuestro camino. Todas las malditas mujeres de las
funciones mensuales de caridad de Evelyn, estaban allí con sus falsas
sonrisas de esposa de Stepford, y grandes cajas con grandes arcos
desagradables. Era como si estuvieran caminando en cámara lenta con el
viento que sopla su pelo hacia atrás y sus risas llegaban a mis nervios ya
deshilachados. ¡Jesucristo, era otro nivel completamente del infierno!
—Voy a matarla sangrientamente. Picarla en pequeños trozos y
espolvorear sobre su puto lago de Michigan. —No podía creer… bueno,

podía creer que iba a hacer esto, pero maldita sea todos—. ¿Hay alguna
manera de llegar al garaje?
—No, señora —dijo Monte—. Todos estos coches están en el camino,
y nos han visto. —Asintió sobre la mujer vestida de azul, saludando y
sonriendo a todas las otras mujeres que sabía que odiaba, cuando hizo su
camino.
Podía manejar una gran cantidad de cosas, pero una suegra loca no era
una de ellas. Pero no podía esconderme en el coche como una perra. Maldita
sea ella.
Querido Dios, dame la fuerza para no matar a nadie.
Al salir, me encontré con una de los plásticas con el pelo rojo más falso
que había visto nunca.
—¡Oh, Dios mío! —ella gritó y sonaba como si tuviera gatos tratando
de abrirse paso arañando, fuera de su garganta—. ¡Melody, estás enorme!
¿Seguro que no tendrás gemelos? Mi prima totalmente, en serio, pensó que
sólo tendría uno. Seguí diciéndole, ¡Sissy, estás enorme! ¡Tiene que haber otro
bebé en alguna parte! Y he aquí, que tuvo trillizos. Estás gigante, ¿cómo es que
todavía estás en esos tacones? Me encanta Giuseppe Zanotti, pero no hay
manera de que pudiera usarlos mientras estaba embarazada. No al menos
con mi primer hijo, este es tu primer hijo, ¿verdad? Tu y Liam debe estar tan
excitados con un niño... —En el momento en que su mano fue a mi estómago,
la agarré mientras miraba fijamente a sus ojos.
Quería matarla. Ella seguía ladrando. Ni siquiera sé quién carajos era
ella, y me estaba hablando como si fuéramos las mejores amigas. No iba a
hacerlo. ¿Quién se creía que era? ¿Quién se creía que yo era, que ella sólo
podía llegar hasta mí de esta manera?
—Melody, mi brazo. —Ella hizo una mueca, mientras jodidamente
pudo.
—¡Mel, querida! —Evelyn se acercó, tirando de mí en un abrazo
armado, aflojando con eficacia la mano de la mujer muy afortunada en frente

de nosotros—. Tú y este embarazo haciendo de las suyas. Juro que podría


hacer que los hombres lloraran sin ni siquiera saberlo. ¿Estás bien, Nicole?
—Por supuesto —exclamó la hiena—. No soy una pequeña y delicada
flor. Soy más fuerte que...
—Gracias, Nicole. Te veremos en el interior, tenemos un gran vino. —
Eso la hizo callar y la envió a correr como un perro con un aroma fresco.
—Ahora Mel, antes de amenazarme de muerte... —dijo Evelyn.
—Estamos más allá de eso, Evelyn. Ahora estoy tratando de averiguar
dónde volcar tu cuerpo.
Suspirando, ella puso los ojos en blanco antes de tomar mi brazo en el
de ella. —Mel, sé que no te gusta este tipo de cosas, pero es todo lo que tengo.
Tienes tu imperio, bueno este es mío. Yo manejo una imagen pública. Soy la
razón por qué, si Dios no lo quiera, todos necesitamos testigos de carácter,
tenemos gente de sobra. Mi primer nieto va a tener una maldita fiesta
prenatal y será la mejor en el estado. Habrá torta, habrá imágenes, y habrá
juegos de bebé. Lo manejarás de puro amor por mí, Mel, porque no me has
visto loca todavía. Una vez que estén lo suficiente borrachos, puedes irte, ¿de
acuerdo?
—Quiero a Liam aquí. Nada de esa mierda femenina —respondí,
saludando con la mano a una pocas mujeres más cuando salieron de sus
coches.
—Él ya está aquí. —Ella sonrió, conduciéndome a la puerta. Este sería
las pocas horas más largas de mi vida.

Liam
Todo dentro de la casa estaba adornado de azul y blanco; sillas azules
y blancas, lámparas de araña de cristal azules y blancas, pinturas, bolsos de
regalo. Si pudieras verlo, era azul o blanco. Le habían llevado seis horas sacar
esa mierda mientras Mel y yo no estábamos en casa. Lo que significaba que
ella debía haber estado planeando esto durante semanas, y mi padre
mantuvo su boca cerrada hasta que fue demasiado tarde.
Había más amas de casa intoxicadas en mi casa que en todo el condado
de Orange; y se sentaban en un círculo masivo alrededor de Mel, en medio
de nuestra sala de estar.
—Ella está siendo... diferente de ella —susurró mi padre a mi lado.
Estábamos prisioneros, incapaces de salir de la habitación, pero incapaces de
acercarnos al maldito círculo. Así que todo lo que podíamos hacer era estar
junto a la puerta con nuestros vasos de vino azul tintado y ver.
Mel se echó a reír, sacando otro mameluco más de lana, que iría bien
con el chaleco de lana que había adquirido antes, junto con la bufanda de
seda, botines de cachemira y la chaqueta de lana roja. Después de todo, los
recién nacidos sólo aman su lana. Mel sonrió y les agradeció antes de
mirarme y mostrarme el ridículo traje. Todos ellos chasquearon sus cuellos
mientras se volvían hacia mí, esperando mi aprobación; sólo cuando no
estaban mirando los ojos marrones de Mel brillaban de rabia. Ella estaba
siendo torturada, pero yo también; todo lo que podía hacer era asentir y
sonreír también.
—¿Cuánto tiempo más debe continuar esta charada? Tengo planes
para nosotros esta noche —susurré. Aunque ahora que mi madre había
lanzado esto sobre ella, dudaba que Melody quisiera ir.
—Hasta que tu madre tenga suficientes fotos para llenar la mitad del
libro de bebé de tu hijo —contestó mi padre—. ¿Cuáles son tus planes?

Sacando las entradas del bolsillo de mi chaqueta, se las pasé a él.


—¿Bianca e Falliero por Felice Romani? —leyó—. No sabía que
disfrutabas de la ópera. Es uno hermoso.
—No lo hago, ella lo hace. ¿Y desde cuándo sabes de ópera? —Nunca
antes había hablado de esa afición.
Él sonrió socarronamente. —Lo sé todo, hijo.
—Pura mie…
—¿De quién es este? —preguntó Mel, buscando en la caja blanca en
sus manos una etiqueta o una tarjeta. Nadie respondió, cada una de las
mujeres mirándose la una a la otra comentando sólo el envoltorio.
—¿Fueron todos los regalos registrados y comprobados por los
hombres? —le pregunté a mi padre, saliendo de la pared cuando los ojos de
Melody se encontraron con los míos de nuevo.
—Todos ellos, incluso aquel. Yo mismo lo hice, aunque no revisamos
las tarjetas —respondió.
Cada una de las mujeres se inclinó hacia delante, todas muriendo para
ver lo que había dentro. Yo, por otra parte, no estaba tomando ninguna
oportunidad.
—¿Puede un futuro padre abrir uno de los regalos? ¿O estoy
rompiendo alguna antigua tradición? —Les guiñé un ojo, haciendo que Mel
y mi madre pusieran los ojos en blanco mientras las sanas mujeres reían
tontamente.
—Oh, no veo por qué no. ¿Verdad, señoras? —dijo una de ellas.
—¡Por supuesto! —respondió otra.
—Esto es tan dulce —dijo alguien más—. Ustedes deberían tomar una
foto. ¿Verdad, Evelyn?

Llegué a mi esposa, le besé la mejilla antes de tomar la caja lentamente


de sus manos. La cosa entera estaba acolchada y suave cuando levanté la
tapa. Me preparé mentalmente para todo menos para lo que era...
—¡Aww! —arrullaron cuando saqué el osito de peluche blanco vestido
con el mejor traje negro que un oso podría tener, junto con un sombrero de
copa y una pequeña metralleta en la mano.
—Un poco violento, pero tan lindo —dijo otra de ellas.
—Liam, cariño. Hay una nota en el bolsillo de la chaqueta. —Mi madre
me señaló y efectivamente, justo delante de su diminuto pañuelo rojo, había
una pequeña tarjeta que sólo tenía dos palabras y una nota escrita en ella:
Amor
Mamá ~A
—Gracias a todos por esto —dije—. Honestamente, a nuestro hijo no
le faltará nada. Voy a escapar de nuevo en mi pequeño rincón ahora. —Se
rieron. Al menos alguien podía reír mientras entregaba el oso mafioso de
vuelta a Mel.
Ella no me miró. En vez de eso, se concentró en las mujeres frente a
ella, pidiendo el pastel. Entré en el pasillo con mi padre, hice todo lo posible
para no gritar. Alguien iba a morir. No estaba seguro de quién, pero sabía
malditamente bien que no iba a ser mi esposa, mi hijo o yo.
—Hay un topo en mi casa. Esta es la segunda vez que ella entra. Quiero
que los encuentren, ahora.

29
¡Sangre! ... ¡Sangre! ... ¡Eso es bueno! ¡Un fantasma que sangra es menos
peligroso!
—Gaston Leroux

Traducido por Florpincha & Jessibel


Corregido por Jessibel

Melody
Sentada en mi tocador, no podía apartar mis ojos del estúpido juguete.
Mi madre era como el Joker, jugando juegos mentales con la gente mientras
nos recordaba que siempre estaba allí, al acecho. De alguna manera ella me
había conseguido este juguete sin aparecer en ninguna cámara y sin alertar
a ninguno de los hombres de guardia. Liam ya lo había desmontado y lo
había vuelto a juntar, no había cámaras ni cables en él. Era sólo un juguete.
No lo entendí. Incluso con lo jodido que estaba, cada vez que miré hacia
abajo, en mi estómago, sentí mi garganta cerrada mientras trataba de luchar
contra las emociones que se elevaban. Ni siquiera estaba aquí y sabía que
moriría, que haría cualquier cosa por él. ¿Cómo podría mi propia madre
estar tan empeñada en destruirme? Incluso con sus problemas con Orlando,
yo había venido de ella, yo era parte de ella, y ella todavía quería matarme.
—Te ves increíblemente hermosa —dijo Liam mientras se acercaba a
mí, y se encontraba con mi mirada en el espejo.
No pude evitar sonreír mientras me volvía hacia él. Allí estaba de pie,
ni siquiera a un pie de mí, vestido con un esmoquin completo, zapatos
brillantes de color negro e incluso se había molestado en peinarse el cabello.

—¿A dónde vamos?

Me había traído un vestido nuevo; largo, azul, seda drapeada, gasa, un


corsé con un corpiño interno de Alexander McQueen. Encajaba
perfectamente en mi estómago, y sabía que había tenido la ayuda de Adriana
con esto, pero era hermoso y un poco grandioso para una noche normal.
—La respuesta correcta es gracias, cariño y te ves increíble también. —Él
hizo una mueca, tratando de arreglar su pajarita.
Al levantarme, agarré un asimiento de la corbata. —Con la excepción
de tu cabello, te ves increíble. Ahora, ¿a dónde vamos?
—Tampoco tienes idea de cómo hacer esto, ¿verdad? —Él sonrió,
mirando hacia abajo en mi intento fallido de atar su pajarita.
—Ni siquiera un poco. —Me reí, dejándome ir—. Pero ¿no es eso lo
que hacen las buenas esposas? ¿Arreglar los lazos de sus maridos?
—¿Si? Creo que el hecho de que no puedas atar una corbata es
encantador. —Me besó la frente antes de mirarme al espejo.
Crucé mis brazos, simplemente lo miré por un momento. —Estás
dorando la píldora, marido. Y no me has dicho a dónde vamos.
Él suspiró.
—Vamos a una cita.
—Liam, ya te he dicho...
—No sales con nadie. Lo sé, pero yo sí. Y como el matrimonio es un
compromiso, te voy a ignorar.
—Lo siento, imbécil, pero ¿cómo es esto un compromiso? —Yo no iba
a ser apaleada por él sólo horas después del pequeño truco de su madre.
Teniendo una fiesta prenatal con mujeres que no conocía y no me gustó;
todavía estaba un poco molesta por ello.
Puso los ojos en blanco, sacó dos boletos de su chaqueta y me los dio.

—Bianca e Falliero. —Mis ojos acariciaron cada palabra lentamente,


como si no pudieran creer lo que estaban viendo, antes de levantar la mirada
hacia él.

¿Cómo lo sabía?
Me encantó esta ópera. Era la primera que había visto con mi padre.
No estaba segura de qué más decir, excepto—: No te gusta la ópera.
—No. —Se apoyó en mi tocador—. Por eso es un compromiso. Esta
noche, solo quiero que te diviertas, no como un jefe, sino como tú misma.
—Somos lo mismo, pero gracias —susurré. Realmente no entendía lo
mucho que esto significaba para mí. Tuve que luchar contra el impulso de
llorar. ¿Qué diablos estaba mal conmigo?
—Mierda. ¡Uf, esas malditas hormonas! —gruñí, haciendo todo lo
posible para impedir que mi maquillaje se corriera. Liam colocó su mano en
mi cintura, me acercó más a él, y todo lo que podía oler era la cálida miel
y la canela. Él no dijo nada, simplemente se aferró a mí mientras me abracé
a él. Esta no era la primera vez en meses que había llorado por las cosas más
pequeñas delante de él. Llorar no era algo que me gustaba hacer. Era extraño
para mí y lo prefería de esa manera. Él no me dijo que estaba bien, y él no
llamó la atención. Me sostuvo hasta que estuve lo suficientemente tranquila,
y entonces él nunca lo mencionó de nuevo. Estaba agradecida por ello. Me
hizo sentir más en control de mí misma, y en control de mi entorno. Me hizo
sentir segura. Él me hizo sentir segura cuando nunca me había dado cuenta
de que necesitaba hacerlo.
—¿Liam? —susurré.
—¿Sí?
—Tenemos que irnos o llegaremos tarde.

Riendo, me soltó, pero antes de alejarme de él, pasé mis manos por su
cabello unas cuantas veces. No esperaba que él gimiera y se apoyara en mis
manos, pero lo hizo. Era como acariciar a un león.
—No te peines el pelo. Me encanta como está —le susurré, tirando
ligeramente y haciéndole lamer la comisura de sus labios mientras me
miraba fijamente; sus ojos estaban vidriosos de pasión y lujuria—. Te amo
como eres.

Su pecho se expandió rápidamente antes de relajarse. Era como si


estuviera soltando una respiración profunda que nunca supo que estaba
sosteniendo. Acarició mi mejilla, rozó su pulgar sobre mis labios, lo que muy
probablemente manchó mi lápiz labial, pero no me importaba. Pude ver la
cantidad de control que estaba ejerciendo. También podía ver su miembro
palpitar contra sus pantalones negros, luchando contra su cremallera, no
queriendo nada más que ser liberado de su prisión de tela e incrustarse
profundamente dentro de mí. Su pulgar adornó mis labios antes de ir a mi
mejilla.
—Deberíamos irnos —repitió en un susurro—. Vamos a llegar tarde.
Se apartó de mi comodidad y miró sus dedos sobre mi piel. Parecía
memorizar el rastro que estaba haciendo desde mi cara al valle de mis
pechos.
—Eso solo depende de lo rápido que seamos —susurré, agarrando su
mano y besando su palma antes de darme la vuelta.
—Jesús maldito Cristo, Mel —dijo gimiendo, levantando mi pelo con
una mano y acariciando mi pecho con la otra. Besó mi cuello, me apretó los
pechos, palmeándolos casi reverentemente.
—Hmmmm... Fue el único sonido que pude formar una vez que su
mano salió de mi pecho, se movió a mis muslos, y lentamente levantó mi
vestido.

—Dios, te amo —susurró, mordiéndome la oreja.


Extendí mis manos detrás de mí, tiré de sus pantalones.
—Liam, te necesito ahora mismo.
—Será un placer. —Él jadeó, empujando mis manos lejos y
rápidamente deshaciendo sus pantalones.
Me apoyé en el borde de mi cómoda, él no perdió tiempo agarrando
mis caderas, y se frotó contra mi culo antes de que él se sepultara dentro de
mí con un empuje rápido.

—¡Ahh! —gemí, con la boca abierta. El espejo delante de nosotros


añadió a mi emoción, haciéndome chorrear mientras lo veía dominarme. Él
también observó, con una sonrisa perversa en sus labios mientras empujaba
más y más profundo, una mano en mi cadera y la otra en mi pelo. Podía
sentir su palpitación dentro de mí, llenándome. Era jodidamente hermoso y
quería más. Se inclinó, besó mi espalda, chupando fuertemente mi piel.
—Demonios —gimió, soltando mi cabello y caderas, mientras se
aferraba a la cómoda también. Me penetró tan duro, que todo, incluso ese
maldito oso, cayó al suelo.
—Liam... —gemí—, soy, ahh... demonios.
—Llega conmigo, amor —susurró—. Muévete conmigo. —Ni siquiera
podía ver correctamente, y mucho menos hablar coherentemente.
—¡Demonios, Liam! —A través de los ojos entrecerrados, vi como él
llegó, sus ojos volvieron a su cabeza, sus labios se separaron ligeramente
para liberar un suspiro placentero antes de que sus músculos se relajaran.
—Gran sexo durante el embarazo, compruébalo —jadeé, totalmente
liberada y feliz.
—Si esto es sólo el sexo antes de la ópera, no puedo esperar para el
resto. —Él sonrió, cuando lentamente salió de mí.

Liam
Dios, ella sabía cómo hacer enloquecer a un hombre. Mi plan era
sencillo: conseguir llevarla a la ópera, aceptar mi premio por el marido del
año, pasar la noche en los brazos de una al otro y tratar de ignorar la mierda
que había dejado su fiesta prenatal. Pero en el momento que ella dijo Te amo,
no pude controlarme. La quería, y por Dios, iba a tenerla de cualquier forma
que pudiera. Nuestra vida sexual había sido colocada en un segundo plano
por las últimas semanas, pero en un momento, en un impulso, regresó con
una venganza y me pregunté por qué habíamos ralentizado, para empezar.
Tardó una hora para ocultar el hecho de que solo habíamos tenido sexo
como perros salvajes antes de que pudiéramos finalmente irnos para la
ópera. Aquellos quienes tuvieron la suerte de conseguir entradas tendría que
esperar hasta que llegáramos allí. Después de todo, yo estaba financiando
esta producción. El coche entero se paseó otra vez, sus manos estaban
metidas de lleno en las mías, pero ella no encontraría mi mirada y yo sabía
que era porque ella estaba procesando. Siempre estaba procesando, a veces
pensaba demasiado. Estaba acostumbrada a estar sin emociones, fría como
el hielo y, sin embargo, sus paredes se estaban rompiendo. Lo pude ver. Y si
yo lo podría decir, ella también. Ella estaba tratando de encontrar un
equilibrio entre lo que se había visto obligada a ser, y quién era en realidad.
Se vio obligada a ser, por todos los atributos, una sádica despiadada.
Pero la mujer que se sentó a mi lado, apoyada en la barandilla como
una niña en una tienda de dulces y viendo los cantantes de ópera a
continuación, cantar a grito pelado sus almas, era mi verdadera esposa. Bajo
su hielo, su fastidio, los combates, y las balas, era una mujer que tenía tantas
pasiones diferentes. Se veía completamente sorprendida por los cantantes en
el escenario; ella sonrió sin esfuerzo. Incluso en la oscuridad de la cabina, me
di cuenta de que estaba completamente libre de preocupaciones.
Los observó, y yo la miraba.

—Amor.

—Shh —me dijo entre dientes, ni siquiera se molestó en mirar hacia


arriba—. Contarino está ofreciendo a su hija, Bianca, en matrimonio a
Capellio, quien es de una familia rival, con la esperanza de poner fin a años
de disputas entre sus casas.
—Suena como nosotros.
Eso le llamó la atención. Ella me miró, su pequeña y delicada ceja
marrón se levantó.
—No exactamente. Escúchala. —Ella tomó mi mano, apoyada en la
tumbona roja en la que los dos nos sentamos.
Respiré profundamente, escuché la tristeza en su voz mientras lloraba
su destino. Parecía como si estuviera suplicando a la audiencia por ayuda.
Sin embargo, mi italiano no era lo suficientemente fluido para entender una
palabra de lo que estaba diciendo.
—¿Por qué estás tan triste? —Le susurré.
—Ella está enamorada de Falliero, un héroe militar. Su canción se
llama Della Rosa Il Bel Vermiglio —respondió ella.
No estaba seguro de por qué ella amaba tanto esto. Una parte de mí se
preguntaba si había amado una vez a otra persona y no estaba contenta de
tener que casarse conmigo.
—Liam, mi mano.
No me había dado cuenta de que la estaba apretando.
—Mierda, lo siento. ¿Estás bien?
—¿Crees que me gusta esto porque me identifico con ella? —Ella
meneó la cabeza. Era extraño cómo podía leer mi mente.
—No —mentí.

Gracias a Dios que teníamos una cabina privada.


O de lo contrario estaríamos en realidad viendo todas las miradas asesinas
que sé estarían dirigidas a nosotros.

—Este fue una de las primeras reproducciones a la que mi padre me


llevó —dijo—. Lo odiaba hasta que me dijo que era la historia mía y de
Aviela, y su historia. Me dijo que era Falliero, los esfuerzos por los que tuvo
que pasar para evitar que mi madre se casara con el hombre equivocado.
Desde entonces, cada vez que iba a verla, los imaginaba sobre el escenario
actuando sobre sus vidas.
—¿Quieres irte?
Ella no respondió; sus ojos marrones se estrecharon mientras miraba
hacia abajo a los cantantes en el escenario.
—¿Mel? Amor, ¿qué pasa?
Ella meneó la cabeza y señaló la cortina roja en el lado del escenario.
Se movió hacia delante en su asiento para ver mejor. Seguí su mirada,
observando la pequeña actriz italiana danzar en torno a los dos hombres que
la perseguían, pero no había nadie allí. Miré por encima de Mel, se echó hacia
atrás, con los ojos completamente nulos y vidriosos.
—Mel...
—Pensé que la vi —Aviela— de pie en la esquina. Ella estaba de blanco
y luego se había ido. Ocurrió tan rápidamente.
Miré una vez más y otra vez no vi nada. Por suerte para nosotros, las
luces iluminaron lentamente a medida que alcanzamos el intermedio y cayó
el telón.
—Te estás yendo. —Me levanté, sacando mi teléfono. Ella estuvo aquí.
Me gustaría encontrarla, pero no podía hacer eso con Melody tan cerca del
peligro.

Ella puso los hermosos ojos marrones en blanco.


—Liam, ni siquiera estoy segura de que la vi.
—¿Cuándo has dudado de tus sentidos? Si la viste, ella está aquí.
Confío en ti.

—O podría ser el cerebro del bebé. Juro que algunos de mis sentidos
han estado totalmente...
Su teléfono vibró con fuerza en su bolso, cortando el resto de la frase.
Los dos nos miramos el uno al otro antes de que ella lo sacó y, por supuesto,
el identificador de llamadas estaba bloqueado. Traté de alcanzarlo, pero
simplemente empujó mi mano, respondiendo ella misma.
—Madre querida, ¿estabas escondida detrás de la cortina?
—Has hecho que mi trabajo sea mucho más difícil, osa Mel —la voz
azucarada falsa de Aviela viajó a través del teléfono—. No estarás segura en
ninguna parte.
—Te darías cuenta, viendo que eres la única que al parecer me acecha
en todos mis movimientos. —Respondió Mel.
—Basta ya de estos juegos Aviela —le susurré en el teléfono—.
Muéstrame tu rostro, así podré machacarlo.
Quería hacer algo más que dejarla imposible de identificar, pero, por
desgracia, todavía era la madre de mi esposa.
—Correte lungo Piccolo bastardino irlandese. Le donne stanno Parlando . —
Y con eso, ella se había ido.
Vete, pequeño perro callejero irlandés. Las mujeres están hablando.
El hecho de que sabía lo que dijo, probó que mis conocimientos del
italiano iban en aumento, y así fue mi temperamento.
La mandíbula de Mel se apretó cuando las luces se apagaron y las
voces que llevan a través de la casa de la ópera se alejaron en susurros suaves

y luego desaparecieron por completo. Rastreé los asientos situados debajo


del escenario, busqué el fantasma de una madre que venía con ningún otro
propósito que el de hacer nuestra vida un infierno.

—Maldita seas por arruinar esto también —susurró Mel, levantándose


de su asiento y agarrando su abrigo. Abrí la puerta de caoba para encontrar
tanto a Antonio y Monte, vestidos como si fueran parte de los servicios
secretos, esperando por nosotros.
—Señora, señor, ¿está todo bien? —le preguntaron, ya alcanzando sus
abrigos.
—Consigue el coche, nos vamos. Mantén la guardia, Aviela está en
algún lugar cercano —ordenó Mel, antes de que pudiera decir una palabra.
Incluso embarazada, ella todavía exigía respeto e irradiaba autoridad.
Atrayendo sus armas, caminamos tan rápido como el vientre de Mel
caminó a través de los pasillos cubiertos y abajo de la escalera con una gran
alfombra roja sangre que daba a la entrada principal. Monte caminaba dos
pasos detrás de nosotros, Antonio a la derecha de Mel y yo justo en frente de
ella. En el momento en que salía del teatro, el viento sopló más allá de
nosotros mientras entramos en la noche fría y estruendosa de Chicago. Fedel
se detuvo tan rápido que los neumáticos patinaron sobre el pavimento.
Antes de que pudiera abrir la puerta, un solo disparo atravesó el viento
a mi lado y un chorro de sangre caliente salpicó mi cara.
En ese momento, mi corazón se detuvo. Di media vuelta y alcancé a
ver cuando los ojos marrones brillantes, se abrieron en estado de shock
absoluto mientras se dirigía hacia abajo. Gotas de sangre parecían flotar en
el aire, el tiempo se ralentizó, por lo que parecieron horas. No podía oír nada,
ni siquiera podía recordar cómo respirar. Todo a su alrededor estaba

simplemente con tanta sangre, como el vino tinto se derrama sobre una
alfombra blanca, manchada para siempre.
No es la suya. ¡No es la suya! Mi cerebro gritaba, obligándome a
moverme de nuevo para ver más allá de la sangre. Parpadeé por lo que
pareció una eternidad, tanto Monte como Fedel escudaron a Mel mientras se
sentaba en sus rodillas, la sangre empapaba su vestido y sus manos. La bala
había fallado. Había tropezado a causa del peso del cuerpo de Antonio, ya
que descendió.

Fedel gritó, mirando hacia atrás cuando las sirenas descendieron sobre
nosotros.
—La policía está en camino, señor. Tenemos que irnos.
—¡No lo dejaremos en la puta calle! —Mel siseó, mirando en el agujero
que ahora estaba entre los ojos de Antonio.
—Mel, no es…
—¡Dije que NO! Y eso fue una maldita orden —le espetó—. ¡No
correremos, no lo dejaremos, y vamos a hacer que la perra pague!
Me arrodillé a su lado, sin importar que la fría humedad a gran
velocidad por debajo de mí era sangre. Parecía que salía de él como un río
sin fin. Ninguno de los dos habló. Agradecí que no fue ella. Cuando vi su
caída, cuando pensé que había sido golpeada, fue el peor momento en mi
lamentable excusa de una vida.
—¿Estás bien? —le susurré, y ella me miró como si yo le había hecho
la pregunta más tonta jamás que saliera de los labios de un hombre. Miré a
su vientre. Su estómago estaba salpicado de manchas de sangre. No era de
ella, pero ella todavía estaba agachada.

—Él está bien. Monte me atrapó antes de ir hacia abajo —fue todo lo
que dijo antes de que ella apartó la mirada de la mía y de nuevo al hombre
que apenas conocía, pero que le debía todo.
—Los policías están aquí —dijo Monte, enfundando su arma y
finalmente enfrentándonos. En sus ojos, se estaba elaborando una tormenta
más severa que cualquier cosa, incluso que la madre naturaleza podría
producir.
—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó, finalmente, mirándome.

Miré por encima del hombro mientras cuatro coches con luces rojas y
azules impresionantes, se detuvieron. Los ocupantes ni siquiera esperaron
para detener sus vehículos para llegar de un salto. Yo sabía que esto era sólo
la punta del iceberg, el primero de muchos servidores públicos que sólo
podía imaginar morir de impaciencia para obtener algún tipo de
reconocimiento o con los Callahan. Ya sea para tratar de utilizarlo para su
beneficio personal o pensando que esto sería su oportunidad de gloria en el
cumplimiento de la ley, sólo Dios sabía.
—Da a la policía una declaración —dije—. Luego, ve a beber con mi
dinero. Lloramos por nuestra pérdida, y luego encontramos a esta perra y la
quemaremos viva.
Fue todo lo que dije antes de que los gritos comenzaran cuando
llegaron a salvarnos.
—¡Señor, señora, vengan con nosotros! ¡Estamos despejando la zona!
¿Están heridos? ¿Necesitan atención médica?
Todo lo que quería era una cita, no abrir las compuertas del infierno de mierda.

30
“¡Qué extrañas criaturas son los hermanos!”
—Jane Austen

Traducido por Lvic15


Corregido por Jessibel

Neal
—Otro —siseé, tomando otro trago. El camarero simplemente levantó
la ceja, negando, sin embargo, continuó vertiendo.
¿Qué iba a decirme? ¿Que me fuera a casa —borra eso— que volviera
a mi habitación de hotel? Con todo lo que le estaba pagando, era mejor que
mantuviera sus opiniones para sí mismo.
—Bueno mira quién está aquí, si no es el Neal Callahan. Tal vez ésta es
mi noche de suerte.
Demonios hombre. Suspiré antes de volverme a mirar a Archer White, el
reportero presidencial principal para la jodida revista TIME, también
conocido como un puto dolor en el culo.
—¿Qué deseas, Archer? —me burlé—. Una Pepsi.
—¿Pepsi? Tú marica. —Me reí.
Sacó su teléfono móvil, listo para iniciar la grabación—. ¿Puedo citarte
en eso?
—¿Cuál diablos es tu problema? ¡No estoy presentándome para la
jodida presidencia! ¿A quién le importa lo que digo?

—El pueblo de los Estados Unidos está perdiendo la democracia. Su


suegro está presentándose sin ningún oponente real. Básicamente ya ha
ganado y eso es sin responder ninguna pregunta real: los derechos de la
mujer, los derechos de los homosexuales, el calentamiento global, la guerra,
las relaciones económicas, la educación...
—¡Lo entiendo! Ahora ve a preguntarle al senador Colemen, porque
yo todavía no entiendo por qué me estás molestando.
—Eres su yerno, has estado en su campaña durante meses. Le
compraste a tu esposa un nuevo collar de diamantes el mismo día que fuiste
a un comedor de beneficencia. Eres un jodido príncipe, y toda tu familia se
alimenta de la codicia. ¿Alguna vez has trabajado un día en tu vida? Todo
este dinero que vosotros simplemente os tragáis por vuestras gruesas
gargantas…
Agarré su cuello, lo levanté sobre sus pies.
—Ahora que los dos estamos de pie, dímelo a la cara jodido…
—¡NEAL! —Mina, mi estratega política menos favorita y menos
agarrada, me cogió del brazo, haciendo todo lo posible para tirarme hacia
atrás—. Neal, tenemos que irnos ahora. No hay más bebidas.
Lo dejé ir, ¡pero el imbécil no parecía ser capaz de cerrar su maldita
sucia boca!
—¿Tienes una adicción, señor Callahan? —preguntó, frotándose el
cuello mientras sostenía su teléfono. Mina se lo quitó de las manos y dejó un
billete sobre la mesa—. Los periodistas solían ser respetados. No acechaban
a los ciudadanos, esperando que cayeran para luego golpearles. Puedes
citarme en eso. Buenas noches, señor White.
Me sentía como un niño por la forma en que ella me arrastró lejos de
la barra. Su diminuta mano de tono oliva no soltó mi camisa hasta que

cruzamos los pisos de marfil hasta el maldito ascensor. Por supuesto, mi


suite principal estaba en el piso 67º.

—¿Has perdido tu maldita cabeza? —me dijo entre dientes, sus ojos
oscuros ardían de rabia—. Podrías haberlo matado.
—No, debería haberlo matado. Él no tenía ningún derecho a hablar
sobre mí de esa manera. ¡Soy un puto Callahan!
—¿Y qué?
—¿Y qué? Ser un Callahan...
—¡Ser un Callahan no significa mierda aquí! Se trata de ser un
Colemen, ser Presidente. Lo entiendo, estás acostumbrado a romper los
dedos de las personas que te miran raro. Pero, como dije la primera vez que
te uniste, tienes que tomar el lodo que te lanzan y tienes que tomarlo con
humildad. El cuadro grande, ¿recuerdas? Estamos en la recta final. Sólo
sigue haciendo todo lo que has estado haciendo hasta esta noche.
—Sí, te refieres a seguir siendo un perrito faldero. Gracias por
recordármelo, Mina. Iré a planchar mi traje de dinero ahora. —Salí en mi
piso.
—Eso es todo lo que pido. —Ella negó cuando la puerta se cerró y todo
lo que pude hacer fue darle el dedo medio.
Quería darle el dedo medio al maldito mundo. Pasé de la sala de estar
de la suite, cubierta en colores pastel y pinturas genéricas de flores, me
encontré en el mini bar.
—¿No crees que has tenido suficiente? —susurró Olivia, saliendo de la
sala con su bata de seda roja.
—Se supone que no tengo que pensar, ¿recuerdas? Sólo soy el marido
divertido que te apoyó, el de la cartera grande —dije, abriendo el champán
que había sido entregado recientemente.

—¿Por qué es tan difícil para ti? No lo entiendo. ¡Durante semanas has
estado rumiando como un perro pateado!
Por supuesto, ella no lo entendía; ¡ella nunca lo entendía!

—¡Porque, soy un jodido perro pateado! Mi familia me exilió a esta


posición maldita porque no supe mi lugar.
—¿Exilio? ¡Estás en una jodida suite principal de un hotel de cinco
estrellas! ¡Por una vez estás fuera por tu cuenta y ni siquiera puedes manejar
eso! Eres un hombre adulto, Neal. Actúa como tal.
—¡Cierra la boca! ¡Por el amor de Dios, Olivia, cállate! Es mi error
pensar que lo conseguiría, pero simplemente no puede. ¡La familia lo es
todo! No tienes hermanos, ni hermanas y tus padres se odian. Por supuesto
que no tienes idea. Nunca has confiado en nadie, dependes únicamente de ti
misma y es por eso que te estás muriendo por dentro. Te estás muriendo por
la validación y el amor de la gente que realmente no les importas, que no te
conocen. Pero lo prefieres así.
—Estás borracho, me voy a la cama antes de dañes más nuestra
relación.
—Haz eso. —Fue todo lo que pude decir antes de caer en el sofá.
rodando, traté de ponerme cómodo, pero por supuesto, el gran hotel de
cinco estrellas no podía tener un sofá que se ajustara a todos los malditos
tamaños. Me encontré mirando a la lámpara de araña de encima, sin saber si
debía o no ir a ella. No tuve que esperar mucho tiempo antes de que una
almohada aterrizase en mi cara.
—Que te jodan por enfadarme demasiado como para dormir —espetó
antes de pincharme el brazo.
—¡Oye! Para.

Ella no lo hizo y agarré sus manos, tirando de ella sobre el sofá y


forzándolos a los dos a caer al suelo.
—¡Olivia, Jesús, contrólate! —grité, sujetando sus brazos sobre su
pecho.

—¡Quítate de encima, hijo de puta! ¿Me muero de validación? ¿Qué


hay de ti? Te estás muriendo porque tu hermano pequeño te ame, tu padre
te respete, por darle algún significado a tu vida. ¿Bien, adivina qué? Si no
hubieras renunciado a tu título como Ceann Na Conairte habrías tenido todo
eso y más.
Quería estrangularla, pero alguien tuvo que jodidamente llamar a la
puerta. Nuestros ojos se encontraron antes de que ambos nos levantáramos,
nos arregláramos la ropa y corriéramos hacia la puerta. Ella me agarró del
brazo, tirando de mí a su lado antes de abrir la puerta.
—Hola —dijo ella tan falsamente que luché contra la urgencia de poner
mis ojos en blanco.
El mayordomo le devolvió la sonrisa antes de entregarle una carta.
—Del senador. Señora Callahan, señor Callahan.
—Gracias y buenas noches —dijo Olivia, cerrando la puerta antes de
abrir la carta.
—Tu padre sabe que estábamos sólo un piso debajo de él, ¿verdad? —
¿Y yo era el niño rico malcriado?
—Invitará a todos para el desayuno antes de regresar a Chicago. Al
parecer hemos terminado. Tal vez ahora puedas aprender a sonreír de nuevo
—dijo antes de tirarme la tarjeta a la cara.

Agarrándola para asegurarme de no estar soñando, quise hacer un


pequeño baile feliz. Por fin volvíamos jodidamente a casa.

Declan
Lo sostuve justo al lado del lado de su cara, esperando que apartase su
mirada de su ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Estaba tan inmersa en las
palabras de la señora Austen que ni siquiera miraba. Me dieron ganas de
reír. En cambio, con un dedo, le saqué el libro.
—¡Declan! El señor Darcy estaba a punto de… —Se congeló cuando
vio el porro en frente de su cara.
—¿Cómo decías?
Ella sonrió, tomando el porro de mi mano.
—Me malcrías.
—Alguien tiene que hacerlo. —Me reí, sentándome en la cama y
encendiéndolo por ella. Las manos le temblaban ligeramente mientras se
estiraba para agarrarlo. Tomando una larga calada, se rio a través de la tos.
—Calma o acabarás con todo mi alijo.
—Ooooh boo hoo. Se me permite fumar legalmente. —Se relajó entre
las almohadas detrás de ella—. No en Irlanda.
—Para, estás matando mi diversión.
Tomé el libro de su regazo, di la vuelta a la página por la que iba.
—¿Estabas excitándote por Darcy de nuevo?
—¿Celoso?
—Por favor, Darcy no puede contra mí. Mira esta sonrisa, estos ojos.
—Posé para ella. Ella me miró a través de la neblina de humo antes de reírse
directamente—. Ahí va mi ego.

—Tienes mucho pelo también —susurró, dejando el porro sobre la


mesa lateral pasando sus manos por mi pelo—. Me alegro de que no te lo
cortases por mí.

La sonrisa en mi cara cayó cuando me encontré con sus ojos.


Colapsando contra las almohadas, llegué hasta el pañuelo azul que llevaba
en su cabeza.
—Sabes que lo hubiera hecho, ¿verdad? Me habría afeitado las cejas
también.
A pesar de que ella sonrió, yo hablaba en serio. El último par de
semanas habían sido difíciles. Sus cambios de humor, su dolor, el perder su
cabello. Quería hacer algo para ayudarla a llevar esa carga. Todo lo que
podía hacer era estar aquí... Oré que fuera suficiente por ahora.
—Lo siento, fui una perra ayer —susurró, acurrucándose contra mí.
Envolví mis brazos alrededor de ella, traté de no pensar en ello—. No lo
fuiste.
—Lo fui. No sé qué me pasó. El hecho de que tengo cáncer no significa
que pueda tirarte comida. Me duele al comer y quería que te doliera también
—no sé por qué— pero lo siento. Te amo.
Mordí mi labio inferior, parpadeé un par de veces antes de restarle
importancia.
—Estás bien, bebé. Esas zanahorias estaban demasiado cocinadas de
todos modos. ¿Ahora puedes explicarme por qué insistes en volver a leer
esto de nuevo?
—Es un clásico.
—Hay muchos otros clásicos.
—Escucha Callahan, Orgullo y Prejuicio es un clásico romántico
atemporal que hace que mis dedos se doblen. Así que nada de odio.

Haciendo pucheros, levanté el libro con mi mano libre. —Y pensé que


era el único que hacía que tus dedos se doblasen.
—No, tú y Jane, pero por diferentes razones. —Me encantó cómo se
sentía cuando ella se reía contra mí—. Ahora lee.

—Sí, señora. —Moviéndome a mi parte favorita de la novela, leí—.


Hay pocas personas que realmente ame, y menos aún personas de las que
piense bien. Cuanto más veo del mundo, más insatisfecha estoy con él; y
cada día confirma mi creencia de la incompatibilidad de todos los personajes
humanos, y de la poca dependencia que se puede poner en la aparición de
mérito o sentido.
Antes de que pudiera parpadear, ella estaba yendo hacia el baño.
Había aprendido por las malas que odiaba cuando la seguía al baño. Nos
habíamos gritado demasiado por ello, así que me obligué a simplemente
dejarlo ir. Esperé en la cama, con los pies inquietos contra el suelo, sólo
queriendo dar un salto adelante si ella me necesitaba. Fueron unos largos
diez minutos. Pero entonces ella finalmente salió a trompicones.
—¿Necesita ayuda? —pregunté. Se levantó y negó, y se cogió al
extremo de la cama. Abrazando a la pata de la cama, tomó una respiración
profunda, pero no sirvió de nada. Sus piernas se dejaron ir debajo de ella,
pero antes de que pudiera caer, la atrapé.
—Maldita sea —susurró.
—Fuiste más lejos esta vez. ¿Pasos de bebé, recuerdas? Acabas de salir
de la quimioterapia —susurré, abrazándola contra mí mientras me sentaba
en la cama.
—Yo sólo quiero estar mejor ya.
—Lo estarás. Simplemente no te esfuerces demasiado. —Sabía que ella
no quería escuchar, pero que estaría aquí. Todas y cada una de las veces

estaría aquí leyéndole cualquier clásico repetitivo que necesitase que leyera.
Y si eso significaba tenerla a mi lado sólo un minuto más, lo haría siempre.

31
"Nada más grueso que la hoja de un cuchillo separa la felicidad de la melancolía."
—Virginia Woolf

Traducido por Cjuli2516zc & Jessibel


Corregido por Jessibel

Melody
—Sra. Callahan, ¿está segura de que no necesita un médico? —me
preguntó Scooter, el policía sabelotodo, mientras descansaba contra nuestro
Range Rover.
Toda la ópera había sido despejada hace unos momentos, pero
ninguno de los invitados se había ido. Lo único más trágico que una ópera
era nuestra vida real. Con los perros, los cerdos estaban allí con sus luces
parpadeantes, insignias de plata y cinta amarilla; todos ellos tomando fotos
del cuerpo de Antonio mientras yacía allí, frío y sin vida. No debía morir.
Mis hombres morían cuando yo jodidamente decía que morían... al menos si
el mundo funcionaba como debía.
—¿Sra. Callahan?
—Estamos bien, oficial —dijo Liam—. Creo que es hora de que lleve a
mi esposa a casa. —Él vino a pararse junto a mí.
—Sr. Callahan, si tiene algo que añadir a esta investigación...
—Como dije antes, abandonábamos la ópera cuando nuestro
guardaespaldas fue baleado —siseó Liam, abriendo la puerta del coche para
mí.

—A eso es lo que estamos tratando de llegar. No hay razón para que


alguien mate a su guardaespaldas. Esa bala pudo haber sido para usted, Sra.
Callahan. Este tipo de tiro fue el mismo que se usó en el Presidente. —Scooter
se puso de pie más recto, mientras tomaba la puerta de mi coche.
—En las noticias dijeron que era la Primera Dama... —comencé cuando
me cortó.
—Sí, pero tiene un cómplice del que no tenemos información. Si solo
pudiera venir a la estación, quizás ayude a encontrar la conexión...
—Usted es un policía, no un detective, si tiene más preguntas para
nosotros, por favor póngase en contacto con nuestro abogado. Buenas
noches, Oficial —declaró Liam, ayudándome a entrar en el coche antes de
cerrar la puerta de golpe—. Conduce.
Fedel no necesitó que se le dijeran dos veces. Se sentía extraño dejar a
un hombre detrás. Antonio había estado conmigo durante años, con Fedel
durante años. Antonio fue mentor de Fedel y Adriana. Sabía que Monte
debía de haberla llamado. No era el tipo de noticias que reventabas por
teléfono, pero Adriana querría tiempo para separarse de nosotros.
Junto a mí, Liam estaba tan tenso que se sentía paralizado, y todo lo
que podía hacer era mirar fijamente a la oscuridad del cielo nocturno.
Chicago estaba acostumbrada a la muerte. Yo estaba acostumbrada a la
muerte. Ni estaba afligida ni estaba en shock; solo estaba jodidamente
enojada. Me sentía impotente, y era una sensación que no conocía. Esto era
malo. Necesitamos tomar represalias rápidamente o tendríamos anarquía.
La razón por la que nuestros hombres confiaban y eran leales a nosotros era
por la simple razón de que éramos los animales más grandes y malvados.
Aviela nos hacía parecer débiles. Esto tiene que terminar, simplemente no
estaba segura de cómo. ¿Cómo podía ser tan jodidamente buena? ¿Cómo
podía matar, entrar en nuestra casa, saber a dónde íbamos? ¿Quién sabía
tanto?

Suspiré mientras nos deteníamos frente a la casa. Cuando Fedel me


abrió la puerta, ni siquiera esperé a que Liam, o cualquier otra persona, me
ayudara. Ver a Evelyn y Sedric junto con Olivia y Neal todos apiñados en
medio del vestíbulo me hizo querer gritar. No quería lidiar con esta mierda
ahora mismo.
—Gracias a Dios que estás bien. —Evelyn suspiró, haciendo línea recta
a mi estómago mientras me quitaba mi abrigo y se lo daba a la criada.
—Eso depende de tu definición de bien, madre —declaró Liam,
caminando y de pie a mi lado—. ¿Puedo preguntar qué están ustedes dos
haciendo aquí?
—Vivimos aquí —espetó Olivia.
—Olivia...
—Liam, lo siento, es la costumbre. Mi padre ha terminado la campaña
y está de vuelta en Chicago así que nosotros...
Neal la agarró de la mano, avanzando con la esperanza de callarla.
—Declan y Coraline volverán por la mañana. Pensé que querrías que
la familia estuviera junta antes de que nos venguemos de esta perra. Dime
que…
No podía escucharlos por otro maldito segundo. Ellos eran tan
jodidamente idiotas, por qué desperdiciar mi energía en la pérdida de
espacio. Pasé por delante de ellos, fingí que ni siquiera estaban allí mientras
subía las escaleras. La parte inferior de mis pies dolían como el culo de una
perra en un club de sadomasoquismo. Todo lo que quería era mi cama, pero
tristemente sabía que no podía ir allí todavía. No solía ir a la habitación de
Adriana. Era algo más allá del decoro, pero qué diablos, yo hice las malditas
reglas. Entré en su habitación, a pesar de saber que no la vería.

Su cama estaba hecha, todos los libros que ella encontraba estaban
apilados alrededor de la habitación como monumentos erigidos, y sus
cortinas estaban cerradas. Respiré profundamente, me acerqué a su cama y
agarré cada una de sus almohadas y las tiré al suelo, creando una cama
improvisada para acostarme. Me sentía como un maldito pingüino, pero era
la única manera de poder verla. En el momento en que estaba a mi lado, la
vi acurrucada bajo la cama, sus ojos derramando lágrimas que ella no podía
controlar.
Esta era Adriana. Después de todo lo que había pasado, el único lugar
en el que se sentía realmente segura era bajo la cama. Era un hábito que ella
no podía sacudir después de ser tomada.
—Me pidió que me casara con él —susurró, moviendo su mano para
que yo pudiera ver el anillo. Incluso en la oscuridad, podía decir que era
pequeño y forjado en la forma de una lágrima. Era muy de Adriana—. Le
dije que quería pensar en ello. Le dije que quería hablar contigo. Pero la
verdad era que tenía miedo. Él me dijo que guardara el anillo, que me
ayudaría a pensar. Debería haber dicho que sí.
—Todos sabemos que lo harías. Y él también. —Le sonreí. Como yo,
ella sólo quería ser difícil.
Puso sus ojos en blanco, con la esperanza de detener sus lágrimas, pero
no funcionó.
—No puedo moverme. Si me muevo, la vida continúa y no puedo... Lo
amaba tanto.
—Entonces no te muevas —le susurré. El problema de amar a alguien
tanto era el hecho de que dolía diez veces más perderlos. Un gran amor solo
igualaba un gran dolor... por eso Liam iba a tener que morir después de que
yo lo hiciera.

Liam
—¿En qué número estás? —preguntó Neal, entrando en mi oficina.
Miré fijamente el vaso en la mano, bebí rápidamente antes de sacar
otra botella de mi cajón de abajo.
—No estoy contando. ¿Qué deseas?
Sentado frente a mí, suspiró y sacó dos cigarros.
—Quiero ayudarte. Quiero ser tu hermano otra vez. He pasado
semanas en una campaña, siendo interrogado sobre qué se siente ser un
Callahan, qué nos gusta, qué es lo que pienso sobre las familias que obtienen
cupones de alimentos, inmediatamente después de que compré a Olivia otro
collar de diamantes. Papá me dijo que no me gustaría; estar sin la familia y
tener que fingir en realidad que me importa una mierda si casi me volvía
loco. Olivia se lo tragó. Ella lo amaba. Éramos como marionetas en escenario
bailando para todos los demás; yendo a donde nos dijeron, manteniendo
nuestros comentarios ensayados, siendo la mejor jodida persona para la
gente cuyos cuellos pudiera romper si quería. Una parte de mí tenía un
tiempo difícil tratando contigo como mi jefe, pero prefiero bailar debajo de
tus cuerdas que cualquier otra persona.
Le miré fijamente por un momento, entregué un vaso a Neal y tomé
un cigarro.
—¿Tienes lumbre?
—Mientras no le digas a mi esposa. —Se rió, sosteniendo la llama al
final del mismo.
—Al menos puedes mentir a la tuya. Mel puede detectar el humo como
un sabueso. A decir verdad, ella me conoce tan bien que sólo me permite
deslizarme sobre algunas mentiras en aras de mi orgullo. —Ambos
contuvimos el humo.

—Ambos han recorrido un largo camino de tratar de matarse unos a


otros. —No tenía idea de lo correcto y lo incorrecto que era. Todavía ha
tratado de matarme, excepto que ahora por lo general nos tenía a ambos
desnudos—. ¿Qué vamos a hacer con esta perra de Aviela?
—Ella está a un paso por delante de todo. Hacemos una obra de teatro,
hace una mejor. ¿Alguna idea? —Porque yo estaba fuera de todas las ideas
de mierda.
Se echó hacia atrás, apoyándose en su silla y rascando la parte
posterior de la cabeza.
—Ninguna. No lo entiendo. Ese tiro... fue jodidamente bueno. Es el
tipo de tiro que pretendo hacer.
—Llega a tu punto.
—Mi punto es, podría haber matado fácilmente a Mel. Al igual que la
pudo tener después del accidente. Tenía a Mel en su punto de mira, ¿por qué
no lo hizo ella?
—Eso lo entiendo. —Me gustaría no haberlo echo, pero lo hice—. Ella
disfruta de la tortura física. Envenenó a Orlando durante años. Ahora se está
asegurando de que su hija vive en el miedo. Quiero saber su juego final. Hay
una imagen más grande aquí. ¿Qué va a pasar cuando Colemen gane la
oficina? Los dos sabemos que va a pasar, es por eso que estás en casa antes
de tiempo. Él tiene una probabilidad de noventa y uno por ciento para ganar.
Eso es más alto que cualquier prueba que haya tomado nunca.
—Jódete.
Sonreí, tomé de un trago el resto de mi brandy.
—¿Y? ¿Qué quieres que hagamos? —preguntó seriamente.
Fumar, pensé en eso por un momento antes de sacar el teléfono del
bolsillo.

—Aviela llamó a Mel justo antes de que hizo el disparo. Estoy seguro
de que es un teléfono infiltrado, pero aún así, mira en él para mí. —Lo Dejé
caer sobre la mesa frente a él, saqué mi cigarro y me quedé de pie.
—Sí, jefe.
No confiaba en él tanto como deseaba poder. Por otra parte, no
confiaba en su esposa. Había una grieta entre nosotros que iba más allá de
nuestra infancia. Sin embargo, si había alguien en el mundo capaz de ganar
mi confianza, era él. Después de todo, era mi sangre.
—No termines todo mi brandy —le ordené antes de salir. No había
visto a Mel en más de una hora y mis manos estaban empezando a temblar.
Cada maldita cerradura había sido cambiada por segunda vez, habíamos
agregado al menos veinte cámaras diferentes y ahora los hombres tenían que
comprobar las razones por hora. Ninguna de esa seguridad extra realmente
me daba toda la tranquilidad cuando se trataba de ella.
—Mel —llamé cuando entré en nuestra habitación. Nuestra cama
todavía estaba hecha. Había imaginado que estaría dormida.
—Aquí —gritó desde el baño. Seguí el aroma de vainilla y el suave
resplandor de la luz de las velas, me di cuenta de su vestido y zapatos en
una pila al lado de la puerta. Tuve la visión de ella mojada en nuestra bañera,
los montículos de sus pechos cubiertos de espuma, el pelo recogido en un
moño desordenado, hebras pegadas a su cuello y los ojos cerrados, era casi
suficiente para traerme de rodillas.
—Deja de mirar. Te invitaría, pero está un poco caliente para ti —dijo
en voz baja, sin molestarse en abrir los ojos.
—Sí, claro. Tu y yo sabemos que quieres la bañera para ti sola. —
Enrollé mis mangas, tomé asiento en el mármol justo al lado de la bañera
nacarada, y froté círculos sobre su estómago. Ella tomó una respiración
profunda, sus pechos se elevaron, antes de que se relajó en mi mano.

—Antonio pidió a Adriana casarse con él —susurró—. No estoy segura


de cómo ella va a manejar esto, y no tengo tiempo para ayudarla... No sé
cómo.
—No podemos. La única cosa que podemos hacer es cortar la cabeza
de la bruja.
Ella sonrió, sus ojos solo se abrieron un poco.
—¿Quién consigue qué parte? Quiero algo más que una libra de su
carne. Una por mí y otro por mi padre.
—Has estado leyendo El Comerciante de Venecia con él de nuevo,
¿verdad? —El chico va a salir hablando inglés antiguo.
—Es mejor que la lectura de La rebelión de Atlas cualquier día.
—Esa novela es…
—Una visión de lo que podría ser el mundo, bla, bla, bla. Gracias a
Dios que lo lees mientras estoy durmiendo.
—Evidentemente tu no estabas en un sueño lo suficientemente
profundo.
Antes de que pudiera terminar, salpicó el agua con las manos,
empapando mi cara.
—No pude evitarlo. —Ella rió.
—Tienes suerte de que estás embarazada.
—Corrección: tienes suerte que estoy embarazada porque podría
patear tan fácilmente tu culo. Una vez más.
—Me ganaste una vez.
—Una vez es todo lo que necesitas. —Ella agitó su mano sobre su
estómago, como para probar su punto.
Estaba demasiado cansado para siquiera discutir. Apoyé la cabeza
contra la bañera, los dos nos sentamos en calma tratando de descansar. Pero
mi mujer no creía en reposo. Ella siempre estaba pensando en el trabajo.

—¿Cuánto nos pagará Roy?


Suspiré, pero no me moví.
—Hicimos un poco más de 312 millones, la mayor parte del dinero se
va en alta mar, ¿recuerdas? ¿Está planeando tomar el dinero y correr?
Ella sacudió la cabeza y se enderezó.
—No, sólo pensando que tal vez deberíamos ir lejos cuando nazca el
bebé.
—Tenemos un par de semanas.
—En realidad, creo que se ha roto la fuente.
—¿Qué? —grité, dando un saltando—. ¿Estás segura? ¿Cómo puedes
jodidamente saber? ¡Estás en el agua!
—Ahh... —dijo entre dientes, agarrando los lados de la bañera—.
¡Estoy jodidamente segura, así que deja de entrar en pánico y ayúdame a
salir de esta maldita cosa!
Dejé caer un par de toallas en el suelo, agarré su brazo y la cintura,
sujetándola a mí mientras la saqué. Quería simplemente levantarla, pero
dudaba que fuera capaz de hacerlo. Poco a poco, caminaba de vuelta a
nuestra habitación, y la ayudé a entrar a la cama.
—Adriana llena una bolsa.
—Lo tengo —señalé, corriendo a por su ropa—. ¡Ahh mierda, acabo de
pisar uno de tus malditos tacones!
—Liam, necesito ropa, mis suaves sudaderas.
Eché un vistazo alrededor de las filas y filas de ropa, no tenía ni idea
de dónde diablos estaba cualquiera de su mierda. Agarré el par negro, corrí
a verla respirar rápidamente. Miró hacia mí, se quedó mirando las sudaderas
en mis manos.
—Esa no es la única.
—¿Importa eso real…?

—¡Tu hijo está tratando de abrirse paso a través de mi puta vagina!


¡Quiero mi maldita sudadera gris! —gritó, antes de tomar una respiración
profunda, y frotando mi mano sobre su estómago.
Me quedé helado. Ella está de parto. Mierda, mi mujer está en maldito parto.
—¡Oh, por favor, por favor no hagas esto, Liam! ¡No seas del tipo que
se desmaya! ¡Necesito mi ropa!
Asentí, me encontré de nuevo en su armario, evitando sus malditos
zapatos, y tiré del traje del vestidor antes de salir corriendo de nuevo a ella.
De rodillas ante ella, saqué los pantalones alrededor de sus piernas.
—Ah, esto realmente duele jodidamente —dijo entre dientes,
agarrando mis hombros cuando comenzó otra contracción.
—Respira, bebé. —Tomando ambos lados de su estómago, nos
miramos el uno al otro, respirando hasta que pasó.
Se puso la chaqueta, suspirando y crujiendo su cuello.
—Gracias a Dios por los libros de bebé.
—Papá —dije en el teléfono—. Escucha, el agua de Mel se acaba de
romper…
—¿Qué? —gritó antes de gritar a mi madre—. ¡Evelyn! Mel está de
parto...
—¡Pa, escúchame! Necesito una barrera alrededor de nosotros cuando
llegue al hospital. Nos dirigimos ahora. —Creo que él me captó, pero no lo
podía decir con toda la mezcla alrededor de la habitación.
—Por supuesto que ibas a venir temprano y cuando estaba agotada —
Mel susurró a su estómago—. Como si no estuviera nerviosa ya.
Tomé sus manos, besé la palma de cada una de ellas.
—Vamos a estar bien. Todos nosotros vamos a estar bien, lo juro.
Ella asintió con la cabeza, cerrando los ojos lentamente; el reloj de la cómoda
junto a nosotros parecía burlarse, mientras destellaba las 02:04 am.

—No estoy preparada para esto. Es temprano, Liam. Él no puede estar


temprano porque no estoy jodidamente lista. Sólo puedo hacer esto cuando
esté lista —susurró a través de respiraciones profundas, mientras la que sólo
podría ser mi madre, golpeó contra la puerta varias veces.
—¿Liam? ¿Mel? ¿Estás bien? ¿Podemos entrar? ¿De cada cuanto son
las contracciones? —Mi madre golpeó como si fuera el maldito SWAT.
—Si hay alguna mujer en este planeta que puede hacer esto, eres tú. —
Esperé a que asintiera antes de llamar a mi madre—. Estamos bien, adelante.
—¡Oh, gracias a Jesús! —gritó ella, corriendo con rulos en el pelo
todavía, mientras llevaba un par de pantalones de chándal que ni siquiera
conocía que tenía.
—¡ARGH! —Mel chilló a través de sus dientes—. Por favor, ¿alguien
me puede llevar a un maldito hospital? De ninguna manera tendré este bebé
aquí.

Melody
—¡Es mejor que estas endorfinas pateen duro cuando él llegue aquí! —
grité a través de otra contracción antes de caer de nuevo en las almohadas—.
Han sido nueve horas. Sólo quiero dormir, maldita sea.
—Shh, bebé, lo sé —susurró Liam, secándose el sudor de la piel.
Por último, me dio una palmada en las manos.
—Tus jodidas manos son las que me metieron en esta mierda. En el
momento en que esto termine, ¡estoy cortando tu pene y compraré unos
pitbulls sólo para se lo puedan comer!
—Señora Callahan, necesitamos que se relaje —dijo una enfermera.
—¿Alguna vez has tratado de relajarte con una cabeza tratando de
separar tu vagina? Tengo una buena vagina. ¡Una linda, apretada y gran
vagina! Pregúntale, esa es la razón por la que estoy así. Estoy tratando de
calmarme, pero de nuevo, ¡hay una cabeza que está atravesando mi maldita
impresionante vagina! Ahora, gente déjenme en paz, ¡quiero a todo el
mundo fuera!
Había intentado todo y los malditos medicamentos que me estaban
dando, no estaban funcionando. Esto era lo que había pasado por años
cuando experimenté con diferentes drogas. Mi cuerpo se podía comer la
epidural para el maldito desayuno. Ellos no nos dieron más por la seguridad
del bebé y, ¿qué podía decir a eso? A la mierda, quiero medicamentos. Los
médicos y las enfermeras no se irían, ellos sólo me descartaron como si fuera
sólo otra maldita mujer embarazada.
—Liam, los quiero fuera. Necesito un segundo, por favor —lloriqueé,
cubriendo mi cara con la manta.
—Está bien. —Me besó en la cabeza antes de saltar hacia el médico.

Él los condujo fuera de nuestra suite de parto. Nuestro médico habitual


no estaba aquí, así que nos quedamos atrapados con una mujer al azar que
me mantuvo explorando como si estuviéramos en una maldita cita. No miré
hacia arriba. Sólo quería que el dolor se detuviera.
Ella sacudió su pelo hacia atrás mientras hablaba.
—Sé que es una pregunta tonta pero, ¿cómo te sientes?
—Asustada. Cansada. Frustrada, y tan jodidamente cansada —dije en
voz baja, apoyándome en él cuando me sostuvo en sus brazos.
—Lo estás haciendo bien, amor. Está casi terminado.
—¿Cómo lo sabes? —Había oído a las malditas enfermeras decir que
esto podría ser otro largo parto y eso fue sólo después ocho horas. —Estoy
cansada de estar embarazada, Liam. ¡Juro por Dios!
Antes de que pudiera decir alguna otra mierda de apaciguamiento,
agarré su mano mientras otra ola de dolores se precipitó a través de mí.
Apreté los dientes con tanta fuerza que pensé que se me iban a romper; ni
siquiera podía oírme gritar.
—¿Señora Callahan? ¿Qué sientes? —El doctor gritó, corriendo de
nuevo con un nuevo par de guantes en sus manos.
Le miré por un momento, luché contra las ganas de arrancarle la
cabeza. ¿Que demonios? ¡Me sentía con dolor! ¿Qué clase de pregunta de
mierda fue esa?
—Dolor. Quiero empujar —fue todo lo que me atreví a decir.
Ella revisó mi dilatación con una mano mientras con la otra mano empujaba
contra mi estómago —Lo siento, señora Callahan. No se puede.
Mierda.
—¿Cómo están sus signos vitales? —preguntó, volviéndose hacia el
enfermero a mi lado.
—Su presión sanguínea está elevando con cada contracción, pero no la
baja.

—¿Qué diablos significa eso? —Liam estalló, alejándose de mí por


primera vez desde que había entrado en la suite.
Miró el número que aparece en el monitor mientras escuchaba a mi
estómago por un momento, entonces el médico sacudió la cabeza.
—Vamos a tener que hacer una cesárea, señor y señora Callahan.
—Quiere operarla. —Liam negó con la cabeza, mientras se apretó el
puente de la nariz. Me miró con impotencia, y pude ver la preocupación en
sus ojos.
—Su bebé no está en posición correctamente, y la presión arterial está
elevada. Esta es la forma más segura para usted y su hijo...
—Entonces hazlo —exigí, tomando la mano de Liam—. Si se trata de
la forma más segura.
Asintió hacia ella. Liam besó el dorso de la mano mientras se sentaba
a mi lado.
—Vas a estar bien.
—Está bien, vamos a prepararla...
Sólo la desconecté, y me centré en las luces por encima de mí. Me relajé
un poco ante la sensación de la toalla fría que Liam utilizaba para secar mi
piel. Todo tenía que ser tan jodidamente complicado, maldición.
—Señora Callahan, soy el anestesista, el Dr. Meroe. Voy a darle algo
para asegurarme de que no sientes nada, pero usted todavía será lo
suficientemente consciente para recibir su bebé.
Quería decir algo, pero no pude. Estaba intentando demasiado, y lo
único que pude hacer fue asentir y contraatacar el nerviosismo construido
en la base de la garganta.
—¿Puedes sentir eso? —susurró Liam, mirando hacia abajo en mi
estómago, sus ojos brillaban con... algo… mientras me miraba.
—Créeme, si lo siento, lo sabrás —dije, tratando de reajustarme.

—Bien, señor y señora Callahan. Su hijo va a estar aquí en unos pocos


segundos...
—¡Segundos! —Mi cabeza cayó hacia un lado, pero no pude ver nada.
Unas manos me agarraron y aflojó ligeramente. Hubo un tirón, y
mucha presión, entonces nada.
—Aquí estamos —el médico arrulló desde detrás de su máscara
cuando un suave llanto —el llanto de mi hijo— corrió por toda la habitación.
Me sentí tomar una profunda bocanada tal como lo hizo Liam,
mordiéndose los labios y haciendo todo lo posible de no dejar que las
lágrimas construidas cayeran debajo de los ojos. Allí estaba él, un haz de
sangre y líquido, lamentándose.
—¿Le gustaría…?
—Sí —respondió Liam, interrumpiéndola y tomando el par de tijeras.
No me di cuenta de que estaba llorando hasta que tuve que limpiar mi
cara, mientras observaba a Liam cortar el cordón.
Las pequeñas manos de nuestro hijo se agitaban en todas partes.
Estiré mis brazos hacia fuera para él, y en el momento en que estaba en ellos,
sabía que no quería dejarlo ir.
—Hola… —lloré, besando la cabeza—, soy tu m... ma...
—Ella es tu mamá. —Liam terminó para mí mientras besaba mi
hombro. Se puso de pie a mi lado antes de rozar las pequeñas mejillas rojas
de nuestro hijo.
Asentí con la cabeza, lo arrullé en voz baja.
—Soy tu madre, Ethan.
—Gracias —susurró Liam antes de besarme una vez más—. Muchas
gracias por esto... por él.

32
“El valor del matrimonio no está cuando los adultos crean a los niños, sino cuando
los niños crean adultos.”
—Peter De Vries

Traducido por Lvic15


Corregido por Jessibel

Liam
Le observaba. No podía evitarlo. Era tan pequeño. Lo podía sostener
con una sola mano. No había dormido en horas... ¿días? A quién le
importaba, tenía un hijo. Él estaba aquí en mis brazos, babeando. Había
estado en el mundo durante sólo seis horas, y aun así no podía imaginar un
momento sin él.
—Liam, por favor, deja de acapararlo —resopló mi padre, pasando a
colocarse detrás de mí—. Los viejos querrían sostenerle antes de morir.
—Ten cuidado —le susurré, lentamente lo trasladé a los brazos de
Sedric.
—Hola, pequeño —dijo, y una vez más, mi hijo sólo agitó sus brazos
mientras dormía, como si no estaba acostumbrado a todo el espacio a su
alrededor—. Tu padre dice que tengo que tener cuidado, pero se olvida que
una vez le sostuve a él y a sus hermanos así. Con suerte conseguiste tu
atractivo, y espero que la inteligencia de tu madre.
—Estoy aquí. —Puse mis ojos en blanco hacia él mientras caminaba
hacia el sofá junto a la cama de Mel. Ella estaba sólo parcialmente dormida,

mirándonos a mi padre y a mí a través de sus ojos apenas abiertos. Sólo había


tomado siestas cortas; sin duda necesitaba más horas de sueño.
—Amor —murmuré, sacando su pelo hacia atrás antes de besar su
cabeza—. Duerme. No sólo lo necesitas, sino que te lo mereces.
Sonrió, cerrando sus ojos mientras cogía mis manos, que descansaban
a un lado de su cara.
—Lo sé, y quiero, pero tengo miedo. ¿Qué pasa si me pierdo de algo o
necesita algo? Él tendrá hambre de nuevo pronto. Han pasado un par de
horas desde que le di de comer.
Esa era probablemente la cosa más impresionante que jamás había
visto en mi vida. Antes de poder decir nada, hubo un golpe corto y suave a
la puerta justo antes de que mi madre entrara a una Coraline muy excitada
en una silla de ruedas. Tenía un pañuelo amarillo alrededor de su cabeza, y
bolsas de compra en su regazo. Detrás de ella venían Declan, Neal y Olivia,
cada uno de ellos con globos, flores y tarjetas.
—¡Oh, Dios mío, es tan lindo! —chilló Coraline, haciendo todo lo
posible por mantener la voz baja mientras rebotaba en su asiento—. ¡La
superviviente del cáncer se lo pide después del abuelo!
—¡Coraline! Lo pedí antes, soy su primer tío. —Neal frunció el ceño
mientras una débil sonrisa se dibujaba en sus labios.
—El cáncer machaca a un tío. —Coraline le sacó la lengua—. ¿No es
así, Mel? —Mel rió —en realidad se echó a reír, asintiendo para que ella fuera
después.
—Sólo seis horas de vida y es la persona más madura en la sala —dijo
mi madre, besando los pies al niño antes de venir hacia nosotros. No estaba
segura de si me gustaba el hecho de que todos ellos estuvieran aquí,
cerniéndose sobre mi hijo. Con toda honestidad, sólo quería que fuéramos
mi esposa, mi hijo y yo por ahora. Adivinando lo que debía haber estado
pensando, Mel me tomó de la mano, y me la apretó con fuerza antes de
soltarla.

—Felicidades, hermano, ya se ve como un rebelde. —Declan se rio,


tirando de mí en un abrazo rápido.
—Si se parece en algo a la forma en que solíamos ser, quizás acabe con
más canas que mamá y papá.
—No tengo canas, Liam.
—Por supuesto, madre —dijimos Declan y yo, al mismo tiempo, lo que
nos hizo reír y darnos la mano de nuevo.
Sí, iba a estar en ello, pero no tenía ninguna duda de que valdría la
pena.
—Puedo decir Mel que te ves hermosa. —Neal sonrió, dándole un
manojo de rosas amarillas.
—Puedes, a pesar de que sé que estás mintiendo —respondió ella,
tomando las flores de él—. Gracias, Neal. Huelen genial.
—Mira esto, me doy la vuelta por un momento, y él es encantador con
mi esposa inmediatamente después de dar a luz a mi hijo —dije en broma
mientras él se acercaba a darme la mano. Tiré de él, dándole el mismo abrazo
que le di a Declan.
—Sólo coquetea con ella para poder mantener a Ethan antes que nadie.
—Olivia sonrió, su mirada fijada en el pequeño hombre ahora en los brazos
de Coraline.
Evelyn estaba cerca, mostrándole como sostenerlo.
—Así que es oficial, ¿verdad? ¿Ethan Antonio Callahan? —preguntó
Coraline y cuando él tomó una respiración profunda, ella, mi madre y Olivia
prácticamente se derritieron dónde estaban.
La vista de su pequeño pecho subiendo y bajando era la cosa más bella
del mundo.
—En realidad, es Ethan Antonio Juan Callahan —dijo Mel,
recordándome nuestra conversación anterior.

—¿Antonio? —Olivia frunció el ceño—. ¿Quieres decir como el


guardia que murió?
—Sí, el guardia que recibió una bala por mí... por los dos. Era lo menos
que podía hacer por un hombre que fue, en muchos sentidos, mi amigo
también. —Nadie podía discutir con eso. Nadie se atrevió.
Ethan no había estado en brazos de Neal durante más de unos pocos
minutos antes de que empezara a llorar. Mel se sentó, alargando de
inmediato sus manos hacia él. Balanceándose adelante y atrás, Neal lo colocó
en sus brazos. No tenía ni idea de cómo sabía qué hacer o cuando esos
instintos se activaron, pero sabía exactamente lo que necesitaba.
—Ahora, ¿por qué lloras? —le susurró. Él extendió su mano,
golpeando su cara un par de veces y poniendo su mano en la boca de ella
antes de relajarse. Era como si supiera quién era ella, y con sólo saber que
estaba con su madre, estaba a gusto. Una parte de mí sintió una punzada de
celos por lo cerca que ya estaban, pero me sentí abrumado por la cantidad
de alegría y emoción que sentía. Finalmente se había relajado cuando un
destello se disparó, lo que le hizo agitarse de nuevo.
—¡Mamá! —espeté, mientras ella sostenía su teléfono contra su pecho.
—Oh calla antes de que le hagas llorar. Déjame disfrutar de esto.
Necesito enviar esto al resto de la familia, y no puedes esperar que no tenga
su fotografía. —Ella sonrió, mirando su teléfono.
—Ya le hiciste un centenar de fotos en el momento en que lo viste. —
Se estaba volviendo loca de alegría, y no sólo ella, mi padre estaba igual de
contento. Eran... bueno, estaban felices. Todos estábamos felices.
Extendiendo la mano, mi hijo se agarró de mi dedo, apretando tan fuerte
como pudo, como si estuviera tratando de demostrar algo. Como si estuviera
tratando de decir—: mira papá, mira lo fuerte que soy.
—¿Qué color de ojos crees que tendrá? —me preguntó Mel. En este
momento eran el estándar color azul con el que al parecer la mayoría de
bebés nacían.

Antes de que pudiera responder, todos los demás se encargaron de


hacerlo por mí.
—Verdes.
—¿Puede el padre obtener una palabra en favor? —me burlé de ellos,
dirigiéndome a mi esposa y mi hijo una vez más. Me quedé sorprendido ante
la nueva persona que era la mitad de mí, mi corazón tartamudeó ante la idea.
Cepillando su pelo hacia atrás, le respondí a mi mujer—. Antes de que el
gallinero pueda interrumpir de nuevo, creo... Realmente no me importa,
siempre y cuando esté sano.
—Es por eso que estoy aquí. —Una médico pelirroja excesivamente
estirada entró con una sola enfermera a su lado—. Hola a todos. Soy la
doctora Yang y sólo hay que hacerle algunas pruebas más, y si…
—No diga si. —Mel frunció el ceño, con sus ojos fulminadora—. Está
bien, y sólo queremos asegurarnos de que todavía está muy bien,
¿entendido?
Mi padre rio por cuánto se abrieron los ojos de la mujer.
—Por supuesto, señora Callahan. Vamos a llevárnoslo durante una
hora o dos y luego estaremos de vuelta con él. Estoy segura de que está bien.
El cuerpo de Mel se puso tenso y sabía que iba a pedir acompañarle,
pero realmente necesitaba descansar.
—Iré con él —dije—. Me sentiré mejor si al menos duermes dos horas.
Suspiró, ella besó su frente antes de entregármelo lentamente. Olía a
flores frescas, y a lluvia, y a bebé simplemente, un aroma indescriptible que
parecía impregnar su piel. La besé rápidamente y me acerqué a la médico.
No lo dejes caer. Mantén su cabeza hacia arriba. No le aprietes demasiado.
¿Está respirando? ¡No lo despiertes!
Esos fueron algunos de los pensamientos que corrían por mi mente;
era como si todo mi ser ahora estuviera envuelto alrededor de él.
Mierda, era un padre.

Melody
—No te preocupes, cerrarás los ojos y antes de que lo sepas, los dos
estarán de nuevo exigiendo tu atención. —Evelyn rio, besando mi frente. Fue
extraño. No estaba acostumbrada a que nadie más excepto Liam hiciera eso,
y, aun así, me había tomado un tiempo adaptarme a él. Pero supongo que
verme con un bebé metido en mis brazos le hizo olvidar quién era yo.
—Vamos a salir y a dejarte un poco de espacio. —Sedric me sonrió.
Parecía como si estuviera frenando un abrazo o algo así. Lo mejor que podía
hacer ahora era apretar su mano.
Me gustó que todavía me sentía como yo, sólo que ahora tenía una
mayor prioridad y era mi hijo. Era la persona por la que ahora vivía, y
moriría, y haría todo lo posible para asegurarme de que estaba a salvo. Lo
que significaba que tenía que ser más fuerte, tal vez incluso más dura con los
que me rodeaban. Sería cualquier cosa, haría cualquier cosa, para protegerlo.
—Adiós, Mel. Oh, le traje a Ethan algo de ropa nueva linda para que
vuelva a casa con ella. —Coraline sonrió, dejando la bolsa azul bebé en la
silla que Sedric había ocupado antes.
—Eso me recuerda, la prensa se peleará por las fotos... —Olivia
comenzó, pero la corté rápidamente.
—Neal, asegúrate de que todos y cada uno de los periodistas alrededor
de nuestra casa sea atendido inmediatamente. Además, quiero un coche
nuevo, algo que no sea demasiado llamativo, con vidrios polarizados. ¿Un
Volvo, tal vez? —Había escuchado toda esa mierda sobre que eran seguros,
así que podía probarlo.
—Voy a ello, jefa. —sonrió, pero todavía no confiaba en él. Había
cometido demasiados jodidos errores, y si no fuera de la familia, ya lo habría
matado. Olivia se mordió la lengua —como debería— antes de tomar una
respiración profunda y jugar con las perlas en su cuello.

—Declan, ¿te quedas un momento? —Giré hacia él. Ninguno de ellos


esperó ni siquiera miró hacia atrás. Evelyn rodó a Coraline hacia fuera,
dándonos la privacidad que insinué con mi declaración.
—¿Qué necesitas? —preguntó, subiéndose las mangas.
—La casa barrida, quiero hasta la última de nuestras cámaras de
seguridad con cortafuegos e imposible de ser pirateadas. Después, obtén un
perfil de todos nuestros empleados. Asegúrate de que saben que sus vidas
dependen de lo que no ven o escuchan, y a quién dejan entrar en mi casa.
Trajimos a un niño pequeño a la frontera para mantener a su madre
tranquila. La policía quiere usarla como informante. Centrarse más en ella.
—Decir todo en voz alta me hizo relajarme, sólo un poco.
—Pondré todo a trabajar, pero Neal me dijo que Liam está barriendo
la casa de nuevo mientras hablamos. Tiene a quince hombres caminando por
la propiedad aquí y vagando por las zonas de los alrededores. —Por
supuesto que lo estaba. Él y yo éramos demasiado parecidos; a veces era una
locura.
—Te dejaré para conseguir algo de desca…
—¿Cómo está Coraline?
Frunció el ceño.
—Lo está haciendo mejor, pero no creo que esté preparada para hacer
nada en este momento.
—No te lo pregunto como su jefa.
—Oh. —Asintió lentamente. Este era uno de los problemas cuando se
trataba de la familia—. Tiene sus días oscuros, pero ha estado haciéndolo
mejor. Es un proceso lento, pero se está recuperando. Han pasado un par de
semanas desde que estuvo fuera de la quimioterapia, y comenzará la terapia
pronto.
—Bueno. Me alegro. —Bostecé. Todo mi cuerpo se sentía tan pesado.

Dijo algo antes de salir por la puerta, dejando sólo el silencio y el


zumbido apagado de las máquinas en su estela. Finalmente, pude descansar
y permitir que mis ojos se cerrasen.
—Hola, cariño —susurró alguien sobre mí.
Me sentía como que apenas había cerrado los ojos, pero ahora se
sentían más difíciles de abrir.
—¿Qu... yo... qu... —No podía formar palabras. ¿Qué demonios estaba
pasando?
—No te preocupes, esto terminará muy pronto. —Conocía esa voz.
Con toda la fuerza que tenía, forcé a mis párpados a abrirse, parpadeando
rápidamente en el torrente de luz que se vertió a mis ojos.
—Avi… Avi ... —susurré entre dientes.
—No aquí. —Ella sonrió, mirando el nombre de su bata de
laboratorio—. Aquí soy la doctora Yang.
Estaba empujando mi cama al final del pasillo. Traté de moverme, pero
mi cuerpo se sentía como si estuviera encerrado en plomo. Enfermeras,
médicos, pacientes y paredes pasaban a mi lado sin mi control. Todo lo que
podía ver era su maldita bata de color azul y su mala peluca roja cerniéndose
sobre mí. Apreté los dientes, hice todo lo posible por hablar, pero los
músculos de la mandíbula eran inútiles. Con lo que fuera que jodidamente
me había drogado, no estaba acostumbrado a ello.
—Liam... matar...
—Mi amigo médico lo mantendrá a él y al pequeño Ethan tan
ocupados que no se darán cuenta hasta que sea demasiado tarde. Ahora
duerme, mi amor. —No tuve tiempo para prepararme antes de que me
pinchase en el jodido cuello. Ya no tenía ningún control sobre mi cuerpo. Fue
entonces cuando las lágrimas comenzaron a caer. Me negaba a creer que
quizás nunca vería a mi familia.

Que la jodan. Si creía que podía terminar así, no sabía con quién estaba
jodiendo.

Liam

Algo andaba mal. Podría jodidamente sentirlo en la boca de mi


estómago. El puto doctor estaba tomándose su dulce tiempo mirándole, pero
ese no era mi problema. Algo estaba mal y no podía saber qué.
—Liam. —Declan intervino junto a mí, mirando a Ethan a través de la
ventana. Estaba feliz mientras gorgoteaba en su pequeña incubadora.
Declan estaba rígido, su mandíbula apretada con tanta fuerza que
parecía de piedra, respiraba por la nariz lentamente, observando las manos
del médico cuidadosamente. Al oír la puerta abrirse, vi como mi padre entró
sin molestarse siquiera en mirarme. Se acercó a mi hijo, bloqueando mi vista
del médico.
—Tienes cinco segundos para empezar a hablar, Declan. —Mis manos
temblaron, más que listas para golpear la cabeza de alguien.
—No hagas una esce…
—Te he hecho una maldita pregunta, trabajas para mí, ahora contesta.
¿Qué demonios está pasando Declan?
Se quedó en silencio.
—Si tengo que preguntar de nuevo...
—Mel. —Hizo una pausa—. Se ha ido.
Tomé una respiración profunda, traté de ignorar la rapidez con que mi
corazón latía con fuerza.
—¿Comprobaste con el…
—Se ha ido. Evelyn volvió a ver como estaba y se dio cuenta. Nadie la
ha visto en las últimas dos horas. Miré las cámaras del hospital... —Me dio
su teléfono, pero no tenía necesidad de verlo.
—Aviela.

¡La perra! ¡La mataré, maldita sea!


—Liam, respira.
—¡Quiero todo este puto hospital bloqueado! ¡Cada puta salida,
cerrada! ¿Cómo diablos llegó a mi esposa? —Justo debajo de mi nariz.
Todas las cabezas en las proximidades se volvieron hacia mí, pero no
me importaba un carajo. Cortaría cada una de sus putas gargantas.
—Entró usando la placa de la doctora Yang y una peluca. Liam, no...
Fui hacia la puerta antes de que siquiera pudiera terminar, pero saltó
delante de mí, deteniéndome—. Tenemos ojos en todas partes. Hay policías
en todo este lugar.
—¡Tráeme a la doctora Yang! Sacadla de nuevo. Bloquea las malditas
cámaras.
—Está bien. Sé que estás entrando en pánico, pero hermano, respira —
contestó.
Pasé mis manos por mi pelo, di un paso atrás, y respiré por la nariz
antes de asentir.
—Llévala lejos de mi hijo. Quiero hombres a su alrededor en todo
momento.
Cuando me dejó, traté de no pensar en ella. No podía pensar en ella no
estando en su sala de espera por mí. Simplemente no podía manejar eso.
Mierda. ¿Cómo la consiguió? Mierda.
—¡Suéltame! —La perra siseó mientras Declan la arrastraba fuera de la
habitación de Ethan por el brazo, levantando su pequeño cuerpo hacia mí.
—Es mejor que hables antes de que llegué allí abajo o que Dios me
ayude, tu definición de dolor estará obsoleta en el momento en que termine
contigo. —Eso es todo lo que dije antes de entrar a la habitación de mi hijo.
El ver a Ethan en brazos de mi padre quemó profundamente en mi alma.
Ella no era sólo mi esposa, era su madre. Él tenía una madre que lo amaba y
tenía que traerla de vuelta. Ni siquiera tenía un puto día de edad y ya tenía

que lidiar con esta mierda. Lo besé, di un paso atrás, y lo vi descansar en


brazos de mi padre.
—Papá…
—Ve. Nadie se acercará a él. Tu madre estará aquí en breve.
Asentí. Ni siquiera podía respirar correctamente ya. Me sentía como
Atlas, luchando por equilibrar el peso del mundo.
—Liam, si hay un hombre que puede rescatarla, eres tú.
No tenía una puta elección. ¿Cómo podría vivir sin ella? Ni siquiera
podía pensar. Enrollé mangas y me alejé. Me dije una y otra vez que no podía
matar a la médico. Pero la línea entre los vivos y los muertos era muy
delgada. Me gustaría ver lo lejos que podía llevarla antes de que se rompiera;
no tenía ninguna duda de que lo haría.
Neal ya estaba esperándome cuando salí al pasillo estéril. Su cuerpo
estaba tan rígido como el mío. No fueron necesarias las palabras, por lo que
no perdimos el tiempo con ellas. Aviela venía tras la familia. Ella robó nuestra
familia; mi maldita esposa. Alguien iba a morir, eso era un hecho.
Abrí la puerta de la escalera, Neal me entregó una pistola, pero me la
quitó de encima. Aviela había escogido a esta mujer como señuelo; dudaba
que un arma de fuego fuera suficiente para asustarla. Iba a sacárselo a
golpes.
Mi Mel se ha ido. ¿Cómo diablos? Ella se llevó a mi jodida esposa. ¡Ella se
llevó mi maldita esposa! Mi mente estaba en un bucle mientras bajábamos las
escaleras.
No quería pensar, porque cuando lo hacía, me sentía un fracasado;
sentía el dolor y la ira.
Al abrir la puerta, me golpeó una severa ráfaga de aire seco y frío y de
nieve. Allí, rogando, mientras estaba contra la pared al lado del contenedor
de basura con las ratas a sus pies se encontraba la doctora Yang. Sus labios

se abrieron y sus ojos tenían lágrimas. Declan negó, dando un paso atrás
para dejarme pasar.
No tenía tiempo para esto. Yendo hacia adelante, agarré un puño lleno
de su pelo rojo falso. La puse contra la pared antes de golpear su cara varias
veces contra el contenedor de basura antes de tirar su cuerpo a un lado. Tuve
la tentación de seguir adelante, pero seguramente si continuaba la
incapacitaría permanentemente.
—¡AHH! —gimió, escupiendo lo que parecía ser al menos tres de sus
dientes sobre el lienzo blanco de nieve. Era algo hermoso, el contraste de su
sangre roja en el suelo no contaminado. Disfruté de causarle angustia,
haciéndola sentir una fracción del dolor que me atravesaba. Me arrodillé a
su lado, saqué una navaja de mi calcetín y la acerqué a la línea de su cabello.
—Te quitaré el cuero cabelludo a sangre fría y luego dejaré que las
ratas se coman tu jodida cara, ¿entiendes? ¡Ahora, dime todo lo que jodidos
sabes!
—Ahh... —gimió.
—¿Crees que voy de broma? ¡MI ESPOSA ESTÁ DESAPARECIDA! —
Deslicé la navaja a través de la piel de la línea de su cabello. Trató de luchar,
pero tiré su pelo hacia atrás, dejando al descubierto su carne recién
arrancada, mientras la sangre corría por su cara y teñía la nieve que nos
rodeaba.
—¡Por favor! Te lo diré todo —se lamentó.
—Empieza a hablar antes de que te quite toda tu cara —espeté. De
cualquier manera, iba matarla.
—Lo único que me dijo fue que quería a su hija de vuelta. Le di mi
placa; iba a salvar a su hija. Dijo que, si se quedaba contigo, ella y su hijo iban
a morir.
—¿Dónde están? —rugí, cortando con la hoja detrás de su oreja, casi
arrancándola. La sangre fluía, rodando por su rostro y cuello. Dudaba de su

capacidad de ver cuando abrió sus ojos, el blanco normal estaba saturado de
rojo.
—¡No lo sé, lo juro todo lo que dijo fue que iban a casa! Eso es todo lo
que sé, lo juro. Lo siento mucho, me dijo que estaba salvándola...
—¡Policía! —alertó Fedel, obligándome a dejarla ir momentáneamente.
La doctora Yang se acurrucó en una pequeña bola, sollozando en la suciedad
y la nieve mientras las ratas olían la sangre. Miré su forma rota, todavía no
estaba satisfecho. No estaba retorciéndose de dolor y eso era inaceptable.
Efectivamente, por el callejón un coche de policía desaceleraba, los
policías salieron con una linterna. Cada uno de ellos sacó sus armas. Esos
tontos no serían los primeros oficiales de Chicago asesinados a tiros en un
callejón atrás, y no tenía tiempo para esto.
—¿Hay un problema aquí?
—¡Por favor! ¡Ayúdeme! —gritó de repente la doctora Yang desde
detrás de mí. Sus ojos se agrandaron, corriendo hacia ella hasta que vieron
mi cara con claridad.
—Señor Callahan.
—Entren en el coche. Conduzcan lejos. No vieron nada. Tienen dos
segundos.
—¡No! —dijo la doctora Yang detrás de mí—. ¡POR FAVOR! ¡POR
FAVOR AYUDA!
—Uno —señalé y ambos asintieron, haciendo caso omiso de ella.
—Lo siento por molestarle, señor —dijo el mayor de los dos hombres
antes de darse la vuelta y retirarse; la médico dio un grito derrotado cuando
su coche se alejó.
—Mátala, y quiero una lista de todas las propiedades de los Giovannis.
—Limpié la sangre de la navaja, me dirigí de nuevo hacia mi hijo.
Mel, te encontraré. Juro por Dios, te encontraré.

33
“Las marcas que los seres humanos dejan con frecuencia son cicatrices”.
—John Green

Traducido por Mich Fraser & Jessibel


Corregido por Jessibel

Sedric
Él tenía doce horas de edad. Más pequeño que la distancia entre mi
codo y muñeca, y aquí estaba, sin una madre. Él estaba sufriendo tal y como
Liam sufrió como cuando era un bebé. Había llevado más de una década
para que Evelyn finalmente lo abrazara… para amarlo. Y cada segundo que
Mel se había ido, Ethan se vio obligado a viajar por el mismo camino que su
padre. Ahora mismo, él era ajeno a todo, mientras dormía en su moisés,
perdido en su propio pequeño mundo.
—Sedric. —Evelyn irrumpió en la guardería del hospital—. Una
enfermera fue a buscar a Mel para que alimentará a Ethan.
—Mierda. —Era sólo cuestión de tiempo antes que la policía fuera
atraída. Con la policía llegaban los medio de comunicación, las
investigaciones y la gente que profundizaba en nuestras vidas.
—¿Liam lo sabe? —pregunté, sacando mi teléfono.
—La enfermera en realidad ya fue con su superior. Es sólo cuestión de
tiempo. —Apenas salieron las palabras de sus labios, una sirena roja entró
por la habitación. Parpadeamos ante las luces brillantes que debían llamar la
atención de una enfermera sin despertar a los niños.

—¿Qué hacemos? —susurró, acercándose a Ethan.


La única cosa que podíamos hacer.
—Les diremos la verdad. Dejamos a Mel para descansar y cuando
volvimos, se había ido.
—La línea de tiempo no coincidirá, Sedric. Fui a revisarla horas atrás.
O les decimos que estaba desaparecida durante horas o que alguien modificó
las imágenes de la cámara. —Era una situación de perder. Perder, porque al
final, sacarían más preguntas de las cuales ninguno de nosotros estaba listo
para manejar.
No podía dejarla o a Ethan a solas para preparar a Liam para las
preguntas que muy probablemente serían lanzadas en su camino.
—Él lo sabe. —Ella suspiró, permitiendo que él agarrara su dedo—.
Sabe que su mamá se ha ido. Justo como Liam lo hizo.
—Evelyn…
—Liam y yo no somos cercanos. Es mi culpa. Lo dejé sólo durante años
y cuando finalmente desperté, ya no era un bebé y me evitaba. Ni una sola
vez ha venido a buscarme por consejo. Sé que me ama, pero siempre ha sido
tú. Su ira, su dolor, su soledad, todo porque yo no estaba allí. —Tembló en
mis brazos mientras sus lágrimas empapaban mi camisa.
—Liam te ama, y eso es completamente diferente. Mel no… Mel fue
raptada, pero volverá. Estamos hablando de la primera mujer haciéndose
cargo de la mafia italiana. En el momento que pueda, se pondrá en contacto
con nosotros y no dejará más que una estela de sangre detrás de ella. Esto
terminará pronto.
Esperaba que mis palabras fueran ciertas. Cada momento que ella no
estaba aquí, Liam iba en espiral. Sabía eso de mi hijo; No podía soportar ser
abandonado de nuevo.

Declan
Nada más que un mar de azul estaba inundando las paredes,
ahogando las batas blancas que normalmente infestan los pasillos. Los
policías me hacen enfermar. Eran nada más que auto—perseverante,
sanguijuelas oportunistas que se ocultan detrás de placas brillantes. La
enfermera nos había retrasado y ahora el hospital estaba en su propio
bloqueo de seguridad, lo que nos obligó a permanecer en un ala privada en
vez de buscar a Mel. Liam no había dicho una palabra desde que tomamos
al médico. Se sentó como un hombre hecho de mármol, su cabeza unida
permanentemente a sus manos.
—Sr. Callahan —dijo un hombre calvo, de baja estatura. Él estaba
rebosante de medallas que, sin duda, llevaba por las cámaras en el exterior.
—¿Puedo preguntar quién es usted? —pregunté—. Mi hermano está
cansado y devastado, como puede imaginar. —Di un paso al lado de mi
hermano. Él me miró, con su ceja levantada.
—Sr. Callahan, soy el Superintendente Wendell Homero. Quería venir
personalmente y decirle que vamos a hacer todo lo que está en nuestro
poder...
—Permítame detenerlo aquí. Somos Callahan, estamos acostumbrados
a personas que nos besan el culo para su beneficio personal. Por lo tanto,
guarde sus palabras para los sabuesos de la prensa y encuentre a mi cuñada.
—Como si pudieran. La policía de Chicago son una broma recurrente
en todo el país.
Su espalda se enderezó de su posición besa culos, antes de ponerse su
sombrero.
—¿Alguien ha recibido pedidos de rescate? —preguntó y tuve que
luchar contra mi reacción inicial de poner los ojos en blanco.

—No, no tenemos.
—Está bien, pero espera una. Estos tipos de delincuentes siempre van
a la caza de un cheque de pago rápido. Vamos a necesitar una lista de
cualquiera que pueda tener algo contra ti… —Se detuvo cuando Liam se rió.
Se echó a reír histéricamente, apoyándose en su silla y pasando las
manos por el cabello.
—¿Sabe usted cuánto valemos? —le preguntó—. 32.7 mil millones de
dólares. Eso nos pone entre Wal-Mart y Michael Bloomberg en la lista de las
personas más ricas de Forbes. ¿Quieres una lista de las personas que tienen
rencor contra nosotros? ¡Comienza con todo el maldito estado y trabaje!
—Señor Callahan, sé que esto es difícil, pero por favor, confíe en
nosotros. No vamos a parar hasta que la encontremos. Hasta que
encontremos quién hizo esto. Sabemos que el guardia fue asesinado hace tan
sólo un día. Esto está, obviamente, conectado. Danos tiempo. Haremos todo
lo posible —dijo, casi rogó, pero Liam había terminado con ellos. En cambio,
sus ojos verdes se pusieron vidriosos mientras miraba vacíamente a la pared.
Ninguno de nosotros tenía nada más que decir.
—¿Le gustaría hacer una declaración? ¿Suplicar a los secuestradores
para que devuelvan su esposa? —interrogó, haciendo que me dieran ganas
de golpear a su pequeña cara de Teletubbies3.
—¿En todo su tiempo como oficial, ha trabajado alguna vez en esa
mierda? ¿De verdad cree que les importa una mierda? —Realmente no podía
comprender por qué él pensaba que eso era una opción.
—No pierde nada con intentarlo. Por favor, discúlpeme —dijo,
contoneándose por el pasillo, a medida que más agentes de la policía
llegaban a la escena.
Suspiré, me senté al lado de mi hermano.


3
Teletubbies – Son cuatro personajes infantiles que entienden al mundo a través de los juegos.

—Tenemos una lista de doce propiedades —dije—. Cinco están fuera


del país. He llamado a Anna y le pedí que llamara aprovechando todos los
favores que ella tenía en la Interpol para los registros de vuelo.
Él respiró hondo, pellizcando el puente de la nariz.
—Bien. No me puedo mover, no con estos hijos de puta arrastrando mi
culo. Consigue a todos los hombres que tenemos en el exterior para iniciar
la búsqueda. Quiero que Neal vaya con ellos. Ha estado en el ojo público,
viajando por el país.
—¿Neal? Yo iré, Liam.
—No, Declan. Te necesito aquí. Necesito que vayas a cada maldita
cámara en el puto estado. Estos cabrones tienen la burocracia para ir a través,
tú no. No voy a perder un maldito segundo más porque sólo quieren una
sesión de fotos. Si Aviela la quería muerta, podría haberla matado meses
atrás. Ella quiere a Mel viva. Y sé que mi esposa, siempre y cuando ella esté
viva, va a estar tratando de ponerse en contacto con nosotros. —¿Y si no
pudiera? ¿Qué pasaría si...?
—¿Liam?
—No me jodas, Declan. Ella es mi esposa. Es una maldita luchadora,
una líder. Tengo plena fe en que ella va a vencer a la mierda de su madre y
volver a casa con su cabeza en una estaca. No se convirtió en lo que ella es
por ser débil. Es fuerte. Seré fuerte. Y nuestro hijo lo sabrá. Así que no te
atrevas a sermonearme y haz tu puto trabajo.
Con eso, se levantó y se alejó. Ni siquiera estaba seguro de si sabía a
dónde iba. Ni siquiera podía empezar a entender su dolor. La única persona
sobre la faz de la tierra con quien podía ser honesto se había ido.
—Declan. —Coraline subió de la maldita nada con sus manos tirando
de la banda de goma en la muñeca, algo que había adoptado hacer durante
su tratamiento.
—Un...

—¿Qué puedo hacer? ¿Qué debería hacer? Necesito hacer algo. Evelyn
me dijo y yo…
—Coraline. —Caí de rodillas, tomando su mano en la mía—. Sólo
vigila a Ethan, no quiero que te lastimen.
—Pero Jas...
—¡No! Necesito concretar sobre Liam. Esta familia y yo no podemos
hacer eso si estás en el medio de esto. Te lo ruego. Sólo vigila a Ethan, evita
la policía, y céntrate en tu salud, ¿de acuerdo?
Ella suspiró y asintió con la cabeza, pero no consiguió mirarme. Besé
su frente, la abracé a mí por un largo segundo.
—Te amo cariño. Sólo mantén la cabeza por encima de esto y vamos a
salir de ello.
—Siempre lo hacemos —susurró—. Voy a ver a Ethan, y antes que
preguntes, no te preocupe por mí. Puedo esforzarme.
—Por supuesto que sí. —Miré hacia arriba para ver a Adriana; ella
estaba de pie en medio de la enfermería, percatándose del caos a su
alrededor. Su cabello estaba empapado, pegado a su cara. Parecía como si
estuviera tratando de mantenerlo unido, envolviendo sus brazos alrededor
de sí misma. Parecía un perrito mojado muriendo sin un hogar.
Ella era la mano derecha de Mel. Tenía que haber más propiedades que
Mel escondió de nosotros. No descartaría que tuviera trucos y fondos bajo la
manga que nadie conocía.
—Cuídate —le dije a Coraline antes de dejarla y acercarme a Adriana.
Los pasillos estaban llenas de placas, pero no estaba seguro de a dónde más
llevarla.
—No entiendo —susurró ella, con las manos temblorosas—. Ella
estaba conmigo hace horas. No... No... No pudo ser secuestrada. Ella no es
ese tipo. Ella es Melody.
Grandioso, está perdiendo su mierda también.

—Adriana, sé que esto es difícil, pero necesito que pienses. ¿De


acuerdo? Necesito que me digas todas las propiedades que Mel tiene, todo.
—No puedo hacer eso, Mel podría...
—Mel no está aquí, Adriana, y trabajas para nosotros, para esta familia
—siseé, tratando de no llamar demasiado la atención—. Ahora, necesito que
me digas todo sobre lo que Mel no ha podido informarnos.
—Ella tiene quince millones, y un piso en Cagliari, y una casa privada
en Varna, Bulgaria. Y... tiene casas privadas que nadie sabe por toda Italia.
No las sé todas; es su red de seguridad. El único registro de esa mierda está
en su cabeza. Esas son las únicas dos...
—Bien. Vamos a seguir buscando, ¿está bien, Adriana? Pero en este
momento, necesito que mantengas la calma y respires. ¡Tienes que salir de
aquí! Parece que te acaba de apuñalar una anciana. Vuelve a casa. —En
primer lugar Antonio, ahora Mel. Me sorprendió que no se balanceaba
adelante y atrás en la esquina.
—Se supone que tengo que velar su espalda, especialmente cuando
ella no puede. Ese es mi trabajo. Ese es mi único trabajo real. Todo lo que
hago y todo lo que he hecho es porque quería ayudarla. Haría cualquier cosa
para ayudarla.
Lo sabía. Dudaba que nadie lo dijera de otra manera.
—Ve a casa, Adriana —repetí mientras sacaba mi teléfono. Tenía la
esperanza de que el Dios Liam tuviera razón y que Mel estaba tratando de
ponerse en contacto con nosotros.

34
"Puedes averiguar si un hombre es inteligente por sus respuestas. Puedes decir que
un hombre es sabio por sus preguntas. "
—Naguib Mahfouz

Traducido por Jessibel & Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Liam
Mientras los observaba pude sentir que me hervía la sangre, pero ¿qué
otra cosa podía hacer? Olivia sostuvo a Ethan, y le dio de comer alguna
mierda en una botella, que sólo me disgustó más. Pero tenía que comer, y su
madre no estaba aquí. Pellizqué mi nariz, tratando de equilibrarme. Ni
siquiera podía cerrar los ojos, sólo me hacía pensar en ella. Lo cansada que
debe haber estado. ¿Qué tan bien podría luchar si estaba hambrienta y
cansada?
Aviela no quiere matarla.
Traté de convencerme de ello.
—Señor Callahan. —me giré y encontré el pequeño hombre, de pie en
medio del caos de lo que era ahora la incubadora, mirándome y a mi familia
a través del cristal.
—Oficial Scooter.
—Sr. Callahan, tengo que hacerle unas cuantas preguntas. En casos
como este...

—¿Ellos envían a un policía novato para encontrar a mi esposa? —Y se


preguntaban por qué no confiaba en ellos.
Suspiró, dando un paso adelante.
—Usted sabe, ¡fui seleccionado para unirme al FBI directo de la
academia! Puede que no parezca mucho, pero soy muy bueno en mi trabajo.
En cuarenta y ocho horas, su guardaespaldas fue disparado. El mismo tipo
de disparo, con el mismo tipo de ronda utilizado para asesinar al presidente.
Ahora su esposa fue secuestrada de uno de los hospitales más altamente
protegidos en el país. Hay una conexión aquí, puedo sentirlo. Así que
ayúdame, señor. Ayúdame a encontrar a su esposa. Ahora todo lo que diga
es importante.
No hubo forma de deshacerme del hombre. Me recordó a un
superintendente molesto que solía conocer.
—¿Por qué no se inscribe en el FBI?
—Debido a que esta es mi ciudad. No estoy abandonando a las
personas. —Exactamente igual que un superintendente solía conocer.
El iba a ser un problema.
—Antes de que todo esto ocurrió, mi esposa me dijo que tuvo un
extraño encuentro con usted en la estación, Oficial. Así que tómese su
moralidad y consígame un oficial real. No uno tratando de culpar a mi
familia.
—Sr. Callahan...
—No. No se moleste. Dile al superintendente que sólo quiero el
verdadero FBI buscando a mi esposa, ni más ni menos. Así que
respetuosamente, lárgate de mi vista. —Agarré la manija de la puerta,
dejando al idiota de cabeza rubia solo.
Entré en la sala de cuidado prenatal, ni siquiera me molesté en hablar
con mi padre o mi madre. Tomé a Ethan de los brazos de Olivia, ella se puso
de pie, con su mano aún en la botella, esperando a que me sentara en la
mecedora blanca.

—Liam. —Mi padre suspiró y supe que había visto al oficial y a mí


hablando, pero no podía lidiar con él ahora mismo. Sólo tenía que sostener
a mi hijo. Él me dio la esperanza que necesitaba en ese momento.
—No entiendo. ¿Cómo sabía cuándo tenerla? —susurró Evelyn, de
rodillas justo en frente de mí.
De la misma manera que sabía todo lo demás... su topo. La única
manera que iba a encontrarla era encontrando a esa rata. Pero la única
persona que podría haber dado tanta información privilegiada tenía que
estar cerca. Las únicas personas que estaban tan cerca de la familia. Así que
a medida que se apiñaban a mi alrededor, mi padre, mi madre, Olivia... Me
aparté. ¿Quién jodidos me estaba traicionando? La única persona en la que
podía confiar plenamente era la pequeña persona en mis manos.
Una vez supiese quién era, no me contendría.

Melody
Odiaba estar drogada. Siempre dejó un mal sabor en mi boca. Mi padre
solía drogarme en un intento de hacerme más fuerte, inmune. Ahora me
sentía como si supiera que mi madre era una perra psicópata y que había
estado tratando de prepararme para ella. Pero dudaba que nada podría
haberme preparado para ser tomada desde la cama del hospital, mientras
me recuperaba de una cirugía mayor, para ahora estar encadenada a un
asiento de un puto avión privado. Ella se sentó en su asiento, con el pelo
castaño rojizo escondido detrás de sus orejas pequeñas con una copia
arrugada de Wicked en sus manos y gafas de montura oscura en su cara.
—¿Quieres vino, señora?
Debería haber sabido.
Miré hacia arriba, a la mano pálida familiar de Nelson algo o el otro...
mi puto asistente de vuelo. Sirvió mi vino tinto favorito en un vaso para la
mujer delante de mí. Ella no dijo nada mientras sostenía su copa de vino para
él.
—Eres la rata en mi barco.
—¿En serio, Osa Mel? ¿Crees que no podría estar más cerca de tu
asistente de vuelo? —La mujer que me dio a luz suspiró antes de voltear la
página.
—No me llames Osa Mel, perra loca. En cuanto a ti, rata, te degollaré,
mientras ruegas por mi perdón, pero no antes de que te hagan ver matar a
tu hermana drogadicta de la manera más dolorosa posible. —Tiré contra la
cadena, pero todo lo que hizo fue causarme dolor. Podía sentir los puntos de
sutura tirando de mi piel, y aunque fue doloroso, me hicieron pensar en
Ethan.
—Nelson, consíguele algo de comer.

—Dame cualquier cosa y lo insertaré en tu cráneo —le susurré. Mi piel


estaba caliente, mis emociones estaban en carne viva, y lo único que quería
era ser libre.
—Hazlo que quieras entonces, siempre fuiste temperamental como un
niño. —Ella dijo con sarcasmo, de nuevo volteando la maldita página.
—Talvez fue porque sabía que mi madre era una débil zorra
manipuladora que me dispararía un día como a un perro después de
intoxicar a mi padre. Al final, no sufrió y yo estaba allí. Estaba feliz, así que
tu jódete... —el calor que irradiaba de la parte posterior de la mano cuando
se conectó con el lado de mi cara solamente me hizo sonreír.
Sus gafas estaban fuera, con el pelo cayendo fuera de lugar y su
espalda estaba recta mientras me miraba, las fosas nasales dilatadas y los
ojos muy abiertos.
—¿Me has dado una cachetada porque te he llamado zorra? ¿O porque
no conseguiste matar a Orlando?
—Déjanos —dijo entre dientes y cada uno de los hombres en su avión
se dirigió hacia la parte trasera. No fue tan difícil; Ni siquiera podía ver por
qué se molestaba.
—¿Me vas a contar un secreto, mamá? ¿Vas a…?
—Basta —dijo—. No entiendes la mierda que he hecho por ti. ¿Qué tan
difícil fue dejarte con ese puto monstruo, para protegerte de Satanás mismo.
Tú no sabes nada.
—Envenenaste a mi padre durante años. Me rechazaste. Mataste a mi
guardia y ahora me has separado de mi marido y mi hijo. Así que púdrete
junto a tu historia de vida, perra. Sé lo suficiente para decir que al final de
esto, voy a morir, y no sentiré nada. —Quería matarla. Seguía mirando la
botella de vino en la mesa, que deseé tener a dos pulgadas más, así podría
aplastarla contra su cráneo.
Ella respiró hondo, y puso su mano en su libro.

—¿Has leído esto?


—No, pero no te preocupes, leeré las chispas de las notas. —Dios, mis
pechos dolían. Todo dolía, pero sabiendo que mi hijo no me tenía, hacía
arder a mi corazón.
—Dios, eres tan parecida a mí que duele. Siempre he estado muy
orgullosa de ti. Te he visto crecer, y convertirte en la luchadora que sabía
eras cuando te tuve en mis brazos. Juré que siempre haría lo que fuera mejor
para ti.
—Esto —tiré de las cadenas—, no es bueno para mí. Pero, si no estás
llena de mierda, desátame, dame un arma de fuego y te creeré.
Ella frunció el ceño, llevando el vino a los labios.
—Tú no quieres escuchar esto. Esta capa de ira y sarcasmo, es sólo tu
tratando de bloquearme.
—No, soy yo, todavía hormonal y en una cantidad enorme de dolor
debido a ti. Pero por favor, continúa y dime que estoy tan jodidamente
equivocada, Aviela. Dime cuál es tu triste historia entera, una patética vida.
Voy a tratar de contener mi disgusto. Pero mientras hablas, sepa que voy a
estar pensando en maneras de matarte.
Mientras intento negar lo mucho que quería saber la verdad.
—Siempre te ha gustado ponerme a prueba. Lo que sea que te haya
dicho Orlando, eran mentiras, Osa Mel.
—¿Lo estuviste envenenado durante años?
Ella no dijo nada, su mirada estaba fija en los mares oscuros a miles de
pies por debajo de nosotros.
—Punto uno para papá.
—Orlando... todos los malditos Giovannis son unos monstruos. Él
mató a mi tío, mi hermano, mi maldita madre.
El segundo punto para papá.

—Las mujeres como nosotras, Osa Mel, sirven a los hombres por
encima de nosotras para sobrevivir porque somos guerreras, y hasta que
tengamos nuestro propio ejército, hacemos lo que se nos dice. —Ella habló
en voz baja, con los ojos vidriosos—. Si Orlando te dijo que mataras a Liam
lenta y dolorosamente, lo habrías hecho. Me arrepiento de nada. Los
Giovannis, ellos son la razón por la que mi padre estaba de la forma en que
estaba. No podía esperar para matarlo por el sufrimiento que me hizo pasar;
matar a Orlando, luego, salir. Pero tu llegaste y no quería que vinieras a esta
vida. Pero Orlando no sabía cuándo morir y te obligó en esta trampa.
—Así que lo que me estás diciendo es que siempre has querido verme
muerta. —Me hubiera gustado que Orlando la hubiera eliminado en el
momento en que nací.
—¡NO! —espetó ella, cerrando su mano sobre la mesa, derramando su
vino a través de ella. El buen viejo Nelson estaba allí en un instante,
limpiando. Ella ni siquiera se inmutó.
—Siempre he tratado de salvarte, Osa Mel. Yo sabía que te tomaría y
te formaría en un monstruo como él. Al igual que mi padre me había hecho.
Pero entonces te tuve, y nunca quise dejarte. Durante años, me quedé en el
infierno por ti. Para vigilarte, hasta que un día, no pude aguantar más. Tomé
mi oportunidad. Te tomé y planeé irme, desaparecer a donde Orlando e Iván
no podían encontrarnos. Íbamos a ser feliz y libre. Pero Orlando fue a
buscarte y mi padre a mí. Sabía que Orlando se convertiría en un monstruo,
pero Iván —su nieta, ¿una Giovanni?— te habría arrojado con las serpientes
y luego enviado tu cuerpo a Orlando. Elegí el menor de dos males.
—¿Así que me estás diciendo que Iván no sabía que estaba viva todo
este tiempo? Lo dudo. De lo que puedo decir, él sabe todo acerca de todas
las familias. Así que ¿por qué ahora, querida madre?
—Te dejó ser porque tomé mi castigo y pensó que no sería capaz de
hacerlo una vez que Orlando murió. —Ella sonrió, alcanzando sobre la mesa
para tomar mi mano—. Pero lo hiciste. Te sobrepusiste a todo y le mostró lo
estúpido que fue subestimar a mi hija.

—Tú no eres mi madre. No soy tu hija. Vete de mí y termina tu cuento


de hadas. ¿Cuál fue tu castigo? —Saqué mi mano de nuevo.
Sus manos se apretaron juntas mientras se reajustó a sí misma.
Desabrochó la camisa lentamente, la abrió, y en todas partes tenía
cicatrices y docenas de pequeñas heridas circulares marrones que parecían
ser quemaduras de cigarros. Ellas cubrían su pálidos hombros, estómago y
sabía que alcanzaban su espalda. La distancia entre las cicatrices de cuchillo
y quemaduras era corta. Por suerte para ella, ninguno de ellas parecía nueva.
Si no estuviera encadenado a este asiento, puede que me haya sentido mal...
tal vez.
—Cuando estuvo satisfecho y terminó, te dejó ir, sin preocuparse de lo
que hizo. Orlando se estaba destruyendo a sí mismo y su "imperio" no tenía
arreglo. Pero te observé. Tu primer asesinato fue Atticus Flanagan, un perro
callejero irlandés que se marchó hacia el puerto marítimo. Le sorprendiste y
terminó boca abajo en el lago. ¿Tenías, catorce años?
—Trece.
—Vendiste tu primer kilo a...
—Estaba allí. Lo sé, Aviela. ¿Por qué estás jodiendo con mi vida ahora?
—Porque estúpidamente me establecí con el Mutt y su pequeña sucia
familia. Iván te quería muerta al instante, pero lo convencí de que no podía
sacar la cabeza de la mafia italiana. Imagina todo el caos. Todas las guerras
mientras la gente trata de sustituirte. Él pensó que me importaba, por eso es
que te disparó. Lo necesitaba para creer que podría matarte si quería. Iván
es todo equilibrio, tratando de mantener el subsuelo bajo tierra. Pero eres mi
hija. Tienes que llegar más alto, tienes que controlar el Presidente de la
Estados Unidos. Has llegado demasiado cerca de la casa de él.
—¿Iván está en la Casa Blanca? —Mierda.
Ella no respondió.
—Le dije que no iba a ganar y las guerras de la calle no valía la pena
matarte. Me aseguré de matar al Presidente solo para asegurar su mujer. Ella

tendría el voto de piedad, sin embargo, todavía juegas conmigo. Así que
como he dicho, has hecho mi vida mucho más difícil de lo que debía ser. Esta
es la única manera que sé cómo protegerte ahora. Vamos a tener un segundo
intento. Finalmente vamos a casa.
—Tengo una familia, Aviela. ¡Un hijo que me necesita! No voy a correr
de una puta pelea y desde luego no voy a huir de él.
—No estás en una pelea. Ni siquiera tienes puesto el maldito anillo.
Iván te tiene. Él es el único intocable en este juego. En un instante se puede
llevar a tu hijo y quemarte como me quemó. Mataría a Liam. Pero esto es un
ganar para ganar. Él tiene su equilibrio, los italianos se separarán, dejando a
Liam menos potente. Liam será devastado, pero vive para tu hijo. Ni siquiera
será capaz de controlar el Presidente Colemen. Una vez que el hombre
obtenga su poder, bloqueará a tu marido. Tu hijo vive, y porque eres como
yo, puedes observar de lejos y aprender a estar bien. Tu hijo va a estar bien,
Osa Mel. Está vivo, porque lo amas lo suficiente como para mantenerte
alejada.
Ella es ri…
Empujé ese pensamiento de la cabeza y me apoyé en la cadena para
que pudiera ver mis ojos.
—Voy a salir de esta. Te voy a matar, y voy a proteger a mi familia de
la misma manera que siempre he tenido. Soy Melody Nicci Giovanni
Callahan, yo no huyo. Destruyo todo en mi camino, lo cual te incluye.
Ella sonrió mientras levantaba su libro manchado de rojo.
—Es por eso que traje las cadenas. Aprenderás, y cuando lo tengas,
voy a dejar que lo veas. Imágenes, vídeos, tal vez algunos de sus viejos
juguetes con el paso del tiempo.
Sentí que mi corazón se detuvo. No la quería en ningún lado cerca de
Ethan, mi Ethan. ¿Cómo iba a ser capaz de obtener imágenes y vídeos? El
topo. Pero, ¿a quién dejaría Liam estar lo suficientemente cerca de nuestro
hijo para eso?

—Olivia. Olivia es el puto topo. —Ella me odiaba lo suficiente. Ella


quería que me fuera...
—Inténtalo de nuevo. —Ella dio vuelta a la página, pero no pude ver
quién más. No podía ser Coraline, estaba demasiado enferma, Evelyn... Por
supuesto que no. ¿Neal? No, él anhelaba el amor de Liam. Ninguno de la
familia nos traicionaría así. Pero, ¿quién demonios estaría tan cerca, Fedel,
Monte, Antonio... la única otra persona sería...
—Tu sabes, ¿verdad?
—Adriana. —golpeé la cabeza contra el asiento. Maldición.
—Para su crédito, ella está dispuesta a hacer cualquier cosa por ti. Todo lo
que tenía que hacer era decirle la verdad y darse cuenta de lo que tu no
puedes. No estás segura. Estaba empezando a retener información, por lo
que le recordé para quién trabajaba. Muy triste que su amor tenía que morir
porque ella se echó para atrás.
Esto fue mi culpa. ¿Cómo podría confiar en ella? Orlando siempre me
había dicho que los seres humanos eran mentirosos por naturaleza, que los
amigos eran enemigos disfrazados y nunca lo hacen personal.
¿Cómo se atreve?
—Estás herida.
—No, estoy enfurecida y con ganas de poner una bala a través de su
pequeño corazón desagradecido. —Me incliné hacia atrás, sabiendo que no
sería capaz de relajarme, pero mi cuerpo no podría tomar nada más en este
momento. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos y planificar. Nada de
lo que dijo había cambiado lo que sentía por ella. En el momento en que este
avión aterrizara, tendría que actuar. Rápido.

35
"Imagina tratar de vivir sin aire. Ahora imagina algo peor. "
Amy Reed

Traducido por Jessibel, cjuli2516zc & Mich Fraser


Corregido por Jessibel

Melody
—Hace cinco días, mi esposa Melody Giovanni Callahan fue secuestrada sólo
unas horas después de dar a luz a nuestro hijo. La quiero de vuelta. Mi hijo y yo la
necesitamos. Mi familia y yo estamos ofreciendo cien millones de dólares por su
retorno seguro. Mel, si estás viendo esto, no estoy renunciando. No voy a renunciar
nunca hasta que te tenga devuelta. Nuestro hijo y yo te extrañamos y te amamos
tanto…
—Creo que es suficiente por ahora. —La voz de Aviela raspó en cada
nervio de mi cuerpo.
Mi odio por ella continuó supurando cada momento que pasaba en su
presencia. Ella apagó la televisión, y se precipitó desde la cocina para colocar
un plato en frente de mí.
—Albóndigas gigantes y espaguetis. Tu favorito, ¿verdad?
Solo me quedé mirándola, sin hacer nada para ocultar mi odio y
disgusto por la mujer que me dio a luz.
—¿Cien millones? Debes sentirte insultada. —Ella se sentó en el otro
extremo de la mesa del comedor de lujo, antes de extender la servilleta y

colocarla en su regazo. Ella me había encadenado a cada silla de mierda


hasta que llegamos a este lugar, que, a partir de lo que pude ver, estaba en
la orilla de una playa. Entonces, me pasaron a una silla de ruedas. Los dos
últimos días habían sido más de la misma retórica acerca de la forma en que
estaba tratando de salvarme, cómo ella sólo hizo esto para protegerme.
No sabía a quién estaba tratando de convencer.
Todo este tiempo pensé que era un genio de corazón frío, siempre
maquinando, siempre un paso por delante de nosotros porque ella estaba
muy bien. Pero estaba equivocada. Ella era delirante; Ni siquiera estaba
segura de si realmente entendía lo que estaba haciendo. Una parte de ella
todavía me veía como la niña que dejó en medio del océano, mientras que
otra parte de ella entendía que yo había crecido.
Pensé que era fuerte; Había admirado su tenacidad y sus tácticas para
conseguir lo que quería hacer de manera eficiente y eficaz, pero el momento
en que hablaba de su padre, Iván, se hizo débil. Lo que él le había hecho a
ella la había roto. Ella estaba a su entera disposición —su perro faldero— y
me disgustaba. Ella no era mejor que los aduladores de bajo nivel que
trabajaban para mí.
Todos los días lavó y peinó mi pelo e incluso me vistió, a la vez que
me mantuvo encadenada. Me trató como si fuera su propia muñeca
personal. El segundo día intenté ser amable, hoy traté de no hablar. Había
algo muy mal con esta mujer.
A pesar de mis tácticas para evocar una reacción de ella, actuó como si
nada le inmutó. La única vez que me dio una respuesta de ella fue cuando
me "portaba mal." Aparte de eso, no dio ninguna indicación de que estaba
aquí en este espacio, que no sea físicamente. Tenía que salir de aquí, pero yo
no sabía ni en qué país estaba.
—¿Necesitas que te consiga a alguien que te ayude, querida? —
preguntó ella, cortando la comida con su plata finamente pulida. Ella asintió
con la cabeza, una rata a punto de morir en el delgado marco de la puerta.

Nelson se acercó, y como un robot, cortó mi comida antes de llevarla a mis


labios.
Supongo que los psicópatas incluso pueden tener psicópatas.
Abrí la boca, tomé la comida y mastiqué brevemente antes de escupirla
en su cara.
—¡MELODY!
Dio un paso atrás cuando Aviela se adelantó. Nelson se limpió la cara
lentamente antes de mirarme. Aviela agarró mi cara, obligándome a mirarla
a los ojos.
—Estoy tratando aquí, Melody. Quiero que seas feliz conmigo, ¿de
acuerdo? Te amo, pero tienes que dejar ir a él y ese niño. Ellos son tu pasado,
un pasado que nunca habrías tenido si podríamos haber estado juntas. Te
quiero, así que por favor compórtate, porque no quiero hacerte daño.
—La única cosa que me detiene de romper tu maldito cuello en este
momento son estas malditas esposas. Así que jod...
Me dio una bofetada tan fuerte que los dientes cortaron la parte
inferior del labio. Lamí la sangre, la miré, sonriendo.
—Eres una madre horrible, siempre lo has sido... siempre lo serás. —
Me dio dos bofetadas, luego una tercera vez antes de retroceder.
—¡Deja de hacer que te lastime!
Mi cara ardía y sabía sin mirar que mi mejilla tendría una huella de su
mano en ella.
Me reí sin humor, y me preguntó si su marca de locura era contagiosa
o hereditaria. Desterrando la idea de mi mente, me centré en la mujer
respirando con dificultad antes que yo.
—¿Es eso lo que el viejo y querido abuelo te solía decir?
—No sabes nada.

—Sé lo suficiente. Esto no está ayudando. Piensas que estás, pero no.
Déjame ir, dime quién es Iván y todos podemos estar libres de él.
Ella sacudió la cabeza, pasando las manos por el pelo corto.
—No, no. No lo conoces. Tu no sabes nada. Sólo deja que te proteja,
corazón. No le puedes ganar, nadie lo derrota. Está bien...
—Tu, Liam y yo, podemos tomar...
—¡NO! ¡Dije que no! Voy a protegerte, ¿de acuerdo? Yo, tu mamá. Liam
no, no otra persona. Te has ido ahora. Iván no molestará a tu familia. Solo sé
buena, Melody. Sé buena conmigo, ¿de acuerdo?
Era como tratar de razonar con un niño que tiene una rabieta.
—Iván es sólo un hombre.
—¡BASTA! —Tomó una respiración profunda, ella suavizó su
expresión—. Has arruinado una cena perfectamente agradable. Estabas
portándote tan bien cuando te estaba criando.
—Nunca me criaste, Aviela.
Ella me miró a los ojos entonces, y parecía que no había profundidad
a ella, sólo una cáscara hueca de la mujer que una vez fue mi madre. De pie
recta, se acercó a la chimenea que estaba situada debajo de una pintura de
una versión más joven de sí misma. Tomó una jeringa de la repisa, suspiró
antes de volverse hacia mí.
—Aviela —susurré, sabiendo lo que venía. Traté de alejarla, pero ella
seguía llegando.
Rozó el lado de mi cara, y si no fuera por lo que estaba a punto de
hacer, pensaría que estaba tratando de ser tierna. —Esto ayudará a tu dolor.
—¡AVIELA, NO! —Ella empujó la manga por mi brazo y traté de
luchar con ella pero el robot vino en su ayuda, agarrando mis hombros.
—No —le dije mientras la aguja encontró mi vena.

—¿Sabes lo que es irónico? —preguntó Aviela—. Compré este lote de


tu distribuidor.
—Mamá —dije en voz baja, mientras todo giraba en colores.
—Shh, cariño. Vamos a tratar de nuevo mañana, ¿de acuerdo? Va a ser
bueno para mí más tarde. Todo se verá y se sentirá mucho mejor. Lo
prometo, ¿está bien bebé? Lo prometo.
Me sentía como si estuviera flotando, a la deriva hacia Ethan y Liam.
Nadie nos podría perjudicar aquí. Nadie podía encontrarnos; todos
estábamos a la deriva. Éramos felices, yo estaba feliz.

Liam
—Nuestro hijo y yo te extrañamos y te amamos tanto, Mel. Gracias. —
Cuando me alejé de los micrófonos, los reporteros comenzaron a gritar
preguntas mientras sus destellos de cámara me cegaban.
—Señor, su coche está listo —dijo Monte, sacándonos del hospital.
Se suponía que estaríamos teniendo un chequeo hoy. Los coches
estaban esperando por nosotros. Una parte de mí quería quedarse. Vine con
mi esposa; Debería irme con mi mujer. Pero no podía quedarme, cuando más
rápido llegara a casa, más rápido podría salir y trabajar.
Mi madre dio un paso adelante con mi hijo, el hijo de Mel y mío, quien
estaba profundamente dormido envuelto en una pequeña manta y sombrero
de lana. Era un dormilón. Mel había hablado con él en su vientre, exigiendo
que se acostumbrara a sus patrones de sueño cuando todavía estaba en ella.
Eso era un poco loco, pero sobre todo hermoso. Afirmó que no sería una
buena madre, pero lo veía todos los días, y ahora ella ni siquiera tenía la
oportunidad de demostrarlo.
Antes que pudiera caminar hacia él, el oficial que es dolor en mi culo
estaba frente.
—Señor Callahan, te pedimos que no hicieras lo del rescate.
—Y yo te ignoré.
—Señor Callahan, con un récord como ese, vamos a conseguir miles y
miles de llamadas que nos distraigan de las verdaderas derivaciones,
haciéndolo más difícil…
—Entonces pon más gente en los malditos teléfonos —grité—.
¿Quieres que no haga nada? Mi esposa está ahí afuera y planeo recuperarla,
aunque tenga que regalar todo mi dinero, ya que la policía de Chicago no
puede hacer su trabajo.

—Dijiste que querías un agente del FBI. Bueno, llamé por un favor,
señor Callahan, encontraremos a su esposa. Avian Doers, el director del FBI
ha comisionado a su equipo. Sólo digamos…
Fue interrumpido cuando Ethan comenzó a lloriquear en los brazos de
mi madre.
—Todo lo que oigo son palabras, oficial. Ahora, si me disculpa, mi
familia y a mí nos gustaría volver a casa.
—Señor Callahan, hay algo que usted tie….
—Oficial Scooter —dijo Declan—. Mi hermano acaba de pedirle que
nos deje en paz. Por favor, hazlo antes que nos neguemos hablar más con los
de tu clase. —Él estaba rodeando a Coraline, quién bajó la cabeza mientras
miraba sus finas manos.
El oficial negó con la cabeza.
—No lo aconsejaría, señor. Eso nos hace pensar que tiene algo que
ocultar. ¿No tienes nada que ocultar, verdad?
—Adiós, oficial —dijo Declan mientras tomé a mi hijo. Olía a lavanda
y flores.
Neal y Olivia estaban en casa, esperando nuestro regreso y haciendo
un barrido de la casa… o al menos Neal lo estaba. No tenía idea de lo que su
esposa hacía, aparte de escupir su veneno.
—Oh, no lo sabes —le susurré al pequeño. Bostezó, con la cara
arrugada—. Duerme.
—Liam, también conseguí un asiento de coche para él. Se lo di a Monte,
porque debería estar en el coche —dijo mi mamá una vez que llegamos al
callejón. El mismo callejón donde había muerto la doctora. La fresca nevada
había cubierto todos sus rastros.
—Gracias, mamá —le contesté, tirando del sombrero de Ethan para
cubrir sus orejas. Estaba más que preparado para el clima con toda esa ropa

puesta; Me preocupaba que él estuviera demasiado caliente, pero las


enfermeras dijeron que lo mantuviera lo más caliente posible.
—Liam, tenemos que irnos. —Mi padre abrió la puerta. Miré el asiento
del bebé y me di cuenta que este sería su primer viaje en automóvil.
Mel hubiera querido llevarlo ella misma.
Bostezó una vez más cuando lo metí en su interior. Declan se acercó
con un teléfono en sus manos mientras se sentó dentro del coche. —Neal
dice que la casa está limpia. Está listo para volar a cualquier lugar que
necesites.
—Haz que vuelva a comprobarla —dije, subiendo la ventana. Sin otra
palabra Monte condujo. El coche que estaba detrás de nosotros se apretaba
con fuerza. A través del espejo trasero podía ver a nuestros hombres.
—Señor —dijo Monte—. Tengo que decirle algo.
—¿Nos estás traicionando, Monte? —Porque alguien era… alguien
estaba cerca.
Sus ojos se encontraron con los míos a través del espejo antes de
sacudir la cabeza. —No, señor. Nunca.
Como si el culpable alguna vez lo admitiera.
—Entonces habla.
—Hay un rumor entre los italianos que la jefa fue asesinada.
Mi sangre se sintió como si estuviera hirviendo justo debajo de mi piel.
¡No tenía el tiempo para esta mierda!
—¿Qué tan malo es?
—Las viejas cinco familias se reunirán esta noche. Quieren tu cabeza.
—¿Cómo has conseguido esta información, Monte?
Sonrió.
—El jefe, el señor Fedel manejaba a los hombres en la casa, y yo manejo
a los de afuera. Cuando Melody se hizo cargo, se aseguró de tener a alguien

dentro de todas las viejas familias. Es como siguió adelante. Sólo yo sé


quiénes son, pero ellos son completamente leales a ella.
Al parecer mi esposa tenía más secretos.
—¿Ellos te han informado?
—Ellos no saben de Aviela o Iván. Así es como el jefe lo quería. No
sabían nada de ella ni su familia, y ella sabía todo sobre ellos. Ahora ellos no
saben qué creer —dijo, obviamente escogiendo sus palabras con mucho
cuidado—. ¿Qué quiere que haga?
Mi teléfono sonó antes de que pudiera contestar.
—Declan.
—Ese teléfono infiltrado que Aviela usó no nos dijo dónde…
—Declan. ¿Por qué desperdicias mi tiempo?
—Liam, pude obtener un registro de todas las llamadas que hizo en un
teléfono público cerca de la estación de tren. Tengo la cámara y nunca creerás
quién estaba allí para atender su llamada. Ellos finalmente lo jodieron.
—Declan.
—Adriana, Liam. Adriana es el topo. Te enviaré el video a tu teléfono.

Melody
—Agh... —gemí. Todavía sentía que estaba girando, y había un sabor
horrible en la parte posterior de mi garganta. Nelson se sentó en el otro
extremo de la mesa de té, que no tenía más que dulces en ella. El resto de la
habitación era del tamaño de mi armario en casa; no tenía sentido, fue
diseñado para adultos, pero cubierto con pequeñas muñecas.
—¿Dónde está Aviela?
—Lo más probable es que esté llamando a tu mano derecha. Adriana,
¿verdad? ¿Sabías que ella fue la razón por la que conseguí una posición en
tu jet? —Se recostó en su silla—. No, no lo sabrías. Tu madre te ha engañado
en todos los sentidos, y ni siquiera puedes ser una linda niña para ella.
Este hijo de puta.
—Mira quién encontró sus pelotas.
—¡Nunca las perdí! ¿Te acuerdas de esto? —peguntó, levantando la
chaqueta blanca manchada que le había dado la primera vez que nos
conocimos.
Pero no desperdiciaría mi aliento en él.
—Cuando me lanzaste esto en la cara como si yo fuera menos humano,
tomó todo mi control no meter una bala en ti justo allí. —Sacó un arma de
detrás de él, colocándolo en la mesa de té—. ¡Me dijiste que lo diera a mi
hermana sin saber que eran tus drogas las que la mataron!
—La gente muere todos los días, no los obligo a tomar las cosas que
hacen.
—¡No te hagas la inocente conmigo! —gritó—. No sabes cuánto tiempo
he esperado este día. Has destruido a mi familia. Ella lo estaba haciendo muy
bien, y entonces tuviste que tentarla con tu nueva mierda. Eran tan
jodidamente fuertes, ella lo perdió. ¡Tú la mataste, maldita sea!

—Tu familia se destruyó a sí misma. ¡No me culpes porque tu hermana


carecía de autocontrol! ¿Amenazarías a McDonald's porque comiste su
comida y tuviste presión arterial alta? Ahora, por favor, aléjate de mi maldita
cara, pequeño imbécil. —Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar.
—Pensé que dirías eso. No tienes ninguna jodida vergüenza —siseó,
sacando la misma jeringa que Aviela había usado—. Me pregunto cuánto
puto autocontrol te quedará. Cuando termine, lo estarás rogando.
De nuevo tiré de las esposas; eran más débiles. Cinco días de tirar
habían comenzado a desgastarlas. Pero antes de que pudiera hacer algo, me
sostuvo el brazo.
—Piensa sabiamente, Nelson —dije—. Me liberaré y...
—¡Cállate! —Su puño conectó con mi mejilla—. Estás llena de nada
excepto palabrerías de mierda.
—No lo hagas.
Pero no escuchó. Una vez más, la aguja encontró su camino en mi vena,
y una vez más sentí euforia. Mordí mi labio, traté de ignorar los colores en
mis ojos, el placer fluyó a través de mi cuerpo.
Tiró de mi pelo hacia atrás, sonriendo a sólo una pulgada de mi cara.
—¿Cómo fue que llamaste a mi hermana, una puta drogadicta?
Acarició mi cara con su pistola como si yo fuera su mascota, e incluso
acarició mi pelo con su otra mano.
—¿Cómo te sientes?
Lancé mi cabeza hacia delante, la estrellé contra su nariz.
—¡MIERDA! —gritó, sujetándose la nariz. Lo mejor de estar tan
jodidamente drogada era que nada dolía y me sentía invencible. Así que,
incluso cuando debía haberme detenido mientras la esposa se clavaba en mi
piel, tiré fuerte contra ellas y por primera vez en cinco días logré liberar mi
muñeca. Ojalá pudiera haber dicho lo mismo por mis tobillos.

Se volvió mientras la sangre goteó por su nariz, pero antes de que


pudiera apuntar su arma en mi dirección, agarré el tenedor sobre la mesa y
lo apuñalé tan fuerte como pude. Introduje el tenedor con tanta fuerza en su
brazo que la única razón por la que se detuvo fue porque golpeó el hueso.
Dejó caer el arma, se acercó y me agarró las manos tratando en vano de sacar
el tenedor; una hazaña que yo estaba segura de que su escuálido culo nunca
lograría.
—¡Tu pequeña perra! —Tomó mi pelo de nuevo, pero yo saqué el
tenedor de su brazo, haciéndolo gritar antes de que lo apuñalara en el
hombro. Esta vez, no tardé en un lugar demasiado tiempo. Lo apuñalé una
y otra vez, y su sangre salpicó mi cara hasta que sus rodillas se doblaron,
forzándolo a arrodillarse ante mí. Se sujetó al cuello, tratando de detener el
río de sangre que le empapaba la camisa.
—¡Deberías haberte alejado! —Saqué el tenedor una última vez, lo metí
en su garganta—. No deberías haberte cruzado nunca conmigo, perra. Grita
y vas a sangrar más rápido.
Lo aparté de mi cara, cayó al suelo. Parecía un pez fuera del agua,
tratando de respirar, pero ahogándose en su propia sangre. No tenía ni idea
de cuánto tiempo tenía. Aviela venía a mí todas las noches para leer,
golpearme o insultarme, dependiendo de cómo se sintiera.
—Las llaves —siseé, señalando hacia abajo en mis tobillos. Todavía no
estaba muerto, lo menos que podía hacer era ser útil. Pero no se movió; sus
ojos lentamente empezaron a volverse a su cráneo.
Así que es inútil.
No tenía otra opción que usar el tenedor sangriento. Me incliné a las
cadenas a mis pies, traté de concentrarme, demasiado consciente de que el
reloj corría detrás de mí.
—Enfócate, Mel. Enfócate. —No ayudó. Las drogas ardían en mis
venas. Lo peor era la voz en el fondo de mi mente. Quería ceder a la falsa
sensación de paz que proporcionaron. Quería estar en otro plano con Liam

y Ethan otra vez. Estaba jodida en todos los sentidos de la palabra, pero no
podía concentrarme en eso ahora.
—Por fin. —Tiré de las cadenas alrededor de mis pies, traté de
mantenerme en pie, pero mis piernas se doblaron bajo mi propio peso.
Agarré el extremo de la mesa, me tambaleé hacia Nelson. Tomé el arma justo
al lado de su cabeza y me arrodillé junto a él, presionándolo en su ojo.
—¿Donde está ella?
No tuvo oportunidad de responder antes de que la puerta se abriera.
—Mierda, Co...
Antes de que pudiera pronunciar las palabras, disparé, señalando un
desfile de alarmas para sonar en toda la casa.
—Tú... nun... ca... vas... a... sa... lir... —se burló Nelson mientras la
sangre manaba de sus oídos.
—Dile a tu hermana que dije hola. —Empujé la pistola en el ojo antes
de apretar el gatillo.
Paso uno: Llamar a Liam.
Paso dos: Matar a Aviela.

Liam
La jodimos. Mel y yo habíamos llegado a confiar en la gente que nos
rodeaba. Nos habíamos acostumbrado a ellos, y en cierto modo, nos
preocupábamos por ellos como si fueran de nuestra propia familia. Pero no
lo eran. La verdad era que eran pedazos que encontramos. No importaba lo
mucho que intentáramos, y el pegamento que usáramos, nunca cambiarían
el hecho que estaban agrietados; Los plato rotos nunca eran confiables.
Siempre quedaba una grieta.
Confiamos en Adriana. Yo confié en Adriana. Sin embargo, aquí
estaba, de pie en la plataforma B del centro de trasporte de Ogilvie,
esperando a la Judas. Mi mano temblaba de rabia, no quería más que
desgarrarla. Durante cinco días ella nos vio, nos vio a mí y a mi hijo
sufriendo en agonía; Probablemente se rió.
—Jefe, ella viene hacia usted —habló Monte en mi oído. Cuando me
volví hacia las escaleras, allí estaba, peluca rubia, gafas gigantes y todo.
Cuando me vio, trató de girar, pero Monte ya estaba detrás de ella. Se
quitó la peluca y se volvió hacia mí. Suspirando profundamente mientras
daba su ultimo paso hacía mí.
—Había estado esperando que lo averiguaras —susurró, manteniendo
la cabeza baja.
—¿En dónde está?
—No lo sé.
—¿Qué es lo que quiere Aviela?
—Salvarla de Iván. Lia…
La agarré del brazo, la empujé más cerca de mí.
—No digas mi nombre. Quiero romper tu puto cuello ahora mismo.
¿Antonio también nos traicionaba o tú le mentiste a todos?

—No. Antonio nunca…


—Y sin embargo lo hiciste. —Se estremeció mientras la apreté—.
¿Quién es Iván?
—Un demente, un psicópata.
—¡Tal como nosotros! La única razón por la cual estás viva es porque
Melody querrá lastimarte con sus propias manos.
—Ya estoy sufriendo —susurró—. Hice esto para protegerla. Aviela
puede estar loca, ¡pero sabe cómo protegerla! Lo lleva haciendo años. Ella
ama…
—¿Te estás escuchando a ti misma? —¿Cómo fuimos tan ciegos como
ella? —. Haz contacto ahora.
En el momento que la solté, quitó las lágrimas que caían de sus ojos.
Lo cual sólo sirvió más para enojarme. ¡Cómo se atreve a llorar!
—Adriana, no pruebes mi paciencia.
—Después de tomar a Melody, Aviela me mandó esto. —Me tendió su
teléfono.
Si ella tenía esto, ¿por qué se molestó en venir?
—Llama todos los jueves a las 12:01 am. Responde sólo al tercer timbre.
Dile a Mel que lo siento mucho.
Ni siquiera tuve tiempo de parpadear. Se tiró de la plataforma, y su
cuerpo desapareció cuando el tren lo barrió por el túnel, chirriando mientras
trató de detenerse.
—Mierda.

36
“Parece la flor inocente, pero es la serpiente debajo de ella.”
William Shakespeare

Traducido por Jessibel & Mich Fraser


Corregido por Tamij18

Olivia
Había ciertas pautas que todos los políticos y sus familias seguían. Sólo
tenía tres reglas básicas:
Primero: en algún momento habrá una oportunidad de salir adelante.
Tómala, y nunca mires atrás.
Segundo: la gente hablará, asegúrese de controlar lo que hablan.
Tercero: siempre estar dispuesto a cortar la cabeza de sus enemigos,
sobre todo cuando están de rodillas.
—Neal —dije en voz baja, caminando detrás de él.
No me miró, ni siquiera me habló. Él solo bebía, mientras miraba al sol
ponerse sobre la línea de árboles, en el despacho de su hermano.
—Adriana se suicidó. Liam fue a verla, y ella simplemente saltó. Nadie
sabe quién es, por lo que sólo tuvo unos pocos minutos de tiempo antes de
regresar a cubrir a Santa Melody...
—Olivia, nuestra cuñada fue secuestrada —dijo Neal—. Puedes
mantener tu virulencia para cuando vuelva.
—Neal, la mierda ya ha alcanzado el ventilador y Liam está demasiado
ciego para verlo. —¿Cuándo iba a empezar a ser el hombre que sabía que

era? —Están llamando al puto FBI. En unas pocas horas, algunos de los jefes
italianos más malos se reunirán para derribar esta familia. ¿Qué estabas
diciendo sobre Roy? ¿Ya no está pagando el precio completo? Neal, redobla.
Si no es por mí, entonces por Liam. Necesita que cubras su espalda. No
sabemos en quién confiar, pero somos una familia, y hasta que regrese Mel,
no podemos esperar a ser movidos como piezas de ajedrez. Súbete a la silla
y conduce, o seremos empujados por el precipicio.
Pude verlo en sus ojos: esa disposición a morir por su hermano. Pero
también estaba esa hambre de liderar, de ser el Ceann Na Conairte.
—¿Cómo supiste sobre la reunión?
—Nadie le presta atención a Barbie Malibú —dije, sentada en el
escritorio—. La pregunta es, ¿qué vas a hacer?
Me miró con cuidado.
—Neal.
—Lo dejaré lidiar con eso. Lo primero de lo que tenemos que
preocuparnos es mantener a Roy y al resto de los peces pequeños en fila. La
elección es en unos pocos días. ¿Cómo está tu padre en las encuestas?
Y solo así, él era una persona completamente diferente.
—Su victoria arrojará una pequeña sombra sobre Melody. Estamos
pensando que si no es encontrada para entonces, haremos un anuncio.
—Con suerte, regresará para entonces. Demasiada atención en la
familia no es bueno.
—Con suerte. —O no—. ¿Tienes una distracción en mente?
Se sentó, relajándose en su silla.
—No. Pero estoy formando una.
—Bien —salté de la mesa—, te dejo con tus pensamientos. Si me
necesitas, estaré pasando tiempo con Ethan.
—¿Cómo está?

—Perfecto en todos los sentidos. Él no sabe que algo está mal, y me


aseguraré de que no eche de menos ningún amor maternal.
Me besó en la palma de la mano.
—No te apegues demasiado, bebé. Liam lo va a mantener todo para sí
mismo, y cuando Mel regrese, no me sorprendería si ellos se marchan por
un tiempo después de toda esta mierda.
No, nadie tomará a Ethan de mí. Estaba feliz e iba a asegurarme de que se
quedara de esa manera.
—Por supuesto. Ahora ve a trabajar. Lo digo en serio. Estoy segura de
que estamos perdiendo dinero. Al menos esta es una de las cosas que a Liam
le encantará quitar de su plato. —Besé su mejilla y lo dejé. Al salir de la
oficina, llamé a la única persona que sabía que iba a morder el anzuelo...
después de todo, ya lo había tomado una vez.
—Hola, Oficial Scooter hablando.
—Liam Callahan mató a su esposa.
—Lo siento, ¿qué? ¿Hola? ¿Como supiste? ¿Hola? Por favor, repita eso.
Al colgar, saqué la tarjeta SIM del teléfono antes de romperla por la
mitad. Entré en el cuarto de niños azul y verde, y allí estaba, en su pequeña
cuna blanca, alcanzando el móvil de estrella.
—Ahí está mi niño. ¿Quién te despertó, eh?
Escupió burbujas, mientras me miraba. Era increíble la cantidad de
amor que había en su pequeño cuerpo. Lo levanté en mis brazos, mientras
me encontré vagando hacia la ventana. Liam había estado tan paranoico que
había colocado barras en ella.
—Tu papá está loco. Pero no te preocupes, que va a desaparecer por
un tiempo, lo prometo. —Neal iba a ser Ceann Na Conairte.
Mi padre iba a ser presidente.
Y yo cuidaría de él.

De todos ellos.

37
"¡Se lo merece! Me atrevería a decir que es así. Muchos que viven merecen la
muerte. Y algunos que mueren merecen la vida."
—J. R. R. Tolkien

Traducido por Jessibel


Corregido por Nuwa Loss

Scooter
No entiendo por qué todo el mundo estaba tan malditamente asustado.
Lo tenemos. Nosotros lo tenemos. Sabía que algo no estaba bien. El hombre
estaba ocultando algo y ahora sabía lo que era. Era un monstruo más grande
de lo que pensaba. Sabía que él estaba detrás de un sin número de asesinatos,
¿pero matar a su propia maldita esposa?
—No es suficiente —dijo el capitán. Tiré la carpeta en su escritorio, el
documento que había pasado horas construyendo.
—Señ...
—No es suficiente, Scooter.
—¡Mierda!
—Oficial…
—¡No! Estoy cansado de esta mierda. Todo el mundo está tan
jodidamente asustado de estos pendejos que se hacen de la vista gorda. —
Quité mi placa, la tiré encima de la mesa—. Tómalo. ¿Está en sus bolsillos
también? ¿O eres como el resto de esas piezas de mierda que carecen de
moral, esparcidos en esta ciudad?

Se levantó de su silla tan rápido que chocó contra las persianas detrás
de él.
—¿Has perdido tu maldita mente? ¿Te escuchas a ti mismo? Tengo casi
decidido darte una patada fuera de esta fuerza de todos modos.
—¡Adelante! No es como hacemos la mierda. Te acabo de decir que dos
de sus anteriores novias terminaron muertas. El cuerpo de Natasha Briar fue
encontrado desnudo en una zanja. ¡Ahora su esposa ha desaparecido y el
hombre ha estado ocultando algo desde el primer día! Obtuvimos una
llamada, una llamada grabada diciendo que Liam Callahan mató a su
esposa.
—Scooter, todo lo que tienes es una evidencia circunstancial.
—¿Desde cuándo jodidos necesitamos más? Hemos estado intentando
durante años conseguir a este hijo de puta y ahora aquí está nuestra
oportunidad. Sé el hombre que necesita esta ciudad. Levántate, por el amor
de Dios. ¡Haz que esos cabrones paguen! —Me miró antes de mirar la carpeta
en su escritorio. Cruzó los brazos sobre el pecho, sacudió la cabeza y se
volvió hacia la ventana.
—Señor.
—Toma un descanso, Scooter. Vamos tras él por la mañana.
Conseguiré la orden. Tomará un tiempo para encontrar un juez que
voluntariamente entre en esto.
Yo quería ir ahora, pero sabía que tenía razón. El último juez que habló
en contra de los Callahan terminó colgado de un puente. Aunque, una vez
más, nadie podía culparlos.
—Esto está bien, capitán. Estamos haciendo lo correcto. Lo sé.
Él no me miró. —Esté aquí a las 7:00 am. Ve a casa, besa a tu esposa, y
prepárate para ello.
Él lo hizo parecer como si nos vamos a una guerra, una batalla sin
cuartel. Pero yo había estudiado a los Callahan durante años. Todos estaban
sobre su imagen pública; no harían nada que pudiera hacer que parecieran

nada menos que perfecto. Trabajaron en las sombras y ahora estaban a punto
de alcanzar el sol. Salí de su oficina, no me molesté en hacer contacto visual
con nadie.
Eso no impidió que mi compañero viniera a mí.
—¿Qué fue eso? —preguntó Beau, agarrando el archivo de su
escritorio.
Quería confiar en él, pero no sabía si pudiera.
—Nada, el jefe estaba poniendo una en mí de nuevo por hablar con los
Callahan.
—Te lo dije. —suspiró—. Sólo mantén la cabeza en alto, ¿de acuerdo?
No dejes que te afecte.
—Sí, gracias. Voy a salir. —No esperé. Tomé mis llaves, salí de la
estación a medida que más agentes entraron. Todos habían estado
trabajando todo el día para encontrar a la señora Callahan. Se sentía como si
hubiera más personas en busca de ella que buscando al asesino del
Presidente. Si solo ella me hubiera escuchado. Había pensado que ella estaba
en esto, en cualquier operación que ellos habían de ir. Pero no era más que
otra víctima. Demasiadas casualidades, por lo que todos ellos podían ganar
dinero —dinero ensangrentado. En el momento en que me senté en mi
camioneta, mi teléfono sonó y ya sabía quién era.
—Scooter.
—Hola —susurró ella—, ¿vas a venir a casa pronto?
Suspiré, pasé la mano por mi pelo hacia atrás, mirando el teléfono en
la mano.
—Lo siento, el capitán quiere hacernos trabajar hasta tarde en el caso
de Callahan. Voy a dormir en la estación si tengo la oportunidad. Es una
locura aquí.
—Sí, por supuesto. Sólo estoy por ir a la cama. Sólo quería estar segura.
Te amo.

—Sí, buenas noches. Cierra la puerta —le contesté antes de colgar. Me


senté allí por un momento y luego arrojé el teléfono contra el salpicadero.
—¡Mierda! —Incluso sabiendo que estaba mal, no pude evitarlo.
Todavía manejaría a Englewood para verla. La ciudad era mala, pero no
había ningún lugar peor que Englewood. El momento en que crucé el
puente, todo lo que podía ver eran descuidados apartamentos con las
ventanas tapiadas y coches despojados. Si dejas tu coche durante demasiado
tiempo, no serías capaz de encontrarlo cuando lo necesitaras. Aparqué
delante de la tienda de licores antes de bajar a su piso con la cabeza en alto.
Los hombres sentados en las escalinatas no me molestaron. Sabían que era
policía, pero también sabían que había crecido aquí.
Apartamento B-24. Mi casa de la infancia, y aunque mi madre se había
ido, no podía dejarlo ir.
—¡Ya voy, bebé! —gritó una voz a través de la puerta después que
llamé.
Cuando la abrió, su pelo rojo goteaba de la ducha que debe haber
acabado de tomar. Ella me sonrió.
—Bueno, mira quién es.
—¿Tienes un cliente esta noche?
—Pensé que me habías conseguido un lugar por lo que no tengo que
trabajar tanto.
—Bueno, porque me siento con ganas de celebrar. Por fin estoy
teniendo en picada a esos cabrones.
Sus ojos se abrieron mientras me abría la puerta.
—Entonces vamos a celebrar, bebé. —Una parte de mí se sentía mal,
pero eso fue eclipsado por la idea de conseguir a Callahan.
Finalmente.

38
“La libertad de los lobos a menudo ha significado la muerte de las ovejas.”
—Isaiah Berlin

Traducido por Mich Fraser y Jessibel


Corregido por Nuwa Loss

Liam
Necesitaba ver a mi hijo. Odiaba estar lejos de él por tanto tiempo. Sólo
habían pasado dos horas, pero mucho puede pasar en ese corto período de
tiempo… como tu esposa siendo secuestrada de la habitación de hospital.
Tenía que dejar jodidamente claro que este no era el momento para que la
gente conspirara contra mí en los restaurantes italianos. De hecho, nunca
había tiempo para esa mierda. Declan abrió la puerta para mí y el viento
sopló alrededor de nosotros. Sabía que él estaba dispuesto a respaldarme,
pero no lo necesitaba, ni lo quería.
—Declan, espera por si alguien decide correr —dije antes de entrar.
Justo como pensé; El lugar estaba lleno, y cuando entré la anfitriona se
congeló. Debió ser la que contestó el teléfono antes. Sin decir una palabra,
señaló las puertas dobles que conducían a la cocina.
—Limpia este lugar, ahora —dije. Asintió mientras me siguió.
Algunos de ellos parecían entenderlo, y abandonaron sus comidas y
tiraron de sus cuentas sobre las mesas antes de salir.
—Disculpe, no puedes estar aquí, señor —gritó un joven muchachito,
alzando sus manos. El chef se acercó rápidamente, golpeándolo por encima

de la cabeza y asintiendo hacia el último par de puertas dobles. En el suelo


había un hombre ahogándose por aire. Los tres hombres con trajes y zapatos
brillantes saltaron en mi entrada, con armas en mi dirección.
Levanté mi muñeca, miré mi reloj.
—Adelante —dije—. Aprieten el gatillo.
Pude ver en sus ojos que realmente querían matarme pero eran
físicamente incapaces de hacerlo. Las armas cayeron de sus manos y
simplemente fui a una silla vacía, la del hombre que había muerto. Pisando
sobre él y levantando sus cartas, me incliné hacia atrás.
—Una lástima —dije—. Es más difícil encontrar buena ayuda en estos
días. Tu amigo pudo haber tenido una mala reacción.
—Usted nos envenenó —dijo uno de ellos.
—No, te he paralizado para que podamos tener esta conversación.
¿Quién jodidos crees que soy? —Agarré un arma de la mesa, disparé en el
estómago. Vi cómo la sangre se acumuló en su camisa y se desangro en su
corbata antes de rodar al suelo.
—Jodidamente no lo entiendo —dije—. El punto de mi matrimonio con
Melody era detener el derramamiento de sangre entre mi gente y la suya. Sin
embargo, aquí estoy.
El hombre más viejo hizo una mueca.
—Deja de actuar —dijo—. Sabemos que la mataste. Eres un jodido
irlandés, no podemos confiar en ti.
Algo en mí se quebró y antes de respirar, me levanté. Tomé la silla en
la que acababa de sentarme, la rompí en su cara.
—¡No sabes una mierda! —grité mientras mi sangre hirvió. Mis manos
temblaron con tanta rabia.
—No eres una mierda —dije—. Eres la escoria en el fondo de mis pies.
No jodidamente digno de limpiarme el culo. ¡Cómo te atreves a acusarme!

Crack.
Su cara se abrió y pude ver los trozos de su cerebro derramándose.
Quité la sangre de mi cara, me volví hacia los dos sentados en la mesa. El
hombre al cual le disparé seguía respirando profundamente mientras el otro
miraba con los ojos abiertos al viejo, tratando de asimilar lo que acababa de
pasar.
—Todos ustedes me disgustan. Vinieron a mi boda, prometieron
lealtad a mi esposa, y por ende a mí también. Sin embargo, aquí están, como
cucarachas en una habitación oscura conspirando en mi contra. Todos
ustedes me hacen daño, y cuando algo me duele, también a los demás.
—Callahan, ¿qué se supone que debamos pensar? —preguntó uno de
ellos.
—¡No se supone que piensen! —Lo agarré del cuello, lo miré a los
ojos—. Yo soy el que jodidamente piensa. Melody jodidamente piensa, tú no.
—Yo…
—Tienes suerte que le disparara a este. —Señalé al hombre—. Lo que
significa que puedes vivir. Serás mi pequeño mensajero. Después que las
drogas se agoten, les dirás a cada hombre, mujer y niño, lo que pasó aquí.
Hasta que esté muerto, y sólo cuando esté muerto, estoy fuera de este juego.
Hasta entonces, me perteneces. ¿Estamos claros?
Su cara se vació de toda emoción. Tomé el arma, la sostuve en su rótula
antes de tirar el gatillo. No lo sentiría tanto, pero dolería como una perra en
pocas horas.
—Dije, ¿estamos claros?
—¡Sí! —siseó.
—Bien. —Acaricié su cabeza, me acerqué al hombre sangrante y pensé
en matarlo rápidamente, pero decidí no hacerlo. Empujé su silla atrás, lo
miré fijamente mientras yacía en su espalda jadeando por respirar, pero los
agujeros en sus pulmones le impedían hacerlo.

—Zapatos nuevos —dije antes de poner un agujero en ambos y dejar


caer la pistola en su cara—. No importa.
Arreglé mi corbata y traje, salí por la puerta donde Declan estaba
inclinado en el callejón, fumando mientras la nieve caía a su alrededor. Me
miró de arriba abajo lentamente antes de sacudir la cabeza.
—¿Limpiando el equipo? —preguntó.
Asentí y saqué mi teléfono.
—¿Está la cámara en el cuarto de Ethan?
—Sí. Sólo introduce el código.
Verlo me hizo relajarme. No mucho, pero lo suficiente para poder
respirar. Todo lo que quería era verlo ahora. Ver a Olivia moviéndolo de un
lado a otro no me sentó muy bien. Mel estaría enojada si viera a otra mujer,
en especial a Olivia, sosteniendo a Ethan durante tanto tiempo.
Mel, ¿Dónde carajos estás?
—Liam, son las 11:30pm
Lo que significa que faltan 31 minutos hasta que llame Aviela, y esa
sería la última puta vez en que haría algo en el tiempo de esa perra.
Viendo como Olivia besaba la cabeza de Ethan, presioné mis sientes y
me senté en el asiento trasero.
—Llévame a casa.

Melody
Contuve la respiración, esperé hasta que oí los suelos de madera crujir,
cada vez más fuerte mientras se acercaba a la cama. Todo lo que podía ver
eran sus pies. Acuné la pistola en el pecho sabiendo que tenía que actuar con
rapidez. Al segundo que miraba por la ventana enrejada, me deslicé
lentamente, disparándole a la derecha a través del corazón. Él se dobló y yo
no perdí el tiempo. Le agarré del cuello y lo retorcí.
Lo despojé de sus pistolas, dos granadas, y un cuchillo, los puse en mis
pantalones vaqueros antes de salir corriendo hacia el teléfono.
—Esa perra —susurré. Había cortado todas las líneas.
No podía esperar. Corrí por el pasillo, sin molestarme en ocultarme.
Sabía que había cámaras por todas partes. Ella ya sabía dónde estaba, y la
única posibilidad que tenía era mantenerme en movimiento, el único
problema era que no tenía ni idea a dónde diablos iba.
—¡No! ¡Ecco! Eccola —fue todo lo que oí antes que las balas vinieran
volando hacia mí, haciendo añicos un jarrón de flores, arte y muebles.
Maldita sea.
—¡Me rindo! —Grité mientras dejaba caer la pistola—. ¡Mi arrendo!4
—Vieni Fuori. ¡Sal fuera!
Hice lo que me pidieron, salí y les mostré mis manos. Sus ojos se
abrieron a las granadas en mi izquierda.
—Arrivederci5, ¡hijos de puta! —Grité cuando las tiré tan lejos como
pude. Una de ellas se quedó atascada en la lámpara de araña y yo me lancé


4
Me rindo.
5 Adiós

para cubrirme. A medida que mi cuerpo cayó al suelo y rodó, logré agarrar
mi arma y esconderme detrás de la pared.
El humo inundó los pasillos como si un volcán había entrado en
erupción. Destellos de llamas encendieron toda la casa, me levanté del suelo.
Tosí cuando mi nariz y los pulmones ardían. Escupí la sangre fuera de mi
boca, mientras caminaba hacia los gemidos.
—Ahh… —un grito vino de mi izquierda. Me acerqué a él. Si él era lo
suficientemente coherente como para quejarse del dolor, era lo
suficientemente consciente para responderme.
—Dime dónde está ella y termino tu dolor ahora. —Mantuve la pistola
directamente sobre su único ojo bueno.
—Si cazzo cagna6
—Respuesta equivocada —dije antes de derribarlo como el perro que
tuvo tan hermosamente llamado como yo. Caminé por el pasillo, sostuve mi
estómago sólo para sentir el calor de mi propia sangre.
Maldición. Mis puntos de sutura fueron desgarrados.
Sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que sucediera, pero
esperaba que al menos pudiera ver a Aviela primero. Tomé un pedazo de
madera, lo sostuve en los pequeños destellos de llamas en los escombros
hasta que se encendió como una antorcha. Mientras caminaba, analicé las
paredes, alumbrando el papel tapiz mientras me movía más abajo en el
pasillo. Este lugar se va a quemar.
Pronto me encontré en la entrada principal, las grandes puertas dobles
de roble que conducían fuera de la mansión aparecieron ante mí. Se me cayó
la antorcha. La puerta se cerró de golpe, quedando atrapada en el interior,
mientras las llamas continuaron extendiéndose.


6
Copulando, perra.

Nunca había estado en el infierno, pero cuando vi la fluencia del fuego


sobre las pinturas y hasta las paredes, estuve segura que esto era bastante
parecido.
—Osa Mel, ¿a dónde crees que vas? —Podía escuchar su voz, pero
apenas podía verla cuando entró en el vestíbulo.
Con una pistola en una mano y un cuchillo en la otra, aceché por la
gran escalera, lentamente y con cuidado, ya que los suelos de mármol rotos
frotaron contra mis pies descalzos.
—¡AVIELA!
La busqué, pero ella era como un fantasma moviéndose de un lado a
otro antes de que pudiera concentrarme en ella. Era como si ella no se
molestó por el fuego, ni nada en absoluto, sólo estaba jugando conmigo. No
dejé de caminar hasta que me quedé en medio del vestíbulo.
—¡AVIELA!
No iba a dejar de gritar. Iba a seguir gritando hasta que despertara la
maldita muerte. Esperaba que su casa se quemara; esperaba que se quemara
con ella. No me detuve hasta que uno de nosotros estaba en el suelo.
—¡Madre!
Al oír algo detrás de mí, di vuelta y allí estaba ella, vestida de blanco,
pero cubierta de humo y cenizas, el pelo y los ojos tan salvajes como los míos.
Ella puso una pistola en mi cara.
—Sabes muy bien cómo enfurecer a una madre —dijo ella lanzando su
arma al suelo.
Tiré de la seguridad, levanté la pistola y traté de ignorar las manchas
en mi visión. Se quedó mirando sin emoción, casi como si no estaba segura
de dónde estaba. Estaba en el límite de la locura de cuán muerta ya se veía.
—¿En serio, un arma? ¿Así es como vas a hacer esto? ¿Dónde están tus
agallas, cariño? ¿Tu padre te hizo cobarde para pelear? Siempre fue una
niñita...

Apreté el gatillo. No quise dejar de disparar, pero una bala en su brazo


era más que suficiente para probar mi puntería. Se tambaleó hacia atrás y
agarró su brazo.
—Iba a dispararte en la cabeza, pero todavía tengo que averiguar quién
es Iván —le dije, caminando cerca.
Se dio la vuelta, lanzando unas piezas de mármol roto, polvo, y vidrio
en mi cara antes de arrastrar mis pies.
—Tu zorra desagradecida. ¡Io sono Madre tua!—Rugió dando patadas,
una y otra vez. —¡Tua Madre!
Su puño conectó con mi cara cuando el arma fue arrancada de mis
manos. Agarré su pie, lo torcí y la traje hacia abajo, luchando hasta que
estaba encima de ella.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¡El hecho de que me llevaste en
tu vientre no quiere decir que eres mi madre!
Con el pequeño espacio entre nosotras, ella sacó su puño hacia atrás y
me dio un puñetazo directo en la nariz antes de patearme lejos de ella. Rodé
más cerca de las llamas, escupí la sangre fresca en la boca antes de tratar de
levantarme. Mis ojos se clavaron en el arma mientras estaba de pie.
—No quiero matarte, Mel. Realmente no.
—Corta tu mierda, Aviela. Quieres pelear conmigo, y luego hacerlo.
Rodeé la pistola y entre sí, se limitó a sacudir la cabeza. Salté hacia ella,
pero ella me agarró del brazo y me volcó sobre el suelo.
—Ah... —Contuve un grito, tratando en vano de empujar el dolor.
Conseguí ponerme de pie otra vez y patear la parte posterior de las
piernas, llevándola a ponerse de rodillas. Ella respondió con patadas y
puñetazos, incluso con la sangre fluyendo de su brazo para manchar su
vestido blanco, una vez puro. Con cada golpe me sentí tropezar hacia atrás,
tratando de bloquearla hasta que mi cuerpo estaba presionando contra una
de las paredes quemadas. Su calor asaba mi espalda.

Levantó el puño y lo llevó a mi cara, esta vez me agaché y su mano


quedó atascada en la pared verde. Usé eso a mi favor, le di un puñetazo en
el estómago, sacándole el aire y enviándola hacia atrás.
—¿Quién es Iván, Aviela?
Limpiar sus labios no detuvo la sangre, sólo se le manchó la otra
manga.
—¡Alguien que tú y yo no podemos tocar! ¡Estoy tratando de salvarte!
¡No puedes volver!
—Pensaste que yo no te podía tocar, y sin embargo, aquí estamos.
—Nunca pensé en eso.
Ella agarró el cuchillo que se me cayó, y lo empujó hacia la cabeza. Se
acercó a mí tambaleándose, y me dio una patada en el estómago una vez
antes de tomar un puñado de mi pelo.
—Tú, pequeña tonta cabeza dura. Puedes quemar mi casa, puedes
matar a mis hombres, pero no puedes acabar con mi padre. Nadie puede
tomar a mi padre porque todo el mundo trabaja para él, cariño.
—¿Quién es todo el mundo?
—Nunca te rindes, ¿verdad? —preguntó ella con el cuchillo en mi
cuello—. ¿Cuándo vas a entenderlo? Tú eres como yo. Luchamos igual,
sangramos igual. Conozco a mi padre, y te conozco. Te he estado observando
desde hace años. Él va a destruir todo, y esta es tu oportunidad de escapar.
Te estoy salvando. Así que corre Melody, y nunca mires hacia atrás.
—¿Todavía me amarás si lo hiciera, mamá? —En el momento en que
dije eso, su brazo cayó y la agarré, retorciendo y tirando de su brazo hacia
atrás conmigo. Seguí aplicando presión hasta que le oí reventar.
Gritó, y agarré su brazo dislocado mientras ella luchaba contra mi
agarre. Pero sólo la agarré del cuello y apreté.

—Bien hecho —ella no se resistió contra mis manos. —Tú no me amas,


¿verdad? Piensas que estoy loca, pero matarme no salvará a tu hijo o tu
marido.
—No, pero es un comienzo —dije en voz baja a través de mis propias
lágrimas mientras apretaba más y más fuerte. Las lágrimas se derramaban
por el lado de su cara mientras miraba abajo hacia ella.
—Te... a... mo... —Fue lo último que me dijo, pero no podía soltar su
cuello.
Estrangulé a mi madre.
Finalmente, cuando mis ojos comenzaron a arder, y mis pulmones
gritaban por aire, la solté, para ver mis propias huellas de la mano alrededor
de su cuello. Me levanté, cojeé y me tambaleé hacia las puertas casi cayendo
fuera de ellas. Me las arreglé para llegar a sólo unos metros de la casa antes
de caer a la calzada de grava exterior. Me sentí tan mal, mi cuerpo se sacudió.
Rodé sobre mi espalda, saqué la jeringa que había guardado, envuelta como
una joya en el bolsillo. Miré fijamente por un momento, me hubiera gustado
no tener que volver a tomarla. Mis funciones motoras estaban fracasando;
La necesitaba para seguir adelante. La necesitaba para aliviarme lentamente
o podría morir por completo.
Luché contra las lágrimas, apreté el puño antes de inyectar la mitad del
contenido de la jeringa en el brazo. Luego, con asco, tiré la jeringa hacia atrás
en la mansión. Por último, cuando pude moverme de nuevo, me incorporé
mientras las piezas quemadas de papeles revoloteaban fuera de la casa. Pero
antes de que pudiera moverme más cerca...
PUM.
Una explosión voló a través de la mansión y fui echada hacia atrás de
nuevo. Con las fuerzas que me quedaban, agarré uno de los papeles. Los
bordes estaban estropeados, pero su contenido todavía era lo
suficientemente legible para discernir que era un certificado de
nacimiento. Certificado de nacimiento de Aviela.

Me quedé mirando fijamente su nombre. Conocía este nombre. Lo


había visto o escuchado en alguna parte... Mierda.
Es sólo las drogas, me dije mientras las lágrimas caían, pero sabía que
era una mentira. Iván estaba mucho más alto de lo que pensé. Todos éramos
sólo marionetas. Necesitaba ayuda. Física, mental, necesitaba una maldita
ayuda, y sabía que sólo había una persona que realmente podía confiar para
eso.
Acostada allí, deseé a Liam.

Liam
Quería nada más que lanzar el teléfono contra la pared, pero no quería
despertar a Ethan mientras dormía en mis brazos. Era las 8:30 am, y Aviela
nunca había llamado. Estaba al final de mi ingenio, pero no quería que sienta
tanta ira de mí.
—Liam, puedo…
—Olivia, si vienes aquí una vez más, voy a reventar tu cara —le espeté
a la mujer asomándose por la puerta—. No necesito dormir. Buenas noches.
—Había sido como un halcón desde que llegué a casa.
Sus ojos se entornaron en mí.
—Estaba tratando de ayudar, Liam. No quiero que estés demasiado
abrumado. Buenas noches.
—Buenas noches, Olivia. —Me levanté y coloqué a Ethan de vuelta en
su cuna. Sonó mi teléfono.
Mierda.
Miré a través de los bolsillos, lo agarré con rapidez, tratando de
silenciarlo. Estaba bloqueado el número. ¿Quién jodidos me estaba llamando
tan temprano? Si tuviera que matar a una persona más esta semana iba a
perder mi mierda.
—Callahan —dije en voz baja, rozando la cabeza de Ethan.
No hubo respuesta, sólo una ingesta de respiración profunda, y por
alguna razón, mi corazón dio un salto. Me atreví a tener una maldita
esperanza. Abrí la boca, pero ni siquiera podía formar una frase.
—¿Esposa?
Hubo un sollozo seco en el otro extremo antes de escuchar su voz.
—Hola, mi marido.

Sentía mis rodillas tan débiles ante el sonido de su voz. Sacudió mi


cuerpo de pies a cabeza.
—¿Amor, dónde estás? ¿Estás bien? Aviela...
—Liam, estoy bien.
—Estás mintiendo. ¿Qué está pasando?
—Liam, no puedo volver a casa —exclamó, casi sollozando en el
teléfono.
—Aviela…
—Está muerta. Lo comprobé. Está muerta, Liam. Adriana...
—La mató.
Pasé las manos por el pelo, me alejé de la cuna de Ethan y me acerqué
a la ventana. —Melody, ¿qué mierda está pasando? Dime dónde estás. Voy...
—No puedo. No estoy bien. Tengo que recuperarme. No puedo...
simplemente no puedo...
—¡Te prepararé! Tú me prepararás. ¡Así es como funciona esto! ¿Qué
han hecho? Melody, por favor, sólo habla conmigo. Dime qué está pasando.
Dime dónde encontrarte.
—Liam...
—Si piensas por un maldito segundo que alguna vez te dejaré ir a
través de cualquier cosa de estas por sí sola, has perdido la cabeza. Voy a
encontrarte, voy a llevarte a casa, y voy a arreglarte, ¿me escuchas? Porque
necesito que me arregles también.
Ella no habló. No había nada más que su respiración.
—¡Mierda, Melody! Respóndeme. Escúchame.
—¿Puedo oírlo? Necesito oírlo de nuevo.
—No —le espeté, pellizcando el puente de mi nariz. —Lo puedes oír
cuando te traiga de vuelta a casa.

—Liam, te juro, siempre voy a volver a ti. Te amo. Te necesito. Eres el


hogar para mí. Ethan y tu son mi única familia, las únicas personas por las
que moriría. Lo eres. Lo eres todo. Necesito un momento. No puedo volver
así, por favor, no me hagas volver de esta manera. Necesito oírlo, te lo ruego.
Sonaba como si estuviera en serio en el dolor... casi muriendo.
—Voy a ir a por ti —le dije, saqué el teléfono lejos de mi oído para
poder respirar. Me acerqué a Ethan y puse el teléfono junto a la oreja.
Si ella honestamente estaba pensando que sólo iba a dejarla ir, estaba
jodidamente loca. Su madre realmente había jodido con su mente. Al
escucharla arrullar a Ethan, mi corazón ardía a través de mi pecho. ¿Qué le
estaba haciendo no querer volver a casa? ¿Qué está pasando?
—Mami nunca jamás te abandonará, lo juro. Te amo, mi dulce bebé. Te
amo tanto. Saqué el teléfono de su oreja y hablé por el receptor—. Si
realmente nos amas, vuelve a casa. Déjame traerte a casa.
—Si llego a casa, solo les haría daño. Necesito arreglarme —susurró.
—Te amo tanto.
—Te amo tam… —Mi voz se quebró—. Melody, no hagas esto.
—Yo… —ella trataba de decir. —Liam, Iván es un nombre en clave de
alguien en el gobierno. Vi su nombre en la lista de invitados para el senador
Colemen. Creo que es Avian Doers.
Eso fue todo lo que oí antes de que el silencio resonara en el otro
extremo.
—¿Melody?
Silencio.
—¿Mel?
Silencio.
—¡Esposa, respóndeme!

No quería que ella se fuera. No podía manejar que se fue. Se sentía


como si mi cuerpo era demasiado pesado para mantenerse en pie por sí
mismo, como si el mundo estaba aplastando mis pulmones. El teléfono,
como todo lo que sostuve para mí, resbaló de las manos. ¿Cuándo todo había
ido tan mal? ¿Cuándo había fallado? ¿Cómo podría ella haberse ido? ¿Qué
había sucedido con ella?
—Liam.
—¡QUÉ! —grité tan fuerte que Ethan saltó antes de dejar escapar
gritos, y una parte de mí quería unirse a él. Lo llevé a mis brazos, me envolví
alrededor de su pequeño cuerpo—. Lo siento, chico —le susurré al oído.
—Hijo —mi padre intervino—, la policía tiene una orden de arresto en
tu contra. Ellos estarán aquí dentro de media hora. Necesitamos...
—Asegúrate de que todas las habitaciones están bien aseguradas y
estaré fuera en veinticinco minutos. Envía a mi madre.
—Liam, no puede ser...
—Adiós, Padre —le dije, tomando asiento en la mecedora. Miré
fijamente a los ojos grandes que me miraban, traté de pensar en lo que iba a
decir a mi hijo.
—Tu madre y yo estamos empezando esta cosa de la crianza mal —le
dije cuando la puerta se cerró—. Pero vamos a hacer que dependa de ti, te lo
juro. Espero que cuando tengas mi edad mires hacia atrás y todo lo que veas
sea a nosotros, que no nos perdimos nada. Regla número seis:. A veces con
el fin de ganar, tendrás que perder.
Sonrió y por un momento, era como si pudiera leer mi mente. Se estiró
para mí y besé sus manos cuando acuné su pequeña cabeza.
—No te preocupes, nunca lo aprenderás todos. Creo que mi padre se
las inventó mientras se iba. —Lo mecí hasta que sus ojos se cerraron.

Él era otra cosa que no quería dejar de lado. Colocándolo de nuevo en


su cuna, fijé mi traje y me cepillé el pelo cuando mi madre entró, el fuego
ardiendo en sus ojos.
—Tu padre dice que has perdido la cabeza.
Le besé en la mejilla.
—No quiero que Olivia lo toque. Neal tampoco, en cuestión. Por favor,
mantenlo a salvo hasta que esto termine, o salga, lo que ocurra primero.
Ella me dio una bofetada.
—Así que perdiste la cabeza. Liam, podemos llamar al abogado, pagar
la fianza. El hecho de que te detengan, no significa que esto termine. Ellos
todavía tienen que demostrar que eres culpable. Eso es democracia.
—Mamá, ningún juez me dará fianza. Voy a estar fuera durante un
tiempo hasta que demuestre mi inocencia. Pero si te hace sentir mejor, llama
al abogado.
Miré hacia atrás a Ethan, una vez más, entré a buscar a toda mi familia
alineados en la sala, cada uno de ellos estaban tan enojados como mi madre.
—Asegúrense de que nada descarrile al senador Colemen de
convertirse en presidente, ¿me hice entender?
—¡A la mierda con eso! —espetó Neal. —¿Que pasa contigo? No
puedes simplemente caminar por ahí. ¿Has perdido tu puta cabeza?
—Secundo eso. —Declan se acercó, tratando de descifrarme. Se inclinó
y susurró—: ¿Hay un plan aquí? Tienes una meta final, ¿verdad?
—Sólo para proclamar mi inocencia a todo el que quiera escuchar —
dije—. No destruyan nada mientras no estoy.
Caminé por el pasillo, todos los sirvientes salieron a ver también.
Salían de las habitaciones, e incluso se paralizaron en las grandes escaleras
mientras caminaba hacia la puerta. Entre ellos, un pequeño niño se escondía
sosteniendo el vestido de su madre.

—No fui yo. Lo juro, señor. Lo Juro —gritó ella, sosteniéndolo cerca
de ella. PUM.
PUM.
PUM.
—Sr. Liam Callahan, este es el Departamento de la Policía de Chicago,
tenemos una orden de arresto por el asesinato de Melody Nicci Giovanni
Callahan.
Abrí la puerta y entré en el mar de luces intermitentes.

Epílogo
“Para traicionar, primero debes pertenecer.”
—Harold Kim Philby

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Nuwa Loss

Olivia
Los aplausos hicieron que el escenario temblara con tanta fuerza que
tuve que agarrar a Neal. Entrecerré los ojos para ver las luces intermitentes.
—¡Gracias, América! —gritó mi papá, haciendo más ruido—. Me
siento tan orgulloso, honrado y tan bendecido de ser su presidente. Ha sido
un largo viaje y extraño, pero juntos vamos a cambiar América para hacerla
mejor. Reconstruiremos este país, esa ciudad en la colina, una vez más.
—¿Cuánto se tardará esto? —susurró Neal mientras se inclinó hacia
mí. Quise poner mis ojos en blanco.
—Neal, el juez negó la fianza. Tu hermano pasará los próximos cinco
meses en la cárcel antes del juicio. En este momento, es una victoria. Una
sangrienta victoria cuando necesitamos una, así que sonríe para las malditas
cámaras. —Me incliné lejos de él, di un pequeño paso adelante, saludando y
sonriendo a todas las personas que vinieron a vernos. Los Colemen, la hija
del maldito presidente de los estados unidos, lo conseguimos.
¿Qué tan grande es mi corona ahora?
—Estoy sonriendo, querida. Pero no olvidaré lo de mi hermano. Ese
juez tiene que…

—¿Podemos hablar de esto más tarde? —¿Por qué simplemente no


dejarlo ir? Liam no daría dos mierdas. El juez fue muy astuto y lo amaba por
eso. Quería a Liam detrás de las rejas tanto como yo. Ahora, si Evelyn soltara
a Ethan, todo sería perfecto.
Solucionaría eso más tarde.
Cuando mi padre dio un paso atrás, aplaudí aún más fuerte,
envolviendo un brazo alrededor de Neal mientras fuimos detrás del
escenario donde Mina estaba de pie. Todos a su alrededor se detuvieron para
tomarse fotos con mi padre.
—Señor presidente.
—Olivia, tengo que irme —dijo Neal, alejándose mientras todos se
enfocaron en mi padre.
Lo tomé del brazo, lo llevé al pasillo, pero todo estaba tan lleno de
gente. Él ni siquiera parpadeó cuando se liberó de mí antes de dirigirse al
ascensor.
—Neal —siseé, pisando fuerte hacia él.
Negó con la cabeza mientras esperaba que las puertas dobles se
abrieran. Era el único lugar donde íbamos a tener un maldito segundo, así
que me mordí el labio golpeando mis talones en el mármol hasta que
entramos.
—No quiero oírlo, Olivia.
—Neal, ¡Mi padre acaba de ganar las elecciones! ¡Y quieres volver al
sótano con Declan y Sedric tratando de averiguar cómo salvar a ese idiota!
—¡Olivia! —Su mano fue a mi cuello mientras respiró fuerte e intentó
calmarse.
—¡Neal, ni siquiera él lo está intentando! Es como si quisiera estar en
esa celda. Dime cuándo vas a dejar de perder tu tiempo, y el mío, ¡por un
hermano que no le importa una mierda!

Negó con la cabeza y se quitó la corbata roja antes de salir, donde su


mercedes negro ya lo esperaba.
—Neal, por favor quédate, por lo menos trae a Ethan para que todos
podamos tomarnos fotos.
—Te veré en casa, Olivia —dijo mientras Fedel le abrió la puerta—.
Pero no olvides que fue mi hermano el idiota que tomó a tu inútil padre y lo
hizo Presidente.
La puerta se cerró. Los ojos de Fedel ardían en los míos antes de entrar
en el asiento del conductor.
—¡Ahh! —grité cuando las luces se desvanecieron en el garaje. Me hizo
querer quitarme las perlas de Prada y tirarla hacia él.
Justo cuando me di la vuelta, un Lincoln subió lentamente. Caminé hacia
delante, esperé hasta que pude ver mi reflejo contra el cristal teñido. La
puerta se abrió. Tomando una respiración profunda entré.
—Así que finalmente miro la cara detrás de la voz.
Él se volvió hacia mí. Su cabello gris, ojos marrones y traje me
parecieron familiares. Se sentó allí, bebiendo de su copa, completamente
relajado y divertido.
—Olivia Colemen Callahan. Es un placer finalmente conocerte. —Me
dio su mano, pero no temblé. Sólo esperé.
—En el momento que Liam fue arrestado, tu apareciste. Y creo que
fuiste tú quien hizo que el juez negara la fianza. ¿Entonces quién eres? Ya he
visto tu cara antes… ¿eres un jefe rival?
Sonrió, negando con la cabeza y mirando por la ventana.
—No, no soy un jefe rival. O al menos un jefe de la mafia.
—¿Entonces quién eres?
Alcanzando su bolsillo, sacó una pequeña tarjeta y me la dio.
Avian Doers, director del FBI.

Mierda.
—Quiero un trato.
—Gírala, querida —dijo recostándose.
Pareció que me llevó más tiempo de lo que debería girar la tarjeta. Pero
lo hice, y me congelé. Había escrito su verdadero nombre.
—Eres Iván —susurré.
—Ahora, hablemos de un tipo diferente de trato.


Sobre El Autor

J. J. McAvoy nació en Montreal, Canadá. Y actualmente estudia


humanidades en la Universidad Carleton. Cuando era niña escribió poesía,
donde alguno de sus trabajos fueron publicados en periódicos locales. En su
serie, Ruthless People, ella pretende empujar las barreras, no solo con sus
personajes, sino con sus lectores. Actualmente está trabajando en la novela
final Ruthless People, American Savages, y espera dejarlos con la quijada en
el suelo.

http://iamjjmcavoy.com/

Agradecimientos
Al ejército de personas que ayudaron a hacer este libro posible: Natanya, mi
agente, Amber y Nicolette, a mis editores y los fans de Ruthless People
quienes han estado conmigo desde el principio y me han apoyado a través
del infierno y la tormenta, muchas gracias a todos. Cuando digo que este
libro no pudo haber sido escrito sin todos ustedes, lo digo en serio. Ha sido
un absoluto subir y bajar de emociones desde que comencé este viaje con
todos ustedes. No lo cambiaría por nada del mundo.

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