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Moderadora de Traducción
Mich Fraser
Traductoras
Mich Fraser Cjuli2516zc
Moderadora de Corrección
Jessibel
Correctoras
Florpincha Nuwa Loss
Jessibel Daliam
Tamij18
Lectura Final
Jessibel
Diseño
Jessibel
Índice
Sinopsis Capítulo 20
Dedicatoria Capítulo 21
Prólogo Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Sobre El Autor
Capítulo 19 Agradecimientos
Sinopsis
Un secreto. Múltiples víctimas.
Todo lo que le han dicho a Melody Callahan sobre su pasado, es una
mentira. Su padre mintió. Su esposo mintió. Pero como todos los secretos…
salen a la luz. No sólo su madre, Aviela, está viva, sino que no se detendrá
hasta que destruya todo lo que Liam y Melody han estado construyendo
desde el año pasado.
Con un nuevo objetivo y los medios de comunicación centrándose en
su familia mientras se acercan las Elecciones Presidenciales, Liam y Melody
deben luchar en dos frentes de batalla. Melody está dividida entre estar
enamorada de Liam y querer matarlo por mentirle.
Estar enamorada y mostrar amor son dos cosas diferentes en su
mundo. Liam quiere hacer cualquier cosa para proteger a su familia, incluso
si eso significa herir a la gente que ama.
La familia es todo… pero, ¿qué pasa cuando ellos van por tu sangre?
Todo lo que han pasado no es nada comparado con lo que viene…
Dedicatoria
A todos aquellos que no son tan educados en sus mentes.
Los entiendo.
Prólogo
“Si tan solo estas paredes pudieran hablar… el mundo sabría lo difícil que es
decir la verdad en una historia en donde todo el mundo es un mentiroso.”
—Gregg Olsen
Melody
—Todos estarán a la espera en el momento en que volvamos del
descanso comercial. Todo lo que tienen que hacer es gritar: ¡Buenos días,
Chicago! Todos se ven perfectos. —Nos dice el productor de Buenos Días
Chicago, mientras que ella y el resto del equipo de cámaras se mueven a sus
lugares.
—De nuevo, ¿de quién es esta maldita idea? —murmuró Liam justo a
mi lado, colocando su mano en mi espalda y moviéndola hacia abajo.
—Liam.
Suspiró, su mano se detuvo en mi trasero mientras todos estábamos de
pie, esperando como una gran familia feliz en medio del parque recién
renovado en el que habíamos gastado millones sólo por la “comunidad.”
Para marcar la inauguración, estábamos teniendo un gran picnic en el
vecindario. Me encontré observando a la multitud, mientras que más y más
gente se reunió con sus estúpidas mochilas y manos sucias buscando llevarse
algo a la boca. Lo peor eran los payasos que caminaban alrededor de
nosotros repartiendo sombreros de globos.
Liam
Simplemente quería cerrar los ojos. Habíamos pasado todo el maldito
día en ese jodido parque, y ahora teníamos que pasar la tarde sonriendo para
más cámaras. Pero ese no era ni siquiera el menor de mis problemas. No
estaba seguro de lo que vendría, pero sabía que algo venía directo del
infierno.
No quería lidiar con esto. No quería pasar mis días y noches tratando
de descubrir el misterio de la madre de Mel. No quería que esta foto que
tenía en mis manos fuera real, porque ahora tendría que decirle a mi esposa
por qué había estado ocultándole la verdad. Ella había buscado las
respuestas sólo para llegar con las manos vacías. Esto era otra cosa por la
cual tendría que disculparme; Tenía a Declan borrando todo lo que había
encontrado para que ella no pudiera ponerle las manos encima. Pensaba que
estaba trabajando con él, pero en cambio, él estaba haciendo todo lo posible
para tratar de ocultarle información.
Ella me va a matar. Suspiré.
Eventualmente, ella llegó a la conclusión que Vance le había estado
mintiendo. Tristemente, él no estaba. Odiaba cuando los mentirosos
poderoso. No les gusta y les seguirá disgustando hasta que pares de mostrar
quién verdaderamente eres y empieces a ser lo que ellos quieran que seas.
—No podría haberlo dicho mejor —dijo Mina mientras ajustó sus
gafas—. La gente no sólo está eligiendo a un presidente, sino que está
escogiendo a una primera familia. Les agrada tu padre, les agrada tu madre,
pero tú eres la oveja negra que necesita ser teñida de blanco.
—Bien —dijo Melody—. Yo me ocuparé de Olivia. Sigue trabajando en
los demás.
—¿Tú? —preguntó Neal preocupado, pero con un toque de diversión.
—Sí, yo —espetó mientras se puso de pie—. La mujer que la gente ama.
La mujer que bate sus pestañas ante las cámaras, que acepta estúpidas
coronas de globos de payasos molestos, y dona una mierda de dinero a
tantos chicos que quieren nombrar la maldita biblioteca como yo. Sé cómo
actuar en público. Tu esposa, por otro lado, necesita unas pocas lecciones.
Deberías estar contento que no la tiré del puente por el voto de compasión.
—No lo harás. —Los ojos de la señora Colemen se ensancharon cuando
se levantó rápidamente. De pie junto a su hija eran muy similares, la única
diferencia era la arrugada piel de la señora y el cabello rubio oscuro con
canas.
—Lo haría —respondió mi mamá. Odiaba cuando nos peleábamos.
Crearías que estaba acostumbrada a ello. ¿Cuándo no peleábamos?
—Lo disfrutaría también. —Coraline sonrió. Melody había
“arreglado” a Cora, como a ella le gusta decir. En otras palabras, Coraline
ahora vivía con nosotros en el lado oscuro de la luna.
La señora Colemen se puso de pie.
—Aquí todos somos familia…
—No, nosotros somos familia. —Me señalé y a mi familia inmediata—.
Ustedes son la pieza clave del ajedrez, un trampolín para nuestros objetivos,
señora Colemen. Es rudo, lo sé. Pero es la verdad, y es mejor que lo escuchen
ahora para que no tengamos ningún malentendido en el futuro. Usted no
tiene otro valor más que estar del dulce brazo de su esposo. Pensé que lo
dejamos claro cuando le pedimos que volviera a casarse por el bien de la
campaña. Ese es el trato que hizo. Así que para salvar su vida, siéntese de
nuevo, antes de que no tenga piernas para estar de pie. Hay un montón de
rubias bonitas en el mar para remplazarle.
Sorprendida, se sentó de nuevo.
Bienvenida a la familia.
Tal vez ahora por lo que ella firmó estaba finalmente golpeándola.
Quería ser la primera dama para que pudiera ser la cara en el cambio
ambiental y educativo. Ese era el trato. Melody y yo éramos las manos, y si
nos mordía, le sacaríamos cada uno de sus dientes.
—Bueno, Senador, deberíamos repasar su discurso una vez más —
Mina le dijo al Señor Colemen mientras escribía en su tableta.
—Creo que me voy —dijo la señora Colemen. Sonrió nerviosamente
antes de salir.
—Son mis padres, ¿podrías por favor abstenerte de amenazarlos? —
siseó Olivia entre dientes, haciendo que Neal agarrara su mano.
—¿Por qué? Te amenazamos a ti y estás casada con la familia —dijo
Melody y sonrió. Olivia miró a Evelyn y Sedric, quienes parecían tener su
propia conversación privada y ella pisoteó su pie como la mocosa que era.
Mis padres no podían hacer una mierda, ni ellos. Evelyn… bueno, mi mamá
estaba feliz cuando mi papá estaba contento, y siempre y cuando pudiera
lanzar fiestas como quería, estaba bien. Mi papá estaba fuera de este
“negocio”, estaba manteniendo sus manos limpias y en su lugar se centró en
nuestros asuntos más legítimos. La familia Callahan no sólo controlaba
drogas. Estaban los hoteles, restaurantes, spas, clubes… teníamos tanto que
sinceramente perdí la cuenta. Por no hablar de la cantidad de acciones que
ahora poseíamos en algunas de las empresas más grandes del mundo, eso
debido a la familia Giovanni, quienes sólo consistían en Mel. Los Callahan
ocultaron nuestro secreto detrás de las pequeñas empresas comerciales a lo
largo de las generaciones, pero como Melody casi había reconstruido a los
Giovanni por sí misma, necesitaba una manera más rápida de esconder su
dinero sangriento. Entre los dos, en verdad poseíamos la ciudad… el estado,
y Olivia, después de todo este tiempo, no parecía entender eso.
—Esta familia está jodida de la cabeza y tan disfuncional —espetó
Olivia, caminando hacia la puerta—, se supone que nos cuidamos la espalda
el uno al otro y nos protegemos. Sin embargo, lo único que haces es
recordarnos que no dudarás en matar a cualquiera de nosotros.
—Aparentemente no te lo recordamos mucho. —Mis ojos se
estrecharon mientras me moví hacia ella. Sus ojos se abrieron, y Neal
inmediatamente se interpuso entre nosotros.
—Apártate, hermano —dije en voz baja—. No le haré daño.
Neal apretó su mandíbula y sólo dio un ligero paso hacia la derecha,
permitiéndome caminar delante de Olivia.
—Todos los días, actúas como una perra y gimoteas contra nosotros, y
todos los días logras despertar. Eso no es suerte, ni siquiera la voluntad de
Dios; Es porque eres de la familia. Esa es la única razón por la cual tu lengua
no ha sido arrancada de tu garganta. Estás viva porque mi hermano, al cual
tengo que cuidar, fue lo suficientemente estúpido para enamorarse de ti. Por
años, se te ha dado libertad de expresión, pero ahora estoy revocando ese
derecho. —Acaricié el lado de su cara y pude sentir a Neal a mi lado—.
Nunca vuelvas a decirme cómo se supone que es esta familia. Porque si lo
haces, Olivia Callahan, no habrá suficiente amor en el mundo para
protegerte de mí.
Cuando retrocedí, estaba más pálida que el vestido azul que llevaba.
—Tal vez deberíamos descansar en privado por el resto de la noche
antes de la gala —dijo mi mamá mientras se acercó a mí y envolvió su mano
alrededor de la mía. Tiró de mi hacia atrás, dándole un momento a Neal con
Olivia.
Tenía un mal presentimiento sobre esto, pero que Mel matara a Olivia
era la menor de mis preocupaciones en este momento.
Melody
Lo dejé y al resto de la familia detrás, sabiendo muy bien que Olivia
seguiría. Toda la noche había ido tan perfectamente, que habrías pensado
que podía ver el futuro. Sin embargo, con cada día que pasa, Olivia se estaba
convirtiendo en un problema más grande. Ella no parecía entender el mundo
a su alrededor. No podía ver el panorama más grande, y cuanto más tiempo
se quedara ciega a la realidad de nuestras vidas, la responsabilidad que
enfrentamos será más grande. La familia, para nosotros, era todo, pero
también era la única cosa que nos podría destruir.
Los policías no derribaron a los más grandes jefes en la historia,
destruyendo a sus familias, a las personas que previeron y protegían. Fueron
los idiotas que tuvieron la suerte suficiente para ya sea, compartir ADN o
tener un anillo en su dedo. Ellos disfrutaron de todas las recompensas —el
dinero, la fama y el respeto. Pero ninguno de ellos realmente entendió lo
frágil que era todo, especialmente las esposas. Nuestro eslabón más débil era
Olivia, y yo estaría condenada si la dejo continuar por la forma en que ella
era.
Había tomado a Liam y a mí semanas de planificación para averiguar
exactamente lo que queríamos. No era como que acaba de despertar una
mañana y dijimos, vamos a tener la Casa Blanca. Fuimos hacia atrás y hacia
adelante sobre si debemos o no utilizar al senador Colemen, puesto que ya
estaba tan cerca de la familia. Pero fue por esa razón que él era perfecto.
—¿A dónde vamos? —preguntó Olivia, una vez que entramos en el
garaje. Fedel me entregó antes las llaves de mi Aston Martin blanco y me
entregó una pistola.
—Entra en el coche, Olivia —fue todo lo que dije, pero ella se congeló
con sus ojos azules fijos en el arma en la mano.
—Fedel. —Suspiré, tomando asiento detrás del volante.
Por suerte, ella no dijo nada más, y pronto alcanzamos nuestro destino;
un acantilado que daba al lago Michigan.
—Lo siento, mi puerta no se balancea en esa dirección —bromeó ella,
pero no era en absoluto divertida. —Es un lugar bonito para una cita sin
embargo.
—¡Fuera, Olivia!
Ella me miró como siempre, pero hizo lo que le dije.
Dando un paso a la parte trasera del coche, abrí el maletero. —Es hora
de que crezcas, Olivia.
—¿Sabes qué, Melody...? —Se detuvo el momento en que bajó la vista
y vio al hombre desnudo, acurrucado en una bola en el maletero.
Retrocedió lentamente, se tapó la boca, y sus ojos brillaron con
lágrimas. El hombre luchaba contra sus cadenas y gritó en contra de la
mordaza en la boca. Cada sonido que hizo, sacudió a Olivia. Por último,
vomitó todo lo que acababa de comer y sollozó.
—Estaremos de vuelta. Reunión familiar —dije antes de cerrar el
maletero de nuevo. Saltando encima de él, la miré mientras hacía todo lo
posible para calmarse.
—¿Qué hiciste? —gritó.
Pensé que era obvio.
—Es uno de los hombres que te violó, ¿verdad? ¿Matt, el mejor amigo
de Harvey? Lo traje aquí para ayudarte.
—¡No me está ayudando! ¡No necesito tu ayuda! ¡Nunca pedí tu
maldita ayuda! —rugió, haciendo que todo su cuerpo temblara.
Suspirando, me incliné hacia delante.
—No le dijiste a nadie más que a mí. No a Neal, no a Evelyn, ni siquiera
a tus padres. Yo personalmente rastreé tus registros. Busqué en todo el
universo cibernético y encontré un kit de violación, sólo tienes que iniciar la
sesión como Courtney A. O'Brien, altura: 5'8, tipo de sangre: AB, el color del
cabello: rubio, color de los ojos: Azul... Ella eres tú. CAO, ¿tus iniciales al
revés? Estabas asustada y no podías llegar a mentir lo suficientemente
rápido. Tus padres eran nadie que estaban a punto de ser alguien. Fuiste al
hospital e incluso presentaste un informe de la policía. Todos los cuales
fueron encontrados con tanta facilidad una vez que tenías ese nombre. Cada
año, en el aniversario, terminas en el hospital por vómitos violentos y
pérdida de peso...
—¡Cállate, Melody! —apretó las manos sobre las orejas como si eso
ayudara.
—Todos los años, has estado esperando a alguien para conectar los
puntos. Para hacer justicia, para ayudarte. Es por eso que llegaste a mí...
—¡He venido a ti porque no ibas a salir de la maldita cama! —exclamó.
—Llegaste a mí porque Adriana habló contigo. En el fondo, querías
esto. Llorabas por esto. Querías encontrar a tus violadores y en el fondo, no
quieres que se vayan a la cárcel. Los querías muertos. Querías que sufrieran
como has sufrido. Llegaste a mí para que yo pudiera hacerte una Callahan.
—Salté del maletero y la agarré, forzando sus manos de los oídos.
—Estás esperando a que alguien te salve, pero nadie puede hacer eso.
Necesitas salvarte a ti misma. Puedo ayudarte. Pero no puedo salvarte,
Olivia. Eres un puto Callahan. Nunca somos víctimas; somos los victimarios.
El castigo por venir a por nosotros es, y será siempre, la muerte. Es hora de
tu retribución.
Se veía tan perdida cuando le entregué el arma. —No soy como tú,
Mel. No puedo matar a otra persona. No soy una asesina. Esta no es la
justicia que quería —declaró, una vez más mintiendo a sí misma.
Odiaba a los mentirosos. Caminé hasta el maletero, lo abrí y el cerdo
estúpido chilló de nuevo.
—Parece que obtendrás ir de regreso a Cancún —le dije a él. —No te
preocupes por la chica que violó y asesinó allí, nos aseguramos de limpiarlo.
Sus afligidos padres la enterrarán este fin de semana...
Liam
—¡Señor Callahan! —Los buitres con cámaras gritaron una vez que salí
del coche. Ajustando mi chaqueta, les di un saludo con la mano, sonriendo
con mi bonita sonrisa de chico… lo comieron como pastel.
—¿Quién es este guapo colega? —Una mano pasó a través de mi
espalda y giré hacia Melody, descendiendo.
—Liam Callahan, ¿y tú eres? —Sonreí mientras ella puso sus ojos en
blanco.
—Melody Callahan. ¿Puedes levantarme ahora? —preguntó
dulcemente, haciendo que los buitres se rieran.
—Bueno, pero este no es mi día de suerte. —Sonreí, acercándola y
susurrando—. ¿Dónde has estado, amor, y porque te cambiaste?
Ahora estaba vestida con un vestido rojo sangre que abrazaba cada
curva.
—Ahora no, Liam —dijo a través de su sonrisa antes de girarse a las
cámaras.
—Señor y señora Callahan —dijo un reportero—. Muchos dicen que
su apoyo al Senador Colemen fue lo que lo ha llevado a este punto. ¿Lo están
apoyando sólo porque es el padre de su cuñada?
—Claro que no —respondió Mel con amabilidad—. Apoyamos al
Senador Colemen porque creemos que es el mejor hombre para el trabajo. Es
amable, extrovertido y trabajador. Pero encima de eso, su política es la que
apoyo.
—El año pasado, su padre fue asesinado por un bombardeo en
Turquía, del cual nadie fue condenado. Si el Senador Colemen se convierte
en Presidente, será uno de los primeros presidentes republicanos
firmemente contra la pena de muerte y la guerra. Las víctimas de terrorismo
—Lo sé. —Fue la razón por la cual nos quedamos fuera de Brasil en su
mayor parte. El resto de Sudamérica la teníamos en nuestras mano, pero
Brasil… no valía la pena perder hombres. Mientas DeRosas se quedaron allí,
no tuvimos problema… pero si Aviela era una DeRosa, significaba que
Melody no era de una, sino de dos familias criminales. Está mierda se estaba
complicando rápidamente.
Anna me entregó la memoria USB.
—¿Qué es esto?
—Su lista de matar. Nada confirmado, pero estoy dispuesta a apostar
que ella fue la que mató a cada persona en esa lista. Ella deja una tarjeta de
visita en algún lugar de la escena. Guantes blancos. No tengo idea de lo que
significa, pero…
—Eso es todo, Anna —interrumpí.
—Liam, si ellos vienen a por ti, tal vez quieras retroceder de esto. Tú
estás completamente loco, pero las cosas que hacen los DeRosas… he estado
haciendo todo lo posible para cubrir, pero incluso yo tengo jefes, Liam, no
manejo a la Interpol. Hay cientos de personas trabajando en esta mierda, y
sólo hay mucho que puedo hacer para mantenerte limpio. Reduce la
velocidad, aplasta las escotillas antes de que esto se salga de control…
—¿Ves a esa mujer de allá abajo? —pregunté mirando a Melody.
—¿Tu esposa? —Frunció el ceño.
—Tiene derecho a saber quién es en verdad su madre. —Incluso si puede
sacarla del extremo profundo y estrellarse contra las llamas.
—Mierda —dijo Anna—. ¿Ella es una DeRosa? Mierda.
Mis pensamientos exactamente.
—No sé lo que quieren, Anna, pero esto no desaparecerá. Por ahora
sólo quédate y vigila… además, de los cientos de personas que trabajan en
esto, nunca sabes quién está de nuestro lado. —guiñé un ojo. Era curioso
cómo ella pensaba que era la única espía que trabajaba en el gobierno.
—Liam…
—Disfruta de la gala Anna —dije mientras me alejaba.
Por ahora, tendría que encerrar al monstruo dentro de mí que no
quería nada más que quemar a mi suegra viva. Tenía que pretender ser un
miembro honorable de la sociedad que no creía en la pena de muerte e iba a
la iglesia los domingos. Por esta noche, sería el Dr. Jekyll, y mañana el Sr.
Hyde. Cuando los ojos de Mel se encontraron con los míos, sólo pude
imaginar en el monstruo que se desataría una vez que ella lo supiera.
2
“El asesinato es como las patatas fritas: no se puede parar con uno solo.”
—Stephen King
Olivia
—¿Estás bien? —me susurró Neal al oído mientras bailábamos por
décima vez.
No pude responder. Sólo podía aferrarme a él. Le agarré con tanta
fuerza, que podría pensar que esta era la última vez que estaríamos juntos.
Tenía que decirle, pero estaba muy asustada. Tenía miedo de lo que
podría pensar, lo cual era estúpido, la verdad. Neal era un asesino, y ahora,
también yo lo era. Pero le gustaba el hecho de que mis manos estaban
limpias. Siempre decía que no era lo suficientemente bueno para mí, pero
fue al revés. La única cosa que tenía —mis antecedentes sin sangre— había
desaparecido. Lo que me molestó fue lo feliz que estuve de apretar el gatillo.
Quería matar a ese animal. Se repetía una y otra vez en mi mente.
Matt y el resto eran como objetivos, y había eliminado a uno y estaba
lista para pasar al siguiente. Estaba lista para volver a matar.
Quería matar de nuevo.
Estaba mal, pero era la justicia, mi justicia, al igual que Melody me
había dicho. Me sentí como si hubiera estado en la oscuridad durante tanto
tiempo, encerrada para el resto del mundo, y ahora estaba a un paso más
cerca de ser libre; para correr salvaje con los otros monstruos.
—Maté a un hombre esta noche, Neal —susurré mientras bailábamos,
y sentí que se paralizó.
Se echó hacia atrás y sus ojos color avellana miraron fijamente a los
míos, como si él sería capaz de saber de sólo mirarme. Él frunció el ceño ante
mí alejándose de la pista de baile. No habló pero de alguna manera, todo el
mundo supo que debían salir de su camino. No se detuvo hasta que
estuvimos fuera con el conductor.
—Señor Callahan...
—Las llaves —espetó al hombre. —¡AHORA!
El hombre comprobó por todo el cuerpo antes de agarrar las llaves y
entregarlas a Neal. Abrió la puerta para mí, la cerró antes de sentarse en el
asiento del conductor. Cuando él decía de cero a cien en tres segundos, no
estaba de broma. Apretó de golpe el acelerador con tanta fuerza que podría
pensar que estábamos en carreras de resistencia.
—Di algo Neal, por favor —rogué.
No lo hizo. Sólo se sentó, frotó sus labios con el dorso de su dedo
pulgar mientras conducía más y más por el camino.
Deja vu, pensé mientras miraba hacia el cielo nocturno.
Sólo se detuvo cuando estábamos en la parte delantera de la mansión. Con
un suspiro, se recostó en el asiento.
—Voy a averiguar una manera de conseguir sacarte —susurró,
tomando mi mano.
—¿Qué?
Él besó mi mano.
—Creo que si somos discretos, si hacemos lo que pidieron, entonces
eventualmente todos aprenderemos a vivir unos con otros. ¡Pero siguen
cruzando la línea! Melody no tenía derecho a forzarte a hacer cualquier cosa
—¡Ella hace que hables! —dije—. Te mira a los ojos y sabe que puede
entrar en la parte más oscura de tu mente y todavía se las arreglan para
sonreír para una foto. No sé por qué le dije. Estaba tratando de inclinarme
ante la maldita reina como me dijiste. ¡Quería que entendiera! Ella lo hizo.
Ella entendió mejor que nadie. Encontró a uno de ellos.
—¡Podría haber hecho eso! —rugió—. ¡Lo habría hecho con gusto peor
que esos cinco años atrás cuando me casé contigo! ¡No entiendo por qué no
me lo dijiste!
—Porque tuve vergüenza, porque quería negarlo, porque los habrías
matado. —Me detuve, pensando en la última parte. —Yo... yo... tenía que
matarlos por mí misma.
Eso era lo que necesitaba.
Nos sentamos allí, tensos, por lo que parecieron horas, solo con la
mirada fija en la casa.
—La próxima vez, aplasta sus cabezas, mientras estén vivos y luego
les disparas —susurró Neal—. Cuanto más tiempo sufren, mejor. —Me tomó
la mano de nuevo.
Las estúpidas lágrimas no se irían.
—Está bien —fue lo único que pude pensar en decir.
—Y estaré allí cuando encontremos a los otros.
—Está bien.
—Me voy a quedar. Te amo, y me puedes decir lo que quieras, siempre.
Voy a estar allí, y Melody se puede ir a la mierda.
—Te amo demasiado. Y voy a decirle que dijiste eso.
Él palideció, y quería tener ese efecto en los hombres un día... incluso
con mi marido.
3
“Deberías haber muerto cuando te maté.”
—John le Carré
Melody
—¿Qué es lo que me estás escondiendo, Liam? —pregunté mientras
bailamos en medio del salón de baile.
Me acercó más a él. —Podría decir lo mismo de ti, amor.
—Cierto, pero estoy hablando de esos secretos con la familia, no con
extraños. —Busqué a la rubia con la que había estado hablando, pero
desapareció y nadie más pareció notarlo o importarle. No era alguien con
título o fama, pero tenía o sabía algo valioso para poder hablar con Liam en
privado.
—¿Estás celosa, amor? —Apretó mi culo—. Porque no deberías estarlo.
Te amo a ti, y solo a ti.
—Ese es el quinto te amo de la noche. ¿En realidad te voy a matar
cuando descubra que es, no? —dije tranquilamente. Sería así hasta que me
diera una razón para no estarlo. Realmente quería golpearlo hasta la mierda
hasta que me dijera.
Suspiró.
—Tú, amor, puedes matarme cuando te lo diga.
—Liam…
Me besó con tanta fuerza y apasionadamente que casi me levantó del
suelo.
—Después de la gala —susurró mientras sus ojos me suplicaron que lo
dejara—, ¿bien? ¿Después de la gala?
No me gustó eso. En absoluto me gustó. Lo que sea que estaba
escondiendo, lo que lo hacía actuar de esa manera, como si yo fuera una
bomba de tiempo esperando para estallar, probablemente me haría hacer
eso.
—¿Alguna vez deseaste poder ser como ellos? —preguntó, asintiendo
hacia los políticos internos que nos ayudaban con la campaña de los
Colemen. Todos tenían la misma edad, sino más, que nosotros.
—¿Quieres decir que si deseo que mi vida estuviera nada más que llena
de exámenes y escuela, obteniendo un título que no usaré para un trabajo
que odio y préstamos estudiantiles que no puedo pagar? ¿Una vida de
borrachera y sexo horrible que es bueno debido a la borrachera? —Los
miré—. No, no quiero ser como ellos. Sería una mierda ser como ellos. Por
eso están aquí, esperando si están lo suficientemente cerca y dicen las cosas
correctas, así tienen la oportunidad de escapar de sus vidas de mierda.
—No te detengas amor, no está en tu naturaleza. —Se rio, girándome
antes de traerme de vuelta a él—. ¿Nunca has deseado que tu vida fuera
sencilla?
—Es como es. Consigo lo que quiero y si te interpones en mi camino,
te eliminaré de la faz de la tierra, y después iré detrás de todos los que
compartan tu ADN. Simple. —Sonreí.
También sonrió.
—Ahora solo estas tratando de excitarme.
—Siempre estás esperando para ser excitado. —Probando mi punto,
empujé mis senos contra él y pude sentirlo endurecerse contra mi estómago.
4
“¡Honestamente, no entiendo por qué la gente se ponen tan nerviosos acerca de un
pequeño asesinato!”
-Patricia Highsmith
Liam
—¡Perra! —grité, mientras agarraba mi muslo. Esta fue la segunda vez
que esta mujer, esta maldita condenada esposa mía, me había disparado. La
bala me rozó la cara interna del muslo, pero todavía duele como un hijo de
puta... maldita sea. Si no fuera por el maldito silenciador, todo el maldito
hotel habría oído. Me había dado cuenta de ambos, Declan y Coraline
haciendo su escape.
—Ahora tienes el conjunto que hace juego. —Ella lo fulminó con la
mirada, y sin pensarlo, la ataqué por sus piernas como un maldito jugador
de fútbol americano, tirándola al suelo y sujetando los brazos hacia abajo.
—¡Me estás sacando de quicio mujer maldita! —grité mientras me
arañó.
—¡Podría decir lo mismo de ti!
—Juro por Dios todopoderoso que, si no te calmas de una puta vez, te
daré una paliza. —Grandioso, ahora sonaba como un golpeador de mujeres. Sin
embargo, ella no era cualquier mujer, era Melody. Incluso el diablo me daba
lástima.
Ella me miró ferozmente, sus ojos castaños parecían puro negro. Ella
forcejeó, tratando de alejarme, pero a pesar de sus habilidades, seguía siendo
mucho más pequeña de lo que yo era.
Finalmente, pensé, cuando parecía que había renunciado, pero como
una maldita piraña, la perra mordió mi labio inferior con tanta fuerza que
podría probar la sangre. En ese momento, le solté las manos, y ella aprovechó
la oportunidad para darme un puñetazo en la garganta antes de patearme
lejos.
—Jura por cualquier Dios que quieras —dijo entre dientes, justo antes
de estirar las piernas para patearme.
Tomé una y la empujé contra la pared. Ella alcanzó la lámpara y la tiró
en mi cabeza. Reaccionando de forma rápida, me agaché solo para ver su pie
chocando contra mi mandíbula.
Limpié la sangre de mi barbilla, estaba terminado. Cuando ella trató
de patear de nuevo, le agarré del brazo y tiré de ella hacia mí antes de
embestir su cuerpo directo en el espejo. Se rompió en el impacto. Me gusta
la serpiente maldita, envolvió su cuerpo alrededor del mío, apretando con
fuerza, lo que hizo casi imposible sacarla de encima.
Girando a otra pared, de nuevo choqué su espalda contra ella y su
poder sobre mi cedió solo lo suficiente para empujarla de nuevo. Agarré su
cuello, sostuve mi arma en su cráneo.
La mirada en sus ojos me perseguía; ya no era oscura, sino llena de
dolor que estaba matando su ira, y fragmentando lejos la mía.
—Hazlo —exigió—. Aprieta el gatillo, Liam.
—Estás loca —le dije antes de besarla con fuerza. Ella tenía que estar
loca para pensar que quería matarla; que iba a considerar siquiera apretar el
gatillo... yo nunca la traicionaría. No quería nada más que hacer que se
calme, para hacerle saber que la quería. Ella solo era demasiado cabeza dura
y emocional... solo como sabía que sería.
—Liam no puedo…
—¿Te quieres venir bebé? —Reduje la velocidad y casi lloriqueó. Mi
Melody lloriqueó. Era un espectáculo—. Porque tendría que bajarte después
de lo que me hiciste esta noche.
La besé. Reduje la velocidad, hasta que fue casi demasiado doloroso
de soportar, sacándola de la excitación que ella estaba alcanzando.
—No, Liam, estoy tan cerca… —gimió cuando mi pene se deslizó
lentamente dentro y fuera de ella. Estaba cada vez más húmeda, goteando
por sus muslos e incluso en mis manos.
Tiré de su pelo hacia atrás, obligándola a mirarme a los ojos.
—Tú no controlas esto. Yo lo hago. Y me hiciste enojar, esposa.
Ella, por supuesto, me dio una bofetada, y sonreí para mí mismo
mientras la sacaba por completo y me froté contra ella en sus húmedos y
resbaladizos pliegues. Ella negó con necesidad, estaba tan cerca.
—Dilo, Melody. Me estoy saliendo solo por verte retorcer.
Solo dilo maldición, Jesucristo esto me estaba matando.
—No puedo, porque te odio en este momento —dijo con los dientes
apretados, solo para molestarme.
Le di la vuelta y sin cuidado en el mundo, me agarré de su culo.
Cuando abrí sus nalgas separándolas, se preparó contra la pared y me
sonrió.
—No te atrevas a moverte —le ordené.
Agarré sus pechos, sus pezones duros en mis manos, me deslicé
dentro, presionando los dos contra la pared. —Todo esto es para mí. Es un
placer. —Gruñí mientras la tomaba duro y rudo, empujando más y más en
su culo.
Una de mis manos agarró la suya por encima de su cabeza
aferrándome a ella mientras besaba la parte posterior de su cuello.
Melody
En el momento en que salí del baño del hotel, me encontré cara a cara
con una muy enojada Coraline en las ruinas de la habitación. Suspiré,
cerrándole la puerta a Liam para terminar.
—Te traje un cambio de ropa y hay un coche en la parte de atrás
esperando para llevarte a casa para evitar a la prensa. La gala está
terminando, pero algunas personas aún son persistentes. —Se refirió a la
bolsa que colgaba en lo que quedaba del marco del espejo.
No dije una palabra, simplemente pasé por encima de los pedazos de
vidrio.
—Una cosa más —dijo.
Cuando me di la vuelta, me dio una bofetada en toda la cara. Mi cabeza
cayó hacia atrás, y el lado de mi cara ardía como el infierno, pero no dije una
palabra mientras la miraba.
—Te has metido con mi marido el tiempo suficiente. Podrías haberlo
matado, pero estabas tan ciega...
Agarré su cuello, tiré de ella a mi cara.
—Dejaré pasar el golpe, porque estaba un poco temperamental.
Recuerda, Coraline, te hice. Te di las bolas que estás tan dispuesta a mostrar,
trata de sermonearme de nuevo, y te las voy a rasgar justo por debajo tuyo,
y luego iré después por Declan. ¿Está claro? —pregunté, apretando solo un
poco más antes de soltarla.
Así que, aluciné. No quería un sermón de Liam, y te aseguro que no
quería uno de Coraline. Tosió sosteniendo su cuello antes de seguir
hablando.
—Lo siento. Siento que tu madre es una...
—Me estás empujando, Coraline —dije mientras tiré la toalla.
—Que así sea entonces. Todavía voy a decir lo que pienso, con o sin
bolas. Somos familia; eres mi hermana, ¿de acuerdo? Estoy de tu lado,
Melody, lo prometo. Solo por favor, ubícate en el mío. —Con eso, me dejó
sola para terminar de vestirme.
Aquellos quienes se excitaban ocasionalmente deberían saber que el
bajón era horrible, especialmente si no estás preparado para ello. La vida
estaba muy bien para Liam y para mí; todo lo que queríamos estaba cayendo
lentamente en nuestro regazo, y luego esto.
Mi madre... estaba muerta. Murió cuando yo era joven... fue asesinada
cuando era pequeña... pero eso fue una mentira. Era como si mi cerebro, no
podía aceptar ese pensamiento.
Cuando era más joven, había llegado a un acuerdo con el hecho de que
era huérfana. El primer Día de la Madre después de su muerte, lloré hasta
que Orlando me sentó y me dijo que no llorara. No importa lo mal que
nuestra vida estaba, los Giovannis no lloraban. Era una niña, llorar era una
de las cosas que los niños hacían, pero después de ese momento, las lágrimas
se fueron. Encontré la parte más profunda de mi alma y enterré mi dolor allí.
La única vez que realmente recuerdo haber cedido a las lágrimas y el
dolor fue el año pasado, justo después de perder a nuestro hijo. Esa fue la
primera vez en años que realmente había sentido el dolor de esa manera.
Cuando Liam estuvo herido, por lo que ahora sé era su propio plan, sentí
miedo. Es por eso que necesitaba mi venganza y maté a Saige. Todavía me
daba satisfacción pensar en ella y los veinte kilómetros que manejé antes de
que sus gritos se detuvieran.
Esa noche, hice a Liam gritar de una manera diferente. No era una gran
fan de la sumisión, pero atarlo mientras lo torturé sexualmente durante
horas fue muy divertido. Al final, prácticamente suplicó ser liberado.
Cuando él estaba, la habitación era muy parecida a la habitación del hotel
como se veía ahora... como dos animales salvajes que habían sido soltados.
En un año, había sentido miedo y dolor. Ahora, parecía que pasé del
dolor a la rabia. Todas las razones por las que estaba cansada para llegar a
—Liam, una vez que volvamos, tenemos trabajo que hacer. Nada de
sexo de ningún tipo —declaré. Pero él no parecía estar escuchando.
Liam
Bebí de ella, con mi lengua lamiendo todo lo que me daba mientras se
liberó en mi cara. Rebotó y se balanceó contra mi lengua, apoyándose contra
la cama; mientras me preparé entre sus muslos.
—¡LIAM! —gritó mientras se vino por toda mi cara.
Me deleitaba con sus jugos, disfrutando cada gota. Derrotada, se alejó
de mí y se detuvo a mi lado. Vi su pecho levantarse y caer mientras trató de
recuperar el aliento. Mientras yo lamía mis dedos de ella, se giró para
mirarme.
—¿Sin hacer el amor de ninguna manera? —me mofé, sentándome
contra la cabecera—. Supongo que eso salió por la ventana en el momento
que te sentaste en mi cara. Por cierto, tienes un sabor divino.
—Jódete —dijo, mientras tiró de las sábanas a su alrededor y buscó su
computadora al lado de la cama.
—En realidad ya lo hice tres veces, y muy bien puedo añadir. —Me reí
cuando me miró.
Ninguno de los dos había hablado en el coche. Ni siquiera nos
miramos, pero todavía hubo tensión sexual entre nosotros, porque siempre
había tensión sexual entre nosotros. En el momento que llegamos a la casa,
ambos estábamos excitados y molestos. El sexo pareció ser la única cosa en
la que podíamos estar de acuerdo.
Sabía que ella me estaba utilizando como una distracción. No quería
concentrarse en la mierda que tenía al frente. Ninguno de los dos lo quería,
en realidad, así que en vez de eso nos llenamos de brandy, vino y sexo.
Todo el sexo la había calmado y ahora estaba lista… o al menos
esperaba que estuviera lista. Dos balas de ella eran suficientes para toda la
vida.
que su padre. Pasó dos meses asesinándolo. Parecía que la única persona
que torturó durante tanto tiempo fue a Orlando.
Uno por uno Melody escribió los nombres de los que supuse que eran
su familia, y uno a uno aparecieron.
—Ha estado matando a tu familia por años —susurré. ¿Pero por qué?
—Y ahora ella viene por el último Giovani. —Mel se tensó.
—Eres una Callahan, no una Giovanni —dije—. Y ella no se acercará a
ti, ni a nadie en esta familia, a menos que esté en una bolsa para cadáveres.
Me miró de nuevo, sus ojos aún ardían con fuego.
—Todo lo que sé es una mentira. Ella es la única que sabe la verdad.
Cuando le pongamos las manos encima, podemos romperla, pero no la
mataremos hasta que sepa la verdad —dijo antes de mirar hacia la pantalla.
Pero mientras pasaba por la lista, buscando a cualquiera de mi familia
y no encontrándola, me pregunté si una mujer como Aviela, que había
matado al padre de su hija, y había dejado a esa misma niña, podría ser
quebrantada.
¿Cómo podías romper algo que obviamente nunca estuvo entero para
empezar?
5
"Todos los motivos para el asesinato están cubiertos por una A y tres L: Amor,
Lujuria, Lucro y Locura."
-P.D. James
Melody
—Bendíceme, Padre, porque he pecado. Han pasado siete días desde
mi última confesión, en ese tiempo he...
—Tú has mentido —me interrumpió el padre Antonio.
—Sí, padre y yo...
—Has matado, robado, y mucho peor —me cortó de nuevo. Solo un
hombre de Dios podía hacer eso y todavía tener su lengua.
—Está saliéndose del guion, padre —susurré, apoyada en mi asiento.
No podía verme, ni yo, pero me sentía más cómoda. No porque me sintiera
avergonzada, más porque me gustaba la oscuridad aquí; era el único lugar
en el que no tenía miedo. Me gustaba la paz que tenía dentro de la iglesia.
—Sí, bueno, no puedo ofrecerte perdón. —suspiró—. Has venido aquí
una vez por semana durante el último año pidiendo lo mismo. Sin embargo,
ni yo, ni Dios, podemos perdonarte por algo por lo que realmente no deseas
perdón. No funciona de esa manera.
—¿Puedo continuar, Padre? —le pregunté.
—Muy bien —dijo.
Liam
—¿Cuándo fuiste tan bueno en el combate cuerpo a cuerpo? —Declan
rió mientras esquivaba el puño de Neal.
—Haré todo lo posible para no tomar eso como un insulto —gruñí,
bloqueando mi cara antes de saltar hacia atrás y aterrizar al lado de la cara
de Neal.
Él y yo bailamos alrededor del ring, mirándonos como leones
hambrientos.
Durante el último año, esto había sido cosa mía y de Neal. Después de
años de no hablarnos, excepto cuando era necesario, estábamos trabajando
nuevamente la condición de hermano. No estaba seguro de cuánto tiempo
iba a tardar, pero todos los sábados, mientras mi hermosa esposa estaba en
confesión y caridad, nosotros peleábamos. Cuando Neal estaba en su modo
de pelea, no hablaba, solo hizo ataques calculados. Era casi como un robot.
Pero en los momentos que nos separaban de nuestros intentos de matarnos,
hubo una mirada o una sonrisa que pasaba entre nosotros. Esa sonrisa dijo
mucho más que cualquier palabra. Estábamos en un lugar mucho mejor del
que estábamos hace un año.
—¿No es obvio? —pregunté, me agaché un poco mientras el puño de
Neal se acercaba a mi mandíbula—. Mi esposa intenta asesinarme cada dos
semanas. Algunas de aquellas veces, de hecho han conducido a un
combate… entre otras cosas.
—Un día tu pene se va a caer. No estoy seguro de si te castrará primero;
durante el sexo o la lucha antes del sexo. —Declan rió.
—El sexo —dijo mi padre desde la línea lateral—. ¿Sabes que las
paredes son lo suficientemente delgadas como para que cada sonido se
escuche, ¿verdad? Todos podemos oírte.
—Las cosas eran mucho más fáciles en tu día, ¿verdad, Pa? ¿Todo el
amor libre y la mierda? ¿Podías esconder la heroína en tus pantalones
acampanados? ¿O todos seguían usando los tirantes de Larry King? —Neal
resopló y mi padre lo miró.
—Sí, Neal, cuando los dinosaurios corrían a través de la tierra, la
mierda era más fácil —le espetó, haciendo que Declan y yo nos riéramos.
—No nos va a costar tanto —contesté, derramando más agua sobre las
piedras.
—¿Quieres compartir? —preguntó mi padre. El idiota entrometido.
Todos esperaron y puse los ojos en blanco.
—Hemos donado a algunos cementerios.
—¿Así lo vas a arreglar? —presionó Declan.
—Los soldados mueren. ¿Qué mejor manera de traer nuestro producto
al país con la ayuda del tío Sam? —Todos se quedaron mirando, mientras
las posibilidades se hundían.
—Eso es jodidamente brillante —dijo Neal—. Se hará aún más fácil
cuando Colemen se convierta en presidente. —Sonrió.
—¿Idea de Mel? —Mi padre me miró.
Yo lo fulminé con la mirada. Mi mocoso interior quería decir que era
trabajo en equipo, pero realmente fue idea de Mel.
—También estaremos contrabandeando semillas de marihuana. Las
cuales van a crecer en Colorado —añadí, cambiando de tema.
Neal parecía confundido.
—¿Por qué Colorado?
Suspiré, sintiendo la necesidad de lanzar una piedra caliente en su
cara.
—¿Nunca ves las noticias? —exclamó Declan.
Melody
—Mátame… —dije en voz alta mientras nos traían otra pintura para
ofertar. El dinero que recaudaran iría hacia la construcción de alguna
estúpida escuela primaria.
—Vamos, señoras y señores, saquen esas chequeras, llamen a sus
maridos si es necesario. ¡Esta escuela es demasiado importante para no
hacerlo! —gritó la joven mujer.
En mis dedos había un pequeño tenedor. Sabía que podía lanzarlo con
la suficiente fuerza para atinarle. Pero, Evelyn puso una mano en mi muñeca,
otra vez, y me quitó el tenedor.
Suspiré y me recosté en mi asiento, viendo a las mujeres pagar entre
cinco y novecientos dólares por cualquier obra de arte.
—Muchas gracias a todos, lo estamos haciendo bien, ¡tan solo nos
quedan diecinueve cuadros más! Vamos, señoras, sé que los quieren —gritó
la estúpida mujer.
¿Diecinueve más? ¿Diecinueve jodidas pinturas más? No puedo hacerlo. No
puedo. Arrancaré mis propios ojos con una cuchara si tengo que sentarme por una
pintura más.
Me puse de pie, haciendo que todos se volvieran y me miraran, y puse
mi sonrisa de esposa.
—¿Los cubrirá 250,000 dólares?
Hubo jadeos, seguido de una ronda de aplausos mientras la mujer me
miró atónita.
—Señora Callahan, en verdad usted es un regalo de Dios. ¡Muchas
gracias! —dijo, comenzando con los aplausos de nuevo. Sonreí y saludé
como una muñeca rota antes de tomar asiento de nuevo.
el único que comprobó las cámaras. Otra razón por la que odiábamos estar
todos juntos era por la cantidad de tiempo que pasábamos en seguridad. Era
simplemente molesto.
Cuando nos detuvimos, el conductor abrió la puerta para mi y Olivia,
y me di cuenta de que Antonio, junto con cuatro francotiradores, estaban en
los tejados.
—Yo voy. —Evelyn salió junto con Coraline.
—Esto no es un viaje de campo, e incluso si lo fuera, sería la maldita
persona que firma el permiso. Ninguna de ustedes vendrá —les dije a ambas.
Sin embargo, Evelyn se me acercó y me miró a los ojos, algo que muy
muy pocas personas podían hacer.
—Iré. Trata de detenerme, cariño. —Miró furiosa, y quería mostrarle
que podía hacer más que intentarlo.
—Mel, no quieres añadir más de una hora de confesión —dijo Coraline
rápidamente, tratando de interponerse entre Evelyn y yo.
—Ustedes siguen presionándome y después actúan todas
sorprendidas cuando me rompo. —Tomé una respiración profunda antes de
dar la vuelta.
Esto era malo. Olivia no necesitaba a toda la familia para esto. Tal vez
pudo matar una vez, pero la empujé… saqué el bebé asesino y despiadado
de ella. Pero seguía siendo un bebé. Los bebés se asustaban y se ponían
nerviosos. Algunos incluso tenían problemas.
Cuando entramos, lo primero que tuve que acostumbrarme era al olor
de malezas en todas las plantas de la habitación. El segundo eran los gritos
de Neal cuando cortó al cerdo.
—¿Qué demonios? —dijo Liam mientras miró a su madre y a Coraline.
Evelyn se acercó a Sedric, que pareció tan sorprendido como Liam, y le besó
la mejilla.
Liam
Amaba a mi esposa. No había duda en mi mente que ella tenía un don
de Dios sobre mí, pero…
—No puedo creer que hayas comprado toda esta maldita mierda —
dije, agarrando la botella de vino antes de unirme a ella en el piso de nuestro
dormitorio. Tenía que haber, por lo menos, quince o veinte cuadros por toda
la habitación.
—¿Qué habrías echo tú si hubieras tenido que pasar por toda esa
mierda? —preguntó, mordiendo su fresa. Miré el jugo correr por el lado de
sus labios antes de inclinarme y lamerlo.
—Una servilleta también hubiera funcionado. —Puso los ojos en
blanco mientras se limpió la comisura de la boca.
—Sí, pero entonces no habría podido saborearte. —Sonreí cuando
agarré una fresa—. Además, me amas, ¿recuerdas?
—Ese paseo en el coche fue una mala idea —dijo mientras intentó
estirar el nudo en su cuello.
—Blasfemias. El sexo en el coche nunca es mala idea. Además, lo
disfrutaste tanto como yo.
—¿Qué crees que es de todos modos? —preguntó, cambiando de tema
para señalar la pintura más cercana a nosotros.
Miré de cerca y sonreí.
—Veo a dos personas teniendo sexo en la ducha.
—Es abstracto. —Rio.
—Abstractamente veo a dos personas teniendo sexo en la ducha —
susurré, tirándola hacia mí.
—Tal vez tengas una visión del futuro. Aunque yo veo un baño de
burbujas caliente. —Sonrió.
Me encantaba verla sonreír.
—Puedo lidiar con eso —respondí, cargándola.
En verdad amaba a mi esposa.
6
“No basta con mirar los escalones, hay que subir las escaleras.”
—Vaclav Havel
Declan
—¿No has tenido sexo todavía? —dijo el doctor Bell, nuestro terapeuta,
sin rodeos. Miré a Coraline, que se limitó a mirar sus uñas.
—No, no lo hemos hecho —respondí—. Quiero decir, íbamos a…
pero...
—No pudiste...
—¡No! —dije bruscamente. Yo sabía a dónde iba, y no me gustaba—.
Mi pene funciona bien, gracias.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó.
—Nuestra cuñada nos cortó. Eso mató el estado de ánimo —respondió
Coraline.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Hace cinco días —expresé.
—¿Y en esos cinco días no has podido volver a entrar en el estado de
ánimo?
Ninguno de los dos respondió.
Coraline
—Sé que estás herida, Coraline. Pero tienes que dejar ir eso o a tu
marido, porque no es justo para ti o él —me dijo el doctor Bell y me quedé
mirando mi anillo de bodas.
No sabía que él estaba sufriendo. Parecía estar bien, siempre contento
de verme cuando salía al pasillo. También estaba cansada de esto…
—Gracias, doctor. Nos vemos la próxima semana —dije mientras salí.
En el momento que bajé hacia el coche, el chofer abrió la puerta. Declan
estaba sentado con la cabeza erguida y los ojos cerrados.
—Pizarra limpia —dije, agarrando su mano.
Me miró. —¿Qué?
—Es tiempo de tener la pizarra limpia, y a partir de ahora —susurré.
—Pizarra limpia —repitió conmocionado mientras me senté en su
regazo para besarlo.
—Dios, te he extrañado —murmuró mientras me rodeó con sus brazos.
Tendría que tomar pequeños pasos de bebé, pero ya era tiempo.
7
“Todas las cosas buenas son difíciles de lograr; Y las cosas malas son muy fáciles de
conseguir.”
—Confucio
Liam
—Por favor, dime que te oí mal. —Estaba haciendo todo lo posible para
mantener la calma, pero parecía que el mundo estaba en el modo de
enfadado con Liam.
Sedric suspiró, se sirvió una copa de brandy. —Me temo que no, hijo.
Aparentemente tu abuelo hará una parada en los Estados Unidos.
—Pero el abuelo odia a los Estados Unidos —Declan declaró lo obvio,
haciéndome quererle arrojar mi copa en la cara.
Mel se apoyó en el escritorio, obligándome a calmarme con los ojos.
Podría hacer eso ahora. Su propia pequeña superpotencia; Donde podía
controlar lo que sentía con sus hermosos ojos marrones. Pero ella no podía
entender cuánto odiaba a mi abuelo y cuánto me odiaba. Ni siquiera quería
darle la satisfacción de hablar de él.
—¿Cuándo estará aquí? —preguntó Neal, sin molestarse en absoluto.
De entre todos, él era el único al que nuestro abuelo —quería—. Si lo hiciera
a su manera, nuestro abuelo me habría matado hace mucho tiempo.
Melody
—¿Dónde está Liam? —pregunté, saliendo del coche. Había estado
esperando media hora y ese imbécil todavía no había entrado en el coche.
Las criadas, quien aún no me molesté en llegar a conocer, se quedaron
esperando. No se suponía que salieran de la calzada hasta que nos fuéramos.
Ninguno de ellos parecía incómodo, pero eso fue años de formación en el
trabajo.
—Mamá —dijo uno de ellos—. Se fue a cambiar a su habitación y
nunca volvió a salir.
—Me despidieron —les dije, cuando entré. No tenía ni idea de qué
demonios era su problema, pero necesitaba ponerme mis pantalones de niño
grande y tratar con él.
En el momento en que Sedric trajo a Shamus, Liam se fue. Conocía a
Shamus; Él había matado, robado y sobornado a su manera en los libros de
historia... pero por otra parte, todos lo hacíamos. Las cosas que había hecho
eran cosas que yo misma había estudiado y copiado. Me impresionó, y no
soy una persona fácil de impresionar. Shamus era mortal, engreído y un
imbécil. Exigía respeto, que ganó, pero nunca le daría esa satisfacción. Estaba
en mi casa.
En el momento en que entré a nuestra habitación, seguí la música
flotando en el aire desde el armario de Liam. Su armario tenía que ser tan
grande como el mío, si no más grande; El cabrón amaba sus trajes.
En el extremo de la pared del centro había un piano vertical negro.
Caminé detrás de él, agarré su cabello y lo tiré hacia atrás, llevando mi
cara a un lado de su mejilla.
—Odio estar de pie, Liam.
—Pídele a mi abuelo que te lleve —se quejó como un niño.
1
Eres un idiota.
Liam
—Sé que muchos de ustedes no me conocen —dijo Olivia a la
multitud—. Sé que muchos de ustedes no piensan que pueden relacionarse
conmigo, o la vida con la que he sido bendecida de vivir. Sin embargo, quiero
contarles una historia. Acerca de una joven universitaria, que era ingenua y
nueva ante el mundo que la rodeaba. Su padre, el hombre que siempre
buscaba monstruos bajo la cama y leía en voz animada, quería hacer todo lo
posible para mantener a su hija a salvo. Lamentablemente, a veces el mundo
es un lugar oscuro. A veces, una estudiante universitaria con todo se le da
un nuevo título: víctima de violación. Es un título que he intentado tan duro
de esconder porque no tenía la voz para afrontarlo. No tuve el coraje para
decirle a mi padre, hasta la noche anterior. Él me abrazó y me dijo: cuando
sea Presidente, no habrá estatuto de limitación para la violación.
La multitud aplaudió y gritó, cegándonos con destellos mientras
comieron sus palabras dulces.
—Cuando la gente pregunta por qué creo que mi padre es el mejor
hombre para el trabajo, pienso en los momentos como los de anoche. Cuando
me sostuvo y prometió luchar siempre por la justicia. Él luchará por mí,
luchará por cada hombre y mujer en este país. Mi padre es un buen hombre
y con su apoyo será un gran Presidente. —El Senador Colemen abrazó a su
hija una vez más antes de tomar su lugar en el podio para dar su propia
mierda política.
Neal abrazo fuertemente a Olivia, con lo que estoy seguro que habrían
hecho una gran portada para el New York Times.
—Es buena —le susurré a mi esposa mientras nos paramos como muñecos
en el escenario.
—Sí, señor…
—Neal, espero que hayas corregido esta situación —la interrumpió
para dar su atención al favorito.
—Ya lo hice, abuelo, Olivia ha estado manejando las cosas por su
propia cuenta —siseó. Pero esa ira tenía más que ver con la violación de
Olivia, y el hecho que todavía no podíamos encontrar a Harvey, que las
palabras del abuelo.
—Huh. —Frunció el ceño, mirando a Coraline—. Bonito cabello,
¿cuándo te convertiste en lesbiana?
—Nunca —dijo Declan y Coraline al mismo tiempo. Ellos no hablaban
mucho cuando Shamus estaba alrededor.
—Cuán lejos te has desviado de la tradición —dijo, cortando su
cordero.
Para ser un viejo decrépito, tenía un agarre fuerte.
—¿Cuánto tiempo planeas quedarte, Shamus? —preguntó
suavemente Evelyn mientras comía.
—Tanto como me plazca —espetó, haciendo que mi padre agarrara su
cuchillo. Sin embargo mi madre le sostuvo el brazo. Ojala no lo hubiera
hecho.
—Para alguien que viajó desde muy lejos para verme, tú y yo no hemos
hablado mucho. No me importa cuánto tiempo te quedes, mi pregunta es:
¿por qué estás aquí? —Mel miró con furia.
Shamus rió entre dientes, tomando su tiempo para masticar.
—Es una lástima que no seas varón. Podría respetarte más.
—Es una lástima que no tengas modales. Ahora responde mi pregunta,
viejo, o te la sacaré. —Fue la respuesta de ella, haciendo que Shamus se riera,
dejándonos ver la comida en su boca.
—Tratas muy duro de ser algo que nunca podrás ser. Una mujer nunca
será el jefe. No importa cuánta gente mates, no importa cuánto amenaces.
Siempre serás una perra. Todas las mujeres son perras, ojalá mi nieto hubiera
encontrado una con una gota de sangre irlandesa en sus venas para
compensarlo. —Esperaba que Mel perdiera los estribos, pero en vez de eso,
lo miró con cuidado.
—Has bajado tus estándares. He oído que incluso ser la mitad irlandés
no era lo suficientemente bueno para ti —dijo Mel, mucho más tranquila que
yo.
Él había entrado a mi casa sin ser invitado y nos había insultado a
todos. Habló como si no fuéramos más que goma de mascar debajo de su
zapato. Como si ni siquiera fuésemos de la familia. Shamus era un cerdo.
Cada vez que hablaba, la presión de mantener la boca cerrada se acumulaba
detrás de mis ojos.
—No era irrazonable. Después de todo, si mi hijo hubiera elegido a la
mujer que conseguí para él, estoy seguro que no hubiera tenido a un idiota,
un ratón y un lisiado como hijos. Pero al parecer, mis palabras caen en oídos
sordos. —El cerdo se burló.
Un idiota… Neal.
Un ratón… Declan.
Un lisiado… yo.
Todos conocíamos nuestros títulos, nos lo había aclarado cuando
éramos niños, pero siempre dijo que prefería tener a un idiota o ratón que a
un lisiado.
—Me hubiera matado antes de casarme con Catharine Briar —
murmuró mi padre y de nuevo mi mamá lo detuvo.
—¡Tal vez lo tuviste que hacer y así haberme salvado imbécil! —gritó
Shamus. Recé para que el hombre sufriera un derrame cerebral.
—Así que por eso estás aquí, por los Briar —dijo Mel, mirándolo
detenidamente—. Déjame adivinar, querías que Liam se casara con su hija.
Melody
Nadie dijo nada. Con cada momento que pasaba, Shamus me
disgustaba. Tuve la tentación de matarlo en el segundo que vi el lugar donde
estaba sentado. Sin embargo eso no era mi problema. Ya tenía los suficientes
con mi línea familiar.
Liam agarró su plato y arrojó la maldita cosa a la puerta por la cual
Shamus salió.
—¡Quiero que se largue! —gritó—. ¡No me importa cómo, métanlo en
el fondo de un maldito avión y envíenlo de vuelta a Irlanda! ¡Será mejor que
no vuelva a nuestra maldita casa!
—Liam —susurré, pero no dijo nada, sólo se alejó de la mesa tratando
de respirar mientras buscaba la botella del armario.
—Señor y señora Callahan, quisiera recordarles que esta no es su casa
—dijo Mina—. Hay cámaras por todas partes, por no mencionar, no sé, ¡un
candidato político! ¿Pueden parar de ir al estilo Rambo o cualquiera que
pasó por la puerta?
—¿No podemos comprar el edificio? —preguntó Coraline. Mina
respiró hondo antes de arrastrar al senador Colemen fuera de la sala.
Caminó hacia Liam y puse mi mano sobre su hombro.
—Pensé que éramos bastante civilizados, ¿no? —le pregunté a Liam.
Miró alrededor del edificio.
—Honestamente, si la gente deja de provocarnos, el mundo sería un
lugar mucho mejor.
—Ambos son tan… —comenzó Olivia, pero se detuvo, tal vez
recordando que ella también tenía sangre en sus manos y quería más.
Cuando eres parte de esta familia, no puedes juzgar a nadie… todos hicimos
la elección de estar aquí.
8
Los niños no son libros de colorear. No se pueden rellenar con tus colores favoritos.
—K Colemend Hosseini
Evelyn
No estaba segura de qué decir a él. No, eso era una mentira. Sabía lo
que quería decir. Sabía cómo lo quería decir. Desgraciadamente, no pude.
No sería justo. Nunca les hice una mueca a las acciones de Liam o Melody.
Mi brújula moral fue destrozada después de la reparación, pero eso no me
molestaba tampoco. Cuando me case con Sedric, sabiendo lo que su vida iba
ser, pensaba que podría mantener mi cabeza en alto, por encima de todo.
Pero esta vida te aparta de lo bueno… cómo no, cuando estás rodeado de lo
peor de la gente. Nunca he matado a un hombre físicamente, pero dos veces
en mi vida he pedido venganza, y dos veces Sedric se había asegurado que
estaba hecho para mí.
—¿Qué vas a hacer?— susurré mientras yacía en la cama. Él miró hacia
arriba en el techo, sin molestarse de mover al gato gordo después. Conocía
a este Sedric. Él iba a hacer algo… algo malo.
—No tengo ni idea de qué estás hablando —dijo, mientras quité mis
tacones.
Originalmente eran de Melody y la maldita niña quería quemar
novecientos dólares de Jimmy Choos, sólo porque eran blancos.
Éramos del mismo tamaño y, al igual que la adicta a los zapatos, los
tomé con gusto. Sin embargo, parecía que estaban moldeadas para sus pies
solamente y que iban a matarme.
—Eres un mal mentiroso. Gracias a Dios te tengo encerrado. —Me reí,
subiendo a la parte superior de él.
—Soy un excelente mentiroso. Sólo que nacimos con un fuerte detector
de mentiras.
—Criar a tres niños —cuatro si te cuento— requería la habilidad.
Se rió, pero no respondió.
—Sedric, ¿qué vas a hacer?
—Shh… —susurró, sólo me abrazó.
Me detuve luchando, permitiendo que él sólo me abrazara. Es lo que
hizo, lo que hacía siempre. Me sostuvo como si estuviera preocupado que
jamás le perdonaría por lo que él iba a hacer, pero siempre lo hacía. No
importaba, yo siempre lo haría.
Nos sentamos allí, envueltos en los brazos del otro, y me sentí una
adolescente de nuevo. Me sentí como esa misma boca ruidosa, sabelotodo,
erupción cutánea, enamorada adolescente que vio a su príncipe encantador
e hizo temblar las rodillas en el momento en que él miraba mi camino.
—¿Qué? —preguntó, mientras me sonrió.
—Nada —dije, y en un rápido movimiento, me volteó en mi espalda y
me ancló en él.
Observó mis ojos con una sonrisa en sus labios.
—Mujer, ¿por qué es tan condenadamente divertido?
—Hombre —levanté la cabeza hasta él—, no dije nada.
—Por el duro camino entonces…
—Sedric, no… —antes de que pudiera detenerlo, él abrió mi camisa de
un tirón—. Maldición, Sedric, esa camiseta fue un regalo.
—Mi regalo será mucho mejor. —Besó mi cuello y con una mano,
desgarró mi sostén de mi pecho.
—¿En serio? —lo reté, cruzando mis brazos sobre mi pecho, pero en el
momento que cubrieron mis pechos, las apartó.
—¿No es obvio? —susurró, uno de sus manos vagó por el lado de mi
brazo, se ancló sobre mi cabeza, hasta que llegó a mis pezones. Jugó con ellos
mientras me miró fijamente a los ojos.
—Sedric…
—¿Qué mejor forma de demostrarle a mi esposa que me importa, que
darle placer? —Él susurró nuevamente, besando mis labios antes de ir detrás
del lado de mi mandíbula—. Darnos tanto placer.
—Padre, Liam quiere…— Neal interrumpió a través de la puerta antes
de que yo pudiera hablar—. Jesús, puta madre, Cristo de Nazaret, ¡mis ojos!
Agarré una almohada, y Sedric alcanzó su pistola en un arrebato de
ira.
—¿Qué te dije sobre llamar a la puerta? —Él rugió, antes de disparar
una ronda en la cabeza de Neal.
Neal esquivó pero despegó un pedazo de la puerta.
—Lo siento…
—Neal, lo juro, si no te vas, ¡Te voy a despellejar!—gritó Sedric,
saliendo de la cama una vez que yo estaba cubierta.
Neal bajó la cabeza y me esforcé por no reír. Lucía que lo hizo cuando
él era un niño y nos atrapó haciendo la misma cosa.
—Liam dijo…
—No me importa lo que tu hermano dijo. No me importa si la maldita
luna está cayendo del cielo. ¡Sal, muchacho! —rugió.
Su garganta iba a estar adolorida por la mañana.
—Padre, prefiero morir en tus manos que en las de Liam… o peor, las
de Mel. Dame un segundo para decirte y, entonces, voy a correr más rápido
que Forrest Gump.
Eso lo hizo, no pude retener mi risa, y Sedric me miró fijamente,
obligándome a poner mi mano sobre mi boca.
Se paró delante de Neal, él no podía ver porque estaba obligando a sus
párpados quedarse cerrados, y puso una pistola en su cráneo.
—Sedric…
—¿Prefieres que te mate yo a Liam o Mel? —preguntó, y yo quería
golpearlo en la cabeza.
Neal sonrió socarronamente.
—Tú me mataría rápidamente, y luego mamá destrozaría tu trasero.
Liam y Mel tendrían una página del libro George Bugs Morgan y colgarían
mis testículos con cable de piano de un techo. Luego quemarían mis ojos con
cigarrillos. Así que sí, tengo miedo de ellos mucho más de lo que te temo,
porque son unos locos de mierda.
Sedric apretó la mandíbula.
—Neal, ¿qué es? —le pregunté, antes de que Sedric, realmente,
apretara el gatillo.
—Aviela DeRosa se encuentra en Chicago, y Liam cree que ella está
relacionada con el abuelo de alguna manera. El abuelo todavía no llega a
casa, pero estamos en el bloqueo. Lo que significa…
—Yo te enseñé las malditas reglas, sé lo que significa, ¡idiota! —espetó
Sedric, tirando de Neal por el oído solo como acostumbraba—. ¡Fuera! —lo
empujó fuera de la puerta.
—Liam quiere una reunión familiar…
—Dile a tu hermano que tu madre y yo estamos teniendo nuestra
propia reunión. ¡Con la gracia de Dios, quizá podamos tener otro hijo para
sustituir tres cabezas huecas! —dijo, golpeando la puerta en su cara.
Solía decirme mientras estaba en la cama que alguna vez cuando estuviera
mejor, iba a comprar el maldito hospital, tan sólo para así abastecerlo con
mejor comida. Cuando le pregunté por qué él no sólo lo sugería, dijo: Eso es
mucho para hablar y yo lo quiero hacer. Tenía siete años. Llevé a los chicos a
pescar cuando tenía trece años. Neal capturó cinco peces, Declan tres, y yo
siete.
—¿Liam no cogió nada? ¿Estás seguro? —fruncí el ceño, intentando lo
mejor de mi para recordar aquellos días, pero él y yo sabíamos que el
momento para mí fue como la edad oscura.
—Él capturó uno. Simplemente estaba cansado de su viaje desde el
hospital y todavía un poco débil. Me sorprendió que pescó algo. Sólo quería
que respirara aire fresco y se relajara. Habíamos acampado junto al lago,
pero cuando me desperté en la mañana, Liam se había ido…
—¡Sedric! —golpeé su brazo.
—Ouch. ¡Maldita sea, mujer! —gritó, sujetándome más fuerte—.¿Lo
encontré, no? El pequeño mocoso tomó el barco, salió al agua y a la pesca
hasta capturó 18 peces. El chico estaba medio congelado, sus dedos estaban
cortados de los cables. ¡Nunca quise a patear su culo tanto!
Podía ver cómo ahora, años más tarde, que él mismo no podía dejar de
sonreír por el recuerdo.
—Él estaba tan decidido por vencernos a todos. Él podría haber
detenido a los diez, pero no, el maldito chico tenía que doblarlo. Estaba tan
orgulloso de sí mismo, a pesar de que apestaba —añadió.
—Eso suena como nuestro Liam. Él tiene que ser el número uno, y todo
el mundo tiene que saber. —Me reí.
—Sí. —Besó mi cabeza—. Es la forma en que supe que él era quien iba
a tomar el relevo. Liam apenas podía pararse y postrarse ante mí. Si se tratara
de Neal o Declan, sé que él se hubiera roto o matado a ellos. Nunca en mi
vida he estado más agradecido con Neal que cuando él lo aceptó sin
cuestionamiento.
Sedric
Llega el momento en la vida de cada niño donde tienen que mirar a
sus padres a los ojos y decir lo suficiente.
Siempre me pregunté cuándo llegaría ese momento. O cómo podría
mirar al demonio de mi padre a los ojos, de pie con la cabeza en alto, sin
miedo. Todos tenemos miedo de algo o alguien. Shamus siempre había sido
esa persona. Pero, mientras caminábamos por los bloques traseros detrás de
nuestra casa, no sentía nada… nada en un sentido familiar.
Fue así como pasé casi treinta años dirigiendo a la familia. Hubo breves
momentos de alivio; El momento en que conocí a Evelyn, el momento en que
nacieron mis hijos y el momento en que Evelyn volvió a mí. Pero aquella
sensación de nada siempre estaba allí, comiéndome.
—No busqué compañía —Shamus habló desde la oscuridad, mientras
el viento sopló las hojas sobre nosotros.
—No busqué tu presencia —dije, moviéndome para estar junto al
árbol. Odiaba ir tan lejos en nuestra propiedad, pero todavía hacía el viaje
una vez al año con Evelyn, sólo para ver las lápidas que descansaban justo
debajo de la hierba. Una de mi madre y la otra para la hija que nunca
llegamos a criar.
—Te dije que ese muchacho tuyo echaría a perder todo lo que he
construido.
No respondí por un momento, disfrutando del viento frío mientras nos
levantamos.
—¿Por qué estás aquí, Shamus?
—Porque la muerte viene —respondió. Volviéndose hacia mí, me di
cuenta por primera vez que tenía un arma en la mano—. No tienes idea de
9
“Los hombres viejos son los que declaran la guerra. Sin embargo, es la juventud la
que debe luchar y morir.”
—Herbert Hoover
Liam
—Perdona, ¿qué demonios dijiste? —preguntó Neal a nuestro padre
mientras se servía un trago.
—Tu abuelo se disparó en la cabeza con una nueve milímetros
mientras hablábamos en el bosque —repitió antes de bajar el vaso por
completo.
Abrí la boca, pero por primera vez en mi vida, no estaba seguro de qué
demonios decir. ¿Cómo él podía quedarse ahí, tan tranquilo y compuesto,
como si nos acabara de hablar sobre el clima y no el suicidio de un hombre?
Melody, Declan, Neal y yo nos sentamos allí, y dejé que las noticias se
hundiera en ellos.
—¿Shamus acaba de suicidarse? —preguntó Melody, mirándolo—.
¿En el bosque?
—Siento como si estuvieras insinuando algo. Lo cual es extraño porque
siempre eres tan directa. —La miró.
Melody cruzó las piernas y dobló las manos en su regazo.
—Bueno, entonces déjame ser directa; ¿Mataste a Shamus?
10
Solía matar a gente por dinero, pero estos días es más como una técnica de
supervivencia.
—Jennifer Estep
Fedel
Algunas personas creen que tienes que ser un jodido hijo de puta loco
para vivir la vida que vivo. Los veo caminar con la cabeza muy en alto,
hablando por sus teléfonos, pretendiendo ser buenas personas. Pero la
verdad es que no lo son. La verdadera buena gente, es muy difícil de
encontrar, no piensan que son buenas personas. Creen que están haciendo lo
que los demás harían. La verdad es que el noventa por ciento de nosotros
nos escondemos del mundo y de nuestro verdadero ser. Nos obligamos a
hacer lo “correcto” porque tenemos miedo de las consecuencias de hacer lo
que realmente queremos hacer.
Solía ser una de esas personas. Solía mentirme también. Sabía lo que
mi padre —Gino El Tuerto— hacía para ganarse la vida. Sólo lo veía en
vacaciones, y en mi cumpleaños, pero sabía que no quería ser como él. Cada
vez que mi madre lavaba la sangre de sus camisas, sentía mi disgusto
acumularse. No quería ser como él, no quería su vida, y no quería pasar mi
tiempo besando los zapatos de las personas.
Y luego volvió en una silla de ruedas y me dijo que yo iba a ir a trabajar
para el mismo diablo. La lealtad de Gino a Orlando no conocía límites, y
supongo que a Orlando le gusta el viejo. Por eso, cuando Gino perdió sus
piernas, Orlando le permitió una salida de la vida y para demostrar su
gratitud, y Gino me entregó; trabajaría en su lugar, de esa manera nadie
podría pensar que él se había convertido en una rata. Un hombre podía
delatar a su jefe, pero un verdadero hombre nunca podría delatar a su único
hijo.
Lo odiaba por ello. Traté de escapar. Empaqué toda mi mierda en una
bolsa, salté por la ventana y corrí por la calle, sólo para encontrarme a la hija
de Orlando apoyada contra un gastado y viejo Chevy.
—Le dije a mi padre que ibas a escaparte —dijo, mientras la pared de
músculo que conocía como Antonio abrió la puerta para ella y para mí. La
mirada en sus ojos mientras sostenía la puerta abierta, y su arma visible, me
dijo que no tenía ninguna opción en la materia.
Melody no me habló. En cambio, se echó hacia atrás, hojeando un
diccionario irlandés—inglés. Intenté conseguir que hablasen, les llamé cada
nombre en el libro, pero la única respuesta de Melody fue sacar un cuchillo
y pasar su hoja profundamente por el tablero. Eso me calló rápidamente.
Cuando llegamos a su mansión, ella estableció la ley.
—Tu lealtad es con mi padre y conmigo por el resto de su vida —dijo—.
Matarás por nosotros, lucharás por nosotros, y mentirás por nosotros. A
cambio, no sólo serás un hombre muy rico, sino que estarás mucho más
seguro de lo que estarías sin nosotros. Tu padre ha enfadado a mucha gente,
todos ellos matarían sólo por devolvérselo. Escápate de nuevo, y Antonio
pondrá una bala en detrás de tu cráneo. Buenas noches. —Y con eso, se bajó
del coche y entró en su casa, y me dejó totalmente perplejo.
—¿Qué edad tiene? —le pregunté a Antonio.
—Catorce —dijo, mientras negaba, con una leve sonrisa en sus labios—. El
jefe quería llevarla al instituto, pero tenía miedo de que se comiera a los otros
estudiantes. —Se rio—. Vamos, es momento de mostrarle al nuevo perro su
jaula. No querría matarte tan pronto. Ella no estaba bromeando acerca de las
reglas.
No, no lo hacía. Durante los años que pasé allí, llegué a entender mi
lugar. Me hice más leal a ella. No estaba seguro de por qué. Ella sólo tenía
una manera de entrar en tu cabeza y permanecer allí. Trabajaba diez veces
más duro que el resto de nosotros, y nunca pedía nada a cambio. Ella sólo
trabajaba... más de lo que debería cualquier chica de su edad. Querías hacer
su vida más fácil. Querías hacer lo que fuera que necesitase. Y siendo nada
más que fría, calculadora y asesina, se ganó nuestra lealtad. Era la razón por
la que estaba haciendo este trabajo ahora.
—Gino —dije al teléfono.
—¿Fedel? ¿Por qué…
—No tengo tiempo, Pa. Tengo una pregunta y necesito que la contestes
lo más honestamente posible. —Podía sentir su mirada en la parte de atrás
de mi cuello.
—No puedo mentir —mintió al teléfono.
Luché contra la urgencia de poner mis ojos en blanco—. ¿Qué sabes
acerca de Aviela, la ex esposa de Orlando?
—¿Aviela? ¿Porque lo preguntas? Esa mujer murió hace años —
respondió, mintiendo otra vez.
Maldita sea, Pa.
—¿Sabes algo? —le pregunté de nuevo.
—No hijo, no lo sé.
Con eso, colgué.
Iba a tener que hacer esto de la manera difícil.
—¿Y bien? —preguntó, sentada detrás de mí mientras Antonio se
detenía en el manicomio. Ella nunca hablaba a menos que tuviera que
hacerlo.
Melody
¿Era mi pedido demasiado para Fedel? ¿Realmente haría todo lo que
había que hacer para hacer el trabajo? Sólo el tiempo lo diría, y en este
momento, tenía cosas más importantes que hacer. Mientras subía por las
escaleras hacia la estructura de piedra —que parecía que pertenecía a una
novela de Stephen King— las ratas entraron libremente en el edificio.
—Señora Callahan, estaba tan conten...
—Quiero a Natasha Briar, puedes besarme el culo más tarde —le dije
al médico de baja estatura, que parecía como que tenía que ser un paciente
él mismo.
—Puede esperar aquí.
—Llévame a ella. —Me incliné hacia su rostro—. Ahora.
Dio un salto, y las enfermeras detrás de él dieron un paso atrás cuando
abrió la puerta para mí. Podía sentir a Antonio caminando a mi lado. En el
momento en que se abrieron las puertas, todo lo que pude oír fue un
galimatías mezclado con diferentes niveles de gritos. Era una casa de locos,
eso era seguro. Las mujeres tenían todas el cabello muy encrespado y el
rostro pálido, y parecían estar en sus propios mundos. Algunas estaban
sentadas en la esquina temblando, mientras que otras jugaban con sus manos
o hablaban con ellas mismas.
—¡Zapatos! —gritó una mujer de repente, tratando de alcanzarme.
Antonio la agarró, aunque dudo que se diera cuenta—. ¡Zapatos! ¡Quiero los
zapatos! ¡Zapatos rojos! ¡Quiero los zapatos rojos!
—¿De qué sirven los zapatos si no tienes pies? —le advertí, justo
mientras el médico les decía a las dos enfermeras que se la llevaran.
—Salí con una chica como ella una vez —declaró Antonio—. En
realidad, creo que podría muy bien haber sido ella.
—Lo bueno es que no soy ni uno ni el otro. Pero puedo ser ambos.
Ahora, ¿quieres irte o prefieres quedarte aquí con el buen doctor? —No le di
tiempo para pensar antes de empujarla hacia Antonio.
—¡No puede simplemente llevársela! —gritó el médico mientras
salíamos.
—¿Quién me va a detener? —grité mientras me alejaba—. Cuidado,
doctor. Me gusta destruir cosas mucho más que salvarlas.
En el momento en que salimos, Neal y Monte detuvieron en el coche
detrás de Fedel. Monte caminó hasta ella y presionó la aguja en su brazo.
—¿Qué estás haciendo? Detente, por favor, detente —gritó Natasha,
obligándome a tomar una respiración profunda.
—Estamos limpiando tu sistema de cualquier medicamento que te
hayan administrado. Así que deja de luchar —respondí, esperando a que
Monte terminase, mientras Fedel mantenía abierta la puerta para nosotros.
Neal me dio la hamburguesa y el batido antes de ayudar a Natasha a
entrar en el coche. Sólo cuando se hubo sentado entré y le entregué la
comida. Lo miró antes de mirarme.
—No habría hecho todo este trabajo sólo para envenenarte. —Me
apoyé en el asiento, enviando un mensaje a Liam para hacerle saber que
estábamos de regreso. Con Antonio conduciendo, estaríamos allí en dos
horas.
Ella no habló. En cambio, comió todo lo más rápido y salvajemente
como le fue posible. Lamiendo sus manos y labios, Fedel se volvió hacia ella,
lo que hizo que ella fuera más despacio y se congelara.
—¿Necesitas algo, Fedel? —Lo miré, obligándole a mirarme—. No,
señora —dijo, dándose la vuelta una vez más.
Le di un pañuelo de papel y se ralentizó, pero todavía siguió comiendo
a un ritmo constante, mientras me observaba detenidamente.
Liam
—¿Dónde está mi mujer? —rugí a la enfermera del hospital tras el
escritorio.
—Liam, hijo, respira. —Sedric tiró de mí mientras yo trataba de
mantener la calma. Pero eso era imposible en este punto. Apenas podía ver
bien.
—Estoy respirando, ¿dónde demonios está mi mujer? —grité de nuevo,
tirando de la primera enfermera que salió.
Ella me miró, con los ojos abiertos, moviéndose bajo mi agarre—. Mi
esposa —le susurré a la cara.
—Yo... me haces daño —sollozó, tratando de alejarse.
—Liam, la acaban de llevar a la habitación 228 —gritó Declan y corrí.
Corrí como un hombre sin cabeza.
Me estaba volviendo loco. Lo sabía.
Podía sentirlo.
En un momento ella estaba allí, al teléfono y al siguiente, todo lo que
podía oír eran las ventanas rompiéndose, los sonidos del metal, y,
finalmente, un coro de gritos.
Una y otra vez llamé al teléfono.
Una y otra vez intenté hacerles llegar un mensaje a cualquiera de ellos,
pero nada. Durante más de dos horas, no tuvimos nada excepto silencio de
radio. El localizador había sido quitado de todos nuestros coches. Le exigí a
Jinx que me llevara a la última ubicación de la señal, pero ella no estaba allí.
No fue hasta que mi madre llamó, diciéndome que alguien había
filtrado a la prensa acerca de un accidente de coche, que fuimos capaces de
encontrarla. Estaba en algún hospital pequeño en la periferia de la ciudad, y
Negó antes de salir, y vi un destello de pelo rubio que tenía que ser su
esposa.
—Ella estaba jugando conmigo —susurró Mel, agarrándome contra su
pecho. Acercándome más, besé la parte superior de su cabeza—. No sabía
que estabas despierta.
—Ella juega conmigo como con un niño. Me superó con facilidad, y me
dejó en el suelo sin poder detenerla, Liam. Ella…
—Shh, amor. Descansa. Solo descansa. Este no es el final —le dije—.
No es el final, porque ella me dejó vivir.
El pensar que la habían “permitido” vivir me irritaba más que nada.
—Mel, descansa —susurré, sosteniéndola con más fuerza.
Aviela pagaría. Pagaría caro. Nada, ni siquiera Dios podría impedir
conseguir mi venganza. Pero en este momento lo que necesitaba era
mantener a mi esposa calmada. Necesitaba a la familia calmada. Saldríamos
en la cima. Éramos Callahans, sin importa qué, salíamos mejores y más
fuertes. No podíamos ignorar esto. No podíamos ignorarla.
No jodías con mi negocio. No jodías con mi hermano, y te aseguro que
malditamente no jodías con mi esposa. Habría sangre. Iba a llover sangre
hasta que se hiciese justicia.
Íbamos a ir a Irlanda.
—Liam —susurró Mel en mi oído mientras acariciaba su brazo—. Si,
amor.
—...estoy embarazada de nuevo.
Dios tenía un retorcido sentido del humor.
11
El negocio del asesinato toma tiempo, paciencia, habilidad y tolerancia para lo
monótono.
—J.D. Robb
Liam
Ninguno de los dos habló. Ninguno de nosotros sabía realmente qué
decir, ni por dónde ni siquiera empezar. Muchas cosas habían ocurrido en
las últimas cuarenta y ocho horas. Demasiado hechos, y todavía estaba
tratando de ordenar completamente todo en mi mente. Intenté concentrarme
en su respiración, en el latido de su corazón mientras sonaba en las máquinas
que nos rodeaban. Traté de calmarme y aclarar mi mente, pero luego me
golpeó. Me golpeó como el coche que la golpeó. Casi la pierdo... ellos. Todo
habría terminado.
—Ahh… —gimió Mel, obligándome a sentarme rápidamente.
—¿Qué pasa? —Escaneé su cuerpo, pero aparte de lo obvio, no pude
encontrar nada malo.
—Nada —mintió ella, poniéndose cómoda una vez más en la cama del
hospital.
Ignorándola, fui a ver su historial clínico, Neal ya había sido
trasladado a otra habitación.
—No eres un doctor, baja mi historial clínico —dijo, tirando la
almohada hacia mí. La agarré, se la devolví mientras leía.
—Bien.
—¿Qué? —susurré.
Me miró a los ojos.
—Por nuestro hijo y por tu cordura, no perseguiré a Aviela. Pero
quiero que lo hagas. De ahora en adelante, ella es tu amante.
—¿Disculpa? —Traté de no abatirme. Tal vez estaba drogada.
Se echó a reír, tirándome hacia ella hasta que de nuevo me acosté en el
pequeño catre que se atrevieron a llamar cama. Se sentía como un colchón
de la prisión.
—Aviela es tu amante de la cual yo no debería saber nada de ella. Todo
lo que la involucre será guardado en secreto para mí. Incluso con los
hombres. Si me dicen algo sobre "la amante", amenázalos con cortarles las
bolas y que las tendrán que usar como aretes —explicó suavemente.
Sólo mi esposa podía hablar de castración y sonar como un ángel.
La miré escépticamente.
—¿Vas a retroceder y mantenerte a salvo del peligro?
—Depende cuál sea tu definición de peligro —declaró.
—Melody…
—No me llames Melody. No eres mi padre. Te estoy dejando tomar la
caza de Aviela; Te ayudaré si me necesitas. Pero no me necesitas. Me conozco
lo suficientemente bien como para saber que si me involucro, voy a querer
tomar el control. Querré cazarla yo misma. Pero tampoco me voy a convertir
en ama de casa. Si hemos aprendido algo, es que Aviela no puede ser
subestimada. No puedes concentrarte en el negocio y en ella al mismo
tiempo …
—Entonces, ¿quieres gestionar las drogas? —la corté. Si fuera alguien
más, me habría roto el cuello.
—Liam...
buen plan. Es el único plan que tenemos ahora mismo. Liam, no estoy
pidiendo permiso. Soy dueña de la mitad de nuestra familia. Voy a hacer
esto, o nos ocupamos de ambas situaciones.
Odié esto.
No quería esto. La quería fuera del negocio. No para siempre. Sólo
hasta... hasta saber que están a salvo. Afortunadamente, antes de que
pudiera responder, mi teléfono sonó.
—Tengo que irme —le dije, besándola rápidamente antes de agarrar
mi chaqueta de la silla.
—¿Adónde vas? —preguntó ella.
—A averiguar más acerca de mi amante. —La mirada en sus ojos
mientras se sentaba me dijo que esto sólo duraría un minuto antes de que
me estuviera sacando los detalles.
—Sólo me llevo a Fedel, el resto de los hombres se quedarán aquí para
protegerte... —Me detuve, mirándola una vez más. No quería dejarla—. Para
protegerlos a los dos.
—¿Y quién va a protegerlos a ellos? —Ella miró ferozmente,
recostándose. Sacudiendo la cabeza, caminé hacia la puerta.
—Te amo —dije.
Ella suspiró.
—Yo también te amo, ¿de acuerdo? ¿Contento? Te amo. Ahora vete
antes de que te metas con más de mis emociones.
Melody
Cuando se fue, miré al techo frotando mi estómago plano. Mi
estómago plano con un niño dentro de él. Un chico en un muy mal momento.
Nuestro niño; Mi hijo y el de Liam.
Yo iba a ser madre... si lo lograba. Si no conseguía matarlo de nuevo,
iba a ser madre; Una madre que no le dispararía a su hijo a quemarropa.
—Nunca te quise. Tenía órdenes. Yo las seguí y tú fuiste un efecto secundario.
Sin resentimientos.
Podía oír su voz, la voz que ansiaba desesperadamente cuando era
niña, y ahora deseaba que ella estuviera muerta. Sentí la presión
aumentando en la parte posterior de mi garganta, y traté de empujarla hacia
abajo. Pero no pude, y el sollozo se apoderó de mí antes de que llegaran las
lágrimas.
Yo no era una llorona. Ésta no era yo. Pero esto dolía. Todo dolía. Me
dolía tanto y sólo quería olvidarlo todo.
Al oír un golpe en la puerta, me limpié los ojos y la nariz rápidamente
antes de tomar una respiración profunda.
—Entra —grité, y Adriana entró caminando.
—El señor Callahan dijo que le gustaría un poco de té verde a base de
hierbas para el dolor —dijo, sosteniendo la taza con fuerza mientras se
acercaba a mí.
Me miró y supe que mis ojos me habían delatado, pero sólo asentí y
tomé el té.
—¿Liam dijo que me dieran té de hierbabuena verde? —pregunté,
mirando la taza.
—No —dijo ella—. Él dijo, mi esposa tiene dolor. Encuentra alguna
mierda natural para que se sienta mejor antes de que yo vuelva.
—Es un don. ¿Qué pasó con la compra? —Si todo salió bien,
deberíamos haber ganado veinte millones de dólares en hierba.
Declan frunció el ceño, moviéndose hacia el final de mi cama. Cuando
miró mi historial clínico, sentí que mis ojos se contraían.
—Tócalo y haré que tratar con Coraline parezca pan comido. —Estaba
tan harta de la gente que me mira como una víctima. Me habían disparado,
sucedió. Era hora de volver a trabajar, los estúpidos idiotas.
—Mel, debes…
—¿Recuerdas la última vez que pensaste que debía descansar? —Justo
después de perder a nuestro último hijo.
Él suspiró.
—El acuerdo no salió como estaba planeado. Nos acomodamos en
veinte mil. Querían treinta mil. Liam estaba a punto de, bueno, ser Liam y
comenzar a cortarlos, él estaba hablando contigo, y luego pasó lo de el
accidente. Se acomodó en treinta y nos fuimos.
Podía sentir el dolor de cabeza. Mis dientes y puños estaban apretados.
—¿Liam le pagó a esos hijos de puta treinta millones de dólares? ¿Esta
mala hierba estaba mezclada con cocaína? —¡El idiota!
—Mel, no estaba pensando bien. No quería...
—¡Cállate y dame un teléfono!
—Sabes que ganaremos el doble. Estábamos pagándoles mal de todos
modos. Eso…
Saqué el suero de mi brazo, me deslicé de la cama, haciéndolo correr
hacia mí con los ojos muy abiertos. Balanceándome sobre un pie, salté hacia
él. —Declan, llámalos y diles que quiero que me devuelvan mi dinero. —Le
miré a los ojos.
—Esto no es Bergdorfs, Mel, no puedes...
Agarré su chaqueta y tiré de él a mi cara.
Liam
Me senté en la habitación de Fedel, comiendo su Jell—O mientras él
yacía en la cama. Revisé mi reloj de nuevo, miré su cara cortada. Glass era
una perra.
—Está llegando tarde —le dije mientras tomaba otro bocado.
—Está en una silla de ruedas y mi madre se ha ido. Le llevará un
momento llegar hasta aquí —susurró Fedel, encendiendo la televisión.
Sí, Gino estaba en una silla de ruedas sólo porque mi padre lo puso
allí.
—¿Sabes que te mataré delante de él si no me dice lo que quiero oír?
—le dije honestamente, viendo el juego.
Por el rabillo del ojo, no vi ningún signo de miedo en sus ojos, y no
estaba seguro de si eso era porque él no me creía o porque él ya había
aceptado su destino.
—Si voy a morir, ¿puedo por favor tener mi última comida de vuelta?
—preguntó, mirando la comida que yo estaba robando.
—Es una porquería —le dije, entregándole todo excepto el Jell—O.
—El Jell—O también —dijo.
—¿En serio? —sonreí, mirando la taza de gelatina a medio comer.
Él asintió.
—Es mejor que tengas la esperanza de que no sea tu última comida. —
Le tendí la taza mientras la puerta se abría.
—¡Gino! —Me levanté. La enfermera rubia lo empujó hacia adentro.
Caminé hacia ella, agarré las asas de su silla y lo empujé a la cama de Fedel.
—¿Necesita...? —dijo la enfermera.
—No, puedes irte —le dije. Después de que ella lo hiciera, la habitación
quedó en silencio.
Gino miró a Fedel con cólera y preocupación, pero a cambio, Fedel lo
ignoró, comiendo su Jell—O como si ni siquiera notara que él estaba aquí.
Gino no parecía viejo, parecía antiguo. Como si se hubiera ido al
infierno y hubiese regresado, y ahora estaba esperando para volver otra vez.
Su rostro se estaba derritiendo, su largo cabello se había ido y sólo unos
cuantos cabellos grises le cubrían la cabeza. Pude ver las cicatrices que
estaban marcadas en sus brazos. Estaba orgulloso de ellas; Eran sus cicatrices
de batalla.
—Señor Morris...
—Deja la mierda, Callahan —escupió con asco—. ¿Que quieres de mi?
Tomé una respiración profunda, intenté controlarme, pero yo no
estaba hecho con control. Lo tomé por el cuello y casi levanté al anciano de
su asiento.
—Estaba tratando de ser civilizado. Fuimos enemigos una vez, pero a
causa de mi esposa, tú te convertiste en parte del paquete. Es por eso que no
te voy a romper el brazo. Me dirás lo que sabes sobre Aviela DeRosa. Si tu
lealtad se encuentra con la familia Giovanni, entonces se encuentra conmigo,
y esto es una orden.
Cuando su rostro se volvió azul, lo dejé caer en su silla y retrocedí un
paso, tratando de recuperar mi compostura.
Gino tosió y aspiró un soplo de aire mientras se aferraba a su garganta
como si estuviera tratando de expandir su vía aérea con sus propias manos.
—Aviela DeRosa está muerta —dijo, y me pellizqué el puente de la
nariz.
Voy a matar a este hombre.
—Me estás mintiendo, Gino —susurré sacando mis nudillos de
bronce—. Gino, no tengo el tiempo ni la paciencia para desperdiciar
¿Por qué nuestras vidas eran tan complicadas? Todo lo que quería
hacer era vender drogas, hacer el amor con mi esposa, y gobernar en paz.
—Ella corrió, ¿no? —pregunté.
Gino sacudió la cabeza.
—No, se quedó. Pensé que estaba secuestrada, obligada, la cosa de
Estocolmo de la que oyes hablar. O tal vez amaba a su hija. Pero pronto
descubrí que no era el caso. Orlando había encontrado al amante de Aviela,
Leonardo Severino. Si había alguien a quien le importaba a ella, era él. Nadie
más, sólo él. Por rencor, Orlando lo tenía encerrado en el sótano, y cada vez
que hacía algo que no le gustaba, le cortaba una extremidad y se la daba a
ella como un regalo.
—Aquellos guantes blancos que llevaba era un regalo de su amante,
juró que no los quitaría hasta que quedaran manchados con la sangre de
Melody y de Orlando. Dijo que no estaría satisfecha hasta que todo el color
blanco se hubiera puesto rojo. Orlando quería que Mel tuviera una madre,
una que la amara, así que lo soportó. La pequeña Melody creció con su
madre maldiciéndole cada paso. Fue sólo cuando Mel tenía seis años que
empezó a notar que el "amor" de su madre por ella no era realmente amor.
Así que Orlando aceptó dejar que ella y Leonardo se fueran, siempre y
cuando no volvieran a acercarse a su hija.
Las cosas estaban teniendo sentido, pero en cierto modo, todavía
estaba confundido.
—Si esto es cierto, ¿cómo llegó Mel a ese avión? Orlando nunca la
habría dejado marchar.
Gino frunció el ceño.
—Por eso Aviela la robó. Los llevamos al aeropuerto, incluso
esperamos a que subieran al maldito avión. Necesitábamos asegurarnos de
que se hubieran ido. Pensamos que estábamos seguros. Sin embargo, ella de
alguna manera logró robar a Melody en frente de nuestras narices. Pasó de
mal a malditamente peor. Orlando no se dio cuenta de que ella tenía a
Melody. Ninguno de nosotros lo hizo. Fue él quien bajó el avión. Tenía todo
la cosa de transferencia para volar. Él la odiaba tanto. No había manera de
que la dejara ir. Para cuando nos dimos cuenta de dónde estaba Melody,
Orlando... Orlando estuvo a su lado con dolor. Pensó que había matado a su
propia hija. Fue entonces cuando descubrimos que Aviela era una DeRosa.
Nos dieron la noticia uno de nuestros espías en la casa de Vance, que los
hombres de Vance habían ido y la habían salvado. Los explosivos no
funcionaron como estaba previsto. Sacaron las alas pero el piloto logró
aterrizar en el agua. El video estaba bastante destruido, pero…
—¿Había una cámara? ¿En un avión... en los años 90? —le preguntó
Fedel, hablando por primera vez.
Gino declaró—: Orlando la tenía instalada, quería ver cuando ella se
quemaba. Como los hombres de Vance no sabían nada de Melody, y Aviela
no estaba despierta para matarla, Melody vivió. La dejaron viva porque los
hombres de Vance sólo querían asustarla y dejarla paralizada. Orlando
nunca dio las gracias a Dios más de lo que lo hizo esa noche después de que
la tuviera. Todos los recuerdos de la infancia de Melody son básicamente
una mentira y él quería mantenerlo así. Nos hizo jurar que nunca le
dijéramos y quemaría cualquier cosa que revelara la verdad.
Suspirando, me senté en el borde de la cama de Fedel.
—Soy un Callahan. Dirijo una de las organizaciones más fuertes, si
no la más fuerte, del mundo. Tratamos y vendemos. Matar es sólo un efecto
secundario de eso. No tengo tiempo ni paciencia para lidiar con tus jodidas
vidas. ¡No quiero perder mi tiempo, dinero u hombres en la mierda de tu
familia!
—Entonces te casaste con la mujer equivocada. —Gino frunció el
ceño—. Sabíamos que Aviela era una DeRosa porque ella no era una
Callahan, y ella asegura como el infierno que no era Valero. Cuántas otras
familias tienen suficiente poder para pisarnos. En aquel entonces eran los
Callahans liderados por Sedric, los Valeros dirigidos por Vance, los
Giovannis dirigidos por Orlando y finalmente los DeRosas encabezados por
Iván. Toda la información que Aviela nos había robado terminó en manos
de Iván DeRosa. Ni siquiera he visto al hombre, nadie lo ha hecho, pero ese
bastardo siempre ha estado un paso por delante de nosotros. Los Giovannis
y los DeRosas han estado en desacuerdo desde que el abuelo de Melody
asesinó a la familia de Iván. ¿Crees que Aviela está jodida? Su padre quiere
que todos los Giovanni se borren de la existencia. Esto es sólo una gran
batalla por la venganza.
—Melody es una Callahan. Es mi esposa. —Me dolía la cabeza; Podía
sentirlo creciendo—. Tiene que haber más. ¿Qué tenían los DeRosas sobre
los Callahans? ¿Y cómo diablos hicieron que Shamus hiciera lo que querían?
—¿Shamus? —preguntó Gino, enfadándome—. ¿El viejo idiota que
está demasiado ocupado por chuparse a sí mismo para dar una mierda sobre
cualquier otra persona?
—Ése es mi abuelo —le recordé, no es que importara.
—Lástima —escupió con disgusto—. No sé nada de Shamus o los
Callahans. Te dije todo lo que sé. Aviela quería que Melody muriera antes
de que naciera.
—Después de este ataque, es más probable que salga del país que del
Estado. Aviela ataca y luego se va. Ella no puede permanecer en un lugar
por mucho tiempo. La prisión de Orlando casi la volvió loca... más loca.
—Hay más de esto. —Agarré el Jell—O—. Él habló —le dije a Fedel—. No
es tu última comida, afróntalo.
Salí. Ya había terminado con esta red de mentiras y pistas. ¿A quién
diablos me parecía, a Nancy, la maldita madre de Drew?
El paseo hasta la habitación de Mel era breve, y me di cuenta de que
Declan me estaba dando una mirada de muerte mientras hablaba por
teléfono. Yo no sabía cuál era su problema, pero si no dejaba de mirarme
como si yo fuera un criminal de bajo nivel, le rompería los dientes. No tenía
el tiempo, ni la energía, y odiaba los hospitales. Había muchos drogadictos
y gente muerta en un solo lugar.
12
“Hasta que la muerte nos separe.”
Neal
—Ouch, nena, estoy bien. —Traté de alejarme de ella, pero no soltó mi
cara.
Liam me había permitido volver a casa, y en el momento que entré en
la habitación, la mujer casi me atacó, y no de una manera que a todo hombre
le gustaba.
—¿Estás bien? —espetó—. ¡Tienes un ojo morado, cuatro costillas rotas
y un tímpano reventado! Por no mencionar…
—Nena… —Agarré sus manos, obligándola a mirarme a los ojos—.
Estoy bien. Un poco golpeado, pero estoy bien. Así que por favor, sólo
bésame.
Me fulminó con la mirada, golpeándome en el brazo antes de besarme
profundamente. La agarre con un brazo y la empujé sobre la cama.
—Neal estás herido —gimió mientras besaba su cuello.
—Olivia —gemí mirándola a los ojos—. Una mujer me pateó el culo,
una mujer muy pequeña, y sólo quiero olvidarlo todo. ¿Podemos hacer eso?
¿Puedes ayudarme a olvidar?
Cepilló mi cabello entre sus manos.
—Ponte de espaldas.
Sonriendo, rodé, permitiéndole encajar en mi cintura. Lentamente,
empezó a desabotonarme la camisa.
—Maldita sea, eres hermosa —susurré mientras la sostuve por la
cintura.
Antes de que pudiera hablar, la puerta se abrió y mi padre entró.
—¡Por el amor a la mierda, papá! —grité mientras Olivia agarró la
sábana.
—Oh, ¿bloqueé tu pene? —Sedric sonrió—. Mis disculpas, sólo quería
revisar a mi primer hijo.
—¡Fuera! —Traté de ajustarme mientras Olivia aguantaba la risa.
Sedric sonrió.
—Tu madre quiere verte, no la hagas esperar.
Respiré profundamente.
—La veré en el…
—Regla diecinueve: Nunca…
—Nunca mantengas a tu madre esperando —terminé por él—. Lo sé,
¡pero no quiero verla con esta erección! Así que sal antes que me mude. —Esta
casa era enorme y sin embargo se sentía jodidamente pequeña todo el
tiempo.
—¿De verdad? —Olivia se rió. Me encantaba escuchar su risa—. ¿A
dónde quieres ir?
—No importa. La familia permanece unida. Regla cinco: Una familia,
un techo. —Sedric guiñó un ojo antes de cerrar la puerta. Agarré una
almohada y la arroje a la madera antes. Sólo quería a mi esposa.
Olivia me dijo mientras besaba mis labios suavemente—: Ve a ver a tu
madre. Siempre estaré aquí. Siempre.
Sedric
—¿Dónde está? —preguntó mi esposa mientras ella caminaba en
nuestro dormitorio. Seguí viendo mi libro.
—Lo más probable es que este disfrutando la noche con su esposa.
Algo que a mí me gustaría poder hacer —dije. Si Neal estaba ocupado con
Olivia, yo podría estar ocupado. Sin embargo mi esposa odiaba cuando la
familia estaba separada.
—¿Cómo puede estar teniendo sexo cuando Mel está mal herida? —
preguntó—. Por no mencionar lo cerca que estuvo de perder su vida.
¡Debemos tener una reunión familiar, o por lo menos, deberíamos estar con
ellos en el hospital! Podríamos…
—Cariño, Liam no nos quería allí…
—Liam es una ruina emocional. Su esposa acaba de ser disparada, ¿por
qué diablos dejas que haga las elecciones? —espetó.
Eran tiempos como estos que Dios pareció demostrar elegir un tipo
especial de mujer para enloquecer a los hombres de nuestra familia.
Dejé mi libro en la mesita de noche, suspiré sólo mirándola.
—¡No me mires así, Sedric Callahan! Nuestra hija fue disparada tres
veces por una perra estúpida fingiendo ser madre, y ni siquiera pudo verla.
Sin mencionar que sabemos cómo Liam lidia con esto. ¡Deberíamos estar en
el hospital! —Era hermosa, aunque estaba loca.
—Cariño, acuéstate a mi lado. —Exigí y me fulminó con la mirada. Me
sentí como si estuviera en un concurso con ella, hasta que finalmente se dio
por vencida y se metió a la cama a mi lado.
—Liam es el jefe de esta familia, y si él y su esposa piensan que
necesitan un momento, entonces hacemos lo que él dice. Sé que quieres
Declan
—A mi jefe no le gusta el trato que hiciste —dije en el teléfono. Esto iba
a terminar mal.
—Demasiado jodidamente mal. ¿Están ustedes retractándose de su
palabra? Tu jefe dio su palabra...
—Mi jefe dio su palabra cuando estábamos trabajando en los veinte, y
nos jodiste con treinta. No estamos satisfechos, y cosas malas tienden a
suceder cuando no estamos satisfechos —siseé en el teléfono.
—Pagaste, el trato está hecho. Vete a la mierda. —Y con eso, colgaron.
Frustrado, agarré el teléfono, listo para lanzarlo cuando Coraline apareció
ante mí. Me miró con los ojos muy abiertos.
—Soy una adicta a la compras en recuperación, no puedes romper tu
mierda. Me da ganas de comprar cosas nuevas. —Sonrió, caminando a mi
lado.
—Lo siento. Mel está siendo irrazonable. —Suspiré, colocando el
teléfono en mi bolsillo.
—Entonces, ¿ella está siendo Mel? —preguntó, y sonreí.
—Sí, supongo que es una buena señal. —Podría ser peor. Podría estar
en la cama, mirándome con ojos muertos mientras todos tratábamos de
hacerla funcionar.
Coraline miró hacia la pared donde Monte, Duncan y Antonio —quien
llevaba un yeso en el brazo— estaban parados fuera del cuarto de Mel. Se
parecían a esos guardias británicos que no sonreían, parpadeaban o
malditamente respiraban. Sólo permanecieron allí, esperando un momento
para derribar a cualquier hijo de puta que intentara entrar en esa habitación.
—¿Qué quiere que hagas? —susurró Coraline. Solo la miré y ella puso
sus ojos en blanco—. Sabes que los tipos dicen a sus esposas mierda así.
—Sí, pero eso suele ser después de que la esposa la engañó con el sexo.
—Ni siquiera había pensado en eso cuando lo dije.
Esperaba que ella sea brusca conmigo, pero solo sonrió.
—Anotado. Lástima que estés de turno. Todas estas camas. Neal está
en casa haciendo de las suyas con Olivia. Liam y Mel estarán en ello el
momento en que ella este mejor. Parece que te gusta tener bolas azules,
Declan.
Miré mientras me guiñaba, luego se alejó.
Mel y Liam iban a matarme, pero si tuviera una oportunidad de tener
a Coraline una última vez antes de morir, tenía que tomarla.
Seguí como un cachorro, observando su trasero mientras caminaba
hacia una habitación trasera. La tomé del brazo, tire de ella rápidamente
antes de empujarla contra la puerta.
—No me provoques, mujer. He llegado al límite de mi paciencia. —
Jadeé cuando se retiró y permitió que su abrigo cayera.
—Pero quiero provocarte, Declan —gimió, y casi me corrí en mis
pantalones. Allí mi pequeña esposa se paro, desnuda y esperándome.
—Jesucristo, Coraline —dije antes de agarrarla.
Empujándome de vuelta, agradecí a Dios por este momento.
Reservaría mi habitación en el infierno por esto.
13
“Asesina, todo lo que necesito eres tú.”
—Jarod Kintz
Liam
—Tienes que estar bromeando conmigo —les dije mientras miraba las
pilas sobre pilas de cajas que subían hasta el techo de mi biblioteca.
—A tu abuelo nunca le gustaron las computadoras. —Sedric rió
mientras los hombres traían más de la mierda. A esa velocidad, íbamos a ser
enterrados vivos.
—Él hizo esto para joder conmigo. El bastardo sabía que iba a ir detrás
de su mierda con el tiempo. —Podía oír al maldito viejo riendo más allá de
la tumba. Lo habría arrojado al río, pero mi madre pensó que sería mejor al
menos mostrar algún tipo de respeto a nuestro querido y difunto abuelo. Su
cuerpo sería enterrado en el cementerio local, separado para siempre de su
amada Irlanda.
Neal, el gigante que era, dejó caer las últimas cinco cajas alrededor de
mi escritorio.
—Eso es todo.
—Fuera —dije. Todo el mundo excepto mi padre se fue rápidamente.
Odiaban cualquier papel que no fuera efectivo.
—¿Así que vas a leer todo esto solo? —preguntó Sedric, mirando a su
alrededor lo que alguna vez fue un hermoso estudio verde y oro.
Tomé una de las cajas marrones y me dirigí a una silla.
—Hasta que nuestra serpiente favorita Aviela salga de cualquier roca
en la que se oculte, esto es todo lo que puedo hacer. Con suerte, esto
conducirá a un atajo para decapitarla. —La cabeza de Aviela rodando de su
cuello valdría la pena los próximos cortes de papel.
—¿Cómo está Melody? —preguntó, agarrando una caja.
— Yo no…
—Sí, lo haces. —Él me interrumpió. Odiaba cuando la gente me
interrumpía—. Necesitas ayuda y estás recibiendo ayuda. Ahora, ¿cómo está
tu mujer?
Pellizcando el puente de mi nariz, suspiré. —¿Te refieres a la loca
mujer homicida que dispuso que me casara?
El bastardo rió.
—Sí, esa mujer, de la que estás locamente enamorado y eres demasiado
protector.
—No hay un marido demasiado protector en la mafia —respondí—.
¡Y la mujer me está volviendo loco! Ella no me escucha en absoluto.
—Mi pobre, pobre hijo. ¿No has aprendido? Las mujeres no escuchan,
hablan. Escuchar es nuestro trabajo. A cambio, tenemos sexo, niños y
comida. —Rió, haciendo luz de lo caótico que todo estaba.
—¡Estoy escuchando! ¡Está hablando locuras! Juro que a veces quiero
agarrar su cuello muy bonito—. Otras veces sólo quería besarla...
Concéntrate.
—Sí, ellos también lo hacen... puede ser la Sangrienta Melody, pero
sigue siendo una mujer, una mujer embarazada —declaró.
Me quedé inmóvil, mirándolo fijamente. Habían pasado tres semanas
desde el accidente y Mel todavía no estaba mostrando. Ella era genial,
viendo como ninguno de los dos estaba listo para contarle a la familia. Pero
aparentemente no fuimos lo suficientemente cuidadosos. Mel iba a estar
enojada.
¿Tal vez había esperanza?
—¿Madre lo sabe?
—Todo el mundo lo sabe.
Jódeme.
—Urgh…
—Honestamente, Liam, hace tres semanas que no bebe nada más que,
¿té y agua? Ella pidió a Neal que usara colonia nueva anoche en la cena. No
somos descerebrados, todos podemos conectar los puntos —dijo
simplemente, mientras sacaba un archivo marrón.
—Genial, todos pueden conectar los agujeros de bala cuando se entere
—murmuré bajo mi respiración; Ni siquiera sabía por qué nos habíamos
molestado en tratar de ocultarlo de ellos.
—Liam —dijo en serio—, vas a mantenerla a salvo, a salvo, pero si no
te relajas, a estas alturas vas a tener el cabello gris o peor, perderlo.
Resoplé.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a un Callahan calvo?
—Liam...
—Te oído, papá. Sólo necesito creerte. Nada de esto tiene sentido.
Aviela no tiene sentido. Si quería que Mel muriera, la habría matado, pero
no lo hizo. No compro por un segundo que la mujer tenga algún tipo de algo
maternal. —Hice una pausa, soltando un suspiro—. La familia de Natasha
se ha ido. Tomaron su cuerpo y se fueron. Estos papeles y los Briar son todo
lo que tenemos y sólo quiero ponerle fuego a los dos. Mientras tanto, la
misma mujer por la que me estoy matando está gritando con los
narcotraficantes y vendiendo droga. —Brandy. Mi mente suplicó.
Melody
—Liam me matará —dijo Declan por centésima vez mientras conducía.
—Di eso una vez más y él no tendrá que hacerlo. —A veces actuaba
como una pequeña perra.
Afortunadamente, no dijo más y no tuve que hacerle daño. Me incliné
en el asiento, comí chocolate lentamente mientras nos llevó a las
profundidades de la ciudad cubierta de nubes. Tuve que admitir, había algo
en el centro de Chicago por la noche que me hacía sonreír. Disfruté de lo
hermoso que parecía desde lejos, pero de cerca, mientras conducías por las
calles, mirabas a los matones y las calles sospechosas. Ante eso, no pude
evitar sonreír. Chicago era nuestra ciudad. Todos los que caminaban por las
calles eran nuestros huéspedes. Vivían por nosotros y morían por nosotros.
Miré a un corredor por la calle esperando. Lo supieran o no, trabajaban
para nosotros. Estaban trabajando en nuestras calles. Después de todo, este
era nuestro patio de recreo.
—Este es —dijo Declan, cuando se detuvo frente al club. No había una
línea o incluso una señal para el caso. Sólo un hombre vestido de negro,
fumando, lo más probable mi yerba. Miró nuestro coche cuidadosamente, y
con envidia; Los Morris Bentley tendían a tener ese efecto en las personas.
Abrí la guantera, puse mi chocolate antes de agarrar mi arma con la
mano derecha. Seguía estando un poco tiesa, pero seguro que no podía
trabajar mucho con la izquierda. Afortunadamente, todavía podía disparar
un arma. Probablemente no tan bien como antes, pero lo suficiente bien para
tener mi punto de vista.
—Melody, estás…
—Cierra la boca, Declan y quédate en el auto —dije, poniendo la
pistola detrás de mi espalda antes de agarrar mi bastón y abrir la puerta. En
Declan sonrió.
—Lección dos: Mentirosos y ladrones. Causa daño corporal una
segunda vez y dirán la verdad. ¿No es cierto, Chuck?
Pobre Chuck estaba entrando en estado de shock, pero asintió de todos
modos.
—¡Te lo pagaré! Por favor…
Declan agarró una pluma nueva y una vez más hizo un nuevo agujero.
—¿Lección tres? —pregunté, sonriendo, tratando de ignorar el horrible
olor que irradiaba de la silla.
Declan se encogió de hombros antes de sonreír de nuevo.
—Me colgó cuando lo llamé por nuestro dinero.
—Di que no es así, Chuck. —Le fruncí el ceño antes de volverme hacia
al resto de sus hombres—. Si muriera, ¿quién se hace cargo?
Parecieron confundidos.
—No tenemos un sistema —dijo uno de ellos—. Quien sea que tenía el
mayor poder…
—Yo me encargo —dijo en mismo hombre muy bien vestido, tal como
lo pensé. Era joven… más viejo que yo, pero joven. No era musculoso, pero
tenía cerebro y aquellos con cerebro odiaban estar en segundo lugar.
—Échale un buen vistazo a Chuck —dije, volviéndome hacia el
hombre cuya sangre corrió por la mesa como vino derramado—. Está soy yo
siendo amable. De hecho, esta soy yo de buen humor. Chuck pensó que era
intocable. Chuck pensó que nos podía joder, no sólo una vez, sino dos veces.
Pero Chuck estaba equivocado.
Para probar mi punto, Declan alcanzó la taza de plumas, pero estaba
vacía. Sonriendo, sacó un cuchillo y lo clavó, justo en el pulgar de Chuck.
—¿Lección cuatro? —pregunté.
—¿Una roca fría, muerta y flotante? —Entorné mis ojos contra él—.
¿Eso es lo que le dices a todas las chicas en un club de sadomasoquismo?
Sus ojos se abrieron de par en par mientras trataba de averiguar qué
decir, sin embargo, sabiamente se dio cuenta que era mejor tener la boca
cerrada.
Volviendo a la multitud, luché contra el impulso de frotarme el
estómago. Era como si quisiera comprobar que todavía estaba allí. Pero bajo
mi camisa holgada, podía sentir el bulto. El chico estaba jodiendo con mis
emociones, y no de la manera en que me gustaría. Estaba feliz, caliente o
hambrienta. ¡A veces las tres al mismo tiempo! Me estaba volviendo loca y
haciendo difícil concentrarme.
—Están aquí —dijo Delcan, mirando hacia la puerta.
Y claro, ahí estaba mi marido, vestido de negro y aunque no pareció
complacido, todavía se miraba sexi.
Sus ojos verdes escudriñaron el club antes de que aterrizaran sobre mí.
Me miró como si quisiera torcerme el cuello. Y si lo hacía, estábamos
en el lugar correcto para hacerlo.
—Me va a matar. —Suspiró Declan.
—Posiblemente —dije, observando el modo en que todos parecían
estar alrededor de Liam mientras caminaba hacia mí. Podía sentir que mi
lujuria por él crecía a cada paso que daba. Cuando me alcanzó, solo quería
saltar a él.
—Esposa —siseó.
—¿Vienes aquí muy a menudo? —Sonreí.
—Voy a encontrar a Neal antes que lo pierda —dijo Declan,
dejándonos rápidamente.
Liam apretó su puente de la nariz antes de dirigirse hacia el camarero.
—Tu mejor escocés —exigió.
Liam
¿Cómo podría una mujer ponerme tan loco? Allí estaba ella, sentada
en el bar mientras los hombres eran azotados y las mujeres encadenadas en
las paredes. Parecía completamente fuera de lugar, pero ni siquiera se
inmutó, sólo se sentó allí bebiendo, lo que esperaba que fuera jugo de
arándano.
—Deja de estar enojado conmigo para que podamos manejar eso y
volver a casa —añadió antes de sonreír.
Ella estaba haciendo eso mucho. Sonriendo y riendo… en público.
Sabía que eran las hormonas; Era precioso, pero no quería acostumbrarme.
Con toda la mierda pasando, estaba feliz que ella estuviera feliz. Nunca
podría estar enojado con ella por más de dos segundos antes que me
desarmara con esa sonrisa. En mi mente, sabía que era obra de Dios. Tenía
que serlo. Quedó embarazada en los peores momentos posibles.
Sin embargo, por lo que había aprendido, esto era mucho más
profundo que el odio de Aviela por los Giovannis. Y ahora que sabía,
necesitábamos seriamente ir a Irlanda.
—¿Qué está pasando? —Ella frunció el ceño, mirando por encima de
mi cara como si estuviera leyendo algo.
—¿Mas tarde? —dije, besando sus labios—. Olivia quiere manejar esto
en la mansión. Podemos hablar de eso después.
Sus ojos se estrecharon, pero asintió.
Nos íbamos a casa, mirábamos a Olivia matar a Harvey y después
tendría que explicarle a mi esposa por qué mi “amante” era parte de un
rompecabezas mucho más grande.
14
“El silencio nunca es la respuesta; a menos que la ecuación sea un asesinato.”
—Silent Assassin
Liam
—Jesucristo, Mel. —Suspire, cayendo a su lado.
—¿Ya cansado? —susurró, besando mi pecho sudoroso. Estaba
tratando de matarme.
—Mel, necesitamos... —comencé a decir, pero en el momento en que
su boca se envolvió alrededor de mi pene, no pude abrir mis ojos, y mucho
menos hablar.
¿Qué número era este? ¿Quinto? ¿Sexto?
No lo sabía, ni me importaba. Su boca era el cielo, y su resistencia era
el infierno.
—¿Necesitamos qué, esposo? —dijo, mientras lamía la punta de mi
pene y me miraba perder mi mente y mi voluntad. En sus labios, manos y
ojos, yo era impotente.
—¿Y bien? —preguntó, apretándome una vez más, y antes de que
pudiera hablar, su boca me rodeó de nuevo.
Se movió tan jodidamente lento que fue doloroso. Yo estaba muriendo.
—Liam...
—Espera... —gemí, tratando lo mejor posible para pelear, pero no
pude. No con ella. Así no—. ¡Mel! —jadeé cuando me vine con ella, antes de
caer en un montón de miembros enredados.
Me retiré y me tumbé a su lado, respirando el olor de nuestro sexo.
—Maldito seas —susurró, apartándose el pelo de la cara. Se veía tan
jodidamente salvaje, tan bellamente extasiada que la deseé de nuevo. Mi
pene se iba a caer.
—Maldita seas tú. De todos modos, esto es tu culpa. —pronuncié, sin
querer nada más que besarla.
Sonrió socarronamente, sentándose y dejándome ver no sólo sus senos
perfectos, sino el pequeño bulto que era su estómago. Levantándome, la
atraje hacia mí.
—Urgh, estás sudoroso. —Se rió.
—¡Y tú también! —Le respondí, poniendo mis ojos en blanco—. Y
ninguno de nosotros estaría sudoroso ahora si no me hubieras asaltado en el
coche.
—No te asalté. Simplemente te toqué —dijo, relajándose en mis brazos.
Me encantaba cuando ella era así conmigo.
—Agarraste mi pene. Bien podrías también haber saltado sobre mí.
El plan era llegar a casa, matar a Harvey, tener una charla. ¿Pero mi
esposa alguna vez escuchó mis planes? No. En su lugar, agarró mi pene y
porque soy adicto a ella, no había vuelta atrás. Tuvimos sexo en el coche.
Estábamos uno encima del otro en el pasillo y luego terminamos haciéndolo
contra la pared de nuestra habitación antes de que terminamos en la cama.
Me apartó el pelo, mirándome a los ojos.
—Tenía hambre de ti y ahora que he alimentado esa hambre, tengo
hambre de algo de comida real.
Melody
—Señora —dijo Monte, entregándome un plato de s'mores junto con
un vaso de leche mientras me sentaba en el sótano. Aparentemente, Liam y
yo nos habíamos perdido nada, incluso con la ducha extra larga que
tomamos.
Se suponía que Olivia debía manejar esto por su cuenta, pero se negó
a ver a Harvey. Aún no estaba preparada para enfrentar al monstruo. Se
podría pensar que estaría muriendo por cortar la garganta del hijo de puta,
pero no. Estaba aterradoramente oculta.
Liam había ido a buscarla —es decir, meter un poco de jodido sentido
en ella— dejándome a solas con el violador. Eso sonaba horrible... para él.
Todavía estaba amordazado y atado a la pared. Su camisa estaba rasgada,
sus pantalones de cuero estaban casi hasta los tobillos; lucía como si acabara
de salir de un club de sadomasoquismo bien; fue en general una vista
lamentable. Su cabello era grasiento, su bigote parecía como si estuviera
dibujado con un rotulador y sus ojos eran fríos.
¿Este era el pedazo de mierda al que ella no quería enfrentar? Me
esperaba más.
—No entiendo a las mujeres, Monte —le dije mientras miraba a
Harvey, y me comía mi s'more.
—Si no lo hace, señora, no hay esperanza para el resto de nosotros.
—¿Cómo lo matarías? —pregunté, haciendo que los ojos de Harvey se
abrieran de par en par mientras nos miraba—. Si fue tu amor el que había
violado, ¿qué le harías?
Monte miró fijamente al hombre.
Liam
No tengo tiempo para esta mierda.
—Olivia Callahan, saca tu trasero de aquí y mata a ese hijo de puta,
tengo mierda que hacer —grité a la puerta de roble. Todavía podía oírla
sollozar.
—¡No estás ayudando! —gritó Neal, pero en el momento que sus ojos
se encontraron con los míos, retrocedió como debía.
Mirando fijamente la puerta de roble de doscientos años de la familia,
tallada a mano que mi madre había importado de Irlanda, pensé en lo fácil
que sería simplemente abrir un agujero a través de ella y sacarla. Al pellizcar
el puente de mi nariz, pude sentir los ojos de mi padre en mí. Él quería ver
lo bien que podía manejar a la familia. Siempre me observaba y eso a veces
me molestaba.
Suspirando, tomé una gran respiración y di un paso adelante.
—Olivia, no entiendo tu dolor, ni lo haré jamás. Nada de lo que pueda
decir invertirá la mierda que pasaste. Sin embargo, en este momento tienes
una oportunidad de justicia que muy pocas personas tienen en esta vida.
Eres una Callahan. No lloramos, ni siquiera lo pensamos, doblamos la escala
a nuestro favor y lo dejamos allí. Tengo mucho que hacer que sentarme aquí
y escucharte deshonrar a esta familia. Si no estás fuera en cinco segundos,
Neal se divorciará de ti. Él no quiere, pero lo hará porque yo sí. Y su próxima
esposa no será una jodida miedosa.
—Eres un idiota, Liam Callahan —gritó ella, saliendo de la habitación
antes de saltar por el pasillo de mármol. Neal sacudió la cabeza hacia mí, con
la mandíbula apretada, antes de seguirla.
Declan y mi papá sólo me miraron.
Melody
Al escuchar la puerta abierta, Monte y yo giramos para encontrar a
Olivia, su cara estaba hinchada y roja, sus ojos se centraron sólo en Harvey.
—Quiero estar a solas con él —exigió.
Asentí con la cabeza, miré a Monte, que pasó por delante de ella.
—Eso significa que tú también —me espetó. Obviamente, se olvidó
quién la había empujado a este punto.
—Eres graciosa —le dije. —Ahora, date prisa y mátalo, me quedan
pocos aperitivos.
—Mel.
—Olivia. —Mi voz descendió sin bromear.
Suspiró, ella no dijo nada. En cambio, se sentó en una silla que le permitió
arrastrar contra el suelo —de metal o en hormigón— antes de que se detuvo
y se sentó cerca de mí.
—No sé cómo matarlo. Quiero que sufra. Es sólo que no sé... —agregó
mientras miraba a Harvey, que se limitó a mirar fijamente como si estuviera
rogando con los ojos.
—El problema más fácil que nunca podrías tener. —Dije, dándole un
malvavisco. Ella me miró como si estuviera loca—. Cuando una mujer
embarazada te ofrece comida, la tomas y sonríe.
Sabía que ellos sabían. La forma en que Declan me estaba tratando en
el coche, tenía que haber sabido, lo que significaba que Coraline sabía, y si
Coraline sabía, todos lo sabían.
Lo tomó, dio un bocado y sonrió. Era falsa, pero lo que sea, yo estaba
siendo agradable, lo menos que podía hacer era aceptarlo.
—Monte dijo que lo deberías crucificar —le dije.
—No.
Le di un beso.
—Tal vez —susurró cuando me separé. Lo besé de nuevo. Más
profundo.
—Tal vez.
—Estás haciendo trampa, Liam. —lo fulminé.
—Sí, estoy. —Él sonrió, besándome de nuevo.
15
“Hermoso y brillantemente rico; Su defecto fatal es el asesinato.”
—Abigail Gibbs
Neal
Si hace un año me hubieras dicho que estaría viendo a mi esposa
perforando la columna de un hombre, me habría reído en tu cara. Olivia no
era una asesina. Olivia no quería matar, pero al parecer estaba a favor de la
tortura.
—Te reíste —se burló sobre el zumbido del taladro. El cerdo gritó alto
y mientras trataba de alejarse de ella, su voz, al igual que sus huesos se
quebraban—. ¡Te dije que te detuvieras! ¡Te rogué que te detuvieras y te
reíste!
La sangre que salpicaba su cara me hizo sentir agradecido de
conseguirle una máscara y gafas. Parecía un carnicero salvaje. Un monstruo.
Se miraba jodidamente sexy.
Ella se levantó mirándome fijamente. —¿Por qué te detuviste?
¿Por qué me detuve? Pensé, mirando la sangre que goteaba de la punta
de mi taladro.
—Es tu muerte, nena —dije, tomando asiento contra la pared. Sentí la
lujuria de sangre; Esa lujuria de sangre de los Callahan me suplicaba que lo
acabara, que le cortara la cabeza y perforara sus ojos. Fue esa lujuria
sanguinaria que llevó a mi padre y Liam. Estaba en nuestro ADN. Los
Callahan y la sangre iban de la mano. Si no estuviéramos en la mafia,
probablemente todos seríamos asesinos en serie.
Olivia me miró, sacando su taladro de la espina dorsal, causando un
repugnante sonido que hizo eco a través de la habitación. Colocándola en el
suelo, se acercó a mí y se sentó a mi lado, donde pertenecía.
—¿Siempre es así? —preguntó mientras apoyó la cabeza en mi
hombro. Harvey no se movía. Tal vez estaba muerto. Por lo que pude ver,
tenía setenta y nueve perforaciones de taladros, desde el tobillo hasta los
omóplatos. Hice todo lo posible por mantenerla alejada de su cuello y
cabeza; No tenía que morir tan rápido.
—¿Así cómo?
Suspiró, apartando la máscara de su cara.
—No lo sé. ¿Siempre tan fácil? ¿Sólo matar y no lamentarlo? Ahí está
el hombre, el hombre que me causó tanto dolor y disfrutó cada momento.
Eso fue tan fácil. Tan fácil como matarlo. Aunque lo odiaba. ¿Siempre es tan
fácil?
Lo pensé y asentí.
—Sí. Después de tu primer asesinato se hace más y más fácil hasta que
es tu segunda naturaleza. Hay una línea en el mundo. Hay quienes pueden
ser jodidos y quienes no pueden. Si la gente conociera su lugar, entonces el
mundo sería más seguro. Sólo considero eso como un regulador.
No dijo nada y no estaba seguro de cómo tomar eso. Esta era la parte
de mí que hacía todo lo posible por esconderla de ella. La sangre Callahan,
la parte de mí que pensaba que estaba bien cortar lenguas de los hombres si
hablaban mal de nuestra familia. Sin embargo, aquí estábamos, viendo a su
violador desangrarse. Liam quería que la habitación fuera limpiada y re—
cementada para esconder toda la sangre.
Olivia
No sentí más alivio y eso fue tan extraño para mí. Esperaba enojo,
dolor, culpa… cualquier emoción, pero nada más vino. ¿Era tan fácil matar
a la gente? ¿O era porque sabía que eran malvados? Con ellos fuera del
mapa, no sentí ninguna necesidad de volver a caminar por este camino de
nuevo… entonces, ¿por qué lo hacían Melody y Liam?
—¿Podemos irnos? —pregunté a Neal—. Está muerto. ¿Podemos
irnos? Sólo quiero una ducha.
Asintió, colocó su mano detrás de mi espalda antes de entregarme un
arma.
—Va a morir de todos modos si no es que ya lo está, pero agrega un
tiro de gracia.
Tomé la pistola, me volví hacia Harvey, mi violador. Mi monstruo. De
pie, me acerqué a su cuerpo, mirando hacia su cabeza cuando se movió.
Un seco sollozo rompió a través de sus labios, todo su cuerpo tembló
como el mío tembló después de esa noche. Me miró cubierto de su propia
sangre.
—Lo siento. Lo siento tanto. —sollozó suavemente.
—No, no lo haces —dije antes de dispararle el cráneo.
Respiré hondo, casi salté cuando Mel entró en la habitación
aplaudiendo lentamente.
En su cara había una sonrisa perversa. Era la peor forma que solía
mirar a todos. Sus sonrisas eran burlonas; Como si supiera algo que no sabías
y que iba a usar en tu contra.
—Bienvenida a la familia. —Sonrió mientras Liam apareció detrás de
ella, colocando la mano en su cintura.
16
"Te voy a matar en pocos minutos. Será bueno para ti."
—Frederick Weisel
Liam
—¿Nos quedaremos en el castillo? —preguntó Coraline, sonriendo por
la ventana del avión—. No he estado allí desde que nos casamos.
Me di la vuelta para mirar a mi hermano, que sonrió muy
ampliamente, estaba sorprendido de que sus dientes no se cayeron mientras
observaba a Coraline en su propio país de las maravillas personal.
Aparentemente estaban bien.
—No estoy seguro. ¿Jefe? —Giró hacia mí.
Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza, sabiendo que no estarían
contentos con lo que nos vamos a quedar.
Hubo un silencio largo en nuestra amplia cabina. Nos quedaban sólo
tres horas en un vuelo de ocho horas a Dublín, y yo sabía que iba a perder la
cabeza.
Debería haber conseguido un avión más grande.
Después que Colemen fuera presidente, tomaría el Air Force One,
maldita sea.
Melody
En el momento que salimos del avión sentí que el cuerpo de Liam se
puso rígido ante la visión de no uno, sino cinco viejos autobuses misteriosos
estacionados frente a nuestras Range Rovers. Habíamos tomado un avión
más pequeño a Dublín hacia las colinas con el fin de reducir el tiempo en la
carretera y mantener nuestra ubicación en secreto hasta que llegáramos. Los
pastos privados en los que aterrizamos no parecían muy privados.
Dylan, Antonio, Monte y Fedel parecían estar parados en posición e
intentando fingir que no lo estaban.
Alguien iba a morir si se quedaban así.
¿Por qué eso sólo me hizo sonreír? No queríamos empezar una guerra,
pero disparar a los irlandeses era lo que hacíamos los italianos… o al menos
lo que hacían los Giovannis. Orlando solía decir que era como controlar un
perro salvaje.
—Viejo Doyle —gritó Liam mientras nos acercamos al hombre peludo
que estaba apoyado contra el autobús fumando su pipa.
El viejo Doyle no parecía mucho mayor que Sedric. Era tan joven, que
parecía que apenas le estaban saliendo canas, las cuales estaban entrelazadas
con el color marrón rojizo. Sin embargo, su barba era gruesa, y no quería más
que sujetarlo y afeitar su cara.
Él no respondió, sólo fumó, soplándolo como si tuviéramos todo el
tiempo del mundo para sus tonterías. Uno de los hombres, supongo, se
adelantó, bloqueando mi visón del idiota fumando.
Me miró antes de volverse hacia Liam. —Bienvenido a Irlanda, cara de
pene desviste llamar antes. —Escupió a nuestros pies—. Ahora llévate a tu
jodida perra italiana y a toda tu jodida familia y sácalos al infierno de aquí.
eso. Eso es todo. Apunta en la dirección correcta, mantén a tus perros con
correa, y la fortuna Callahan todavía fluirá a través de la ciudad como
siempre lo ha hecho. Sus esposas no quieren enterrar a sus maridos e hijos,
así que baja la guardia, se menos, pero un hombre vivo.
Él escupió el suelo frente a nosotros antes de volver al viejo autobús,
donde el idiota estaba usando como apoyo.
—Tienes una semana, Callahan, y después queremos que te vayas. —
Se metieron a sus coches, dejándonos ahí entre la hierba manchada de
sangre.
—¿Has perdido la jodida cabeza, Melody? ¿Qué paso con el encanto?
—Liam rugió.
—Jódete, Liam. A la mierda, estamos en Irlanda, trato de encajar. —
Sonreí antes de caminar al coche.
Maldita sea, mis pies duelen.
Liam
Pude sentir mi ceja contrayéndose mientras la miraba alejarse de mí.
—Me gusta cuando está embarazada. Es absolutamente hilarante. —
Mi padre se echó a reír y se acercó a mi lado.
—¿También te gustaría una bala en tu pie? —grité, agitando mi arma
hacia él—. Es como si ella estuviera jodidamente drogada.
—Mierda, hermano —dijo Delcan, observando a los hombres mientras
terminaban de cargar todas nuestras cosas—. Tienes que admitirlo, fue
encantadora. Puede que ellos no lo demostraran, pero estaban sorprendidos,
algunos excita…
—Termina esa frase y tendré que matar a mis parientes —siseé,
dejándolos a ambos riendo. Pude ver a dos idiotas por el resto del viaje.
Abrí la puerta, los ojos marrones de Mel se acercaron a mí. Me miró
como si estuviera sorprendida que entrara al coche. Al notar la corriente de
mensajes que estaban zumbado, me senté.
—¿Qué?
—El Presidente fue asesinado, y no por nosotros.
Por amor al jodido Cristo, no puedo tener un descanso.
17
“La verdad te hará libre, pero primero te molesta”.
—Gloria Steinem
Neal
Entré en la oficina de Liam y Mel, intenté hacer lo posible por no gemir
ante la llamada telefónica que me esperaba. Todo Chicago estaba
básicamente asustado, mientras el resto del maldito país estaba de luto. De
todos los lugares que el Presidente podría haber sido baleado, ¿por qué
carajos tuvo que haber sido aquí?
Me quité la corbata y la dejé caer sobre el escritorio antes de sentarme.
Era extraño mirar esta oficina —la de mi padre y ahora la de Liam— desde
esta posición. Nunca había notado lo aburrido y oscuro que era el estudio.
Todo, desde el escritorio de madera de cerezo hasta las estanterías que
cubrían ambas paredes, e incluso el pequeño bar provisto de brandy de Liam
junto con el vino de Mel, era de época. La silla de cuero oscuro que mi trasero
ahora lo estaba adornando fue traída de Italia como si mi madre supiera hace
años que un italiano se sentaría en ella.
—El poder luce bien en ti, cariño —pronunció Olivia desde las puertas,
sacándome de mis propios pensamientos.
Me incliné para mirarla.
—¿De Verdad? ¿Ya tengo los pelos grises?
Oh, mierda.
—¡Él no debe estar jodidamente bien! —replicó ella—. ¡No está cerca
de estar bien! ¿Por qué? ¡Porque hasta donde yo sé, la gente es simpática, sin
cerebro, los parásitos saltan de un anfitrión a otro!
—Um ¿qué? —¿De qué diablos estaba hablando?
—Idiota. ¡Enciende las noticias!
Encendiendo la computadora, Olivia fue a una transmisión en vivo de
la Primera Dama.
Parecía cansada, pero energizada; Extraño ver cómo su marido fue
asesinado justo en frente de toda la nación, si no el mundo.
—Mis compatriotas estadounidenses, por muy duro que sea estar aquí frente
a ustedes, no tengo otra opción. Mi marido era un hombre fuerte, que nunca se
doblaría a la voluntad de terroristas y criminales. Creo que es verdaderamente debido
a él que he encontrado la voluntad de decirle al hombre que disparó el gatillo: no
ganarás. No callarás la mayor democracia del planeta con una bala. Porque al matar
a mi marido, has despertado la bestia en mí. Voy a postularme como Presidente.
Llevaré la antorcha de mi esposo a la línea de meta y no callarás a América.
—Oh, mierda —dijimos Olivia y yo al mismo tiempo.
—Exactamente lo que pensé —dijo Mel—. Ahí tienes. ¡El discurso
escuchado en todo el mundo! ¿Quieres saber a quién se parece? Jackie O.
¿Quieres saber cuál es la primera dama que todo americano ama tanto? La
maldita Jackie O. Entonces, ¿qué tan bien te sientes ahora, Neal? ¡Porque en
la escala de molesta a maldita madre enfurecida, estoy lista para
malditamente explotar!
Quité el teléfono de mi oreja, hice todo lo posible para no vacilar.
—Mel, ¿qué quieres que haga?
—Despacha tu gordo trasero y trabaja o ayúdeme, no me importa lo
que hagas. Yo sugeriría que durante el bonito discurso de Colemen le
18
“A veces hay que coger el arma para bajar el arma.”
—Malcolm X
JINX
No me gusta la gente. No me gusta estar cerca de ellos, y no me gusta
caminar entre ellos. Mi lugar siempre ha estado en el cielo. Nací en el cielo,
en algún lugar sobre Vermont de todos los lugares. Mi madre me dio a luz
en un avión, y desde entonces, es el lugar donde he tratado de quedarme.
Siendo un italiano de primera generación con una madre casi ciega y un
estúpido padre alcohólico, no había mucho espacio para que expandiera mis
alas de niño. Pasaba mis días tratando de evitar que mi padre matase a mi
madre, y que mi madre se suicidase.
Fue sólo cuando cumplí dieciocho años que me fui. Le di un beso de
adiós a mi madre, le dejé a mi padre un paquete de seis cervezas y me uní a
las Fuerzas Aéreas. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en
meses, y más rápido de lo que podía parpadear, me estaba bañando en
medallas de honor. El tiempo vuela cuando uno se divierte, y vuela aún más
rápido cuando vives a mil metros de altura. Mi trabajo era natural para mí;
lo habría hecho gratis.
Me pusieron Jinx de apodo porque sin importar cuánto alguien trató
de eclipsarme, fracasaron. Les robo su aspecto. En los bares las mujeres dejan
a los otros chicos para estar cerca de mí. En el aire, nadie podía acercarse a
mí por si algo no salía bien. Para mí era suerte, para ellos Jinx.
La vida era buena, hasta que descubrí que la chica a la que estaba
viendo estaba embarazada, justo cuando me dieron otra asignación. Lo
último que le dije fue que mantuviera al bebé y que hablaríamos de ello más
adelante.
Soltar el paquete sobre Corea del Norte, volver a casa, casarme, ser el
padre que el mío no había sido, y tener una vida de clase media feliz como
todos los demás. Pero, ese día nunca llegó, porque aparentemente, morí… o
al menos eso dijo el gobierno.
Momentos después de dejar caer el paquete, me dispararon en el cielo
como a un pato durante la temporada de caza. Me sacaron de la máquina
destrozada y humeante que una vez había llamado mi bebé, y me torturaron.
Pero tomé esa por mi país, pensando que vendrían a rescatarme. Tenían que
hacerlo. Día tras día, durante cuatro años fui golpeado hasta el borde de la
muerte, siempre las mismas preguntas una y otra vez.
—¡Las armas! ¿Quién quiere las armas? —No lo sabía entonces, pero
el paquete que había dejado caer estaba lleno de armas estadounidenses para
armar a los rebeldes coreanos. Estados Unidos no iba a venir en mi ayuda.
Negarían hasta su último aliento que yo siquiera estaba en el espacio aéreo
coreano.
Me habían elegido no porque fuera bueno, sino porque parecía los
suficientemente extranjero y estúpido como para no hacer preguntas. Así
que durante cuatro años hice mi tiempo en el infierno, sólo para escapar
durante un pequeño disturbio. Corrí durante horas haciendo mi mejor
esfuerzo por no ser visto, mezclándome con los que trataban de abandonar
el país. En Corea del Sur, me tomó cuatro años más y un pasaporte falso para
llegar finalmente de nuevo a la “tierra de los libres, el hogar de los valientes”.
Descubrí que no sólo el mundo había seguido adelante, sino que ya no
importaba dentro de él. Todo lo que una vez había llevado mi nombre se
había ido; mi identidad había sido limpiada. En algún lugar en Vermont, mis
padres estaban muertos, mi padre había matado a mi madre y luego se
suicidó. La mujer y el niño que había dejado atrás se habían ido sin mí. Ellos
estaban felices... ¿quién era yo para quitarles eso? Así que estaba solo.
Vagué por las calles, haciendo pequeños trabajos aquí y allá por todo
el país. Vivía debajo de los puentes, comía de los contenedores de basura, y
en ocasiones, me duchaba en los baños del metro. Mi suerte se había ido y
ahora realmente no sentía nada sino mala suerte.
Entonces, un día, mientras estaba acostado en mi lugar detrás del
contenedor de basura, vi como un Tahoe blanco entraba en mi callejón.
Delante de él, un pobre chico irlandés buscaba una salida. Le rogó al Tahoe
blanco como si estuviera hablándole a un Dios, diciendo que le devolvería
su dinero. Lo juró por su vida, pero no le sirvió de nada. En su lugar, el coche
pasó por encima de él como si no fuera más que una rata. Nunca olvidaré el
sonido de sus gritos, amortiguados por la sangre en su boca, ni se me
olvidará jamás la mirada en sus ojos mientras salía del asiento del conductor
para mirar su trabajo. Se dio cuenta de que ahora era un testigo, me sacó de
mi casa improvisada y me obligó a arrodillarme ante ella.
Me miró, sin decir una palabra, dado que tenía una pistola en la cabeza;
no podía sentir nada más que gratitud. Pero ella no apretó el gatillo. En su
lugar miró mis placas de identificación —los escasos restos de mi pasado.
—¿Por qué un teniente de la Fuerza Aérea está viviendo detrás de un
contenedor de basura? —preguntó. La miré con seriedad y simplemente
dije—. Recortes de presupuesto.
Algunos de sus hombres rieron, pero ella no. Ni siquiera esbozó una
sonrisa. Me miró como si realmente pudiera verme.
—Teniente…
—Jinx.
Me fulminó con la mirada.
—Bueno, Jinx, ¿te gustaría unirte a mi ejército?
—¿Tengo elección? —Después de todo, ya tenía una pistola en la
cabeza.
Melody
Caminé lentamente a través de la hierba mojada, me paré al lado de
Jinx, mirando más allá de los acantilados hacia el cielo, colinas y lagos. Tenía
que dárselo a los irlandeses: su país era hermoso... y verde, muy verde.
—¿Pensando en saltar, Jinx? —pregunté en voz baja mientras el viento
soplaba entre nosotros con un aullido.
Soltó una risita a mi lado, el viento sopló su sucio y rubio cabello que
le llegaba hasta los hombros.
—Estoy seguro de que podría encontrar un nuevo piloto, señora.
Agarré su brazo, lo alejé de la niebla para que me mirase. El viento se
levantó, pero nos quedamos mirando el uno al otro. En ese momento, sus
ojos azules seguían tan rotos como el día en que lo conocí.
—Estás en ese lugar oscuro, Jinx —declaré mirando lejos de él—. ¿Tu
hija?
—Sí. Debería estar orgulloso, ¿no? Ella no quiere o necesita mi dinero.
—Sonriendo, miré hacia el cielo—. Feminista entonces.
—Dios no lo quiera. —Escupió sobre el borde del acantilado y
simplemente me reí, abriendo los brazos y permitiendo que el viento soplara
a través de mí otra vez.
Durante kilómetros, todo lo que podía oler era hierba fresca y agua de
mar. Me dieron ganas de volar... era como si estuviera volando.
—Cuidado, señora —susurró, agarrándome de mi cintura.
—Shh, Jinx —murmuré, empujando sus manos lejos—. Estoy en la
cima del mundo.
Era tranquilo en el borde. Mi vida era aún más caótica de lo que había
imaginado.
—Esposa.
Y de esa manera, se fue mi paz.
Giré y allí estaba mi marido, con nada más que unos vaqueros y una
camisa blanca. El viento soplaba a través de su pelo, empujándolo hacia
atrás, haciendo que sus ojos parecieran vidriosos mientras miraba a Jinx.
—Ve a ayudar a Fedel. Ahora. —Le espetó, sus fosas nasales estaban
dilatadas.
Jinx me miró, una ceja levantada, antes de caminar hacia la casa. Liam
le observó como un león acechando a su presa, vigilante a cualquier
movimiento repentino. No fue hasta que Jinx estuvo muy lejos del alcance
del oído que me dio su atención de nuevo.
—¿Has dormido con él? —siseó entre dientes.
¿En serio? ¿Está celoso?
—No he dormido con él desde que entraste en mi vida, marido.
Acarició un lado de mi mejilla, pasó un dedo sobre mis labios, robando
el aire de la burbuja pequeña que nos rodeaba.
—Esa no es una respuesta, esposa.
—Es una respuesta. Simplemente no es la que deseas escuchar —dije
antes de cerrar la brecha entre nuestros labios. Él me acercó a él, agarrando
mi trasero y mi pelo.
—Tú…
—Déjalo ir. Liam. Mi pasado es mi pasado. El tuyo es tuyo. No me ves
mirando mal a todas las mujeres con las que te has acostado. —Si lo hiciera,
mi cara estaría atascada en un ceño permanente.
—Con excepción de Natasha.
—Eso no fue mi culpa, vino a buscarte de nuevo.
—No quiero que estés a solas con él.
Y estábamos de vuelta con Jinx.
—La única razón por la que un hombre se tomaría ese tiempo para
ayudarte a quitarte tu abrigo es si tuviera un fetiche sobre los hombros.
—Estaba embarazada de siete meses, Sedric, le tomó tanto tiempo
porque apenas podía moverme.
Me senté a la mesa, negando. —Perdón por preguntar.
Los dos se volvieron, como si hubieran olvidado que estaba allí.
Podrían perfectamente haber seguido con su paseo por los recuerdos.
Evelyn se inclinó hacia mi y me besó en la mejilla.
—Lo que estamos tratando de decir es que Liam se pondrá un poco
más posesivo contigo con su hijo en camino. No quiere serlo, y
probablemente no tenga ni idea de por qué está actuando de esta manera.
—¿No puedo simplemente sedarlo durante los siguientes seis meses?
—Si no, yo no podría continuar.
Sedric rió a carcajadas.
—¿Y lidiar con toda esa rabia una vez? Es más seguro tomarlo en dosis.
—Si eso no funciona, las galletas de marihuana hacen maravillas. —
Sonrió ella, haciendo que la cara de Sedric cayera.
—¿Me drogaste? —gritó.
Evelyn se puso de pie con rapidez y se dirigió hacia la puerta.
—Ven, amor, no queremos llegar tarde. Estoy segura de que a Mel le
encantaría un poco de tranquilidad.
—Evelyn. —Caminó hacia adelante, pero ella se había ido, corriendo
tan rápido como pudo, riéndose todo el camino. Él me guiñó un ojo antes de
correr tras ella.
—Esta es una familia jodida —alegué, frotando mi estómago. Traté de
imaginar su futuro con nosotros, pero no pude. No podía ver cómo podría
funcionar esto... especialmente si mataba a su padre.
—No está permitido que estés loco, ¿me escuchas? —murmuré hacia
abajo antes de levantarme. Sin embargo, me quedé inmóvil, mirando con los
ojos abiertos a mi estómago.
—¿Mel? —llamaron Declan y Coraline, entrando también vestidos
para impresionar. ¿Qué clase de fiesta era ésta?
—¿Estás bien? —exclamó Coraline, corriendo a mi lado.
—No. Sí. Estoy bien, el bebé acaba de moverse... Creo que me ha oído.
—No importa lo mucho que lo intentara, no podía evitar la gran sonrisa que
florecía.
Se sentía raro, pero era algo bueno.
—¿Puedo tocar…
—No —espeté, con más rudeza de la que pretendía—. Liam ya está
enfadado, él debe ser el siguiente en sentirlo. Declan, ¿funciona el Internet
de nuevo?
—Sí, también los teléfonos. El cableado en esta casa es una mierda,
pero debería estar más estable.
—Bueno, entonces, cuando hayas terminado de bailar en las calles,
comprueba a nuestro amigo Roy.
Liam
Podría fácilmente cortarle el cuello desde aquí, pensé mientras le fulminaba
con la mirada desde detrás de su cráneo.
Él la tocó. Estuvo con ella en un momento antes que yo, y me hacía
hervir la sangre. La forma en que la miró en ese acantilado, y el hecho mismo
de que había tocado su cintura fue suficiente para hacer que me gustase
arrancarle la cabeza de su cuello.
—Esto es todo. —Fedel aparcó y Jinx salió, abriendo la puerta para mí
sin emoción en su rostro. Se puso de pie hombro con hombro conmigo.
—Estoy inclinado a matarte —le dije, subiéndome las mangas.
—Sí señor.
—Dame una razón para no hacerlo.
—Estaba tan borracho que no recuerdo nada —afirmó—. Y soy un
piloto muy bueno.
Monte dio un paso fuera de la maldita casa, sosteniendo la puerta para
que entrara.
—Eso dices, pero esto no ha terminado.
Caminé adelante, no pude dejar de notar que los Briars habían bajado
de estatus de manera drástica. Nos había tomado una semana encontrarlos
porque habíamos pensado que una familia aristocrática y estirada como los
Briars no soportarían pasar tiempo en el campo. Y, sin embargo, allí estaban,
en una pequeña cabaña de un dormitorio infestada de ratas con un agujero
en el techo y en el suelo. Era como si se estuvieran escondiendo de Hitler.
Habían desaparecido los vestíbulos opulentos y los marcos dorados. Ahora
no tenían nada más que la ropa que llevaban puesta y necesitaba saber por
qué.
19
"Los reyes matan por imperios, los locos por aplausos."
—Juan Dryden
Melody
Sabía que era él, y sabía que estaba despierta. ¿Cómo puede alguien
dormir con él cerrando los cajones de nuestra cómoda tan fuerte? Quería
darle una actualización del bebé y preguntarle qué le había pasado para
desencadenar su ira, pero no me atrevía a hablar. ¡Él me estaba haciendo
enojar!
¡GOLPE!
—Hemos estado aquí por una semana —dije—. ¡No hay nada en el
maldito armario! Así que, o se trocean para leña o déjalo como está.
—¡Por supuesto, su alteza! Dios me libre de hacer que se sienta
incómoda. —Cerró el armario con tanta fuerza que los libros encima de ella
cayeron al suelo.
Con un suspiro, me mordí la lengua, intentando lo mejor para no
estallar de nuevo.
¡GOLPE!
—¡URGH! —Grité, agarrando la almohada detrás de mi cabeza para
tirarla a su cara. Él la atrapó con facilidad y luego la dejó caer mientras me
levantaba de la cama. Pero fingió que ni siquiera se fijó en mí.
dioses antiguos son los peores. —Sonreí mientras negaba con la cabeza hacia
mí.
—El hecho de que no reciben ofertas de películas no significa que
apesten.
—Eso es exactamente lo que significa. Tenemos a Júpiter, Apolo,
Marte. Grecia tiene a Hércules y los dioses del Olimpo. Mierda, la mayoría
de las regiones germánicas tienen a Thor y los dioses nórdicos, y luego está
el irlandés. Explica por qué todos ustedes saltaron al cristianismo tan
rápidamente.
—Hércules era un héroe, no un dios. —Él frunció el ceño, liberando
mis brazos mientras besaba mi cuello.
—Ahora me tienes intrigada con este Féile na Beatha. —gemí, tratando
lo mejor para no ceder a él, pero maldición, él sabía dónde besar.
—Tenemos que ir y ser testigos de su gente en todo su esplendor. —
Agarrando mis pechos, se detuvo y me miró a los ojos—. Más tarde.
Yo conocía esa mirada.
—Liam, es mejor que no...
Descansa en paz.
Miré hacia abajo, mi sujetador ahora estaba expuesto antes de
encontrarme con su mirada.
—Pendejo.
Sonriendo, se desabrochó el cinturón lentamente.
—Como quieras, amor.
—Oh no, no. —Me reí, empujándolo sobre su espalda delante de él a
horcajadas—, me has molestado hoy.
—Déjame hacerlo bien entonces —dijo él. Me volcó antes de que
pudiera parpadear, sus manos ya estaban tirando de mis pantalones
vaqueros con facilidad.
Usó sus dientes para tirar de mi ropa interior lentamente hasta que
estuvieron alrededor de los tobillos y luego empezó a besar su camino hacia
arriba.
—Liam… —contuve un gemido cuando su dedo se encontraba dentro
de mí.
—¿Sí, cariño? —dijo inocentemente, deteniendo sólo sus labios para
mirar mientras yo gemía debajo de él.
Se movió dentro y fuera de mí poco a poco... muy lento, riéndose
cuando me sacudí contra sus dedos y traté de obligarlo a moverse más
rápido.
—Liam… —Me dio un beso duro, mordisqueando mis labios mientras
me penetraba con los dedos.
—Tu me hiciste enojar también. Pero me estás compensando con ello.
—Se detuvo momentáneamente—. Me gusta ver que te retuerces debajo de
mí.
—Hmmmm… —gemí de nuevo cuando sus dedos fueron más rápido,
lo que hizo que me apretara alrededor de ellos.
—¿Todo esto debido a tres dedos, bebé? —Se rió, sabiendo
exactamente lo que estaba haciendo—. Me pregunto qué tan fuerte mi
lengua te hará gritar.
—Liam, sólo… —Él no me dio la oportunidad de hablar. Sacó los
dedos de mí, extendió las piernas anchas antes de atacar a mi sexo—.¡Oh
Dios mío! —gemí, mientras envolvía mis piernas alrededor de su cabeza y
me incliné para agarrar su pelo.
Su lengua... jodido Jesús Cristo su lengua. Se aferró a mi cintura, su
lengua fue más profundo dentro de mí, sacudía a mi núcleo cuando empujé
contra su boca. No pude controlarme. Yo quería montar su lengua. Quería
más de él.
—Liam… Maldición… —grité cuando llegué. Me aferré a él por un
momento, tratando de respirar antes de caer a su lado.
Liam
Navegar a través de un mar de borrachos irlandeses y mujeres era una
habilidad que mi esposa no poseía. En el momento en que lo hicimos en la
ciudad de ladrillo degradado que fue apodada Killeshin, se vio obligada a
enterrar su nariz en mi camisa para evitar enfermarse. Había suficiente
alcohol en el aire para dejar a un elefante borracho, y si eso no te molestaba,
siempre estaba el olor de cordero asado mezclado con el hedor del sudor
humano.
Sin embargo, no vinieron aquí para la comida, o incluso el
alcohol. Vinieron por la música; Que resonaba en todas las piedras, postigos
y seres vivos.
—Podemos regresar —dije, tirándola entre mis brazos mientras la
manada nos tragaba por completo.
—Estoy bien, solo necesito un segundo para adaptarme —murmuró,
respirando hondo otra vez en mi camisa.
La forma en que se aferraba a mí la hacía parecer dulce e inocente, como un
gentil cachorro. Era aterrador lo bien que podía esconder quién era
realmente.
—¿Liam?
—Sí.
—¿Qué están haciendo tus padres? —preguntó ella, deteniéndose para
mirar a mi madre y mi padre que estaban a sólo unos pasos por delante de
nosotros, más cerca de la banda Celta.
Ninguno de los dos parecía darse cuenta de los idiotas a su alrededor.
Estaban demasiado ocupados haciendo el amor con sus ojos. Lentamente mi
padre cayó sobre una rodilla, sacando una pequeña caja roja para ofrecérsela.
La única prueba de que había alguna vez un festival en las calles eran
las luces que colgaban azotadas por los vientos, las botellas dispersas en las
aceras que todavía estaban goteando con el ron y los instrumentos
abandonados que sólo momentos antes estaban vivos con la música.
—Todo lo que necesitamos es una planta rodadora girando en el viento
—bromeó Coraline, desde dentro del abrazo de Declan. Algo pasaba en
aquellos dos.
—¡Alguien toque por nosotros antes de que olvide que es domingo! —
grité, forzando lo que parecía Dylan, Monte y Jinx al escenario.
Tomé la mano de mi esposa en la mía y la empujé hacia la música.
—¿A quién mataste? —preguntó mientras bailábamos.
—Dijiste que no querías saber de esto.
Sus labios se tensaron en una línea recta. Me preguntaba por cuánto
tiempo podría manejar estar en la oscuridad. Suspiró profundamente, echó
un vistazo a los nuevos hombres —los hombres que convenientemente
habían saltado a los lados, a los hombres sin lealtad— y era como si yo
pudiera leer sus pensamientos.
—No matamos los domingos —le recordé.
—No lo hacemos —respondió ella—, pero otros a nuestra disposición
nunca hicieron tal compromiso. Saqué el sombrero de copa de su cabeza y
lo puse en la mía—. Pobre Viejo Doyle.
—No sólo él, todos ellos. No necesitamos gente nueva y estoy segura
en no confiar en hombres que tan fácilmente traicionarían a los suyos.
Precisamente.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté, girándola rápidamente.
—Es domingo, Liam. Seguimos ejemplos de la Biblia los domingos. Y
recuerdo claramente un pasaje sobre matar hombres en su sueño. Todo ese
alcohol debería estar pateando pronto. Irlandeses o no, ustedes necesitan
dormir. —Ella sonrió, envolviendo sus manos alrededor de mi cuello.
20
“¿Qué es un Rey para Dios? ¿Qué es Dios para un rey?”
—J. J McAvoy
Declan
Empujo mi cuchillo en la bota, abrí nuestro baúl y revisé la ropa de
Coraline para encontrar mis nuevas armas.
—¿Pensé que no matábamos los domingos? —me preguntó, reuniendo
nuestras cosas por la habitación.
—Melody y Liam no. No estoy seguro de la razón. Es como si en
verdad creyeran que Dios lo aprecia —murmuré mientras cargaba las balas.
Riendo, se acercó y rodeó mi cuello con sus brazos y besó mi mejilla.
—¿Ahora hablas de Dios?
Pongo mis ojos en blanco hacia ella y agarré mis silenciadores.
—No, pero un asesino a las 11:59 pm y a las 12:00 am sigue siendo un
asesino.
—¿Eso nunca te molesta? —Me susurró al oído.
No respondí; Sólo cargué.
—Declan.
—¿Conos de nieve de alta gama? Alguien como él, ¿de dónde saco
tanto?
—Realmente me importa una mierda. Todavía estamos tratando de
averiguar quién puso la bala en el presidente Monroe. —Casi había olvidado
eso.
—Trata con la mierda presidencial. Dejaré que Mel y Liam sepan lo de
Roy. Nos vamos a casa en un par de horas, entonces puedes devolver la
corona.
—Pesada es mi cabeza —respondió.
—Neal, ¿eso fue una referencia a Shakespeare? ¿Cuándo aprendiste a
leer? —Reí.
—¡Vete a la mierda! —dijo antes de colgar.
—También te amo primo —le dije a nadie. Al levantarme de mi silla
fui hacia la ventana y soplé la vela solitaria.
—Adiós, tío abuelo. Dile al viejo que dije hola.
21
"Ser poderoso es como ser una dama... si usted tiene que decirle a la gente que lo
eres, no lo eres."
-Margaret Thatcher
Melody
Tamborileo los dedos sobre la mesa, me desplacé a través de las
encuestas que aparecieron en mi teléfono.
—Voy a matar a su hermano, Liam. Lo juro. —¿Qué tan difícil era hacer
que la gente te gustara?
Tomó mi teléfono de mi, lo metió en el bolsillo delantero y se inclinó
en su silla antes de mover de un tirón a través de su libro. —Las encuestas
políticas no significan una mierda. No hay por qué preocuparse de ello. Una
vez que aterricemos, vamos a arreglar esto, viendo cómo mi hermano no
puede encontrar sus bolas.
—Él citó a Shakespeare a principios de esta mañana. —Declan rió,
untando mantequilla a su tostada en el pasillo.
—¿En serio? —Coraline rio entre dientes, robando su desayuno antes
que él tuviera la oportunidad de aprovechar los despojos de su trabajo.
—¿Pueden todos ustedes dejar de actuar como si mi hijo está con
muerte cerebral? Los talentos de Neal son mucho mayores que sus defectos.
—Evelyn frunció el ceño, mientras bebía su café. Sedric dijo nada mientras
se ajustaba las gafas y continuó leyendo a través del papel.
—Por supuesto, madre…
—¡De todos modos! —dije bruscamente, tratando de volver sobre el
tema—. Le dije para igualar el campo de juego, y sin embargo, aquí estamos,
enterrados bajo una montaña de mierda. ¡Esta perra estúpida debería sufrir
por su marido, no correr en su lugar! Nadie reacciona a los asesinatos
correctamente nunca más.
Liam negó con la cabeza hacia mí riendo, pero antes que pudiera
hablar, la voz de mala suerte vino a través del intercomunicador.
—Señor, señora, estaremos llegando al aeropuerto internacional de
Chicago en diez.
Suspirando, me recosté para abrochar el cinturón de seguridad. Miro
hacia abajo, me encontré con mi estómago cernido sobre mi cintura.
¿Cuándo había llegado a ser tan grande?
Mirando hacia arriba, me di cuenta no sólo de Liam, sino que Coraline
y Evelyn estaban mirándola también.
—Declan, ¿te pusiste en contacto con Roy sobre los conos de nieve? —
pregunté, tratando de no poner más atención a mi estómago.
—¿Conos de nieve? —preguntó Sedric, doblando su papel hacia abajo
para mirar a nosotros—. ¿Cuánto?
—Ocho mil —respondí—. Es mucho, pero queremos asegurarnos que
es puro.
—Si lo es, ¿de dónde un concesionario de bajo nivel como Roy
consigue cocaína pura? —preguntó Liam, me mira fijamente a los ojos. Los
leo por un momento, tensos a medida que obtuve lo que estaba
insinuando—. ¿Crees que es una trampa.
—¿Con qué frecuencia te encuentras con heroína pura como la que está
vendiendo? —Él tenía un punto.
mi mano en la suya, ella me bajó por las escaleras como un niño que necesita
ayuda. Mirando fijamente a hacia atrás a Liam, articulé—: Sé agradable. —
Suspirando, me aferré a ella mientras caminábamos.
En la parte inferior Olivia y Neal se pararon frente a nuestros
automóviles, vestida de blanco. Incluso Adriana se quedó con un traje de
pantalón blanco.
—Bienvenida de nuevo. —Olivia sonrió, tirando de mí en un abrazo—. La
ciudad no ha sido lo mismo sin ti.
Ella me está tocando.
—Puedes dejarlo ir ahora, Olivia. La gente puede empezar a creer que
eres genuina —dije, mientras me liberé de sus brazos huesudos.
Sus ojos y sus fosas nasales se estrecharon, pero sonrió de todos modos,
lo que demostró mi punto. Neal dio un paso adelante, preparándose para
darme un abrazo también, pero la retiré y fue a Evelyn para aceptarla en mi
lugar. Él disimuló, besando a Evelyn en la mejilla.
—¿Hay alguna razón por la que están vestidas de blanco? —Les
pregunté.
Neal asintió.
—El senador Colemen está teniendo una cena conmemorativa y de
caridad esta noche para ambas partes. Se le pidió a todos los asistentes vestir
de blanco como un llamado a la paz, la esperanza y la perseverancia en este
tiempo oscuro —recitó.
Lo miré por un momento antes de tomar el brazo de Evelyn, una vez
más.
—Un tele apuntador viviente. No puedo esperar a escuchar su
discurso de por qué está Colemen tan atrás en las encuestas. Creo que ha
sido rodado dos veces.
—La gala benéfica de esta tarde se llevará a cabo en la casa. Por lo que
entendí, era una táctica política, razón por la cual despidió a todos los
inmigrantes.
Pellizqué el puente de mi nariz, un hábito que estaba recogiendo de
Liam, sólo pude cerrar los ojos y descansar la cabeza contra la silla.
—¿Qué otra cosa, Adriana?
—Neal está trabajando en algo grande para la noche. Sabía que había
una probabilidad minúscula de que tú o Liam descansaran con extraños en
la casa, así que me tomé la libertad de preparar toda su ropa y sus
pertenencias junto con el resto de la familia. También he añadido al menos
treinta cámaras alrededor de la propiedad para esta noche. Incluso en las
habitaciones.
—Dios, dame la fuerza para no matar a mi propio hijo —oró Evelyn.
Miré por la ventana, vi a los árboles por la falta de definición y trataba
de envolver mi mente alrededor de este, sin perder la calma. Quería exprimir
tanto de ellos, pero lo único que podía hacer era ir a esta maldita función y
mirar. Después, tendría que lidiar con Roy.
—Adriana, organiza una reunión para mí.
Liam
Esperé en el avión por la única razón de hacer frente a Jinx solo. Todo
el vuelo, me quedé mirando a mi mujer con respeto, éxtasis y amor, antes de
darme cuenta de que todavía no sabía mucho acerca de su pasado. Sabía
sobre su pasado criminal, pero no su personal. Ella era más que el arma en
sus manos, y la sangre bajo sus talones, y quería saber más. Por lo tanto,
esperé a las afueras de la cabina mientras aparcaba nuestro jet.
El momento en que él abrió la puerta, se encontró cara a cara conmigo
y se detuvo, dejando caer la bolsa en el suelo.
—¿Jefe?
—Estabas mintiendo cuando dijo que estabas borracho cuando
dormías con mi esposa.
—Jefe…
—Nunca me interrumpas, Jinx. Me estás dando una excusa para
matarte —le dije. Él asintió con la cabeza, parado derecho con las manos
detrás de su espalda.
—A lo que iba, no estabas borracho. Y me gustaría creer que mi esposa
no ha saltado en la cama con nadie. Ustedes dos estaban cerca, ¿no?
Él respiró profundamente y asintió.
—Bueno, entonces ¿qué es lo que no sé de ella? Las pequeñas cosas
personales que ella señalaría tan insignificantes que no se molestaría en
compartir. Sé que le teme a la oscuridad, pero dime más.
Él mantuvo la boca cerrada.
—Ya he terminado de hablar, Jinx.
—Le encanta nadar, pero creo que lo sabías.
—Sí.
Melody
—¡Tienes que estar jodidamente bromeando conmigo! —grité en el
espejo de mi armario, haciendo que Liam entrara como un ángel erótico del
infierno. Llevaba sus pantalones blancos, camisa y blazer impecablemente,
mientras yo, por otra parte, estaba lista para enloquecer.
—¿Qué pasa? —preguntó estúpidamente, sacando un hilo suelto de su
blazer.
—¿Qué pasa? —repetí, con las fosas nasales en llamas—. ¡Lo qué
mierda pasa, es ESTO!
Me di la vuelta para mostrarle la cremallera que se había roto menos
de la mitad de mi espalda. Nunca, ¡nunca en mi vida no había sido capaz de
usar alguna de mi ropa!
Él rió. El idiota irlandés solo se rió.
—¡Esto no es gracioso! —Lo maldije, sacudiendo el vestido, esperando
que por algún milagro la cremallera se reparara y subiera todo el camino.
Caminando detrás de mí, agarró mis caderas y me atrajo hacia él.
Encontró mi mirada en el espejo, esa sonrisa todavía se extendía por su
rostro.
—Verte, mi esposa de toda la gente, volverte loca sobre la ropa es lo
más divertido que he visto esta semana.
—Entonces necesitas salir más —dije bruscamente, mirando el
estúpido vestido blanco aferrado a mi cuerpo—. Y para que conste, no estoy
enloqueciendo. No debería estar luchando con mi ropa por al menos otras
dos o tres semanas.
—¿Y tienes esas estadísticas cómo?
No respondí.
22
“El lenguaje político… está diseñado para hacer que las mentiras sean verdaderas,
el asesinato sea respetable, y para dar apariencia de solidez al viento puro”.
—George Orwell
Melody
—Es como si el tiempo se hubiera detenido. La tierra debajo de mis
pies se abrió y el mismo demonio se alzó y me tiró al infierno. Grité, tratando
de alcanzar a mi marido en medio del caos. Quería morir, porque sabía en
mi corazón que él se había ido. No podía deshacer lo que miré, ¡lo que
América miró! Sólo momentos antes, nos sentamos en la parte trasera de la
limusina y mi marido, el Presidente Monroe, me dijo lo humillado que estaba
de ser un servidor de este gobierno, de ustedes, su pueblo. Me contó sus
sueños para este país. Siendo de Texas, donde todo es grande, sus sueños
eran aún más grandes. Es por eso que no puedo parar de llorar, porque todo
lo que puedo hacer es honrar hasta su último sueño hasta que tenga mi
último aliento.
Uno por uno, miré a la gente que nos rodeaba, algunos con lágrimas
en sus ojos brillando, otros listos para ir a la guerra por esta mujer. Estaban
aplaudiendo, celebrando. No quería estar de pie, no quería aplaudir, todo lo
que quería hacer era tomar un bate de acero y estamparlo en cada una de sus
caras.
—Lo puedo imaginar. Los niños son geniales, no puedo esperar a tener
nietos.
—Sí, por favor discúlpame —le dije, levantándome de mi asiento.
Liam se levantó.
—¿A dónde vas?
—Al baño, papá. Regresaré. Eres tan malditamente sobreprotector.
Besando mi mejilla, se inclinó y susurró en mi oído.
—Eres sexi cuando estas enojada.
—Siempre soy sexi —susurré.
Sonrió.
—Siempre estás enojada.
Sacudiendo la cabeza, me aparté.
Era interesante estar rodeado de tantas figuras políticas a la vez. Todos
parecían no haber venido por una buena causa, sino con la esperanza de ser
cabilderos. Cada uno tratando de explicar por qué necesitaban financiación
para cualquier mierda que estaban en esta semana.
En mi camino hacia el vestíbulo de la casa, no pude dejar de
preguntarme: si ellos eran los guardianes de la ley, la gente que elegíamos
para mantener la justicia, cómo alguien podía estar tan sorprendido por el
tipo de personas que éramos. Nosotros éramos los buenos criminales.
Tomábamos sólo lo que era nuestro, se vendía sólo a los que querían y
matábamos a los que lo merecían… en su mayor parte. Incluso devolvíamos
a nuestra comunidad diez veces más que ellos.
Cuando doblé la esquina, vi a la primera dama entrar al estudio, al mío
y de Liam, tirando de una mujer detrás de ella con prisa.
¿Romance lesbiano? Pensé, haciendo todo lo posible por no sonreír. ¿Tan
pronto después del asesinato de su marido? Si algo así se escapara a los medios,
—Oh, cállate y toma una Xanax. Has estado muy bien, la gente te ama
y a ese pelo grande que tienes. —Aviela sonrió, levantado sus pies.
En el momento en que Aviela habló de su cabello, se sentó,
limpiándose la cara y alisando el traje.
—¿Ves? Ya pareces más presidencial.
—Cuando gane las elecciones, no quiero que vengas. ¿Cuánto costará
que desaparezcas? —preguntó, aparentemente tratando de recuperar el
decoro.
Aviela sonrió levantándose.
—Nada.
—¿Qué?
—Gana y asegúrate que los Callahan nunca lleguen a la Casa Blanca.
Así es como me pagas —le dijo antes de salir de la habitación.
—No. no. no —siseé, tratando de ver a dónde iba. Aparentemente, la
perra había quitado la mayoría de nuestras viejas cámaras. Si no fuera por
las nuevas que Neal había instalado, si siquiera la hubiéramos capturado en
el estudio.
—¡Maldita sea! —grité mientras Liam, Declan y Sedric entraban al
estudio para encontrarlo vacío. Como si pudiera sentir mi rabia, Liam
atravesó furiosamente la habitación, recogiendo el libro que Aviela había
dejado sobre el escritorio.
—Encuéntrala —dijo con la mandíbula cerrada antes de salir de la
habitación.
Traté de calmarme, tomé una respiración profunda. Cuando las
puertas de la sala de control se abrieron, tiré al instante de mi cuchillo. Liam
miró fijamente el cuchillo encima de la cabeza antes de mirarme a los ojos.
—¿Qué descubriste de los Briars? —pregunté, todavía intentando
recuperar el aliento.
—Sí estoy bien. Sólo… Maldita sea, Liam. Quiero que ella se vaya.
¡Quiero que todos ellos se vayan! La vi y por primera vez en mi vida, estaba
realmente asustada. Si yo fuera quien era antes, habría entrado allí en el
momento que oí su voz… pero… —Hice una pausa para mirar mi estómago
sobresaliendo.
—Mel…
—No me gusta tener miedo. No sé cómo tenerlo. Esa no es mi
naturaleza, y sin embargo, allí estaba yo —susurré.
Tomando mis manos, besó la parte detrás de ellas.
—No estabas asustada, estabas siendo madre, amor. Pusiste tu cólera
y necesidad de venganza a un lado y eso protegió a nuestro hijo. Esa es tu
naturaleza.
La sonrisa en su cara, a pesar de todas las cosas que pasaban, me hizo
querer sonreír. Pero no podía. Un momento estaba sentada, al siguiente,
estaba encorvada para ver sangre, mi sangre, manchando rápidamente el
vestido blanco.
No. por favor, no. No otra vez.
—¿Mel? ¡Mel!
Liam
No sé qué pasó. Todo era un borrón. En un momento estuve
asombrado de ella, tan orgulloso que había estado abierta conmigo. La
siguiente, estaba rodeado por la prensa mientras la llevaba a una
ambulancia. No estaba seguro si me había quedado sordo o si mi cerebro se
había cerrado momentáneamente, permitiéndome concentrarme sin
romperme realmente.
Durante el viaje al hospital, todo se movió con tanta rapidez. Mel me
estaba apretando la mano con tanta fuerza, y sin embargo, estaba congelada,
insegura de lo que pasaba, sin saber qué decir ni qué hacer, así que tomé su
mano, le aparté el cabello y besé su frente. Estaba acurrucada en posición
fetal y no había nada que pudiera hacer. Estaba a punto de llamar a un
hombre para que fuera el próximo presidente y, sin embargo, no podía
ayudar a mi esposa.
En el momento en que entramos en el hospital, la alejaron, cortándole
el vestido a medida que iban. La enfermera ya se estaba preparando para
poner una suero en su brazo, pero me acerqué para detenerla.
—No queremos drogas.
—Señor. Callahan. —Levanté la vista para encontrar a ese doctor,
Am... algo. —Miró a Mel, presionando su abdomen suavemente, lo que hizo
que Mel volviera a llorar.
—Tu trabajo es curarla, no hacerla sentir peor —dije, deseando
arrancar su fea cabecita de su cuello.
—Señor Callahan, lo siento, pero va a doler antes de que mejore. De
cualquier manera, ella va a necesitar los líquidos, y los analgésicos tienen un
doble propósito. Necesita estar tranquila o corremos el riesgo de perder a
este bebé —replicó ella de inmediato.
Casi quería reírme de su intento de ser amable y usar 'por favor'. Esto
la hizo sonar aún más molesta.
—Señora Callahan, por lo que sabemos, tienes preclamsia. Todavía no
es peligroso para la vida. Sin embargo, su presión arterial es muy alta. Si esto
no cambia, existe una alta posibilidad de que desarrolle eclampsia, lo cual
puede ser peligroso tanto para su salud como para la del niño no nacido. Vas
a tener que tomarlo con calma en las próximas semanas, ¿de acuerdo?
Levantando su vestido y poniendo una manta sobre sus piernas, la Dr.
Lewis colocó una especie de gel en el estómago de Mel.
—¿Fácil? ¿Cómo reposo en cama fácil? —preguntó ella. La única
manera de asegurarse de que Mel no se relajara era decirle que lo hiciera.
—No, no creo que sea tan grave todavía, pero sinceramente
recomiendo tomar un tiempo libre del trabajo.
—¿Una Callahan que realmente trabaja? —La enfermera susurró
detrás de nosotros, sin darse cuenta de que podía oírla y yo estaba a unos
dos segundos de estrangularla con la manga de suero de Mel. Sin embargo,
antes de que pudiera comentar, un pequeño whoosh resonó a través de la
habitación. Era como un pequeño tambor submarino.
—Ese es el latido del corazón de su bebé.
Mel se echó a reír, extendiendo las manos a su estómago mientras el
ruido continuaba. Era fuerte y hermoso al mismo tiempo. Era como la
música que podía imaginar a Dios disfrutando, y no podía por mi vida,
arrancar mis ojos lejos de la imagen en blanco y negro en el monitor.
Sonriendo, la doctora Lewis miró la pantalla, moviendo la varita sobre
el estómago de Mel.
—¿Quiere conocer el sexo?
—Sí.
—No.
—¿No? —La miré fijamente. Ahora estábamos descubriendo el sexo.
23
“Las acciones son la primera tragedia en la vida, las palabras son la segunda.
Las palabras son quizás las peores. Las palabras no tienen piedad...”
—Oscar Wilde.
Coraline
Odiaba los hospitales. Todo el mundo estaba o moribundo o muerto.
Sin embargo, en este momento me sentía como que iba a morir de emoción.
O nerviosismo.
—¿Qué te hace parecer una bombilla de un megavatio? —preguntó
Olivia, sentada frente a mí y comprobando su teléfono con calma.
—¿Qué?
—Tu cara. Te ves como si estuvieras a punto de estallar en una canción
de un musical. Lo cual es un poco retorcido dado que Mel está perdiendo su
bebé otra vez.
Ella era una perra.
—Olivia, no sabes eso —susurró Neal, sentado en su silla de plástico.
—Ella estaba sangrando, y enroscada en una bola, estoy segura que
cada medio de comunicación está hablando de ello ahora...
—¿Qué?
—Mel está bien. Estamos en un hospital con todo tipo de dispositivos
que pueden averiguar si estás o no embarazada —susurró.
Mordiendo mis labios, asentí mientras me llevaba a recepción.
—¿Hay alguna forma en que podamos obtener una prueba de
embarazo ahora? —Le hizo un guiño a la mujer que sólo pudo sonreír y
asentir.
—Si, Evelyn tendrá un ataque al corazón si se lo decimos ahora. —
Podía ver su cara; no siendo capaz de procesar la información que le decían
antes de que saltara sobre mí.
—Entonces se lo diremos más tarde y lo haremos nuestro pequeño
secreto por ahora. —Él sonrió, besando mi mejilla.
Olivia
No es justo. Siempre era a la que le daban mierda. Siempre era la que
miraba mientras todos los demás seguían hacia delante mientras a mí me
tiraban atrás. ¡Mel era una malvada perra! Rompió todas las leyes; cada
mandamiento bajo Dios, y, aun así, su vida era perfecta. Su vida era justo de
la manera en que quería que fuera.
—¡Apestas, sabes! —grité hacia el cielo—. ¡No estoy segura de lo que
haces todo el día, pero no está funcionando! La vida es una mierda y lo sabes.
—¿Me estás gritando a mí o a Dios? —Neal gritó detrás de mí.
—¡Vete, Neal! —me disgustaba.
Tocó mi hombro suavemente y tuve la tentación de apoyarme en él.
—Olivia...
—¿Ibas o no a matar a mi padre esta noche? —Me volví para mirarle
fijamente a los ojos, pero no pudo mirarme—. No me lo puedo creer.
—Olivia... —Intentó tirarme hacia él
—¡NO! —dije bruscamente, tirando de sus brazos—. ¡Desde que esa
mujer ha entrado en nuestras vidas, todo ha ido mal! ¿Qué pasa con las
reglas? ¿Matábamos por la familia, morimos por la familia? ¡Sin embargo,
nadie está a salvo! Dios no permita que parpadees en su dirección. La familia
solía ser importante para ti y todos los demás. Pero ahora, que le jodan. Es
cada persona por sí mismos, y que ni siquiera me defiendes. Nadie me
defiende excepto yo. Por lo que la mierda tú, a la mierda Melody Giovanni,
y a la mierda todo lo que pretendes defender.
Traté de salir, pero me agarró los brazos, empujándome contra la
puerta y llevándome de nuevo al hospital.
—¡Suéltame! —Empujé—. Neal...
Declan
—¿Por qué tarda tanto tiempo? —Coraline suspiró, moviendo sus
piernas atrás y adelante en el borde de la cama.
La enfermera se había ido con sus muestras de sangre hacía más de dos
horas. Si hubiera sabido que tomaría tanto tiempo hacer una prueba de
embarazo, estoy seguro que Coraline habría preferido que esperásemos e
hiciéramos esto en la comodidad y privacidad de nuestra propia casa.
—Bebé, estoy seguro que van tan rápido como les es posible. —Traté
de esconder mi escepticismo. Ella estaba emocionada. Estaba tratando
mucho de no estarlo, pero no podía evitarlo. Todo su cuerpo estaba
temblando y, por tanto, también el mío.
Habíamos llegado tan lejos en el último año y medio. No habíamos
arreglado todo, y todavía íbamos a terapia, pero éramos felices. Seguía
tratando de imaginarnos como padres. ¿Qué le enseñaríamos a él o ella? ¿A
quién se parecería? Tenía la esperanza de que nuestras niñas se verían como
ella; tendrían su sonrisa.
—Deja de mirarme así. —Ella rió, golpeando con sus pies.
—Así es como siempre te miro —contesté, agarrando sus piernas y
besando sus muslos—. Y estaba pensando en nombres para nuestro hijo,
Brendan.
—¿Brendan Callahan? Suena tan aburrido y simple.
—Bueno, perdón, ¿qué nombres tienes en mente?
—Nuestro primer niño será niña. —Ella rió.
—Lo siento cariño. Los nadadores Callahan parece que sólo producen
machos.
Mordí mis labios, luché contra mis propias lágrimas; no necesitaba eso
de mí, no ahora.
—No tienes nada que lamentar, bebé. Vamos a luchar contra esto —
susurré, besando su cabeza—. Vamos a luchar contra esto y a ganar.
Ella sólo lloró con más fuerza, y perdí la batalla contra las lágrimas, ya
que comenzaron a rodar por mi cara. Hacía quince minutos, estábamos
pensando en nombres de bebé, riendo, felices, con ganas de escuchar dos
pequeñas palabras: están embarazados. Ahora estaba tratando lo mejor que
podía en no pensar en funerales, o en perderla a ella, mi razón de vivir.
Me encontré hablando con Dios mientras miraba las luces
parpadeantes. De verdad le hablé por primera vez en lo que parecía desde
siempre.
Si piensas que puedes llevártela lejos de mí sin luchar, estás jodidamente
equivocado. Ella no va a morir de esto; no voy a dejar que lo haga.
24
“Vida, aunque sólo sea una acumulación de angustia, me es querida, y la
defenderé”.
—Mary Shelley
Liam
“Noticias de última hora y sin precedentes. Sólo a unas horas después del baile
de caridad del Senador Colemen y la hospitalización de Melody Callahan, la Primera
Dama Julie Monroe fue arrestada y acusada de traición y asesinato de su esposo, el
Presidente Monroe. Esto la convierte en la primera mujer con un asesinado del
Presidente de Estados Unidos en sus manos. El FBI afirma que se les dio pruebas
anónimas de su participación. La primera dama Julie Monroe hace unos días juró
postularse en lugar de su esposo para las elecciones de este año. Todo esto es muy
confuso y honestamente insondable. Pero estaremos al tanto. Esperamos
mantenerlos actualizados”.
—¿Te estás comiendo mi gelatina? —susurró Mel, tratando de abrir los
ojos.
Miré fijamente el vaso en mis manos, fruncí el ceño.
—Pensé que odiabas la gelatina.
Beau
Cerré mi teléfono, miré a todas las insignias en frente de mí. La
mayoría de ellos saludándome mientras caminaban alrededor.
—Así se hace, Brooks.
—Brooks, trabajando a su manera.
—Felicidades, Brooks.
Todo lo que pude hacer fue asentir, tomar una respiración profunda, e
ingerir el olor de sudor y café rancio, antes de repetir la misma vieja línea—: Sólo
hago mi trabajo. —Durante años, no era más que un patrullero, y nunca pedí
ser mucho más. Mi verdadero trabajo era vigilar las calles. Ahora, la palabra
en todo el departamento era que yo estaba en la lista restringida para
convertirme en un detective.
Necesitaba llegar a esa sirvienta tan pronto como sea posible, pero el
FBI la tenía encerrada en la parte trasera del recinto. Ellos querían sus
nombres en esto, ya que no podían obtener sus etiquetas de la esposa del
presidente. Pero arrestar a los Callahan era lo más cercano al primer lugar
según llegaron.
—¿Crees que es cierto? —preguntó mi compañero—. Si es así, tenemos
que estar en este caso. —Se apoyó en mi escritorio.
—Eres un cachorro, Scooter. Deja de tratar de abarcar casos en los que
ni siquiera tienes dientes —le dije, mirando la botella de agua en mi
escritorio. Tenía un plan, sólo necesitaba más tiempo.
—Dicen que los Callahan son lo peor que le ha pasado a esta ciudad
desde Al Capone. Que asesinan a hombres, mujeres y niños, sin problemas.
Mueven drogas en la niebla; marihuana, cocaína, heroína. Si es ilegal, lo
venden y hacen millones en todo el país, sin embargo, son todavía...
ir hacia abajo, a pesar de que no tiene idea de lo que son? Está bien, lo que
sea. Encuéntrame en interrogación en cinco minutos.
Agarré una botella de agua y salí del bolígrafo.
—No soy ningún novato más —gritó desde detrás de mí. ¿Qué más
podía decir?
—Cierra tu maldita boca, chico y consíguenos un poco de café —gritó
alguien detrás de mí, pero no me molesté en que me importe o para mirar
hacia atrás.
Siempre se puede saber cuándo los federales estaban en la ciudad;
arrebataban todo caso de gran notoriedad y se aseguraban de golpear sus
nombres en un Big Bird2 amarillo por todos lados. No me encontré con la
mirada de cualquier persona, mientras caminé por el pasillo, antes de entrar
en la sala de archivos. No me quedaba mucho tiempo. Estaba jugando con
un nuevo tipo de fuego aquí.
Esta botella de agua era la única oportunidad que me quedaba.
La clave para ser un mentiroso era que había que creer tus mentiras.
Era tan simple como eso. Di mentiras que puedas creer, y cuando lo hace, el
mundo las va a creer junto contigo. Así que cuando entré en el pasillo, sabía
lo que quería ver. Sabía la mentira que creería; la sirvienta era una mentirosa
y yo iba a hacer que lo admita.
Todo se sentía agudo; mis sentidos nunca habían estado tan claros, e
iba a jugar cada tarjeta que tenía. Los agentes del FBI estaban en espera, con
la esperanza de que tenían algo. Junto a ellos estaba Scooter, que estaba justo
antes de frotarse las manos.
Miré a la mujer de piel bronceada, pelo oscuro, rezando en la mesa,
traté de no abandonar el personaje. —¿Ella dijo algo?
No podía haber tenido más de treinta años, ¿tal vez?
2Big Bird – Se le llamó Big Bird al auto Ford Thunderbird, que en sus años fue el auto de pasajeros más
grande hasta la fecha.
—Ella no quiere hablar hasta que vea una visa. No tiene sentido sin
embargo. Tiene un niño más en la frontera. ¿Por qué no pedir para él un pase
libre? ¿En su lugar, quiere una visa para ella? —preguntó Scooter.
—Después de que nos dijo sobre la Primera Dama, ella decía “Ave
María llena de gracia", una y otra vez. Si yo fuera María, estaría molesto —el
oficial a mi derecha se burló antes de volverse hacia el espejo de dos vías—. Esto
es una pérdida de tiempo. Están interrogando a la primera dama en este
momento. Es tu cuello el que deberías vigilar.
—Estaré allí en un minuto. Sólo quiero intervenir con ella primero.
—Nosotros —dijo Scooter—, nosotros queremos intervenir con ella.
—Disfrútalo. Pide a Madre María rezar por mí. —Se rio antes de
caminar. Paso uno; hecho.
—Entonces, ¿cómo vamos a ir con ella? —preguntó Scooter, tratando
de entrar, pero lo detuve en la puerta—. No eres un agente de policía,
¿recuerdas? Eres un animador. Puedes apoyar al equipo desde atrás del
vidrio.
Al entrar, lo primero que oí fueron sus oraciones—: Dios te salve,
María, llena eres de gracia, el Señor es contigo...
—Antoniodita tú eres entre todas las mujeres, y Antoniodito es el fruto
de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén —terminé por ella,
poniendo la botella de agua sobre la mesa antes de ayudar a sostener la silla.
—María, la madre de todas las madres —dije sacando mi propia silla—. Mi
madre también la amaba.
—¿Tiene mi visa? —preguntó con un fuerte acento.
—No.
—Entonces no tengo nada para ti.
—No creo que alguna vez tuvo nada para mí, para empezar.
—¡Yo trabajaba en esa casa! ¡Vi cosas! ¡He oído cosas! —Me gritó.
—Un poco de agua —le dije, deslizando la botella de agua sobre la
mesa.
Ella la empujó de vuelta. —Estoy bien, policía.
—¿De veras? Porque has estado aquí un tiempo y lo último que quiero
es que esté deshidratada. Además, espero que hables mucho —dije,
empujando el agua hacia ella.
—Sin visado, no hay confesión —repitió antes de llevar la botella a los
labios. En el momento en que bajó la vista, se congeló. Sus ojos oscuros
leyeron lentamente las palabras escritas en el lado de la parte trasera de la
etiqueta.
—¿Está bien, Sra. Morales?
Ella me miró con los ojos abiertos, totalmente congelada.
—Es sólo agua. —Dije, agarrando la botella—. No es veneno. Estás a
salvo aquí.
Para probar mi punto, agarré el agua y bebí.
—Los Callahans.... —susurró, inclinando la cabeza hacia abajo.
—Sra. Morales, sé que esto es aterrador. Mi pareja, me recordó las
acusaciones contra los Callahan. Cómo algunos dicen que mataron a
hombres, mujeres e incluso niños. Cómo no tienen ningún respeto por la ley.
Cómo iban a cazar a cualquiera que intente interponerse en su camino. Si eso
es cierto, no me puedo imaginar lo que debe haber pasado en esa casa. Lo
que pudo haber visto. Sabemos acerca de su hijo a través de la frontera.
Ella se puso tensa, el agua se acumuló debajo de sus párpados mientras
los labios y los brazos temblaban.
—Mi madre era una ilegal, trabajó toda su vida para gente como los
Callahan. No le importaba sin embargo. Ella sólo quería que sus hijos
obtuvieran la mayor oportunidad en la vida. Habría echo cualquier cosa por
los niños… por mí. Incluso enfrentar a gente como los Callahan. Es por eso
que quieres una visa, ¿verdad? Por lo que podrías traerlo de la manera
correcta. Por lo tanto no sería etiquetado como un inmigrante ilegal. Quiero
ayudarla, Sra. Morales, pero tengo que ser honesto conmigo. Usted es la
única que puede derribar a los hijos de puta asesinos. La protegeremos. Yo
personalmente la protegeré.
Me aseguré de que podía leer mis ojos, e hizo que las lágrimas rodaran
por sus mejillas. Limpiándose la nariz, ella asintió.
Se sentó más derecha y admitió—: Mentí. No sé nada. Sólo quería algo
para mi hijo.
—¿No tienes nada de los Callahan? —Dije de nuevo, mirando a los
ojos.
Una vez más, ella asintió.
—No tengo nada de los Callahan. Sólo quería vengarme de ellos. Me
han despedido sin razón, no tengo nada, y se lo llevaron todo. Ellos tienen
tanto, ¿sabes? Sólo quería algo para mi hijo.
Sacudí la cabeza hacia ella, agarré el agua. —Agárrate fuerte, Sra.
Morales. Agárrate fuerte.
—Por favor, no me deporte. ¡Por favor! Soy la única enviando
cualquier cosa de vuelta. Mi hijo es todavía joven. Como su madre, sólo
quería darle lo mejor, hacerme con un buen trabajo. ¡Necesito tu ayuda por
favor! Necesito la visa.
No había nada más que podía decirle, por lo que simplemente me fui.
Scooter se quedó mirando a la mujer, que había regresado a orar, a través
del espejo de dos vías.
—Maldita sea. Ella tiene que saber algo. Puedo sentirlo. Tenemos que
hacerla hablar. Debemos acusarla; obstrucción de la justicia, presentación de
un informe falso...
—Sí, Scooter vamos a acusar al único testigo ocular que tenemos a la
decepción de la primera dama, porque ella no nos dijo lo que estábamos
Melody
—Ha sido manejado —declaró Liam, finalmente trayendo su
lamentable culo a la habitación. Se había ido hace horas con mi maldito
celular.
—Bueno, ¿no te sientes tú mismo? —me burlé, sin molestarme en
mirarlo mientras me metía en mis zapatos. Adriana esperaba con mi
chaqueta.
—¿Sigues con hambre?
Estaba preparada para sacarle la mierda, pero parecía que alguien ya
había empezado. —¿Qué diablos le pasó a tu cara y mano?
—Olivia. —Suspiró, acercándose a mí.
—¿Ella luce peor?
—Se siente peor.
—No me importa cómo se siente, Liam.
—Conseguiré el auto —declaró Adriana mientras salía.
Me acercó a él y besó mis labios con tanta fuerza que pude sentir el
corte en el interior de su mejilla y pude probar su sangre.
Toc.
—Vuelve más tarde —gritó Liam.
Pero no escucharon. La puerta se abrió de golpe y una persona que
solía conocer como Declan tropezó con la misma ropa blanca, ahora cubierta
de suciedad, pelo desordenado y bolsas bajo sus ojos rojos.
—Jesucristo, Declan. —Liam me soltó, caminando hacia él justo
cuando Declan cayó de rodillas sollozando—. Declan...
25
“Mi madre me protegió del mundo y mi padre me amenazó con él”.
—Quentin Crisp.
Neal
Había muy pocas cosas que odiaba más que reunirme a mi padre en
su antiguo estudio. Me trajo todos mis momentos de fracaso, estupidez e
indignidad. El estudio de mi padre significaba algo diferente para cada uno
de nosotros. Para Declan, cada vez que lo traían aquí, era porque mi padre
necesitaba ayuda para cablear algo en su computadora. Para Liam, era el
lugar donde se unían; el lugar en el que bebían brandy, hablaban de
negocios. Para mí, era el lugar donde mi padre me recordaba que era una
gigantesca mierda.
Supe después de la mierda con Olivia, que Liam no había terminado
de vomitar; sólo pensé que sería lo suficientemente hombre para
enfrentarme por él mismo en lugar de llamar a Sedric. Me tomó todo lo que
no tenía poner los ojos en blanco en el anciano sentado detrás del escritorio
de roble aún mayor, rodeado de los más viejos libros. Era como si estuviera
teniendo un retroceso a mi juventud.
—¿Querías verme, padre? —pregunté, sin molestarme en sentarme.
Estaríamos en la garganta del otro en un momento.
—No pensé que tuviera que hacerlo. —Su rostro permaneció sin
emoción—. Después de todo lo que hice, ni una sola vez me ataron a la
policía. De hecho, prefiero que mi nombre nunca caiga en la lengua de una
sangre azul.
—Yo sé esto.
—¿Y tú? —se adelantó—. ¡No sabes nada, muchacho!
Y así empezamos.
—Ahora descubro que tu esposa fue la razón por la que una de nuestras
criadas habló con la policía.
—Fue un error.
—¿Fue un error? —rugió, agarrando el lado de mi cara—. ¡Casarte con
ella, ese fue el error! Lo sabía. Pero lo permití porque pensé tontamente qué
daño podría hacernos una muñeca tonta. Pensé que mi hijo sería lo
suficientemente inteligente como para controlar a su esposa. Nuestras
esposas son un reflejo de nosotros mismos, ¡y tú me estás fallando! Estás
fallando a tu hermano, y estás fracasando con esta familia.
Traté de alejarme de él, pero él sólo se aferró más fuerte, forzándome
a encontrar sus ojos.
—Dejé todo por esta vida, esta familia; todo. ¿Y te paraste frente a mí
diciéndome que fue un error? Tú eres mi sangre, mi primogénito, y te amo
mucho, pero necesito que te encargues de tu esposa, o por lo menos,
ayúdame Dios, yo iré tras su cabeza. —Me empujó y se volvió hacia su silla.
—Tú y tu esposa deberían ir a empacar. Los dos se unirán ahora a los
viajes en autobús del Senador Colemen. Representarás a la familia Callahan
lejos por ahora, hasta que todo se acabe.
No podía jodidamente hablar en serio. —Liam me necesita, Declan es
un desastre...
—Y sin embargo, incluso como un desastre, Declan es aún más útil.
Liam necesitaba a su hermano, y una vez más eligió otro lado sobre la sangre.
—¡Olivia es familia!
—Olivia tiene un anillo en su puto dedo, y un nombre en una maldita
hoja de papel; ella no es sangre. Si mañana muere, no sería más que viejas
fotografías e incluso recuerdos más antiguos.
—¡Podrías decir lo mismo de Coraline o Melody! —Era un jodido
hipócrita.
—Coraline está en el tablero de seis organizaciones benéficas, ella
organiza numerosas funciones que tenemos, en ocasiones, como una
fachada. Además de eso, dirige muchas pequeñas empresas en nuestro
nombre. Estaba haciendo eso incluso antes de que Melody llegara a esta
familia. Ella nos mantiene limpios para el público. Melody, entre todo lo que
ha agregado y dado a esta familia, también va a tener un hijo. Está
empezando la próxima generación de Callahans. Ellos tienen valor. Dime,
aparte del hecho de que su padre es senador, ¿qué ha traído tu mujer a la
mesa?
No había nada más que decir mientras se acercaba y se sirvió un trago.
—¿Y qué? ¿Nos estás separando de la familia para enseñarle una
lección? —dije finalmente.
—No —bromeó, acercándose a la ventana—. Esta lección es para ti,
hijo. Allí, no nos entienden, nos odian. Detrás de sus sonrisas, son buitres,
esperando que caigamos para que puedan recoger los restos. Allá fuera, no
puedes ser tú mismo. Debes filtrar cómo hablas, tomar toda la mierda que te
lanzan humildemente, y sonreír para sus cámaras. Allí, serás un títere
político; y sé que te enloquecerán porque eres un Callahan. Así que hasta
que empieces a pensar y actuar como tal, Liam no te necesita. Liam no confía
en ti y yo tampoco. No puede matarte; porque ni tu madre ni yo lo
permitimos. Pero cuando esté listo para ver a ti y a tu esposa otra vez, él
llamará. Hasta entonces, nos vemos más tarde, hijo.
—Adiós, padre.
26
“Hace muchos pero muchos años, en un reino junto al mar…”
—Edgar Allan Poe
Melody
Me estacioné fuera de mi antigua casa, tomé una respiración profunda
y disfruté del aire frío. Era sólo el comienzo otoño, pero era lo suficiente frío
para ver mi aliento en el aire. Era como caminar a través de una zona de
guerra. Había pedazos de vidrio y madera astillada en todas partes y
paredes de pie, las cuales ya no estaban conectadas a nada. Esta era mi casa.
Es mi hogar.
Quién habría pensado que sería nada más que escombros en un solo
año después de mi partida. Liam me dijo que la reconstruyera, pero no
parecía tener buen punto. Sería una nueva casa sin recuerdos. Incluso si no
fuera nada más que un montón de ceniza quemada en medio de la nada,
todavía era mi hogar y podría recordar todo. Todavía podría recordar las
elecciones que hice aquí…
Fruncí el ceño, mientras cortaba la línea de coca una vez más y la froté entre
mis dedos. Este era el verdadero negocio. Encontrar la mierda de alta calidad como
esta costaba una pequeña fortuna. Me incliné en el asiento de mi padre, miré a los
cuatro guardias, cada uno de ellos de pie en los pilares en las esquinas. Estaban todos
en el borde, como ratas que no estaban seguros si estaban en un barco que se hunde
o simplemente luchando a través de un huracán. Se rumoreaba que nos golpearon;
Algunos incluso dirían, sangrando dinero. Tenían razón. Las cosas se estaban
desmoronando. Los Callahans estaban comprando la mitad de la maldita costa oeste,
los Valero estaban arrollando en Italia y los Giovannis, estábamos muriendo. La
mitad de ellos no habían visto a mi padre en un mes, y pensaban que estaba enfermo.
La otra mitad pensaba que yo corté su garganta mientras dormía.
Parte de mí quería dejarlo. No había manera que pudiera manejar todo esto
por mi cuenta. Podría dejarlo morir con mi padre, y sería capaz de trabajar mi camino
a través de la escuela; Acababa de recibir mi carta de aceptación en la mañana de la
UCLA (universidad). Podría alejarme de todo esto aquí y ahora. Podría dejar
Chicago. Mis cosas estaban empacadas; Ya tenía un boleto de avión y sin embargo,
no podía arrancar mis ojos del maldito paquete en el escritorio frente a mí. Veinte
mil dólares de golpe justo allí, tentándome.
Levanté la mirada hacia el rubio hombre grasiento, manchado de sudor,
delante de mí. Durante las últimas tres semanas, él había estado dando vueltas por
las calles como un idiota, hablando de cómo sabría dónde conseguir “la mierda
buena”. Nadie le creyó. Quiero decir, ¿por qué lo harían? Vestía ropas que pudo
haber robado de un cadáver, tenía el cabello tan sucio que colgaba por sus hombros,
y sus zapatos parecían tan desgastados, que ni siquiera estaba segura de la razón por
la cual se molestó en ponérselos. Parecía un drogadicto sin hogar.
Cuando me llegaron las palabras, pedí por él. En verdad no pensé que él lo
traería.
Abriendo el cajón, agarré una pila de cuentos antes de dejarlos caer sobre la
mesa.
Se apresuró hacia la pila de dinero como si fuera pan y estuviera hambriento.
Tal vez lo estaba. —¿Es bueno, verdad? Como dije, cien por ciento cocaína. Lo mejor.
producto entregado en las próximas dos horas a una fábrica abandonada cerca de las
riberas. ¿Me entiendes?
Fue sólo cuando asintió que lo dejé ir y le di la bolsa antes de señalar a uno de
los hombres para que lo llevaran. Cuando se fueron, me dejé caer hacia atrás,
tratando de respirar. Esto era una locura. Estaba loca.
¿Por qué simplemente no podía irme?
—¿Sabes que es por eso que ninguno de ellos te respeta o teme, verdad? —
Fiorello, la mano derecha de mi padre entró con una bandeja de plata con lo que solo
pude suponer era comida.
Fiorello había estado con mi padre por siempre. Sus padres eran sirvientes de
aquí. Él a cambio, no sólo era el mayordomo principal, sino que también veía toda
nuestra comida. Era quien probaba antes de que comiéramos. Se aseguraba que la
villa fuera una máquina bien engrasada aunque sus huesos se agrietaran y saltaran
al caminar.
—Tal vez no me importe una mierda. Tal vez estoy cansada —respondí,
poniéndome de pie. Me acerqué al gabinete de brandy de mi padre.
—Sí, claro que sí. Después de todo, eres una mujer. Bueno, no una mujer, una
niña jugando a ser adulto —dijo, su mano enguantada rozó la coca sobre la mesa
antes de bajar la cena.
—Tu no…
—Oh, créeme, lo entiendo, señora —dijo—. Has hecho todo lo que tu padre te
ha pedido. Entrenaste, estudiaste y aceptaste casarte. Pero aún eres joven. Ahora
estás a punto de hacer tu propio camino. Piensas que el mundo fuera de esto tiene
vida que ofrecerte, pero te equivocas. Estás dispuesta a tirar el legado de tu padre, y
cuando él muera, no tendrás nada por lo que recordarle. Serás una niña inútil sin
protección, sin dinero y sin futuro. Estás luchando por tu vida, tu derecho a existir
y ni siquiera lo sabes. Pero a quién le importa, estás cansada. —Levantó la tapa para
reverla un plato antes de inclinarse y dar la vuelta para marcharse.
—¿Y si no puedo hacer esto, Fiorello? ¿Qué pasa si lo defraudé y muere
sabiendo que soy un completo fracaso?
Lo miré tropezar sobre sus nuevas botellas, agarró una y bebió profundamente.
Ya estaba borracho. Lo tragó todo antes de alcanzar la siguiente.
—¡Por el cáncer, la perra que nunca muere! —Brindó antes de beber otra vez.
Lamentablemente, esa botella sólo duró unos segundos antes de ser lanzada
contra la pared. Se rompió en el impacto, manchando el papel pintado.
Como si alguien hubiese sacado sus baterías, cayó sobre la silla frente al espejo.
Trató de recoger la maquinilla de afeitar, pero entre su mano temblorosa y su visión
indudablemente borrosa, no pudo.
Suspiré, me encontré caminando y tomando la maquinilla por él. —Lo haré,
pareces que perdiste una pelea con las tijeras —fue todo lo que pude decir.
Resoplando, asintió. —Estoy con el veneno —dijo—. Me detuvo por un
tiempo, pero empecé de nuevo esta mañana. No tuve que haberme detenido, pero es
tan doloroso como la última vez.
No pude mirar al espejo para ver su cara. Sabía que le dolía. Hablé con todos
sus médicos y el dolor sólo era un efecto secundario; No podía hacer más que darle
medicamentos. Pero las medicinas lo hacían enojar, y a veces violento. Fue una de
las razones por las que intentó encerrarse.
—¿De cuánto fue esa pequeña fortuna? —pregunté, tratando de cambiar el
tema.
—¿Pequeña fortuna?
—Con la que has enganchado al cerdo irlandés y a su familia de ratas.
—Mel…
—No me digas Mel cuando tengo una navaja en tu cráneo, Orlando. Tengo
otro uso para ella y no será desperdiciada en esa gente.
—¿Qué querrías hacer con ese dinero que no puedas hacer ahora?
Encontré su mirada en el espejo y sólo sonreí.
Iba hacer lo que el no creía que yo podía. Iba hacer una fuerza de nuevo. Iba
asegurarme que teníamos de nuevo el monopolio de la cocaína y heroína. Iba
asegurarme que no necesitáramos a los Callahan y al maldito Valero.
—No confío en esa mirada en tus ojos. —Frunció el ceño, mirándome
cuidadosamente. Incluso borracho, todavía estaba tratando de leerme.
—¿Por qué, porque te recuerda la mirada en tus ojos?
—No, porque me recuerda a tu madre. Siempre supe que una tormenta se
acercaba cuando vi esa mirada. —Señaló al espejo mis ojos marrones y sólo sonreí.
Agarré la toalla, limpié la crema que quedaba en su cabeza y le besé. —Tengo
que irme, Orlando. Descansa un poco.
Me llevé la navaja de afeitar, lo dejé sentado allí, con el resto de cabello sobre
el frío mármol. Caminé hacia el armario, cerré la puerta detrás de mí antes de irme.
No era la única entrada a su habitación. Había una puerta atrás de los jardines donde
los doctores iban y venían, pero él quería que esta puerta estuviera cerrada, así que
lo obligué.
—Fiorello, justo el hombre que necesitaba ver. —Sonreí, saliendo al pasillo.
—Hay alguna razón por la cual esté en el armario, ¿señora? —preguntó, pero
ya sabía por qué. Las paredes tenían oídos y las criadas hablaban. Siempre hablaban.
—Olvida eso. Mi padre tiene dinero para sostenerme.
—Señora…
—No me mientas, Fiorello. Necesito saber cuánto y dónde está. Después de
todo, estoy luchando aquí por mi vida.
Luchó contra una sonrisa arrugada tratando de deslizarse de su cara. —¿Y
cómo ayudarían siete millones de dólares?
Siete millones de dólares no eran una pequeña fortuna; Era grande y sólo lo
suficiente para pagar deudas junto la adquisición de unas docenas de kilos de cocaína.
—Ustedes dos. —Señalé a los hombres de pie en el pasillo.
Caminaron hacia mí, se quedaron rectos. —Sí, señora.
—Nombres.
—Fedel Morris, hijo de Gino Morris, fuiste tú quién…
—Deja de hablar —le dije antes de mirar al otro—. ¿Tú?
—Monte…
—Beau Brooks. Tráeme todo lo que puedan sobre él, acósenlo si es necesario.
Averigüen quién es su distribuidor y después háganlo mío con la fuerza necesaria.
¿Estamos claros?
—Sí…
—Entonces, ¿por qué siguen aquí?
Se miraron por un momento antes de irse.
—Mírate —dijo, Fiorello.
—No hay nada que mirar porque tienes un banco al cual llamar. ¿Por qué no
estás haciendo eso? —Su ceja se levantó antes de que se inclinara y marchara.
Liam
Abandonó el hospital tan rápidamente, que juro que dejó una estela de
humo detrás de ella. Yo sabía que el anuncio de Declan la afectaría, pero no
estaba seguro de cómo hacerlo. ¿Qué pasaba por su mente en este momento?
No podía haber estado pensando con claridad; si lo estaba, no se habría ido
sin avisar a nadie. Había agarrado las llaves de la Range, se fue y no podía
llamarla porque todavía tenía su maldito teléfono.
Ella me iba a volver loco, podía sentirlo. Estaba a punto de perderla y
asesinarla un día. Si no fuera por el maldito GPS en el coche, hubiera estado
jodidamente listo para llamar a la Guardia Nacional.
No pasó mucho tiempo para que la viera cuando saqué los restos de lo
que solía ser la Villa Giovanni; su antiguo hogar aquí en Chicago, el lugar
donde la encontré por primera vez, y fui disparado por ella. Se sentó sobre
un montón de viejas tuberías oxidadas, sólo mirando, completamente ajena
al mundo que la rodeaba. El aparcamiento estaba justo al lado de su coche,
agarré la botella de agua. El momento en que entramos, un disparo explotó
y me dejé caer al suelo. Ella sólo estalló en risas.
—¿Te has vuelto loca? —le grité, mirando el agujero en la puerta del
coche.
—Deja de acecharme. ¡Quería estar sola!
—¡Entonces, utiliza tus malditas palabras! ¡Podrías haberme matado!
—Deja de ser melodramático —dijo—. Sabía que no te iba a golpear.
Soy mejor tiradora que tú. —Ella suspiró, mirando a las estrellas.
Al diablo con eso, ella puede deshidratarse por todo lo que me importa, pensé,
lanzando la botella de agua en el coche.
—Oye, ¿no era para mí? —preguntó, observando cuando llegué a ella.
27
“Todo muere. Esa es la ley de la vida: la amarga ley inmutable”.
—David Clement—Davies
Declan
Subí por los pasillos, por los corredores, en círculos, corriendo. Ella
acababa de subir, sin molestarse en hablar con una enfermera o incluso
enviarme un mensaje. No tenía idea de dónde estaba ni hacia dónde iba, y
lo que más me enojaba era el hecho que era mi culpa. Nunca debí haberla
dejado sola, pero sólo necesitaba un maldito segundo para respirar, para
recoger mis propios pedazos rotos. Tuve que haberme quedado con ella;
Nunca debí haber dejado su lado.
—¿Declan? —Mi padre me atrapó en medio del vestíbulo, pero no
pude encontrar sus ojos. Me quedé mirando a todas las caras que pasaban,
algunos vestidos blancos como la nieve, otros trajes azules, pero la mayoría
de ellos simplemente eran visitantes que vagaban por allí. Ninguno era
Coraline.
¿En dónde estaba? Maldición, ¿en dónde estaba?
—¿Declan? ¿Hijo? ¿Qué pasa? Háblame. —Me sacudió como lo hacía
cuando era niño, obligándome a encontrar sus ojos. Parecía cansada como la
mía. No me sorprendería si ahora tenía las arrugas que él tenía.
Era racional.
—Bien.
—Bien.
Estaba esperando algo… cualquier cosa. Para que se derrumbara como
antes, tal vez incluso gritara, pero en su lugar se sentó cómodamente en la
segunda fila mirando la cruz que cuelga sobre el mar de velas.
—Coraline, habla conmigo. Por favor.
—No quiero hablar. Sólo quiero beber.
—Coraline…
—¿Quieres hablar? Habla con Dios. Pregúntale por qué es tan idiota.
¿Por qué te da una mano y con la otra te abofetea la cara?
Se levantó del banco y se tambaleó hacia delante. La alcancé, pero
simplemente me empujó, derramando el vodka sobre su mano y sobre mí.
Ignorándola, continué avanzando hacia el altar.
—¿Sabías que sólo el cuatro por ciento de las mujeres con mi edad son
diagnosticadas con cáncer de ovario? —preguntó—. Golpeé en el tiro,
¡gracias gran chico! —Se echó a reír, bebiendo al pie de la cruz—. ¡Tengo
etapa dos, lo que significa que dos de mis ovarios han sido golpeados!
Porque, ¿quién jodidos necesita ovarios, verdad? Oh, y también mi útero. No
es que haya estado muriendo por querer un niño de todos modos. Muriendo,
qué divertido, chico grande. ¡Eres hilarante!
—Coraline…
—¡Deja de decirme Coraline! ¡Maldición! Si vivo…
—¡Vivirás! —Quise agarrarla, pero siguió caminando lejos de mí.
Mirarla me estaba volviendo loco.
28
"La defensa es nuestro mejor ataque."
—Jay Weatherill
Liam
—¿Cuánto nos va a costar este niño? —Mi padre suspiró, fumando
como una máquina de vapor mientras se inclina en contra de mi Mustang
'69.
Reajusté mis guantes.
—$58,378.23. Pero he pagado sesenta fijos para acabar de una vez.
Dios, odio el frío. Pero, ¿qué podía esperar de un invierno en Chicago?
Los últimos meses se desaparecieron dolorosamente lento, y ahora, aquí
estábamos, de pie fuera y congelando nuestras pelotas por un niño.
—Podría pensar en diez cosas diferentes que hacer con sesenta
grandes, y ninguno de ellos gira en torno a un niño de contrabando por la
frontera.
Sesenta grandes era como un grano de arena en una playa para
nosotros. Él sólo estaba aburrido, muy aburrido, de hecho, el hombre ni
siquiera se había ocupado en escribir.
—No tienes que venir, padre.
—Deja que el chico se vaya y obtén el dinero que acordamos, junto con
tus armas —le dije. Se sonrieron el uno al otro antes de agarrar el chico de
nuevo.
—¡No! ¡No! Déjame ir. ¡Dejar ir! —exclamó el muchacho, tratando de
luchar.
Suspiré, tiré del fajo en mi chaqueta y la tiré a uno de sus pechos.
—Esa es la mitad que te debo —les dije antes de lanzar otros diez hacia
él—. Y ese es el diez. Ahora entrega mi paquete.
Todos estaban disfrutando del hecho de que tenían solo bloqueando a
un Callahan. Dejaron caer al niño como un saco de patatas en el suelo.
Caminé hacia él, le quité la venda y las cuerdas.
—¿Quién habría pensado que el legendario Callahan tenía una cosa
por los chicos jóvenes exóticos? —Uno de los hombres dijo—. Podemos
hacer de esto una continua aventura empresarial.
—Espera un segundo —dije antes de mirar hacia abajo—. Estás a
salvo. Estás a salvo —le susurré al niño en el suelo. Sus ojos marrones muy
abiertos, estrechos, y nada más que reflejando una piscina de miedo. Me
gustaba la expresión en los adultos —en hombres— pero en los niños que ni
siquiera tienen todos sus dientes, me molestó.
—Te voy a llevar con tu madre —le dije—. Lo prometo, toma asiento
en mi coche. —Miró a mi padre y luego a mí.
—¿Me llevarás con mi mamá?
—Lo prometo.
Asintiendo lentamente, me tomó la mano y caminamos los tres pies de
regreso a mi coche, mi padre simplemente abrió la puerta para él y usó su
cuerpo para proteger la ventana. Nuestros ojos se encontraron justo antes de
que me quité la chaqueta, lanzándola en el capó y permitiéndoles ver las dos
armas de fuego en mi espalda. Él Simplemente sacó otro cigarro, el hombre
siempre estaba empaquetado.
Melody
Me siento como una obesa Jackie Kennedy.
Suspiré, fijando el estúpido sombrero rojo en mi cabeza justo antes de
que Fedel y Monte abrieran la puerta para mí.
En el momento en el que mi pie cruzó la línea y la puerta se cerró detrás
de mí, estaba en territorio enemigo, y yo sobresalía como un hombre de
mediana edad en vacaciones de primavera. Cada tarjeta se volvió hacia mí,
algunos con los ojos abiertos, otros de pie rectos y fijando sus corbatas. Me
sentí como si estuviera en la pantalla, pero ese era el punto. Es por eso que
había llevado este abrigo de lunares con los guantes y el sombrero. Quería
que cada maldito oficial de este departamento se fijara en mí mientras entré
en su casa.
—¿Puedo ayudarle, señora Callahan? —preguntó un joven, oficial
rubio, intensificando rápidamente—. ¿Sabes quién soy? —Sonreí.
—Todo el mundo sabe quién es usted, señora. El nombre de
su marido está en casi todo alrededor de aquí. ¿Puedo ayudarle en algo?
No me gustó la forma en que se refirió a Liam, había un filo en la parte
posterior de su voz, pero yo no era Mel en este momento. Tenía que ser
Melody Callahan, la dulce esposa de un gato gordo millonario de Chicago.
Había pasado un tiempo desde que había derribado a la primera dama y
todo había estado en silencio. Jodidamente tranquilo. Y con la elección a la
vuelta de la esquina, estaba asegurándome de que no habría más sorpresas
este mes de noviembre; estábamos en la recta final.
—Sí, Oficial…
—Oficial Scooter.
—No, ¿oficial...?
—Brooks, señora. Su familia ayudó a pagar las lesiones de mi antiguo
compañero de ese incendio en la fábrica de Chicago el año pasado. —Él se
acercó y extendió la mano. El momento en que sus manos ásperas
encontraron las mías, la apreté antes de soltarlo.
—Por favor, no nos agradezca o pida disculpas. Soy yo quien llegó sin
previo aviso. Tenía un poco de información que quería transmitir a la señora
Morales. Pero el Oficial Scatter...
—Scooter.
—Cierto. —Me sonrojé—. Me dijo que iba a manejarlo. Realmente
debería ponerme en marcha antes de que mi marido llame en busca de mí.
Antes de que pudiera salir, el hijo de puta de cabellos de oro tenía que
conseguir la última palabra.
—Estoy contento de ver que los rumores de usted casándose con un
Callahan por poder eran todas falsas. Ambos parecen muy felices.
Mordiendo mi lengua, me obligué a sonreír una vez más.
—Todos son rumores. No es de extrañar que no todo puede reducir la
tasa de criminalidad. Parece que todo lo que hacen es chismear. Buenos días.
Monte abrió la puerta de la calle cuando el coche se detuvo en la acera.
Me tambaleé despacio por las escaleras con Fedel revoloteando detrás de mí.
Todos ellos hicieron eso, y ahora que estaba mostrando tanto, no podía ni
levantarme de la cama sin ayuda. Me deslicé dentro, me quité el sombrero,
lanzándolo contra el asiento.
—¡Eso no es bueno cabrón de mierda! ¡Quiero su cabeza! ¡Quiero
vencer a la mierda fuera de él hasta que se rompa el cuello y luego dejarlo
caer sobre un maldito cañón! —Grité, respirando por la nariz mientras
frotaba círculos en mi estómago.
—Señora, por favor. El Sr. Callahan...
podía creer que iba a hacer esto, pero maldita sea todos—. ¿Hay alguna
manera de llegar al garaje?
—No, señora —dijo Monte—. Todos estos coches están en el camino,
y nos han visto. —Asintió sobre la mujer vestida de azul, saludando y
sonriendo a todas las otras mujeres que sabía que odiaba, cuando hizo su
camino.
Podía manejar una gran cantidad de cosas, pero una suegra loca no era
una de ellas. Pero no podía esconderme en el coche como una perra. Maldita
sea ella.
Querido Dios, dame la fuerza para no matar a nadie.
Al salir, me encontré con una de los plásticas con el pelo rojo más falso
que había visto nunca.
—¡Oh, Dios mío! —ella gritó y sonaba como si tuviera gatos tratando
de abrirse paso arañando, fuera de su garganta—. ¡Melody, estás enorme!
¿Seguro que no tendrás gemelos? Mi prima totalmente, en serio, pensó que
sólo tendría uno. Seguí diciéndole, ¡Sissy, estás enorme! ¡Tiene que haber otro
bebé en alguna parte! Y he aquí, que tuvo trillizos. Estás gigante, ¿cómo es que
todavía estás en esos tacones? Me encanta Giuseppe Zanotti, pero no hay
manera de que pudiera usarlos mientras estaba embarazada. No al menos
con mi primer hijo, este es tu primer hijo, ¿verdad? Tu y Liam debe estar tan
excitados con un niño... —En el momento en que su mano fue a mi estómago,
la agarré mientras miraba fijamente a sus ojos.
Quería matarla. Ella seguía ladrando. Ni siquiera sé quién carajos era
ella, y me estaba hablando como si fuéramos las mejores amigas. No iba a
hacerlo. ¿Quién se creía que era? ¿Quién se creía que yo era, que ella sólo
podía llegar hasta mí de esta manera?
—Melody, mi brazo. —Ella hizo una mueca, mientras jodidamente
pudo.
—¡Mel, querida! —Evelyn se acercó, tirando de mí en un abrazo
armado, aflojando con eficacia la mano de la mujer muy afortunada en frente
Liam
Todo dentro de la casa estaba adornado de azul y blanco; sillas azules
y blancas, lámparas de araña de cristal azules y blancas, pinturas, bolsos de
regalo. Si pudieras verlo, era azul o blanco. Le habían llevado seis horas sacar
esa mierda mientras Mel y yo no estábamos en casa. Lo que significaba que
ella debía haber estado planeando esto durante semanas, y mi padre
mantuvo su boca cerrada hasta que fue demasiado tarde.
Había más amas de casa intoxicadas en mi casa que en todo el condado
de Orange; y se sentaban en un círculo masivo alrededor de Mel, en medio
de nuestra sala de estar.
—Ella está siendo... diferente de ella —susurró mi padre a mi lado.
Estábamos prisioneros, incapaces de salir de la habitación, pero incapaces de
acercarnos al maldito círculo. Así que todo lo que podíamos hacer era estar
junto a la puerta con nuestros vasos de vino azul tintado y ver.
Mel se echó a reír, sacando otro mameluco más de lana, que iría bien
con el chaleco de lana que había adquirido antes, junto con la bufanda de
seda, botines de cachemira y la chaqueta de lana roja. Después de todo, los
recién nacidos sólo aman su lana. Mel sonrió y les agradeció antes de
mirarme y mostrarme el ridículo traje. Todos ellos chasquearon sus cuellos
mientras se volvían hacia mí, esperando mi aprobación; sólo cuando no
estaban mirando los ojos marrones de Mel brillaban de rabia. Ella estaba
siendo torturada, pero yo también; todo lo que podía hacer era asentir y
sonreír también.
—¿Cuánto tiempo más debe continuar esta charada? Tengo planes
para nosotros esta noche —susurré. Aunque ahora que mi madre había
lanzado esto sobre ella, dudaba que Melody quisiera ir.
—Hasta que tu madre tenga suficientes fotos para llenar la mitad del
libro de bebé de tu hijo —contestó mi padre—. ¿Cuáles son tus planes?
29
¡Sangre! ... ¡Sangre! ... ¡Eso es bueno! ¡Un fantasma que sangra es menos
peligroso!
—Gaston Leroux
Melody
Sentada en mi tocador, no podía apartar mis ojos del estúpido juguete.
Mi madre era como el Joker, jugando juegos mentales con la gente mientras
nos recordaba que siempre estaba allí, al acecho. De alguna manera ella me
había conseguido este juguete sin aparecer en ninguna cámara y sin alertar
a ninguno de los hombres de guardia. Liam ya lo había desmontado y lo
había vuelto a juntar, no había cámaras ni cables en él. Era sólo un juguete.
No lo entendí. Incluso con lo jodido que estaba, cada vez que miré hacia
abajo, en mi estómago, sentí mi garganta cerrada mientras trataba de luchar
contra las emociones que se elevaban. Ni siquiera estaba aquí y sabía que
moriría, que haría cualquier cosa por él. ¿Cómo podría mi propia madre
estar tan empeñada en destruirme? Incluso con sus problemas con Orlando,
yo había venido de ella, yo era parte de ella, y ella todavía quería matarme.
—Te ves increíblemente hermosa —dijo Liam mientras se acercaba a
mí, y se encontraba con mi mirada en el espejo.
No pude evitar sonreír mientras me volvía hacia él. Allí estaba de pie,
ni siquiera a un pie de mí, vestido con un esmoquin completo, zapatos
brillantes de color negro e incluso se había molestado en peinarse el cabello.
¿Cómo lo sabía?
Me encantó esta ópera. Era la primera que había visto con mi padre.
No estaba segura de qué más decir, excepto—: No te gusta la ópera.
—No. —Se apoyó en mi tocador—. Por eso es un compromiso. Esta
noche, solo quiero que te diviertas, no como un jefe, sino como tú misma.
—Somos lo mismo, pero gracias —susurré. Realmente no entendía lo
mucho que esto significaba para mí. Tuve que luchar contra el impulso de
llorar. ¿Qué diablos estaba mal conmigo?
—Mierda. ¡Uf, esas malditas hormonas! —gruñí, haciendo todo lo
posible para impedir que mi maquillaje se corriera. Liam colocó su mano en
mi cintura, me acercó más a él, y todo lo que podía oler era la cálida miel
y la canela. Él no dijo nada, simplemente se aferró a mí mientras me abracé
a él. Esta no era la primera vez en meses que había llorado por las cosas más
pequeñas delante de él. Llorar no era algo que me gustaba hacer. Era extraño
para mí y lo prefería de esa manera. Él no me dijo que estaba bien, y él no
llamó la atención. Me sostuvo hasta que estuve lo suficientemente tranquila,
y entonces él nunca lo mencionó de nuevo. Estaba agradecida por ello. Me
hizo sentir más en control de mí misma, y en control de mi entorno. Me hizo
sentir segura. Él me hizo sentir segura cuando nunca me había dado cuenta
de que necesitaba hacerlo.
—¿Liam? —susurré.
—¿Sí?
—Tenemos que irnos o llegaremos tarde.
Riendo, me soltó, pero antes de alejarme de él, pasé mis manos por su
cabello unas cuantas veces. No esperaba que él gimiera y se apoyara en mis
manos, pero lo hizo. Era como acariciar a un león.
—No te peines el pelo. Me encanta como está —le susurré, tirando
ligeramente y haciéndole lamer la comisura de sus labios mientras me
miraba fijamente; sus ojos estaban vidriosos de pasión y lujuria—. Te amo
como eres.
Liam
Dios, ella sabía cómo hacer enloquecer a un hombre. Mi plan era
sencillo: conseguir llevarla a la ópera, aceptar mi premio por el marido del
año, pasar la noche en los brazos de una al otro y tratar de ignorar la mierda
que había dejado su fiesta prenatal. Pero en el momento que ella dijo Te amo,
no pude controlarme. La quería, y por Dios, iba a tenerla de cualquier forma
que pudiera. Nuestra vida sexual había sido colocada en un segundo plano
por las últimas semanas, pero en un momento, en un impulso, regresó con
una venganza y me pregunté por qué habíamos ralentizado, para empezar.
Tardó una hora para ocultar el hecho de que solo habíamos tenido sexo
como perros salvajes antes de que pudiéramos finalmente irnos para la
ópera. Aquellos quienes tuvieron la suerte de conseguir entradas tendría que
esperar hasta que llegáramos allí. Después de todo, yo estaba financiando
esta producción. El coche entero se paseó otra vez, sus manos estaban
metidas de lleno en las mías, pero ella no encontraría mi mirada y yo sabía
que era porque ella estaba procesando. Siempre estaba procesando, a veces
pensaba demasiado. Estaba acostumbrada a estar sin emociones, fría como
el hielo y, sin embargo, sus paredes se estaban rompiendo. Lo pude ver. Y si
yo lo podría decir, ella también. Ella estaba tratando de encontrar un
equilibrio entre lo que se había visto obligada a ser, y quién era en realidad.
Se vio obligada a ser, por todos los atributos, una sádica despiadada.
Pero la mujer que se sentó a mi lado, apoyada en la barandilla como
una niña en una tienda de dulces y viendo los cantantes de ópera a
continuación, cantar a grito pelado sus almas, era mi verdadera esposa. Bajo
su hielo, su fastidio, los combates, y las balas, era una mujer que tenía tantas
pasiones diferentes. Se veía completamente sorprendida por los cantantes en
el escenario; ella sonrió sin esfuerzo. Incluso en la oscuridad de la cabina, me
di cuenta de que estaba completamente libre de preocupaciones.
Los observó, y yo la miraba.
—Amor.
—O podría ser el cerebro del bebé. Juro que algunos de mis sentidos
han estado totalmente...
Su teléfono vibró con fuerza en su bolso, cortando el resto de la frase.
Los dos nos miramos el uno al otro antes de que ella lo sacó y, por supuesto,
el identificador de llamadas estaba bloqueado. Traté de alcanzarlo, pero
simplemente empujó mi mano, respondiendo ella misma.
—Madre querida, ¿estabas escondida detrás de la cortina?
—Has hecho que mi trabajo sea mucho más difícil, osa Mel —la voz
azucarada falsa de Aviela viajó a través del teléfono—. No estarás segura en
ninguna parte.
—Te darías cuenta, viendo que eres la única que al parecer me acecha
en todos mis movimientos. —Respondió Mel.
—Basta ya de estos juegos Aviela —le susurré en el teléfono—.
Muéstrame tu rostro, así podré machacarlo.
Quería hacer algo más que dejarla imposible de identificar, pero, por
desgracia, todavía era la madre de mi esposa.
—Correte lungo Piccolo bastardino irlandese. Le donne stanno Parlando . —
Y con eso, ella se había ido.
Vete, pequeño perro callejero irlandés. Las mujeres están hablando.
El hecho de que sabía lo que dijo, probó que mis conocimientos del
italiano iban en aumento, y así fue mi temperamento.
La mandíbula de Mel se apretó cuando las luces se apagaron y las
voces que llevan a través de la casa de la ópera se alejaron en susurros suaves
simplemente con tanta sangre, como el vino tinto se derrama sobre una
alfombra blanca, manchada para siempre.
No es la suya. ¡No es la suya! Mi cerebro gritaba, obligándome a
moverme de nuevo para ver más allá de la sangre. Parpadeé por lo que
pareció una eternidad, tanto Monte como Fedel escudaron a Mel mientras se
sentaba en sus rodillas, la sangre empapaba su vestido y sus manos. La bala
había fallado. Había tropezado a causa del peso del cuerpo de Antonio, ya
que descendió.
Fedel gritó, mirando hacia atrás cuando las sirenas descendieron sobre
nosotros.
—La policía está en camino, señor. Tenemos que irnos.
—¡No lo dejaremos en la puta calle! —Mel siseó, mirando en el agujero
que ahora estaba entre los ojos de Antonio.
—Mel, no es…
—¡Dije que NO! Y eso fue una maldita orden —le espetó—. ¡No
correremos, no lo dejaremos, y vamos a hacer que la perra pague!
Me arrodillé a su lado, sin importar que la fría humedad a gran
velocidad por debajo de mí era sangre. Parecía que salía de él como un río
sin fin. Ninguno de los dos habló. Agradecí que no fue ella. Cuando vi su
caída, cuando pensé que había sido golpeada, fue el peor momento en mi
lamentable excusa de una vida.
—¿Estás bien? —le susurré, y ella me miró como si yo le había hecho
la pregunta más tonta jamás que saliera de los labios de un hombre. Miré a
su vientre. Su estómago estaba salpicado de manchas de sangre. No era de
ella, pero ella todavía estaba agachada.
—Él está bien. Monte me atrapó antes de ir hacia abajo —fue todo lo
que dijo antes de que ella apartó la mirada de la mía y de nuevo al hombre
que apenas conocía, pero que le debía todo.
—Los policías están aquí —dijo Monte, enfundando su arma y
finalmente enfrentándonos. En sus ojos, se estaba elaborando una tormenta
más severa que cualquier cosa, incluso que la madre naturaleza podría
producir.
—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó, finalmente, mirándome.
Miré por encima del hombro mientras cuatro coches con luces rojas y
azules impresionantes, se detuvieron. Los ocupantes ni siquiera esperaron
para detener sus vehículos para llegar de un salto. Yo sabía que esto era sólo
la punta del iceberg, el primero de muchos servidores públicos que sólo
podía imaginar morir de impaciencia para obtener algún tipo de
reconocimiento o con los Callahan. Ya sea para tratar de utilizarlo para su
beneficio personal o pensando que esto sería su oportunidad de gloria en el
cumplimiento de la ley, sólo Dios sabía.
—Da a la policía una declaración —dije—. Luego, ve a beber con mi
dinero. Lloramos por nuestra pérdida, y luego encontramos a esta perra y la
quemaremos viva.
Fue todo lo que dije antes de que los gritos comenzaran cuando
llegaron a salvarnos.
—¡Señor, señora, vengan con nosotros! ¡Estamos despejando la zona!
¿Están heridos? ¿Necesitan atención médica?
Todo lo que quería era una cita, no abrir las compuertas del infierno de mierda.
30
“¡Qué extrañas criaturas son los hermanos!”
—Jane Austen
Neal
—Otro —siseé, tomando otro trago. El camarero simplemente levantó
la ceja, negando, sin embargo, continuó vertiendo.
¿Qué iba a decirme? ¿Que me fuera a casa —borra eso— que volviera
a mi habitación de hotel? Con todo lo que le estaba pagando, era mejor que
mantuviera sus opiniones para sí mismo.
—Bueno mira quién está aquí, si no es el Neal Callahan. Tal vez ésta es
mi noche de suerte.
Demonios hombre. Suspiré antes de volverme a mirar a Archer White, el
reportero presidencial principal para la jodida revista TIME, también
conocido como un puto dolor en el culo.
—¿Qué deseas, Archer? —me burlé—. Una Pepsi.
—¿Pepsi? Tú marica. —Me reí.
Sacó su teléfono móvil, listo para iniciar la grabación—. ¿Puedo citarte
en eso?
—¿Cuál diablos es tu problema? ¡No estoy presentándome para la
jodida presidencia! ¿A quién le importa lo que digo?
—¿Has perdido tu maldita cabeza? —me dijo entre dientes, sus ojos
oscuros ardían de rabia—. Podrías haberlo matado.
—No, debería haberlo matado. Él no tenía ningún derecho a hablar
sobre mí de esa manera. ¡Soy un puto Callahan!
—¿Y qué?
—¿Y qué? Ser un Callahan...
—¡Ser un Callahan no significa mierda aquí! Se trata de ser un
Colemen, ser Presidente. Lo entiendo, estás acostumbrado a romper los
dedos de las personas que te miran raro. Pero, como dije la primera vez que
te uniste, tienes que tomar el lodo que te lanzan y tienes que tomarlo con
humildad. El cuadro grande, ¿recuerdas? Estamos en la recta final. Sólo
sigue haciendo todo lo que has estado haciendo hasta esta noche.
—Sí, te refieres a seguir siendo un perrito faldero. Gracias por
recordármelo, Mina. Iré a planchar mi traje de dinero ahora. —Salí en mi
piso.
—Eso es todo lo que pido. —Ella negó cuando la puerta se cerró y todo
lo que pude hacer fue darle el dedo medio.
Quería darle el dedo medio al maldito mundo. Pasé de la sala de estar
de la suite, cubierta en colores pastel y pinturas genéricas de flores, me
encontré en el mini bar.
—¿No crees que has tenido suficiente? —susurró Olivia, saliendo de la
sala con su bata de seda roja.
—Se supone que no tengo que pensar, ¿recuerdas? Sólo soy el marido
divertido que te apoyó, el de la cartera grande —dije, abriendo el champán
que había sido entregado recientemente.
—¿Por qué es tan difícil para ti? No lo entiendo. ¡Durante semanas has
estado rumiando como un perro pateado!
Por supuesto, ella no lo entendía; ¡ella nunca lo entendía!
Declan
Lo sostuve justo al lado del lado de su cara, esperando que apartase su
mirada de su ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Estaba tan inmersa en las
palabras de la señora Austen que ni siquiera miraba. Me dieron ganas de
reír. En cambio, con un dedo, le saqué el libro.
—¡Declan! El señor Darcy estaba a punto de… —Se congeló cuando
vio el porro en frente de su cara.
—¿Cómo decías?
Ella sonrió, tomando el porro de mi mano.
—Me malcrías.
—Alguien tiene que hacerlo. —Me reí, sentándome en la cama y
encendiéndolo por ella. Las manos le temblaban ligeramente mientras se
estiraba para agarrarlo. Tomando una larga calada, se rio a través de la tos.
—Calma o acabarás con todo mi alijo.
—Ooooh boo hoo. Se me permite fumar legalmente. —Se relajó entre
las almohadas detrás de ella—. No en Irlanda.
—Para, estás matando mi diversión.
Tomé el libro de su regazo, di la vuelta a la página por la que iba.
—¿Estabas excitándote por Darcy de nuevo?
—¿Celoso?
—Por favor, Darcy no puede contra mí. Mira esta sonrisa, estos ojos.
—Posé para ella. Ella me miró a través de la neblina de humo antes de reírse
directamente—. Ahí va mi ego.
estaría aquí leyéndole cualquier clásico repetitivo que necesitase que leyera.
Y si eso significaba tenerla a mi lado sólo un minuto más, lo haría siempre.
31
"Nada más grueso que la hoja de un cuchillo separa la felicidad de la melancolía."
—Virginia Woolf
Melody
—Sra. Callahan, ¿está segura de que no necesita un médico? —me
preguntó Scooter, el policía sabelotodo, mientras descansaba contra nuestro
Range Rover.
Toda la ópera había sido despejada hace unos momentos, pero
ninguno de los invitados se había ido. Lo único más trágico que una ópera
era nuestra vida real. Con los perros, los cerdos estaban allí con sus luces
parpadeantes, insignias de plata y cinta amarilla; todos ellos tomando fotos
del cuerpo de Antonio mientras yacía allí, frío y sin vida. No debía morir.
Mis hombres morían cuando yo jodidamente decía que morían... al menos si
el mundo funcionaba como debía.
—¿Sra. Callahan?
—Estamos bien, oficial —dijo Liam—. Creo que es hora de que lleve a
mi esposa a casa. —Él vino a pararse junto a mí.
—Sr. Callahan, si tiene algo que añadir a esta investigación...
—Como dije antes, abandonábamos la ópera cuando nuestro
guardaespaldas fue baleado —siseó Liam, abriendo la puerta del coche para
mí.
Su cama estaba hecha, todos los libros que ella encontraba estaban
apilados alrededor de la habitación como monumentos erigidos, y sus
cortinas estaban cerradas. Respiré profundamente, me acerqué a su cama y
agarré cada una de sus almohadas y las tiré al suelo, creando una cama
improvisada para acostarme. Me sentía como un maldito pingüino, pero era
la única manera de poder verla. En el momento en que estaba a mi lado, la
vi acurrucada bajo la cama, sus ojos derramando lágrimas que ella no podía
controlar.
Esta era Adriana. Después de todo lo que había pasado, el único lugar
en el que se sentía realmente segura era bajo la cama. Era un hábito que ella
no podía sacudir después de ser tomada.
—Me pidió que me casara con él —susurró, moviendo su mano para
que yo pudiera ver el anillo. Incluso en la oscuridad, podía decir que era
pequeño y forjado en la forma de una lágrima. Era muy de Adriana—. Le
dije que quería pensar en ello. Le dije que quería hablar contigo. Pero la
verdad era que tenía miedo. Él me dijo que guardara el anillo, que me
ayudaría a pensar. Debería haber dicho que sí.
—Todos sabemos que lo harías. Y él también. —Le sonreí. Como yo,
ella sólo quería ser difícil.
Puso sus ojos en blanco, con la esperanza de detener sus lágrimas, pero
no funcionó.
—No puedo moverme. Si me muevo, la vida continúa y no puedo... Lo
amaba tanto.
—Entonces no te muevas —le susurré. El problema de amar a alguien
tanto era el hecho de que dolía diez veces más perderlos. Un gran amor solo
igualaba un gran dolor... por eso Liam iba a tener que morir después de que
yo lo hiciera.
Liam
—¿En qué número estás? —preguntó Neal, entrando en mi oficina.
Miré fijamente el vaso en la mano, bebí rápidamente antes de sacar
otra botella de mi cajón de abajo.
—No estoy contando. ¿Qué deseas?
Sentado frente a mí, suspiró y sacó dos cigarros.
—Quiero ayudarte. Quiero ser tu hermano otra vez. He pasado
semanas en una campaña, siendo interrogado sobre qué se siente ser un
Callahan, qué nos gusta, qué es lo que pienso sobre las familias que obtienen
cupones de alimentos, inmediatamente después de que compré a Olivia otro
collar de diamantes. Papá me dijo que no me gustaría; estar sin la familia y
tener que fingir en realidad que me importa una mierda si casi me volvía
loco. Olivia se lo tragó. Ella lo amaba. Éramos como marionetas en escenario
bailando para todos los demás; yendo a donde nos dijeron, manteniendo
nuestros comentarios ensayados, siendo la mejor jodida persona para la
gente cuyos cuellos pudiera romper si quería. Una parte de mí tenía un
tiempo difícil tratando contigo como mi jefe, pero prefiero bailar debajo de
tus cuerdas que cualquier otra persona.
Le miré fijamente por un momento, entregué un vaso a Neal y tomé
un cigarro.
—¿Tienes lumbre?
—Mientras no le digas a mi esposa. —Se rió, sosteniendo la llama al
final del mismo.
—Al menos puedes mentir a la tuya. Mel puede detectar el humo como
un sabueso. A decir verdad, ella me conoce tan bien que sólo me permite
deslizarme sobre algunas mentiras en aras de mi orgullo. —Ambos
contuvimos el humo.
—Aviela llamó a Mel justo antes de que hizo el disparo. Estoy seguro
de que es un teléfono infiltrado, pero aún así, mira en él para mí. —Lo Dejé
caer sobre la mesa frente a él, saqué mi cigarro y me quedé de pie.
—Sí, jefe.
No confiaba en él tanto como deseaba poder. Por otra parte, no
confiaba en su esposa. Había una grieta entre nosotros que iba más allá de
nuestra infancia. Sin embargo, si había alguien en el mundo capaz de ganar
mi confianza, era él. Después de todo, era mi sangre.
—No termines todo mi brandy —le ordené antes de salir. No había
visto a Mel en más de una hora y mis manos estaban empezando a temblar.
Cada maldita cerradura había sido cambiada por segunda vez, habíamos
agregado al menos veinte cámaras diferentes y ahora los hombres tenían que
comprobar las razones por hora. Ninguna de esa seguridad extra realmente
me daba toda la tranquilidad cuando se trataba de ella.
—Mel —llamé cuando entré en nuestra habitación. Nuestra cama
todavía estaba hecha. Había imaginado que estaría dormida.
—Aquí —gritó desde el baño. Seguí el aroma de vainilla y el suave
resplandor de la luz de las velas, me di cuenta de su vestido y zapatos en
una pila al lado de la puerta. Tuve la visión de ella mojada en nuestra bañera,
los montículos de sus pechos cubiertos de espuma, el pelo recogido en un
moño desordenado, hebras pegadas a su cuello y los ojos cerrados, era casi
suficiente para traerme de rodillas.
—Deja de mirar. Te invitaría, pero está un poco caliente para ti —dijo
en voz baja, sin molestarse en abrir los ojos.
—Sí, claro. Tu y yo sabemos que quieres la bañera para ti sola. —
Enrollé mis mangas, tomé asiento en el mármol justo al lado de la bañera
nacarada, y froté círculos sobre su estómago. Ella tomó una respiración
profunda, sus pechos se elevaron, antes de que se relajó en mi mano.
Melody
—¡Es mejor que estas endorfinas pateen duro cuando él llegue aquí! —
grité a través de otra contracción antes de caer de nuevo en las almohadas—.
Han sido nueve horas. Sólo quiero dormir, maldita sea.
—Shh, bebé, lo sé —susurró Liam, secándose el sudor de la piel.
Por último, me dio una palmada en las manos.
—Tus jodidas manos son las que me metieron en esta mierda. En el
momento en que esto termine, ¡estoy cortando tu pene y compraré unos
pitbulls sólo para se lo puedan comer!
—Señora Callahan, necesitamos que se relaje —dijo una enfermera.
—¿Alguna vez has tratado de relajarte con una cabeza tratando de
separar tu vagina? Tengo una buena vagina. ¡Una linda, apretada y gran
vagina! Pregúntale, esa es la razón por la que estoy así. Estoy tratando de
calmarme, pero de nuevo, ¡hay una cabeza que está atravesando mi maldita
impresionante vagina! Ahora, gente déjenme en paz, ¡quiero a todo el
mundo fuera!
Había intentado todo y los malditos medicamentos que me estaban
dando, no estaban funcionando. Esto era lo que había pasado por años
cuando experimenté con diferentes drogas. Mi cuerpo se podía comer la
epidural para el maldito desayuno. Ellos no nos dieron más por la seguridad
del bebé y, ¿qué podía decir a eso? A la mierda, quiero medicamentos. Los
médicos y las enfermeras no se irían, ellos sólo me descartaron como si fuera
sólo otra maldita mujer embarazada.
—Liam, los quiero fuera. Necesito un segundo, por favor —lloriqueé,
cubriendo mi cara con la manta.
—Está bien. —Me besó en la cabeza antes de saltar hacia el médico.
32
“El valor del matrimonio no está cuando los adultos crean a los niños, sino cuando
los niños crean adultos.”
—Peter De Vries
Liam
Le observaba. No podía evitarlo. Era tan pequeño. Lo podía sostener
con una sola mano. No había dormido en horas... ¿días? A quién le
importaba, tenía un hijo. Él estaba aquí en mis brazos, babeando. Había
estado en el mundo durante sólo seis horas, y aun así no podía imaginar un
momento sin él.
—Liam, por favor, deja de acapararlo —resopló mi padre, pasando a
colocarse detrás de mí—. Los viejos querrían sostenerle antes de morir.
—Ten cuidado —le susurré, lentamente lo trasladé a los brazos de
Sedric.
—Hola, pequeño —dijo, y una vez más, mi hijo sólo agitó sus brazos
mientras dormía, como si no estaba acostumbrado a todo el espacio a su
alrededor—. Tu padre dice que tengo que tener cuidado, pero se olvida que
una vez le sostuve a él y a sus hermanos así. Con suerte conseguiste tu
atractivo, y espero que la inteligencia de tu madre.
—Estoy aquí. —Puse mis ojos en blanco hacia él mientras caminaba
hacia el sofá junto a la cama de Mel. Ella estaba sólo parcialmente dormida,
Melody
—No te preocupes, cerrarás los ojos y antes de que lo sepas, los dos
estarán de nuevo exigiendo tu atención. —Evelyn rio, besando mi frente. Fue
extraño. No estaba acostumbrada a que nadie más excepto Liam hiciera eso,
y, aun así, me había tomado un tiempo adaptarme a él. Pero supongo que
verme con un bebé metido en mis brazos le hizo olvidar quién era yo.
—Vamos a salir y a dejarte un poco de espacio. —Sedric me sonrió.
Parecía como si estuviera frenando un abrazo o algo así. Lo mejor que podía
hacer ahora era apretar su mano.
Me gustó que todavía me sentía como yo, sólo que ahora tenía una
mayor prioridad y era mi hijo. Era la persona por la que ahora vivía, y
moriría, y haría todo lo posible para asegurarme de que estaba a salvo. Lo
que significaba que tenía que ser más fuerte, tal vez incluso más dura con los
que me rodeaban. Sería cualquier cosa, haría cualquier cosa, para protegerlo.
—Adiós, Mel. Oh, le traje a Ethan algo de ropa nueva linda para que
vuelva a casa con ella. —Coraline sonrió, dejando la bolsa azul bebé en la
silla que Sedric había ocupado antes.
—Eso me recuerda, la prensa se peleará por las fotos... —Olivia
comenzó, pero la corté rápidamente.
—Neal, asegúrate de que todos y cada uno de los periodistas alrededor
de nuestra casa sea atendido inmediatamente. Además, quiero un coche
nuevo, algo que no sea demasiado llamativo, con vidrios polarizados. ¿Un
Volvo, tal vez? —Había escuchado toda esa mierda sobre que eran seguros,
así que podía probarlo.
—Voy a ello, jefa. —sonrió, pero todavía no confiaba en él. Había
cometido demasiados jodidos errores, y si no fuera de la familia, ya lo habría
matado. Olivia se mordió la lengua —como debería— antes de tomar una
respiración profunda y jugar con las perlas en su cuello.
Que la jodan. Si creía que podía terminar así, no sabía con quién estaba
jodiendo.
Liam
se abrieron y sus ojos tenían lágrimas. Declan negó, dando un paso atrás
para dejarme pasar.
No tenía tiempo para esto. Yendo hacia adelante, agarré un puño lleno
de su pelo rojo falso. La puse contra la pared antes de golpear su cara varias
veces contra el contenedor de basura antes de tirar su cuerpo a un lado. Tuve
la tentación de seguir adelante, pero seguramente si continuaba la
incapacitaría permanentemente.
—¡AHH! —gimió, escupiendo lo que parecía ser al menos tres de sus
dientes sobre el lienzo blanco de nieve. Era algo hermoso, el contraste de su
sangre roja en el suelo no contaminado. Disfruté de causarle angustia,
haciéndola sentir una fracción del dolor que me atravesaba. Me arrodillé a
su lado, saqué una navaja de mi calcetín y la acerqué a la línea de su cabello.
—Te quitaré el cuero cabelludo a sangre fría y luego dejaré que las
ratas se coman tu jodida cara, ¿entiendes? ¡Ahora, dime todo lo que jodidos
sabes!
—Ahh... —gimió.
—¿Crees que voy de broma? ¡MI ESPOSA ESTÁ DESAPARECIDA! —
Deslicé la navaja a través de la piel de la línea de su cabello. Trató de luchar,
pero tiré su pelo hacia atrás, dejando al descubierto su carne recién
arrancada, mientras la sangre corría por su cara y teñía la nieve que nos
rodeaba.
—¡Por favor! Te lo diré todo —se lamentó.
—Empieza a hablar antes de que te quite toda tu cara —espeté. De
cualquier manera, iba matarla.
—Lo único que me dijo fue que quería a su hija de vuelta. Le di mi
placa; iba a salvar a su hija. Dijo que, si se quedaba contigo, ella y su hijo iban
a morir.
—¿Dónde están? —rugí, cortando con la hoja detrás de su oreja, casi
arrancándola. La sangre fluía, rodando por su rostro y cuello. Dudaba de su
capacidad de ver cuando abrió sus ojos, el blanco normal estaba saturado de
rojo.
—¡No lo sé, lo juro todo lo que dijo fue que iban a casa! Eso es todo lo
que sé, lo juro. Lo siento mucho, me dijo que estaba salvándola...
—¡Policía! —alertó Fedel, obligándome a dejarla ir momentáneamente.
La doctora Yang se acurrucó en una pequeña bola, sollozando en la suciedad
y la nieve mientras las ratas olían la sangre. Miré su forma rota, todavía no
estaba satisfecho. No estaba retorciéndose de dolor y eso era inaceptable.
Efectivamente, por el callejón un coche de policía desaceleraba, los
policías salieron con una linterna. Cada uno de ellos sacó sus armas. Esos
tontos no serían los primeros oficiales de Chicago asesinados a tiros en un
callejón atrás, y no tenía tiempo para esto.
—¿Hay un problema aquí?
—¡Por favor! ¡Ayúdeme! —gritó de repente la doctora Yang desde
detrás de mí. Sus ojos se agrandaron, corriendo hacia ella hasta que vieron
mi cara con claridad.
—Señor Callahan.
—Entren en el coche. Conduzcan lejos. No vieron nada. Tienen dos
segundos.
—¡No! —dijo la doctora Yang detrás de mí—. ¡POR FAVOR! ¡POR
FAVOR AYUDA!
—Uno —señalé y ambos asintieron, haciendo caso omiso de ella.
—Lo siento por molestarle, señor —dijo el mayor de los dos hombres
antes de darse la vuelta y retirarse; la médico dio un grito derrotado cuando
su coche se alejó.
—Mátala, y quiero una lista de todas las propiedades de los Giovannis.
—Limpié la sangre de la navaja, me dirigí de nuevo hacia mi hijo.
Mel, te encontraré. Juro por Dios, te encontraré.
33
“Las marcas que los seres humanos dejan con frecuencia son cicatrices”.
—John Green
Sedric
Él tenía doce horas de edad. Más pequeño que la distancia entre mi
codo y muñeca, y aquí estaba, sin una madre. Él estaba sufriendo tal y como
Liam sufrió como cuando era un bebé. Había llevado más de una década
para que Evelyn finalmente lo abrazara… para amarlo. Y cada segundo que
Mel se había ido, Ethan se vio obligado a viajar por el mismo camino que su
padre. Ahora mismo, él era ajeno a todo, mientras dormía en su moisés,
perdido en su propio pequeño mundo.
—Sedric. —Evelyn irrumpió en la guardería del hospital—. Una
enfermera fue a buscar a Mel para que alimentará a Ethan.
—Mierda. —Era sólo cuestión de tiempo antes que la policía fuera
atraída. Con la policía llegaban los medio de comunicación, las
investigaciones y la gente que profundizaba en nuestras vidas.
—¿Liam lo sabe? —pregunté, sacando mi teléfono.
—La enfermera en realidad ya fue con su superior. Es sólo cuestión de
tiempo. —Apenas salieron las palabras de sus labios, una sirena roja entró
por la habitación. Parpadeamos ante las luces brillantes que debían llamar la
atención de una enfermera sin despertar a los niños.
Declan
Nada más que un mar de azul estaba inundando las paredes,
ahogando las batas blancas que normalmente infestan los pasillos. Los
policías me hacen enfermar. Eran nada más que auto—perseverante,
sanguijuelas oportunistas que se ocultan detrás de placas brillantes. La
enfermera nos había retrasado y ahora el hospital estaba en su propio
bloqueo de seguridad, lo que nos obligó a permanecer en un ala privada en
vez de buscar a Mel. Liam no había dicho una palabra desde que tomamos
al médico. Se sentó como un hombre hecho de mármol, su cabeza unida
permanentemente a sus manos.
—Sr. Callahan —dijo un hombre calvo, de baja estatura. Él estaba
rebosante de medallas que, sin duda, llevaba por las cámaras en el exterior.
—¿Puedo preguntar quién es usted? —pregunté—. Mi hermano está
cansado y devastado, como puede imaginar. —Di un paso al lado de mi
hermano. Él me miró, con su ceja levantada.
—Sr. Callahan, soy el Superintendente Wendell Homero. Quería venir
personalmente y decirle que vamos a hacer todo lo que está en nuestro
poder...
—Permítame detenerlo aquí. Somos Callahan, estamos acostumbrados
a personas que nos besan el culo para su beneficio personal. Por lo tanto,
guarde sus palabras para los sabuesos de la prensa y encuentre a mi cuñada.
—Como si pudieran. La policía de Chicago son una broma recurrente
en todo el país.
Su espalda se enderezó de su posición besa culos, antes de ponerse su
sombrero.
—¿Alguien ha recibido pedidos de rescate? —preguntó y tuve que
luchar contra mi reacción inicial de poner los ojos en blanco.
—No, no tenemos.
—Está bien, pero espera una. Estos tipos de delincuentes siempre van
a la caza de un cheque de pago rápido. Vamos a necesitar una lista de
cualquiera que pueda tener algo contra ti… —Se detuvo cuando Liam se rió.
Se echó a reír histéricamente, apoyándose en su silla y pasando las
manos por el cabello.
—¿Sabe usted cuánto valemos? —le preguntó—. 32.7 mil millones de
dólares. Eso nos pone entre Wal-Mart y Michael Bloomberg en la lista de las
personas más ricas de Forbes. ¿Quieres una lista de las personas que tienen
rencor contra nosotros? ¡Comienza con todo el maldito estado y trabaje!
—Señor Callahan, sé que esto es difícil, pero por favor, confíe en
nosotros. No vamos a parar hasta que la encontremos. Hasta que
encontremos quién hizo esto. Sabemos que el guardia fue asesinado hace tan
sólo un día. Esto está, obviamente, conectado. Danos tiempo. Haremos todo
lo posible —dijo, casi rogó, pero Liam había terminado con ellos. En cambio,
sus ojos verdes se pusieron vidriosos mientras miraba vacíamente a la pared.
Ninguno de nosotros tenía nada más que decir.
—¿Le gustaría hacer una declaración? ¿Suplicar a los secuestradores
para que devuelvan su esposa? —interrogó, haciendo que me dieran ganas
de golpear a su pequeña cara de Teletubbies3.
—¿En todo su tiempo como oficial, ha trabajado alguna vez en esa
mierda? ¿De verdad cree que les importa una mierda? —Realmente no podía
comprender por qué él pensaba que eso era una opción.
—No pierde nada con intentarlo. Por favor, discúlpeme —dijo,
contoneándose por el pasillo, a medida que más agentes de la policía
llegaban a la escena.
Suspiré, me senté al lado de mi hermano.
3
Teletubbies – Son cuatro personajes infantiles que entienden al mundo a través de los juegos.
—¿Qué puedo hacer? ¿Qué debería hacer? Necesito hacer algo. Evelyn
me dijo y yo…
—Coraline. —Caí de rodillas, tomando su mano en la mía—. Sólo
vigila a Ethan, no quiero que te lastimen.
—Pero Jas...
—¡No! Necesito concretar sobre Liam. Esta familia y yo no podemos
hacer eso si estás en el medio de esto. Te lo ruego. Sólo vigila a Ethan, evita
la policía, y céntrate en tu salud, ¿de acuerdo?
Ella suspiró y asintió con la cabeza, pero no consiguió mirarme. Besé
su frente, la abracé a mí por un largo segundo.
—Te amo cariño. Sólo mantén la cabeza por encima de esto y vamos a
salir de ello.
—Siempre lo hacemos —susurró—. Voy a ver a Ethan, y antes que
preguntes, no te preocupe por mí. Puedo esforzarme.
—Por supuesto que sí. —Miré hacia arriba para ver a Adriana; ella
estaba de pie en medio de la enfermería, percatándose del caos a su
alrededor. Su cabello estaba empapado, pegado a su cara. Parecía como si
estuviera tratando de mantenerlo unido, envolviendo sus brazos alrededor
de sí misma. Parecía un perrito mojado muriendo sin un hogar.
Ella era la mano derecha de Mel. Tenía que haber más propiedades que
Mel escondió de nosotros. No descartaría que tuviera trucos y fondos bajo la
manga que nadie conocía.
—Cuídate —le dije a Coraline antes de dejarla y acercarme a Adriana.
Los pasillos estaban llenas de placas, pero no estaba seguro de a dónde más
llevarla.
—No entiendo —susurró ella, con las manos temblorosas—. Ella
estaba conmigo hace horas. No... No... No pudo ser secuestrada. Ella no es
ese tipo. Ella es Melody.
Grandioso, está perdiendo su mierda también.
34
"Puedes averiguar si un hombre es inteligente por sus respuestas. Puedes decir que
un hombre es sabio por sus preguntas. "
—Naguib Mahfouz
Liam
Mientras los observaba pude sentir que me hervía la sangre, pero ¿qué
otra cosa podía hacer? Olivia sostuvo a Ethan, y le dio de comer alguna
mierda en una botella, que sólo me disgustó más. Pero tenía que comer, y su
madre no estaba aquí. Pellizqué mi nariz, tratando de equilibrarme. Ni
siquiera podía cerrar los ojos, sólo me hacía pensar en ella. Lo cansada que
debe haber estado. ¿Qué tan bien podría luchar si estaba hambrienta y
cansada?
Aviela no quiere matarla.
Traté de convencerme de ello.
—Señor Callahan. —me giré y encontré el pequeño hombre, de pie en
medio del caos de lo que era ahora la incubadora, mirándome y a mi familia
a través del cristal.
—Oficial Scooter.
—Sr. Callahan, tengo que hacerle unas cuantas preguntas. En casos
como este...
Melody
Odiaba estar drogada. Siempre dejó un mal sabor en mi boca. Mi padre
solía drogarme en un intento de hacerme más fuerte, inmune. Ahora me
sentía como si supiera que mi madre era una perra psicópata y que había
estado tratando de prepararme para ella. Pero dudaba que nada podría
haberme preparado para ser tomada desde la cama del hospital, mientras
me recuperaba de una cirugía mayor, para ahora estar encadenada a un
asiento de un puto avión privado. Ella se sentó en su asiento, con el pelo
castaño rojizo escondido detrás de sus orejas pequeñas con una copia
arrugada de Wicked en sus manos y gafas de montura oscura en su cara.
—¿Quieres vino, señora?
Debería haber sabido.
Miré hacia arriba, a la mano pálida familiar de Nelson algo o el otro...
mi puto asistente de vuelo. Sirvió mi vino tinto favorito en un vaso para la
mujer delante de mí. Ella no dijo nada mientras sostenía su copa de vino para
él.
—Eres la rata en mi barco.
—¿En serio, Osa Mel? ¿Crees que no podría estar más cerca de tu
asistente de vuelo? —La mujer que me dio a luz suspiró antes de voltear la
página.
—No me llames Osa Mel, perra loca. En cuanto a ti, rata, te degollaré,
mientras ruegas por mi perdón, pero no antes de que te hagan ver matar a
tu hermana drogadicta de la manera más dolorosa posible. —Tiré contra la
cadena, pero todo lo que hizo fue causarme dolor. Podía sentir los puntos de
sutura tirando de mi piel, y aunque fue doloroso, me hicieron pensar en
Ethan.
—Nelson, consíguele algo de comer.
—Las mujeres como nosotras, Osa Mel, sirven a los hombres por
encima de nosotras para sobrevivir porque somos guerreras, y hasta que
tengamos nuestro propio ejército, hacemos lo que se nos dice. —Ella habló
en voz baja, con los ojos vidriosos—. Si Orlando te dijo que mataras a Liam
lenta y dolorosamente, lo habrías hecho. Me arrepiento de nada. Los
Giovannis, ellos son la razón por la que mi padre estaba de la forma en que
estaba. No podía esperar para matarlo por el sufrimiento que me hizo pasar;
matar a Orlando, luego, salir. Pero tu llegaste y no quería que vinieras a esta
vida. Pero Orlando no sabía cuándo morir y te obligó en esta trampa.
—Así que lo que me estás diciendo es que siempre has querido verme
muerta. —Me hubiera gustado que Orlando la hubiera eliminado en el
momento en que nací.
—¡NO! —espetó ella, cerrando su mano sobre la mesa, derramando su
vino a través de ella. El buen viejo Nelson estaba allí en un instante,
limpiando. Ella ni siquiera se inmutó.
—Siempre he tratado de salvarte, Osa Mel. Yo sabía que te tomaría y
te formaría en un monstruo como él. Al igual que mi padre me había hecho.
Pero entonces te tuve, y nunca quise dejarte. Durante años, me quedé en el
infierno por ti. Para vigilarte, hasta que un día, no pude aguantar más. Tomé
mi oportunidad. Te tomé y planeé irme, desaparecer a donde Orlando e Iván
no podían encontrarnos. Íbamos a ser feliz y libre. Pero Orlando fue a
buscarte y mi padre a mí. Sabía que Orlando se convertiría en un monstruo,
pero Iván —su nieta, ¿una Giovanni?— te habría arrojado con las serpientes
y luego enviado tu cuerpo a Orlando. Elegí el menor de dos males.
—¿Así que me estás diciendo que Iván no sabía que estaba viva todo
este tiempo? Lo dudo. De lo que puedo decir, él sabe todo acerca de todas
las familias. Así que ¿por qué ahora, querida madre?
—Te dejó ser porque tomé mi castigo y pensó que no sería capaz de
hacerlo una vez que Orlando murió. —Ella sonrió, alcanzando sobre la mesa
para tomar mi mano—. Pero lo hiciste. Te sobrepusiste a todo y le mostró lo
estúpido que fue subestimar a mi hija.
tendría el voto de piedad, sin embargo, todavía juegas conmigo. Así que
como he dicho, has hecho mi vida mucho más difícil de lo que debía ser. Esta
es la única manera que sé cómo protegerte ahora. Vamos a tener un segundo
intento. Finalmente vamos a casa.
—Tengo una familia, Aviela. ¡Un hijo que me necesita! No voy a correr
de una puta pelea y desde luego no voy a huir de él.
—No estás en una pelea. Ni siquiera tienes puesto el maldito anillo.
Iván te tiene. Él es el único intocable en este juego. En un instante se puede
llevar a tu hijo y quemarte como me quemó. Mataría a Liam. Pero esto es un
ganar para ganar. Él tiene su equilibrio, los italianos se separarán, dejando a
Liam menos potente. Liam será devastado, pero vive para tu hijo. Ni siquiera
será capaz de controlar el Presidente Colemen. Una vez que el hombre
obtenga su poder, bloqueará a tu marido. Tu hijo vive, y porque eres como
yo, puedes observar de lejos y aprender a estar bien. Tu hijo va a estar bien,
Osa Mel. Está vivo, porque lo amas lo suficiente como para mantenerte
alejada.
Ella es ri…
Empujé ese pensamiento de la cabeza y me apoyé en la cadena para
que pudiera ver mis ojos.
—Voy a salir de esta. Te voy a matar, y voy a proteger a mi familia de
la misma manera que siempre he tenido. Soy Melody Nicci Giovanni
Callahan, yo no huyo. Destruyo todo en mi camino, lo cual te incluye.
Ella sonrió mientras levantaba su libro manchado de rojo.
—Es por eso que traje las cadenas. Aprenderás, y cuando lo tengas,
voy a dejar que lo veas. Imágenes, vídeos, tal vez algunos de sus viejos
juguetes con el paso del tiempo.
Sentí que mi corazón se detuvo. No la quería en ningún lado cerca de
Ethan, mi Ethan. ¿Cómo iba a ser capaz de obtener imágenes y vídeos? El
topo. Pero, ¿a quién dejaría Liam estar lo suficientemente cerca de nuestro
hijo para eso?
35
"Imagina tratar de vivir sin aire. Ahora imagina algo peor. "
Amy Reed
Melody
—Hace cinco días, mi esposa Melody Giovanni Callahan fue secuestrada sólo
unas horas después de dar a luz a nuestro hijo. La quiero de vuelta. Mi hijo y yo la
necesitamos. Mi familia y yo estamos ofreciendo cien millones de dólares por su
retorno seguro. Mel, si estás viendo esto, no estoy renunciando. No voy a renunciar
nunca hasta que te tenga devuelta. Nuestro hijo y yo te extrañamos y te amamos
tanto…
—Creo que es suficiente por ahora. —La voz de Aviela raspó en cada
nervio de mi cuerpo.
Mi odio por ella continuó supurando cada momento que pasaba en su
presencia. Ella apagó la televisión, y se precipitó desde la cocina para colocar
un plato en frente de mí.
—Albóndigas gigantes y espaguetis. Tu favorito, ¿verdad?
Solo me quedé mirándola, sin hacer nada para ocultar mi odio y
disgusto por la mujer que me dio a luz.
—¿Cien millones? Debes sentirte insultada. —Ella se sentó en el otro
extremo de la mesa del comedor de lujo, antes de extender la servilleta y
—Sé lo suficiente. Esto no está ayudando. Piensas que estás, pero no.
Déjame ir, dime quién es Iván y todos podemos estar libres de él.
Ella sacudió la cabeza, pasando las manos por el pelo corto.
—No, no. No lo conoces. Tu no sabes nada. Sólo deja que te proteja,
corazón. No le puedes ganar, nadie lo derrota. Está bien...
—Tu, Liam y yo, podemos tomar...
—¡NO! ¡Dije que no! Voy a protegerte, ¿de acuerdo? Yo, tu mamá. Liam
no, no otra persona. Te has ido ahora. Iván no molestará a tu familia. Solo sé
buena, Melody. Sé buena conmigo, ¿de acuerdo?
Era como tratar de razonar con un niño que tiene una rabieta.
—Iván es sólo un hombre.
—¡BASTA! —Tomó una respiración profunda, ella suavizó su
expresión—. Has arruinado una cena perfectamente agradable. Estabas
portándote tan bien cuando te estaba criando.
—Nunca me criaste, Aviela.
Ella me miró a los ojos entonces, y parecía que no había profundidad
a ella, sólo una cáscara hueca de la mujer que una vez fue mi madre. De pie
recta, se acercó a la chimenea que estaba situada debajo de una pintura de
una versión más joven de sí misma. Tomó una jeringa de la repisa, suspiró
antes de volverse hacia mí.
—Aviela —susurré, sabiendo lo que venía. Traté de alejarla, pero ella
seguía llegando.
Rozó el lado de mi cara, y si no fuera por lo que estaba a punto de
hacer, pensaría que estaba tratando de ser tierna. —Esto ayudará a tu dolor.
—¡AVIELA, NO! —Ella empujó la manga por mi brazo y traté de
luchar con ella pero el robot vino en su ayuda, agarrando mis hombros.
—No —le dije mientras la aguja encontró mi vena.
Liam
—Nuestro hijo y yo te extrañamos y te amamos tanto, Mel. Gracias. —
Cuando me alejé de los micrófonos, los reporteros comenzaron a gritar
preguntas mientras sus destellos de cámara me cegaban.
—Señor, su coche está listo —dijo Monte, sacándonos del hospital.
Se suponía que estaríamos teniendo un chequeo hoy. Los coches
estaban esperando por nosotros. Una parte de mí quería quedarse. Vine con
mi esposa; Debería irme con mi mujer. Pero no podía quedarme, cuando más
rápido llegara a casa, más rápido podría salir y trabajar.
Mi madre dio un paso adelante con mi hijo, el hijo de Mel y mío, quien
estaba profundamente dormido envuelto en una pequeña manta y sombrero
de lana. Era un dormilón. Mel había hablado con él en su vientre, exigiendo
que se acostumbrara a sus patrones de sueño cuando todavía estaba en ella.
Eso era un poco loco, pero sobre todo hermoso. Afirmó que no sería una
buena madre, pero lo veía todos los días, y ahora ella ni siquiera tenía la
oportunidad de demostrarlo.
Antes que pudiera caminar hacia él, el oficial que es dolor en mi culo
estaba frente.
—Señor Callahan, te pedimos que no hicieras lo del rescate.
—Y yo te ignoré.
—Señor Callahan, con un récord como ese, vamos a conseguir miles y
miles de llamadas que nos distraigan de las verdaderas derivaciones,
haciéndolo más difícil…
—Entonces pon más gente en los malditos teléfonos —grité—.
¿Quieres que no haga nada? Mi esposa está ahí afuera y planeo recuperarla,
aunque tenga que regalar todo mi dinero, ya que la policía de Chicago no
puede hacer su trabajo.
—Dijiste que querías un agente del FBI. Bueno, llamé por un favor,
señor Callahan, encontraremos a su esposa. Avian Doers, el director del FBI
ha comisionado a su equipo. Sólo digamos…
Fue interrumpido cuando Ethan comenzó a lloriquear en los brazos de
mi madre.
—Todo lo que oigo son palabras, oficial. Ahora, si me disculpa, mi
familia y a mí nos gustaría volver a casa.
—Señor Callahan, hay algo que usted tie….
—Oficial Scooter —dijo Declan—. Mi hermano acaba de pedirle que
nos deje en paz. Por favor, hazlo antes que nos neguemos hablar más con los
de tu clase. —Él estaba rodeando a Coraline, quién bajó la cabeza mientras
miraba sus finas manos.
El oficial negó con la cabeza.
—No lo aconsejaría, señor. Eso nos hace pensar que tiene algo que
ocultar. ¿No tienes nada que ocultar, verdad?
—Adiós, oficial —dijo Declan mientras tomé a mi hijo. Olía a lavanda
y flores.
Neal y Olivia estaban en casa, esperando nuestro regreso y haciendo
un barrido de la casa… o al menos Neal lo estaba. No tenía idea de lo que su
esposa hacía, aparte de escupir su veneno.
—Oh, no lo sabes —le susurré al pequeño. Bostezó, con la cara
arrugada—. Duerme.
—Liam, también conseguí un asiento de coche para él. Se lo di a Monte,
porque debería estar en el coche —dijo mi mamá una vez que llegamos al
callejón. El mismo callejón donde había muerto la doctora. La fresca nevada
había cubierto todos sus rastros.
—Gracias, mamá —le contesté, tirando del sombrero de Ethan para
cubrir sus orejas. Estaba más que preparado para el clima con toda esa ropa
Melody
—Agh... —gemí. Todavía sentía que estaba girando, y había un sabor
horrible en la parte posterior de mi garganta. Nelson se sentó en el otro
extremo de la mesa de té, que no tenía más que dulces en ella. El resto de la
habitación era del tamaño de mi armario en casa; no tenía sentido, fue
diseñado para adultos, pero cubierto con pequeñas muñecas.
—¿Dónde está Aviela?
—Lo más probable es que esté llamando a tu mano derecha. Adriana,
¿verdad? ¿Sabías que ella fue la razón por la que conseguí una posición en
tu jet? —Se recostó en su silla—. No, no lo sabrías. Tu madre te ha engañado
en todos los sentidos, y ni siquiera puedes ser una linda niña para ella.
Este hijo de puta.
—Mira quién encontró sus pelotas.
—¡Nunca las perdí! ¿Te acuerdas de esto? —peguntó, levantando la
chaqueta blanca manchada que le había dado la primera vez que nos
conocimos.
Pero no desperdiciaría mi aliento en él.
—Cuando me lanzaste esto en la cara como si yo fuera menos humano,
tomó todo mi control no meter una bala en ti justo allí. —Sacó un arma de
detrás de él, colocándolo en la mesa de té—. ¡Me dijiste que lo diera a mi
hermana sin saber que eran tus drogas las que la mataron!
—La gente muere todos los días, no los obligo a tomar las cosas que
hacen.
—¡No te hagas la inocente conmigo! —gritó—. No sabes cuánto tiempo
he esperado este día. Has destruido a mi familia. Ella lo estaba haciendo muy
bien, y entonces tuviste que tentarla con tu nueva mierda. Eran tan
jodidamente fuertes, ella lo perdió. ¡Tú la mataste, maldita sea!
y Ethan otra vez. Estaba jodida en todos los sentidos de la palabra, pero no
podía concentrarme en eso ahora.
—Por fin. —Tiré de las cadenas alrededor de mis pies, traté de
mantenerme en pie, pero mis piernas se doblaron bajo mi propio peso.
Agarré el extremo de la mesa, me tambaleé hacia Nelson. Tomé el arma justo
al lado de su cabeza y me arrodillé junto a él, presionándolo en su ojo.
—¿Donde está ella?
No tuvo oportunidad de responder antes de que la puerta se abriera.
—Mierda, Co...
Antes de que pudiera pronunciar las palabras, disparé, señalando un
desfile de alarmas para sonar en toda la casa.
—Tú... nun... ca... vas... a... sa... lir... —se burló Nelson mientras la
sangre manaba de sus oídos.
—Dile a tu hermana que dije hola. —Empujé la pistola en el ojo antes
de apretar el gatillo.
Paso uno: Llamar a Liam.
Paso dos: Matar a Aviela.
Liam
La jodimos. Mel y yo habíamos llegado a confiar en la gente que nos
rodeaba. Nos habíamos acostumbrado a ellos, y en cierto modo, nos
preocupábamos por ellos como si fueran de nuestra propia familia. Pero no
lo eran. La verdad era que eran pedazos que encontramos. No importaba lo
mucho que intentáramos, y el pegamento que usáramos, nunca cambiarían
el hecho que estaban agrietados; Los plato rotos nunca eran confiables.
Siempre quedaba una grieta.
Confiamos en Adriana. Yo confié en Adriana. Sin embargo, aquí
estaba, de pie en la plataforma B del centro de trasporte de Ogilvie,
esperando a la Judas. Mi mano temblaba de rabia, no quería más que
desgarrarla. Durante cinco días ella nos vio, nos vio a mí y a mi hijo
sufriendo en agonía; Probablemente se rió.
—Jefe, ella viene hacia usted —habló Monte en mi oído. Cuando me
volví hacia las escaleras, allí estaba, peluca rubia, gafas gigantes y todo.
Cuando me vio, trató de girar, pero Monte ya estaba detrás de ella. Se
quitó la peluca y se volvió hacia mí. Suspirando profundamente mientras
daba su ultimo paso hacía mí.
—Había estado esperando que lo averiguaras —susurró, manteniendo
la cabeza baja.
—¿En dónde está?
—No lo sé.
—¿Qué es lo que quiere Aviela?
—Salvarla de Iván. Lia…
La agarré del brazo, la empujé más cerca de mí.
—No digas mi nombre. Quiero romper tu puto cuello ahora mismo.
¿Antonio también nos traicionaba o tú le mentiste a todos?
36
“Parece la flor inocente, pero es la serpiente debajo de ella.”
William Shakespeare
Olivia
Había ciertas pautas que todos los políticos y sus familias seguían. Sólo
tenía tres reglas básicas:
Primero: en algún momento habrá una oportunidad de salir adelante.
Tómala, y nunca mires atrás.
Segundo: la gente hablará, asegúrese de controlar lo que hablan.
Tercero: siempre estar dispuesto a cortar la cabeza de sus enemigos,
sobre todo cuando están de rodillas.
—Neal —dije en voz baja, caminando detrás de él.
No me miró, ni siquiera me habló. Él solo bebía, mientras miraba al sol
ponerse sobre la línea de árboles, en el despacho de su hermano.
—Adriana se suicidó. Liam fue a verla, y ella simplemente saltó. Nadie
sabe quién es, por lo que sólo tuvo unos pocos minutos de tiempo antes de
regresar a cubrir a Santa Melody...
—Olivia, nuestra cuñada fue secuestrada —dijo Neal—. Puedes
mantener tu virulencia para cuando vuelva.
—Neal, la mierda ya ha alcanzado el ventilador y Liam está demasiado
ciego para verlo. —¿Cuándo iba a empezar a ser el hombre que sabía que
era? —Están llamando al puto FBI. En unas pocas horas, algunos de los jefes
italianos más malos se reunirán para derribar esta familia. ¿Qué estabas
diciendo sobre Roy? ¿Ya no está pagando el precio completo? Neal, redobla.
Si no es por mí, entonces por Liam. Necesita que cubras su espalda. No
sabemos en quién confiar, pero somos una familia, y hasta que regrese Mel,
no podemos esperar a ser movidos como piezas de ajedrez. Súbete a la silla
y conduce, o seremos empujados por el precipicio.
Pude verlo en sus ojos: esa disposición a morir por su hermano. Pero
también estaba esa hambre de liderar, de ser el Ceann Na Conairte.
—¿Cómo supiste sobre la reunión?
—Nadie le presta atención a Barbie Malibú —dije, sentada en el
escritorio—. La pregunta es, ¿qué vas a hacer?
Me miró con cuidado.
—Neal.
—Lo dejaré lidiar con eso. Lo primero de lo que tenemos que
preocuparnos es mantener a Roy y al resto de los peces pequeños en fila. La
elección es en unos pocos días. ¿Cómo está tu padre en las encuestas?
Y solo así, él era una persona completamente diferente.
—Su victoria arrojará una pequeña sombra sobre Melody. Estamos
pensando que si no es encontrada para entonces, haremos un anuncio.
—Con suerte, regresará para entonces. Demasiada atención en la
familia no es bueno.
—Con suerte. —O no—. ¿Tienes una distracción en mente?
Se sentó, relajándose en su silla.
—No. Pero estoy formando una.
—Bien —salté de la mesa—, te dejo con tus pensamientos. Si me
necesitas, estaré pasando tiempo con Ethan.
—¿Cómo está?
De todos ellos.
37
"¡Se lo merece! Me atrevería a decir que es así. Muchos que viven merecen la
muerte. Y algunos que mueren merecen la vida."
—J. R. R. Tolkien
Scooter
No entiendo por qué todo el mundo estaba tan malditamente asustado.
Lo tenemos. Nosotros lo tenemos. Sabía que algo no estaba bien. El hombre
estaba ocultando algo y ahora sabía lo que era. Era un monstruo más grande
de lo que pensaba. Sabía que él estaba detrás de un sin número de asesinatos,
¿pero matar a su propia maldita esposa?
—No es suficiente —dijo el capitán. Tiré la carpeta en su escritorio, el
documento que había pasado horas construyendo.
—Señ...
—No es suficiente, Scooter.
—¡Mierda!
—Oficial…
—¡No! Estoy cansado de esta mierda. Todo el mundo está tan
jodidamente asustado de estos pendejos que se hacen de la vista gorda. —
Quité mi placa, la tiré encima de la mesa—. Tómalo. ¿Está en sus bolsillos
también? ¿O eres como el resto de esas piezas de mierda que carecen de
moral, esparcidos en esta ciudad?
Se levantó de su silla tan rápido que chocó contra las persianas detrás
de él.
—¿Has perdido tu maldita mente? ¿Te escuchas a ti mismo? Tengo casi
decidido darte una patada fuera de esta fuerza de todos modos.
—¡Adelante! No es como hacemos la mierda. Te acabo de decir que dos
de sus anteriores novias terminaron muertas. El cuerpo de Natasha Briar fue
encontrado desnudo en una zanja. ¡Ahora su esposa ha desaparecido y el
hombre ha estado ocultando algo desde el primer día! Obtuvimos una
llamada, una llamada grabada diciendo que Liam Callahan mató a su
esposa.
—Scooter, todo lo que tienes es una evidencia circunstancial.
—¿Desde cuándo jodidos necesitamos más? Hemos estado intentando
durante años conseguir a este hijo de puta y ahora aquí está nuestra
oportunidad. Sé el hombre que necesita esta ciudad. Levántate, por el amor
de Dios. ¡Haz que esos cabrones paguen! —Me miró antes de mirar la carpeta
en su escritorio. Cruzó los brazos sobre el pecho, sacudió la cabeza y se
volvió hacia la ventana.
—Señor.
—Toma un descanso, Scooter. Vamos tras él por la mañana.
Conseguiré la orden. Tomará un tiempo para encontrar un juez que
voluntariamente entre en esto.
Yo quería ir ahora, pero sabía que tenía razón. El último juez que habló
en contra de los Callahan terminó colgado de un puente. Aunque, una vez
más, nadie podía culparlos.
—Esto está bien, capitán. Estamos haciendo lo correcto. Lo sé.
Él no me miró. —Esté aquí a las 7:00 am. Ve a casa, besa a tu esposa, y
prepárate para ello.
Él lo hizo parecer como si nos vamos a una guerra, una batalla sin
cuartel. Pero yo había estudiado a los Callahan durante años. Todos estaban
sobre su imagen pública; no harían nada que pudiera hacer que parecieran
nada menos que perfecto. Trabajaron en las sombras y ahora estaban a punto
de alcanzar el sol. Salí de su oficina, no me molesté en hacer contacto visual
con nadie.
Eso no impidió que mi compañero viniera a mí.
—¿Qué fue eso? —preguntó Beau, agarrando el archivo de su
escritorio.
Quería confiar en él, pero no sabía si pudiera.
—Nada, el jefe estaba poniendo una en mí de nuevo por hablar con los
Callahan.
—Te lo dije. —suspiró—. Sólo mantén la cabeza en alto, ¿de acuerdo?
No dejes que te afecte.
—Sí, gracias. Voy a salir. —No esperé. Tomé mis llaves, salí de la
estación a medida que más agentes entraron. Todos habían estado
trabajando todo el día para encontrar a la señora Callahan. Se sentía como si
hubiera más personas en busca de ella que buscando al asesino del
Presidente. Si solo ella me hubiera escuchado. Había pensado que ella estaba
en esto, en cualquier operación que ellos habían de ir. Pero no era más que
otra víctima. Demasiadas casualidades, por lo que todos ellos podían ganar
dinero —dinero ensangrentado. En el momento en que me senté en mi
camioneta, mi teléfono sonó y ya sabía quién era.
—Scooter.
—Hola —susurró ella—, ¿vas a venir a casa pronto?
Suspiré, pasé la mano por mi pelo hacia atrás, mirando el teléfono en
la mano.
—Lo siento, el capitán quiere hacernos trabajar hasta tarde en el caso
de Callahan. Voy a dormir en la estación si tengo la oportunidad. Es una
locura aquí.
—Sí, por supuesto. Sólo estoy por ir a la cama. Sólo quería estar segura.
Te amo.
38
“La libertad de los lobos a menudo ha significado la muerte de las ovejas.”
—Isaiah Berlin
Liam
Necesitaba ver a mi hijo. Odiaba estar lejos de él por tanto tiempo. Sólo
habían pasado dos horas, pero mucho puede pasar en ese corto período de
tiempo… como tu esposa siendo secuestrada de la habitación de hospital.
Tenía que dejar jodidamente claro que este no era el momento para que la
gente conspirara contra mí en los restaurantes italianos. De hecho, nunca
había tiempo para esa mierda. Declan abrió la puerta para mí y el viento
sopló alrededor de nosotros. Sabía que él estaba dispuesto a respaldarme,
pero no lo necesitaba, ni lo quería.
—Declan, espera por si alguien decide correr —dije antes de entrar.
Justo como pensé; El lugar estaba lleno, y cuando entré la anfitriona se
congeló. Debió ser la que contestó el teléfono antes. Sin decir una palabra,
señaló las puertas dobles que conducían a la cocina.
—Limpia este lugar, ahora —dije. Asintió mientras me siguió.
Algunos de ellos parecían entenderlo, y abandonaron sus comidas y
tiraron de sus cuentas sobre las mesas antes de salir.
—Disculpe, no puedes estar aquí, señor —gritó un joven muchachito,
alzando sus manos. El chef se acercó rápidamente, golpeándolo por encima
Crack.
Su cara se abrió y pude ver los trozos de su cerebro derramándose.
Quité la sangre de mi cara, me volví hacia los dos sentados en la mesa. El
hombre al cual le disparé seguía respirando profundamente mientras el otro
miraba con los ojos abiertos al viejo, tratando de asimilar lo que acababa de
pasar.
—Todos ustedes me disgustan. Vinieron a mi boda, prometieron
lealtad a mi esposa, y por ende a mí también. Sin embargo, aquí están, como
cucarachas en una habitación oscura conspirando en mi contra. Todos
ustedes me hacen daño, y cuando algo me duele, también a los demás.
—Callahan, ¿qué se supone que debamos pensar? —preguntó uno de
ellos.
—¡No se supone que piensen! —Lo agarré del cuello, lo miré a los
ojos—. Yo soy el que jodidamente piensa. Melody jodidamente piensa, tú no.
—Yo…
—Tienes suerte que le disparara a este. —Señalé al hombre—. Lo que
significa que puedes vivir. Serás mi pequeño mensajero. Después que las
drogas se agoten, les dirás a cada hombre, mujer y niño, lo que pasó aquí.
Hasta que esté muerto, y sólo cuando esté muerto, estoy fuera de este juego.
Hasta entonces, me perteneces. ¿Estamos claros?
Su cara se vació de toda emoción. Tomé el arma, la sostuve en su rótula
antes de tirar el gatillo. No lo sentiría tanto, pero dolería como una perra en
pocas horas.
—Dije, ¿estamos claros?
—¡Sí! —siseó.
—Bien. —Acaricié su cabeza, me acerqué al hombre sangrante y pensé
en matarlo rápidamente, pero decidí no hacerlo. Empujé su silla atrás, lo
miré fijamente mientras yacía en su espalda jadeando por respirar, pero los
agujeros en sus pulmones le impedían hacerlo.
Melody
Contuve la respiración, esperé hasta que oí los suelos de madera crujir,
cada vez más fuerte mientras se acercaba a la cama. Todo lo que podía ver
eran sus pies. Acuné la pistola en el pecho sabiendo que tenía que actuar con
rapidez. Al segundo que miraba por la ventana enrejada, me deslicé
lentamente, disparándole a la derecha a través del corazón. Él se dobló y yo
no perdí el tiempo. Le agarré del cuello y lo retorcí.
Lo despojé de sus pistolas, dos granadas, y un cuchillo, los puse en mis
pantalones vaqueros antes de salir corriendo hacia el teléfono.
—Esa perra —susurré. Había cortado todas las líneas.
No podía esperar. Corrí por el pasillo, sin molestarme en ocultarme.
Sabía que había cámaras por todas partes. Ella ya sabía dónde estaba, y la
única posibilidad que tenía era mantenerme en movimiento, el único
problema era que no tenía ni idea a dónde diablos iba.
—¡No! ¡Ecco! Eccola —fue todo lo que oí antes que las balas vinieran
volando hacia mí, haciendo añicos un jarrón de flores, arte y muebles.
Maldita sea.
—¡Me rindo! —Grité mientras dejaba caer la pistola—. ¡Mi arrendo!4
—Vieni Fuori. ¡Sal fuera!
Hice lo que me pidieron, salí y les mostré mis manos. Sus ojos se
abrieron a las granadas en mi izquierda.
—Arrivederci5, ¡hijos de puta! —Grité cuando las tiré tan lejos como
pude. Una de ellas se quedó atascada en la lámpara de araña y yo me lancé
4
Me rindo.
5 Adiós
para cubrirme. A medida que mi cuerpo cayó al suelo y rodó, logré agarrar
mi arma y esconderme detrás de la pared.
El humo inundó los pasillos como si un volcán había entrado en
erupción. Destellos de llamas encendieron toda la casa, me levanté del suelo.
Tosí cuando mi nariz y los pulmones ardían. Escupí la sangre fuera de mi
boca, mientras caminaba hacia los gemidos.
—Ahh… —un grito vino de mi izquierda. Me acerqué a él. Si él era lo
suficientemente coherente como para quejarse del dolor, era lo
suficientemente consciente para responderme.
—Dime dónde está ella y termino tu dolor ahora. —Mantuve la pistola
directamente sobre su único ojo bueno.
—Si cazzo cagna6
—Respuesta equivocada —dije antes de derribarlo como el perro que
tuvo tan hermosamente llamado como yo. Caminé por el pasillo, sostuve mi
estómago sólo para sentir el calor de mi propia sangre.
Maldición. Mis puntos de sutura fueron desgarrados.
Sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que sucediera, pero
esperaba que al menos pudiera ver a Aviela primero. Tomé un pedazo de
madera, lo sostuve en los pequeños destellos de llamas en los escombros
hasta que se encendió como una antorcha. Mientras caminaba, analicé las
paredes, alumbrando el papel tapiz mientras me movía más abajo en el
pasillo. Este lugar se va a quemar.
Pronto me encontré en la entrada principal, las grandes puertas dobles
de roble que conducían fuera de la mansión aparecieron ante mí. Se me cayó
la antorcha. La puerta se cerró de golpe, quedando atrapada en el interior,
mientras las llamas continuaron extendiéndose.
6
Copulando, perra.
Liam
Quería nada más que lanzar el teléfono contra la pared, pero no quería
despertar a Ethan mientras dormía en mis brazos. Era las 8:30 am, y Aviela
nunca había llamado. Estaba al final de mi ingenio, pero no quería que sienta
tanta ira de mí.
—Liam, puedo…
—Olivia, si vienes aquí una vez más, voy a reventar tu cara —le espeté
a la mujer asomándose por la puerta—. No necesito dormir. Buenas noches.
—Había sido como un halcón desde que llegué a casa.
Sus ojos se entornaron en mí.
—Estaba tratando de ayudar, Liam. No quiero que estés demasiado
abrumado. Buenas noches.
—Buenas noches, Olivia. —Me levanté y coloqué a Ethan de vuelta en
su cuna. Sonó mi teléfono.
Mierda.
Miré a través de los bolsillos, lo agarré con rapidez, tratando de
silenciarlo. Estaba bloqueado el número. ¿Quién jodidos me estaba llamando
tan temprano? Si tuviera que matar a una persona más esta semana iba a
perder mi mierda.
—Callahan —dije en voz baja, rozando la cabeza de Ethan.
No hubo respuesta, sólo una ingesta de respiración profunda, y por
alguna razón, mi corazón dio un salto. Me atreví a tener una maldita
esperanza. Abrí la boca, pero ni siquiera podía formar una frase.
—¿Esposa?
Hubo un sollozo seco en el otro extremo antes de escuchar su voz.
—Hola, mi marido.
—No fui yo. Lo juro, señor. Lo Juro —gritó ella, sosteniéndolo cerca
de ella. PUM.
PUM.
PUM.
—Sr. Liam Callahan, este es el Departamento de la Policía de Chicago,
tenemos una orden de arresto por el asesinato de Melody Nicci Giovanni
Callahan.
Abrí la puerta y entré en el mar de luces intermitentes.
Epílogo
“Para traicionar, primero debes pertenecer.”
—Harold Kim Philby
Olivia
Los aplausos hicieron que el escenario temblara con tanta fuerza que
tuve que agarrar a Neal. Entrecerré los ojos para ver las luces intermitentes.
—¡Gracias, América! —gritó mi papá, haciendo más ruido—. Me
siento tan orgulloso, honrado y tan bendecido de ser su presidente. Ha sido
un largo viaje y extraño, pero juntos vamos a cambiar América para hacerla
mejor. Reconstruiremos este país, esa ciudad en la colina, una vez más.
—¿Cuánto se tardará esto? —susurró Neal mientras se inclinó hacia
mí. Quise poner mis ojos en blanco.
—Neal, el juez negó la fianza. Tu hermano pasará los próximos cinco
meses en la cárcel antes del juicio. En este momento, es una victoria. Una
sangrienta victoria cuando necesitamos una, así que sonríe para las malditas
cámaras. —Me incliné lejos de él, di un pequeño paso adelante, saludando y
sonriendo a todas las personas que vinieron a vernos. Los Colemen, la hija
del maldito presidente de los estados unidos, lo conseguimos.
¿Qué tan grande es mi corona ahora?
—Estoy sonriendo, querida. Pero no olvidaré lo de mi hermano. Ese
juez tiene que…
Mierda.
—Quiero un trato.
—Gírala, querida —dijo recostándose.
Pareció que me llevó más tiempo de lo que debería girar la tarjeta. Pero
lo hice, y me congelé. Había escrito su verdadero nombre.
—Eres Iván —susurré.
—Ahora, hablemos de un tipo diferente de trato.
Sobre El Autor
http://iamjjmcavoy.com/
Agradecimientos
Al ejército de personas que ayudaron a hacer este libro posible: Natanya, mi
agente, Amber y Nicolette, a mis editores y los fans de Ruthless People
quienes han estado conmigo desde el principio y me han apoyado a través
del infierno y la tormenta, muchas gracias a todos. Cuando digo que este
libro no pudo haber sido escrito sin todos ustedes, lo digo en serio. Ha sido
un absoluto subir y bajar de emociones desde que comencé este viaje con
todos ustedes. No lo cambiaría por nada del mundo.