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“7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;”

Jesús voluntariamente dejó de lado el ser Dios por amor a ti.


Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que nosotros como redimidos
estemos con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces recién ahí, cuando percibamos de
repente nuestros sentidos admirados, pero intensamente las glorias de la patria eterna de Dios,
recordaremos que Jesús dejó todo ese cielo, todo ese universo por nosotros, que no sólo se exilió
de las Cortes Celestiales, sino también por nosotros corrió el riesgo de fracasar y de perderse
eternamente. Entonces arrojaremos nuestras coronas a sus pies, y elevaremos el canto: "¡Digno es el
Cordero que ha sido sacrificado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y
la gloria, y la alabanza!" DTG 105.2

No pensemos solamente en la Cruz como el sacrificio ¿Eso es importante? Sí, claro que sí, pero ya
es el final, pensemos primero en lo que tuvo que dejar. Por eso lo que dice esta cita es que, si
ahora, lo que Jesús hizo te parece la mayor expresión de amor cuando estés en el cielo y veas lo
que es el cielo y te pares a pensar que él dejó todo eso por ti, no te va a entrar la cabeza; y no sólo
lo que tuvo que dejar, sino el riesgo de perderse eternamente ¿tuviste eso en cuenta? Si el pecaba
no podía volver al cielo, quedaba condenado a ser hombre, ser humano, un error solamente y él
debía sufrir eternamente las consecuencias del pecado, y finalmente morir ¿Entiendes lo que es
eso? Seguramente que no, porque es difícil… pero recuerda que él se arriesgó por ti, dejó y
arriesgó todo eso para hacerse siervo, estuvo dispuesto hacer uno más de nosotros, fue tentado en
todo al igual que tú, soportó las pruebas que nosotros estamos soportando y venció con la fuerza
de Su relación con el Padre con tal de cumplir con Su propósito: mostrarnos que nos ama. Tanto
así que en Filipenses 2 el versículo 8 nos dice:

“[…]8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la


muerte, y muerte de cruz.”

Juan 1:11 “A lo suyo vino, y los suyos no le reconocieron.” Jesús vino a salvar a su creación y su
propia creación lo crucificó. La crucifixión era un método de ejecución que buscaba la muerte
lenta, la muerte dolorosa del prisionero, con tal de hacerlo sufrir pero lo más que se pueda, lo que
buscaban no era solamente matarlo sino torturar al prisionero; y a veces creo que no llegamos a
dimensionar lo que era eso, porque debido a las torturas a las que había sido sometido desde la
misma noche donde se lo llevaron del Getsemaní, se piensa que Jesús sufría una gravísima anemia
como consecuencia de la pérdida de sangre, esto unido a la pérdida del líquido corporal por toda
la sudoración y respiración durante dos largos días, le había producido una insuficiencia
respiratoria muy grave y una severa pérdida de tensión arterial, por lo que incluso le costaba
muchísimo trabajo solamente mantenerse en pie.

Además, en todo ese tiempo, no había dormido, comido, bebido; y como consecuencia tendría una
bajada de azúcar en sangre que hizo estragos en su fuerza física. Fue privado de todo tipo de
derechos, sólo querían hacerlo desaparecer, pero había más... la insuficiencia respiratoria producida
por los golpes, por los latigazos, habría lesionado gravemente sus pulmones y sus bronquios...
recuerda que no era un cinturón como el de hoy con el que lo golpeaban, ¡no! era un látigo
Romano que estaba pensado para desgarrar la piel. Entonces cuando el látigo te golpeaba tenía
como unos ganchos metálicos que quedaban incrustados en tu piel como cuchillas y luego el
soldado ¡Saz! tiraba el látigo y las cuchillas arrancaban esa piel. Su fiebre era altísima y sus heridas
se inflamaban e infectaban, todo esto hacía que su visión fuera borrosa, provocando que se
tambaleara, que se callera. Antes de emprender la vía dolorosa hacia el calvario, luego de flagelarlo,
le cambiaron la ropa, así que imagina cómo... cómo se le abrían las heridas mientras se iba
desvistiendo, los insectos rodeaban esas heridas y él no podía defenderse porque estaba llevando el
madero. Jesús cayó más de una vez durante el camino y estas caídas, al golpear la corona de
espinas contra el suelo... Éstas penetraron más profundamente en su cabeza y las costras que
recubrían las heridas se volvían a romper. En esas condiciones cargó con la parte horizontal de la
Cruz, que aproximadamente media unos dos metros y pesaba 50 kilos, por más de medio
kilómetro hasta el lugar de su crucifixión (porque los romanos hacían pasear el prisionero por las
calles principales de la ciudad para que la gente aprenda, obedezca y no cometan los mismos
errores) y encima... este madero no estaba derecho, sino que iba torcido para dificultar su traslado.
Además, se dice que en ese camino los prisioneros tenían una cuerda gruesa atada al cuello o la
cintura, de la que los soldados tiraban si lo consideraban necesario... cosa que, seguro que hicieron
con Jesús dado que por sus condiciones físicas no podía caminar. Al llegar al lugar de la
crucifixión, le clavaban los pies a un poste vertical y las manos al horizontal, para tenerlo ahí,
suspendido, en esa Cruz.

Hoy esto nos parece una imagen conocida... pero piensa en el dolor de un clavo que tiene que ser
lo suficientemente largo y ancho para atravesar tus dos pies y tus manos. Si hoy te golpeas
solamente el dedo chiquito con la mesa, ¡ya estás gritando por toda la casa! Imagina ser atravesado
por esos clavos y que todo tu peso esté sobre ellos mientras están dentro de tu carne, y con una
base que ponían en los pies o una especie de tenedor que lo ponían a la altura de la entrepierna
para sostenerlos. Y para colmo, estaba completamente desnudo delante de toda esa multitud, que
se le reía y escupía en la cara, cuestionando sí realmente era el hijo de Dios.

Con la Cruz, Jesús abrió de par en par la puerta entre Dios y los hombres. Por eso la Cruz
permanece firme mientras el mundo da vueltas. No fueron los clavos los que mantuvieron a Jesús
en la Cruz, fue Su amor por ti; y así cómo murió, también resucitó. Cristo fue tratado como
nosotros merecemos, para que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Jesús se hizo lo
que nosotros somos, para que nosotros pudiésemos ser lo que él es. Por lo cual dice el versículo 9
en filipenses 2:

“[…]9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y
debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

Sí Jesús te amo tanto, aun cuando ni tú ni yo lo merecíamos, ¿cuánto más deberías amar a los
demás? ¿Tenemos o no tenemos mucho que aprender del gran Maestro? Uf, claro que sí, porque si
la educación es desarrollar el carácter de Dios en nosotros; significa que no sólo recibimos Su
amor, sino que también amamos a los demás. En Juan 13:35, cuando Jesús estaba ahí en la última
cena, él dice a los discípulos:

“[…]35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”

El mundo no conocerá a Dios por nuestro gran conocimiento de la Biblia, el mundo no conocerá
a Dios por los seminarios de profecía de Daniel y Apocalipsis, el mundo no conocerá a Dios por
nuestros grandes programas en la iglesia, los libros misioneros, los grupos pequeños. El mundo no
conocerá a Dios por nuestras organizaciones, campañas evangelísticas o grandes predicadores
¿todo eso es importante? ¡Sí, claro que sí!... pero recuerda que, todo lo que Jesús hizo en su vida en
la tierra, tuvo un sólo propósito: mostrarnos que Dios es amor. Por eso Jesús dijo: En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. 1 Juan 4:20-21
profundizan la idea al decir:

“[…]20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a
su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21y nosotros tenemos este
mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” Porque cuando amo a Dios
con todo mi corazón, con toda mi alma, y con toda mi mente, con todas mis fuerzas, también
amaré a mi prójimo como a mí mismo.
¿A quién debes comenzar a mostrar el amor que Jesús te mostró a ti primero?

Busca que cada acción, cada palabra, cada respuesta, cada mirada, cada tiempo, cada mensaje, cada
llamada, cada momento; la gente pueda ver a Jesús en ti, no como un desafío o un reto, sino como
un estilo de vida en donde compartes Su amor hacia los demás, porque el que ama tiene paciencia
en todo y siempre es amable, el que ama no es envidioso ni se cree mas que nadie, no es orgulloso,
no es grosero ni egoísta, no se enoja por cualquier cosa, no se pasa la vida recordando lo malo que
otros le han hecho, no aplaude a los malvados sino a los que hablan con la verdad, el que ama es
capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo. Siempre que
cueste recuerda a Aquel que fue tratado como tu mereces, para que tu puedas ser tratado como él
merece.

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