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Acerca de la modernidad

Ante todo habría que hacer una distinción entre Edad moderna y
modernidad o modernización. La Edad moderna es el período que va
desde la conquista de Constantinopla por parte de los turcos otomanos
(1453) o el descubrimiento de América (1492) (fines del siglo XV) hasta la
revolución francesa (1789) y la revolución industrial (1750) (fines del siglo
XVIII).
En cuanto a la modernización podemos decir que se trata de un proceso
de complejización tecnológico, científico, social y económico que va más
allá de la demarcación cronológica de la Edad moderna. La modernización
supone un “antes” y un “después” que va a variar según las sociedades.
El “antes” es la finalización del feudalismo como modo de producción y el
“después” es la consolidación del capitalismo como modo de producción
dominante, la democracia representativa y el sistema de dominación
burgués. La modernización es entonces un proceso que se da en parte
en los tiempos modernos o Edad moderna y en parte en la edad
contemporánea.
El advenimiento de la modernidad, remite entonces a un largo proceso y a
la diversidad de fenómenos y acontecimientos históricos que desde fines
del siglo XV comienzos del XVI, erosionaron en Europa el orden cristiano-
medieval. Dentro de esos fenómenos y acontecimientos históricos
destacamos ( el orden es arbitrario): 1) la ampliación del mundo conocido
a través de la expansión marítima europea del siglo XV y la consiguiente
colonización de Africa, Asia y América; es decir los viajes de
descubrimiento, exploración y conquista de territorios extraeuropeos hasta
abarcar el planeta entero.
2) La innovación incesante de los medios de comunicación y de transporte
(barcos fluviales de vapor, ferrocarriles, transatlánticos y telégrafos). 3) La
aparición de las nuevas ciencias de la naturaleza (se desarrollan la física,
la química y la biología). 4) El “giro copernicano” del saber1. 5) El giro
antropocéntrico que dominará en el discurso filosófico 6) la formación de
los primeros Estados nacionales europeos de tipo burocrático-absolutistas
y 7) La proliferación de formas capitalistas de producción que se
consolidarán con el surgimiento de la revolución industrial en Inglaterra.

Podemos mencionar cuatro procesos inherentes a la modernización: 1)


Proceso de industrialización, 2) Proceso de urbanización, 3) Proceso de
democratización y 4) Proceso de secularización.

Proceso de industrialización: es el proceso por el cual el régimen de


producción de un país llega a basarse de modo preponderante en la
industria, que desplaza a la producción artesanal, extendiendo sus efectos
transformadores a la agricultura. Este proceso tuvo lugar en primer
término en Inglaterra a mediados del siglo XVIII (1750)
La primera etapa de la industrialización va a ser la manufactura. La
división manufacturera del trabajo supone la concentración de los medios
de producción en manos de un capitalista y la descomposición de un oficio
manual en las diversas operaciones manuales que lo integran. Durante el
período manufacturero va desarrollándose esporádicamente el empleo de
máquinas. Pero la maquinaria específica de este período es el mismo
“obrero colectivo”, producto de la combinación de muchos obreros
parciales. En el período siguiente, la fuerza de trabajo será la máquina.
La aparición de la máquina reemplazará la energía humana y animal para
1
Se llama giro copernicano del saber a la ruptura epistemológica que se produce en la Astronomía, en la Biología y
en la Psicología. Este “giro” supone un proceso de descentramiento en la concepción del mundo y del hombre. En
Astronomía, la aparición de Copérnico (S. XV-XVI) para quien la tierra deja de ser el centro del universo para
pasar a ser un planeta más que gira alrededor de un sol (Teoría heliocéntrica) en medio de un espacio infinito. En
Biología, la aparición de Charles Darwin (S. XIX) , quien pone en cuestión la teoría bíblica de la creación del
hombre, sosteniendo que el ser humano es producto de una evolución cuya procedencia es el reino animal. Y
finalmente a fines del siglo XIX principios de XX la aparición de Sigmund Freud, fundador de la teoría
psicoanalítica, quien va a sostener que el ser humano se encuentra dividido y determinado por motivaciones
inconcientes.
la realización del trabajo. La revolución industrial del siglo XVIII arranca de
la “máquina herramienta”. La revolución industrial dio lugar a un nuevo
principio tecnológico: el de la producción en serie, en la que el objeto del
trabajo pasa por un número de intervenciones combinadas, llevadas a
cabo por máquinas diferentes pero complementarias. En este período
aparece la fábrica como nuevo escenario laboral en donde el sistema de
producción no está adaptado al trabajador (como lo estaba en la
manufactura), sino sujeto a las exigencias de la máquina. El trabajador se
transforma en un apéndice de la máquina. El proceso de industrialización
liquidó la producción artesanal. En esta etapa grandes masas de
campesinos son expropiados de sus tenencias y privados de sus medios
de trabajo y subsistencia, produciéndose así una migración masiva de las
zonas rurales hacia las zonas urbanas (donde estaban ubicadas las
fábricas) para vender la fuerza de trabajo que necesitaba la industria.
Como dijimos más arriba, el proceso de industrialización va a consolidar el
modo de producción capitalista. La forma capitalista presupone la
existencia de obreros libres y asalariados que venden su fuerza de trabajo
al capital. Esta forma se desarrolla por oposición a la economía agraria y
al artesanado independiente.
Hay autores que sostienen que el capitalismo nace como empresa
colonial. Para estos autores, sin la conquista, la explotación y el saqueo
de los territorios extraeuropeos (América, Indias Orientales y Africa) no
habría podido existir el capitalismo. Desde esta perspectiva el capitalismo
es un sistema de explotación de unas naciones por otras, desde sus
orígenes el capitalismo fue un sistema que se desarrolló por medio de la
explotación que las naciones centrales ejercieron sobre las naciones
periféricas. Dice Marx: “El descubrimiento de las colonias auríferas y
argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en
las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias
orientales, la transformación de Africa en un coto reservado para la caza
comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de
producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores
fundamentales de la acumulación originaria” (Karl Marx, El Capital, tomo I,
México, siglo XXI, p.939, citado en J.P. Feinmann, “La sangre derramada”,
Ensayo sobre la violencia política, Bs. As., Seix Barral, 2003).
Dice Renato Ortiz en su articulo Imperialismo cultural: “…son los intereses
económicos los que llevan a los países europeos, particularmente a
Inglaterra, al expansionismo. La teoría marxista explicita aún más este
elemento: se trata de la necesidad del capitalismo de expandirse a través
de la política imperialista. Para reproducirse, el capital ya no podría contar
sólo con los mercados nacionales, debería buscar nuevas fronteras. Sólo
así el ciclo de crisis internas podría ser contenido, asegurando una nueva
fase de su reproducción.” (Imperialismo cultural, Renato Ortiz en
“Términos Críticos de Sociología de la Cultura”, compilado por Carlos
Altamirano, Bs. As., Paidós, 2002). Se inaugura de esta manera la
historia del imperialismo moderno una de cuyas características será la
visión etnocéntrica. “Las naciones imperialistas reelaboran el discurso
racista para interpretarlo en el marco de una visión nueva: la misión
civilizatoria. Los países industriales, compuestos por razas “superiores”,
tendrían ahora el deber moral de enseñar a las razas inferiores el camino
del progreso. Civilizar a los otros se torna un imperativo categórico. El
hombre blanco no destruye las especies inferiores, las educa. El
imperialismo funda y disemina una visión etnocéntrica entre las diversas
clases y capas sociales de las naciones dominantes.” (Imperialismo
cultural, Renato Ortiz en “Términos Críticos de Sociología de la Cultura”,
compilado por Carlos Altamirano, Bs. As., Paidós, 2002)
Proceso de urbanización: es el proceso por el cual una proporción
creciente de la población de un país vive en localidades urbanas. Aunque
este fenómeno se puede observar desde el siglo XII d.c. adquiere una
magnitud universal en la era contemporánea. Se trata de un proceso de
transformación demográfica ocurrida a partir de los cambios económicos,
sociales y políticos de la revolución industrial y el surgimiento del
capitalismo. Las modificaciones técnico-económicas que implica la
sociedad industrial establecen un nuevo tipo de vinculación e integración
entre las personas. Hay un proceso creciente de individuación, de ruptura
y pérdida de la identidad anterior determinada por su pertenencia a una
comunidad homogénea. Se pasa de los vínculos primarios, basados en el
imperio de los sentimientos que caracterizaban a las poblaciones rurales,
donde todas las personas se conocían, a vínculos de tipo secundario,
basados en la racionalidad. El aumento poblacional en las ciudades
determina la aparición del otro como un desconocido, ya no se sabe quien
es el vecino, prevaleciendo las relaciones mediatizadas por el trabajo en la
fábrica, basadas en el silencio y la imposibilidad de comunicarse. Este
cambio de los valores hasta entonces vigentes provocado por la
industrialización junto con el fenómeno migratorio hace que entre en
escena la problemática de la anomia. Anomia es un concepto que refiere
a la falta de valores y normas compartidos que permitan un mínimo de
cohesión al grupo y un mínimo de identidad al individuo. En este contexto
aparecen los Estados nacionales. La nación es fruto del siglo XIX,
presupone que en el ámbito de un territorio determinado ocurra un
movimiento de integración simbólica (económica, social, política y
lingüística).
Proceso de democratización: es el proceso por el cual la sociedad
empieza a organizarse en torno a la voluntad popular. Los hitos históricos
de este proceso son: la Revolución inglesa (1688), la independencia de
los EE. UU. (1776) y la revolución francesa (1789).
Este proceso también tiene que ser pensado en el ámbito educativo como
proceso de democratización del saber, es decir en el mundo moderno las
grandes masas se empiezan a incluir dentro del circuito escriturario,
comienza la preocupación por alfabetizar a la mayor cantidad de
personas, en un comienzo esta inclusión en el circuito de la lecto-escritura
responde a intereses narcisistas de las clases dominantes: a través de la
lectura se puede llegar a una mayor cantidad de personas para inculcar
los valores incuestionables (violencia simbólica) de las clases dominantes.
La preocupación por democratizar el saber se inserta dentro del contexto
del iluminismo. El término iluminismo designa el movimiento literario y
filosófico europeo que se desarrolló durante el siglo XVIII, llamado por ello
Siglo de las Luces. Aunque tuvo repercusión en toda Europa su carácter
dominante se generó en los salones y clubes franceses. Se identifica
también a este movimiento con el nombre de Ilustración, ya que aquellos
filósofos sostuvieron la misión principal de la educación. La premisa “no
hay oscuridad sino ignorancia” se convirtió en apotegma para los
iluministas.
El movimiento iluminista se caracteriza por una gran confianza en la
razón: Es a través del uso de la razón que el hombre podrá no sólo
liberarse de los prejuicios y supersticiones medievales sino que la razón lo
llevará a dominar la naturaleza a través del saber y a instalar la justicia y
la paz entre los hombres. El racionalismo del siglo XVIII a diferencia del
racionalismo del siglo XVII, es un racionalismo con base empírica. El
orden es inmanente al universo, pero no se lo descubre por principios
abstractos sino mediante la observación y la experiencia. Podemos decir
que si bien el iluminismo tiene su punto de arranque en el siglo XVII con la
aparición de Descartes en el escenario filosófico, quién va a referirse
metafóricamente a la razón como “la luz natural”, su apogeo se da en el
siglo XVIII, ocupando el centro de la escena filosófica y política en las
sociedades occidentales. La ciencia fue la gran privilegiada de la agenda
iluminista. La ciencia se identificaba con la verdad. Fue arrollador su
progreso en todos los campos, pero especialmente en las físico –
matemáticas, la química y la biología. Los avances tecnológico-científicos
del mundo moderno otorgó a los iluministas una confianza notable en el
progreso, la certeza de que se asistiría a un mejoramiento inexorable de
los seres humanos y las sociedades, gracias a la razón y al conocimiento
técnico y científico. La razón se desplegó de manera creciente como
necesidad instrumental. La razón instrumental es aquella que puede
juzgar acerca de los medios adecuados para alcanzar un fin, pero no
acerca del fin o de los fines, cuya elección depende de valores. Entonces,
el discurso filosófico de la modernidad es el iluminismo, su eje es la idea
típicamente moderna del progreso, entendido como mejoramiento
creciente y general, es decir en todos los planos de la existencia, de la
humanidad entera. La historia empieza a pensarse como un movimiento
incesante hacia lo mejor. Esta es la ilusión del siglo XVIII: bajo la guía
iluminadora de la razón se incrementará tanto el saber como la justicia y la
paz entre los hombres.
Proceso de secularización: también llamado proceso de laicización. Este
proceso consiste en el abandono progresivo de las explicaciones
religiosas en torno al mundo y a la vida. El mundo deja de ser un diseño
de Dios. La realidad mundana carece en sí misma de otro sentido que no
sea el que le atribuyen los hombres, en función de valores que producen,
intercambian y disputan entre sí. Max Weber dirá que el mundo moderno
es un mundo “desencantado” (los dioses se han ido). La religión empieza
a pensarse como un producto histórico que cumple tanto funciones de
consuelo como de legitimación e integración del orden social establecido:
“los últimos serán los primeros”, “bienaventurados los que lloran porque
ellos recibirán consolación”. La religión dirá Marx es “el opio del pueblo”.
Entonces el proceso de secularización se puede definir como un proceso
de desalojo de los elementos religiosos y mitológicos que habían habitado
el mundo hasta ese momento y que habían funcionado como instrumento
de legitimación del orden social establecido. El mundo moderno se
despierta y se despereza y en ese desperezarse caen las hadas, las
brujas, los hechiceros, los duendes, los dragones, los unicornios, Dios y el
diablo.

Retomando la distinción que hacíamos al comienzo entre Edad moderna y


modernización, diremos que, aunque los comienzos de la modernidad se
remontan aproximadamente al 1500, puede decirse que, en sentido
estricto Europa se tornó moderna en el curso de los siglos XVIII y XIX, con
el triunfo del capitalismo como modo de producción dominante y el
reemplazo del absolutismo por repúblicas liberales o monarquías
constitucionales. Convendría especificar que el foco principal del proceso
moderno, en sentido estricto, se encontraba en Inglaterra y en Europa
septentrional, mientras que los países europeos meridionales (Italia,
España, Portugal) ingresarían de manera más o menos tardía en ese
proceso. Algunos países extra europeos como los EE.UU. y Japón,
ingresarán en el elenco de las sociedades centrales de la modernización.
Podemos agregar que este proceso modernizador si bien tiene su
escenario principal en Europa, posee una lógica expansiva que abarcará
al planeta entero. Esta lógica expansiva significa que el movimiento
modernizador va a penetrar fronteras étnicas y geográficas, de
nacionalidad y de clase, de ideología y religión, pero producirá efectos
desiguales. Si, a comienzos del siglo XX la modernidad triunfante le
conferirá su unidad al mundo, esa unidad contiene la división entre
sociedades centrales y dominantes y sociedades periféricas y
dependientes de las centrales.
Según Brunner la modernidad es un fenómeno de inscripciones múltiples
caracterizado por la desigual distribución mundial del capital, el
conocimiento y las tecnologías.
Con respecto a la modernidad nos dice Brunner: “La sociedad moderna
desarrolla una aguda conciencia sobre sí misma. Por un lado, como
problematización de la vida cotidiana, donde los individuos deben asignar
sentido a sus existencias en un medio crecientemente “desencantado”.
Por otro lado, en el nivel intelectual, por una acelerada acumulación y uso
del conocimiento en todas las esferas de la actividad humana
especializada. (…) Con la modernidad el mundo se vuelve intensamente
autorreflexivo y sujeto a conocimiento.” (Modernidad, José Joaquín
Brunner, en “Términos Críticos de Sociología de la Cultura”, compilado por
Carlos Altamirano, Bs. As., Paidós, 2002)
Con respecto al fin de la modernidad leemos en Brunner: “Por de pronto
no es una idea que concite acuerdo intelectual…sus propios sostenedores
hacen coincidir dicho fin con diferentes fenómenos, tales como la
emergencia de la sociedad postindustrial, la revolución informática, el
desplome del socialismo burocrático, la globalización de los mercados y la
pérdida de crédito –y consiguiente incredulidad- frente a las
metanarraciones o grandes relatos que sirven de eje discursivo a la
modernidad.” (Modernidad, José Joaquín Brunner, en “Términos Críticos
de Sociología de la Cultura”, compilado por Carlos Altamirano, Bs. As.,
Paidós, 2002) Con respecto a la modernización en América Latina leemos
en Brunner: “…la modernización arranca en América latina durante el siglo
XIX, junto con la constitución de los Estados nacionales y el incipiente
desarrollo de la producción capitalista.” (Modernidad, José Joaquín
Brunner, en “Términos Críticos de Sociología de la Cultura”, compilado por
Carlos Altamirano, Bs. As., Paidós, 2002)
Síntesis de clases basadas en:
Torcuato S. Di Tella y otros, Diccionario de Ciencias sociales y políticas
Bs. As., Emecé, 2001.
Autores consultados:
Carlos Altamirano
Delia De Miguel
Josefina Del Solar.
Roberto Minguéz
Carlos Lagorio
Dora Barrancos
Fortunato Mallimaci

Carlos Altamirano (Compilador), “Términos Críticos de Sociología de la


Cultura” Bs. As., Paidós, 2002.
Autores consultados:
Renato Ortiz y José Joaquín Brunner.

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